UNIVERSIDAD COMPLUTENSE DE MADRID FACULTAD DE FILOLOGÍA EL PRINCIPIO DE AUTORIDAD EN LOS DICCIONARIOS GENERALES DEL ESPAÑOL (SIGLOS XVIII-XX) MEMORIA PARA OPTAR AL GRADO DE DOCTOR PRESENTADA POR Eduardo José Jacinto García Bajo la dirección del doctor Ignacio Ahumada Lara Madrid, 2013 © Eduardo José Jacinto García, 2012 UNIVERSIDAD COMPLUTENSE DE MADRID FACULTAD DE FILOLOGÍA EL PRINCIPIO DE AUTORIDAD EN LOS DICCIONARIOS GENERALES DEL ESPAÑOL (SIGLOS XVIII-XX) TESIS PRESENTADA PARA OPTAR AL GRADO DE DOCTOR POR EDUARDO JOSÉ JACINTO GARCÍA DIRECTOR PROF. DR. IGNACIO AHUMADA LARA TUTOR PROF. DR. MANUEL ALVAR EZQUERRA CURSO 2012-2013 3 AGRADECIMIENTOS Me gustaría aprovechar esta oportunidad para agradecer sinceramente a todos los que, con su apoyo y su amistad, me han acompañado a lo largo de todo este camino. La elaboración de una tesis resulta siempre una tarea ardua que requiere un enorme sacrificio personal. Por esa razón, quiero reconocer en primer lugar el apoyo incondicional que me han brindado mis padres, Eduardo y Serafina, sin los cuales este trabajo no habría podido concluirse. Ellos estuvieron animándome en todo momento, a pesar de lo duro que era para ellos ver cómo la redacción de la tesis se eternizaba. En momentos de desesperanza, nada fue más gratificante que saber que ellos seguían ofreciéndome todo su ánimo. También quiero expresar mi agradecimiento a otros miembros de mi familia, como mi hermana Gema, que siempre estuvo interesada en los avances de mi investigación. Hace tres años la familia aumentó con la llegada de mi sobrino Juan José. Verlo crecer y pronunciar sus primeras palabras fue un gran estímulo para mí. En segundo lugar, debo mencionar a mis amigos. Ellos han sido el refugio perfecto en los momentos de mayor cansancio y dificultad. Su conversación y compañía me han permitido recobrar las energías necesarias para continuar la ardua tarea que hoy llega a su fin. Concretamente, quiero nombrar a Aníbal Fernández, Angelines Alcalá, Jaume Climent, Juan José Muñoz, Juan Manuel Valera y Tomás Morales. En el grupo de amistades quiero incluir también a mis compañeros de la Cátedra de Lingüística Aplicada de la Universidad de Augsburgo. Hace cinco años que llegué a tierras germanas, en las que fui acogido con grandes muestras de afecto. Tengo la gran fortuna de gozar de la amistad y complicidad de Carmen Buschinger, Martin Mehlberg, Michaela Schäfers y Sabine Meister, así como de la secretaria, Juana López. Su comprensión y ayuda han sido cruciales en el desarrollo de esta investigación. Naturalmente, debo referirme también a José Carlos Huisa y Gilda Cardoso, amigos y colegas con los que he conversado horas y horas sobre el contenido de mi tesis. A ellos debo muchas de las ideas contenidas en ella. 4 En los últimos meses de elaboración de este trabajo, el papel de la informática ha sido clave. Para programar las bases de datos de tal forma que la recuperación de toda la información sobre el léxico y la naturaleza de las autoridades se realizara de forma sencilla y efectiva, la ayuda de Fernando Curiel ha resultado impagable. Sin su asesoramiento y su colaboración el tratamiento informatizado de los datos habría sido mucho más rudimentario. También debo agradecer a Sabine Meister y a Michaela Schäfers el haberme ayudado en la maquetación de la obra, tarea que nos llevó días enteros. Además, agradezco a Tamara Lugger su traducción al alemán de las conclusiones de este trabajo. Por último, debo reconocer mi deuda con varios profesores, que me han ilustrado a lo largo de estos años sobre el campo de la lexicografía. Primero, agradezco al profesor Pedro Álvarez de Miranda su magisterio y su generosidad. Nos unió el estudio del fascinante diccionario de Esteban de Terreros. Desde que tuvo conocimiento de mis investigaciones, no ha dejado de animarme y de ofrecerme su apoyo. Sus trabajos han sido para mí fuente de inspiración permanente. Quiero mostrar igualmente mi más sincera gratitud al profesor Reinhold Werner. Pocas personas han despertado en mí tanta admiración. Él me ha enseñado a apreciar la importancia del lenguaje preciso, a desconfiar de las autoridades (en su sentido tradicional), y me ha introducido en el mundo de la metalexicografía alemana, especialmente en la teoría de Herbert Ernst Wiegand, compartiendo desinteresadamente conmigo muchas ideas propias. También agradezco profundamente a Dieter Messner y a Félix San Vicente sus observaciones y comentarios sobre este trabajo, que han permitido mejorarlo considerablemente. La palabra alemana para designar al director de la tesis es Doktorvater. En efecto, debo decir que, en muchos aspectos, el profesor Ignacio Ahumada ha sido como un padre para mí: desde el primer día, me ha orientado activamente en el desarrollo de la tesis, y me ha otorgado su plena confianza. A él le debo la propia idea del tema, en la que acertó plenamente. Hemos discutido sobre muchos aspectos de la lexicografía, sin descuidar nunca el lado humano presente en toda investigación. A él le dedico también mis más sinceros agradecimientos. 5 ÍNDICE 0. INTRODUCCIÓN ......................................................................................................... 9 0.1. Corpus de diccionarios analizados .................................................................. 10 0.2. Estado de la cuestión ........................................................................................ 11 0.3. Objetivos ........................................................................................................... 13 0.4. Método .............................................................................................................. 14 1. LOS CONCEPTOS DE AUTORIDAD, EJEMPLO LEXICOGRÁFICO Y OTROS TÉRMINOS AFINES ......................................................................................... 17 1.1. El estatus semiótico del ejemplo lexicográfico ................................................ 22 1.2. La distinción entre cita y ejemplo inventado: el testimonio filológico y el ejemplo de uso ..................................................... 26 1.3. Las fuentes del diccionario: la elaboración del corpus y el canon literario ................................................. 30 1.4. Análisis del ejemplo lexicográfico ................................................................... 36 1.4.1. Aspecto formal ....................................................................................... 36 1.4.2. Contenido .............................................................................................. 44 1.4.3. Principales funciones ............................................................................ 53 1.4.4. Recapitulación ....................................................................................... 60 1.5. El ejemplo con valor de autoridad .................................................................... 67 2. EL PRINCIPIO DE AUTORIDAD EN LA HISTORIA DE LA LINGÜÍSTICA ......................... 71 2.1. Introducción: norma lingüística y autoridad ................................................... 71 2.2. Grecia y Roma .................................................................................................. 75 2.2.1. La gramática clásica .............................................................................. 75 2.2.2. La lexicografía greco-latina .................................................................. 90 2.3. El principio de autoridad durante el Medioevo ............................................... 99 2.3.1. La gramática en la Edad Media ............................................................. 100 2.3.2. La lexicografía medieval ....................................................................... 105 2.4. El principio de autoridad y su revitalización durante el Renacimiento ........... 115 2.4.1. Las tendencias gramaticales de base humanista y racional ................... 118 6 2.4.2. La lexicografía latina del Renacimiento ............................................... 124 2.4.3. El humanismo vulgar ............................................................................ 135 2.4.4. El nacimiento de la lexicografía vernácula monolingüe ....................... 146 2.5. La Ilustración: razón y autoridad .................................................................... 164 2.5.1. La doctrina gramatical durante la Ilustración ....................................... 165 2.5.2. Los grandes diccionarios monolingües del siglo XVIII ......................... 175 2.6. La teoría gramatical y lexicográfica de los siglos XIX y XX ante el principio de autoridad .......................................................................... 208 2.6.1. La gramática descriptiva decimonónica ................................................ 209 2.6.2. Los diccionarios históricos y descriptivos de los siglos XIX y XX: auge y ocaso del principio de autoridad ........... 222 3. ANÁLISIS DE LOS DICCIONARIOS CON AUTORIDADES .............................................. 247 3.1. El Diccionario castellano con las voces de ciencias y artes (1786 – 1793) de Esteban de Terreros y Pando ....................................................... 247 3.1.1. Introducción ........................................................................................... 247 3.1.2. Esteban de Terreros: perfil biográfico .................................................. 252 3.1.3. El Diccionario castellano y el principio de autoridad ........................... 260 3.1.4. Análisis de las fuentes ........................................................................... 270 3.1.5. Las referencias bibliográficas en el Diccionario castellano: visión de conjunto ................................................................................. 274 3.1.6. Función de las fuentes metalingüísticas ................................................ 277 3.1.6.1. El diccionario como autoridad ................................................. 278 3.1.6.2. Actitud crítica de Terreros ante el uso de los diccionarios ...... 280 3.1.6.3. Nómina de diccionarios citados en el cuerpo del Diccionario castellano .................................... 284 3.1.7. Las fuentes lingüísticas ......................................................................... 287 3.1.7.1. Fuentes literarias ...................................................................... 288 3.1.7.2. Fuentes científicas .................................................................... 297 3.1.8. Nómina de autores y de obras ................................................................ 312 3.2. El Gran diccionario de la lengua española (1852 – 1855) de Adolfo de Castro y Rossi ............................................................................. 377 3.2.1. Introducción ........................................................................................... 377 3.2.2. Adolfo de Castro (1823 – 1898): apuntes biográficos ............................ 383 3.2.3. El Gran diccionario de la lengua española (1852 – 1855): características generales ........................................................................ 388 3.2.4. Análisis de las fuentes ............................................................................ 398 3.2.4.1. Fuentes metalingüísticas .......................................................... 399 3.2.4.2. Fuentes lingüísticas .................................................................. 410 3.2.5. Nómina de autores y de obras ................................................................ 434 7 3.3. El Gran diccionario de la lengua castellana (de autoridades) con ejemplo de buenos escritores antiguos y modernos (1902 – c. 1932) de Aniceto de Pagés y Puig ................. 483 3.3.1. Introducción ........................................................................................... 483 3.3.2. Aniceto de Pagés .................................................................................... 486 3.3.3. José Pérez Hervás ................................................................................... 488 3.3.4. El Diccionario Enciclopédico Hispano-Americano (1887-1910): obra precursora ...................................................................................... 489 3.3.5. El concepto de autoridad en el Gran diccionario de la lengua castellana ......................................................................... 493 3.3.6. Análisis de las fuentes ........................................................................... 498 3.3.7. Fe de erratas .......................................................................................... 561 3.3.8. Nómina de autores y de obras ............................................................... 567 4. APÉNDICES ............................................................................................................... 665 5. CONCLUSIONES ........................................................................................................ 667 6. EINLEITUNG .............................................................................................................. 675 6.1. Corpus der analysierten Wörterbücher ............................................................. 676 6.2. Forschungsstand ............................................................................................... 677 6.3. Ziele ............................................................................................................... 680 6.4. Methode ............................................................................................................. 681 7. THESEN ............................................................................................................... 685 8. BIBLIOGRAFÍA .......................................................................................................... 695 8.1. Gramáticas y diccionarios citados ................................................................... 695 8.2. Referencias bibliográficas ................................................................................ 699 9 0. INTRODUCCIÓN El principio de autoridad en los diccionarios generales del español constituye todavía un campo poco investigado en el ámbito de la metalexicografía hispánica. La citación de autoridades se relaciona siempre con la primera edición del Diccionario de la Real Academia Española (1726-1739), conocida a partir del siglo XIX como Diccionario de autoridades. Sin embargo, suele olvidarse que, con posterioridad, se publicaron otros diccionarios que incluyeron también en su microestructura citas de escritores eminentes. Los diccionarios que ofrecen ejemplos reales de uso pertenecen a los más variados géneros lexicográficos: diccionarios generales, diccionarios de regionalismos, diccionarios de especialidad, etc. En nuestra investigación vamos a centrarnos en los diccionarios generales del español. Un diccionario general basado en citas ofrece aspectos de interés que no se encuentran en los restantes diccionarios. Los ejemplos nos hablan, en primer lugar, de las fuentes del diccionario, cuando dichos ejemplos se han tomado de un corpus real. Dado que los diccionarios académicos prescindieron de la cita de autoridades desde la edición de 1780, la autoridad pasó a residir en el mismo diccionario académico. Este hecho determinó de manera decisiva el modo de entender la lexicografía en España durante mucho tiempo. Mientras que en Francia, Italia e Inglaterra siguieron publicándose diccionarios basados en citas, los repertorios españoles, en cambio, tomaron como modelo el diccionario académico, copiándolo y renunciando al principio basado en autoridades (Gutiérrez Cuadrado 1999: 8). Éste no fue el caso de los diccionarios que vamos a estudiar aquí. Los ejemplos de uso son, además, un recurso de gran utilidad en lexicografía. Muestran los usos reales de la lengua y cumplen una función fundamental dentro del nivel sintagmático del diccionario. Los ejemplos pueden mostrar combinaciones léxicas usuales, colocaciones, locuciones, verbos con régimen preposicional, formas flexivas irregulares, etc. En el plano semántico, permiten distinguir las diferentes acepciones de una determinada unidad léxica, en virtud de su combinación 10 con otras unidades. Finalmente, las citas y ejemplos pueden estudiarse desde el punto de vista ideológico. Los ejemplos encierran con frecuencia la ideología de los autores que se citan. A su vez, la selección de un conjunto de autores puede reflejar la mentalidad del propio lexicógrafo, o bien un canon de escritores recibidos y apreciados por la sociedad. El conjunto de autores nombrados en el diccionario determina, a su vez, la riqueza y el tipo de léxico recogido en él. 0.1. Corpus de diccionarios analizados Los diccionarios que van a ser objeto de nuestra investigación son los siguientes: 1) El Diccionario castellano con las voces de ciencias y artes (1786 – 1793) de Esteban de Terreros y Pando. 2) El Gran diccionario de la lengua española (1852 – 1855), de Adolfo de Castro y Rossi. 3) El Gran diccionario de la lengua castellana (1902 – 1931), de Aniceto de Pagés. Las citas presentes en el primer diccionario general del español con autoridades, publicado por la Real Academia Española entre los años 1726 y 1739, han sido estudiadas en una tesis doctoral llevada a cabo por Margarita Freixas (2003), que posteriormente ha publicado una monografía sobre el mismo tema (Freixas 2010). Por esa razón, nuestro estudio, aunque tiene en cuenta el papel fundamental que jugó esta obra en la tradición lexicógrafica española, se centra en los tres diccionarios generales con autoridades publicados posteriormente. El diccionario de Esteban de Terreros se inscribe en el paradigma ilustrado y recibe una fuerte influencia de la lexicografía francesa, especialmente del Dictionnaire universel françois et latin de Trévoux (1ª. edición: 1704). El uso común y la razón guiaron la selección de unidades léxicas en su diccionario, dando al principio de autoridad un papel secundario. Las citas son, ciertamente, escasas, aunque abundan las referencias a las fuentes consultadas. El Gran diccionario de la lengua española de Adolfo de Castro, por el contrario, refleja un cambio importante de mentalidad con respecto al Siglo de las Luces. Castro fue un estudioso y editor de textos literarios antiguos. Su labor filológica influirá en las autoridades presentes en su diccionario. En él, los artículos lexicográficos parecen estar subordinados a la propia cita, y no al revés. La lengua literaria de los siglos XVI y XVII acapara toda la atención del lexicógrafo. El Diccionario de Castro refleja el nacimiento de un nuevo canon literario español, como consecuencia del sentimiento nacionalista que surgió después de las invasiones napoleónicas a comienzos del siglo XIX. Por último, el Gran Diccionario de la lengua castellana de Aniceto de Pagés, publicado ya en el siglo XX, constituye un paso decisivo en la evolución del principio de autoridad. Las autoridades ya no son los 11 modelos excelsos del buen uso, como se entendía en los diccionarios del Barroco, ni testimonios filológicos, tal como se concebía en la lexicografía decimonónica, sino ejemplos ilustrativos que, cada vez con más frecuencia, se extraen de textos contemporáneos y no de obras literarias del pasado. 0.2. Estado de la cuestión Aunque en los últimos años los tres diccionarios mencionados han despertado el interés de un número cada vez mayor de investigadores, los trabajos publicados hasta ahora, sin dejar de ser valiosos, sólo se han ocupado parcialmente del principio de autoridad. El diccionario más estudiado ha sido, sin duda, el Diccionario castellano de Esteban de Terreros. El año 1987, el profesor Alvar Ezquerra llevó a cabo la edición facsímil de esta obra, lo que permitió que los estudiosos pudieran acceder a ella con mayor facilidad. Además, en el año 2007 se celebró el tercer centenario del nacimiento del ilustre jesuita de Trucíos, acontecimiento que avivó, si cabe aún más, el interés hacia el Diccionario castellano. A raíz de este aniversario se organizó un congreso monográfico sobre Esteban de Terreros, cuyas actas se recogen en Larrazábal/Gallastegui (2008), y se le dedicó también, aunque no en su totalidad, el número 23 de la revista Oihenart: cuadernos de lengua literatura (2008). Entre los autores que han analizado aspectos relacionados con el principio de autoridad en este repertorio se encuentran Alvar Ezquerra (1987), Álvarez de Miranda (1992, 2001) y Félix San Vicente (1995, 2004). El trabajo de Félix San Vicente publicado en el año 2004 está dedicado íntegramente a la cuestión de las autoridades en el Diccionario castellano. El estudio se basa en calas que incluyen las letras I, R, y P. El segundo diccionario, escrito por Adolfo de Castro, no ha llamado tanto la atención de los estudiosos. Esto quizá se deba al hecho de que se trata de un repertorio sin concluir. Hay que decir, sin embargo, que el Gran diccionario de la lengua española de Castro es una obra de características excepcionales dentro del panorama lexicográfico del siglo XIX, y por eso vale la pena estudiarlo y ofrecer nuevos resultados. Pensamos además que el análisis de las citas presentes en este repertorio es crucial para entender la evolución del principio de autoridad en la historia de la lexicografía española. Entre los investigadores que han escrito sobre este diccionario, debemos mencionar a Ignacio Ahumada, autor de un artículo sobre la crítica de diccionarios en la España del siglo XIX (Ahumada 2010), Susana Rodríguez Barcia, que estudió el léxico de la religón en esta obra (Rodríguez Barcia 2010), y David Prieto, que analizó la presencia de Tirso de Molina en el diccionario de Castro, entre otros (Prieto 2006). 12 Por último, el diccionario de Aniceto de Pagés, pese a ser el único diccionario general español del siglo XX con citas (hasta la aparición del Diccionario del Español Actual en 1999), tampoco ha recibido la atención que merece. La causa de esta falta de interés radica, casi con toda seguridad, en un defecto que ya fue criticado por algunos autores en tiempos del propio Pagés. Nos referimos al modo de indicar las referencias bibliográficas. Éstas, salvo en el caso de las obras anónimas, se limitan a proporcionar sólo el nombre del autor, y nada más. A pesar de esta característica, se trata de un diccionario muy ambicioso. Esta obra supuso la transformación definitiva del principio de autoridad mediante la actualización de las citas presentes en el primer diccionario académico, sustituyéndolas en gran medida por la de escritores contemporáneos. El mejor estudio que se ha realizado sobre el Gran diccionario de la lengua castellana es el que escribió Blanca González-Zapatero como trabajo de grado en la universidad de Salamanca, investigación dirigida por el profesor José Luis Herrero Ingelmo (González-Zapatero Redondo 2010). Se trata de un estudio, en nuestra opinión, de gran calidad, si bien el trabajo se lleva a cabo, una vez más, a partir de calas. La autora afirma que ha procedido a la selección de tres fragmenos de la obra de una extensión de 100 páginas cada uno, que se han tomado del primer, tercer y quinto tomos (concretamente del principio de la letra A, la letra L completa y la letra U completa junto con el principio de la letra V). Dichas secciones abarcan un total de 9.170 acepciones y 8.870 ejemplos (González-Zapatero 2010: 8). Nuestra investigación, en cambio, se basa en el estudio global de todo el diccionario, que abarca 4.763 páginas. El total de citas que hemos recogido asciende a 77.759. Existen otros trabajos aproximativos, como el de Alonso et alii (2001) y Rosalía García Cornejo (2006). Aunque esta autora titula su trabajo «Fuentes del Gran Diccionario de la lengua castellana de Aniceto de Pagés», en él sólo se destaca el hecho de que el vocabulario de Francisco Rodríguez Marín, Dos mil quinientas voces castizas y bien autorizadas que piden lugar en nuestro léxico (1922) sirvió a José Pérez Hervás, el continuador del diccionario a partir del tomo IV, para extraer de él numerosas citas de segunda mano. Sobre el concepto de autoridad lexicográfica no hay ningún trabajo monográfico en español. El principio de corrección lingüística basado en autoridades ha sido, en cambio, bien estudiado en el campo de los tratados gramaticales (Pozuelo Yvancos 1984; Ramajo Caño 1993; Margarita Lliteras 1997). Sobre el ejemplo lexicográfico, un concepto muy próximo al de autoridad, existen igualmente pocos trabajos en español (Gutiérrez Cuadrado 1999; Forgas 1999; Garriga 2001, 2002, entre otros). Por todo ello, es necesario emprender un estudio en el que se analice globalmente el principio de autoridad en la tradición lexicográfica española, con el fin de comprender la importancia que desde los orígenes tuvo el proceso de ejemplificación en los diccionarios, 13 especialmente si se tiene en cuenta que, en la actualidad, los ejemplos lexicográficos vuelven a tener un papel fundamental en este tipo de obras, aunque con una función diferente a la que poseían en siglos pasados. 0.3. Objetivos Los objetivos del presente trabajo de investigación son tres, y cada uno de ellos constituirá un capítulo diferente de nuestra tesis: 1. Delimitación del concepto de autoridad lexicográfica. El término autoridad hace referencia a una categoría lexicográfica usada en el pasado. Es necesario, por tanto, llevar a cabo desde el presente una descripción de dicha categoría que permita situarla en su contexto. En la primera parte de nuestro estudio, proponemos una tipología general del ejemplo lexicográfico, para poder enmarcar adecuadamente el concepto de autoridad. Esta tipología pretende ser lo más abarcadora posible. Se basa en tres niveles de análisis: el de la forma, el contenido y la función de los ejemplos. 2. Historia del principio de autoridad en la gramática y en la lexicografía. Hasta ahora, no hay estudios que hayan conectado el principio de autoridad en los tratados gramaticales y en los diccionarios. Sin embargo, creemos que hay un vínculo muy estrecho entre ambos, pues evolucionaron de manera paralela a lo largo del tiempo. Los diccionarios heredan de las gramáticas una tradición multisecular que se remonta a los tiempos de la filología clásica practicada por la escuela alejandrina y los primeros gramáticos romanos. Esa herencia llega hasta los diccionarios publicados a principios del siglo XX. El humanismo renacentista rescató el principio de autoridad y lo volvió a poner en práctica en los diccionarios griegos y latinos, y después en los grandes diccionarios de codificación de las lenguas vulgares. El objetivo de este capítulo es describir los procesos que sufrió el principio de autoridad para adaptarse a los nuevos paradigmas lingüísticos, así como constatar el momento en que esta categoría dejó de ser operativa. 3. Análisis de los tres diccionarios anteriormente mencionados. El análisis constará de tres partes: a) Contextualización: se sitúa el diccionario estudiado en su momento histórico y se describe brevemente la trayectoria biográfica del autor. 14 b) Análisis de las fuentes: se reconstruyen las fuentes de las que se sirvió el diccionarista, mediante el recuento de las citas que aparecen a lo largo del repertorio. De esa manera, formamos la nómina de autores y de obras citados, supliendo una carencia que presentaban dos de los tres diccionarios analizados. c) El recuento de citas nos permitirá observar qué autores tuvieron mayor peso por el número de citas, y nos ayudará a estudiar el canon literario que en ellas se refleja. 0.4. Método El análisis de cada uno de los diccionarios se ha llevado a cabo mediante la creación de diferentes bases de datos en las que se ha tenido en cuenta las características fundamentales de las autoridades nombradas en cada uno de los diccionarios. En contra de lo que se suele hacer, nuestro análisis no se ha basado en calas, sino en la lectura completa de los diccionarios. Este procedimiento lo hemos llevado a cabo por diversas razones. El Diccionario castellano no incluye un número elevado de citas, aunque las referencias bibliográficas sí alcanzan una cantidad considerable. Por esa razón, no tenía sentido actuar mediante calas, si la obra podía abarcarse en su totalidad. En el caso del Gran diccionario de la lengua española de Adolfo de Castro, este diccionario consta de 688 páginas. El último artículo está dedicado a la voz costra. Debido a su tamaño, tampoco era recomendable llevar a cabo un análisis parcial de la obra. El diccionario que verdaderamente supuso un reto fue el Gran diccionario de la lengua castellana. Como dijimos anteriormente, esta obra abarca 4.763 páginas, distribuídas en 5 volúmenes. Y la presencia de citas es sistemática (cada artículo incluye de media 3 ejemplos reales de uso). Por tanto, el vaciado de autoridades de esta obra nos llevó varios años, aunque se trataba una labor necesaria. No habría sido coherente que uno de los tres diccionarios quedara sin analizarse de forma completa. Gracias a esto, hemos podido realizar el estudio más completo que hasta ahora se ha realizado del Gran diccionario de la lengua castellana. Además, disponemos de la nómina completa de los tres diccionarios analizados. Los resultados de nuestro estudio pretenden tener un lado práctico, no sólo teórico. La elaboración de listas completas de autores y obras citados permitirá a futuros investigadores estudiar de forma mucho más rápida el léxico de un autor concreto, por ejemplo, y su presencia en los diccionarios. Además, facilitará la lectura de las abreviaturas que están presente en el Diccionario castellano del padre Terreros o en el Gran diccionario de la lengua española de Castro, y que a menudo son muy difíciles de interpretar. Cada una de las nóminas que hemos confeccionado incluye el nombre completo del autor y de la obra citados, junto a la abreviatura o la manera más usual que el léxicógrafo tenía de citar. El Gran diccionario de la lengua castellana está repleta de erratas. Nuestra nómina pretende señalarlas y mostrar la lectura correcta de las referencias bibliográficas erradas. Además, esta 15 obra sólo indica el nombre de la autor, pero no la obra. Cuando ha sido, posible, hemos indicado también el título del libro del que se extrajo la cita. Cada diccionario tiene sus propias características. Por esa razón, se podrá apreciar que el estudio de los tres repertorios no se realiza de manera completamente paralela. Por ejemplo, en el apartado dedicado al Diccionario castellano prestamos mucha atención al prólogo, porque se trata de un texto enormemente interesante para nuestro estudio. En cambio, apenas hablamos de las palabras preliminares del Gran diccionario de la lengua española. El Diccionario de Pagés carece, además, de prólogo. En el caso del Diccionario castellano hemos destacado su conexión con el Diccionario de autoridades. Sin embargo, dicha conexión no la hemos considerado tan importante en el caso del Gran diccionario de la lengua castellana, pues en la propia portada se reconoce que el repertorio está «ordenado con arreglo a la última edición de la Real Academia Española y enriquecido con numerosas voces, acepciones, frases y refranes que no constan en ningún otro diccionario». Se trata de una característica muy repetida en todos los diccionarios no académicos del siglo XIX, y aun del XX. Así que hicimos hincapié en otros aspectos que nos han parecido más interesantes. La propia organización de cada una de las nóminas no es idéntica, pues cada una se adapta a las propias peculiaridades del diccionario en cuestión. Los cálculos llevados a cabo sobre el número y la naturaleza de las autoridades nombradas deben ser tratados siempre teniendo en cuenta un cierto margen de error. El número de citas o referencias presentes en cada uno de los diccionarios es tan grande que su cómputo se ha hecho siempre mediante cálculos llevados a cabo informáticamente (hemos utilizado para el procesamiento de datos los programas de Acces y Excel de la casa Microsoft). Sin embargo, el fin práctico de nuestras nóminas ha podido distorsionar, aunque en una proporción mínima, los números de citas contabilizadas. Por ejemplo, en el Diccionario de Pagés hemos recogido en registros diferentes a un mismo autor que presentaba una referencia correcta y otra equivocada. En estos casos, da la impresión de que existen dos autores distintos, cuando en realidad se trata de uno solo. Hemos considerado necesario que junto a Leopoldo Alas figurara también Leopoldo Mas, pues, de esa manera, el usuario del diccionario que se encuentre con la segunda referencia puede buscar su nombre en nuestra nómina y percatarse de que se trata en realidad del famoso escritor zamorano afincado en Oviedo. Otro grave problema lo tuvimos cuando los escritores han cultivado diferentes géneros literarios, como la prosa y el verso. Nos planteamos entonces duplicar de nuevo los registros, uno por cada género cultivado, pero con esta acción, los cálculos se hicieron mucho más pesados y complejos. Por eso decidimos, especialmente para el caso del diccionario de Pagés, que cada autor representara un solo tipo de género, y que éste fuera el que con más frecuencia apareciera en las citas. Así, por ejemplo, Quevedo figura como poeta en el Gran diccionario de la lengua castellana, aunque en esta obra se citan también textos suyos en prosa, pero en menor cantidad. En los cálculos hemos hecho siempre ajustes para que los datos se ajustaran en la mayor medida posible a la realidad. En cuaquier caso, el número de registros anómalos y 16 sus respectivas citas es tan pequeño que no desvirtúan en modo alguno la visión de conjunto que proporcionamos. La localización temporal de algunos autores también provocó algunos inconvenientes. Hay escritores que vivieron gran parte de su vida en un siglo determinado, pero publicaron su obra principal en el siguiente. Era recomendable que para cada autor se fijara un solo siglo, pues de lo contrario, aquellos escritores que escribieron a caballo entre dos centurias provocaban un nuevo desajuste a la hora de calcular el número de citas. Por tanto, hemos establecido que todo escritor que hubiera nacido antes de la primera mitad de un siglo, no podría clasificarse en el siglo siguiente, aunque la obra citada no perteneciera al siglo de su nacimiento. Puede parecer un criterio arbitrario, pero cualquier otro lo habría sido también. Una clasificación por períodos literarios en lugar de siglos habría dado lugar a nuevos problemas. Lo importante en nuestro estudio es, insistimos, su faceta práctica: localizar las voces exactas autorizadas por un autor determinado, identificar erratas, interpretar abreviaturas, etc. Las grandes cifras sirven para descubrir qué período cronológico está mejor representado en un determinado diccionario, qué canon literario refleja el conjunto total de autores citados, qué importancia tienen las fuentes científico-técnicas, o qué autores son los preferidos por el lexicógrafo para autorizar las voces y cuáles otros, sin embargo, son silenciados. 17 1. LOS CONCEPTOS DE AUTORIDAD, EJEMPLO LEXICOGRÁFICO Y OTROS TÉRMINOS AFINES Un estudio que aspire a describir el principio de autoridad en el ámbito de la lexicografía debe explicar previamente otros términos relacionados, como son los de ejemplo, fuente, cita y testimonio. De los tipos de fuente empleados en la elaboración de diccionarios, así como del papel de la cita como testimonio, nos ocuparemos más adelante. En primer lugar, conviene fijar el concepto de ejemplo lexicográfico, eje central en torno al que se desarrollará el presente capítulo. Sobre el papel de los ejemplos en los diccionarios se han realizado estudios desde planteamientos muy diversos 1 . En la tradición metalexicográfica francesa, se entiende por ejemplo no sólo la oración que ilustra el uso del signo lemático, sino también la indicación de cualquier unidad pluriverbal que lo incluya, como son las colocaciones, las combinaciones usuales de palabras y los compuestos sintagmáticos. El primer diccionario de la Academia Francesa (1694) se caracterizó, precisamente, por introducir este tipo de ejemplos basados en la combinación de un nombre y sus epítetos más frecuentes, o un verbo y sus complementos característicos. Sin embargo, llamar ejemplo a esta clase de unidades resulta, desde el punto de vista teórico, bastante problemático. Las unidades 1 Podemos destacar, por un lado, los estudios con un marcado carácter teórico, en los que se analiza el ejemplo aplicando diferentes perspectivas, como la semiótica, la pragmática o la lingüística de texto. Uno de los primeros trabajos en los que se aplicó el enfoque semiótico para describir los ejemplos del diccionario fue el de la lingüista Josette Rey-Debove (1971: 258-311; 1992: 39-47). Siguiendo los pasos de la investigadora francesa, Robert Martin (1989: 599-607) escribió para la conocida enciclopedia Wörterbücher: ein internationales Handbuch zur Lexikographie (1989-1991), el artículo dedicado a la función del ejemplo en los diccionarios monolingües. Otros autores que han contribuido al desarrollo de la teoría del ejemplo lexicográfico son Henrik Nikula (1986), Fritz Hermanns (1988) y Gisela Harras (1989). Por otra parte, se encuentran los trabajos que han analizado la función ilustrativa del ejemplo en los diccionarios de aprendizaje, sin considerar su dimensión histórica o cultural. Son estudios de carácter práctico, con los que se ha pretendido mejorar los métodos de ejemplificación con miras a las necesidades del usuario que quiere perfeccionar el conocimiento de su lengua materna o bien aprender una lengua extranjera. Pueden considerarse dentro de este tipo los artículos de Patrick Drysdale (1987), Paul Anthony Cowie (1989) y Thomas Szende (1999). 18 pluriverbales son susceptibles de aparecer, a su vez, en ejemplos formados por una oración completa y funcionar además como sublemas dentro del artículo, por lo que éstas tendrían entonces un doble estatus lexicográfico. Para diferenciar el ejemplo constituido por una unidad pluriverbal y el ejemplo formado por una oración o un texto autónomo, suele designarse al primero con el nombre de ejemplo codificado o ejemplo fijo (exemple codé), y al segundo con el nombre de ejemplo libre (exemple libre) (Rey-Debove 1971: 269; Heinz 2005b; 294). El ejemplo codificado proviene a menudo de un proceso que Rey-Debove (1971:306) denomina neutralización, que consiste en reducir el verbo de una oración a la forma de infinitivo, eliminando aquellos elementos que no son obligatorios 2 . Otras veces se ha tomado el término ejemplo en un sentido más restringido, oponiéndose al de cita. En estos casos, el ejemplo se considera sólo un breve texto inventado con un fin didáctico, a diferencia de la cita, que tendría un valor testimonial y cultural. Por tanto, cita y ejemplo serían términos opuestos, como se aprecia en los trabajos de Quemada (1968: 506) o Rey-Debove (1992: 29). Existen diversas propuestas teóricas de clasificación, sobre todo en obras surgidas en el marco de la teoría lexicográfica francesa 3 . En lengua española, hay trabajos dedicados también a cuestiones terminológicas y a aspectos de índole práctica. Por citar algunos de los más destacados, comenzaremos mencionando el artículo de Alvar Ezquerra (1993), uno de los primeros autores en describir, dentro del ámbito español, la función ilustrativa del ejemplo en lexicografía. Los ejemplos en los diccionarios bilingües también han sido estudiados por Xavier Blanco (1995, 1996), Terencia Silva Rojas y Beatriz Figueroa Revilla (2004). De gran interés son los trabajos acerca del ejemplo lexicográfico en los diccionarios didácticos, escritos por Juan Gutiérrez Cuadrado (1999) y Cecilio Garriga (2001, 2002). Esther Forgas (1999) dedica también un artículo a la teoría del ejemplo, en el que, a pesar del título «Función pragmática y tipología del ejemplo lexicográfico», no se hace verdaderamente una tipología, sino una enumeración de las principales funciones del ejemplo en los diccionarios españoles actuales. Finalmente, Isabel Sánchez López (2002) ha publicado un trabajo sobre los conceptos de autoridad y ejemplo en lexicografía, en el que trata de hacer una serie de distinciones terminológicas que matizaremos más adelante. 2 Así, por ejemplo: «Se fundió una bombilla» pasaría a ser, tras la neutralización, «Fundirse una bombilla». 3 En efecto, la metalexicografía francesa ha estudiado desde hace décadas el ejemplo lexicográfico, por razones evidentes. La historia de los diccionarios en Francia ha estado marcada por la presencia de ejemplos y de citas. Por esa razón, encontramos varios libros monográficos dedicados al ejemplo en lexicografía, como las actas editadas por Pierre Corbin y Jean-Pierre Beaujout, Dictionnaires et littérature (1995); el número 106 de la revista Langue Française (1995), cuyo significativo título es L’exemple dans le dictionnaire de langue: Histoire, typologie, problématique; o también las actas editadas por Michaela Heinz: L’exemple lexicographique dans les dictionnaires françains contemporains (2005). 19 A pesar de la producción, cada vez más rica y abundante, de trabajos metalexicográficos en español, creemos que aún está por hacer una tipología exhaustiva del ejemplo en los diccionarios, que no sólo explique las principales funciones que éste desempeña, sino que describa además todas las categorías que se identificaron con el ejemplo lexicográfico en el pasado. Nuestra propuesta pretende ser, por un lado, una clasificación general, para que se pueda aplicar al mayor número de diccionarios posible, tanto del presente como del pasado. Por otro lado, pretende uniformar la terminología utilizada para definir términos usados en otras épocas. De este modo, llevando a cabo una labor de contraste, procuramos traducir al momento actual categorías empleadas en siglos anteriores, sin prejuzgar las obras analizadas. El investigador debe hablar un mismo lenguaje, si quiere evitar en su trabajo incoherencias o usos ambiguos. Pero en la investigación historiográfica debe hacerse además una labor de interpretación, no sólo desde categorías descriptivas actuales, con lo que se correría el riesgo de caer en anacronismos, sino también desde la actualización de categorías usadas en el pasado. Esto es lo que ocurre, precisamente, en el caso de la autoridad lexicográfica. Un estudio estructural, inmanente y formal de los ejemplos en los diccionarios no bastaría para explicar el fenómeno de la autoridad. Es necesario introducirse en el mundo cultural en el que se forjaron los diccionarios estudiados si se quiere entender correctamente dicho principio. Pero, al mismo tiempo, hay que fijar los términos y manejar una tipología que dé cuenta de todos los niveles de análisis posibles a la hora de estudiar el ejemplo lexicográfico, concepto que consideramos central en un estudio de este tipo. Dicha tipología, naturalmente, se basa en la observación de las características presentes en los diccionarios. Nuestra tipología tiene una estructura sencilla. Se basa en una categoría matriz, constituida por las fuentes del diccionario. El uso de estas fuentes proporciona al lexicógrafo diferentes clases de información: permite recuperar o registrar las unidades léxicas que constituirán el catálogo de voces o la nomenclatura; también ayudan al lexicógrafo a deducir información semántica, gramatical y pragmática de dichas unidades léxicas; por último, las fuentes, ya sean textos reales organizados en un corpus, o la propia competencia del lexicógrafo, pueden usarse para extraer ejemplos de uso. Las fuentes pueden ser explícitas o implícitas, pueden basarse en otros diccionarios o en los propios conocimientos lingüísticos del autor del diccionario, pero en cualquier caso existen, y determinan sin ningún género de duda la información contenida en la microestructura del artículo lexicográfico. Los ejemplos son, pues, una manifestación más, entre las varias posibles, del uso que el lexicógrafo hace de las fuentes. Entendemos por ejemplo lexicográfico una unidad textual multifuncional pero, sobre todo, una unidad de naturaleza formal. Al afirmar que se trata de una unidad formal, 20 queremos evitar la confusión terminológica que se produce al equiparar la forma del ejemplo con su correspondiente función. En ocasiones, se han opuesto los términos cita y ejemplo, como si se tratara de dos categorías diferentes, cuando, en realidad, la cita forma una unidad textual idéntica al ejemplo, si bien ambas pueden tener funciones diferentes. A menudo, también se han identificado autoridad y cita literaria sin explicar las razones de tal identificación 4 . Incluso hay quien ha establecido una categoría intermedia entre cita y ejemplo: el ejemplo citado (Sánchez López 2002: 2312). Esta pluralidad de términos nos obliga a explicar qué entendemos por ejemplo. Para nosotros, un ejemplo en lexicografía es, ante todo, una unidad textual de carácter formal que puede desempeñar diferentes funciones, entre ellas la de autoridad 5 . Cuando el ejemplo incluye una referencia bibliográfica, es decir, una alusión a la fuente, entonces llamamos a ese ejemplo cita, pero ésta no deja de ser un ejemplo y, de hecho, puede desempeñar las mismas funciones de un texto inventado. Todo ello nos obliga a tratar también la polémica que durante décadas, si es que no durante siglos, ha estado presente en la reflexión metalexicográfica francesa: la distinción entre ejemplo inventado y cita (exemple forgé / construit / non signé y exemple cité / signé / citation). En esta investigación nosotros sostenemos que ambos tipos de ejemplo poseen el mismo estatus semiótico. Con estatus nos referimos al lugar que ocupa el ejemplo dentro del complejo sistema semiótico que constituyen los diccionarios. Tanto el ejemplo inventado como la cita son textos que pertenecen al discurso referido. Los diccionarios no suelen distinguirlos formalmente, salvo por la presencia de una referencia bibliográfica en el caso de la cita. En ocasiones, las citas y los ejemplos inventados pueden desempeñar las mismas funciones. De hecho, hay ejemplos sin referencia bibliográfica que, en realidad, son citas encubiertas. No obstante, el hecho de que la cita y el ejemplo inventado posean el mismo estatus dentro del artículo del diccionario, no significa que siempre jueguen el mismo rol. Para llevar a cabo una verdadera tipológica del ejemplo lexicográfico no basta con distinguir entre cita (literaria) y ejemplo inventado. Según nuestra propuesta, los 4 Por poner sólo algunos casos, Manuel Seco habla de autoridades para referirse a las citas presentes en el primer y segundo Diccionario histórico de la lengua española (1987e: 67 y 76 respectivamente). Manuel Galeote López (1997) e Ignacio Ahumada Lara (1999) también llaman autoridades a las citas literarias presentes en el Vocabulario Andaluz de Alcalá Venceslada. Por último, Cecilio Garriga (1992: 136) escribe, pero refiriéndose a una obra gramatical: « […] en Bosque & Demonte el uso y el número de autoridades depende del criterio del autor de cada capítulo.» El término autoridad resulta en este último caso del todo anacrónico, aun más al comprobar que la intención de Ignacio Bosque y Violeta Demonte es realizar una gramática descriptiva del español, valiéndose no sólo de fuentes escritas, sino también de la introspección (Bosque/Demonte 1999: XXIX). Es, pues, evidente la frecuente identificación de los términos autoridad y cita (literaria) en obras de naturaleza lingüística. 5 Esta misma concepción es la que sostiene Martínez de Sousa (s. v. ejemplo) (1995): «Hecho o texto que se añade a la definición para comprobar, ilustrar o autorizar una aserción». La definición no es muy precisa, pero expresa la idea que aquí queremos transmitir. Otros autores, como Isabel Sánchez López (2002: 2311), en cambio, piensan que la función del ejemplo es la de ilustrar, y no autorizar. 21 diferentes tipos de ejemplo lexicográfico deben analizarse a partir de los siguientes tres niveles: forma, contenido y función. En cuanto a la forma, un ejemplo puede estar formado por un sintagma o por una breve oración. En estos casos, suelen ser ejemplos ilustrativos, pues no conllevan una gran dificultad para el usuario que está aprendiendo la lengua tratada en el diccionario. Los ejemplos también pueden tener una mayor extensión, hasta llegar a constituir un pequeño texto. También puede tratarse de versos extraídos de un poema. Entonces, el ejemplo suele mostrar algo más que el uso del signo lemático. Desde el punto de vista de la forma, debemos ocuparnos también, en el caso de las citas, de la referencia bibliográfica que las acompañan. Respecto al contenido, un ejemplo puede transmitir diferentes tipos de mensajes. Si el ejemplo se basa en una fuente literaria, el contenido suele tener un valor estético y cultural (Rey 1987). Los ejemplos también pueden ser sencillos e intranscendentes, o transmitir información enciclopédica, si la fuente consiste en algún tratado científico-técnico, o bien información metalingüística, si la fuente es una gramática o un diccionario. Por último, al hablar de las funciones del ejemplo, debemos decir que éste desempeña siempre, en mayor o menor grado, la función ilustrativa y la función testimonial. Según el contenido del ejemplo y el género de diccionario que recoja dicho ejemplo, el peso de estas funciones puede variar. Como hemos dicho, los ejemplos también pueden servir para transmitir información enciclopédica y valores estético- culturales, algo usual en los diccionarios del pasado. Esta clasificación del ejemplo lexicográfico nos lleva a afirmar, en contra de lo que se suele decir, que las autoridades son ejemplos lexicográficos, aunque con un valor simbólico añadido. Son ejemplos porque no se diferencian de éstos en ninguno de los tres niveles que hemos visto. Pueden ser textos breves o muy extensos, pueden tener un contenido estético, pero también ser completamente banales. Las citas de autoridad pueden transmitir información enciclopédica y también metalingüística. Las autoridades testimonian el uso de una voz, pero esto no impide que al mismo tiempo ilustren su uso. Lo que convierte al ejemplo o a la cita en una autoridad es el valor de garantía y prestigio que se le concede a la fuente. Por lo demás, el concepto de autoridad ha evolucionado a lo largo de siglos. Para definir qué es una autoridad hay que conocer primero qué entendía el lexicógrafo por autoridad; es necesario profundizar en la época y en la cultura del autor del diccionario, leer el prólogo de su obra, pero también examinar otros diccionarios contemporáneos y compararlos con la doctrina contenida en las gramáticas a propósito del mismo principio de autoridad. Todo esto se irá llevando a cabo a lo largo del presente estudio. A continuación, vamos a ver con más detalle cada uno de los aspectos del ejemplo en los diccionarios. 22 1.1. El estatus semiótico del ejemplo lexicográfico En un trabajo pionero, que llegaría a convertirse en un clásico de la metalexicografía, Étude linguistique et sémiotique des dictionnaires français contemporains (1971), Rey- Debove acuñó términos hoy tan extendidos en lexicografía, como microestructura y macroestructura (1971: 21 y siguientes). Rey-Debove fue también la primera investigadora en realizar un estudio en profundidad sobre el ejemplo lexicográfico y su estatus semiótico. Para llevar a cabo este análisis, introdujo una serie de categorías tomadas del campo de la filosofía del lenguaje, concretamente de la filosofía analítica, que tuvo su auge en la primera mitad del siglo XX. Autores como Rudolf Carnap, Bertrand Russel y Alfred Tarski pensaban que las lenguas naturales podían desdoblarse en dos niveles semióticos diferentes: por un lado, el nivel correspondiente a la lengua descrita, o lengua-objeto, y por otro el nivel correspondiente a la lengua de descripción, o metalenguaje. El primer nivel coincide, por lo general, con la lengua usada para referirse al mundo, si bien cualquier metalenguaje puede convertirse, a su vez, lengua-objeto de otro metalenguaje. En el nivel básico de la lengua-objeto, denominada también lenguaje primario, los signos denotan y designan objetos de la realidad extralingüística. El segundo nivel recibe el nombre, como ya hemos adelantado, de metalenguaje. Éste reflejaría una propiedad que sólo tienen las lenguas naturales, basada en la capacidad de describirse o referirse a sí mismas o a otros lenguajes. La consecuencia de esto sería la constatación de dos tipos diferentes de signos: en primer lugar el signo nombrado (signe nommé), referencial, y en segundo lugar el signo que nombra al primero (signe nommant), es decir, el correspondiente nombre del signo referencial (Rey Debove 1971: 44). El léxico de una lengua se multiplicaría así por dos. Cuando nombramos la palabra cielo, por ejemplo, y decimos que «cielo tiene cinco letras», no estamos designando al cielo, ni a su concepto, sino al signo que sirve para referirnos al cielo. La palabra cielo se convierte en estos casos en una especie de jeroglífico o signo icónico de sí mismo. A partir de ahí, Rey-Debove crea el concepto de autonimia. Un autónimo es el signo usado en la metalengua, que no tiene valor referencial, o mejor dicho, es el signo cuyo valor referencial es a su vez otro signo de la lengua-objeto. Esto tendría efectos importantes en la descripción de los diccionarios. Según este modelo de análisis, el discurso lexicográfico –en los llamados diccionarios de lengua –se movería en un nivel estrictamente metalingüístico. La voz representada por el lema sería una unidad autonímica, pues cuando se define, no se está describiendo la realidad a la que se refiere dicha unidad léxica, sino que se está definiendo su significado en tanto unidad lingüística nombrada. La definición se lleva a cabo igualmente en el nivel metalingüístico, porque el significado no es una propiedad de las cosas, sino de la lengua entendida como sistema 23 semiótico. El ejemplo lexicográfico tendría también un estatus autonímico. Para Rey Debove, el ejemplo lexicográfico constituiría un macrosigno citado, no usado 6 . Los signos se usan (en el nivel de la lengua objeto) o se mencionan, nombran o citan (en el nivel metalingüístico). Al contrario de lo que podría parecer a simple vista, el ejemplo de uso no sería un enunciado producido en el plano de la lengua-objeto, lo cual supondría una ruptura dentro del discurso metalingüístico global del diccionario, sino un macrosigno mencionado (constituido a su vez por varios signos) y, por tanto, de carácter autonímico, pues no constituye un mensaje directo al lector. Al situarse el ejemplo en una unidad más amplia, que es el artículo, el enunciado se vuelve opaco y significa su propio signo: por tanto, el ejemplo mencionado se comporta como la palabra mencionada (Rey Debove 1971: 260). Carece de referente real. Tan sólo posee significado lingüístico, „Sinn’, pero no referencia, „Bedeutung’, en el sentido en que empleó estos términos Gottlob Frege 7 . Si tuviéramos que ejemplificar el adjetivo feliz, a través de la siguiente oración: «Estoy feliz de haber nacido en Urugay», no se trataría de ningún enunciado real, pues el enunciador, que es el lexicógrafo, no nos quiere decir que estuviera verdaderamente feliz ni que haya nacido en Uruguay. El lexicógrafo sólo está citando. Al carecer de contexto, la oración no puede someterse a ningún tipo de verificación. La referencia del sujeto nos es desconocida. Robert Martin, siguiendo el modelo de análisis de Rey-Debove, considera que el estatus de la cita es diferente al del ejemplo inventado: Tout autre est le statut de l´exemple cité. Certes, par sa fonction illustrative, il a, lui aussi, dans l´article lexicographique, le statut d´un autonyme. Mais le texte dont il est extrait est un texte spontanément créé par un locuteur. Dans ce texte, il a donc valeur d´énoncé et non pas de phrase. Assertif, l´enoncé est donné pour vrai. Naturellement, cette vérité peut être relative à une fiction littéraire. Mais à l´intérieur de l´univers fictif que l´auteur imagine, l´extrait consideré fonctionne comme en énoncé effectif dont la vérité est assumée. (1989 : 601) El ejemplo inventado no es un enunciado, sino una oración o phrase. En cambio, la cita constituye, para Martin, un verdadero enunciado. Los enunciados están ligados siempre a un emisor y a una situación o un contexto concretos, mientras que la frase sólo ilustra el uso del signo lemático: «Elle ne renvoie pas au monde: sa fonction est seulement d´illustrer le mot-entrée » (1989 : 600). En el caso de la cita, el texto lo constituye una enunciación real, verificable, trasladada al diccionario y realizada por un escritor conocido, nombrado en la referencia bibliográfica. Aunque el contexto de la cita pueda desaparecer, la referencia permite al usuario reconstruir el texto completo, e 6 La distinción entre signo usado y signo citado, ya presente en la filosofía medieval desde San Agustín, resulta fundamental para comprender la teoría semiótica de la lexicógrafa francesa. En filosofía escolástica, una voz podía tomarse en consideración como suppositio formalis, es decir, palabra en uso, o bien como suppositio materialis, esto es, palabra mencionada (Porto Dapena 1999-2000: 130). 7 Gottlob Frege (1892): «Über Sinn und Bedeutung», en Zeitschrift für Philosophie und philosophische Kritik, 1892, pp. 25–50. 24 incluso el mundo creado por el escritor. Sin embargo, esta postura, que atribuye a la cita literaria un estatus propio de enunciado, así como la que defiende el carácter autonímico de los ejemplos lexicográficos, ha recibido numerosas críticas, como veremos en breve. Respecto a las tesis de Rey-Debove acerca del metalenguaje, varios autores, como Wiegand (1983); Porto Dapena (1999-2000) o Lara (1989, 1997, 2002) han criticado la distinción de dos lenguajes diferentes en el diccionario. Para estos autores, la consideración de voces autonímicas y de un lenguaje metalingüístico con estatus semiótico autónomo, a pesar de tener sus ventajas en el campo filosófico, especialmente en el de la lógica, produce, por el contrario, muchos inconvenientes a la hora de llevar a cabo la descripción semiótica del diccionario 8 . Hay que decir, antes de nada, que aquí no se discute ni se pone en duda el valor de la función metalingüística, tal como fue definida por Jakobson en su trabajo Essais de linguistique générale (1963: 217-218). Dicha función es esencial en todo enunciado lexicográfico. Sin embargo, hay que remarcar que la función metalingüística no supone necesariamente la existencia de un metalenguaje compuesto de autónimos. Existe un vocabulario intrínsecamente metalingüístico, compuesto por unidades como verbo, sujeto, designación, sintagma, etc. Según Coseriu (1977: 107-109), estas palabras formarían parte de un metalenguaje de lengua, insertado dentro del sistema lingüístico, no fuera de él. Por otro lado, el mismo Coseriu denomina metalenguaje de discurso aquel que incluye vocabulario no metalingüístico, sobre el que se predica algo en función metalingüística, es decir, reflexionando acerca de los propios signos. Sin embargo, no existe ningún rasgo que diferencie el metalenguaje de discurso del lenguaje primario referencial. La lengua descrita y la lengua de descripción son idénticas. Y esto es lo que sucede también en el diccionario. La función metalingüística está presente en el artículo lexicográfico, si bien, como afirma Porto Dapena (1999-2000: 144), pueden aparecer juntos en la definición enunciados estrictamente metalingüísticos (cuando se describe las características lingüísticas del signo representado por el lema) y enunciados lingüísticos referenciales o enciclopédicos. A veces, sería imposible distinguir entre ambos, sobre todo cuando no se encuentran indicados los enlaces de tipo signifca, se refiere a, se dice de (Porto Dapena 1999-2000: 148). Por tanto, si, como hemos dicho, la lengua descrita y la lengua de descripción son idénticas, sin que haya forma de distinguirlas, como ocurriría si se inventara ex profeso un metalenguaje formalizado que desempeñara exclusivamente la función metalingüística, se hace necesario llevar a cabo un análisis del lenguaje desde otra perspectiva que no contemple la existencia real de autónimos ni de un metalenguaje diferente de la propia lengua primaria. El enfoque que parece haber dado mayor rendimiento es el enfoque pragmático, que defienden Lara y 8 A favor, no obstante, de la distinción entre el nivel lingüístico y metalingüístico del discurso lexicográfico, y especialmente en contra de la postura defendida por Lara, se encuentra Carmen Castillo Peña (1998, 2000-2001). 25 Porto Dapena. Como ya se ha dicho, ambos autores descartan la presencia de autónimos en el diccionario. Cuando se nombra una palabra como signo, tal signo no se destruye. Sus características semánticas quedan intactas. Un signo mencionado no pierde sus posibles significados referenciales, como se puede demostrar en multitud de ejemplos, como en la oración: «Flor es el hiperónimo de rosa», donde dicha oración no tendría sentido si se tomaran flor y rosa como autónimos, meros jeroglíficos o significantes. Cuando se menciona una palabra sólo se produce una ostensión de su forma. Esto quiere decir que el interés se focaliza sólo en una parte del signo. Wiegand (1983), y con posterioridad Porto Dapena (1999-2000), han sostenido que una unidad léxica, así como una unidad textual más extensa, son susceptibles de ser usadas de diferentes modos, en virtud de sus propiedades semánticas y formales. Ambos autores hablan, respectivamente, de instancias de uso (alemán: Verwendungsweisen / Verwendungsinstanzen) (Wiegand 1983: 424) y de instancias discursivas (Porto Dapena 1999-2000: 139, 145). La mención de una palabra o de una oración sería una instancia de uso más. Porto (1999-2000: 131) habla de uso metalingüístico y de enunciado metalingüístico cuando en él se menciona una palabra o un segmento de texto, pero no reconoce la existencia de un metalenguaje independiente. Wiegand, en su conocido artículo de 1983, «Was ist eigentlich ein Lemma» („Qué es realmente un lema‟), distingue al menos cinco modos o instancias de uso dentro del diccionario, entre los que se encuentra el uso reflejado en los ejemplos. Pero el modo de uso más interesante es, no obstante, el que se deriva del proceso de lematización de una unidad léxica. El lema no sería el sujeto sobre el que se predica algo, sino tan sólo una forma de destacar gráficamente la unidad léxica representada por el lema, unidad llamada signo lemático por Wiegand, de tal manera que el usuario lo tome como una estructura de acceso, esto es, una instrucción para localizar fácilmente la información que está buscando 9 . El lema puede aparecer en negrita, en mayúsculas, con separación silábica, resaltada de un color diferente, etc. 10 Además, el lema es una indicación que informa sobre el signo lemático, como ha visto también Porto Dapena (1999-2000: 143). Por ejemplo, el lema hilo nos dice que la palabra (el signo lemático) hilo se escribe con h y que forma parte del léxico español. En cambio, el signo lemático sería la unidad léxica que nosotros reconocemos como el objeto o el tema del artículo 9 Según Hausmann y Wiegand (1989), en los diccionarios existe una estructura de acceso externa, que conduce al usuario hasta el artículo lexicográfico, y una estructura de acceso interna, que se extiende a lo largo del artículo y lleva a la información contenida en éste. 10 Los recursos gráficos que permiten destacar o distinguir enunciados dentro del artículo lexicográfico se denominan indicadores microestructurales o estructurales (Bustos Plaza/Wiegand 2005-2006: 10) o caracterizadores de estructura (Fuentes Morán 1997: 58) en la teoría de Wiegand. Se organizan por medio de un código (implícito o explícito) y están formados por elementos textuales funcionales cuya finalidad genuina consiste en facilitar al usuario la recepción del texto, marcando aquellos segmentos de la estructura total del artículo cuyo conocimiento pueda contribuir en algo a que el usuario identifique y distinga las indicaciones y, de esta manera, pueda localizarlas más rápidamente. Estos indicadores permiten también al usuario reconocer los ejemplos lexicográficos inmediatamente. 26 lexicográfico (Wiegand 1983: 429), esto es, la información conocida por el usuario. El resto del artículo constituiría el rema o la información buscada. Esto no quiere decir que el lema y el signo lemático sean dos entidades diferentes. Tanto el lema, como la voz recogida en el ejemplo lexicográfico, son dos instancias de uso diferentes del mismo signo lemático. En el ejemplo, la unidad léxica en cuestión no es usada en un enunciado real. Lo que se muestra es la ostensión del uso del signo lemático, es decir, se muestra o se indica cómo se usa dicha palabra. Del mismo modo se puede leer en el diccionario de lexicografía Wörterbuch zur Lexikographie und Wörterbuchforschung (2010, s.v. Beispielangabe) editado por Wiegand, en el que se reconoce que los ejemplos lexicográficos son una indicación (alemán: Angabe) sobre el uso del signo lemático. Lo que se expresa es sólo una simulación de tal uso, independientemente de la fuente que se trate. 1.2. La distinción entre cita y ejemplo inventado: el testimonio filológico y el ejemplo de uso Llegados a este punto, sólo se puede afirmar que el estatuto del ejemplo inventado y el de la cita es el mismo. Ambos entrarían en la categoría de lo que se ha denominado discurso referido. Por eso se las distingue con frecuencia mediante algún recurso tipográfico, como es la letra cursiva, las comillas o dejando algún espacio en blanco con respecto al enunciado que corresponde a la definición. Éstas serían marcas propias del nivel formal del ejemplo lexicográfico. En este mismo nivel, lo único que diferencia a la cita respecto al ejemplo inventado es la referencia bibliográfica, que indica, con más o menos precisión, la fuente de la que ha sido extraído el ejemplo lexicográfico. Las diferencias entre el ejemplo inventado y la cita no radican, como quería Martin, en el carácter de enunciado de la cita, sino, sobre todo, y como ya hemos dicho, en su contenido y en su función. En efecto, el contenido de una cita, sobre todo literaria, suele transmitir valores culturales adicionales, como información ideológica, moral o enciclopédica. Pero esta característica no es algo exclusivo de la cita, ni está en su misma naturaleza. Por ejemplo, sería posible encontrar citas literarias banales, del mismo modo que podrían existir ejemplos inventados cargados de información enciclopédica e ideológica. Todo ejemplo lexicográfico, incluya o no una referencia bibliográfica a su lado, cumple dos roles esenciales: testimoniar e ilustrar. Esas dos funciones se producen siempre, aunque en grado diferente, dependiendo del contenido del ejemplo y del género de diccionario que se trate. La función de testimonio consiste en el valor documental que siempre acompaña al ejemplo. De la función testimonial derivan otras funciones, tales 27 como su valor normativo. Si la voz presente en el ejemplo se encuentra testimoniada en la obra de un escritor que se considera autoridad de la lengua, entonces la palabra que se ejemplifica es aceptada como parte legítima del acervo léxico de la lengua. Los textos- testimonios también sirven como prueba para constatar el carácter arcaico o regional del signo lemático, siempre que se apoye en una marca o indicación dentro del mismo artículo lexicográfico. Llamamos testimonios filológicos a estos ejemplos que tienen como finalidad principal documentar voces en el tiempo o en un ámbito geográfico dialectal. Por otra parte, la función ilustrativa muestra los valores gramaticales y pragmáticos del signo lemático: la clase de palabra, el género y todo tipo de información sintagmática (colocaciones, régimen y construcción, unidades fraseológicas), información semántica y paradigmática (sinónimos, antónimos, formas conjugadas irregulares, etc.), así como información pragmática (el contexto en que se usa la unidad léxica tratada). Se llaman ejemplos de uso aquéllos cuyo valor ilustrativo predomina por encima de su valor testimonial. La indicación diacrónica y diatópica del signo lemático no entra, en nuestra opinión, dentro de la función ilustrativa, porque la ilustración resalta sólo aquellos elementos esencialmente gramaticales y pragmáticos. La función ilustrativa muestra, por ejemplo, cómo se usaba un arcaísmo o cuál era el régimen de un verbo que ya no se conoce o que ha cambiado con el trascurrir del tiempo; sin embargo, es el testimonio basado en un texto antiguo lo que prueba que se trata de un arcaísmo, junto a la indicación hecha mediante una marca diacrónica. En otras palabras: la sola presencia de una palabra en un documento primitivo no prueba que sea un arcaísmo. Es necesaria la presencia de una marca puesta por el lexicógrafo que indique que se trata de un vocablo arcaico; el texto lo documenta y prueba la veracidad de la marca. Ahí radica su valor testimonial. Lo mismo sucede, por ejemplo, en el caso de los regionalismos o dialectalismos. Los ejemplos en un diccionario que recoja voces regionales tendrán una función testimonial semejante o superior a su valor ilustrativo, pues la cita muestra la fuente en la que se registra la unidad léxica, y demuestra, por tanto, que existe y se usa en una determinada región. Por otra parte, los diccionarios de aprendizaje, tanto bilingües como monolingües, suelen contar con ejemplos en sus artículos, dado su alto valor ilustrativo. Estos ejemplos no suelen ser citas, sino, a menudo, ejemplos inventados, sencillos de comprender y muy prototípicos. Aunque la función ilustrativa es fundamental en este género de diccionario, no significa que la función de testimonio desaparezca. El usuario asume que la voz consultada existe y que el ejemplo testimonia su uso real, y no es el resultado del capricho o de la imaginación del lexicógrafo 11 . No obstante, del mismo modo que, por 11 Cuando el diccionario carece de citas o se compone sólo de ejemplos sin referencia, entonces el lexicógrafo debe asumir toda la responsabilidad de lo que escribe. El autor del diccionario se 28 ejemplo, en un diccionario histórico la función testimonial prevalece por encima de su valor ilustrativo, sin negarlo, en los diccionarios de aprendizaje la función que predomina es la de ilustrar el uso del léxico. Quienes, al estudiar el ejemplo lexicográfico, se han dedicado a señalar las diferencias existentes entre el ejemplo inventado y la cita, han asociado a cada uno de ellos una función específica. El ejemplo inventado desempeñaría la función ilustrativa, mientras que la cita representaría de manera prototípica la función testimonial y estética: Distincts quant à leur statut, l´exemple construit et l´exemple cité tendent aussi à ne pas remplir exactement les mêmes fonctions : l´un, par son dépouillement même, se prête mieux, en général, aux exigences linguistiques. L´autre, comme énoncé effectif, a plutôt valeur philologique de témoignage. (Martin 1989 : 601) No obstante, aunque se hayan remarcado las funciones prototípicas o más frecuentes de ambos tipos de ejemplo, hay que volver a insistir en el hecho de que existen gran cantidad de variantes y un continuum funcional que se suele pasar por alto. Una cita puede servir para ilustrar el uso de una palabra, mientras que un ejemplo inventado puede no reflejar correctamente esos valores. Por ese motivo, consideramos que la distinción entre estos dos tipos de ejemplo resulta superflua si no se tienen en cuenta los niveles de análisis anteriormente mencionados: forma, contenido y función 12 . Entre los tres hay, en cualquier caso, cierto grado de armonía, pues la forma (extensión, presencia o ausencia de una referencia bibliográfica) suele determinar un cierto tipo de contenido que, a su vez, cumple una determinada función. Suele afirmarse que la cita garantiza la existencia o el uso de una voz determinada. Por eso, la presencia de citas es inexcusable, por ejemplo, en los diccionarios históricos. Sin embargo, se olvida que, a veces, los investigadores se encuentran ante un tipo de compromete con las condiciones de validez que la sociedad exige del diccionario. Lara (1997) habla de la dimensión ética de la lexicografía al referirse a dicho compromiso. 12 La distinción funcional entre ejemplo inventado y cita ha sido relativizada también por otros autores. Hermanns (1988: 166) afirma que, en realidad, todos los ejemplos son citas. La única diferencia radica en el hecho de que, a veces, conocemos la fuente y otras no. A las citas que se extraen a partir de autores conocidos él las llama “authentische Zitate” y a las inventadas “fiktive Zitate”. A pesar de todo, Hermanns valora más las auténticas. Nikula, por el contrario, está en contra de valorar el ejemplo real por encima del ejemplo ficticio (1989: 189): «Las relaciones de referencia son, en general, idénticas a la de los ejemplos construidos, es decir, desconocidas, por lo que el llamado “ejemplo auténtico” debe interpretarse de tal manera que se relacione con un contexto de ficción, con independencia de que el texto original fuera o no un texto (literario) ficticio» («Die Referenzbeziehungen sind im allgemeinen, genau wie in konstruierten Beispielen, unbekannt, weshalb auch das sog. authentische Beispiel dadurch interpretiert werden muss, dass es auf einen fiktiven Kontext bezogen wird, davon unabhängig, ob der ursprüngliche Text ein fiktiver (literarischer) Text war oder nicht»). Nikula admite, sin embargo, que los ejemplos lexicográficos deben ser construidos sobre la base de un corpus representativo, “pues, de lo contrario, el diccionario no podría reflejar el uso lingüístico actual” (denn sonst kann das Wörterbuch den aktuellen Sprachgebrauch nicht widerspiegeln) (1989: 190). Según este autor, los ejemplos auténticos son aquellos que son naturales e idiomáticos, independientemente de la fuente que se use, afirmación con la que estamos plenamente de acuerdo cuando se aplica a los diccionarios actuales. Los repertorios lexicográficos del pasado buscaban otros valores diferentes a través de la ejemplificación. 29 palabras, llamadas palabras fantasma, esto es, unidades lematizadas que se introducen en la nomenclatura a pesar de no haber existido jamás, como resultado de una mala trascripción del texto-fuente o de un falseamiento deliberado (Álvarez de Miranda 2000a). El lexicógrafo puede inventarse la cita, y a veces incluso al autor, para legitimar así este tipo de voces o bien otras unidades léxicas de las que no ha podido localizar testimonio alguno 13 . Por último, otro factor que demuestra que una cita o un ejemplo creado no tienen por sí mismos una función concreta ni poseen un estatuto semiótico diferente es que existe un continuum formal que va desde la cita literal al ejemplo completamente inventado. Para empezar, hay citas sin referencia bibliográfica, esto es, citas encubiertas en las que el usuario es absolutamente incapaz de reconocer si se trata de un ejemplo inventado por el lexicógrafo o si se trata de un texto real. Es lo que ocurre con los modernos diccionarios “de corpus”, construidos exclusivamente sobre la base de un conjunto de textos reales, escritos u orales, previamente informatizados, pero que no hacen explícita la fuente dentro del artículo 14 . En esos casos sería imposible establecer si se trata de una frase o de un enunciado, tal como pretendía Robert Martin en su artículo. Además, como ya explicó Rey-Debove (1971: 306 y siguientes), hay casos de manipulación de citas, pudiéndose distinguir varios tipos, como la neutralización, el cúmulo, etc. Se trataría de ejemplos en los que el texto tomado como modelo es manipulado con el fin de obtener una secuencia verbal con un contenido y una forma determinada, de manera que cumpliera con la función prevista por el lexicógrafo. ¿Estaríamos entonces ante auténticas citas o ante ejemplos inventados o semi-inventados? Como se ve, la distinción, sin tener en cuenta otros niveles de análisis, causa numerosos problemas e inconvenientes a la hora de analizar el papel del ejemplo en el diccionario. Antes de pasar al análisis pormenorizado de esos niveles, dedicaremos un epígrafe al uso de las fuentes, matriz de la que derivan en realidad las características de los ejemplos usados en los diccionarios. 1.3. Las fuentes del diccionario: la elaboración del corpus y el canon literario Todo diccionario tiene, evidentemente, sus fuentes, puesto que es prácticamente imposible redactar una obra de esta naturaleza exclusivamente a partir de la competencia 13 Sobre este punto es ilustrativo el caso de un enigmático escritor, Rojo y Sojo, citado por Aniceto de Pagés en el Gran Diccionario de la Lengua Castellana (de Autoridades). Se trata de citas absolutamente oscuras, muy frecuentes, que ilustran voces que en absoluto lo son. Este cúmulo de características extrañas nos hacen sospechar que podrían ser citas inventadas ex profeso por el propio Pagés o por este misterioso autor, Rojo y Sojo. 14 El caso más paradigmático de diccionario actual basado en un corpus de referencia es el Gran diccionario de uso del español actual (2006) dirigido por Aquilino Sánchez, y cuyos ejemplos (un total de unos 100.000) están extraídos del corpus CUMBRE, aunque en ninguno se indica la obra de la que se ha extraído, por la sencilla razón de que son ejemplos que pretenden únicamente ilustrar, y no constituirse en testimonios filológicos. 30 lingüística del lexicógrafo. En el pasado, era muy frecuente que los diccionarios copiaran, con pequeñas modificaciones, otro repertorio de prestigio. En el contexto español, el diccionario que servía de modelo era casi siempre la edición más reciente del DRAE. Afortunadamente, hoy en día se hacen diccionarios de nueva planta, es decir, a partir de fuentes propias y originales, y no tomando como modelo un único diccionario. Cuando se trata de diccionarios escolares o, dicho con más precisión, de una familia de diccionarios, se parte de un diccionario base, más extenso y perteneciente a la misma casa editorial, que es simplificado o modificado según los objetivos que quiera cumplir el nuevo diccionario. Naturalmente, la amplitud y el tipo de fuentes vienen determinados por las características del repertorio lexicográfico. La función del diccionario y los usuarios a los que éste va dirigido llevan al lexicógrafo a realizar una primera discriminación de la información disponible, aplicando un criterio concreto de selección de unidades léxicas. Si se trata de un diccionario general recogerá un espectro de voces más variado que un diccionario terminológico. Además, quedarán fuera numerosos regionalismos, que sí se registrarán en un diccionario elaborado para tal fin. Por tanto, en virtud del criterio de selección de unidades léxicas se acotará el tipo y la cantidad de fuentes que serán usadas para elaborar la obra. Porto Dapena hace una síntesis completa sobre las distintas clases de fuentes, destacando la relación que existe entre la naturaleza de éstas y el tipo de diccionario que se pretende hacer. Para empezar, distingue entre fuentes primarias o lingüísticas y fuentes secundarias o metalingüísticas (Porto Dapena 2002: 105). Las primeras están basadas en textos, escritos u orales, que reflejan el uso, actual o pasado, del léxico. Por el contrario, las fuentes secundarias o metalingüísticas están formadas por aquellas obras que se ocupan del léxico desde un punto de vista reflexivo y lingüístico. No muestran directamente el uso de las palabras estudiadas, pero sí sus características gramaticales, pragmáticas o semánticas. Un ejemplo extraído de una fuente secundaria tendría generalmente un contenido de carácter metalingüístico, como ocurriría, por ejemplo, en el caso de «burro se escribe con b» o «clima tiene género masculino», aunque no siempre es así. Las fuentes secundarias o metalingüísticas pueden proporcionar ejemplos lingüísticos de uso, cuando funcionan como fuentes de segunda mano. Esto sucede con mucha frecuencia, por ejemplo, en el Gran diccionario de la lengua castellana de Aniceto de Pagés, que toma en multitud de ocasiones los ejemplos citados en otros vocabularios, como los del Padre Mir y Nogueras, Rebusco de voces castizas (1907) o de Francisco Rodríguez Marín, Dos mil quinientas voces castizas y bien autorizadas (1922). Las fuentes primarias se basan a menudo en obras literarias, debido al prestigio que tiene este tipo de textos. En las obras literarias puede hallarse una mayor riqueza de usos, 31 así como la correspondiente garantía de su corrección idiomática. Si la función ilustrativa es relevante, los ejemplos se extraerán mayoritariamente de textos en prosa. Si predomina la función estética, los textos se basarán en poemas de reconocida calidad. Las fuentes escritas no literarias, por otro lado, están formadas por documentos diplomáticos, epigráficos, administrativos, científico-técnicos y periodísticos (Porto 2002: 107) 15 . En cuanto a las fuentes metalingüísticas, en general suelen basarse en otros diccionarios, pero también pueden constituir fuentes metalingüísticas las gramáticas, las encuestas dialectales o los atlas lingüísticos. A estas dos clases de fuentes nosotros añadiríamos una más, aun a riesgo de romper la simetría entre ambas. Se trata de la propia competencia del lexicógrafo. Ciertamente, las capacidades lingüísticas del diccionarista o de los miembros del equipo lexicográfico no encajan en ninguna de las fuentes vistas anteriormente. No obstante, debe tenerse en cuenta para explicar el origen de los ejemplos inventados. Hay que reconocer, sin embargo, que la introspección lingüística puede resultar un método inapropiado en lexicografía, a diferencia de lo que puede ocurrir con este método en el campo gramatical. El gramático habla generalmente la lengua que describe, y conoce las reglas sintácticas que la rigen. Además, es capaz de distinguir secuencias gramaticales de aquellas que son agramaticales. Sin embargo, aunque un hablante llegue tener el dominio de un número muy elevado de palabras y expresiones lingüísticas, no puede conocer todas las unidades léxicas contenidas, por ejemplo, en un diccionario general, o los términos recogidos en un diccionario de especialidad, aunque él mismo sea un especialista en el campo tratado. Por esa razón, los modernos diccionarios, suelen estar basados en grandes bancos de datos o corpus textuales informatizados. Los ejemplos pueden inventarse o ser manipulados con el fin de cumplir más eficazmente el fin didáctico o ilustrativo, pero el lexicógrafo debe haber extraído la información de una fuente documental. De lo contrario, se correrá el peligro de crear ejemplos artificiales, en los que no se recoja la acepción correcta que se define en el artículo, o de que se olviden otras construcciones típicas, por ejemplo de un verbo. La competencia lingüística puede servir para corroborar el uso y el significado de una palabra, pero no debería ser el único factor en el que basar la creación de un ejemplo. Así pues, con el fin de recoger todos los usos sintácticos, pragmáticos y semánticos de una voz, desde hace décadas se han venido confeccionando corpus textuales y de 15 Las fuentes diplomáticas y epigráficas son imprescindibles en el estudio de lenguas muertas o de fases antiguas de una lengua viva. Por tanto, se usan en diccionarios históricos y, en menor medida, en los etimológicos. Las fuentes científico-técnicas son necesarias en la redacción de diccionarios terminológicos, aunque en estos casos las fuentes de información también se pueden basar en informes de científicos consultados a este propósito. Por último, hay que decir que las fuentes periodísticas han ganado un gran peso en la elaboración de diccionarios de uso de la lengua contemporánea, como puede verse en el caso reciente del Diccionario del Español Actual (1999) de Manuel Seco, en el que las fuentes periodísticas constituyen el 70 % del corpus total. 32 referencia tratados con medios informáticos 16 . Es evidente que los avances en este campo han permitido la creación de corpus de un tamaño y un grado de representatividad tan grandes que en otros tiempos habría resultado impensable. Por las enormes ventajas que ofrece el procesamiento electrónico de la información, se han llegado a asociar por completo los conceptos de corpus e informática. Se trata de una concepción actual, pero olvida otros usos del término corpus. Hasta hace no mucho tiempo los diccionarios, incluido el Diccionario del Español Actual (1999) de Manuel Seco, se basaban también en corpus textuales no tratados mediante ordenador. Actualmente podemos entender por corpus un «conjunto de textos seleccionados y ordenados de acuerdo con una serie de criterios lingüísticos explícitos, de modo que pueda utilizarse como muestra de una lengua» (Sánchez Sánchez/Domínguez Cintas 2007: 137). Un corpus debe basarse en una selección homogénea de textos, a fin de alcanzar un grado de representatividad elevado. Si un corpus, al estar basado en un conjunto desequilibrado de obras, no logra el nivel de representatividad suficiente, entonces podría dar lugar a que los resultados estuvieran desvirtuados y que, por tanto, no fueran fiables. De ahí la importancia a la hora de seleccionar las fuentes. El uso de un buen corpus supone, sobre todo en el ámbito gramatical, un avance cualitativo y cuantitativo en el análisis de los fenómenos lingüísticos. Permite al investigador disponer de un inmenso material, gracias al cual puede formular reglas generales, aplicando el método empírico inductivo, y llevar a cabo comprobaciones y rectificaciones de antiguas teorías. Los diccionaristas de antaño no disponían de computadoras, pero confeccionaban listas de autores y obras lo suficientemente representativos para sus propósitos lexicográficos. A dichas listas se las conoce hoy con el nombre de nómina de autores 17 . La pregunta que debemos hacernos es si se trataba de una lista creada a posteriori, es decir, formada por aquellas obras a las que el lexicógrafo accedía por casualidad, sin un 16 Concretamente, los corpus de primera generación surgieron en los años 60 y tenían un tamaño aproximado de un millón de palabras. En la década de los 80 se desarrollaron los corpus de segunda generación: el COBUILD o el Longman-Lancaster. Éstos ya incluían varios millones de palabras y los textos se introducían a través de escáneres y con programas de Reconocimiento Óptico de Caracteres; en la actualidad se están construyendo y se explotan corpus como el Bank of English o el British National Corpus, formados por cientos de millones de palabras. En el ámbito español, destacan el Corpus Diacrónico del Español (CORDE) y el Corpus de Referencia del Español Actual (CREA), y se ha puesto en marcha además el llamado Corpus del Siglo XXI, todos ellos promovidos por la Real Academia Española. Otro gran corpus de la lengua española lo constituye el CUMBRE, y para el léxico científico se está elaborando el llamado Corpus Iberia. 17 En general, los grandes diccionarios monolingües que han incluido citas en su microestuctura introdujeron también al comienzo de la obra, generalmente después del prólogo, una lista de autores y obras consultados. Así puede verse, por ejemplo, en el Vocabolario degli Accademici della Crusca (1612), en el Dictionnaire françois (1680) de César-Pierre Richelet (1680), en el Diccionario de autoridades (1736-1739) y en el Diccionario de Construcción y Régimen (Tomo I, 1886) de Rufino José Cuervo. Sin embargo, esta lista no existe en el Diccionario castellano con las voces de ciencias y artes (1786-1793) de Esteban de Terreros ni en el Gran diccionario de la lengua española (1852-1855) de Adolfo de Castro. 33 plan previo, o si existía una intencionalidad clara en el momento de seleccionar las fuentes. En general, podemos decir que se producían ambos casos a la vez. En los diccionarios estudiados, hay un plan preestablecido en la elección de obras y autores. Esto puede verse a través de una serie de constantes que se repiten en cada uno de los diccionarios. Como ya se ha explicado, las fuentes elegidas por el lexicógrafo dependían de las características del diccionario y de los usuarios potenciales a los que éste iba dirigido. Otro factor que juega un importante papel es el de la ideología. Así, el jesuita Esteban de Terreros introdujo en su diccionario la referencia a un número muy elevado de autores que pertenecían a la Compañía de Jesús, elegidos no sólo en virtud de la calidad literaria de las obras o de su representatividad, sino de la afinidad ideológica del propio autor. Adolfo de Castro, otro de los autores estudiados, cita con frecuencia obras salidas de la pluma de autores protestantes. ¿Era su español más representativo que el de otros escritores de confesión católica? Naturalmente no, pero Adolfo de Castro sentía cierta predilección hacia este tipo de autores heterodoxos, a los que dedicó varios de sus libros. Así pues, la ideología resulta un factor muy importante a la hora de seleccionar las fuentes. En otras ocasiones, las obras eran recogidas de forma fortuita. Éste es el caso del último diccionario estudiado, el de Aniceto de Pagés y José Pérez Hervás. Especialmente este segundo autor, tras la muerte del primero, recogió ejemplos a partir de obras secundarias, como ya hemos comentado anteriormente, de modo que no puede hablarse de un plan preconcebido en la elección de autores, sino que dicha elección dependía de una voluntad ajena a la del lexicógrafo mismo. Un concepto relativamente próximo al de corpus es el de canon literario. Se trata de un término usado fundamentalmente en el ámbito de la teoría de la literatura y en estudios culturales. Algunos investigadores (González-Zapatero Redondo 2002: 893-904; Freixas 2010: 294-209) han propuesto conectar el modelo de canon literario con el proceso de selección que lleva a cabo el lexicógrafo al escoger las fuentes de su diccionario. En primer lugar, hay que decir que existen muchas definiciones de canon. La idea más extendida es la que sostiene que se trata de una colección de textos y de autores consagrados, canonizados, que la sociedad de una época considera dignos de estudiarse, tanto en las escuelas, como en otras instituciones. A parte de su función antológica, el canon también aporta una serie de valores estéticos y morales apreciados por la sociedad. La pregunta que se hacen, entonces, algunos autores desde el campo de la historiografía lingüística es si la nómina de autores consultados por el autor del diccionario se corresponde con la idea del canon literario de su tiempo. En realidad, no existe un único canon literario, sino que pueden convivir a la vez diferentes cánones, e incluso sería posible hablar de anti-cánones. El término se hizo popular a raíz de la publicación de la famosa obra de Harold Bloom, El canon occidental 34 (1994), aunque el primer autor que usó el término canon en el ámbito literario fue David Ruhnken, filólogo del siglo XVIII, para referirse a las listas de autores consagrados por los filólogos alejandrinos de época helenística. En efecto, en la cultura antigua, como se verá en el capítulo dedicado a la historia del principio de autoridad, eran los gramáticos quienes decidían qué autores debían ser estudiados, en virtud de la pureza de su lengua y de los valores estéticos y morales que transmitían. Fueron los filólogos alejandrinos, sobre todo Aristófanes de Bizancio y Aristarco de Samotracia, quienes llevaron a cabo la canonización de una serie de autores, clasificándolos según distintos géneros literarios. Sin embargo, aunque la palabra canon tiene un origen griego y su significado, „medida‟, se ajusta bastante bien a la idea que quiere expresarse actualmente, este término no fue usado nunca por los filólogos alejandrinos para referirse al conjunto de autores que merecían el estudio y el comentario de los gramáticos. Estas listas se denominaban pinakes 18 . El filólogo David Ruhnken empleó la palabra canon influido sin duda por el sentido que tuvo esta voz en la primitiva comunidad cristiana. En el contexto religioso se habló de canon para referirse al conjunto de libros revelados por Dios, en contraposición a los libros llamados apócrifos. Este hecho motivó que la palabra canon adquiriera un cierto valor prescriptivo y autoritativo, que hoy en día se quiere hacer desaparecer. Pero, ¿quién hace verdaderamente el canon? ¿Son los lectores? ¿Son las escuelas y los críticos literarios? ¿Los gramáticos, como en épocas del pasado? No es fácil responder a estas preguntas. A veces son los propios escritores los que se promueven entre sí. Otras veces, las editoriales ponen en funcionamientos potentes mecanismos de marketing que les permite garantizar el éxito de un cierto número de obras. En siglos anteriores, sin embargo, el canon seguía unos cauces bien establecidos para su formación. El concepto de clásico, tomado de la literatura latina, estuvo ligado a menudo al del canon literario. En Italia, primero, y después en otros países como Francia, Inglaterra y España, se inició un proceso de revalorización de las lenguas nacionales, promovida por el nacimiento de los modernos estados europeos. En una primera fase, el latín se convirtió en el modelo en el que querían verse reflejadas las modernas lenguas europeas. Para ello, había que poner en valor la literatura en lengua vulgar, actualizando el concepto de clásico para aplicarlo a escritores contemporáneos que no escribían en latín. Tal como sucedía en el mundo antiguo, esta labor sólo la podían realizar los gramáticos. En Italia, fue el ciceroniano Pietro Bembo quien canonizó a Dante, Petrarca y Boccaccio, conocidos desde entonces como las tres coronas de la lengua toscana. En España, el proceso de canonización llegó un poco más tarde. En su Diálogo de la lengua (1533), Juan de Valdés se queja aún de la escasez de escritores que estuvieran a la altura de los clásicos greco-latinos: 18 El verbo griego para expresar la canonización de autores mediante listas selectivas era ἐλθξηλεηλ. Aristarco y Aristófanes fueron llamados, por esa razón, ἐλθξηζεληεο. 35 Pero de todos esos librillos, como están escritos sin el cuidado y miramiento necesario, tienen algunas faltas, por donde no se pueden alabar como alabaréis entre los griegos a Demóstenes, a Xenofón […] y en latín a Cicerón, Salustio, a Terencio […] y así a otros príncipes de la lengua. (Valdés 1969: 176) El mismo lamento sobre la ausencia de modelos literarios podía encontrarse ya en la Gramática castellana (1492) de Nebrija, como ha señalado Francisco Rico (1991: 38, 42). El primer poeta que fue elevado a la categoría de clásico fue Garcilaso de la Vega, al merecer ser comentado por otro ilustre poeta, Fernando de Herrera. La obra de varias generaciones de escritores, poetas, dramaturgos y novelistas de los siglos XVI y XVII, fue consolidando un estado ideal de la lengua literaria. Al llegar el siglo XVIII, se consideró a aquellos escritores los representantes de la edad dorada del castellano. Por tanto, ésa era la lengua que debía fijarse y mantenerse fuera de las influencias extranjeras (lo que generó dos movimientos semejantes: el casticismo y el purismo), y de los excesos latinizantes de los poetas culteranos, seguidores de Góngora. Cuando se funda la Real Academia Española, y se decide llevar a cabo un diccionario general de la lengua, se fija de antemano una lista de escritores considerados autoridades de la lengua, modelos del buen uso lingüístico (Freixas 2010: 113). La concepción retórica del lenguaje aún estaba presente y entrelazada en los estudios gramaticales. Por esa razón no se hacía la distinción entre el escribir bien y el escribir correctamente, algo que se puede apreciar en un gran número de definiciones antiguas de gramática. La lista de autores dignos de ser tomados como modelos de la lengua volverá a ser actualizada por la Real Academia en el siglo XIX 19 . Esto significa, en efecto, que el canon literario era fijado por los gramáticos, lo que tuvo una gran repercusión en los diccionarios, en los ejemplos extraídos a partir de las fuentes literarias de los diccionarios, y, naturalmente, en el propio principio de autoridad. Dicho principio no es una característica formal del ejemplo lexicográfico, sino que obedece, como veremos un poco más adelante, al modelo de lengua que se quería describir, y al prestigio que el lexicógrafo le concedía a la fuente de la que tomaba el testimonio o el ejemplo de una determinada unidad léxica. Concluimos, por tanto, que la idea de canon literario jugó un papel importante en la elección de las fuentes de los diccionarios que vamos a estudiar. Esta idea afecta, como es lógico, sólo a las fuentes literarias del diccionario. El canon literario promovido por el 19 La Real Academia Española no había olvidado la empresa del Diccionario de autoridades. Para su futura edición, que nunca llegó a realizarse, y para la del llamado diccionario vulgar, la Academia publicó sendas listas de autoridades en 1870 y 1874: Escritores que pueden servir de autoridad en el uso de las voces castellanas [Madrid, 1870] y Catálogo de los escritores que pueden servir de autoridad en el uso de los vocablos y de las frases de la lengua castellana (Madrid, 1874). El primero es un impreso de uso interno que añade a una lista extraída del viejo Diccionario de autoridades el proyecto de otra complementaria; el segundo, más elaborado y extenso, presenta ya un solo listado refundido (más otro de anónimos y otro de seudónimos). Debió de ser una publicación muy difundida (Álvarez de Miranda 2000b: 59, n. 64). 36 lexicógrafo suele tener un carácter bastante subjetivo. Alastair Fowler (1988: 97-99) ha establecido seis tipos diferentes de canon literario, entre los que se encuentra el canon accesible y el canon personal. El primero puede definirse como el conjunto de obras que el lector puede conseguir de forma relativamente sencilla. Por ejemplo, el Arcipreste de Hita, a pesar de ser un autor que escribió en el siglo XIV, no podía pertenecer al canon accesible del siglo XVIII por el simple hecho de que hasta finales de esta centuria no se hizo una edición impresa de su obra, el Libro de Buen Amor, y era bastante difícil tener acceso a los tres manuscritos conservados. Por otra parte, el canon personal está basado en los gustos individuales del lector, que en nuestro caso es el lexicógrafo. Aquí entraría el factor ideológico del que hablábamos antes: los gustos de Esteban de Terreros o de Adolfo de Castro no tienen por qué coincidir completamente con los gustos de la sociedad de su época. Y eso se observará claramente a lo largo de este trabajo. Otro investigador que ha realizado estudios sobre el canon, Wedell V. Harris (1998: 43-45), establece también otro tipo importante de canon: el canon diacrónico. Éste abarcaría el conjunto de obras literarias que permanecen durante décadas o incluso durante siglos en el gusto de varias generaciones de lectores. Se trataría de los auténticos clásicos, si bien habría que distinguir entre aquellos clásicos que son considerados como tales por la crítica, pero que sólo se encuentran en bibliotecas y en los programas curriculares de las escuelas, y los que verdaderamente se mantienen en la aceptación de los lectores, que continúan solicitándolos como si se tratara de obras contemporáneas. Nuestro trabajo estudia un corpus de diccionarios que abarca los siglos XVIII, XIX y XX. Por eso podrá apreciarse cómo las nóminas son fieles desde el comienzo a un número considerable de escritores que vivieron entre los siglos XVI y XVII. Esto quiere decir que, en efecto, es la lengua literaria de los Siglos de Oro la que ha marcado la elaboración de los diccionarios generales del español hasta nuestros días. 1.4. Análisis del ejemplo lexicográfico Dejando atrás el estudio de las fuentes, retomamos de nuevo el análisis del ejemplo. Para empezar, es necesario definir con precisión el concepto actual de ejemplo lexicográfico, pues se trata de una categoría difusa dentro del diccionario y de la propia teoría metalexicográfica. 1.4.1. Aspecto formal De momento, nos ocuparemos sólo de la forma del ejemplo, esto es, nos centraremos en aquellas características que definen al ejemplo lexicográfico como uno de los enunciados que forman parte del artículo lexicográfico. A continuación, discutiremos los límites del concepto, su extensión y las características mínimas que debe reunir; 37 trataremos las diferentes acepciones que tuvo el término a lo largo de la historia y concluiremos describiendo las características de las referencias bibliográficas que pueden acompañar a los ejemplos. Porto Dapena (1999-2000: 142) describe el artículo del diccionario como un conjunto de enunciados: la unidad lingüística representada por el lema constituye el tema del artículo; los restantes enunciados forman el rema, es decir, la información desconocida o consultada por el usuario. La definición, por ejemplo, es un enunciado cuya función consiste en dar la información necesaria para que el lector identifique la palabra buscada con su respectivo designatum. El ejemplo también constituye un enunciado, cuyo rol esencial es mostrar el uso del signo lemático. Wiegand (Bustos Plaza/Wiegand 2005-2006; Wiegand 2007), por su parte, habla de condensación textual (alemán: Textverdichtung) para referirse al grado de estandarización del artículo lexicográfico y de las unidades textuales que lo componen. Éstas pueden manifestarse mediante oraciones completas, en cuyo caso el artículo estaría poco condensado, o bien mediante indicaciones abreviadas y supresiones, con el fin de lograr una mayor condensación textual, lo que permitiría ahorrar espacio y optimizar la extracción de información por parte del usuario, que debe conocer previamente el código mediante el cual se organiza el artículo lexicográfico. Por ejemplo, un artículo referido a la voz jardín podría aparecer en un diccionario del siguiente modo: JARDÍN m. Terreno donde se cultivan plantas con fines ornamentales. En el jardín habían crecido multitud de flores de penetrante perfume. Se trata de un artículo bastante condensado, en el que se han suprimido algunos enlaces, como “pertenece a la categoría de ...”, “tiene género ...”, “significa ...” o “se usa como en el ejemplo ...”. El artículo, con un nivel nulo de condensación, habría quedado como sigue: Jardín pertenece a la categoría de los sustantivos, tiene género masculino, significa „terreno donde se cultivan plantas con fines ornamentales‟, y se usa como en el ejemplo “En el jardín habían crecido multitud de flores de penetrante perfume”. Lo que llamamos ejemplo lexicográfico consiste en un enunciado facultativo que ocupa un lugar opcional dentro del artículo lexicográfico, generalmente detrás de la definición. Este enunciado se destaca mediante diferentes indicadores microestructurales. Lo más usual, tal como corresponde por convención al discurso referido, consiste en marcar todo el ejemplo con letra itálica o cursiva, o bien encerrándolo entre comillas. A veces, cambia también el tamaño de la letra. Además, el signo lemático dentro del ejemplo puede destacarse de varias maneras, generalmente mediante la negrita o la letra redonda, si el resto está en cursiva. El ejemplo lexicográfico puede aparecer en el mismo párrafo que el resto de los enunciados, o bien ir en un párrafo aparte. Por último, es 38 posible incluir una referencia bibliográfica, que muestre el origen de la fuente de la que se ha extraído el ejemplo. Su extensión es variable. Puede consistir en una oración mutilada o bien llegar a ocupar párrafos extensos. En cualquier caso, la economía del diccionario y el fin didáctico que hoy prevalecen en la elaboración de los repertorios lexicográficos aconsejan siempre una extensión más bien breve, que no supere las dos oraciones. Así suele ocurrir, salvo en los diccionarios enciclopédicos, donde los ejemplos tienen mayor extensión, debido a la importancia que tiene en este género lexicográfico la transmisión de información, no sólo lingüística, sino también enciclopédica o cultural. En los diccionarios de lengua, el ejemplo debe tener coherencia y eliminar todo aquello que suponga exceso de información. Muchas veces, si se trata de una cita, se hace necesario realizar el doble proceso de suplir aquellos elementos que faltan para que el ejemplo presente la coherencia textual suficiente, así como suprimir, normalmente a través de los tres puntos suspensivos entre corchetes, aquello que resulta redundante o irrelevante para comprender el ejemplo. Los compuestos sintagmáticos, las colocaciones, las unidades pluriverbales lexicalizadas, como son los fraseologismos, han sido considerados ejemplos lexicográficos por parte de algunos autores, y como tales aparecen dispuestos en gran cantidad de diccionarios. Si nos ajustamos al enfoque formal que aquí proponemos, estas unidades pluriverbales pueden ser incluidas en la categoría de los ejemplos lexicográficos si reúnen las características externas que comparten los restantes ejemplos dentro del diccionario en cuestión, como son el tamaño y el tipo de letra usados, su situación en el artículo lexicográfico, etc. No obstante, debemos decir que desde nuestro punto de vista, este tipo de unidades constituyen información codificada adicional, pero no verdaderos ejemplos. Como decíamos al comienzo de este capítulo, estas unidades son susceptibles de ser lematizadas, y de aparecer dentro de ejemplos formados por una oración completa. Hausmann y Werner (1991: 2735-2737), que se han ocupado de las unidades pluriverbales y de su tratamiento dentro de la microestuctura, afirman que su estatuto no suele determinarse en los diccionarios. Mediante la presentación de tales unidades léxicas no se intenta, en general, ejemplificar ningún tipo de información presentado en el artículo lexicográfico. Fuentes Morán (1997: 63-64, n. 53) afirma que no le parece adecuado denominar ejemplo a este tipo de unidades. Como dice esta autora, en muchas ocasiones no se explica la información exacta que se quiere transmitir mediante la indicación de las unidades pluriverbales. No obstante, para distinguir los ejemplos de uso de aquellas expresiones pluriverbales relativamente lexicalizadas, algunos lexicógrafos del ámbito francófono las han llamado ejemplos codificados (Rey-Debove 1971: 269; 39 Heinz 2005: 298) 20 . Este tipo de ejemplos no cumplen, sin embargo, la función esencial del ejemplo lexicográfico, que es mostrar el uso de una unidad léxica “en acción”. Los sintagmas o las unidades fraseológicas sólo muestran la combinación o la concurrencia más o menos idiomática y lexicalizada de varias palabras, pero no reflejan por sí mismos ningún uso. Precisamente, el fin último del discurso lexicográfico es reflejar los usos de una lengua, como reconoce Alain Rey (1995a: 95). Según este conocido lexicógrafo francés, el discurso-fuente (discours-source) del diccionario no se basa en un sistema abstracto, sino en la totalidad teórica del habla, en sentido saussuriano. Naturalmente, éste debe reducirse a un corpus finito o a un conjunto de enunciados (observados, modificados o producidos ad hoc), que podrán constituir los ejemplos del diccionario. En ese sentido, J. Rey-Debove define el ejemplo lexicográfico del modo siguiente: L´exemple est un élément de la microstructure défini par deux caractères nécessaires et suffisants: (1) C‟est un énoncé qui contient le mot-entrée. (2) Il est présenté de telle sorte qu´on le distingue comme mentionné à l´intérieur d´un texte en usage (1971: 258). Es decir, desde un punto de vista formal, el ejemplo debe incluir el signo lemático (le mot-entrée), y éste debe aparecer citado en el interior de un texto en uso, esto es, un enunciado que lo muestre tal como se usa en el plano del habla. Su función es clara dentro del esquema general del artículo lexicográfico: las marcas indican la categoría gramatical, las sanciones sociales o la vigencia de uso; la definición delimita o explica el contenido del signo lemático; y el ejemplo ilustra y testimonia su uso 21 . Desde una perspectiva histórica, el ejemplo tuvo un gran valor, tanto en el ámbito de la retórica como en el de la literatura. La palabra ejemplo proviene del latín eximire „extraer, retirar [de un conjunto]‟, concretamente del supino exemptum (Ernout/Meillet 1967: s.v. exemplum). A su vez, el verbo emere significaba „tomar‟, y más tarde „comprar‟. De ahí „retirar [de (ex-) un conjunto]‟. El equivalente griego de exemplum es la voz paradigma. Esta palabra deriva de para-deigma, del verbo δείθλπκη (deíknymi), que significaba „mostrar‟ (Chantraine 1970: s.v. παπάδειγμα). Mientras que la voz 20 Rey Debove también se refiere a otro tipo particular de ejemplos, que ella llama exemple matriciel (1998: 249). Se trataría de estructuras codificadas y modelos aceptables, pero no de secuencias codificadas (Heinz 2005: 298). Los ejemplos matrices carecen de elementos léxicos referenciales, excepto el signo lemático y palabras muy generales. Son el puro esqueleto de una estructura gramatical. Por esa razón, Bergenholtz (1984: 11) lo llama también ejemplo gramatical. Por ejemplo: «contar. v. 1. tr. [ ~ alguien (suj.) un suceso o historia (od.)]. Darlos a conocer de palabra» [Planta del Diccionario “Coruña” de la lengua española actual]. Como se puede ver, este tipo de ejemplos tienen como fin mostrar el régimen de los verbos a través de oraciones o estructuras lingüísticas básicas: contar alguien un suceso o historia. 21 Hermanns (1988: 163) define igualmente el ejemplo lexicográfico como el fragmento textual del que el signo lemático forma parte, y que muestra el contexto de éste: «Ein lexikographisches Beispiel ist ein Textfragment oder Text; und zwar ein Textfragment oder Text – dann typischerweise ein Minitext –, das oder der in einem Wörterbuchartikel erscheint und von dem das Lemma-Zeichen dieses Artikels ein Teil ist. Ein Text oder Textfragment also, der oder das zum Lemma-Zeichen einen Kontext bietet». 40 exemplum se usó para designar el texto extraído para ilustrar o enseñar, el de paradigma se aplicó para referirse al ejemplo en función de modelo lingüístico. Como especialización de exemplum también se empleó la palabra citatio, que se correspondía con aquello que era apelado o invocado, generalmente la autoridad de un sabio (Rey, 1995: 96) y el término testimonium, que tenía un valor probatorio, aunque menor que el de la auctoritas. En retórica, el ejemplo tenía un valor demostrativo y didáctico, y Quintiliano recomendaba su uso en el ámbito jurídico, en el de la moral y en la dialéctica. El ejemplo cumplía una función inductiva: mostraba un hecho particular para ilustrar una regla o una tendencia (Rey 1995a: 97-98). A partir de ahí, en la Edad Media, el exemplum adquirió el sentido de relato moralizante, donde el propio ejemplo se entendía como la moraleja de la historia. Era, además, muy recomendado su uso en sermones. Durante el Renacimiento, y en el ámbito lexicográfico, el término ejemplo fue sustituido por los términos autoridad (it. autorità, fr. autorité), y cita (fr. citation). En francés se usaban además las expresiones phrase tirée des Auteurs (frase extraída de los autores) o phrase reçue (frase recibida), expresiones que dejaban patente su valor normativo y socialmente reconocido. El Dictionnaire françois de Richelet (1680), curiosamente uno de los primeros diccionarios franceses en introducir ejemplos, ya no menciona el sentido lingüístico de la palabra exemple. Las gramáticas y los diccionarios estaban orientados fundamentalmente a la enseñanza del bon usage, para lo cual debían mostrar usos ejemplares extraídos de los mejores escritores. En el siglo XIX el término ejemplo vuelve a ganar fuerza en el campo gramatical y lexicográfico, ya no en relación a los lugares comunes de la Antigüedad clásica, sino en lo referente a su valor descriptivo. El paradigma positivista e historicista que se impone en este siglo abre un nuevo abanico de posibilidades a los diccionarios. Ya no tienen que mostrar forzosamente el bon usage, sino simplemente el uso histórico de una palabra. A finales del siglo XIX, el fin didáctico del ejemplo se consolida, y esto puede comprobarse a través de una curiosa manipulación. Es bien conocida la frase de Voltaire, según la cual un diccionario sin ejemplos es un esqueleto («Un dictionnaire sans exemples est un squelette»). Sin embargo, Voltaire no escribió exactamente eso, como bien observó Hausmann (1997: 177). Lo que verdaderamente dejó escrito fue «Un dictionnaire sans citations est un squelette» 22 . Las citas iban asociadas en el siglo XVIII a la autoridad de unos escritores que sancionaban los buenos usos de la lengua. En cambio, a mediados del siglo XIX, Pierre Larousse manipuló la famosa frase de Voltaire transformándola en la hoy más extendida (y aceptable) «Un dictionnaire sans exemples est un squelette». La cita de Voltaire, ya manipulada, aparece por primera vez en el epígrafe del Nouveau Dictionnaire français (1856) de Larousse, un 22 Esta cita se ha tomado de una carta de Voltaire dirigida a Duclos en 1760. [Lettre à Duclos, 11-08-1760] 41 diccionario con citas, en el que se quería destacar su valor ilustrativo y didáctico llamándolas exemples. Mientras que en los diccionarios franceses se volvió tradición introducir ejemplos, en los repertorios españoles, sin embargo, faltó casi siempre esta característica. El diccionario oficial, el de la Real Academia, asumió para sí la autoridad lingüística que le permitía “dar carta de ciudadanía” a las voces españolas, sin necesidad de testimoniarlas explícitamente, tras la decisión de retirar de la edición de 1780 todas las autoridades. Esta decisión tuvo una repercusión bastante negativa en el panorama lexicográfico español, como bien explica Gutiérrez Cuadrado (1999: 8): Si el diccionario era autoridad, sin necesidad de autoridades, cualquier diccionario que tuviera en cuenta (es decir, copiara) a la Academia, tampoco tenía necesidad de autorizar o de ilustrar con ejemplos las diversas acepciones de las palabras. Por ello, la mayoría de los diccionarios modernos españoles, hasta fecha muy reciente, ha aparecido sin ejemplos. Los diccionarios generales de Terreros, Adolfo de Castro y Aniceto de Pagés fueron las únicas excepciones que continuaron ejemplificando el uso de las voces recogidas, aunque las citas siguieron resultando útiles en otros géneros lexicográficos, como el de los diccionarios de regionalismos y los diccionarios enciclopédicos 23 . Actualmente, el ejemplo se considera un elemento de gran importancia dentro de la función sintagmática del diccionario. Zöfgen (1986) distingue cuatro formas de información sintáctica en este tipo de obras: 1) indicaciones sobre la construcción (valencia, régimen lexemático); 2) indicaciones sobre las combinaciones típicas (colocaciones); 3) Relaciones fijas, lematizadas, que la palabra contrae con otras palabras; 4) Oraciones completas que sirven de ejemplo. Se produce un fuerte contraste entre el enunciado definicional, de carácter semántico, y el enunciado que sirve de ejemplo, de naturaleza sintagmática. La definición se mueve en un plano teórico, general, abstracto y metalingüístico. Por el contrario, los ejemplos son prácticos, específicos y muestran la lengua en uso. Generalmente, un solo ejemplo no puede reunir todas las características 23 Sin pretender ser exhaustivos, entre las obras pertenecientes a la lexicografía regional nombraremos varios diccionarios de americanismos que explotan abundantemente el uso de citas en función de testimonio filológico y de ejemplo de uso: el Diccionario de Peruanismos. Ensayo filológico (1883) de Juan de Arona (pseudónimo de Pedro Paz Soldán y Unanue); el Diccionario argentino: ilustrado con numerosos textos (1910) de Tobías Garzón; una obra más actual: el Diccionario ejemplificado de chilenismos y otros usos diferenciales del español de Chile (1983-87), dirigido por Félix Morales Pettorino. En España cabe destacar el Vocabulario Andaluz (1933) de Antonio Alcalá Venceslada, que citó más de 700 escritores andaluces. Entre los diccionarios enciclopédicos, cabe destacar el Diccionario Enciclopédico (1895) de Elías Zerolo (et alii) y el Diccionario Enciclopédico Hispanoamericano de la casa Montaner y Simón (1887-1899). Por último, hay que destacar que algunos diccionarios de especialidad también introdujeron citas por el prestigio que este recurso tenía entonces en lexicografía. Incluso encontramos una obra que llama autoridades a tales citas, como es la obra de Pelayo Clairac y Sáenz, Diccionario general de arquitectura y de ingeniería […] con sus etimologías, citas de autoridades […] (1877). 42 sintácticas, semánticas y pragmáticas del signo lemático. A menudo, son necesarios varios para que la muestra resulte lo suficientemente ilustrativa. Concluimos el apartado dedicado al aspecto formal del ejemplo lexicográfico hablando de la referencia bibliográfica que, en numerosas ocasiones, acompaña a este tipo de información. Como ya hemos tenido la oportunidad de comentar, el corpus de los diccionarios se basa, con mucha frecuencia, en textos literarios. La lexicografía francesa, con los diccionarios Le Robert y Larousse a la cabeza, han consagrado el uso de fuentes literarias mediante citas hasta la actualidad. Esto no significa que se haya evitado la mención de otras fuentes no literarias, como periódicos, tratados científico-técnicos, etc. En España, tan sólo la obra dirigida por Manuel Seco, el Diccionario del Español Actual (1999), ha roto la tendencia de no incorporar citas en los diccionarios monolingües y generales del español. Mientras que los diccionarios basados en corpus incluyen ejemplos sin ninguna referencia concreta a la fuente de la que se extrajo, los ejemplos que aparecen en el Diccionario del Español Actual poseen su respectiva referencia bibliográfica, al modo de los antiguos diccionarios de autoridades. Puede definirse la referencia bibliográfica como una indicación direccionada hacia el ejemplo, es decir, una información añadida o anexada al enunciado que funciona como ejemplo lexicográfico. Se puede describir además como una indicación de dos tipos: indicación de lugar de documentación, es decir, una indicación relativa a la fuente del ejemplo; y también una indicación bibliográfica, que remite a la lista bibliográfica de obras citadas. Ambos tipos pertenecen a la medioestrectura intertextual del diccionario (Wiegand 1996: 13 y siguientes) 24 . Según Laurent Bray (1995: 92), la referencia bibliográfica es el conjunto de datos que permite al usuario la identificación y la localización del texto citado. Sin embargo, para este investigador francés, la sola indicación del nombre del autor o del título de la obra no constituye por sí misma una referencia bibliográfica. Este tipo de indicación aislada tan sólo cumple la función de testimonio: sirve para comprobar la existencia de un determinado uso de la palabra o de una acepción particular, pero no permite la localización sencilla del texto fuente (Bray 1995: 92) 25 . Nosotros, no obstante, llamaremos referencia bibliográfica a cualquier dato referido a la fuente, aunque esté incompleta, ya que con las características que ha definido 24 En la teoría de la forma del diccionario de Wiegand, se entiende por medioestructura aquella que permite la remisión entre distintas partes del diccionario. 25 «On appelle référence bibliographique l´ensemble des données bibliographiques faisant suite, dans l´article de dictionnaire, à une citation – données dont la fonction est de permettre au cosultant l´identification ET la localisation du texte cité. […] Après une citation, la seule indication d´un auteur ou d´un titre ne constitue donc pas une référence bibliographique. Ce type d´indication isolée, tel que´on le connaît dans le Petit Robert (1982) par exemple, ne remplit qu´une fonction testimoniale: il s´agit pour le lexicographe non pas de renvoyer le consultant à un texte donné, mais d´attester tel ou tel emploi, telle ou telle signification» (Bray 1995: 192). 43 Bray no hemos encontrado ninguna referencia en los diccionarios estudiados. Una referencia bibliográfica completa debería estar compuesta por un identificador (identificateur): el nombre del autor y el título de la obra; y uno o varios localizadores (localisateurs): editorial, página, lugar de edición, año de publicación, etc. Salvo alguna excepción, como es el caso del jesuita Esteban de Terreros, que, cuando cita la obra El Espectáculo de la naturaleza, a partir de la segunda mitad del segundo tomo, también cita las páginas de esta obra, en los restantes casos la referencia bibliográfica sólo se ciñe al elemento identificador, y a menudo a través de una serie de abreviaturas que son muy difíciles de interpretar. Excepto en el Diccionario de Pagés, no encontramos una nómina de autores, y mucho menos un índice que desarrolle las abreviaturas presentes en las referencias bibliográficas. Ciertamente, la función de la referencia no era indicar al usuario la fuente exacta para que éste pudiera contrastar el ejemplo con el texto original. Los antiguos lexicógrafos no tenían tanto cuidado a la hora de señalar la edición, el capítulo o las páginas del libro consultado, algo que dificulta mucho la labor de los filólogos actuales que tratan de datar y documentar escrupulosamente el uso y la acepción de una palabra. Y es que, además, los diccionaristas cometían a menudo errores a la hora de trascribir el texto fuente o de señalar la referencia. El caso más conocido es el del lexicógrafo Samuel Johnson, que poseía una memoria prodigiosa, pero falible como la de cualquier ser humano (Hausmann 1997: 178). En nuestro estudio también tendremos ocasión de indicar los errores que cometieron Aniceto de Pagés y José Pérez Hervás en su diccionario. Muy probablemente, la indicación de las referencias bibliográficas tiene su origen en el antiguo método de trabajo que seguían los lexicógrafos. Éstos realizaban una labor que hoy conocemos con el nombre de papeletización, que consistía en el registro pormenorizado de las unidades léxicas a través de pequeñas fichas, llamadas papeletas o cédulas, en las que se indicaba la fuente de la que se extraía cada una de ellas, y su contexto de uso a través de la transcripción de una parte del texto que servía de fuente. Por eso pensamos que el origen de las citas en los diccionarios está muy probablemente relacionado con la información recogida en estas papeletas. Sabemos que los autores del Vocabolario degli accademici della Crusca (1612) utilizaron este método. Los datos, reunidos por todos los académicos, se recogían en cédulas que se archivaban por orden alfabético. A continuación, el Secretario, los Deputati y el Arciconsolo, esto es, el Director de la Academia, se ocupaban de la redacción de los artículos lexicográficos: elaboraban la definición y seleccionaban las citas más adecuadas de las autoridades. El resultado de este trabajo se leía en las sesiones académicas para que los allí reunidos aportaran nuevos datos o corrigieran los que se habían presentado (Parodi 1983: 27-28). Hay constancia de que se usaron fichas también en la redacción del Diccionario de 44 autoridades, quizá inspirados en la metodología usada por los académicos de la Crusca. También sabemos que Terreros utilizó papeletas. En realidad, parece haber sido la forma más natural de recoger información sobre el léxico, y su uso puede remontarse hasta la época clásica. El vocabulario conocido como De compendiosa doctrina, de Nonio Marcelo, obra escrita en torno al siglo III d.C., y que, salvando las distancias, podría considerarse el primer diccionario de autoridades de Occidente, parece haberse redactado también a partir de un fichero (Velaza Frías 2007: 245). Así, sería lógico pensar que las referencias bibliográficas no se tomaron a partir de la lectura directa de las fuentes, sino de un proceso intermedio basado en papeletas, en las que se recogía ya cierta información básica del futuro artículo lexicográfico: el lema, el ejemplo y la referencia bibliográfica. La definición de la voz se deducía directamente de los ejemplos recogidos. 1.4.2. Contenido Los ejemplos en los diccionarios de lengua no sólo pueden estudiarse desde el punto de vista formal o funcional, sino también atendiendo a su contenido. Tanto los ejemplos inventados como las citas pueden reflejar una ideología. Si se trata de un fragmento literario, la ideología viene determinada por el escritor citado. A menudo, las citas transmiten valores extendidos en una sociedad, algo que se aprecia, sobre todo, en los ejemplos de contenido religioso, pero también en otros campos. Veamos un caso que hemos encontrado en el Gran diccionario de la lengua castellana de Aniceto de Pagés. Este autor ilustra el uso del término automóvil con dos ejemplos que reflejan un juicio particularmente negativo. AUTOMÓVIL (del gr. ἀπηόο, uno mismo, y de móvil): adj. Que se mueve por sí mismo. Aplícase principalmente á los carruajes que tienen un mecanismo que los pone en movimiento. Ú. t. c. s. m. Espero que transcurrirán muchos años sin que las carreteras se llenen de automóviles. E. PARDO BAZÁN ... para ir del coro al caño y del caño al coro, pacífica y devotamente, maldita la falta que hacen automóviles y bicicletas. MARIANO DE CAVIA Puede tratarse de una coincidencia, pero no deja de llamar la atención que dos escritores diferentes, como la famosa novelista Emilia Pardo Bazán (1851-1921) y el prestigioso periodista Mariano Francisco de Cavia (1855-1920), estrictamente coetáneos, coincidan en su postura ante la irrupción del automóvil, y nos preguntamos si Aniceto de Pagés no habría podido encontrar otros fragmentos en el que se tomase este invento de una manera un poco más entusiasta. Los ejemplos también pueden transmitir prejuicios o 45 estereotipos sociales, como éste que ilustra la voz gandul en el mismo diccionario, y en el que no sale bien parado el colectivo campesino: GANDUL, LA (del ár. Gandur, majo, valentón): adj. Fam. Tunante, vagabundo, holgazán. U. t. c. s. […] ¡Si vieras á cuánto gandul mantiene el campo! F. NOGALES Y NOGALES. Existe cierta polémica sobre las definiciones y los ejemplos con mensajes sexistas, discriminatorios e insultantes en los diccionarios actuales. La lengua es cultura y también portadora de ideología. Los diccionarios sólo reflejan los juicios de valor que emiten los hablantes, lo cual no significa que el autor de la obra comparta esas mismas opiniones. Naturalmente, hay una relación entre el tipo de fuente, el significado de la palabra que se define y la clase de información contenida en el ejemplo. Los enunciados literarios suelen tener un carácter estético marcado. Si la fuente es científica o técnica, el contenido se caracteriza por tener un alto nivel de información enciclopédica. En cambio, si la fuente es metalingüística, no se mostrará el uso del signo lemático, sino un comentario acerca de él. En el apartado anterior, definíamos el ejemplo lexicográfico como una unidad formal, y explicábamos que una de las características necesarias que debían reunir los ejemplos era que debían mostrar la voz en uso. Sin embargo, algunos autores, nuevamente desde el campo de la lexicografía francesa, han propuesto tres tipos diferentes de ejemplo atendiendo al contenido: el ejemplo lingüístico, el ejemplo metalingüístico 26 (Thibault 2005: 95), y el ejemplo (lingüístico) enciclopédico (Rézeau 2005, 81). Los ejemplos metalingüísticos no son, en nuestra opinión, ejemplos stricto sensu. Se aproximan más a otro tipo de enunciados, como son la glosa o el comentario. Se trata de una clase de enunciado, facultativo al igual que el ejemplo, cuya función esencial es añadir noticias o informaciones complementarias a la definición lingüística del signo lemático. Veamos el siguiente ejemplo localizado igualmente en el diccionario de Pagés: 26 En este sentido, el ejemplo lexicográfico metalingüístico ha sido definido por André Thibault del siguiente modo (nótese las preguntas que se hace el autor al final de su comentario): «Nous allons en fait nous limiter à l‟analyse des exemples métalinguistiques, que l´on définira comme des exemples de discours rapporté par le lexicographe et portant sur le signe linguistique lui- même; ces segments de discours rapporté peuvent être considérés comme ayant deux „énunciateurs“, l‟un direct et l‟autre indirect, le discours métalinguistique premier s´insérant dans le discours métalinguistique second dans un jeu de poupées russes […] Ce type d´exemples est donc doublemente métalinguistique, puisque le lexicographe cherche à dire quelque chose sur le signe linguistique à travers le discours d´un énonciateur qui tient déjà lui- même un discours sur ce signe. Quelle est la nature de l´information que de tels exemples peuvent nous livrer? En quoi se distingue-t-elle de celle que l´on peut retirer des exemples simplement linguistiques? Et pourquoi certains lexicographes ont-ils ressenti le besoin de traiter „à part“ ce type d´exemples?» (Thibault 2005: 95). 46 *ÑAFA: f. Burla. En tierra de Salamanca llaman ñafas á las burlas. LAMANO El precomentario * direccionado hacia el lema indica que la voz no se encuentra en el diccionario académico. Se trata de un dialectalismo, recogido en una obra metalingüística, El dialecto vulgar salmantino (1915) de José de Lamano y Beniete. Formalmente, el enunciado En tierra de Salamanca llaman ñafas á las burlas es un ejemplo lexicográfico, porque ocupa en el artículo el mismo lugar que los restantes ejemplos, y comparte con ellos el tipo, el tamaño de letra y posee referencia bibliográfica (LAMANO). Sin embargo, desde el punto de vista del contenido proposicional no es más que un comentario metalingüístico. Se define el signo lemático ñafa mediante un sinónimo y se indica que se usa en tierra de Salamanca. No se muestra su uso. El valor testimonial es, a su vez, pobre, porque las fuentes metalingüísticas no garantizan el uso real de las palabras. La mejor solución habría sido aportar un texto lingüístico que lo documentara, junto a la glosa citada que hemos visto. Los comentarios lexicográficos eran muy usuales en los diccionarios del pasado. Aunque la información lingüística y la enciclopédica podían estar entrelazadas, los lexicógrafos eran, en cierto modo, conscientes de que algunos comentarios excedían la información lingüística de la palabra, aunque eran necesarios para comprenderla y usarla correctamente. Dichos comentarios solían estar poco estandarizados. En el corpus de diccionarios que hemos analizado, las glosas podían provenir de los propios autores, pero también de la autoridad o de la enseñanza de otro diccionarista o gramático anterior. Así, encontramos un caso, de nuevo en el diccionario de Aniceto de Pagés, en el que la cita misma consiste en una definición: Amoníaco: Goma resinosa en lágrimas ó en masa, compuesta de grumos de color amarillo rojizo por fuera y blanco por dentro, de sabor algo amargo y nauseativo y olor desagradable. Se usa como medicamento expectorante. Con la palabra amoníaco se designa también una goma resinosa que se recoge en los tallos y ramas de una gran planta herbácea, etc. Diccionario de Agricultura, Ganadería, etc. Este tipo de enunciado se ha llamado ejemplo definicional (Rey-Debove 1971: 286). En estos casos se produce un hecho curioso, en el que una categoría posee, al mismo tiempo, un doble estatus lexicográfico: el de ejemplo y el de definición, si bien el carácter definicional es secundario. Por eso, preferimos llamar a estas partes glosas o comentarios citados. El lexicógrafo gaditano Adolfo de Castro a veces también ofrece dos definiciones paralelas, no contradictorias, del mismo signo lemático: la suya propia y la de otro autor. 47 Pero en gran número de ocasiones sucede que Castro se abstiene de definir, y pasa directamente a citar la definición de una autoridad lexicográfica o gramatical: «ABEADORES. s. m. Llaman en los telares de terciopelo á una especie de lizos que se van previniendo para regir las telas; y su número varia segun el cuerpo que se quiere dar al terciopelo.» TERREROS, Diccionario. «ALTOS. s. m. p. Los terrenos mas elevados que en el horizonte se descubren.» ACADEMIA DE LA HISTORIA, Diccionario geográfico. A diferencia del caso anterior, aquí la cita ocupa el lugar no sólo de la definición, sino incluso del lema, que aparece dentro del espacio entrecomillado de la cita. Aquí sí es posible hablar de definición, pero de definición citada, que sustituye a la definición propia del autor del diccionario. Los restantes enunciados de carácter metalingüístico, aunque formalmente son ejemplos, ofrecen la misma información que los llamados comentarios, y serían, como ya hemos dicho, comentarios citados. Los comentarios de carácter metalingüístico acompañan en general a términos pertenecientes al campo metalingüístico, como verbo, adjetivo, adverbio, conjugación, morfema, oración, etc. Sólo entonces puede hablarse de verdadero ejemplo metalingüístico (perteneciente al metalenguaje de lengua, en términos de Coseriu), pues, aunque el contenido tenga relación con este ámbito, estos términos se usan, no se mencionan, a no ser que se trate de un discurso doblemente metalingüístico como «La palabra oración debe llevar tilde en la última sílaba». Sin embargo, si tenemos «Toda oración debe llevar verbo», entonces sí se trata de un auténtico ejemplo metalingüístico: ejemplo porque se muestra la voz en uso y metalingüístico porque se refiere al ámbito especializado de la lingüística. Además, los ejemplos de términos metalingüísticos tienen casi forzosamente contenido enciclopédico (Rey-Debove 1971: 284). Proponemos este ejemplo extraído del Gran diccionario de la lengua española de Adolfo de Castro: CONJUNCIÓN. s. f. Lo mismo que junta ó unión recíproca. Gramaticalmente es la partícula que une ó enlaza las palabras. «Con la conjunción se unen y enlazan todas las cosas significadas por los nombres ó vocablos; y por la consiguiente se explica todo lo que se piensa. Así dijo Saavedra: Si en el ingenio somos semejantes á Dios, y en las fuerzas comunes á los animales, mas glorioso es vencer con aquel que con estas. Y el refran que dice: La mujer, y el fuego y los mares, son tres Males» MAYANS, Retórica Se trata de un ejemplo metalingüístico con información enciclopédica adicional basada en los dos ejemplos ilustrativos traídos por Mayans en su Rhetórica (1752) . 48 Tras hablar de los ejemplos metalingüísticos, trataremos, a continuación, los ejemplos lingüísticos. Éstos son más difíciles de clasificar, pues podríamos establecer una gama de contenidos prácticamente inagotable. Habría ejemplos con información enciclopédica: sobre ciencia, física, química, matemáticas y un sinfín de disciplinas técnicas; ejemplos con información cultural: sobre historia, literatura, artes, gastronomía, derecho; también podemos encontrar ejemplos con reflexiones de tipo moral, religioso o filosófico, donde la ideología del lexicógrafo queda de manifiesto de una forma evidente. También pueden encontrarse ejemplos banales, donde no hay un contenido especialmente llamativo, sino de carácter didáctico, y cuya función consiste simplemente en ilustrar sobre el uso de una voz. Podemos encontrar un ejemplo así en el diccionario de Pagés: ACHICHARRAR (de a y chicharra): a. Freir, cocer, asar ó tostar demasiado una cosa, hasta que no le queda jugo ninguno ó tome sabor á quemado. U. t. c. r. ¿Y qué cocinera es esa que achicharra los asados? M. Bretón de los Herreros También hay ejemplos literariamente bellos, en los que se trata de mostrar un texto audaz, ingenioso, como los siguientes que encontramos citados en el Diccionario castellano de Esteban de Terreros: EN PELOTA, lo mismo que desnudo. V. y Juan Rufo, las 600, donde dice, hablando de un pobre á quien le acometió la gota: Aunque pobre, y en pelota mal de ricos me importuna, porque al mar de mi fortuna no le faltase una gota. ALBOR, palabra puramente latina. Blancura. Por aquí su Real Palacio Febo descubre en los albores matutinos, y por allá las lóbregas estancias en que sepulta su explendor occiduo La Real Bibl. al Rei nuestro Señor en su venida al Real Palacio. El primer ejemplo está tomado de la obra Las seiscientas apotegmas (1596) de Juan Rufo (1547-1620). Las seiscientas apotegmas recoge anécdotas de la vida cotidiana, contadas con cierto gracejo, y en ellas puede apreciarse la influencia erasmista. En cuanto al segundo ejemplo, se trata de un poema con numerosos latinismos, de corte neoclásico, escrito por Tomás de Iriarte en 1764, poco antes de que Terreros terminara su diccionario. El poema es una obra de circunstancia, que no llegó a publicarse. El título y la referencia completa son como siguen: Al Rey Nuestro Señor en su venida a habitar el Palacio 49 Nuevo. Día 1 de diciembre de 1764. La Real Bibliotheca. RB III/6568 (9). Se trata de un discurso encomiástico dedicado a Carlos III. Tal como expresa Hausmann (1971: 83): «[e]l lexicógrafo que cita busca en el autor citado la belleza estilística, lo poco común, o también lo interesante en cuanto a su contenido» («Der zitierende Lexikograph sucht bei dem zitierten Autor das stilistisch Schöne, Ungewöhnliche oder auch inhaltlich Interessante”.); o, en palabras de Rey- Debove (1971: 270): «Le lecteur recherche le bel usage plutôt que le bon usage, car le bon usage est déjà sa compétence lorsqui´il est cultivé». El famoso autor del Dictionnaire de la langue française (1863-1872), Émile Littré, reconocía también el fin estético de los ejemplos en su diccionario, a los que compara, siguiendo un conocido símil horaciano, con jirones de púrpura (es decir, fragmentos de valor estético o decorativo): Enfin, indépendamment de ces avantages [linguistiques], les exemples ne sont pas sans quelque attrait par eux-mêmes. De beaux vers de Corneille ou de Racine, des morceaux du grand style de Bossuet, d'élégantes phrases de Massillon plaisent à rencontrer ; ce sont sans doute des lambeaux, mais, pour me servir de l'expression d'Horace, si justement applicable ici, ce sont des lambeaux de pourpre. (Littré 1863: Préface. IV: Exemples tirés des auteurs classiques) La función estética de los ejemplos ha pasado indudablemente a un segundo plano en la actualidad. Del mismo modo que el contenido está íntimamente relacionado con el tipo de fuente bibliográfica, también lo está con la función, de tal modo que es el contenido el que vertebra de alguna manera los restantes niveles de análisis del ejemplo lexicográfico. Por un lado, el contenido estrictamente lingüístico corresponde a la función ilustrativa del ejemplo lexicográfico, como puede verse en el siguiente esquema, en el que se aprecian los diferentes niveles de ilustración del ejemplo de uso: a) Nivel semántico: se refiere a la sinonimia, la antonimia y a la redundancia. Su objetivo es ayudar a la semantización y a la desambiguación de un signo lemático polisémico. b) Nivel sintagmático: valencia, flexión, morfología, sintaxis, colocaciones. Su objetivo es ilustrar las construcciones gramaticales. Muestra la intercalación de una voz en la expresión de la lengua. c) Nivel pragmático-diasistemático: estilo, lengua de especialidad y registro. Su objetivo es ilustrar las restricciones de uso en el discurso. En lo que respecta a la información extralingüística, tendríamos los siguientes tipos: a) información enciclopédica. Su objetivo consiste en la transmisión de conocimientos sociales o de cultura específica. 50 b) información ideológica. Su objetivo consiste en la transmisión de la ideología propia de una cultura o el pensamiento del autor del diccionario. c) información literaria. Su objetivo consiste en mostrar una determinada norma, generalmente basada en la lengua literaria. La información extralingüística está íntimamente relacionada con la cultura que va implícita en el diccionario, considerado en sí mismo un objeto eminentemente cultural (Rey 1987). Los diccionarios describen una lengua, y ésta es siempre producto de una determinada cultura. Ambos fenómenos están inseparablemente asociados, como ya vieron Dubois y Dubois (1971: 56): Le dictionnaire est à la fois un discours sur une certaine description de la langue et un discours sur l´homme, c´est-à-dire sur un certain type de culture. On peut donc dire que le dictionnaire renvoie à deux objets, l´un ontologique (la langue) et l´autre idéologique (la culture). Un tipo de voces estrechamente relacionadas con la cultura de la comunidad lingüística a la que pertenecen lo constituyen los realia, términos de muy difícil traducción a otros idiomas, porque designan objetos o realidades específicas de esa cultura. También se denominan voces de civilización. Por ejemplo, la actual cultura europea no puede entenderse sin la presencia multisecular de la Iglesia Católica. Por esa razón los diccionarios estudiados, surgidos en un ambiente en el que la influencia de la Iglesia era mucho mayor que la actual, introducen abundantes términos del ámbito eclesiástico. Y no sólo los definen, sino que añaden glosas y ejemplos con información enciclopédica y cultural sobre los mismos. Así podemos verlo en el caso del término Prepósito, descrito en el diccionario de Pagés: PREPÓSITO (Del lat. praepositus): m. Primero y principal en una junta o comunidad, que se preside ó manda en ella. [A partir de aquí comienza la glosa] Entre los romanos hubo diferentes prepósitos en el gobierno civil y militar; como prepósito del palacio, de las fábricas, de la milicia, etc., pero hoy se llaman así sólo los prelados de algunas religiones ó comunidades religiosas. En algunas catedrales y colegiatas es dignidad. ... el prepósito general es perpetuo por su vida, y ... con la grande información que tiene de sus sujetos, elige y constituye los rectores de los colegios, los prepósitos de las casas profesas, los provinciales, los visitadores y comisarios de toda la Compañía. ................... ... ordenan las constituciones de nuestra Compañía que el prepósito general tenga cabe sí cuatro padres de los más graves della, que llamamos asistentes, porque asisten al general, y le sirven de consejo y de ayuda en todos los negocios graves que se ofrecen. PEDRO DE RIVADENEIRA ... La diferencia entre arcediano y prepósito usted la sabe. JOVELLANOS 51 Mientras que el último ejemplo posee un contenido banal, ligeramente ilustrativo, en tanto que al menos presupone una oposición semántica entre los términos arcediano y prepósito, el primero transmite información que va ligada a la cultura de los países católicos de Europa, ya que muestra parte de la estructura en la que se organizaban los colegios (se mencionan a los rectores), y nos habla del edificio jerárquico de una orden religiosa tan importante como ha sido la Compañía de Jesús. Otro punto importante que hay que tratar en relación con el contenido de los ejemplos se refiere a la isotopía. Éste es un concepto extraído del campo de la lingüística de texto, y puede aplicarse a los ejemplos lexicográficos. Independientemente de su función, el ejemplo debe ser comprendido correctamente por el usuario potencial del diccionario. Si el ejemplo no se comprende, difícilmente puede reconocérsele valor alguno, salvo el valor de testimonio. Para empezar, hay que desterrar la idea de que un buen ejemplo debe dar, por sí mismo, la clave para la comprensión del significado de una palabra. Si así fuera, los diccionarios no tendrían definiciones, sino solamente ejemplos. En realidad, el contenido de un ejemplo se relaciona directamente con la definición del signo lemático del que es objeto el artículo lexicográfico específico. El autor del diccionario ha debido trabajar con textos, con el fin de captar las diferentes acepciones de una voz, pero además puede contar con otras herramientas para redactar la definición, como son su propia competencia lingüística, otros diccionarios, informantes, etc. En estos casos las pruebas de sinonimia y de sustitución son una ayuda importantísima a la hora de ver si el lexicógrafo ha redactado su definición correctamente 27 . Hay rasgos en el contenido global del ejemplo que permiten al usuario reconstruir el significado de una unidad léxica a partir del ejemplo lexicográfico, ayudado por las instrucciones dadas en la definición. Y aquí es donde juega un papel relevante la isotopía. Es un término, como dijimos, usado en los estudios de la lingüística de texto y, también, en semántica. El término fue acuñado en este ámbito por Greimas (1966). Martin (1989) y Harras (1989) expusieron sus principios, pero sin nombrarlo. Un autor que le dedica todo un artículo a la isotopía del ejemplo lexicográfico es Hausmann (2005). Según el investigador alemán, existirían tres grados posibles de redundancia en este tipo de textos. La colocación supondría el contexto mínimo codificado, y una unidad frecuente, reutilizable y repetida en el discurso. La isotopía consistiría en la repetición de rasgos semánticos a lo largo del texto, lo que permitiría su cohesión. Por último, el escenario se refiere a las situaciones típicas que permite la repetición de ciertas estructuras lingüísticas. Este cuadro semántico 27 Se debe admitir, de todos modos, que la sustitución del signo lemático presente en el ejemplo por su definición no es posible en todos los casos. Por ejemplo, hay definiciones que deben incluir información enciclopédica, en cuyo caso la ley de sustitución ya no se puede llevar a la práctica. En otros casos es la diferencia de régimen verbal del verbo definido y el verbo sinonímico de la definición lo que impide esta prueba. 52 general en relación con una situación de la vida real garantiza la coherencia del texto 28 . La redundancia semántica que se produce, al menos, entre dos palabras, permite que una arroje luz sobre la otra, a condición de que el usuario conozca al menos una de ellas. Como reconoce Hausmann (2005: 284): «[l]‟isotopie est un phènomene naturel et indispensable des textes, tout en variant beaucoup en degré ». Apenas hay textos con un grado absoluto de isotopía, del mismo modo que tampoco existen textos auténticos carentes por completo de isotopía. Un ejemplo de este último caso imposible es la famosa frase «colourless green ideas», explotada por los lingüistas de la corriente generativa. Pero incluso los oxímoros y las contradicciones poseen su propia isotopía, como se ve en la cita del escritor Nerval «El negro sol de la melancolía» „le noir soleil de la mélancolie’. La relación antonímica existente en los pares de palabras luz/oscuridad, blanco/negro desempeña un rol isotópico en este ejemplo concreto. La isotopía se refleja a través de la sinonimia, la antonimia, la analogía, etc. A nivel contextual, también se manifiesta a través de catáforas y anáforas (Hausmann 2005: 284). Para ilustrar un ejemplo con un grado aceptable de isotopía y otro con un grado escaso de ella, traemos dos citas del Gran diccionario de la lengua castellana de Pagés: YUNQUE: […] Se oye al herrero que da martillazos en su yunque. (PÍO BAROJA) - Orzuelo: Especie de cepo para prender las fieras por los pies. …; cualquier cosa hubiera dado entonces… por un esplique ú orzuelo con piterna que me hubiera proporcionado á lo menos un pintacilgo ó un guacho. (A. ROJO Y SOJO) El primer ejemplo, extraído de un autor conocido de la Generación del 98, Pío Baroja (1872-1956), representa un escenario evocador que cualquier usuario puede representar en su mente. El yunque va asociado al herrero y al ruido que provocan los continuos martillazos sobre su superficie. Aunque desconociéramos el significado exacto de la palabra yunque, otras voces como herrero o martillazo podrían sugerirnos el objeto al que designa. El segundo ejemplo, en cambio, posee un grado de isotopía o redundancia semántica escaso, debido a la rareza de los términos que aparecen en él: esplique, piterna, pintacilgo y guacho. El usuario que quiere reconocer el objeto designado por la palabra orzuelo se topa con un ejemplo que, en lugar de resolver sus dudas, le plantea otras nuevas. Lo cierto 28 «La collocation est le contexte codé minimal. L´isotopie est la répetition des traits sémantiques à d´autres endroits du texte. Le scénario est le cadre sémantique qui lie le mot à une tranche de vie. La loi de la collocation montre le mot dans une unité semi-phraséologique, réutilisable dans les textes (domaine de l´idiomatique). La loi de l´isotopie insiste sur la structure textuelle de la langue (domaine de la cohésion). La loi du scénario insiste sur les situations dans lesquelles se présente la vie humaine (domaine de la cohérence)» (Hausmann 2005: 282). 53 es que la mayoría de los ejemplos sacados de este misterioso autor, A. Rojo y Sojo, parecen una broma de mal gusto al usuario que consulta el diccionario. 1.4.3. Principales funciones Llegamos, finalmente, al apartado dedicado a la función del ejemplo en las obras lexicográficas. Quizá sea éste el nivel de análisis más importante de todos, ya que la forma y el contenido determinan en última instancia la función que éste desempeña en el interior del artículo lexicográfico. No existen, de manera absoluta, ni buenos ni malos ejemplos. Su papel se determina en virtud del tipo de diccionario en el que aparezca. A cada género le corresponden naturalmente una o varias clases de ejemplos. Trataremos de ir viendo la adecuación entre ambos en las páginas siguientes. Como ya hemos comentado, los ejemplos lexicográficos, independientemente de su fuente, cumplen esencialmente dos funciones: testimoniar e ilustrar. La mayoría de los estudiosos han identificado la primera función con la cita literaria, y la segunda con el ejemplo inventado. Generalmente es así, pero ambos tipos de ejemplos pueden realizar, en realidad, las mismas funciones. El ejemplo inventado ejerce de forma implícita el papel de testimonio en cualquier diccionario. Claro que no se trataría de un testimonio filológico, pero el usuario común toma el ejemplo como auténtico y, por tanto, acepta que la palabra consultada existe. Por otro lado, los ejemplos reales pueden ofrecer usos típicos y útiles, por ejemplo, para usuarios extranjeros que están aprendiendo la lengua en cuestión, si bien el grado de ruido lingüístico suele ser mayor que en los ejemplos inventados. Los textos literarios y otros tipos de obras transmiten una cantidad de información que en muchas ocasiones no puede ser asimilada por el estudiante de la lengua extranjera, o por un usuario de poca cultura. Por esa razón, hay que tener en cuenta a quién va orientado el diccionario a la hora de elegir el tipo de ejemplo. Los diccionarios estudiados en el presente trabajo iban dirigidos a personas que pertenecían a las clases altas de la sociedad, con un elevado nivel de formación y cultura. Por tal motivo, los ejemplos extraídos a partir de textos literarios estaban justificados. Como veremos, el modelo de lengua que se quería describir era el usado por los buenos escritores y la gente culta, un principio que se remonta al famoso principio defendido por Quintiliano: el consensus eruditorum. El mismo Vicente Salvá, autor de una gramática basada en ejemplos de buenos escritores, reconocía que la lengua literaria era la que suscitaba mayor interés por parte de la mayoría de los usuarios que consultan diccionarios. Los repertorios lexicográficos debían registrar, por tanto, el mayor número de voces presentes en autores clásicos y de renombre; incluso debían recogerse los 54 arcaísmos, porque de ese modo se satisfacía el interés del gran público, que deseaba leer y entender a los grandes escritores de los Siglos de Oro. Los repertorios de Esteban de Terreros, Adolfo de Castro y Aniceto de Pagés aspiraban a ser diccionarios totales. La selección de unidades léxicas carecía prácticamente de límite 29 . La razón que solían alegar en los prólogos para justificar la presencia de citas se basaba en la exigencia de sancionar el buen uso de las voces testimoniadas. En la práctica, sin embargo, cualquier voz, por el simple hecho de estar registrada en un texto español, podía ser incluida en la nomenclatura de la obra, independientemente de la época en que se documentara, el registro social o el campo de especialización al que perteneciera esa voz. El método de selección de unidades léxicas seguido en estas obras, junto al sistema de citas, las asemejan mucho a los diccionarios históricos (Seco 1987e: 53). Ambos géneros tienen en común la recopilación exhaustiva del léxico, fuese cual fuese su naturaleza. Además, tanto los diccionarios estudiados como los diccionarios históricos tratan de incluir citas con valor testimonial. Lo que diferencia a los diccionarios históricos de estos diccionarios generales es la diferente organización macro y microestructural. En los diccionarios generales que hemos incluido en nuestro corpus, los arcaísmos se registran sólo por orden alfabético, mezclados con las palabras de uso actual, y con voces de especialidad provenientes de infinidad de ámbitos. Además, no siempre las acepciones están ordenadas cronológicamente. Aunque el testimonio aducido por el ejemplo permite fechar aproximadamente el uso de una determinada expresión, esto no significa que se trate de la primera documentación, algo que si debe aparecer en un diccionario histórico. Hay obras como el Diccionario de Construcción y Régimen de Cuervo, que metodológicamente se corresponde con un diccionario histórico, aunque no cumple todos los requisitos para serlo, como ya reconoció Manuel Seco (1987c: 90-94) Lo cierto es que los diccionarios generales del español redactados entre los siglos XVIII, XIX y parte del XX fueron en realidad diccionarios diacrónicos. El Diccionario del Español Actual, dirigido por Manuel Seco es, como defiende su autor (1987d: 221-235) el primer diccionario sincrónico del español, entendiendo por tal diccionario aquél que tiene un criterio restrictivo en la selección de voces según unos límites cronológicos precisos. Los únicos antecedentes de este tipo de obra fueron el Pequeño Larousse Ilustrado (1912) de Toro y Gisbert, los diccionarios manuales de la Academia (1927 y 1950) y el Diccionario Vox de Gil y Gaya. Estos diccionarios sólo aspiraron a reflejar los usos de la lengua culta contemporánea. 29 Quemada (1968: 161) llama a este tipo de obras diccionarios generales extensivos. Se trataría de diccionarios sin restricciones de selección de léxico, en los que tendrían cabida arcaísmos, tecnicismos, regionalismos, etc. Es decir, se acercarían al género de thesaurus o de tesoro lexicográfico. 55 Como decíamos, las citas literarias en los diccionarios dan cierto carácter histórico o filológico al diccionario, pues la función principal de dichas citas es registrar y testimoniar las unidades léxicas recogidas por el lexicógrafo. En palabras de Martin (1989: 601): «La fonction essentielle de la citation est d´autoriser telle ou telle signification en l´attestation par un texte». Junto al valor testimonial e ilustrativo que acompañan generalmente a los ejemplos lexicográficos, podemos distinguir otras dos funciones: la función estética y la función didáctico-enciclopédica. La función estética del ejemplo lexicográfico no se corresponde exactamente con ninguna de las dos vistas hasta ahora. Los autores de aquellos antiguos diccionarios pretendían, entre otras cosas, demostrar que su lengua, en nuestro caso el castellano, era la más la más elegante desde el punto de vista literario 30 . El latín había dado paso a las modernas lenguas europeas, consideradas hasta entonces “lenguas vulgares”. Había que buscar, por tanto, un modo de dignificarlas. Un sistema efectivo para dotar de nuevos valores simbólicos al idioma consistía en la canonización de escritores que cultivasen la lengua nativa correspondiente. Así, poetas, narradores y dramaturgos se convirtieron en los nuevos autores clásicos, siguiendo el modelo de la literatura greco-latina, y por tanto en autoridades de la lengua, representantes de la norma fijada en un estado de lengua ideal. Los diccionarios que siguieron el principio de autoridad no eran estrictamente diccionarios de producción, sino de recepción. Ayudaban a reconstruir el significado, quizá ya olvidado, de palabras, giros o expresiones propias de la lengua escrita, entendida como un código diferente a la lengua oral. No obstante, en España el principio de autoridad no tuvo un carácter tan prescriptivo como el que sí poseía para la Academia de la Crusca o la Academia Francesa. La lengua oral siempre estuvo arraigada en la literatura española, como ya hemos comentado en alguna ocasión. Además, el español carecía de dialectos muy marcados, algo que no sucedía en el italiano o en el francés. De cualquier forma, los diccionarios de cada país pretendían mostrar las excelencias de su lengua a través de las citas de grandes autores. Esto explica, por ejemplo, por qué Furetière, en el caso francés, o Terreros, en el ámbito español, sólo introdujeron, casi sin excepción, ejemplos basados en textos poéticos, y no en prosa. En esto consiste, en 30 La preocupación por demostrar que la lengua española estaba a la altura de las lenguas cultas de Europa se encuentra ya reflejada en el Prólogo del Diccionario de Autoridades: «No se dudó sería trabajo util [sic] à la Nación, porque se manifestaría à las demás, que nuestra léngua Castellana no era inferior à ninguna de las mas cultivadas de Európa, assi en la pureza de sus voces, como en la valentía de sus expresiones, en lo conciso de sus cláusulas, en lo elegante de las phrases, y en lo sonóro de sus composiciones [...]». Lázaro Carreter, gran conocedor de los avatares de la Academia, enfatiza la misma idea: «Su ambición consistió en que nuestra lengua pudiese disponer de un inventario fidedigno, como el que ya tenían otros idiomas, para restablecer el prestigio exterior del castellano, muy mermado con la decadencia política, y para fijarlo. Demasiadas veces se ha afirmado que la Academia nació con objetivos puristas; no fue así» (Lázaro Carreter 2000 [1972]: 85). 56 nuestra opinión, la función estética del ejemplo lexicográfico. Los ejemplos facilitaban la comprensión e interpretación de los textos literarios, al mismo tiempo que cumplían un papel antológico. Otra función que puede desempeñar el ejemplo lexicográfico es la que denominamos función didáctica o enciclopédica. Tampoco se trata de un papel prototípico en diccionarios actuales, pero sí se encuentra con relativa frecuencia en antiguos diccionarios. Los ejemplos de contenido enciclopédico no muestran necesariamente el uso gramatical de una voz, sino que ofrecen información semántica complementaria, información referida a la realidad, y no al signo lingüístico en sí. Por esa razón puede hallarse este tipo de ejemplos en enciclopedias, diccionarios enciclopédicos y en gran número de diccionarios especializados. En estos últimos, cuya función principal es explicar el objeto real, no definirlo lingüísticamente, los ejemplos enciclopédicos cumplen el mismo papel didáctico que las explicaciones dadas por el autor del diccionario. En estos casos, está permitido acudir a la autoridad en la materia, entendiendo el término autoridad no en el sentido lingüístico que hasta ahora hemos contemplado, sino entendiéndolo como „experto‟ o „sabio‟. Una obra en la que se mezclan constantemente los ejemplos lingüísticos y los ejemplos enciclopédicos es el Tesoro de la lengua castellana o española (1612) de Sebastián de Covarrubias. Los ejemplos ilustrativos en realidad escasean. Éstos, más bien, tienen una función didáctica: hablan de historia, de mitología, etc. Y eso se explica porque el Tesoro no es realmente un diccionario de lengua. No se puede encasillar completamente en ningún género lexicográfico actual, pues no se trata ni de un diccionario etimológico en sentido moderno, ni de un diccionario enciclopédico tampoco. Covarrubias entendía la indagación etimológica del mismo modo que San Isidoro de Sevilla, al que intentaba emular (Seco 1987b: 112). La etimología se identificaba desde la Antigüedad con la esencia verdadera del objeto que se designaba. Esa esencia motivaba de alguna manera su nombre. Por eso era tan importante describir la realidad extralingüística, porque ésta determinaba la forma de las palabras. Y los ejemplos, extraídos de autoridades („sabios‟), tanto clásicas como contemporáneas, extranjeras o españolas, servían para explicar mejor aquellas palabras a las que Covarrubias quería encontrar su étimo, su significado esencial. No podemos terminar este epígrafe sin ocuparnos de la función ilustrativa, la más importante en los diccionarios contemporáneos, aunque no tanto en los diccionarios del pasado. Por tales motivos, la hemos dejado en último lugar. La función ilustrativa muestra las características sintagmáticas de la unidad léxica definida (colocaciones, valencia, régimen lexemático, combinaciones típicas, etc.), permite distinguir diferentes acepciones (desambiguación y semantización del signo lemático) y muestra los contextos 57 situacionales típicos de uso de la palabra (valores pragmáticos). Por tanto, la función ilustrativa es la que predomina en los diccionarios de aprendizaje, tanto bilingües como monolingües. Ahora bien, negar la función ilustrativa a los ejemplos presentes en diccionarios como el de Autoridades, Terreros, Castro o Pagés sería tanto como reconocer que dichos ejemplos estuviesen escritos en lenguas extrañas. Como decíamos en el epígrafe dedicado al contenido del ejemplo lexicográfico, la isotopía es un fenómeno natural en cualquier tipo de texto. Es la propiedad que permite dar cohesión a un determinado mensaje, para que éste pueda ser comprendido por su receptor. Ciertamente, las obras literarias no son las más idóneas para mostrar los usos típicos de las palabras, pero lo cierto es que en este tipo de libros el elemento oral está muy presente (podemos hablar de obras de teatro, diálogos en el interior de las novelas, sin olvidar que a partir del siglo XIX surge el género costumbrista, cuyos cultivadores estaban interesados en reflejar el habla del pueblo llano). Por tanto, si hablamos de literatura no debemos pensar sólo en sofisticados versos al estilo gongorino. El problema radica en que los lexicógrafos tenían presente el hecho de que las cuestiones sintácticas debían ser mostradas en la gramática, no en el diccionario. Por eso, el valor ilustrativo del ejemplo pasó a un segundo plano respecto al de testimonio. En los últimos años, la función ilustrativa, ha centrado el interés de numerosos investigadores. Terencia Silva Rojas y Beatriz Figueroa Revilla resumen las diferentes sub-funciones de la ilustración propuestas por algunos autores (Cowie, 1989; Drysdale, 1987; Szende, 1999; Fox 1993) en el siguiente cuadro: 58 RECEPCIÓN PRODUCCIÓN RECEPCIÓN Y PRODUCCIÓN GRAMÁTICA Proporcionar estructuras gramaticales adecuadas Ayudar a elegir la forma gramatical adecuada SINTAXIS Mostrar contextos típicos Proporcionar modelos reales de uso Ayudar a construir colocaciones adecuadas Ayudar a producir secuencias a partir de modelos reales Ayudar a evitar errores predecibles SEMÁNTICA Desambiguación: - aclarar el significado - distinguir el significado Mostrar contextos típicos Ilustrar los distintos significados de una entrada Ayudar a producir secuencias a partir de modelos reales Ayudar a evitar errores predecibles (falsos amigos, significados adaptados al contexto) Expandir el campo semántico de los términos de la entrada o presentar campos próximos o interrelacionados. PRAGMÁTICA Mostrar contextos situacionales típicos Proporcionar modelos reales de uso Indicar registros apropiados y niveles estilísticos Ayudar a producir secuencias a partir de modelos reales Ayudar a evitar errores predecibles (significados adaptados al contexto) Ayudar a producir realizaciones lingüísticas adaptadas a la situación y al contexto Motivar la reflexión y la producción léxica INFORMACIÓN ENCICLOPÉDICA Ilustrar los usos de la entrada en los distintos dominios de conocimiento Aportar información enciclopédica pertinente sobre las entradas o los usos de las entradas 59 El análisis llevado a cabo en los tres niveles gramaticales, sintaxis, semántica y pragmática, nos parece el más adecuado para poder describir la función ilustrativa del ejemplo lexicográfico. Otros autores, como Harras (1989) o Hermanns (1987) hablan de las características que deben poseer los ejemplos para cumplir correctamente su función ilustrativa (en los diccionarios de aprendizaje). Así Harras (1989: 612-613) hace una enumeración de las diferentes virtudes que puede tener el ejemplo lexicográfico (hasta un total de ocho): 1. Muestra las características prototípicas del objeto o de las circunstancias que se designan con el correspondiente lema. 2. Incluye una colocación. 3. Incluye una oración o una cita. 4. Incluye expresiones que representan palabras sinónimas o antónimas de la entrada. 5. Muestra un aspecto característico de la relación del lema con la opinión del objeto o de las circunstancias que designan al lema. 6. Documenta maneras de hablar, que son típicas de un tipo de texto, que están característicamente relacionadas con el lema. 7. Es metacomunicativo y documenta valoraciones sobre el valor de uso de un lema. 8. Puede ser un exemplum in contrario, es decir, un contraejemplo o una muestra de cómo no hay que usar la palabra. Por su parte, Hermanns (1987: 170 y siguientes) expone las virtudes del ejemplo lexicográfico en forma de cuatro grandes máximas que, se dividen, a su vez, en catorce sub-máximas: 1. Un ejemplo debe ser elocuente: debe mostrar lo que es semánticamente prototípico del signo lemático (1), tautológico (2) y multifuncional (3). 2. Un ejemplo debe ser atrayente: debe ser interesante (4), ingenioso, gracioso (5), exigente y sencillo de entender, tener un colorido histórico (8), local o social (9), y, a ser posible, presentar una formulación literaria de éxito (10). 3. Un ejemplo debe ser verdadero: Debe ser auténtico (11), debe adaptarse bien a su objetivo (12) y ser verosímil (13). 4. Un ejemplo debe ser breve. Debe incluir la máxima información en el menor espacio posible (14). Algunas de estas virtudes del ejemplo lexicográfico son, cuanto menos, discutibles. Un ejemplo “simpático” o “ingenioso” puede tener alto valor pedagógico en un usuario infantil o joven, pero resultar ridículo para un usuario adulto. En cualquier caso, no es posible que un único ejemplo posea todas las características que exigen las máximas propuestas por Hermanns. La adecuación del ejemplo al género del diccionario es la que 60 termina siendo la mejor fórmula para la obra que tenga éxito. 1.4.4. Recapitulación Llegados a este punto, y tras abordar las diferentes funciones que pueden tener los ejemplos en el diccionario, queremos hacer una síntesis de los temas más importantes tratados hasta ahora en el presente capítulo. Ofrecemos a continuación una tabla sinóptica en la que establecemos una tipología del ejemplo lexicográfico, ordenada en tres niveles: forma, contenido y función, partiendo de una categoría matriz, la fuente, y terminando en los diferentes géneros lexicográficos que determinan el uso de los diferentes tipos de ejemplo: FUENTE: NIVEL DE ANÁLISIS: LINGÜÍSTICA (CORPUS) METALINGÜÍSTICA COMPETENCIA DEL LEXICÓGRAFO 1) FORMA ejemplo real (con o sin referencia bibliográfica) (con diversa extensión: sintagma, oración o texto) comentario o glosa (con referencia bibliográfica) ejemplo inventado 2) CONTENIDO literario (ideológicamente marcado o no) enciclopédico (información especializada) banal metalingüístico (definiciones, explicaciones de índole metalingüística) banal 3) FUNCIÓN testimonial (ilustrativa) estética (normativa) testimonial (ilustrativa) didáctico- enciclopédica testimonial ilustrativa --- (testimonial) --- didáctico- enciclopédica (testimonial) ilustrativa 4) GÉNERO LEXICOGRÁFICO diccionario general de lengua; diccionario de regionalismos; diccionarios históricos; diccionarios etimológicos; diccionarios de autor diccionario general de lengua; diccionario enciclopédico (diccionario de regionalismos) diccionario de especialidad diccionario general de lengua; diccionario de regionalismos diccionario de aprendizaje (monolingüe/ bilingüe) diccionario general de lengua (con criterio exhaustivo); diccionario de regionalismos; diccionario de especialidad diccionario general de lengua; diccionario de aprendizaje (monolingüe/ bilingüe) 61 La tabla refleja las situaciones prototípicas y a veces también las poco frecuentes, pero sabemos que existen posibilidades atípicas que no se contemplan en el cuadro, como es el hecho de que una fuente metalingüística refleje el uso lingüístico de una voz, o que un ejemplo real no cumpla su función de testimonio, cuando se trata en realidad de una equivocación del lexicógrafo al copiar su fuente, formándose así una palabra fantasma. Para empezar, el lexicógrafo reúne las fuentes de su futuro diccionario en virtud del género al que pertenezca éste. Las fuentes pueden estar basadas en un corpus cerrado, establecido de antemano, o en un corpus abierto, lo que significa que el lexicógrafo puede ir incluyendo nuevas unidades léxicas conforme va haciendo su obra, sin la necesidad de haber establecido previamente una lista de lecturas. Esta lista, conocida como nómina (de autores y de obras), suele aparecer en algunos diccionarios. Se trata casi siempre de un listado escrito una vez concluido el diccionario. Si el corpus refleja un conjunto cerrado y selecto de escritores literarios de gran prestigio, puede hablarse de un corpus basado en un canon literario. Las fuentes pueden ser de tres tipos: lingüísticas, metalingüísticas y basadas en la competencia del lexicógrafo. Las fuentes lingüísticas ofrecen un conjunto de textos en los que las palabras, como signos lingüísticos, se muestran en su instancia de uso natural. Los signos son referenciales y se combinan según las reglas estructurales de la gramática. Según el objeto del texto, las fuentes lingüísticas pueden organizarse en tres grandes grupos: fuentes literarias, fuentes científico-técnicas y otras fuentes de diversa índole, como textos publicitarios, recetas de cocina, etc. Naturalmente, las fuentes también pueden ser orales, y éstas pueden rastrearse incluso en diccionarios de otras épocas. Terreros, por ejemplo, realizaba encuestas personalmente en diversos puntos de la geografía española, y esas encuestas constituían, lógicamente, fuentes orales. Por otro lado, existen, además, fuentes metalingüísticas. Generalmente, estas fuentes, formadas por diccionarios, gramáticas, atlas lingüísticos, etc., suelen citarse para añadir información (meta-)lingüística a la ya ofrecida en la definición. Por ese motivo, el signo lingüístico, generalmente, no se muestra en uso referencial, sino en función metalingüística. Cuando se cita un diccionario o una gramática, la referencia bibliográfica no suele faltar. En esos casos, no deberíamos hablar de ejemplos reales, aunque el lexicógrafo hubiese considerado ejemplos a esos textos. Más bien, se trataría de comentarios o glosas insertados dentro del artículo lexicográfico, con la apariencia tipográfica de un ejemplo lexicográfico. Lo que tienen en común estas glosas y los ejemplos reales es que ambos corresponden a unidades textuales referidas o citadas dentro del diccionario. Por último, tendríamos la propia competencia del lexicógrafo. Ésta sería la fuente más apropiada para crear ejemplos banales, con una función esencialmente ilustrativa, si bien, como hemos comentado anteriormente, el uso exclusivo de la competencia del lexicógrafo puede acarrear riesgos. El método ideal a la hora de elaborar 62 un diccionario debería estar basado en la combinación de los conocimientos lingüísticos del redactor con el uso racional de fuentes auténticas. Después de analizar la categoría matriz, hay que comenzar describiendo la forma del ejemplo lexicográfico. Por forma pueden entenderse diversos aspectos: la tipografía, el modo de presentar el signo lemático dentro del ejemplo, la extensión del propio ejemplo (si se trata sólo de una unidad codificada, como colocaciones o locuciones pluriverbales; si se basa en una sola oración o en varias, y si se reconstruyen partes que faltan para dar coherencia al texto. Cuando se basan en un corpus lingüístico, los ejemplos se consideran reales. Cuando la fuente es metalingüística, preferimos llamar al ejemplo “comentario citado” o “glosa citada”. Finalmente, los ejemplos que proceden exclusivamente de la competencia del redactor se conocen como ejemplos inventados. En la práctica, sin embargo, es muy difícil saber cuándo un ejemplo es inventado o real. Por esa razón, aunque estos ejemplos indiscutiblemente existan, preferimos hablar de ejemplos con referencia bibliográfica y ejemplos sin referencia bibliográfica. De esa manera, tenemos un criterio formal y objetivo de establecer estos dos tipos de ejemplo. Respecto al nivel del contenido, la diversidad de mensajes que puede transmitirse en los ejemplos es potencialmente infinita. Existen, sin embargo, algunas restricciones. Por ejemplo, el significado del signo lemático determina muchas veces el contenido del ejemplo. Así ocurre con voces en los que la ideología juega un papel muy importante, como es la religión, la política, la filosofía, la historia, etc. Las obras literarias, entendidas en su sentido más amplio, suelen ser la fuente más usual de este tipo de ejemplos. En otras ocasiones, la ideología no juega un papel tan importante, y el contenido más bien suele ser banal o intrascendente. Además, podemos encontrar ejemplos de contenido enciclopédico, extraídos, como es lógico, de obras técnicas o científicas. Esto depende, una vez más, del propio significado de la unidad léxica definida, como les ocurre a los términos especializados en campos como la química, la astronomía, la agricultura, etc. En cuanto a los ejemplos metalingüísticos, en un gran número de ocasiones lo que aparece es una cita que corresponde a la definición de otro diccionario. Por eso, algunos autores han llamado a este tipo ejemplo definicional. En ocasiones, si un refrán es el objeto del artículo lexicográfico, lo que se hace es citar la glosa de un autor que haya recogido este tipo de expresiones. De ese modo, el refrán es explicado dos veces: una en la definición y otra en la glosa citada, que generalmente es la fuente informativa de la primera definición. Normalmente, el ejemplo inventado no suele tener un marco referencial claro, sino más bien vago, aplicable a un gran número de situaciones. De ahí que tenga un gran valor ilustrativo. No obstante, a veces puede sorprender el hecho de que el ejemplo inventado por el lexicógrafo sea un poema o un texto en prosa de gran calidad literaria. Esto nos recuerda a los ejemplos anónimos del primer diccionario de la Academia Francesa. 63 Las funciones del ejemplo lexicográfico son, como ya venimos diciendo, esencialmente dos: la de testimoniar y la de ilustrar una voz. Sin embargo, existen diferentes grados a la hora de manifestarse. El nivel de fiabilidad del testimonio depende del tipo de fuente del que se ha extraído el ejemplo, y el grado de ilustración se desprende del contenido. El simple hecho de que un ejemplo aparezca en el diccionario permite que éste sirva de testimonio, puesto que el usuario espera que la fuente usada, o la competencia del autor, reflejen la existencia real de la palabra consultada, así como su uso correcto. Los ejemplos extraídos de un corpus lingüístico auténtico, y que además cuentan con una referencia bibliográfica, poseen un alto valor testimonial. Por el contrario, si el ejemplo se ha extraído de una fuente metalingüística, el valor de testimonio queda muy debilitado. Los catálogos de voces de un diccionario son el resultado de una incesante historia de copias y de plagios. Por eso, no sorprende que se hayan introducido numerosas voces que en realidad son fruto de malas trascripciones o, simplemente, voces fantasmas. De ello eran muy conscientes los diccionaristas que hemos estudiado aquí. Terreros critica a menudo la introducción de voces castellanas pero sin uso en algunos diccionarios bilingües franceses e italianos (Jacinto 2007). Salvá (1846: XXX), a su vez, denuncia la ligereza con que Terreros acepta en su obra voces que sólo se encuentran en repertorios del vecino país francés. Juan de Arona no soporta la abundancia de falsos americanismos que encuentra en Salvá (Arona 1974 [1883-84]: s.v. granadilla; frijol). Por eso se entiende que Aniceto de Pagés y el continuador de su diccionario, José Pérez Hervás, redujeran drásticamente el uso de ejemplos a partir de otros diccionarios. Esto es una consecuencia de la crisis de autoridad por la que atravesó la mayoría de los diccionarios hispánicos durante el siglo XIX. Y en cuanto al ejemplo inventado, todo depende de la confianza que trasmita el diccionario para considerar fiables los testimonios que presenta. Todos los ejemplos, salvo las glosas metalingüísticas citadas, ilustran en cierto modo un determinado uso. Cuanto más sencillo y banal sea el ejemplo, más fácilmente podrá ser entendido por un usuario de cultura media: podrá deducir información gramatical y semántica, pero al mismo tiempo la sencillez del ejemplo reducirá el grado de autenticidad y los efectos culturales que sí poseen los ejemplos literarios. Los enciclopédicos tampoco suelen ser muy ilustrativos, pues este tipo de textos centran la atención del usuario en la información extralingüística, y no en la gramatical. Respecto a los ejemplos metalingüísticos, éstos explican el uso, no lo ilustran. Finalmente, los ejemplos inventados suelen hacerse precisamente para ilustrar desde diferentes puntos de vista el uso de una unidad léxica. Las restantes dos funciones, la estética y la didáctico-enciclopédica, dependen del contenido del ejemplo, y no son tan frecuentes en los modernos diccionarios de lengua. La función estética aparece en la cita de textos literarios, sobre todo en los poéticos. Tiene 64 una relación directa con el prestigio del autor nombrado y con los valores simbólicos, nacionales y políticos de los que se quiere dotar a la lengua. Por ese motivo, la función estética suele ir acompañada de un enfoque normativo. El escritor autoriza la voz al mismo tiempo que muestra el uso literario. En cuanto al ejemplo enciclopédico, éste sirve sobre todo para acompañar y completar la definición de tecnicismos y de voces metalingüísticas. Destacaremos, finalmente, la relación existente entre la función del ejemplo lexicográfico y el género lexicográfico del repertorio en el que aparece. La enorme diversidad de diccionarios y las tipologías que se han elaborado hasta ahora de este tipo de obras reflejan la cantidad de géneros que es posible encontrar. Aquí sólo trataremos los más importantes, aunque a partir de ellos es relativamente fácil extrapolar los criterios a otras clases de diccionarios menos frecuentes. Comenzaremos con el diccionario general de lengua. Éste se caracteriza por recoger, como su nombre indica, el léxico general y usual de una lengua, acogiendo las voces más usuales también de diversos campos, como el científico-técnico, el regional y un caudal considerable de léxico literario y arcaico, como sucede con el diccionario académico. Debido a las características de la nomenclatura, es posible encontrar prácticamente cualquier tipo de ejemplo en estos diccionarios, tal como se ve en nuestra tabla, y como vamos a comprobar a lo largo de este trabajo. El diccionario general puede albergar ejemplos literarios, enciclopédicos, banales, inventados y reales y, cuando se trata de repertorios que aspiran a recoger el léxico en su totalidad, no renuncian a la cita de otros tratados metalexicográficos, como se podrá ver en los diccionarios que vamos a estudiar. Los diccionarios de regionalismos son obras en las que se recoge una parcela concreta del léxico de una lengua: aquella que corresponde al conjunto de voces usadas únicamente en un área dialectal. Dentro del ámbito español, los diccionarios de regionalismos más conocidos son los de americanismos, con una rica tradición que comienza ya a finales del siglo XVIII. También contamos con obras de relevancia en la Península Ibérica, como, por ejemplo, el Diccionario de andalucismos (1933) de Alcalá Venceslada. Este género de diccionarios ha sido propenso a usar ejemplos en su microestructura, especialmente por su valor testimonial. Los textos escritos en los que se localiza el uso de voces regionales suelen ser escasos, debido al carácter oral que posee este tipo de léxico. No obstante, y debido a que las obras literarias españolas siempre se han enriquecido con palabras y expresiones coloquiales, no ha sido tan difícil encontrar regionalismos con apoyo textual. Así se ha podido comprobar en numerosos trabajos dedicados al estudio de voces regionales presentes en diccionarios con citas, como el Diccionario de autoridades y el diccionario de Terreros 31 . Los ejemplos literarios, 31 Por citar sólo los más importantes, podemos nombrar varios trabajos sobre la presencia de dialectalismos en el Diccionario de autoridades: Aurora María Salvador Rosa escribió sobre 65 sacados de la literatura costumbrista, tan propia del romanticismo, han poblado los primeros vocabularios de regionalismos, o provincialismos, como antes se les llamaba. Las crónicas y las cartas de relación de los primeros exploradores de América también resultaron una fuente muy valiosa para los “cazadores” de americanismos. Del mismo modo, aunque con una presencia menor, podían incorporar ejemplos enciclopédicos en los artículos referidos a realia, es decir, realidades específicas de una determinada región, como plantas, fauna, gastronomía, costumbres, etc., inexistentes en otras zonas. Los repertorios, en su afán por acumular el mayor número de regionalismos, acabaron citando a su vez otros vocabularios, muchas veces para testimoniar voces obsoletas o historicismos que ya habían desaparecido del uso desde hacía tiempo. Lo que no es frecuente encontrar en estas obras son ejemplos inventados, porque el valor testimonial es de suma importancia, equiparándose o superando incluso al del valor ilustrativo. Los diccionarios enciclopédicos pueden contener la misma clase de ejemplos que un diccionario general de lengua. La diferencia estriba en que este género presenta una mayor abundancia de ejemplos enciclopédicos, con una evidente finalidad didáctica. Esta clase de ejemplos no son tan breves, y suelen contener noticias sobre historia, ciencias naturales, matemáticas, religión, mitología, etc. Muy próximo al diccionario enciclopédico encontramos el diccionario de especialidad. Se trata de otra obra de carácter restrictivo, al igual que los diccionarios de regionalismos. En este caso, la selección de unidades léxicas se ciñe a las voces pertenecientes a un campo científico determinado. El léxico de especialidad se halla en la jerga de los especialistas en un área técnica o científica determinada, y generalmente está fuera del alcance y del conocimiento del resto de los hablantes no iniciados. Por eso, se ha repetido durante tiempo que el léxico especializado no pertenece a la lengua común, y se ha evitado su incorporación a los diccionarios generales. Hay que decir que los diccionarios especializados no suelen contener ejemplos. Su presencia no tiene sentido. Lo que se pretende en estas obras no es ni ilustrar ni testimoniar un tecnicismo en cuestión, sino explicarlo con el mayor grado de exactitud posible. Por eso, los ejemplos no poseen una función específica en este género. No obstante, en una época en que los ejemplos poseían un gran prestigio, como es el siglo XIX, incluso muchos diccionarios de especialidad trataban de testimoniar los tecnicismos que encontraban. Era normal también en esa época escribir diccionarios de especialidad cuyo léxico no fuese actual, como el Glosario de algunos antiguos vocablos de Arquitectura (1876) de Eduardo Mariátegui. Esta obra las localizaciones geográficas (1987), Manuel Alvar Ezquerra (1991) y José Luis Aliaga Jiménez sobre los aragonesismos (1994); Ignacio Ahumada (2000b) sobre las citas en los artículos dedicados a los andalucismos; y Pilar Montero Curiel (2006) sobre los dialectalismos de Extremadura. En cuanto al Diccionario castellano del padre Terreros, también se han publicado varios estudios: Gloria Guerrero Ramos (1992) publicó un artículo sobre dialectalismos en general; Isabel Echeverría Isusquiza (2000) sobre los montañesismos, esto es, sobre las voces particulares usadas en la Montaña, nombre histórico que recibió Cantabria; y Antonia María Medina Guerra y Concepción Ayala Castro sobre los andalucismos. 66 es, al mismo tiempo, un diccionario de especialidad y de arcaísmos, y este segundo elemento sí justifica la introducción de ejemplos testimoniales o, como preferimos llamarlos, testimonios filológicos. Además, por el carácter del léxico ejemplificado, se trata además de ejemplos enciclopédicos. Concluimos haciendo referencia a los diccionarios de aprendizaje, aquellos orientados a la adquisición de una lengua extranjera o a mejorar su uso por parte del hablante materno. La lengua que se pretende enseñar en esta clase de obras no está basada en autoridades ni está sujeta a una norma prescriptiva. La lengua que se quiere enseñar es la variedad general usada cada día por los hablantes. Su finalidad la aparta considerablemente del grupo de diccionarios como los de la Real Academia, o de aquellos diccionarios diacrónicos y exhaustivos del siglo XIX. El modelo de lengua es sincrónico; el corpus usado para su redacción no se ciñe a obras literarias, sino a textos de todo tipo, incluidos textos orales, textos extraídos de la radio o de la televisión, y últimamente también de textos aparecidos en blogs de internet. Todos ellos tienen en común que muestran una lengua viva, generalmente coloquial. El diccionario de aprendizaje no sólo define las voces, sino que muestra también información sintagmática, gramatical y pragmática. En ninguna obra mejor que en ésta el lexicógrafo es consciente de que enseñar el significado de una palabra sólo consiste en dar instrucciones al usuario para que sepa usarla en un determinado contexto 32 . El diccionario de aprendizaje es fruto de una revolución en el campo de la lingüística. La gramática ya no se observa como un conjunto de disciplinas-estanco, sino relacionadas entre sí. La gramática generativa ha fomentado lo que algunos autores denominan un “giro lexicista” (Demonte 1991: 24; Garrido Medina 1992). El diccionario reúne toda la información de la unidad léxica: información morfológica, sintáctica, semántica y pragmática. Son diccionarios de uso, y se entiende por uso la autenticidad del hecho lingüístico manifestada en el habla. Por esa razón, los diccionarios de aprendizaje han motivado la formación de grandes corpus informatizados que reflejaran los usos auténticos de una lengua. Y los ejemplos constituyen la mejor herramienta para mostrar precisamente ese uso lingüístico. Gracias a los ejemplos, el usuario no sólo aprende a descodificar textos, sino también a producirlos. Los diccionarios de aprendizaje pueden considerarse activos y pasivos, de producción y de recepción. Para ello, los ejemplos no necesitan incorporar ninguna referencia bibliográfica. El valor testimonial no es lo que más interesa, sino su valor ilustrativo. Por ese motivo los ejemplos suelen ser intrascendentes, y su fuente, aunque mayoritariamente se basa en un corpus auténtico, también puede tener como origen la competencia de uno de los redactores del diccionario. No suele haber ruido lingüístico. En los diccionarios bilingües, además, los ejemplos suelen estar traducidos. El ejemplo es lo suficientemente 32 La idea de que el contenido de un diccionario debe entenderse como conjunto de “instrucciones” para las determinadas tareas más que como “descripción” de los elementos de una lengua se formula de manera explícita, por primera vez, en Werner 1982: 271. 67 vago y general como para ser extrapolado al mayor número de situaciones comunicativas posibles. La discusión entre ejemplo inventado y ejemplo real (generalmente literario) con el que comenzábamos el presente capítulo no tiene, por tanto, ningún sentido. Como hemos visto a lo largo de estas páginas, no hay un tipo de ejemplo mejor que otro. Todo depende, en última instancia, de la finalidad del ejemplo y del género lexicográfico en el que aparece. El resto de cuestiones suelen llevar a discusiones estériles. 1.5. El ejemplo con valor de autoridad Hasta el momento, no hemos abordado directamente el concepto de autoridad, porque era necesario definir otras ideas afines, como fuente, ejemplo y cita. El concepto de autoridad lexicográfica resulta tan problemático como puede ser, por ejemplo, el de americanismo. Diversos autores (Rabanales 1953; Rona 1969) han tratado de objetivar sin éxito el término americanismo, sin tener en cuenta que éste no hace referencia a un fenómeno con características objetivas, sino que se trata simplemente de un constructo mental, una categoría operativa cuyo acierto depende de la eficacia que posea en la consecución de un determinado fin, como es, en este caso, la redacción o descripción de diccionarios diferenciales. Lo mismo sucede con el concepto de autoridad, que no es un ente objetivo, sino una idea ha ido evolucionando a lo largo de los siglos. El objetivo de nuestra investigación es indagar en un período de nuestra lexicografía en el que el principio de autoridad lingüística operaba y se llevaba a la práctica. Por tanto, hay que determinar cuándo se inició y hasta qué años siguió tomándose en cuenta este criterio. La cuestión no es sencilla. Si identificáramos simplemente autoridad con cita (literaria), correríamos el riesgo de pensar que el Diccionario del Español Actual (1999) es un diccionario de autoridades por el hecho de mostrar citas regularmente en su microestructura. Sin embargo, Seco denomina a estas unidades testimonios de uso, pero nunca las llama autoridad (Seco 1999: Guía del lector, XIII). El concepto de autoridad va ligada a una concepción peculiar de la norma lingüística, pero va mucho más allá: pertenece a un paradigma en el que la lengua se contemplaba con un código jurídico que se debía respetar por parte del conjunto de la sociedad (o al menos por parte de las élites cultas). El diccionario de Seco es, por el contrario, una obra descriptiva. Hoy ya no pertenecemos a ese paradigma. El término autoridad fue inventado por los antiguos romanos, grandes oradores y juristas. Pero a diferencia de lo que suele pensarse, el principio de autoridad no tenía en aquellos tiempos una gran importancia. En el siglo I a. C., las autoridades, basadas en los escritores arcaicos, pues Virgilio y Cicerón apenas habían comenzado a escribir, sólo servían en casos puntuales, para solventar dudas gramaticales, por ejemplo la ortografía de una palabra, su género gramatical, su 68 significado dudoso, etc. Las autoridades iban ligadas generalmente a la descripción de arcaísmos. La norma lingüística siempre se sintió inclinada hacia los períodos más antiguos de la lengua. Sólo a partir de la decadencia imperial y lingüística, las autoridades cobraron una importancia inusitada. Las gramáticas de Carisio (s. V) o Prisciano (s. VI), y los vocabularios de Festo (s. II) y Nonio Marcelo (s. III-IV) se construyeron exclusivamente sobre la base de unas pocas autoridades, como Virgilio, Cicerón, Terencio y Plauto (la llamada cuadriga clásica). Los gramáticos eran conscientes de que las lenguas cambian. Ellos creían que cada lengua pasaba por una etapa temprana imperfecta a la que seguía la etapa de madurez y, finalmente, de senectud. Los humanistas europeos rescataron el principio de autoridad para devolver al latín a su antiguo esplendor. Por eso los diccionarios latinos como los de Ambrogio Calepino (1502) y Robert Estienne (1532) contenían citas de autoridades. El cardenal Pietro Bembo (1470-1547), figura destacada del humanismo vulgar, abogó por la creación de una lengua literaria normativa que estuviese a la misma altura que el latín en cuanto a elegancia y perfección. Así empezaron a formarse las primeras listas de autoridades “de la lengua vulgar”. Devolviendo a la autoridad el primitivo valor jurídico que tuvo en la antigua Roma, la Real Academia Española confeccionó su Diccionario castellano. Como bien señala en su discurso de ingreso José Manuel Blecua (2006: 34- 35), el diccionario se concibió como un gran proceso judicial, en el que cada una de las voces que componen la lengua española se sometió al juicio severo de los académicos, y en el que las autoridades participaban como testimonia o probationes 33 . Se trataba de codificar por primera vez el léxico general del español. El diccionario de autoridades hace dos distinciones: hay autoridades que prueban por sí mismas la propiedad y elegancia de las voces, y también los simples testimonios, basados en textos secundarios o no literarios, que sólo sirven para registrar la voz, pero no la autorizan o autentifican, por lo que necesitaba ser evaluada independientemente por la corporación. Bien conocida es la frase que se halla en la Historia de la Real Academia Española escrita por Joseph Casani, y publicada en el primer tomo del Diccionario de autoridades: La Academia no es maestra, ni maestros los Académicos, sino unos Jueces, que con su estúdio han juzgado las voces: y para que no sea libre la sentencia, se añaden los méritos de la causa propuestos en las autoridades que se citan (Diccionario de Autoridades, I, XIX). Sin embargo, y aunque su intención no fuera primitivamente ésa, la regla de autorizar las voces con varios textos llevó a la Academia a crear un diccionario con características modernas. En los dos siglos siguientes, el principio de autoridad siguió teniendo un halo de prestigio. El primer diccionario académico logró codificar el léxico general del español. Esteban de Terreros, Adolfo de Castro y Aniceto de Pagés hicieron uso otra vez 33 Una de las acepciones que Robert Estienne (1532) recoge del término auctoritas es la de testimonium authenticum. 69 del principio de autoridad, aunque con una finalidad distinta, como veremos en este trabajo. Las autoridades, ejemplos con un valor testimonial evidente, fueron evolucionando hacia lo que hemos llamado testimonios filológicos y, finalmente, hacia los ejemplos de uso. Hay autoridades que testimonian con la simple indicación del nombre del autor. Es lo que sucede sobre todo en el Diccionario castellano de Esteban de Terreros. No hay cita propiamente dicha. Sin embargo, lo más usual es que la autoridad se base en un texto. La autoridad es un término creado por un proceso metonímico. En principio, la autoridad era una cualidad que poseía la persona sabia o capacitada para desempeñar un poder civil o militar. De ahí pasó a designar a la propia figura que poseía la autoridad. Finalmente, el texto creado por un personaje ilustre acabó adquiriendo este nombre. A lo largo de las páginas precedentes, hemos descrito el ejemplo lexicográfico. Pensamos que las autoridades son ejemplos lexicográficos con un valor simbólico añadido. Las autoridades pueden ser analizadas según los tres niveles aquí descritos. No se diferencian en nada de las citas. Por esa razón, no podemos estar de acuerdo con la propuesta de Isabel Sánchez, cuando dice, a propósito de la identificación de ejemplo y autoridad: «Esta denominación crea, a nuestro parecer, una sinonimia falsa entre los términos autoridad y ejemplo, similitud entre dos términos aún más lejanos en contenido que la existente entre autoridad y cita» (Sánchez López 2000: 2311). Isabel Sánchez piensa en el ejemplo de uso, y las diferentes funciones que adquieren los ejemplos de uso en un diccionario didáctico, en contraste con las autoridades en un diccionario general. Pero como ya hemos explicado, pensamos que toda autoridad es, formalmente y en cuanto al contenido, un ejemplo. Sin embargo, no todo ejemplo es una autoridad. La única diferencia radica en el último nivel de análisis contemplado: la función. Hemos visto que hay ejemplos de contenido intrascendente, del mismo modo que hay también autoridades sin un contenido particularmente llamativo (recuérdese las voces achicharrar, automóvil o yunque en el Gran diccionario de la lengua castellana de Aniceto de Pagés, autorizadas por Bretón de los Herreros, Emilia Pardo Bazán y Pío Baroja respectivamente). También pensamos que el término ejemplo citado, usado por esta autora (Sánchez López 2000: 2312) para referirse a aquellas citas que funcionan como ejemplos de uso, no está verdaderamente justificado. El ejemplo citado se ha usado siempre como sinónimo de cita (de hecho, es un calco del francés exemple cité). Además, la expresión en sí misma es ambigua, porque da a entender que se trata de un ejemplo, da igual si es auténtico o inventado, que se cita en otra instancia. En conclusión: el estudio diacrónico del principio de autoridad nos ha permitido descubrir que dicho principio no se corresponde con un único criterio, fijo y estable, sino con cuatro aspectos que evolucionaron también con el paso del tiempo: 1) el modelo de lengua que se pretendía describir; 2) el canon de autores que se tomaban como modelo de 70 buen uso; 3) el planteamiento lingüístico del gramático o del lexicógrafo; 4) el género gramatical o lexicográfico cultivado. Veremos con más atención estos cuatro criterios en el próximo capítulo. 71 2. EL PRINCIPIO DE AUTORIDAD EN LA HISTORIA DE LA LINGÜÍSTICA 2.1. Introducción: norma lingüística y autoridad Desde la Antigüedad clásica, filósofos y oradores han reflexionado sobre el lenguaje y el poder de la palabra, ya fuera para describir la realidad, o para transmitir emociones a un auditorio. El pueblo griego fue el primero en describir y analizar su propia lengua. Pero no se deben olvidar otras culturas, como la hindú, que ya contaba con tratados sobre el sánscrito en el siglo IV a. C., o el pueblo hebreo, que, a través de mitos como el de la Creación o la confusión babélica, trató de explicar el origen y la diversidad de las lenguas. Algunas de ellas se sacralizaron, convirtiéndose en objeto de una elevada consideración, como el propio sánscrito, el hebreo, el griego o el latín. La conciencia de que se habla un idioma capaz de desempeñar funciones diferentes de las estrictamente comunicativas permitió la elaboración de gramáticas y el cuidado de la lengua a través del establecimiento de una variedad normativa que desempeñara de modo óptimo esas funciones. Esto, efectivamente, se logró gracias a la reflexión lingüística de los hablantes, como señala Luis Fernando Lara en el prólogo de su libro Lengua histórica y normatividad (2004): Tanto las tradiciones verbales como las normas de corrección son resultado de un proceso reflexivo. No nacen del habla espontánea (que no es lo mismo que “silvestre”), sino de la valoración que hace una sociedad de sus experiencias verbales en relación con los valores apreciados por ella, como la inteligibilidad, la belleza del discurso, la claridad de los razonamientos, el carácter simbólico indentitario de la lengua, su valor ejemplar en relación con una época considerada “dorada”, etc. Toda valoración de la actividad y de la experiencia verbal comunitaria implica su identificación; implica pasar del saber hablar al saber qué se habla (Lara 2004: 11-12). Efectivamente, la conciencia lingüística es aquello que permite al individuo emitir juicios sobre la variedad que habla en el seno de una comunidad concreta. Es así como surge una norma que sirve de modelo para toda la sociedad. La consideración de este hecho será de suma importancia en nuestro estudio. Sobre el concepto de norma 72 lingüística se han escrito numerosos estudios 34 . Es indiscutible que el principio de autoridad va ligado a los criterios de corrección que tratan de fijar una variedad lingüística de prestigio. Pero, ¿qué es la norma lingüística? El término se consagró dentro del ámbito de la lingüística en el siglo XIX y fue objeto de atención especial por parte de los miembros de la Escuela de Praga, especialmente de Havránek y Matthesius. Hoy en día, este concepto va asociado, con mucha frecuencia, al nombre de Coseriu, que distinguió en un trabajo de 1952 dos niveles de análisis lingüístico: el más abstracto correspondía al sistema de la lengua, y el segundo a la norma, que se basaba, no en las posibilidades estructurales que en teoría permite cualquier lengua, sino en los hábitos verbales y discursivos de los hablantes de una determinada comunidad. Coseriu definió aforísticamente el concepto de norma como «realización colectiva del sistema» (1952: 58). El uso general, manifestación del habla en su sentido saussuriano, representaba el punto de partida para establecer la norma. En la actualidad, sin embargo, existen otros planteamientos diferentes a la hora de emplear este término. Algunos lingüistas hablan de norma en un sentido descriptivo, para referirse, por ejemplo, al modo de hablar de una determinada región. Para otros, la norma es un conjunto de reglas que muestra cómo se debe hablar. Luis Fernando Lara aboga por una concepción prescriptiva de la norma. En su opinión, una norma descriptiva no se diferencia, de hecho, del propio uso lingüístico. Norma y habla vendrían a ser idénticas (Lara 2004: 46) 35 . Por esa razón, sólo debe entenderse por norma, según el autor mexicano, el modelo de lengua en el que la sociedad deposita sus valores identitarios, estéticos y la memoria social del léxico. El mismo término posee cierta ambigüedad, porque de él derivan el adjetivo normal, que apuntaría 34 La discusión en torno a la definición de norma lingüística fue iniciada en el ámbito hispánico por Eugenio Coseriu en su conocida obra Sistema, norma y habla (1952), que más tarde se incorporó en forma de artículo a Teoría del lenguaje y lingüística general (1967). Luis Fernando Lara publicó en 1976 El concepto de norma en lingüística, obra en la que rechaza la concepción defendida por Coseriu. La noción de norma llegará a ser central en el pensamiento de Lara, y volverá a aparecer en otras obras suyas, como Teoría del diccionario monolingüe (1997) o Lengua histórica y normatividad (2004). Manuel Alvar añadió nuevas ideas en un artículo del año 1982, en el que reconcilia la noción de Coseriu, basada en la normalidad, y la definición centrada en la normatividad, si bien parece no haber leído el trabajo de Lara. Hasta el día de hoy, los lingüistas siguen debatiéndose entre estas dos posturas. Salvador Fernández Ramírez, muy poco después de la publicación del estudio de Coseriu, pronunció su discurso de ingreso a la Academia, que llevaba por título «Lengua literaria y norma lingüística», en el que defiende los usos reflejados por los escritores como modelo para establecer la norma lingüística. De la misma opinión es Juan Manuel Lope Blanch, que, varias décadas después, publicó «La norma lingüística y la lengua literaria» (1998), cambiando de orden los componentes del título del discurso de Salvador Fernández Ramírez. En contra de que el modelo estándar de una lengua se deba basar en el uso de los escritores se sitúa, por ejemplo, César Hernández Alonso en su artículo «Qué norma enseñar» (2001). 35 El problema que Lara observa en la terminología empleada por Coseriu es que, si se adopta su definición de norma, entonces habría tantas normas como dialectos o sociolectos pudieran identificarse. Lara prefiere entonces hablar de tradiciones verbales para referirse a las costumbres lingüísticas de una comunidad. En cambio, define norma como «un modelo, una regla o un conjunto de reglas con cierto grado de obligatoriedad, impuesto por la comunidad lingüística sobre los hablantes de una lengua, que actúa sobre las modalidades de actualización de su sistema lingüístico, seleccionando de entre la ilimitada variedad de posibles realizaciones en el uso, aquellas que considera aceptables» (Lara 1976: 110) 73 al sentido que Coseriu le dio a este término, pero también el sustativo normativo, pues la palabra norma puede entenderse también como 'regla' o 'ley'. Por otra parte, Manuel Alvar (1982) entiende como norma lingüística actual la variedad lingüística democráticamente establecida. Por un lado, observa que hoy día la norma se basa en la vitalidad de una lengua usada por la mayoría de los hablantes. Las posibilidades escogidas por una sociedad no tienen carácter elitista, como sí ocurrió en tiempos pasados. Son el resultado de una necesidad colectiva. La norma no se impone desde instituciones como la Real Academia, sino a partir del uso colectivo. En esto coincide completamente con la concepción de Coseriu. Sin embargo, Alvar añade la idea de que a la vitalidad del uso general se le añaden posteriormente otros valores: […] la vitalidad no es el único rasgo que debemos valorar cuando de corrección se trata; surgen entonces otros principios que colaboran con ella y que vienen a ser resultado de la misma vitalidad: es la actitud que el hablante adopta para ennoblecer por variados caminos el prestigio único de la fuerza. Entonces la norma se sustenta en unos principios estéticos, éticos, culturales; digamos con una palabra: tradicionales. Y para que la tradición se perpetúe es necesario disponer de un código estable que sirva para comunicarla y transmitirla. Y el conjunto (desde la vitalidad inicial hasta la codificación) tiene ya el recurso de la obligatoriedad, que es su propia salvaguarda (Alvar 1982: 54) Alvar reconoce, por tanto, que la norma no se basa sólo en un criterio estadístico de uso, sino también en una serie de valores socialmente reconocidos. Esto no quiere decir, sin embargo, que no puedan existir otras normas fuera de la norma general: «Para mí, norma general es corrección democráticamente conseguida y aceptada; normas particulares, cada una de las que existen minoritariamente y que son realizaciones del sistema reducidas a grupos limitados» (Alvar 1982: 55). En el presente capítulo vamos a mostrar el proceso de reflexión que tuvo lugar en torno a la norma lingüística y su relación con el principio de autoridad. La norma general estándar estuvo basada durante siglos en el uso de los escritores consagrados y de las personas cultas. Los propios gramáticos pusieron nombre a esa variedad lingüística de prestigio: helenismo en el caso de los griegos clásicos, latinidad en el de los romanos, castellano drecho para Alfonso X el Sabio o castellano de la Corte en la España de los siglos XVI y XVII 36 . La codificación de una lengua, a través de la gramática y del diccionario, iba orientada en dos direcciones. Por un lado, los autores de este tipo de obras volvían su mirada con admiración hacia el pasado, apreciando las tradiciones literarias existentes, seleccionándolas y cultivándolas. Por otro lado, se miraba al futuro, 36 Sobre los criterios de corrección y la variedad estándar reconocida por los antiguos griegos puede consultarse la obra de Elmar Siebenborn, Die Lehre von der Sprachrichtigkeit und ihren Kriterien. Studien zur antiken normativen Grammatik (1976); en torno al concepto de latinitas se puede recomendar el artículo de Díaz y Díaz, «Latinitas. Sobre la evolución de su concepto» (1951) y para la noción de castellano drecho y los inicios de la codificación del castellano en tiempos de Alfonos X la obra de Hans-Josef Niederehe, Alfonso X y la lingüística de su tiempo (1987). Finalmente, recomendamos la lectura del trabajo de Antonio Ramajo Caño, «La norma lingüística y las autoridades de lengua: de Nebrija a Correas», en el que se habla de la evolución semántica que sufrió el término lengua cortesana. 74 ofreciendo un modelo de uso que pudiera prolongarse en el tiempo. Ése fue el deseo de Dante para la lengua toscana, y el de Nebrija para el castellano (Lara 2004: 37-38). El humanismo vulgar asumió el compromiso de dotar a las lenguas vernáculas de las mismas excelencias que poseía el latín. Esta voluntad fue fruto de lo que Karl Otto Apel denominó en su ensayo Sprachpragmatik und Philosophie (1976) el descubrimiento de la lengua materna. La evolución de la lingüística y la de otros paradigmas científicos permitió que el concepto de norma lingüística se democratizara. La autoridad de la lengua pasó de estar en manos de gramáticos y escritores a estar basado en el uso general. Es decir, la corrección lingüística dejó de inspirarse en los principios de la retórica y pasó a estar fundamentada en criterios estadísticos (gracias, entre otras razones, al auge de la lingüística de corpus). Un reflejo de esta transformación puede verse ya en la tercera edición del popular diccionario Merriam-Webster, el New International Dictionary of the English Language (1961) que ha servido como norma para la descripción del inglés hablado en Norteamérica, o en la Nueva Gramática de la Lengua Española (2010) de la Real Academia Española, que reconoce abiertamente haber seguido un criterio descriptivo y sincrónico, al afirmar que no se describe el uso de los escritores del pasado, sino el uso contemporáneo de las personas cultas de España y de toda Hispanoamérica. Las gramáticas y los diccionarios descriptivos no dejan nunca de tener un carácter normativo para los usuarios, como ya supo ver Herbert Ernst Wiegand en un trabajo sobre la normatividad en los diccionario descriptivos («Von der Normativität deskriptiver Wörterbücher. Zugleich ein Versuch zur Unterscheidung von Normen und Regeln», 1986). Al mismo tiempo, puede afirmarse que cualquier tratado lingüístico se plantea desde un enfoque descriptivo, porque describe un uso real (salvo que trate de lenguas creadas como el esperanto o lenguas reconstruidas como el indoeuropeo). La elección de un uso o de otro es lo que determina las diferencias entre un manual explícitamente descriptivo y otro prescriptivo. Hasta tiempos recientes, se distinguía entre un uso correcto y otro incorrecto, tachado de vulgar, inspirado en última instancia en la bona y en la vitiosa consuetudo de la que habló Quintiliano (Inst. Oratoria I.VI.43-45), que posteriormente influyó en el clasicismo francés de Vaugelas y en su distinción entre bon usage y mauvois usage. El principio de autoridad nació para distinguir entre ambas. Si bien cualquier gramático y lexicógrafo admitía que el uso era el verdadero objeto de estudio de su obra, durante siglos, se impusieron tres criterios que determinaban la definición del buen uso. En primer lugar estaba la costumbre, el uso general, un criterio que defendieron la mayoría de los gramáticos. El segundo principio era el de la razón, que no contradecía forzosamente el criterio anterior, pero ponía el énfasis en las estructuras racionales que gobiernan la sintaxis de las lenguas. Apolonio Díscolo, ya en la era cristiana, inició la corriente racionalista que influyó posteriormente en la teoría gramatical de Prisciano y, ya en la Era Moderna, en el pensamiento de Francisco Sánchez de las 75 Brozas y de los gramáticos de Port-Royal. Por último, encontramos el principio de autoridad. Este criterio de corrección fue ganando importancia con el paso del tiempo, hasta convertirse en la base de diccionarios como el de la Academia de la Crusca (1612) o las dos primeras ediciones del diccionario de la Real Academia Española (1726-1739 y 1770). Nuestro objetivo al abordar los orígenes del principio de autoridad en la lingüística no sólo consiste en hacer una descripción historiográfica del fenómeno normativo que acompañó a dicho principio, sino demostrar que existe una tradición ininterrumpida, que comienza con los gramáticos greco-latinos, y vuelve a retomarse a partir del siglo XVI a través los studia humanitatis, cuyas teorías van a determinar la base ideológica de los diccionarios que estudiaremos aquí. El desarrollo de las ideas gramaticales en Occidente sigue un esquema cíclico. Las circunstancias históricas cambian y los métodos se perfeccionan. Pero, a grandes rasgos, los problemas más importantes de la lingüística se mantendrán sin sufrir apenas cambios con el paso de los siglos 37 . La gramática y los diccionarios han sufrido siempre interferencias entre sí y han evolucionado de forma paralela, de tal modo que los segundos han reflejado siempre la teoría expuesta en los primeros. Por esa razón, estudiaremos el principio de autoridad en los tratados gramaticales para ver, a continuación, de qué modo se puso en práctica en los diccionarios. 2.2. Grecia y Roma Las grandes civilizaciones de Grecia y Roma son los pilares sobre los que se ha fundamentado la cultura occidental. No puede entenderse el principio de autoridad en la Edad Moderna sin analizar previamente su origen y desarrollo en la civilización greco- latina. 2.2.1. La gramática clásica Aunque no existe una equivalencia exacta del término auctoritas en lengua griega 38 , las bases teóricas que permitieron la creación de un modelo prescriptivo basado en la 37 La existencia de una tradición lingüística de raíz clásica ha sido sostenida por un gran número de autores. Para más detalles, remitimos a la obra de Keith Allan, The Western Classical Tradition in Linguistics (2007). 38 Así lo reconoce el Historisches Wörterbuch der Rhetorik (1992-2003) (s.v. Autorität) dirigido por Gert Ueding, aunque Heinrich Lausberg, en su obra Elemente der literarischen Rhetorik (1967) ofrece los equivalentes griegos ἀμίωκα o ἀμίωζηζ (Lausberg 1977: 45). Dichos equivalentes significan „dignidad‟, „consideración‟ u „honor‟. Sin embargo, los términos griegos que más se aproximan al concepto filológico que los latinos designaron con el nombre de auctoritas fueron ἱζηνξία y παξάδνζηο. Estas voces se usaron para referirse a la tradición literaria usada como modelo de corrección lingüística (Siebenborn 1976: 88-93). 76 lengua literaria se encuentran ya establecidas en la cultura helenística. El desarrollo del pensamiento filosófico favoreció el planteamiento de algunas cuestiones que a la larga tuvieron consecuencias importantes a la hora de establecer los principios normativos del idioma. Por ejemplo, una de esas cuestiones trataba sobre los vínculos entre el lenguaje y la realidad. ¿Fueron los signos establecidos libremente por convención (thésis) o guardan, por el contrario, una relación con los objetos designados basada en la naturaleza (phísis)? Entre los que apoyaban la teoría convencionalista podemos mencionar a los filósofos presocráticos, Aristóteles y los filólogos alejandrinos. En cambio, los filólogos de la Escuela de Pérgamo sostuvieron, en general, la teoría naturalista. Una síntesis de ambas fue llevada a cabo por Platón en su diálogo Crátilo, a través del personaje de Sócrates. El grupo formado por los sofistas se alineó en favor de la postura convencionalista. Para Gorgias de Leontini (485 - 380 a. C.), las palabras no eran más que sonidos o murmullos (psóphoi) que adquirían significado únicamente a partir de la experiencia sensible (empereía). Existe, sin embargo, un abismo entre las palabras y la realidad que tratan de designar (Gangutia 1977: 21). Por esa razón, Gorgias abogó por el relativismo en materia lingüística. De modo diferente pensaba Protágoras de Abdera (485 – 411 a. C.), primer autor que desarrolló un modelo normativo para la lengua griega. A él le debemos la formulación más antigua de la dicotomía basada en la distinción entre uso (ζπλήζεηα) y razón (λόγορ), que volverá a manifestarse en tratadistas como Apolonio Díscolo, en los gramáticos especulativos de la Edad Media y en las gramáticas racionales de la Edad Moderna. Protágoras creía que el lenguaje podía perfeccionarse a través de la razón, propiedad ésta que comparten todos los seres humanos. La ὀξζνεπεία (orthoepeía) o corrección lingüística, exigía, por ejemplo, que las categorías gramaticales coincidieran con las categorías naturales. Para ello, Protágoras no duda en forzar el lenguaje al margen de los hábitos lingüísticos reales (Gangutia 1977: 25). Durante la época helenística, el debate entre convencionalistas y naturalistas desembocó en otra gran polémica: la que mantuvieron analogistas y anomalistas 39 . Los filólogos de la escuela de Alejandría, herederos de la doctrina del signo lingüístico desarrollada por Aristóteles en su obra Peri Hermeneia (De interpretatione), hicieron hincapié en la regularidad como principio sobre el que debía realizarse el análisis de la lengua, regularidad que se basaba en un conjunto sistemático de paradigmas, que ellos llamaron analogía. La teoría anomalista, en cambio, puso el énfasis en aquellas propiedades que no se ajustaban a dicha regularidad, llamadas anomalías 40 . Los filósofos 39 Aulio Gelio hace referencia en su obra Noches Áticas (2, 25) a esta polémica originada entre los filólogos griegos y luego continuada por los romanos: «En la lengua latina, como en la griega, unos piensan que hay que seguir la analogía, y otros la anomalía» (In latino sermone sicut in Graeco, alii ἀλαινγίαλ sequendam potuerunt, alii ἀλωκαιίαλ). 40 Un ejemplo tradicional de anomalía la hallamos en la obra de Crisipo de Soli, que se preguntaba por qué el nombre de muchas poblaciones, como Θῆβαη (Tebas) o Ἀζῆλαη (Atenas) 77 estoicos de la escuela de Pérgamo representaban esta última tendencia. A diferencia de la escuela alejandrina, los estoicos se ocuparon de estudiar con mayor profundidad las relaciones entre lógica, realidad y lenguaje desde una perspectiva semántica 41 . Será Apolonio Díscolo, llamado así posiblemente por su mal carácter, quien desde posturas estoicas desarrolle una teoría sobre la sintaxis del griego basada en la lógica. Según este autor, existen reglas de naturaleza racional que subyacen a la estructura sintáctica de la lengua. Estas reglas pueden infringirse por medio del uso cotidiano de los hablantes, pero sin sufrir ningún cambio en el nivel lógico. El importante papel que atribuye Apolonio a la razón dentro del análisis lingüístico lo acerca considerablemente al pensamiento de Protágoras. Keith Allan, por su parte, considera a Apolonio Díscolo uno de los precursores de la teoría chomskyana, pues Apolonio distinguía dos niveles diferentes de análisis lingüístico: uno lógico, inmutable y universal, y otro construido sobre la actualización real de los hablantes y de los escritores: Apollonius believed that linguistic phenomena are ordered according to knowable rational rules of grammar; knowing these rules is a better guide to correct language understanding and production than merely observing the usage of either poets and dramatists or ordinary speakers. There is a precursor here of the Chomsky 1965 distinction between competence and performance: in the view of Apollonius, authorities may disagree on what counts as proper usage and everyone has gaps in their knowledge. It is knowledge of rational analysis that provides a firm basis for decision and allows one to spot errors in usage (Allan 1987: 99). Pero hay que decir que Apolonio no rechaza la tradición literaria. Reconoce su utilidad y la combina con el análisis racional, como puede leerse en el siguiente fragmento: Así como la utilidad de la tradición literaria es muy grande para corregir los textos de los poemas como el uso del habla cotidiana, y determinar la aplicación de las palabras entre los autores clásicos, de la misma manera, también nuestra actual investigación sobre la gramaticalidad proporcionará una explicación racional para todo tipo de errores (I:60) (apud Allan 1987: 99). Más que ante un precursor de Chomsky, nos encontramos, en realidad, ante un precedente de la teoría gramatical del humanista Francisco Sánchez de las Brozas, que no ocultó el magisterio y la influencia de Apolonio en su Minerva sive de causis linguae latinae (1587). Tanto Apolonio como el Brocense se ocuparon del comentario filológico de textos literarios. Ninguno cuestionó el uso reflejado por los escritores. Antes bien, ambos aplicaron la razón para enmendar errores en la transmisión de los textos. La teoría sintáctica de Apolonio Díscolo, aunque puesta por escrito en griego, fue asimilada sólo tienen plural, si tales nombres hacen referencia a ciudades singulares. Éste es un caso de falta de concordancia entre la categoría lingüística y la realidad. 41 Crisipo de Soli y Crates de Malos fueron los primeros estoicos que acercaron los principios de la dialéctica al campo de la lingüística. Se ocuparon de las partes de la oración, siguiendo criterios nocionales o semánticos, y trataron también cuestiones como la polisemia y la sinonimia. 78 completamente por el gramático del siglo VI d. C. Prisciano, que llegará a ser uno de los más importantes modelos en la enseñanza del latín durante la Edad Media 42 . En lo que respecta a los filólogos alejandrinos, han pasado a la historia por su labor ecdótica y por sus indagaciones gramaticales. La primera gramática de la lengua griega que ha llegado, aunque parcialmente, hasta nosotros es la Τέσνη γπαμμαηική (Téchne grammatiké), atribuida a Dionisio de Tracia. La gramática se define al comienzo de la obra como un conocimiento práctico que tiene por objeto la lengua de los poetas y de los prosistas: «Gramática es el conocimiento práctico del uso general de los poetas y escritores en prosa» (γξακκαηηθή ἐζηηλ ἐκπεηξία ηῶλ παξὰ πνηεηαῖο ηε θαὶ ζπγγξαθεῦζηλ ὡο ἐπὶ ηὸ πνιὺ ιεγνκέλωλ). Este autor, sin duda uno de los más importantes gramáticos de la Antigüedad, es el último eslabón de una larga cadena de filólogos alejandrinos expertos en poesía homérica y literatura clásica, como Filetas de Cos, Zenódoto de Éfeso, Apolonio de Rodas, Aristófanes de Bizancio y Aristarco de Samotracia. Éstos últimos, Aristófanes y Aristarco, habían llevado a cabo importantes ediciones de la Odisea y de la Ilíada. Crearon, además, un sistema de símbolos para fijar y enmendar textos corruptos, y establecieron el llamado canon alejandrino 43 , formado por una lista de autores considerados modelos de buen uso (ἐγθξηζέληεο) y dignos de enseñarse en las escuelas. Así daba comienzo el principio de autoridad en la gramática. La formación de un canon literario fue fundamental para que se desarrollara el criterio de autoridad. Como es lógico, no podría existir dicho principio sin el reconocimiento consciente de un conjunto de autores consagrados por parte de los gramáticos o de los docentes. Tanto en Grecia como en Roma, eran precisamente los gramáticos quienes decidían qué escritores debían formar parte de este canon de modelos lingüísticos. Como recuerda Francisco Rico (1978: 11-12), entrar in ordinem o in numerum era tanto como atravesar las puertas mismas del Parnaso. David Ruhnken, a partir del testimonio de Rutilio Lupo, escribió: «Los críticos, para referirse a los escritores que incluían en tal canon, usaban las expresiones in ordinem venire, in ordinem redigi, in numerum redigi; Por el contrario, para referirse a aquellos a los que expulsaban del canon, usaban la 42 Prisciano reconoce haber seguido la autoridad de Apolonio en toda su obra: «Apolonio, cuya autoridad decidí seguir en todos los temas» (Apollonius, cuius auctoritatem in omnibus sequendam putavit) (Keil, H., III, 24). 43 El contenido del canon alejandrino no nos ha llegado directamente a través de las obras de Aristarco o de Aristófanes, sino por medio de noticias fragmentarias que se hallan en los escolios dedicados a Homero, en el libro incompleto de Dionisio de Halicarnaso (Πεξη Μηκεζεωο / Librorum de imiatione reliquiae); o en comentarios de Cicerón y Quintiliano. En el siglo XVII, el monje benedictino y paleógrafo Bernard de Montfaucon publicó un manuscrito del siglo X d. C. hallado en el monasterio del Monte Athos, en Grecia, en el que se recoge una lista de autores que podría reflejar el canon literario en tiempos de Aristófanes de Bizancio. David Ruhnken (1723-1798), ilustrado holandés de origen alemán, también profundizó en el estudio del canon alejandrino en su Historia critica oratorum graecorum (1768). Como ya vimos en el primer capítulo, él fue quien usó por primera vez la palabra canon para hablar de esta lista de autores, aunque ni Aristófanes ni Aristarco emplearon nunca esta voz en dicho sentido. Ruhnken se inspiró en el uso eclesiástico de canon, como conjunto de libros considerados genuinos e inspirados (Pfeiffer, 1978: 207). 79 expresión número eximi […]. Entre los griegos usaban el verbo ἐγθίλεζζαη y para lo contrario ἐθθξίλεζζαη» 44 . En el ámbito latino, Quintiliano (Inst. Orat. X, i, 54) limitaba el canon a escritores que ya no estuvieran vivos, y Horacio se preguntaba si bastaban cien años para contarse inter perfectos veteresque o quedarse inter viris novos (Epistulae, II, i, 36-38). La acusada inclinación literaria de la escuela alejandrina fue la que favoreció, pues, el nacimiento del principio de autoridad. La necesidad de escribir gramáticas pedagógicas con las que enseñar una lengua que cada día se apartaba más del griego clásico obligó a establecer una variedad lingüística normativa basada en un canon de escritores “puros”. Esta variedad modélica, que coincidía en gran parte con el dialecto ático, se denominó ἑλληνιζμόρ (helenismo), en oposición a la koiné o variedad común que estaba formándose a raíz de la expansión del griego gracias a las conquistas de Alejandro Magno. El concepto de ἑλληνιζμόρ fue calcado por los gramáticos latinos mediante el término latinitas para referirse a la variedad “pura” y elegante de su lengua 45 . Los filólogos alejandrinos, en su búsqueda de una lengua correcta, definieron ese modelo, el ἑλληνιζμόρ, a partir de cuatro cánones: ἀλαινγία, ζπλήζεηα, ἐηπκνινγία, δηάιεθηνο, e ιζηοπία 46 (Siebenborn, 1976: 2). Estos cánones, como veremos, fueron trasladados al latín por Varrón (Barwick 1922: 185), según el testimonio de Diomedes, que las expuso en este orden: natura, analogia, consuetudo y auctoritas. Como puede verse, el término ιζηοπία fue traducido por Varrón mediante la palabra auctoritas (Siebenborn, 1976: 93). Los griegos usaban la voz ιζηοπία en el sentido de „investigación‟, „informe‟ o „relato‟. En el contexto de los cánones de corrección, el término ιζηοπία se refería al uso de los textos literarios o, simplemente, el uso de los antiguos (ἡ ηῶλ παιαηῶλ ρξῆζηο). Aristarco prefirió usar el término παξάδνζηο, que en griego clásico significa „tradición‟, y que en este caso también se refiere a la recepción de las obras literarias. En cuanto a los otros principios, la ἀλαινγία consistía en la corrección basada en las reglas de la gramática, la ἐηπκνινγία era la parte gramatical que se ocupaba 44 Scriptores, quos Critici in talem canonem retulissent, proprie dicebantur in ordinem venire, in ordinem redigi, in numerum redigi, recipi : contra, quos repudiassent, numero eximi […] Apud Graecos signatum hac in re verbum est ἐγθίλεζζαη […] Contrarium est ἐθθξίλεζζαη. (D. Rhunken, Historia critica Oratorum Graecorum ex eiusdem Rutilio Lupo huc translata. en: Oratorum Graecorum VIII, Ed : J. J. Reiske. Leipzig 1773, 170). 45 El término ἑλληνίζειν (que equivale en latín a la locución latine loqui), se documenta por primera vez, con el significado de „hablar griego‟, en Platón. Aristóteles lo emplea por primera vez en un sentido especializado en su manual de Retórica (Ar. Rhet. 3,5; 1407a19). El término ἑλληνιζμόρ se halla por primera vez en Diógenes de Babilonia. Cicerón menciona las virtudes que debían acompañar al ελληνιζμόρ citando la obra Πεπì λέξεωρ de Teofrasto. Fue este autor quien incluyó la corrección idiomática entre las virtudes oratorias. Así, Teofrasto afirmó que las αξεηαì ιόγνπ son ἑλληνιζμόρ, ζαθήνεια, ππέπον, καηζκεςή, que corresponden, según Cicerón (Orat. 79) a la latinitas, la perspicuitas, lo aptum y el ornatus. 46 Los cánones griegos sólo se han conservado a través de testimonios indirectos, en obras anónimas e incompletas, como los escolios al tratado de Dionisio de Tracia, y en textos gramaticales recopilados por Cramer, Anecdota Graeca e Codd. Manuscriptis Bibliothecae Regiae Parisiensis (1839), y por Reitzenstein, Geschichte der griechischen Etymologika, Leipzig (1897). 80 del verdadero significado de las palabras, de acuerdo con su naturaleza (θύζηζ, natura); el δηάιεθηνο era el criterio basado en la costumbre (ζπλήζεηα, consuetudo), según las diferentes variedades geográficas. Los griegos distinguieron, como después harían los gramáticos romanos, entre la costumbre popular contemporánea (ζπλήζεηα) y el uso literario (ρξῆζηο) (Siebenborn, 1976: 90). El criterio de autoridad quedaba relegado, en principio, a la explicación de palabras controvertidas. Cuando ninguno de los restantes cánones permitía explicar adecuadamente el modo de uso o la ortografía de una palabra, se apelaba a la tradición literaria (παξάδνζηο), siempre y cuando se reconociera previamente la autoridad del autor por parte del gramático (Siebenborn, 1976: 88). De la gramática latina se ha dicho que carece de originalidad frente a los tratados griegos. Pero hay que reconocer que los gramáticos romanos no sólo lograron sistematizar todo el saber helenístico, sino también aportar ideas originales. Los primeros tratados gramaticales llegaron a Roma ya en el siglo II a. C. Como relata el historiador Suetonio (70 – 126 d. C.) en su obra De grammaticis et rhetoribus (Gram. 2), el filósofo estoico Crates de Malos se instaló en la ciudad del Tíber y empezó a enseñar allí, por primera vez, gramática al modo griego. Y ya en época de Octavio Augusto, el alejandrino Dídimo enseñaba que los principios descriptivos que se aplicaban a la lengua griega servían también para el latín. El paradigma lingüístico de Roma, como el de Grecia, encierra ya todos los elementos que pueden analizarse en la descripción del principio de autoridad. Como ya adelantamos al final del primer capítulo, son cuatro los criterios que deben tenerse en cuenta a la hora de describir cómo funciona el criterio de autoridad en un determinado paradigma lingüístico: 1) el modelo de lengua que se quiere describir; 2) el canon de autores que se tiene en consideración para ejemplificar ese modelo de lengua; 3) los principios gramaticales por los que se establece la corrección; 4) el género de gramática o diccionario utilizado para describir y explicar el uso lingüístico en cuestión. Como decíamos, el primer criterio consiste en establecer el modelo de lengua que se aspira a describir. En el caso de Roma, los primeros gramáticos latinos propusieron la consuetudo communis, el uso general, como modelo correcto, ya fuera para su empleo en la oratoria, como para otros fines. El mayor defensor de tal modelo fue Marco Tulio Cicerón 47 . Sin embargo, a comienzos de la época imperial, el latín hablado en Roma 47 Hay que especificar que el uso general defendido por Cicerón como norma lingüística quedaba restringido únicamente al habla de los ciudadanos de Roma. Si bien Cicerón no usó el término latinitas, sí creó el término urbanitas, inspirándose en el atacismo normativo griego (Díaz y 81 comenzó a sufrir la influencia del latín periférico (sermo peregrinus). Quintiliano, que se confesaba admirador de Cicerón, se vio obligado a matizar la opinión de éste sobre el estatus del uso general. El modelo lingüístico para las escuelas ya no podía ser aquella consuetudo communis de la que hablaron los autores que le precedieron, sino el uso establecido por el consensus eruditorum. Éste principio será el más repetido en las gramáticas y los repertorios lexicográficos a partir del Renacimiento. En el siglo I, junto al clasicismo propuesto por Quintiliano, surgieron autores como Séneca, que abogaban por la renovación del lenguaje mediante la selección, la fusión y la síntesis de diferentes estilos. Este eclecticismo no hizo sino acelerar la crisis del latín a finales del siglo I. Durante el siglo II d. C. surgió un movimiento, cuyos miembros, los anticuarios, sostenían que la verdadera esencia de la lengua latina se hallaba únicamente en los primeros autores romanos. Según su opinión, sólo los veteres o antiqui estaban en posesión de la verdadera latinitas. Cornelio Frontón, el principal representante de este movimiento, criticaba a Marco Tulio Cicerón por haber usado palabras demasiado corrientes. El mismo emperador Adriano hizo suya la ideología de los anticuarios, y decidió usar en sus discursos palabras desacostumbradas y arcaicas. Este ambiente ideológico tan llamativo fue descrito con gran lujo de detalles en la obra Noches Áticas de Aulo Gelio (s. II d. C.). Sólo si tenemos en cuenta este interés por el uso primitivo del latín, en su estadio preclásico, pueden entenderse los diccionarios y vocabularios escritos en esta época, como los que escribieron Verrio Flacco, Pompeyo Festo o Nonio Marcelo, que trataremos en el epígrafe dedicado a la lexicografía. El problema que implicaba incorporar arcaísmos y neologismos en el uso general de la lengua ya lo había expresado de forma breve, pero brillante, Plinio el viejo: res ardua vetustis novitatem dare, novis auctoritatem 'difícil es dar novedad a lo antiguo, y a lo nuevo autoridad' (Plin. Nat. Hist. Praef. 12.). En el siglo III, se supera la crisis arcaizante, y se retoma de nuevo como modelo de corrección el latín propuesto por Quintiliano, es decir, el latín de los autores cultos que escribieron en los últimos años de la República y durante el reinado del emperador Augusto. El dominio de la gramática latina se convierte, a partir de entonces, en un signo distintivo de prestigio. Sólo las clases pudientes y adineradas podían permitirse el lujo de hablar en latín normativo. Hablar correctamente implicaba pertenecer a la «pars melior humani generis», es decir, a la mejor agrupación del género humano, como escribió, en el siglo IV, el senador Símaco en una de sus conocidas cartas (Cartas, Libro I, 52, 1; apud Heather 2006: 36). Durante los últimos siglos del Imperio, la enseñanza consistía en el estudio de un pequeño número de textos literarios examinados con la ayuda de un gramático, que era a la vez experto en la interpretación de obras literarias. Durante aproximadamente siete años los jóvenes que pertenecían a esa clase privilegiada se centraban en la lectura de Díaz 1951: 41). Por lo demás, Cicerón defendió siempre el uso contemporáneo y aceptó con naturalidad la evolución del latín (Alberte González 1987: 122) 82 únicamente cuatro autores: Virgilio, Cicerón, Salustio y Terencio 48 , la cuadriga clásica, como los denominó a los cuatro Arusiano Mesio, autor de un diccionario de régimen de esa misma época. Al terminar este proceso, el joven pasaba a estudiar con un rétor, junto al que examinaba una gama de textos más amplia, aunque los métodos empleados seguían siendo más o menos los mismos. Los textos se leían línea por línea, y cada giro del lenguaje era debidamente identificado y debatido. No debe sorprendernos, pues, que todas las gramáticas y vocabularios de esta época incluyeran citas de aquellos autores escolares, considerados de modo explícito autoridades de lengua. Uno de los objetivos que se conseguía mediante este método de enseñanza basado en autoridades era mantener artificialmente el latín culto reducido a un pequeño grupo de la elite romana. La segunda faceta que vamos a describir es la que se refiere a la formación de un canon literario. El conjunto de autores citados en las gramáticas y en las obras lexicográficas latinas fue variando a lo largo del tiempo. Gracias al análisis de las autoridades que aparecen en estas obras es posible datarlas en un siglo o período, y clasificarlas dentro de un género, lo que demuestra que el principio de autoridad no hace sino manifestar la dimensión histórica del tratado gramatical o del diccionario que se estudia. Cómo es lógico, durante los períodos del latín arcaico y del latín preclásico no existió un canon definido de escritores que pudiera servir de modelo de uso, ni tampoco para la descripción gramatical. Poco a poco, los escritores romanos lograron formar un estilo propio, y crear incluso un género literario exclusivamente latino: la sátira. Sin embargo, hasta el siglo I. a. C. los escritores no consiguieron, según la opinión de los gramáticos contemporáneos, el nivel que sí habían alcanzado los autores griegos. A finales de la época republicana, a medida que salen a la luz las obras maestras de la literatura latina, se va haciendo una distinción clara entre veteres (escritores preclásicos), y auctores (escritores clásicos). El gramático Cecilio Epirota, liberto de Ático, fue, según el testimonio de Suetonio (Gramm. 16) el primero en citar a Virgilio y a otros autores contemporáneos, incluyéndolos en el canon escolar 49 . Remio Palemón, maestro de Quintiliano, reaccionó contra el uso de los veteres, defendiendo la descripción gramatical a partir del uso de autores recientes. En su opinión, Cicerón, Salustio, Virgilio y Horacio ya podían ser considerados modelos de corrección lingüística. Su alumno, el retórico y pedagogo hispanorromano Quintiliano opinaba como él, y marcó las diferencias existentes entre auctores y veteres (Inst. 1, 6, 1), al añadir un nuevo criterio dentro de los cánones de la latinidad: la vetustas. Mientras que por auctoritas Quintiliano entendía la cita de autores clásicos dentro del canon escolar, por vetustas se refería a la ejemplificación a través de poetas preclásicos. 48 Terencio, comediógrafo que pertenece al período preclásico, quedó en el canon de autores escolares como herencia del movimiento arcaizante del siglo II. 49 Primus dicitur … Vergilium et alios poetas nouos praelegere coepisse. 83 En el siglo II d. C. encontramos al gramático Capro, el más significativo de su tiempo, autor de un thesaurus de la lengua latina, en el que intenta recoger todos los usos del latín, independientemente de la época en que se documentaran. Prisciano lo alabó llamándolo «doctissimus antiquitatis perscrutator» (G. L. 2. 188. 23) 50 . En esta época nace también el movimiento de los anticuarios. Como describe Suetonio (Historia Augusta, Vita Hadrianni 16), el emperador Adriano prefería los antiquores antes que a los clásicos: anteponía Catón a Cicerón, Ennio a Virgilio, y Celio Antipater a Salustio 51 . Marco Cornelio Frontón y Aulo Gelio proponían la búsqueda y el estudio de arcaísmos para volver a ponerlos en circulación, como si se trataran de auténticos neologismos, con el fin de salvar a la latinidad de su corrupción. Sin embargo, a partir del siglo III volvió a imponerse el sentido común: los gramáticos rechazaron el latín arcaico como modelo y, sin renunciar al ejemplo de algunos veteres como Terencio o Plauto, restituyeron el canon de autores escolares basado en la propuesta de Palemón y Quintiliano. Virgilio, Terencio, Cicerón y Salustio volvieron a ganar prominencia, reemplazando a los autores de la temprana República. El tercer criterio que proponemos para el estudio del principio de autoridad es el que se refiere a los criterios gramaticales por los que se establece la norma lingüística, es decir, la corriente lingüística en que, desde un punto de vista teórico, se basa el gramático para justificar su modelo. En el caso de Roma, la mayoría de los tratadistas reconocieron la existencia de unos cánones de corrección lingüística, cánones que varían ligeramente de un autor a otro, pero que, en esencia, recogen los mismos principios que establecieron los filólogos griegos. Por un lado, analogia y natura formaban parte de los componentes estables de la lengua, mientras que la consuetudo y la auctoritas implicaban el cambio y la variación lingüísticca, lo que implicaba la aparición de anomalías (Barrigón 2009: 19). Marco Terencio Varrón, el Reatino (116 – 27 a. C.), fue sin duda el referente principal de toda la teoría gramatical posterior 52 . Varrón, definió el arte gramatical del mismo modo que hizo Dionisio de Tracia: «La gramática es el conocimiento sistemático del uso de poetas, historiadores y oradores» 53 , definición que se irá repitiendo en la tradición gramatical durante siglos. En el terreno filológico fue un autor ecléctico. Su mayor mérito fue haber logrado compatibilizar las dos tendencias antagónicas iniciada por los 50 Capro vuelve a rescatar del olvido a los antiguos poetas, como Pacuvio, Plauto, Terencio, Ennio, Catón y Lucilio, por los que siente una especial predilección, y a los que cita junto a los autores del canon escolar. En cualquier caso, la recolección de arcaísmos responde a un interés exclusivamente histórico y filológico. Nunca propone los usos antiguos como norma lingüística contemporánea. 51 «Amavit (sc. Hadrianus) praeterea genus vetustum dicendi… Ciceroni Catonem, Vergilio Ennium, Salustio Coelium praetulit » (Historia Augusta, vita Hadriani 16, 5f.). 52 Varrón es el autor del primer tratado de latinitate, titulado De lingua latina libri XXV. Además, escribió una obra enciclopédica, hoy perdida, que influiría más tarde en Plinio y en San Agustín: los Disciplinarum libri IX, cuyo primer libro constituía un manual de gramática. 53 Ars gramatica scientia est eorum quae a poetis historicis oratoribusque dicuntur ex parte maiore (Varrón, apud Máximo Victorino, GL VI, 4, 5). 84 gramáticos griegos: la anomalista y la analogista 54 . Sobre el concepto de autoridad no se ha conservado nada directamente. Sin embargo, el gramático Diomedes, en su Ars grammatica escrita entre el 370 y el 380 d. C., atribuye a Varrón la primera definición de latinitas, así como de los cuatro cánones de que consta: natura, analogia, consuetudo y auctoritas 55 . Estos cánones se irán modificando posteriormente en cuanto al número, dependiendo del autor. Así, Quintiliano descarta natura y sustituye analogia por ratio, y añade además el concepto de vetustas: (1, 6, 1 sermo constat ratione vetuste auctoritate consuetudine). Carisio, en su Ars grammatica, mantiene el número de cuatro cánones, y añade también el término ratio como sinónimo de analogia. Sin embargo, los principios que definitivamente quedarán establecidos en la tradición gramatical fueron los tres señalados por Audaz (G.L. VII, 322. 22) y Máximo Victorino (G.L. VI, 189. 3) en el siglo V d. C.: ratio, consuetudo y auctoritas. La descripción que de dichos criterios hicieron estos gramáticos es tan semejante que se ha postulado la existencia de una obra anterior cuyo texto y título se han perdido, y que posiblemente influyó también en la teoría gramatical de San Agustín. No es casual que el criterio de autoridad vaya nombrado siempre en último lugar. Cuando el modelo de latín correcto seguía siendo la variedad hablada en la ciudad de Roma, el sermo urbanus, en tiempos de Varrón y Cicerón, la analogía y la costumbre bastaban para garantizar el buen uso y la corrección lingüística. El principio de autoridad, basado en el uso de los escritores sólo se reservaba para aquellos casos complejos que el resto de cánones no podían explicar. Así puede leerse en Diomedes, comentando el texto perdido de Varrón: La analogía es la regulación del discurso deducido por naturaleza según los expertos, y distingue la lengua bárbara de la culta del mismo modo que se distingue la plata del plomo. La costumbre es igual a la analogía, pero no por razón, sino por su vitalidad, y es recibida sólo porque se fortalece con el acuerdo de muchos, y así, a pesar de que el sistema no la aprueba, al menos la tolera, pues suele asumirla sin problemas por medio del uso. La autoridad es la más reciente en la regulación del modo de hablar. Y es que allí donde todas fallan, se recurre a ella del mismo modo que al ancla. Pues no posee nada de la razón, de la naturaleza o de la costumbre, habiendo sido aceptada por la opinión en virtud de las lecturas de los antiguos, y no en la de los mismos que, si son preguntados, no saben responder por qué 56 . 54 Como ha señalado Antonio Alberte, la síntesis «no consistía en la fusión de ambas tesis en una nueva, sino en la compatibilización de la anomalía y la analogía mediante la adscripción de una y otra a áreas de competencias distintas: así reservaba la declinatio naturalis o analogía al sistema de declinaciones y conjugaciones mientas que a la declinatio uoluntaria o anomalía le asignaba la derivación nominal (ling. 8, 23. 9, 34. 10, 15). De este modo Varrón pretendía salvar la polémica evitándola, esto es, separando los campos de actuación de la analogía y la anomalía» (Alberte González 1987: 118). 55 Latinitas est incorrupte loquendi observatio secundum Romanam linguam. Constat autem, ut adserit Varro, his quattuor: natura, analogia, consuetudine, auctoritate (Diomedes, Ars. Gram. II, GLK, I, 432, 14). 56 Analogia sermonis a natura proditi ordinatio est secundum technicos neque aliter barbaram linguam ab erudita argentum a plumbo dissociat. Consuetudo non ratione analogiae sed viribus par est, ideo solum recepta, quod multorum consensione convalavit, ita tamen ut illi artis ratio non accedat sed indulgeat. Nam ea e medio loquendi usu placita adsumere consuevit. Auctoritas in regula loquendi novissima est. Namque ubi omnia defecerint, sic ad illam quem ad modum ad ancoram decurritur. Non enim quicquam aut rationis aut naturae aut 85 Analogía, consuetudo y auctoritas implican actos de voluntad del hablante guiados, respectivamente, por los technici, la multorum consensio y la veterum lectio. La analogía se basa en reglas, tal como las han acordado los gramáticos o expertos, que así distinguen las formas bárbaras de aquellas que son cultas, del mismo modo que los expertos saben distinguir la plata y el plomo. En cuanto al uso o la costumbre (consuetudo), a diferencia de la analogía, no se asienta sobre el criterio de la razón o del orden, sino sobre el acuerdo de la mayoría. Es decir, la costumbre adopta formas sancionadas por el uso común. Y finalmente, como vemos a través del testimonio de Diomedes, se establece el criterio de autoridad, el más reciente dentro de este canon (Auctoritas in regula loquendi novissima est). La auctoritas constituye el último elemento de regulación de la lengua. Allí dónde los demás fracasan, se ha de apelar a la autoridad, del mismo modo que se recurre al ancla del navío como recurso seguro en la tempestad (sic ad illam quem ad modum ad ancoram decurritur). Si no hay elementos de analogia, ni consuetudo en los que apoyarse, entonces hay que confiar en la autoridad, basada en la lectura de los antiguos escritores. Para Quintiliano, el famoso maestro de oratoria y pedagogo del siglo I d. C., la costumbre (consuetudo) ya no podía estar basada en aquel uso popular defendido por Cicerón, sino en el consensus eruditorum, el consenso de los sabios, algo comprensible si tenemos en cuenta la evolución que había sufrido la lengua latina en los últimos años de la República. Los cambios se habrían acentuado de tal manera que, en consecuencia, era imposible basarse en el usus popularis como modelo ejemplar de lengua. A pesar de todo, Quintiliano sigue tomando como principio regulador la costumbre. Así lo afirma de manera rotunda en su Institutio Oratoria: (inst. 1, 6, 3): «consuetudo vero certissima loquendi magistra», es decir, «el uso acostumbrado es verdaderamente la más fiable maestra de la lengua». El uso existe, al fin y al cabo, antes que la norma y que la razón, como explica en el siguiente fragmento que citamos: Y es que, cuando los hombres fueron creados por primera vez, la analogía no les entregó, como caída del cielo, una norma del lenguaje, sino que esta norma fue creada a partir del habla [...]; no se apoya, pues, esa norma en la razón, sino en el ejemplo, y no existe una ley del lenguaje, sino una observación del mismo, de manera que la propia analogía no es sino el resultado del uso 57 . Quintiliano distingue, sin embargo, entre bona y vitiosa consuetudo. La primera está representada por los sabios, que él equipara a las personas buenas en el ámbito de la moral: consuetudinis habet, cum tantum opinione secundum veterum lectionem recepta sit nec ipsorum tamen, si interrogentur cur id secuti sunt scientium. (apud Keil 1857: 439. 20-30 ) 57 Non enim, cum primum fingerentur homines, Analogia demissa caelo formam loquendi dedit, sed inventa est, postquam loquebantur... Itaque non ratione nititur, sed exemplo, nec lex est loquendi, sed observatio, ut ipsam analogiam nulla res alia fecerit quam consuetudo (Quintiliano, Inst. Oratoria I.VI.16). 86 Pero para esto es necesario discernimiento y examinar qué entendemos por costumbre. Porque, si toma el nombre de aquella que sigue la mayoría, sacaremos una regla muy peligrosa, no digo para la oración, sino lo que es más, para la vida […] Llamaré costumbre del habla al consenso de los sabios, del mismo modo que llamamos costumbre de vivir al consenso de las buenas gentes 58 . Además de la costumbre y de la analogía o razón, Quintiliano menciona otros dos criterios de corrección lingüística, el de vetustas y el de auctoritas, que son compatibles con la definición de latinitas, aunque reconoce prudentemente que no se debe abusar de ninguna de las dos. A propósito de las palabras antiguas, dice que no solamente tienen grandes patronos, sino que proporcionan cierta majestad y gusto a la oración; porque por una parte tienen la autoridad de antiguas, y por otra, habiéndose dejado su uso por algún tiempo, parecen como nuevas. Pero se necesita de moderación, de modo que ni sea frecuente su uso, ni manifiesto, ni las voces sean tomadas de tiempo inmemorial y desconocido […] 59 De igual forma, aconseja que no se abuse del principio de autoridad para sostener o rechazar el uso de determinadas palabras (I.6.42). Quintiliano acepta como autoridades de lengua sólo a oradores e historiadores, y se abstiene de considerar el uso de los poetas, pues ellos “se excusan con el metro” 60 . Tras la crisis de los anticuarios, que rechazaron el uso contemporáneo y pretendieron restituir la primitiva pureza de la latinitas basándose en el modelo de los veteres, o sea, de los escritores preclásicos, el principio de autoridad fue ganando cada vez mayor peso pedagógico entre los gramáticos. Una obra que ilustra la importancia del principio de autoridad durante el Bajo Imperio lo encontramos en la Ars grammatica (ca. 362 d. C.) de Carisio. Se trata de un tratado perteneciente al llamado género de la Schulgrammatik, que pretendía mostrar no sólo las reglas básicas de la lengua, sino también profundizar en los usos irregulares e idiomáticos del latín. Los criterios de la latinitas se establecen ya en el prefacio, y posteriormente en el capítulo 15 del libro I, como parte 58 Sed huic ipsi necessarium est judicium consuetudumque imprimis, id ipsum quid sit, quod consuetudinem vocemus. Quae si ex eo, quod plures faciunt, nomen accipiat, pericolosisimum dabit praeceptum, non orationi modo, sed (quod maius est) vitae. [...] Ego consuetudinem sermonis vocabo consensum eruditorum, sicut vivendi, consensum bonorum (Quintiliano, Inst. Oratoria I.VI.43-45). 59 […] non solum magnos adsertores habent, sed etiam adferunt orationi maiestatem aliquam non sine delectatione: nam et auctoritatem antiquitatis habent et, quia intermissa sunt, gratiam nouitati similem parant. Sed opues est modo, ut neque crebra sint haec nec manifesta, quia nihil est odiosus, nec utique ab ultimis et iam oblitteratis temporibus [...] (Quintiliano, Inst. Oratoria I.VI. 39-40). 60 [...] auctoritas ab oratoribus vel historicis peti solet, nam poetas metri necessitas excusat (Quint. Inst. 1,6,2). 87 fundamental del programa educativo elaborado por Carisio. Transcribimos a continuación una parte significativa del prefacio: En el deseo de atarte, hijo queridísimo, con el amor por la lengua latina, te envío como regalo esta gramática, pulida por la pericia de hombres muy instruidos y distribuida por mí en cinco libros. Leyéndola entera sabrás en qué medida gobiernan la elocuencia latina la licencia, la naturaleza, la analogía, la razón de escrupulosa observancia, el uso, afianzado por el acuerdo de muchos, o, por supuesto, la autoridad, tomada del juicio de los más sabios 61 Cuando Carisio describe las reglas sujetas a la analogia, lo hace apelando a la autoridad de los gramáticos. En cambio, la autoridad de los escritores cobra un valor pedagógico cuando quiere ejemplificar e ilustrar las anomalías propias de la lengua latina, como el género de ciertas palabras que no se ajustan a su género natural, o bien la construcción morfológica de las palabras derivadas, que no obedecen a la declinatio naturalis, sino a la declinatio voluntaria, tal como ya había sido definida por Varrón. Tal era la preocupación de Carisio por explicar las formas idiomáticas del latín, que elaboró también un tratado De idiomatibus, que serviría de modelo al vocabulario de Arausiano Mesio. El principio de autoridad también llegó a cobrar un gran valor pedagógico en la teoría gramatical de Agustín de Hipona. En los siglos IV y V, la cultura clásica sobrevivía casi exclusivamente gracias a los libros. Las diferencias entre el latín de la época republicana y el latín hablado durante los últimos siglos del Imperio romano de Occidente eran tan graves que las gramáticas adquirieron un fuerte carácter normativo. Baste recordar el conocido Appendix Probi, en el que de forma sistemática se corregían formas del latín vulgar consideradas bárbaras. Siguiendo el ejemplo de Varrón, San Agustín decidió escribir, después de convertirse al cristianismo, una obra enciclopédica que también llevaría el nombre de Disciplinarum libri. De todos los volúmenes que componían esta obra, sólo se han conservado dos: uno dedicado a la gramática y otro a la música. Sin embargo, hoy nos han llegado dos opúsculos gramaticales diferentes atribuidos a San Agustín. Uno de ellos lleva por título Ars sancti Augustini pro fratrum mediocritate breuiata, también conocida como Ars breviata. El otro libro se conoce sencillamente como Regulae Augustini. La autoría de ambas obras se ponía en duda hasta que en 1984 la profesora Vivien Law demostró que la Ars breviata pertenecía a San Agustín. Para demostrarlo se basó en las semejanzas de contenido que apreció entre este libro y el tratado sobre música, cuya autoría no estaba en duda. 61 Amore Latini sermonis obligare te cupiens, fili karissime, artem grammaticam sollertia doctissimorum uirorum politam et a me digestam in libris quinque dono tibi misi. Qua penitus inspecta cognosces quatenus Latinae facundiae licentia regatur aut natura aut analogia aut ratione curiosae obseruationis aut consuetudine, quae multorum consensione conualauit, aut certe auctoritate, quae prudentissimorum opinione recepta est (GL. 1857: 1,1). 88 Agustín concede al principio de auctoritas en la gramática un papel fundamental. Según Vivien Law (1990: 197), situó este criterio por encima de la ratio, a diferencia de Parménides, que consideraba ésta como el único principio que debía guiar a las lenguas hacia el orthos logos. También se aleja de la teoría gramatical desarrollada por Apolonio Díscolo. San Agustín consideraba el lenguaje como una construcción humana basada exclusivamente en la costumbre. Por eso, la autoridad se constituye como el principio más estable y seguro para describir la lengua, como se desprende del siguiente fragmento: […] La autoridad domina prácticamente la mayoría de las situaciones de la lengua latina. En consecuencia, en lo que hemos dicho anteriormente, así como en lo que sigue, hay que tener en cuenta la autoridad mucho más que la razón. La autoridad es más fiable en la gramática que la razón. Por lo tanto, se entenderá que no es la ratio, sino la auctoritas la que se observa cuando se habla 62 . Vivian Law aclara que el papel atribuido por Agustín a la autoridad en gramática se complementa con el expresado en otro texto del tratado De musica (II i 1), el único libro de los que formaban los Disciplinarum libri que ha sobrevivido junto a la Ars breviata. En dicho tratado, San Agustín lleva a cabo un contraste entre la música y la gramática. La música funciona con su propia ratio, imitando a la naturaleza a través del ritmo y de la medida. Por el contrario, el gramático exige corrección, y explica el uso de acuerdo con la auctoritas de los antiguos, de cuyos escritos, es el guardián (Law 1990: 198). Sabe que el lenguaje humano es arbitrario, es thésis y no phýsis, como ya habían sabido ver algunos filósofos griegos: «Mientras que la música y la dialéctica estudian la cosa [rem] directamente, la gramática estudia la lengua, con lo que se aleja un paso más de la realidad» (Law 1990: 200). Hay que decir que la función de la auctoritas es, para Agustín, puramente pedagógica. En su obra De ordine (II ix 26), explica así su papel: Dos caminos hay que nos llevan al conocimiento: la autoridad y la razón. La autoridad le precede en el orden temporal, pero la razón tiene preferencia, porque una cosa es lo que se prefiere en el orden ejecutivo y otra lo que se aprecia más en el orden de la intención. Así pues, si bien a la multitud ignorante le parece más beneficiosa la autoridad de los buenos, la razón es preferida por los doctos. Mas como todo hombre sin duda se hace docto a partir del indocto y ningún indocto conoce la disposición y la docilidad de la vida con que debe ponerse bajo la dirección de los maestros, resulta que a todos cuantos desean llegar al conocimiento de las cuestiones grandes y misteriosas, la autoridad les abre la puerta. Así, la autoridad tendría para San Agustín dos finalidades: la primera, facilitar a los legos la adquisición de conocimientos que, por otras vías, serían difíciles de transmitir. Es decir, la autoridad representaría el primer paso para llegar al conocimiento de una ciencia. La razón, en cambio, estaría reservada a los doctos. La segunda finalidad, manifestada en la gramática, permitiría sentar unas bases sólidas para fijar el uso de una lengua en 62 Auctoritas autem in latina lingua plurimum et pene sola dominatur, quamobrem in omnibus, et quae supra diximus et quae deinceps dicenda sunt, multo plus auctoritatis quam huius ueluti rationis (per quam grammatica nomen accepit) meminisse debemus. Ipsa enim certior in grammatica ratione est. Per quod intelligitur non rationi cum loquimur quam auctoritati esse seruiendum.” (Regulae II 19) 89 constante cambio, un uso que no se basa en reglas racionales, sino en la costumbre, representada aquí por los autores. Llegamos finalmente al último de los aspectos que queremos tratar en el estudio sobre las autoridades. Nos referimos a los diferentes géneros de gramática que se han dado en la tradición latina. Cada tipo poseía unas características formales, y una finalidad concreta, lo cual determinaba la función de los ejemplos y la selección de los escritores. Barwick (1922) estableció dos géneros fundamentales en la producción gramatical latina: los tratados de latinitae, cultivados por primera vez por Varrón, y que también trataron Plinio el Viejo y Capro; y la gramática escolar (Schulgrammatik), que comenzó con la obra de Palemón, el gramático que rechazó el uso de los veteres como modelo lingüístico. El primer género, formado por los tratados de latinitate, se basaba en la reflexión sobre la naturaleza del lenguaje y las propiedades de la lengua latina. No eran obras estrictamente gramaticales. Los primeros autores discutían sobre los cánones de corrección y, por esa razón, su carácter era predominantemente normativo. En época imperial comenzó a proliferar un tipo de gramática descriptiva, de orientación estoica, que, como ya hemos apuntado, Barwick (1922: 238) denominó Schulgrammatik. El género culminó en las Artes de Donato, que tuvieron un gran éxito en la Edad Media debido a su carácter completo y sistemático. Aunque en el siglo III abundaron los epítomes de gramáticas anteriores, en los siglos IV y V se volvieron a cultivar las artes gramaticales, y así encontramos a gramáticos como Carisio, Diomedes, Dositeo, Máximo Victorino, Audaz, San Agustín y el mencionado Donato. Junto a los tratados de latinidad, los comentarii escritos por autores como Servio, y las artes gramaticales, hallamos otro tipo de gramática que Barwick no consideró, pero que ha sido establecido por Vivien Law (2003: 83-85): se trata de pequeñas obras muy sencillas y basadas en reglas (regulae). Como autores de este tercer tipo de gramáticas se incluyen a Probo (Catholica), al pseudo-Agustín (Regulae), a Focas, Eutico, Prisciano (Institutione de nomine et pronomine et verbo) y al Pseudo-Palemón. En lo que respecta al estudio del principio de autoridad, diremos que las regulae solían basarse casi exclusivamente en los cuatro autores establecidos en el canon escolar: Terencio, Cicerón, Virgilio y Salustio. Además, los ejemplos son escasos, pues lo que se describe en este tipo de obras son paradigmas morfológicos, dedicando poca atención a la sintaxis, a las expresiones idiomáticas y a las formas irregulares. En la denominada Schulgrammatik, dirigida a estudiantes con mayores conocimientos del latín, la variedad de autores y de citas es más abundante. En el siglo VI d. C. aparece la magna obra de Prisciano, las Institutionum grammaticarum libri XVIII. Como reconoce Law (2003: 88), esta obra no puede clasificarse completamente ni en el género de la Schulgrammatik ni en las regulae, porque, si bien la mayor parte de ella correspondería al primer tipo, también contiene 90 partes que encajan con el segundo. Lo que nos interesa destacar en este punto es que esta obra constituyó un paso decisivo hacia la descripción exhaustiva del latín, y puede calificarse de verdadera gramática de autoridades. Las citas, omnipresentes, tienen un valor descriptivo. Lo que se pretende es observar el uso a partir del testimonio de escritores. Al mismo tiempo se trata de una gramática normativa, porque la sociedad contemporánea ya no hablaba latín clásico, y aún menos si tenemos en cuenta que Prisciano escribió su gramática en la parte oriental del Imperio, en Constantinopla. En la obra de Prisciano, como ya ocurría en el tratado de Carisio, hay que reconocer dos tipos de autoridades. En primer lugar las que se basan en la opinión de los gramáticos. En Prisciano son continuas las alusiones a los «vetustissimi graecorum grammatici», especialmente a la obra de Apolonio Díscolo, al que consideraba un gran maestro y una autoridad gramatical indiscutible. Pero también son frecuentes las referencias a Dionisio de Tracia, Remio Palemón, Varrón, Donato, Quintiliano, etc. Así pues, la obra de Prisciano puede considerarse como un extenso compendio del saber gramatical de su tiempo y el lugar en que coincidieron las autoridades gramaticales grecolatinas. Por otro lado, podemos encontrar autoridades de uso, basadas fundamentalmente en poetas y prosistas latinos. Las Institutiones constituyen un thesaurus en el que se contiene una amplísima muestra de la mejor literatura latina. Como afirma Jesús Tusón: Prisciano se nos manifiesta como el más rico antecesor de las gramáticas de auctoritates y su ejemplo marcó decisivamente la tradición gramatical occidental. Después de él, la gramática práctica se orientó decididamente hacia la descripción de la lengua escrita por los mejores autores y se produjo un total olvido de la dimensión oral del lenguaje, el dato primero, y abrumadoramente mayoritario, de todo estudio lingüístico. Los autores latinos más citados por Prisciano son Virgilio, Terencio y Cicerón (por este orden); pero también son abundantes los textos aducidos de Horacio, Plauto, Lucano, Juvenal, Ovidio, Salustio, etc. (Tusón 1982: 35) La abundancia de ejemplos se debe a un mayor desarrollo de la teoría sintáctica por parte de Prisciano. El ejemplo pretende mostrar no sólo el uso de la palabra, sino también las diferentes posibilidades combinatarias de ésta, algo que puede apreciarse sobre todo en la descripción de los verbos. Así culmina la Antigüedad Clásica, que dejará una profunda huella en los tratados gramaticales del Renacimiento. 2.2.2. La lexicografía greco-latina Los primeros vocabularios griegos y latinos evolucionaron de manera semejante. Estas obras no tenían una función autónoma. Servían de complemento a las gramáticas. Por esa razón, el principio de autoridad, expresado en los tratados gramaticales, opera y se manifiesta de forma muy parecida en los repertorios lexicográficos. En un principio, dichos repertorios sólo pretendían recoger el léxico arcaico o las voces oscuras de algún 91 autor concreto, como Homero o Hipócrates en el ámbito griego, o bien textos legales, como, por ejemplo, la Ley de las doce tablas en el contexto romano. Eran fundamentalmente glosas, y su elaboración, llevada a cabo por los llamados glosógrafos, fue la que propició en la Antigüedad el desarrollo de los primeros diccionarios, como ocurriría posteriormente en la Edad Media. A principios de época imperial cesaron los trabajos lexicográficos llevados a cabo directamente sobre un autor concreto o sobre un campo especializado. Estas obras empezaron a estar basadas en estudios de gramáticos anteriores, iniciando de esta manera algo que ya se venía gestando a lo largo del período alejandrino: una tradición lexicográfica que fue pasando de una obra a otra, haciendo muy difícil deslindar lo que en un repertorio léxico hay de original y lo que hay de heredado (Serrano Aybar 1977: 86). El modelo de lengua que se pretendía describir se irá fijando a partir de la lengua literaria, dentro de unos parámetros geográficos y cronológicos muy concretos. Como ya vimos, en Roma se establecerá el principio basado en el consenso de los sabios y en la imitación de los autores escolares. En Grecia, el modelo lingüístico se basó en los escritores del canon alejandrino, comprendidos entre los siglos VIII y III a. C, en especial aquellos que escribieron sus obras en Atenas durante la edad dorada, fijada en tiempos de Pericles. Por eso, la lengua ideal, el ἑλληνιζμόρ, se estableció fundamentalmente sobre el dialecto ático, lo que, con el paso de los siglos, dará lugar al movimiento aticista, cuyos integrantes llegaron a rechazar cualquier palabra que no estuviera testimoniada o autorizada en algún escritor que escribiera en “ático puro”. Quizá sea ésa la razón por la que los vocabularios griegos fueron tan precisos a la hora de citar la fuente en la que se hallaba documentada la voz definida. Ni siquiera los diccionarios griegos escritos a partir del siglo XVI alcanzaron el nivel de precisión en las citas como el que tuvieron los repertorios antiguos (López Facal 1977: 109). En lo que se refiere a la lexicografía latina, el recurso a las autoridades se manifestará plenamente a partir del siglo III d. C., cuando el criterio de auctoritas triunfe frente a los principios basados en la razón (ratio), la antigüedad (vetustas) o la costumbre (consuetudo), esta última restringida ya únicamente a una pequeña élite de ciudadanos romanos. Dejando atrás a los glosógrafos y a otros autores de vocabularios como Filetas de Cos, Zenódoto de Éfeso o Calímaco de Cirene, los especialistas están de acuerdo en afirmar que fue Aristófanes de Bizancio, uno de los creadores del canon alejandrino, quien «elevó la glosografía al nivel de la lexicografía» (Serrano Aybar 1977: 68). Su gran obra, titulada Λέμεηο (Léxeis), abarcaba todos los campos y épocas de la literatura griega. En él había referencias a historiadores, oradores, poetas líricos y a los grandes autores del género épico. (Serrano Aybar 1977: 68). Otro de los lexicógrafos griegos más relevantes fue Pánfilo de Alejandría, que escribió el repertorio lexicográfico general más importante de 92 la Antigüedad a mediados del siglo I. d. C. La obra estaba compuesta de 95 libros 63 . Se trataba de una magna recopilación de toda la ciencia lexicográfica del período alejandrino. Se dividía en dos partes: la primera, Πεξὶ γιωζῶλ ἤηνη ιέμεωλ, recogía material de los lexicógrafos anteriores y conjugaba antiguas léxeis con las ἐζληθαὶ (ethnikaì) y ἀηηθθαὶ ιέμεηο (attikaì léxeis). La segunda parte tenía un carácter enciclopédico, al estilo de los onomastica alejandrinos, es decir, seguía una ordenación por materias. Los artículos eran amplios e incluían información ortográfica, prosódica y, naturalmente, citas de autores clásicos (Serrano Aybar 1977: 88). Como ya cometábamos, los vocabularios, que nacieron con un claro fin exegético, fueron adquiriendo un valor normativo a partir de época imperial. Dicho valor prescriptivo se acentuó debido al nacimiento de la nueva sofística y al movimiento aticista, cuyos miembros veían en el “ático puro” la variedad más perfecta del griego. Los antiguos lexicógrafos les proporcionaban aquellas viejas palabras áticas que ellos querían volver a poner en circulación. Existía un verbo, ἀηίθηδεηλ, que designaba esta acción (Serrano Aybar 1977: 86). La obsesión por la lengua ática llevó a algunos gramáticos a coleccionar palabras y frases exclusivas de esta variedad geográfica, y a explicar términos desconocidos que encontraban en escritores áticos (Serrano Aybar 1977: 93). En el campo de la lexicografía aticista hay dos personajes que destacan sobre todos los demás: Elio Dionisio y Pausanias 64 . Hay que decir, no obstante, que, frente al purismo exacerbado de los aticistas, surgió también un movimiento antiaticista a partir del siglo II d. C. El médico Galeno, por ejemplo, atacó y ridiculizó a los aticistas por los excesos a los que éstos habían llegado. Antiaticista fue también Oro de Mileto y un breve léxico anónimo titulado Ἀληηαηηηθηζηήο (Antiattikistés) que aparece en el manuscrito del Tractatus Coislinianus del año 345. Este léxico incluye la cita de autores clásicos con el fin de autorizar palabras que habían sido condenadas por el aticista Frínico y por otros gramáticos (Serrano Aybar 1977: 96). Esto quiere decir que se atacaba a los aticistas usando el mismo principio de autoridad que ellos explotaban. El debate en torno al modelo de lengua y al canon de autores tendrá un evidente paralelismo en el mundo romano. También aquí existieron distintas corrientes con modelos lingüísticos opuestos, como la de los anticuarios, que pretendían resucitar el uso 63 Ateneo, que es el autor que nos ha transmitido fragmentos a veces muy extensos de esta obra, la llamó Πεξὶ γιωζῶλ θαὶ ὀλνκάηωλ, otras veces Πεξὶ ὀλνκάηωλ θαὶ γιωζῶλ, y en ocasiones de forma abreviada Πεξὶ ὀλνκάηωλ o simplemente Γιὼζζαη. 64 Elio escribió unos Ἀηηικῶν ὀνομάηων λόγοι en cinco libros, y publicó una segunda edición, aumentando sobre todo las citas de autores clásicos, según el testimonio de Focio, patriarca de Constantinopla del siglo IX. Los lemas iban organizados en orden alfabético. En cuanto a Pausanias, escribió un léxico titulado Ἀηηικῶν ὀνομάηων ζςναγωγή; prácticamente no se pueden separar estos dos vocabularios, porque han sido las obras aticistas de mayor influencia en el período bizantino y en la Edad Media, y fueron tratadas como un todo unitario, algo que también dejó comentado Focio (Serrano Aybar 1977: 94). 93 de palabras usadas por los poetas latinos arcaicos o la de los poetas neotéricos, que, por el contrario, abogaban por romper con la tradición literaria más rancia. El primer vocabulario latino del que se tiene noticia, De verborum significatu de Verrio Flaco, constituye una recopilación de voces antiguas del siglo I d. C., ampliada un siglo más tarde por Sexto Pompeyo Festo, y resumida por Pablo Diácono en el siglo VIII. Contaba en su microestructura con testimonios de autores antiguos del período republicano; el segundo vocabulario tiene por autor a Arusiano Mesio, que escribió un curioso diccionario de construcción llamado Exempla elocutionum y que, en la línea marcada por Diomedes y Carisio, recoge una gran cantidad de expresiones idiomáticas latinas a partir de los cuatro autores escolares, la cuadriga clásica, Virgilio, Salustio, Terencio y Cicerón, tal como se expresa en el título completo de la obra 65 . Por último, es de obligada referencia el diccionario del latín republicano titulado De compendiosa doctrina, de Nonio Marcelo, un vocabulario que bien podría ser considerado como el primer diccionario de autoridades de la lengua latina, si con esta denominación no cayéramos en un anacronismo. Se trata de un obra muy rica, que influyó considerablemente en el la lexicografía del Renacimiento. El primer léxico latino que incluía, al parecer, citas literarias fue el vocabulario De verborum significatu de Verrio Flaco, autor también de otra obra lexicográfica, De obscuris Catonis, que se ha perdido, al igual que la primera, de la que sólo nos han llegado pequeños fragmentos. Hoy conservamos, aunque también incompleta, una obra homónima escrita por Pompeyo Festo. Se ha discutido largamente si el repertorio de Festo asimiló el trabajo ya realizado por Verrio Flaco, o si se trata en realidad de dos obras diferentes. En cualquier caso, ambos vocabularios se ocuparon del léxico arcaico del latín. No debe conectarse esta característica con el movimiento anticuario del siglo II, sino con el interés general por las palabras antiguas que existía en Roma. La intención de Festo no fue poner en circulación esas voces antiguas, sino facilitar la lectura de los veteres y la comprensión de algunos himnos religiosos, cuyo lenguaje había quedado fosilizado, pero que seguía usándose en determinados ritos, por ejemplo en los augurios. El estudio de los arcaísmos también resultaba útil para explicar determinadas fórmulas jurídicas (Grandazzi 1991: 116). En general, la definición que sigue inmediatamente al lema en el vocabulario de Festo viene introducida por un pronombre indefinido del tipo alii, antiqui, quidam o simplemente por un verbo en forma impersonal, como dicunt o aiunt. Las citas sólo tienen un valor testimonial, es decir, documentan la aparición de una palabra que ya no es de uso general. Los autores citados por Festo superan los ochenta, tal como puede verse en la tabla que ofrece Roberta Cervani en una monografía dedicada a este vocabulario 65 Arusiani Messi viri clarissimi oratoris comitis primi ordinis Exempla elocutionum ex Virgilio Salustio Terentio Cicerone digesta per litteras. 94 (Cervani 1978: 95-96). De un total de 6 954 artífculos, las citas o los ejemplos aparecen en 744, lo que supone un 10,7 % del total. La fuente de dichos ejemplos se especifica en 618 ocasiones (Cervani 1978: 14). Las citas literarias no sirven de autoridad lingüística, sino, como dijimos, sólo como testimonios para documentar el uso de los arcaísmos tratados (ver la figura 1). No son estrictamente autoridades, entre otras razones, porque la presencia de auctores es muy escasa. La mayoría de escritores citados corresponden a un estadio antiguo de la lengua latina, en concordancia con la finalidad de esta obra. Así, Plauto aparece citado en 120 ocasiones, al igual que Ennio, Catón 91, Lucilio 46 y Nevio 30, frente a las 11 veces en las que se invoca a Cicerón o a Virgilio, y no siempre como ejemplos de uso, sino para resolver alguna cuestión etimológica. Figura 1: Sexto Pompeyo Festo. De verborum significatu 66 - Mantare „detener‟, a menudo manere „permanecer‟. Cecilio en su Epístola: «Ya detente. Mira esto. La llegada incierta atormenta el ánimo». - Obsidio[nem] se puede decir en lugar de obsidium „asedio‟ „ataque‟, como muestra Ennio a través de su testimonio en la obra Telamón, cuando dice: «Tú sabías que Áyax, contra el que preparas el ataque [obsidionem], es hijo legítimo mío». Y así en otro lugar: «Hector, ¿no anda remiso en enfrentarse al asedio [obsidionem]?». Mantare es un arcaísmo documentado también en Plauto. Como bien indica Flaco, con más frecuencia se usaba manere, del cual deriva esta forma, a través de un sufijo intensivo, propio del registro coloquial, como le ocurrió a cantare, que deriva del verbo canere. En el segundo ejemplo, Festo nos muestra otro arcaísmo, obsidio, -onis, una forma alargada mediante un sufijo nasal que no tiene el sustantivo usado más corrientemente: obsidium, -i. Festo lo documenta a través del testimonio de Ennio, más concretamente en un fragmento de su tragedia Telamón. Dos siglos más tarde, las necesidades e inquietudes lingüísticas habían cambiado en el mundo romano. El latín normativo ya no se basaba en el uso de las gentes de Roma, sino en los autores clásicos y en un reducido grupo de ciudadanos cultos. En este 66 Fuente: Sexto Pompeyo Festo (1826) [s. II d. C.]: M. Verrii Flacci quae extant et Sexti Pompeii Festi de verborum significatione libri XX, editado por Andrea Dacerius, London, A. J. Valpy. 95 contexto, se escriben los Exempla elocutionum (s. IV) de Arusiano Mesio 67 . El repertorio se ocupa de aspectos que estaban al margen de la regulación gramatical, es decir, de usos anómalos como son las frases idiomáticas, las colocaciones y los verbos con una rección especial (ver figura 2). En los casos de anomalía, Diomedes y Carisio recomendaban las citas de autoridades, que Arusiano introduce de forma exhaustiva, de modo que no hay ningún giro, ninguna frase idiomática o ningún verbo de régimen especial que no esté debidamente ejemplificado por uno de los cuatro auctores del canon escolar característico de los siglos III y IV d. C: Virgilio, Terencio, Salustio y Cicerón. Por lo demás, la estructura de la obra corresponde a la de un repertorio lexicográfico: las unidades léxicas están lematizadas y ordenadas alfabéticamente. Los arcaísmos ya no se contemplan en este repertorio. Tan sólo una voz aparece marcada como arcaica (vetuste) y es nihilum, que corresponde al latín clásico nihil. Figura 2: Arusiano Mesio. Exempla elocutionum 68 El verbo concurrere es un verbo intransitivo. Su acepción principal es „acudir‟, que suele especializarse en el lenguaje militar con el sentido de „chocar [dos ejercitos]‟ o „atacar [a los enemigos]‟. En estos casos, el verbo rige la preposición in o adversus. Por ejemplo: in/adversus hostes concurrere „atacar a los enemigos‟. Sin embargo, Arusiano nos muestra otros dos regímenes distintos: en el primer ejemplo, concurrere se usa con un sintagma preposicional con pronombre en función recíproca: inter se „entre ellos‟. En el segundo ejemplo, Arusiano ilustra un uso del verbo con dativo, y no mediante la construcción típica con preposición in o adversus más acusativo. Así, la autoridad de Virgilio legitima este uso en el versículo 692 de la Eneida, en el marco de la descripción de la batalla de Accio, entre Octavio y Marco Antonio. Para expresar el fragor del choque entre ambos ejércitos, Virglio los describe como si las altas montañas chocaran unas con otras (aut montes concurrere montibus altos), con la estructura sintáctica que ya había mostrado Arusiano: ille (nominativo) illi (dativo), estructura que se repite en el siguiente ejemplo: audetque viris concurrere virgo „y la doncella [nominativo] se atreve a efrentarse a los hombres [dativo]. a) Concurrunt inter se, Verg. Aen. X (436) ipsos concurrere passus haut tamen inter se summi regnator Olympi. b) Concurrit ille illi, Verg. Aen. VIII (692) aut montes concurrere montibus altos, idem Aen. I (493) audetque viris concurrere virgo. a) Enfrentarse entre sí, Verg. Aen. X (436) «No toleró que se enfrentaran entre sí el que gobierna en el Olimpo». b) Chocar/luchar alguien [nominativo] contra alguien [dativo]: Verg. Aen. VIII (692): «o los altos montes contra montes chocaban», o en el mismo lugar Aen. I (493): «y la doncella se atreve a enfrentarse a los hombres». 67 Se ha discutido acerca del verdadero género al que pertenece esta obra. Se ha incluido dentro del grupo de los tratados de figuris usados por Servio, relacionados con los estudios retóricos. Siguiendo la opinión de Ana Isabel Magallón (2002: 159), encajaría mejor con los tratados de idiomatibus que se introdujeron a través de las artes de Diomedes y de Carisio, obras con las que los Exempla guardan muchos paralelismos. 68 Fuente: Keil, Heinrich (1961): «Arvsiani Mesii exempla elocvtionum ex Vergilio Sallvustio Terentio Cicerone digesta per litteras», en Grammatici latini, tomo VII, Hildesheim, Georg Verlagsbuchhandlung, pp. 449-514. 96 Los ejemplos, basados en autoridades, nos indican que se está dando ya un paso decisivo hacia la consideración de la sintaxis. Las gramáticas del pasado desarrollaron la morfología antes que la sintaxis. La gramática y la lexicografía se centran en aspectos aislados de la palabra considerada como unidad. Sólo posteriormente se empieza a tener en cuenta la relación de las palabras entre sí, para lo cual se hace imprescindible el uso de ejemplos. Por esa razón los grandes teóricos de la sintaxis basaron sus obras en citas ejemplares: Apolonio Díscolo para la lengua griega y, siguiendo sus pasos, Arusiano Mesio, Carisio o Prisciano para la lengua latina. Sus ejemplos siempre se extraían del canon de autores establecido por los gramáticos de su tiempo, y eran considerados autoridades de uso, como ya hemos explicado aquí. Llegados a este punto, vamos a tratar uno de los repertorios lexicográficos más importantes de este período: De compendiosa doctrina 69 , escrito por el africano Nonio Marcelo. Algunos autores, como Juana María Torres Prieto (2002: 158) han calificado esta obre de diccionario de autoridades, pero hay que ser cautos a la hora de hablar de este género lexicográfico, pues no se trata de un diccionario en el sentido actual del término. De compendiosa doctrina es una obra heterogénea y, seguramente, inacabada. Está compuesta de 20 libros: i. De Proprietate Sermonum, glosario de voces castizas ii. De Honestis et Nove Veterum Dictis, vocablos recogidos en autores latinos arcaicos en orden alfabético iii. De Indiscretis Generibus, vocablos en orden alfabético usados con variantes según los autores iv. De vera Significatione Verborum, palabras con doble significado, también en orden alfabético v. De Differentiis Verborum, sinónimos estilísticos vi. De Impropriis, palabras usadas en sentido figurado vii. De Contrariis Generibus Verborum, colección de verbos viii. De Mutata Declinatione, colección de sustantivos ix. De Generibus et Casibus, colección de pasajes con ejemplos de palabras de género dudoso y rección casual especial x. De Mutatis Conjugationibus, colección de verbos conjugados de formas diferentes xi. De Indiscretis Adverbiis, colección de adverbios xii. De Doctorum Indagine, suplemento a los anteriores y noticias curiosas. 69 El título completo es Nonii Marcelli Peripatetici Tuburticensis de Compaendiosa Doctrini per Litteras ad Filium. 97 xiii. xiii a xviii, técnicismos (De Genere Navigiorum, De Genere Vestimentorum, De Genere Vasorum vel Poculorium, De Genere vel Colore Vestimentorum, De Genere Ciborum vel Pomorum, De Genere Armorum, y De Propinquitate). Los doce primeros se ocupan de cuestiones lingüísticas tratadas con un criterio sistemático preciso. Los últimos libros contienen varios elencos de léxico técnico. Lo más llamativo de esta obra es que, a diferencia de otros repertorios, en ella pueden faltar la información etimológica e incluso la definición, pero, no falta nunca la cita de un autor que documente el uso de la voz (ver figura 3). El objetivo de Nonio Marcelo es recoger el mayor caudal léxico a partir de un corpus que él y sus posibles colaboradores reunieron previamente. El hecho de que la obra esté sin concluir ha permitido a los estudiosos descubrir el método que el lexicógrafo utilizó para hacer el acopio de voces. Los libros cuya nomenclatura no está ordenada alfabéticamente muestran el conjunto de palabras según el orden de aparición en la obra de un autor. Parece que Nonio y quienes colaboraron con él se basaron en fichas, lo cual podría explicar el extraño hecho de que el vocabulario recogido en la obra de Salustio aparezca ordenado en orden inverso a la lectura normal de la obra (Velaza Frías 2007: 245). Otro aspecto que queremos destacar aquí es que la obra pasó desapercibida en la Edad Media. No dejó huella en ningún diccionario medieval. Sin embargo, a partir del Renacimiento el vocabulario de Nonio Marcelo comenzó a ejercer una gran influencia, debido sobre todo a la gran cantidad de ejemplos de uso que éste proporcionaba. Petrarca es uno de los primeros humanistas en citarlo en sus Epistolae familiares 70 . Sabemos que la Cornucopia, primera edición del famoso diccionario de Ambrogio Calepino, abundante en citas de autoridades, consultó De compendiosa doctrina para extraer de él los ejemplos. También aparece mencionado en el Prólogo del diccionario latino de Robert Estienne (1532). Y lo más importante, en lo que a la lexicografía hispánica atañe, es que Alfonso de Palencia, autor de un diccionario de sinónimos, De differentis (1472), usó a Nonio Marcelo como principal fuente para la extracción de ejemplos (Durán Barceló 2002: 911-912). Sin duda, el Universal Vocabulario (1490) también se apoyó en esta obra, y no sólo en el vocabulario de Papias, como tradicionalmente se ha afirmado. En efecto, el humanismo clásico pretendía volver a las fuentes (ad fontes fue el lema que repetía Erasmo de Rotterdam al estudiar a los clásicos), pero muchas obras habían desaparecido de las bibliotecas 70 En estas cartas, Petrarca reconoce su tristeza por la pérdida de tantos escritores, cuya referencia sólo le eran conocidas por Prisciano, Plinio el Viejo o Nonio Marcelo: «Sería algo demasiado largo de recordar la lista de todos los títulos de libros que encontré en la juvenil lectura del gramático Prisciano, los que acumuló Plinio el viejo, y los que recientemente he hallado en Nonio Marcelo.» (Longa nimis recordatio, Prisciani grammatici iuvenilis olim lectio quot michi librorum peregrina nomina congesserit, quot postmodum Plinius Secundus, quot novissime Nonius Marcelus, quotiensque salivam excitaverint) (Fam. III 18 7) (Carta a Giovanni dell´Incisa (F. Petrarca, Le familiari) (apud de Nonno 1990: 601). 98 europeas para siempre. Nonio Marcelo, que durante el Bajo imperio ya era consciente de que el saber clásico corría el riesgo de desaparecer, copió fragmentos muy extensos de autores, tanto principales como secundarios, modernos como antiguos, con el fin de preservarlos, explicando el uso de las voces que ya en su tiempo no se entendían con facilidad. Por eso, en el Renacimiento, Nonio Marcelo fue un verdadero filón para los nuevos diccionarios de la lengua latina, cuyo modelo lingüístico ya no era el latín macarrónico de la Edad Media, presente en Papias, Hugución y Balbi, entre otros, sino el latín clásico, e incluso preclásico. Ayudó, por tanto, a la resurrección del principio de autoridad, tanto en su finalidad descriptiva, como también al servir de modelo para la formación de este género lexicográfico, Poco tiempo después de que los vocabularios latinos vieran necesaria la inclusión de citas con las que autorizar cualquier voz, las lenguas vulgares copiarán este criterio para la descripción de su propio léxico. OMNE y TOTUM algunos pretenden distinguirlos, de modo que consideran que totum es más que omnis, aunque a menudo lo hemos leído sin distinción y con significado de „totalidad‟. Lucrecio lib. III (17): «veo hacerse todo [totum] a través de la nada». Virgilio en las Bucólicas (X, 69): «Todo [omnia] lo vence el amor» Y también en las Georgicas, libr. III (242): «Y hasta todo [omne] género de hombres, fieras y animales marinos, los ganados y las pintadas aves se precipitan a las furias y al fuego: el amor es el mismo para todos». También en la Eneida lib. VI (726): «Un alma metida en sus miembros da vida a la mole toda [totam] y se mezcla con el gran cuerpo». ¿Se puede aceptar en algún sitio que totum se considere más y no como „todo entero‟? Virgilio Georg. Lib. III (377): «y todos [totas] los olmos se envuelven en fuego y se entregan a las llamas»; «como sea, todos [totas] los olmos enteros, y no todos [omnes] los que en el mundo existen». Figura 3: Nonio Marcelo. De compendiosa doctrina 71 En el quinto libro de su obra De compendiosa doctrina, De differentia similivm significationum, Nonio Marcelo se ocupa de las diferencias entre diversos sinónimos. Hemos elegido el artículo dedicado a omnis y totus. Como es sabido, omnis hace referencia a la totalidad, en cada uno de sus miembros, mientras que totus se define como el „todo‟ considerado como unidad. Pero Nonio Marcelo se hace eco de una oponión que sostenía que totus era más abarcador que omnis. A través de una cita de Lucrecio (De rerum natura) y varias de Virgilio llega la conclusión de que los escritores han utilizado indistintamente (indiscretim), ambos adjetivos. 71 Fuente: Nonio Marcelo (2003) [s. III d. C.]: De compendiosa doctrina libros XX, volumen 3, editado por Wallace Martin Lindsay, München/Leipzig, K. G. Saur Verlag. 99 La fidelidad que demostró Nonio Marcelo a las fuentes desaparecerá en la lexicografía medieval, una lexicografía que, como veremos en el siguiente epígrafe, a menudo citaba sólo a través de obras de segunda mano, mostrando ejemplos incompletos y de dudosa corrección gramatical, debido a la ignorancia que demostraban los propios lexicógrafos. 2.3. El principio de autoridad durante el Medioevo En la Edad Media, el principio de autoridad siguió vigente, aún con más fuerza si cabe. Pero su función había cambiado. Ya no se trataba tanto de comprender e imitar a los poetas de la Antigüedad, sino de interpretarlos en clave cristiana. La Biblia inspira mayor respeto que los textos literarios latinos, y no sólo en el campo de la moral, sino también en lo que se refiere a la resolución de cuestiones gramaticales. Pronto, la Iglesia Católica fue formando su propio corpus doctrinal. La autoridad ya no descansaba sólo en el texto revelado, sino también en la tradición, constituida por la obra de los Santos Padres, los concilios y los Doctores de la Iglesia, cuyos textos eran citados para respaldar opiniones de carácter doctrinal. En la alta Edad Media aún se aprecia tensión a la hora de valorar los textos clásicos frente a los libros cristianos. Se produjo en aquel tiempo una especie de conversión cristiana de escritores como Virgilio o Séneca. Virgilio, por una parte, era presentado como profeta al atribuírsele el anuncio del nacimiento de Cristo en su Égloga II. En cuanto a Séneca, las semejanzas entre su doctrina y la que defendían los cristianos fueron achacadas a San Pablo. De hecho, circulaban entonces varias cartas intercambiadas de ambos que resultaron ser, naturalmente, apócrifas. En gramática y en lexicografía, las autoridades se transformaron en ejemplos estereotipados. La dificultad de encontrar la obra original de los autores clásicos motivó que las citas se hicieran a menudo a partir de textos de segunda mano. Los auctores ya no son sólo autoridades de lengua. Las citas persiguen la transmisión de un conocimiento. Por esa razón, aunque las obras mencionadas sean textos poéticos, lo que interesa no es tanto destacar el estilo o la corrección gramatical de ese fragmento, sino la información enciclopédica que aporta. En otras palabras, las autoridades de lengua se transforman en autoridades científicas o enciclopédicas. Obras como las Etymologiae de San Isidoro de Sevilla, a pesar de su carácter lingüístico, contienen pocas citas referidas a la corrección gramatical. La intención de San Isidoro era salvaguardar el tesoro de conocimientos de la Antigüedad, pasándolos por un tamiz cristiano. A partir del siglo XII el estudio de los auctores volvió a cobrar un especial impulso. Sin embargo, la fuerte influencia de la gramática especulativa de base aristotélica frenará el interés estrictamente filológico de tales estudios. Las gramáticas no prestaban tanto interés por el uso del latín, sino por la relación existente entre el lenguaje y la realidad. En cuanto a los diccionarios, el modelo lingüístico era muy difuso. Los primeros diccionarios tomaron como fuente tanto las obras de escritores cristianos como paganos, sin 100 establecer una distinción clara entre latín madieval y latín clásico. El latín seguía usándose en la liturgia, en la diplomacia y en las escuelas catedralicias y universitarias. Los repertorios léxicos recogen, por tanto, aquellos usos medievales, en detrimento de las formas clásicas, y las citas bíblicas se confunden con la de los auctores. Lorenzo Valla y Elio Antonio de Nebrija se levantarán en contra de este modelo lexicográfico prácticado por autores como Papias, Hugución o Juan Valvi, y también contra el abuso lingüístico aplicado por las gramáticos especulativos. Así se inicia la época renacentista, que en lingüística se caracterizará por una vuelta a las fuentes y la fijación de un modelo basado en verdaderas autoridades del período clásico. Antes de continuar en esta época, nos detendremos con más atención en el período medieval. 2.3.1. La gramática en la Edad Media La caída del Imperio Romano de Occidente, las invasiones germanas y el triunfo del Cristianismo cambiaron, sin lugar a dudas, las estructuras socio-culturales del mundo antiguo. En lo que se refiere a las ideas gramaticales, al igual que en otros campos, se llevó a cabo durante la Alta Edad Media una labor recopiladora. El carácter normativo de las gramaticas se acentuó, por las razones que ya se han explicado. Sin embargo, con dicha postura prescriptiva se estaba estigmatizando un uso común que a la larga daría lugar a la aparición de las lenguas romances. Ciertamente, el latín que describían las gramáticas en los últimos años del Imperio de Occidente no se correspondía con el latín hablado. Estos manuales servían de herramienta para la lectura y la comprensión correcta de los auctores clásicos. Por esa razón, el principio de autoridad, entendido como fórmula pedagógica, cobró en estos siglos un valor de singular importancia, como vimos al hablar de la teoría gramatical desarrollada por San Agustín. Los tratados gramaticales más influyentes en la Edad Media fueron la Ars Grammatica de Elio Donato (s. IV d. C.), conocido comentador de Terencio y Virgilio, y las Institutiones Grammaticae de Prisciano Caesariensis (s. V – VI d. C.), sin duda el gramático más difundido y comentado en este período, y aun durante el Renacimiento. La aparición de citas se convertirá en una característica omnipresente tras la consagración de estas dos obras. Hasta tal punto los ejemplos extraídos de escritores se convirteron en un rasgo distintivo de las gramáticas, que Virgilio Maro el gramático (h. VII d. C.), al llevar a cabo una parodia de los tratados gramaticales latinos, en la que inventa una nueva modalidad de latín inexistente, recurre también a la invención de autoridades con el fin de autorizar, mediante su testimonio, el uso de ese latín imaginado por él mismo (Law 1997: 225). 101 La educación tradicional romana no cambió con el triunfo del cristianismo y el fin del Imperio Romano. Las primeras modificaciones se producirán en realidad a finales del s. VII y comienzos del VIII, y su culminación tendrá lugar en época carolingia, cuando se configura definitivamente la educación típicamente medieval. (Pérez Rodríguez 1992: 257). Ésta girará en torno a las llamadas siete artes liberales, que nombra por primera vez Marciano Capella (s. V d. C.) en su obra De nuptiis Philologiae et Mercurii et de septem Artibus liberalibus libri novem. Las universidades medievales organizarán el saber en dos campos: el trívium, que abarcaba la gramática, la retórica y la dialéctica; y el quadrivium, que incluía la aritmética, la astronomía, la geometría y la música. La gramática tendrá un papel destacado en este sistema. La cultura cristiana no renunció a la herencia literaria del mundo clásico. San Agustín consideró el estudio de los auctores paganos como una herramienta utilísima para la interpretación de las Sagradas Escrituras. Para Casiodoro, un influyente autor del siglo VI d. C., las litterae saeculares debían subordinarse a las litterae divinae, aunque el estudio de las primeras permitía el mejor conocimiento de las segundas. (Pérez Rodríguez 1992: 258). De hecho, la gramática permanece sin elementos típicamente cristianos hasta el siglo VII, si bien Donato y Prisciano ya habían mencionado algunas palabras griegas relativas al ámbito eclesiástico. (Pérez Rodríguez 1992: 261). Los tratados altomedievales, salvo alguna excepción como la que representa el abad franco Smaragdus, siguen incluyendo una mayoría de citas a partir de autores paganos tradicionales, especialmente de Virgilio. Además, no se observa que el número de citas bíblicas o cristianas introducidas aumente con el paso del tiempo 72 . Las fuentes cristianas y las Sagradas Escrituras, a pesar de ser consideradas superiores en relación a las fuentes paganas, no suman un número tan significativo como éstas. Escritores como Cicerón, Virgilio, Horacio, Ovidio, Lucano y Estacio seguían siendo muy valorados en el estudio de la gramática. Pero con el paso del tiempo, las citas dejan de extraerse directamente de las fuentes, y se copian de una gramática a otra, hasta llegar a convertirse en un símbolo estereotipado de las reglas mismas que ejemplifican (Pérez Rodríguez 1992: 265). Esta fosilización de las citas, que continua incluso en manuales modernos, fue una de las razones por las que los humanistas del Renacimiento promovieron una vuelta a las fuentes originales. Sólo dos gramáticos escribieron tratados gramaticales basándose exclusivamente en las Sagradas Escrituras, suprimiendo toda autoridad pagana: Beda en su De schematibus 72 Tomando como fuente el trabajo de Estrella Pérez Rodríguez (1992: 265), las cifras indican lo siguiente: en el s. VII Julián de Toledo toma 290 citas de autores paganos frente a 73 de la Biblia y 51 de autores cristianos, el Ars Ambrosiana tiene 113 ejemplos de autores paganos frente a 7 de la Biblia y 2 de autores cristianos; en el siglo VIII Bonifacio cita 79 voces en obras paganas y 5 en las Sagradas Escrituras; en el s. IX Murethac da 186 fragmentos de autores paganos junto a 21 de las Sagradas Escrituras y 23 de autores cristianos, el Ars Laurshamensis incluye 258 de obras paganas, 16 de la Biblia y 9 de autores cristianos. 102 et tropis y Smaragdus en su Liber in partibus Donati, quem libellum non Maronis aut Ciceronis uel etiam aliorum paganorum auctoritate fulciui, sed Diuinarum Scripturarum sententiis adornaui (0T, 15-17). El abad de Saint-Mihiel, Smaragdus, supedita la opinión de los gramáticos paganos a la autoridad de las Escrituras (auctoritas Scripturarum): Se dice que hay más o menos partes [de la oración]. La Iglesia cree que hay sólo ocho, que no dudo hayan sido inspiradas por la divinidad. En efecto, pues a través del estudio de la latinidad los elegidos alcanzan en general el conocimiento de la Trinidad, y con su guía, a lo largo de espléndidos caminos, ayudan y conducen al más alto reino de la beatitud, es necesario que el latín corresponda con este cálculo. De hecho, el número ocho aparece frecuentemente como número sagrado en las Escrituras (I T, 17-24, apud Lepschy 1994: 174) 73 . Smaragdus no sólo renuncia a la autoridad de los gramáticos, sino también a la de los escritores clásicos. La latinitas quedará restringida al uso expresado en los textos revelados, como se ve en el siguiente texto, en el que se discute acerca del género gramatical de algunas palabras: Hay, además, nombres de género incierto entre masculino o femenino, como cortex, radix, silex, finis, stirps, dies, pinus, pampinus. En todos estos no seguimos a Donato, porque consideramos que la autoridad de la Sagrada Escritura es más convincente. En verdad, no negamos que cortex, silex, stirps y dies tengan género común; sin embargo, la autoridad de las Sagradas Escrituras enseña que radix, finis y pinus son de género femenino (4 T, 119- 25, apud Lepschy 1994: 174) 74 . A veces, el texto bíblico contradecía las normas de la gramática, tal como habían sido expuestas por Donato o Prisciano o por los antiguos poetas. Los gramáticos altomedievales señalaron algunas de esas contradicciones y explicaron su causa. Sin embargo, no por ello se sintieron obligados a modificar las normas gramaticales. El carácter pedagógico de las gramáticas irá disminuyendo con el paso de los siglos, así como la importancia de las citas o de los ejemplos. En la baja Edad Media se tendió a prescindir del «intellectus poetarum». El conflicto entre el mundo clásico y el cristianismo se desvaneció, y fue retomado de nuevo el interés filosófico por el lenguaje. Esto se debió, fundamentalmente, al redescubrimiento de Aristóteles, gracias al cual tuvo lugar la edad dorada de la filosofía escolástica. A finales del siglo XIII y durante el siglo XIV las gramáticas especulativas, en las que se aplica sistemáticamente la lógica al estudio del lenguaje, van a dominar el panorama educativo del latín. Sin embargo, el 73 Multi plures, multi vero pauciores partes esse dixerunt. Modo autem octo universalis tenet ecclesia, quod divinitus inspiratum esse non dubito. Quia enim per notitiam Latinitatis maxime ad cognitionem electi veniunt Trinitatis et ea duce regia gradientes itinera festinant ad supernam tenduntque beatitudinis patriam, necesse fuit, ut tali calculo Latinitatis compleretur oratio. Octavus et enim numerus frequenter in Divinis Scripturis sacratus invenitur. 74 Sunt item nomina incerti generis inter masculinum et femininum, ut cortex radix silex finis stirps dies pinus pampinus. In his omnibus Donaturm non sequimur, quia fortiorem in Divinis Scripturis auctoritatem tenemus. Corticem enim, silicem, stirpem et diem communis generis esse non negamus: radicem vero et finem et pinum feminini generis esse Scripturarum auctoritate decumur. 103 objetivo primordial de aquellos gramáticos, denominados modistae, ya no era enseñar el uso de la lengua latina, sino estudiar los modi significandi, es decir, los modos según los cuales las lenguas significan a partir de su relación con la realidad. Para los escolásticos medievales, el lenguaje humano era un espejo de la realidad, de donde emplearon el término speculativum para nombrar algunas de las gramáticas que se redactaron entonces, como la Grammatica Speculativa de Thomas de Erfurt. Tanto los modistae como los gramáticos racionalistas posteriores partían de Aristóteles y creían en una gramática universal. La diferencia entre ambos radicaba en que los modistae pensaban que los seres humanos tenían similares experiencias porque el mundo que les rodeaba poseía la misma naturaleza; en cambio, los gramáticos racionalistas creían que las semejantes experiencias de los hombres se debían a la naturaleza de la mente humana. La imitación del latín literario ya no era, pues, el principal objetivo de la gramática. Según el historiador de la lingüística, Robert H. Robins, [t]he Latin of the speculative grammarians was by classical standards clumsy and inelegant; the forms employed were often unacceptable when considered in relation to the usage of classical Latin authors, and the philosophical theory adduced to justify the theory of modistic grammar was held by later critics of the period to be at best irrelevant and at worst pettifogging and obscurantist. In modern terms the modistae were theory orientated, and the adherents of classical literature and Priscian´s grammar as it stood were data orientated, their data being literary texts and classical usage. The difference between the two attitudes is illustrated by the choice of examples; the linguists of antiquity and the late Latin grammarians used quotatitons from classical texts, Priscian being very free with his citations, but the modistae made up their examples almost formulaically, without regard to actual utterance or to situational plausibility; being only concerned with exemplifying a particular structure, the frequently produced sentences that could scarcely have occurred in any other context (the example quoted above, Socrates albus currit bene, white Socrates runs well, is quite typical) (Robins 1994: 99). Como queda patente en esta cita, los ejemplos ya no tienen por finalidad la demostración de una determinada regla gramatical. Éstos se inventan para expresar mediante fórmulas estereotipadas las estructuras lógicas que los gramáticos querían demostrar 75 . Entre los autores de gramática más reconocidos en la Baja Edad Media encontramos a Pedro Helías (s. XII), que escribió un comentario a la obra de Prisciano. A lo largo del siglo XIII, otros manuales usados para la enseñanza del latín fueron el Doctrinale de Alexander de Villa Dei y el Grecismus de Eberhard de Béthune 76 . Ambos eran fáciles de memorizar debido a que están escritos en verso, el primero en hexámetros y el segundo en hexámetros y pentámetros. Sin embargo, incurrían en errores de prosodia, debido al conocimiento imperfecto de la cantidad de las vocales. En el siglo XIV estas gramáticas se enseñaban oficialmente en las universidades de Toulouse, Paris, Heidelberg y Viena. A 75 Esto no deja de recordar al método introspectivo aplicado por los gramáticos generativos, que no recurren a ningún corpus, sino a la propia introspección del gramático para extraer de ahí reglas universales del lenguaje. 76 El Grecismo tomaba su nombre por las etimologías griegas presentes en el capítulo X, que están plagadas de errores. 104 pesar de que la base de estos manuales era Prisciano, explicaban elementos específicos del latín contemporáneo, en particular del latín eclesiástico, al que situaban al mismo nivel que los ejemplos de Horacio, Virgilio y Ovidio. En el siglo XIII, el francés Henri d´Andeli escribió un poema alegórico que tituló La batalla de las siete artes. La batalla a la que hace referencia el título es la que desde hacía más de un siglo llevaban a cabo los partidarios del estudio de la literatura clásica, posición que dominaba en las universidades de Chartres y, sobre todo, de Orleáns, y de otra parte los universitarios parisinos que favorecían la lógica y la filosofía en perjuicio de la retórica. En este combate alegórico Prisciano, representante de los auctores, lucha contra Aristóteles, responsable de las bases lógicas de las reglas y conceptos gramaticales, y caudillo de las artes por ser fuente de inspiración de la filosofía escolástica. Como se muestra en la descripción hecha en La batalla de las siete artes, hubo en Europa un primer renacimiento que restauró los estudios literarios en torno a los auctores. Este movimiento humanístico se originó en el siglo XII y se prolongó hasta el XIV (Alessio/Villa 1990). Sin embargo, la deficiente transmisión textual de las obras clásicas, las dificultades para su localización y la fuerte influencia de la filosofía escolástica de corte aristotélico frenaron el impulso de dicha corriente, que sólo a partir del siglo XV alcanzaría el triunfo con el verdadero humanismo. Antes que en Italia, en Orleáns se llevó a cabo la enseñanza y el estudio de los escritores clásicos, aunque este tipo de educación se percibía aún como una preparación a los estudios de filosofía. Sobre este hecho escribió lo siguiente Goffredo de Vinosalvo (Poetria nova, 1015-1017): [...] Parisius dispensat in artibus illos panes unde cibat robustos. Aurelianis educat in cunis auctorum lacte tenellos En las artes [la universidad] de París reparte los panes con los que nutre a los adultos. La de Orleans educa a los pequeños con la leche de los auctores. El estudio de los escritores latinos clásicos se hacía mediante la técnica del accessus ad auctorem, que fue una parte fundamental de los métodos hermenéuticos empleados en el sistema educativo medieval. Si bien no hubo un método homogéneo, el accessus se llevaba a cabo mediente un sistema de preguntas y respuestas en torno a un escritor, preguntas que podían referirse al título de la obra, la vida del autor, la materia tratada, la intención, etc. En la primera mitad del siglo XII, el monje Conrado de Hirsau escibió un manual de introducción a los autores más comúnmente estudiados en la gramática. El Diálogus super auctores se presenta como un coloquio o diálogo didáctico entre un maestro y su discípulo. La ordenación de los autores no se realiza de una manera cronológica sino pedagógica, situando la obra de los antiguos poetas paganos en último lugar, dada la dificultad de su lectura e interpretación. Para aquellos que llegaban al dominio de la literatura antigua, se escribieron también comentarii, un género que también fue muy cultivado durante el renacimiento literario del siglo XII. No obstante, 105 debido al coste del pergamino y a la carencia de libros, las obras no llegaban completas a manos de los estudiosos, sino a través de antologías literarias, llamadas florilegii. Entre los florilegios más conocidos están el Florilegium Gallicum, el Florilegium Angelicum, los Exempla deversorum auctorum, el Florilegio de Frisinga, etc. Los diccionarios medievales, con escasas citas de autoridades, recurrieron a estas antologías para compensar la pobreza de referencias originales en sus artículos. 2.3.2. La lexicografía medieval Las obras lexicográficas escritas durante la Edad Media poseen características muy heterogéneas. Podemos distinguir, en primer lugar, los compendios enciclopédicos, inspirados, en último término, en la Naturalis Historia de Plinio. Sin lugar a dudas, el libro de las Etimologías de San Isidoro de Sevilla (570-636) fue la obra que más influyó en los restantes repertorios lexicográficos medievales. Pero no se trata de la única enciclopedia que apareció en aquellos siglos. El monje germano Rabano Mauro (776- 856) escribió entre los años 842-847 otra enciclopedia titulada De universo libri XXII (también conocida como De rerum naturis), en la que trata de emular la famosa obra de san Isidoro. Más tarde, en el ámbito de la lengua griega, y dentro de los límites del Imperio bizantino, se redactó la Suda o Suidas (h. s. X), que constituye un repertorio enciclopédico con unas 30.000 voces de carácter gramatical, etimológico, biográfico, geográfico, histórico, científico y literario. El segundo grupo de repertorios está formado por las glosas y los glosarios. Auroux (1992: 33-34) hace una tipología de este tipo de léxicos, distinguiendo las siguientes clases: 1) Listas temáticas de léxico especializado. Entre ellos, se encuentran los nominalia medievales, que eran listas de palabras para el aprendizaje del latín, ordenadas temáticamente o por campos léxicos. 2) Listados de términos antiguos y difíciles, homónimos, sinónimos o listas referidas a un determinado autor literario. Este género de vocabulario ya se cultivó en la Antigüedad, y siguieron escribiéndose durante época medieval. Las glosas podían ser interlineares o autónomas. 3) Finalmente surgieron los glosarios, recopilaciones de léxico a partir de diversas glosas para formar un solo bloque. Podían ser monolingünes o bilingües y tenían una finalidad eminentemente didáctica. El último grupo de léxicos medievales, una vez comentados los glosarios, corresponde al de los grandes repertonios monolingües latinos. Éstos no pueden ser definidos todavía como diccionarios en sentido estricto, pues sus características no se dan de manera sistemática, sino combinando por un lado las explicaciones enciclopédicas tomadas de 106 San Isidoro, y los concisos equivalentes con que se caracterizaban los glosarios, por otro. Además, los grandes repertorios de esta época no seguían siempre el orden alfabético para organizar el conjunto de lemas. Lo que solía hacerse era agrupar en un mismo artículo toda una familia morfológica y etimológica de palabras. Los grandes repertorios son, como destacan la mayoría de los especialistas, los siguientes: 1) El Elementarium doctrinae (e)rudimentum de Papias 2) El Liber derivationum de Hugución de Pisa 3) El Catholicon de Juan Balbi Por la importancia que tuvieron en la cita y transmisión de autores clásicos, mencionarermos, además, otras dos obras: la Panormia escrita por Osbern de Gloucester (s. XII) y las Expositiones vocabularum Biblie de Guillermo Brito (s. XIII). Las glosas son comentarios que se realizaban sobre un texto concreto, es decir, son un producto completamente circunsancial. Con la ayuda de las glosas y de los escolios, se facilitaba la comprensión de palabras o pequeños fragmentos que eran difíciles de entender. Estas explicaciones se añadían entre las líneas del texto o en sus márgenes (Gemmingen 2003: 154), tal como sabemos que se realizaron las conocidas Glosas Emilianenses y Silenses. Con el paso del tiempo, el proceso fue haciéndose más complejo, y las glosas se separaron de los textos de origen, reagrupándose en listas independientes: los glosarios. Estas listas de palabras o glosarios seguían con frecuencia una ordenación alfabética, recurso que ya fue seguido por Verrio Flacco en el siglo II d. C. La función de los glosarios era servir de herramienta didáctica en los primeros pasos de aprendizaje del latín. De ahí su simplicidad y la ausencia de citas. También servía para perfeccionar las habilidades del latín oral y escrito. Las definiciones eran de tipo sinonímicas: una voz oscura, ya fuera literaria, técnica o arcaica, se definía por medio de su correspondiente sinónimo, más común y fácil de entender, o bien a través de una breve paráfrasis (expositio) El primer gran glosario que ha llegado hasta nosotros es el que recopiló Salomón (ý 919), obispo de Constanza y abad del Monasterio de San Gall, en la actual Suiza. Pero el glosario de mayor difusión en la Edad Media fue el Liber glossarum (ca. ss. VII-VIII), fuente principal del vocabulario de Papias. Un poco más tarde comenzaron a aparecer también los primeros glosarios bilingües, como las Glosas de Reichenau (ss. IX –X) entre el latín y el francés antiguo, o las Glosas de Kassel (ss. IX –X), entre un latín arromanzado y el antiguo alto alemán (Gemmingen 2003: 155). En la Península Ibérica tenemos ejemplos como el de las Glosas Emilianenses y Silenses, un poco más tardías, pues ambas han sido fechadas en torno a mediados del siglo X o comienzos del XI. Aún 107 más tardíos son el Glosario de Toledo, el Glosario de Palacio, y el Glosario de El Escorial, estudiados por Américo Castro (1936). Para entender cómo se transmitió el conocimiento de los auctores clásicos durante la Edad Media hay que analizar primero la obra de san Isidoro de Sevilla. Aunque su tratado más conocido lo constituyen las Etymologiarum siue Originum libri XX (612-621), san Isidoro también escribió un Liber de differentiis (598-615), en el que se ocupaba de las diferencias entre las palabras y las cosas, con una organización temática, como hizo después en su obra cumbre. Las Etimologías u orígenes de Isidoro representan un puente simbólico entre la Antigüedad y la Edad Media. En esta obra se tratan temas como la gramática, la dialéctica, las matemáticas, la medicina, la teología, la poesía, la geografía, la mineralogía, la agricultura, el arte militar, la gastronomía, etc. Isidoro opta con frecuencia por un método de exposición lexicográfico, dando lugar a grandes bloques comparables a los apartados de un diccionario onomasiológico. Pero si, como señala la misma autora, en los glosarios lo característico era ofrecer un sinónimo o equivalente de las voces tratadas, y sólo esporádicamente alguna información etimológica, en esta obra sucede justo lo contrario. La explicación de las etimologías constituye el núcleo central de cada comentario. Pero no debe entenderse etimología en el sentido moderno del término. El étimo de una voz se indagaba generalmente por procesos de derivación morfológica o por efecto de simples homonimias y paranomasias. El fin no era descubrir el origen lingüístico de una determinada voz, sino hallar una conexión entre la forma y la semántica de la palabra, sin distinguir claramente entre el significado lingüístico y el referente extralingüístico. Por esa razón, Las Etymologías tienen carácter enciclopédico, y no lingüístico: la etimología o verdadero significado se identificaba con la realidad que se describía. Cuando san Isidoro define, no lo hace como los modernos diccionarios de lengua, sino describiendo detalladamente los objetos de la realidad. Recordemos esta característica, que volverá a aparecer cuando hablemos del Tesoro de la lengua castellana o española (1611) de Sebastián de Covarrubias. Si las explicaciones en las Etimologías no son lingüísticas, y si la selección de las palabras no obedece a la dificultad de ser comprendidas, como sucedía en los glosarios, sino al intento de reconstruir una visión del mundo a través de las palabras, entonces las citas de los auctores no podían ser tampoco autoridades lingüísticas, sino científicas. Sólo muy esporádicamente la cita persigue ilustrar el uso de una voz, o explicar alguna dificultad gramatical que entrañaba la palabra. Pero no es lo usual. De todas formas, las referencias permitieron salvar el principio de autoridad, al menos en su forma externa, ya que los emuladores continuaron con el recurso de la cita para apoyar sus afirmaciones, ya fueran de carácter enciclopédico o lingüístico. Hay que tener en cuenta que el sabio de la Edad Media no entendía el progreso del conocimiento como un avance, tal como lo entendemos hoy, sino como una recapitulación de todo el saber pasado. Esto se puede 108 aplicar también a otros ámbitos, como el de la filosofía, la medicina o la astronomía. El continuo recurso a la autoridad (científica) impidió el progreso real del conocimiento, si bien también ayudó a conservarlo en una época tan convulsa como fue, en sus comienzos, la Edad Media. Hasta el siglo XI no aparecen los grandes repertorios monolingües en lengua latina. Sólo el Catholicon de Balbi puede considerarse un diccionario en sentido moderno, pero las obras de Papias, Osbern, Hugución y Guillermo Brito compartían ya muchas características de este género. En el Elementarium de Papias, por ejemplo se estandarizan las formas de los lemas: nominativos, primeras personas o infinitivos de los verbos, aunque aún con excepciones. Papias se compromete a marcar cada caso, género, declinación, conjugación, cantidad, abreviaturas de los autores, etc. Tal vez a ello alude en el Prefacio al escribir «Iam uero definitionibus et secundum regulas, notationibus, sententiis […]» («Ciertamente, ya con definiciones, y según las normas, con anotaciones, citas […]»). Sin embargo, en la mayoría de las ocasiones falta alguna de esas indicaciones, lo cual no impide que, como planteamiento teórico, el grado de evolución del vocabulario de Papias sea notable (Codoñer 1999: 46). El propio autor era consciente de las inconsistencias de su vocabulario, y en cada caso actúa de forma distinta, según consideraba oportuno. También en el Prefacio leemos: De todas las palabras que se pueden hallar en este libro, un conjunto de ellas tiene autoridades o bien se asienta en reglas ciertas; otro ofrece dudas, al no estar apoyado en un fundamento firme, pero otros están claramente basados sobre principios claros y comunes. Cuando los casos son evidentes nosotros hemos considerado que es supefluo añadir notas 77 (apud Daly/Daly 1964: 232). Las citas son escasas, y la mayoría de las ocasiones se toman de fuentes indirectas, como son la gramática de Prisciano y las Etimologías. Estas citas tienen carácter linguístico, pues confirman el género de una palabra, su ortografía o la peculiaridad de algún verbo. También hay casos de autoridades científicas o enciclopédicas. El propio Papias se encargó de indicar qué autores cita y qué abreviaturas va a utilizar, para poder identificar así rápidamente sus nombres: Pero los nombres de algunos autores se escribirán en el margen por medio de sus primeras letras para su identificación. Algunos de estos se nombrarán en la siguiente lista: Hisidorus hi, Augustinus aug, Ieronimus ier, Ambrosius amb, Gregorius gg, Priscianus pris, Boethius bo. Pero lo que hemos encontrado en todos los libros de Prisciano, Boecio y otros son designados por las mismas abreviaturas : Commentum supra Boetium co bo, Remigius re, Beda be, Origenes ori, Oratius ora, Cicero ci, Ypocrates ypo, etc. De gestis Longobardorum, Romanorum, De Hystoria Eusebii Ecclesiastica, Horosius, Galienus, Placidus, Eucherius, Virgilius, Commenta Virgili, Oratii, Iuvenalis, Martiani, a todos estos se les ha dado letras que sugieren el nombre 78 (apud Daly/Daly 1964: 232). 77 Omnium in hoc libro inveniendorum pars habet auctoritates vel regulas certas, pars titubat, nullo firmo sustramine, alia vero communibus et satis apertis patent rationibus. At patentibus quidem notas ascribere superfluum indicamus. 78 At vero quorundam etiam auctorum nomina ad eorundem verborum autenticum primis quibusdam litteris, quorum quosdam subnotabimus prescribentur:. Quicquid autem in omnibus pene libris Prisciani, Boetii, aliorumque invenimus isem notatur apicibus. Commentum supra 109 Como se ve, entre los escritores citados hay autoridades cristianas, como san Isidoro, san Agustín, san Jerónimo, san Gregorio, u Orígenes. Entre los auctores clásicos se encuentran Horacio, Cicerón, Virgilio, y Juvenal, entre otros. También hay escritores griegos, como Hipócrates y Platón, citados de segunda mano, ya que en aquella época el desconocimiento del griego era generalizado. También se citan crónicas alto medievales, como la Gesta Longobardorum, o se nombran historiadores como el hispano Orosio o el inglés Beda. Este canon tan diverso y heterogéneo va a caracterizar a los restantes repertorios medievales. Aunque es menos conocido que Papias, Osbern de Gloucester (1123 -1200) fue también el autor de un vocabulario de gran interés, titulado Panormia, conocido también como Liber deriuationum. En esta obra se lleva a cabo la ordenación de los lemas y sublemas siguiendo un criterio morfológico y etimológico, si bien esta idea ya estaba presente en la obra de Papias. Este modelo influirá notablemente en las Magnae deriuationes de Hugución de Pisa. Por medio de las deriuationes, Osbern intenta comprender la base del significado de las voces a través de su motivación morfológica. También incluyó la citas de autoridades para ilustrar el uso o el significado de las palabras (ver la figura 4). Por ejemplo, cita a Plauto varios centenares de veces para testimoniar el uso de palabras correspondientes al latín preclásico que ya no se usaban. Le corresponde el honor de ser el primer autor medieval en mostrar cierta familiaridad con este comediógrafo latino, al que usó como cantera de la que extraer el testimonio de muchas palabras poco frecuentes (Sharpe 1996: 96). También volvemos a encontrar citados una gran variedad de escritores, tanto clásicos como cristianos: san Pablo, Flavio Josefo, Horacio, Virgilio, Ovidio, Marciano Capella, Macrobio, Ambrosio, Sidonio Apolinar, Prudencio, san Jerónimo, etc. Boetium co bo, Remigius re, Beda be, Origenes ori, Oratius ora, Cicero ci, Ypocrates ypo, ET Cetera. De gestis Longobardorum, Romanorum, De Hystoria Eusebii Ecclesiastica, Horosius, Galienus, Placidus, Eucherius, Virgilius, Commenta Virgili, Oratii, Iuvenalis, Martiani ET ceterorum quos supersedemus, Haimo, Plato, Fulgentius omnes littere ad similitudinem vocis caracteres acceperunt. 110 Globus, bi „cúmulo‟, de ahí globosus, a, um, „redondo‟ y globose „esféricamente‟ y globositas, tis, „redondez‟ y globatim „por acumulación‟, y según Isidoro de ahí procede también gleba, ae „gleba, terreno cultivado‟, como globus; de donde glebosus, a, um. Y globo, as, „redondear‟ y el compuesto conglobo, as „acumular‟, y de ahí conglobatus „reunido‟, conglobatio „aglomeración‟, y conglobamen, esto es, „cúmulo‟, y conglobatim „en masa‟ o „acumulativamente‟. Del mismo modo, de este nombre, que es globus, deriva glomus, mi, esto es, acumulación de hilo, „ovillo‟, de donde Horacio en su Epístola: «como la ebria Pirria [lleva] el ovillo de lana robada». Decimos también glomen, nis y glomer, ris, ambos con el significado de „ovillo‟. Y de este nombre glomer deriva glomoro, as, esto es, „acumular‟, de donde glomeratus, a, um, glomeratio y glomeratin adv, es decir, „en masa‟. Y de estas palabras se derivan agglomero, as, y conglomero, as. Figura 4: Osbern de Gloucester. Panormia siue liber deriuvationum 79 En este ejemplo puede verse la estructura típica que tenían los artículos en los diccionarios medievales: en su interior se acumulan voces derivadas de una voz primitiva, que es la que el lexicógrafo lematizaba. La derivación no siempre tenía carácter morfológico, sino también etimológico, si bien hay que tener en cuenta que la etimología en el medioevo no siempre era rigurosamente exacta. Este fragmento está tomado de la Panormia de Osbern. El autor deduce el significado básico a través de la relación etimológica entre las diferentes unidades léxicas. Así se observa en este ejemplo: a partir de globus „cúmulo‟, se puede explicar el signficado de globosus „redondo‟, gleba „tierra para cultivar‟, globo „yo rendondeo‟, conglobo „yo acumulo‟, glomus „ovillo‟, glomoro „yo acumulo‟, glomeratus „unido‟, etc. Estaríamos ante una estructura semejante a la actual forma de nichos que se observan en algunos diccionarios modernos, aunque con una organización más primitiva. Lo más destacable es la aparición de citas. En el presente ejemplo existen dos tipos diferentes de referencias. En la primera se apela a la autoridad de Isidoro como gramático y etimologista. Osbern lo menciona para reforzar la opinión de que gleba procede de globus, relación etimológica que no debía parecer tan clara. La segunda autoridad se basa en Horacio. En este caso, se cita un breve fragmento de la Epístola XIII, en la que el poeta le encomienda a un amigo que traslade con cuidado unos libros para Augusto, y le pide que no lo haga «ut vinosa glomos furtivae Pyrrhia lanae» „como la ebria Pirria [lleva] los ovillos de lana robados‟. La cita resulta difícil de comprender fuera de su contexto. Pero lo que le interesaba a Osbern era testimoniar la voz glomus e ilustrarla. Lo hace a través de la cita de Horacio, en la que junto al plural glumos aparece el genitivo lanae „de lana‟. De ahí „ovillo de lana‟ 79 Fuente: edición de Angelo Mai (1836): Thesaurus novus latinitatis, sive lexicon vetus e membranis nunc primum erutum, Roma, Colegio Urbano. 111 La Panormia de Osbern de Gloucester fue una fuente importante de las Magnae deriuationes, nombre posterior con que fue conocido el Liber derivationum de Hugución de Pisa, quizá el lexicógrafo más conocido de la Edad Media. En su obra, los equivalentes no constituyen el centro de interés, sino que éste se desplaza en dirección a los derivados, los compuestos y otros datos gramaticales, hasta tal punto que es difícil otorgar a esta obra la consideración de diccionario (Codoñer 1999; 49). Weijers (1989: 143) prefiere considerarlo como un diccionario etimológico, aunque no cumpla exclusivamente la función de ofrecer etimologías. El sistema derivacional, tomado de Osbern, es llevado hasta sus últimas consecuencias. Esto complicó enormemente la consulta de la obra. Por ejemplo, el estudiante que usara este vocabulario debía saber que para encontrar la palabra inamabilis, debía buscar previamente el lema Amo. Aún más complicado era hallar la palabra Centauro, que según la etimología medieval remontaba a Gea „terra‟. Por eso, a partir de la segunda mitad del siglo XIII surgieron índices con indicaciones para saber bajo qué lema se encontraban otros vocablos (Gemmingen 2003: 160-161). Hugución consultó diferentes glosarios para elaborar las Deriuationes. Lo datos gramaticales los obtuvo de las Institutiones de Prisciano, y para incorporar contenidos de tipo enciclopédico utilizó las obras de Isidoro y de Papias. Las Deriuationes incluyen un rico vocabulario jurídico, que fue tomado de un glosario lombardo de términos legales (Weijers 1989: 143). Debido a esta variedad de fuentes, el vocabulario enriqueció considerablemente su nomenclatura con respecto a los repertorios anteriores. Además, Hugución incluyó también citas (ver figura 5). La obra que prefiere citar con más frecuencia es la Biblia, en la versión de la Vulgata, En segundo lugar cita a los autores clásicos. También incluyó los versos de gramáticos contemporáneos, como Alejandro de Villa Dei o Everardo de Béthune (Weijers 1989: 144). Según el cómputo de Claus Riessner (1965: 17-18) después de la Vulgata, que cita en 278 ocasiones, Hugución cita a Plauto (229 veces), Horacio (200), Juvenal (176), Virgilio (132), Martianus Capella (127), Persius (121), Ovidio (113), Terencio (102), Lucanus (64), Macrobio (59), Prudencio (55). La mayoría de estos autores pertenecen, según la clasificación hecha por Aimercus, en su obra De arte lectoria (1086), a los aurei auctores de la Edad Media. Los argentei auctores serían Plauto, Ennio, Tulio [nombre con el que se conocía a Cicerón en el medievo], Boecio, Prisciano, Platón (en la traducción realizada por Chalcidio). Cicerón, el auctor que llegaría a convertirse en símbolo y modelo por antonomasia de latinidad durante el Renacimiento, apenas es nombrado en este vocabulario. En cuanto a las referencias a Plauto, se sabe que el 91% de las citas se tomaron de Osbern. Pero Osbern fue también la fuente secundaria para otras varias obras: El 85% de las citas de Persio, la mitad de Horacio y algo menos de Virgilio también se tomaron de la Panormia. En total, el 55 % de todas las citas proceden de Osbern de Gloucester (Claus Riessner 112 1968: 18). Sólo las citas de la Vulgata parecen originales en su mayoría, debido a que la Vulgata era seguramente el libro más accesible en la Europa medieval. Claus Riessner (1965: 18) concluye que la inmensa mayoría de las citas son de segunda mano. Si la fuente no es Osbern, entonces ésta suele proceder de florilegios. Hic HAMUS, idest ferrum recurvum cum quo capiuntur pisces. Et producit primam, ut ostendit ille versus „unam semper amo cuius non solvar ab hamo‟. Hamus etiam est macula lorice, et similiter producit primam, unde (Verg. Aen. 3, 467) „loricam consertam hamis auroque trilicem‟. Dicitur etiam hamus asser cum clavis qui subtegitur terra in vineis sub arboribus defendendis, vel in domo circa scrinia et thesauros, ut, si aliquando fur ingrediatur, eius pedibus infigatur et ita fur deprehendatur; et tunc corripitur prima: Iuvenalis „misera est [magni] custodia census dispositus predives hamis vigilare cohortem servorum noctu Licinus iubet‟. Et ab hamo piscium vel lorice hamatus –a –um, idest curvatus ad modum hami vel uncinis circumdatus vel squamis contextus, et hic amicus ci ab amo, idest catena amoris, caritatis; vel dicitur ab amo –as, ut supra dicitum est, et hec amis –tis, idest fuistis aucupalis, scilicet virgula que sustinet rete quo capiuntur fere vel que levat rete cum quo capiuntur aves, unde Oratius in Odis „aut amite levi parva tendit retia certusque edacibus dolos. HAMUS „anzuelo‟ es el hierro curvado con el que se pescan los peces. La primera [sílaba] se alarga, como se deduce de aquel verso «unam semper amo cuius non solvar ab hamo» „amo siempre a una que no se suelta del anzuelo‟. Hamus también es la malla de la armadura, e igualmente alarga la primera [sílaba] de donde (Virg. Aen. 3, 467): «loricam consertam hamis auroque trilicem‟ „una armadura tejida de mallas y con triple hilo de oro». También se llama hamus al cepo que se entierra junto a las viñas para protegerlas, o bien en la casa cerca de los cofres y de las joyas, para que si en algún momento un ladrón entra, sus pies queden atrapados y así se pueda apresar. En ese caso la primera [sílaba es breve]: Juvenal [Sátira XIV: 304-306]: «misera est magni custodia census dispositus. Dispositis predives hamis vigilare cohortem servorum noctu iubet» „Qué mísero es valorar las grandes riquezas. El rico Licino ayuda por la noche a su cohorte de esclavos a vigilar la trampa colocada‟. Y del anzuelo para peces o bien de la malla de la armadura proviene hamatus, -a, um, que significa „curvado a modo de garfio‟ o „circundado con clavos‟ o „tejido con mallas‟, y de aquí amicus, ci „amigo‟ proviene de amo, esto es, cadena de amor, de afecto; y amis, -tis, esto es, el bastón del cazador de pájaros, significa „ramita que sostiene la red en la que se capturan los animales salvajes o que lleva la red en la que se cazan las aves‟, de donde Horacio en las Odas «aut amite levi parva tendit retia certusque [turdis] edacibus dolos» „o con la pequeña y ligera rama tiende las redes sobre los voraces tordos‟. Figura 5: Hugución de Pisa. Magnae derivationes 80 80 Fuente: Uguccione da Pisa (2004): Derivationes, edizione critica princeps a cura di Enzo Cecchini e di GuidoArbizzoni, Settimio Laciotti, Giorgio Nonni, Maria Grazia Sassi, Alba Tontini, Firenze, Edizioni del Galluzzo. 113 La estructura del artículo lexicógrafico de las Magnae Derivationes de Hugución es más compleja que la de los diccionarios anteriores. Hugución informa acerca de la cantidad vocálica de las sílabas, para lo cual se apoya en los pies métricos de los ejemplos que presenta. Además, incluye abundante información enciclopédica. El latín que se refleja en el texto no es, sin embargo, el que usaron los auctores classicos. Llama la atención que la primera cita que ofrece corresponde a un autor anglonormando del siglo XII, Serlo of Wilton, a su obra Versus de differenciis [sic]. El segundo autor citado es Juvenal, muy popular en la Edad Media, ya que corrió el falso rumor de que se había convertido al cristianismo. El último texto pertenece a Horacio y su famosa Oda II (Beatus Ille qui procul negotiis). Pero las citas no están trascritas correctamente. La de Juvenal no contiene el adjetivo magni referida a las „grandes riquezas‟, y que es crucial para entender el texto. Y en cuanto a la de Horacio, Hugución no escribe «turdis edacibus» „a los tordos voraces‟, sino sólo «edacibus» „a los voraces‟, por lo que, una vez más, la cita no está completa y no se puede entender. La lengua de Hugución muestra, por lo demás, características del latín medieval, como la diptongación sistemática del diptongo ae > e. Finalmente, las etimologías son precientíficas y hasta enrevesadas, al relacionar hamus con amicus y con el verbo amare. Con posterioridad a las Magnae Deriuationes de Hugición de Pisa, Guillermo Brito escribió entre los años 1248-1267 unas Expositiones sobre la Biblia, que incluían un glosario de 2.5000 palabras difíciles. Este glosario, conocido como Expositiones vocabularum biblie o Expositiones difficiliorum verborum de biblia incluye, naturalmente, citas de la Biblia, pero también autoridades clásicas (Weijers 1989: 145). El mayor avance de la obra de Brito sobre sus predecesores consiste en el refinamiento del sistema de referencia. Entre los autores clásicos citados están Horacio, Juvenal, Lucano, Marcial, Ovidio, Persio, Plauto, Salustio, Estacio, Terencio y Virgilio. Una vez más, la obra de Cicerón no está presente. Entre las autoridades medievales se encuentran Alain de Lille, Alejadro Neckham, autor de un glosario o nominalia para aprender latín, san Ambrosio, Anselmo de Laon, Arnulfo, San Agustín, Beda, Bernardino, Ebehardo de Béthune, san Gregorio, Haimo, Hugo de San Victor, Hugución de Pisa, San Isidoro, san Jerónimo, Papias, Rabano Mauro, etc. En muchas ocasiones sólo se cita el nombre autor, pero otras veces también el título del libro. Las referencias más completas se refieren a la Biblia, Juvenal, Lucano, Ovidio y Virgilio. (Daly/Daly 1964: 238). El último repertorio medieval que aquí trataremos está incluido en la Summa grammaticalis quae uocatur Catholicon, de Juan Balbi (también conocido como Jahannes Januensis o Juan de Janua o de Génova). Se trata de un repertorio con características propias de los diccionarios modernos, y no de un vocabulario medieval. El autor confiesa que concluyó su obra el 7 de marzo de 1286. Tuvo una gran difusión, hasta tal punto que llegó a convertirse en uno de los primeros libros impresos. El Catholicon salió a la luz, posiblemente de los talleres de Johannes Gutemberg en Maguncia, en 1460. La obra, como su nombre indica, trata temas generales de gramática a lo largo de 5 libros: el acento, la etimología, la sintaxis o la prosodia. En el prefacio se anuncia así el 114 contenido del quinto libro: «Quinto de orthographia, prosodia, origine quarundam dictionum quae saepe inveniuntur in biblia et in dictis sanctorum et etiam poetarum secundum ordinem alphabeti ordinate seiungam» (apud Weijers 1989: 144). Dicho libro se copió de manera independiente en muchos manuscritos del siglo XV. Aunque el Catholicon se basó en las Magnae Deriuationes, se aleja de su fuente en el hecho de que en la macroestructura se observa el orden alfabético, sin abandonar completamente el sistema basado en deriuationes. Otra de las características que explican el éxito de la obra es que amplía las definiciones y el número de términos, y al mismo tiempo elimina de la nomenclatura voces de muy poco uso o difíciles de testimoniar. En su regreso inicial al orden alfabético de los glosarios, Juan Balbi ya no se dedica solamente a la explicación de palabras oscuras o desconocidas; el Catholicon es una obra que presenta una rica nomenclatura y una compleja microestructura, en la que se acumula información de tipo semántico, etimológico, gramatical, junto con citas extraídas de la Vulgata o de autores como san Isidoro (Gemmingen 2003: 161). La presencia de autoridades clásicas es limitada. Se restringen prácticamente a citas de Horacio. Sí abundan autoridades metalingüísticas clásicas como Prisciano o Donato, pero también medievales, contemporáneas del propio autor, como Alejandro de Villa Dei, autor del Doctrinale, y el Grecismo de Eberhardo Bethuniense, que también se citaron en la obra de Hugución de Pisa. Por último, encontramos mencionados a los padres de la Iglesia, como san Jerónimo, san Agustín, y San Ambrosio. El canon que reflejan dichas citas muestra la preponderancia de la Iglesia y de la doctrina cristiana en obras de carácter lingüístico como es el Catholicon. Esto no debe sorprendernos en absoluto. Como sostenemos en este trabajo, el canon de autores citados como autoridades de lengua refleja los gustos de una época. Esto demuestra que los diccionarios pueden leerse en clave cultural, como un documento que nos habla de los valores ensalzados en un determinado momento histórico. Podemos afirmar que las citas fueron un recurso relativamente frecuente en las gramáticas altomedievales y en los vocabularios del bajomedievo. Dependiendo del carácter de la obra, la cita podía tener una finalidad enciclopédica o bien gramatical o lexicográfica. Sin embargo, el principio la autoridad no logró que el modelo de latín que describían gramáticas y vocabularios fuera la variedad usada por los auctores. Sobre todo, estas obras reflejaban usos típicos del latín medieval. El Humanismo rechazará tajantemente esa variedad, proponiendo la vuelta al estudio de la latinitas clásica prácticada por Cicerón y otros escritores antiguos. Sólo mediante la restauración del latín, tal como se usó en su edad dorada, se podría devolver a su esplendor también las demás artes y ciencias, tal como defendieron Lorenzo Valla en Italia y Elio Antonio de Nebrija en España. 115 2.4. El principio de autoridad y su revitalización durante el Renacimiento El siglo XVI es la etapa clave para entender la revitalización del principio de autoridad en el campo de la filología. Como vimos, la lengua de los auctores sirvió durante la Antigüedad clásica como modelo en el que basar la enseñanza y la descripción del latín. El principio de auctoritas fue ganando importancia a medida que el uso cotidiano de la lengua latina fue alejándose del habla culta de Roma (sermo urbanus) a finales de la época republicana. Fue a partir de entonces cuando la norma del latín (latinitas) se identificó con la lengua literaria, y los autores se transformaron en autoridades. En el ámbito filológico, los humanistas del Renacimiento pusieron todo su empeño en recuperar el uso clásico y elegante del latín, rechazando la autoridad de los gramáticos medievales. Al mismo tiempo, las lenguas vulgares comenzaron a ser valoradas como vehículo de transmisión cultural, desplazando al latín en cada una de las funciones que le habían estado reservadas: lengua literaria, lengua de la diplomacia, lengua de la enseñanza, lengua litúrgica (en el caso de las lenguas germánicas), etc. Esta situación, novedosa en muchos sentidos para aquellos humanistas, les llevó a plantearse una serie de preguntas de índole lingüística, conocidas en la Italia renacentista como questione della lingua 81 . Para resolver los problemas normativos que entonces plantearon las lenguas romances, se extrapolaron los mismos principios que se aplicaban a la lengua latina, incluido el principio de autoridad. Había, sin embargo, una gran diferencia a la hora de fijar la norma de una lengua muerta, y por lo tanto estable, como era el latín, y fijar una norma para las lenguas vulgares, en un momento en que éstas atravesaban una fase crucial en la configuración de sus características modernas, y que carecían, además, de una tradición literaria consolidada. En lo que se refiere al latín, la primera labor que se propusieron llevar a cabo los humanistas fue desterrar los usos medievales y bárbaros del latín, y para ello recuperaron las fuentes clásicas. Aunque existió un primer renacimiento asentado en las universidades de Chartres y Orleans, la enseñanza del latín y del griego basada exclusivamente en el uso de los auctores clásicos sólo comenzó en Italia a partir de los siglos XIV y XV. Petrarca había rescatado y puesto en valor las obras de Cicerón, perdidas u olvidadas hasta entonces. Pero el gran impulsor de la renovación pedagógica del latín fue, en los albores del renacimiento italiano, Guarino de Verona (1370 – 1460), que fundó una escuela 81 Avelina Carrera de la Red, en su obra El «problema de la lengua» en el humanismo renacentista español (1988) plantea un paralelismo entre las discusiones lingüísticas italianas, es decir, las polémicas conocidas como questione della lingua y aquellas que se generaron en torno a la creación de una norma de la lengua castellana. Evidentemente, en Italia la dimensión del problema fue mucho mayor, ya que la unidad italiana no existía aún y los dialectos italianos eran mucho más diferentes entre sí que las variedades del castellano de aquella época. 116 pública en la que se aplicó una metodología de enseñanza inspirada en Quintiliano. Allí se estudiaba con una finalidad lingüística y retórica a los autores clásicos. Sus Regulae grammaticales (h. 1418) fueron el prototipo en el que se basarían las gramáticas de los primeros humanistas, como Lorenzo Valla y Elio Antonio de Nebrija. Éste último será el eslabón que unirá por primera vez la enseñanza del latín con la de una lengua vulgar reducida en arte: el castellano. De su obra hablaremos más adelante. La dificultad para memorizar las reglas gramaticales del latín, tal como habían sido expuestas por Valla y Nebrija, así como la dudosa corrección con que se escribieron, llevó a que otros humanistas levantaran sus voces en contra de este tipo de gramáticas 82 . Erasmo de Rotterdam y Luis Vives, dos renovadores de los métodos pedagógicos usados en el Renacimiento, sostuvieron que el latín debía aprenderse mediante la lectura directa de los buenos escritores y también mediante su puesta en práctica a través de la conversación, y no sólo a través del aprendizaje de reglas gramaticales 83 . Por el contrario, Petrus Ramus, consciente de que el latín ya no era más que una lengua muerta, rechazaba los usos contemporáneos del latín. Creía que los ejercicios de conversación que se llevaban a cabo en las escuelas eran un intento artificial y vano de devolverlo a la vida (Sánchez Salor 2002: 342). En sus Scholae grammaticae (1559), Ramus afirmaba: «El pueblo latino hoy está en los libros y no habita en ningún lugar de la tierra 84 » (apud Sánchez Salor 2002: 343). Por tanto, para unos el uso era más importante que las reglas, y para otros, especialmente para el círculo de los ciceronianos, que tan sólo reconocían la autoridad de Marco Tulio Cicerón en materia de latinidad, el aprendizaje del latín debía reducirse al dominio de una norma representada por un canon de textos literarios 85 . Cualquier intento de reproducir esa norma ponía en peligro la pureza del latín. 82 En España, el gramático de origen belga Cristóbal Longolio (ý 1522) y el siciliano Lucio Marineo Sículo (1460-1533), profesores de Gramática latina en Salamanca, criticaron duramente la obra de Nebrija y, además, convencieron a Juan Maldonado (1485-1554), discípulo de Nebrija, de que las Elegantiae de Valla y las Introductiones de su maestro no eran métodos adecuados para la enseñanza del latín. En su opinión, estas obras eran demasiado áridas, y faltaban a la verdadera latinitas (Núñez González 1993:179). 83 En sus obras De ratione studii (1512) y De pueris instuendis (1529), Erasmo resaltaba la importancia de la práctica del uso, haciendo hincapié en la conversación y en la lectura de los autores con el fin de aprender las lenguas clásicas, si bien no descartaba el estudio de reglas básicas para acelerar el aprendizaje (Breve-Claramonte 2000: 11). Erasmo de Rotterdam y Luis Vives no hicieron otra cosa que seguir los consejos de Quintiliano, que exhortaba a la lectura de Luciano, Demóstenes y Eurípides para el aprendizaje del griego; y, para el latín, a Terencio, Cicerón y César. 84 Hodie Populus latinus in libris tantum est, nec usquam terrarum alibi habitat. 85 Los ciceronianos, contra los que arremetió Erasmo en su obra Ciceronianus sive de optimo dicendi genere (1528) se basaban exclusivamente en el uso de Cicerón para establecer la verdadera latinitas. Cualquier que no estuviese documentado en su obra debía ser condenado. Por ejemplo, la colocación o iunctura “bonus homo‖ se consideró bárbara por el simple hecho de que Cicerón no la había usado nunca, sino que había escrito “bonus vir‖, tal como dice Lorenzo Palmireno, ciceroniano, en El estudioso de la aldea: «“Bonus homo‖ barbarus est […] nam Cicero numquam dixit ―bonus homo‖, sed ―bonus vir‖» (1568: 212). 117 Es necesario no perder de vista este modo de enseñar la lengua latina si queremos comprender los planteamientos teóricos de las gramáticas y de los diccionarios del español en sus inicios. Los gramáticos buscaron un medio a través del cual legitimar un determinado uso de su lengua, y para ello rescataron el viejo principio de autoridad. Pietro Bembo, representante principal del paradigma literario dentro del humanismo italiano, defendió el toscano, en su obra Prose della volgar lingua (1525), como lengua de cultura gracias al grado de perfección que había alcanzado gracias a modelos como Petrarca y Bocaccio (aunque no Dante). La grauitas conceptual y la elegancia de los escritores del quatrocento antes mencionados permitió elevarlos a la categoría de autores eternos y les confirió autoridad (autorità) en cuestiones de la lengua. Du Bellay sostuvo principios análogos para la lengua francesa en su obra La Défense et Illustration de la langue française (1549). La autoridad sobre la que se apoyaron los gramáticos españoles del XVI no fue siempre la misma. Pozuelo Yvancos explica en su trabajo «Norma, uso y autoridad en la teoría lingüística del siglo XVI» (1984) que las gramáticas renacentistas españolas se debatieron en torno a tres posturas diferentes: la normativa, basada en los usos literarios; la descriptiva (basada en el uso real de la mayoría); y, finalmente, la postura racionalista, que se sustentaba en la base racional o lógica del lenguaje. No obstante, estas posturas no siempre eran incompatibles. Todas las gramáticas tienen en común el hecho de que parten de los principios descriptivos establecidos por Quintiliano en su Institutio Oratoria, basados en el uso: «consuetudo certissima loquendi magistra» (Inst. 1, 6, 3). Por otro lado, Antonio Ramajo, en su artículo «La norma lingüística y las autoridades de la lengua: de Nebrija a Correas» (1993), matiza en parte las afirmaciones del anterior trabajo de Pozuelo Yvancos. Mientras que para éste Juan de Valdés respresenta la corriente que defendía el uso común de la lengua, en contra de la actitud normativa inspirada en la lengua literaria, tal como quería Nebrija, Ramajo argumenta, como veremos más adelante, que lo que realmente separa a Valdés y a Nebrija no fue su actitud ante la norma del castellano, sino el rechazo del escritor conquense a la idea de escribir una gramática de la propia lengua materna. Sin embargo, tanto Valdés como el gramático de Lebrija defendieron la puesta en práctica de un estilo elegante, basado en el uso cortesano, aunque este uso no debía identificarse sólo con una determinada variedad geográfica, la de Toledo, ni con la de un determinado estamento social, sino con el uso de las personas discretas, es decir, de ingenio y buen juicio (Ramajo Caño 1993: 334). Otro punto en el que estarían de acuerdo Nebrija y Valdés sería en lo que atañe al lenguaje literario. Ambos lamentaban que el castellano no contara aún con buenos escritores a los que considerar modelos de lengua, aunque sí alaban el estilo literario de autores medievales como Alfonso X el sabio o Juan de Mena. Por otro lado, para Nebrija la 118 literatura fue siempre un importante modelo lingüístico, tal como ha demostrado Francisco Rico (2001: 40), pero ésta debía acomodarse a unos principios que Nebrija había establecido previamente: una lengua literaria sin arcaísmos, latinismos ni vulgarismos. En definitiva, Nebrija rechaza la afectación. Y parece que el gramático lebrisense no encontró entre los escritores del siglo XV modelos literarios que se ajustaran a dichas características. Esto explicaría la escasez, pero no la ausencia, de autoridades en su Gramática de la lengua castellana (Lliteras 1997: 61; cf. Niederehe 1994; Esparza Torres 1995: 107 y siguientes). En cuanto a Valdés, éste reconoce en su Diálogo de la lengua (1533) también la ausencia de autores castellanos de prestigio, y contrapone esta situación con la del idioma toscano, que ya contaba con autoridades literarias: porque veo que la toscana stá ilustrada y enriquecida por un Bocaccio y un Petrarca, los quales, siendo buenos letrados, no solamente se preciaron de scrivir buenas cosas, pero procuraron escrivirlas con estilo muy propio y muy elegante, y como sabeís, la lengua castellana nunca ha tenido quien escriva en ella con tanto cuidado y miramiento, quanto sería menester para que hombre, quiriendo o dar cuenta de lo que scrive diferente de los otros o reformar los abusos que ay oy en ella, se pudiesse aprovechar de su autoridad (Valdés 1982 [1535]: 123). En lo que se respecta a la teoría lingüística de uno de los grandes gramáticos del siglo XVI, Francisco Sánchez de las Brozas (1523 - 1600), mucho más compleja, hay que decir que su racionalismo teórico no fue en modo alguno incompatible con la descripción del uso ni con la aceptación de un principio de autoridad, siempre que ésta descansara en el la producción de los buenos escritores de la lengua latina, pues su gramática versaba sobre dicha lengua. La autoridad procede del uso, y el uso no es tal si contradice la razón. Por eso llegó a escribir: «el uso no se cambia sin la razón; de no ser así, abuso se ha de llamar, no uso» (Sánchez de las Brozas 1976 [1587]: 45). A continuación, describiremos brevemente la legitimación del uso de autoridades en la descripción de las gramáticas latinas, y cómo esto influyó en el modo de confeccionar los tratados gramaticales de las lenguas vulgares. 2.4.1. Las tendencias gramaticales de base humanista y racional Hay que distinguir en el siglo XVI dos tendencias humanísiticas diferentes, pero con una misma raíz: la del humanismo clásico y otra derivada de ésta, el humanismo vulgar. Como ya hemos comentado, Valdés creía innecesario escribir una gramática de la propia lengua materna, mientras que Nebrija, Correas y otros muchos autores comprendidos entre los siglos XVI y XVIII, pensaron que era perfectamente legítimo redactar la 119 gramática de una lengua viva. Su argumento se basaba en la propia historia del latín: autores tan prestigiosos como Varrón, Quintiliano, Servio, Diomedes, Donato, Prisciano y otros muchos habían hecho lo propio con su lengua, cuando ésta aún era un idioma hablado y en continuo cambio. En este contexto del humanismo clásico, nos centraremos en dos de los autores renacentistas que más influyeron en la teoría gramatical española: Antonio de Nebrija y Francisco Sánchez de las Brozas. En la Epístola introductoria de sus Introductiones latinae (1481), dedicada al cardenal D. Pedro de Mendoza, Nebrija manifestó que nunca había dejado de pensar en qué autores deberían ser aprendidos e imitados por sus jóvenes alumnos: «Ego vero, ex quo tempore coepi artem grammaticam profiteri nunquam cessavi cogitari quos auctores ediscendos imitandosque adulescentibus meis proponerem» (Introductiones latinae 1481: fol. 1r). Su gramática debía estar basada en un corpus de escritores excelentes (optimi auctores), y no en la tradición gramatical medieval. Ese mismo plan iba a seguir en su Thesaurus Linguae Latinae u Obra de vocablos, que no pudo concluir debido a la presión que sobre él ejerció su mecenas, Don Juan de Zúñiga. El Thesaurus contendría, según sus propias palabras, las citas de casi cuatrocientos mui aprovados autores (Lexicon 1492: a.iiii, apud Ahumada 2006: 4) Sin embargo, el proyecto quedó aparcado y lo que sí publicó, fruto de una labor en cierta medida precipitada, fueron su Diccionario latino- español (1492) y el Vocabulario español-latino (ca. 1495), sin definiciones en latín ni las correspondientes autoridades latinas, hecho que no fue bien visto por otros latinistas, como Luis Vives, que así lo indicó en el libro III (capítulo VI) de su tratado de pedagogía, De tradendis disciplinis (1531). Para determinar qué escritores debían servir de modelo en las Introductiones, Nebrija se apoyó en las edades de la lengua latina. Para él, como para la mayoría de los humanistas, la edad dorada del latín comprendía unos doscientos cincuenta años, desde tiempos de Cicerón hasta el reinado del emperador hispalense Adriano, como reconoce en su obra Suppositum de auctoribus grammatice latine, in quo doctissimus quisque consentit, apéndice que añade a partir de la edición de las Introductiones de 1495, obra conocida también con el tútulo de Recognitio: «Vino luego la espléndida juventud del idioma, los doscientos cincuenta años de los autores “quos imitandos esse dicimus”, de Cicerón a Quintiliano, de Catulo a Estacio: la gramática, historice y methodice, no ha de fiar en otros». Después, tras Adriano, empezó el declive. Nebrija redacta unos cánones, es decir, una lista de autores que se deben imitar (Rico 1978: 43). En el libro III de las Introductiones, el maestro de Lebrija afirma que su gramática se basará «ex doctissimorum virorum usu atque auctoritate» (apud Rico 1978: 45). Cristóbal de Escobar (ý 1541), discípulo y comentarista de Nebrija, llegaría a afirmar posteriormente 120 que el genio de la lengua se revela en los escritores antiguos: quienes poseyeron el latín en plenitud y en perfección son la única autoridad válida a propósito. Escobar dejó escrito que el latín «minimum ratione et maximum constat authoritate» (apud Rico 1978: 118). Esta cita coincide casi con exactitud con la doctrina gramatical de San Agustín, tal como vimos al analizar el Ars breviata. Si Nebrija justifica la descripción realizada en su gramática latina apoyada en la autoridad y en el uso de los escritores clásicos, el objetivo del Brocense cambia radicalmente. La diferencia no estriba en el hecho de que Nebrija escribiera una gramática didáctica, y Sánchez una científica. Nada más lejos de su intención. Su obra cumbre, la Minerva sive de causis linguae latinae (1587), inspirada en Escalígero pero mucho más orignal, aspiraba a ser una obra pedagógicamente más eficiente que todas las que le precedieron, incluida el Antonio, como se conocía en aquella época las Introductiones. Entre Antonio de Nebrija y Francisco Sánchez de las Brozas hay grandes diferencias metodológicas, pero comparten la misma actitud ante los gramáticos nefastos de la Edad Media. Rechazan categóricamente su autoridad. Nebrija se apoyaba en el uso de los auctores. El Brocense añade, además, el criterio de la razón. Pero no fue el primero. Cincuenta años antes de la publicación de la Minerva, Agustín Saturnio, autor del Mercurius maior siue Grammaticae institutiones (1546), que influiría notablemente en el Brocense, ya había escrito: Por muchas autoridades en que se apoye cualquier gramático, pienso que no hay que abrazar su doctrina si no la demuestra con la ratio y con ejemplos. En una palabra, en un tema tan arduo, prefiero ser convencido por la razón antes que por la autoridad 86 (apud Sánchez Salor 2002: 334-335). Saturnio se refiere a la autoridad de los gramáticos, no a la de los escritores, ya que junto a la ratio sitúa también los ejemplos. De la misma opinión era Francisco Sánchez. Al contrario de lo que se ha afirmado con frecuencia, el Brocense no estuvo en contra de los ejemplos o de las autoridades literarias, sino en contra la pretendida autoridad del gramático. En el siguiente párrafo que transcribimos se resume bien la actitud del Brocense ante la razón, los ejemplos y los gramáticos: […] porque el asunto de que tratamos se ha de justificar primeramente por la razón, después por los testimonios y el uso; nadie debe admirarse si no seguimos a veces a los grandes hombres, pues por mucha autoridad que para mí tenga un gramático, si no prueba lo que ha dicho por medio de la razón y ofreciendo ejemplos, no me inspirará confianza en ninguna materia, especialmente en Gramática, pues como dijo Séneca Ep. 15, 95: «Grammatici sermoni latini custodes sunt, non auctores», «los gramáticos son los guardianes de la lengua latina, no sus autores». Y no me convencerá la autoridad de seiscientos gramáticos cuando digan en latín vapulo ab praeceptore, exsulo a praetore, ego 86 «Quantacumque autorithate quis mihi grammaticus polleat, non eius opinioni ego adhaerescendum statuo, nisi quaternus vel ratione vel exemplis quae praecipit comprobaverit. Postremo in re tam ardua, ratione malo quam authoritate superari» (A. Saturnio, Mercurius, 8. 18. p. 538). 121 amo Deum y otras cosas del mismo género. Por lo que es muy cierto lo que Paulo De regitur 1, transmite: «regla es aquella cosa que se explica brevemente de suerte que el derecho no se tome de la regla, sino que se haga la regla a partir del derecho que ya existe». Por eso se ha de desarraigar la costumbre, que más bien se ha de llamar corrupción, según trasmiten los jurisconsultos por todas partes. Lo que la barbarie permitió no se ha de favorecer sino que las cosas que corrompió se han de reivindicar. Así pues que nadie me coloque delante esa caterva de gramáticos que enseñan de otra manera, porque se ha de dar crédito a alguien en tanto en cuanto haya demostrado lo que dice mediante la razón. (Sánchez de las Brozas, 1976 [1587]: 46-47). La razón y los ejemplos de uso no se contradicen. La razón se demuestra con los ejemplos. Pero ontológicamente, la razón es un principio que existe antes que cualquier uso, doctrina que se aleja de la defendida por Quintiliano y por otros muchos gramáticos posteriores, como San Agustín. Quintiliano entendía el término ratio como el sistema de reglas a las que está sujeta una lengua y que, naturalmente derivan del uso. Sin embargo, para Sánchez la ratio es el principio racional que subyace a la estructura sintáctica de todas las lenguas, teoría que alcanzará su apogeo en la obra de los gramáticos de Port- Royal. Así pues, para el Brocense los términos cambian de orden cronológico: primero tiene lugar la ratio y después el uso. Leemos en su obra: Me he extendido, en contra de mi voluntad, mucho contra ciertos impertinentes, quienes, al rechazar la razón en la Gramática, buscan testimonios sólo de sabios. ¿No han leído a Quintiliano que escribió que la lengua consta de razón, antigüedad y uso? Así pues, él no excluye la razón, sino que la enumera entre lo principal. Como si Lorenzo [Valla] y otros gramáticos no trataran inmediatamente de dar una explicación racional incluso de sus barbaridades, cualesquiera que ellas sean. El uso, en verdad, no se mueve sin razón; de lo contrario, habría que llamarlo abuso, no uso. Y la autoridad, a su vez, tiene sentido en el uso, ya que si se aparta del uso, no hay tal autoridad. De ahí que Cicerón criticara a Celio y M. Antonio, porque hablaban a su arbitrio, y no según uso. Y no hay nada que dure mucho, como dice Curtio, si no tiene una base racional. En resumen, pues, hay que dar, en primer lugar, la explicación racional de las cosas, y después, si se puede, vendrán los testimonios, para que las cosas se conviertan, de buenas, en claras 87 (Sánchez de las Brozas, 1976 [1587]: 46-47). Uso y razón no se contradicen. El Brocense rechaza los argumentos esgrimidos por la tradición y por la autoridad. Hay que volver a las fuentes, tal como había defendido Erasmo de Rotterdam en su edición del Nuevo Testamento. Por eso, al contrario de lo que se ha afirmado, para Francisco Sánchez sí hay un elemento que se sitúa, no por encima de la razón, sino a su mismo nivel: el propio texto (fijado). Es el texto primitivo el que se 87 Haec tam multa invitus congessi contra morosos quosdam, qui quum in grammatica rationem explodant testimonia tantum doctorum efflagitant. An non legerun Quintilianum, qui sermonem constare ratione, vetustate, auctoritate, consuetudine scripsit? Ille igitur non rationem excludit, sed in praecipuis enumerat. Quasi vero Laurentius et alii grammatici suarum etiam ineptiarum non statim conentur adhibere rationem, quales ipsae sint. Usus porro sine ratione non movetur; alioqui abusus, non usus, dicendus erit. Auctoritas vero ab usu sumpsit incrementum, nam, si ab usu recedat, auctoritas nulla est. Unde Cicero Coelium et M. Antonium reprehendit, qui suo arbitratu, non ex usu, loquerentur. Nihil autem potest esse diuturnum, ut inquit Curtius, cui non subest ratio. Reliquum est igitur ut omnium rerum ratio primum adhibeatur, tum deinde, si fieri poterit, accedant testimonia, ut res ex optima fiat illustrior. 122 esgrime como verdadera autoridad, por encima de las demás autoridades. Como afirma César Chaparro (2001: 187): [l]a sumisión del racionalismo al respecto de la que cree forma original del texto se observa con más claridad todavía en las abundantes ocasiones en las que el Brocense despliega todos sus conocimientos sobre la Antigüedad grecolatina para defender lecturas que a otros humanistas les resultan incomprensibles y, por tanto, dignas de enmienda. En la obra De auctoribus interpretandis (1581), el Brocense rompe con la tradicional concepción de los estudios latinos. Antes, se pensaba que la producción de textos en latín era la meta final. Comentar a los antiguos tan sólo era un paso intermedio. Y el primero consistía en conocer los rudimentos gramaticales y retóricos del latín. Sin embargo, para el Brocense, el comentario de los clásicos es superior incluso al mismo hecho de producción de textos (Chaparro 2001: 191). Gracias a la perspectiva filológica del Brocense, podemos captar al fin el verdadero valor del principio de autoridad en el Renacimiento. Éste nace no con un verdadero valor normativo. El canon de autores latinos se había fijado ya desde tiempos de Quintiliano. Por tanto, no es el canon lo que se discute, sino el valor testimonial de los autores. El problema con el que se enfrentaban los humanistas era que el latín ya no se hablaba como lengua materna. Sólo existía en los autores, como había afirmado Petrus Ramus. Por tanto, sólo de ellos había que extraer las reglas para poder hablarla, o, como defendía el Brocense, para llegar a la correcta interpretación de los autores. Las reglas gramaticales, sin embargo, no bastan. Como bien sabían los propios gramáticos latinos (Varrón, Quintiliano, Servio, etc.), la anomalía se hallaba presente en la lengua. Si se describían exclusivamente los usos analógicos o regulares, lo que se lograba era grammatice loqui „hablar gramaticalmente‟, como dijo Quintiliano, pero no latine loqui „hablar latín‟. Latine loqui correspondería a lo que hoy diríamos “hablar idiomáticamente”, pues, como se sabe, las lenguas se van construyendo a partir de la costumbre que va consolidando determinados usos, aunque éstos no estén legitimados por la gramática. Para el Brocense, toda gramática debe ser racional, porque debe explicar los usos de la lengua basándose en la razón. El análisis lingüístico debería hacerse en dos niveles distintos: un nivel racional y un nivel de actuación (Chaparro 2001: 188), dos niveles que algunos lingüistas modernos han querido equiparar a la estructura profunda y a la estructura superficial del análisis gramatical generativo, y que hunde sus raíces en la teoría gramatical de Apolonio Díscolo (s. I. d. C.), como vimos al comienzo de este capítulo. Pues bien, los usos idiomáticos y anómalos, propios del latine loqui, del hablar latín con propiedad, se explicarían desde el nivel racional. Un uso es latino, aunque contravenga la gramática, precisamente porque está testimoniado en un autor clásico digno de confianza. Para ello, el Brocense afirma que el texto debe haber sido debidamente fijado desde el punto de 123 vista filológico o ecdótico, con el fin de garantizar así que no se trata de un texto espurio o deturpado. Una vez logrado esto, el texto verdaderamente se erige como autoridad de un uso idiomático, o elegante. Este adjetivo, así como su correspondiente sustantivo elegancia, no debe entenderse en su sentido actual, sino como un término técnico de la gramática. Elegante se refiere al uso propio del latín, independientemente de que siga las reglas analógicas de la gramática o no. Éste fue precisamente el sentido que quiso dar Lorenzo Valla a su famosa obra, las Elegantiae linguae latinae (1471). En dicho tratado gramatical, Valla describe los usos elegantes y genuinos del latín, aunque éstos a veces contravengan la gramática. Así lo explica el mismo Lorenzo Valla: De la misma forma que en el Euripo o en el mar de Sicilia la fuerza de las aguas obliga a las velas infladas por el viento a ir hacia atrás, así a una oración que marcha de acuerdo con las leyes de la Gramática la propia autoridad o el uso la detienen y echan hacia atrás 88 (apud Sánchez Salor 2002: 32). Valla era muy consciente de que, a menudo, la autoridad de un determinado escritor o simplemente el uso contravenían las reglas gramaticales. Idéntico fenómeno percibió en el uso de las Sagradas Escrituras: Lo mismo en el Evangelio „Sermonem quem audistis non est meus (Ioann. 14:24); en griego, es decir, en la fuente, encontramos sermo, no sermonem; y es que nuestro traductor, al traducir, prefirió hacerlo latine más que grammatice 89 (apud Sánchez Salor 2002: 24). Lo idiomático está por encima de la gramática. Uno de los autores que más influyó en el Brocense, Linacro, había hablado de constructio iusta (construcción sintáctica normativa), y constructio figurata (vicio de la sintaxis, pero justificada desde el punto de vista retórico). Serían dos niveles de lengua distintos (el de la norma y el del uso). Para justificar las constructiones figuratas Linacro se basaba en el uso de los buenos escritores: «Las excepciones a las reglas de régimen de verbos generan usos latinos, porque son usos de autores latinos de prestigio. Tras la sintaxis de la norma ofrece, pues la sintaxis de las elegancias». (Sánchez Salor 2002: 461) Agustín Saturnio, en el ya mencionado Mercurius, habló también de constructio intellectus y de constructio latina. (Sánchez Salor 2002: 465). Finalmente, el Brocense acuñó los términos de constructio propria y constructio figurata, más próximas a la terminología de Linacro (Sánchez Salor 2002: 493). En realidad, ninguna oración latina está en contra de su propia gramática o ratio. Sólo el uso viola las reglas de manera aparente, pero en el nivel racional toda analogía se cumple. Donde más claramente puede apreciarse esto es en su muy conocida teoría sobre 88 «Sed sicut in Euripo aut Siciliae freto inflata vento vela aquarum impetus retroire cogit, ita orationem lege grammatica euntem auctoritas ipsa consuetudoque inhibet ac repellit» (Valla; Eleg. 3. 20). 89 «Tale est in Evangelio: sermonem quem audistis non est meus. Quod in Graeco, hoc est, in fonte, est sermo, non sermonem; unde interpres noster tranferens maluit latine quam grammatice loqui» (Valla, Eleg. 3, 19). 124 la elipsis. Existe una elipsis injustificable, que da lugar a oraciones absurdas y agramaticales, y otro tipo de elipsis que se justifica por su presencia en autores antiguos, y porque pueden ser explicadas, en el nivel racional de análisis lingüístico. Por ejemplo, en una frase agramatical, como Ego amo Dei, aplicando la tería sobre la elipsis, podría llegarse a Ego amo praeceptum Dei, o en Ego amo Deus podría llegarse a Ego amo quae praecipit Deus. Pero la elipsis es inaceptable en estos casos, porque no se trata de frases latinas, sino absurdas y sin sentido. La primera condición para reconocer la elipsis gramatical es que el resultado de su aplicación sea una frase latina y, para ello, la frase debe estar atestiguada en los mejores autores de la latinidad: «Mi norma es que sólo se puede suplir lo que suplieron los venerables antiguos» (Ego illa tantum supplenda praecipio quea veneranda illa suplevit antiquitas) (apud Sánchez Salor 2002: 570). Y una segunda condición es que se supla sólo aquello que es necesario para que una frase se adapte a las normas de la analogía, del sistema o de la ratio: «[sólo se puede suplir] aquello sin lo cual no puede haber gramaticalidad» (aut ea sine quibus Grammaticae ratio constare non potest). El usus y la ratio son, pues, los dos criterios que justifican la existencia de la elipsis (Sánchez Salor 2002: 570-571). Recapitulando, la teoría gramatical del Renacimiento se bifurcará en dos corrientes distintas, aunque no completamente separadas: por una parte, la gramática descriptiva, también llamada gramática didáctica o gramática de las elegancias, considerada un arte, esto es, un conjunto de reglas y preceptos para enseñar latín. La novedad que introdujeron los humanistas fue deducir esas reglas no a partir de la autoridad de otros gramáticos, o del uso artificial contemporáneo, sino del testimonio de los autores que verdaderamente hablaron esa lengua. Frente a los usos medievales, e incluso renacentistas, los antiguos escritores garantizaban, gracias a los textos que legaron, el verdadero uso latino. Por esa razón se les pudo considerar autoridades de lengua. Por otra parte, la gramática racional, también denominada gramática razonada o gramática de las causas, pretendió ir más allá de la concepción de la gramática como arte. La gramática realmente sería una ciencia, que no sólo consistía en la simple descripción de los usos, sino también en la explicación de sus causas. Tanto la gramática descriptiva como la racional elevaron los usos de los escritores antiguos a la categoría de autoridad, y una autoridad que ni las reglas ni la razón podían contradecir. 2.4.2. La lexicografía latina del Renacimiento Los lexicógrafos de la lengua latina asumieron sistemáticamente el principio de autoridad, tal como hicieron también los gramáticos de su tiempo. Ningún uso podía quedar sin el aval de un testimonio. Y no cualquier testimonio, sino el de una autoridad, 125 esto es, un auctor de la Antigüedad que estuviera en posesión de la verdadera latinitas. Fuera de los diccionarios quedaron las voces bárbaras introducidas por los lexicógrafos medievales, y sus extravagantes explicaciones. Erasmo, por ejemplo, criticó en sus In novum testamentum annotationes (1535) el Catholicon de Juan Balbi, que tanto éxito había tenido apenas un siglo antes: ¡Dios inmortal! ¡Qué cosas tan absurdas trae el autor del Catholicon en el artículo dedicado a la voz Tristegon! ¡Qué siglo infeliz aquél, cuando libros como éste eran los santuarios de los que solicitaban oráculos literarios! 90 (Erasmo, In novum testamentum annotationes, 1535, VI, 511F; apud Considine 2008: 24) Lorenzo Valla y Antonio de Nebrija ya habían denostado el Catholicon, la cumbre lexicográfica del medievo, mucho tiempo antes, incluyéndolo dentro del canon de obras nefastas para la enseñanza del latín (Rico 1978: 24, 42). Erasmo escribió un repertorio de locuciones y refranes latinos, titulado Adagiorum chiliades (primera edición: 1500) ordenados por orden alfabético, en el que cada expresión venía avalada por la cita de una autoridad clásica. Atrás quedaba la tradición de los glosarios, que sólo recogían voces oscuras, definidas a través de un equivalente sinonímico, sin ningún respaldo textual. A partir del Renacimiento, los diccionarios trataron de recoger todo el léxico del latín, tanto en su variedad clásica como arcaica, sin rechazar tampoco la variedad usada en la baja latinidad, que cultivaron los Padres de la Iglesia. Por esa razón, muchos de estos diccionarios tomaron el nombre de Thesaurus o Cornucopia, porque intentaban recopilar el léxico del latín de una manera exhausitiva. Los humanistas pretendían codificar de nuevo la lengua latina, para lo que era imprescindible el testimonio de las autoridades. Otro género que se desarrolló en esta época fue el de las nomenclaturas, en los que se recogía el léxico latino organizado en campos temáticos con un fin didáctico, y donde no faltan tampoco la cita de autoridades. El Vocabulario del humanista, escrito por Lorenzo Palmireno, es uno de las más representativos de este género. En España, la transición entre la lexicografía medieval y la renacentista fue realizada por Alfonso de Palencia (1423-1492), tal como han destacado la mayoría de los estudiosos que se han acercado a su obra. En el Universal vocabulario en latín y en romance (1490) el castellano forma parte por primera vez de un diccionario de la lengua latina: se trata de un diccionario latino monolingüe, distribuido en las columnas de la izquierda, y su correspondiente traducción al castellano, en las columnas de la derecha. Por tanto, se trata de un diccionario bilingualizado. Con anterioridad, Alfonso de Palencia había publicado un diccionario de sinónimos, De Sinonymis Elegantibus libri III (1472), en cuyo título ya aparece el adjetivo elegantibus para referirse al uso elegante, es decir, al 90 Deum immortalem! Quas naenias adducit auctor Catholicon de hac voce Tristegum. O miserum illud seculum! Quum ex hujusmodi libri velut ex adytis petebantur oracula litterarum. 126 uso idiomático del latín. Como ya hemos comentado anteriormente, su fuente principal fue el diccionario de Nonio Marcelo, De compendiosa doctrina, escrito hacia el siglo III d. C. (Durán Barceló 2002: 911-912). Esta obra, que llegó a ser completamente desconocida durante todo el medievo, fue mencionada por primera vez por Petrarca en el siglo XIV. Es completamente plausible entonces que Alfonso de Palencia tuviera acceso a la obra de Nonio Marcelo durante su estancia en Italia 91 . Se trata, como ya dijimos, de un diccionario del latín republicano, basado exclusivamente en autoridades. Debido a la dificultad que aún existía a la hora de citar obras clásicas de primera mano, Alfonso de Palencia recurrió, entre otras obras, a los diferentes vocabularios confeccionados o recogidos por Nonio Marcelo, para autorizar así voces oscuras o arcaicas, o bien tecnicismos. El mismo recurso empleó en su Universal Vocabulario. Hasta ahora, ningún autor ha señalado a Nonio Marcelo como el origen de muchos de los ejemplos presentes en esta obra, a pesar de que el propio Alfonso de Palencia lo llegó a citar en algunos artículos como autoridad lingüística (por ejemplo, s.v. ingens). Antonia Medina Guerra (1991: 53) critica la opinión de Niederehe (1986), cuando afirma que el Universal Vocabulario sólo era una adaptación del texto latino y una traducción al castellano del Elementarium escrito por Papias a mediados del siglo X. Esta autora afirma que una de las aportaciones originales del Universal vocabulario fue la introducción de citas de autores clásicos que no citó Papias, tales como Cicerón (s.v. ingerenatur), Ennio (s.v. mutus), Plauto (s.v. aulam), Terencio (s.v. expectat), Virgilio (errabundus, s.v. errare) y Tulio [nombre con el que se designaba a Cicerón en la Edad Media, y que Medina Guerra meciona como un autor diferente del mismo Cicerón] (s.v. eluvio). En muchas ocasiones, las citas fueron tomadas a partir del vocabulario de Nonio Marcelo, sin mencionarlo (ver figura 6). 91 Hay que tener en cuenta que Alfonso de Palencia realizó una larga estancia en la Italia renacentista, primero en la Academia Florentina, entre los años 1440 y 1447, y después en el Studio Romano, entre 1447 y 1455 (Ahumada 2007: 774). Allí debió de tener acceso a obras latinas de una gran antigüedad, y que jamás habría podido conocer de haber vivido siempre en Castilla. 127 Occupo occupas occupaui occupare. verbum est actiuum prime coniugationis an- ticipare: preuenire: obstare: impedire. Occupare etiam inuenire. Cicero tusculanarum libro quinto: Quod idem melioribus verbis metrodorus occupauit. Occupare detinere. Plautus in epidico Accupatum erit argentum. Occupare tenere. Virgilius eneidos sexto: Occupat eneas aditum custode sepulto Occupo, as, aui, occupare: es verbo actiuo dela primera conjugaçion: occupare es antiçipar: et preuenir: y embaraçar: y estorvar; también es occupare fallar: segund çiceron en el quto. delas tusculanas. Quod idem melioribus verbis metrodorus occupauit [„Con más bellas palabras falló (declaró) lo mismo Metrodoro‟]. Occupare puso por detener plauto en epidico: diziendo: Occupatum [tibi] erit argentum [„tendrás plata detenida‟]. Occupare por tener puso Virgilio en el 6. en. Occupat Eneas aditum custode sepulto [„Eneas tiene (ocupa o se apodera de) la entrada, una vez dormido el guardián] . Figura 6: Alfonso de Palencia: Universal Vocabulario 92 En el artículo que comentamos aquí, Alfonso de Palencia trae, excepcionalmente, la cita de tres autores consagrados: Cicerón, Plauto y Virgilio. Se trata del canon clásico que vuelve a imponerse en el Renacimiento. No obstante, hemos podido comprobar que la elección de estos tres autores no fue fruto de una lectura directa. Los ejemplos están tomados, sin ningún género de duda, de Nonio Marcelo (s. v. occupatus, en el libro De varia significatione verborum, sobre la polisemia de voces documentadas en auctores). Se echan en falta citas de primera mano, defecto que la obra comparte con los anteriores diccionarios medievales. En cualquier caso, las citas son extraordinariamente escasas. Éstas sirven para ilustrar, sobre todo, diferentes acepciones de una voz, tal como se puede ver en este artículo. No debe sorprendernos que el primer diccionario moderno del latín, basado sistemáticamente en autoridades, las Cornucopiae (1502) de Ambrogio Calepino, se sirviera también de este repertorio escrito en la Antigüedad. Y no sólo eso. Pensamos que el vocabulario de Nonio Marcelo no sólo fue una fuente de voces latinas difíciles, sino también un modelo que permitió la consolidación del género de vocabularios basados metodológicamente en citas de autoridades. Una excepción a la hora de aplicar el principio de autoridad en el diccionario fue el caso de Elio Antonio de Nebrija. Pero se trata tan sólo de una excepción aparente. Nebrija sabía que la descripción del latín debía estar basada en el conocimiento profundo de las 92 Fuente: Alfonso de Palencia (1967 [1490]): Universal Vocabulario en latín y en romance. Reproducción facsimilar de la edición de Sevilla, 1490, Madrid, Comisión permanente de Academias de la lengua española. 128 obras literarias. Su estudio debía servir para restaurar la latinidad, y con ella el resto de las ciencias, cuyo declive achacaba al escaso dominio del latín clásico, y a los excesos de la escolástica medieval. Nebrija defendía, por tanto, el uso de autoridades en la enseñanza del latín. Así puede leerse en el Libro III de las Introductiones latinae, donde dice expresamente que su gramática se basará en el uso de hombres doctísimos y en su autoridad (ex doctissimorum virorum usu atque auctoritate) (apud Rico 1978: 45). Por esa razón, sorprende el hecho de que los famosos diccionarios de Nebrija, el Diccionario latino-español (1492) [Lexicon hoc est dictionarium ex sermone latino in hispaniensem, interprete Aelio Antonio Nebrissensi] y el Vocabulario español-latino (h. 1495) [Dictionarium ex hispaniensi in latinum sermonem] carezcan de autoridades. Esta ausencia fue la razón de que dichos diccionarios sufrieran cierto desprestigio entre los humanistas posteriores. Así, Luis Vives los considera sólo aptos para el aprendizaje de personas con escasos conocimientos de latín: Es bueno que un diccionario tenga dos partes, una para mostrar el significado de la palabra latina en la lengua vulgar, y otra que ofrezca el equivalente latino de la palabra en vulgar, tal como ha hecho Antonio Nebrisense en nuestra lengua, aunque su obra no es lo suficientemente comprensible, y es más útil a los principantes que a los estudiantes más avanzados (Vives, De tradendis disciplinis, 1531 lib. III, 6) 93 . Por su parte, Diego Jiménez Arias, en el prólogo de su Lexicon ecclesiasticum (1566), también reprochará a Nebrija que no incluyera ejemplos en sus diccionarios: Aunque no me detuve en citar y nombrar muchos autores, como suelen citarse: por seguir la brevedad con que huelgan los de este tiempo. No que aya sido tan breve (conforme al Poeta) sea escuro: como lo fue el vocabulario del doctísimo Antonio de Lebrixa: pues que aún pongo ejemplos, con que doy a entender muy claramente las cosas (Jiménez Arias, Lexicon ecclesiasticum 1566: p. 3; apud Medina Guerra 1991: 60) Es necesario explicar por qué uno de los mayores humanistas españoles, que se jactaba de haber desterrado la barbarie de los centros de estudios del latín en España, y que abogaba por restaurar la lengua de los autores clásicos, sin embargo no introdujera citas en sus diccionarios bilingües. Como ha señalado Ignacio Ahumada, en su artículo «El proyecto nebrisense de un diccionario semibilingüe» (2006), el Diccionario latino- español y el Vocabulario español-latino son el resultado de la precipitación, dadas las presiones a las que Nebrija fue sometido por parte Juan de Zúñiga, a la sazón Arzobispo de Sevilla, para que concluyera sin más tardanza sus diccionarios. En el prólogo del Diccionario latino-español reprocha a su mecenas el haberle hecho publicar estas obras «arrebatada mente i sin consideración»: 93 Expediet in quaque etiam vulgari lingua geminum pueris tradi, vnum quo Latina verba redantur vulgaribus, alterum quo viceversa vulgaria Latinis: quod in nostro sermone Antonio Nebrissensis fecit: opus non satis exactum, tyronibus magis, quam provectionibus vtile. 129 I tenía en voluntad publicar primero aquella, si no fuera de vuestra magnífica S. perseguido que començasse ia a publicar alguna cosa, i no le burlasse ia más con vana esperança. Pues así como le quedará[n] obligados aquellos que recebirán algún provecho dela publicación de aquesta mi obra, así es cosa justa que le carguen la culpa si io alguna cosa publiqué arrebatada mente i sin consideración (Nebrija 1979 [1492]: a.iiii) Nebrija había sido profesor en la Universidad de Salamanca desde 1473 a 1487. Durante ese tiempo había escrito sus famososas Introductiones latinae (1481), según los principios del humanismo italiano. Pero la enseñanza en la universidad le restaba gran parte de su tiempo a Nebrija, que deseaba dedicarse por completo a la reforma profunda de los studia humanitatis. Por esa razón, decidió ponerse en manos de un mecenas, Juan de Zúñiga, y abandonar la Universidad de Salamanca. El arzobispo de Sevilla lo liberó de sus obligaciones docentes entre 1487 y 1502. Sin embargo, como cuenta el mismo Nebrija, Juan de Zúñiga esperaba con impaciencia la publicación de algunas obras suyas. Por eso salieron a la luz los dos diccionarios bilingües. Pero el proyecto anterior que tenía en mente era otro bien distinto: publicar un gran thesaurus, o recopilación global del léxico latino, añadiendo después los equivalentes en español, esto es, un diccionario semibilingüe, una obra semejante a la que varias décadas más tarde sacaría a la luz Robert Estienne para la lengua francesa (Ahumada 2006: 9-10). Según las propias palabras de Nebrija, la obra incluiría la cita de al menos «cuatrocientos mui aprovados autores»: Mas las razones i argumentos que me movieron a interpretar en una o en otra manera, esso mesmo la declaración delos vocablos i otras partes dela gramática, diferimos lo para aquellos tres volúmenes que destas cosas en breve tenemos de publicar, obra grande, copiosa i de cosas diversas, fraguadas casi de cuatrocientos mui aprovados autores (Nebrija 1979 [1492]: a.iiii). Aquellos libros fueron aparcados, pero no olvidados. En 1506 Nebrija llevó a la imprenta un nuevo diccionario, el Iuris Civilis Lexicon, en el que se ocupó de fijar el auténtico significado de las voces del derecho. Precisamente, éste fue uno de los ámbitos en los que Nebrija notó que el latín se había corrompido de forma más notoria, por lo que se sintió en la obligación de depurar las obras del corpus iuris civilis de todas aquellas deturpaciones interpoladas por los glosadores medievales, tal como en Italia había hecho Lorenzo Valla y en Francia el humanista Guillaume Budé, futuro maestro de Robert Estienne. En el Iuris Civilis Lexicon, puede apreciarse al verdadero Nebrija humanista. Cada vocablo se apoya en la auctoritas de los clásicos latinos, sobre todo legisladores. De esta manera se incorpora a la corriente del humanismo jurídico o scuola culta, cuyos representantes fueron, entre otros, Maffeo Vegio, el ya mencionado Lorenzo Valla, Angelo Poliziano y Ludovico Bolognini. (Perona 1988: 23). El primer diccionario latino-español basado en el principio de autoridad fue el Vocabularium ecclesiasticum (1499) de Rodrigo Fernández de Santaella. La influencia de Nebrija apenas se deja sentir en esta obra. Sólo los continuadores del Vocabularium 130 incorporaron al texto original numerosas alusiones y referencias a Nebrija (Esparza Torres 1995: 171). Aunque comparte muchas características con el diccionario de Guillermo Brito, el modelo que sigue esta obra fue el Vocabulista ecclesiastico latino volgare (1479) de Giovanni Bernardo da Savona. Este vocabulario se apoyaba también en citas textuales de las Sagradas Escrituras. En la edición del Vocabulista de 1504, pueden leerse los siguientes versos en latín: Significata volens scripture noscere sacre hec legat: explanat sáxea verba pie. Quicquid et exposuit libratur pondere forti Auctoresque graves testificantur ea Si quieres conocer los significados de las Sagradas Escrituras lea esto: explica las palabras duras como piedras. Todo esto que se expone es sopesado con severo juicio. Autores importantes lo prueban Como afirma Manuel Alvar Ezquerra (2002: 70), el Vocabularium ecclesiasticum de Santaella es el «primer diccionario de nuestra lengua con citas, por más que estas no sean españolas». Se refiere Alvar Ezquerra al primer diccionario con citas sistemáticas, ya que el Universal Vocabulario de Alfonso de Palencia contenía citas, pero son escasas y no se reproducen de manera sistemática. El diccionario de Santaella está concebido especialmente para el uso de clérigos. Sin embargo, no se trata de un repertorio que registre únicamente léxico eclesiástico, sino también con el vocabulario general. Por tanto, supone una ayuda inestimable para facilitar la comprensión y la traducción de textos latinos a usuarios que se movían dentro del campo de la enseñanza de la teología y de otras actividades de la Iglesia. En lo que se refiere a las citas, éstas constituyen una de las características más sobresalientes del Vocabularium, pues «[…] sin que apenas se puedan indicar excepciones, Fernández de Santaella nos da al final del artículo o al final de cada una de las acepciones las referencias de un pasaje bíblico, las más de las veces, o de otros textos religiosos […] A veces, estas referencias se completan con el texto en sí, que sirve de ejemplo» (Medina Guerra, 1990: 335-336). Quizá uno de los diccionarios más influyentes de los tiempos modernos haya sido el Calepino, conocido popularmente así al tomar el nombre de su autor, Ambrogio Calepino (1440-1510). Su nombre de pila era Giacomo, pero decidió cambiarlo por Ambrosio o Ambrogio al entrar en la orden de los eremitas agustinos. Estudió lengua griega bajo la guía del bizantino Constantino Lascaris. Dedicó toda su vida al estudio de los clásicos y también se preocupó de cuestiones lingüísticas. Pasó cerca de treinta años elaborando su conocido diccionario bilingüe latín-griego. La primera edición vio la luz en Reggio en 1502, en la imprenta de Dionisio Bertochio con el siguiente título: 131 Ambrosius Calepinus Bergomates: profesor ordinis Eremitarum sancti Augustini. Dictionum latinarum e greco pariter deriuantium: earumdemque interpretationum collector studiosissimus: omniumque Cornucopie vocabularum insertor sagacissimus: ita vt in vnum coegerit volumen Nonium Marcellum Festum Pompeium M. Varronem Pedianum Seruium Donatum Vallam: et Suide plurimum Argino functus officio. Como puede observarse, las fuentes metalingüísticas ya nos son conocidas. El primer autor mencionado es Nonio Marcelo, seguido de Festo Pompeyo, cuyo vocabulario hemos tratado aquí, Marco Terencio Varrón, Servio, Donato y Lorenzo Valla. Para el léxico griego se basó en la enciclopedia bizantina de la Suda. Como es sabido, Ambrogio Calpino siguió trabajando en su diccionario durante los siguientes años. La segunda edición se realizó un año antes de su muerte, en 1509, en Venecia. El diccionario fue un éxito rotundo. Poco a poco, se fueron añadiendo diferentes lenguas modernas, europeas pero también de otros continentes (por ejemplo, en 1595 se publica en Amakusa un calepino latino-portugués-japonés, titulado Dictionarium Latino Lusitanicum, ac Iaponicum). Según el estudio bibliográfico llevado a cabo por Labarre (1975), entre 1502 y 1779 tuvo este diccionario al menos 211 ediciones. La primera vez que se recoge la lengua española en una edición del calepino fue en la que se realizó en 1559. El término Calepino ha pasado a significar „librone‟ en italiano, tanto en francés como en español se convirtió en sinónimo de diccionario (Marazzini 2009: 29). Cuando Ambrogio Calepino publica en 1502 la primera edición de su obra, no era la primera vez que veía la luz un diccionario bilingüe entre el latín y el español. El carmelita Giovanni Crastone había publicado en 1476 una obra titulada Λεμηθὸλ θαηὰ ζηνηρείωλ (Lexikòn katà stoicheíōn), es decir, „léxico [ordenado] según el orden alfabético‟. Sin embargo, este diccionario, que contenía aproximádamente 18 000 entradas, carecía de ejemplos. Por el contrario, el Calepino se caracterizó desde el primer momento por la riqueza de citas. Como afirma Krömer (1991: 1715), el Calepino, a pesar de ser todavía una obra muy rudimentaria, representa ya el modelo de diccionario moderno («Damit haben wir, wenn auch ganz rudimentär, den Typ des neuzeitlichen Wörterbuchs vor uns»). Las citas eran, sin embargo, muy imprecisas, aunque eso se debía al hecho de que las primeras ediciones impresas de autores clásicos carecían de número de página. Además, Calepino citaba en muchas ocasiones a través de obras de segunda mano, algo normal, como ya hemos podido comprobar. En muchas ocasiones, Ambrogio Calepino no definía correctamente la acepción de una voz, por lo que se producía una falta de correspondencia entre la definición y el ejemplo lexicográfico que ofrecía. A pesar de todo, el Calepino tuvo una influencia crucial en la lexicografía europea. La primera obra en la que se percibe esta influencia es en el Thesaurus ciceronianus (1535) de Mario Nizzoli. Antonia María Medina Guerra ha señalado además la dependencia que en relación a esta obra tiene el Dictionario de vocablos castellanos aplicados a la propiedad latina de Alonso Sánchez de la Ballesta (pseudónimo empleado por el padre 132 Frómesta de San Agustín): «[l]a comparación de ambos repertorios pone de manifiesto que Sánchez de la Ballesta utilizó el diccionario de Ambrogio Calepino, del que selecciona las informaciones que más le interesan, entre ellas muchas citas de Terencio y Cicerón, eludiendo las referencias que el lexicógrafo bergamasco hace de obras de otros autores» (Medina Guerra, 1995-1996: 66). Otro rasgo de la obra de Sánchez de la Ballesta fue la introducción de abundantes unidades pluriverbales y fraseológicas, siendo los Adagia de Erasmo la principal fuente y el autor más citado en el Index adagiorum que se halla al final de este diccionario (Medina Guerra 1995-96: 66). La influencia del Calepino también se detecta en la obra póstuma de Bartolomé Bravo, el Compendium Marii Nizolii sive Thesauri Marci Tulii Ciceronis, un diccionario latino- español que su sobrino publicó en Valladolid en 1619. Ya desde el título, Bravo declara como fuente el Compendium, y vuelve a insistir en ello en el prefacio latino que acompaña al diccionario en las primeras ediciones . Figura 7: Ambrogio Calepino. Cornucopia vocabularum 94 a) Docibilis, que fácilmente aprende, como [se ve] en el Libro tercero de los Reyes: «Le darás un corazón dócil a tu siervo para que pueda juzgar a tu pueblo». Jerónimo: «El ingenio es dócil y aprende fácilmente sin maestro». Lorenzo Valla, Contra Prisciano distingue así: «Docilis „dócil‟ significa que aprende fácilmente y que por naturaleza es apto para aprender». Así, Cipriano: «Docibilis es quien tiene suave paciencia para aprender». Agustín: «Todos los hombres de aquel reino serán instruidos (docibiles erunt) por Dios, y no por los hombres». El canon de autores que refleja este artículo corresponde al de un diccionario de transición, escrito entre la Edad Media cristiana y el Renacimiento. Por un lado, los ejemplos de uso se han extraído de algunos padres de la Iglesia, como San Jerónimo y San Agustín. Además, se cita un libro bíblico, el Libro de los Reyes, y también la Epístola 74 de San Cripriano. Esto no quiere decir que Calepino renunciara a los auctores clasicos. La explicación de su ausencia aquí es sencilla: docibilis es una voz que empezó a usarse en el período de la baja latinidad. Se documenta por primera vez en Tertuliano (ss. II-III d. C). Esto explicaría el origen tardío de las citas. En la microestructura aparece, además, la autoridad del prestigioso humanista y filólogo Lorenzo Valla. Tanto Valla como Cipriano autorizan dos ejemplos de carácter metalingüístico, en los que no se usa de manera referencial los adjetivos docilis y docibilis respectivamente, sino que se definen de manera metalingüística. Este artículo no deja de ser algo confuso. Aunque la voz lematizada es docibilis, los ejemplos del Libro de los Reyes y de Lorenzo Valla están ilustrando en realidad el adjetivo docilis. La cita de San Agustín tampoco es exacta: homine, declinado en ablativo singular, es en realidad homines, acusativo plural. Estas imprecisiones serían corregidas en las ediciones siguientes. 94 Fuente: Calepino, Ambrogio (1502): Dictionum latinarum e greco pariter deriuantium: earumdemque interpretationum collector studiosissimus: omniumque Cornucopie vocabularum insertor sagacissimus: ita vt in vnum coegerit volumen Nonium Marcellum Festum Pompeium M. Varronem Pedianum Seruium Donatum Vallam: et Suide plurimum Argino functus officio, Reggio. 133 b) Novalis „noal‟, de género femenino, también puede decirse novale, de género neutro. Según Servio, se suele explicar de diversos modos. Plauto dice que es la tierra cultivada que descansa un año. Así Varrón: «novalis es el campo que se cultiva intermitentemente». Y así Plinio: «novale es el campo que se cultiva en años alternos». Del mismo modo lo percibe Festo cuando dice: «Novalis es el campo que nuevamente se deja descansar de simiente». Pero Servio quiere que sea la tierra preparada por primera vez para la siembra. De donde Virgilio: «En el campo en el que trabajaría intensamente, deploraba: tal vez un soldado impío se apoderará de estas tierras nuevas [novalia] tan bien cultivadas». Así lo define Jerónimo: «Novale es el campo preparado por primera vez para el cultivo ». Y [el pseudo] Quintiliano, en el Miles marianus: «Enseguida [hay que] oscurecer la tierra, arrancar la agotada maleza para los futuros campos cultivables [novalibus]». Pero Virgilio, lo entiende según el primer sentido cuando dice: «dejar descansar las tierras [novales] deforestadas en años alternos y dejar fortalecer en el sitio el campo agotado». Por eso, en otra parte Servio dice: «Novalia, esto es, tierra nueva que se renueva cada año para la siembra». Hemos escogido este artículo porque en él se aprecia el uso genuino de las citas en función de autoridades. Hay, por un lado, citas de carácter metalingüístico, en el que se definen los términos estudiados: son las citas de Servio, Plauto, Varrón, Festo, Plinio y Jerónimo. Por otra parte, encontramos las citas literarias que sirven para confirmar la información semántica recogida en las citas metalingüísticas. En este artículo, Virgilio y el pseudo Quintiliano constituyen las verdaderas autoridades, la de aquellos autores que con su testimonio reflejan los verdaderos usos del latín. Las voces novalis y novale presentan, ambas, dos acepciones diferentes. La primera acepción es la de „terreno que se deja descansar durante un año‟, esto es, barbecho. Así lo definen Varrón, Plauto, Festo y Plinio. Por el contrario, para Servio y Jerónimo se trataría de tierras preparadas por primera vez para su cutivo. La cita del pseudo Quintiliano parece apoyar este uso. Sin embargo, Calepino cita a Virgilio para documentar ambos usos: en un lugar el poeta parece referirse a un campo que se deja descansar cada año, pero en otra parece referirse a un terreno que se ha cultivado por primera vez. Por esa razón, Calepino cierra el artículo con la definición hecha por Servio, en la que conjuga al mismo tiempo ambas acepciones: tierra nueva que se dejará renovar cada año. Cerramos el apartado dedicado a la lexicografía latina del Renacimiento con la obra de Robert Estienne (1503-1509). Estienne consagró toda su vida al estudio de los clásicos. Estamos, pues, ante un verdadero humanista. Logró dirigir su propia imprenta, llegando a realizar a lo largo de su vida más de 470 ediciones de escritores latinos. Se trataba de ediciones muy pulidas, con notas y estudios previos que demostraban su dominio perfecto del latín. Además, fue editor de la Biblia. Inspirado en la labor de los masoretas, fue el primero en dividir esta obra en versículos, algo que facilitaba la localización de los textos citados. En lo que se refiere a su labor como lexicógrafo, la primera intención de Estienne fue realizar una edición mejorada del Calepino. Sin embargo, encontró tantas lagunas e imprecisiones que decidió redactar un diccionario de nueva planta. La primera edición del 134 Thesaurus linguae latinae se publicó en 1531, y todavía era muy semejante al Calepino: un diccionario con citas dirigido tanto a estudiantes como a personas ya formadas en el dominio del latín. Sin embargo, para llevar a cabo la segunda edición, Estienne siguió el consejo de Luis Vives. El humanista valenciano, conocido como el segundo Quintiliano, había propuesto la creación de dos tipos de diccionarios latinos en su libro De tradendis disciplinis (1531): en primer lugar un diccionario bilingüe sin autoridades, sencillo, como los que había publicado Nebrija a finales del siglo anterior; y otro diccionario, semibilingüe, con la cita de autoridades que ilustraran los usos idiomáticos del latín: Un diccionario de la lengua latina debería reunir juntos a todos ellos [a los antiguos autores clásicos], porque ninguno es suficientemente completo y cuidadoso. Debería estar dividido en dos partes: una con una simple lista de palabras con breves equivalentes añadidos, y la otra con citas ilustrativas añadidas abundantemente (Vives, De tradendis disciplinis, 1531 lib. III, 6) 95 . Estienne comenzó a hacer esta división a partir de 1536, al publicar la segunda edición de su Thesaurus. Lo aumentó con nuevos materiales latinos y más equivalentes en lengua francesa. Estienne pasó de un diccionario basado únicamente en Plauto y Terencio en 1531 a uno muy bien documentado con toda clase de autores en 1543. En 1538 apareció también el Dictionnarium latino-gallicum, con cuatro ediciones más. Y entre 1539-1540 el Dictionnaire françois-latin., con un mayor número de ediciones, que culminó con el Thresor de la langue françoyse de Jean Nicot, en 1606, un hito en la historia de la lexicografía vernácula francesa. En la segunda edición del Dictionnaire françois-latin de 1549, Estienne fue mucho más lejos, pues añadió palabras francesas a partir de un corpus basado en sus propias lecturas (incluyendo palabras tomadas de Rabelais). No sólo estaba interesado en recoger los tesoros de la lengua latina, sino también los de la lengua francesa (Considine 2008: 45). Es así como se produjo el trasbase ideológico de un género a otro, de un humanismo, basado en los autores clásicos de Grecia y Roma, a otro humanismo, el vulgar, que defendía el uso de las lenguas vernáculas en todos los ámbitos que hasta entonces estaban reservados al latín. Del mismo modo que la codificación del latín pasó por la elaboración de gramáticas pedagógicas y científicas, y también por la confección de tesoros que recogieran el mayor número de voces de la lengua, todas ellas avaladas por el testimonio de al menos un autor clásico, la codificación de las lenguas vulgares, que será el sueño de los nuevos humanistas en los siguientes siglos, debía pasar por el mismo proceso. Primero fue la Academia de la Crusca, y su diccionario de 1612. Después la Academia francesa, aunque sin incluir citas en su diccionario, y finalmente la Real Academia, y su famoso Diccionario de autoridades (1726-1739). Se trataba de demostrar que las lenguas vulgares estaban a la misma altura que el latín, en riqueza, 95 Ex quibus vnieuersis confletur dictionarium Latinae linguae, quod nullum est plenum satis & plenum satis & iustum. Istudque sit dúplex, alterum enumeratione tantum vocabularum, breui intepretatione adiecta, alterum copiosius dictis authorum intermistis. 135 belleza y propiedad, y para ello las obras gramaticales y lexicográficas comenzaron a basarse en autoridades. Los primeros diccionarios monolingües no tenían un fin práctico. Pretendían ennoblecer un estado de lengua que sirviera para sustituir el latín, un idioma que pudiera presentarse ante todas las demás naciones como la más perfecta de todas. Figura 8: Robert Estienne. Thesaurus linguae latinae 96 . Auctoritas „autoridad‟, ejemplo, fragmento o testimonio escogido de escritores. Cic. I. de Orat. 180: «¿Dejábamos de basarnos, pues, cada uno de nosotros en autoridades [auctoritatibus], en ejemplos, en formulas testamentarias, en definitiva, en procedimientos de derecho civil para esta causa?» Cicerón dice «en autoridades [autoritatibus]», en lugar de «en lugares y testimonios»: «a los cuales ciertamente la excelencia o la infamia de los escritores puede darles o quitarles su autoridad [auctoritatem]». Quintiliano, lib. 5. capit. 11: «No sólo están llenos de sentencias los libros de los poetas, sino también las obras de los filósofos que, aunque piensan que todo es inferior a sus propios preceptos y escritos, sin embargo no les molesta repetir la autoridad de multitud de versos». Auctoritas, significa testimonio auténtico, y prueba auténtica. Cicerón, a favor de Celio: «¿Pero por qué os detengo, jueces, por más tiempo? Examinad cuidadosamente su conciencia escrupulosa [religionem] y su testimonio fidedigno [auctoritatemque]». Robert Estienne logró, gracias al uso de citas, multiplicar el número de acepciones en su diccionario con respecto a los repertorios anteriores. En este artículo, hemos seleccionado dos de los múltiples sentidos que recogió para el término auctoritas, ambos dentro del ámbito jurídico. La segunda acepción que aquí reproducimos es la que más nos interesa: «Testimonio authentico». Lo que convierte a la cita en una autoridad es el valor de verdad, de garantía, que el léxicógrafo atribuye a su fuente de información. Así, los dos subartículos que hemos escogido muestran los dos sentidos del térmnino más repetidos en el campo lexicográfico: ejemplo y testimonio: «Auctoritas, pro Exemplum» y «Auctoritas, pro Testimono authéntico». Estienne recurre, sobre todo, a la autoridad de Cicerón, el auctor latino por excelencia durante el Renacimiento. 2.4.3. El humanismo vulgar Durante los siglos XV y XVI se produjeron en la península italiana intensos debates en torno a la dignificación de la lengua vulgar y la creación de una norma que pudiera unificar cultural y lingüísticamente todos los reinos de Italia. Hay que tener en cuenta que la lengua italiana estaba muy fragmentada. Los humanistas buscaban entre todas las 96 Fuente: Robert Estienne (1740): Thesaurus linguae latinae in IV. tomos, Basilea, E. & J. R. Thurnisius Fratres. 136 variedades una sola que sirviera como expresión de la naciente cultura italiana, y que reflejara su señorío frente a otras naciones europeas. Sin embargo, no se llegó a ningún consenso. Antes bien, surgieron varias tendencias con diferentes concepciones de la norma lingüística. Así, Pietro Bembo, defensor del clasicismo, propuso en sus Prose della volgar lingua (1525) a Petrarca como modelo literario y al toscano como lengua estándar. Su predilección por la lengua de los escritores del trecento se reflejará posteriormente en la primera edición del Vocabulario (1612) de la Academia de la Crusca. El humanista y diplomático Baldassare de Castiglione, por el contrario, dio mayor importancia a la lengua hablada. Castiglione no estaba de acuerdo en la elección del dialecto florentino para representar la lengua de todos los italianos. Él proponía la lengua que se hablaba en la Corte, libre de rasgos dialectales. Así lo defiende en su obra Il cortegiano (1528), que tanto éxito tuvo en España a través de la traducción realizada en 1534 por Juan Boscán. Había, en definitiva, una exigencia de orden estético y retórico por una parte (Bembo), y otra exigencia de orden práctico por otra (Castiglione). A la vulgarización del humanismo ayudó enormemente Erasmo de Rotterdam. Con su labor empieza un auténtico esfuerzo para traducir a las lenguas vulgares las obras de la Antigüedad en toda Europa. Las traducciones de Erasmo ensancharon las posibilidades de expresión de las lenguas vernáculas, al darles mayor flexibilidad y mayor riqueza de vocabulario. Además, el progreso en el conocimiento de las lenguas antiguas, sus recursos y su variada fraseología obligaron a los traductores a una mayor exigencia en el empleo de su lengua materna (Carrera de la Red 1988: 47). En España fue Nebrija quien, tras una estancia en Bolonia de diez años (1463-1473), se atrevió a reducir en artifizio la lengua vulgar castellana. Con ello perseguía varios objetivos. Uno de ellos era mejorar el método para aprender latín. En 1488 Nebrija tradujo las Introductiones latinae al romance. Gracias a esta labor traductora observó que el aprendizaje del latín resultaba más sencillo si se llevaba a cabo a partir de la lengua materna. Además, descubrió que el castellano era lo suficientemente rico como para describir con un metalenguaje propio otra lengua distinta. Fue entonces cuando decidió escribir su Gramática de la lengua castellana (1492), animado por la reina Isabel la Católica. Con ello quiso regular el castellano, para poder acceder con más facilidad al latín, pero también para fijar su uso y concederle así un prestigio que pudiera perpetuarse en el futuro: [quise] reduzir en artifizio este nuestro lenguaje castellano […] para que lo que de agora e de aquí en adelante se escriviere pueda quedar en un tenor, e estender se en toda la duración de los tiempos que están por venir (Nebrija 1989 [1492]: 100-101). Nebrija dejó escrita también aquella célebre frase «fue siempre la lengua compañera del Imperio» en el prólogo de su gramática castella. La lengua acompaña siempre el florecimiento de la paz, las leyes, las ciencias y las artes. El maestro lebrisense mantuvo 137 siempre una visión normativa de la lengua (Pozuelo Yvancos 1984: 81). Sabía que las lenguas cambian. Por eso era necesario establecer y fijar un estado ideal de la lengua, representado por una elite de escritores de prestigio. Respecto al castellano, Nebrija actuó en su descripción gramatical de modo completamente análogo a como lo había hecho con el latín. En su prólogo a la Gramática de la lengua castellana indica los autores que se aproximan a su modelo ideal de lengua, del mismo modo que hizo para el latín en el anexo (Suppositum) a la tercera edición de las Introductiones, es decir, la Recognitio de 1495. Los escritores escogidos fueron Alfonso el Sabio, el Marqués de Santillana, y, de manera especial, Juan de Mena. Otros autores que aparecen citados también fueron Gómez Manrique, Enrique de Villena o Alonso de Velasco –identificado con Antonio de Velasco. Sin embargo, como han señalado Francisco Rico (2001) y Margarita Lliteras (1997), existe una diferencia esencial entre su gramática latina y la gramática castellana. Y es que a pesar de haber reconocido que el castellano había llegado a su madurez, Nebrija no encontró verdaderas autoridades de la lengua castellana con las que ejemplificar el buen uso de la lengua. Si bien es cierto que la retórica formaba parte de la gramática en aquella época, y es en el apartado dedicado a esta disciplina donde se citan la mayoría de los autores, hay que reconocer que ningún escritor pudo satisfacer las exigencias de Nebrija. Por tanto, aunque en su planteamiento la gramática castellana aspiraba a estar basada en autoridades, éstas tan sólo pudieron estar presentes en aquellos libros dedicados a las figuras de construcción. Por tanto, no pudo llegar a ser el modelo para posteriores gramáticas con autoridades. Como explica Margarita Lliteras (1997: 63): En definitiva, el corpus de autoridades destinado al análisis gramatical no se forma bajo el modelo nebrisense, vigente – en lo sustancial – al menos durante el Renacimiento. Los autores literarios representan para los gramáticos lo que Binotti (1995: 114-116) denomina atinadamente el tópico de la “monumentalidad”, un valor externo a la lengua que permite probar en los lugares más propagandísticos y menos técnicos de los tratados – generalmente los prólogos – la superioridad de la lengua vulgar o, lo que es más frecuente, su equiparación al latín. En esta perspectiva renacentista, el corpus literario se mantiene al margen de lo gramatical, igual que los restantes tópicos de la época: el de la antigüedad, que se manifiesta en la necesidad de distinguir las edades de la lengua; el de la estabilidad, que conduce a la finalidad prescriptiva de las artes, y finalmente el de la expansión como lengua de un imperio, lo que justifica su gramatización. En efecto, hay que añadir que la Gramática castellana no tuvo ningún impacto en su época. Hasta el siglo XVIII sólo contó con una edición, algo muy diferente a lo que ocurrió con las Introductiones latinae, que llegaron a superar las cincuenta ediciones en el siglo XVI, y que se convirtieron, a finales de este siglo, en la gramática latina oficial de todas las universidades de los reinos de España. Como reconocerán más tarde el poeta Garcilaso de la Vega y el humanista Juan de Valdés, no había muchos modelos donde elegir. En cualquier caso, en la Gramática castellana de Nebrija, Juan de Mena es con diferencia el autor más citado, pues aparece 138 en cuarenta y tres ocasiones con textos extraídos de las siguientes obras: Copla contra los pecados mortales (2), la Coronación (14) y el Laberinto (26) (Esparza Torres 1995: 107). Juan de Mena es equiparado como poeta a Virgilio. Cuarenta y una de las citas se encuentran en la sección dedicada a la métrica y en los capítulos relativos al solecismo, al metaplasmo y a las difuras, es decir, a las licencias poéticas que Nebrija llama “pecado que por alguna razón se puede excusar”. (apud Rico: 1991, 40). Cuatro citas más remiten a Santillana y tres a Villena. Pero no son verdaderas autoridades, ni se citan para mostrar un determinado uso o ejemplificar un análisis gramatical concreto. Como acabamos de decir, la gramática de Nebrija se basa en una autoridad, pero paradójicamente carece de autoridades: «Pero en 1492 el buen „uso‟ y los „autores‟ en castellano no eran más que una esperanza para Nebrija: porque de hecho –proclamaba –no existían aún» (Rico: 1991, 42). La situación política era, sin embargo, inmejorable y, aprovechando los buenos tiempos que corrían entonces, escribió su gramática: Nada análago al “Suppositum…‖ podía insertar Nebrija en la famosa, demasiado famosa Gramática sobre la lengua castellana que dio a las prensas en 1492, con explicable indiferencia de sus contemporáneos (y, pronto, casi con olvido de su propio autor). Para empezar, le era imposible tomar como referencia los logros de un „siglo de oro‟ semejante al de Roma: le constaba que nunca había existido; y, por si fuera poco, la situación interna del castellano en 1492 le parecía lamentable: era una lengua “suelta y fuera de regla”, sujeta todavía a “muchas mudanzas”, en estado semisalvaje (Rico: 1991, 38). Esta situación de permanente transformación en la que se encontraba el castellano fue la causa de que en el siglo XVI se siguieran escribiendo nuevas gramáticas normativas, apoyadas en algún tipo de autoridad. Normativista fue, por ejemplo, Villalón, autor del Arte o Gramática para saber hablar y escrevir en la lengua castellana: colegida de la auctoridad de los sabios, conforme a la costumbre y uso común de la lengua no corrompida (1558). Como se puede ver, el mismo término de auctoridad está presente en el título, para referirse al modo de hablar de los sabios, que representan el «uso común de la lengua no corrompida». También fue defensor de la pureza del lenguaje Juan Martín Cordero, cuya obra se titulaba Las quexas y llanto de Pompeyo […] La manera de excrevir en castellano, o para corregir los errores generales en que todos casi yerran (1556). Pasado el medio siglo, cuando la posición racionalista iba ganando adeptos para el estudio y la descripción de la lengua, escribió fray Miguel de Salinas un libro sobre pronunciación titulado Libro Apologético que defiende la buena y docta pronunciación que guardaron los antiguos en muchos vocablos y acentos (1563). Lo interesante de este libro es que en él fray Miguel de Salinas se opuso a los principios racionalistas de la gramática, a favor de la autoridad normativa de los gramáticos y profesores, cuando, realmente, la figura del gramático ya estaba muy desautorizada (recuérdese la lista de gramáticos nefastos confeccionadas, entre otros, por Valla, Nebrija, Erasmo, el Brocense, etc.). De gran interés resulta la distinción que hace entre las figuras del docto y del 139 erudito. Los doctos defienden la justificación racional de la gramática. Los eruditos, en cambio, sostienen el criterio de autoridad, apoyada en la tradición gramatical escolar. Salinas está a favor de estos últimos, como puede verse en el siguiente pasaje: El perito es más que el doto, y el doto mas que el erudito según se colige de los que desto escriuien, porque el perito es el que tiene la razón, experiencia y uso de la cosa. El doto tiene solamente la razón de la cosa. El erudito haze del hombre rudo, enseñado, o lo passa a tal estado de letras, que sale de rudo. Resta que veamos: si la constumbre y uso del hablar que hemos de seguir, es necesario que sea de peritos, o peritissimos o dotos o dotissimos, o de eruditos o eruditissimos [...] a esto se responde que basta que sea de eruditos, como lo han de ser los pedagogos o maestros que enseñan mancebos, a los quales no se les demanda que sean dotos ni peritos, mas que sean eruditos, según esto que dize Quintiliano: la costumbre es la cierta maestra del hablar. Y cierto se ha de usar de la palabra como de la moneda que trae en si el cuño público. Llamo costumbre del hablar al consentimiento de los eruditos. Lo dicho es de Quintiliano, según el qual queda claro qual deue ser la costumbre del hablar, que es de eruditos. Y que el que habla según el uso de los eruditos habla bien [...] de los quales estudios de los eruditos y universidades trae origen la costumbre. Y se va haciendo por curso de mucho tiempo, la qual después que es hecha costumbre, es de tanta fuerca y autoridad, que si al doto o dotissimo o perito o peritissimo hablase o pronunciase de otra manera es vencido della (1563: fols. 79-80). De este fragmento se deduce que la autoridad de la costumbre emana de los eruditos, haciéndose eco del tan conocido consensus eruditorum establecido por Quintiliano. Y los eruditos suelen ser, según se extrae de este mismo párrafo, los gramáticos que enseñan la lengua (“pedagogos o maestros que enseñan mancebos”). Frente a esta corriente normativa, surge otra que se opone a la redacción de gramáticas de la propia lengua materna. Los autores que representan dicha corriente esgrimen varias razones: la lengua materna no se aprende como el latín, sino que se habla desde niño y no es necesaria, por tanto, ninguna gramática que la codifique; las lenguas evolucionan de manera natural, y resulta artificial pretender fijar su uso en un estadio temporal concreto. Esto es lo que vio, por ejemplo, el humanista Bernardo de Aldrete, que llevó a cabo un estudio del castellano desde una perspectiva histórica y juzgaba inútil detener su evolución: Deue se pues aduertir, que la lengua vulgar naturalmente con el tiempo envejece, i muda, i en ciento o doscientos años se trueca de manera, que muchas palabras della no se entienden, como si fueran vocablos de lengua peregrina o extranjera... el mismo [Varrón] dize lo mucho que en las palabras vale el uso, i costumbre, i como los ojos se alegran de ver vestidos nueuos y les desagrada ver los viejos, no es de peor condición el oido, que no tenga también su gusto en ori vocablos nueuos... todo se muda con el tiempo y las palabras solas an de ser para siempre, siendo las mas ligeras que el viento, i mas sugetas a mundanças. Mucho se engaña, por çierto, quien en la cosa más inestable, i flaca, busca perpetuidad i firmeça. (Aldrete 1972-1975 [1606]: I. 176-177). Mateo Alemán escribió en su tratado Ortografía castellana (1609): «Hable y escriua su materna cada uno: como quisiere o mejor supiere, sin obligar á los otros que guarden sus preceptos mismos» (1609, fol. 12. v.). Como se puede ver, existía una gran tolerancia en cuanto a las diferentes variedades del castellano. También se ha afirmado que Juan de Valdés era contrario a la normalización del castellano Sin embargo, hay que relativizar esta afirmación. Valdés defiende la independencia del castellano respecto al latín, y aboga 140 por una amplia libertad de los hablantes para que hablen como deseen, o según el uso más general, Valdés: Porque he aprendido la lengua latina por arte y libros y la castellana por uso, de manera que de la latina podría dar cuenta por el arte y por los libros en que la aprendí y de la castellana no, sino por el uso común de hablar. Por donde tengo razón de juzgar por cosa fuera de propósito que me queráis demandar cuenta de lo que está fuera de toda cuenta (Valdés 1982 [1535]: 121). Aldrete argumentaba con semejantes palabras: Bien cierto es que para saber la lengua no es menester arte, ni es escuela donde aprenderla en la tierra donde se usa, porque las primeras palabras, que los niños forman i los que començando a hablar dicen, son los principios della. En Castilla oi para hablar Romance no es menester acudir a maestros que lo enseñan, que con el hablar mismo se sabe. (Aldrete 1972-1975 [1606]: I. 47). A pesar de todo, Valdés reconoce que el modo de hablar en la corte, es decir, el uso cortesano como él lo denomina, es el mejor modelo, y lamenta que aún no existan buenos escritores en lengua castellana que, con su estilo, sirvan de modelo lingüístico. Es decir, Valdés no está en contra del principio de autoridad. Tan sólo afirma que el castellano aún no cuenta con un canon de escritores de prestigio, como si le ocurría, por ejemplo, al toscano. El español es, en su opinión, más vulgar: porque veo que la toscana stá ilustrada y enriquecida por un Bocaccio y un Petrarca, los quales, siendo buenos letrados, no solamente se preciaron de scrivir buenas cosas, pero procuraron escrivirlas con estilo muy propio y muy elegante, y como sabeís, la lengua castellana nunca ha tenido quien escriva en ella con tanto cuidado y miramiento, quanto sería menester para que hombre, quiriendo o dar cuenta de lo que scrive diferente de los otros o reformar los abusos que ay oy en ella, se pudiesse aprovechar de su autoridad (Valdés 1982 [1535]: 123). A pesar de su postura totalmente contraria a Nebrija, ambos reconocen el mismo problema para el castellano: a diferencia del latín o del toscano, las gramáticas del castellano no podían contar con autoridades literarias que respaldasen las reglas, simplemente porque la lengua no había llegado aún al grado de madurez suficiente como para presentar textos literarios de prestigio que garantizaran ese buen uso. Esa misma queja la planteó el primer gran poeta español del Renacimiento, Garcilaso de la Vega, en el Prólogo a la obra de El Cortesano (1534), traducción castellana de la obra de Baltasar de Castiglione, realizada por su amigo Juan Boscán: tengo por muy principal el beneficio que se hace a la lengua castellana en poner en ella cosas que merezcan ser leidas; porque yo no sé que desventura ha sido siempre la nuestra, que apenas ha nadie escrito en nuestra lengua sino lo que se pudiera muy bien escusar (Garcilaso de la Vega 2007 [1534]: 355). Para Juan de Valdés, los refranes garantizan por su antigüedad y por pertenecer al uso lingüístico continuado un buen modelo de la lengua, apreciándose en esto una evidente influencia de los Adagia de Erasmo. Por lo demás, los únicos textos castellanos que para Valdés podrían servir también de modelo son la traducción de De consolatione de Boecio 141 y el Enquiridion traducido por el Arcediano de Alcor. Siempre que la heterogeneidad del uso lingüístico observado le lleva a un caso conflictivo, Valdés se decide por el uso culto de la corte. De esta manera, prefiere la i en vanidad, invernar y aliviar frente a vanedad, envernar y aleviar; desecha atender y alevoso por sus matices rusticales y arcaicos. Del mismo modo, prefiere escribir dixeron y traxeron antes que las formas sincopadas dixon y traxon, que usaba solamente el vulgo. En sus decisiones influye también cierta preferencia geográfica. Declara como ejemplo lingüístico a las personas discretas nacidas y criadas en el reino de Toledo o en la corte (Haßler 2000: 63). Hasta que no concluye el proceso de canonización de escritores españoles, no habrá, como es lógico, gramáticas (ni diccionarios) de autoridades en castellano. Y no es casualidad que el primer tratado gramatical que emplee ejemplos extraídos de un canon de escritores considerados excelentes no se publique, precisamente, hasta el siglo XVIII, la gramática que publicó Benito de San Pedro, aunque ya el francés Charpentier había escrito antes una gramática del castellano para extranjeros con un corpus bastante representativo de ejemplos extraídos del uso de escritores juzgados excelentes. Antonio Ramajo realiza un trabajo, ya citado, en el que de forma pormenorizada describe cómo se va formando una nómina de autores dignos de ser, al menos, nombrados en las gramáticas de la lengua castellana. Y es que, como ya apuntó Lliteras, los autores no son sino mencionados en partes marginales de los tratados, generalmente en los prólogos, y no para ejemplificar o describir los usos descritos, sino para reconocer que el español ha alcanzado, gracias a ellos, la propiedad y la elegancia que antes sólo poseía el latín, desempeñando así una función de monumentalidad, como afirmaba Binotti. El concepto de autoridad, como vimos, va desplazándose metonímicamente hacia diferentes sentidos. La autoridad comenzó siendo una facultad ejercida por personas con meritos para ejercerla. Posteriormente, la autoridad pasó a estar representada por el mismo individuo y, finalmente, por los textos emanados de él. En el caso de la gramática castellana en los siglos XVI y XVII, las autoridades estaban representadas por los mismos autores que escribían bien, según el estilo propio, natural y elegante que se buscaba en el Renacimiento. Pero sus textos no aparecerán para ejemplificar el uso sino raramente, hacia mediados del siglo XVII y, se convertirá ya en un recurso usual en el siglo XVIII. A pesar de todo, el hecho de que durante los siglos XVI y XVII se vaya efectuando un escrutinio para delimitar el conjunto de auctores, preparará el camino hacia un principio de autoridad práctico, a través del cual no sólo se especificará quiénes son los modelos, sino que se extraerán de ellos textos para su análisis gramatical. Es decir, se irá formando un corpus textual de uso basándose en la canonización de una serie de escritores considerados clásicos y dignos de imitación. La lengua literaria se irá volviendo cada vez más compleja y menos natural, de tal modo que los gramáticos deberán volver a justificar 142 los criterios por los que conferirán prestigio a un escritor o a una obra. El ideal de lenguaje sencillo y natural será el que predomine, en contra de los usos latinizantes y culteranos propios del barroco. Con mucha frecuencia, los tratadistas lingüísticos reclamaron para la literatura su fidelidad al uso real y no artificioso de la lengua. Eugenio Asensio, en su trabajo «Juan de Valdés contra Delicado» (1960) recuerda que la elegancia consistía en alejarse tanto de la rusticidad como del neologismo. Esta elegancia se buscará en la literatura, para que ella, a su vez, realizando un proceso circular, se convierta en maestra del uso lingüístico. En el Diálogo de la lengua, Juan de Valdés realiza una primera selección de escritores y textos dignos de tener en cuenta, aunque, debemos recordarlo, para él no estaban a la altura de los autores que escribieron en lengua latina o toscana. Entre las obras en verso, Valdés reprocha a Juan de Mena su afición al latinismo: «descuidó mucho […] en aquellas sus Trezientas, en donde, queriendo mostrarse doto, escribió tan escuro que no es entendido, y puso ciertos vocablos, unos que por groseros se devrían desechar, y otros que por muy latinos no dexan entender de todos» (Valdés 1982 [1535]: 240). En este sentido, hay que reconocer que Valdés sigue la misma senda estilística marcada por el maestro Nebrija, a pesar de la escasa consideración que sentía hacia el gramático andaluz. También veía con agrado los romances pertenecientes al Cancionero general, «porque en ellos me contenta aquel su hilo de decir que va continuado y llano» (Valdés 1982 [1535]: 244) Pero «de las canciones me satisfazen pocas, porque en muchas veo no sé qué decir baxo y plebeyo» (Valdés 1982 [1535]: 244). Dentro del Cancionero alaba las coplas de Garci Sánchez de Badajoz, del Bachiller de la Torre, de Guevara y del Marqués de Astorga. Y pone muy por encima de todos ellos a Jorge Manrique. No olvida entre los autores que escriben en metro a Juan del Enzina, de quien nos la siguiente opinión: «Juan del Enzina escribió mucho, y assí tiene de todo; lo que me contenta más es la farsa de Plácida y Vitoriano». Y añade: «Aquella comedia o farsa que llaman de Fileno y Zambardo me contenta» (Valdés 1982 [1535]: 241-242). También es favorable su juicio hacia Torres Naharro, de quien alaba, sobre todo, su Calamita y Aquilana. Censura, sin embargo, a Yanguas, autor de una Farsa sacramental en coplas (1520), por su estilo latinizante. De las traducciones sólo señala dos como aconsejables, y que ya hemos mencionado: la correspondiente al De consolatione de Boecio, probablemente de Fray Alberto de Aguayo, y la que del Enquiridion de Erasmo realizó el Arcediano de Alcor. Las dos obras le «contentan assí en el estilo, el qual tengo por puro castellano, como en el esprimir muy gentilmente y por muy propios vocablos castellanos lo que hallavan escrito en latín» (Valdés 1982 [1535]: 244). 143 Dentro de las obras en prosa originales, sopesa, en primer lugar, el valor de los libros de caballería. Y distingue dos grupos (Valdés 1982 [1535]: 248): aquellos que poseen mérito literario: el Amadís, el Palmerín y el Primaleón; y los que deben ser desechados: Esplandián, Florisando, Lisuarte, Cavallero de la Cruz, Guarino mezquino, La linda Melosina, Reinaldos de Montalván, La Trapisonda, y Oliveros de Castilla. Es inevitable recordar al escrutinio de novelas de Caballería descrito en la primera parte del Quijote. En el grupo de los historiadores, critica Valdés al único al que nombra concretamente: Diego de Valera, a quien acusa de hablistán, es decir, de poco sucinto en la expresión, y de parabolano, «porque entre algunas verdades os mezcla tantas cosas que nunca fueron» (Valdés 1982 [1535]: 253). Elogioso es, en conjunto, el juicio que le merece La Celestina. Alaba su estilo elegante y natural, al tiempo que lamenta que, en ocasiones, «pone algunos vocablos tan latinos que no s‟entienden en el castellano, y en partes adonde podría poner propios castellanos, que los ay» (Valdés 1982 [1535]: 255). También alaba la novela anónima titulada Qüestión de amor (1513), aunque por encima de éste alaba el estilo de Diego de San Pedro, en su obra Cárcel de amor (1492). Nuestro autor no olvida, como modelo de lenguaje natural, los refranes. Valdés, erasmista, está de acuerdo con la opinión de su interlocutor Pacheco: «en aquellos refranes se vee muy bien la puridad de la lengua castellana» (Valdés 1982 [1535]: 126). Es interesante notar de qué manera, desde la primera mitad del siglo XVI, hubo intentos de formar un canon literario. Sin embargo, la lista de autores que presenta Valdés es demasiado prematura, pues aún no habían aparecido las grandes figuras literarias que se citarán en las gramáticas y en los diccionarios que estudiaremos en este trabajo, y que se presentarán como autoridades de la lengua. Unos años después del Diálogo de la lengua, probablemente en 1552, redacta Antonio de Torquemada su Manual de escribientes. Torquemada ha de plantearse cuáles serán los autores literarios que le servirán de modelo lingüístico. De Juan de Mena dice que, aunque su estilo es oscuro, es así porque el tema que trata es de por sí oscuro también. Por eso le es permitido escribir de esa forma. Lo mismo dirán también Cascales y Jáuregui, famosos impugnadores del culteranismo: «Es lícita la oscuridad del concepto. Y ya se cuidarán los doctos de desentrañala. Pero es condenable la vana oscuridad formal» (apud Ramajo Caño 1993: 358). Torquemada alaba también La Celestina, cuyo autor «verdaderamente açertó tan bien que ninguno lo podiera hacer mejor si fuera sobre materia más grave, aunque no dexa de tener devaxo de aquella corteza […] encubiertas con las burlas donosas, muchas veras de muy gran provecho» (apud Ramajo Caño 1993: 358). De Fray Antonio de Guevara recomienda sus Epístolas, que pone al lado de las de 144 Cicerón, Plinio y Séneca. A quien condena sin reservas es a Feliciano de Silva (Ramajo Caño 1993: 358-359). Como hemos explicado, no es frecuente que los gramáticos ejemplificaran sus reglas gramaticales a través de alguna frase extraída de la literatura de su tiempo. Sin duda, el gramático más dado a emplear citas literarias, hasta el punto de que podría casi decirse que su obra constituye una verdadera gramática de autoridades, es Antoine Charpentier, autor de la primera gramática del español para franceses: Parfaicte méthode pour entendre, escrire et parler la langue espagnole (1596). Esto puede explicarse por el hecho mismo de ser extranjero. Cuando no se dispone de la competencia necesaria, se ha de recurrir a un corpus. No significa esto que Charpentier no dominara el español. Queremos decir que éste no tenía los prejuicios propios de un hispanohablante, que no necesita buscar ejemplos de escritores, pudiendo él mismo inventar los suyos propios a partir de su competencia. Las gramáticas orientadas a usuarios extranjeros acogen bien las citas literarias. Recordemos que Carisio (s. V d. C.) y Prisciano (s. VI d. C.), autores de las primeras gramáticas latinas basadas sistemáticamente en citas de autores, escribieron sus respectivos tratados en el Imperio Romano de Oriente, donde no se hablaba latín como lengua materna. Charpentier cita con gran frecuencia en su obra a Boscán, y bucea también en la literatura medieval. Las citas de los romances son muy frecuentes. El escritor que se lleva más elogios es el poeta contemporáneo Alonso de Ercilla (1533-1594). Los usos de Ercilla están por encima de los de Boscán o de Sepúlveda. Esto se aprecia, por ejemplo a la hora de establecer el género de palabras como puente o mar (Ramajo Caño 1993: 362). Sólo para el género de la palabra calor, Charpentier desautoriza tanto a Ercilla como a Boscán. Con menos frecuencia cita Charpentier a Garcilaso de la Vega, las Epístolas de Guevara, a Juan de Mena, a quien tiene en gran respeto, Montemayor y Torres Naharro (Soldadesca). Otro gramático extranjero, John Minsheu (1560-1627), al final de su Spanish Grammar (1599) expone una lista de modismos y frases tomadas de los siguientes autores: - La Celestina (Antwerpe, Plantin, 1595). - Menosprecio de la Corte, de Guevara (impr. Por Jehan de Tournes, 1591). - Lazarillo (Antwerpe, Plantin, 1595). - La Diana de Montemayor (Anwerpe, 1580). - Floresta Española, de Melchor de Santa Cruz (Salamanca, 1592). - Marco Aurelio, sin datos. - Mílite glorioso de Plauto, traducción, sin datos. - Menechmos de Plauto, traducción, sin datos. 145 - Araucana de Alonso de Ercila (Anwerpe, 1597). - Refranes. La colección de modismos autorizados supuso el reconocimiento de unidades idiomáticas del español y un avance importante en la descripción gramatical del español. Del mismo modo que los humanistas clásicos percibieron que las reglas de la analogía no lo eran todo en la descripción del latín, pues una cosa era grammatice loqui y otra bien distinta latine loqui, para el español se estaba reconociendo, por parte de un extranjero, la misma situación: hablar un idioma no es sólo conocer las reglas de su gramática, sino también sus giros, sus refranes, sus modismos y colocaciones. Sólo el uso permite reconocer estas unidades y, evidentemente, la mejor garantía de tal uso se hallaba en los buenos escritores que dominan a la perfección su lengua. El gramático César Oudin (c. 1560 – 1625), por el contrario, no fue muy dado a ofrecer ejemplos literarios para ilustrar las reglas en su Grammaire espagnolle expliquée en Francois (1597), que eclipsó la gramática de Charpentier. En la edición de 1610 de la Grammaire de Oudin sólo cita a La Celestina. John Sanford (c. 1565 – 1629), en su obra An entrance to the Spanish Tongue, (1611), se preocupa de introducir frases sacadas de autores literarios: recoge frases de la Biblia, de Salustio, traducido seguramente por Francisco Vidal de Noya, y de Lucano, traducido por Martín Lasso de Oropesa. También cita a Boscán, La Celestina, el Lazarillo, Pedro Mexía (Historia Imperial, 1545), Juan Huarte (Examen de Ingenios, 1575), Juan de Timoneda (Alivio de Caminantes, 1569), Antonio de Torquemada, (Jardín de flores curiosas, 1570), Cipriano Valera (Dos tratados del papa y de la misa, 1588), Antonio Pérez (Pedaços de Historia (1591), Melchor de la Santa Cruz (Floresta española, 1574) (Ramajo Caño 1993: 367). Volviendo a la producción de gramáticas realizada en España, es posible percatarse de nuevo del hecho de que los ejemplos son escasos. Jímenez Patón sólo cita, por motivos doctrinales, el Símbolo de Fray Luis de Granada, en su Epítome de la ortografía latina y castellana, publicado en Baeza (1614). Patón tenía un concepto de norma lingüística muy similar al que tenía Bernardo de Aldrete. Así se comprueba cuando escribió: «Porque todas las lenguas están sujetas a […] mudança, hasta nuestra materna padece esta alteración, la qual no se ha de tener por corrupción, sino por perfeción» (apud Ramajo Caño 1993: 367). Concluimos la etapa del humanismo vulgar con una de las gramáticas más importantes escritas en el siglo XVII: el Arte Kastellana (1627) de Gonzalo Correas. Este gramático y famoso reformador de la ortografía pensaba también que la gramática debía basarse en el habla natural y usual de las gentes, y no precisamente de las cultas, sino más bien de las clases populares, por lo que se muestra contrario a las corrientes barroquizantes de su época (Ramajo Caño 1993: 337). En el pueblo se conserva, según Correas, la pureza de la 146 lengua, y a él debe acudir el gramático. No debemos pensar, en cualquier caso, que Correas aprueba siempre los designios populares. No parece que Correas considere los dialectalismos como elementos válidos para constituirse en modelos de buen hablar. (Ramajo Caño 1993: 337). Además, Correas no está en contra de la lengua literaria, si esta se ajusta al modelo de naturaliad tantas veces mencionado aquí. Al final del Arte de Gonzalo Correas éste nos presenta un repertorio de escritores que han encumbrado a la lengua española: Llegó [la lengua castellana] a la cunbre con los gloriosos rreies Católicos don Fernando i doña Isabel. Desde ellos por más de zien años ha ido creziendo i enriqueciéndose de muchos i elegantes libros (…) I si no uvieran tenido los pasados i presentes aquella errónea presunción de escribir en latín, tuviéramos muchos más autores antiguos i modernos. Nombremos algunos: Fuero Xuzgo, i leies de las Partidas, la historia Xeneral de España, la Pontifical de Illescas, Xerónimo Zurita, que solo iguala o pasa a los istoriadores latinos, Anbrosio de Morales, el padre Xuan de Mariana, frai Luis de Granada i frai Luis de León, Alonso de Villegas, la Santa de IHS, i otra infinidad: poetas Xuan de Mena, Garzilaso que no tiene par, Don Alonso de Erzilla, tan como Virgilio, de los Bivos el fecundo Lope de Vega, el sublime Luis de Góngora (Correas 1984 [1627]: 493). Los escritores son aducidos al tratar aspectos métricos o figuras literarias, no para refrendar sus reglas gramaticales. Juan de Mena, Garcilaso y Ercilla son los tres poetas más apreciados. D. Quijote aún no entra en la nómina de Correas, aunque ya se habían publicado las dos partes de esta novela. 2.4.4. El nacimiento de la lexicografía vernácula monolingüe Como reconoce Alvar Ezquerra en un conocido artículo (2002: 85), si se compara con la temprana aparición del diccionario bilingüe, en torno al II milenio a. C., el viaje hacia los diccionarios monolingües fue verdaderamente largo. Lara (1997: 16) ve en el nacimiento de este género un producto simbólico, fruto de la madurez de una sociedad, que valora y cuida su lengua como un elemento portador de identidad, y como parte esencial de su cultura. Por esa razón los primeros diccionarios monolingües europeos nacen en Europa al mismo tiempo que los estados modernos. Habría que preguntarse, no obstante, por qué existen naciones cultas en las que no se ha cultivado la lexicografía monolingüe hasta mucho más tarde. Por ejemplo, Noruega, Finlandia o Islandia no contaron con diccionarios monolingües hasta mediados del siglo XIX (Malmgren 2002: 39). Pensamos que, independientemente de los valores indentitarios que los hablantes atribuyeron a su lengua, y de la obligación impuesta por los poderes políticos para fomentar el uso de las lenguas vernáculas, los diccionarios monolingües comenzaron a publicarse a modo de réplica de los grandes tesoros greco-latinos del Renacimiento, algo que ya apuntó Bernard Quemada en su clásico libro Les dictionnaires du français moderne: 147 La préparation des catalogues de mots latins les plus complets réalisés jusqu´alors entraînant une plus large recherche des équivalents français, permit de constituer les premières collections importantes de mots de las langues nationales (Quemada 1968: 159). Los grandes diccionarios monolingües se publicaron mucho antes en aquellos países en los que se cultivaba intensamente la lexicografía latina: Italia, Francia y España. Debido a la proximidad cultural de Inglaterra y del Sacro Imperio Germánico, también allí salieron a la luz diccionarios monolingües de las lenguas correspondientes. Si los humanistas trataron de codificar la lengua latina, para delimitar lo que era latín y distinguirlo así de lo que era puro barbarismo, de idéntica manera actuaron aquellos que deseaban que las lenguas vernáculas alcanzaran un estatus superior. Los idiomas modernos aún carecían de gramáticas y diccionarios. Había que codificarlos, siguiendo como modelo el latín, la misma lengua a la que se querían parangonar. Si, como hemos visto, los grandes diccionarios generales de la lengua latina se hacían a partir de autoridades que demostraran la propiedad de las palabras, las lenguas modernas debían contar con diccionarios de idénticas características. Codificar un idioma significa someterlo a juicio y a un intenso análisis. Es lo que sucedió con el Diccionario de autoridades (1726-1739) publicado por la Real Academia. No existían entonces obras de referencia, tan sólo unos pocos diccionarios bilingües y algunos diccionarios etimológicos bastante incompletos. La codificación lingüística comienza a través de la recopilación del mayor número de voces posibles pertenecientes a la lengua general, dejando fuera el léxico científico-técnico. Con tal fin, debía emitirse sobre cada voz una sentencia acerca de su propiedad, esto es, a de su legítima pertenencia a la lengua general. Los escritores certificaban con su testimonio auténtico, con su autoridad, que la voz era propia, es decir, castiza. El diccionario de codificación se convierte así en un gran diccionario de dudas, que recaen sobre cada una de las voces que componen el léxico de la lengua en cuestión. La primera duda que debe resolver el diccionario de codificación es la que versa sobre la existencia misma de la palabra. Esta cuestión se resuelve únicamente a través del testimonio de una autoridad. Después surge la duda acerca de su significado, que, a menudo, el mismo texto aportado por la autoridad ayuda a aclarar. Por último, en el diccionario de codificación se plantea la duda ortográfica, es decir, se discute sobre la correcta grafía de las palabras. Para ello, la autoridad, una vez más, muestra un uso consagrado que, no obstante, puede ser cuestionado por la etimología de la voz tratada. En efecto, con mucha frecuencia los problemas ortográficos se reducían a una mera cuestión etimológica, y de esto dan fe las actas levantadas por los miembros de la Real Academia Española cuando redactaron el primer diccionario de la corporación. Para las discusiones ortográfico-etimológicas, los escritores no podían aportar ningúna solución. Por ese motivo, los tratados de gramática, o bien otros diccionarios, pasaban a ser autoridades metalingüísticas. Nebrija o Covarrubias son citados en el Diccionario de 148 autoridades precisamente para resolver cuestiones ortográficas o bien dudas acerca del étimo de una voz, pero no para ilustrar ningún uso. Los primeros diccionarios monolingües se escribieron en la actual Italia. Naturalmente, eran bastante rudimentarios. La primera obra que aspiró a recoger de forma exhaustiva el léxico de la lengua toscana fue el Vocabulario degli accademici de la Crusca (1612). En España, sólo un año antes había aparecido el actualmente famoso Tesoro de la lengua castellana o española de Sebastián de Covarrubias. Esta obra, como su propio nombre indica, aspiraba a contener un número muy elevado de voces de la lengua española. De hecho, fue el repertorio léxico castellano más completo escrito hasta entonces. Dado que el humanismo vulgar nace en Italia, hablaremos sucintamente de los vocabularios italianos escritos durante el período renacentista,. El dialecto escogido para representar la norma lingüística del italiano fue la variedad hablada en Florencia: el toscano. Curiosamente, los primeros grandes vocabularios italianos no se publicaron en Florencia, sino en Venecia, bajo el auspicio de una figura tan destacada como Aldo Manucio (c. 1449 – 1515), humanista, editor de numerosas obras en griego y en latín, y en cuyas imprentas Erasmo decidió publicar sus famosas Adagia. Pero el autor que más influirá en estas obras fue el ciceroniano Pietro Bembo, que creó un canon literario basado en los escritores toscanos del siglo XIV. La primera obra lexicográfica de relieve se tituló Le Tre Fontane, escrito por Niccolò Liburnio (1526). Con la mención de las tres fuentes Liburnio hace referencia a los tres escritores cuyo léxico se describe: Dante, Petrarca y Boccaccio, también conocidos como le tre corone (Marazzini 2009: 56). La obra Le Tre Fontane consiste en un registro alfabético incompleto y sumario de «le voci più polite et limate» de los tres autores toscanos (Olivieri 1942: 94). En 1535 se publica Il vocabolario del Decamerone de Lucilio Minerbi (1535); un año más tarde aparece Il vocabolario di 5 000 vocaboli toschi de Frabrizio Luna (1536). Pero el primer intento de recoger el léxico general del toscano lo realiza Alberto Acarisio al publicar en 1543 Il vocabulario della lingua volgare. El autor más influyente de este período fue, sin embargo, Francesco del Bailo, conocido como Francesco Alunno, autor de tres obras lexicográficas: Le osservazioni sul Petrarca, Le ricchezze della lingua volgare , y La fabrica del Mondo (1539-1548). Covarruvias conoció a este autor, y de él tomará las citas de escritores clásicos italianos. El corpus de la obra de Niccolò Liburnio, Le tre fontane (1526), se reducía realmente a sólo tres autores. En efecto, se trataba de tres vocabularios separados, dedicados respectivamente al léxico de Dante, Petrarca y Boccaccio (Marazzini 2009: 61). Este repertorio tiene, no obstante, un carácter fundamentalmente retórico y literario, pues sólo explica las metáforas y las figuras de estilo usadas por estos autores. La selección de 149 autores se restringe todavía más en el Vocabolario del Decamerone de Lucilio Minerbi: ocupa 74 páginas de pequeño formato, y recoge un número aproximado de 4.000 voces. En esta obra ya se recogen palabras de uso corriente, incluso léxico que no se documenta en Bocaccio, propias del dialecto de Venecia y de otras zones del norte de Italia. En Nápoles se publica el Vocabolario di cinquemila vocabuli Toschi (1536) de Frabricio Luna. En él se recogen voces usadas no sólo en las “tres coronas”, sino también en otros autores de origen geográfico diverso, como Ludovido Ariosto (1474 – 1533) y su obra Orlando furioso (1532). Además, se nombran gramáticos y filólogos, constituyendo autoridades lingüísticas, un recurso muy antiguo que seguirá utilizándose hasta bien entrado el siglo XX. Se distancia, pues, del ideal toscano propuesto por Bembo. Lo que Fabricio Luna hizo fue confeccionar un diccionario de palabras toscanas difíciles y desconocidas para la gente que no hablaba el dialecto hablado en Florencia. Luna se acercaba al ideal propuesto por Baldassare Castiglione, la lengua común basada en la lengua cortesana: «... quelli che dan precetti della lingua la quale io non contrasto come Toscha ma come la comune Italiana che come sapeti ogni da se e men buona ma la mescolata e la bella e la perfetta, in questo favorendom´il cortigiano e molti altri spiriti degni d‟stima...» (c. 3v) (apud Tancke 1984: 99). En Cento (Ferrara) sale a la luz la obra de Alberto Acarisio, titulada Dictionarium, Grammatica, et Orthographia maternae lingue, omnia per eum ad communem studiosorum utilitatem composita, ... cum nonnullis expositionibus in Dantem Aligerum, Franciscum Petrarcam, & Ionnem Boacacium (1543). Esta obra se apoyó también en la autoridad de las tres coronas, esto es, en el canon propuesto por Bembo. La característica más sobresaliente de este vocabulario es que también da cabida a la terminología científica, la fraseología, la etimología y ofrece indicaciones ortográficas (Marazzini 2009: 66). En 1539, Francesco Alunno publica en Venecia Le Osservationi sopra il Petrarca; en 1543, Le ricchezze della lingua volgare sopra il Boccaccio, en el que ofrecía al lector un modelo de lengua en prosa basado no sólo en el Decamerón, sino también en otras obras en prosa del mismo escritor. Por último, sale a la luz en 1548 la Fabbrica del mondo, primer diccionario métodico de la lengua italiana, en el que las palabras no se presentan ordenadas alfabéticamente, sino temáticamente, según la concepción jerárquica observada por el humanista y pedagogo Gasparino Barzizza (c. 1360 – 1441), y también en la Ars Magna del teólogo mallorquín Ramón Llull (1232 – 1315): Dios, cielo, mundo, elementos, alma, cuerpo, hombre, caulidad, cantidad, infierno. Aunque el principio de autoridad se respeta en esta obra, hay también voces sin respaldo textual, dialectalismos y voces triviales (ver Figura 9). 150 a) Figura 9: Franceso Alunno [pseudónimo de Francesco del Bailo]: La fabrica del mondo 97 La estructura del artículo presenta las características típicas de un diccionario humanístico: el lema lo forma en este caso una unidad pluriverbal: Per Dio. La indicación de la categoría gramatical no está presente en el interior del artículo, sino que hay que buscarla en el título del capítulo: Particelle averbiali, especie de apéndice situado al final del diccionario, al margen de la organización temática seguida a lo largo de toda la obra. Después del lema, se recogen los equivalentes en latín. Las citas están extraídas tanto de Petrarca como de Boccaccio, los modelos lingüísticos propuestos por Bembo. Alunno glosa en cada caso la expresión según la labor interpretativa que se había practicado en la filología clásica. La glosa propiamente se introduce mediante la abreviatura i. “id est”. Por ejemplo, en la cita de Petrarca «Ma s‟egli „e amor Per Dio che cosa, & quale» „Si no es amor, ¿qué es lo que siento entonces verdaderamente?‟, Alunno “traduce” la expresión Per Dio por el adverbio „veramente‟. La segunda cita, de Boccaccio, reza «Io ui prego Per Dio, che uoi mi perdionate» „yo os ruego [, señora,], que me perdonéis‟ y, en este caso, per Dio es parafraseado con la expresión „per amore di Dio‟. 97 Fuente: Francesco Alunno (1562) [1548]: Della Fabrica del mondo, nella qvale si contengono le voci di Dante, del Petrarca, del Boccaccio, & d’altri buoni autori, mediante lequali si possono scriuendo isprimere tutti i concetti dell’huomo di qualumque cosa, Venecia. 151 b) El presente artículo presenta una característica especial. El ejemplo ya no se basa sólo en la cita textual de un fragmento formado por una oración más o menos, completa, sino que consiste en una sucesión de epítetos, eso sí, documentados todos ellos en Petrarca. Se trata de un tipo de ejemplo ya presente en los diccionarios bilingües del latín, cuya función es, sobre todo, estilística: la combinación de epítetos con sus respectivos sustantivos. Esto permitía mostrar usos elegantes y, además, idiomáticos de la lengua tratada. Por tanto, estos tipos de ejemplos, podríamos llamar “codificados” o “sintagmáticos”, servía para que el usuario pudiera codificar, es decir, producir sintagmas idénticos. Rey-Debove llama cúmulos a este tipo de ejemplos. Su función no consistía en descodificar, esto es, interpretar o traducir la obra, como hemos visto hasta ahora. En el artículo se aprecia que falta el equivalente latino, pero en realidad tal ausencia se explica porque la forma italiana que se expresa en el lema es idéntica a la del latín. Por tanto se sobreentiende y se elude. A continuación, comienza la enumeración de epítetos que acompañan a este sustantivo. Vita es una palabra tan corriente que Alunno, en lugar de definirla, elige esta forma de ilustración, y no la glosa, como en el artículo anterior. Tras la lista de epítetos (acerba, alma, amara, angelica, angosciosa, ardita, aspera, austera, bestiale, breve, etc.) aparecen algunas frases y proverbios, como «La Vita fugge, & non s‟arre sta un‟hora» „la vida huye y no se detiene ni una hora‟ del soneto CCLXXII del Canzionere. Y así una sucesión de pequeños fragmentos de la poesía de Petrarca. Al final aparece una curiosa explicación del nombre de Macrobio, que significa «de larga vida» „di lunga Vita‟. El diccionario italiano con mayor número de citas y de fuentes fue escrito, sin embargo, por un lexicógrafo inglés: John Florio (1553 – 1625), autor de un repertorio lexicográfico titulado Worlde of Wordes (1598). Se trataba de un diccionario bilingüe dirigido a estudiantes ingleses que aprendían italiano. Por esa razón, no sólo consideró la 152 variante lingüística del toscano. El diccionario de John Florio es un caso especial: reunió un número de 252 fuentes diferentes, superando en 20 títulos a las utilizadas en la primera edición del Vocabolario degli Accademici della Crusca (106). A Florio no le interesaba tanto el ideal lingüístico, como mostrar el léxico italiano tan completo como fuera posible. Por eso publicó un “thesaurus” de la lengua italiana. Quería describir la lengua viva. Hay fuentes de todo tipo: comedias, colecciones de poemas, diccionarios, enciclopedias y obras técnicas, como un tratado de cocina (Arte della cucina, 1548, de Messisburgo) y de cetrería (Del Falcone ed ucellare de Giorgio Federichi) o también sobre caballería (Ordini di cavalcare, 1550, de Federico Grisone), zoología y botánica. Los autores literarios más citados son del siglo XVI, a diferencia del canon de autores escogidos por la Academia de la Crusca: Annibale Caro (1507 – 1566), Giovanni Della Casa (1503 – 1556), Sperone Speroni (1500 – 1588), Baldassare de Castiglione (1478 – 1529), Bernardo Tasso (1493 – 1569), Anton Francesco Doni (1513 – 1574), Francesco Berni (1497 – 1535) y, sobre todo, Pietro Aretino (1492 – 1556). Dante falta en la edición de 1598. En la edición de 1611 aumenta el número de autores: Niccolò Maquiavelo (1469 – 1527), Luigi Pulci (1432 – 1484), Ludovico Ariosto (1474 – 1533), Francesco Guicciardini (1483- 1540) y Giordano Bruno (1548 – 1600) (Tancke 1984: 107). Existe verdaderamente una gran diferencia entre un diccionario que usa fuentes a partir de un canon de autores contemporáneos, como hace Florio y otro compuesto a partir autores ya fallecidos, como la Accademia della Crusca, que prefiere describir la lengua de autores que vivieron en el siglo XIV. Las citas escogidas en Worlde of Wordes son ejemplos de uso, y testimonios que legitiman la vitalidad del léxico recogido en la obra. En cambio, las citas del primer vocabulario de la Accademia della Crusca muestran un canon de autoridades. No trata tanto de mostrar un uso vivo, sino de exhibir el uso literario de una época que se considera dorada (Lara 1997: 36). La Academia de la Crusca fue fundada en 1582. A diferencia de lo que sucederá con la Académie Française y la Real Academia Español, que serán favorecidas por el patronazgo real, la Academia de la Crusca era una institución privada. En sus comienzos, los académicos se dedicaban solamente a realizar pasatiempos literarios, componiendo «cicalate» y «orazioni scherzose», según el gusto de la época (Marazzini 2009: 128). En 1583 ingresó Lionardo Salviati, «uno de più fervidi sotenitori della fiorentinità della lingua» (Olivieri 1942: 174), figura que ejercerá en la institución una influencia enorme a partir de ese momento, ya que, gracias a él, comenzó a imponerse el interés filológico por encima de otros intereses. Salviati fue comentador de Boccaccio, realizando algunos trabajos para depurar el texto original de éste. Además, realizó una formulación, completamente anti-bembiana, según la cual los “autores menores” pasaban a ser considerados dignos de estar, por meritos de lengua, junto a los grandes escritores de la 153 literatura (Marazzini 2009:129). Sin embargo, Salviati murió antes de que el Vocabolario se publicara. Como señala Margarita Freixas (2010: 123), hay una coincidencia importante entre la Tavola degli autori citados en el Vocabolario y la lista contenida en los Avvertimenti della lingua sopra’l Decameron (1584, 1586) de Salviati. El Vocabolario de la Crusca no se realizó según los criterios ortodoxos bembianos. Se mantienen las lecciones enseñadas en las Prose della volgar lingua, pero filtradas a través de la interpretación externa del humanista y filólogo Benedetto Varchi (1503 – 1565) y de Lionardo Salviati. A pesar de todo, los académicos que redactaron el Vocabolario prefirieron, siempre que fuera posible, aducir la autoridad de las tres coronas. No podía ser de otra manera. Los ejemplos de Dante, Petrarca y Boccaccio superan en número al del resto de escritores. En el prólogo dirigido «A‟lettori» de la primera edición del Vocabolario, se fija el arco temporal en el que deben estar comprendidos los escritores citados, que abarca desde los tiempos de Dante hasta algunos años después de la muerte de Petrarca: abbiamo stimato necesario di ricorrere all´autorità di quegli scrittori, che vissero, quando questo idioma principalmente fiorì, che fù da`tempi di Dante, o uer poco prima, sino ad alcuni anni, dopo la morte del Bocaccio. Il qual tempo, raccolto in vna somma di tutto un secolo, potremo dir, che sia dall´anno del Signore1300. al 1400. poco più, o poco meno […] (Accademia della Crusca 1612, “A‟lettori”, fol. a3 v ). El autor del prólogo añade que la pureza del idioma toscano fue perdiéndose después de este tiempo, conocido como el buon secolo: perchè [...] gli scrittori, dal 1300 indietto, si possono stimare, in molte partid ella lor lingua, soruechio antichi, e quei dal 1400 auanti, corrupero no piccola parte della purità del fauellare di quel buon secolo” (Accademia della Crusca 1612, “A‟lettori”, fol. a3 v ). El modelo de lengua que se pretendía describir estaba bastante alejado del uso real de los toscanos contemporáneos. El humanismo vulgar pasó por una crisis semejante a la de aquellos anticuarios del siglo II d. C., que percibían la evolución de su lengua como un proceso de corrupción, y creían que sólo los escritores arcaicos eran los legitimos representantes del latín puro y perfecto. Precisamente en esto consistía el principio de autoridad en este período: un criterio para fijar una norma lingüística basada en los autores, pero una norma alejada del uso general de los hablantes. La selección del léxico en el Vocabolario degli Accademici della Crusca obedece tanto a un estricto criterio cronológico, como geográfico. La Academia Española no seguirá este proceder al elaborar el Diccionario de autoridades. Durante la revisión de la primera edición de esta obra, Juan de Iriarte expuso en su Discurso sobre la imperfección de los diccionarios, leído en 1747 con motivo de su ingreso como miembro numerario en la Real Academia, su falta de conformidad con el método practicado por los académicos de la Crusca, reprobando su labor de «delicada, escrupulosa diligencia en recoger sólo las flores del 154 Toscano, desechando como salvado todos los demás dialectos de Italia». Sin embaro, hay que reconocer que el método de selección del léxico practicado por la Crusca no se realizó de forma rígida. Se recogieron voces de uso coetáneo que, por no encontrarse testimoniadas en los escritors antiguos, se ilustraron con «l‟essemplo d‟alcuni autori moderni» (Accademia della Crusca 1612, “A‟lettori”: fol. a4 r ). Efectivamente, en los Preliminares del diccionario, se incluyen dos tablas: una para los «Avtori, o libri d´avtori antichi», y otra para los «Avtori moderni citati in difetto degli antichi, o per qualch´altra occorrenza» (fol. a7v). Las fuentes antiguas las constituyen los escritores canónicos, y las modernas, los textos no recomendados como modelos de lengua, pero que habían resultado necesarios para documentar determinadas voces del léxico común o especializado que difícilmente podían localizarse en las obras literarias (Freixas 2010: 62). En lo que se refiere al vocabulario técnico o especializado, este campo fue excluido del Vocabolario, debido a que «non se ne trovino per la più parte gli esempli nelle buone Scritture» (A. della Crusca 1612, “A‟lettori”: fol. e2 r ) y porque “essi formassero di per loro un‟amplio Volume (fol. e2 r ). La segunda edición del Vocabolario della Crusca, hecha en 1623, fue una reedición de la primera. La tercera edición (1691) fue la que, según Margarita Freixas, sirvió verdaderamente como modelo principal a la Real Academia Española en su confección del Diccionario de autoriades. Se trata, efectivamente, de una edición del diccionario según criterios mucho más abiertos. El modelo lingüístico, no obstante, seguía siendo la lengua de los escritores del trecento. Cuando se incluía una palabra en el lemario, se hacía «non perchè i Moderni, in scrivendo l´adoperino, ma perchè in leggendo gli Antichi gli intendano» («A‟lettori»; fol d2 v ). Por tanto, las autoridades tenían un valor exclusivamente filológico, y la principal función del diccionario era la comprensión de los textos literarios antiguos. Esa era la razón por la cual el diccionario de la Academia de la Crusca apenas definía voces de uso frecuente y suficientemente conocidas. El primer repertorio que sí lo hara será el Dictionnaire de la Academia francesa, criterio que también seguirá la Real Academia Española. La tercera edición de 1691 se diferencia de la primera también por el hecho de recoger un mayor número de voces de campos especializados, y por incluir un mayor número de escritores del siglo XVI (ver figura 10). Para Maurizio Vitale, que ha estudiado con detenimiento las distintas ediciones del Vocabolario degli Accademici della Crusca, [c]iò che meglio caratterizza l´impressa della terza edizione […] è l´ampliamento del canone delle autorità a scrittori i quali nos solo non erano fiorentini o toscani e non appartenevano all´età d´oro della lingua (il che non costiuiva certo una novità per il Vocabolario), ma avevano anzi rapresentato […] correnti di cultura e di gusto –e quindi atteggiamenti linguistici- in aperto contrasto con quelle cui si rifacevano ab origine i membri della Accademia della Crusca (1986 [1966] : 310-311). Ciertamente, en la tercera edición del Vocabolario (1691) se citan 212 autores en la 155 lista de los «Autori, o libri d´autori del buon secolo» y 80 en el catálogo de «Autori moderni citati in difetto o confermazion degli antichi per dimostrazion dell´uso, o per qualch´altra occorrenza». La Academia española incluye 271 autores y obras anónimas en la «Lista de autores elegidos por la Academia…» del primer tomo, a los que hay que sumar los 34 escritores que se añaden en los Preliminares de los tomos II a VI. Además, en los índices de las abreviaturas se citan 175 autores y obras anónimas que no se incluyen en el catálogo de autoridades (Freixas 2010: 131). El Vocabolario degli Accademici della Crusca es, sin duda, un diccionario de codificación lingüística, un repertorio en el que se sientan las bases de la norma lingüística italiana o, si se nos permite la expresión, las bases de la italianidad, del mismo modo que los antiguos romanos y los humanistas habían definido la latinidad (latinitas). El criterio que más se ajusta a la hora de establecer estos modelos ideales, simbólicos de la lengua, era el que se basaba en autoridades, y la Academia de la Crusca, siguiendo el ejemplo de los tesoros latinos y las orientaciones filológicas de Pietro Bembo y Lionardo Salviati, aplicó el mismo principio de autoridad lingüística. Sólo un año antes de salir la primera edición del Vocabolario, se publicó en Madrid el Tesoro de la lengua castellana o española de Sebastián de Covarrubias (1539 – 1613), aunque la concepción de esta obra se aleja mucho del vocabulario que acabamos de analizar. El Tesoro de Covarrubias no es un diccionario de codificación. Eso explicaría que las autoridades castellanas sean, en realidad, poco frecuentes. De hecho, un gran número de artículos carece de citas textuales. Esto nos lleva a preguntarnos acerca del género lexicográfico al que pertenece el Tesoro de la lengua castellana, cuestión que recientemente ha planteado Ignacio Ahumada en su artículo «Enciclopedia y diccionario de lengua: el estatuto lexicográfico del Tesoro (1611)» [2011]. Sebastián de Covarrubias tuvo como principal modelo la enciclopedia isidoriana y la Naturalis Historia de Plinio. De hecho, en el Tesoro reaparecen muchas de las características que hemos visto en los diccionarios medievales: no se distingue entre información lingüística y enciclopédica, los artículos están poco estandarizados y condensados, las citas, sobre todo latinas y griegas, se toman a menudo a partir obras de segunda mano, y su aparición no obedece a ningún criterio, sino que tiene lugar de forma aleatoria. Además, no son ejemplos de uso, sino ejemplos didácticos en los que, sobre todo, se transmite información enciclopédica, generalmente acerca de realidades relativas al mundo antiguo. Es decir, los autores son traídos como autoridades científicas, no como autoridades de lengua (ver figura 11a). 156 Figura 10: Vocabolario degli Accademici della Crusca: in questa terza impressione nuovamente corretto e copissamente accresciuto 98 98 Fuente: Accademia della Crusca (1691): Vocabolario degli Accademici della Crusca: in questa terza impressione nuovamente corretto e copissamente accresciuto, Firenzi, Stamperia dell‟Accademia della Crusca. 157 En la imagen puede verse una página completa del Vocabolario degli accademici de la Crusca en su tercera edición (1691). Los artículos muestran en su microestructura las siguientes tipos de información: en primer lugar, y como es usual, encontramos el lema. Si el signo lemático presenta variantes ortrográficas o fonéticas, se indican a través de un lema múltiple: enormità, enormitade, enormitate; entità, entitade, entintate. Tras la indicación del lema, lo que generalmente aparece es el enunciado definicional, en forma de paráfrasis. Pero, en ocasiones, se indica previamente el campo de especialidad de la voz (por ejemplo, entimema se califica como „termine rettorico‟ o entità „termine de scuole‟, es decir, de filosofía) o bien su origen si se trata de un préstamo (entomaia „voce Greca‟). Falta, sin embargo, la indicación de la categoría gramatical, de gran importancia en los diccionarios de lengua. No obstante, sí se muestran los equivalentes latinos de manera sistemática. Tras la presentación de estas informaciones, suele aparecer la cita, si bien hay artículos que carecen de ella, como enfiteusi «Sorta di contratto, livello», la letra enne o entità «astratto di Ente». Las citas son abundantes y de muy variado origen. En esta página hemos contabilizado un total de 44 referencias textuales. Todas están basadas en textos literarios o bien obras religiosas (varias traducciones de las homilías de San Agustín y de Giordano Bruno). No se ha encontrado ninguna referencia a fuente metalingüística alguna, algo que era bastante usual en la tradición lexicográfica europea. Curiosamente, las tres coronas no se citan en un número demasiado elevado de veces. Boccaccio se cita en cuatro ocasiones (s.v. enorme, entrante, entrare [2 veces]); Dante en tres (s. v. enigma, entrare [2 veces]); Petrarca en una ocasión (s.v. entrare). Son más frecuentes las citas de los propios académicos contemporáneos. Por ejemplo, Bastiano de‟Rossi, llamado «nostro accademico» en el índice de abreviaturas del Vobulario es citado 9 veces en diversas traducciones que él hizo: la de un tratado del Albertano, jurista del siglo XIII (s. v. entrambi, entramento); también se cita la traducción (volgarizzamento) de Pier Crescenzio (1233 – 1320), autor de una obra de agricultura muy conocida (s.v. entramento, entrare [2 veces]); por último, también se menciona la Somma Pissanella detta Maestruzza traducida por él (s.v. enorme, enormemente, enormità, entramento). Otro académico que se menciona con frecuencia es el jesuita, escritor y traductor Paolo Segneri (1524 – 1694) (s. v. enigma, entimema, entrante, entrare). Por último, se cita una vez al académico y médico Francesco Redi (1626 – 1697) (s.v. entomaia). Como se puede ver, la tercera edición del Vocabolario llevó a cabo un aumento y una actualización de las citas, que con frecuencia provenían de obras de los mismos académicos, situación que recuerda a la del contemporáneo Dictionnaire de la langue François (1694) de la Academia francesa. Cabe destacar también la cita de Ludovico Ariosto (1474 – 1533) y su comedia Cassaria (1508) (s.v. entrare). Hay que recordar que Ariosto no fue incluido en la nómina de autores de la primera edición del Vocabolario. Se mencionan, además, varias traducciones de obras clásicas, como la de Tácito (1637) llevada a cabo por Bernardo Davanzati (s.v. enormezza, entrante), de Séneca por Benedetto Varchi (1503 – 1565) (s.v. entrare), o de Ovidio por Giovanni Mazzuoli detto lo Stradino (s. XVI) (s.v. entramento). Para terminar, se pueden señalar las citas hechas a la Gerusalemme liberata (1575) de Torquato Tasso (1544 – 1594) (s.v. entrambi, entrare [2 veces]). Lo que se percibe, incluso a simple vista, es que la mayoría de las citas corresponden a obras literarias escritas en el siglo XVI, si bien no se nombra ni una sola obra del siglo XVII. Es decir, aunque no se citan con tanta frecuencia a los autores consagrados del siglo XIV, el modelo seguía siendo arcaizante. Hay que tener en cuenta que la tercera edición del Vocabolario se realiza casi a las puertas del siglo XVIII. Por tanto, y aunque se ha señalado la influencia de esta obra en el Diccionario de autoridades, la Real Academia, a diferencia de la italiana, sí citó obras contemporáneas en un sentido estricto. 158 El Tesoro de Sebastián de Covarrubias asume los principios etimológicos de los gramáticos greco-latinos. El verdadero significado de la palabra (ἔηςμορ) radica en su forma. Los sonidos crean conexiones con otras palabras, de modo que esas asociaciones, de naturaleza puramente psicológica, permiten reconstruir la verdadera motivación semántica de la voz. A pesar de los esfuerzos de humanistas como Nebrija o Aldrete, que habían demostrado que el castellano era fruto de la evolución (pero no de la corrupción) del latín, el canónigo de la catedral de Cuenca, Covarrubias, creía firmemente que el hebreo era la lengua primigenia, perfecta e inspirada por Dios a la primera humanidad.Y de la lengua hebrea derivaba directamente el castellano. Las demás lenguas serían el resultado de la confusión babélica, como es bien sabido, y la lengua castellana habría venido a la Península a través de Túbal, nieto de Noé. El estudio del origen de las lenguas obedecía no tanto a un interés científico, sino sobre todo cultural. Nebrija y Aldrete querían demostrar que el castellano, por ser descendiente del latín, había heredado las perfecciones de éste. El padre Guadix, autor de otro vocabulario etimológico, la Recopilación de algunos nombres arábigos [c. 1593], creía, por el contrario, que un gran número de voces castellanas derivaban del árabe. Como puede verse, el origen de las voces castellanas despertó un gran interés, y fruto de dicho interés se escribieron varios diccionarios etimológicos, aparte de los que ya hemos mencionado: - 1543: Alejo de Venegas: Declaración de algunos vocablos, en Agonía del Tránsito de la muerte (1ª. edición, sin la Declaración…: 1537) - h. 1570: Etimologías españolas, atribuídas al Brocense - 1600: Bartolomé Valverde: Vocabolario etimológico - 1601: Francisco del Rosal: Del origen y principio de la lengua castellana - 1606: Bernardo de Aldrete: Del origen y principio de la lengua castellana El Tesoro de Covarrubias representa la culminación de este género. Por esa razón, este repertorio, el más completo de los que hasta entonces se habían escrito, ha despertado el interés de numerosos investigadores actuales. Si bien existen estudios sobre autoridades concretas en este repertorio, como los de Mitchell D. Triwedi (1973) en torno a las citas de Garcilaso, José Romera Castillo (1982) sobre las referencias a la obra de El conde Lucanor, y Margarita Morreale (1988 y 1989), que estudió las citas del poeta latino Virgilio en el Tesoro, fue Manuel Seco (1987b) quien dedicó dos trabajos a tratar desde una perspectiva general el contenido y la función de las citas en el Tesoro. Por ejemplo, Seco ha demostrado que las citas de autoridades clásicas que se encuentran en el Tesoro de Covarrubias no proceden, en su mayoría, de una lectura directa de textos, sino de obras lexicográficas anteriores, sobre todo del diccionario de Calepino, como demostró también Margarita Morreale (1988 y 1989) al analizar la presencia de Virgilio en el Tesoro. Así, 159 Covarrubias entronca también con la larga tradición de diccionarios latinos que consagraron el uso de autoridades, tal como hemos ido viendo a lo largo de este capítulo. Las autoridades latinas, griegas y de otras lenguas extranjeras tienen una función diferente a la que muestran los autores españoles. Los primeros son citados como autoridades científicas o enciclopédicas, o bien sólo sirven para adornar el contenido del artículo lexicográfico. Es decir, su función es estética, como puede verse en la voz asno, en cuyo artículo se cita la Odisea con el único fin de alabar la astucia de Ulises. Las citas latinas son, sin duda, las más recurrentes en el Tesoro de la lengua castellana (Seco 1987b: 112). Se citan la Vulgata, los autores didácticos griegos traducidos al latín, los escritores didácticos romanos, los Padres de la Iglesia y otros autores cristianos. Hay tratadistas medievales y numerosos humanistas y científicos del Renacimiento. Entre los escritores griegos Seco nombra a Homero, Esquilo, Píndaro, Pausanias, Luciano, y Opiano. En cuanto a los escritores latinos, Ovidio se cita para explicar mitos clásicos, como también Propercio. Se trascriben textos de Apuleyo, Virgilio, Horacio, Marcial, Sillio Itálico, Juvenal, Terencio, Prudencio, Petronio, Lucrecio, Lucano, Tibulo, Enio, Claudiano, Estacio, Manilio, etc. En muchas ocasiones también se ilustra el uso de la voz en latín. En cuanto a la lengua italiana, Covarrubias cita a Petrarca y a Francesco Alunno, su comentador. Parece que Alunno también proporcionó las citas de Boccaccio (Seco 1987b: 120), hipótesis que corrobora Lépinette (1989). Esto demuestra que Covarrubias conocía, al menos en parte, la lexicografía vernácula que se cultivaba en Italia. Estas citan suelen tener finalidad lingüística: ilustra la voz italiana o la testimonia, dando la curiosa impresión, debido a su parecido formal, de que en realidad está testimoniando la voz española. (Seco 1987b: 119). Dante sólo se menciona en tres ocasiones. Otras lenguas europeas están muy poco representadas: a Ronsard se le cita una vez y a Camões 2 veces. Aunque, como se ha dicho, la inmensa mayoría de las citas proceden de autores greco- latinos, Covarrubias, a la par que los gramáticos que ya hemos analizado, comienza a introducir, aunque tímidamente aún, autoridades castellanas, en este caso no sólo para testimoniar la existencia de una voz, sino también para ilustrar su uso. A comienzos del siglo XVI los gramáticos y lexicográfos españoles ya contaban con un número considerable de escritores a los que proponer como modelos de buen uso. La literatura del siglo anterior ya contaba con aquellas virtudes que Nebrija había deseado para su lengua: naturalidad, como consecuencia del uso de voces propias, y no de cultismos u otras voces extranjeras. Covarrubias, al igual que Juan de Valdés, admiraba la sobriedad y el ingenio mostrado en los refranes populares. Por esa razón, los incluye en los artículos de sus diccionarios, como si se trataran de auténticas autoridades. La misma afición sentía por las cancioncillas tradicionales, que se citan para ilustrar el uso de arcaísmos. Como ya 160 escribió Seco (1987b: 127), [e]l predominio de la literatura popular sobre la culta es bien visible en las autoridades léxicas aducidas por Covarrubias. El aprecio de la poesía tradicional, característico del momento en que vive y escribe nuestro autor, adquiere en él especial relieve si tenemos en cuenta, no solo la importante proporción que este elemento alcanza en la presentación de la literatura española dentro del Tesoro, sino también –por contraste –la extensa erudición humanística y la amplia formación libresca que el escritor acredita constantemente a lo largo de su obra. La introducción de citas de autores castellanos en una obra de estas características, a pesar de su limitado número, resultó toda una novedad. Covarrubias, consciente de este hecho, escribió en el artículo referido a la voz cerca: «con tanta autoridad y grauedad se puede alegar el diuino Garcilasso en comprouación de la lengua española como Virgilio y Homero en la latina y griega». El carácter de las obras citadas es muy diverso, desde el refinado Garcilaso, pasando por las Coplas de Mingo Revulgo y La Celestina, hasta, como ya se ha dicho, cancioncillas tradicionales. La mayor parte de los textos que aduce procede de la Edad Media (Romera Castillo 1982, 1984), pues lo que trataba era de ilustrar voces arcaicas (ver ilustración 11-d). Hay que recordar que el Tesoro no es un diccionario de uso, sino etimológico. En este sentido, Ruhstaller (1995-1996) ha destacado, como Romera Castillo, la abundancia de léxico extraído de El Conde Lucanor y de las Partidas, de donde provienen voces y definiciones de términos de especialidad. Es importante señalar también la importancia en el Tesoro de la obra de cronistas, historiadores y geógrafos, puesto que aportan información sobre el origen de abundantes topónimos (Lépinette 1989: 292-293). Destacan entre otros, el Tito Livio español, el Padre Juan de Mariana y su Historia General de España (1601) y Francisco López de Gómara y su Conquista de México (1553-1554). Mariana aparece también como fuente de germanismos y Gómara para ilustrar el origen de voces amerindias (Lope Blanch 1990 [1977]: 170-174). Manuel Seco hace una clasificación de las diferentes funciones de las citas en virtud de la naturaleza de las fuentes, aun reconociendo que el uso de citas en el Tesoro no es sistemático. Hay autoridades metalingüísticas, es decir, autores como Nebrija, el P. Diego de Guadix o el propio Ambrogio Calepino, que se citan para establecer los correctos equivalentes latinos del castellano o, en el caso del P. Guadix, su etimología árabe. También se citan abundantes obras de autores didácticos: Fray Luis de León (La perfecta casada), Flores de filosofía, y El Conde Lucanor. Para definir los arcaísmos presentes en esta última obra parece que usó las definiciones de Argote de Molina, como también harán los lexicógrafos posteriores. Además, se incluyen textos jurídicos y crónicas medievales, como las Partidas y la Crónica general de Alfonso X el Sabio. Escritores como Juan de Mena son citados con fines enciclopédicos. Sin embargo, para ilustrar el uso de arcaísmos menciona las coplas de Mingo Revulgo. Sólo dos veces aparece La Celestina citada como testimonio léxico. En los demás casos trata de describir la etimología del nombre de varios de los personajes, como Celestina o Melibea. Como 161 autoridades de lengua son citados también La soldadesca de Torres Naharro, Castillejo y Lope de Rueda, aunque en muy pocas ocasiones. Más veces se cita a Lope de Vega, por el que Covarrubias sentía una especial predilección (1987b: 122). A veces se confunde, y cita los versos de Diego Hurtado de Mendoza (s.v. admiración) o de Gutierre de Cetina. (s.v. sobervia), atribuyéndoselos a Lope. De los escritores españoles no se cita casi nunca ni la obra ni la procedencia del ejemplo. Algunas veces ni si quiera cita el nombre del poeta. Solía hacer uso de su memoria, y eso motivaba la aparición de algunos errores. En la voz Perú cita como autoridad al P. Acosta, pero en realidad la explicación del topónimo procede de la explicación dada por Aldrete. A Petrarca le atribuye una obra que no es suya. Hay que recordar que muchas veces las obras literarias en el siglo XVI no las publicaban los autores, sino que se transmitían en manuscritos o en cancioneros. En definitiva, debe reconocerse que «las citas literarias en español, frente a las de otras lenguas, tienen el carácter de auténticas autoridades léxicas». (Seco 1987b: 127). En este rasgo coincide con su contemporáneo, el Vocabolario de la Crusca. Hay que retener en la memoria el nombre de los autores españoles que Covarrubias citó en su Tesoro de la lengua castellana o española, ya que constituyen el primer núcleo del canon de autoridades que irá formándose en la recién inaugurada tradición lexicográfica con autoridades españolas, que continuará hasta el siglo XX. El Tesoro, a pesar de no haber tenido una gran recepción en su época, fue objeto de ampliaciones y epítomes realizados por varios autores, empezando por él mismo. Hay que destacar la obra de Ayala Manrique, que es el primer diccionario español que contaba sistemáticamente con la presencia de autoridades en su microestructura. Desgraciadamente, no se llevó a término, quizá debido al hecho de que en 1726 se publica el primer tomo del Diccionario de autoridades, obra con la que de ninguna manera podía competir. El vocabulario de Manrique supone la transición hacia un paradigma diferente: el paradigma del llamado Siglo de las luces. 162 Figura 11: Sebastián de Covarrubias. Tesoro de la lengua castellana o española 99 a) Este artículo incluye la cita de varias autoridades clásicas. Hay que entender aquí el término autoridad como se hacía en la Edad Media: auctoritates eran aquellos sabios, auctores que escribían obras originales, en oposición a los que copiaban (scriptores), recopilaban (compilatores) o comentaban (comentatores) otros textos. Las autoridades constituían los pilares del conocimiento medieval (Barthes 1972: 31). Por tanto, las auctoritates del Tesoro son, fundamentalmente, fuentes enciclopédicas que explican la motivación o el étimo de las voces analizadas. Eso explica que la mayoría de las citas no provengan de textos castellanos sino latinos, a pesar de que Covarrubias pensaba que el origen último de la lengua española era el hebreo, y no el latín. Covarrubias comienza indicando el equivalente latino de la voz granizo, grando. La definición en latín está tomada de Nebrija, aunque Covarrubias no lo declara: «pluuia in aere gelu concreta: sic dicta, quod granis similis sit» „lluvia que se congela en el aire, llamada así porque se asemeja al grano‟. A continuación aparece una cita de Plinio el viejo, en la que se explica cómo se forma el hielo del granizo, y después una referencia a Arístoteles, a su libro sobre Meteorología. Plinio y Aristóteles cumplen aquí el papel de autoridades científicas o enciclopédicas. La segunda parte del artículo se ocupa de explicar un proverbio, de los muchos que Covarrubias ilustra en su diccionario.La locución verbal saltar como el granizo o en albarda es ilustrada a través de un verso de Virgilio: Crepitans salit horrida grando „el granizo salta sonando espantosamente‟. b) Traemos este artículo para mostrar el uso de una fuente metalingüística por parte de Covarrubias. Para garantizar la propiedad de los equivalentes latinos de la voz morcilla, botulus vel vorelus, menciona la autoridad de Nebrija. 99 Fuente: Sebastián de Covarrubias (1611): Tesoro de la lengua castellana o española. Madrid, Luis Sánchez. 163 c) Covarrubias ilustra en su diccionario numerosos giros coloquiales, refranes, locuciones, y otras unidades pluriverbales. Este es el caso de algunas expresiones construidas a partir del verbo encaxar. Tras explicar el sentido recto de la voz, muestra algunos de los sentidos figurados que posee. El primero de ellos se presenta a través de la locución verbal encaxar la saya, que significa «auer alguno tomado ocasion para pedir lo que deseaua y tenia necesidad». Covarrubias trae entonces una breve cita de la Celestina: «Encaxado a la saya». Las citas en el Tesoro a menudo no ofrecen más referencia que el título de la obra o el nombre del autor. La finalidad de esta cita es simplemente testimonial, pues resulta tan breve que apenas puede deducirse más información de ella. Las restantes expresiones, encaxarsele a uno en la cabeça cierta opinion, no me encaxa y Ley del encaxe se explican sin ningún otro ejemplo. d) Otra clase de voces a las que suele acompañar de algún tipo de referencia son los arcaísmos. El Tesoro no presenta ejemplos tal como los imaginamos en un diccionario moderno. Para Covarrubias, las citas son importantes porque transmiten información enciclopédica, como hemos visto en el caso de granizo, o bien porque sirven para testimoniar algún uso figurado o arcaico. Este último caso es el que podemos ver en el artículo dedicado a lazería. Al comienzo, Covarrubias explica el sentido recto de la palabra («en rigor vale tanto, como despedaçaimiento […]»). Después explica otros usos y, finalmente, habla de los significados antiguos que tenía: «Bien es verdad que en el lenguaje antiguo de Castilla laceria vale trabajo, qual es el que se padece en la guerra en diuersas maneras» y, acto seguido, remite al lugar exacto donde el lector puede encontrar ese uso, en este caso, el Fuero juzgo, en la forma en que Covarrubias suele nombrar esta obra: libro, título y parte. No hay ejemplo, sólo la referencia de la fuente, lo que nos indica que el fin último de este fragmento es el de indicar un testimonio de uso. Covarrubias muestra también un derivado de la voz lazería: lazdrado (por contracción de lazerado). Para esta forma, Covarrubias trae dos testimonios: el del Conde Lucanor, obra a la que siempre cita a través del glosario escrito por Argote de Molina, y el de Alfonso X. En esta ocasión, Covarrubias introduce una cita completa, extraída de la obra Flores de filosofía del rey sabio: «El Rey es como el arbol de Dios, que tiene gran sombra, y fuelgan en so del todos los cansados, flacos, y lazdrados». Ni la cita ni la palabra que se ilustra se destacan mediante ningún recurso tipográfico especial. Esta cita, además de su valor de testimonio, puede analizarse también como una cita con valor didáctico, moralizante. No hay que olvidar que Covarrubias fue confesor del rey Felipe II, y que el Tesoro estaba al servicio de la monarquía y de la ideología católica imperante en aquel siglo. Por tanto, en esta ocasión el ejemplo debe leerse, no en clave gramatical, sino cultural, como un medio para tansmitir unos determinados valores ideológicos. 164 2.5. La Ilustración: razón y autoridad Las gramáticas del siglo XVIII se decantaron finalmente por la descripción de la lengua culta y literaria, para lo cual introdujeron ejemplos extraídos de los mejores escritores nacionales. La Ilustración puede definirse como un segundo “Renacimiento”. La gramática adquiere, más que nunca, un enfoque retórico. En los tratados gramaticales se valoran, incluso por encima de la corrección, otros valores como la perspicuidad, es decir, la claridad natural en la locución. En efecto, los gramáticos y los críticos literarios de la Ilustración, perfectos conocedores de la retórica clásica, e influidos también por el clasicismo francés, rechazaban el estilo oscuro, abiertamente latinizante de los autores culteranos, que intentaban emular al autor del Polifemo. Aunque la lengua literaria ejercía, sin lugar a dudas, su hegemonía, ésta debía adaptarse a la manera natural de hablar. Para ello, el uso volvía a ser «el árbitro soberano de las lenguas». Ignacio de Luzán (1702 – 1754) escribió en su Poética o reglas de la poesía en general y de sus principales especies (1789 [1737]: 316): La disposición y conexîon de las voces ha de ser segun el orden mas natural, y en todo conforme el uso, para que sea clara y perspicua la locucion. El uso tiene en la habla una suma autoridad, que á veces pasa á tiranía: desecha unos vocablos, é introduce en su lugar otros nuevos: dexa unos modos de hablar, y prohija otros: autoriza irregularidades; y finalmente es árbitro soberano de las lenguas. Pero se ha de entender esto del uso de los eruditos y doctos, y de los que hacen profesión de hablar bien […]. Luzán recurre una vez más a la vieja máxima de Quintiliano. Tomás de Iriarte (1750 – 1791), traduciendo el Arte Poética de Horacio, escribió a propósito del uso lingüístico: Pues nada puede haber que no se altere, cuando el uso lo quiere, que es de las lenguas, dueña, juez y guía. (Iriarte 1777: 12) La gramática racional o filosófica originada en Francia, cuyo objetivo no era tanto describir el uso sino analizar las reglas universales que rigen las lenguas, no llegó a influir de manera significativa en la España de la Ilustración. El racionalismo de Gonzalo Correas (1571 – 1631), tiene como fuente de inspiración al Brocense. No podía ser de otra manera, ya que la Grammaire générale et raisonnée de Lancelot y Arnauld se publicó en 1660. Benito de San Pedro, autor de la gramática española más importante del siglo XVIII, el Arte del romance castellano (1769), confiesa del mismo modo el magisterio ejercido por Francisco Sánchez de las Brozas, aunque ya se aprencian algunas influencias de la gramática racional (Lázaro Carrter 1949: 187-188; Lliteras 1992b: 505). La primera gramática de la Real Academia, del año 1771, apenas se hace eco de los postulados de la gramática de Port-Royal. Será Gómez Hermosilla el primer autor que, ya en el siglo XIX, asuma muchos de los postulados de la gramática general y razonada. Sin embargo, y aunque Gómez Hermosilla influirá en otros gramáticos españoles posteriores, 165 la tradición racionalista se extinguirá gracias al enfoque filológico que llevaron a cabo en sus gramáticas Vicente Salvá y, con posterioridad, Andrés Bello y Rufino José Cuervo. En el ámbito lexicógrafio, se publica el primer diccionario general de la lengua española, el Diccionario de la lengua castellana (1726 – 1739) de la Real Academia Española. En esta obra el uso de autoridades es sistemático, lo que se convierte en su rasgo más distintivo. El principal modelo fue obviamente el Vocabolario degli Accademici della Crusca, pues el Dictionnaire de la langue françoise (1694) no contenía citas literarias. Pero como han destacado numerosos investigadores, como Lázaro Carreter (2000 [1972]), Ruhstaller (2000), o Álvarez de Miranda (2005), el repertorio académico bebe de muy diversas fuentes, y no puede negársele una gran originalidad para su época. En Francia, la Académie Française ejerció un poder prescriptivo y autoritativo que no puede compararse con el papel normalizador e integrador de la Academia Española. Además, tres fueron los diccionarios generales no académicos de la lengua francesa que, dentro o fuera de Francia, llegaron a salir a la luz en la época que ahora nos ocupa: - el Dictionnaire françois contenant les mots et les choses, plusieurs nouvelles remarques sur la langue françoise (1680), de César Pierre Richelet - el Dictionnaire universel contenant généralement tous les mots françois, tant vieux que modernes, et les termes de toutes les sciences et des arts (1690), de Antoine Furètiere - el Dictionnaire universel françois et latin: editado en varias ocasiones entre los años 1704 – 1771 por los jesuitas de Trévoux. Como veremos más adelante, cada diccionario tenía su propio carácter, e iba orientado a un público diferente. Por esa razón, las citas que aparecen en estos diccionarios tenían también una función específica. A continuación, vamos a ocuparnos, con algo más de atención, del papel que jugaron las citas literarias en los tratados gramaticales españoles en el siglo XVIII. 2.5.1. La doctrina gramatical durante la Ilustración Aunque el siglo XVIII no brilló precisamente por su originalidad, sí pueden mencionarse algunas figuras que destacaron por su pensamiento y por los escritos que nos legaron. Varias de estas figuras fueron Ignacio de Luzán (1702 – 1754), Benito Jerónimo Feijoo (1676 – 1764), Tomás de Iriarte (1750 – 1791), Juan Pablo Forner (1756 – 1797), Antonio de Capmany y Montpalau (1742 – 1813), etc. Todos ellos reflexionaron sobre los usos que debían imitarse a la hora de hablar y escribir. En general, estaban de acuerdo en 166 que el buen uso de la lengua se basaba en los principios marcados por la retórica clásica. Y las gramáticas debían describir ese buen uso, y no otro. Como bien afirma Lázaro Carreter (1949: 189), las ideas gramaticales francesas llegaron tarde a España. No obstante, las ideas racionalistas en las gramáticas vulgares estaban presentes gracias a la doctrina del Brocense. Mientras que en la enseñanza del latín Nebrija opacó a Francisco Sánchez, cuando éste triunfaba precisamente en toda Europa, los tratados sobre la lengua española, sin embargo, sí se hicieron eco de las avanzadas teorías del Brocense. Lázaro encuentra (1949: 134) las primeras huellas sanctianas en la obra de Juan Villar, de la Compañía de Jesús, que escribió un Arte de la lengua española (Valencia, 1651). Gonzalo Correas también va a reflejar la influencia de este autor. Pero será la gramática de Benito de San Pedro la primera en reconocer de forma explícita la deuda con el Brocense, al mismo tiempo que acusará la influencia de la doctrina de Port-Royal, unos cien años después de que ésta se publicara. Hay que decir, sin embargo, que el verdadero rasgo diferenciador de la obra gramátical de San Pedro consiste en la introducción de un gran número de ejemplos extraídos de obras literarias, lo que permite decir, con Margarita Lliteras (1997: 64), que se trata de la primera gramática de autoridades de la lengua española. La obra de Benito de San Pedro se divide en cinco libros, el primero de los cuales trata del «Origen, estados, i perfeccion de la lengua Española», en el que se muestran modelos literarios de los diferentes períodos de la historia de la lengua española. Este primer libro, ocupa, con 123 páginas, la mayor parte del tomo I del Arte. En él se puede encontrar la siguiente afirmación: «Todas las reglas estàn explicadas i confirmadas con ejemplos de nuestros Autores classicos, en quien se halla el verdadero uso del Romance» (San Pedro, 1769: XI). Más adelante, recordando la doctrina de Quintiliano, el escolapio se refiere a la idea de una preexistencia de la lengua frente a la gramática, afirmando (1769: XXII): «la lengua es antes de la Gramatica. Los preceptos se an formado de la observación i combinación de las palabras segun el uso de los mejores Autores». Y más adelante: «Se a de tener conocimiento de las reglas generales, i aun de la razon en que se fundan, pero esto a de ser por la platica de los buenos Libros guiada por la leccion de la Gramatica i explicacion del Maestro». (San Pedro 1769: XXII). Se trata exactamente de la misma teoría del Brocense, según la cual la autoridad de los buenos libros no contradice la razón, sino más bien la confirma. Nada similar aparece en la obra de Gayoso, una gramática que precedió en algo más de dos décadas a la de San Pedro. En la Gramática de la lengua castellana reducida a breves reglas (1743) de Benito Martínez Gómez Gayoso, escrita siguiendo la doctrina de Nebrija, los ejemplos son abundantes, pero breves, y no se cita, en general, la procedencia de autores, salvo algún caso aislado en el apartado dedicado a 167 la “construcción figurada”, en el que Gayoso cita a Góngora, Lope de Vega y a Francisco López de Úbeda. Así pues, en la tradición española, la primera gramática basada metódicamente en un corpus de autoridades es la de San Pedro, publicada en Valencia en 1769. El corpus que utiliza en los libros dedicados a la analogía y sintaxis regular (prescindiendo aquí de la llamada sintaxis figurada) está formado por una centena de citas literarias pertenecientes a dieciséis autores, casi todos del Siglo de oro, extraídas de obras originales y de traducciones de textos clásicos. Fray Luis de León, Garcilaso de la Vega y Pedro Simón Abril son los autores más frecuentemente citados en el Arte del P. San Pedro (Lliteras 1997: 64) 100 . Como puede verse, la mayoría de los escritores pertenecen al siglo XVI. Este canon corresponde al gusto antibarroco que se impuso en España en la segunda mitad del siglo XVIII. No corresponde al canon de autoridades del primer diccionario académico, ni con el del Diccionario castellano del Padre Terreros, en los que predominan los escritores barrocos del siglo XVII. El método seguido por Benito de San Pedro es el inductivo, que ya defendió en el siglo XVI sir Francis Bacon en el campo de las ciencias. Así lo expresa el propio escolapio: «se an de imitiar los buenos Physicos, que unen diferentes experiencias, i fundan sobre ellas un sistema, que las reduce a un comun principio” (San Pedro, 1769: VIII)». Se declara continuador del método seguido por el Brocense en la Minerva (1769: XI), al paso que dirige una crítica a la tradición gramatical castellana desde Nebrija hasta Gómez Gayoso (1769: XII-XIII): Estan todas las Gramaticas mui defectuosas en reglas, en observaciones, i especialmente en principios generales. Los egemplos mui escasos, i poca o ninguna noticia de los Autores originales i de las fuentes de nuestra lengua, i de nuestros modos particulares de hablar. En sintonía con la corriente ilustrada, erudita e historicista del mayansianismo valenciano, el Arte de Benito de San Pedro produce un cambio de orientación en la enseñanza de la gramática, caracterizado por tres aspectos fundamentales. De un lado, revela a los gramáticos de las generaciones posteriores la necesidad de analizar gramaticalmente la lengua literaria de los clásicos españoles : «Ni la lección de los buenos libros Españoles sin el Arte, ni el Arte sin la leccion de los libros Españoles» (San Pedro, 1769: XIV). Convencido de que “[l]a lengua es antes que la Gramática”, añade «[l]os preceptos se an formado segun el uso de los mejores Autores» (San Pedro, 1769: 100 Margarita Llinteras (1997: nota 7, p. 64) ha contabilizado exactamente 35 citas de Fr. Luis de León, 22 de Garcilaso, 13 de varias traducciones de Pedro Simón Abril, 6 de Ercilla, 4 de traducciones de Homero realizadas por Gonzalo Pérez. 3 de Diego Hurtado de Mendoza, 2 de textos de Virgilio en las versiones de Hernández de Velasco, 2 de Arias Montano traducido por el mismo Benito de San Pedro y citas únicas de Argensola, Granada, Lope de Vega, Mariana, Cervantes y Herrrera, además de una cita de Juan de Mena. 168 XXII). A partir de la gramática de Benito de San Pedro, la lengua literaria de los clásicos se convertirá en una base de datos gramaticales. (Lliteras 1997: 66) El hecho de que San Pedro se base en ejemplos reales provoca que, desde entonces, las gramáticas castellanas avancen hacia su deslatinización y hacia el desarrollo de la sintaxis (Lliteras 1997: 66). Margarita Lliteras concluye su análisis del corpus en la gramática de la Ilustración con estas palabras: La aportación de Benito de San Pedro al progreso de la gramática consistió fundamentalmente en la ampliación del campo de estudio como consecuencia de la observación y el tratamiento de los fenómenos reunidos en el corpus. Sin embargo, difícilmente puede ser considerado el Arte del escolapio el precedente más claro y directo de la gramática descriptiva, tal como se entiende en la actualidad. Su concepción – se enmarca todavía en la aretología lingüística, en las corrientes en defensa del español propias del siglo ilustrado. Como en otros autores de esa época, la lengua elogiada y gramatizada no es el español contemporáneo sino más bien el que dejaron por escrito los clásicos del siglo XVI.” (Lliteras 1997: 66-67). A partir de la obra de Benito de San Pedro, las citas literarias en las gramáticas se volvieron imprescindibles. Ya podemos encontrarlas, aunque todavía escasamente, en la gramática académica de 1771. En 1791, la Real Academia Española editó a sus expensas una obra en dos tomos, escrita por el P. Gregorio Garcés, titulada Fundamento del vigor y elegancia de la lengua castellana. Es, en palabras de Fernando Lázaro Carreter (1949: 184), el esfuerzo material más grande que se hizo en el siglo XVIII para catalogar las formas de nuestro idioma. El tomo I no es verdaderamente una gramática. Se trata, en realidad, de un verdadero diccionario de construcción y régimen, ordenado por partículas (ver ilustración 12). Una gran riqueza documental, con ejemplos de clásicos españoles, acompaña a la enumeración de las partes invariables y sus construcciones. El tomo II viene a ser un complemento del primero, ampliando el campo de observación a las partes variables, siguiendo en todo el orden de la gramática académica, a la que supera en casuística. El libro tiene hoy únicamente interés por la abundancia de ejemplos. Cuervo dirá de esta obra: «Libro, que si bien por su método y criterio gramatical tiene escaso mérito, es muy apreciable por la abundancia de ejemplos clásicos que le sirven de base». (Cuervo, Diccionario de construcción y régimen, 1886: II). 169 Figura 12: Gregorio Garcés.Fundamento del vigor y elegancia de la lengua castellana 101 En esta obra se produce una fusión, que hoy consideraríamos moderna, entre semántica y sintaxis. Sin embargo, la preocupación de Garcés es meramente estilística. No hay ninguna teoría lingüística innovadora detrás de la descripción llavada a cabo en este tratado. Los ejemplos se extraen de los grandes escritores de los siglos XVI y XVII, mostrando así una visión normativa. Hay que reconocerle, no obstante, el mérito de haber introducido un gran número de ejemplos para apoyar e ilustrar los usos lingüísticos que se describen. En el primer ejemplo que proponemos, Garcés analiza el uso de la preposición cabe y distingue dos maneras de empleo. En el primero, cabe viene a usarse como preposición simple, con el significado „cerca de‟. Los ejemplos para ilustrar los usos de cabe se extraen de las obras del jesuita Pedro de Ribadeneyra (1526 - 1611) y de Santa Teresa de Jesús (1515 – 1582), ambos escritores religiosos. El segundo modo de empleo se caracteriza por lo que hoy se conoce como secuencia de preposiciones, en este caso cabe y otra preposición, que viene determinada por el régimen de un verbo de movimiento. Así, leemos en Santa Teresa «No me parece que el Señor se quitaba de cabe de mí». Es un funcionamiento idéntico al de la locución preposicional cerca de. El segundo ejemplo lo consitituye una palabra que, en ocasiones, funciona como adjetivo y en otra como adverbio o interjección: quedo. Para ilustrar estas diferencias, Garcés se basa en los ejemplos sacados del Quijote, y de dos obras teatrales de Lope de Vega, El villano en su rincón y Pastores de Belén. El uso como adjetivo es transparente: «con pasos quedos» muestra un uso como adyacente adjetival y el segundo ejemplo «estaos quedito» lo refleja como atributo. En cambio, el uso como adverbio deriva del anterior: «quedo, que he visto venir» y «quedito, que duerme aquí» son formas en las que se ha elidido el verbo estar, de modo que cuando leemos quedo/quedito se entiende quedaos quedo o quedito. En la actualidad, el diccionario de la Real Academia lo clasifica como interjección, con el sentido de ¡quieto!, usada para detener a alguien. 101 Fuente: Gregorio Garcés (1791): Fundamento del vigor y elegancia de la lengua castellana, expuesto en el propio y vario uso de sus partículas, Tomo I, Imprenta de la viuda de Ibarra. 170 Hay que mencionar en este apartado la teoría lingüística de uno de los pensadores más originales e influyentes de la Ilustración Española: Gregorio Mayans. En el ámbito del latín, fue uno de los máximos –y también últimos –defensores de su uso en el ámbito cultural y universitario, oponiéndose a pedagogos como el Barbadiño, o también al grupo de los novatores, que abogaban por el uso de la lengua vulgar en los campos de la filosofía o la religión, siguiendo la línea de pensamiento marcada por los humanistas del XVI, especialmente por los erasmistas. Mayans no llegó a escribir ninguna gramática del español. Pero sí concibió un proyecto gramatical que fue haciéndose con los años cada vez más ambicioso. Es probable que Mayans inspirara a Benito de San Pedro para que incluyera ejemplos literarios en su gramática. Mayans tenía proyectado incluir citas en su tratado gramatical, tal como explica en una carta dirigida en 1759 a Manuel Bernardo de Ribera: Algunos me instan a que publique esta obra [la Gramática Española], pero aún no tengo hartos egemplos, aunque tengo recogidos diez o doce mil o más, porque estos no se han de buscar quando se escrive, pues para cada egemplo avía uno de leer mucho i a veces no le hallaría en diez años; sino que anticipadamente se ha de ir leyendo i notando todo lo que pueda aplicarle a la gramática. I es raro el día en que a ratos perdidos no note treinta o quarenta egemplos. […] (A Manuel Bernardo de Ribera, 27-I-1759, BAHM, 159) (apud Martínez Alcalde 1992: 306). La cuestión del modelo de uso en el que debe estar basado el «buen lenguaje» queda zanjado de la manera tradicional, según el principio basado en el «consensus eruditorum» de Quintiliano: el buen uso corresponde al de las personas cultas, presente también en los libros elocuentes. Sólo el buen uso, aprobado por los sabios, debe ser aprendido, salvando así el conflicto entre analogía y anomalía descrito desde tiempos antiguos: El que supiere hablar i escrivir con perfección, i huviere observado en las conversaciones ordinarias de los bien educados españoles, i en los libros más eloqüentes, la costumbre legítima del buen lenguage, recoja i ordene methódicamente los preceptos que se infieren de la regular i no regular observancia, la analogía, digo, en unas dicciones constante i uniforme, en otras variada i distinta, o por la suavidad de la pronunciación, o por la derivación de raíz irregular, o por el abuso antiguo, que se freqüentó de manera que llegó a ser uso legítimo, después de la aprobación de los más eloqüentes. (Oración a la Divina Sabiduría, pág. 600) (apud Martínez Alcalde 1992: 315) Ha sido sin duda un infortunio para la historia de las ideas gramaticales que esta obra jamás saliera a la luz. La que sí llegó a buen término fue la gramática de la Real Academia Española, que en 1780 se convertiría en obligatoria para todos los reinos de España. La importancia de la obra gramatical académica, su prestigio e influencia en el ámbito hispánico, están, por eso, fuera de toda duda. Gracias a la iniciativa de esta institución debemos la publicación del Diccionario de autoridades, conocido con este nombre desde el siglo XIX. Resulta de interés confirmar que el método basado en la ejemplificación de los usos lingüísticos a partir de textos reales también se aplicó a los tratados gramaticales de la Academia. Ya la gramática de 1771 contaba con ejemplos 171 extraídos de escritores de los siglos áureos para ilustrar las reglas gramaticales. Las gramáticas académicas posteriores siguieron aumentando considerablemente el número de citas. Este hecho apunta a que la Real Academia estuvo siempre preocupada por la descripción del uso. Ya en los comienzos, la corporación se vio en el dilema sobre si debía escribir una gramática práctica o bien una gramática disertada (Actas de la RAE, 8 Jun. de 1742) (apud Sarmiento 1986: 233). Por gramática disertada entendían una gramática científica, es decir, un tratado que no sólo constara de un conjunto de reglas descriptivas, sino que explicara también la razón y el fundamento lógico del lenguaje. Finalmente, decidieron escribir una gramática inductiva, como la de San Pedro, cuyas reglas se extrajeran del uso de las personas cultas, de la corte y de los mejores escritores, repitiendo una antigua máxima de Séneca (libro 15, epístola 95): «grammatici enim custodes sunt, non auctores.» (Sarmiento 1986: 234). Es decir, a los gramáticos no les corresponde suplantar a los autores, sino sólo la custodia o el cuidado del lenguaje. Los estatutos fundacionales dejan claro los objetivos que desde el comienzo debía perseguir la Real Academia: fijar la lengua en un estado de máxima pureza, para lo cual escribirían un diccionario, una gramática y una ortografía: Estatuto Único: Siendo el fin principal de la Fundación de esta Académia, cultivár, y fijár la puréza, y elegancia de la lengua Castellána, desterrando todos los erróres, que en sus vocablos, en sus modos de hablar, ò en su construcción há introducido la ignorancia, la vana afectación, el descuído, y la demasiáda libertád de innovár; será su empléo distinguír los vocablos, frases, ò construcciónes estrangéras de las próprias, las antiquádas de las usádas, las baxas de las sérias, y finalmente las proprias de las figurádas. En cuya // consecuencia tiene por conveniente dár principio desde luego por la formación de un Diccionário de la lengua, el mas copioso que pudiére hacerse: en el qual se annotarán quellas vozes, y frases, que están ricibídas debidamente por el uso cortésano, y las que están antiquádas, como también las que fueren baxas, ò bárbaras: observando en todo las reglas, y preceptos, que están puestos en la planta acordáda por la Académia, impressa en el año de 1713. (apud Fries 1989: 34). Estatuto II: “Y como las obras de puro ingénio, son regularmente de la jurisdicción de la elocuéncia: pues esta mira, no solo à las palabras, sino à los conceptos: se encargará la Académia de examinar algúnas obras de Prosa, y Verso, para proponer, en el juicio que haga de ellas, las reglas que parezcan mas segúras para el buen gusto, así en el pensar, como en el escribír. //” (apud Fries 1989: 35). En este último extracto puede verse cómo la lectura de las obras permitía deducir las reglas que servirían para establecer el modelo lingüístico a partir del buen gusto. En el Discurso proemial sobre el origen de la Léngua Castellana que se publicó en el tomo I del Diccionario de autoridades (1726) se recurre, como ya hiciera Nebrija en su Gramática castellana, al tópico de las edades de la lengua: En los tiempos de este Rey Sabio se mandó que se formassen los instrumentos públicos en Españól, para evitar la indecéncia del fingido Latin de los Notarios, porque yá con Léngua própria en edad adulta, y el grande olvído de la Latina, assi como al princípio se hacían Españólas las Voces Castellanas: de donde nacieron aquellas barbaras cláusulas de nigun Idióma, que se leen oy en los últimos Privilegios del Santo Rey Don Fernando, y de sus inmediatos antecessores. Por 172 esto desde estos tiempos ponemos la tercera edad de la Léngua, pues desde ellos se fue perficionando y puliendo. Las Voces se fueron fijando, y ha llegado al esplendór con que campéa en los escritos de los célebres Demóstenes Españóles Fr. Luis de Granada, Fr. Luis de Leon, P. Pedro de Ribadeneira, los Pláutos, Don Francisco de Quevedo, D. Pedro Calderon, Don Antonio Solis, los Césares Miguél de Cervantes, Don Diego de Saavedra, P. Juan de Mariana, y otros muchissimos Autóres, yá graves, yá jocosos, que entre lucidíssimos Escritores ha tomado la Académica, como Maestros de la Léngua, para su própria dirección y acierto (Diccionario de autoridades 1726: LIV-LVI). Aquí podemos encontrar ya una lista, aún bastante reducida, de escritores españoles, elevados a la categoría de clásicos, al mismo nivel que los autores greco-latinos, que la Academia ha tomado “como Maestros de la Léngua”. Fries (1989: 47), tras la lectura de las primeras actas y documentos fundacionales de la Real Academia, expone los siguientes objetivos marcados en sus inicios por la institución: 1) Aumento de la gloria y el honor de la nación; 2) Aumento del prestigio internacional de la lengua española: a) limpieza y estabilización de la lengua española, en su estado de máxima perfección posible. b) Demostración, de cara al exterior, de las cualidades del español. c) Restitución del prestigio de la lexicografía española. El prestigio de la lexicografía española se salvaguardó, en efecto, gracias a la publicación del Diccionario de autoridades. A pesar de que emprendieron este proyecto sin experiencia lexicográfica previa, el resultado superó las expectativas de los académicos,. Pero, como sucede con todos los diccionarios, muy pronto hubo que actualizarlo. Como es bien sabido, la segunda edición del Diccionario de autoridades no pudo concluirse. Tan sólo vio la luz el primer tomo, correspondientes a las letras a y b, en 1770. En 1780 salió la edición del diccionario vulgar, del cual se eliminaron todas las autoridades. En los Estatutos de 1859 aún se contemplaba la posibilidad de llevar a cabo una nueva edición del diccionario de autoridades. El método basado en la autorización de voces a partir del uso de los maestros y sabios de la lengua seguía aún vigente: «Los académicos sí siguieron ateniéndose al principio de autoridad al trabajar en la revisión y actualización del Diccionario, pero no volvieron a aparecer citas de autores o bien de autoridades dentro de la obra» (Fries 1989: 81). Unos años antes, en la Gramática de 1854, se había afirmado de modo explícito que el principio de autoridad seguía operativo: «Así los principios de la construcción se han de buscar en estas dos fuentes: los autores clásicos, y el uso de las personas cultas» (Gramática Castellana 1854, 157). Y dos décadas más tarde, la Academia publica un catálogo de escritores, que puedan servir de modelo o autoridad para ejemplificar tanto vocablos (en el plano lexicográfico) como frases (en el plano gramatical). El título es bastante significativo: Catálogo de los 173 escritores que pueden servir de autoridad en el uso de los vocablos y de las frases de la lengua castellana (1874). Es interesante destacar aquí que la mayoría de los autores nombrados siguen perteneciendo aún al siglo XVI, lo que demuestra que la Academia, a finales del siglo XIX, conociendo las gramáticas de Salvá y Bello, que tenían carácter sincrónico, todavía tomaban muy en serio el papel de las autoridades literarias, pertenecientes en su mayoría al período renacentista y barroco. No obstante, aunque el siglo no se había cerrado aún, un total de 49 autores decimonónicos aparecen ya en esta lista, como se puede ver en la siguiente representación 102 : XII XII XIV XV XVI XVII XVIII XIX 1 9 17 50 267 210 104 49 Los grandes avances que se dieron en este siglo, en el ámbito de la técnica y de las ciencias, obligó a los académicos a cambiar sus criterios en cuanto al lenguaje científico técnico. Ésa es la razón por la que en el catálogo de “autoridades” de 1874 aparecen nombrados científicos de diversos campos, como la botánica (Vicente Cutanda), la jurisprudencia (Joaquín Escriche, Joaquín F. Pacheco), la economía (Álvaro Flórez Estrada), las matemáticas (José de Odriozola) y la medicina (Antonio Hernández Morejón). Desde los primeros pasos dados por la Academia, la lengua de la corte deja de ser en sentido estricto el modelo normativo en el que debían inspirarse los que deseaban hablar bien. Aunque la lengua cortesana ya no se entendía en un sentido geográfico concreto desde los tratados gramaticales del siglo XVI, la Academia supera este viejo modelo sustituyéndolo por la imitación de la lengua de la gente culta, que resultaba más acorde con sus ideas normativas. No sólo en la gramática, sino también en el diccionario académico puede leerse: «se ha mantenido firme en su decisión de no sancionar más palabras nuevas que las indispensables, de recta formación, é incorporadas en el Castellano por el uso de las personas doctas» (DRAE 1869: Al lector). La Corte ya no es el referente del buen hablar, sino la gente culta o docta. La idea de una elite que preserva la pureza y la propiedad de la lengua, además de estar presente en el tópico tran traído del consensus eruditorum de Quintiliano, repetido hasta la saciedad por los gramáticos, parece que se inspiró directamente de la obra de un gramático francés 102 Autoridades del siglo XIX: Jaime Balmes (1810-1848); Rafael María Baralt (1810-1860), Agustín Durán (1793-1862), José de Espronceda (808-1842), Bartolomé José Gallardo (1776- 1852), Gil y Zárate, José de Heredia (1803-1839), Mariano José de Larra (1809-1837), José Musso y Valiente (1838), Antonio Puigblanch (1795-1840), Manuel José Quintana (1772- 1857), Ángel de Saavedra, Duque de Rivas (1791-1865), Vicente Salvá (1786-1849), Eugenio de Tapia (1776-1860) y el Arzobispo Félix Torres Amat (1772-1847). Hay pocos escritores hispanoamericanos representados. 174 de gran prestigio e influencia: Claude de Vaugelas (1585 – 1650), autor de Remarques sur la langue françoise (1647). Según Fries (1989: 157), esta obra dejó su huella en la primera gramática de la Real Academia. En el Prólogo de sus Remarques, Vaugelas distingue entre bon usage y mauvais usage. Los representantes de la norma serían «non pas la pluralité mais l´élite des voix»: - la plus saine partie de la Cour, - La plus saine partie des Auteurs du temps, - Les gens savants en la langue. Existen, no obstante, algunas diferencias apreciables entre el modelo establecido en Remarques sur la langue françoise y en la primera Gramática académica de 1771. Por un lado, Vaugelas habla de la parte más selecta de la corte, pero ya hemos visto que la Academia ya no habla de la lengua cortesana (con un matiz tanto geográfico como social), sino simplemente de la lengua de las personas cultas (lo que se podría corresponder con «les gens savants en la langue» mencionada por Vaugelas. Otra difererencia es que el gramático francés se refiere a los mejores escritores contemporáneos (los escritores debían estar vivos), mientras que la Academia, más bien, considera que un clásico es el escritor de un período del pasado, generalmente el Siglo de Oro español. Este criterio seguirá vigente hasta bien avanzado el siglo XX. Todavía en el Esbozo de una nueva gramática de la lengua española de la Academia, publicado en 1973 se dice que la regulación básica de orden fonético y gramatical «se manifiesta en el habla de las personas cultas y se refleja en la literatura más universalista y menos teñida de particularismos lingüísticos» (p. 14, § 1.1.3a, nota 15). Como reconoce Dagmar Fries (1989: 162), la Gramática de la Academia, hasta las ediciones de 1931 y 1962 inclusive, está fuertemente influida por la lengua literaria del Siglo de Oro; Con el Esbozo, en cambio, se perfila una actualización radical de la norma. Además, en esta obra se manifiesta el paso de una norma “eurocéntrica” a otra que se podría denominar “panhispánica”. Volviendo al siglo XVIII, la primera Gramática de 1771 contaba más bien con muy pocas citas: un total de veintinueve. De éstas, veintitrés aparecen en digresiones histórico- lingüísticas y sirven para documentar formas lingüísticas arcaicas. En realidad, sólo en las explicaciones sobre la construcción figurada se utilizan algunas citas literarias como documentación del uso contemporáneo de la lengua (Fries 1989: 164) En la Gramática de 1796, las citas de autores son ya más numerosas: se contabilizan en esta edición un total de 41 citas, de las que 13 figuran como ejemplos de un “uso antiguo”, es decir, es decir, de un uso arcaico de la lengua, y cinco como ejemplos de un “uso anticuado”. Pero la documentación sigue siendo demasiado escasa como para poder llegar a conclusiones 175 seguras sobre el canon de obras y autores ejemplares en el que se apoyaba la Academia en el siglo XVIII (Fries 1989: 164-165). Los autores más citados son: Alfonso X (8 veces), Cervantes (4 veces), Coloma (una vez), Garcilaso (una vez), Góngora (una vez), Luis de Granada (una vez), Luis de León (una vez), Mariana (7 veces), Pulgar (una vez), Quevedo (una vez), Saavedra Fajardo (10 veces), Luis de Salazar (3 veces), Suárez de Figueroa (una vez), Fuero Juzgo (una vez) (Fries 1989: 164-165, nota 140). En el curso de las reformas llevadas a cabo desde mediados del siglo XIX se fue ampliando cada vez más la documentación literaria en la Gramática; en la antepenúltima edición de esta obra, la de 1931, las citas son tan numerosas que podríamos calificarla de verdadera “gramática de autoridades”. Predominan de forma abrumadora los escritores de la literatura áurea: 650 de las 852 citas identificadas por Fries (1989: 167) proceden de obras de los siglos XVI y XVII, sólo 58 del siglo XVIII y, con todo, 128 del XIX. En cambio, la literatura del siglo XX no está todavía representada en absoluto. Entre los autores de los siglos XVI y XVII, es Cervantes el que ocupa una posición predominante: del total de 854 citas, 372 han sido tomadas de sus novelas, de las cuales 340 corresponden al Quijote. El principio de autoridad se había convertido ya entonces en una fuerza conservadora, e incluso anacrónica, lo que, a la larga, supuso su desaparición como categoría operativa en lingüística. 2.5.2. Los grandes diccionarios monolingües del siglo XVIII Sin lugar a dudas, Francia fue la nación culturalmente más avanzada en esta época. Los demás estados europeos querían verse reflejados en ella. Es natural, por tanto, que la lexicografía francesa influyera decisivamente en las restantes tradiciones lexicográficas occidentales, incluida la española. Hablar de la lengua francesa en el período de la Ilustración significa hablar de purismo. Desde el siglo XVI, la variedad usada por la nobleza que vivía en la Corte, el dialecto de la Île de France, se convirtió en la única norma aceptada por las clases altas. Una vez más, el purismo se impuso a través de la “retorización” de la gramática: el bon usage se hizo corresponder con el uso de poetas y escritores reconocidos. Autores como Malherbe y Vaugelas contribuyeron a que el lenguaje literario se identificara con la lengua normativa. A la hora de fijar el uso, François de Malherbe (1555 – 1628), rechazó las variantes populares y dialectales del francés. En cuanto al gramático Claude Favre Vaugelas (1585 – 1650), mantuvo, como ya hemos señalado, una concepción elitista del bon usage, basado en la manera de hablar de la gente más educada de la corte, los mejores escritores contemporáneos y los hombres sabios, tal como lo expresó en su Remarques sur la langue françoise (1647). Vaugelas fue, además, el encargado de 176 modificar el primer plan de redacción del Dicctionnaire de la Académie Françoise. Mediante el proyecto inicial, planteado en 1637 por Jean Chapelain (1595 – 1674), se pretendía formar un diccionario según el modelo del Vocabolario degli Accademici della Crusca, un diccionario de codificación donde estuvieran recogidas las palabras del francés estándar, pero incluyendo también voces anticuadas y términos científico- técnicos, todo ello registrado en los mejores escritores de la nación, pero ya fallecidos (Lehmann 1995b: 36) 103 . Esta obra tendría, por tanto, autoridades, según los mismos principios filológicos seguidos en el Vocabolario de la Crusca y en los tesoros greco- latinos. La tarea de registro y de ejemplificación, sin embargo, dificultó enormemente dicha labor, alargándola en el tiempo. Además, el modelo arcaizante acabó siendo rechazado por la Academia (Quemada 1968: 206) 104 . Sus miembros decidieron eliminar las citas de autores y confiar a una sola persona la elaboración del texto, sometido posteriormente al juicio de la institución. Se propuso la idea al cardenal Richelieu, creador e impulsor de la Academia Francesa, y se encomendó esta tarea, no sin alguna resistencia, a Vaugelas. No sólo se trataba de renunciar al trabajo en equipo. Además, cambiaba toda una concepción de la lengua, para aceptar otra, totalmente distinta. Al eliminar la citación de autores ya fallecidos eliminaba también la clase de ejemplaridad que era tan apreciada para la academia italiana y para gran parte de la concepción humanística del siglo XVI. La autoridad ya no radicaba en los textos, sino en los autores mismos y en la propia Academia, como representante del poder absolutista del Estado. (Lara 1997: 39-40). De esa manera, se producía un cambio muy significativo respecto a la lengua descrita por la Accademia della Crusca: ésta describía el uso de escritores desaparecidos, mientras que la Académie Française prefería el uso de los escritores vivos. Los redactores que colaboraban con Vaugelas eran, en efecto, grandes escritores y oradores. Por todo ello, las citas desaparecieron del diccionario. La autoridad pasó a estar sustentada por el diccionario en sí, y no en la cita de autores. Cada línea escrita en el diccionario estaba autorizada implícitamente por un escritor de renombre. Los autores del diccionario eras considerados “clásicos” en vida, hecho por el que se les conocerá a partir de ese momento como los “inmortales”, denominación que sigue designando actualmente a los miembros de la Académie Française. La elaboración del Dictionnaire duró más de cuarenta años 105 . Esto provocó una situación tensa en muchos sectores de la sociedad francesa. El retraso constante de su 103 Según la planta ideada por Jean Chapelain (el 14 de diciembre de 1637), la Académie consideró la posibilidad de llevar a cabo un diccionario de lengua muy ambicioso, con autoridades –las «dictions et phrases des auteurs morts que avaient écrit le plus purement en notre langue». etimologías, términos de artes y ciencias, y arcaísmos (Catach 1998: 70, 85). 104 Téngase en cuenta el resultado de la querelle des Anciens et des Modernes que se produjo en el ámbito literario a finales del siglo XVII. 105 Vaugelas, junto a Nocolas Faret, lograron redactar cédulas para las entradas de la A a la I, de las que, desgraciadamente, se perdieron la mitad. El cometido, largo y penoso por recaer sobre 177 publicación, que tuvo lugar en 1694, y el afán de monopolio llevó al Estado a prohibir la publicación de cualquier otro diccionario de la lengua francesa. Esta ley fue ejecutada y sancionada por el ministro de Luis XIV, Jean-Baptiste Colbert (1619 – 1683), y estuvo en vigor entre los años 1674 y 1714. Por esa razón, el diccionario de Richelet debió publicarse fuera de Francia, en Ginebra, y el de Furetière en La Haya. El mismo Furetière fue expulsado de la Académie en 1685, al haber publicado un año antes un extracto de su futuro diccionario, en una obra titulada Essay d’un dictionnaire universel. A pesar de los intentos de fortalecer sus privilegios, el Dictionnaire de l’Académie Françoise no tuvo una buena acogida. La falta de citas fue muy criticada, incluso décadas más tarde. Recordemos el caso de Voltaire, y su famosa frase «Un dictionnaire sans citations est un squelette». Además, la macroestructura estaba organizada según un criterio morfológico, y no alfabético, agrupando en un mismo artículo palabras con la misma raíz, como ya hicieron los vocabularios de la Edad Media. Esta característica favoreció, aún más si cabe, la fama de los dos diccionarios que le hacían competencia: el Dictionnaire françois de Richelet y el Dictionnaire Universel de Furetière. Por ese motivo, la segunda edición del Dictionnaire de l’Académie Françoise (1718) cambió la organización de su macroestructura, y los artículos se ordenaron por el tradicional y más práctico orden alfabético de los lemas. En 1680 se publicó el primer gran diccionario monolingüe del francés: el Dictionnaire François contenant les mots et les choses […] avec les termes les plus connus des arts et des sciences, le tout tiré de l’usage et des bons auteurs de la langue françoise, de César- Pierre Richelet. Como se observa en el título, el enfoque planteado por este autor difiere bastante del defendido por la Academia Francesa. Ésta había decidido no introducir el léxico de las ciencias ni de las artes, pero Richelet consideró útil la descripción de esta parcela del vocabulario científico-técnico. La misma tendencia se apreciará en el Dictionnaire universel (1690) de Antoine Furetière. Ambas obras representan el interés de la naciente burguesía, que no sólo se preocupaba por el bon usage de la lengua, sino también por la obtención rápida de información práctica, por ejemplo, información sobre el vocabulario de albañiles, cordeleros, y otras artes mecánicas, así como sobre vocablos de usos sociales específicos, préstamos, arcaísmos, neologismos, voces regionales, etc. Las obras de Richelet y Furetière mostraban tanto el buen uso como información enciclopédica. Las citas tenían como función mostrar los usos elegantes del francés. Pero también se trataba de verdaderos diccionarios enciclopédicos. No debemos olvidar que eran los tiempos de la Encyclopédie (1551 – 1772) de Diderot y D´Alembert. todo en un individuo, fue continuado por François-Eudes de Mézeray (1650-1683), que logró avanzarlo hasta la S, y finalmente se terminó de forma corporativa (1683-1694). 178 Figura 12: César-Pierre Richelet. Dictionnaire François contenant les mots et les choses plusieurs nouvelle remarques sur la langue Françoise: ses expressions propres, figurées & burlesques, la pronunciation des Mots les plus difficiles, le genre des noms, le Regime des Verbes, avec les plus connus des Arts & des Sciences, le tout tiré de l’usage et des bons auteurs de la langue Françoise 106 106 Fuente: César-Pierre Richelet (1680): Dictionnaire François contenant les mots et les choses plusieurs nouvelle remarques sur la langue Françoise: ses expressions propres, figurées & burlesques, la pronunciation des Mots les plus difficiles, le genre des noms, le Regime des 179 Hay varias características que llaman la atención en el Dictionnaire François de Richelet. En primer lugar, el uso de “precomentarios”, es decir, indicaciones que preceden al lema. Como se puede leer en el prefacio, la marca formada por una cruz [ý] indica que estamos ante una voz burlesca, jocosa o coloquial. Ésta puede situarse delante del lema o bien delante del ejemplo. El primer caso lo encontramos en exprés „mensaje urgente‟. Pero también lo hallamos delante de un ejemplo, en el artículo de exterminateur: « ý Un chat exterminateur» (La Fontaine, Fables, l. 3, 18)». Además, Richelet usa el asterisco [*] para indicar que el signo lemático se usa en sentido traslaticio o figurado. Lo que pretende el autor es alertar al usuario del diccionario de que debe tener en cuenta los diferentes registros estilísticos de las voces descritas. Esta información no sólo le permite interpretar mejor los textos de los clásicos franceses, sino que le ayuda igualmente a codificar él mismo nuevos mensajes adecuados al registro. La microrestructura del Dictionnaire François esta formada también por una serie de indicaciones que lo asemejan a un diccionario moderno: la categoría gramatical, la indicación del campo de especialidad (Térme de Médicin [exténuation]; Térme d‟Arithmétique [extraction]; Térme de Chimie [extraire, extrait]; Terme d‟Eglise [extratempora]), la definición y, en casi todas las ocasiones, un ejemplo, que puede ser inventado o bien una cita. Richelet no los dintingue desde el punto formal, de no ser por la inclusión de una referencia bibliográfica en el caso de las citas. Ambos tipos de ejemplos se encierran entre corchetes para separarlos del resto del enunciado metalingüístico. Los autores más citados en esta página son Blaise Pascal (1623 – 1662) y sus Lettres Provinciales (1656 – 1657) (s.v. exprés, expressément, extérieur), y el amigo de Richelet y académico Olivier Patru (s.v. extension, extorquer, extrait). También se cita L’Art Poetique de Nicolas Boileau-Déspreux (1636 – 1711) (s.v. extasier), o el Traité de Chèmie (1663) de Christophe Glaser (1629 – 1672) (s.v. extraire). Todos los autores pertenecen al siglo XVII, y eran contemporáneos de Richelet. En cuanto a las características de los ejemplos, podían ser oraciones completas o bien colocaciones, es decir, ejemplos codificados, tan usuales en la tradición francesa. Un ejemplo inventado constituido por una oración completa lo encontramos en exprés: «Il envoia un exprés au Roi» „el envía un mensaje urgente al Rey‟. El ejemplo es lo suficientemente sencillo como para tener un valor muy ilustrativo: exprés se suele usar como objeto directo del verbo envoyer. Existen ejemplos inventados codificados, como en el artículo extravagance. Richelet muestra entre corchetes las siguientes colocaciones: dire des extravagances „decir disparates‟, faire des extravagances „hacer extravagancias‟. Las citas presentan también las mismas formas de ejemplo: ejemplo libre y ejemplo codificado: a) C‟est un ordre exprés du Prince, Ablancourt. [Ejemplo libre] b) J‟ai fait un extrait des coutumes des Lacédémoniens, Ablancourt.[Ejemplo libre] c) Avoir l’expression belle, vive, noble & riche. [Ejemplo codificado; como ya sabemos, a esta clase de ejemplo en el que se acumulan diferentes epítetos Rey- Debove los llama cúmulos.] d) Comander expressement, Pas. l. 5 [ejemplo codificado mediante neutralización] e) La extraction de la pierre, Deg. [ejemplo codificado] Podemos concluir diciendo que el diccionario de Richelet marcó la pauta para la ejemplificación en la tradición lexicográfica francesa posterior. Todavía hoy, podemos ver, por ejemplo en los diccionarios de Le Petit Robert, el uso combinado de ejemplos inventados y de citas, ejemplos libres y codificados, lo que permite que las funciones del ejemplo lexicográfico sean más variadas El principio de autoridad seguido por Richelet cambia respecto a la tradición lexicográfica anterior, aunque la función esencial, testimoniar el uso de una voz, sigue manteniéndose. Richelet cita a los mejores escritores franceses. Sólo en aquellas palabras Verbes, avec les plus connus des Arts & des Sciences, le tout tiré de l’usage et des bons auteurs de la langue Françoise, Ginebra, Jean Herman Widerhold. 180 de uso común, decide no introducir ninguna cita, puesto que no es necesario testimoniar el empleo de una palabra corriente: j'ai lu nos plus excellens Auteurs, & tous ceux qui ont écrit des Arts avec réputation. J'ai composé mon livre de leurs mots les plus reçus, aussi bien que de leurs expressions les plus belles. Je marque les diferents endroits d‟où je prens ces mots, & ces expressions, à moins que les termes & les manieres de parler que j‟emploie ne soient si fort en usage que‟on n‟en doute point. (Richelet 1680: Avertissement). La decisión de introducir citas en el diccionario fue tomada por Richelet a raíz de los consejos dados por el abogado Olivier Patru (1604 – 1681) (Lehmann 1995b: 38). Patru ingresó en la Académie François en 1640 y comenzó a colaborar en el diccionario, recopilando citas de los escritores franceses más reconocidos. Los gustos lingüísticos y literarios de Patru iban en la misma línea de Malherbe: el lenguaje literario descrito en el diccionario debía ser sobrio y alejado de la interferencia nociva de otras lenguas o variedades dialectales. Sin embargo, tras la decisión de eliminar las citas del diccionario, Patru comenzó a colaborar en la obra de Richelet. Llama la atención que éste tardara sólo 3 años en escribir su diccionario (1677 – 1688), una obra que contiene unos 25.000 artículos. Quizá Richelet aprovechara las citas recopiladas por Patru que estaban destinadas al Dictionnaire de l’Académie Françoise. El diccionario de Furetière, con 40.000, tardó en hacerse 12 años (entre 1672 y 1684) (Lehmann 1995b: 38). En el diccionario de Richelet, las citas son sistematicas, pero también existen ejemplos inventados, para ilustrar con facilidad el uso de una voz, sin recurrir a una cita testimonial. Los ejemplos inventados podían tener un carácter muy personal. En el artículo dedicado a la voz médicin, Richelet habla de su médico diciendo: « On dit que le Sieur Finot est un chetif médicin» (s. v. médicin); y en la voz voisin habla de su vecino real, el señor de Chevri : «Feu Monsieur de Chevri mon charmant voisin étoit un tres- honnête homme, un tres habile Philosoph et un très excellent Matématicien» (s. v. voisin). Recordemos esta característica de los ejemplos subjetivos, pues volverá a aparecer en el Diccionario castellano de Esteban de Terreros, autor muy influido por la lexicografía francesa. En cualquier caso, las citas siempre contienen la expresión de la referencia, de lo cual ya avisó el propio Richelet: «je marque les diferens endroits d'où je prens ces mots, & ces expressions » (Richelet 1680: Avertissement). Dicha referencia, que servía para reforzar la función testimonial de las autoridades, se realizaba con precisión casi filológica (Lehmann 1995b : 40), aunque dicha precisión no se pone en práctica en todas las citas. Richelet contaba con dos tipos de fuente : las obras de erudición y las obras de los bons auteurs. Las primeras se citaban para aportar información enciclopédica sobre la realidad que designa la voz en cuestión, mientras que los escritores literarios mostraban el bon usage. Tienen, pues, una función ilustrativa y, ciertamente, otra cultural y estética. Richelet rompe con el purismo arcaizante del primitivo proyecto de Chapelain. Richelet cita escritores actuales, entre los que se hallan un buen número de académicos (Lehmann 181 1995b: 41) (ver figura 12). Al comienzo de la obra se encuentra una nómina de autores citados: un total de cuarenta y nueve. Dos de los autores más citados fueron Nicolas- Perrot d‟Ablancourt y su amigo, ya mencionado, Olivier Patru, ambos académicos y representantes del purismo lingüístico. El Dictionnaire universel (1690) de Antoine Furetière comparte algunas de las características del anterior diccionario: incluye información enciclopédica e incorpora también léxico científico técnico. Sin embargo, se distancia en otros aspectos. El título de la obra reza así: Dictionnaire universel contenant généralement tous les mots François, tant vieux que modernes, et les Termes de toutes les sciences et des arts […] Le tout extrait des plus excellens Auteurs anciens & modernes. El diccionario de Furetière es, como se ve, un repertorio exhaustivo, o en la terminología usada por Quemada (1968: 158), un diccionario general extensivo: no establece ningún límite en la selección de unidades léxicas. Recoge tanto léxico antiguo como moderno, y léxico general como especializado. Otra diferencia se encuentra en el uso de las citas. Su distribución no es sistemática. En relación con el Vocabolario de la Academia de la Crusca o el Dictionnaire de Richelet, el de Furetière se caracteriza por contener un número relativamente escaso de citas. Además, éstas se basan siempre en textos poéticos escritos en verso. Estas peculiaridades pueden ayudarnos acerca de la función que realizan. Las citas responden, como afirma Lehman (1995: 49-50) a una intención literaria: Furetière signale toujours ses sources (auteur et/ou œuvre et/ou personnage) mais sans la precision de Richelet. Son optique est autre: il cherche à faire partager ses choix. Il insère parfois un jugement littéraire (“agréablement”, “admirablement”, etc.) ou formule des indications rhétoriques (“en vers burlesques”, “par raillerie”, “poètiquement”,…). Il ajoute, ici ou là –pratique exceptionnelle dans l‟histoire des dictionnaires et tout à fait inédite – quelques elements pour contextualiser la citation. La selección de citas refleja los propios gustos personales de Furetière. Un autor que aparece a menudo es Pierre Corneille (1606 – 1684), dramaturgo al que él admiraba. Otros autores citados son Régnier, Malherbe, Molière, Saint Amant, Scarron, Desmarets, etc. (Lehmann 1995b: 51), pero también se citan autores antiguos, como Marot. En 1701 se realizó una nueva edición del Dictionnaire universel de Furetière, revisada y ampliada por Henri Basnage de Beauval (1657 – 1710), un historiador que sería acusado de introducir elementos protestantes heterodoxos en su versión del diccionario. Como ya se sabe, los diccionarios de aquella época tenían una fuerte carga ideológica, algo que podía apreciarse especialmente en los artículos dedicados a temas religiosos. En 1685 se había promulgado el Edicto de Fontainebleu, con el que se revocaba el Edicto de Nantes de 1598. Terminaba así el período de libertad religiosa en Francia, en perjuicio de los hugonotes. Los primeros en responder a la versión protestante del Dictionnaire de 182 Furetière fueron los jesuitas de la comunidad de Trévoux, que decidieron llevar a cabo nuevamente una versión católica del primitivo diccionario. En 1704 se publicaba esa versión, que apenas modificaba la edición de 1680 hecha por el propio Antoine Furetière. Los autores del Dictionnaire universel françois et latin, más conocido como Dictionnaire de Trévoux, no revelaron la verdadera paternidad de la obra, ocultando además la fuente de la que partieron para su redacción. Si bien se aumentó el número de artículos, los diccionarios de Furetière y de Trévoux son idénticos en muchos aspectos. Las definiciones, los ejemplos y las citas presentes en la edición de 1690 se respetaron escrupulosamente. El diccionario de Trévoux añade equivalentes latinos y elimina todas aquellas informaciones que, desde la perspectiva católica, eran heterodoxas. Esta obra se reeditará a lo largo del siglo XVIII, en 1721, 1732, 1742, 1752 y 1771. En estas reediciones se seguirán introduciendo nuevas voces, sobre todo las relativas al vocabulario especializado, y enriqueciendo los artículos ya presentes con información enciclopédica nueva. Como se verá en el siguiente capítulo, el Dictionnaire de Trévoux fue el principal modelo del Diccionario castellano (1786 – 1793) del jesuita vizcaíno Esteban de Terreros y Pando, que estudiaremos en este trabajo. Por eso resulta de interés conocer la opinión de los autores del Dictionnaire universel françois et latin de Trévoux acerca del principio de autoridad y el concepto que tenían de la norma lingüística. Para ello hemos elegido algunos fragmentos. En el primero, extraído del Préface de la primera edición de 1704, se reflexiona acerca del uso que se debe describir en un diccionario: On a beau dire que c‟est l‟usage qui doit servir de regle dans les Langues vivantes, et qu‟il vaut mieux que tous les Dictionnaires du monde; cela est vray, mais l‟embarras est de connoistre cet usage, et de savoir discerner le bon du mauvais. Dans toutes les contestations qui arrivent en cette matiere, chacun croit avoir l´usage de son costé, chacun le cite pour soy avec la même assurance. Ainsi l‟autorité de l‟usage quelque décisive qu‟elle soit en fait de Langue, ne décidera jamais rien, tant que cet usage demeurera vague et indéterminé: Le point es donc de le fixer, & c‟est ce fait un Dictionnaire, & ce qui en montre la nécessité. Como se acaba de ver, si bien el uso sirve, en efecto, de regla para todas las lenguas vivas, valiendo más que todos los diccionario del mundo, resulta tan embarazoso reconocer el buen uso del que no lo es, como distinguir el bien del mal. Y es que cada uno piensa estar en posesión del mejor uso, pero no siempre cualquier uso es el correcto. Ahí radica la finalidad del diccionario: discernir y fijar los buenos usos de la lengua. Para ello, se ha de basar en la habilidad de los redactores, o bien en autoridades, sobre todo escritores clásicos: Or l‟autorité de ces sortes d‟Ouvrages, qu‟on peut appeller Classiques, peut estre fondée ou sur l‟habileté de ceux qui les composent, ou sur la reputation & le merite des Auteurs qui y sont cités, & qu‟on y prend en quelque maniere pour regle: ce qui fait comme deux espèces differentes de Dictionnaires. Celuy de l‟Académie Françoise est de la premiere espece, & ceux Richelet, de Furetiere, &c. sont de la seconde; tous sont excellens en leur genre, & l‟on n‟a pû y prendre d‟autre méthode que celle qu‟on y a suivie. Les Auteurs de ces 183 derniers n‟estant que de simples particuliers, n‟avoient point, quelque éclairez qu‟ils pussent estre, assez d‟autorité pour décider de leur chef. Ils se sont donc vûs obligez par là d‟emprunter des Ouvrages d‟autruy une autorité qu‟ils ne pouvoient se donner d‟eux- mêmes, & d‟appeller en témoignage nos plus sçavans Ecrivains, sur les choses qu‟il leur falloit décider. El diccionario de la Academia Francesa no necesita de autoridades, porque se compone de miembros sabios que conocen y practican el buen uso de la lengua. Pero hay otra clase de diccionarios que sí deben basarse en autoridades, porque los autores del diccionario no tienen el talento de ser ellos mismos una autoridad. Más adelante, el autor del Préface reconoce que siempre resulta mejor basarse en la conformidad de muchos autores que sólo en la de unos pocos, en referencia a los académicos 107 . En el Avis sur cette édition de la edición de 1732 puede leerse algo más acerca de la finalidad de las citas en el diccionario: On a même ajoûté dans bien des endroits de nouveaux exemples tirés des meilleurs Auteurs anciens & modernes, qui ont pour objet, ou de confirmer les explications déjà données, ou d‟autoriser celles qui ont été ajoûtées, ou seulement d´apprendre quelque fait intéressant, 107 «L„Académie au contraire faisant un Corps de personnes qu'on a crû les mieux versées dans la Langue, & se trouvant chargée en particulier de la composition d'un Dictionnaire, ne pouvoit avec honneur en user autrement qu'elle a fait. Ce qu„on demandoit d„elle dans cet Ouvrage, n'estoit point de rapporter les sentimens des autres sur les difficultez de la Langue & sur l'usage, mais de déclarer les siens. En effet, s'il n'eust esté question que de citer les Auteurs qui ont écrit avec succès & dont l'autorité pouvoit estre de quelque poids, il n'eust pas esté nécessaire d'assembler tant d„habiles gens & de les occuper durant tant d„années à un Ouvrage, qu„un simple particulier avec quelque érudition & quelque usage de la Langue eust pû achever en beaucoup moins de temps, ainsi que l'experience l„a fait assez voir. D„ailleurs, comme une partie de nos meilleurs Écrivains estoient membres de l„Académie, ils auroient souvent esté obligez de se citer eux-mêmes, ce qui n'eust pas esté dans la bienséance, & ce qu'ils n'auroient pû faire fans blesser cette modestie jui convient si bien aux Auteurs. II n„estoit pas mème, ce semble, de l'honneur de l„Académie d'en citer qui ne fussent pas de son Corps, puisque c'eust esté en quelque sorte soûmettre son autorité à une autorité étrangère qu'elle estoit en droit de regarder comme inférieure à la sienne. C'a donc esté pour elle une nécessité de ne citer jamais, comme c'en a esté une pour les autres de citer toûjours. On doit regarder en cela l'Académie comme une Cour souveraine qui a droit de donner des Arrests fans estre obligée d'en rendre compre ; au lieu que les autres ne peuvent estre considérez que comme des Avocats qu'on consulte & qui ne fonfoy qu'autant qu„ils sont fondez sur de bonnes raisons ou sur des témoignages certains. De dire maintenant laquelle de ces deux fortes d'autoritez doit l'emporter, c'est ce qui n'est pas aisé. Ceux qui sont pour le Dictionnaire de l´Académie prétendent qu'il y a plus de sûreté à suivre ses décisions, en ce qu'ayant esté faites aprés de meures & de longues délibérations durant plusieurs années, & aprés une discussion exacte de toutes les difficultez qui pouvoient se rencontrer, il n'est point probable que des personnes si habiles, en si grand nombre, de caractère & de profession si différente, fe soient trompez dans une matiére où iís apportoient toutes les précautions imaginables pour ne se point tromper; au lieu que les divers Auteurs qu„on cite dans les autres Dictionnaires, n'ayant bien souvent employé un terme dans leurs écrits, que parce qu„il se presentoit & qu„il leur paroissoit bon sans autre examen, il est à présumer qu'ils ont pû aisément s'y méprendre. D'un autre costé, ceux qui sont pour les Dictionnaires appuyez sur l'autorité de ces derniers, soûtiennent que les témoignages qu'on tire de leurs Livres sont d'autant moins suspects, que les Auteurs s'accordent ensemble sans s'estre communiqué leurs sentimens, & qu'ayant écrit chacun à part, ils n'ont pas laissé de convenir dans la manière de s'exprimer. C„est cette conformité qui paroist plus considérable à bien des gens, que la décision de tout un Corps quelque illustre & quelque éclairé qu'il soit, en ce qu'il arrive souvent dans ces sortes de délibérations que l'autorité d'un seul entraisne les suffrages de tous les autres» (Trévoux 1704, Préface). 184 quelque anecdote curieuse, ou quelque circonstance particuliere, qui peut contribuer à une intelligence plus parfaite du mot dont-il s‟agit. Los ejemplos de los mejores autores, antiguos y modernos, tenía por objeto confirmar las explicaciones dadas en las definiciones, o simplemente dar a conocer algunos datos interesantes, una anécdota curiosa, o alguna circunstancia peculiar que pudiera contribuir a un conocimiento más perfecto de la palabra en cuestión (ver figura 13). Figura 13: Trévoux. Dictionnaire universel françois et latin 108 Este artículo ilustra algunos de los rasgos distintivos del Dictionnaire universel françois et latin de Trévoux. La voz que se describe corresponde al nombre del río español Tajo. Se trata, pues, de un nombre propio que no debería aparecer en un diccionario de lengua. Pero el diccionario de Trévoux es un diccionario enciclopédico. Esto explica la inclusión de hidrónimos, por ejemplo. La definición, sin embargo, se hace desde el punto de vista lingüístco: «Nom propre d‟une riviére que les Éspagnols nomment Tajo, & loes Portugais Téjo». La explicación enciclopédica viene introducida por una larga cita extraída del Dictionnaire geographique (1701, 1723) de Charles Maty. No se trataría de un ejemplo de uso, sino de un comentario citado de carácter enciclopédico. Tras esta cita, aparecen dos más, de carácter poético. El primer poeta nombrado es Geogre de Brébeuf (1617 – 1661), exponente del neoclasicismo, y el segundo Mathurin Régnier (1575 – 1613), que formó parte de la Pléyade, un grupo poético que defendía la inclusión de voces dialectales y de neologismos, en oposición a al doctrina de Malherbe. Las dos últimas citas, pues, tienen un valor poético, estético y cultural. La decisión tomada por la Académie Françoise de no introducir citas de autoridades tuvo consecuencias muy profundas en la historia de la lexicografía francesa. Los grandes diccionarios franceses potenciaron el uso de citas para desmarcarse del competidor académico que, a diferencia de lo que sucedería en España, nunca llegaría a tener una influencia demasiado grande en la sociedad francesa. Tan evidente era la carencia que se 108 Fuente: [Trévoux] (1732) [1704]: Dictionnaire universel françois et latin contenant la signification et la definitión tant des mots de l’une & de l’autre Langue, avec leurs différens usages, que des termes propres de chaque Etat & de chaque Profession. La Description de toutes les choses naturelles & artificielles; leurs figures, leurs especes, leurs usages & leurs propietez. L’Explication de tout ce que renferment les Sciences & les Arts, soit Libéraux, soit Mécaniques. Avec des remarques d’érudition et de critique. Le tout tiré des plus excellens Auteurs, des meilleurs Léxicographes, Etymologistes & Glossaires, qui ont paru jusqu’ici en differentes Langues, Paris, Julien-Michel Gandouin. Tomo I (A – CHA). 185 percibía en el diccionario académico que, en la edición de 1835, se sugiere en el Préface las ventajas de los ejemplos firmados. El método basado en la citación es «plus instructive, plus curieuse, plus agréable aux lecteurs, s‟il y a des lecteurs de dictionnaires» (Académie Française 1835: XXVII). Sin embargo, en la primera edición (1694), la Academia Francesa justifica así el hecho de que no aparezcan citas en su diccionario: On peut dire aussi, que ce Dictionnaire a cet avantage sur tous les Dictionnaires de ces deux Langues celebres de l´Antiquité, que ceux que nous avons, n´ont point esté composéz dans les bons siecles; Mais par des Modernes, ou par des Autheurs qui ont veritablemente vescu durant qu´on parloit encoré les Langues Grecque et Latine, mais non pas dans leur ancienne pureté. Nous n´avons point de Dictionnaires du siecle de Ciceron ni du siecle de Demosthene, et si nous en avions, il n´y a pas de dute qu´on en feroit beacoup plus d´estat que des autres, parce qu´ils seroient considerez comme autant d´Origineux, et ceux, qui auroient composé ces Dictionnaires, n´auroient point eu besoin de cieter les Passages des autres Autheurs en preuve de leurs explications, puisque leur tesmoignage seul auroit fait authorité. Le Dictionnaire de l´Académie est de ce genre. Il a esté comencé et achevé dans le siecle le plus florissant de la Langue Françoise; Et c´est pour cela qui´il ne cite point parece que plusieurs de nos plus celebres Orateurs et de nos plus grands Poëtes y ont travaillé, et qu´on a cru s´en devoir tenir à leurs sentimens (Académie Française 1694, “Préface”: 1). Los diccionarios greco-latinos, argumentan los académicos, poseen citas porque describen lenguas muertas. Si los diccionarios se hubieran escrito en tiempos de Cicerón o de Demóstenes, no habrían hecho falta las citas, porque sus propias explicaciones habrían constituido el testimonio y la autoridad necesarios para ejemplificar la voz. El diccionario francés pertenecería a este género. El modelo lingüístico que los académicos franceses proponían como “lengua normativa” para la nación era un ideal de lengua cortesana en el que habla y escritura no serían variantes opuestas ni radicalmente distintas, ya que ambas debían ajustarse a los preceptos de la retórica. En este sentido, en el Dictionnaire se recogía: La Langue commune, telle qu´elle est dans le commerce ordinaire des honnestes gens, & telle que les Orateurs & les Poëtes l´employent; Ce qui comprend tout ce qui peut servir á la Noblesse & à l´Élégance du discours (Académie Française 1694b, I, “Preface”: 1). La lengua común no debía incluir vocabulario científico-técnico. La escasez de términos técnicos no se debía a la ignorancia de los académicos, sino a la poca difusión de este tipo de léxico, y al poco interés que suscitaba entre ellos. Por el contrario, la primera edición del Dictionnaire de l’Académie Françoise contenía en abundancia terminología relativa al gobierno feudal, a la heráldica, la caza y la cetrería, campos que correspondían a las preocupaciones de los potenciales lectores a los que iba dirigido el diccionario, presumiblemente gente de la aristocracia. (Quemada 1968: 207). El Dictionnaire recoge numerosos fraseologismos y locuciones, algo que le hace tener el aspecto de un moderno diccionario de aprendizaje (ver figura 14). De hecho, se reconoce que el diccionario podía usarse por los extranjeros: «tant à l´esgard des 186 Estrangers qui aiment nostre Langue, qu´à l´esgard des François mesmes» (Académie Française 1694b: 1). El primer diccionario general del español, elaborado por la Real Academia Española, se diferencia del Dictionnaire de l’Académie François en muchos aspectos. El diccionario español se hizo de manera colegiada, introdujo regionalismos, voces medievales y, lo más importante, autoridades. Los académicos españoles, aunque se inspiraron en obras lexicográficas extranjeras y nacionales (Autoridades 1726: II), lograron culminar una obra absolutamente original. Como reconoce Álvarez de Miranda (2005: 73), el afán descriptivo de este repertorio se impuso sobre el espíritu normativo inicial. Stefan Ruhstaller (2000) es de la misma opinión. Las autoridades adquieren en esta obra un valor moderno de testimonios filológicos, semejantes a las citas que a partir del siglo XIX aparecerán en los diccionarios históricos. El Diccionario de autoridades, sin embargo, no pertenece a este género, aunque sí podría definirse como diccionario diacrónico. Se recogen voces testimoniadas en una horquilla temporal de siete siglos, desde el XII hasta el XVIII. Se citaron incluso obras que acababan de publicarse cuando los académicos aún trabajaban en la redacción. El Diccionario de autoridades sigue siendo referencia indispensable para quienes editan libros que se escribieron en los siglos áureos de la literatura española. También lo es para los estudiosos de la historia del léxico hispánico. Todo ello es gracias a la riqueza documental que en sus artículos exhibe el diccionario. Se engañan quienes piensan que se trata sólo de un vocabulario de la lengua literaria de los siglos XVI y XVII (Álvarez de Miranda 2005: 76). Aunque los miembros de la Corporación preferían documentar la voz a través de autores de reconocido valor, cualquier texto servía, si de ese modo se lograba testimoniar su uso. Al iniciar la confección del diccionario, la Academia Española se vio en una encrucijada. El modelo italiano ofrecía un principio de autoridad de tipo arcaizante, mientras que el modelo francés, concretamente el de la Académie Françoise, eliminaba las citas en favor de una descripción de la lengua francesa contemporánea, pero restringido a usos cortesanos. La Academia Española decidió no renunciar al principio de autoridad, pero lo puso al servicio de la descripción de un modelo de lengua más abarcador. 187 Figura 14: Académie Française. Dictionnaire de l’Academie Françoise dedié au Roy 109 El artículo dedicado a la voz mesnage (fr. mod. ménage) muestra claramente que, si bien el Dictionnaire de l’Académie Françoise no es un diccionario de citas, sí puede decirse que es un diccionario de ejemplos. En efecto, cada explicación se ilustra con una batería de ejemplos ilustrativos muy abundante. El Dictionnaire presenta una microrestructura compleja. El lema principal introduce un artículo dividido en diversos párrafos. Cada uno de ellos se centra en una acepción nueva del signo lemático, sea como unidad independiente o bien como parte de unidades pluriverbales más complejas. Los ejemplos pueden ilustrar la explicación dada en la definición, o bien pueden constituirse en sublemas que son explicados a su vez. La primera acepción, considerada la principal, define mesnage como «Gouvernement domestique, & tout ce qui concerne la despense d‟une famille qu‟on entretient» „gobierno de la casa, y todo lo que concierne al mantenimiento de una familia‟. Los ejemplos que siguen son muy sencillos, fáciles de entender y prototípicos: «Il a un gran mesnage sur le bras» „tiene una gran responsabilidad en la casa‟, «estre en son mesnage» „trabajar en las tareas del hogar‟, «il conduit bien son mesnage» „lleva bien la administración de la casa‟, «rompre son mesnage» „romper su relación‟, «mesnage de campagne» „casa de campo‟ etc. Existen ejemplos libres y ejemplos codificados. Los siguientes párrafos explican y describen diferentes locuciones pluriverbales: «Mettre une fille en mesnage» „casar a una muchacha‟, locución que se ejemplifica a su vez con un ejemplo libre: «Cette fille est trop jeune pour mettre en mesnage, pour la mettre en mesnage» „Esta chica es demasiado joven para casarla‟. Mesnage también se entiende metonímicamente por „los muebles‟, uso que se ejemplifica con la siguiente oración: «Il ne tient plus de maison, il a vendu tout son mesnage» „el ya no tiene casa, ha vendido todos sus muebles‟. De ahí, proviene la expresión Remuer mesnage „sacar los muebles de la casa‟. La Académie ilustra otras expresiones como «Il vit de mesnage» „él vive de los muebles‟, para referirse a un hombre que se ha visto obligado a vender los muebles de su casa para sobrevivir. Otra acepción de mesnage es „ahorro‟ „economía‟, ilustrada con dos ejemplos libres: «Il entend bien le mesnage» „Él lleva bien la economía doméstica‟; «prendre du vin au cabaret, ce n‟est pas mesnage» „tomar vino en la tasca no significa ahorrar‟. Finalmente, la última acepción que la Académie recoge de la palabra mesnage es «toutes les personnes dont une famille est composée» „todas las personas que componen una familia‟, con el correspondiente ejemplo: «Il y a trois ou quatre mesnages logez dans cette maison» „Hay tres o cuatro familias alojadas en esta casa‟. Como se ha podido ver, los ejemplos tienen un valor ilustrativo evidente. Otros valores culturales y juicios literarios están ausentes. Y se aprecia una clara preocupación por reflejar los usos del francés contemporáneo. 109 Fuente: Academie Française (1694): Dictionnaire de L’Académie Françoise dedié au Roy, Paris, Jean Baptiste Coignard. 188 Son numerosos los autores que han estudiado el Diccionario de autoridades, y nosotros no podemos aportar al respecto ninguna novedad. Uno de los grandes trabajos realizados sobre esta obra lo constituye el discurso de recepción a la Real Academia pronunciado por Fernando Lázaro Carreter en 1972 (2000 [1972]). En dicho discurso Carreter expuso la “crónica” de la redacción del Diccionario de autoridades. En 1949 Lázaro había escrito ya una historia de las ideas lingüísticas del siglo XVIII, en la que demostraba su conocimiento profundo sobre la Real Academia Española y su obra. Con posterioridad, otros muchos se han acercado al Diccionario de autoridades, para poner de relieve la variedad y la riqueza de este repertorio lexicográfico. Se han estudiado en profundidad los regionalismos presentes en el diccionario, los arcaísmos, la técnica lexicográfica y, naturalmente, la naturaleza y la función de las autoridades. Sobre este tema queremos destacar tres trabajos más. Los dos primeros fueron escritos, respectivamente, por Stefan Ruhstaller (2000) y Pedro Álvarez de Miranda (2005). En sendos artículos ponen de relieve los aspectos más originales del Diccionario de autoridades: el carácter integrador y exhaustivo de la nomenclatura y la diversidad de fuentes manifestadas en las citas. Recientemente, se ha publicado un libro monográfico sobre la planta y el método lexicogáfico empleados en la redacción del Diccionario de autoridades. Esta obra, escrita por Margarita Freixas, es una ampliación de su tesis doctoral realizada precisamente sobre las autoridades del primer diccionario académico. En esta monografía, publicada en 2010, trata de agotar los aspectos que aún no han sido suficientemente estudiados del primer diccionario académico. Freixas destaca, en primer lugar, que la nómina de autores y las propias citas no corresponden al canon ilustrado que defendía Luzán, Feijoo y otros autores, sino a un canon en el que sobresalen aquellos escritores del siglo XVII y, por tanto, pertenecieron al movimiento del Barroco (Freixas 2010: 294). El canon reflejado en el Diccionario de autoridades no renuncia, efectivamente, a la literatura barroca, sino a la representada por los seguidores del Góngora culterano. El segundo punto que cabe destacar en el estudio de Freixas es la importancia que concede a la tercera edición del Vocabolario degi Accademici della Crusca (1691) como modelo principal en la confección del diccionario de la Academia Española (Freixas 2010: 64). En efecto, esta tercera edición del diccionario italiano posee características semejantes al Diccionario de autoridades: citación de autores contemporáneos y mayor apertura en la inclusión de voces vulgares y dialectales, así como de términos científico-técnicos. Por último, Freixas pone el énfasis en el hecho de que existen dos tipos de citas, que habría que valorar de distinta manera. El primer tipo corresponde a las autoridades propiamente dichas, citas cuya referencia apunta a un escritor reconocido explícitamente por la Academia como modelo de buen uso en la Lista de los autores elegidos por la Real Academia, para el uso de las voces y modos de 189 hablar, que han de explicarse en el Diccionario de la Léngua Castellana, repartidos en diferentes clases, según los tiempo en que escribieron, y separados los de prosa y los de verso (Autoridades 1726: LXXXV-LXXXX). Por otro lado, habría ejemplos que no poseen valor de autoridad, sino que servirían sólo para testimoniar el uso de la voz, dejando a los académicos el juicio de si se trata de vocablos de buen uso o bien de barbarismos. A este tipo de citas con función de testimonio Freixas las llama fuentes (Freixas 2010: 95). Vamos a describir brevemente el Diccionario de autoridades, para lo cual nos centraremos en los siguientes aspectos: a) el método lexicográfico; b) la nomenclatura; c) las autoridades y testimonios; d) el canon de autoridades. a) El método lexicográfico Para reconstruir el método que usaron para elaborar el Diccionario de autoridades, y conocer cómo se redactaron, revisaron y prepararon los materiales que lo conforman es necesario analizar, entre otros documentos, las Actas de las sesiones de la Academia Española entre los años 1713 y 1729, como han hecho Lázaro Carreter y, más recientemente, Margarita Freixas. Dichas Actas nos revelan, ciertamente, la falta de experiencia previa de los miembros de la Academia, que cambiaron de proceder en varias ocasiones, y practicaron un método de “vaciamiento” en cierta medida poco práctico. Al principio, los académicos se distribuyeron las voces que debían localizar según el orden alfabético, y no según las fuentes que consultaban. De ese modo desperdiciaban la oportunidad de registrar otras muchas palabras y expresiones presentes en los textos que leían. Por esa razón, confiesa el P. José Casani en la Historia de la Real Academia que se publicó en el primer tomo del diccionario: «hallar en un libro una voz es fortuna que ofrece el acaso y muchas veces no consigue ni el más aplicado estudio» (Autoridades 1726: XVIII). El Secretario daba cuenta de la lectura en las juntas de las listas de palabras que los académicos elaboraban previamente. Estos inventarios debían conformar los lemas de una combinación o letra. Después de aprobarse esta lista, cada académico redactaba los artículos lexicográficos que les habían encargado. Paralelamente, se dedicaban a la búsqueda de autoridades para ilustrar las voces, tarea para la que también podían valerse de los materiales que otros académicos aportaban a medida que iban vaciando de voces los textos del corpus del Diccionario. Una vez preparada una primera versión de los artículos lexicográficos, se leía el contenido de las entradas redactas en las juntas de la Academia y se anotaban las enmiendas sugeridas por los asistentes. Tras incorporar los cambios, solía hacerse una segunda lectura en la que se proponían nuevas correcciones. Las Actas informan no sólo del nombre de los académicos que fueron 190 encargándose de la redacción de las combinaciones y letras, sino también de los días en que se realizó la revisión de cada una de ellas (Freixas 2010: 213). A partir del estudio de los apuntes autobiográficos de Juan Ferreras, uno de los fundadores de la Real Academia, Freixas deduce la coexistencia de dos métodos lexicográficos para proceder a la selección de unidades léxicas. «El primero, ejemplificado por los apuntes de Ferreras, consistía en comenzar el trabajo por la redacción de las entradas de las voces seleccionadas, a las que, en una revisión final, se añadían las autoridades. El segundo, que puede deducirse de la redacción de numerosos artículos del Diccionario, consistía en extraer la voz y, en ocasiones, hasta la definición de las autoridades» (Freixas 2010: 218). Así ocurre con las voces ingeniosas y jocosas inventadas por los mismos escritores. Se deduce, por tanto, que las autoridades no eran siempre la fuente primaria que confirmaba la existencia de una voz, pues la autoridad se añadía posteriormente a la redacción del propio artículo. Sin embargo, es imposible distinguir, con el diccionario en la mano, qué autoridades constituyen una fuente verdadera y cuales se incluyeron a posteriori. De gran interés es la cuestión que gira en torno a los modelos lexicográficos seguidos por la Academia. Es obvio que el Diccionario de autoridades no se ciñó a un único modelo. Los académicos conocían el Vocabolario degli Accademici de la Crusca, en su edición de 1691, el Dictionnaire de l’Académie Françoise, los diccionarios de Richelet, de Furétiere, de Trévoux y, naturalmente, los repertorios bilingües del español que se habían escrito hasta entonces. El principio de autoridad fue inspirado por el diccionario italiano, pero el modelo de lengua descrito es más abarcador que el de esta obra, y que el que se percibe en el diccionario de la Academia Francesa. Como ha destacado Freixas, el Vocabolario apenas definía voces conocidas, pero el Dictionnaire de l’Académie Françoise sí, y comienza además a distinguir acepciones y a incluir marcas de uso, algo que tampoco hacía sistemáticamente la Academia de la Crusca: «La Academia Española culmina y mejora la técnica francesa y la italiana: usa autoridades como la Crusca, pero define como la Francesa, e introduce la categoría gramatical, como ésta última, preocupándose también de introducir las marcas de uso». (Freixas 2010: 78-82). Así resume la propia academia las diferencias con las dos obras precedentes: En el uso de las autoridades se resolvió no multiplicar muchas para una voz, porque advertidos de otros Diccionario se solicitó evitar inconvenientes. En el de la Real Academia Francésa se califica la voz sin autorizarla: este es magistério de que huye la Académia Españóla, que dá la senténcia; pero la funda, à fin de que quantos la lean conozcan la razon que la assiste: y no obstante, que el de la Crusca multiplica mucho las autoridades, pues hai voz que se califica con treinta ò quarenta Autóres: pues si es castíza, y expressíva, dos, ò tres Autóres clásicos son testigos conformes bastan para assegurar su naturaleza (I, “Historia de la Real Academia Española: XIX, § 14). Pero no fueron los diccionarios de la Crusca y el de la Academia francesa los únicos modelos. Lázaro Carreter cree que los académicos se inspiraron en el título del 191 diccionario de Richelet para nombrar el suyo (Lázaro Carreter 2000 [1972]: 105). El mismo Lázaro destaca una diferencia importante con respecto al Dictionnaire de l’Académie Françoise: esta obra, como ya hemos visto, introducía numerosas frases o sintagmas en función de ejemplos. Las frases solían consistir en listas de epítetos unidos al respectivo sustantivo. La función de tales “ejemplos” era meramente estilística, es decir, mostraba, como hacen hoy los modernos diccionarios de colocaciones y de frases hechas, la unión más frecuente entre un sustantivo y sus correspondientes adjetivos. El Diccionario de autoridades, por el contrario, eliminó los epítetos, porque resultaba muy difícil encontrar ejemplos a partir de testimonios reales. Eso no sucedía en el caso de la Academia Francesa, porque se los inventaba (2000 [1972]: 105). Los académicos contaban también con una obra sobresaliente, escrita en castellano: el Tesoro de Sebastián de Covarrubias, empleado para extraer de él términos, definiciones, etimologías o incluso para ilustrar el uso de voces, ya fueran arcaísmos o palabras comunes en el Siglo de Oro (Seco 2003c [1987-1988]). Los diccionarios de Antonio de Nebrija también se consultaron de manera recurrente para definir voces arcaicas, mientras que el vocabulario del Padre Alcalá y, de manera secundaria, el vocabulario del Padre Guadix, se nombraban para justificar el origen árabe de algunas palabras. También fueron útiles los diccionarios de especialidad, como el Vocabulario marítimo y la explicación de los vocablos que usa la gente de mar en su ejercicio del arte de marear (1722), de donde se tomaron los términos y definiciones del lenguaje de la marinería. Los académicos se sirvieron incluso de vocabularios más rudimentarios, como los índices de vocablos oscuros publicados al final de varias obras, pues en ellos encontraron datos preciosos. El Vocabulario que acompaña a una antología de Romances de germanía atribuida a Juan Hidalgo (1609) suministró voces del lenguaje germanesco. El Índice que Argote de Molina añadió al final de su edición de El conde Lucanor ofreció información sobre arcaísmos. Y del «Índice donde se declaran algunos vocablos aragoneses antiguos», publicado por Juan Francisco Andrés de Uztarroz tras la edición de 1641 del tratado Coronaciones de los serenísimos Reyes de Aragón de Jerónimo de Blancas, procedían datos sobre términos aragoneses y forenses” (Freixas 2010: 52). b) La nomenclatura Si en algo se distancia el Diccionario de autoridades de los restantes modelos lexicográficos es por su receptividad a toda clase de unidades léxicas. Este diccionario incluye voces regionales, arcaísmos y, lo que es más sorprendente, incluso aquellos galicismos que condena (véase, por ejemplo, el artículo dedicado a la voz remarcable). Si el Vocabolario de la Academia de la Crusca y el Dictionnaire de la Academia Francesa 192 descartaron la descripción de voces dialectales o demasiado vulgares, ciñéndose a la lengua literaria y cortesana respectivamente, el Diccionario de autoridades fue mucho más tolerante en su criterio de incluir regionalismos, ya vinieran de Aragón, Extremadura, Murcia, Andalucía e incluso de América. Como escribió Gregorio Mayans en su Origenes de la lengua española (1737), en el caso de los neologismos era mejor echar mano «de las provincias de España que de las extranjeras» (apud Lázaro 1949: 281). Según los recuentos de Aurora Salvador Rosa (1985), el Diccionario de autoridades registra unas 1 400 voces caracterizadas como “provinciales”. Como reconoce Álvarez de Miranda (2005: 77), los colaboradres más diligentes que no vivían en la Villa y Corte de Madrid fueron los aragoneses –en particular José Siesso de Bolea, que envió a la Academia muchos materiales para el primer tomo-, lo que motivó que el porcentaje más alto de ese conjunto de vocablos regionales lo constituyan los aragonesismos, como ha confirmado Aliaga Jiménez (1994). También hay bastantes palabras murcianas, y eso se explica de nuevo por una circunstancia particular y un tanto aleatoria: la del hecho de que un académico murciano, el P. Bartolomé Alcázar, aportara al trabajo los materiales que desde esa región le enviaba un sobrino suyo, también jesuita, el P. Victoriano Alcázar (Álvarez de Miranda 2005: 77). Por la naturaleza misma de los dialectalismos, que ocurren sólo en contextos coloquiales no literarios, la documentación de este tipo de unidades léxicas se hizo muy difícil, hasta tal punto que los académicos eximieron a los regionalismos de aparecer con testimonios escritos, si bien incoporaron alguna cita testimonial siempre que era posible (Ahumada Lara 2000a: 458). Siguiendo el ejemplo del Dictionnaire de l’Académie Françoise, la Academia dedició no introducir más voces del ámbito de científico-técnico de las que estuviesen ya admitidas en la lengua común, y fuesen conocidas por las personas cultas. Para el resto se llevarían a cabo un diccionario aparte: De las voces propias pertenecientes à Artes liberales y mechánicas ha [sic] discurrido la Académia hacer un Diccionario separado, quando este se haya concluido por cuya razón se ponen sólo las que han parecido más comunes y precisas al uso y que se podían echar menos [...] (Autoridades 1726: V). El número de tecnicismos es, a pesar de todo, abundante, y las autoridades científicas muy variadas. Figuran botánicos como Andrés Laguna, tratadistas de agricultura como Gabriel Alonso de Herrera, matemáticos como Tosca, arquitectos como Arfe y Villafañe, una nutrida representación de médicos, como ha estudiado Gutiérrez Rodilla (1994- 1996), albéitares y farmacéuticos, como Félix Palacios, estrictamente coetáneo, cocineros como Ruperto Nola, Diego Granado o Martínez Montiño, expertos en blasón, en cetrería, numismática, arte militar, comercio, y un largo etcétera (Álvarez de Miranda 2005: 80- 81). 193 Finalmente, llegamos al grupo de los arcaísmos. La recopilación de tales voces no fue el objetivo principal de la Academia, pero sí que las tuvieron en consideración: Las [voces] anticuadas se incluyeron en la pimera impresión del Diccionario, así por haber sido del uso comun de la lengua, como por ser importantes para la inteligencia de nuestras leyes, fueros y ordenanzas, crónicas é instrumentos antiguos. Y habiendo reconocido que faltaban muchas, se ha procurado con particular cuidado recogerlas (Autoridades 1726: I). Y es que, como señala Ruhtaller (2000: 197), se recogen arcaísmos por el simple hecho de que fueron usados por un autor nacional, lo que demostraba su pertenencia a la lengua y su propiedad. Eran voces castizas, y por tanto, tenían todo el derecho de aparecer en un diccionario de codificación como es el Diccionario de autoridades. c) Autoridades y testimonios Profundizar en el concepto de autoridad que tenían los académicos puede ilustrar perfectamente el sentido polisémico que llegó a adquirir el término. Como hemos visto a lo largo de la historia de este criterio, las autoridades nacieron para resolver cuestiones lingüísticas y fijar un determinado modelo de lengua. Las autoridades no contradicían el uso constante. Su testimonio, sin embargo, se consideraba más fiable que cualquier otro. Sin embargo, las autoridades comenzaron a utilizarse para avalar usos pertenecientes a períodos antiguos de la lengua. Por eso, las autoridades se vinculan hasta el día de hoy, sobre todo, a una norma lingüística arcaizante. Si la lengua que se describe es contemporánea con respecto al diccionario o la gramática que se elabora, las autoridades suelen ser superfluas, pues el uso constante autoriza las voces por momentos, como llegará a decir el Padre Terreros un poco más tarde. En esos casos, las autoridades se convierten en un testimonio documental del uso de la voz para ilustrar sus características semánticas y gramaticales. Pero la función modélica característica de las autoridades desaparece. La autoridad sirve entonces como un elemento cultural o de ornato para el diccionario. Por esa razón, los diccionarios contemporáneos ya no poseen autoridades, sino ejemplos de uso inventados o citas que funcionan como tales. En el caso del primer diccionario de la Real Academia, las autoridades estaban justificadas. No se trata de describir sólo la lengua literaria del pasado, sino de mucho más. El Diccionario de autoridades es un diccionario de codificacón: el léxico de la lengua española debía someterse a un examen detenido, para garantizar así su propiedad. El término propiedad, tomado del latín proprietas, hace referencia a lo que pertenece a la lengua y le es propio. Este concepto está tomado de las gramáticas clásicas. Varrón, Carisio y Diomedes habían escrito que la lengua latina constaba de naturaleza (natura) y ésta determinaba que un hablante reconociera que una determinada palabra era latina o no. Por ejemplo, cualquier hablante sabría que la voz scrimbo no pertenece a la lengua 194 latina, mientras que sí consideraría propio el verbo scribo. La proprietas de las palabras es algo que emana de su natura, y ésta es algo que conocen todos los hablantes de la lengua, siempre que la hablen como lengua materna. Por tanto, lo que pretendían los académicos con este diccionario de codificación era demostrar la propiedad de todas las voces que incluían en su nomenclatura, y dicha propiedad sólo podía demostrarse a través de aquellos que verdaderamente conocen la verdadera naturaleza de la lengua: las autoridades. Como decíamos al hablar de los diccionarios de codificación, se trata de dudar acerca de la naturaleza de cada palabra. Así lo expresa la Academia en el prólogo: El poner estas autoridades pareció necessário, porque deseando limpiar, purificar, y fijar la léngua, es obligación precisa que la Académia califique la voz, y manifieste los méritos de su juício: pues con este método muestra la moderación con que procéde, y desvanece las inventadas objecciones de querer constituírse maestra de la léngua: porque calificada la voz por límpia, pura, castíza y Española, por medio de su etymología, y autoridades de los Escritores; y al contrário, castigada por anticuada, ò por jocósa, inventada ò usada solo en estílo libre, y no serio: viene à salir al público, con notoriedad de hecho, que la Academia no es maestra, ni maestros los Académicos, sino Jueces, que con su estúdio han juzgado las voces: y par que no sea libre la senténcia, se añaden los méritos de la causa, propuestos en las autoridades que se citan (Autoridades 1726: XVIII). Sobre la misma idea hizo hincapié José Manuel Blecua en su discurso de Ingreso a la Academia: los elementos lingüísticos, las piezas léxicas, se van a examinar [por los académicos] como en un juicio [...]. Las pruebas (probationes, técnicamente denominadas) usan de unos elementos fundamentales, los argumenta extra causam, como son los ejemplos aducidos por las autoridades. Las autoridades [...] funcionan con dos criterios distintos: como simples ejemplos, sin más importancia que la ilustrativa, y también [...] como pruebas traídas desde el exterior de la causa, como autoridades que son y que permiten a los académicos llegar a elaborar una sentencia justa y apropiada (2006: 34-35). De esa manera, se está usando el término autoridad en sus dos acepciones más genuinas: una propia del ámbito jurídico, „testimonio auténtico‟, y otra en el sentido filológico heredado de la gramática greco-latina: „escritor que garantiza el buen uso de la lengua‟. La Academia aplicó sistemáticamente el principio de autoridad, pero su enfoque descriptivo lo arrastró a la siguiente paradoja: las autoridades debían testimoniar el uso de una palabra castellana, pero si los académicos no encontraban ninguna autoridad que la avalara, entonces cualquier texto podía ser apropiado para dejar constancia de su uso. De ese manera, encontramos dos grupos de citas: uno constituido por autoridades, cargadas de un valor simbólico especial, y otro por simples testimonio de uso: Las citas de los autores para comprobación de las voces, en unas se ponen para autoridad, y otras para ejemplo, como las voces que no están en uso, y el olvido los ha desterrado de la lengua, de calidad que se haría extraño y reparable el que hablasse en voces Castellanas antiguas, ya que no se practican. (Autoridades 1726: V) El resultado que se produce al combinar ambos tipos de citas es un diccionario de carácter descriptivo, basado en un copus muy rico de textos de todo tipo: literarios, 195 jurídicos, científicos, históricos, técnicos, etc. En realidad, no hay forma distinguir lo que es una autoridad de lo que no lo es. Existen en los preámbulos de los diferentes tomos del diccionario, dos listas: una en la que se incluyen los escritores tomados como autores modélicos, y otra lista de abreviaturas, en la que se incorporan, además de las autoridades mencionadas en la lista anterior, otro tipo de obras que no garantiza la corrección idiomática y el cuidado estilístico suficiente como para ser considerado autoridad de la lengua. Como afirma Freixas (2010: 62-63), en la aparición de estas dos listas puede haber influido la tercera edición del Vocabolario de la Crusca, que también incluyó dos nóminas de autores: una para los autores del buon secolo y otra con los escritores contemporáneos que sirven para documentar voces de uso general que, sin embargo, no se han podido localizar en las autoridades. La Academia Española se justificaba de la misma forma: Aunque la Academia ha elegido los Autores que la han parecido haver tratado la Lengua con mayor gallardía y elegancia, no por esta razón se dexan de citar otros para comprobar la naturaleza de la voz, porque se halla en Autor nacional, sin que en estas voces sea su intento calificar la autoridad por precisión de uso, sino para afianzar la voz. (Autoridades 1726: V). Todo ello obedece, en definitiva, a la ambición de crear el diccionario «más copioso que pudiere hacerse», para lo cual no podían desperdiciarse las palabras caídas en desuso, pero españolas y castizas, y del mismo modo los dialectalismos, neologismos e incluso extranjerismos (Ruhstaller 2000: 198). En el primer capítulo de este trabajo definíamos lo que era un ejemplo lexicográfico, una cita y una autoridad, y concluimos que no existen elementos formales que nos permitan distinguir entre ejemplo y autoridad. Una prueba de ello es la imposibilidad de distinguir entre autoridades y meras citas con valor testimonial en el primer diccionario académico. Sólo la nómina de autoridades que aparecen en los preámbulos nos permite hacer esa distinción. En la segunda edición del Diccionario de autoridades (1770), desparece tal nómina, y sólo nos quedamos con la lista de abreviaturas, en la que no se distingue a los más excelsos poetas de los cocineros o veterinarios, por ejemplo. Pero siendo fieles a las palabras de los mismos académicos, debemos estar de acuerdo con la distinción entre autoridad y testimonio en la que pone énfasis Freixas. Para esa división se basa también en las Actas del 18 de noviembre de 1713: Declarose también que en el Diccionario se podrán citar cualesquiera autores, aunque no sean los de la lista, para prueba del uso de las voces que se hallaren en ellos y no en otros, pero con la adevertencia de que no por eso se tengan por autoridad bastante para aprobarlos por buenos, quedando reservado esto al jucio de la Academia). ” (Actas del 18 de noviembre de 1713) (116-117). Freixas no usa el término testimonio, sino el de fuente (Freixas 2010: 95, 268, 301, 310). Según la tipología que realizamos en el primer capítulo, las fuentes constituyen la categoría matriz de la que se extraen todos los ejemplos. Por tanto, las autoridades deben 196 considerarse también fuentes. Es cierto que, en muchas ocasiones, las citas se añadían al artículo en último lugar, porque la existencia de la voz se conocía. Pero en estos casos, cuando hablamos de fuente no sólo nos referimos a la fuente de la palabra o la expresión pluriverbal que se define, sino también a la fuente del ejemplo mismo. Por tanto, creemos que distinguir entre autoridades y fuentes resulta bastante inexacto, aunque se entienda el tipo de distinción que se pretende hacer. Para diferenciar ambos tipos de citas debemos basarnos en la función: las autoridades testimonian el uso de una voz, a menudo la ilustran semántica, gramatical o pragmáticamente, pero sobre todo, la autoridad constituye un testimonium authenticum. En cambio, las restantes citas que no son consideradas autoridades sólo testimonian el uso, pero no garantizan que tal uso corresponda al uso correcto, propio y elegante. Por tanto, preferimos llamar a estas citas testimonios y no fuentes. Generalmente, las citas y las referencias a otros diccionarios deben considerarse, sin más, testimonios. El único repertorio que la Academia incluyó en la lista de autoridades fue el Tesoro de Covarrubias, dadas sus características particulares. Los artículos que componen esta obra son pequeños tratados sobre la realidad designada por las voces lematizadas. Por tanto, se aleja de la sobriedad característica de los diccionarios de lengua. Otros diccionarios, como el de Nebrija, también fueron explotados para recopilar léxico, generalmente anticuado o de especialidad (Ruhstaller 204, 215; Seco 1987-1988: 389). Como ya comentamos, las citas y referencias metalingüísticas permitían aclarar cuestiones como la ortografía de una voz, algo que debía fijar también un diccionario de codificación. Figura 15: Real Academia Española: Diccionario de la lengua castellana 110 a) Las citas presentes en el Diccionario de autoridades proceden, a menudo, de textos literarios, pero no siempre. Las fuentes enciclopédicas son también muy socorridas, sobre todo a la hora de autorizar tecnicismos que los académicos percibían como voces de uso corriente. Así se puede ver también en términos propios de la botánica. La voz café debía ser reciente en español, ya que el primer conocimiento de este grano en Europa comienza en el siglo XVI. Pero no será hasta el siglo XVIII cuando se popularice la bebida a partir del café tostado y molido. Para documentar esta voz, los académicos recurrieron a un curioso manual sobre el café: Noticias de el caphé: Discurso philosophico (1692), escrito por el médico palentino Juan Tariol. La cita no es un ejemplo de uso, sino que, por su contenido, se aproxima al ejemplo definicional. 110 Fuente: Real Academia Española (1726-1739): Diccionario de la lengua castellana, en que se explica el verdadero sentido de las voces, su naturaleza y calidad, con las phrases o modos de hablar, los proverbios o refranes, y otras cosas convenientes al uso de la lengua, Madrid, Imprenta de la Real Academia Española. 197 b) El Diccionario de autoridades organiza los artículos en acepciones, que se presentan por medio de un lema principal y sucesivos sublemas. La primera acepción es la más antigua y, por razón de esa misma antigüedad, se considera la más castiza y propia. Pero no significa que sea la acepción más usual. En el caso del verbo felicitar, se recoge el siguiente significado «Hacer felíz y dichoso à alguno. En este sentido que es el proprio, y en que pudiera tener uso esta voz, se le halla mui poco». La cita que se muestra para testimoniar este uso se toma de Juan de Tarsis y Peralta, II Conde de Villamediana (1582 – 1622), poeta barroco adscrito al movimiento culteranista. No hay, pues, reacción antibarroca. La segunda acepción es la más usual, si bien no aparece respaldada por ninguna autoridad. De hecho, la Academia condena esta forma por imprópria, «tomada de la Lengua Francesa sin necesidad y usada modernamente con gran freqüencia en nuestras Gazetas». En este ejemplo se aprecia perfectamente la paradoja del Diccionario de autoridades. Se incluyen voces condenadas, pero, a pesar de esa condena, se introducen y se definen como cualquier otra palabra o expresión castiza. Este deseo de documentar el léxico, fuese cual fuese su naturaleza, es lo que hace de este diccionario una obra descriptiva excepcional, más allá de lo que los propios académicos se imaginaron. Pues, quién lo iba a pensar, el verbo felicitar en su acepción “imprópria” se convertiría en voz completamente normal y de uso frecuentísimo. Y resulta llamativo también que la Academia hiciera mención de las gacetas, los periódicos de entonces. No será hasta el siglo XX cuando los diccionarios conviertan este tipo de obras en fuentes insustituibles de documentación léxica. c) Incluimos esta última muestra del Diccionario de autoridades para dejar constancia de la existencia de ejemplos inventados en él. Estos ejemplos ilustran voces de uso muy corriente y, al mismo tiempo, propias de un registro coloquial, lo cual dificultaba su hallazgo en un texto literario. También se recurre a los ejemplos invetandos para ilustrar el uso desde un punto de vista pragmático. Éste es el caso de la voz pamplina. Tras definir y ejemplificar con citas los usos de pamplina como „lenteja‟ y „tipo de hierba‟, la tercera acecpión designa «qualquier cosa de poca entidad, fundamento ò utilidad». Acto seguido, se ilustra pragmáticamente este uso: «Con buena pamplina se viene V. m.», como queriendo decir, que lo que afirma el interlocutor no tinene ningún sentido o valor. d) Canon de autores Sin lugar a dudas, las citas presentes en el Diccionario de autoridades reflejan un canon literario propio de la primera mitada del siglo XVIII. La polémica entre neoclásicos y barrocos no había alcanzado aún su punto culminante (Checa Beltrán 2004: 17). Se trata, en cualquier caso, de un canon bastante abierto: se hallan representados escritores de todas las épocas, si bien los autores que vivieron en el siglo XVII aparecen más citados que los escritores renacentistas. Quevedo es, por méritos literarios, el autor con mayor 198 presencia en el Diccionario de autoridades. A través de la selección de los mejores novelistas, dramaturgos y poetas para el diccionario, los académicos pretendían restaurar el prestigio del español. Como afirma Checa Beltrán (2002: 96-100), durante el siglo XVIII la literatura española atravesaba una profunda crisis de identidad. En París, donde el clasicismo se imponía en todos los géneros, se infravaloraba la literatura española por no ajustarse a las reglas de la poética neoclásica. El estilo barroco, con su falta de perspicuidad, no se ajustaba a las normas del buen gusto literario exportado de Francia. Desde hacía décadas no se traducía nada de la literatura española al francés (Checa Beltrán 2002: 98). Muchos escritores y críticos franceses, como Chapelain, Baileau, Du Perron o Montesquieu criticaban con dureza y hasta con sarcasmo lo que se publicaba en España, especialmente en lo que al género dramático se refiere. La figura crítica más sobresaliente de este período fue Juan de Iriarte. En el Diario de los literatos (1737), Iriarte alabó la figura de escritores como Lope de Vega, que había recibido las críticas de Ignacio de Luzán en la primera edición de su Poética (1737). Iriarte defendió igualmente la figura de Góngora de las acusaciones de «desordenada fantasía» que Luzán le dirigiera En definitiva, Iriarte apoyó el clasicismo, pero con una visón comprensiva y flexible del Barroco. Otros autores, como Jose Antonio Porcel, Diego de Torres Villarroel, Alonso Verdugo, Conde de Torrepalma, e Ignacio de Loyola Oyanguren, se alinearon claramente a favor de la literatura patria, considerando la literatura barroca del XVII como la manifestación más excelsa que había experimentado la lengua castellana, en contra de lo que defendía el clasicismo que pregonaban desde París. A mediados del siglo XVIII, otros autores españoles, como Luzán, Montiano y Nasarre, hicieron gala de una mayor autocrítica, abogando en favor de la literatura renacentista, esto es, la literatura del siglo XVI, cuya claridad y elegancia estaban más acordes con los cánones clásicos que se exigía desde Francia. El canon literario que refleja la gramática de Benito de San Pedro pertenece a este segundo período antibarroco. Para entender el uso de autoridades, hay que tener en cuenta su carácter reivindicativo, algo que se deberá considerar también a la hora de analizar el Diccionario castellano (1786 – 1793) de Esteban de Terreros, escrito durante los momentos álgidos de la polémica entre neoclásicos y barrocos. La lengua española había alcanzado la plena madurez gracias a los grandes escritores españoles de los siglos de oro, como se puede leer en el Diccionario de autoridades: Las voces se fueron fijando, y [la lengua] ha llegado al esplendór con que campéa en los escritos de los célebres Demóstenes Españóles Fr. Luis de Granada, Fr. Luis de Leon, P. Pedro de Ribadeneira, los Pláutos Don Francisco de Quevedo, Don Pedro Calderon, Don Antonio de Solis, los Césares Miguel de Cervantes, Don Diego de Saavedra, P. Juan de Mariana, y otros muchissimos Autóres ya graves, yá jocosos, que entre lucidissimos Escritores ha tomado la Académia, como Maestros de la Léngua, para su própria dirección y acierto (Autoridades 1726: LVI, § 26). 199 En este fragmento se ve claramente el paralelismo entre escritores greco-latinos y españoles. Con ello se quería poner de manifiesto que el castellano había alcanzado la misma perfección del griego y del latín. El canon de escritores fue formándose poco a poco, pero antes de que comenzaran las tareas de redacción del diccionario el Marqués de Villena había establecido ya en un inventario de 1713 una lista de los escritores cuyas obras debían vaciarse. Después se redactó una nueva lista realizada por los académicos a finales de 1714 (Actas del 30 de diciembre de 1714). Y finalmente, contamos con las que aparecen en cada uno de los tomos (1726, 1729, 1732, 1734 y 1737, ya que el último tomo no incorpora novedades) (Freixas 2010: 113). Se hizo una distinción entre antiguos y modernos, y escritores en verso y en prosa. Para elaborar este catálogo de autores y de obras, el Marqués de Villena pudo valerse de sus propios fondos bibliográficos, y para fijar la nómina de textos del corpus del Diccionario de autoridades, los académicos tal vez se sirvieron de los datos contenidos en la Bibliotheca hispana vetus (1672) y en la Bibliotheca hispana nova (1696) de Nicolás Antonio, compendio en el que se encuentra el catálogo y la reseña crítica de las obras de autores españoles desde 1500 hasta finales del siglo XVII (Freixas 2010: 112). Resumiendo, ofrecemos a continuación los valiosos datos obtenidos en el trabajo ya mencionado de Margarita Freixas. Los datos serán expuestos en tablas, tal como ha hecho la autora, para calibrar mejor las cifras referentes a las autoridades. Se puede constantar, tanto en las listas de autoridades como en las de abreviaturas, el predominio de autores y textos pertenecientes al siglo XVII, período en el que, recordémoslo, los académicos sitúan el momento en el que la lengua española alcanza su mayor grado de “perfección”: (Freixas 2010: 271) Período cronológico al que pertenecen los autores y las obras anónimas contenidas por la Real Academia Española Número de Autoridades Porcentaje de aparición EDAD MEDIA (SS. XIII-XV) 39 s. XIII, 4; s. XIV: 7; s. XV: 28 14,39 % SIGLO XVI 91 33,58% SIGLO XVII 128 47,23% SIGLO XVIII 13 4,8% TOTAL DE AUTORIDADES 271 Como indica Margarita Freixas, no tiene sentido distinguir entre obras literarias y obras no literarias. La percepción que actualmente se tiene de las obras de ficción como el mejor modelo que refleja el uso de una lengua es un juicio que arranca del Romanticismo. 200 Lo importante para los académicos era la adecuación retórica del estilo al género que se tratara. ya fuera una novela, un poema, una crónica, un sermón, etc. (Freixas 2010: 276): Género N.º de fuentes en las listas de autoridades % N.º de fuentes en las listas de abreviaturas % OBRA EN VERSO Total de obras poético-líricas 51 (10,12) 62 (8,21) Total de obras poético-narrativas 26 (5,16) 36 (4,77) Teatro en verso 11 (2,18) 22 (2,91) Total de obras didáctico ensayísticas 8 (1,59) 12 (1,59) Total de obras en verso 96 (19,05%) 132 (17,48%) Total de obras misceláneas (en prosa y en verso) 22 (4,37) 27 (3,58) OBRAS EN PROSA Total de textos épico-narrativos 42 (8,33) 45 (5,96) Total de obras teatrales 4 (0,79) 6 (0,79) Total de obras didáctico- ensayísticas 329 (65,28) 497 (65,83) Total de documentos jurídicos 11 (2,18) 48 (6,63) Total de obras en prosa 386 (76,59) 596 (78,94) Total de autoridades 504 (100) 755 (100) Los datos del cuadro anterior muestran una diferencia sustancial entre los textos mencionados en las listas de autoridades (504) y en las listas de abreviaturas (755). Esta disparidad se explica por dos motivos fundamentales. Por un lado, las listas de autoridades suelen recoger sólo los títulos de las obras anónimas, el nombre de los autores elegidos por los académicos y la mención a alguno de sus escritos más significativos, mientras que en las listas de abreviaturas se reúnen las referencias de todos los textos citados en cada volumen. Por otro lado, debe tenerse en cuenta que la cifra de 755 obras corresponde a la suma total de los distintos títulos que se mencionan en las listas de abreviaturas de todos los volúmenes del Diccionario de Autoridades, en cada 201 uno de los cuales se cita un promedio de unos 400 textos (Freixas 2003: 261-262; Freixas 2010: 286). Las autoridades más citadas son Quevedo, Cervantes, Lope de Vega, Fray Luis de Granada, el doctor Laguna, Paravicino, Alfonso X, Saavedra Fajardo, La nueva Recopilación de las leyes del reino, Antonio de Solís y Rivadeneyra, Pedro de Ribadeneyra, Alonso de Ovalle, Ambrosio de Morales, Diego Gracián de Aldrete, Juan Eusebio Nieremberg, Juan de Mariana, Mateo Alemán, Salas Barbadillo, López de Úbeda (Pícara Justina), y Vicente Espinel (Freixas 2010: 288-290). Las conclusiones a las que llega Freixas son las siguientes: En la muestra del 21,5% del total de 15.175 pasajes ilustratitvos, 10.032 –el 66,11%- proceden de esos cincuenta autores. Puede afirmarse, en suma, que, a pesar de la amplitud y la heterogeneidad de las fuentes consultadas por los académicos, el Diccionario se elaboró, fundamentalmente, a partir de los textos de un selecto número de autores. Es significativo que la mayoría de los nombres de los escritores citados del Diccionario de Autoridades se encuentre en la primera lista de autoridades que se repartió entre los académicos para que extrajeran de ellas voces y citas (Freixas 2010: 290). La decisión de eliminar las citas de autoridades en la edición de 1780 supuso un cambio profundo en la manera de entender la lexicografía en España. La causa de dicha eliminación fue, en principio, de índole práctica. El primero de los llamados diccionarios “vulgares” o “usuales” llevaba por título Diccionario de la lengua castellana compuesto por la Real Academia, reducido a un tomo para su más fácil uso. En el Prólogo de esta edición se afirma que la Academia deseaba sacar a la luz un resumen del Diccionario de autoridades que fuera más barato, de más fácil manejo y que se publicara a intervalos más cortos de tiempo. Eso no quería decir que el proyecto de un nuevo diccionario de autoridades se abandonara. De hecho, las ediciones del diccionario “usual” seguían basándose , en teoría, en el principio de autoridad: cada voz debía estar testimoniada al menos en dos autores, si bien las citas no se mostraban en el diccionario por las razones ya explicadas. Finalmente, la comisión para el diccionario de autoridades de la Real Academia acabaría haciéndose cargo del diccionario histórico del español. Las consecuencias, como decíamos, fueron notables. El diccionario académico, casi sin pretenderlo, se convirtió en la depositaria absoluta del léxico castellano: lo que no aparecía en el diccionario no era castellano, no existía o se rechazaba por vulgar. Es decir, mientras que en el siglo XIX la evolución de los diccionarios monolingües siguió su curso, primero a través de los diccionarios históricos y, finalmente en forma de diccionarios sincrónicos descriptivos, el repertorio académico continuó funcionando como un diccionario de codificación (legal). La ausencia de autoridades llevó, precisamente, a una crisis de autoridad, pero no una crisis de la autoridad en sí misma, sino de la autoridad del diccionario. Por un lado, la lexicografía decimonónica no académica se caracterizará por sus ataques contra el diccionario de la Academia, pero por otro lado, lo plagiarán una y 202 otra vez, pues la sociedad veía en el diccionario académico el verdadero banco de palabras en el que se preservaba su patrimonio léxico. Si un diccionario quería venderse, sólo debía añadir voces al repertorio “oficial”. Y puesto que la Academia había eliminado las autoridades, los diccionarios no académicos renunciaron también a la ingente tarea de ilustrar con citas las voces del castellano. Bastaba con decir que se basaban en la “autoridad” del diccionario académico, al que copiaban sin ningún disimilo. Sólo algunos diccionarios enciclopédicos, y los diccionarios de Esteban de Terreros, Adolfo de Castro y Aniceto de Pagés, que estudiaremos en este trabajo, contenían citas literarias con las que testimoniar e ilustrar el léxico del español. Terminamos el apartado dedicado a la lexicografía del siglo XVIII con uno de los diccionarios con autoridades más famosos de Europa. Nos referimos al Dictionary of the English Language in which the words are deduced form their originals, and illustrated in their different significations by exemples form the best writers (1755), escrito por Samuel Johnson. Esta obra constituye el primer gran diccionario de codificación de la lengua inglesa. Unos cien años antes de que Johnson publicara su diccionario, hubo un intenso debate en torno a la lengua inglesa. Como había sucedido en otros países europeos, las discusiones tenían como punto central la fijación de una norma lingüística. Muchos escritores, como John Dryden, John Evelyn, William Sprat, Daniel Defoe, Joseph Addison, Jonathan Swift y Alexander Pope defendían la creación de una Academia Inglesa, semejante a las que se habían formado en Italia, Francia o España (Reddick 2009: 155). Sin embargo, en Inglaterra no se dieron los requisitos para la creación de una Academia de la Lengua, pues las circunstancias sociales eran muy diferentes de las que se dieron en la Europa continental. En Inglaterra no existía una monarquía absoluta, sino parlamentaria, y la burguesía tenía un gran poder frente a la nobleza. El arma más poderosa con la que contaba el estamento burgués era la prensa, utilizada como foro público para el intercambio y la discusión de las ideas ilustradas (Lara 1997: 52). En 1712, Johnathan Swift había escrito un ensayo titulado Proposal for Correcting, Improving, and Ascertaining the English Tongue, en el que abogaba por la formación de un sociedad de expertos que establenciera una lengua estándar y salvaguardara la pureza lingüística. Años más tarde, en el Plan of an English Dictionary (1747), Johnson defendía los mismos ideales lingüísticos, pero rechazando la intromisión de una posible academia de la lengua inglesa. Swift y Johnson tenían en común el hecho de que ambos veían la necesidad de una autoridad normativa y prescriptiva que regulara los usos de la lengua. Pero diferían en el medio. El diccionario de Johnson acabaría convirtiéndose en esa autoridad lingüística que todos querían. 203 El Dictionary of the English Laguage de Johnson no fue el primer diccionario monolingüe de la lengua inglesa. Cabe señalar el popular diccionario de Nathan Bailey, el Universal Etymological Dictionary (1721), que llegó a contar con al menos 28 ediciones; o la obra de Ephraim Chambers, Cyclopaedia or an Universal Dictionary of Arts and Sciences (1728), que según Mc Dermott (2005) ejerció una importante influencia en el Dictionary of the English Language, aunque uno de los principales modelos de éste fue el repertorio titulado Lingua Britannica Reformata (1748) de Benjamin Martin. El diccionario de Johnson destaca por varias razones: posee un extenso prólogo en el que explica las peculiaridades del diccionario, así como una gramática y una historia de la lengua inglesa; incorpora miles de citas a partir de textos literarios y otro tipo de obras; Johnson presta atención, además, a los usos históricos de las palabas y a su desarrollo; finalmente, el diccionario destaca por el tratamiento pormenorizado de la polisemia y de las locuciones verbales o phrasal verbs (Reddick 2009: 156) (ver figura 16). La inclusión de las citas o authorities, como él las llama –no examples o illustrations- asumiendo la tradición lexicográfica europea, fue una verdadera innovación y un hito en la historia de los diccionarios ingleses (Reddick 2009: 158). El Dictionary of the English Language (1755) de Samuel Jonson refleja claramente el conflicto normativo de su época y la manera en que la lexicografía definió sus nuevas dimensiones burguesas y la nueva concepción de la lengua. Como ya comentamos, Johnson consideraba la Academia como una institución opresiva, y contraria al espíritu británico de libertad. En su obra Live of the Most eminent English Poets (1779-1781), Johnson escribía así acerca de la poca infuencia que ejercería en Inglaterra una posible Academia Inglesa de la lengua: In absolute governements, there is, sometimes a general reverence paid to all that has the sanction of power, and the countenance of greatness. How little is the state of our country needs not to be told. We live in an age in which it is a kind of publick sport to refuse all respect tha cannot be enforced. The edicts of an English academy would, probably, be read by many, only that they might be sure to disobey them. The present manners of our nation would deride authority (apud Wells 1973: 37). A pesar de todo, Samuel Jonson perseguía los mismos ideales de fijación y pureza lingüística que se habían buscado en Europa durante los siglos anteriores, a través de las respectvas academias nacionales. En su Plan of a Dictionary of the English Language, Johnson afirma que su objetivo principal era preservar la pureza y fijar el significado de las voces del idioma inglés, aunque consideraba que la autoridad de su diccionario debía provenir en última instancia de las autoridades que citara: “writers of the first reputation” (apud Lara 1997: 54). En este punto no se diferenciaba en absoluto de la actitud mostrada por la Real Academia Española, cuando rehusaba considerarse a sí misma maestra de la lengua. 204 Figura 16: Samuel Johnson. A Dictionary of the English language in which the words are deduced from their originals, and illustrated in their different significations by examples from the best writers 111 111 Fuente: Samuel Johnson (1755): A Dictionary of the English language in which the words are deduced from their originals, and illustrated in their different significations by examples from the best writers. London, W. Strahan. 205 Samuel Johnson describió en su diccionario los cambios de significado que las voces sufrían al combinarse entre sí. Su diccionario representa un paso más hacia el reconocimiento de la sintaxis en este tipo de obras. Para un verbo tan usual como go, Johnson recoge casi un total de 70 acepciones diferentes, tantas que no caben en tres páginas completas de su diccionario. Además, destaca la lematización de los verbos preposicionales (phrasal verbs), a los que con anterioridad apenas se les había prestado atención. Sería demasiado extenso enumerar aquí todos los detalles sintácticos y semánticos que describió Johnson. Pero sí querríamos detenernos en las citas literarias incluidas para documentar e ilustrar cada acepción. En total, en la página que hemos reproducido arriba, hemos contabilizado un número de 56 citas para 26 acepciones, lo cual refleja que el diccionario se ha construido verdaderamente a partir de la citación sistemática de autores. Éstos pueden clasificarse según los períodos de la lengua en que escribieron. La primera etapa, el período clásico (XVI y comienzos del XVII) está representada por dos escritores: el dramaturgo William Shakespeare (1564 – 1616) y el filósofo sir Francis Bacon (1561 – 1626). Como era de esperar, Shakespeare, el escritor clásico de la lengua inglesa por excelencia, es el más citado, en un total de 14 ocasiones. Bacon se cita sólo 3. El segundo período corresponde al de los escritores del siglo XVII y comienzos del XVIII. Éstos son a los que con más frecuencia Johnson recurre para ilustrar y autorizar sus definiciones. En 5 ocasiones se cita al filósofo John Locke (1632 – 1704). También encontramos a John Milton (1608 – 1704) [4 citas], Tom Brown (1662 – 1704) [una cita], el filósofo Isaac Watt (1674 – 1748 [2 citas], John Wilkins (1614 – 1672) [2 citas], John Dryden (1631 – 1700), traductor de Ovidio [2 citas], Nahum Tate (1652 – 1715), traductor de Juvenal [una cita], el reverendo Robert South (1634 – 1716) [2 citas], Edward Hyde [Clarendon] (1609 – 1674) [una cita] y al historiador calvinista Hamon L‟Estrange (1605 – 1660) [2 citas]. Finalmente, entre los escritores más recientes se encuentran Jonathan Swift (1667 – 1745) [4 citas] y John Arbuthnot (1667 – 1735) [una cita]. Llama la atención que Johnson ya citara diferentes períodicos que, en su época, ya tenían un papel relevante en la sociedad inglesa. En esta página hemos encontrado una cita del períodico Spectator, fudado por Joseph Addison (1672 – 1719) y otra de la revista Tatler, creada por Richard Steele en 1709. Como se verá en los diccionarios estudiados en el capítulo 3, la ideología del lexicógrafo, en este caso Samuel Johnson, tiene una gran importancia a la hora de seleccionar a los autores. Por un laod, existe un canon literario aceptado por la sociedad, que sobrepasa al autor que escribe el diccionario. Pero, además, Johnson era un devoto protestante, lo que le lleva a mencionar con frecuencia a escritores de la misma corriente de pensamiento religioso, como el propio Milton, Isaac Watt, al reverendo Robert South o al calvinista L‟Estrange. Además, se mencionan como autoridades diversos fragmentos de la Biblia traducida al inglés (Judg XVI 19; Tob. X. 8. Job XX; I Chr. VII; Numb. V 12. John X.9), algo impensable, por razones obvias, en los diccionarios europeos continentales. 206 Johnson no aceptó el patronazgo de ninguna institución ni de ninguna otra instancia. Bien conocido es el incidente que sufrió con Philip Dormer Stanhope, cuarto Conde de Chesterfield., A pesar de las dudas iniciales, Lord Chesterfield quiso patrocinar la empresa de Johnson, pero éste decidió no dedicarle su diccionario, para demostrar así su independencia con respecto a la clase aristocrática. Para ganarse el favor de Johson, Chesterfield habiá escrito en el períodico The World (28-11-1754) las siguientes palabras laudatorias: «debe aceptarse que nuestra lengua está actualemtne en un estado de anarquía que quizá todavía no ha alcanzado su peor situación. [...] El buen orden y la autoridad son necesarios ahora. ¿Pero en dónde habremos de encontrarlos y, a la vez, a quién hemos de obedecer? Debemos recurrir al viejo expediente romano en tiempos de confusión, de escoger a un dictador. Por ese principio, doy mi voto al señor Johson para que ocupe ese grande y difícil puesto. Y aquí mismo declaro que cedo todos mis derechos y privilegios en la lengua inglesa, como libre súbdito inglés, al susodicho señor Jonson por el tiempo que dure su dictadura» (apud Lara 1997: 55). Una vez publicado el diccionario, recibió excelentes críticas de la prensa. Las escuelas públicas lo compraban y todos consideraron el diccionario como la máxima autoridad en materia de lengua, sin necesidad de una Academia que lo sustituyese. Tras conocer un poco las circunstancias externas que rodearon a la redacción y publicación del Dictionary of the English Language, vamos a describir las características de las citas que pueden hayarse en esta esta obra. El diccionario de Johnson muestra un canon de autores muy claramente definido: se citan escritores comprendidos entre los tiempos de Sir Philip Sidney (1554 – 1586), humanista, escritor y militar, y la segunda mitad del siglo XVI, en torno a los tiempos de la Restauración de 1660 (Reddick 2009: 160). Por tanto, el modelo de lengua que Johnson pretende describir no es una lengua excesivamente arcaizante, pero tampoco se basa en la lengua contemporánea. Como cuenta el mismo Johnson en el Prefacio, la lengua de su tiempo había sufrido una gran corrupción debido a la influencia del francés. Johnson lamentaba que la lengua inglesa hubiera perdido su carácter Teutonick, y abrazara una estructura y una fraseología Gallick, es decir, afrancesada (Reddick 2009: 160). Todo este discurso en torno a la perfección y corrupción de las lenguas ya nos suena familiar, porque se produjo en los demás estados europeos. A pesar de los precisos límites cronológicos, escritores medievales como Geoffrey Chaucer, famoso autor de los Canterbury Tales (siglo XIV), o Johnathan Swift, autor de los Viajes de Gulliver (1726), con una edición enmendada en 1736), son también citados con mucha frecuencia. No sólo se mencionan obras literarias, sino también de teología, filosofía, historia, política, filología y numerosos tratados técnicos y enciclopédicos. Hay que recordar que en este tiempo el concepto de literatura era mucho más abarcador del que se tiene hoy en día. 207 Las citas hechas a otros diccionarios también pueden encontrarse en la microestructura, algo que, como ya hemos comprobado, era muy corriente en cualquier repertorio lexicográfico con citas. En torno a las funciones que desempeñan dichas citas, éstas cumplen las dos más prototípicas: testimoniar e ilustrar el uso de las voces. En torno a la función de testimonio, Johnson escribe en el prefacio de su diccionario que se vio obligado a recurrir a tratados científicos y técnicos para testimoniar el uso de tecnicismos: «in what pages, eminent for purity, can terms of manufacture or agriculture found? Many quotations serve no other purpose, than that proving the bare existence of words» (Johnson 1755: b2). Como se ve, este tipo de léxico especializado tenía cabida en su diccionario. No ocurre igual con las voces dialectales. La gran diferencia radicaba en que las primeras podían documentarse en textos escritos, pero las segundas no (Reddick 2009: 161). En general, las citas tienen una finalidad retórica clara: mostrar los usos más elegantes de la lengua, adornándola con los nombres de los grandes escritores y poetas que han escrito en inglés. Se ha observado también en las citas una finalidad ideológica. Johnson trascribe a menudo textos de políticos de su misma tendencia ideológica. También menciona escritores anglicanos conservadores. Johnson no distingue entre usos antiguos y actuales, a pesar de que ordena las citas en orden cronológico. Eso indica que la preocupación de Johnson no era describir el uso contemporáneo, para que los usuarios supieran como debían hablar, sino fijar un modelo basado en la mejor literatura inglesa de tiempos pasados. Para ello, aspira a recoger las palabras en el mayor número de contextos posibles. Las citas son ilustrativas, porque Johnson recoge colocaciones, sintagmas frecuentes y construcciones típicas, pero, como ya hemos dicho, no distingue entre usos antiguos y contemporáneos, un error que sí corregirá el Oxford English Dictionary un siglo después. El diccionario de Johnson es percibido hoy como un monumento dedicado al inglés literario. Muchos contemporáneos se dieron ya cuenta de que el Dictionary of the English Language no describía la lengua estándar del inglés, sino que mostraba los usos del pasado (Reddick 1998: 70). El primer diccionario que pretendió superar al repertorio de Johnson fue el New Dictionary of the English Language, escrito por Charles Richardson (1775 – 1865), que se publicó como parte de la Encyclopaedia Metropolitana (1818 – 1845). Se trata también de un diccionario de citas. Los autores mencionados son representativos de todas las etapas históricas del inglés, comenzando en el año 1300 y terminando en el siglo XVIII. En cualquier caso, Richardson practicó todavía con más rigor el principio de autoridad, pues, como el mismo afirma, sólo tomará sus ejemplos «of the best Authorities», recriminándole a Johnson que no lo hiciera. Cuando Richardson cita un escritor, trata sobre todo de ilustrar los significados originales de las palabras. Se 208 trata, pues, de un diccionario con un marcado carácter histórico, en el que el uso de las autoridades encaja en su función de testimonios filológicos. No en vano, A new Dictionary of the English Language se publicó ya en el siglo XIX, el siglo en el que la lingüística histórico-comparativa irrumpe para dotar a la disciplina de un carácter científico. 2.6. La teoría gramatical y lexicográfica de los siglos XIX y XX ante el principio de autoridad La obra de Vicente Salvá (1786 – 1849), por un lado, y de Andrés Bello (1781 – 1865), por otro, supuso un verdadero cambio del paradigma lingüístico en España e Hispanoamerica. De hecho, la gramática racionalista de corte francés nunca llegaría a echar raíces en la tradición hispánica. Tan sólo José Gómez Hermosilla, autor de Principios de una gramática universal (1825), junto a varios seguidores suyos, como el Bachiller Antonio Martínez de Noboa y Jacobo Saqueniza, aplicaron los potulados racionalistas franceses a la descripción de la lengua española. Por otra parte, surgieron nuevos movimientos literarios, como el costumbrismo y el realismo, que dieron lugar a una revalorización del lenguaje popular. El autor de Pepita Jiménez (1874), el egabrense Juan Valera (1824 – 1905), tituló de manera muy significativa su discurso de recepción a la Real Acadmia «La poesía popular, como ejemplo en que debieran coincidir la idea vulgar y la idea académica sobre la lengua castellana» (Discursos leídos en las recepciones públicas que ha celebrado desde 1847 la Real Ademida Española: 1865: 263-281). Las voces populares se dignificaron a través de la literatura, como la expresión romántica del pueblo. Pero la visión normativa de las gramáticas y de los diccionarios no sufrió apenas ningún cambio: siguieron basándose en los usos que reflejaban los textos literarios. Sí existe, no obstante, una gran diferencia en relación al paradigma ilustrado anterior: los gramáticos se volvieron conscientes de que debían describir, sobre todo, el uso contemporáneo de su lengua. Esto no excluía las citas de escritores clásicos, pero éstas debían ceñirse a textos que reflejaran usos modernos de la lengua, y no usos anticuados o arcaicos. El modelo lingüístico descrito en los diccionarios evoluciona, una vez más, de forma paralela al de las gramáticas. Los nuevos diccionarios se caracterizarán por incluir en su nomenclatura neologismos, regionalismos y voces de especialidad, todo ello para distanciarse del diccionario académico, mucho más apegado a la lengua literaria. Grandes figuras de la lexicografía decimonónica fueron Juan Peñalver, Vicente Salvá, Ramón Joaquín Domínguez y, especialmente, Rufino José Cuervo. Su monumental Diccionario de construcción y régimen, concluido en el siglo XX, constituye el mayor diccionario con 209 citas del español escrito después del Diccionario de autoridades. De esta gran obra, realizada según la metodología propia de los diccionarios históricos, hablaremos más adelante. El diccionario de autoridades que comenzó Adolfo de Castro quedó interrumpido en la letra C a mediados de la centuria, mientras que el de Aniceto de Pagés sólo se pudo concluir bien avanzado el siglo XX. Pero ya no era tiempo de hacer diccionarios con autoridades. Tras la etapa dominada por los grandes repertorios históricos, como el Oxford English Dictionary dirigido por Murray, el Deutsches Wörterbuch de los hermanos Grimm, o el Dictionnaire de la langue française del médico Émile Litté, los repertorios lexicográficos entraron en un nuevo paradigma. A partir de la segunda mitad del siglo XIX, los diccionarios comenzaron a tener un enfoque estrictamente sincrónico y descriptivo, aunque los lectores siguieran contemplándolos como obras normativas. Los diccionarios enciclopédicos Larousse y los diccionarios que derivaron del Dictionnaire alphabétique et analogique de la langue française (1953 – 1964), conocido como Le Grand Robert, reflejan clramente esta tendencia. Las citas que pueden encontrarse en estas obras no funcionan ya como autoridades en el sentido clásico del término, es decir, como testimonios priviligiados de una norma culta o arcaizante, sino como meros testimonios del uso contemporáneo, con un fin ilustrativo. Nada ejemplifica mejor este cambio de paradigma que la manipulación de la célebre frase de Voltaire llevada a cabo por Pierre Larousse en su Nouveau Dictionnaire français (1856), y a la que hacíamos referencia en el primer capítulo: «Un dictionnaire sans exemples est un squelette» en lugar del texto original: «Un dictionnaire sans citations est un squelette». En el anterior paradigma, las citas se consideraban «jírones de púrpura», «purple patches» o «lambeux de pourpre» como calificó Littré a las citas de su diccionario (Littré 1863: Préface. IV: Exemples tirés des auteurs classiques), es decir, pequeños fragmentos literarios con valor estético autónomo. En España, la recuperación de las citas con fines lexicográficos sólo se producirá en los umbrales del siglo XXI. Nos referimos, como es fácil de adivinar, al Diccionario del español actual (1999), de Manuel Seco, Olimpia Andrés y Gabino Ramos. Para entonces, el principio de autoridad había sido sustituido completamente por el criterio de documentación filológica. 2.6.1. La gramática descriptiva decimonónica La primera gramática sincrónica del español basada en un corpus representativo del uso contemporáneo fue la Gramática de la lengua castellana según ahora se habla (1831) de Vicente Salvá. El corpus superaba la centena de autores y obras anónimas, que iban desde el Cantar de mío Cid hasta los que «han florecido después de mediado el siglo último» (Salvá 1831: § [0.36]). Sólo en el capítulo dedicado a la Analogía y la Sintaxis 210 las referencias textuales superaban el número de sesenta autores, casi todos contemporáneos al autor. Por el contrario, el corpus de escritores medievales y clásicos se destinaba, en su mayor parte, al tratamiento específico de la evolución lingüística en capítulos y notas independientes. La ampliación del corpus produjo un aumento considerable del volumen de fenómenos gramaticales sometidos a análisis (Lliteras 1997: 67-68) 112 . La gramática de Salvá viene a ser justamente lo que indica su título: una gramática de la lengua castellana contemporánea. Salvá define la gramática de la siguiente forma: «La Gramática de la actual lengua castellana no es otra cosa que el conjunto ordenado de las reglas de lenguaje que vemos observadas en los escritos o conversación de las personas doctas que hablan el castellano o español» (Salvá 1831: I). Señala como modelo del buen hablar «el uso que es general entre las personas que por su dignidad, luces o educación han debido esmerarse en cultivarlo, y no el de uno u otro escritor, por mui distinguido y recomendable que sea» (Salvá 1831: 437). Sobre el uso de autoridades, Salvá escribe: No faltará quien diga, que siendo la gramática el cuerpo de las reglas observadas por los doctos, no es tan desacertado llamarla el arte de hablar y escribir bien y correctamente, que es el modo más común de definirla. Pero entiendo que hay en esto una grave equivocación, nacida de faltar en todas las gramáticas un capítulo que resuma las principales diferencias entre nuestro lenguaje y el de los escritores que nos han precedido y miramos todavía como objeto de nuestro principal estudio. La lengua vulgar, segun observa mui bien Aldrete (Del orígen y principio de la lengua castellana, libro II, capítulo 6), naturalmente con el tiempo se envejece y muda, y en, ciento ó doscientos años se trueca de manera, que muchas palabras della no se entienden, como si dueran vocablos de lengua peregrina ó estranjera. Por más que la de los Argensolas pudiera aspirar al título de bueno y correcto hablar, como muchas de sus palabras, y particularmente el brio de su frase, no son ya de uso corriente, parecería ridículo que nos atemperásemos con rigor a aquélla, desconociendo las novedades que en el habla común ha introducido el tiempo. (Salvá 1831: 438). Salvá prioriza el uso sincrónico por encima de la veneración que se había mantenido hasta entonces por los monumentos literarios del pasado. Pero, al mismo tiempo, antepone el estudio de los autores nacionales recientes al de la gramática general, racionalista o filosófica: No vacilaré en afirmar que la lectura de una página de Iriarte, Clavijo, Moratín o Jovellanos, o la de un solo capítulo de este ensayo mío, cuyas imperfecciones reconozco, servirán infinitamente más para saber en qué consiste la buena locución castellana, que la sublime doctrina contenida en los muchos volúmenes de ideología y de gramática general, que de un siglo acá se han publicado (Salvá 1831: XIII). La descripción pormenorizada de un modelo de lengua basado en el uso culto de su tiempo es el gran objetivo de la gramática de Salvá. El método más adecuado, para ello, 112 Para entender el dominio que Salvá tenía de la literatura clásica española hay que tener en cuenta algunos detalles de su vida. Salvá fue librero y editor de clásicos españoles. Exiliado en Inglaterra durante el reinado absolutista y despótico de Fernando VII, fue el propietario de una librería en la Regent Street de Londres, llamada “Spanish and Clasical Library”. En 1826 publicó A Catalogue of spanish and portuguese books, with occasional literary and bibliographical remarks. Posteriormente se trasladó a París, donde prosiguió su labor como editor de obras clásicas. 211 es el empírico-inductivo, pues el gramático –frente al ideólogo –no puede «deducir todo por la analogía» (Salvá 1831: § [0.20]), sino que las reglas gramaticales han de reflejar estrictamente el uso, «el cual no es siempre filosófico sino que tiene mucho de caprichoso» (Salvá 1831: § [0.23]). Una vez formulados los preceptos, el gramático está obligado a contrastarlos y comprobarlos con ejemplos autorizados. Pues bien, la utilización constante y rigurosa de este método carece de precedentes en la tradición gramatical hispánica. Para Salvá, la formación de un corpus suficientemente representativo de autoridades españolas contemporáneas (en las que incluye a Jovellanos, Iriarte, Moratín, Martínez de la Rosa, Meléndez Valdés, González Carvajal, entre otros), constituye el requisito previo y necesario para llevar a cabo una gramática descriptiva, un requisito impuesto por la propia definición de la disciplina. Salvá se opone radicalmente a autorizar el uso actual sólo con citas literarias del Siglo de Oro y desaprueba aún más que los gramáticos propongan como actuales usos arcaicos, aunque fuesen autorizados en otras épocas del idioma: Por muy respetables que sean las obras de nuestros mayores, no sólo no debemos ponernos por su autoridad en guerra abierta con el uso, reteniendo las palabras y giros suyos que mira éste como anticuados, sino que tenemos un derecho incontestable a calificar algunos de contrarios a las reglas gramaticales de aquella época (Salvá 1831§ [0.40]). Vemos cómo la autoridad de los escritores queda supeditada a la descripción del uso contemporáneo en la obra de Salvá. Este uso está por encima de otros valores estéticos, retóricos o literarios. A partir de entonces, otras gramáticas no académicas asumirán el modelo propuesto por Salvá. El ejemplo más ilustre dentro del siglo XIX lo tenemos en Andrés Bello (1781 – 1865). Este famoso gramático, poeta y pedagogo colombiano fue el primero en continuar la labor de descripción sincrónica del español según el métdo establecido por Salvá. Bello construye su propio corpus sobre la base del que había formado el gramático español, que incluía tanto citas literarias para autorizar las reglas, sobre todo las sintácticas, como repertorios léxicos extraídos del diccionario “oficial” académico para decidir y documentar las irregularidades morfológicas, esto es, las que afectaban a los accidentes del nombre y a la conjugación del verbo. Sólo en este último campo de la morfología, el corpus de Bello no es muy superior al de Salvá. En cambio, la deuda que el venezolano contrae con su antecesor disminuye en lo que se refiere al tratamiento sintáctico, apoyado en un número más elevado de textos literarios. Como cabe suponer, ambos gramáticos coinciden a grande rasgos en la selección de las mismas autoridades clásicas (Cervantes, Fray Luis de Granada, Fray Luis de León, Hurtado de Mendoza, Lope de Vega, etc.) y contemporáneas (Jovellanos, Moratín, Iriarte, Meléndez Valdés, etc.), con escasas diferencias (Lliteras 1992b: 31). Uno de los principios fundamentales de la doctrina gramatical que sustenta la Gramática de la lengua castellana destinada al uso de los americanos (1854) de Andrés 212 Bello consistía en separar, como ya hizo Salvá, la gramática de la lógica. Bello rechaza por completo el logicismo gramatical que hundía sus raíces en la filosofía aristotélica y el pensamiento de Port Royal. La liberación de la gramática general se debía, sobre todo, al triunfo del paradigma histórico-comparativo, y a la seria educación en el idealismo y empirismo filosóficos de ingleses y escoceses, como se revela en su obra Filosofía del entendimiento (1881). Para evitar la discriminación cultural que provocaría la proliferación de formas dialectales “desviadas”, Bello impulsó a través de una intensa actividad educadora un programa de nivelación lingüística, un ideal que pretendía alcanzar mediante el aprendizaje de reglas y la lectura de los autores eminentes, actitud que, en la famosa polémica político-literaria de 1842, le llevó a ser atacado por Domingo Faustino Sarmiento (1811 – 1888), uno de los más importantes representes del movimiento romántico argentino, que mantenía la tesis de la absoluta soberanía del pueblo en cuestiones del idioma. Mientras que Bello defendía la nivelación por el nivel más alto, el de los escritores, Sarmiento sostenía que la nivelación debía hacerse por el nivel más bajo: el del pueblo. Bello pensaba que la propuesta de Sarmiento favorecía uno de sus más profundos temores: la proliferación de variantes y dialectos en América, que reproducirían en ella lo que fue Europa en el período de la corrupción del latín (Urrutia 1984: 278). Domingo Faustino Sarmiento pertenecía a la generación del 37, compuesta por autores como Esteban Echeverría (1805 – 1851), Juan Bautista Alberdi (1810 – 1884) y Juan María Gutiérrez (1809 – 1878). Todos sentían hispanofobia y, por el contrario, gran devoción por la literatura y el pensamiento franceses. En realidad, Sarmiento no aspiraba a abandonar el español, sino perfeccionarlo. Para ello no era necesario fijar una variedad de la lengua, ni siquiera conservar un canon de escritores de un país que ya no era el suyo. Todo aquello le parecía conservador y retrógrado, como puede leerse en estas palabras: La soberanía del pueblo tiene todo su valor y predominio en el idioma; los gramáticos son como el senado conservador, creado para resistir a los debates populares, para conservar la rutina y las tradiciones. Son a nuestro juicio, si nos perdonan la mala palabra, el partido retrógrado, estacionario, de la sociedad habladora... (apud Urrutia 1984: 278). Sigue Sarmiento: La gramática no se ha hecho para el pueblo; los preceptos del maestro entran por un oído del niño y salen por el otro: se le enseñará a conocer cómo se dice, pero ya se guardará muy bien de decir como le enseñan: el hábito y el ejemplo dominante podrán siempre más. Mejor es, pues, no andarse ni con reglas ni con autores. (apud Urrutia 1984: 278). A estos argumentos tan demoledores para el programa educativo de Bello, respondió el gramático venezolano: 213 En las lenguas, como en política, es indispensable que haya un cuerpo de sabios, que así dicte las leyes convenientes a sus necesidades, como las del habla en que ha de expresarlas... En vano claman por esa libertad romántico-licenciosa del lenguaje, los que por prurito de novedad o por eximirse del trabajo de estudiar su lengua, quisieran hablar y escribir a su discreción. Consúltese, en último comprobante del juicio expuesto, cómo hablan y escriben los pueblos cultos que tienen un antiguo idioma, y se verá que el italiano, el español, el francés de nuestros días, es el mismo del Ariosto y del Tasso, de Lope de Vega y Cervantes, de Voltaire y de Rousseu (apud Urrutia 1984: 279). A pesar de la gran polémica mantenida entre Sarmiento y Bello, ambos buscaban el mismo fin, aunque por medios diferentes. Sarmiento partía de la búsqueda de un método pedagógico, y éste le lleva a la búsqueda de una variedad de prestigio que se convierta en norma para los americanos, como quería Bello. Pero a diferencia de Bello, Sarmiento quiso una norma espontánea, sin ataduras con la tradición española. Sin embargo, su posición polémica se fue atenuando con los años, y al final terminará reconociendo la autoridad de Bello. Sarmiento no llegó a privar completamente de autoridad a los clásicos españoles. Hacia el año 1849, proponía, sin abandonar su deseo de una reforma del idioma, seguir los modelos castellanos. En su opinión, la Biblioteca de Autores Españoles, que publicaba en aquellos años Rivadeneyra, era importante para los americanos, porque éstos «necesitaban tener a mano una colección de los autores españoles para consultarlos con [sic] antecedentes necesarios de su idioma, y como correctivo indispensable de los vicios de lenguaje» (apud Velleman 1997: 164). Pero lo que Sarmiento pensaba en realidad era que Francia debía ser el espejo en el que el nuevo pueblo americano tenía que reflejarse. Lo más importante no era tanto la tradición literaria como canon, sino los valores que esos escritores transmitían, y el desarrollo de su pensamiento: «Los autores modelos del lenguaje en Francia, son precisamente los pensadores más eminentes. Hablaban bien porque pensaban bien, y por nada más» (apud Velleman 1997: 165) Y más adelante escribe: «Bastará en América que los escritores, siguiendo el consejo de Boileau, aprendan a pensar antes de escribir» (apud Velleman 1997: 165). En comparación con la civilización francesa, España representaba, a los ojos de Sarmiento, una cultura en decadencia, casi totalmente supeditada a Francia: ¿Qué es hoy el idioma español? Es por excelencia el idioma de traducir, y la célebre jeremíada de Larra, lloremos y traduzcamos, es la expresión más lacónica de la sentencia a que condenaron al pensamiento español los temerarios que se encargaron en otro tiempo de hacerse una civilización aparte (apud Velleman 1997: 166). Efectivamente, el español estaba en crisis. Y existían dos vías para resolver esta situación: rescatar a los clásicos, concederles un estatus nivelador, como hacía Bello o, como afirmaba Sarmiento, proponer una nueva lengua, a partir nuevos modelos culturales que fuesen actuales y no estuvieran anclados en la tradición peninsular: 214 Cambiad de estudios, y en lugar de ocuparos de las formas, de la pureza de las palabras, de lo redondeado de las frases, de lo que dijo Cervantes o Fray Luis de León, adquirid ideas de donde quiera que vengan, nutrid vuestro […] espíritu con las manifestaciones del pensamiento de los grandes luminares de la época […] (apud Velleman 1997: 168). Sarmiento no era ningún purista de la lengua, como se ha podido ver. Favorece el galicismo y la innovación léxica por ser éstos la expresión de ideas nuevas (Velleman 1997:168). La tesis de Bello era opuesta, en su mayor parte, a la de Sarmiento. Para el filólogo de Caracas, era necesario mantener un lazo de unión con la tradición española, a pesar de que su obra iba dirigida, expresamente, a los usuarios americanos: No tengo la pretensión de escribir para los castellanos. Mis lecciones se dirigen a mis hermanos, los habitantes de Hispanoamérica. Juzgo importante la conservación de la lengua de nuestros padres en su posible pureza, como un medio providencial de comunicación y un vínculo de fraternidad entre las varias naciones de origen español derramadas sobre los dos continentes (apud Isaza Calderón 1967: 47) Andrés Bello se inscribe además en la corriente positivista del siglo XIX. Se podría decir, con Isaza Calderón (1967: 39), que [c]uando Bello decide componer su Gramática, acudiendo a la consulta directa de las prácticas del idioma, cuando nos dice que para él la autoridad irrecusable es la lengua misma y que la filosofía de la gramática la reduciría a exponer el uso en sus formas más comprensivas y simples, está enunciando principios que se asocian fácilmente a la doctrina positivista mejor recibida. Cabe afirmar, haciendo honor a tal doctrina en este caso, que si bien no logró cristalizar en un sistema de filosofía que merezca el nombre de tal, por lo menos sí contribuyó grandemente a fundamentar la ciencia sobre un terreno seguro e inequívoco, librándola de especulaciones y extravíos de tipo intelectual y hasta imaginativo. (Isaza Calderón 1967: 39) La otra gran figura latinoamericana –que suele ir asociada a la de Bello– es la de Rufino José Cuervo, que escribió unas Notas a la Gramática de la Lengua Castellana de D. Andrés Bello (primera edición: 1874). Cuervo perteneció a una generación posterior y su pensamiento corresponde a otro paradigma diferente: el histórico-comparativo. Viajó por Europa, vivió en París y dominaba con destreza la obra de los neogramáticos y otros lingüistas de la línea historicista, como Franz Bopp, Friedrich Diez, Jacob Grimm, August Friedrich Pott, y Georg Curtius. De él hablaremos en el capítulo correspondiente a la lexicografía decimonónica, al tratar su famoso Diccionario de construcción y régimen. Durante la primera mitad del siglo XX, el campo de la lingüística experimenta una auténtica revolución, gracias a las teorías de Ferdinand de Saussure en Europa y de Leonard Bloomfield en Norteamérica. La lingüística se regirá a partir de entonces por el descriptivismo y el principio de inmanencia: la descripción de los usos se hará con independencia de los valores sociales normativos que se pretendan imponer sobre la lengua. Sin embargo, las gramáticas españolas conservarán su carácter prescriptivo, utilizando citas literarias para ilustrar las reglas que explican, pero también para mostrar 215 los buenos usos de la lengua. A partir de la segunda mitad del siglo XX, el principio de autoridad, sin embargo, va a llegar definitivamente a su fin. No significa que las citas literarias desaparezcan. Tan sólo cambian su función, como veremos enseguida. Hay que destacar en este marco el pensamiento gramatical de un lingüista hoy poco conocido, pero que tuvo una gran importancia en el desarrollo metodológico de la descripción del español. Nos referimos a Salvador Fernández Ramírez (1896 – 1983). Jurista de formación, Fernández Ramírez dedicó, en realidad, toda su vida a la filología. Adquirió una sólida formación en lingüística, en parte gracias a su estancia como lector en la Universidad de Hamburgo, que le permitió conocer las corrientes más actuales que se estaban produciendo en Europa. Alrededor de los años 30 había comenzado a proyectar, en colaboración con Rafael Seco –el padre de Manuel Seco–, una gramática “nueva”, basada en el uso de los escritores españoles contemporáneos. Sin embargo, los trabajos no pasaron de la recogida de unos pocos miles de textos para ilustrar los usos sintácticos del español actual entonces. Fernández Ramírez, sin embargo, no abandonó la idea de publicar una obra que subsanara la escasez, en aquella época, de gramáticas sincrónicas originales del español. De su proyecto, que consistía en la realización de una gramática compuesta de cuatro tomos, sólo llegó en vida a publicar el primero, en 1951, sobre los sonidos, el nombre y el pronombre en español. Cuatro son las características principales que, de acuerdo con la declaración inicial del autor, se pueden señalar en esta obra: perspectiva sincrónica, concepción unitaria de la gramática, criterio formal y método inductivo. En cuanto a la perspectiva sincrónica, el autor continuaba la línea marcada cien años antes por Vicente Salvá y Andrés Bello. Su enfoque resultó, sin embargo, muy novedoso, ya que la investigación en el campo de la filología hispánica – emprendida por la escuela de Ramón Menéndez Pidal fundamentalmente– se estaba desarrollando desde una perspectica histórico-diacrónica. El criterio unitario y el criterio formal obedecen al principio inmanentista de la lingüística que se impuso a comienzos del siglo XX y que se oponía a la intrusión del “vano psicologismo” en el ámbito gramatical. En cuanto al método que más nos interesa aquí, el inductivo, hay que decir que Salvador Fernández Ramírez basaba toda su descripción en datos lingüísticos reales, extraídos de todo tipo de fuentes. Critica a aquellos gramáticos que inventan ejemplos: «La lengua sirve a todas las necesidades comunicativas, expresivas y apelativas del hombre, menos a las reconstrucciones artificiales de los gramáticos. Es muy conveniente advertirlo» (Fernández Ramírez 1951: XVII). Para él, la norma equivale a lo normal. Recuérdese que por aquellos años Coseriu puso en evidencia el doble sentido de la palabra norma. Fernández Ramírez no miraba hacia el español de América, ni pensaba que su obra debía recoger las particularidades idiomáticas de las diferentes variedades diatópicas y diastráticas del español. El modelo de lengua sería el que él llamaba “español 216 común”, basada, un tanto convencionalmente, en el habla culta de Madrid (norma aproximadamente igual a la propuesta por Tomás Navarro Tomás) (Seco 1983: 300). Fernández Ramírez utilizó materiales escritos, pocas veces orales. En realidad, la procedencia de esos materiales era muy variada: desde la poesía hasta las disposiciones legales, desde el anuncio comercial hasta el tratado filosófico: «los autores de las obras impresas pertenecen a varias generaciones y a comarcas diversas» (Fernández Ramírez 1951: XVIII). Como puede verse, aquí no se apela al principio de autoridad. Un anuncio publicitario jamás se habría podido constituir en autoridad lingüística, sino tan solo en testimonio de uso. Para abarcar el domino más amplio posible, Fernández Ramírez llegó a reunir alrededor de cien mil fichas de uso, aunque, como ya comentábamos, la documentación del español americano resultó relativamente escasa. Siguiendo la doctrina de Hjelmslev, Fernández Ramírez consideraba que una gramática descriptiva no podía hacerse sino siguiendo un método inductivo (Seco 1983: 300). En 1959 Fernández Ramírez ingresa en la Real Academia Española, aunque años antes había colaborado con esta institución en el Seminario de lexicografía como redactor jefe. Su discurso de ingreso se tituló «Lengua literaria y norma lingüística» (1960), y en él trata el papel nivelador de la lengua literaria, que no va contra la gramática, sino que la lleva hasta sus últimos límites, sin violar la más mínima de sus reglas (Fernández Ramírez 1960: 21-22). Fernández Ramírez confiesa que su gramática descriptiva había desorientado a numerosos lectores, pues la mayoría de las personas cultas entonces consideraba la gramática algo así como un código legal de la lengua. Por eso creyó conveniente, a pesar de su clara posición teórica en favor de la descripción, que la gramática académica siguiera siendo normativa, para no defraudar las expectativas de los usuarios. La lingüística se hacía científica, pero la Academia debía optar por el camino tradicional. Escribe Fernández Ramírez: La Gramática de la Academia es normativa. Nada más ajeno tanto a la investigación puramente científica como a la enseñanza de lenguas extranjeras. Los conceptos de gramaticalidad y de competencia, a la orden del día en la investigación, apenas tienen que ver con la norma. Como consecuencia de ello es literaria, está basada en Autoridades, del pasado y del presente, la negación de lo cual constituye un dogma, sine qua non, en la ciencia y en sus aplicaciones didácticas. (Fernández Ramírez 1968: 407) La vigencia del principio de autoridad no podía expresarse de manera más clara. Fernández Ramírez reconocía que la función de la gramática de la Academia, su naturaleza misma debía seguir siendo, como desde el comienzo, normativa. Por tanto, la gramática académica tendría un estatus especial, diferente del resto de gramáticas españolas. La Academia debía continuar velando por la pureza, la belleza y la integridad del idioma español. No obstante, como hemos observado a lo largo de estas páginas, la función de las autoridades había cambiado a lo largo de la historia de la gramática. En el 217 mismo artículo que hemos citado antes, en el que se adelantan las características de una nueva gramática académica, escribe: Secundamos la idea de ensanchar la lista de Autoridades, haciendo figurar, como testimonio de los usos gramaticales de la lengua común, no solamente los pasajes literarios de escritores posteriores a don Juan Valera, sino de escritores hispanoamericanos y filipinos. (Fernández Ramírez 1968: 416). De hecho, en el Esbozo de una nueva gramática de la lengua española (1973), en el que Fernández Ramirez colaboró, encontramos características bastante revolucionarias con respecto a las anteriores gramáticas académicas. En el Esbozo se observa una considerable actualización de la documentación literaria. De las 361 citas identificadas por Dagmar Fries en su libro La Real Academia ante el uso de la lengua (1989), y localizadas en los apartados sobre la coordinación y subordinación sintácticas, sólo corresponden 155 a los siglos XVI y XVII; 25 proceden del siglo XVIII y 171 –es decir, casi la mitad del total de citas- de los siglos XIX y XX. Las citas van dejando de entenderse como un reflejo de la grandeza alcanzada por la lengua española. Ahora, más bien, los textos citados comienzan a seleccionarse en virtud de un criterio cronológico, en el que se demuestra que la gramática va adquiriendo una dimensión sincrónica, al mismo tiempo que se abandona, aunque paulatinamente, la descripción exclusiva de la lengua literaria. Entre los 69 autores citados en el Esbozo por primera vez se encuentran, por ejemplo, Azorín, Baroja, Delibes, Fuentes, García Lorca, Pérez Galdós, Rodó y Unamuno, por sólo mencionar los de más frecuente aparición (Fries 1989: 168) La actualización que se refleja en estos datos no significa, sin embargo, una ruptura con el pasado. Los autores del Siglo de Oro siguen estando muy presentes en el Esbozo y no sólo, ni mucho menos, en digresiones histórico-lingüísticas, como prueba de documentaciones anticuadas, sino también como autoridades para la documentación del uso vivo de la lengua. Por lo demás, Cervantes, con 89 citas sobre un total de 366, sigue ocupando una posición destacada. Pero, como afirma Fries, «ahora “clásicos” y “modernos” aparecen en una mezcla multicolor, como, por ejemplo, en un párrafo dedicado a las oraciones concesivas, donde se presentan sucesivamente citas de Varona, Fuentes, Torres Villarroel, Mariana, Pérez de Ayala, Feijóo, Cervantes, Reyes Aguilar, Benavente, Cela y, otra vez, Cervantes» (Fries 1989: 169). La documentación literaria del Esbozo se diferencia de las gramáticas precedentes en otro punto esencial: en esta gramática comienzan a citarse obras de autores hispanoamericanos. Esto constituye una innovación en la historia de la gramática de la Academia, lo que, unido con otros fenómenos, pasa por ser otra importante modificación de la norma. Entre los cien autores que se citaban en los capítulos examinados de la edición de 1931 nos encontramos con los nombres de dos portugueses que habían escrito en castellano: Jorge de Montemayor (1520 – 1561) y Francisco Manuel de Melo (1608 – 218 1666). Pero, en cambio, no había ni un solo autor hispanoamericano. Por el contrario, en los capítulos correspondientes del Esbozo se pueden registrar 54 ejemplos tomados de la obra de 27 autores hispanoamericanos y de un diario puertorriqueño. Paralelamente a esta situación, en el Esbozo se incluyen, también por primera vez, en mayor proporción, particularidades del español en Hispanoamérica, y esto, en general, sin cargarlas de carácter peyorativo, sino precisando solamente –como ocurre con las particularidades lingüísticas en las distintas regiones de España– su ámbito de uso. Si, por otro lado, prestamos atención también a escritos no relacionados con la gramática, publicados por diferentes miembros de la Academia, parece que se ha dado, en el pasado reciente, un paso desde una concepción más bien “eurocéntrica” de la norma hacia lo que podríamos llamar una concepción “panhispánica”. Para mantener la unidad del idioma, no obstante se debía describir y fomentar una norma basada en la lengua culta y en la lengua literaria. Así lo expresaba en un discurso de1974 Dámaso Alonso: Todo el que habla español, sea mejicano, español, argentino, etc. es amo de su idioma, pero entendámonos, si lo usa regladamente, como los amos que no son locos deben usar su propiedad. ¿Y quién determinará las reglas de ese uso? Sólo hay una autoridad posible: el consenso de los hispanohablantes cultos […]; en el siglo diecinueve […] la supremacía del español hablado en España parecía completamente asegurada. Hoy día el crecimiento de los países hispanoamericanos […] y, sobre todo, el aumento de producción literaria y, en general, en cultura, les hace cobrar una importancia extraordinaria. El centro de Gravedad de la lengua está irremediablemente pasando al continente americano. (apud Fries 1989: 171). Como puede verse, el panorama en torno a la norma y la autoridad ha cambiado radicalmente. Aunque Fernández Ramírez abogaba por el mantenimiento de autoridades, sólo en el ámbito académico, podemos decir que con el Esbozo termina la validez del principio de autoridad lingüística como se había entendido hasta entonces. En esta obra aún se aprecia el papel normativo, prestigioso y hasta reverencial que se concede a los escritores del Renacimiento, pero en obras posteriores los ejemplos literarios adquirirán tan sólo un valor descriptivo. Así ocurre, por ejemplo, en la Gramática de la lengua española (primera edición: 1994) de Emilio Alarcos Llorach, donde los ejemplos, aunque extraídos de escritores del siglo XX, no aparecen con la indicación de la fuente de la que proceden, porque precisamente no interesa marcar el ejemplo con un valor añadido de prestigio. Para que pueda verse mejor el abandono total del principio de autoridad, hablaremos finalmente, para cerrar el siglo XX y hablar de los comienzos del XXI, de las dos gramáticas más importantes del momento actual: La Gramática descriptiva editada por Ignacio Bosque y Violeta de Monte, bajo los auspicios de la Real Academia Española, y la Nueva Gramática académica. La Gramática descriptiva de la lengua española (1999) se enmarca en un paradigma en el que la gramática de corte generativo es el preponderante. Como ya expusimos en 219 páginas anteriores, en la teoría generativa, inspirada en principios lógicos y computacionales, de manera análoga a las gramáticas filosóficas francesas, o las gramáticas lógicas de la Edad Media, los ejemplos reales de uso tienen un papel completamente secundario. No se trata de describir enunciados ya existentes, sino de establecer las reglas para producir una cantidad de enunciados potencialmente infinitos. Según Chomsky, el objeto de la lingüística no es la actuación, como realidad tangible e histórica de la lengua, sino la competencia, la gramática que cada hablante tiene interiorizada, y que posee una naturaleza innata universal en todos los seres humanos. Por tanto, cualquier persona puede generar enunciados gramaticales, y tiene la capacidad de distinguir si son oraciones gramaticales o no, sin necesidad de recurrir a testimonios de uso, o a la autoridad de escritores de prestigio. Este principio, en el marco de la gramática generativa, resulta absurdo. En España, sin embargo, no se abandona por completo el uso de ejemplos extraídos de textos reales, en su mayor parte literarios. Como puede leerse en la introducción de la Gramática descriptiva de la lengua española, el método ideal que permite la descripción del mayor número de fenómenos sintácticos es la combinación de la introspección del lingüista o del gramático, que le permite reflexionar sobre su propia competencia, y al mismo tiempo la búsqueda de ejemplos a partir de corpus de uso ya establecidos: Los autores [de la gramática] no fueron constreñidos sobre las fuentes de datos que debían manejar, pero sí fueron instados a hacer uso del mayor número posible de ellas. Como en las gramáticas colectivas de otros idiomas que hemos mencionado más arriba, la fuente principal de datos ha sido la instrospección [sic], lo que permite, como es bien sabido, usar „datos negativos‟, es decir, secuencias agramaticales cuya inexistencia muestra alguna pauta consistente en el sistema gramatical. En este punto hemos actuado en esta obra como lo hicieron los autores de las gramáticas colectivas citadas. Sin embargo, frente a algunas de ellas, en la nuestra se hace uso habitual de fuentes literarias y periodísticas, corpus diversos privados o públicos y diccionarios sintácticos, fundamentalmente el de R. J. Cuervo. De hecho, esta es una de las gramáticas descriptivas del español moderno que más uso hace de fuentes distintas de la propia introspección (Bosque/Demonte 1999: XXIX). Los propios directores de la Gramática descriptiva son conscientes del posible conflicto de métodos que puede producirse al mezclar la introspección con el uso de datos extraídos de fuentes externas. Sin embargo, se sienten confiados en que la utilización de ambos criterios pueda resultar beneficiosa si se sabe combinar uno y otro: Como se sabe, el debate sobre la validez y la fiabilidad de las fuentes de datos es largo (y casi abrumador) desde los años setenta. Se ha señalado en múltiples ocasiones que los contrastes (llamados a veces „pares mínimos‟) sólo son posibles en la sintaxis con datos negativos; de hecho, todas las ausencias en la combinatoria que puedan resultar pertinentes para el sistema gramatical se obtienen de la introspección; algunas construcciones gramaticales no aparecen fácilmente en los corpus en la forma exacta en que se las necesita; otras se encuentran en los corpus, pero representan un hápax sintáctico. Por el contrario, el corpus proporciona datos interesantes a los que no tiene acceso la introspección, y con gran frecuencia ayuda a completar paradigmas léxicos que muy difícilmente pueden lograrse manejando únicamente esa otra fuente. En suma, en esta obra hemos empleado ambos procedimientos, que de hecho nos parecen complementarios en cualquier investigación gramatical (Bosque/Demonte 1999: XXIX). 220 No hay que conceder a las fuentes un valor que, en realidad, no se busca en la descripción gramatical. No hay que confundir tampoco agramaticalidad con incorrección (Bosque/Demonte 1999: XXX). Hasta bien entrado el siglo XX, las gramáticas, tanto académicas como las no académicas, basándose en una tradición que puede remontarse hasta Dionisio de Tracia, y que consideraba inseparables gramática y retórica, definieron la gramática como el arte de hablar bien o correctamente. En la Gramática descriptiva, en cambio, se afirma que no hay que confundir agramaticalidad con incorrección (Bosque/Demonte 1999: XXX). Discernir entre oraciones agramaticales y gramaticales es la labor de una gramática que aspira a ser científica y descriptiva. El valor de incorrección corresponde, más bien, a las gramáticas normativas tradicionales, representadas sobre todo por las gramáticas académicas hasta el siglo XX, basadas en autoridades, es decir, autores considerados dignos de imitación y definidores de una norma de prestigio. Con la Nueva gramática de la lengua española (2009) de la Real Academia Española, los postulados en los que tradicionalmente se había basado la Corporación se transforman. El valor normativo que defendía Salvador Fernández Ramírez en la segunda mitad del siglo XX, se revisa, pero no se abandona completamente: Los estudios, ya numerosos, que se han publicado sobre la historia de la gramática de la Real Academia Española han puesto de manifiesto que, si se examinan los fundamentos de cada edición (unas veces declarados y otras explícitos), se comprueba que ha existido en el tratado académico cierta tensión entre teoría y norma, o entre descripción y prescripción. Unas ediciones muestran la mayor conciencia teórica de sus autores, el interés de estos por entroncar sus tratados con las gramáticas generales y, en particular, por establecer los vínculos entre las categorías lógicas y las gramaticales que caracterizan la herencia de la tradición francesa. En otras ediciones se percibe en mayor medida la conciencia presciptiva de la Academia, el afán de que la norma se presente diáfana, o de que prevalezca sobre los aspectos más especulativos del análisis. Aunque sea con diferente peso, ambas vertientes – la descriptiva y la normativa –han convivido tradicionalmente en las gramáticas académicas. Nunca es tarea fácil compaginarlas en su justa medida, pero ambas se hacen también patentes en esta edición (Real Academia 2009: XLI-XLII). La resolución de la Academia por dotar a su Gramática de un aparato teórico más flexible, menos fijado en los valores normativos, hace que se plantee también el valor de las fuentes. Aquí es donde se aprecia claramente el abandono absoluto del principio de autoridad: Los autores de quienes se toman los ejemplos aducidos no son propuestos exactamente en cuanto auctores imitandi, tal como sostenía Nebrija en su Gramática castellana (1492): “los poetas y otros autores por cuia semejança avemos de hablar”. En efecto, muchos de los que figuran en la nómina no han sido seleccionados tanto en función de un canon literario de excelencia, explícito o implícito, cuanto como representantes de las variedades del español que ha sido posible documentar y analizar. Con todo, la presencia de determinadas construcciones en clásicos antiguos y modernos o en escritores de prestigio se considera un testimonio significativo de su difusión en la lengua culta y un aval de su integración en los registros formales. A su vez, ha sido necesario acudir, en buen número de casos, a ciertas obras narrativas por el simple hecho de que presentan variedades del español popular que era necesario atestiguar –por lo general, puestas en boca de diversos personajes -, y no, en cambio, porque se entienda que tales usos sean dignos de imitación. (Real Academia 2009: XLV) 221 El marco teórico con el que se opera es la actual lingüística de corpus, aquella que enfoca toda su atención en los datos que proporciona el uso. Ya no se trata de describir el buen uso, el uso de los sabios, de las personas cultas, el consensus eruditorum de Quintiliano y de los humanistas. La lingüística de corpus permite desarrollar un método inductivo de extracción y de cuantificación de datos eficaz a partir de un corpus, es decir, un conjunto de textos reales, tanto escritos como orales, lo suficientemente extenso como para que resulte representativo del uso general de una lengua. De hecho, la cuantificación de un número enorme de fenómenos lingüísticos gracias a la informática, que en épocas anteriores nunca se lograba, resulta el mayor atractivo de este método basado en corpus. Precisamente, el objetivo principal de la elaboración de una base de datos léxicos es la marcación o etiquetado minucioso de las características y de la información, para que el usuario pueda acceder a ellas de la manera más directa y rápida posible. Los corpus empleados para esta obra están declarados en la Introducción: Muchos de los textos citados en la Nueva Gramática proceden del banco de datos léxicos de la RAE, que integran el CORDE (Corpus Diacrónico del Españaol), el CDH (Corpus del Diccionario Histórico), el CREA (Corpus de Referencia del Español Actual) y el CORPES (Corpus del Español del Siglo XXI), así como el viejo fichero de papel de la Academia (Real Academia 2009: XLV). Sobre empleo de las fuentes, los autores de la Nueva Gramática exponen lo siguiente: La Nueva Gramática de la lengua española combina las dos fuentes de datos características de los tratados gramaticales clásicos: ejemplos construidos por sus redactores (en nuestro caso, siempre debidamente convalidados por un número suficiente de hablantes nativos y refrendados por las Academias) y ejemplos procedentes de textos. El corpus del que se han extraído los datos que ejemplifican aquí las estructuras gramaticales es uno de los más extensos en cuantos hayan sido nunca utilizados en un estudio lingüístico sobre el español. Contiene textos literarios, ensayísticos, científicos, periodísticos y, en proporción menor, también otros de procedencia oral. Abarcan todas las épocas y todos los países hispanohablantes, pero, como es lógico, son mucho más numerosos los procedentes de obras publicadas en el siglo XX (Real Academia 2009: XLIV). Es imposible que una gramática académica se deshaga de todo el bagaje de tradición que ha acumulado. Ni si quiera ha de verse esto como un lastre negativo. Antes bien, no hay que olvidar el objetivo para el que fue creada la Real Academia Española, y que ya hemos visto aquí. La gramática tiene clara orientación sincrónica, pero sin olvidar las grandes obras del pasado. No se trata, sin embargo, de describir la lengua literaria de entonces. Como ya hizo Quintiliano cuando rechazó el uso de los poetas para enseñar las reglas de la gramática del latín, la Academia vuelve a declarar también la desconfianza hacia los textos poéticos: Se decidió que fueran escasos los textos poéticos elegidos en los ejemplos porque se ha comprobado en no pocas ocasiones que el metro y la rima pueden forzar las estructuras gramaticales. También condicionan la sintaxis y la morfología, en proporción mucho mayor que en la prosa literaria, los rasgos que ponen de manifiesto la particular voluntad de estilo de los poetas. La historia de la lengua literaria es una parte importante de la literatura (y 222 entronca, además, con la historia de las ideas estéticas), pero sus objetivos no pueden confundirse con los que persigue un tratado gramatical descriptivo y normativo (Real Academia 2009: XLIV). Tras el examen de las obras ya mencionadas, podemos concluir que el principio de autoridad deja de ser una categoría operante en la gramática de finales del siglo XX y comienzos del XXI. Como se verá a continuación, los diccionarios de esta misma época también renuncian al principio de autoridad, si bien, de manera un tanto paradójica, los autores de tales diccionarios remarcarán cada vez más la importancia de testimoniar los usos de las voces y el valor de los ejemplos para mejorar así la técnica lexicográfica española, que había renunciado a la ejemplificación prácticamente desde el siglo XVIII. 2.6.2. Los diccionarios históricos y descriptivos de los siglos XIX y XX: auge y ocaso del principio de autoridad Los diccionarios son un reflejo de la sociedad de su tiempo, como ha quedado patente a lo largo de estas páginas. Son, además, el tipo de obras que mejor refleja los avances producidos en el campo de la lingüística. En el siglo XIX nace el paradigma histórico- comparativo, un modelo que dotó a la disciplina de un método objetivo y científico. Como escribiera Rufino José Cuervo, inspirándose en una metáfora hecha por Schleicher (Cuervo 1886: XXXI), el proceso de registro y acumulación de datos lingüísticos en diccionarios y gramáticas se había convertido en una labor taxonómica comparable a la llevada a cabo por el botánico, interesado en allegar y clasificar plantas de todas las familias posibles. En el campo filosófico triunfa la corriente positivista. Alemania exporta la corriente del Sturm und Drang al resto de Europa: la subjetividad y el rechazo al racionalismo conllevan una superación de la tradición literaria anterior. El movimiento romántico trae consigo también el interés por el folclore y la lengua popular. En lo que se refiere a las ideas políticas, irrumpen con fuerza los nacionalismos. Como ya ocurriera en el Renacimiento, la nueva conciencia de Estado hace resurgir el sentimiento de pertenencia a una nación y, como consecuencia de esto, se vuelve a buscar un canon literario que refuerce su identidad. En efecto, a comienzos del siglo XIX se vuelve a plantear en España un nuevo canon literario. Se pretende rescatar del olvido muchas obras de la literatura clásica y del medievo. Con este fin, Pedro de Ribadeneyra crea, junto a un equipo de filólogos, la Biblioteca de Autores Españoles (BAE), una antología canónica de los escritores más representativos en lengua española. Entre los editores de textos literarios correspondientes a los siglos XVI y XVII se encontraba Adolfo de Castro, uno de los lexicógrafos que estudiaremos en el presente trabajo. En el ámbito de la lingüística conviven simultáneamente diferentes paradigmas o modelos científicos. Un ejemplo de ello lo encontramos en la lexicografía italiana. Durante el Ottocento, conocido como “el siglo de los diccionarios” (Della Valle 2005: 223 33), todavía podía percibirse la larga sombra del Vocabolario de la Crusca. Y es que aún había quien consideraba el dialecto florentino del Quatrocento como un modelo lingüístico insuperable. El principal representante de la tendencia purista en este tiempo fue Antonio Cesari, redactor de una versión del Vocabolario della Crusca conocida como la Crusca veronese (1806 – 1811). Cesari quiso hacer de Verona la heredera cultural de Florencia. No pretendía actualizar el Vocabolario, sino enriquecerlo y perfeccionarlo, aumentando el número de citas de autores toscanos medievales. El modelo arcaizante que defendió en su diccionario fue, naturalmente, criticado con sarcasmo por sus propios contemporáneos. A pesar de las críticas hechas a lo largo del tiempo 113 , las sucesivas ediciones del Vocabolario degli Accademici de la Crusca siguieron dominando el panorama lexicográfico italiano hasta que a finales del siglo XVIII el sacerdote Alberti di Villanova (1737 – 1801) publicó su Dizionario universale critico-enciclopedico della lingua italiana (1797 – 1805) 114 . Se trataba de un diccionario con características muy similares a las del Diccionario castellano (1789 – 1793) del padre Terreros, con quien se pueden establecer varios paralelismos. Si Terreros rehusó ser nombrado miembro de la Real Academia Española para emprender en solitario su propio diccionario, Villanova renunció a formar parte igualmente de la Accademia Fiorentina –que en el año 1784 había absorbido a la Accademia della Crusca– para poder llevar a cabo su diccionario. Villanova introdujo numerosas voces científico-técnicas. Además, defendió como norma lingüística la lengua hablada contemporánea, sin renunciar a las voces literarias usadas por los autores del pasado. Mirella Sessa (1994: 74) definió a Alberti di Villanova como «aggiornatissimo ricercatore della terminologia dell‟uso vivo, ma anche respetosso custode della lingua degli auctores e prudente sostenitore di una norma nella lingua parlata». Hay que lamentar, sin embargo, la escasez y la imprecisión de las citas, otra característica que comparte con el Diccionario castellano de Terreros. Con todo, el Dizionario universale critco-enciclopedico supuso una verdadera actualización de la lexicografía italiana. 113 Las críticas al Vocabolario de la Crusca habían comenzado muy pronto. El primer opositor que tuvo la Accademia de la Crusca fue Paolo Beni, profesor de la universidad de Padua, autor de una obra titulada Anticrusca, escrita en el mismo año de 1612, aunque no publicada hasta el siglo XX. Beni partía del presupuesto de que la lengua italiana era un patrimonio común de todas las repúblicas de Italia, y no de una sola. La lengua de los escritores del Trecento le parecía ruda e irregular, mientras que la lengua moderna le resultaba reglada y gentil. El poeta Alessandro Tassoni se burlaba también de los criterios arcaizantes de la Crusca. Decía que las voces arcaicas eran voces «pessime», «scabrose», y «rozze», (Marazzini 2009: 139). El jesuita Danielo Bartoli, por último, escribió una obra contra el Vocabolario de la Crusca: Il torto e il diritto del Non si può (1655), un conjunto de observaciones heterogéneas sobre la corrección lingüística (Marazzini 2009: 141). 114 Alberti di Villanova se había estrenado como lexicógrafo con la traducción del Dictionnaire du Citoyen de H. Lacombe de Prézel, (1761), a la que tituló Dizionario del cittadino (1763). 224 La reacción antipurista y antiflorentina acabó imponiéndose a lo largo del siglo XIX. Vincenzo Monti, poeta de Milán, escribió una Proposta di alcuni giunte e correzioni al Vocabolario della Crusca (1817 – 1826), en la que condenaba la visión anacrónica de los académicos, criticando su formación filológica y la selección de autoridades, así como la escasez de términos científico-técnicos en esta obra (Della Valle 2005: 35). Otro escritor que levantó su voz contra el principio de autoridad practicado por la Crusca fue Alessandro Manzoni (1785 – 1793). Este autor propuso seguir el modelo del Dictionnaire de l’Acadèmie Françoise, un diccionario sincrónico, sin citas ni más autoridad que la de los lexicógrafos. El problema residía en el hecho de que los diccionarios de la Accademia de la Crusca no siempre indicaban la vigencia de uso de las voces. En una de sus apostillas, Manzoni relata un caso curioso: el Vocabolario de la Crusca registraba la expresión fare l’amore con una cita referida al encuentro entre dos santos: «Santo Ambrogio aveva fatto l’amore a sant‟Eugenio». Fare l’amore significaba en antiguo toscano „dar la bienvenida‟. Mazoni anotó lo siguiente: «Equivoco dei più ridicoli, poiché questo modo ha un altro significato usitatissimo e che corre alla mente di chiumque ode proferiré il vocabolo» (apud Marazzini 2009: 301). Efectivamente, la Crusca no recogía el sentido moderno de fare l’amore: „parlare d‟amore‟ o „amoreggiare‟ 115 . Tras la unificación italiana producida en el año 1861, se sintió la necesidad de hacer un diccionario histórico de la lengua común italiana. El proyecto de elaboración de diccionarios históricos se había emprendido casi de manera simultánea en Inglaterra, Alemania e Italia. Niccolò Tommaseo (1802 – 1874), poeta dálmata, publicó entre 1861 y 1879 el Dizionario della lingua italiana, la empresa lexicográfica más importante del siglo XIX. Trabajaron en el diccionario numerosos colaboradores y especialistas en diversos campos científicos. Sin embargo, el gran número de redactores hizo que dentro de la obra hubiera contradicciones, lagunas e incoherencias. El primer diccionario descriptivo del italiano, que reaccionó contra el uso de autoridades, fue el Novo vocabolario della lingua italiana de Giovanni Battista Giorgioni y Emilio Broglio, publicado en Florencia entre 1870 y 1897. Como ya había propuesto Manzoni, se tomó como modelo el Dictionnaire de l´Academie française. Estos autores querían basarse, sobre todo, en el uso vivo de la lengua. Se eliminaron los ejemplos de autores, que eran vistos como un lastre para la lexicografía. Aumentaron el número de unidades pluriverbales, y se redujo el de arcaísmos. Por aquella época se publicaron también el Vocabolario della lingua parlata (1875) de Giuseppe Rigutini y Pietro Fanfani, y el Nòvo dizionario universale della lingua italiana (1887) de Policarpo 115 En el siglo XIX la expresión fare el amore no significaba aún „practicar el acto sexual‟. 225 Petrocchi. El interés por la lengua popular y el nacimiento de la dialectología favoreció además la aparición de infinidad de diccionarios dialectales 116 . Hemos visto cómo los primeros diccionarios descriptivos y sincrónicos italianos comenzaron a publicarse en la segunda mitad del siglo XIX, después de una etapa volcada en la lexicografía histórica. Esto no siempre supuso el fin de las citas, pero si la relativización del principio de autoridad. Si en los diccionarios históricos las autoridades se transformaron en testimonios filológicos, con la aparición de los diccionarios descriptivos deja de ser pertinente hablar de autoridades. Habría que definirlas como citas descriptivas con una función adicional: la ilustración gramatical, semántica y pragmática de las voces. Aunque las citas en los diccionarios se convirtieron en un problema para la lexicografía italiana, en el caso francés éstas siguieron teniendo un papel muy importante. La clave radicaba en el modelo lingüístico que describían. El Dictionnaire de la Acadèmie Française recogía el buen uso de la corte y de los escritores contemporáneos, siguiendo el criterio lingüístico de Vaugelas. Por esa razón, aparecen descritos muchos usos figurados que no eran corrientes en el habla normal. Esta característica se acentuó aún más en el Dictionnaire critique (1787) de Féraud. Su diccionario pretendía recoger todos los usos figurados y metafóricos presentes en los buenos autores: entreprise très utile […] surtout dans un temps où l´innovation et le néologisme tendent sans cesse à corrompre la langue. [Le dictionnaire critique idéal ferait] une étude appropriédu langage figuré, de toutes les acceptions que nos bons auteurs ont données aux termes dans les différents styles, en un mot de toutes les richesses et du génie de la langue françoise (Année litt., 1788 (1), 72-73) (apud Quemada 1968: 225). El Dictionnaire critique era una obra normativa, estilística y retórica, no un diccionario del uso real y mayoritario de los hablantes franceses. A lo largo del siglo XIX, la función principal del ejemplo literario fue coincidiendo con la concepción filológica de la lengua: las citas se transformaron en testimonios que garantizaban, mejor que ningún otro texto, la pertenencia de la voz a un uso de la lengua (Lara 1997: 74). Efectivamente, éste fue el siglo de la filología, pero también el siglo de los diccionarios enciclopédicos. Los diccionarios franceses de esta época heredan, por un lado, la vocación enciclopedista del siglo anterior, recogiendo abundante terminología y ofreciendo en los artículos información sobre la realidad designada por el signo lemático. 116 Entre los más importantes podemos nombrar Vocabolario milanese-italiano (1814) de Francesco Cherubini, el Dizionario del dialetto veneziano (1829) de Giuseppe Boerio, el Gran dizionario pie-montese-italiano de Francesco Cherubini (1814), il Dizzionario del dialetto veneziano (1829) de Giuseppe Boerio, el Gran dizionario pi-montese-italiano (1859) de Vittorio di Sant´Albino, el Vocabolario napolitano-toscano (1873) de Raffaele D´Ambra y el Nuovo dizionario siciliano-italiano (1876) di Vincenzo Mortillaro. 226 Además, los diccionarios fueron adquiriendo una función didáctica cada vez más acentuada, en detrimento de la función normativa característica de los diccionarios de la Acadèmie Française. En Francia, Napoléon Landais (1803 - 1852, autor del Dictionnaire général et grammatical des dictionnaires français (1834), Prosper Poitevin (1810 – 1884), que publicó el Nouveau dictionnaire universel de la langue française (1854 – 1860), Louis-Nicolas Bescherelle, autor del Dictionnaire national ou Dictionnaire universel (1841) y, por último, Pierre Larousse (1817 – 1875), conocido por su famoso Grand dictionnaire universel du XIX e siècle (1864 – 1876) ilustraron a la perfección esta tendencia. El enciclopedismo llevó a los diccionarios decimonónicos a incluir tanto textos literarios como no literarios, y a privilegiar los textos recientes sobre los más antiguos. Mención a parte merece Émile Littré (1801 – 1881), autor de un diccionario del francés marcadamente histórico: el Dictionnaire de la langue française (1863 – 1872). Si se comparan las citas presentes en el Grand dictionnaire universel de Pierre Larousse y en el Dictionnaire de la langue française de Littré, se aprecian a simple vista las diferencias de perspectiva entre ambos lexicógrafos. En el caso de Larousse, las citas tienen un marcado carácter ideológico. Su función es pedagógica, es decir, Larousse pretende enseñar a través de las citas diferentes aspectos acerca de la realidad que describe. Para ello necesita extraer los ejemplos de textos contemporáneos. En cambio, Littré deseaba mostrar los grandes monumentos de la lengua literaria francesa. Su diccionario es filológico y normativo. Una solución híbrida de ambas soluciones la representa el Dictionnaire des dictionnaires (1884 – 1890) de Paul Guérin (1830 – 1908). En cuanto al Dictionnaire général (1895) de Hatzfeld, Darmesteter y Thomas, utiliza dos tipos de ejemplos: filológicos para testimoniar el uso más antiguo conocido, y ejemplos literarios para ilustrar el uso moderno, según una perspectiva próxima a la de Litrré (Rey 1995b: 20). Al mismo tiempo se percibe una reacción antiliteraria en algunos diccionarios franceses. Bescherelle afirma en el prefacio de su Dictionnaire National (1848): «Notre intention n´a pas été de réformer la langue, mais de la présenter avec ses caprices, ses anomalies, ses irrégularités, ses beautés, ses défauts, en un mot, telle que la nation l‟a faite» (apud Quemada 1968: 197). La reacción contra la hegemonía de la lengua literaria escrita se debe a varias razones: por un lado, se deseaba facilitar un aprendizaje más rápido de la lengua, algo que los textos literarios, por naturaleza más complejos, impedían. Por otra parte, los diccionarios descriptivos pretendían mostrar usos rigurosamente actuales, así como incluir abundante terminología científico-técnica, difícil de testimoniar en textos literarios. Pero, como decíamos, el siglo XIX fue también el siglo de los diccionarios históricos. Ya hemos hablado de los diccionarios de Tommaseo en Italia y de Émile Littré en Francia. En Alemania, convertida en un estado en el año 1871, se había emprendido una 227 obra monumental que recogería el léxico de la lengua alemana, el Deutsches Wörterbuch, iniciada por Jacob y Wilhelm Grimm en 1852, y que no se concluiría hasta el año 1971, resultando ya una obra demasiado heterogénea, dados los diferentes redactores que trabajaron en él. En esta obra se excluía toda intención normativa. Las citas, como venía siendo habitual, servían exclusivamente como testimonios filológicos e ilustrativos, para establecer así la historia de cada palabra (Seco 1987e: 57). El Oxford English Dictonary (1888 – 1928) se convirtió en el diccionario histórico de la lengua inglesa. Se trataba de una empresa en la que se implicó a los ciudadanos británcios. Anuncios en el periódico invitaban a cualquier hablante de la lengua inglesa a enviar textos en los que se documentara una voz. Al principio, se produjo un aluvión de testimonios de palabras poco frecuentes, lo que llevó a cambiar ligeramente el contenido de los anuncios: se solicitó entonces a los lectores el testimonio de palabras corrientes, porque, paradójicamente, se habían reunido muchos más textos para documentar voces antiguas y de poco uso que para aquellas de uso cotidiano. El alma del proyecto fue James Murray, que estuvo a su cargo hasta el año de su muerte, en 1915. Pero la idea original se le ocurrió a Richard Chenevix Trench, deán de la Abadía de Westiminster. En su obra On Some Deficiences in Our English Dictionaries (1857), Trench sostenía la necesidad de elaborar un diccionario histórico del inglés que constituyera el repertorio léxico más exhaustivo y completo de esta lengua. (Lara 1997: 76). 71 años más tarde cristalizaría su propuesta en el New English Dictionary, que con el paso del tiempo vendría a conocerse como el Oxford English Dictionary porque salió de las imprentas de la Universidad de Oxford. Esta obra la forman 12 volúmenes con unos 300.000 artículos y 436.600 citas. La gran recopilación de testimonios de la lengua inglesa permite documentar la evolución histórica del vocabulario inglés; y el aparato etimológico, de registro de variantes de pronunciación y de ortografía, y de marcas de uso ofrecen una visión completa, ajena al autoritarismo, de la lengua inglesa y su cultura. Para hacer un acopio tan abrumador de materiales, fue necesaria la colaboración ciudadana, como ya hemos comentado. Se manejaron unos cinco millones de fichas elaboradas por unos dos mil voluntarios y un sólido equipo editorial. Entre los voluntarios más constantes se encontraba un convicto americano condenado a cadena perpetua. La idea de un corpus cerrado basado en un canon literario se diluye por completo. El English Oxford Dictionary no tiene autoridades, sino citas extraídas de las más variadas fuentes con un valor testimonial. Debido al trabajo colectivo y a las aspiraciones del diccionario, era imposible basarse en un grupo reducido de escritores modélicos. Sin embargo, y como observa Lara (1997: 77), la obra no se libró de convertirse en la autoridad lingüística por antonomasia de la lengua inglesa, a falta de una academia que la regulara: Como catálogo exhaustivo del vocabulario de la lengua inglesa desde sus orígenes, se convirtió en un gran monumento histórico, primeramente; después, en la mejor celebración 228 de la lengua inglesa y, en general, de cualquier lengua europea; por último, en verdadera autoridad para definir significados, etimología, pronunciación, ortografía y usos. Pero su autoridad, lejos de verse como establecimiento de un estándar, proviene de su calidad, de su valor filológico. Las corrientes más innovadoras de la lingüística europea fueron introducidas en el ámbito hispánico de la mano de Rufino José Cuervo. No deja de sorprender que el filólogo colombiano fuera autodidacta de formación. Antes de viajar a Europa y de conocer allí a las grandes figuras de la escuela histórico-comparativa, había leído alguanas de las obras más avanzadas de la lingüística alemana, como la del etimologista August Friedrich Pott (1802 – 1887), al que admiraba, o la del romanista Friedrich Diez (1794 – 1876). Cuervo viajó por primera vez al continente europeo en 1878, cuando contaba con 34 años. Un poco antes, entre 1867 y 1872 había publicado sus famosas Apuntaciones críticas sobre el lenguaje bogotano, en las que se ocupó de la espinosa cuestión de la unidad del idioma. Ya hemos visto cómo la discusión lingüística entre Bello y Sarmiento tuvo como desencadenante el mismo asunto. El principio de autoridad se convertía en una garantía para la propia supervivencia del idioma español. En el Prólogo de las Apuntaciones había escrito Rufijo José Cuervo: Cuando varios pueblos gozan del beneficio de un idioma común, propender a su uniformidad es avigorar sus simpatías y relaciones, hacerlos uno solo […] Nadie hace tanto por el hermanamiento de las naciones hispano-americanas, como los fomentadores de aquellos estudios que tienden a conservar la pureza de su idioma, destruyendo las barreras que las diferencias dialécticas oponen al comercio de las ideas (Cuervo 1987: II.6). Cuervo asume, pues, las mismas preocupaciones de Bello. Por aquellos años, impelido, como él mismo confiesa, por la ignorantia iuventutis, decide emular, en pleno siglo XIX, aquella proeza que sí lograron los ilustrados académicos: redactar un diccionario de autoridades. En esa empresa no estaba solo. Con él colaboró el también bogotano Venancio González Manrique. Sin embargo, aquel plan se quedó en un intento de buena voluntad plasmado en un folleto de treinta y una páginas publicado en 1871 con el nombre de Muestra de un diccionario de la lengua castellana. Cuervo contaba entonces con 27 años. En Europa comenzaban a publicarse los primeros diccionarios de orientación histórica. La primera vez que comienza a hablarse en España de la redacción de un diccionario histórico (en sentido moderno) es en el año 1861, como veremos más adelante. Hasta entonces, la verdadera obsesión de algunos académicos y lexicógrafos era retomar el trabajo del Diccionario de autoridades, cuya segunda edición había quedado interrumpida. El sueño de un nuevo diccionario de autoridades se convirtió en una utopía que varios lexicógrafos trataron de hacer realidad: Rufino José Cuervo, como ya queda dicho, pero también el gaditano Adolfo de Castro y, a finales de la centuria, Aniceto de Pagés. Sólo este último lograría culminar su proyecto, si bien no logró a verlo en vida. 229 Rufino José Cuervo pronto se dio cuenta de que él y su compañero Venancio González no podrían concluir una labor tan ingente como la de escribir un diccionario general de la lengua basado en testimonios textuales. Decidió entonces emprender un nuevo proyecto lexicográfico, que consistía en la elaboración de un diccionario que sólo recogiera aquellas voces cuyas construcciones sintácticas pudieran generar dudas o dar lugar a confusión. Este tipo de dificultades no solían ser tratadas en las gramáticas, pues éstas sólo se ocupaban de los aspectos regulares y universales de la sintaxis. Nace de esta manera, en 1872, el proyecto de un diccionario de regímenes. La selección de unidades en esta obra debía ser restrictiva, pues sólo se explicarían aquellas palabras que presentaran alguna dificultad sintáctica. Sin embargo, Cuervo acabaría dándose cuenta de que era necesario redactar cada artículo «tan completo como si hubiese de figurar en el Diccionario general de la lengua» (Cuervo 1886: III). Esto explica la estructura bimenbre del título del diccionario que estamos tratando: Diccionario de contrucción y régimen. El término construcción hace referencia a la sintaxis general, a las relaciones sintagmáticas regulares de la lengua, mientras que el régimen se corresponde con la sintaxis particular, es decir, las relaciones especiales entre sintagmas, verbos y complementos fijados por el uso. Esta doble visión de la sintaxis ya estaba presente en la Gramática de la lengua latina (1867) que publicó junto a Miguel Antonio Caro. El gran desarrollo de la sintaxis influirá en el uso de las autoridades presentes en este diccionario. Sin lugar a dudas, son autoridades porque, como hemos comprobado, Cuervo tenía una visión normativa de la lengua. De hecho, sus conocimientos de etimología y gramática histórica tenían, en última instancia, la finalidad de legitimar su visión normativa basada en el uso de los escritores clásicos (Ahumada 1996: 8-10). Los ejemplos se buscaron para ilustrar los usos de aquellos escritores. Hasta ahora, el valor más importante de las citas era ofrecer un testimonio de la existencia de una voz, para juzgar así si la palabra era propia o no, elegante o vulgar, etc. La función ilustrativa era mucho menor, aunque existía: los académicos deducían diferentes acepciones a partir de los ejemplos que ellos mismos incluían, y muchas veces mostraban el régimen verbal o la colocación típica de una palabra, pero esto último se hacía de manera irregular. En el Diccionario de construcción y régimen, la razón de ser de los ejemplos era documentar y explicar las combinaciones sintácticas regulares e anómalas de las palabras (ver la figura 17). Curiosamente, esta dimensión sintáctica del léxico, redescubierta en el siglo XIX, ya había tenido lugar en los últimos siglos del Imperio Romano. Arusiano Mesio había escrito un vocabulario, titulado Exempla elocutionum, en el que se recogían también colocaciones, locuciones y verbos con régimen verbal particular, todo ello documentado a partir de la autoridad de los escritores que conformaba la cuadriga clásica. Es evidente que en el siglo XIX el principio de autoridad vuelve a adquirir unos valores que, de una manera paradójica, 230 podríamos calificar de “descriptivos”. Por otra parte, el Diccionario de construcción y régimen no sólo es un diccionario sintagmático, sino también diacrónico: Cuervo pretendía recoger los usos del pasado, desde los orígenes del español hasta su tiempo. La etimología, junto a la autoridad de los buenos escritores, era la fuerza que justificaba y explicaba una determinada construcción. En un estudio dedicado a esta obra, Porto Dapena resume las características de esta obra de la siguiente manera: - es selectivo o restringido, puesto que tan sólo estudia vocablos del español normativo y, de éstos, tan solo aquellos que presentan alguna particularidad en su comportamiento sintagmático; - se trata a su vez de un diccionario sintáctico, lo que constituye su principal característica; - posee carácter descriptivo, apoyando sus descripciones – sintácticas y semánticas fundamentalmente – en textos tomados de la lengua escrita, lo que lo constituye en un diccionario de citas; - según la perspectiva temporal, hay que calificarlo de diccionario diacrónico, con carácter histórico y etimológico a la vez; - por lo que se refiere a la ordenación de artículos, se trata de un diccionario alfabético; - su finalidad es fundamentalmente normativa, - en cuanto al público al que va destinado, constituye, como observa el propio Cuervo, un diccionario escrito para una minoría, esencialmente para especialistas en materia filológica” (Porto Dapena 1980: 2). La Introducción del Diccionario de construcción y régimen nos permite conocer las ideas que tenía Rufino José Cuervo sobre temas como la evolución lingüística, la lengua popular y el papel de la lengua literaria en la gramática. Desde la primera edición de las Apuntaciones críticas (1872), Cuervo había cambiado de parecer con respecto al lenguaje popular. Tanto es así, que el único proyecto que compitió con el Diccionario de construcción y regimen en la última etapa de su vida fue el que consagró a una obra que se llamaría Castellano popular y castellano literario, y que quedó sin terminar. En la mencionada Introducción, Cuervo habla de las excelencias del lenguaje popular, y cita a Juan de Valdés y a Covarrubias, ambos amantes de la naturalidad y espontaneidad de romances y refranes. Lo que una vez fue tachado de barbarismo, hoy es norma, y pone como ejemplo el conocido Appendix Probi del siglo IV d. C., que corregía formas como socra en lugar de socrum „suegra‟, oricla en lugar de auris „oreja‟ o asa en lugar de ansa „asa‟. Las lenguas cambian, y lo que en tiempos de Cervantes se aceptaba como modelo 231 de corrección en la actualidad sería censurable (el alcuza, el acémila, escribió el autor de El Quijote, por ejemplo). Por lo tanto, Cuervo era consciente del valor relativo de las autoridades. Su visión es normativa, pero no prescriptiva. Al ofrecer autoridades en su diccionario, pretende fijar un uso generalizado, pero no imponer un uso sobre otro. Lo que Cuervo ataca son los desvíos de la norma individual. Si un cambio se produce en la lengua, y se impone en toda la sociedad con el paso del tiempo, dicho cambio no se ve como corrupción, sino como evolución natural. Sin embargo, aquellas desviaciones con respecto a la norma, producidas por la ignorancia o el descuido, deben ser corregidas. Esas mismas ideas fueron defendidas por Miguel Antonio Caro en un discurso al que Cuervo remite, y que fue ofrecido ante la Academia Colombiana en agosto de 1881: Del uso en sus relaciones con el lenguaje, que es una encendida apología a favor del principio de autoridad en cuestiones de gramática. Para garantizar que la descripción de la lengua se produce sobre buenos modelos, aceptados socialmente, y no sobre usos individuales, se recurre a la citación de los autores clásicos: Lo dicho hasta aquí muestra cuán razonable es la opinión corriente de que los buenos escritores representan la lengua en su forma literaria más pura, y por qué desde tiempo inmemorial se ha citado su testimonio como manifestación la más respetable del uso; y con no menos claridad da á entender que se es acatada la autoridad de los clásicos, la lengua no abdica su soberanía, y que ante su tribunal quedan vencidos así el error ó el capricho individual, como las prácticas olvidadas de otra época en presencia de las actuales; de donde se sigue que, comparando á un escritor con los demás de su tiempo, y confrontando su elocución con el habla común ó consultando el genio del idioma, según aparece en los casos análogos, se puede decidir si tal ó cual práctica es ó no propia de la lengua, ó si su imitación es absolutamente oportuna. La autoridad de los escritores tiene pues por fundamento la conformidad con los principios que rigen la lengua, y los gramáticos y críticos han usado de un derecho perfecto al censurar las desviaciones ocasionales con que se tropieza en obras eminentes; con lo cual ni se menoscaba el mérito de éstas, ni adquieren crédito los censores, pues sólo se pone de manifiesto la insuficiencia de las fuerzas humanas cuando se tiene la mira en el ápice de la perfección” (Cuervo 1886: XXXIX). 232 Figura 17: Rufino José Cuervo. Diccionario de construcción y régimen de la lengua castellana 117 233 Analizar la rica microestructura del Diccionario de construcción y régimen es algo que sobrepasaría los objetivos de este capítulo. Cada artículo lexicográfico constituye todo un estudio de la unidad léxica desde el punto de vista semántico, sintáctico, histórico y etimológico. Para nuestro propósito, hemos elegido el artículo dedicado al verbo arropar. En la página V de la Introducción a su diccionario, Cuervo explica las posibles combinaciones que pueden encontrarse entre un verbo y uno o varios de sus complementos. Cada clase de combinación sintáctica se expresa mediante una letra del alfabeto griego (Cuervo distingue ocho tipos principales). a) La primera acepción del verbo arropar se refiere a «Cubrir ó abrigar con ropa» α) Verbo en uso transitivo: Cuervo muestra dos ejemplos del Quijote en los que se muestra el verbo arropar con un complemento le (característico del leísmo para objeto masculino) frente a un ejemplo de Moreto en el que se lee «la arroparemos» (complemento directo femenino). α) Verbo en uso reflexivo: para ilustrarlo se introduce un fragmento de un poema de Góngora, en el que se lee: «El que le oyó no se arropa» ββ) Participio en función adjetival: La cita se extrae de una obra en prosa: La vida y hechos Estebanillo González (1646): «saliendo ambos bien arropados del hospital…» β) Verbo con complemento preposicional regido por la preposición con (en función instrumental): Cuervo vuelve a citar el Quijote de Cervantes: «Le arroparon con su gabán» αα) Verbo en uso reflexico y con complemento preposicional: La fuente de la cita en esta ocasión es metalingüística. Se trata de una neutralización: «Arroparse con la colcha» (Gram. Acad.) b) Una segunda acepción es, por extensión, la de abrigar o cubrir, acepción ejemplificada con una cita de Fray Luis de Granada. c) Existe también un uso del verbo arropar en sentido metafórico, ilustrado con sendas citas de Moreto y Quintana. Finalmente Cuervo explica dos fórmulas pluriverbales. La primera «Arrópate, que sudas» viene aclarada a través de las palabras de Sebastián de Covarrubias. La segunda, «Arrópese con ello», se define citando el Diccionario de la Academia. El artículo se cierra con las citas de varios autores del período anteclásico, citas que se separan del resto del artículo, pues Cuervo entiende que no sirven para ilustrar los usos modernos y, por tanto, no se deben imitar, como el resto. Las citas situadas en este apartado están puestas sólo como testimonio de usos antiguos. Se trata, en efecto, de un diccionario histórico por el método descriptivo empleado. La distinción entre una etapa clásica y otra anterior constituye un gran acierto de Cuervo. Finalmente, el último apartado corresponde al estudio de la etimología. Como se ve, las citas tienen una función clara: ilustrar los diferentes usos y funcionanimientos sintácticos de las palabras. Al mismo tiempo, Cuervo elige escritores consagrados, sobre todo de los siglos áureos. Las autoridades de siglos pasados siguen teniendo un valor ejemplarizante. 117 Fuente: Rufijo José Cuervo (1886): Diccionario de construcción y régimen de la lengua castellana, París, A. Roger y F. Chernoviz, Libreros Editores 234 La función de las citas, aparte del trasfondo cultural y normativo que expuso Cuervo, tiene también una explicación de naturaleza práctica. La competencia de una sola persona es insuficiente para dar cuenta de todos los usos y de todas las peculiaridades sintácticas que puede presentar una palabra. Por tanto, la obra de los escritores funciona, salvando las distancias, como un corpus de referencia para el lexicógrafo: La índole de la presente obra y las circunstancias particulares de su autor han exigido que nada, ó lo menos posible, vaya sin el apoyo de testimonios ajenos. Tratándose de combinaciones y medias tintas delicadísimas, era forzoso, para analizarlas y explicarlas, sorprenderlas en la expresión espontánea de los escritores más nombrados y en vista de la maravillosa variedad con que se multiplican las aplicaciones y el enlace de las palabras, no se podía tocar al valor originario, sin allegar un grande acopio de pasjes de varias épocas y estilos, entre los cuales apareciesen eslabones, muchas veces impensados, que establecen la continuidad […] (Cuervo 1886: XLI) Concluimos la descripción de este gran diccionario con las palabras de un lexicógrafo y metalexicógrafo que lo conoce muy bien, José Álvaro Porto Dapena, que trabajó en la continuación de esta obra que Cuervo no llegó a concluir: Él fue quien, sin romper con la tradición hispánica en materia lingüística, aplicó por primera vez al español una metodología científica, la del historicismo: no en balde el DCR es el primer diccionario del español hecho con criterio histórico, aunque sin renunciar a un cierto afán normativo. En Cuervo podemos decir que se conjugan de un modo admirable la tradición, representada por su purismo, y los más modernos avances de la lingüística del siglo XIX. A este respecto conviene subrayar que el historicismo no es para el filólogo colombiano un fin, sino un medio de sancionar la legitimidad o ilegitimidad de un uso. Por lo demás, el afán normativista de Cuervo se explica no solo por ser ésta casi la única preocupación que informa los estudios lingüísticos anteriores al siglo XIX, sino porque en Colombia, y en general en toda la América hispana, esta preocupación adquiere durante el siglo pasado una fuerza especial: la reciente independencia de los diversos estados americanos ponía en peligro la unidad del idioma, razón por la que la búsqueda de la corrección se presenta como algo básico y primordial (Porto Dapena 1984: 292-293). El diccionario de Cuervo es la obra concluida que más se asemeja, en la actualidad, a un diccionario histórico de la lengua española. Sin embargo, no puede ser calificado como tal debido al carácter restrictivo del Diccionario de construcción y régimen. La idea de confeccionar un diccionario histórico para el español surge del mismo proyecto del diccionario de autoridades. Hay que tener en cuenta que hasta el año 1936 siguió existiendo la Comisión académica del Diccionario de autoridades (Seco 1987: 67), y fue precisamente en el seno de dicha comisión donde se plantea por primera vez la elaboración de un diccionario histórico, en el sentido actual del término. La Comisión entendía que, tras los últimos adelantes lingüísticos, no era tiempo de hacer diccionarios de autoridades, sino un diccionario histórico construido a partir de un método filológico moderno. Así aparece mencionado por primera vez en el Reglamento de 1861: «[La Academia] procurará […] formar colecciones clasificadas por siglos, de palabras, locuciones, frases […], señalando sus fuentes y autoridades, a fin de que se emprenda inmediatamente y pueda continuarse sin descanso el Diccionario histórico de la lengua» (apud Seco 1987: 67). En 1933 se publica el primer volumen, correspondiente a la letra A. 235 Por el año 1936 sólo constaba el nombre de tres redactores: Vicente García de Diego, Armando Cotarelo Vallador y Julio Casares. Es entonces cuando se publica el segundo tomo, correspondiente a la letra B y parte de la C (Porto Dapena 2000: 110). La Guerra civil vino a paralizar trágicamente el proyecto, debido al incendio que provocó una bomba caída en los almacenes en los que se guardaban las existencias de los ejemplares del diccionario así como los materiales destinados a lo que sería el tercer tomo. El proyecto de un segundo diccionario histórico del español surgió a raíz de la fundación del Seminario de Lexicografía Hispánica en 1946, cuyo primer director fue Julio Casares, que contaba a la sazón 69 años. En 1951 se publica una muestra, poniendo en práctica un nuevo método. Las críticas fueron muy positivas, pero la labor ardua y lenta llevaron a un nuevo replanteamiento general. El año 2005 se retoma con nuevo impulso y enfoque el proyecto, animada la Academia por los grandes avances en informática, que le han permitido contar con dos grandes corpus lingüísticos: el Corpus Diacrónico del Español (CORDE) y el Corpus de Referencia del Español (CREA), ya descritos en el primer capítulo de este trabajo. El Nuevo Diccionario Histórico de la Lengua Española (NDHLE) sigue siendo la asignatura pendiente de la lexicografía hispánica. Concluimos este recorrido por la historia del principio de autoridad en la lingüística, no sin antes hablar de su desaparición a finales del siglo XX. Las causas ya están explicadas aquí. Los nuevos géneros lexicográficos que se desarrollan en los últimos cien años no daban más cabida a este recurso (normativo y descriptivo a la vez), tan empleado durante cerca de dos mil años en Europa. La revolución lingüística iniciada por Ferdinand de Saussure, exportada a Norteamérica por Leonard Bloomfield, continuada por la Escuela lingüística de Praga, por la glosemática de Hjelmslev, y terminando en la lingüística generativa, que volverá a hablar de la gramática universal, impondrá el más estricto descriptivismo en materia lingüística, deslindando así el análisis gramatical, por un lado, y, por otro, la regulación exigida por la estilística y la retórica. La norma se basará finalmente en criterios democráticos (Alvar 1982: 55), volviendo al viejo ideal de los gramáticos republicanos de la antigua Roma. Las gramáticas actuales no hablarán más de la norma española, sino de la norma panhispánica. Ya no habrá más un solo centro, sino una norma pluricéntrica. En cuanto a los diccionarios, en la segunda mitad del siglo XX se producirá una auténtica eclosión de los estudios hasta entonces casi inexistentes sobre lexicografía. Los diccionarios habían sido considerados herramientas filológicas sin estatus científico. Los lingüistas no los tenían en cuenta en sus indagaciones sobre semántica o sobre el léxico. Incluso llegaban a despreciar este tipo de obras por su falta de objetividad (Lara 1997: 78). Fue Julio Casares uno de los primeros autores en convertir el diccionario en objeto de estudio lingüístico, al escribir una obra estrictamente metalexicográfica, allá por el año 1950. Se trataba de su conocida Introducción a la 236 lexicografía moderna. Siguieron a esta obra los estudios de los franceses Josette Rey- Debove (Étude linguistique et sémiotique des dictionnaires français contemporains, 1971), Alain Rey (Encyclopédies et dictionaires, 1982), Jean Dubois y Claude Dubois (Introduction à la lexicographie: le dictionnaire, 1971), Bernard Quemada (Les dictionnaires du Français moderne. 1539 – 1863. Étude sur leur histoire, leurs types et leurs méthodes, 1868), Ladislav Zgusta (Manual of Lexicography, 1971), Herbert Ernst Wiegand (Wörterbuchforschung, 1998), Franz Josef Hausmann (Enführung in die Benutzung der neufranzösischen Wörterbücher 1977), Günther Haensch, Lothar Wolf, Stefan Ettinger y Reinhold Werner (La lexicografía. De la lingüística teórica a la lexicografía práctica, 1982), y en España, los trabajos pioneros de Julio Fernández Sevilla (Problemas de lexicografía actual, 1974), Ignacio Ahumada (Aspectos de lexicografía teórica, 1989), Manuel Seco (Estudios de lexicografía española, primera edición: 1987), y Alvar Ezquerra (Lexicología y lexicografía, 1983; Lexicografía descriptiva, 1993), entre otros. De esa manera, el diccionario dejó de ser simplemente un arte y pasó a convertirse en un objeto de estudio de una nueva disciplina: la lexicografía teórica o metalexicografía. Gracias a ello, los diccionarios comenzaron a elaborarse según criterios más rigurosos, si bien la calidad de éstos no siempre fue paralelo al progreso de la metalexicografía. El siglo XX será el siglo de los diccionario sincrónicos (descriptivos) y didácticos. Hasta ahora, hemos podido comprobar que gran número de los diccionarios generales monolingües eran obras exhaustivas, extensivas (con escasa delimitación cronológica en la selección del léxico), y normativas (pues se basaban en las citas de escritores extraídos de un canon literario). Pero la tendencia comenzó a cambiar ya en la anterior centuria. Bescherelle y Pierre Larousse inician una lexicografía cada vez más desapegada del lenguaje literario, y preocupada por el uso corriente de las palabras, así como por el léxico de especialidad. En América Noah Webster publica, en 1828, su American Dictionary of the English Language, que supone una ruptura con respecto a la autoridad (política y lingüística) emanada de Inglaterra, y representada por el English Dictionary de Samuel Johnson. Si en Hispanoámerica las opiniones de Bello y Cuervo sobre la unidad del idioma y la necesidad de preservar la herencia literaria española triunfó sobre las ideas de autores como Sarmiento, en Norteamérica sucedió todo lo contrario. No llegó a crearse una Academia de la lengua inglesa Americana, pero el diccionario de Webster asumió el valor de verdad que la sociedad norteamericana necesitaba para legitimar su forma de hablar. Webster vuelve a formular la vieja doctrina de los primeros gramáticos latinos que escribieron antes de Quintiliano: la analogía y la costumbre general son los únicos modelos que se deben seguir en cuestiones de lengua, y ninguna otra autoridad: There is and there can be no tribunal of competent juridiction for this purpuse. Nor is it necessary or useful that there should be. Analogy, custom and habit form a better rule 237 guide men in the use of words, tan any tribunal of men, voluntarily or arbitrarily instituted. The force of analogy every man must know and feel […]. The general practice of a nation is the rule of propriety […] and this practice should at least be consulted in so important matter,as tha of laws of speaking (apud Wells 1973: 54, 58). No se trata tanto de apelar al uso, sino de justificar razonadamente la independencia lingüística con respecto al Reino Unido. La lengua debía ser un reflejo de la autonomía del Estado: independiente y democrático. Pero lo cierto es que Noah Webster se basó considerablemente en el diccionario de Johnson y siguió el mismo método seguido por él: avalar los usos y los significados de las unidades léxicas lematizadas con la cita de escritores. Webster reconoce, por un lado, la autoridad de Johnson: «Johnson‟s writings had in Philology, the effect which Newton‟s discoveries had in Mathematics» llegó a escribir (apud Wells 1973: 25). Pero al mismo tiempo dice superlo en lo que respecta al número y la calidad de las citas: «In collecting my materials I probably rad many more authors than Johnson did in preparing the materials for his large work. […] my dictionary contains mor real improvements in the number of words and in corrections of definitions than have been introduced by all the compilers since Johnson» (apud Wells 1973: 25). Finalmente, los lectores americanos tomaron la obra de Webster con el mismo respeto que los ingleses el diccionario de Johnson. Los hablantes estadounidenses seguían manteniendo una visión purista de su lengua. Aunque la lingüística sostenía los principios de inmanencia y descriptivismo, la sociedad exigía de los diccionarios los valores normativos tradicionales. El principio de autoridad seguía teniendo vigencia. No obstante, en 1961 salía a la luz la tercera edición del diccionario de Webster, conocido como el Webster’s Third New International Dictionary of the English Language, dirigido por Philip Babcock Gove. Esta obra contenía 450.000 artículos e incluyó unos 100.000 nuevos respecto a la primera edición. Se trataba de una obra ambiciosamente descriptiva, tanto que se incluyeron sin ninguna censura voces poco aceptadas por los sectores conservadores de la sociedad angloamericana, como la forma ain’t, formaciones como finalize o la posibilidad de posponer preporisiciones en la oración inglesa (Lara 1997: 79). Este diccionario incluyó las citas de personajes históricos que no eran literatos, como el general MacArthur o los presidentes Eisenhower o Kennedy. Numerosos periodistas atacaron con saña estas propuestas tan poco convencionales, y ello sólo puede explicarse porque la sociedad seguía viendo en el diccionario una función claramente normativa y en las citas un valor de autoridad. Por todas estas razones la tercera edición del Webster supuso un verdadero escándalo. En Francia los ejemplos siguieron jugando un papel estético y normativo considerable, a pesar de que su función principal ya no era autorizar, como hacían los viejos diccionarios de autoridades, sino ilustrar el uso de las voces. Con todo, el valor de la literatura, el de la lengua escrita, comenzó a decrecer. Junto a las citas, los ejemplos 238 anónimos empezaron a introducirse en algunos diccionarios, como en el Nouveau Larousse illustré (1897) de Claude Augé, el Larousse du XXe siècle (1933) de Paul Augé y el Grand Dictionnaire encyclopédique Larousse (en diez tomos, 1960 – 1964) de Claude Dubois, menguando progresivamente el rol de las citas literarias en favor de los ejemplos anónimos. Los diccionarios de Paul Robert, por el contrario, continuaron haciendo gala de citas extraídas de obras maestras de la literatura. Entre los años 1953 y 1964 se publicaron los seis volúmenes del Dictionnaire alphabétique et analogique de la langue française de Paul Robert, con un reconocimiento especial de la Acadèmie Française. A esta gran edición le siguieron, a partir de 1967, versiones reducidas, conocidas como los Petit Robert. Por eso, a la edición grande en seis volúmenes se le conocerá con el nombre de Grand Robert. Una de las innovaciones importantes del Petit Robert fue que mantuvo, aunque modificadas, las citas literarias que habían aparecido en el Grand Robert. Esta característica, propia de los diccionarios extensivos, aparecía por primera vez en un diccionario manual reducido a un sólo volumen (Lehmann 1995a: 105). Como se ha dicho, las citas se manipularon para conseguir que los fragmentos literarios se adaptaran al proyecto original del Petit Robert. Existen diferencias entre las citas de ambas ediciones. Naturalmente, su número se reduce en el Petit Robert, y poseen una extensión menor (Lehmann 1995a: 106). Las citas del Grand Robert tenían una función cultural, mientras que en la versión reducida los ejemplos tratan de tener, sobre todo, una función ilustrativa, pues se pensaba que el Petit Robert debía funcionar también como un diccionario de francés para extranjeros. En el Micro Robert, diccionario aparecido en 1971, el número de artículos se reduce de los 50.000 existentes en el Petit Robert a tan sólo 30.000. En esta versión, todavía mucho más práctica, se suprimen entradas, se sustituyen ejemplos reales por ejemplos inventados, citas redundantes y también las no redundantes. Pero un pequeño número de citas del Petit Robert permanece, recicladas, en el Micro Robert. Uno de los efectos del reciclaje de las citas es que desaparece la percepción del fragmento como texto literario. Sin embargo, tiene ciertas ventajas: se elimina la imposición de un punto de vista (supresión del contexto, elementos deícticos, etc.), y se aprovecha más la inforación estrictamente lingüística (Corbin 1995: 137-142). A diferencia de las citas presentes en los diccionarios de la editorial Robert, los ejemplos presentes en los diccionarios Larousse se caracterizan por su función pedagógica. En el Petit Larousse illustré (1905) de Juillet se ejemplificaba la palabra musée con el siguiente texto: «Un dictionnaire, avec ses nombreux exemples, est un musée». Esto da una idea del valor educativo que juegan los ejemplos en este diccioario. Estas obras muestran lo más representativo de una lengua, de una civilización, igual que si se tratara de un museo. El 70% de artículos presenta, efectivamente, ejemplos de uso. 239 Muchos de ellos ofrecen información enciclopédica y cultural, por ejemplo, información sobre historia, la literatura y las artes, la gastronomía, el derecho, las matemáticas, la medicina, la higiene, la técnica y la agricultura. Así mismo, hay ejemplos morales, reflexiones filosóficas, emocionales, juicios de valor, etc. Cuando las ejemplos están firmados, sirven para registrar neologismos, o bien como testimonios (témoignage), directos o indirectos, de arcaísmos. Hay que recordar que Pierre Larousse (1817 – 1875), el impulsor original de estos diccionarios, era un republicano partidario de la educación de las clases populares. Larousse escribió numerosas obras escolares, debido a la gran demanda que había de ellas. En aquellos tiempos, la enseñanza comenzaba a ser un derecho universal, y no un privilegiado de las clases ricas. Y eso explica el espíritu enciclopédico y pedagógico que caracteriza a los diccionarios Larouse La obra cumbre de la lexicografía francesa del siglo XX lo constituye el Trésor de la langue française, cuyo primer volumen salió el año 1971, y que fue concluido en 1994. Se trata de un diccionario histórico de la lengua francesa, pero sólo de los siglos XIX y XX. A pesar del limitado arco cronológico, se define como diccionario histórico por sus características: es un diccionario exhaustivo y se basa en la documentación de textos reales. Es la obra de este tipo más completa hecha hasta ahora, superando el diccionario de Émile Littré de cuatro volúmenes. Ambas obras se complementan. El Dictionnaire de la langue franáise de Littré describe la lengua clásica comprendida entre los siglos XVI y XIX. El Trésor, por el contrario, se ocupa de la lengua francesa en su evolución durante los dos últimos siglos. El primer director del proyecto fue Paul Imbs, fundador del Centre de recherche pour un Trésor de la langue française (CRTLF), que se convertiría en el Institut national de la langue française (INALF). Posteriormente, a partir del tomo VIII, el Trésor quedó a cargo de Bernard Quemada, el conocido metalexicógrafo francés. Este cambio de dirección repercutirá en la selección de las citas. El Trésor, el más completo diccionario de la lengua francesa hasta ahora, se ha construido sobre la base de datos léxica llamada Frantext, que tiene carácter a la vez histórico, sincrónico y documental, siendo un modelo para los modernos corpus de referencia que se harían después, incuidos el CREA y el CORDE españoles. El diccionario se basa en un 80 % de citas de textos literarios (Rey 1995b: 20). El 8% del total lo constituyen citas de obras cientifico-técnicas, y sólamente el 3 % son obras de carácter documental (historia, arquitectura, etc.). Finalmente, el 9% restante está formado por citas de obras lexicográficas (Radermacher 2005: 216-217). Para ejemplificar el modo difierente de actuar de los dos directores, Paul Imbs y Bernard Quemada, Ruth Radermacher hizo un estudio de las citas presentes en los artículos cuyos lemas comenzaban por las letras A y U respectivamente. La muestra de la letra A, que correspondía a la primera etapa del Trésor, mostraba que la mayoría de las 240 citas correspondían a escritores del siglo XIX: Chateaubriand, Hugo, Flaubert, Zola o Lamartine. Además, las obras más citadas estaban connotadas políticamente. Había autores citados que pertenecían a la corriente católica de derecha, como Bloy, Barrès, Bernanos, etc. También se citaban figuras religiosas como Teilhard de Chardin o Amiel. Igualmente se pueden encontrar menciones a autores como Sainte-Beuve o Huysmans, representantes de la literatura decadente del siglo XIX. El más citado es, con todo, Victor Hugo, seguido de Huysmans, Chateubriand, Sainte-Beuve, Flaubert, Goncourt, Zola y Balzac (Radermacher 2005: 216). La muestra de la letra U ofrece, en cambio, unos resultados muy diferentes. Una cantidad muy significativa de ejemplos están tomados de periódicos contemporáneos. En esto se asemeja a los diccionarios Cobuild ingleses, o al Dictionnaire des mots contemporains (1980) de Pierre Gilbert, basados casi integramente en corpus de textos periodísticos, como le sucederá también al Diccionario del Español Actual de Manuel Seco. Proust, ausente en la letra A, iguala en este caso a Balzac. Se citan autores posteriores a 1950, como Camus o de Beauvoir. Hugo y Huysmans, escritores católicos decimonónicos muy representados en la letra A, apenas son citados en la U. Las referencias a otros diccionarios disminuye considerablemente y los textos literarios no superan el 60% total de los ejemplos. La gran mayoría están extraídos de obras comprendidas entre 1921 y 1960. La conclusión a la que llega Radermacher es que el Trésor de la langue française fue modernizada por impulso del su segundo director, Bernard Quemada, que quiso reflejar sobre todo los usos franceses del siglo XX, por encima de las citas de textos literarios del pasado, seleccionados según criterios ideológicos por Paul Imbs (Radermacher 2005: 219). Esto es una prueba más de que el principio e autoridad estaba dejando de funcionar en pleno siglo XX a favor de otros criterios descriptivos. La lexicografía española del siglo XX no ofrece nada similar a la rica tradición de citas y ejemplos que se aprecia en los diccionarios franceses. Entre los años 1932, fecha en que se publica el último tomo del Gran Diccionario de la Lengua Castellana (1932) de Pagés y Pérez Hérvás, y 1999, año en que sale finalmente el Diccionario del Español Actual dirigido por Manuel Seco, no vuelve a escribirse ningún diccionario general de la lengua española basado en el testimonio de citas, exceptuando, naturalmente, las diferentes versiones del malogrado Diccionario histórico. La mayoría de los diccionarios ni siquiera incluyen ejemplos inventados. La situación sólo cambiará en las últimas décadas del siglo XX. Tras las críticas de Humberto Hernández hechas a los diccionarios pedagógicos escolares en una obra de 1989 118 , comienzan a mejorarse los diccionarios dirigidos tanto a hispanohablantes que realizan estudios pre-universitarios como a estudiantes extranjeros 118 Hablamos de Los diccionarios de orientación escolar. Contribución al estudio de la lexicografía monolingüe española, Tubinga, Max Niemeyer. 241 que desean aprender español. Los ejemplos inventados o extraídos de un corpus, resultaban muy útiles en los diccionarios de orientación escolar y también en los diccionarios para el aprendizaje del español. No cabe duda de que el género de los learner´s dictionaries o diccionarios de aprendizaje que comenzaron a publicarse en Inglaterra han influido en la manera de hacer los diccionarios de aprendizaje del español. El Diccionario general de la lengua española (1997), dirigido por Alvar Ezquerra, el Diccionario de Salamanca de la Lengua Española (1996), cuyo director es Juan Gutiérrez Cuadrado, el Clave (1997), dirigido por Concepción Maldonado o el Gran Diccionario del uso del Español Actual (2001), de Aquilino Sánchez, basado en el corpus Cumbre, son algunas de las obras lexicográficas más representativas que han incluido ejemplos en sus artículos. Sin embargo, ninguno de ellos contiene citas, es decir, ejemplos con referencia bibliográfica. ¿Qué es lo que diferencia realmente a un diccionario con ejemplos de otro que presenta citas? Los diccionarios con ejemplos, inventados o extraídos de un corpus, pero sin revelar el origen de la fuente, suelen ser útiles para ilustrar las voces desde el punto de vista gramatical, porque normalmente son sencillos de entender y se pueden reproducir en un número relativamente amplio de contextos. Sin embargo, la función ilustrativa puede ser desempeñada también por una cita. Su principal papel es, sin embargo, el de testimonio. Como vimos en el primer capítulo, el rol de los ejemplos depende de su forma, su contenido y el género de diccionario en el que aparecezcan. Si no se tienen en cuenta estos niveles, las diferencias entre los ejemplos inventados y las citas se desvanece. En el próximo diccionario que vamos a comentar, las citas funcionan como ejemplos de uso, igual que si se trataran de ejemplos inventados, pero éstas añaden un valor testimonial del que los ejemplos inventados carecen. Además, el corpus en el que se basa garantiza, por un lado, la vigencia del uso de las unidades lematizadas y, por otro, permite recoger una riqueza de usos que la competencia de uno o varios lexicógrafos no podría reunir jamás. Nos estamos refiriendo, al Diccionario del Español Actual (1999) de Manuel Seco, Olimpia Andrés y Gabino Ramos. El proyecto de Manuel Seco responde a una necesidad imperiosa de la lexicografía hispánica: recuperar el recurso de las citas en función de testimonios filológicos. El atraso con respecto a otras lexicografías europeas, como la francesa o la inglesa, era patente. En torno a 1970 Seco iniciaba, junto a otros colaboradores, la elaboración de este diccionario largamente esperado. Seco trasladaba, así, al diccionario el sueño que su padre, Rafael Seco, y Salvador Fernández Ramírez, habían albergado para la gramática: una obra escrita con el apoyo de un corpus representativo del español de su tiempo, reflejado en miles de citas, es decir, una gramática inductiva, cuyas reglas se dedujeran a partir de la observación del uso mostrado en un gran número de textos. 242 Las citas del Diccionario del Español Actual desempeñan la función de testimonios. A través de ellas se pretende corroborar el uso rigurosamente contemporáneo de las voces. Pero las citas también cumplen la función ilustrativa que habrían podido desempeñar los ejemplos inventados. Tal función hay que entenderla en virtud del género de diccionario en el que las citas se insertan. El Diccionario del Español Actual contiene testimonios de uso porque no se trata de un diccionario de español para extranjeros, ni de un diccionario escolar, sino de un diccionario general que, siguiendo un estricto método de documentación filológica, pretende mostrar el léxico reciente, usado, concretamente, entre los años 1955 y 1993 (Seco 1999: XIV). Se trata de un diccionario de nueva planta, sincrónico, basado en documentación real (Seco 1999: XII-XIV; Álverez de Miranda 2002: 255-263). Además, las citas están seleccionadas no en virtud del valor de los escritores, sino de su capacidad para mostrar los diferentes usos de una voz. Tras la innovación lexicográfica inaugurada por Rufino José Cuervo en su Diccionario de construcción y régimen y su puesta en práctica en el Dictionnaire général de Hatzfeld-Darmesteter, los diccionarios de Oxford, el Petit Robert y en Diccionario Vox de Gili Gaya, el contorno de la definición aparece de nuevo en las perífrasis definicionales del Diccionario del Español Actual. El contorno de la definicón es aquella información sintáctica que no pertenece estrictamente al significado o al contenido del signo lemático, sino que se trata de una característica sintáctico-semántica de la voz definida. Seco, inspirándose en la terminología usada por Rey-Debove, habla de definiciones formuladas en metalengua de contenido para referirse a aquéllas que describen estrictamente el contenido semántico de una unidad léxica, mientras que la información referida a las colocaciones, construcciones o régimen sintáctico se describiría en metalengua de signo (Seco 1987f: 22). Por ejemplo, las diferentes acepciones de una voz se organizan, no sólo según cambios leves en su significado, sino también según las diferentes valencias de régimen. En los enunciados definicionales se explica, como es lo normal, el significado del signo lemático, pero en su interior también se muestra información sobre los diferentes complementos que pueden acompañar a la voz en cuestión. Esta indicación se hace a través de corchetes, separando así la información formulada en metalengua de signo de la expresada en metalengua de contenido (la definición propiamente dicha). No se trata sólo de un requisito exigido por principios teóricos. Puede verse en esta distinción otra ventaja de índole práctica, en el que las citas tienen una importancia clave. La unidad definida (definiendum) guarda con su definición (definiens) una relación semejante a la de sinonimia. La categoría gramatical de ambas debe ser indéntica, de manera que la definición de un verbo debe ser introducida por otro verbo, la de un sustantivo por otro sustantivo, la de un adjetivo por otro adjetivo o bien por una oración de relativo, etc. En los llamados diccionarios de lengua, la definición 243 lingüística debería poder sustituir al signo lemático mencionado dentro de la cita. No entramos aquí en la discusión sobre si la información lingüística es siempre suficiente para poder aclarar el significado de una voz. Lo importante es que las citas permiten deducir la formulación de la perífrasis definicional a partir de la llamada ley de sinonimia (Seco 1987: 19). El redactor del artículo lexicográfico cuenta siempre con una piedra de toque, real y empírica, que le permite confirmar que el significado de la voz ha sido comprendido y formulado correctamente. Esto se logra, como ya hemos dicho, sustituyendo el signo lemático de la cita por su correspondiente definición (sólo la expresión en metalengua de contenido). Veámoslo en un artículo concreto del Diccionario del español actual: Abdicar A tr 1 Traspasar [un soberano (suj) su reino, el trono o la corona (cd)] a otra pers. (compl EN). Tb abs y sin el compl EN.  A. Becerra Abc 12.4.58, 15: En el mes de enero siguiente [Carlos I] abdica los reinos de España y Nápoles, también a favor de su hijo. […] Lan 2.11.64, 1: Saud de Arabia ha abdicado en su hermano Feisal. 2 Renunciar [a algo (cd), gralm. abstracto, que se tiene como propio].  Borrás MHi 7.68, 69: Vivir sin limitaciones sociales, sin abdicar la altivez ni prostituir la obra que no se realizará nunca. B intr 3 Abdicar [1 y esp. 2] [algo (compl DE)]  Palacios Juicio 260: Agradar al vulgo es rendirse a un gusto dañoso, es abdicar de la propia superioridad de hombre culto […]. El signo lemático abdicar, acerca del que trata el presente artículo, tiene tres acepciones (o subacepciones). Éstas se indican a través de números arábigos. Las letras mayúsculas en negrita (A y B) se utilizan para distinguir formas con distinto régimen. Por ejemplo, el verbo abdicar (1 y 2) es transitivo, aunque con este régimen tiene dos acepciones diferentes („traspasar [un reino, una corona, etc.]‟ y „renunciar [a algo]‟. La tercera acepción, introducida por la letra B, indica no un cambio de sentido que, como puede verse, es común a 1 y 2, sino un cambio de régimen. En su tercera acepción, abdicar pasa a ser un verbo intransitivo rigiendo la preposición de. Toda esta riqueza de información sintáctica se deduce exclusivamente a partir de los ejemplos, de tal modo que, aunque el diccionario no mostrarta la información sintáctica a través de indicaciones, el lector avisado podría haberla deducido gracias a las citas. Claro que una de las funciones del diccionario es ahorrarle al usuario todos estos razonamientos inductivos. Las citas bastarían para confirmar la información dada en el artículo. Por ejemplo, en la primera cita se lee: «En el mes de enero siguiente [Carlos I] abdica los reinos de España y Nápoles, también a favor de su hijo». El sujetjo, Carlos I, es repuesto para que el lector conozca el referente del sujeto que en el texto original había sido elidido. Si sustituimos ahora el signo lemático abdicar en la cita por su correspondiente paráfrasis definicional en metalengua de contenido, tendríamos la oración, perfectamente gramatical e inteligible: «En el mes de enero siguiente [Carlos I] traspasa los reinos de España y Nápoles, también a favor de su hijo». El segundo ejemplo muestra la construcción aboluta (sin compleneto directo) y con el complemento preposicional introducida por en: 244 «Saud de Arabia ha abdicado en su hermano Feisal», que se podría sustituir por «Saud de Arabia ha traspasado [su reino] [a] su hermano Feisal». En este ejemplo, el régimen de los verbos abdicar y traspasar no coinciden, pero habría que entender la preposición del régimen como parte de la mentalengua de signo, que no afecta a la sustitución del signo lemático. Los restantes ejemplos cumplen el mismo objetivo. En la segunda acepción, el objeto directo suele referirse no tanto a un reino, sino a una realidad abstracta. Se trataría de un uso metafórico, traslaticio, muy común en el lenguaje literario, que se refleja en el ejemplo: «Vivir sin limitaciones sociales, sin abdicar la altivez ni prostituir la obra que no se realizará nunca». El último ejemplo, muestra un cambio sustancial en el uso del verbo abdicar. El contenido semántico no cambia, sino sólo el régimen. Ya no se trata de un verbo transitivo, sino intransitivo con un complemento de régimen introducido por la preposición de, tal como se ilustra en la cita tomada de Leopoldo-Eulogio-Palacios, El juicio y el ingenio y otros ensayos (1967): «Agradar al vulgo es rendirse a un gusto dañoso, es abdicar de la propia superioridad de hombre culto». El signo lemático abdicar con su correspondiente preposición de pueden ser sustuidos sin problemas por la paráfrasis de la acepción 2: «Agradar al vulgo es rendirse a un gusto dañoso, es renunciar a la propia superioridad de hombre culto» Es cierto que las citas presentes en los diccionarios del pasado tenían las mismas virtudes ilustrativas. Sin embargo, hay que decir que las citas que encontramos en los diccionarios franceses del siglo XVIII, por ejemplo, pretendían sobre todo mostrar los usos elegantes de la lengua literaria, que no siempre correspondía con los usos contemporáneos más extendidos. El nombre del autor y su prestigio valían tanto o más que el ejemplo en sí mismo, como veremos en el caso del Diccionario castellano de Terreros. Por eso se podía hablar de autoridades. Pero en la actualidad, éstas se han sustituido por testimonios de uso. El Diccionario del Español Actual no es un diccionario de autoridades, aunque cierto porcentaje, aproximadamente el 25 %, se haya extraído de obras literarias. Una cita literaria no hace autoridad, porque las autoridades suponen que el diccionario describe un modelo lingüístico considerado mejor que otros modelos, del presente o del pasado, y conlleva un reconocimiento especial de los autores citados, a los que se les envuelve con un halo de prestigio. Sin embargo, en el Diccionario del español actual no hay tal reconocimiento. Como hemos visto en el artículo dedicado a abdicar, las citas se extraen, sobre todo, de obras periódicas (en este caso, el Abc o la revista La Lanza). Sólo una cita corresponde al género del ensayo. En definitiva, y por evidente que parezca, el hecho de que las citas del Diccionario del Español Actual no puedan ser llamadas autoridades se debe a que el propio Manuel Seco nunca se refiere a ellas como tales, sino que las denomina “testimonios de uso” (XIII) o bien citas (XXIII). La obra constituye, en palabras de Pedro Álvarez de Miranda (2002: 255), un verdadero hito 245 lexicográfico del español. Quizá se trate del mejor diccionario en este género escrito desde la publicación del Diccionario de autoridades. Hay dos características que hacen de la obra un diccionario sobresaliente: la calidad y la precisión de las definiciones, por un lado, y la riqueza documental mostrada a través de las citas, por otro. De momento, no existen más diccionarios generales basados en ejemplos firmados. Existe un número considerable de diccionarios regionales basados en testimonios, como el Diccionario ejemplificado de chilenismos (primera edición: 1983) de Félix Morales Pettorino, o bien un dicconario de argot titulado Gran diccionario del argot o sohez [sic] (2000) de Delfín Carbonell Basset, autor que afirma sin ruborizarse que se trata de un diccionario de autoridades, concediendo al término autoridad el sentido moderno de „cita‟. En la actualidad se está llevando a cabo un ambicioso proyecto, que tiene como meta la publicación del llamado Diccionario Coruña, dirigido por Álvaro Porto Dapena, un diccionario general de la lengua española actual, con especial atención al aspecto combinatorio y sintáctico de las unidades léxicas tratadas, y en el que se aplica una labor de documentación a través de citas muy semejante a la usada por Manuel Seco y su equipo. Se tratará de un diccionario semasiológico y onomasilógico, que servirá tanto para la codificación como para la descodificación de la lengua (Porto Dapena 2007: 11) Recapitulamos el capítulo dedicado a la historia del principio de autoridad enumerando los puntos que consideramos de mayor interés: el principio de autoridad, que tuvo un papel de gran importancia en la configuración de la norma lingüística de las principales lenguas europeas, fue cambiando su función a lo largo de 2 000 años: - autoridad se consideraba en la Antigüedad clásica al escritor que con su testimonio y por su dominio de la lengua, permitía resolver alguna duda o cuestión gramatical; - autoridad era el sabio transmisor de conocimiento en una época como fue la Edad Media, en la que el acceso a los libros era bastante limitado; - autoridad se juzgaba al autor que garantizaba la buena latinidad de una voz o de una determinada construcción gramatical latina durante el Renacimiento; - autoridad lo constituía aquel escritor presentado como exponente de la edad dorada de una literatura nacional; - autoridad se consideraba al escritor que demostraba la propiedad de una voz mediante la cita de un texto suyo en los grandes diccionarios de codificación europeos; - autoridad era el testimonio filológico fidedigno que, en los diccionarios históricos de los siglos XIX y XX, servía para documentar el uso de una palabra o expresión pluriverbal a lo largo de la historia de una lengua. 246 En conclusión, el principio de autoridad se fue convirtiendo durante el siglo XIX en un elemento conservador y arcaizante, en una reliquia del pasado que algunos diccionarios, como la Crusca Veronese de Cesari o el Gran diccionario de la lengua española de Adolfo de Castro, mantenían con el fin de conservar un prestigio que –temían –iba a desaparecer. Las autoridades se transformaron, por último, en ejemplos de uso, despojados ya de la sacralidad conferida en siglos anteriores. Y en la actualidad, se ha renovado el uso de las citas para elaborar diccionarios filológicamente documentados y, por tanto, más fiables y con una mayor riqueza descriptiva. 247 3. ANÁLISIS DE LOS DICCIONARIOS CON AUTORIDADES 3.1. EL DICCIONARIO CASTELLANO CON LAS VOCES DE CIENCIAS Y ARTES (1786 – 1793) DE ESTEBAN DE TERREROS Y PANDO 3.1.1. Introducción Nuestro estudio sobre el principio de autoridad en la lexicografía hispánica comienza con la obra del jesuita vizcaíno Esteban de Terreros (1707 – 1782), autor del único diccionario general del español publicado en el siglo XVIII, exceptuando el repertorio académico editado sucesivamente entre los años 1726 y 1739, en 1770, 1780 (a partir de ese momento conocido como diccionario usual o vulgar), 1783 y 1791. El Diccionario castellano con las voces de ciencias y artes (1786 – 1793) supuso un auténtico hito en la historia de la lexicografía hispánica, como han destacado numerosos investigadores (Álvarez de Miranda 1992; Félix San Vicente 1995; Carriscondo 2008; Azorín/Santamaría 2009, entre otros). A lo largo de las siguientes páginas iremos viendo las características que convierten a este repertorio en un diccionario excepcional. El Diccionario castellano constituye una simbiosis asombrosa entre la tradición lexicográfica española y las nuevas corrientes lingüísticas procedentes de Francia. Terreros encarna el espíritu patriótico y a la vez ilustrado que defendían numerosos intelectuales de la época. En ningún otro diccionario hispánico se mencionan tantos libros franceses traducidos al español. Él mismo había llevado a cabo la traducción de una obra enciclopédica francesa titulada El Espectáculo de la Naturaleza (1753 – 1755) del abate Noël-Antoine Pluche. Su traducción se realizó adaptando los contenidos a la realidad española. No fue un simple trasvase de una lengua a otra. El volumen dedicado a la paleografía francesa fue reelaborado por completo y, con la ayuda del también jesuita padre Andrés Marcos Burriel, escribió una Paleografía española, que le dio la oportunidad de estudiar numerosos manuscritos y obras literarias del medievo, entre ellas 248 los poemas de Gonzalo de Berceo y del Arcipres de Hita, que servirán para testimoniar en su diccionario varios arcaísmos de la lengua castellana, algunas décadas antes de que Tomás Antonio Sánchez llevara a cabo la primera edición de ambos poetas. Como es bien sabido, la traducción de El Espectáculo de la Naturaleza fue la causa que llevó al padre Terreros a plantearse primero la elaboración de un diccionario de tecnicismos, dadas las grandes dificultades que padeció al traducir una obra tan rica en terminología científico- técnica, y después a elaborar un diccionario general del castellano, una obra que, al menos, igualara en calidad los repertorios publicados en Francia. No se puede entender el Diccionario castellano sin pensar, por ejemplo, en el Dictionnaire universel françois et latin (primera edición: 1704) de los jesuitas de Trévoux, uno de los principales modelos que siguió Terreros. Pero tampoco puede entenderse el Diccionario castellano sin atender al ambiente cultural de la España de mediados del siglo XVIII, o a las disputas literarias que enfrentó a casticistas y universalistas en este mismo período. Terreros tomó partido en ellas, reflejando sus opiniones a través de su diccionario. Por citar un caso: el teatro barroco español. Terreros marginó discretamente este tipo de obras. En España había preceptistas que condenaban la influencia de Lope de Vega y Calderón en su forma de entender el género teatral. Por eso, aunque Lope de Vega sea la principal autoridad lingüística del Diccionario castellano, la mayoría de las citas se extrajo de su obra lírica y novelesca, pero no de su producción teatral. Asímismo, no es casualidad que Calderón de la Barca y Góngora sean citados en un número reducidísimo de ocasiones. El canon literario que refleja el Diccionario castellano es el característico de mediados del siglo XVIII, un canon que, aunque tolerante con la literatura barroca, prefiere los ideales de sencillez y claridad más propios de la literatura renacentista. Apoyar un canon neoclásico no significaba, de ningún modo, renunciar a la literatura española del pasado. Terreros estaba orgulloso de la tradición literaria de su país y del propio idioma castellano. A pesar de su admiración por la cultura francesa y, concretamente, por el Dictionnaire Universel de Trévoux, Terreros no olvida que su diccionario está al servicio de la nación española. A lo largo de esta obra pueden encontrarse opiniones subjetivas del lexicógrafo en favor de valores indudablemente patrióticos. Algunas de estas afirmaciones hoy podrían parecer trasnochadas, pero hay que tener en cuenta que el diccionario se redacta a mediados del siglo XVIII, período en el que las tensiones entre afrancesados y casticistas alcanzaban su máximo apogeo. Un ejemplo de la defensa que Terreros hace de la lengua española lo encontramos en el artículo dedicado a la voz lengua, en el cual no duda en censurar el diccionario que sigue en tantos otros aspectos: LENGUA, […] Los AA. del Dicc. que intitularon de Trevoux pal. Langue, dicen de la lengua Francesa que es sencilla, sin bajeza, libre sin indecencia, elegante y florida sin afectación, delicada sin afeminación, y enérjica sin dureza; y no obstante que a mi parecer podían muy bien decir esto, y algunas cosas mas de las Castellana, siendo como es aun al parecer de muchos Franceses, majestuosa, abundante, 249 humana, suave, expresiva, natural, dicen que es fastuosa, hinchada, y después de otras cosas semejantes añaden que es como un torrente siempre fuera de su madre, ajitado de olas, é hinchado de espumas. Los Autores de esta obra, por otra parte mui útil y sabia, ignoraban ciertamente como se ve claro en muchas partes de ella la lengua Española, pues equivocan y yerran las voces mas obvias de ella, que tal vez toca, con que no son á proposito para jueces de esta causa […]. El Diccionario castellano es un diccionario comprometido, lo que significa que Terreros escribe su obra para que tenga una utilidad pública, según los principios ilustrados propios de su época. Esto explica también el hecho de que la información enciclopédica y cultural se desborde en un gran número de artículos. Los diccionarios dieciochescos franceses habían tomado partido por la transmisión de las ideas y del conocimiento científico. Sólo así podía lograrse una sociedad mejor. Se trata del “espíritu enciclopedista” del siglo XVIII, expresión con que se alude a la famosa obra de Diderot y D‟Alambert. Richelet y Furétier fueron los primeros lexicógrafos que apostaron por la inclusión de voces relativas a los más diversos campos del saber, de la ciencia, las artes y los oficios, y para ello no dudaron en introducir información enciclopédica y cultural en sus artículos. Frente a las restricciones impuestas por la Real Academia Española a este respecto, Terreros opta por incluir en su diccionario general el mayor número posible de tecnicismos, siguiendo la filosofía enciclopédica de los diccionarios franceses. Pero su influencia no se detiene aquí. La nomenclatura del Diccionario castellano incluye vocablos de culturas lejanas, términos llamados entonces “voces de relación”, porque se extraían de cartas o relaciones escritas por viajeros y misioneros que vivían en países no europeos. Hoy se denominarían “voces de cultura específica”, porque se refieren a realidades exóticas que no poseen estrictamente una correspondencia en otras lenguas extranjeras. Así, en el Diccionario castellano se pueden encontrar muchos vocablos originarios de la lengua turca, china, hindú, mongola y japonesa que documentaron jesuitas residentes en los respectivos países. Ésta es una herencia directa del Dictionnaire Universel de Trévoux. Otra influencia se detecta en la inclusión de numerosos términos que tienen que ver con la historia eclesiástica. Se definen nombres de sectas y herejías, condenándolas, precisamente porque el diccionario de Trévoux era un diccionario marcadamente católico. Para entender la ideología encerrada en este diccionario, hay que recordar que este repertorio se concibió para contrarrestar la influencia de un diccionario que publicó en 1701 el protestante Henri Basnage de Beauval, que a su vez había adaptado el Dictionnaire Universel escrito por Furetière. El diccionario de Trévoux, cuyos presupuestos asume Terreros para su propio repertorio, hundía sus raíces, finalmente, en el diccionario de Furetiére, aunque el jesuita no dejara ninguna constancia de haberlo leído, como de hecho así fue posible que sucediera. Esta obra contenía pocas citas y éstas procedían exclusivamente de obras poéticas. No debe ser casual que el Diccionario castellano posea esta misma característica: escaso número de citas, la 250 mayoría de ellas basadas en textos poéticos castellanos. Lo que sí abundan son las referencias bibliográficas, que generalmente están direccionadas de dos maneras. A veces, la referencia (sin cita) apunta al origen de la información enciclopédica. Pero en muchos otros casos, dicha referencia se direcciona directamente hacia el lema, indicando así que se trata de un testimonio de uso del signo lemático. Este caso no es idéntico al de aquéllos en los que el artículo lexicográfico incluye una cita. Entonces la referencia bibliográfica indica el origen de la cita misma que sirve de ejemplo. La caracterización de la microestructura del Diccionario castellano está relativamente estandarizada. El lema se indica en tipo de letra versalita, con un tamaño mayor al resto del artículo, y también con respecto al sublema, que se halla en un artículo diferente, siguiendo en este punto la estructura de los artículos del Diccionario de autoridades. Las remisiones se indican mediante el caracterizador de estructura basado en la abreviatura V. (del latín vide). Este mismo caracterizador puede indicar una referencia bibliográfica, pero no es lo usual. En otras ocasiones, la referencia no aparece condensada, esto es, se indica mediante una preposición, como según, o en, o incluso en frases más largas. Cuando existe una cita, entonces ésta se sitúa debajo de la definición. Mostramos tres ejemplos del modo en que se organizan tanto referencias como citas dentro de la microestructura: FONDON DEL POLO SEGUNDO, segun Juan de Mena, Coronación, y la explicación del Brocense, es lo mismo que el primer Cielo, ó Cielo infimo, V. [Las dos referencias indican la fuente de la que se extrajo la definición.] FORADO, anticuado, V. Agujero, y el Cond. Luc. c. I. [La referencia indica el testimonio en el que se encontró la voz forado.] FORJA, usado especialmente entre los Poetas, lo mismo que fragua, V. Yá los valientes rayos De la Vulcana forja, En vez de torres altas, Abrasan pobres chozas. Lop. Veg. Dorotea, part. 2., esc. 7. [La referencia muestra la fuente de la que se extrajo la cita.] Para valorar en su justa medida cualquier diccionario, es necesario conocer la época y las circunstancias históricas que rodearon su elaboración. Así, por ejemplo, sí leemos el artículo dedicado a la voz jitano, pero lo hacemos desde la mentalidad de un ciudadano europeo del siglo XXI, pensaríamos que el Diccionario castellano es, sin más, una obra racista: JITANO, pl. JITANOS. Fr. Egyptien. Dánle el Lat. Cíngarus, y Divinus, jente embustera, vagabunda de profesion, que segun algunos, salieron de la Esclavonia, y aparecieron á bandadas en toda Alemania, la primera vez el año 1417, mintiendo que eran de una Provincia de Ejipto, y que venian con la obligacion de peregrinar siete años, para pagar la impiedad de sus mayores: su costumbre era entonces, como lo ha sido despues, vaguear, hurtar, engañar, mentir, y fingir que saben la Quiromancia, adivinando, y adulando por medio de las rayas de las manos, sin proporción, verdad, ni substancia. Esta jente vagabunda, que se extendió por España, y Francia, está hoy en nuestros Reinos mui cohibida por las justisimas leyes de los Soberanos, que han tirado á desarraigar del 251 mundo, y reducir á vecindad á unos ladrones de profesion, llenos de vicios, y casi sin que se supiese su relijion, viviendo en montes, y veredas para terror de los caminantes. Sin pretender justificar esta definición, para comprender por qué Terreros describió al pueblo gitano de una manera tan negativa debemos conocer un acontencimiento que tuvo lugar en la España del siglo XVIII. Nos referimos a la “Gran Redada”, nombre con el que se conoce una persecución generalizada que organizó en secreto el Marqués de la Ensenada, y que se inició de manera sincronizada en todo el territorio español el miércoles 30 de julio de 1749 con el objetivo de arrestar y acabar con todos los gitanos que vivían en España. Terreros comenzó a trabajar en su diccionario aproximadamente en el año 1745, así que dichos acontecimientos debió de vivirlos mientras trabajaba en la redacción del diccionario. De hecho, hace alusión a unas «justisimas leyes», por las cuales los gitanos están «cohibidos». Centrándonos ahora en el canon literario y en su posible repercusión en la selección de autoridades del Diccionario castellano, el siglo XVIII se debatió entre dos posturas antagónicas que ya hemos comentado: el de casticistas y universalistas. Margarita Freixas (Freixas 2010: 294) observó que las citas presentes en el Diccionario de autoridades reflejan un canon basado en la literatura barroca, El canon del Diccionario castellano es ligeramente diferente. Gregorio Mayans e Ignacio de Luzán fueron los primeros teóricos de la literatura en llamar la atención sobre la excentricidad de la literatura española de su tiempo. El siglo había comenzado con una producción literaria heredera del gongorismo, en la cual no había verdadera ambición estética, sino sólo un mero juego culterano (Checa 2002: 97). El primer revulsivo contra esa manera de escribir llegó, naturalmente, de Francia, que en esa época era el centro cultural del continente europeo. Mayans llega a escribir: «Toda Europa desprecia y aun hace burla del extravagante modo de escribir que casi todos los españoles observan hoy. Ni una línea se traduce de nuestra lengua en las otras» (Oración sobre la eloqüencia española; apud Checa 2002: 98). El imperialismo cultural francés pretendía imponer un solo modelo literario basado en las reglas del Neoclasicismo. La belleza era universal, y las normas para alcancarla debían ser, igualmente universales, independiente de las culturas y de las naciones. A este respecto, Luzán escribió: «La verdad una es, y lo que una vez es verdadero conviene que lo sea siempre, y la diferencia de tiempo no lo muda» (Poética; apud Checa 2002: 99). Tal aspiración de universalidad provocó la escisión en dos cánones literarios diferentes: un canon central, inspirado en las corrientes literarias francesas, y un canon periférico probarroco. Los poetas del Renacimiento habían seguido los principio clasicistas, pero bebiendo directamente de los clásicos. Sin embargo, los defensores del ideal neoclásico, como Blas Antonio de Nasarre, José Clavijo y Fajardo y Nicolás Fernández de Moratín lo 252 hicieron a través del tamiz francés. Esta es la mayor diferencia que existe entre el clasicismo renacentista y el dieciochesco. Tratadistas franceses como Chapelain, Boileau y Montesquieu (especialmente éste en sus Lettres persanes, 1721), hacían mofa de la literatura barroca española. En 1738 Du Perron de Castera publica los Extraits de plusieurs pièces du thèatre espagnols, una obra decididamente antibarroca, centrada en la producción teatral escrita en España. Lo que censura Du Perron es el gusto de los españoles por los temas embrollados y con exceso de lances, los autos sacramentales, la incapacidad de cultivar asuntos trágicos, etc. Los neoclasicistas españoles admitieron en principio las críticas venidas de París, si bien fueron suavizando su postura paulatimente, una diferencia que ya se observa en las dos ediciones hechas de la poética de Luzán (1737, 1789). Nasarre, en el prólogo de su edición de las Comedias y entremeses de Cervantes (1749) admite las imperfecciones del teatro de Lope y Calderón, y propone a otros autores dramáticos que habían sido más fieles a las reglas del arte, como era el propio Cervantes. Terreros precisamente rechaza el teatro de Lope, y en cambio autoriza numerosas voces mediante el piezas teatrales de Cervantes, autor que en su tiempo apenas había tenido éxito cultivando este género. Por otra parte, hubo tratadistas que defendieron el teatro barroco español frente a todas estas críticas. A favor del teatro barroco español encontramos a Erauso y Zabaleta, en cuyo Discurso crítico sobre el origen, calidad y estado presente de las comedias de España (1750) alabó a Lope y otros autores drámaticos. Una postura intermedia fue asumida por el Diario de los literatos (1737), defensor del neoclasicismo, pero sin renunciar a ciertas características del teatro nacional. Así pues, en este contexto es en el que hay que analizar las fuentes y las referencias literarias que se hallan en el Diccionario castellano. Terreros prefería autorizar voces mediante obras teatrales del siglo XVI, mencionando especialmente al Cervantes dramaturgo, por encima del resto de autores de teatro barrocos, incluído a Lope. Tirso de Molina ni siquiera es citado una sola vez. Pero antes de entrar en el estudio pormenorizado de la obra, debemos detenernos a esbozar la biografía de su autor, Esteban de Terreros. En pocas ocasiones la personalidad del lexicógrafo ha influido tan directamente en las características propias de su diccionario. 3.1.2. Esteban de Terreros: perfil biográfico En la trayectoria biográfica del jesuita Esteban de Terreros hubo sin duda un antes y un después, cuya línea divisoria fue marcada por la expulsión de los jesuitas decretada por el rey Carlos III en 1767. Debido a la expulsión, Terreros murió sin ver publicado su diccionario, en el que había trabajado más de 20 años. Paradójicamente, el mismo monarca Carlos III fue quien otorgó en 1765 la licencia de impresión del Diccionario 253 castellano. De los cuatro volúmenes que forman el Diccionario castellano, sabemos que el primer tomo y parte del segundo llegaron a estar listos para la imprenta ya en 1767. Sin embargo, no será hasta el año 1786 cuando vea la luz el primer volumen, gracias a la labor de los bibliotecarios del Colegio de San Isidro de Madrid, Francisco Messeguer y Arrufat y Miguel de Manuel Rodríguez, que localizaron la mayor parte del diccionario ya concluido. Varios autores se han encargado de trazar la trayectoria biográfica de nuestro lexicógrafo. Sin duda, la fuente primaria más importante, y de la que han partido el resto de biógrafos modernos, ha sido el texto intitulado Memorias para la vida y escritos del P. Estevan de Terreros, que se haya al comienzo del cuarto tomo del Diccionario castellano, el último que salió a la luz en 1793, y que contiene los equivalentes de las voces castellanas en las lenguas francesa, italiana y latina. Ésta breve biografía fue redactada por Miguel de Manuel y Rodríguez, uno de los bibliotecarios que llevaron a cabo la edición del diccionario, a partir de los testimonios del P. Calahorra, jesuita y compañero de Terreros antes y después de la expulsión. Según Manuel y Rodríguez, el padre Calahorra llegó a colaborar con él en su redacción. La otra fuente que hemos utilizado se basa en los estudios llevados a cabo por Pedro Álvarez de Miranda (1992; 2001), para cuya realización ha analizado en la Biblioteca de la Real Academia de la Historia varias cartas y memoriales manuscritos que redactó Esteban de Terreros desde su destierro en Forlí (Italia). Estos informes iban dirigidos al Rey, que seguía siendo Carlos III, y a través de ellos buscaba poder recobrar varias de las pertenencias personales que habían quedado abandonadas en el Colegio Imperial, donde había sido profesor de diversas materias. Entre esas pertenencias se encontraban los pliegos y las cédulas del Diccionario castellano. En no pocas ocasiones son los propios artículos lexicográficos los que proporcionan información biográfica sobre su autor, como afirma Echeverría Isusquiza (2001: 371). Este elemento subjetivo es la primera diferencia que podemos detectar con respecto al Diccionario de autoridades, que, al haber sido elaborado de manera colegiada, no permitió, al menos de una forma evidente, la introducción de apreciaciones personales en los artículos. Según nos informa el autor de las Memorias para la vida y escritos del P. Estevan de Terreros, nuestro futuro lexicógrafo nació en Trucíos, pueblo situado en las Encartaciones de Vizcaya, en 1707, si bien la fecha exacta ha sido revisada por Álvarez de Miranda (2001: 59). De familia noble, su tío lo acogió en Madrid al quedar Terreros huérfano de padre. Después del noviciado y de realizar estudios clásicos, concluyó tres años de filosofía en Oropesa (Castellón) y cuatro de teología en Alcalá de Henares (Madrid). Las Memorias nos transmiten algunos rasgos de su personalidad bastante 254 interesantes. Desde muy joven, por ejemplo, sintió una curiosidad desmedida hacia la lectura: Desde tierna edad fué grande y como nacida en él la curiosidad, y el deseo de saber, y tanto que no divisaba en tierra papel, ó impreso ó manuscrito, que no lo abrazase para ver lo que contenía. Esta costumbre le duró toda su vida, sin que estuviera en su arbitrio hacer otra cosa; excusándola, si tal vez alguno con que se acompañaba por las calles, se la notaba con decir que era vicio que tenia desde niño, y que no había podido enmendarlo; pero me consuela, añadia muchas veces, que Lope de Vega dice de sí mismo, que tuvo igual inclinacion y costumbre. Con estos débiles principios suelen a veces formarse los grandes genios, y desde luego en la formación de nuestro Autor tuvo esta costumbre no poca parte (Manuel y Rodríguez 1793 [1987]: I). Ni que decir tiene que Esteban de Terreros destacó en todos sus estudios, y que estuvo muy bien considerado entre sus maestros. Sin embargo, es llamativo que las Memorias hagan hincapié en una faceta del jesuita poco valorada: su mala memoria. En efecto, a Terreros le costaba un gran esfuerzo memorizar las lecciones que debía aprender durante el noviciado. Para compensarlo, pedía a sus superiores permiso para levantarse más temprano, con el fin de tener tiempo suficiente de memorizarlas. Este detalle, que parece carecer de importancia, nos ayuda a entender uno de los hábitos que permitieron coronar con éxito una empresa tan grande como fue su diccionario, y que no le abandonó hasta el día de su muerte: el hábito de resumir o hacer extractos de todas las obras que caían en sus manos. Cada lectura tenía para él no sólo un lado placentero, sino también utilitario, ya que sacaba del texto todo lo que consideraba útil: Terreros ya naturalmente inclinado a extractar de todo quanto leia, se arraygó mas en esta loable costumbre con su lectura. Todavia vemos entre los varios papeles, y tomos manuscritos que se encontraron en su aposento al tiempo de la expulsión, señales de estos trabajos compendiarios; y tal vez algunos hechos desde que estudiaba Teología en Alcalá. Ellos testificarán a la posteridad que amaba la buena y útil leccion; que sabia disfrutar las mejores obras Académicas de Europa; y que tenia madurez y juicio para escoger de lo bueno lo mejor ([Manuel Rodríguez] 1793 [1987]: VI-VII). El autor de la Memorias continúa alabando las cualidades intelectuales de Terreros, diciendo que destacó en el aprendizaje de las lenguas clásicas, tanto en latín como en griego, y que todas estas habilidades quedaron plasmadas en el Diccionario castellano. Ya desde muy joven supo apreciar a los clásicos, tanto antiguos como modernos: De todos extractaba, y á todos procuraba imitar, exercitándose de continuo en estos utilísimos ensayos, de modo que así en la lengua Latina, como en la Castellana adquirió desde entónces un gran discernimiento de la propiedad de las voces y frases, de los tres géneros de estilo, ínfimo, medio, y sublime, y de las materias que deben escribirse en cada uno de ellos segun doctrina de los mejores Maestros del bien hablar, fundada en la observación de los buenos Autores, y en la misma naturaleza de las cosas ([Manuel Rodríguez] 1793 [1987]: V). 255 Terreros tuvo, pues, una formación filológica muy rica y apropiada para las distintas tareas que en el futuro iba a acometer. Comenzó su docencia humanística en el Seminario de Nobles de Madrid, enseñando primero la lengua de Cicerón y después retórica. En este momento de su vida es cuando sufre una grave enfermedad que llegó incluso a poner en peligro su vida. Este hecho le marcó de tal manera que dejó testimonio de él en uno de los artículos de su diccionario, el dedicado a la voz pepita de san Ignacio. Así lo relata el autor de las Memorias: Sintióse acometido de unas leves tercianas, y como hubiese entreoido que la pepita llamada de San Ignacio era un singular febrífugo, empezó a usarla sin moderar la dósis, y tomando el agua por infusion, donde noches y dias continuos la habia puesto, debiendo estar en ella una hora lo mas. Este exceso, unido con el estudio que no dexaba, le ocasionó convulsiones tan extraordinarias principalmente en la cabeza, que le tuvieron en un desasosiego continuo, y con rezelo de peores conseqüencias ([Manuel Rodríguez] 1793 [1987]: VII). Se le envió a Guadalajara para que, con el reposo y alejamiento de los libros, recobrase la salud. Una vez conseguido, pasó como repetidor de Teología al Colegio Imperial de la Corte, y con el encargo de mantener las conclusiones públicas y prepararse de ese modo para la enseñanza de la filosofía. Se le señaló, en efecto, como maestro de esta disciplina en el Colegio de Murcia; pero habiendo faltado un profesor de matemáticas en el Seminario de Nobles se vio obligado a regresar desde el camino para ocupar el puesto vacante. Enseñó, pues, esta materia hasta el año 1757, y más tarde en el Colegio Imperial, ejerciendo como maestro de matemáticas y políticas hasta el día antes de la expulsión (Pérez Goyena 1922: 6). Analizaremos ahora los textos que dejó escritos Terreros durante este período. Resulta casi inevitable comenzar por la famosa traducción del Espectáculo de la Naturaleza (16 tomos), obra de carácter enciclopédico, que debemos al abate francés Noël-Antoine Pluche. El Espectáculo, ya traducido al español, salió a la luz en Madrid entre los años 1753-1755. Las dificultades por las que atravesó nuestro jesuita fueron muy numerosas, ya que, a menudo, ni los diccionarios ni los tratados científicos le permitían dar con la equivalencia española del término que quería traducir. Puesto que en el Espectáculo se hace referencia a multitud de plantas, animales, fenómeno atmosfércios y celestes, etc., así como a gran variedad de artes y oficios, Terreros se vio en la necesidad de visitar a los más reconocidos especialistas, así como diversas fábricas y factorías para preguntar a los artesanos y capataces que trabajaban en ellas. De este modo lo expresa el autor de las Memorias: Quánto estudio, y trabajo le costase á nuestro erudito esta traduccion, no es fácil decirlo. Considérese la multitud y variedad de artes, oficios, y materias que se trataban en esta obra, y se podrá conocer quántos libros tuvo que leer, quántas fábricas y Maestros que consultar, quánto en fin que investigar por sí mismo, no habiendo en muchos casos quien de viva voz, ó por escrito le sacase de sus continuas dudas. El mismo confesó con suma ingenuidad que al llegar a ciertos puntos se había visto arredrado por no saber adonde volverse para 256 encontrar la correspondencia de las voces francesas en nuestra lengua ([Manuel Rodríguez] 1793 [1987]: VIII) En efecto, la lengua española era todavía a mediados del siglo XVIII relativamente pobre en cuanto a términos técnicos y científicos se refiere. Más adelante nos referiremos al caso de la Academia, que decidió no incluir en su primer diccionario la totalidad de este tipo de voces, pues había proyectado una obra dedicada exclusivamente a ellas. Lo que más nos interesa resaltar de la labor de Terreros como traductor fue la experiencia que adquirió para después elaborar su diccionario. Cuando culminó la traducción del Espectáculo, Terreros se encontró con una gran cantidad de voces que no se hallaban en los vocabularios de la época, y eso fue lo que le llevó a concebir la idea de reunirlas, y aumentarlas con la mayor extensión posible. He aquí, pues, el léxico embrionario que dio lugar al Diccionario castellano. Más tarde, al ver Terreros que había tantas carencias, tantos errores y malentendidos en las obras lexicográficas que él consultaba, «fixó sus miras en la formación de un Diccionario universal de nuestra lengua, en el qual se viese suplida la escasez de las voces impresas, se juntasen las que andaban dispersas, y se corrigiese en fin la Ortografia por principios, y elementos constantes.» ([Manuel Rodríguez] 1793 [1987]: IX). El jesuita siguió haciendo encuestas, leyendo obras nacionales y extranjeras, y todo ello para recopilar el mayor repertorio existente de nuestra lengua. Más de 20 años de su vida dedicó Terreros a esta empresa. Él propio jesuita, como buen matemático, llegó a calcular incluso las horas en las que estuvo trabajando: 60.000. En el interior de su diccionario encontramos abundantes referencias a los pormenores y las dificultades de esa ardua tarea. En la voz monstruoso hemos encontrado, por ejemplo, el siguiente comentario: MONSTRUOSO, sa, adj. prodijioso, extraordinario, contra, o fuera del orden de la naturaleza. [...]. Figuradamente se dice también en la moral: Un Diccionario es un trabajo monstruoso, [...]. Otras voces nos hablan de sus continuos viajes a distintos lugares donde sabía que podía encontrar la información que andaba buscando: MASTUERZO PERURARIO, Ó PERULERO, [...] He comido por curiosidad de esta planta en el Jardin Botánico de esta Corte, y es cierto que sabe bastante al mastuerzo comun, aunque por lo demas se diferencia mucho. LOZA, toda especie de vasijas, y platos de barro. [...] Con el motivo de haber ido a informarme de ellas a Talavera de la Reina, experimenté dos fenómenos bien particulares en la fábrica de la Loza [...]. «SALITRE,sal artificial y purificante, o extensiva, que se saca de las piedras, y de algunas especies de tierra. [...] En orden al salitre diré aquí lo que yo por mí mismo ví y experimenté, en tierra de Tembleque en la Provincia de la Mancha, donde sacan los mejores salitres de España [...]. 257 Hemos hablado de la influencia que tuvo la traducción del Espectáculo de la naturaleza. Pero existen traducciones y obras propias de Terreros, que más tarde servirán de fuente a un número importante de autoridades. Como ya hemos explicado, Esteban de Terreros llegó a ser profesor de matemáticas en el Seminario de Nobles de Madrid. Nuestro jesuita recibió además el encargo de presidir y elaborar las conclusiones matemáticas, que eran unas pruebas públicas a las que se presentaban los alumnos de esta institución. En ellas, Terreros debía compendiar todos los conocimientos que debían aprender los estudiantes en este campo para aprobar las pruebas. Dichas “conclusiones” resultaron ser una fuente muy útil en la recopilación de léxico especializado. Para que nos hagamos una idea del perfeccionismo que buscaba Terreros en todo lo que hacía, hallamos el testimonio de otro famoso jesuita, el P. Larramendi, que en una carta dirigida al P. Guillermo Francisco Berthier, llega a afirmar de las Conclusiones los siguiente: «El lenguaje es puro y bello, líquido y sin tropiezo, no sólo en la Dedicatoria al Rey, sino también en los primeros párrafos, en que no se corta con proposiciones sueltas de la facultad… Muchas (proposiciones) son bien curiosas… El P. Terreros sigue en sus conclusiones el mismo camino (el de Copérnico y Galileo sobre el movimiento de la tierra alrededor del sol) sin que nadie le haya salido al encuentro». (apud Pérez Goyena 1922: 10). Hay que destacar, como se ha ya hecho en un trabajo (Carriscondo 2009) que el matemático Terreros defendía, si bien no abiertamente, las teorías de Copérnico y Newton, cuando éstas estaban condenadas aún por la Iglesia Católica. Hay que destacar tambien su mentalidad abierta en el campo de las ciencias. De hecho, Copérnico y Newton aparecen mencionados varias veces en su diccionario. A parte de la traducción del Espectáculo de la Naturaleza, contamos con otra del mismo autor frances: Carta de un Padre de familia, en orden a la educación de la juventud de uno, y otro sexo. Escrito en Idioma Francés por el Abad Mr. Pluche. Y traducida al Español por el P. Estevan de Terreros y Pando, Maestro de Mathematicas en el Seminario Real de Nobles de la Compañía de Jesús de esta Corte. Con algunas notas añadidas al Original. […] (1754) Es extraño que Terreros no la cite como autoridad, aunque sí menciona otras obras que están relacionadas con el tema de la educación de los niños, y que le pudieron servir de modelo para la traducción, como la que escribió Jacques Ballexerd: Crianza física de los niños, desde su nacimiento hasta la pubertad… (1762) Un libro del que ya hemos hablado es la Paleografía Española, volumen éste que se inserta dentro del Espectáculo de la Naturaleza. No se trata de una traducción, sino de un trabajo original. Existe un debate casi secular acerca de la verdadera autoría de este tratado. Desde los tiempos del mismo jesuita ya se alzaron voces que sostenían que el verdadero autor de la Paleografía Española era el P. Andrés M. Burriel, correligionario 258 de Terreros. Es posible que los dos trabajaran en la misma obra, pero la erudición y el estilo parecen pertenecer casi indiscutiblemente a Esteban de Terreros. El P. Calahorra, de quien ya hemos hablado, sostiene que el autor de la Paleografía Española fue Terreros, y hoy se tiende a pensar que la única contribución de Burriel fueron las láminas de las escrituras antiguas 119 . Hemos comprobado que una de las fuentes clave que utilizó Terreros para registrar las voces anticuadas es precisamente esta obra. La Paleografía Española es una de las autoridades que se incluyen en el Diccionario castellano. 74 arcaísmos (54 de ellos, adiciones con respecto a la nomenclatura de Autoridades) vienen avalados por este libro. A propósito de su autoría, diremos que las primeras palabras del Prólogo del Diccionario castellano son casi un calco de las primeras que encontramos en la Paleografía Española 120 . Además, cuando Terreros cita una obra, siempre lo hace junto con el nombre de su autor. Sólo cuando se trata de obras que él mismo escribió o tradujo, como El Espectáculo de la Naturaleza, entonces sólo se indica el título. De las 76 referencias a la Paleografía Española, en ninguna se especifica la autoría, por lo que Terreros parece insinuar con esto que la escribió él 121 . Acabaremos este período vital de Terreros haciendo una mención a los manuscritos que quedaron sin publicar a causa del conocido extrañamiento de 1767. El primero de ellos corresponde, una vez más, a la traducción de una obra de Pluche: la Historia del Cielo, dedicada a la princesa de Asturias. Esta noticia, recogida tanto por Pérez Goyena como por Álvarez de Miranda, resulta muy llamativa, pues la obra ha estado perdida hasta hace poco años. La noticia de su hallazgo se dio en 2007, con motivo del tercer centenario del nacimiento de jesuita vizcaíno. Hasta no hace mucho tiempo, estábamos ante un caso insólito en la historia de nuestra lexicografía, pues teníamos la autoridad, pero no la obra en la que se basa (aunque existía también otra traducción llevada a cabo por fray Pedro Rodríguez Morzo, y publicada entre 1773 y 1779). Por lo que hemos visto a la hora de inventariar las referencias de testimonio, las voces extraídas de la Historia del cielo (un total de 44) suelen estar relacionadas con la mitología clásica y la egipcia. 119 Para ver más detalles sobre el desarrollo histórico de esta polémica, ver Pérez Goyena 1931: 13-19, Domínguez, 2001, la voz Terreros y Pando, Esteban y Pedro Sánchez-Prieto 2008. 120 La Paleografía española comienza con estas palabras: «Fuesen muchas las Lenguas, que hablasen en España antes de la entrada de los Romanos en ella, o fuese una sola general, hablada con la diversidad de muchos Dialectos, como tenemos por cierto, (mejor informados en esta reimpresión, así es esto, como en una u otra cosa, que se hallará diferente) […]». Y de este modo arranca el Prólogo del Diccionario castellano: «Sea el lenguaje primitivo de España el que fuese: hallanos venido con Tubal o con Tarsis, como han querido tantos: o sólo con sus sucesores a que se inclinan otros […]». 121 El padre Burriel, en cambio. aparece citado en dos entradas: arapenne y arrella. En ambas se nos indica tanto el nombre del autor como el título de la obra, en este caso: Burriel, Informe de la Imperial Ciudad de Toledo al Real y Supremo Consejo de Castilla sobre igualación de pesos y medidas en todos los reynos y señoríos de S. Mag. según las leyes (1758) 259 Aún más interesante es referirse a cierta obra titulada Vida de Santa María de la Cabeza, y [Vida] del insigne varón Lope de Vega Carpio, autor de la vida de San Isidro, felicísimo esposo de dicha Santa. Parece que este libro manuscrito ya estaba prácticamente listo para su impresión el año 1767. Lo que nos vuelve a confirmar este dato es el interés que sentía nuestro jesuita hacia la figura del insigne Lope de Vega, y prueba de ello no es sólo esta biografía perdida, sino también el hecho de que, ya en el exilio, escribiera una apología de este autor (obra que sí se ha conservado, pero de la que no tuvo noticia Perez Goyena 122 ) y que además sea la principal autoridad literaria de su diccionario. Curiosamente, la segunda obra más citada de Lope es la Vida de San Isidro labrador, seguramente porque debió de manejarla a menudo para la elaboración de la otra biografía, la referente a la vida de Santa María de la Cabeza, esposa del santo madrileño. Una vez más, esto nos demuestra que Terreros aprovechaba las obras que él manejaba para extraer de ellas el léxico que podía servir para su diccionario. Recuérdese además el hábito de extractar obras que había adquirido desde que era estudiante. A Terreros debía de gustarle el género biográfico o hagiográfico, pues hay constancia de que escribió otras obras del mismo género. Por ejemplo, parece que escribió los Compendios de las vidas de los Venerables Luis de la Puente y Alonso Rodríguez. Ambos son mencionados como testimonios en el Diccionario castellano. Otra biografía perdida es la Vida del Padre Francisco de Gerónimo. Pérez Goyena reconoce que la única fuente donde ha leído esta referencia es en uno de los recursos que Terreros envió al rey para reclamar sus pertenencias que quedaron en Madrid. Pero nosotros hemos logrado encontrar también este título autorizando una de las entradas del Diccionario castellano. Se trata de la voz mudez, y naturalmente, el nombre del autor no aparece (¿un gesto de humildad, o es que los impresores del diccionario no hallaron en el manuscrito algo que Terreros no necesitaba escribir, porque ya lo sabía?). Hay otras obras manuscritas de las que se conoce su existencia, normalmente compendios de muy diversos temas, relacionados en general con el saber y la erudición de la época, pero las que nos interesan para nuestro estudio ya han sido mencionadas aquí. Es muy difícil imaginarse el golpe tan duro que sufrió Terreros el primer día de abril del año 1767. En aquel momento, a los jesuitas se les prohibió que llevaran consigo sus pertenencias personales. De la noche a la mañana, Terreros tuvo que abandonar, entre otros varios libros, el diccionario a medio publicar que le había llevado más de 20 años de su vida. Todo debió de ocurrir muy rápido. Una vez que fue trasladado de Madrid al 122 De ella nos dice Álvarez de Miranda: «Añádase que en su exilio italiano, hacia 1776 (el año, precisamente en que empezaba a publicarse en Madrid la espléndida edición de Obras sueltas), escribirá Terreros, lamentando carecer de libros para hacerlo mejor, un elogio de Lope –de Lope Prosista y lírico, más que del autor teatral- que se ha conservado manuscrito entre los papeles de Juan Andrés, y que ha publicado Gotor.» (Álvarez de Miranda 2001: 58) 260 puerto de Cartagena, un compañero tuvo que darle a Terreros dos camisas para que pudiera mudarse. En cambio, «[él] con 400 reales que por casualidad tenía consigo en la noche de la expulsión, compró allí unos libros, papel y tintero. No faltó quien le hiciese cargo de que pudiera con este dinero atender a otras necesidades más urgentes; pero su respuesta fue: Si estos pocos libros y el modo de ocuparme en ellos no me alivian, no sé que otra cosa pudiera aliviarme en este mundo”. (apud Álvarez de Miranda 2001: 55) La pasión por los clásicos seguía viva: durante una tormenta que sorprendió al barco en el que iban Terreros y sus compañeros, él permaneció en su camarote leyendo el Quijote como si nada ocurriera. Una vez instalado en Forlí, Terreros no abandonó sus proyectos. Todo lo contrario, continuó luchando por recobrar sus trabajos, que habían quedado huérfanos en Madrid, en especial su Diccionario. En la biblioteca de la Real Academia de Madrid se conservan varios documentos, escritos por el propio Terreros, en los que pedía al Rey Carlos III que se le devolvieran las propiedades de carácter intelectual que le pertenecían, pues en el momento del extrañamiento sólo se prohibió a los ex-jesuitas salir de España con posesiones materiales. Ninguna de las misivas recibió respuesta. Terreros falleció en enero del año 1782. En varias de las cartas, agrupadas en un expediente bajo la signatura 9-7226 de la Real Academia de la Historia, Álvarez de Miranda halló algunos datos de interés sobre el Diccionario. Para dar cuenta de la importancia de esta obra, Terreros explica a las autoridades que le dedicó «por lo menos de sesenta a ochenta mil horas de trabajo personal en el espacio de 14 años continuos, ordenando con todo el común de la lengua, ciencias y artes de quince a veinte mil palabras españolas nunca impresas y buscadas por el suplicante de Arte en Arte» (apud Álvarez de Miranda 2001: 67). Este número de palabras españolas nunca impresas coincide bastante con el de las 17.500 adiciones al Diccionario de autoridades que ha calculado Alvar Ezquerra (1987: XI-X). En todo caso, supera con creces el número de unas 9.500 voces que hemos encontrado autorizadas en la obra de Terreros, por lo que debemos descartar la relación entre los vocablos “nunca impresos” y el recurso de autoridad. Una vez vistas las vicisitudes biográficas de D. Esteban, su pasión por la lectura, su capacidad de trabajo y su tesón, pasaremos a analizar las características del diccionario. 3.1.3. El Diccionario castellano y el principio de autoridad Los prólogos que preceden al cuerpo principal de los diccionarios suelen ser una fuente riquísima de información metalexicográfica. Por eso, nos centraremos seguidamente en el Prólogo que Terreros escribió para su obra. 261 Como demuestra Álvarez de Miranda en uno de sus artículos, «el P. Terreros antes y después de la expulsión» (2001), Terreros debió de trabajar en el Prólogo hasta el último momento, que llegó de forma inesperada el primer día de abril de 1767. Sabemos además que la impresión del primer tomo ya había comenzado –la licencia de impresión fue otorgada por el Consejo de Castilla el 25 de enero de 1765 - y el jesuita pudo ver los primeros resultados de un esfuerzo que se había prolongado durante más de dos décadas. Tras la lectura del Prólogo, hemos extraído las siguientes ideas que nos han parecido de interés para nuestro estudio: 1) Fuentes empleadas para la redacción del diccionario. 2) La razón como base sustentadora de la autoridad. 3) Presencia de arcaísmos. 4) Los tecnicismos. 5) Barbarismos y voces de germanía. 6) Advertencia y razón de ser de los extranjerismos. 7) Las fuentes lexicográficas. 1) Las fuentes del diccionario Para no caer en posteriores malentendidos, creemos necesario hacer una aclaración: no hay que identificar ingenuamente las fuentes empleadas para la elaboración de un diccionario con las autoridades y las referencias bibliográficas que en él aparecen. Las fuentes que Terreros declara haber empleado no coinciden con los títulos que aparecen dentro de los artículos lexicográficos 123 . Hay algunas obras, sobre todo tratados de historia y algunos diccionarios, que son citados como obras de referencia en el Prólogo, pero no se nombran ni una sola vez en el cuerpo del diccionario. Esto nos lleva a pensar que son muchas más las fuentes que utilizó Terreros para escribir su Diccionario castellano de las que podemos adivinar a través de la nómina de los autores citados 124 . Como ya se ha dicho, lo que llevó a Terreros a emprender la ingente tarea de escribir un diccionario general de la lengua castellana fue su experiencia personal como traductor. Al traducir El Espectáculo de la Naturaleza (16 tomos) del abate Noël Antoine Pluche. Terreros debió enfrentarse a un grave problema: adaptar el léxico que hoy llamamos 123 Esta es la distinción que llevó a Felix San Vicente (2004) a diferenciar entre las autoridades que aparecen en el Prólogo (fuentes bibliográficas), y las autoridades propiamente dichas presentes en el Diccionario. 124 Álvarez de Miranda (1992: 569) reconoce que Terreros calla algunas fuentes, como la famosa Encyclopedie de Diderot y d´Alembert, seguramente porque su lectura estaba prohibida por edicto inquisitorial desde el año 1759. Además, el mismo autor (2001: 65) ve en algunas entradas la huella del Indice de términos pictóricos de Palomino, obra que en realidad jamás cita. 262 científico-técnico, muy rico en francés, cuando apenas había comenzado a desarrollarse en español. La Academia no quiso incluir en su diccionario oficial toda la terminología que podía encontrarse en nuestra lengua, prefiriendo para ello hacer una obra aparte. Pero este proyecto no llegó a realizarse. Es por esa razón que Terreros tuvo que emplear todo tipo de diccionarios extranjeros, obras eruditas y testimonios de los más reconocidos especialistas en el campo de las ciencias naturales y de los oficios para realizar con éxito la traducción del Espectáculo de la Naturaleza. Estas fuentes fueron, precisamente, las primeras que utilizaría el jesuita para componer su diccionario, consciente de la grave carencia que sufría el de la Academia en el campo de la terminología. Leemos en una de las páginas previas al diccionario que redactó Terreros: Después del trabajo que apunto en el prólogo del Espectáculo de la Naturaleza, que traduje y apostillé, no ha habido Diccionario ni libro particular que me pudiere servir, que no haya manejado; y cuando esto no alcanzaba, que era no pocas veces, acudía a las personas más sabias o inmediatamente o por medio de cartas y correspondencias, para que me instruyesen de lo que necesitaba.» (Terreros [1987], Prologo: VII) El trabajo que señala Terreros en ese prólogo del Espectáculo consistió en la búsqueda directa del léxico especializado a través de numerosísimas entrevistas y conversaciones con todo tipo de oficiales y trabajadores. Gracias a eso, podemos hacer ya una primera clasificación de las fuentes empleadas por Terreros: las fuentes librescas y las orales. Las primeras son consideradas insuficientes por el autor, pero forman sin duda el grupo mayoritario. Dentro de éste, podemos distinguir los tratados y obras literarias en general, y los diccionarios. No obstante, también pueden apreciarse fuentes de origen oral 125 , pues si por algo fue revolucionario nuestro jesuita es por haber sido precursor del denominado “trabajo de campo”, o en palabras de Álvarez de Miranda: Produce verdadera sorpresa enterarse de que D. Esteban, adelantándose en muchos años a los encuestadores lingüísticos de nuestros días, y hasta a los dialectólogos de la escuela “Wörter und Sachen”, se echó a recorrer pueblos y aldeas de España, armado de un mazo de papeletas y un “tintero de faltriquera”, para recoger de labios de artesanos y labradores el léxico particular de sus respectivos oficios. (Álvarez de Miranda, 2001: 50) Las fuentes orales se pueden distinguir fácilmente en el diccionario, gracias a las indicaciones expresadas mediante verba dicendi precediendo a las definiciones: “llaman los torneros”, “dicen los fundidores de campanas”, “llaman los sombrereros”, y un largo etc. Estos verba dicendi, no sólo introducen lo que hoy conocemos como marcas diastráticas, sino también parecen hacer referencia al origen oral de la fuente que empleó Terreros. Cuando el término tiene que ver con el mundo de las matemáticas, la física, el blasón, la moral, etc. ya no aparecen estas fómulas de indicación, dando a entender que la 125 Sobre el uso de las fuentes orales en el Diccionario castellano, pueden consultarse el artículo de María Arribas (2008): «Algunos aspectos de la elaboración del Diccionario castellano del padre Terreros: las fuentes orales y la observacón directa». 263 fuente es libresca. Así, leemos «en las matemáticas», «en la física», «en la moral», Generalmente, se puede decir que las fuentes orales sirvieron en gran número para recoger voces dialectales, como bien ha señalado Echeverría Isusquiza (2000: 398). La naturaleza de este tipo de términos supone a menudo que no se puedan localizar en textos literarios y, por tanto, haya que recurrir a la propia competencia del lexicógrafo, o bien a informantes que ofrencen información sobre las variantes dialectales que se usan en el lugar en el que habitan. 2) La razón como base sustentadora de la autoridad Puesto que el conjunto de voces autorizadas es minoritario en este diccionario, la primera pregunta que nos planteamos es cuál fue el criterio que tuvo Terreros a la hora de autorizar determinadas voces, y no todas. La respuesta nos la ofrece D. Esteban en el Prólogo: sólo «cuando la voz necesita de autoridad y apoyo; pues como dice Quintiliano y dicta la razón, las voces comunes no necesitan otra autoridad que el uso común que las está autorizando por instantes» (Terreros [1987], Prólogo: IX). Estas palabras podrían parecer suficientes, pero, en la práctica, Terreros actúa de otra manera. Más adelante veremos que hay gran cantidad de tecnicismos y voces exóticas que carecen de autoridad que las avale. Además, ¿cómo diferenciar las palabras de uso común de aquellas que no lo son? No es tarea tan fácil, y sin duda es necesario poseer una competencia muy amplia para discernir entre palabras locales, voces generales, tecnicismos o simples barbarismos. La clave de todo se halla en la razón. El Diccionario castellano se ha construido siguiendo los dictados de la razón universal: Pero no es justo valerme solo de la autoridad; pues aunque se supone siempre que las personas de peso y de instrucción jamás proceden a defender una sentencia sin que la acompañe la justicia y la razón, es debido acudir aquí también a ésta expresamente, pues milita a las claras por el parecer que sigo y por la autoridad que alego. La razón, pues, nos inspira a todos [...] (Terreros [1987], Prólogo: XIV). El jesuita apela a la madurez del lector, a su razón, para que sepa cuándo debe emplearse una palabra y cuándo no, pues en no pocas ocasiones hay vocablos acompañados de alguna autoridad que, sin embargo, no son recomendables. Por eso da cuenta de los autores que han usado la voz «para que el lector le de a cada cual la estimación que merezca, y use de todo conforme le dicten a cada cual la razón y la prudencia» (Terreros [1987], Prólogo: XV). Esta actitud abierta, más descriptiva que normativa, coincide con la manifestada en el Diccionario de autoridades, aunque con resultados bien diferentes. Terreros se sitúa en la corriente de aquellos que consideran la razón como el principio más importante para establecer la corrección lingüística. Pero no se trata de la misma razón esgrimida por Quintiliano, ni por el Brocense. Para ellos, la ratio era un principio regulador del sistema, de la analogía, como fue definida por los 264 griegos. Para Terreros, la razón es un valor más próximo al de la filosofía ilustrada: es la capacidad que tiene el hombre para llegar por sí mismo a la verdad. La razón se oponía precisamente al concepto de autoridad. Los argumentos de autoridad eran aquellos que habían prevalecido en otras etapas del pensamiento occidental, por ejemplo en la escolástica. Durante la Edad Media la escasez de fuentes para el conocimiento provocó que se fijara un canon de autoridades científicas mediante las cuales se pudiera asegurar una serie de juicios y de valores. Pero el Renacimiento y, posteriormente, el Siglo de las Luces se rebeló contra este tipo de razonamiento, afirmando que el hombre podía alcanzar el conocimiento con la ayuda única de la razón, y no de la autoridad. Así pues, Terreros, alejándose de la teoría agustiniana sobre el principio de autoridad en lingüística (recuérdese su afirmación: Auctoritas autem in latina lingua plurimum et pene sola dominatur), se apoya sobre todo en la razón, que es la herramienta que el hombre posee para conocer la verdad y discernir entre la virtud y el vicio. Por otra lado, Terreros, buen conocedor de la lengua latina, cita a Quintiliano, quien proponía el uso como la mejor maestra de la lengua (consuetudo vero certissima loquendi magistra). De los cuatro cánones de corrección lingüística que se establecieron en la antigüedad, natura, analogia, consuetudo y auctoritas, Terreros se apoya especialmente en el uso general: «las voces comunes no necesitan otra autoridad que el uso común que las está autorizando por instantes» (Terreros [1987], Prólogo: IX), pero también en el principio basado en la natura, término que, de hecho, se sustituyó varias veces por el de ratio. La natura de las voces iba ligada a la proprietas, es decir, lo que es propio y “castizo” en una lengua, en oposición a aquellos vocablos considerados barbarismos. La voluntad de plasmar el uso de la lengua, independientemente del fin normativo que se perseguía, fue lo que llevó a Terreros a introducir textos de autores considerados secundarios en su época, algo que ya había tenido un precedente en Covarrabias y en el mismo Diccionario de autoridades. Además, el jesuita se basó en literatura periodística: y así cuando se cita algunos de estos, ya en algunas rimas que hicieron, ya en algunos papeles periódicos que sacaron, ya en otras obras que se ven salir cada día al público; aunque se omite la crítica particular que se podía hacer, por no ofenderlos, y porque no hay a la verdad tono más disonante que la sátira, no los cito con todo eso para que se les de igual autoridad, ni aún semejante que a los otros. Pero esto no obstante me ha parecido no omitir sus voces, aunque alguna de ellas extraordinarias, para que si se oyeren o encontraren en sus obras o en otro escrito, no queden sin explicación e intelijencia, y tambien para que cada uno se valga de ellas conforme le pareciere y le dicte la razón y buena crianza. (Terreros [1987], Prólogo: XV) Volvemos a ser testigos, una vez más, de la paradoja a la que conduce el principio de autoridad. Este principio fue adquiriendo la función de testimonio lingüiístico, lo que pertimitió que los diccionarios basados en citas se convirtieran finalmente en diccionarios con un enfoque más descriptivo que aquellos que carecían de ellas. 265 3) La presencia de arcaísmos Otra motivación que compartieron los académicos de la lengua y Esteban de Terreros al elaborar sus respectivos diccionarios fue el interés filológico y el aprecio por las palabras castizas. Los arcaísmos, aunque fueran cosa del pasado, son recogidos con un interés especial en ambas obras lexicográficas. Terreros declara: «Pero no quisiera, ni parece tampoco razon que se desamparasen tan fácilmente lo que tanto ha ennoblecido el lenguaje patrio, y que se olvidasen unas voces nobilísimas por su antiguedad y solár [...]» (Terreros [1987], Prólogo: IV). Por su parte, en el Prólogo de Autoridades leemos: «Las citas de los autores para comprobación de las voces, en unas se ponen para autoridad, y otras para ejemplo, como las voces que no están en uso, y el olvido las ha desterrado de la lengua, de calidad que se haría extraño y reparable el que hablasse en voces Castellanas antiguas, ya que no se practican». (Autoridades 1726: V). El verdadero sueño de la Academia Española, así como de Esteban de Terreros, fue crear lo que hoy conocemos como “diccionario histórico”, y que entonces algunos llamaban “diccionario universal”. Esta aspiración la explica Stefan Ruhstaller al hablar de las autoridades en el Diccionario de la Academia: Para colmar la ambición de crear el diccionario más completo, no podían desperdiciarse las palabras caídas en desuso, pero españolas al fin y al cabo, lo mismo que tampoco se dejaban fuera los dialectalismos, ni tampoco siquiera numerosos vulgarismos y barbarismos, neologismos y extranjerismos (Ruhstaller 2000: 198). Terreros, que sin duda quiso escribir el diccionario exhaustivo más rico de la lengua española, da una razón más para justificar la introducción de tales palabras: comprender a los autores antiguos. La explicación de las voces arcaicas y su utilidad en el análisis filológico fue ya puesta en práctica por el jesuita vizcaíno en la Paleografía Española, que él elaboró como alternativa a la Paleografía francesa de Noël-Antoine Pluche. Las fuentes de Terreros para la recopilación de dichos arcaísmos son las mismas que las utilizadas por Autoridades. En el Prólogo del Diccionario castellano, Terreros dice haber extraído este tipo de palabras de las Siete Partidas de Alfonso X 126 , obras de Jorge Manrique, de Juan de Mena (comentadas por el Brocense), algunos romanceros, papeles privados y de derecho. Además, comienza a detectar voces anticuadas en Fray Luis de Granada, Fray Luis de León, Lope de Vega, los PP. Juan de Mariana, Pedro Rivadeneira, Luis de la Puente, y otros. (Terreros [1987], Prólogo, V). Un autor medieval destacado que aparece citado hasta 12 veces como autoridad es Juan Ruiz, el Arcipreste de Hita. Lo llamativo es que Terreros ya había muerto cuando Tomás Antonio Sánchez publica el 126 En la Paleografía española podemos encontrar palabras muy elogiosas hacia la obra de este monarca: «Su lenguaje fue tan puro y limado, como se ve, a pesar de yerros de copias, y prensas en el Fuero Real, y en la obra inmortal de las Siete Partidas» (Terrerso 1758: 27) 266 manuscrito del Libro de Buen Amor por primera vez, en la Colección de poesías castellanas anteriores al siglo XV, 4 vols. (1779-1790). Lo mismo sucede con los poemas de Gonzalo de Berceo. Terreros debió de consultar manuscritos originales o copias realizadas directamente sobre éstos. 4) Los tecnicismos En lo que se refiere a las fuentes que el jesuita vizcaíno dice haber seguido para el campo de la marina y de la botánica, en el primero se ha valido de las obras del Teniente General D. Antonio Castañeta –que no aparece citado en ningún artículo-, del Jefe de Escuadra D. Jorge Juan, y del Diccionario Marítimo, así como de entrevistas con D. Juan Pesenti, Marqués de Monte Corto (Terreros [1987], Prólogo: VII). Para el ámbito de la botánica, no obstante, Terreros reconoce haber tenido mayor dificultad, pues declara que hay infinidad de especies. Las definiciones que dan los diccionarios son a menudo confusas, y esto será algo que pondrá de manifiesto a la hora de definir muchas voces relativas al mundo de las plantas en general, y también para el de los animales. Cuando se veía en un caso de extrema confusión, Terreros dice haber seguido el siguiente criterio: No obstante esta verdad, doy en esta obra los nombres correspondientes y más admitidos, fundado en Autores clásicos ya antiguos y ya modernos que las refieren, añadida sobre la corrección de algunos informes particulares de personas que con todo conocimiento los podían dar [como D. Miguel Barnades, catedrático de Botánica] (Terreros [1987], Prólogo: VIII). Entre los autores clásicos que hablaron en sus obras de botánica, Terreros dice haber leído a Plinio, Dioscórides, Columela, Virgilio, Galeno, Aristóteles, etc. (Terreros [1987], Prólogo: VIII). Más sencillo fue recopilar las voces referidas a las matemáticas, la física, o el blasón. (Terreros [1987], Prólogo: IX). Casi siempre ha sacado las definiciones que necesitaba a partir de fuentes librescas (de prontuarios, afirma explícitamente nuestro jesuita). Sin embargo, echa de menos en los diccionarios de su tiempo un tipo de léxico que él sí está interesado en recoger, en concreto, aquél que se refiere al ámbito de la religión: divinidades mitológicas, órdenes religiosas y de caballería, sectas y doctrinas heréticas, historia civil y eclesiástica, etc. Muchas de las adiciones que incluirá Terreros en su Diccionario en relación con Autoridades vendrán precisamente de este campo, auque lo extraño será comprobar que muy pocas veces vienen autorizadas (excepto aquellas referidas a las divinidades de la mitología, clásica, egipcia, china, etc). La mayoría de estos términos, en cualquier caso, los tomó del Dictionnaire Universel de Trévoux. 5) Jerigonza y voces de germanía 267 Para el vocabulario de jerigonza y germanía es evidente que nuestro autor se ha basado directa o indirectamente en el Vocabulario de Germanía de Juan Hidalgo. En la página III de su Prólogo reconoce haberse servido además del Diccionario de la Academia, el de César Oudin, y obras como las de D. Gregorio Mayans para poder interpretar dichas voces. Ciertamente, el Tresor de César Oudin fue una fuente importante de germanismos, y esto se explica fácilmente, ya que este repertorio integró en su nomenclatura todo el léxico del Vocabulario de Germanía, no sin incluir nuevas adiciones –basadas en otras obras lexicográficas como el Diccionario de Palet, y también literarias, como el Guzmán de Alfarece 127 –. Sin embargo, las sucesivas ediciones de este diccionario motivaron la aparción de abundantes erratas en lo que se referiere al vocabulario de jerigonza, que han sido estudiadas por Ciriaco Ruiz Fernández (1996). En la misma página, Terreros se refiere también a las siguientes obras como ejemplo de uso del lenguaje picaresco: Tersícore y Talía, y el Alguacil Alguacilado de Don Francisco Quevedo; el Lazarillo de Tormes (atribuido a Don Diego Hurtado de Mendoza); la Pícara Justina del Licenciado Francisco López de Úbeda; el Guzmán de Alfarache de Mateo Alemán, Periquillo el de las Gallinetas, etc. Como autoridad, sólo hemos encontrado las obras de Quevedo, Francisco López de Úbeda y Mateo Alemán. 6) Advertencia sobre la admisión de extranjerismos Otro caudal de neologismos o voces no recogidas en el Diccionario de autoridades que sí se recogen en el Diccionario Castellano son sin duda los extranjerismos, llamados «voces extrañas» por Terreros: se trata de aquellas palabras que hacen referencia a una realidad todavía no asimilada en su país, ya sea porque se trataba de adelantos técnicos, o bien de voces referentes al mundo cultural de otra nación, normalmente exótica y lejana. Así, podemos encontrar un número considerable de vocablos de origen turco, japonés, mongol, chino, amerindio, etc. Es evidente que el espíritu jesuítico impregna todo el Diccionario, y debe mucho a la labor cultural llevada a cabo por los misioneros de la Compañía, que llegaron a estar presentes en regiones muy remotas del planeta. Terreros justifica su presencia de esta manera: Tanto los Diccionarios como los AA. mas antiguos y graves se hallan universalmente faltos de muchas voces que han trahido de nuevo las relaciones de viajeros y las ciencias y artes que tanto se han adelantado en estos tiempos. (Terreros [1987], Prólogo: IX) 127 Quizá esto explique porque Terreros cita en tan pocas ocasiones la famosa novela de Mateo Alemán, pudiendo sacar de ella tanto partido como de otras más citadas. 268 Las voces extranjeras referentes a los adelantos científicos o técnicos de la época suelen adaptarse a las características del español. Terreros defiende también su inclusión en el diccionario, reconociendo que podrán hallarse en él muchas voces nuevas y algunas un poco extraordinarias; pero para haber podido hacer esto e introducir estas voces, tengo el ejemplar de todas las naciones cultas y de sus mejores Autores y Diccionarios. En la nación Inglesa el Diccionario Real Francés e Inglés e Inglés y Francés de M. Boyer; el de Pineda Inglés y Español; y el de Jacobo Howel Arm, Inglés Francés, Italiano y castellano (1659); en Francés, Francés e Italiano todos los que quedan citados; y lo mismo se encontrará en los mejores autores de todas las naciones más cultas, que uniformemente admiten la voz que no tienen, siempre que viene acompañada con la novedad del objeto.» (Terreros [1987], Prólogo: XII) No hay, pues, ninguna voz extranjera puesta por mero placer acumulativo. Esto es lo que algunos han achacado a Terreros 128 . No obstante, eso no quiere decir que el jesuita haya introducido algunos barbarismos, sin ser consciente de que no son un buen ejemplo de uso en nuestro idioma. Los incluye porque los ha oído en boca de gente culta (Terreros [1987], Prólogo: XVI). Una vez más, estamos ante un ejemplo de tolerancia que no contradice en absoluto el rigor normativo del que hace gala Terreros, pues serán una vez más la autoridad y la razón los que fundamenten la presencia de voces novedosas llegadas de otras lenguas: Con aquel aliento pues que me da la autoridad de los maestros, con aquel ejemplo, doctrina y enseñanza de los antiguos Latinos y con esta necesidad que dicta la razón, de que teniendo los objetos nos vemos precisados a buscar o admitir voces para expresarlos, ¿qué mucho será que se hallen en esta obra multitud de voces extrañas? No hay que temerlas, que aunque extranjeras, nos vienen a enriquecer y a dar favor (Terreros [1987], Prólogo: XIV, XV) Un poco antes, había escrito: Otra multitud de voces se hallará tambien que realmente son extrañas, pero se vienen pacíficamente a avecindar con nosotros, alegando el título de ser o sacadas de libros, relaciones de viajeros y de historias que se ofrecen cada día a nuestros ojos, o averiguadas y conocidas por noticias dadas por personas sabias y reflexivas que se han hallado en las partes, Estados y Provincias de que se habla, y que se proponen con las voces mismas que tienen en el terreno y parajes en que se encuentran; por no ser razon que se inventen otras voces nuevas desusadas y arbitrarias. (Terreros [1987], Prólogo: XII) La doctrina seguida en este terreno es, pues, la del neologismo necesario que ya había defendido Benito Jerónimo Feijoo. 7) Las fuentes lexicográficas A nadie le sorprende que un diccionario se elabore a partir de otros diccionarios. Que sea un plagio o no depende del modo en que el autor de la obra indique cuáles han sido 128 Por ejemplo Lázaro Carreter (1949: 286), a pesar de su excelente descripción del panorama lingüístico del siglo XVIII. 269 sus fuentes. La historia de la lexicografía está llena de casos reprobables de copias fraudulentas. En medio de toda esta picaresca, Terreros se nos presenta como un lexicógrafo absolutamente irreprochable. Por una parte, rechaza copiar servilmente cualquiera de sus modelos, en especial el Diccionario de autoridades, que habría sido la vía más sencilla y rápida de avanzar. Además, cita sus fuentes siempre que tiene la ocasión, y eso se ve casi artículo por artículo, a través de las referencias bibliográficas. Por tanto, hay que reconocerle un trabajo doblemente meritorio: el de haber hecho un diccionario original; y el de haberse mostrado con transparencia ante sus lectores al tratar de poner siempre de manifiesto sus fuentes. A lo largo del Prólogo, Terreros va enumerando todos los diccionarios, tanto monolingües como bilingües, que le sirvieron para garantizar la excelencia del léxico recogido. Hay que decir, como ha puesto de relieve ya algún autor 129 , que citar un diccionario puede tener no una sino varias finalidades: testimoniar el uso, presente o pasado, de una determinada voz, o bien justificar ese mismo uso, pero refiriéndose al término que se pone como equivalente en una de las tres lenguas extranjeras con las que trabajó Terreros: el latín, el francés, y el italiano. El Diccionario Castellano no sólo es un diccionario general, sino también plurilingüe, y éste será un fenómeno que determine muchas de sus características más específicas. Desgraciadamente, esta faceta del Diccionario castellano ha sido la menos estudiada de todas. Para cada lengua Terreros empleó los mejores diccionarios de su tiempo, pero esto no impidió que viera en ellos bastantes defectos y lagunas: Pero como quiera los Autores del Italiano, Frances, y Español se hallan mui faltos, no solo en las voces comunes de nuestro lenguaje, sino aun del suyo mismo, y nos dan muchas equivalencias erradas, como lo echará de ver quien se tome la molestia de leerlos y cotejarlos. (Terreros [1987], Prólogo: V) Gracias a su larga experiencia como traductor, Esteban de Terreros tenía mucho camino adelantado en el manejo de las fuentes lexicográficas. Pero esto no restó para nada el gran esfuerzo de conjugar en una misma obra cuatro lenguas distintas. Esa dificultad la describe con todo lujo de detalles en el siguiente fragmento que hemos querido reproducir en su integridad: Como la idea de esta obra era dar conocimiento no solo de la lengua Castellana, sino tambien de los otros tres idiomas que hemos dicho Frances, Latin e Italiano, había que vencer no tan solamente la dificultad de buscar las voces de la primera, sino la conveniencia con ellas de las otras tres, que era un nuevo seminario y orijen de dificultades que debia vencer por medio de muchos informes y libros, especialmente de los Diccionarios; ya de los que trataban de nuestra lengua y alguna de las obras, y ya aunque no tratasen de la nuestra, combinándolas entre sí y sacando la voz que se busca, tal vez por tercera o cuarta consecuencia: de modo que si no podía sacar el latín jenuino y propio de una voz por el Castellano, hiciese todas las tentativas para ver si podía sacar por el Francés o Italiano, y al contrario si estos dos idiomas o alguno de ellos se podía sacar del Latín, cuando no se deducían estos dos idiomas ó alguno de ellos se podia sacar del Latin, cuando no se 129 Felix San Vicente 2004: 444. 270 deducían del Castellano, y de hecho se consigue no pocas veces. (Terreros [1987], Prólogo:VIII-IX) Concretamente, los diccionarios que reconoce haber consultado para confeccionar su obra han sido los siguientes: - Para la lengua francesa: el conocido como Diccionario de Trévoux , el de la Academia de París, el de César Oudin, Sobrino, Ocon, Richelet, Herrero, Sejournant, Royer y Pomei. - Para la lengua italiana, los diccionarios de Casas, el de la Academia de la Crusca, de Antonini, y Franciosini. - Para el latín, fundamentalmente los de Nebrija (o Lebrija, como él lo llama), Roberto Estéfano, Facciolati, Larramendi, Salas, Requejo y Alonso Sánchez de la Ballesta. - Finalmente, se ha valido también de todos los diccionarios monolingües que tenía entonces a su disposición: el Diccionario de la Academia, el Tesoro de Covarrubias; y para extraer voces de origen árabe y anticuadas, se ha servido de las obra de Tamarid y el vocabulario de Aldrete. Hasta aquí, todo lo que sabemos a partir de las palabras que dejó escritas Terreros en el Prólogo. 3.1.4. Análisis de las fuentes Álvarez de Miranda lleva razón cuando, al hablar del Diccionario castellano, reconoce que debería hablarse de citas o de meras referencias más que de autoridades, pues en la gran mayoría de los casos, éstas no incluyen texto y, además, los títulos aparecen en forma de abreviaturas, al igual que los nombres de los autores (si es que aparecen). Sucede entonces aquello que curiosamente ya había previsto Terreros, y que dejó plasmado en un comentario que acompañó a la voz abreviatura: ABREVIATURA, [...] Las abreviaturas son bien perjudiciales en los escritos pues exponen a muchos yerros en su lectura. Es pues más recomendable hablar de referencias que de autoridaades, pues, como define el propio Terreros, una autoridad es un texto, un pasaje extraído de un escritor: AUTORIDAD, se dice del pasaje, aseveración o testimonio de algún Autor. [...]. Sin embargo, a lo largo de esta obra hemos comprobado que el jesuita concebía las breves referencias como si se trataran de autoridades propiamente dichas. Así puede verse, por ejemplo en la voz desidentes: 271 DESIDENTES, lo mismo que Protestantes, Herejes, V. y la Gaceta de Madr. de 4 de junio de 1765, cap. de Varsovia; pero no hallamos más autoridad para esta voz cast. [la cursiva es nuestra] No hay texto, pero, como podemos ver, Terreros llama autoridad a la simple referencia del periódico. Dado que nuestro lexicógrafo estaba convencido de que aquello servía para autorizar las voces, igual que lo hacía el primer Diccionario académico, no vemos ningún impedimento en poder seguir usando, en ocasiones, el término de autoridad. El principal tema de interés para nuestro trabajo es el análisis de las obras que sirvieron de corpus a Terreros en la recopilación del léxico. Álvarez de Miranda supo ver la importancia de su localización, sobre todo para tratar de descubrir cómo fue el proceso de elaboración del Diccionario castellano. En este aspecto acierta plenamente al señalar la importancia que tuvo la traducción del Espectáculo de la Naturaleza como fuente del diccionario: La “autoridad” que con más frecuencia cita Terreros es él mismo. Y no porque acuda a ejemplos inventados, a esos “ejemplos de uso” que luego se han hecho comunes en algunos diccionarios de orientación pedagógica. Esto es algo que alguna vez hace, si no tiene un texto a mano. Pero a lo que me refería es a que, con toda legitimidad, la obra más citada a lo largo del diccionario, siempre con la abreviatura “Esp.” y con la indicación de tomo -¡no de página!-, es el Espectáculo de la naturaleza, lo cual es perfectamente acorde con lo que ya sabemos acerca de la íntima conexión entre ambas obras, o entre el Terreros lexicográfico y el Terreros traductor. Por lo demás, las fuentes de donde nuestro autor obtuvo apoyo textual son de lo más variadas, e incluyen desde obras literarias de cualquier época hasta papeles periódicos del momento mismo en que el diccionario se elaboraba. Y es que Terreros al margen del rastreo más o menos sistemático que pudiera hacer en ciertos libros, aprovechó también los datos valiosos que le deparasen sus ocasionales lecturas, hechas en principio a impulsos de un interés no estrictamente lexicográfico. (Álvarez de Miranda 2001:. 52-53) Efectivamente, Terreros elaboró un glosario de términos referidos a las ciencias y a las artes (mecánicas y liberales) al mismo tiempo que traducía la obra más importante del abate Pluche. Por esa razón, podemos afirmar sin miedo a equivocarnos que este glosario constituyó el léxico primitivo, el núcleo “embrionario” que dio lugar posteriormente al diccionario. Pero junto a este conjunto de palabras, queremos hacer hincapié en la afirmación que hace Álvarez de Miranda: un número muy importante de autoridades han sido extraídas también de las fuentes que empleó Terreros para traducir o redactar otras obras que normalmente no se mencionan, y que no sólo se reducen al Espectáculo de la Naturaleza, como tendremos ocasión de ver. Una gran cantidad de referencias proceden de textos que habían sido escrutados en principio sin un fin propiamente lexicográfico. El Diccionario castellano nació como una manera de aprovechar ese enorme corpus de textos que había trabajado el jesuita al escribir o traducir diferentes tratados, como la Paleografía Española, la Historia del Cielo, las biografías de Lope de Vega y Santa 272 María de la Cabeza, las Conclusiones matemáticas del Real Seminario de Madrid, la Vida del P. Francisoco de Jerónimo, etc. Esta ventaja supo aprovecharla Terreros, y el fruto de esta circunstancia fue la obra que ahora estamos analizando. Álvarez de Miranda se percató de la naturaleza un tanto “interesada” de esas fuentes: «Es curiosa, en fin, y perfectamente lógica, la alta proporción que en el “corpus” del Diccionario castellano alcanzan los títulos escritos por jesuitas, o relacionados de algún modo con la compañía.» (Álvarez de Miranda 1992: 570). Ciertamente, de los 374 autores que hemos identificado en el Diccionario castellano, 48 eran miembros de la Compañía de Jesús, dos de ellos miembros fundadores de la Real Academia Española, y colaboradores en la redacción del Diccionario de autoridades: Carlos de Reguera (1679-1742) y José Casani (1673-1750). Tampoco se trata de algo tan sorprendente, pues ya en el repertorio académico se llegaron a citar hasta un total de 31 jesuitas, y unas 70 obras suyas (Pérez Goyena, 1922: 479- 480). Felix San Vicente, hace una descripción de las fuentes utilizadas muy semejante a la que nosotros hemos realizado al comentar el Prólogo del Diccionario. Habla de fuentes orales y escritas, y, dentro de éstas, también se refiere a los diccionarios que empleó Terreros y los distintos libros científicos y literarios: El jesuita vizcaíno presenta la somera indicación del autor de un diccionario y, en segundo orden, autores o títulos de textos científicos y literarios, de los que raramente proporciona citas; además, la autoridad de los diccionarios puede corresponder tanto a la palabra española como a las equivalencias en latín, francés e italiano. Nos encontramos, por consiguiente, ante autoridades de tipo filológico, en particular diccionarios bilingües o políglotas, y también ante obras científicas y literarias, originales o traducidas, e incluso ante simples publicaciones periódicas; la “autorización” puede provenir también de un informante, científico o artesano, y en otros casos, que resultan de gran interés, de la contextualización de la palabra en una frase de uso común. (San Vicente1995b: 444) Del mismo modo, pone de relieve el valor que tuvo el Espectáculo de la Naturaleza en los inicios de la redacción del Diccionario, gracias sobre todo a las palabras que fue anotando el sabio jesuita a lo largo de la traducción: En el Espectáculo, diálogos pedagógicos en torno a las ciencias y las artes, anotó unas 1.500 palabras y elaboró varios índices que le sirvieron de experiencia y fuente para la redacción del Diccionario, obra en la que trabajó durante veinte años y cuya impresión quedó interrumpida al ser expulsado de España en 1767. (San Vicente 2004: 139) San Vicente realiza una cala sobre tres letras – la I, la R y la P – para examinar las autoridades presentes en el Diccionario castellano, y llega así a la siguiente conclusión: Para el conjunto de las adiciones señaladas resulta fuente segura el Diccionario de Trévoux en su edición de 1752. En algún caso –ya que obviamente las coincidencias son muchas, sobre todo en terminología lingüística – es difícil establecer si la proveniencia fue de Trévoux o bien los mencionados diccionarios de Richelet y de la Academia francesa, en sus ediciones corregidas y aumentadas, más próximas a la obra de Terreros; en todo caso, también a través del compendio trilingüe de Annibale Antonini. Estas obras, juntamente 273 con el Diccionario de la Academia Española, constituyen las principales autoridades mencionadas por Terreros; en cuanto a las autoridades no lexicográficas figura, en cambio, el propio jesuita, con las traducciones del Espectáculo y de la Historia del cielo, ambas del P. Pluche; a continuación Feijoo y el médico Martín Martinez. (San Vicente 2004: 155) Localizar e identificar todas las referencias bibliográficas presentes en el Diccionario castellano no ha sido tarea fácil. En primer lugar, hemos encontrado la misma dificultad con que se enfrenta cualquier estudioso de los diccionarios: el abundante corpus léxico que encierra la obra en sí misma. El Diccionario de Terreros abarca más de 2.300 páginas, con unas 60.000 voces, según los cálculos del profesor Alvar Exquerra (1987). A este obstáculo hay que añadir uno más: la forma que utilizó Terreros de indicar sus fuentes. La mayoría de las referencias se presentan en forma de abreviaturas de muy difícil interpretación. En no pocas ocasiones el nombre del autor no aparece y tan sólo tenemos el título abreviado de la obra; o bien ocurre al contrario, se nos dice quién fue el autor en que se halló la voz, pero no nos aclara en qué libro. Como ya ha señalado Álvarez de Miranda (2001: 53), rastrear el nombre de las autoridades de este diccionario puede llegar a convertirse en una tarea casi detectivesca. La estructura que hemos dado a la nómina que hemos creado, y que se incluye al final de este apartado, ha sido la siguiente: por estricto orden alfabético hemos registrado el nombre de todos los autores. Cuando ha sido posible, hemos indicado también la fecha de nacimiento y muerte del escritor. A continuación, hemos señalado el siglo en que vivió. Después, trascribimos el título completo de la obra que fue consultada por Terreros. Casi siempre hemos mostrado el año en que se realizó la primera edición –o en su defecto la edición más antigua-, ya que consideramos de suma importancia poder situar en el tiempo cada una de las obras. Dependiendo de su antigüedad o modernidad, podremos sacar conclusiones diferentes acerca de la naturaleza del léxico. Generalmente, las obras más antiguas suelen ser textos poéticos, y de ellos se extraen un gran número de arcaísmos y voces literarias. En cuanto a las obras científicas, suelen ser siempre bastante recientes –al igual que todas las publicaciones periódicas que consultó Terreros– y de ellos se extraen un gran número de neologismos. Llama igualmente la atención el elevado número de obras que Terreros siguió consultando incluso después del año 1764, lo que nos da idea de que no cesó de trabajar en el diccionario hasta el último momento: en total, hemos localizado 19 obras que se publicaron después de esta fecha. Lógicamente, no hemos localizado ningún texto posterior al año 1767, por lo que no se pueden confirmar las sospechas de algunos autores sobre la posibilidad de que los bibliotecarios del Colegio de S. Isidro, Messeguer y Arrufat, y de Manuel Rodríguez, intervinieran en la edición del Diccionario castellano mediante la inclusión de nuevas autoridades. Tan sólo hemos 274 encontrado una obra cuya edición más antigua data del año 1770 130 . Pero se trata de la edición de un texto del siglo XVI que muy bien pudo consultar Terreros sin necesidad de dicha edición. Un problema se presenta cuando se trata de localizar los textos reales. El jesuita vizcaíno casi nunca nos dice qué edición concreta consultó. Como se trata, pues, de un hecho excepcional, siempre que Terreros incluía de manera precisa la fecha de publicación, así como el lugar en que salió a la luz o la biblioteca en que la pudo localizar, lo hemos indicado tras señalar la fecha de la primera edición). Esto podrá ser de gran utilidad para localizar con más facilidad los textos exactos de donde se extrajeron las voces. Tras ofrecer todos estos datos, lo siguiente que se puede encontrar en la nómina que hemos elaborado es la abreviatura que Terreros empleó con más frecuencia para referirse a su fuente. De este modo no sólo se podrá advertir la forma casi críptica con que Terreros solía hacerlo –llegando a cambiar a veces el nombre del título original–, sino que servirá también para la consulta y la comprensión de las referencias que se hallan en los artículos del Diccionario castellano. En dos columnas, hemos señalado el número de voces que aparecen autorizadas por ese autor. En la primera se indica el número total de referencias, y en la segunda se señala el número de adiciones al Diccionario de autoridades. Por norma general, los autores que cuentan con un mayor número de referencias son los que poseen más prestigio dentro del canon literario de la época. En relación a las adiciones, cuya cantidad se muestra en la segunda columna referida a las citas, hemos considerado tales aquellas palabras que no venían registradas en el repertorio académico, o bien aquellas voces cuyo significado diferían notablemente. Hay algunos casos realmente problemáticos, sobre todo porque el jesuita ha lematizado muchas palabras que en realidad sólo eran variaciones ortográficas de la voz que ofrecía la Academia. En estos casos hemos seguido el criterio de Terreros, sólo por coherencia. 3.1.5. Las referencias bibliográficas en el Diccionario castellano: visión de conjunto Terreros introduce en su diccionario una innovación con respecto a los usos precedentes. Mientras que la mayoría de las citas introducidas en los repertorios de Covarrubias y de la Academia partían de fuentes literarias y, en menor grado, de obras científico-técnicas, en el caso del Diccionario castellano, la mención a otros diccionarios predomina sobre el resto: es más usual encontrarse con una referencia lexicográfica que 130 VELASCO, JUAN FRANCISCO DE (O. de M.), Oracion panegyrica, que en la annual memoria, que hace de su santo amo, y fundador... Francisco Ximenez de Cisneros el colegio mayor de San Ildefonso universidad de Alcalá / dixo... Juan Francisco de Velasco, de... Orden de Nuestra Señora de la Merced... ; dala a luz... Phelipe Antonio Fernandez de Vallejo... (¿1770?) [Orac. Pan del Dr. Vallejo al Card. Cisn.] (s.vv. idoneidad, inordinadamente). 275 con otra lingüística (literaria o científica). Esto sin duda se debe a las características mismas del diccionario, que no es sólo monolingüe, sino también plurilingüe. Terreros se vio obligado muchas veces a consultar diccionarios monolingües franceses, o bien diccionarios bilingües entre el francés y el italiano, o el francés y el latín. Sobre un total de 62.000 voces calculadas para este diccionario, hemos llegado a contabilizar 10.412 artículos que incluyen, al menos, una referencia bibliográfica. Esto supone casi el 17% de los artículos, si bien el número debe ser en realidad mucho menor, pues por artículo entendermos el conjunto total de acepciones organizadas en subartículos encabezadas por el mismo lema principal. El número de las referencias es mayor, pues, a menudo, en un artículo pueden estar incluidas varias de estas indicaciones. Hemos contabilizado un total de 11.073 “autoridades”. Un dato todavía más interesante es el del número de adiciones, es decir, las voces que no aparecen en Autoridades, y que vienen abaladas por alguna cita o referencia. El resultado que hemos obtenido es el siguiente: 5.381 palabras autorizadas no aparecen en el Diccionario de la Academia. Esto viene a desmentir una hipótesis que se haya bastante asentada entre los especialistas: las autoridades no sirven de complemento o de apoyo a aquellas voces que están ausentes del diccionario académico. En realidad, no habría sido mala idea elaborar una obra que cubriera todas las carencias e imperfecciones de Autoridades, pero parece que esta no fue la verdadera intención de Terreros. Ya que este diccionario cuenta con unos 42.500 artículos y el del jesuita con unas 60.000, la diferencia (17.500) queda muy lejos de las 5.381 adiciones con autoridad que hemos contabilizado. Así pues, según se desprende de este resultado, la mayoría de las adiciones, tecnicismos, arcaísmos, y voces extranjeras en general, vienen sin la indicación de la fuente. Una vez que conocemos el número total de voces autorizadas, y también el de referencias, vamos a comentar su distribución según el corpus textual utilizado. Puesto que hemos hablado de autoridades lingüísticas y metalingüísticas, sería conveniente en algunas ocasiones tener en cuenta sólo las referencias, y no las voces, pues hay palabras que vienen avaladas al mismo tiempo por estos dos tipos de fuentes. La proporción entre las autoridades lingüísticas y las metalingüísticas está bastante equilibrada. En total, el número de autoridades lingüísticas es de 6.280 (presentes en 6.021 voces), mientras que el de las metalingüísticas (fundamentalmente diccionarios) llega hasta las 6.657 (en 5.281 voces). De este modo queda de manifiesto que Terreros empleó fuentes metalingüísticas en más ocasiones (6.657 frente a 6.280), aunque el número de voces autorizadas con este tipo de fuente sea, sin embargo, menor. Mientras que la referencia a una fuente lingüística suele estar direccionada hacia el lema (voz castellana que, a su vez, representa una unidad léxica de la lengua), la referencia a otro diccionario (sobre todo si es bilingüe) no va direccionada hacia esta unidad, sino 276 generalmente hacia el equivalente propuesto en otra lengua, o bien hacia la definición (enunciado metalingüístico que guarda relación con la fuente, también metalingüística). Igualmente puede encontrarse, de manera poco condensada, la indicación de sinónimos impropios a través de la mención de otros diccionarios: ACCIÓN DE TRASPLANTAR, [...] Oud. y Sobr. dicen en Cast. transplantamiento; pero se halla poco, o nada usado; mejor se podría decir trasplante, con algunos hortelanos. El trasplante de árboles grandes es difícil. [Nótese que el último enunciado es un ejemplo inventado por el propio lexicógrafo]. Cuando se trata de redactar una obra lexicográfica, resulta prácticamente inevitable la necesidad de consultar diferentes diccionarios. Nada puede surgir de la nada. Los miembros de la Academia, por ejemplo, consultaron distintos diccionarios, tanto bilingües como monolingües, para redactar el que llegaría a ser el Diccionario de autoridades 131 . Un asunto distinto es que citaran sus fuentes en la microestructura de la obra. Ahora bien, un diccionario se puede consultar con diferentes objetivos. Hay casos en los que el diccionario sirve por sí mismo como una autoridad que confirma el uso de la palabra, o bien muestra la ortografía correcta. Eso sucede cuando se tiene constancia de la existencia de ese vocablo, pero no se ha hallado ningún testimonio en un texto literario o científico. Además, un diccionario puede citarse simplemente para ser criticado. Terreros, cuando indica una fuente lexicográfica, lo hace siempre con una de estas intenciones: confirmar el uso de una voz (castellana o su equivalente en otra lengua), comprobar su ortografía, o criticar las definiciones o equivalentes propuestos por ese diccionario. Ya hemos visto que las referencias metalingüísticas superan a las lingüísticas, lo cual resulta algo inusual. Debido al gran peso que tuvo la lengua francesa en el siglo XVIII, y a la traducción del Espectáculo, escrita originariamente en francés, hemos comprobado que los diccionarios que tienen como lengua de partida o lengua meta el idioma francés son los que predominan por encima de todos los demás. El Tesoro de las dos lenguas francesa y española (primera eidición: 1607) de César Oudin es la obra más citada de todo el Diccionario castellano. Aparece en 1.650 artículos. Le siguen los diccionarios de Sejournant (984 referencias), Franciosini (671 referencias), Sobrino (472 referencias), Trévoux (418 referencias), Academia (396 referencias), Larramendi (378 referencias), Diccionario Marítimo (300 referencias), Facciolati (257 referencias) Antonini (186 referencias), Herrero (179 referencias), Nebrija (151 referencias), Janua Linguarum (132 131 Lázaro Carreter cuenta cómo los académicos consultaban todo tipo de obras lexicográficas para comprobar la ortografía de las palabras. Por ejemplo, cuando llegaron a la palabra ortiga, descubrieron que Nebrija, Alcalá, Covarrubias, Salas, Bravo, Henríquez, Oudin y Requejo la escribían con h, a pesar de que su etimología evidente era urtica, sin h. Finalmente, los académicos decidieron escribirla con esta letra, pues su uso era «incontestable» (Lázaro Carreter, 1949: 97) 277 referencias), Saverién (68 referencias), Covarrubias (66 referencias), y Tamarid (27 referencias). Lo que confirman estos datos es la enorme importancia que concedía Terreros a la lengua francesa. Hemos registrado hasta un total de 11 diccionarios que tenían como lengua de partida o lengua de llegada el francés, con un total de 4.296 referencias, lo que supone casi la mitad de todas las citas lexicográficas juntas. La segunda lengua con más presencia es el latín (2.726 referencias). La lengua de Cicerón seguía teniendo una importancia enorme. Eran los jesuitas precisamente quienes tenían el monopolio de la enseñanza del latín en España. Una de las mayores preocupaciones de Terreros era la de evitar a toda costa los barbarismos latinos en su diccionario. Tenía plena conciencia de ello y por ello revisó todos los diccionarios latinos que tuvo en su poder. La edición del Calepino llevada a cabo por Facciolati en 1718 es la que mayor confianza le inspiró a Terreros. Por el contrario, el diccionario de Sejournant es el más criticado, pues introduce numerosos barbarismos en las equivalencias latinas, esto es, palabras que no habrían usado nunca ni Cicerón ni Virgilio. La lengua italiana es minoritaria, aunque Terreros contara con diccionarios de la talla de la obra de un Franciosini o un Antonini. La lengua vasca solo está representada por el Diccionario trilingüe (1745) de Larramendi. Terreros sólo introduce el equivalente en vasco cuando su parecido con el vocablo español es más que evidente, por lo que se deduce que se trata de un préstamo de una de las dos lenguas a la otra. 3.1.6. Función de las fuentes metalingüísticas Un diccionario se puede citar para confirmar el uso, presente o pasado, de un vocablo castellano. Las equivalencias en francés, latín o italiano también pueden ir autorizadas con una referencia lexicográfica, pero sólo cuando éstas pertenecen a una variedad no estándar, o presentan otras particularidades. Terreros no sólo revela su fuente, sino que además suele aportar algún juicio crítico. Y éste es uno de los aspectos más destacables del diccionario. Para el jesuita vizcaíno, los diccionarios no suponen nunca la última palabra en la materia. Nadie mejor que él conocía sus defectos y carencias. Por tanto, no pocas veces encontramos la cita de un diccionario junto a su rechazo explícito, debido a los errores que sólo un buen conocedor de la lengua podía detectar. Éste es un punto en el que seguiremos profundizando, pero antes queremos demostrar que, frente a este uso crítico, también hallamos el contrario: la fuente lexicográfica como testimonio y autoridad de las voces incluidas en el Diccionario del P. Terreros. 278 3.1.6.1. El diccionario como autoridad Un hecho que confirmaría que los repertorios lexicográficos se utilizaron como autoridad, al mismo nivel que los textos literarios, es que los dos tipos de fuente pueden aparecer citados de manera conjunta en un mismo artículo lexicográfico. Cuando la fuente lingüística y metalingüística aparecen mencionadas conjuntamente, Terreros no hace ninguna distinción jerárquica entre ambas. En general, se complementan, como se puede comprobar en los siguientes ejemplos: APRENDIZAJE, uso, o ejercicio de aprender algún oficio, o arte. [...] V. Herr. Dicc. y la Estaf. de Londr. Cart. 4. BALADRO, lo mismo que baldo, V. y Sobr. y Cerv. Don Quij. t. 2. c. 5. dice: No vamos... a oir silvos, rugidos, bramidos, y baladros, etc. No obstante, Oud. Dicc. lo toma por bramido. SEMENTAL, adj. de una term. lo que pertenece a siembra. [...] El Cast. es voz que usan Lebr. el Dicc. Castellano, Francios. Oud. y Valc. Agr. Gen. t.2, l. 4, c. 28. TEJAROZ, lo que está cubierto de tejas. [...] También se toma por el cobertizo que se suele poner arrimado a una pared. [...]. Así mismo se toma por un desván, granero, o pieza a teja vana. [...] Tómase también por aquel cobertizo, que se hace delante de algunas tiendas para guardarlas del aire y lluvias. [...] V. Larr. Oudin Dicc. Cast. Antonin. y Gil Gonz. Dav. Teatr. de las Grand.de Madrid. C. 5. A menudo, el jesuita se apoya tanto en la autoridad de escritores cultos como en el testimonio de diccionarios para avalar una voz, sin olvidar las conversaciones que mantuvo con gente instruida. Estos son los tres pilares en los que se sustenta Terreros para que una voz pueda considerarse de buen uso, tal como podemos ver en este artículo: SELVAJE, lo mismo que salvaje, montaraz, silvestre, habitador de una selva. [...] El Cast. se halla usado en la Hist. Lit. de Esp. por los RR. PP. Rodríguez, etc. pero el uso común de AA. cultos, Diccionarios, y conversaciones dice salvaje, y aunque se derive y salga de selva, nunca puede ni debe prevalecer esto, ni raíz alguna contra el uso común, y constante, pues en los idiomas no tanto manda la razón como la costumbre; y de otro modo se invertirían casi todos los idiomas, y sería una confusión. Sin embargo, no siempre es requisito imprescindible el que un diccionario o escritor reflejen el uso común de la palabra que se quiere incluir, pues, al fin y al cabo, la utilidad de ésta puede justificarla por si sola, como también se puede ver en el siguiente caso: PERSONALIZAR, fingir que las criaturas inanimadas hacen alguna cosa como si fueran hombres que tienen pasiones. [...] El Cast. aunque no se halla comúnmente en los AA. y Dicc. pero se puede usar muy bien sin violencia en nuestro lenguaje, y con utilidad: en una oración retórica se personalizan, cuando conviene, los montes y las fieras. 279 Son muy numerosas las ocasiones que ilustran cómo puede un único diccionario dar autoridad a una palabra. En esos casos Terreros suele indicarlo, no siempre sin dejar entrever sus dudas: PARDELA, llaman los Españoles a un pájaro de color pardo, o de blanco, y negro. Fr. Pardela, damiers. V. el Dicc. de Trev. donde consta, aunque no se halla en los nuestros. PECOREAR, hacer correrías los soldados. [...] Sobr. Dicc. usa de esta voz cast. y de la antecedente [pecorea] y la siguiente [pecorero], aunque faltan en otros. TUEREAR, lo mismo que vacilar, o babalearse. [...] Jan. Ling. tít. 49. No obstante le omiten los demás Dicc. METOPION, árbol, [...] pero su nombre no está aun recibido en la Botánica, ni en el latín ni en el francés ni tampoco en Cast. V. no obstante el Dicc. de Trev. MELONES, ciertos gusanos negros que se hallan en los prados por Mayo, y quemados huelen agradablemente: también hay un escarabajo del mismo nombre; pero ni de uno ni de otro hay noticia en nuestra Historia natural, ni el Lat. se halla en buena latinidad. V. no obstante Trev. Dicc. Como podemos ver, en bastantes ocasiones la fuente en la que se ha basado Terreros para introducir una voz ha sido un único diccionario. Consciente del riesgo que esto tiene, nuestro jesuita declara siempre al usuario de su diccionario esta circunstancia, con el fin de que éste juzgue si debe o no fiarse de un término asentado en tan débiles cimientos. Con todo, hay que decir que esto no es lo más habitual. La función principal de las citas lexicográficas no es la de autorizar voces en ausencia de otros textos. Hay ejemplos en los que Terreros indica la fuente de la que extrajo la equivalencia en una de las tres lenguas extranjeras: el francés, el latín y el italiano. Otro caso en que se suelen citar los diccionarios bilingües es cuando dos de ellos divergen en su equivalente o en su definición. Quizá sea ésta la principal causa de este tipo de referencias: FRINJILAGO, ave, especie de pato. […] En este pájaro trahen los AA. Inmensa confusión: unos le llaman en Cast. Pato: otros Pinzón, o Pinchón; y otros Esmerejón, y no trahen menos confusión el Fr. Lat. e It. V. Oud. Sobr. Lebr. Larr. Dicc. Cast. Facciolati, Trev. Antonin, etc. El Lat. Fringalus, que le da Sejourn, no le hay en buena latinidad. JETA, según Francios. Dicc. es una especie de pescado; y según Oud. las agallas de él, V. Aletas. PAMPLILLA, planta. […] Oud. Sobr. y Francios. Dicc. le llaman en Cast. Pampilos, y Sejourn. dice, que es especie de Parietaria, y le da el Fr. Lentille aquatique, que es el que conviene a la planta a que otros llaman Pamplina en Cast. y en Lat. Lens palustris, y a quien Quer. en su Floresta española llama Alsine. PARO, ave. [...] hay varias especies y suma confusión en los diccionarios, sin ser fácil determinar con acierto. [...] V. Oud. Sobr. Facc. Dicc. Cast. etc. Jesnero y Huerta traen multitud de especies, lo que acaso es causa de tanta diversidad: Oud. le da también el Cast. Tordecillo: es una especie de Andario. PESADILLA, especie de fatiga, u opresión que padecen principalmente los que duermen boca arriba, y tienen mucha repleción de estómago, o alimentos difíciles a la digestión. Fr. Cauchemar, o cochemar, y según Oud. Cauquemar, y Sejourn. opresión d´ estomac. [...]. 280 REFITOLERO, el que cuida del refectorio. Danle el Fr. Depensier d´ un Couvent, celui qui a soin du refectoire. V. Sejourn. Oud. y Sobr. Dicc. Otros Maitre de hotel. V. Trev. y Facciol. Lat. Architriclinus. It. Canovaio. Tras haber comprobado de qué modo las fuentes lexicográficas pueden funcionar como testiomonios lingüísticos de uso, documentar otros usos, como el de las variantes léxicas de un determinado concepto, vamos a ocuparnos de las críticas que Terreros hace de los diccionarios que consulta. 3.1.6.2. Actitud crítica de Terreros ante el uso de los diccionarios Una de las características más importantes y valiosas que hemos encontrado en el Diccionario castellano ha sido su faceta crítica. El perfeccionismo de Terreros llegaba hasta tales extremos que siempre que tenía ocasión corregía algún defecto que encontraba en sus fuentes lexicográficas. Siendo lo más sencillo y lo más económico privar a su diccionario de tales críticas, y contentarse con una silenciosa corrección, el jesuita vasco no deja de advertir sobre lor errores que pueden hallarse en otros repertorios. Entre las críticas más frecuentes se encuentra la que se refiere a errores en la definición. La precisión a la que aspira Terreros es tanta que ésta no sólo se ve al comparar el Diccionario castellano con el de la Academia –en el primero suelen ser más breves y obedecen normalmente a una definición de tipo lógico– sino que además se aprecia en la rectificación que hace a otros lexicógrafos, tanto nacionales como extranjeros: ANADON, el hijuelo de la ánade […]. Francios. lo toma mal por ánade grande, V. Lope Vega, Vida de S. Isidro, cant. 6. CALLANTES, llamaron antiguamente en España a los muertos. V. y Oud. lo usa en general por cualquiera que calla. [...]. PESTOREJO, parte posterior del pescuezo. [...] Lat. Occiput. Sejourn. pone sinciput; pero esto significa la parte anterior. [...]. En el apartado anterior, hemos visto que Terreros ponía en evidencia la falta de acuerdo entre los distintos diccionarios. Sin embargo, no rectificaba ni daba ninguna alternativa. En estos casos, sin embargo, vamos a ver cómo son objeto de crítica las equivalencias dadas en otras lenguas, sobre todo en la latina, de la que fue profesor. Salvo el Diccionario de Facciolati, que suele ofrecer siempre voces clásicas, no hay diccionario que se libre a este respecto: ENSORDAR, ensordecer, v. n. ponerse uno sordo. [...] Antonin. le da mal el Lat. Exsurdare, como neutro, siendo como es sólo activo, y Sejourn. el de surdescere, que es bárbaro. PESALICORES, instrumento para pesar el agua, u otros licores, y compararlos todos entre sí. [...] It. Girómetro. Antonin. Dicc. le da también el It. Arcometro, el Fr. Arcometre, y el Lat. Arceometrum, que tampoco se halla en la buena latinidad. [...]. 281 Terreros se percata además del hecho de que hay diccionarios que, o bien inventan los términos, y por tanto no están en uso, o bien incluyen palabras tan extrañas o extravagantes que nadie las utiliza. Cuando leemos en el Diccionario castellano que tal o cual voz no está en uso, no quiere decir siempre que se trate de un arcaísmo, sino que estamos ante voces que prácticamente no han existido en castellano, al menos en la acepción que señala el diccionario: BARRERA, el lugar, o sitio de que se saca barro. [...] V. Francios y Oud. Dicc, aunque no parece de uso común. CAER DE ROMANÍA, voz de Marina, bajar todas las velas, o caer ellas por sí a un mismo tiempo. V. Oud. Dicc. De aquí dice Gil Gonz. Dav. Teatr. de las Grandezas de Madrid: amainar de Romanía, por bajar las velas, o alude a arriar la bandera para entregarse al enemigo; pero consultados varios oficiales de Marina muy instruidos contestan en que ni una ni otra, ni otra frase está hoy en uso, ni aún se tiene noticia de ella en uno ni en otro mar. JUGLAR, charlatán, bufón, titiritero, que divierte al pueblo con juegos, y bufonadas. […] V. el Prol. a las Comed. de Cervantes: Oud. hace también al Cast. verbo, por lo mismo que ser un juglar, o charlatán; pero está fuera de todo uso: el femenino Castell. es juglaresa. […]. SOBRE-MOSTO, llaman Oud. y Sejourn. Dicc. al mosto que se saca de la cuba antes de exprimir la uva y de hervir. [...] Pero ni hay esta voz Cast. entre los cosecheros y gente que cuida del vino, ni tampoco se saca comúnmente mosto del vino antes de hervir. Es bien conocida la gran dedicación de Terreros por los asuntos ortográficos. Aunque respeta los usos de otros diccionarios, con frecuencia D. Esteban se percata de una incorrección en el modo de escribir la palabra, ya sea debido a una errata no detectada previamente, o bien a la inconsciencia del lexicógrafo: ARRECAFES, cierta especie de cardo espinoso, V. Cardo. Oud. toma arrecafes por lo mismo que arrezafes, o lugares espinosos; uno y otro parece no estar en uno; si bien arrezafes lo trahe también Covarrubias Dicc. pero especialmente arrezafes es muy natural se yerre, por el mal modo que había de escribir ç, en lugar de z. ENTRACOMOS, llaman en algunas partes a los altramuces, V. Oud. y Francios Dicc. le llaman entramocos; pero es voz bárbara, o errata, V. PALOTE, lo toman Sobr. Francios. y Oud. por rústico; pienso sea error en lugar de Paleto. V. RABAZA, planta de que hay tres especies. [...] No obstante la Berula, dicen algunos que es la Ajedrea, y Sium el Berro. [...] V. Oud. el cual le llama también perejil de agua. Oud. y Francios. le llaman Rabaca, acaso porque olvidaron la ç con su colilla como han escrito en cast. otros: ya se quitó este mal uso en la nación, con que se evitan semejantes equivocaciones, y aunque el Dicc. Ingles, y Español, justamente prohibido declama contra este nuevo uso de quitar la colilla a la c, que se ponía para hacerla z, es injusta, y fuera de toda razón su declamación, y ni la funda, ni es posible, como no lo es en general, probar que es malo quitar un uso sólo porque lo es cuando trae inconvenientes. 282 Un caso aparte, sin duda, es el de Sejournant y su Nouveau dictionnarie espagnol- français-latin, composé sur les dictionnaires des Academies Royales de Madrid et de Paris (1749). Según declara el propio autor, este repertorio está construido prácticamente sobre una sola fuente constituida por el Diccionario de autoridades, siendo su principal contribución el de añadirle los equivalentes respectivos en la lengua latina y francesa. Pues bien, la mayoría de las ocasiones que Terreros cita este diccionario, es para poner de manifiesto su mediocridad. Son dos los defectos principales que detecta en esta obra: en primer lugar, su escaso dominio del latín, pues muchas veces el equivalente que ofrece es bárbaro; y en segundo lugar, la escasa precisión, tanto en la forma de escribir las voces, como en las definiciones defectuosas, así como sus fallos en la traducción e interpretación de las voces castellanas. Además, los refranes españoles los traduce al pie de la letra, con lo que el resultado es una frase sin sentido en la lengua francesa. A pesar de la extensión, hemos querido incluir un pequeño número de ejemplos, pues estamos seguros de que servirá para hacerse una idea del poco agrado que a Terreros le producía este diccionario. AGNACIÓN RIGURUSA, sucesión no interrumpida por hembra alguna. [...] Sejourn. Dicc. acaso con error sólo de imprenta dice en Castellano Agnación Vigurosa, en lugar de rigurosa, y le da el Fr. Vigoureuse. AVE DE CUCHAR, lo mismo que ganso, pato, o se dice de las acuatiles que tienen patas, o el pico con alguna semejanza con la cuchara. [...] Es ave de poca estimación, como lo dicen estos dos refranes [...] Sejourn, juzgó corregir el Dicc. Castellano, poniendo: Ave de cuchara, y erró el suyo. PARAFRÁSTICO, CA, adj. lo que pertenece o incluye paráfrasis. [...] y Sejourn. y otros paraphrasticus; pero es voz bárbara. POLAR, adj. lo que pertenece al Polo. [...] Sejourn. y otros le dan el Lat. Polaris, pero es voz bárbara. [...]. PROCIATORIO, adj. lo que reconcilia, o hace propicio. [...] Lat. Sejourn. y algunos otros propitiatorius; pero es voz bárbara: dígase propitiandi vim habens. PUNDONOROSO, honrado. V. Sjeourn. le dal el Fr. Pointelleux; pero mal, pues significa puntilloso, que es muy diverso en Castellano, y así es mejor honnete homme. [...]. RASTRERO, el que tiene oficio en el rastro, o donde se matan las reses para proveer al abasto público. [...] Sejourn lo toma mal por el Contador, o Inspector, o Regidor de la carnicería, pues a estos en España nadie le llama Rastreros. RAYAR POR DEBAJO, algunas palabras, para la imprenta. [...] Sejourn. usa mal en Cast. soslinear. REPASÓN, en la filosofía, la recepción de la acción del paso en el agente que obra en él. [...] Danle el Lat. Reactio. V. Sejourn. y otros de Repassio; pero ni uno ni otro se halla en la buena latinidad; y el verbo reago está determinadamente notado de bárbaro. V. Facciol. Dicc. Lat. REPISAS, en los gavinetes, galerías, o piezas semejantes, son aquellos cancillos, o especie de pedestales en que se ponen figuras, [...] Sejourn. Dicc. le da el Fr. Modillon, y el Lat. Mutulus, pero esto con propiedad sólo significa la piedra, viga, o solera que sale fuera de la pared, y en que estriban las otras vigas. V. Facc. Dicc. 283 SOTA, SOTO, en Cast. lo mismo que el que está debajo, o el que es inferior a otro, v. g. Sota cochero, el cochero delantero inferior al del tronco: Soto-ministro, el que hace sus veces; pero Sota, ni soto, no se dice sino jocosamente en Cast. como lo usa Sejournant Dicc. poniéndolo en todos, o casi todos los vocablos en que acá decimos sub unas veces, vice, otras lugar-teniente, otras supliente, otras substituto, etc. en cada cosa conforme lo ha admitido un uso culto, y así bárbaramente se dice Soto-penitenciario, Soto-provincial, Soto-preceptor, [...]. SOTA-BIBLIOTECARIO, es voz que usa Sejourn. Dicc. pero no tiene uso, y en España se llama segundo Bibliotecario, etc. [...]. LA TIENDA DE LOS COJOS, modo de hablar con que se denota la tienda más cercana, sea de buenos o malos géneros, y la pereza con por ahorrar trabajo se contentan algunos con lo peor. Danle el Fr. La boutique de boiteux pour exprimer la paresse, etc. V. Sejourn. Pero se debe notar que en estas traslaciones literales que usa este autor continuamente poniendo en su idioma los adajios y locuciones particulares de la nuestra, se puede padecer mucha equivocación, pues las alusiones y modos particulares de una lengua no se trasladan así a otra, sino buscando el sentido; y si hay alusión, o adagio correspondiente en la otra, se substituye; y sino, se pone solo el sentido, y lo demás es error, y hacer que nadie entienda en su idioma. Lat. Pigrorum taberna. VIDRIARSE LOS OJOS, dícese del enfermo cuyos ojos toman cierta semejanza con el vidrio, y que suele ser señal de la cercanía de la muerte. Danle el Fr. Se vernisser. Lat. Oculos vitri speciem induere. Sejourn. lo toma por brillar, y resplandecer, y dice que se pretende en España que cuando brillan los ojos a un enfermo, y le resplandecen con particular viveza, es señal de muerte. No sé de donde sacó este sentimiento de los Españoles, a quienes achacan los extranjeros lo que aprehenden. El caso es que Sejourn. no entendió la voz vidriarse, que en substancia quiere decir caer el cristalino de los ojos, y pararse como un vidrio, cuyo color siempre es más bajo, y caído que el cristal, y esto no es brillar más los ojos, sino lo contrario. Para acabar este apartado, diremos que la crítica lexicográfica en el Diccionario castellano no se ciñe exclusivamente al ámbito filológico, sino también al ideológico. Aunque se ha dicho que Terreros depende mucho del Diccionario de Trévoux, lo cierto es que lo ataca cada vez que encuentra algo en él que su razón rechaza, o que va en contra del orgullo patriótico, algo que ya practicaba al anotar y traducir el Espectáculo de la naturaleza y otras obras de Noël-Antoine Pluche. Pondremos sólo dos ejemplos. En el artículo dientes helgados, leemos que el Diccionario de Trévoux dice que los españoles se limpian los dientes con orines todas las mañanas. Terreros responde a esto lo siguiente: los autores de esta Obra sabrán en qué parte de España se hace este enjuagatorio puerco, y diario, que aquí jamas le he visto, ni oido; si yá no es que aquí alguna vez lo ejecute éste, ó el otro para mortificar los nerviecillos en un agudo dolor de muelas. Otro caso muy curioso lo encontramos en la voz hidalgo, donde se denuncia la escasa información de los autores del Diccionario de Trévoux en todo lo que concierne a España, al mismo tiempo que salva el honor de sus hermanos jesuitas: HIDALGO, noble caballero […] Los Autores del Diccionario de Trev. se equivocan notablemente, y con agravio de la Nobleza Española, diciendo que en España prueban ser 284 hidalgos cuantos prueben no descender de Moros, y que asi pueden obtener todo empleo en la República, y Casa Real. Todo esto es absolutamente falso, y que provino, sin duda, de algun mal informe; […] Notese, que los Autores de este Diccionario, sin que esto le quite ser una Obra excelente, y muy sabia, no fueron, como vulgarmente se piensa, Jesuitas, y que estos lo protestaron asi en Público muchas veces. Evidentemente, el padre Terreros no hubiera podido llevar a buen término su obra sin la lectura de otros diccionarios. Sin embargo, nuestro jesuita inaugura una tradición en España, que es la de introducir contenidos de crítica lexicográfica dentro del propio diccionario. Dicha tradición será continuada por numerosos lexicografos del siglo XIX, como Vicente Salvá, Ramón Joaquín Domínguez y Adolfo de Castro. En cambio, Aniceto de Pagés elimina de su diccionario este elemento y casi cualquier referencia a otros diccionarios. Esto supone el fin de la consideración de las fuentes metalingüísticas como testimonios fidedignos del uso de una voz. 3.1.6.3. Nómina de diccionarios citados en el cuerpo del Diccionario castellano 132 ACADEMIA ESPAÑOLA (1726-1739): Diccionario de la lengua castellana, en que se explica el verdadero sentido de las voces y calidad, con las phrases o modos de hablar, los proverbios o refranes, y otras cosas convenientes al uso de la lengua. Compuesto por la Real Academia Española. [Dicc. Cast./ Dicc. de la Acad.] (396) ALCALÁ, Fray Pedro de (1505): Vocabulista arávigo en letra castellana. En Arte para ligeramente saber la lengua aráviga. [P. Alcalá] (3/0). ANTONINI, Annibale (1725): Dictionnaire italien, latin et françoise; contennant non seuelement un abregé du Dictionnaire de la Crusca; mais encore tout ce qu´il y a de plus remarquable dans les meilleurs lexicographes, etymologistes, et glossaires, qui ont paru en differents langues. [Antonin. Dicc.] (186/41). BRUZEN DE LA MARTINIÈRE, Antonie-Augustine (1726-1739): Le grand dictionnaire géographique et critique. [Mons de la Martiniere, Dicc. Geográfico] (1/0). CALMET, Augustin (O.S.B.) (1757): Dictionarium historicum, criticum... Sacrae Scripturae...; e gallico in latinum translatum a Ioanne Dominico Mansi ... [Calmet, Dicc.] (1/1). CEDILLO Y RUJAQUE, Pedro Manuel (1728) Vocabulario marítimo y explicación de los vocablos que usa la gente de mar en su ejercicio del Arte de Marear. [Dicc. Marit.] (300/56). CORNEILLE, Thomas (1694): Dicctionnaire des arts et des sciences. [Dicc. de las Artes de París] (23/19). 132 En negrita y entre corchetes hemos indicado el modo que utiliza Terreros para citar el título del diccionario. Al final, entre paréntesis, mostramos el número de veces que es citado cada repertorio lexicográfico, según las acepciones, y después la cifra de ocasiones que dichas acepciones no eran recogidas en el Diccionario de autoridades. 285 COVARRUBIAS, Sebastián de (1611) Tesoro de la lengua castellana o española. [Cavarr.] (66/12). COMENIUS, Johannes Amos (1661): Ianua linguarum [lat. fr. alem. ital. esp.] (1661; primera edición, pero sin la lengua española hasta 1638) [Jan. Ling.] (132/77). DANET, Pierre (1737): Grand Dictionnaire françois et latin: enrichi des meilleures façons de parler en l'une et l'autre langue... [Danet, Dicc.] (1/1). FACCIOLATI, Jacopo (1726) Septem linguarum Calepinus hoc est Lexicon Latinum, variarum linguarum interpretatione adjecta in usum seminarii patavini. (257/90). FRANCIOSINI, Lorenzo (1620): Vocabulario italiano, e spagnolo no piú dato in luce nel quale… si dichiremo, e con proprietà convertono tutte le voci toscane in castigliano e le castigliane in toscazo, con le frasi e alcuni proverbi. [Francios. Dicc.] (671/331). GARCÍA, Cayetano (1764): Elementos del cortejo de Cayetano García que contienen un Diccionario del cortejo, colección de diferentes escritos relativos al cortejo, con notas de varios autores,… en Cortejópoli… año 64 de la Era vulgar del cortejo a la francesa. [Dicc. del cortejo] (3/1). HERRERO, Antonio MARÍA (1744): Diccionario universal, francés y español, 3 vols. [Herr. Dicc.] (179/87). HIDALGO, J., 1609, Romances de germanía de varios autores, con el covabulario por la orden del a b c para declaración de sus términos y lengua (Terreros utilizó seguramente la reedición de Mayans, año 1737) [Juan Hid. Vocab.] (36/7). HOWELL, J., 1660, Lexicon Tetraglotton an english, french, italian, spanish Dictionary...: a large nomenclature of the proper terms... divided into fiftie two sections: with another volume of the choicest proverbs... moreover... letters and verses ... proverbs with a particula ... of the British or old Cambrian sayed sawes and adages...: there are fire centuries of New Sayings, which... for proverbs to prosterity, 3 vols. [J. Howell.] (2/1). JAMES, R., 1746-1748, Dictionnaire universel de médecine, de chirugie, de chymie, de botanique, d´anatomie, de pharmacie et d´histoire naturelle, trad. de l´anglais de M. James, par Diderot et Toussaint, 3 vols. (La primera edición en lengua inglesa se editó entre los años 1743-1745) [Dicc. de James) (14/14). LARRAMENDI, M. de, 1745, Diccionario trilingüe del castellano, bascuence y latín. [Larram. Dicc.] (378/65). LÉMERY, Nicolas, (1759), Dictionnaire universel des drogues simples : contenant leurs noms, origine, choix, principes, vertus ... : ouvrage nécessaire à ceux qui ont la Pharmacopée Universelle du même auteur. [Diccionario de Lemery] (1/0). LÓPEZ TAMARID, Francisco (1585): Compendio de algunos vocablos arábigos introducidos en la lengua castellana. (Terreros utilizó con toda seguridad la reedición llevada a cabo por Mayans en sus Origenes de la lengua española, del año 1737) [Tamarid] (27/20). 286 MONCHABLON, Etienne-Jean (1760): Dictionnaire abrégé d'antiquités, pour servir a l'intelligence de l'Histoire Ancienne... [Dicc. de las Antig. por Monchablón] (6/6). MORELLI (1735) Diccionario greco-latino-gallico (1735) [Morelli, Dicc.] (36/23). NEBRIJA, Elio Antonio (1492) Lexicon hoc est Dictionarium lex sermoone latino in hispaniensem / ¿1495?, Dictionarium hispanum latinum. [Lebrija Dicc.] (151/61). TORRE Y OCÓN, Francisco de la (1728) El maestro de las dos lenguas : diccionario español y Francés, francés y español en dos tomos. [Ocón Dicc.] (1/0). OUDIN, César (1660): Le Thresor des trois langues, espagnole, françoise, et italienne, auquel est contenüe l´esplication de toutes les trois, respectiv l´une par l´autre : distingué en trois parties. Le tout recueilli des plus celebres Autheurs, que iusques ici ont escrites tois langues espagnole, françoise et italienne (1660) (Del Trésor existía una edición en dos lenguas : francés-español, Lyon, 1575 con reediciones posteriores: París, 1607; 1645. Aunque él no lo diga de forma explícita, Terreros debió de consultar la edición aumentada del año 1660, tal como ha deducido Álvarez de Miranda (1992: 564) a partir del prólogo que dejó escrito el jesuita) [Oud. Dicc.] (1.660/829). PALMIRENO, Juan Lorenzo (1569): Vocabulario del humanista / compuesto por Lorenço Palmreno [sic] donde se trata de aues, peces, quadrupedos, con sus vocablos de caçar, y pescar, yeruas, metales, monedas, piedras preciosas, gomas, drogas; olores, y otras cosas que el estudioso en letras humanas ha menester... ; hay tambien vn vocabulario de antiguallas para entender a Ciceron, Cesar y Vergilio Valentiae. [Lorenzo Palmireno, Diccionario de peces] (3/2). PINEDA, Pedro (1740) Nuevo Diccionario, Español e Ingles e Ingles y Español. Que contiene la etimologia, de la propria, y metaphorica significacion de las palabras, terminos de artes y ciencias: nombres de hombres, familias, lugares, y de las principales plantas, tanto en España, como en las Indias-Occidentales. Junto con las palabras arabigas y moriscas recibidas en la lengua española. Con la explicaciónde las palabras difíciles, proverbios y frases en Don Quixote, y en los otros graves autores de dicha lengua... [Dicc. Ingles] (2/2). SÁNCHEZ DE LA BALLESTA, Alfonso (1587): Diccionario de vocablos castellanos aplicados á la propiedad latina. [Dicc. de Alonso Sánchez de la Ballesta] (14/9). SAVÉRIEN, Alexandre (1753): Dictionnaire universal de mathématique et de physique, 2 vols. [Saver. Dicc.] (68/54). SEJOURNANT, Nicolas de (1759): Nouveau dictionnarie espagnol-français-latin, composé sur les dictionnaires des Academies Royales de Madrid et de Paris. [Sejourn. Dicc.] (984/117). SOBRINO, Francisco (1705): Diccionario nuevo de las lenguas española y francesa. [Sobrino Dicc.] (472/185). STEPHANUS, Robert (1532): Thesaurus linguae latinae: seu, Promptuarium dictionum et loquendi formularium omnium ad latini semonis perfectam notitiam, assequendam pertinentium: ex optimis auctoribus, concinnarum. [Rob. Step. Dicc.] (20/9). 287 [TRÉVOUX] (Primera edición: 1704) Dictionnaire universel françois et latin contenant la signification et la définition tant des mots de l´une et de l´autre Langue, ave leurs differens usages, que des termes propres de chaque Etat et de chaque Profession. La description de toutes les choses naturelles et artificielles ; leurs figures, leurs espéces, leurs proprietés. L´explication de tout ce que renferment les Sciences et les Arts, soit Lebéraux soit Mechaniques, avec des remarques d´errudition et de critique ; Le tout tiré des plus excellens Auteurs, des meilleurs Lexicographes, Etymologistes et Glossaires, qui ont paru jusqu´ici en differente Langues. Nouvelle édition corregée et augmentée, Paris, Libraires Associés. 5 vols. 1752. [Trev.] (418/220). 3.1.7. Fuentes lingüísticas Dentro del conjunto de fuentes lingüísticas usadas por Terreros, pueden destacarse las basadas en textos literarios y en obras de carácter científico y técnico, documentos administrativos y jurídicos, manuales didácticos, etc. Nuestra intención no es debatir aquí acerca del concepto de literariedad. El siglo XVIII se caracteriza por su abundancia en obras de carácter científico y filológico, frente a una relativa pobreza de libros de ficción literaria. Es por ello que hemos admitido como literatura textos que no son estrictamente fruto de la fantasía de un escritor, como los libros de historia, las relaciones de viajes, publicaciones periódicas, las obras de devoción, etc. Hoy día su consideración como obras literarias es admitida por la mayoría de los teóricos de la literatura. Por el contrario, no hemos considerado literatura obras de naturaleza marcadamente técnica, como son los tratados sobre diversas artes (blasón, gastronomía, sastrería, numismática, esgrima, albeitería, toreo, agricultura, didáctica, navegación…), documentos administrativos y jurídicos, y libros sobre ciencias naturales en general (botánica, fauna, astronomía, mineralogía, medicina…), y matemáticas. La diferencia que hallamos entre ambos tipos es la siguiente. En el primer grupo, los tecnicismos son más bien escasos, y lo que encontramos con más frecuencia es el uso de arcaísmos, que tanto interesaban a los eruditos del siglo XVIII, y también extranjerismos. En cambio, el segundo grupo es mucho más abundante en terminología científica. Resulta sorprendente el equilibrio que hallamos en la distribución de ambas fuentes. El número de referencias literarias y científicas se diferencia realmente poco: 2.780 para el primero y 2.994 para el segundo. Las adiciones llegan a un total de 1.635 en el grupo de las autoridades literarias, y es ligeramente inferior al número de adiciones que hallamos en las fuentes científicas, que ascienden hasta las 1.805 133 . Para apreciar mejor estos resultados, remitimos a la figura 3.1.1. 133 Naturalmente, el léxico científico viene también respaldado por fuentes metalingüísticas, con un total de 1.573 adiciones, lo cual significa que el número de voces nuevas referentes al ámbito científico-técnico es considerablemente mayor al de los arcaísmos y las voces extranjeras que encontramos en las fuentes literarias. 288 Figura 3.1.1. Numero de referencias a obras literarias y científicas Como podemos ver, el número de adiciones siempre supera la mitad de voces autorizadas. A continuación veremos las características propias de cada uno de estos grupos. 3.1.7.1. Fuentes literarias La diversidad de fuentes literarias no es tan abundante como la que se puede encontrar en la nómina del Diccionario de autoridades, pero hay que decir que entre todo lo bueno, Terreros escogió lo mejor 134 . Después de realizar la nómina de autores y obras que aparecen en su diccionario, hemos podido comprobar que Lope de Vega y Cervantes son las autoridades más citadas (presentes en 451 y 317 artículos respectivamente). Le siguen el autor de la Pícara Justina (111 referencias), Garcilaso de la Vega (96 referencias), Quevedo (88 referencias), Francisco de Aldana (87 referencias), Fray Luis de Granada (60 referencias), Fray Luis de León (41 referencias), y Jacinto Polo (33 referencias). Curiosamente, Góngora y Calderón apenas tienen presencia en el diccionario (19 y 4 referencias respectivamente). No podemos, sin embargo, reconocer una actitud anti- barroca en nuestro lexicógrafo, sino más bien un rechazo a la poesía culterana, así como al teatro barroco. De Lope de Vega se citan 35 obras diferentes, en un total de 451 artículos. Sin embargo, sólo se mencionan 7 obras de teatro suyas, en 19 artículos, es decir, en una proporción reducidísima. Ya comentamos que Calderón se cita en 4 artículos. Agustín Moreto, la otra gran figura del teatro del siglo XVII, sólo en 6. Resulta 134 Tal como se recoge en un fragmento de las Memorias ya mencionadas ([Manuel Rodríguez] 1793 [1987: VI-VII) AUTORIDADES 2780,0 2994,0 ADICIONES 1635,0 1805,0 ,0 500,0 1000,0 1500,0 2000,0 2500,0 3000,0 3500,0 N Ú M E R O D E R E F R E N C IA S AUTORIDADES ADICIONES AUTORIDADES LITERARIAS AUTORIDADES CIENTÍFICAS 289 muy llamativo apreciar también la ausencia de otros grandes autores del teatro barroco, como Tirso de Molina, Guillén de Castro y Juan Ruiz de Alarcón. Otros autores que no aparecen en todo el diccionario son Fernando de Rojas y su inmortal Celestina, o Baltasar Gracián, jesuita, ambos presentes en Autoridades. Probablemente exista alguna motivación ideológica por parte de Terreros que explique tales ausencias. La Celestina era considerada una obra inmoral, mientras que Baltasar Gracián llegó al extremo de escribir bajo pseudónimo para publicar obras que serían tachadas de heterodoxas. Hemos detectado, además, que algunas voces del primer diccionario académico en el que aparecen citados La Celestina o Gracián, Terreros las vuelve a autorizar, pero a través de otros autores, lo cual nos confirmaría la voluntad de hacerlos desaparecer de la nómina de autores. Para comprobar qué tipo de obras y los períodos literarios que Terreros prioriza en su diccionario, hemos clasificado las fuentes lingüísticas en tres grupos: 1. Obras literarias de ficción: en este grupo hemos incluído los tres géneros literarios por excelencia: la narración, la poesía y las obras de teatro. 2. Obras literararias de no ficción: aquí incluimos libros de historia, libros de viajes, las relaciones escritas por los cronistas de Indias, las obras religiosas y de espiritualidad (hagiografías, manuales de teología, libros de devoción), y ensayos políticos y filosóficos. Dada la importancia que Terreros le concede a las voces mitológicas, y puesto que éstas representan un grupo importante dentro de las que vienen avaladas por una autoridad, hemos incluido también los tratados sobre mitología. Por último, tenemos diversos papeles periódicos, terreno en el que nuestro jesuita se muestra muy innovador, y de los que extrae neologismos recientes. 3. Textos jurídicos: aquí se incluyen documentos notariales, fueros, cédulas reales, memoriales, actas, decretos, catálogos, constituciones, cuadernos de leyes, privilegios, ordenanzas, etc. Vamos a analizar en primer lugar la presencia de las autoridades literarias según su distribución en diferentes épocas. En los siguientes gráficos hemos descartado las fuentes científico-técnicas, en su mayoría publicadas en el siglo XVIII, y las fuentes jurídicas, con el fin de que el resultado se ciña exclusivamente a las obras de carácter literario. De ese modo quedará de manifiesto de una manera más clara el criterio de selección de obras literarias seguido por Terreros. En definitiva, nos interesa saber si las citas y las obras nombradas se corresponden con alguno de los cánones literarios que imperaban a mediados de siglo. 290 Figura 3.1.2. Número de obras citadas según el siglo En el gráfico superior (3.1.2), podemos apreciar cómo el mayor número de autores nombrados corresponde al siglo XVIII, con un total de 59 registros, seguido de los autores del siglo XVII, que alcanzan el número de 49. En cambio, son muchos menos los escritores del siglo XVI, únicamente 24. Estos datos ya apuntan a que Terreros valora positivamente la literatura del barroco, aunque no descarta citar escritores contemporáneos, que de hecho son los más numerosos. Los datos cambian, sin embargo, ligeramente al tratar el número de referencias, como se ve en el siguiente gráfico (3.1.3): Figura 3.1.3. Proporción de referencias según el siglo La literatura del siglo XVII es, sin duda, el período preferido por Terreros. Un número tan alto, de todas formas, se logra gracias a la recurrente cita de Lope de Vega, el escritor de mayor peso en el diccionario. De todos modos, Cervantes, al que cronológicamente 13 24 49 59 0 10 20 30 40 50 60 70 Autores medievales Autores del siglo XVI Autores del siglo XVII Autores del siglo XVIII Autores medievales: 174 referencias; 6% Autores del siglo XVI: 805; 31% Autores del siglo XVII: 1.041 referencias; 40% Autores del siglo XVIII: 594 referencias; 23% Autores medievales Autores del siglo XVI Autores del siglo XVII Autors del siglo XVIII 291 hemos situado en el siglo XVI, también es muy citado, pero el total de referencias relativas a este período corresponde sólo al 31%, mientras que el de los escritores del XVII alcanza el 40%. La literatura del siglo XVIII logra un número también relativamente alto de referencias, en un total de 594 artículos, lo que supone el 23% del total. Finalmente, el número de referencias a obras literarias medievales es bastante bajo: sólo 174, el 6% del total Centrándonos ahora en el análisis de los géneros literarios, podemos comprobar que las autoridades pertenecientes al grupo de las obras de ficción son las más numerosas, con un total de 1.625 referencias extraídas de 120 obras, lo cual supone más de la mitad de todas las referencias literarias juntas. Las fuentes literarias de no ficción se han extraído de 132 obras, pero con un número menor de referencias: 1.169. Finalmente, los textos jurídicos alcanzan las 297 referencias, a partir de 39 documentos. Los siguientes datos quedan plasmados así en los siguientes gráficos: Figura 3.1.4. Número de obras citadas según el género textual Figura 3.1.5. Proporción de referencias según el género textual de la fuente Si analizamos con más detalle las fuentes literarias, distinguiendo tres géneros principales (narración, poesía y teatro), observaremos lo siguiente: la poesía es el género mejor representado, tanto en número de autores como en número de referencias (35 autores y 666 referencias, casi el 50%); La referencia a obras literarias en prosa se halla en 512 artículos, a partir de 13 escritores; finalmente, el teatro, especialmente del siglo XVI, se encuentra reflejado en la cita de 13 autores, que se mencionan en 198 artículos, el 14% del total. Esto demuestra que Terreros asume, en cierto modo, el poco aprecio que a mediados del siglo XVIII se tenía hacia el teatro barroco (recordemos que ni Tirso de Molina, ni Juan Ruiz de Alarcon están presentes en el conjunto de autores nombrados, y que Calderón sólo se menciona en 4 artículos). El autor teatral más citado es Bartolomé de Torres Naharro, autor de la Propaladia (1575), una obra que engloba varias piezas 0 500 1000 1500 2000 Obras literarias de ficción Obras literarias de no ficción Textos jurídicos 1625 1169 297 1.625 referencias; 52% 1.169 referencias; 38% 297 referencias; 10% Obras literarias de ficción Obras literarias de no ficción Textos jurídicos 292 teatrales, con 31 referencias. Curiosamente, el segundo autor dramático más nombrado es Cervantes, en 114 artículos. Se citan, en total, 14 obras de teatro cervantinas: El Rufián dichoso (16 referencias), Pedro de Urdemalas (15 referencias), Los Baños de Argel (15 referencias), La casa de los Celos (14 referencias), La Gran Sultana doña Catalina de Oviedo (11 referencias), El Laberinto de amor (11 referencias), La Entretenida (9 referencias), El Rufián viudo (8 referencias), Entremés del Retablo de las Maravillas (5 referencias), Entremés de los Alcaldes de Daganzo (3 referencias), Entremés del juez los divorcios (2 referencias), Entremés del Viejo celoso (2 referencias), El Gallardo Español (2 referencias), Entremés del Vizcaíno fingido (una referencia). El aprecio de Terreros por el teatro de Cervantes, en oposición al teatro de Lope de Vega, que apenas suma 19 referencias en total, se explica de nuevo por una razón cultural. Cervantes escribía obras de teatro intentando ajustarse a las conocidas tres unidades: lugar, tiempo y acción. Su contenido era de carácter más serio que el de las obras de Lope de Vega, y la finalidad moralizante mucho más evidente. Por esa razón, aunque en su época la obra teatral de Cervantes no tuvo el éxito que el autor hubiera deseado, los críticos del XVIII la apreciaron mucho más que la de su competidor, pues Cervantes se ajustaba más a los canones teatrales neoclásicos. De Lope de Vega, sólo se nombran 7 obras de teatro (de un total de 34 títulos), citadas en 19 artículos. Figura 3.1.6. Número de obras literarias citadas Figura 3.1.7. Número de referencias según el género literario de la fuente En lo que respecta a las obras literarias de no ficción, podemos distinguir los siguientes grupos: los libros de viaje, con 470 referencias, y 22 obras citadas. La segunda fuente más usada en este grupo lo forman las obras de carácter religioso. Hemos encontrado 272 referencias y 46 obras. Le siguen los libros de historia, 30 en total, con 204 referencias. Por último, las fuentes menos utilizadas son los tratados de filosofía y política, con unas 23 obras, y 96 referencias, los tratados de mitología (76 voces 0 5 10 15 20 25 30 35 Narración Poesía Teatro 13 35 13 512 referencias; 37% 666 referencias; 49% 198 referencias; 14% Narración Poesía Teatro 293 autorizadas, y sólo 5 libros), y los papeles periódicos, que en total suman 6 obras y 51 referencias. Figura 3.1.8. Número de obras literarias de no ficción Figura 3.1.9. Proporción de las referencias a obras literarias de no ficción Todos estos resultados tienen una fácil explicación. Las obras de los grandes escritores de los Siglos de Oro suponen la autoridad más sólida en la que respaldar una voz. Este uso puede remontarse a la tradición clásica, y al Diccionario de la Accademia della Crusca, aunque el modelo más cercano lo tuvo Terreros en la primera edición del diccionario de la Academia Española. La mayoría de los autores de prestigio que utiliza el jesuita ya estaban presentes, de hecho, en Autoridades. Sin embargo, pocas veces coinciden ambos diccionarios en lo que se refiere a la cita de las autoridades. El elevado número de libros de viaje responde al interés de Terreros por reunir el léxico de otras culturas, el vocabulario exótico que refleja la realidad de otros países. A la hora de introducir extranjerismos, Terreros resulta muy innovador. Contaba además con una ventaja: ser jesuita. La Compañía de Jesús se había caracterizado ya por su vocación misional desde los tiempos de san Francisco Javier. La gran mayoría de los libros que hablan de otras culturas fueron escritos, de hecho, por jesuitas, y obras de este tipo se podían encontrar en abundancia en el Seminario de Nobles y en el Colegio Imperial de Madrid, dirigido por padres de la Compañía hasta el año 1767, lugares en los que trabajó Terreros. Relacionado con este hecho, tenemos también el conjunto formado por libros de carácter religioso. Podemos comprobar que más de la mitad de este tipo de obras tienen como autor a algún jesuita, lo cual nos lleva a pensar que Terreros aprovechaba sus propios intereses personales para localizar y testimoniar el uso de muchos vocablos no recogidos en otro tipo de textos. Álvarez de Miranda (2001: 52) mira con benevolencia 0 10 20 30 40 50 22 46 30 23 5 6 470 referencias; 40% 272 referencias; 23% 204 referencias; 18% 96 referencias; 8% 76 referencias; 7% 51 referencias; 4% Libros de viaje Obras religiosas Libros de historia Tratados de política y filosofía Tratados de mitología papeles periódicos 294 esta actitud del jesuita, reconociendo que el virus de la lexicografía ejerce su influencia en todas las facetas de la vida 135 . Nos quedan todavía las obras de historia, de filosofía, mitología y prensa. Todas ellas interesaban también a Terreros, aunque en menor medida. Entre los autores de este tipo de libros volvemos a encontrar, una vez más, a muchos jesuitas. Todo queda en casa. Y es comprensible. Las crónicas y los libros de historia le sirven a nuestro lexicógrafo para reunir más arcaísmos. En cuanto a la prensa, ya hemos comentado que Terreros no tiene reparos en admitir en su diccionario voces novedosas y no registradas hasta entonces en diccionarios. Para ello se sirve también de la prensa. De las seis obras periódicas que cita, tres corresponden a ediciones que salieron a la luz entre los años 1765 y 1766, es decir, cuando el primer tomo del Diccionario castellano ya estaba en la imprenta: la Gaceta de Madrid (1758-1766); Pedro Araus, Semanario economico: escrito por Don Pedro Aravs, 1766. Comprende: no 1 (11-abril-1765)-no 38 (26- Diciembre-1765) (1766); Patricio Bueno y Castilla, El belianís literario: Discurso andante, (dividido en varios papeles periódicos ... (1765). Y es que Terreros quería que su obra recogiera no sólo las voces más antiguas del castellano, sino también las más recientes. Como sabemos, Terreros fue el autor de una obra titulada Paleografía Española (1758), en la cual trataba de dibujar la evolución histórica tanto de la lengua española como de su escritura. Esto le llevó a manejar numerosos documentos antiguos, sobre todo de carácter jurídico y notarial. De ese modo, logró recoger numerosos arcaísmos, muchos más que los registrados por la academia. Hemos querido incluir en este trabajo la lista de obras jurídicas y legales, porque en no pocas ocasiones este tipo de obras se usan para extraer el nombre de productos mercantiles relacionados con la alimentación, la botánica o diferentes clases de telas o prendas de vestir, léxico que, por su carácter especial, y por tratarse de voces de uso poco común, sólo podían registrarse en documentos de tramitación mercantil. Algo semenjante realizó la Real Academia en su Diccionario de autoridades, al citar abundantemente la Pragmática de Tassas de 1680. Terreros actualiza sus fuentes, y en su diccionario encontramos numerosas referencias al Arancel de Rentas y Diezmos, del año 1709, las Ordenanzas de los cinco Gremios Mayores de Madrid y la Relación de géneros comestibles de ultramar (1766). Sólo a partir de estas tres obras el Diccionario castellano documenta 150 términos, de los que 116 no aparecen en Autoridades. En total, casi cuarenta documentos legales podemos encontrar en el Diccionario castellano. - Actas de las cortes de Valladolid (1544) [Cortes tenidas en Valladolid, año de 1544] (1/1). 135 Dice literalmente: «El lexicógrafo es un ser inficionado por un virus que le mueve a ejercer como tal las veinticuatro horas del día». 295 - Albalá Real a favor de Ferrán de Vilbena (1111; Terreros afirma que el manuscrito original puede hallarse en la biblioteca del Conde de Cheles) [Albalá Real a favor de Ferrán de Vilbena año 1111] (1/1). - Arancel de Rentas y Diezmos (1709) [Arancel de Rentas y Diezmos] (67/51). - Memoriales a su M. Cr. en la causa de los J. (¿?) [los Memoriales a su M. Cr. en la causa de los J.] (1/1). - Posturas de la Villa de Madrid, (1756) [Posturas de la Villa de Madrid, año de 1756.] (1/0). - Título dado por D. Juan I a León V de Armenia del Señor, de Madrid, Andujar y Villarreal (1380) [Tít. dado por D. Juan I. a León V de Armenia del Señor, de Madr.] (1/0). - Autos de las Comunidades de Toledo contra el Maestre-Escuela, sobre la asistencia a las funciones, y Circos (1758), [Autos de las Comunidades de Toledo contra el Maestre- Escuela, sobre la asistencia a las funciones, y Circos] (1/1). - BERDUM, Ignacio, Derechos de los Condes de Benavente a la grandeza de primera classe / publicados por Don Ignacio Berdum de Espinosa de los Monteros, secretario del ... Conde Duque de Benavente ... (1753) [Libro de la Grand. deb. a la Casa de Benavente] (9/4). - [BORBÓN, FERNANDO VI, REY DE ESPAÑA], Cédula, 1748-12-12, El rey... a fin de que los Corregidores y Justicias zelen y cuiden de la conservacion de los montes y aumento de plantíos... y para evitar los abusos... Fecha en Buen Retiro a doce de diciembre de mil setecientos y quarenta y ocho... (1748) [Cédula Real sobre los plantíos] (3/3). - [BORBÓN, FERNANDO VI, REY DE ESPAÑA], Indulto Real dado por S. M. año de 1734 a algunos delincuentes (1734) [Indulto Real dado por S. M. año de 1734 a algunos delincuentes] (1/1). - [BORBÓN, CARLOS III, REY DE ESPAÑA], Orden de S. M. acerca de las Tropas (1765) [Orden de S. M. Acerca de las Tropas, año de 1765] (2/1). - Catálogo de las alhajas del Real Convento de las Señoras Salesas de la Corte de Madrid (¿?) [Catálog. de las halajas [sic] de este Real Convento de las Señoras Salesas de la Corte de Madrid] (1/1). - Cédula del Rey D. Fernando el Católico al Gran Capitán (finales del s. XV) [Cédula del Rey D. Fern. el Cat. al Gran Capitán] (1/1). - CERVANTES, Pedro de, Recopilacion de las Reales Ordenanzas y Cedulas de los Bosques Reales del Pardo, Aranjuez, Escorial, Balsain y otros : glossas y commentos a ellas... / autores... don Pedro de Cerbantes, que lo empeço, y don Manuel Antonio de Cerbantes, su sobrino,... que lo continuò y concluyò... (1687), [Cervant. Recopil. de Ordenanzas, y Cédulas Reales, acerca de los Bosques] (8/2). - CISTERNES, Manuel, trad., Decreto del Parlamento de Apolo, que declara al P. Francisco Xavier Mamachi... acusado y convencido del crimen de plagiato y como tal le suspende para siempre del exercicio y poder de enseñar la juventud en todas las Academias de su distrito... / traducido del francès por Don Manuel Cisternes (1759) [Extrac. del Parn. O 296 decreto de Apolo contra el P. Mam.] (1/0). - Constituciones de los Colegios Mayores de Alcalá de Heneres (¿?), [Constituciones. Del Col. May.] (1/1). - Convocatoria de las Cortes (1632) [Convoc. de Cortes hecha el año de 1632] (1/1). - DIEZ NAVARRO, Andres, Comp., Cuaderno de leyes y privilegios en honrado concejo de la Mesta con el moral y concordantes de Leyes Reales, autos acordados, y Capitulos de millones (1731) [Diez Navarro, Cuaderno de la Mesta] (21/14). - FERNÁNDEZ DE MESA Y MORENO, Tomás Manuel, Tratado legal y politico de caminos publicos, y possadas : dividido en dos partes : la una en que se habla de los caminos, y la otra de las Possadas ... donde se incluye el reglamento general de aquellas, expedido el 23 de abril de 1720 (1755-1756) [Obra del Dr. Mesa, caminos y posadas] (1/1). - FERNANDO III EL SANTO (1199/1201-1252), Ordenanzas del rey Fernando III de Castilla (s. XIII) [Ordenanzas del Santo Rey Fernando III] (1/1). - FERNANDO IV, REY DE CASTILLA (1285-1312), Privelegio de Fernando IV a Castro Urdiales (ss. XIII-XIV) [Privil. de Fern. IV a Castro Urdiales] (1/0). - ¿FONTECHA Y SALAZAR, Pedro de?, Escudo de la mas constante fee, y lealtad (ca. 1748). - Leyes de Toro, (1505) [Leyes de Toro] (1/1). - LÓPEZ DE HARO, Diego, (s. XIII), Privilegios (1296) [ Priv. De D. Diego López de Haro, año de 1296] (2/2). - LÓPEZ PACHECO, Felipe, Marqués de Bedmar, Memorial ajustado... del pleyto pendiente entre don Phelipe Lopez Pacheco..., Marquès de Bedmàr..., Doña Mariana Lopez Pacheco..., Marquesa de Villena... y don Pedro Alcantara Perez..., Duque de Medina- Sydonia sobre la tenuta y possession de los estados y mayorazgos de Belmonte, Villena, Escalona... [s.a.] [Demonstr. Legal del Excmo. Sr. Marqués de Bedmar] (2/1). - LÓPEZ PORTILLO, Antonio, Memorial (¿?), [Mem. del Dr. D. Ant. López Portillo] (6/3). - Memorial dado a S. M. por la Iglesia Catedral de la Palma, y Universidad Luliana (¿?) [Memorial dado a S. M. por la Iglesia Catedral de la Palma, y Universidad Luliana] (1/1). - NÚÑEZ DE TOLEDO, Catalina, Testamento de Doña Catalina Núñez de Toledo (1480) [Testamento de Doña Catalina Núñez de Toledo, año de 1480], (1/1). - Ordenanzas de la imperial ciudad de Toledo (S. XV-XVI) [Ordenanzas antiguas de Toledo] (2/1). - Ordenanzas de los cinco Gremios Mayores de Madrid (¿?) [Las Ordenanzas de los cinco Gremios Mayores de Madrid] (78/61). - PORTUGUES, JOSE ANTONIO, rec., Coleccion general de las ordenanzas militares, sus innovaciones, y aditamentos: dispuesto en diez tomos... (1764-1765) [Ordenanz. / Compendio Milit.] (38/21). - Provisión del Supemo. Consejo de Casilla de 17 de Octubre de 1766 a la Ciudad de Toledo (1766) [Provis. del Supr. Cons. de Cast. de 17 de Octubre de 1766 a la Ciudad de Toledo] (1/0). 297 - La Real Biblioteca al Rey nuestro Señor en su venida al Real Palacio (¿?) [La Real Bibl. al Rey nuestro Señor en su venida al Real Palacio] (1/0). - Relación de géneros comestibles de ultramar (1766) [Relac. de Gen. Ultram. hecha en Madrid el año 1766] (5/4). - Relación de lo sucedido a Octavio Bayardi, Arzobispo de Tiro, etc (1763) [Relación de lo sucedido a Octavio Bayardi, Arzobispo de Tiro, etc, año de 1763] (1/1). - Relación de los Judíos de Portugal (1759) [La relación de los Judíos de Portugal del año 1759] (1/0). - RIOFRÍO Y PERALTA, Diego, Memorial dado a su Majestad (¿?) [Mem. Dado a S. M. Por Don Diego Riofrío y Peralta] (1/0). - Testimonio público, etc. de los adelantamientos en letras humanas del Col. De la Compañía de Jesús de Zaragoza (1764) [El Testimonio público, etc. de los adelantamientos en letras humanas del Col. De la Compañía de Jesús de Zaragoza, año de 1764] (1/1). 3.1.7.2. Fuentes científicas Terreros consultó más de 100 tratados con el fin de recopilar el léxico científico que no hallaba en el Diccionario de la Academia. De ahí las numerosas adiciones –hasta 1.805, sin contar las que provienen de las fuentes metalexicográficas– que encontramos en este campo. Sin duda, la principal fuente que empleó Terreros para incorporar el léxico científico-técnico fue la traducción que él mismo realizó de El Espectáculo de la Naturaleza. Excluyendo la Paleografía Española, que también formaba parte de esta obra, el Espectáculo sirve de autoridad en 1.343 ocasiones, con lo que se convierte en la primera autoridad lingüística, y en la segunda más citada de todo el Diccionario Castellano, después del Thresor de César Oudin, que aparece en 1.650 artículos. Estamos, sin duda, ante lo que fue el núcleo embrionario del diccionario. Terreros puso más empeño en autorizar las voces científicas que las literarias. Sin embargo, nos encontramos ante un dato que nos desconcierta y al que ya hemos hecho referencia anteriormente. Hay muchas voces científicas, demasiadas, que no están autorizadas ni respaldadas por ninguna referencia bibliográfica. Las adiciones con respecto al Diccionario de autoridades suponen unas 17.500, de las cuales un gran porcentaje debe tratarse de voces relativas a las artes y las ciencias, o bien de extranjerismos. El número de 5.381 resulta bastante pequeño para salvar esas 17.500. adiciones. ¿Porque existen tantas palabras, sin duda extrañas o demasiado técnicas, que no vienen avaladas por su respectiva autoridad o testimonio, como fue la voluntad del jesuita? Seguramente, la tarea debió de desbordar al jesuita. Esto ha ocurrido en muchos proyectos lexicográficos. No pocas veces fallece el propio autor antes de ver acabada su obra (así le sucedió a Rufino José Cuervo y también a Aniceto de Pagés, ciñéndonos sólo al ámbito hispánico). Lázaro 298 Carreter nos cuenta el llamativo caso del Diccionario de autoridades, cuyo primer tomo tardó en salir a la luz nada menos que 13 años (y eso a pesar de que sólo abarcaba tres letras y que en él trabajaron ocho académicos). Hubo un momento en que el trabajo llegó a eternizarse. Si no se ponía límites acabaría por convertirse en un proyecto sin concluir. A Terreros debió de asaltarle el mismo temor. Como hemos visto, el sabio jesuita de Trucios estuvo trabajando en su diccionario hasta poco antes de su expulsión. La decisión de publicar el Diccionario castellano fue acertada, porque esto permitió a los bibliotecarios del Colegio de S. Isidro (el antiguo Seminario de Nobles), encontrar los materiales perfectamente ordenados (a excepción de las papeletas o cédulas que correspondían al cuarto tomo), listos para llevarse a la imprenta. De haberse retrasado un poco más en la tarea, hoy muy probablemente no existiría el Diccionario castellano, o tendría una forma muy diferente. Tenemos que decir que Terreros dejó sin cumplir muchos otros compromisos, como por ejemplo el apéndice con las voces geográficas que promete en el prólogo. Otro aspecto que demuestra que la obra está inacabada es la ausencia de una nómina de autores. La Academia, en su diccionario, y muchos diccionarios extranjeros usados por jesuita, como el Dictionaire de Richelet, incluían una nómina de autores citados. Estamos seguros de que la elaboración de una nómina con la que poder desarrollar las oscuras abreviaturas incluidas en las referencias bibliográficas debió de estar entre las intenciones del autor, pues de lo contrario no se entendería la forma tan abiertamente críptica con que las indicó. A esto hay que añadir la imprecisión misma de las citas. Sólo en unos pocos autores, fundamentalmente Lope de Vega, Cervantes y algunos otros, aparece el texto que se muestra como autoridad, precisamente autores con los que empezó a trabajar desde época temprana. Además, casi nunca aparece indicada la edición ni la página de la obra citada. El hecho de que tantas voces de un campo de especialidad aparezcan sin autorizar resulta incongruente con lo que vimos al analizar el Prólogo. En él, Terreros decía que sólo las voces de uso general podían aparecer sin respaldo textual. El total de fuentes científico-técnicas se ha clasificado en cinco grupos diferentes. El primero consiste en los tratados científicos propiamente dichos, aquellos que se ocupan de algún aspecto concreto o general de las llamadas ciencias naturales o historia natural, como se las agrupaba antes. En este grupo entrarían ciencias como la astronomía, la biología, la botánica, etc. En segundo lugar, tendríamos los tratados técnicos, que tratan un saber especializado con una finalidad práctica. Pueden englobarse aquí los diferentes oficios, disciplinas humanísticas y también actividades lúdicas como la esgrima o el arte del toreo. En tercer lugar hemos querido agrupar, por su gran importancia, las obras de medicina, que debido a su carácter descriptivo y práctico podrían haber entrado en el grupo de los tratados científicos, pero también en el apartado de tratados técnicos. El 299 penúltimo grupo engloba aquellas obras que tratan de manera exclusiva las matemáticas. Estás constituyen un saber abstracto y lógico. Hemos hecho un grupo a partir sólo de este tipo de obras, considerando que Terreros fue profesor de matemáticas en el Seminario de nobles Madrid, y por esa razón queríamos analizarlas de forma aislada. Finalmente, tenemos las obras de pedagogía, disciplina que tuvo un gran auge en el siglo XVIII, y que interesó de manera especial a nuestro jesuita. A) TRATADOS CIENTÍFICOS. Los tratados científicos suman en total 23 obras, que aparecen nombradas en 1.700 artículos. De estos 1.700, 881 son adiciones en relación con el Diccionario de autoridades, lo que supone casi el 50 % de este conjunto de léxico. Terreros no evita citar obras que ya aparecían en la nomina de autores empleados por los académicos para su diccionario, como Jerónimo Gómez de la Huerta y su traducción de Plinio, el doctor Laguna y su obra sobre Dioscórides, o el padre jesuita José de Zaragoza. Los temas que abarcan pueden ser resumidos del siguiente modo: a) Hay obras sobre física y otras subdisciplinas, como la astronomía o el electromagnetismo. Así, Terreros utilizó, aunque hay que decir que esporádicamente, obras del padre Castel, del padre Casani, que perteneció a la primera generación española de académicos de la lengua y fue además un gran conocedor de la astronomía de su tiempo; el jesuita Giovanni Battista Ricciolo, autor de las Tablas Philippicas sobre el movimiento de los planetas (traducido al español en 1744); para las voces eléctrico y llueco Terreros cita a Rieger, uno de los pioneros en la investigación de la fuerza eléctrica; Finalmente, encontramos una sóla vez citado al Padre José de Zaragoza, ilustre matemático y astronómo de la segunda mitad del siglo XVII. b) El segundo grupo de obras trata de la biología en general, animales y plantas. Hay autores que hablan del reino vegetal desde una perspectiva medicinal, como Plinio o el doctor Laguna. Otros, como el botánico José Quer Martínez, describieron y clasificaron plantas según una metodología científica. El reino animal fue tratado por autores como Jonston, Marcuello, autor de la Historia natural y moral de las aves (1617), el hagiógrafo jesuita Juan Eusebio Nieremberg, e Ignacio Gaston Pardies, entre otros. Aparte, encontramos alguna obra sobre las piedras preciosas, como la Litho-statica (1712) de Dionisio de Mosquera, o el Discurso curioso sobre la legitimidad del acero [s.d.] del vasco Diego de Aranguren. Por supuesto, hemos querido incluir en el grupo de los 300 tratados científicos el Espectáculo de la Naturaleza del abate Pluche, aunque somos conscientes de que se trata de una obra enciclopédica y divulgativa que no sólo se centró en la descripción de las distintas especies de animales y vegetales, y de los fenómenos físicos manifestados en la naturaleza, sino que trató también de muchos otros temas ajenos a historia natural, como la teología o la paleografía, y los diferentes oficios. Como ya se ha destacado, ésta es la obra más citada (1.343 referencias), pero lo que nos ha llamado poderosamente la atención es el escaso número de voces nuevas autorizadas con respecto al diccionario de autoridades (sólo 533). No cabe duda de que Terreros podría haber explotado mucho más su traducción, pero pensamos que el jesuita de Trucios no pretendió monopolizar la referencia a un único libro para justificar la inclusión de tecnicismos. Además, un gran número de voces técnicas se refieren al mundo de las profesiones y oficios, y para este tipo de léxico, las fuentes solían ser orales, indicándolo casi siempre mediante verba dicendi: “llaman los torneros”, “llaman los fundidores de campanas”, “llaman los sombrereros”, y un largo etc. A continucación, incluimos la lista con la referencia completa de los tratados científicos. Indicamos el autor, el título y el año de su publicación, y después, entre corchetes, la forma usada por el jesuita para señalar su referencia, muchas veces oscura, y finalmente proporcionamos dos cifras entre paréntesis. Como hasta ahora, la primera selaña el número de acepciones en el que la referencia textual aparece. La segunda cifra indica las veces que dichas acepciones no están recogidas en el Diccionario de autoridades. - ARANGUREN, Diego de, Discurso curioso sobre la legitimidad del acero (mediados del siglo XVIII) [Diego de Aranguren, Discurso curioso sobre la legitimidad del acero] (1/1). - CASTEL, Luis, Tratado de Phísica General (¿?), [P. Luis Castel, Física Gener.] (1/0). - CASANI, José (S.I.) (1673-1750), Tratado de la naturaleza y orígen de los cometas (1737) [Casani, Trat. de los cometas] (1/1). - DODOENS, Remberto, Frumentorum, leguminum, palustrium et aquatilium herbarum…(1566), [Historia General de las Plantas de Remb. Dod.] (7/4). - GÓMEZ DE HUERTA, JERÓNIMO, Traducción de los libros de Caio Plinio Segundo, de la Historia Natural… (1599) [Huerta sobre Plinio] (124/107). - HARDUINO, [obra sin especificar] [P. Harduino] (1/1). - JONSTON, JAN (1603-1675), comp., Theatrum universale omnium animalium, piscium, avium, quadrupedum, exanguium, aquaticorum, insectorum et angium : CCLX tabulis ornatum ex scriptoribus tam antiquis quam recentioribus Aristoteles, Theophrasto, Dioscoride ... & aliis maxima curâ à J. Jonstonio collectum ac plus quam trecentis piscibus nuperrime ex Indiis Orientalibus allatis ... / cura Henrici Ruysch ... ; VI 301 partibus, duobus tomis comprehensum (1718) [Jonston, de Quadrupedibus] (1/1). - LAGUNA, Andrés de, trad. (1490 -1560), Pedacio Dioscorides anazarbeo, Acerca de la materia medicinal y de los uenenos mortíferos / traduzido de lengua griega en la vulgar castellana & illustrado con claras y substantiales annotationes... por el doctor Andrés de Laguna... (1555) [Lag. sobre Dioscorides] (96/73). - MARCUELLO, Francisco, Historia natural, y moral de las aves (1617) [Marc. Hist. Nat.] (46/31). - MONTÓN, Bernardo, Secretos de artes liberales y mecanicas : recopilados y traducidos de varios y selectos authores que tratan de phisica, pintura... (1734) [Monton. Secretos] (2/2). - MOSQUERA, Dionisio de, Litho-statica, o Theorica, y practica de medir piedras preciosas (1721) [Mosquera ] (2/2). - NEWTON, Isaac (1642 -1727), [Obra sin especificar] [Newton] (1/1). - NIEREMBERG, Juan Eusebio (S.I.) (1595-1658), Historia naturae, maxime peregrinae libri XVI distincta : in quibus rarissima Naturae arcana, etiam astronomica, & ignota Indiarum animalia, quadrupedes, aues, pisces, reptilia, insecta, zoophyta, plantae, metalla, lapides & alia mineralia, fluiiorumque & elementorum conditiones, etiam cum proprietatibus medicinalibus, describantur, nouae & curiosissimae quaestiones disputantur, ac plura sacrae scripturae loca eruditè enodantur (1629) [Nieremb. Hist. Nat.] (1/1). - PARDIES, Ignazio Gaston (S.I.) Dell' anima delle bestie e sue funzioni (1724), [P. Ign. Gast. Pardíes, S. J. Disc. des Betes.] (1/0). - PLINIO, Cayo Seguno (23- 79), Historia naturalis (77 d. C.) [Plin. Lib.] (45/37). - PLUCHE, Noël-Antoine (1688-1761), Espectaculo de la naturaleza o Conversaciones acerca de las particularidades de la historia natural... / escrito en el idioma frances por el abad M. Pluche ; y traducido al castellano por el P. Estevan de Terreros y Pando... de la Compañía de Jesus, 16 vols. (1753-1755) [Esp. de la Nat.] (1.343/533). - QUER MARTÍNEZ, José, Flora Española o Historia de las Plantas que se crían en España (1762-1764) [Quer, Flora Esp.] (80/65). - RICCIOLO, Giovanni Battista (S.I.), Tablas philipicas, catholicas ò generales de los movimientos celestes, que con el nombre de "Tablas astronomicas nova-almagesticas" escribio y dio al publico... Juan Bautista Ricciolo, de la Compañia de Jesus / aora nuevamente traducidos del idioma latino al castellano... por... Gonzalo Antonio Serrano (1744) [Catálogo del P. Ricc.] (13/13). - RIEGER, Christian (S.I.), Observaciones physicas sobre la fuerza electrica, grande y fulminante : confirmada y aumentada con nuevos experimentos / por el padre Christiano Rieger de la Compañia de Jesus (1763) [Rieger] (2/2). - SANS, Jose (S.I.) (1734-1804) El sabio ignorante ó descripción de los defectos y mala cultura de las ciencias, descifrado en dialogos... (1763) [Sans, El Sabio Ignorante] (1/1). 302 - SCHOTT, Gaspar (S.I.) (1608-1666)) P. Gasparis Schotti... è Societate Jesu... Physica curiosa sive Mirabilia naturae et artis libris XII comprehens ... (1667) [P. Gasp. Escot. Physicor.] (1/1). - TERREROS Y PANDO, Esteban de (S.I.) (1707-1782), Conclusiones de Física, defendidas en el Semiario de Nobles de Madrid, en presencia de S. M. C. (1760) [Conclus. de Física Esper. Defend. en el Semin. de Noble. de Madrid. Año de 1760, en pres. de S. M. C.] (1/1). - ZARAGOZA, José de (S. I.), Tratado de la esfera, [P. Zarag. Astron.] (1/0). B) TRATADOS TÉCNICOS Bajo la designación de tratados técnicos hemos incluído obras de muy diversa índole, aunque todos tienen en común que ofrecen una visión práctica o didáctica de alguna actividad humana. A veces se trata de oficios, como la agricultura, la sastrería o la marina. En otras ocasiones, el tratado técnico habla más bien de disciplinas humanísticas, como la numismática, o bien de actividades lúdicas como la esgrima, la caza o el toreo. Hemos contabilizado un total de 29 obras, Todas ellas aparecen en 622 acepciones, de las cuales más de la mitad, 451, son adiciones. A continuación veremos los diferentes subgrupos: 1) Oficios a) Agricultura: La agricultura está representada por tres obras, mencionadas en 104 artículos lexicográficos. Encontramos el tratado de Alonso de Herrera, ampliamente explotado por el Diccionario de autoridades. Pero la obra en la que se basó fundamentalmente Terreros fue la de Jose Antonio Valcárcel, Agricultura general, de la que extrae 99 voces. El autor valenciano escribió 18 volúmenes entre lo años 1765 y 1795. Terreros debió concluir su diccionario en 1766, lo que nos muestra que hasta el último momento estuvo extrayendo voces de fuentes librescas. Del tomo I de la Agricultura general, se sacaron 99 términos, un número verdaderamente alto, todos ellos naturalmente relacionados con la agricultura. La primera palabra documentada en esta obra es convecino. Las letras A, B y gran parte de la C no están representadas, lógicamente porque el primer tomo ya estaba preparándose en la imprenta el año 1766. Así pues, las obras de agricultura citadas son las siguientes: - Cartilla para la practica de los agricultores segun las reglas de la nueva agricultura [s.a.] [La Cartilla para la práctica de los Agricultores] (1/1). 303 - HERRERA, Alonso de (1470-1539) Obra de agricultura / copilada de diuersos auctores por Gabriel Alonso de Herrera... (1513) [Herrera, Agricultura] (3/3). - VALCÁRCEL, José Antonio, Agricultura general, y gobierno de la casa de campo: en que por estenso [sic] se trata de todos los bienes del campo, con los nuevos descubrimientos, y metodos de cultivo... (1765) [Valc. Agr. Gen.] (99/69). b) Arquitectura: Terreros sólo menciona dos obras de arquitecura, de los siglos XVI y XVII respectivamente, y aparecen nombrados en un total de 24 ocasiones. Un número minúsculo para el gran número de voces relacionadas con la arquitecura que se recogen en el Diccionario. Muchas términos vienen recogidos sobre todo a partir de fuentes metalingüísticas. - SAGREDO, Diego, Medidas del romano o Uitruuio: nueuame[n]te impressas y añadidas muchas pieças & figuras muy necessarias a los officiales q[ue] quieren seguir las formaciones delas basas, colu[m]nas, capiteles y otras pieças de los edificios antiguos (1564, Terreros reconoce haber utilizado esta edición) [Las medidas del Rom. lib. impr. año 1564] (23/15). - VIGNOLA, Giacomo Barozzi da (1507-1573), Regla de las cinco ordenes de architectura / de Iacome de Vignola ; agora de nueuo traduzido de toscano en romance por Patritio Caxesi... (1619) [1593] [Vignola, Arquitectura] (1/0). c) Albeitería: La albeitería o veterinaria tomó un gran impulso en el siglo XVIII. En el Diccionario castellano está representada por dos obras: Recopilación de Albeytería (1658) de Martín Arredondo, y Arte de Albeitería y Sanidad, de Cabrero. - ARREDONDO, Martín, (Rec.) Recopilacion de Albeyteria / sacada de varios autores por Martin Arredondo...; con un antidotario de los medicamentos ... ; y Dialogo entre maestro y discipulo... (1658) [Arred. Alb.] (17/13). - CABRERO, Arte de Albeitería o Sanidad (¿?) [Arte de Albeit. o Sanidad] (1/1). d) Ciencias militares: Tres tratados, de los cuales dos de ellos están en latín, fueron utilizados para autorizar algunas voces del ámbito militar. Las fuentes orales debieron pesar mucho más, pues sólo encontramos 20 términos relacionados con la milicia y la guerra acompañados de una referencia libresca. Las adiciones son igualmente reducidas: sólo 8. 304 - CASANI, José (S.I.) (1673-1750, Escuela militar de forificacion (1737) [Cas. de Fortif.] (15/4). - HERO CONSTANTINOPOLITANUS, Mechanici liber de machinis bellicis, necnon liber de Geodaesia a Francisco Barocio... Latinitate donati... ac scholiis illustrati (1572) [Heron. Mechan. Lib. De Mach. Bellicis.] (2/2). - VEGECIO, Flavio (fines del s. IV y comienzos del s. V d.J.C.) De re Militari (s. V. d. C.) [Vej. de re Milit.] (3/2). e) Cocina: Curiosamente, Terreros también enriqueció su diccionario con el léxico culinario. Setenta y ocho voces están avaladas por uno de los los tres autores que a continuación avanzamos: - MARTÍNEZ MONTIÑO, Francisco, Arte de cocina, pasteleria, vizcocheria y conserveria (1760) [Montiña, Art. de Cocina] (29/15). - MATA, Juan de la, Arte de reposteria, en que se contiene todo genero de hacer dulces secos, y en liquido ... (1747) [Mata, Art. de Repost.] (42/29). - VILLENA, Marqués de, Arte de Trinchar (1423; Terreros declara haber utilizado una edición realizada en Madrid el año 1766) [Marq. De Villena, Arte de Trinchar, escr. Año de 1423] (7/4). En total son 48 los neologismos introducidos. f) Navegación: Para el léxico marino, de suma importancia en el siglo XVIII, Terreros se basó en el Vocabulario marino y en fuentes orales. La única fuente enciclopédica es la obra del navegante Jorge Juan y Santacilla: - JUAN Y SANTACILIA, Jorge (1713-1773)), Compendio de Navegacion para el uso de los cavalleros guardias-marinas (1757), [don Jorge Juan, Compendio de Navegación] (17/11). g) Sastrería: Una obra venerable del siglo XVI le sirve a Terreros para autorizar voces referentes al oficio de la sastrería. En total, hallamos 20 voces, 14 de ellas adiciones con respecto al Diccionario de autoridades: - ALCEGA, JUAN DE, Libro de geometria, practica y traça: el qual trata de lo tocante al officio de sastre para sapedir el paño, seda o otra tela que sera menester para mucho genero de vestidos... y para saber como se an [sic] de cortar los tales vestidos, con otros 305 muchos secretos y curiosidades tocantes á este arte (1580) [Juan Alcega, Geom. de Sastres] (20/14). 2) Actividades lúdicas a) Arte de montar a caballo Una práctica como la de montar a caballo está representada por una más que generosa bibliografía. Cuatro obras aportan en total 42 voces relacionadas con la equitación y la gran mayoría, treinta y cuatro, no están recogidas en el Diccionario de Autoridades. - DÁVILA Y HEREDIA, Andrés, Palestra particular de los exercicios del cauallo: sus propiedades y estilo de torear y jugar las cañas... (1674) [Pal. de D. Andrés Dáv.] (4/2). - GRAJAL, ÁLVAREZ OSSORIO Y VEGA, Manuel, Conde de, Manejo real, en que se propone lo que deben saber los Cavalleros en esta facultad ... (1733) [Conde de Graj. Manejo Real] (18/15). - LA FOSSÉ, Práctica de herrar caballos, obra traducida del francés al castellano por Pomar (¿?) [La Fossé por Pomar, práctica de herrar caballos] (1/0). - ZUÑIGA Y ARISTA, Gregorio de, Doctrina del cavallo y arte de enfrenar... (1705) [Zúñiga, Docr. del Caball.] (19/17). b) Arte de danzar A pesar de su condición de jesuita, Terreros no descuidó el léxico de la danza, una actividad cuyo conocimiento resultaba recomendable en la corte. Por entonces, la cultura francesa también se manifestaba en las diversas formas de baile que estaban de moda en aquella época. Los dos autores citados, Ferriol y Boxeraux y Minguet e Yrol, muestran en sus respectivas obras los pasos más usuales, casi todos ellos de origen francés. - FERRIOL Y BOXERAUX, Bartolomé, Reglas utiles para los aficionados a danzar. Provechoso divertimiento de los qve gvstan tocar instrvmentos. Y polyticas advertencias a todo genero de persona ... (1745) [Ferr. Regl. de Danzar.] (9/6). - MINGUET E YROL, Pablo, Arte de danzar a la francesa : adornado con quarenta figuras, que enseñan el modo de hacer todos los diferentes passos de la danza del Minuete... (1737) [Minguet, Arte de Danz.] (19/12). c) Arte del toreo No son muchas las voces relacionadas con este campo, pero llama la atención que Terreros usara dos obras sobre el arte de lidiar toros. 306 - CABALLERO, Manuel, imp., Reglas para torear i arte de todas suertes, que remite á uno de los caballeros elegidos para esta fiesta un amigo (sea el que fuere) que los encontró entre las ociosidades de un defuncto, que en el tiempo de su vida picó en aficionado (¿1726?) [Regl. Para torear, y arte de todas suertes] (3/2). - DÁVILA Y HEREDIA, Andrés, Palestra particular de los exercicios del cauallo: sus propiedades y estilo de torear y jugar las cañas... (1674) [Pal. de D. Andrés Dáv.] (4/2). d) Esgrima Esta actividad está representada por un solo libro: - PACHECO DE NARVÁEZ, Luis, Compendio de la filosofía y destreza de las armas (1612) [Fiolosofía de las armas] (11/6). e) Montería y crianza de animales Se trata de un grupo muy poco representativo. En primer lugar tenemos una obra que se ocupa del arte de la ballestería y la montería, de Martínez de Espinar; y, por otro lado, la obra de José Moraleja, Tratado de críar pájaros. De esta última obra Terreros registró hasta siete términos que no aparecían en su predecesor académico: aperlado, bebedero de jaula, celones, choba, espeluzado, jaulón, jauloncillo. - MARTÍNEZ DE ESPINAR, Alonso, Arte de Ballesteria y Monteria...: diuidida en tres libros (1644) [Espinar, Art. de Ball.] (5/3). - MORALEJA, José, Tratado de criar pájaros (¿?) [Don Joseph Moraleja Nav. Modo/ Tratado de criar pájaros] (7/7). 3) CIENCIAS HUMANAS a) Blasón Como ya pudieron comprobar Dolores Azorín e Isabel Santamaría en dos trabajos suyos (Azorín/Santamaría 2003, 2004), el campo del blasón está desproporcionadamente representado, si lo comparamos con otras ciencias o disciplinas mucho más importantes. La razón de que existan tantos términos relacionados con el blasón y la heráldica se debe a que nuestro jesuita tuvo delante un manuscrito, obra del Marqués de Avilés, que consistía en un tratado sobre las leyes heráldicas del blasón. La obra contiene un glosario, y éste fue volcado en gran parte al Diccionario castellano. Aunque existía ya una edición en 1724, Terreros declara haber consultado una versión manuscrita, de la que extrajo 174 voces, que en términos comparativos con otros tratados resulta un número inusualmente 307 elevado. Además, un total de 140 voces no aparecían en Autoridades. Por tanto, podemos decir que el blasón es uno de los campos temáticos que más enriqueció el Diccionario castellano. - AVILÉS, José de Avilés, Marqués de, Ciencia heroyca reducida a las leyes heraldicas del blason: ilustrada con exemplares de todas las piezas... de que puede componerse un escudo de armas... (Terreros utiliza una versión manuscrita) [Avil. Blasón] (174/140). b) Numismática La curiosidad que sentía Terreros por la historia antigua hizo que se preocupara de introducir en su diccionario el nombre de monedas antiguas, así como pesas y medidas de tiempos pretéritos. Consultó un total de 8 obras, de autores con gran fama en aquella época como el padre Burriel, correligionario de Terreros y con el que posiblemente colaboró en la redacción de la Paleografía Española. También se citan otros autores como el medievalista francés Du Cange, el Padre Mariana, San Isidoro de Sevilla, etc. La obra que aprovechó más, sin embargo, fue la de José García Caballero, Breve Cotejo, y valance de las pesas, y medidas de varias Naciones, Reynos, y Provincias, publicada en 1731. De este campo se recogieron 69 voces, de los cuales 56 no aparecen en el primer repertorio académico. - BURRIEL, Andrés Marcos (S.I.), Informe de la Imperial Ciudad de Toledo al Real y Supremo Consejo de Castilla sobre igualación de pesos y medidas en todos los reynos y señoríos de S. Mag. según las leyes (1758) [la Respuesta de la Imperial Ciudad de Toledo sobre pesos y medidas] (2/2). - CANTOS BENITEZ, Pedro de, Escrutinio de maravedises y monedas de oro antiguas, su valor, reducción y cambio a las monedas corrientes : deducido de escrituras, leyes y pragmaticas antiguas y modernas de España (1763) [Cantos, Escrut.) (9/8). - CORACHÁN, Juan Bautista, Arithmetica demonstrada theorico-practica, para lo mathematico, y mercantil : explicanse las monedas, pesos, y medidas de los hebreos, griegos, romanos, y de estos Reynos de España, conferidos entre si ... (1699) [Corach. Arith.] (5/2). - DU CANGE, Charles du Fresne (S. I.) (1610-1688) De Inferioribus aevi numismatibus (¿?) [Du Cange, De Inferioribus aevi numismatibus] (1/1). - ISIDORO DE SEVILLA (h. 560-id., 636), De ponderibus (s. VII) [S. Isodoro, De ponder.] (8/6). - GARCÍA CABALLERO, José, Breve Cotejo, y valance de las pesas, y medidas de varias Naciones, Reynos, y Provincias, Comparadas, y reducidas à las que corren en estos Reynos de Castilla: Declarase tambien la ley, peso, y valor de algunas monedas Hebreas, Griegas, Romanas, y Castellanas, y de otros Reynos, y Señorios [contiene un diccionario de las monedas, pesas y medidas] (1731) [Caball. Pes. y med.] (41/36). 308 - GUARDAMINO, Diego de, Prontuario y claves de las correpondencias, que, entre sì, tienen las monedas, medidas de granos, de palmos, y peso sutil de Castilla, con las de varios reynos, y provincias de la Europa, Señorìo de Vizcaya, y demàs continente de España, tarifas con expression de nombres de las monedas, y medidas de granos, que hoy se practican, para reducir dichas especies, bien sea las de Castilla à las de Zaragoza, Huesca, Cinco-Villas, Jaca ... / su autor Diego de Guardamino, oficial de la Contaduria General de los Reales Pósitos de España (1757) [Prontuario y claves de monedas, etc. de Don Diego de Guardamin] (1/1). - MARIANA, Juan de (S.I.) (1536-1623), De ponderibus et mensuris (1599) [P. Mariana, De pond.] (2/0). 4) OBRAS DE MEDICINA Bertha Gutiérrez ha llevado a cabo dos excelentes trabajos sobre el léxico médico en el Diccionario castellano (Gutiérrez Rodilla 1996, 1997-1998). Aquí sólo hablaremos de las fuentes que hizo explícitas el jesuita. Debemos decir que en total se indican 14 obras relacionadas con la medicina (englobando disciplinas emparentadas como la cirujía o la farmacopea). Sin embargo, el número de voces médicas acompañadas de alguna autoridad es realmente bajo. Bertha Gutiérrez localizó 4.873 términos médicos. De estos, nosotros sólo hemos encontrado 276 con referencia textual, lo que apenas supone el 5 % del total. En cambio, el número de adiciones sí es considerablemente elevado. La profesora de la Universidad de Salamanca calcula unas 2.000 adiciones en relación con el Diccionario de autoridades. De aquellas que aparecen con una referencia, hemos contabilizado 233, lo que supone el 84 % del total. Hay tres autores que destacan por encima de los demás: Laurencio Heister, autor de una obra de cirujía, el doctor Martín Martínez, sin duda el autor más citado, y Felix Palacios, autor de la Palestra Pharmaceutica (1706). - AECIO (s. VI), Veteribus medicinae tetrabiblos (s. VI) [Aecio, Tetrabib.] (1/1). - BEAUMONT, Blas de, Excertitationes Anatomicas, y esenciales operaciones de cirugía…(1728) [Beaumont Anat.] (2/2). - CELSO, Aulio Cornelio (s. I) De medicina, [Celso] (1/0). - DALE, Daniel, Pharmacologia, seu manuductio ad materiam medicam de herbis verticillatis (1696) [Daniel Dale, Pharmacologia, seu manuductio ad materiam medicam de herbis verticillatis] (1/1). - FAYE, Jorge de la, Principios de Cirugía…[traducción del francés por Juan Galisteo y Xiorro (1761), [Los Princ. de Cir. de Mr. de la Faye trad. por Xiorro] (1/1). - HEISTER, Laurencio, Institutiones Cirurgicas,, o cirurgia completa universal… traducido por Andrés García Vázquez (1747-1750) [Hesiter por Vázquez] (63/55). - MARTÍNEZ, Martín, Examen nuevo de Cirugía moderna (1722) [Mart. Exam. de Ciruj.] (27/20). 309 - MARTÍNEZ, Martín, Anatomía completa del hombre (1728) [Dr. Martínez, Anat.] (51/45). - MARTÍNEZ, Martín, Osteología (¿?) [Dr. Martínez, Osteolojía] (32/29). - MARTÍNEZ, Martín, [Obra sin especificar] [Dr. Martínez] (35/32). - MONARDES, Nicolas, Dos libros, el uno trata de todas las cosas que traen de nuestras Indias Occidentales que sirven al uso de medicina y como se ha de usar de la raiz de mechoacon, purga excellentissima, el otro libro trata de dos medicinas maravillosas que son contra todo veneno, la piedra Bezaar y la yerva Escuerçonera, con la cura de los venenados... / agora nuevamente compuestos por el doctor Niculoso de Monardes (1565) [Dr. Monardes, Drogas de Indias] (1/1). - PALACIOS Y BAYÁ, Félix, Palestra Pharmaceutica chymico-galenica (1706) [Palac. Palestr. Farm.] (31/24). - Nueva cartilla de matronas (1750) [Nueva cartilla de Matronas] (10/6). - PORTA, Juan Bautista della, Excertitationes Anatomicas, y esenciales operaciones de cirugía… (1728) [Juan Baut. Porta, Physiogn.] (2/2). - SUÁREZ DE RIVERA, Francisco, Manifiestas demostraciones de las más seguras y suaves curaciones del Morbo gálico (1745) [Doct. Rivera, de Morbo Gallico] (19/14). 5) Obras de matemáticas El mundo de las matemáticas está estrechamente unido a la vida del jesuita Esteban de Terreros. Después de haber sufrido una grave enfermedad, fue llamado a Madrid para sustituir a un profesor de matemáticas en el Seminario de Nobles. Enseñó esta materia hasta el año 1757, y más tarde en el Colegio Imperial, ejerciendo como maestro de matemáticas y políticas hasta el día antes de la expulsión (Pérez Goyena 1922: 6). Nuestro jesuita recibió además el encargo de presidir y elaborar las Conclusiones mathemáticas, que eran unas pruebas públicas a las que se presentaban todos los alumnos del Seminario real de nobles. Terreros debía compendiar en ellas todos los conocimientos que tenían que adquirir los estudiantes en este campo. Dichas “conclusiones” resultaron ser una fuente muy útil para la recopilación del léxico de esta disciplina. En total son dos las conclusiones que han llegado hasta nosotros, una fechada en el año 1748 (y que es la que Terreros cita con más frecuencia en su Diccionario castellano) y otra en 1754 (Pérez Goyena 1922: 8-9). En el Diccionario se mencionan, además, las conclusiones del año 1760 y 1764. Las primeras (de 1748) estuvieron dedicadas al Rey Fernando VI. Consta de seis hojas preliminares sin numerar y 64 páginas de texto. Al comienzo, según nos sigue contando Pérez Goyena (1922: 8-9), aparece una “tabla de los tratados”, esto es, de los contenidos que debían aparecer en el cuerpo del texto, y que son los siguientes: «Idea General de la Gunción. De la Matemática en general. –Aritmética- Geometría- De trigonometría- Esphera- Geotactica- Geographia- Paradoxas de Geographia- Brasmología (a esta parte de las Mathematicas pertenece el flujo y reflujo del mar). Astronomía- 310 Nautica- Estatica- Experiencias del Pendulo- Architectura Militar- Polyercetica (enseña el modo de sitiar alguna Plaza). Música- De las concavidades de la tierra- de algunos Meteoros del ayre- Del Arco Iris. –De las Regiones Etéreas”. Todas estas voces, algunas de las cuales suenan muy extrañas, están presentes en el Diccionario castellano, y aunque no siempre vienen autorizadas, estamos convencidos de que se extrajeron de esta obra. En total, las Conclusiones matemáticas defendidas en el Real Seminario de Madrid (1557) (1760) sirvieron de autoridad a 17 voces de las matemáticas y de la física, todas ellas neologismos, o adiciones al Diccionario de la Academia: aerostática, anacámptica, analojístico, coetería, promesas de color de aire, arte combinatoria, encórdico, fonocamptica, fotonomia, fuerza de inercia, glotolojia, hidráulico-pneumático, hidrolojia, horolojiografía, jeotáctica, lapidaria, otolojía. A parte de esta obra, en la que Terreros se permite servir él mismo de autoridad, utiliza otros tres libros, destacando los autores Tomás Vicente Tosca (autoridad también en el primer diccionario de la Academia) y el matemático Johann Christian Wolf. - HUGHENS, M, [Obra sin especificar], [M. Hughens] (1/0). - TERREROS Y PANDO, Esteban de (S.I.) (1707-1782), Conclusiones Mathematicas… por el Seminario Real de Nobles, por mano del Exxceletísimo Señor Don Zenon de Somodevilla, Marqués de la Ensenada, Cavallero del Real Orden de San Genaro, del Consejo de Estado de Su Majestad, etc. Defendidas por Don Antonio… en dicho Seminario Real de Nobles de Madrid. Presididas por el R. P. Esteban de Terreros y Pando de la Compañía de Jesús, Mro. de Matemáticas en el mismo Real Seminario. (1748) [Conclusiones de Matem. Defend. en el Real Semin. de Nobles, año de 1748] (15/15). - TOSCA, Tomás Vicente (C.O.) (1651-1723), Compendio mathematico: en que se contienen todas las materias mas principales de las ciencias que tratan de la cantidad , 9 vols. (1707-1715) [Tosc.] (13/5). - WOLF, Johann Christian, Cours de mathematique: qui contient toutes les parties de cette science... (1747) [Wolf] (11/8). 6) Obras de Pedagogía La Ilustración europea no sólo se caracterizó por los adelantos científicos y tecnológicos. También supuso una vuelta al optimismo de corte humanista y de claras reminiscencias griegas, consistente en la idea de que el hombre sólo se deja llevar por el mal cuando es víctima de la ignorancia. La educación puede contribuir al progreso humano y es además la herramienta más eficaz para luchar contra la violencia, la incultura y la superstición. El programa ilustrado pretendía atajar estos males desde la niñez, etapa de la vida del hombre en la que aún no se ha pervertido su conciencia – recuérdese el mito del buen salvaje propuesto en el Emilio (1762) de Rousseau–. Como 311 jesuita y profesor, Terreros debía conocer bien los más modernos métodos de enseñanza para jóvenes, y fruto de su lectura extrajo también voces relacionadas con la pedagogía a partir de cuatro obras. Se han localizado 29 términos, de los que 20 son adiciones. Terreros tradujo una obra del abate Pluche, el mismo autor del Espectáculo de la Naturaleza, titulado Carta de un Padre de familia, en orden a la educación de la juventud de uno, y otro sexo. Escrito en Idioma Francés por el Abad Mr. Pluche. Y traducida al Español por el P. Estevan de Terreros y Pando, Maestro de Mathematicas en el Seminario Real de Nobles de la Compañía de Jesús de esta Corte. Con algunas notas añadidas al Original. […] (1754). Sin embargo, resulta extraño que esta obra relacionada con la educación no se mencione ni una sola vez en el Diccionario castellano. - BALLEXERD, Jacques, Crianza física de los niños, desde su nacimiento hasta la pubertad… (1762), [Crianza. Fis. de los Hijos por Ballexerd] (14/11). - CODORNIU, Antonio (S.I.) (1699-1770), Desagravio de los autores, y facultades : que ofende el Barbadiño en su obra ; verdadero methodo de estudiar: segun la traduccion castellana del todo conforme al original portugues (1764) [Codorniu contra el Barbadiño] (12/7). - IDIÁQUEZ, Francisco Javier de (S.I.), Practicas e industrias para promover las letras humanas: con un apéndice, donde se examina el método del Sr. Pluche para enseñar y aprender la lengua latina y griega (1758) [P. Idiaquez, Pract. e Industr. para promover las letras humanas, Exam. del Met. del señor Pluche] (2/1). - PLUCHE, Noël-Antoine, La mécanique des langues, et l'art de les enseigner (1751) [Pluche, La mecánica de las lenguas] (1/1). Diremos, a modo de conclusión, que Esteban de Terreros fue un adelantado a su tiempo. Muchas de las características que presenta su diccionario las volveremos a encontrar en los repertorios de la centuria siguiente, como, por ejemplo, la tendencia hacia el género enciclopédico, o el interés por el vocabulario científico-técnico. Sin embargo, Terreros vivió en un período en el que la revolución industrial aún no se había producido y las ideas ilustradas no habían madurado aún. De haberse escrito varias décadas más tarde, el diccionario habría tenido una mayor repercusión, pues el léxico especializado introducido con tanto mérito no habría quedado desfasado tan rápidamente como, de hecho, sucedió. En palabras de Gutiérrez Rodilla (1997/1998: 109): Su intención procede de la modernidad, pero la información de que dispone no pertenece precisamente a la vanguardia europea. De este modo, ha pasado con menos gloria de la que debiera una obra que resulta única entre todas las europeas de su tiempo: prácticamente el primer diccionario concebido, no sólo como de lengua, sino científico a la vez. 312 3.1.8. Nómina de autores y de obras REGISTRO SIGLO NÚM. DE VOCES NÚM. DE ADICIONES TÍTULO DE LA OBRA MODO DE REFERENCIA ABREU VALENEIRA, DIEGO MARCOS XVIII 4 4 Tiempo presente indicativo de las ansias de la Corte por el deseado arrivo de su catholico monarca Don Carlos III... / cuyo futuro imperfecto conjuga como por sueño Don Diego Marcos Abreu Valeneira, en las siguientes seri- poco-rithmicas octavas... s.a. Tiempo Pres. de Ind. por Marcos Veleneira ACOSTA, JOSÉ DE (S.I.) (1540-1600) XVI 4 3 Historia natural y moral de las Indias (1590) Historia de Indias Actas de las cortes de Valladolid (1544) XVI 1 1 Cortes tenidas en Valladolid, año de 1544 Acta sanctorum de los Bolandos (1680) XVII 1 1 Acta SS. de los Bolandos AECIO VI 1 1 Veteribus medicinae tetrabiblos (s. VI) Aecio, Tetrabib. AGUSTÍN DE HIPONA (354-430) IV 6 6 De civitate Dei August. De Civ. Dei AGUSTÍN DE HIPONA (354-430) IV 1 1 De haeresis August. De Haer. AGUSTÍN DE HIPONA (354-430) IV 1 1 Sermones S. Agunstín, Sermón AGUSTÍN DE HIPONA (354-430) IV 2 2 San Agustín 313 REGISTRO SIGLO NÚM. DE VOCES NÚM. DE ADICIONES TÍTULO DE LA OBRA MODO DE REFERENCIA Albalá Real a favor de Ferrán de Vilbena (1111) (Terreros afirma que el manuscrito original puede hallarse en la biblioteca del Conde de Cheles) XII 1 1 Albalá Real a favor de Ferrán de Vilbena, año 1111 ALCEGA, JUAN DE XVI 20 14 Libro de geometria, practica y traça: el qual trata de lo tocante al officio de sastre para sapedir el paño, seda o otra tela que sera menester para mucho genero de vestidos... y para saber como se an sic de cortar los tales vestidos, con otros muchos secretos y curiosidades tocantes á este arte (1580) Juan Alcega, Geom. de Sastres ALDANA, FRANCISCO DE (1537-1578) XVI 87 45 Primera y segunda parte de las obras que hasta agora se ham podido hallar del Capitan Francisco de Aldana, Alcayde de San Sebastian, el qual murio peleando en la jornada de Africa / Agora nueuamente puestas en luz por su hermano Cosme de Aldana... (1589- 1591) Capit. Aldana ALVARADO Y ALVEAR, SEBASTIÁN XVII 6 4 Heroida ovidiana: Dido a Eneas (1628) Alvarad. Heroid. Ovid. 314 REGISTRO SIGLO NÚM. DE VOCES NÚM. DE ADICIONES TÍTULO DE LA OBRA MODO DE REFERENCIA ALEMÁN, MATEO (1547-1615) XVI 17 17 Guzmán de Alfarache, atalaya de la vida humana (1599) Mat. Alem. El Guzm. De Alfar. ALFONSO X EL SABIO (1221-1284) XIII 2 0 Crónica general, Grande e General Estoria (1289) Crónica del Rey Alonso ALFONSO X EL SABIO (1221-1284) XIII 10 7 Las siete Partidas (ca. 1265) Partidas ANDRADE, ALONSO DE (S.I.) XVII 1 0 Varones ilustres en santidad, letras y zelo de las almas de la Compañia de Iesus : tomo quinto a los quatro que saco a luz ... Iuan Eusebio Nieremberg de la Compañia de Iesus (1666) P. Andrad. Vida del P. Evang. de Gatis, Var. Ilust. ANDREU, PEDRO JUAN (S.I.) XVIII 2 2 Compendiosa relacion de la vida, virtudes, y muerte por Christo del P. Francisco Ugalde. de la Compañia de Jesus / escrita por el padre Pedro Juan Andreu... (1761) Cart. Comp. de la Vida del P. Francisco Ugalde ANTONIO, NICOLÁS XVII 1 0 Censura de historias fabulosas / obra posthuma de Don Nicolás Antonio de la orden de Santiago... Van añadidas algunas cartas del mismo autor, i de otros Eruditos Publica estas obras Don Gregorio Mayáns i Ciscar... (1742) Don Nicolás Antonio, Historia, Fab. APULEYO, LUCIO (ca. 125- h. 180) II 2 2 El asno de oro (s. II. d. C.) Apuleyo 315 REGISTRO SIGLO NÚM. DE VOCES NÚM. DE ADICIONES TÍTULO DE LA OBRA MODO DE REFERENCIA Arancel de Rentas y Diezmos (1709) XVIII 67 51 Arancel de Rentas y Diezmos ARANGUREN, DIEGO DE XVIII 1 1 Discurso curioso sobre la legitimidad del acero (¿?) Diego de Aranguren, Discurso curioso sobre la legitimidad del acero ARAUS, PEDRO XVIII 7 7 Semanario economico: compvesto de noticias practicas, cvriosas, y eruditas, de todas ciencias, tradvcidas, y extractadas, de las actas, bibliotecas... y de muchos otros avtores de fama, franceses, ingleses...: obra periodica, que sale todos los jueves del año... / escrito por Don Pedro Aravs, 1766. Comprende: no 1 (11-abril- 1765)-no 38 (26- Diciembre-1765) (1766) el Semanario econ. n. XXX ARIAS MONTANO, BENITO (1527-1598) XVI 1 1 Traducción del Cantar de los Cantares (mediados del siglo XVI) el Doct. Benito Arias Mont. en su Trad. del Cantar de los Cantares ARREDONDO, MARTÍN (Rec.) XVII 17 13 Recopilacion de Albeyteria / sacada de varios autores por Martin Arredondo...; con un antidotario de los medicamentos ... ; y Dialogo entre maestro y discipulo... (1658) Arred. Alb. 316 REGISTRO SIGLO NÚM. DE VOCES NÚM. DE ADICIONES TÍTULO DE LA OBRA MODO DE REFERENCIA ARNOBIO EL MAYOR IV 1 1 Ad Nationes (s. IV) Arnob.. Lib. Autos de las Comunidades de Toledo contra el Maestre- Escuela, sobre la asistencia a las funciones, y Circos (1758) XVIII 1 1 Autos de las Comunidades de Toledo contra el Maestre-Escuela, sobre la asistencia a las funciones, y Circos AUTORÍA SIN ESPECIFICAR 16 4 AVILÉS, JOSÉ DE XVIII 175 140 Ciencia heroyca reducida a las leyes heraldicas del blason: ilustrada con exemplares de todas las piezas... de que puede componerse un escudo de armas... (Terreror utiliza una versión manuscrita) Avil. Blasón Mss. BAENA PARADA, JUAN DE (ca. 1648-1699) XVII 1 0 Carta del P. Baena, sobre la vida, etc. del P. Barba. (¿?) carta del P. Baena, sobre la vida, etc. del P. Barba. BALLEXERD, JACQUES XVIII 14 11 Crianza física de los niños, desde su nacimiento hasta la pubertad… (1762) Crianza. Fis. de los Hijos por Ballexerd BAREL. JUAN 19 19 Argen. et Pol. (¿?) Juan Barel, Argen. etl Pol. 317 REGISTRO SIGLO NÚM. DE VOCES NÚM. DE ADICIONES TÍTULO DE LA OBRA MODO DE REFERENCIA BENAVENTE, ÁLVARO, OBISPO DE ESCALON (1646-1707) XVII 2 2 Carta del R. P. Alvaro Benavente, del Ord. de S. Agust. Obispo de Ascalon, y Vicario Apostólico de la Provincia de Chiansi, escrita a los Eminentes Cardenales de la Sacra Congregación De Propaganda Fide (¿?) Carta del R. P. Alvar. Benavente, del Ord. De S. Agust. Obisp. de Ascalon, y Vicar. Apost. de la Prov. de Chiansi, escrita a los Emin. Cardenal. de la Sac. Cong. De Prop. BENEGASI Y LUJÁN, JOSÉ JOAQUÍN (1707-1770) XVIII 1 1 Carta instructiva, moral y erudita en prosa y metros diferentes sobre argumento utilissimo (s.a.) Benagasi, Cart. instruct. BERCEO, GONZALO DE XIII 1 1 Poema de Santo Domingo de Silos (s. XIII 136 ) Fr. Gonzalo de Berceo, Poem. de Santo Domingo de Silos BERDUM, IGNACIO XVIII 9 4 Derechos de los Condes de Benavente a la grandeza de primera classe / publicados por Don Ignacio Berdum de Espinosa de los Monteros, secretario del ... Conde Duque de Benavente ... (1753) Libro de la Grand. deb. a la Casa de Benavente BLAS DE BEAUMONT XVIII 2 2 Excertitationes Anatomicas, y esenciales operaciones de cirugía…(1728) Beaumont Anat. 136 Según confiesa en su Paleografía Española (Terreros: 1758: 24), nuestro sabio lexicógrafo sólo tuvo acceso al Poema de Santo Domingo de Silos a través de la transcripción que realizó Fray Sebastián de Vergara en Vida de Santo Domingo de Silos, Madrid, 1736. La cita es tan exacta, que terreros copia los ocho versos en que se halla la voz paladino, y además nos da la página de donde ha extraído la cita (concretamente la página 230) 318 REGISTRO SIGLO NÚM. DE VOCES NÚM. DE ADICIONES TÍTULO DE LA OBRA MODO DE REFERENCIA BLASCO DE LANUZA, FRANCISCO DE (O.S.B.) XVII 1 1 Patrocinio de angeles y combate de demonios...: es vna ilustracion de los beneficios que hazen los Angeles de la Guarda à los hombres ... (1652) Lanuza, Patrocin. de los Ang. BOCHART, SAMUEL (1599-1667) XVII 1 1 Samuel Bochart BONILLA, ALONSO DE XVII 1 1 Peregrinos pensamientos de mysterios diuinos : en varios versos y glosas dificultosas (1614) Alonso de Bonilla, Pensamientos Peregrinos BORBÓN, CARLOS III, REY DE ESPAÑA XVIII 2 1 Orden de S. M. acerca de las Tropas (1765) Orden de S. M. Acerca de las Tropas, año de 1765 BORBÓN, FERNANDO VI, REY DE ESPAÑA XVIII 3 3 Cédula, 1748-12-12, El rey... a fin de que los Corregidores y Justicias zelen y cuiden de la conservacion de los montes y aumento de plantíos... y para evitar los abusos... Fecha en Buen Retiro a doce de diciembre de mil setecientos y quarenta y ocho... (1748) Cédula Real sobre los plantíos BORBÓN, FERNANDO VI, REY DE ESPAÑA XVIII 1 1 Indulto Real dado por S. M. año de 1734 a algunos delincuentes (1734) Indulto Real dado por S. M. año de 1734 a algunos delincuentes BOSCÁN, JUAN (1487-1542) XVI 1 0 Las obras de Boscán con algunas de Garcilaso de la Vega (1543) Boscán 319 REGISTRO SIGLO NÚM. DE VOCES NÚM. DE ADICIONES TÍTULO DE LA OBRA MODO DE REFERENCIA BOTURINI BENADUCI, LORENZO (1702-1751) XVIII 10 10 Oratio ad divinam Sapientiam: Academiae Valentinae Patronam s.a. Botur. Orat. Ad Div. BUENO Y CASTILLA, PATRICIO XVIII 3 3 El belianís literario: Discurso andante, (dividido en varios papeles periódicos ... (1765) Bielianís Liter. BUFFIER, CLAUDE (S.I.) (1661-1737) XVIII 1 1 Geografia universale esposta nei differenti metodi che possono abbreviare lo studio e facilitar l'uso di questa scienza: col soccorso de'versi artificiali / dal P. Buffier della Compagnia di Gesu La Jeografía del P. Bufier BURRIEL, ANDRES MARCOS (S.I.) XVIII 2 2 Informe de la Imperial Ciudad de Toledo al Real y Supremo Consejo de Castilla sobre igualación de pesos y medidas en todos los reynos y señoríos de S. Mag. según las leyes (1758) la Respuesta de la Imperial Ciudad de Toledo sobre pesos y medidas CABALLERO, MANUEL, imp. XVIII 3 2 Reglas para torear i arte de todas suertes, que remite á uno de los caballeros elegidos para esta fiesta un amigo (sea el que fuere) que los encontró entre las ociosidades de un defuncto, que en el tiempo de su vida picó en aficionado (¿1726?) Regl. Para torear, y arte de todas suertes 320 REGISTRO SIGLO NÚM. DE VOCES NÚM. DE ADICIONES TÍTULO DE LA OBRA MODO DE REFERENCIA CABRERA, JUAN DE (S.I.) XVIII 1 1 Crisis politica determina el mas florido imperio y la mejor institucion de principes y ministros (1719) Cabrera, Crisis política CABRERO 1 1 Arte de Albeitería o Sanidad (¿?) Arte de Albeit. o Sanidad CALDERÓN DE LA BARCA, PEDRO (1600- 1681) XVII 1 1 Afectos de odio y amor Com. Afectos de odio y amor CALDERÓN DE LA BARCA, PEDRO (1600- 1681) XVII 1 1 Psiquis y Cupido Calderón, Aut. Sacr. Psiquis y Cupido CALDERÓN DE LA BARCA, PEDRO (1600- 1681) XVII 1 1 El pintor de su deshonra Cald. Com. el Pint. de su desh. CALDERÓN DE LA BARCA, PEDRO (1600- 1681) XVII 1 1 comedia sin especificar Calderon Com. CALATRAVA, ¿? XVIII 1 0 La Corona de doce Estrellas (1734) La Corona de doce Estrellas del P. Calat. CALLEJA, DIEGO (S.I.) (1639?-1725) XVII 9 3 La Gran Comedia de Francisco Xavier, el Sol de Oriente (Mss.) Comedia del Sol del Oriente CALLEJA, DIEGO (S.I.) (1639?-1725) XVII 2 0 Poema de S. Francisco de Borja (Mss.) Poema de S. Francisco de Borj. CAMPOMANES, PEDRO RODRÍGUEZ, CONDE DE IBARRA (1723-1803) XVIII 6 3 Noticia geográfica del reyno, y caminos de Portugal (1762) Campom. Not. De Portugal. 321 REGISTRO SIGLO NÚM. DE VOCES NÚM. DE ADICIONES TÍTULO DE LA OBRA MODO DE REFERENCIA CANTOS BENITEZ, PEDRO DE XVIII 9 8 Escrutinio de maravedises y monedas de oro antiguas, su valor, reducción y cambio a las monedas corrientes : deducido de escrituras, leyes y pragmaticas antiguas y modernas de España (1763) Cantos, Escrut. Cartilla para la práctica de los agricultores segun las reglas de la nueva agricultura s.a. XVIII 1 1 La Cartilla para la práctica de los Agricultores CASANI, JOSÉ (S.I.) (1673-1750) XVIII 15 4 Escuela militar de fortificación (1737) Cas. de Fortif. CASANI, JOSÉ (S.I.) (1673-1750) XVIII 1 1 Tratado de la naturaleza y orígen de los cometas (1737) Casani, Trat. de los cometas CASANI, JOSÉ (S.I.) (1673-1750) XVIII 1 0 Varones ilustres de la Compañía de Jesús (1737) Cas. Var. Ilustr. CASIO LONGINO, CAYO (?- c. 70 d.C.) I 1 0 Cayo Jurisconsulto CASTEL, LUIS 1 0 Tratado de Phísica General (¿?) P. Luis Castel, Física Gener. CASTELLÁ FERRER, MAURO XVII 1 1 Historia del apostol de Iesus Christo Sanctiago Zebedeo patron y capitan general de las Españas / dedicasela don Mauro Castellà Ferrer (1610) Mauro Castela Ferrer, Hist. de Santiago 322 REGISTRO SIGLO NÚM. DE VOCES NÚM. DE ADICIONES TÍTULO DE LA OBRA MODO DE REFERENCIA CASTILLA, MIGUEL DE (S.I.) (1652-1713) XVII 1 0 El leon mystico: oracion funebre, y elogio panegyrico Del Ill.mo y Rev.mo Señor Dr. D. Juan de Santiago de Leon Garavito... Obispo de Guadalaxara, Reyno de la Nueva Galicia / dixolo... Miguel de Castilla... De la Compañia de Jesus... ; en el sumptuoso Anniversario Cabo de Año, que à expensas, y cuidado del Lic. D. Pedro Alcarazo... se le hizo... el dia 15 de Julio de 1695 (1695) La Oración fúnebre del P. Juan de Santiago, de la Compañía de Jesús CASTILLO, ANTONIO DEL (O.F.M.) XVII 1 1 El deuoto peregrino : viage de Tierra Santa (1654) Frai Ant. del Castillo, Viaje de Tierra Santa, CASTILLO, DIEGO DEL (S.I.) XVIII 7 7 Stromas politicos y morales : en que con variedad de colores y matices hallados en el fecundo campo de letras divinas y profanas se pinta al hombre varonil en su perfeccion natural (1729) P. Cast. Strom. Polit. Catálogo de las alhajas del Real Convento de las Señoras Salesas de la Corte de Madrid (¿?) 1 1 Catálog. de las halajas sic de este Real Convento de las Señoras Salesas de la Corte de Madrid Cédula del Rey D. Fernando el Católico al Gran Capitán XV 1 1 Cédula del Rey D. Fern. el Cat. al Gran Capitán 323 REGISTRO SIGLO NÚM. DE VOCES NÚM. DE ADICIONES TÍTULO DE LA OBRA MODO DE REFERENCIA CELSO, AULIO CORNELIO I 1 0 De medicina Celso CEPEDA Y AHUMADA, SANTA TERESA DE (Ávila, 1515- 1582) XVI 3 2 La vida (1562-1565) la Vida de Santa Teresa, escrita por la misma Santa CETINA, GUTIERRE DE (1520-¿1557?) XVI 1 0 Poesía (s. XVI) Cetina CERVANTES SAAVEDRA, MIGUEL DE (1547-1616) XVI 186 67 Historia de Don Quixote de la Mancha (1605- 1615; se ha utilizado la edicion de Madrid del año 1751)) Cerv. Don Quij. CERVANTES SAAVEDRA, MIGUEL DE (1547-1616) XVI 2 2 El Gallardo Español (1615) Com. del Gallardo Español CERVANTES SAAVEDRA, MIGUEL DE (1547-1616) XVI 11 4 El Laberinto de amor (1615) el Laber. de amor CERVANTES SAAVEDRA, MIGUEL DE (1547-1616) XVI 16 6 El Rufián dichoso (1615) el Rufián dichoso CERVANTES SAAVEDRA, MIGUEL DE (1547-1616) XVI 8 4 El Rufián viudo (1615) el Rufián dichoso CERVANTES SAAVEDRA, MIGUEL DE (1547-1616) XVI 3 2 Entremés de los Alcaldes de Daganzo (1615) Entremés de los Alcaldes de Daganzo CERVANTES SAAVEDRA, MIGUEL DE (1547-1616) XVI 5 1 Entremés del Retablo de las Maravillas (1615) Entremés de las Maravillas CERVANTES SAAVEDRA, MIGUEL DE (1547-1616) XVI 2 2 Entremés del Viejo celoso (1615) Entremés del Viejo celoso CERVANTES SAAVEDRA, MIGUEL DE (1547-1616) XVI 1 0 Entremés del Vizcaíno fingido (1615) Entremés del Vizcaíno fingido . CERVANTES SAAVEDRA, MIGUEL DE (1547-1616) XVI 2 0 Entremés del juez los divorcios (1615) Entremés de los Divorcios CERVANTES SAAVEDRA, MIGUEL DE (1547-1616) XVI 14 9 La casa de los Celos (1615) Com. la cas de los Cel. 324 REGISTRO SIGLO NÚM. DE VOCES NÚM. DE ADICIONES TÍTULO DE LA OBRA MODO DE REFERENCIA CERVANTES SAAVEDRA, MIGUEL DE (1547-1616) XVI 9 4 La Entretenida La Entretenida CERVANTES SAAVEDRA, MIGUEL DE (1547-1616) XVI 11 7 La Gran Sultana doña Catalina de Oviedo (1615) La Gran Sult. CERVANTES SAAVEDRA, MIGUEL DE (1547-1616) XVI 15 7 Los Baños de Argel (1615) Comed. de los Baños de Argel CERVANTES SAAVEDRA, MIGUEL DE (1547-1616) XVI 1 0 Los trabajos de Persiles y Segismunda (1617) Persiles CERVANTES SAAVEDRA, MIGUEL DE (1547-1616) XVI 15 8 Pedro de Urdemalas (1615) Comed. Pedro de Urdemalas CERVANTES SAAVEDRA, MIGUEL DE (1547-1616) XVI 13 8 Prólogo de Ocho comedias y ocho entremeses nuevos, nunca representados (1615; Terreros utilizó la edición de 1749) Prolog. a sus Comed CERVANTES SAAVEDRA, MIGUEL DE (1547-1616) XVI 3 2 Viaje del Parnaso (1614) Viaje del Parnaso CERVANTES SAAVEDRA, MIGUEL DE (1547-1616) XVI 2 2 Cervantes CERVANTES, PEDRO DE XVII 8 2 Recopilacion de las Reales Ordenanzas y Cedulas de los Bosques Reales del Pardo, Aranjuez, Escorial, Balsain y otros : glossas y commentos a ellas... / autores... don Pedro de Cerbantes, que lo empeço, y don Manuel Antonio de Cerbantes, su sobrino,... que lo continuò y concluyò... (1687) Cervant. Recopil. de Ordenanzas, y Cédulas Reales, acerca de los Bosques CÉSAR, CAYO JULIO (185 a.C.- 159 a.C.) I a. C. 2 1 De bello gallico (s. I a. C.) César, De Bell. Gall. 325 REGISTRO SIGLO NÚM. DE VOCES NÚM. DE ADICIONES TÍTULO DE LA OBRA MODO DE REFERENCIA CÉSPEDES Y MENESES, GONZALO (¿1585?- 1638) XVII 3 0 Fortuna varia del soldado Píndaro (1626) Gonzalo Céspedes, Sold. Pind. CÉSPEDES Y MENESES, GONZALO (¿1585?- 1638) XVII 1 1 Comedia Gloria del primer siglo (1623) Com. Gloria del primer siglo CHASCALES, FRANCISOCO XVII 1 1 Carta política escrita por D. Francisco Chascales a Lope de Vega del Carpio (1634) carta política escrita por D. Francisco Cháscales a Lope Vega del Carpio año de 1634 Chronica del Rey Don Alonso VI (1076) XI 2 2 La Cron. Del Rey Don Alonso VI, año de 1076 CICERÓN, MARCO TULIO (106 a.C.- 43 a.C.) I a. C. 5 3 De natura Deorum (s. I. a. C.) Cic. De Nat. Deorum CICERÓN, MARCO TULIO (106 a.C.- 43 a.C.) I a. C. 1 0 De fato (s. I. a. C.) Cic. De Fato CICERÓN, MARCO TULIO (106 a.C.- 43 a.C.) I a. C. 2 1 Discursos forenses Cic. Pro.../In... (s. I. a. C.) CICERÓN, MARCO TULIO (106 a.C.- 43 a.C.) I a. C. 1 1 Disputationes Tusculanae Cic. Quaestiones, seu disputationes Tusculanae. (s. I. a. C.) CICERÓN, MARCO TULIO (106 a.C.- 43 a.C.) I a. C. 1 0 De oratore (s. I. a. C.) Cic. De orat. CICERÓN, MARCO TULIO (106 a.C.- 43 a.C.) I a. C. 1 1 Epístola a Ático (s. I. a. C.) Cic. Ep. Att. : CICERÓN, MARCO TULIO (106 a.C.- 43 a.C.) I a. C. 3 2 Epístola familiares Cic. Ep. Famil. (s. I. a. C.) CICERÓN, MARCO TULIO (106 a.C.- 43 a.C.) I a. C. 1 0 326 REGISTRO SIGLO NÚM. DE VOCES NÚM. DE ADICIONES TÍTULO DE LA OBRA MODO DE REFERENCIA CIENFUEGOS, ALVARO, CARDENAL (1657-1739) XVIII 1 0 Romance al Almirante de Castilla (¿?) El Card. Cienf. Rom. al Almir. de Cast. CIPRIANO III 2 2 S. Cipriano CISTERNES, MANUEL, trad. XVIII 1 0 Decreto del Parlamento de Apolo, que declara al P. Francisco Xavier Mamachi... acusado y convencido del crimen de plagiato y como tal le suspende para siempre del exercicio y poder de enseñar la juventud en todas las Academias de su distrito... / traducido del francès por Don Manuel Cisternes (1759) Extrac. del Parn. O decreto de Apolo contra el P. Mam. CLAUDIANO (370- 404) V 1 1 De raptu Proserpinae (s. IV) Claud. De rapt. Pros. CLEMENTE, CLAUDIO (S.I.) (1594?-1642) XVII 8 7 El Machiavelismo Degollado, por la Christiana Sabiduría de España y de Austria. Discurso Christiano-Político a la Catholica Magestad de Philippo IV, Rey de las Españas (1628) Maquiavel. Degollado 327 REGISTRO SIGLO NÚM. DE VOCES NÚM. DE ADICIONES TÍTULO DE LA OBRA MODO DE REFERENCIA CLEMENTE, CLAUDIO (S.I.) (1594?-1642) XVII 1 1 Tablas cronologicas de los descubrimientos, conquistas, fundaciones, poblaciones y otras cosas ilustres asi eclesiasticas como seglares de las Indias occidentales, Islas y tierra firme del mar oceano desde el año de 1492 hasta el de 1642, con un apendice de la riqueza de las Indias impreso en pliegos sueltos de marquila solo por una cara (1642) Claud. Clem. Tab. Cronol. CLIQUET, JOSE FAUSTINO (O.R.S.A.) (1673-1760) XVII 2 2 La Flor del Moral ó Recopilacion legal... de la Theologia Moral (1734) Cliquet, Flor del Moral CODORNIU, ANTONIO (S.I.) (1699-1770) XVIII 12 7 Desagravio de los autores, y facultades: que ofende el Barbadiño en su obra ; verdadero methodo de estudiar: segun la traduccion castellana del todo conforme al original portugues (1764) Codorniu contra el Barbadiño COLUMELA I 2 1 De agricultura (s. I.) Columela (2/1) Comedia del Mayor Májico, el Diablo (¿?) 1 1 Com. El Mayor Májico el Diablo COMMODIANO III 1 0 Commod. 328 REGISTRO SIGLO NÚM. DE VOCES NÚM. DE ADICIONES TÍTULO DE LA OBRA MODO DE REFERENCIA CONDAMINE, CHARLES MARIE DE LA (1701- 1774) XVIII 3 3 Diario de observaciones hechas en el viage de la provincia al Paraguay, por el rio Amazonas, Y del Paraguay a Cayana, Surinam y Amsterdam ... / por Mosr. De la Condamine ... ; traducida del francés en castellano (¿1745?) Mr. Condamine, Viaje al Amazonas Constituciones de los Colegios Mayores de Alcalá de Heneres (¿?) 1 1 Constituciones. Del Col. May. Convocatoria de las Cortes (1632) XVII 1 1 Convoc. de Cortes hecha el año de 1632 Coplas de Mingo Revulgo XV 19 7 Coplas de Mingo Revulgo CORACHÁN, JUAN BAUTISTA XVII 5 2 Arithmetica demonstrada theorico-practica, para lo mathematico, y mercantil : explicanse las monedas, pesos, y medidas de los hebreos, griegos, romanos, y de estos Reynos de España, conferidos entre si ... (1699) Corach. Arith. COTA, RODRIGO XV 5 2 Diálogo entre el Amor y un viejo (finales del siglo XV) Rodrigo Cota, Dial. 329 REGISTRO SIGLO NÚM. DE VOCES NÚM. DE ADICIONES TÍTULO DE LA OBRA MODO DE REFERENCIA CROCE, ADRIAN ANTONIO (S.I.) (1689- 1769) XVIII 2 2 Por la religion ultrajada por la inocencia oprimida, por el alto caracter... del... señor D. Christobal de Beaumont. Arzobispo de Paris... Carta de un cosmopolita (s. a.) Carta del Cosmopolita, sobre los ultrajes de la Religión CRUZ, SOR JUAN INÉS DE LA (1651-1695) XVII 1 1 Poemas de la vnica poetisa americana musa dezima Soror Iuana Ines de la Cruz (1689) Sor Juan Inés de la Cruz, Poes. Líricas CRUZ, NICOLAS JOSÉ DE LA XVIII 1 0 Corona de cortesanos y lauro de labradores o Espejo de labradores y exemplar de cortesanos, la vida, virtudes... de San Isidro Labrador... (1741) La vida de S. Isidro por Fr. Joseph Cruz CUESTA, LEONARDO ANTONIO DE LA XVIII 1 0 Feijoó critico-moral y reflexivo de su Theatro sobre errores comunes : con un breve resumen de cada uno de sus discursos como antiloquio á las reflexiones (1764) Feijoo, Crítico- Moral por D. Leandro Cuesta DALE, DANIEL XVII 1 1 Pharmacologia, seu manuductio ad materiam medicam de herbis verticillatis (1696) Daniel Dale, Pharmacologia, seu manuductio ad materiam medicam de herbis verticillatis 330 REGISTRO SIGLO NÚM. DE VOCES NÚM. DE ADICIONES TÍTULO DE LA OBRA MODO DE REFERENCIA DANIEL, GABRIEL (S.I.) (1649-1728) XVII 15 7 Conversaciones de Cleandro y de Eudoxio sobre las Cartas al provincial / traducidas de la lengua francesa à la castellana por don Joseph de Torquemada. (1697) Las Conv. de Cleandr. y Eudoxio, Resp. A las Provinc. (15/7) DÁVILA Y HEREDIA, ANDRÉS, XVII 4 2 Palestra particular de los exercicios del cauallo: sus propiedades y estilo de torear y jugar las cañas... (1674) Pal. de D. Andrés Dáv. DAVIN, DIEGO (S.I.), trad. XVIII 161 155 Cartas edificantes y curiosas escritas de las missiones estrangeras por algunos Missioneros de la Compañía de Jesús (16 tomos, 1757-1767) Cartas edificantes / Deán de Alic. Defensa de D. Juan de Prado XVIII 1 1 Defensa de D. Juan de Prado DELRIO, MARTIN ANTONIO XVI 1 1 Disquisitionum magicarum libri sex in tres tomos partiti (1599, 1600) Delrio, Disq. Mag. DÍAZ DE TOLEDO, PERO (trad.) XV 1 1 De Consolatione Philosophiae, de Severino Boecio (s. XV, el original del siglo VI) Lib. de Consolatione de Severino Boecio, hecha por el Maestro Pero Diaz de Toledo DIEZ NAVARRO, ANDRES, Comp. XVIII 21 14 Cuaderno de leyes y privilegios en honrado concejo de la Mesta con el moral y concordantes de Leyes Reales, autos acordados, y Capitulos de millones (1731) Diez Navarro, Cuaderno de la Mesta 331 REGISTRO SIGLO NÚM. DE VOCES NÚM. DE ADICIONES TÍTULO DE LA OBRA MODO DE REFERENCIA DIODORO SÍCULO O DE SICILIA (c. 90-?, fines s. I a.J.C.) I a. C. 2 2 Biblioteca histórica (s. I a. C.) Diod. De Sicil. DODOENS, REMBERTO XVI 7 4 Frumentorum, leguminum, palustrium et aquatilium herbarum…(1566) Historia General de las Plantas de Remb. Dod. DREXEL, JEREMIAS (S.I.) (1581-1638) XVII 1 1 Aurifodins artium scientiarum omnium : exerpendi sollertia omnibus litteraturm ammantibus monstrata (1638) El P. Jeremías Drexelio, de Arte Excerpendi DU CANGE, CHARLES DU FRESNE (S. I.) (1610- 1688) XVII 1 1 De Inferioribus aevi numismatibus (¿ ?) Du Cange, De Inferioribus aevi numismatibus DU HALDE, JEAN BATTISTE (S.I.) XVIII 1 0 Description geographique historique, chronologique politique, et physique de l'Empire de la Chine et de la Tartarie Chinoise (1735) Du Hald. Historia de China 332 REGISTRO SIGLO NÚM. DE VOCES NÚM. DE ADICIONES TÍTULO DE LA OBRA MODO DE REFERENCIA DUCHESNE, JEAN BAPTISTE PHILIPOTEAU (S.I.) XVIII 12 6 Compendio de la Historia de España / escrito en lengua francesa por el P. Juan Baptista Duchesne, de la Compañía de Jesus...; traducido al idioma español... por el P. Antonio Espinosa, de la misma Compañía ; añadido lo que al dicho compendio faltaba hasta el presente año de 1749, y una descripción geographica de toda la peninsula de España (1749) P. Duch. Hist. de Esp. EIXIMENIS, FRANCESC, (1340-c. 1409) XVI 1 0 Llibre de les Dones (1396): existe una traducción del castellano a partir del catalán del año 1542, con el título Carro de las donas, que es el que utilizó Terreros) Fr. Francisco Jim. Carro de las Donas La Embajada de los Holandeses a la China (¿?) 1 1 La Embaj. de los Holand. a la China ENNIO, QUINTO (239 a.C.-Roma, 169 a.C.) II a. C. 1 1 Ennio S. EPIFANIO (438- id., 496) V 1 1 S. Epifanio 333 REGISTRO SIGLO NÚM. DE VOCES NÚM. DE ADICIONES TÍTULO DE LA OBRA MODO DE REFERENCIA ESCOBAR, LUIS DE XVI 125 76 Las cuatrocientas respuestas a otras tantas preguntas que el ilustrissimo señor don Fadrique Enrique, almirante de Castilla, y otras personas, enviaron a preguntar... con quinientos proverbios de consejos y avisos a manera de letania (1545) Las 400 del Almirante ESPINEL, VICENTE (1550-1624) XVII 1 1 Relaciones de la vida del escudero Marcos de Obregón (1618) Espin. Escud ESTRABÓN (c. 58 a.C- entre 21-25 d.C) I a. C. 3 3 Geographia (s. I d. C.) Estrabón EXIMENO PUJADES, ANTONIO (S.I.) (1729- 1808) XVIII 1 0 Sermon que en la fiesta que se celebró en el dia 26. de noviembre de 1762, a los veinte y quatro cuerpos de martyres, que se veneran en la Iglesia parroquial de Santa Cathalina de ... Valencia dijo... Antonio Eximeno, de la Compañía de Jesus... (1763) Sermón de los 24 Cuerpos de MM. Impreso en Valencia año de 1763 FAYE, JORGE DE LA XVIII 1 1 Principios de Cirugía…traducción del francés por Juan Galisteo y Xiorro (1761) Los Princ. de Cir. de Mr. de la Faye trad. por Xiorro FEIJOO, BENITO JERÓNIMO (1676-1764) XVIII 10 6 Teatro Crítico Universal (9 volúmenes; 1726- 1740) Teatr. Critic. 334 REGISTRO SIGLO NÚM. DE VOCES NÚM. DE ADICIONES TÍTULO DE LA OBRA MODO DE REFERENCIA FEIJOO, BENITO JERÓNIMO (1676-1764) XVIII 23 17 Cartas eruditas y curiosas (5 volúmenes; 1742- 1760) Cartas (23/17) FER, NICOLAS DE XVIII 1 0 Cartes et descriptions generales et particulieres pour l'intelligence des affaires du temps au sujet de la suc¯ession de la Couronne d'Espagne en Europe, en Asie, Afrique et Amerique (1701) N. Fer. Cart. Geogr. FERNÁNDEZ DE MESA Y MORENO, TOMÁS MANUEL XVIII 1 1 Tratado legal y politico de caminos publicos, y possadas : dividido en dos partes : la una en que se habla de los caminos, y la otra de las Possadas ... donde se incluye el reglamento general de aquellas, expedido el 23 de abril de 1720 (1755- 1756) Obra del Dr. Mesa, caminos y posadas FERNÁNDEZ DE OVIEDO, GONZALO (1478-1557) XVI 2 0 Historia General de las Indias (1735) Gonzalo Hernández. Hist. Gener. De las Indias FERNANDO III EL SANTO (1199/1201-1252) XIII 1 1 Ordenanzas del rey Fernando III de Castilla (s. XIII) Ordenanzas del Santo Rey Fernando III FERNANDO IV, REY DE CASTILLA (1285-1312) XIV 1 0 Privelegio de Fernando IV a Castro Urdiales (ss. XIII-XIV) Privil. de Fern. IV a Castro Urdiales 335 REGISTRO SIGLO NÚM. DE VOCES NÚM. DE ADICIONES TÍTULO DE LA OBRA MODO DE REFERENCIA FERRIOL Y BOXERAUX, BARTOLOMÉ XVIII 9 6 Reglas utiles para los aficionados a danzar. Provechoso divertimiento de los qve gvstan tocar instrvmentos. Y polyticas advertencias a todo genero de persona ... (1745) Ferr. Regl. de Danzar. FLEURY, CLAUDE XVIII 5 5 Claurii Fleurii abbatis historia ecclesiastica / latine reddita et notis illustrata a R.P. Brunone Parode, Ord. S. Ben. 68 vols. (1762-1782) Fleur. Hist. Eccl. FLÓREZ, ENRIQUE (O.S.A.) (1702-1773) XVIII 2 2 Theologia Scholastica iuxta principia scholae Augustiniano- Thomisticae (1732- 1738) Flórez, Theol. Aug. FLÓREZ, ENRIQUE (O.S.A.) (1702-1773) XVIII 1 0 Memorias de las reinas católicas (1761) Flórez, Hist. de las Rein. Cat. FONTECHA Y SALAZAR, PEDRO DE XVIII 29 21 Escudo de la mas constante fee, y lealtad (ca. 1748) Escudo de la más Constante Fe, por el Señorío de Vizcaya (29/21) Gaceta de Madrid (1758-1766) XVIII 23 22 Gaceta de Madrid/Mercurio, histórico de Madrid (23/22) GARAY, BLASCO DE XVI 5 3 Cartas de refranes (1545) Blasco Garai, Cartas 336 REGISTRO SIGLO NÚM. DE VOCES NÚM. DE ADICIONES TÍTULO DE LA OBRA MODO DE REFERENCIA GARCÍA CABALLERO, JOSÉ XVIII 41 36 Breve Cotejo, y valance de las pesas, y medidas de varias Naciones, Reynos, y Provincias, Comparadas, y reducidas à las que corren en estos Reynos de Castilla: Declarase tambien la ley, peso, y valor de algunas monedas Hebreas, Griegas, Romanas, y Castellanas, y de otros Reynos, y Señorios contiene un diccionario de las monedas, pesas y medidas (1731) Caball. Pes. y med. GIL POLO, GASPAR (1530- 1584) XVI 5 0 Diana enamorada (1564) Jil Polo, en la Diana GÓMEZ DE CIUDAD REAL, ALVAR (c. 1458- 1538) XVI 9 6 Sátiras Alvar Gómez, Satir. GÓMEZ DE HUERTA, JERÓNIMO XVI 124 107 Traducción de los libros de Caio Plinio Segundo, de la Historia Natural… (1599) Huerta sobre Plinio GÓMEZ MANRIQUE, DIEGO (1412-1490) XV 1 0 Poesía (s. XV) Gómez Manrique GÓNGORA, LUIS DE (1561-1636) XVII 19 9 Obras poéticas (1580-1626) Gong. Poesías Lírcas GONZÁLEZ DÁVILA, GIL XVII 42 28 Teatro de las grandezas de la Villa de Madrid corte de los Reyes Católicos de España ... (1623) Gil Gonz. Dav. Teatr. de las Grand. de Madrid. 337 REGISTRO SIGLO NÚM. DE VOCES NÚM. DE ADICIONES TÍTULO DE LA OBRA MODO DE REFERENCIA GONZALVO, MARCOS (S.I.) XVIII 1 1 Carta, de veinte y dos de agosto proximo passado, en que pusimos à los Pies de Vuestra Santidad nuestras rendidas suplicas, à fin de conseguir de la benignidad se promoviessen con authoridad Apostolica los Processos de la Vida, y Virtudes del V. P. Manuel Padial de la Sagrada Compañía de Jesus; por si algun dia logramos el consuelo de verlo en los Altares... (Texto fechado en Málaga, 26 de septiembre de 1747) Carta del Padre Marc. Gonzalvo acerca de la Vida, Virtudes del Padre Manuel Padial GRAJAL, ÁLVAREZ OSSORIO Y VEGA, MANUEL, CONDE DE XVIII 18 15 Manejo real, en que se propone lo que deben saber los Cavalleros en esta facultad ... (1733) Conde de Graj. Manejo Real GRANADA, LUIS DE (1504-1580) XVI 60 9 Libro de la Oración y de la Meditación (1554) Fr. Luis de Granada, Medit. 338 REGISTRO SIGLO NÚM. DE VOCES NÚM. DE ADICIONES TÍTULO DE LA OBRA MODO DE REFERENCIA GUARDAMINO, DIEGO DE XVIII 1 1 Prontuario y claves de las correpondencias, que, entre sì, tienen las monedas, medidas de granos, de palmos, y peso sutil de Castilla, con las de varios reynos, y provincias de la Europa, Señorìo de Vizcaya, y demàs continente de España, tarifas con expression de nombres de las monedas, y medidas de granos, que hoy se practican, para reducir dichas especies, bien sea las de Castilla à las de Zaragoza, Huesca, Cinco- Villas, Jaca ... / su autor Diego de Guardamino, oficial de la Contaduria General de los Reales Pósitos de España (1757) Prontuario y claves de monedas, etc. de Don Diego de Guardamin GUYON, CLAUDE MARIE (1699-1771) XVIII 2 2 El oráculo de los nuevos Philosofos: M. Voltayre impugnado y descubierto en sus errores por sus mismas obras : en dos tomos / traducidos al español por... Pedro Rodriguez Morzo... del Real Orden de la Merced... (¿?) Orac. Phil/ Oráculo de los Nuevos Filos 339 REGISTRO SIGLO NÚM. DE VOCES NÚM. DE ADICIONES TÍTULO DE LA OBRA MODO DE REFERENCIA GUMILLA, JOSÉ (S.I.) (1686-1750) XVIII 16 15 El Orinoco ilustrado: historia natural, civil y geographica de este gran rio y de sus caudalosas vertientes... (1741) Gum. Orinoco Ilustr. GUTIÉRREZ RUFO, JUAN (1547- 1620) XVI 29 11 Las seiscientas apotegmas con otras obras en verso (1596) Juan Rufo, Las seiscientas/ Apotegmas) HARDUINO 1 1 P. Harduino HEISTER, LAURENCIO XVIII 63 55 Institutiones Cirurgicas,, o cirurgia completa universal… traducido por Andrés García Vázquez (1747- 1750) Heister por Vázquez HENAO, GABRIEL DE (S.I.) XVII 10 6 Averiguaciones de las antiguedades de Cantabria: enderezadas principalmente a descubrir las de Guipuzcoa, Vizcaya y Alaba, prouincias contenidas en ella... (1689) Henao, Aver. de Cantab. HERO CONSTANTINOPOLITANUS XVI 2 2 Mechanici liber de machinis bellicis, necnon liber de Geodaesia a Francisco Barocio... Latinitate donati... ac scholiis illustrati (1572) Heron. Mechan. Lib. De Mach. Bellicis. HERRERA, ALONSO DE (1470-1539) XVI 3 3 Obra de agricultura / copilada de diuersos auctores por Gabriel Alonso de Herrera... (1513) Herrera, Agricultura 340 REGISTRO SIGLO NÚM. DE VOCES NÚM. DE ADICIONES TÍTULO DE LA OBRA MODO DE REFERENCIA HERRERA Y MALDONADO, FRANCISCO XVII 39 27 Libro de la vida y marauillosas virtudes del Sieruo de Dios Bernardino de Obregon, Padre y fundador de la Congregaçion de los Enfermeros pobres y Autor de muchas obras pias de Madrid y otras partes (1634) Vid. de Bernard. Obreg. HESÍODO VIII a. C. 2 2 Theogonia (s. VIII a. C.) Hesíodo, Theogonía HIPÓCRATES DE COS (460 a.C.-Larisa, id., 370 a.C.) V. a. C. 1 1 Liber de natura pueri (s. V a. C.) Hipocr. Libr. de Natura pueri HORACIO, QUINTO FLACO (106 a.C.-43 a.C.) I a. C. 1 1 Epistola ad Pisones (s. I a. C.) Horac. Epist. HORACIO, QUINTO FLACO (106 a.C.-43 a.C.) I a. C. 1 1 Odas y Épodos (s. I a. C.) Horac. Od. HORACIO, QUINTO FLACO (106 a.C.-43 a.C.) I a. C. 1 1 Sátiras (s. I a. C.) Horac. Sat. HORACIO, QUINTO FLACO (106 a.C.-43 a.C.) I a. C. 1 1 Horac. 341 REGISTRO SIGLO NÚM. DE VOCES NÚM. DE ADICIONES TÍTULO DE LA OBRA MODO DE REFERENCIA HUET, PIERRE-DANIEL (1630-1721) XVII 1 1 Comercio de Holanda o El gran thesoro historial, y politico del floreciente comercio, que los holandeses tienen en todos los Estados, y Señorios del Mundo... / traducido de francés en español por Don Francisco Xavier de Goyeneche, Marqués de Belzunce (1746) Huet. en su Tratado de Comerc. HUGHENS, M. 1 0 M. Hughens HURTADO DE MENDOZA, ANTONIO XVII 4 2 Fiesta que se hizo en Aranjuez a los años del Rey Nuestro Señor D. Felipe IIII (1623) Mendoza, Fiestas de Aranjuez HURTADO DE MENDOZA, DIEGO (1503-1575) XVI 3 3 La guerra de Granada (1627) Diego de Mendoza, Guerr. de Granad. IDIÁQUEZ, FRANCISCO JAVIER DE (S.I.) XVIII 2 1 Practicas e industrias para promover las letras humanas: con un apéndice, donde se examina el método del Sr. Pluche para enseñar y aprender la lengua latina y griega (1758) P. Idiaquez, Pract. e Industr. para promover las letras humanas, Exam. del Met. del señor Pluche ISIDORO DE SEVILLA (h. 560-id., 636) VII 8 6 Origenes, sive Ethimologiae (s. VII) S. Isidoro, Orig. ISIDORO DE SEVILLA (h. 560-id., 636) VII 8 6 De ponderibus (s. VII) S. Isodoro, De ponder. JERÓNIMO (374-Belén, 420) V 3 3 Epístolas S. Jerónimo 342 REGISTRO SIGLO NÚM. DE VOCES NÚM. DE ADICIONES TÍTULO DE LA OBRA MODO DE REFERENCIA JONSTON, JAN (1603- 1675), comp. XVII 1 1 Theatrum universale omnium animalium, piscium, avium, quadrupedum, exanguium, aquaticorum, insectorum et angium : CCLX tabulis ornatum ex scriptoribus tam antiquis quam recentioribus Aristoteles, Theophrasto, Dioscoride ... & aliis maxima curâ à J. Jonstonio collectum ac plus quam trecentis piscibus nuperrime ex Indiis Orientalibus allatis ... / cura Henrici Ruysch ... ; VI partibus, duobus tomis comprehensum (1718) Jonston, de Quadrupedibus JOVE Y MUÑIZ, JUAN DE, OBISPO DE SANTANDER XVIII 8 7 Jovial christiano y erudito... Arte de vivir alegre y de reirse del mundo... (1753) el Jovial de Jove Muñiz JUSTINIANO I VI 1 1 Código o Corpus Iuris Civiles (s. VI) Justin. Cód. Leg. JUSTINO II 1 1 Historias filípicas (s. II) Just. Lib. JUAN I 1 1 Apocalypsis Iesu Christi (S. I) Apocalipsis JUAN MANUEL (1282- 1348) XIV 53 24 Conde Lucanor (s. XIV) Conde Lucanor 343 REGISTRO SIGLO NÚM. DE VOCES NÚM. DE ADICIONES TÍTULO DE LA OBRA MODO DE REFERENCIA JUAN Y SANTACILIA, JORGE (1713-1773)/ ULLOA, ANTONIO DE XVIII 100 92 Relación histórica del viage a la America Meridional... (1748) Viaje Am. JUAN Y SANTACILIA, JORGE (1713-1773)) XVIII 17 11 Compendio de Navegacion para el uso de los cavalleros guardias- marinas (1757) don Jorge Juan, Compendio de Navegación JUVENAL, DÉCIMO JUNIO (ca. 60-Roma, h. 128) II 2 1 Sátiras (s. I) Juvenal, sátir. KIRCHER, ATHANASIUS (S.I.) (1602-1680) XVII 1 1 Oedipi Aegyptiaci theatrum hieroglyphicum: hoc est noua & hucusque intentata obeliscorum coetorumque hieroglyphicorum monumentorum, quae tum Romae, tum in Aegypto, ac celebrioribus Europae Musaeis adhuc supersunt... (1654) P. Kirker, Oed. LA FOSSÉ XVII 1 0 Práctica de herrar caballos, obra traducida del francés al castellano por Pomar (1760) La Fossé por Pomar, práctica de herrar caballos LE GRAND, PIERRE, imp. XVII 1 1 Journal des sçavants (Terreros utilizó el número del año 1683) Journ. Des Sçav. Enero de 1683 344 REGISTRO SIGLO NÚM. DE VOCES NÚM. DE ADICIONES TÍTULO DE LA OBRA MODO DE REFERENCIA LAGUNA, ANDRÉS DE, trad. (1490-1560) XVI 96 73 Pedacio Dioscorides anazarbeo, Acerca de la materia medicinal y de los uenenos mortíferos / traduzido de lengua griega en la vulgar castellana & illustrado con claras y substantiales annotationes... por el doctor Andrés de Laguna... (1555) Lag. sobre Dioscorides LEÓN, LUIS DE (1527-¿1591?) XVI 41 15 De los nombres de Cristo (1583) Fr. Luis de León, Nombr. de Cristo Leyes de Toro (1505) XVI 1 1 Leyes de Toro Libro de las Lamentaciones del profeta Ezequiel IV a. C. 1 1 Ezequ. Libro de los Reyes (Liber regum ) VI a. C. 3 3 Lib. Regum LINDE, LORENZO ROBERTO DE LA XVIII 9 5 Discursos históricos a favor de las Encartaciones, 2 vols. (1742) Linde, Disc. sobre las Encart. LIVIO, TITO (64 o 59 a.J.C.-17) I a. C. 1 1 Ab urbe condita (s. I a C.) Liv. LOBO, EUGENIO GERARDO XVIII 2 1 Obras poeticas del Excmo... Eugenio Gerardo Lobo... Nueva edicion / corregida y aumentada con muchas piezas postumas... (1758) Jerardo Lobo 345 REGISTRO SIGLO NÚM. DE VOCES NÚM. DE ADICIONES TÍTULO DE LA OBRA MODO DE REFERENCIA LÓPEZ DE GÓMARA , FRANCISCO (1511-1564) XVI 1 1 Historia general de las Indias y conquista de México (1552) Francisco López de Gómara, Conq. de Méjico LÓPEZ DE HARO, DIEGO (trad.), XVIII 1 1 El exemplar de los reyes y diseño breve de los ministros que deve elegir un monarcha / traducido de la lengua francesa à la española, y acomodado al govierno, empressas y acciones de el rey ... Philipo Quinto ... por Diego Lopez de Aro... (1707) D. Diego Lop. sobre la miseria de los cortesanos LÓPEZ DE HARO, DIEGO XIII 1 1 Privilegios (1294- 96) Priv. De D. Diego López de Haro, año de 1294/1296 LÓPEZ DE MENDOZA, IÑIGO, MARQUÉS DE SANTILLANA (1398-1458) XV 10 6 Refranes que dicen las viejas tras el fuego (1437) Iñigo López de Mendoza/ Marqués de Santillana, Refranes LÓPEZ DE MENDOZA, IÑIGO, MARQUÉS DE SANTILLANA (1398-1458) XV 4 0 Poesía (s. XV) Iñigo López de Mendoza/ Marqués de Santillana, Copl. 346 REGISTRO SIGLO NÚM. DE VOCES NÚM. DE ADICIONES TÍTULO DE LA OBRA MODO DE REFERENCIA LÓPEZ PACHECO, FELIPE, MARQUÉS DE BEDMAR XVIII 2 1 Memorial ajustado... del pleyto pendiente entre don Phelipe Lopez Pacheco..., Marquès de Bedmàr..., Doña Mariana Lopez Pacheco..., Marquesa de Villena... y don Pedro Alcantara Perez..., Duque de Medina-Sydonia sobre la tenuta y possession de los estados y mayorazgos de Belmonte, Villena, Escalona... s.a. Demonstr. Legal del Excmo. Sr. Marqués de Bedmar LÓPEZ PORTILLO, ANTONIO 6 3 Memorial (¿?) Mem. del Dr. D. Ant. López Portillo LÓPEZ DE ÚBEDA, FRANCISCO XVII 111 83 Libro de entretenimiento de la Pícara Justina (1605) Pic. Just. (111/83) LOYOLA, S. IGNACIO DE (S. I.) (1491-1556) XVI 6 2 Escritos (S. XVI), S. Ign. LUCANO, MARCO ANNEO (39 d.C. - 65 d.C.) I 2 2 Farsalia, libri decem (s. I) Lucano, Farsalia LUCIO ESPINOSA Y MALO, FÉLIX DE (1646- 1691) XVII 1 1 Ocios morales que escrivia D. Felix de Lucio Espinosa y Malo...: traducido por Juan Vanbergo, Flamenco (1674) Espinosa, Ocios Morales. Luz de Predicadores (¿?) 11 10 Luz de Pred. 347 REGISTRO SIGLO NÚM. DE VOCES NÚM. DE ADICIONES TÍTULO DE LA OBRA MODO DE REFERENCIA MARCIAL, MARCO VALERIO (h. 40-id. h. 104) I 6 3 Epigramas (s. I) Marcial, Epigram. MARCUELLO, FRANCISCO XVII 46 31 Historia natural, y moral de las aves (1617) Marc. Hist. Nat. MARIANA, JUAN DE (S.I.) (1536-1623) XVI 10 5 Historia general de España / compuesta primero en latin, despues buelta en castellano por Iuan de Mariana... de la Compañia de Iesus... (1601) P. Mariana, Hist. de Esp. MARIANA, JUAN DE (S.I.) (1536-1623) XVI 2 0 De ponderibus et mensuris (1599) P. Mariana, De pond. MARTÍ, MANUEL (Deán de Alicante) XVIII 1 1 Deán de Alic. Cart. MARTÍNEZ DE ESPINAR, ALONSO XVII 5 3 Arte de Ballesteria y Monteria...: diuidida en tres libros (1644) Espinar, Art. de Ball. MARTÍNEZ, MARTÍN XVIII 27 20 Examen nuevo de Cirugía moderna (1722) Mart. Exam. de Ciruj. MARTÍNEZ, MARTÍN XVIII 51 45 Anatomía completa del hombre (1728) Dr. Martínez, Anat. MARTÍNEZ, MARTÍN XVIII 32 29 Osteología (¿?) Dr. Martínez, Osteolojía MARTÍNEZ, MARTÍN XVIII 35 32 Dr. Martínez MARTÍNEZ MONTIÑO, FRANCISCO XVIII 29 10 Arte de cocina, pasteleria, vizcocheria y conserveria (1760) Montiña, Art. de Cocina MAYANS Y SISCAR, GREGORIO XVIII 4 3 Vida de Cervantes (1751) Mayans, Vida de Cervantes 348 REGISTRO SIGLO NÚM. DE VOCES NÚM. DE ADICIONES TÍTULO DE LA OBRA MODO DE REFERENCIA MATA, JUAN DE LA XVIII 42 29 Arte de reposteria, en que se contiene todo genero de hacer dulces secos, y en liquido ... (1747) Mata, Art. de Repost. S. MATEO I 2 2 Evangelium Iesu Christi (s. I) S. Mat. MEDINA CONDE Y HERRERA, CRISTÓBAL XVIII 94 75 Cartas del Sacristan de Pinos de la Puente d. Ttyburcio Cascàles, al autor del Caxon de Sastre, acerca de una conversación, domingo de carnestolendas de 1761, sobre los descubrimientos de la alcazaba de granada (1761) Cart. del sacristán de pinos/cart. de medina conde MEDINA MEDINILLA, PEDRO DE XVII 2 0 Égloga en la muerte de Doña Isabel de Urbina, mujer de Lope de Vega (1695) Pedro de Medina Medinilla, Égloga en la muerte de Doña Isabel de Urbina, mujer de Lope de Vega Memorial dado a S. M. por la Iglesia Catedral de la Palma, y Universidad Luliana (¿?) 1 1 Memorial dado a S. M. por la Iglesia Catedral de la Palma, y Universidad Luliana Memoriales a su M. Cr. en la causa de los J. (17162) XVIII 1 1 Memoriales a su M. Cr. en la causa de los J. 349 REGISTRO SIGLO NÚM. DE VOCES NÚM. DE ADICIONES TÍTULO DE LA OBRA MODO DE REFERENCIA MENA, JUAN DE 137 (1411-1456) XV 25 10 Las trescientas o el laberinto de la Fortuna (s. XV) Laber. MENA, JUAN DE (1411-1456) XV 2 1 Causas de la soberbia (s. XV) Juan de Mena, Causas de la soberbia MENA, JUAN DE (1411-1456) XV 2 1 La batalla de Olmedo (s. XV); Terreros declara habar utilizado el manuscrito que podía hallarse en el Archivo de Simancas) Relación de la Batalla de Olmedo MENA, JUAN DE (1411-1456) XV 22 14 La coronación del Marqués de Santillana (s. XV) La corona MÉNDEZ PINTO, FERNÁN XVII 1 1 Historia oriental de las peregrinaciones de Fernan Mendez Pinto... / Traduzido de portugves en castellano por el Licenciado Francisco de Herrera Maldonado (1656) Fernán Méndez Pinto, Viajes MERCADER Y DE CERVELLÓN, GASPAR, CONDE DE CERVELLÓN XVII 1 1 Retrato político del señor rey Don Alfonso el VIII (s.a.) Cond. De Cervellón, Retrat. Del Rey D. Alonso VIII MINGUET E YROL, PABLO XVIII 19 12 Arte de danzar a la francesa : adornado con quarenta figuras, que enseñan el modo de hacer todos los diferentes passos de la danza del Minuete... (1737) Minguet, Arte de Danz. 137 Terreros declara haber consultado los textos de Juan de Mena, exepto La batalla de Olmdedo, a partir de la edición de Francisco Sánchez de las Brozas: Las Obras del famoso poeta Juan de Mena / corregidas y declaradas por el Maestro Francisco Sánchez (1582). 350 REGISTRO SIGLO NÚM. DE VOCES NÚM. DE ADICIONES TÍTULO DE LA OBRA MODO DE REFERENCIA MONARDES, NICOLAS XVI 1 1 Dos libros, el uno trata de todas las cosas que traen de nuestras Indias Occidentales que sirven al uso de medicina y como se ha de usar de la raiz de mechoacon, purga excellentissima, el otro libro trata de dos medicinas maravillosas que son contra todo veneno, la piedra Bezaar y la yerva Escuerçonera, con la cura de los venenados... / agora nuevamente compuestos por el doctor Niculoso de Monardes (1565) Dr. Monardes, en su libro Drogas de Indias MONTÓN, BERNARDO XVIII 2 2 Secretos de artes liberales y mecanicas : recopilados y traducidos de varios y selectos authores que tratan de phisica, pintura... (1734) Monton. Secretos MORALEJA, JOSÉ 7 7 Tratado de criar pájaros (¿?) Don Joseph Moraleja Nav. Modo/ Tratado de criar pájaros 351 REGISTRO SIGLO NÚM. DE VOCES NÚM. DE ADICIONES TÍTULO DE LA OBRA MODO DE REFERENCIA MORALES, AMBROSIO DE (1513- 1591) XVI 3 0 Viage de Ambrosio de Morales por orden del rey D. Phelipe II a los reynos de León, y Galicia, y Principado de Asturias, para conocer las reliquias de Santos (1756; Terreros declara haber consultado el manuscrito original conservado en la Biblioteca del Escorial) Ambrosio de Moral, mss. orig. que existen en el Escorial, de su viaje a Oviedo MORALES, VICENTE (S.I.) XVIII 2 1 Compendio de la exemplar vida y santa muerte del Padre Juan de Santiago, ... de la Compañia de Jesus : que comunica en carta circular a los padres superiores de la provincia de Andalucia / el P. Vicente Morales ... de la misma Compañia ... (1764) La vida del P. Juan de Santiago/ Carta sobre la muerte, y virt. del P. Juan de Santiago MORETO, AGUSTIN (1618-1669) XVII 4 0 El desdén con el desdén (1652) Moreto, Com. del desdén con el desdén MORETO, AGUSTIN (1618-1669) XVII 1 0 Comedia famosa el Marques del Cigarral (1634) Com. del marq. del Cig. MORETO, AGUSTIN (1618-1669) XVII 1 0 Los Jueces de Castilla (1652) Com. Juec. de Cast. MOSQUERA, DIONISIO DE XVIII 2 2 Litho-statica, o Theorica, y practica de medir piedras preciosas (1721) Mosquera 352 REGISTRO SIGLO NÚM. DE VOCES NÚM. DE ADICIONES TÍTULO DE LA OBRA MODO DE REFERENCIA NIEREMBERG, JUAN EUSEBIO (S.I.) (1595- 1658) XVII 2 2 Honor del gran patriarca San Ignacio de Loyola...: en que se propone su vida y la de su discipulo... S. Francisco Xavier: con la milagrosa historia del admirable padre Marcelo Mastrilli y las noticias de gran multitud de hijos del mismo S. Ignacio... (1645) Padre Eusebio, Vida de S. Ignacio/ Eusebio, Varones ilustres NIEREMBERG, JUAN EUSEBIO (S.I.) (1595- 1658) XVII 1 1 Historia naturae, maxime peregrinae libri XVI distincta : in quibus rarissima Naturae arcana, etiam astronomica, & ignota Indiarum animalia, quadrupedes, aues, pisces, reptilia, insecta, zoophyta, plantae, metalla, lapides & alia mineralia, fluiiorumque & elementorum conditiones, etiam cum proprietatibus medicinalibus, describantur, nouae & curiosissimae quaestiones disputantur, ac plura sacrae scripturae loca eruditè enodantur (1629) Nieremb. Hist. Nat. NEWTON, ISAAC (1642 -1727) XVII 1 1 Newton 353 REGISTRO SIGLO NÚM. DE VOCES NÚM. DE ADICIONES TÍTULO DE LA OBRA MODO DE REFERENCIA NIFO, FRANCISCO MARIANO (1719-1803) XVIII 15 12 Estafeta de Londres : obra periódica repartida en diferentes cartas, en las que se declara el proceder de la Inglaterra... / por D. Marciano de la Giga pseudónimo (1762) Estaf. de Londr. Nueva Cartilla de matronas (1750) [Terreros indica esta edición] XVIII 10 6 Nueva carta de matronas (1750) Nueva Carta de Matronas NÚÑEZ DE TOLEDO, CATALINA XV 1 1 Testamento de Doña Catalina Núñez de Toledo (1480) Testamento de Doña Catalina Núñez de Toledo, año de 1480 Ordenanzas de la imperial ciudad de Toledo XVI 2 1 Ordenanzas antiguas de Toledo Ordenanzas de los cinco Gremios Mayores de Madrid XVIII 78 61 Las Ordenanzas de los cinco Gremios Mayores de Madrid ORTELIO, ABRAHAM XVI 1 1 Theatrum orbis terrarum Abrahami Orteli Antuerp. geographi regii: tabulis aliquot novis vitaq. auctoris illustratum (1573) Abrahán Hortelio [sic] en su Teatro Orbis terrarum OVIDIO, PUBLIO NASO (43 a. C-17 d. C.) I 2 2 Ars Amandi (s. I a. C.) Ovid. Arte Amand. OVIDIO, PUBLIO NASO (43 a. C-17 d. C.) I 3 1 Fastos (s. I a. C.) Ovid. Fast. 354 REGISTRO SIGLO NÚM. DE VOCES NÚM. DE ADICIONES TÍTULO DE LA OBRA MODO DE REFERENCIA OVIDIO, PUBLIO NASO (43 a. C-17 d. C.) I 1 1 Heroidas (s. I a. C.) Ovid. Epist. Heroid. OVIDIO, PUBLIO NASO (43 a. C-17 d. C.) I 9 4 Metamorfosis (s. I a. C.) Ovid. Met. OVIDIO, PUBLIO NASO (43 a. C-17 d. C.) I 2 1 Tristia (s. I. d. C.) sin nombrar/ Trist. Eleg. OVIDIO, PUBLIO NASO (43 a. C-17 d. C.) I 5 4 Ovid. PACHECO DE NARVÁEZ, LUIS XVII 16 9 Compendio de la filosofía y destreza de las armas (1612) Fiolosofía de las armas PALACIOS Y BAYÁ, FÉLIX (1678-1737) XVIII 31 24 Palestra Pharmaceutica chymico-galenica (1706) Palac. Palestr. Farm. PALMA, LUIS DE LA (S.I.) XVII 4 2 Historia de la Sagrada Pasion, sacada de los Quatro Evangelios (1724) P. Palma, Histor. de la Pasión Papel impreso acerca de la declaración de la Etimología de España (¿?) 1 2 Papel impr. acerca de la declar. de la Etim. de España PARDIES, IGNAZIO GASTON (S.I.) XVIII 1 0 Dell'anima delle bestie e sue funzioni (1724) P. Ign. Gast. Pardíes, S. J. Disc. des Betes. PAUSANIAS II 2 2 Descripción de Grecia (s. II d. C.) Pausanias 355 REGISTRO SIGLO NÚM. DE VOCES NÚM. DE ADICIONES TÍTULO DE LA OBRA MODO DE REFERENCIA PÉREZ DE CASTRO, JERÓNIMO XVII 9 7 El Nigromantico de Suplicio Severo : le dedica a las memorandas cenizas de la flor de la andante cavalleria ...Don Quixote de la Mancha... (1670) Sever. Supl. el Nigromántico PÉREZ DEL CASTILLO, HERNANDO XVI 7 7 Chronica de Santo Domingo (1592) Hern. Per. del Cast. Cron de Santo Dom. PÉREZ PASTOR, MIGUEL XVIII 7 7 Disertaciones del Dios Endobelico (1760) Disert. del Dios Endob. PIQUER, ANDRÉS (1711-1772) XVIII 2 1 Discurso sobre la aplicacion de la filosofia a los asuntos de religion para la juuentud española (¿?) Andrés Piquer, Disc. sobre Filosofía PLAUTO (251 a.C.-184 a.C.) 3 0 Plauto PLINIO, CAYO SEGUNO (23-79) 45 37 Historia naturalis (77 d. C.) Plin. Lib. PLUCHE, NOËL-ANTOINE (1688-1761) 45 41 Historia del Cielo, traducida por el P. Esteban de Terreros y Pando (manuscrito perdido) Historia del Cielo PLUCHE, NOËL-ANTOINE (1688-1761) 1 1 La mécanique des langues, et l'art de les enseigner (1751) Pluche, La mecánica de las lenguas 356 REGISTRO SIGLO NÚM. DE VOCES NÚM. DE ADICIONES TÍTULO DE LA OBRA MODO DE REFERENCIA PLUCHE, NOËL-ANTOINE (1688-1761) 1343 533 Espectaculo de la naturaleza o Conversaciones acerca de las particularidades de la historia natural... / escrito en el idioma frances por el abad M. Pluche ; y traducido al castellano por el P. Estevan de Terreros y Pando... de la Compañía de Jesus, 16 vols. (1753- 1755) Esp. de la Nat. PLUTARCO (50-120) 1 1 Vidas Paralelas (s. II) Plutarco, Parallelis POLO DE MEDINA, SALVADOR JACINTO (1603-1676) XVII 20 9 El buen humor de las Musas (1637) Jacinto Polo, El buen humor de las musas POLO DE MEDINA, SALVADOR JACINTO (1603-1676) XVII 4 3 Academias de jardín (1630) Jac. Polo, Acad. del Jard. POLO DE MEDINA, SALVADOR JACINTO (1603-1676) XVII 1 0 Hospital de incurables (1636) Jac. Polo, El hospital de los incurables POLO DE MEDINA, SALVADOR JACINTO (1603-1676) XVII 1 1 Escuela de Interés (¿?) Jac. Polo, Escuela de interérs POLO DE MEDINA, SALVADOR JACINTO (1603-1676) XVII 7 3 Universalidad del amor (¿?) Jac. Polo, Universalidad del amor 357 REGISTRO SIGLO NÚM. DE VOCES NÚM. DE ADICIONES TÍTULO DE LA OBRA MODO DE REFERENCIA POMEY, FRANÇOIS ANTOINE (S.I.) (1618- 1673) XVII 9 8 Panteon mytico, o Historia fabulosa de los dioses / escrita en lengua latina por... Francisco Pomey de la Compañia de Jesus ; traducida al castellano y añadida una copiosa coleccion de dioses de la antiguedad por D. Lorenzo Diaz de la Madrid (1761) Pant. Myt. PONCE DE LEÓN, ALEJANDRO 1 1 Discrecion en el retiro, y politica en la aldea: En Diálogos Historiados (1755) Ponce de León, Discreción en retiro, y política de la Aldea PORTA, JUAN BAUTISTA DELLA XVIII 2 2 Excertitationes Anatomicas, y esenciales operaciones de cirugía… (1728) Juan Baut. Porta, Physiogn. PORTUGUES, JOSE ANTONIO, rec. XVIII 38 21 Coleccion general de las ordenanzas militares, sus innovaciones, y aditamentos: dispuesto en diez tomos... (1764- 1765) Ordenanz. / Compendio Milit. Posturas de la Villa de Madrid, (1756) XVIII 1 0 Posturas de la Villa de Madrid, año de 1756 358 REGISTRO SIGLO NÚM. DE VOCES NÚM. DE ADICIONES TÍTULO DE LA OBRA MODO DE REFERENCIA PRADO, JUAN DE, GOBERNADOR DE LA HABANA XVIII 1 1 Satisfaccion del Mariscal de Campo D. Juan de Prado, governador que ha sido de la Plaza de la Habana y Capitan General de la Isla de Cuba a los cargos que se le han formado en la causa pendiente en la Junta de Generales ... sobre la conducta que tuvieron en la defensa, capitulacion, rendicion y pérdida de la misma plaza ... los gefes y oficiales de que se compuso la Junta de Guerr ... (1764) Defensa de Juan Prado PRAY, JORGE (S.I.) (1723-1801) XVIII 1 1 Epistola responsoria (¿?) Georgii Pray S. J. Epist. Responsoria Psalmos (versión de la Vulgata) IV 1 1 Ps. PROPERCIO (47-?, c. 15 a.J.C.) I a. C. 1 1 Elegías (s. I a. C.) Propercio Provisión del Supemo. Consejo de Casilla de 17 de Octubre de 1766 a la Ciudad de Toledo (1766) XVIII 1 0 Provis. del Supr. Cons. de Cast. de 17 de Octubre de 1766 a la Ciudad de Toledo PUENTE, LUIS DE LA (S.I.) (1554 - 1624) XVI 10 3 Meditaciones de los mysterios de nuestra sancta fe: con la practica de la oracion mental sobre ellos (1607) P. Puente, Medit. de la Muerte y Resurrección del Salvador PULGAR, HERNANDO DEL XV 5 2 Crónica de los Reyes Católicos (1481-1490) Don Fernando del Pulgar, Chron. 359 REGISTRO SIGLO NÚM. DE VOCES NÚM. DE ADICIONES TÍTULO DE LA OBRA MODO DE REFERENCIA QUER MARTÍNEZ, JOSÉ XVIII 80 65 Flora Española o Historia de las Plantas que se crían en España (1762- 1764) Quer, Flora Esp. QUEVEDO, FRANCISCO DE (1580-1645) XVII 88 45 El Parnaso español, monte en dos cumbres dividido, con las nueve Musas (1648) Parn. Talía, Polimnia, Tersícore, Clío QUINTILIANO, MARCUS FABIUS (30 d.C.- ca. 100 d.C.) I 3 1 Institutio oratoria (s. I. d. C.) Quintiliano La Real Biblioteca al Rey nuestro Señor en su venida al Real Palacio (1764) XVIII 9 0 La Real Bibl. al Rey nuestro Señor en su venida al Real Palacio REGUERA, CARLOS DE (S. I.) (1679-1742) XVIII 5 3 La juventud triunfante: representada en las fiestas, con que celebrò el Colegio Real de la Compañia de Jesus de Salamanca la canonizacion de San Luis Gonzaga, y San Estanislao de Kostka, y con que aplaudió la proteccion de las Escuelas Jesuiticos, asignada a San Luis Gonzaga por... Benedicto XIII / obra escrita por un ingenio de Salamanca (1728) Diálogo joco- serio de las fiestas hechas en Salamanca en la Canocización e S. Luis Gonzaga, y S. Estanislao de Koska Relación de géneros comestibles de ultramar (1766) XVIII 4 4 Relac. de Gen. Ultram. hecha en Madrid el año 1766 360 REGISTRO SIGLO NÚM. DE VOCES NÚM. DE ADICIONES TÍTULO DE LA OBRA MODO DE REFERENCIA Relación de lo sucedido a Octavio Bayardi, Arzobispo de Tiro, etc (1763) XVIII 1 1 Relación de lo sucedido a Octavio Bayardi, Arzobispo de Tiro, etc, año de 1763 Relación de los Judíos de Portugal (1759) XVIII 1 0 La relación de los Judíos de Portugal del año 1759 Relación del milagro de San Francisco Javier en Sicilia (1762) XVIII 1 1 la relación del milagro de San Franc. Javier en Sicilia, año de 1762 Relación del milagro hecho en Roma por S. Luis Gonzaga, con Nicolás Luis Celeste (3 de Junio de 1765) XVIII 2 2 Relación del milagro hecho en Roma por S. Luis Gonzaga, con Nicolás Luis Celesti, a 3 de Junio de 1765 RIBADENEIRA, PEDRO DE (1527-1611) XVI 32 13 Flos Sanctorum, o Libro de las Vidas de los Santos (1599- 1610) Flos Sanctorum RICCIOLO, GIOVANNI BATTISTA (S.I.) (1598- 1671) XVII 13 13 Tabula latitudinum et longitudinum (1689) Catálogo del P. Ricc. RIEGER, CHRISTIAN (S.I.) XVIII 2 2 Observaciones physicas sobre la fuerza electrica, grande y fulminante : confirmada y aumentada con nuevos experimentos / por el padre Christiano Rieger de la Compañia de Jesus (1763) Rieger 361 REGISTRO SIGLO NÚM. DE VOCES NÚM. DE ADICIONES TÍTULO DE LA OBRA MODO DE REFERENCIA RIOFRÍO Y PERALTA, DIEGO 1 0 Memorial dado a su Majestad (¿?) Mem. Dado a S. M. Por Don Diego Riofrío y Peralta ROBLES, FRANCISCO DE XVIII 1 1 Entremés de la Junta de los médicos, en Certamen poético compuesto a la proclamación de... Don Carlos III... executada en esta corte el dia 11 de septiembre de 1759... (1759) Entr. de la Junt. de Medic. de D. Franc. de Robl. RODRÍGUEZ, ALONSO (S.I.) (1538-1616) XVI 12 7 Exercicio de perfeccion i virtudes religiosas (1609) Ejerc. Espir. /Trat. sobre las Tentaciones RODRÍGUEZ MOHEDANO, PEDRO (O.F.M.), RAFAEL (O.F.M.) XVIII 5 4 Historia literaria de España : desde su primera poblacion hasta nuestros dias : origen, progresos ... de la literatura española ... con las vidas de los hombres sabios ... juicio critico de sus obras ... / por los PP. F. Pedro Rodriguez Mohedano y F. Raphael Rodriguez Mohedano ... del Orden Tercero Regular de N.S.P. San Francisco ... ; Tomo I (1766) Los RR. PP. Rodríguez, Hist. Literaria de Esp. 362 REGISTRO SIGLO NÚM. DE VOCES NÚM. DE ADICIONES TÍTULO DE LA OBRA MODO DE REFERENCIA ROJAS, PEDRO DE, CONDE DE MORA XVII 1 0 Historia de la imperial, nobilissima, inclita y esclarecida ciudad de Toledo...: fundacion, antiguedades, grandezas y principio de la Religion Catolica en ella y de su Santa Iglesia... vidas de sus arçobispos y Santos y Cosas memorables... (1654) El Conde de Mora, Historia de Tol. ROJAS ZORRILLA, FRANCISCO (1607- 1648) XVII 2 1 Comedia Casarse por vengarse (1645) Rojas, Casarse por vengarse Romance de Baldovinos XV 1 1 Rom. de Baldovinos Romance del Cid XV 8 1 Romance del Cid Romancero General (Terreros declara haber utilizado la edición de Medina de 1602) XV 18 5 Romanc. Gener./ Rom.) ROMERO DE LA CABALLERÍA, FRANCISCO DIEGO XVIII 2 1 Phanal chronologico indispensable para la... inteligencia de las historias... de España... (1752) Phanal Chronol. RUIZ, JUAN, ARCIPRESTE DE HITA (S. XIV) XV 12 9 Libro de Buen Amor (¿1330?) Arcipreste de Hita SAAVEDRA FAJARDO, DIEGO (1584-1648) XVII 6 3 Idea de un principe politico christiano: representada en cien empresas... (1642) Saavedra, Empres. Polit SAAVEDRA FAJARDO, DIEGO (1584-1648) XVII 1 1 Republica literaria (1670) Saaved. Republ. Lit. 363 REGISTRO SIGLO NÚM. DE VOCES NÚM. DE ADICIONES TÍTULO DE LA OBRA MODO DE REFERENCIA SAGREDO, DIEGO XVI 23 15 Medidas del romano o Uitruuio: nueuamente impressas y añadidas muchas pieças & figuras muy necessarias a los officiales que quieren seguir las formaciones delas basas, columnas, capiteles y otras pieças de los edificios antiguos (1564, Terreros reconoce haber utilizado esta edición) Las medidas del Rom. lib. impr. año 1564 SALAS BARBADILLO, ALONSO JERÓNIMO DE (s. XVII) XVII 1 1 Comedias (¿?) Alons. Salas, Barb. Com. SALAZAR DE MENDOZA, PEDRO XVII 1 0 Origen de las dignidades seglares de Castilla y Leon : con relacion sumaria de los reyes de estos Reynos... de los que las han creado,... de Ricos Homes... con un resumen al fin de las mercedes que su Magestad ha hecho de Marqueses y Condes desde... 1621 hasta fin del de 1656 ... (1657) Salazar de Mendoza, Origen de las Dignidades de Castilla 364 REGISTRO SIGLO NÚM. DE VOCES NÚM. DE ADICIONES TÍTULO DE LA OBRA MODO DE REFERENCIA SALAZAR Y CASTRO, LUIS DE (1658 - 1734) XVII 1 0 Pruebas de la Historia de la Casa de Lara : sacadas de los instrumentos de diversas iglesias y monasterios, de los archivos de sus mismos descendientes, de diferentes pleytos que entre sì han seguido y de los escritores de mayor credito y puntualidad (1614) Historia de la Casa de Lara SÁNCHEZ DE LAS BROZAS, FRANCISCO (1523-1601) XVI 13 7 Traducción del Enquiridion de Epicteto (posiblemente Terreros utilizó la edición realizada por Mayans el año 1764) Broc. Traduc. del Equird. de Epict. SÁNCHEZ, GASPAR (S.I.) XVII 1 1 In Isaiam prophetam commentarii cum paraphrasi (1615) Gaspar Sánchez, in Isai. SANS, JOSE (S.I.) (1734- 1804) XVIII 1 1 El sabio ignorante ó descripción de los defectos y mala cultura de las ciencias, descifrado en dialogos... (1763) Sans, El Sabio Ignorante SANTILLANA, MARQUÉS DE XV 1 0 Poema de la Prisión del Rey de Aragón (¿?) Marq. de Santiag. Poem. de la Prisión del Rey de Aragón SANTILLANA, GIL BLAS DE XVIII 1 1 Historia de Gil Blas de Santillana; Traducida al castellano por el Padre Isla (¿?) Hist. De Gil Blas de Santillana 365 REGISTRO SIGLO NÚM. DE VOCES NÚM. DE ADICIONES TÍTULO DE LA OBRA MODO DE REFERENCIA SARMIENTO, MARTÍN, (1695-1771) XVIII 2 2 Demostración crítico-apologética del teatro crítico universal (1732) Rmo. P. M. Fr. Martín Sarmiento, Demostra. del Teatr. Crit. SCHENEL 1 1 Theologia Scholastica (¿?) Schenel, Teología Scolast. SCHOTT, GASPAR (S.I.) (1608-1666) XVII 1 1 P. Gasparis Schotti... è Societate Jesu... Physica curiosa sive Mirabilia naturae et artis libris XII comprehens ... (1667) P. Gasp. Escot. Physicor. SEÑERI, PABLO (S.I.) XVII 2 0 El christiano instruido en su ley: Discursos morales y doctrinales / P. Pablo Señeri de la Compañia de Jesus ... dados a luz en lengua toscana y traducidos en idioma castellano / por Don Juan de Espinola Baeza Echaburu (1693) La Traducc. Del Crist. Inst. del P. Señeri SEÑERI, PABLO (S.I.) XVII 3 1 El incredulo sin escusa / obra del Rmo P. Pablo Señeri, de la Compañía de Jesus...; en que se demuestra que no puede dexar de conocer, qual es la verdadera religion, quien quiere conocerla ; traducida de la lengua toscana à la castellana por D. Iuan de Espinola Baeza Echaburu (1696) Trad. del P. Señeri, del Incrédulo sin escusa 366 REGISTRO SIGLO NÚM. DE VOCES NÚM. DE ADICIONES TÍTULO DE LA OBRA MODO DE REFERENCIA SERARIO 1 1 P. Serario SERRANO, FRANCISCO JOSE (S.I.) XVIII Historia puntual y prodigiosa de la vida, virtudes y milagros de la B. Maria de la Cabeza... (1752) SOFOCLES (495 a.C.-Atenas, 406 a.C.) 1 1 Filoctetes Sófocles, Filoctetes trad. SOLÍS FOLCH DE CARDONA, ALONSO DE, CONDE DE SALDUEÑA XVIII 1 1 El Pelayo: Poema (1754) Conde de Saldueña, Pelayo: verticoso. SOLÍS Y RIVADENEYRA, ANTONIO DE (1610- 1686) XVII 41 21 Historia de la conquista de Mexico, poblacion y progressos de la America septentrional conocida por el nombre de Nueva España (1684) Conq. de Nueva España SOLÓRZANO PEREIRA, JUAN DE (1575-1655) XVII 7 6 Política indiana (1647) Solórzano, Pólit. Ind SUÁREZ DE RIVERA, FRANCISCO XVIII 19 14 Manifiestas demostraciones de las más seguras y suaves curaciones del Morbo gálico (1745) Doct. Rivera, de Morbo Gallico SUETONIO, CAYO (h. 70-140) II 2 1 Vida de los doce césares (s. II) Suetonio (2/1) TÁCITO, CAYO CORNELIO (ca. 55-? ca. 117) II 1 1 Tácito 367 REGISTRO SIGLO NÚM. DE VOCES NÚM. DE ADICIONES TÍTULO DE LA OBRA MODO DE REFERENCIA TAMAYO DE VARGAS, TOMÁS, com. y an., XVII 1 1 Garcilasso de la Vega natural de Toledo... / de don Thomas Tamaio de Vargas. Contiene: Vida de Garcilasso de la Vega / Obras de Garcilasso de la Vega, y notas (1622) el Garci-Laso de Tamayo de Vargas TEODOSIO I, FLAVIO (h. 346 - 395) IV 1 1 Código (s. IV) Código de Teodosio TERENCIO, PLUBIO (185 a.C.-? 159 a.C.) II 1 0 Obra cómica (s. II a. C.) Terencio TERREROS Y PANDO, ESTEBAN DE (S.I.) (1707-1782) XVIII 16 16 Conclusiones Mathematicas… por el Seminario Real de Nobles, por mano del Exxceletísimo Señor Don Zenon de Somodevilla, Marqués de la Ensenada, Cavallero del Real Orden de San Genaro, del Consejo de Estado de Su Majestad, etc. Defendidas por Don Antonio… en dicho Seminario Real de Nobles de Madrid. Presididas por el R. P. Esteban de Terreros y Pando de la Compañía de Jesús, Mro. de Matemáticas en el mismo Real Seminario. (1748) Conclusiones de Matem. Defend. en el Real Semin. de Nobles, año de 1748 368 REGISTRO SIGLO NÚM. DE VOCES NÚM. DE ADICIONES TÍTULO DE LA OBRA MODO DE REFERENCIA TERREROS Y PANDO, ESTEBAN DE (S.I.) (1707-1782) XVIII 1 1 Conclusiones de Física, defendidas en el Semiario de Nobles de Madrid, en presencia de S. M. C. (1760) Conclus. de Física Esper. Defend. en el Semin. de Noble. de Madrid. Año de 1760, en pres. de S. M. C. TERREROS Y PANDO, ESTEBAN DE (S.I.) (1707-1782) XVIII 2 2 Examen Literario del Real Semenario de Nobles de Madrid (1764) Exam. o Ejerc. Liter. del Real Sem. De Nob. Del año de 1764. TERREROS Y PANDO, ESTEBAN DE (S.I.) (1707-1782) XVIII 1 1 Vida del Venerable P. Francisco de Gerónimo (manuscrito perdido) Vida del Venerable P. Francisco de Jerón TERTULIANO (h. 160-id., h. 220) III 1 1 Adversus Praxeam (s. III) Tert. adver. Praxeam TERTULIANO (h. 160-id., h. 220) III 1 1 De anima (s. III) Tert. De anim. TERTULIANO (h. 160-id., h. 220) III 1 0 Apología (s. III) Tert. Apolog. TERTULIANO (h. 160-id., h. 220) III 1 1 Tertuliano Testimonio público, etc. de los adelantamientos en letras humanas del Col. De la Compañía de Jesús de Zaragoza (1764) XVIII 1 1 El Testimonio público, etc. de los adelantamientos en letras humanas del Col. De la Compañía de Jesús de Zaragoza, año de 1764 369 REGISTRO SIGLO NÚM. DE VOCES NÚM. DE ADICIONES TÍTULO DE LA OBRA MODO DE REFERENCIA Título dado por D. Juan I a León V de Armenia del Señor, de Madrid, Andujar y Villarreal (1380) XIV 1 2 Tít. dado por D. Juan I. a León V de Armenia del Señor, de Madr. TORQUEMADA, JUAN DE (O.F.M.) (1557-1624) XVII 50 33 Primera parte de los veinteiun Libros rituales i monarchia indiana: con el origen y guerras de los indios Occidentales, de sus poblaçiones, descubrimientos... (1609) Torq. Mon. Ind. TORRES NAHARRO, BARTOLOMÉ DE XVI 31 12 Propaladia (1573) Nahar. Propal. Impr. en 1573 TORRES VILLARROEL, DIEGO DE (1693-1770) XVIII 14 10 Pronóstico de Burgos del año 1764 (1764) Torres Villarroel, Pron. Del año 1764/ Pronóstico de Burg. TORRES VILLARROEL, DIEGO DE (1693-1770) XVIII 1 1 El contador lego El contador lego TOSCA, TOMÁS VICENTE (C.O.) (1651-1723) XVIII 13 5 Compendio mathematico: en que se contienen todas las materias mas principales de las ciencias que tratan de la cantidad, 9 vols. (1707-1715) Tosc. TRELLES VILLADEMOROS, JOSÉ MANUEL XVIII 5 1 Asturias ilustrada : origen de la nobleza de España, su antigüedad, y diferencias: dividida en tres tomos (1736) Trelles, Astur. Ilustr. ULLOA, BARTOLOMÉ XVIII 2 2 Piscator Económico (1765) Ulloa, Pisc. 370 REGISTRO SIGLO NÚM. DE VOCES NÚM. DE ADICIONES TÍTULO DE LA OBRA MODO DE REFERENCIA VALDIVIESO, JOSE DE TOLEDO, (1560-1638) XVII 3 2 Vida, excelencias y muerte del... Patriarca y esposo de nuestra señora San Ioseph (1604) Valdiv. Vida de S. Joseph VALIGNANO, ALEJANDRO XVI 6 6 Cartas y Noticias de la China y del Japón (1587) Noticias de China y de Japon de 1587 VALCÁRCEL, JOSÉ ANTONIO XVIII 99 69 Agricultura general, y gobierno de la casa de campo: en que por estenso sic se trata de todos los bienes del campo, con los nuevos descubrimientos, y metodos de cultivo... (1765) Valc. Agr. Gen. VALLE SALDAÑA XVIII 1 1 Batalla Penitente (1733) David Valle Saldaña, Doct. En Medicina, Batalla Penitente VARRÓN, MARCO TERENCIO (116-27 a.J.C.) I a. C. 1 1 De lingua latina (s. I. a. C.) Varrón VEGA Y CARPIO, LOPE DE (1562-1635) XVII 10 6 La Dragontea (1598) La Dragontea VEGA Y CARPIO, LOPE DE (1562-1635) XVII 34 12 La hermosura de Angélica, con otras diversas rimas (1602) La Herm. de Anj. VEGA Y CARPIO, LOPE DE (1562-1635) XVII 2 0 Rimas (1602) Rimas/ Sonetos VEGA Y CARPIO, LOPE DE (1562-1635) XVII 12 3 El Peregrino en su patria (1604) el Peregr. en su Patr. VEGA Y CARPIO, LOPE DE (1562-1635) XVII 5 3 Arte Nuevo de hacer comedias en este tiempo (1609) Arte Nuevo de hacer Comedias 371 REGISTRO SIGLO NÚM. DE VOCES NÚM. DE ADICIONES TÍTULO DE LA OBRA MODO DE REFERENCIA VEGA Y CARPIO, LOPE DE (1562-1635) XVII 55 34 Jerusalén conquistada, epopeya trágica (1609) la Jerus. VEGA Y CARPIO, LOPE DE (1562-1635) XVII 1 0 La Bella malmaridada (1610) La malmaridada VEGA Y CARPIO, LOPE DE (1562-1635) XVII 2 2 Las ferias de Madrid (1610) Las ferias de Madrid VEGA Y CARPIO, LOPE DE (1562-1635) XVII 36 19 Pastores de Belén, prosas y versos divinos (1612) Past. de Belén VEGA Y CARPIO, LOPE DE (1562-1635) XVII 1 0 Comedia de El hombre de Bien (1615) Comed. del Hombre de Bien. VEGA Y CARPIO, LOPE DE (1562-1635) XVII 2 1 La obediencia laureada y primer Carlos de Hungría (1615) la Obediencia laureada VEGA Y CARPIO, LOPE DE (1562-1635) XVII 5 2 Los melindres de Belisa (1617) Las bizarrías de Belisa VEGA Y CARPIO, LOPE DE (1562-1635) XVII 57 26 San Isidro, labrador de Madrid (1617) Vida de San Isidro VEGA Y CARPIO, LOPE DE (1562-1635) XVII 10 3 Triunfo de la Fe en los Reinos del Japón (1618) Triunfo de la Fe VEGA Y CARPIO, LOPE DE (1562-1635) XVII 48 25 La Arcadia (1620) Arcadia VEGA Y CARPIO, LOPE DE (1562-1635) XVII 1 1 La Filomena, con otras diversas rimas, prosas y versos (1621) Philom. VEGA Y CARPIO, LOPE DE (1562-1635) XVII 1 1 Las fortunas de Diana (1621) los trabajos de Diana 372 REGISTRO SIGLO NÚM. DE VOCES NÚM. DE ADICIONES TÍTULO DE LA OBRA MODO DE REFERENCIA VEGA Y CARPIO, LOPE DE (1562-1635) XVII 9 1 La Circe, con otras rimas y prosas (1624) La Circ. VEGA Y CARPIO, LOPE DE (1562-1635) XVII 7 1 Corona trágica. Vida y muerte de la Serenísima Reina de Escocia María Estuarda (1627) Corona Trágica VEGA Y CARPIO, LOPE DE (1562-1635) XVII 1 0 Isagoge a los Reales Estudios de la Compañía de Jesús (1629) Isagoje a los Reales Estudios de la Compañía de Jesús VEGA Y CARPIO, LOPE DE (1562-1635) XVII 63 12 La Dorotea (1632) Lop. La Dorotea VEGA Y CARPIO, LOPE DE (1562-1635) XVII 12 4 Rimas humanas y divinas del licenciado Tomé de Burguillos, no sacadas de biblioteca ninguna (que en castellano se llama librería), sino de papeles de amigos y borradores suyos. La gatomaquia del licenciado Tomé de Burguillos (1634) Tom. Burg. Gatom. VEGA Y CARPIO, LOPE DE (1562-1635) XVII 2 0 La boba para otros y discreta para sí (1635) La boba para otros, y discreta para sí VEGA Y CARPIO, LOPE DE (1562-1635) XVII 6 4 La noche de San Juan (1635) Com. La Noche de S. Juan VEGA Y CARPIO, LOPE DE (1562-1635) XVII 19 La Vega del Parnaso parte de sus composiciones están incluidas en distintas obras editadas en vida del autor (1637) Vega del Parnaso 373 REGISTRO SIGLO NÚM. DE VOCES NÚM. DE ADICIONES TÍTULO DE LA OBRA MODO DE REFERENCIA VEGA Y CARPIO, LOPE DE (1562-1635) XVII 1 0 Égloga a Claudio (¿?) Egl. A Claudio VEGA Y CARPIO, LOPE DE (1562-1635) XVII 1 0 Epistola al Conde de Lemus (¿?) Epístola al Conde de Lemus VEGA Y CARPIO, LOPE DE (1562-1635) XVII 1 0 La Muerte de Eliso de Medinilla (¿?) La muerte de Eliso de Medinilla VEGA Y CARPIO, LOPE DE (1562-1635) XVII 1 0 Soneto. a D. Juan de Arguijo (¿?) Sonet. 3. a D. Juan de Arguijo VEGA Y CARPIO, LOPE DE (1562-1635) XVII 1 0 Versos a Juan de Piña (¿?) Vers. a Juan de Piña VEGA Y CARPIO, LOPE DE (1562-1635) XVII 1 4 Lope de Vega VEGA, GARCILASO DE LA (1501?-1536) XVII 12 2 Canciones (1543) Garc. Canciones VEGA Y CARPIO, LOPE DE (1562-1635) XVII 41 14 Églogas (1543) Garc. de la Veg. Egl. VEGA Y CARPIO, LOPE DE (1562-1635) XVII 1 1 Elegías (1543) Garc. de la Veg. Elej. VEGA Y CARPIO, LOPE DE (1562-1635) XVII 1 1 Epístola a Boscán (1543) Garc. de la Veg. Epístola a Boscán VEGA Y CARPIO, LOPE DE (1562-1635) XVII 2 2 composición sin especificar Garc. de la Veg. VEGECIO, FLAVIO V 3 2 De re Militari (s. V. d. C.) Vej. de re Milit. 374 REGISTRO SIGLO NÚM. DE VOCES NÚM. DE ADICIONES TÍTULO DE LA OBRA MODO DE REFERENCIA VELASCO, JUAN FRANCISCO DE (O. de M.) XVIII 1 2 Oracion panegyrica, que en la annual memoria, que hace de su santo amo, y fundador... Francisco Ximenez de Cisneros el colegio mayor de San Ildefonso universidad de Alcalá / dixo... Juan Francisco de Velasco, de... Orden de Nuestra Señora de la Merced... ; dala a luz... Phelipe Antonio Fernandez de Vallejo... (¿1770?) Orac. Pan del Dr. Vallejo al Card. Cisn. VELAZQUEZ DE VELASCO, LUIS JOSÉ, MARQUÉS DE VALDEFLORES (1722- 1772) XVIII 1 1 Ensayo sobre los alphabetos de las letras desconocidas : que se encuentran en las mas antiguas medallas y monumentos de España / por don Luis Joseph Velazquez ... de la Academia Real de la Historia ; escrito, revisto y publicado de Orden de la misma Academia (1752) Ensayo sobre las Letras de las Medallas desconocidas del Erudito D. Luis Velásquez VÉLEZ DE GUEVARA, LUIS (1579-1644) XVII 1 0 Comedia del Blasón de los Mendozas Comed. del Blasón de los Mendozas VENEGAS, MIGUEL (S.I.) (1680-1746), XVIII 57 53 Noticia de la California y de su conquista temporal, y espiritual hasta el tiempo presente (1739) Historia de California VERNI, Filosofía (¿?) 1 1 Verni, Filosofía 375 REGISTRO SIGLO NÚM. DE VOCES NÚM. DE ADICIONES TÍTULO DE LA OBRA MODO DE REFERENCIA Vida del P. Padilla (¿?) 1 1 Vida del P. Padilla Vida del padre Santiago 1 0 Vida del padre Santiago VILLEGAS, ESTEBAN MANUEL DE (1589-1669) XVII 5 4 Colección de poemas, Eróticas o amatorias (1617- 1618) Don Estevan Manuel de Villeg. Eróticas VILLENA, MARQUÉS DE XV 7 2 Arte de Trinchar (1423); Terreros declara haber utilizado una edición realizada en Madrid el año 1766) Marq. De Villena, Arte de Trinchar, escr. Año de 1423 VIGNOLA, GIACOMO BAROZZI DA (1507-1573) XVI 1 0 Regla de las cinco ordenes de architectura / de Iacome de Vignola ; agora de nueuo traduzido de toscano en romance por Patritio Caxesi... (1619) 1593 Vignola, Arquitectura VIRGILIO, PUBLIO MARO (70 a.C.-19 a.C.) I a. C. 12 4 Églogas (s. I a. C.) Virg. Egl. VIRGILIO, PUBLIO MARO (70 a.C.-19 a.C.) I a. C. 49 20 Eneida (s. I. a. C.) Virg. Eneid. VIRGILIO, PUBLIO MARO (70 a.C.-19 a.C.) I a. C. 18 6 Geórgicas (s. I. a. C.) Virg. Georg. WOLF, JOHANN CHRISTIAN XVIII 11 8 Cours de mathematique: qui contient toutes les parties de cette science... (1747) Wolf VOSSIO, GERARDO (1677-1749) XVIII 5 5 De idolatria Voss. De idol. 376 REGISTRO SIGLO NÚM. DE VOCES NÚM. DE ADICIONES TÍTULO DE LA OBRA MODO DE REFERENCIA ZAMORA, ANTONIO XVIII 3 1 El hechizado por fuerza (1751), Com. del Hechizado por fuerza ZARAGOZA, JOSÉ DE (S. I.) XVII 1 0 Tratado de la esfera (1675) P. Zarag. Astron. ZUÑIGA Y ARISTA, GREGORIO DE XVIII 19 17 Doctrina del cavallo y arte de enfrenar... (1705) Zúñiga, Docr. del Caball. 377 3.2. El Gran diccionario de la lengua española (1852 – 1855) de Adolfo de Castro y Rossi 3.2.1. Introducción En la primera mitad del siglo XIX, España atraviesa por una serie de cambios políticos y sociales muy profundos, cambios que tendrán gran repercusión en la cultura y en muchas de las obras que se publican durante este período. Una vez más, los diccionarios constituyen un testimonio cultural de primer orden para conocer las corrientes ideológicas imperantes. En este capítulo vamos a ocuparnos de un proyecto lexicográfico que no pudo conscluirse: el Gran diccionario de la lengua española (1852 – 1855) del gaditano Adolfo de Castro (1823 - 1898), quizá una de las personalidades más controvertidas del ámbito cultural español del momento. Hasta mediados del siglo XIX, el Diccionario de la Real Academia Española no había tenido competidor alguno, salvo el Diccionario castellano de Esteban de Terreros y el Diccionario de la lengua castellana (1825) de Manuel Núñez de Taboada, En torno a las décadas de los 40 y 50, sin embargo, salen a la luz un número considerable de diccionarios generales de la lengua española, con el fin de superar al diccionario académico y terminar, así, con su monopolio. Entre tales competidores se encuentran el Panléxico (1842) de Juan López Peñalver, el Diccionario de la lengua castellana (1844) de Pedro Labernia, el Nuevo diccionario de la lengua castellana (1846) de Vicente Salvá, el Diccionario nacional (1846-1847) de Ramón Joaquín Domínguez, el Diccionario general (1849) de Caballero y Arnedo, el Gran diccionario de la lengua española (1852) de Adolfo de Castro, el Diccionario enciclopédico (1853) de la Editorial Gaspar y Roig, y el mismo año, el Diccionario de la Sociedad Literaria (Seco 1987: 129-130). Todos ellos parten del catálogo léxico del repertorio académico. Pero sólo el Gran diccionario de la lengua española se basa en autoridades. Por esa razón, aunque el repertorio de Adolfo de Castro sólo llega a publicarse hasta el artículo dedicado a la voz costra, su estudio es de 378 sumo interés para entender la evolución del principio de autoridad en la lexicografía española y su adaptación dentro del panorama lexicográfico decimonónico. Hasta finales del siglo XIX no vuelven a publicarse diccionarios con citas en su microestructura. Se trata, en realidad, de dos diccionarios enciclopédicos: el Diccionario enciclopédico hispano-americano (1887 – 1910) y el Diccionario enciclopédico de Zerolo (et alii) (1895). El último diccionario de lengua que contiene expresamente autoridades es el Gran diccionario de la lengua castellana (1902 – 1931) de Aniceto de Pagés, cuyo título parece evocar al Gran diccionario de la lengua española de Adolfo de Castro. Antes de acercarnos a la figura de Castro, haremos un esbozo del ambiente cultural de la primera mitad del siglo XIX, algo que nos puede ayudar a entender mucho mejor al autor y su obra. No es fácil describir de forma sucinta las cambios socioculturales que se produjeron en los inicios de la centuria. Como sucede en los períodos de transición, la sociedad se vio obligada a replantearse los valores de la etapa anterior. Muchas ideas políticas se vieron afectadas por el cambio de mentalidad, entre ellas la idea de identidad nacional. Las convulsiones surgidas a raíz de la Revolución Francesa amenazaron seriamente con destruir los privilegios de la nobleza y del clero. Entre 1808 y 1813 se produjo, además, la invasión napoleónica de la Península Ibérica. La reacción contra todo lo francés alimentó entonces, como en toda Europa, un fuerte sentimiento nacionalista y patriótico (idea sobre la que volveremos más adelante). Con el regreso al poder de Fernando VII, sobreviene una época de dura represión contra liberales y constitucionalistas. Tras su muerte, vuelve a instaurarse la monarquía parlamentaria. Poco después de los acontecimientos que llevaron a la Revolución de la Gloriosa (1868) y tras el breve reinado de Amadeo de Saboya (1870 – 1873) se proclama la I República. Todo ello sucedió entre alzamientos militares, la Primera Guerra Carlista, la independencia de las primeras colonias ultramarinas y una fractura social cada vez más palpable. El concepto de España volvía a estar, una vez más, en crisis. Dentro del contexto cultural, todos los esfuerzos se centran en la construcción de una verdadera historia nacional y de un canon literario español. Como vimos al hablar del Diccionario castellano de Esteban de Terreros, en las polémicas literarias del siglo XVIII se enfrentaron universalistas y casticistas, aquellos que abrazaban las directrices estéticas procedentes de París y los que se aferraban al hecho distintivo, periférico pero identitario español. Hasta los años 70 y 80 de este siglo la balanza no se inclina claramente en favor de los valores literarios y estéticos autóctonos. En estos años los clasicistas españoles comienzan el proceso de aceptación del teatro barroco, tan denostado en Francia y en otros países (Checa 2002: 102). Es entonces cuando se ve la necesidad de definir un nuevo canon nacional, basándose en el rechazo de las corrientes literarias francesas y en la revalorización de lo nacional y lo popular. Un ejemplo muy interesante de esta 379 evolución lo encontramos en Antonio de Capmany. En 1777, cuando Capmany publica por primera vez su Filosofía de la elocuencia, se consideraba a sí mismo un acérrimo seguidor de las corrientes ideológicas francesas. Después, entre los años 1786 y 1794, el mismo autor se declaraba en su Teatro histórico de la elocuencia española moderadamente nacionalista. Finalmente, en su Centinela contra los franceses (1808) y en la segunda edición de su Filosofía de la elocuencia (1812) se muestra declaradamente antifrancés y profundo nacionalista (Checa 2002: 107). Conforme nos acercamos al siglo XIX, va desarrollándose entre los intelectuales y escritores un sentido de lo histórico que antes no existía. Lo clásico y universal da lugar a la revaloración de la literatura particular: cada nación posee un pasado al que va unido y una tradición que debe preservar. Es entonces cuando se rescatan del olvido muchas obras medievales (recuérdese el papel fundalmental que tuvo Tomás Antonio Sánchez en este sentido, pero también el Padre Sarmiento, autor de Memorias para la historia de la poesía y poetas españoles, publicadas en 1775). El canon neoclásico, de aspiraciones universalistas, evoluciona hacia un canon nacional en el que entran tanto las obras populares, los romances, como los cantares de gesta, y también las obras dramáticas del barroco. También en Alemania el movimiento Sturm und Drang combate la estética neoclásica, defensora de valores considerados universales y atemporales. La reacción contra el imperialismo cultural francés vuelve a poner en valor la literatura popular, si bien el elemento folclórico siempre estuvo muy presente en la tradición española. Basta con recordar la actitud positiva de Juan de Valdés y de Sebastián de Covarrubias hacia los refranes y los cantares populares. Los romances, puestos por escrito desde el siglo XV, se van a convertir en el tipo de composición lírica preferido por los nuevos escritores. En 1796 Quintana publica una selección de romances españoles en su Colección de poetas castellanos. En el Prólogo de dicha colección sostenía que la mejor poesía lírica española se hallaba en el Romancero, donde había «más expresiones bellas y enérgicas, más rasgos delicados e ingeniosos, que en todo lo demás de nuestra poesía» (Quintana 1796: XVIII). La gran popularidad del Romancero se logró, sobre todo, gracias a las excelentes ediciones antológicas llevadas a cabo por un amigo de Quintana, Agustín Durán. La labor que desarrolló en los tomos X (1849) y XI (1851) de la Biblioteca de Autores Españoles de Rivadeneyra, fue muy aplaudida. De estas ediciones y de la recopilación llevada a cabo por Eugenio Ochoa en 1838 extraerán Adolfo de Castro y Aniceto de Pagés infinidad de citas. No sólo fueron restituidos los romances en la nueva historia literaria. También se indultaron las obras dramáticas del barroco al considerarse de nuevo como una parte valiosa de la literatura española. La crisis de los valores universales del teatro francés había comenzado a manifestarse ya en la publicación de la Hamburgische Dramaturgie 380 (1767 – 1769) de Gotthold Ephraim Lessing, quien afirmaba que el teatro clasicista francés no era el mejor modelo para el resurgimiento del teatro en Alemania. Lessing prefería, para ello, al dramaturgo inglés Shakespeare. En España, el jesuita exiliado Juan Andrés afirmaba en su Origen, progresos y estado actual de toda literatura (1782 – 1799) que el teatro francés debía mucho al español y al británico. Pero fue el escolapio Pedro Estala quien de manera firme y con argumentos alabó a los dramaturgos barrocos, considerándolos los padres del teatro moderno (apud Checa 2002: 111). August Wilhelm Schlegel había propuesto en su Vorlesungen über dramatische Kunst und Literatur (1809 – 1811) a Sófocles, Shakespeare y Calderón como modelos teatrales de todos los tiempos. En efecto, Calderón de la Barca se convertirá en estandarte del nuevo canon que se fue imponiendo en el siglo XIX. El alemán afincado en Cádiz, Nicolás Böhl de Faber, considerado uno de los introductores del Romanticismo en España, publica en 1820 Vindicaciones de Calderón y del teatro antiguo español contra los afrancesados en literatura. Esta revalorización del teatro calderoniano explica por qué Calderón de la Barca es la tercera autoridad más citada en el Gran diccionario de la lengua española (con 317 citas), frente a, por ejemplo, Leandro de Fernández Moratín, cuyos textos dramáticos sólo se mencionan en 3 artículos. En cuanto a los poetas líricos, hubo todavía a finales del siglo XVIII cierta reticencia en reconocer como parte nuclear del canon a los poetas de los siglos XVI y XVII. Quintana y Munárriz consideraban superiores a los poetas dieciochescos, especialmente a Meléndez Valdés, al que situaban por encima, por ejemplo, de Garcilaso de la Vega. Sin embargo, ya en el siglo XIX se impone la estética de los poetas áureos. De hecho, Quintana, en su Introducción histórica a una colección de poesías castellanas (1807), distribuye ya de manera más equilibrada los méritos de cada grupo, acercándose al canon decimonónico definitivo (Checa 2002: 113). Al lexicógrafo Adolfo de Castro le correspondió la suerte de publicar dos tomos dedicados a los poetas líricos de los siglos XVI y XVII en la Biblioteca Rivadeneyra (1854, 1857), labor que realizó al mismo tiempo que la redacción de su diccionario. En lo que se refiere a la poesía culterana, especialemente la de Góngora, seguía sin tener el reconocimiento completo de los críticos. Una excepción lo constituye Adolfo de Castro, que en el segundo tomo de Poetas líricos de los siglos XVI y XVII (1857) hace un estudio en profundidad de la poesía culterana. Su admiración hacia el Polifemo le costará la crítica de un anónimo redactor de la revista satírica más famosa del momento, El Padre Cobos, que le afea su mal gusto por apreciar semejante obra (Ravina 1999: 72). El canon literario del siglo XIX se institucionalizaría gracias a la Biblioteca de Autores Españoles, editada en su mayor parte por Manuel Rivadeneyra, y continuada por su hijo Adolfo. Conviene que prestemos atención a esta colección de clásicos españoles, pues se 381 trata de la principal cantera de la que Adolfo de Castro y, posteriormente, Aniceto de Pagés extraerán las citas para sus respectivos diccionarios. También Rufino José Cuervo reconoce que utilizó esta colección como corpus para su diccionario (Cuervo 1886: LIII), confesando que utilizó estas ediciones no por la calidad de las mismas, sino por estar al alcance de la mayoría de los lectores de habla española, tanto en un lado como en el otro del Atlántico. Por esa razón, es importante conocer en qué circunstancias se produjo la selección de autores y cuál fue la calidad de las ediciones, porque todo esto influirá en la naturaleza de las citas lexicográficas. El principal objetivo que se propuso Manuel de Rivadeneyra al plantearse un proyecto de tal calibre fue conseguir que la antigua literatura castellana, nuevamente valorada como acabamos de ver, dejara de ser el patrimonio exclusivo de bibliófilos y eruditos. Como se trataba de forjar una identidad nacional, era necesario que las obras tuvieran una circulación general. Hay que decir que la colección de Rivadeneyra no obedeció a un programa único ni definido desde sus comienzos (Lara Garrido 2010: 472). La publicación de los 70 volúmenes que constituyen la colección se extendió desde el año 1846 hasta 1880. La dirección inicial estuvo a cargo del poeta catalán Buenaventura Carlos Aribau, conocido actualmente por haber compuesto el poema Oda a la patria. Paradójicamente, el mismo autor que cantó a Cataluña como patria, fue quien le sugirió a Manuel Rivadeneyra la idea de reunir en una sola colección el conjunto de los clásicos españoles «desde la formación del lenguaje hasta nuestros días». Aribau fue, además, quien llevó a cabo la edición de las obras de Cervantes, inaugurando con ellas la colección 138 . Al volverlos a poner en circulación, se trataba de hacer justicia a los grandes escritores de lengua española. Según el poeta catalán, era inconcebible, pero a la vez sintomático, que los restos de Shakespeare recibieran todos los honores en la catedral de Westminster, mientras que los huesos de Cervantes yacieran olvidados en el osario de un convento madrileño (Garrido Lara 2010: 495). El proyecto estaba avocado al fracaso por múltiples razones. Económicamente no era tan rentable como se esperaba y fue el propio Rivadeneyra quien lo financió en su mayor parte. Existían donaciones hechas por particulares, pero lo que supuso verdaderamente una tabla de salvación para la colección fue el apoyo de las Cortes en 1856, apoyo aprobado a petición de Cándido Nocedal, que participaba a la sazón en este mismo proyecto. La calidad de las ediciones era, lamentablemente, bastante desigual. Había un reparto desequilibrado en cuanto a épocas y géneros. Por ejemplo, apenas había ninguna obra dedicada a los escritores contemporáneos, salvo el caso del poeta coronado 138 Aribau se encargó además de la edición de las obras de Nicolás y Leandro Fernández de Moratín (BAE II), los novelistas anteriores a Cervants (BAE III) y las Elegías de varones ilustres de Indias de J. de Castellanos (BAE IV). 382 Quintana, que ocupa por sí solo todo un volumen, al igual que Cervantes. En el ámbito del teatro faltaban por completo los dramaturgos anteriores a Lope, lo que explicaría su ausencia también en la nómina de fuentes que usó Adolfo de Castro para su diccionario. Tampoco había criterios de normalización editorial, ni en el establecimiento del texto crítico, ni en las anotaciones de variantes y de notas explicativas. Se usaron textos deturpados, como las Guerras civiles de Granada de Pérez de Hita, publicada varios años antes en folletón, obra a la que Aribau llegó a a atribuirle un lenguaje aberrantemente moderno (Garrido Lara 2010: 481). Hubo buenos editores, de la talla de un Pascual de Gayangos 139 , un Leopoldo Augusto de Cueto o un Agustín Durán. Pero también había buenos literatos que, sin embargo, no tenían grandes conocimientos de ecdótica ni de edición de textos antiguos. Hartzenbusch editó las obras de Calderón de la Barca, Lope de Vega y Tirso de Molina. Si bien en muchos aspectos la edición fue buena, la división escénica que él propuso marcaría durante décadas una errónea lectura escenotécnica de las más importantes obras dramáticas del Siglo de Oro (Garrido Lara 2010: 500). Mesonero Romanos, en cambio, decidió actuar con otro procedimiento, respetando las lagunas que los mismos escritores habían decidido dejar. Excelente fue la edición en dos volúmenes de los textos en prosa de Quevedo llevada a cabo por Aureliano Fernández- Guerra, volúmenes que «supusieron en su momento una verdadera revoluciónen de los métodos ecdóticos (en especial por el manejo de abuntantísimos materiales, impresos y manuscritos, para la constitutio textus y su programa identificativo de los autógrafos quevedianos)» (Garrido Lara 2010: 502). Sin embargo, la continuación en un tercer tomo, dedicado a la obra poética del mismo autor, fue realizada catastróficamente por Florencio Janer. Otro caso de editor que no estuvo a la altura de las obras que editaba fue Cayetano Rosell, autor de piezas teatrales, especialmente zarzuelas. Dirigió y prologó varios tomos, como los dedicados a Poemas épicos (1851-1854), Novelistas posteriores a Cervantes (1851-1854), Historiadores de sucesos particulares (1852-1853), Obras no dramáticas de Lope de Vega (1856) y Crónicas de los reyes de Castilla. Como afirma Garrido Lara (2010: 506), autor al que estamos siguiendo: «la medianía en todos los sentidos de Rosell puede calibrarse por la extensión misma que daba a sus disparatadas justificaciones del criterio editorial seguido en su variopinto elenco de volúmenes preparados». Es curioso que se le encomendara a este dramaturgo, que no tenía conocimientos de español medieval, la edición de los poemas épicos castellanos o las crónicas de los reyes de Castilla. Ilustrativas son sus propias palabras, que se leen en el prólogo a este último volumen: 139 Modélicas fueron las ediciones llevadas a cabo por el medievalista Pascual de Gayangos: Libros de caballería (BAE XL), La Gran Conquista de Ultramar (BAE XLIV) y Escritores en prosa anteriores al siglo XV (BAE LI). 383 No extrañen nuestros lectores la irregularidad e inconsecuencias que encontrarán en el sistema, o mejor dicho, en la falta total de sistema de la ortografía que hemos empleado. La variedad con que escribimos nombres y verbos, unas veces respetando su forma antigua, otras modernizándolo, usando indistintamente de mayúsculas o minúsculas, desatendiendo completamente los signos prosódicos de las voces, proviende de la misma incorrección, que se ve en los originales […] Trabajo hubiese sido, pero posible al fin, establecer un sistema uniforme de escritura; sin embargo, habríamos privado a los textos de su carácter, que precisamente consiste en este desorden y confusión (apud Garrido Lara 2010: 507). Rosell reconoce con gran ingenuidad que no ha alterado los textos, en una muestra de aquello que nunca debe hacer un editor de textos. En el último volumen en el que participó, confiesa: «No hemos querido tomarnos la fácil libertad de adoptar un sistema uniforme y propio, harto nos ha costado interpretar el sentido de algunos textos, que parecen escritos adrede para que resulten ininteligibles» (apud Garrido Lara 2010: 508). A Rosell quizá le faltaban conocimientos filológicos, pero de lo que no carecía era de una gran sinceridad. Los tomos dedicados a los poetas líricos de los siglos XVI y XVII, que publicó Adolfo de Castro, no fueron aceptados tampoco con gran entusiasmo. Este volumen forma parte de esos altibajos por los que atravesó la colección a lo largo de los años que estuvo formándose. Castro era un gran erudito, pero impulsivo y ambicioso. La precipitación y las prisas con las que solía trabajar afectaron la calidad tanto de su obra de crítica literaria como de su diccionario. 3.2.2. Adolfo de Castro (1823 – 1898): apuntes biográficos La figura de Adolfo de Castro encarna a la perfección las contradicciones de un siglo que se debatía entre el cambio social y político y la conservación de los valores tradicionales. Políticamente, Castro estuvo vinculado al ala liberal moderada, concretamente al partido de Unión Liberal 140 . Sin embargo, estaba casado con Ana de Herrera-Dávila y Pérez de Guzmán, que pertenecía a una aristocrática familia de Cádiz 141 . Defendía con vehemencia la libertad religiosa, pero al mismo tiempo era un ferviente católico. Hombre infatigable y de gran curiosidad, bibliófilo con un afán de protagonismo sin límite, quedó estigmatizado durante toda su vida por un pequeño libro que publicó en 140 Formaron parte del partido Unión Liberal varios ex moderados y varios ex progresistas, como el general O‟Donnel y Cánovas del Castillo, y escritores como Campoamor, López de Ayala y Alarcón. 141 Ana de Herrera-Dávila y Pérez de Guzmán era hija de D. Diego de Herrera-Dávila y Alvear y de su segunda espolsa Ana María Pérez de Guzmán, descendiente directa de uno de los conquistadores de Jerez de la Frontera y de D.ª Catalina Ruiz de Ahumada, pariente de Santa Teresa de Jesús. Aunque pueda parecer anecdótico, el cura que los casó el 19 de junio de 1845 fue D. Diego José Escudero Calderón de la Barca, pariente lejano del admirado autor de La vida es sueño. Este tipo de detalles eran muy apreciados por Adolfo de Castro (Ravina 1999: 24). 384 su juventud: la edición apócrifa de una obra supuestamente perdida de Miguel de Cervantes. Adolfo de Castro fue un investigador precoz. Como reconoce uno de los investigadores que mejor han estudiado su trayectoria vital y su obra, Manuel Ravina (1999: 25), tres fuerzas impulsaban siempre la labor filológica y literaria de Castro: una extraordinaria ambición, un propósito deliberado de originalidad y un espíritu polémico que no dejó de acompañarle nunca. El erudito gaditano publicaba mucho, pero publicaba con precipitación, sin dejar que el tiempo y la reflexión atenuaran el tono polémico de sus textos y las afirmaciones, a veces sensacionalistas, que vertía en ellos. Sus primeras publicaciones ejemplifican perfectamente ese carácter impulsivo y controvertido. El primer episodio controvertido en la vida de Castro tuvo lugar cuando Bartolomé José Gallardo, el famoso crítico, editor y bibliófilo extremeño, regaló al médico Federico Rubio, un manuscrito inédito sobre la Historia de Cádiz, escrito a finales del siglo XVI por Agustín de Horozco, para que lo publicara. El Ayuntamiento de Cádiz se hizo cargo de los costes y solicitó que Gallardo escribiera un prólogo para el libro. Sin embargo, y sin que conozcamos la razón exacta, éste rehusó la propuesta. Tal vez Rubio le propusiera simultáneamente a Adolfo de Castro que escribiese también el prólogo, por lo que Gallardo, ofendido, rechazó entrar en competición con un joven aún inexperto y desconocido en los ambientes filológicos. Para evitar nuevos problemas, el libro acabó editándose sin ningún prólogo en 1845. Castro tenía a la sazón sólo 21 años, y parece que el Ayuntamiento no consideró oportuno encomendar a una persona tan joven las palabras preliminares de tal obra. Como acto reivindicativo, el mismo Castro escribió, en tan sólo dos meses, una nueva Historia de Cádiz «para demostrar a todos los que le habían censurado los conocimientos que poseía sobre el pasado de su ciudad natal» (Ravina 1999: 27). El mismo año publicó una Historia de Jerez de la Frontera, que hoy no ha tenido mayor trascendencia. Las siguientes obras de Adolfo de Castro se llevaron a la imprenta igualemente con precipitación, movido por el deseo de ser siempre el primero en tratar determinados temas. La obra El Conde Duque de Olivares y el rey Felipe IV (1846) se publicó por temor a que Luis Loma Corradi reuniera en una monografía una serie de artículos sobre el mismo tema que estaba publicando en una revista literaria de Sevilla, El Español. Del mismo modo, su Historia de los judíos españoles (1847), que le hizo tan popular, fue fruto de la rivalidad que mantuvo con D. José Amador de los Ríos, que escribía en la misma revista sevillana trabajos sobre este asunto. Como afirma Ravina (1999: 29), Adolfo de Castro debió sobresaltarse al ver que él no era el único en investigar sobre los judíos sefardíes, así que aceleró el ritmo de sus investigaciones. En efecto, Amador de los Ríos decidió publicar una monografía, a la que tituló Estudios históricos, políticos y 385 literarios sobre los judíos de España. La obra de Castro salió a la luz en 1847 y la de Amador de los Ríos en 1848. Éste último autor se vio obligado a incluir un pequeño trabajo en el que, honestamente, felicita a Castro por su trabajo sobre los judíos españoles, sin dejar de reprocharle, veladamente, su forzada precipitación en publicar la monografía antes que la suya. (Ravina 1999: 29-30). Sin embargo, todas estas publicaciones escritas a un ritmo frenético no fueron suficientes para Adolfo de Castro, a pesar de que su fama iba aumentando ya no sólo en el ámbito provincial, sino en toda España. Castro decidió cometer una “travesura literaria” que lo consagrara definitivamente en el mundillo de historiadores y filólogos, siguiendo un tópico muy utilizado en literatura, entre otros por el mismo Cervantes. En la introducción de El Buscapié (1848), Castro cuenta que se tropezó casualmente con un manuscrito en un mercadillo ambulante que se celebraba en Cádiz. El manuscrito procedía, supuestamente, de la biblioteca del duque de Lafões, Don Juan de Braganza, y de ahí había pasado a manos de un abogado de San Fernando llamado don Pascual de la Gándara, que hasta el día de hoy no se ha podido identificar. Ese manuscrito resultó ser una obra perdida de Miguel de Cervantes, El Buscapié, que escribió para defender la primera parte de El Quijote contra las críticas vertidas en el Quijote apócrifo de Avellaneda. La publicación en 1848 de El Buscapié fue una noticia que conmocionó no sólo a los círculos filológicos españoles, sino también extranjeros. La fama que perseguía Adolfo de Castro estaba garantizada. Rápidamente se hizo con los derechos de propiedad del manuscrito, para sacar a sus publicaciones el máximo rendimiento económico posible. Casi al mismo tiempo que la primera edición gaditana de El Buscapié, vieron la luz una traducción realizada en Francia por Hipólito Lucas y otra traducción inglesa llevada a cabo por Thomasina Ross (Ravina 1999: 36). También hubo una traducción portuguesa. El texto propiamente dicho de El Buscapié ocupaba en su primera edición desde la página 9 a la 56. Después Castro añadió una supuesta carta de Mateo Alemán dirigida a Cervantes y, para completarlo todo, 194 páginas con numeración a parte consistente en notas y comentarios al texto. Al principio, los principales eruditos cervantinos aplaudieron el providencial hallazgo, pero muy pronto empezaron a surgir sospechas y, finalmente, todos admitieron que se trataba de un completo fraude perpetrado por el mismo Adolfo de Castro. Los detalles para conocer la progresiva expansión de la polémica pueden encontrarse en el estudio realizado por Ruvina (1999: 33-47). Aquí destacaremos tan sólo que fue el famoso hispanista norteamericano George Ticknor quien zanjó la cuestión sobre la supuesta originalidad de El Buscapié, negándola en su History of Spanish Literature, que se publicaría un año más tarde, en 1849. Castro sentía gran respeto por Ticknor y no osó 386 contradecir sus argumentos, algo que no hizo con Bartolomé José Gallardo, su eterno enemigo, quien, por cierto, no había participado directamente en la polémica cervantina. A oídos de Castro habían llegado las insinuaciones y los descalificativos que Gallardo dirigía contra su persona, por lo que decidió atacarlo escribiendo un conjunto de artículos en la revista gaditana La Tertulia, bajo el título de Epístolas desde el otro mundo. Gallardo replicó con un folleto titulado Zapatazo a Zapatilla y a su falso puntapié un puntillazo, en el cual no atacaba tanto a Castro, al que despreciaba, sino que se defendía de las infamias vertidas contra él. En 1851, los editores de La Ilustración y del Semanario Pintoresco Español reunieron los artículos injuriosos de Castro contra Gallardo en un libro que, con el pseudónimo de Antonio Lupán Zapata, en alusión a un famoso falsificador del siglo XVII, llevaba el título de Aventuras literarias del iracundo bibliopirata Bartolomico Gallardete, en el que se incluía una nueva carta de Castro y otra de un todavía joven Antonio Cánovas del Castillo, sobrino del historiador Estébanez Calderón. Las ofensas y los insultos fueron demasiado lejos y la polémica acabó llevándose a los tribunales, en el que acabó siendo condenado Bartolomé José Gallardo (Ravina 1999: 47). La obra de El Buscapié siguió atribuyéndosele a Cervantes hasta finales del siglo XIX y, como obra de tal autor, se editó en varias ocasiones junto al Quijote. Como hemos visto, Castro ya logró una gran fama a la edad de tan sólo 25 años, gracias al hallazgo del presunto manuscrito cervantino. La siguiente etapa decidió trasladarse a Madrid, centro cultural que toda persona con ambición debía visitar. Es allí donde comenzará a publicar su Gran diccionario de la lengua española (1852 – 1855) y a colaborar en la colección literaria de Rivadeneyra. También fue durante este período cuando publicó una de las obras mejor escritas de Adolfo de Castro: la Historia de los Protestantes Españoles y su persecución por Felipe II (1851), que sería alabada por Menéndez y Pelayo en su Historia de los Heterodoxos Españoles (1880 – 1882). En esta obra, Castro, como ya hiciera en su Historia de los judíos españoles, abogaba por la tolerancia religiosa, al mismo tiempo que atacaba el fanatismo de instituciones como la Inquisición o la monarquía española, representada aquí por el rey Felipe II. La obra fue rápidamente traducida al inglés por Thomas Parker. Esta traducción tendría un enorme éxito, especialmente porque la crítica no venía en esta ocasión de un país extranjero, sino de la propia España. La ortodoxia de Castro se puso en duda, e incluso algunos llegaron a pensar que se había convertido a la fe de la iglesia anglicana. En efecto, en Madrid tuvo trato con algunos reconocidos protestantes. Pero Castro siempre negó tal conversión, afirmando, por el contrario, que su obra no era una defensa de las creencias luteranas, sino un ataque contra la intolerancia religiosa. Por lo demás, él nunca abandonó la fe 387 católica y, de hecho, su devoción fue aumentando con los años, hasta el punto de llegar a renegar de algunos de sus escritos anteriores. El período madrileño de Adolfo de Castro terminó en 1854, con el alzamiento del general O‟Donnell. Se formó en Cádiz una junta de Gobierno, presidida por el escritor Vadillo, que, según el Diccionario enciclopédico hispano-americano de Montaner y Simón (s.v. Castro y Rossi, Adolfo), obligó a Castro a aceptar el puesto de gobernador civil de aquella provincia. Nunca más retomaría el proyecto de su diccionario. Según noticas localizadas por Ignacio Ahumada (2010: 121) en el periódico Las Novedades, éste dejó de publicarse en 1855. Las causas no están claras, pero el diccionario enciclopédico mencionado, cuyo artículo dedicado a Castro y Rossi fue redactado presumiblemente por él mismo, afirma que la razón del abandono fueron dos ataques cerebrales. Otra posibilidad es que Adolfo de Castro desistiera ante los ataques de un anónimo autor que firmaba con el pseudónimo de Tiquitoc, del que hablaremos más adelante. Las últimas obras que dejó concluidas antes de abandonar Madrid fueron los tres tomos que publicó para la Biblioteca de Autores Españoles: Poetas líricos de los siglos XVI y XVII (1854 – 1857) y Curiosidades bibliográficas (1855), que no tuvieron una gran acogida entre los especialistas, pero en los que destaca la edición de obras todavía inéditas, como el poema épico La Tebayda de Juan de Arjona, escrita a finales del siglo XVI. Como se verá, la labor editora fue simultaneada con el trabajo lexicográfico, y esto tuvo consecuencias muy importantes en el proceso de selección de autoridades para el diccionario. Parte del corpus usado por Adolfo de Castro estaba basado en los textos clásicos cuya edición él preparaba. De regreso a Cádiz, Adolfo de Castro, seguirá compaginando la vida política con su labor filológica. En 1856 se convierte en Alcalde de su ciudad, y en este puesto logra impedir un alzamiento insurreccional contra O‟Donnell. Después es proclamado Gobernador de Huelva. En 1857 imprimió en Cádiz su Filosofía de la muerte y el Centón epistolario del bachiller Fernán Gómez de Cibdadreal, autor citado en su diccionario. Siguió publicando obras históricas sobre la ciudad gaditana, como Cádiz en la guerra de la Independencia, cuadro histórico (1862), pero se aprecia también una preocupación cada vez mayor por los temas religiosos. En 1864 publica Ernesto Renán ante la erudición sagrada y profana, obra en la que impugna las afirmaciones del autor de la Vie de Jésus (1863). Y en 1869 ve la luz La libertad por la fe, para rebatir la opinión de Castelar, que afirmó en las Cortes que la fe era incompatible con la libertad. En 1871, Adolfo de Castro ingresa en la Academia de la Lengua. Continúa publicando libros históricos, y dando a conocer textos inéditos, como un opúsculo escrito por el mismo Diego Velázquez. En 1875 publica su opúsculo La Epístola moral de Fabio no es de Rioja, descubrimiento de su autor verdadero. El hallazgo de la verdadera autoría de la 388 Epístola Moral a Fabio, escrita por el capitán Andrés Fernández de Andrade, supuso el reconocimiento de su labor por parte de los críticos del momento. De hecho, dicha autoría sería confirmada por Dámaso Alonso muchos años después. Por último, fue Castro quien reveló que bajo el nombre de Hernando de Zárate se escondía en realidad la figura del criptojudío Antonio Enríquez Gómez, perseguido por la Inquisición. Debemos concluir el apartado biográfico diciendo que la obra de Adolfo de Castro tuvo grandes altibajos, si bien parece que sólo las obras escritas en su juventud sufrieron mayor merma de calidad debido a la precipitación y a la inexperiencia con la que fueron escritas. Desafortunadamente, el Gran Diccionario de la lengua española corresponde a este período, por lo que no deben sorprendernos las deficiencias que en él vamos a encontrar. 3.2.3. El Gran diccionario de la lengua española (1852 – 1855): características generales La publicación del Gran diccionario de la lengua española se produce en un momento de ebullición lexicográfica. A mediados del siglo XIX se publican diferentes diccionarios generales, entre los cuales destacan el Nuevo diccionario de la lengua castellana (1846) de Vicente Salvá y el Diccionario nacional (1846 – 1847) de Ramón Joaquín Domíngez. Indudablemente, es el siglo de los diccionarios, pero también el siglo en que la autoridad del diccionario académico se desvanece junto a las viejas citas de sus dos primeras ediciones. La docta casa se convierte en objeto de todas las críticas, que pueden encontrarse en las portadas, en los prólogos e incluso en los mismos artículos de los diccionarios que se publican en aquellos años. Algunos de estos repertorios se caracterizan por dejar traslucir las ideas y las opiniones personales de los autores. El caso más representativo es el de Domínguez, cuyo Diccionario nacional está cargado de contenido subjetivo, como ya destacó Manuel Seco en dos trabajos sobre esta obra (Seco 1987: 165-177; 1987g: 152-164). El Diccionario nacional posee también un carácter enciclopédico muy marcado, algo que también está presente en otros diccionarios decimonónicos. Una manera de aventajar al competidor académico era a través de la adición de neologismos, especialmente voces de especialidad. También se incluyen voces geográficas y algunos nombres propios, especialmente relacionados con la historia, la religión y la mitología. Si los límites entre la definición lingüística y la definición enciclopédica no suelen estar completamente claros (son resultado de una construcción mental), en los diccionarios decimonónicos dicha frontera es todavía más imperceptible. En este período la burguesía es la clase social ascendente, y el conocimiento pasa a ser uno de los rasgos distintivos de los que se sirven los burgueses para demostrar la superioridad de clase. Ya no es la sangre, sino la cultura la que se ostenta como signo de distinción. Por ese motivo, los diccionarios, con un contenido cada vez más 389 enciclopédico, proporcionan de manera sencilla y directa la información que la sociedad demanda. Eran, pues, una herramienta de gran utilidad, lo que explica la multitud de diccionarios, tanto generales como especializados, aparecidos a lo largo de esta centuria, sin contar el elevado número de ediciones que alcanzaron algunos de ellos, como es el caso del Diccionario de Domínguez. Por tanto, la competencia era dura. Cada diccionario quería poner en valor sus señas de identidad para poderse vender mejor. La mayoría de ellos esgrimía los mismos argumentos: una mayor presencia de americanismos (provincialismos) en su nomenclatura, la introducción de tecnicismos, una mejor definición de las voces ya presentes en el repertorio académico, etc. Pero de toda la pléyade lexicográfica que hizo su aparición a mediados del siglo XIX, sólo el Gran diccionario de la lengua española introdujo autoridades en su microestructura. Como veremos, las autoridades no se incluyeron sistemáticamente en todos los artículos, pero sí en una mayoría muy significativa. No es tan escasas como en el Diccionario castellano de Esteban de Terreros o el Diccionario Nacional de Domínguez (que de vez en cuando incluye la cita de algún afamado escritor), aunque tampoco se pueden encontrar en todos los artículos, algo que ni si quiera logrará el Gran diccionario de la lengua castellana de Aniceto de Pagés. En la portada del Gran diccionario de la lengua española de Adolfo de Castro se pueden ver esbozadas sus principales características, expuestas a modo de reclamo publicitario: Contiene las voces admitidas en el trato común, las anticuadas, las más usuales en todas las ciencias, en todas las artes y en todos los oficios, todas las marítimas, las de las Américas españolas, las de Filipinas, los proverbios, las noticias de personajes proverbiales, y las maneras de decir más elegantes de nuestros buenos escritores, así en el género picaresco como en el culto; todo comprobado con las autoridades correspondientes en prosa y en verso. El diccionario aspira a ser un repertorio exhaustivo, sin limitaciones en su nomenclatura: acepta los tecnicismos (al menos los más frecuentes), los americanismos e incluso los términos de cultura específica (especialmente flora y fauna) de Filipinas. El término que Castro utiliza para referirse a los fragmentos textuales es el de autoridad: «todo comprobado con las autoridades correspondientes en prosa y en verso». No se habla de ejemplos ni de citas. En el Prólogo también puede leerse: «la mayor parte de ellas [de las voces] van acompañadas de algunos testos de los escritores notables, en donde se hallan usadas según diversas significaciones, único modo de que un Diccionario pueda lograr la autoridad necesaria a sus lectores». En este fragmento podemos comprobar la principal función que Castro atribuye a las autoridades: son textos extraídos de escritores notables; en dichos textos se muestran las diferentes acepciones de la voz. Finalmente, Castro se refiere a la autoridad del diccionario y afirma que son las citas las que otorgan a este tipo de obras la autoridad que esperan los lectores. En este sentido 390 sigue la línea marcada por la Academia en sus orígenes, y no tanto la opinión de Terreros. El jesuita sostenía que sólo las voces que no fueran de uso general debían ir respaldadas de una autoridad. En cambio, Castro escribe: “todo comprobado con las autoridades correspondientes en prosa y en verso». Sabemos que los diccionarios decimonónicos solían tomar como modelo algún diccionario francés. Sin embargo, no parece claro que Castro siguiera de cerca ningún repertorio léxico del país galo. Ravina (1999: 67) nos cuenta que el traductor inglés de las obras de Castro, Thomar Parker, le recomendó escribir un diccionario al estilo del Dictionary of the English Langauge de Samuel Johnson. La fuente que toma Ravina es el prólogo a la obra traducida de Castro, History of Religious intolerance in Spain, publicada en 1853, año en que ya se estaba fraguando el diccionario. Lo que escribe Parker es lo siguiente: Scarcely had Señor de Castro concluded and published, in Spain, the first twelve of the following chapters, than he was seized with a brain fever, which, for a time, assumed so alarming a crisis as to forbid hopes of his recovery; but, thank God, his life is spared, and it may be interesting to his readers to know, that he is again in the plentitude of health and the usual exercise of his pen, having engaged in the laborious task of writing a Dictionary of the Spanish language, in which is given, not only the sense of each word, but the classical authority for its use, according to the plan adopted by Dr. Johnson in his Dictionary of the English language (Parker 1853: XVIII-XIX). En el texto no se dice que Parker aconsejara escribir un diccionario como el de Samuel Johnson. La referencia al famoso escritor inglés parece más bien una comparación que pudiera resultar culturalmente conocida para los lectores británicos. No obstante, existen evidentes semejanzas, incluso tipográficas, entre el Diccionario de Castro y el de Samuel Johnson. La extensión de las citas es muy semejante: a veces son breves pero en otras ocasiones bastante extensas; hay citas de textos en prosa como en verso y, como ya vimos en el anterior capítulo, las citas del diccionario de Johnson corresponden al período áureo de la literatura inglesa, como también sucede en el caso del diccionario de Castro para la literatura española. Apenas hay citas de autores contemporáneos. Y como ha destacado también Ignacio Ahumada (2010: 114), ambos comparten en común un modo de citar relativamente anárquico. Sin embargo, lo que más llama la atención es que Adolfo de Castro concibió la publicación de una gramática junto al diccionario, de la misma manera que hizo Samuel Johnson. Esta noticia la halló Ignacio Ahumada en el artículo dedicado a la voz abuelo: ABUELO Por manera de burla o por grosería sin malicia, llaman los muchachos y las personas jóvenes (no muy cultas) abuelos a todo viejo, especialmente cuando hay algo ridículo en ellos. (Y uso el plural con perdón de algunos muy atildados en esto de la gramática, que aprendieron en cualquier autorzuelo de por ahí, porque en todo viejo está incluso el plural, y refiriéndome a todo viejo, plurales habrán de ser los pronombres o nombres que ponga. Así al menos mi razón lo ordena y además el ejemplo de 391 calificados autores que citaré en mi Gramática de la lengua española, hecha por nuevo modo). 142 En todo caso, el modelo más próximo que tenía Adolfo de Castro era el propio diccionario de la Academia, como demuestra el elevado número de veces que lo cita, mientras que no se alude ni una sola vez al diccionario de Johnson. Por tanto, aunque el modelo británico resulta probable, no puede confirmarse. Tal como se puede apreciar en el anterior ejemplo, la microestructura de la obra no posee un alto grado de condensación textual. Las indicaciones estilísticas y diastráticas se expresan a través de sintagmas completos o de oraciones («Por manera de burla o por grosería sin malicia»; «llaman los muchachos y las personas jóvenes [no muy cultas] ») y no por medio de abreviaturas. Las únicas indicaciones estandarizadas (aunque no de forma completamente sistemática) son las marcas diacrónicas (ant. se usa para indicar que el signo lemático es un arcaísmo), las marcas diatécnicas (con diversas abreviaturas, como mar., arq. etc. para indicar diferentes ámbitos de especialización), así como las clásicas indicaciones gramaticales (adj., s. m., s. f., v. n. etc.) y, a veces, las diatópicas (prov.). La definición mezcla elementos semánticos con informaciones gramaticales y con otro tipo de glosas, de manera que es imposible aplicar la ley de sustitución que tan útil resulta para comprobar si la definición está formulada correctamente o no. En términos usados por Seco, la metalengua de signo y la metalengua de contenido aparecen expresados en el mismo enunciado definicional, sin ninguna distinción: ACOSTARSE. v. r. Significa descender del lugar en que uno se hallaba: viene por consecuencia á equivaler á apearse en este ejemplo: “Acostóse de encima del camello” Biblia vieja de Ferrara. Esta ausencia tanto de sistematicidad como de condensación textual era característica de muchos diccionarios de la época. Por tanto, este rasgo no debe juzgarse negativamente. Adolfo de Castro asume una tradición lexicográfica que entendía la estructura del artículo lexicográfico como un pequeño ensayo filológico sobre la voz estudiada. Otro rasgo es el de la subjetividad, que se refleja a través de la animadversión contra la Academia que puede verse en multitud de ejemplos, incluso en el interior del artículo dedicado al término Academia. No es ésta, precisamente, una peculiaridad exclusiva del Gran diccionario de la lengua española, pues podemos enconrarla en la mayoría de los diccionarios de la época. La ideología se muestra también a través de los artículos que definen voces relacionadas con la religión cristiana. Pero esta ideología se muestra no a través de juicios subjetivos, sino a través, precisamente, de la supresión del sujeto enunciador. Como ya ha observado Susana Rodríguez Barcia (2010), la perspectiva católica presente en los 142 La negrita es nuestra. 392 diccionarios académicos y en el diccionario de Terreros, desaparece por completo en la obra de Castro. Como ya sabemos, el bibliófilo gaditano dedicó varias obras a cuestiones histórico-religiosas. Destacan sobre todo su Historia de los judíos españoles y su Historia de los protestantes españoles, obras en las que defiende, por encima de todo, la libertad y la tolerancia religiosas. Esta posición neutral, aunque Castro nunca dejara de ser católico, es especialmente llamativa. En cuestiones filológicas y gramaticales, las opiniones de Castro se manifiestan, a veces con virulencia y sarcasmo. Sin embargo, cuando se trata de términos relacionados con la religión, las definiciones se vuelven objetivas y neutrales. A tales definiciones se añade un enunciado que delimita el juicio a una determinada iglesia o creencia, como, por ejemplo, en las iglesias católicas, según la Biblia, de los católicos, de los cristianos, en la religión cristiana, según la religión cristiana, en términos teológicos, en la religión católica, etc. (Rodriguez Barcia 2010: 558). Con todo, se puede apreciar que el Gran diccionario de la lengua española se redactó con bastante precipitación, al igual que las restantes obras de juventud escritas por Castro. El diccionario presenta algunas rarezas o aspectos irregulares y poco frecuentes sobre los que hay que detenerse. En primer lugar, hay que decir que Castro no escatimaba espacio a la hora de introducir citas poéticas o en prosa. Llama poderosamente la atención que existan columnas enteras del Gran diccionario de la lengua española dedicadas a la cita, cuando un par de versos habrían bastado para justificar el uso de la voz en cuestión. Parece que Castro se interesaba más en mostrar el poema o el fragmento de un determinado texto curioso, antes que por la propia definición lexicográfica. Además, hay citas en las que no se muestra el signo lemático en ninguna instancia de uso. Puede verse, por ejemplo, el referido artículo dedicado a Academia, en el que las citas de Mayans y Juan de Iriarte no muestran en ningún lugar la voz Academia. En ellas se habla exclusivamente de las carencias de su diccionario (la cita tiene, pues, una finalidad ideólogica evidente): Academia Española. Fundada en Madrid el año 1713. Publica de cuando en cuando alguna edición de un Diccionario que formaron sus fundadores, y que los académicos sucesivos han ido corrigiendo y aumentando. La Academia tuvo gran acierto para intitular su trabajo. Ella se llama Española y su Diccionario es de la lengua castellana en el título, contra la institución de la Academia, y contra el contenido mismo de la obra, pues en esta se encierran muy bien, en mas de sus tres cuartas partes, voces de origen aragonés, de orígen andaluz, etc., etc. D. Gragorio Mayans en Los orígenes de la lengua española, decía: «Una de las causas de la pobreza de este Diccionario entiendo que es buscar las voces en libros comunes y de asuntos limitados. Otra me parece que es encomendar los vocablos de cada una de las letras á uno solo, debiendo todos trabajar en una misma cosa; porque si no, de ¿qué sirve que sean muchos? Omito el disimulo de unos con otros, la demasiada condescendencia y la poca libertad entre los que siendo de un mismo cuerpo debieran tenerla entre sí, sin menoscabo de su amistad. Si algunos académicos hoy (1737) no aprobaren lo que digo, lo aprobarán los venideros, pues ya condenan los presentes la doctrina y método de los pasados.» Don Juan de Iriarte en un discurso leído á la misma Academia decía: «Todavía (¿quién lo creerá?), ni el Vocabulario de Nebrija, ni el Tesoro de Covarrubias, se hallan plenamente evacuados. Aun tienen voces con que contribuir á la abundancia y riqueza de nuestro Diccionario» […]. 393 Sobre la extensión, a veces desmesurada de las citas, conviene recordar que el diccionario se comercializó en forma de fascículos, que se vendían semanalmente junto al períodico Las Novedades. Cada una de las entregas estaba constituida por un pliego de 16 páginas. Parece que, con frecuencia, el autor recurría a largas citas para evitar espacios en blanco, que habrían aparecido por falta de cualquier otro material. David Prieto, en un estudio sobre la presencia de la obra de Tirso de Molina en los diccionarios españoles del siglo XIX, señala también otros rasgos que reflejan el poco dominio de la técnica lexicográfica que Castro poseía (David Prieto 2006: 1277-1281). Además de señalar que no todos los artículos incluyen alguna cita y que no existe en absoluto uniformidad en el modo de indicar las referencias bibliográficas 143 , apunta también al hecho de que hay voces como amar o andar (muy usuales) cuyo artículo lexicográfico incluye una cita, mientras que otras bastante extrañas, como babinel, babujal, y cabaco no la tienen. La explicación a este fenómeno es relativamente sencilla. Adolfo de Castro emprendió el proyecto de su diccionario en solitario. Era, por tanto, muy difícil que encontrara respaldo textual para todas las voces, teniendo en cuenta que en su contra jugaban el tiempo y la propia envergadura de la obra. Además, existen artículos completos entrecomillados, incluido el lema. Esto sucede cuando Castro copia una fuente lexicográfica: «ABISMO. Una profundidad de valles hondísimos, que mirando desde lo alto se desvanece la vista, y no alcanzamos á ver lo que está en lo profundo» COVARRUBIAS, Tesoro. En su favor hay que decir que la honestidad de la que el gaditano careció en otras empresas le llevó a reconocer expresamente sus fuentes secundarias, de manera que si citaba a Quevedo a través del Diccionario de autoridades, lo reconocía; y si copiaba la definición a partir de otro diccionario, no sólo entrecomillaba la definición, sino también el lema. Prieto (2006: 1278) destaca asímismo la existencia de lemas basados en formas irregulares de la conjugación de un verbo, como anduve, anduviste, etc., así como artículos enciclopédicos (dedicados a voces como Alcalá, Aldonza, Anacreonte, anguila, babieca, etc.). Se trata de ese elemento enciclopédico que ya hemos comentado y que acompañó a muchos diccionarios de lengua en el siglo XIX. El Gran diccionario de la lengua española tiene, como toda obra humana, sus aciertos, pero también sus limitaciones. Debe destacarse el hecho de que al mismo tiempo que se publicaba en forma de cuadernillos, salió a la luz una crítica feroz contra este diccionario. Por aquel entonces, Adolfo de Castro ya tenía numerosos enemigos que no le perdonaban la falsificación literaria llevada a cabo por él, su soberbia ni sus críticas 143 Por ejemplo, el poeta y dramaturrgo Mira de Amescua (h. 1574 – 1644) a veces se cita como «MIRADEMESCUA» (s.v. achicoria) y otras como «MIRA DE MESCUA» (s.v. ama, ayunar). 394 contra otros filólogos, como Bartolomé José Gallardo. La crítica a la que hacemos alusión es anónima. Está firmada por un personaje cervantino, bien conocido, de nombre Tiquitoc, miembro de la ficticia Academia de Argamasilla de Alba, que aparece al final de la Primera Parte del Quijote. A pesar de los intentos de Ruvina por identificar el personaje que se esconde tras este seudónimo, no ha logrado saber quién es. Otro investigador que ha estudiado la demoledora reseña de Tiquitoc ha sido Ignacio Ahumada (2010) al estudiar el género de la crítica de diccionarios en la España del siglo XIX. El ataque contra el Gran diccionario de la lengua española se enmarca en un contexto marcadamente literario y, más concretamente, cervantino. El autor debía estar aún resentido por el éxito de Castro al publicar El Buscapié. En concreto, la reseña lleva por título Correcciones mejorables al Diccionario inmejorable de don Adolfo de Castro (1853). Se trata de una representación dramática en la que se constituye una tribunal formado para juzgar la calidad de la obra. Como fiscales encontramos a Tiquitoc, el Burlador y Cachidiablo, mientras que ejerciendo de abogados defensores están D. Participio, D. Adverbio y D. Subjuntivo. En esta obra se juzga sólo 48 páginas del diccionario. El censor reconoce haber hallado «más de 500 errores y defectos y más de 150 omisiones» (apud Ahumada 2010: 121). Ciertamente se corrigen deficiencias en las definiciones, como en el caso de la locución poner una cosa por el abecé o poner por el orden del abecé: ABECÉ s m Las letras que nos sirven para coordinar las palabras, así en la viva voz como en la escritura. Llámanse comúnmente abecedario. Poner una cosa por el abecé o por el orden del abecé. Es cuando se forma una lista o un catálogo de nombres de persona, muebles, animales, efectos de comercio, títulos de libros, etc., empezando por las que tienen la primera letra A y acabando en las que tienen por última Z. También sirven para señalar las notas que van al fin de un libro con el fin de distinguirlas de aquellas que por su brevedad pueden ir al pie de cada página (Castro 1852: s.v. abecé). A ver si si [sic] entiendo… Empezando en las que tienen por primera letra la A, como por ejemplo almirez, y acabando en las que tienen por última la Z, cmo por ejemplo almirez. Eso es? (Tuquitoc 1853: 7b; apud Ahumada 2010: 119) 144 . Sin embargo, no son estas críticas las que nos interesan, sino los ataques directos al principio de autoridad que sigue Adolfo de Castro. En cada época surgieron, como ya hemos visto, corrientes antagónicas en relación a los principios normativos y descriptivos que debían regir las gramáticas y los diccionarios. Algunos defendían que estas obras tenían que basarse en el consenso de los sabios, que a menudo se identificaban con escritores de tiempos pasados. Este es el sentido genuino y original que tuvo el principio 144 Obsérvese cómo la crítica de Tiquitoc es superficial y casi anecdótica. Una observación más acertada podría haberse basado en la deficiente técnica que tenía Castro para definir. Poner una cosa por el abecé o por el orden del abecé es una locución verbal que habría debido definirse con otro verbo en infinitivo (según la denominada ley de equivalencia sintáctica). Sin embargo, Castro escribe « Es cuando se forma una lista o un catálogo de nombres de persona […]». Con todo, esperar una crítica semejante sería tal vez demasiado prematuro en el siglo XIX. 395 de autoridad: un criterio de corrección lingüística basado en la lengua y en la tradición literarias. Otros defendían el uso general contemporáneo, opinión mantenida casi desde los orígenes de la tradición lingüística, desde Cicerón hasta Vicente Salvá. Finalmente, se hallaban quienes, sin rechazar como norma el uso lingüístico de la mayoría y de los mejores escritores, daban una gran importancia a la razón. Adolfo de Castro se basa en el canon literario que fue forjándose a finales del siglo XVIII y consolidándose a lo largo del XIX. Tiquitoc realiza su crítica desde la perspectiva de quienes sostienen que el uso contemporáneo más extendido es el modelo lingüístico que debe reflejarse en gramáticas y diccionarios. La necesidad de crear obras sincrónicas supone, como ya vimos en el capítulo II, el “comienzo del fin del principio de autoridad”. A propósito de los textos antiguos que Castro ofrece como autoridades, Tiquitoc escribe: ¿No has reparado que casi todos esos escritores son de unos tiempos en que la lengua española se estaba puliendo? ¿Quieres que volvamos a las vejeces? ¿Quieres enseñar a hablar el castellano del padre Isla, de Jovellanos, de Toreno, de Quintana, de Balmes, con el del Cancionero de obras de burlas o con la frase incorrecta de Santa Teresa de Jesús […] Además, en una obra de consulta, debe ahorrarse al lector el trabajo de discurrir. ¿ Y sabes tú por qué hay en esos cuadernos tan poco de lo bueno y de lo moderno, y tanto de lo malo y lo antiguo? […] Pues es porque gran parte de ese trabajo se encuentra ya hecho en libracos antiguos. […] Lo antiguo puede ser muy bueno; pero no se puede enseñar con el romance español del siglo XIII el lenguaje regularizado ya del siglo XIX (10b-11ª; apud Ahumada 2010: 119-120). Las críticas están planteadas evidentemente con mala intención. Al igual que no existen dos diccionarios iguales (a no ser que se trate de plagios), tampoco hay repertorios con una misma finalidad. No se puede pedir al Gran diccionario de la lengua española que muestre sólo las voces de uso contemporáneo, simplemente porque esa no fue la intención de Adolfo de Castro. La crítica, en este sentido, nos parece injustificada. Tal como se muestra en los textos publicitarios que aparecieron en el periódico Las Novedades, y que recoge también Ahumada, el Gran diccionario de la lengua española pretendía mostrar la riqueza del idioma, basándose en los mejores escritores de la literatura española: Desde luego se comprende que la obra que anunciamos aventaja a cuantas en su género se han publicado, porque las voces, casi siempre definidas de nuevo con precisión y exactitud, van acompañadas de textos de escritores, que autorizan las definiciones y el uso de las palabras: Garcilaso, Hurtado de Mendoza, fray Luis de Granada, fray Luis de León, Lope de Vega, Tirso de Molina, Moncada, Melo, Calderón, Solís, en una palabra, todos nuestros buenos poetas y prosistas. El GRAN DICCIONARIO DE LA LENGUA CASTELLANA [sic] demostrará la riqueza de nuestro idioma; en todas las demás obras de este género puede asegurarse que no se halla más que una sombra de ellas. Las Novedades, viernes, 9 de septiembre de 1854; 4; apud Ahumada 116). Debe quedar claro que las críticas deben efectuarse siempre sobre la base de la adecuación que se produce entre el diccionario y el género lexicográfico al que pertenece, y sobre el hecho de si logra o no los objetivos marcados, objetivos que están 396 determinados a su vez por el tipo de usuarios al que va dirigido. Sabemos que hay diccionarios de codificación y descodificación, diccionarios generales extensivos e intensivos, sincrónicos y diacrónicos, diccionarios especializados, etc. Del Gran Diccionario de la lengua española se ha dicho que se trata de un diccionario histórico (García Platero 2003: 271-272; Rodríguez Barcia 2010: 553), pero resulta erróneo, en nuestra opinión, encuadrar esta obra en dicho género lexicográfico. Ninguno de los grandes diccionarios históricos europeos había comenzado si quiera a redactarse. Castro era un filólogo, pero no conocía las corrientes historicistas que estaban surgiendo en esos momentos en Alemania. Hemos visto que existen varios tipos de diccionarios históricos, siguiendo los criterios marcados por Seco (1987e) y Porto Dapena (2000). Sin embargo, El Gran diccionario de la lengua española no se ajusta a ninguno de esos modelos. Por las características de su macroestructura, se trata de un diccionario cuyos artículos están ordenados según el orden alfabético de los lemas, sin distinguir entre diferentes períodos cronológicos del léxico. En su microestructura, las acepciones aparecen ordenadas de tal modo que primero aparecen las acepciones más usuales y después las menos frecuentes y arcaicas. Pero esto no es un rasgo distintivo de los diccionarios históricos, sino más bien de la mayoría de los diccionarios de lengua. No existe un rastreo sistemático de los usos más antiguos, como sí hicieron posteriormente Littré y los hermanos Grimm, ni se trata de establecer sistemáticamente la evolución semántica de las palabras, como en el diccionario de Hatzfeld, Darmesteter y Thomas. Se recogen arcaísmos, pero esto obedece a la herencia de la corriente casticista del siglo XVIII, que consideraba cada voz antigua como un vocablo propio del castellano que debía preservarse. Tampoco se recoge la etimología de las voces, ni su documentación más antigua. A veces, Castro recurre al Glossarium ad Scriptores mediae & infimae latinitatis (1678) de Charles du Fresne, señor du Cange, para testimoniar usos antiquísimos de voces romances en documentos de la baja latinidad, es decir, documenta usos primitivos en textos escritos en latín romanceado o macarrónico, algo que sí es propio de los diccionarios históricos. Pero esto esto sólo ocurre en 35 ocasiones y, como suele decirse en estos casos, una golondrina no hace verano 145 . También se ha escrito que el Gran diccionario de la lengua española es una especie de diccionario de diccionarios (Baquero Mesa 1992: 461), por la sencilla razón de que Castro se basó en un gran número de diccionarios para establecer y fijar el significado dudoso de muchas palabras. Sin embargo, no debe pensarse que se trata de lo que hoy se 145 Con todo, el Gran diccionario de la lengua española podría ser incluido, salvando las distancias, en la categoría de diccionario histórico documental, tal como fue definido por Porto Dapena (2002: 55), pues, aunque no se ocupa en sentido estricto del nacimiento, de los cambios ni del abandono de las palabras, sin embargo la evolución de las acepciones y su contexto de uso pueden inferirse a través de los testimonios aportados, que abarcan además un arco cronológico muy amplio de la historia de la lengua española. 397 conoce como tesoro lexicográfico. Eso sería un grave error, sobre todo porque negaría precisamente la característica más sobresaliente del diccionario, que es, precisamente, el uso de citas extraídas a partir de fuentes lingüísticas. El número de referencias a otros diccionarios es, efectivamente, muy elevado. Casi la mitad del total corresponden a una fuente metalingüística. Pero la finalidad que tenía la remisión a este tipo de fuentes era fundamentalmente filológica: establecer la correcta definición de un arcaísmo, de un tecnicismo; contrastar la definición de varios repertorios, etc. Castro no pretende dar a este tipo de informaciones un valor testimonial, como el que sí tienen las citas de textos reales. El Gran diccionario de la lengua española es un diccionario de lengua, pues generalmente las voces se definen sin recurrir a la descripción pormenorizada de los referentes extralingüísticos, si bien posee abundantes elementos enciclopédicos, tanto en los enunciados de la definición como, especialmente, dentro de las propias citas. Es, además, un diccionario general extensivo, porque recoge no sólo voces de la lengua general, sino también tecnicismos, regionalismos y arcaísmos. Finalmente, podemos decir que se trata de un diccionario con una fuerte caracterización diacrónica, pues la mayoría de los usos se testimonian en textos escritos más de 100 años antes del nacimiento del autor. Podría decirse que el diccionario sólo puede entenderse si se tiene en cuenta la formación filológica del lexicógrafo, Adolfo de Castro, un autor preocupado por la edición de textos antiguos y por su correcta interpretación, para lo cual era una labor de gran importancia testimoniar los usos de voces antiguas y fijar su significado. Esto explica por qué, en muchas ocasiones, da la sensación de que el diccionario está al servicio de las citas, y no las citas al servicio del diccionario. Estás tienen un valor testimonial, lingüístico, y estético. Pocos han señalado que el título del diccionario viene antecedido por el sintagma Biblioteca Universal. Parece que la intención de Adolfo de Castro era reunir en su obra los fragmentos más representativos de la literatura castellana. Por tanto, habría que añadir que las citas tienen, además, una función antológica. Las causas de que el diccionario se abandonara de forma tan abrupta no están completamente claras. Parece que, como reconoce Ignacio Ahumada (2010: 121), fuera la propia envergadura del proyecto lo que desbordara al propio Adolfo de Castro. Los cuadernos salían a la luz semanalmente y Castro los iba redactando sobre la marcha. No es ésa una forma adecuada de elaborar un diccionario. Esto, unido a los dos derrames cerebrales que le sucedieron mientras elaboraba el diccionario, y al hecho de que fuera llamado a Cádiz, parece que le hicieron desistir definitivamente de concluir esta obra. La crítica de Tiquitoc, sin embargo, no hizo que la salida de fascículos se detuviera inmediatamente. De haberse concluido, el Gran diccionario de la lengua española habría sido un diccionario destacado dentro del panorama decimonónico, si bien sus múltiples 398 defectos, debidos a las propias limitaciones de Adolfo de Castro, hubieran impedido convertirse en un digno sucesor del Diccionario de autoridades. En palabras de Ignacio Ahumada: El Gran Diccionario, justo es reconocerlo, se perfilaba como un proyecto lexicográfico de envergadura, ambicioso en sus planteamientos y en sus objetivos. No era comparable en cuanto al volumen de información, y otros aspectos, con ninguno de los repertorios que circulaban por el mercado editorial. Cosa bien distinta es que esa estuviera bien estructurada y sistematizada como correspondería a cualquier obra lexicográfica que se precie. El Gran Diccionario en este sentido presenta deficiencias que deslucen, y no poco, la importancia de la obra; pero insisto: el Gran Diccionario, de haberse llevado a buen puerto, hubiera sido una de las obras más representativas de nuestra lexicografía. (Ahumada, 2010: 117) 3.2.4. Análisis de las fuentes Adolfo de Castro no incluyó en su Gran diccionario de la lengua española ninguna lista de fuentes. La explicación parece bastante sencilla: Castro no tenía concluido su diccionario cuando comenzó a editarlo. Es más, parece que redactaba cada fascículo al mismo ritmo con que los cuadernillos iban apareciendo. Por eso, hallar una nómina completa de autores y obras hubiera sido posible únicamente al final del diccionario. Pero, como sabemos, éste nunca se llegó a terminar. Aniceto de Pagés también empezó a publicar en fascículos su diccionario 50 años más tarde, pero parece que la obra ya estaba bastante avanzada cuando salió el primer cuaderno, por lo que sí pudo publicar una nómina (aunque una nómina provisional, como veremos) al comienzo del tomo I. Para la elaboración de nuestra lista de obras y autores, hemos llevado a cabo, también en este caso, el vaciado completo de todas las citas, clasificándolas según la naturaleza de la fuente y la época. Después del cómputo total de citas y de su tratamiento en una base de datos, hemos concluido que Adolfo de Castro llegó a usar como fuente de citas a más de 650 autores, incluidos los lexicógrafos. En cuanto a las obras consultadas, éstas superan las 900. Comparándolas con los repertorios anteriores, podemos apreciar el considerable aumento que logró su autor. Según se desprende de las listas publicadas en los sucesivos volúmenes del Diccionario de autoridades, las citas presentes en esta obra se extrajeron de un total de 271 escritores, (Freixas, 2003:233); la lista del primer volumen contiene sólo 237 (Freixas, 2003:231). En total, se citaron en torno a 755 obras, cifra que corresponde a la suma total de los distintos títulos que se mencionan en las listas de abreviaturas de todos los volúmenes del Diccionario de Autoridades, en cada uno de los cuales se cita un promedio de unos 400 textos (Freixas 2003: 261-262; Freixas 2010: 286). Esteban de Terreros menciona un total de unos 350 autores y casi 500 obras. Adolfo de Castro casi duplica el número de escritores, a pesar de que el Gran Diccionario de la lengua española sólo llegó hasta el artículo dedicado a costra. Salvo las veces que copia el Diccionario de autoridades (y lo indica cada vez que lo hace) y otros varios repertorios, Castro se basó casi siempre en la lectura directa de las fuentes (o al menos, de 399 las ediciones llevadas a cabo en la Biblioteca de Autores Españoles de Rivadeneyra), algo que nos da una idea de la capacidad lectora de Castro, así como de su bagaje literario. Hay que recordar que cuando Castro inició su diccionario tenía 29 años. A grandes rasgos, los autores que constituyen las fuentes lingüísticas superan el número de 600. Encontramos escritores de todos los géneros: la lírica, el teatro, la novela, la historia, y multitud de tratados científicos y técnicos. En total, estas obras han sido citadas en unas 7.118 ocasiones. El número de diccionarios que menciona Adolfo de Castro es, lógicamente, mucho menor. Hemos contabilizado hasta 55 diccionarios. 3.2.4.1. Fuentes metalingüísticas Al igual que sucedía en el caso del Diccionario castellano del padre Terreros, los datos que ofrece el Gran Diccionario de la Lengua Española vuelven a sorprendernos por su equilibrio. Si las citas de textos reales de la lengua llegan a las 7.118, el de las citas lexicográficas alcanza 5.069 (el 41% del total). Esto indica que las referencias a otros repertorios poseían para Castro una gran importancia. En la actualidad, las fuentes metalingüísticas tienen un valor secundario y están supeditadas a las fuentes lingüísticas. Su valor como testimonio es prácticamente nulo. Sólo ante la ausencia de textos, es lícito alegar como fuente documental un diccionario. Por esa razón, Aniceto de Pagés, autor del siguiente diccionario de lengua con autoridades, renuncia progresivamente al ejemplo basado en diccionarios. Manuel Seco, autor del último gran diccionario con citas, no menciona ningún repertorio lexicográfico. Adolfo de Castro recurre a los diccionarios en un gran número de ocasiones para citar su definición, sin modificarla, transcribiéndola literalmente. De ahí el uso de las comillas que abarca desde el lema hasta el final de la definición. También usa diccionarios para documentar arcaísmos, una obsesión muy presente en la tradición lexicográfica española. Igualmente, menciona otros repertorios para criticarlos. El número de repertorios que aparecen en la microestructura del Gran Diccionario de Adolfo de Castro es, como dijimos, 55. Los indicamos a continuación, señalando al final, entre corchetes, el modo abreviado de la cita y, entre paréntesis, el número de artículos en los que aparecen. Para ello, hemos establecido los siguientes grupos 146 : 1) Diccionarios generales de la lengua: - ACADEMIA ESPAÑOLA, Diccionario de la lengua castellana, en que se explica el verdadero sentido de las voces, su naturaleza y calidad, con las phrases o modos de hablar, los proverbios, los refranes, y otras cosas convenientes al uso de la lengua (1726- 39) [Academia]; (1.211). 146 Los diccionarios no se ordenan alfabéticamente, sino según la frecuencia de menciones. 400 - COVARRUBIAS OROZCO, Sebastián de, Tesoro de la lengua castellana o española (1.611) [Covarrubias]; (1.118). - TERREROS Y PANDO, Esteban de, Diccionario castellano con las voces de ciencias y artes (1786-1793) [Terreros]; (117). - DOMÍNGUEZ, Ramón-Joaquín, Diccionario nacional o gran diccionario clásico de la lengua española (1846-47) [Domínguez]; (5). - NÚÑEZ DE TABOADA, Melchor, Diccionario de la lengua castellana, para cuya composición se han consultado los mejores vocabularios de esta lengua y el de la Real Academia Española, últimamente publicado en 1822; aumentado con más de 5000 voces o artículos que no se hallan en ninguno de ellos (1825) [Taboada]; (2). - SALVÁ, Vicente, Nuevo diccionario de la lengua castellana, que comprende la última edición íntegra, muy rectificada y mejorada del publicado por la Academia Española, y unas veinte y seis mil voces, acepciones, frases y locuciones, entre ellas muchas americanas (1846) [Salvá]; (1). 2) Diccionarios bilingües y plurilingües: - FRANCIOSINI, Lorenzo, Vocaburlario español e italiano (1620) [Franciosini]; (145). - SÁNCHEZ DE LA BALLESTA, Alonso, Diccionario de vocablos castellanos aplicados a la propiedad latina (1587) [Sánchez de la Ballesta, Diccionario] (159). - STEVENS, John, A new Spanish and English Dictionary. Collected from the Best Spanish Authors Both Ancient and Modern [...]. To which is added a Copious English and Spanish Dictionary [...] (1706) [Stevens]; (92). - MINSHEU, John, Vocabularium Hispanicum Latinum et Anglicum copiossisimum, cum nonnullis vocum millibus locupletatum, ac cum Linguae Hispanica Etymologijs (1617) [Minsheu]; (62). - CORMÓN, François, Sobrino aumentado o Nuevo Diccionario de las lenguas española, francesa y latina (1776) [Cormon]; (53). - GIRAL DEL PINO, H.-S.J., A Dictionary, Spanish and English, and English and Spanish (1763) [Giral del Pino]; (44). - OUDIN, César, Tesoro de las dos lenguas francesa y española (1607) [Oudin]; (40). - TORRE OCON, Francisco de la, El maestro de las dos lenguas: diccionario español y francés, francés y español en dos tomos (1728); [Ocon, Diccionario]; (31). - NEBRIJA, Elio-Antonio, Diccionario latino-español (1492) [Nebrija, Diccionario]; (29). - SUMARÁN, Juan Angel, Thesaurus linguarum: in qua facilis via hispanicam gallicam italicam attingendi etiam per latinam & germanicam sternitur (1626) [Sumarán, Thesaurus]; (27). - PERCIVAL, Richard, Bibliothecae Hispanicae pars altera.Containing a Dictionarie in Spanish, English and Latine (1591) [Percyvall, Diccionario]; (24). - LARRAMENDI, Manuel de, Diccionario trilingüe del castellano, bascuence y latín (1745) [Larramendi]; (23). - FERNÁNDEZ DE SANTAELLA, Rodrigo, Vocabulario eclesiástico (1499) [Santaella, Vocabulario eclesiástico]; (20). 401 - SÁNCHEZ, Mateo, Vocabulario de la lengua Bisaya (1711) [Mateo Sánchez, Vocabulario]; (13). - SOBRINO, Francisco, Diccionario nuevo de las lenguas española y francesa (1705) [Sobrino]; (12). - MEZ DE BRAIDENBACH, Nicolás, Diccionario muy copioso de la lengua española y alemana hasta agora nunca visto, sacado de diferentes autores (1670) [Mez de Braidenbach]; (8). - VALBUENA, Manuel, Diccionario universal latino-españo (1793) [Valbuena, Diccionario] (8). - HENRÍQUEZ, Baltasar, Thesaurus utriusque linguae hispaniae et latinae (1679) [Enríquez/Baltasar Henríquez, Thesaurus]; (4). - FONSECA, Pedro José da, Diccionario portuguez, e latino (1771) [Fonseca, Diccionario] (3). - NOCEDA, Juan de, Vocabulario de la lengua tagala (1754) [Noceda y Sanlúcar, Vocabulario] (3). - CAPMANY, Antonio, Diccionario Francés-Español (1805) [Capmany, Diccionario/Prólogo de su Diccionario francés]; (2). - - LÓPEZ DE RUBIÑOS, Alonso, Antonii Nebrissensis [...] Dictionarium redivivum: siue novissime emendatum, auctum, locupletatum & in meliorem formam restitutum (1754) [Rubinos, Diccionario]; (1). 3) Diccionarios de especialidad: a) Diccionarios de marina: - FERNÁNDEZ DE NAVARRETE, Martín (dir.), Diccionario marítimo español (1831) [Diccionario Marítimo]; (519). - ANÓNIMO, Vocabulario Navaresco (Ms., s. XVII) [Vocabulario Navaresco]; (17). - CAPMANY, Antonio, Código de las costumbres marítimas de Barcelona hasta aquí vulgarmente llamado Libro del Consulado. Nuevamente traducido al castellano con el texto lemosín restituido á su original integridad y pureza; é ilustrado con varios apendices, glosarios, y observaciones históricas (1791) [Contiene: «Glosario castellano de los vocablos náuticos y mercantiles contenidos en esta traducción, para explicar el sentido que tenían las antiguas costumbres del mar, y el que despues les han extendido o restringido en el comercio los autores y las leyes de los tiempos modernos» (pp. 341- 354)] [Capmany, Glosario/Glos. Del cod. De las costumbres marítimas de Barcelona]; (16). - AUBIN, Nicolas, Dictionaire de marine contenant les termes de la navigation et de l'architecture navale (1742) [Diccionario de marina de Aubin] (1). b) Diccionarios de artes y arquitectura: - REJÓN DE SILVA, Diego Antonio (1754-1796), Diccionario de las nobles artes: para instruccion de los aficionados, y uso de los profesores: contiene todos los terminos […] de la Pintura, Escultura, Arquitectura y Grabado [...] segun el método del Diccionario de la Lengua Castellana compuesto por la Real Academia Española (1788) [Rejón de Silva, Diccionario] (192). - BAILS, Benito, Diccionario de arquitectura civil (1802) [Bails, Diccionario de Arquitectura]; (59). 402 - WATELET, Claude Henri, Dictionnaire des Beaux-Arts, (1788-91) [Watelet, Diccionario de las artes] (2). c) Otros - REAL ACADEMIA DE LA HISTORIA, Diccionario de voces españolas geográficas (1796) [Diccionario de voces españolas geográficas de la Academia de la Historia]; (132) - BOY, Jaime, Diccionario teórico, práctico, histórico y geográfico de comercio (1839-40) [Boy, Diccionario de comercio]; (25). - MORERI, Louis, El gran diccionario histórico o Miscellanea curiosa de la Historia Sagrada y profana... / traducido del Francés de Luis Moreri (1753); [Moreri, Diccionario Histórico]; (8). - AQUINO, Tomás de, Summa Theologica [Incluye un apéndice y un vocabulario de Joannes Nicolai, en el v. 8: p. CCCCXLIII-CCCCLXXVIII] (s. XVII) [AQUINO. Vocabulario]; (1). - CABALLERO Y MORGÁEZ, Fermín Felipe, Nomenclatura geográfica de España : análisis gramatical y filosófico de los nombres de pueblos y lugares de la península con aplicación a la topografía y a la historia (1834) [Caballero, Nomenclatura geográfica] (3). - MARTÍNEZ, J., Diccionario politico ó Enciclopedia del lenguage y ciencia politica / por una reunion de diputados y publicistas franceses ; traducido al castellano y adicionado con varios articulos de importante aplicacion á nuestro pais (1845) [Diccionario Político] (2). 4) Diccionarios de arabismos, arcaísmos y voces de germanía: - HIDALGO, Juan, Romances de Germania: de varios autores, con el vocabulario [...] por la orden del a, b, c, para declaracion de sus terminos y lengua (1609) [Juan Hidalgo, Vocabulario]; (267). - MARTÍNEZ MARINA, Francisco: Catálogo de algunas voces castellanas puramente arábigas o derivadas de la lengua griega y de los idiomas orientales, pero introducidas en España por los árabes (1805) [Martínez Marina, Catálogo]; (114). - DU CANGE [SIEUR], Charles du Fresne, Glossarium ad Scriptores mediae & infimae latinitatis (1678) [Glosarium]; (35). - LÓPEZ TAMARID, Francisco, Compendio de algunos vocablos arábigos introducidos en lengua castellana (1585) [Tamarid]; (11). - GUADIX, Fr. Diego de, Recopilación de algunos nombres arábigos (Ms. 1593) [Padre Guadix, Vocabulario]; (5). - ALCALÁ, Fray Pedro de, Vocabulista aravigo en letra castellana. En Arte para ligeramente saber la lengua araviga (1505) [Padre Alcalá, Diccionario]; (3). - PÉREZ, Luis, Glosa famosa sobre las coplas de Jorge Manrique (1561) [Luis Pérez, Glosa Famosa] (1). 5) Vocabularios de refranes: - NÚÑEZ DE TOLEDO Y GUZMÁN, Hernán, Refranes o proverbios en romance (1555) [Hernán Núñez, Refranes] (420). 403 6) Diccionarios dialectales: - PICHARDO, Esteban, Diccionario provincial de voces cubanas (1836) [Pichardo, Diccionario de voces cubanas]; (191). 7) Diccionarios sin identificar: - *Víctor; (1). A partir de esta lista es posible extraer varias conclusiones. Para empezar, hay que decir que el repertorio más citado es el Diccionario de la Academia. Aunque en algún artículo, como abeja machiega, reconoce haber consultado varias ediciones, resulta indudable que la edición que con más frecuencia utilizó fue la primera, pues en numerosas ocasiones no cita realmente a la Academia, sino el texto que ella propuso como autoridad. Esto significa que el Diccionario de autoridades fue usado, por una parte, como autoridad lexicográfica en sí misma y, en segundo lugar, como una fuente secundaria de donde extraer textos que no tenía a mano, sobre todo cuando la voz no se dejaba autorizar en ninguna de las obras que Adolfo de Castro consultó directamente. Castro critica, además, muchas de las definiciones que aparecen en el Diccionario de autoridades, algo que, en general, fue corriente en la lexicografía española decimonónica. La propia institución auspiciaba esa crítica. Por todo ello, se explica que el Diccionario de la academia sea la obra más citada de todo el repertorio. Mostramos algunos ejemplos de los dardos lanzados contra la institución académica: ACABALLADERO. n. s. m. Segun la Academia Española el sitio y el tiempo (ó el tiempo, con perdon de ella) en que los caballos ó borricos cubren á las hembras. La Academia de la Historia en su Diccionario de voces españolas geográficas dice lo siguiente: «Acaballadero. s. m. El lugar destinado para la monta de las yeguas, ya sea del caballo ó del garañon que llaman al contrario y sirve para la cría de mulas.» Esa definición es exacta, y la otra como allá en sus entendederas entendió la Academia española. ABEZANA. Significa tambien el lugar donde estan arando los bueyes, sean en una, dos, tres, cuatro ó mas yuntas. Así se suele decir. ¿Dónde está fulano? Y responder: Fulano está en la abezana. La Academia, que ignoraba esta significación de la voz abezana, creyó que Góngora en el siguiente pasaje de uno de sus sonetos, habló de las yuntas, cuando evidentemente habla del lugar donde los bueyes aran: «Romper la tierra he visto en su abezana Mis prójios con paso menos lento.» Es decir, en el lugar donde estaban arando. La segunda fuente metalingüística más citada es el Tesoro de la lengua castellana o española (1611) de Sebastián de Covarrubias, que autoriza 1.118 voces. Debido a su gran originalidad, y al hecho de ser el repertorio léxico más rico publicado hasta entonces, los académicos lo tomaron muy en cuenta. Lo citaron además como autoridad lingüística (Seco, 2003:227). El Tesoro sirvió también de modelo para numerosos diccionarios bilingües (Azorín 2006; Azorín/Martínez Egido 2006). 404 El siguiente diccionario general más citado es el que redactó el Padre Terreros. A pesar de las críticas de Castro a este diccionario (como puede verse en los artículos dedicados a las voces ábaco, abada, abatear, abernuncio, aceñal, barrote, corrulla), creemos que el Diccionario castellano con las voces de ciencias y artes influyó mucho en la forma que Castro tuvo de concebir su diccionario. Por ejemplo, el lexicógrafo gaditano parece inspirarse en Terreros en la manera de llevar a cabo la crítica de diccionarios en el interior de los artículos lexicográficos. Además, la nómina de repertorios usados como fuente coincide en su mayor parte en ambos diccionarios. La obra del jesuita sirvió para autorizar por sí mismo voces técnicas que nunca antes ningún otro diccionario había recogido. En algunos artículos, Adolfo de Castro sólo menciona el Diccionario castellano para reprochar que se trata de una obra que copió permanentemente el Diccionario de Trévoux (s.vv. aam, aavora, abaco, abacot). En otras ocasiones, Castro pone en evidencia que Terreros repitió el mismo error del Diccionario académico al formular definiciones deficientes (s.vv. abada, abatear, corrulla). En la voz albatoza, en cambio, Castro alaba al padre Terreros por detectar y corregir una incorrección existente en el diccionario de Franciosini: ALBATOZA. s. f. (Ant. Náut.) Pequeña embarcación que tenía cubierta. Segun la observación oportunísima de Terreros, Franciosini lo llama equivocadamente navío de guerra. Por último, Castro aprovecha la cita de autoridad proporcionada por Terreros, tal como ya había hecho con el repertorio académico (así, en los artículos abigarrado, -a, acantica, aceruelo, alambor, aldrán, -a, alenguar se cita respectivamente a Torres Villaroel, Rengifo, Caramuel, Lope de Vega, y Díez Navarro [dos veces], siempre indicando a Terreros como fuente). Es llamativo que Adolfo de Castro cite tres diccionarios estrictamente contemporáneos. Se trata de las obras de Salvá (1847), Domínguez (1846-1847) y Núñez de Taboada (1825). Es comprensible que en su conjnto no se citen en más de 9 artículos, ya que de lo contrario podría haberse interpretado su mención como publicidad gratuita o como un acto de plagio. Los diccionarios bilingües y plurilingües son bastante más numerosos, pero se citan en un número mucho menor de ocasiones. Estos diccionarios se traen no para autorizar ningún equivalente, como sucedía en la obra de Terreros, sino para copiar sus definiciones, y eso a pesar de que no se trata de diccionarios monolingües. Es muy normal que no se cite un solo diccionario, sino varios, para contrastar sus definiciones, exactamente igual que hacía el padre Terreros en su diccionario: ABORTON, NA. s. m. y f. El cordero nacido fuera de tiempo. Tal dicen Covarrubias y Franciosini. La Academia llama aborton á todo cuadrúpedo nacido antes de tiempo. 405 Percyvall dice que aborton es el potrico nacido sin tiempo. Minsheu, Stevens y Giral del Pino entienden por aborton toda criatura nacida antes de tiempo. Tal es la opinión de los diccionaristas mas notables. ABUCASTA. n. s. f. La Academia cree que es lo mismo que avutarda. Nebrija dice que es una especie de ánade: lo mismo Franciosini. Stevens dice que siempre se halla cerca del mar. Los diccionarios que más se citan son los que tienen como una de las dos lenguas el latín o el inglés. Ya se sabe que Castro mantuvo una vinculación estrecha con el país británico. Parte de sus obras se tradujeron al inglés. Sin embargo, en ningún momento se menciona el diccionario de Samuel Johnson, muy posiblemente porque éste era un diccionario monolingüe de una lengua extranjera. Es llamativa la mención de dos vocabularios referidos a lenguas filipinas. Hablamos de los diccionarios de Mateo Sánchez (1711) y de Juan de Noceda (1754). De estos repertorios se extrajeron 16 términos, la mayoría de origen filipino, cumpliendo así una de las promesas que se leían en la portada del Gran Diccionario: agayay, agococ, agoho, agom, agong, agubanga, agusip, alilitan, y anibong. De los 55 diccionarios traídos como autoridad, 13 son técnicos o especializados. En este grupo hay que destacar los cuatro vocabularios marítimos, que en total autorizan 553 voces referidas al campo de la náutica. En 17 ocasiones aparece citado el Vocabulario navaresco, manuscrito del siglo XVII. ambién hay que destacar el glosario que incorporó Antonio Capmany a una obra jurídica catalana del siglo XIV, el Código de las costumbres marítimas de Barcelona. Como afirma el propio autor en la cabecera del glosario, éste incluye «los vocablos náuticos y mercantiles contenidos en esta traducción, para explicar el sentido que tenían las antiguas costumbres del mar, y el que despues les han extendido o restringido en el comercio los autores y las leyes de los tiempos modernos» (Capmany 1791: 341). Las voces autorizadas por dicho texto suelen ir acompañadas de las marcas náut. (náutico) y ant. (anticuado). Pero la obra náutica más relevante es, sin duda, el Diccionario marítimo español (1831) dirigido por Martín Fernández de Navarrete (dir.) y compuesto con la ayuda, entre otros, de O´Scanlan. Curiosamente, los dos vocabularios mencionados anteriormente, el Vocabulario Navaresco y el «Glosario» de Capmany, sirvieron también como fuente al Diccionario marítimo español. Esta obra cuenta con citas, pues se trata de un repertorio que pretende recoger voces de la marina a partir de testimonios y de otros vocabularios marítimos inéditos. Se cita nada menos que en 519 artículos, con lo que se convierte en una de las principales autoridades lexicográficas. Adolfo de Castro se apoya en las definiciones que aporta este diccionario para dar las suyas propias (o bien las copia literalmente). En la nómina de diccionarios de especialidad encontramos tres repertorios que tienen por objeto el ámbito de las artes y de la arquitectura. Salvo la obra francesa de Watelet, 406 que sólo se cita en dos ocasiones, las otras dos tienen una presencia considerable en el Gran diccionario. Son los diccionarios de Bails, Diccionario de arquitectura civil (1802), que se cita en 59 ocasiones, y el Diccionario de las nobles artes (1788) de Diego Antonio Rejón de Silva, que aparece citado 192 veces. Ambas obras suelen aparecer conjuntamente mencionadas. Los tecnicismos vienen acompañados casi siempre de la marca arq. (arquitectura) y algunas veces también carp. (carpintería). Como respaldo a estos dos diccionarios se cita otras obras relacionadas con la arquitectura, como la de Fray Lorenzo de San Nicolás, Arte y uso de la arquitectua (1633), Diego López de Arenas, Breve compendio de la carpintería de lo blanco y tratado de alarifes (1633), Palomino de Castro y Velasco, El Museo pictórico y escala óptica (1715-24) o Francisco Pacheco, Arte de la pintura (1649). Los restantes diccionarios de especialidad se ocupan fundamentalmente de historia y de geografía, pero también del comercio y del lenguaje político, aunque estos dos campos están escasamente representados. Destaca el Diccionario de voces españolas geográficas (1796) de la Academia de la Historia, que se cita en 123 artículos, a través del cual se autorizan voces referidas a accidentes geográficos, incluyendo algunos arcaísmos y dialectalismos procedentes de las hablas de Andalucía y de Aragón. Adolfo de Castro no descuida los arcaísmos, los arabismos ni las voces de germanía. Por tanto, sigue la línea marcada por el Diccionario de autoridades y continuada después por el diccionario de Terreros. Los primeros académicos eran plenamente conscientes de que había que preservar el lenguaje de los antiguos autores para que las voces antiguas no cayeran en el olvido. Castro logró que un libro suyo, El Buscapié, pasara por obra de Cervantes gracias al dominio del castellano de los siglos XVI y XVII que él poseía. Supo aprovechar bien sus fuentes y, en muchas ocasiones, utilizó diferentes vocabularios y glosarios para desentrañar el significado de la voz antigua, germanesca o caída en desuso. Covarrubias vuelve a ser la principal fuente de arcaísmos, arabismos y refranes. Pero Castro utilizó además vocabularios del español medieval. La obra más citada es el Catálogo de algunas voces castellanas puramente arábigas o derivadas de la lengua griega y de los idiomas orientales, pero introducidas en España por los árabes (1805) de Martínez Marina, un sacerdote liberal, jurista, que escribió algunas obras sobre la historia del derecho en España, como el Ensayo histórico-crítico sobre la antigua legislación de los reinos de León y Castilla (1808), lo que le permitió familiarizarse con documentos notariales de la Edad Media. Para comprender muchas voces que encontró en este tipo de documentos, algunos de ellos escritos en un latín macarrónico, escribió su Catálogo. Castro lo cita nada menos que en 114 ocasiones para testimoniar el uso de muchos arcaísmos de época medieval, así como para copiar la definición que suministra Martínez Marina. Un glosario muy semejante es el del sacerdote francés Charles du Fresne, señor 407 du Cange, Glossarium ad Scriptores mediae et infimae latinitatis (1678), en el que se definen un gran número de voces latinas pertenecientes a textos que reflejan ya el nacimiento paulatino de las lenguas romances europeas. Esta obra es citada por Adolfo de Castro en 35 artículos. Como sabemos, la obra de Du Cange ya sirvió a Terreros como fuente de voces antiguas. El gaditano también menciona la Glosa famosa (1561) de Luis Pérez, el Vocabulista aravigo (1505), del padre Alcalá, el Compendio de algunos vocablos arábigos (1585) de López Tamarid, y la Recopilación de algunos nombres arábigos (1593) del padre Diego de Guadix, aunque esta última obra manuscrita no fue consultada directamente por Adolfo de Castro, sino que se ciñe a las referencias que hizo Covarrubias en las voces algazara, alhama, alifafe, almotazen y arrelde. Para el léxico de jerigonza o germanía, Castro se basa, como la mayoría de los diccionarios que le precedieron, en la obra de Juan Hidalgo, Vocabulario de germanía (1609). Lo cita en un número elevado de ocasiones: 267. Debemos hablar aún de dos repertorios más. El primero consiste en una colección de refranes que llegó a ser muy famosa en su tiempo: Romances o proverbios en romance (1555) de Hernán Núñez de Toledo, también conocido como el Comendador Griego. Como se puede adivinar, ésta es la fuente principal para la extracción de refranes, pero no es la única. También lo fueron el diccionario bilingüe de Stevens, Covarrubias, el Marqués de Santillana, Sánchez de la Ballesta, etc. Pero, sin duda, el Comendador Griego, citado en 420 ocasiones, es la autoridad con una mayor presencia. El otro vocabulario es de naturaleza dialectal. Hablamos del Diccionario provincial de voces cubanas (1836), de Esteban Pichardo. Se trata del único diccionario de americanismos mencionado en el Gran Diccionario de Adolfo de Castro. Hay que tener en cuenta que sólo a partir de la segunda mitad del siglo XIX aparecerán nuevos diccionarios de americanismos. El Diccionario provincial de voces cubanas se menciona para definir 191 voces cubanas. En algunos artículos el lexicógrafo gaditano tiene buenas palabras para este diccionario. Por ejemplo, en la voz barbiquí lo califica de «curioso» y en bejuco de «curioso y erudito». Resumiendo todo lo dicho anteriormente, diremos que los diccionarios generales son los que mayor peso tienen dentro del conjunto de las autoridades lexicográficas. Se mencionan en 2.544 artículos, lo que supone el 48% del total. El 18% corresponde a los diccionarios de especialidad, con 977 referencias, un número también bastante elevado, que se justifica por el interés en incluir el mayor número de tecnicismos posibles de las ciencias y de los oficios. Menor representación tienen los diccionarios bilingües, lo cual es comprensible si consideramos que el de Castro no ofrece los equivalentes en otras lenguas extranjeras: se citan en 776 ocasiones, un 14% del total. El vocabulario de refranes de Hernán Núñez, que aparece en 420 artículos, supone un 8% de las citas 408 metalingüísticas, al igual que los vocabularios de arcaísmos, arabismos y voces de germanía (436 citas). El vocabulario de Pichardo representa, finalmente, un 4% del total. El número de repertorios lexicográficos usados en el Gran Diccionario de la lengua castellana puede verse en el gráfico 3.2.1., en tanto que la proporición de las fuentes lexicográficas en virtud del número de citas en el gráfico 3.2.2. Figura 3.2.1. Número de obras lexicográficas citadas en el Gran diccionario de la lengua española Figura 3.2.2. Número de citas realizadas en el Gran diccionario de la lengua española a partir de otros diccionarios Toda esta información de naturaleza cuantitativa nos da una idea del plan seguido por Adolfo de Castro para elegir las fuentes que constituirían el catálogo de voces para su diccionario. Hay que tener en cuenta que las fuentes metalingüísticas se combinan con las de naturaleza lingüística, de modo que no se pueden entender unas sin las otras. Castro no 0 5 10 15 20 25 Diccionarios generales monolingües Diccionarios de especialidad Diccionarios bilingües Vocabularios de arcaísmos, arabismos y voces de germanía Vocabulario de refranes [Hernán Núñez] Vocabulario de voces cubanas [Pichardo] 6 22 13 7 1 1 Diccionarios generales monolingües: 2.544: 48% Diccionarios de especialidad: 977: 18% Diccionarios bilingües: 776; 14% Vocabulario de refranes [Hernán Núñez]: 420; 8% Vocabularios de arcaísmos, arabismos y voces de germanía; 436: 8% Vocabulario de voces cubanas: 191: 4% Diccionarios generales monolingües Diccionarios de especialidad Diccionarios bilingües Vocabulario de refranes [Hernán Núñez] Vocabularios de arcaísmos, arabismos y voces de germanía 409 sólo contrasta diferentes obras para poner en evidencia sus divergencias. También relativiza su autoridad, supeditándolos a las obras literarias, jurídicas, especializadas, etc., que sí reflejan los usos reales de las palabras. Si la definición de un diccionario entra en conflicto con el contenido semántico que se deduce de la voz mostrada en el ejemplo de uso, Castro opta claramente por la autoridad de éste, relativizando así el valor de la fuente metalingüística. Éste es, sin duda, uno de los mayores méritos del Gran diccionario de la lengua española: poner en evidencia las definiciones defectuosas llevadas a cabo por los diccionarios a través de auténticos ejemplos de uso, como se puede ver en los siguientes artículos: ABATEAR (Ant.) verter agua sobre la cabeza. Equivale al batear ó bautizar. En el Doctrinal de caballeros se lee: «Un día antes que reciba caballería, que debe tener vigilia, y en ese día que la tuviere, desde medio día adelante hanle los escuderos de abatear y lavarle la cabeza por sus manos y echarle en el mas apuesto lecho que pudieren». La Academia entendía que abatear significaba lavar; de modo que el Doctrinal de Caballeros, según ella, quería decir lavar y lavarle. En este mismo error incurrieron Terreros, Larramendi y Domínguez. [...]. En este ejemplo, Adolfo de Castro desautoriza la definición dada por los diccionarios publicados del siglo XVIII (el de la Academia, Terreros y Larramendi), así como también contemporáneos (el Diccionario Nacional de Ramón Joaquín Domínguez), basándose en un testimonio real de uso recogido en el Doctrinal de caballeros (s. XV). El bibliófilo gaditano reconstruye el significado de la palabra mediante el contexto y el contraste de dos palabras que aparecen contiguas, abatear y lavarle. En los dos siguientes ejemplos, el autor gaditano esgrime otra vez una fuente lingüística primaria para criticar la definición de un vocablo antiguo dada por toda una serie de diccionarios, incluido el de Terreros. ABEÑOLA, [para Franciosini, la Academia, Larramendi y Terreros, significa pestañas. Para Percywall, Minsheu, Stevens y Giral del Pino, son los párpados. La Academia aduce un texto de D. Belianís, pero Adolfo de Castro cita un texto de Fray Luis de Granada, La perfecta casada, para confirmar que la voz Abeñola signifca „cejas‟]: Pero contra el parecer de la Academia, hay un testo de Fray Luis de Leon, que ella misma empleó en la primera edición del primero tomo, y que omitió luego en la segunda, por ser contrario enteramente á la definición hecha. Dice así el maestro Leon en La perfecta casada: «Merecedoras no de una, sino de doscientas mil muertes que se coloran con las freces del cocodrilo y se untan con la espuma de la hediondez, y que para las abeñolas hacen hollín, y albayde para las mejillas» [...]. Este pasaje es traducción de San Clemente Alejandrino. Fray Luis Galiana en una nota puesta al libro de La perfecta casada, prueba que abeñolas significa cejas, según el maestro Leon [...]. 410 El siguiente ejemplo lo encontramos en el artículo dedicado a la palabra abernuncio, expresión latina corrompida de la forma abrenuntio, que solía utilizarse como fórmula en determinados sacramentos y otras ceremonias litúrgicas. Castro aprecia que ambas expresiones, abernuncio y abrenuncio han sido confundidas por Esteban de Terreros en su diccionario, y para demostrarlo apela incluso a la primera edición de la segunda parte del Quijote (1616): ABERNUNCIO. […] La Academia citó este testo del Quijote: “Digo, señora, respondió Sancho, lo que tengo dicho, que de los azotes, abernuncio. –Abrenuncio habeis de decir, Sancho, y no como decís, dijo el duque” Terreros al citar este pasaje puso primero abrenuncio y después el abernuncio, variando todo el sentido de la corrección. En ediciones antiguas del Quijote (y entre ellas la de la segunda parte hecha en Bruselas, año de 1616) está el trozo tal como va aquí trasladado. Podemos concluir, pues, que la autoridad del diccionario, ya sea éste el de la Real Academia o cualquier otro, es relativizada por Adolfo de Castro, que corrige sus definiciones sin titubear. En el caso de las voces antiguas, Castro reconstruye su signidicado a través de textos reales, conforme al paradigma filológico característico del siglo XIX. Los ejemplos ya no se ven sólo como autoridades de un uso modélico, sino especialmente como testimonios de un uso contextualizado que permitía construir la historia y el significado del léxico de una lengua. 3.2.4.2. Fuentes lingüísticas Durante el tiempo en el que Castro confeccionaba su Gran Diccionario de la lengua española, el estudioso gaditano comenzó a colaborar en una de las colecciones literarias más importantes de la época: la Biblioteca de Autores Españoles (BAE) de D. Manuel de Rivadeneyra. Como ya se ha comentado, se trataba de reunir a los grandes clásicos españoles en una colección que subsanara el estado fragmentario y a menudo poco fiable de las ediciones existentes. A Castro se le encargó preparar la edición de los poetas líricos de los siglos XVI y XVII. No se trataba de una tarea fácil, pues acceder a las primeras ediciones o a los manuscritos originales, localizar las variantes textuales más cercanas a la fuente original, o incluso averiguar la verdadera autoría de un poema, podía llegar a convertirse en una verdadera tarea detectivesca. Sin lugar a dudas, la experiencia que acumuló en la realización de varios de los volúmenes para la Biblioteca Rivadeneyra es la que puede explicar la gran cantidad de textos literarrios que Adolfo de Castro logró recopilar para su diccionario. Como decíamos, al bibliófilo gaditano se le encomendó realizar una antología de poetas líricos de los siglos áureos, lo cual tendrá una repercusión evidente en la nómina 411 de autores citados en el Gran diccionario de la lengua española. En efecto, el arco cronológico que privilegia Adolfo de Castro es precisamente el de los siglos XVI y XVII. Y son los poetas líricos aquellos que podemos encontrar citados con mucha mayor frecuencia. Castro, buscador incansable de textos inéditos y de obras raras, publicó además un tomo titulado Curiosidades Bibliográficas, colección escogida de obras raras de amenidad y erudicción con apuntes biográficos de los diferentes autores (1855). Los escritores incluídos aquí también aparecen nombrados en las referencias que acompañan a los ejemplos literarios del diccionario. Es llamativo que Castro adelantara en su diccionario poemas nunca antes publicados, que luego saldrían en los tomos XXXII, XXXVI y XLII de la Biblioteca de Autores Españoles. En efecto, usó el Gran diccionario de la lengua española como vehículo para publicar textos inéditos antes que otros. En la voz acitrón, Castro cita a Francés Zúñiga (1480-1530), Crónica de don Francesillo de Zúñiga, obra manuscrita que sería editada más tarde por su amigo Pascual de Gayangos en Curiosidades bibliográficas, BAE, XXXVI, 1855, pp. 9-54. Este comportamiento era muy característico de Adolfo de Castro, obsesionado siempre por ser el primero en sacar a la luz textos literarios perdidos o ignorados en bibliotecas y archivos. El primer volumen de los Poetas líricos de los siglos XVI y XVII (tomo XXXII) salió de la imprenta el año 1854, el segundo no se publicaría hasta el año 1857 y las Curiosidades bibliográficas (tomo XXXVI) en 1855. Muchos poemas que aparecen en esas ediciones en realidad ya podían leerse en los artículos del Diccionario, obra que, recordemos, había empezado a publicarse en fascículos el año 1852 y terminó de aparecer en 1855. El hecho de que los usuarios del diccionario debieran esperar un tiempo para localizar los textos que servían de fuente para los ejemplos es un caso insólito. Castro no escatimaba espacio para las citas poéticas o en prosa. De hecho, llama poderosamente la atención la existencia de columnas enteras del Gran diccionario de la lengua española dedicadas a la cita. Parece que Castro se interesaba más en mostrar el poema o el fragmento de un determinado texto curioso, antes que por la propia definición lexicográfica. Adolfo de Castro incluye en el conjunto de autoridades un total de 41 escritores que aparecerán después editados en la colección de Poetas líricos españoles de los siglos XVI y XVII y en las Curiosidades Bibliográficas. Del primer tomo de los Poetas líricos, Castro cita ejemplos de Juan de Urguijo, José Nicolás de Azara, Cristobal de Castillejo, Pablo de Céspedes, Gutierre de Cetina, Garcilaso de la Vega, Luis de Góngora, Fernando de Herrera, Francisco de Medrano, Diego Hurtado de Mendoza, Francisco Pacheco, Francisco de Rioja y Juan Salinas. Son un total de 14 poetas, pero con un peso importántisimo. Hay que señalar que Góngora es citado en el Gran diccionario de la lengua española un total de 334 ocasiones, y con cierta frecuencia cita su Polifemo. Es importante tener esto en cuenta, porque en el siglo XIX el Góngora culterano todavía no 412 gozaba de buena reputación. Castro se presenta de esta manera como reivindicador de su poesía, y lo hace a través de su diccionario, donde define muchas voces oscuras de su poesía; a través de la antología presente en el primer tomo de Poetas líricos españoles; y, finalmente, a través del artículo «Del culteranismo» (Castro, 1951: IV-XIII), que publicó en el segundo volumen de Poetas líricos españoles. Esto le valió una terrible crítica por parte de diversos autores, entre ellos un anónimo que escribió en el periódico satírico El Padre Cobos, concretamente en las páginas que salieron los meses de octubre y de noviembre de 1854 (Ravina, 1999: 71). Este anónimo se dedica no sólo a buscar gazapos en la edición poética realizada por Adolfo de Castro, sino que le reprocha el mal gusto de escoger la obra de Góngora. Pero Castro no sólo admiraba la poesía culta del autor cordobés, sino también la poesía culteranista en general, y eso explica que tantos poetas de esta corriente sean citados en el Gran Diccionario de la lengua española, como Luis Carrillo y Sotomayor, el Conde de Villamediana, Sor Juana Inés de la Cruz, Pedro Soto de Rojas y Juan de Jáuregui, entre otros. Tras Góngora, el poeta más citado es, sin duda, Fernando de Herrera (139 veces). Detrás de él le siguen el poeta y defensor de la métrica tradicional castellana, Cristobal de Castillejo (67 citas) y el poeta renacentista por excelencia: Garcilaso de la Vega (41 citas). Todas las corrientes poéticas están bien representadas. Autores que se recogerían en el segundo volumen de Poetas líricos españoles (1857) también aparecen en gran cantidad en el Gran diccionario de la lengua española (19 escritores): Baltasar del Alcázar, Lupercio Leonardo y Bartolomé Leonardo Argensola, Bartolomé Cairasco de Figueroa, Jerónimo Cáncer, Pedro de Espinosa, Juan de Jáuregui, Antonio Henríquez Gómez, Mira de Amescua, Miguel Moreno, Cristóbal Pérez Herrera, Salvador Jacinto Polo, Bernardino Rebolledo y Villamizar, Juan Rufo, Juan Salinas de Castro, Joaquín Setanti, Agustín de Salazar y Torres, Francisco de Trillo y Figueroa y Juan de Tassis. El autor más citado como autoridad incluído en este volumen es el dramaturgo Mira de Amescua, que pertenece igualmente a la corriente culteranista. Sirve para documentar el uso de 114 voces. El Conde de Villamediana [Juan de Tassis], también culterano, aparece citado 36 veces. Finalmente, Juan de Jáuregui (en principio adversario del culteranismo, pero que terminó cultivando este tipo de poesía) aparece como autoridad en 25 ocasiones. El resto de poetas es mencionado en un número más reducido de ocasiones. Otro de los escritores más citados en el Gran diccionario de la lengua española es Pedro Calderón de la Barca. Lo hemos localizado en 320 artículos del diccionario. En 1845, Adolfo de Castro hizo una edición de la obra del insigne dramaturgo: Poesías de D. Pedro Calderón de la Barca, con anotaciones y un discurso por apéndice sobre los plagios, que de antiguas comedias y novelas españolas cometió Le Sage, al escribir su 413 Gil Blas de Santillana. En el tomo XIV dedicado también a Calderón de la Barca, Hartzenbusch agradece a Castro con estas palabras: «A instancias de algunos amigos se incluyen aquí estas poesías de Calderón, recogidas con otras de menos importancia por mi amigo y constante favorecedor, el Sr. D. Adolfo de Castro» (apud Ravina 1999: 152). El interés por el dramaturgo madrileño continuó a lo largo de toda su vida, y en 1881 sale a la luz un estudio de la obra teatral La adúltera penitente: «Una joya desconocida de Calderón. Estudio acerca de ella». Y el mismo año, Castro pronuncia el «Discurso acerca de las costumbres públicas y privadas de los españoles en el siglo XVII fundado en el estudio de las comedias de Calderón». No nos puede sorprender, por tanto, que Calderón de la Barca sea la tercera autoridad más citada en el Gran diccionario de la lengua española, superado sólo por Lope de Vega y Góngora. El género dramático será uno de los que más le interesen a Adolfo de Castro y esto, como se verá más adelante, se plasmará en un elevadísimo número de autoridades basadas en textos teatrales de los Siglos de Oro. Debe recordarse a este respecto que en el canon del siglo XVIII el teatro barroco había sido puesto en tela de juicio por muchos críticos literarios. Sin embargo, en el siglo XIX el teatro de los siglos áureos vuelve a rehabilitarse, y como consecuencia de esto podemos encontrar multitud de citas extraídas de este género. En su primera etapa como investigador, recordemos, Castro quiso darse a conocer en los círculos intelectuales españoles gracias a la edición de una supuesta obra perdida de Cervantes: El Buscapié (1848). Esta obra no salió verdaderamente de la pluma del autor del Quijote. Para imitar el lenguaje del siglo XVII y la prosa discreta de Cervantes, Castro debió ser un entusiasta lector de su obra, así como de otros escritores contemporáneos. A Cervantes lo hemos encontrado citado en 232 ocasiones, un número muy alto de veces, aunque no en tantas como en el caso de Lope, Góngora o Calderón de la Barca. Y es que Castro prefería citar textos líricos o dramáticos antes que textos en prosa, como el caso mayoritario de Cervantes. ¿Existe, pues, una verdadera relación entre los autores que Castro estudiaba y su presencia en el Gran diccionario de la lengua española? Es posible averiguarlo si confirmamos que los fragmentos citados en el diccionario y los textos que edita y comenta posteriormente coinciden. Y así es. Hemos rastreado los textos poéticos pertenecientes a Bartolomé Leonardo de Argensola. Este poeta autoriza con sus versos 39 voces del diccionario. Prácticamante el cien por cien de las palabras autorizadas se pueden localizar, coincidiendo con el mismo texto, en la obra dedicada a los poetas líricos de los siglos XVI y XVII. De manera no tan exhaustiva, hemos comprobado que esto mismo sucede con el resto de poetas y escritores. Podemos confirmar así que existe una conexión muy estrecha entre la elaboración del diccionario y su labor como editor. Sin embargo, el trabajo que desempeñó para la Biblioteca de Autores Españoles no fue la 414 única fuente de la que extrajo citas. Si contamos los autores presentes en el Gran diccionario de la lengua española, que coinciden con los que se recogen en los tres volúmenes de la Biblioteca Rivadeneyra en los que Castro trabajó, éstos suman un total de 40 escritores, una cantidad considerable, pero no lo suficientemente representativa si tenemos en cuenta que en total se citan unos 650 autores. A su pasión por la literatura hay que añadir dos temas íntimamente relacionados: el de los judíos y el de los protestantes españoles perseguidos en la España de la Contrarreforma. Castro sentía un curioso interés hacia estos grupos marginales. En 1847 había escrito Historia de los judíos en España, desde los tiempos de su establecimiento hasta principios del presente siglo. Más tarde, Castro también publica una de sus obras más importantes: Historia de los Protestantes españoles y de su persecución por Felipe II (1851). Dos semanas antes, había salido en Londres una traducción inglesa llevada a cabo por Thomas Parker, amigo de Castro. Aunque el bibliófilo gaditano no abandona su fe católica, sí se manifiesta en contra de la actividad inquisitorial en España, en la misma línea que hicieron autores como Antonio Puigblanch (1775-1840) y Juan Antonio Llorente (1756-1823), personajes vistos como heterodoxos en su época. Textos de estos dos autores también están presentes como autoridades en el Diccionario de Castro. Los Opúsculos gramático-satíricos (1828, 1832) de Puigblanch se citan en diez ocasiones, aunque con una finalidad más filológica que histórica. Son interesantes los comentarios realizados en el artículo dedicado a Academia Española, donde se ataca a esta institución, y el artículo dedicado a basta, en el que a través de un fragmento extraído de Puigblanch se critica que ningún diccionario haya incluido una determinada acepción de este vocablo. La obra de Llorente, Historia crítica de la Inquisición española (1817-1818) aparece citada en 14 artículos, todos ellos relacionados con la jerga jurídica propia de la Inquisición: abjuración, absolución de la instancia, audiencia de cargos, autillo, auto de fe, auto general de fe, auto particular de fe, calificación en lo objetivo, calificación de lo subjetivo, cárcel común, cárcel de piedad, carta acordada, carta órden y carta de emplazamiento. También se mencionan una vez las Ordenanzas de la Inquisición (1484-1485 y 1488) del famoso Tomás de Torquemada. Entre los autores protestantes que podemos encontrar en el Gran diccionario de la lengua española encontramos a Tomás de Carrascón (s. XVII). También se cita el Catecismo cristiano (1558) de Fray Bartolomé Carranza, arzobispo de Toledo, (en la voz catecismo), obra por la que éste fue acusado de herejía luterana. Llama la atención encontrar como testimonios de autoridad la famosa traducción de la Biblia llevada a cabo por el protestante Casiodoro de Reina del año 1569 (en 13 ocasiones), una obra que jamás habrían incluido los académicos encargados de redactar el Diccionario de autoridades ni el jesuita Esteban de Terreros en su Diccionario castellano, por razones 415 ideológicas y porque la Inquisición no habría visto con buenos ojos la inclusión de tal texto en diccionarios “católicos” de la lengua española. Igualmente se cita la traducción de las Sagradas Escrituras llevadas a cabo por Cipriano Valera (14 veces). De este autor protestante también Castro cita las siguientes obras: Dos Tratados, del papa y de la misa (1588) y Exhortación de la Biblia (1602). La cuestión acerca de las diferentes traducciones de la Biblia parecía despertar un gran interés en Castro, que incluye en su diccionario otras obras en las que se traducen diferentes partes del Antiguo Testamento: Anónimo, Los Proverbios de Salomón declarados en lengua Castellana conforme a la verdad Hebraica (1550) (en 8 voces); Benito Arias Montano (1527-1598), Traducción del Cantar de los Cantares (en 3 voces) y del mismo Arias Montano Traducción de los Salmos (en 3 voces). Otra traducción de los salmos que Castro utiliza se halla en la obra de Daniel Israel López Laguna, Espejo fiel de vidas que contiene los Psalmos de David en verso, obra devota, util y deleytable (1720). A propósito de las cuestiones judías, sobre las que Adolfo de Castro también dedicó un libro, como ya vimos, Castro cita en su diccionario una anónima traducción de las Antigüedades Judías de Flavio Josefo: Los veynte libros de Flauio Iosepho de las Antiguedades Iudaycas, y su vida por el mismo escripta (1554). Otro autor judío que podemos encontrar en el Gran diccionario de la lengua española es Sem Tob, poeta del siglo XIV (nombrado como Rabí Santob en la voz azor). En 19 artículos encontramos la cita de Nicolás Oliver Fullana (1623 – 1692), escritor barroco convertido al judaísmo. Escribía en prosa culterana. También encontramos una cita de Andrés Bernáldez (1450-1513), antisemita, autor de una Historia de los Reyes católicos que Castro había consultado para escribir su Historia de los judíos en España. Finalmente encontramos también la cita de Juan de Vergara (1492 – 1557), autor erasmista, heterodoxo, y descendiente de judíos. Estos ejemplos nos revelan hasta qué punto está relacionada la ideología de Adolfo de Castro con los testimonios presentes en el Gran diccionario de la lengua española. La selección de géneros y la predilección por determinadas épocas es algo que también se encuentra vinculado con la personalidad del autor y con el canon literario, histórico e individual. En las próximas páginas vamos a analizar las citas según la proporción que éstas guardan con su fuente, en relación tanto con la época en que se escribió como con el género al que pertenece. En primer lugar, comprobaremos el número de autores (o en su defecto de obras anónimas) que se mencionan según la época en que vivieron. Comenzamos analizando las fuentes medievales usadas por Adolfo de Castro. En este sentido, hay que decir que el Gran diccionario de la lengua española no resulta muy original con relación a los diccionarios anteriores. Los romances constituyen el tipo de composición preferido por Adolfo de Castro para autorizar abundantes arcaísmos. Mientras que el Cantar de Mío 416 Cid, del siglo XII, se cita en contadas ocasiones, por el contrario se mencionan numerosos romances relativos al tema del Cid Campeador extraídos casi siempre de la antología de Agustín de Ochoa, Tesoros de los romanceros y cancioneros españoles, históricos, caballerescos, moriscos y otros (1838). Castro indica esta fuente con dos variantes: romancero viejo del Cid y romancero del Cid, que es citado en 30 artículos. Alfonso X también es una autoridad tradicional en los diccionarios españoles. En este repertorio no sólo se citan los acostumbrados libros de las Siete Partidas y de la Crónica General, sino también varios libros de astronomía del sabio monarca: el Libro del Astrolabio, el Libro de la esfera, el Libro de la Azafeha y el Libro del Relogio. En total, Alfonso X se menciona en 65 artículos. Los autores clásicos del siglo XIV, el Arcipreste de Hita y el Infante D. Juan Manuel, no son citados en muchas ocasiones: 9 y 5 veces respectivamente. Como decíamos, son los romances los que sin ningún género de duda ocupan el lugar más destacado. Bajo la denominación de romance viejo se autorizan 81 voces y el romancero del Cid 30. Otros romances presentes son el Romance de Bernardo del Carpio (5), el Romance de Bravonel (1), el Romance de don Beltrán (3), el Romance de Don Bueso (1), el Romance de Don Duardos (1), el Romance de Don Pedro (3), el Romance de Don Sebastián (2), el Romance de Doña Alda (1), el Romance de Doña Blanca (1), el Romance de Doña Sancha (1), el Romance de Durandarte (1), el Romance de Gaiferos (4), el Romance de Guarinos (5), el Romance de la Cava (1), el Romance de la Infanta de Navarra (1), el Romance de los siete infantes de Lara (2), el Romance de Mudarra (2), el Romance de Río verde (1), el Romance del Almirante de Cataluña (1), el Romance del Conde de Castilla Fernán González (2), Romance del Infante vengador (3), Romance del Palmero (1), Romance viejo de Agrican (1), y Romance viejo del Rey Marsilio (1). La fuente directa de casi todos estos romances fue la obra de Agustín Durán antes mencionada. Los documentos jurídicos medievales tienen poca relevancia en el conjunto de fuentes. Salvo el Libro de las siete Partidas, el resto de fueros y documentos legales se mencionan en contadas ocasiones. Castro cita, entre estos, un Privilegio de Alfonso X, una ley de Alfonso XI, el Fuero de Huesca, el de Madrid, el de Sepúlveda, el de Vizcaza, el Fuero Juzgo, el Fuero Real, el Fuero viejo de Castilla, los Fueros de Aragón, el Libro del consulado de mar de Barcelona [si bien en una traducción dieciochesca llevada a cabo por Antonio Capmany], las Ordenanzas del Almirante Mayor de Castilla Don Fadrique para el gobierno de su armada (1430), una Pragmática de los Reyes Católicos (1499) y las Ordenanzas de la Inquisición redactadas por Tomás de Torquemada. En total, 15 documentos citados en 49 ocasiones. Aún menos representativas son las crónicas medievales, que sólo suman 14 obras: La Crónica General, la Historia de los Reyes Católicos de Andrés Bernáldez, la Relación del primer viaje de Cristóbal Colón, la Crónica de Cardeña, la de Fernando II, la de Alfonso XI, la 417 del Rey Don Pedro (c. 1383), la Crónica rimada o Poema de Alfonso XI, la Crónica de Enrique II de Pero López de Ayala, la Crónica de los Reyes Católicos de Hernando del Pulgar, y la Crónica de Valerio Máximo traducida por Hugo de Urriés. La suma total de citas llega a 51. Finalmente, las obras especializadas de época medieval ascienden a 13, entre las que destacan aquellas dedicadas a la astronomía y a la medicina. Las tres obras médicas citadas son De las propiedades de las cosas (1494) de Vicente de Burgos, Lilio de Medicina, Sevilla (1495) de Bernardo de Gordonio y la Cura de la piedra y dolor de la yjada y cólica renal (1492) de Julián Gutiérrez de Toledo. Las obras especializadas de época medieval sirven para autorizar 32 términos usados en dicha época. El siglo XVI está representado por 229 registros (entre autores y obras anónimas) y 2.538 citas. Hemos dividido las fuentes lingüísticas en dos tipos: fuentes literarias y fuentes especializadas. A su vez, las fuentes literarias se dividen en obras de ficción y obras de no ficción. Hemos localizado 18 escritores de obras de ficción en prosa. Destaca, naturalmente, Cervantes, citado en 232 artículos. Se mencionan también algunas novelas pastoriles, como El Pastor de Filida (1582) de Luis Gálvez de Montalvo (30 citas), la Diana enamorada (1565) de Gaspar Gil Polo (12 citas) y los Siete Libros de la Diana (1559) de Jorge de Montemayor (5 citas). Otro género representado es el de la novela picaresca: El Lazarillo de Tormes (1554) (12 citas), Relaciones de la vida del escudero Marcos de Obregón (1618) (30 citas) de Vicente Espinel, el Guzmán de Alfareche (1599) (4 citas) de Mateo Alemán, o la Atalaya de la vida humana (1604) (10 citas)del mismo autor. Incluso se pueden localizar dos novelas de caballería: el Florando de Castilla (1588) (13 citas) del doctor Huerta y El Caballero del Febo el Troyano (1576) (2 citas) de Esteban Corbera. Mucho más numerosos son los poetas del siglo XVI: 57 en total, que se citan en 645 artículos. El poeta más citado es Fernando de Herrera (139 citas), seguido de Cristobal de Castillejo (67 citas) y Garcilaso de la Vega (42 citas). La poesía lírica es la más representada, pero también se mencionan varios poemas épicos: La Araucana de Alonso de Ercilla (39 citas), La Tebayda de Juan de Arjona (7 citas), obra que Castro editará en 1855, la traducción de la Eneida (1555) llevada a cabo por Gregorio Hernández de Velasco (5 citas), la Hesperoida (1589) de Jerónimo Bermúdez de Castro (5 citas), El Monserrate (1587) de Cristobal de Virués (5 citas), y el Carlo famoso (1566) de Luis Zapata de Chaves (una cita). Entre las obra de lírica religiosa encontramos los Versos espirituales que tratan de la conversión del pecador, menosprecio del mundo (1597) de Pedro de Encinas (15 citas), las traducciones de los salmos y del Cantar de los Cantares de Benito Arias Montano (10 citas), y el Vergel de plantas divinas (1588) de Ramón Muntaner (una cita). Llama mucho la atención el hecho de que el teatro del siglo XVI (especialmente anterior a Lope de Vega) no tenga apenas presencia en el Gran diccionario de la lengua 418 española, a diferencia de lo que sucederá con el teatro del siglo XVII. Una explicación de esto ya la aventuramos anteriormente. El teatro del siglo XVI no se encuentra representado en la Biblioteca de Autores Españoles. La dificultad, pues, de hallar ediciones o textos de tales obras debió de repercutir en su representatividad dentro del diccionario. Con todo, hemos localizado 3 autores y dos piezas anónimas: Lucas Fernández, autor de unas farsas, citado 7 veces; el anónimo autor de Hados y lados, hazen dichosos y desdichados (1555), la también anónima pieza El rey don Alfonso el de la mano horadada, y Cristobal de Virués, autor de La Cruel Casandra y La infelice Marcela (citadas cada una en una sola ocasión). Entre las obras de no ficción, el género que más destaca es el histórico. Se citan 49 historiadores en 278 ocasiones. Destacan especialmente la Guerra de Granada (1627) de Diego Hurtado de Mendoza (68 citas), la Monarquía de España de Pedro Salazar y Mendoza (49 citas), la Nobleza de Andalucía (1588) de Argote de Molina, (25 citas) la Historia natural y moral de las Indias (1590) de Cristóbal Acosta (14 citas), el Comentario de la guerra de Alemania hecha por Carlos V, máximo emperador romano, rey de España, en el año de 1546 y 1547 (1548) de Luis Ávila y Zúñiga (10 citas) y el Concejo y Consejero del Príncipe (1559) de Fadrique Furió Ceriol. Las obras de carácter religioso también poseen un peso imporante dentro de la nómina. Se mencionan 32 escritores que cultivaron este género, presentes en 292 citas. La obra más citada es la Biblia de Ferrara (1553), una traducción al judeospeñol del Antiguo Testamento. Ya conocemos el interés que Adolfo de Castro sentía por las traducciones de la Biblia, labor llevada a cabo generalmente por españoles luteranos o por judeospeañoles, en este caso. La Biblia de Ferrara se cita en 79 ocasiones (para testimoniar sobre todo arcaísmos conservados en el español serfardí), la traducción de Cipriano Valera en 14 ocasiones y la de Casiodoro de Reina en 13. Santa Teresa de Jesús, cuya autoridad era criticada por el mordaz Tiquitoc, se menciona en 23 artículos, Fray Luis de Granada en 21, José Siguenza, autor de Vida de San Gerónimo (1595) en 15 y Juan Padilla, que escribió los Doce triunfos de los apóstoles (1521) en 10 ocasiones. En cuanto a las fuentes especializadas, Castro hizo un acopio bastante significativo de obras técnicas y científicas del siglo XVI. Se contabilizan 47 registros, que suman 621 citas. Los campos representados son los de la agricultura, la albeitería, la arquitectura, la caza, las ciencias militares, el derecho, la equitación, la filología, la geografía, la geografía, la geometría, la marina, la medicina, la pintura y la política. Sin lugar a dudas, el campo con mayor número de citas y de autores es el de la medicina, seguida de la historia natural y la arquitectura. Los autores más citados son Jerónimo Gómez de Huerta y su traducción de la Historia Natural de Plinio (148 citas), Andrés Laguna y su traducción y comentarios de Pedacio Dioscórides (117 ctias), y la traducción de Vitrubio 419 de Miguel de Urrea (55). A continuación mostramos los nombres de los autores y de las obras, según el campo especializado al que pertenecen y el número de citas: 1) Agricultura: - HERRERA, Gabriel Alonso (1470 – 1539): Agricultura general (1513): 26 citas. 2) Albeitería: - CALVO, Fernando: Libro de Albeitería (1587): una cita. - URREA, Miguel de: Traducción de Vitrubio (1582): 55 citas. 3) Arquitectura: - VILLALPANDO, Francisco: Tercero y cuarto libro de arquitectura de Sebastian Serlio (1552): 34 citas. - ARFE Y VILLAFAÑE, Juan: Varia conmesuración para la esculptura y arquitectura (1585): 20 citas. - PRAVES, Francisco de (1585 – 1637): Cuatro libros de la arquitectura de Andrea Palladio (1625): 6 citas. - OVIEDO, Andrés de: 3 citas. 4) Caza: - NÚÑEZ DE AVEDAÑO, Pedro: Aviso de cazadores y de caza (1543): una cita. 5) Ciencia militar: - JIMÉNEZ DE URREA, Jerónimo (1510-1574): Diálogo de la verdadera honra militar (1573): 3 citas. - CARRANZA, Jerónimo (m. 1600): Libro que trata de la Philosophía de las armas y de su destreza (1582): una cita. - EGUILUZ, Martín de: Milicia, discyrso y regla militar (1592): una cita. 6) Ciencias naturales - GÓMEZ DE HUERTA, Jerónimo (1573-1643): Historia natural; de Cayo Plinio Segundo (1624-1629): 148 citas. - PÉREZ DE MOYA, Juan: Tratado de cosas de Astronomía, Cosmografía y Philosofía Natural (1573): 37 citas. 7) Derecho: - ALBORNOZ, Bartolomé: Arte de los contractos (1573); 12 citas. - CASAS, Fray Bartolomé de (1484-1566): una cita. - DAZA, Bernardino: Las instituciones imperiales o principios del derecho civil en latín y romance -(1551): una cita. 8) Equitación: 420 - BENAVIDES, Flores de;: Reglas de la Cavalleria de la Brida y para conoscer la complession y naturaleza de los cauallo (1568): 10 citas. 9) Filología: - AGUILAR, Pedro: Tratado de la caballería de la gineta (1572): una cita. - VALDÉS, Juan de (1509-1541): Diálogo de la Lengua (1533): 3 citas. - MEDINA, Francisco de (1544-1615): Apuntamientos á los sonetos de Arguijo: una cita. 10) Filosofía: - GÓMEZ DE HUERTA, Jerónimo (1573-1643): Problemas filosóficos (1628): 3 citas. 11) Geografía: - GIRAVA, Jerónimo: Cosmographia y geographia (1556): 19 citas. - ZAMORANO, Rodrigo (1542-1623); Los seis libros primeros de Euclides traducidos en lengua Española (1575): 2 citas. 12) Marina: - CHAVES, Jeronimo de (1523-1574): Lunario perpetuo (1592): 26 citas. - CANO, Tomé (1545-1618): una cita. 13) Medicina: - LAGUNA, Andrés (1499-1559): Pedazio Dioscórides Anazarbeo (1555): 117 citas. - ACOSTA, Cristóbal (S. I.) (1515-1594): Tractado de las drogas y medicinas de las Indias Orientales con sus plantas debuxadas al biuo (1578): 8 citas. - DAZA CHACÓN, Dionisio: Práctica y Teórica de Cirugía en romance y en latín (1583): 6 citas. - MONARDES, Nicolás Bautista (1493-1588): Primera, segunda y tercera partes de la historia medicinal de las cosas que se traen de nuestras Indias Occidentales, que sirven en medicina (1574): 5 citas. - MONTAÑA DE MONSERRATE, Bernardino: Anatomía del hombre (s. XVI): 5 citas. - LOBERA DE ÁVILA, Luis: Remedios de cuerpos humanos (1542): 4 citas. - GINOVÉS, Simón: Sobre el servidor de Abulcacis (1515): 2 citas. - JARABA, Juan de: Descripción de la Escorzonera: 2 citas. - SÁNCHEZ dE OROPESA, Francisco: Discurso para averiguar que mal de orina sea el que padece Diego Anriquez León su amigo y compadre (1594): 2 citas. - VALVERDE DE AMUSCO, Juan (1525-1587): Historia de la composición del cuerpo humano (1556): 2 citas. - CALVO, Juan (s. XVI): Primera y segunda parte de la cirugía universal y particular del cuerpo humano (1580): una cita. - DAZA, Dionisio (1503-?-1596): Práctica y Teórica de cirugía (1580): una cita. 421 - FRANCO, Francisco: Libro de enfermedades contagiosas y de la preseruacion dellas (1569): una cita. - HUARTE DE SAN JUAN, Juan (1529-1588): Examen de ingenios para las ciencias (1575) una cita. - LÓPEZ DE VILLALOBOS, Francisco (1474-1549): Tratado de los tres grandes [pasiones]: una cita. - LÓPEZ DE VILLALOBOS, Francisco (1474-1549): Sumario de la medicina. Con un tratado sobre las pestíferas buuas (1498): una cita. - LÓPEZ DE VILLALOBOS, Francisco (1474-1549): Poema de las bubas: una cita - PÉREZ HERRERA, Cristóbal (1558-1620): Discurso del amparo de los legítimos pobres (1598): una cita. - PORCELL, Juan Tomás: Información y curación de la peste de Zaragoza y preservación contra peste en general (1565): una cita. - RUIZ DÍAZ DE ISLA (1462-1542): Tratado llamado fruto de todos los santos, contra el mal serpentino venido de la isla Española, hecho y ordenado en el grande y famoso hospital de todos los Santos de la insigne y muy nombrada ciudad de Lisboa (1537): una cita. 14) Pintura: - GUEVARA, Felipe de (1500-1563): Comentarios de la pintura (ca. 1560): 40 citas. 15) Política: - CASTILLO DE BOBADILLA, Jerónimo: Política para corregidores y señores de vasallos, en tiempos de paz y de guerra (1597): 2 citas. El siglo XVII viene a estar representado por un total de 229 autores, presentes en un total de 3.605 citas, superando las citas de los textos del siglo XVI. Comenzando por las obras literarias de ficción, 21 autores mencionados en el diccionrio cultivaron la prosa narrativa (175 citas). El más mencionado es Antonio Henríquez Gómez, más concretamente su obra El siglo pitagórico y vida de don Gregorio Guadaña (1644), obra en la que se incluye una novela picaresca, al estilo de Quevedo, y que incluye también partes en verso (71 citas). Le siguen Jerónimo Alcalá Yáñez y su Donoso hablador (1626), también conocido como Alonso, mozo de muchos amos, novela picaresca citada en 24 ocasiones; Gaspar Lucas Hidalgo y sus Diálogos de Apacibles Entretenimientos, que contiene unas Carnestolendas de Castilla (1605) (20 citas) y Gabriel de Corral, escritor barroco, convertido al judaísmo, y autor de La Cintia de Aranjuez (1629), novela pastoril, y que es la obra citada (14 citas). A diferencia de la escasa representatividad de la prosa del Barroco, la poesía desborda sin duda las cifras esperadas. Hemos localizado 53 poetas (muchos de ellos, como ya vimos, editados por Adolfo de Castro para la colección de la Biblioteca de Autores Españoles). Estos poetas se citan en un total de 1.054 artículos (insistimos, un número muy superior a las 175 referencias de los textos narrativos de ficción). La función estética 422 y filológica de las citas presentes en el Gran diccionario de la lengua española prevalece sin lugar a dudas sobre la función ilustrativa (lógicamente, no se pretende mostrar cómo se usa una voz a través de los versos de un poeta barroco, como Góngora o Quevedo). El vate más citado es, como no podía de ser de otra manera, Góngora (334 citas). El título del poema culterano por excelencia, el Polifemo, es citado expresamente en 45 artículos 147 . Después de Góngora, los poetas con mayor presencia en el diccionario son Antonio de Solís (81 citas), del que se citan también varias piezas de teatro, Francisco de Quevedo (74 citas), Esteban Manuel de Villegas (63 citas), Salvador Jacinto Polo (61 citas), Jerónimo Cáncer (47 citas), Juan de Tassis [Conde de Villamediana] (56 citas), Francisco de Rojas (32 citas) y Pedro Espinosa (31 citas). Muchos de los poetas citados también cultivaron el género del teatro, así que no es fácil separar en muchas ocasiones las composiciones poéticas de las teatrales, escritas también en verso. Hemos localizado a 63 autores que predominantemente se dedicaron a escribir piezas de teatro. Los hemos encontrado en 1.499 citas. Muchas obras se citan sólo una o dos veces. Sólo 16 dramaturgos se mencionan en más de 10 artículos. El autor de teatro más citado es, como se podía esperar, Lope de Vega (442 citas), la primera autoridad del Gran diccionario de la lengua española, seguido muy de cerca por Calderón de la Barca (317 citas). También se mencionan un alto número de veces Agustín Moreto (133 citas), Antonio Mira de Amescua (114 citas), Franciso de Rojas Zorilla (99 citas), Álvaro Cubillo (61 citas), Luis Vélez de Guevara (57 citas), Tirso de molina (35 citas), Juan Pérez Montalbán (31), Guillén de Castro (22), Juan Bautista Diamante (20), Antonio Mendoza (20), Francisco Leiva (14), Valentín Céspedes (11) y Juan de Matos (11). Entre las obras literarias de no ficción, volvemos a encontrar un nutrido número de historiadores: en total 46, entre los que destacan Bartolomé Juan Leonardo de Argensola (39 citas), Jacob Cansino, autor de Extremos y grandezas de Constantinopla (1638) (29 citas), Pedro de Teixeira y su Relación d’el origen, desdencia y succession de los reyes de Persia y de Harmuz (1610) (25 citas), y Juan de Mariana y su Historia de España (1601) (13 citas). Se mencionan 16 autores religiosos, enre los que destacan Pedro de Oña y sus Postrimerías del hombre (1693) (7 citas), Diego de Yepes, autor de una hagiografía de Santa Teresa de Jesús (7 citas) y Pedro Martín de Roa, autor de Vida y maravillosas virtudes de Doña Sancha Carrillo (1615) (5 citas). Como curiosidad, se ha encontrado una cita extráida de una obra de exorcismos, titulada Práctica de exorcistas y ministros de la Iglesia (1660), de Benito Rimigio Noydiens (s.v. abrazar [la fe]). Las obras de especialidad se reducen a 38, citadas en 472 artículos. Los campos suelen ser los mismos que los que ya se vieron para las fuentes especializadas del siglo XVI. Pero 147 La poesía de Góngora sirvió también para nutrir un número importante de citas del primer diccionario de la Academia. Sobre este particular, puede leerse el artículo de Jammes, «Góngora en el Diccionario de Autoridades» (1996). 423 a diferencia de lo que ocurría en el caso del período anterior, no es la medicina, sino la arquitectura el campo mejor representado, seguido, curiosamenete, de la pintura. Los autores más citados son: Lorenzo de San Nicolás, Arte y uso de arquitectura (1639, 1665) (69 citas); Antonio Palomino, Museo Pictórico (1715-1724) (62 citas); Alonso Martínez de Espinar, Arte de ballesteria y monteria (1644) (58 citas); Francisco Pacheco, Arte de la pintura (1649) (48 citas), Miguel Benavente, Elementos de toda la architectura civil : con las mas singulares observaciones de los modernos… traducidos al castellano el P. Miguel Benavente (1763) (26 citas), Francisco de los Santos, Descripción del monasterio de San Lorenzo el Real de El Escorial (1698) (24 citas), Vicente Carducho, Diálogos de la pintura (1633) (17 citas), Jerónimo Cortés, Libro y tratado de los animales terrestres y volatiles (1615) (11 citas) y José García Hidago, Principios para estudiar el nobilísimo y real arte de la pintura (1693) (11 citas). A continuación exponemos la lista completa de autores y campos en el orden acostumbrado de frecuencia: 1) Agricultura: - AGUSTÍN, Fr. Miguel: Libro de los secretos de agricultura, casa de campo y pastoril / traducido de lengua catalana (1617): 2 citas. 2) Albañilería - LÓPEZ DE ARENAS, Diego: Breve compendio de la carpintería de lo blanco y tratado de alarifes (1633): 9 cias. 3) Arquitectura: - SAN NICOLÁS, Lorenzo de (1593-1679): Arte y uso de arquitectura (1639, 1665): 91 citas. - BENAVENTE, Miguel: Elementos de toda la architectura civil : con las mas singulares observaciones de los modernos… traducidos al castellano el P. Miguel Benavente (1763): 26 citas. - SANTOS, Francisco de los: Descripción del monasterio de San Lorenzo el Real de El Escorial (1698): 24 citas. 4) Astrología: - NÁJERA, Antonio de: Suma astrológica (1632): 6 citas. 5) Caza: - MARTÍNEZ DE ESPINAR, Alonso (1594-1682): Arte de ballesteria y monteria (1644): 58 citas. 6) Ciencia militar: - SCAVINO, Ildefonso: Cargos y preceptos militares [traducción de Bancaccio] (1639): una cita. 7) Cocina: 424 - BARRIOS, Juan de: Libro del chocolate (1609): una cita. 8) Criptografía: - TAMAYO DE VARGAS, Tomás: Cifra, contracifra antigua y moderna (1612): una cita. 9) Derecho: - VILLADIEGO, Alonso: Instrucción política y práctica judicial, conforme al estilo de los Consejos, Audiencias y Tribunales de esta Corte y otros ordinarios del reyno (1617): 10 citas. - VEITIA LINAJE, José, (1630-1688): Norte de la contratación de las Indias Occidentales (1672): 6 citas. - GONZÁLEZ DE SALCEDO, Pedro: Tratado juridico político del contrabando (1654): 5 citas. - SOLÓRZANO Y PEREYRA, Juan de (1575-1655): Política Indiana. Sacada en lengua castellana de los dos tomos del Derecho y Govierno Municipal de las Indias Occidentales (1648): 3 citas. 10) Esgrima: - PACHECO DE NARVÁEZ, Luis (1570-1640): Nueva Ciencia y Filosofía de la destreza de las armas (1672): 10 citas. 11) Filología: - CASCALES, Francisco: Cartas Filológicas (1634): 8 citas. - GARCÍA DE SALCEDO CORONEL, José: Comento del Polifemo: 8 citas. - ORDÓÑEZ DAS SEYJAS, Alonso: Poética de Aristóteles dada a nuestra lengua castellana (1626): 5 citas. - ALDRETE, Bernardo José (1565-1645): Del origen y principio de la lengua castellana ó romance que oi se vsa en España (1606): 3 citas. - BONET, Juan Pablo (1579-1633): Reducción de las letras y Arte para enseñar a hablar a los mudos (1620): 2 citas. - GONZÁLEZ DE SALAS, José Antonio (1588-1654): Nueva idea de la tragedia antigua o Ilustracion ultima al libro singular de Poetica de Aristoteles Stagirita (1633): una cita. - LAURELES, Juan Alonso: Venganza de la lengua castellana contra el autor del Cuento de cuentos: una cita. - SALAZAR Y CASTRO, Luis de (1658-1734): Exámen apologético de la defensa crítica á la dedicatoria de un bibliopola (1725): una cita. - XIMÉNEZ PATÓN, Bartolomé: Elocuencia española (1614): una cita. 12) Historia natural: - SUÁREZ DE FIGUEROA, Cristóbal (1571-1644): Plaza universal de todas las ciencias y artes (1615): 3 citas 13) Medicina: 425 - SORAPAN DE RIEROS, Iván: Medicina española contenida en proverbios vulgares de nuestra lengua (1615-1616): 10 citas. - FREILAS, Alonso de: Conocimiento, curación y preservación de la peste (1606): 3 citas. - SOTO, Juan: Conocimiento de la enfermedad del garrotillo (1616): 2 citas. - LEÓN, Andrés de: Tratados de Medicina, Cirugía y Anatomía (1605): una cita. - LUNA VEGA, Juan de: Exercitaciones médicas (1612): una cita. 14) Pintura: - PALOMINO, Antonio: Museo Pictórico (1715-1724): 62 citas. - PACHECO DEL RÍO, Francisco: Arte de la pintura (1649): 48 citas. - CARDUCHO, Vicente (ca. 1578-1638): Dialogos de la pintura (1633): 17 citas. - GARCÍA HIDALGO, José: Principios para estudiar el nobilisimo y real arte de la pintura (1693): 11 citas. - BUTRÓN, Juan de (s.XVII): Discursos apologéticos en que se defiende la ingenuidad del arte de la pintura. Madrid (1626): 10 citas. - GARCÍA HIDALGO, José (1645-1717): Principios para estudiar el Nobilísimo y Real Arte de la Pintura (1691): una cita. 15) Tauromaquia - Memoire Curieus envoyez de Madrid (Paris, 1670): 4 citas. 16) Zoología - CORTÉS, Jerónimo: Libro y tratado de los animales terrestres y volatiles (1615): 16 citas. El canon del siglo XIX reaccionó contra la literatura creada en la centuria anterior. Por esa razón es comprensible que el número de registros correspondientes al llamado Siglo de las Luces sea bastante bajo: sólo 70, presentes en 428 citas. De hecho, la unica obra narrativa de este período citada es la novela del padre Isla, Fray Gerundio de Campazas, alias Zotes (1758), que además se cita sólo una vez. Más suerte tienen las obras poéticas, aunque su número no es, en absoluto, tan elevado como los de los siglos anteriores. Sólo se cita el nombre de 15 poetas en 126 ocasiones, de los cuales sólo Nicolás y Leandro Fernández de Moratín tienen cierto peso: la obra poética de Nicolás se cita en 66 artículos y la de su hijo en 13. Otras 3 citas están tomadas de la obra dramática El sí de las niñas. Poetas que fueron tan reconocidos en su tiempo como Tomás de Iriarte, Félix María Samaniego y Meléndez Valdés a penas sirven de autoridad en el diccionario. Encontramos la cita de 8 dramaturgos y de 5 obras teatrales anónimas. El más citado es José de Cañizares, de la primera mitad del siglo XVIII, autor de comedias, melodramas y zarzuelas (26 citas). Otros autores mencionados son José Julián Castro, Más vale tarde que nunca (1799) (10 citas), Antonio Martínez, Los Esforcia de Milán (1731) (8 citas), 426 Tomás Manuel de Paz, Al noble su sangre avisa (2 citas), Marcelo Ayala y Guzmán, Las travesuras de don Luis de Cuello (1765) (una cita), Gerónimo Cifuentes, Lo que son suegro y cuñado (1750), Juan Ignacio González del Castillo, Sainetes (una cita) y Ramón de la Cruz, Sainetes (una cita). Las obras dramáticas anónimas mencionadas son La nueva Troya de amor (2 citas), Lo que pasa en un torno de monjas (2 citas), El capuchino español (1747) (una cita) y Duelos de amor y desdén (una cita). Hay 5 historiadores mencionados, pero ninguno supera siquiera las 2 citas: Juan Goyeneche, editor de la Conquista de México de Antonio de Solís (1704), y que añadió notas biográficas sobre la vida del autor; Roberto Lorenzo de la Linde, Discursos históricos a favor de las Encartaciones (1742); Alonso de Torres y Tapia, Crónica de la Orden de Alcántara (1763); Basilio Varen de Soto, Historia de las Guerras Civiles de Francia de Enrico Caterio Dávila (1713); y José Viera y Clavija, Noticias de la Historia General de las Islas Canarias (1772 – 1773). En el ámbito en que más destacan las obras del siglo XVIII es en el de las ciencias, las artes y los oficios. Se mencionan 22 autores que trabajaron en obras especializadas, entre los que destacan Gregorio Mayans i Siscar, autor de un manual de Rhetórica (1757) citado en 92 ocasiones, Francisco Martínez, Introducción al conocimiento de las Bellas Artes o Diccionario manual de Pintura, Escultura, Arquitectura, Grabado (1788), mencionado en 16 ocasiones, y José Castañeda, autor del Compendio de los diez libros de arquitectura de Vitruvio (1761). Una vez más, los campos más favorecidos están vinculados con el arte, y más concretamente con la arquitectura clásica. Sobre los campos de la química, la física o la artes mecánicas hay pocas referencias. Mostramos la lista completa de autores y obras citados: 1) Agricultura: - CASIRI, Miguel: Tratado del cultivo de las tierras (1751) (trad.): una cita. 2) Arquitectura - CASTAÑEDA, José: Compendio de los diez libros de arquitectura de Vitruvio (1761): 11 citas. - ORTIZ Y SANZ: Traducción de Vitrubio (1780-1782): 5 citas. - BRIZGUZ Y BRU, Atanasio Genaro: Escuela de arquitectura civil, en que se contienen los órdenes de arquitectura, la distribución de los planos de templos y casas y el conocimiento de los materiales (1798): 4 citas. 3) Arte: - MARTÍNEZ, FRANCISCO: Introduccion al conocimiento de las Bellas Artes o Diccionario manual de Pintura, Escultura, Arquitectura, Grabado (1788): 16 citas. 4) Botánica: 427 - CAVANILLES Y PALOP, Antonio José (1745-1804): una cita. 5) Derecho: - SANTAYANA Y BUSTILLO, Lorenzo de: Gobierno político de los pueblos de España, y el Corregidor, Alcalde y Juez en ellos (1742): 3 citas. 6) Filología: - MAYANS I SISCAR, Gregorio (1699-1781): Rhetórica (1757): 92 citas. - CAPMANY Y MONTPALAU, Antonio de (1742-1813): Teatro histórico-critico de la elocuencia Española (1786): 3 citas. - FORNER Y SEGARRA, Juan Pablo (1756-1797): Sátira contra los vicios introducidos en la Poesía por los malos poetas (1782): una cita. - IRIARTE Y CISNEROS, Juan de (1702-1771): Sobre la imperfección de los diccionarios [discurso de recepción en la Real Academia de la Lengua, el 21 de septiembre de 1747] una cita. - RODRÍGUEZ DE CASTRO, José (1739–1789): Biblioteca Española (1781-1786): una cita. - VARGAS PONCE, José de (1760-1821): Declamación sobre los abusos introducidos en el castellano, presentada y no premiada en la Academia Española (1791): una cita 7) Marina: - CAPMANY Y MONTPALAU, Antonio de (1742-1813): Memorias históricas sobre la marina, commercio, y artes de la antigua ciudad de Barcelona (4 vols 1779-1792): 2 citas. - JUAN, Jorge y ULLOA DE LA TORRE, Antonio: Noticias Americanas (1722): 6 citas. - JUAN, Jorge y ULLOA DE LA TORRE: Exámen marítimo: 2 citas. - JUAN, Jorge y ULLOA DE LA TORRE: Noticias secretas de América (1749): una cita. - ZULOAGA, Santiago de: Cartilla marítima que contiene los nombres de los palos y vergas de los navios (1765): una cita. 8) Matemáticas: - TOSCA, Thoma Vencentio (1651-1723): Compendio Mathematico (1707-1715): 7 citas. 9) Medicina: - MARTÍN, Martínez (1684-1734): Anatomia completa del hombre, con todos los hallazgos, nuevas doctrinas y observaciones raras hasta el tiempo presente, y muchas advertencias necessarias para la cirugia segun el methodo con que se explica en nuestro theatro de Madrid (1728): 4 citas. 10) Música: - NASARRE, Pablo (1650 – 1730): Escuela música [sic] según la práctica moderna (1723): 4 citas. 11) Tauromaquia: - DELGADO, José [Pepe Hillo] (1754-1801): Tauromaquia o arte de torear (1796): 2 citas. 428 Por último, comprobaremos el índice de frecuencia con que se citan los autores decimonónicos en el diccionario. Resulta interesante observar qué actitud tuvo el lexicógrafo ante los libros estrictamente contemporáneos, pues resulta mucho más difícil juzgar la obra de un escritor moderno que otro consagrado por el paso del tiempo. En cualquier caso, sólo 16 autores de este período son citados, y en tan sólo un centenar de artículos lexicográficos. El autor de esta época con una mayor presencia es Francisco Manuel Bueno, autor de Flora de Filipinas según el sistema de Linneo (1837), citado en 30 ocasiones. Le sigue José Marchena y su obra Lecciones de filosofía moral y elocuencia (1820) (26 citas) y Juan Antonio Llorente, autor de una Historia Crítica de la Inquisición (14 citas). No se cita ninguna obra literaria en prosa. Algunos de los poetas que sí se mencionan son Juan Bautista Arriaza, Juan Nicasio Gállego, el Conde de Noroña, y Manuel Lozano Pérez Ramajo, pero escasamente. En una ocasión se cita además la Oda á Castaños por la Victoria de Bailén. Sólo el título de una comedia aparece entre las referencias bibliográficas: Coquetismo y presunción (1831) de Francisco Flores Arenas. Entre las obras estrictamente científicas, sólo se mencionan las Lecciones elementales de Astronomía (1839) de François Arago (una cita) y la Farmacopea Matritense (1823) (también una cita). Como se puede ver, Castro estaba más interesado en recoger arcaísmos y acepciones literarias que neologismos de la ciencia moderna. Como anécdota diremos que Castro cita también en una ocasión un artículo sacado del períodico Ocios de los españoles emigrados. Revista creada en 1824. Con el fin de observar en su conjunto los tipos de fuente usados en la ejemplificación del Gran diccionario de la lengua española, así como su distribución en períodos y en épocas, presentamos los siguientes gráficos que nos ayudarán a su mejor apreciación. El primero muestra el número de autores (o en su defecto de obras) según las épocas. Esto nos permite comprobar la varidad de textos que consultó Adolfo de Castro según un criterio cronológico. Figura 3.2.3. Número de autores y obras clasificadas por siglos 105 229 213 70 16 0 50 100 150 200 250 Edad Media S. XVI S. XVII S. XVIII S. XIX 429 En el gráfico 3.2.3. se puede ver claramente cómo los siglos XVI y XVII acaparan la mayor cantidad de autores y libros consultados. El siguiente gráfico (3.2.4) arroja luz sobre la proporción de citas reales distribuidas en el tiempo, lo que nos ayuda a dilucidar qué modelo lingüístico está mejor representado. Como puede comprobarse, la lengua de los siglos aureos es la que destaca por encima de los restantes períodos. Nada menos que el 50% de citas de todo el diccionario proceden de autores del siglo XVII. Castro, admirador de Calderón, defensor de Góngora, autor de un artículo sobre el culteranismo, asume por completo un canon en el que se exalta la literatura del barroco. Las obras del siglo XVI también se hallan representadas en un porcentaje bastante generoso: el 36% del total. En cambio, los dos últimos siglos apenas suman el 7%. Figura 3.2.4. Número de citas según el siglo El tercer gráfico (3.2.5.) indica el número de autores consultados según el tipo de obra. Por un lado, distinguimos las fuentes metalingüísticas (fundamentalmente diccionarios, pero también gramáticas). Por otro lado, se recogen las fuentes lingüísticas, que se dividen a su vez en varios grupos: obras literarias de ficción (novela, poesía, teatro), obras de no ficción (historia, libros religiosos, libros de viaje, prosa didáctica), textos jurídicos (leyes, relaciones, testamentos, etc.) y, finalmente, textos científico-técnicos. 498 citas; 7% 2538 citas; 36% 3605 citas; 50% 428 citas; 6% 99 citas; 1% Edad Media S. XVI S. XVII S. XVIII S. XIX 430 Figura 3.2.5. Número de autores según el género de obras que escribieron Castro escribe, sobre todo, un diccionario de la lengua literaria. Los autores de obras de literatura, tanto de ficción como no ficción, suman en total 504 registros, muy por encima del resto. Se aprecia cierto esfuerzo por parte del lexicógrafo gaditano por incluir referencias a textos científico-técnicos, pero insuficiente. Las obras especializadas corresponden especialmente a textos no contemporáneos (por ejemplo, en el ámbito de la medicina o de la agricultura). Los campos más representativos proceden del mundo del arte (especialmente la arquitectura), como veremos más adelante. En el siguiente gráfico (3.2.6) se puede apreciar la misma distribución de fuentes organizados por el número de citas presentes en el diccionario. Una vez más, se puede apreciar el peso de las fuentes literarias, si bien el mayor número de referecias corresponde a fuentes lexicográficas: Figura 3.2.6. Proporción de citas según el tipo de fuente 0 50 100 150 200 250 300 350 Fuentes metalingüísticas Autores de obras de ficción Autores de obras no ficcionales Textos jurídicos Autores de obras especializadas 55 304 200 41 123 Fuentes metalingüísticas: 5.069 citas; 42% Obras de ficción: 4.440 citas; 36% Obras de no ficción: 1.164 citas; 10% Textos jurídicos: 147 citas; 1% Textos científico- técnicos: 1.374 citas; 11% Fuentes metalingüísticas Obras de ficción Obras de no ficción Textos jurídicos 431 Centrándonos en las obras literarias de ficción, es imposible, dado el número elevado de citas, distinguir entre géneros literarios y diferentes subgéneros. Nuestro objetivo es observar a grandes rasgos las características de las fuentes empleadas por Castro. Por esa razón, no diferenciamos entre poesía épica, poesía lírica, o poesía religiosa, o bien entre novela pastoril, novela picaresca, etc. En la figura 3.2.6. se aprecia claramente que Castro prefirió, por razones que ya hemos comentado, la autorización de voces mediante ejemplos poéticos. Frente a 41 escritores que escribieron en prosa y 71 que escribieron piezas de teatro, Castro menciona 193 poetas. En lo que respecta a la cantidad de citas, el 51% de ellas procede de textos poéticos (2.255 citas). También es detacable el número de ocasiones que se traen textos dramáticos: 1.590 citas (36%). Figura 3.2.7. Número de autores según el género literario que cultivaron Figura 3.2.8. Número de citas según el género literario de la fuente Concluimos el análisis de las fuentes del Gran diccionario de la lengua española examinando las obras científico-técnicas mecionadas en él. Los campos son muy diversos, pero nos centramos en aquellos con un mayor peso. En la figura 3.2.9. se observa que el mayor número de obras según el ámbito de especialidad corresponde a las de medicina, con un total de 29 autores citados (que se corresponden con el número de obras). Le siguen la filología (18 autores) y la arquitectura (11 autores). Sin embargo, en el gráfico siguiente (figura 3.2.10.) se puede apreciar mucho mejor un desequilibrio que se produce en este aspecto. Si sumamos las citas extraídas de obras dedicadas a la arquitectura y a la pintura (ámbito humanístico), obtenemos un total de 439 citas, mientras que si sumamos las citas sacadas de obras médicas y del ámbito de la historia natural (ámbito científico) se obtienen 393 referencias. Aunque no descuida el uso de fuentes científicas, Castro inclina la balanza siempre en favor de las disciplinas humanísticas. Frente a las 31 citas extraídas de obras de botánica, encontramos 143 del 0 50 100 150 200 Género narrativo Género poético Género teatral 41 193 71 593 citas; 13% 2.255 citas; 51% 1.590 citas; 36% Género narrativo Género poético Teatro 432 campo de la filología. Esto se corresponde además con la predilección de Castro hacia los ejemplos sacados de textos antiguos, y no de textos recientes. Figura 3.2.9. Número de autores según el ámbito especializado cultivado Figura 3.2.10. Número de citas según el ámbito especialziado Esta información nos lleva a extraer las siguientes conclusiones: el Gran diccionario de la lengua española ofrece citas culturalmente marcadas. Su principal función es facilitar la interpretación de textos literarios antiguos, por lo que se podría hablar en este caso de diccionario filológico. La lengua de la ciencia tiene un papel secundario. Además, podría hablarse de un diccionario engagé, es decir, una diccionario comprometido. Aunque no existen en absoluto diccionarios objetivos, los hay que demuestran de manera explícita la ideología de su autor. El diccionario de Castro presenta artículos muy poco estandarizados, en los que la voz del lexicógrafo dicta sus opiniones en cuestiones filológicas. La correcta definición de los vocablos se sitúa al servicio de la interpretación de textos, especialmente literarios y poéticos. Las referencias a otros diccionarios del pasado ayudan a Castro a fijar ese significado, siempre y cuando éstos 3 11 2 3 5 8 18 4 7 29 8 0 5 10 15 20 25 30 35 29 248 31 61 9 38 143 191 36 202 191 0 50 100 150 200 250 300 433 ayuden a desentrañar el verdadero sentido que se puede deducir de los ejemplos citados en el diccionario. La extensión de las citas sobrepasa en un gran número de ocasiones lo esperado en un diccionario de lengua. La función enciclopédica de los ejemplos está muy presente. Pero, sobre todo, Castro concibe su diccionario como el lugar idóneo en el que mostrar y comentar en detalle pequeñas joyas de la literatura española. Estaríamos, pues, ante ejemplos cuya función estética y antológica es clara. No hay que olvidar que Castro tituló este diccionario Biblioteca universal, sintagma que antecede al resto del título. Siguiendo a Émile Littré, podríamos decir que muchos de los ejemplos del Gran diccionario de la lengua española son auténticos «lambeux de pourpre». 434 3.2.5. Nómina de autores y de obras REGISTRO SIGLO NÚM. DE VOCES TÍTULO DE LA OBRA MODO DE REFERENCIA ABARCA, PEDRO (S. I.) (1619-1693) XVII 1 Los reyes de Aragón en los anales históricos (1682-1684) Abarca, Anales de Aragón ACEVEDO, ALONSO DE (ca. 1575-ca. 1650) XVII 2 Creacion del mundo (1615) Acevedo, Creación del mundo ACOSTA, CRISTÓBAL (S. I.) (1515-1594) XVI 14 Historia natural y moral de las Indias (1590) Acosta, Historia de Indias/ Historia Natural de Indias ACOSTA, CRISTÓBAL (S. I.) (1515-1594) XVI 8 Tractado de las drogas y medicinas de las Indias Orientales con sus plantas debuxadas al biuo (1578) Acosta, Drogas de Indias/ Drogas de las Indias Orientales ACOSTA, CRISTÓBAL (S. I.) (1515-1594) XVI 1 Acosta Actos de cortes del Reyno de Aragon (1554) XVI 1 Actos de Cortes de Aragón ACUÑA, HERNANDO DE (1520-1580) XVI 12 El Cavallero determinado / tradvzido de lengua Francesa en Castellana (1553 Acuña, El caballero determinado ACUÑA, HERNANDO DE (1520-1580) XVI 5 Poesías varias Acuña, Poesías AGUILAR, PEDRO XVI 1 Tratado de la caballería de la gineta (1572) Aguilera, Caballería de la Gineta AGUSTÍN, FR. MIGUEL XVII 2 Libro de los secretos de agricultura, casa de campo y pastoril / traducido de lengua catalana (1617) Fray Miguel Agustín, Secretos de agricultura ALBORNOZ, BARTOLOMÉ XVI 12 Arte de los contractos (1573) Albornoz, Arte de contratos ALBORNOZ, DIEGO FELIPE XVII 2 Guerras ciuiles de Inglaterra, tragica muerte de su rey Carlos / escrita en toscano por el conde Mayolino Bisaccioni ... ; traducida en lengua castellana por don Diego Felipe de Albornoz (1658) Albornoz, Guerra de Inglaterra 435 REGISTRO SIGLO NÚM. DE VOCES TÍTULO DE LA OBRA MODO DE REFERENCIA ALCALÁ Y HERRERA, ALONSO DE XVII 1 Varios Effetos de Amor en Cinco Novelas Exemplares. Y nuevo artificio de escreuir prosas, y versos sin una de las cinco letras vocales, excluyendo Vocal differente en cada Novela. La Carroza de las Damas (1641) La carroza de las damas, Novela sin la letra E ALCALÁ YÁÑEZ, JERÓNIMO (1572-1632) XVII 14 Donado hablador (1626) [Alonso, mozo de muchos amos] Alcalá, Donado hablador/Alcalá, Mozo de muchos amos ALCÁZAR, BALTASAR DEL (1530-1606) XVI 18 Poesía Baltasar del Alcázar, Poesías ALDANA, COSME DE (n. 1536) XVI 17 Poesía Aldana, Poesías ALDRETE, BERNARDO JOSÉ (1565-1645) XVII 3 Del origen y principio de la lengua castellana ó romance que oi se vsa en España (1606) Aldrete, Orígenes ALEMÁN, MATEO (1547-¿1615?) XVI 10 Ortografía castellana (1609) Alemán, Ortografía Castellana ALEMÁN, MATEO (1547-¿1615?) XVI 10 Atalaya de la vida humana (1609) Alemán, Atalaya de la vida ALEMÁN, MATEO (1547-¿1615?) XVI 5 Vida de San Antonio de Padua (1604) Alemán, Vida de San Antonio ALEMÁN, MATEO (1547-¿1615?) XVI 4 Guzmán de Alfarache (1599) Alemán, Guzmán de Alfarache ALFAY, JOSÉ XVII 2 Poesías varias de grandes ingenios españoles (1654) Alfay, Poesías de grandes ingenios ALFONSO X EL SABIO (1221-1284) XIII 29 Las siete partidas (ca. 1265) Alonso, Partidas ALFONSO X EL SABIO (1221-1284) XIII 21 Crónica general, grande e general Estoria (1289) Alonso el Sabio, Crónica general ALFONSO X EL SABIO (1221-1284) XIII 4 Don Alonso el Sabio ALFONSO X EL SABIO (1221-1284) XIII 4 Tratado de los juegos Don Alonso el Sabio, Tratado de los juegos ALFONSO X EL SABIO (1221-1284) XIII 2 Carta á don Alonso Pérez D. Alonso el Sabio, Carta á don Alonso Pérez ALFONSO X EL SABIO (1221-1284) XIII 1 Libro de la azafeha Alonso el sabio, Libro de la azafeha 436 REGISTRO SIGLO NÚM. DE VOCES TÍTULO DE LA OBRA MODO DE REFERENCIA ALFONSO X EL SABIO (1221-1284) XIII 1 Libro del astrolabio llano Don Alonso, Libro del astrolabio llano ALFONSO X EL SABIO (1221-1284) XIII 1 Privilegio Privilegio de Don Alonso el Sabio ALFONSO X EL SABIO (1221-1284) XIII 1 Libro del relogio Don Alonso, Libro del relogio ALFONSO X EL SABIO (1221-1284) XIII 1 Libro de la esfera Don Alonso, Libro de la esfera ALFONSO XI (1311-1350) XIV 2 Ley hecha en Alcalá, era de 1380 D. Alonso, Ley hecha en Alcalá, era de 1380 ALFONSO XI (1311-1350) XIV 2 Libro de la Montería D. Alonso, Libro de la montería ALMAZÁN, AGUSTÍN DE XVI 1 El Momo : la moral [y] muy graciosa historia del Momo / compuesta en latin por ... Leon Baptista Alberto florentin ; trasladada en castellano por Augustin de Almaçan (1553) Almazán, El momo ANDRÉS DE UZTARROZ, JUAN FRANCISCO (1606-1653) XVII 1 Poesías Juan Francisco Andrés, Poesías ANDRÉS REY DE ARTIEDA (1549-1613) XVI 20 Discursos, epístolas y epigramas de Artemidoro (1605) Artieda, Artemidoro/ Poesías ANÓNIMO XVI 8 Los Proverbios de Salomon declarados en lengua Castellana conforme a la verdad Hebraica (1550) Anónimo, Proverbios de Salomón ANÓNIMO XVI 5 Question de amor de dos enamorados (1513) Anónimo, Cuestión de amor ANÓNIMO XIII 5 Libro de Alexandre Juan Lorenzo, Libro de Alejandro ANÓNIMO XVIII 2 Lo que pasa en un torno de monjas Anónimo, Lo que pasa en un torno de monjas ANÓNIMO XVI 2 Hados y lados, hazen dichosos y desdichados (1555) Anónimo, Hados y lados ANÓNIMO XVIII 2 La Conquista de Valencia por el rey D. Jayme (1762) Anónimo, Conquista de Valencia ANÓNIMO XVIII 2 La nueva Troya de amor Anónimo, La nueva Troya de amor 437 REGISTRO SIGLO NÚM. DE VOCES TÍTULO DE LA OBRA MODO DE REFERENCIA ANÓNIMO XV 1 Vida solitaria de Petrarca Anónimo, Vida solitaria de Petrarca ANÓNIMO XVII 1 Los empeños de un plumaje Anónimo, Los empeños de un plumaje ANÓNIMO XVII 1 Arancel de los precios a que su Magestad... con acuerdo del Consejo, manda que se vendan en esta Corte las mercaderias y generos que en él irán declarados... [Madrid, dos de mayo de 1681] Arancel de 1681 ANÓNIMO XV 1 Romance Anónimo, Romance ANÓNIMO 1 Sátira contra mujeres Anónimo, Sátira contra mujeres ANÓNIMO XVI 1 Los veynte libros de Flauio Iosepho de las Antiguedades Iudaycas, y su vida por el mismo escripta (1554) Traducción de las Antigüedades de Flavio Josefo ANÓNIMO XVII 1 La respuesta está en la mano (1626) La respuesta está en la mano ANÓNIMO XVI 1 Anónimo del siglo XVI ANÓNIMO XVIII 1 Duelos de amor y desdén Anónimo, Duelos de amor y desden ANÓNIMO XVII 1 Anónimo del siglo XVII ANÓNIMO XV 1 Antiguo Cantarcillo Popular Antiguo Cantarcillo Popular ANÓNIMO XVI 1 El rey don Alfonso el de la mano horadada Don Alfonso el de la mano horadada ANÓNIMO XVIII 1 El capuchino español: comedia famosa (1747) Anónimo, Capuchiono español ANÓNIMO 1 Sátira contra los enamorados Anónimo, Sátira contra los enamorados ARAGO, FRANÇOIS (1786-1853) XIX 1 Lecciones elementales de Astronomia (1839) Arago ARAGONÉS, JUAN XVI 3 Doce cuentos Aragonés, Doce cuentos 438 REGISTRO SIGLO NÚM. DE VOCES TÍTULO DE LA OBRA MODO DE REFERENCIA ARANADA, LUIS DE XVI 1 Glosa de Moral sentido en prosa. A las famosas y muy excelentes coplas de don Jorge Manrique (1552) Luis de Aranda, Glosa de moral sentido ARANDA, ANTONIO DE (O.F.M.) XVI 4 Verdadera información de Tierra Sancta según la disposición en que e este año de mil quinientos y treynta el autor la vio y passeo (1533) Aranda, Descripción de Tierra Santa ARCIPRESTE DE TALAVERA XV 1 El Corvacho Arcipreste de Talavera, citado por la Academia ARDEMANS, TEODORO (1664-1726) XVIII 22 Ordenanzas de Madrid y otras diferentes, que se practican en las ciudades de Toledo y Sevilla, con algunas advertencias à los alarifes y particulares y otros capitulos añadidos á la perfecta inteligencia de la materia (1720) Ardemans, Ordenanzas de Madrid ARFE Y VILLAFAÑE, JUAN XVI 20 Varia conmesuración para la esculptura y arquitectura (1585) Arfe, Varia conmesuración ARGAIZ, GREGORIO DE (O.S.B.) XVII 1 Corona real de España por España fundada en el credito de los muertos y vida de San Hyeroteo obispo de Atenas y Segouia (1668) Argaiz, Corona real de España ARGENSOLA, LUPERCIO LEONARDO DE (1559 - 1613) XVII 3 Información de los sucesos de Aragón en 1590-1591 (1590) Argensola, Anales de Aragón ARGENSOLA, LUPERCIO LEONARDO DE (1559-1613) XVII 9 Poesías Argensola, Poesías ARGENSOLA, LUPERCIO LEONARDO DE (1559-1613) XVII 3 Conquista de las Molucas (1609) Argensola, Conquista de las Molucas ARGOTE DE MOLINA, GONZALO XVI 25 Nobleza de Andalucía (1588) Argote de Molina, Nobleza de Andalucía ARGUIJO, JUAN DE (1567-1623) XVII 13 Poesías Arguijo, Poesías/Soneto ARGUIJO, JUAN DE (1567-1623) XVII 2 Relación de las fiestas de toros y cañas de Sevilla (1617) Arguijo, Relación de las fiestas de toros y cañas/Descripción de Fiestas 439 REGISTRO SIGLO NÚM. DE VOCES TÍTULO DE LA OBRA MODO DE REFERENCIA ARIAS MONTANO, BENITO (1527-1598) XVI 4 traducción del Miserere Arias Montano, Miserere ARIAS MONTANO, BENITO (1527-1598) XVI 3 traducción de los Salmos Arias Montano, Salmos ARIAS MONTANO, BENITO (1527-1598) XVI 3 Aforismos de Tácito Arias Montano, Aforismos/Aforismos de Tácito ARIAS MONTANO, BENITO (1527-1598) XVI 3 traducción del Cantar de los Cantares Arias Montano, Traducción de los Cantares ARJONA, JUAN DE XVI 7 La Tebaida (finales del siglo XVI, publicada en 1855) Arjona, La Tebaida ARRIAZA, JUAN BAUTISTA (1790-1837) XIX 2 Poesías Arriaza, Poesías AVELLANEDA, FRANCISCO XVII 1 Certámen poético de la Soledad (1684) Francisco de Avellaneda, Certámen poético de la Soledad (Madrid, 1684) ÁVILA Y ZÚÑIGA, LUIS DE (1500-1564) XVI 10 Comentario de la guerra de Alemania hecha por Carlos V, máximo emperador romano, rey de España, en el año de 1546 y 1547 (1548) Ávila y Zúñiga, Comentarios de Alemania/ Guerra de Alemania ÁVILA, JUAN DE (1500-1569) XVI 1 Epistolario espiritual para todos los estados (1578) Juan de Ávila, Epistolario espiritual ÁVILA, JUAN DE (1500-1569) XVI 1 Audi filia (1556) Juan de Ávila, Audi Filia AYALA 1 Cirugía Ayala, Cirugía AYALA Y GUZMÁN, MARCELO XVIII 1 Las travesuras de don Luis de Cuello (1765) Ayala, Travesuras de Cuello AYORA, GONZALO DE XVI 1 Epílogo de algunas cosas dignas de memoria pertenecientes a la ilustre e muy magnífica e muy noble ciudad de Avila (1519) Ayora, Epílogo de algunas cosas dignas de memoria AZARA, JOSE NICOLÁS DE XVI 2 Obras de Garcilaso de la Vega (1765) Azara, Edición de Garcilaso AZPILCUETA, MARTÍN DE (1493-1586) XVI 1 Manual de confesores y penitentes (1553) Azpilcueta, Manual de confesores 440 REGISTRO SIGLO NÚM. DE VOCES TÍTULO DE LA OBRA MODO DE REFERENCIA BALTANÁS, DOMINGO (O.P.) XVI 1 Concordancias de muchos passos difficiles de la Diuina hystoria: de los quales esta la tabla al cabo de la obra (s. XVI) Domingo Baltanas, Concordancia de algunos pasajes difíciles de la Sagrada Escritura BANCES CANDAMO, FRANCISCO ANTONIO DE (1662-1704) XVII 6 El Sastre del Campillo Cándamo, El Sastre del Campillo BANCES CANDAMO, FRANCISCO ANTONIO DE (1662-1704) XVII 5 Esclavo en grillos de oro (1693) Cándamo, Esclavo en grillos de oro BANCES Y LÓPEZ- CANDAMO, FRANCISCO ANTONIO DE (1662-1704) XVII 1 El Austria de Jerusalem Vances Candamo, El Austria de Jerusalem BARAHONA DE SOTO, LUIS (1548-1595) XVI 4 Poesías Baraona de Soto, Poesías BARREDA, FRANCISCO DE LA (S. XVII) XVII 1 Notas al Panegírico de Trajano (1622) Barreda, Notas al Panegírico de Trajano BARRIOS JUAN DE XVII 1 Libro del chocolate (1609) Juan de Barrios, Libro del chocolate BARTOLOMÉ, JAIME XVI 1 Apiano Alejandrino Jaime Bartolomé, Apiano Alejandrino BELMONTE BERMÚDEZ, LUIS DE (1587?-1650) XVII 15 Belmonte [Varias obras] BENAVENTE, MIGUEL XVII 16 Elementos de toda la architectura civil : con las mas singulares observaciones de los modernos… traducidos al castellano el P. Miguel Benavente (1763) Benavente, Arquitectura civil BENAVIDES, FLORES DE XVI 10 Reglas de la Cavalleria de la Brida y para conoscer la complession y naturaleza de los cauallo (1568) Benavides, Reglas para enfrenar/Arte de enfrenar BENEGASI Y LUXÁN, JOSEPH XVIII 1 Vida del Glorioso San Dámaso (1752) Benegas, Dámaso BERCEO, GONZALO DE XIII 10 Vida de Santo Domingo/Libro de Alexandro/Vida de San Millán Berceo, Vida de Santo Domingo/Libro de Alexandro/Vida de San Millán BERGANZA 1 Berganza BERMÚDEZ DE CASTRO, JERÓNIMO (1530-1599) XVI 4 La Hesperodia (1589) Bermúdez, La Hesperodia 441 REGISTRO SIGLO NÚM. DE VOCES TÍTULO DE LA OBRA MODO DE REFERENCIA BERNÁLDEZ, ANDRÉS (1450-1513) XV 1 Historia de los Reyes Católicos don Fernando y doña Isabel Bernáldez (cura de Palacios), Historia de los reyes católicos BIBLIA DE FERRARA (1553) XVI 79 Biblia vieja de Ferrara Biblia vieja de Ferrara BLANCO, FRANCISCO MANUEL (1778-1845) XIX 30 Flora de Filipinas según el sistema de Linneo (1837) Blanco, Flora de Filipinas BLEDA, JAIME XVII 5 Crónica de los moros de España (1618) Bleda, Crónica de los moros BOCCACCIO XV 1 Ilustres mujeres: Vida de Joana Papa (1494) Traducción de las ilustres mujeres de Juan Bocaccio. Vida de Joana Papa BONET, JUAN PABLO (1579-1633) XVII 2 Reducción de las letras y Arte para enseñar a hablar a los mudos (1620) Bonet, Arte de enseñar a hablar los mudos BONILLA Y GARZÓN, ALONSO DE (1570-1642) XVII 4 Peregrinos pensamientos de mysterios divinos, en varios versos y glosas dificultosas (1614) Bonilla, Peregrinos pensamientos BONILLA Y GARZÓN, ALONSO DE (1570-1642) XVII 3 Poesías Bonilla, Poesías BORJA Y ARAGÓN, FRANCISCO DE [PRÍNCIPE DE ESQUILACHE] (1581-1658) XVII 8 Nápoles recuperada por el rey don Alonso (1651 y 1658) Esquilache, Nápoles recuperada BORJA Y ARAGÓN, FRANCISCO DE [PRÍNCIPE DE ESQUILACHE] (1581-1658) XVII 6 Obras en verso (1648) Esquilache, Poesías BOSCÁN Y ALMOGAVER, JUAN DE (1493-1542) XVI 5 Las obras de Boscán con algunas de Garcilaso de la Vega (1543) Boscán, Poesías BRANCALASSO, JULIO ANTONIO XVII 1 Laberinto de Corte con los diez predicamentos de cortesano (1609) Brancalaso, Laberinto de Corte BRATUTI, VICENTE XVII 4 Anales de Egipto, en que se trata de las cosas más principales que han sucedido desde el principio del mundo hasta de cien años a esta parte (1678) Bratuti, Anales de Egipto 442 REGISTRO SIGLO NÚM. DE VOCES TÍTULO DE LA OBRA MODO DE REFERENCIA BRATUTI, VICENTE XVII 4 Sentencias filosóficas, compuestas por un doctor persa, llamado Seaid, y aora traducidas de lengua persiana en castellana por el mismo d. Vicente Bratuti [incluídas en Anales de Egipto) Bratuti, Sentencias BRIZGUZ Y BRU, ATANASIO GENARO XVIII 5 Escuela de arquitectura civil, en que se contienen los órdenes de arquitectura, la distribución de los planos de templos y casas y el conocimiento de los materiales (1798) Atanasio Genaro, Escuela de Arquitectura Bulario del Orden de Santiago, citado por la Academia 1 Bulario del Orden de Santiago, citado por la Academia BURGOS, VICENTE DE XV 2 De las propiedades de las cosas (1494) Burgos, De las propiedades de las cosas BUSTAMANTE, JORGE DE XVI 6 Justino clarissimo abreviador de la historia general del famoso y excelente historiador Trogo Pompeyo (1540-1599) Bustamante, Traducción del Justino BUTRÓN, JUAN DE XVII 10 Discursos apologéticos en que se defiende la ingenuidad del arte de la pintura. Madrid(1626) Butron, Discursos apologéticos de la Pintura CABALLERO, FERMÍN (1800-1876) XVIII 3 Sinodales de Uclés (1741?) Caballero, Sinodales de Uclés CABRERA DE CÓRDOBA, LUIS (1559- 1623) XVII 6 Historia de Felipe II (1619) Cabrera, Historia de Felipe II CADALSO Y VÁZQUEZ DE ANDRADE, JOSE (1741-1782) XVIII 1 Óptica del cortejo (1774) CADALSO Y VÁZQUEZ DE ANDRADE, JOSE (1741-1782) XVIII 1 Poesías Cadalso, Poesías CADALSO Y VÁZQUEZ DE ANDRADE, JOSE (1741-1782) XVIII 1 Eruditos a la violeta (1772) Cadalso, Eruditos a la violeta CAIRASCO DE FIGUEROA, BARTOLOMÉ (1538-1610) XVII 11 Templo militante (1602-1614) Cairasco, Templo militante CALDERÓN ALTAMIRANO, FRANCISCO XVIII 1 Opúsculos de oro (1707) Calderón Altamirano, Opúsculos de oro 443 REGISTRO SIGLO NÚM. DE VOCES TÍTULO DE LA OBRA MODO DE REFERENCIA CALDERÓN DE LA BARCA, PEDRO (1600-1681) XVII 317 CALDERÓN DE LA BARCA, PEDRO (1600-1681) XVII 4 La española de Florencia (s. XVII) Anónimo, Española de Florencia CALDERÓN DE LA BARCA, PEDRO (1600-1681) XVII 2 Céfalo y Pocris (1666) Anónimo, Céfalo y Pocris CALDERÓN DE LA BARCA, PEDRO (1600-1681) XVII 1 El alcalde de sí mismo El alcalde de sí mismo CALVO, FERNANDO XVI 1 Libro de Albeitería (1587) Calvo, de Albeitería CALVO, JUAN XVI 1 Primera y segunda parte de la cirugía universal y particular del cuerpo humano (1580) Calvo, Cirugía universal CAMOENS, LUIS (1524-1580) XVI 1 Poesías Camoens, Poesías CAMPO, FLORIANO DE XVI 1 Crónica Floriano del Campo, Crónica CAMPO, PEDRO SILVESTRE DEL XVIII 18 Proserpina. Poema épico burlesco (1721) Silvestre del Campo, El robo de Proserpina CÁNCER Y VELASCO, JERÓNIMO (¿?-1655) XVII 47 Cáncer, Poesías Canción antigua 2 Canción antigua Canción de Canta, Jorge, canta 2 Canción de Canta, Jorge, canta Cancionero de Baena XV 78 Cancionero General XVI 3 Cancionero General CANGAS, en el Cancionero (n. 1540) XVI 1 Cangas, en el Cancionero CANO, TOMÉ (1545-1618) XVI 1 Tomé Cano CANSINO, JACOB XVII 29 Extremos y grandezas de Constantinopla (1638) Cansino, Estremos y grandezas de Constantinopla Cantarcillo viejo 13 Cantarcillo viejo 444 REGISTRO SIGLO NÚM. DE VOCES TÍTULO DE LA OBRA MODO DE REFERENCIA CAÑIZARES, JOSÉ DE (1676-1750) XVIII 26 Cañizares, [varias obras] CAPMANY Y MONTPALAU, ANTONIO DE (1742-1813) XVIII 3 Teatro histórico-critico de la elocuencia Española (1786) Capmani, Teatro CAPMANY Y MONTPALAU, ANTONIO DE (1742-1813) XVIII 2 Memorias históricas sobre la marina, commercio, y artes de la antigua ciudad de Barcelona (4 vols 1779-1792) Capmani. Consulado del mar de Barcelona CAPMANY Y MONTPALAU, ANTONIO DE (1742-1813) XVIII 1 Centinela contra los franceses (1808) Capmani, Centinela contra franceses CARDUCHO, VICENTE (ca. 1578-1638) XVII 17 Dialogos de la pintura (1633) Carducho, Diálogos de la pintura CARRANZA, BARTOLOMÉ DE (1503-1576) XVI 1 Catecismo de Carranza (1559) Carranza, Catecismo CARRANZA, JERÓNIMO (m. 1600) XVI 1 Libro que trata de la Philosophía de las armas y de su destreza (1582) Jerónimo de Carranza, Manejo de la espada CARRASCÓN, TOMÁS (n. 1595) XVI 2 Tomás Carrascón CARRILLO Y SOTOMAYOR, LUIS, (1585-1611) XVII 1 Obras de don Luis Carrillo y Sotomayor (1611) Carrillo, Poesías CARRILLO, MARTÍN (1561-1630) XVII 5 Anales cronológicos del mundo (1622) Carrillo, Anales del mundo CARTAGENA, ALONSO DE (1486-1556) XV 1 Doctrinal de los caballeros (1455) Doctrinal de Caballeros CARTAGENA, PEDRO DE XVI 3 Cancionero de Anvers (1550) Pedro de Cartagena, Cancionero de Anvers CASAS, CRISTÓBAL DE LAS XVI 9 Vacabulario español- italiano (1570) Cristóbal de las Casas CASAS, FRAY BARTOLOMÉ DE (1484-1566) XVI 1 Bartolomé de las Casas CASCALES, FRANCISCO XVII 8 Cartas Filológicas (1634) Cascales, Cartas filológicas CASCALES, FRANCISCO XVII 2 Discursos Históricos de la Muy Noble y Muy Leal Ciudad de Murcia (1621) Cascales, Historia de Murcia CASIRI, MIGUEL XVIII 1 Tratado del cultivo de las tierras (1751) (trad.) Tratado del cultivo de las tierras [Casiri] 445 REGISTRO SIGLO NÚM. DE VOCES TÍTULO DE LA OBRA MODO DE REFERENCIA CASTAÑEDA, JOSÉ XVIII 11 Compendio de los diez libros de arquitectura de Vitruvio (1761) Castañeda, Compendio de Vitrubio CASTILLA, FRANCISCO DE XVI 6 Acteón [manuscrito] Castilla, Acteón CASTILLEJO, CRISTOBAL DE (1490- 1550) XVI 67 Poesías de Cristóbal de Castillejo (1573) Castillejo, Poesías CASTILLO DE BOBADILLA, JERÓNIMO XVI 2 Política para corregidores y señores de vasallos, en tiempos de paz y de guerra (1597) Bobadilla, Política de corregidores CASTILLO SOLÓRZANO, ALONSO DE XVII 1 Historia de los reyes godos que vinieron de la Scythia de Europa (1624) Julián del Castillo, Historia de los reyes godos CASTILLO SOLÓRZANO, ALONSO DE (1584-¿1648?) XVII 1 La Garduña de Sevilla y anzuelo de las bolsas (1642) Castillo del Solórzano, La garduña de Sevilla y anzuelo de las bolsas CASTILLO SOLÓRZANO, ALONSO DE (1584-¿1648?) XVII 1 Los amantes andaluces Solórzano, Los amantes andaluces CASTILLO, ALONSO DEL XVI 1 Pláticas tiernas Castillo, Alonso del, Pláticas tiernas CASTRO, ADOLFO (1823-1898) XIX 1 Historia de los protestantes españoles y de su persecución por Felipe II (1852) Adolfo de Castro, Historia de los protestantes españoles CASTRO, GUILLÉN DE (1569-1631) XVII 22 Las mocedades del Cid (1605-1615) Guillén de Castro, Las mocedades del Cid CASTRO, JOSÉ JULIÁN XVIII 10 Mas vale tarde que nunca (1799) Julián de Castro, Mas vale tarde que nunca CAVANILLES Y PALOP, ANTONIO JOSÉ (1745-1804) XVIII 1 Cavanilles CEPEDA Y AHUMADA, TERESA DE [SANTA TERESA] XVI 23 Santa Teresa, [varias obras] CERDÁN DE TEDADA, TOMÁS XVI 1 Tomás Cerdan de Tadada, Verdadero gobierno de esta monarquía (1581) CERVANTES SAAVEDRA, MIGUEL DE (1547-1616) XVI 232 [varias obras] Cervantes, [varias obras] CÉSPEDES Y MENESES, GONZALO (1585-1638) XVII 2 Historia de Felipe IV (1631) Céspedes y Meneses, Historia de Felipe Cuarto CÉSPEDES, PABLO DE (1538-1608) XVI 10 Arte de la pintura Arte de la pintura [varias obras] 446 REGISTRO SIGLO NÚM. DE VOCES TÍTULO DE LA OBRA MODO DE REFERENCIA CÉSPEDES, VALENTÍN [pseudónimo: PEDRO DEL PESO] (1595-1668) XVII 11 Las glorias del mejor siglo (1640) Pedro del Peso, Las glorias del mejor siglo CETINA, GUTIERRE DE (1520-1557) XVI 4 Poesías Cetina, Poesías CHAVES, JERONIMO DE (1523-1574) XVI 26 Lunario perpetuo (1592) Chaves, Lunario perpetuo CICERÓN I a.C. 1 Cicerón CIFUENTES, GERÓNIMO DE XVIII 1 Lo que son suegro y cuñado (1750) Cifuentes, Lo que son suegro y cuñado CIRUELO, PEDRO XVI 11 Reprobación de supersticiones (1537) Ciruelo, Reprobación de supersticiones COLMENARES, DIEGO DE (1586-1651) XVII 1 Historia de la insigne ciudad de Segovia y compendio de las historias de Castilla (1637) Colmenares, Historia de Segovia COLOMA, CARLOS (1567-1637) XVII 4 La Guerra de los Estados Bajos, Amberes (1625) Coloma, Guerra de los Estados Bajos COLÓN, CRISTOBAL XV 6 Relación del primer viaje (1492-1493) Relación del primer viaje (1492-1493) CONDE, JOSE ANTONIO XIX 6 Historia de la Dominacion de los Arabes en Espana (1820) Conde, Dominación de los árabes Constituciones sinodales de Sevilla (1604-1609) XVII 5 Constituciones sinodales de Sevilla Constituciones sinodales del arzobispado de Granada (1572) XVI 1 Constituciones sinodales de Granada Copla antigua 10 Copla antigua Copla antigua Coplas de Mingo Revulgo XV 3 Coplas de Mingo Revulgo CORBERA, ESTEBAN XVI 1 El Caballero del Febo el Troyano (1576) CORNEJO, DAMIÁN XVII 1 Diablo predicador (1653) Fray Damián Cornejo, Diablo predicador CORRAL, GABRIEL DE XVII 14 La Cintia de Aranjuez (1629) Corral, Cintia de Aranjuez [varias obras Cortes de Valladolid de 1537 XVI 1 Cortes de Valladolid de 1537 447 REGISTRO SIGLO NÚM. DE VOCES TÍTULO DE LA OBRA MODO DE REFERENCIA CORTÉS OSORIO, JUAN XVII 1 Constancia de la fe y aliento de la nobleza española (1684) Cortés Osorio, Constancia de la fe de la nobleza CORTÉS, JERÓNIMO XVII 16 Libro y tratado de los animales terrestres y volatiles (1615) Cortés, Tratado de animales Crónica de Cardeña XV 1 Crónica de Cardeña Crónica de Fernando II XIII 1 Crónica de Fernando II Crónica de Xasis (traducción) 1 Crónica de Xasis (traducción) Crónica del rey don Alfonso XI XIV 3 Crónica de don Alonso XI Crónica del Rey don Pedro (hacia 1383) XIV 1 Crónica del rey don Pedro Crónica rimada = Poema de Alfonso XI XIV 1 Crónica rimada Crónica rimada CRUZ, SOR JUANA INÉS DE LA (1641-1695) XVII 3 Poesías Sor Juana Inés de la Cruz, Poesías CUBILLO DE ARAGÓN, ÁLVARO (1596-1661) XVII 61 Cubillo, [varias obras] CUÉLLAR, JERÓNIMO (1622-1666) XVII 1 Cada cual a su negocio (1650) Cuellar, Cada cual a su negocio CUEVA DE GAROZA, JUAN DE LA (1543-1612) XVII 1 Ejemplar poético (ca. 1606) Juan de la Cueva, Ejemplar poético CUEVA, ANTONIO DE LA XVII 2 Como noble y ofendido (1676) Cueva, Como noble y ofendido CUEVAS 1 Cuevas, Poesías DÁVILA, JUAN XVII 1 La Pasión del Hombre- Dios (1661) Dávila, La Pasión DAZA CHACÓN, DIONISIO XVI 6 Práctica y Teórica de Cirugía en romance y en latín (1583) Daza Chacón, Teórica y práctica de cirugía DAZA, BERNARDINO XVI 1 Las instituciones imperiales o principios del derecho civil en latín y romance (1551) Bernardino Daza, Instituciones Imperiales 448 REGISTRO SIGLO NÚM. DE VOCES TÍTULO DE LA OBRA MODO DE REFERENCIA Declaración ó confesión de fé, hecha por ciertos fieles españoles que huyendo los abusos de la iglesia romana y la crueldad de la Inquisicion de España, hicieron á la iglesia de los fieles para ser en ella recibidos por hermanos en Cristo … (1543) XVI 1 Declaración ó confesión de fé, hecha por ciertos fieles españoles que huyendo los abusos de la iglesia romana y la crueldad de la Inquisicion de España, hicieron á la iglesia de los fieles para ser en ella recibidos por hermanos en Cristo … DELGADO, JOSÉ [PEPE HILLO] (1754-1801) XVIII 2 Tauromaquia o arte de torear (1796) José Delgado, Arte de torear DIAMANTE, JUAN BAUTISTA (1625-1687) XVII 20 Diamante [varias obras] DICASTILLO Y MURUZABAL, MIGUEL DE (1599-1649) XVII 1 Aula de Dios (1637) Discastillo, Aula de Dios Diccionario de Trévoux (1704) XVIII 6 Trévoux, Diccionario DIEZ Y FONCALDA, ALBERTO XVII 1 Foncalde, Romance DIONISIO DAZA (1503-?1596) XVI 1 Práctica y Teórica de cirugía (1580) Dionisio Daza, Teórica y Práctica de cirugía Edicto de la Inquisición de Toledo de 1696 XVII 1 Edicto de la Inquisición de Toledo de 1696 EDUARDO UVOBOO 1 Eduardo Uvoboo EGUILUZ, MARTÍN DE XVI 1 Milicia, discyrso y regla militar (1592) Eguiluz, Milicia ENCINA, JUAN DEL (1468-1529) XVI 23 Juan del Encina [Varias obras] ENCINAS, FRANCISCO DE XVI 4 Vidas de Plutarco (1551) Encinas, Vidas de Plutarco ENCINAS, PEDRO DE XVI 15 Versos espirituales que tratan de la conversión del pecador, menosprecio del mundo (1597) Pedro de Encinas, Versos espirituales Engaños de mujeres XVII 1 Engaños de mujeres, novela anónima del siglo XVII ENRÍQUEZ DE ZÚÑIGA, JUAN XVII 1 Amor con vista (1625) Enríquez de Zúñiga, Amor con vista 449 REGISTRO SIGLO NÚM. DE VOCES TÍTULO DE LA OBRA MODO DE REFERENCIA ENRÍQUEZ GÓMEZ, ANTONIO XVII 1 Comedia Vida y muerte del Cid Vida y muerte del Cid ENRÍQUEZ GÓMEZ, ANTONIO (1600-1663) [pseudónimo: FERNANDO DE ZÁRATE] XVII 1 Antes que todo es mi amigo Zárate, Antes que todo es mi amigo ENRÍQUEZ GÓMEZ, ANTONIO (1600-1663) [pseudónimo: FERNANDO DE ZÁRATE] XVII 1 La presumida y la hermosa Zárate, La presumida y la hermosa Entremés del derecho de los tuertos (1793) XVIII 1 Entremés del derecho de los tuertos ERCILLA Y ZÚÑIGA, ALONSO DE (1533-1594) XVI 39 La araucana (1569, 1578 y 1589) Ercilla, La araucana ESCALÍGERO, JULIO CÉSAR (1484-1558) XVI 1 Escal[ígero] ESCOBAR, LUIS DE (1495-1550) XVI 29 Las quatrocientas respuestas a otras tantas preguntas que el Illustrissimo señor don Fadrique Enrríquez, Almirante de Castilla, y otras personas. embiaron a preguntar al autor. con quinientos proverbios de consejos y avisos por manera de letanía (1545) Escobar, Las preguntas del Almirante ESCRIVÁ, JUAN (EL COMENDADOR) XV 2 Escrivá, en el Cancionero ESPINOSA DE LOS MONTEROS, TOMÁS XVI 2 Heroicos hechos, y vidas de varones illustres, así Griegos, como Romanos (1576) Tomás de Espinosa, Heróicos hechos ESPINOSA, PEDRO (1578-1650) XVII 31 Espinosa, [varias obras] Estatutos de Zaragoza 1 Estatutos de Zaragoza ESTÉBANEZ CALDERÓN, SERAFÍN "EL SOLITARIO" (1799 - 1867) XVIII 1 Estébanez Calderón, De los soldados almogavares ESTÚÑIGA, LOPE DE (¿1408-1480?) XV 4 Cancionero de Estúñiga (1460-1463) Estúñiga, en el Cancionero FARIA E SOUSA, MANUEL DE (1590-1649) XVII 2 Fuente de Aganipe (1644-1646) Faria y Souza, Fuente de Aganipe 450 REGISTRO SIGLO NÚM. DE VOCES TÍTULO DE LA OBRA MODO DE REFERENCIA FARIA, PEDRO [pseudónimo: PEDRO HURTADO DE LA VERA] XVI 2 Comedia intitvlada doleria, d'el sueño d'el Mundo, cuyo Argumento va tratado por via de Philosophia Moral (1572) Hurtado de la Vera, Doleria del sueño del mundo Farmcacopea matritense (1823) XIX 1 Farmacopea matritense FEIJOO Y MONTENEGRO, BENITO JERÓNIMO XVIII 5 Feijoo FELIPE II, citado por RENGIFO XVI 1 Rengifo, citando una copla del mismísimo Felipe II. Glosándola FERNÁN GÓMEZ, citado por la Academia 1 Fernán Gómez, citado por la Academia FERNÁNDEZ DE ALARCÓN, CRISTOBALINA (1576-1646) XVII 3 Poesías Cristobalina de Alarcón, Poesías FERNÁNDEZ DE AVELLANEDA, ALONSO XVII 4 Segundo tomo del ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha (1614) Avellaneda, Quijote FERNÁNDEZ DE LEÓN, MELCHOR XVII 1 Cada cual con su cada cual Anónimo, Cada cual con su cada cual FERNÁNDEZ DE MORATÍN, LEANDRO (1760-1828) XVIII 13 L. Moratín, Poesías FERNÁNDEZ DE MORATÍN, NICOLÁS (1737-1780) XVIII 66 Nicolás de Moratín, [varias obras] FERNÁNDEZ DE OVIEDO Y VALDÉS, GONZALO (1478-1557) XVI 1 Historia general y natural de las Indias, islas y tierra firme del mar océano (1535) Oviedo, Historia de Indias FERNÁNDEZ DE OVIEDO Y VALDÉS, GONZALO (1478-1557) XVI 1 Oficios de la casa real de Castilla (1548) Oviedo, Oficios de la casa Real FERNÁNDEZ NAVARRETE, MARTÍN (1765-1844) XV 2 Colección de los viajes y descubrimientos que hicieron por mar los españoles desde el fin del siglo XV (1825- 1837) Don Martín Fernández Navarrete, Colección de viajes y descubrimientos FERNÁNDEZ NAVARRETE, PEDRO XVII 5 Los siete libros de Séneca (1627) Navarrete, Los siete libros de Séneca FERNÁNDEZ NAVARRETE, PEDRO XVII 2 Conservación de monarquías y discursos políticos (1626) Navarrete, Conservación de monarquías FERNÁNDEZ, LUCAS (¿1474? - 1542) XVI 7 Farsas y Eglogas al modo y estilo pastoril y castellano (1514) Lucas Fernández, Farsas 451 REGISTRO SIGLO NÚM. DE VOCES TÍTULO DE LA OBRA MODO DE REFERENCIA FIGUEROA Y CÓRDOBA, DIEGO Y JOSEPH DE XVII 1 Leoncio y Montano (1661) Figueroa, Leoncio y Montano FIGUEROA, FRANCISCO DE (c.1530-c.1588) XVI 2 Figueroa, Flores de poetas ilustres FLORES ARENAS, FRANCISCO (1801-1877) XIX 1 Coquetismo y presunción (1831) Francisco Flores Arenas, Coquetismo y presunción FONSECA, CRISTÓBAL DE XVI 1 Vida de Cristo (1596) Fonseca, Cuarta parte de la vida de Cristo FORNER Y SEGARRA, JUAN PABLO (1756-1797) XVIII 1 Sátira contra los vicios introducidos en la Poesía por los malos poetas (1782) Forner, Sátira FRANCO, FRANCISCO XVI 1 Libro de enfermedades contagiosas y de la preseruacion dellas (1569) Francisco Franco, Libro de enfermedades contagiosas FREILAS, ALONSO DE XVII 3 Conocimiento, curación y preservación de la peste (1606) Freilas, Conocimiento de la Peste FRÍAS, DAMASIO DE XVI 5 Damasio de Frias [varias obras] FUENMAYOR, ANTONIO DE XVI 4 Vida de san Pío V, Póntifice romano (1595) Fuenmayor, Vida de San Pío V FUENTES, ALONSO DE XVI 2 El libro de los cuarenta cantos (1563) Fuentes, Cuarenta cantos Fuero de Huesca (1247) XIII 1 Fuero de Huesca Fuero de Madrid (1202) XIII 4 Fuero de Madrid Fuero de Sepúlveda (1076) XI 1 Fuero de Sepúlveda Fuero del Señorío de Vizcaya (1452) XV 2 Fuero de Vizcaya Fuero Juzgo (1241) XIII 4 Fuero Juzgo Fuero Real (1254) XIII 4 Fuero Real de España Fuero viejo de Castilla (1377) XIV 1 Fuero viejo de Castilla Fueros de Aragon (1247) XIII 4 Fuero de Aragón 452 REGISTRO SIGLO NÚM. DE VOCES TÍTULO DE LA OBRA MODO DE REFERENCIA FURIÓ CERIOL, FADRIQUE XVI 10 Concejo y Consejero del Príncipe (1559) Furió Ceriol, El concejo GÁLLEGO, JUAN NICASIO (1777-1852) XIX 1 Gallego, Soneto GÁLVEZ DE MONTALVO, LUIS (1549-1591) XVI 30 El pastor de Fílida (1582) Gálvez de Montalvo, El pastor de Fílida GARCÍA DE SALCEDO CORONEL, JOSÉ XVII 7 Comento del Polifemo Salcedo Coronel, Comento del Polifemo GARCÍA DE SALCEDO CORONEL, JOSÉ XVII 4 Cristales de Helícona (1642) Salcedo Coronel, Cristales de Helícona GARCÍA HIDALGO, JOSÉ (1645-1717) XVII 12 Principios para estudiar el nobilisimo y real arte de la pintura (1693) Hidalgo, Principios de la Pintura GARCILASO DE LA VEGA (1501-1536) XVI 42 Las obras de Boscán y algunas de Garcilasso de la Vega (1543) Garcilaso, Poesías GARIDAY FUENTES 1 Gariday y Fuentes, citando un romance GAYANGOS Y ARCE, PASCUAL (1809-1897) XIX 3 D. Pacual de Gayangos, anotador del Cancionero de Baena GIL POLO, GASPAR (1540-1585) XVI 12 Diana enamorada (1565) Gil Polo, Diana enamorada GINOVÉS, SIMÓN XVI 2 Sobre el servidor de Abulcacis (1515) El servidor de Abulcacis GIRAVA, JERÓNIMO XVI 19 Cosmographia y geographia (1556) Girava, Cosmografía GIRÓN, DIEGO (?-1590) XVI 1 Diego Girón, Poesías GODÍNEZ, FELIPE (1585-1659) XVII 2 Aun de noche alumbra el sol (1634) Godinez, Aun de noche alumbra el sol GODÍNEZ, FELIPE (1585-1659) XVII 1 Amán y Mardoqueo Godinez, Amán y Mardoqueo GODÍNEZ, FELIPE (1585-1659) XVII 1 Virgen de Guadalupe Godinez, Virgen de Guadalupe GODÍNEZ, FELIPE (1585-1659) XVII 1 La ocasión hace al ladrón Godinez, La ocasión hace al ladrón GÓMEZ DE CIUDAD REAL, ALVAR (1488-1558) XVI 4 Sátiras Gómez de Cibdad-Real GÓMEZ DE HUERTA, JERÓNIMO (1573-1643) XVI 148 Historia natural; de Cayo Plinio Segundo (1624-1629) Huerta, Plinio 453 REGISTRO SIGLO NÚM. DE VOCES TÍTULO DE LA OBRA MODO DE REFERENCIA GÓMEZ DE HUERTA, JERÓNIMO (1573-1643) XVI 13 Florando de Castilla (1588) Huerta, Florando de Castilla GÓMEZ DE HUERTA, JERÓNIMO (1573-1643) XVI 3 Problemas filosóficos (1628) Huerta, Problemas filosóficos GÓMEZ DE TEJADA Y DE LOS REYES, COSME (1593-1648) XVII 6 León prodigioso (1634) Gómez Tejada de los Reyes, León Prodigioso GÓMEZ MANRIQUE, en el Cancionero XV 1 Gómez Manrique, en el Cancionero GÓMEZ, ANTONIO ENRIQUE (1600-1663 ) XVII 3 La ocasión hace al ladrón Enrique Gómez, La ocasión hace al ladrón GÓMEZ, ANTONIO ENRIQUE (1600-1663 ) XVII 1 La prudente Abigail La prudente Abigail GÓNGORA Y ARGOTE, LUIS DE (1561-1627) XVII 334 Góngora, Poesías GONZÁLEZ DÁVILA, GIL (1570-1658) XVII 2 Historia de Felipe III González De Ávila, Historia de Felipe III GONZÁLEZ DÁVILA, GIL (1570-1658) XVII 1 Teatro eclesiástico González Dávila, Teatro eclesiástico GONZÁLEZ DE CASTRO, SEBASTIÁN XVII 2 Declaración del valor de la plata, ley y peso de las monedas antiguas. de plata ligada de Castilla y Aragón (1658) González de Castro, Declaración del valor de la plata GONZÁLEZ DE MENDOZA 1 Monarquía española González de Mendoza, Monarquía de España GONZÁLEZ DE MENDOZA, FRAY PEDRO (1570?-1639) XVII 1 Historia del Monte Celia de Nuestra Señora de La Salceda (1616) González de Mendoza, Historia del monte Celia GONZÁLEZ DE SALAS, JOSÉ ANTONIO (1588-1654) XVII 1 Nueva idea de la tragedia antigua o Ilustracion ultima al libro singular de Poetica de Aristoteles Stagirita (1633) Jusepe de Salas, Ilustraciones GONZÁLEZ DE SALAS, JOSÉ ANTONIO (1588-1654) XVII 1 Troyanas Jusepe de Salas, Troyanas GONZÁLEZ DE SALCEDO, PEDRO XVII 4 Tratado juridico político del contrabando (1654) Salcedo, Tratado del contrabando GONZÁLEZ DEL CASTILLO, JUAN IGNACIO (1763-1800) XVIII 1 Sainetes Castillo, Sainetes GONZÁLEZ, DIEGO (1732-1794) XVIII 1 Poesías (1796) Diego González, Poesías 454 REGISTRO SIGLO NÚM. DE VOCES TÍTULO DE LA OBRA MODO DE REFERENCIA GORDONIO, BERNARDO DE XV 8 Lilio de Medicina, Sevilla (1495) Lilio de Medicina GOYENECHE, JUAN XVIII 1 Historia de la conqvista de Mexico […] escriviola don Antonio de Solis, Secretario de su Magestad y su Coronista mayor de las Indias.— Nueva edición, enriquezida con diversas estampas y aumentada con la Vida del Autor (1704) Goyeneche, Vida de Solís GOYENECHE, JUAN DE XVII 7 Executoria de la nobleza, antiguedad y blasones del Valle de Baztan, 1685 GRACIÁN, BALTASAR (1601-1658) XVII 22 Criticón Gracián, Criticón [varias obras] GRANADA, FRAY LUIS DE (1504-1588) XVI 19 Fray Luis de Granada [varias obras] GRANADA, FRAY PABLO DE XVII 1 Causa y origen de las felicidades de España y casa de Austria (1652) Fray Pedro de Granada, Origen de la felicidad de España GUERRERO DE CÁSEDA, MIGUEL XVI 1 Cuerpo enfermo de la milicia española, con discursos y avisos para que pueda ser curado (1594) Guerrero de Caseda, Cuerpo enfermo de la milicia GUERRERO, PEDRO XVI 2 Constituciones sinodales del arzobispado de Granada (1573) Guerrero, Sinodales de Granada GUERRERO, PEDRO XVI 2 Constituciones sinodales del arzobispo de Granada (1572) Guerrero, Sinodales de Granada GUEVARA, ANTONIO DE (1480-1545) XVI 5 Libro áureo de Marco Aurelio (1528) Guevara, Marco Aurelio GUEVARA, ANTONIO DE (1480-1545) XVI 1 Epístolas familiares (1539-1541) Guevara, Epístolas GUEVARA, FELIPE DE (1500-1563) XVI 40 Comentarios de la pintura (ca. 1560) Dr. Felipe de Guevara, Comentarios de la Pintura GUTIÉRREZ DE LOS RÍOS, GASPAR (1566-1606) XVI 4 Noticia General para la. Estimación de las Artes (1600) Gutiérrez de los Ríos, Noticia de las Artes GUTIÉRREZ DE TOLEDO, JULIÁN ( ? - ca. 1520) XV 6 Cura de la piedra y dolor de la yjada o y cólica renal (1492) Gutiérrez de Toledo, Cura de la piedra GUZMÁN, FRAY DOMINGO DE XVI 1 Sátira contra León Sátira contra León 455 REGISTRO SIGLO NÚM. DE VOCES TÍTULO DE LA OBRA MODO DE REFERENCIA HAEDO, DIEGO DE XVII 1 Topografía e historia general de Argel (1612) Haedo, Historia de Argel HARO, en Cancionero de Anvers (1550) XVI 1 Cancionero de Anvers (1550) Haro, Cancionero de Anvers HENRÍQUEZ DE GUZMÁN, FELICIANO, (1580-1640) XVII 1 Los jardines y campos sabeos Feliciano Henríquez, Jardines y campos sabeos HENRÍQUEZ GÓMEZ, ANTONIO (1600-1663) XVII 71 El siglo pitagórico y vida de don Gregorio Guadaña (1644) Henríquez Gómez, Siglo pitagórico HERNÁNDEZ DE VELASCO, GREGORIO XVI 5 La Eneyda (1555) Gregorio Hernández, La Eneyda HERNÁNDEZ DE VELASCO, GREGORIO XVI 2 Eglogas de Virgilio, primera y quarta (1586) Hernández de Velasco, Églogas HERRERA Y TORDESILLAS, ANTONIO DE (1549-1626) XVI 3 Historia de lo sucedido en Escocia, è Inglaterra, en quarenta y quatro años que biuio Maria Estuarda, Reyna de Escocia (1589) Antonio de Herrera, Lo sucedido en Escocia HERRERA Y TORDESILLAS, ANTONIO DE (1549-1626) XVI 2 Comentarios de los hechos de los españoles, franceses y venecianos en Italia, y de otras Repúblicas, Potentados, Príncipes y Capitanes famosos italianos, desde el año 1281 hasta el de 1559 (1624) Antonio de Herrera, Comentarios de Italia HERRERA Y TORDESILLAS, ANTONIO DE (1549-1626) XVI 1 Historia general de los hechos de los castellanos en las Islas y Tierra Firme del mar Océano que llaman Indias Occidentales (1601-1615) Antonio de Herrera, Historia de las Indias HERRERA, ANTONIO DE XVII 2 Los cinco libros primeros de los Annales de Cornelio Tacito: que comienzan desde el fin del Imperio de Agusto hasta la muerte de Tiberio (1615) Antonio de Herrera, Traducción de Tácito HERRERA, FERNANDO (1534-1597) XVI 139 Poesías Herrera, Poesías HERRERA, GABRIEL ALONSO (1470 - 1539) XVI 26 Agricultura general (1513) Herrera, Agricultura HERRERA, RODRIGO DE (1586-1641) XVII 2 Fé no ha de menester armas, y venida del inglés a Cádiz Rodrigo de Herrera, La fe no ha menester armas 456 REGISTRO SIGLO NÚM. DE VOCES TÍTULO DE LA OBRA MODO DE REFERENCIA HIDALGO, JUAN XVII 2 Romances de Germanía (1624) Hidalgo, Romances Historia de la Monja Alférez Doña Catalina de Erauso, escrita por ella misma XVII 1 Monja Alférez, Vida HOROZCO XVII 1 Confesonario breve Horozco, Confesonario breve HOROZCO, AGUSTÍN DE XVII 9 Discurso historial de la presa que del puerto de la Maamora hizo el Armada Real de España (1614) Horozco, Presa de la Maamora HOROZCO, AGUSTÍN DE XVII 7 Historia de Cádiz en la Antigüedad (1698) Horozco, Historia de Cádiz HOZ Y MOTA, JUAN CLAUDIO DE LA (1622-1714) XVII 10 El villano del Danubio El villano del Danubio HOZ Y MOTA, JUAN CLAUDIO DE LA (1622-1714) XVII 5 El castigo de la miseria Hoz, El castigo de la miseria HOZ Y MOTA, JUAN CLAUDIO DE LA (1622-1714) XVII 4 El Abraham castellano Hoz, El Abraham castellano HUARTE DE SAN JUAN, JUAN (1529-1588) XVI 1 Examen de ingenios para las ciencias (1575) Huarte, Examen de Ingenios HURTADO DE MENDOZA, DIEGO (1503-1575) XVI 68 Guerra de Granada hecha por el rei de España don Philipe II, nuestro señor contra los Moriscos de aquel reino, sus rebeldes (1627) [póstuma] Diego de Mendoza, Guerra de Granada [varias obras] HURTADO DE MENDOZA, JUAN XVI 1 El buen placer (1550) Juan de Mendoza, El buen placer IBAÑEZ DE SEGOVIA PERALTA Y MENDOZA, GASPAR (MARQUÉS DE MONDEJAR) XVII 1 Disertaciones eclesiásticas (1671) Mondéjar, Disertaciones eclesiásticas IGLESIAS DE LA CASA, JOSEPH (1748-1791) XVIII 5 Poesías Iglesias, Poesías ILLESCAS, GONZALO DE (1565-1633) XVI 2 Historia pontifical y cathólica Illescas, Historia Pontifical IRIARTE Y CISNEROS, JUAN DE (1702-1771) XVIII 1 Sobre la imperfección de los diccionarios [discurso de recepción en la Real Academia de la Lengua, el 21 de septiembre de 1747] Juan de Iriarte, Discurso de recepción 457 REGISTRO SIGLO NÚM. DE VOCES TÍTULO DE LA OBRA MODO DE REFERENCIA IRIARTE Y NIEVES RAVELO, TOMÁS DE (1750-1791) XVIII 7 Fábulas Iriarte, Fábulas IRIARTE Y NIEVES RAVELO, TOMÁS DE (1750-1791) XVIII 1 Carta á Cadalso Tomás de Iriarte, Carta á Cadalso ISIDORO DE SEVILLA VII 1 Etimologías San Isidoro, Etimologías ISLA DE LA TORRE Y ROJO, FRANCISCO JOSÉ (1703-1781) XVIII 1 Historia del famoso predicador Gerundio de Campazas, alias Zotes (1758) Isla, Fray Gerundio ISOPO XV 1 Fábulas de Isopo Fábulas de Isopo, traducción del siglo XV JACINTO POLO DE MEDINA, SALVADOR (1603-1676) XVII 61 Jacinto Polo, Poesías JACINTO POLO DE MEDINA, SALVADOR (1603-1676) XVII 2 Fábula de Apolo Polo de Medina, Fábula de Apolo JARABA, JUAN DE XVI 2 Descripción de la Escorzonera Juan de Jaraba, Descripción de la Escorzonera JÁRAVA, JUAN DE XVI 1 Vidas y dichos graciosos (1549) Vidas y dichos graciosos, Anvers, 1549 JÁUREGUI, JUAN DE (1583-1641) XVII 1 Acaecimiento amoroso [silva] Jáuregui, Acaecimiento amoroso JEAN LE ROND D'ALEMBERT (1717-1783) XVIII 1 Enciclopedia D´Alembert JIMENA JURADO XVII 1 Anales eclesiásticos de Jaén (1662) Ximena, Anales de Jaén JIMÉNEZ DE ENCISO (1585-1634) XVII 1 El príncipe don Carlos o Los celos en el caballo (1622) Jiménez Enciso, El príncipe D. Carlos JIMÉNEZ DE RADA, D. RODRIGO [ARZOBISPO DE TOLEDO] (1170-1247) XII 2 Historia de la batalla de las Navas Arzobispo Don Rodrigo, Historia de la batalla de las Navas JIMÉNEZ DE URREA, JERÓNIMO (1510-1574) XVI 4 Diálogo de la verdadera honra militar (1573) Urrea, Diálogo de la honra militar JORGE JUAN Y ANTONIO DE ULLOA XVIII 1 Noticias secretas de América (1749) Jorge Juan, Noticias secretas JORGE MANRIQUE XVI 7 Coplas Jorge Manrique, Coplas JOVELLANOS XVIII 2 Himno Jovellanos, Himno 458 REGISTRO SIGLO NÚM. DE VOCES TÍTULO DE LA OBRA MODO DE REFERENCIA JUAN MANUEL, INFANTE DON (1282-1348) XIV 5 El Conde Lucanor (1335) Don Juan Manuel, El Conde Lucanor JUAN, JORGE/ULLOA DE LA TORRE, ANTONIO XVIII 5 Noticias Americanas (1722) Ulloa, Noticias Americanas/Noticias secretas JUAN, JORGE/ULLOA, ANTONIO XVIII 2 Exámen marítimo Don Jorge Juan, Exámen marítimo La Pícara Justina (1605) XVII 25 La Pícara Justina LAGUNA, ANDRÉS (1499-1559) XVI 117 Pedazio Dioscórides Anazarbeo (1555) Laguna, Dioscórides LANINE SAGREDO, PEDRO XVIII 1 El monstruo de la amistad (1768) Lanine, El monstruo de la amistad LASO DE OROPESA, MARTÍN XVI 7 Lucano traduzido de Verso latino en prosa castellana (1541) Laso de Oropesa, Farsalia LASO DE OROPESA, MARTÍN XVI 1 Obra le Lucano (1530) Laso de Oropesa, Traducción de Lucano LASO DE OROPESA, MARTÍN, XVI 2 Vida de Lucano Laso de Oropesa, Vida de Lucano LAURELES, JUAN ALONSO XVII 1 Venganza de la lengua castellana contra el autor del Cuento de cuentos Venganza de la lengua castellana Lazarillo de Tormes (1554) XVI 12 Lazarillo de Tormes LEIVA RAMIREZ DE ARELLANO, FRANCISCO DE (1630-1676) XVII 8 Leiva [varias obras] LEÓN, ANDRÉS DE XVII 1 Tratados de Medicina, Cirugía y Anatomía (1605) Andrés de León, Tratados de medicina y cirugía LEÓN, ANTONIO DE XVII 1 Antonio de León, Poesías LEÓN, FRAY LUIS DE (1528-1591) XVI 97 Fray Luís de León, [varias obras] LEÓN, PABLO DE XVI 3 Guía del cielo (1553) Fr. Pablo de León, Guía del cielo LEONARDO DE ARGENSOLA, BARTOLOMÉ JUAN (1562-1631) XVII 39 Bartolomé Leonardo, Poesías [tres obras] LEONARDO DE ARGENSOLA, LUPERCIO (1559-1613) XVII 9 Argensola, Poesías 459 REGISTRO SIGLO NÚM. DE VOCES TÍTULO DE LA OBRA MODO DE REFERENCIA LEONARDO DE ARGENSOLA, LUPERCIO (1559-1613) XVII 6 Información de los sucesos de Aragón en 1590-1591 Lupercio Leonardo, Información Ley de 1532, Nueva recopilación XVI 1 Ley de don Fernando y doña Juana (1505) XVI 1 Ley de don Fernando y doña Juana (1505) Ley de Felipe III (1606) XVII 1 Ley de Felipe III (1606) Libro de las horas XVI 9 Libro de las horas (1569) Libro de las horas (1569) Libro de las querellas XIV 2 Libro de las querellas Libro de las querellas Libro del consulado de mar de Barcelona XIV 17 Libro del consulado de mar de Barcelona LICENCIADO MOLINA XVI 2 Descripción del Reino de Galicia (1550) Molina, Descripción de Galicia LINDANO 1 Terramunda Lindano, Terramunda LINDE, LORENZO ROBERTO DE LA XVIII 1 Discursos históricos a favor de las Encartaciones, 2 vols. (1742) Linde, Discurso sobre las Encartaciones de Vizcaya LIÑÁN DE RIAZA, PEDRO (1557-1607) XVII 1 Poesías (1607) Liñán, Poesías LLORENTE, JUAN ANTONIO (1756-1823) XIX 14 Histoire critique de l'Inquisition espagnole (1817-1818) Juan Antonio Llorente, Historia crítica de la inquisición LOBERA DE ÁVILA, LUIS XVI 4 Remedios de cuerpos humanos (1542) Luís Lobera de Ávila, Remedios de cuerpos humanos LOPE DE VEGA Y CARPIO, FÉLIX (1562 – 1635) XVII 442 Lope de Vega, [varias obras] LÓPEZ DE ARENAS, DIEGO XVII 9 Breve compendio de la carpintería de lo blanco y tratado de alarifes (1633) Arenas, Carpintería de blanco LÓPEZ DE AYALA, PEDRO (1332-1407) XIV 2 Caída de príncipes López de Ayala, Caída de príncipes LÓPEZ DE AYALA, PERO (1332-1407) XIV 2 Crónica de Enrique II Ayala, Crónica de Enrique II LÓPEZ DE AYALA, PERO (1332-1407) XIV 1 Rimado de Palacio Ayala, Rimado de Palacio 460 REGISTRO SIGLO NÚM. DE VOCES TÍTULO DE LA OBRA MODO DE REFERENCIA LÓPEZ DE MENDOZA, ÍÑIGO [MARQUÉS DE SANTILLANA] (1398-1458) XV 7 Glosas a los proverbios Santillana, Proverbios LÓPEZ DE MENDOZA, ÍÑIGO [MARQUÉS DE SANTILLANA] (1398-1458) XV 7 Poesías Marqués de Santillana, Poesías LÓPEZ DE MENDOZA, ÍÑIGO [MARQUÉS DE SANTILLANA] (1398-1458) XV 5 Gobierno político Santillana, Gobierno político LÓPEZ DE PALACIOS RUBIOS, JUAN (1450-1524) XV 2 Tratado del esfuerzo bélico heroico (1524) Palacios Rubios, Esfuerzo bélico LÓPEZ DE VILLALOBOS, FRANCISCO (1474-1549) XVI 5 Libro de los problemas (1515) Villalobos, Problemas LÓPEZ DE VILLALOBOS, FRANCISCO (1474-1549) XVI 1 Poema de las bubas Villalobos, Poema de las bubas LÓPEZ DE VILLALOBOS, FRANCISCO (1474-1549) XVI 1 Sumario de la medicina. Con un tratado sobre las pestíferas buuas (1498) Villalobos, Sumario de la medicina LÓPEZ DE VILLALOBOS, FRANCISCO (1474-1549) XVI 1 Tratado de los tres grandes [pasiones] Villalobos, Tratado de las tres grandes LOPEZ LAGUNA, DANIEL XVIII 4 Espejo Fiel de Vidas Que Contiene los Psalmos de David en Verso (1720) Daniel López Laguna, Espejo fiel de vidas LOPEZ, AGUSTÍN XVII 3 Traducción de Boecio (1604) Agustín López, Traducción de Boecio LÓPEZ, DIEGO XVII 3 Valerio Máximo (1631) Diego López, Ejemplos de Valerio Máximo LOUBAYSSIN DE LA MARCA, FRANCISCO XVII 1 Engaños deste siglo y historia sucedida en nuestros tiempos (1615) Loubaysin de la Marca, Engaños de este siglo LOZANO PÉREZ RAMAJO, MANUEL XIX 1 El asno ilustrado ó sea La apología del asno (1829) Apología del asno LOZANO, CRISTÓBAL (1609-1667) XVII 1 En mujer venganza honrosa Lozano Montesino, En mujer venganza honrosa LUCAS HIDALGO, GASPAR XVII 20 Diálogos de Apacibles Entretenimientos, que contiene unas Carnestolendas de Castilla (1605) Hidalgo, Carnestolendas de Castilla LUIS GONZAGA 1 Poesías Luis Gonzaga, Poesías 461 REGISTRO SIGLO NÚM. DE VOCES TÍTULO DE LA OBRA MODO DE REFERENCIA LUNA VEGA, JUAN DE XVII 1 Exercitaciones médicas (1612) Juan de Luna Vega, Ejercitaciones médicas LUNA, JUAN DE XVII 1 Diálogos familiares (1619) LUQUE FAJARDO, FRANCISCO DE XVII 1 Fiel desengaño contra la ociosidad y los juegos.... (1603) LUZÓN, JUAN DE XVI 1 Cancionero de Luzón (1508) Cancionero de Luzón MAL LARA (1524-1571) XVI 18 Filosofía vulgar Mal Lara, Filosofía vulgar MALLÉN DE SOTO, ANA CARO XVII 1 El Conde Partinuplés Conde Partinuplés MARBELLA 1 Rio Tinto Marbella, Rio Tinto MARCHANTE, LEÓN DE (1620-1680) XVII 1 Epigrama León Marchante, Epigrama MARCHENA, JOSÉ XIX 26 Lecciones de filosofía moral y elocuencia (1820) Marchena, Lecciones de Filosofía MARCIANO CAPELA V 1 Marciano Capela MARIANA, JUAN DE (1536-1623) XVII 13 Historia de España (1601) Mariana, Historia de España MARINEO SÍCULO, LUCIO XVI 1 Cosas memorables de España (1533) Marineo Sículo, De las cosas memorables de España MÁRMOL CARVAJAL, LUIS DEL (1520-1600) XVI 2 Descripción general de África, sus guerras y vicisitudes, desde la fundación del mahometismo hasta el año 1571 (1573-1599) Luis del Mármol, Descripción de África MÁRQUEZ, JUAN (1565-1621) XVII 9 Los dos estados de la espiritual Jerusalén (1603) Márquez, Espiritual Jerusalem MARTÍN, LUIS XVII 1 Madrigal Luís Martín, Madrigal 462 REGISTRO SIGLO NÚM. DE VOCES TÍTULO DE LA OBRA MODO DE REFERENCIA MARTÍN, MARTÍNEZ (1684-1734) XVIII 4 Anatomia completa del hombre, con todos los hallazgos, nuevas doctrinas y observaciones raras hasta el tiempo presente, y muchas advertencias necessarias para la cirugia segun el methodo con que se explica en nuestro theatro de Madrid (1728) Martínez, Anatomía MARTÍNEZ DE ESPINAR, ALONSO (1594-1682) XVII 58 Alonso, Arte de ballesteria y monteria (1644) Espinar, Arte de Ballestería MARTÍNEZ DE JÁUREGUI Y HURTADO DE LA SAL, JUAN (1583-1681) XVII 15 Aminta [traducción de TORQUATO TASSO] (1607) Jáuregui, Aminta MARTÍNEZ DE JÁUREGUI Y HURTADO DE LA SAL, JUAN (1583-1681) XVII 5 Farsalia [traducción de LUCANO] (1684) Jáuregui, Farsalia MARTÍNEZ DE JÁUREGUI Y HURTADO DE LA SAL, JUAN (1583-1681) XVII 3 Poesías Jáuregui, Poesías MARTÍNEZ DE JÁUREGUI Y HURTADO DE LA SAL, JUAN (1583-1681) XVII 2 Orfeo (1624) Jáuregui, Orfeo MARTÍNEZ, ANTONIO XVIII 8 Los Esforcia de Milán (1731) Martínez, Los Esforcia de Milán MARTÍNEZ, FRANCISCO XVIII 16 Introduccion al conocimiento de las Bellas Artes o Diccionario manual de Pintura, Escultura, Arquitectura, Grabado (1788) Martínez, Introducción al conocimiento de las Bellas Artes MARTÍNEZ-ESPINEL, VICENTE (1550-1624) XVI 30 Relaciones de la vida del escudero Marcos de Obregón (1618) Espinel, [varias obras] MASCAREÑAS, JERÓNIMO DE XVII 3 Campaña de Portugal (1662) Mascareñas, Campaña de Portugal MATA, FRAY GABRIEL DE LA XVI 26 Vida, Vida, muerte y milagros de S. Diego de Alcalá, en Octava rima (1589) Fray Gabriel de la Mata, Vida y muerte de San Diego de Alcalá MATOS FRAGOSO, JUAN DE (1608-1689) XVII 11 Matos Fragoso, La corsaria catalana (1658) y otras obras Matos Fragoso [varias obras] 463 REGISTRO SIGLO NÚM. DE VOCES TÍTULO DE LA OBRA MODO DE REFERENCIA MATOS Y VILLAVICIOSA, JUAN XVII 26 Matos y Villaviciosa, [varias obras] MAYANS I SISCAR, GREGORIO (1699-1781) XVIII 92 Rhetórica (1757) Mayans, [tres obras] MEDINA, FRANCISCO DE (1544-1615) XVI 1 Apuntamientos á los sonetos de Arguijo Medina, Notas á Arguijo MEDINA, PEDRO DE XVI 1 Libro de la Verdad de la Fe (1555) Medina, Libro de la verdad de la fe MEDINILLA, BALTASAR ELISIO DE (1585-1620) XVII 6 Medinilla, Poesías MEDRANO, FRANCISCO DE (1570-1606) XVII 10 Remedios de amor (1617) Medrano, Poesías MEJÍA, DIEGO XVII 1 Heroidas de Ovidio (1608) Diego Mejía, Traducción de Ovidio MEJÍA, FERNANDO XV 2 Nobiliario vero (1492) Fernán Mejía, Noviliario vero MEJÍA, LUIS XVI 3 Apólogo de la ociosidad (1546) Luis Mejía, Apólogo de la ociosidad MELÉNDEZ VALDÉS, JUAN (1754-1817) XVIII 1 Meléndez, Poesías MELO, FRANCISCO MANUEL DE (1608-1666) XVII 1 Poesías Manuel, Poesías Memoire Curieus envoyez de Madrid (Paris, 1670) XVII 3 Memoire Curieus envoyez de Madrid (Paris, 1670) MENA, JUAN (1411-1456) XV 20 El laberinto de fortuna Juan de Mena, Laberinto MENDOZA, ANTONIO (1586-1644) XVII 6 Querer por solo querer (1622) Mendoza, Querer por solo querer MENDOZA, BERNARDINO DE (1540-1604) XVI 3 Comentario de lo sucedido en los Países Bajos desde el año 1567 hasta el de 1577 Bernardino de Mendoza, Comentario de las guerras de los Países Bajos MESA, CRISTOBAL DE (1559-1633) XVII 16 Cristóbal de Mesa, Poesías [varias obras] MEXÍA, PEDRO XVI 2 Crónica imperial y Cesárea (1545) Mejía, Crónica Imperial MIRA DE AMESCUA, ANTONIO (1574-1644) XVII 114 Mirademescua, [varias obras] 464 REGISTRO SIGLO NÚM. DE VOCES TÍTULO DE LA OBRA MODO DE REFERENCIA MONARDES, NICOLÁS BAUTISTA (1493-1588) XVI 5 Primera, segunda y tercera partes de la historia medicinal de las cosas que se traen de nuestras Indias Occidentales, que sirven en medicina (1574) Monardes, Historia medicinal de las Indias MONCADA, FRANCISCO DE XIV 1 Expedición de los catalanes y aragoneses contra turcos y griegos (1348) Moncada, Espedición contra turcos y griegos MONFORTE 1 Fiestas Monforte, Fiestas MONROY Y SILVA, CRISTÓBAL (1612-1649) XVII 15 Monroy y Silva, [varias obras] MONTALVO 1 Historia de la guerra de Hungría Montalvo, Historia de la guerra de Hungría MONTAÑA DE MONSERRATE, BERNARDINO XVI 5 Anatomía del hombre Bernardino Montaña, Anatomía del hombre MONTEMAYOR, JORGE DE (1520-1561) XVI 5 Los siete Libros de la Diana (1559) Montemayor, La Diana MONTESER, FRANCISCO ANTONIO DE (1620-1668) XVII 4 El Caballero de Olmedo (1651) Francisco Antonio de Monteser, El caballero de Olmedo MONTORO, ANTÓN DE? XV 1 Montoro, Poesías MORALES MEDRANO, JUAN DE XVII 2 Égloga Juan de Morales, Égloga MORALES, AMBROSIO DE (1513-1591) XVI 3 Antigüedades de las ciudades de España (1575) Ambrosio de Morales, Antigüedades de España MORALES, AMBROSIO DE (1513-1591) XVI 1 Carranza Morales, Carranza MORENO, MIGUEL (1596?-1655) XVII 1 Flores de España (1735) Miguel Moreno, Flores de España MORETO Y CAVANA, AGUSTÍN (1618-1669) XVII 133 Moreto, [varias obras] MORGA, ANTONIO DE XVII 1 Suceso de las islas Filipinas (1609) Morga, Sucesos de Filipinas MORGADO, ALONSO XVI 2 Historia de Sevilla (1582) Morgado, Historia de Sevilla MORILLO, GREGORIO XVI 7 Morillo, Poesías 465 REGISTRO SIGLO NÚM. DE VOCES TÍTULO DE LA OBRA MODO DE REFERENCIA MOSCOSO Y SANDOVAL, BALTASAR XVIII 1 Constituciones sinodales del obispado de Jaén (1787) Sinodales de Jaén MOSQUERA DE BARNUEVO, FRANCISCO XVII 1 La numantina (1612) Mosquera, La numantina MOSQUERA, CRISTÓBAL DE (1547-1610) XVI 1 obra inédita de Cristóbal de Mosqueda (Biblioteca colombina) MOYANO DE MORALES, BUENAVENTURA XVI 1 Tratado de la oración mental (1550) Moyano de Morales, Oracion mental MUDARRA, ALFONSO DE XVI 1 Tres libros de música en cifra para vihuela (1546) Mudarra, Alfonso de, Tres libros de música en cifra para vihuela. Sevilla, 1546 MUNTANER, RAMÓN XVI 1 Vergel de plantas divinas (1588) Ramón, Verjel de plantas divinas MURILLO, DIEGO XVII 9 Fundación milagrosa de la capilla angélica de la Virgen del Pilar (1616) Diego Murillo, Fundación de la capilla del Pilar NÁJERA, ANTONIO DE XVII 6 Suma astrológica (1632) Nájera, Suma astrológica NASARRE, PABLO (1650-1730) XVIII 4 Escuela música (1723) NAVA ALVAREZ DE LAS ASTURIAS, GASPAR MARIA DE [CONDE DE NOROÑA] (1760-1816) XVIII 1 Poesías asiáticas (1833) Conde Noroña, Poesías asiáticas NAVARRO, JUAN JOSÉ (1687-1772) [MARQUÉS DE LA VICTORIA] XVIII 3 [Marqués de la Victoria] NIEREMBERG Y OTIN, JUAN EUSEBIO (1595-1658) XVII 1 Nieremberg, Obras cristianas NOROÑA, CONDE DE XIX 1 Poesías asiáticas (1833) Noroña, Poesías asiáticas NOYDENS, BENITO REMIGIO XVII 1 Práctica de exorcistas y ministros de la Iglesia (1660) Noydens, Manual de exorcistas Nueva Recopilación 1 NÚÑEZ XV 1 Cancionero de Anvers Núñez, Cancionero de Anvers NÚÑEZ DE AVEDAÑO, PEDRO XVI 1 Aviso de cazadores y de caza (1543) Núñez de Avedaño, Aviso de cazadores NÚÑEZ DE CASTRO, ALONSO XVI 8 Solo Madrid es corte (1658) Núñez de Castro, Solo Madrid es corte 466 REGISTRO SIGLO NÚM. DE VOCES TÍTULO DE LA OBRA MODO DE REFERENCIA NÚÑEZ DE VELASCO, FRANCISCO XVII 7 Diálogos de contención entre la milicia y la ciencia (1614) Francisco Núñez de Velasco, Diálogos de contención entre la milicia y la ciencia NÚÑEZ, FERNÁN XVI 1 Comento de Mena Fernán Núñez, Comento de Mena OBREGÓN, LOPE DE XVI 1 Confutación del. Alcorán y secta mahometana (1555) Obregón, Confutación del Alcorán Observancias y costumbres del reino de Aragón (1437) XV 1 Observancias del Reino de Aragón OCAMPO, FLORIÁN (1513-1590) XVI 2 Vida de Don Gil de Albornoz Docampo, Vida de Don Gil de Albornoz Ocios de los españoles emigrados. Revista creada en 1824 XIX 1 Ocios de los españoles emigrados. Revista creada en 1824 ODA Á CASTAÑOS POR LA VICTORIA DE BAILÉN XIX 1 Oda á Castaños por la victoria de Bailén OLIVER FULLANA, NICOLÁS (1623-1692) XVII 19 Recopilación Histórica de los Reyes, guerras, tumultos y rebeliones de Hungría (1684) Oliver, Guerras de Hungría OÑA, PEDRO DE XVII 7 Postrimerías del hombre (1603) Oña, Postrimerías del hombre Ordenanzas de la Contaduría Mayor (1568) XVI 1 Ordenanzas de la Contaduría Mayor (1568) Ordenanzas de Sevilla (1502) XVI 7 Ordenanzas de Sevilla Ordenanzas de Sevilla Ordenanzas de Tarazona 2 Ordenanzas de Tarazona, citadas por la Academia Ordenanzas de Toledo XVI 3 Ordenanzas de Toledo Ordenanzas del Almirante Mayor de Castilla Don Fadrique para el gobierno de su armada (1430) XV 1 Ordenanzas del Almirante Mayor de Castilla Don Fadrique para el gobierno de su armada (1430) Ordenanzas del Consejo de Indias (1636) XVII 1 Ordenanzas del Consejo de Indias ORDÓÑEZ DAS SEYJAS, ALONSO XVII 5 Poética de Aristóteles dada a nuestra lengua castellana (1626) Ordóñez das Seyjas, Poética de Aristóteles ORTIZ DE MELGAREJO XVII 1 Ortiz de Melgarejo, citado por Pacheco, Arte de la Pintura ORTÍZ DE ZÚÑIGA, DIEGO XVII 36 Anales eclesiásticos y seculares de la ciudad de Sevilla (1677) Zúñiga, Anales de Sevilla 467 REGISTRO SIGLO NÚM. DE VOCES TÍTULO DE LA OBRA MODO DE REFERENCIA ORTIZ Y SANZ XVIII 5 Traducción de Vitrubio (1780-1782) Ortiz y Sanz, Traducción de Vitrubio ORTÚÑEZ DE CALAHORRA, DIEGO XVI 2 El Caballero del Febo (1555) Ortúñez, El caballero de Febo OSUNA, FRANCISCO DE (1492? - 1540?) XVI 2 Tercer Abecedario Espiritual (Toledo, 1527) Pedro de Osuna, Abecedario espiritual OVALLE, ALONSO DE XVII 1 Historia de Chile (1646) Ovalle, Historia de Chile OVIDIO 1 Ovidio OVIEDO, ANDRÉS DE XVI 3 Andrés de Oviedo, Maestro mayor de Sevilla PACHECO DE NARVÁEZ, LUIS (1570-1640) XVII 10 Nueva Ciencia y Filosofía de la destreza de las armas (1672) Pacheco de Narvaez, Nueva ciencia y filosofía de las armas PACHECO DEL RÍO, FRANCISCO XVII 48 Arte de la pintura (1649) Pacheco, Arte de la Pintura PADILLA, JUAN (1468- 1520) XVI 10 Doce triunfos de los apóstoles (1521) Juan de Padilla, Doce triunfos de los apóstoles PALOMINO, ANTONIO XVII 62 Museo Pictórico (1715-1724) Palomino, Museo Pictórico PANTALEÓN DE RIBERA, ANASTASIO (1600-1629) XVII 18 Poesías Pantaleón de Ribera, Poesías PAZ, TOMÁS MANUEL DE XVIII 2 Al noble su sangre avisa Paz, Al noble su sangre avisa PEDRO MÁRTIR OVIEDO 1 Pedro Mártir Oviedo PÉREZ DE AYALA, MARTÍN (1503-1562) XVI 3 Discurso de la vida Martín de Ayala, Su vida PÉREZ DE CHINCHÓN, BERNARDO XVI 1 Antialcorán (1532) Pérez de Chinchón, Antialcorán PÉREZ DE HITA, GINÉS (1544-1619) XVI 13 Historia de las Guerras Civiles de Granada (1609) Pérez de Hita, Guerras de Granada PÉREZ DE MOYA, JUAN XVI 37 Tratado de cosas de Astronomía, Cosmografía y Philosofía Natural (1573) Moya, Astronomía [dos obras] PÉREZ DE OLIVA, FERNÁN (¿1494? - 1533) XVI 3 Diálogo de la dignidad del hombre (1585) Pérez de Oliva, Dignidad del Hombre 468 REGISTRO SIGLO NÚM. DE VOCES TÍTULO DE LA OBRA MODO DE REFERENCIA PÉREZ DE VIVERO, SEGUNDO VIZCONDE DE ALTAMIRA (1458-1509) XV 2 Poesía [publicada en el Cancionero, 1511] Altamira, en el Cancionero PÉREZ HERRERA, CRISTÓBAL (1558-1620) XVI 1 Discurso del amparo de los legítimos pobres (1598) Pérez de Herrera, Amparo de pobres PÉREZ MONTALBÁN, JUAN (1602-1638) XVII 31 Montalván, [varias obras] PÉREZ, ANTONIO XVI 9 Pérez Antonio, Cartas PERSIO I 1 Persio PINAR, JERÓNIMO DEL XV 1 Juego trovado Pinar, Juego trovado PLINIO EL VIEJO I 3 Plinio, Historia natural Poema del Conde Fernán González XIII 2 Castilla, El conde Fernán González PORCELL, JUAN TOMÁS XVI 1 Información y curación de la peste de Zaragoza y preservación contra peste en general (1565) Porcell, Información de la Peste PORRAS, ANTONIO DE XVI 1 Tratado de la oración (1552) Porras, Tratado de la oración PRADILLA BARNUEVO, FRANCISCO DE LA XVII 6 La Suma de Leyes Penales (1639) Pradilla, Suma de las leyes Pragmática de los Reyes Católicos (1499) XV 1 Pragmática de los Reyes Católicos (1499) PRAVES, FRANCISCO DE (1585 – 1637) XVI 6 Cuatro libros de la arquitectura de Andrea Palladio (1625) Praves, El Paladio PUIGBLANCH, ANTONIO (1775-1840) XIX 11 Opúsculos gramático- satíricos (1828, 1832) Opúsculo del Doctor Pasigblanch PULGAR, HERNANDO DEL (¿1430?-¿1493?) XV 4 Crónica de los Reyes Católicos Crónica de los Reyes Católicos QUEVEDO, FRANCISCO DE (1580-1645) XVII 74 Quevedo, Poesías [varias obras] QUIÑONES DE BENAVENTE, LUIS (1600-1650) XVII 5 Entremeses Benavente, Entremeses QUIRÓS, FRANCISCO BERNARDO DE (1675 - 1710) XVII 1 La Luna de la Sagra y vida de Santa Juana de la Cruz (1664) Francisco de Quirós, La luna de la Sagra 469 REGISTRO SIGLO NÚM. DE VOCES TÍTULO DE LA OBRA MODO DE REFERENCIA QUIRÓS, FRANCISCO BERNARDO DE (1675-1710) XVII 4 Quirós, Poesías RADES ANDRADA, FRANCISCO XVI 1 Chronica de las tres ordenes y cauallerias de Sanctiago, Calatraua y Alcantara (1572) Rades y Andrada, Crónica de las tres órdenes RAMÍREZ PAGÁN, DIEGO (1524-1562) XVI 1 La Floresta de varia poesía Ramírez Pagan, Floresta RAMÓN DE LA CRUZ CANO Y OLMEDILLA, RAMÓN DE LA (1731-1794) XVIII 1 Sainetes Cruz, Sainetes REBOLLEDO Y VILLAMIZAR, BERNARDINO DE (1597-1676) XVII 2 La constancia victoriosa: egloga sacra Rebolledo, La constancia victoriosa Regimiento de Príncipes XV 1 Regimiento de Príncipes Reglamento de infantería 1 Reglamento de infantería REINA, CASIODORO DE (1520-1594) XVI 13 Biblia (1569) Casiodoro, Biblia REINOSA, RODRIGO DE XV 1 Razonamiento por coplas en que se contrahace la germanía y fieros de los rufianes y las mugeres del partido [poema germanesco] Anónimo, Fieros de un rufián Relación del auto de fé de Logroño (1610) XVII 1 Relación del auto de fé de Logroño REYES, PEDRO DE LOS XVI 2 Horas impresas en Anvers (1569) Pedro de los Reyes, Horas impresas en Anvers RIBADENEYRA, PEDRO DE (1527-1611) XVI 7 Flos Sanctorum Rivadeneira, Flos Sanctorum RIBADENEYRA, PEDRO DE (1527-1611) XVI 1 Rivadeneyra, Tratado de la Tribulación RIOJA, FRANCISCO DE (1583-1659) XVII 32 Poesías Rioja, Poesías RIVERO XV 1 Cancionero Rivero, en el Cancionero ROA, PEDRO MARTÍN DE (1559-1637) XVII 5 Vida y maravillosas virtudes de Doña Sancha Carrillo (1615) Roa, Vida de doña Sancha Carrillo 470 REGISTRO SIGLO NÚM. DE VOCES TÍTULO DE LA OBRA MODO DE REFERENCIA ROA, PEDRO MARTÍN DE (1559-1637) XVII 2 Santos de Jerez de la Frontera Martín de Roa, Santos de Jerez de la Frontera RODRÍGUEZ DE ALMELA/DE ALMELLA, DIEGO (h. 1426-1492) XV 1 Valerio de las historias escolásticas (1462) Rodríguez Almela RODRÍGUEZ DE ALMELA, DIEGO XV 2 Valerio de las historias escolásticas (1462) Valerio de las historias RODRÍGUEZ DE CASTRO, JOSÉ (1739-1789) XVIII 1 Biblioteca Española (1781-1786) Rodríguez de Castro, Biblioteca RODRÍGUEZ DE VILLAVICIOSA, SEBASTIÁN (1618-1663) XVII 1 Nuestra señora del Pilar [con AGUSTÍN MORETO] Villaviciosa, Nuestra Señora del Pilar RODRÍGUEZ DE VILLAVICIOSA, SEBASTIÁN (1618-1663) XVII 1 La sortija de Florencia Villaviciosa, La Sortija de Florencia ROJAS ZORRILLA, FRANCISCO DE (1607-1648) XVII 99 Rojas, [varias comedias] ROJAS ZORRILLA, FRANCISCO DE (1607-1648) XVII 2 La más hidalga hermosura (1650) Anónimo, La más hidalga hermosura ROJAS, FERNANDO DE (1470-1541) XV 2 La Celestina (1499) Fernando de Rojas, La Celestina ROMÁN, JERÓNIMO XVI 5 Repúblicas del mundo (1555) Román, Repúblicas del Mundo Romance anónimo XV 1 Romance anónimo Romance caballeresco XV 1 Romance caballeresco Romance de Bernardo del Carpio XV 5 Romance de Bernardo del Carpio Romance de Bravonel XV 3 Romance de Bravonel Romance de ciego XV 1 Romance de ciego Romance de don Beltrán XV 3 Romance de don Beltrán Romance de don Bueso XV 1 Romance de don Bueso Romance de Don Duardos XV 1 Romance de Don Duardos 471 REGISTRO SIGLO NÚM. DE VOCES TÍTULO DE LA OBRA MODO DE REFERENCIA Romance de Don Pedro XV 3 Romance de Don Pedro Romance de don Sebastián XV 2 Romance de don Sebastián Romance de doña Alda XV 1 Romance de doña Alda Romance de doña Blanca XV 1 Romance de doña Blanca Romance de doña Sancha XV 1 Romance de doña Sancha Romance de Durandarte XV 1 Romance de Durandarte Romance de Gaiferos XV 4 Romance de Gaiferos Romance de Guarinos XV 5 Romance de Guarinos Romance de la Cava XV 1 Romance de la Cava Romance de la Infanta de Navarra XV 1 Romance de la Infanta de Navarra Romance de los siete infantes XV 2 Romance de los siete infantes Romance de Mudarra XV 2 Romance de Mudarra Romance de Rio verde XV 1 Romance de Rio verde Romance del Almirante de Cataluña XV 1 Romance del Almirante de Cataluña Romance del conde de Castilla XV 1 Romance del conde de Castilla/Romance del conde Fernán Gonzalez Romance del Infante vengador XV 3 Romance del Infante vengador Romance del Palmero XV 1 Romance del Palmero Romance morisco XV 2 Romance morisco Romance Viejo XV 81 Romance Viejo 472 REGISTRO SIGLO NÚM. DE VOCES TÍTULO DE LA OBRA MODO DE REFERENCIA Romance viejo de Agrican XV 1 Romance viejo de Agrican Romance viejo del rey Marsilio XV 1 Romance viejo del rey Marsilio Romancero general XV 3 Romancero general Romancero viejo del Cid XV 32 Romancero viejo del Cid ROMERO DE CEPEDA, JOAQUÍN XVI 3 Conserva espiritual (1588?) Romero de Cepeda, Conserva espiritua RÚA, PEDRO DE XVI 3 Cartas censorias sobre las obras historiales del obispo Fr. don Antonio de Guevara... (1549) Rua, Cartas RUEDA 1 Instrucciones Rueda, Instrucciones RUEDA 1 Instrumentos Rueda, Instrumentos RUEDA, LOPE (1510-1565) XVI 1 Las cuatro comedias y dos coloquios pastoriles del excelente poeta Lope de Rueda (1567) Lope de Rueda, Coloquios RUFO, JUAN (1547-1620) XVI 1 Juan Rufo RUIZ DE ALARCÓN Y MENDOZA, JUAN (1581-1639) XVII 3 La amistad castigada (1634) Alarcón, La amistad castigada RUIZ DE ALARCÓN Y MENDOZA, JUAN (1581-1639) XVII 3 El tejedor de Segovia (1634) Alarcón, Tejedor de Segovia RUIZ DE ALARCÓN Y MENDOZA, JUAN (1581-1639) XVII 1 La prueba de las promesas (1634) La prueba de las promesas RUIZ DE ALARCÓN Y MENDOZA, JUAN (1581-1639) XVII 1 La verdad sospechosa (1634) Alarcón, La verdad sospechosa RUIZ DE ALARCÓN Y MENDOZA, JUAN (1581-1639) XVII 1 No hay mal que por bien no venga (1653) Alarcón, No hay mal que por bien no venga RUIZ DE ALARCÓN, JUAN (1581-1639) XVII 2 Nunca mucho costó poco Ruíz de Alarcón, Nunca mucho costó poco 473 REGISTRO SIGLO NÚM. DE VOCES TÍTULO DE LA OBRA MODO DE REFERENCIA RUIZ DÍAZ DE ISLA (1462-1542) XVI 1 Tratado llamado fruto de todos los santos, contra el mal serpentino venido de la isla Española, hecho y ordenado en el grande y famoso hospital de todos los Santos de la insigne y muy nombrada ciudad de Lisboa (1537) Ruíz Díaz de la Isla, Tratado de todos los Santos contra el mal serpentino RUIZ, BENITO [pseudónimo: MAESTRO ANTOLÍNEZ DE PIEDRABUENA] XVII 2 Universidad de Amor y escuelas del interés (1636) Piedra Buena, Universidad de Amor RUIZ, JUAN XIV 9 Libro de Buen Amor (ca. 1330) Arcipreste de Hita, Poesías SAAVEDRA FAJARDO, DIEGO (1584-1648) XVII 25 Idea de un príncipe político cristiano, representada en cien empresas (1640) Saavedra Fajardo, Empresas SAL, DON JUAN XVI 1 Don Juan de la Sal SALAS BARBADILLO, ALONSO JERÓNIMO DE (1581-1635) XVII 71 Estafeta del Dios Momo (1627) Estafeta del Dios Momo SALAS BARBADILLO, ALONSO JERÓNIMO DE (1581-1635) XVII 1 El Caballero puntual (1614) Barbadillo, El Caballero puntual SALAZAR Y CASTRO, LUIS DE (1658-1734) XVII 1 Exámen apologético de la defensa crítica á la dedicatoria de un bibliopola (1725) Exámen apologético de la defensa crítica á la dedicatoria de un bibliopola SALAZAR Y MENDOZA, PEDRO (1549-1629) XVII 49 Monarquía española Salazar de Mendoza, Monarquía de España SALAZAR Y MENDOZA, PEDRO (1549-1629) XVI 3 Dignidades seglares de Castilla Salazar de Mendoza, Dignidades seglares de Castilla SALAZAR Y TORRES, AGUSTÍN DE (1642-1675) XVII 1 Don Juan de Tarsis, editor de las obras de Salazar y Torres SALAZAR, AMBROSIO DE (1575-1643) XVII 40 Espejo general de la gramática en diálogos (1614) Ambrosio de Salazar, Espejo general de la gramática SALINAS DE CASTRO, JUAN (1562-1643) XVII 14 Salinas de Castro, Poesías SALINAS, FRAY MIGUEL XVI 4 Libro apologético que defiende la buena y docta pronunciación que guardaron los antiguos en muchos vocablos y acentos (1551) Salinas, Buena y docta pronunciación 474 REGISTRO SIGLO NÚM. DE VOCES TÍTULO DE LA OBRA MODO DE REFERENCIA SAMANIEGO, FÉLIX MARÍA (1745-1801) XVIII 3 Fábulas Samaniego, Fábulas SAN NICOLÁS, LORENZO DE (1593-1679) XVII 69 Arte y uso de arquitectura (1639, 1665) Lorenzo de San Nicolás, Arte y uso de arquitectura SAN PEDRO, DIEGO DE XV 1 Cárcel de amor (1492) Cárcel de amor SÁNCHEZ DE LAS BROZAS, FRANCISCO (1522-1600) XVI 3 Comentarios a la Obra de Juan de Mena (1582) Brocense, Comento a Mena SÁNCHEZ DE OROPESA, FRANCISCO XVI 2 Discurso para averiguar que mal de orina sea el que padece Diego Anriquez León su amigo y compadre (1594) Oropesa, Tratado del mal de orina SÁNCHEZ VALDÉS DE LA PLATA, JUAN XVI 1 Coronica y historia general del hombre (1598) Valdés, Historia del Hombre SANCTORIO, IVAN BASILIO XVII 1 Prado Espiritual, recopilado de autores clarísimos, y Santos doctores (1672) Sanctorio, Prado espiritual SANDOVAL, PRUDENCIO (1553-1620) XVI 6 Historia de la vida y hechos del emperador Carlos V Sandoval, Historia de Carlos V SANTAYANA Y BUSTILLO, LORENZO XVIII 4 Gobierno político de los pueblos de. España (1742) Santayana, Gobierno público SANTOS, FRANCISCO DE LOS XVII 24 Descripción del monasterio de San Lorenzo el Real de El Escorial (1698) Santos, Descripción del Escorial SANZ, GASPAR (1640-1710) XVII 1 El hombre de letras (1678) Sanz, El hombre de letras SARMIENTO, MARTÍN (1695-1772) XVIII 4 Sarmiento SCAVINO, ILDEFONSO XVII 2 Cargos y preceptos militares [traducción de Bancaccio] (1639) Scavino, Traducción del Brancaccio SCÍO Y RIAZA, FELIPE (1738-1796) XVIII 1 Padre Scio SEM TOB BEN ISHAQ IBN ARDUTIEL XIV 1 Rabí don Santob SEPÚLVEDA, JUAN GINÉS DE (1490–1573) XVI 3 Democrates secundus siue de iustis belli causis Sepúlveda, Demócrates SEPÚLVEDA, LORENZO DE (1505-1580) XVI 1 Romancero de Sepúlveda Romancero de Sepúlveda 475 REGISTRO SIGLO NÚM. DE VOCES TÍTULO DE LA OBRA MODO DE REFERENCIA SETANTI, JOAQUÍN (1540-1617) XVI 26 Centellas de Varios Conceptos (1614) Setanti, Centellas SIGÜENZA, JOSÉ DE XVI 15 Vida de San Gerónimo, Doctor de la Santa Iglesia (1595) Sigüenza, Vida de San Jerónimo SILVA, FELICIANO XVI 17 Segunda Celestina (1534) Feliciano de Silva, Segunda Celestina SILVESTRE DEL CAMPO, PEDRO XVIII 9 La Proserpina (1721) Silvestre del Campo, Proserpina SILVESTRE, GREGORIO (1521-1569) XVI 15 Gregorio Silvestre, Poesías SINODALES DE PAMPLONA (1590) XVI 16 Sinodales de Pamplona SOLIMENA 1 Abecedario pictórico Solimena, Abecedario pictórico SOLÍS Y RIVADENEIRA, ANTONIO (1610-1686) XVII 81 Solís, Poesías [varias obras] SOLÓRZANO Y PEREYRA, JUAN DE (1575-1655) XVII 3 Política Indiana. Sacada en lengua castellana de los dos tomos del Derecho y Govierno Municipal de las Indias Occidentales (1648) Solórzano, Política Indiana SORAPAN DE RIEROS, IVÁN XVII 10 Medicina española contenida en proverbios vulgares de nuestra lengua (1615- 1616) Sorapan de Rieros, Medicina vulgar española SOTO DE ROJAS, PEDRO, (1584-1658) XVII 12 Soto de Rojas, Poesías SOTO, JUAN XVII 2 Conocimiento de la enfermedad del garrotillo (1616) Juan de Soto, Conocimiento de la enfermedad del garrotillo SOTO, JUAN DE XVII 1 Exposición parafrástica del salterio de David (1612) Juan de Soto, Salterio de David STEVENS, JOHN XVIII 8 A new Spanish and English Dictionary. Collected from the Best Spanish Authors Both Ancient and Modern [...]. To which is added a Copious English and Spanish Dictionary [...]. Londres, George Sawbridge, 1706 Estevens, Diccionario 476 REGISTRO SIGLO NÚM. DE VOCES TÍTULO DE LA OBRA MODO DE REFERENCIA SUÁREZ XV 2 Cancionero Suárez, Cancionero SUÁREZ DE FIGUEROA, CRISTÓBAL (1571-1644) XVII 4 Antigüedades de Cádiz Suárez de Salazar, Antigüedades de Cádiz SUÁREZ DE FIGUEROA, CRISTÓBAL (1571-1644) XVII 3 Plaza universal de todas las ciencias y artes (1615) Plaza universal, etc.] SUÁREZ DE FIGUEROA, CRISTÓBAL (1571-1644) XVII 3 La constante amarilis (1609) Suárez de Figueroa, La constante amarilis SUEYRO, MANUEL XVII 5 Anales de Tácito Anales de Tácito SUEYRO, MANUEL XVII 5 Salustio Traducción de Salustio SUEYRO, MANUEL XVII 2 Veleyo Patérculo Veleyo Patérculo SUEYRO, MANUEL XVII 1 Anales de Flandes Sueyro, Anales de Flandes TABLARES, PEDRO DE (1500-1565) XVI 1 El padre Tablares TÁMARA, FRANCISCO DE XVI 1 Libro de apothegmas, que son dichos graciosos y notables (1549) Tamara, Libro de apotegmas, que son dichos graciosos y notables TAMAYO DE VARGAS, TOMÁS XVII 1 Cifra, contracifra antigua y moderna (1612) Tamayo de Vargas, Cifra contra cifras TAPIA XV 2 Cancionero Tapia, en el Cancionero TASSIS, JUAN DE [CONDE DE VILLAMEDIANA] (1582-1622) XVII 36 Conde de Villamediana, Poesías TEIXEIRA, PEDRO XVII 25 Relaciones d'el origen, descendencia y succession de ios reyes de Persia y de Harmuz (1610) Teixeira, Reyes de Persia TEJADA PÁEZ, AGUSTÍN DE (1567-1635) XVI 5 Poesías Tejada Páez, Poesías TEJEDA, GASPAR DE XVI 22 Estilo de escribir cartas (1552) TÉLLEZ, FRAY GABRIEL [pseudónimo: TIRSO DE MOLINA] (1583-1648) XVII 35 Tirso de Molina [varias obras] Tirso de Molina, [varias obras] 477 REGISTRO SIGLO NÚM. DE VOCES TÍTULO DE LA OBRA MODO DE REFERENCIA TIMONEDA, JUAN DE XVI 3 El Patrañuelo (1567) Timoneda, El patrañuelo TORIJA, JUAN DE XVII 7 Ordenanzas de Madrid (1661) Torija, Ordenanzas de Madrid TORQUEMADA, TOMÁS DE XV 1 Ordenanzas de la Inquisición (1484-1485 y 1488) Torquemada, Ordenanzas de la inquisición TORRE, ALFONSO DE LA XV 1 Visión deleitable de la Filosofía (1438) San Pedro, Visión deleitable TORRE, FRANCISCO DE LA (1534?-1594?) XVI 56 Francisco de la Torre, Poesías TORRELLAS XV 1 Cancionero Torrellas, Cancionero TORRES NAHARRO, BARTOLOMÉ (1485-¿1530?) XVI 1 Torres Naharro, Poesías TORRES NAHARRO, BARTOLOMÉ DE (1485-¿1530?) XVI 14 Propaladia (1517) Naharro, La propaladia TORRES Y TAPIA, ALONSO DE XVIII 1 Crónica de la orden de Alcántara (1763) Torres, Crónica de Alcántara TORRES, CRISTÓBAL DE XVII 2 Tomás de Aquino sobre la Eucaristía (1636) Torres, Lengua eucarística TORRES, JUAN DE XVI 2 Filosofía moral de príncipes (1598) Torres, Filosofía moral de príncipes TOSCA, THOMA VENCENTIO (1651-1723) XVIII 7 Compendio Mathematico (1707- 1715) Tosca, Matemáticas TRES INGENIOS XVII 2 El monstruo de la fortuna Tres Ingenios, El monstruo de la fortuna TRES INGENIOS XVII 1 La más hidalga hermosura Tres ingenios, La más hidalga hermosura TRES INGENIOS XVII 1 Amor vencido de amor Tres Ingenios, Amor vencido de amor TRES INGENIOS XVII 1 Chico Baturi Tres Ingenios, Chico Baturi TRILLO Y FIGUEROA, FRANCISCO DE (1618 - 1680) XVII 5 Trillo y Figueroa, Poesías ULLOA PEREIRA, LUIS (1584-1674) XVII 5 Ulloa, Poesías ULLOA PEREIRA, LUIS DE (1584-1674) XVII 9 Raquel (1650) Ulloa, Raquel 478 REGISTRO SIGLO NÚM. DE VOCES TÍTULO DE LA OBRA MODO DE REFERENCIA URREA, MIGUEL DE XVI 55 Traducción de Vitrubio (1582) Urrea, Traducción de Vitrubio URRIÉS, HUGO DE XV 7 Valerio Máximo, Coronista de los notables dichos y hechos de romanos y griegos Hugo de Urries, Valerio Máximo VALDEPEÑAS, RODRIGO DE XVI 1 Coplas de Jorge Manrique, con una glosa muy devota y cristiana de un religioso de la Cartuja Valdepeñas, Glosa de Jorge Manrique VALDERRAMA, PEDRO DE (1550-1611) XVI 52 Primera parte de los ejercicios espirituales para todos los dias de la quaresma (1604) Valderrama, Ejercicios espirituales VALDÉS, JUAN DE (1509-1541) XVI 3 Diálogo de la Lengua (1533) Valdés, Diálogo de las lenguas VALDIVIESO, JOSÉ DE (1560-1638) XVII 1 Valdivieso VALENCIA, PEDRO DE XVIII 2 Sección Cristiana de Arias Montano (1739) Pedro de Valencia, Sección Cristiana VALERA, CIPRIANO (¿1532?-1602) XVI 14 traducción de la Biblia Varela, Biblia VALERA, CIPRIANO (¿1532?-1602) XVI 3 Dos Tratados, del papa y de la misa Valera, Tratado de los Papas VALERA, CIPRIANO (¿1532?-1602) XVI 1 Exhortación de la Biblia (1602) VALLÉS, PEDRO XVI 2 Historia del capitán don Hernando de Ávalos, marqués de Pescara (1558) Valles, Historia del marqués de Pescara VALVERDE DE AMUSCO, JUAN (1525-1587) XVI 2 Historia de la composición del cuerpo humano (1556) Valverde, Composición del cuerpo humano VAREN DE SOTO, BASILIO XVIII 1 Historia de las Guerras Civiles de Francia de Enrico Caterio Davila (1713) Varén de Soto, Guerras civiles de Francia VARGAS PONCE, JOSÉ DE (1760-1821) XVIII 1 Declamación sobre los abusos introducidos en el castellano, presentada y no premiada en la Academia Española (1791) Vargas Ponce, Declamación VEITIA LINAJE, JOSÉ, (1630-1688) XVII 6 Norte de la contratación de las Indias Occidentales (1672) Veitia, Norte de contratación 479 REGISTRO SIGLO NÚM. DE VOCES TÍTULO DE LA OBRA MODO DE REFERENCIA VELASCO XVI 1 Cancionero Velasco, en el Cancionero VÉLEZ DE GUEVARA, JUAN (1611-1675) XVII 2 Amor vencido de amor Anónimo, Amor vencido de amor VÉLEZ DE GUEVARA, LUIS (1579-1644) XVII 57 Vélez de Guevara, [varias obras] VÉLEZ DE GUEVARA, LUIS (1579-1644) XVII 1 El alba y el sol Anónimo, El alba y el sol VENEGAS DEL BUSTO, ALEJO (1497-1562) XVI 3 Agonía del tránsito de la muerte con los avisos y consuelos que cerca d’lla son provechosos (1537) Venegas, Agonía del tránsito de la muerte VERA Y VARGAS, JUAN XVII 1 Primera parte de las flores de poetas ilustres (1605) Vera y Vargas, Flores de poetas ilustres VERDUGO Y CASTILLA, ALONSO DE [CONDE DE TORREPALMA] (1706-1767) XVIII 1 El Deucalión (1770) Torrepalma, El Deucalion VERGARA, JUAN DE (1492-1557) XVI 1 Juan de Vergara VIAJE MAGALLÁNICO 1 Viaje Magallánico VIDAL DE NOYA, FRANCISCO XV 1 Guerra de Jugurtha de Caio Salustio (1493) Vidal de Noya, Salustio VIERA Y CLAVIJA, JOSÉ (1731-1813) XVIII 1 Noticias de la Historia General de las Islas Canarias (1772-1773) Viera, Historia de Canarias VILLADIEGO, ALONSO XVII 10 Instrucción política y práctica judicial, conforme al estilo de los Consejos, Audiencias y Tribunales de esta Corte y otros ordinarios del reyno (1617) Villadiego, Instrucción Política VILLALPANDO, FRANCISCO XVI 34 Tercero y cuarto libro de arquitectura de Sebastian Serlio (1552) Villalpando, Traducción de Serlio VILLANCICO ANTIGUO XV 1 Villancico antiguo VILLAVICIOSA, JOSÉ DE (1589-1658) XVII 9 La mosquea (1615) Villaviciosa, La mosquea VILLAYZAN Y GARCÉS, JERÓNIMO DE XVII 4 Ofender con las finezas (1652) Villayzan, Ofender con las finezas 480 REGISTRO SIGLO NÚM. DE VOCES TÍTULO DE LA OBRA MODO DE REFERENCIA VILLEGAS, ESTEBAN MANUEL DE (1589 - 1669) XVII 63 Villegas, Poesías VILLEN DE BIEDMA, JUAN XVI 2 Q. Horacio Flacco... Sus obras / con la declaracion Magistral en lengua castellana por el Doctor Villen de Biedma (1599) Biedma, Traducción de Horacio VIÑOLES, NARCISO XVI 3 Suma de todas las crónicas del mundo (1510) Viñoles, Suma de todas las crónicas VIRUÉS, CRISTÓBAL DE (1550-1614) XVI 5 El Monserrate (1587) Virués, El Monserrate VIRUÉS, CRISTÓBAL DE (1550-1614) XVI 1 La cruel Casandra Virués, La Casandra VIRUÉS, CRISTÓBAL DE (1550-1614) XVI 1 La infelice Marcela Virués, Marcela VIVERO XV 1 Cancionero Vivero, Cancionero VIZCAY, MARTÍN XVII 1 Derecho de naturaleza que los naturales de la Merindad de San Juan del Pié de Puerto, tienen en los Reynos de la Corona de Castilla (1621) Martín Vizcay, Derecho de naturaleza de los de la merindad de San Juan del Puerto XIMÉNEZ PATÓN, BARTOLOMÉ XVII 11 Proverbios concordados (1615) Patón, Proverbios XIMÉNEZ PATÓN, BARTOLOMÉ XVII 1 Elocuencia española (1614) Patón, Elocuencia española YEPES ÁLVAREZ, JUAN [SAN JUAN DE LA CRUZ] (1542-1591) XVI 5 San Juan de la Cruz [varias obras] YEPES, ANTONIO DE XVII 4 Crónica general de la orden de San Benito Antonio de Yepes en la Crónica general de San Benito YEPES, DIEGO DE XVII 7 Vida, virtudes y milagros de la Madre Teresa de Jesús (1606) Yepes, Vida de Santa Teresa ZABALETA, JUAN DE (1610-1670) XVII 1 Días de fiesta … (1654-1660) Zabaleta, Días de fiesta ZABALETA, JUAN DE (1610-1670) XVII 1 Anales eclesiásticos y seculares de la ciudad de Sevilla (1677) Zavaleta, Obras ZAFRA, ESTEBAN DE XVI 1 Esteban de Zafra ZAMORA, ANTONIO (c. 1664-1728) XVIII 2 Cada uno es linaje aparte, y los Maza de Aragón Zamora, Los Maza de Aragón 481 REGISTRO SIGLO NÚM. DE VOCES TÍTULO DE LA OBRA MODO DE REFERENCIA ZAMORA, ANTONIO DE (1664-1728) XVII 8 El hechizado por la fuerza Zamora, El hechizado por fuerza ZAMORA, ANTONIO DE (1664-1728) XVIII 1 El convidado de piedra Zamora, El convidado de piedra ZAMORANO, RODRIGO (1542-1623) XVI 2 Los seis libros primeros de Euclides traducidos en lengua Española (1575) Zamorano, Traducción de Euclides ZAPATA DE CHAVES, LUIS (1526-1595) XVI 2 Carlo Famoso (1566) Luis Zapata, Carlo Famoso ZÁRATE, AGUSTÍN XVI 1 Historia del descubrimiento y conquista del Perú (1555) Zárate, Historia del Perú ZULOAGA, SANTIAGO DE XVIII 1 Cartilla marítima que contiene los nombres de los palos y vergas de los navios (1765) Zuloaga, Cartilla marítima ZÚÑIGA, FRANCÉS (1480-1530) [llamado FRANCESILLO por Adolfo de Castro] XVI 1 Crónica de don Francesillo de Zúñiga (obra manuscrita editada por PASCUAL GAYANGOS, en Curiosidades bibliográficas, BAE, XXXVI, 1855, pp. 9-54) Francesillo, Crónica ZURITA Y CASTRO, JERÓNIMO (1512-1580) XVI 1 Enmiendas y advertencias en las crónicas de los reyes Castilla que escribió don López de Ayala Zurita, Sobre Ayala 483 3.3. El Gran diccionario de la lengua castellana (de autoridades) con ejemplos de buenos escritores antiguos y modernos (1902 – c. 1932) de Aniceto de Pagés y Puig 3.3.1. Introducción La lexicografía europea de la segunda mitad del siglo XIX, especialmente la francesa, se caracteriza por la elaboración de diccionarios de gran calidad y envergadura, la mayoría elaborados bien con un enfoque marcadamente enciclopédico, como el Grand Dictionnaire Universel du XIX e siécle (1863-1876) de Pierre Larousse, o bien histórico, como el Dictionnaire de la langue française (1863 – 1872) de Émile Littré, o el Dictionnaire général (1895) de Hatzfeld, Darmesteter y Thomas. En Alemania se inicia, en 1852, el Deutsches Wörterbuch de los hermanos Jacob y Wilhelm Grimm, superando al que hasta entonces había sido el diccionario más representativo de la lengua alemana, el Grammatisch-kritisches Wörterbuch der hochdeutschen Mundart (1774-1786) de Johann Cristoph Adelung. En Italia se publica el Dizionario della lingua italiana (1861 – 1879) de Niccolò Tomasseo y en Inglaterra el Oxford English Dictonary (1888 – 1928) dirigido por James Murray. Todos estos repertorios léxicos que hemos mencionado contenían textos probatorios del uso de los vocablos definidos. En cambio, la lexicografía española seguía la senda marcada por la Real Academia Española, cuyo diccionario no ofrecía citas ni apenas ejemplos. No obstante, dentro y fuera de las fronteras españolas también había voces que criticaban el uso de citas en los diccionarios. En Italia, por ejemplo, se reaccionó contra el modelo arcaizante basado en autoridades, representado especialmente por la Accademia de la Crusca y por quienes la emulaban, como Antonio Cesari, el autor de la Crusca veronese (1806 – 1811). Vincenzo Monti y, especialmente, Alessandro Manzoni proponían el diccionario de la Academia Francesa como ejemplo modélico, un diccionario libre de citas (pero sí con ejemplos), lo que permitía la descripción de un modelo lingüístico alejado de la lengua literaria del pasado. También hubo en Francia quien reaccionó contra los diccionarios basados en autoridades literarias, 484 como Louis-Nicolas Bescherelle, autor del Dictionnaire National (1848). En lo que se refiere a España, generalmente los repertorios no necesitaban siquiera justificar teóricamente la ausencia de citas. Simplemente copiaban el diccionario usual (o vulgar) de la Academia y añadían léxico de su propia cosecha. Sólo Vicente Salvá y Eduardo Chao explicaron en el prólogo de sus respectivos diccionarios por qué decidieron no incluir citas o ejemplos en sus diccionarios. Salvá escribió: Afortunadamente mis apuntes se refieren a los pasajes en que he encontrado cada vocablo, por manera que me sería fácil formar un par de tomos que continuasen los seis del primer trabajo académico, confirmando la voz o acepción con una o más autoridades de nuestros más ilustres escritores, antiguos y modernos, si se exceptúan aquellas, que o por muy usuales no necesitan semejante apoyo, o carecen de él por pertenecer al estilo familiar o a época muy reciente. Pero jamás he abrigado el pensamiento de formar una obra que no llenaría las miras de los que únicamente compran el diccionario (y estos son los más) para hallar explicada la voz que ignoran, o tener una guía segura que les señale qué palabra es de buena ley y acreditado uso, y no hija de las extravagancias del capricho o de la falta de estudio (Salvá 1847: IX). Metodológicamente, Salvá construye su diccionario basándose en el testimonio de escritores ilustres, pero prescinde de las citas por tratarse de una información que no busca ni desea el potencial usuario de su diccionario. La concepción que Salvá tiene de las citas es todavía la que las equipara con testimonios filológicos. Puesto que los usuarios no son filólogos, las citas no se incluyen, por superfluas. Tampoco habría que olvidar las causas de índole práctica y económica. Por su parte, Eduardo Chao rechaza el principio de autoridad por tratarse de un criterio que mira en exceso al pasado: El lenguaje experimenta como todas las cosas humanas, vicisitudes y cambios que están en relación con el desenvolvimiento social del pueblo que lo usa, y no hay razón para exijir que nos expresemos ahora como hace trescientos años. ¿Quién emplearía hoy los giros más elegantes, los más cultos modismos, y aun muchas de las voces usuales de ese siglo XVI, mirando como la edad de oro de nuestra literatura, sin escitar el sarcasmo o la compasión? (Chao 1853: V). Muy diferente fue la actitud de Rufino José Cuervo, gran conocedor de las corrientes lingüísticas europeas. Cuervo no dudó en basarse en citas debido a la propia naturaleza del proyecto lexicográfico que se dispuso a realizar. Sin ejemplos, sin textos previos que analizar, se hacía inviable la descripción rigurosa y exhaustiva de las construcciones sintácticas de las palabras: La índole de la presente obra y las circunstancias particulares de su autor han exigido que nada, ó lo menos posible, vaya sin el apoyo de testimonios ajenos. Tratándose de combinaciones y medias tintas delicadísimas, era forzoso, para analizarlas y explicarlas, sorprenderlas en la expresión espontánea de los escritores más nombrados y en vista de la maravillosa variedad con que se multiplican las aplicaciones y el enlace de las palabras, no se podía tocar al valor originario, sin allegar un grande acopio de pasajes de varias épocas y estilos, entre los cuales apareciesen eslabones, muchas veces impensados, que establecen la continuidad […] (Cuervo 1886: XLI) 485 Tras el intento fallido de Adolfo de Castro, hay que esperar varias décadas para que se puedan encontrar de nuevo diccionarios con citas. En primer lugar, hay que mencionar algunos diccionarios especializados y diccionarios de regionalismos 148 . La naturaleza del léxico que describían (tecnicismos y regionalismos respectivamente) hacía necesaria la presencia de textos que avalaran el uso de las voces y permitieran, al menos de una manera aproximada, deducir su significado. Esa misma idea es la que expresaba José Almirante en su Diccionario militar (1869): «a la inversa que en los edificios, en los cuales, concluidos, se quitan los andamios, aquí precisamente hay que dejarlos, para que se vea cómo se ha construido la obra» (Almirante 1869: XVII). Además de este tipo de vocabularios, se publicaron dos grandes diccionarios enciclopédicos, que provocaron la caída en el olvido de obras de gran éxito hasta ese momento, como, por ejemplo, el Diccionario nacional de Ramón Joaquín Domínguez. Hablamos del Diccionario Enciclopédico de Zerolo (et alii) (1895) y del Diccionario enciclopédico hispano- americano (1887 – 1910) de la editorial Montaner y Simón. Para la selección de citas, ambos partían, como no podía ser de otra manera, del Diccionario de autoridades. Además, copiaron muchas de las citas presentes en el primer tomo del Diccionario de Construcción y Régimen de Cuervo. El equipo de redactores incorporó, además, nuevas citas a partir de su propia indagación. Así lo explica Elías Zerolo en el prólogo de su Diccionario enciclopédico: Los artículos de lengua van ilustrados con textos de escritores antiguos y modernos, tomados unos de obras tan respetables como el Diccionario de Autoridades y el Diccionario de construcción y régimen del señor Cuervo, y sacados otros de obras originales por colaboradores del DICCIONARIO ENCICLOPÉDICO (Zerolo 1895: s.n.) En cuanto al Diccionario enciclopédico hispano-americano, este proyecto contaba con un colaborador encargado de recopilar las citas o autoridades, tanto antiguas como nuevas y originales. Hablamos de Aniceto de Pagés, que llegará a convertirse en el principal artífice e impulsor del Gran diccionario de la lengua castellana, que estudiamos en este capítulo. Como veremos, existe una conexión directa entre ambas obras lexicográficas. Las citas presentes en el Diccionario enciclopédico hispano-americano, recopiladas por Pagés, pasaron prácticamente íntegras en su conjunto al Gran diccionario de la lengua castellana, que emprendió él mismo. Podría decirse que este diccionario es la versión lingüística del Diccionario enciclopédico, prescindiendo precisamente de todo lo enciclopédico que había en esta última obra. Como señala Gutiérrez Cuadrado (1994: 274), el Diccionario enciclopédico hispano- americano copia estructuralmente las ediciones más recientes del diccionario académico. 148 Por ejemplo, los de José Almirante, Diccionario Militar (1869), Pelayo Clairac y Saenz, Diccionario de arquitectura e ingeniería (1877-1891), o Rafael María Baralt, Diccionario de galicismos (1890). Entre los diccionarios de americanismos con citas podemos mencionar el Diccionario de Peruanismos. Ensayo filológico (1883) de Juan de Arona (pseudónimo de Pedro Paz Soldán y Unanue) o el Diccionario de chilenismos (1875) de Zorobabel Rodríguez. 486 En lo que se refiere al aspecto enciclopédico, sin embargo, no cabe duda de que el modelo que lo inspiró fue el Grand Dictionnaire Universel du XIX e siécle de Larousse. Menéndez y Pelayo, en una conocida carta dirigida a Juan Valera, delata esta relación, al afirmar: «El libro, a juzgar por el giro que lleva, va a ser más voluminoso que el Larousse» (apud Gutiérrez Cuadrado 270). Esto explicaría también las semejanzas, tipográficas y estructurales que Blanca González-Zapatero (2000: 4-5,35) ha encontrado entre la obra del lexicógrafo francés y el Gran diccionario de la lengua castellana. Hay que decir, sin embargo, que esta última obra es un diccionario de lengua (las definiciones son breves, copiadas del diccionario académico; apenas se encuentran nombres propios y los tecnicismos sólo se definen; no se describen los referentes). Por el contrario, el Grand Dictionnaire de Larousse se caracteriza por tener artículos muy extensos y por prestar especial atención a los temas históricos o científicos. Por eso, la semejanza y la huella de la obra de Larousse debe buscarse más exactamente en el Diccionario enciclopédico hispano-americano. Uno de los aspectos que mejor reflejan la influencia del Grand Dictionnaire es, precisamente, la presencia de citas para ilustrar el léxico general que también se incluye en el Diccionario enciclopédico. Recordemos que fue Larousse quien modificó la famosa frase de Voltaire, según la cual un diccionario sin ejemplos es un esqueleto, cuando la frase original se refería al diccionario sin citas: «Un dictionnaire sans citations est un squelette» 149 . Como tendremos la oportunidad de comprobar más adelante, el Gran diccionario de la lengua castellana va a concebirse especialmente como un diccionario de ejemplos. Cuando Larousse hizo hincapié en el hecho de que su diccionario contenía ejemplos (aunque verdaderamente eran citas), lo que quería expresar era que la finalidad de los textos ya no era tanto imponer un modelo basado en la lengua escrita, según el testimonio de autores considerados excelentes, sino ilustrar, mostrar, o ejemplificar cómo se usaban las palabras, independientemente de que los ejemplos se basaran en la cita de grandes escritores clásicos o de algún periodista del XIX. Conviene señalar, en el caso del repertorio de Pagés, que la anotación «[diccionario] de autoridades» aparece entre paréntesis sólo en los tomos I, II y III, mientras que se suprime en los dos últimos. Podría tratarse de un hecho sin importancia, pero pensamos que la supresión es sintomática del cambio de mentalidad que se estaba produciendo con respecto al concepto de autoridad. 3.3.2. Aniceto de Pagés El autor principal del Gran diccionario de la lengua castellana fue Aniceto de Pagés y Puig (1843-1902). Él fue quien emprendió, aparentemente en solitario, el proyecto de 149 El Diccionario enciclopédico (1895) delata también la influencia del Grand dictionnaire de Larousse al copiar e introducir en su portada la famosa frase de Voltaire, ya manipulada. 487 elaboración de un diccionario basado en citas. Y según el testimonio de varios amigos y compañeros suyos, como Miguel Mir (apud Pagés 1902: VII), José Echegaray (apud Pagés 1902: VII) y Eusebio Blasco (apud Pagés 1902: IX), parece que llegó a concluirlo. Estos tres autores no podían ocultar su profunda sorpresa al constatar que un solo hombre hubiera podido concluir una empresa tan grande en tan poco tiempo. Pero la muerte le alcanzó repentinamente el 26 de noviembre de 1902, cuando tan sólo se habían publicado quince cuadernos de su diccionario. Según la información dedicada a este autor, y que revela la Enciclopedia Espasa Calpe (1919), parece que dejó todas las letras dispuestas en papeletas. De ellas se haría cargo el ex-jesuita y escritor José Pérez Hervás en 1917, cuando ya se habían publicado los tomos I, II y III del diccionario. Es decir, dos volúmenes del Gran diccionario vieron la luz de manera póstuma sin que, oficialmente, nadie se hiciera responsable de la obra. Otro dato que hay que tener en consideración es que, antes de la incorporación de Pérez Hervás al trabajo, alguien añadió citas posteriores al año 1902, seguramente la misma persona que introdujo nuevos ejemplos en el segundo apéndice del Diccionario Enciclopédico Hispano-Americano (1907 – 1910). Volveremos sobre esta cuestión en breve. Existen varias fuentes para conocer, al menos en lo esencial, la biografía de Aniceto de Pagés 150 . Nace en Figueras en 1843 en el seno de una familia aristocrática del Ampurdán. Estudia derecho en la Universidad de Barcelona. Se le describe como un joven bohemio, enfrentado a su familia. Debido a su vida licenciosa, su padre lo deshereda. A partir de 1868, participa asiduamente en los Juegos Florales de Cataluña, en los que obtiene el primer premio en varias ocasiones, y llega a ser proclamado en 1896 Mestre en Gay Saber. En 1870 participa en la creación del grupo literario La Jove Catalunya, comprometido con la producción literaria en catalán. Goza de cierto reconocimiento en los ambientes literarios de su época, alcanzando su gran momento de popularidad en 1877 151 . Debido a su delicada situación económica, por los problemas familiares antes mencionados, decide abandonar Cataluña. Se establece en Madrid en 1878. Gracias a su relación con el Padre Miguel Mir, académico de la lengua, y al que citará con frecuencia en su diccionario, logra establecer ciertos contactos en la Villa y Corte, que le serán de gran ayuda en el futuro. En esos momentos se dedica a la lectura de obras literarias y de historia, especialmente clásicos castellanos. Las creaciones literarias 150 Por ejemplo, Gras y Elías (1913): Siluetes d’escriptors catalans del sigle XIX; Ossorio y Bernard (1903-1904): Ensayo de un catálago de periodistas españoles del siglo XIX, y algunas enciclopedias, como la Gran enciclopedia Larousse (1974) y la Gran enciclopedia catalana (1978). 151 Respecto a su producción literaria, en catalán escribió poesía, publicada con el título Poesies (Barcelona, 1906) por la Ilustració Catalana. En castellano está el resto de su obra, entre las que destaca Los dramas de la historia (1879) y El hombre de los seiscientos mil francos: novela francesa (Madrid 1888). También escribió Crítica de algunas composiciones de Don Víctor Balaguer (Madrid, 1875). 488 de sus contemporáneos tampoco le fueron desconocidas, como demostrará a través de las numerosísimas citas de autores decimonónicos presentes en su diccionario. No tardó en integrarse en el ambiente cultural madrileño: frecuentaba el Casino de Madrid y asistía a las tertulias literarias en casa de Víctor Balaguer, elegido miembro de las Academias de la Lengua y de la Historia. Según Gras y Elias (1913: 76), llega a sentirse totalmente madrileño. Este mismo biógrafo (1913: 72) lo presenta como director del Diccionario Enciclopédico Hispano-Americano (1887-1898): «L‟important casa editorial Montaner i Simon, de Barcelona, va encargar-li, a Madrid, la direcció del voluminós Diccionario Enciclopédico, que ha donat la volta al Món» (Gras y Elias 1913: 178). La dirección del Diccionario Enciclopédico Hispano-Americano desempeñada por Pagés está atestiguada además por otras varias personas, como Ossorio y Bernard (1903- 1904: 324) y José Echegaray (apud Pagés 1902: VII). Gutiérrez Cuadrado le atribuye este puesto equivocadamente a Pelayo Vizuete Picón (Gutiérrez Cuadrado 1994: 272), pero éste fue en realidad el redactor jefe sólo del segundo apéndice del Diccionario enciclopédico, como observó posteriormente David Prieto (2007: 111), ya que, como él bien apunta, Vizuete Picón no tenía aún quince años cuando se publicó el primer fascículo del Diccionario enciclopédico en 1887. Eduardo Benot (apud Pagés 1902: XI) confiesa que él mismo estuvo a cargo de la dirección de la obra durante cuatro meses. Lo más probable fue que varias personas desempeñaron este puesto a lo largo de todos los años que duró la empresa del Diccionario enciclopédico. Y es probable que Pagés fuera el director durante la mayor parte del tiempo, a la vez que se encargaba de buscar y de incluir citas de autoridades en su microestructura. 3.3.3. José Pérez Hervás 152 José Pérez Hervás continuó activamente la labor iniciada por Aniceto de Pagés. Se dedicó también a otras empresas lexicográficas, como la Enciclopedia Universal Ilustrada de la editorial Espasa Calpe, en la que colaboró como redactor de las secciones de arqueología, bellas artes y biografía, entre otras. Pérez Hervás nació en Valencia en 1880. Cursó el bachillerato en el Colegio de huérfanos de la Guerra de Guadalajara. A los 17 años se trasladó a Filipinas y, al declararse la guerra, luchó en el bando de los independentistas. Cuando regresó a España, ingresó en la Compañía de Jesús, en la que pasó diez años de su vida (de 1901 a 1909). Durante este período de tiempo se dedicó a estudiar en diversos colegios españoles e ingleses y a enseñar en el de Sarriá. Abandonó la Compañía y comenzó a trabajar en Barcelona como corrector y traductor en destacadas imprentas, combinando esta tarea con 152 Los datos biográficos de José Pérez Hervás se han tomado de la Enciclopedia Universal Ilustrada Europea Americana (1966). 489 la enseñanza de idiomas y la colaboración en diversos periódicos y revistas ilustradas, especialmente en la Ilustración artística (de la editorial Montaner y Simón), como redactor. Contrajo matrimonio con la también escritora Flora Osete, que es citada en los dos últimos tomos del Gran diccionario de la lengua castellana con relativa frecuencia. Escribió varios artículos, cuentos, novelas cortas y poesías en la Ilustración artística, la Ilustración Española y Americana, La Publicidad, Las Noticias, la Gaceta de Cataluña, etc. Es también autor de un manual de Rimas selectas o pequeño diccionario de rima (1910), de una Historia del Renacimiento (3 tomos, 1916) y de un Diccionario de Correspondencia comercial (1917) con las equivalencias en lengua francesa, italiana e inglesa sobre la base del español. Se le deben además las traducciones al castellano de varias obras en distintos idiomas, entre ellas diversos tomos de la Historia de los tiempos modernos, de la universidad de Cambridge y de la Enciclopedia de la Juventud y la Biblioteca internacional, editadas ambas por la casa estadounidense Goolier. En 1917, Pérez Hervás asumió la tarea de continuar el Gran diccionario de Aniceto de Pagés de Puig, completando las papeletas que éste había reunido. Como ya comprobó Blanca González-Zapatero (2000: 5), no sólo se ocupó de llevar a la imprenta los materiales ya elaborados por Pagés. No sabemos con exactitud la cantidad de papeletas que recibió Pérez Hervás y si éste se encontró el diccionario verdaderamente ya concluido. Los últimos tomos del Gran diccionario presentan menos citas que los primeros volúmenes. Esto apuntaría al hecho de que Pagés no había concluido realmente su diccionario cuando le sorprendió la muerte. Pérez Hervás tuvo un papel muy importante en la búsqueda de nuevas citas en los tomos IV y V del Gran diccionario, tanto de autores antiguos como modernos. Además, y como ha señalado también González- Zapatero (2000: 48), Pérez Hervás debió de incorporar muchos más tecnicismos de los que ya había recogido su antecesor, así como también nombres propios, especialmente del ámbito de la mitología, lo que daría a la obra un carácter más enciclopédico. Tendremos ocasión de ocuparnos de estos asuntos en el apartado dedicado al análisis de las fuentes. 3.3.4. El Diccionario Enciclopédico Hispano-Americano (1887-1910): obra precursora Para comprender algunas de las características del Gran diccionario de la lengua castellana es necesario conocer previamente una de las obras lexicográficas españolas más ambiciosas del siglo XIX: el Diccionario Enciclopédico Hispano-Americano de Literatura, Ciencias y Artes (1887 – 1910) de la editorial Montaner y Simón. Existe una relación muy estrecha entre ambas, pues Pagés colaboró en el Diccionario enciclopédico incorporando citas de autoridades. Posiblemente, también fue el director de la obra, en la que colaboró «la flor y nata de la ciencia y de las letras del momento» (Gutiérrez 490 Cuadrado 1994: 269). El Diccionario Enciclopédico Hispano-Americano de Literatura, Ciencias y Artes se compone de 24 volúmenes (1887 – 1899) y de dos apéndices. Cada volumen supera ampliamente las mil páginas, excepto el 23, el último anterior a los apéndices, que rebasa escasamente las 400. Al comienzo del volumen primero se presenta una Lista de autores encargados de la redacción de este Diccionario, donde figura Pagés como la persona a quien se encomienda la recopilación de las «autoridades de la lengua española desde su formación hasta nuestros días». Los colaboradores no trabajaron de forma continuada en el Diccionario enciclopédico. Algunos sólo redactaron unos pocos artículos. En el caso del erudito santanderino, Menéndez y Pelayo, éste sólo llegó a realizar los artículos dedicados al Amadis de Gaula y al Alcalde de Zalamea. En cualquier caso, el equipo inicial, tal como aparece en la Lista de autores, estaba formado por las siguientes personas: Beltrán y Rózpide, Ricardo (Geografía, Historia); Carreras y Sanchís, Manuel (Ciencias médicas); Cazurro y Ruiz, Manuel (Zoología); Corrales y Sánchez, Enrique (Derecho, Legislación, Economía política, Estadística, Historia eclesiástica); Danvila Jaldero, Augusto (Monumentos arquitectónicos españoles); Doporto, Severiano (Historia de América, Biografía española, Biografía contemporánea de españoles y extranjeros); Echegaray, Eduardo (Mecánica); Echegaray, José (Magnetismo, Electricidad); Espejo y del Rosal, Rafael (Veterinaria), Fernández y González, Francisco (Cultura oriental, con inclusión de la antigua y de la de hebreos y árabes, africanos y españoles); González Martí, Manuel (Ingeniería, Geodesia, Artes y oficios); González Martí, Ignacio (Química); González Serrano, Urbano (Filosofía); Hoyos y Sáinz, Luis de (Geografía, Paleontología); Lázaro é Ibiza, Blas (Botánica); Letamendi, José de (principios de Medicina); Madrazo, Pedro de (Pintura, Escultura, Grabado); Mélida, José Ramón (Mitologías, Arqueología oriental y clásica, Indumentaria, Panoplia, Heráldica, Artes industriales extranjeras de las edades media y moderna); Menéndez y Pelayo, Marcelino (Obras maestras de la literatura española desde su formación hasta nuestros días); Montaldo y Peró, Federico (Arte naval, Navegación); Navarro Santín, Francisco (Paleografía, Arvhivos, Bibliotecas); Pagés de Puig, Aniceto de (Lexicografía, Autoridades de la lengua española desde su formación hasta nuestros días); Piernas y Hurtado, José Manuel (Hacienda pública); Pí y Margall, Francisco (Filosofía del derecho); Puente y Ubeda, Carlos (Matemáticas, Física, Astronomía, Meteorología); Rodríguez Mourelo, José (Mineralogía); Saavedra, Eduardo (Arquitectura); Sbarbi, José María (Lexicografía, Gramática, Música), Súarez Inclán, Julián (Arte militar, Justicia militar), Valera, Juan (Estética). A partir de 1907 y hasta 1910, se editará un Apéndice segundo redactado por «distinguidos profesores y publicistas de España y América». En ciertos casos la muerte obligó a interrumpir alguna colaboración, como la de F. Asenjo Barbieri, fallecido en 1894 y, quizá también, la de Letamendi, en 1897. Gutiérrez Cuadrado observa que el equipo estaba formado fundamentalmente por autores del ala liberal de la sociedad: Es evidente la participación de los miembros más relevantes de la Institución Libre de enseñanza, como Urbano González Serrano, Gumersindo de Azcárate o Manuel Pedregal, por no volver citar a Giner y a Cossío, que abandonaron pronto su colaboración, o a otros colaboradores habituales del boletín de la Institución como Augusto Armicis – responsable de astronomía y cronología en el DEHA-. Tampoco puede pasarse por alto la continuada presencia de los hermanos Vera, Jaime y Vicente, militantes del Partido Socialista Obrero Español y colaboradores de Pablo Iglesias. Otras figuras destacables son el botánico Blas Lázaro e Ibiza, darwinista de mérito que empieza a colaborar desde el tomo XIV, José Manuel Piernas y Hurtado, krausista convencido o el historiador A. Pirala, 491 presidente de la sección de ciencias históricas del Ateneo de Madrid en 1897. Sin embargo, al lado de estas firmas figuran las del P. Fidel Fita, José María Sbarbi, Vicente de la Fuente o el mismo Marcelino Menéndez y Pelayo, hombres de talante conservador, aunque con notables diferencias ideológicas entre sí, por no citar a Francisco Sánchez de Castro, encargado de literatura preceptiva española (Gutiérrez Cuadrado 1994: 270-271). La gran mayoría de los colaboradores que participaron en el Diccionario Enciclopédico Hispano-Americano serán citados más tarde como autoridades en el Gran diccionario de la lengua castellana. Es posible que algunos de ellos le proporcionaran a Pagés los textos que acabarían adaptándose como citas, colaboración que explicaría en parte la celeridad con que logró sacar a la luz su diccionario. El Diccionario enciclopédico hispano-americano ha sido estudiado en profundidad tanto por Juan Gutiérrez Cuadrado (1994) como por David Prieto García-Seco (2007; 2008; 2009; 2010). El primero analizó sus aspectos lingüísticos y destacó que, desde el punto de vista estructural, el Diccionario enciclopédico sigue «la estela de la lexicografía académica» (Gutiérrez Cuadrado 1994: 273). Los encargados de elaborar los artículos lingüísticos fueron el sacerdote Jose María Sbarbi, académico y autor, entre otras obras, de una colección de refraneros usado como fuente primaria en el Gran diccionario de la lengua castellana, y el propio Aniceto de Pagés. La estructura de los artículos léxicos del Diccionario enciclopédico calca la seguida por la academia. Tras el lema, aparecen la etimología, la categoría gramatical y algunas marcas diatópicas, diastráticas y de estilo. Después sigue la definición. En los artículos enciclopédicos, tras el lema, se incluye el campo científico y después la definición (Gutiérrez Cuadrado 2004: 274). Las indicaciones gramaticales son las mismas que se muestran en el diccionario académico, aunque las abreviaturas no son homogéneas. Hay dos nuevas marcas: neologismo y moderno. A pesar de la dependencia con respecto al DRAE de 1884, se pueden destacar dos novedades: el diccionario aumenta el caudal de los tecnicismos generales; se incluyen americanismos (parece que se consultaron obras como el Diccionario de chilenismos (1875) de Zorobabel Rodríguez y el Diccionario de voces cubanas (1836) de Pichardo (Gutiérrez Cuadrado 2004: 277-278). Además, la gran virtud del Diccionario enciclopédico fue la de haber introducido autoridades. David Prieto, por su parte, se ha dedicado en varios artículos al estudio de las citas presentes en esta obra. Algo más del 40 % de las citas contabilizadas por Prieto se tomó del primer diccionario académico, si bien se actualizó su ortografía (Prieto 2007: 107). Esta característica también la vamos a encontrar en el Gran diccionario de la lengua castellana. A veces, las autoridades del diccionario académico se sustituyen por otras de escritores más recientes (por ejemplo, en el artículo dedicado a agonía encontramos la cita del P. Isla, Bretón de los Herreros, Meléndez Valdés y Tamayo y Baus). En cambio, Autoridades proponía como ejemplos los textos de Fray Luis de Granada, el Padre Martín 492 de Roa, Lope de Vega y la obra Estabanillo González. También puede apreciarse la huella del primer tomo del Diccionario de construcción y régimen de Rufino José Cuervo. El primer apéndice, en dos tomos (1898-1899), no incluyó citas textuales. Sin embargo, el segundo apéndice, en tres tomos (1907, 1908 y 1910), sí introdujo nuevas autoridades, además de numerosos tecnicismos, así como gentilicios, regionalismos y voces de invención literaria (Prieto 2007: 111-113). No se sabe quién se encargó de las nuevas autoridades del segundo apéndice. No hay constancia de que fuera José Pérez Hervás, que no entra en escena hasta el año 1917. Quizá pudo tratarse de Vizuete Picón, director y redactor de este segundo apéndice, aunque no hay ninguna constancia de ello. Hay que destacar además el hecho de que al Gran diccionario de la lengua castellana no sólo pasaron una gran cantidad de citas del Diccionario enciclopédico hispano- americano, sino también de este segundo apéndice. Por ejemplo, para testimoniar el uso del vocablo zurbaranesco se cita el texto de una conferencia sobre Tirso de Molina pronunciada por Blanca de los Ríos en 1906, conferencia que no se publicó hasta el año 1910, muy poco antes de que saliera a la luz el tercer tomo del segundo apéndice en el que se cita. Ese mismo fragmento volvemos a encontrarlo en el artículo zurbaranesco incluido en el Gran diccionario de la lengua castellana. Finalmente, Prieto (2010: 386 – 387) señala el hecho de que, aunque no se trata de un diccionario histórico, el Diccionario enciclopédico y, posteriormente, el Gran diccionario de la lengua castellana, recogen la primera documentación de algunas voces, como agiotaje (testimoniada en Bretón de los Herreros, A Madrid me vuelvo, 1828), almacenero (en Pereda, Sotileza, 1884), almocrí (en el Duque de Rivas, El moro expósito, c. 1829-1833), absorvible (en Alejandro Oliván, Manual de agricultura (1866), abultamiento (en José de Serrano y Castro, Cartas trascendentales escritas a un amigo de confianza, 1862) (Prieto 2010: 387-386). No es extraño, pues, encontrar entre las fuentes del Diccionario crítico-etimológico de Joan Corominas y José Antonio Pascual el Gran diccionario de la lengua castellana. El Diccionario enciclopédico hispano-americano constituye una obra de gran calidad. En una carta que Menéndez Pelayo dirigió a Juan Valera, respondiéndole a una pregunta que éste le había hecho sobre la calidad de la obra en la que estaba colaborando, le responde que se trata de un diccionario sin gran valor, pero sus palabras deben interpretarse como un juicio de modestia o bien como una exageración intencionada y cínica del gran erudito santanderino: El diccionario enciclopédico de los Montaner y Sión, por el cual usted me pregunta, es trabajo bastante de pacotilla, como todas las enciclopedias españolas, que yo he visto hasta ahora. Mucha parte debe de estar traducida del francés y del alemán. Hay, sin embargo, algunos artículos buenos y originales. Echegaray escribe sobre electricidad; Saavedra sobre arquitectura; Madrazo (D. Pedro) y Riaño, sobre pintura; Barbieri, sobre instrumentos 493 musicales. Yo les he hecho hasta ahora dos artículos: Amadís de Gaula y Alcalde de Zalamea, y por cada uno me han dado diez duros. Creo que a nadie pagan más, y yo me doy por bien pagado, aunque no estoy descontento de mis artículos. El libro, a juzgar por el giro que lleva, va a ser más voluminoso que el Larousse” (apud Gutiérrez Cuadrado 1994: 270) 3.3.5. El concepto de autoridad en el Gran diccionario de la lengua castellana El estudio del principio de autoridad, como hemos visto a lo largo de este trabajo, no debe basarse únicamente en la descripción de datos formales. Antes bien, tal estudio nos obliga a conocer el contexto cultural en que se llevó a cabo la elaboración del diccionario analizado. Los prólogos suelen constituir la fuente ideal para conocer el pensamiento del lexicógrafo, los objetivos que perseguía, el método que empleó para formar su repertorio lexicográfico, etc. En el caso del Gran diccionario de la lengua castellana carecemos, lamentablemente, de esa parte fundamental del diccionario. Sólo contamos con las instrucciones de uso, que nada relevante aportan a este respecto, la nómina de los principales autores consultados hasta el año 1902 y las cartas de felicitación que varios distinguidos autores dirigieron a Pagés tras leer una muestra del diccionario que éste les había enviado, y que se publicaron en el primer tomo. El contenido de algunas de esas cartas tiene un gran interés para nuestro estudio y, en cierta medida, compensa la ausencia del prólogo. Los autores de un artículo titulado «Aniceto de Pagés y Puig: un lexicógrafo desconocdido» (Alonso/Caraballo/Trascasas/González-Zapatero 2001) han situado el diccionario de Pagés en su marco histórico, señalando que esta obra reúne las principales características presentes en los diccionarios decimonónicos. Siguiendo el trabajo de Ana Bueno Morales (1996), estos autores afirman que el Gran diccionario de la lengua castellana se ajusta a los siguientes parámetros (Alonso/Caraballo/Trascasas/González- Zapatero 2001: 178-179): 1. Se trata de un diccionario acumulativo y de gran formato. El principal mérito esgrimido por el lexicógrafo es haber superado en número de voces, frases y locuciones la edición vigente del diccionario académico. 2. Su punto de partida es el propio diccionario académico, al que intenta emular: en el caso del Gran diccionario de la lengua castellana, las ediciones que se tomaron como base fueron las de 1889, 1914 y 1925, conforme fueron apareciendo los cinco tomos. 3. En el diccionario se citan novelistas contemporáneos, como Pérez Galdós, Emilia Pardo Bazán, Juan Valera, etc. Esta característica, en realidad, no es, en absoluto, común entre los diccionarios de la época, si bien algunos lexicógrafos, como Vicente Salvá, reconocen haberse basado en la lectura de escritores modernos para recopilar el léxico. 494 4. Se trata de una obra colectiva. En realidad, salvo que intervinieran colaboradores de manera anónima, sin dejar constancia de su trabajo, el diccionario fue llevado a cabo prácticamente por una sola persona, Aniceto de Pagés, si bien otro autor más y, posteriormente, José Pérez Hervás ampliaron el número de entradas y de citas. 5. En el diccionario se lematizan abundantes arcaísmos, muchos de los cuales ya habían sido suprimidos del lemario del diccionario académico. El título completo del repertorio que estamos analizando, tal como consta en el tomo I, es el siguiente: Gran diccionario de la lengua castellana autorizado con ejemplos de buenos escritores antiguos y modernos ordenado con arreglo a la última edición de la Real Academia Española y enriquecido con más de diez mil voces, acepciones, frases y refranes que no constan en ningún otro diccionario. De él se pueden extraer varias conclusiones. Los ejemplos sirven para autorizar el léxico recogido en el diccionario, lo que demuestra que éstos tenían una función normativa. El verbo autorizar encierra una visión legalista de la lengua que se describe. Encontrar ejemplos cuya único fin hubiera sido ilustrar el léxico, sin someterlo a ningún juicio, aún hubiera sido un hecho anacrónico. Ahora bien, los ejemplos no sólo llevan a cabo la función que de manera intencionada se propuso el lexicógrafo, sino también, desde el punto de vista formal, pueden desempeñar otras funciones diferentes. En segundo lugar, se habla de escritores antiguos y modernos, lo que significa que, aunque existe todavía un gran respeto por el canon diacrónico establecido, también se produce una apertura hacia los escritores modernos. Este fenómeno ya se pudo constatar desde los inicios de la lexicografía general española, en el Diccionario de autoridades o en el Diccionario castellano de Esteban de Terreros. La gran diferencia con respecto a estos repertorios es que el Gran diccionario de la lengua castellana equipara los modernos con los antiguos. Si bien es cierto que Cervantes sigue siendo el autor más citado, el segundo escritor con mayor cantidad de citas es Melchor Gaspar de Jovellanos (fallecido en 1811) y el tercero el dramaturgo Manuel Bretón de los Herreros (fallecido en 1873). No se trata de un detalle nimio. En diccionarios escritos en épocas anteriores, los escritores clásicos del período áureo prevalecían sobre el resto. Ahora, en cambio, existe la perspectiva suficiente como para reconocer otro canon, un conjunto distinto de obras dignas de imitación, rigurosamente contemporáneas al lexicógrafo. Los escritores modernos son citados casi en la misma proporción que los antiguos, lo que supone una renovación asombrosa del modelo lingüístico que se describe. El Gran diccionario de la lengua castellana se sitúa en un período de transición. No es tan decimonónico como se ha escrito. De hecho, en los dos últimos volúmenes en los que trabajó Pérez Hervás, podemos encontrar ejemplos basados en la letra de varios tangos, una cita de Santiago 495 Ramón y Cajal, varias menciones a Alejandro Lerroux, presidente de la II República, o abundantes textos extraídos a partir de revistas periódicas. Sería, conviene insistir, anacrónico afirmar que esta obra ha dado el giro descriptivo y sincrónico que tendrán los diccionarios del siglo XX. Pero hay que reconocer que se estaban dando pasos importantes hacia la valoración de la lengua contemporánea, como ya había sucedido en la gramática sincrónica de Vicente Salvá, titulada precisamente Gramática de la lengua castellana según ahora se habla (1831). En las cartas incluidas en Opiniones de algunos ilustres escritores acerca de esta obra, se aprecia también un juicio muy positivo sobre la decisión de incluir citas de escritores contemporáneos. Juan Valera escribe: Desde entonces hasta ahora, aunque España haya decaído políticamente, no puede decirse que haya decaído en literatura. El vigor y la actividad intelectuales han persistido entre nosotros: puede afirmarse que, desde tiempos de Carlos III hasta el día de hoy, ha habido en España un brillante renacimiento, han florecido autores de no corto valer y la lengua castellana se ha enriquecido y se ha modificado en no pocos accidentes sin perder su carácter propio y castizo. De aquí la necesidad, ó por lo menos la conveniencia, de componer un nuevo Diccionario de autoridades, valiéndose para formarle, no sólo de la lista de autores cuyas obras sirvieron para la composición del primer Diccionario, sino también de gran número de autores que han escrito después y cuyas obras merecen estimación (apud Pagés 1902: IX). De la misma opinión es Eduardo Benot: Yo creo que los modernos escriben en general mucho mejor que los clásicos, por lo cual aplaudo á V. en su empeño de autorizar con ejemplos de los buenos escritores contemporáneos las acepciones de las palabras. Bien es verdad que también hubiera V. obligado á ello la necesidad de autorizar el tecnicismo de la ciencia moderna. ¿Cómo buscar en Cervantes autoridades referentes á la electricidad y la química (para no citar más que dos ciencias)? (apud Pagés 1902: XI). Simultáneamente a la valoración de la lengua viva contemporánea, va decayendo la función de las autoridades, entendidas éstas como modelos normativos basados en escritores del pasado. El Gran diccionario sigue siendo, con todo, un diccionario de autoridades, porque el concepto de autoridad ha evolucionado, adaptándose a las nuevas circunstancias. Curiosamente, y como ya hemos comentado, la anotación «[diccionario] de autoridades», que se encontraba en la portada de los tres primeros tomos, desaparece en los dos últimos. El término ejemplo se impone, siguiendo el modelo del Grand dictionnaire universel de Larousse, y esto se aprecia desde la cita de Séneca que se encuentra en la portada (longum iter per praecepta/breve et efficax per exempla), hasta en las cartas de felicitación que escribieron en el año 1901 algunos de los compañeros y amigos de Aniceto de Pagés. Todos ellos emplean el término ejemplo, y no autoridad. El padre Mir escribe: 496 Anunciame V. que va á publicar su Gran Diccionario de la lengua castellana con ejemplos 153 de buenos escritores, y en los cuales se vea el uso legítimo y acertado que debe hacerse de las voces de nuestra lengua (apud Pagés 1902: VII) […] El Gran diccionario con ejemplos que V. va á publicar será más, mucho más que esto; será un cuerpo lleno de vida y de claridad, una regla viva y luminosa, un maestro que no con preceptos y teorías, sino con la práctica del ejemplo, enseñará el uso que debe hacerse de las palabras, frases y giros idiomáticos de nuestra lengua (apud Pagés 1902: VII). Es evidente que los ejemplos siguen cumpliendo la misma función de las llamadas autoridades: «mostrar el uso legítimo y acertado que debe hacerse de las voces de nuestra lengua». La visión normativa o legal sigue prevaleciendo, como no podía ser de otro modo. Por su parte, Menéndez y Pelayo muestra reticencias a la hora de llamar “diccionario de autoridades” al repertorio de Pagés. Pero no se basa en la función de los ejemplos, sino en la falta de referencias bibliográficas: Como no se trata de un Diccionario de autoridades propiamente, lo cual exigiría mucho mayor espacio y condiciones editoriales distintas de las de la publicación presente, no me admira que haya V. omitido, al citar los pasajes de cada autor, la indicación del libro, edición y página de que están sacados. El propósito de V. era distinto, puesto que sólo se trataba de confirmar, ya con ejemplos de escritores clásicos, con otros más recientes que comprueban el uso actual de las gentes cultas, las acepciones de cada palabra y cada frase. En todo esto veo gran riqueza y buena elección, y sin duda prestará el Diccionario grandes servicios, pues no hay definición que aclare tanto las ideas y determine con tanta precisión el valor del vocablo como un ejemplo bien escogido” (apud Pagés 1902: III). La carencia de referencias bibliográficas es, verdaderamente, el talón de Aquiles de este diccionario. Eduardo Benot justificará también esta ausencia: No niego que en muy contadas ocasiones podrá convenir á algún bibliofilo exigente conocer el título de la obra, la edición y la página de donde la autoridad haya salido. Pero la inmensa mayoría del público no está formada por ratones de biblioteca, y por tanto, á la generalidad nada importan noticias tan detalladas y que ninguna fuerza añaden al ejemplo, cuando éste es pertinente y castizo […] (apud Pagés 1902: XI) Sin embargo, la escasa repercusión e influencia que el Gran diccionario tuvo posteriormente acabó dando la razón a aquellos que lamentaban la falta de una mayor precisión en el momento de especificar el origen de la cita. Como han señalado González Zapatero (2000: 54) y David Prieto (2007: 106), una de las causas por las que puede explicarse esta forma de citar se debe al hecho de que muchos ejemplos fueron extraídos a partir de obras de segunda mano, lo que hace muy difícil recuperar la información precisa del origen, como la edición consultada, el año y la página. Además, en el Diccionario enciclopédico, Pagés actuó con cierta justificación, pues en este género lexicográfico no se veía tan necesaria las referencias exactas de las citas. Muy diferente era el caso de los ejemplos presentes en un diccionario de lengua con la pretensión de convertirse en un auténtico diccionario de autoridades. Sin embargo, para Pagés ya era 153 La negrita de los próximos ejemplos es nuestra. 497 demasiado tarde, y no debió de disponer de tiempo ni de recursos para averiguar de dónde había extraído las citas para el Diccionario enciclopédico hispano-americano. Un año después de que se comenzaran a publicar los primeros cuadernos del Gran diccionario de la lengua castellana, salió en Zeitschrift für Romanische Philologie una reseña malintencionada contra esta obra. El autor era Pedro de Múgica, que ya había criticado anteriormente, sin mucho fundamento, el Diccionario de construcción y régimen de Cuervo. Múgica reprocha a Pagés, entre otros muchos defectos, el no haber indicado el título de la obra de la que se extrajo la cita: Ya desde el principio se echa de ver que la obra no es rigurosamente científica ni ha de ser completa, adoleciendo de varios defectos: 1º Aducir sólo el nombre del autor del texto, sin mencionar obra y página; 2º No remitirse al verdaderamente “gran diccionario” de Cuervo en los capítulos tratados por este, magistral y concienzudamente. 3º No fundarse en la verdadera base, los primeros monumentos literarios, que el autor casi desconoce; 4º No haber estudiado siquiera las etimologías, sin fiarse de las malísimas académicas; 5º No determinar una línea en la cual termina la lengua y empiezan las formas dialécticas; 6º No usar signos distintos para estas y para los vocablos nuevos” (Múgica 1903: 220). A Múgica no le faltaba razón al criticar la poca información presente en la indicación bibliográfica de las citas, pero en los demás puntos el reseñista ataca a Pagés con poco fundamento. Para empezar, Múgica llama diccionario histórico al Gran diccionario de la lengua castellana (Múgica 1903: 220) y esto ya es un error, porque en ningún lugar se indica que la intención de Pagés fuera elaborar un diccionario histórico. Por tanto, no tenía por qué basarse en «los primeros monumentos literarios», como Múgica defiende. Todo lo contrario, la verdadera intención de Pagés era, en cierto modo, actualizar el Diccionario de autoridades con citas de escritores contemporáneos. A lo largo de la reseña, Múgica reprocha a Pagés copiar las etimologías propuestas en el diccionario académico, proponiendo otras que, en ocasiones, no dejan de ser igualmente fantasiosas. También critica que Pagés no hubiera testimoniado determinados arcaísmos, así como el hecho de no haber deducido más acepciones, cuando en realidad ésta es una de las virtudes del Gran diccionario de la lengua castellana: haber usado los ejemplos como materia prima, como auténtico corpus del que deducir nuevas acepciones de las palabras. Esto ya lo había destacado Eduardo Benot: Con gusto observo que muy á menudo no busca V. autoridades para sancionar acepciones admitidas, sino que de las autoridades deduce V. acepciones nuevas. Este método es muy acertado. En rigor, todas las acepciones deben salir de los ejemplos. (apud Pagés 1902: XIX) Múgica termina su reseña con palabras cargadas de sarcasmo, lo que revela la poca objetividad de su crítica: Si el Sr. de Pagés sustituye las citas por los nombres de los autores, renunciando al consejo del “inmortal” Benot, y prescinde de las etimologías académicas, reconoceré que el título de “Gran Diccionario” es legítimo. Hasta ahora no lo es en absoluto, sino comparándolo con el muy chiquirritito, en mérito, de la Real Academia Española (q.e.p.d) (Múgica 1903: 226) 498 Las comparaciones con el Diccionario de la Real Academia, especialmente con el Diccionario de autoridades, eran inevitables. Benot contrasta el número de citas esgrimidas en el primer diccionario académico y en el Gran diccionario de la lengua castellana: La palabra agua está ilustrada por 38 autoridades en el Léxico Académico, y en el de V. por 190; alma respectivamente, por 27 y 127; año por 7 y 91; anillo por 4 y 18; aire por 21 y 88; amigo por 8 y 36; amor por 15 y 68; aguja por 10 y 53, y así en todos los demás artículos que he llegado á comparar. (apud Pagés 1902: XIX) Como había escrito el mismo Benot, a ambas obras les separaba 175 años. Por tanto, ya era necesario que, puesto que la docta casa no tenía previsto en breve sacar a la luz una nueva edición del Diccionario de autoridades, se publicara otra obra que llenara ese vacío. En las cartas escritas por Jacinto Octavio Picón y Juan Valera se habla también de esta necesidad, agravada además por el hecho de que el número de ejemplares del antiguo Diccionario de autoridades era reducido, y esto hacía que adquirirlos fuera bastante difícil y caro. Juan Valera escribe: Si consideramos, además, que el Diccionario de autoridades apenas se encuentra ya en el comercio de libro y que no puede adquirirse sino de lance y á precio muy subido, se comprenderá lo útil que sería una nueva edición del mencionado Diccionario, no como la primera, sino mejorada y ricamente ampliada (apud Pagés 1902: IX) Efectivamente, en nuestra opinión, así es como hay que entender esta obra: como una actualización del Diccionario de autoridades, un repertorio que hunde indudablemente sus raíces en él, y que guarda tanto las formas como el espíritu de los diccionarios académicos (nomenclatura, definiciones, y marcas), pero poniéndolo al día a través de la incorporación de voces de nuevo uso y de autoridades contemporáneas. Además, las citas ya no son solamente pruebas o testimonios del buen uso de las unidades léxicas, sino también ejemplos puestos para ilustrar nuevas acepciones y nuevos usos. 3.3.6. Análisis de las fuentes El Gran diccionario de la lengua castellana posee una serie de características que lo diferencian de los diccionarios analizados anteriormente. La gran mayoría de los artículos contiene al menos una autoridad que avala el uso del signo lemático. Pero lo verdaderamente llamativo no reside en esta peculiaridad. El rasgo diferenciador lo constituye el conjunto total de fuentes allegadas por Aniceto de Pagés y José Pérez Hervás. Como veremos en breve, el número de autores y de obras que se registran en su diccionario sobrepasa con creces la cantidad de fuentes que hemos contabilizado en los diccionarios de Terreros y de Castro. Eso puede apreciarse a simple vista, sin necesidad de un análisis exhaustivo del cuerpo del diccionario, al examinar la nómina de autores que se incluye al final del tomo I. Dicha nómina se compone de 923 autores, lo que 499 supone ya una cifra considerable. Debemos recordar que, según los cálculos de Margarita Freixas, el Diccionario de autoridades cita un total de 271 autores en función de autoridad. Para el Diccionario castellano del padre Terreros hemos identificado unos 350 registros, y el Gran diccionario de la lengua española de Adolfo de Castro logra reunir, sólo en las tres primeras letras, unas 650 autoridades diferentes. Si bien la cifra de 923 autores que se recoge en la nómina del diccionario de Pagés apunta ya a una cantidad apreciable de fuentes, el estudio completo de los cinco volúmenes que componen el Gran diccionario de la lengua castellana de Pagés y Pérez Hervás nos permite hablar de un número de referencias todavía mayor. En la tabla que incorporamos al final de este apartado se contabilizan 1.895 registros. La mención de tamaña cantidad de obras se logró de una manera relativamente sencilla gracias al manejo de fuentes secundarias o metalingüísticas. Así, los casi 2.000 autores y libros no se citaron siempre como resultado de una lectura directa y sistemática de las obras. Esta cifra ni si quiera demuestra la superioridad del diccionario con respecto a otras obras del mismo género. Simplemente queremos llamar la atención sobre el afán acumulativo con que actuaron los dos autores del Gran diccionario de la lengua castellana. A finales del siglo XIX y comienzos del XX, el principio de autoridad evoluciona de tal manera que se potencia al máximo su función testimonial. En esta época proliferaron los vocabularios que pretendían rescatar del olvido voces consideradas castizas y que la Academia no registraba en su diccionario. Cualquier unidad léxica, por el hecho de estar testimoniada (o autorizada) por algún escritor (canónico o secundario) del Siglo de Oro o posterior merecía incluirse en el catálogo oficial de voces del español, ya fuera un arcaísmo, una palabra de uso ocasional o un hápax. El principio de autoridad no se entendía ya únicamente como la garantía del bueno uso de los escritores consagrados, sino como un procedimiento para testimoniar voces caídas en desuso, pero castizas por su antigüedad. El propio concepto de casticismo sufrirá en estos años una ampliación de su significado. Muchos autores decimonónicos pensaban que la integridad del español corría un grave peligro debido a la influencia de las lenguas extranjeras, especialmente del francés. Por esa razón, era necesario recurrir a las voces antiguas que, por el hecho de serlo, se consideraban castizas. La frecuencia de uso de las palabras castizas, su vigencia no era un factor determinante para aquellos que pretendían restaurar el antiguo esplendor de la lengua española. Lo importante era volver a dar “carta de ciudadanía” a ese tipo de palabras. En América proliferaron obras reivindicativas análogas. En su caso, filólogos hispanoamericanos acusaban a los académicos españoles de ignorar una parcela importante del léxico vivo usado en América, aunque desconocido o desusado en la Península. Una vez más, la razón que esgrimían para defender la incorporación de nuevas voces se basaba en el principio de autoridad. Esta preocupación siguió viva incluso 500 después de la independencia de la mayoría de las colonias americanas, momento en que los llamados provincialismos dejaron de ser llamados así para convertirse en americanismos y sus correspondientes ismos, según la nueva nación en que se usaran: peruanismos, mexicanismos, colombianismos, etc. Aniceto de Pagés y, sobre todo, José Pérez Hervás, explotaron este tipo de vocabularios basados en testimonios de autoridades, plagiándolos sin ningún reparo, volcando todo su contenido en el diccionario que estaban elaborando. Para ambos lexicógrafos, se trataba simplemente de hacer justicia y de atender la petición de aquellos que defendían la incorporación del léxico “castizo” y “periférico” en el repertorio académico. Si el Gran diccionario de la lengua castellana pretendía ser una actualización del Diccionario de autoridades académico, dicha actualización debía llevarse a cabo incluyendo en su nomenclatura el léxico reivindicado por esa larga lista de filológos y aficionados a la filología que criticaban la “pobreza” del diccionario académico. Pagés y Pérez Hervás reprodujeron todo el léxico analizado en esos vocabularios y glosarios de moda, llegando a copiar incluso las citas. Eso explica, en parte, la gran cantidad de autoridades presentes en el diccionario. Ambos contaban además con otra ventaja adicional a la hora de hacer el acopio de nuevas fuentes. El siglo XIX es la época de las antologías y de las colecciones literarias. Como ya vimos, el ejemplo más importante lo encontramos en la Biblioteca de Autores Españoles, que creó Manuel Rivadeneyra. Las obras literarias castellanas medievales y de los siglos XVI, XVII y XVIII comenzaron a ser, a partir de entonces, mucho más asequibles, algo que facilitó el trabajo de los autores del Gran diccionario de la lengua castellana. Es difícil hablar de un canon dentro de este repertorio lexicográfico. La cuestión ha sido ya planteada en un artículo de González-Zapatero (2002), en el que se reconoce una discriminación de autores más o menos consciente. Sin embargo, hay que plantearse la siguiente pregunta: ¿es posible hablar de una selección intencional de escritores en un diccionario en que se han plagiado otros muchos repertorios con citas? En el diccionario de Pagés y Pérez Hervás se produce una acumulación de estratos tan variados que sería arriesgado hablar de una lista canónica de escritores. Hay que tener en cuenta que el primer estrato corresponde a las citas del Diccionario de autoridades, conservadas en un número muy alto de ocasiones. Pagés copió también numerosos ejemplos del Diccionario de construcción y régimen de Rufino José Cuervo y añadió además muchas citas propias que había recogido anteriormente para el Diccionario enciclopédico hispanoamericano. Finalmente, José Pérez Hervás vació concienzudamente otras dos fuentes metalexicográficas: Rebusco de voces castizas (1907), escrita por el padre Juan Mir y Noguera, y Dos mil quinientas voces castizas y bien autorizadas que piden lugar en nuestro léxico (1922) del filólogo andaluz Francisco Rodríguez Marín. Estas dos obras lexicográficas, basadas en el testimonio de escritores de los Siglos de Oro 501 fundamentalmente, suponen el último estrato en la incorporación de fuentes para el Gran diccionario de la lengua castellana. El padre Mir y Rodríguez Marín querían rescatar del olvido el mayor número posible de voces castizas, aunque para ello tuvieran que basarse en autores completamente olvidados y fuera del canon, o incluso en obras manuscritas y, por tanto, inéditas. En este punto el principio de autoridad se ve afectada por una paradoja que provocará su definitiva extinción: las autoridades eran originariamente testimonios privilegiados del buen uso de la lengua. Tales autoridades debían pertenecer necesariamente a un canon prestigioso, es decir, al grupo de los buenos escritores o, si se prefiere, de los autores clásicos. Así fue desde la Antigüedad clásica hasta la Ilustración. Autoridades sólo podían ser aquellos escritores excelentes en los que el lexicógrafo confiaba para demostrar que una voz era propia y castiza y, por tanto, pertenecía al acervo léxico de la lengua. El número de autoridades no debía ser, por esa razón, demasiado grande. De lo contrario su valor quedaba devaluado. Como ya vimos en el capítulo II, en tiempos del Imperio Romano las autoridades gramaticales eran cuatro (la llamada cuadriga clásica: Cicerón, Virgilio, Terencio y Salustio). Durante el Renacimiento, Pietro Bembo propuso para el toscano la autoridad lingüística de tan sólo tres escritores (las tres coronas: Dante, Petrarca y Boccacio). Ciertamente, un número tan reducido de autoridades no podía tener una aplicación práctica en lexicografía. Por eso, los diccionarios incorporaron, junto a los escritores canónicos, otras fuentes consideradas secundarias, pero igualmente válidas. La Academia española actuó de forma pragmática al permitir el uso de una gran variedad de fuentes para testimoniar el uso del léxico. A finales del siglo XIX, la función de las autoridades se volvió difusa, a causa de la superposición de funciones que habían ido heredando a lo largo de los siglos. Ya no se hace distinción entre verdaderas autoridades y simples testimonios. Si cualquier escritor, cualquier clase de obra, escrita en cualquier tiempo y lugar, se esgrime como autoridad, ello significa el final mismo del principio de autoridad. En esos casos se debería hablar de un criterio distinto, aquel que se basa en el testimonio filológico, criterio que siguen hoy muchos diccionarios modernos que, sólo en sentido laxo, podrían llamarse diccionarios de autoridades. En el Gran diccionario de la lengua castellana, sus autores pretendían testimoniar el uso de las voces, fuese cual fuese el origen de la fuente. Pero no existe un canon preestablecido, pues los autores asumen las listas proporcionadas por otros lexicógrafos. Las citas, las autoridades del Gran diccionario de la lengua castellana, que abundan especialmente, cumplen una función de testimonio, y a la vez permiten distinguir acepciones e ilustrar, aunque todavía de modo más bien intuitivo, las características sintagmáticas de las palabras. Desafortunadamente, el repertorio está todavía muy lejos de ser un diccionario de ejemplos, entendiendo por ejemplo el texto que posee una 502 finalidad ilustrativa dentro del diccionario. Con todo, puede apreciarse en la obra un cambio de mentalidad, propia de los lexicógrafos de finales del siglo XIX, momento en el que las citas van adquiriendo paulatinamente el valor de ejemplos, como ya sucedió en el diccionario de Larousse. Pagés no inserta en la portada de su diccionario la tan manida frase de Voltaire, sino otra de Séneca que dice: longum iter per praecepta; breve et efficax per exempla 154 . Los diccionarios son, sin excepción, hijos de su tiempo. El repertorio que comenzó a redactar Aniceto de Pagés no logró desembarazarse de la tradición basada en la cita testimonial, pero se aprecia cómo los ejemplos se transforman en una herramienta eficaz para explicar las caracteristicas sintagmáticas y semánticas de las voces, tal como ya habían demostrado Rufino José Cuervo en su diccionario, y los lexicógrafos franceses. Comenzamos, pues, el estudio de las citas presentes en el Gran diccionario de la lengua castellana con el análisis pormenorizado de las fuentes. Para ello nos serviremos de dos tablas en las que recogemos, a modo de base de datos, toda la información posible sobre los autores y las obras que se han citado en el cuerpo del diccionario. La tabla más completa se incluye en el apéndice de este trabajo, que se encuentra en el DVD que se anexa a este estudio. Dicha tabla, que se puede visualizar a través del programa Access, recoge los siguientes tipos de información organizados en columnas: 1. Número de registro: esta columna nos ayuda a contabilizar el total de autores y de obras que se citan. 2. Autor/obra: es el nombre del registro propiamente dicho. Dado que, a veces, el diccionario cita por el nombre de la obra y no por el del autor, como sucede en los textos anónimos, se hace necesario tener en cuenta ambos tipos de información en un mismo campo, para que su búsqueda y reconocimiento sean más fáciles. 3. Siglo: este campo permite situar en el tiempo al autor o la obra que se analizan. 4. Características del autor: se trata de un campo optativo. En él queremos indicar algún rasgo llamativo del escritor cuando creemos que puede aportar datos interesantes para nuestro estudio. De este modo, podemos destacar si un determinado autor pertenece a un movimiento literario concreto, si se trata de una mujer, de un religioso, de un periodista, si es hispanoamericano, etc. 5. Obra citada: uno de los grandes defectos del Gran diccionario de la lengua castellana, como ya apuntaron Menéndez y Pelayo y Pedro Múgica, es la ausencia de títulos en la mayoría de las referencias bibliográficas. Pagés y, 154 Sen. Ep. ad Luc. 6, 5 503 posteriormente, Pérez Hervás consideraron que la mera mención del escritor era suficiente para testimoniar el uso de una determinada unidad léxica. El fin de la referencia no era, propiamente, documentar filológicamente dicha unidad. Por tanto, mediante esta tabla queremos subsanar, en parte, esta carencia. Es prácticamente imposible descubrir qué obra hay detrás de cada autor citado en el diccionario. Lo que hemos hecho ha sido rastrear la fuente exacta de una o varias voces para un autor determinado, gracias al sistema de búsquedas que permiten actualmente las nuevas tecnologías, especialmente internet. De ese modo, si bien no era posible específicar todas y cada una de las obras citadas, al menos sí apuntamos a las obras citadas con mayor frecuencia. Por ejemplo, en el caso de Mateo Alemán especificamos que se cita, por una parte, su famosa obra La vida del pícaro Guzmán de Alfarache (1599), pero también otra bien diferente, como es su Ortografía española (1609). No se trata de un análisis exhaustivo, pero al menos permite a los usuarios e investigadores del diccionario estar más seguros de los textos que se están citando en realidad. 6. Los siguientes campos corresponden a los cinco tomos del diccionario. En cada campo se indica el número de veces que es citado el autor o la obra en cuestión. El sexto campo indica la suma total de citas. Esta información es relevante para llevar a cabo el análisis estrictamente estadístico, pero también para comprobar las diferencias entre los tres primeros tomos, en los que participó exclusivamente Aniceto de Pagés, y los tomos IV y V, en los que trabajó también José Pérez Hervás. Éste es el fin último del siguiente campo, en el que se indican en qué tomos se citó concretamente al autor o la obra. 7. Posible fuente secundaria: aquí señalamos las fuentes secundarias que los autores usaron para registrar nuevas palabras o expresiones, así como las citas con que avalarlas. De este modo podemos apreciar, siempre de manera aproximada, la proporción de citas que vienen arrastrándose por la tradición, y las que son nuevas, fruto de la lectura directa de la fuente. 8. Tipo de fuente: como se ha hecho para los diccionarios precedentes, se lleva a cabo una distinción básica: por un lado, las fuentes primarias o lingüísticas, aquellas que reflejan el uso real, histórico del léxico de una lengua, y, por otro lado, las fuentes metalingüísticas, fuentes indirectas que durante siglos ayudaron a los lexicógrafos a dilucidar cuestiones de índole semántica, ortográfica, etimológica, o bien a establecer equivalentes en otras lenguas. Dentro de las fuentes lingüísticas hemos establecido, además, una subclase especial: la lingüístico-enciclopédica, dada la importancia de las llamadas lenguas de especialidad, que se reflejan especialmente en los tratados 504 científico-técnicos. Hemos llamado así a este tipo de fuentes por el hecho de que los ejemplos extraídos de ellas son, casi siempre, ejemplos enciclopédicos. No debe pensarse, pues, que las fuentes lingüístico-enciclopédicas se componen únicamente de enciclopedias, sino de cualquier obra cuyo principal objetivo es transmitir conocimiento enciclopédico o especializado. De esta manera pretendemos distinguir las obras literarias de ficción y no ficción, por un lado, y las obras de contenido científico o técnico por otro, diferenciación que se refleja en el tipo de voces que se recogen en ellas (voces de la lengua general frente a términos especializados). 9. Género: Se trata de una información importante, aunque a menudo no se ha podido establecer, debido a que desconocemos la obra que se cita, y a que el contenido del ejemplo mismo no siempre ayudaba a establecer el género de la obra que se trata. 10. Comentarios: en esta ocasión, se trata de un campo abierto y facultativo, en el que hemos introducido información de diversa índole que nos ha parecido relevante. Hemos intentado especialmente señalar el tipo de voces ilustradas en las citas: coloquialismos, tecnicismos, arcaísmos, etc. 11. Fe de erratas: finalmente hemos dejado un lugar para la indicación de las erratas. Hay que decir que muchas de ellas hacían muy difícil la correcta identificación del escritor. Por eso vemos necesaria la indicación de cualquier variante que se produzca en la referencia bibliográfica situada después del ejemplo, para que así el usuario sepa que se encuentra ante un error tipográfico, y no ante un autor de identidad desconocida. Hemos querido añadir al final de este epígrafe la lista completa de autores y obras que se citan, Dicha lista, extraída naturalmente de la tabla general que acabamos de comentar, incorporará solamente los datos referidos al registro, al género, al siglo, al número de apariciones y al título de la obra que con más frecuencia se cita (cuando ha sido posible identificarla). Pretendemos que esta nómina sea, una vez más, una herramienta práctica. El nombre del escritor aparece en el primer campo tal como se registra en el diccionario. Esto quiere decir, que si en el diccionario aparece la cita de Leopoldo Mas, nosotros lo registramos con tal nombre, aunque sepamos que en realidad se trata de Leopoldo Alas. Lo que pretendemos al conservar la referencia tal como está, incluso errada, es ayudar al usuario a la correcta identificación del autor o de la obra. Si nuestra listra incluyera únicamente el nombre de Leopoldo Alas, podría suceder que quien la consultara, buscando más información sobre un tal Leopoldo Mas, no cayera en la cuenta de que se trata del famoso autor de La Regenta. La consecuencia de esto es que existen más 505 registros de los que realmente debería haber, pues algunos autores están representados en dos registros diferentes. Para Leopoldo Alas, existiría un registro con su propio nombre y otro con el equivocado Leopoldo Mas. Pero preferimos este pequeño desajuste, fácilmente corregible, para que la finalidad práctica prevalezca. Esa es la razón también de que el título de una obra ocupe a menudo el lugar que suele ocupar el autor. El objetivo es que el usuario llegue a la obra a través del autor conocido y, a la inversa, que pueda identificar al autor a través del título de la obra expresado en la referencia. Entre paréntesis hemos indicado, siempre que ha sido posible, los años de nacimiento y muerte del autor, o bien el año de la primera edición de la obra citada. Entre corchetes hemos añadido la información que no aparece en el diccionario. A veces, Pagés sólo cita los apellidos del escritor, en otras ocasiones sólo la primera letra. En otras ocasiones, el nombre del escritor se presenta con el segundo apellido y no con el primero (por ejemplo, en «Mendoza, Fray Juan G.[onzález] de (1545-1618)»; «Navarrete, Pedro F.[ernández] (1647-1711)». Nuestra lista los presenta sin cambios, por las razones que ya hemos comentado. Como se puede ver, las referencias bibliográficas del diccionario están muy poco estandarizadas. La nómina que hemos confeccionado pretende unificar todas las variantes. Hemos completado siempre la información que falta. Por último, antes de pasar al análisis propiamente dicho de las fuentes, debemos hablar del campo correspondiente al siglo en que vivió el autor. Cuando un escritor vivió y escribió su obra íntegra en un mismo siglo, no existe ningún problema. Pero cuando un determinado autor vivió entre dos siglos, entonces pueden establecerse varios criterios, a veces contradictorios, para fijarlo en una sola fecha. Una vez más, hemos procurado seguir una vía pragmática. La primera regla que hemos fijado a la hora de situar a un escritor en un siglo ha sido la de establecer que ningún autor que haya nacido en la primera mitad de un siglo determinado puede ser clasificado en el siglo siguiente, aunque haya vivido en éste más de veinte años. Por esa razón, respetamos la decisión de Pagés al situar a Cervantes (1547 – 1616) en el siglo XVI, aunque su principal obra, El Quijote, se publicara en el siglo XVII. Cuando un autor nació en la segunda mitad de su siglo, pero publica su obra principal en la siguiente cuenturia, establecemos ésta como la que le corresponde. Si un escritor vivió entre los siglos XIX y XX, pero es citado por Pagés entre los tomos I y III, lo establecemos, sin lugar a dudas, en el siglo XIX, pues Aniceto de Pagés murió en el año 1902, y aunque el escritor en cuestión viviera prolongadamente en el siglo XX, Pagés sólo pudo haber leído algún texto escrito antes de la fecha de su muerte. De esta manera, hemos procedido de manera muy semejante a la del lexicógrafo catalán, que en la nómina que él mismo confeccionó situó a cada escritor en un único siglo. De todos modos, esta forma de “encasillamiento” puede parecer artificial e incluso arbitraria. Los autores y las obras podrían haberse clasificado también según el movimiento literario al que perteneciera. 506 Por ejemplo, Leandro Fernández de Moratín, muerto en 1828, podría haberse clasificado en el movimiento de la Ilustración, lo que sería más exacto que encasillarlo, sin más, en el siglo XVIII. De todos modos, esto habría producido muchos más inconvenientes que ventajas. Para empezar, habría un desequilibrio entre las obras literarias, que se pueden adscribir a un determinado movimiento literario, pero no las obras jurídicas, históricas o científico-técnicas. Para esta clase de tratados es necesario establecer una fecha, sin más. Lo que se pretende, al fin y al cabo, es situar, lo más acertadamente posible, la cronología de un texto, correspondiente a la cita, con el fin de comprobar la proporción de textos modernos y antiguos usados por el lexicógrafo. Sólo de este modo puede establecerse el modelo de lengua que se pretendía describir. En cualquer caso, el número de autores que ofrecen dudas es tan reducido que no desvirtúan en absoluto las conclusiones finales. A continuación ofrecemos la información más completa que, hasta el momento, hay sobre este diccionario en lo que a las citas y fuentes se refiere. Como ya adelantamos, el número de registros en esta obra asciende a 1.895, si bien habría que descontar unas 15 referencias, que corresponden a una mala trascripción del nombre de algunos autores que han sido citados en otros lugares correctamente. El número de citas que manejamos es de 79.420. En cada caso manejaremos dos porcentajes diferentes. En primer lugar, analizaremos la proporción con respecto al número de registros. Así, por ejemplo, veremos que en el diccionario se mencionan 358 autores del siglo XVI, lo que supone el 18,87 % de todos los registros. Ahora bien, nos interesa además conocer el número de citas correspondientes a este siglo. Según nuestro cómputo, obtendríamos 16.154 citas, es decir, el 20,33 % del total. Como se ve, la diferencia en este caso es muy pequeña. La razón por la que distinguimos estos dos valores es la siguiente: el primer dato nos sirve para valorar la representatividad de una época con respecto a un canon de autores (si aceptamos que realmente la nómina refleja un canon). El segundo valor, en cambio, nos habla de la lengua que describe el diccionario. La clasificación de las citas según las fechas nos permite comprobar si se trata de un diccionario equilibrado, si favorece alguna época con relación a otra, etc. Además, habría que añadir un tercer criterio. Hemos visto que el diccionario tuvo dos autores que trabajaron en él sucesivamente. Conocemos perfectamente el ámbito de participación de cada uno. Al igual que ocurría en el estudio de Radermacher (2005) llevado a cabo para el Trésor de la langue française, queremos comprobar si existen dos modos diferentes de entender el recurso de las citas dentro del diccionario. Esto puede lograrse analizando por separado los ejemplos de los primeros tres tomos y los ejemplos de los tomos IV y V. Naturalmente, estos dos últimos volúmenes contienen citas tanto de Pagés como de Pérez Hervás, pero, como se comprobará más adelante, resulta relativamente sencillo distinguir las citas recogidas por uno y por otro. La pregunta central que hay que hacerse a este respecto es si José Pérez 507 Hervás modificó sustancialmente el corpus de citas que manejaba Aniceto de Pegés. En ese caso, deberíamos hablar de un diccionario con dos modelos de lengua diferentes. Las conclusiones se expondrán al final de este epígrafe. En primer lugar, vamos a ocuparnos de las citas en relación a su cronología. Analizaremos qué épocas se favorecieron en este repertorio, y podremos comprobar si Pérez Hervás modificó en algo la visión de su antecesor o no. En la tabla existen 222 registros para los que ha sido imposible fijar una fecha y, a menudo, establecer cualquier otro tipo de información. Las causas son varias. A menudo, la referencia es tan general que no hay forma de datar la cita. Encontramos referencias como Actas capitulares del archivo municipal de Sevilla, Códigos españoles concordados y anotados, Autos acordados del Consejo, Autos de Cortes de Aragón, Documentos de la Iglesia de Cartagena, Documentos inéditos del Archivo de Indias (probablemente del siglo XVI), Inventario de una hostería, Legajos de la Inquisición, Pregón popular, refrán, o Sentencia del Tribunal Supremo, que, aunque puedan corresponder con mucha probabilidad a un determinado siglo, hemos preferido no datar, por no estar completamente seguros de que la datación pudiera ser la correcta. En la mayoría de las ocasiones, sin embargo, se trataba de autores que nos ha sido imposible identificar, a pesar de las pesquisas que nos proporcionaban las propias citas. A veces, el nombre y el apellido son tan comunes que esto ha supuesto el obstáculo principal para su identificación. Así, tenemos casos como los de Luis Alfonso, Pablo Céspedes, Ramón Clemente, Pedro Correa, Francisco Delgado, Sebastián Fernández, Sebastián López, Vicente Sánchez, etc., que no se han podido relacionar con ningún personaje histórico. Además, tenemos la firme sospecha de que algunos de los nombres no corresponden en realidad a ningún escritor concreto, o bien no han sido correctamente trascritos. Por todas estas razones ha sido imposible la identificación segura de todos los registros. En cualquier caso, la investigación prosigue. Como decíamos, 222 registros en total no han podido fecharse en un siglo concreto (el 11% del total). Estos registros corresponden a 1.668 citas (el 2%). Por tanto, es una cantidad tan poco significativa que no distorsionará el resultado general de los datos que estamos analizando. Los documentos más antiguos citados en este diccionario datan del siglo XII. Son, en su mayoría, obras de carácter jurídico, como el Fuero de Molina de 1152, los Fueros de la ciudad de Toledo y los Fueros de San Sebastián de Guipúzcoa. Además, se cita un documento del año 1173. Todos ellos se mencionan en una ocasión y, curiosamente, sólo en el tomo I, correspondiente a las letras A y B. Además, se cita el Poema de Mío Cid un total de 18 veces, en los tomos I y IV. Los registros correspondientes al siglo XIII son, como es comprensible, más numerosos. Llegan a un total de 26, si bien hay que tener en cuenta que Alfonso X, las Partidas, y la Crónica General de España se citan de manera 508 separada, aunque podrían incluirse dentro de un registro común que abarcara las obras de Alfonso X en general. Las Partidas, autoridad tradicional en la lexicografía española con citas –mencionadas en los respectivos Tesoros de Covarrubias y de Ayala Manrique, en el Diccionario de autoridades, el Diccionario castellano de Terreros y el Gran diccionario de Adolfo de Castro–, es la obra jurídica que se menciona con más frecuencia (en 303 artículos). El Libro de Alexandre se cita a veces por este nombre y otras veces por el de su presunto autor, Juan Lorenzo de Segura en 246 ocasiones. A lo largo de los cinco tomos del diccionario se cita además a Gonzalo de Berceo (127 citas), Bocados de Oro (46 citas), la Gran conquista de Ultramar (27 citas), el Calila e Dymna (11 citas), el Poema del Conde Fernán González (10 citas) y el Libro de Apolonio (5 citas). También existen obras jurídicas (diferentes fueros), pero, una vez más, sólo se mencionan en el tomo I. Parece que Aniceto de Pagés prescindió muy pronto de este tipo de documentos como autoridad, pues a partir del tomo II ya no se vuelven a citar. Las referencias a obras literarias, en cambio, sí se prolongan a lo largo de todo el diccionario. Lo mismo sucede con las obras del siglo XIV. Documentos como los formados por las Cortes de Medina del Campo (1302), el Fuero viejo de Castilla (1377), el Fuero de Vega de doña Limpia (1302), las Leyes del Estilo, el Ordenamiento de don Juan I (1387), las Ordenanzas de Huesca (1349) o las Ordenanzas de Segovia (1390), sólo se mencionan en el primer tomo del diccionario, y en contadas ocasiones. Por el contrario, obras literarias como El Conde Lucanor, el Libro de los exemplos, el Libro de la Montería de Alfonso XI, el Libro de buen amor (citado por el nombre de su autor, Juan Ruiz), la obra de Pero López de Ayala y el poema de Alfonso XI se citan más o menos profusamente en todos los volúmenes. En total, 24 registros componen las obras y los autores citados en el siglo XIV, con un total de 611 citas. Para el siglo XV, hemos registrado hasta un total de 69 registros y 3.369 citas. En dicho siglo hemos incluido todos los romances anónimos. Aunque este tipo de composición tenía carácter popular, y podían remontarse a siglos anteriores, fue en el XV cuando se popularizaron realmente, y se pusieron por escrito por primera vez, recogidos en obras que se conocerían a partir de entonces como romanceros. Los romances constituyen una de las autoridades de primer orden, en lo que respecta a la frecuencia de cita, como ya sucedía en el diccionario de Adolfo de Castro. Diversos romances se citan en 1.818 artículos. Le sigue, aunque con diferencia, La Celestina (407 citas) para autorizar, sobre todo, numerosas expresiones figuradas, locuciones y refranes, como caer ó picar uno en el anzuelo (fig. fam.), caer uno de su asno (fig. fam.), de vino el asno vendrá la albarda, ¿a dó irá el buey que no are?, darse una palmada en la frente, quien menos procura alcanza más bien, etc. Otros autores citados con frecuencia son el cronista Gómez de Cibdarreal (175 citas), el poeta Juan de Mena (152 citas) –uno de las primeros escritores considerados como autoridad por los gramáticos castellanos–, Alonso de 509 Madrigal (el Tostado) (74 citas), Alfonso de Palencia (como cronista) (69 citas), el Marqués de Villena (43 citas), el Marqués de Santillana (19 citas), y Hernán Pérez del Pulgar (33 citas). Con poca frecuencia se citan las Coplas de Mingo Revulgo (tan recurrentes en Covarrubias) (19 citas) y escritores como Fernán Pérez de Guzmán (24 citas), Alfonso de la Torre (15 citas) –autor de la Visión delectable de la filosofía y artes liberales o De la filosofía y de las otras sciencias (publicada en 1480), Nebrija (10 citas) –la obra mencionada es su Gramática castellana de 1492–, o Jorge Manrique (9 citas). La mayoría de voces autorizadas son arcaísmos. Realizando una visión de conjunto sobre las obras escritas en la Edad Media, podemos decir que las obras del siglo XV son las mejor representadas en el diccionario, destacando por encima de todo la citación de romances. La segunda obra más citada es La Celestina, seguida por las Partidas, el cronista Gómez de Cibdad Real, el Libro de Buen Amor, Juan de Mena, Pedro López de Ayala, el Libro de Alexandre y Gonzalo de Berceo. Menos citadas son otras obras literarias, como El Conde Lucanor, La Gran Coquista de Ultramar o el Cantar de Mío Cid. Las crónicas y las obras jurídicas ocupan el último puesto en número de citas. Éstas últimas se mencionan, principalmente, en el primer tomo del diccionario, lo que significa que Pagés decidió prescindir de ellas en la mayor parte de su diccionario. El número de obras y autores del siglo XVI experimenta, como como ya adelantábamos, un aumento considerable en cuanto a la cantidad de registros: un total de 358 (18,87%). En cuanto al número de ejemplos extraídos a partir de obras del siglo XVI, se contabilizan 16.154 (el 20,33% de todo el diccionario). El autor más citado de esta época es Cervantes, que llega a citarse en 3.570 ocasiones. Mediante esta autoridad se ilustran numerosos arcaísmos, voces usadas en sentido figurado y un gran número de adiciones léxicas (voces no recogidas por ningún diccionario académico). El segundo autor más citado es el padre Mariana (Historia General de España [1601], 946 citas). Le siguen el poeta Alonso de Ercilla, famoso autor de La Araucana (652 ctias), el predicador dominico Antonio Cáceres y Sotomayor (638 citas), Fray Luis de Granada (617 citas), el poeta Bernardo de Valbuena (511 citas), el farmacólogo Andrés Laguna (autoridad tradicional en la lexicografía española por su traducción de la Materia de Dioscórides; 368 citas), el humanista Juan de Mal Lara, autor de Philosophía vulgar, primera parte, que contiene mil refranes glosados (Sevilla, 1568) (se ilustran sobre todo refranes, en 366 artículos), Fray Luis de León (358 citas), el jesuita Pedro de Ribadeneira (343 citas), Santa Teresa (324 citas), el historiador Ambrosio de Morales, autor de Antigüedades de las ciudades de España (1575) (252 citas), el traductor Diego Gracián de Aldrete (248 citas), el religioso Malón de Chaide (217 citas), Fray Antonio de Guevara, Gabriel Alonso de Herrera, autor del famoso Tratado de Agricultura General 510 (1513), también una autoridad traducional en nuestra lexicografía (213 citas), Diego Hurtado de Mendoza (208 citas), el humanista Fernando Núñez de Guzman (196 citas de su obra Glosas a las Trescientas de Juan de Mena, 1509), el cronista de Indias Pedro José de Acosta (194 citas), y un largo etc. La lista de autores renacentistas coincide en su mayor parte con la del Diccionario de autoridades, del que Pagés toma un gran número de citas. Hay que destacar la introducción de nuevos autores, pero secundarios en cuanto a su importancia. La mayor cantidad de citas se concentran sólo en unos pocos autores. De los 354 que hemos localizado, nada menos que 235 se citan en menos de 10 ocasiones, y 106 tan sólo una única vez. La explicación es sencilla. La introducción de nuevos escritores se debe, con frecuencia, al uso de otros diccionarios que recogían voces castizas ausentes del repertorio académico. Autores, hoy completamente olvidados, como Domingo de Becerra –traductor de una obra del Galateo–, Fernández de Villegas – traductor de Dante–, Jerónimo Lomas Cantoral –poeta petrarquista–, Francisco Pacheco – poeta satírico–, Francisco del Rosal –autor de un famoso diccionario etimológico inédito entonces–, Fray Juan de Pineda –llamado equivocadamente Fray Juan Rueda en el diccionario–, Alonso Sánchez Arias, Miguel Sánchez de Lima –autor del Arte poética en romance castellano (1580)-, Gregorio de Tovar, Francisco Truchado, Fray Damián Vegas, Alfonso Velázquez de Velasco, Alonso de Venegas, Cristóbal de Villaón, y el médico Arnaldo Villanova, se introdujeron en el Gran diccionario de la lengua castellana a través de la obra de Francisco Rodríguez Marín, Dos mil quinientas voces castizas y bien autorizadas que piden lugar en nuestro léxico (1922). Como decíamos, la mayoría de ellos son autores hoy en día prácticamente desconocidos. Apenas se citan como mucho 10 veces en el diccionario, y las voces autorizadas son siempre arcaísmos, casticismos según la doctrina de la filología decimonónica. La obra del padre Mir, Rebusco de voces castizas (1907), también fue aprovechada para extraer ejemplos de voces aún inéditas en diccionarios españoles. Algunos de los autores “secundarios” que se extrajeron de esta obra fueron Pedro de Mena, Fray Cristóbal Moreno, Fray Diego Murillo, Diego Pérez, Fray Jerónimo San José, Rodrigo de Solís, y Fray J. Suárez de Godo. Todos ellos son religiosos y sus obras tratan temas de espiritualidad cristiana. Hemos nombrado aquí sólo aquellos autores citados en menos de 10 ocasiones. Pero las dos fuentes mencionadas, las de Rodríguez Marín y de Mir y Noguera, son explotadas de manera mucho más amplia, como se puede comprobar en nuestra tabla. Los autores del diccionario usaron también otras fuentes para rescatar voces castizas usadas en el pasado. Ya hacíamos mención a la Biblioteca de Autores Españoles. Hay que destacar el volumen dedicado al romancero general, recogido por Agustín Durán en el volumen X de dicha biblioteca, con el título Romancero general o colección de romances castellanos anteriores al siglo XVIII (1849-1851). De aquí se extrajeron citas de diversos poetas del 511 siglo XVI que no aparecen mencionados en ningún diccionario anterior, como Alfonso de Alcabdete, Diego García, Andrés Ortíz, y Jerónimo Ramírez. Pagés aprovechó una obra antológica del teatro clásico español, elaborada por Eugenio de Ochoa, y titulada Tesoro del teatro español, desde su origen (1356) hasta nuestros días (1838). Hemos comprobado que de esta obra se extrajeron las citas de tres autores: Antonio de Silva [pseudónimo de Jerónimo Bermúdez de Castro, 1530-1599) –se cita, más concretamente, su obra Nise Lastimosa (1577)–, Alfonso Velázquez de Velasco y Gil Vicente. Muy probablemente la única cita del poeta Gregorio Murillo, de la escuela antequerana, se extrajo de las Curiosidades bibliográficas (1855), publicadas por Adolfo de Castro en la colección de la Biblioteca de Autores Españoles. Otras fuentes secundarias no pueden establecerse con tanta seguridad. Por ejemplo, el fragmento citado del escritor Alonso Álvarez de Soria aparece en Anales de la literatura española (1904) de Adolfo Bonilla y San Martín. Cronológicamente sería plausible, pues la cita aparece en el tomo IV, cuyos fascículos empezaron a publicarse en 1925. Otro autor citado una sola vez en todo el diccionario es el poeta Alonso de Cardona. El fragmento citado lo hemos localizado en la Historia crítica de la literatura española (1861-1865) de José Amador de los Ríos. Otro autor poco mencionado es Bernardino de Mendoza, historiador que relató lo sucedido en la guerra de los Países Bajos. No debe ser casualidad que las ocho citas presentes en el Gran diccionario de la lengua castellana coincidan con las que se recogen en el Glosario de voces de armería (1912), escrito por Enrique de Leguina. Esto confirmaría que ya en el segundo tomo participó una mano diferente a la de Aniceto de Pagés, una mano cuya autoría se desconoce, pues sólo tenemos la certeza de que Pérez Hervás comenzó a participar en el tomo IV del diccionario (y más concretamente, a partir del año 1917). Un autor poco conocido, y nunca mencionado en los diccionarios generales como autoridad es Juan de Torres, autor de una obra política: Filosofía moral de príncipes (1594). Se menciona en tres ocasiones, y las mismas citas las hemos localizado en el Diccionario de galicismos: ó sea de las voces, locuciones y frases (1855) de Rafael María Baralt, que es mencionado en 20 ocasiones a lo largo del diccionario. Por tanto, esta obra, también metalexicográfica, se convierte en una más que probable fuente secundaria, al menos en los que respecta a las citas de Juan de Torres. Pero hay que decir que una gran mayoría de los autores del siglo XVI (y también XVII) aparecen ya citados en el Diccionario de Autoridades (tanto en su primera edición de 1726-1739, como de la segunda de 1770). El Gran diccionario de la lengua castellana toma las citas sin apenas modificaciones, salvo la eliminación del título de la obra citada en la referencia bibliográfica. A continuación, revisaremos el tipo de obras citadas en el diccionario respecto al período analizado. Decíamos que el total de registros recogidos en relación a los autores del siglo XVI llegaba a 353. Como se puede entender fácilmente, el número de fuentes 512 metalingüísticas no es en absoluto significativo. Tan solo se cuentan 6 fuentes de este tipo. Por un lado, es comprensible, ya que hasta los siglos XVIII y XIX no existe un incremento significativo de la producción de diccionarios. Por otra parte, ya hemos adelantado que Pagés debió de abandonar las referencias directas a otras obras de carácter metalingüístico. Con todo, la fuente metalingüística más citada de este período es un diccionario jurídico, que se encuentra en Las leyes de todos los reynos de Castilla (1538), escrita por Hugo Celso. Esta obra sirve para autorizar voces legales arcaicas 155 , a través de ejemplos definicionales, propios de una fuente metalingüística, pero también a través de auténticos ejemplos de uso, ya que la obra citada no sólo es un glosario de términos jurídicos, sino también un tratado sobre leyes. Se cita, en total, 27 veces. En el tomo V no se ha encontrado ninguna mención a esta obra. Lorenzo Palmireno, citado en 22 ocasiones, es el segundo autor más mencionado entre las fuentes metalingüísticas del siglo XVI. Autor de varios vocabularios, los ejemplos extraídos de su obra son de carácter metalingüístico. Menos citado es el Vocabulista arábigo de fray Pedro de Alcalá (sólo en cuatro ocasiones). Este repertorio sirve para autorizar varios arcaísmos: acobdar (ant.), arabía, arpador (ant.), y arremembrar (ant.). Mencionaremos también las obras de Alfonso Sánchez de la Ballesta (Dictionario de vocablos castellanos aplicados a la propiedad latina, 1587), mosén Pedro Valles (Libro de refranes y sentencias, 1549), y el diccionario etimológico del médico cordobés Francisco del Rosal, cuya cita está tomada de Dos mil quinientas voces castizas… de Francisco Rodríguez Marín. Como ya expusimos, las fuentes lingüísticas pueden clasificarse en dos grupos: fuentes lingüísticas no especializadas (ficción y no ficción) y fuentes lingüísticas enciclopédicas o científico-técnicas. Comenzamos hablando de este segundo grupo. Ya se ha destacado la importancia del léxico especializado como campo de batalla entre las diferentes visiones de lo que debería ser un diccionario. La lexicografía no académica hizo de su inclusión su estandarte. Hay un total de 69 tratados citados escritos en el siglo XVI (1.939 citas). Los campos son diversos 156 : 1) Agricultura: - HERRERA, Gabriel Alonso de: Tratado de agricultura general (1513): 213 citas. Autoridad tradicional en la lexicografía española. - RÍOS, Gregorio de: La agricultura de jardines (1592): 6 citas. Esta obra fue el primer tratado de jardinería escrita en castellano, y uno de los más importantes de Europa. 155 Las voces autorizadas por Hugo Celso son: agir, aguaducho (ant.), albaceazgo, albeite (ant.), alcahuetería, alfaqueque, almocadén, aloguero (ant.), apostólico (ant.), apóstolo (ant.), arbitral, arcedianadgo (ant.), arcedianazgo (ant.), arciprestadgo (ant.), arcipreste, arraigado, arraigar (for.), artículo (for.), * atributar, autor (ant. for.), encartación, falcidia (for.), posesión civil (for), postulación, postular, retraer (for), y revista. 156 Las obras se ordenan según el número de citas, de mayor a menor. 513 - VALVERDE Y ARRIETA, Juan de: Diálogos de la Fertilidad (1578): una cita. La cita está tomada del Diccionario de autoridades. 2) Albeitería: - SUÁREZ, Alonso: Recopilacio[n] de los mas famosos autores griegos y latinos que trataro[n] de la excele[n]cia y generacio[n] de los cavallos. Y assimismo com se han de doctrinar y curar sus enfermedades (1564): 49 citas. - CALVO, Fernando: Libro de Albeytería (1587): 12 citas. - Suárez de Peralta, J.: Libro de albeitería y Tratado de la caballería de la jineta y la brida: 7 citas. - REINA, Francisco de la: Libro de Albeitería (1547): 3 citas. - MANZANA, Eugenio: Libro de enfrentamiento de la jineta (1570): una cita. 3) Alquimia: - PÉREZ DE VARGAS, Bernardo: una cita. 4) Anatomía: - VALVERDE DE AMUSCO, Juan: Historia de la composición del cuerpo humano (1556): 9 citas. 5) Anatomía/arquitectura: - ARFE, Juan de: De varia conmensuración para la esculptura y architectura (1583): 3 citas. 6) Arquitectura: - SAGREDO, Diego de: Medidas del Romano, escrito al estilo erasmista, es decir, en forma de diálogo (1526): 2 citas. - VILLALPANDO, Francisco: Traducción de Utte l’opere d’architettura et prospettiva, del italiano Sebastián Serlio Boloñés: 2 citas. 7) Astrología: - CIRUELO, Pedro: 6 citas. 8) Astronomía: - GARCÍA DE CÉSPEDES, Andrés: una cita. - Tovar, Simón de: Examen i censura por el doctor Simon de Touar del modo de aueriguar las alturas de las tierras, por la altura de la Estrella del Norte, tomada con la ballestilla ... (1595): una cita. 9) Caza: - VALLÉS, Juan: Libro de acetrería y montería (1556): 19 citas. - ZÚÑIGA Y SOTOMAYOR, F.: Libro de cetrería de caza de azor: 10 citas. - Barahona de Soto, Luis: Diálogos de Montería [obra impresa por primera vez en 1890]: una cita. 10) Ciencia militar: - FUNES, Juan de: Arte militar: 18 citas. - MENDOZA, Bernardino de: Theorica y practica de guerra (1595): 5 citas. - EGUILUZ, Miguel: Malicia, discurso y regla militar (1595): 4 citas. - CASAS, Cristóbal de: Teoría y práctica de la Fortificación (1597): una cita. 514 11) Cocina: - GRANADO MALDONADO, Diego: Libro del arte de cozina (1599): 4 citas. 12) Economía: - SOLÓRZANO, Bartolomé Salvador: Libro de caxa y manual de cuentas de mercaderes, y otras personas, con la declaracion dellos (1590): una cita. 13) Filología: - HERRERA, Fernando de: Anotaciones a la poesía de Garcilaso (1588): 101 citas. La mayoría están tomadas del Diccionario de autoridades. - LÓPEZ PINCIANO, Alonso: 33 citas. - VALDÉS, Juan de: Diálogo de la lengua: 26 citas. Sirve para autorizar refranes. - DÍAZ DE RENGIFO, Juan: Arte poética española: 3 citas. - FRÍAS, Damasio: Diálogo del amor [donde trata cuestiones literarias; obra inédita]: una cita. Ésta pudo tomarse del Diccionario de autoridades o bien del Diccionario filológico-comparado de la lengua castellana de Calandrelli (1880). - SÁNCHEZ DE LIMA, Miguel: El arte poética en romance castellano (1580): una cita. La misma cita aparecen en Dos mil quinientas voces castizas de Rodríguez Marín. 14) Filosofía: - GUEVARA, Fray Antonio de: 214 citas. - MEJÍA, Pedro: Coloquios y diálogos (1547): 102 citas. - VILLALOBOS, Francisco de: Problemas morales y naturales: 54 citas. - PÉREZ DE CHINCHÓN, Bernardo: Espejo de la vida humana: 36 citas. - RÚA, Pedro de: Cartas censorias sobre las obras historiales del obispo Fr. Don Antonio de Guevara (1549): 9 citas. - ARIAS MONTANO, Benito: Aforismos sacados de la historia, de Publio Cornelio Tácito [obra póstuma, 1614]: 5 citas. Las mismas autoridades se encuentran en el primer diccionario académico. - Consuelo de la vejez [anónimo] (1539): una cita. 15) Física: - CORTÉS, Martín de Albacar: 3 citas. 16) Geografía: - ROCAMORA, Ginés de: Sphera del universo (1599): una cita. 17) Historia natural: - CORTÉS, Jerónimo: Phisonomía y varios secretos de naturaleza (1598): 3 citas. 18) Mecánica: - TURRIANO, Juanelo: dos citas. 19) Marina: - CANO, Tomé: Arte para fabricar, fortificar y aparejar naos (1611): una cita. - GARCÍA DE PALACIOS, Diego: Instrucción náutica (1583): una cita 20) Matemáticas: - ADRIÁN AYNZA, Antonio: Claro y luzido espejo de almutaçafes (1577): una cita? 21) Medicina: 515 - LAGUNA, Andrés: Materia médica de Dioscórides, con numerosas anotaciones: 368 citas. - FRAGOSO, Juan: 89 citas. - LOBERA de Ávila, Luis: 29 citas. - LÓPEZ DE VILLALOBOS, Francisco: 18 citas. - LAREDO, Bernardino de: 16 citas. - AVIÑÓN, Juan de: Sevillana medicina traducido del latín por Nicolás Monardes (1545): 15 citas - MONARDES, Nicolás: 9 citas - MERCADO, Luis: 8 citas - SABUCO, Oliva: Nueva filosofía de la naturaleza del hombre (1587): 5 citas. Una de las pocas autoras citadas en el Gran diccionario de la lengua castellana. - FREYLAS, Alonso de: 3 citas. - GINOVÉS, Simón: Sobre el servidor de Abulcacis (1515): 3 citas. - LÓPEZ, Gregorio: Tesoros de Medicina: 3 citas. - VILLANOVA, Arnaldo: Libro de medecina llamado maçer, que trata de los mantenimientos… (1519): 3 citas. Están tomadas de Dos mil quinientas voces castizas… de Rodríguez Marín. - DÍAZ, Francisco: Tratado de todas las enfermedades de los riñones, vejiga y carnosidades de la verga: 2 citas. - MONTAÑA, Bernardo: 2 citas. - NÚÑEZ, Francisco de Coria: 2 citas. - GUTIÉRREZ DE TOLEDO, Julián: Cura de la piedra y dolor de la yjada o y cólica renal: una cita. - JARAVA, Juan de: una cita. - PÉREZ, Lorenzo: Libro de Theriaca: limpio de los errores hasta nuestros tiempos en ella cometidos, y vtilissimo para preparar y consiguir muchos Simples y Compuestos cada dia recebidos en el vso de Medicina (1575): una cita. 22) Minerología: - PÉREZ DE VARGAS, Bernardo: De Re Metalica: en el qual se tratan mvchos y diversos secretos del conocimiento de toda suerte de minerales (1569): 4 citas. 23) Psicología: - HUARTE DE SAN JUAN, Juan: Examen de ingenios (1575): 3 citas. 24) Refranero: - MAL LARA, Juan de: Philosophía vulgar, primera parte, que contiene mil refranes glosados (1568): 366 citas. 25) Sericultura: - CASAS, Gonzalo: Arte para criar seda desde que se rebiue vna semilla (1581): 2 citas. Como puede verse, las obras de medicina son las más numerosas. Pero conviene recordar que el Gran diccionario de la lengua castellana comenzó a publicarse en el año 516 1902, y que, a pesar de todo, se mencionan tratados de agricultura, albeitería, astronomía, o medicina del siglo XVI. Más adelante volveremos a tratar el campo de las disciplinas especializadas, para comprobar si el léxico científico incluido en este diccionario corresponde al paradigma contemporáneo, o si, por el contrario, pertenece más bien a etapas históricos del pasado. Naturalmente, las obras literarias superan con creces el número de tratados científico- técnicos. Si decíamos que son 68 las obras especializadas del siglo XVI citadas en el diccionario (con 1.939 citas en total), los autores que escribieron obras literarias (de ficción y no ficción) llegan a sumar 271, aunque sólo 32 escritores se citan en más de 100 artículos. Entre las fuentes lingüísticas no sólo hay obras literarias en sentido estricto. Además de los 271 escritores, existen 23 registros que se refieren a textos legales de todo tipo. Los textos legales sirven para autorizar 465 voces, en su mayoría arcaísmos, términos legales y regionalismos. Los más citados son la Nueva recopilación de las leyes del reino (1567) (261 citas), las Ordenanzas de Sevilla (1526) (105 citas); o las Ordenanzas de Granada (1522) (34 citas). Pero la mayoría de los documentos legales se citan en contadas ocasiones, y casi siempre en el primer tomo, como sucedía con los textos legales de la Edad Media. Así sucede, por ejemplo, con la Suma de todos los fueros y observancias del reino de Aragón (1589) de Bernardino Calvo, las Ordenanzas sobre el obraje de paños hechas en Sevilla en 1511, las Constituciones de la Universidad de Salamanca, las Cortes de Madrid de 1528, las Cortes de Valladolid de 1537, Cortes de Valladolid de 1558, una escritura del siglo XVI, las Ordenanzas del consulado de Bilbao (1531), las Ordenanzas que hablan del calzado y corambre (1567), el Proceso de Fr. Luis de León, la Provisión real del 1587, las Sinodales de Burgos de 1575, y las Sinodales de Pamplona (1591). Las obras literarias se han clasificado, a su vez, en dos tipos: obras de ficción y de no ficción. Entre las segundas, podemos encontrar representados los siguientes tipos: los libros de historia, las crónicas de Indias, las obras de devoción o de marcado carácter religioso y los libros de viaje. Comenzamos con los libros históricos y con las crónicas de Indias, obras que sirven para documentar arcaísmos, voces americanas y, a veces, algunos tecnicismos. Los autores más citados en este ámbito son el padre Juan de Mariana, autor de la monumental Historia de España (publicada en 1601) (946 citas), Ambrosio de Morales, que escribió la obra Antigüedades de las ciudades de España (1575) (252 citas), el padre Pedro José de Acosta, autor de Historia natural y moral de las Indias (1590) (194 citas), fray Jose de Sigüenza, historiador muy admirado por su estilo puro y correcto (189 citas), fray Juan de Pineda (183 citas), Luis del Mármol, autor de la Descripición general de África, sus guerras y vicisitudes, desde la fundación del mahometismo hasta el año 1571 (1573-1599) (173 citas), etc. Una obra de viaje citada es el Viage al estrecho de 517 Magallanes (publicado en 1768) de Pedro Sarmiento de Gamboa, citado sólo una vez en el tomo V. Pero las obras de no ficción que destacan por encima de todas son las de carácter religioso, algo que determina la ideología de los ejemplos. La abundancia de obras de espiritualidad se debe, en parte, al hecho de que este tipo de obras era muy usual entre los siglos XVI y XVII. Gran parte de los textos castellanos que se publicaban en forma de libro tenían por objeto cuestiones religiosas. Eran los tiempos de la Contrarreforma, y España se convirtió, como es bien sabido, en la nación católica por antonomasia. Hasta el siglo XIX, la cultura estuvo exclusivamente en manos de la Iglesia, concretamente en poder de diversas órdenes religiosas, tanto en las colonias americanas como en la Península. Los “cazadores” de voces castizas eran, así mismo, en muchas ocasiones, religiosos, como es el caso del Padre Mir y Noguera. Estos autores proponían textos religiosos como modelos lingüísticos. Por todo ello, no debe sorprendernos la cita de un número tan alto de obras teológicas y de devoción. Sólo en el caso de obras escritas en el siglo XVI, se recogen 55 registros, con un total de 3.200 ejemplos, muchos más que los extraídos a partir de obras científico-técnicas. Hay que tener en cuenta también la ideología de Aniceto de Pagés, políticamente conservador y de religión católica. En una época en la que el anticlericalismo se estaba forjando con especial virulencia, la ejemplificación a través de textos religiosos no debía ser en absoluto casual. Los autores más citados fueron el dominico Antonio Cáceres y Sotomayor, Fray Luis de Granada, Fray Luis de León, el jesuita Pedro de Ribadeneyra, Santa Teresa, Malón de Chaide, Martín de Azpilcueta, etc. Las citas, en un gran número de casos, coinciden con las del Diccionario de autoridades. Pero otros muchos autores se copiaron a partir de los libros del padre Mir y de Rodríguez Marín, que ya hemos comentado, como Pedro de Mena, Fray Cristóbal Moreno, Diego Pérez, J. Suárez de Godo, etc. Las obras de ficción son, sin lugar a dudas, las más citadas. La función de un ejemplo puede cambiar sustancialmente si consiste en un texto en prosa o en verso. El léxico que se recoge en los textos poéticos posee, con frecuencia, un estatus especial con respecto a los textos escritos en prosa. Entre los textos de ficción en prosa se cuentan 27 registros. Tras Cervantes, principal autoridad de este período, el autor más citado es el humanista y traductor Diego Gracián de Aldrete (248 citas). Le sigue Julián de Medrano (86 citas), Ginés Pérez de Hita (47 citas) –uno de los primeros autores españoles en cultivar el género de la novela histórica–, Feliciano da Silva (47 citas) –continuador de La Celestina y del Amadís de Gula-, Juan de Timoneda (44 citas) –los ejemplos proceden de un cuento breve suyo, Sobremesa y alivio de caminantes–, Sancho Muñón –otro continuador de la Celestina–, El Lazarillo de Tormes (24 citas), Alonso de Fuentes –con gran probabilidad se cita su tradicción de El asno de oro de Apuleyo–, etc. 518 La variedad de textos poéticos es mayor, aunque el número de ejemplos no sobrepasa los ejemplos en prosa. 69 registros hemos contabilizado, con un total de 2.585 citas. La principal autoridad poética del siglo XVI es Alonso de Ercilla, autor de La Araucana (652 citas). Le sigue el poeta Bernardo de Valbuena (511 citas), que escribió otro gran poema épico: el Bernardo del Carpio. El tercer poeta más citado es Garcilaso de la Vega (179 citas), considerado el primer poeta clásico en lengua castellana. El resto de poetas, aunque algunos de ellos de renombre, como Cristobal de Castillejo (87 citas), fray Luis Escobar (65 citas), el Cartujano (36 citas), Juan de la Encina (33 citas), Baltasar del Alcázar (20 citas) o Gutierre Cetina (6 citas), no superan el número de 100 citas. Éstas, como era de esperar, están tomadas muchas veces del Diccionario de autoridades, y sirven para autorizar arcaísmos, voces poéticas o expresiones figuradas. Trataremos a continuación las autoridades del siglo XVII. Es destacable que la primera autoridad de esta época no sea Quevedo, el autor más citado en el Diccionario de autoridades, sino Tirso de Molina (1.430 citas), dramaturgo de gran ingenio que, sin embargo, nunca llegó a ser una autoridad importante en la lexicografía hispánica. Como no se conocen otras fuentes secundarias, se podría suponer que Pagés leyó la obra de fray Gabriel Téllez directamente, extrayendo numerosas voces inéditas. En cualquier caso, revisar los nombres de los autores más citados es hacer un recorrido por los grandes clásicos de la literatura de los Siglos de Oro: Francisco de Quevedo (1.318 citas), Lope de Vega (1.142 citas), Antonio de Solís (968 citas), Diego Saavedra Fajardo (895 citas), Agustín Moreto (568 citas), Calderón de la Barca (506 citas), Alonso de Ovalle (356 citas), Felipe Scío (337 citas), Hortensio Paravicino (328 citas), Leonardo de Argensola (264 citas), Juan Ruiz de Alarcón (264 citas), Luis de Góngora (249 citas), Mateo Alemán (241 citas), Vicente Espinel (230 citas), etc. Al tratarse de escritores consagrados del siglo XVII, la influencia de un canon es evidente. De todos modos, se trata de un canon heredado, especialmente del Diccionario de autoridades. La originalidad es muy escasa. La citación de obras metalingüísticas del siglo XVII es mayor, debido, sobre todo, a la presencia de una autoridad lexicográfica tradicional: Sebastián de Covarrubias y su Tesoro de la lengua, citado en 353 artículos. Excepcionalmente, se trata de un diccionario citado en los cinco tomos que componen el Gran diccionario de la lengua castellana, aunque la gran mayoría de las citas se concentran, una vez más, en el primer tomo. Otra autoridad metalingüística tradicional es la de Juan Hidalgo, que también se cita a lo largo de todo el diccionario, en un total de 239 artículos, para definir supuestas voces de germanía, aunque también se traen textos en verso de los poemas que componen el cuerpo principal de la obra de Juan Hidalgo. Para autorizar algunos términos del campo de la retórica y de la filología se mencionan las Breves institutiones de la gramática 519 española (Baeza, 1614) (37 citas) del humanista Bartolomé Jiménez Patón. Otra obra de carácter metalingüístico son los Diálogos familiares, en los cuales se contienen los discursos, modos de hablar, proverbios y palabras españolas más comunes, muy útiles y provechosas para los que quieren aprender la lengua castellana (1619), de Juan de Luna. Se trata de una especie de gramática del español para extranjeros. Es una de las fuentes usadas para testimoniar el uso de refranes (en 29 casos), al igual que el famoso Vocabulario de refranes y frases proverbiales, del maestro Gonzalo Correas, citado en 17 ocasiones. Un diccionario de especialidad tan citado en otros diccionarios con autoridades, como es el Vocabulario marítimo de Sevilla, a penas se menciona en 2 artículos (en los tomos I y II), lo cual demuestra una vez más que el diccionario emprendido por Pagés renunciaba en gran medida a los repertorios lexicográficos, incluso para autorizar voces de especialidad, algo que, por otro lado, complicaba enormemente el hallazgo de textos reales que testimoniaran el uso de tales voces. Hemos localizado 43 tratados especializados correspondientes al siglo XVII (en 783 citas en total). Los nombramos a continuación, ordenados en sus respectivos campos científico-técnicos: 1) Agricultura: - ARDID, Jerónimo: Restauro de la Agricultura: 2 citas. - CAXA DE LERUELA, Miguel: una cita. 2) Albeitería: - ARREDONDO, Martín de: 17 citas. - IRÚRZUN, Baltasar de: 3 citas. - CALVO, Fernando: Libro de Libro de albeyteria / de Francisco de la Reyna ; añadido y emendado por el propio autor ; ilustrado y glosado agora … por Fernando Caluo: 2 citas. - RAMÍREZ, Baltasar Francisco: una cita. 3) Anatomía: - PORRAS, Manuel de: 6 citas. 4) Apicultura: - GIL, Jaime: Perfecta y curiosa declaracion de los prouechos grandes q dan las colmenas bien administradas y alabanzas de las abejas (1621): 2 citas. 5) Arquitectura: - SAN NICOLÁS, Fray Lorenzo: Arte y vso de Architectvra (1639, 1665): 16 citas. - TORIJA, Juan de: Tratado breve, sobre Las Ordenanzas de la villa de Madrid (1661): 3 citas. - Proyecto de obras en la fortaleza y palacio de Osuna [1632]: una cita. 6) Carpintería: - LÓPEZ DE ARENAS, Diego: Breve compendio de carpintería de lo blanco (1633): 12 citas. 520 - ÁLVAREZ, Rodrígo: Breve compendio de la carpintería y tratado (1674): 2 citas. 7) Caza: - MARTÍNEZ DE ESPINAR, Alonso: Arte de Ballestería y Montería (1644): 97 citas. - MATEO, Juan: Origen y dignidad de la caza (1643): 12 citas. - MATEOS BALLESTEROS, Juan: Origen y dignidad de la caza (1634): 4 citas. 8) Ciencia militar: - FERNÁNDEZ DE MEDRANO, Sebastián: una cita. - Navia Osorio, Álvaro: Reflexiones militares del mariscal de campo don Alvaro Navia Ossorio (1727): una cita. 9) Cocina: - MARTÍNEZ MONTIÑO, Francisco: Arte de cozina, pastelería, vizcochería y conservería (1611), 12 citas. 10) Danza: - ESQUIVEL NAVARRO, Juan de: Discursos sobre el arte del dançado (1642): una cita. 11) Derecho: - SOLÓRZANO, Juan: Política indiana (1647): 157 citas. - HEVIA BOLAÑOS, Juan: Curia Philipica (1603): 20 citas. - AMAYA, Francisco de: 9 citas. - VEITIA, José: Norte de la contratación de las Indias Occidentales (1672): 7 citas. - MONTEMAYOR Y CUENCA, Juan Francisco: una cita. 12) Economía: - CAJA DE LERUELA, Miguel: Discurso sobre la principal causa y reparo de la- necesidad común, carestía general y despoblación de estos reinos (1627): 2 citas. 13) Esgrima: - PACHECO DE NARVÁEZ, Luis: 2 citas. 14) Filosofía: - GRACIÁN, Lorenzo [pseudónimo de Baltasar Gracián]: 78 citas. - GÓMEZ DE LA ROCHA: Traducción de Filosofía moral derivada de la alta fuente del Grande Aristóteles Stagirita (1770): una cita. - RUIZ DE MONTIANO, Fray Gaspar: Espejo de bienhechores (1606): una cita. 17) Geografía: - GONZÁLEZ DE SALAS, Antonio: Traducción de Pomponio Mela: Compendio Geographico i historico de el Orbe antiguo, i Descripcion de el Sitio de la Tierra Escripta por Pomponio Mela Español (1644): 6 citas. - AZEDO DE LA BERRUEZA, Gabriel: Amenidades, florestas y recreos de la Provincia de la Vera Alta y Baja de la Extremadura (1667): una cita. - OVIEDO, Andrés de: Memorial de Andres de Oviedo, Maestro Mayor de Sevilla. A la ciudad. Dividido en seys partes. En la primera parte dize la forma que la ciudad à de tener, en reconocer las aguas, y corrientes de Guadalquivir (1626): una cita 18) Geometría: 521 - KRESA, Jacques: Traducción de la obra de Euclides: Elementos geométricos de Euclides (1689): citas. - ZARAGOZA, José de: 2 citas. 15) Historia natural: - GÓMEZ HUERTA, Jerónimo: Traducción de la Historia natural de Cayo Plinio Segundo (1624): 151 citas. - MORALES, Gaspar de: Libro de las Virtudes y propiedades marauillosas de las piedras preciosas (1605): una cita. 19) Matemáticas: - AZNAR DE POLANCO, Juan Claudio: una cita. 20) Medicina: - SORAPÁN DE RIEROS, Juan: Medicina contenida en proverbios vulgares de nuestra lengua (1616): 280 citas [curiosamente no hay refranes]. - MARTÍNEZ, Martín: 44 citas. - VIDÓS, Juan de: Medicina y Cirugía racional y espagírica (1674): 12 citas. - MERCADO, Pedro de: Diálogos de Philosophia natural y moral (1674): 4 citas. - Juan Bautista Juanini: 2 citas. - VÉLEZ, Francisco: Farmacopea y de Historia de los animales mas recebidos [sic] en el vso de medicina (1613): 2 citas. - AYALA, Jerónimo: Principios de cirugía (1673): una cita. - INFANTE DE AURIOLES, Fernando de: Traducción de Magna y canónica cirugía de Guido Gauliaco (1658): una cita. 21) Metalurgia: - BARBA, Álvaro Alonso: Tratado de los metales (1640): 2 citas. 22) Música: - NASARRE, Pablo: una cita. 23) Numismática: - LASTANOSA, Vincencio Juan de: 3 citas. 24) Pedagogía: - SCÍO DE SAN MIGUEL, Felipe: 337 citas. - PÉREZ DE SANTA MARÍA, Francisco: Guías discretas, y instrvcciones christianas, para que por ellas los Maestros de escuela, los Ayos, Padres y Madres de familias, enseñen, y instruyan a todas las personas que estuvieren a su cargo (1629): 2 citas. 25) Pintura: - PACHECO, Francisco: 3 citas. - CARDUCHO, Vicente: Diálogo de la Pintura (1633): una cita. 26) Veterinaria: - GARCÍA CONDE, Pedro: 16 citas. 28) Zoología: - MARCUELLO, Francisco: Historia natural y moral de las aves: 11 citas. 522 - FERRER DE VALDECEBRO, Andrés: Gobierno general, moral y político, hallado en las fieras y animales sylvestres (1658): 6 citas. - CORTÉS, Jerónimo: Phisonomia y varios secretos de naturaleza (1610): 3 citas. Las fuentes científico-técnicas, al igual que las literarias y los documentos legales de esta época, coinciden en su mayoría con las del Diccionario de autoridades, si bien el número de referencias es, en algunos casos, mucho menor. Dado que la nomenclatura del Gran diccionario de la lengua castellana copia el catálogo léxico de la última edición del diccionario académico, es normal que muchos arcaísmos y voces poco comunes desaparecieran. Esto explicaría la reducción del número de autoridades del siglo XVII. Por otra parte, se añadieron nuevos autores, sobre todo a partir de fuentes secundarias, como ya vimos en el caso de los escritores del siglo XVI. De la obra del P. Mir, se tomó la cita de autores poco importantes como Gaspas Navarro, el Padre José de Bardaxi, Cristóbal Monroy y Silva, fray Antonio Pérez, Juan de Burgos, fray Miguel Alfonso Carranza, Francisco de León, fray Juan de Mata, fray Pedro Navarro, Pedro Sánchez, Fray Pedro de Miranda, fray Martín Peraza, fray Manuel Rodríguez, fray Jerónimo de Saona, fray Ignacio de Vitoria, fray Lorenzo de Zamora, Esteban Aguilar y Zúñiga, Nicolás de Arnaya, Carlos de Echevarría, fray Jerónimo Miguel Ferrer, Tomás Muniesa, fray Antonio Navarro, Fray Diego Niseno, fray Jaime Rebullosa, Juan Antonio Resoler, fray Juan de Rojas, fray Diego Sánchez Maldonado, fray Domingo Torregrosa, Juan de Torres, fray Alonso de Vega o Cristóbal de Vega. La mayoría de estos autores no se cita más de una ocasión. Lo mismo sucede con los escritores extraídos del repertorio de Rodríguez Marín: Pedro Espinosa, Baptista Remiro de Navarra, Pedro de los Reyes, Gastón Daliso de Orozco, Francisco Pérez de Santa María, Esteban Manuel de Villegas, fray Pedro Beltrán, Marcos Fernández, fray Jerónimo de la Cruz, Felipe Guerra y de la Madrid, Fray Juan de Tolosa o fray Juan de las Ruelas. Como ya se ha comentado, el carácter secundario de los autores demuestra que la búsqueda del testimonio léxico se sitúa por encima del principio de autoridad en sentido estricto. Muchas palabras y expresiones pluriverbales, corrientes o anticuadas, corrían el riesgo de ser ignoradas al no estar documentadas en los escritores canónicos, en las verdaderas autoridades de la lengua. De ahí la mencionada “cacería” de voces castizas en autores nunca citados como anterioridad. Otras fuentes secundarias consultadas para registrar léxico inédito fueron, una vez más, las antologías y las colecciones llevadas a cabo para la Biblioteca de Autores Españoles. La cita de Mateo Luján de Saavedra, autor de la Segunda parte da vida de Guzmán de Alfarache (1602), se extrajo prácticamente con toda seguridad de la antología Novelistas anteriores a Cervantes (BAE) (1850), realizada por Buenaventura Carlos Aribau. Los versos de Miguel López, Juan de Ribera, Miguel Sánchez se encuentran recogidos en el Romancero general recopilado por Agustín Durán. Las 523 antologías de Adolfo de Castro también fueron espigadas. No debe de ser coincidencia que los ejemplos extraídos de poetas como Juan de Salinas, Pedro de Quirós, y Francisco Trillo y Figueroa estén presentes en el volumen Poetas líricos de los siglos XVI y XVII del bibliófilo gaditano. Otros autores citados a partir de antologías modernas fueron Felipe Sierra, a partir del Cancionero de Burlas de Lustonó (1872), y Francisco de Leiva, a partir del Tesoro del teatro español: desde su orígen (año de 1356) hasta nuestros días (1838) de Eugenio de Ochoa. Las fuentes de carácter legal del siglo XVII no suman una cantidad muy significativa (18 registros y un total de 348 citas). Las obras más mencionadas son la Pragmática de tasas de 1680, de fray Antonio Ventura de Prado (206 citas), y la Recopilación de las leyes de Indias (ss. XVI-XVII) (58 citas). Entre las obras literarias en prosa comenzamos comentando las obras históricas. Las crónicas suman un total de 65 registros y 1.608 citas. Los autores más citados que cultivaron este género fueron el padre Alonso de Ovalle (Histórica relación del reyno de Chile, 1646; 356 citas), Fray Pedro de Quintanilla (Vida del Cardenal Cisneros, 1653; 291 citas), José Pellicer (101 citas), Diego de Colmenares (96 citas), el padre Alfonso de Sandoval (68 citas), Varén de Soto (65 citas), Juan de Palafox (Historia de la conquista de la China por el Tártaro, 1670; 59 citas), y Bernardo de Aldrete (54 citas). Como hasta ahora, la mayoría de los autores citados aparecen en la nómina de autores del Diccionario de autoridades, y muchas de sus citas son copiadas. También se hallan obras de carácter político. Destaca, sobre todo, el escritor Diego Saavedra Fajardo, diplomático, que es citado hasta en 895 citas. Otros autores son fray Juan Márquez (El gobernador cristiano, 1612; 110 citas), Alonso de Andrade (El buen soldado católico, 1647; 5 citas), Pedro Fernández Navarrete (Conservación de las Monarquías, 1626; 3 citas), y el Marqués de Buscayolo (Opúsculos, 1669; dos citas). Los autores de obras religiosas en prosa vuelven a sumar una cantidad destacada: 71 registros y 1.169 citas. El orador sagrado Félix Hortensio Paravicino, autoridad tradicional en los diccionarios precedentes, es el más mencionado (328 citas). Le siguen el jesuita y hagiógrafo Juan Eusebio Nieremberg (171 citas), la monja asceta y mística sor María Jesús de Ágreda (153 citas) y fray Pedro Manero, franciscano, famoso por su traducción de las obras apologéticas de Tertuliano (107 citas). Todos ellos ya estaban presentes en el Diccionario de autoridades. Las obras de ficción en prosa no son tan numerosas como se esperaba. Se recogen 39 autores del siglo XVII, entre los cuales el más citado es Vicente Espinel, el conocido autor de las Relaciones de la vida del escudero Marcos de Obregón (1618), que se cita en el diccionario en 230 ocasiones. También es mencionada con frecuencia la novela picaresca La vida y hechos de Estebanillo González, hombre de buen humor, compuesta por él 524 mismo (1646) (224 citas). Las obras poéticas y las piezas teatrales son aducidas como autoridad en muchos más artículos. Entre los poetas más citados encontramos, naturalmente, a Francisco de Quevedo (1.318 citas), seguido, con mucha diferencia, por Bartolomé Leonardo de Argensola (264 citas), Luis de Góngora (249 citas), Cristóbal de Virués (186 citas), y Jacinto Polo de Medina (147 citas). Entre los dramaturgos destaca, como ya dijimos, Tirso de Molina, el autor más citado del siglo XVII (1.430 citas). Otros autores de teatro con presencia importante en el diccionario son Agustín Moreto (568 citas), Pedro Calderón de la Barca (506 citas), Juan Ruíz de Alarcón (264 citas), Luis Quiñones de Benavente (142 citas), y Francisco de Rojas Zorilla (108 citas). Hasta aquí, las conclusiones a las que podemos llegar son bastante sencillas y , hasta cierto punto, lógicas. Nos encontramos ante un primer estrato, un canon de autoridades heredado prácticamente en su integridad del Diccionario de autoridades. Los autores medievales representan los orígenes del español, sus raíces. Para los gramáticos de antaño, el castellano medieval encerraba en sí mismo la esencia castiza y propia de la lengua. Por eso, aunque muchos vocablos hubieran evolucionado o desaparecido, se incluían en el diccionario para dejar testimonio de ellas. Es cierto también que algunos autores del medievo no eran conocidos aún por los académicos que redactaron el Diccionario de autoridades. Por eso, Pagés y Pérez Hervás añadieron algunas citas de textos correspondientes a este período. Respecto a los autores de los siglos XVI y XVII, Aniceto de Pagés añadió citas nuevas de autores ya consagrados, actividad que comenzó cuando se encargó de introducir autoridades para el Diccionario Enciclopédico Hispanoamericano. Se sirvió de las colecciones literarias muy en boga en aquella época, especialmente la Biblioteca de Autores Españoles. Al mismo tiempo, debió ser decisión suya prescindir de dos tipos de fuentes: los diccionarios y los textos de carácter jurídico. Ambos están presentes en el tomo I, pero en el tomo II desaparecen casi por completo. Sólo esporádicamente volverán a citarse textos legales y otros diccionarios a lo largo de los tomos III, IV y V. Por su parte, José Pérez Hervás aumentó la nómina de autores mediante el vaciado sistemático de obras como las del Padre Mir y de Rodríguez Marín. Sin embargo, se trata de escritores en su mayoría de carácter secundario, autores de obras de devoción, que tan sólo sirven para testimoniar algunas pocas voces que la Academia no recogía en su diccionario, pero que era necesario recoger por el hecho de haber sido usadas por autores de los siglos áureos de la literatura española. El análisis de los autores del siglo XVIII permite ver ya una transición hacia una mayor originalidad por parte del Gran diccionario de la lengua castellana, algo que se percibirá más claramente cuando estudiemos la nómina de autores de los siglos XIX y XX. Hemos recogido 175 registros que corresponden a este siglo, con un total de 7.898 citas. Podemos observar un número menor de escritores, pero éstos se mencionan con una 525 frecuencia relativamente alta. Los autores más citados tienen una distribución homogénea a lo largo de los cinco tomos del diccionario, por lo que deducimos que fue Pagés quien recopiló estas citas. Destacan los ejemplos extraídos de Melchor Gaspar de Jovellanos, ausente, por razones obvias, del Diccionario de autoridades. Hemos localizado en total 2.353 citas, cantidad nada desdeñable, que lo convierte en la segunda autoridad más mencionada de todo el diccionario, después de Cervantes. Esto significa que Pagés lo usó como una verdadera fuente para testimoniar todo tipo de léxico castellano. En segundo lugar, por número de referencias, encontramos una fuente metalingüística, la autoridad lexicográfica por excelencia: la primera edición del diccionario académico. Pero el mayor número de citas se concentra en el primer tomo. En éste hemos localizado 1.090 citas, en el II 57, en el III 30, en el IV 3 y en el V 4. Leandro Fernández de Moratín ocupa el siguiente lugar, con 856 citas. Los ejemplos se toman de su obra dramática en prosa. Esto permite documentar numerosas voces de registro familiar. En cuarto lugar encontramos al padre Francisco José de Isla (608 citas). La obra citada es su popular novela Fray Gerundio de Campazas, alias Zotes, novela satírica en la que se documentan infinidad de palabras y expresiones figuradas. Pagés aprovechó también esta obra para testimoniar muchas voces inéditas en diccionarios anteriores. El siguiente autor en importancia por el número de menciones es Ramón de la Cruz (420 citas), dramaturgo conocido por sus sainetes costumbristas madrileños. Como vamos a comprobar en breve, conforme se van citando autores más actuales, el léxico deja de ser arcaizante, o literario, y se acerca mucho más a la realidad de la lengua hablada, algo que permiten, hasta cierto punto, las obras costumbristas que comienzan a escribirse en el siglo XVIII y que triunfarán en el XIX. Tras Ramón de la Cruz, el siguiente autor con más referencias es el fabulista Félix María Samaniego (245 citas). Es, por tanto, el poeta más citado. El diccionario académico vuelve a ser autoridad, esta vez con la edición de 1770 (189 citas), aunque casi la totalidad se concentra, una vez más, en el primer tomo. Le sigue uno de los poetas más populares del siglo XVIII: Tomás de Iriarte (181 citas). Por último, entre los escritores mencionados en más de cien ocasiones, encontramos a Nicolás Fernández de Moratín (140 citas) en calidad de poeta, y al sabio benedictino Benito Jerónimo Feijoo (112 citas), que ya comenzó a ser autoridad de la lengua en el diccionario de la Real Academia. En 103 ocasiones se citan las Instrucciones económicas y políticas dadas por el famoso Sancho Panza, gobernador de la insula Barataria, á un hijo suyo (1791) de Pedro Gatell, de las cuales se extraen numerosísimos refranes. Al tratarse de autores del siglo XVIII, mucho más accesibles, las fuentes secundarias se reducen drásticamente. Con todo, siguen existiendo repertorios en los que Pagés y, posteriormente Pérez Hervás, se basan para documentar las voces y reproducir los 526 ejemplos. La principal fuente sigue siendo el Diccionario de autoridades, tanto en su primera edición como en la segunda de 1770. De éstas se copiaron las citas de autores como Pedro Silvestre –autor del poema heroico joco-serio La Proserpina (1721)- (33 citas), las Ordenanzas de Marina (11 citas), Francisco Javier Castañeda –traductor de Vitrubio (1761)- (6 citas copiadas de la edición del diccionario académico de 1770), las Ordenanzas de los cinco gremios de Madrid (5 citas), las Ordenanzas de Daroca (1741), Jerónimo Fernández de Herrera –autor de Práctica Criminal e Instrucción de Substanciar las Causas (1719)– (2 citas), el Poema de San Antonio Abad (2 citas), Manuel Álvarez Osorio, autor de Manejo real, en que se propone lo que deben saber los cavalleros en esta facultad para llenar con la práctica este gran nombre (1769) (una cita), Bernardo Daza, traductor de las Instituciones de Justiniano (1723) (una cita), la Sobrecarta de leyes sobre los pobres (una cita), y J. Torralba (una cita). El ejemplo de fray Pedro José de Parras, autor de un diario de viajes, coincide con la cita que aparece en el Vocabulario rioplatense razonado (1800) de Daniel Granada. En efecto, se trata de un americanismo desconocido para el diccionario de la Academia: pelota „batea de piel de vaca‟. La misma cita de Miguel Benavente, que tradujo Elementos de toda la architectura civil: con las mas singulares [de Rieger] (1763), está presente en el en el Glosario de Arquitectura de Mariátegui (1876). El ejemplo extraído de la Historia literaria de España: desde su primera poblacion (1781) de los padres Mohedano se encuentra igualmente en Palabras y acepciones castellanas omitidas en el diccionario académico de Aicardo (1906). Las fuentes metalingüísticas del siglo XVIII siguen la misma tendencia que la de siglos anteriores: fundamentalmente se mencionan en el tomo I, aunque en esta ocasión el número de citas metalingüísticas es bastante mayor, debido al gran peso de los dos diccionarios generales que se publican en este siglo: el de la Academia y el de Terreros. La primera edición del diccionario académico se menciona en 1.184 ocasiones, la segunda edición 189. Por su parte, el Diccionario castellano del padre Terreros aparece mencionado 89 veces. El resto de vocabularios son de carácter especializado: - Luis Mínguez: Traducción de la Encyclopeda metodica : diccionario de Gramatica y Literatura (1788): 7 citas (términos de métrica). - Diccionario universal de física de 1796 [de M. Brisson, traducido por los doctores D.C.C. y D. F. X. C]: 2 citas. - A. Sáñez Reguart: Diccionario histórico de las artes de la pesca nacional (1791-1795): 3 citas. - Raimundo Sanz: Traducción del Diccionario militar, o Recolección alfabética de todos los términos propios al Arte de la Guerra (1794): dos citas. 527 En cuanto a los tratados científico-técnicos, hemos recogido 56 registros, que suman un total 353 citas, la mayoría para ilustrar el uso de tecnicismos. Los tratados, organizados por campos, son los siguientes: 1) Agricultura: - ÁLVAREZ GUERRA, Juan: Curso completo ó Diccionario universal de agricultura teórica, práctica, económica, y de medicina rural y veterinaria (1799): 10 citas. - CANALS Y MARTÍ, Juan Pablo: Coleccion de lo perteneciente al ramo de la rubia ó granza en España (1779): una cita. - LUCUZE, Pedro: Advertencias para la medida y calculo de los desmontes o excavaciones (1766): una cita. - VALCÁRCEL, José Antonio: Agricultura general, y gobierno de la casa de campo (1765): una cita. 2) Albeitería: - SANDE Y LAGO, Fernando de: Compendio de Albeyteria sacado de diversos autores (1717): 7 citas. 3) Apicultura: - TORRE OCÓN, Francisco de: Economía de la Casa de Campo [obra en la que se tratan temas de apicultura] (1720): una cita. 4) Arquitectura: - TOSCA, Tomás Vicente: Compendio Mathematico [el tomo V que se cita está dedicado a la arquitectura] (1707-1715): 29 citas. - ARDEMANS, Teodoro: 15 citas. - CASTAÑEDA, Francisco Javier: Traducción de Vitrubio (1761): 6 citas - BENAVENTE, Miguel: Traducción de Elementos de toda la architectura civil: con las mas singulares (de Rieger) (1763): una cita. - GARCÍA BERRUGUILLA, Juan: Verdadera practica de las resoluciones de la geometria, sobre las tres dimensiones para un perfecto architecto (1747): una cita. 5) Blasón: - AVILÉS, José de: Ciencia heroyca reducida a las leyes heraldicas del blason (1725) (4 citas). 6) Botánica: - GÓMEZ DE ORTEGA, Casimiro: 37 citas. - QUER, José: Flora española o historia de las plantas que se crían en España (1762): 2 citas. 7) Ciencia militar: - CASANI, José: Escuela militar de fortificacion ofensiva y defensiva, arte de fuegos y de esquadronar (1705): 23 citas. - CASTAÑÓN, Luis: Traducción de Encyclopedia metódica : arte militar / traducido del francés al castellano con algunas adiciones (1791): 5 citas. - MORLA, Tomás de: Tratado de Artillería para el uso de Caballeros Cadetes del Real Cuerpo de Artillería (1784): 5 citas. 528 8) Ciencias naturales: - SANZ Y CHANAS, Gregorio Manuel: Traducción de la Encyclopedia metódica: Historia nautral de los animales (1788): una cita. 9) Derecho: - FERNÁNDEZ DE HERRERA, Jerónimo: Práctica Criminal e Instrucción de Substanciar las Causas (1719): 2 citas. - ÁLVAREZ DE ABREU, Antonio José: una cita. - JUAN Y COLOM, José: Instrucción de escribanos en orden a lo judicial utilissima tambien para procuradores y litigantes (1747): una cita. - LARDIZABAL Y URIBE, Manuel: una cita. Jurista de Nueva España. 10) Economía: - RIPIA, Juan de: Práctica de la administración y cobranza de las rentas reales (1795- 1796: 6 tomos): una cita. - ZABALA Y AUÑÓN, Miguel de: Representación a Felipe V para aumento del R. Erario, agricultura comercio etc. en España e Indias (1732): una cita. 11) Equitación: - ÁLVAREZ OSORIO, Manuel: Manejo real, en que se propone lo que deben saber los cavalleros en esta facultad para llenar con la practica este gran nombre (1769): una cita. 12) Farmacia: - PALACIOS, Félix: Palestra farmacéutica, químico-galénica (1706): 21 citas. 13) Filología: - FORNER, Juan Pablo: 14 citas. - LUZÁN, Ignacio de: 2 citas. - EXIMENO, Antonio: una cita. - MOHEDANO (Padres): Historia literaria de España: desde su primera poblacion (1781): una cita. 14) Filosofía: - ALVARADO, Francisco: 8 citas. - El filósofo solitario: [obra instructiva curiosa y filosofica] (1788): una cita. 15) Gemología: - MOSQUERA, Dionisio: Litho-statica, o Theorica, y practica de medir piedras preciosas (1721): 5 citas. 16) Geografía: - PARRAS, Pedro José de: Diario y derrotero de sus viajes, 1749-1753: una cita. - ZIZUR, Pablo: Diario de una expedición a Salinas emprendida por orden del Marqués de Loreto, Virey de Buenos Aires, en 1786: una cita. - FALKNER, Tomás (o Tomás Falconer): Descripción de la Patagonia y de las partes contiguas de la América del Sur (1774): una cita. 17) Heráldica: - GARMA Y DURÁN, Francisco Javier: una cita. 529 18) Ingeniería: - VILLARREAL DE BÉRRIZ, Bernardo: Máquinas hidráulicas de molinos y herrerías (1736): 2 citas. 19) Marina: - SÁNCHEZ RECIENTE, Juan: 3 citas. - FERNÁNDEZ, Antonio Gabriel: Práctica de maniobras de los navíos (1732): 2 citas. - CEDILLO, Pedro Manuel: Compendio de la arte de la navegacion (1717): una cita. 20) Medicina: - SANZ DE DIOS Y GUADALUPE, Francisco: Medicina práctica (1734): 2 citas. - Anuario oficial de las aguas minerales de España: una cita. - SUÁREZ DE RIVERA, Francisco: Amenidades de la magia chyrurgica, y médica, natural (1736): una cita. 21) Metalurgia: - TORRE, Felipe de la: Resumen del arte ò cartilla del nuevo beneficio de la plata en todo genero de metales frios y calientes (1743): 3 citas. - OROZCO, Juan Manuel de: Cartilla metálica: que enseña desde sus principios à conocer y beneficiar toda suerte de metales y nueva quema de ellos (1737): una cita. 22) Numismática: - CABALLERO, José García: Breve cotejo y valance de las pesas y medidas de varias Naciones, Reynos y Provincias (1731): una cita. - GUSEME Y DELGADO, Tomás Andrés: una cita. 23) Orfebrería: - CABALLERO GARCÍA, José: Theorica y practica de la arte de ensayar oro, plata, y vellon rico : danse reglas para ligar, religar, alear y reducir qualesquiera cantidades de oro, y plata a la ley del reyno (1713): 3 citas. 24) Pintura: - PALOMINO, Antonio: Museo pictórico y escala óptica (1714-1724): 74 citas. - INTERIÁN DE AYALA, Juan: 19 citas. - Cean Bermúdez: 4 citas. 25) Sastrería: - SUÁREZ Y NÚÑEZ, Miguel Jerónimo: Traducción del Arte del sombrerero [del Abad Nollet] ( 1771): una cita. - CARBONEL, Antonio: Traducción de Encyclopedia metódica fábricas, artes y oficios / traducidos del francés al Castellano (1794): tres citas (términos del ámbito textil). 26) Veterinaria: - GARCÍA CABERO, Francisco: Templador veterinario de la furia vulgar, en defensa de la Facultad Veterinaria, o Medicina de bestias (1727): 5 citas. Los documentos legales del siglo XVIII ascienden a 21 textos, que suman 90 citas. Entre este tipo de textos encontramos las Ordenanzas militares de 1728 (35 citas), las Ordenanzas de marina (11 citas), los Araneceles del año 1722 (10 citas) y las 530 Ordenanzas militares de 1704 (10 citas). La mayoría de las citas se recogían ya en el Diccionario de autoridades. Los libros de historia tampoco son muy representativos. Sólo hay 19 registros (155 citas). El historiador más mencionado es el medievalista Tomás Antonio Sánchez (92 citas). Entre las obras de ficción, los textos poéticos superan a los textos en prosa (3.588 citas frente a 2.868). Por el contrario, el número de obras religiosas se reduce ahora drásticamente a seis. Se aprecia así que el Siglo de las luces supuso, en gran medida, la decadencia del género religioso, que tanta fuerza tuvo, en cambio, en el Barroco. Los cuatro autores más citados son Juan Martínez de la Parra (Luz de Verdades Catholicas y explicación de la doctrina christiana, 1747; 95 citas), el jesuita Bartolomé de Alcázar (88 citas), Luis Muñoz, que escribió Vida y virtudes del venerable varon el padre maestro Fr. Luis de Granada (1782) (87 citas), y el escriturista Félix Torres Amat, a través del cual se autorizan, entre otras, voces y expresiones relacionadas con la Biblia, como adonaí, alfa y omega, amorreo, anticristo, Apocalipsis, árbol de la ciencia del bien y del mal, árbol de la vida, ázimo, quien busca halla, o profanación (33 citas). Las obras de ficción en prosa son muy escasas. Sólo se contabilizan 7 registros, de los cuales 6 se citan con cierta frecuencia. La primera autoridad es la del ilustrado Melchor Gaspar de Jovellanos (2.353 citas). Un número tan alto de referencias convierten al escritor asturiano en una autoridad de primer orden del diccionario. La mayor concentración de citas se haya en los tomos IV y V (1019 y 609 citas respectivamente), lo que podría apuntar al hecho de que Pérez Hervás añadió muchas más autoridades de las que recopiló Aniceto de Pagés. Existen tanto citas en prosa como en verso. A continuación encontramos al padre Isla, con 608 citas, en las que se testimonian muchos neologismos y voces en uso figurado. Finalmente, las Instrucciones económicas y políticas dadas por el famoso Sancho Panza, gobernador de la insula Barataria, á un hijo suyo (1791) de Pedro Gatell se citan en 103 artículos, dedicados, naturalmente, a ejemplificar numerosos refranes. Una obra curiosa es Virtud al uso y mística a la moda (1729) (13 citas), de Fulgencio Afán de Rivera (pseudónimo de un personaje desconocido). Se trata de un libro contra la hipocresía de ciertos beatos, a través del que se autoriza, entre otras, varias expresiones coloquiales, como ser una cosa bendición de Dios ó una bendición, tentar ó tocar á uno el bulto, darse uno á partido, no pestañear, como piojo ó piojos en costura, socorrer la plaza o sabihondazo. La situación cambia al analizar las obras en verso y las piezas teatrales. Los versos de Samaniego (245 citas), Iriarte (181 citas), Nicolás Fernández de Moratín (140 citas) y Meléndez Valdés (58 citas), los poetas neoclásicos por excelencia, son los que se mencionan un mayor número de veces. Y entre los 9 dramaturgos, destacan Leandro Fernández de Moratín (856 citas) y Ramón de la Cruz (420 citas), que ilustran el uso de gran cantidad de voces propias del registro familiar. De hecho, estos dos dramaturgos 531 representan un tipo de teatro costumbrista, en el que la lengua de los personajes imita la realidad del habla cotidiana, según su clase social, de tal manera que los personajes burgueses se expresan como tales, y los criados de la misma manera que los criados reales. Las citas tratan de reflejar, pues, la espontaneidad del habla, aunque ésta no deje de ser una simulación literaria. Por ejemplo, el refrán arrieros somos, y en el camino nos encontraremos viene autorizado por Ramón de la Cruz, quien escribe: Arrieros semos Puede que en el camino Nos encontremos Ramón de la Cruz Mediante la forma semos, se produce una rima consonántica con el verbo siguiente (variante basada en un artificio literario), pero al mismo tiempo semos refleja también una variante vulgar que hasta hoy día se conserva en hablantes poco cultos. En el caso de Moratín, se muestran numerosos giros coloquiales, como la interjección ¡anda! que suele encontrarse únicamente en el registro oral: - Te aseguro que no comprendo á qué propósito puede venir nada de cuanto dices. –Anda, necio, que bien merecido está lo que te sucede. L. F. de Moratín Los escritores canónicos, mencionados en más de 100 artículos, se distribuyen con cierta homogeneidad a los largo de los cinco tomos del Gran diccionario de la lengua castellana. Esto nos lleva a pensar que las citas ya estaban escogidas por Aniceto de Pagés, y que José Pérez Hervás fue bastante fiel a la nómina de autores propuesta por su antecesor. Ya hemos comentado que existe un primer estrato, en el que la mayoría de las citas no son originales, sino tomadas del Diccionario de autoridades. Para los autores del siglo XVIII, sin embargo, se puede apreciar una mayor originalidad, ya que un gran número de escritores de este período escribieron su obra después de la publicación de la primera edición del diccionario de la Real Academia. Por tanto, y como acabamos de decir, Pagés llevó a cabo una verdadera recopilación de nuevas autoridades, algo que se puede comprobar ya, aunque tímidamente aún, en los ejemplos que recogió para ilustrar las voces definidas en el Diccionario Enciclopédico Hispanoamericano. Se trataría de un segundo estrato de citas, en el que no hemos apreciado el uso de obras de segunda mano, sino la consulta de las fuentes directas. Este segundo conjunto de citas se aprecia todavía mucho mejor en lo que se refiere a las autoridades del siglo XIX. Se trata, sin lugar a dudas, del período cronológico que mayor importancia tuvo para Aniceto de Pagés. La verdadera originalidad de su diccionario reside precisamente en el “aggiornamento” del Diccionario de autoridades, en su actualización. Y el siglo XIX ofrecía modelos sobresalientes para la descripción de la lengua. Por un lado, encontramos a los grandes 532 escritores del realismo, que reflejaban con gran fidelidad muchos de los hábitos lingüísticos que hasta entonces habían sido infravalorados por gramáticos y escritores. El costumbrismo se va a centrar asimismo en el habla popular. Las obras integradas en estas corrientes literarias se convirtieron en una fuente casi inagotable de dialectalismos, de voces populares, familiares, de refranes, etc. Por otro lado, la seña distintiva de la lexicografía no académica fue la recopilación de léxico especializado. Los avances tecnológicos y científicos tuvieron una enorme repercusión en la lengua, que debió incorporar numerosos neologismos del ámbito especializado. Ya conocemos cuál fue la actitud de la Academia, que hasta la edición de 1884 tuvo un criterio bastante restrictivo a la hora de incorporar este tipo de vocabulario. Otros diccionarios seguían modelos franceses. El Gran diccionario de la lengua castellana recibió la influencia del diccionario de Larousse y éste, como vimos en el segundo capítulo, hizo de la divulgación del conocimiento su principal objetivo. No debe sorprendernos, pues, el aumento significativo de fuentes científicas correspondientes al siglo XIX, para testimoniar o “autorizar” la incorporación de este nuevo tipo de léxico al diccionario. Comenzaremos arrojando una visión general sobre las fuentes decimonónicas. El número de registros que hemos contabilizado asciende a 513, con un total de 32.069 citas (40,37% del total). Estos datos nos hacen ver que el número de ejemplos extraídos de fuentes del siglo XIX son, con gran diferencia, las más numerosas. Poco a poco, podemos ver más claro cuál fue la intención de Aniceto de Pagés al elaborar su diccionario. De los 521 registros, hemos comprobado cuántos autores no aparecen en los primeros tres tomos: el resultado ha sido de sólo 25 registros. Esto no significa necesariamente que los autores a los que hacen referencia dichos registros hayan sido introducidos de la mano de José Pérez Hervás, pues las citas pudo haberlas tomado de los apuntes de Aniceto de Pagés. Más bien, queremos decir que la mayoría de los registros, 496, se citan en los tres primeros tomos, antes de que Pérez Hervás se hiciera cargo del diccionario. Esto significa que la selección de autores decimonónicos se debe al propio Aniceto de Pagés, y no a Pérez Hervás, que, por otra parte, pudo perfectamente haber ampliado el número de citas a partir de autores ya consultados por su predecesor. Los autores más citados son todos ellos escritores de obras de ficción. 60 se citan en más de 100 ocasiones, y 6 más de 1.000. El más mencionado es el dramaturgo Bretón de los Herreros (2.120 citas). Este autor riojano, a pesar de vivir en pleno auge del romanticismo, cultivó el teatro costumbrista en la misma línea de Leandro Fernández de Moratín, pero con una mayor afinidad con escritores como Ramón Mesonero Romanos y Serafín Estébanez Calderón, también citados en el diccionario. El tipo de léxico autorizado por estos autores pertenece, a menudo, al registro familiar. Hay también expresiones coloquiales. Sin olvidar el hecho de que la literatura es ficción, y de que cualquier intento de reflejar el hecho positivo del 533 habla es artificioso, hay que decir que las citas extraídas de las obras de teatro costumbristas proporcionan, al menos, una impresión veraz de realismo. Tras Bretón de los Herreros, nos encontramos a Emilia Pardo Bazán (1.168 citas), máximo exponente de la literatura realista española, con tintes naturalistas. También ella sirve para autorizar multitud de expresiones figuradas y voces familiares, más próximas a la lengua oral que a la escrita. Y con 1.150 citas está presente Juan Valera, una de las figuras más influyentes del siglo XIX en la Península, y aun en Hispanoamérica, tanto en el campo de la literatura como en el de la filología. Debido al gran peso de este período, creemos que es útil mostrar a continuación una lista de los autores que se mencionan en más de 100 ocasiones: AUTOR/OBRA TOTAL DE OCURRENCIAS Bretón de los Herreros, Manuel (1796-1873) 2.120 Pardo Bazán, Emilia (1851-1921) 1.168 Valera, Juan (1824-1905) 1.150 Hartzenbusch, J.[uan] E.[ugenio] (1806-1880) 1.036 Pérez Galdós, B.[enito] (1843-1920) 1003 Pereda, José María de (1833-1903) 1002 Valbuena, Antonio de (1844-1929) 965 Rojo y Sojo, A.[ntonio] 875 Vera [y López], Vicente 818 Coello, Carlos (1850-1888) 798 Larra, Mariano José de (1809-1837) 792 Alarcón, Pedro Antonio de (1833-1891) 724 Pi y Margall, F.[rancisco] (1824-1901) 638 Letamendi, José de (1828-1897) 607 Oliván [y Borruél], Alejandro (1796-1878) 558 Mir, Miguel (1841-1912) 556 DRAE DE 1899 (decimotercera edición) 525 Monlau, Pedro Felipe (1808 - 1871) 501 Crespo [Roche], R[afael] (1779-1842) 500 Sbarbi [y Osuna], J.[osé María] (1834-1910) 488 534 AUTOR/OBRA TOTAL DE OCURRENCIAS Flores, Antonio (1818-1865) 470 Mesonero Romanos, R.[amón] DE (1803-1882) 461 Menéndez y Pelayo, Marcelino (1856-1912) 447 Caballero, Fernán [pseudónimo de Cecilia Böhl de Faber] (1796-1877) 443 Quintana, M.[anuel] J.[osé] (1772-1857) 395 Benot, Eduardo (1822-1907) 380 Montalvo [Fiallos], Juan [María] (1832-1889) 340 Vera [López], Jaime (1859-1918) 298 Selgas, José (1822-1892) 293 Espronceda, José de (1808-1842) 283 Castro y Serrano, José (1829-1896) 281 Escriche, Joaquín 276 Echegaray y Eizaguirre, José (1832-1816) 273 Bastús, Vicente Joaquín (1799-1873) 273 Coloma [Roldán], Luis (1851-1915) 254 Fernández y González, M. [anuel] (1821-1888) 251 Picón, J.[acinto] Octavio (1852-1923) 251 Octavio Picón, Jacinto (1852-1923) 235 Balmes i Urpià, Jaime (1810-1848) 229 Rivas, Duque de [Ángel María de Saavedra y Ramírez de Baquedano] (1791-1865) 202 Montoto [Rautenstrauch], Luis (1851-1929): 193 Martínez de la Rosa [Francisco] (1787-1862) 191 Diccionario marítimo español [1831] 173 Aza, Vital (1851-1912) 171 Beltrán y Rózpide, Ricardo (1852-1928) 170 Monlau y Sala, José (1832-1908) 168 Vega, Ricardo de la (1839-1910) 168 535 AUTOR/OBRA TOTAL DE OCURRENCIAS Ibiza, Lázaro (1858-1921): 155 Ojea [y Somoza], Telesforo (1858-1890) 152 Refranes glosados 152 Bello, Andrés (1781-1865) 147 Blasco Soler, Eusebio (1844-1903) 137 Clairac, Pelayo y Sáenz 135 Trueba, Antonio de (1819-1889) 124 Colmeiro y Penido, Miguel (1816-1901) 122 Cantar Popular 118 Cuervo, Rufino José (1844-1911) 117 Fuente, Vicente de la (1817-1889) 116 Cavia y Lac, Mariano Francisco de (1855-1920) 109 Zorrilla [y Moral], José (1817-1893) 103 Así mismo, es muy llamativo el elevado número de autores que se citan en menos de 10 ocasiones: un total de 343. Frente a una cincuentena de autores canónicos, citados en gran cantidad de artículos, encontramos un elevado número de autores menores, que se mencionan en casos muy contados para testimoniar determinados tipos de léxico, como americanismos, tecnicismos o dialectalismos. La mayoría de ellos son hispanoamericanos, algo que, al menos, apunta a su aceptación dentro del canon literario que refleja el Gran diccionario de la lengua castellana. Entre éstos encontramos a Ricardo Palma. En 9 artículos se citan sus Tradiciones peruanas (1889 - 1908), pero sólo dos palabras se marcan como americanismos: barchilón y bochinche. Esto parece indicar que la extracción de americanismos no era el objetivo prioritario. En cuatro ocasiones se cita la traducción de la Eneida llevada a cabo por el filólogo colombiano Miguel Antonio Caro. En el tomo V se citan los versos del poeta, también colombiano, Gregorio Gutiérrez González. Y en el tomo IV aparecen dos ejemplos extraídos del poeta ecuatoriano Carlos Rodolfo Tobar. Incluso en una ocasión se cita al político argentino y polígrafo Domingo Sarmiento, a quien vimos en el capítulo I enfrentándose a las tesis de Andrés Bello en torno a la unidad del castellano. Concretamente, se cita la Contestación á la felicitación de su 75° cumpleaños, que se encuentra recogida en sus obras completas (s.v. ocurrencia). Por último, una vez se mencionan al periodista e historiador cubano Antonio José Valdés, a la poetisa, también cubana, Gertrudis Gómez Avellaneda, al poeta 536 mexicano Rafael Delgado, al escritor chileno Daniel Barros Grez (Cuentos para los niños grandes, 1868) 157 , al escritor argentino Pastor Servando Obligado (Tradiciones argentinas, 1888-1920), al poeta de la misma nacionalidad Florencio Balcarce, y al político uruguayo Alejandro Cervantes Magariños. Por tanto, doce literatos hispanoamericanos del siglo XIX están presentes en el Gran Diccionario de la lengua castellana. Las fuentes metalingüísticas de está época representan cuantitativamente el mayor grupo en relación a los restantes siglos: 75 registros y 2.976 referencias. El siglo XIX es el siglo de la lexicografía no académica. Se escribieron numerosos diccionarios de lengua y diccionarios enciclopédicos, y algunos de ellos fueron aprovechados por Pagés, pero sólo en los tres primeros tomos. Parece que Pérez Hervás eliminó después las citas metalingüísiticas, esto es, ejemplos definicionales o la mera indicación de sintagmas. Con todo, el diccionario más citado del siglo XIX fue la decimonovena edicición del DRAE (1899), la última edición que conococió Aniceto de Pagés. Encontramos 179 citas en el I tomo, 167 en el II, 176 en el III y sólo 5 en el V. Pero además se mencionan otras ediciones: la de 1884 (95 citas), la de 1809 (4 citas), la de 1895 (una cita). No existe un solo tipo de léxico autorizado por el DRAE. Se trata sobre todo de neologismos para los que Pagés no encontró textos en que documentarlos. También se citan otros varios diccionarios. En 501 artículos se menciona al humanista, doctor en medicina y profesor de literatura e historia Pedro Felipe Monlau. En muchas ocasiones la obra que se cita es su diccionario etimológico, que no llegó a concluir. Las citas consisten en ejemplos metalingüísticos, pero también se incluyen refranes, algunas voces gramaticales, como abundancial, adjetivo, adjetivo abundancial, anglicismo, antecedente, apositivo, breve, o galicismo, y voces de la medicina y anatomía: abdomen, abortivo, aborto, antimonio, articulación, diafragma, diagnosticar, embriología, embrión, embrionar, feticidio, feto, filamentoso, fimosis, flogosis, fontículo, fosfato, fosfórico, frenillo, frigidez, frustáneo, parafimosis, patógeno, pélvico, pelvis, pene, perceptológico, pericarpio, perineal, peritoneo, peritonitis, perjurio, placenta, placentario, pneumatosis, profilaxis, próstata, reumatizante, sífilis, ulceración uña, uretra, uretral, uterino, vejiga, vejigatorio, ulceración, vulva, etc. En algunas ocasiones se mencionan otros diccionarios, como el de Roque Barcia o el de Adolfo de Castro. Pero sobre todo se citan diccionarios enciclopédicos, como el Diccionario nacional, ó, Gran diccionario clásico de la lengua española (1845-1846) de Ramón Joaquín Domínguez (42 citas), o el Diccionario enciclopédico de la lengua española (1895) de Elías Zerolo (16 citas). También existen algunos vocabularios de regionalismos y americanismos. El repertorio más mencionado es el Diccionario de voces aragonesas (1859) de Jerónimo Borao (10 citas). Se hallan 157 La cita parece podría haberse tomado del Diccionario de chilenismos (1875) de Zorobabel Rodríguez, Zorobabel, porque ambas son idénticas. 537 también dos diccionarios de americanismos: el Vocabulario de los provincialismos de Honduras (1897) de Alberto Membreño, y el Vocabulario rioplatense razonado, de Daniel Granada. Pero, sobre todo, son los diccionarios de especialidad los que ofrecen una panorama mucho más abundante y variado. A continuación, los mostramos para ofrecer una idea de la gran diversidad de vocabularios especializados que manejaron Pagés y, en menor medida, Pérez Hervás para su diccionario. Como es fácilmente comprensible, las voces autorizadas son en su inmensa mayoría tecnicismos: 1) Diccionarios de agricultura: - Diccionario de agricultura, ganadería, etc. [puede tratarse de varias obras: Diccionario enciclopédico de agricultura, ganadería e industrias rurales (López Martínez et alii) o posiblemente el Diccionario general de agricultura, ganaderia y de economía rural y doméstica ... / por Nicolás Casas.]: (77 citas) - Diccionario de Agricultura; y también Elementos de agronomia, agricultura y economia rural (1856): Miguel López Martínez: (7 citas). - Novísimo diccionario universal de agricultura (1893): (una cita). - Diccionario de agricultura y práctica y economía rural: Nicolás Casas (1852) (una cita). 2) Diccionarios de arquitectura: - Diccionario general de arquitectura e ingeniería…con citas de autoridades (1877- 1891): Pelayo y Saenz Clairac (135 citas). - Diccionario de Arquitectura civil (1802): Benito Bails (13 citas). - Glosario de algunos antiguos vocablos de Arquitectura (1876): Eduardo Mariátegui (2 citas). 3) Diccionarios de ciencias: - Diccionario popular de historia natural y de los fenómenos de la naturaleza, (1866): (5 citas). - Enciclopedia popular ilustrada de ciencias y artes: formada con arreglo a la Enciclopedia iconográfica y el Conversations lexicon de Alemania (1881-1886): de Federico Gillman (3 citas). 4) Diccionarios de ciencias militares: - Diccionario militar (1869): José Almirante (41 citas). - Diccionario ilustrado de artillería (1866): Luis de Agar (12 citas). - Vocabulario militar (1849): Luis Corsini (2 citas). - Diccionario general militar de voces antiguas y modernas: Deogracias Hevia (42 citas). 5) Diccionarios de derecho: - Diccionario razonado de legislación y jurisprudencia (1874-1876): Joaquín Escriche (276 citas). - Diccionario de la administración española (1858-1862) y Diccionario de la jurisprudencia civil y administrativa (1875): Marcelo Martínez Alcubilla (11 citas). 538 - Enciclopedia española de derecho y administración ó nuevo teatro universal de legislación de España e Indias (1858): Lorenzo Arrazola, Pedro Gómez de la Serna, José María Manresa y Navarro (8 citas) - Diccionario del Derecho Marítimo de España: en sus relaciones con la Marina (1881): Alejandro de Bacardí (una cita). - Novísimo diccionario de legislación y jurisprudencia: Santiago Oliva y Bridgman (una cita). 6) Diccionarios de economía: - Diccionario de materia mercantil, industrial y agrícola (1857): José Oriol Ronquillo (5 citas). - Diccionario teórico, práctico, histórico y geográfico de comercio (1839): Jaime Boy (una cita). 7) Diccionario de equitación: Diccionario hípico y del sport (1881): Federico Huesa (12 citas). 8) Diccionarios de geografía: - Diccionario geográfico [redactado de los más recientes y acreditados diccionarios de Europa, particularmente españoles, franceses, ingleses y alemanes: editado por José Torner: (3 citas). 9) Diccionarios de geografía e historia: - Diccionario geográfico-histórico de la España antigua: tarraconense, bética y lusitana (1835): Miguel Cortés y López (12 citas). 10) Diccionarios de historia: - Diccionario histórico, genealógico y heráldico de las familias ilustres de la monarquía española (1859-1862): Luis Vilar y Pascual (5 citas). 11) Diccionarios de marina: - Diccionario marítimo español [1831]: 173 citas. - Diccionario marítimo español (1865): José de Lorenzo, Gonzalo de Muga, Martín Ferreiro (3 citas). - Diccionario marítimo (1831): Timoteo O‟Scanlan (2 citas). 12) Diccionarios de medicina: - Enciclopedia farmacéutica: diccionario general de farmacia teórico-práctica: Mariano Pérez M. Mínguez (12 citas). - Diccionario de ciencias médicas de 1821 por una sociedad de los más célebres profesores de Europa; traducido al castellano por varios facultativos de ésta corte: (4 citas). - Diccionario de farmacia (1865) [Colegio de farmacéuticos de Madrid]: (3 citas). - Diccionario de medicina popular [y ciencias accesorias]: Pedro Luiz Napoleão Chernoviz, 1882): (3 citas). - Diccionario tecnológico de ciencias médicas (1886): José María Caballero y Villar (una cita). 539 - Traducción de un Diccionario de medicina y cirujía (1845): Felipe Losada y Somoza (una cita). - Diccionario de Medicina, Cirugía, Farmacia (1860): José Castells (una cita). 13) Diccionarios de música: - Diccionario enciclopédico de la música (1859): Carlos José Melchor (2 citas). 14) Diccionarios de teología: - Diccionario de teología de 1845 / 1867 [por el Abater Bergier, traducido por una Sociedad de Eclesiásticos bajo la dirección del P. Antolín Monescillo]: (4 citas). Sin embargo, como se ha comprobado, el uso de diccionarios como fuente de citas se reduce considerablemente. Para ilustrar términos científicos o técnicos, los autores del Gran diccionario de la lengua castellana recurrieron a fuentes primarias, esto es, manuales especializados. Para el siglo XIX hemos localizado 90 registros, sumando un total de 5.381 citas. A continuación, volvemos a clasificar las monografías y los tratrados científico técnicos según su campo correspondiente: 1) Agricultura: - HIDALGO Y TABLADA, José: Manual práctico de la construcción de los instrumentos y máquinas aratorias, carros, prensas y cuanto concierne a la agricultura en general (1851): 43 citas. - CORTÉS Y MORALES, Balbino: 20 citas. - ARAGÓ, Buenaventura: 15 citas. - MANJARRES Y BOFARULL, Ramón: El aceite de oliva su extracción, clarificación y refinación (1896): 8 citas. - TORTOSA Y PICÓN, Mariano: 4 citas - ABELA Y SÁINZ DE ANDINO, Eduardo José: Agricultura elemental (1878) / El libro del Viticultor (1885): 4 citas. - MUSEROS Y ROVIRA, Tomás: 3 citas. - GIRONI, Gabriel: Manual del Molinero (1875): 2 citas. - ROSSIGNON, Julio: Manual del cultivo de la caña de azúcar (1874): 2 citas. - PEQUEÑO, Diego: una cita. - RODRIGAÑEZ, Celedonio: una cita. 2) Agricultura y ganadería: - PÉREZ GALLARDO, I.: Manual de agricultura y ganadería mejicanas (1862): 2 citas. 3) Ajedrez: - MÁRQUEZ STERLING, Manuel: Tratado analítico del juego de ajedrez : para aprender a jugarlo sin necesidad de maestro (1896): una cita. 4) Albañilería: - VILLANUEVA, Jaime: 9 citas. - BAUSÁ, Ricardo: Manual del albañil (1879): una cita. 5) Albeitería: 540 - SAMPEDRO, Guillermo: 4 citas. 6) Anatomía: - SÁNCHEZ, Aparicio Gervasio: Manual de anatomía (1842): una cita. 7) Arquitectura: - SAAVEDRA, Eduardo: 3 citas. 8) Arte: - MADRAZO Y KUNTZ, Pedro de: 21 citas. 9) Astronomía: - ARCIMÍS, Augusto: 36 citas. - PUENTE, Carlos: 34 citas. - ESCANDÓN Y PIÑERO, Ramón: 8 citas. - MONTOJO Y DÍAZ, Saturnino: 2 citas. - MORENO VILLENA, Pedro: Geografia-Estadística, astronomica, fisica, politica, fabril y comercial de Europa y con especialidad de España (2ª edición: 1890): una cita. 10) Blasón: - PIFERRER, Francisco: Nobiliario de los reinos y señoríos de España (1857-1963): 5 citas. 11) Botánica: - MONLAU Y SALA, José: Compendio de Historia natural (1867): 168 citas. - IBIZA, Lázaro: 155 citas. - COLMEIRO Y PENIDO, Miguel: 122 citas. - MONTSERRAT Y ARCHS, Juan: 62 citas. - BUEN, Odón de: Historia natural (1896): 36 citas. - JORDANA Y MORERA, José: 6 citas. - ATIENZA Y SIRVENT, Melitón: 4 citas. - ROJAS CLEMENTE, Simón: 4 citas. - BOUTELOU, Esteban: se cita un artículo publicado en el Semanario de Agricultura y artes. - LAGASCA, Mariano: una cita. 12) Cocina: - MURO, Ángel: El practicón: tratado completo de cocina al alcance de todos y aprovechamiento de sobras (1894): 47 citas. 13) Derecho: - OLIVÁN Y BORRUÉL, Alejandro: 558 citas. - PACHEO Y GUTIÉRREZ, Joaquín: 6 citas. - BROCÁ, Guillermo María de: 3 citas. - GÓMEZ SALAZAR, Francisco: Instituciones de derecho canónico: 2 citas. - PEDREGAL Y CAÑEDO, Manuel: 2 citas. - PÉREZ ANGULO, Juan: Traducción de Derecho eclesiástico universal (1871): 2 citas. - TAPIA GARCÍA, Eugenio: Elementos de jurisprudencia mercantil (1829): una cita. - AGUILERA Y VELASCO, Alberto: una cita. 14) Economía: 541 - PIERNAS HURTADO, José Manuel: Tratado elemental de Estadística (1873): 34 citas. 15) Equitación: - VILLA Y MARTÍN, Santiago de la: Exterior del caballo y demás animales: 4 citas. 16) Fabricación de velas: - COLLANTES, M.: Manual del fabricante de velas de sebo, bujías de cera y estearicas (1864): una cita. 17) Ferrocarril: - MATALLANA, Mariano: Vocabulario descriptivo de ferro-carriles: legislación de ferrocarriles (1863): una cita. 18) Filología: - SBARBI Y OSUNA, José María: 488 citas. - DURÁN, Agustín: 91 citas. - GIL DE ZÁRATE, Antonio: Manual de literatura española (1842-1844): 53 citas. - OCHOA Y MONTEL, Eugenio: 36 citas. - SÁNCHEZ DE CASTRO Francisco: 23 citas. - REVILLA Y MORENO, Manuel de la: 19 citas. - GALLARDO, Bartolomé José: Ensayo de una Biblioteca española de libros raros y curiosos (1863) [obra póstuma]: 11 citas. - PIDAL Y MON, Alejandro: 10 citas. - MILÁ Y FONTANALS, Manuel: 5 citas. - ROSELL, Cayetano: 5 citas. - AMADOR DE LOS RÍOS, José: 4 citas. - IRISARRI, Antonio José de: Cuestiones filológicas sobre algunos puntos de la Ortografía, de la Gramática (1861): 3 citas. - CAÑETE, Manuel: 2 citas. - PIDAL, Pedro José: una cita. - CAMPILLO, Narciso: una cita. - CORTEJÓN Y LUCAS, Clemente: una cita. 19) Filosofía: - BALMES I URPIÀ, Jaime: 229 citas. - GONZÁLEZ SERRANO, Urbano: 54 citas. - LAVERDE Y RUIZ, Gumersindo: 9 citas. - REY Y HEREDIA, José María: 4 citas. 20) Física: - RODRÍGUEZ, Eduardo: Manual de Física (1858): 13 citas. - ESCRICHE Y MIEG, Tomás: 8 citas. 21) Física y química: - FERNÁNDEZ DE FIGARES, Manuel: Manual de física y nociones de química (1857): 12 citas. 22) Ganadería: - NAVARRO SOLER, Diego: 9 citas. 542 23) Geografía: - BELTRÁN Y RÓZPIDE, Ricardo: 170 citas. - CARRASCO, Juan Bautista: una cita. - HERMOSA, Jesús: Manual de geografía y estadística de la República Mejicana (1857): una cita. - MANSILLA, Lucio Victorio: Una excursión a los indios Ranqueles: una cita. 24) Geometría: - Echegaray, Eduardo de: Elementos de geometría descriptiva (1881): 53 citas. - BARBERY, Manuel María: Traducción de Elementos de geometría analítica de H. Sonnet (1868): 3 citas. 25) Ingeniería: - LLAURADÓ, Andrés: Tratado de aguas y riegos (1884): 2 citas. - GARRAN, Mauricio: Tratado de la formación de los proyectos de carreteras (1862): una cita. - CHACÓN Y ORTA, Francisco: Breve idea de las máquinas de vapor y de sus aplicaciones a la navegación (1859): una cita. - LLAURADÓ, Andrés: Memoria sobre la fabricación del bermellón y lacre (1813): una cita. 26) Historia natural: - VERA Y LÓPEZ, Vicente: 818 citas. - GALDO, Manuel María José de: Historia natural (1848, con posteriores ediciones): 43 citas. - GUITART Y BUCH, Miguel: Cuadernos de historia natural (de Henri Milne Edwards) (1855): 32 citas. - HOYOS SAINZ, Luis de: 16 citas. - VILANOVA Y PIERA, Juan: 10 citas. - PICATOSTE, Felipe: 8 citas. - SÁNCHEZ CASADO, Félix: 6 citas. - Museo pintoresco de historia natural (1854) [Imprenta de Gaspar y Roig, Madrid, 1854]: 3 citas. - MONREAL Y ASCASO, Bernardo: Curso de Geografía astronómica, física y política, moderna é histórica (1892): una cita. 27) Marina: - FERNÁNDEZ DE NAVARRETE, Martín: 34 citas. - MONTALDO Y PERÓ, Federico: 33 citas. - FERNÁNDEZ DURO, Cesáreo: 5 citas. - FERNÁNDEZ FONTECHA, Francisco: Curso de astronomía náutica y navegación: 5 citas. - COMERMA, Andrés: Curso práctico de construcción naval (1868): 4 citas. - Derrotero de la costa septentrional de España: 4 citas. 543 - MURGA Y MUGARTEGUI, Gonzalo de: Derrotero de las Islas Antillas y de las Costas orientales de América desde el río de las Amazonas hasta el cabo Hatteras (1877): 4 citas. - VALLARINO, Baltasar: 3 citas. - PRIDA, Pedro de: Código de señales : telégrafo marino reglamentario a bordo de los buques de guerra y mercantes (1864): 2 citas. - AGACINO Y MARTÍNEZ, Eugenio: 3 citas. - FERNÁNDEZ DURO, Cesáreo: una cita. - PÉREZ DE SALA, Pedro: Tratado de las construcciones en el mar: una cita. 28) Matemáticas: - ECHEGARAY Y EIZAGUIRRE, José: 273 citas. - CORTÁZAR, Juan de: 16 citas. - FERNÁNDEZ VALLÍN Y BUSTILLO, Acisclo: 11 citas. - BURILLO DE SANTIAGO, Manuel: Elementos de matemáticas (1879): una cita. - GARCÍA GONZÁLEZ, Luis: una cita. - ZOLEO, Francisco: Lecciones de Aritmética: una cita. 29) Mecánica: - ESPINOSA Y AZCONA, Francisco Javier: Apuntes sobre barrenas estractados de la memoria escrita por el Mayor General Sir J. F. Burgoyne (1857): una cita. - MARTÍNEZ GODÍNEZ DE PAZ, Felipe: Memoria sobre cerrajeria, romaneria y máquinas de la exposición universal de Paris en 1878: una cita. 30) Medicina: - LETAMENDI, José de: Patología general (1883-1889)/Clínica general (1894): 607 citas. - VERA LÓPEZ, Jaime: 298 citas. - ALONSO Y RODRÍGUEZ, José: 54 citas. - CARRERAS SANCHÍS, Manuel: 42 citas. - MATA, Pedro: 20 citas. - GARCÍA DE LOS SANTOS, Benito: Compendio de Historia Natural (1848): 8 citas. - CALLEJA Y SÁNCHEZ, Julián: 7 citas. - FERNÁNDEZ CARRIL, Antonio: 4 citas. - QUESADA AGIUS, Balbino: 3 citas. - OVILO CANALES, Felipe Práxedes: 2 citas. - MIGUEL Y VIGURÍ, Isidro: una cita. - TOLOSA LATOUR, Manuel de: una cita. - Tratado elemental de fisiología humana (1860): una cita. 31) Metalurgia: - BARINAGA Y CORRADI, Luis: Manual de Metalurgia (1880): 2 citas. 32) Mineralogía: - RODRÍGUEZ MOURELO, José: 9 citas. - Bibliografía mineral hispano-americana (1871): una cita. - CASAS BARBOSA, José (1846-1896); una cita. 544 33) Minería: - EZQUERRA DEL BAYO, Joaquín: 6 citas. - HERMOSA, Francisco de Paula: Manual de laboreo de minas y beneficio de metales (1857): 2 citas. - Memoria sobre las minas de Almadén y Almadenejos de 1861: una cita. 34) Música: - BARBIERI, Francisco A.: 2 citas. 35) Numismática: - CASTROBEZA, Carlos: 11 citas. 36) Paleografía: - MUÑOZ Y RIVERO, Jesús: Paleografía Visigoda (1881): 8 citas. 37) Poliorcética: - SALAS, Ramón de: Memorial histórico de la Artillería española (1831): 10 citas. 38) Química: - GONZÁLEZ MARTÍ, Manuel: Manual del forjador, herrero y cerrajero: 76 citas. - RODRÍGUEZ Y LARGO, Bernardo: 16 citas. - LUANCO, José Ramón: 7 citas. - TORRES MUÑOZ DE LUNA, Ramón: 6 citas. - PUERTA RÓDENAS, Gabriel: 3 citas. - RUBIO Y DÍAZ, Vicente: 2 citas. - SAEZ Y PALACIOS, Rafael: 2 citas. - CASAS BARBOSA, José: una cita. - OLMEDILLA Y PUIG, Joaquín: una cita. - RODRÍGUEZ CARRACIDO, José: una cita. 39) Retórica: - RÍOS, Diego Manuel de los: Instituciones de retórica y poética (1863): 2 citas. 40) Tauromaquia: - SÁNCHEZ DE NEIRA, José: una cita. - VÁZQUEZ RODRÍGUEZ, Leopoldo: una cita. 41) Tipografía: - CANIVELL I MASBERNAT, Eudaldo: 6 citas. 42) Veterinaria: - PRIETO Y PRIETO, Manuel: 2 citas. - CASAS, Nicolás: Farmacopea veterinaria y formulario magistral (1843): una cita. 43) Zoología: - CAZURRO RUIZ, Manuel: 33 citas. - JIMÉNEZ DE LA ESPADA, Marcos: una cita. Como se puede comprobar, las fuentes enciclopédicas y científico-técnicas del siglo XIX constituyen uno de los pilares fundamentales dentro del conjunto de autoridades de esta época. Disciplinas como la medicina, la física y la química están representadas por 545 un buen surtido de especialistas en estos campos, lo que permitió al diccionario aumentar el número de tecnicismos, al menos en relación con diccionario académico. Aniceto de Pagés fue quien introdujo la mayoría de estas referencias, que ya aparecen mencionadas en los dos primeros tomos del Gran diccionario de la lengua castellana. Además, Pagés aprovechó la información enciclopédica aportada por científicos que colaboraron en el Diccionario Enciclopédico Hispanoamericano, como Vicente Vera, Federico Montaldo, o Carlos Castrobeza. Vicente Vera es, precisamente, la autoridad científica más citada, pues aparece mencionado en 818 ocasiones, para ejemplificar el uso de voces de la medicina, de la física, de la química, de la botánica, de la zoología, de la mécanica, etc. En definitiva, los autores más citados son, pues, Vicente Vera (818 citas), el médico José de Letemendi (607 citas), Alejandro Oliván y Borruél –filósofo, tratadista de agricultura y de derecho administrativo, humanista, gramático y político– (558 citas), José María Sbarbi –sacerdote, filólogo y musicólogo, autor de una variedad amplia de obras– (488 citas), el médico Jaime Vera–hermano de Vicente Vera– (298 citas), el dramaturgo y matemático José Echegaray (273 citas) [curiosamente, el polémico premio Nobel de literatura se menciona en calidad de matemático, y no de escritor de obras de teatro], el filósofo y teólogo Jaime Balmes y Urpià (229 citas), el geógrafo Ricardo Beltrán y Rózpide (170 citas), el botánico, ornitólogo y mineralólogo José Monlau y Sala (168 citas), el profesor, farmacéutico, botánico, micólogo, y algólogo español Lázaro Ibiza (155 citas), y el botánico Miguel Colmeiro y Penido (122 citas). El mayor número de citas se concentra en el tomo I, si bien en los restantes la cantidad de ellas sigue siendo muy alto. Su elevada frecuencia señala la importancia que Pagés concecidió a los tratados científico-técnicos, a los manuales y a las obras de divulgación. Se menciona, por ejemplo, los Elementos de Historia natural (1855) de Manuel María José Galdo, el primer manual de esta temática dirigido a estudiantes de bachillerato. Pero se citan también otros muchos manuales, como el Tratado elemental de estadística (1873) de José Manuel Piernas y Hurtado, el Manual de física (1858) de Eduardo Rodríguez, el Manual de física y Nociones de Quimica (1857) de Manuel Fernández de Figares, el Curso de astronomía náutica y navegación (1897) de Francisco Fernández Fontecha, el Curso práctico de construcción naval (1868) de Andrés Comerma, la Agricultura elemental (1878) o El libro del Viticultor (1885) de Eduardo José Abela, el Manual del albañil (1879) de Ricardo Bausá, el Manual de anatomía (1842) de Gervasio Sánchez Aparacio, el Curso de Geografía astronómica, física y política, moderna é histórica (1892) de Bernardo Monreal, los Elementos de jurisprudencia mercantil (1829) de Eugenio de Tapia, y un largo etcetera. Muchos de los autores mencionados eran científicos y grandes divulgadores de su disciplina, o traductores de obras científicas extranjeras, como el médico Manuel Carreras, Balbino Cortés, o el matemático Juan de Cortazar, entre otros. 546 Se pone así en práctica el sueño de Pierre Larousse, uno de los modelos principales de Aniceto de Pagés al escribir su diccionario, quien pretendía hacer llegar el conocimiento de los avances científicos al mayor número de personas posible. Sus manuales y diccionarios fueron una manera de poner en práctica este ideal. Las fuentes lingüísticas sin carácter científico-técnico, como los documentos legales, las obras históricas y las obras literarias superan sin lugar a dudas al resto de fuentes. Constituyen 286 registros y 22.839 citas, lo que hace que la lengua reflejada en los textos del siglo XIX sea la mejor documentada. Se mencionan 19 documentos de contenido jurídico, aunque ninguno en más de 5 artículos. Nombraremos la Novísima recopilación de las leyes del reino (1805), el Código de comercio de 1885, las Ordenanzas de los reales ejércitos de 1823, y el Código penal de 1870. Las obras de carácter religioso prácticamente han desaparecido. Hemos hallado la mención a 9 autores que cultivaron este género, aunque el único digno de mención es el jesuita Miguel Mir, académico de la lengua y amigo cercano a Pagés, cuya Historia de la Pasión de Jesucristo (1893) se llega a citar en 556 artículos. Llama la atención también que se citen varias obras apologéticas cristianas, algo que puede atribuírsele fácilmente a Aniceto de Pagés, cuya ideología católica es bien conocida. Por ejemplo, se menciona en 63 artículos el libro Don Papís de Bobadilla: defensa del cristianismo y crítica de la seudo-filosofía (1829), de Rafael José de Crespo. Otros dos libros apologéticos, que se citan sólo una vez son Las Imposturas del citador: descubiertas en diez tardes por el cura de una aldea (1824) de José Marín, y las Grandezas del Catolicismo y glorias españolas (1892) de Francisco Sánchez Juárez. Hay otra clase de fuentes que proporcionan ejemplos ideológicamente cargados. Se trata de las obras de contenido político. El siglo XIX fue testigo del abandono del régimen absolutista de la monarquía borbónica (representada fundamentalmente por Fernando VII) y de la democratización a través de un sistema parlamentario con dos partidos antagónicos: el liberal y el conservador. Por tanto, es interesante observar qué “autoridades” políticas cita Pagés en su diccionario. El más mencionado es Telesforo Ojea y Somoza (1858-1890) (152 citas), periodista, político y jurista. En este caso, Telesforo Ojea es mencionado más en su calidad de jurista, pues los ejemplos extraídos de sus textos ilustran voces propias del ámbito jurídico. El siguiente político con una presencia importante es Antonio García Alix (1852 – 1911) (47 citas), diputado por Murcia en el Partido Conservador desde 1886. Entre 1900 y 1911 llegó a ocupar el puesto de Ministro en el recién creado Ministerio de Instrucción Pública y Bellas Artes. El tercer político más citado fue el conservador Juan Donoso Cortés, partidario de la ideología de los neocatólicos. La obra citada, Ensayo sobre el catolicismo, el liberalismo y el socialismo (1851) (37 citas), es fuente para autorizar numerosas voces filosóficas, teológicas y políticas. Otros políticos mencionados son José Joaquín de Mora (17 citas), 547 infatigable escritor, traductor y colobarador en periódicos liberales, el jurista y político conservador Cristóbal Botella (una cita), y Antonio Cánovas del Castillo (11 citas), máximo dirigente del Partido Conservador y Presidente del Consejo de Ministros de España durante el período político de la Restauración. Los once ejemplos ilustran términos del ámbito de la política, algunos de ellos de reciente creación. Poco a poco, se van introduciendo textos periodísticos como ejemplos de uso de neologismos, fenómeno que, como ya hemos visto, se convertirá en una tendencia general en la lexicografía europea y americana. Muchos periodistas decimonónicos españoles aparecen mencionados en las referencias bibliográficas de las citas. Entre ellos destaca por encima de todos Mariano José de Larra, que hemos localizado en 792 artículos, convirtíendose así en una autorida de primera fila. En el primero tomo ya se contabilizan 241 citas de este famoso periodista, lo que nos hace pensar que fue Aniceto de Pagés quien personalmente espigó la obra de Larra en busca de nuevas voces y expresiones. Otros periodistas reconocidos que pueden encontrarse en el diccionario fueron José Castro y Serrano (281 citas), Mariano Francisco de Cavia (109 citas), que se siempre mostró preocupado por mantener la pureza de la lengua, José de Laserna (21 citas), redactor de varios períodicos madrileños, José Gutiérrez Abascal, o Santos López Pelegrín, entre otros. Su presencia es una prueba más del cambio producido en el concepto de autoridad lexicográfica. Si bien, como diccionario diacrónico, el Gran diccionario de la lengua castellana conserva las autoridades clásicas de los siglos aureos, Pagés y Pérez Hervás hicieron todo lo posible para que los ejemplos mostraran también la lengua viva contemporánea, y para ello no dudaron en convertir en nuevas “autoridades” a políticos y a periodistas, que usaban un léxico cercano a la realidad cotidiana de los españoles de entonces. Un género que también está bien representado es el de los libros de historia. Hay 45 registros y 1.292 citas extraídas de este tipo de obras. Los autores más citados son, como no podía ser de otra manera, Marcelino Menéndez y Pelayo (447 citas), que autoriza abundantes neologismos. También se cita mucho a Manuel José Quintana, no en su papel de poeta, sino en la de biógrafo, pues su obra más citada es Vidas de españoles ilustres (1807-1833). Otro historiador de gran peso en el diccionario es el canonista e historiador Vicente de la Fuente, cuyos textos permiten testimoniar muchos términos relacionados con el ámbito eclesiástico. Otros historiadores presentes en el diccionario son José Ramón Mélida, Julián Suárez Inclán, Modesto Lafuente, Diego Clemencin y Viñas, Fidel Fita, etc. Llama la atención la existencia de una cita del granadino Manuel Gómez- Moreno (1870-1970), famoso arqueólogo e historiador, reconocido por haber descifrado en el siglo XX la escritura ibérica y por muchos otros méritos. Sin embargo, no hemos 548 podido identificar el libro que se cita, aunque debe tratarse de una obra muy temprana, ya que se localiza en el tomo II, y con mucha seguridad fue introducida por Pagés. Como ya dijimos, la mayor parte de las citas extraídas de obras decimonónicas corresponden a obras de ficción. Los cuatro grandes escritores del realismo, Emilia Pardo Bazán, Juan Valera, Benito Pérez Galdós, y José María de Pereda suman más de 4.000 citas. Sorprende, en cambio, que un escritor de la talla de Leopoldo Alas Clarín sólo se mencione en 18 artículos. Juan Nicasio Gallego Fernández se menciona en 742 citas. Hemos localizado varios ejemplos sacados de su obra Los novios (1836), traducción de una novela muy popular de Alessandro Manzoni. El género de la poesía está menos representado. En total se pueden contar 1.276 citas de obras poéticas en verso. El poeta más citado es José de Espronceda (283 citas). Se citan más de 100 veces cantares populares, muy del gusto folclorista propio del siglo XIX. Otros poetas mencionados con frecuencia fueron Ramón de Campoamor (97 citas), Gustavo Adolfo Bécquer (55 citas) y Gaspar Núñez de Arce (42 citas). En cuanto a las obras dramáticas, éstas suman un mayor número de citas que las obras poéticas, aunque menos que las obras de ficción de naturaleza no teatral: 3.912 citas. Manuel Bretón de los Herreros es el dramaturgo más citado (2.120 citas), seguido de Carlos Coello de Portugal (798 citas), Ricardo de la Vega (261), Vital Aza (171 citas), y José Zorrilla (103 citas), entre otros. En 10 ocasiones se cita a un autor de Zarzuela, Adolfo Luna. Finalmente, vamos a comentar las fuentes basadas en obras del siglo XX. Estas fuentes suponen un tercer estrato de citas en la elaboración del Gran diccionario de la lengua castellana, recopiladas practicamente por José Pérez Hervás, ya que el primer autor, Aniceto de Pagés, murió en 1902. Con todo, hay que decir que, como en los anteriores lexicógrafos estudiados, Pagés debió de recopilar citas contemporáneas hasta muy poco antes de su muerte. De los umbrales del siglo XX encontramos varias citas presentes en el primer tomo, que se publicó en 1902. Las primeras corresponden a un cuento premiado en el Concurso del periódico "El Liberal", año 1900. (s. v. gandul), de José Nogales. Otras dos citas se extrajeron de otro cuento publicado en La Vanguardia (1900), titulado “Amas secas” del médico Federico Rubio (1827 – 1902). La labor de José Pérez Hervás en la recopilación de citas es patente por numerosas razones. La propia cuantificación de registros depara numerosas sorpresas. Y la primera de ellas es que la “autoridad” más citada es el propio José Pérez Hervás. No se trata, naturalmente, de un autor con gran peso en relación a la totalidad de todos los que aparecen en el diccionario. Pero, cuando menos, es algo que no deja de sorprender, a pesar de que tanto Esteban de Terreros como Adolfo de Castro citaron sus propias obras en sus respectivos diccionarios. En el Diccionario de autoridades también se mencionan 549 en los ejemplos la obra de académicos que estaban trabajando en ese momento en su elaboración. En el caso de Pérez Hervás, puede asaltar la duda de si se tratan de ejemplos inventados por el mismo (algo que entonces haría superflua la firma del mismo ejemplo), o si se trata de ejemplos auténticos de uso (enunciados de un texto previo). Por el tipo de textos, parece que se trata de citas extraídas a partir de obras escritas por él mismo. No se ha podido establecer el origen de las citas, pero algunas voces relativas a la historia del arte apuntan a que se está usando como fuente un tratado sobre el Renacimiento que él publicó en 1916. La segunda autoridad más mencionada es una traductora hoy en día desconocida, de nombre Flora Osete. Este nombre no dejaría de ser un dato más en nuestro análisis de no haber sabido que Flora Osete era la esposa de José Pérez Hervás. Una vez más, la confección de un canon de autores objetivo se demuestra como una falacia. Los lexicógrafos han elevado a “autoridades” muchos autores que simplemente eran de su agrado, olvidando a otros, sin duda de mayor prestigio. ¿Cómo se explicaría, sino, que dicha traductora se mencione en 204 artículos, mientras que Pío Baroja sólo autoriza una voz? Tras el matrimonio formado por José Pérez Hervás y Flora Osete, que suman más de 400 citas, el siguiente autor por orden de frecuencia es Carlos Luis de Cuenca (50 citas), poeta humorístico, cuyos ejemplos ilustran bastantes expresiones familiares. Apenas existen citas explícitas de otras fuentes lexicográficas del siglo XX. Pérez Hervás asumió en este punto la misma postura de su predecesor, si bien no hay que olvidar que Pérez Hervás copió muchas autoridades que encontraba en otros repertorios lexicográficos. A parte de las citas que copia a Francisco Rodríguez Marín, lo cita expresamente en 9 artículos, concretamente sus Dos mil quinientas voces castizas y bien autorizadas, para extraer ejemplos de contenido metalingüístico. En una sóla ocasión cita también la obra El dialecto vulgar Salmantino; obra laureada (1915) de José de Lamano 158 , de donde también se obtiene un ejemplo metalingüístico, acorde con la naturaleza que sirve de fuente. En lo que se refiere a las obras científico-técnicas, hemos encontrado 13 registros y 85 citas. Ciertamente, son escasas, aunque hay que reconocerle a Pérez Hervás el mérito de haber logrado extraer nuevos tecnicismos a partir de obras estrictamente contemporáneas. Hay voces de la botánica en ejemplos sacados de Telesforo Aranzadi (7 citas). Hay varios términos referidos al ámbito de la física, y más concretamente del campo de las ondas, autorizados por el físico Alcobé y Arenas. Se cita una vez al premio Nobel Ramón y 158 La excepcionalidad es tan solo aparente, pues José Pérez Hervás no llegó a consultar esta obra de forma directa. Una vez más, fue Rodríguez Marín quien le proporcionó la cita (s.v. ñafete). Esto demuestra que prácticamente no se usaron otras fuentes metalingüísticas publicadas en el siglo XX. 550 Cajal (s.v. suprahepático), y también una obra del jesuita y profesor naturalista, botánico y entomólogo Longinos Navás Ferrer: Manual del entomólogo (1914), para ilustrar la voz ocela „mancha que hay en las alas de algunos insectos o en las plumas de algunas aves‟. Términos del ámbito político y jurídico se extraen de tres autores: el jurista Gonzalo del Castillo (12 citas), el canonista Dalmacio Iglesias y su libro Instituciones de Derecho Eclesiástico (2 citas), y el político y abogado Roque Saenz Peña y su manual Derecho público americano: escritos y discursos (1905) (una cita). El campo de la marina está representado por dos citas de la obra Arquitectura naval (1921-22)) de Emigidio Iglesias. Hay diez términos de las matemáticas, sacados de Los elementos discretos de la materia y la radiación (1910) de Esteban Terradas. Lamentablemente, sólo hay cuatro citas sacadas de la obra de un médico del siglo XX: Winfred Coroleu Borrás (1877-1951). Del campo de la música hemos localizado dos citas del especialista en música sacra, el padre Jose María Nemesio Otaño (1880-1956). Por último, y de gran interés, resultan los 5 términos de la química ilustrados con citas de Eugenio Mascareñas (1853-1934), químico y autor de una obra sobre la atmósfera terrestre: ósmico, osmio, oxálico, óxido, ozono. Entre las fuentes no especializadas, encontramos a varios historiadores: Enrique Masaguer (30 citas), Severiano Doporto (22 citas), Rafael Altamira (5 citas), José María Salavarría –Alma Vasca, 1923 (4 citas)-, Ignacio Calvo Sánchez (una cita), Salvador Madariaga (una cita), Miguel Santos Oliver –Vida y semblanza de Cervantes, Barcelona, Montaner y Simón, 1916- (una cita), y Juan Bautista Selva –El castellano en América, 1906– (una cita). Muy llamativo resulta el hecho de que sólo se nombra a un único político del siglo XX en el Gran diccionario de la lengua castellana. Se trata de Alejandro Lerroux (1864-1949), que llegó a ser Presidente de la II República durante un breve período de tiempo. De él sabemos que se citan dos pasajes de su obra Al servicio de la República (1930). Las citas corresponden a las voces sesmo y socaire, en el tomo V. Nos encontraríamos, casi sin duda, ante dos de las citas más recientes de todo el diccionario, citas extraídas de una obra de 1930 y cargadas de un fuerte contenido ideológico y político, en unos años en los que se aproximaba el conflicto de la Guerra Civil Española. Pero la cita más tardía del diccionario está sacada de un artículo escrito por Alfonso Hernández Catá, publicado el 2 de octubre de 1932 en el periódico ABC (s.v. pocilga). Otra obra cargada de componente ideológico es la del jesuita Julio Alarcón: Un feminismo aceptable (1908) (3 citas). Por último, Pérez Hervás menciona una conferencia sobre Tirso de Molina, leída por Blanca de los Ríos de Lámpere en el Ateneo de Madrid el día 23 de abril de 1906 y publicada en 1910 (una cita), cita tomada sin duda del segundo apéndice del Diccionario enciclopédico hispano-americano, más concretamente del tomo tercero (1910). 551 Entre los autores de ficción en prosa, el más citado es, para nuestra sorpresa, Ramón del Valle Inclán (18 citas), que aparece mencionado en los tomos IV y V para autorizar expresiones como obsidiana, patas de mosca, andar la paz por el coro, tomar á pecho, pergeño, plateado, rectoral, repiquetear, rizoso, rococó, sanjuanero, seguidor, señorón, solariego, solitario, suevo, volterianismo, y zarzuelesco. Otros autores citados fueron el periodista y escritor Salvador Rueda (1857 – 1933) (12 citas), Manuel Linares Rivas (1866 – 1938) (9 citas), Cristóbal de Castro (1874 – 1953) –el refrán "año de muchas endrinas, pocas hacinas" se documenta en "La Ilustración artística", Barcelona, n. 1001 (1901), lo cual podría significar que estaríamos ante una de las últimas citas recogidas por Aniceto de Pagés– (9 citas, 7 de ellas en el tomo I), Antonio Zozaya (1859 – 1943) (9 citas), Luis Valera [marqués de Villasandina] –El filósofo y la triple [novela] (1908– (7 citas), Joaquín Font y Fargas (n. 1879) (6 citas), Ramón Gómez de la Serna –las voces prevalido y represalia aparecen en un número de la revista Plus Ultra de 1929– (6 citas), Luis Maldonado –La Golisa de Alizan (1903)– (5 citas), José Alonso Trelles (1857 – 1924) –escritor y poeta gauchesco de Uruguy–, Manuel Martínez Barrionuevo (1857 – 1917) –escritor y periodista español; la voz caballista está tomada de un número del periódico La Ilustración Artística [de Montaner y Simón] 1900, tomo IX– (3 citas), Alfonso Hernández Catá –autor de cuentos desde 1909; la última cita está tomada del ABC, 2-10-1932, por tanto, una de las más tardías del diccionario– (3 citas), Antonio de Linares (3 citas), José Sánchez Rojas (n. 1885) –citado en La esfera, volumen 15, parte 1 [s.v. pechero, regoldar]– (3 citas), y un largo etc. En cuanto a las obras poéticas en verso, el poeta del siglo XX con mayor presencia es Carlos Luis de Cuenca (1849-1927) (50 citas). Se trata de un poeta humorístico, cuyo estilo permitía la introducción en sus versos de numerosas expresiones coloquiales. Otro poeta de versos humorísticos citado fue Luis de Tapia (1871 – 1937) (14 citas). Le siguen dos poetas hispanoamericanos: el uruguayo Fernán Silva Valdés (5 citas) y el argentino Rafael Obligado (1851 – 1920) –autor de poesía gauchesca-. Los poetas hispanoamericanos autorizan, efectivamente, algunos americanismos. Pérez Hervás recurre incluso a la letra de diversos tangos. Por ejemplo, en el artículo dicado a la voz poncho se cita el tango El poncho del olvido. Para ilustrar la voz sos encontramos una cita de La borrachera del tango. Sin embargo, en el diccionario nada se dice acerca del tipo de composición que se trae para ilustrar. En la referencia del ejemplo tan sólo aparece el nombre del autor: Maroni y Guidice. Otro tango encontramos bajo la referencia a J. Romero que, además, es una referencia equivocada, pues el ejemplo está extraído del tango llamado La muchacha del circo, que en realidad escribió Manuel Romero (s.v. salto mortal). Éste es uno de esos casos en los que, no sólo la referencia está equivocada, sino que además es tan vaga, que virtualmente parece como si nos encontráramos ante verdaderos ejemplos anónimos. Pero aún encontramos otras dos citas 552 extraídas de un tango. En esta ocasión el autor es Benjamín Tagle Lara, poeta y compositor (1882 – 1933), y el tango citado Por el camino. Mediante este tango se autorizan dos americanismos: picanear (Amér. Merid.) y pollera (Argent.). También se cita una canción escrita por Félix Garzo [pseudónimo de Antoni Josep Gayà], autor de zarzuelas: Nena, que más tarde popularizará la actriz Sara Montiel (s.v. nene). Llegados a este punto, está claro que las autoridades de este diccionario ya no están basadas en un canon cerrado de escritores excelentes, sino en textos de las más diversas procedencias. Incluso poemas publicados en revistas periódicas se toman como ilustración de la palabra que se está definiendo. Es el caso, entro otros varios, de la composición poética del cordobés Marcos Rafael Blanco Belmonte (1871 – 1936), que se publicó en la revista Blanco y Negro (29-VII-1928) (s.v. pirámide). Pero esto no sólo sucede en el caso de los poetas. Don Ramón Menéndez Pidal sólo es citado una sola vez, y el texto mencionado no está sacado de ninguna obra histórica o filológica, sino de una carta. Se trata de una misiva que escribió al general Primo de Rivera, firmada en Madrid, el 27 de marzo de 1929, y publicada en el periódico La Vanguardia (2 de abril de 1929) (s.v. prestigio). Otro ejemplo extraído de La Vanguardia es el que permite ilustrar la voz universo (José Comas Solá). Ya comentamos que el refrán año de muchas endrinas, pocas hacinas, cuya referencia remite al novelista Cristóbal de Castro, se documenta en La Ilustración artística, Barcelona, n. 1001 (1901). En esta misma revista Pérez Hervás encontró un testimonio para la voz caballista (en Manuel Martínez Caballero), Otros ejemplos se extrajeron de la revista Plus Ultra (Ramón Gómez de la Serna, s.v. prevalido y represalia), del ABC (Alfonso Hernández Catá), de La Esfera (José Sánchez Rojas, s.v. pechero, regoldar; H. R. de la Peña, s.v. ), y de Blanco y Negro (el ya mencionado Marcos Rafael Blanco Belmonte; Salvador Valverde). Sin pretender haber sido exhaustivos, hemos realizado una visión de conjunto de todas las fuentes manejadas por Aniceto de Pagés y por José Pérez Hervás en la confección del Gran diccionario de la lengua castellana. Hemos hecho un recorrido por siglos, desde la Edad Media hasta el primer cuarto del siglo XX. Hemos podido comprobar que existen tres fases o estratos en la recopilación de citas. La primera es el sustrato más antiguo y la base sobre la que partía Aniceto de Pagés: el Diccionario de autoridades, obra que pretendía actualizar. La mayor parte de la nomenclatura, de las definiciones y la cita de un gran número de autores clásicos se trasladaron literalmente al Gran diccionario de la lengua castellana. Eso sí, Pagés incorporó también una cantidad considerable de citas inéditas de autores comprendidos entre los siglos XVI y XVIII. Cabe destacar las 1.430 citas de Tirso de Molina, apenas citado en el Diccionario de autoridades. Este aumento de citas a partir de autores clásicos fue sobre todo posible gracias a la publicación de la colección de los numerosos tomos de la Biblioteca de Autores Españoles de Rivadeneyra. 553 El verdadero afán de Pagés fue, sin embargo, incorporar nuevas citas a partir de autores del siglo XIX, tiempo en el que él vivió. Las fuentes literarias (novelas, poesía y piezas de teatro) son el tipo de obras más citadas, pero hubo también un gran esfuerzo por reunir una variada representación de obras científico-técnicas, algo que se refleja en los numerosos términos nuevos que se incorporan a la obra.). En este segundo estrato hay que situar al extraño autor Rojo y Sojo. Parece tratarse de un autor real, pero de lo más enigmático. Sus textos parecen creados ad hoc para testimoniar un tipo de léxico poco frecuente y difícil de testimoniar. Finalmente, podemos establecer un tercer estrato, que corresponde a las nuevas citas incorporadas por José Pérez Hervás, una vez fallecido Pagés en 1902. Esta última fase se aprecia fundamentalmente en los dos últimos tomos del diccionario. Es fácil de establecer debido a que se compone de obras publicadas después de 1902, o bien porque se trata de autores clásicos citados en obras de segunda mano publicadas después de esta fecha, sobre todo en las obras de Juan Mir y Noguera y de Francisco Rodríguez Marín, pero también, aunque no tan frecuentemente, en otros diccionarios. En este último estrato se aprecia perfectamente que las citas no tienen una función ejemplarizante y normativa, sino plenamente testimonial. De ahí que se citen canciones, textos publicados en revistas (y que por tanto no tenían vocación de perdurar en el tiempo), artículos periodísticos, etc. La distribución de los autores citados según el período de tiempo y según el género que cultivaron puede observarse desde una perspectiva global en los siguientes gráficos. Figura 3.3.1. Número de registros según el siglo De la figura 3.3.1. se pueden desprender varios datos. El siglo XIX reúne el mayor número de autores recogidos en el diccionario, con un total de 514 registros. Pero las Edad Media; 130 Siglo XVI; 358 Siglo XVII; 391 Siglo XVIII; 172 Siglo XIX; 514 Siglo XX; 100 Sin fecha exacta; 226 0 100 200 300 400 500 600 1 Edad Media Siglo XVI Siglo XVII Siglo XVIII Siglo XIX Siglo XX Sin fecha exacta 554 autoridades correspondientes a los llamados Siglos de Oro sumarían una cifra todavía mayor: 749 referencias. Es evidente que el Gran diccionario de la lengua castellana no es un diccionario sincrónico. No es tampoco un diccionario histórico en sentido estricto, porque ni la macrorestructura ni la microestructura siguen un criterio estrictamente histórico. Estamos, como en el caso de los otros dos diccionarios analizados, ante un diccionario monolingüe general exhaustivo, acumulativo o, siguiendo el término usado por Bernard Quemada, un diccionario general extensivo (Quemada 1969: 161), es decir, sin apenas restricciones en lo que se refiere a la selección de unidades léxicas. Volviendo a la cuestión de las fuentes, vemos razonable el limitado número de fuentes medievales, que sólo alcanza el número de 130 registros. Como ya vimos, están representadas las grandes obras medievales, en mayor o menor medida, como el Cantar de Mío Cid, Gonzalo de Berceo, el Libro de Alexandre, las Partidas de Alfonso x, el Libro de Buen Amor, El Conde Lucanor, etc. Los libros de historia y los documentos legales, salvo el caso del libro de las Partidas, se reducen a testimoniar unos pocos arcaísmos, sobre todo en los primeros tomos del diccionario. Otro dato llamativo es la poca representatividad que tienen las obras dieciochescas. Existe la impresión de que el siglo XVIII no constituye una época de gran valor a la hora de hablar del canon cultural y literario español. A pesar de que fue el siglo de la fundación de la Real Academia Española, el siglo en el que los escritores se hicieron conscientes de que había que cuidar y “limpiar” la lengua, huyendo de dos tendencias, a saber, la corriente cultista propia del barroco y el afrancesamiento de muchos reformistas, las obras literarias de este período no gozaron de una buena fama en el siglo siguiente. Finalmente, destacamos el hecho de que en el diccionario se hayan localizado 100 referencias relativas al siglo XX. Pueden parecer pocas, pero hay que tener en cuenta que el diccionario terminó de publicarse aproximadamente en el año 1932, y que hasta 1914 parece que Pérez Hervás no retomó la edición de la obra. Por tanto, es sintomático que el principio de autoridad no quedara fosilizado en un período áureo que hubiera que conservar, sino que se abrió a escritores y periodistas rigurosamente contemporáneos a la redacción del diccionario. Entre las fuentes del siglo XX hay, como decíamos, periodistas, autores de tango, escritores y poetas hispanoamericanos, poetas humorísticos y también, aunque con escaso número de citas, escritores vivos que llegarían a convertirse con el tiempo en los grandes clásicos del siglo XX, como Ramón del Valle Inclán, Ramón Gómez de la Serna o Pío Baroja. Entre los científicos se ha localizado incluso una cita del premio Nobel Santiago Ramón y Cajal. A continuación, veremos el porcentaje de citas localizadas en el Gran diccionario de la lengua castellana, ordenadas igualmente por siglos. Si en el anterior gráfico podía verse reflejado un canon constituido, sobre todo, por un grupo de obras literarias escritas en los siglos XVI, XVII y XIX, en los dos siguientes gráficos veremos el porcentaje de citas 555 en total, según la época y según los géneros, lo que nos permitirá ver qué fase en la evolución de la lengua se refleja realmente en los ejemplos tomados en su conjunto, es decir, veremos si los ejemplos muestran sobre todo la lengua literaria arcaica, o bien una lengua en sus más variados campos de especialización científico-técnica, o si se trata de un estado de lengua en proceso de cambio. Como se puede adivinar, el diccionario refleja diferentes niveles lingüísticos, abarcando los más variados registros estilísticos, en la medida en que la técnica lexicográfica de entonces lo permitía. No existían, naturalmente, corpus orales, pero sí que se aprecia en muchos ejemplos tomados de escritores costumbristas el interés por reflejar el habla popular y espontánea de la gente que vivió en el siglo XIX. No se ignoran los grandes adelantos científicos ni técnicos que vivió la sociedad de aquel siglo, para lo cual se recurre a la autoridad de los grandes científicos españoles de la época. Tampoco se pretenden olvidar los venerables arcaísmos y las voces castizas de los escritores clásicos. Figura 3.3.2. Número de citas según la época El gráfico 3.3.2. aporta datos muy semejantes. El número de obras consultadas se corresponden asombrosamente con el número de veces que se citan. Las obras medievales y del siglo XVIII vuelven a ser los períodos menos representados (un 7 y un 10 % del total respectivamente). Ahora bien, si sumamos el total de citas de los siglos XIX y XX igualarían a la cantidad de ejemplos extraídos de obras clásicas (ss. XVI y XVII). Esto significa que se produjo un verdadero esfuerzo por igualar las citas de autores clásicos (en su mayoría copiadas del Diccionario de autoridades), y las citas contemporáneas. El resultado final apunta a un equilibrio en el que, si bien las citas preclásicas y clásicas unidas forman el conjunto de ejemplos más numeroso, las de los siglos XIX y XX casi las igualan en número. El peso de la tradición y el prestigio del Diccionario de autoridades Edad Media: 5.239 citas; 7% Siglo XVI: 16.151 citas; 20% Siglo XVII: 16.614 citas; 21% Siglo XVIII: 7.818 citas; 10% Siglo XIX: 32.070 citas; 40% Siglo XX: 869 citas; 1% Sin fecha: 928 citas; 1% Edad Media S. XVI S. XVII S. XVIII S. XIX S. XX Sin Fecha 556 se impusieron en esta obra. Además, existía la opinión, muy extendida entre los filólogos, de que los textos de los Siglos de Oro seguían representando el ideal lingüístico que debía recuperarse para devolver a la lengua castellana su esplendor pasado. Por otro lado, la lexicografía de finales del siglo XIX obedecía a otros intereses mucho más prácticos, entre los que se contaba la transmisión rápida de conocimientos, una tímida apertura hacia las realidades lingüísticas hispanoamericanas y un interés mayor por la lengua popular, gracias, entre otros factores, a la canonización de composiciones orales que, hasta entonces, no se había considerado verdadera literatura. El próximo gráfico distingue las citas según el género de las obras de las que se extrajeron. Esto determina, en gran parte, la clase de léxico recogido y el contenido de los ejemplos. Hemos realizado para ello varias distinciones básicas. Como se ha hecho hasta ahora, distinguimos entre fuentes lingüísticas y metalingüísticas. Dado el escaso número de las segundas, que tanto Pagés como Pérez Hervás evitaron usar, hemos dividido las fuentes lingüísticas a su vez en varios tipos. En primer lugar, obras de ficción, en las que entran las novelas, los poemarios, y las obras de teatro. Un segundo grupo lo componen las obras no especializadas que no encajan tampoco en el grupo de las obras de ficción: los libros de historia, los ensayos, las obras de carácter religioso, etc. A parte distinguimos también las obras de carácter legal, por tratarse de un tipo textual muy específico, pues constituyen sin duda fuentes lingüísticas, pero ni son estrictamente obras de especialidad, ni obras de ficción, ni textos libres como son los libros de historia. Los códigos civiles, las recopilaciones de leyes, los testamentos, las sentencias siempre han servido para testimoniar una gran cantidad de léxico, tanto arcaico como contemporáneo. Finalmente, incluimos las obras de especialidad, que poseen un estatus propio por múltiples razones: no reflejan la lengua general, sino un tecnolecto, una variedad lingüística propia de un grupo de profesionales y expertos en un mismo campo. Los ejemplos suelen ser definicionales, enciclopédicos, algo que los acerca a las fuentes metalingüísticas, como son los diccionarios de especialidad. Figura 3.3.3. Número de registros según el género de la obra citada 0 100 200 300 400 500 600 106 569 466 148 368 227 557 Las obras de ficción (novela, poesía y teatro) forman el grupo más amplio de fuentes (569 registros). Le siguen en segundo lugar las obras de no ficción, en cuyo grupo hemos reunido los libros de historia, de viajes, las obras de devoción, los ensayos y el género didáctico, conferencias, cartas, etc. Este conjunto suma 466 registros. En tercer lugar contamos con los tratados científico-técnicos (368 registros). Tras los textos de carácter jurídico (148 referencias), encontramos las fuentes metalingüísticas (gramáticas y otros diccionarios, generalmente monolingües y de especialidad) (106 registros). A diferencia de lo que ocurría con los diccionarios anteriormente estudiados, en el Gran diccionario de la lengua castellana no se citan diccionarios bilingües, y el resto apenas se cita fuera del primer y del segundo tomo. Veamos ahora la misma clasificación según el número de citas: Figura 3.3.4. Número de citas según el género de las obras En lo que a las citas se refiere, las obras literarias de ficción superan más de la mitad del total (54 %). Esto indica que las autoridades eran concebidas mayoritariamente como testimonios literarios, basados en los mejores escritores de la lengua española. Le siguen las citas a partir de obras de no ficción (21 %), las citas de obras científico-técnicas (12 %), fuentes metalingüísticas (7 %), fuentes desconocidas (4 %) y textos legales (2 %). La citas sacadas de obras especializadas suman un total un total de 9.298 citas (12 %), pero lejos del total de citas extraídas de textos literarios o de obras jurídicas. A continuación, analizaremos con más detalle la composición de las fuentes literarias, por un lado, y de las fuentes científico-técnicas, por otro. En lo que se refiere a las fuentes literarias, hemos establecido tres grupos fundamentales: las obras pertenecientes al género narrativo, al género poético y al género teatral. Es cierto que tomamos como punto de partida una perspectiva moderna para distinguir qué es literatura y qué no lo es. Por Fuentes metalingüísticas: 5.352; 7% Obras de ficción: 43.345; 56% Obras de no ficción: 16.415; 21% Textos jurídicos: 1.668; 2% Obras científico- técnicas: 9.298; 12% Fuentes desc.: 1.668; 2% Fuentes metalingüísticas Obras de ficción Obras de no ficción Textos jurídicos Obras científico-técnicas Fuentes desconocidas 558 ejemplo, las obras históricas, el género didáctico, los libros de temática religiosa se han agrupado, como acabamos de ver, en el grupo de las obras de no ficción. Nuestro fin es, en este caso, meramente práctico. No se discute qué concepto de literatura debían tener los autores del Gran diccionario de la lengua castellana, sino solamente queremos comprobar en qué proporción los ejemplos se basan en textos poéticos, en novelas o en obras de teatro. Para empezar, y como se puede ver en el gráfico 3.3.5., el género narrativo (novela picaresca, novela pastoril, cuento, etc.) está representado por 184 fuentes, mientras que los textos poéticos los constituyen 296 registros. Finalmente, se mencionan 79 nombres de autores de teatro. Así pues, por un lado, vemos que el número de poetas es el más elevado. Sin embargo, la proporción cambia cuando lo que se analiza son las citas, tal como se ve en la figura 3.3.6. Figura 3.3.5. Registros según el género literario Figura 3.3.6. Número de citas según el género literario Ahora, las citas poéticas representan sólo un 32 % dentro del total de citas literarias (un porcentaje mucho menor si se tomara en cuenta el conjunto total de cita en el diccionario). Las citas en prosa correspondientes al género narrativo casi alcanzan la mitad del total (47 %). Por último, las citas extraídas de obras dramáticas constituyen el 21 %, de las cuales aproximadamente la mitad están en verso y la otra mitad en prosa. La conclusión a la que llegamos es que las citas en verso tienen una fuerte presencia en el diccionario, pero no constituyen el tipo de ejemplo típico en el Gran diccionario de la lengua castellana. La función del ejemplo estaba en proceso de transformación. Los ejemplos poéticos constituían un modelo literario que servía para ensalzar el grado de perfección estética que había alcanzado una lengua (como se puede ver en los primeros diccionarios modernos basados en autoridades, como el Vocabolario degli Accademici della Crusca (1612), o el Dictionnaire Universel de Furetière (1690). El Gran diccionario de la lengua castellana no quiere renunciar a los grandes monumentos literarios del pasado, pero los sitúa en un segundo plano. Los textos en prosa suman un número mucho mayor, porque, en general, reflejan los usos gramaticles más extendidos, sin las licencias que sí pueden tomarse los poetas a la hora de escribir. Casi la mitad de las citas en prosa proceden, como ya hemos visto, de obras decimonónicas, lo que 0 100 200 300 Género narrativo Género poético Género teatral 184 296 79 19.930; 47% 13.925; 32% 8.902; 21% Género narrativo Género poético Género teatral 559 demuestra que la lengua que pretendían describir los autores era la lengua de los escritores de su siglo, aunque sin olvidar a los clásicos. En lo que a las citas a partir de obras científico-técnicas se refiere, la variedad de campos o ámbitos de especialidad tratados es muy diversa. Hemos tenido en cuenta más de 50, aunque aquí sólo veremos los 13 campos con mayor presencia en el diccionario: agricultura, albeitería, arquitectura, astronomía, botáncia, caza, ciencias naturales, derecho, economía, filología, marina, medicina y química. En total, los 13 campos más mencionados lo forman 218 regitros, de un total de 368. Lo primero que llama la atención al ver el gráfico 3.3.7. es el gran número de obras sobre medicina citadas en el diccionario: 52, aventajando sobradamente al resto de los campos de especialidad. Las obras de filología (retóricas, críticas literarias, poéticas, etc.) son, a continuación, las más nombradas (28 registros). Siguen los manuales de agricultura (21 registros) y de derecho (19 registros) y de marina (19 registros). Hay que destacar la pervivencia de campos tradicionalmente representados en la lexicografía hispánica, como la caza (7 registros), la albeitería (11 registros), la marina (19 registros) y la agricultura (21 registros). Salvo las obras de química, y algunas del campo médico y de las ciencias naturales, el resto está formado por fuentes en su mayoría del siglo XVI y XVII, es decir, no son obras científicas “punteras”, sino autoridades tradicionales de los diccionarios que se han heredado de un diccionario a otro, y que sirven para testimoniar tecnicismos, pero tecnicismos en gran parte ya obsoletos. Figura 3.3.7. Número de registros según el ámbito de especialidad de la obra citada Finalmente, comprobamos el número de citas según el campo de especialidad. En la figura 3.3.9. vemos que la citas del ámbito de la medicina forman con creces el conjunto más citado (en 2.020 artículos), seguido de las citas extraídas de tratados que se ocupan, en general, de las ciencias naturales (1.090 citas). Estos dos campos, además de ser los más mencionados, son los que se han construido a partir de obras en su mayoría 21 11 12 8 13 7 12 19 5 28 19 52 11 0 10 20 30 40 50 60 560 contemporáneas (ss. XVIII y XIX), lo que demuestra una voluntad clara por incorporar léxico científico-técnico actual. El resto de los campos representan, en líneas generales, un conjunto de fuentes y de léxico hererado de la tradición lexicográfica anterior. Figura 3.3.8. Número de citas según los campos de especialidad Terminamos este epígrafe ocupándonos brevemente de las fuentes metalingüísticas. Los ejemplos sacados de gramáticas y diccionarios representan el 7 % del total, así que se aprecia claramente un abandono casi total de este tipo de obras (sobre todo, si se compara con el importante peso que las fuentes metalingüísticas tuvieron en los dos diccionarios que hemos estudiado anteriormente). Nos centraremos en el uso de los diccionarios. Como se ve en la figura 3.3.9., la gran mayoría de repertorios léxicos usados en el Gran diccionario de la lengua castellana está formada por diccionarios de especialidad (40 registros), si bien los más citados son los diccionarios monolingües (en 2.861 artículos), como se ve en el gráfica 3.3.10. Los diccionarios académicos son los más mencionados, algo comprensible, pues, como ya había señalado Bueno Morales (1996: 152-153), una característica común de los diccionarios del español publicados a lo largo del siglo XIX (y también del XX) es que aprovecharon la nomenclatura y las definiciones de las sucesivas ediciones del diccionario académico. En todo caso, el segundo conjunto de diccionarios más citados son los de especialidad, en 864 citas. El resto de diccionarios, los diccionarios bilingües, los dialectales y los enciclopédicos apenas suman un número significativo de citas. 339 106 80 84 605 220 1090 31 39 939 113 2020 120 0 500 1000 1500 2000 2500 561 Figura 3.3.9. Número de diccionarios según el género lexicográfico Figura 3.3.10. Número de citas según el género lexicográfico. 3.3.7. Fe de erratas Con cierta frecuencia, nos hemos percatado de que las referencias bibliográficas contenían errores. A veces, se trata sólo de una equivocación insignificante, pero en otras ocasiones, la errata hace prácticamente imposible la identificación correcta del autor o de la obra que se está citando. Sólo gracias a las búsquedas y al rastreo de textos que permiten las tecnologías actuales hemos podido localizar la obra exacta de donde se extrajo la cita y, por tanto, logramos percatarnos del error. El ejemplo más típico lo hemos hallado en el artículo dedicado a la locución verbal poner los puntos sobre las íes. La referencia bibliográfica hace alusión a Leopoldo Mas. Tras deshechar la existencia de un escritor llamado con tal apellido, dimos con el texto real de la cita, y se trataba de la obra Ensayos sobre Galdós (1889), escrita por Leopoldo Alas. Ciertamente, si imaginamos el nombre de Alas escrito a mano es fácil confundir los trazos de las letras A y l, confundiéndolos con una sóla letra: la M. Como vamos a ver a continuación las confusiones son relativamente frecuentes, y la mayoría ocurre entre los tomos IV y V, así Diccionarios bilingües Diccionarios de especialidad Diccionarios dialectales Diccionarios enciclopédicos Diccionarios monolingües 4 40 5 6 18 Diccionarios bilingües Diccionarios de especialidad Diccionarios dialectales Diccionarios enciclopédicos Diccionarios monolingües 32 864 57 101 2.861 562 que no es demasiado descabellado pensar que las erratas se deben a la falta de pericia de José Pérez Hervás a la hora de trascribir correctamente los materiales, seguramente escritos a mano, de su antecesor, Aniceto de Pagés. Y estamos convencidos de que es así, porque las equivocaciones se producen incluso cuando se copia la cita y la referencia tomada del Diccionario de autoridades. Pérez Hervás no consultaba esta obra directamente, sino que tenía delante los apuntes de Pagés, que en ocasiones no leía bien. Una de las finalidades de este trabajo es conocer mejor los diccionarios que hemos estudiado. Y conocerlos mejor significa favorecer un uso más provechoso, corrigiendo o subsanando defectos que estas obras tenían. Por eso, incluimos a continuación la lista de todas las erratas que hemos localizado en el diccionario. Sin duda, no están todas, y seguramente ésta es la causa de que más de 200 referencias no hayan podido ser identificadas aún. En cualquier caso, no dudamos del provecho que pueda tener su inclusión en este trabajo de investigación. En primer lugar incluimos la referencia biblioráfica tal como aparece en el diccionario y, a continuación, proponemos la enmienda. 1) AGUILAZ Y ZÚÑIGA, ESTEBAN: escribe Aguilaz en lugar de Aguilar (s.v. signífero). En la obra Rebusco de voces castizas aparece la misma cita, y el nombre correctamente escrito. 2) ALEMÁN, JUAN: escribe Juan, en lugar de Mateo. Se cita su Ortografía castellana, 1609 (s.v. ensamblar). 3) ALERA: se refiere a Juan Valera. La primera letra no se ha borrado. Puede verse claramente que la A es mayúscula. Se cita su novela Pepita Jiménez (1874) (s.v. yo). 4) ARIBAU, C. B: el orden de los nombres está cambiado: se trata de Bonaventura Carles Aribau (s.vv. accésit, adornista, afrancesado, amaneramiento, apresamiento, aurora y oída). 5) BARTOLOMÉ, JOSÉ LORENZO: Se cita la obra Peregrinación de Bartolomé Lorenzo (1586), del Padre José Acosta. Sin embargo, da la impresión de que la referencia apunta al nombre de un autor, y no de una obra. Seguramente el propio Pagés lo entendió equivocadamente (s.v. atalayar). 6) BAS. P: Se trata de Emilia Pardo Bazán. Se cita su novela Los pazos de Ulloa (1886) (s.v. novatada). 7) BENOT, LUIS: escribe Luis, en lugar de Eduardo, confusión que no habría cometido Aniceto de Pagés, que conocía a Eduardo Benot personalmente. Se cita su obra En el umbral de la ciencia (1889) (s.v. rodaje). 563 8) CAMPOMANES: por error se refiere a Antonio de Capmany y de Montpalau. La obra citada es Filosofía de la Elocuencia (1776) (s.vv. enervar y entibador). 9) CASTILLO, CRISTÓBAL DE: así es llamado Cristóbal de Castillejo en un artículo (s.v. bonetada). 10) LA DAMA DE LA MUERTE: En los tomos IV y V (s.vv. panera y sotar) Pérez Hervás no interpreta bien el nombre y escribe La Dama de la muerte en lugar de La Danza de la muerte, a pesar de ser un topos medieval bastante conocido. Y no sólo eso: en uno de los ejemplos, en el artículo dedicado a sotar, Pagés trascribe dama en lugar de danza, que es la palabra que se puede leer en el texto original: E desta mi dama [danza] será mi guiador, Desnude su capa, comience á sotar. La Danza de la muerte está bien citada, no obstante, en el tomo V, s.v. usuario. 11) EGUILUZ, MIGUEL: se trata en realidad de Martín Eguiluz, y la obra Malicia, discurso y Regla militar (1595). Las citas están tomadas del Diccionario de autoridades (s.vv. afosarse, barrabanía, darle a uno en la nariz una cosa, cuando el río suena, agua lleva y entrar de randón). 12) FERNÁNDEZ DE ANDRADE, P: creemos que puede tratarse de Pedro Fernández de Castro, Andrade y Portugal (1560-1622), noble y escritor (s.vv. aura y aventar). 13) FIGUEROA, FRANCISCO: se trata de Cristóbal Suárez de Figueroa (1571-1644). Hemos localizado las citas en su obra Varias noticias importantes a la humana comunicación (1621) (s.vv. noche y obtener). En el tomo V, las referencias a Cristóbal Suárez de Figueroa están expresadas correctamente). 14) FRAGOSO, MATEO: se trata de Juan Matos Fragoso (m. 1692), autor de comedias (s.v. paraletas). 15) GONZÁLEZ BLASCO, ANDRÉS: pensamos que puede tratarse en realidad de Andrés González Blanco (1886-1924), novelista (s.v. pudendo). 16) CARVAJAL GONZÁLEZ: se trata de Tomás González Carvajal (1753-1834), poeta y traductor (s.vv. autógrafo y brotar). 17) GUEVARA, FERNANDO DE: se trata en realidad de Fernando de Herrera. La cita corresponde a sus Anotaciones a la poesía de Garcilaso (1580) (s.v. entorpecimiento). 18) INVENTARIO DE UNA HASTERÍA: En el artículo dedicado a navajado, -a, se lee inventario de una hastería, que no significa nada, y que copia Rosalía García Cornejo en su trabajo sobre las fuentes en el Gran diccionario de la lengua castellana (641), pero en orejado, -a se lee correctamente Inventario de una 564 hostería. Las citas se toman del repertorio de Rodríguez Marín, en las voces correspondientes. Éste a su vez reconoce haber encontrado la fuente en el Archivo de protocolos de Sevilla. 19) INESCUA, M. DE: se trata de Antonio Mira de Amescua (1574-1644). Concretamente se cita su obra de teatro en verso Lo que puede el oir misa (s.v. estar tendido como un atún). 20) LANA: es una mala trascripción de Larra, el conocido periodista. Se cita su obra No más mostrador: comedia original en cinco actos (s.v. por quítame allá esas pajas). Es curioso que en este mismo artículo se cita una segunda vez a Larra, pero en esta ocasión su nombre se trascribe correctamente. Una vez más, parece que a veces Pérez Hervás no entendía la fuente manuscrita que consultaba (seguramente del propio Aniceto de Pagés). 21) LEÓN, FRAY DIEGO: se trata de fray Luis de León. La obra citada es De los nombres de Cristo, acabada en 1585 (s.v. navegar). 22) LIMA, JUAN DE: Este autor simplemente no existe. La cita se ha extraído de Diálogos nuevos en español y francés: con muchos refranes (1708) de Francisco Sobrino, obra para aprender español (s.v. enemigo). 23) MAS, LEOPOLDO: es una mala trascripción de Leopoldo Alas. Se cita su obra Ensayos sobre Galdós (1889) (s.v. poner los puntos sobre las íes). 24) MENDIZÁVAL: desconocemos la razón de dicha referencia a Mendizával en una cita que corresponde al Lazarillo de Tormes (1554) (s.v. uva). Tal vez haya sido una mala trascripción de Mendoza, ya que esta obra se atribuía a Diego Hurtado de Mendoza. De hecho, bajo esta referencia (la de Diego Hurtado de Mendoza), se autorizan textos del, hasta ahora anónimo, Lazarillo de Tormes (por ejemplo, s.v. bonito). 25) MENÉNDEZ Y GONZÁLEZ, M: se trata en realidad de Marcelino Menéndez Pelayo. Se cita «La patria de Raimundo Sabunde», en La ciencia española (s.v. numeración romana]. 26) MORALES, ANTONIO: se refiere a Ambrosio de Morales, citado en Autoridades (s.vv. ornamento, palio, porqueriza, pretexta). 27) NEBRIJA, ANTONIO DE: en el artículo dedicado a la voz postrimeramente se cita en realidad a Hernando del Castillo y su Crónica de los señores Reyes Católicos. 28) NOGALES Y NOGALES, F: se refiere a José Nogales. En el artículo gallinaza se menciona el cuento premiado en el concurso organizado por el diario El Liberal, año 1900. 565 29) NÚÑEZ DE VILLAIZÁN, F: El nombre del autor era Juan Núñez de Villaizán, que escribió la Crónica de Alfonso XI en el siglo XIV. Las citas coinciden con las del Diccionario de autoridades. 30) PONCE DE LEÓN, FR. ANDRÉS: esta referencia nos parece extraña, pues el texto citado en más de cien artículos corresponde a La pícara Justina (1605), del licenciado Francisco de Úbeda. Es cierto que hasta el siglo XX, el texto se atribuyó a otro autor, el dominico Andrés Pérez, atribución que se recoge por primera vez en la Bibliotheca hispana nova (1696) de Nicolás Antonio y que posteriormente defenderá Marcelino Menéndez Pelayo, hasta que Marcel Bataillon pudo confirmar que el verdadero autor era el licenciado Francisco de Úbeda. En todo caso, Andrés Pérez y Andrés Ponce de León sólo coinciden en el nombre de pila y en la primera letra del apellido. En el artículo dedicado a bastos se incluye una cita copiada del Diccionario de autoridades, y cuya referencia sí es al licenciado Francisco de Úbeda. 31) REINOSO, RODRIGO DE: se refiere a Rodrigo de Reinosa (1450-1530), autor de poesía germanesca (s.v. pegar). En el tomo V la referencia es correcta (s.v. veintisiete). 32) RIBAS Y SERRET, F. DE P: se trata de Francisco de Paula Ribas Servet, traductor de La ciudad anticristiana de P. Benoit (s.v. paganismo). 33) RIPIO: se refiere a Juan de la Ripia, autor de Práctica de la administración, y cobranza de las Rentas Reales (1795-1796: 6 tomos) (s.v. atestadura). 34) FERNANDO DE ROJAS: bajo esta denominación se está refiriendo en realidad no al autor de La Celestina, sino a Francisco de Rojas Zorrilla, autor de obras de teatro en verso. 35) ROMERO, J: se trata en realidad de Manuel Romero. Se cita el tango “La muchacha del circo” (s.v. salto mortal). 36) RUEDA, FRAY JUAN: se refiere a Fray Juan de Pineda (c. 1513-c. 1593), tomado de la obra Dos mil quinientas voces… de Rodríguez Marín (s.v. ofiscativo). Curiosamente, la referencia en la fuente es correcta. 37) SANCHO, ALONSO DE: se trata en realidad de Alonso de Acevedo (n. 1550), autor de La creación del mundo (1615), poema sacro compuesto en octavas y repartido en siete cantos, correspondientes a los siete días del Génesis, que es la obra citada (s.v. parcamente). 38) SANTOS, FR. LORENZO DE LOS: se trata de fray Francisco de los santos, historiador (s.vv. anta y araña). 39) SANTUELLA: se refiere a Fernández de Santaella, autor del Vocabularium Ecclesiasticum (1499), obra citada (s.v. adamante). 566 40) SOLÍS, DIONISIO: se trata del Antonio Solís, autor de la obra de teatro El Doctor Carlino, obra citada (s.vv. ambrolla, hampón, perro viejo, no poder ver y refundidor). 41) TORRALBA, J: se refiere a Vicente Alonso Torralba, autor de Empeño español que hace patente el modo de limpiar las calles de Madrid con modo no practicado en España (1738), obra citada (s.v. alcantarillado). 42) TORRE, FRANCISCO DE LA: Autoridades lo llama B. de la Torre. Parece tratarse de Alfonso de la Torre, el Bachiller, presente en El cancionero castellano del S. XV de la Biblioteca Estense de Módena). 43) VENEGAS, ALONSO DE: Se trata de Alejo de Venegas. Se cita su obra Agonia del transito de la muerte, con los auisos y consuelos que cerca de ella son prouechosos (1565), aunque la cita está copiada de Dos mil quinientas voces… de Rodríguez Marín, que si indica la referencia correctamente (s.v. sufragatorio). 44) VILLAIZÁN, JUAN DE: se trata en realidad de Juan Agapito y Revilla, autor de El real monasterio de las Huelgas de Burgos, apuntes para un estudio histórico- artístico (1903) (s.v. facistelo). 45) VILLANUEVA, JAIME: se refiere a Juan de Villanueva, autor de Arte de albañilería, o Instrucciones para los jóvenes que se dediquen a él (1827), obra citada (s.v. aguja, albañilería, alféizar, amovible, andar, apagar, asiento, de asta y guarnecido). 567 3.3.8. Nómina de autores y de obras REGISTRO Género SIGLO NÚM. DE VOCES OBRA CITADA ABANCENS, RAMÓN Refranero XIX 4 Adagios: (Colección de) Refranes españoles, con una sucinta explicación de cada uno de ellos en su verdadero sentido, para su mejor inteligencia. Dispuesta por el perito agrimensor D. Ramón Abancens (1861) ABARCA, PEDRO (1619- 1693) Historia XVII 23 Anales de Aragón en anales históricos (1684) ABELA Y SÁINZ DE ANDINO, EDUARDO JOSÉ (1835-1908) Agricultura XIX 3 Agricultura elemental (1878) / El libro del Viticultor (1885) ABEYTÚA, ISAAC (1892- 1973) Prensa XX 1 ABUAGENS, RAMÓN Prosa 1 ACADEMIA, DICCIONARIO ANTIGUO Diccionario castellano 7 ACEVEDO, ALONSO DE (1550-?) Poesía XVII 7 La creación del mundo (1615) ACOSTA, CECILIO (1818- 1881) Poesía XIX 17 ACOSTA, PEDRO JOSÉ DE (1540-1600) Historia XVI 194 Historia natural y moral de las Indias (1590) Actas Capitulares del Archivo Municipal de Sevilla Legal 1 Actos de Cortes de Aragón (1664) Legal XVII 16 ADRIÁN DE AYNZA, ANTONIO Matemáticas XVI Claro y luzido espejo de almutaçafes (1577) AFÁN DE RIVERA, FULGENCIO (pseudónimo, de autor desconocido) Sátira XVIII 13 Virtud al uso y mística a la moda (1729) AGACINO Y MARTÍNEZ, EUGENIO (1851-1924) Marina XIX 3 AGAR, LUIS DE (1853- 1866) Militar XIX 12 Diccionario ilustrado de artillería (1866) ÁGREDA, SOR MARÍA JESÚS DE (1602-1665) Religión XVII 153 AGUADO, FRANCISCO DE (1572-1654) Historia XVII 1 AGUAYO, F. ALBERTO DE Poesía XVI 1 568 REGISTRO Género SIGLO NÚM. DE VOCES OBRA CITADA AGUILAR, PLÁCIDO Poesía XVII 2 Fábula de Siringa y Pan AGUILAZ Y ZÚÑIGA, ESTEBAN (1606-1681) Religión XVII 1 AGUILERA Y VELASCO, ALBERTO (1842-1913) Derecho XIX 1 AGUSTÍN PRÍNCIPE, MIGUEL (1811-1863) Teatro en verso XIX 2 AGUSTÍN, ANTONIO (1517- 1586) Historia XVI 54 ÁLAMOS DE BARRIENTOS, BALTASAR (1555-1640) Historia XVII 1 Tácito español con aforismos (1614) ALARCÓN [Y MELÉNDEZ], P. JULIO (1843-1924) Religión XX 3 Un feminismo aceptable (1908) ALARCÓN, PEDRO ANTONIO DE (1833-1891) Narración XIX 724 ALAS [UREÑA], JENARO (1844-1918) Historia XIX 1 ALAS, LEOPOLDO (CLARÍN) (1852-1901) Narración XIX 17 ALBALÁ, FEDERICO Prosa 1 ALBIO, MARTÍN Poesía XVI 5 ALBORNOZ, BARTOLOMÉ Legal XVI 1 El Arte de los contractos (1573) ALBORNOZ, DIEGO FELIPE Religión XVII 1 La Cartilla Política y Cristiana (1666) ALCABDETE, ALFONSO DE Poesía XVI 1 ALCALÁ GALIANO (1789- 1865) Historia XIX 28 ALCALÁ YÁÑEZ Y RIVERA, JERÓNIMO DE (1571-1632) Picaresca XVII 12 Alonso, mozo de muchos amos" en dos partes (1624-1626) ALCALÁ, FRAY PEDRO DE Diccionario bilingüe XVI 4 Vocabulista árabigo (1505) ALCÁNTARA, FRANCISCO Historia XIX 1 La Exposición Nacional de Bellas Artes de 1897 : reproducción autotípica de las obras más notables / reseña crítica por Francisco Alcántara ALCÁZAR, BALTASAR DEL (1530-1606) Poesía XVI 20 ALCAZAR, P. BARTOLOMÉ DE (1648-1721) Religión XVIII 88 ALCÁZAR, P. JOSÉ DE Historia XIX 13 569 REGISTRO Género SIGLO NÚM. DE VOCES OBRA CITADA ALCOBÉ [Y ARENAS] Física XX 4 ALCOCER, PEDRO DE Historia XVI 5 Hystoria o Descripción de la imperial cibdad de Toledo (1551) ALDANA, FRANCISCO DE (1537-1578) Poesía XVI 2 ALDOVERA [Y MONSALVE], P. FR. JERÓNIMO (1564-1630) Religión XVII 1 ALDRETE, BERNARDO DE (1565-1645) Historia XVII 54 ALEMÁN, JUAN Ortografía XVII 1 Ortografía ALEMÁN, MATEO (1547- 1615) Picaresca XVII 241 Guzmán de Alfarache ALFONSO X (1221-1284) Historia/Legal XIII 246 ALFONSO, LUIS Teatro en prosa 1 ALMAZÁN, AGUSTÍN DE Sátira XVI 15 Traducción: Moral y muy graciosa historia del Momo (Alberti) en 1553 ALMEIDA, ENRIQUE Historia 1 ALMIRANTE, JOSÉ (1823- 1894) Diccionario militar XIX 41 Diccionario militar (1869) ALONSO Y RODRÍGUEZ, JOSÉ Medicina XIX 54 ALTAMIRA [Y CREVEA], RAFAEL (1866-1851) Historia XX 5 ALVARADO, FR. FRANCISCO (1756-1814) Filosofía XVIII 8 ÁLVAREZ CIENFUEGOS, NICASIO (1764-1809) Prosa/ Teatro en verso XVIII 54 ÁLVAREZ DE ABREU, ANTONIO JOSÉ (1683- 1756) Derecho XVIII 1 ÁLVAREZ DE SORIA, ALONSO Poesía XVI 1 ÁLVAREZ DE TOLEDO, GABRIEL (1662-1714) Poesía XVIII 13 ÁLVAREZ DE VILLASANDINO (c. 1350-c.1424) Poesía XV 5 ÁLVAREZ GUERRA, JUAN Agricultura XVIII 10 Curso completo ó Diccionario universal de agricultura teórica, práctica, económica, y de medicina rural y veterinaria (1799) 570 REGISTRO Género SIGLO NÚM. DE VOCES OBRA CITADA ÁLVAREZ MIRABAL, B. Medicina 1 ÁLVAREZ OSORIO, MANUEL Equitación XVIII 1 Manejo real, en que se propone lo que deben saber los cavalleros en esta facultad para llenar con la practica este gran nombre (1769) ÁLVAREZ, P. FR. ANTONIO (m. 1598) Religión XVI 15 Sylva spiritual (1590) ÁLVAREZ, RODRIGO Carpintería XVII 2 Breve compendio de la carpintería y tratado de lo blanco (1674) AMAYA, FRANCISCO DE Derecho XVII 9 ANDRADE, ALONSO DE Política XVII 5 El buen soldado católico (1647) ANDRÉS, JUAN (1740- 1817) Historia XVIII 4 ANDUERA, FEDERICO Prosa 1 ÁNGELES, ALONSO DE Historia XVI 2 quizá: Sermón fúnebre sobre Felipe II en 1598 ÁNGELES, FRAY JUAN DE LOS (1536-1609) Religión XVI 2 Tratado espiritual de los soberanos misterios de la misa (1604) ANGULO Y CORREA, MANUEL DE Prosa didáctica XIX 1 Cartas científico- familiares, recogidas, coleccionadas y anotadas por…, Boletín de la Sociedad Geográfica de Madrid, T. XL, 1898 ANGULO, DOMINGO F.[ERNÁNDEZ DE] Historia XIX 1 ANÓNIMO DEL SIGLO XV Poesía XV 1 Antigüedades de España, documento de 1473 Legal (testamento) XV 1 ANTONIO CONDE, JOSÉ (1766-1820) Historia XIX 4 Historia de la dominación de los árabes en España, sacada de varios manuscritos y memorias arábigas (1820-1821) ANTONIO SÁNCHEZ, TOMÁS (1723-1802) Historia XVIII 92 Anuario oficial de las aguas minerales de España Medicina XVIII 1 ARACELI, GABRIEL Prosa XIX 1 571 REGISTRO Género SIGLO NÚM. DE VOCES OBRA CITADA ARAGÓ, BUENAVENTURA (m. 1898) Agricultura XIX 15 Aranceles de 1782 Legal XVIII 2 Aranceles de 1792 Legal XVIII 1 Aranceles de Zaragoza de 1679 Legal XVII 1 Aranceles del año 1722 Legal XVIII 10 ARANDA Y SAN JUAN, MANUEL (1845-1900) Prosa XIX 20 ARANZADI, TELESFORO (1860-1945) Botánica XX 7 ARBIOL Y DIEZ, FR. ANTONIO (1651-1726) Religión XVIII 2 ARCE, FR. DIEGO DE Religión XVI 6 ARCIMÍS, AUGUSTO (1844- 1910) Astronomía XIX 36 ARCIPRESTE DE TALAVERA [ALFONSO MARTÍNEZ DE TOLEDO] (1398-1470) Prosa didáctica XV 6 Corbacho o reprobación del amor mundano (1438) ARCOS, CRISTOBAL DE Prosa XVI 2 ARDEMANS, TEODORO (1661-1726) Arquitectura XVIII 15 ARDID, JERÓNIMO Agricultura XVII 2 Restauro de la agricultura (1640) ARDISSONO, ANTONIO F. Prosa 1 ARENAL, CONCEPCIÓN (1820-1893) Prosa didáctica XIX 1 ARFE Y VILLAFAÑE, ANTONIO (c. 1510-c. 1580) Prosa XVIII 1 ARFE, JUAN DE (1535- 1602) Anatomía/Arquitectura XVI 3 De varia commensuración para la Esculptura y Architectura (1585) ARGENSOLA, BARTOLOMÉ LEONARDO DE (1562-1631) Poesía XVII 264 ARGENSOLA, LUPERCIO LEONARDO (1559-1613) Poesía XVII 66 ARGOTE DE MOLINA, GONZALO (1548-1596) Historia XVI 46 ARGUIJO, JUAN DE (1567- 1623) Poesía/Género epistolar XVII 4 ARIAS MONTANO, BENITO (1527-1598) Filosofía XVI 5 Aforismos sacados de la Historia (1614) 572 REGISTRO Género SIGLO NÚM. DE VOCES OBRA CITADA ARIBAU, C.[ARLES] B.[ONAVENTURA] (1798-1862) Prosa XIX 7 ARJONA, JUAN DE (m. 1603) Poesía XVI 1 traducción:La Tebaida de Estacio en Octavas Reales (s.d.) ARJONA, MANUEL MARÍA DE (1761-1820) Poesía XVIII 1 ARNAO, ANTONIO (1828- 1889) Poesía XIX 5 ARNAYA, P. NICOLÁS DE Religión XVII 1 AROLAS, JUAN (1805- 1819) Poesía XIX 38 ARQUIJO, JUAN DE (1567- 1623) Poesía XVII 1 ARREDONDO, MARTÍN Albeitería XVII 17 Obras de Albeyteria (1658) ARRIAZA, JUAN BAUTISTA (1770-1837) Poesía XIX 10 ARTIGA, FRANCISCO JOSÉ DE (1645-1711) Poesía XVII 2 Epitome de la Elocuencia Española (1692) Asiento de negros del año 1663 Legal XVII 1 ASTRANA MARÍN, LUIS (1889-1959) Prosa XX 3 ATIENZA Y SIRVENT, MELITÓN (1827-1890) Botánica XIX 4 Autos acordados del consejo Legal 9 Autos de cortes de Aragón Legal 3 AVELLANEDA Narración XVII 6 Apócrifo del Quijote (1614) AVENDAÑO, P. FR. CRISTÓBAL Religión XVII 1 ÁVILA, FR. FRANCISCO DE Poesía 2 ÁVILA, GONZALO DE Poesía 1 ÁVILA, JUAN DE ÁVILA (1500-1569) Religión XVI 35 ÁVILA, LUIS DE (1504- 1573) Historia XVI 1 Comentario de la guerra de Alemania hecha por Carlos V, máximo emperador romano, rey de España, entre los años 1546 y 1547(1549) AVILÉS MERINO, ÁNGEL Poesía 1 573 REGISTRO Género SIGLO NÚM. DE VOCES OBRA CITADA AVILÉS, JOSÉ DE Blasón XVIII 4 Ciencia heroyca reducida a las leyes heraldicas del blason (1725) AVIÑÓN, JUAN DE (1381 ? - 1418) Medicina XVI 15 autor de Sevillana medicina, traducido del latín por Nicolás Monardes y publicado en 1545 AYALA MANRIQUE Religión XVII 1 AYALA, ADELARDO LÓPEZ DE (1828-1879) Teatro en verso XIX 4 AYALA, FRAY LUCAS FERNÁNDEZ DE Religión XVII 1 Historia de la perversa vida y horrenda muerte del Anticristo (1635) AYALA, JERÓNIMO Medicina XVII 1 Principios de cirugia (1673) AYLLÓN, JULIÁN Prosa XX 1 Varones ilustres de Medina (obra inédita) AZA, VITAL (1851-1912) Teatro en prosa XIX 171 AZARA, JOSÉ NICOLAS DE (1730 - 1804) Historia XVIII 4 Historia de Marco Tulio Cicerón, traducida de la del inglés Conyers Middleton (1790) AZCÁRATE, GUMERSINDO DE (1840-1917) Historia XIX 5 AZNAR DE POLANCO, [JUAN CLAUDIO] Matemáticas XVII 1 AZPILCULETA, MARTÍN DE (1492-1586) Religión XVI 142 BABIA, LUIS Historia XVI 17 Continuador de la Historia Pontifical de Gonzalo de Illescas BACALLAR Y SANNA, VICENTE (1669-1726) Historia XVII 2 BACARDÍ, ALEJANDRO DE Diccionario de marina XIX 1 Diccionario del Derecho Marítimo de España: en sus relaciones con la Marina (1881) BAILS, BENITO (1730 - 1797) Diccionario de arquitectura XIX 13 Diccionario póstumo: Diccionario de Arquitectura civil (1802) BALART, FEDERICO (1831- 1905) Narración XIX 1 BALBUENA, BERNARDO DE (1562-1627) poesía XVII 1 BALCARCE, FLORENCIO (1818 - 1839) Poesía XIX 1 574 REGISTRO Género SIGLO NÚM. DE VOCES OBRA CITADA BALLESTER, JOSÉ MARÍA Prosa 1 BALLESTEROS Y SAAVEDRA, FERNANDO DE (1576-1657) Prosa didáctica XVII 45 BALMES I URPIÀ, JAIME (1810-1848) Filosofía XIX 229 BANCES CANDAMO, FRANCISCO (1662-1704) Teatro en verso XVII 2 BAÑOS DE VELASCO, JUAN (1615-1682) Historia XVII 1 BANQUERI Agricultura 1 BAPTISTA, JUAN Poesía XVI? 10 BARAHONA DE SOTO, LUIS (1548-1595) Poesía XVI 33 BARAHONA DE SOTO, LUIS (1548-1595) Caza XVI 1 Diálogos de Montería [se imprimió por primera vez en 1890] BARALT, RAFAEL MARÍA (1810-1860) Prosa XIX 20 BARBA, ÁLVARO ALONSO (n. 1569) Metalurgia XVII 2 Tratado sobre los metales (1640) BARBERY, MANUEL MARÍA Geometría XIX 3 traducción: Elementos de geometría analítica de H. Sonnet (1868) BARBIERI, FRANCISCO A. (1823-1894) Música XIX 2 BARCIA, ROQUE (1821- 1885) Diccionario castellano XIX 25 autor de un diccionario etimológico y de un diccionario de sinónimos BARDAXI, JOSÉ DE Religión XVII 1 Sermones de Adviento y Santos que la Iglesia más principalmente celebra (1613) BARINAGA [Y CORRADI], LUIS (1843-1881) Metalurgia XIX 2 Manual de Metalurgia (1880) BAROJA, PÍO (1872-1956) Narración XX 1 BARRANTES MORENO, VICENTE (1829-1898) Narración XIX 7 BARRERA, PEDRO MARÍA Teatro XIX 66 BARRIONUEVO, JERÓNIMO (DE) (1587-ca. 1671) Historia XVII 8 BARRIONUEVO, M.[ANUEL] MARTÍNEZ (1857-1917) Narración XX 3 BARROS GREZ, DANIEL (1834-1904) Narración XIX 1 Cuentos para los niños grandes 575 REGISTRO Género SIGLO NÚM. DE VOCES OBRA CITADA BARROS, ALONSO DE (1552-1604) Poesía XVI 106 BARTOLOMÉ, JOSÉ LORENZO Historia XVI 1 BARTOLOMÉ, JUAN Narración XVIII 2 traducción de Historia de la vida, hechos, y astucias sutilísimas del rústico Bertoldo (1823)de Giulio Cesare Croce BAS, P. Poesía XIX 1 Los Pazos de Ulloa (1886) BASSOLS, SEBASTIÁN Prosa 1 BASTÚS, VICENTE JOAQUÍN (1799-1873) Refranero XIX 273 BAUSÁ MARCOS, [RICARDO] Albañilería XIX 1 Manual del albañil (1879) BECERRA, DOMINGO DE Narración XVI 1 traducción de Tratado de M. Iuan de la Casa: Llamado Galatheo, o tratado de Costumbres, traducido de lengua Toscana a Castellana (1585) BÉCQUER, GUSTAVO ADOLFO (1836-1870) Poesía/Prosa XIX 55 BELLIDO, RICARDO Prosa 2 BELLO, ANDRÉS (1781- 1865) Poesía XIX 147 BELLO, LUIS (1832-1875) Prosa XIX 1 BELLÚER, ALFREDO Narración 1 BELTRÁN Y RÓZPIDE, RICARDO (1852-1928) Geografía XIX 170 BELTRÁN, FRAY PEDRO Poesía XVII 2 La Charidad guzmana (inédita) BENAJAM, JUAN Prosa XIX 18 BENAVENTE, [MIGUEL] Arquitectura XVIII 1 traducción de Elementos de toda la architectura civil: con las mas singulares (de Rieger)(1763) BENAVENTE, JACINTO (1866-1954) Teatro en prosa XX 7 BENAVIDES, A. Prosa 1 BENEJAM, JUAN (1846- 1922) Prosa XX 27 576 REGISTRO Género SIGLO NÚM. DE VOCES OBRA CITADA BENICIO NAVARRO Y ALIGUER, FELIPE (n. 1774) Prosa XIX 1 BENÍTEZ, ANTONIO Prosa 1 BENOT, EDUARDO (1822- 1907) Prosa XIX 380 BENOT, LUIS Prosa XIX 1 En el umbral de la ciencia (1889) BERCEO, GONZALO DE Poesía XIII 127 BERGANZA Y ARCE, FR. FRANCISCO (1663-1738) Historia XVIII 14 BERMÚDEZ, CEÁN (1749- 1829) Pintura XVIII 4 BERNÁLDEZ, ANDRÉS (1450-1513) Historia XV 3 Historia de los Reyes Católicos BERRUEZA, [GABRIEL AZEDO DE LA] (1604-1700) Geografía XVII 1 Amenidades, florestas y recreos de la Provincia de la Vera Alta y Baja de la Extremadura (1667) BETISSANA, EDILO NATO DE Historia XVII 14 traducción de Historia de Italia / de Micer Francisco Guichardini … ; traducida en castellano y reducida a Epitome por don Oton Edilo Nato de Betissana (1683) BEUTER/ BEUTHER, PERE ANTONI (1490-1554) Historia XVI 2 Bibliografía mineral hispano-americana (1871) Mineralogía XIX 1 BLANCAS, JERÓNIMO (m. 1590) Historia XVI 8 BLANCO ASENJO, RICARDO (1847-1897) Prosa XIX 9 BLANCO BELMONTE, M.[ARCOS] R.[AFAEL] (1871-1936) Poesía XX 1 BLANCO WHITE, JOSÉ MARÍA (1775-1841) Poesía XIX 1 BLANCO, LEANDRO Prosa XX 1 BLASCO DE LANUZA, [VICENCIO] (1563-1625) Historia XVII 7 Historias eclesiásticas y seculares de Aragón (1619) BLASCO IBÁÑEZ, VICENTE (1867-1928) Narración XIX 59 BLASCO SOLER, EUSEBIO (1844-1903) Narración XIX 137 577 REGISTRO Género SIGLO NÚM. DE VOCES OBRA CITADA BLEDA, FR. JAIME (1550- 1622) Historia XVII 2 BOCACCIO, JUAN (1313- 1375) Narración XV- XVI 5 traducido desde el siglo XV Bocados de Oro [obra sapiencial] Prosa didáctica XIII 46 BOCÁNGEL, GABRIEL (1603-1658) Prosa XVII 12 BOFILL, PEDRO Prosa XIX 1 BOJAR, COSME Prosa 1 BONAFOUX [QUINTERO], LUIS (1855-1918) Narración XX 2 BORAO, JERÓNIMO (1821- 1878) Diccionario de aragonesismos XIX 10 Diccionario de voces aragonesas (1859) BORDAS, PEDRO Prosa 1 BORRERO, FELIPE Prosa 1 BOSCÁN ALMOGÁVAR, JUAN (1492-1542) Género didáctico/ Poesía XVI 18 traducción de Il libro del cortegiano (1528) BOTELLA, CRISTOBAL (n. 1860) Política XIX 1 BOUSÁS, JOSÉ Marina 3 BOUTELOU, ESTEBAN (n. 1786) Botánica XIX 1 Escribió junto a su hermano Claudio en el Semanario de Agricutlura y artes BOXADÚS Y DE LLULL, A.[LEJO] DE Religión XVII 1 BOY, JAIME Diccionario de comercio XIX 1 Diccionario teórico, práctico, histórico y geográfico de comercio (1839) BRAVO, FR. NICOLÁS Poesía XVII 18 Vida de San Benito (1733) BREMÓN, JOSÉ F[ERNÁNDEZ] (1839-1910) Narración XIX 4 BRETÓN DE LOS HERREROS, MANUEL (1796-1873) Teatro en verso XIX 2120 BROCÁ, GUILLERMO MARÍA DE (1850-1918) Derecho XIX 3 BROÍA, GUILLERMO MARÍA DE Prosa 1 BUEN, ODÓN DE (1863- 1945) Botánica XIX 36 Historia natural (1896) Bulario del orden de Alcántara Legal XII- XVI 11 578 REGISTRO Género SIGLO NÚM. DE VOCES OBRA CITADA Bulario del orden de Calatrava Legal XII- XVI 2 Bulario del orden de Santiago Legal XII- XVI 2 BURELL Y CUÉLLAR, JULIO (1859-1919) Prensa XIX 1 BURGOS Y DEL OLMO, JAVIER (1778-1848) Prensa/Poesía XIX 4 BURGOS, DIEGO DE (m. 1515) Poesía XV 33 BURGOS, JUAN DE Prosa XVII 1 Discursos historiales panegíricos de las glorias de la Serenísima Reina de los Ángeles en su sagrada Casa de Loreto (1671) BURGUILLOS, TOMÉ [LOPE DE VEGA] Teatro en verso XVII 1 BURILLO DE SANTIAGO, MANUEL Matemáticas XIX 1 Elementos de matemáticas (1879) BUSCAYOLO, MARQUÉS DE [SQUARCIAFICO, GASPARO] Política XVII 2 autor de unos opúsculos(1669) BUSTAMENTE, JORGE Prosa XVI 2 BUSTILLO, EDUARDO (1836-1908) Prosa XIX 1 BUXADÓS Y DE LLULL, A. Religión 1 CABALLERO Y VILLAR, JOSÉ MARÍA Medicina XIX 1 Diccionario tecnológico de ciencias médicas (1886) CABALLERO, FERNÁN [pseudónimo de CECILIA BÖHL DE FABER] (1796- 1877) Narración XIX 443 CABALLERO, JOSÉ [GARCÍA] Numismática XVIII 1 Breve cotejo y valance de las pesas y medidas de varias Naciones, Reynos y Provincias (1731) CABANYES, MANUEL DE (1808-1833) Poesía XIX 2 CABRANES, DIEGO DE Religión XVI 10 Abito y armadura espiritual del hombre interior" (1544) CABRANYES, MIGUEL DE (1808-1933) Poesía XIX 1 CABRERA DE CÓRDOBA, LUIS (1559-1623) Historia XVI- XVII 10 Historia de Felipe II (Primera parte:1619) CABRERA, ÁNGEL Prosa 2 579 REGISTRO Género SIGLO NÚM. DE VOCES OBRA CITADA CABRERA, FR. ALFONSO DE Religión XVI 26 CABRERO, R. JOSÉ DE Prosa 1 CÁCERES Y SOTOMAYOR, ANTONIO (1552-1615) Religión XVI 638 CADALSO, JOSÉ (1741- 1782) Prosa didáctica XVIII 24 Cartas marruecas CAJA DE LERUELA, MIGUEL (1570-1631) Economía XVII 2 Discurso sobre la principal causa y reparo de la necesidad común, carestía general y despoblación de estos reinos (1627) CALAR, AYROLO, [GABRIEL DE] Poesía XVII 1 Pensil de Príncipes y varones ilustres (1617) CALCAÑO, JULIO (1840- 1919) Poesía XIX 2 CALDERÓN DE LA BARCA, PEDRO (1600-1681) Teatro en verso XVII 506 CALILA É DYMNA (1251) Narración XIII 11 CALLEJA Y SÁNCHEZ, JULIÁN (1836-1913) Medicina XIX 7 CALVETE DE ESTRELLA, [JUAN CRISTÓBAL] (1520-1593) Historia XVI 11 CALVETE DE ESTRELLA, [JUAN] (c. 1520-1593) Historia XVI 4 CALVO SÁNCHEZ, IGNACIO (1864-1930) Historia XX 1 CALVO, BERNARDINO Legal XVI 5 Suma de los todos los fueros y observancias del reino de Aragón (1589) CALVO, FERNANDO Albeitería XVI 12 Libro de Albeyteria (1587) CALVO, FERNANDO (n. 1588) Albeitería XVII 2 Glosó e ilustró el Libro de albeyteria / de Francisco de la Reyna ; añadido y emendado por el propio autor ; ilustrado y glosado agora … por Fernando Caluo … (1675) CAMARGO, FR. FERNANDO Religión 1 CAMARGO Y ZÁRATE, JERÓNIMO (?-1648?) Poesía XVII 1 580 REGISTRO Género SIGLO NÚM. DE VOCES OBRA CITADA CAMBA, JULIO (1882- 1962) Narración XX 1 CAMINERO, FRANCISCO JAVIER (1837-1885) Religión XIX 1 CAMOS, P. FR. MARCOS A.[ANTONIO] DE (1545-1606) Política XVI 1 Microcosmía y gobierno universal del hombre cristiano (1592) CAMPILLO, NARCISO Filología XIX 1 CAMPOAMOR, RAMÓN DE (1817-1901) Poesía XIX 97 CAMPOMANES Historia XVIII 2 CAMPOS, JERÓNIMO Prosa didáctica XVI 1 Sylua de varias questiones naturales y morales, con sus Respuestas y solutiones, sacadas de muchos Autores Griegos y Latinos (1575) CAMPS Y ARMET, CARLOS Diccionario enciclopédico XIX 14 Diccionario Industrial (1892) CANALÉS, JOSÉ Poesía (religiosa) 1 CANALS [Y MARTÍ], J.[UAN] PABLO Agricultura XVIII 1 Coleccion de lo perteneciente al ramo de la rubia ó granza en España (1779) CÁNCER Y VELASCO, JERÓNIMO (1599-1655) Poesía XVII 39 Canción Popular Poesía 1 Cancionero de Baena Poesía XV 15 Cancionero de Luzón (1508) Poesía XV 1 Cancionero General (1511) Poesía XVI 4 CAÑETE, MANUEL (1822- 1891) Filología XIX 2 CANIVELL I MASBERNAT, EUDALDO ( 1858 - 1928) Tipografía XIX 6 CANO Prosa 1 CANO Y URRETA Prosa XVII 4 Días de Jardín (1609) CANO, MELCHOR (1509- 1560) Religión XVI 3 traducción del Tratado de la Victoria de si mismo (1550) 581 REGISTRO Género SIGLO NÚM. DE VOCES OBRA CITADA CANO, TOMÉ (ca.1545- ca.1618) Marina XVI 1 Arte para fabricar, fortificar y aparejar naos (1611) CÁNOVAS DEL CASTILLO, ANTONIO (1827-1897) Política/ Crítica XIX 11 CANOVAS Y VALLEJO, J.[OSÉ] Narración XIX 1 CANSINO Prosa 1 Cantar Popular Poesía XIX 118 CAPMANY Y MONTPALAU, ANTONIO DE (1742-1813) Gramática XIX 34 CARAMUEL, JUAN DE (1606-1682) Prosa XVII 1 CARBÓ, JUAN Poesía 6 CARBONEL, ANTONIO Sastrería XVIII 3 traducción de Encyclopedia metódica fábricas, artes y oficios / traducidos del francés al Castellano (1794) CARDONA Y TUR, JAIME Religión XIX 1 CARDONA, ALONSO DE Poesía XVI 1 CARDUCHO, VICENTE (ca. 1578-1638) Pintura XVII 1 Diálogos de la Pintura (1633) CARO, MIGUEL ANTONIO (1843-1909) Poesía épica XIX 4 traducción de la Eneida CARO, RODRIGO (1573- 1647) Poesía XVII 12 CARRANZA, ALONSO Legal XVII 5 El ajustamiento y proporción de las monedas de oro, plata y cobre y la reducción destos metales a su debida estimación (1629) CARRANZA, FRAY MIGUEL ALFONSO Prosa XVII 1 Primera parte del Catecismo y doctrina de religiosos novicios, profesos y monjas (1605) CARRASCO [BARTOLOMÉ CAIRASCO DE FIGUEROA, 1538-1610] Poesía épica XVI 4 CARRASCO, JUAN BAUTISTA Geografía XIX 1 CARRERAS [SANCHÍS], MANUEL (1845-1898) Medicina XIX 42 CARRERE, EMILIO (1881- 1947) Crítica literaria/ Poesía XX 3 582 REGISTRO Género SIGLO NÚM. DE VOCES OBRA CITADA CARRILLO [Y SOTOMAYOR], LUIS (1585-1611) Prosa XVI 1 CARRILLO, JOSÉ Gramática XIX 8 Autor de una gramática latina CARRO DE LAS DAMAS, EL Religión XVI 6 [se refiere seguramente al Carro de las Donas, 1542, obra traducida de Francesc Eiximenis, quizá por Luis Vives] CARTAGENA, ALONSO DE (1384-1456) Historia XV 24 CARTUJANO, EL [apodo de JUAN DE PADILLA] (1468- 1520) Poesía XVI 36 CARVAJAL GONZÁLEZ Prosa/Poesía XIX 2 CAS[S]ANI, JOSE (S.I.) (1673-1750) Prosa XVII 1 CASADO, JAIME Prosa 1 CASADO, MÁXIMO Prosa 1 CASAÑA, F. Medicina 1 CASANI, JOSÉ (1673-1750) Ciencia militar XVIII 23 autor, entre otras obras, de Escuela militar de fortificacion ofensiva y defensiva, arte de fuegos y de esquadronar (1705) CASAS [BARBOSA], JOSÉ (1846-1896) Química XIX 1 CASAS, CRISTOBAL DE Prosa 1 CASAS, FEDERICO Legal 1 CASAS, FR. BARTOLOMÉ DE LAS (1484-1566) Historia XVI 3 CASAS, GONZALO Sericultura XVI 2 libro intitulado Arte para criar seda desde que se rebiue vna semilla (1581) CASAS, JAIME Prosa 2 CASAS, JERÓNIMO Prosa 2 CASAS, NICOLÁS Veterinaria XIX 1 Farmacopea veterinaria y formulario magistral (1843) CASAS, RAFAEL Prosa 1 583 REGISTRO Género SIGLO NÚM. DE VOCES OBRA CITADA CASAS, RICARDO Prosa 1 CASAS, SEBASTIÁN Prosa 1 CASCALES, FRANCISCO (1564-1642) Historia XVII 14 Discursos históricos de la muy noble y muy leal ciudad de Murcia (1621) CASO, TOMÁS Poesía 1 CASTAÑEDA, FRANCISCO JAVIER Arquitectura XVIII 6 traducción de Vitrubio (1761) CASTAÑEDA, MARTÍN Magia XVI 1 Tratado de Supersticiones y hechicerías (1529) CASTAÑEIRA, RAMÓN [CASTAÑEYRA] Prosa XIX 1 Los españoles pintados por sí mismos (1851), editado por Gaspar y Roig CASTAÑÓN, LUIS Ciencia militar XVIII 5 traducción de Encyclopedia metódica : arte militar / traducido del francés al castellano con algunas adiciones (1791) CASTELAR Y RIPOLL, EMILIO (1832-1899) Historia/política XIX 16 CASTELLANOS [DE LOSADA], B[ASILIO] SEBASTIÁN DE (1807-1891) Historia XIX 7 CASTELLANOS, JUAN (1522-1607) Poesía XVI 35 CASTELLS, JOSÉ Química XIX 1 Diccionario de Medicina, Cirugía, Farmacia… (1860) Castigos e documentos del rey don Sancho [IV] Prosa didáctica XV 6 CASTILLA Y AGUAYO, [JUAN DE] Política XVI 1 El perfecto regidor (1586) CASTILLA, FRANCISCO DE Poesía XVI 13 Theorica de virtudes en coplas de arte humilde con comento (1518) CASTILLEJO, CRISTOBAL DE (1490-1550) Poesía XVI 87 CASTILLO [ALONSO], GONZALO DEL Derecho XX 12 CASTILLO DE BOBADILLA, JERÓNIMO (1547-1605) Política XVI 49 CASTILLO SOLÓRZANO, ALONSO DEL (1584- ca.1648) Prosa/poesía XVII 58 584 REGISTRO Género SIGLO NÚM. DE VOCES OBRA CITADA CASTILLO, [JUAN IGNACIO GONZÁLEZ DEL] (1763- 1800) Teatro en verso XVIII 1 CASTILLO, HERNANDO DEL (O.P.) (1529-1595) Historia XVI 33 CASTRO Y ROSSI, ADOLFO DE (1823-1898) Diccionario castellano / Historia XIX 55 CASTRO Y SERRANO, JOSÉ (1829-1896) Prensa XIX 281 CASTRO, CRISTOBAL DE (1874-1953)?? Narración XX 9 CASTRO, FRANCISCO DE (1672-1713) Poesía XVIII 1 Poema Imperio del Hombre sobre la naturaleza [obra citada] CASTRO, GUILLÉN (1569- 1631) Teatro en verso XVI 3 CASTROBEZA, CARLOS Numismática XIX 11 CATALINA, SEVERO Prosa XIX 1 CAVESTANY, JUAN ANTONIO (1861- 1924) Narración XX 2 CAVIA Y LAC, MARIANO FRANCISCO DE (1855-1920) Prensa XIX 109 CAXA DE LERUELA, MIGUEL (1562-1625) Agricultura XVII 1 CAZURRO RUIZ, MANUEL (1865-1935) Zoología XIX 33 CEDILLO, PEDRO MANUEL Marina XVIII 1 Compendio de la arte de la navegacion (1717) CELEDONIO RODRIGÁÑEZ Agricultura XIX 1 CELSO, HUGO (1481-1544) Legal/Diccionario jurídico XVI 27 CENEDO, FR. JUAN JERÓNIMO DE (m. 1619) Religión XVII 1 CERDA, FR JUAN DE LA (1327 - 1357 ) Religión XVI 5 CERVANTES DE SALAZAR, FRANCISCO (ca. 1514-1575) Historia XVI 2 CERVANTES MAGARIÑOS, [ALEJANDRO] (1825-1893) Prosa XIX 1 CERVANTES, MIGUEL DE (1547-1616) Narración XVI 3570 CERVELLÓN, CONDE DE Historia XVIII 5 585 REGISTRO Género SIGLO NÚM. DE VOCES OBRA CITADA CÉSPEDES Y MENESES, GONZALO DE (1585-1638) Narración XVII 34 CÉSPEDES, A.[ANDRÉS] GARCÍA DE (1560-1611) Astronomía XVI 1 CÉSPEDES, PABLO Prosa 5 CETINA, GUTIERRE (1520- 1557) Poesía XVI 6 CEVALLOS, [PEDRO FERMÍN] (1812-QUITO, 1893) Historia XIX 1 Resumen de la Historia de Ecuador (1870) CHACÓN [Y ORTA, FRANCISCO ] Ingeniería XIX 1 Breve idea de las máquinas de vapor y de sus aplicaciones a la navegación (1859) CHACÓN, PEDRO (1525- 1581) Historia XVII 1 Historia de la Universidad de Salamanca (1569) CHAIDE, MALÓN DE (1530- 1598) Religión XVI 217 CHAVES, GABRIEL DE Historia XVI 1 Relación de la provincia de Meztitlán (1579) CHAVES, JERÓNIMO DE (1523-1574) Prosa didáctica XVI 3 Cronología o repertorio de los tiempos (1548) CHESTE, CONDE [PEZUELA Y CEBALLOS, JUAN DE LA] (1809-1906) Poesía XIX 3 traducción de La Divina Comedia CHIRINO DE CUENCA, ALONSO Medicina XV 1 Menor daño de la medicina CHUMACERO CARRILLO Y SOTOMAYOR, JUAN (1580- 1680) Legal XVII 12 CID, MIGUEL Poesía XVII 1 Coplas en alabanza de la Inmaculada Concepción de la siempre virgen María (1625) CIEZA DE LEÓN, PEDRO (1520-1554) Historia XVI 4 CINTERA, GASPAR DE LA [EL CIEGO DE ÚBEDA] Poesía XVI 1 CIRUELO, PEDRO (1470- 1548) Astrología XVI 6 CISNEROS, CARDENAL Prosa XV 1 CIUDAD RODRIGO, B. Historia 1 CLAIRAC, PELAYO Y SÁENZ Arquitectura XIX 135 Diccionario general de arquitectura e ingeniería…con citas de autoridades (1877- 1891) 586 REGISTRO Género SIGLO NÚM. DE VOCES OBRA CITADA CLARAMONTE, Y CORROY ANDRÉS DE (1560-1626) Teatro en verso XVII 2 CLEMENCÍN Y VIÑAS, DIEGO (1765-1834) Historia XIX 23 CLEMENTE, RAMÓN Medicina 1 COBO, BERNABÉ (1582- 1657) Historia XVII 16 Historia del Nuevo Mundo, hallado en 1893 Código de comercio de 1885 legal XIX 4 Código penal de 1870 legal XIX 2 Códigos españoles concordados y anotados legal 1 COELLO, CARLOS (1850- 1888) Teatro en verso XIX 798 Colección de proverbios glosados [1834; el autor firma como K.O.] Refranero XIX 15 Colección de viajes españoles(1829) Narración XIX 1 Colección general de juegos permitidos(1839) Colección de juegos XIX 1 COLIN, P. FRANCISCO (S.I) Historia XVII 1 COLL Y VEHÍ, JOSÉ (1823- 1876) Retórica XIX 20 Es autor, entre otras obras, de un Compendio de retórica y poética (1867). COLLANTES, M Fabricación de velas XIX 1 Manual del fabricante de velas de sebo, bujías de cera y estearicas (1864) COLMEIRO Y PENIDO, MIGUEL (1816-1901) Botánica XIX 122 COLMENARES, DIEGO DE (1586-1651) Historia XVII 96 COLOMA [ROLDÁN], LUIS (1851-1915) Narración XIX 254 COLOMA, CARLOS (1567- 1637) Historia XVII 50 COLOMA, EUGENIO Poesía XVIII 4 COMAS SOLÁ, J.[OSÉ] Prensa XX 1 [Se cita un artículo de La Vanguardia (miércoles, 14 de agosto de 1918:"Nuestro Universo", s.v. UNIVERSO] 587 REGISTRO Género SIGLO NÚM. DE VOCES OBRA CITADA COMEDIA FLORINEA (1554), ESCRITA POR JUAN RODRÍGUEZ FLORIÁN Teatro en prosa XVI 4 COMEDIA SERAFINA (1508) Teatro en prosa XVI 4 Comedia Tibalda (1553) dePERÁLVAREZ DE AYLLÓNyLUIS HURTADO DE TOLEDO Teatro en verso XVI 6 COMENDADOR GRIEGO,EL (pseudónimo de HERNÁN NÚÑEDE TOLEDO, 1475-1553) Prosa XVI 51 COMERMA, [ANDRÉS] (1842-1917) Marina XIX 4 Curso práctico de construcción naval (1868) Concordia entre el obispo de Jaén y la orden de Alcántara (1243) Legal XIII 2 CONDE LUCANOR, EL (obra del INFANTE D. JUAN MANUEL) Narración XIV 47 CONDE, [JOSÉ] ANTONIO (1766-1820) Historia XIX 7 Constituciones de la Universidad de Salamanca Legal XVI 1 Constituciones del Colegio Mayor de la Universidad de Alcalá Legal XV 7 CONSUELO DE LA VEJEZ [ANÓNIMO] (1539) Filosofía XVI 1 Copilación de leyes de Santiago Legal XV 8 Copla vulgar Poesía 2 Coplas de Mingo Revulgo Poesía Satírica XV 19 Coplas del Calvario (escritas por PABLO DE OLAVIDE, 1725-1803) Poesía XVIII 1 CORCHÓN, DESIDERIO Narración XIX 3 traducción de Los bandidos, de Schiller (1878) CORDERO, JACINTO (1606- 1646) Teatro en verso XVII 1 CORNEJO, FR. DAMIÁN (1629-1707) Religión/Poesía XVII 165 Crónica Seráfica (1686) COROLEU BORRÁS, W.[IFRED] (1877-1951) Medicina XX 4 CORONADO, CAROLINA (1820-1911) Poesía XIX 1 CORRAL, GABRIEL DEL Narración/Poesía XVII 66 CORRALES, ENRIQUE Prosa XIX 27 588 REGISTRO Género SIGLO NÚM. DE VOCES OBRA CITADA CORREA, [LUIS] Historia XVI 1 Historia de la conquista del reino de Navarra [por el Duque de Alba (Salamanca, 1513)] CORREA, PEDRO Historia 1 CORREAS, M. G.[ONZALO] (ca. 1571-1631) Vocabulario de refranes XVII 14 Vocabulario de refranes y frases proverbiales (1627) CORRELLA, FR. JAIME (1657-1699) Religión XVII 1 CORSINI, LUIS (1791-1878) Vocabulario militar XIX 2 Vocabulario militar (1849) CORTADA, JUAN(1808- 1868) Historia XIX 5 CORTÁZAR, JUAN DE (1809-1873) Matemáticas XIX 16 CORTEJÓN [Y LUCAS], CLEMENTE (1842-1911) Filología XIX 1 CORTÉS DE ALBACAR, MARTÍN (1510 - 1582) Física XVI 3 Cortes de Madrid de 1528 legal XVI 1 Cortes de Medina del Campo (1302) legal XIV 2 Cortes de Valladolid de 1537 legal XVI 1 Cortes de Valladolid de 1558 legal XVI 1 Cortes de Zamora [1274] legal XIII 1 CORTÉS VALEROSO (1588) Poesía épica XVI 1 CORTÉS Y LÓPEZ, MIGUEL Geografía XIX 12 Diccionario geográfico-histórico de la España antigua : tarraconense, bética y lusitana (1835) CORTÉS Y MORALES, BALBINO (1806-1889) Agricultura XIX 20 CORTÉS, JERÓNIMO (m. 1615) Zoología XVII 3 Phisonomia y varios secretos de naturaleza (1610) COSSÍO, M[ANUEL] BARTOLOMÉ (1857-1935) Historia XIX 2 COSTA, JOAQUÍN (1856- 1911) Historia XIX 1 COTA, RODRIGO (m. 1498) Poesía XV 1 COVARRUBIAS, SEBASTIÁN DE (1539-1613) Diccionario castellano XVII 353 Tesoro de la lengua castellana o española (1611) 589 REGISTRO Género SIGLO NÚM. DE VOCES OBRA CITADA CRESPO [ROCHE], R[AFAEL] (1779-1842) Narración XIX 500 CRESPO, R[AFAEL] JOSÉ DE (1779-1842) Religión XIX 63 Don Papís de Bobadilla: defensa del cristianismo y crítica de la seudo-filosofía (1829) Crónica de Alfonso X Historia XIII 8 Crónica de don Alfonso XI [escrito por PERO LÓPEZ DE AYALA, 1332-1407] Historia XIV 10 CRÓNICA DE DON JUAN II Historia XV 84 Crónica de don Pedro [I][escrito por PERO LÓPEZ DE AYALA, 1342-1407] Historia XIV 6 Crónica de don Pero Nuño (ca. 1436) Historia XV 4 Crónica de don Sancho [IV] el bravo Historia XIII 3 Crónica de Fernando IV Historia XIV 3 Crónica del Cid Historia XIV? 9 Crónica del Gran Capitán [Gonçalo Hernandez de Cordova y Aguilar : en la qual se contienen las dos conquistas del Reyno de Napoles, 1584] Historia XVI 2 Crónica del Rey Don Enrique III Historia XV 1 Crónica del santo rey don Fernando/Crónica de San Fernando Historia XIII 7 Crónica general de España Historia XIII 39 CRUZ, FRAY JERÓNIMO DE LA Prosa XVII 1 Defensa de los estatutos y noblezas españoles (1637) CRUZ, RAMÓN DE LA (1731-1794) Teatro en verso XVIII 420 CRUZ, SAN JUAN DE LA (1547-1591) Religión / Poesía XVI 11 CRUZ, SOR JUANA INÉS DE LA (1651-1695) Poesía XVII 9 Cuaderno de millones [de la mesta] (corresponde al año 1603) Legal XVII 2 CUBILLO DE ARAGÓN, [ÁLVARO] (1596-1661) Poesía XVII 3 CUENCA, C[ARLOS] LUIS DE (1849-1927) Poesía XX 50 590 REGISTRO Género SIGLO NÚM. DE VOCES OBRA CITADA CUERDA, FRAY JUAN DE LA Religión 3 CUERVO, RUFINO JOSÉ (1844-1911) Diccionario de Construcción y Régimen XIX 117 CUESTA, JUAN Prosa 2 CUETO, LEOPOLDO A[UGUSTO] DE (1815-1901) Narración XIX 1 CUEVA GAROZA, JUAN DE LA (1543-1612) Poesía XVI 121 CUEVAS, JOSÉ Prosa 1 DANVILA JALDERO, AUGUSTO (1853-1935) Narración XIX 3 DANZA DE LA MUERTE Poesía XV 11 DÁVILA, JUAN BAUTISTA (1598-1664) Poesía XVII 8 DAZA, BERNARDO Legal XVIII? 1 traducción de las Institutiones de Justiniano (1723) Definiciones del orden de Alcántara Legal 5 DELGADO, FRANCISCO Prosa 1 DELGADO, JUAN J[OSÉ] Historia XIX 4 Historia general sacro-profana: política y natural de las islas del Poniente, llamadas Filipinas (1892) DELGADO, RAFAEL (1853- 1914) Poesía XIX 1 DELGADO, SINESIO (1859- 1928) Narración XX 1 Derrotero de la costa septentrional de España Marina XIX 4 Descripción de Ajofrín Prosa 1 DEZA, LOPE DE (1546- 1625) legal XVI 6 DIAGO, FR. FRANCISCO (n. 1562-1615) Historia XVI 2 Diálogo de las lenguas [título que Mayans puso al Diálogo de la lengua de JUAN DE VALDÉS, 1509- 1541) Filología XVI 26 Diálogo de la lengua (h. 1535) DIAMANTE, [JUAN BUATISTA] (1625-1687) Teatro en verso XVII 1 591 REGISTRO Género SIGLO NÚM. DE VOCES OBRA CITADA DÍAZ DE ESCOBAR [MÁS CORRECTO ESCOVAR], N.[ARCISO] (1860-1935) Prosa XIX 1 DÍAZ DE GÁMEZ, GUTIERRE Historia XV 9 DÍAZ DE RENGIFO, JUAN (1553-1615) Filología XVI 3 DÍAZ DE TOLEDO, PEDRO Prosa didáctica XV 6 DÍAZ DEL CASTILLO, B(ERNAL) (1496-1584) Historia XVI 3 DÍAZ MARTÍN, M.(ANUEL) Prosa XIX 27 Maldiciones gitanas (1900), libro prologado por el escritor y jurista Francisco Rodríguez Marín DÍAZ MONTOYA, [LEONOR] (1856-1911) Poesía XIX 4 DÍAZ PÉREZ, NICOLÁS (1841-1902) Historia XIX 2 DÍAZ, FRANCISCO (n. 1527) Medicina XVI 2 Tratado de todas las enfermedades de los riñones, vejiga y carnosidades de la verga (1588) DÍAZ, JOSÉ RECIO Prosa 3 Diccionario de agricultura y práctica y economía rural de 1852 [de NICOLÁS CASAS] Agricultura y ganadería XIX 1 Diccionario de agricultura, ganadería, etc. Agricultura y ganadería XIX 77 Diccionario de ciencias médicas de 1821 [por una sociedad de los más célebres profesores de Europa ; traducido al castellano por varios facultativos de ésta corte] Medicina XIX 4 Diccionario de farmacia de 1865 [Colegio de farmacéuticos de Madrid] Medicina XIX 3 Diccionario de la conversación y la lectura [Autor: D. M. M. Y G.] (1846-1862) Enciclpedia XIX 12 Diccionario de la lengua Diccionario de lengua 19 Diccionario de medicina popular [y ciencias accesorias. autor: PEDRO LUIZ NAPOLEÃO CHERNOVIZ, 1882) Medicina XIX 3 592 REGISTRO Género SIGLO NÚM. DE VOCES OBRA CITADA Diccionario de teología de 1845 / 1867 [por el ABATER BERGIER, traducido por una Sociedad de Eclesiásticos bajo la dirección del P. ANTOLÍN MONESCILLO] Religión XIX 4 Diccionario enciclopédico de la lengua española (1895) de ELÍAS ZEROLO y otros Diccionario enciclopédico XIX 16 Diccionario geográfico Geografía 1 Diccionario geográfico [Redactado de los más recientes y acreditados diccionarios de Europa, particularmente españoles, franceses, ingleses y alemanes; editado por JOSÉ TORNER] Geografía XIX 3 Diccionario marítimo español (1831) Marina XIX 173 Diccionario popular de historia natural y de los fenómenos de la naturaleza (1866) Diccinario de ciencias naturales XIX 5 Diccionario universal de física de 1796 [de M. BRISSON, traducido por los doctores D.C.C. y D. F. X. C] Diccionario de Física XVIII 2 DICENTA, JOAQUÍN (1862- 1917) Narración XIX 9 DIEGO DE TORRES Historia XVI 1 Historia de los Xerifes (1585) DIEGO DE TORRES VILLARROEL (1693-1770) Narración XVIII 9 Visiones y visitas de Torres con D. Francisco de Quevedo por la Corte (1727- 1751) DÍEZ CANSECO, VICENTE (1813-1895) Historia XIX 2 DÍEZ, FR. FELIPE Religión XVI? 3 DIONISIO, JUAN Poesía XVIII 4 DOCTRINAL DE CABALLEROS [1487, obra de ALFONSO DE CARTAGENA] Legal XV 15 Documento de 1173 Legal XII 1 Documento de 1363 Legal XIV 1 593 REGISTRO Género SIGLO NÚM. DE VOCES OBRA CITADA Documento de 1473 citado por FRANCISCO DE BERGANZA en sus Antigüedades de España Legal XV 1 Documentos de la Iglesia de Cartagena Legal 2 Documentos inéditosdel Archivo de Indias Prosa 3 DOMENGE Y MIR, MIGUEL Prosa XX 1 DOMÍNGUEZ, R[AMÓN] J.[OAQUÍN] Diccionario enciclopédico XIX 42 Diccionario nacional, ó, Gran diccionario clásico de la lengua española (1845-1846) DONOSO CORTÉS, J[UAN] (1809-1853): Política XIX 37 Ensayo sobre el catolicismo, el liberalismo y el socialismo (1851) DONOSO G. FRANCISCO Prosa 3 DOPORTO [Y UNCILLA, SEVERIANO (1862-1923) Historia XX 22 DORMER, DIEGO JOSÉM. 1705) Historia XVII 1 DRAE Diccionario castellano 186 DRAE de 1809 Diccionario castellano XIX 4 DRAE de 1726-39 Diccionario de lengua XVIII 1184 DRAE de 1770 Diccionario de lengua XVIII 189 DRAE de 1884 Diccionario castellano XIX 95 DRAE de 1895 Diccionario castellano XIX 1 DRAEde 1899 (decimotercera edición) Diccionario castellano XIX 525 DUEÑAS, FRAY JUAN DE Religión XVI 4 DUFÓ, P. POLICARPO Historia XVIII 1 DUMA, FRAY FRANCISCO DE Religión 1 DURÁN, AGUSTÍN (1789- 1862) Filología XIX 91 ECHEGARAY Y EIZAGUIRRE, JOSÉ (1832-1816) Matemáticas XIX 273 ECHEGARAY, EDUARDO DE (m. 1903) Geometría XIX 53 Elementos de geometria descriptiva (1881) ECHEVERRÍA, P. CARLOS DE Religión XVII 1 Sermones panegíricos (1681) 594 REGISTRO Género SIGLO NÚM. DE VOCES OBRA CITADA EGUÍLAZ YANGUAS, LEOPOLDO (n. 1829) Narración XIX 46 El talismán del diablo: novela fantástico-oriental (1853) EGUÍLAZ YANGUAS, LUIS DE (1830-1874) Teatro en verso? XIX 13 EGUILUZ, MIGUEL Ciencias militares XVI 5 Malicia, discurso y Regla militar (1595) El filósofo solitario [obra instructiva curiosa y filosofica] (1788) Filosofía XVIII 1 Enciclopedia española de derecho y administración [ó nuevo teatro universal de legislación de España e Indias, de LORENZO ARRAZOLA, PEDRO GÓMEZDE LA SERNA, JOSÉ MARÍA MANRESA y NAVARRO, 1858] Diccionario de derecho XIX 8 Enciclopedia Espasa Diccionario enciclopédico XIX 1 ENCINA, JUAN DEL/DE LA (1468-1529) Poesía XVI 33 ENCINAS [ENZINAS], FRANCISCO DE (1518-1552) Historia XVI 8 ENCINAS, FR. PEDRO DE Poesía religiosa XVI 2 Versos Espirituales (1597) ENRIQUE GÓMEZ, A. Poesía 1 ENRÍQUEZ, CRISÓSTOMO Historia XVII 1 Entremés de la burla de los capones (de SEBASTIÁN RODRÍGUEZ DE VILLAVICIOSA, 1618- 1663) Teatro en verso XVII 1 Entremés de la cárcel de Sevilla Teatro/teatro en verso XVII 2 Entremés de los mirones Teatro XVII 1 Entremés de refranes Teatro XVII 60 ERCILLA, ALONSO DE (1533-1594) Poesía épica XVI 652 La Araucana (1569, 1578y 1589) ESCALANTE, AMÓS (1831- 1902) Narración XIX 9 ESCALANTE, BERNARDINO Historia XVI 1 ESCALERA, PEDRO DE LA Prosa XVII 1 ESCANDÓN Y PIÑERO, R.(AMÓN) Astronomía XIX 8 595 REGISTRO Género SIGLO NÚM. DE VOCES OBRA CITADA ESCOBAR, FR. LUIS Poesía científica XVI 65 Las cuatrocientas respuestas a tantas otras preguntas (1545) ESCOSURA, JERÓNIMO (1774-1855) Historia XVIII 1 Compendio de la Historia de España, Madrid, 1839 ESCOSURA, PATRICIO DE LA (1807-1878) Historia XIX 1 ESCRICHE [Y MIEG], TOMÁS Física XIX 8 ESCRICHE, JOAQUÍN Legal XIX 276 Diccionario razonado de legislación y jurisprudencia (1874- 1876) Escritura del siglo XVI Legal XVI 1 España Sagrada. Teatro Geográfico-Histórico de la Iglesia de España (s. XVIII) Historia XVIII 3 Espéculo [quizá se trate del Espéculo de los legos, primera mitad del siglo XV] Prosa didáctica XV 5 Espejo de la vida humana, Sevilla: [s.n.], 1532; ed. aumentada, 1570: de BERNARDO PÉREZ DE CHINCHÓN Filosofía XVI 36 Espejo de príncipes [un conjunto de obras de carácter político-moral] Prosa didáctica XIII- XV 3 ESPINEL, VICENTE (1550- 1624) Narración XVII 230 Relaciones de la vida del escudero Marcos de Obregón (1618) ESPINO, JUAN DEL Religión XVII 7 ESPINOSA [DE LOS MONTEROS], PABLO Historia XVII 24 Primera parte de la historia, antiguedades y grandezas de la … ciudad de Sevilla (1627) ESPINOSA Y AZCONA, FRANCISCO JAVIER Mecánica XIX 1 Apuntes sobre barrenas estractados de la memoria escrita por el Mayor General Sir J. F. Burgoyne / por Francisco Javier Espinosa y Azcona (1857) ESPINOSA, PEDRO (1578- 1650) Narración XVII 14 ESPINOSA, PEDRO DE Prosa XVII 56 ESPRONCEDA, JOSÉ DE (1808-1842) Poesía XIX 283 596 REGISTRO Género SIGLO NÚM. DE VOCES OBRA CITADA ESQUILACHE, PRÍNCIPE DE [FRANCISCO DE BORJA Y ARAGÓN, 1581-1658] Poesía XVII 51 ESQUIVEL NAVARRO, JUAN DE Danza XVII 1 Discursos sobre el arte del dançado (1642) ESTABLECIMIENTOS DE LA ORDEN DE SANTIAGO Legal XIII 6 ESTALA, PEDRO DE (1757- 1815) Política XIX 1 Estatutos [y Ordinaciones] de los montes y huertas de la ciudad de Zaragoza.(1593; 1672; 1821; 1861) Legal XVI- XIX 1 Estatutos de la ciudad de Zaragoza (1635) [recopilación] Legal 12 Estatutos e ordenamientos de la iglesia de Sevilla (1354-1431) Legal XIV- XV 5 ESTÉBANEZ CALDERÓN, [SERAFÍN] (1799-1867) Narración XIX 14 ESTEBANILLO GONZÁLEZ: Novela picaresca: La vida y hechos de Estebanillo González, hombre de buen humor, compuesta por él mismo (1646) Narración XVII 224 ESTELLA, FRAY DIEGO DE (1524-1578) Religión XVI 10 Etiqueta de Palacio legal 3 EXIMENO, [ANTONIO] (1729-1808) Filología XVIII 1 EZQUERRA DEL BAYO, JOAQUÍN (1793-1859) Minería XIX 6 FABRA, NILO MARÍA (1843-1903) Narración XIX 2 FALKNER, TOMÁS (O TOMÁS FALCONER) (1702-1784 ) Geografía XVIII 1 Descripción de la Patagonia y de las partes contiguas de la América del Sur (1774) FARFÁN, [FRANCISCO] Religión XVI 3 Febrero novísimo [ó Libreria de jueces, abogados, escribanos y medicos legistas, refundida, ordenana bajo nuevo metodo y adicionada con un tratado del juicio criminal, y algunos otros] Legal XIX 1 597 REGISTRO Género SIGLO NÚM. DE VOCES OBRA CITADA FEBRERO, JOSÉ Legal XVIII 1 FEIJOO, BENITO JERÓNIMO (1676-1764) Prosa didáctica XVIII 112 FELIPE II Cartas XVII 1 Cartas de Felipe II á las infantas sus hijas (1581-1583) FELÍU Y CODINA, JOSÉ (1845-1897) Narración XIX 35 FERNÁNDEZ CARRIL, A.[NTONIO] Medicina XIX 4 FERNÁNDEZ DE ANDRADA, ANDRÉS (1575-1648) Poesía XVII 2 Epístola moral a Fabio (principios del siglo XVII) FERNÁNDEZ DE ANDRADE, P. Prosa XVII 2 FERNÁNDEZ DE FIGARES, [MANUEL] Física y química XIX 12 Manual de física y Nociones de Quimica (1857) FERNÁNDEZ DE HERRERA, JERÓNIMO Derecho XVIII 2 Práctica Criminal e Instrucción de Substanciar las Causas (1719) FERNÁNDEZ DE MEDRANO, [SEBASTIÁN] (1646 - 1705) Ciencia militar XVII 1 FERNÁNDEZ DE MORATÍN, LEANDRO (1760-1828) Teatro en prosa XVIII 856 FERNÁNDEZ DE MORATÍN, NICOLÁS (1737-1780) Poesía XVIII 140 FERNÁNDEZ DE NAVARRETE, FR. DOMINGO Historia XVII 11 Historia de China (1664) FERNÁNDEZ DE NAVARRETE, M.[ARTÍN] (1765-1844) Marina XIX 34 FERNÁNDEZ DE NAVARRETE, P.[EDRO] (ss. XVI-XVII) Historia XVII 35 Conservación de las monarquías (1626) FERNÁNDEZ DE OVIEDO, [GONZALO] (1478-1557] Historia XVI 12 FERNÁNDEZ DE VILLEGAS Poesía XVI 2 FERNÁNDEZ DEL PULGAR, [PEDRO] (1621-1697) Historia XVII 2 FERNÁNDEZ DURO, CESÁREO (1830-1908) Marina XIX 5 FERNÁNDEZ FONTECHA, F. [RANCISCO] Marina XIX 5 Curso de astronomía náutica y navegación (1897) FERNÁNDEZ GUERRA Y ORBE, L.[UIS] (1818-1890) Historia XIX 9 FERNÁNDEZ MIGUEL, R. Geografía 1 598 REGISTRO Género SIGLO NÚM. DE VOCES OBRA CITADA FERNÁNDEZ Y GONZÁLEZ, F.[RANCISCO] (1833-1917) Historia XIX 11 FERNÁNDEZ Y GONZÁLEZ, M. [ANUEL] (1821-1888) Narración XIX 251 FERNÁNDEZ, ANTONIO G.[ABRIEL] Marina XVIII 2 Práctica de maniobras de los navíos (1732) FERNÁNDEZ, FR. JUAN B.[AUTISTA] Religión XVI 1 FERNÁNDEZ, MARCOS Prosa XVII 4 FERNÁNDEZ, SEBASTIÁN Prosa 1 FERNÁNDEZ-GUERRA Y ORBE, A.[URELIANO] (1816-1891) Historia XIX 5 FERREIRO, MARTÍN (1830- 1896) Diccionario marítimo XIX 3 Diccionario marítimo español, (José de Lorenzo, Gonzalo de Muga, Martín Ferreiro,1865) FERRER DE VALDECEBRO, FR. A.[NDRÉS] Zoología XVII 6 Govierno general, moral y político, hallado en las fieras y animales sylvestres (1658) FERRER DEL RÍO, A.[NTONIO] (1814-1872) Prensa? XIX 3 FERRER, P. FRAY JERÓNIMO MIGUEL Religión XVII 1 Arte de conocer y agradar a Jesús (1620) FERRERAS [Y GARCÍA], JUAN DE (1652-1735) Historia XVIII 2 Synopsis histórica chronologica de España (1702) FERREYRA, DR. ALFREDO Prosa 1 FIGUERA, GASPAR DE LA (1579-1637) Religión XVII 1 FIGUEROA, FRANCISCO Historia XVII 2 Varias noticias importantes a la humana comunicación (1621) FIGUEROA, MAURICIO DE Poesía 1 FITA, FIDEL (1835-1918) Historia XIX 1 FLORENCIA, JERÓNIMO DE (S.I.) (1565-1633) Religión XVII 15 FLORES DE BENAVIDES (ANTONIO?) Prosa XVI? 1 599 REGISTRO Género SIGLO NÚM. DE VOCES OBRA CITADA Flores de poetas ilustres [antología realizada por PEDRO ESPINOSA, publicada en Valladolid, en 1605] Poesía XVI 1 FLORES, ANTONIO (1818- 1865) Narración XIX 470 FLÓREZ, FR. ENRIQUE (1702-1773) Historia XVII 12 FONS, JUAN PABLO Religión XVII 1 FONSECA, FR. CRISTÓBAL DE (1550-1621) Religión XVI 76 FONSVETUS Prosa 1 FONT Y FARGAS, [JOAQUIM] (n. 1879) Narración XX 6 FORNER, JUAN PABLO (1756-1797) Filología XVIII 14 FORTEZA, GUILLERO Poesía XIX 1 FOSTÚN, GALINDO Prosa 2 FRAGOSO, JUAN (1530- 1597) Medicina XVI 89 FRAGOSO, MATEO Teatro en verso XVII 1 FRANCÉS, JOSÉ [JOSÉ FRANCÉS Y SÁNCHEZ- HEREDERO (1883 -1964) Narración XX 1 FRANCISCO DE LA REINA Albeitería XVI 3 Libro de Albeitería (1547) FRANCISCO, JOSÉ Poesía 5 FRENCH MATHEU, V.[ICTOR] Prosa 1 FREYLAS, ALONSO DE (ca. 1550-1624) Medicina XVI 3 FRÍAS, DAMASIO Filología XVI 1 Diálogo del amor (inédito) FRÍAS, DUQUE DE [BERNARDINO FERNÁNDEZ DE VELASCO, DUQUE DE FRÍAS] (1783-1851) Poesía XIX 4 FRONTAURA, CARLOS (1834-1910) Narración XIX 2 FUEGO, J.[UAN] MIGUEL DEL Poesía XVIII 5 FUENMAYOR, ANTONIO DE Historia XVI 101 FUENTE, DIEGO DE LA Prosa 7 FUENTE, F. JUAN DE LA Religión XVII 11 El Árbol de la Fuente (1672) FUENTE, VICENTE DE LA (1817-1889) Historia XIX 116 600 REGISTRO Género SIGLO NÚM. DE VOCES OBRA CITADA FUENTES, ALONSO DE Narración XVI 17 FUENTES, J. MIGUEL DE Poesía XVI? 10 FUENTES, PEDRO DE Poesía 7 Fuero de Cáceres Legal XIII 5 Fuero de las cabalgadas Legal XIII 15 Fuero de Molina de 1152 Legal XII 1 Fuero de Vega de doña Limpia(1302) Legal XIV 1 Fuero Juzgo (1241) Legal XIII 83 Fuero Real (1255) Legal XIII 37 Fuero viejo de Castilla (1377) Legal XIV 2 Fueros de Aragón Legal XIII 38 Fueros de la ciudad de Badajoz (ca. 1230) Legal XIII 1 Fueros de la ciudad de Toledo (1118) Legal XII 1 Fueros de Madrid (1202) Legal XIII 1 Fueros de San Sebastián deGuipúzcoa (ca. 1180) Legal XII 1 Fueros de Vizcaya Legal XIII- XIV 10 FUNES [Y MENDOZA?], DIEGO DE (1560-1625) Prosa XVII 1 FUNES, JUAN DE Ciencias militares XVI 18 Arte Militar (1582) G.[ÓMEZ] AVELLANEDA, GERTRUDIS (1814-1873] Poesía XIX 1 GABRIEL Y GALÁN: [JOSÉ MARÍA GABRIEL Y GALÁN] (1870 - 1905) Poesía XIX 20 GALDO, M. [ANUEL MARÍA] JOSÉ DE (1824- 1895) Ciencias naturales XIX 43 Elementos de la Historia Natural (1855) GALLARDO, BARTOLOMÉ JOSÉ (1776-1852) Filología XIX 11 Ensayo de una Biblioteca española de libros raros y curiosos (primer volumen: 1863) GALLEGO [FERNÁNDEZ], J.[UAN] NICASIO (1777- 1853) Narración XIX 742 traducción de "Los novios" de Alessandro Manzoni (1836) GALLEGOS [NARANJO], MANUEL Poesía XVIII 5 601 REGISTRO Género SIGLO NÚM. DE VOCES OBRA CITADA GALLO, FRAY JOSÉ Religión XVII 1 GÁLVEZ DE MONTALVO, LUIS (1549-1591) Narración XVI 4 GAMARRA, JUAN DE Poesía XVII 3 GÁMEZ, GABRIEL Prosa XVII 1 El Iris setavino (1633) [comedia] GANCEDO, ALEJANDRO Prosa 3 GARAU, P. FRANCISCO (1640-1701) Religión XVII 17 GARAY, BLASCO DE (1500- 1552) Refranero XVI 180 GARAY, ESTEBAN Historia XVI 1 GARCÍA [BERRUGUILLA], JUAN Arquitectura XVIII 1 Verdadera practica de las resoluciones de la geometria, sobre las tres dimensiones para un perfecto architecto (1747) GARCÍA ALIX, ANTONIO (1852-1911) Política XIX 47 GARCÍA CABALLERO, J.[OSÉ] Orfebrería XVIII 3 Theorica y practica de la arte de ensayar oro, plata, y vellon rico : danse reglas para ligar, religar, alear y reducir qualesquiera cantidades de oro, y plata a la ley del reyno (1713) GARCÍA CABERO, F.[RANCISCO] Veterinaria XVIII 5 GARCÍA CONDE, P.[EDRO] Veterinaria XVII 16 GARCÍA DE LA LEÑA [pseudónimo de CRISTÓBAL MEDINA CONDE] Historia XVIII 1 GARCÍA DE LOS SANTOS, BENITO Medicina XIX 8 Compendio de Historia Natural (1848) GARCÍA DE PALACIOS, DIEGO Marina XVI 1 Instrucción náutica (1583) GARCÍA DE QUEVEDO, [JOSÉ HERIBERTO] (1819-1871) Poesía XIX 1 GARCÍA GONZÁLEZ, L.[UIS] Matemáticas XIX 1 Lecciones de matemáticas elementales (1883- 1884) GARCÍA GUTIÉRREZ, A.[NTONIO] Teatro en verso XIX 30 602 REGISTRO Género SIGLO NÚM. DE VOCES OBRA CITADA GARCÍA LÓPEZ Prosa 1 GARCÍA RENGIFO, J.[UAN] [bajo este nombre se escribió la obra Arte poética española, que en realidad escribió su hermano, el jesuita DIEGO GARCÍA RENGIFO] Filologia XVI 3 GARCÍA SANTISTEBAN, R.[AFAEL] (1829-1893) Teatro en verso XIX 1 GARCÍA TARRASA, GABRIEL Poesía XIX GARCÍA, CARLOS Narración XVII 6 Desordenada codicia de los bienes ajenos (1619) [novela picaresca] GARCÍA, DIEGO Poesía XVI 6 GARCILASO DE LA VEGA (ca. 1498-1536) Poesía XVI 179 GARIBAY, ESTEBAN DE (1533-1600) Historia XVI 1 GARMA Y DURÁN, FRANCISCO JAVIER (1708-1783) Blasón XVIII 1 GARRAN, MAURICIO Ingeniería XIX 1 Tratado de la formación de los proyectos de carreteras (1862) GARZO, FÉLIX [pseudónimo de ANTONI JOSEP GAYÀ] Teatro en verso XX 1 GARZÓN, IGNACIO Prosa 1 GASPAR DE LOS REYES Prosa 1 GASPAR, ENRIQUE (1842- 1902) Narración XIX 5 GASTAÑEGA, FR. MARTÍN DE Prosa XVI 1 Tratado de las supersticiones y hechicerías y de la posibilidad y remedio de ellas (1529) GASTÓN, EDMUNDO Prosa 2 GAYANGOS [Y ARCE], PASCUAL DE (1809-1897) Prosa XIX 1 GAZULLA DE URSINO, C.[ARLOS] Prosa XVIII 1 Relación difusa, recopilada con varios metros, de las fiestas sexcenales (1739) GENER, POMPEYO Historia XIX 3 603 REGISTRO Género SIGLO NÚM. DE VOCES OBRA CITADA GENZOR LÓPEZ DE PEREA, JOSÉ Prosa XVIII 1 Ordenaciones que han de guardar los maestros y artífices de toda suerte de paños, bayetas, sargetas, estameñas... (1728) GERARDO DE HERVÁS, J.[OSÉ] (¿?-1742) Poesía XVIII 2 GERARDO LOBO, EUGENIO (1679-1750) Poesía XVIII 7 GESTOSO Y PÉREZ, J.[OSÉ] (1852-1917) Historia XIX 6 GETINO, P. LUIS [ALONSO] (1877-1946) Poesía XX 1 GIJINTA / GIGINTA, [MIGUEL DE] Religión XVI 3 Tratado de remedio de pobres (1579) GIL DE ZÁRATE, A.[NTONIO] (1796-1861) Filología XIX 53 dramaturgo, escribió un Manual de literatura española (1842-1844) GIL, JAIME Apicultura XVII 2 GILABERT, V. Prosa 1 GILLMAN, FEDERICO Diccinario de ciencias naturales XIX 3 Enciclopedia popular ilustrada de ciencias y artes: formada con arreglo a la Enciclopedia iconográfica y el Conversations lexicon de Alemania (1881- 1886) GÍMENEZ, FR. FRANCISCO Religión 1 GINER DE LOS RÍOS, F.[RANCISCO] (1839-1915) Prosa didáctica XIX 1 GINOVÉS, SIMÓN Medicina XVI 3 Sobre el servidor de Abulcacis (1515) GIRALDO, JUAN Narración 1 GIRONI, G.[ABRIEL] Agricultura XIX 2 Manual del Molinero (1875) y otros manuales GISPERT, FEDERICO DE Historia 2 GODÍNEZ DE PAZ, [FELIPE MARTÍNEZ] Mecánica XIX 1 Memoria sobre cerrajeria, romaneria y máquinas de la exposición universal de Paris en 1878(1878) GODOY Y ALCÁNTARA, J.[OSÉ] (1825-1875) Prosa XIX 1 604 REGISTRO Género SIGLO NÚM. DE VOCES OBRA CITADA GOMAR, P. JOSÉ Prosa 2 GÓMEZ ARIAS Prosa 2 GÓMEZ CARRILLO, E.[NRIQUE] Prosa XIX 15 GÓMEZ DE [LA] MATA, GERMÁN (n. 1887) Narración XX 1 traducción de La dama de las Camelias, novela de Alejandro Dumas (hijo) por Gómez de la Mata (1916) GÓMEZ DE BAQUERO, E.[DUARDO] (1866-1929) Prensa XX 2 GÓMEZ DE CIBDARREAL Historia XV 175 GÓMEZ DE LA ROCHA [Y FIGUEROA] (1652-1687) Filosofía XVII 1 traducción de Filosofía moral derivada de la alta fuente del Grande Aristóteles Stagirita (1770) GÓMEZ DE LA SERNA, RAMÓN (1888-1963) Narración XX 6 GÓMEZ DE ORTEGA, CASIMIRO (1741-1810) Botánica XVIII 37 GÓMEZ DE TEJEDA [Y DE LOS REYES], C.[OSME] (1593-1648) Narración XVIII 66 GÓMEZ HERMOSILLA, J.[OSÉ] M.[AMERTO] Poesía / Prosa XIX 97 Arte de hablar en prosa y verso GÓMEZ MANRIQUE, [DIEGO] (1412-1490) Poesía XV 2 GÓMEZ MORENO, M.[ANUEL] (n.1870) Historia XIX 1 Guía de Granada [¿?] (1892) GÓMEZ SALAZAR, F.[RANCISCO] Derecho XIX 2 Instituciones de derecho canónico (1891) GÓNGORA, BARTOLOMÉ (1578-1657) Prosa XVII 1 GÓNGORA, LUIS DE (1561- 1627) Poesía XVII 249 GONZÁLEZ AYORA Prosa 1 GONZÁLEZ BLASCO, ANDRÉS Prosa XX 1 GONZÁLEZ CARVAJAL, T.[OMÁS] J.[OSÉ] (1753-1834) Poesía XVIII 3 GONZÁLEZ DÁVILA, GIL (ca. 1578-1658) Historia XVII 20 GONZÁLEZ DE CLAVIJO, RUY (m. 1412) Libro de viajes XIV 40 605 REGISTRO Género SIGLO NÚM. DE VOCES OBRA CITADA GONZÁLEZ DE MENDOZA, FRAY PEDRO (1570?-1639) Historia XVII 1 Cartas Pastorales; Historia del Monte Celia (1616) GONZÁLEZ DE SALAS, ANTONIO (1588-1654) Geografía XVII 6 traducción dePomponio Mela: Compendio Geographico i historico de el Orbe antiguo, i Descripcion de el Sitio de la Tierra Escripta por Pomponio Mela Español (1644) GONZÁLEZ DEL CASTILLO, [JUAN IGNACIO] (1763- 1800) Teatro en verso XVIII 1 GONZÁLEZ FIOL, ENRIQUE Narración XX 1 GONZÁLEZ MARTÍ, M.(ANUEL) Química XIX 76 Manual del forjador, herrero y cerrajero (1893) GONZÁLEZ SERRANO, U.[RBANO] (1848-1904) Filosofía XIX 54 GONZÁLEZ, FR. DIEGO [TADEO] (1733-1794) Poesía XVIII 4 GONZÁLEZ, G.[REGORIO] G.[UTIÉRREZ] (1826-1872) Poesía XIX 3 GORDONIO, BERNARDO Medicina XIV 13 escribió en latín Lilium medicine, y fue traducido por Juan de Aviñón en 1362 GORGUES Y LESMA, JUAN Refranes XIX 46 Lluvia de refranes (1880) GOYENECHE, JUAN DE (1656-1735) Prosa XVIII 1 GRACIA, A. Gramática latina 1 GRACIÁN [DE ALDERETE], DIEGO (1510-1600) Narración XVI 248 GRACIÁN [DE LA MADRE DE DIOS], F. JERÓNIMO Religión XVI 34 GRACIÁN DANTISCO, [LUCAS] (1543-1587) Prosa didáctica XVI 1 Galateo Español, destierro de ignorancias, maternario de avisos (1582) GRACÍAN, BALTASAR (1601-1658) Prosa didáctica XVII 18 GRACIÁN, LORENZO [PSEUDÓNIMO DE BALTASAR GRACIÁN] Filosofía XVII 78 GRAMÁTICA DE LA REAL ACADEMIA ESPAÑOLA (1886)? Gramática castellana XIX 40 606 REGISTRO Género SIGLO NÚM. DE VOCES OBRA CITADA GRANADA, DANIEL: autor del Vocabulario rioplatense razonado / por DANIEL GRANADA ; precedido de un juicio crítico por A. MAGARIÑOS CERVANTES, y editado por JUAN VALERA (1890) Diccionario de americanismos XIX 2 GRANADA, FRAY LUIS DE (ca.1504-1588) Religión XVI 617 GRANADO MALDONADO, [DIEGO] Cocina XVI 4 Libro del arte de cozina (1599) GRAYAS, GERÓNIMO [ANAGRAMA DE MAYANS] Gramática latina XVIII 1 Prosodia Latina [primera edición: 1742] GRILO, ANTONIO F.[ERNÁNDEZ] (1845-1906) Poesía XIX 1 GROOT, J.[OSE] M.[ANUEL] (1800-1878) Historia XIX 1 Historia eclesiástica y civil de la Nueva Granada (1869) GUADALAJARA [Y JAVIER], FR. MARCOS DE Historia XVII 3 GUERRA Y DE LA MADRID [FELIPE GUERRA Y DE LA MADRID] Prosa didáctica XVII 1 Tratado de la pereza, o Arte de emplear bien el tiempo (1683) GUERRA Y ORBE, A.[URELIO] F.[ERNÁNDEZ] (1816-1894) Poesía XIX 2 GUERRA, ÁNGEL (1874- 1950) Narración XX 1 GUERRA, ARMANDO Prosa XX 1 GUERRERO, FRANCISCO Narración XVII 1 El viage a Hierusalem (1590) GUEVARA, FERNANDO DE Filología XVI 1 GUEVARA, FR. ANTONIO DE (1480-1545) Filosofía XVI 214 GUITART Y BUCH, M.(IGUEL) Ciencias naturales XIX 32 Cuadernos de Historia Natural (de Henri Milne Edwards, traducidos por Miguel Guitart y Buch)(1855) GULLOTT, MIGUEL Prosa 1 GUSEME [Y DELGADO], TOMÁS ANDRES DE (1712- 1774) Numismática XVIII 1 GUTIÉRREZ ABASCAL, JOSÉ Prensa XIX 19 GUTIÉRREZ DE ALBA, J.[OSÉ] M.[ARÍA] (1822-1897) Poesía XIX 4 607 REGISTRO Género SIGLO NÚM. DE VOCES OBRA CITADA GUTIÉRREZ DE LOS RÍOS, GASPAR (1566-1606) Mecánica XVI 1 Noticia general para la estimacion de las artes y de la manera en que se conocen las liberales de las que son mecanicas y seruiles (1600) GUTIÉRREZ DE TOLEDO, ALVAR Historia XVI 1 GUTIÉRREZ DE TOLEDO, J.[ULIÁN] (? - ca. 1520) Medicina XV 1 Cura de la piedra y dolor de la yjada o y cólica renal (1498) GUTIÉRREZ GAMERO [Y ROMATE], EMILIO (1844-1936) Prensa XIX 7 GUTIÉRREZ GONZÁLEZ, GREGORIO Poesía XIX 6 GUTIÉRREZ-RAVE, J.[OSÉ] Prosa XX 1 GUZMÁN, JUAN DE Prosa/ poesía XVI 4 traducción de las Geórgicas de Virgilio (1586) GUZMÁN, P. PEDRO DE Prosa 2 HAEDO, FR. DIEGO Historia XVII 3 Topographia, e Historia general de Argel (1612): algunos piensan que en realidad esta obra es de Miguel de Cervantes HARTZENBUSCH, J.[UAN] E.[UGENIO] (1806-1880) Narración / poesía XIX 1036 HENAO, GABRIEL (jesuita) Historia XVII 1 Averiguaciones de las antigüedades de Cantabria: enderazadas principalmente a descubrir las de Guipúzcoa, Vizcaya y Álava (1689) HERCE, FÉLIX Narración XX 1 Formulario humorístico de medicina (1929) HEREDERO MAYORAL, NICOLÁS A.[ANTONIO] Prosa XVIII 1 HEREDIA, JERÓNIMO Narración/ poesía XVII 4 Guirnalda de Venus casta y Amor enamorado. Prosas y versos (1603) [novela pastoril] HERMOSA, FRANCISCO DE P. Minería XIX 2 Manual de laboreo de minas y beneficio de metales (1857) HERMOSA, JESÚS Geografía XIX 1 Manual de geografía y estadística de la República Mejicana (1857) 608 REGISTRO Género SIGLO NÚM. DE VOCES OBRA CITADA HERMOSILLA, DIEGO DE Narración XVI 1 Diálogo de los pajes [último tercio del siglo XVI] HERNÁNDEZ BLASCO, FRANCISCO Poesía XVII 1 Universal redención, passión, muerte y resurrección de Iesu Christo (1609) HERNÁNDEZ CATÁ, A.[LFONSO] (1885-1940) Narración XX 3 La cita está tomada del ABC, 2-10-1932. Quizá la más tardía. HERNÁNDEZ DE VELASCO, G.[REGORIO] Poesía XVI 26 traducción deLa Eneida (1555) HERRERA [Y TORDESILLAS], ANTONIO (1549-1626) Historia XVI 67 HERRERA MALDONADO, FRANCISCO Historia XVII 5 HERRERA, FERNANDO DE (1534-1597) Filología XVI 101 Anotaciones a la poesía de Garcilaso (1580) HERRERA, GABRIEL ALONSO DE (1470-1539) Agricultura XVI 213 Tratado de Agricultura general (1513) HERRERA, RODRIGO DE (1578-1641) Teatro en verso XVII 1 HERRERO, LEÓN Religión 1 HERRERO, SIMÓN Poesía XVII 3 HERVÁS, J.[OSÉ] GERARDO DE (m. 1742) Poesía XVIII 3 HEVIA BOLAÑOS, J.[UAN] Derecho XVII 20 Curia Philipica (1603) HEVIA, DEOGRACIAS Diccionario militar XIX 1 Diccionario general militar de voces antiguas y modernas (1857) HIDALGO Y TABLADA, JOSÉ. DE (1814-1890) Agricultura XIX 43 Autor de varios tratados de agricultura, como Manual práctico de la construcción de los instrumentos y máquinas aratorias, carros, prensas y cuanto concierne a la agricultura en general (1851) HIDALGO, GASPAR LUCAS DE Narración XVI 5 Diálogos de apacible entretenimiento (Barcelona,1606)[obra satírica] HIDALGO, JUAN [pseudónimo de JUAN DE CHÁVES] (1609) Diccionario de germanía / poesía XVII 239 609 REGISTRO Género SIGLO NÚM. DE VOCES OBRA CITADA Historia de Amadís de Gaula (primera edición: 1508) Narración XIV- XV 28 Historia de Don Belianís [de Grecia] (escrita por JERÓNIMO FERNÁNDEZ, 1545) Narración XVI 1 Historia de Morgante(traducción al castellano de LUIGI PULCI, 1460-1470, IL MORGANTE, con el título Libro del esforzado gigante Morgante, 1533) Narración XVI 1 Historia de San Fernando Historia 1 Historia de Ultramar [Gran Conquista de Ultramar] Narración XIII 27 Historia del Rey Don Rodrigo [La verdadera historia del rey Don Rodrigo: en la qval se trata la cavsa principal de la perdida de España (1603)], de MIGUEL DE LUNA, FRANCISCO DE BIVAR (1584-1635) Narración XVII 1 HOJEDA, DIEGO DE (1570- 1615) Poesía XVII 15 HORNERO, CALIXTO (1742- 1797) Gramática latina XVIII 3 HOROZCO, JUAN Poesía XVI 1 Emblemas morales (1591)en verso HOROZCO, SEBASTIÁN DE (1510-1580) Poesía XVI 142 Teatro universal de proverbios, adagios o comúnmente llamados refranes (1515-1516) HOYOS [SAINZ], LUIS DE (1868-1951) Ciencias naturales XIX 16 HOZ, JUAN DE LA [JUAN CLAUDIO DE LA HOZ Y MOTA] (Madrid, 1622 - ib. 1714) Teatro en verso XVII 1 HUARTE [DE SAN JUAN], JUAN (médico) (1529- 1588) Psicología XVI 3 Examen de Ingenios (1575) HUERTA, JERÓNIMO G.[ÓMEZ] (1573-1643) Ciencias naturales XVII 151 traducción de la Historia natural de Cayo Plinio Segundo (1624) HUERTA, VICENTE [ANTONIO] G.[ARCÍA] DE LA (1734-1787) Teatro XVIII 4 HUERTAS, JULIÁN Poesía 1 610 REGISTRO Género SIGLO NÚM. DE VOCES OBRA CITADA HUESCA, FEDERICO Equitación XIX 12 Diccionario hípico y del sport (1881) HURTADO DE LA VERA [PEDRO] [pseudónimo de PEDRO FARIA] Narración XVI 1 HURTADO DE MENDOAZA, J[OAQUÍN] Teatro en verso XIX 2 HURTADO DE MENDOZA, A.[NTONIO] (1586-1644) Poesía XVII 23 HURTADO DE MENDOZA, DIEGO (ca. 1503-1575) Prosa XVI 208 HURTADO, LUIS (c. 1523 - c. 1598) Narración XVI 2 IBIZA, LÁZARO (1858- 1921) Botánica XIX 155 IGLESIAS [DE LA CASA], [JOSÉ] Poesía XVIII 8 IGLESIAS DE LA CASA, J.[OSÉ] (1748-1791) Poesía XVIII 3 IGLESIAS, CASIMIRO Prosa 1 IGLESIAS, DALMACIO (n. 1879) Derecho XX 2 Instituciones de Derecho Eclesiástico (1917) IGLESIAS, EMIGIDIO Marina XX 2 Arquitectura naval [Espasa Calpe, [1921-22]] IGLESIAS, JUAN Prosa 1 ILLESCAS, GONZALO DE (1518-1583) Historia XVI 46 INCA GARCILASO DE LA VEGA (1539-1616) Historia XVI 97 INESCUA, M. DE Teatro en verso XVII 1 Lo que puede el oir misa INFANTE [DE AURIOLES], FERNANDO DE Medicina XVII 1 traducción de la de la Magna y Canónica Cirujía de Guido Gauliaco INGEGNIEROS [SIC], JOSÉ (1877-1925) Narración XX 1 Al margen de la ciencia (1908) Instrucciones económicas y políticas [dadas por el famoso Sancho Panza, gobernador de la insula Barataria, á un hijo suyo,…; 1791, de PEDRO GATELL] Narración XVIII 103 INTERIÁN DE AYALA, JUAN (1656-1730) Pintura XVIII 19 Inventario de una hostería Prosa 2 IRIARTE, TOMÁS DE (1750- 1791) Poesía XVIII 181 611 REGISTRO Género SIGLO NÚM. DE VOCES OBRA CITADA IRISARRI, ANTONIO JOSÉ DE (1786-1868) Filología XIX 3 Cuestiones filológicaa sobre algunos puntos de la Ortografía, de la Gramática … (1861) IRÚRZUN, BALTASAR DE Albeitería XVII 3 ISLA, [FRANCISCO JOSÉ] (1703-1781) Narración XVIII 608 JARAVA, JUAN DE Medicina XVI 1 JARQUE, JUAN ANTONIO (S.I.) (1600-1666) Religión XVII 14 JÁUREGUI, JUAN (1583- 1641) Poesía XVII 69 JESÚS MARÍA, FRAY PEDRO DE Religión XVII 1 JESÚS, LUISA MAGDALENA DE Poesía XVII 1 JIMENA [JURADO], MARTÍN DE (1615-1664) Historia XVII 1 JIMÉNEZ DE LA ESPADA. M.[ARCOS] (1831-1898) Zoología XIX 1 JIMÉNEZ DE URREA, [JERÓNIMO] (1510-1573) Narración / Poesía XVI 3 JIMÉNEZ PATÓN, B.[ARTOLOMÉ] (1569-1640) Gramática castellana XVII 37 Breves institutiones de la gramática española (Baeza, 1614) JORDANA [Y MORERA], J.[OSÉ] (1836-1906) Botánica XIX 6 JOVELLANOS, [MELCHOR GASPAR DE] (1744-1811) Poesía/Prosa XVIII 2353 JUAN DE ESPINOSA, EN EL DIÁLOGO EN LAUDE DE LAS MUJERES (1580) Narración XVI 7 JUAN MANUEL (1282- 1348) Narración XIV 37 JUAN Y COLOM, J[OSÉ] Derecho XVIII 1 Instrucción de escribanos en orden a lo judicial utilissima tambien para procuradores y litigantes (1747) JUANINI, [JUAN BAUTISTA] (1632-1691) Medicina XVII 2 JUÁREZ, FERNÁN Narración XVI 1 traducción del Coloquio de las Damas (1546)de Pietro Aretino(1492- 1556) 612 REGISTRO Género SIGLO NÚM. DE VOCES OBRA CITADA KRESA, JACQUES (S.I.) Geometría XVII 2 traducción de la obra de Euclides: Elementos geometricos de Euclides (1689) La juventud triunfante [representada en las fiestas, con que celebró el Colegio Real de la Compañía de Jesús de... (1727)] Se publicó de forma anónima, pero sus autores fueron el PADRE ISLA y LUIS DE LOSADA (1681-1748) Teatro XVIII 1 La Torre de David [moralizada (1584) de JERÓNIMO DE LEMOS] Narración XVI 3 LAFUENTE, MODESTO (1806-1866) Historia XIX 31 Historia General de España (1850– 1867)en 29 tomos LAGASCA, MARIANO (1776-1839) Botánica XIX 1 LAGUNA, ANDRÉS (1499- 1599) Medicina XVI 368 traducción de la Materia médica de Dioscórides, con numerosas anotaciones (1553) LAMANO [Y BENIETE, JOSÉ DE] Vocabulario dialectal XX 1 El dialecto vulgar Salmantino; obra laureada (1915) LANA Teatro en verso XIX 1 LANUZA, FRAY JERÓNIMO B.[AUTISTA] (1553-1624) Religión XVI 1 LARDIZABAL Y URIBE, M.[ANUEL] (1739-1820) Derecho XVIII 1 LAREDO, FR. BERNARDINO DE (1482-1540) Medicina XVI 16 LARIOS MEDRANO, [JUAN] Poesía XIX 1 LARRA, MARIANO JOSÉ DE (1809-1837) Prensa XIX 792 LÁRRAGA, FRANCISCO Religión XVII 4 Prontuario de la Teologia Moral (1706) LARRAMENDI, P. MANUEL DE (1690-1766) Religión XVIII 1 LARRAÑAGA, DIEGO DE Técnica XIX 1 Memoria sobre la fabricación del bermellón y lacre, etc. (1813) LARRUGA [BONETA], EUGENIO (1747-1803): Historia XVIII 5 613 REGISTRO Género SIGLO NÚM. DE VOCES OBRA CITADA LARRUGA BONETA, EUGENIO [BONETA] (1747- 1803) Historia XVIII 1 LASERNA, JOSÉ DE (1855- 1927) Prensa XIX 21 LASO DE LA VEGA [GABRIEL LOBO LASSO DE LA VEGA] (1555-1615) Poesía XVI 31 LASO DE OROPESA, M[ARTÍN] Narración XVI 5 LASSO LOBO DE LA VEGA, G.[ABRIEL] (1555-1615) Poesía XVI 6 LASTANOSA, [VINCENCIO] JUAN DE (1607-1681) Numismática XVII 3 LAVERDE Y RUIZ, G.[UMERSINDO] (1835-1890) Filosofía XIX 9 Lazarillo de Tormes Novela picaresca XVI 23 LEDESMA, ALONSO DE Poesía XVII 5 Conceptos espirituales (1600) Legajos de la Inquisición Legal 2 Legislación Foral de España Legal XVIII 1 LEIVA [RAMÍREZ DE ARELLANO], FRANCISCO DE (1630-1676) Teatro en verso XVII 2 LEÓN [MARCHANTE], MANUEL (ca. 1626-1680) Poesía XVII 44 LEÓN PINELO, ANTONIO DE (1595-1660) Historia XVII 1 LEÓN, FRAY BERNARDO DE Religión XVII 2 LEÓN, FRAY DIEGO Religión XVI 1 LEÓN, FRAY LUIS (ca. 1527-1591) Religión XVI 358 LEÓN, MELCHOR DE Teatro en verso XVII 1 LEÓN, P. M. FRANCISCO DE Prosa XVII 1 Privanza del hombre con Dios (1622) LERROUX (GARCÍA], ALEJANDRO (1864-1949) Política XX 2 Al servicio de la República (1930) LETAMENDI, JOSÉ DE (1828-1897) Medicina XIX 607 Patología general (1883-1889) y su Clínica general (1894) Ley de agosto de 1841 Legal XIX 1 Ley de carreteras de 22 de julio de 1857 Legal XIX 1 Ley de enjuiciamento civil de 1888 Legal XIX 1 614 REGISTRO Género SIGLO NÚM. DE VOCES OBRA CITADA Ley orgánica del poder judicial de 1870 Legal XIX 1 Ley provincial de 29 de agosto de 1882 Legal XIX 1 Leyes de la caballería de Santiago Legal XV 1 Leyes de la Mesta Legal XVI 8 Leyes de Madrid de 1499 Legal XV 1 Leyes de Navarra Legal XIX? 1 Leyes del Estilo Legal XIV 2 LEYVA, JUAN Poesía XVI? 1 Romance de la muerte de D. Manrique de Lara Libro de Alexandre Mester de Clerecía XIII 9 Libro de Apolonio Mester de Clerecía XIII 5 Libro de las consolaciones de la vida humana: escrito por el antipapa Benedicto XVII (PEDRO MARTÍNEZ DE LUNA, 1328-1423) Prosa didáctica XV 2 Libro de los exemplos [por a.b.c.] [escrito por CLEMENTE SÁNCHEZ VERCIAL] Narración XIV 2 LIMA, JUAN DE Narración XVII 1 LIÑÁN Y VERDUGO, [ANTONIO] Narración XVII 1 LINARES RIVAS, MANUEL (1866-1938) Narración XX 10 LINARES, ANTONIO G. DE Narración XX 3 LISTA, ALBERTO (1775- 1848) Poesía/prosa XIX 48 LLAURADÓ, ANDRÉS (1840-1899) Ingeniería XIX 2 Tratado de aguas y riegos (1884) LOBERA [DE ÁVILA], LUIS (ca. 1480-1551) Medicina XVI 29 LOBERA, ALONSO Poesía XVI 1 traducción de Risa y planto de Demócrito y Heráclito ... y plancto de Demócrito y Heráclito (1554) LOMAS CANTORAL, JERÓNIMO (1542 - 1600) Poesía XVI 1 LÓPEZ AGURLETA, J.[OSÉ] Historia XVIII 1 615 REGISTRO Género SIGLO NÚM. DE VOCES OBRA CITADA LÓPEZ BALLESTERORS, LUIS (1782-1853) Prosa XVIII 3 LÓPEZ BALLESTEROS, L.[UIS] Prosa XX 1 LÓPEZ CAÑIZARES, B. Astronomía 1 LÓPEZ DE ARENAS, D.[IEGO] Carpintería XVII 12 Breve compendio de la carpintería de lo blanco (1633) LÓPEZ DE AYALA, A.[DELARDO] (1828-1879) Teatro en verso XIX 3 LÓPEZ DE AYALA, P[ERO] (1332-1407) Prosa XIV 152 LÓPEZ DE CORELLA, A.[LONSO] Poesía XVI 1 Secretos de filosofía y medicina (1539) LÓPEZ DE GÓMARA, F.[RANCISCO] (1511-1566) Historia XVI 47 LÓPEZ DE HARO, RAFAEL (1876-1966) Prosa XX 4 LÓPEZ DE HOYOS, J.[UAN] (1511-1583) Historia XVI 3 LÓPEZ DE LA CUESTA, FRANCISCO Religión XVII 3 traducción de las Epístolas de San Jerónimo (1613) LÓPEZ DE SAÁ, LEOPOLDO (1870-1936) Teatro en verso XX 1 LÓPEZ DE VILLALOBOS, F.[RANCISCO] (1473-1549) Medicina XVI 18 LÓPEZ DE VIVERO, J.[UAN] Política XVI? 2 Tratado del esfuerzo bélico heroico (Salamanca, 1524), ?? LÓPEZ DE ZÁRATE, F.[RANCISCO] (1580-1658) Poesía XVII 9 LÓPEZ MARTÍN, FERNANDO Poesía 1 LÓPEZ MARTÍNEZ, MIGUEL (1825-1904) Ganadería y agricultura XIX 7 Diccionario de Agricultura; y también Elementos de agronomia, agricultura y economia rural (1856) LÓPEZ OSSORIO Prosa XVII 1 Historia de Medina del Campo (1634) LÓPEZ PELEGRÍN, SANTOS (1801 -1846) Prensa XIX 9 LÓPEZ PINCIANO, A.[LONSO] (1547-1627) Filología XVI 33 LÓPEZ SILVA, J.[OSÉ] (1861-1925) Teatro en verso XIX 1 616 REGISTRO Género SIGLO NÚM. DE VOCES OBRA CITADA LÓPEZ, GREGORIO (1542- 1596) Medicina XVI 3 Tesoros de medicina LÓPEZ, J. JOSÉ Poesía 26 Romance sobre Carlo Magno LÓPEZ, J.[UAN] JOSÉ Poesía XVI? 13 LÓPEZ, JUAN ANTONIO,autor del romance Don Rodulfo de Pedrajas Poesía 4 LÓPEZ, MIGUEL Poesía XVII 7 Jícara de Portillo el de Alcalá LÓPEZ, P. FABIÁN Prosa 1 LÓPEZ, SEBASTIÁN Prosa 1 LORCA, FRAY ANTONIO DE Religón 1 LOREA, FR. ANTONIO DE (1635-c. 1684/85) Religión XVII 1 Los criados y el enfermo, sainete del autor SEBASTIÁN VÁZQUEZ teatro en verso XVIII 1 LOSADA SOMOZA, F.[ELIPE] Medicina XIX 1 traducción de un Diccionario de medicina y cirujía (1845) LOZANO, CRISTOBAL (1609 - 1667) Narración XVII 22 LUANCO, J.[OSÉ] R.[AMÓN] (1825-1905) Química XIX 7 LUCENA, JUAN DE Prosa didáctica XV 34 LUCIO Y LÓPEZ, CELSO (1865-1915) Narración XIX 1 LUCUZE, [PEDRO] Agricultura XVIII 1 Advertencias para la medida y calculo de los desmontes o excavaciones (1766) LUJÁN DE SAAVEDRA, MATEO (c. 1570-1604) Narración XVII 1 Segunda parte de la vida de Guzmán de Alfarache (1602) LUNA, ADOLFO Zarzuela? XIX 10 LUNA, JUAN DE (1575- 1635) Gramática española XVII 29 Diálogos familiares, en los cuales se contienen los discursos, modos de hablar, proverbios y palabras españolas más comunes, muy útiles y provechosas para los que quieren aprender la lengua castellana (1619) 617 REGISTRO Género SIGLO NÚM. DE VOCES OBRA CITADA LUQUE FAJARDO, FRANCISCO Juegos XVII 7 Fiel desengaño contra la ociosidad y los juegos (1603) LUZÁN (1702-1754), IGNACIO DE Filología XVIII 2 LUZÓN, JUAN DE Poesía XV 3 Cancionero (1508) MACHADO, FELIPE Prosa 1 MADARIAGA, FEDERICO (1849-1913) Narración XIX 26 MADARIAGA, PEDRO Narración XVI 1 Arte de escribir, ortografia de la pluma y honra de los profesores de este Arte de escribir, ortografia de la pluma y honra de los profesores (1565, reeditado en 1777) MADARIAGA, SALVADOR (1886-1978) Historia XX 1 MADRAZO [Y KUNTZ], PEDRO DE (1816-1898) Arte XIX 21 MADRE DE DIOS, FRAY JOSÉ DE LA Religión XVII 2 MADRIGAL, ALONSO DE (1410-1455) Religión XV 74 MADRIGAL, M. Prosa 1 MADRIGAL, P. Y JUAN BAUTISTA DE Prosa 1 MAL LARA, JUAN (1524- 1571) Refranero XVI 366 Philosophía vulgar, primera parte, que contiene mil refranes glosados (Sevilla, 1568) MALDONADO, L.[UIS] Narración XX 5 La Golisa de Alizan (1903) MALO DE ANDUEZA, P. FR. DIEGO Religión XVII 1 MALVENDA, JACINTO [ALONSO] Teatro en prosa XVII 1 MAÑARA, MIGUEL DE (1627-1679) Religión XVII 1 MANERO, FR. PEDRO (1599-1659) Religión XVII 107 MANJARRES [Y BOFARULL], RAMÓN Agricultura XIX 8 El aceite de oliva su extracción, clarificación y refinación (1896) MANRIQUE, FR. ÁNGEL Religión 11 MÁNRIQUE, FR. ÁNGEL Religión XVII 17 618 REGISTRO Género SIGLO NÚM. DE VOCES OBRA CITADA MANRIQUE, JORGE Poesía XV 9 MANSILLA, LUCIO V.[ICTORIO] (1831-1913) Geografía XIX 1 Una excursión a los indios Ranqueles (1870) MANTUANO, PEDRO Historia XVII 9 MANUAL DEL CULTIVO DE LA CAÑA DE AZÚCAR [DE JULIO ROSSIGNON, 1874] Agricultura XIX 2 MANUEL [DE MELO], FRANCISCO (1608-1666) Prosa XVII 59 MANZANA, EUGENIO Albeitería XVI 1 Libro de enfrentamiento de la jineta (1570) MARCUELLO, FRANCISCO Zoología XVII 11 Historia Natural y moral de las Aves (1617) MARIANA, JUAN DE (1536- 1624) Historia XVI 946 Historia General de España (1601) MARIÁTEGUI, [EDUARDO] Arquitectura XIX 2 Glosario de algunos antiguos vocablos de Arquitectura (1876) MARIN DE ESPINOSA, AGUSTIN Historia XIX 2 MARÍN, JOSÉ Religión XIX 1 Las Imposturas del citador: descubiertas en diez tardes por el cura de una aldea (1824) MARÍN, PERO Historia XIII? 3 MARINE SÍCULO, L.[UPERCIO] (1460 - 1533): Historia XVI 1 MÁRMOL[ CARVAJAL], LUIS DEL (1520 - 1600 ) Historia XVI 173 Descripción general de África, sus guerras y vicisitudes, desde la fundación del mahometismo hasta el año 1571(1573-1599) MARONI Y GUIDICE Poesía XX 2 [Se trata de un tango:"El poncho del olvido"! Su autor es Enrique Pedro Maroni(1887-1957).] En la voz SOS se trata de "La borrachera del tango". MARQUÉS DE MONDÉJAR [GASPAR IBÁÑEZ DE SEGOVIA PERALTA Y MENDOZA, MADRID, 1628- id., 1708] Historia XVII 32 619 REGISTRO Género SIGLO NÚM. DE VOCES OBRA CITADA MARQUÉS DE SANTA CRUZ [ÁLVARO NAVIA OSSORIO SANTA CRUZ DE MARCENADO (MARQUÉS DE) (1684-1732)] Ciencia militar XVII 1 Reflexiones militares del mariscal de campo don Alvaro Navia Ossorio (1727) MARQUÉS DE SANTILLANA [ÍÑIGO LÓPEZ DE MENDOZA, 1398-1458) Poesía XV 15 MARQUÉS DE VILLENA [ENRIQUE DE VILLENA] Gastronomía XV 43 autor de Arte cisoria arte de trinchar o cortar con cuchillo carnes y demás viandas MÁRQUEZ [STERLING] MANUEL Ajedrez XIX 1 Tratado analítico del juego de ajedrez : para aprender a jugarlo sin necesidad de maestro (1896) MÁRQUEZ, FR. JUAN (1564-1621) Política XVII 110 El Gobernador Cristiano (1612) MARSAL, JOSÉ Prosa 1 MARSILLACH, A. Prosa 1 MARTEL, JERÓNIMO Historia XVII 2 Forma de celebrar Cortes en Aragon (1641) MARTÍNEZ ALCUBILLA, MARCELO (c. 1820-Madrid, 1900) Legal XIX 11 MARTÍNEZ DE ESPINAR, [ALONSO] Caza XVII 97 Arte de Ballestería y Montería (1644) MARTÍNEZ DE LA PARRA, [JUAN] Religión XVIII 95 Luz de Verdades Catholicas y explicación de la doctrina christiana (1747) MARTÍNEZ DE LA PUENTE, J.[OSÉ] Historia XVII 10 Epítome de la Crónica del rey don Juan el segundo MARTÍNEZ DE LA ROSA [FRANCISCO] (1787-1862) Prosa/Teatro en verso XIX 191 MARTÍNEZ DEL ROMERO Prosa XIX 1 MARTÍNEZ MONTIÑO, [FRANCISCO] Cocina XVII 12 Arte de Cozina, Pasteleria, Vizcocheria y Conserveria (1611) MARTÍNEZ RUIZ, JUAN (1816-1894) Teatro en verso XIX 1 MARTÍNEZ SIERRA, G.[REGORIO] (1881-1947) Narración XX 2 MARTÍNEZ ZUVIRÍA, M. G.[USTAV] (1883-1862) Narración XX 2 620 REGISTRO Género SIGLO NÚM. DE VOCES OBRA CITADA MARTÍNEZ, HERNÁN Poesía 1 MARTÍNEZ, MARTÍN (1684- 1734) Medicina XVII 44 MAS, ENRIQUE Prosa 1 MAS, LEOPOLDO Narración XIX 1 MASAGUER, ENRIQUE Historia XX 30 MASCAREÑAS [Y HERNÁNDEZ], EUGENIO (1853-1934) Química XX 5 MASIP Y MOLLÁ, F.[ELIX] Diccionario castellano XIX 1 Diccionario analítico de todas las palabras castellanas que pueden tener en la oracion diferente significado / por Félix Masip y Mollá (1866) MATA Y ARAUJO, L.[UIS] DE Gramática XIX 1 MATA, FRAY JUAN DE Prosa XVII 1 MATA, PEDRO (1811-1877) Medicina XIX 20 MATALLANA, [MARIANO] Ferrocarril XIX 1 Vocabulario descriptivo de ferro- carriles: legislación de ferrocarriles (1863) MATEO, JUAN Caza XVII 12 Origen y dignidad de la caza (1643) MATEOS BALLESTERO, JUAN Caza XVII 4 Origen y dignidad de la Caza (1634) MAURY, JUAN MARÍA (1772-1845) Poesía/prosa XIX 7 MAYANS Y SISCAR, G.[REGORIO] (1699-1781) Gramática XVIII 2 MCKAY, SANTIAGO Poesía 10 MEDINA, F. Narración 2 MEDINA, PEDRO Religión XVI 20 Libro de la verdad, donde se contienen dozientos dialogos ... sobre la conuersion del peccador (1626) MEDINILLA, [PEDRO MEDINA] Poesía XVII 5 MEDRANO ESPINOSA, JUAN (1629-1688) Prosa XVII 12 MEDRANO, FRANCISCO DE (1570-1607) Poesía XVI 2 MEDRANO, JULIÁN DE Narración XVI 86 621 REGISTRO Género SIGLO NÚM. DE VOCES OBRA CITADA MEJÍA, FERNANDO Historia XV 9 MEJÍA, PEDRO (1497-1551) Filosofía XVI 102 Coloquios y diálogos (1547) [en los que se habla de muchos temas] MELCHOR, CARLOS JOSÉ Música XIX 2 Diccionario enciclopédico de la música (1859) MELÉNDEZ VALDÉS J.[UAN] (1754-1817) Poesía XVIII 58 MÉLIDA, J.[OSÉ] RAMÓN (1856 - 1933 ) Historia XIX 59 MELLADO, FRANCISCO DE P.[AULA] Enciclopedia XIX 1 Enciclopedia Moderna (1851-1853) MELO [se refiere en realidad a FRANCISCO MANUEL DE MELO (1608-1666)] Historia XVII 5 Historia de los movimientos, separación, y guerra de Cataluña (1645, bajo el pseudónimo de Clemente Libertino) MEMBREÑO, A.[LBERTO] Diccionario de americanismos XIX 2 Hondureñismos: Vocabulario de los provincialismos de Honduras (1897) Memoria sobre las minas de Almadén y Almadenejos de 1861 Minería XIX 1 MENA, JUAN DE (1411- 1456) Poesía/Prosa XV 152 MENA, PEDRO DE Religión XVI 2 MÉNDEZ, SANTIAGO Prosa XX 1 MENDIZÁVAL Narración XVI 1 MENDO, ANDRÉS (1608- 1684) Prosa didáctica XVII 3 Principe perfecto y ministros aiustados: documentos politicos, y morales en emblemas (1662) MENDO, FRANCISCO Prosa 1 MENDOZA, ANTONIO Poesía/Historia 9 MENDOZA, BERNARDINO DE Historia XVI 8 Comentarios de Don Bernardino de Mendoça de lo sucedido en las Guerras de los Payses baxos, desde el año de 1567 hasta el de 1577 (1592) MENDOZA, BERNARDINO DE Ciencias militares XVI 5 Theorica y practica de guerra (1596) 622 REGISTRO Género SIGLO NÚM. DE VOCES OBRA CITADA MENDOZA, FRAY JUAN G.[ONZÁLEZ] DE (1545- 1618): Historia XVI 1 MENÉNDEZ Y GONZÁLEZ, M. Historia XIX 1 Historia de las cosas más notables, ritos y costumbres del gran reyno de la China (1586) MENÉNDEZ Y PELAYO, MARCELINO (1856-1912) Historia XIX 447 MERCADO, LUIS (ca. 1525- 1611) Medicina XVI 8 MERCADO, PEDRO DE (1620-1701) Medicina XVII 4 Dialogos de Philosophia natural y moral (1674) MERINO, M. Física 1 MESA [ROSALES], ENRIQUE DE (1878 - 1929) Prosa XX 1 MESA, CRISTÓBAL DE (1559-1633) Poesía XVI 5 MESONERO ROMANOS, R.[AMÓN] DE (1803-1882) Narración XIX 461 MEY [Y GALES], FELIPE (1578-ca.1611) Prosa XVII 1 MICÓN, FRAY PEDRO J.[UAN] Poesía XVI 2 MIGUEL Y VIGURÍ, I[SIDRO] (1850-1899) Medicina XIX 1 MIGUEL, RAIMUNDO DE (1816-1878) Filología XIX 2 MILÁ Y FONTANALS, M.[ANUEL] (1818 – 1884) Filología XIX 5 MILÁN, LUIS [LLUÍS DEL MILÀ] (1560-1561) Prosa didáctica XVI 1 El Cortesano (1561)[insiparada en la obra de Baltasar de Castiglione] MILLÁN, P. FRANCISCO Religión 1 MIÑANO [Y BEDOYA], SEBASTIÁN (1779-1845): Historia XVIII 1 MINGUEZ, LUIS Crítica literaria XVIII 7 traducción deLa Encyclopeda metodica : diccionario de Gramatica y Literatura (1788) MIR, MIGUEL (1841-1912) Religión XIX 556 Historia de la Pasión de Jesucristo (1893) MIRA DE AMESCUA, A.[NTONIO] (1574-1644) Teatro en verso XVII 5 623 REGISTRO Género SIGLO NÚM. DE VOCES OBRA CITADA MIRALLES, ANDRÉS Prensa XIX 2 De mi cosecha (colección de artículos)(1891) MIRANDA, MIGUEL Narración 1 MIRANDA, P. FRAY PEDRO DE Religión XVII 3 MIRAVEL Y CASADEVANTE, [JOSÉ] Historia XVIII 1 traducción de El gran diccionario historico, o Miscellanea curiosa de la Historia Sagrada, de Louis Moreri (1753) MOLES, RICARDO Prosa 1 MOLINA, JUAN DE (ca. 1485- ca. 1552) Religión XVI 8 MOLINA, TIRSO (pseudónimo de FRAY GABRIEL TÉLLEZ) (1579- 1648) Teatro en verso XVII 1430 MOLINO, MIGUEL DEL Religión XVII 1 [¿autor de Guía Espiritual?] MOLINOS, PEDRO legal XVI 7 Práctica judiciaria del reino de Aragón (1575) MONARDES, NICOLÁS (1493-1488) Medicina XVI 9 MONASTERIO,se refiere muy seguramente a MARIANO MONASTERIO Legal XIX 1 Anuario de construccion : (donde se indican los precios de los materiales, etc…)(1877) MONCADA, FRANCISCO DE (1586 - 1635) Historia XVII 5 MONFORTE Y HERRERA, FERNANDO DE Historia XVII 2 Relacion de las fiestas que ha hecho el Colegio Imperial de la Compañia de Iesus de Madrid en la canonizacion de San Ignacio de Loyola, y S. Francisco Xauier (1622) MONLAU Y SALA, JOSÉ (1832-1908) Botánica XIX 168 Compendio de Historia Natural (1867) MONLAU, PEDRO FELIPE (1808 - 1871) Diccionario etimológico XIX 501 [Parece que se cita su Diccionario etimológico, inconcluso.] MONREAL Y ASCASO, B.[ERNARDO] (1824-1894) Ciencias Naturales XIX 1 Curso de Geografía astronómica, física y política, moderna é histórica (1892) MONROY Y SILVA, CRISTÓBAL (1612 - 1649) Poesía XVII 1 624 REGISTRO Género SIGLO NÚM. DE VOCES OBRA CITADA MONTALDO [Y PERÓ], FEDERICO Marina XIX 33 MONTALVO [FIALLOS], JUAN [MARÍA] (1832- 1889) Naracción XIX 340 Capítulos que se le olvidaron a Cervantes (1895, obra póstuma) MONTAÑA, BERNARDO Medicina XVI 2 MONTEMAYOR Y CUENCA, J.[UAN] FRANCISCO: (1618 - 1685) Derecho XVII 1 MONTEMAYOR, JORGE (c. 1520-C. 1561) Poesía XVI 4 Los siete libros de la Diana (1559) MONTERÍA DEL REY DON ALFONSO [XI] (1342-1350) Caza XIV 77 MONTESER, FRANCISCO [ANTONIO] DE (1620-1668) Teatro en verso XVII 15 MONTESINO, AMBROSIO DE (ca. 1444-1514) Religión XVI 5 Meditaciones MONTESINO, FR. ANTONIO (1475-1540) Religión XVI 1 MONTESINOS, RAMÓN Ciencias militares 21 MONTOJO [Y DÍAZ], SATURNINO (1796-1856) Astronomía XIX 2 MONTORO, A. DE Poesía XV 3 MONTOTO [RAUTENSTRAUCH], LUIS (1851-1929) Narración XIX 193 MONTSERRAT Y ARCHS , J[UAN] (1844-1895) Botánica XIX 62 MORA, J.[OSÉ] JOAQUÍN DE (1783-1864) Política XIX 17 MORALES Y VASCONCELOS, F. B. (1670-1747) [FRANCISCO BOTELLO DE MORÁES I VASCONCÉLOS] Poesía XVII 2 El Nuevo Mundo: Poema heróico (1701) MORALES, ALONSO Poesía 7 MORALES, ALONSO DE Poesía 9 MORALES, AMBROSIO (1513-1591) Historia XVI 252 Antigüedades de las ciudades de España (1575) MORALES, ANTONIO Historia XVI 1 MORALES, GASPAR DE Ciencias naturales XVII 1 Libro de las Virtudes y propiedades marauillosas de las piedras preciosas (1605) MORENO GODINO, F.[LORENCIO] (1829-1906) Narración XIX 85 625 REGISTRO Género SIGLO NÚM. DE VOCES OBRA CITADA MORENO VILLENA, P.[EDRO] Astronomía XIX 1 Geografia- Estadística, astronomica, fisica, politica, fabril y comercial de Europa y con especialidad de España (2º edición: 1890) MORENO Y LUYANDO, JOSÉ Diccionario castellano XIX 1 Diccionario de la conversación y la lectura (1846) MORENO, P. FRAY CRISTÓBAL Religión XVI 2 MORERA, EUSEBIO Prosa 1 MORET, P. JOSÉ (1615- 1687) Historia XVII 35 Investigaciones históricas de las antigüedades del reino de Navarra (1665) y de Anales del reino de Navarra (1684-1704) MORETO [Y CAVANA, AGUSTÍN] (1618-1669) Teatro en verso XVII 568 MORGA, ANTONIO DE (1559-1636) Historia XVII 2 Historia de las Islas Filipinas (1606; reeditado en1890) MORGADO, [ALFONSO] Historia XVI 8 Historia de Sevilla (1587) MORILLO, GREGORIO Poesía XVI 1 MORLA, TOMÁS DE (1748- 1812) Ciencia militar XVIII 5 Tratado de Artillería para el uso de Caballeros Cadetes del Real Cuerpo de Artillería (1784) MOSQUERA, DIONISIO Gemología XVIII 5 Litho-statica, o Theorica, y practica de medir piedras preciosas (1721) MOYA, [JUAN PÉREZ DE] (1513-1597) Prosa XVI 8 Diálogos de Arithmética práctica y especulativa (1562) MUCHADAS, B. Prosa 1 MUNIESA, P. TOMÁS Religión XVII 1 Cuaresma cuarta… (1683) MUÑÓN, SANCHO Narración XVI 32 MUÑOZ DE LUNA, R.[AMÓN] T.[ORRES] Química XIX 6 MUÑOZ DE SAN ROMÁN, J.[OSÉ] (1876-1954) Prosa XX 7 Las romerías : espectáculos, populares, fervorosos y festivos (1929)[quizá] 626 REGISTRO Género SIGLO NÚM. DE VOCES OBRA CITADA MUÑOZ Y RIVERO, J.[ESÚS] Paleografía XIX 8 Paleografía Visigoda (1881) MUÑOZ, A. Prosa 4 MUÑOZ, J.[UAN] B.[AUTISTA] (1745-1799) Prosa XVII? 1 MUÑOZ, LUIS Religión XVIII 87 Vida y virtudes del venerable varon el padre maestro Fr. Luis de Granada (1782) MUNTADAS, [JUAN] FEDERICO Refranero XIX 28 MURGA [Y MUGARTEGUI], GONZALO DE Marina XIX 4 Derrotero de las Islas Antillas y de las Costas orientales de América desde el río de las Amazonas hasta el cabo Hatteras (1877) MURILLO, FRAY DIEGO Prosa XVI 1 MURO, ÁNGEL Cocina XIX 47 El practicón : tratado completo de cocina al alcance de todos y aprovechamiento de sobras (1894) MURO, JOSÉ Historia XIX 1 Museo pintoresco de historia natural, 1854 [imprenta de GASPAR Y ROIG, Madrid, 1854] Ciencias naturales XIX 3 MUSEROS [Y ROVIRA], T.[OMÁS] Agricultura XIX 3 N. [se refiere al DOCTOR JERÓNIMO DE ALCALÁ (1571-1632), autor de El Donado Hablador] obra citada (1624,1626) Narración XVII 1 NASARRE, PABLO (1664- 1730) Música XVII 1 NAVARRETE Y MONTAÑÉS, F.[RANCISCO] Poesía XVII 8 NAVARRO LEDESMA, F.[RANCISCO] (1869-1905) Prensa XIX 6 NAVARRO SANTÍN, F. Prosa XIX 1 NAVARRO SOLER, D.[IEGO] Ganadería XIX 9 autor de obras de ganadería NAVARRO, CECILIO (?- 1889) Historia XIX 4 627 REGISTRO Género SIGLO NÚM. DE VOCES OBRA CITADA NAVARRO, DR. GASPAR Adivianción XVII 1 Tribunal de superstición ladina, explorador del saber, astucia y poder del demonio (1631) NAVARRO, FRAY PEDRO Religión XVII 1 Historia de la vida admirable y angélica de la Santa Virgen Juana de la Cruz (1622) NAVARRO, P. FRAY ANTONIO Religión XVII 1 Primera parte del conocimiento de sí mismo (1606) NAVAS [FERRER], P. LONGINOS (1858-1938) Insectos XX 1 Manual del entomólogo (1914) Navegación de Hannón(Antigüedad maritima de la republica de Cartago: con el Periplo de su general Hannón, traducido del griego por PEDRO RODRÍGUEZ CAMPOMANES, 1756) Historia XVII 6 NEBRIJA, ANTONIO DE Historia XV 4 NEBRIJA, ELIO ANTONIO (1441-1522) Gramática castellana XV 10 Gramática Castellana (1492) NEMESIO OTAÑO, P [JOSÉ MARÍA] (1880-1956) Música XX 2 NICOLINI, SEBASTIÁN Religión XVII 1 Cabeza visible catolica y vicaria infalible de Cristo (1659) NIEREMBERG, P. JUAN EUSEBIO (1595-1658) Religión XVII 171 NIÑO DE GUEVARA, NIC.[OLÁS] Poesía XVII 1 NISENO, FRAY DIEGO (m. 1656) Religión XVII 2 El gran Padre de los creyentes Abrahan (1636) NISENO, FRAY DIEGO (m. 1656) Religión XVII 1 NOGALES (Y NOGALES), JOSÉ (1860-1908) Narración XIX 31 NOGALES Y NOGALES, F. Narración XIX 3 NOGUERA Prosa 1 Noticias de Argentina [obra escrita por MIGUEL VENEGAS, 1680-1764, en 1757] Historia XVIII 1 Novísima recopilación de las leyes del reino (1805) Legal XIX 5 628 REGISTRO Género SIGLO NÚM. DE VOCES OBRA CITADA Novísimo diccionario universal de agricultura (1893) Agricultura XIX 1 Nueva recopilación de las leyes del reino (1567) Legal XVI 261 NÚÑEZ ALBA Historia XVI 3 Dialogos de Diego Nuñez Alua, de la Vida del Soldado : en que se quenta la conjuracion, y pacificacion de Alemaña con todas las batallas (vuelto a publicar en 1890) NÚÑEZ DE ARCE, G.[ASPAR] (1834-1903) Poesía XIX 42 NÚÑEZ DE CASTRO, A.[LONSO] Historia XVII 7 Historia eclesiastica y seglar de la muy noble y muy leal ciudad de Guadalaxara (1653) NÚÑEZ DE CEPEDA, F.[RANCISCO] (1616-1690) Religón XVII 45 NÚÑEZ DE CORIA, F.[RANCISCO] Medicina XVI 2 NÚÑEZ DE GUZMÁN, F.[ERNANDO] (1463-1553) Prosa XVI 196 Glosas a las Trescientas de Juan de Mena (1509) NÚÑEZ DE VELASCO, F.(RANCISCO) Prosa didáctica XVII 4 Diálogo de contención entre la milicia y la ciencia (1614) NÚÑEZ DE VILLAIZÁN , F. Historia XIV 14 Crónica de Alfonso XI O´SCANLAN, TIMOTEO Marina XIX 2 Diccionario marítimo (1831) OBLIGADO, RAFAEL (Buenos Aires, 27 de enero de 1851 - Mendoza, 8 de marzo de 1920) Poesía XX 3 OBLIGADO, S.[ERVANDO] PASTOR (1841-1924) Narración XIX 1 Tradiciones de Buenos Aires, Tradiciones y recuerdos y Tradiciones argentinas (1888- 1920) OCAMPO, FLORIÁN (1513- 1590) Historia XVI 14 OCAÑA, FR. GONZALO DE Religión XVI 1 OCANTOS, CARLOS MARÍA (Buenos Aires, 1860 - Madrid, 1949) Narración XX 2 OCHOA [Y BETANCOURT], JUAN (1864-1899) Narración XIX 1 629 REGISTRO Género SIGLO NÚM. DE VOCES OBRA CITADA OCHOA [Y MONTEL], EUGENIO (1815-1872) Filología XIX 36 OCTAVIO PICÓN, JACINTO (1852-1923) Narración XIX 235 OJEA [Y SOMOZA], TELESFORO (1858-1890) Política XIX 152 OLIVA Y BRIDGMAN, SANTIAGO (1860-1890) Diccionario jurídico XIX 1 Novísimo diccionario de legislación y jurisprudencia (1888) OLIVÁN [Y BORRUÉL], ALEJANDRO (1796-1878) Agricultura / Legal XIX 558 Manual de agricultura (1866) OLIVARES Y MURILLO, FRANCISCO DE Historia XVII 2 traducción de Memorias historicas de los monarcas othomanos, scrito por Giovanni Sagredo (1684) OLIVE, PEDRO M.[ARÍA] DE (1767-1843) Diccionario de sinónimos XIX 1 Diccionario de sinónimos de la lengua castellana, Madrid, 1843 OLIVER, MIGUEL S.[ANTOS] (1864-1919) Historia XX 1 Vida y semblanza de Cervantes, por Miguel S. Oliver. (Barcelona, Montaner y Simón, 1916) OLLALA, F[RUTOS] BARTOLOMÉ DE Religión XVII 11 Ceremonial romano de la Missa rezada conforme el missal mas moderno (1695) OLMEDILLA Y PUIG, J.[OAQUÍN] (1842-1914) Química XIX 1 OLMET, LUIS ANTÓN (1866-1923) Narración XX 1 OLÓRIZ Prosa 1 OÑA, PEDRO DE (1570- 1643) Prosa XVII 41 Ordenamiento de Don Juan I (1387) Legal XIV 1 Ordenamiento de las tafurias Legal 1 Ordenamiento Real (1485) Legal XV 25 Ordenanza de matrículas [1802?] Legal XIX 2 Ordenanza del reg. de guardias de 1704 Legal XVIII 1 Ordenanzas de Alcañiz Legal 7 Ordenanzas de Almadén de 1735 Legal XVIII 2 630 REGISTRO Género SIGLO NÚM. DE VOCES OBRA CITADA Ordenanzas de Bilbao (1737) Legal XVIII 1 Ordenanzas de bosques reales (1687) Legal XVII 3 Ordenanzas de Castilla Legal 14 Ordenanzas de Daroca (1741) Legal XVIII 3 Ordenanzas de Granada (1552) Legal XVI 34 Ordenanzas de Huertas y montes de Zaragoza (1593) Legal XVI 11 Ordenanzas de Indias de 1896 Legal XIX 1 Ordenanzas de Jueces y mercaderes de Zaragoza Legal 4 Ordenanzas de la Acequia Real del Jarama (1740) Legal XVIII 4 Ordenanzas de la Ciudad de Huesca (1349) Legal XIV 1 Ordenanzas de la ciudad de Lorca (1713) Legal XVIII 5 Ordenanzas de León de 1669 Legal XVI 3 Ordenanzas de los cinco gremios de Madrid Legal XVIII 5 Ordenanzas de los reales ejércitos de 1823 Legal XIX 3 Ordenanzas de Málaga (1611) Legal XVII 2 Ordenanzas de Marina Legal XVIII 11 Ordenanzas de Pañeros Legal 2 Ordenanzas de pasamaneros de 1621 Legal XVII 6 Ordenanzas de Segovia (1390) Legal XIV 2 Ordenanzas de Sevilla (1526) Legal XVI 105 Ordenanzas de Tarazona Legal 9 Ordenanzas de Teruel de 1684 Legal XVII 4 Ordenanzas de Tudela Legal 2 Ordenanzas de Zaragoza (1518) Legal XVI 11 Ordenanzas del consulado de Bilbao (1531) Legal XVI 1 Ordenanzas del ejército armonizadas con la legislación vigente Legal 2 Ordenanzas del Valle de Arán Legal 5 631 REGISTRO Género SIGLO NÚM. DE VOCES OBRA CITADA Ordenanzas generales de aduanas de 1867 Legal XIX 1 Ordenanzas generales de la armada (1793) Legal XVIII 1 Ordenanzas generales de pesca Legal XIX 1 Ordenanzas generales de pesca de Pontevedra (1768) Legal XVIII 1 Ordenanzas militares de 1704 Legal XVIII 10 Ordenanzas militares de 1728 Legal XVIII 35 Ordenanzas para el buen gobierno de la armada del mar océano [14 de enero de 1633] Legal XVIII 1 Ordenanzas que hablan del calzado y corambre (1567) Legal XVI 1 Ordenanzas reales de Castilla Legal XV 28 Ordenanzas sobre el obraje de paños hechas en Sevilla en 1511 Legal XVI 2 ORDUÑA, JUAN DE Prosa 2 OROPESA, M.[ARTÍN] LASO DE Narración XVI 2 traducción de la Farsalia de Lucano (1530) OROZCO, ALONSO DE (1500-1591) Religión XVI 6 OROZCO, GASTÓN DALISO DE (pseudónimo de JUAN FRANCISCO ANDRÉS DE UZTARROZ) (1606-1653) Narración XVII 1 Segunda parte de la Universidad de Amor (1640)(pero según Cejador y los libros originales, el texto en cuestión pertenecen a Salvador Jacinto Polo) OROZCO, J.[UAN] M.[ANUEL] DE Metalurgia XVIII 1 Cartilla metalica: que enseña desde sus principios à conocer y beneficiar toda suerte de metales y nueva quema de ellos (Lima,1737) OROZCO, SEBASIÁN DE Poesía XVII 2 ORTEGA MUNILLA, J.[OSÉ](1856-1922) Narración XIX 39 ORTIZ [YÁÑEZ], FR. FRANCISCO Religión XVI 2 Epístolas Familiares ORTIZ Y ZÚÑIGA, D.[IEGO] (1633-1680) Historia XVII 23 ORTIZ, ALONSO (1455- 1503) Religión XVI 1 632 REGISTRO Género SIGLO NÚM. DE VOCES OBRA CITADA ORTIZ, ANDRÉS Poesía XVI 8 Romance nuevamente hecho por Andrés Ortíz, Pliego suelto ORTIZ, LORENZO Poesía 1 ORTS CLIMENT, TOMÁS Prosa XX 2 OSEGUERA, DIEGO DE Poesía XVI 1 Las estaciones del Christiano (1579) OSETE, FLORA Prosa XX 204 ¿traductora? OSORIO BARBA, [LORENZO] Religión XVI 2 Piña de rosas atadas por graues y sanctos autores theologos y canonistas, para que las puedan oler los sacerdotes en el sancto y soberano mysterio del Altar (1589) OSUNA, FRANCISCO DE (1497-1540) Religión XVI 28 Abecedario espiritual (1525-27) OVALLE, P. ALONSO DE (1603-1651) Historia XVII 356 Histórica relación del Reyno de Chile (1646) OVIEDO, ANDRÉS DE Geografía XVII 1 Memorial de Andres de Oviedo, Maestro Mayor de Sevilla. A la ciudad. Dividido en seys partes. En la primera parte dize la forma que la ciudad à de tener, en reconocer las aguas, y corrientes de Guadalquivir (1626) OVILLO, FELIPE [FELIPE PRÁXEDES OVILO CANALES] (1850 - 1909) Medicina XIX 2 PACHECO [DEL RÍO], FRANCISCO (1564-1644) Pintura XVII 3 PACHECO [Y GUTIÉRREZ CALDERÓN], J.[OAQUÍN] F.[RANCISCO] (1808-1865) Derecho XIX 6 PACHECO DE NARVÁEZ, LUIS (1570- 1640) Esgrima XVII 2 PACHECO, BALTASAR Religión XVI 13 PACHECO, FRANCISCO Poesía XVI 5 PADILLA, PEDRO (1540- 1599) Poesía XVI 13 PADRES MOHEDANOS [PEDRO RODRÍGUEZ MOHEDANO, RAFAEL RODRÍGUEZ MOHEDANO] Filología XVIII 1 Historia literaria de España: desde su primera poblacion (1781) 633 REGISTRO Género SIGLO NÚM. DE VOCES OBRA CITADA PAGÁN RAMÍREZ, [DIEGO] (h.1524-h. 1562) Poesía XVI 1 PAJARES, JOSÉ Prosa 1 PALACIO VALDÉS, A.[RMANDO] (1853-1938) Narración XIX 91 PALACIO, MANUEL DEL (1831-1906) Prosa XIX 8 PALACIOS Prosa 1 PALACIOS RUBIOS, J.[UAN] L.[ÓPEZ] DE (1450 - 1524) [su verdadero nombre era LUAN LÓPEZ DE VIVERO] Legal XV 8 PALACIOS, CURA DE LOS Historia XV 1 PALACIOS, EDUARDO DE Narración XIX 5 PALACIOS, FÉLIX Medicina XVIII 21 Palestra farmacéutica, químico-galénica (1706) PALAFOX [Y MENDOZA], JUAN DE (1600-1659) Historia XVII 59 Historia de la conquista de la China por el tartaro (1670) PALENCIA, ALONSO DE (1423-1492) Historia XV 69 PALMA, P. LUIS DE LA (1560-1641) Religión XVII 9 Pasión del Señor (1624) PALMA, RICARDO (1833- 1919) Historia/ narración XIX 9 Tradiciones peruanas (1889-1908) PALMIRENO, LORENZO (1524-1579) Diccionario bilingüe XVI 22 PALOMINO, ANTONIO (1655-1726) Pintura XVIII 74 Museo pictórico y escala óptica (1714- 1724) PANEL, P. ALEJANDRO JAVIER (1699-1777) Prosa XVIII 1 PANTALEÓN [DE RIBERA], ANASTASIO (1600-1629) Poesía XVII 4 PARAVICINO, F.[ÉLIX] HORTENSIO (1580-1633) Religión XVII 328 PARDO BAZÁN, EMILIA (1851-1921) Narración XIX 1168 PAREDES, JOAQUÍN Prosa 2 PARRAS, FR. PEDRO JOSÉ DE Geografía XVIII 1 Diario y derrotero de sus viajes, 1749-1753 PARTIDAS Legal XIII 303 PASTOR DÍAZ, NICOMEDES (1811-1863) Narración XIX 46 634 REGISTRO Género SIGLO NÚM. DE VOCES OBRA CITADA PEDREGAL [Y CAÑEDO], MANUEL (1831-1896) Derecho XIX 2 PEDROBUENA, ANTOLÍNEZ DE [pseudónimo de BENITO RUIZ] Poesía XVII 1 autor, junto con otros, de Universidad de amor y escuelas del interés (1636) PELLICER [DE OSSAU SALAS Y TOVAR], JOSÉ (1602 - 1679) Historia XVII 101 PEÑA Y GOÑI, A.[NTONIO] (1846-1896) Prosa XIX 8 PEÑA, H. R. DE LA Prosa XX 1 PEÑAS, RICARDO Prosa 1 PEQUEÑO, DIEGO Agricultura XIX 1 PERALES, J.[UAN] B. (1837-1904) Historia XIX 1 PERALTA BARNUEVO [ROCHA Y BENAVIDES] PEDRO DE (1663 - 1743) Prosa XVIII 1 PERAY, JOSÉ DE Prosa 1 PERAZA, FRAY MARTÍN Religión XVII 2 PEREDA, JOSÉ MARÍA DE (1833-1903) Narración XIX 1002 PÉREZ ANGULO, J.[UAN] Derecho XIX 2 traducción de Derecho eclesiástico universal (1871) PÉREZ DE AYALA, N. Historia 1 PÉREZ DE AYALA, RAMÓN (1882-1962) Narración XX 1 PÉREZ DE FIGUEROA, C. Poesía 1 PÉREZ DE GUZMÁN, FERNÁN (1370-1460) Historia XV 24 PÉREZ DE HERRERA, C.[RISTÓBAL] Refranero XVII 1 Proverbios morales y conseios christianos muy provechosos (1618) PÉREZ DE HERRERA, C.[RISTOBAL] (1558-1620) Poesía XVI 13 PÉREZ DE HITA, GINÉS (1544-1619) Narración XVI 47 PÉREZ DE LEÓN, FRAY ANDRÉS [Pagés cita textos de La Pícara Justina, luego le atribuye a él la autoría] (1605) Novela picaresca XVII 141 635 REGISTRO Género SIGLO NÚM. DE VOCES OBRA CITADA PÉREZ DE MONTALVÁN, J.[UAN] (1602-1638) Poesía XVII 13 PÉREZ DE MONTORO, JOSÉ (1627-1694) Poesía XVII 16 Poesías Póstumas (1736) PÉREZ DE OLIVA, F.[ERNÁN] (ca. 1494-1531) Poesía XVI 4 Poema Lamentación al saqueo de Roma, puesta en boca de Clemente VII PÉREZ DE RIVA, MELQUIADES Legal XIX 1 traducción de las Instituciones de Justiniano (1877) PÉREZ DE SALA, [PEDRO] Marina XIX 1 Tratado de las construcciones en el mar (1871) PÉREZ DE SANTA MARÍA, [FRANCISCO) Pedagogia XVII 2 Guías discretas, y instrvcciones christianas, para que por ellas los Maestros de escuela, los Ayos, Padres y Madres de familias, enseñen, y instruyan a todas las personas que estuvieren a su cargo (1629 PÉREZ DE VARGAS, B.[ERNARDO] Minerología XVI 4 De Re Metalica: en el qual se tratan mvchos y diversos secretos del conocimiento de toda suerte de minerales (1569) PÉREZ DE VARGAS, B.[ERNARDO] Alquimia XVI 1 PÉREZ DEL CASTILLO, B.[ALTASAR] Historia XVI 10 traducción de Los discursos de la religion, castramentaçion, assiento del campo, baños y exerçiçios de los antiguos romanos y griegos (1579) PÉREZ DEL PULGAR, HERNÁN [ca. 1436-ca. 1493] Historia XV 33 PÉREZ ESCRICH, E.[NRIQUE] (1829-1897) Narración XIX 12 PÉREZ GALDÓS, B.[ENITO] (1843-1920) Narración XIX 1003 PÉREZ GALLARDO, I. Agricultura y Ganadería XIX 2 Manual de agricultura y ganaderia mejicanas (1862) PÉREZ GÓMEZ[-NIEVA], A.[LFONSO] (1859-1931) Narración XIX 3 PÉREZ HERVÁS, J. Narración/ Poesía XX 242 636 REGISTRO Género SIGLO NÚM. DE VOCES OBRA CITADA PÉREZ M. MÍNGUEZ, MARIANO (1809-1877) Farmacia XIX 12 Enciclopedia farmacéutica : diccionario general de farmacia teórico- práctico (1888-1889) PÉREZ NIEVA, A. [ALFONSO PÉREZ GÓMEZ- NIEVA] (1859 - 1931) Narración XX 2 PÉREZ RAMAJO, [MANUEL LOZANO] Narración XIX 4 Traducción de El asno ilustrado ó sea La apología del asno (1837) PÉREZ Y GONZÁLEZ, F.[ELIPE] (1854-1910) Poesía XIX 2 PÉREZ, DR. DIEGO Religión XVI 1 Documentos saludables para almas piadosas (1588) PÉREZ, FELIPE Prosa 5 PÉREZ, FRAY ANTONIO Prosa XVII 19 Sermones dominicales (1603) PÉREZ, GONZALO Poema épico XVI 13 traducción de la Odisea de Homero: La Vlyxea de Homero (1550) PÉREZ, LORENZO Medicina XVI 1 Libro de Theriaca : limpio de los errores hasta nuestros tiempos en ella cometidos, y vtilissimo para preparar y consiguir muchos Simples y Compuestos cada dia recebidos en el vso de Medicina (1575) PÍ ARSUAGA, F. [RANCISCO] (1865-1912) Narración XIX 1 PI Y MARGALL, F.[RANCISCO] (1824-1901) Prosa XIX 638 PÍCARA JUSTINA,LA (1605) Novela picaresca XVII 148 PICATOSTE, FELIPE (1834- 1892) Ciencias naturales XIX 8 PICHARDO [Y TAPIA], ESTEBAN (1799-1879) Diccionario de cubanismos XIX 42 Diccionario Provincial casi razonado de Voces Cubanas (primera edición:1836) PICÓN, J.[ACINTO] OCTAVIO (1852-1923) Narración XIX 251 PIDAL Y MON, A.[LEJANDRO] Filología XIX 10 PIDAL, P.[EDRO] JOSÉ (1799-1865) Filología XIX 1 637 REGISTRO Género SIGLO NÚM. DE VOCES OBRA CITADA PIDAL, RAMÓN MENÉNDEZ PIDAL (1869-1968) Carta XX 1 Se cita una carta dirigida al general Primo de Rivera, firmada en Madrid, el 27 de marzo de 1929, y publicada en el periódico La Vanguardia (2 de abril de 1929) PIERNAS Y HURTADO, [JOSÉ] M.[ANUEL] (1843- 1911) Economía XIX 34 Tratado Elemental de Estadística (1873) PIFERRER, FRANCISCO Blasón XIX 5 Nobiliario de los reinos y señoríos de España (1857-1963) PINEDA, FRAY JUAN DE (ca. 1513-ca.1593) Historia XVI 183 PINEL Y MONROY, F.[RANCISCO] Prosa didáctica XVII 21 Retrato del buen vasallo (1677) PINTO, HECTOR (JER.) (1528-1584) Religión XVI 2 Imagen de la vida christiana(1571) PIRALA, ANTONIO (1824- 1903) Historia XIX 2 PITLLAS, JORGE (es un pseudónimo, pero se desconoce quién es verdaderamente. Quintana afirma que podría tratarse de JOSÉ GERARDO DE HERVÁS) Poesía XVIII 3 PLANES, FR. JERÓNIMO Religón XVII 1 Tratado de examen de las revelaciones verdaderas y falsas (1634) Poema de Alfonso Onceno Poesía XIV 6 Poema de San Antonio Abad Poesía XVIII 2 Poema del Conde Fernán González Poema épico XIII 10 Poema del Mío Cid Poema épico XII 18 POLO DE MEDINA, [SALVADOR] J.[ACINTO] (1603-1676) Poesía XVII 147 Academias del Jardín (1630) POLO Y PEYROLON, M.[ANUEL] (1846-1919) Prosa didáctica XIX 4 POLO, G.[ASPAR] GIL (1530-1584) Poesía XVI 3 Diana Enamorada (1564)/ Canciones PONCE DE LEÓN, B.[ASILIO] (1570-1629) Religión XVII 7 PONCE DE LEON, FR. ANDRES Narración XVII 105 PORCEL, J. T. Prosa 1 638 REGISTRO Género SIGLO NÚM. DE VOCES OBRA CITADA PORRAS, MANUEL DE Anatomía XVII 6 PORTALEGRE, CONDE DE [se refiere a JUAN DE SILVA] Historia XVII 1 La historia de la union del reyno de Portugal (1601) POSADAS Prosa 1 Práctica de paz Legal 1 Pragmática de tasas 1627 Legal XVII 3 Pragmática de trajes 1691 Legal XVII 1 Pragmática del 23 de febrero de 1734 Legal XVIII 2 PRATS [Y AYMERICH], JOSÉ Prosa XIX 1 Pregón popular Legal 1 PRIDA, PEDRO DE Marina XIX 2 Código de señales : telégrafo marino reglamentario a bordo de los buques de guerra y mercantes (1864) PRIETO Y PRIETO, M.[ANUEL] (1832-1897) Veterinaria XIX 2 PRIETO, CASIMIRO Poesía XIX 1 Primer Viaje de Colón Narración XV 2 PRÍNCIPE DE VIANA [CARLOS DE TRASTÁMARA](1421-1461) Historia XV 8 Crónica de los Reyes de Navarra PROAZA, ALONSO DE (n. 1445) Poesía XV 3 Proceso de Fr. Luis de León Legal XVI 1 Proemio de los fueros del Rey don Hernando Legal XIII 1 Proverbios de Séneca Prosa didáctica 1 Proverbios de Séneca [seguramente Prouerbios y sentencias de Lucio Anneo Seneca y de Don Yñigo Lopez de Mendoça, Marques de Santillana] Prosa didáctica XV 6 Provisión real del 1587 legal XVI 1 Proyecto de galeones y flota del Perú y Nueva España (1720) legal XVIII 1 Proyecto de obras en la fortaleza y palacio de Osuna (1632) Arquitectura XVII 1 639 REGISTRO Género SIGLO NÚM. DE VOCES OBRA CITADA PUENTE, CARLOS Astronomía XIX 34 PUENTE, FR. JUAN DE LA Historia XVII 38 Conveniencias de las dos Monarqias (1612) PUENTE, FR. LUIS DE LA (1554-1624) Religión XVI 49 PUERTA RÓDENAS, G.[ABRIEL] DE LA Química XIX 3 PUGA Y FEIJOO, FRANCISCO DE (m. 1661) Prosa XVI 1 PULIDO, ÁNGEL (1852- 1932) Prosa XIX 9 Quatrocientas del Almirante [las cuatrocientas preguntas del Almirante D. Fadrique Por Fr. Luis Escobar] (1560) Poesía XVI 1 QUER, JOSÉ (1695-1764) Botánica XVIII 2 Flora española o historia de las plantas que se crían en España (1762) QUESADA AGIUS, BALBINO Medicina XIX 3 QUEVEDO, FRANCISCO DE (1580-1645) Poesía XVII 1318 QUIEROGA, C. B. Prosa 1 QUIÑONES DE BENAVENTE, L.[UIS] (1581-1651) Teatro en verso XVII 142 QUINTANA, M.[ANUEL] J.[OSÉ] (1772-1857) Historia XIX 395 QUINTANILLA, FR. PEDRO DE Historia XVII 291 Vida del Cardenal Cisneros (1653) QUIROGA, A. Poesía 1 QUIRÓS, PEDRO DE (1590- 1667) Poesía XVII 1 R.[eal] O.[rden] del ministerio de marina, 13 de diciembre 1850 Legal XIX 1 RADA Y DELGADO, JUAN DE DIOS (1827-1901) Historia XIX 1 RAMÍREZ [Y BLANCO], ALEJANDRO Narración XVIII 5 Respuestas de Sanchico Panza á dos cartas que le remitió su padre desde la insula Barataria... / que publica... Ramon Alexo de Zidra RAMÍREZ MARTÍNEZ, LUIS P. Poesía 5 RAMÍREZ, B.[ALTASAR] FRANCISCO Albeitería XVII 1 Discursos de albeiteria (1649) 640 REGISTRO Género SIGLO NÚM. DE VOCES OBRA CITADA RAMÍREZ, JERÓNIMO Poesía XVI 1 Elogio de Hernán Cortés RAMÍREZ, P. DIEGO Prosa 2 RAMÓN PARRO, SIXTO Historia XIX 1 Toledo en la Mano [guía de Toledo](1857) RAMÓN Y CAJAL, SANTIAGO (1852-1934) Medicina XX 1 RAMÓN, LUIS P. DE Diccionario enciclopédico XIX 26 Diccionario popular universal de la lengua española (1885- 1889); Diccionario Polpular Universal De La Lengua Española, Artes, Biografía, Ciencias, Historia, Geografía, Literatura Y Mitología. 6tomos.(1885-1889) RAMÓN, TOMÁS (O.P.) (1569-1640) Religión XVII 14 Conceptos extravagantes y peregrinos : sacados de las divinas y humanas letras y Santos Padres, para muchas y varias ocasiones que por discurso del año se ofrecen predicar (1619) Real orden de 10 de abril de 1880 Legal XIX 1 REBOLLEDO, CONDE DE [BERNARDINO REBOLLEDO] (1597-1676) Poesía XVII 49 Los Trenos (1655), traducción en verso de las Lamentaciones del profeta Jeremías REBOLLEDO, FRAY LUIS DE Religión XVI 2 Primera parte de cien oraciones funebres : en que se considera la vida, y sus miserias, la muerte y sus prouechos (1600) REBULLOSA, P. FR. JAIME (ca. 1560-1621) Religión XVII 1 Recopilación de las leyes de Indias Legal XVI- XVII 58 Recopilación de reales órdenes de flotas y galeones Legal 1 Refrán Refranes 133 Refranes glosados Refranero XIX 152 Regimiento de príncipes Política XV 51 641 REGISTRO Género SIGLO NÚM. DE VOCES OBRA CITADA Reglamento para las Almadrabas de Levante de 1828 Legal XIX 1 Reglas y leyes de Revesino, Malilla y cientos [Reglas y leyes que se han de observar en los juegos del revesino, malilla y cientos en continuacion a la coleccion general de todos los juegos permitidos; firmado por "Un aficionado"](1807) Juegos XIX 1 REINOSO, F.[ÉLIX] J.[OSÉ] Poesía XIX 19 Poema "Inocencia perdida" REINOSO, RODRIGO DE (1450-1530) Poesía XV 2 Relación de fiesta que hizo á SS. MM. Y AA. El conde- duque la noche de San Juan de 1631 Historia XVII 1 Relación del auto de fe de Logroño (1610) Historia XVII 1 REMIRO DE NAVARRA, [BAPTISTA] Narración XVII 3 Los peligros de Madrid (1646) La obra no se volvió a editar hasta 1951 Repertorio de todos los juegos [Repertorio completo de todos los juegos... / recopilados por Luis Marco y Eugenio de Ochoa] Juegos XIX 2 RESOLER, LIC. JUAN ANTONIO Religión XVII 1 Carta de marear para todos los que navegamos por el incierto mar de este mundo (1670) Retraimiento del alma (impreso por JUAN NAVARRO, 1537) Religión XVI 1 REVILLA [Y MORENO], MANUEL DE LA (1846- 1881) Filología XIX 19 REY DE ARTIEDA, A.[NDRÉS] (1549-1613) Poesía XVI 6 REY Y HEREDIA, J.[OSÉ MARÍA] (1818-1861) Filosofía XIX 4 REYES, ARTURO (1864- 1913) Narración XIX 19 Cartucherita, Novela andaluza (1897) 642 REGISTRO Género SIGLO NÚM. DE VOCES OBRA CITADA REYES, JOSÉ [OLEGARIO] [podría ser el autor de Compendio de gramática castellana: compuesto i arreglado a las doctrinas de la gramática de Don Andrés Bello, 1882] Gramática castellana XIX 3 REYES, PEDRO DE LOS (1581-1640) Narración XVII 3 El Curial del Parnaso (1624): Novela cortesana RIAÑO [DE LA IGLESIA] PEDRO (1865-1926) Prosa XIX 3 RIBADENEYRA, PEDRO DE (1526-1611) Religión XVI 343 RIBAS Y SERRET, F.[RANCISCO] DE P.[AULA] Religión XIX 1 RIBAS Y SERVET, F.[RANCISCO] DE P.[AULA] Religión XIX 5 RIBERA, A. P. Poesía 33 RIBERA, FRANCISCO DE (S.I.) (1537-1591) Religión XVI 2 La vida de la Madre Teresa de Iesus, fundadora de las Descalças y Descalços Carmelitas (1590) RIBERA, JUAN DE Poesía XVII 2 Poema "La esposa fiel" (1605) RIBERA, JULIÁN Poesía 1 RIBERA, P. DIEGO Prosa 1 RÍO, CARLOS DEL Prosa 1 RÍO, F. MANUEL DEL Prosa 1 RIOJA, FRANCISCO DE (1583-1659) Poesía XVII 22 RÍOS DE LÁMPEREZ, BLANCA DE LOS Conferencia XX 1 Tirso de Molina: conferencia leída por su autora en el Ateneo de Madrid el día 23 de abril de 1906 (publicada en 1910) RÍOS, D.[IEGO] M.[ANUEL] DE LOS Retórica XIX 2 Instituciones de retórica y poética (1863) RÍOS, GREGORIO DE Agricultura XVI 6 La Agricultura de Jardines (1592) RÍOS, J.[OSÉ] AMADOR DE LOS (1818-1878) Filología XIX 4 RIPALDA, JERÓNIMO [MARTÍNEZ DE] (1536- 1618) Religión XVII 24 Catecismo (1618) 643 REGISTRO Género SIGLO NÚM. DE VOCES OBRA CITADA RIPIO Economía XVIII 1 Practica de la administracion, y cobranza de las Rentas Reales (1795- 1796: 6 tomos) RISCO, MANUEL (1735- 1801) Historia XVII 2 RISTORI MONTOJO, PEDRO Narración XX 2 RIUREDA, JUAN Arquitectura 1 RIVAS, DUQUE DE [ÁNGEL MARÍA DE SAAVEDRA Y RAMÍREZ DE BAQUEDANO] (1791-1865) Teatro en verso/prosa/poesía XIX 226 RIVAS, E. Prosa 1 RIVERA Poesía 13 RIVERA, A. P. Prosa 22 RIVERA, J. V. Poesía 1 RIVERA, JUAN Poesía 2 RIVERA, LUIS Poesía 2 ROA, MARTÍN DE (1560- 1637) Historia XVII 18 ROALES, FRANCISCO DE Narración XVII 2 ROBERT, ROBERTO (1830- 1873) Narración XIX 2 ROBLES, DIONISIO Poesía 1 ROCA, CONDE DE LA [JUAN ANTONIO DE VERA Y FIGUEROA ÁVILA Y ZÚÑIGA] (1583-1658) Poesía XVII 6 poemaSevilla restaurada ROCAMORA, GINÉS DE Geografía XVI 1 Sphera del Universo (1599) RODRÍGUEZ CARRACIDO, [JOSÉ] (1856-1928) Química XIX 1 RODRÍGUEZ CHAVES, ÁNGEL (1849-1909) Narración XIX 46 Recuerdos del Madrid viejo : leyendas de los siglos XVI y XVII (1879) RODRÍGUEZ CORONEL, P. JUAN Religión XVII 5 Sermones RODRÍGUEZ DE ALMELA, D.[IEGO] (1426-1492) Historia XV 5 644 REGISTRO Género SIGLO NÚM. DE VOCES OBRA CITADA RODRÍGUEZ DE LENA, P.[ERO] Historia XV 9 Libro del Passo Honroso defendido por el excelente caballero Suero de Quiñones RODRÍGUEZ MARÍN, FRANCISCO (1855-1943) Diccionario castellano XX 9 Dos mil quinientas voces castizas y bien autorizadas que piden… (1922) RODRÍGUEZ MOURELO, J.[OSÉ] (1857-1932) Mineralogía XIX 9 RODRÍGUEZ RUBÍ, T.[OMÁS] (1817 - 1890) Teatro en verso XIX 52 RODRÍGUEZ Y LARGO, B.[ERNARDO] (m. 1900) Química XIX 16 RODRÍGUEZ, EDUARDO Física XIX 13 Manual de Física (1858) RODRÍGUEZ, JUAN [seguramente JUAN RODRÍGUEZ DEL PADRÓN O DE LA CÁMARA (1390- 1450)] Narración XV 15 RODRÍGUEZ, LUCAS (?- d.1599) Poesía XVI 110 Romancero Historiado (1582) RODRÍGUEZ, P. ALONSO (S.I.) (1538-1616) Religión XVI 28 Exercicio de perfeccion y virtudes christianas (1609) RODRÍGUEZ, P. FRAY MANUEL Religión XVII 2 Suma de casos de conciencia (1607) ROJAS [ZORRILLA], FRANCISCO DE (1607-1648) Teatro en verso XVII 108 ROJAS CLEMENTE, S.[IMÓN] (1777-1827) Botánica XIX 4 ROJAS SARMIENTO, J.[UAN DE] Prosa XVI 1 Oración consolatoria que Don Juan de Roias escribio a la muy Illustre Se ñora Doña Eluira de Roias su Hermana Marquessa de Alcannizas, con prefación del Se ñ or Don Crhistoual de Roias (1544) ROJAS, AGUSTÍN DE (1572- 1635) Narración XVII 4 Viaje entretenido (1603) ROJAS, CRISTÓBAL DE (1555 - 1614) Ciencias militares XVI 1 Teoría y práctica de la Fortificación (1597) ROJAS, FERNANDO Teatro en verso XVII 100 ROJAS, FERNANDO DE/La Celestina Narración XV 407 La Celestina (1499) 645 REGISTRO Género SIGLO NÚM. DE VOCES OBRA CITADA ROJAS, FR. JUAN DE Religión XVII 1 ROJO Y SOJO, A.[NTONIO] Prosa XIX 875 ROMÁN, FR. JERÓNIMO (m. 1611) Historia XVI 11 ROMANCERO GENERAL Poesía 22 ROMANCES Poesía XV 1818 ROMANCES DE GERMANÍA Poseía 18 ROMERO, J. Poesía XX 1 RONQUILLO, JOSÉ ORIOL Diccionario de economía XIX 5 Diccionario de materia mercantil, industrial y agrícola (1857) ROQUE BARCIA MARTÍ (1821-1885) Diccionario etimológico/ Diccionario de sinónimos XIX 38 ROSAL, FRANCISCO DEL (c. 1560-c.1610) Diccionario castellano XVI 1 ROSALES, MAXIMILIANO Poesía 1 ROSAS, EMILIO Prosa 1 ROSELL, CAYETANO (1817- 1863) Filología XIX 5 ROSSIGNON, JULIO Prosa XIX 1 ROURE, JOSÉ (1902) Narración XX 1 Cuentos madrileños RÚA, PEDRO DE (m. 1556) Filosofía XVI 9 Cartas censorias sobre las obras historiales del obispo Fr. Don Antonio de Guevara (1549) RUBINOS, A. Prosa 1 RUBIO [Y DÍAZ], VICENTE Química XIX 2 RUBIO, CARLOS Narración XIX 1 RUBIO, FEDERICO (1827- 1902) Narración XIX 2 RUEDA, FRAY JUAN Religión XVI 2 Agricultura Christiana (1589) RUEDA, LOPE DE (1510- 1565) Teatro en verso y en prosa XVI 15 RUEDA, SALVADOR (1857- 1933) Narración XX 12 646 REGISTRO Género SIGLO NÚM. DE VOCES OBRA CITADA RUELAS, FRAY JUAN DE LAS Religión XVII 3 RUFO, JUAN (1547-1620) Poesía/ Prosa didáctica XVI 50 poema La Austríada (1584), dedicado a la Batalla de Lepanto, y unLibro de Apotegmas (1596) RUFO, LUIS (1581-1653) Prosa didáctica XVII 86 RUIZ AGUILERA, V.(ENTURA) (1820 - 1881 ) Narración XIX 40 RUÍZ DE ALARCÓN, [JUAN] (1580-1639) Teatro en verso XVII 264 RUIZ DE FIHORI, JOSÉ Prosa 2 RUIZ DE MONTIANO, FRAY GASPAR (m. 1639) Filosofía XVII 1 Espejo de bienhechores (1606) RUIZ, JUAN Mester de Clerecía XIV 168 Libro de Buen Amor RUIZES, ALONSO Prosa 5 SAAVEDRA FAJARDO, [DIEGO] (1584-1648) Política XVII 895 SAAVEDRA, EDUARDO Arquitectura XIX 3 SABUCO, OLIVA Medicina XVI 5 SACO, EDUARDO Teatro en prosa XIX 1 SAENZ PEÑA, DR. ROQUE (1851-1914) Derecho XX 1 Derecho público americano: escritos y discursos (1905) SAEZ Y PALACIOS, RA.[AFAEL] (1808-1883) Química XIX 2 SAGREDO, DIEGO DE (c. 1490 - c. 1528) Arquitectura XVI 2 Medidas del Romano (1526), escrito al estilo erasmista, es decir, en forma de diálogo SAL, JUAN DE LA Narración XVII 5 Cartas a Felipe IV y al obispo de Bona (1616) SALA, FELIPE J.[ACINTO] (1819-1895) Poesía XIX 1 Fábulas religiosas y morales (1865) SALAS BARBADILLO, A.[LONSO] [JERÓNIMO] (1581-1635) Poesía/ Narración XVII 149 SALAS, FRANCISCO [GREGORIO DE] (1729- 1808) Poesía XVIII 1 647 REGISTRO Género SIGLO NÚM. DE VOCES OBRA CITADA SALAS, RAMÓN DE Poliorcética XIX 10 Memorial histórico de la Artillería española (1831) SALAVERRÍA, JOSE MARÍA Historia XX 4 Alma vasca (1923) SALAZAR [Y CASTRO], LUIS DE (1658-1734) Historia XVIII 17 SALAZAR DE MENDOZA, P.[EDRO] (1549-1629) Historia XVI 48 SALAZAR, AGUSTÍN DE (1636-1675) Poesía/ teatro en verso XVII 38 SALAZAR, AMBROSIO DE (1575-1643) Narración XVII 5 Espejo de la Gramática en diálogos (1614) SALAZAR, EUGENIO (1530- 1602) Poesía/Prosa XVI 16 SALAZAR, JOSÉ DE Prosa 1 SALCEDO, DR. Prosa 1 SALDAÑA, FÉLIX (c. 1699- 1755) Poesía XVIII 2 El Afrodiseo y otras obras jocosas y festivas Sales españolas [Sales españolas ó Agudezas del ingenio nacional / recogidas por A. Paz y Mélia, 1890-1902] Prosa XIX 1 SALINAS, FR. MIGUEL Religión XVII 1 SALINAS, JUAN DE Poesía XVII 4 SALVÁ, VICENTE (1786- 1849) Gramática/diccionario XIX 12 SAMANIEGO, [FÉLIX MARÍA] (1745-1801) Poesía XVIII 245 SAMPEDRO, GUILLERMO Albeitería XIX 4 SAN JOSÉ, DIEGO Narración 3 SAN JOSÉ, P. FR. JERÓNIMO Historia XVII 1 Genio de la Historia (1651) SAN NICOLÁS, FRAY LORENZO (1593-1679 ) Arquitectura XVII 16 SAN NICOLÁS, FRAY PABLO DE (1659-1743) Historia XVIII 2 SÁNCHEZ APARICIO. G.[ERVASIO] Anatomía XIX 1 Manual de anatomía (1842) SÁNCHEZ ARIAS, ALONSO Poesía XVI 1 SÁNCHEZ CASADO, F.[ÉLIX] Ciencias Naturales XIX 6 648 REGISTRO Género SIGLO NÚM. DE VOCES OBRA CITADA SÁNCHEZ DE CASTRO, F[RANCISCO] Filología XIX 23 SÁNCHEZ DE LA BALLESTA, ALFONSO Diccionario bilingüe español-latín XVI 4 Dictionario de vocablos castellanos aplicados a la propiedad latina (1587) SANCHEZ DE LAS BROZAS, F.[RANCISCO] [EL BROCENSE] (1523-1600) Prosa XVI 3 SÁNCHEZ DE LIMA, MIGUEL Filología XVI 1 El arte poética en romance castellano (1580) SANCHEZ DE NEIRA, J.[OSE] (1823-1898) Tauromaquia XIX 1 El Toreo, Gran Diccionario Tauromaquico (1879) SÁNCHEZ DE VIANA, P.[EDRO] Prosa XVI 1 SÁNCHEZ GERONA, J.[OSÉ] (1874-1937) Teatro en prosa XIX 11 SÁNCHEZ JUÁREZ, FRANCISCO Religión XIX 1 Grandezas del Catolicismo y glorias españolas (1892) SÁNCHEZ MALDONADO, FR. DIEGO Religión XVII 1 Agricultura alegórica ó espiritual (1605) SÁNCHEZ PÉREZ, A.[NTONIO] Teatro en prosa XIX 5 SÁNCHEZ RAMÓN, A.[NTONIO] Teatro en prosa XIX 6 SÁNCHEZ RECIENTE, JUAN Marina XVIII 3 SÁNCHEZ ROJAS, JOSÉ (n. 1885) Narración XX 3 SÁNCHEZ Y TÓRTOLES, A.[ANTONIO] Prosa didáctica XVII 1 El Entretenido (1673), famosa obra miscelánea que fue reimpresa en el siglo XVIII a partir de la edición que se hizo en1701 SÁNCHEZ, MIGUEL Poesía XVII 1 SÁNCHEZ, P. PEDRO Religión XVII 4 Libro del Reino de Dios, y del camino por do se alcanza (1605) SÁNCHEZ, TOMÁS ANTONIO Prosa XVIII 20 SÁNCHEZ, VICENTE Prosa 1 SANCHO, ALONSO DE Poesía XVI 1 SANDE Y LAGO, F.[ERNANDO] DE Albeitería XVIII 7 Compendio de Albeyteria, sacado de diversos autores (1717) 649 REGISTRO Género SIGLO NÚM. DE VOCES OBRA CITADA SANDOVAL, P. AL[F]ONSO DE Historia XVII 68 SANDOVAL, PRUDENCIO (1553-1620) Historia XVII 24 Vida y Hechos del Emperador Carlos V (1634) SANEL, S. ALEJANDRO JAVIER Religión 1 SÁÑEZ REGUART, A. (1780-1783) Diccionario de Marina XVIII 3 Diccionario histórico de las artes de la pesca nacional (1791- 1795) SANTA CRUZ [, MARQUÉS DE] [ÁLVARO NAVIA OSSORIO SANTA CRUZ DE MARCENADO] (1648-1742) Historia XVII 19 Reflexiones militares del Vizconde de Puerto (1726) SANTA TERESA, PEDRO DE Religión XVII 7 El intimo amigo del hombre, la prudencia : que le instruye en seis consejos politicos, morales, catholicos, perfectos (1685) SANTIAGO, DIEGO DE Prosa XVI 1 Arte, separatoria y modo de apartar todos los licores, que se sacan por via de destilacion para que las medicinas obren con mayor virtud, y presteza (1598) SANTIAGO, FR. HERNANDO DE (O. DE M.) (1540-1639) Religión XVI 30 SANTILLANA, MARQUÉS DE [ÍÑIGO LÓPEZ DE MENDOZA, 1398-1458)] Prosa XV 19 [Podría tratarse deLas Glosas a los Proverbios] SANTOS Y GROSSEN, F.[RANCISCO] Religión XIX 1 corrector de Prontuario de la teología moral (1801) SANTOS, FR. FRANCISCO DE LOS (m. 1699) Historia XVII 11 Descripcion breue del monasterio de S. Lorenzo el Real del Escorial, vnica marauilla del mundo; Fabrica del prudentíssimo Rey Philippo Segundo (1657) SANTOS, FR. LORENZO DE LOS Historia XVII 2 SANTOS, FRANCISCO Moral XVIII 2 Obras en prosa y en verso (1723) SANTUELLA Diccionario bilingüe latín español XV 2 SANZ DE DIOS Y GUADALUPE, FRANCISCO Medicina XVIII 2 Medicina practica (1734) 650 REGISTRO Género SIGLO NÚM. DE VOCES OBRA CITADA SANZ Y CHANAS, G.[REGORIO]M.[ANUEL] Ciencias Naturales XVIII 1 Traducto de la Encyclopedia metódica : Historia natural de los animales (1788) SANZ, RAIMUNDO Diccionario militar XVIII 2 traducción del Diccionario militar, o Recolección alfabética de todos los términos propios al Arte de la Guerra (1794) SAONA, P. FRAY JERÓNIMO DE (1573-1624) Religión XVII 2 SARMIENTO DE GAMBOA, P.[EDRO] Libro de viajes XVI 1 Viage al estrecho de Magallanes (publicado póstumamente en 1768) SARMIENTO, DOMINGO FAUSTINO (1811-1888) Discurso XIX 1 Contestación á la felicitación de su 75° cumpleaños SARMIENTO, FR. MARTIN (1695-1792) Prosa XVIII 3 SARTOLO, P. BERNARDO Religión XVII 40 SÁSTAGO, CONDE DE Prosa 1 Sátiras contra las comedias y los comediantes [de ESTEBAN MANUEL DE VILLEGAS (1589-1669), el Antiteatro, Sátira I] Poesía XVII 3 SBARBI [Y OSUNA], J.[OSÉ MARÍA] (1834-1910) Filología XIX 488 SCÍO DE SAN MIGUEL, F.[ELIPE] (1738-1796) Pedagogía XVII 337 SEBASTIÁN, MIGUEL Gramática XVII 1 Orthographia, y orthologia (1619) SEGALÁ Y ESTAELLA, L.[UIS] (1873-1938) Poesía XIX 3 SEGOVIA, ANTONIO MARÍA (1808-1874) Teatro en verso/ prosa XIX 12 SEGURA, JUAN LORENZO DE Mester de Clerecía XIII 147 SEIJAS, FRANCISCO DE PAULA (1828-1856) Prosa XIX 1 Discurso sobre el Derecho Domésticode Roma (1850) SELGAS, JOSÉ (1822-1892) Narración XIX 293 SELLÉS, EUGENIO (1842- 1926) Narración XIX 99 651 REGISTRO Género SIGLO NÚM. DE VOCES OBRA CITADA SELVA, JUAN B Historia XX 1 El castellano en América, su evolución ... (1906) Sentencia del Tribunal Supremo Legal 1 SEPÚLVEDA, LORENZO DE (c. 1505-1580) Poesía XVI 130 SERNA, JOSÉ DE LA Revista XVIII 1 El Bufón de la corte. En Revista satírica. Se cita el número I, página 3 (1775) SERRA, NARCISO (1830- 1877) Poesía XIX 2 SETANTI, JOAQUÍN Aforismos XVII 6 Centellas de varios conceptos (1614)[obra de aforismos] SIERRA, DAMIÁN Poesía 1 SIERRA, FELIPE Poesía XVII 3 SIGÜENZA, FR. JOSÉ DE (1544-1606) Historia XVI 189 SILVA VALDÉS, F.[ERNÁN] (1887-1975) Poesía XX 5 SILVA, ANTONIO DE [pseudónimo de JERÓNIMO BERMÚDEZ DE CASTRO, 1530-1599] Teatro en verso XVI 3 Nise Lastimosa (1577) SILVA, FELICIANO DA (ca. 1484-1550) Narración XVI 47 Continuación del Amadís de Gaula (1530) y Segunda Celestina (1534) SILVA, LÁZARO SOMOZA Prosa XX 1 SILVEIRA, MIGUEL DE Poesía XVII 10 SILVELA, MANUEL Prosa 1 SILVESTRE, GREGORIO (1520-1569) Poesía XVI 3 SILVESTRE, PEDRO Poesía XVIII 33 La Proserpina: poema heroico jocoserio (1721) SIMÓN ABRIL, PEDRO (1530-1595) Narración XVI 6 SINGENI Poesía 1 Sinodales de Burgos de 1575 Legal XVI 1 Sinodales de Málaga de 1671 Legal XVII 1 Sinodales de Pamplona (1591) Legal XVI 1 Sinodales de Zaragoza Legal XVII 1 SLABY, RODOLFO JUAN Y J. PÉREZ HERVÁS Poesía XX 1 652 REGISTRO Género SIGLO NÚM. DE VOCES OBRA CITADA Sobrecarta de leyes sobre los pobres Legal XVIII? 1 SOLÁ, BARTOLOMÉ Marina 2 SOLDADO PÍNDARO, EL [Varia fortvna del soldado Pindaro de Gonzalo Pérez de Meneses] Narración XVII 39 SOLÍS, ANTONIO DE (1610- 1686) Historia/ teatro en verso XVII 968 SOLÍS, DIONISIO Teatro en verso XVII 5 SOLÍS, RODRIGO DE Religión XVI 3 Primera parte del arte de servir a Dios perfetamente [sic]:(1594) SOLÓRZANO [PEREIRA], JUAN (1575-1655) Derecho XVII 157 Política Indiana (1647) SOLÓRZANO, B.[ARTOLOMÉ] S.[ALVADOR] Economía XVI 1 Libro de caxa y manual de cuentas de mercaderes, y otras personas, con la declaracion dellos (1590) SOMOZA, JOSÉ (1781- 1852) Narración XIX 1 SOMS Y CASTELÍN, E.[NRIQUE] (1860-1913) Gramática griega XIX 2 SONETO ANÓNIMO DE 1599 Poesía XVI 1 SORAPÁN DE RIEROS, J.[UAN] Medicina XVII 280 Medicina Española contenida en proverbios vulgares de nuestra lengua (1616) SORIA, RICARDO Poesía 1 SORIANO FUERTES, M.[ARIANO] (1817-1880) Prensa XIX 1 Almanaque de Efemérides musicales (1859-1860) SORIANO, MANUEL Poesía 1 SQUARZAFIGO, VICENCIO Historia XVII 3 traducción de Vida de Elio Seyano Escrito por Pierre Mathieu (1621) SUÁREZ DE FIGUEROA, C.[RISTOBAL] (1571-1644) Prosa didáctica XVI 114 Plaza universal de todas ciencias y artes (1615) SUÁREZ DE GODO, P. M. FR. J. Religión XVI 1 Tesoro de varias consideraciones sobre el salmo Misericordias domini (1598) 653 REGISTRO Género SIGLO NÚM. DE VOCES OBRA CITADA SUÁREZ DE PERALTA, J. (m. c. 1537) Albeitería XVI 7 Libro de albeitería y Tratado de la caballería de la jineta y la brida (1580) SUÁREZ DE RIVERA, F.(RANCISCO) Medicina XVIII 1 Amenidades de la magia chyrurgica, y médica, natural (1736) SUÁREZ INCLÁN, J.[ULIÁN] (1848-1909) Historia XIX 53 SUÁREZ Y NÚÑEZ, M.[IGUEL] J.[ERÓNIMO] Sastrería XVIII 1 traducción del Arte del sobrerero (del Abad Nollet), 1771 SUÁREZ, ALONSO Albeitería XVI 49 traducción de Recopilacio[n] de los mas famosos autores griegos y latinos que trataro[n] de la excele[n]cia y generacio[n] de los cavallos. Y assimismo com se han de doctrinar y curar sus enfermedades (1564) SUÁREZ, FELIPE Prensa XIX 1 Suplemento de la historia general de[l] arzobispo don Rodrigo Historia XIII 1 TABAODA, LUIS (1848- 1906) Narración XIX 76 TAGLE LARA, [BENJAMÍN] (1892-1933) Poesía XX 2 TALAVERA, HERNANDO DE (1428-1507) Religión XV 4 TAMAYO Y BAUS, M.(1829-1898) Teatro en prosa XIX 76 TAMAYO, JOSÉ (1601- 1685) Prosa XVII 2 TAPIA [GARCÍA], EUGENIO DE (1776-1860) Derecho XIX 1 Elementos de jurisprudencia mercantil (1829) TAPIA DE LA CÁMARA, JUAN DE Religión XVII 1 Discursos predicables de diversos tratados de la pasión de Christo (1604) TAPIA, LUIS DE (1871 - 1937) Poesía XX 14 Tarifa de la aduana de Zaragoza legal 7 Tasa general de Sevilla (1627) Legal XVII 15 TEJADA Y PÁEZ, AGUSTÍN DE (1567-1635) Poesía XVII 1 TEJADO [Y RODRÍGUEZ], GABINO (1819-1891) Poesía XIX 8 654 REGISTRO Género SIGLO NÚM. DE VOCES OBRA CITADA TÉLLEZ Y LÓPEZ, J.[UAN] (1878-1915) Narración XIX 4 Cuentos para mimí (1903) TERESA, SANTA (1515- 1582) Religión XVI 324 TERRADAS, ESTEBAN (1883-1950) Matemáticas XX 10 Los elementos discretos de la materia y la radiación (1910), y Cursos de Física y Matemática TERREROS [Y PANDO], ESTEBAN DE Diccionario castellano XVIII 89 Diccionario castellano (1786-1793) Testamento del rey don Pedro de Castilla Legal XIV 3 TEVES, GASPAR Poesía 1 TIMONEDA, JUAN DE (CA. 1520 - 1583) Narración XVI 44 TITO LIVIO Historia 1 TOB, SEM [SEM TOB BEN ISHAQ IBN ARDUTIEL) Poesía XIV 9 TOBAR, CARLOS RODOLFO (1854-1920) Poesía XIX 2 TOLOSA LATOUR, M.[ANUEL] DE Medicina XIX 1 TOLOSA, FRAY JUAN DE Religión XVII 4 Discvrsos predicables, a modo de dialogos (1639) TOMÁS PORCEL, J. Prosa 1 TORENO, CONDE DE [JOSÉ MARÍA QUEIPO DE LLANO, CONDE DE] (1786-1843) Historia XIX 68 Historia del Levantamiento, Guerra y Revolución de España (1838) TORIJA, JUAN DE Arquitectura XVII 3 Tratado breve, sobre Las Ordenanzas de la villa de Madrid (1661) TORNEO DE VALLADOLID, 1544 Prosa XVI 1 TORO, FR. GABRIEL DE Religión XVI 1 Thesoro de misericordia diuina y humana (1548) TORQUEMADA, ANTONIO (c. 1507-1569) Poesía/ Prosa XVI 7 TORQUEMADA, FR. JUAN (c. 1557-1524) Historia XVII 4 Monarquía Indiana (1615) TORRALBA, J. Prosa XVIII 1 TORRE OCÓN, FRANCISCO DE Apicultura XVIII 1 Economía de la Casa de Campo [obra en la que se tratan temas apicolas] (1720) 655 REGISTRO Género SIGLO NÚM. DE VOCES OBRA CITADA TORRE, ALFONSO DE LA (m. c. 1460) Prosa didáctica XV 15 Visión delectable de la filosofía y artes liberales o De la filosofía y de las otras sciencias (publicada en 1480) TORRE, FELIPE DE LA Metalurgia XVIII 3 Resumen del arte ò cartilla del nuevo beneficio de la plata en todo genero de metales frios y calientes (1743) TORRE, FRANCISCO DE LA Poesía XVI 11 TORRE, FRANCISCO DE LA Religión XVII 31 El peregrino atlante S. Francisco Xavier, apostol del Oriente (1731) TORRECILLA, FRAY MARTÍN DE legal XVII 1 TORREGROSA, P. FRAY DOMINGO Religión XVII 1 Néctar divino (1655) TORRES AMAT, FÉLIX (1772-1847) Religión XVIII 33 TORRES NAHARRO, B.[ARTOLOMÉ] [en el diccionario se le llama B. NAHARRO DE TORRES] (ca. 1485-ca.1530) Prosa/ Teatro en verso XVI 11 TORRES, ALONSO DE Prosa 2 TORRES, CRISTÓBAL DE Religión 3 TORRES, JUAN DE (S.I.) (1547-1599) Política XVI 26 Filosofía Moral de Príncipes (1596) TORTOSA Y PICÓN, M.[ARIANO] Agricultura XIX 4 TOSCA, P. TOMÁS VICENTE (1651-1723) Arquitectura XVIII 29 Compendio Mathematico (1707- 1715). El tomo V está dedicado a la arquitectura. TOVAR, GREGORIO DE Poesía XVI 1 TOVAR, SIMÓN DE (1528- 1596) Astronomía XVI 1 Examen i censura por el doctor Simon de Touar del modo de aueriguar las alturas de las tierras, por la altura de la Estrella del Norte, tomada con la ballestilla ... (1595) Trabalenguas popular Trabalenguas 2 656 REGISTRO Género SIGLO NÚM. DE VOCES OBRA CITADA Tractado de la doctrina [Es un catecismo, cuyo autor es PEDRO VERAGÜE. Otro nombre de la obra:Doctrina de la discriçion] Poesía XV 2 Tratado elemental de fisiología humana(1860) Medicina XIX 1 TRELLES, JOSÉ A.[LONSO] (1857-1924) Narración XX 4 TRIGUEROS [DE LARA Y LUJÁN], CÁNDIDO [MELCHOR] MARÍA (1736-1798) Teatro en prosa XIX 80 TRILLA, ALFONSO Poesía 1 TRILLA, JOSÉ Prosa TRILLO Y FIGUEROA, [FRANCISCO] (1618-1680) Poesía XVII 1 TROYANO, M. Prosa 3 TRUCHADO, FRANCISCO Prosa XVI 7 Traducción: Honesto y agradable entrenimiento de Damas y Galanes. Compuesto por el señor Ioan Francisco Carvacho cavallero Napolintano. Y traduzido de lengua Toscana en nuestra vulgar (1582) TRUEBA, ANTONIO DE (1819-1889) Narración XIX 124 TURRIANO, JUANELO (1501-1585) Mecánica XVI 2 ÚBEDA, FRANCISCO [LÓPEZ] DE Narración XVII 1 ULLOA [PEREIRA], LUIS (1584-1674) Poesía XVII 28 URBANO, RAMÓN Poesía XIX 1 Girones (1900) UTRILLO MORLIUS, MIGUEL (1862-1934) Arte XX 1 VACA DE GUZMÁN, JOSÉ M. Poesía XVIII 1 VALBUENA, ANTONIO DE (1844-1929) Narración/ crítica literaria XIX 965 VALBUENA, BERNARDO DE (1562-1627) Poesía épica XVI 511 VALCÁRCEL, J.[OSÉ] ANTONIO Agricultura XVIII 1 Agricultura general, y gobierno de la casa de campo (1765) 657 REGISTRO Género SIGLO NÚM. DE VOCES OBRA CITADA VALDERRAMA, FR. PEDRO DE (1550-1611) Religión XVI 17 VALDÉS, A.[NTONIO] J.[OSÉ] Historia XIX 1 Historia de Cuba (1813) VALDIVIESO, JOSÉ DE (1565-1638) Poesía XVI 21 VALE Historia 1 VALENCIA, PEDRO DE (1555-1620) Religión XVI 1 VALENTÍ-MESSAGUER Prosa XX 7 VALERA, [DIEGO] (1412- 1488) Historia XV 1 Espejo de verdadera nobleza (1441) VALERA, JUAN (1824- 1905) Narración XIX 1150 VALERA, L.[UIS] (MARQUES DE VILLASINDA) Narración XX 7 El filósofo y la tiple (1908)[novela] Valerio de las Historias [escolásticas] (1511) [obra escrita por RODRÍGUEZ DE ALMELA] Historia XVI 1 VALERO DE TORNOS, J.[UAN] (MADRID, 1842- 1905) Narración XIX 1 VALLADARES DE SOTO MAYOR, A.[NTONIO] (1737-1820) Teatro en prosa XVII 7 VALLARINO, [BALTASAR] Marina XIX 3 VALLE [Y ARANA], LUCIO DEL (1815-1874) Prosa XIX 1 VALLE, ANTONIO Prosa 1 VALLE-INCLÁN, RAMÓN (1866-1936) Narración XX 18 VALLÉS, JUAN Caza XVI 19 Libro de acetrería y montería (1556) VALLÉS, MOSÉN PEDRO Refranero XVI 4 Libro de refranes y sentencias (1549) VALLÍN Y BUSTILLO, A[CISCLO FERNÁNDEZ] (1825-1896) Matemáticas XIX 11 VALVERDE DE AMUSCO, JUAN (c. 1525-c.1587) Anatomía XVI 9 Historia de la composición del cuerpo humano (1556) VALVERDE Y ARRIETA, JUAN DE Agricultura XVI 1 Diálogos de la fertilidad (1578) VALVERDE, FR. FERNANDO DE Religión XVII 52 VALVERDE, SALVADOR (1895-1975) Prosa XX 1 658 REGISTRO Género SIGLO NÚM. DE VOCES OBRA CITADA VANDEZ-HAMMER [Y LEÓN], L.[ORENZO] Historia XVII 1 VAREN/BAREN DE SOTO, [BASILIO] Historia XVII 65 VARGAS Y MACHUCA, B.[ERNARDO] Historia XVI 15 Milicia y descripción de la Indias (1599) VARGAS Y PONCE, J.[OSÉ] (1760-1821) Poesía/ Historia XVIII 18 VARGAS, A. ALONSO DE Prosa 1 VÁZQUEZ DE MELLA, [JUAN] (1861-1828) Prosa didáctica XX 5 VÁZQUEZ RODRÍGUEZ, L.[EOPOLDO] Tauromaquia XIX 1 VECILLA CASTELLANOS, PEDRO DE LA Poesía XVI 3 León de España VEGA, BERNARDO DE LA Poesía XVI 1 El Pastor de Iberia (1591): novela pastoril. Muy criticada por Cervantes y otros autores VEGA, FR. ALONSO DE Religión XVII 1 Espejo de curas, y utilísimo para todo género de eclesiásticos (1602) VEGA, FR. DAMIÁN DE Poesía XVI 4 Libro de poesía cristiana, moral i divina (1590) VEGA, FR. DIEGO DE Religión XVII 13 VEGA, FR. PEDRO Prosa XVI 19 Declaración de los siete salmos penitenciales (1606) VEGA, LOPE DE (1562- 1635) Poesía, Teatro en verso XVII 1142 VEGA, P. CRISTÓBAL DE Religión XVII 1 Devoción a María (1655) VEGA, RICARDO DE LA (1839-1910) Teatro en prosa XIX 261 VEGA, VENTURA DE LA [su verdadero nombre era BUENAVENTURA JOSÉ MARÍA DE LA VEGA Y CÁRDENAS] (1807-1865) Teatro en prosa XIX 59 VEGAS, FRAY DAMIÁN Poesía XVI 5 Libro de poesia christiana, moral y divina (1590) VEITIA [Y LINAJE], JOSÉ (1620-1688) Derecho XVII 7 Su única obra fue Norte de la contratación de las Indias Occidentales (1672) 659 REGISTRO Género SIGLO NÚM. DE VOCES OBRA CITADA VELA MANZANO, MANUEL Teatro en verso XVII 4 Comedia nueva y burlesca intitulada casarse por colosina y refranes a trompon [sic] (1762) VELASCO GARCÍA, V. Prosa 1 VÉLAZQUEZ DE ÁVILA Poesía 1 VELAZQUEZ DE VELASCO, [ALFONSO] (1560-1620) Teatro en prosa XVI 1 VÉLEZ DE GUEVARA, LUIS (1579–1644) Teatro en verso XVII 20 VÉLEZ, FRANCISCO Medicina XVII 2 Farmacopea y de Historia de los animales mas recebidos [sic] en el vso de medicina (1613) VÉLEZ, JOSÉ MARÍA Narración 1 VENEGAS, ALEJO DE (ca. 1497-1562) Religión XVI 82 Agonía del tránsito de la muerte con los avisos y consuelos que cerca d’lla son provechosos (1537) VENEGAS, ALONSO DE Religión XVI 1 Agonia del transito de la muerte, con los auisos y consuelos que cerca de ella son prouechosos (1565) VENTURA DE PRADO, FR. A.[NTONIO]/Pragmática de tasas de 1680 [así citado en los tomos III, IV y V] Legal XVII 206 Pragmática de Tasas de 1680 VERA [LÓPEZ], JAIME (1859-1918) Medicina XIX 298 VERA [Y LÓPEZ], VICENTE Ciencias naturales XIX 818 VERA, FR. PEDRO Narración 2 VERA, VENTURA Prosa 1 VEXAMEN DE OSSUNA Prosa 1 Viajes de Fray Gerundio (ca. 1861): obra de MODESTO LAFUENTE (1806-1866) Narración XIX 12 VICENTE, GIL (1465- 1536?) Teatro en verso XVI 8 Vida de Santa María Egipciaca Poesía XV 4 VIDA, RAMÓN Prosa 1 660 REGISTRO Género SIGLO NÚM. DE VOCES OBRA CITADA VIDÓS, JUAN DE Medicina XVII 12 Medicina y Cirugía racional y espagírica (1674) VIGNAU, VICENTE Filología XIX 5 VIGO, JUAN [DE] (c. 1450- c. 1520) Medicina XV 1 Cirug. Lib.4.de las úlceras, cap.4 VILANOVA Y PIERA, J.[UAN] (1821-1893) Ciencias naturales XIX 10 VILAR Y PASCUAL, L.[UIS] Heráldica XIX 5 Diccionario histórico, genealógico y heráldico de las familias ilustres de la monarquía española (1859-1862) VILLA Y MARTÍN, S.[ANTIAGO] DE LA (1839- 1914) Equitación XIX 4 Exterior del caballo y demás animales VILLABRILLE, FRANCISCO F.[ERNÁNDEZ] (1811-1864) Prosa XIX 13 Diccionario usual de mímica y dactilología (1851) [pero el ejemplo no va acorde] VILLAESCUSA, ANSELMO DE Diccionario enciclopédico XIX 2 Diccionario de la conversación y de la lectura ó sea Colección compendiada de las mejores obras enciclopédicas que se publican en el estrangero (1847) VILLAESCUSA, J. Prosa 1 VILLAIZÁN Y GARCÉS, JERÓNIMO DE (1604 - 1633) Teatro en verso XVII 3 VILLAIZÁN, JUAN DE Historia XIX 1 VILLALBA, JUAN FRANCISCO DE Prosa 1 VILLALBA, P. LUIS Prosa 1 VILLALOBOS, FRANCISCO DE (c. 1474-c. 1549) Filosofía XVI 54 Problemas naturales y morales (1543) VILLALÓN, CRISTÓBAL DE (1510-c. 1562) Historia XVI 1 Viaje de Turquía (c. 1557) VILLALPANDO, FRANCISCO (1510-1561) Arquitectura XVI 2 Traducción de Utte l'opere d'architettura et prospettiva, del italiano Sebastián Serlio Boloñes (1552) VILLAMEDIANA, JUAN DE [JUAN DE TASSIS (o TARSIS) Y PERALTA, II CONDE DE VILLAMEDIANA] (1588-1622) Poesía XVII 39 661 REGISTRO Género SIGLO NÚM. DE VOCES OBRA CITADA VILLAMIL, [MANUEL PÉREZ] Narración XIX 1 Una visita al Monasterio de Huerta (1875) VILLANOVA, [ARNALDO] medicina XVI 3 Libro de medecina llamado maçer, que trata de los mantenimientos… (1519) VILLANUEVA, J.[OAQUÍN] L.[ORENZO] (1757-1837) Historia XIX 6 Vida literaria ó memoria de sus escritos y opiniones... (Londres, 1825)(obra autobiográfica) VILLANUEVA, JAIME Albañilería XiX 9 VILLARINO, [BASILIO] (1741-1785) Historia XVIII 1 VILLARREAL DE BÉRRIZ, P. BERNARDO (1669-1740) Ingeniería XVIII 2 Máquinas hidráulicas de molinos y herrerías (1736) VILLASANDINO, A.[LFONSO] A.[LVAREZ] DE (c. 1340-c.1424) Poesía XV 1 VILLAVICIOSA, J.[OSÉ] DE (1589 - 1658) Poesía XVII 76 La Mosquea, poética inventiva (1615) VILLEGAS, ALONSO DE Narración XVI 8 Comedia selvagia (1554) VILLEGAS, ALONSO DE (1534-1615) Religión XVI 5 Flos Sanctorum (1580) VILLEGAS, BERNARDINO Prosa XVII 1 VILLEGAS, ESTEBAN M.[ANUEL] (1589-1669) Poesía XVII 19 Eróticas o Amatorias (1618) VILLEGAS, JUAN B.[AUTISTA] Teatro en verso XVII 1 VILLERGAS, J.[UAN] M.[ARTÍNEZ] (1816-1894) Poesía XIX 1 VINAIXA, JORGE Prosa 1 VINARDELL, SANTIAGO (1884-1936) Narración XX 1 VIÑOLES, NARCIS Historia XVI 1 traducción del Suplemento de todas las crónicas del mundo (1510) VIRUÉS, CRISTÓBAL DE (1555-1614) Poesía XVII 186 Dramaturgo y poeta épico VITORIA, P. M. FRAY IGNACIO DE Religión XVII 2 Oración funeral á las piadosas exequias de Lope Félix de Vega Carpio (1638) Vocabulario marítimo de Sevilla (1696, 1722) Vocabulario de marina XVII 2 662 REGISTRO Género SIGLO NÚM. DE VOCES OBRA CITADA X*** [una de las tres X*** corresponde a JOSÉ DE LA MADRE DE DIOS, s.v. Signatrio, también en Rebusco de voces castizas] Prosa 3 XIMÉNEZ DE ARIAS, FR. D.[IEGO] (1490-1578) Prosa XVI 1 Enchiridion o manual de Doctrina cristiana (1552) YANGUAS [podría tratarse de YANGUAS Y MIRANDA, JOSÉ] Prosa 2 YANNES, RODRIGO [autor del Poema de Alfonso XI] (1348) Poesía XIV 12 YEPES, FR. ANTONIO DE (m. 1618) Historia XVII 16 YEPES, FR. DIEGO DE (1530-1613) Historia XVI 24 ZABALA [Y AUÑÓN], MIGUEL DE Economía XVIII 1 Representación a Felipe V para aumento del R. Erario, agricultura comercio etc. En España e Indias (1732) ZAMACOIS, EDUARDO (1873-1971) Prosa XX 1 ZAMORA, ANTONIO DE (1665-1727) Teatro en verso XVIII 10 ZAMORA, P. FRAY LORENZO DE Religión XVII 2 Discrusos sobre los misterios que en la cuaresma se celebran (1608) ZAPATA, LUIS Poesía XIX 2 Miscelánea (Tomo IX del Memorial Histórico Español, 1859) ZAPATA, MARCOS (1842- 1914) Poesía XIX 3 ZAPATER, M[IGUEL] RAMÓN (1628-1674) Historia XVII 1 Cister militante (Zaragoza, 1662), Vida de San Benito (Zaragoza, 1663)o Anales de Aragón (1521-1528) (Zaragoza, 1663) ZARAGOZA, P. JOSÉ DE (1627-1679) Geometría XVII 2 ZÁRATE, AGUSTÍN DE (1514-1560) Historia XVI 2 ZÁRATE, FR. HERNANDO DE Religión XVI 3 Discursos de la paciencia christiana, muy provechosos para el consuelo de los afligidos en qualquiera adversidad (1597) 663 REGISTRO Género SIGLO NÚM. DE VOCES OBRA CITADA ZÁRATE, GIL DE (1796- 1861) Teatro en verso XVIII 1 ZARCO DEL VALLE [ANTONIO REMÓN ZARCO DEL VALLE Y HUET] (1785- 1866) Prosa XIX 1 ZAVALETA, JUAN DE (1610-ca. 1670) Narración XVII 56 Día de fiesta por la mañana (1654) ZAYAS, FRANCISCO DE Prosa 1 ZIZUR, PABLO (N. 1743) Geografia XVIII 1 Diario de una expedición a Salinas emprendida por orden del Marqués de Loreto, Virey de Buenos Aires, en 1786 ZOLEO, FRANCISCO Matemáticas XIX 1 Lecciones de Aritmética (1878) ZORRILLA [Y MORAL], JOSÉ (1817-1893) Teatro en verso XIX 103 ZORRILLA DE SAN MARTÍN, J.[UAN] (1855- 1931) Narración XIX 19 ZOZAYA, ANTONIO (1859- 1943) Narración XX 9 ZÚÑIGA Y SOTOMAYOR, F. (1465-1537) Caza XVI 10 Libro de Cetrería de Caza de Azor (ms.) ZURITA, JERÓNIMO DE (1512-1580) Historia XVI 30 665 4. APÉNDICES El presente trabajo incorpora un CD en el que se pueden consultar dos tipos diferentes de base de datos. Un primer grupo está formado por las nóminas extendidas de los diccionarios que hemos analizado. En estas nóminas se puede localizar información que, por razones de espacio, no se ha incluido en las nóminas impresas. Para poder visualizarlas es necesario utilizar el programa Access. Mediante su uso pueden hacerse búsquedas siguiendo distintos criterios (época, género, número de citas, etc.). Para ello se puede usar la herramiento “filtro”. Un segundo conjunto de base de datos está basado en un programa que permite hacer búsquedas según dos criterios: el primero permite conocer el conjunto de voces que autoriza un determinado autor en el diccionario escogido, y el segundo muestra, al introducir una unidad léxica, en qué autor u obra se ha documentado. 667 5. CONCLUSIÓN Al comenzar nuestro estudio, nos propusimos abordar una serie de cuestiones previas en torno al principio de autoridad en lexicografía. En el primer capítulo reflexionamos sobre el propio concepto de autoridad desde una perspectiva teórica, y concluimos que su función venía determinada por las circunstancias culturales e históricas, y no estrictamente por sus características formales. Esto quiere decir que a lo largo del tiempo las autoridades presentes en los diccionarios fueron cambiando de función, y esto aun cuando las propias autoridades no sufrían cambios. Esta diferente percepción se puede apreciar comparando diccionarios con autoridades de una misma lengua escritos en diferentes momentos históricos. El primer problema con el que tuvimos que enfrentarnos al realizar este estudio fue la diversidad de métodos y el diferente tratamiento terminológico empleados en el análisis de los ejemplos en los diccionarios. Hay autores que han analizado los ejemplos lexicográficos desde una perspectiva semiótica, partiendo de la teoría lexicográfica de Josette Rey-Debove (1971) sobre el metalenguaje en los diccionarios. Los ejemplos existentes dentro de los artículos tendrían, según este enfoque, el estatus de signo autónimo, carente de referente real fuera de sí mismo. Otros investigadores preferían emplear un enfoque pragmático y analizar los ejemplos desde el punto de vista de la enunciación. De este modo distinguían entre ejemplo inventado, que tendría categoría de frase, y la cita, que se tomaría como verdadero enunciado con emisor y contexto conretos. Las citas entendidas como enunciados portarían valores culturales, ideológicos y estéticos que los ejemplos inventados no tendrían, o al menos no en un grado tan alto. Finalmente, autores como Wiegand (2007) prefieren concebir los artículos lexicográficos como textos más o menos condensados en los que se insertan varias indicaciones, entre las que se encuentra el propio ejemplo. Éste refleja una instancia de uso del signo lemático, diferente al que tiene, por ejemplo, el lema. Nuestra opinión se acerca a la de este último 668 autor. No creemos que haya diferencias formales entre los ejemplos inventados y los ejemplos extraídos de un corpus determinado. Las diferencias hay que buscarlas en otros niveles de análisis. En nuestra opinión, los ejemplos inventados tienen la misma apariencia que una cita, con la única salvedad de que en aquéllos falta la referencia, y en éstos no. Como ya expusimos, puede existir un gran número de variantes: ejemplos reales, o sea, citas en las que no se indica la fuente de la que se han extraído (por ejemplo, en los modernos diccionarios basados en corpus); hay citas que pueden neutralizarse (en el sentido usado por Rey-Debove, 1971: 306), modificarse y parecer ejemplos inventados, etc. Para comprender las diferencias entre citas y ejemplos inventados hay que atender en realidad a tres criterios: su forma, su contenido y su función. En definitiva, estos tres niveles de análisis están determinados por la naturaleza misma del género de diccionario que incluye los ejemplos. Un diccionario pedagógico introduce ejemplos sin referencia bibliográfica, ejemplos breves, unas veces basados en una oración completa y otras veces en un sintagma (forma), con un mensaje sencillo y estereotipado (contenido), y con el objetivo de ilustrar el uso de una voz desde el punto de vista semántico, gramatical o pragmático (función). Un diccionario construído con un método filológico como es el Diccionario del Español Actual (1999) emplea citas, no ejemplos inventados, porque este tipo de ejemplos pretende no sólo ilustrar, sino también testimoniar el uso de una unidad lingüística en un determinado tiempo (no en vano, se trata de un diccionario sincrónico). Los diccionarios de tiempos pasados, incluyeron también ejemplos. En lo que se refiere a la terminología usada, pensamos que los ejemplos de estas obras también pueden denominarse así, porque entendemos por ejemplo cualquier enunciado que pertenece al discurso referido dentro del artículo lexicográfico. Por eso, una cita de Quevedo es un ejemplo lexicográfico, como lo es también un ejemplo inventado introducido en un diccionario moderno, como es el Diccionario Salamanca de la lengua española (1ª. ed. 1996), por citar una obra paradigmática. Cambia, evidentemente, la forma, el contenido y la función de los ejemplos. Los antiguos diccionarios ilustraban las voces a través de citas que los lexicógrafos de entonces llamaban autoridades. Hoy entendemos por autoridad aquellos ejemplos extraídos de la obra de un autor de prestigio y, en sentido laxo, cualquier testimonio textual. Esos ejemplos podían tener diferentes formas, contenidos y funciones. Pero lo que convierte al ejemplo en una autoridad es, sin lugar a dudas, la fuente de la que procede, generalmente un escritor de talento reconocido tanto por el lexicógrafo como por la sociedad. En este punto tiene una gran importancia la determinación de un canon literario y su reflejo dentro del diccionario. No existe una función específica que caracterice a la autoridad lexicográfica. Una autoridad puede servir, por ejemplo, para testimoniar arcaísmos. El ejemplo no se entiende aquí como modelo de buen uso, sino más bien como testimonio de un uso antiguo. Una autoridad 669 también puede mostrar usos literarios que, aunque no son comunes, sirven para ensalzar la lengua de los grandes escritores. Los diccionarios del Barroco pretendían fijar la norma a partir de los monumentos literarios que daban así prestigio a la lengua. En esos casos, las autoridades tenían un fin estético y cultural. Finalmente, las autoridades podían reflejar, en definitiva, los usos correctos, las construcciones admitidas y elegantes de la lengua. El fin último de la autoridad era, en definitiva, garantizar el uso que se quería enseñar. La propia voz latina auctoritas significaba en el ambito forense „garantía‟ (Ueding 1992: s.v. auctoritas). Es evidente que los diccionarios contemporáneos no poseen autoridades. Se trata, en nuestra opinión, de una categoría que ha dejado de ser operativa en lexicografía. Paradójicamente, es cada vez más usual encontrar diccionarios basados en ejemplos, incluso en citas. Pero las citas actuales no deberían ser consideradas autoridades. Una autoridad posee un valor normativo que, generalmente, ya no tienen los actuales repertorios lexicográficos. Las citas de autoridad se extraen de un canon reconocido socialmente, lo que no se corresponde con los actuales corpus lingüísticos de referencia, que no se elaboran en virtud de un canon, sino de otros criterios. Proponíamos, en fin, tres tipos de ejemplos lexicográficos según la función que han tenido a lo largo de la historia de la lexicografía. En primer lugar, los ejemplos pueden ser llamados autoridades si el prestigio de la fuente constituye su valor más destacado. En segundo lugar, están los testimonios filológicos. La función de estos ejemplos es mostrar el uso real de una voz en un momento concreto de la historia de una lengua. Los testimonios deben extraerse de textos auténticos e incluir una referencia bibliográfica. En muchas ocasiones, las autoridades y los testimonios de uso son tan semejantes que no pueden diferenciarse. Los diccionarios históricos y muchos repertorios del siglo XIX contienen testimonios, muy semejantes a las autoridades, como acabamos de decir, pero que no tienen el valor simbólico y normativo de éstas. Como resultado de los avances en lingüística y, más concretamente, en el campo de la sintaxis, los testimonios finalmente evolucionaron a los ejemplos ilustrativos, que son aquellos que predominan en los diccionarios generales y pedagógicos, bilingües y monolingües, contemporáneos. Pueden ser citas o bien ejemplos inventados, pero en ambos casos se muestra un modelo de lengua admitido por la mayoría de los hablantes. Se trata, además, de un modelo basado en la lengua contemporánea. Como los usos que se pretenden describir son los generales, las obras literarias, por su complejidad y por las numerosas licencias que se contienen en ellas, suelen tener un valor secundario. Para conseguir buenos ejemplos de uso se prefiere la explotación de corpus orales, corpus basados en textos de la prensa, o bien en la propia competencia del lexicógrafo. 670 En el segundo capítulo de este trabajo hemos realizado un recorrido histórico por la historia del principio de autoridad para demostrar que existe una tradición ininterrumpida que comienza con la labor filológica de los gramáticos alejandrinos y, posteriormente, los gramáticos latinos en la Antigüedad clásica, y continúa prácticamente hasta llegar a la lexicografía de comienzos del siglo XX. El principio de autoridad nace para establecer un criterio de corrección lingüística basada en la lengua de los escritores. Los filólogos de la Antigüedad establecieron al menos tres canones en los que basar la norma lingüística: la analogía, el uso general y la autoridad. Este último se restringía sólo a casos en los que la reglas gramaticales o bien el uso de la mayoría no bastaban para resolver una duda lingüística. Sin embargo, el principio de autoridad fue ganando importancia con el paso del tiempo. Tanto en latín como en griego comenzaron a existir dos variantes: una culta, de carácter arcaizante y otra coloquial, más evolucionada. Esta situación de diglosia provocó un dilema entre los gramáticos, que se plantearon si debían enseñar la lengua contemporánea o bien la lengua de los grandes escritores del pasado. Puesto que no había una clara distinción entre gramática, retórica y estudios literarios, y debido a que la teoría de la corrupción lingüística estaba bien asentada, triunfó el criterio arcaizante basado en la lengua de los grandes autores (o en su defecto, la lengua de la gente culta, tal como fue planteado por Quintiliano). El concepto de norma lingüística evolucionó a partir de entonces de forma ciclica a lo largo del tiempo. En todas las épocas hubo gramáticos que sostenían que la pureza de la lengua se hallaba encerrada en la obra de los escritores consagrados del pasado. En Grecia encontramos a los aticistas, en la antigua Roma a los anticuarios, en la Italia renacentista a Pietro Bembo y a los académicos de la Crusca. El principio de autoridad pasó a aplicarse a las lenguas romances tomando como modelo los grandes diccionarios greco-latinos del Renacimiento. La Edad Media había supuesto francamente un retroceso en lo que al conocimiento de las lenguas clásicas se refiere. Los humanistas quisieron rescatar la verdadera latinidad, y para ello reformaron por completo el sistema de enseñanza del latín, basándose a partir de entonces sólo en fuentes directas, citadas de primera mano. Por esa razón, todo buen diccionario latino o griego debía contar con autoridades, que garantizaran la pertenencia de las voces a la buena latinidad (o, en su caso, a la lengua griega clásica). Si una voz no se hallaba documentada en Cicerón, en Virgilio o en cualquier escritor antiguo considerado canónico, era rechazada inmediatamente por bárbara. El mismo esquema pasó al resto de las lenguas modernas, con la diferencia de que el latín no se hablaba como lengua materna desde hacía siglos, mientras que los idiomas modernos europeos eran lenguas vivas en continuo cambio. Era necesario, pues, fijar una norma que no sólo unificara todas las variedades de una lengua en una sola, sino que también diera prestigio a dicha lengua. Y para ello los escritores y poetas eran los mejores modelos en los que basarse. Ellos garantizaban el 671 buen uso y la propiedad de las voces. En Italia, el criterio de autoridad tuvo un carácter marcadamente arcaizante (a pesar de que el Vocabolario degli Accademici della Crusca admitía esporádicamente voces extraídas de autores contemporáneos). Las questiones della lingua, como allí se conoció a la discusión en torno a la fijación de un estándar que sirviera de vehículo lingüístico y cultural entre los diferentes estados italianos, se inclinaron a favor de las opiniones de Pietro Bembo, ciceroniano que había propuesto como norma la lengua toscana del siglo XIV. En cambio, no se tuvo en tanta consideración la propuesta de Baltasar de Castiglione, que defendía un estándar basado en la lengua cortesana contemporánea. En Francia, en cambio, el principio de autoridad dio un giro radicalmente distinto. La autoridad se traslada a la lengua de los escritores contemporáneos. La Academia Francesa, creada por el cardenal Richelieu, publica un diccionario sin citas, pero basada en la autoridad de los propios académicos que lo redactaron y que eran, a la vez, grandes escritores en lengua francesa. Antes de que se publicara esta obra, sin embargo, otros lexicógrafos introdujeron citas que embellecieron e ilustraron los artículos lexicográficos de sus diccionarios. Es el caso de los repertorios de Richelet y de Furetière. Simultáneamente, y sin olvidar su finalidad estética, las citas se van convirtiendo también en una fuente de transmisión de conocimiento enciclopédico, algo que la sociedad burguesa del momento exigía a los diccionarios. En España, la posición equilibrada de la Real Academia favoreció la publicación de un diccionario basado no sólo en autoridades literarias, sino también en testimonios de uso. Aunque sea cierto que la tercera edición del Vocabolario de la Academia de la Crusca (1691), modelo que los académicos españoles usaron de forma expresa, contó en sus artículos con autoridades literarias y con fuentes testimoniales de valor secundario para ilustrar voces que no hallaban en las primeras, hay que decir que este vocabulario seguía tomando como modelo ideal el toscano del siglo XIV. En cambio, la primera edición del Diccionario de la Real Academia hizo un uso más razonable de sus fuentes: el modelo lingüístico no era arcaizante. La mayoría de las autoridades correspondían a escritores del siglo XVI y, sobre todo, del XVII, con un número cada vez más elevado de autores del siglo XVIII, como se puede ver en los sucesivos tomos que fueron publicándose. Eso no fue obstáculo para incluir también arcaísmos, voces españolas y castizas al fin y al cabo. El gran acierto de la Academia consistió en el uso tanto de fuentes literarias como de fuentes no literarias para documentar voces que, de lo contrario, no se habrían podido ejemplificar o, ni tan siquiera, testimoniar. El siglo XIX supuso un auténtico cambio de paradigma, no sólo en las ciencias exactas, sino también en el campo de la lingüística. El giro historicista provocó que las autoridades que mostraban los usos correctos y elegantes de una lengua se reciclaran para convertirse en verdaderos testimonios filológicos en los que se recogían los diferentes 672 usos de una voz a lo largo de su historia. Esto permitía ilustrar los cambios ortográficos, semánticos y sintácticos del léxico de una lengua. Al mismo tiempo, se escriben los primeros diccionarios estrictamente sincrónicos (al menos en Francia). Al borrar de los ejemplos su carácter arcaizante, se desvaneció también el valor simbólico de la propia autoridad. Es el momento en el que las autoridades dejan de ser testimonios privilegiados para convertirse en ejemplos descriptivos del uso contemporáneo. Como sucedió en el caso de las gramáticas, también los diccionarios comenzaron a tener un enfoque cada vez más descriptivo, prevaleciendo la lengua contemporánea sobre la lengua literaria antigua. Esto fue lo que supuso, en nuestra opinión, el fin del principio de autoridad. El tercer capítulo de nuestra investigación se ha centrado en el análisis de tres diccionarios generales del español con autoridades. El primero, el Diccionario castellano del padre Terreros, corresponde al paradigma de la Ilustración. Se trata de un diccionario que no rechaza la autoridad de los buenos escritores, pero los supedita a la razón y al uso lingüístico general. El Diccionario castellano estaba dirigido a usuarios de cultura alta. La razón se consideraba enemiga de la ignorancia. Por eso, Terreros deja en manos del usuario culto la capacidad de distinguir entre las voces propias del castellano y aquellas que no lo eran. Es el uso constante la que autoriza las voces. Por eso, en opinión de Terreros, únicamente aquéllas que pertenecen a un ámbito especializado o que son exotismos deberían ir respaldadas de una autoridad. En realidad, las citas son escasas en este diccionario. Terreros trae sobre todo fragmentos poéticos de Lope de Vega, o bien textos en prosa de Cervantes. Lo que más abundan son las referencias sin textos. El Diccionario castellano pretende ser un diccionario exhaustivo, en el que debían incluirse todo tipo de voces: arcaísmos, voces generales, tecnicismos, innumerables préstamos de otras lenguas, etc. Pero el análisis de las fuentes revela que en el caso de la literatura, la mayoría de las referencias proceden de autores del siglo XVII, mientras que para las fuentes científico-técnicas, Terreros explotó los tratados contemporáneos. Además, el jesuita mencionó constantemente otros diccionarios, para documentar los equivalentes, o los sinónimos del signo lemático, o bien proponer su definición, aunque con mucha frecuencia estos diccionarios fueron duramente criticados. La experiencia, basada en su contacto con la realidad que quería describir, y los textos de autoridades le servían para desenmascarar la presunta infalibilidad de los diccionarios. El segundo repertorio analizado ha sido el Gran diccionario de la lengua española, escrito por Adolfo de Castro. Esta obra, aunque no está concluida, incluye un gran número de citas. Lo que caracteriza a este diccionario es su interés por la lengua literaria y el abandono casi absoluto del léxico científico contemporáneo. No se trata de un diccionario histórico, pero el léxico antiguo, especialmente el literario, está muy presente en su nomenclatura. Las citas se basan en poemas, obras de teatro y, en menos ocasiones, 673 obras en prosa. Castro, editor que trabajó en la colección de la Biblioteca de Autores Españoles, concibe su diccionario como una herramienta filológica que sirviera para interpretar correctamente los textos literarios del pasado. Al igual que Terreros, Adolfo de Castro se sirve de numerosos diccionarios. A través de ellos pretende fijar el significado de las voces, pero su autoridad vuelve a estar supeditada a los ejemplos ofrecidos por los textos auténticos. El modelo lingüístico que se refleja en el Gran diccionario de la lengua española es, en definitiva, arcaizante y con un componente literario muy elevado. La mayoría de las citas proceden del siglo XVII y, en menor medida, del siglo XVI. En cambio, el Siglo de las Luces y el siglo XIX están muy poco representados. Finalmente, el último repertorio lexicográfico que hemos analizado es el Gran diccionario de la lengua castellana de Aniceto de Pagés, continuado por José Pérez Hervás. El diccionario, iniciado a finales del siglo XIX, se publica íntegramente ya a principios del XX. No se trata de una constatación anecdótica, pues el análisis íntegro de las fuentes revela que esta obra ha dado un giro muy importante en su manera de concebir el principio de autoridad. De hecho, en los dos últimos volúmenes desaparece la denominación «[Diccionario] de autoridades» dentro del título. El término ejemplo se va imponiendo. Las fuentes antiguas se sustituyen a menudo por fuentes contemporáneas. La mitad de las citas se han extraído, de hecho, a partir de autores del siglo XIX. Apenas se citan otros diccionarios. Su autoridad como fuente de testimonios de uso ha desaparecido. La estructura de los artículos está condensada y también muy estandarizada, a diferencia de los dos diccionarios anteriormente citados. Estamos seguros de que Aniceto de Pagés concibió este diccionario como una actualización del Diccionario de autoridades académico, que no había vuelto a reeditarse. Prosigue su mismo espíritu, llevando a cabo lo que los académicos del siglo XVIII hicieron entonces: tomar como modelo los textos de los escritores más recientes. El Gran diccionario de la lengua castellana no sigue un criterio sincrónico. Como los anteriormente analizados, es un repertorio que trata de recoger todo el léxico de la lengua española, sin dejar de lado arcaísmos, tecnicismos ni voces literarias. La obra habría sido, en nuestra opinión, mucho mejor valorada y su repercusión posterior mucho mayor, si las referencias bibliográficas de las citas hubieran estado completas. El gran punto débil radica en el hecho de que, exceptuando las obras anónimas, todas incluyen únicamente el nombre del autor. Esto influyó muy negativamente en la recepción del diccionario, porque el nombre del autor no transmite tanta información como el título de su obra, incluso aunque no se indique la página. El título muestra si la fuente es literaria, jurídica o científica, por ejemplo. La indicación del título permite igualmente que el testimonio completo sea más fácil de localizar. Sin embargo, la mera referencia de un nombre y de unos apellidos deja a los ejemplos muy a menudo en un anonimato virtual. 674 Lo que nos ha enseñado el estudio de las autoridades lexicográficas es que, para comprender bien la finalidad y el modo en que se hicieron los diccionarios, éstos deben concebirse como obras íntimamente ligadas a su tiempo. Su estudio formal no debe nunca olvidar otras facetas, como las corrientes lingüísticas defendidas entonces, el canon literario imperante, e incluso las disputas y opiniones políticas y religiosas. Esta investigación, deja, sin embargo, mucho aspectos sin tratar. Somos consciente de que un estudio de esta índole habría podido enfocarse hacia el análisis histórico del léxico. El nacimiento de las palabras, su creación o bien su primera documentación, la evolución de su significado, el análisis de los procesos morfológicos de formación de palabras, la constatación de la existencia de neologismos, el estudio diacrónico del léxico científico- técnico y muchos otros aspectos más habrían podido ser estudiados. Sin embargo, la gran envergadura de la investigación nos ha llevado a centrarnos sólo en el análisis de las fuentes, con el fin de constatar, a grandes rasgos, qué tipo de lengua se describía en el diccionario (lengua arcaica o lengua contemporánea; lengua literaria o lengua común, etc.), y qué autores se consideraban apropiados para servir de autoridad – frente al olvido, intencionado o no, de otros. 675 6. EILEITUNG Das Autoritätenprinzip in allgemeinen Wörterbüchern des Spanischen stellt noch immer ein wenig erforschtes Feld im Bereich der hispanischen Metalexikographie dar. Das Zitieren von Autoritäten wird immer mit der ersten Ausgabe des Wörterbuches der Real Academia Española (1726-1739) in Verbindung gebracht, das seit dem neunzehnten Jahrhundert als Diccionario de autoridades bekannt ist. Doch häufig wird vergessen, dass auch danach Wörterbücher veröffentlicht wurden, die in ihrer Mikrostruktur Zitate von herausragenden Autoren enthielten. Wörterbücher, die korpusgestützte Beispiele aufweisen, gehören den unterschiedlichsten Wörterbuchtypen an: allgemeine Wörterbücher, Regionalwörterbücher, Fachwörterbücher etc.. Die vorliegende Untersuchung befasst sich mit allgemeinen Wörterbüchern des Spanischen. Ein allgemeines Wörterbuch, das auf Zitaten basiert, bietet interessante Aspekte, die in anderen Wörterbüchern nicht zu finden sind. Zunächst geben die Beispiele Auskunft über die Quellen des Wörterbuches, wenn die besagten Beispiele einem Korpus entnommen wurden. Da Zitate von Autoritäten seit der Ausgabe von 1780 in den Wörterbüchern der Real Academia keine Berücksichtigung mehr fanden, wurde das Wörterbuch der Akademie selbst zur Autorität. Diese Tatsache bestimmte lange Zeit auf entscheidende Weise das Verständnis der Lexikographie in Spanien. Während in Frankreich, Italien und England weiterhin auf Zitaten basierende Wörterbücher veröffentlicht wurden, nahm man sich in Spanien das Wörterbuch der Real Academia zum Modell und schrieb es ab, wobei man auf das auf Autoritäten basierende Prinzip verzichtete (Gutiérrez Cuadrado 1999: 8). Bei den Wörterbüchern, die wir hier untersuchen wollen, war dies nicht der Fall. 676 Zudem sind Gebrauchsbeispiele ein Mittel von großer Nützlichkeit in der Lexikographie. Sie zeigen den wirklichen Gebrauch einer Sprache und erfüllen eine fundamentale Funktion auf der syntagmatischen Ebene eines Wörterbuches. Beispiele können übliche lexikalische Kombinationen, Kollokationen, Redewendungen, Verben mit präpositionaler Rektion, unregelmäßige flektierte Formen etc. aufzeigen. Auf der semantischen Ebene ermöglichen sie es, die unterschiedlichen Bedeutungen einer bestimmten lexikalischen Einheit je nach ihrer Kombination mit anderen Einheiten zu unterscheiden. Schließlich kann man die Zitate und Beispiele aus ideologischer Sicht untersuchen. Beispiele beinhalten häufig die Ideologie der zitierten Autoren. Ebenso kann die Auswahl der Autoren die Mentalität des Lexikographen selbst widerspiegeln oder aber einen Kanon der von der Gesellschaft respektierten und geschätzten Schriftsteller. Die Gruppe der im Wörterbuch genannten Autoren bestimmt gleichzeitig den Reichtum und die Art des in ihm gesammelten Wortschatzes. 6.1.Corpus der analysierten Wörterbücher Folgende Wörterbücher sind Gegenstand unserer Untersuchung: 8) El Diccionario castellano con las voces de ciencias y artes (1786 – 1793) von Esteban de Terreros y Pando. 9) El Gran diccionario de la lengua española (1852 – 1855) von Adolfo de Castro y Rossi. 10) El Gran diccionario de la lengua castellana (1902 – 1931) von Aniceto de Pagés. Die Zitate im ersten allgemeinen Wörterbuch des Spanischen, das in den Jahren 1726 bis 1739 von der Real Academia Española veröffentlicht wurde, wurden in einer Doktorarbeit von Margarita Freixas (2003) untersucht. Dieselbe Autorin hat später auch eine Monographie über dasselbe Thema veröffentlicht (Freixas 2010). Aus diesem Grund konzentriert sich die vorliegende Untersuchung auf die drei später veröffentlichten allgemeinen Wörterbücher mit Autoritäten, ohne dabei zu vergessen, welch bedeutende Rolle das oben genannte Wörterbuch der Real Academia in der lexikographischen Tradition Spaniens gespielt hat. Das Wörterbuch von Esteban de Terreros folgt dem Paradigma der Aufklärung und steht unter dem starken Einfluss der französischen Lexikographie, 677 besonders des Dictionnaire universel françois et latin von Trévoux (erste Ausgabe: 1704). Der allgemeine Gebrauch und die Vernunft leiteten die Auswahl der lexikalischen Einheiten in seinem Wörterbuch, dem Autoritätenprinzip wurde hingegen eine nachgeordnete Rolle zugewiesen. Zitate sind in diesem Wörterbuch rar, obwohl es reichlich Verweise auf die konsultierten Quellen gibt. Dagegen spiegelt das Gran Diccionario de la lengua española von Adolfo de Castro einen wichtigen Mentalitätswandel im Vergleich zu den Wörterbüchern der Aufklärung wider. Castro war ein Gelehrter und Herausgeber von alten literarischen Texten. Seine philologische Tätigkeit sollte später die Auswahl der Autoritäten in seinem Wörterbuch beeinflussen. In diesem scheinen die lexikographischen Artikel dem Zitat selbst untergeordnet zu sein, und nicht umgekehrt. Die literarische Sprache des sechzehnten und siebzehnten Jahrhunderts beansprucht die ganze Aufmerksamkeit des Lexikographen. Castros Diccionario spiegelt die Geburt eines neuen spanischen literarischen Kanons als Folge des neuen Nationalgefühls wider, das nach den napoleonischen Invasionen zu Beginn des neunzehnten Jahrhunderts aufkam. Schließlich stellt das Gran Diccionario de la lengua castellana von Aniceto de Pagés, das erst im zwanzigsten Jahrhundert veröffentlicht wurde, einen entscheidenden Schritt in der Entwicklung des Autoritätenprinzips dar. Die Autoritäten sind weder die erhabenen Modelle des guten Gebrauchs (bon usage) als die sie noch in den Wörterbüchern des Barocks verstanden wurden, noch die philologischen Zeugnisse, als die sie in der Lexikographie des neunzehnten Jahrhundert begriffen wurden, sondern anschauliche Beispiele, deren Quelle immer mehr zeitgenössische Texte und nicht mehr literarische Werke aus vergangenen Zeiten sind. 6.2. Forschungsstand Obwohl die drei erwähnten Wörterbücher in den letzten Jahren das Interesse einer stetig wachsenden Anzahl von Forschern geweckt haben, haben sich die bisher veröffentlichten Arbeiten, die nichtsdestoweniger wertvoll sind, nur teilweise mit dem Autoritätenprinzip beschäftigt. Das meistuntersuchte Wörterbuch ist zweifellos das Diccionario castellano von Esteban de Terreros. 1987 erarbeitete Alvar Ezquerra eine Faksimileausgabe dieses Werkes, die den 678 Wissenschaftlern einen erleichterten Zugang ermöglichte. Außerdem jährte sich 2007 zum dreihundertsten Mal der Geburtstag des illustren Jesuiten aus Trucíos, und dieses Ereignis belebte, sofern dies möglich war, das Interesse am Diccionario castellano noch mehr. Anlässlich dieses Geburtstages wurde ein Kongress organisiert, der allein Esteban de Terreros gewidmet war. Die Kongressbeiträge sind bei Larrazábal/Gallastegui (2008) gesammeln. Auch wurde ihm, wenngleich nicht in ihrer Gänze, die Nummer 23 der Zeitschrift Oihenart: cuadernos de lengua literatura (2008) gewidmet. Unter den Autoren, die die mit dem Autoritätenprinzip in Verbindung stehenden Aspekte in diesem Verzeichnis untersucht haben, befinden sich Alvar Ezquerra (1987), Álvarez de Miranda (1992, 2001) und Félix San Vicente (1995, 2004). Die 2004 veröffentlichte Arbeit von Félix San Vicente widmet sich vollständig der Frage nach den Autoritäten im Diccionario castellano. Die Studie basiert auf Teilanalysen, welche die Buchstaben I, R und P umfassen. Das zweite, von Adolfo de Castro verfasste Wörterbuch lenkte nicht so viel Aufmerksamkeit der Forscher auf sich. Dies mag daran liegen, dass es sich um ein unvollendetes Verzeichnis handelt. Dennoch muss gesagt werden, dass Castros Gran diccionario de la lenuga española ein Werk mit außergewöhnlichen Merkmalen innerhalb des lexikographischen Panoramas des neunzehnten Jahrhunderts darstellt und deswegen eine Untersuchung und die Präsentation neuer Ergebnisse wert ist. Darüber hinaus ist davon auszugehen, dass eine Analyse der Zitate in diesem Verzeichnis entscheidend für das Verständnis der Entwicklung des Autoritätenprinzips in der Geschichte der spanischen Lexikographie ist. Unter den Forschern, die über dieses Wörterbuch geschrieben haben, ist Ignacio Ahumada zu erwähnen, der der Autor eines Artikels über die Wörterbücherkritik im Spanien des zwanzigsten Jahrhunderts ist (Ahumada 2010), sowie Susana Rodríguez Barcia, die den religiösen Wortschatz in diesem Werk untersucht hat (Rodríguez Barcia 2010) und David Prieto, der das Vorkommen von Tirso de Molina unter anderem in Castros Wörterbuch analysiert hat (Prieto 2006). Schließlich hat auch das Wörterbuch von Aniceto de Pagés nicht die Aufmerksamkeit bekommen, die es verdient, obwohl es bis zum Erscheinen des Diccionario del Español Actual 1999 das einzige allgemeine Wörterbuch des Spanischen aus dem zwanzigsten Jahrhundert ist, das Zitate beinhaltet. Der Grund 679 für diesen Mangel an Interesse liegt mit einiger Sicherheit in einer Unzulänglichkeit, die schon zu Lebzeiten von Pagés von einigen Autoren kritisiert wurde, nämlich in der Art, die bibliographischen Verweise anzugeben: Diese beschränken sich – mit Ausnahme der anonymen Werke – auf die bloße Nennung des Autors. Abgesehen von diesem Merkmal handelt es sich aber um ein sehr ehrgeiziges Wörterbuch. Dieses Werk bedeutete die definitive Weiterentwicklung des Autoritätenprinzips: Pagés aktualisierte die Zitate aus dem ersten Wörterbuch der Real Academia, indem er sie zum großen Teil durch Zitate von zeitgenössischen Schriftstellern ersetzte. Die beste Studie, die über Pagés Gran diccionario de la lengua castellana verfasst wurde, ist die Abschlussarbeit von Blanca González-Zapatero, die von José Luis Herrero Ingelmo an der Universität Salamanca betreut wurde (González-Zapatero Redondo 2010). Es handelt sich um eine Studie von hoher Qualität, obschon auch diese Arbeit ausgehend von Stichproben erstellt wurde. Die Autorin erklärt, sie habe eine Auswahl von drei Fragmenten getroffen, von denen jedes einhundert Seiten umfasst und die dem ersten, dritten und fünften Band entnommen wurden. Konkret handele es sich um den Anfang des Buchstaben A, den kompletten Buchstaben L und den kompletten Buchstaben U samt Anfang des Buchstaben V. Die genannten Abschnitte beinhalten insgesamt 9710 Bedeutungen und 8870 Beispiele (González-Zapatero 2010: 8). Die vorliegende Studie dagegen basiert auf der umfassenden Untersuchung des gesamten 4763-seitigen Wörterbuchs. Dafür wurden 77759 Zitate gesammelt. Es gibt weitere ähnliche Arbeiten, wie die von Alonso (et al.; 2001) und die von Rosalía García Cornejo (2006). Obwohl diese Autorin ihre Arbeit mit „Fuentes del Gran Diccionario de la lengua castellana de Aniceto Pagés“ betitelt, ist daran nur die Feststellung bemerkenswert, dass der Wortschatz von Francisco Rodríguez Marín, Dos mil quinientas voces castizas y bien autorizadas que lugar en nuestro léxico (1922), José Pérez Hervás, der das Wörterbuch von Pagés nach dessen Tod ab dem vierten Band fortführte, dazu diente, daraus zahlreiche Zitate aus zweiter Hand zu entnehmen. Über das Konzept der lexikographischen Autorität gibt es keine monographische Arbeit auf Spanisch. Das auf Autoritäten basierende Prinzip der sprachlichen Korrektheit wurde hingegen in grammatischen Abhandlungen ausführlich untersucht (Pozuelo Yvancos 1984; Ramajo Caño 1993; Margarita Lliteras 1997). Über das lexikographische Beispiel, einem dem der Autorität sehr nahen Konzept, 680 gibt es ebenso wenig Arbeiten auf Spanisch (Gutiérrez Cuadrado 1999: Forgas 1999; Garriga 2001, 2002, u.a.). Aus all diesen Gründen ist es notwendig, das Autoritätenprinzip in der Tradition der spanischen Lexikographie umfassend zu untersuchen, mit dem Ziel, die Bedeutung zu erfassen, die der Prozess der Exemplifizierung in den Wörterbüchern seit seinen Ursprüngen hatte. Dies gilt umso mehr, als den Beispielen in Wörterbüchern heutzutage wieder eine wichtige Rolle zukommt, wenngleich mit einer anderen Funktion als der, die sie in den vergangenen Jahrhunderten innehatten. 6.3. Ziele Die vorliegende Forschungsarbeit hat drei Ziele, von denen jedes ein Kapitel bildet: 1. Abgrenzung des Konzeptes der lexikographischen Autoriät. Der Begriff Autorität bezieht sich auf eine lexikographische Kategorie aus der Vergangenheit. Es gilt deshalb, eine Beschreibung des Autoritätenkonzepts aus heutiger Sicht zu erarbeiten, um dieses Konzept in seinem historischen Kontext situieren zu können. Im ersten Teil dieser Studie wird eine allgemeine Typologie des lexikographischen Beispiels vorgeschlagen, um das Konzept der Autorität adäquat abzugrenzen. Diese Typologie soll so umfassend wie möglich sein. Sie basiert auf drei Analyseebenen: Form, Inhalts und Funktion der Beispiele. 2. Geschichte des Autoritätenprinzips in der Grammatik und in der Lexikographie. Bisher gibt es keine Studien, die den Zusammenhang des Autoritätenprinzips in Grammatiken und in Wörterbüchern untersucht haben. Dennoch ist davon auszugehen, dass es eine sehr enge Verbindung gibt, da Wörterbücher und Grammatiken sich über die Zeit hinweg parallel entwickelten. Die Wörterbücher erben von den Grammatiken eine viele Jahrhunderte alte Tradition, die auf die Zeiten der klassischen Philologie zurückgeht, die von der alexandrinischen Schule und den ersten römischen Grammatikern praktiziert wurde. Dieses 681 Erbe reicht bis zu den zu Beginn des zwanzigsten Jahrhunderts veröffentlichten Wörterbüchern. Der Humanismus der Renaissance entdeckte das Autoritätenprinzip wieder und setzte es erneut in den Wörterbüchern des Griechischen und des Lateinischen und später in den großen normativen Wörterbüchern der Volkssprachen ein. Ziel dieses Kapitels ist es, die Prozesse zu beschreiben, die das Autoritätenprinzip durchlief, um sich an die neuen linguistischen Paradigmen anzupassen, sowie den Moment zu belegen, ab dem dieses Konzept nicht mehr wirksam war. 3. Analyse der drei oben erwähnten Wörterbücher. Die Analyse besteht aus drei Teilen: - Kontextbezug: Das untersuchte Wörterbuch wird in seinem historischen Kontext situiert und der Lebenslauf des Autors wird kurz beschrieben. - Quellenanalyse: Die Quellen, derer sich der Wörterbuchverfasser bediente, werden durch Zählen der Zitate, die im Laufe des Wörterbuchs auftauchen, rekonstruiert. Auf diese Weise entsteht eine Namensliste der Autoren und der zitierten Werke, und es wird ein Mangel behoben, den zwei der drei analysierten Wörterbücher aufwiesen. - Das Zählen der Zitate ermöglicht es, anschließend festzustellen, welche Autoren aufgrund der Anzahl der Zitate als wichtiger oder welche als weniger wichtig erachtet wurden. Das Zählen hilft auch dabei, den literarischen Kanon, der sich darin widerspiegelt, zu untersuchen. 6.4. Methode Jedes der Wörterbücher wurde mithilfe von verschiedenen Datenbanken genauer untersucht, wobei die grundlegenden Merkmale der in jedem der Wörterbücher genannten Autoritäten berücksichtigt wurden. Entgegen der bisher gängigen Vorgehensweise basiert diese Analyse nicht auf Teiluntersuchungen, sondern auf der kompletten Lektüre der Wörterbücher. Diese Vorgehensweise 682 wurde aus verschiedenen Gründen verfolgt: Das Diccionario castellano beinhaltet keine große Anzahl von Zitaten, während die bibliographischen Verweise durchaus eine beträchtliche Menge darstellen. Aus diesem Grund erschien es nicht sinnvoll, auf der Grundlage von Stichproben vorzugehen, wo doch das Werk in seiner Gänze erfasst werden konnte. Im Falle des Gran diccionario de la lengua castellana von Adolfo de Castro besteht das Wörterbuch aus 688 Seiten. Der letzte Artikel ist dem Wort costra gewidmet. Aufgrund seines geringen Umfangs empfahl es sich auch hier nicht, lediglich einen Teil des Werkes zu analysieren. Das einzige Wörterbuch, das eine wahre Herausforderung darstellte, war das Gran diccionario de la lengua castellana. Wie bereits erwähnt, umfasst dieses Werk in seinen fünf Bänden 4763 Seiten. Zitate kommen dort systematisch vor. Jeder Artikel beinhaltet durchschnittlich drei korpusgestützte Beispiele. Obwohl diese Auswertung mehrere Jahre dauerte, handelte es sich um eine notwendige Aufgabe. Es wäre nicht logisch gewesen, eines der Wörterbücher nicht komplett zu analysieren. Aufgrund dessen wurde die bisher umfassendste Untersuchung des Gran diccionario de la lengua castellana durchgeführt. Außerdem stehen nun vollständige Namenslisten der zitierten Autoren und Werke für die drei analysierten Wörterbücher zur Verfügung. Die Ergebnisse dieser Untersuchung sollen nicht nur von theoretischem, sondern auch von praktischem Nutzen sein. Die Ausarbeitung vollständiger Listen der Autoren und zitierten Werke wird es künftigen Forschern ermöglichen, den Wortschatz eines konkreten Autors viel schneller zu untersuchen, zum Beispiel hinsichtlich seines Vorkommens in den Wörterbüchern. Außerdem wird die Lektüre der Abkürzungen in Terreros Diccionario castellano oder in Castros Gran diccionario de la lengua española, die häufig schwer zu interpretieren sind, erleichtert. Jede der Namenslisten, die angefertigt wurden, enthält den vollständigen Namen des Autors und des zitierten Werkes, zusammen mit der Abkürzung oder der vom Autor am häufigsten verwendeten Zitierweise. Das Gran diccionario de la lengua castellana ist voller Druckfehler. Die hier vorgestellte Namensliste soll sie kenntlich machen und die korrekte Lektüre der falschen bibliographischen Verweise aufzeigen. Außerdem gibt dieses Werk nur den Namen des Autors an, nicht aber das Werk. Wo es möglich war, wurde deshalb der Titel des Buches ergänzt, aus dem das Zitat entnommen wurde. Jedes der drei Wörterbücher hat seine Eigenheiten. Aus diesem Grund werden die drei 683 Wörterverzeichnisse auf unterschiedliche Weise analysiert. Zum Beispiel erhält im Abschnitt über das Diccionario castellano der Prolog viel Aufmerksamkeit, da es sich um einen für diese Studie in hohem Maße interessanten Text handelt. Dagegen wird das Vorwort des Gran diccionario de la lengua española kaum thematisiert. Pagés Diccionario entbehrt gänzlich eines Vorwortes. Im Fall des Diccionario castellano wurde insbesondere seine Verbindung zum Diccionario de autoridades herausgearbeitet. Im Falle des Gran diccionario de la lengua castellana ist dieser Zusammenhang wiederum weniger wichtig, denn auf der Titelseite selbst wird bekannt, dass das Wörterbuch „gemäß der letzten Ausgabe der Real Academia Española angeordnet und um zahlreiche Wörter, Bedeutungen, Sätze und Sprichwörter, die in keinem andern Wörterbuch aufgeführt sind, angereichert“ ist. Dabei handelt es sich um ein in allen außerhalb der Real Academia Española entstandenen Wörterbüchern des neunzehnten und noch des zwanzigsten Jahrhunderts sehr verbreitetes Merkmal. Deshalb wurde vermehrt Augenmerk auf andere Aspekte gelegt, die interessanter erschienen. Die Namenslisten unterscheiden sich hinsichtlich ihrer Anordnung, denn jede passt sich an die jeweiligen Eigenheiten des betreffenden Wörterbuches an. Bei den hier vollzogenen Berechnungen über Anzahl und Art der genannten Autoritäten sollte man immer eine gewisse Fehlermarge vor Augen haben. Die Anzahl der Zitate oder Referenzen in jedem der Wörterbücher ist so groß, dass ihre Auszählung stets mittels Computerverfahren vorgenommen wurde (für die Datenverarbeitung wurden die Programme Access und Excel von Microsoft verwendet). Dennoch hat der praktische Zweck der Namenslisten die Anzahl der gezählten Zitate eventuell – wenn auch in geringem Maß – verfälscht. So haben wir zum Beispiel für Pagés Diccionario ein und denselben Autor, der einmal korrekt und einmal falsch zitiert wurde, in unterschiedlichen Registerelementen gespeichert. In diesen Fällen wird der Eindruck erweckt, es gäbe zwei verschiedene Autoren, wo es sich tatsächlich nur um einen handelt. Es war notwendig, dass neben Leopoldo Alas auch Leopoldo Mas erscheint, denn auf diese Weise kann der Nutzer des Wörterbuchs, der auf die zweite Referenz stößt, dessen Namen in der vorliegenden Namensliste suchen und sich klarmachen, dass es sich in Wirklichkeit um den berühmten in Oviedo lebenden Schriftsteller aus Zamora handelt. Ein weiteres schwerwiegendes Problem stellte die Tatsache dar, dass manche Autoren verschiedene literarische Gattungen wie Prosa und 684 Versdichtung pflegten. In diesem Fall hätten die Registerelemente erneut dupliziert werden können, je eines pro verwendete Gattung, aber mit dieser Vorgehensweise wären die Berechnungen viel schwerfälliger und komplexer geworden. Deshalb wurde, besonders im Falle von Pagés Wörterbuch, entschieden, dass jeder Autor eine einzige Gattung repräsentiert, und zwar diejenige, die am häuftigsten in den Zitaten auftaucht. So erscheint Quevedo zum Beispiel als Dichter im Gran diccionario de la lengua castellana, obwohl in diesem Werk auch Prosatexte von ihm zitiert werden, aber eben in geringerer Anzahl. Die Berechnungen wurden ständig korrigiert, damit die Daten in höchstmöglichem Maße der Realität entsprechen. Jedenfalls ist die Anzahl der anormalen Registerelemente und ihrer entsprechenden Zitate so klein, dass sie in keinster Weise das entstehende Gesamtbild infrage stellen. Auch die zeitliche Einordnung einiger Autoren bereitete gewisse Schwierigkeiten. Es gibt Schriftsteller, die einen großen Teil ihres Lebens in einem bestimmten Jahrhundert lebten, ihr Hauptwerk aber im darauffolgenden veröffentlichten. Es war empfehlenswert, jeden Autor eindeutig einem Jahrhundert zuzuordnen, denn andernfalls hätten die Schriftsteller, die gewissermaßen zwischen den Stühlen der Jahrhunderte schrieben, eine neuerliche Diskrepanz bei der Berechnung der Zitate hervorgerufen. Demzufolge wurde festgelegt, dass jeder Schriftsteller, der in der ersten Hälfte eines Jahrhunderts geboren wurde, ebendiesem Jahrhundert zugeordnet wird, auch wenn das zitierte Werk erst im darauffolgenden Jahrhundert entstanden ist. Dies mag wie ein willkürliches Kriterium wirken, aber jedes andere wäre es genauso gewesen. Eine Klassifikation nach literarischen Epochen statt nach Jahrhunderten hätte neue Probleme verursacht. Es soll an dieser Stelle erneut bekräftigt werden, dass der praktische Nutzen das Wichtigste an der vorliegenden Untersuchung ist: die von einem gewissen Autor zugelassenen Wörter genau zu bestimmen, Druckfehler festzustellen, Abkürzungen zu interpretieren etc.. Die großen Zahlen dienen dazu festzustellen, welche Epoche in einem bestimmten Wörterbuch am stärksten vertreten wird, welcher literarische Kanon die Gesamtheit der zitierten Autoren widerspiegelt, welche Bedeutung wissenschaftlich-technische Quellen haben oder welche die vom Lexikographen bevorzugten Autoren bei der Autorisierung von Wörtern sind und welche anderen dahingegen unerwähnt bleiben. 685 7. THESEN Die vorliegende Arbeit verfolgt das Ziel, das Prinzip der Autorität in der Lexikographie einer eingehenden Untersuchung zu unterziehen. Im ersten Kapitel analysiere ich das Konzept der Autorität aus einer theoretischen Perspektive und gelange zu dem Schluss, dass ihre Funktion durch die kulturellen und historischen Umstände bestimmt wurde und nicht strikt durch ihre formalen Charakteristika. Das heißt, dass die in den Wörterbüchern aufgeführten Zitate nach und nach ihre Funktion veränderten, auch wenn sie der Form nach unverändert blieben. Diese unterschiedliche Wahrnehmung kann man einschätzen, indem man Wörterbücher mit Textbelegen von Autoritäten, die zu verschiedenen historischen Zeitpunkten geschrieben wurden, miteinander vergleicht. Das erste Problem, das sich bei meiner Untersuchung ergab, waren die Methodenvielfalt und die unterschiedliche terminologische Behandlung, die in der Analyse der Beispiele in den Wörterbüchern angewandt werden. Es gibt Autoren, die die 686 lexikographischen Beispiele von einer semiotischen Perspektive aus analysiert haben, und zwar ausgehend von der lexikographischen Theorie von Josette Rey-Debove (1971) über die Metasprache in Wörterbüchern. Die in den Artikeln vorhandenen Beispiele hätten aus dieser Perspektive einen Autonymstatus, der eines realen Bezug außerhalb desselben entbehrt. Andere Forscher verfolgten einen pragmatischen Ansatz. Auf diese Art und Weise unterschieden sie zwischen dem erfundenen Beispiel, mit satzwertigem Status, und dem Zitat, als tatsächliche Aussage mit konkretem Sender und Kontext. Die als Aussagen verstandenen Zitate trügen kulturelle, ideologische und ästhetische Werte bei, die die erfundenen Beispiele nicht hätten, oder zumindest nicht in so großem Maße. Schließlich bevorzugen Autoren wie Wiegand (2007) es, die lexikographischen Artikel als mehr oder weniger komprimierte Texte aufzufassen, in die sie verschiedene Angaben einfügen, unter denen sich das eigentliche Beispiel befindet. Dieses spiegelt eine Verwendungsinstanz des Lemmazeichens (signo de lema) wider, die anders ist als diejenige, die zum Beispiel das Lemma hat. Ich gelange zu dem Schluss, dass es keine formalen Unterschiede zwischen den erfundenen Beispielen und denen, die aus einem bestimmten Corpus entnommen werden, gibt. Die Unterschiede muss man auf anderen Analysenebenen suchen. Meiner Meinung nach haben erfundene Beispiele dieselbe Erscheinung wie ein Zitat. Der einzige Unterschied besteht darin, dass für die Zitate, im Gegensatz zu den erfundenen Beispielsätzen, eine Referenz angegeben wird. Wie ich bereits dargestellt habe, kann es eine große Anzahl an Varianten geben: reale Beispiele, das heißt Zitate, bei denen nicht angegeben wird, aus welcher Quelle sie entnommen wurden (zum Beispiel in modernen Wörterbüchern, die auf einem Corpus basieren); es gibt Zitate, die sich neutralisieren (nach dem Sinn angewandt durch Rey-Debove, 1971: 306), modifizieren und wie erfundene Beispiele wirken können, und so weiter. Um den Unterschied zwischen Zitaten und erfundenen Beispielen zu verstehen, muss man eigentlich drei Kriterien beachten: ihre Form, ihren Inhalt und ihre Funktion. Letzten Endes werden diese drei Kriterien durch das Wesen des Genres des Wörterbuches selbst bestimmt, das die Beispiele miteinschließt. Ein pädagogisches Wörterbuch führt Beispiele ohne bibliographische Referenz an,wobei es sich um kurze Beispiele handelt, die manchmal auf einem kompletten Satz basieren und andere Male auf einem Syntagma (Form) mit einer einfachen und stereotypisierten Botschaft (Inhalt), mit dem Ziel die Verwendung eines Stichworts von einem semantischen, grammatischen oder pragmatischen (Funktion) Standpunkt aus darzustellen. Ein mit einer philologischen Methode erstelltes Wörterbuch, wie es das Diccionario del Español Actual (1999) ist, wendet Zitate an, keine erfundenen Beispiele, denn diese Art von Beispielen versucht nicht nur zu veranschaulichen, sondern auch die Verwendung der sprachlichen Einheit in einer bestimmten Zeit (der zweiten Hälfte des 20. Jahrhunderts) zu belegen (nicht ohne 687 Grund, denn es handelt sich schließlich um ein synchrones Wörterbuch). Die Wörterbücher vergangener Zeiten beinhalteten auch Beispiele. Bezüglich der benutzten Terminologie gehe ich davon aus, dass die Beispiele dieser Werke auch so benannt werden können, denn meiner Einschätzung nach können alle Aussagen, die zum Bezugsdiskurs des lexikographischen Artikels gehören, als Beispiele klassifiziert werden. Deshalb ist ein Zitat von Quevedo genauso ein lexikographisches Beispiel wie es auch ein erfundenes Beispiel ist, das in einem modernen Wörterbuch, wie dem Diccionario Salamanca de la lengua española, 1. Ed. 1996) angeführt wird, da es ein beispielhaftes Werk zitiert. Es ändern sich natürlich Form, Inhalt und Funktion der Beispiele. Die Wörterbücher des 17. und 18. Jahrhunderts veranschaulichten die Stichwörter mittels Zitaten, die die Lexikographen damals als autoridades bezeichneten. Heute verstehen wir unter autoridad diejenigen Beispiele, die aus dem Werk eines angesehenen Autors entnommen werden und in einem lockereren Verständnis jeglichen Textbeleg. Dieses Beispiel konnte verschiedene Formen, Inhalte und Funktionen haben. Aber was zweifelsohne das Beispiel zu einer Autorität macht, ist die Quelle, der es entstammt, im Allgemeinen eines Schriftstellers von sowohl durch den Lexikographen als auch durch die Gesellschaft anerkanntem Talent. In diesem Punkt ist die Festlegung eines literarischen Kanons und seiner Widerspiegelung im Wörterbuch von großer Wichtigkeit. Es existiert keine spezifische Funktion, die die lexikographische Autorität charakterisiert. Eine Autorität kann zum Beispiel dazu dienen, Archaismen zu bezeugen. Das Beispiel versteht sich hier nicht als Modell der guten Verwendung, sondern eher als Zeugnis der früheren Verwendung. Die Wörterbücher des Barock strebten danach, eine Norm ausgehend von herausragenden literarischen Werken festzulegen, die so der Sprache Prestige verliehen. In diesen Fällen hatten die Wörterbücher einen sowohl ästhetischen als auch kulturellen Zweck. Schließlich konnten die Wörterbücher letzten Endes die korrekten Verwendungen, die erlaubten und eleganten Konstruktionen der Sprache widerspiegeln. Das lateinische Wort auctoritas bedeutete im Gerichtswesen ‛Garantie‟. Es ist offensichtlich, dass die zeitgenössischen Wörterbücher keine Autoritäten besitzen. Es handelt sich unserer meiner Meinung nach um eine Kategorie, die in der Lexikographie nicht mehr eingesetzt wird. Paradoxerweise lassen sich immer öfter Wörterbücher finden, die auf Beispielen oder sogar auf Zitaten basieren. Aber die aktuellen Zitate sollten nicht als Autoritäten betrachtet werden. Eine Autorität besitzt einen normativen Wert, den die aktuellen lexikographischen Verzeichnisse im Allgemeinen nicht mehr haben. Die Autoritätenzitate werden einem gesellschaftlich anerkannten Kanon entnommen, was den aktuellen Referenzkorpora, die nicht kraft eines Kanons sondern anhand anderer Kriterien erarbeitet werden, nicht mehr entspricht. Ich habe schließlich drei Beispiele von lexikographischen Beispielen je nach der Funktion, 688 die sie im Laufe der Geschichte der Lexikographie innehatten, vorgeschlagen. Zunächst können Beispiele Autoritäten genannt werden, wenn die Quelle über ein sehr hohes Prestige verfügt. An zweiter Stelle stehen die philologischen Zeugnisse. Die Funktion dieser Beispiele ist es, die reale Verwendung eines Stichworts in einem konkreten Moment der Sprachgeschichte aufzuzeigen. Die Beispiele sollten authentischen Texten entnommen werden und eine bibliographische Referenz beinhalten. In vielen Fällen sind die Autoritäten und Verwendungsbelege sich so ähnlich, dass man sie nicht unterscheiden kann. Die historischen Wörterbücher und viele Verzeichnisse des neunzehnten Jahrhunderts enthalten den Autoritäten sehr ähnliche Zeugnisse, wie wir eben festgestellt haben, aber sie haben nicht deren symbolischen und normativen Wert. Als Ergebnis der Fortschritte in der Linguistik, genauer gesagt im Bereich der Syntax, entwickelten sich die Zeugnisse zu illustrativen Beispielen, die diejenigen sind, die in den allgemeinen und pädagogischen, in den zwei- und einsprachigen sowie in den zeitgenössischen Wörterbüchern überwiegen. Es können Zitate oder genauso erfundene Beispiele sein, aber in beiden Fällen zeigt sich ein von der Mehrheit der Sprecher angenommenes Sprachmodell. Es handelt sich außerdem um ein auf der zeitgenössischen Sprache basierendes Modell. Da die Verwendungsbelege aus literarischen Werken stammen, die zahlreiche Abweichungen von der Standardsprache aufweisen können, sind sie von sekundärem Wert. Um gute Verwendungsbeispiele zu erhalten, greifen Lexikographen daher bevorzugt auf Korpora mit Pressetexten zurück oder stützen sich auf ihre muttersprachliche Kompetenz. Im zweiten Kapitel dieser Arbeit gebe ich einen historischen Abriss über die Verwendung von auf Autoritäten zurückgehende Zitate, um zu zeigen, dass eine ununterbrochene Tradition existiert, die mit der philologischen Arbeit der alexandrinischen Grammatiker und mit den späteren lateinischen Grammatikern der klassischen Antike beginnt und sich fortsetzt bis sie praktisch die Lexikographie des zwanzigsten Jahrhunderts erreicht. Das Autoritätsprinzip entsteht, um ein auf der Sprache der Schriftsteller basierendes Korrekturkriterium festzulegen. Die Philologen der Antike etablierten mindestens drei Kanons, auf die man die sprachliche Norm stützen konnte: die Analogie, die allgemeine Verwendung und die Autorität. Letzterer beschränkte sich nur auf Fälle, in denen die Grammatikregeln oder auch die Verwendung durch die Mehrheit nicht ausreichten, um einen sprachbezogenen Zweifel zu beheben. Dennoch gewann das Autoritätsprinzip mit der Zeit allmählich an Bedeutung. Sowohl auf Latein als auch auf Griechisch begannen zwei Varianten zu existieren: eine gebildete von archaisierendem Charakter und eine umgangssprachliche, die entwickelter war. Diese Diglossiesituation rief ein Dilemma zwischen den Grammatikern hervor, die sich damit auseinandersetzten, ob sie die zeitgenössische Sprache zeigen sollten oder aber die großen Schriftsteller der 689 Vergangenheit. Da es keine klare Unterscheidung zwischen Grammatik, Rhetorik und literarischen Studien gab und die Theorie des ständigen Sprachverfalls weit verbreitet war, siegte das archaisierende Kriterium, das sich auf die Sprache der großen Autoren (bei Fehlen der Sprache der gebildeten Leute, wie Quintilliano bedachte) stützte. Das Konzept der sprachlichen Norm entwickelte sich von da ab im Laufe der Zeit in zyklischer Form. Zu allen Zeiten gab es Grammatiker, die daran festhielten, dass sich die Reinheit der Sprache eingeschlossen im Werk der ehrwürdigen Schriftsteller der Vergangenheit befände. In Griechenland treffen wir auf die Attizisten, im antiken Rom auf die Antiquare, im Italien der Renaissance auf Pietro Bembo und die Akademiker der Accademia della Crusca. Das Autoritätsprinzip wurde schließlich auf die romanischen Sprachen übertragen, wobei die großen griechisch-lateinischen Wörterbücher als Modell dienten. Das Mittelalter bedeutete offen gesagt einen Rückschritt bezüglich der Kenntnis der klassischen Sprachen. Die Humanisten wollten die wahrhafte Latinität (latinidad) zurückgewinnen und reformierten deshalb das System der Lehre des Lateinischen komplett, indem sie sich von da ab ausschließlich auf die direkten, aus erster Hand zitierten Quellen bezogen. Aus diesem Grund musste jedes gute Latein- oder Griechischwörterbuch über Autoritäten verfügen, die garantierten, dass die Stichwörter einer guten Latinität (oder der klassischen griechischen Sprache) entsprangen. Wenn ein Stichwort nicht bei Cicero, Virgilio oder irgendeinem als kanonische angesehenen antiken Autor dokumentiert war, wurde es sofort als barbarisch abgelehnt. Das gleiche Schema übertrug sich auf den Rest der modernen Sprachen, mit dem Unterschied, dass Latein seit Jahrhunderten nicht mehr als Muttersprache gesprochen wurde, während die modernen europäischen Sprachen lebendige Sprachen waren. Das erforderte folglich eine Norm festzusetzen, die nicht nur alle Varietäten einer Sprache vereinen, sondern der besagten Sprache auch das Prestige verleihen sollte. Dafür waren die Schriftsteller und Dichter die besten Modelle, auf die man sich stützen konnte. Sie garantierten die gute Verwendung und die Richtigkeit der Stichwörter. In Italien hatte das Kriterium der Autorität einen ausgeprägt archaisierenden Charakter (obwohl das Vocabolario degli Accademici della Crusca sporadisch von zeitgenössischen Autoren entnommene Stichwörter zuließ). Die questiones della lingua, wie man dort die Diskussion um die Festlegung eines Standards, der als sprachliche und kulturelles Vermittlungsinstanz (vehículo) zwischen den unterschiedlichen italienischen Staaten dienen sollte, nannte, tendierten zu den Ansichten von Pietro Bembo, einem Ciceronianer, der als Norm das Toskanisch des vierzehnten Jahrhunderts vorgeschlagen hatte. Dahingegen berücksichtigte man den Vorschlag von Baltasar de Castiliglione, der einen auf der zeitgenössischen Hofsprache basierenden Standard verteidigte, nicht. In Frankreich dagegen nahm das Autoritätsprinzip eine radikal andere Wendung. Die Autorität verlagert 690 sich auf die zeitgenössischen Schriftsteller und die Académie française, die auf Bestreben des Kardinals Richelieu gegründet wurde, veröffentlichte ein Wörterbuch ohne Zitate, das sich aber auf die Autorität der Akademiker, die es verfassten und die gleichzeitig die großen Schriftsteller in französischer Sprache waren, selbst, stützt. Dennoch entschieden sich andere Lexikographen Zitate einzuführen, die die lexikographischen Artikel ihrer Werke verschönern und veranschaulichen sollten. Dies ist der Fall bei den Wörterbüchern von Richelet de Furetière. Gleichzeitig und ohne ihren ästhetischen Zweck zu vergessen wurden die Zitate auch zu einer Quelle der Vermittlung enzyklopädischen Wissens, was die bürgerliche Gesellschaft der Zeit von den Wörterbüchern verlangte. In Spanien begünstigte die ausgeglichene Position der Real Academia die Veröffentlichung eines Wörterbuchs, das sich nicht nur auf literarische Autoritäten sondern auch auf die Verwendungszeugnisse stützte. Wenngleich es richtig ist, dass die dritte Ausgabe des Vocabolario degli Accademici della Crusca (1691), ein von den Spaniern ausdrücklich verwendetes Modell, über Artikel mit literarischen Autoritäten und mit Textbelegen von zweitrangigem Wert verfügte, um Stichwörter zu veranschaulichen, die sich in den ersten nicht befanden, muss man sagen, dass dieses Vokabular (vocabulario) weiterhin das toskanische Modell des vierzehnten Jahrhunderts als das ideale ansah. Dagegen gab die erste Ausgabe des Diccionario der Real Academia ihren Quellen eine vernünftigere Verwendung: das zugrunde gelegte Sprachmodell war nicht archaisierend. Die Mehrheit der Autoritäten entsprach Autoren des sechzehnten Jahrhunderts und vor allem des siebzehnten, mit einer immer höheren Anzahl an Autoren des achtzehnten Jahrhunderts, wie man an den nachfolgenden Bänden, die nach und nach veröffentlicht wurden, sehen kann. Das war kein Hindernis, um schließlich auch Archaismen, spanische und voces castizas einzuschließen. Der große Erfolg der Academia bestand sowohl in der Verwendung der literarischen Quellen als auch der nichtliterarischen Quellen, um Stichwörter zu dokumentieren, die sich andernfalls nicht mit Beispielen hätten belegen lassen können oder die nicht einmal in die Nomenklatur aufgenommen worden wären. Das neunzehnte Jahrhundert bedeutete einen authentischen Paradigmenwechsel, nicht nur in den exakten Wissenschaften, sondern auch im Bereich der Linguistik. Die historisierende Wendung bewirkte, dass die Autoritäten, die die korrekten und eleganten Sprachverwendungen aufzeigten, erneut aufgegriffen wurden, um zu echten philologischen Zeugnissen, in denen man man die verschiedenen Verwendungen eines Stichwortes über die Geschichte hinweg sammelte, zu werden. Das erlaubte, die orthographischen, semantischen und syntaktischen Veränderungen im Wortschatz einer Sprache darzustellen. Zur gleichen Zeit werden die ersten strikt synchronen Wörterbücher geschrieben (zumindest in Frankreich). Indem man den archaisierenden Charakter der Beispiele tilgte, verschwand auch der symbolische Wert der Autorität selbst. Das ist der 691 Moment, in dem die Autoritäten keine privilegierten Zeugnisse mehr sind und zu beschreibenden Beispielen der zeitgenössischen Verwendung werden. Wie es auch im Fall der Grammatiken geschah, wurden Wörterbücher zunehmend aus einer ausschließlich deskriptiven Perspektive verfasst, mit der Folge, dass sich die zeitgenössische Sprache gegenüber der antiken literarischen Sprache durchsetzte. Das ist meiner Meinung nach das Ende des Autoritätsprinzips. Das dritte Kapitel der vorliegenden Arbeit konzentriert sich auf die Analyse der drei allgemeinen Wörterbücher des Spanischen mit Autoritäten. Das erste, das Diccionario castellano des Paters Terreros entspricht dem Paradigma der Aufklärung. Es handelt sich um ein Wörterbuch, das die Autorität der guten Schriftsteller nicht ablehnt, sie aber der Vernunft und der allgemeinen Verwendung unterordnet. Das Diccionario castellano wandte sich an Nutzer gehobener Kultur. Die Vernunft ist der Feind der Ignoranz und Terreros überlässt es dem gebildeten Nutzer, zwischen den dem Kastillischen eigenen Stichwörtern und denen, die es nicht sind, zu unterscheiden. Die beständige Verwendung ist es, die die Stichwörter autorisiert. Deshalb sollten nach Meinung Terreros´ einzig diejenigen, die zu einem spezialisierten Bereich gehören oder diejenigen, die aus Exotismen bestehen, von einer Autorität unterstützt werden. Tatsächlich gibt es nur spärliche Zitate in diesem Wörterbuch. Terreros bringt vor allem poetische Fragmente von Lope de Vega oder auch Prosatexte von Cervantes ein. Am häufigsten kommen Referenzen ohne Text vor. Das Diccionario castellano möchte ein gründliches Wörterbuch sein, in dem alle Arten von Stichwörtern eingeschlossen sein sollen: Archaismen, allgemeine Stichwörter, Technizismen/Fachausdrücke, unzählbare Lehnwörter (préstamos) aus anderen Sprachen, usw. Aber die Quellenanalyse verdeutlicht, dass im Fall der Literatur die meisten Referenzen aus Werken von Autoren des siebzehnten Jahrhunderts entstammen, während Terreros für die wissenschaftlich- technischen Quellen die aktuelleren Abhandlungen ausbeutete. Außerdem erwähnte der Jesuit fortwährend andere Wörterbücher, um die Äquivalente oder die Synonyme des Lemmazeichens zu dokumentieren oder auch um deren Definition vorzuschlagen, obwohl jene Wörterbücher sehr häufig stark kritisiert wurden. Die Erfahrung, die auf seinem Kontakt mit der Wirklichkeit, die er beschreiben wollte, basiert, und die die Texte der Autoritäten dienten ihm dazu, die vermeintliche Unfehlbarkeit der Wörterbücher zu entlarven. Das zweite analysierte Verzeichnis ist das Gran diccionario de la lengua española, verfasst von Adolfo de Castro. Dieses Werk beinhaltet, obwohl es nicht abgeschlossen ist, eine große Anzahl an Zitaten. Was dieses Wörterbuch ausmacht, ist sein Interesse für die literarische Sprache und die fast vollständige Vernachlässigung des zeitgenössischen wissenschaftlichen Wortschatzes. Es handelt sich um kein historisches Wörterbuch, aber 692 der alte Wortschatz, vor allem der literarische, ist in seiner Nomenklatur sehr präsent. Die Zitate basieren auf Gedichten, auf Theaterstücken und weniger häufig auf Prosawerken. Castro, der als Herausgeber in der Sammlung Biblioteca de Autores Españoles arbeitete, nimmt sein Wörterbuch als philologisches Werkzeug wahr, das dazu dienen sollte, die literarischen Texte der Vergangenheit richtig zu interpretieren. Ebenso wie Terreros bedient sich Adolfo de Castro zahlreicher Wörterbücher. Mittels dieser versucht er die Bedeutung der Stichwörter festzulegen, aber deren Autorität ist auch hier den durch die authentischen Texte dargebotenen Beispielen unterworfen. Das Sprachmodell, das im Gran diccionario de la lengua española wiedergespiegelt wird, ist letzten Endes archaisierend und mit einer sehr gehobenen literarischen Komponente versehen. Die meisten Zitate entstammen dem siebzehnten Jahrhundert und in geringerem Maße dem sechzehnten Jahrhundert. Dahingegen sind das Zeitalter der Aufklärung und das achtzehnte Jahrhundert sehr wenig vertreten. Das letzte Verzeichnis, das wir analysiert haben, ist schließlich das Gran diccionario de la lengua castellana von Aniceto de Pagés, fortgeführt von José Pérez Hervás. Das am Ende des neunzehnten Jahrhunderts begonnene Wörterbuch wird bereits zu Beginn des zwanzigsten Jahrhunderts vollständig veröffentlicht. Die vollständige Quellenanalyse offenbart, dass dieses Werk einen Wendepunkt in der Art und Weise, wie das Autoritätsprinzip wahrgenommen wird, markiert und dabei handelt es sich nicht um eine anekdotenhafte Feststellung. So verschwindet tatsächlich in den letzten beiden Bänden die Bezeichnung Autoritäten aus dem Titel. Nach und nach setzt sich der Begriff Beispiel durch. Die alten Quellen werden oft durch zeitgenössische Quellen ersetzt. Tatsächlich stammt die Hälfte der Zitate von Autoren des neunzehnten Jahrhunderts. Andere Wörterbücher werden kaum zitiert. Deren Autorität als Beleg für den korrekten Gebrauch (eines Ausdrucks) ist verschwunden. Die Artikelstruktur ist im Gegensatz zu Vorgängerwörterbüchern komprimiert und auch sehr standardisiert. Es ist davon auszugehen, dass Aniceto de Pagés dieses Wörterbuch als eine Aktualisierung des Diccionario de autoridades, das nicht wiederaufgelegt worden war, verstand. Es führt dessen Geist fort, indem es beendet, was die Akademiker des achtzehnten Jahrhunderts ihrerzeit gemacht hatten: hauptsächlich die Texte der jüngsten Autoren zugrunde zu legen. Das Gran diccionario de la lengua castellana folgt keinem synchronischen Kriterium. Wie die zuvor analysierten Wörterbücher ist auch dieses ein Verzeichnis, das versucht, den Wortschatz der spanischen Sprache zu sammeln ohne dabei Archaismen, Fachausdrücke oder literarische Ausdrucksweisen außer Betracht zu lassen. Meiner Meinung nach wäre das Werk viel mehr geschätzt worden und von einer viel größeren späteren Wirkung gewesen, wenn die bibliographischen Referenzen vollständig gewesen wären. Der große Schwachpunkt beruht auf der Tatsache, dass diese mit Ausnahme der 693 anonymen Werke jeweils nur den Namen des Autoren beinhalten. Dies bedeutete eine wahrhafte Katastrophe für die Rezeption des Werkes, da der Name einer Person nicht soviel Information übermittelt wie der Titel des Werkes, selbst dann wenn die Seite nicht angegeben wird. Der Titel zeigt zum Beispiel, ob die Quelle literarisch, juristisch oder wissenschaftlich ist. Die Titelangabe erlaubt, dass das gesamte Zeugnis leichter zu finden ist. Dahingegen hinterlässt die bloße Referenz eines Namens die Beispiele sehr oft in einer virtuellen Anonymität. Was das Studium der lexikographischen Autoritäten in meiner Arbeit aufgezeigt hat, ist, dass man, um Zweck und Machart der Wörterbücher richtig zu verstehen, diese als eng an ihre Zeit gebunden begreifen muss. Das Studium ihrer Form sollte nie andere Facetten wie die damals verteidigten linguistischen Strömungen, den vorherrschenden literarischen Kanon oder sogar die politischen Diskussionen und Meinungen außer acht lassen. In der vorliegenden Arbeit konnten nicht alle wichtigen Aspekte berücksichtigt werden. Ich bin mir dessen bewusst, dass eine Studie dieser Art sich auch auf die historische Analyse des Wortschatzes hätte fokussieren können. Die Herkunft der Wörter, die Wortschöpfung oder auch auf ihre erste Dokumentation, die Evolution ihrer Bedeutung, die Analyse der morphologischen Wortbildungsprozesse, die Feststellung der Existenz von Neologismen, das diachronische Studium des wissenschaftlich-technischen Wortschatzes und viele andere Aspekte hätten untersucht werden können. Wegen des immensen Umfangs der Forschungsliteratur musste eine Auswahl getroffen werden. In der vorliegenden Arbeit liegt der Schwerpunkt auf dem Quellenstudium, mit dem Ziel, in groben Zügen festzustellen, welche Art von Sprache (archaische oder zeitgenössische Sprache, literarische oder Allgemeinsprache, usw.) im Wörterbuch beschrieben wurde und welche Autoren als geeignet angesehen wurden, um als Autorität zu dienen - gegenüber dem beabsichtigten oder unbeabsichtigten Vergessen anderer. 694 695 8. BIBLIOGRAFÍA 8.1. Gramáticas y diccionarios citados ACADEMIE FRANÇAISE (1694): Dictionnaire de L’Académie Françoise dedié au Roy, Paris, Jean Baptiste Coignard. ACCADEMIA DELLA CRUSCA (1691): Vocabolario degli Accademici della Crusca: in questa terza impressione nuovamente corretto e copissamente accresciuto, Firenzi, Stamperia dell‟Accademia della Crusca. AGUSTÍN DE HIPONA (1961) [s. 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