MARÍA ISABEL 'Vf1!''''' .LJ CARNEIRO MUJERES r LITBRATURA DEL SIGLO DE ORO PACIOS PROFANOS Y E PACIOS CONVENTUALES MARÍA ISABEL BARBEITO CARNEIRO MUJERES Y LITERATURA DEL SIGLO DE ORO ESPACIOS PROFANOS Y ESPACIOS CONVENTUALES llustración de cubierta: joven tksconocid4 pintada por Sánchez CocHo (ca. 1567). Museo del Prado. Madrid. Ilustración de contracubierta: Retrato silueteado de Isabel Barbeito, por Joaquín Roldán. Diseño: Ángel Sanz Martín Disefio de interior y prcimpresión: SAFEKAT, S. L. Supervisión: Jacinto Anrolin © M,a Isabel Barbcito Carneiro Email: barcajois@tcrra.es ISBN: 978-84-6 11 -5499-9 Depós;ro legal: M. 20.626-2007 Impresi6n Digital: SAFEKAT, S. L. Bdmonre de Tajo, 55 - 3°A - 28019 Madrid Email: safeka[@centcocom.cs A TI. ". Estatua de Beatriz Calindo «La Latina. (fase de modeúuJo en barro), para el mo­ numento inaugurado en Madrid el3 J de mayo de J 999, obra del Escultor José Luis Par" (al fondo) y del Arquitect j ; y > i; i > y; ss > s; f > e, z; u > b/v; v > u. No obstante, a veces se mantienen léxico, giros y expre­ siones que acercan al lector a las obras originales, e incluso pueden estimularlo a leerlas. Así, por ejemplo, las contracciones que afectan a un pronombre personal o a un posesivo o demostrativo, como dél. deste; y los pronombres enclíticos a la forma verbal de que dependen: miró/e, el adverbio ami, etc. Los títulos aparecen transcritos literalmente. Dentro de los textos, la identificación se hace mediante referencias simplificadas o aquellas que se consideran adecuadas para algunos casos, como pueden ser las novelas de María de Zayas, las obras de Teresa de Jesús, etc. 18 " lNfRODUCCION De las obras manuscritas e impresas, cuya rareza o antigüedad lo aconsejan. se facilitan las localizaciones. En cuanto a los significados de algunas voces raras por haber caído en desuso, que no figutan en el DRAE, se aclaran mediante nota al pie. Agradecimientos Siempre, a mi madre. Además, quiero expresar mi gratitud a cuantos me han ayuda­ do de una u otra forma. La lista sería interminable. Por ello, destaco: a José Sim6n-Dlaz, que me encauzó con su excelente magisterio por esta línea de investigación; a Joaquín Roldán Pascual, por su a1entadot padrinazgo moral y aportaciones gráficas; a Luis Miguel Aparisi Laporta por su disponibilidad; a José Barros Campos, por los datos informati­ vos y atinadas correcciones; a la ayuda del Técnico informático Rowell Vásquez; ya la experta e incondicional intervención de Jacinto Antolín Alonso, decisiva para superar los escollos de otra malograda edición. A mi tlo Rafael Carneiro, por su preciada carta sobre este trabajo. Y, junto a otras personas que se mencionan a lo largo de la obra, a las/ los autoras/autores, citados o no, que a través de los tiempos vienen contribuyendo desde distintas perspectivas al conocimiento de la parte más velada de la Humanidad. I En cuanto a centros de consulta e investigación, de manera muy especial: a la Biblio- , teca Nacional y Archivo Histórico Nacional, de Madtid; Biblioteca de la UCM «Mar- . ¡ qués de Valdeeill.,.; al P. Matlas Fernández, Archivero de la Parroquia de San Sebastián; e igualmente a los conventos de las distintas órdenes religiosas, que se citan en el corpus y selección epistolar. Por último, sería ingrata si no agradeciera a mis fieles mascotas Rubí y Blanqui su bonancible compañía. 19 ~. " ", 2 SIGLAS Y ABREVIATURAS UTILIZADAS ACCY AJEM. AFIO AHN AHTE AJA. ARME BAC BAE B.L.H. BNM ca. CC Ct e.S.I.e. DRAE 0.° EC EP ff. fol. FUE NE NBAE pI. REP SE SS V.E. Y.I. Atchivo Conventual de la Concepción, de Valladolid. Anaks tÚl Instituto tÚ Estudios Madrikños. Archivo Ftanciscano lbero-Otiental. Archivo Histórico Nacional, de Madrid. Autoras en la historia del teatro español. Revista Archivo Ib~ro-Am~ricano. Archivo del Real Monasterio de la Encarnación, de Madrid. Biblioteca de Autores Cristianos. Biblioteca de Autores Españoles. José Simón Oíaz: Bibliografia tÚ la Literatura Hispdnica. Biblioteca Nacional de Madrid. Clrca. Cantar tÚ los Cantares traducido por Fr. Luis de León . Cantar tÚ los Cantam.para citas bíblicas. Consejo Superior de Investigaciones Científicas. Diccionario tÚ la Lengua Española. Real Academia Española. D.sengafios amorosos (Parte segunda tÚl Sarao . . .), de María de Zayas y Sotomayor. Espacios conventuales. Espacios profanos. folios. folio. Fundación Universitaria Española. Novelas ejemplares, de María de Zayas y Sotomayor. Nueva Biblioteca de Autores Españoles. pliego. Repertorio/s. Selecc ión epistolar. Manuel Serrano y Sanz: Apuntes para una Biblioteca tk Escn'toras Españolas. tomos 1 y !l . Vuestra Excelencia. Vuestra Ilustrísima. V. rnd. Vuestra merced. V.S. Vuestra señoría. Yid., Ys. Véase I véanse. 11 Ys. tb. Véase I véanse también . 2 1 Retrato tÚ la Emptratriz Isab,l. Tiziano (1477-1576). 3 CRONOLOGÍA CONTEXTUAL 1499. 1499. febrero, 1. 1500, febrero, 24. 1503, marzo, 10. 1503, octubre, 23. 1504, noviembre, 26. 1505, enero, 11. 1505. 1506, marzo, 18. 1506, septiembre, 25. 1506, octubre, 1. 1507. 1508. 1509. 1511. 1512. Publicación de La Celestina, de Fernando de Rojas, obra que se con­ sidera "puerta de entrada» al Siglo de Oro. Muere el Infunte don Miguel de Portugal, hijo de Isabel de Aragón y heredero de los Reyes Católicos. Nace en Gante el futuro Carlos I de España y V de Alemania. Nace en Alcalá de Henares don Fernando, hijo de Juana la Loca y Felipe el Hennoso, que seda Emperador de Alemania. Nace en Lisboa la futura Emperatriz Isabel, hija de los Reyes de Por­ tugal D. Manuel elAforttmado y D.a María, hija ésta de los Reyes Católicos. Muere en el castillo de la Mota, de Medina del Campo, Isabel I de Casti lla. Las Cortes de Castilla y León reconocen por Reyes a Juana I la Loca y Felipe I el Htrmoso. Publicación en Toledo del Libtr qui dicitur Ang,1a tk Fulginio, por orden del Cardenal Cisneros. Contrae segundas nupcias Fernando el Católico con Germana de Foix. Fallecimiento de Felipe I ,1 Htrmoso, en Burgos. El Cardenal fray Francisco Jiménez de Cisneros es nombrado Regen­ te de Castilla. Regencia de Fernando el CatóLico y Cisneros. Unive",idad de Alcalá de Henares, a instancias del Cardenal Cisneros. Boda de Catalina de Aragón, hija de los Reyes Católicos, con Enri­ que V!ll de Inglaterra. Primera edición del Palmtrln tk Olivia, de aurora anónima. Tb. de la traducción al castellano, hecha por Fr. Antonio de la Peña, de las biografras de Raimundo de Capua: La vida tk f. . .} sancta Caterina tk Sma f. . .} Joana tk Orbieto y [...} Margarita tk Castello. Segunda paste del Palmerín de alivia: Primaleón, obra de la misma autora anónima. Asimismo se publican las Epístolas y oraciones, de Catalina de Siena. 23 1515. marzo. 28. 1515 / 151 7. 1516. enero. 23 . 151 7. abril. 5. 151 7. ocrubre. 31. 151 7, noviembre, 8. 1520. ocrubre. 22. 1521. 1526. 1526. marzo. 11. 1527. mayo. 21. 1528. junio. 21. 1534. 1535. junio. 24. 1535. noviembre. 23. 1536. enero. 8. 1536. sepriembre. 8. 1539. mayo. 1. 1539. junio. 18. 154 1. 1545- 1563. 1545. julio. 8. 1547. ocrubre. 9. 1554. MUJERES Y LITERATURA DEL SIGW DE ORO Nace en Gorarrendura (Avila). Teresa de Cepeda y Ahumada ~ (de Jesús). Regencia de Cisneros. Impresión de la Biblia polfglora compluren­ se (15 14-1517) . Muere en Madrigalejo (Cáceres) el Rey Fernando el Católico. Es proclamado Rey de Espafia don Carlos de Ausrria. hijo de Juana la Loca y Felipe el Hermoso. Lutero hace publicar en Wittemberg sus 95 tesis contra las bulas del Papa. Muere en Roa de Burgos el Cardenal Cisneros. Carlos 1 de España es coronado en Aquisgrán como Emperador de Alemania. Excomunión de Martín Lutero. Se publica el Tercer Abtcedario espiritual de Francisco de Osuna. Isabel de Portugal contrae matrimonio en el Alcázar de Sevilla con Carlos 1 de España y V de Alemania. Nace Felipe n. en Valladolid. Nace en Madrid María de Austria. hija de Carlos V e Isabel de Por­ tugal. que será Emperatriz por su matrimonio con Maximiliano H. Ignacio de Loyola funda la Compafifa de Jesús. Nace en Madrid Juana de Austria. hija de los Emperadores Carlos e Isabel. madre del Rey don Sebastián de Portugal y fundadora de las Descalzas Reales. Muere en Madrid Beatriz Galindo la Latina. Muere Catalina de Aragón. hija de los Reyes Católicos y esposa de Enrique VIII de Inglaterra. Muere en Liria, siendo Virreina de Valencia, Germana de Foix. Fallecimiento en Toledo de la Emperatriz Isabel. esposa de Carlos V. Primera edición de M enosprecio de Corte y alabanza de aldea. de Fr. Antonio de Guevara. en Valladolid. impreso por Juan de Villa­ quirán. Nace San Juan de la Cruz. Concilio de Trento. Nace en Valladolid el Pdncipe don Carlos. hijo de Felipe 11 y de su primera esposa María Manuela de POrtugal. Se bautiza en Alcalá de Henares a Miguel de Cervantes Saavedra. Parece probable que naciera el 29 de septiembre en Arganda del Rey (por entonces, perteneciente al Concejo de Alcalá de Henares) 7, Primera edición conocida de la novela picaresca Vida de Lazarillo de Tonnes. 7 Según una teoría muy verosímil , argumentada por el Profesor José BARROS CAMPOS. V S. «La Cuna de Cervantes» (2005); «Viajes de Rodrigo de Cervames a Valladolid y a Andaluda» (2006). 24 1554, abril, 12. 1554, julio, 25. 1556, enero, 16. 1558, septiembre, 21. 1558, noviembre, 17. 1559. 1559, junio, 22. 1561. 1562. 1562, noviembre, 25. 1565. 1566, agosto, 12. 1567, octubre, 10. 1568, julio, 24. 1568, octubre, 3. 1570, mayo, 4. 157 1, octubre, 7. 1573, diciembre, 8. 1576. 1578, abril, 14. 1578, octubre, 1. 1580. 1580, septiembre, 19. 1580, septiembre, 26. 1580, octubre, 26. 1582, octubre, 4. 1583. CRONOLOGfA CONTEXTUAL Muere en Tordesillas Juana la Loca. En la catedral de Winchester se ratifica el matrimonio de Felipe 11 y Maria T udor. Carlos V abdica en su hijo Felipe la Corona de España; el año ante­ rior había abdicado en el mismo la soberanía de los Países Bajos. Fallece en el Monasterio de Yuste (Cáceres), el Emperador Carlos V. Muere Maria Tudor, segunda esposa de Felipe H. El Inquisidor general Fernando de Valdés publica su Cathalogus librorum (fndice de libros prohibidos). En París, se celebra - por poderes- el matrimonio de Isabel de Valois con Felipe 11. Proclamada Madrid capital de las Españas, Felipe n lija en ella la Cor­ te. Ese mismo afio, Fr. Luis de León acomete la traducción al castella­ no del Cantar de los Cantares, a instancias de la monja Isabel Osorio. Fundación en Ávila del Convento de Carmelitas descalzas de San José, primero de la reforma de Teresa de Jesús. Nace en Madrid Lope de Vega. Publicación de la primera novela de tema morisco, Historia del Aben­ u "aje y la hermosa jarifo. Nace en Balsaín (Segovia) Isabel Clara Eugenia, hija de Felipe 11 y de su tercera esposa Isabel de Valois. Nace del mismo matrimonio. Catalina Micaela. Muere en prisión el Príncipe Don Carlos. Fallecimiento de Isabel de Valois, tercera esposa de Felipe Il. Casamiento por poderes de Felipe 11 y Ana de Austria. Juan de Austria, el hijo bastardo de Carlos V, vence en Lepanto a la armada turca. Muerte en Madrid de la Princesa Juana, hermana de Felipe 11. Absuelto por la Inquisición de Valladolid, Fray Luis de León regre­ sa a Salamanca. Nace en Madrid Felipe IlI , hijo de Felipe 11 y Ana de Austria. Muere en Flandes Juan de Austria. Anexión de Portugal a España. Miguel de Cervantes Saavedra es rescatado de su cautiverio por los Trinitarios, mediante el pago de 500 escudos. Francisco de Quevedo, que había nacido el día 17, es bautizado en la partoquia de San Ginés, de Madrid. Fallece la cuarta esposa de Felipe 11, Ana de Austria. Muere Teresa de Jesús. La reforma del ealendario gregoriano al día siguiente determina el cambio de fecha al 15 de octubre. Edición príncipe de Lo perfecta casada, de Fray Luis de León, cuya redacción destinada a María Varela Osorio para o rientarla en su vida matrimonial parece estar muy próxima a la traducción del Can tar tÚ los Cantarts. 25 1585, enero, 19. 1588. 159l. 1597. 1598, septiembre, 13. 1598, noviembre, 6. 1598, noviembre, 13. 1599, noviembre, 11. 1599. 1600, enero, 17. 1600. 1601, enero, 10. 1603, febrero, 26. 1603, diciembre, 14. 1605, enero. 1605, febrero. 1605, abri l, 8. 1606, febrero-marzo. 1607. 160S. enero-marzo. 1611 , octubre, 3. 1613. 161 4. 1615 . 1615. 1615, octubre, 18. MUJERES Y LITERATURA DEL SIGLO DE ORO Matrimonio de la Inftnta Catalina Micaela con el Duque de Sabo­ ya Carlos Manuel. Destrucción de la Armada Invencible. Muere el pintor Sánchez Coe- 110 y nace Ribera (El Españokto). Mueren Fray Luis de León y San Juan de la Cruz. Muere Juan de Herrera, arquitecto del Monasterio de El Escorial. Felipe II cede los Países Bajos a su hija Isabel Clara Eugenia, bajo el protectorado de España. Fallecimiento de Felipe II en El Escorial. Catalina de la Cerda y Sandoval, hija del Duque de Lerma, contrae matrimonio con Pedro Fernández de Castro, que será VII Conde de Lemos. El Papa Clemente VIII celebra en Ferrara el doble matrimonio de Felipe III con Margarita de Austria, e Isabel Clara Eugenia con el Archiduque Alberto de Austria. Felipe III concede a su primer ministro y privado el titulo de Duque de Lerma. Nace el pintor Velázquez y Mateo Alemán publica la primera parte de la Vida tk Guzmdn tk Alforache. Nace en Madrid Calderón de la Barca. Nacen el escritor Baltasar Gracián y el pintor y arquitecto Alonso Cano. Traslado de la Corte a Valladolid. Muerte de la Emperatriz María de Austria. Prisión de Magdalena de Guzmán, II Marquesa del Valle. Se publica la primera parte del Quijote, en Madrid, por Juan de la Cuesta. También en 1605 sale la edición príncipe de La PlcaraJus­ tina. Sentencia de Magdalena de Guzmán, II Marquesa del Valle. Viene al mundo en Valladolid el futuro Rey Felipe IV. Nuevo traslado de la Corte a Madrid. Nace Francisco de Rojas Zorrilla. Libertad de Magdalena de Guzmán, II Marquesa del Valle. La Reina Margarita de Austria muere en El Escorial. Se imprimen en Madrid las Novelas Ejemplares, de Miguel de Cer­ vantes. Cervantes escribe Los trabajos tk Persiks y Sigismunda, que se publi­ caránen 161 7. Nace en Sevilla el pintor Murillo. Publicación de la segunda parte del Quijote; y Ocho comedias y ocho entremeses nuevos. Se celebran, por poderes, en Burdeos los esponsales de Felipe IV e Isabel de Borbón; y en Burgos, los de Ana de Austria, hija de Feli­ pe III y Margarita de Austria, con Luis XlII de Francia. 26 1616. 1616, abril, 23. 1618, octubre, 4. 1621, marro, 31. 1621, julio, 13. 1623. 1625, octubre, 10. 1626. 1627. 1629, abril, 7. 1629, abri l, 25. 1629. 1633, julio, 10. 1633, diciembre, l. 1635. 1635, agosto, 27. 1636. 1638. 1640. 1641. 1641. 1642, julio, 1. 1643, enero. 1644, octubre, 6. 1645, septiembre, 8. 1648, noviembre, 8. 1652, noviembre, 21. CRONOLOGlA CONTEXTUAL Primera edición de las obras de San Juan de la Cruz (excepto el Gin­ tico espiritual). Muere en Madrid Miguel de Cervantes Saavedra. Lo entierran en el convento de las Trinitarias descalzas. Ese mismo año muere Shakespeare. Caída del Duque de Lerma. Muere en Madrid Felipe III. Fallecimiento del Archiduque Alberto, esposo de Isabel Clara Eugenia. Llegada de Velázquez a la Corte. Canonización de Isabel de Portugal, esposa de don Dinís. Era natu­ ral de Zaragoza. Se imprime en Zaragoza la novela picaresca Vida del Buscón, de Quevedo. Muere GÓngora. Primera edición del Cántico espiritual de San Juan de la Cruz. Primera edición de Los Sueños, de Quevedo. Nace Juan José de Austria, fruto de las relaciones de Felipe IV con María Calderón, la Caldaona. La Infanta María de Austria, hija de Felipe rIl, contrae nupcias con el Emperador Fernando III de Alemania. Quevedo publica las Poesias de Fray Luis de León. Muere la mística Marina de Escobar, fundadora de la reforma de Santa Brígida. Muere Isabel Clara Eugenia, Gobernadora de Flandes. Se publica La vida es sueño, de Calderón de la Barca. Muere en Madrid Lope de Vega. Muere el imaginero Gregario Fernández. Se publican los sermones de Paravicino. Sublevación de Cataluña y Portugal contra Felipe IV: Primera edición del Diablo Cojuelo, de V élez de Guevara. Primera edición de la Agudeza y arte tÚ ingenio, de Baltasar Gracián; la segunda, corregida y aumentada, saldría en Huesca, 1648. Muere Paula Charquis, propietaria de los pozos de nieve de Madsid, con los que se enriqueció. Apartado del Gobierno, el Conde-Duque de Olivares se retira a Loeches. Muere en Madrid la Reina Isabel de Borbón. Los teatros se cerrarán durante cinco años. Francisco de Quevedo muere en Villanueva de los Infantes (Ciudad Real). Celebració n en Viena, por poderes. del matrimonio de Fel ipe IV con su sobrina Mariana de Austria. Fin de la sublevació n de Cataluña con el reconocimiento de deter­ minados privi legios. Barcelona se rinde a Juan José de Austria , hijo bastardo de Felipe N. 27 , 1658, diciembre, 6. 1659. 1660, junio, 5. 1661. 1661 , noviembre, 6. 1665, noviembre, 17. 1668, febrero, 13. 1675, noviembre, 6. 1679, septiembre, 17. 1679, agosto, 31. 1681, mayo, 25. MUJERES Y LITERATURA DEL SIGLO DE ORO Muere Baltasar Gracián. paz de los Pirin~os. que pone fin a la guerra con Francia. Se celebra en Fuenterrabla la boda de María Teresa de Austria, hija de Felipe IV e Isabel de Borbón, con Luis XlV de Francia. Nace La Cauta, de Madrid. Nace el futuro Carlos Il. Muere Felipe IV. Independencia de Portugal. Fin de la regencia de Mariana de Austria. Muere en Madrid Juan José de Austria. Se celebra en Fontainebleau, por poderes, la boda de María Luisa de Orleáns con Carlos Il. Muere Calderón de la Barca. Con él se cierra el Siglo tk Oro. 28 '. 4 INTRODUCCIÓN 4.1. GENERALIDADFS 4.1.1. Politica y sociedad Como se desprende de su propia denominación, el Siglo de Oro constituye el perío­ do histórico más fulgurante y glorioso para la historia de España. Inicia su andadura a fmales del siglo J01, propiciado por los Reyes Católicos, que mantienen una trayectoria progresiva de sucesivos éxitos políticos, sostenida durante buena parte del siglo XVI por su nieto Carlos 1. Los Reyes Católicos fueron los primeros enamorados y proteccoces de la cultura clá­ sica. Su corte se llenó de letrados y destacaba por su ambiente intelectual en la que bri­ llaban con luz propia Elio Antonio de Nebrija. Pedro Mártir de Anglerla, Lucio Mari­ neo Sfculo, los cronistas reales y Beatriz Galindo. (Marchamalo, . Isabella Católica y las letras ...• , 2004, p. 105). Isabel I de Castilla muere apenas nacido el Siglo de Oro. Nadie, ni aún los detracto­ res, pueden poner en duda su inteligencia y fortaleza, ni su interés por la cultura. Isabel conectÓ con el Renacimiento y el Humanismo. los promovió en sus reinos y cambió la faz de los mismos. Ella misma fue siempre adelante con su ejemplo. el de sus hijos y el de su corte. [ ... ] Buen indicador de la cu¡cuca de la Reina seria también el aná­ lisis de su biblioteca, que formó parte de su testamentaría, vendida la mayor parte en a1moneda y repartida entre muchas manos. (Azcona, 1993, p. 374) Dentro de las redes de creencias en que se movía, la Reina Cat6lica procuró brindar un mayor protagonismo a la mujer. Las nobles que fo rmaron la Casa de la Reina y apoyaron todas sus iniciativas [ ... ], fueron , sobre todo, amigas entrafiables y compañeras de un mismo proyecto poHrico; en 29 I . I MUJERES Y LITERATURA DEL SIGLO DE ORO el que se incluía una mejor consideración de las posibilidades de las mujeres para parti­ cipar en la sociedad, como Isabel con su vida estaba demostrando. Todas estas mujeres, la primera de ellas la Reina Isabd, pero rambién sus hijas y las nobles Bearriz de Bobadi­ lIa o Beatriz Galindo o Teresa Enríquez o las mujeres de la casa de Mendoza, rodas ellas fueron mujeres activas, que aprovecharon su pertenencia al grupo más privilegiado, para no adecuarse mralmente a lo que la sociedad consideraba que era lo propio del modelo femenino. La Reina Isabel es el mejor ejemplo de todas ellas, fue una mujer de su épo­ ca, el Renacimiento, que quiso una actividad pública, y la práctica de su vida fue una defensa de las mujeres; por tamo, aunque la Reina no ha dejado textos escritos . pienso que puede incorporársela a la querella cú las mujeres, pues con sus actos estaba escribien­ do un [exto de reivindicación de las mujeres (Segura Graílío, 2003, p. 10). A no dudar, uno de los hombres que la secundó con mayor eficacia fue el Cardenal Cisneros que, junto con Fernando el Católico en regencias alternativas, abrieron las puer­ tas a la gloriosa aventura imperial del sucesor, hijo de la Reina Juana. Antonio Marchamalo sintetiza en el siguiente párrafo la importante labor desarro­ llada por el benemérito franciscano: Muerta la Reina. aún duranre trece años. la vida de fray Francisco iba a rendir gran­ des servicios a Castilla. Su gran reforma de las órdenes religiosas que frenó para siempre los avances del protestancismo en España; la inauguración de la Universidad de Alcalá de Henares en 1508. con todo 10 que supuso su presencia para el desarrollo del humanis­ mo español; su labor como regente por dos veces de España; y. como broche final a su vida de servicio. la publicación de la Biblia Políglota Complutense. la primera obra cien­ tífica del mundo moderno. en el año 151 7. poco antes de su muerte [ ... ]. (< (1976, p. 96). Uno de los cauces por los que corre esa nueva espiritualidad es el recogimiento: La vía del recogimiento constituye la cima de la reforma española [ ... ] La ¡mención última del recogimiento es conscruir el hombre imerior desde el centro esencial y simpli­ císimo del ser humano (Andrés, 1976, pp. 13, 15). Se trata de una disciplina contemplariva, derivada de las enseñanzas de San Bernar­ do y de Gerson, que invita a desembarazar el corazón de toda apetencia material , para 14 Principalmente, franciscanos, dominicos, agustinos y benedictinos, que pretendJan vivir la regla pri­ mitiva y la verdad del Evangelio. El franciscan ismo observante de la Pre-reforma busca recuperar en puridad las rafees evangélicas dd cristianismo, un cristianismo que no desdeña la oración vocal, que Cristo revalidó con el Padrenuestro; pero que prefiere aquella que impulsa al ser humano a recogerse y comunicarse con Dios, ascmado en su centro. 35 " MUJERES Y LITERATURA DEL SIGW DE ORO que sólo Dios more en él. Encuentra su mejor interpretación en el urcer abecedario espi­ ritual, de Francisco de Osuna, una de cuyas más devotas y aventajadas lectoras es Teresa de Jesús, como evidencian Las Moradas. En efecto, "la mística española del siglo de oro tiene como fondo común la vía del recogimiento» (Ibídem, p. 19). Tanto ésta como el iluminismo coinciden con la espiritualidad propugnada por Cisneros, cuyas raíces arran­ can de la «devotio moderna» de la última Edad Media. El iluminismo español supone un cristianismo interiorizado, un sentimiento vivo de la gracia, «mezcla de libertad con res­ pecto a las ceremonias y de confianza en un Dios que da la paz y la alegría» (Bataillon, 1966, p. 75). La derivación posterior hacia cierras desviaciones estimadas peligrosas, supu­ so que el recogimiento estableciera una distancia marcadamente definida para evitar con­ fusiones de afinidad; aunque originariamente, como queda dicho, sí la hubo. Una de las formas de proselitismo más eficaz, derivada del amor a la cultura que siem­ pre demostró el ilustre Cardenal, fue la excelente labor editorial que desarrolló "para des­ terrar la ociosidad y ocupar a los fieles en la lección de libros espirituales de que no había memoria en España, ni estaban en lengua que todos los pudiesen gozar» 15. Gracias a esta estrategia, logró poner en contacto la espiritualidad española con la italiana, con la de los Países Bajos y con algunos de los más importantes autores de la tradición cristiana. Los vaivenes del devenir histórico frenarían la producción de esa siembra espiritual, merced a la reacción antimÍsrica de la Contrarreforma. cuyo máximo exponente está representa­ do por el índice inquisitorial de 1559, de Fernando de Valdés 16, a que acabamos de refe­ rirnos. Pero, a pesar de los pesares, la Reforma propiamente dicha se impondría. Todos los autores espirituales pretendían que sus lecturas movieran a la oración como mejor medio de comunicarse con la divinidad. Todos los tratadistas insistían en la nece­ sidad de contemplar la Pasión de Cristo 17 Ante este misterio de la muerte del Hijo de Dios, que culmina con su gloriosa resurrección, es fácil llegar al deseo de la propia muer­ te. De ahí que el cuerpo se considere cárcel 18 del alma; pues impide que ésta pueda salir, expandirse, gozar en plenitud de la divinidad. El tiempo que se permanece en el mundo es como vivir desterrado yen presidio, toda vez que la verdadera patria del hombre es el reino celestial. Característica común a la espiritualidad de los siglos XVI y XVII es el cristocentrismo, que supone a Cristo en el centro del alma . • , De su biógrafo Qujntanilla , en SAINZ RODRfGUEZ, 1979, p. 53. 16 Ouo índice expurgatorio de gran repercusión sería el del arwbispo O. Bernardo de Sandoval y Rojas, de 16 14. 17 Los alumbrados, po r su pane, se alejan IIde esos tristes " lloraduelos", empefiados en suspirar por sus pecados y por la Pasión». (BAfAlLLON, 1966. p. 208). 18 Catalina de Siena: «m i alma contempló la divina Esencia, y ésta es la razón por la que yo permanez­ co descontenta en la cá,,-el del cuerpo.> (CAPUA, 1993, Cap. VI, p. 221). Véanse: Angela de Fulgino (EP, 8). Teresa de Jesús: «¡Ay qué larga es esta vida! , /¡qué du ros estos destierros, / ¡esta edra' estos hierros, / en que el alma está metida! /'If (EC, 14, Poesías, «Vivo sin vivir en mí»). Luisa de Carvajal y Mendoza (EP. 4), Poe­ mas místicos. María de Jesús de Ágreda (EC. 20). Esealo. para subir a la P~rfteción, 1, XXII I). 36 INTRODUCCION En el mundo medieval no puede hablarse propiamente de centrismo. porque no hay centro, tan s6lo Dios y el hombre en planos superpuestos y separados por el abismo del pecado; el mundo como lugar de suplicio purgador. y el hombre como escoria regenera­ ble por medio de la bondad de Dios y la penitencia. Para la Modernidad el hombre es mucho más, es imagen de Dios. (Rodríguez-San Pedro I Sánchez Lora, 2000, p. 95). 4.1.3. Literatura En Espafia cabe hablar de primero y segundo renacimientos como consecuencia de la escisión luterana; pero e! segundo se desarrollará dentro de un ám bito cerrado, lo que exi­ ge la nacionalización de todas las aportaciones extranjeras importadas durante el primer Renacimiento. En e! primero, los más imponantes focos de irradiación serán Italia y Flan­ des, y a la cabeza las gigantescas figuras de Pertarca - sin olvidar la fuene influencia pla­ tónica de Castig[ione con su Cortegiano-- y Erasmo, respectivamente. Garcilaso insufla­ rá su genio en la métrica petrarquista introducida por Boscán. Ludwig Pfandl reconoce al segundo Renacimiento espafiol un triple carácter de platónico, ascético y místico. Si bien la ola [atinizante de! primer humanismo había supuesto una seria amenaza para e! castellano, hubo grandes defensores que dieron impulso a su cultivo y conserva­ ción; erigiéndose como figura decisiva Elio Antonio de Nebrija con su Arte de la kngua castellana. publicada en 1492, año relevante para la historia de España por tantos moti­ vos. De ahí que para algunos historiadores marque éste el comienzo del Siglo de Oro. Los siglos XV y XVI constituyen, en efecto, e! impulso definitivo para el idioma castella­ no, mediante la imponante labor de los humanistas espafioles fuvorecida por la no menos importante producción literaria, que fijará y enriquecerá nuestra lengua con caracteres de prodigio. Téngase en cuenta, además, que su extensión corre pareja con la expansión imperial. La Celestina o Comedia de Calisto y Melibea, que pasó a denominarse Tragicomedia con mayor propiedad a partir de la edición de 1502, marca un hito literario netamente hispánico, pero de trascendencia universal. Al igual que e! Quijote cervantino, se erige como obra artística genial, inimitable e independiente, hasta tal punto que resta prota­ gonismo al propio Nebrija y mayoritariamente se fija la fecha de su primera edición (1499) como punto de partida del Siglo de Oro. Los libros de caballerías tienen su origen en la épica, cuyos caracteres conservan, dan­ do incluso por históricos los sucesos relatados, si bien éstos , merced a una consciente invención, carecen de la veracidad a que aluden 19. Reflejan en buena parte esa especie de espiritualidad caballeresca, influenciada por la Iglesia, que exige del caballero valenúa, 19 James D. FOGELQU1ST, tomando como base d Prólogo al Amadls, de Garci-Ord6fiez de Montalvo. pone de man ifiesto cómo «en todas las manifestaciones dd género de la historia, se funden en distintas pro­ porciones Jo histórico, lo legendario y lo imaginado» (l982, p. 43). 37 INTRODUCCION en el palacio de Arcalaus, del cual lo librarán dos sabias doncellas de Urganda la Desco­ nocida; el combate con Galaor, sin saber que se trata de su hermano; la prueba del Arco de los Leales Amadores, sólo superable por los íntegramente fieles; la penitencia caballe­ resca que, al ser rechazado por Oriana, hace en la Pelia Pobre, bajo el nombre supuesto de Beltenebros 22 ; el combate victorioso con el monstruo Endriago en la Insula del Dia­ blo ... Como feliz desenlace, asistimos a la boda del invencible héroe con Oriana. Entre­ mezclados con la acción fundamental se narran otros episodios secundarios en los que intervienen personajes que constituyen una diversa galería tipológica. Los distintos hechos y peripecias relatados tienen por escenario numerosos países des­ conocidos por el autor, que demuestra total desinterés por ofrecer información descrip­ tiva veraz en torno a sus características geográficas o costumbristas. Como ya hemos apun­ tado, este tipo de literatura es meramente imaginativo; diríase que cualquier manifestación realista responde al inconsciente del escritor. A la serie de los «amadises» siguen los «palmerines», cuyos dos primeros libros trata­ remos con cierra amplitud, por admitir la probabilidad de su autoría femenina. En tiempos de Felipe" se inicia el declive, fomentado por los moralistas de la época. Y, al parecer, la edición del Ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha (1605), es la que les "da la puntilla», utilizando términos taurinos. Se promueven asimismo libros de caballerías «a lo divino», entre los que cabe desta­ car El caballero del Solo Peregrinación de la vida del hombre puesto en batalla { .. } (Medi­ na, 1552), cuyo autor es Pedro Hernández de Villaumbrales; pero, bien por ofrecer en general obras de escaso atractivo y hasta difícil lectura, o por el propio desgaste del géne­ ro, no lograron éxito notorio. Tendremos ocasión de comprobar, sin embargo, cómo el gusto por la literatura caba­ lleresca se mantiene largos años en estado latente e incluso emerge en diversas represen­ taciones del Siglo de Oro. De hecho, si en 1549 María de Austria obsequia a Carlos V y Felipe 11 con un torneo, a imitación de los descritos en los amadises 23 , más significativo cronológicamente es que en 1563 Isabel de Valois ordene la adquisición de los cuatro libros de Amadís, en francés. Ya en 1570, vuelve a retomarse el AmadiJ para una repre­ sentación escenográfica, que Teresa Ferrer Valls pone como ejemplo de «la temprana uti­ lizaci6n en España de los decorados en perspectiva, yen tres dimensiones, de técnica ita- 22 Realiza otras aventuras bajo diversos nombres: Cabalkro d~ las Si~rp~s, Cabalkro d~ la Vérdt Espada, Cabalkro tkl Enano ... 23 Al parecer. con motivo del nacimiento de la Archiduquesa Ana de Austria, la que seda cuarta espo­ sa de Felipe 1I. Teresa FERRER V AllS, (fas un riguroso estudio, deduce cómo «la dramatización de materia caballeresca que se produjo en aquellos torneos más evolucionados teatralmente. debió de contribuir no poco a la conformación de un tipo de comedia cortesana, también de materia caballeresca. que comparte con el torneo dramatizado un signo de identidad fundamental: la aparatosidad. el gusto por la espectacularidad visual. en definitiva, la utilización de una elaborada y COstosa escenograRa,. (199 1. p. 27). Y pone como ejem­ plo diversas comedias del Siglo de Oro. Para este trabajo hemos elegido El Contk Partinuplis de Ana Caro (El', 6). 39 MUJERES Y LITERATURA DEL SIGLO DE ORO liana» (1991 , p. 49) . El mismo Cervantes evidencia en el Quijott las muchas horas de lec­ tura que dedicó a un tipo de novelas que, indudablemente, produjeron en él especial fas­ cinaci6n e incluso le inspiraron algunas de sus comedias. Otra variante del género es la novela caballeresca-sentimental. Paralelamente. suscita interés la novela pastoril, género que se apoya en un ¡rrealis­ mo neoplatónico, utilizando formalmente la estilización del mundo bucólico, para apor­ tar unos ideales inherentes al sentir renacentista. La Arcadia, de Sannazaro (1. a ed. cas­ tell., Toledo, 1549 ), influida por Virgilio y Ovidio, es la obra arquetípica. Frente a un Virgilio medieval (repetido incluso en leyendas), existe un Virgi lio rena­ centista, que da a este pedodo un espacio ideal (Arcadia), en el que el onum se opone al ntgotium ciudadano, y que se siente como una aspiración [. .. ] (Prieto, 1974. p. 549). Nuestra novela pastoril se desarrolla ampliamente desde la segunda mitad del siglo XVI. Hacia 1558-59 sale a la luz el primer libro español de este género: La Diana, de Jorge de Montemayor, autor portugués que estuvo al servicio de la primera esposa de Felipe n, doña María, y a la muerte de ésta pasó al de la Princesa Juana de Portugal. Una de las obras más rezagadas la constituye Los pastores de Betis, de Gonzalo de Saavedra, publicada en 1633. La novela bizantina fue acogida por consenso general al ofrecer mayor verosimilitud, penetración psicológica y sentido ftlosófico-moralizante acordes con las corrientes huma­ nistas, erasmistas y post-tridentinas. Marcelino Menéndez Pelayo considera la novela griega como «última degeneración de la epopeya>' (1962, p. 10); y reconoce en la misma influencias orientales. Este género alcanzó el máximo desarrollo en la época de decadencia griega: la bizantina. De ahí su denominación. En Europa renace hacia mediados del siglo XVI, siendo dos las novelas que favorecerán de manera especial este resurgimiento: la Historia Etiópica, de Heliodo­ ro; y Leucipe y Clitofonte, de Aquiles Tacio. En España, los momentos de mayor acepta­ ción cabe fijarlos en el siglo XVII. Menéndez Pelayo ve en el Teágenes y Cariclea (o Histo­ ria Etiópica), a la par que obra modélica, el primer ejemplo de novela sentimental. La primera traducción española (anón ima) fue editada en Amberes, en 1554. Fernando de Mena publica en Alcalá de H enares (1587) Historia de /os leales amantts Teágenes y Cari­ elea, versión magistral revalidada por el beneplácito de Quevedo. La Historia de /os amo­ res de Clareo y F/orisea, y de /os trabajos de ¡sea (Venecia, 1552), de Alonso Núfiez de Rei­ noso, inspira Los trabajos de Persiles y Sigismunda, genial alegoría cervantina del peregrinar humano concluida precipitadamente por exigencias de la Parca inexorable. En la dedi­ catoria al VII Conde de Lemos, Cervantes revela cómo presagiaba el inminente final de su propia peregrinación: «( Puesto ya el pie en el estribo)} ... La novda morisca presenta una idealización de la cultura musulmana, a través de per­ sonajes ejemplarmente caballerosos, con claros antecedentes en el Romancero y no parece aventurado afirmar que también localizables en los Libros de Caballerías. La Historia del Abencerraje y de la hermosa Jarifo (circa 1551), cuya belleza ha merecido elogios unánimes, es la primera novela de este género. Entre sus cultivadores, cuenta con Miguel de Cervan­ tes; y, para nuestro interés, con María de Zayas (V s. Ep, 5: La esclava de su amante). 40 INTRODUCCION El Lazarillo de Tormes (1554) supondrá un genial brote del género quizá más genui­ namente español: la novela picaresca, cuya evolución ofrece en el siglo XVII obras tan destacables como el Guzmdn de Alforache, de Mateo Alemán (1599), que ya muestra el humor amargo y corrosivo -mezcla de desengaño, resentimiento y osadía- caracterís­ tico de esta nueva etapa, en la que también destaca por su genialidad el Buscón, de Que­ vedo (1626). Como es bien sabido, el pícaro pordiosero o antihéroe es el protagonista de este tipo de novelas. María de Zayas aporta una muestra singularmente atractiva con su Novela Tercera: El castigo de la miseria. En 1605, como ya hemos apuntado, sale a la luz pública la primera parte de la nove­ la de novelas: Don Quijote de la Mancha, de Miguel de Cervantes Saavedra, la obra más grande de nuestra literatura. A su vez, a la novela corta, iniciada en el siglo XVI ", le cabrá el alto honor de «entrar por la puerta grande» merced a la genial pluma cervantina. En 1613 se publican las doce Novelas ejemplares que, como gran parte de su obra, dedica a D. Pedro Fernández de Cas­ tro, VII Conde de Lemos. Al igual que la picaresca, este tipo de novela, que se ha venido denominando cor­ tesana, es fiel testimonio de su época. Su héroe, el galán enamoradizo, altivo y ocio­ so, se evidencia en personajes de la vida real, como D. Diego Duque de Estrada 25 . Lo que sí sugieren estos rasgos definidores de una literatura y de una sociedad es la siguiente cuestión: ¿Qué es antes, el huevo o la gallina? Es decir, ¿quién inspira a quién: la literatura a la vida o la vida a la literatura? Es posible que unas veces se anti­ cipe la vida y otras la literatura, sugiriendo lo que tiene en potencia la mente huma­ na sin estrenar. El que aparezca literaturizado, puede suponer un primer impulso o incitación. En cualquier caso, la novela corta (o cortesana) es un claro antecedente de la novela costumbrista. Junto a la épica erudita, en oposición o contraste, se cultiva la épica burlesca. Dentro de la literatura didáctica, las ideas y formas tanto políticas como religiosas despiertan especial interés. En un ambiente de religiosidad como el que hemos esbozado, raras son las obras encuadrables en los distintos géneros literarios, que no contienen al menos pinceladas de trascendencia espiritual. «Como en muchas otras cosas, la estética de los escritores mís­ ticos en sus recursos expresivos se anticipa al Barroco y al Manierismo en esta tendencia 2~ «La palabra "novella", que en primer lugar significó "novedad", "nuevas", aparece muy al princip io designando la narración corta. Se suele aducir el uso temprano de "nova" y "novela" como sinónimo de .. razo~: una especie de relato cono, en Raimon Vida! (ca. 12 13?), poecizante proven7 .. ah (KRCMER, 1979, p. 19). Como antecedente más representativo para Espafia cabe citar El Patrañuelo, de Juan de li moneda (1567). No obstante, conviene tener en cuenta, según pone de manifiesto Kr6mer, que .. las novelas conas de Cer­ vantes y de sus contemporáneos están fuertemente influidas por las narraciones incluidas en las novelas, pero tienen como modelo el arte narradvo italiano y francés~ (Ibídem, p. 210). 25 Su autobiograRa, debidameme documcmada, en nada desmerece del argumento de una novela barro­ ca con la mayor carga imaginativa (Vs. EsTRADA, 1860). 41 MUJERES Y LITERATURA DEL SIGLO DE ORO desbordante y comunicativa» (Orozco, 1969, p. 40). Así, alcanza gran repercusión la lite­ ratura ascético-mlstica, de contenido doctrinal y didáctico. La mayor parte se escribe en prosa; pero, atendiendo al tópico prodesse-delectare, sus autores utilizan la musicalidad del verso y se valen de los distintos géneros literarios. La lírica experimenta una revolución italianisra, a la que se opone otra reacción anti­ italianista. Triunfará un mestizaje definido sintéticamente por Cristóbal Cuevas como «amalgama cancioneril-italianizante». Otras influencias las constituyen el Romancero y la poesía culta del siglo xv. El romance entra pujantemente en el siglo XVII. Será dentro de la creación poética de Lope de Vega donde por primera vez aparezca la concepción autobiográfica del poema, no ya sólo en lo que respecta a nuestra lírica, sino a la universal. En términos generales, la literatura ptopiamente barroca, cabe dividirla en dos escue­ las: conceptista, apoyada en los conceptos ingeniosos y cuya poesía es mantenedora de la línea tradicional radicalmente española; y culterana, que busca la belleza absoluta. Poé­ ticamente, se ajusta a la métrica italiana, pero con un propósito renovador y esteticista que refleja peculiaridades hispánicas propias. El culteranismo iniciará un progresivo decli­ ve a partir de 1650. En cuanto a la dramaturgia, merced a la llamada «Generación de los Reyes Católi­ C05»26, cuyos representantes mantienen su vigencia en parte del reinado carolino. «se dará nacimiento a un teatro rico y complejo. que podemos bautizar, hablando con sentido rigurosamente histórico, como teatro español>, (Ruiz Ramón, 1971, p. 26). Según puso de manifiesto Emilio Orozco, durante el Barroco, ninguna forma literaria representó para la vida lo que representó el (ea­ ero [ ... ] A través del español Lope, podemos llegar a comprender a todos los españoles, con sus gestos de elevación y heroicidad y también con sus caídas y bajezas. Todo ello lo vemos en su teatro, realizado precisamente para satisfacer el gusto dd pueblo todo, de ese pueblo reunido en los corraJes que abarcaba la sociedad toda. [ ... ] Y dentro de ese mismo gesto ---de ese mismo tipo de teatro--- Calderón, en una actitud meditativa, llegará a la drama­ tización del pensamiento filosófico y religioso; a hacer drama de la idea, y, especialmente, de la idea de que la vida es teatro, de que la vida es sueño» (1969, pp. 25, 38). En efecto, contó con importantes cultivadores como Tirso de Molina, V élez de Gue­ vara, Rojas Zorrilla, Mira de Amescua y otros dramaturgos verdaderamente geniales. La comedia lopesca y el drama calderoninano constituyen los ejes del teatro nacional espa­ ñol, cuya complejidad y riqueza, tanto formal como de contenido, supondsán «un ver- 26 Uama as! Rua Ramón al grupo de dramaturgos Juan del Encina (1468- 1520), Lucas Fernández (ca. 1474- I 542), Gil Vicente (ca. 1465-1536) y To"es Naharro (ca. 1475- I 520); a los que suma Fernando de Rojas (ca. 1465-1541), autOr de La Cekstina. 42 INTRODUCCION dadero cosmos, en una Summa temática de la literatura universal y de la vida española». (Ruiz Ramón, 1971, p. 141). Todos los temas tienen cabida en este teatro, que recrea su presente y recupera el pasa­ do. De hecho, si nos fijamos en la literatura caballeresca, en los denostados libros de caba­ llerías, podemos observar cómo muchos de los elementos caracterizado res emergen en la dramaturgia del Siglo de Oro. Así, la espectacularidad, unida generalmente al mundo sobre­ natural mítico y religioso; las transformaciones mágicas; el uso diverso del disfraz, inclui­ dos la mujer vestida de hombre para asumir actuaciones reservadas al género masculino, y a la inversa. .. Obviamente, la cultura clásica, la mitología, la religión , la hagiografla, el mun­ do merueval ... afloran en los temas más sugestivos recreados por la dramaturgia barroca. Fl público encontraba en el teatro el esencial modo de divertirse y de emocionarse: veía vivir en él todo lo que semía, lo que pensaba y lo que creía. El poeta, a través de este goce teatral , halagando ojos y oídos, pronuncia su ascético sermón que convierte el (ca­ rro, en su esencia y en su materialidad, en el gran símbolo de la vida humana. Fuena a los espectadores a sentirse personajes que están viviendo una comedia en el gran teatro del mundo (Orozco, 1969, p. 216). En el período asimilador, de plena nacionalización, son altamente representativas las portentosas figuras de Herrera, Fray Luis de León, San Juan de la Cruz y Santa Teresa de Jesús, seguidos cronológicamente por Cervantes, Lope de Vega, Calderón, Góngora y Quevedo. Los tres últimos se insertan plenamente dentro del periodo barroco, en el que tanto las bellas artes como la literatura «se desmesuran. se agitan y se retuercen. al mis­ mo tiempo que lo ornamental rompe sus cauces e incluso llega a ocultar lo constructi­ vo .. (Orozco, 1975, p. 33),10 que bien puede aplicarse a todas las manifestaciones y acti­ tudes vitales del siglo XVII. Fiel exponente de esa evolución es la lengua clara y ruáfana de Cervantes, que tiene su contrapunto en Góngora, máximo exponente de la «barroquización ... Las academias poéti­ cas constituyen importantes focos lingüísticos, donde el cultivo del ingenio obliga a una cons­ tante reelaboración, que acabaría por degenerar en retoricismo y artiflciosidad excesivos. Esta mirada fugaz, que podemos encontrar ampliamente desarrollada en historias de Literatura y de Religión, así como en estudios monográficos, da paso a otra mirada menos conocida, por cuanto supone el reverso histórico: la cruz o cara oculta de la moneda, es decir, la mujer, siempre presente, pero apenas reconocida o mas bien constreñida, según convino al desarrollo del anverso, cara visible de la moneda: el hombre. 4.2. LA MUJER 4.2.1. Generalidades ¿Cómo y por qué espacios se mueven las mujeres? ¿Cuál es su actuación? Es obvio que influye de manera determinante la condición socia1. Aunque no son objcco de este traba- 43 MUJERES Y LITERATURA DEL SIGLO DE ORO jo, a menos que las encontremos en espacios conventuales, las pertenecientes a niveles infe­ riores o que desarrollaron su existencia dentro de la vida cotidiana, irrelevante en el pe­ ríodo que nos ocupa, apenas despertaron interés en los estudiosos. Como bien puso de manifiesto Mariló Vigil a finales del siglo pasado y aún mantiene cierta vigencia: «La mayo­ ría de los estudios realizados hasta el momento sobre la vida cotidiana de las mujeres espa­ fíolas en los siglos XVI y XVII han sido efectuados utilizando como fuentes la literatura, el teatro y los libros de viajes. Estos textos proporcionan gran cantidad de datos sobre cos­ tumbres, ideas y valores. Pero las obras de escritores y dramaturgos contienen estilizacio­ nes, elementos compensatorios, exageraciones y omisiones» (1986, p. 3). Merece especial mención, en este sentido, Las madrileñas del mil seiscientos: imagen y realidad (1993), de Pilar Tenorio, por la aportación de datos y rigor documental con que está tratada. Aconsejable por su valor informativo es el reciente artículo de M. a Jesús Vázquez Madruga «La mujer en la época de Cervantes» (2005), que ofrece una panorámica social completísima en sólo 30 páginas. Se dé mayor o menor importancia a determinados valores morales y religiosos, la con­ dición humana presenta a través de todos los tiempos una compleja tipologia que pasa por las actuaciones y comportamientos más diversos. De nuevo tomo una cita de Mariló Vigil, cuya «hipótesis de partida es que aquellas mujeres probablemente lucharon y opusieron una resistenc.Ía, no muy sonora, pero sí efectiva, a los hombres de su entorno» (1986, p.1). Y lo hago para darle una rotunda respuesta afirmativa. Esta Aproximación permite comprobarlo. Pero, además, es posible constatar su influencia e intervención activa en diferentes ámbitos: dentro de la Corte, corriendo a veces riesgos de los que no siempre salieron incólumes; mediante la palabra escrita, con den uncias más o menos solapadas; también en espacios conventuales, aco­ gidas a sagrado y más libres de condicionamientos, lo que les permitfa mayor libertad de expresión . Dentro del primer supuesto, un seguimiento documentado permite comprobar cómo determinadas actuaciones femeninas fueron decisivas para cambiar, frenar o abortar situa­ ciones polfticas mantenidas por quienes ejercfan el poder. Como nuestro objetivo fun­ damental aconseja concreción para este apartado, nos limitaremos a citar algunos ejem­ plos testimoniales, partiendo inevitablemente de ese foco inicial del que dice Llanos: «Acaso no hay periodo alguno en las crónicas de ningún pueblo más lleno de mujeres sobresalientes que el que tiene por cifra en Castilla el nombre de Isabel ¡. (1920, p. 12). El mismo autor destaca a su propia hija «la egregia docta Catalina de Arag6n, en quien Erasmo confesaba, cuando la conoció Reina de Inglaterra, ser tan digna de admirar por sus virtudes cuanto por su saben. (lbidem). También el historiador Portilla se enorgulle­ ce de contarla como ilustre alcalaína y pone de relieve: «Entre tantas mujeres españolas, cuyos dedos tomaron la pluma [ ... ], sin ejemplar de las de otras naciones, en lo crecido del número, como prueba y pondera D. Nicolás [Antonio], en el tomo 2 [ ... ], la Serení­ sima Infanta de Espafia [ .. . ] Doña Catalina, hija de los Reyes Católicos, la menor en nacer, la mayor en obrar [ .. . ] . Escribió dos libros, uno: Meditaríones in Psalmos; otro: De lamen­ taríones peccatoris; ambos en idioma Latino, el cual supo muy bien la Reina su madre [ ... ]» (1728, pp. 17- 18). 44 INTRODUCCIÓN Al hacer recuento de las disrintas mujeres relacionadas con la singular Reina Católi­ ca, es curioso observar cómo la casualidad da predominio a las «beatrices))27: Quizás corresponda el primer lugar a la de Bobadilla, hija del Gobernador del castillo de Arévalo, compañera inseparable desde sus años tempranos, como ami­ ga, dama y consejera. Aunque justamente considerado, ese primer lugar procedería otorgárselo a la de Silva, por hallarse muy próxima a la futura Isabel [ desde antes de nacer, como dama que vino de Portugal a Espafia, formando parte del séquito que trajo con­ sigo la segunda esposa de Juan [[ de Castilla, madre de Isabel la Católica. Fue la celotipia de ésta la que determinó el alejamiento. Afios más tarde, la víctima, refugiada en un convento, se vería reivindicada por la hjja de su ingrata sefio­ ra, que le brindó amistad y ayuda material para la consecución de una obra de gran trascendencia: la fundación de la Orden de la Inmaculada Concepción. La prematura muerte de Beatriz de Silva apenas le permite asomarse al Siglo de Oro; pero la vida de su Orden, adscrita al franciscanismo, se esparce vigorosa e influyente. De ella saldrán destacadas maestras de espiritualidad como María de San Pablo 28 , María de Ágreda y un largo etcétera. La inteligente salmantina Beatriz Galindo había nacido en 1475; luego contaba diecisiete años cuando en 1492 la Reina Isabel quiso que les impartiera clases de latín a ella y a sus hijos. A partir de ese momento, siempre ptocuró tenerla lo más cerca posible. Fue decisión de la soberana que contrajera matrimonio con el Gene­ ral de Arrillería Francisco Ramírez de Madrid. Viuda desde 1501, Beatriz perma­ neció junto a la Reina enferma en Medina del Campo, cuidándola con solicitud hasta el momento en que expiró. Formó asimismo parte del séquito que acompa­ fió al cadáver regio hasta darle sepultura en el panteón de Granada. Después, «des­ ligóse ya Beatriz en absoluto de todo contacto con las vanidades cortesanas» (Lla­ nos, 1920, p. 39). Se volcaría emonces en la consecución de un hospiral modélico en Madrid, comenzado a instancias de su marido, así como en la fundación de la Orden de la Concepción Jerónima, en cuyo convento vivió hasta la muerte, que fue el 23 de noviembre de 1534. Se conserva éste con sucesivos cambios de emplaza­ miento 29 ; así como otros muchos conventos esparcidos por distintos puntos geo­ gráficos. Como bien simetizó Margarita Nelken, «la vida toda de tan peregrina 27 Sobre Beatriz de Bobadilla, Beatriz de Silva y Beatriz Galindo, remitimos a MÁRQUEZ DE LA PLA­ TA. 2005. pp. 19-143 Y 183-224. 28 Fundadora de las Concepcionistas Recoletas Descalzas, en el siglo se llamó Marfa de Ugartc. Estu­ vo al servicio de Isabel de Valois. En 1567 decidió consagrarse a Dios. 29 Del primitivo emplazamiento nos queda el [Opónimo (Vs.: APARIS I: Toponimia, 2001 , p. 293). Un recuerdo perenne lo constituye la bella efigie debida al Escultor José Luis PARE.s y al Arquitecto Joaquín ROL­ DÁN, que con su proverbial generosidad me proporcionó am pl ia documentaci6n o ri ginal en to rno a la mis­ ma, un ida a la ilustración que se ¡nd uye al principio de este libro. 45 MUJERES Y LITERATURA DEL SIGLO DE ORO mujer fue dedicada, mirad a obras piadosas y carirativas, y mitad a difundir y emu­ lar la afición a las letras clásicas» (1930, p. 123). Lo que antecede pone de manifiesto cómo dos de las beatrices, la de Silva y la Lati­ na, promueven el perfeccionamiento de la vida conventual regular con fundaciones que ponen bajo la advocación de la Virgen Inmaculada, secundadas por damas de la noble­ za como Teresa Enriquez (La loca del Sacramento), que anteponían a la temporalidad de su vida social la religiosa, para ellas más prometedora. Tras Isabel la Católica, cuya situación de privilegio le permitió una libertad de actua­ ción muy por encima de sus contemporáneas, la Emperatriz Isabel fue otro personaje que aprovechó su autoridad para favorecer la cultura e intervenir en política con efi= energía, como queda reflejado en la mención al reinado de Carlos 1 de España y V de Alemania. Mucho habría que comentar con respecto a las mujeres que por distintas causas apa­ recen relacionadas con Felipe II. Ya se ha hecho referencia a sus cuatro esposas. Unidas al Monarca por vínculos de sangre, cabe destacar a sus hermanas, que han pasado a la historia como Emperatriz Maria de Austria y Princesa Juana de Portugal: La siempre enigmática figura de Felipe 1 I creo que cobra luz - una luz poco estudia­ da, pero cxceleme- al penetrar en su entorno femenino [ ... ], saber cómo fueron sus dos únicas hermanas. educadas como él y como él herederas de un mismo o semejante lega­ do psicológico y fisiológico [ ... l. (Azorfn, 1997, p. 6). Hemos reproducido eSLas breves líneas por lo que nos sugieren y connotan. Porque si las dos hermanas y la hija de Felipe II fueron radicalmente opuestas a él, pensemos en la dicotomía del Duque de Lerma frente a sus hermana e hija (Catalina de Zúñiga y Cata­ lina de la Cerda). Quedan descartados condicionantes tales como la debilidad o depen­ dencia atribuibles al género. Todas ellas gozaron de una vivaz inteligencia y enérgica per­ sonalidad, que evidenciaron en sus respectivos cargos. ¿Cómo determinados valores, principios y cualidades arrrugaron sólo en ellas y no en ellos? A la hija predilecta del Monarca, Isabel Clara Eugenia, volveremos a encontrarla con testimonios reveladores de su condición humana (Vs. María de Zayas (EP,.5), Parte segun­ da del Sarao, noche quinta; y SE, V); rambién, a Caralina de Zúñiga (SE, IX). Entre las más o menos próximas a la Corte, destacamos una de las tres (mendozas) que, a decir de Marañón, «en la Edad Moderna han perturbado más gravemente la vida de España [ ... l. Fueron estas tres mujeres, Doña María de Padilla, la Éboli y la Duquesa de Braganza» (1969, p. 168). Casada con el portugués Ruy Gómez de Silva, favorito de Felipe II y veinticuatro años mayor que ella, la inquietante, sagaz y ambiciosa Princesa de Éboli hizo notoria su influencia en más de un episodio turbulento. [ ... ] Bisnieta dd Cardenal Mendoza, se sirvió de Antonio PérC'l, varón equívoco, como instrumento de su ambición y fue la principal responsable del pleito entre Felipe JI y su Secretario , que desmoralizó a la Monarquía, terminando con la sublevación de Zarago­ za, primer episodio del separatismo de las regiones españo las» (Ibídem). 46 INfRODUCCIÓN Aparece asimismo relacionada con el nacimiento de Ana de Austria, hija del héroe de Lepanto y otra Mendoza. El haber nacido de un amor ilícito la convirtió en víctima del inflexible rigor de su do, que obligó a enclaustrarla contra su voluntad desde muy niña. Tras la trágica muerte del famoso Pastelero de Madrigal (supuesro trasunto del Rey don Sebastián de Portugal), con el que mantuvo un idilio epistolar30 , Ana asumió la vida reli­ giosa mediante esfuerzos sobrehumanos de sublimación espiritual ". Enfrente de la de Éboli, Juana de CoelIo, esposa de Antonio Pérez - acusado dd tur­ bio asesinaco de Escobedo- ofrece la imagen de una gran mujer. que puso, hasta don­ de pudo. un contraveneno de respetabilidad al ambiente escandaloso y disipado que ro­ deaba a su fatuo marido. { ... ] El temple de Doña Juana no brillaba en la paz, sino en los dempos duros; y a fe que tuvo ocasiones para probarlo. Puede decirse que en los ueee afias que transcurren desde el asesinato de Escobedo hasta que Amonio se fuga a Fran­ cia, Doña Juana fue la principal organizadora y sostenedora de la pugna entre su mari­ do y el Monarca. Lo probable es que estuviera enterada de los trabajos para suprimir a Escobedo. Ella, como d Marqués de los V élez, como d Arzobispo de Toledo. pensaba que era orden dd Rey y no se paraban a discutirlo,. (Marañón, 1969, p. 317). Heroica hasta el final de su vida, sufrió múltiples penalidades: encarcelamiento jun­ to con sus hijos; ausencia del esposo, al que tras la fuga ya nunca volvería a ver; ingra­ titudes; miseria ... Sin embargo, no cejó en la lucha por rehabilitar la memoria de su marido: Casi expirante supo que el 15 de junio el Tribunal aragonés aprobó. aunque a rega­ fiadiemes, la sentencia absolutoria y que ésta se publicó entre v{cores del populacho. Aún duró en este mundo unas semanas para gustar el supremo bien del honor recuperado. Y entonces, su misión ya cumplida. murió en los últimos días de septiembre de 1615. Deja­ ba en su testamento tan s610 una copiosa serie de deudas. Pero en su humilde cuarto se debió semir más feliz que cuando habitaba en La Casilla suntuosa; porque sin otcas armas que su amor de mujer había vencido a la iracundia del Monarca y a la cobardia y al des­ vío de los amigos. Y también a la terrible Inquisición. Ya los mismos pecados del hom­ bre a quien sacrificó su vida con absoluta plenitud. (Marañón, 1969. p. 326). Abundando en lo ya apuntado con respecto a la libertad de acción que otorgaba a la mujer su consagración religiosa, incorporamos otro singular ejemplo protagonizado por la frailesa eremita Catalina de Cardona. Ésta, al tener noticia de que Felipe II iba a cas- 30 Para una completa info rmación, consúltese Mercedes FÚRMICA: La hija de Don Juan de Austria, [19751 · 31 Conviene recordar, no obstante, que la actuación generalizada con respecto a los h.ij os naturales era la de ororgarles tfUllos y dignidades propios de su linaje, cuando se trataba de varones; pero si nadan fémi~ nas, las hadan ingresar en un convenco desde su más tierna infancia. 47 MUJERES Y LITERATURA DEL SIG LO DE ORO tigar severamente una aventura casquivana del portugués Gonzalo Chacón, encomienda a la Reina Ana de Austria el siguiente mensaje: ,t . (En LOPEZ EsTRADA, 1972, p. 71). 57 1 MUJERES Y LITERATURA DEL SIGLO DE ORO 4.2.3. Lecturas y lectoras ¿Qué leyeron las mujeres del Siglo de Oro?, ¿qué propuestas preferían? No vamos a pensar que sólo buscaban el aprovechamiento del espíritu; también ape­ tecían el mero divertimiento de las lecturas profanas; entre las que, siguiendo la moda, se deleitaron en rustintos momentos, bien con las novelas de caballerías o con cualquie­ ra de los demás géneros novelescos. La poesía alentaba en el ambiente hasta tal punto que, de tanto escuchar los diversos metros y rimas, era frecuente la improvisación. Asi­ mismo el teatro, espectáculo de masas, fue leído con gusto. Abundan los testimonios, sobre todo con respecto a las libros de caballerías y a las obras dramáticas. Muyelocuen­ te en este sentido es el texto que sigue, de Juan Luis Vives: [ ... ] Veo algunas que cuando quieren acabar de perder el seso, se ponen a leer estos libros para ocupar su pensamiento en aquellas cosas conformes a su locura. Estas tales, no s6lo sería bien que nunca hubieran aprendido letras, pero fuera mejor que hubieran perdido los ojos para no leer y los oídos para no ofr. [ ... ] Por donde me maravillo mucho de los predicadores y pregoneros de la palabra de Dios, cómo a cada sermón no dan voces sobre esto [ ... ]; y no dejo mucho de maravillarme asimismo de los padres cuerdos y mari­ dos, cómo permiten que sus hijas y mujeres lean tales libros, y de cómo todos a una disi­ mulan y quieren mirar en la vida. orden y consticución de los pueblos. y dejan que las mujeres. de donde depende toda nuestra vida. aprendan ser malas leyendo malos libros. en los cuales, aunque parece que hay alguna apariencia de bien no la hay, [ ... ] libros vanos, corno son. en Espafia, Amadfs, Florisando, Tirante, Tristán de Leonís, Celestina, alcahue­ ta madre de las maldades. [ ... ] (Instrucción, 1943, pp. 32-33). El predominio de las lecturas espirituales bien puede deberse a la presión social y reli­ giosa que conlleva el sistema educativo, sobre todo, tratándose de la mujer en cuanto depositaria de los principios más conservadores. El hombre joven podía llevar una vida disipada, en el más amplio sentido de la palabra, y reformarse en la madurez; la mujer debía ejercitarse en la virtud desde la más tierna infancia. Raramente, aun pertenecien­ do a sectores privilegiados, salía airosa de una «caíd"" deshonesta. Pensemos en María de Mendoza, madre de Ana de Austria, la hija bastarda de Juan de Austria; y, como ejem­ plo literario de una situación límite, la novela de María de Zayas Amar sólo por vencer (0.0 VI). Por otra parte, el mundo del espíritu ofrecía propuestas liberadoras, que per­ mitían superaciones trascendentes hacia cotas muy elevadas. Pero hay otro aspecto que conviene tener en cuenta desde su propio contexto. Bien es verdad que muchas de las lecturas a que nos hemos referido producían momentos de gran satisfacción lúdica, al viajar con la imaginación por escenarios fantásticos, dentro de las más ptodigiosas aventuras. y permitían ensoñamientos de caballeros enamorados capaces de arriesgarlo todo por la mujer amada o simplemente por la doncella en peli­ gro. A todas cautivaba ese tipo de héroe aventurero «empujado por una exaltación indi­ vidualista, quimérica y gratuita, sin finalidad ninguna más a11a de su propia satisfacción o el enamorado servicio hacia su dama» (A1borg, p. 461 l. Sin embargo, subyace y se 58 lNTRODUCCION superpone. diríamos mas bien envuelve. algo que alienta en la sociedad del período que nos ocupa: sus redes de creencias, basadas en una fe trascendente, que impulsa al ser humano a sobreviviese tras la efímera existencia terrenal. Antes o después, con mayor o menor intensidad, todos buscarán la manera de hacerse con un pasaporte ---dispénsese el anacronismo--- para la vida imperecedera. la definitiva. la que debía ser feliz eterna­ mente. Yen las lecturas espirituales a que ya hemos hecho referencia y veremos más ade­ lante. también cabe solazarse. siendo el poso satisfactorio más duradero y de mayor apro­ vechamiento. Volvemos al t6pico del prodesse et delectare horaciano 46. Con respecto a estas lecturas. un ejemplo por demás sintomático es el de Catalina de Mendoza. la fundadora del colegio de jesuitas a quien ya hemos hecho referencia. de la que dice su bi6grafo: «La oraci6n y lici6n de libros devotos eran ya su entretenimiento. que los profanos de que tanto gustaba. quedaron desterrados y condenados a perpetuo olvido.» (Perea. 1653. fol. 10 v.) ". Otro. lo representan los "Libros dedicados a la Infanta Sor Mar­ garita de la Cruz». que se reflejan en el artículo mencionado de José Sim6n Díaz (1986). Muy revelador en este sentido es el comentario que hace Mariana de San José. la también nombrada fundadora de la recolecci6n agustiniana: "Como fui leyendo. me comencé a afi­ cionar a buenos libros y a tratar de cosas de espíritu; y. con la buena compafiía. obraba el Señor lo que tantas veces había comenzado y yo desbaratado. siguiendo mis pasiones». Cita entre sus lecturas favoritas: las Epístolas de San Jer6nimo; las obras de fray Luis de Grana­ da; las de fray Pedro de Alcántara; las Epístolas y la vida de Santa Catalina de Siena. Res­ pecto a Teresa de Jesús. manifiesta la Madre Mariana c6mo procuraba tener siempre a la mano Camino de Perfección y Avisos. Presume de que dispwo del Libro de la Vida antes de salir impreso. Gran parte de los manuscritos de autoría monji! constituían una especie de «magisterio sumergido». producto unas veces de la obligatoriedad impuesta por los inelu­ dibles confesores y otras del deseo de transmitir a las hermanas o hijas de religi6n experien­ cias válidas para su perfeccionamiento. Es obvio que las obras de la Santa fundadora abu­ lense. manuscritas al principio, no sólo circularon entre sus hijas sino que traspasaron los claustros carmelitanos y fueron leídas tanto en ámbitos conventuales como profanos. El nutriente de este tipo de lecturas puede sintetizarse en la siguiente clasificación: 1) Sagradas Escrituras. 2) Escritos ascético-místicos. didácticos. doctrinales y exegéticos. 3) Libros mariales. 4) Hagiografías. 5) Biografías ejemplares. principalmente de mujeres. 6) Teatro religioso. 7) Poesía espiritual y festiva (generalmente. de celebraciones conventuales) . 46 Tirso de Malina tirulará una de sus obras DeI~jtars~ aprol/(chando. 47 Catalina de Mendoza an uJ 6 su matrimonio rato, al tener noticia de la infidelidad del Conde de la Gomera, con quien se habfa casado por poderes. Hay escritos suyos en la biografía de Ger6nimo de Perca. 59 MUJERES Y LITERATURA DEL SIGLO DE ORO El conocimiento de las Sagradas Escrituras es frecuente, ya sea adquirido por lectu­ ras, sermones o por ambas fuentes. Dentro de los conventos y estamento nobiliario enten­ dlan elladn --como ya se ha indicado-- un considerable número de mujeres. De ahl que muchas accedieran directamente a textos no vertidos al castellano. Era habitual en ellas el uso de misales, breviarios, libros de horas, de oficios, de letanlas, salmos yoracio­ nes, etc. Son frecuentes las citas que avalan [aJ uso. No pocas se sabían los salmos de memoria; asl, la Duquesa de Aveyro, doña Guadalupe de Láncaster y Cárdenas, los reci­ taba en ladn (Barbeito, 1). Pero, además, para quienes sólo comprendlan el romance, se publicaron diversas obras que permidan entrar en el conocimiento directo de textos bibli­ cos y litúrgicos. Sirvan de ejemplo: - D~ las considn-acionts sohre los Evangelios ck los Domingos, Mibcoks y vin-nes de Cua,.,ma, de Hernando Peralta Montañés. Málaga, 1612; Madrid, 1616. - Exposición paraphrdstica del Psalter;o de Dauid. ro difn-mte género de verso espa­ ño~ con ~osiciones varias, de varios y graulssimos Autores. Con la tabla de todos los Psalmos y sus Autores, por Fray Juan de Soto. Alcalá, 1612 (dedicado a Mar­ garita de la Cruz). La Virgen Madre de Cristo, Maestra y Abogada de los hombres ante Dios, sus­ cita una singular veneración, ostensible tanto en las obras de autoría masculina como femenina. Aun cuando es notoria la preferencia por el Misterio de su Inmaculada Concepción (Barbeito, 2004), que provoca incluso enfrentamientos entre francis­ canos (fervorosos inmaculistas) y dominicos (maculistas), también OtroS misterios como el de la Asunción y de la Encarnación atraen el interés de lectores, auditores y espectadores. «Se ha calificado el siglo XVII como el «siglo de oro» de la mariolo­ gía, a cuyo embellecimiento España contribuyó en medida única. (Solaguren , 1992, p. XXXV) . Las vidas de santos, a modo de novelas de caballería a lo divino, ejercían una gran fas­ cinación en lectores de ambos sexos. Teresa de Jesús e Ignacio de Loyola, entre otrOS, con­ fiesan su adicción a este tipo de literatura. Quizás la obra hagiográfica más leída fuera el Flos Sanctorum, que, venido al castella­ no. cuenta entre sus ediciones más importantes: Flos Sanetorum. La vida tk Nuestro Smor ¡_suehristo, tk su Sanetlssima Mad" y tk los otros Sanetos segund el ortkn de sus fiestas, por Fray Pedro de la Vega. 1521. Otra de las ediciones prestigiosas fue la de Pedro de Rivadeneyra (1616), quien en 1604 había dedicado a la Infanta Margarita de la Cruz" el Libro de vidas de santos que comúnmente llaman Extravagantes. 48 Todo apunca a que la InFanta Margarita de Austria debió de ser una gran lectora. 60 • INTRODUCCIÓN Igualmente era muy leído el Martyrologio Romano. una de cuyas traducciones es la del jesuita Dionysio Vázquez (Valladolid. 1586). A su vez despertaron gran interés los santos canonizados a lo largo del Siglo de Oro. Entre ellos. en 1622: San Isidro labrador. Santa Teresa de Jesús. San Francisco Javier y San Ignacio de Loyola; en 1672. San Francisco de Borja ... Cabe decir de manera gene­ ralizada que a todos cantaron los y las poetas de entonces. Por parte de las segundas. pre­ dominan las composiciones laudatorias. bien en preliminares de libros que celebran tales eventos, bien como participantes en certámenes literarios organizados para el mismo fUl. Valgan a modo de ejemplo: la justa poética con motivo de la canonización de San Isidro (Vega. 1622.). que impulsa a competir a poetas de renombre como son Antonia de A1ar­ eón. Catalina de Aybar. Antonia de Nevares e Inés de Zayas; de igual modo. la canoni­ zación de San Ignacio (Monforte y Herrera. 1622) promueve otra contienda literaria entre Margarita de Andrada. Manuela Pardo de Monzón y nuevamente Antonia de A1ar­ eón. que se lleva el primer premio; las fiestas organizadas por la Orden de la Merced en 1629. para celebrar a San Pedro Nolasco (Remón. 1630). cuentan con la intervención de María Díez. Vitoria de Leyva. María de Medrano. María Ximenez de Castro. Ana Vallejo y Araque y Lorenza de Aragón. Etc. a) Lecturar de autorfa masculina Entre los autores foráneos y consecuentes obras que suscitan mayor interés, destacan: San Agustín. preferentemente las Con fisione" las obras de San Buenaventura. las Colacio­ nes de Casiano. Los Morales de San Gregorio. la Vita Christi de Ludolfo de Sajonia (el Car­ tujano), las Epútolas de San Jerónimo, la Imitación de CrÍJto de Tomás de Kempis. Esta última fue más conocida por ContemptuJ Mundi. Curiosamente, cuando aún era carde­ nal, Inocencio III escribió una obra de ese título, en nada semejante a la de Kempis. De las obras y autores españoles más leídos hay que destacar el Tercer abecedario espi­ ritual, de Francisco de Osuna (1527); Tratado de la oración y meditación. de San Pedro de Alcántara (1533); la Subida del Monte Sión, de Bernardino de Laredo (1535) . La perfecta carada, de fray Luis de León (redactada ca. 1562, l.a ed. 1583). fue escri­ ta -como ya se ha indicado-- para María Varda Osorio con motivo de su matrimonio, lo que la convierte en obra de lectura obligada para todas las mujeres casadas; en cuanto al Cantar de los Cantares, cuyo manuscrito le causaría tantos sinsabores, lo tradujo al cas­ tellano hacia 1561 para uso privado de Isabel Osorio, monja del Sancti-SpirituJ, de Sala­ manca, que no entendia el latín. Aunque la primera edición no saldría a la luz hasta 1798. la indiscreción del casi adolescente Fr. Diego de León puso en manos ajenas una copia furtiva, multiplicada con tal profusión que llegaron ejemplares hasta el continente ame­ ricano. Como pone de manifiesto el P. Félix GarcÍa: «La Exposición del Cantar de los Can­ tares es el primer libro en prosa que escribió el poeta. Su difusión, en copias. fue extraor­ dinaria. Se leyó este libro con avidez. Fácil sería anotar vestigios interpretativos y literarios de esta obra, escrita sin pretensiones, pero que resultaba sorprendente, en los escritos de San Juan de la Cruz, sobre todo en el Cántico Espiritual» (Luis de León, 1967, pp. 61- 61 MUJERES Y LITERATURA DEL SIGLO DE ORO 62). Autoras como Teresa de Jesús, Mariana de San José, Cecilia del Nacimiento y Este­ fanía de la Encarnación, incluidas en EC, evidencian tal aserto. Asimismo suscitaron gran interés las obras de Juan de Avila, que contÓ entre sus lec­ toras a Teresa de Jesús. Todas las de fray Luis de Granada obtuvieron plena aceptación. Las de San Juan de la C ruz, aunque no se imprimieron hasta 1618, todavía manuscritas llegaron a numerosas lectoras. Sus poesías corrían repartidas por conventos de monjas de distintas órdenes. La belleza del Cdntico espiritual contribuyó a despertar mayor gusto por El Cantar de los Cantares. Entre las autoras incluidas en nuestro trabajo, que siguie­ ron con más proximidad a este místico genial, se encuentran la también carmelita Ceci­ lia del Nacimiento y la clarisa Estefanía de la Encarnación. Fray Juan de los Ángeles, confesor de las Descalzas Reales, que reimpulsa con Nico­ lás Factor la mística del recogimiento, muestra en sus obras una sensibilidad cercana a la femenina, a veces rechazada entre los propios franciscanos. No podemos silenciar las Meditaciones de los mysterios de nuestra santa fe con la prdctica de la oración mental (1605) Y la Guía espiritual (I609) de Luis de la Puente; así como las Cartillas, Primera (escrita hacia 1626) y Segunda (circa 1628; impresa en 1651), del mercedario Juan Falconi de Bustamante, que tanto éxito obtuvieron entre el público femenino, todavía manuscritas. La propia Reina Isabel de Borbón se dice que llevaba siempre una consigo. Por último, aunque muy a la zaga, procede citar la Guía espiritual (Roma, 1675) de Miguel de Moli­ nos, máximo representante del quietismo. b) Lecturas de autoría femenina Llegamos por fin a la parte que nos ofrece mayor interés e invita a reflexión. Un autor de finales del siglo XlX, Felipe Picatoste, al referirse en su obra Estudios sobre la grandeza y decadencia de España a mujeres relevantes del Siglo de Oro, ponía de manifiesto: Italia ha honrado conscantememe la memoria de sus mujeres célebres, siendo muchos los escritores que han publicado sus biografías y juicios críticos; sus retratos abundan en toda la península y decoran los museos, bibliotecas y palacios; se conservan como pre­ ciosidades históricas y nacionales sus autógrafos [ .. . }, mientras que en España apenas tie­ nen un recuerdo nuestras escritoras. Sólo Santa Teresa [ . .. J» (1887, p. 11 6). Las propias mujeres favo recieron en gran parte este desconocimiento, por cuanto fue­ ron las primeras en silenciar las fuentes de que habían bebido, si eran de autoría femenina. Quizás se limitaban a citar las masculinas como más prestigiosas y mejor admitidas". Lo 49 Sobre este aspecto, N ieves BARANDA es autora de un artículo muy interesante ti tulado «Por ser de mano femenil la rim a)!, inserto actual mente en el Cap. 4 de su obra Corujo a /o prohibido. L~cloras y ~crito­ ras m la España moderna (2005) , que contiene otras valiosas apon aciones. 62 INTRODUCCIÓN cieno es que, no obstante las conapisas y recelos varoniles respecto al aprendizaje de la escri­ tura, peligrosa a su entender para las mentes femeniles, muchas aprendieron a escribir. Y, además, podemos afirmar que el nutriente de gran número de mujeres, sobre todo para su formación espiritual, lo constituyeron en buena medida escritos de autoría femenina. Es obvio que ese nutriente a que acabamos de referirnos no s610 fue espiritual, como ya hemos apuntado. La lectura suponía uno de los mayores divertimentos, que permitía el solaz buscado con frecuencia en aquello que afecta a temas mundanos. A estas deman­ das respondieron las mujeres con vocación de escritoras, acometiendo los distintos géne­ ros, sin atender --o atendiendo- al acicate que suponía desafiar el monopolio mascu­ lino dentro de la literatura profana; en cuanto a la religiosa, generalmente las motivaciones fueron propiciadas por distintas exigencias espirituales, ajenas a propósitos literarios. Quien se representara nuestras escritoras de los siglos XVI y XVI I únicamente entre­ gadas a las efervescencias de la mística, al anhelo de adquirir ciencia, o al de expresar en versos sus afanes y melancolías, incurriría en grave error. [ ... l. Ante todo, conviene separar, con la inmensa distancia que existió realmente entre ellas, estas dos cemurias. Mejor dicho, el período comprendido entre la terminación de la Reconquista, por los Reyes Católicos, y la muerte de Felipe n, y el comprendido entre el advenimiento de Felipe III y el de los Barbones. La moderna ciencia de la historia ha demostrado que, así como no hay individuos completameme buenos, ni completamen­ te malos. sino individuos en quienes predominan preferentemente ciertas virtudes o cier­ tos vicios (individuos mejor o peor adaptados a su medio) , tampoco ha habido épocas virtuosas ni degeneradas, sino épocas en que la más estrecha o más floja disciplina moral ostentó en las costumbres, con mayor visibilidad, aspectos más severos o más relajados. [ .. . ] (Nelken, 1930, pp. 141 -142). Dentro del reto que suponía para toda escritora, necesariamente vocacional. la lite­ ratura profana, los Libros de Caballerías cuentan con cultivadoras como la autora anó­ nima del Palmerin tÚ Olivia y de Prima/eón --<¡ue inician la prolffera y célebre serie de los palmerines-, así como con Beatriz Bernal, creadora del Cristalidn de España, ambas seleccionadas para el corpmde este trabajo (EP, 1-2). Si bien la primera no hay duda de que se inspiró en el Amadls de Gaula; hay más que indicios de que la segunda -<:omo podrá comprobarse-- no sólo leyó, sino que tomó por modelo en buena parte esas nove­ las nacidas de una mano oculta (quizás no tanto para ella) de mujer. Como novelista, la figura del Siglo de Oro que logró alcanzar mayor éxito es sin duda María de Zayas y Sotomayor (EP, 5). Dentro de la novela corta, supo rivalizar prestigio­ samente con sus oponentes masculinos cultivadores del mismo género. Analiza y critica a la sociedad de su tiempo. destacando Fundamentalmente los alienantes condiciona­ mientos femeninos; de ahí que se la considere la primer feminista española. Castillo Solór­ zano se refiere a ella en los siguientes términos ponderativos: [ ... ] Pues en estos tiempos luce y campea con felices aplausos el ingenio de doña María de Zayas y Sotomayor, que con justo título ha merecido el nombre de Sibila de Madrid. 63 MUJERES Y LITERATURA DEL SIGLO DE ORO adquirido por sus admirables versos, por su fdice ingenio y gran prudencia; habiendo sacado de la estampa un libro de diez novelas, que son diez asombros para los que escri­ ben este género, pues la meditada prosa, el artificio de ellas y los versos que interpola es todo tan admirable, que acobarda las más va1iemes plumas de nuestra España. y continúa refiriéndose a otra autora de reconocido éxito y gran amiga de la anterior: Acompáfiala en Madrid doña Ana Caro de Mallén (EP, 6), dama de nuestra Sevilla, a quien se deben no menores alabanzas, pues con sus du1~ y bien pensados versos suspen­ de y deleita a quien los oye: esto dirán bien los que ha escrico a toda la fiesta que estas Car­ nestolendas se hizo en d Buen Retiro, palacio nuevo de su majestad [ ... ]. (La Garduña, VI). Diríamos que aquí se queda corto, porque omite la principal faceta de esta escritora, que es la dramaturgia. Aun cuando quizás haya más autoras teatrales de las que conocemos, ocultas bajo seu­ d6nimo, de momento parece que la primera obra teatral espafiola de autoría femenina, revalidada por la correspondiente edici6n impresa, es la Tragicomedia de los jardines y cam­ pos sabeos, de Feliciana Enríquez de Guzmán so, que sali6 a la luz en el afio1624, de mano de los impresores Jacomo Carvallo, de Coímbra, y Pedro Crasbeed, de Lisboa. Mientras esta autora hace alarde de clasicismo. en oposición a la normativa lo pesca, las comedias que hemos seleccionado para María de Zayas (EP, 5) y Ana Caro (EP, 6), pertenecen al apogeo del drama nacional promovido por Lope de Vega, Calder6n de la Barca y sus seguidores; así como Ángela de Azevedo (EP, 7), que parece haber escrito s6lo para repre­ sentaciones palaciegas, por su condici6n de dama de la Reina. Pero pensemos que los grandes cultivadores a que acabamos de referirnos se consideraban honrados con la posi­ bilidad de que sus obras merecieran ese marco áulico de exhibici6n. Si bien el teatro se considera espectáculo esencialmente visual y auditivo, ahundan los testimonios que revelan cómo era frecuente en las mujeres el gusto por leer comedias; aunque pocas se atrevieran a escribirlas. Lo mismo que ocurre con la producción masculina, la poesía se hace presente en todos los géneros literarios. Inseparable del teatro, por cuanto la dramaturgia del Siglo de Oro se escribe en verso, también la encontramos con profusión dentro de la novela. como podemos comprobar en María de Zayas (EP, 5) y Mariana de Carvajal y Saavedra (EP, 10). También proliferan los poemas que suelen denominarse «(de circunstancias» escritos con distintas finalidades: para certámenes literarios; para fiestas que las más de las veces celebran algún acontecimiento religioso; y, con frecuencia, a requerimiento de los pro­ pios autores, abundan las composiciones femeninas laudatorias incorporadas en los pre- 50 De ella dice LoPE DE VEGA en su Laurrl tk Apolo, Silva lIT ( 1630): ¡( Pues mintiendo su nombre, I y transformada en hombre, I oyó filosofía»; a la vez que relata la peregrina historia en que se vio envuelta: • Porque ¿cómo podía I vivir, siendo mujer, donde ten fa I hábito y nombre de hombre 1[ ... ]. 64 INTRODUCCIÓN liminares de libros, que salen a la luz realzados con el aplauso de quienes se supone son afectos al autor. En cuanto a la literatura religiosa, Dolores Aleixandre ha expuesto brillantemente cómo, cuando se trata del knguaje, existen en la mujer posibilidades, muchas veces iné­ ditas, de expresividad, de plasticidad, de tender puentes y captar matices, de escuchar el lenguaje del cuerpo y de las emociones, de hacer asequibles los conceptos más áridos, de reconciliar teologúlcon espiritua/idad(1997, pág. 22). La respuesta aftrmativa a este planteamiento la dan buena parte de las escritoras inclui­ das en «Espacios conventuales»; e, indudablemente, así lo percibieron muchas de sus con­ temporáneas. Santa Catalina de Siena es quizás la autora más divulgada hasta la irrupción de Tere­ sa de Jesús, la santa reformadora abulense. Biografía y obras entran en España de la mano de Cisneros, que en 151 1 encarga al impresor Amao Guillem de Brocar, establecido en Alcalá de Henares, las biografías de Raimundo de Capua: La vida de la bienauenturada sancta Caterina de Sena trasladada de laún en castellano por { . .} fray Antonio de la Peña { . .} y la vida de la bien auenturada soror Joana de Orbieto: y de soror Margarita de Caste- 110. Al siguiente año 1512, sale de la misma imprenta: Obra de las epistolas y oraciones de la bienauenturada virgen sancta Catherina de Sena de la Orden de los Predicadares. Las qua­ les foao" traduzidas d[e}1 toscano en nuestra lengua castellana { . .}. No obstante, quizás no se ha estudiado en su auténtica proyección la influencia de la terciaria franciscana Ángela de Fulgino (o Foligno) sobre las escritoras místicas más rele­ vantes 51 ; lo que indica que contó con un número de lectoras -y lecmres- quizás cuan­ titativamente inferior; pero no cualitativamente, en cuanto al interés doctrinal suscÍtado 52• 51 Hay ecos doctrinales e incluso estilísticos. así como referencias significativas, en Teresa de Jesús, Ceci~ lia dd Nacimiento. &tefanfa de la Encarnación. ctc. Mariana de San José en su obra Sobr~ el Libro tÚ los Cantares tÚ Salomón, al comentar d versículo ~ lntroduxi( me rex in cellam vinariam. (Vulgata, er. 2,4), cita a esta mística en los siguientes términos. que evidencian cómo la había leído: «¡Qué maraviUa que la Espo­ sa, admirada de tal hermosura, no diga ni acicne a decir cuál es este hermosísimo retrete, ni quiera contar­ nos lo que no sabrá decir; más habla con callar. La gloriosa Santa Ángda de FuJgino así lo entendía. porque cuando la forzaba la obediencia a que dijese lo que el Sefior la mostraba en este retrcte, ded a l ... ] que c6mo había de hablar su lengua ni dar cuenra de cosas tan altas y soberanas [ ... ] . En el ámbitO profano sabemos, p. ej., que su biograRa se enconrraba en la biblioteca de la VI Condesa de Lemos (SE, IX). 51 Téngase en cuenta la influencia que esta mística franciscana ejerci6 a su vez en autOres masculinos de distintas 6rdenes religiosas. Melquíades ANo W MART{N, al referirse a San Francisco de Borja como fun­ dador del Colegio-universidad de GandJa, «foco inicial del eremitismo o espíritu recoleto o de recogimien­ to en la Compafifa de Jesús [ ... J, el origen del entusiasmo desmedido por la oraci6n mental que había en ellos debe ponerse, en gran medida [ ... ] en las lecturas de aurores espirituales de esta vía [ ... h (1 976, p. 465). Entre esos autores hace referencia a Santa Ángela de Foligno. Y al dar relaci6n de las fuentes utilizadas por el capuchino Isidro de León, que el propio autor cita en su Mlstico Cielo (1685- 1687) , una de eUas es la Vida d. Santa Ang.ta de Foligno (lbCdem. pp. 6 17-618). 65 MUJERES Y LITERATURA DEL SIGLO DE ORO La edición toledana de 1505 del Liber qui dicitur Angela de Fulgino fue como el lanza­ miento espiritual de la mujer promovido por C isneros. También en Toledo, sale en 1510 una edición en romance del Libro dt la bienaventurada sancta Angela de Fulgino. Ésta incluye la Regla de Sta. Clara y Tractado de la vida espiritual, de San Vicente Ferrer. En 1618 se publica en Madrid una edición traducida del latín por Francisca de los RJos (EP, 8), cuyo contenido se corresponde con las ediciones toledanas. Aunque no sea su propósito, paradójicamente, se brindan mayores posibilidades como escritoras a las mujeres consagradas a la vida religiosa. Y si bien se nutren en gran parte de maestros espirituales masculinos; sometidas esas lecturas a un proceso empírico de asi­ milación, a veces las adoctrinadas acaban erigiéndose en adoctrinado ras, en maestras acep­ tadas y seguidas por sus mismos confesores y directores de espíritu. Así ocurre con las dos grandes santas italianas promovidas por Cisneros en el siglo XVI, y que en el XVII serán recuperadas por dos autoras españolas. De Ángela de Fulgino, como queda dicho, pre­ senta una traducción rigurosa Francisca de los RJos (EP, 8); la vida de Catalina de Siena es poetizada por Isabel de Liaño, que al parecer contó con muchas dificultades para publi­ carla. Ella lo atribuye a su condición femenina, puede que aún influyera más su discuti­ ble númen poético " . No obstante, sale a la luz en Valladolid el año 1604, bajo el título de Historia t.k la vida, mverte, y milagros de santa Catalina de Sena, dividida en tres libros. Compuesta en octava rima por doña Isabel de Liaño natural t.k Palacios t.k Campos; dirigi­ da a la Reyna Nuestra Señora doña Margarita t.k Austria. Conviene observar, como venimos apuntando, que las religiosas perfeccionistas some­ ten los tratados doctrinales masculinos a su propia ejercitación, en un proceso afectivo que conecta con místicos en la línea del carmelita San Juan de la Cruz, de los francisca­ nos Francisco de Osuna y Fr. Juan de los Ángeles, del mercedario P. Falconi ... ; pero que busca preferentemente la identificación con sus congéneres para seguir el camino de per­ fección que conduce a la unión con el Esposo divino, a la transformación en Dios" . El producto obtenido es de una espiritualidad que, desde su propia experiencia femenina se encamina por las tres vías: purgativa, iluminativa y unitiva55 , superando las distintas eta- B Margarita NELKEN la cita como feminista \la secas», «ya que -afiade---- su producción literaria no merece salir del olvido en que yace desde que salió a luz». (1930, p. 16). 5" "y ya no vivo yo, es Cristo quien vive en mi. (Gálatas 2, 20). Catalina de Siena: ~ Por esta unión amorosa, que cada día aumenta, el alma se transforma en un cierto modo en Dios, hasta el puntO que no puede pensar, entender y amar sino a Dios ni tener presente sino a Dios. (CAPUA, Cap. X, p. 120). Para ampliar este tema, remitimos a Melqulades ANORts, 1975, especialmente: . La unión o transformación. EJ conocimiento de Dios por ignorancia. (pp. 101-ss) . Vs. lb. BARBEITO: . En Él fueron transformadas» (2007). A efectos ilustrativos y para mayor practicidad del lector, a veces resaltamos en cursiva las palabras derivadas de unión, transfonnación y emero así como algún sintagma o frase cona, que tienen el significado místico a que hacemos referencia; lo mismo, respecto a los conceptos claves amor, honor/honra, u/os. ss La vfa "purgativa. es de pura ascesis (ejercitación penitencial); la «ilwninativa», como su propio nom­ bre indica, ya goza de experiencias satisfactorias que estimulan y favorecen el seguimiento del . camino»; en la tercera vla, la . unitiva» es donde se alcanza la unión definitiva eon D io$, cuyo momento álgido es el deno­ minado matrimonio espiritual. 66 INTRODUCCION pas en continuo avance de progresiva superación (pasos o grados), que a veces se funda­ menta en ideogramas de línea ascendente (escala, castillo) . y las vemos subir los escalo­ nes o gradas de la escala 56 ideal; así como recorrer el castillo 57 hasta encontrarse con el Amado, en su personal vivencia del cristocentrismo. Y como cuanto más avanzan, más anhelan avanzar, se convierten en penetrantes intérpretes del Cantar de los Cantares; y se sienten objeto de fenómenos metaRsicos tales como visiones y revelaciones, éxtasis y arro­ bos. Pero, todo ello, sin dejar la contemplación y la oración para comunicarse con la divi­ nidad, que, en definitiva, es lo que buscan como única forma de salÍsfacer su inquietud espiritual. La muestra más evidente de su provechosa asimilación nos la brindan los pro­ pios confesores al exigirles que exterioricen su vida interior, cuando a las mujeres apenas se les permitía hablar y aún menos escribir. Obviamente, tanto Juana de la Cruz como Teresa de Jesús, Cecilia del Nacimiento, Mariana de San José, Estefanía de la Encarnación o María de Ágreda, son fruro de nutrientes que están muy lejos de la Teología dogmática. Aún en su tiempo se observa cómo, si bien buscan el apoyo de figuras sacetdotales autorizadas, sus avalado res se iden­ tifican con la Teología mística y la espiritualidad afectiva. Teresa de Jesús (EC, 14) compendia las corrientes espirituales reformadoras y místicas del siglo XVI. Impulsa, pero a la vez eclipsa a otras muchas mujeres que la tomarán como modelo genuino para encauzarse por caminos de perfección. La fundadora mercedaria Mag­ dalena de Cristo, ya citada, es una de tantas que muestra singular veneración por Teresa de Jesús como santa y como escritora; lo que se pone de manifiesto en las siguientes líneas: Teresa, alma santa, misterio tienen tus hazañas, con hechizos celestiales arrastras las almas. Teresa, virgen santa, regodjanos con tus obras, que son perfeceas y santas. [ ... ] Teresa, grande alma, ruega por nosoeras, y de cu docerina seamos enseñadas. [ ... ] (Ledes­ ma, 1709, p. 286). Aunque a distancia de la mística doctora abulense, María de Jesús de Ágreda (EC, 20) es, después de ella, la que proyecta una irradiación más amplia y suscita mayor interés en cuanto magisterio escrito. Entre los autores que influyeron en su trayectoria mística se citan Juan de la Palma, Pedro Manero, Pedro de Arriola, fray Luis de León, San Juan de la Cruz y Santa Teresa de Jesús; pero ya veremos hasta qué punto se dejó influir por otras místicas. En efecto, el Siglo de Oro cosechó un considerable número de mujeres con luz propia, cuyas vidas y escritos fueron siembra espiritual para contemporáneos de ambos sexos. Es cierto que la figura máxima, al extremo de eclipsar a la propia Catalina de Siena, fue la San­ ta reformadora carmelita, seguida de la concepcionista María de Ágreda; sin embargo, no pueden contemplarse como fenómenos aislados Juana de la Cruz, Cecilia del Nacimiento, '>6 Una vez más percibimos las reminiscencias bíblicas: Jacob «(Uvo un suefio en el que ve/a una escala que, apoyándose sobre la licrra, tocaba con la cabeza en los cielos [ .. ,JIt, (Génesis, 28. 12), 57 Aqullas reminiscencias son caballerescas. 67 MUJ ERES Y LITERATURA DEL SIGLO DE ORO Mariana de San José, Estefanía de la Encarnación, Mareela de San Félix, Mariana Francis­ ca de los Ángeles, Margarita de la Cruz, Luisa Magdalena de Jesús, seleccionadas para este rrabajo, y W1 largo etcétera que no incluimos, constiruyeron con su vida y sus escritos focos de luz espiritual para muchas y muchos, aún fuera de sus respectivas órdenes. Dentro de los conventos surgían con cierta frecuencia religiosas identificadas como almas extraordinarias, que, atendiendo a objetivos doctrinales, proselitistas o exigencias de régimen interno, escribían para otras religiosas de sus comunidades y no pocas veces para extraconvenruales, a instancias de sus confesores. Entre conventos, aunque fueran de distintas órdenes, está demostrado que las mon­ jas se intercambiaban poesías y otros escritos de mayor enjundia, tanto de autoría mas­ culina como femenina, en gran parte manuscritos. Pero quien esto escribe tiene la intui­ ción de que las monjas avaladas por una bien cimentada fama espiritual se consideraban modelos idóneos más fáciles de emular por sus congéneres. Y aunque se leyeran con devo­ to interés los grandes maestros masculinos, algunos de los cuales ya hemos citado, Ánge­ la de Fulgino, Teresa de Jesús, María de Ágreda, amén de otras menos famosas o de popu­ laridad más restringida, fueron imitadas por sus seguidoras como figuras «tipo», a efectos de escritos, comportamientos. gestos y actitudes espirituales. Y si aún no se ha estudia­ do con amplitud y profundidad suficientes la influencia de esas autoras de primer orden, menos todavía las segundanas en apariencia, que, como iremos comprobando al tratar algunas dentro del corpus, constituyeron fuente de inspiración. Es en el sector religioso obviamente donde se produce el mayor número de escritoras sin prop6sims literarios; no obstante, produjeron páginas de una gran belleza literaria, que podemos encontrar en: Memoriales autobiogrdficos También se les da el nombre de Relaciones. Casi siempre sugestivos, pero en todo caso de gran valor testimonial, atienden fundamentalmente a la vida espiritual de sus autoras. No obstante, constituyen una fuente riquísima de conocimiento humano. en las distintas vertientes: psicológica, social e histórica. Por entonces, la mujer del m"undo profano ocul­ ta o apenas desvela su exisrcncia58 ; no así las mujeres consagradas a la vida religiosa. que han de escribir a instancias de sus confesores, los mismos que aconsejan la privacidad de las primeras. Los directores espirituales pretenden generalmente tres objetivos: 1) analizar a fondo el alma de sus penitentes para dirigirlas mejor; 2) buscar su propio aprovecha­ miento; 3) que sirvan como ejemplo a religiosas/-os e incluso a seglares de ambos sexos. Tal es el caso de Mariana Francisca de los Ángeles, fundadora de las Carmelitas descalzas de Santa Teresa, de Madrid, quien al comienzo de un memorial modélico por distintos conceptos, dice al confesor: «[ ... ) porque sólo ha de ser para vuestra Reverencia y el otro sujeto que tenemos comunicado Vuestra Reverencia y yo [ ... )>>. (Vs. EC, 22). SI Entre las excepciones cabe citar a María de Guevara (EP, 12). 68 INTRODUCCION Así explica el carmelita Bartolomé Camuñas qué le impulsó a pedir la autobiografía de la beata del Carmen María de la Ascensión: Luego que comencé a confesar a nuestra hermana, la mandé con obediencia me diese por escrico toda su vida, poniéndola por motivo que, para que yo tuviese acierco en el gobier­ no espiritual de su alma, necesitaba saber el camino por donde el Señor la guiaba. y lo que el Señor había obrado en ella. y e6mo se había aproveehado de los beneficios que había rece­ bido (sic) de su soberana mano. [ ... ] Fue éste mi motivo; pero también lo fue el que su vida quedase escrita, para enseñanza de los fieles y para que conociesen los favores que Dios hace a los que de veras le sirven [ ... ]. (Vida tk la bmmJbk ... Maria tk la Ascmsión .... f. 30v.). De gran interés. no sólo por ser sobrina de Santa Teresa. sino por el desarrollo de su vida. es Beatriz de Jesús (Vs. EC. 16: Anónima. Carmelita ... ). que dejó relaciones sobre su entrada en las Carmeliras descalzas de Alba de Tormes y de su priorato en Toledo; así como cartas singularmente valiosas. La ya citada Estefanía de la Encarnación escribió en 1631 otro sugestivo memorial autobiográfico a instancias de su confesor. el padre Villamediana (Vs. EC, 19). También merecen destacarse los de la carmelita Cecilia del Nacimiento (EC. 17); de la agustina Fundadora Mariana de San José (EC. 15). interrumpido en 1611 ; yel de la concepcionista María de Jesús de Ágreda (EC. 20). todos ellos transcritos fragmentaria­ mente en el corpus. Relaciones de autoria femenina sobre compañeras de religión (Biograftas); y sobre sucesos conventuales (Crónicas) Raramente se encuentran biografías impresas. Lo que sí abundan son las relaciones y declaraciones, generalmente anónimas, escritas por compañeras conventuales en torno a una monja fallecida. Suelen aportarlas las distintas comunidades. para incorporarlas a las biografías. crónicas y cronicones de las respectivas órdenes. encomendadas a biógrafos y cronistas masculinos, como puede constatarse en documentación conservada de las Car­ melitas descalzas de Sta. Teresa. Agustinas recoletas de la Encarnación. Trinitarias de Lope de Vega. etc. Muchos de estos textos de pluma femenina fueron tomados al pie de la letra. según he podido comprobar mediante cotejo. Tal es el caso de las Mercedarias de Atar­ eón. cuyas relaciones biográficas anónimas reproduce casi literalmente fray Francisco de Ledesma en su Historia Breve de la Fundación del Convento de [. .. ] Alarcón. Y del Conven­ to de San Fernando [. .. ]" (1 709) . 5!J EJ propio P. LED ESMA hace, entre otras, las siguientes manifestaciones: «Poco tiene que decir d que escribe acerca dd se{¡or Don Juan Pacheco de Alarc6n, porque acerca de sus grandes virtudes lo han escrito las rdigiosas de la Concepción Mercenaria» (1709, p. 5). En OtrO lugar: II:Se pone lo que literalmente escri­ bieron las rdigiosas, como se irá continuando en todo lo que se escribiere,. (Ibídem, p. 9). 69 ~. MUJERES Y LITERATURA DEL SIGLO DE ORO Las Declaraciones orientadas a futuros procesos de canonización, en forma de relacio­ nes o memoriales, constituyen una fuente informativa valiosísima. Ofrecen un buen ejem­ plo las Agustinas recoletas de la Encarnación, de Madrid (Barbeito, 1987). Parte de sus escritos, redactados a la muerte de la Fundadora, fueron utilizados por el licenciado Luis Muñoz para la vida de la Venerable Madre Mariana de S. Ioseph ... (1645). Obras doctrinales Algunas son obras exegéticas de altos vuelos místicos, que responden a estímulos de inspiración divina, según expresan sus autoras. Así, las que se incluyen en EC debidas a Estefanía de la Encarnación y a María de Jesús de Ágreda. Poesía Si abunda la poesía femenina de temática profana, la religiosa se produce con profu­ sión. Grosso modo, cabe dividirla en: a} Poesías mlsticas y devotas, cuyas poetas suelen ser mujeres consagradas a Dios, bajo distintos grados de compromiso. Entre las más sobresalientes cabe citar a Luisa de Carvajal y Mendoza (EC, 4). Otro ejemplo de inspirado fervor religioso lo constiru­ ye la carmelita vallisolerana Cecilia del Nacimiento (EC, 17), que ya hemos destaca­ do como escritora minia. Sus puemas evidencian una profunda asimilación de la lírica sanjuanisra, cuyos ecos se perciben nítidamente en las Lims de la transformación del alma en Dios. También su hermana María de San Alberto escribió abundantes composiciones para adoctrinar y/o deleitar a otras carmelitas. Descuella asimismo por su númen poético Marcela de San Félix (EC, 21), hija del Fénix de los ingenios. Aun cuando las poetas citadas están fuera de toda duda respecto a su autorfa, conviene tener en cuenta que no siempre las atribuciones responden a la reali­ dad. El intercambio poético de repertorios y piezas sueltas entre conventos -como ocurre actualmente con los cánricos- era frecuente. No existiendo el sentido de plagio que tenemos ahora, las poesías se modificaban a gusto de las receptoras. Esas adaptaciones dieron lugar a atribuciones improcedentes GO • b} De circunstancias, o conmemorativas de eventos religiosos. Así, los poemas dedicados a las canonizaciones, que se prodigaron dentro del siglo XVII, como ya hemos refle­ jado al hacer referencia a las poetas seglares. Dentro de los respectivos conventos proliferan igualmente las poesías que cantan diversos tipos de celebraciones, no 60 Un ejemplo sumamente revdador lo constituyen Luisa de la Ascensión (La monja de Camón), a la que se le atribuyen los versos «¡Oh dulce suspiro mio! / no quisiera dicha más / que las veccs que a Dios vas I hallarme donde te envío» (BARBEITO, 1, p. 369). Los encontramos repetidos en María de Orozco y Luján (BARBEITO, 11 , p. 697). GcneraJmcnre. las rd igiosas no sollan atribuírselos a si mismas, sino que lo hadan sus devotos. Recomendamos por su interés «Poemas "sanjuanistas" fuera del Carmelo» (V ÁZQUEZ. 1982). 70 INTRODUCCIÓN siempre devocionales. Pero, además, rambién a las monjas se las requiere para apor­ tar esas composiciones laudator~as que ostentan con orgullo los autores en las pági­ nas preliminares de sus obras, ya sean o no de temática religiosa. Teatro religioso a) Para clrculos urrados El género dramático constituye una fuente importante de fervor espiritual. Así, autos sacramentales, comedias de santos y las que recogen los milagros mariales. La carmelita María de San Alberto, que acabamos de citar, escribió piezas teatrales para ser represen­ tadas dentro de su convento, y lo mismo hiw su hermana Cecilia del Nacimiento, como atestiguan - aun siendo escasas-las muestras que se conservan. Un ejemplo singular­ mente afortunado lo constituye la inspirada Marcela de San Félix, que en un triple impul­ so de dar gusto a Dios, a la Comunidad y a su afición innata, deleitó y nutrió espiritual­ mente a sus hermanas conventuales, mediante la representación de coloquios espirituales que dirigía y hasta - a veces- interpretaba. Tal arraigo tomó este tipo de recreaciones entre las Trinitarias de su convento que, al morir, las mantuvo Francisca de Santa Teresa (1654-1709); si bien su numen poético no le permitió alcanzar a la maestra. b) Autos Como caso curioso, aunque quizás no único, incluimos los Autos de remembranza sobre el Misterio de la Asunción, representados ante el pueblo de Cubas por obra de Jua­ na de la Cruz (EC, 13). Cartas La carta, instrumento de comunicación esencial en las relaciones interpersonales , es el testimonio escrito que recupera con mayor fiabilidad la vida de nuestras antepasadas. Atendiendo a la variedad de mensajes, la carta particular, ese pequeño manuscrito al que quizás aún no se le ha dado la importancia que merece, fue sin duda el más valioso medio de transmisión utilizado por las mujeres del período que nos ocupa. Muy limitadas para traspasar los espacios privados, fueran domésticos o conventuales, la carta les permitió comunicarse con interlocutores inaccesibles. expresar sentimientos e ideas, intentar o pro­ poner actuaciones, obtener respuestas .. . Bastante irregular en cuanto a estructura y contenido, conlleva una gran espontanei­ dad, que permite observar las relaciones con familiares, amigos y personas más o menos relevantes con las que la emisora mantiene contacto. Por poner un ejemplo, Luisa de la Ascensión - más conocida por La Monja de Carrión--- se dirige a un personaje como el Duque de Alba tratándole de «charísimo hermanuco». De ahí nuestro interés en ofrecer una sucinta SELECCIÓN EPISTOLAR complemen­ taria. 7 1 · . " Retrato de ÚJ Emperatriz Maria de Austria. Antonio Moro (ca. 1519-1576). J' Juana rk Portugal pintada por Sofonisba rk Anguisso/a (ca. 1535-J 625) 5 APROXIMACIÓN A LAS AUTORAS A) ESPACIOS PROFANOS I I . Combar, juega un importante papel a lo largo de todo el Sarao. Son fre­ cuentes sus intervenciones poéticas. Al final es tomada de la mano de Lisis, en un gesto que ---<:omo ya se hizo notar- puede interpretarse cargado de simbolismo. Isabel deci­ de seguir siendo definitivamente esclava (ese fue su disfraz) ; pero en lo sucesivo lo será del Esposo divino: [ ... ) Tengo elegido Amanee que no me olvidará, y Esposo que no me despreciará, pues le concemplo yo los brazos abiertos para recibirme. Y así, divina Lisis ---esto dijo ponién­ dose de rodillas-, te suplico como esclava tuya me concedas licencia para emregarme a mi divino Esposo, entrándome en religión en compañía de mi señora dofia Estcfanía. [ ... ] En mis joyas me parece tendré para cumplir el doce y los demás gaseoso Esto no es razón me lo neguéis. pues por un ingrato y desconocido amante he pasado tantas desdi­ chas. y siempre con los hierros y nombre de su esclava. ¿cuánto mejor es serlo de Dios y a Él ofrecerme con el mismo nombre de la Esclava de su Amante? Desengaño U: [La más infame venganzap" «¡Quién hiciera esa traición sino un hombre! Mas quiero callar, que el mismo suceso dice más que yo puedo decir», anticipa la narradora. De las dos protagonistas, se salva la soltera merced al refugio sagrado, acabando en trágica muerte la casada inocente. Desengafío III: [La inocencia CfUtigaáaJ Nigromancia y tenebrismo acompafian a la desventurada heroína (Inés), que sólo se sentirá libre y feliz cuando al final se acoja a sagrado. Resulta espeluznante y patética la descripción de la infortunada tras su angustioso emparedamiento: En verdad, aunque tenía los ojos claros, estaba ciega, o de la oscuridad (porque es cosa asemada que si una persona estuviese mucho tiempo sin ver luz, cegaría), o fuese de esto, o de llorar, ella no tenía vista. Sus hermosos cabellos, que cuando emró allí eran como hebras de oro, blancos como la misma nieve, enredados y llenos de animalejos, que de no peinarlos se crIan en tanta camidad que por encima hervoreaban; el color, de la color de la muerte; tan flaca y consumida, que se le sefialaban los huesos, como si el pelle­ jo que estaba encima fuera un delgado cendal; desde los ojos hasta la barba, dos surcos 147 Los [{mIos de esras novelas figuran a panir de la edición de Barcelona, Pablo Campins, 1734. como hace ver Alicia YLLERA. de ahí que se pongan entre corchetes. 175 MUJERES Y LITERATURA DEL SIGW DE ORO cavados de las lágrimas. que se les escondía en ellos un bramante grueso; los vestidos, hechos ceniza. que se le veían las más partes de su cuerpo; descalza de pie y pierna. que de los excrementos de su cuerpo, como no tenía dónde echarlos. no sólo se habían con­ sumido, más la propia carne comida hasta los muslos de llagas y gusanos, de que estaba lleno el hediondo lugar. No hay más que decir, sino que causó a todos [ama lástima, que lloraban como si fuera hija de cada uno. [ ... ] El Asistente sustanció el proceso a los reos y, averiguado todo, los condenó a [Odos tces a mucue, que fue ejecutada en un cadalso, por ser nobles y caballeros. sin que les valiesen sus dineros para alcanzar perdón. po r ser el delito de tal calidad. A doña Inés pusieron, ya sana y resciruida a su hermosura aunque ciega, en un convento con dos cria­ das que cuidan de su regalo. sustentándose de la gruesa hacienda de su hermano y mari­ do, donde hoy vive haciendo vida de una santa [ ... J. Este suceso habrá que pasó veinte afios, y vive hoy dofia Inés, y muchos de los que le vieron y se hallaron en él; que quiso Dios darla sufrimiento y guardarle la vida, por que no muriese allí desesperada, y para que tan rabioso lobo como su hermano, y tan cruel basilisco como su marido, y tan rigurosa leona como su cufiada, ocasionasen ellos mis­ mos su castigo. [ ... ] La moraleja, o m e nsaje conclusivo, que sigue al relato de Laura, se pone en boca de Estefanla, una de las atónitas oyentes, que «vuelta a las damas, les dijo: -Cierto, sefioras, que no sé cómo tenéis ánimo para entregaros con nombre de mari­ do a un enemigo [ ... J. Con sólo este desengafio que ha d icho la sefiora Laura, mi úa, podéis quedar bien desengañadas [ .. . ]. Desengaño N: {El verdugo de su esposa} La Providencia divina actúa para que no se pierda un pecador (D. Juan), amigo des­ leal, pero devoto de la Virgen, lo que incardina este relato con los milagros mariales. La esposa inocente es víctima de una muerte injusta. El marido no recibe castigo algu­ no en esta vida, aunque la justicia poética permite presagiarle que no se librará de él en la otra. Desengaño Y: {Tarde Ikga el desengaño} Destacan los contrastes barrocos de esta curiosa narración, compuesta en realidad de dos relatos unidos por el parecido físico de dos mujeres: Lucrecia-Elena. De gran efectis­ mo resulta la oposición entre la bellísima y noble Elena y la horrible y perversa esclava negra. H ay escenas de s ingular plasticidad y cromatismo, dentro de una técnica marca­ damente tenebrista. La imagen de Elena en su martirio podría corresponder a cualquier Magdalena penitente, tan del gusto de la época. El preámbulo previo a este relato ofrece el interés de brindarnos una galería de muje­ res contemporáneas a la autora, como colofón de una de sus diatribas feministas: 176 ESPACIOS PROFANOS [ ... ] Hay padre que tiene por \caso de menos valer que sepan leer y escribir sus hijas, dando por causa que de saberlo son malas, como si no hubiera muchas más que no lo saben y lo son, y ésta es natural envidia y temor que tienen de los que han de pasar en rodo. Bueno fuera que si una mujer cifiera espada, sufriera que la agraviara un hombre en ninguna ocasión; harta gracia fuera que si una mujer profesara las letras, no se opu­ siera con los hombres tanto a las dudas como a los puestos; según esto, temor es el aba­ tirlas y obligarlas a que ejcrLan las cosas caseras. Esto prueba bien el valor de las hermanas del Emperador Carlos Quinto, que no quie­ ro asir de las pasadas, sino de las presentes, pues el entendimiento de la serenísima Isabel Clara Eugenia de Austria, pues con ser el católico Rey don Felipe Segundo de tanto saber que adquirió el nombre de Prudente, no hada ni intentaba facción 148 ninguna que no tomase consejo con ella: en tanto estimaba el entendimiento de su hija, pues en el gobier­ no de Flandes bien mostró cuán grande era su saber y valor. Pues la excelentísima Conde­ sa de Lemos, camarera mayor de la serenísima Reina Margarita, yaya de la Emperatriz de Nemania, abuela del excelentísimo Conde de Lemos, que hoy vive, y viva muchos años, que fue de tan excelentísimo entendimiento, de más de haber estudiado la lengua latina, que no había letrado que la igualase. La señora doña Eugenia de Contreras, religiosa en el convento de Santa Juana de la Cruz, hablaba la lengua latina y tenía tanta prontitud en la gramática y teología, por haberla estudiado, que admiraba a los más elocuentes en ella. Pues si todas éstas y otras muchas de que hoy goza el mundo, excelentes en prosa y verso, como se ve en la señora doña María Varaona, religiosa en el convento de la Concepción Jerónima, y la señora doña Ana Caro, natural de Sevilla, ya Madrid ha visto y hecho expe­ riencia de su entendimiento [ ... ]. Y no será justo olvidar a la sefiora doña Isabel de Riba­ deneyra, dama de mi señora la Condesa de Gálvez14'" tan excelente y única en hacer ver­ sos, que de justicia merece el aplauso entre las pasadas y presentes [ ... ]. Puédese creer que si corno a estas que estudiaron les concedió el cielo tan divinos entendimientos, si todas hicieran lo mismo, unas más y otras menos, todas supieran y fueran famosas. De manera que no voy fuera de camino en que los hombres, de temor y envidia, las privan de las letras y las armas, como hacen los moros a los cristianos que han de servir donde hay mujeres, que los hacen eunucos por estar seguros de ellos. [ .. . ] Desengaño VI: [A1IUlr sólo por vencer} El disfraz del galán (don Esteban), que se hace pasar por mujer (Estefanfa) para estar cerca de Laurela, sugiere desviaciones de atracción homosexual. La sociedad barroca no 148 Aquí «facción» tiene el sentido de la «ejecución de alguna empresa militar, para ganar gloria y hon­ ra contra los enemigos». (Consúltese Diccionario de Autoridades). 149 Q uizás se trata de la Condesa de Gelves, hija de la condesa del mismo titulo, Leonor Francisca de Ponugal y Vicentelo, casada con Fernando de Castro, hijo de los VI Condes de Lemas, que falleció en 1608, a los 28 afias de edad. El título de Conde de Gálvcz no se creó hasta el siglo XVIll, como bien dice Alicia YLLERA (1983, p. 231 , N. 13). Debe haberse producido un error cipográfico o de transcripción. 177 MUJERES Y UTERATURA DEL SIGLO DE ORO tolera el desliz femenino tocante a honestidad. Así se ejemplifica en la rendida y burlada protagonista (Laurela). a quien ni su propio padre perdonará. provocándole la muerte. La honra. llevada a su máxima radicalidad. permite que los vengadores actúen tan per­ versamente como el padre y tíos de Laurela. sin recibir castigo. Más de un afio pasó en esta vida Estefanla, sin hallar modo cómo descubrir a Laure­ la quién era, temiendo su indignación y perder los favores que gozaba. Que de creer es que, a entender Laurela que era hombre. no pasara por tal atrevimiento; que aunque en todas ocasiones le daba a entender su amor, ella y todas lo juzgaban a locura, ames les servía de entretenimiento y motivo de risa, siempre que la veían hacer extremos y fine­ zas de amante, llorar ufos y sentir desdenes, admirando que una mujer escuyiese enamo­ rada de oera [ ... ]. [ ... ] C uando el tal amigo le vio en el hábito de dama, que él creía no estaba en el lugar, santiguándose, le preguntó qué embeleco era aquél. A quien don Esteban satisfizo contándole todo lo que queda dicho, si bien no le dijo quién era la dama. En fin, le pidió lugar para naerla allI, que el amigo le concedió voluntariamente, no sólo por una noche, sino por todas las que gustase, y le dio una de dos llaves que tenía el cuarto, quedando advertido que de allí a dos noches él se iría a dormir fue­ ra , porque con más comodidad gozase amores que le costaban tantas invenciones; con que se volvi6 muy alegre a casa de Laurela, la cual aquellos días juntÓ todas las joyas y clint:: ros que pudo, [ ... ] por tener mientras su padre se desenojase, con qué pasar. [ ... ] Se fueron a la casa que don Esteban tenfa apercibida. dando el traidor a entender a la desdichada Laurela que era suya. donde se acostaron con mucho reposo, Laurela cre­ yendo que con su esposo. y él imaginando lo que habla de hacer [ ... ]. Apenas se empero a refr la mmana. cuando se levantó e hiw vestir a Laurela [ ... ]. y tomando las joyas y dineros, salieron de casa y la llevó a Santa María, iglesia mayor de esta Corte, y en estando allí. le dijo estas razones: - Las cosas, hermosa Laurela, que se hacen sin más acuerdo que; por cumplir con la sensualidad del apetito no pueden durar, y más cuando hay tanto riesgo como el que a mí me corre, sujeto al rigor de tu padre y esposo y de la justicia que no me amenaza menos que la horca. Yo te amé desde que te vi, y hice 10 que has visto, y te amo por cier­ to. Mas no con aquella locura que antes, que no miraba en riesgo ninguno; mas ya los veo todos, y todos los temo, con que es fuerza desengañarte. Yo, Laurela. no soy de Bur­ gos, ni caballero, porque soy hijo de un pobre oficial de carpintería, que por no inclinar­ me al trabajo, me vine a este lugar, donde sirviendo he pasado fingiendo nobleza y caba­ llería. Te vi y te amé y busqué la intención que has visto hasta conseguir mi deseo. y si bien no fueras la primera en el mundo que casándose humildemente ha venido de alto a bajo estado, y trocando la seda en sayal ha vivido con su marido contenta, cuando qui­ siera yo hacer esto. es imposible, porque soy casado en mi tierra, que no es a veinte leguas de aquí, y mi mujer la tienen mis padres en su casa, sustentándola con su pobre trabajo. [ .. . ] 178 ESPACIOS PROFANOS Desengaño VII: [Mal presagio casar lejos} Se desprende de este desengafio una acusada xenofobia. También aquí son las espo­ sas víctimas de sus crueles maridos; pero, además, éstos poseen la condición de extranje­ ros; yel galán protagonista (flamenco), en los limites más aberrantes de infidelidad, man­ riene relaciones sexuales con un paje. Otra teoría que revela el pensamiento de la autora es el indispensable conocimiento de la pareja previo al matrimonio. No obstante, a pesar de la inteligente prueba propuesta y Uevada a efecto por doña Blanca, se confirman los presentimientos que la aquejan a lo largo del relato. Desengaño VIII: [El traidor contra su sangre} Muestra esta narración a un padre (D. Pedro) y su hijo (D . Alonso) , atrozmente crue­ les, de quienes serán víctimas inocentes D,a Menda, hija y hermana respectivamente de ambos, en primer lugar; más tarde, D,a Ana, casada para su desgracia con D. Alonso. Hay una continua intervención divina, que se manifiesta especialmente en la milagrosa salvación de D. Enrique e inmutable aspecto de las víctimas, a quienes la muerte no corrompe. Desengaño IX. [La perseguido triunfante} La narradora de este relato es la religiosa concepcionista doña Esrefanía, que, como monja, representa al sector de «vengadoras de los engafios que de los hombres reciben .. "las del siglo .. . Si, de una parte, sigue la tradición de milagros mariales tan arraigada en nuestra literatura, de otra, presenta un tema que enlaza con la hagiografía de mujeres ere­ mitas y penitentes, encabezadas por María Magdalena y Marfa Egipciaca. La perseguida triunfonte puede haberse inspirado en las leyendas sobre Genoveva de Bra­ bante anteriores al momento de su redacción, y a la vez. servir de inspiración para creaciones literarias posteriores, con intervención de una hechicera' ''', así como para el Mdgico Prodigio­ JO de Calderón. Otra posibilidad es que la gran lectora María de Zayas conociera la vida del diabólico doctor Fausto nacido en Knittlingen, en el Würtemberg, hacia 1480 (t circa 1540), del cual dieron noticia autores como Melanchton, que se relacionó con él en Wittenberg, entre 1525 y 1532; sin descartar que leyera la traducción de una obra publicada en 1587 por el impresor de Francforr Johann Spitz, bajo el título de Historia von Dr. Johann Fausten {..] (Historia del Dr. Johann Fausto, el fomomimo mago y nigromante. De cómo empeñó a pb fijo m alma al Diablo y de las Jingukzm aventuras que vio y corrió él mismo o provocó en IoJ derruís, hasta que finalmente recibió su bien merecido gakzrdón) o de la Tragical History of doctor Faus­ tus (La trdgica historia del doctor FaustoJ, del poeta inglés Christopher Marlowe (1564-1593), drama en verso y prosa, publicada anónima en 1601 Y con nombre del autor en 1604. lnclu- 150 Vs. BARBEITO, «M ujeres crem itas y pen ircnresIJ (2002). 17 9 MUJERES Y LITERATURA DEL SIGLO DE ORO so, tal vez oyera el relato de viva voz en la corte literaria del Virrey de Nápoles, Conde de Lemos, o dentro de los círculos literarios que la novelista frecuentó en España. Beatriz, la heroína protagonista de este Desengaño, es como un trasunto de Genove­ va de Brabante, la santa oculta en una cueva durante años, para escapar de la lascivia de un mayordomo y de las iras de su marido, que había creído las calumnias de aquél. Se produce el mismo triángulo. Aquí el seductor es hermano del marido. La calumnia del rechazado despierta igualmente la ira y condena del esposo. Beatriz es abandonada en el bosque, tras arrancarle los ojos. También se descubrirá su inocencia y será aclamada por el pueblo. La vida eremítica de Beatriz constituye una de las situaciones a que se ve abo­ cada por los incesantes acosos de su cuñado Federico, que cuenta con la ayuda del Dia­ blo, bajo la caracterización de un doctor mágico. Abundan a su vez los ingredientes pro­ pios de los milagros mariales, con sucesivas intervenciones protectoras de la Inmaculada Concepción, cuya anagnórisis se produce casi al final, junto a la del Diablo. La Virgen, a quien Beatriz inicialmente no ve más que como una bella y bondadosa señora, la rescata cuando está a punto de ser ajusticiada, bajo acusación de asesinar al hijo del Emperador de Alemania. La lleva entonces: muy distante de allí, poniéndola emrc unas peñas muy encubiertas a la boca de una cue­ va, que junto a ella había una cristalina y pequeña fuemecilla, y de otro lado una verde y fructuosa palma cargada de los racimos de su sabroso fruro [ .. . ] Cuando queda sola, emra en la cueva, la cual no tenía de hueco más de algunos veinte pasos y toda era labrada en la misma peña. A un lado de ella estaba una cruz grande, labrada de dos maderos con mucho primor y curiosidad, y del clavo de los pies que tenIa en los bra­ ros y los dichos sus tres clavos, estaba colgado un rosario y unas disciplinas, y al pie un peque­ ño lío, en que estaba un hábito de jerga, con su cuerda, y una toca de lino crudo, y sobre el Ha unas Horas ek Nuestra Sfflora, otras de oraciones en romance, un libro grande de vidas de santos y, enfrente de esto, unas pajas, donde podía caber su cuerpo que, a lo que la santa rei­ na juzgó, parecía haber sido morada de algún peni[ente que había trocado esta vida llena de penalidades a la eterna. Que viendo esto, desnudándose d vestido, haciendo de él un lío, lo puso a un lado de la cueva y, vistiéndose el grosero saco, ciñéndose la cuerda y abriendo el dorado cabello con la cruda toca, se sintió tan gozosa como si estuviera en el palacio de su padre o esposo, no echando menos con el alimento que en la verde pala y clara fuentecilla halló los regalados manjares de la casa del Duque ni dd palacio dd Emperador. Dejémosla aquí, comunicando a todas horas con Dios, a quien daba muchas gracias, junto con su san­ ta Madre, de haberla sacado de cnue los tr.lli.gos y engaños del mundo, pidiéndoles que antes que se muriese supiese quién era aquella hermosa y piadosa señora que la había librado tan­ [as veces de la muerte y ualdola a can sosegada vida, unos racos orando y otros leyendo. A la hora de su rehabilitación, [ ... ] la vieron todos con los reales vestidos que sacó de palacio cuando la llevaron a sacar los ojos y se habían quedado en la cueva, sin fal car ni una joya de las que le quüa­ ron los momeros; can entera en su hermosura como antes, sin que el sol, ni el aire, aun- 180 ESPACIOS PROFANOS que estuvo ocho afies en la cueva, la hubiese ajado un minuto de su belleza. Viendo todos [ ... ] cómo la Madre de Dios, Reina de los Ángeles y Señora nuestra, tenfa puesta su divi­ na mano sobre el hombro derecho de la hermosa Reina Beatriz, a cuya celestial y divina vista. el doctor, que sentado en una silla estaba cerca de la cama de Federico, dando un gran estallido, como sí un tiro de artillería se disparara. daba grandes voces, diciendo: «¡Venciste. María, venciste! ¡Ya conozco la sombra que amparaba a Beatriz, que hasta aho­ ra escuve ciego! •. Y desapareció, dejando la silla llena de espeso humo [ ... ]. De Genoveva de Brabante se dice que murió poco después de ser rehabilitada, como consecuencia de tantos años de sufrimientos y penalidades; Beatriz opta por ingresar en un convento. Desengaño X: [Estragos que causa el vicio} Es el desengaño más truculento, y donde la venganza del honor se muestra más exacer­ bada. El protagonista mata, junto con su inocente y calumniada esposa, a todos los habi­ tantes de la casa, suicidándose él a continuación. La culpable de tanta desgracia logra sal­ varse, y acaba sus días en reparadora vida conventual. Sumamente ilustrativa es la recapitulación que ofrece la propia autora por boca de Lisis, al tesumit el final de tan infOrtunadas heroínas como pretexto para no aceptar a D. Diego: [ ... ] y así vos, señor don Diego -prosiguió la divina Lisis. vuelca a1 que aguardaba a verla su esposa-, advertid que no será razón que deseando yo desengañar. me engañe; no porque en ser vuestra esposa puede haber engaño. sino porque no es justo que yo me Se de mi dicha. Porque no me siento más firme que la hermosa doña Isabel , a quien no le apro­ vecharon [amos trabajos como en el discurso de su desengaño nos refirió, de que mis temo­ res han tenido principio. Considero a Camila, que no le bastó para librarse de una desdi­ cha ser virtuosa, sino que por no avisar a su esposo, sobre morir, quedó culpada. Roseleta, que le avisó, tampoco se libró del castigo. Elena sufrió inocente y murió atormentada Doña Inés no le valió el privarla el mágico con sus enredos y encantos el juicio; ni a Laurela el engañarla un traidor. Ni a dofia Blanca le sirvió de nada su virtud ni candida .. Ni a doña Menda, el ser su amor sin culpa. Ni a doña Ana, el no tenerla ni haber pecado, pues sólo por pobre perdió la vida. Beatriz hubo menester todo el favor de la Madre de Dios para sal­ var la vida, acosada con tantos trabajos; y esto no todas le merecemos. Doña Magdalena no le sirvió el ser honesta y virtuosa para librarse de la traición de una infame sierva. [ ... ] Pues si una triste vidilla tiene tantos enemigos y el mayor es un marido, pues ¿quién me ha de obligar a que entre yo en lid de que tantas han salido vencidas? [ ... ]. Poesías sueltas C omo ya se ha indicado, la producció n poética más importante de María de Zayas corresponde a su obra d ramática y se encuentra inserta en las novelas. Las 77 poesías que intetcala, a modo de ornato ¡¡rico (4 1 en la primera paste y 36 en la segunda), se dividen 181 MUJERES Y LITERATURA DEL SIGLO DE ORO en: romances, 35 (18 en la J.a y 17 en la 2.-); sonetos, 20 (10 Y 10); décimas, 7 (4 Y 3). El resto lo componen romancillos, romances-endecha, endechas, canciones, letrillas, y una representación de madrigales burlescos. Su predilección por los romances la mueven a cultivar todos los tipos al uso. Así, muchos de ellos son con estribillo y otros con originales apéndices de dos o más versos. Los sonews también parecen ser muy de su gustOj utilizando frecuentemente el soneto con estrambote. Las décimas se ajustan al esquema clásico. Algunas de estas composiciones ya se encuentran en su comedia La traíción en la amis­ tad. De los madrigales burlescos «Entremos, pulga hermana», incluidos en la Novela Tar­ de llega el desengaño, dice fueron escritos para un certamen. Pero si utiliza frecuentemente la poesía tradicional, también ofrece una importante representación de la culterana y conceptista, con resonancias italianizantes y canc1oneri­ les o cortesanas. Unas veces, el excesivo retoricismo oculta la intimidad de nuestra poe­ tisa; otras, sin embargo, observamos una poesía anímica en la que se da más importan­ cia a los sentimientos, y entonces vemos asomar su mismidad. Así se nos ocurre que pudieran reflejar estas quintilJas, eco a la vez que antítesis del «Vivo sin vivir en mí» tere­ siano (Vs. Teresade]esús, EC, 14): Yo adoro lo que no veo, y no veo lo que adoro, de mi amor la causa ignoro y hallar la causa deseo. Mi confuso devaneo ¿quién le acertará a entender?, pues SIn ver, vengo a querer por sola imaginación, inclinando mi afición a un ser que no tiene ser. La herida del corazón vierte sangre, mas no muero, la muerte con gusto espero por acabar mi pasión. De estado fuera razón cuando no muero, dormir, mas, ¿cómo puedo pedir vida ni muerte a un sujeto, que no tuvo de perfecto, más ser que saber herir' (N E, ¡). El sol, identificado con el amor, tiene una gran importancia simbólica para la Zayas. D e ahí que base mayormente sus composiciones en los mitos de Faetó n, Febo e fcaro. Representa el amor ingrato con el mito de Dido-Eneas y el imposible con el de T ántalo. 182 ESPACIOS PROFANOS Veremos cómo también Ana Caro se siente atraída por estos mitos relacionados con el astro rey. En cuanto a las poesías sueltas, todas ellas se encuadran dentro de la que viene lla­ mándose "poesía de circunstancias'" Incluidas en los preliminares de obras debidas a otros autores. permiten conocer en parte el mundo de relaciones en que se movía la novelista y poeta. En atención a la forma, pero aún más al contenido, reproducimos las composi­ ciones elegíacas dedicadas a la muerte de dos de sus amigos, Lope de Vega l " y Pérez de Montalbán, que rezuman sincero dolor: De la señora doña María de Zayas Soto Mayor. Epigrama. (En Juan PJ'.REZ DE MON­ TALBÁN: Fama póstuma a la vida y muerte tÚl Doctor Frey Lope Félix tÚ Vega Garpio [. .. j. Madrid, Imprenta del Reyno, 1636, Preliminares). Resulta extraña la designación dada a este soneto clásico (ABBA-ABBA CDC-DCD), cuando el epigrama no suele corresponderse con tal esquema métrico, ni emplearse como lamentación fúnebre: Si mi llanto a mi pluma no estorbara, ¡oh Fénix de la Patria!, ¡oh nuevo Apolo!, de mi lira te hiciera un mauseolo, que tu inmortalidad aposentara, Mejor que yo ninguno te alabara, que, como tú, del uno al otro polo, el único naciste, el sol y el solo; sólo mi amor por solo te igualara. Mas, ¿cómo cantaré cuando te lloro sin esperanza de ningún consuelo. a ya ternura sea, o sea decoro. Pues pierden hoy, porque te gane el Cielo, Mantua l52 , su prenda; España, su tesoroj su dios, las Musas; y su Vega, el suelo. A la muerte del Doctor Juan Pérez de Montalbán, doña María de Zayas Soto mayor, Romance. (En Pedro GRANDE DE TENA: Lágrimas panegíricas a la temprana muerte del gran poeta y teólogo imigne Doctor Juan Pérez de Montalbdn [. .. ]. Madrid, Imprenta del Reyno, 1639, Prels.) C úbrase de luto el mundo, pues ya del mundo faltó Ijl En el 0,0 VIlI . se refiere a Lope en los siguientes términos: «aquel príncipe del Parnaso [ .. ,] , cuya memoria no morirá mientras el mundo no tuviere fim, 152 Mamua "" Madrid, 183 '., MUJERES Y LITERATURA DEL SIGLO DE ORO aquel sol que con sus rayos escureci6 al mismo Sol. No madrugue ya el Aurora, estése con su Titón, que si a ver el Sol salía, ya su sol se escureció. No canten los pajarillos, s6lo diga el ruiseñor en sus lamentos, que el Fénix al cielo se remontó. y las selvas, a quien dijo en dulce acento su voz mil amorosos requiebros, secas muestren su dolor; porque si les falt6 Lope, nunca Lope les falt6, mientras Montalbán les daba aliento, vida y verdor. No sienta Venus la muerte de su amante cazador; la de aqueste Adonis, sí, que la llore es más raz6n. ¡Oh, Parca!, si tú supieras el empleo de tu arp6n, lloraras como otro César de ru guadaña el rigor. Préciate, pues ya lo hiciste, de haber marchitado en flor la gala de Manzanares, la gloria de su naci6n. Treinta y seis años postraste, ¡Oh Muerte!, pluguiera a Dios que contara a tu despecho los del caduco Nesror. Su gala, su bizarría, todo a tus pies se rindió; porque a ti solo pudiera reconocer por mayor. Su divino entendimiento, ¡oh, qué valerosa acción!, para morir sin estorho, en sí mismo le escondi6. ¡Oh Muerte! , mas bien hiciste; 184 ESPACIOS PROFANOS porque fuera sinrazón quitarle el puesto que goza por el puesto que perdió. Tú, caminante que pasas, si te deja tu pasión, vuelve a este mármol los ojos, oye qué dice su voz: <, 155 Incluye también este soneto en la primera de sus Novelas ejemplares. Obsérvese la semejanza con el CXXVI de Lope: «Desmayarse. atreverse, estar furioso», 188 Quizás para presentar este protagonismo con mayor radicalidad, ninguno de los perso­ najes femeninos está atado por laros paternos o de hermanos varones. En consecuencia, la mujer aparece dueña de su destino. libre para tomar sus propias decisiones. Las actitudes son distintas, pero siempre en función de las distintas caracterizaciones. Los hombres, sin embargo, como veremos en El Conde Partinuplés, de Ana Caro, representan actuaciones pasivas, cuasi opacas. Acaso sea la factura que, solapadamente, les pasan ambas autoras. BIBLIOGRAFíA 1. Obras de la autora #0,~-:-"~~~~ ~9""" -:7""" S ' María de Zayas. Firma aut6grafu. NOVELAS AMOROSAS Y EXEMPLARES. - Primeras ediciones en Textos. PARTE SEGUNDA DEL SARAO Y ENTRETENIMIENTO HONESTO. - Primeras ediciones en Textos. DESENGAÑOS AMOROSOS. Edic. de Alicia YILERA. Madrid, Cátedra, 1983. (Letras Hispánicas)* PRIMERA y SEGUNDA PARTE de las Novelas amorosas y exempÚlres. Madrid, Melchor Sán­ chez, 1659. - La Dedicatoria, de Mateo de la Bastida, va dirigida >, DICEN DA. Cuadernos de Filología Hispánica, 11 (1993), pp. 355-360. BRUNET, Jacques-Charles: Manuel du libraireet de l'amateur de livres, T. V, 5." ed. Paris, Librairie de Firmin Oidot Freres, Fils et Cíe., 1864. HESSE, José: Presentación de «La burlada Aminta y venganza del honor» y «El preveni­ do engañadm., Novelas. Maria de Zayas. Madrid, Taurus edics., S. A., 1965 (Ser y tiempo, Temas de España) , pp. 7-31. HUERTA, Historia del Teatro, 2003. LIBRO DE FIRMAS de los Confederados pertenecientes a la Hermandad de defensores de la Inmaculada Concepción de la Virgen Maria, fundada por la M[adr]e Luisa de la Ascen­ sión (BNM, Mss. 8.540. En fol. 53 v. se encuentra la firma de María de <;:ayas). MELLONI, Alessandra: Ji sistema narrativo di Maria de Zayas. Torino, Quaderni Ibero­ Americani Editore, 1976 (Callana di «testi e studi», 8). PARDO MANUEL DE VILLENA, Alfonso: El Conde de Lemas. un mecenas del siglo XVIf Madrid. Imprenta de Jaime Ratés Martín, 1912. PÉREZ DE MONTALBÁN. Para todas, 1633. SIMON OIAZ, José: Cien escritores madrileños del Siglo de Oro. Madrid, Instituto de Estu­ dios Madrileños. 1975. VOLLENDORF, Lisa: «Te causará admiración: el feminismo moderno de María de Zayas». Literatura y feminismo. 2005 . REPS.: AHTE, 1, BARBEITO, JI (abundante bibliografía); HISPANA NOVA. JI; SS. 11. - Las obras que se marcan con asterisco en 1). valen tb. para el apartado 2). 190 .. 6 .. ANA CARO MALLÉN DE SOTO (¿? ~ 1569-1653 ~ ¿?) Además de la amistad que parece haberla unido a María de Zayas l " , ambas son afi­ nes en la carencia de datos biográficos. Diríase que los ocultaron intencionadamente; sin embargo, no escatimaron su presencia y participación dentro de las Academias y círcu­ los literarios, ni panegíricos a los autores en boga. Éstos a su vez --como si existiera un acuerdo tácito--- son muy parcos en las noticias que aportan sobre ellas, aludiendo úni­ camente a su actividad de escritoras. <, (Luna,1993, p. 2). En 1628 inicia su andadura literaria con la que parece ser su primera obra: Relación poética de las jiestas ctlebradas en el convento de San Francisco en SeviUa. Sabemos que entre ese mismo afio y 1645 salen a la luz otras relaciones en torno a diversos eventos (Vs. Bibliografía); y que, durante varios afios, escribió autos sacramentales para las fiestas del Corpus de Sevilla, como por ejemplo La puerta de la Macarena, que representó la com­ pafifa de Manuel Vallejo en 1641 (Urzaiz, ¡). María de Zayas se refiere a esta autora en los siguientes términos: [ ... ] y la señora doña Ana Caro, natural de Sevilla; ya Madrid ha visto y hecho expe­ riencia de su entendimiento y excelentísimos versos, pues los teatros la han hecho esti­ mada, y los grandes entendimientos le han dado laureles y víctores, roculando su nom­ bre por las calles [ ... ] (Par" "gunda del Sarao, .Tarde llega el desengaño,I" ). Es obvio que residió en Madrid, como ella misma atestigua poéticamente: 1st; SERRANO y SANZ incluso pone de manificsro que "aún parece vivió en su compafifa» (1, p. 179). 157 En nosotros, 0.0 V; íd. en Mamnez. dd POrtal; Noche 5a en Amez.úaj 0.° rv en YlJera y Ruiz-GálveL. 191 MUJERES Y LITERATURA DEL SIGLO DE ORO Quise ver a Madrid, Corte española, grandioso mapa donde se acrisola el valor y nobleza [ ... ]. Dejé a Sevilla, dulce patcia antigua. que en sí sus excelencias averigua el Betis caudaloso y su ribera; ya mis dichas busqué segunda esfera en esta insigne Villa, del orbe la primera maravilla [ ... ] Uegué a Madrid primero del erizado enero. [ ... ] Pisé a Madrid, y luego un dulce natural desasosiego, un afecro gustoso, un gusto afectuoso, un anhelo inquicto, esforzaba el amor en el respeto, alentando el deseo (cosa rara) por verle al Rey la cara. [ ... ] " •. Precisamente, su traslado a la Villa y Corte bien pudo obedecer a la conveniencia de presenciar los festejos que luego versificaría. El 16 de noviembre de 1636 había hecho su entrada en Madrid con gran boaro María de Borbón, Princesa de Cariñán, en compañía de sus hijos. El 22 de diciembre del mismo año fue elegido por Rey de Romanos, el de Hungría. Para celebrar ambos evenros, la Corte ardió en Seseas los meses de enero y febre­ ro de 1637, coincidiendo con las Carnesrolendas, que tuvieron su día de mayor esplen­ dor el 15 de febrero"'- Quizás fuera entonces cuando tuvo ocasión de relacionarse y estrechar lazos de amis­ tad con María de Zayas, como da a entender Castillo Solórzano según quedó reflejado en la Introducción. 1~8 En Contato tÚ las Rraks fi~stas qtu se hizieron m el Palacio tkl Bum !UNro a la Coronación dA &y rk Romanos, y mirada m Mlldrid tk la Sdíorll Prinusa tÚ Cariñdn (Vs. Bibliografía). La Villa de Madrid le abona 1.100 reales por esta crónica poética (tomo el dato de Lola LUNA: Valor, agravio y mujtT, 1993, p. 12). Parece que fue recompensada con esplendidez, por cuanto, según DfEZ BORQUE, "el precio habicuaJ que se pagaba en la época de Lepe era de 500 reales por una comedia y 300 por un auro ... (Trlltlldo histórico, 1975, p. 129, N. 24). 159 Véanse &/acionestkactospúblicos, 1982, pp. 440-451. 192 ESPACIOS PROFANOS Después, Ana Caro cae casi en el olvido hasta el pasado siglo, a lo largo del cual avan­ za su reconocimiento. De hecho, no figura en historias de la Literatura como -por citar algunas-las de Valbuena Prat, J. L. Alborg, Díez-Echarri, etc. Serrano y Sanz, por supuesto, la incluye en su repertorio. Margarita Nelken cita de pasada El Conde Partinu­ pié s, haciéndose eco de Rodrigo Caro, en sus Varones ilustres de Sevilla; sin embargo, dice que prefiere dedicar su atención «a la Loa Sacramental compuesta para el Corpus sevilla­ no de 1639, yen la cual dofia Ana, al hacer hablar a sus personajes, un portugués, un francés, un morisco y un negro, cada uno en su lengua y según su carácter, muéstrase nada menos que la antecesora, y antecesora brillantísima, del Goethe juvenil de la Nove­ la de viaje~> (Nelken, 1930, p. 151). Francisco López Estrada es uno de sus rescatadores, con diversos artículos sobre algu­ nas de las piezas menores a que hemos aludido. No obstante, fueron Lola Luna y María José Delgado quienes la estudiaron amplia y concienzudamente a través de sus respecti­ vas tesis doctorales --<:asi simultáneas-: la primera, de la Universidad de Sevilla (1992) y la segunda, de la Universidad de Ariwna (1993). Ambas, a su vez, ofrecieron posterio­ res ediciones (Vs. Bibliografla). TEXTOS Poesías sueltas Como complemento de las referencias a su amistad con la novelista madrilefia, inclui­ mos la composición laudatoria que hacia 1635 escribe para los preliminares de las Nove­ las amorosas y exemplares, cuando probablemente sólo existía entre ambas escritoras un trato superficial: A la seliora dolia María de Zayas y $otomayor. Décimas. Crezca la gloria española. insigne doña María, por sí sola, pues podda gloriarse España en ti sola. N ueva Sapho. nueva Pola Argentaria 160. honor adquieres a Madrid. y te prefieres. con soberanos renombres, nuevo prodigio a los hombres, 160 Tal fue la fama de la mujer de Lucano, poeta a quien se le atribuyó paree de la Farsa/ia, que Lope de Vega la cita en su Laurel de Apoto (1630). Para Ana Caro, aún ofrecería mayor interés por su condición de cordobesa. 193 MUJERES Y LITERATURA DEL SIGLO DE ORO nuevo asombro a las mujeres. A inmonal región anhelas, cuando el aplauso te aclama; y al imperio de tu fama en sus mismas alas vuelas. Novedades y novelas tu pluma escribe, tú cantas. Triunfa alegre dichas tantas, pues ya tan gloriosa vives, que admiras con lo que escribes, con lo que cantas, encaneas. Tu entender esclarecido, gran Sibila mantuana, te miente al velo de humana, emula al común olvido; y del tiempo desmentido lo caduco, a las hiscocias hará cternas rus memorias, rindiéndole siempre fieles, a tu elocuencia, laureles; a tu erudición, victorias. Teatro ---7 Comedia caballeresca. De sus dos comedias. hemos seleccionado la siguiente, por lo que representa en cuan­ to continuidad y recreación de un tema que durante siglos mantuvo el entusiasmo popu­ lar; y que, además, evidencia cómo la literatura caballeresca se introdujo en la dramatur­ gia del Barroco. EL CONDE PARTINUPLÉS. Comedia. Manuscrito, letra siglo XVII. - (BNM, Mss. 17. 189). -. Manuscrito, letra siglo XVIII , bajo la signatura Mss. 16.775. Se imprime por primera vez en: LA UREL DE COMEDIAS, Qvarta Partt, de Diferentes Avtores. Madrid, Melchor Sánchez, 1653, ff. 153r-1 69v. - BNM, R-22.657. Menéndez Pelayo en su Bibliografla hispano-latina, se refiere a esta comedia en los siguientes términos: La fábula de Psiquis [ .. . } sirve de principal argumento a la antigua novela francesa (¿siglo XlI?) Parthénopex de Blois [ ... ]. La linda comedia de D.' Ana Caro de Mallén, dicima musa andaluza, titulada El Conrk Partinuplés [ ... ] es un arreglo dramático de esta novela, bastante fiel a su original (1 , 1950, p. 181). Mesonero Romanos. la incorpor6 a su selección de Dramdticos posteriores a Lope, pero con la siguiente salvedad: 194 ESPACIOS PROFANOS En el inmenso catálogo de autores dramáticos del siglo XVII , también se encuemran algunas poetisas, como doña Feliciana Enríquez de Guzmán. doña Luisa de Silva, doña Ángela de Azevedo, Sor Juana Inés de la Cruz y dofia Ana Caro Mallén de Soto, que es de la que he escogido una comedia caballeresca; no tanto por su mérito absoluto, sino por el relativo a un género especial en que también se ejercitaron Guillén de Castro, Mira­ demescua (sic) y V élez de Guevara, cual es el drama tomado de las leyendas caballeres­ cas y adornado con la pompa de artificios. de encantamientos y arrogante emonación de los antiguos romanceros. Que éste de Doña Ana debió ser en su tiempo uno de los que más boga disfrutaban, lo dice por nosotros Matos Fragoso en la comedia titulada La Cor­ saria Catalana [ ... ]. Y que Doña Ana Caro alcanzaba gran concepto entre los poetas con­ temporáneos, lo expresa también Vélez de Guevara [ ... ]161 , La edición que llevó a efecto Lola Luna!62, en 1993, ofrece un estudio muy comple­ to y pormenorizado de esta obra. uniendo a las suyas propias las diversas interpretacio­ nes de la crítica literaria predominante en las últimas décadas del siglo xx, as! como las clásicas ineludibles. E/ Conde Partinuplés representa un claro ejemplo de obra que conviene someter a la luz metodológica de la intertextualidad. La comedia de Ana Caro utiliza como fuente inmediata la novela de caballerías francesa Partonopleu.s de Blois, traducida al castellano por primera vez en 1497, y cuyo éxito requirió sucesivas ediciones! 6'. Esta adaptación de la novela originaria. o «rupotexto»I64, y la recreación de la misma, o «hipertexto», no tiene pur qué menoscabar su originalidad, sino que, por el canuario, revela el ingenio y creati­ vidad de e1lla autorla para transferir una serie de elementos, e incorporar aquellos que exi­ ge el nuevo género literario y consecuente código semiótico; es decir, la adecuación nove­ la ~ drama y actualización temporal: medieval ~ barroco! 6'. A su vez, se produce una «interacción mutua» o «diálogo entre ambos textos)). Todo ello es fácilmente detectable en esta obra¡ pero aún podríamos dar un paso retrospectivo, para someter al mismo proceso metodológico la novela originaria francesa (que pasaría a ser hipertexto) frente al miro de 161 En El Diablo Cojuelo, «tranco noveno». 162 Aprovecho para recordar a esta joven promesa, que dejó de existir apenas saboreadas las mieles de su merecida nOlOriedad, cuando tantas comribuciones cabía esperar de su talemo y capacidad de trabajo. Un breve y cordial ísimo encuentro en Granada me permitió conocerl a y admirarla. 16J Otra de las primeras ediciones fue la de Alcalá de Henares, 15 13 (MART(N ABAD. 1). BONILLA Y SAN MARTfN (1908) reimprimió la edición de 1547 (Burgos): Historia ckl Conde Paninuplis, qu~ desputs ~ ffllp~radnr tk Constantinopla. 164 Sigo a Javier GOMEZ-MoNTERO (1992), quien a su VC'1. se basa fundamemalmeme, emre Otros, en Julia Kristeva, Michacl Rifaterre, Gérald Genette y Cesare Segre. 165 «El trasvase de un género a Otro, de un sistema referencial a arra. o rigina en la d isposición del rex­ tO ---excepto en el caso de que se trate de una traducción li teral- alteraciones estilísticas y de focal ización narrativa que repercuten en el tratamiento de temas, moUvos. episodios. figuras. etc. Los cambios operados serán aún más significativos cuando se trate de textOS penenecienres a sistemas Literarios. a una época o lite­ rarura nacional diversos, es decir. enmarcados por parámetros espaciales o temporales netamente diferencia­ dos .• (GÓMEZ-MONTERO, 1992, p. 8). 195 MUJERES Y LITERATURA DEL SIGLO DE ORO Amor y PsiquiJ (hipotexto). No obstante, puesto que ni mucho menos intentamos aden­ trarnos en el arduo y polémico mundo de la teorización literaria, procuraremos aportar algunas sugerencias, a la ve:z que apuntamos parte de las características más destacables con la concisión y elementalidad que exige este trabajo introductorio. Estructuralmente, Ana Caro hubo de ajustar los 49 capítulos de la novela (N) a tres actos. Inicia la comedia (C) partiendo del final del primer capítulo de aquélla - hipo­ texto referencial-, para introducir al espectador súbitamente en la acción. Gran parte de los personajes originarios se adecúan a las caracterizaciones o «perso­ najes-tipo» de la comedia del Siglo de Oro: Rosaura (Melior en N), principal protagonista, es reina (aquí emperatriz) a la ve:z que dama. Como máxima autoridad sobre la que recae el poder absoluto, ha de anteponer las exigencias de su reinado a cualquier interés personal; pero, como dama, también sien­ te la imperiosa llamada del amor. El Conde Partinuplés, galán co-protagonista, reúne gran parte de los atributos tipifica­ dos para su personaje; pero la autora parece dejarlo algo relegado, en posición dependien­ te y en cierro modo secundaria, concücionado por el protagonismo dominador de su dama. Ambos amantes reflejan en parte el convencionalismo que les atribuye Ruiz Ramón, por cuanto «viven en un mundo dramático en donde priva la rigide:z de la norma públi­ ca. El ser privado y personal parece estar como encorsetado por el «deber ser» social. En un mundo tal, donde los amantes viven separados por una espesa red de convenciones y vigilancia que. a su vez, los envuelve. es imposible que el amor Aorezca como intimidad compartida, fundiéndose armónicamente imaginación e instinto» (1971, p. 155). Y deci­ mos en parte, porque aquí se produce una doble transgresión: la. primera por parre de la Emperatriz Rosaura, al establecer una relación amorosa oculta para los demás y semi­ oculta para el amante; ya que le permite poseerla pero sin verla. Éste comete la segunda transgresión al no respetar lo prohibido. La que se denomina en el reparto «segunda dama>', Lisbella, prima de Partinuplés (en N, sobrina del Papa), interviene con una actuación mucho más relevante que en la nove­ la. En la comecüa, se muestra como mujer guerrera, que no oculta su personalidad yexpo­ ne valientemente cómo está dispuesta a hacer justicia, para lo cual , si fuera preciso, se enfrentaría con su ejército a la Emperatriz Rosaura. El disfraz, por tanto, únicamente afecta a la indumentaria. Este personaje, que evoca a las amazonas de la literatura griega y se aproxima a la Minerva del Cristalidn, con algunas modificaciones a gusto del autor pero siempre bajo atributos masculinos guerreros, tiene gran aceptación en el teatro áureo. AJdora, a la que en la comedia se presenta como «prima» de Rosaura y «tercera»l66, admite la clasificación de dama-poderosa. Ésta utiliza sus poderes mágicos para favore­ cer a los amantes; generalmente, el poderoso abusa de su fuerza e influencia. \66 «Tercera» con el signi ficado de alcahueta en cuanto mediadora entre los amantes. También en la novela, donde recibe el nombre de Urracla y es hermana banarda de Mel ior (Rosaura en C), favorece esa reJaci6n amorosa. En N. ambas hennanas g07..aJl de poderes mágicos. 196 ESPAC IOS PROFANOS Los demás personajes se corresponden con papeles cortos: de reyes, súbditos al servi­ cio directo de la Emperatriz y algunos figurantes (< (Jornada 1I, Ángel). El gracioso, Et-Cétera, más que contrapunto se presen ca como complemento del galán, consejero fiel y objetivo, por cuanto a él no le ciega la pasión como a su amo. Su amistad los une por encima de la distancia social que los separa: Britaldo. Etcétera, ven acá no te vayas . Etcétera. ¿Cómo no? ¿No entro en los todos yo? Si has, señor, mandado ya, que todos se vayan, dime: desta razón inclusiva, ¿hay alguna que me priva?, ¿hay alguna que me exime? Britaldo. Una muy particular, que es el ser mi amigo . Etcétera. Ten, 179 los textos reproducidos tanto para ésta como para la siguiente comedia, se citan por jornada, en romanos, y páginals en arábigos. 214 ESPACIOS PROFANOS según esto infiero bien, que los que haces retirar son enemigos. Britaldo. No tal; pero amigo, considera, que no llamo yo a cualquiera. sino al amigo leal [ ... ] (1, 2) Estos personajes reales caracterizados a los que se incardinan meros estereotipos de fic­ ción, participan en una vida excelsa más o menos recreada, cuya ejemplaridad ha de con­ mover al espectador e incluso moverle a la transformación de su propia existencia; ha de deleitarle con aprovechamiento. Porque, en definitiva, el objetivo fmal que procura la come­ dia de santos es el aprovechamiento espiritual del público; con el mayor deleite posible. Uno de los instrumentos esenciales para el arte dramático es indudablemente la pala­ bra, que favorecida por la musicalidad de la versificación logra bellas -a veces bellísi­ mas- plasmaciones sonoras. Ángela de Azevedo debió de absorber con fruición las obras de los grandes poetas y se ejercitó en el cultivo de los distintos metros, para luego verterlos en sus más que meri­ torias aportaciones. Quizás la propia mediocridad en que se veía inscrita la moviera a esforzarse como no lo hacían los creadores afamados. Parece poner especial énfasis en la semiología del lenguaje poético, a la que no es ajena la métrica de la versificación, como bien ha estudiado Díez Borque (Aproximación semiológica, 1975). Es fácil observar cómo la plurimetrfa que aplica es muy rica y variada. El verso octosílabo preconizado por Lope, típicamente español, se enseñorea de todo el teatro áureo. En Ángela de Azevedo, lo vemos desde un principio en las redondillas con que se inicia la comedia; en las largas relaciones, que «piden los romances» (Vega Carpio, Arte Nuevo, 1950, p. 232). Pero también introduce endeca y heptasflabos en sex­ retos 180; así en un bello soliloquio, que mantiene dentro de su convento: [ .. . ] En esta estancia rica) retrato de los cielos soberanos) lugar, que se dedica al candor de los Ángeles humanos, que se juzgan por tales los sujetos que pisan sus umbrales; 180 «El sexteto de heptasílabos y endecasflabos alternos, aBaBce, ya acreditado por fray Luis de León , halló numerosos continuadores en la lirica y en d teatro. » (NAVARRO ToMAs, 1974, p. 256. Vs. Bibliografía General). 215 MUJERES Y LITERATURA DEL SIGLO DE ORO en este prado hermoso de racionales plantas guarnecido. que apacible y pomposo, contra el tiempo se ve siempre florido; que constantes sus flores no sienten de la tarde los horrores [ ... ] . AquÍ. mi Dios, notando mi miseria, mi ser y mi flaqueza, las gracias os voy dando, pues por vuestra bondad, vuestra grandeza. de Egipto me sacasteis, y de Sión las sendas me enseñasteis. Por otfOS espaciosos caminos muy bien puede caminarse, mas son dificu! tosos y del camino el norte puede errarsc; y éste, aunque más estrecho, no hay en él embaraw, es muy derecho. Esta es vida, esta es suerte, que merece ser sólo deseada, y la del mundo es muerte, porque es vida muy triste y muy cansada; y de razón se olvida, a quien vida sin orden llama vida. [ ... ] (1, 11-12) Incluso ofrece una muestra de versos en eco. Éstos los pone en boca de Britaldo: Amor, pues si de ti me admiro, mIro que cuando más me satisfago, hago a mi desvelo en mi retiro, tiro, consiguiendo en (U dulce halago, lago, en que metido no respiro , esplIO, pues tus favores más que apago, pago; mi fineza que así se apura, pura, halle en Irene 10 que procura, cural81 • (I1, 36) 18 1 «Una variedad del eco eran los versos con refleja o rima redoblada, de los cuales se sirvió Lope en un soneto de La foerza lastimosa, In, 9, cuyo principio es: «Peligro tiene el más probado vado».» (Ibídem, 272). 216 ESPACIOS PROFANOS La Jornada III la inicia el Monje Rpmigio con un romancillo en heptasílabos. El mis­ mo personaje introduce unas décimas, que continúa Irene en el verso octavo de la pri­ mera. Para un diálogo entre Castinaldo y Rosimunda (padre y esposa respectivamente de Britaldo), utiliza pareados de hepta y endecasílabos. l82 Se omiten algunos otros metros que comprende la obra, reproduciendo a cambio, por su especial interés, los ovillejos que preparan el clímax para el milagroso descubrimiento del cuerpo de Irene, sacrificado ignominiosamente. Es Remigio quien los recita: ¿Qué te asalta corazón? ¿Qué soborna tu denuedo? y ¿qué sacas de tu daño? Ya tu confusión no extrano, pues corazón, contra ti se conjuran (¡ay de mí!) Razón, Miedo y Desengafio ¿Qué ocasiona tu dolencia? ¿Qué amenaza tu malicia? Tu esperanza, ¿qué te ordena? Gran susto al alma condena, pues en terrible pelea. por enemigos grangea, Consciencia, Justicia y Pena ¿Qué te ha Remigio turbado? y ¿qué te importó su gusto? ¿Quién tu recelo hace fuerte? Despierte el alma, despierte de su letargo mirando183 , que la están amenazando, Pecado, Disgusto y Muerte. ¿Quién quejosa hace la honra? ¿Quién della pide la cuenta? ¿Qué hace en el mundo un traidor? ¿Quién mirando este rigor, Remigio, no se enternece, pues por ti Irene padece. Deshonra, Afrenta y Dolor? ¿Qué remedia esta desgracia? ¿Qué requiere esta maldad? Razón Miedo Desengaño Consciencia Justicia Pena Pecado Disgusto La muerte Deshonra Afrenta Dolor Gracia Piedad 182 «Los pareados de endecasOabos y heptasílabos se construían en serie uniforme de versos alternos, aA:bB:cC [ ... ]» (rbfdem, 258). t.stos responden a ese mismo esquema. 183 Evidentes ecos manriquefios. En pág. 55. calderonianos: «que los suefios suefios son». 217 MUJERES Y LITERATURA DEL SIGLO DE ORO y ¿qué pide esta traición? Armas, pues, de contrición. Remigio, a Irene acudamos, y a su gran virtud pidamos: Gracia, Piedad y Perdón. [ ... ] (IlI, 56-57) La convivencia del mundo real con el sobrenatural, propia de la comedia de santos, mezcla de realidad y apariencia, exige signos escénicos de gran espectacularidad. La esce­ nografía de esta obra y consecuente efectismo se evidencia ante nuestros ojos, merced a las sucesivas anticipaciones del «decorado verbah 1S4 y acotaciones que intercala la auto­ ra. Sirvan de ejemplo las reproducidas a continuación. Aún no consumado el crimen, un ángel revela a Inés: ¿Ves el Nabán, que ligero se va en el Tajo a meter?, pues tu cuerpo, puro y casto, echado ha de ser en él. Que recibiéndole el Tajo, ufano con la altivez de lograr perla tan rica, su archivo ha de ser fiel , hasta hallar un puerto noble, adonde lugar le dé; que el clima scalabitano (por más fdice) ha de ser. Allí en un bello sepulcro (obra, que de Ángeles es), apartándose las aguas, tu cuerpo ha de parecer. Haránse mil diligencias por trasladar este bien, mas el Tajo de ambicioso , lo ha de volver a esconder. y Scalabis por preciarse de tal reliquia (ener, de tu nombre, Irene sama, se ha de llamar Santarén. (111, 55) 1M Sobre este procedimiento, muy utilizado en las representaciones teatrales del Siglo de Oro, Vs. OfEZ BORQUE, 1975, pp. 86-92. 218 ESPACIOS PROFANOS y ya a punto de producirse el gran prodigio que descubrirá públicamente la inocen­ cia de la doncella calumniada: Etcétera.- Señores, grande novedad se encierra en el río, pues sus aguas, de una y otra parte abiertas, dan lugar a que se mire un rico ataúd entre ellas; sobre el cual, si no me engafio, una mujer está puesta. Vamos ver la novedad. (Ibídem,60) Tras estas anticipaciones, se contemplaría lo que indica la siguiente acotación: Entran por una puerta, y mientras vuelven a salir por la otra, se descubre en medio del vestuario una forma de sepulcro; y así de una parte como de otra, unas como ondas de agua; y sobre el sepulcro Irene difunta, con una señal de sangre en el cuello, ya los lados unos ángeles, que cantarán lo siguiente: [ ... ] (Ibídem, 61) La copla que precede a la última acotación, refleja asímismo otro decorado verbal: Mús[icos]. Todo esto son aplausos, todo salvas y vivas, de quien el Tajo adora por más graciosa Ninfa, de aquella que en las aguas de perlas es embidia, siendo por la pureza más cándida y más fina. Aquella a quien los celos, cuando la vida quican, hacen que Fénix crueque la muene por la vida. Esca es Irene hermosa, que rosa nabamina, del cielo se hizo escrella, del Tajo Margarita, Venid, venid) zagales, venid, venid aprisa, del ya sagrado Tajo a ver las maravillas. Veréis que sus corriem es, las del Jo rdán imitan, 2 19 MUJERES Y LITERATURA DEL SIGLO DE ORO y ya, la última acotación: corriéndose paradas. parándose corridas. Veréis, que haciendo plaza las aguas se retiran, que hoy sus murmuraciones se vuelven cortesías. Acabando de repetir la Música la primera Copla de la letra, corren las aguas y. encu­ briendo el sepulcro. se cierra el vestuario. (Ibídem) Se exalta entonces a la Santa y su glorioso final. A la vez, se anuncia la penitencia que espera a cada uno de los personajes. Ninguna es cruenta: la de Remigio consistirá en pere­ grinar por e! mundo hasra llegar a los Santos Lugares; Banán y Britaldo deciden acom­ pañarlo. Rosimunda aguardará a Britaldo en e! Convento de Irene; Lucinda será monja profesa en e! mismo; Et-Cétera, fraile lego. COMEDIA FAMOSA, DICHA Y DESDICHA DELjVEGO, y DEVOClON DE LA VIRGEN. [s.l- s.i.}, [s.a.}. 56 pp. a dos columnas, 4°. - (BNM, T-21.435) Dividida en tres jornadas, intervienen once personajes: dos galanes, dos damas (una con e! apellido Azevedo), dos graciosos, a la vez que fieles criados de los galanes; dos cria­ das, la Virgen, e! Demonio y un viejo. Como se desprende de! titulo, esta obra sigue la tradición de milagros mariales, tan rica en aportaciones literarias ya desde e! medievo. La fuerte presencia de lo sobrenaru­ ral impone el uso de signos escénicos de gran espectacularidad, como sugieren las respec­ tivas acotaciones: «Cógele el Demonio y vuelan por el aire); «Bajan de lo alto, de una parte Fe!isardo; de la otra, e! Demonio; y en e! medio, la Virgen», etc. La influencia de Calderón, siempre evidente en esta aU[Qra, adquiere especial representarividad en los siguientes versos, que cualquier lector distraído pudiera atribuir a La vida es sueño calde­ romana: [ .. . ] No os turbéis, que si aquí estoy, no escoy como vine aquí; y así, no tendréis en mí lo que fui , mas lo que soy. y por mayor desempefio de vuestro sueño, mirad, que s i el sueño fue verdad, ya aquella verdad es sueño. y por verdad, solamem e observará mi cuidado 220 .... : ". } .~ ESPACIOS PROFANOS aborrecer 10 pasado , y aprovechar 10 presente. (IlI, p. 51) La acción transcurre en Oporto. Se reproduce a continuación la narración sintética del argumento, puesta en boca del fiel Sombrero y su amo Felisardo: Sombrero.- [ ... ] Oidme un caso increible: Felisardo, que adoró siempre a Violante, la pide a su padre, que, por pobre, por su esposo no lo admite. Viéndose desesperado en su pretensión, elige, para enmendar la desgracia, que deste bien le despide, el medio más prodigioso que las historias repiten. Fiado, pues, en la opinión de un matrimonio insigne, que le ha dicho que en el juego las estrellas apacibles le prometían vemura, fue a jugar con D. Fadrique por ver si le despojaba (io deseo, y lo que finges!) del caudal, porque con esto del casamiento le prive, y él de su amada Violante por esposo se habilite; pues la riqueza era el medio para aquesto conseguirse, que hoy sin ella poco importa que las más partes militen. y habiendo muchos dineros ganado ya (¡caso triste!), como es el juego tan vario, ni en su dicha hay quien se fíe, porque en desdicha se vuelve tal mismo instante; tal pique dio la suerte a Felisardo, que llegando a reducirle 221 MUJERES Y LITERATURA DEL SIGLO DE ORO otra vez a su pobreza, sin tener blanca que embide, le obliga a jugar su hermana el enfado de ¡nfelice. Perdióla y, desesperado, dejando el juego. me dice: ~(Sombrero. a Dios, que me voy por el mundo». Yo, disuadirle pretendiendo, voy tras él, al cual no queriendo oírme ni siquiera una palabra, furioso, imitando un tigre, se salió de la ciudad. Voy en su alcance, seguíle hasta un sitio no muy lejos de la ciudad, que unos mimbres, verde guarnición de mayo, con tal artificio ciñen, que, oponiéndose a los rayos d' ese planeta sublime, por más que luces esfuerze, por más que esplendores vibre, le sirven de fresco estorbo para que no le registre; donde me dijo: «Sombrero, ¿dónde vas?, ¿por qué me sigues? Vuélvete y déjame ya». KEso no haré - respondíle-, ¡yo apartarme de mi amo!, aunque la vida me quites.» «Pues si no quieres -volvióme-, será fuerza que examines el desatino mayor que las memorias exprimen.» Luego, invocando el demonio (¡cómo este temor me aflige cuando del caso me acuerdo!) una y dos veces repite: «Diablo!», cuando aparece el diablo en forma visible, diciéndole: ((No te enojes, que mi poder ya te asiste. ¿Quieres que tan rico te haga 222 • ESPACIOS PROFANOS 'que más D. Nuño te estime que a D. Fadfique, y te case con Violame? Pues servirte quiero, si una condición aquí quisieras cumplirme; yes que reniegues de Dios. Ni aquesto te atemorice, pues tu forruna alcanzando bien puedes arrepentirte.» «Digo que de Dios reniego ----;gen. FIN (Id. p. 56) COMEDfA FAMOSA, LA MARGARITA DEL TAJO QVE DfO NOMBRE A SANTARÉN. COMEDIA FAMOSA, DICHA Y DESDICHA DEL ]VEGO, y DEVOCIÓN DE LA VIRGEN. - Vs. las respectivas descripciones bibliográficas en Textos. COMEDIA FAMOSA, EL MVERTO DISSIMVLADO, [s.l.- s.i.], [s.a.].- (BNM, T-10.049) LA MARGARITA DEL TAJO que dio nombre a Santarén; El muerto disimulado. Edic. de Fer­ nando DOMÉNECH RIco. Madrid, Asociación de Directores de Escena de España, [1999] (Serie: Literatura dramática). 2. Fuentes BARBEITO, María Isabel: «Recreación dramática de tres santas portuguesas», 2003. pp. 183-212. - Se ha retomado este artículo, en gran parte, para La margarita del Tajo que dio nombre a Santarén. BARBOSA MACHADO, Diogo: Bibliotheca Lusitana [ . .}, T.0 1, Lisboa Occidental, Anto­ nio Isidoro da Fonseca, 1741; T. o IV, Lisboa, Officina Patriarcal de Francisco Luiz Ameno, 1759. MARTfNEZ-ALMOYNA, Julio; VIERA DE LEMOS, A.: La Lengua española en la Literatura portuguesa. [Madrid, IMNASA, 1968]. RIBADENElRA, Pedro de: Segvnda parte del Flos Sanctorvm [ . .]. Madrid, Luis Sánchez, 1616. RUlZ RAMON, 1971. REPS: AHTE, 1; BARBEITO, 1; SS, I. Nota.-Actualmente, la Profesora norteamericana Donna CHAMBERS hace su tes is doctoral sobre Ángela de Azevedo. 225 .. .8. FRANCISCA DE LOS RÍos (circa 1606 ~ ¿? ) Sus padres, Hernando García y Francisca de los Ríos --<:uyo nombre completo vemos que adopta en la obra- habían puesto especial cuidado en que aprendiera Latín y Gra­ mática, con vistas a su proyectado ingreso en un convento. Quizás buscando el favor real para tal fin, cuando apenas cuenta doce años dedica a la por entonces aún Princesa Isa­ bel de Borbón la traducción que presentarnos185 . La sorpresa suscitada entre sus contemporáneos, se refleja en la siguiente alusión de Pérez de Montalbán: Doña Francisca de los Ríos, siendo de doce años (cosa que parece milagro), tradujo de Latín, la Vida que escribió de si la Beata Angela de Fulgino. (Para todos ... , 1933, f. 6 r.) Como valoración próxima a nosotros, aportamos la estimación de Margarita Nelken, con referencia a '" mujeres que, si bien no han llegado hasta nosotros en calidad de escritoras, no pueden fal­ tar en un estudio de nuestra literacura femenina [ ... ], ya que muestran la curiosidad inte­ lectual despertada por el renacer de las humanidades, y sin las cuales nuestra vida intelec­ tual de la dieciseisava y diecisieteava centurias sería inferior a las de Francia e Italia. l .. . ] Para no hacer demasiado prolija esta relación de nombres , pese a codo secunda­ rios, citaremos [ ... ]. sobre todo, a la madrilefia Francisca de los Ríos , que a los doce años de edad publicó una acabadísima traducción de la Vida de la Bienaventurada Angela de Fu/gino [ ... ], que muestra cuán admirablemente manejaba también el castellano. (1930, p. 121). En la Aprobación se dice que cuenta entre doce y trece afias; lo que ella afirma igualmente. 227 MUJERES Y LITERATURA DEL SIGLO DE ORO Se ha considerado importante reflejar esta obra, no tanto por el interés que ofrece la valentía de una traductora tan precoz; sino porque la franciscana Ángela de Fulgino ----, poema compuesto por diez estancias más cuatro versos de envío, que comienza: Inunda la campafia, Mam..anares, en llamo convertido el cristal puro, [ ... ] Siguen otra canción y tres décimas; la primera: Si por sola peregrina, perla fuiste en hermosura, y en las virtudes tan pura, que te apellidan divina, el cielo que te destina para ser clara centella 238 -. , ESPACIOS PROFANOS de la ama~ concha bella, te sacó para vivir; que no se llama morir el pasarse a ser estrella. Yen el romance, que continúa: [ ... ] En la sacra pira. España, si tiernas lágrimas vierte, en penetrantes suspiros, también aromas le ofrece. [ ... ] Se cierra con un soneto dedicado < asunto- mediante el procedimiento propuesto. Así, en esta nove­ la, Margarita, una de las protagonistas, sugiere: [ ... ] que se haga una Academia, en que estas damas den asunto a los caballeros, y sean obligados a responder en verso, lo que cada uno supiere. Y el señor Octavio Esforcia, como dueño de todo, será el juez, sentenciando los premios merecidos. Parecióles a todos bien, y el juez respondió: «Pues no he de reservar a mi hija, que no la ha de valer la mesu­ ra de desposada, déle asunto al señor Carlos». Ella, entre risueña y vergonzosa, le dijo: «Llegó mi esperanza al Puerto». Agradecido Carlos al jeroglífico, conociendo el gusto que le bafiaba el pecho, y elevada en él la vista, dijo asl: Engolfado navegaba el mar incierto de amor. y remando en mi dolor el corazón zozobraba: era la tormenta brava. Salió el Norte, y descubierto, me guió con tal acierto, que, siguiendo su hermosura, viento en popa mi ventura, llegó mi "pn-anza al Pu"to. 246 , ESPACIOS PROFANOS Celebraron todos la enamorada respuesta, y d juez mandó que se le diera premio. Diole la hermosa Teodora un corazón de diamantes y. volviéndosele a prender, le dijo: «Pues no ten­ go en quien emplearle, será ocioso el recibirle, pues reináis en el que tengo. eso me basta [ ... ]. El juez mandó a la hermosa Margarita diera asumo a don Pedro Maza. Había en el auditorio algunas damas apasionadas, en particular la hermosa Bernarda, con quien había estado tratado de casar y, por causas indiferentes, don Pedro habia despreciado el casa­ miento. Temerosa Margarita de que le sucediera lo mismo, mirándole con un gracioso desdén, le dijo: «Bandokro es el amor». El discreto amante, reconociendo su temor, la qui­ so asegurar en la décima siguiente: ¿Por qué llegáis a culpar en Cupido los despojos, cuando le dan vuestros ojos las flechas para tirar? Vos sois quien sale a matar, no culpéis al ciego Dios, y aquí para emre los dos , bella y tirana homicida, pues ya me quitáis la vida, la Bandolera sois vos. No le pesó a Carlos de ver tan declarado a don Pedro: y la noche antecedente, hablan­ do con su nuevo padre, le dio a entender no le pesaría de ve! a su hermana tan bien empleada. Mandó el juez se le diera premio, y la hermosa dama le dio un curioso y esmal­ tado cabestrillo y. mirando Octavio Esforcia a la hermosa Anarda, le dijo le diera asun­ to a don Luis Esforcia, su sobrino. [ ... ] El esclavo de su esclavo (Nov. 4) Hay un acercamiento a la novela de tema morisco, resultando la trama cándidamen­ te pueril: [ ... l. D . Félix mandó que codos los moros que fuesen de Argel pareciesen en su pre­ sencia para vestirlos, diciéndole a Audalia sacase a su volumad galas dignas de reina para la Sultana. enjaezando cien caballos encubertados de brocado y cuatro mil trcintines de oro. Enviando dos Grandes de su Corte, lo envió todo al Rey, diciéndole en una carta que no le enviaba a Audalia y a Jarifa, porque habían recibido el santo Bautismo, y que Matilde era su hija , y le enviaba aquel presente en rescate. Uegada la nave al Puerto de Argel , sabido el Rey que venlan de paz, dio licencia para que sa1taran en tierra. Uegados a palacio, refirieron el preseme que trafan. dando la car­ ta; y considerando el moro que ya no tenía remedio, y mirando la noble corresponden­ cia de los dos valerosos catalanes, les envió su embajada, agradeciendo el presente, y que en demostración del grande amor que había tenido a Matilde quería tener con ellos per­ petuas paces, empefiando su reaJ palabra de no quebramarlas. »- 247 MUJERES Y LITERATURA DEL SIGLO DE ORO Celos vengan desprecios (Nov. 6). Contiene todos los ingredientes propios de una comedia de capa y espada: Narcisa, dama milanesa de noble linaje, altiva y desdefiosa, se ve rodeada de preten­ dientes, los más asiduos y rechazables: Arnaldo, feo de rostro y condición soberbia, y el Conde Leonido, que se vale de la calumnia como método de venganza. Un noble y rico español, don Duarte, logra derrotar a ambos en sucesivos enfrentamientos, ganándose el corazón y la mano de Narcisa. Los otros galanes no quedan desparejados, como merece­ rían sus comportamientos, y ambos se casan. Las novelas 2) y 5) son las que presentan mayor número de elementos trágicos. LA dicha de Doristea (Nov. 2) Comienza en Sevilla, donde un Veinticuatro198 genovés contrae matrimonio con una sevillana, la cual muere de parto al nacer su hija Doristea, agraciada con todos los dones que la naturaleza puede otorgar. Ésta pronto sufre el inforrunio de perder también a su padre. En consecuencia, queda al cuidado de una tia. En la misma capital sevillana, la perversión de Claudio causa la ruina y consecuente muerre de su padre. Intenta luego casarse con Doristea; pero la tia de ésta se niega a tal enlace. El perverso individuo no ceja hasta conseguir enamorarla y convencerla para que huya con él, llevándose parte de las joyas. Alcanzado este objetivo, conduce a Doristea a un monte, donde le descubre su intención de deshonrarla y aduefiarse de las joyas. Opor­ tunamente, llega don Carlos, que mata al malvado de un pistoletazo y se lleva a la joven consigo. Ya en la Corre, bajo el nombre supuesto de Clara de Quirós, es acogida en un convento, del que la sacará Carlos para hacerla su mujer. Quien bien obra, siempre acierta (Nov. 5) Este relato llega a rozar lo escabroso y cruel, en un probable intento de aproximación a la novela zayesca. Desde un punto de vista ético, los convencionalismos que sustenta lo sitúan en lugar prioritario. El horrendo crimen que don Álvaro intenta perpetrar coo­ tra su propia hija, obedece al mero hecho de que ésta huye de casa para contraer matri­ monio con don Luis de Saavedra, oponiéndose a la injusta prohibición paterna199 . Lo que más hiere a nuestro pensamiento actual es observar cómo prevalece la normativa 198 DRAEt 4<1. acepción: "Veinticuatro = Regidor de ayuntamiento en algunas ciudades de Andalucía, según el antiguo régimen municipal ,.. 19';1 La hufda de dafia Esperanza. la heroína, se acerca más a lo convencional que Otros casos de ficción literaria en que las mujeres abandonan d hogar paterno. Así, en Cervan tes. la fuga de Eusebia u as su ama­ do Renaw. en Los Trabajos de Persiks y Sigismunda (Caps. XVIII -XIX), o la escapato ria mucho más audaz. que protagonizan Las do! doncellas (Novelas ejemplares. IX). Y cabe citar aún más ejemplos, tamo cervanti­ nos como de Otros escritores del Siglo de Oro. 248 ESPACIOS PROFANOS social dominante: considerar que Juliana seguirá siendo esclava, bajo un matrimonio impuesto por el amo que la sometió a sus apetencias; y que si acaba por otorgarle la con­ dición de libre es para salir impune de los delitos que se le imputan. En orden inversa­ mente proporcional a la escapatoria con que el calificado de "buen Juez» favorece al pode­ roso, se suceden el castigo a Leonardo y la cruel condena del esclavo, como ponen de manifiesto los fragmentos seleccionados. La protagonista, a requerimiento de su salvador, le cuenta el motivo que impulsó a su padre a querer enterrarla viva: [ ... ] Respondióle con desprenderse la mascarilla, descubriendo un rostro de can rara bella..a, que los dejó admirados. y más confuso a Don Alonso, porque en su honesta gra­ vedad demostraba ser mujer principal [ .. . ): Yo soy de Córdoba, y de tan conocida nobleza que puso los ojos en mí uno de los más principales caballeros que hay en ella, que en deciros que es su nombre don Luis de Saavedra, os digo su calidad. Galanteóme con tan encendidas y continuas finezas que ganó en mi pecho el lugar que ya no perderá, si no pierdo yo la vida. [ ... ] Encareciéndo­ me su amor, le respondí que se conocía mal su fineza, pues siendo iguales en calidad y nobleza no me pedía a mi padre. Satisffzome con decir esperaba un hermano que tiene en Flandes y que no tendría gusto cumplido si no estaba presente a celebrar su dicha [ ... ]. Sucedió por mi desdicha que, tratando en el Cabildo de sacar las suertes de Procurado­ res de Cortes por ser mi padre y mi amante Veinticuatros, se encontraron los dos sobre sacar una suerte, con tan encendida cólera de mi padre que desmintió a don Luis; y, ofendido [éste], sin acordarse de que yo reinaba en su pecho, dio a mi padre con el sombrero en la cara. Sacaron las espadas y, sin poderlos reportar, se hirieron tan mal que se dudó de su vida. [ ... ) Tratando de las paces, se declaró mi padre por su enemigo y de todo su linaje f ... ). Pidióle el Corregidor a don Luis que se ausentase por algún tiempo [ ... ). Cuando se partió, temeroso de que yo indignada mudaría de intento, me dejó un papel, fiándolo de un criado que sabia nuestro amor. [ ... ] Dljele que acudiese a la noche a la ventana por donde le hablaba [ ... ). Determinada de asegurar su miedo, le respondí que me ofendía en dudar de mi fe, y que yo había tenido el mismo temor; que me respondiera [ ... ]. Pasó adelante diciendo que si mi amor era tan firme como le significaba. que me determina­ se a dejar mi casa, pues ya no era posible que nuestro casamiento se ejecutase con gusto de mi padre. Respondíle que la noche siguiente viniera por mí, que una vez casados se allanaría mi padre [ ... ) . Tengo por mi desdicha un hermano bastardo, hijo de mi padre, habido en una escla­ va de casa, tan hermosa, que os prometo que, a no tener un clavo, pudiera competir con la más perfecta dama. Ha conocido mi padre en público a Leonardo, dando a entender que es de otra madre [ ... ]. Estando yo para cerrar el papel que os he referido y teniendo el de mi amante sobre un bufete, entró tan de repente en mi sala que no pude esconder los papeles. Quitómelos de las manos y leyólosj y, visto lo que contenían, me trató tan mal de palabra y de obra, que puso las manos en este rostro que miráis. Arrebatada de la cólera, le dije que era un vil esclavo, hijo de una perra. [ ... J Llevóse los papeles al cuarto de mi padre [ ... ). 249 MUJERES Y LITERATURA DEL SIGLO DE ORO Paséme en casa de una sefiora que vivía fromero. Fue mi padre a la noche por mí y. abrazándome. me dijo que él no se enojaba por cosas ligeras con una hija a quien ama­ ba tanto; y, trayéndome a casa, quedando a solas conmigo. me dijo: - Yo no gusto del casamiento de don Luis. Yo os prometo de poneros en tal estado que no habéis de tener que desear. Mientras determino el marido que he de elegir, os quiero llevar a Sevilla y dejaros en un convento. Quitaos esas galas y poneos unos paños humildes, porque esta noche habemos de salir de aquí y no quiero que nadie sepa que faleáis de casa. [ ... ]. Cerró la noche y. acompanado de Bernardo (sic)'"' y de 0"0 esclavo de can malas propiedades como las suyas, llegarnos a aquel sicio, adonde fuera cierto haber muerto a sus crueles manos si vuestro valor no me hubiera defendido. [ ... ] Don N onso la dijo: -Mi sefiara dafia Esperan7..a, enjugad los hermosos ojos; ya sé quien sois por las car­ tas de mi hermano. [ ... 1 Lo que temo es que vuestro padre, creyendo que ha sido por orden de don Luis el robaros, buscará nuevas traiciones para vengarse. Mirad, señora, adonde queréis que os deje, porque he de correr la posta para volver a C6rdoba. Quedó tan contenta la hermosa dama que. abrazándole. le dijo que la llevase a la Cor­ te, que tenía una da hermana de su madre, monja en las Descalzas Reales. [ ... ] [ .. . ] Comemo el Corregidor con el buen despacho. se fue a las casas del Cabildo. y sacando a don Álvaro de donde estaba, le intimó la provisi6n real, leyéndole la declara­ ción de su hija, y que tenfa orden de su Majestad de casarla con don Luis y de sentenciar en aquella causa; que su delico merecía quitarle la cabeza de los hombros, y que usando de misericordia sería mejor allanarse a obedecer el Decreto Real, alzando mano de la que­ rella que ten fa dada, pues era injusta; donde no, que procederfa con codo rigor. Hall6se don Álvaro convencido y afrentado de que fuese público el [rato que tenía con la escla­ va, y así le respondió que estaba obediente a su orden. [ ... ] Con esco se dio mandamiento de soleura; y trataron luego de partir a la Corte por doña Esperanza, acompañados de muchos deudos y amigos. El tiempo que tardaron de volver a Córdoba, el Corregidor, como buen Juez, sentenció a Leonardo a seis años de presidio; y al esclavo a Galeras perpetuas al remo, y sin sueldo. Vueltos a C6rdoba con la contenta desposada, envió el Corregidor a llamar a don Alvaro. not ificándole que dentro de quince dlas vendiese la esclava fuera de la ciudad, porque no era jusco que un caballero de tantas partes diese mal ejemplo. Prometió cum­ plirlo. aunque lo simió mucho. Y llegado a su casa. la llamó y la dijo: - Ya, Jul iana, se cumplió vuestro deseo que tantas veces me habéis pedido: que os dé libertad. El Corregidor me ha notificado que os venda fuera de Córdoba. Ya sabéis el amor que os he tenido y sentiré mucho que estando fuera de mi poder viváis desenfre­ nadamente. Yo he de buscar un mo7..0 que sea hombre de bien, con quien casaros. Maña­ na os daré la libertad, y demás de lo que habéis adquirido en mi casa os daré quinientos 200 Parece tratarse de un error; por cuanto entendemos debiera decir Leonardo. 250 1 1 ESPACIOS PROFANOS ducados. Prevenid todo lo que fuera vuestro, mientras me buscan cosa a propósito. por­ que no tengo más de quince días de plaw, y que os habéis de salir de Córdoba. y sin dar lugar a que le respondiera. llamando al mayordomo, le dijo que le trujera un cirujano para quitarla el clavo y que buscase algún hombre de bien con quien casar­ la, advirtiéndole que no había de vivir en Córdoba. Respondióle que conoda a un moro carpintero, natural de Granada. Respondióle don Alvaro: -Pues habladle luego. porque ha de ser con brevedad. Fue el mayordomo a tratar con su maestro la imención que llevaba. Dieron cuenta al mozo del casamiento, yacep­ tó con mucho gusco diciendo: como le diesen lo que le promedan. cumpliría su palabra. LA industriA vence desdenes (Nov. 7) Presenta rasgos contextuaJes muy interesantes, en lo que concierne a costumbres y códigos sociales. Para Moisés Martín Gómez, don Pedro, e! personaje central, «además de proteger a su familia, protagoniza un proceso de movilidad social que debe ser teni­ do en cuenta»j y considera que los trabajos desempeñados, sin prejuicios, por algunos personajes para conseguir «una situación económica más desahogada, debe quedar como una de las aporraciones más interesantes de Carvajal.» (2003, p. 238) En la ciudad de Úbeda vivía un caballero llamado don Fernando de Medrano. Goza­ ba un corto mayorazgo, que llaman vínculo. Casóse con una dama igual a su calidad. tan hermosa que la sirvió de doce su belleza. A poco tiempo de casados se reconoció preña­ da, y llegado el tiempo parió dos criaturas, varón y hembra. Al nifio le pusieron Pedro, por su abuelo de parte de padre; y a la niña, Jacinta. Criáronse estas dos criaturas. cre­ ciendo en ellos el amor al paso de la edad, y llegóse el tiempo de aprender las urbanida­ des que deben saber las personas principales. Les dieron maestros suficientes; y parecién­ dole a don Fernando que no tenía dote igual a su calidad para casar a su hija, la enseñó todo el arte de la música para que, a título de corista. gozara en un convento las conve­ niencias acostumbradas 20I . Don Pedro, con el uso de la razón dio a entender a sus padres se inclinaba a ser de la Iglesia; y pasados los primeros estudios, le envió don Fernando a Salamanca a pasar los cursos y escudiar la Teología, para que por las letras se opusiera a las cátedras y ocupara los púlpitos. [ ... ] Muerto e! padre de tabardillo y la madre por contagio, poco tiempo después don Pedro decide marcharse a Roma, dejando a su hermana casada con un primo, don Alon­ so, con la complacencia de ambos. Transcurridos diecisiete años, don Pedro regresa de Roma y se instala en Toledo, llamando junto a sí a Jacinto, hijo de! matrimonio forma­ do por su hermana y primo. 201 Un claro ejemplo de esta posibaidad de ingreso sin dote económica, para las cantoras, lo constitu­ ye la Orden de la Concepción Jerónima. 251 ., MUJERES Y LITERATURA DEL SIGW DE ORO No quiso don Pedro escribir nada, por no tener a su hermana cuidadosa. Mientras se dispuso el viaje, hablando a unos mercaderes de lonja, trató con ellos hacer un empleo de telas de Milán, rasos de la China y Florencia, sin otras muchas y ricas alhajas que habla comprado en las muchas almonedas, seguro de su ganancia. por estar en uso en España el vestirse codos de tela con muchos golpes, los hombres en las ropillas aboto­ nados y las damas ropas de levantar con alamares de oro. Por esta causa, empleó una gran cantidad aparte de lo que habla comprado para el adorno y homenaje de la casa. Luego que llegaron a Sevilla [ ... ]. remitió a su hermana algunas piezas de telas, lienros y otras cosas [ ... l. A seis meses de estar en Toledo, vacó una Canongfa de la Santa Iglesia; y aunque hubo pretendientes. se la dio el Cardenal de mano poderosa. Trató de que las esclavas asearan la casa y, adornándola de las costosas y ricas alhajas, asombró a todos los que le dieron el parabién. Mandó se le buscara un mayordomo; dos pajes de hábito largo; dos lacayos, el uno grande que sirviera la despensa y otro pequeño; y, despachando un propio, envió a decir le enviasen la deseada prenda, adviniendo que no le hicieran vestidos y que entra­ ra de noche, porque no gustaba que supieran su venida hasta adornarle a su gusto. Lle­ gada la cana, dio don Jacinto tanta priesa que, al segundo dfa, le despachó su padre acom­ pañado de un criado [ ... l. Teníanle prevenido un baño en una tina, con tan curiosa invención que por la parte de abajo tenía un tornillo con que se desaguaba. Estaba cubierta de un pabellón, y Anto­ nia le dijo: «Éntrese vuesa merced en el baño y siéntese, para que le bañe el medio cuer­ po». Hfzolo así, y como [la esclava negra] vivía contenta con la buena condición de su dueño, luego que le empezó a bañar, le dijo: , Opús­ culos histórico-literarios, T.I. Madrid, CSIC (Instituto Miguel de Cervantes), 1951. MARTlN GOMEZ, Moisés: Mariana tk Carvajal' industrias y destknes. Un estudio de las .Navidades tk Madrid •. Cádiz, Universidad, Servicio de Publicaciones, 2003. REPS.: BARBEITO, 1; SS, 1. 258 • .. 11 .. JACINTA MAIÚA DE MORALES Y VACA (circa 1600-1668) Hija del famoso actor Pedro de Morales y de la también actriz Mariana Vaca, al menos en sus alíos infantiles conoció a Cervantes, amigo de su padre. En cuanto a Lope de Vega, cuyas obras interpretaron ambos progenitores. la relación fue muy estrecha, como se pone de manifiesto más adelante. A partir de su matrimonio, la vida de esta poeta debió de transcurrir en torno a la Parroquia madrileña de San Sebastián. De ahí que los documentos conservados en su Archivo'03 permitan hacerle un seguimiento esclarecedor a distintos efectos. Uno de ellos es el de la utilización alternativa de nombre y apellidos, que movió a considerar su obra poética procedente de distintas autoras. El primer testimonio documentado localizable en dicha Parroquia, bajo el nombre de Jacinta de Vargas, es el de su matrimonio con el médico Marias de Porres, celebra­ do el 19 de abril de 1623 (L.o 4 de Matrimonios, fol. 374 v.). Fruto del mismo, al año siguiente nace una niña, Catalina Alejandra, a la que bautizan el 18 de marzo de 1624, en la misma Iglesia (L.o 8 de Bautizos, fol. 21 1 r.), siendo los padrinos don Francisco de Borja, Príncipe de Esquilache, y su hija Francisca. Se hace constar el nombre y dos apellidos de la madre como Jacinta de Vargas Morales. Viven por entonces en la calle del Príncipe. Al siguiente año, aumenta la familia con el nacimiento de un hijo, Manuel Antonio Gaspar, que recibe las aguas bautismales el 7 de junio de 1625 (L.o 9 de Bautizos, fol. 39). Su madre figura con los mismos nombre y apellidos; en cuanto al padre, se le acre­ dita como ( familiar del Santo Oficio». El domicilio familiar se encuentra ahora ubicado en la calle de la Visitación, que pertenece a la misma Parroquia. 203 Merece una mención especiaJ la magnIfica labor realizada demro de este Archivo parroquial por el sacerdote inves[jgador Madas FERNÁNDEZ GARClA. 259 MUJERES Y LITERATURA DEL SIGLO DE ORO Apenas cumplidos cinco años de su matrimonio, el 23 de mayo de 1628 fallece Ma­ tlas de Porres (L.o 6 de Difontos, fol. 352) . En 1631, se publica la obra de José Pellicer de Tovar Anfiteatro ck Felipe el Granck ... , que contiene un romance de esta poeta bajo el nombre y apellidos dados hasta ahora. Pero a partir de esa fecha, diríase que más libre desde la viudez, la encontramos con distintas identidades; a veces con mayor propiedad desde nuestra óptica actual. Téngase en cuenta que por entonces era frecuente utüizar al gusto de cada cual apellidos familiares pertenecientes a los padres o abuelos, sin atener­ se al orden de los mismos. El 20 de diciembre de 1632, Jacinta amadrina a una hijita de Antonio de Prado y Mariana Vaca, su sobrina. El celebrante es Lope de Vega que, refiriéndose al evento, hace el siguiente comentario: «Hallé a la sefíora Doña Jacinta de Morales, madrina, como un ángel» (Barrera, 1974, p. 143). A la muerte del "Fénix de los ingenios», Juan Pérez de Montalbán le dedica una obra que titula Fama pósthvma ... (1636). Introduce, con gran acierto significativo, el lamen­ ro poético de numerosas féminas, entre las que se encuentra Jacinta Vaca. ¿ Utiliza ésta intencionadamente el apellido materno? Ocho años más tarde (1644) , Felipe N ordena enaltecer a los soldados muertos en la Batalla de Lérida. Aquí en un soneto que aporta se identifica como Jacinta Vaca de Mora­ les; en otro soneto dedicado a la obra de Juan de Moncayo Poema trágico ck Atalanta ... (1656), como Jacinta María de Morales; lo mismo en dos poemas del Certamen Angéli­ co ... (1657), de José de Miranda y la Cotera . El 23 de enero de 1648, muere a los veintidós años su hijo Manuel Antonio (L.o 9 de Difuntos, fol. 347 v.). En la partida de defunción figuta como Jacinta Vaca. En 1664, la benjamina de Lope, Antonia Clara, se siente morir y redacta su testa­ mento. Nombra a "dalia Jacinta de Morales, viuda del doctor Porres», albacea tes­ tamentaria, lo que pone de manifiesto el grado de confianza existente entre ambas. Le deja en herencia una reliquia. Otra curiosa afinidad, ésta circunstancial, es que la testadora muere en la calle de Francos, donde también tuvo uno de sus domicilios la albacea. Dalia Jacinta María de Morales vivía en la calle de las Huertas, cuando dejó de exis­ tir el 13 de noviembre de 1668. "Recibió los santos sacramentos. Testó ante Francisco Castellanos en tres de octubre pasado de dicho año. Deja setecientas misas. Testamenta­ rios: Mariana Vaca, su sobrina representante, y el Licenciado Barrolomé Ramos, Cape­ llán del Convento de Trinitarias Descalzas. Enterróse en dicho Convento. Dio de fábri ­ ca cuarenta y cuatro reales». (L.o 13 de Difontos, f 84 v.) Es probable que también su hij a hubiera fallecido , o acaso se encontrara lejos de Madrid. El enterramiento en las Trinitarias Descalzas, a cuya Comunidad pertenecía Mar­ cela de San Félix (EC, 2 1), la hija de Lope, evidencia una vez más los fuertes vínculos que mantuvo con los de Vega hasta más allá de la muerte. 260 ESPACIOS PROFANOS TEXTOS Poesías de asunto vario A la muerte de Lope de ~ga, aludienfÚ¡ a un eclipse de luna que hubo la noche que murió. Soneto. Uegó ya a las montañas de Apenino, llegó a la Libia ardiente y Escitia helada, la Fama, por justicia acreditada, deste varón de tanto laurel digno. Y así, del más remoto al más vecino, con himnos de dolor será llorada su falta, y la memoria venerada del que en el velo humano fue divino. Hasta en el campo de zafir hermoso, la noche que dio término a su vida, mostraron sus lumbreras sentimiento. y con afecto triste y amoroso, cuando Delia llegó a su luz cumplida. le formó en sombras sacro monumento. (Pérez de Montalbán, 1636, f. 96 r. ) Soneto a San Pedro de Verona Está dedicado al asunto III del Certamen Angélico, que propone cantar a San Pedro de Verona, mártir, "herido ya de muerte, agonizando a los golpes del acero de pecho y cabeza; mas, entre las ansias mortales, tan atento a declarar su fe [ . .. ]»: El pecho herido, la cabeza abierta, luchando con la última agonía, la fe de Pedro, que expirando ardía, dio de su gran fervor noticia cierta. La voz turbada ya, la mano yerta, lámina hiw del suelo en que escribía, con la excelente sangre que venía, sacros misterios que a explicar acien a. ¡Oh tú, que más allá de lo posible, predicación muriendo ejercitaste, negándote en lo humano a lo sensible! Tú, el renombre de mártir conquistaste, pues del sitio en que heroico padeciste, tan eminente cátedra fundaste. (Miranda, 1657, f. 42 r.) 261 MUJERES Y LITERATURA DEL SIGLO DE ORO Octavas. A la Batalla de Lepanto Este poema, reproducido parcialmente, corresponde al asunto VIII, que propone ana­ lizar "la festiva memoria de aquella tan insigne Batalla naval, prodigio marítimo del valor y milagro del esfuerzo católico [ ... ]. Descrfbese en seis octavas aquel undoso campo, cubierto de velas dispuestas para pelear; el valor militar del enemigo, que creció honores al cristiano, gala de nuestros combatientes, sobresaliendo eJ decoro majestuoso, en todo eminente, del senor D. Juan de Austria; el reconocimiento de la victoria debida a la inter­ cesión de nuestra Señora del Rosario; y, últimamente, un parabién a los señores Reyes de España Don Felipe Segundo el Prudente; y ahora, por nueva memoria, a su Majestad del Rey nuestro Señor Don Felipe Cuarto el Grande; yen sus reales personas a IOdo el Chris­ tianismo.» Hermoso campo de cristal quebrado. en quien del aire el blanco movimiento en la belleza le dejó aumeneado, meciendo y no encrespando su elemento, que poco ames temieron irritado al soplo horrible de uno y DUO viento. Era palestra en que se compeda la cristiana y la turca valentÍa. [ ... ] Lo que el señor Don Juan allí propuso, el ejército alegre lo aceptaba, tan ingeniosa la oración dispuso y tan valiente ejemplo a todos daba que no sólo el ilustre, en quien es uso, sino el plebeyo osado se alentaba; y invocando a la Virgen del Rosario, acometió su fe a tan gran contrario. [ ... ] Norabuena gocéis, ¡oh Rey Prudente!, desta viccoria en la regió n eterna; aJ gran Felipo aqueste gusco aumente la NavaJ, que hoy se mira más moderna; la fe en María a todos acreciente ver que aJ destino su poder gobiernaj y esta memoria siempre permanezca, sin que al destrozo de la edad fencr.ca. (Ibídem, ff. 122v-123r) 262 ESPACIOS PROFANOS BmUOGRAFÍA 1. Obras de la autora "DE DOÑA IACINTA DE VARGAS I MORALES. ROMANCE JI» (En JOS!'. PELLICER DE TOVAR: Anfiteatro de Felipe el Grande ... Madrid, Juan González, 1631, fE 59r-60r). <, 1992. 21' Cita obra y amor, como puede comprobarse al final del Cap. I. El propio [hulo de Marra de Gue­ va ra quizás esté inspirado conjuntamente en el M~n05pucio tk Cort~ de su antecesor, y los D~mgaños de la novelista coetánea. acorde en diversos criterios. según reAejan los textos seleccionados. 270 ESPACIOS PROFANOS al bastardo D. Juan de Austria, en el,cual es obvio que había depositado grandes esperan­ zas. Se divide esta obra en sólo siete capítulos22 .: CAP. 1. Desengaños de la Corte, y mujeres valerosas. En este capítulo, cuyo epígrafe coincide con el título de la obra, destaca la crítica social que hace de los comportamientos detectados en sus contemporáneos: egoísmo. envidia, murmuración, edonismo, consumismo ., . Constantes atemporales, que se mantendrán hasta ... Veamos algunas reflexiones: La malicia, la envidia y la avaricia, todo reina en estos tiempos; y adonde más hace su asiento es en las Cortes de los reyes y monarcas, en donde todos tiran para sí y ningu­ no para su rey. [ .. . ]. La felicidad se pone en los juegos y galas, destruyendo sus casas y haciendo indecen­ cias. Las mujeres traen tantas galas que no les alcanza la hacienda. Las plebeyas lo bus­ can con mal modo. Los nobles dejan de pagar a sus criados [ ... J. Pues, Señor, mejor fue­ ra dejar los juegos y las superfluidades y pagar a vuestros criados; y con esto no conocerían otros amos ( ... ]. Si el otro saca una inv~ntiva de un coche nuevo y hace un afio que otro senor tiene otro, le deshace por hacerle como aquél, pudiendo durarle cuatro afios. Si la otra senora tiene una joya rica. que pudiera durar a sus biznietos, la deshace para comprar otra que ·vino de otro reino [ ... ] No digo yo que t~dos nos podemos ir de ella, [de la Corte], porque los que sirven en la Casa Real es preciso que estén [ ... ]. YeI Monarca no conoce más de los que le andan alrededor, que algunos tienen buena mafia, y otros no saben más que la bachillería y, en apurándolos, no tienen cabeza. Muchos andan perdidos y echan a perder a sus mujeres con enfermedades sucias, con que pierden la sucesión; y el que la tiene, nacen los hijos tan enfermos que al primer aire que les da se les mueren [ ... ]. Y, en fin, la Corte es peligrosa, y no es buena para los que no tenemos qué hacer en ella. Véase un libro que hizo un grande hombre, que fue Fr. Antonio de Guevara, Obis­ po de Mondofiedo, Cronista del sefior Emperador, que se intitula Menospr~cio de la Cor­ te y alabanza tÚ la akúa, de cuya vida trataremos en otro capítulo, y ahora de nuestras mujeres valerosas. CAP. n. De mujeres valerosas. Como se desprende del epígrafe, a lo largo de este capítulo as istimos a una defensa manifiesta de las mujeres, ejemplificada con nombres y actuaciones de las mismas desde 220 Menosprtcio de Coru ... comprende veinte capítulos. 271 MUJERES Y UTERATURA DEL SIGLO DE ORO la Antigüedad. Con ello, imita un procedimiento muy al uso en escritores que intentan defender el mundo femenino , a la vez que hace gala de sus conocimientos históricos. Marfa de Guevara reivindica la capacidad intelectual de las mujeres que, debidamente cwtivada, incluso les permitiría acceder a puestos políticos. Tambien apoya su interven­ ción en las guerras. Ataca la ociosidad y estima conveniente que la mujer trabaje, sea cual fuere su condición social. Siempre en una línea moralizante, defiende la valentía, conde­ na la infidelidad tanto en uno como en otro sexo, y antepone el amor a la venganza, aun­ que la considera aconsejable cuando se trata de hacer justicia: Muchas mujeres ha habido valerosas y atentas, de las cuales nombraremos algunas; y quien nos da el ejemplo es la Reina de los Ángeles. que aunque mi pluma no sabrá expli­ carlo, pondré aquí un ejemplo suyo para adornar esta obra, llevando tan buen principio. pues, para darnos ejemplo de lo que debemos hacer, acompañó a su marido S. José cuan­ do fue al llamamiento del Rey Herodes, y pudiendo escusarse por estar tan prefiada, no lo hizo, sino parió en un portal al Salvador del mundo. [ ... ] Muere el Rey de Nápoles, deja mandado que su hija Juana, heredera del reino, se case con el Rey Andrés (como si los padres pudieran fonar las voluntades que Dios nos deja en nuestro libre albedrfo" '. Viene el Rey Andrés, pónela guerra y oblfgala a que se case por fuerza y, en teniéndola sujeta, hace lo que los malos maridos. Ella, corno valerosa y Reina propieraria, cuélgale el dfa de S. Andrés, y fue la cuelga de veras, pues le envió a que le enviase nuevas del ouo mundo. Si hubiera algunas que la imitaran, vivieran los hombres a raya; y no, que corno ellos hicieron las leyes, todas fueron en su favor, que­ riendo que ellas se contenten con las armas de la rueca y de la almohadilla222 • Pues, a fe que si usasen las mujeres de las letras, que les sobrepujaran a los hombres; pero esto temen ellos; y no quieren que sean amawnas, sino tenerles las manos atadas; con que no pare­ ce bien que las mujeres salgan de su rincón [ ... ]. Marco Aurelio dice en sus escritos mucho de las mujeres que han sido valerosas por las letras; y afiade que si se diesen a los estud.ios fueran más agudas que los hombres [ ... ]. Salen todos los hombres de Ávila en una guerra. reconocen los moros que la ciudad está sola con mujeres y vienen sobre ella; júotanse todas y, con buena mafia y gran valor, cierran las puertas y pónense en las murallas con sombreros y arcabuces, espantan a los moros y vuél- 221 María de Zayas considera la imposición del matrimonio como «yerro notable de los que aguardan a que sus hijas le tomen sin su gusro,. (NE, 1). 221 María de Zayas: «¿ Por qué, vanos legisladores del mundo, atáis nuestras manos para las venganzas, imposibilitando nuestras fuerz.as con vuestras falsas opin iones, pues nos negáis letras y armas? [ ... ]Yo os ase­ guro que si entendierais que también había en nosotras valor y fortaleza, no es burlarais como os burláis. Y así, por tenernos sujetas desde que nacemos, van enflaqueciendo nuestras fuerzas [ .. . ] dándonos por espadas ruecas y por libros, almohadillas. ,. (N E, V); y en 0.° V (TV en Yllcra y Ruiz-Gálvez): 1<105 hombres, de temor y envidia, las privan de las letras y las armas, como hacen los moros a los cristianos que han de servir donde hay mujeres, que los hacen eunucos por estar seguros de ellos •. [ ... J. Vs. tb. Teresa de Jesús: Camino de Per­ ficción (EC, 14) . 272 ESPACIOS PROFANOS vense . .fu sin duda que, si algunas mujeres que se conocen de ánimo y valor las entraran en \ los Consejos y Juntas, los dieran tan buenos como los más acertados consejeros. [ ... J223 La Reina Dido se mató, porque la burló un Príncipe de Troya; lo mismo hizo Lucre­ cia. Ellas fueron grandísimas majaderas. que mejor fuera matarlos a ellos r ... ] y pasemos a decir de los hombres alguna cosa. CAP. 111. De las desatenciones que tienen los hombres con las mujeres propias. Como también anticipa el epígrafe, en este capítulo asistimos a un ataque /Tontal con­ (ra los hombres casados. Más lejanos algunos comportamientos, más próximos otros, todos se corresponden con una realidad que persiste en gran pane, modificada si acaso a tenor de los cambiantes usos y costumbres. Los hombres todos son una misma fabla [ .. . ]. El marido más firme llaman a Orfeo, porque fue por su mujer al Infierno. ¡Qué de ellos que van allá por sus mujeres, no por finezas - como Orfeo-, sino por lo mal que proceden con ellas! Cría la otra madre a su hija con mucho regalo y delicadeza, de tal manera que un confite le hace mal, no quie­ re que la den ninguna pesadumbre, y entrégala después a un hombre que le da tantas. Lo primero, le lleva todo Antón Martín224 a casa, y luego se la llena de hijos de ganan­ cia225 (que estas ganancias son las que dan a las mujeres propias), y juégale el dote y las joyas; y si habla una palabra, oye dos mil desaires; [ ... ] y tiene la culpa la mala condición de ella, que ellos nunca la tienen en nada.22tí [ ••• ) . Senores casados, estimad a vuestra mujeres, pues os las dio Dios por compañeras, y no las arrojéis como a Daniel en el lago (sic por foso) de los leones, que Dios consiente y no para siempre. Y pues presumís los hombres que sabéis más y tomáis para vosotros los gobiernos y puestos, tolerad y llevad con prudencia las condiciones de vuestras muje­ res, pues quien más sabe más ha de sufrir [ ... ]. (pp. 19-20 Y 26). CAP. Iv. Que trata cómo se han de portar los reyes para dar los puestos. Asoma en este capítulo la mujer reflexiva, que atiende en principio a problemas polí­ ticos, para los que propone soluciones a partir de la propia actuación real, en la que abun­ da sin solapar críticas y censuras. Valiéndose del mismo hilo conductor, se eleva a lo que en puridad importa al ser humano: alcanzar la felicidad. Para los planteamientos en tor­ no a ese logro, hace referencia a las teorías de distintos filósofos, entre ellos Antístenes 223 Abundando en la idea anterior, remitimos a María de Zayas, Novelas amorosas y aemplares, «Al que leyere» (El'. 5). 224 Antón Martín era paradigma de prostitución. m Se refiere, obviarneme, a los hijos natural es. 22G María de Zayas considera que el marido «con haber gozado de su esposa» y tenerl a por suya, la encuentra ,'menos apetecida». De ahí su interpelación: «Cierto, señoras, que no sé cómo tenéis ánimo para emregaros con nombre de marido a un enemigo» (D.o lII: La inocmcia castigada). 273 I .1 " " MUJERE5 y LITERATURA DEL SIGLO DE ORO (cirea 444-365 a. ].c.)227, que quizás sea quien mejor refleja sus propias convicciones per­ sonales: El Emperador Marco Aurelio llora la perdición de Roma, y dice que cuando estaba poblada de romanos antiguos estaba fértil y como debía estar, y que ahora tiene la mala ventura de estar poblada de hijos espurios y extranjeros, y que esa es su perdición. Lo mismo podemos llorar de España, pues todas las llaves, así de la paz como de la guerra, tienen hoy los extranjeros. Dios dice que la caridad bien ordenada empieza de sí mismo; y así, un rey ha de tener por sí mismo a sus vasallos, y darles los puestos más honrados y las llaves de su reino [ ... ]. También digo que es justo ser liberal con los extranjeros que vienen a servirle, y hacerles mucha merced; pero no fiarles las llaves y los secretos [ .. . ]. Tiene obligación un rey de saber y conocer a quien da los puestos grandes, y no gober­ narse sólo por lo que le dicen; porque a veces llega uno y le dice que fulano es a propó­ sito para tal puesto, y es porque se 10 paga o tiene otras dependencias de amistad o paren­ tesco [ ... ]. Yo conozco persona que da vuelta a sus estados en diferentes tiempos; y conoce cua­ les son mejores sujetos de sus vasallos y da los puestos a quien los merece, con que todos quedan contentos, su hacienda aumentada y hecho el servicio a Dios [ ... ]. El Monarca que tenemos es de lindas entrañas, cree lo que le dicen, y cada uno tira parral sí. Todos tiran la piedra y esconden la mano. [ ... ] Andstenes, filósofo, puso la felicidad en tener fama después de muerto, diciendo que con verdad no se ha de llamar pérdida sino a aquella do se pierde la fama; porque el hom­ bre cuerdo en muy poco ha de tener la muerte, si por virtudes y hazafias deja la fama viva. Y si alguno preguntare cómo se gana esta fama. digo que de muchas maneras: lo primero, siendo santos, y esta fama la celebra el cielo y la tierra; lo segundo, siendo tan grandes guerreros, que se llenen las historias de sus hechos; lo tercero, teniendo buen entendimiento y escribiendo mucho, para que quede en el mundo memoria de ellos. [ ... ] (pp. 27-29, 39). CAP. V. Que trata de los desengaños de la Corte, y vida quiera de la aldea. Conlleva este capítulo en su epígrafe una parte del título de la obra y hasta puede que de la propia idea inspiradora que movió a su realización. Una lectura bifocal de la misma permite deducir cómo el trasfondo lo constituye una fusión del mensaje trans­ mitido por Menosprecio de Corte y alabanza de aldea y el que pretende aportar María de Guevara, aristócrata de Corte y aldea, desde su experiencia personal. Téngase en cuenta que de ésta última, de la aldea, ella percibe la parte bonancible, los frutos y el vasallaj e: 227 Discípulo de Gorgias y de Sócrates, fundó la escuela cínica. Rechaza todo saber que no conduz­ ca a la felicidad, despreciando las necesidades superfluas. La virtud y la sabiduda que ésta conlleva hacen al hombre capaz para vivir en libertad al margen de los condicionam.ientos sociales. 274 ¡ .. • ESPACIOS PROFANOS La más segura vida para el alma y para el cuerpo es retirarse de tantas ocasiones corno hay en la Corte; y lo más acom~dado es la aldea, y más si es propia. Entra un señor en sus lugares. recíbenlo sus vasallos con grande alegría y regalo. Apenas llega a sus manos la trucha, la perdiz, el gazapo, la fruta y otro cualquier regalo, cuando va a las manos del sefior con grande alegría. El vasallo y todos los demás viven a raya, viendo que los mira el señor; y ¡qué bien fuera si todos viviésemos así, viendo que nos mira Dios, de que tan obligados estamos! [ ... ] Desea suerte deben los señores tener buen gobierno en sus lugares, y más cuando viven en ellos, porque si el señor es virtuoso da ejemplo a todos en gran realce. Dejemos ahora a estos señores en sus lugares con su quietud, comodidades y regalos, y digamos lo que ellos deben hacer. (pp. 41, 45) CAP. VI. De cómo se han de portar los sefiores que viven en sus lugares. En este capítulo, complementario del anterior, la autora aconseja una serie de medi­ das, que parece aplicarse a sí misma, para sacar el máximo provecho espiritual del con­ tacto con ese mundo natural y sencillo del campesinado, mediante una interrelación social beneficiosa para sef10res y vasallos. Los primeros han de ejercer una especie de proselitis­ mo ejemplarizan te, como exige la superioridad de su nivel social: Señores mios, no todo ha de ser buscar la quietud del cuerpo, que también hemos menester buscar la del alma. En primer lugar, debe un señor dar buen ejemplo a sus vasa­ llos, y aunque cada día comulgue en su oratorio, comulgue en la iglesia algunas veces por el ejemplo; y si ha tenido alguna travesura, tenerla encubierta hasta que el hijo sea gran­ de; y entonces es preciso descubrirla en conciencia; que a veces estos tales hijos son de provecho y aumentan las casas, como hemos visto obispos, presidentes y consejeros; y han hecho mucho por los hermanos legítimos. [ ... ] Tiene también obligación un sefior a mirar por las iglesias y el culto divino, yen las fiestas grandes y Cuaresma, si no hay conventos en el lugar, traer predicadores de afuera, porque aquella gente oiga la palabra de Dios, que, como ellos son pobres, no los pueden traer a su costa; tener buen maestro para sus hijos, ensefiarles la Gramáti­ ca y las artes militares, hacerles que lean buenos libros divinos y humanos, enseñarles a que sean cazadores, que es un entretenimiento sin perjuicio; remediar las doncellas pobres, porque no se pierdan; amparar los huérfanos, tener los que pudiere en su casa, y los demás ponerlos a oficio, porque no se críen vagamundos y ladrones; y hacer cuen­ ta un sefior que lo que había de gastar en la Corte en superfluidades, lo gasta en estas buenas obras, para hallar las de gloria, que son los aposentadores de! alma en e! Ciclo. También tiene obligación a no dejar perder e! estado, porque si un palacio se puede aderezar este afio con cien ducados, y no se adereza, el año que viene ha menester dos mil [ .. . ]. Mayor cuenta tendrá que dar el Pontífice, el Obispo, el Monarca, el potentado, el sefior, y aquellos a quien Dios ha dado mucho de qué darla, que no el pobrecito que no tiene más que una casa y un poquillo de hacienda [ ... ]. (pp. 46, 48, 50) 275 MUJERES Y LITERATURA DEL SIGLO DE ORO CAP. VII. De lo que importa la virtud y de lo que nos hemos de valer para tenerla. Este último capítulo puede verse como un colofón -por su extensión más bien epí­ lago---, esencialmente religioso, que procura estimular a la búsqueda de la virtud, sin que por ello dejen de aflorar las ideas claves de su autora: Envió Dios el diluvio al mundo, y mandó a Noé que hiciese una Arca y metiese en ella su familia, para volver a formar el mundo, porque le halló entre todos el más a pro­ pósito. La Corte también es una Arca de Noé, donde se encierra [Odo. Mas la diferencia que tiene es que de la Arca salió la paloma a buscar el ramo de paz, y en la Corte predo­ mina el cuervo [ ... J. No importa que un rey sea virtuoso, si no pone a su lado y en los puestos quien lo sea. Esto importa mucho; y así, para ser una persona virtuosa, primeramente ha de tener caridad, paciencia y humildad, y penitencia [ .. .]. La humildad es tercero escalón para el Cielo. Véase la que tuvo n[uestro] P. S. Fran­ cisco [ ... ]. ¡Qué bien hicieran los monarcas si limpiaran sus cortes de geme de mal vivir, y que de ellos miraran cómo vivían! [ ... ] David se enamoró de Bersabé de verla en el baño; y hizo una crueldad como matar a su marido el Capicán Urías, y después se arrepimió llorando su pecado; y nadie igno­ ra las lágrimas de David; y fue tan grande santo eomo sabemos, y cseribi6 todos los Sal­ mos que canta la Iglesia. Perd6nele Dios este pecado, como es tan misericordioso, como lo hará a todos los que lloráremos con arrepemimientn [ ... ], creyendo que nos mira todo cuanto hacemos. Y así, cristianos, esto encomiendo mucho para que Dios nos perdone [ ... ], teniendo unos con otros caridad, paz y concordia. Dios nos la dé; y la vida eterna. LAVS DEO. (pp. 51-54, 59-60) BIBLIOGRAFÍA 1. Obras de la autora a) Manuscritos: TRATADO y ADVERTENCfAS HECHAS POR UNA MUJER CELOSA DEL BIEN DE SU REY Y CORRI­ DA DE PARTE DE ESPANA. [1663] . Copia siglo XVlI.- (BNM, Mss. 12.270, pp. 401 - 432) (Vs. tb. SE) b) Impresos: MEMORIAL DE LA 0tSA DE ES0tLANTE, y SERVICfOS DE ELLA. 1654. D ESENGANOS DE LA CORTE, Y MUGERES VALEROSAS. [s.a.] (I 664). Vs. descripciones bibliográfi cas en Textos. 276 ESPAC IOS PROFANOS 2. Fuentes BARBEITO CARNEIRO, Isabel: "Gestos y acritudes "feministas» .. . » (2005) «María de Guevara, ;wov lWAL'UICOW, Estudios sobre escritoras hispdnicas en honor de Georgina Sabat-Rivers. Madrid, Editorial Castalia, 1992, pp. 62-78. Mujeres del Madrid barroco ... , 1992. REPS.: BARBEITO, 1; SS, 1. 277 '. 5 APROXIMACIÓN A LAS AUTORAS A) ESPACIOS CONVENTUALES • Mariana de San josl, a la edad de 40 años. .. 13 .. JUANA DE LA CRUZ, LA SANTAJUANA (1481-1534) La Santa Juana es un producto genuino de la Prerreforma española, como evidencia la predilección demostrada por el Cardenal Cisneros al asignarle el nombramiento de Párroco, inusual obviamente en una mujer. Vino al mundo el afio 1481 en Azafia (Toledo) - hoy Numancia de la Sagra (Madrid)-, hija de don Juan Vázquez y doña Catalina Gutiérrez. Sin que haya podido constatarse documentalmente, se fija su nacimiento el 3 de mayo por analogía; porque sí se sabe que profesó, fue elegida abadesa y murió ese mismo día en que se celebra la fes­ tividad de la Santa Cruz. Huérfana de madre a los siete años, bien pudo favorecer esta carencia su consagra­ ción a la vida religiosa. En cuanto al ingreso en el beaterio franciscano de Santa María de la Cruz de la villa de Cubas, en torno a los quince años, parece que influyeron dos circunstancias decisivas: su madre había prometido llevarla allí como acción de gracias, por haber sido objeto de una curación milagrosa; y, quizás la más determinante, huía de un matrimonio impuesto. Lo cierto es que Juana Vázquez Gutiérrez permaneció siempre en ese mismo recinto , consagrándose a Dios bajo el apellido religioso «de la Cruv) . Dentro de la vida conventual. se cuenta que sufrió un mutismo transitorio. tras el cual comenzó a hablar "por boca de ella el Espíritu Santo y decía secretos y excelencias mara­ villosas». Hacia los veintiséis años em pieza a manifestarse en Juana el don de la predicación , que conlleva la extrañeza de contemplar a una lugareña ejerciendo un magisterio exegé­ tico-doctrinal. Teresa de Cartagena, escri tora de la primera mitad del siglo xv, probablemente fran­ ciscana, pone de relieve en su Arboleda de los enfermos cómo "la lengua por sí sola no es aprovechosa (sic) sino en dos cosas: la una es loar y bendecir a Dios, la otra predicar al pueblo» (i 967, p. 42). Según esta idea, Juana de la Cruz sacó el máximo provecho de su lengua. Conviene hacer notar cómo el papel desempefiado por la predicadora de Cubas, 281 MUJERES Y LITERATURA DEL SIGLO DE ORO durante trece años, venía a cubrir ---en muy pequeña proporción. obviamente- el espa­ cio rural, falto de esta forma de proselitismo. La oratoria sagrada contaba con grandes y elocuentes oradores en la Corte y diversos ámbitos urbanos; pero el campesinado careda de predicadores que llevaran a su comprensión lo que el analfabetismo les impedía cono­ cer. Resulta curioso observar cómo el auditorio de La Santa Juana, pronto se amplió e hizo tan heterogéneo que, además de los parroquianos lugarefios, comprendía foráneos de todas las clases y condiciones sociales, incluidos personajes de gran relevancia, entre los que se contaban el propio Cardenal Cisneros. Sin embargo, conviene afiadir, según comenta Garda Andrés, que «la recepción de la predicación de la Madre Juana de la Cruz no fue, evidentemente, de universal aplauso, a pesar del apoyo que significaba el privile­ gio y apoyo concedido por el Cardenal Cisneros. La predicación no deja de ser una fun­ ción sacerdotal y por lo tanto masculina, que Juana de la Cruz se apropia.» (1999, p. 81). Desde luego, el caso de Juana de la Cruz tenía que resultar llamativo, por cuanto gene­ ralmente eran las mujeres quienes se nutrían de las enseñanzas que vertían en sus sermo­ nes oradores masculinos. El beneplácito del Cardenal Cisneros frente a esta figura femenina del franciscanis­ mo culminó con el nombramiento de Párroco, o, lo que es lo mismo, al otorgarle la juris­ dicción sobre la Parroquia de Cubas el 9 de marzo de 1510; lo que sería revalidado mediante confirmación del papa Julio II el 4 de julio y por decreto del propio Cisnetos a 28 de diciembre del mismo afio. Los recelos suscitados a partir de la reforma luterana alcanzan a la Santa Juana, que será relevada de su cargo de Abadesa. Restituida al afio siguiente, una artrosis progresiva la imposibilita en el lecho. Pero el dinamismo de su espíritu le permite gobernar la Comu­ nidad a la vez que dicta su vida y sermones a sor María Evangelista, amanuense excep­ cional. Juana de la Cruz, como bien dice María del Mar Grafia, «es una de las primeras mís­ ticas castellanas y eslabón de referencia obligada en la genealogía espiritual femenina del Siglo de Oro». (2005, p. 601). TEXTOS Prosa doctrinal --t Sermones LIBRO DEL CONORTE QUE ES EL QUE SE ESCRIVIO DE WS SERMONES QUE PREDICA VA SAN­ TA J UANA ESTANDO ELEVADA. [1509]. 438 hs. a 2 cols. - (Biblioteca del Monasterio de El Escorial, Ms. J_II_18)228 Contiene setenta y dos sermones escritos por la citada aman uense Sor María Evan­ gelista, que se recogieron en esta obra, cuyo título ha de entenderse como El Conforte. 228 Otro manuscriro se encuentra en cJ Vaticano, bajo la signatura SS. Ritum. Proc. 3074. 282 ". ESPACIOS CONVENTUALES «El libro del Conorte es la expresión de fe de una mujer profeta. es decir. alcanzada por , Dios que siente. ve. oye y habla desde el corazón y la mirada de Dios.» (Garda Andrés. 1991. p. 4) En el libro de la Vida y fin se dice: «A confusión de los que viviendo en la tierra la oyeron y menospreciaron, por malicia o por envidia, escribieron las religiosas de las pala­ bras y misterios y secreros que el poderoso Dios habló por la boca de esta santa virgen. un libro llamado Conforte o Luz Norte»"'. ¿Qué comunicaba esta lugareña en sus predicaciones? ¿Conoda las Artes de predicar? Las conociera por autodidactismo o no, transmitía sus propias convicciones adquiridas dentro del franciscanismo observante de la prerreforma. Instrumento fiel al servicio de lo que ella entiende como voluntad divina. se considera trompeta o fozuta de Dios y difun­ de las maravillas de la Fe ruidosamente. como entiende que mejor las percibe el pueblo. de forma que retumben en los oídos y se graben en los corazones. Pretende que las gen­ tes sencillas sientan la necesidad de gozar con las delicias sobrenaturales. haciéndoselas accesibles, palpables, placenteras. No escatima metáforas e imágenes sorprendentes para conmover sus sentidos. Y, paradójicamente, esos afanes de exégesis lúdica la convierten en creadora de un nuevo lenguaje literario, de una nueva retórica. La propia experiencia que tiene Juana de la Cruz del amor de Dios le infunde un cri­ rerio universalizador. De ahí que con magistral sencillez intente llevar a los corazones de sus oyentes ese convencimiento. Su predicación en tercera persona se entremezcla con la directa apelación de Dios al homhre, en primera persona, logrando un efecto de induda­ ble fuerza proselitista''''. Sermón XIII. Que trata de cómo Nuestro Sefior Jesucristo mvo por cierto de hablar y declarar algunos secretos y misterios acerca de su perdimiento y escondimiento de los ojos de su preciosa madre, la V rrgen María. [ ... ] y que viendo el Padre celestial cómo su Unigénito Hijo estaba en el mundo, entre el humanal linaje, y cómo no le conocían ni sabían buscar, habiendo enojos y teniendo pena [ ... l . hablaba con los Ángeles. diciéndoles: -Oh, mis amigos! ¡Cuán grande enojo y pena tengo con el humanal linaje, viendo cómo tienen a Dios entre sí y no le saben buscar! Porque, estando mi Unigénito Hijo en el mundo, y teniéndole emre sí, [ienen también a MI, que soy el Padre, y al Espíritu Santo procedente de emrambos. De manera que el humanal linaje tiene toda la Trinidad en su compañIa y conversación y, de ciegos y malos, no le saben buscar de la manera que le bus­ caria aquella bienaventurada Madre suya --Santa María- que le parió. Porque yo os digo de verdad, mis amigos, que de la misma manera aquélla le buscaría si le perdiese, era razón que le buscase el humanal linaje, y cualquier persona que por sus pecados le perdiese. ", Vida Y fin, 5. 31. C;w poe GARe tA ANDRÉS (I999. p. 74) 230 Y, cuando leemos el Conhorte, vemos cómo «en su discurso se yuxtaponen las voces del Sefior, de la visionaria y, en ocasiones, de las propias copistas.» (CORTt.s, 2004, p. 48) 283 MUJERES Y LITERATURA DEL SIGLO DE ORO Porque. bien es verdad que Santa María concibió y parió a mi Unigénito Hijo en cuanto hombre. Empero. así como ella es mujer - aunque la más pura y santa y perfecta y acabada que jamás hubo ni habrá en el linaje human(}- por tanto, en cuanto razón y obligación, le debe amar y servir. Y cada una de las personas tales piedades le debe hacer, como su misma Madre; porque mi amado Hijo, en manto hombre, también es hijo y padre y pariente de cada una persona que guarda sus mandamientos, como de ella que le parió. Pues todas las perso­ nas del mundo son del humanal linaje y, siendo quien deben ser, están incorporadas a Él. y allende de esto, Dios es de tal condición que si por hijo le quiere rescibir cada per­ sona en su ánima, por hijo se da y Él nacerá en cada uno de los corazones que le recibie­ ren [ ... ]. Y si el ánima le quiere y desea en esposo y amigo y en compañero o hermano, por semejante se le da, para que le gocen y gusten las sus dulcedumbres. Y si le desean en padre y socorro y amparo, por semejante se les dará y defenderá a cualquier ánima que debajo de su defensión y amparo se pusiere. (Párrafos 6-8) Sermón LXII. Que cuenta cómo nuestro Salvador Jesucristo habló y declaró el Evangelio de las diez vírgenes, y todos los que me quisiéreis en Padre, en padre me hallaréis; y los que me quisiéreis en madre, en madre me hallaréis; y los que me quisieren en esposo, en esposo me halla­ rán; y los que me quisieren en esposa, en esposa me hallarán23 1 ; y los que me quisieren en hermano, en amigo o en prójimo o en compafiero, por semejante me hallarán para todo lo que quisieren [ ... ]. (Párrafo 9) Teatro religioso --7 Autos de remembranza de la Asunción'32 Conviene recordar cómo el teatro religioso se inspira en la liturgia eclesiástica, a la vez que se nutre de ciertas supervivencias del teatro latino. Las primeras muestras surgen den­ tro de las iglesias, Al irse complicando su simplicidad inicial, comienzan las representa­ ciones en calles, atrios y plazas. A este teatro menor de contenido religioso se le asignan diversas denominaciones; en España, generalmente. «autos» o «misterios». por cuanto los temas representados suelen corresponder a misterios propios del Cristianismo. Hay documentación que atestigua cómo a lo largo del siglo XV abundaron en Castilla las representaciones de ese teatro incipiente, en torno al Corpus y otros temas. entre los que se encuentra el misterio mariano de la Asunción. Se habla de una más que posible influen­ cia del Levante español; si bien las representaciones castellanas son más pobres y sobrias. El misterio de la Asunción, no admitido como dogma hasta el año 1950 por el Papa Pío XII, suscitó especial interés desde los primeros siglos del C ristianismo, como eviden- 231 Santa» Juana de la Cruz», A.I.E.M., XL (2000), pp. 113-126. CARTAGENA, Teresa de: Arboleda de los enformos. Ed. De Lewis JOSEPH HUTTON. Madrid, Real Academia Espafiola> 1967. CORTÉS TIMONER, M.a del Mar: Sor Juana de la Cruz (1481-1534). Madrid, Edics. del Orto> 2004 (Colee. Biblioteca de Mujeres, 59). DAZA, Fr. Antonio: Historia Vida, y Milagros, éxtasis y revelaciones de la Bienaventurada \lí'rgen Santa Iuana de la CruZ, de la tercera Orden de nuestro Seráfico Padre san Fran­ cisco. [ .. . ] Dirigida a la Reyna de España Doña Margarita de Austria N.S. Madrid, Luis Sánchez, 1610. FRADEJAS, 2005. GARCIA ANDRÉS> Inocente: Una mujer en la Iglesia: La Santa Juana (1481-1534). Sala­ manca> 1991. - . «Introducción» a El Conhorte> 1> 1999. (Vs. apartado anterior) GRAÑA CID, María del Mar: «Terciarias franciscanas> apostolado y ministerios. Juana de la Cruz y el sacerdocio femenino», El ftanciscanismo en la Península Ibérica. Balance y perspectivas. I Congreso Internacional. Ed. de María del Mar Grafia Cid. Barcelona, AHEF, 2005, pp. 601-622. JULIA MARTINEZ> Eduardo: «La Asunción de la Virgen y el teatro primitivo espafiol», Boletín de la RealAcademia Española> XLI (1961). TRlVINO, María Victoria: Mujer, predicadora y párroco. La Santa Juana (1481-1534). Madrid, BAC, 1999 (Biografías, n .O 1) . 289 I " .. 14 .. TERESA DE JESÚS (1515-1582) El 28 de marzo de 1515, nace en Gotarrendura (Ávila) hija del toledano Alonso Sán­ chez de Cepeda y de Beatriz de Ahumada, natural de Olmedo (Valladolid). El Libro de la Vida, autobiografía paradigmática, ofrece la posibilidad de extraer parte de su existen­ cia, opción tan sugestiva como penosa por la obligada restricción que exigen los límites de una síntesis: El tener padres virtuosos y temerosos de Dios me bastara, si yo no fuera tan ruín , [ ... ] para ser buena. Era mi padre aficionado a leer buenos libros, y ansí los tenía de roman­ ce para que leyesen sus hijos; éstos, con el cuidado que mi madre tenía de hacernos rezar y ponernos en ser devotos de Nuestra Señora y de algunos santos, comenzó a despertar­ me de edad - a mi parecer- de seis u siete años. [ ... ] Éramos rte.,> hermanas y nueve her­ manos. [ ... ] Como vía los martirios que por Dios las santas pasaban, parecíame compra­ ban muy barato el ir a gozar de Dios, y deseaba yo mucho morir ansI [ ... ], y juntábame con este mi hermano [Rodrigo] a tratar qué medio habría para esto. Concertábamos irnos a tierra de moros, pidiendo por amor de Dios, para que al1á nos descabezasen. [ ... ] De que vi que era imposible ir adonde me mata.. .. en por Dios, ordenábamos ser ermitaños; y en una huerta que había en casa procurábamos, como podíamos, hacer ermitas [ ... ]. Acuérdome que cuando murió mi madre [ ... ]237, como yo comencé a entender lo que habla perdido, afligida fuíme a una imagen de Nuestra Seño ra y supliquéla fuese mi madre, con muchas lágrimas. {l, 1_7)238 [Mi madre] era aficionada a libros de caballerías y no tan mal tomaba este pasatiem­ po como yo le tomé para mí. [ ... ] Comencé a quedarme en costumbre de leerlos, [ .. . ] 237 Fue en l528, contaba Teresa crece afios. 238 Se cica por capículo (en romanos) y párrafo/-s (arábigos) . 291 . , , ' ... , MUJERES Y LITERATURA DEL SIGLO DE ORO aunque escondida de mi padre. Era tan extremo lo que esto me embebía que, si no tenía libro nuevo, no me parece tenía contento. Comencé a traer galas y a desear contentar en parecer bien [ .. .). Tenía primos herma­ nos algunos, que en casa de mi padre no tenían cabida para entrar, que era muy recata­ do, y pluguiera a Dios que lo fuera de éstos también; porque ahora veo el peligro que es tratar en la edad que se han de comenzar a criar virtudes con personas que no conocen la vanidad de el mundo, sino que antes despiertan para meterse en él. [ ... ] Espántame algunas veces el daño que hace una mala compañía, y si no hubiera pasado por ello no lo pudiera creer: en especial. en tiempo de mocedad debe ser mayor el mal que hace. [ ... ] No me parece habIa tres meses que andaba en estas vanidades, cuando me llevaron a un monesterio que había en este lugar239 , adonde se criaban personas semejantes [ ... ] . Traía un desasosiego que en ocho días -y aún creo menos- estaba muy más contenta que en casa de mi padre. [ ... ] Estuve año y medio en este monesterio [ ... ]. A cabo de este tiempo que estuve aquí, ya tenía más amistad de ser monja. [ .. . ] (II, 1-8) Diome una gran enfermedad, que hube de tornar en casa de mi padre. (III, 3) [ ... ] Estaba en el camino un hermano de mi padre [ ... ]. que en su mayor edad dejó todo lo que tenía y fue fraile, y acabó de suerte que creo goza de Dios. Quiso me estuviese con él unos días. Su ejercicio era buenos libros de romance, y su hablar era -lo más ordina­ ric>-- de Dios y de la vanidad del mundo. Hacíame le leyese y, aunque no era amiga de ellos, mostraba que sí; porque en esto de dar contento a otros he tenido extremo, aun­ que a mí me hiciese pesar. [ ... ] Aunque fueron los días que estuve pocos, con la fuerza que hadan en mi corazón las palabras de Dios -ansí leídas como oídas- y la buena companía [ ... ]; y aunque no acababa mi voluntad de inclinarse a ser monja, vi era el mejor y más seguro estado, y ansí poco a poco me determiné a forzarme para tomarle. [ ... ] Dio­ me la vida haber quedado ya amiga de buenos libros. Leía en las Epístolas de San Jeróni­ mo, que me animaban de suerte que me determiné a decirlo a mi padre. [ ... ] (III, 5-7) Acuérdaseme a todo mi parecer y con verdad que, cuando salí de casa de mi padre, no creo será más el sentimiento cuando me muera; porque me parece cada hueso se me apartaba por sí, que, como no había amor de Dios que quitase el amor del padre y parien­ tes, era todo haciéndome una fuerza tan grande que, si el Señor no me ayudara, no bas­ taran mis consideraciones para ir adelante. [ .. . ] En tomando el hábitO [en las Carmelüas de la Encarnación de Ávila], luego me dio el Señor a entender cómo favorece a los que se hacen fuera para servirle, la cual nadie no entendía de mí, sino grandísima voluntad. A la hora me dio un tan gran contento de tener aquel estado que nunca jamás me faltó hasta hoy, y mudó Dios la sequedad que tenía mi alma en grandísima ternura. f ... ]. La mudanza de la vida y de los manjares me hizo daño a la salud que, aunque el con­ tento era mucho, no bastó. Comenzáronme a crecer los desmayos y diórne un mal de corazón tan grandísimo que ponía espanto a quien le vía, y otros muchos males juntos, 239 Se t rata del Monasterio de Santa María de Gracia, en Madrigal de las Aleas Torres (Ávila), donde la internan al contraer matrimonio su hermana mayo r, María. 292 ESPACIOS CONVENTUALES y ansí pasé el primer año con harto mala salud. ( ... ] Y como era el mal tan grave que casi , me privaba el semido siempre - y algunas veces del todo quedaba sin él- era grande la diligencia que traía mi padre para buscar remedio; y como no le dieron los médicos de aquí, procuró llevarme a un lugar adonde había mucha fama de que sanaban allí otras enfermedades [ ... ]. (N, 1-4) Cuando iba, me dio aquel do mío que tengo dicho. que estaba en el camino, un libro; llámase Tercer Abecedario, que trata de enseñar oración de recogimiento; [ ... ] no sabía cómo proceder en oración ni cómo recogerme, y ansí holguéme mucho con él y deter­ minéme a seguir aquel camino con todas mis fuerzas. (N, 6-7) ( ... ] Estuve en aquel lugar tres meses con grandísimos trabajos, porque la cura fue más recia que pedía mi comple­ xión. ( ... ] Ahora me espanto y tengo por gran merced dd Señor la paciencia que su Majes­ tad me dio, que se vía daro venir de Él; mucho me aprovechó para tenerla haber leído la historia de Job en los Mora&s, de San Gregorio [ ... ]. (Y, 7-8) Sigue relatando cómo su extrema gravedad la mueve a pedir confesión el 15 de agos­ to de 1539. Incluso llegan a amortajarla. No muerta, pero sí tullida, la regresan al Monas­ terio de la Encarnación, donde permanece en ese estado hasta 1542, en que se siente cura­ da por mediación de San José. En 1543, muere el padre bajo sus solícitos cuidados. En la Cuaresma de 1554, expe­ rimenta una reacción especial de dolor y arrepentimiento ante un «Cristo muy llagadm). Ese mismo año le regalan las Confosiones de San Agustín. En 1556, percibe la experien­ cia del desposorio místico. En 1557, pasa por Ávila San Francisco de Borja, quien, des­ pués de escucharla, le dijo que actuaba en ella el espíritu de Dios. No opinan lo mismo, sino todo lo contrario, Gaspar Daza y Francisco de Salcedo. cuando Teresa pone en su conocimiento que experimenta las mismas señales expuestas en la Subida del Monte Sión. respecro a la unión del alma con Dios. El Indice de libros prohibidos, que publica el Inquisidor Fernando Yaldés en 1559, la llena de consternación: Cuando se quitaron muchos libros de romance que no se leyesen, yo sentí mucho, porque algunos me daba recreación leerlos y yo no podía ya por dejarlos en latín. Me dijo el Señor: «No tengas pena, que yo te daré libro vivo. [ ... J ¡Bendito sea tal libro, que deja impreso lo que se ha de leer y hacer de manera que no se puede olvidar! (XXVI, 5). El año 1560 es decisivo para la Fundadora de la descalcez carmelitana. Se suceden las visiones y las inquietudes: Quiso el Señor que viese [ ... ] algunas veces [ ... ] un ángd cabe mí hacia ollado izquier­ do [ ... ]. No era grande sino pequeño, hermoso mucho, el rostro can encendido que pare­ cía de los ángeles muy subidos que parecen todos se abrasan [ ... ]. Víale en las manos un dardo de oro largo y al fin de el hierro me parecía tener un poco de fuego; éste me pare­ cía meter por el corazón algunas veces y que me llegaba a las entrañas [ ... ]. (XXIX, 13) Vía que no me entendía nadie. que esto muy claro lo entendía yo; mas no lo osaba decir sino a mi confesor [ ... J. Fue el Señor servido remediar gran parte de mi trabaj o - y por entonces todo- con traer a este lugar al bendito fray Pedro de Alcántara [ ... J. 293 MUJERES Y LITERATURA DEL SIGLO DE ORO Es autor de unos libros pequeños de oración que ahora se tratan mucho, de romance, porque como quien bien la había ejercitado escribió harto provechosamente para los que la tienen. [ .. . ]. Sin doblez y encubierta le traté mi alma. Casi a los principios vi que me entendía por experiencia [ ... ]. Este santo hombre me dio luz en rodo y me lo declaró y dijo que no tuviese pena, sino que alabase a Dios y estuviese tan cierta que era espíritu suyo [ ... ]. (XXX, 1-5) Pensaba qué podría hacer por Dios y pensé que lo primero era seguir ellIamamien­ ro que su Majestad me hahía hecho a religión, guardando mi Regla con la mayor perfec­ ción que pudiese. y aunque en la casa adonde estaba había muchas siervas de Dios y era harto servido en ella, [ ... ] no estaba fundada en su primer rigor la Regla, sino guardába­ se conforme a lo que en toda la Orden, que es con bula de relajaciónHo; y también otros inconvenientes, que me parecía a mí tenía mucho regalo, por ser la casa grande y delei­ tosa. [ ... ) Ofrecióse una vez e<>tando con una persona241 , decirme a mí y a otras que si no seríamos para ser monjas de la manera de las Descalzas, que aún posible era poder hacer un monasterio. [ .. . ] En 1561, partía para Toledo, a casa de Luisa de la Cerda, donde seguiría los trámites de la nueva fundación. Los veinte años siguientes, de 1562 a 1582, los dedica a una inten­ sa vida reformadora-fundacional, que se plasma en sucesivos conventos: Pues todo concertado, fue el Señor servido que, día de San Bartolomé, tomaron hábi­ to algunas y se puso el Santísimo Sacramento, y con toda autoridad y fuerza quedó hecho nuestro monasterio de el gloriosísimo padre nuestro San José, afio de mil y quinientos y sesenta y dos. (XXXVI, 5) Con la primera fundación, San José, de Ávila, concluye prácticamente el Libro de la Vida. El 4242 de octubre de 1582, a poco de celebrar su decimooctava243 fundación en Bur­ gos, muere en Alba de Tormes una de las plumas más brillantes de nuestro Siglo de Oro, que llegaría a merecer el título de Doctora de la Iglesia. . La obra literaria de Teresa de Jesús se desarrolla a partir de su madurez tanto físi­ ca como espiritual; por cuanto se inicia con el Libro de la Vida, de su vida, escrito en torno a los cuarenta años de edad. El eminente teresianista carmelita Efrén de la Madre de Dios presenta este portentoso lanzamiento, señalando cómo «la calidad sorpren­ dente del Libro de la Vida fue el espaldarazo que inició a Santa Teresa en el campo de 240 Se refiere a la bula de mitigación de la Regla Carmelitana, publicada por el Papa Eugenio N en 1432. Se trata de María de Ocampo. W Como ya se indica en la Cronología, la fecha I S de octubre obedece al cambio del calendario gre- goriano. 243 Dieciséis de mujeres y dos de hombres. 294 ,l , . • ESPACIOS CONVENTUALES las letras» (Obras, 1954, p. 6). A parfir del mismo, ya será ininterrumpida la produc­ ción teresiana, siempre al servicio de los demás y. generalmente, al dictado de la obe­ diencia. Tales exigencias, junto a la vocación - quizás inconsciente- de escritora, hicieron brotar de su pluma numerosas obras, como se refleja a continuación. Con los titulos de las más importantes se nos ocurre una definición que incluso puede ser­ vir de regla nemotécnica: su Vida fue un Camino de Perfocción y Fundaciones hacia Las Moradas. TEXTOS (y referencias de otras obras) Para mayor facilidad del lector, se intercalan también referencias de otras obras de Teresa de Jesús, que corresponden a los distintos apartados. Prosa narrativa ~ Historia ~ Biografia LIBRO DE LA VIDA (Memorial autobiográfico). [1562]. - (Biblioteca del Monasterio de El Escorial) La historia de este manuscrito , hasta llegar a reposar honoríficamente entre ilustres manuscritos y autógrafos de la Biblioteca escurialense, registra varias e interesantes inci­ dencias. [ ... ] A partir de 1570, se multiplican las copias. [Entre 1573 y 1574 la Princesa de Éboli está en posesión también del original, o de alguna copia de este libro misterio­ so, cuya lectura entretiene los ratos de ocio de sus amigas de Corre, y de su servidumbre, ridiculizando y mofándose de cuanto la Madre Teresa firmaba sobre sus visiones y reve­ laciones' ..... (llamas, 1978, pp. 216-219) Desde 1576, no obstante las sucesivas censuras absolutorias, queda depositado en la Inquisición, donde permanece durante doce años. Un ejemplar rescatado permitió su primera edición, dentro de Los Libros de kz Madre Teresa de Jesús, que publicó en Sala­ manca Fr. Luis de León, en 1588. Ese mismo ejemplar autógrafo pasaría por orden de Felipe II al Monasterio de El Escorial. Este libro nace como una exigencia de confidencialidad íntima, para convertirse lue­ go en una obra ejemplarizante escrita por mandato de sus confesores. Los textos que hemos reproducido en la presentación biográfi ca permiten deducir el lenguaje fresco, espontáneo y personalísimo de su autora. 244 La de Éboli se convirtió en enemiga de Teresa de Jesús, cuando ésta se negó a las in tendones de aquélla, que pretendía ingresar en el Convento de Carmelitas descalzas de Pastrana, frivolizando la vida regular. 295 · .... • MUJERES Y LITERATURA DEL SIGLO DE ORO Lo da por terminado a instancias del Padre Domingo Báñez245 J cuya urgencia con­ funde un tanto a Teresa de Jesús. Ésta con su espontaneidad característica, le manifiesta en una carta-epílogo: [ ... ]. No había acabado de leerlo después de escrito, cuando vuestra merced envía por él. Puede ser vayan algunas cosas mal declaradas y otras puestas dos veces; porque ha sido tan poco el tiempo que he tenido que no podía tornar a ver 10 que escribía. Suplico a vuestra merced lo enmiende y mande trasladar -si se ha de llevar a el Padre Maestro Ávila-, porque podría ser conocer alguien la letra. Yo deseo harto se dé orden en cómo lo vea, pues con ese intento lo comencé a escri­ bir; porque, como a él le parezca voy por buen camino, quedaré muy consolada, que ya no me queda más para hacer lo que es en mí. En todo haga vuestra merced como le pare­ ciere y ve está obligado a quien ansí le fía su alma. La de vuestra merced encomendaré yo toda mi vida a nuestro Señor; por eso dése priesa a servir a Su Majestad para hacerme a mí merced, pues verá vuestra merced, por lo que aquí va, cuán bien se emplea en dar­ se todo [ ... ] a quien tan sin tasa se nos da. Sea bendito por siempre, que yo espero en su misericordia nos veremos adonde más claramente vuestra merced y yo veamos las gran­ des que ha hecho con nosotros y para siempre jamás le alabemos, amén. Acabóse este libro en junio, año de 156tl46 . CUENTAS DE CONCIENCIA. [1560-1581]. En diversas ocasiones tuvo Teresa de Jesús que descubir por escrito su alma ante los confesores, y aunque algunas Cuentas se han perdido, han llegado hasta nosotros sesen­ ta y seis. Su contenido resulta valiosísimo para aclarar los pequeños resquicios que pudie­ ran quedar sin ser desvelados en esta personalidad de mujer, tan expuesta espiritualmen­ te a la contemplación de sus semejantes como quizás no haya habido otra. Prosa didáctico-doctrinal. Ascesis CAMINO DE PERFECcrÓN. [1564] (La redacción). 153 ff. 4°. - (Biblioteca Monasterio de El Escorial) -. Segunda redac., [1569].203 hs. 4°. - (Archivo conventual de Carmelitas Descal­ zas de Valladolid) Es la obra más pedagógica y que mejor representa la ascética teresiana. En este caso, la redacción responde a un impulso de amorosa condescendencia para con sus hijas des- ", Según deduce EFRÉN (1979, p. 189, N. 1). 146 De nuevo el P. EFRf.N aclara en nota: «El P. Báñez escribe a renglón seguido: «Esta fecha se entien­ de de la primera vez. que le escribió la Madre Teresa de Jesús sin distinción de capítulos. Después hizo este traslado y afladió muchas cosas que contecieron después desta fecha, com o es la fundación del monesterio de San Joseph de Ávila [ .. . j ., (Ibídem, pp. 189- 190, N. 7) 296 ESPACIOS CONVENTUALES calzas, que le piden un libro-guía del <¡amino a seguir: porque, mientras tienen a la Madre con ellas, todo les parece fácil: pero, estando ausente, surgen dudas y faltan fuerzas. El Libro de Id Vida no está accesible. Se impone la elaboración de éste, que va a ser su nor­ te, que será como tener a la Madre junto a sí. La Fundadora les ofrece solícita todo un programa de vida, consecuente con la reforma en que están involucradas. Para seguir el camino, Teresa propone un instrumento eficaz: la oración. Su experiencia ha de servir para que esas y otras mujeres caminen con más firmeza, sabedoras de los escollos en que pueden tropezar. El firme propósito de aportar la verdad de sí misma la mueve a expo­ ner, sin prejuicios, sus arraigadas ideas sobre la oración mental y ejercitaciones espiritua­ les provechosas, a sabiendas del terreno vedado que pisa frente a la Inquisición implaca­ ble en su lucha contra el peligro luterano. Ya ha alcanzado la plenitud espiritual suficiente para poder erigirse en maestra. Las indecisiones que pudiera haber, fruto de la innata humildad y recelos de género, son ven­ cidas por fray Domingo Báñez, que ve la conveniencia de perpetuar ese magisterio con­ ductor por escrito. Y así nace esta inmortal epístola. ¿Cabe hablar de influencias? Teresa de Jesús no dispone de libros a su alcance que pue­ dan servirle de apoyatura: ni la celeridad que imprime a sus obras es compatible con el tiempo que exigen las consultas. Hubo de valerse de ideas asimiladas a lo largo de su vida, mediante sermones, charlas, y lecturas como: Sagradas Escrituras, Tercer Abecedario, de Francisco de Osuna: Subida al Monte Sión, de Bernardino de Laredo: ftinerario de Id Ora­ ción, de Francisco Evia: las obras de Luis de Granada: Juan de Ávila: Ángela de Fulgino, Catalina de Siena ... Según hace notar Tomás de la Cruz: la fecha natal del Camino de Perfección no es un detalle indiferente. TIene alcance his­ tórico y doctrinal. El decenio que sigue al decreto inquisitorial de Valdés (1559-1569), años en torno a la clausura del Concilio de Tremo y primer lustro de la reforma teresia­ na, son jornadas densas, de rápido avance. El libro escrito por la Madre Teresa está lleno de vivaces alusiones a una situación concreta y movediza. Precisar el momento en que fue pensado y redactado ayudará a calar el sentido de numerosos pasajes discretamente irónicos o francamente polémicos. Ayudará, sobre rodo, a medir la talla de la aurora que osa romar posiciones en un terreno erizado de susceptibilidades, y logra formular su pen­ samiento con fuerza, candor y espomaneidad excepcionales» (Teresa de Jesús, Camino de Perfocción, 1966, p. 15). Por su parte, Efrén de la Madre de Dios deduce que si bien la primera redacción se comenzaría a finales de 1562, "por sus quehaceres no podía hacerlo sino a pedazos, y así no lo concluyó hasta el año 1564, por lo menos» (Obras, 1954, p. 193). En cuanto a la segunda, exigida por un mayor número de destinatarias que iban acogiendo las nuevas fundaciones, estima este teresianista no debió de ser hecha hasta 1569, en Toledo. La primera redacción, escrita sin división de capítulos, constituye una larga epístola. Sometida por su autora a la censura del P. Garda de Toledo, sufrió tal criba que daría lugar a otra prácticamente nueva. Sin embargo, no hay que ver en el censor una actitud intransigente, sino más bien de máxima prudencia ante el peligro inquisitorial ya seña- 297 MUJERES Y LITERATURA DEL SIGLO DE ORO lado. El entusiasmo y sinceridad de la Madre reformadora podían sugerir interpretacio­ nes antidogmáticas, frente al puntilloso análisis de los reólogos «letrados». También qui­ zás por consejo de su censor, la segunda redacción se dividió en capítulos. Uno de los jugosos pasajes que se suprimirá en ésta es el siguiente: ¿No basta. Señor, que nos tiene el mundo acorraladas [ ... ] que no hagamos cosa que val­ ga nada por Vos en público, ni osemos hablar algunas verdades que lloramos en secreto [ ... ]? No lo creo yo, Señor, de vuestra bondad y justicia, que sois justo y juez, y no como los jueces del mundo, que. como son hijos de Adán y en fin todos varones, no hay virtud de mujer que no tengan por sospechosa. Sé que algún día ha de haber, Rey mío, que se conozcan todos. No hablo por mí, que ya tiene conocido el mundo mi ruindad, y yo hol­ gado que sea pública, sino porque veo los tiempos de manera, que no es razón desechar ánimos virtuosos y fuertes. aunque sean de mujeres.» (Camino, 1966, p. 75) Son frecuentes las referencias a la incomprensión y falta de reconocimiento que afec­ tan al mundo femenino: y confío yo, Señor mfo, en estas siervas vuestras que aquÍ están, que veo y sé no quieren otra cosa ni la pretenden sino contentaros; por Vos han dejado lo poco que tenían y qui­ sieran tener más para serviros con ello. Pues no sois Vos, Criador mio, desagradecido para que piense yo daréis menos de lo que os suplican, sino mucho más; ni aborrecistes, Sefior de mi alma, cuando andábades por el mundo las mujeres, antes las favorecistes siempre con mucha piedad y hallastes en ellas [anta amor. (l.a, IV, 7)247 Pero lo que más preocupa a la Fundadora es la línea de actuación, o, como ya hemos apuntado, el camino a seguir tanto ella como sus hijas. He aquí las líneas fundamentales: [ ... ] La primera cosa es amor unas con otras; la segunda. desasimiento de todo 10 cria­ do; la última es verdadera humildad, que, aunque la digo a la postre, es muy principal y las abraza todas. (L', VI, 4) Se hace necesario el vencimiento y superación de ciertas peculiaridades o defectos femeniles: Mas unos malecillos y flaquezas de mujeres, olvidaos de ellas, que a las veces pone el demonio imaginación de esos dolores; quítanse y pónense. Perded la costumbre de decir­ lo y quejarlo todo -si no fuere a Dios-, que nunca acabaréis [ ... ] (l.a, XVI, 2). Todo 247 Los textos reproducidos se citan por 1 a Ó 2a, según se trate de la primera o segunda redacción; capí­ tuJa y párrafo/-os, según nota 238, con el fin de que sean localizables en cualquier edición. Se da prioridad a la primera redacción, como menos conrucionada. 298 • ESPACIOS CONVENTUALES lo que tiene fin no hay que hacer caso de ello, y de la vida mucho menos, pues no hay , día seguro; y pensando que cada día es el postrero, ¿quién no le trabajaría si pensase no ha de vivir más de aquél? (l.', XVII, 2). Su ambicioso programa exige, además, abrazar la pobreza y olvidar los prejuicios de honra, tan arraigados en la mentalidad de su tiempo: [ ... ] En esta casa tenéis ya avemurada y perdida la honra del mundo, porque los pobres no son honrados [ ... ]. Nuestra honra, hermanas, ha de ser servir a Dios (l.a, :XX, 6). [ ... ] La que fuere más, tome menos su padre en la boca; todas han de ser iguales (l .a, XLV, 6). Ejercitadas en estas virtudes, ya podrán predicar con el ejemplo: [ ... ] Pues todas habéis de procurar de ser predicadoras de obras, pues el Apóstol y nuestra inhabilidad nos quita que lo seamos en las palabras 248 • y a la que no se sienta con fuerzas para seguir tan arduo Camino, su consejo es que lo abandone: ¡Oh, qué grandísima caridad haría y qué gran servicio a Dios la monja que se viese no puede llevar las perfecciones y costumbres que hay en esta casa, conocerse y irse y dejar a las otras en paz! Y aún en todos los monesterios. ( l.a , XIX, 5) Cabe citar en este apartado didáctico-doctrinal (forzando un poco el encuadramiento) las siguientes obras, por cuanto regulan la ascesis implícita a toda consagración religiosa: CONSTITUCIONES. [Circa 1562]. Recogen la regulación de la Orden reformada de Carmelitas descalzas. Las primeras, cuyo manuscrito se ha perdido, fueron escritas para el Convento de San José. A partir de las mismas, se realizan sucesivas refundiciones. VISITA DE DESCALZAS. 1576. Tiene como destinatarios a los padres visitadores. Refleja todos los resortes que son necesarios para la dirección y control de las comunidades femeninas dependientes de la Fundadora carmelita. Fue escrito a instancias del P. Gracián, hacia agosto o septiembre . Prosa doctrinal a1egórico-mistica M ED1TACfONES SOBRE LOS CANTARES. [1566- 1567] (1.' redac.); [1574] (2.a redac.) 248 Corintios, 14, 34: «Las mujeres cállense en las asambleas, porque no les toca a ellas hablar, sino vivir sujetas, como dice la ley». Diríase que hay un sutil reproche en esta alusión. 299 -, MUJERES Y LITERATURA DEL SIGLO DE ORO El P. Báñez dio su aprobación al texto inicial con fecha 10 de junio de 1575. Años más tarde, en 1580, el P. Diego de Yanguas le ordenó que lo quemara. Por entonces, ya se habían sacado y distribuido varias copias manuscritas, una de las cuales se encontraba en poder de la Duquesa de Alba. Inicialmente, fue escrito en el Convento de San José de Ávila. Según parece, la autora realizó varias redacciones. La Santa no llegó a dar título a este escrito. Sus contemporáneos le llamaban Sobre los Cantares, y ella lo identifica por Mis meditaciones [ ... j. El original iba sin división de capí­ tulos y sin epígrafes. Fue dividido en siete capítulos por el P. Gracián, que lo editó por primera vez en Bruselas el año 1611, con el título Conceptos del Amor de Dios. Apenas se hace referencia a esta obra, que sin embargo tuvo gran repercusión; y. en cualquier caso, coincide con el fervor suscitado en todas las autoras de altos vuelos mís­ ticos. Lo evidencian Mariana de San José, Cecilia del Nacimiento y Estefanía de la Encar­ nación ... (Vs.). No por casualidad el agustino Fray Luis de León y el carmelita Fray Juan de la Cruz escribieron sobre este tema a requerimiento de monjas. El primero, hacia 1561; el segundo, concluye en Granada el año 1584 la redacción del Cdntico espiritual, escrito en gran parte durante su encarcelamiento toledano (1577-78) . Cronológicamente pos­ terior, excluimos la hipótesis de que la obra sanjuanista sirviera de modelo referencial para la teresiana, no así la de Fray Luis de León. Cap. 1. [ ... ] Sobre el «bésame» (10_12)249 «Bésame el Sefior con el beso de su boca, porque más valen tus pechos que el vino~~2~, etc. l. He notado mucho que parece que el alma está - a 10 que aquí da a entender­ hablando con una persona, y pide la paz de otro. Porque dice: ((Bésame con el beso de 2"9 Los enunciados están tomados de las Obras completas (1979). A los efectos intertexwales ya apun­ tados (V s. EP, 4, N. 125), reflejamos como hipotextos los mismos versículos dd Cantar rú los Cantares bíbli­ co tratados por distintas autoras, por su especial significación para las constantes místicas que venimos des­ tacando. 250 Cantar rú los Cantares, I, 1.2: «¡Béseme con besos de su boca! I Son tus amores más suaves que el vino». Fray Luis de León, Cap. 1, 1: «Bésrme rú besos rú su boca; porque bumos (son) tus amores más que ti vino». Dice en la exposición: «( ... ] Pues entenderemos que en este primer capItulo comienza a hablar la Espo­ sa, [ ... ] que tenía a su Amado ausente, y estaba de ello tan penada, que la congoja y deseo la traía muchas veces a desfallecer y desmayarse [ ... ], por el ardiente deseo que tiene de vede; que es efecto naturallsimo del amor, y nace de lo que se suele decir comúnmente, que el ánima del amante vive más en aquel a quien ama que en sí mismo. [ ... ]. Bésrme rú besos rú su boca. Q ue es decir, sustentado me he hasta agora, viviendo en esperanza; visto he de muchas promesas de su venida, y muchos mensajes he recibido; mas ya el ánimo des­ fallece y el deseo vence; sólo su presencia y el regalo de sus dulces besos es lo que me puede guarecer. Mi alma está con él y yo estoy sin ella, hasta que la cobre de su graciosa boca, donde está recogida. [ ... ] Porque bumos son tus amores más que el vino. Da la razón de su deseo, que es el gran bien y contento que se encierra en los amores de su Esposo, y la gran fuerza que tienen para encenderle el alma y para sacarla de sI, como lo hi cie­ ra el más generoso y fuerte vino. Y viene esto bien, a propósito de su desmayo. cuyo remedio suele ser el vino». Vs.: Luisa de Carvajal (EP, 4): Poesía. «Romance ... sobre ... osculetur ... »; Mariana de San José (EC. 15): Sobre ti Libro rú los Cantares de Salomón, Cap 1. «Oscuietur me ». 300 ESPACIOS CONVENTUALES su boca». Y luego parece que es~á diciendo a con quien está: «Mejores son tus pechos», Esto no entiendo cómo es, y no entenderlo me hace gran regalo; porque verdaderamen­ te, hijas, no ha de mirar el alma tanto, ni la hacen mirar canto, ni la hacen tener respeto a su Dios las cosas que acá parece podemos alcanzar con nuestros entendimientos tan bajos. como las que en ninguna manera se pueden entender. Y ansí os encomiendo mucho que, cuando ¡eyeedes algún libro y oyerdes sermón, ti pensáredes en los misterios de nuestra sagrada fe, que lo que buenamente no pudiéredes encender, no os canséis ni gastéis el pensamiento en adelgazarlo; no es para mujeres, ni aún para hombres, muchas cosas. 2. Cuando el Sefior quiere darlo a entender, Su Majestad lo hace sin trabajo nues­ tro. A mujeres digo esto. Y a los hombres, que no han de sustentar con sus letras la ver­ dad, que a los que el Señor tiene para declarárnoslas a nosotras, ya se entiende que lo han de trabajar, y lo que en ello ganan. Mas nosotras, con llaneza tomar 10 que el Señor nos diere; y lo que no, no nos cansar, sino alegrarnos de considerar qué tan gran Dios y Señor tenemos, que una palabra suya terná (sic por tendrá) en sí mil misterios, y ansÍ su principio no entendemos nosotras . Ansi, si estuviere en ladn u en hebraico u en griego, no era maravilla; mas en nuestro romance, ¡qué de cosas hay en los salmos del glorioso Rey David que, cuando nos declaran el romance sólo, tan escuro nos queda como elladn! Ansi que siempre os guardad de gastar el pensamiento con estas cosas, ni cansaros, que mujeres no han menester más que para su entendimiento bastare; con esto las hará Dios merced. Cuando su Majestad quisiere dárnoslo sin cuidado ni trabajo nuestro, 10 hallaremos sabido. En lo demás, humillarnos y -como he dicho- alegrarnos de que tengamos tal Señor, que aún palabras suyas dichas en romance nuestro no se pueden entender. 3. Pareceros ha que hay algunas en estos Cdnticos que se pudieran decir por otrO estilo. Según es nuestra torpeza, no me espantaría. He oído a algunas personas decir que antes huían de oírlas. ¡Oh, válame Dios, qué gran miseria es la nuestra!, que como las cosas emponzoñosas, que cuanto comen se vuelve en ponzoña, ansí nos acaece; que de mercedes tan grandes como aquí nos hace el Señor en dar a entender 10 que tiene el alma que le ama y animarla para que pueda hablar y regalarse con su Majestad, hemos de sacar miedos y dar sentidos, conforme al poco sentido del amor de Dios que se tiene [ ... ]. 6. Y sé de alguna que estuvo hartos años con muchos temores, y no hubo cosa que la haya asegurado, sino que fue el Señor servido oyese algunas cosas de los Cdnticos, y en ellas entendió ir bien guiada su alma; porque -como he dicho-- conoció que es posi­ ble pasar el alma enamorada por su Esposo todos esos regalos y desmayos y muertes y aflicciones y deleites y gozos con Él. Después que ha dejado (Odas los del mundo por su amor, está del (Oda puesta y dejada en sus manos; es(O no de palabra -como acaece en algunos--, sino con toda verdad, confirmada por obras. [ . .. ] CAP. 6. Trabajos y embriaguez del amor (1-4). La voluntad y el amor (5). No se deja de merecer en la suspensión (6). Fe de la VIrgen (7-8). Dios se da del todo a quien se le entrega del todo (9-14) 301 MUJERES Y LITERATURA DEL SIGLO DE ORO «Metióme d Rey en la bodega del vino y ordenó en mí la caridad»2S! . 1. Pues estando ya la esposa descansada debajo de sombra tan deseada, y con har­ ta razón, ¿qué le queda que desear a un alma que llega aquí, si no es que no le falte aquel bien para siempre? A ella no parece que hay más que desear; mas a nuestro Rey sacratí­ simo fáltale mucho por dar: nunca querría hacer otra cosa si hallase a quién. Y como he dicho muchas veces, deseo, hijas, que nunca se os olvide, no se comenta el Señor con darnos (ao poco como son nuestros deseos; yo lo he visto acá. ( ... ] 3. Dice que (da metió en la bodega del vino; ordenó en mí la caridad», Entiendo yo de aquí que es grande la grandeza de esta merced. Porque puede ser dar a beber más o menos y de un vino bueno y otro mejor; y embriagar y emborrachar a uno más o menos. Ansí es en las mercedes del Señor, que a uno da poco vino de devoción, a otro más, a otro crece de manera que le comienza a sacar de sí, de su sensualidad y de todas las cosas de la tierra [ ... ]. Mas lo que dice la esposa es mucho junto. Métela en la bodega, para que allí más sin tasa pueda salir rica. No parece que el Rey quiere dejarle nada por dar [ ... ]. Gócese de esos gows; admírese de sus grandezas; no tema perder la vida de beber tanto que sea sobre la flaqueza de su natural; muérase en ese paraíso de deleites2 .52. ¡Bienaventurada tal muer­ te. que ansí hace vivir! 4. [ ... ] Dichosa embriaguez. que hace suplir al Esposo lo que el alma no puede, que es dar orden tan maravillosa, que, estando todas las potencias muertas o dormidas, que­ de el amor vivo, y que, sin entender cómo obra, ordene el Señor que obre tan maravillo­ samente que esté hecho una cosa con el mesmo Señor del amor, que es Dios [ ... ] (Vs. en Poesías: «Sobre aquellas palabras dilectus meus mihpl) LIBRO LLAMADO CASTILLO INTERIOR. O LAS MORADAS. 1577. Hológrafo. 113 ff. 310 x 210 mm. - (Archivo del Convento de Carmelitas Descalzas de Sevilla). También en principio fue compuesto a modo de una larga epístola. sin división estruc­ tural alguna; ésta se estableció posteriormente, aprovechando huecos más o menos inten­ cionados para señalar las respectivas moradas y capítulos que contiene. Si bien se hicieron varias copias en vida de la Santa2S3 , no se imprimió hasta la edi­ ción de 1588. Los libros de la Madre Teresa de Jesús. debida a fray Luis de León. 251 Fray Luis de León, Cc, Cap. ll, 4 : Metióme en la cámara del vino, y la bandera suya en mi (es) amor). Ya dijimos que en el vino se declara en la Escritura sagrada todo lo que es del eite y aJegrfa. Así que entrar en la cámara del vino es aposentarse y gozar, no por partes, sino enteramente, de toda la mayor aJegría [ ... ]. Y digamos, y es lo mejor, que la Esposa dice ansí: «meeióme en su bodega el Amado mío, y yo seguíle; que como los soldados siguen su bandera, así la bandera que a mi me lleva eras sí y a quien yo sigo es el su amor.» [ ... ]«. Véase Mariana de San José: Sobre el Libro ... ,24: lntroduxit me rex in cellam vinanam¡ ordinavit in me charitatem. Vs. tb. Estefanía de la Encarnación, Tabernáculo mlstico, Cap. 24: «En que se trata cómo en este estado entra el alma en la bodega de su Esposo ... » m Véase Moradas VII, \2. m La más importante, hecha en Toledo inmediatamenre después de su redacción, se encuenrra en la Biblioteca Nacional de Madrid, bajo la signatura Mss. 6374. 302 l ESPACIOS CONVENfUALES Incomparable autorretrato espiritll¡al o biografía mística, su contenido, como el ante­ rior, puede calificarse de pedagogía trascendente. Esta obra arquitectónica de la literatura, se inicia el2 de junio de 1577, por obedien­ cia, concluyéndose el 29 de noviembre del mismo año con complacencia: Aunque cuando comencé a escribir esto que aquí va fue con la contradicción que al principio digo. después de acabado, me ha dado mucho contento, y doy por bien emple­ ado el trabajo. aunque confieso que ha sido harto poco. Considerando el mucho ence­ rramiento y pocas cosas de entretenimiento que tenéis, mis hermanas, y no casas tan bas­ tantes como conviene, en algunos monasterios de los vuestros, me parece os será consuelo deleitaros en este castillo interior, pues sin licencia de los superiores podéis entraros y pase­ aros por él a cualquier hora. (Conclusión)2S4. La escribe por iniciativa del padre Gracián, quien recurre a la autoridad del entonces confesor de la Fundadora, Doctor Velázquei'55. Se trara de rescatar una serie de experien­ cias espirituales del Libro de la Vida, que se encuentra en poder de la Inquisición. ¿Cómo se explica la inspiración y gestación literaria de esta obra colosal? En principio, parece que su intención es ofrecer simplemente un breve y práctico tra­ rado sobre la oración; pero a medida que va escribiendo brotan de la pluma, a borboto­ nes, las múltiples experiencias que llenan su alma. Teresa de Jesús sabe que a esas alturas sus hijas ya han recorrido un largo camino, que les permite introducirse en el Castillo interior, en cuanto a ella, ha experimentado una intensa trayectoria espiritual, cuyas vivencias se le han grabado de tal manera que única­ mente ha de recoger casi al dictado las etapas de esa evolución y sortear los naturales esco­ llos expresivos de lo inefable. Es fácil rememorar para sus hijas la intensidad de su lucha hasta unirse afAmado, evitándoles desalientos y engaños. A veces, su natural impulsivo, emprendedor e inteligente, se revela contra las ataduras que le impone una mal entendi­ da condición de mujer. Ella siente cómo el amor divino impulsa a las más audaces empre­ sas evangelizadoras, sin distinción de sexo; y «quien es tocado por tal fuerza se querría meter en mitad del mundo, por ver si pudiese ser parte para que un alma alabase más a Dios; y si es mujer, se aflige del atamiento que le hace su natural, porque no puede hacer esto, publicando quién es este gran Dios de las caballerías. ¡Oh, pobre mariposilla, atada con tantas cadenas, que no te dejan volar lo que querrías! Habedla lástima, mi Dios; orde­ nad ya de manera que ella pueda cumplir en algo sus deseos [ ... )>> (Ss, VI, 3-4). ¿Inspiración? Si no entiendo malla efabilidad, cabe responder que sí, ya que otros místicos no han sido capaces de expresar sus experiencias supranaturales; pero tampoco hay que olvidar que la reformadora carmelita es uno de los más claros ejemplos de san- 2H Las Moradas se citarán dentro del texto por Ps. (primeras), Ss. (sextas) , Séps. (séptimas) capítulo en romanos y párrafo/-s en arábigos. m Futuro Obispo de Osma y de Santiago de Compostela. 303 MUJERES Y LITERATURA DEL SIGLO DE ORO ros-puente, asida a las manos de Dios y manteniendo los pies en la tierra. Su propia sim­ bología es un claro ejemplo de sencilla elocuencia, de claridad expositiva para hacer apre­ hensibles las más elevadas abastracciones metafísicas. Así explica en las Séptimas Mora­ das la unión entre Dios y el alma: [ ... ] No se puede decir más de que - a cuanto se puede entender- queda el alma, digo el espíritu de esta alma, hecho una cosa con Dios [ ... ] , porque de tal manera ha que­ rido juntarse con la criatura que, ansí como los que ya no se pueden apartar, no se quie­ re apartar Él de ella [ ... ] . Es como si cayendo agua del cielo en un río o fuente, adonde queda hecho todo agua, que no podrán ya dividir ni apartar cuál es el agua del cio o lo que cayó del cielo; o como si un arroíco (sic por arroyico) pequeño entra en la mar, no habrá remedio de apartarse; o como si en una pieza estuviesen dos ventanas por donde entrase gran luz, aunque entra dividida, se hace todo una luz. ( ... ] Que es muy cierto que, en vaciando nosotros todo lo que es criatura y desasiéndonos de ella por amor de Dios, el mesmo Señor la ha de henchir de Sí. Y ansí, orando una vez Jesucristo nuestro Señor por sus Apóstoles -no sé dónde es-, dijo que fuesen una cosa con el Padre y con Él. como Jesucristo nuestro Señor está en el Padre y el Padre en Él. [ .. . ] Ahora, pues, deci­ mos que esta mariposica ya murió, con grandísima alegría de haber hallado reposo, y que vive en ella Cristo. [ .. . ] (Séps.: 11, 4, 6, 9; I1I, 1) En cualquier caso, si de una parte se ve obligada a utilizar los tópicos femeninos de humildad, repetidos como salvoconducto de las escritoras ante temas elevados; de otra, su identificación con el Esposo divino, por el que se siente habitada, bien puede llevarla al convencimiento de que sea Él su principal inspirador: [ ... ] Que, como no tengo letras, mi torpeza no sabe decir nada; que 10 que he dicho hasta aquí en esta oración, entiendo claro que, si va bien, que no soy yo la que lo he dicho [ .. . ] (Ss, IV; 9) Respecto a influencias literarias, es natural - insisto- afloren aquellas lecturas que fueron cimentando su formación espiritual, como también las influencias ideológicas de coetáneos que ruvieron el privilegio de compartir sus ansias inefables. De hecho, la influen­ cia más palpable es la de San Juan de la Cruz; pero, tratándose de una relación experien­ cial, no pasa de ser -como las demás- mero sustrato. Que, por poner un ejemplo, el castillo descrito por Bernardino de Laredo en la Subida del Monte Si6ri'Só arraigara cons­ ciente o inconscientemente en la Doctora mística como símbolo ideal para representar el alma, no significa que ella escriba su obra al dictado de esta u otras interpretaciones aje­ nas; su experiencia personal fue mucho más rica que cuanto pudo leer. 256 También el castillo en este autor es símbolo del alma, en cuyo centro está Cristo, representado por un gran cirio. 304 ESPACIOS CONVENTUALES En cuanto a la estructura argum~ntal, no es desdeñable la idea de una utilización inconsciente del esquema de los libros de caballerías: {el señor -la dama - el castillo} J. J. J. en Las Moradas: {Dios - el alma - el castillo} La Santa habla del «Dios de las Caballerías» (Ss., VI, 3); y de sobras es conocida su afición en la infancia a este tipo de literatura, que ella misma confiesa. Pero, además, no olvidemos lo familiarizados que estaban con los castillos los abulenses del siglo XVI, tenien­ do en cuenta que su propia capital se asemejaba a un hermoso castillo. Al margen de estas conjeturas, lo que sí podemos reconocer es una estructura alegó­ rica o una alegoría estructural, cuyo símbolo clave, el castillo, representa la obra total. A partir de esta alegoría primaria, y dependiendo de ella, una serie de alegorías secundarias o sub-alegorías. Ahora bien, este predominio alegórico no es buscado por la autora como tal, sino que emana insensiblemente de su pluma como sistema más adecuado para expre­ sar lo absoluto. ¿Qué ofrece en síntesis esa gran alegoría?: El castillo (el alma); está habitado por un Rey (Dios) y diversas gentes (las potencias y sentidos). La puerta de acceso es la oración, y una vez dentro han de sortearse diversas moradas hasta llegar a la estancia central don­ de se encuentra el gran Señor, dueño del castillo. Las moradas son siete y representan siete fases de la vida espiritual; sin embargo, tam­ poco este número simbólico parece responder a una consciente influencia literaria; ya que la autora no demuestra excesivo interés en atenerse al mismo, como se desprende de la descripción que hace en las Moradas primer"," Pues consideremos que este castillo tiene ---como he dicho-- muchas moradas, unas en 10 alto, otras en bajo, otras a los lados, y en el centro y mitad de todas éstas tiene la más principal, que es adonde pasan las cosas de mucho secreto entre Dios y el alma. (1,3) No obstante la profundidad de este tratado, que parece invitar a un elevado y gran­ dilocuente lenguaje teológico, Teresa de Jesús seguirá sorprendiendo con su transparen­ te lenguaje coloquial, chispeante a veces y próximamente afectivo, en un afán manifies­ to de confundirse entre sus hermanas: Quiéroos poner una comparación u dos: plega a Dios que sean tales que diga algo; mas, si no lo fuere, yo sé que digo verdad en 10 dicho. [ ... ] Riéndome estoy de estas com­ paraciones que no me comeman, mas no sé otras. Pensad 10 que quisierdes (sic por que­ ráis); ello es verdad lo que he dicho (Séps., 11, 11). Cabría asfmismo incluir en este apartado. las siguiemes obras: ExCLAMACIONES. [1569]. Constituyen en su reducida extensión una pieza magistral , a modo de destellos vivos del más acendrado amor místico. Esta breve compilación fue publicada por primera vez 305 • MUJERES Y LITERATURA DEL SIGLO DE ORO en 1588 por Fr. Luis de León, a continuación de las Moradas, bajo el título de Esclama­ ciones o meditaciones del alma a sv Dios escritas por la Madre Teresa de ¡esvs, en diffirentes días, conforme al esplritu que le comunicaua nuestro Señor después de auer comulgado, año de mili y quinientos y sesenta y nueue. DESAFIo ESPIRITUAL. [Circa 1572-1573] Original escrito, a modo de juego, en el que entran elementos propios de una justa o torneo utilizados con un sentido alegórico-espiritual. Este tipo de desafíos habían sido practicados tradicionalmente en el Monasterio de la Encarnación, de Ávila. Teresa de Jesús escribe el suyo, siendo Priora del mismo con San Juan de la Cruz por confesor. Tras el ingenuo gracejo formal, alientan unas profundas ansias de perfeccionamiento, que la Fundadora anhela ver compartidas por los carmelitas descalzos de ambos sexos. Prosa histórica. Crónica LIBRO DE LAS FUNDACIONES. [1573-1582]. Hológrafo. - (Biblioteca del Monasterio de El Escorial) Se compone de un prólogo, treinta y un capítulos y un epílogo. Fue escriro a inter­ valos y con cierta desgana; en principio, obedeciendo a la iniciativa del padre Jerónimo Ripalda; años más tarde, la del padre Gracián. A instancias del mismo y de Ana de Jesús (Lobera), fundadora de Carmelitas descalzas en Bruselas (Vs. SE, X), se publicó en dicha ciudad por primera vez el año 1610. Es una de las obras que aparece más salpicada de arcaísmos y coloquialismos, en un lenguaje castizamente popular. Si bien su contenido obedece esencialmente al proceso histórico de las fundaciones realizadas personalmente por la Sanra"?, no deja por ello de volcar su magisterio doctri­ nal a lo largo de toda la obra, mediante frecuentes digresiones, dedicando algunos capí­ tulos a la observancia de las reglas conventuales y a la problemática humana que susci­ tan las comunidades femeninas. En palabras del carmelita Teófanes Egido, «para quien quiera y sepa leerlo, el Libro de las Fundaciones es, más que una crónica sencilla y serena, un canto a la fuerza de Dios con tonos de epopeya>' (1974, Introducción). Teresa de Jesús, considerándose mero ins­ trumento de Dios, presenta la esforzada e ingente labor fundacional como un triunfo del Omnipotente contra la herejía. Cada convento es un poderoso baluarte, donde pequeños ejércitos femeninos, fieles a las consignas evangélicas, esgrimen el arma de la oración . m San José de Avila (1562, en el Epilogo); Medina del Campo (1567) ; Malagón (I 568); Valladolid (1568); Toledo (1569); Pastcana (1569); Salamanca (1570); Alba de Totmes (1571); Segovia (1574); Beas (1575); Sevilla (1575); Caravaca (1576); Villanueva de la Jata (1580); Palencia (1580); Soria (I 58 1); Bur­ gos (1582). A éstas de Carmel itas descaJzas. hay que sumar las de descalzos de Duruelo (1568) y Pastrana (1569). 306 ESPACIOS CONVENTUALES Uno de los ejemplos que revelan la ecuanimidad de Teresa de Jesús nos lo brinda el Capí­ tulo 28, relativo a la Fundación de ViIlanueva de la Jar",,2SS. Se refiere en él a la eremita frai­ lesa Caralina de Cardona, de la que ofrece una amplia semblanza, como mujer modélica a imitar. Nada extraño habría en ello, si no existieran en torno a ésta y a la propia Teresa de Jesús dos grupos antagónicos de frailes carmelitas, defensor cada uno de ellos de la mujer que mejor respondía a su modelo de vida religiosa. Los más estaban a favor de la Madre Teresa; pero Catalina llegó a ser erigida en baluarte por el sector más radical de la RefOrma carme­ litana. 259 No obstante, la monja Fundadora contempla objetivamente, con admiración, sin resentimiento alguno, a esta singular penirenrc carmelitana. y hasta se siente identificada con su opción erefiÚtica. 260. Nada mejor que evidenciarlo con lo que ella misma escribió: Paréceme no será cosa ociosa tratar aquí algo de su vida [ ... ] y para que viendo la peni­ tencia de esta santa, veáis, mis hermanas, cuán at::rás quedamos nosotras, y os esforcéis [ .. .]. Algunas veces que me escribió, sólo firmaba: la p«adora [ ... ] (pár. 21). [ ... ] Era grande su sencillez y dehialo ser la humildad. Y como quien tenfa entendido que no tenía ninguna cosa de sí, estaba muy lejos de vanagloria [ ... ] (pár. 26). Dijo que había estado ocho años en aquella cueva y muchos días pasando con las hierbas del campo y rafees; porque corno se le acabaron tres panes que le dej6 el que fue con ella, no lo tenfa hasca que fue por allí un pas­ toreieo. Éste la proveía después de pan y harina, que era 10 que ella comía, unas tortillas coci­ das en la lumbre, y no otra cosa [ .. . ] (pár. 27). Después que hiw el monesterio, todavía se iba -y estaba y dormia- a su cueva, si no era ir a los oficios divinos ( ... ]. (pár. 28) [ ... ] En el monasterio de Pastrana, en la iglesia de San Pedro --que ansf se lIama­ tomó el hábito de nuestra Señora [el día 6 de mayo de 1571] (se lo dio el padre prior, BaJtasar de Jesús, en presencia de los Príncipes de Éboli), aunque no con intento de ser monja ni profesar, que nunca a ser monja se inclinó; como el Señor la llevaba por otrO camino, paredaJe le quitaran por obediencia sus intentos de asperezas y soledad. Estan­ do presentes codos los frailes, recibió el hábico de nuestra Señora del Carmen. (pár. 30) 258 El Monasteri o de nucstra Señora dd Socorro, fundado por Catalina de Cardona, se encontraba «a unas tres leguas de Villanueva de la Jara., según informa Santa Teresa. Allí se detuvo d la; y, entre otros, hace los siguientes comentarios: «Está esta casa en un desierto y soledad harro sabrosa [".l. Salieron los frailes [ .. . ] Iban descalzos y con sus capas pobres de sayal [ .. . l. A mí me enterneció mucho, pareciéndome estar en aquel florido tiempo de nuestros santos padres. Entraron en la iglesia [ ... ] debajo de tierra --corno por una cue­ va~, que representaba la de nueslro padre Elfas, Cierro, yo iba con tanto gozo interior que diera por muy bien empleado más largo carnina; aunque me hizo harta lástima ser ya muerta la santa por quien nuestro Sefior fundó esta casa [ ... ] .• (Fundacionts, XXVIlI, 20) m A cuatro siglos de distancia, el docro carrndita descalzo EFRtN DE LA MADRE DE DIOS manifies­ ta una marcada oposición al modelo representado por Catalina de Cardona, en su documentada e ineludi­ ble obra Tinnpo y vida tk Santa uma, 1977 (especialmente págs. 474-486). 260 En sus Constituciont$ (VI, 17) establece: «{ ... ] Sea la casa pequefia y las piC'LaS bajas; [ ... ] y la cerca alta y campo para hacer ermitas para que se puedan aparrar a oración, conforme lo que hadan nuestros Padres santoslt. Yen Camino dt Ptrficción (2a redacción): «[ ... ] porque el estilo que pretendemos llevar es no sólo de ser monjas, sino ermirafias [ ... ]It (XlII, 6). 307 MUJERES Y LITERATURA DEL SIGLO DE ORO De aquí de Pastrana comenzó a procurar la santa Cardona con qué hacer su monesterio y para esto tomó a la Corte. de donde con tanta gana había salido ---que no le seria peque­ ño tormento---, adonde no le f.¡]taron hanas murmuraciones y trabajo [ ... ] (pár. 32). En la Corre y otras partes le dieron para poder hacer su monasterio, y llevando licencia se fundó. Hfwse la iglesia adonde era su cueva, y a ella le hicieron otra desviada, adonde tenía un sepul­ cro de bulto [ ... ]. Duróle poco, que no vivió sino cerca de cinco años y medio después que [Uvo allf d monasterio, que con la vida can áspera que hada, aun lo que había vivido pare­ da sobrenatural. Su muerte fue de mil y quinientos y setenta y siete a lo que ahora me pare­ ce" '. Hiciéronle las honras con grandísima solemnidad, porque un caballero que llaman fiay Juan de León tenía gran devoción con ella, y puso en csco mucho. Está ahora enterrada en dep6siro en una capilla de nuestra Señora, de quien ella era en extremo devora, hasta hacer mayor iglesia de la que tienen para poner su bendito cuerpo como es razón. (pár. 33) [ .. . ] Yo me consolé muy mucbo [ ... ], porque vela que la que había hecho allí la peniten­ cia tan áspera, era mujer como yo y más ddiada, por ser quien era, y no tan gran pecadora como yo soy [ .. . ]. Acabando de comulgar un día en aqudla santa iglesia, me dio un recogi­ miento muy grande con una suspensión que me enajenó. En ella se me representó esta san­ ta mujer por visión intelectual, como cuerpo glorificado, y algunos ángeles con ella; díjome que no me eansase, sino que procurase ir addante en estas fundaciones. [ ... ] (párs. 35-36). Otros escritos varios VEJAMEN. [1577]. Especie de carta en tono jocoso, con destino al Obispo de Ávila D. Álvaro de Men­ doza, que le había pedido actuara como juez en un concurso. El origen se encuentra en un llamamiento o invitación de Dios al alma, que percibió Teresa de Jesús en los siguientes términos: «Búscate en mí». Llegado a conocimiento del Obispo, decidió establecer una especie de concurso en el que los participantes aportaran su respuesta a esta exigencia. Por árbitro eligió a Teresa, que, uniendo a la condici6n de mujer su natural sencillez, es lógico se saliera un poco por la tangente a la hora de enjui­ ciar a concursantes tan preclaros como Francisco de Salcedo , Juan de la Cruz, y su pro­ pio hermano Lorenzo. Lo deja bien claro al comienzo del escrito: «Si la obediencia no me forzara, cierto yo no respondiera ni admitiera la judicatura [ ... ]» (Obras, 1954, p. 947). Por otra parte, la amenaza inquisitorial ya parece cernirse sobre la autora, que más ade­ lante añade: «Él [Dios] me dé gracia para que no diga algo que merezca denuncien en la Inquisición [ .. . ] .» (Ibídem) 261 Su muerte fue en La Roda (Albacece) el 11 de mayo de 1577. Fray Ángel de la Presentación, en un memorial , que custodia la Biblioteca Nacional de Madrid bajo la signatura Mss. 3.537, indica que murió «en la octava de la Ascensión del año de 1577, de un dolor grande que le dio el Viernes Sanco, del intenso sentimiento que tuvo oyendo el oficio de la Cruz» (fol. 343 r.). El P. EFRE.N dice que _en 1603 se trasladó el convento de La Roda a ViUanueva de la Jara y se llevó también el cuerpo de la venerable ermitañ:». (Timl­ po y vidA, 1977, p. 483) , 308 ESPACIOS CONVENTUALES APUNTACIONES. [1561-1580] , Ampara este título una recopilación de nueve escritos sueltos, relativos a diversos temas. De distinta fecha, señalamos los topes cronológicos. Poesías misticas Se ha discutido mucho sobre la faceta lírica de Santa Teresa, que no tratamos de someter aquí y ahora a un análisis crítico. Sí podemos exponer algunas peculiaridades. Salta a la vista la espontaneidad que imprime a sus composiciones, donde ha dejado retazos vivos de su espí­ ritu. Atenta sobre todo al contenido, emplea muchas veces las palabras que le dicta su emoti­ vidad, prescindiendo de criterios normativos. Su peculiar premura le obliga a un cieno desa­ liño fOrmal, tanto en la prosa como en el verso. Y aun cuando esa jugosa naturalidad puede verse como una virtud, desde una perspectiva crítica a veces su poesía adolece de la falta de reelaboración necesaria en toda composición poética. No obstante, su sentir impregnado de profundo lirismo produce versos del más acendrado estro poético. Y conviene hacer esta sal­ vedad, porque --- 26' ESPACIOS CONVENTUALES Vuestra soy, para vos nací ( ... ] , Dadme muerte, dadme vida; dad salud o enfermedad, honra o deshonra me dad, dadme guerra o paz crecida, flaqueza o fuerza cumplida, que a todo digo que sí. ¿Qué queréis hacer de mI? 265 ( ... ] Paciencia en las adversidades. Nada te turbe, nada te espante, todo se pasa, Dios no se muda. La paciencia todo lo alcanza; quien a Dios tiene nada le falta; sólo Dios basta ?66 Ya no durmáis. ( ... ] Ofrezcámonos de veras a morir por Cristo todas. yen las celestiales bodas estaremos placenteras; sigamos estas banderas, pues Cristo va en ddan tera. No hay qué temer, no durmáis, pues que no hay paz en la tierra. Coloquio de amor. Si el amor que me tenéis, Dios mío, es como el que os tengoj decidme ¿en qué me detengo? En algunos códices se omite esta estrofa, que parece fue incorporada por la Santa a postcriori . La glosa de esta estrofa es de dudosa atribución. 311 , . MUJERES Y UTERATURA DEL SIGLO DE ORO o Vos ¿en qué os detenéis? - Alma, ¿qué quieres de mí? - Dios mío, no más que verte. - y ¿qué temes más de ti? - Lo que más temo es perderte. Cartas El Epistolario de Teresa de Jesús constituye una inestimable colección de instantáneas para conocer cómo se relacionaba socialmente, a la ve:z que contribuye al descubrimiento pleno de su mismidad, revelada en gran parte a través de su producción literaria. La delica­ deza, manifi:stada incluso en la presentación, la cordialidad, solicitud y consuelo que se des­ prenden de cada una de ellas, sin que falte en muchas el adoctrinamiento fraterno, permi­ ten definirlas como una donación personal de amistad. Dirigió cerca de quince mil cartas, casi todas entre 1568 y 1582. Se conservan unos 245 autógrafos, y los manuscritos de copias más valiosos se custodian en la Biblioteca Nacional bajo las signaturas Mss. 12.763 y Mss. 12.764. La primera edición, comentada por el venerable Juan de Palafox, fue hecha en Zara­ goza el año 1658, en la Imprenta de Diego Dormer. La componían 65 cartas divididas en dos tomos, conteniendo el primero 41 y el segundo, 24. En la edición de Obras completas de 1979, se incluyen 473 debidamente verificadas, cifra que recoge Pilar Manero (1992) . (Vs. SE) BIBLIOGRAFÍA L Obras de la autora (citadas en este corpus). a) Manuscritos: - Vs. en Textos. b) Impresos: LOS LIBROS DE LA MADRE TERESA DE ¡ ESOS, fundadora de los monesterios de monjas y fayles Carmelitas descalfos de la primera regla. Salamanca, Guillermo Foquel, 1588. - Es la edición que hizo Fr. Luis de León. Los LIBROS DE LA MADRE TERESA DE ¡ESOS, fundadara de los monasterios de monjas y fay ­ les Carmelitas Descalzos de la primera regla. Contiénese en estos libros un tratado de su Vida y llamamiento y aprovechamiento con algunas cosas de oración. Otro trata­ do del Camino de perflcción. Otro que se titula Castillo Espiritual, o Moradas. Con tablas muy copiosas [" .j . Barcelona, Imprenta de Esteban Liberos, 1620. LA OBRAS DE LA SANTA MADRE TERESA DE ¡ ESOS, fundadora de la Reformación de los Des­ calzos y Descalzas de Nuestra Señora del Carmen. 2. a ed. Amberes, Imprenta Plantinia­ na de Balthasar Moreto, 1649- 165 l. 4 vols. OBRAS COMPLETAS, tomo 1, Edie. EFRÉN DE LA MADRE DE D IOS Y OTlLLO DEL N IÑO JESÚS. Madrid, La Editorial Católica, 195 1 (BAC 74). 312 . . ESPACIOS CONVENrUALES tomo n. Edic. EFRllN DE LA MADRE DE DIOS. Madrid, Editorial Católica, 1954 (BAC 120). , -. tomo I1I, Edic. EFRllN DE LA MADRE DE DIOS. Y OTGER STEGGINK. Madrid, La Editorial Católica, 1959 (BAC 189). OBRAS COMPLETAS. Transcripción, introducciones y notas de EpRllN DE LA MADRE DE DIOS Y ÜTGER STEGGINK, 6.' ed. Madrid, La Editorial Católica, 1979 (B.A. e. 212) CAMINO DE PERFECCIÓN, facsímil, t. n. (Introducción, Transcripción del texto, Léxico de Tomás de la Cruz). Tipografía Poliglotta Vaticana, 1965. CAMINO DE PERFECCIÓN, CONSTITUCIONES, MODO DE VISITAR LOS CONVENTOS. Texto revisado y anotado por Fr. ToMÁS DE LA CRUZ, O.C.D. Burgos, Editorial El Monte Carmelo, 1966 (Archivo Silveriano de Historia y Espiritualidad Carmelirana, 14). CARTAS DE LA GLORIOSA MADRE SANTA TERESA DE jESVS. Con notas del Excelentísimo y Reverendísimo Don Iván PALAFOX y MENDOZA, Obispo de Osma [ .. . l. Zaragoza, Diego Dormer, 1658. 2 vols. LIBRO DE LAS FUNDACIONES de su Reformación que hizo en España la gloriosa virgen San­ ta Teresa de jesús. Nueva edición conforme al original autógrafo que se conserva en el Real Monasterio de San Lorenzo del Escorial. Publicada y anotada por el Dr. D. Vicente de la FUENTE. Madrid, Establecimiento Tipográfico de los Sucesores de Rivadeneyra, 1882. (Ej. n.O n)267 LIBRO DE LAS FUNDACIONES. Edic. TeManes EGIDO. Madrid, Editorial de Espirituali­ dad, 1974. 2. Fuentes ANTOLOGIA. Edición de Pilar MANERO SOROLLA. 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Me obsequió con este ejemplar la propietaria-amsorte de la antigua Libreria Mamnez de Tejada, Josefina Castdlorc, cuya noble amistad siempre recordaré, asi como su incd igencia y abnegación para darse a la familia. 313 MUJERES Y LITERATURA DEL SIGLO DE ORO NOTA Las ediciones que anteceden en 1). contienen abundante información bibliográfica. Obviamente. se trata de una autora cuya bibliografía esencial requeriría páginas y páginas. lo que no permite el presente trabajo. Por tanto, nos hemos limitado a citar algunas de las obras que faci­ litan el conocimiento de esta escritora, sin menoscabo de otcas muchas que puedan ofrecer asi­ mismo especial interés. 314 "-, • 15 • MARIANA DE SAN JOSÉ (1568-1638) Muy próxima a la Fundadora de la descalzez carmelitana, esta otra reformadora -a la que hemos hecho diversas referencias- cumple una misión semejante al instaurar la Recolección agustiniana268 , fundando. entre otros monasterios de Recoletas, el madrile­ lio de la Encarnación. No quería «dejar rastro» a nivel personal, por lo que mandó que­ mar sus escritos. Afortunadamente, fue desobedecida y sus hijas conservaron los manus­ critos originales durante largos afios. En 1645, gran parte de ellos pasaron a la imprenta insertos en la biografía del Licenciado Luis Mufioz. La influencia de Teresa de Jesús, a quien Mariana conoció muy nifia, fue decisiva para el desarrollo de su vida. La propia asimilación del concepro camino, como vía de perfec­ cionamiento, indica su aproximación al espíritu de la Santa abulense, que emularía en las sucesivas etapas de su obra fundacional. Como sucede generalmente en las autoras místicas, sus escritos son fruto de la expe­ riencia, de lo que podríamos denominar un empirismo espiritual. También escribió un memorial autobiográfico, del que hemos de lamentar la prema­ tura interrupción, en 1611. No obstante, hasta ese momento, resulta una fuente insupe­ rable por su atrayente lectura y riqueza informativa, como puede comprobarse a través de los fragmentos que siguen: Emre las misericordias que nuestro Señor me ha hecho, y una de las mayores, es que fue­ se nieta e hija de padres cristianos; y sus padres de mi madre tanto, que después de ella nacida 268 «Al igual que otras Congregaciones recoletas y descalzas de la época, también la recolección agustinia­ na tradujo sus deseos de una vida más perfecta en una intensificación de la vida contemplativa y en una acen­ tuación de la vida humilde y penitente. También cabe destacar la frecuencia de la comunión, la rigidez de la clausura y la perfecta vida común. Ninguna rdigiosa disfrutaba de exenciones por razón de su cargo. Todas, incluida la priora, se turnaban en d desempefio de los menesteres más humildes.» (PANEDAS, 1978, p. 58). 315 MUJERES Y LITERATURA DEL SIGLO DE ORO [ ... J, por devoción de entrambos, hizo mi ahucio un monasterio adonde puso asu mujer e hija para que allí se criase con otras dos hermanas de su madre [ ... ]. Su padre se hiw clérigo. [ ... ] En fin, se fue criando mi madre en aquel convento, que era de la Orden de la glorio­ sa Santa Clara. Llegó a edad de catorce años, y siendo mi padre de cincuenta y teniendo resolución de no casarse, pasó por aquel lugar y fue a ver a mis tías, que las conocía por su virtud. Tenía mucha mi padre. Salieron todas a verle y sacaron a mi madre, que era muy hermosa y de muchas partes y entendimiento [ .. .]. Habían hecho sus tías muchas oraciones para que nuestro Señor la diese el estado con que más le sirviese. Llamábase María [Maldonado y Camargo] y mi padre Juan [de Manzanedo y Herrera]. [ ... ] Uevó­ la a su tierra, que era natural de Ciudad Rodrigo. adonde estuvo algunos años en los cua­ les se conoció bien la mucha virtud de mi madre [ ... ]. Con ser tan niña y de tanta her­ mosura, eran sus trajes de mujer de mucha edad, y en todo mostraba el entendimiento grande que tenía. [ .. . ] De aquel hogar fueron a Alba de Tormes. Tuvo tres hijas y dos hijos, todos mayores que yo. [ ... ] Crió mi madre a sus cinco hijos con mucho recogimien­ to, y mi padre la ayudaba a enseñarlos a buenos cristianos, que, como he dicho, ambos eran amigos de la virtud y de buenos libros en que los hadan leer. Comunicaba mi madre con la Madre Santa Teresa de Jesús, que en este tiempo fundó el monasterio de aquel lugar, y pienso la trató mucho - según me dijeron sus monjas-, de cuyas oraciones se ayudaba en sus aprietos, en particular en el último parto que tuvo, de que yo nad, y antes pedía muy de veras a la Madre suplicase a nuestro Sefior que fuese para su servicio lo que naciese. Nací el día en que se hace la fiesta de la .. Nieves269 ; y por haber mi madre hecho voto de llamar la primera hija que tuviese Ana, por ser muy devo­ ta desta gloriosa Santa, me pusieron por nombre María Ana. [ ... ] Y con ser hija, se alegra­ ron mucho mis padres; mas esta alegria se trocó presto en tristeza, por la breve muerte de mi madre [ ... ]. Mi padre quedó con gran pena y soledad, aunque con mucha conformidad [ ... ]; y, dererminándose a tomar nuevo modo de vida, se desembarazó de sus hijos [ ... ]. Un hermano, el menor de los dos, y yo quedamos en casa y mi padre se fue a Roma. Dentro de dos años volvió hecho sacerdote. En su compañía nos quedamos los dos [ .. . ]. T éngola yo por muy grande la venida de la Santa Madre Teresa de Jesús a aquel lugar, que pasó por él para ir - según creo-- a la fundación de Segovia. Sería yo de cuatro años [ ... J. Me llevaron a ver a la Santa Madre [ ... J y, diciéndole cuya hija era, le pidieron me echase la bendición [ .. . J. Ahora me espanto cómo, siendo yo tan niña, causó en mí tan­ tas efectos, que parece en oyéndola se le abrió a mi alma una gran ventana por donde le entraba una muy clara luz. [ ... ] Con la muerte de mi padre fue forwso que mi hermano el mayor se casase [ ... J. Acon­ sejáronse mis tías con personas que miraban y deseaban mi bien, y ansí se resolvieron a lIevarme270 [ ••• ]. Lo lloré bien como niña y ciega en desechar tan dichosa suerte como era el salir del mundo y entrar en tan buena compafiía. [ ... J 26~ El 5 de agosto. 270 Al Convento de Agustinas de Ciudad Rodrigo. 316 ESPACIOS CONVENTUALES Comenzaron a enseñarme ~ leer y yo a gustar de aprenderlo. que con los cuida­ dos de mis galas no le había querido tener desto en casa de mi padre. Como fui leyen­ do, me comencé a aficionar a buenos libros [ . .. ]. Los libros en que más me ocupaba eran las Eplstolas d. Sanj"ónimo, las de Santa Catalina de Sena y su Vida, y los libros del Padre Fr. Luis de Granada y el Padre Fr. Pedro de Alcántara. [ ... ] Diome nuestro Señor grandes ansias de ser monja, que antes no tcnla ningún deseo de serlo [ . . .]. Con el libro de la Vida dt Santa Catalina pedí a mi tía que me dejase traer vestidos blan­ cos [ ... ]. Escuvo mi hermana enferma un verano en una pieza adonde había otras de su edad que lo estaban. Para emretenerse, tenían libros de caballerías y O(fOS semejames. A ellas no las hiw dafio [ .. . ], mas yo, como era fácil en todo lo malo, fuelo para mI aquel entre- tenimiento. [ ... ] Mas el Señor que sabía cuál era mi flaqueza en cualquiera ocasión, me libró désta [ ... ]. Tomé devoción con los santos que antes de serlo hablan sido pecadores [ ... ]. Los dese­ os de ser monja comenzaron a ser mayores, y ansí comencé a suplicar al Sefior me los cumpliese ( ... ]. Envi6 mi hermano recaudo para que me diesen el hábito, si no queda esperar, porque luego no podía ir él por haberse muerto su mujer. [ ... ] Ya habla dlas que me hablan dado el libro del Camino d. Perfección, de la Santa Madre Teresa de Jesús y sus Avisos. Éstos tenIa yo puestos en una parte adonde con faci­ lidad podla leerlos, y procuraba tomarlos de coro para hacer lo que en ellos aconseja esta Santa. Mas como yo era tan ruín , poco me aprovechaba de su santa doctrina. Lue­ go que sali6 cllibro de su Vida, mucho antes que se imprimiese me le llevaron. Creo fue antes que muriese. Ayud6me mucho y conocidamente andaba mejorada cuando le lela [ .. . ]. Estando ya tan cerca de hacer la profesi6n que no faltaban tres semanas, la dio a mi da un dolor de costado de que murió en seis dfas. Fue su muerte como la vida, y sali6 della con tan gran alegria que no podlamos entristecernos las que estábamos con ella. Muy pocas horas antes que muriese , me lIam6 para que la leyese la medi­ taci6n que pone el Padre Fr. Luis de Granada de la gloria de los bienaventurados [ ... ]. Dentro de ocho días me dieron la profesión con mucho consuelo mío yesti­ ma de la misericordia que nuestro Señor me hada en admitirme a tan alto estado. [ ... ] Estando un dla leyendo en el Libro de la Vida de la Santa Madre Teresa de Jesús, lle­ gando a la fundaci6n de Ávila, se me dio a entender (yo no sé cómo, ni quién, ni fue con palabras, mas con gran certeza), entendí que yo también saldría de aquella casa y funda­ ría otras adonde nuestro Señor se servida mucho. [ ... ] En efecto, después de ser Priora en aquel Convento de Ciudad Rodrigo, a propuesta del P. Fr. Agustín Antolínez, se la elige para Fundadora y Priora del Convento de Agus­ tinas Recoletas de Eibar (I 603) , haciendo la profesión como agustin a recoleta el 23 de mayo de 1604. Seguirfan las fundaciones de Medina del Cannpo, Valladolid y Palencia. En 1611, a instancias de la Reina Margarita, esposa de Felipe lll , que se había senrido subyugada por la personalidad de Mariana de San José, abandona Palencia para fundar 317 MUJERES Y LITERATURA DEL SIGLO DE ORO e! Monasterio de la Encarnación, en Madrid27 1 En él exhaló su último suspiro e! 15 de abril de 1638, y en él se conserva incorrupto su cuerpo y vivo su magisterio doctrinal. A través de los escritos se pone de manifiesto un cristocentrismo vivido en profundi­ dad desde e! más pleno convencimiento, alimentado con la inexcusable fuente para las almas selectas de la meditación y contemplación de la Pasión de! Señor. Y si cabe ver en ello la influencia carmeütana; aún se pone más de manifiesto en la simbología y metáfo­ ras de camino, monte y subida, que emergen a lo largo de sus obras, coincidentes con la espiritualidad de! tándem Teresa de Jesús !Juan de la Cruz. TEXTOS (y referencias de otras obras) Para mayor facilidad de! lector, se intercalan referencias de otras obras de Mariana de San José, que corresponden a los distintos apartados. Prosa narrativa ~ Historia ~ Biografia ---7 Memorial autobiográfico LA VIDA DE N. M. FUNDADORA LA MADRE MARIANA DE SAN JOSÉ ESCRITA POR SU MANO f. . .}. [1611]. Hológrafa. Incomplera. 206 hs. (en 16 cuadernillos 4°. - (ARME, Leg. 71) El titulo de este memorial autobiográfico lo hemos tomado de la primera hoja de! manuscrito, donde se añade respecto a los cuadernillos «que fueron los que pudieron hallarse o recogerse en e! estado que tienen [ ... ]». La última fecha de redacción cabe fijar­ la en 1611, puesto que se refiere a la fundación de Palencia con evidente proximidad; si bien se sitúa en «esta fundación de aquí de Madrid». El final inconcluso de! último cua­ dernillo: «[ ... ] todos alababan mucho a nuestro Señor de ver cuan puntll-~) demuestra, sin lugar a dudas, que la M. Mariana había escrito más. La simultaneidad cronológica con el relato se patentiza en los últimos cuadernos. Así, en e! 15.° (antepenúltima hoja) , cierra un párrafo dando la fecha de «hoy miércoles a tre­ ce de mayo de 1609») . Los textos tomados para la biografía, permiten apreciar las ideas claras y fluida expre­ sión de su autora. 271 El beneplácito de Felipe III respecto a la fundación de este Monasterio lo evidencia d que la lleva­ ra a efecto después de muerta su esposa, así como sus contactos con el mismo después de construido en su actual emplazamiento. Pero Felipe IV quizás demuestra aún mayor predilección por la Madre Mariana de San José, por cuanto dicta una «nueva ordenación», que modifica la establecida por su padre, con el fin de «robustecer la autoridad de la Priora, a la que se entrega todo, desde la dección de las monjas que hayan de profesar hasta la dererminación de quién ha de decir las misas y cuándo.,> (CORRAL, 1977. pp. 205-206) . 318 -1 " • ESPACIOS CONVENTUALES [DIARIO ESPIRITUAL]. 1608-1620. M~s. autógrafo, 70 hs. - (ARME, Leg. 71) Se conservan 16 cuadernillos manuscritos «sobre cosas de su espíritu y frutos de la oracióm" copiados en parte por el Confesor P. Jerónimo Pérez. De tamaño desigual, hay entre unos y otros grandes interrupciones espacio-temporales. Actualmente, el P. Jesús Díez ha comprobado que algunos no son autoría de la Madre Mariana. [COLECCIÓN DE CUENTAS DE CONCIENCIA]. 1605-1622. Mss. hológrafo. 155 hs. 4.° (44 hs. en blanco). - (ARME, Leg. 61) Son 27 escritos independientes, de los cuales sólo veinte están fechados. Se encuen­ tran agrupados bajo el siguiente epígrafe: "Cuadernito de papeles sueltos escritos por N.Y. Fundadora a sus confesores y padres espirituales, todo de su letra, sobre sus cosas inte­ riores y de su espíritu. Los cuales tuvo presentes el autor de su Vida», [Luis Muñoz]. Prosa doctrinal (fundamentalmente ascética) TESTAMENTO ESPIRITUAL. [Circa 1638]. Hológrafo. 9 hs. 4°. - (ARME, Leg. 68) En la portada consta cómo: "Papel de N.Y. Fundadora a sus hijas las Religiosas de este Real Convento, el cual parece escribi6 en los últimos tiempos de su vida o cerca de su fallecimiento». Muy importante, diríase trascendental, es este tratado-guía que deja corno legado a sus hijas, para que sigan «escuchando» las directrices esenciales propias de la consagra­ ción religiosa, cuya meta es Dios. Intentaremos entresacar, en obligada síntesis, las que entendernos corno más reveladoras del espíritu doctrinal de la Fundadora de Agustinas recoletas: 1. [ ... ] y asf,les pido que se animen mucho a ser de verdad fidelfsimas esposas suyas, [de Dios], pues las sacó de los peligros del mundo y las trajo a que sólo traten con Él, que es Rey de reyes y Sefior de señores; que todo 10 demás es aire y vanidad, y sólo nos ha de servir la memoria de los del siglo para lo que Cristo, nuestro bien, nos dijo: que aprendamos de ellos en la solicitud y cuidado con que buscan y pretenden las cosas que tan presto se han de acabar [ ... ]. 2. [ . . . ] ¡Oh, hermanas mías!, corramos sin parar por el camino de la perfección, adonde nos puso el dfa que nos trajo a la religión [ ... ]. 3. [ ... ] y adviertan que una de las entradas más importames para entrar al trato con Dios es la paz y amor con todas, no con nifierfas ni con singularidad con ningu­ na, sino con el modo con que nos lo ensena nuestro gran padre San Agustín en su Regla [ ... ]. 4. [ .. . ] Yel medio más eficaz para alcanzar este bien es ser mansas y humildes de verdad [ ... ]; y con esto tendrán segura esta dicha sobre todas dichas que es el ser su alma la casa y morada de este Sefior nuestro [ ... ]. 5. ¡Ea, pues, hermanas mías! ¿a qué esperamos? Démonos prisa a seguir de verdad y con veras a este Señor que tan to nos ama. No seamos tardas ni groseras comemándo­ nos con medianías en la perfección [ .. .]. 319 ! MUJERES Y LITERATURA DEL SIGLO DE ORO 6. [ ... ] YeI hospedaje con que le hemos de recibir sea una segurísima morada de paz en nuestro corazón, no dejándolo turbar ni inquietar, sabiendo ser sufridas y pacien­ tes para que guardemos con perfección nuestra Regla [ .. . ] . y concluye en el punto 12: ¡Oh, hermanas!, y qué tesoros hay en este dichoso retiro, aunque se muestra muy poco a los tibios en la mortificación, dejándose llevar más de las pasiones e inclinaciones de este miserable cuerpo que se ha de volver en tierra y perdiendo las riquezas que se ate­ soran en el alma para siempre; que, como no la vemos, ni su gran capacidad. desprecia­ mos lo más por lo menos. [ ... ] Y aunque ninguna mortificación, por pequeña que sea, no la dejará este Señor de premiar. no ha de ser esto lo que nos lleve a obrar finalmente en esto, sino su mayor gusto, que es en lo que nos hemos de esmerar y en negarnos siem­ pre en todo lo que no fuere dárselo con la mayor perfección que nos sea posible, que ésta será nuestra verdadera dicha y bienaventuranza. ADVERTENCIAS SOBRE CLAUSURA Y RÉGIMEN CONVENTUAL, QUE LA MADRE MARIANA DE SAN JOSÉ DfO A UN PRELADO QUE SE LAS PIDIÓ. [Sin fecha]. Mss. autógrafo. 4 hs. 4°. - (ARME, Leg. 64) En nota marginal dice: «Papel de advenencias, que pidió un perlado se le diesen para reformación de sus monjas; en religión muy grave y él santo y de grandes panes y nombre». Más que advertencias, lo que la M. Mariana aporta como respuesta es una especie de preceptiva sobre las condiciones fundamentales que ha de reunir un convento de clausu­ ra; ajustándose a las directrices establecidas para sus propios monasterios. CONSEJOS YMÁXIMAS. [1616, 1618; resto sin fecha]. Autógrafos en su mayoría. 82 hs. tamaño desigual. - (ARME, Leg. 66) El contenido queda debidamente rellejado bajo el siguiente epígrafe: «Diferentes pape­ les de devoción, jaculatorias y oraciones, escritos los más de letra de N. Venerable Madre Fundadora; y hay algunos versos sagrados». Valgan como ejemplo: - JHS, M.a, J[osé]. Ama no ser conocida, ni que se tenga cuenta contigo, ni se haga caso de ti. Huye el deseo de la honra y alabanza humana, como a peste y muerte del alma. -La verdadera caridad, aunque ofendida no se enoja, ames ayuda al prójimo yescu­ sa sus fal taso No es verdadero amador el que no se conforma con la volumad del amado. El que no trabaja peleando comra sí mismo, no será coronado; sino vencido y casti­ gado. O RACIONES, JACULATORIAS y ADVERTENCIAS Colección de textos autógrafos, manuscritos e impresos. Predominan las jaculatorias y oraciones, algunas en verso y otras en latín. También en este caso hay que añadir las 320 , t 1 ESPACIOS CONVENTUALES reservas señaladas por el P. Jesús Díez, respecto a su autoría. (Vs. Textos, Poesías místi­ cas, donde se evidencia tal sospecha) Prosa doctrinal alegórico-mística SOBRE EL LIBRO DE LOS CANTARES DE SALOM6N. [circa 1628]. Letra del siglo XVII. 4 hs., 149 ff. (en 19 cuadernillos), 4°. - (ARME, Leg. 69) Lo escribió a instancias del P. Jerónimo Pérez. También cautivó a Mariana de San José esta importantísima fuente de inspiración para el misticismo, aunque al abordarla se sin­ tiera presa de grandes temores con respecto a su interpretació n. Destruyó el original; pero su promotor, que sin duda supo tales intenciones, había sacado copia previamente. Antonia de San José, una de las hijas conventuales que declaró a su muerte - previen­ do la inmediata canonizaci6n- manifiesta en torno a los Cantares: [ ... ] Los cuales vio un gran predicador de su Majesrad, y sospecho que rrasladó par­ te deUo, porque los alabó mucho, y dijo que se quedaba con una parte de la Biblia; y no lo tengo por mucho encarecimiento, porque me parece que el Espíritu Santo, que los dictó a Salomón, le dio la inteligencia y explicación a nuestra sama y sabia Madre, de quien dijo un docto que, si fuera Sumo Pontífice, la canonizara por sólo lo que ha escri­ to de los Cantam [ ... ] (Barbeito, 1987, pp. 50-51) . El comento que hace Mariana de San José comprende los 36 primeros vers!culos del poema, interrumpiéndose en el vers!culo 2 del capítulo 3, lo que ha motivado diversas conjeturas sobre este corte repentino272 , Se destacan los versículos más significativos a efectos de las comparaciones proceden­ tes con Luisa de Carvajal, Teresa de Jesús, Cecilia del Nacimiento y Estefanía de la Encar­ nación: 1. Osculetur me osculo oris sui.m (Cc. 1, 1.2) [Béseme con besos de su boca] Deseando yo hallar palabras eficaces con qué invocar la gracia y auxilio del Espíritu Santo, para acertar a hacer lo que se me ha mandado, me pareció que ningunas encerra­ ban en sí [Odas las partes que me faltan, y de que tengo necesidad, como las que pedía la Esposa en las primeras palabras de los Cantares; porque imagino yo las decía mirando su bajeza, y la nada de donde la había sacado el Señor [ ... ]. Afligida, y con entrafiables ansias se vuelve al Todopoderoso, y al que ve que desea más su bien que ella misma. Desenga­ ñada de que no hay otro remedio, ni ella le puede hallar sin hl , le dice: «Oscuk tur me 272 Remitimos a1 interesante ensayo analítico de Pablo PANEDAS: .D inamismo de la vida espiritua1 ... . (1 978); así como a Luis Mu¡QOZ, Vida ... (1645), que reproduce en el libro V el texto completo. 273 En versión de la Vutga ta, 1, 1 a. Es d texto glosado por Mariana de San José. Vs.: Luisa de Carva­ ja1 (EP, 4): Poes ía, . Romance ... sobre ... oscuktur»; Teresa de Jesús (EC, 14): Meditaciones sobre los Cantares, Cap. I. .. Sobre el bésame •. 321 MUJERES Y LITERATURA DEL SIGLO DE ORO osculo ons sui». No hay, Sefior, Otro camino, ni puede haberle, para que yo os ame y si r­ va, sino que vos me toquéis y deis vuestra divina paz. Pues venga este toque, que si el Señor nos le da, acertar se ha a decir 10 que da a sentir y gozar cuando concede este favor que pide la Esposa. que, como bien cursada en la divina escuela, supo pedir muy aven­ tajadas mercedes; y se las harán [ ... ). Y pienso yo, no sé si me engaño. que una de las almas que mejor entendió el misterio de estas palabras fue la gloriosa Magdalena. cuyas ansias de llegarse al Señor debían de tener atravesado su corazón con saetas encendidas, y. viéndose tan flaca para seguirle. tan asida a la bajeza de sus flaquezas, tan avergonzada de sus caídas, no sabría qué remedio tomar, hasta que se le dio luz de que le había de venir la virtud y fortaleza del mismo Sefior a quien tenía ofendido; y ansí diría con gran­ de confianza: «Ea, Sefior, que para mis males y para que yo viva no hay medicina más fuerte y saludable que oscuktur m~ osculo oris su; [ ... ]». Ansi como cuando nacen los lroncillos y salen de las entrafias de su madre muertos27 ", y con los bramidos y aliento della cobran vida, ansí el remedio para que un alma cobre vida de nueva gracia, es menester que este Sefior, que en el amor es más que madre y de quien renacimos tan a costa de sus trabajos y dolores, que con su aliento encendido en el horno de su divino pecho nos toque para que ansí alcancemos esta vida segura, que es la que pide la Esposa cuando dice: oscuktur me osculo orn sui. [ ... ] y quiere que ambos se junten; de manera que, dejando ella su espíritu en poder del Esposo, la dé el suyo, para que pueda decir: «Vivo, autnn iam non ~o; vivit vera in me Christus» (Gálatas, 2.20); y en decir que esta merced se la haga con el osculo oris sui, pide extremadamente; porque si alcanza que cuando abra Cristo nuestro bien su boca sea para hacerla mercedes, recibirálas muy grandes, y será él su Maestro; y con sus pala­ bras y doctrina saldrá tan bien ensefiada que pueda reinar de sus pasiones y ser señora cleHas, que es la mayor ciencia de codas. [ ... J. 24. IntToduxit me rex in cellam vinariam; ordinavit in m~ char;tatnn (Ct 2, 4) . [Me inrrodujo el rey en la bodega; y ordenó en mí la caridadJ Pues del asiento y sombra es llevada ella a otro lugar más interior y secreto; mas no se va ella; porque estas subidas no las puede ella hacer por sí sola, ni con cualquiera favor, ni menos que por la mano del mismo Señor, que la estaba haciendo sombra y haciéndo­ sele como pabellón, para que de espacio o de asiento estuviese retirada de todo y en silen­ cio, para que sin ningún impedimento pudiese ser llevada a este aposento del vino exce­ lentísimo. Y este aposento dijera yo que era Cristo Señor nuestro, como ya creo queda dicho en otra parte del primer capítulo, a donde están todos los depósitos de los tesoros del Padre y del Espíritu Santo y de la sabiduría infinita deste mismo Verbo encarnado; sin el cual hay nada bueno que de verdad lo sea. Pues digo que, como la Esposa estaba tan bien dispuesta y amparada con la sombra y vecindad tan cercana de este Señor mis­ mo, que se dignó de llegarla a tan alta disposición, Él mismo, como si la (Qmara de la mano, la entró en este aposento del vino, que es un salir de lo imaginario a lo esencial o 27" Obsérvese cómo cl lenguaje místico de Mariana de San José también ofrece imágenes de gran beUeza. 322 ESPACIOS CONVENTUALES intelectual, que son los lenguajes de que he deseado huir por el encogimiento que me hace hablar de cosas que tan mal puedo entender. Mas, paréceme es aqur a donde le suce­ de al alma 10 que digo, así como en otros muchos lugares, de escos Cantares; y si las mer­ cedes son grandes, ésta es de las mayores, y rodas las que se dan a entender en ellos son ya de almas que han salido no s6lo de principios, sino que han ya entrado - como dicen- en mayores. ¡Bendito sea! el que, siendo Dios de infinita maj estad. es tal que también desea infinitamente comunicársenos; que si así no fuera, ¿cómo se había de dig­ nar de mirarnos, ni de levantar a una esclava ingrata y grosera a tan dichoso estado como es de Esposa y amiga suya; y no sólo esto, sino de hacula una COJa comigo, siendo ambos de una volunrad, y que ya con esta junul75 queda la criatura hecha un Dios por partici­ pación y un espejo en que se vea el verdadero Dios [ ... ]? [ ... ] Y aunque comencé a decir una manera de sentido en el nombre de bodega, diré, porque no me olvide de lo que ahora se me ha ofrecido, y digo, que me parece es este aposento a donde dice la Esposa que la entró el Rey, la divina Escrimra, en la cual están encerrados tanta infinidad de tesoros y misterios, que podemos decir son el cau­ dal de Dios. Y así hace con esta Esposa suya 10 que suelen hacer los labradores ricos en las tierras que hay abundancia de buenos vinos, que, cuando quieren hacer grande aga­ sajo a algún huésped, le llevan a mostrar las bodegas adonde tienen la mayor parte de su hacienda, o toda. Así aquí el Espíritu Santo quiere mostrar a esta su querida y rega­ lada Esposa su caudal y tesoros divinos, y entrarla en el aposento de ellos, y muéstra­ la sus misterios, sus promesas - o dáselas a gustar- para que vea que no la engaña. como si dijéramos, y enséñala el espíritu de su ley santa y las verdades de la Fe. y no sólo esto, mas gradúala en letras, sin haberlas aprendido, y éntrala en lo fino de la San­ ta Escritura, por no decir Teología, que en esta bodega la aprendieron los Santos. Y de aquí nace que una mujer ignorante suele quedar tan ilustrada, que en muchos años de escuelas no supieran lo que nuestro Señor les enseña en una hora. Y he visto yo almas que antes de recibir estas mercedes no entendían palabra de Latín, y enseñársele nues­ tro Señor27G [ ••• ], y el sentido tan verdadero como de tal Maes tro [ ... ] . Yen particular conocí un alma muy pura, que no sabía leer, y cada mañana en la oración la revelaba y enseñaba nuestro Señor el Evangelio que aquel día se había de decir en la Misa; y después de haber tenido o ración sobre él, le daba nuestro Señor muchas doctrinas y sentidos muy espirituales de algunas de las palabras de aquellos Evangelios; y era tan cándida la persona a quien su Majestad hada es ta merced, que de ninguna manera pude dudar de ella; y gustaba muchas veces de la fuerza de los vinos de esta bodega de la Escritura Santa. [ ... ] Mas, dejando este sent ido. o medio para gustar de los vinos que hay en este aposen­ to , vuelvo a lo que comencé a decir, que era entrar en los gustos o deleites sabrosos sobre todo sabor que se comunican al alma cuando se une con su Dios. [ ... ] m Vs. en N. 3 15, Declaración de San Juan de la Cruz sobre el verso "En la interior bodega». 276 Se refiere a sí misma. 323 MUJERES Y LITERATURA DEL SIGLO DE ORO Pues dice esta esposa que la entró el Rey en la bodega del vino y que ordenó en ella la caridad. Hasta aquí también ordenaba la caridad; mas no en la manera que ahora; por­ que eran unas noticias e inteligencias lúcidas y de sabiduría y luz; mas no eran deleita­ bles ni tan entregativas de amor, como las que en esta bodega se le dan a la esposa. Son, como si dijéramos: las primeras. unos relámpagos de luz, cuyo fuego se queda en el aire, quédase muy en el semido; estotro es de condición de rayo, que abrasa tan eficaz y pres­ tamente, que en un punco no quedan sino las cenizas. de las cuales sale una ave fénix que nació en aquella mucrcc que de 51 hiw en Dios cuando obró este introduxit m~. que fue sacalla de sf y entrarla en Dios [ ... ] 36. Dilectus meus mihi et ego iOi qui pascitur inter lilía [. .. } (Ct. 2, 16)277 [Mi Amado es para mí y yo para él, que pastorea entre azucenas] ¡Oh. Señor míol . y qué grandezas tenéis encerradas en estas palabras de este capítu­ lo; y en particular en algunos versos hasta llegar al fin de él. Pues éstas, aunque breves, ciñen mucho; porque por eUas confiesa que ya no está para más de ser roda del Amado; y que Él es toda su dilección. Digámoslo asf: Él es todos mis amores; y esta palabra Dilec­ tus mms es tal, y tan misteriosa y regalada, que me parece imposible darle verdadera expli­ cación; y así, no he visto ninguna que me parezca que 10 declara del todo; porque es una cifra de todos los deleites y primores de amor; yes una junta de finezas de amor tan sua­ ve y delgada, que no es mucho que no se halle declaración. Y asf, por no alargarse la Espo­ sa en mostrar el estado en que la tenía el amor, lo dijo en estas solas palabras: «Mi Ama­ do para mí y yo para t.1»; como si dijera: Él y yo nos entendemos, nos pagamos, nos gozamos y nos deleitamos; como quien ha topado con su semejante. Mas, ¿quién la hiw semejante al Esposo? Él mismo es el que la asemejó a sí con su gracia, con sus dones, con sus favores y finezas. Al fin, como quien se desposó con ella en Fe, que es una impresión que hizo en ella de que ambos viviesen, guardándose el uno para el otro con toda fideli­ dad y cuidado. Y ella aquí lo ve y lo conoce y agradece; y a este agradecimiento y a estas correspondencias tan fieles llama aquí la esposa azucenas, entre las cuales dice que se apa­ cienta el Esposo [ ... ]. Poesías místicas. Son e n total 23 poesfas .'78 Luisa de Carvajal es la verdadera autora de la «oración»incluida en tercer lugar, otro ejemplo de atribución errónea. En este caso. la encontramos entre la devota colección de la M. Mariana por amistad y coincidencia de anhelos espirituales: 2n Véase Cecilia del Nacimiento: Exposición del pasaje del Cantar tÚ los Cantares ",Dilectus mros mihi et ego illill y Estefanía de la Encarnación: 7i1berndculo mlstico. Discurso cuarto, Cap. 1, ( ... ]en que la esposa dice: ¡(mi Amado para nú y yo para mi Amado». Vs. tb. Teresa de Jesús, Poesías: Sobre aquellas palAbras ",Dilec­ tus meus mihill . 27H Ys. Comqos y Máximas y Oracionn, jaculatorias ... (Legs. 66·67). EGUlARTE (2004) ofrece un estu· dio míscico-Iiterario sobre estas poesías, altamente especializado y de gran belleza. 324 • ESPACIOS CONVENTUALES Oración para andar en úz presencia tÚ nuestro Señor. , Mi Dios, no hallo consuelo, aunque esté y ande entre gente. si no te traigo presente como en un portátil cielo , donde mis armas te ofrezco y sin ti no sé quictarme. Privarme de ti es matarme, y cuando en ti por ti vivo y doy y tomo y recibo, en ti y por ti ,é gozarme. (V, . Eguiarte, 2004, pp. 19-22) Oración para avivar los deseos tk ver a Dios. De ti , fuente de agua viva, padece mi alma gran sed, y el gozo desta merced tiene su finca allá arriba. Dame, mi Dios, que reciba nuevas de ti con frecuencia, mientras que dura la ausencia de aqueste destierro amargo, y la muer~e alce su embargo y vuelo a gozar tu esencia. (V, . Eguiarte, 2004, pp. 25-30) ]HS, M.", J{oséJ (,in título). Dulcísima gloria mía, id la fuerza acrecentando, que se consumen amando cuantas el alma tenía. Aquesa profundidad de sumo merecimiento anegó mi entendimiento y absorbió la voluntad . y cuando vine a llegar al punto más levantado , vi que am or m e había faltado para em pezaros a amar. Cual fénix desfallecida del amoroso accidente, deshecha en su llama ardiente , de nuevo espero la vida.» (V,. Eguiarte, 2004, pp. 50-53) 325 , ' , .. MUJERES Y LITERATURA DEL SIGLO DE ORO Cartas Las, aproximadamente, 160 cartas localizadas de Mariana de San José constituyen otra importante fuente de conocimiento respecto a su personalidad y a la intrahistoria que vierten las valiosas referencias propias de este tipo de documentación. No sin pena, posponemos una valoración aproximativa para otro trabajo in mente. Ciento cincuenta y cuatro de las cartas recopiladas se encuentran en el ARME, lego 65 . BIBLIOGRAFíA 1. Obras de la autora a) Manuscritos: LA VIDA DE N. M. FUNDADORA LA MADRE MARIANA DE SAN JOSÉ ESCRITA POR SU MANO. [1611]; SOBRE EL LIBRO DE LOS CANTARES DE SALOMÓN. [circa 1628]; TESTAMENTO ESPI­ RITUAL. [circa 1638]; y otros. - Vs. descripciones dentro de los Textos. (Vs. tb. 3) b) Impresos: AUTOBIOGRAFfA y ESCRITOS. León, Federación de Agustinas Recoletas, 1993. CONSEJOS y MAxIMAS. (En Pablo PANEDAS, Recol/ectio, 7 (1984), pp. 281-311. SOBRE EL LIBRO DE LOS CANTARES DE SALOMÓN. (Vs. Fuentes: Panedas, "Dinamismo ... », 1978). TESTAMENTO ESPlRITUAL DE LA MADRE MARIANA DE SAN JOSÉ. (En ibídem, Recol/ectio, 6 (1983), pp. 177-185. MuNOZ, Luis: Vida, 1645. (Gran parre de las obras se encuentran en esta biografía (Vid. 2». 2. Fuentes BARBEITO CARNEIRO, M . a Isabel: "Etopeya de la Madre Mariana de San José, una mujer carismárica», Recol/ectio, 10 (1987) , pp. 45-95. -. Mujeres del Madrid barroco, ¡ 992. CALVO, Teodoro: Cronología biográfica y espiritual de la M Mariana de S. jasé. [Madrid], [s.i. ], 1985. CORRAL, José del: "Felipe IV y el Real Monasrerio de la Encarnación», A.I.E.M., XIV (1977) , pp. 203-240. DIEZ, Jesús: Mariana de San jasé. Fundadora de las Agustinas Recoletas. Madrid, Federa­ ción de Agustinas Recoletas, 1996. EGUlARTE BENDIMEZ, Enrique A.: ,,"Tan dentro del mismo centro". La poérica espiri­ tual de la Madre Mariana de San José>, Mayéutica, 69 (2004), pp. 5-96. 326 ESPACIOS CONVENTUALES MUÑOZ, Luis: VuIa de la Venerable M Mariana de S. Joseph, Fundadora de la Recolección I de las Monjas Augustinas r . .} hallada en vnos papeles escritos de su mano r . .]. Madrid, Imprenta Real, 1645. PANEDAS, Pablo: «Dinamismo de la vida espiritual, según la doctrina de la Madre Maria­ na de San José., Recollectio, 1 (1978), pp. 56-113. - Cualquiera de las ediciones debidas a este autor, contiene importantes análisis. SANCHEZ, Leticia. Esta autora publicará en breve una biografía sobre Mariana de San José. REPS.: BARBEITO, 11. 3. Información bibliográfica, complementaria de los aps. 1-2 - En meritoria labor realizada por el P. Teodoro CALVO junto con la COMUNIDAD DEL REAL MONASTERIO DE LA ENCARNACION, de Madrid, se ha reunido el grueso de documentación relativa a su Madre Fundadora, en siete volúmenes, como sigue: 1) Testimonios (sobre la Madre Mariana de San José). 2 vols. Madrid, ARME, 1981. (El tomo 1 se compone de dos volúmenes: uno contiene las transcripciones; y . , el otro, fotocopias de los originales). I1) Escritos intimos. Ibídem. (Legs. 61-68). (Transcripciones y originales también en dos vols. del tomo I1, según se indica para el tomo 1) I1I) Escritos místicos y autobiogrdjicos. Ibídem, 1980-81. (Legs. 69-73) IV) Escritos impresos. r . .} (Fotocopias). 1 vol. Madrid, ARME, 1980-81. 327 · ~. j ' , I , '1 l , -: -, I ". .. 16 .. ANÓNIMA. CARMELITA DEL CONVENTO DE SANTA ANA, DE MADRID ((? ~ 1640 ---7 (?) Sin haber conseguido localizar a esta carmelita de Santa Ana, ponemos el año 1640 entre interrogantes, porque si bien Beatriz de Jesús, con la que convivió, muere en 1639, la biografía fue escrita en la década de los años cuarenta, efectuados ya algunos cambios en el enterramiento; y. obviamente. ni sabemos cuántos tenía la autora, ni los que sobre­ viviría. Otra incógnita causada por el fuego destructor, que se llevó consigo el Archivo de la primera fundación madrileña de Carmelitas descalzas, realizada tras la muerte de Teresa de Jesús. TEXTOS Prosa narrativa ---7 Historia ---7 Biografia: RELA CIÓN DE LA VIDA DE NUESTRA VENERABLE MADRE BEATRIZ DE JESÚS, sobrina de nuestra Madre Santa Teresa, que murió en este convento de Carmelitas descalzas de San­ taAna, de Madrid. Manuscrito autógrafo, [s/f.] . 20 hs. - (BNM, Mss. 8.693, fols. 458r-477r.) Hemos seleccionado esta biograf1a. como muestra de una práctica habitual en los con­ ventos, al morir las religiosas sobresalientes por alguna razón. Quizás para ejercitar la humildad, casi todos estos escritos - lo mismo que las cr6nicas-, se redactan bajo ano­ nimato. No obstante haber sido elaborada sin pretensiones literarias, o precisamente por ello, admira cómo su autora maneja el lenguaje con tal naturalidad y lozanía, en un cas­ tellano tan puro que mantiene su vigencia comunicativa por encima de algunas de las más afamadas plumas barrocas. Si de una parte nos acerca a la atractiva personalidad de Beatriz, singular descendiente de la Fundadora abulense, también nos aproxima a esta última, remedando su gracejo, afectividad y astucia sutil: 329 MUJ ERES Y LITERATURA DEL SIGLO DE ORO Fue doña Beatriz de Ovalle, hija legítima de Juan de Ovalle Godínez y de doña Jua­ na de Ahumada, hermana de nuestra Madre Santa Teresa de Jesús y a quien quiso mucho por su amable condición y haberla criado en su celda desde muy nifia, que faltaron sus padres y por quedar sola la llevó consigo la misma Santa. Escribiendo a su hermano Lorenzo de Cepeda, que estaba en Indias, le dice estas palabras, hablando de ella, saca­ das del original: - Digo a vuestra merced que ha salido dafia Juana una mujer muy honrada, y de tanto valor que es para alabar a Dios, y un alma de un ángel. Yo salí la más rum de todos, y a quien vuestras mercedes no habían de conocer por hermana. Según soy. no sé como me quieren tamo; digo esto con toda verdad. Casó nuestra Madre Santa Teresa a su hermana con Juan de Ovalle Godínez, caba­ llero de los principales y más nobles de Salamanca. Cuando mozo, sitvió al Empetador Carlos V en la guerra. Algunos años después. desengafiado. se retiró a su casa y se casó. Tenía unas casas en Alba -y así se fueron luego a vivir allf- y hacienda de campo en una aldea cerca que se llamaba [Gal.induste], donde los inviernos pasaban. Tuvo cinco hijos, dos varones: Don Gonzalo, que fue a quien siendo niño mató la tapia que se cayó cuando se labra­ ba el primer convenco de Carmelitas descalzas de Ávila y nuestro Señor le resucitó por las oraciones de nuestra Santa Madre, a quien él decía después cuando mayor: «Pues vues­ era merced me sacó del cielo, pida a Dios que me salve»; y nuestra Santa a él: «¡Dado le han con que era mueno!». Vivió poco. A los veime y siete años se le llevó nuestro Señor con muchas muestras de su salvación. El otro hijo de Juan de Ovalle se llamó José. Murió pequeño en los btazos de nues­ era Santa Madre. que en un arrobamiento vio los muchos ángeles que venían por su alma; y volviendo de él, dijo a su madre: «¡Oh, válame Dios. hermana, y qué de ángeles vienen a acompañar las almas de estos niños cuando mueren!» Las tres hijas: la una se llamó Constanza; la segunda, Leonor; la tercera fue nuestra Venerable madre Beatriz de Jesús. Pusiéronla este nombre. porque nuestra Madre Santa Teresa, cuando supo que su hermana tenía una hija más, le escribió se holgaba mucho que lo fuese y que la llamasen Beatriz, como su madre de la misma Sama. De sus padres no fue tan bien recibida, que como venía después de otras dos -aunque murieron muy nifias-les pareció muy fea, y la dieron a criar fuera de casa, aunque en el mismo lugar. A tres o cuatro días de haber nacido, antes que la sacasen de casa, sintió su madre un que­ jido pequeño y, dándole cuidado, llamó; y respondiendo su hijo don Gonzalo diciendo: «Yo escoy dando de almorzar a la niña de unas pasas», que a él le habían dado y. acudien­ do las criadas , hallaron la criacura tan llena de pasas la boca que se ahogaba; y nuestra Venerable Madre solia decir que de esto debió de quedar amiga de pasas, porque aunque fuesen muy malas las comía. Pasados algunos meses, fue su padre a verla en casa de la ama que la criaba, yespan­ tósc cuando vio a su hija tan linda; y si no fuera por una señal que tenía, no la conocie­ ra. Determinó llevarla a su casa, y dijo a su mujer cómo trafa a criar a su hija a ella, por­ que la había cobrado tanto amor que no tenfa ánimo para que estuviese fuera de ella. A los once meses, cayó mala la ama y no hubo remedio quisiese tomar el pecho de otra; y 330 • ESPACIOS CONVENTUALES así, la hubieron de destetar y sólo comía mazapanes, y para que se pudiese sustentar, le I echaban en ellos un poco de gallina. y viose de tanta gracia, que era muy amable, y tenia tanta vanidad en los primeros años que. llevándola su madre siendo de tres a cuatro a un convento de monjas benitas, donde tenía dos hermanas de su padre allí en Alba, y quedándose con ellas por algunos meses, en todo estaba muy hallada279 , sólo que no la traeascn con mucha cortesía no podía sufrir, porque, diciéndola un día una religiosa para llamarla ((Ahumaclita», respondió: «¡Dofia Beatriz de Ahumada, noramala280!» Y por verla enojada, no la llamaban señora. y con la razón y la virtud se acabó este vicio. tanto, que toda su vida fue humildísima. Llegó el tiempo en que nuestra Madre Santa Teresa trató hacer el Monasterio de San José, y por el secreto hiw venir a su hermana y cuñado a Ávila, para que en nombre suyo se labrase. Estimaba tanto Juan de Ovalle a la Santa que luego llevó toda su casa, donde con disimulación caminaba la obra, asistiendo nuestra Santa Madre como se dice en su Vida; y no sólo este convento debe a Juan de Ovalle, sino todos, porque ayudó muchoj y aunque estuviese nuestra Santa Madre en otro lugar, en enviándole a llamar, si las car­ tas recibía en la calle, antes de volver a su casa dejaba concertadas las mulas; y aunque su mujer le quisiese detener por si no hada buen ciempo para caminar, él no había de fal­ tar a lo que nuestra Madre Santa ordenaba; y cuando era menester llevar monjas de unos conventos a otros, él acudía a todo sin perdonar trabajo ninguno. [ ... ] [Nuestra Santa Madre] quería mucho a su sobrina, y como la miraba para columna de la religión, procuraba no se hiciese flacaj y asi encargaba que no la dejasen ayunar en los ciernos afios, porque quita el crecer y se destruye el estómago y la salud. Doña Bea­ triz abrazaba muy bien esto, porque era muy dama y no tenia pensamientos de monja. Muy blanca y rubia, muy buenas manos y cuerpo airoso, ojos azules y muy buenos; entendida y amiga de música, y tañía muy bien una vihuela. Tenía muchos [instrumen­ toS]28] y escondíalos de su padre. Un dIa acertó a emrar en su aposento y hallóla con tan­ tos instrumentos que le dijo: «Parece, Beatriz, que has recogido los despojos de la guerra de Portugal». Ella 10 sintió, porque su padre era tan celoso que de cualquier ocasión la tomaba para encargar a su madre que no la consintiese ningún divertimiento; y, entran­ do un día a visitar a doña Juana de Ahumada Don Diego Brochero, caballero del hábi­ to de San Juan que vino a ser Gran Prior, fue tan aprisa que no pudo retirarse dona Bea­ triz. Fue la visita larga, porque él venia de Malta y púsose a comar sucesos de allá. Acaso levantó los ojos dofia Beatriz, su padre lo echó de ver. Después de ida la visita, no acaba­ ba de reñir el haberse quedado su hija en ella. [ ... ] Caminando una va nuestra Madre Santa Teresa [ ... ], empezó a decir la Santa de cuán­ to lo era su madre; y volviéndose a doña Juana le dijo: «Vos no la conodsteis, era muy hermosa, y cuando se casó hubo grandes fi estas en Ávila, y máscaras y torneo. Beatriz se 279 En COBARRUVIAS: «Estar hallado, estar el extrafio do mesticado y contento». 280 Por «¡en hora mala!», expresión muy usada entonces. (Vid. Diccionario tÚ Autoridades). 281 Seguramente por descuido se produce esta especie de zeugma anticipativo, que suplimos con la pala­ bra entre corchetes. 331 MUJERES Y LITERATURA DEL SIGLO DE ORO le parece; y volviendo a ella: «No penséis por eso que sois hermosa, que negros negros hay que se parecen a blancos», Siempre la mostraba mucho amor. Viniendo otra va a Salamanca. y con la misma compafiía de su hermana y sobrina, en el mismo coche había sacado la Condesa de Mon­ terrey licencia para que la Santa la visitase, que estaba mala con tabardi llo; y con esto mejoró. Apeóse nuestra Madre santa y subió sola. Después, cuando bajó, dijo: «Beatriz, pásate a otco lado, porque he tenido las manos de la condesa, y no quiero se te pegue el mal, que eres moza)); y en llegando al convento, dijo: «No me despido de Beatriza» (que así la llamaba); dejando de abrazarla y besarla en la frente, como solía, por la misma cau­ sa. [ ... J En acabando el Convento de San José, para lo que habían venido su hermana y cuna­ do de nuestra Madre Santa Teresa, se volvieron a Alba; y los inviernos pasaban en aque­ lla aldea donde tenían hacienda, lo cual goza hoy e! convento de Carmelitas descalzas de Alba, por haber tomado e! hábito y profesado allí nuestra venerable Madre Beatriz de Jesús [ ... J. Había un caballero en Alba de más principales de Salamanca, casado, sin hijos. con quien tenía mucha amistad Juan de Ovalle y su hijo, de suerte que sus entretenimientos tenían siempre juntos. Si iban a caza o picar caballos, eran juntos; y los deudos de una y otra parte tenían la misma amistad. Incitó el demonio a la mujer de este caballero a tener tan rabiosos celos de dofia Beatriz, que no pudiendo disimularlos dio a entender su pena; y fue público, tanto, que los deudos de ella misma la quisieron matar, porque ponía en duda el recato de dofia Beatriz. [ ... J Súpolo nuestra Madre Santa Teresa y díjola: «Beatriza, aún no habéis nacido y ya tenéis trabajos, ¡buen camino lleváis para el cielob). Deseaba la Santa sacarla de con sus padres, pareciéndole que el amor que les tenía la detenía para ser monja; y así deda la Santa a las religiosas: ¡¡Como yo aparte a Beatriz de sus padres, de su condición dócil y apacible me persuado a que será monja; pero a ella no le decía nada, porque conocía el aborrecimiento que tenía al estado, pareciéndole que era vida triste; y así decía que le admiraba cómo las monjas se reían; y cuando entraba en el convento, no por gusto sino por cumplir con su tía, se le hacía muy largo el día. Cuando nuestra Madre Santa Teresa había de ir a Burgos, a la fundación de! conven­ to que allí hay, le dijo a su sobrina: ¡Na, Beatriz, sois mujer, ¿a qué os inclináis?». Ella res­ pondió: ¡¡Sefiora, a ser monja)) . Y decía cuando lo refería: ¡¡Mentí, porque no tenía tal pensamiento». [ ... ] Como la Santa vio que este medio no le valía para apartarla de sus padres, inten­ tó otro; y fue que quedase en casa de un [tíoF82 suyo casado y sin hijos. También a esto tenía dificultad dofia Beatriz, y daba por escusa no tener vestidos; y nuestra Santa Madre le dijo: ({Bien vestida os veo yo, y las doncellas en este lugar usan vestido de raso y no más, y vos le tenéis de terciopelado [ ... ])). Quedóse con los tíos, y hallóse muy bien, por- Dice «primo», pero parece tratarse de un lapsus, por ouas referencias que siguen. 332 ESPACIOS CONVENTUALES que la mujer era moza; y alentado y a porfía se componían y engalanaban. Las tardes pasaban jugando a los naipes. Aquí estuvo un afio, y toda su vida le lloró por mal gasta­ do. [ ... ] Cuando nuestra Madre Santa Teresa volvió de Burgos llevaba imención de pasar a Ávila, a dar allí la profesión a la hermana Teresa de Jesús, su sobrina, que la había lleva­ do consigo. Era hija de Lorenzo de Cepeda, hermano de la Santa. Apreróle el mal en Alba, y de allí la llevó nuestro Sefior a dar el premio de lo que por su annor había traba­ jado. Uegó la nueva a Ávila. Sintiéronlo todos; su sobrina, muchísimo. Púsose gran luro, y fueron todos los caballeros de Ávila a darla el pésanne. [ ... ] Dofia Juana de Ahumada llevó a Ávila a la Venerable Madre Ana de San Banolomé, inseparable compafiera de nuestra Sanca Madre y a la hermana Teresa de Jesús, y volvió a Alba con su hija dafia Beatriz, donde no se halló tan bien como en casa de su tIo; pero, como tenía blando natural, presto se ajustó a aquella vida, aunque menos entretenida que la que pasaba en Ávi la. Trataron sus padres algunos casamientos y ninguno llegaba a efectuarse, como la quería nuestro Sefior para esposa suya. Murió entonces la mujer de aquel caballero que había tenido los celos, y temió dofia Beatriz no la quisiesen casar los deudos de una y otra parte, y empezó a desear tener deseos de ser monja descalza. [ ... ] Mas aquí se pondrá su encrada como la misma Venerable Madre la refirió a quien lo escribe [ ... ]. Sigue, en efecto, una relación autobigráfica de Beatriz de Jes{,s (fols. 462r-463v.), tras la cual continúa la biógrafa, hasta el fol. 477, dando cuenta de cómo transcurrió la vida conventual de esta sobrina de Santa Teresa, entre Ocaña, Toledo y Madrid; de la muer­ te, y posterior constatación de su cuerpo incorrupto: [ ... ]. Uegó el tiempo [ ... ] de hacer elección en la casa de Madrid de Carmelitas des­ calzas, y pareció a los perlados traer a la Venerable Madre por priora [ ... ], a que se rin­ dieron con sumo gusto las religiosas, por tener - ya que no podían a nucstra Madre San­ ta Teresa- prenda tan cercana suya y tan parecida en sus virtudes [ ... ]. Hízose la elección a dos de abril del año de 16 15 [ ... ]. Acabó de ser Priora afio de 1636, a quince de junio, [ ... ] y dijo: «¡Ya hemos acabado con los prioratos!». Diciéndole las monjas con sentimien­ to: «No nos diga eso vuestra reverencia», respondió: (>, Boletln de la Real Academia de la Historia, 66, cuaderno 1 (1915), pp. 245-256. BARBEITO, 1. 334 • • 17 • CECILIA DEL NACIMIENTO (1570-1646) No por azar, tanto ella como los otros ocho hermanos destacaron por su espirituali­ dad y dotes artísticas e intelectuales. Consagrados a la vida religiosa, excepto uno, a Fran­ cisco le sorprendió la muerte siendo Obispo de Valladolid, contra su voluntad; a José, como Administrador del Colegio de Santa Isabel, de Madrid; Antonio fue uno de los grandes místicos franciscanos del Recogimiento; Tomás fue el primero de los hermanos en tomar el hábito franciscano; Diego prefirió ser carmelita; Sebastián, que murió a los 25 años, había tomado el hábito franciscano a los 14. Juan, el único hermano seglar, que ejerció la carrera de médico en Sevilla, murió dentto de la mayor pobreza por su abne­ gada caridad. El padre, Antonio Sobrino, era portugués. Además de Bachiller, título de gran sol­ vencia por entonces, estudió Derecho en Salamanca, donde contrajo matrimonio con la salmantina Cecilia Morillas. Más tarde, fue nombrado Secretario de la Universidad de Valladolid. Allí quedó fijada la residencia familiar. Cecilia MoriUas mereció un considerable renombre por su excepcional cultura e inte­ rés por el estudio, que inculcó a los hijos, tomando parte activa en su formación . Ceci­ lia, la menor de los hermanos, evoca: Tenía sosiego, y lo más ordinario me estaba con mi madre y muchas veces oyéndola cosas de la Sagrada Escritura que, como me veía inclinada a ello aún desde muy peque­ fia, me las deda. Hasta que murió, que quedé de once o doce años, me ensef1ó los prin­ cipios de la Gramática y otras obras de manos y cosas de virtud y devoción. (Díaz Cerón, 1970, p. 35) Al quedar huérfana de madre, a pesar de su corta edad, intensificó la dedicación al estudio de la Sagrada Escritura, Filosofía, Retórica y Gramática. Se hace evidente, ade­ más, su conocimiento del Latín . Tras esta reacción, no resulta extraño que las dos únicas mujeres, ella y su hermana, ingresaran en un convento. Lo hicieron el dIa de San Antón Abad (17 de enero) de 1588, en las Carmelitas descalzas de la Concepción , de Vallado- 335 MUJERES Y UTERATURA DEL SIGLO DE ORO lid, bajo los nombres religiosos de María de San Alberto y Cecilia del Nacimiento. Con­ taban, respectivamente, 19 y 17 años aún no cumplidos. De 1601 a 1612, Cecilia se ausenta de Valladolid por exigencia de los Superiores, que consideran conveniente su actuación dentro del Carmelo de Calahorra. Pero al regreso, ya permanecerá en el mismo recinto monástico hasta el tránsito final, que se produce el 7 de abri l de 1646. Su hermana se le había adelantado seis afios. Hoy cuesta comprender que la producción literaria de esta autora --como la de su hermana- permaneciera inédita durante siglos, prácticamente hasta el siglo XIX en que se inicia su divulgación mediante ediciones parciales; y que las Obras Compktas no vie­ ran la luz hasta el xx, presentadas por el jesuita José M . Díaz Cerón (\970). De éste romarnos la siguiente enumeración (resumida), que él denomina «elenco bibliográfico» (pp. 14-18): l. Obras ascético-místicas. 1. Autobiografía'" (extraviada). 2. Ejercicios de mortificación y de oración (extraviado). 3. Tratado de la Unión del alma con Dios. 4. Primer Comentario a las Liras de la Transformación del Alma en Dios. 5. Cuadernito pequeño de Mercedes (extraviado). 6. Primera relación de Mercedes. (*) 7 _ Segundo Comentario a las Liras de la Transformación del Alma en Dios. (*) 8. Exposición del pasaje del Cantar de los Cantares Dikctus meus mihi et ego illi. 9. Exposición del pasaje del Cantar de los Cantares Adjuro vos, filiae [erusa­ km, per capreas servosque camporum ne suscitetis neque evigilare focietis dilec­ tam, donec ipsa vellit. (*) 11. Obras teológicas. \ . Exposición teológica sobre la Inmaculada Concepción de la SantfsimaVir­ gen María. 2. Tratado de los misterios de nuestra Santa Fe (Comentario al Credo). (*) III. Obras históricas. l. Interrogatorio para el proceso de Beatificación del P. Fr. Antonio Sobrino, O.F.M. (*) 2. Relación de la fundación del Convento de Carmelitas Descalzas de Cala­ horra. (*) IV. Epistolario. Diez cartas a sus hermanos María de S. Alberto, Juan Sobrino, Fr. Antonio Sobrino. (*) V. Poesías sagradas y místicas. (*) 2M Fr. MANUEL DE SAN JERÓNIMO, en la Reforma de los Descalzos de Ntra. Senora del Canntn. VI, reproduce algunos fragmentos, entre eUos, el que hemos comado para los apuntes biográficos injciales. 336 : ESPACIOS CONVENTUALES Como eje central de la doctrina ascético-mística, que revelan las obras de Cecilia del Nacimiento, destacan los escritos en ~orno a la Transformaci6n del alma en Dios. Prime­ ramente, compone en liras Canciones de la Uni6n y TransfOrmaci6n del alma en Dios (cir­ ca 1600); más tarde, inducida también por el padre carmelita Tomás de Jesús, escribe en prosa el «Primer comentario» (1603). Otra segunda versión, muy próxima, con el título de Liras de La Transformaci6n del alma en Dios, exigiría un segundo comentario en prosa, al que titula Tratado de la Transformaci6n del Alma en Dios (1631). TEXTOS Prosa narrativa ---7 Historia ---7 BiograSa [AUTOBJOGRAFfA]. (Memorial autobiográfico) Se sabe con certeza que Cecilia del Nacimiento la escribió por obediencia al P. Tomás de Jesús. Lo pone de manifiesto en sus Relaciones de Mercedes, con referencias expresas a cuando la redactó en el Carmelo de Calaborra. Además, Fr. Manuel de San Jerónimo la utilizó para la semblanza biográfica de esta carmelita, transcribiendo algunos párrafos en la Reforma de los Descalzos de Ntra. Señora del Carmen. (VI, libro XXIV, Cap. Il) Del interés que el P. Díaz Cerón puso en localizar esta pieza testimonial, hablan elo­ cuentemente las páginas 23-31 de las Obras completas (1970). Con evidente frustración acaba dándola por perdida, aunque deja un resquicio abierto a la esperanza. Reproducimos algunos fragmentos conservados gracias a Fr. Manuel de San Jeróni­ mo, que tomamos de Díaz Cerón, como ya hicimos para la presentación con referencia a Cecilia Morillas: Desde bien pequeña comenzó el Señor a darme algunas buenas inclinaciones [ ... ] . Consideraba con profundidad cosas de Dios: cómo era Dios, sin principio y sin fin (pare­ ce perdía pie); y otras cosas suyas. También me hada particular sentimiento Cristo en la Cruz [ ... l. (1970, p. 35) Estas consideraciones la llevan a profesar con su hermana en el Carmelo de Descal­ zas de Valladolid, donde experimentaría las tres vías de peregrinaje impuestas a toda alma mística: purgativa, iluminativa y unitivtl85 . Se refiere a las dos primeras en los siguientes términos: Por una parte moría con ansias de Dios y de alcan7.ar aquel que había barruntado, y hallaba tan cerrado el camino que era como romper un muro fuerte. Deseaba ard iend­ simamente ver a Dios, como se puede en esta vida, y veía no me era lícito desear revela- 2SS Vs. definición de las tres vías en N. 55 . 337 MUJERES Y LITERATURA DEL SIGLO DE ORO ción; y así me pareció no tenía otro remedio, sino asentar en la verdad de la Fe y ence­ rrarse el alma a buscar a Dios en sí [ ... J. [ ... ] Miraba todas las cosas con tan gran viveza que parece las penetraba con unos ojos de lince hasta las entrañas. por un modo extrafio, y me hada algunas veces tal fuerza 10 que conocía en ellas de Dios que parecía insufrible. Traía una presencia de Cristo Divi­ no y Humano con mucha gloria, y por un medio general como cuando uno ha dehe­ prendido (sic por deprehendido) una ciencia que no sabía; que se le quedan los princi­ pios generales para siempre. (pp. 38-39) De la última vra, la unitiva, hablan elocuentemente sus obras sobre la transformación. M [ADRjE CECILIA: DE SUS HNOS. Y DE SU HNA . LA M[ADRjE MARIA DE S. ALBERTO. [Memorial biográfico] . 1640. Hológrafo, 12 lE 4°. - (BNM, Mss. 8693, en nwneración moderna: lE 577r-589."6) Díaz Cerón resta importancia a este escrito, al extremo de no incluirlo en el «elenco», por cuanto se trata - a 10.» : «Levantó Dios a San Juan en espíritu [ .. . ]. La Tercera entrada, Anotación cuarta, dos puertas (1 J.a Y 12.» : "Tenía aquella ciudad que San Juan vio que descendía del Cielo [ .. . ]». Tras las Entradas, sigue la FLoresta franciscana de ilustraciones celestes, que se compone de 25 Ilustraciones divididas en dos partes (1 a XVII y XVIII a XXV). Muy al comienzo del segundo tomo, se recogen las siguientes manifestaciones de María Magdalena de la Cruz, explicando cómo se siente inspirada: Al recebir estas iluminaciones, adelántase el Espíritu Santo y previene el armazón, pone el alma en o ración y. estando en el la, viene como en rod o lo que escribo. Yal tomar la pluma, si se ha de escribir como me lo dan, ha de estar el alma en el divino galeón, que es la oración, navegando por el mar de la quietud, sosiego y fe, al aire blando de la segu- 303 Pensemos en la Mish"ca Ciudad tÚ Dios, de María de Jesús de Ágreda (Vs.), perteneciente a la rama de Concepcionistas Descalzas fundadas en Madrid por María de San Pablo, como también lo era la Madre Jerónima de la Asunción, a cuyas empresas misioneras se incorporó María Magdalena de la C ruz. 3001 «El amor» es cómo se designa a sí mismo Fray Antonio de Sam a Mar(a. En primera acepción del ORAE, leemos: «Persona que es causa de algo)!; y en el Diccionario tÚ Autoridad~, a continuación del «que escribe libros)!, dice llamarse cambién as! al que «compone y saca a luz otras obras li(erarias». 355 I I '. MUJ ERES Y LITERATIJRA DEL SIGLO DE ORO cidad; porque si aquí hubiera remordimiento de escrúpulo de la conciencia, no diera su fruto esta ciencia, ni la pluma corriera secretos de Dios en una tan miserable. El tomo segundo consta de 33 Ilustraciones y se divide en dos partes claramente dife­ renciadas: La que puede considerarse primera parte, comprende 26 Ilustraciones, de las cua­ les, la primera y segunda giran en torno a la simbología de las letras de Francisco de Asís, a modo de florilegio en honor de la Virgen; lo mismo la Ilustración tercera, pero relacionándola con Santa Clara. Siguen las Ilustraciones 4.' a 26.', de cuya variedad dan idea los siguientes epígrafes: «De cómo se halló la sierva de Dios en espíritu, en su amiguo Convemo de la Cruz. Tiene Dios con ella regalados coloquios [ ... ]. (4.'); «Pecó el Angel y luego fue condenado, pecó el hombre y luego fue perdonado [ ... ]. (6.'); .Acciones de Cristo desde los doce hasta los treima afios de su edad. [ .. . ]. (9.'); «Del paso de la columna y azotes del Señor, y de la uniformidad que los ministros evangélicos deben tener buscando la gloria de Dios y no la de sus propias religiones305• [ ... ]. (12.'); «De los altos principios de la Franciscana Religión. [ ... ]» (13.'); «Re­ presémase el Misterio de la individua Trinidad [ ... ] (16 .. ); «De un juego divino, cuyo ganar es perder. [ ... ]» (19); «Qué cosa sea Misa celestial en gloria de la Concep­ ción» (26 .. ). Las Ilustraciones 27 .. a 33 .. constituyen la segunda parte, yen ella predomina la sim­ bología de las escalas y escalones para tratar sobre la . altísima contemplación». Así,la Ilustración 27.': «Del primer escalón, que es la aspiración divina, aspirando en el alma ya desasida de toda afición y asimiemillos terrenos [ ... ] •. Y la Ilustración 33: «De los tres últi­ mos escalones: Riqueza, Adoración, Hazimiento de gracias [ .. . ] •. El final de este tomo permite vislumbrar la inquietud de la inrrépida misionera ante las amenazas que se ciernen por aquellas tierras contra los católicos: [. .. ] Cada día entiendo ser el postrero, y con tantos trabajos como se ha escrito la Flo­ resta, que van corriendo ocho años, todos de tormenta en Macao y Manila, y al presen­ te cuidadosa la ciudad de enemigos por mar y tierra, ofreciendo a la Iglesia infames here­ jes que vienen con gran fuerza. La de Dios nos remedie. que nuestros pecados nos tienen tan a puertas que estamos temblando al cautiverio. Y afligida viene la habla del Esposo. diciéndome: Humiliau capita vestra Deo. El león fuerte de la Tribu de Judá vencerá al leopardo. que es la herejía. La voluntad de Dios sea cumplida en nosotros, y la amemos con el hacimiemo de gracias que la aman los del Cielo. El tomo tercero no puede verse cronológicamente co mo el último; por cuanto el segundo se concluyó en 1647 y éste fue redactado entre 164 1 y 1642. Se compone de 18 Ilustraciones. Aflora el anhelo misionero en la Ilustración 5 .. : «En la cual parece se nos da .m Debe emenderse como las distimas órdenes o instituciones cclesiales. 356 ESPACIOS CONVENTUALES a entender por alegorías admirables estar muy cerca ya la conversión del gran Imperio de Japón; y que sólo Dios aguarda a que a fuerza de oración le obliguemos que nos dé deter­ minado por su Iglesia en artículo de fe el Misterio de la Inmaculada Concepción. » Se repite la simbología de letras y cifras, que en el siguiente fragmento de la Ilustración 15.a ofrece además una muestra de entrañable emotividad maternal: [ ... ] Sentí la presencia de la Reina. Hfrome muchos favores, agradeciendo el pensa­ miento y deseos de las flores y ramilletes; y entre otras dulzuras de su gran benignidad. dljome: 4I Hija mía, las cinco letras de mi nombre. cada una de ellas es un paraíso y flo­ resta de los deleites de Dios. [ ... ] En la primera letra, que es M, te traigo un ramillete [ ... ]; te uaigo al Lirio de los Valles [ ... J. Recibe en tus brazos a mi hijo Manuel, niño chiqui­ to. Dale de mamar y, como hacecim de flores, énrrale entre tUS pechos. Aduérrnde, can­ tándole aquellas coplicas que sueles: 4I¡Alamú!, mi Niño, I ¡alamúl, duérmete, I vengan los ángeles I lIévenre .• La 18.a y última Ilustración resulta igualmente representativa a efectos de los símbo­ los utilizados en la plasmación del contenido alegórico-visionario: En diez de este mes de enero de cuarenta y dos, estando en el cuarto de prima noche, me hallé en una t ierra toda arro llada, como que había venido diluvio. Determiné un monte de tierra movedizo, que parece le habían hecho con artificio. Estaba amontona­ da aquella cierra, a modo de cuando juntan mucha para levantar paredes. Era este mon­ te muy largo y estaba en él echada una sierpe, un dragón, un lagarto alagartado el pelle­ jo. TenIa infinitos brazos muy delgados, y las manos grandes meneándolas a compás; la boca entre la frente y la mollera. Colgaban los brazos por aquella parva de tierra hacia abajo, jugándolos. diciendo: «Haz el mundo en dos partes; y yo en medio, como ahora escoy. braceo por codo y estas mis manazas pongo sobre los hijos de los hombres y en los coronados que están en coros. ¿Sabes cómo me llamo? Barrigón, por tener tan gran barri­ ga. La he mecido en esta tierra. Tengo entre otros nombres malignísimos uno, yes que me llamo Melón. Mis pepitas malignísimas son acidia y pereza en las cosas de Dios, sober­ bia, envidia, rencores, enem istades, codicias. venganzas, cegueras, destemplan7..a5, confu­ siones y adulaciones. Mira tú ahora qué melones y melonares harán pepi tas tales». Estan­ do en es ta plática, d{jele yo: «¿Qué haces aJlf?» Respondió: «Soy mandado. Vine a que me vieses tú». Dije: «¿Quién te lo mandó? Respondió: «Un gentilhombre. que por negar­ le la obediencia me arrojó de donde estaba yo. Y si aquel varón poderoso en mando me diera lugar, te habIa de tragar.» Dije: «Si D ios te lo manda y de ello guSta mi Dueño, de muy buena voluntad me dejaré tragar de ci y estaré en tu vientre.» Respondió: «Miren ahora y con qué sale la Sunamitis306 • A ti Y a tu padre confesor qué de buena gana os 306 Sunam, ciudad de Palestina a la que se hacen diversas referencias bíblicas. Aquí, concretamente, entre «los prodigios de E1iseo», se cuenta el de una mujer sunamita que le acondicionó una habitación en su 357 MUJERES Y LITERATURA DEL SIGLO DE ORO estrellara yo cual se andan con su huertecilJo, todo imaginaciones tuyas sin pies ni cabe­ za. Pues yo os juro a los dos que me la habéis de pagar.» A esta palabra hizo como fuer­ za y sacó el pie izquierdo. La pierna era como un hilo y el pie redondo y negro. Alzóle un poco en alro y dijo: ((¿Sabes quién soy? El Pecado Original. y con esta porra plancho los niños. Dayles en la mollera y quedan despachurrados. Salvo la Reina, de quien soy esclavo; que en el primer instante de su ser con su uñica del pie hizo una acción sobre el infierno, y todos los moradores de allá fuimos abollados y en la cabeza un chinchón, una nueva sefial , demás de la que los demonios [eníamos, que de espinazo dimos todos en el Infiernoj pero en la Concepción de Marfa aquel gran trueno de su preservación trabucó aquellas cavernas y dimos nueva caída boca abajo. Herfmonos las frentes y en todas ellas se abrió una boca, y por ella nos entran nuevos fuegos, nuevas penas, nuevos tormentos. Porque la Concepción de María venia con gran imperio, vengando el engafio que la ser­ piente hizo a Eva; por lo cual la candidez de Marfa nos abrió las cabezas e hizo en cada uno de nosotros nueva boca de infierno. Otras obras en la misma línea alegórico-visionaria: FLORES VIRGINALES DEL GUERTO INMACULADO DE MARIA, f. . .] en la defensa que siem­ pre haze al alba hermosa de su pura Concepción la Orden de seraphines franciscana. Obra heroyca y maravillosa, trabajada y dispuesta para que saliesse a luz (Deo volente), por Ntro. Hno. Fr. Antonio de Santa Maria f. . .], de las iluminaciones que del Señor tubo la Venera­ ble M[adrJe Maria Magdalena de la Cruz, que foe una de las santas fondadoras que vinie­ ron de España a estas Islas, y fondaron aquí en Manila yen Macau, de quien foe Confe­ sor el Autor. Letra del siglo XVII. 104 fols. escritos en papel de arroz. - (Madrid, AFIO, 36/31). Lo mismo que hace con la anterior, Fray Antonio de Santa Maria da forma a esta obra, a la V<::l. que afiade diversos comentarios al texto redactado por M.' Magdalena de la Cruz. En ese sentido se considera autor, o coordinador, como ya hemos visto. Grosso modo, la estructura es como sigue: Texto del tratado, que, como se anticipa en el título, gira en torno a la Inmacu­ lada Concepción y a la Orden franciscana, en relación con este Misterio. Se divi­ de en 43 Flores (fE 1-94). Especie de apéndice, compuesto por diversos comen­ tos sobre la temática del Tratado precedente, que parece añadido posteriormente por otro autor-coordinador, quizás el que dio forma y titulo definitivos (ff. 94- 100).- Tabla (fE 101-104). LOORES DE LA VIRGEN SEÑORA NUESTRA, sin pecado original Manuscrito. Letra del siglo XVII , 28 ff. , papel de C hina. - (Madrid, AFIO, 33/31) casa, para que se aJojara en ella cuando le conviniera. dándole además la comida. EJ Profeta la recompensó doblemente: con el nacimiento de un hijo considerado imposible por su esterilidad y - afios más tarde­ con la resurrección del mismo. (Reyes, 1104 , 9-ss). 358 ESPACIOS CONVENTUALES Carece de portada. La primera hoj~ escrira reproduce una carta de Fr. Antonio de San­ ta María a Fr. Buenaventura ¡báñez, fechada en China (Ci-nan-fu), el 12 de marro de 1664, que dice entre otras cosas: Si nuestro Señor fuere servido llevarle con bien a vuestra Reverencia a la presencia de nuestro Reverendísimo; si ya la Floresta Franciscana hubiere llegado a noticia de su Reve­ rendísima y pareciere ser cosa digna de leerse, podrá vuestra Reverencia emregarle este papel [ .. .]. Es fácil observar el entusiasmo de Fr. Antonio con respecto a la Floresta, como atesti­ guan las sugerencias sobre otros tres tomos que cabría añadir a la misma; y que, en su opinión, podrían dedicarse: el 4.° «a la Santa Cmz»; el 5 .. °, «a las cinco llagas de Cristo»; el 6.°, a San Juan Evangelista. (fE 1-8). BIBLIOGRAFíA 1. Obras de la autora Todas ellas manuscritas, se han descrito supra. 2. Fuentes LEJARZA, Pidel de: «Las Clarisas en el Extremo Oriente», AJA., 16 (1966), pp. 42-60. LETONA, Bartolomé de: Perfota religiosa. Puebla de los Ángeles, 1662. QUESADA, Ginés de: Ejemplo de todas las virtudes y vida milagrosa de la V.M. Jer6nima de la Asunci6n, abadesa y fondadora del Convento de Santa Clara de la ciudad de Manila. Madrid, Antonio Marin, 1717, especialmente Caps. XV al XX. REPS.: BARBEITO, 1; CASTRO; SS, I. 359 Óleo de la Inmaculada con indumentaria del siglo XVII, atribuido a Esu­ fonía de la Encarnación, que custodian las Clarisas de Lerma (Burgos) .. 19 .. ESTEFANÍA DE LA ENCARNACIÓN ([1597]-1665) Nace en Madrid hacia 1597, hija de Esteban Gaurre, noble italiano de Borgoña, y de la española María de la Canal, natural de San Martín de Valdeiglesias (Madrid). Como tantas otras monjas paradigmáticas, escribe para el confesor, «por mandado de santa obe­ diencia», un memorial autobiográfico. Altamente sugestivo, desvela la singular persona­ lidad de esta madrileña polifacética. He aquí sus reveladoras confidencias en comprimi­ da selección por razón de espacio, no por falta de interés y atractivo: Vino mi padre a ESpaña por la muerte de un hermano suyo que era el mayorazgo de su casa, y le mataron en Madrid a punaladas. En achaque de averiguar esta muerte, vino huyendo de un casamiento, dejando su casa y deudos y hacienda y nobleza. Acomodó­ se mientras asistía en la Corte, para tolerar los gastos della, en casa de don Benito de Cis­ neros, por camarero suyo, donde mi madre también servía de 10 mismo a su mujer, doña Margarita de Leyton; y allí, conociéndose se aficionaron y trataron de casarse, haciéndo­ le olvidar el amor cosas más aventajadas [ .. . ]; que, aunque mi madre era bien nacida, era pobre [ ... ]. En fin, eran desiguales y juntólos el amor y Dios. [ ... ]. Fui yo la segunda que nací en su casa, que primero había nacido un hijo. Como aca­ bado de tener aquél , mi madre se volviese a hacer preñada, habiéndose casado con poca hacienda y mucha honra que sustentar, sintió mucho el estarlo, y duróle esta melancolía y pesadumbre hasta que me sintió en su vientre con acciones de vida [ .. . ]; pues toda la pena de mi madre [ ... ], en sintiéndome, se le volvió en gozo, y por fatigada que estuviese, en moviéndome en su vientre, se le moderaba la Fatiga. [ ... ] Querida en extremo de mis padres, aunque [ ... 1 aquel extremo de hermosura, que tanto he oído ponderar a los que me cono­ cieron niña, se mitigó y mucho en unas tercianas dobles que tuve muy pequeña [ ... ]. Me acuerdo [ ... ] de lo poco que parecí niña en juguetes, y esto me nacía de natural y de una altivez que siempre tuve de querer parecer más de lo que era [ .. . ]. Fueron mis padres con la Corte a Valladolid, llevándome a mí de cuatro años y medio. Mas, aún de esta edad, mi cuidadosa madre en mi crianza se esmeraba tamo que ya hada labor que podía apro- 361 MUJERES Y LITERATURA DEL SIGLO DE ORO vecharse. Púsome a leer, enseñándome ella misma, aunque tenía maestro, y procuró, como quien en todo solicitaba mi bien, que aprendiese en buenos libros, para que con las pri­ meras letras aprendiese de camino doctrina; y así, entonces, los primeros en que deletreé fueron la vida de San Jacinto y de Santa Catalina. La de la Santa se me quedó más en la memoria y hiw en mí más operación [ ... J. A su imitación, hice de la misma edad que ella --que fue de siete años- voto de castidad [ ... ]. Aprendí también a escribir, que uno y otro sabía de siete años, y hacer punto real, y otras muchas labores [ ... ]. [ ... ] En eso de leer tuve vicio, pues jamás gastaba rato que tuviese desocupado en otra cosa. Esta misma afi­ ción me hada que no topase libro que no le pasase; y así leí de todo, aunque nunca en los de caballería, sí es verdad que debió de ser por no venir a mis manos [ ... ]. En fin, de doce años, poco más o menos, envidioso el diablo de mis buenos deseos, ya que no lo pudiese estar de mis obras, dio traza de derribarlos y divertirme con incli­ narme a comer búcaro; y fue que [ ... ] mi madre, por adornar la sala donde asistía, puso muchos búcaros colgados de una viga que atravesaba [ .. . J. Yo empecé a mirarlos, y como los había visto comer en casa de la Marquesa de la Laguna, donde de cominuo asistía­ mos por servir mi padre al Marqués y ser mi madre muy querida de la Marquesa, dio en parecerme bien y en desear probarlo. Hícelo, y súpome de modo y llevóme tanto aquel olor de tierra que, con el ansia que un vicio debe de engendrar de aquello a que se incli­ na, di en comerlo [ ... ]. Como era tan poco lo que comía, pues no llegó a ser por todo poco más que el tamaño de un real de a ocho, y aún no sé si tanto, esto me hada a ratos entender que no ofendía a Dios; mas podía verlo en haber perdido mi salud tan total­ mente [ ... ]. Pasé, por lo menos a mi parecer, cerca de un año en la intensidad deste tra­ bajo [ ... ]. Ya se sabe que estas tentaciones causan desabrimiento en el alma con el mismo Dios, y tedio, ya mí me engendraban amor [ ... ] . En toda mi niñez se me acuerda de haber estado más recogida, más llegada a Dios [ ... ]. Ofrecióse ocasión de que un marido de una tía llÚa, pintor de los buenos que ha habi­ do en España en materia de retratos -que es la nata de la pintura-, le llamaron fuera de Madrid algunas leguas para la tasación de un retablo; y él mismo pidió a mis padres, por­ que no quedase mi tía sola, tuviesen por bien que yo quedase en su compañía, petición que no se la negaron [ ... ]. Estaba un primo mío dibujando [ ... ] y no podía salir con hacer nada de provecho, porque esto de la pintura ha menester inclinación y él no la tenía. En fin, lle­ guéme a ver lo que hacía y riyéndome (sic) dije: «Mejor lo haré yo,) ; y tomando el lápiz hice un dibujo de Nuestra Señora, tal, que todos los que entendían dello se hacían cruces y no acababan de espantarse, teniendo a milagro cosa semejante [ ... ]; y por el discurso de mi rela­ ción verá vuestra Paternidad cómo fue causa para que yo fuese monja [ .. .]. En fin . como hiciesen tantos espantos deste borrón y me pusiesen en conciencia que no perdiese tal natural en habilidad que para mujer había de ser notable y de provecho. sacándome ejemplos de la Sofonisma (sic)307 y de otra que entonces había muerto cele- 307 Sic, por Sofonisba, retratista italiana en la corte de Felipe 11, auto ra de varios retratos: el del Monarca; de su esposa Isabel de Valois, a cuyo servicio vino a España, etc. Hasta época reciente, fueron 362 ESPACIOS CONVENTUALES bradfsima en toda la Corte, esto me ayudó. y el ser yo de mi natural amiguísima de saber; , y así empecé a dibujar, dándome una lección dello el marido de mi tía, que se llamaba Alonso Páez. No me dio otra, ni yo quise aprenderlo de modo que gastase el tiempo que había de ocupar en mi labor [ .. . ]. Perserveré esta pasión de seis meses [ .. . ), y salí con ello tan bien que al cabo dellos me pusieron a pintar, y desde la primer pincelada que di fue de provecho [ ... l . Ayudómc a que no estuviese aquellos dos años que allí pasé tan recogida y dada a los deseos de la virtud, lo uno, que las ocasiones de entretenimiento eran más -digo de entretenimiento lícito, como era salir al campo, a oír comedias, y otras holguras que mi tío , por darme gusto, hacía fuerza a su mujer que fuese, porque no estuviese triste-, 10 segundo, que como él me quisiese con tan extremada pasión, dio en estar siempre ala­ bando todas mis acciones y a decir que había de ser honra de mi linaje ( ... ], que por mi habilidad había de ser única y famosa; y como se juntaba ver yo la ponderación que todos los que entraban a verme pintar hadan, ya me juzgaba con otra tanta dicha como la 50fo­ nisma, a quien el Emperador Carlos Quinto, por lo mismo, favoreció canto que la hiw dama de la Emperacriz308 ; y como mi natural fuese can a propósito a pensar grandezas, iba siguiendo aquel corriente, no can desbocadamence que no tuviese el resguardo de dejarme en las manos de Dios [ ... ]. Quiso Dios que escando un día en casa de mi madre, que eran los que yo podía, fui­ mos a visitar a doña María de Villena, hija de Enrique de Sosa, Conde de Miranda [ ... ]. Estaba en su compañía doña Beacriz de Villena, su hermana, dama de la Reina doña Mar­ garita, que entonces era, que había salido de Palacio a curarse unas tercianas dobles, y pidió muy apretadamente a mi madre que me dejase con ella lo que estuviese fuera de Palacio, para que la enseñase a dibujar. No se 10 pudo negar mi madre por las obligacio­ nes que tenía [ ... ], y aunque pudiera, no lo hiciera, por parecerle era ocasión de tener entrada en Palacio, que era lo que entonces todos apetecíamos [ ... ]. Estuve pues no sé cuanto tiempo con el ángel de doña Beatriz, cuya apacibilidad más era de monja descal­ za, como después lo fue, que de dama que había de ostentar grandezas, gustando ella mucho de mí. Después murió la Reina, que esté en el cielo, y ella mejoró de sus acha­ ques. Se partió al .fucorial por verse con la Condesa de Lemos, Doña Catalina de Sando­ vaP09, que halla en gloria, con quien tenía tracado su monjío, sin que nosotros supiése­ mos nada; y al despedirse de mi madre, la dijo: «Señora doña María de la Canal, ¿qué me manda vuestra merced? Y mi madre, cuidadosa de mi bien, como si por ahí se nego­ ciara, le respondió: «Que se acuerde vuestra señoría de Estefanfa». «Yo se lo prometo», dijo con mucho afecto, entendiendo hablaban todos en un lenguaje, mas no con un sen- atribuidos a otros pin tores, entre ellos, Sánch C'L Coello. Para más información véase PORQUE RES, 2003 (Fuentes). 308 Como se dice en la nota precedente. fue retratista en la corte de Felipe Il. Precisamente. parece que vino a fupaña, coincidiendo con su (ercer matrimonio. }(J9 Se refiere a doña CataJ ina de Zúfíiga y SandovaJ, hermana del valido D uque de terma y VI Con­ desa de Lemas, por su matrimonio (SE, IX). 363 MUJERES Y LITERATURA DEL SIGLO DE ORO rido, como después se vio, pues mi madre decía que se acordase en Palacio para el aplau­ so del mundo; eUa se acordó en el de Dios para traerme a 101 [ ... ]. La fama de mi habilidad [ ... ] Uegó a Palacio, donde doña Leonor Pimentel, dama de [la] Reina, pidió licencia a la Condesa de Lemos para tenerme dos días dentro de Pala­ cio, para que la copiase un Cristo que no se podía sacar de allá [ .. ,l . Aconteció [ .. . ] que fueron los parientes de Soror Beatriz a su profesión ---digo, vinie­ ron aquí a Lerma- , y yo mientras quedé en Madrid llena de deseos; porque como esta señora se encargó de acordarse de mí, híwlo a su profesión delante de Dios, de suerte que, sin saber yo por donde me hahía venido. me hallé súbitamente mudada y que todos mis pensamientos eran agradar y servir a Dios. Era yo de diez y siete años a diez yocho, r las ansias de ser monja iban cada día creciendo, y el sentimiento de mis padres de lo quisiese ser era muy grande; y así se perdían muchas ocasiones. ( .. . ] Como yo hablase una [arde a la Priora del Convenco de la Encarnación, la madre Mariana de S. José, que­ dó de mí tan aficionada como los demás [ ... J, y empezó con el confesor suyo, que era el Doccor Gerónimo Pérez., a dar [razas de recibirme en su casa. [ ... ] Como los Duques de Lerma y Uceda mandaban emonees el mundo, y emrambos estaban gustosos de mi veni­ da [ .. . ], yo me quedé para Lerma con harto disgusto de mis padres [ ... ]. Todos me lo con­ [radecían, porque cuando entraban a verme pimar y luego sabían que había de ser mon­ ja y en Lerma, eran cosas las que decían que parece me venían a meter en el infierno. [ ... ] Uegose el tiempo de mí can deseado de salir de Madrid para Lerma y antes dos días de mi partida me llevó mi madre a que viese y despidiese de Mariana de Jesús, cuya vida y virtud ya es pa[eme el mundo [ ... ]310. En fin , OtrO día de la Encarnación salí de Madrid con sumo contento, y después de haber salido por la Puerta de Fuencarral, a pocos pasos me dijo mi madre si iba bien aco­ modada, y yo le respondí que sí, que sólo terua de malo llevar vuelta la cara a Sodoma. [ ... ] y así, viernes en que se canta el evangelio de la resurrección de Lázaro, a dos de abril, día de San Francisco de Paula, a los diez. y ocho años de mi edad, y del Nacimiemo de Cristo de mil y seiscien[Os y quince años, tomé el hábico que indigna gom. [ ... ] Empezaron a gustar Canto de mis habilidades y a hacerme canto aplauso, así religio­ sas como seglares [. .. }. que no se trataba de otra cosa, ni tenían otro entretenimiento que [ ... ] verme pintar y mirar mis pin[uras y cargarme también de obras [ ... ]. Había de emrar una monja que [rafa el Duque de Uceda, y la Madre Abadesa, que era entonces Sor Anas­ tasia de la Encarnación, quiso hacerla mucha fiesta, y encargóme a mí el adorno del coco; para lo cual, pintando sin cesar los días de trabajo cosas que se ofrecían, los de fiesta me ocupaba en jeroglíficos y poesías. [ ... ] Estando un día de nuestro Padre San Francisco en el co ro (ya yo [endría veinte y ocho afias o iefa para ellos), sentí a la gloriosa Santa Teresa a mi lado, siendo aquel día el de su dichoso tránsito; y entre otras mercedes y favores fue uno de darme su pluma para que 3]0 Se refiere a la beata mercedaria Mariana de Jesús. Para una mayor in fo rmación, Vs. Ellas GÓMEZ: La Madre Mariana (Aportaciones a la biografla tÚ una madrikña). Madrid, Editorial Tirso de Malina, 1965. 364 ESPACIOS CONVENTUALES yo escribiese como la Santa escribió, diciéndome que lo pusiese por obra. Desde enton­ ces quedé inclinada a hacerlo [ .. .]. Es evidente cómo para Estefanía el claustro no constituyó una solución acomodati­ cia. En la Corte se le había abierto una puerta que pudo conducirla al éxito. Si no hubie­ ra recibido la totunda llamada vocacional, es posible que hoy conserváramos una impor­ tante colección de cuadros de esta Sofonisba madrileña. No obstante, la vida monástica le permitió una superación espiritual que la impulsó a expresatse con la pluma, sin aban­ donat del todo el pincel. Un imperativo irresistible (¿inspiración?) la movió a hacer exé­ gesis, a escribir sobre algo tan comprometido y peligroso en manos de mujer como eran las Sagradas Escrituras. Ella se escuda en la obediencia al mandato divino. Se dice mero atcaduz, o transmisora, de lo que le dicta el Espíritu Santo. Ya manejando el pincel o la pluma, entregada a los quehaceres conventuales o presa de graves y persistentes enfermedades, mantuvo siempre los más elevados anhelos de tras­ cendencia. Visiblemente influenciada por los santos catmelitas Teresa de Jesús y Juan de la Cruz, su infatigable ejercitación piadosa fue recompensada con portentosas experien­ cias místicas que culminaron en el matrimonio espiritual. En el Libro de Profesiones de su convento, al margen de la suya que fue ellO de abril de 1616, figura la siguiente nota: «Murió la M. Soror Estefanía de la Encatnación, sien­ do abadesa de esta santa casa, a 28 de diciembre, lunes, día de los Inocentes, año de 1665, dejando gran ejemplo de virtud y fama de gran santidad; dejando esta Comunidad muy sola sin tal madre». TEXTOS Prosa narrativa --> Historia --> Biografia --> Memorial autobiográfico LA VIDA DE SOROR ESTEPHANfA DE LA ENCARNAc;¡6N, monja professa en el Monasterio de Religiossas Franfiscas de nuestra M. Santa Clara, en esta Villa de Lerma. 1631. Copia manuscrita, letra del siglo XVII, 268 ff - (BNM, Mss. 7.459). Del contenido, consideramos que hablan elocuentemente los fragmentos tomados pata la aproximación biográfica. En cuanto a la elaboración, ella misma aporta los siguien­ tes datos informativos: Esto es lo que pude escribir -, 1 Congreso Internacional del Monacato fomenino en España, Por­ tugalyAmérica 1492-1992, IL Le6n, Universidad, 1993. GARCfA ANDRÉS, Inocente: El Conhorte ... (1999). LA MADRE AGREDA. Una Mujer del Siglo XXI. Soria, Universidad Internacional Alfonso VIII, 2000 (Monografías Universitarias). PEÑA GARCfA, Manuel: Sor Maria de Jesús de Agreda. Agreda, 1997. - Obra muy completa para un amplio y completo acercamiento a la concepcionista agredense. Además de hacer referencia a todos sus escritos, incluye abundantes textos. PÉREZ RrOJA, José Antonio: "Perfil humano y literario de Sor María de Ágreda», Actas 1 Congreso Internacional de la Orden Concepcionista. Le6n, 198B. REVISTA DE SORrA, Segunda Época, 36 (2002). - N úmero dedicado exclusivamente a Sor María de Agreda. 391 .. 21 .. MARCELA DE SAN FÉLIX (1605-1687) Esta digna sucesora del Fénix de los ingenios nació en Toledo a principios de mayo de 1605336, hija de la cómica Micaela de Luján, por entonces viuda, y del comediógrafo Lope de Vega, casado con Juana Guardo. De ahí que en la partida de bautismo figure como «hija de padres no conocidos», Al trasladarse la Corte a Madrid, en 1 (;0(;, Lnpe establece en esta ciudad su hogar ofi­ cial con Juana y el clandestino con Micaela, que en 1607 le da un hijo: Lnpe Félix. Ambos hermanos se trasladan a vivir con su padre, cuando éste enviuda de Juana Guardo. en 1613. Parece que también había muerto la madre. Es fácil imaginar cómo pudo transcurrir la adolescencia de Marcela dentro de un entorno familiar lleno de irregularidades: hermanos de diferentes madres; amores sacrí­ legos del padre, cuyo sacerdocio no obstó su amancebamiento con Marta de Nevares; el papel de mensajera entre su padre y el Duque de Sessa, morboso mecenas que exigía man­ tenerse informado de las aventuras eróticas del licencioso Lope; el acoso de Diego de Miranda, probablemente incitado por su tío Roque Hernández, marido de Marra de Nevares o. , Un espíritu refinado y perfeccionista como el suyo, con ansias de sublimación inalcanzables si continuaba en ese mundillo al que pertenecía, exigía un rompimiento. ¿Qué camino seguir?: A veintiocho dfas del mes de febrero de ]621 recibió el hábito de esta sagrada reli ­ gión de la Sandsima Trinidad, para monja de velo y coro, doña Marce!a Carpio, hija de Lope de Vega Carpio, natural de Madrid, y de dona M. de Luján. Dióselc el senor doc­ mc do n Juan de Mendict3, que era visitador; siendo la madre Mariana de Sama Inés 336 Fue bautizada el 8 de mayo. como ates{igua Luis ASfRANA M.ARfN. aportando la correspondiente partida de bau,ismo (1935, p. 455). 393 , " • MUJERES Y LITERAT URA DEL SIGLO DE ORO ministra. La dicha doña Marcela se llamó en la religión Soror Marcela de San Félix, que habiendo sido admitida en el dicho Monasterio por votos, como la Constitución orde­ na, profesó el año siguiente de mil y seiscientos y veintidós [ ... ] . (Libro en que se asien­ tan ... ,p.12) Las razones de esta decisión quedan explicadas por la compafiera conventual a quien encomendaron escribir su biografía: Decía que se había hecho monja para acomodarse y no perder en el siglo; que sus padres la tenían poco amor y que por huir sus molestias se había venido al sagrado, como los delincuentes cuando huyen de la Justicia. (Fundación ... , p. 207) Paradójicamente, ese espacio cerrado le abrió las puertas que le permitieron realizar bue­ na parte de sus anhelos, entre otros, pudo satisfacer la inclinación poética heredada de su padre y la teatral de ambos progenitores como autora-intérprete. [ .. . ] Toda la vida de Sor Marcela transcurrió dentro del más estricto cumplimiento de su deber (como atesdguan las propias religiosas que compartieron su quehacer conventual), deber que supo interpretar como amoroso servicio a Dios en sus criaturas. Pero lo atrayen­ te de este programa de vida tan ejemplar es que todo él, en su larga trayectoria de adoles­ cencia a senectud, fue vertido por la propia intérprete a un plano de amena «Iiterariedad», en el que las hermanas de religi6n pudieron nutrirse de su espíritu dentro de la mayor delec­ ración; o, lo que es lo mismo, deleitarse aprovechaodo. (Barbeito, 1982, p. 3). Heredera del ingenio de su padre, la trinitaria Marcela de San Félix dejó una intere­ sante y rica aportación a la poesía femenina, por su gran variedad y notable inspiración. La compafiera conventual que escribió su biografía para la Comunidad, atestigua cómo: Mand61a su Confesor que escribiese toda su vida interior -parece que por s610 ejer­ citarla-, y que había de ser con toda fidelidad, sin reservar cosa alguna de las misericor­ dias que el Señor había usado con ella. Híwlo así por el mérito de la obediencia, morti ­ ficándose mucho: y cuando ya tenía su tarea concluida, a costa de mucha fatiga, la mandó que la quemase, como que no merecía otro paradero. Y al punto entregó los papeles al fuego . con tanta complacencia, que se dio por muy pagada del (rabajo que había tenido en escribir algunos meses. (Fundación ... , p. 209) De la misma manera, por orden del confesor, parece haber quemado parte de su obra propiamente literaria. Hemos de conformarnos con el tomo manuscrito que se conser­ va, muestra ejemplar de su as imilación del arte poético en las distintas facetas, y de cómo convirtió ese don intelectual en instrumento al servicio de la comunidad religiosa don­ de transcurrieron 66 años de su existencia. Porque la vena creativa de la hija del Fénix fue - salvando las distancias- tan variopinta como la de su p rogeni tor. Si cultiva la poe­ sía mística, cuando su temperamento apasionado canta al amor sobrenatural que le ins­ pira el Esposo divino, también crea composiciones jocosas que llegan a rozar lo procaz, 394 ESPACIOS CONVENTUALES cuando quiere hacer reír y chancearse ~e aquello que considera conveniente tomar a bro­ ma, sobre todo, tratándose de sí misma. Buena prueba son las composiciones escritas durante un período de gran penuria para el convento, en el que ella desempeña el oficio de Provisora (Vs. Barbeito, 1982). Falleció a la - para entonces- muy avanzada edad de 82 años, el 9 de enero de 1687, tras 66 años fecundos de vida conventual, en los que desempeñó diversos oficios: galli­ nera, refitolera, provisora, maestra de novicias y varias veces prelada ... Bajo el título de Coloquios espirituales, se custodia en el Archivo del Monasterio de Trinitarias descalzas el único volumen original que existe de la producción de Sor Mar­ cela. Una copia del mismo se encuentra en la Real Academia Española, por agradecimien­ to de las Madres Trinitarias al Marqués de Molins, que intervino eficaz y celosamente en la salvaguarda del Monasterio. Lo transcribió la Madre Carmen del Santísimo Sacramen­ to (t 1923); omitiendo algunos versos, estrofas e incluso composiciones, que al parecer no se conciliaban con la moral de su tiempo. Esto da idea, por una parte, del pacatismo decimonónico mantenido aún en las primeras décadas del siglo XX; y, por otra, de la liber­ tad, espontaneidad y chispeante humor con que se expresaba la traviesa Sor Marcela. Es otra de las escritoras que se mantuvo en el olvido durante siglos. Rescatada por Serrano y Sanz, volvió a caer en el silencio hasta muy avanzado el siglo XX"'. Al fin, el año 1988 salió a la luz una magnifica edición de sus obras, debida a dos importantes his­ panistas americanas: Electa Arenal y Georgina Sabat de Rivers. TEXTOS Poesia Poesías sueltas para recreaciones conventuales. El sentido del humor a que hemos aludido, uno de los rasgos más destacables de su personalidad, se refleja de forma ostensible en los siguientes versos alusivos a su ascen­ dencia: Loa [oo. ] Si quieren que cuente más, presten piadosas orejas, y o irán males inauditos y lastimosas tragedias. Pero, porque no se afl ijan 337 V s.: BARBEn"O, 1982 y BARBElTO, 1. 395 MUJERES Y LITERATURA DEL SIGLO DE O RO con tan penosas querellas. que aún a mí misma me enfada referir tan tristes penas, quiero cesar y decir de mi clara descendencia y de mi ilustre prosapia. que honrar un mundo pudiera. Diéronme muy noble sangre mis padres, que gloria tengan; porque descendió mi padre y vino por línea recta del más valiente rabino que se halló en toda Judea. Mi madre no fue tan noble, mas su vida fue tan buena, que suple bien por la sangre y excede toda nobleza. Volaba por esos aires, penetraba chimeneas, grande bruja de Logroño famosa en toda la tierra [ ... ]'38 (MO, 12; Le, pp. 361-ss) Yen cuanto a su condición de Provisora, en la siguiente loa se vale de un ingenioso ardiz, mediante el cual crea un personaje, que interpretará personalmente, para mejor atacarse a sí misma: Otra loa a una profosión'39 [ ... ] Pues ésta me dio ocasi6n a que contase mis menguas en un convento de monjas, mejor dijera de fieras, [ ... ] No digo que lo son todas , 338 Entre la primera y segunda estrofas del Manuscrito de la R.A.E, , Faltan 18 estrofas del Manuscrito original, que, no obstante el título de Coloquios espin'tua/es, contiene además todas las poesfas sueltas. Junto a los textos rep roducidos se indica el número con que figura cada composición en el man uscrito original (MO), y, para más fácil localización, números de las páginas en Literatura Con/Jentual (LC). 339 De esta loa, que comienza «Discredsimo Senado ... », y en el manuscrito original figura con el núme­ ro 15, se suprimieron en la copia de la R.A. E. las estrofas 7, 11 Y 31. 396 ESPACIOS CONVENTUALES Con decoro y con decencia habl:.ré de las demás, que s6lo tres me atormentan. Estas son las provisoras, las mujeres más sangrientas, monjidemoruos escuadra yel colmo de la miseria. [ ... ] Mujeres las más crueles, las más míseras y malas que han contado las historias, ni que han fingido las fábulas, Dios os dé hambre canina y no podáis apagarla, y siempre el pan que comáis no os pase de la garganta. Toda la demás comida se os vuelva amarga o salada; en el caldo halléis mil moscas, en los huevos, garrapatas. Los higos despidan tierra y mil gusanos, las pasas; en la cabeza os dé tiña, en las manos os dé sarna [ ... ]. Yana ser yo tan paciente más maldiciones echara, que el justo enojo me obliga a demostración tamafia. (MO, 15; Le, pp. 391-ss) En contraste con la chanza anterior, vemos en el siguiente poema c6mo entendía la vida de clausura: A la soledad de las ceúlas A daros mil norabuenas de dicha tan deseada vengo, santísimas madres, con mucho gozo en el alma. y este gozo se origina de ver que a vuestras ansias y deseo de reti ro el piadoso D ueño paga. [ ... ] 397 MUJERES Y LITERATURA DEL SIGLO DE ORO En la soledad se advierte que Dios s610 al alma sacia, y que todo lo criado sólo aflige y embaraza. [ ... ] En fin, todas las virtudes, todos los dones y gracias en la soledad feliz se comunican al alma. [ ... ] Que si faltan el espíritu y la oración en el alma, más que santa religiosa será mujer encerrada. A todas sus reverencias comunique Dios su gracia, para que viviendo solas estén bien acompañadas. (MO, 17; Le, pp. 409-ss) Teatro religioso para circulos cerrados COLOQUIOS ESPIRITUALES. Letra del siglo XVII. 1 h., 508 pp. 4 .° (ene. pergamino) . - (Madrid, Archivo del Convento de Trinitarias Descalzas, vulgo «Lope de Vega»). Que llevaba el teatro en la sangre lo ponen de manifiesto las piezas teatrales llegadas hasta nosotros, que escribía, dirigía y a veces interpretaba, para recreación de su Comu­ nidad y ---quizás inconscienremente- de sí misma. La producción dramática existente corresponde a los que ella denominaba Coloquios espirituales. El que sigue es como una exigencia de la discreción y del respeto con que se debe tratar al prójimo, evitando jui­ cios temerarios: Coloquio espiritual entre el Alma, Úl Paz, Úl Sinceridad, el Celo indiscreto. [ ... ] Paz (dice al Alma). Presumo que no podré advercirte ni enseñarte como conviene y deseo , que muy prendada te veo de una amistad que es nociva. y no sé cómo te diga cuánto atrasa [Us aumentos, cuánto retarda [US dichas, y nunca podrás medrar si no tratas de dejar tan necia co nversación. 398 ESPACIOS CONVENTUALES Alma. Tien,e tan buena opinión, amiga Paz, este santo, que comunicarle tanto se origina de su fama. y también porque he sabido lo mucho que le han seguido y admitido sus consejos los más doctos, los más viejos que más tratan de virtud. Paz. Por lo menos la quietud no la podrán alcanzar si le comunican mucho. Alma. Con gran aflicción escucho, no te lo puedo negar, que le desprecies así siendo un hombre tan compuesto, tan venerable y modesto que edifica sólo verle. [ ... ] Paz. Aun siquiera por el nombre, Alma, si advertida fueras, conocer quién es pudieras y recatarte, en efecto, porque si es Celo Indiscreto, nombre y apellido es tal, que como de un grande mal , guardarte fuera cordura. Alma. Asi tenga yo ventura como siempre me pagó su santidad, su buen trato. Paz. No te ha salido barato, pues te cuesta la quietud el escuchar sus razones, pues hecha fiscal de acciones de tus hermanos te trae en átomos detenida. Tan triste e inútil vida bien se puede comparar con las que suelen pasar los soberbios envidiosos, que a todos se hacen odiosos ya rodas cansan y ofenden, y los aborrecen todos. 399 MUJERES Y LITERATURA DEL SIGLO DE ORO [ ... ) Sólo conmigo podrás llegar al fin que pretendes. Cuanto has menester entiendes, si solamente de ti vieres defectos y faltas, yen los otros solamente advirtieres las virtudes no mirando sus defectos. Estos todos son efectos de espíritu verdadero, esencial, sólido y puro, donde ya la Caridad vive de asiemo contenta, que el Celo necio atormenta y no te deja gozar de lo que Dios suele dar al que, dejando cuidados que no le tocan, atiende a conocer de su ser la vileza y proceder sin investigar de nadie [ ... ). (Sale la Sinceridad) Sinceridad. El señor Celo Indiscreto, señora Paz, solicita, con [Oda su gravedad, hacer al Alma visita. Pienso que ha llegado ya porque anda con gran prisa. ¡Qué galán!, ¡qué airoso pisa! Es el viejo muy brioso. [ ... ) (Entra el Celo Indiscreto) [ ... ) Celo. Yo te quisiera infundir un aliento muy fogoso para saber enseñar, corregir y amonestar sin cesar a lo mejor. Sinceridad. Y la Prudencia, señor, ¿no será bien que lo temple? Celo. Y, ¿quién habrá que contemple 400 ESPACIOS CONVENTUALES del Fundo los desvaríos, pecados, imperfecciones, tanto tropel y ocasiones de males, despeñaderos que a cada paso topamos? ¿Quién tendrá quedas las manos? ¿Quién callar podrá si tiene del Señor conocimiento? ¿Puede haber mayor tormento que tanto imperfecto ver? En cierta casa entré ayer creyendo hallar gran virtud, porque debían tenella, y otra cosa no vÍ en ella sino mil imperfecciones. Sinceridad. ¿Y rifiólas su merced? Celo. Pues, ¿cómo podía ser dejar de reprehender tantos defectos y culpas teniendo de ellos noticia? Sinceridad. [ ... ] ¿No echa de ver que ese modo le trae inquieto y sin paz? Celo. Como eres poco capaz, Sinceridad, no me admiro que ignores así el camino que ha de andar el siervo fiel. Sinceridad. Ande su merced por él que a cada paso, sin duda, tropezará en mil errores; los míos fueran mayores si siguiera su doctrina. Celo. Es muy rara y peregrina para que el necio la entienda. Sinceridad. Yo pretendo que la enmienda entre primero en mi casa, y lo que en las otras pasa no lo quisiera saber, que ni me va ni me toca. Celo. Tienes tú virtud muy poca para que puedas sentir de los prójimos el daño y cuánto abrasa y consume 40 1 MUJERES Y LITERATURA DEL SIGLO DE ORO a quien tiene celo ardiente, ver perdida tanta geme por no atender a su bien y andarse tras lo finito , buscando siempre el encanto. Sinceridad. Si su merced es tan santo, procure con oraciones más que con frias razones. En su celda metidito, hablando siempre poquito y obrando con humildad, alcanzará grandes cosas; porque son vanas y ociosas otras diligencias, Celo, r encarecerte no puedo lo que me ofende tu modo. Tú quieres saberlo todo, reñir y reprehender, ajenos delitos ver y nunca mirar los tuyos mas que si inculpable fueras. [ ... ] Paz. ¡Calla, ya!, Indiscreto Celo, y conócete a ti mismo. Celo. Tengo en mi pecho un abismo de congojas y aflicciones, porque pecan mis hermanos. Alma. Mírate, Celo, a las manos, qué son tus obras, y advierte y tcme como a la muerte mirar las ajenas culpas. [ ... ] (Entran el Conocimiento Propio y el Desprecio de SI, haciendo señas como mudos). Alma. Con qué despejo que entran. Paz. Asid!e y Hevadle aprisa. Celo. Yo me iré sin (anta fuerza, que harto deseo ya irme adonde ejercitar pueda en reñir con gran coraje todo lo malo que vea. Sinceridad. ¿Ven cómo se va enmendado? Paz. Salga sin tardanza fuera. 402 ESPACIOS CONVENTUALES Celo. Dichoso yo que me voy. e infelices los que quedan sin qUien riña y sin quien vea todo lo malo que hacen. Sinceridad. Su reverencia descuide, que primero faltará la comida y aún la cena. Paz. Ya nos detenemos mucho, perdonen sus reverencias. (Conocimiento Propio y Desprecio de Si se llevan al Celo Indiscreto) BIBLIOGRAFíA Alma. De los yerros del coloquio pide perdón sor Marcela para lo representado, que está sin dientes y muelas. Paz. Para lo escrito, que estaba con gran dolor de cabeza, además que ya, la pobre, caduca como tan vieja. Sinceridad. Pero amaros y serviros, aunque a serviros no acierta, siempre lo desea, y tiene un ansia muy verdadera. Paz. A todos el cielo guarde haciéndolos muy perfectos, yel Celo Indiscreto, madres, en ninguno no se vea. A gloria de Dios y de su bendita madre. Hoy, 11 de septiembre de 1659. (MO, 43; Le, pp. 316-352) 1. Obras de la autora a) Manuscritos: - Vs. Textos. POEsfAS MfSTrCAS. Letra del siglo XlX (carece de num eración), 4.° - (Biblioteca de la R.A.E., M ss. n.O 24) - C opia (i ncompleta) transcrita por la trinitaria Carmen del Santísimo Sacramen­ to, con notas explicativas de interés. 403 • MUJERES Y LITERATURA DEL SIGLO DE ORO b) Impresos: LITERATURA CONVENTUAL FEMENINA: SOR MARCElA DE SAN FÉLIX, HIJA DE LOPE DE VEGA, OBRA COMPLETA. Electa ARENAL y Georgina SABAT DE RIVERS (Eds.). Barce­ lona, PPU, 1988 (***MAYOR, EDICIONES. 3). 2, FUENTES a) Manuscritos: FUNDACION DEL CONVENTO de Descalzas de la Ssma. Trinidad de Madrid y noticia de las Religiosas que en él han florecido. (Madrid, Archivo del Convento de Trinitarias Des­ calzas). LIBRO EN QVE SE ASIENTAN LOS NOMBRES de las que toman el Abito y aren pro fisión en este combento de Relijiosas Descalzas del Orden de la Ssma. Trinidad ... (Madrid, ibídem) . b) Impresos: ASTRANA MARlN, Luis: Vida azarosa de Lope de Vega. Barcelona, Editorial Juventud, 1935. BARBEITO CARNEIRO, M.a Isabel: «La ingeniosa provisora Sor Marcela de Vega», Cua­ dernos Bibliogrdficos, 44 (1982), pp. 1-12. EL CONVENTO DE LAS TRINITARiAS DESCALZAS DE MADRID Y LA VIDA DE SOR MARCELA. Ed. de Susan SMITH, basada en el manuscrito Fundación del convento de descalzas de la Santísima Trinidad ... Madrid, Real Academia Espafiola, 200 l. REPS.: BARBEITO, 1; SS, 11 (transcribe la copia de la R.A.E.) . 404 • 22 • MARIANA FRANCISCA DE LOS ÁNGELES (1637-1697) Vino al mundo en Madrid el 14 de abril de 1637. Su madre, D." Melchora Merino, era una burgalesa de noble estirpe. Su padre, D. Juan Blázquez Dávila, pertenecía a una ilustre familia abulense, al parecer emparentada con la Santa Fundadora Teresa de Jesús. Su memotial autobiográfico permite que nos acerquemos con deleite a conocer la par­ te decisiva de su existencia singular y llena de contradicciones, fruto de una desmedida ambición perfeccionista. Favorecióme Nuestro Señor en darme padres muy cristianos y de muchas virtudes. Mi padre fue de singular entendimiento y prudencia, y muy preciado de hijo de la Igle­ sia [ ... ]. Decía que en cosas de la salvación y de los mandamientos de Dios, todo se había de entender a la letra. Víle ejercitar en ricas vircudes. Mi madre es sierva de Dios y teme­ rosa de ofenderle, aunque no de la capacidad de mi padre; pero grande cristiana también [ ... J. Tuvieron seis hijos. El primero murió a pocos días de nacido, y luego nací yo. Estando mi madre preñada de mí, oí decir a su confesor, que era de una religión gra­ ve y Calificador del Sanco Tribunal, que [Uva antojo de hacer penitencias terribles ( ... ]. Decía ella que [Uva una certeza grande de que la sangre del Cordero se había de lograr en aquella alma; pero después se halló ser una bejiga pequeña en que no les pareció podía nacer criatura, y creyeron era de agua; y, habiéndola abierto con tijeras, salí yo ( ... ]. Nací [ ... ] martes a catorce de abril, año de treinta y siete. No pudieron hacer que mamase y temieron moriría, y así el confesor de mi madre me bautizó; y luego mamé. Oí decir que estaba muy sumamente flaca y que miraba a rodas con aquella atención que si conocie­ ra, cosa que causó canco reparo que, porque mi madre no entrase en cuidado que le hicie­ se mal, me apartaban de su vista. [ ... ] Siempre fui de complexión muy delicada. Llegué a los cuatro años y no sabía andar y, ya que supe esto, di cuidado a mi padre, porque era de más de cinco y no hablaba cosa alguna ni movía la lengua, que pensaron era muda; y mi padre hiw decir muchas misas a las ánimas por esto, y sólo le consolaba que entendía y oía, de que daba muestra con las acciones. Vi un día caer una cosa en la calle por una ventana y, llevada de que baja- 405 MUJERES Y LITERATURA DEL SIGLO DE ORO sen por ella, hice señas y dije una palabra mal pronunciada y a pocas horas mra; y luego, rodo lo demás lo hablé como ahora, en toda buena pronunciación. Fui ruda en el aprender a leer y las oraciones, especialmente el Credo [ ... ], y era que me daba tal ternura en llegando a decir ((padeció debajo del poder de Poncio Pilato, fue crucificado», que, dando a llorar, no podía pasar adelante r .. .]. En aprender labores tam­ bién fui algo ruda; pero, después que empecé a saber algo, me dio Nuestro Señor inge­ nio para ellas, en que antes tuve extremo de prolijidad y aseo. [ ... ] Había un cuadro de San Pablo apóstol, de quien mi padre era devodsimo, y le lla­ maba ((maestro de las gentes», Yo pensabe que la pintura lo era, y me iba a él y le deda: «Señor San Pablo, dígame esta lección»; y la pintura me lo decía. Si era labor, me iba a una imagen que había de bulto en un oratorio y era de Nuestra Señora; que aquello de labores me parecía no lo sabría San Pablo; y así, le deda a Nuestra Señora me ense­ ñase aquella labor; y la Soberana Reina lo hacía viendo mi bobería. [ ... ] Aunque fui ruda, como he dicho, después tuve más habilidad que otras para las labores, en que fui con extremo prolija y curiosa, de que me preciaba no poco y en que tuve harta vani­ dad, como en prenderme340 y desear parecer bien; y como ya con el uso de la razón sujeté en algo la condición, fui muy querida de mis padres; y como yo era de nacural recatadísimo y grave, que no me dejaba manosear, mi padre llegó a tener notable apre­ cio de mí, que no hubiera cosa que no fiara de mí. Mi madre se despulsaba por mí, y de todos los de la casa era muy querida, no obstante lo recio de mi condición, porque de ordinario era agradable; lo malo era si me encolerizaba, y también pasaba muy pres­ to [ .. . ]. Como dejé a Dios y estaba estimada de mis padres, con galas y el natural brioso y amigo de lucir, dime a esgrimir y tirar arcabuces y otras cosas de éstas que sabia yo hacer una amenaza; y como no era temerosa, no se puede decir cómo era con todos. Me te­ mían. Un día mi padre me dijo con muchos agasajos que no me fuese a un cuarto don­ de estaba un primo mío, porque otros no lo notasen, si acaso él acertaba a ir estando yo sola allá. Enojéme de modo que le dije: «Sólo ahora me pesa sea vuestra merced mi padre, porque no puedo responderle como es razón. Yo sola entre ejércitos estoy segura; y a mí no se me ha de decir tal cosa». Y dejéle y me fui hecha un fuego de enojo. Y viendo que un hombre miraba a las ventanas, ya me sucedió enviarle a decir que si no se iba de allí irían allá un par de balas; y escuve con el tiro prevenido, que si no lo hace, se le tiro; y era de buen pulso [ ... J. Di en gustar mucho de la música, y en ella me hice diestra. Uevaba ánimo de casarme, y así, me componía con cuidado; pero no tenía fin malo, porque yo en estas materias sabía lo que un niño de cuatro meses, antes me espanto del recato que tenía no entendiendo la materia, que si fuera muy maliciosa no podía hacer más, porque yo todo lo malo lo juzgaba tomar una mano un hombre a una mujer; y otra 340 Entiéndase conforme a la siguiente acepción dd Diccionario de Autoridades: «Prender = Vale tam­ bién adornar, ataviar y engalanar las mugen~s. Díxose assí, porque para esto se ponen muchos alfileres.» 406 r ESPACIOS CONVENTUALES cosa yo no la supe en este tiempo. Delante de mí no se atrevió nadie a palabra menos modesta, ni hombre me la dijo jamás. [ ... ] Un día dio a mi padre un accidente repentino. Creí se moría y me fui a nuestra Seño­ ra, y díjele que si me sanaba a mi padre le hada voto de castidad; no me acuerdo si dije por un año o dos. Yo no sabía lo que votaba verdaderamente, sólo que no podía casar­ me. Y mi padre mejoró, y yo contentísima de no haber de meterme con hombre aquel tiempo; aunque hubiese un príncipe. Me di a leer en libros de comedias y historiales; y con esto y mis músicas y amigas, tenfa todo mi contento y gusto [ ... ), hasta que me tcataron de casar. Tomélo mal por el voto y porque picaba más alto de lo que me proponían; que era vanlsima. Resistílo mucho hasta que me obligaron le viese. Contentóme el sujeto y dije que yo lo admitiera si no fuese por el voto. Salió a esperar. En este tiempo un primo mío trató de casarse conmi­ go. El otro súpolo y entre los dos hubo celos; y yo gustaba de ello, ya lo disimulado los picaba lo que podía. Hasta que supe trataban de matarse; que con eso despedí al primo y mi padre efectuó capitulaciones con el otro, y quedó en esperar el cumplimiento de mi voto, que no quise yo otra cosa. En este intermedio tuvo mi padre algunos disgustos; y yo que lo atendía, ya las cosas del mundo me iban descontentando de él. Tendría yo como dieciocho años y más, y creía que para tener hijos no era menester más que las bendiciones de la iglesia, que en esa virtud creía se tenían; y cómo oyese con­ tar algunas cosas, entré en dudas; y como se lo pregunté a mi madre y me dijo qué más era menester [ ... ]. conocí algo y tomé tal horror que dije lo despidiesen, que no lo haría por todo el mundo. y así se deshizo. Verdad es que yo puse otras escusas bastantes. Tuve yo esto a grandísima merced de nuestro Señor, y quedéme firme en no casarme [ ... ]; pero con más extremo aborreda ser monja [ ... ]. Un dfa encontré las Meditaciones del padre fray Luis de Granada341 ; y así, poco a poco, leyendo en ellas y gastando cada día más tiempo en estas consideraciones, diome nues­ tro Señor tal gusto en ello que solía no poder mudar en un mes un paso de la Pasión [ ... ]. Un día estaba yo como chanceando con una criada, cosa no usada de mí porque era entonces de modo muy severo. En otra pieza estaba mi padre; y, oído, parecióle era de género y en materia que yo la picaba en cosa de semimiento para ella. Y Dios, que 10 qui­ so así por mi bien, permitió que mi padre tomase tal enojo que, como fuera de sí, entró. Yo tenía el cabel lo tendido, que me estaba tocando. Asióme de él, y de tal manera me lo tiró que gran parte se le quedó en las manos; y a este modo hiw tales extremos que admi­ ró a toda la familia, porque era un ángel en todo. Yo ponderé el caso de modo que en muchos meses no volví en mí. Miraba que, si de un padre tan cuerdo había experimen­ tado tal desmán, no tenía que esperar de criaturas. Y así me retiraba a solas y me daba a leer libros buenos, y especialmente Trabajos de jesús, del padre fray Tomás, religioso agus- ' 41 Se refiere al Libro tÚ la oración y m~ditación (Salamanca, 1554), que explica en catorce meditacio­ nes cinco grados de oración. 407 MUJERES Y LITERATURA DEL SIGLO DE ORO tino. Este libro fue todo mi ,remedio, y sólo leyéndole o meditando en el Divino Corde­ ro hallaba paz; porque todas las cosas se tornaban contra mí. [ ... ] Con esta atención a Dios y estos desengaños, empecé a tener algunos pensamientos de ser monja; pero repugnáhalo mucho mi inclinación; y con todo, [Odas las mañanas al vestirme. cuando llegaba a ponerme la correa de San Agustín y los escapularios del Car­ men y San Francisco, me parecía que, si hubiese de ser monja, lo sería mejor de San Agus­ tín, con quien tenía devoción especial; pero por más de año y medio todas las mafianas, al punto que yo pensaba esto, oía una voz que me decía: «no serás sino de la Virgen del Monte Carmelo». y ni de eso hada caso, ni tomaba resolución en cosa, porque a tiem­ pos me venia conocimiento de la fragilidad de las cosas y a tiempos más estimaba las hon­ ras del mundo que los bienes del alma. [ .. . ] Un día antes de amanecer, al empezar la oración, de ningún modo podía recogerme. Torné determinación de decir el Pater noster [ ... ]; y apenas dije Pater noster, cuando me arrebataron el espíritu y, llevado corno un relámpago, fui metida en un profundo cono­ cimiento de lo que era el celestial Padre, en que tuve una luz de una cosa que no he ati­ nado a decir, ni es posible, porque fue un conjunto de cosas en una y un todo sin expre­ sárseme cosa particular; pero un abismo tan soberano que, dando amor, era con un respeto el cual no se puede tener a cosa de por acá, antes me quedó después de esto des­ precio de todas las cosas, de modo que nunca he podido apetecer cosa de por acá. [ ... ]. Todo se me hada fácil , si no es el ser monja, y ya otra cosa era como imposible. Dejar de tomar estado veía no me lo sufrirían mis padres, y esto me congojaba terriblemente. Casi llegué a determinar el irme a un desierto; pero temí que mi padre había de morirse de pena viéndose expuesto a que se presumiese me había ido con algún hombre. Cierto en esto padecí mucho. [ ... J Un día miércoles santo, me cargó de género este tormento que tomé un libro, cre­ yendo era de comedias, por divertirme [ ... l. Pues quiso Dios que errase para más acertar, y con la turbación tomé el de las obras de nuestra Santa Madre342; y como ya le tenía en la mano cuando lo advertí, abrí para ver si hallaba algo que me consolase; y hallé un capí­ tulo de su Vida que dice la fuerza que se hiw para ser monja [ ... J. 'Me pareció que el ser santa lo habría conseguido por haber hecho cosa tan terrible como sin gana ser monja. y yo empecé nueva batería. [ ... J Tornéme a nuestra Santa Madre, y díjela que si me tor­ naba el ánimo que tenía yo, sería monja suya. Y tornóme, que chocara con todo el mun­ do. Y fue menester, porque [ ... ] tomóle tal pasión a mi madre, que se encerró en un apo­ sento y no sé si estuvo cuatro días o tres sin salir ni comer, fija en que hasta que yo jurase no había de ser monja que no había de comer. [ ... J Toda la parentela se levantó contra mí. Decían los quería deshonrar, porque yo tenía gotacoral343 y mucho mal de estómago, que luego me eeharían [ ... ]. 342 Obviamente, Santa Teresa de Jesós. 343 En COBARRUVIAS: II:Es una enfermedad, que por ser como gota que cae sobre el corazón le dieron este nombre. En latín se llama morbus comitialis [ ... J.» 408 ESPACIOS CONVENTUALES y vine, siendo de veinte y d9s años no cumplidos. Y, en llegando a este lugar. fue el horror que me temí [ ... ], porque d desamparo de Dios desde que salí de Madrid, d horror al estado de religiosa se me him invencible [ ... ]. Tomé horror a todas las cosas de religión. Mirar las monjas era como ver demonios. Las mortificaciones y cosas de más importan­ cia se me hadan ridículas [ ... J. ¡Válgame Dios!, iY lo que padecía a solas! Sólo Dios pue­ de saberlo; yo no sé cómo pude resistirlo. Caí mala, que llegué a estar sacramentada, y no sé cómo salí viva [ ... ]. Habiendo profesado, me dejó Dios en terribles sequedades inte­ riores. No sabía decir mis trabajos, pero ellos eran terribles; porque me parecía tenIa a Dios contra mI y temía no se me hubiese enojado por haber tornado estado de tanta per­ fección sin tener inspiración suya y no habiendo tenido vocación. [ ... ] Todos estos trabajos que dejo dichos me dio el Señor a conocer eran menester para hacerme merced de desposarse conmigo; y me hizo este favor una noche de Navidad después de comulgar. [ ... ] Desde este día me empezaron grandes trabajos interiores y exteriores. Cierto que parece que todo el infierno y aún el mundo, y hasta las piedras, se tornaron contra mí, porque empecé a tener más cosas extraordinarias y algunos arrebatamientos de espíritu, que me quedaba sin sentido; muchas noticias de cosas sobrenaturales, de noticias de ánimas del Purgatorio y de las penas del Infierno y de los pecados que se hacían en el mundo; y otras cosas con avisos de cosas venideras y ausentes [ ... ) . y llegó el día de la Ascensión, que creo fue el año de sesenta y seis o sesenta y siete; y como ya nuestro Señor me había muchas veces dicho que me dispusiese, porque aquel día quería hacerme una grande merced, yo andaba con el cuidado que podía. [ ... 1 llega­ do como iba diciendo el día de la Ascensión, la noche antes sentía unos júbilos y ansias en mi alma por unirse a su Dios, que de verdad era una locura. [ ... ) En comulgando, me arrebató el Señor [ ... ] . No sé explicarme; sólo sé que yo quedé puesta en Dios, y que en aquel como relámpago sentí un amor y estrechez con Dios que sólo su Majestad podrá darlo a entender. [ ... ] Estando en oración, me arrebataron y llevaron el espíritu al Infierno. Al principio iba conmigo nuestra Santa Madre y mi ángel. Después no los vi, y fui metida por unos demo­ nios horrendos y sumamente espantosos, que tiraban de mí con una rabia que sólo el acor­ darme me hace temblar. Ueváronme por unos callejones y partes oscurísimas, y que se veía todo lo malo, que era horrible, porque corrían mares de cieno ediondo sobremanera, don­ de estaban metidos muchos miserables, todos rodeados de sabandijas fierísimas y asquero­ sas, cuanto no cabe en palabras. Eran azotados unos de ocros con inmensa rabia y todos tiritaban de frío, y con la rabia se daban mordiscones unos a otros, con unos alaridos y con­ fusión que no sé cómo lo pude sufrir. Todos me miraban con ira y querian arremeter. A mi no podian y de ello tomaban rabia y se azotaban con más furia. Entendí era aquel seno o lugar de personas que acá habían sido regalonas y acomodadas con exceso y con demasía, que llegó a culpas tan graves que los llevó a tal desdicha. Luego, entré en otro lugar más espantoso, donde los lagos eran como ríos de fuego y los desdichados estaban allí metidos hasta la cintura. Esto era lo común; pero había después tanta variedad de llamas y de tor­ mentos para muchos de aquellos desdichados que no es posible, sin gastar mucho tiempo, ir deslindando esto. [ ... ) Uegué a un lugar que era como un poro de inmensa hondura, y 409 MUJERES Y LITERATURA DEL SIGW DE ORO allá abajo lleno de cavernas muy estrechas y oscurísimas [ ... ] . Estas cavernas que digo, esta­ ban cubiertas de culebrillas de fuego, tan espesas y muchas como los átomos del sol. De las bocas arrojaban humo ediondísimo [ ... ]. Había allí muchos demonios que tenían unas coro­ nas en las manos, y las coronas eran de hierro encendido. que arrojaban unas llamas más espantosas que todo lo más bravo dd fuego de por acá. Éstas les ponían en las cabezas a los condenados y se les encendía un fuego tan terrible que en un punto se consumían y torna­ ban como cenizas; y estas cenizas en otro punto y con alaridos y ruido espantoso las masa­ han con una licor como azufre derretido; y en unos corno moldes de hierro iban echando de aquella masa y tornaban a salir enteros y con grandes saltos los tomaban y los ataban a unas columnas de fuego; Y allí, con pencas como de fuego, los azocaban y, cuando estaban como desollados, los llevaban a un demonio espantoso que presidía en aquel lugar, y los hadan estar de rodillas delante del que los preguntaba y tomaba como residencia de sus vidas, y, con muchos awtes que les estaban dando, los hadan decir su confesión llena de maldiciones y blasfemias horribles. Todos eran religiosos y personas que habían sido dedi­ cados a Dios, los cuales no correspondieron a la vocación y llamamiento de Dios; y así, por­ que perdieron las coronas que según sus estados y llamamientos les tenía Dios preparadas en la gloria. les daban aquellas tan horrendas [ ... l. Tras esta fascinante visión del Infierno, que nos evoca uno de los inspirados pasajes de la Divina Comedia, procedemos a relatar brevemente cómo concluyó su existencia terrena esta perfeccionista singular que, aun sin tener vocación religiosa, eligió la vida conventual para domeñar su espíritu. Quiso la Providencia que. ya integrada plenamente en el claustro. regresara a Madrid con el fin de llevat a efecto la consecución de una empresa auspiciada por Nicolás de Guz­ mán. Príncipe de Astillano: la fundación del Convento de Catmelitas Descalzas de San­ ta Teresa. También quiso la Providencia que en él transcurrieran sus últimos años, en medio de penosas enfermedades, que afrontó valerosamente. Su muerte, un Viernes San­ to de 1697. a los 60 años de edad y 38 de vida religiosa. fue apacible y edificante. Su cuer­ po, sometido a múltiples vicisitudes y trasiegos, se conserva incorrupto. Junto a él se encontrÓ el memorial que hemos transcrito parcialmente. TEXTOS Prosa narrativa -7 Historia -7 Biografla -7 Memorial autobiográfico VIDA DE LA VEN. M MARIANA FRANCISCA DE LOS ANGELES. escrita por ella misma. [Oca­ ñaJ, 1677. "día de San Jerónimo». Manuscrito hológrafo. 2 hs. (en la primera. retrato de la M. Mariana; en la segunda. título dado inicialmente: Una Relación que dio la Madre Mariana de su espíritu. por mandado del Prelado. Es de su letra). 46 folios. 2 hs. bl. Encua­ dernación reciente, en rica y bella tela guarnecida, que ostenta una placa ovalada de pla­ ta con el emblema del Catmelo. - (Madrid. Archivo del Convento de Carmelitas Des­ calzas de Santa Teresa) 410 ESPACIOS CONVENTUALES Este manuscrito es hoy una pieza ¡de inestimable valor, por cuanto se trata de la úni­ ca obra original que conservan las religiosas de su Comunidad. La encuadernación des­ crita anteriormente fue realizada por las Carmelitas de Santa Teresa para conmemorar el tricentenario de la fundación de su Convento (1684-1984). Los textos que anteceden son una muestra suficiente para comprobar la gracia y hábil manejo del lenguaje, que caracterizaban a su autora. El preámbulo -al que se ha hecho referencia en la inrroducción- confirma el valor ejemplarizante que solían tener estos escritos. Jesús. Aunque otras veces siento muy mucho escribir papeles en orden a las cosas de mi interior, por las experiencias que tengo de 10 que se publican, éste lo escribo con codo consuelo, porque vuestra Reverencia, padre nuestro, me manda y da licencia para decir todo lo que es culpa, para que se vea mejor de lo que Dios me ha librado, y por­ que sólo ha de ser para vuestra Reverencia y e! otro sujeto que tenemos comunicado [ ... ], y sin que sepa cuyo es, pues como no conoce mi letra [ .. . ]; y el confesor que ten­ go al presente, que por ser nuevo me holgaré le vea, si a vuestra Reverencia no le pare­ ce otra cosa. [ ... ] El párrafo con que da fin incide en su propósito: Acabo esto día de San Jerónimo; y no he dicho más de lo que pienso es verdad. No lo firmo , porque no me conozcan y porque ya sabe vuestra Reverencia hemos concerta­ do que visto este pape! se ha de quemar. La Santísima Trinidad sea alabada y adorada eternamente, año de mil seiscientos y setenta y siete. Son cinco cuadernos, que en todos hacen cuarenta y seis hojas. [RELACIONES AUTOBIOGRÁFICAS Y OTROS «PAPELES ORIGINALES»]. Cartas Diversas vicisitudes que sufrieron los conventos de Carmelitas descalzas de Oca­ ña y Madrid ocasionaron la pérdida de su acervo bibliográfico-documental. Como valioso testimonio de lo que dejó escrito Mariana Francisca, se conserva la obra de Fr. Alonso de la Madre de Dios: Vida histórico-panegírica ... Entre esos «pape­ les originales» que cita, resaltamos los más significativos a efectos de la influencia de Teresa de Jesús. (Vs. Bibliografía, l -b) Asímismo, Fr. Alonso hace referencia a 11 2 cartas comprendidas entre los años 1661 a 1685. Otra rareza la constituye una carta que reproducimos parcialmente (SE, XIX) , facilitada con generosa disponibilidad po r las Carmelitas descalzas de Alba de Tormes, para elaborar la tesis Escritoras madrilefias ... (Vs. Barbeito, 1986). 41 1 ., " MUJERES Y LITERATURA DEL SIGLO DE ORO BmLIOGRAFÍA 1. Obras de la autora a) Manuscritas: - Vs. Textos y SE, XIX. b) Impresas: ALONSO DE LA MADRE DE DIOS: Vida hist6rico-panegírica de la Venerable Madre y peni­ tentissima virgen Mariana Francisca de los Angeles, extática religíosa carmelita descalza en el Convento de Ocaña; forvorosa fondadora de el de Santa Teresa de Madrid, cuya Comunidad, obligada y agradecida, la ofrece, dedica y consagra a la Real, Sacra, Cat6li­ ca Majestad de nuestro Rey y Señor Phelipe Quinto el Victorioso (que Dios guarde). Madrid, Manuel Fernández, 1736. - (BNM, 3-6.604) - Fr. Alonso relaciona los "papeles originales de la V. Madre, que conservan las reli­ giosas de este Convento de Santa Teresa». Entre los numerosos fondos perdidos, que conoció y cita Fr. Alonso, se encontraban ocho &/aciones autobiogrdficas; un «cuader­ no de quince hojas de cuartilla, en el cual, por orden de un confesor, explica el Ter­ ceto de [ .. ,] Santa Teresa Vivo sin vivir en mi, etc., y asimismo la estancia que empie­ za Aquesta divina uni6n, etc. [ ... ]. Estos son los que se pueden más singularizar; pero, además de éstos, hay otros muchos Papeles [ ... ]». Otra aportación importante son las abundantes transcripciones que contiene . 2. Fuentes ALONSO DE LA MADRE DE DIOS, 1736. - Vs. I-b. [MARIANA DE LOS ÁNGELES, Sor]: Vida de la Madre Mariana Francisca de los Angeles, Fundadora del Convento de Carmelitas Descalzas de Santa Teresa de jesús, de Madrid, por una Religiosa de dicha Comunidad Madrid, Imprenta de Miguel Albero, 1926. SILVERIO DE SANTA TERESA: Historia del Carmen Descalzo ... To IX. Burgos, Imprenta y Editorial "El Monte Carmelo», 1943, pp. 30-54. REPS: BARBEITO, 11; SS, 1. 4 12 Texto deL memoriaL hológrafo de Mariana Francisca de Los Angeles. '.- , '. .'-' '. APÉNDICE SELECCIÓN EPISTOLAR Se ha establecido e! orden cronológico derivado de las propias cartas. l. Isabel de Portugal, esposa del Emperador Carlos V (1529) Nos hemos referido a ella repetidas veces en la Introducción, y resaltado cómo su espo­ so le encomendó en sucesivas ocasiones la regencia de España. El fragmento que sigue corresponde a uno de esos períodos, durante e! cual, entre los años 1529 y 1530, se suce­ den las cartas de Isabe! para conseguir que se dé un trato más humano a los hijos de Fran­ cisco J de Francia, prisioneros en calidad de rehenes con el consentimiento paterno, como hemos apuntado. Paradójicamente, la otra gran valedora es su madrastra Leonor", her­ mana de Carlos V. Carta al Condestable de Castil/a. [Madrid, 11 de noviembre de 1529]: Condestable primo, como por otra mi carta veréis, la cristianísima Reina de Francia, mi muy cara y amada hermana, me pidió diese libertad a Theocrcmes, maestro de los príncipes que están en Villalpando, para que fuese a estar en esa villa con ellos y los mos­ trase345 como solía, lo cual , por contemplación suya, yo lo hube por bien. Como veréis por la dicha mi carta, se platicó y pareció que no era inconveniente dar libertad al dicho maestro para que estuviese en esa villa y mostrase a esos dichos príncipes; con que las veces que entrase en esa fortaleza a los mostrar, escuviese persona de confianza presente, la cual entendiese bien la lengua francesa [ ... ))) . ((Yo la Reina)) (Firma rubricada). En sobrescrito dice: «Al Condestable de Castilla, su pnmo)). (BNM, Mss. 991, fol. 334 r.) 344 Casó en primeras nupcias con Don Manuel eL Afortunado, padre de la Emperatriz Isabel. Al que­ dar viuda, Carlos V decidió casarla con Francisco 1. }45 Aquí mostrar tiene el significado de enseñar, en sentido pedagógico. 415 MUJERES Y LITERATURA D EL SIGLO D E ORO 11. Maria de Austria, Emperatriz (1570) En la Introducción se alude reiteradamente a esta importante protagonista de la his­ toria cultural y religiosa del Siglo de Oro. Hija de Carlos V e Isabel de Portugal, fue Emperatriz por su matrimonio con el Emperador Maximiliano Il, que falleció en 1576. En 1580, influenciada quizás por el ejemplo de su padre, María de Austria decide regre­ sar a España para residir en el Monasterio de las Descalzas Reales -fundado por su her­ mana la Princesa Juana de Portugal- sin voto alguno de compromiso religioso. Ello le permitiría mantener todo el boato y servicio que correspondía a su rango, así como la corte literaria a que ya se ruw referencia. Madre de catorce hijos, tuvo consigo hasta expi­ rar a Margarita, la menor, que consagró su vida a Dios como clarisa (Vs. VI!); Rodolfo y Matías fueron emperadores; Isabel y Ana, reinas. La primera compartió el trono con Carlos IX de Francia; la segunda fue requerida por su tío Felipe II para reemplazar a Isa­ bel de Valois. La carta que sigue, rebosante de cordialidad, gracia y tacro, permite dedu­ cir la inquietud que suscita en la Emperatriz María la separación de esa hija destinada a cumplir una misión de arriesgada responsabilidad junro al Rey Prudente, su hermano, cuya tortuosa personalidad conocería sobradamente. Carta de la Emperatriz al Rey [Felipe JI] cuando le envió su hija [Ana de Austria} por mujer. [1570] Carisma hermano: Dando como doy la prenda que más amo a la persona más amada desta vida, no hallo qué desear ni temer sino la caída de fortuna, pues a más no me puede levantar. Mi hija envío a España a casarse con el Rey della, ¿de qué me sirve encomendársela, pues mi yerno es mi hermano y su marido es su tío? ¿Quién se puede persuadir, sino que ha de tratar el Rey a la Reina con amor de mujer y con caricias y regalo de sobrina? Ella lleva esta confianza y yo quedo con semejante certidumbre. El Emperador, mi señor, cobra a su cuñado por hijo; yo cobro a mi hermano por yerno y mi hija a su tio por mari­ do y sus hermanos cobran a su cufiado por favorable. Tengo tanta alegría en el ánimo que la gow y no la creo; y, al fin, no tengo que pedir sino que dé nuestro Señor a vuestra Majestad heredero de su Reino en este mundo y herencia a todos en el del cielo, carÍsimo hermano. Besa a vuestra Majestad sus reales manos, su carfsima hermana. (BNM, Mss. 9855, fo1s. VI v.-VII r.) 111. Teresa de Jesús, Fundadora de las Carmelitas descalzas**"'· (1577) Se ha seleccionado esta carta por su contenido testimonial. De sobras son conocidas las censurables actuaciones de los carmelitas calzados para con las y los descalzos, ensa- .w; Las autoras señaladas con un asterisco están incluidas en EP del corpus; con dos, corresponden a EC. 416 SELECCION EPISTOLAR ñándose entre sus principales víctimas con el que llegaría a ser San Juan de la Cruz. El ser humano cegado por la soberbia es capaz de menoscabar los ideales que representa, por nobles y trascendentes que sean. Carta al Rey D. Felipe JJ. Madrid. Ávila, 4 de diciembre de 1577. JHS. La gracia del Espíritu Santo sea siempre con vuestra Majestad, amén. Yo tengo muy creído que ha querido nuestra Señora valerse de vuestra Majestad y tomarle por amparo para el remedio de su Orden, y ansf no puedo dejar de acudir a vucstra Majestad con las cosas de ella. Por amor de nuestro Señor, suplico a vuestra Majestad perdone tanto atre­ vimiento. Bien creo tiene vuestra Majestad noticia de cómo estas monjas de la Encarnación han procurado llevarme allá, pensando habría algún remedio para librarse de los frailes, que cierto les son gran estorbo para el recogimiento y religión que pretenden, y de la falta de ella que ha habido allí en aquella casa tienen toda la culpa. Ellas están en esto muy enga­ fiadas, porque mientras escuyiesen sujetas a que ellos las confiesen y visiten no es de nin­ gún provecho mi ida allí - al menos, que dure- y ansf lo dije siempre al visitador domi­ nico, y él lo tenfa bien entendido. Para algún remedio -miemras esto Dios hada- puse allí en una casa un fraile des­ calzo, tan gran siervo de nuestro Sefior que las tiene bien edificadas ( ... ], y ans{ le tienen por un santo, y en mi opinión lo es y ha sido toda su vida. [ ... ] y ahora un fraile que vino a absolver a las monjas. las ha hecho tantas molestias y tan sin orden y justicia, que están bien afligidas y no libres de las penas que antes tenían, según me han dicho. Y, sobre todo, hales quitado éste los confesores (que dicen le han hecho vicario provincial, y debe ser porque tiene más partes para hacer mártires que otros), y tiénelos presos en su moncsterio, y descerrajaron las celdas y tomáronles en lo que tenían los papeles. [ ... ] A mí me tiene muy lastimada verlos en sus manos, [ ... ] y tuviera por mejor que estu­ vieran entre moros, porque qUil.á. tuvieran más piedad. Y este fraile tan siervo de Dios está tan flaco de lo mucho que ha padecido, que temo su vida. Por amor de nuestro Sefior suplico a vuestra Majestad mande que con brevedad le rescaten y que se dé orden cómo no padezcan tanto con los «del pafio» estos pobrcs des­ calzos todos, que ellos no hacen sino callar y padecer, y ganan mucho; mas dase escán­ dalo al pueblo. Que este mesmo que está aquí tuvo este verano preso en Toledo a fray Antonio de Jesús ---, fundadora del Cole­ gio de la Compañía de Jesús, de Alcalá de Henares. De dona Juana Fernández de Velasco, Marquesa de Lomba;, al M. R. P. Claudio Aquaviva, quinto Prepósüo General de la Compañia de Jtsús. VilIalpando (Zamora), 23 de mayo de 1587. Téngome por verdadera hija de la Compafiía y tengo tan en el corazón sus trabajos que no he podido, doliéndome dellos, dejar de escribir a vuestra Paternidad Reverendí­ sima estoS renglones, como persona que oye y ve lo que pasa de murmuraciones y ému­ los. Para lo cual, y para conservar la amistad de las personas grandes que se muestran por amigos de la Compañia. convendrá infinito que vuestra Paternidad Rma. eche mano, para la buena gobernación destas provincias, de los viejos y experimentados de ellas. Que no se ha ganado nada de haber perdido alguna gente de la que digo, ni de sacar de unas provincias a o tras los sujetos, pues primero que conoce los de su cargo el que viene de fuera, se ha perdido mucho en la provincia de donde salió. y así, sería de parecer que todos vuelvan a las provincias de donde salieron; y parti­ cularmente el P. Pedro Villalba, que su prudencia y buena gobernación dondequiera se echará [de] menos; cuan to más en la provincia de Aragón, donde hay menos sujetos. Y 418 SELECCIÓN EPISTOLAR así, como persona que cuenta residir en ella y que desea el bien desta Religión, encareci­ dJsimamente suplico a vue;tra Paternidad Rrna. que me haga esta merced; creyendo que no me mueve a advertirlo sino el celo de que todo les suceda con tan próspero viento como hasta aquí. Así lo haga nuestro Señor y guarde a vuestra Paternidad Rma. como puede y le dé su espfricu para acertar a elegir. De Villalpando ....... . La Marquesa de Lombay. (Sanctus Franciscus Borgia. Quartus Gandiae Dux, 1. Matriti, Typis August. Avrial , 1894 (Monumenta Hiswrica Societatis [esu, 3), pp. 343-344). V. Isabel Clara Eugenia de Austria (1601) El 12 de agosto de 1566, es recibida gowsamente por sus padres Felipe II e Isabel de Valois la que estaba llamada a regir los Paises Bajos. La bautizan el 25 del mismo mes. Un año después nacería su hermana Catalina3 ", compañera de juegos, amiga y lenitivo ante la prematura pérdida de su madre (i 568). A principios de 1570, Ana de Austria lle­ ga a Palacio como nueva reina. Además de prodigar un carilio entrañable a las infantitas huérfanas, les dará otro hermano, el futuro Felipe IlI, al que Isabel Clara Eugenia quiso profundamente. En 1584, Catalina contrae matrimonio con Carlos Manuel, Duque de Sabaya; y muere en 1597. Decide entonces Felipe Il casar a sus hijos Isabel y Felipe con los hermanos Alberto y Margarita de Austria. No llega a ver realizado su propósito, por cuanto se produce su óbito el 13 de septiembre de 1598, en medio de los trámites pre­ cisos para la celebración del doble matrimonio. El 18 de abril de 1599 se ratificarían ambas bodas. Isabel contaba por entonces 32 años y su marido 39. Vivieron felizmente compenetrados. La existencia de esta mujer, admirable por todos conceptos, estuvo llena de renun­ cias: pérdida de los seres más queridos; anhelos de maternidad irrealizables; imposibili­ dad de alcanzar la paz en sus Estados; tampoco logró regresar a su añorada Espalia ... No obstante, mantuvo una fe inquebrantable. Su fallecimiento se produjo el 1 de diciembre de 1633. Fue amortajada con el hábito de la Orden Tercera de San Francisco, lo mismo que el Archiduque Alberto. Pidió que no la embalsamaran. Es difícil calcular los centenares de cartas que llegó a escribir a lo largo de su vida. Al Duque de Lama. Neoporto, 24 de octubre de 160 l. Duque: No os sabría yo decir, por mucho que lo quisiese encarecer, el conteneo con que estoy del nacimiento de mi nucra349 que, aunque esté por nacer el marido, tcngo una }4!! Se le impone este nombre por su abuela Catalina de Médicis. J49 Por emonces, Clara Eugenia confiaba que acabaría siendo madre; y que su hijo sería varón; en cuyo caso lo casaría con Ana, nacida el 22 de septiembre. No llegó a realizar su deseo y la Infanta se casarfa con Luis XIII de Francia. 419 MUJERES Y LITERATURA DEL SIGW DE ORO gran queja de que me la llaméis por nombre de sobrina; pero, por cualquiera que sea, os confieso he holgado tanto con ella y la quiero de manera que no me llevan ventaja sus padres. por mucho que hayan holgado con ella. Todo se me va en contemplar a mi her­ mano con su hija. y si la regala o la toma en brazos y otras mil cosas. Allá le escribo que me la abrace y bese por mí, y quieroos poner por testigo de si lo cumple. que yo lo hicie­ ra de muy buena gana y más que todos. Dicen parece a mi hermano, de que escoy con­ tentísima. Yo aseguro que la Duquesa lo tuvo bien en orden todo, que lo sabe ella hacer muy bien. Pésame le haya costado tan caro. Tenéis razón de holgar que no pariese la Reina en vuestra casa; pues a cualquiera cosica que hubiera, luego dijeran era deso; y ahora la podrán gozar, que me dicen está lindísima los que la han visto y muy acomodada. La Marquesa del Valle estará bien ocupada con ser aya; sólo tendrá un mal, que no 10 sabrá ser, ni cómo se ha de tratar todo aquell0350 ; que bien creo será diferente de otras que hemos visto en este mundo: creo me entenderéis. Yo deseo inflnieo nuevas del bautismo, y de cómo están padres e hija. Según ima­ gino, habréis traído harto en qué entender estos días, con poneHo todo en orden. Aquí hemos hecho la fiesta que se ha podido; y se ha podido tan poco que se resolvió con salva y fuegos y dar gracias a nuestro Sefior con Te Deum laudamus y una misa, que para el lugar creo fue más solemne que el de allá, aunque no tuvo bendición de Car­ denal [ ... ). Con esto se acaban las nuevas. Ahora quiero responder a vuestra carta de 11 de sep­ tiembre; y lo primero agradeceros el mucho cuidado que pusistes en enviarnos la letra de los trescientos y treinta mil ducados, que vinieron a tal necesidad como creo os tengo escrito; y sabiendo la que allá hay y el trabajo que cuesta sacar cualquiera cosa destos hombres de negocios, no puedo dejar de agradecéroslo mucho y cstimallo en lo que es razón, y lo que esto os cuesta; que yo os prometo que no es lo que menos siento. porque sé cuánto deseáis remediallo, y desto estoy bien cierta. Y así, creo os podría dejar de decir de la manera que se está, pues sé que no es menester para que pongáis más cuidado en procurar el remedio; mas, por muchas razones, es bien lo tengáis entendido, que es de manera la necesidad de los soldados que ha[n] llegado a caerse muertos no sé cuantos de hambre, de estos italianos que han venido ahora, porque no se les ha dado sino dos o tres tercios de paga [ ... ). (RODRlGUEZ VILLA, Antonio: Correspondencia de la Infonta Archiduquesa Dona Isaba Clara Eugenia tÚ Austria con el Duque tÚ Lerma y otros personajes. Madrid, Fortanet, 1906). J50 Está claro que no se refiere a Menda de la Cerda, sino a Magdalena de Guzmán, 11 Marquesa del Val le (Vs. SE, Xl). Si la apreciación que de ella hace parece tener oonnoraciones negativas ; en carta de 19 de enero de 160 1, dice también al Duque: «No dudo de la buena ayuda que os hará la del Valle, pues sólo su buen celo. cuando no tuviera las otras partes que tiene, bastaba para cualquier cosa.1I (RODRlCUEZ VIllA, 1906, p. 273) 420 SELECCION EPISTOLAR VI. Luisa de Carvajal y MendoZ".' (1606) Son muchas las cartas que dirige desde Londres a Magdalena de San Jerónimo, por quien manifiesta una profunda admiración. ¿Influía también la proximidad de ésta a Isa­ bel Clara Eugenia? A pesar de su fortaleza de espíritu, la situación en que se encontraba le impondría la necesidad de explayarse con alguien afln a ella, y de quien podía esperar ayuda tanto espiritual como material. Carta a Magdalena de San Jer6nimo. [Londres, 2 de marro de 1606]'" Jhs He recibido la de 14 de febrero de vuestra merced, y vuestra merced habrá tenido otra última carta mía, bien larga, de los trabajos de los católicos, aunque quedaron har­ toS por decir. Y puedo decir con verdad a vuestra merced que me consuelan cada día más sus canas, y me hace compafila acordarme que está vuestra merced en Flandes; y adon­ de quiera que fuese gloria de Nuestro Señor, le deseo la salud y la vida muy de veras; y holgaría harto saber los destinos que vuestra merced no quiere fiar de las cartas [ ... ]. Y aunque no sé lo que se le ofrece a vuestra merced que podrá hacer de más fruto en O[fOS cabos, pienso que ahí no hace poco ni tiene pequeñas ocasiones de él; y creo de su áni­ mo de vuestra merced cua1quier cosa, y que no le embarazara el mar océano y peligro de holandeses, ni dificultades de Inglaterra, si entendiese que la ll amaba Dios por aquí [ ... l . En lo demás, se puede hacer cuenta que se está en un yermo estando en esta tierra, y bien semejante en los peligros y dificultades al de los santos del otro tiempo, pues es más lleno de animales no menos fieros; y, por lo que tienen de discurso, cautelosos y intrin­ cados. Hame hecho Nuestro Señor merced de darme dos compañeras muy a mi contento, doncellas muy religiosas y devotas, las cuales procuro conservar en todo género de servi­ cio con humildad y satisfacción mía; y así, si salen a lo que es necesario, lo hacen bien y con alegria; y si están solas y encerradas, las hallo con la misma; y parece tendrán perse­ verancia. [ ... ] Ya habrá sabido vuestra merced cómo está preso el padre Garneto, superior de la Compañía [de Jesús] en este reino, de que ha redundado mucha edificación en católicos y herejes, de los cuales le han hablado muchos, y con eso descubierto las grandes partes que en él se encierran de santidad y prudencia, con una apacibilidad muy cara, que lle­ va a todos tras sí. Hanle tratado hasta ahora con toda blandu.ca y cortesía, y fuera de la Torre, y sin atalle, como suelen; pero ya está en la Torre, donde, aunque dicen tiene cama y lo demás necesario, creemos le darán tormentos; y ya debe de empezarse eso. 3~1 En d sobrescrito dice: ..A. mi madre y sefiora Magdalena de San Jerónimo, que Dios guarde muchos afios. Bruselas». La fecha. dada al final , indica: ..- o e marzo 2, estilo nuevo, 1606». Parece referirse a la refor­ ma del calendario, decretada por Gregorio XlII en 1582. 421 MUJERES Y LITERATURA DEL SIGLO DE ORO Otros muchos amigos están presos; ddlos apretados y dellos en circel donde pueden ser visitados. y sin hierros. Yo fui la semana pasada a una do hay seis; y luego. sin dificul­ tad, dando un golpe a la puerca de la calle, vino el carcelero, que lo oye desde su casa, que es allí junco; y, con un real que le da cada uno, abre la puerta con gran gusto; y lue­ go coma a cerrar y se va, hasta que se da mco golpe para salir. Yo fui derecha, sin ruido ni ver gente, a la sala donde los seis tenfan su estancia, y OtrOS católicos que yo conoda; y estuve una hora o más, y me volví con harto consuelo con mis dos inglesas. que fue­ ron conmigo, y yo con mascarilla, sin quitarla nunca. y antes de acabar ésta quiero suplicar a vuestra merced me haga merced de hacer­ me buscar un relojillo que pueda yo llevar conmigo donde quiera, porque aquí no se pueden tener cosas más embarazosas que eso; y que sea fiel y de provecho, que aquí no se halla apenas uno que lo sea; y, como soy tan pobre, procuro no gastar en balde los dineros. Y compro reloj, porque no puedo pasar sin él, ni tener orden ni concier­ (Q donde no se oyen los del lugar. y d!ceme una sefiora que tiene uno muy bueno y no caro, que se )0 compraron en Bruselas. Y luego. como vuestra merced me avise del precio, enviaré los dineros con el correo, o los daré a quien vuestra merced ordenare, o enviaré en una o otra manera; que me hace grande falta, cierto, y vuestra merced hará una obra de caridad no pequefia. Y aunque no querría me costase demasiado, porque tengo limitados dineros, sobre todo deseo sea cierto y de dura , con el que haré remate a compras a la medida de mi pobreza; que no llega, aunque es mucha, a ser tan grande que iguale al contento que me causa verme en ella; donde lo más que he teni­ do que romper ha sido la dificultad y delicadeza extraordinaria que toda mi vida he tenido en no querer cama que no fuese hecha para mí misma, y acá he dormido en las que las sefioras, de limosna, me han querido prestar. Y es lo bueno que se les hacía a veces muy de mal darme sábanas, y yo sonreíame y deda en mi pensamiento: Si me conociésedes el humor, veríades cuánto más hago en tomallo, que vosotras en dárme­ las. En esto he sentido interior resistencia extraordinaria y terrible, y también en cosas de la comida. A su Alteza beso los pies, y no sabría decir el amor y cuidado que me debe; tengo gran confianza en Nuestro Sefior de las cosas de sus Estados. Guárdela Dios, amén, yenri­ quezca su real corazón con un divino amor tal como yo siempre le suplico. [ ... } Sierva de vuestra merced, Luisa. (Epistolario, 1965, pp. 159-161) - Vs. en EP: Luisa de Carvajal, Género epistolar). VII. Margarita de la Cruz, hija de la Emperatriz Maria de Austria. (1606) Como ya se dijo al referirnos a Maria de Austria (II), Margarita fue su hija predilec­ ta. De hecho, ambas permanecieron siempre juntas hasta la forzosa separaci6n impues­ ta por el fallecimiento de la primera. Margarita de Austria, en religión Margarita de la Cruz, nació en Viena el 25 de ene­ ro de 1567. Desde la más tierna infancia arraigó en ella la fe que le habla inculcado su 422 SELECCIÓN EPISTOLAR progenitora. Adolescente aún, se siente objeto de una firme vocación religiosa. Acompa­ fía a su madre, la Emperatriz María, cuando ésta decide regresar a Espafia en 1580. En Monrserrat ofrece consagrarse a Dios. Nadie conseguiría hacerla desistir; ni siquiera el pertinaz requerimiento de Felipe II que, viudo de su sobrina Ana de Austria, pretendía convertir a esta cuñada en la quinta esposa. Sin abandonar el amoroso cuidado de su madre, la Infanta toma el hábito de clari­ sa a 25 de enero de 1584; profesa el 25 de marzo de 1585. Si bien es cierto que de algu­ na manera siempre atendió a relaciones y compromisos propios de su estirpe, se man­ tuvo fiel a las obligaciones propias de una franciscana regular. Su catácter cordial y apacible ofrece constantes muestras de humildad y generosa entrega. Las dos ptuebas más duras que hubo de soportar fueron la muerte de su madre, en 1603, y una cegue­ ra progresiva e irreversible, que llegó a ser total. SOpOrtÓ todo con singular entereza y resignación hasta e15 de julio de 1633, en que emprendería el camino de la luz sobre­ natural. Su ejemplaridad originó un proceso de beatificación, interrumpido como tan­ tos otcos. Inmersa en la mística del recogimiento, que se respiraba en las Descalzas Reales, la Infanta clarisa debió de ser una gran lectora, como atestiguan los muchos libros a ella dedicados. Así pues, al magisterio de figuras como los franciscanos Juan de los Ángeles y Juan de Palma, el carmelita Antonio Sobrino y toda la pléyade que en gran parte hemos citado, hay que sumar todas o la mayoría de esas obras de contenido religioso, que irían nutriendo su mente receptiva y espíritu exquisito. En sus escritos se trasluce el amor a la familia y a la vida palaciega, que constituyó par­ te de su infancia. Carta a Felipe 111, su primo. [Madrid, Descalzas Reales, dla de Todos los Santos de 1606] Jesús María Sefior, beso a vuestra Magesrad la mano por tanta merced como me ha hecho en man­ dar que me rrujiesen al Príncipe352 , Dios le guarde. para que se la pudiese besar. Ayer a las once trujieron a su Alteza. Está lindIsimo. Bendíga1e Nuestro Señor. Comió aquí sus sopicas muy bien, y después estuvo haciéndome merced de emretenerse conmi­ go hasta que fue hora de mamar. Diéronle el pecho y adormiose como un ángel. Echáronle en su cuna, que está en la cámara que era de mi madre y en el mismo lugar adonde tenía su Magestad su cama. Estúvele yo meciendo un buen rato. [ . .. ] (BNM, Mss. 915, fols. 117r-118v.) l52 Era el futuro Felipe rv, que por entonces contaba poco más de afio y medio. 423 MUJERES Y LITERATURA DEL SIGLO DE ORO VIII. Orofrisia de Mendoza y Castilla (1610) Nació en Alcalá de Henares hija de Francisco de Mendoza, sefior de Valera, y Beatriz de Castilla y Mendoza. Apenas cumplidos los dieciséis afios, su madre se empeñó en casar­ la con Francisco de Cepeda, quizás por el gusto de emparentar con Teresa de Jesús, del que era sobrino. Sin embargo, este matrimonio, que también había complacido a la San­ ta carmelita, no fue nada afortunado. Orofrisia experimentó la amargura de sentirse uni­ da a un marido insensato que, a pesar de amarla, dilapidó la escasa fortuna de su esposa y emigró a Quito con la vana pretensión de enriquecerse. Allí le sorprendería la muerte, suspirando por la mujer a quien había hecho sumamente infeliz. Carta de doña Oro frisia a Úl germana (sic por hermana) Teresa de jesús, su cuñado, en que da quenta de Úls muchas deudas que dexó don Francisco de Cepeda y que Úl dexó comumido su dote. Alcalá, 21 de marzo de 16 \O. 1HS. Hermana mía, aunque respondo tarde a una de vuestra merced. no ha sido por falta de deseo de hacer esto, sino por parecerme convenía hablar primero a nuestro Padre General, para deci rle mi intención, y que su paternidad, como dueño de codas, dispusie­ se de lo que a mí cocaba y viese cómo era fuerza tratar en esto [ ... ], por poder servir más a ese santo convemOj y así, para esto haré todo lo que en mí fuere. Y si el descuido de don Francisco, mi señor, no hubiera sido tan grande, que ;u'm para pagar sus deudas no ha enviado un cuarto, como vuestra merced sabe por las cartas que para mí ha visto suyas, yo no tratara en esto; pero quiérolo para pagar las deudas a que me hizo obligar, que no sólo se comentó con venderme mi dote. [ ... ] Persuádome que no me he sabido dar a entender en lo que pretendo, y así querría en ésta acertar más. Digo pues, hermana mía, que como consta de la profesión de vuestra merced, antes que la hiciese, se convinieron es [e] convento y su hermano a que, por haberse dado por nulo el testamento de don Lorenzo de Cepeda, mi sefior, el mayoraz­ go que su merced fundó eran bienes partibles y que, siendo así, vuesas mercedes que­ rrían de su voluntad vinculallos, confesando como vuestra merced confesaba ser beneficio suyo, por ser llamada a la mitad del vínculo después de los días de su hermano don Fran­ cisco, no quedándole hijos; y que, por cuanto estaba desposado conmigo y si quedaba la hacienda vinculada mi dote no se podía volver en caso de no tener hijos, yen esto se me hacía agravio, el convemo se obligaba a que, si don Francisco moría sin hijos, me darían la mitad de mi dote y mis arras por entero [ ... J. Ahora yo he querido pedir es ta facultad para cumpli r con lo capitulado [ ... ]. Y el pagarme mi dote ha de ser después de haber heredado de don Francisco; que antes, ni yo lo pido ni el convemo tiene obligación; de manera, que de lo mismo que han de here­ dar me han de pagar [ ... l . y si no se convinieren, nombremos vuesas mercedes y yo un tercero y pasemos por lo que dijeren; y si desto vuesas mercedes no gustaren, yo he cum­ plido con Dios, que es testigo que mi imención es servillas y escusar pleitos y costas [ ... ]. (Madrid, A.H.N., Clero, Leg. 298.) 424 SELECCION EPISTOlAR IX. Catalina de Zúñiga y Sando~al, VI Condesa de Lemos (1611) Su inteligencia y firmes convicciones hubieran sido suficientes para hacerla brillar con luz propia. Pero, además, era hermana del controvertido Duque de Lerma, nieta de San Francisco de Borja y esposa del VI Conde de Lemos. Como tal, madre del VII Conde de Lemos, mecenas de Cervantes. No se excede en su valoración MafÍa de Zayas (Vs. Ep, 5); pues se trata de una personalidad ponderable por muchas razones. Distintas reinas quisieron mantenerla a su servicio. Era dama de Ana de Austria, cuarta esposa de Felipe n, cuando casó con don Fernando de Castro, al que hubo de acompañar durante su Virreinato de Nápoles desde 1599 a 1601, en que falleció. De regreso a España, la ilus­ tre viuda pronto sefÍa designada Camarera Mayor de la Reina Margarita de Austria, espo­ sa de Felipe 111. Sagaz, inteligente y madre amantísima, las cartas y otros documentos que de ella se conservan revelan su afán por solucionar los problemas familiares de cualquier índole, anteponiendo a los intereses políticos y económicos su rectitud de conciencia, cimentada en una profunda fe religiosa. Carta a su hijo Francisco, VI Conde de Castro, Embajador en Roma. [San Lorenzo del Esco­ rial, 5 de septiembre de 1611] [ ... ]. Antes de alargarme en esto, quiero recopilar las canas con que me hallo tuyas, que son de 8 de julio, de 19 y de 22; y éstas me parece que fueron las que cayeron en manos de ladrones, de que no estoy muy contenta, porque verdaderamente eran cartas del diablo, y no dejan hueso sano al brazo seglar ni al eclesiástico; pero, ¿qué habemos de hacer? Ya es hecho. Los originales están en mi poder. Si el puto del gironés lo publicara, decille que mien­ te, por más camino que lleve de que todo es verdad. Y si hubiere copiado las cartas, decir que es un falsario. Dirás tú agora: ((¡Cómo graceja mi madre habiendo recibido las cartas que llevó mi correo con la nueva de promoción de cardenales y toda mi perrería!» ¿Por qué no tengo de gracejar de que te maravilles mucho? [ ... ] Pues a fe de mujer de bien, que en esta parte pierdo la paciencia y aún los estribos muchas veces. Harto he gritado, harto he dicho y harto diré siempre que se ofrezca [ ... ]. Mala promoción, diabólicos respetos y que sea Dios tan bueno que no falte su pala­ bra ni deje de asistir el Espíritu Santo, cuando es menester que en su Iglesia se declare la verdad. No hay de quien fiar, sino de este Señor, ni hay a quien servir sino a Él [ ... ]. Hijo, no te niego que te sobre la razón en desear salir de ahí , porque la gente con quien tratas no puede ser peor [ ... ]. Sería menester esperar un Papa de milagro y que Dios sacase algún Celestino del yermo, como lo him cuando se le antojó. Pídeselo, desde lue­ go, pues rezas tanto que también te halla don Rodrigo esta tacha, como a tu hermano, d ser buen cristiano, porque para gobernar dice que no han de ser santos; y así, por esta parte, ha de superar infinito el gobierno de Osuna [ ... ]. Un día le dije a mi hermano que para conservar d estado en que el Conde había de dejar a Nápoles cuando se viniese, no había tal camino como sentarte a ti en aquella silla. 425 MUJERES Y LITERATURA DEL SIGLO DE ORO y cierto que no es cosa que la he pensado con amor de madre, sino con amor de la con­ servación de aquel reino [ ... ]. Ayer dijo mi hermano maravillas de ti al Rey. Díjomelo a mí un testigo que se halló presente [ ... l . Yen nota amógrafa, que acompafia a la carta: [ ... ] No he oído mejor cosa que la audiencia con su Santidad, y su Majestad está paga­ dísima de ella. La Reina me ha hecho su Secretario, por no estar aquí Garcimazo [ .. . ]. Las cifras de que usábamos hasta aquí del Rey, Reina y Papa no me contentan, por ser muy sefialadas entre los otros números. Y así, de aquí adelante sirvan las que se siguen: Papa 257 - Rey 258 - Reina 259'" (Madrid, Archivo del Palacio de Liria, C.58) X. Ana de Jesús (Lobera) (1613) Fue Priora en Granada, de donde pasó a Madrid, en 1586, para realizar la primera fundación de Carmelitas descalzas, que dejó pendiente al morir Teresa de Jesús: el Con­ vento de Santa Ana. Posteriormente, ella y Ana de San Barto lomé instauran el Carmelo femenino en París y Bruselas. Se le deben, asimismo , sus gestiones dentro de la Corte para lograr la impresión de las obras completas de Teresa de Jesús y «el elogio más her­ moso que por ventura ha salido de pluma humana sobre la Santa y sus hijas, y que Fr. Luis de León puso al frente de los escritos de la Madre, que él por primera vez publicó en 1588, como ya sabemos. Más adelante trabajó la mismo Venerable con el P. Gracián para publicarlos en Flandes.» (Silverio, 1936, p. 583) Carta de Ana deJesÚJ a Luisa de Carvajal y Mendoza. Bruselas, 13 de noviembre de 1613. Jhs. María Gracias a Dios que, en cuarenta y cuatro años, y más, de carmelüa descalza, aunque indigna, no hemos merecido gozar de lo que en nueve que ha que está vuestra merced en ese reino, pues ya se ha visto dos veces encarcelada. ¡Oh, mi señora!, ¡qué de envidia!; he derramado hartas lágrimas. Cierto que la que falleci6 en el alboroto de la prisi6n3s4 goza de la corona de mártir, como nuestra Santa Leocadia de Toledo. Sus compañeras deseo estén ya libres, y que si ejecutan el destierro de vuestra merced, se nos venga acá, pues sabe con el amor que aqui la serviremos, y el que la tiene la Infanta nuestra, a quien luego se lo he de escribir. Envi­ dia he ten ido a esas señoras que han acompañado a vuestra merced. m Respecto a los números que da para referirse al Papa, Rey y Reina, conviene indicar que ucil.izaba con frecuencia en sus cartas el lenguaje cifrado. 354 Al parecer, una de las compañeras inglesas de Luisa de Carvajal (Vs. SE, VI Y Ep, 4). 426 SELECCION EPISTOLAR Escríbame luego cómo está, .y mándeme en lo que podremos servir, que en esto veré, señora mía, si me desea hacer mercedes. Higamela su divina Majestad en hacer siempre presencia y compañia a vuestra merced; y guárdenosla como se lo suplicamos en este con­ vento de Bruselas, 13 de noviembre de 1613. Señora mía, de vuestra merced perpetua sierva, Ana de Jesús. (CARVAJAL, EpistoÚlrio, 1965, p. 462) XI. Magdalena de Guzmán, Marquesa del Valle (1619) Por razones muy semejantes a la confusión que suscitaron las VI y VII Condesas de Lemos, Magdalena de Guzmán y Menda de la Cerda, Il y III marquesas del Valle, res­ pectivamente, a veces han sido confundidas mediante atribuciones erróneas. La de Guz­ mán, casó en 1578 con Manín Cortés, hijo de Hernán Cortés y, por ende, n Marqués del Valle de Oaxaca. La de la Cerda y Bobadilla contrajo nupcias en 1593 con Fernando Cortés, hijo de aquél habido de su primer matrimonio, que sería nI Marqués del Valle. A! morir el n Marqués del Valle y heredar el título su hijo, indistintamente se aludía a Magdalena de Guzmán y a Menda de la Cerda como Marquesas del Valle, según puede comprobarse documentalmente en el manuscrito 2717, de la Biblioteca Nacional (ff. 111-55.), habida cuenta de que tales documentos se producen cuando también ha falle­ cido el nI Marqués del Valle, don Fernando Cortés. El IV sucesor en el título es su her­ mano D. Pedro. Se da, además, la coincidencia de que ambas fueron damas al servicio de la familia real. Magdalena de Guzmán, la Marquesa del Valle ambiciosa, inteligente y bella"', es la que alcanzó gran relevancia en la Cone de Felipe nI y Margarita de Austria; de ahí que ---->. (ZARCO, 1924, p. 318) 427 MUJ ERES Y LITERATURA DEL SIGLO DE ORO disfavor real, por cuanto está fechada en Méjico a 20 de noviembre de 1603 (Mss. 3.207, pp. 694-695)"'- Según parece, yen cierto modo lo atestigua la carta que sigue, Magdalena nunca dudó del Duque; sí, de los Reyes35'. Quizás los remordimientos de conciencia impulsaron al de Lerma a interceder posteriormente en su favor. La carta que sigue es un precioso tes­ timonio de la situaci6n en que, al cabo de los años, se veían ambos rivales. así como la transformación que las adversidades produjeron en la ambiciosa palaciega, probable fru­ ro de la reflexión y de su profunda fe trascendente. Cuando esro escribe, la III Marque­ sa del Valle -su nuera- ya había fallecido. Carta d, la Marquesa d,l Valk al Cardenal Duque de Lerma. Madrid, 30 de septiembre de 1619. Señor mío, la merced que vuestra Excelencia359 me ha hecho con esta carta he esti­ mado como deho, o por lo menos como puedo, y con la ternura que Dios sabe, como quien la da , que nosotros nada podemos tcner que no sea malo¡ y espero de su divina Majestad que le ha de dar a Y.E. vida para que vea cuánto muy mayor dicha es la que le dará en esto que la que el mundo ha tcnido por tan grande en escos afias. Créame Y.E. que se lo deseo sumamente y que codo lo que no fuese alma daría por ello. V.E. sabe cuán grandes trabajos he tenido en honra, en vida, que con mis años y los rigores fue milagro vivir en hacienda, que si V.E. no me hiciera merced de que el Rey me diera los gajes y la casa; y después hacerme pagar los corridos, humanamente [no] terna cómo vivir. Vi también lo que hay que fiar en servicios a los reyes, ni en amigos [ ... ]. V.E., señor mío, dice que me conoce. Siendo esto así, obligado está a creerme. Y así le ruego y le suplico, por la sangre con que fuimos redimidos, me crea. Yo puedo con todos mis trabajos, echándome desde luego a los pies de tan buen Dios, reconociendo cuán pocos eran para lo que merecían mis pecados; pidiendo, no el alivio dellos ni la libertad, que Él sabe que nunca la deseé, sino su ayuda para agradasle con dio y saberlo conocer. y sepa V.E., que todo el tiempo que gasté en parecerme a mí que era yo bastan­ te para entretenerme y divenirme fue tiempo perdido, y me ahogaba más; y duróme esto tres meses, hasta que nuestro Señor me hizo esta gran misericordia. Desde este día, no sólo tuve quietud y consuelo; pero contemamiento con ella. Sábelo el que me lo dio, que esto hizo por una sabandija, no sólo mala, pero inútil para poderle servir. [ ... ] 357 ~ l ... l Uegó dolla Magdalena a obtener a través de la Reina el Virreinaco de Méjico para el Marqués de Momesclaros, y la gratitud del nuevo Virrey no se detenfa en el Duque, sino que llegaba directamente a la Reina, pasando an tes por la persona de la Marquesa .• (PffiEz. MARTIN, 1961, p. 125) }}8 ~ El Duque, secreto instigador, ha logrado sus objetivos siguiendo su táctica favorita: no dar la cara. Le horrorÍ1.a crearse enemigos. Increfhle habilidad, porque en el caso concreto de la Marquesa, ésta segui­ rá creyendo en la amistad del Privado y a los Reyes los juzgará desagradecidos .• ( P~REZ MARTIN, 1961, p. 127) '" En lo sucesivo se sustituye por las siglas V.E. 428 SELECCION EPISTOlAR Yo vi a VE., muy a los prin~ipios de su privanza, con harta melancolía y propósitos de antes que se muriese desembarazarse. Y sirviéndole yo muy como amiga de carne y sangre, rifiéndole, porque no estaba muy alegre, me respondió: «Háceme Dios merced de que vea que esto se ha de acabar mañana)), Y respondíale yo: «No pierda V.E. eso, que es mucho; agradézcalo a Dios)), V.E., en el puesto que estaba, era el que de fuerza sabía la fidelidad, la verdad que rodos o los más tenían unos con otros, no habiendo más ley de Dios que hacer sus nego­ cios. Entonces, sefíor mío, aunque V.E. lo vda, veíalo con vista corta y entendimiento ocupado; mas ahora que ha usado Dios de tan gran misericordia como mostrarle a V.E. qué monta todo, y le da tiempo, no le perdamos. Por un solo Dios tome Y.E. la vida que le queda para sÍ; que puede hacer mucho, y en cosas que nadie se 10 podrá turbar. Déje­ me Dios ver esto por su Pasión. y no suplico a V.E. que me perdone si le he cansado, porque sé que es el mayor ser­ vicio que le he hecho. Aquí me tiene VE. con la verdad que aquí muestro y con la ter­ nura que pide una verdadera y fiel amistad. Desahóguese v.E. No cuide sino de Dios y de sí mismo; hartos cuidados ha tenido; y pues sabe VE. el fruto que se saca dellos, cui­ de de sí sólo, pues lo tiene delante de los ojos. [ ... ] V.E. sabe que nunca le supliqué nada para mí; ya donde no hay interés propio tiene su lugar la fidelidad. Que VE. tenga achaques, me pesa. Yo, sefior, hartos traigo en pie, que la vejez hace su oficio; pero, si fuese de provecho para servir a VE., tendría yo la fuer La que haya vein­ te afias y mejor. Si VE. me dice que se huelga de hallar ahI con quien hablar de mi, yo también me huelgo harto con los que veo amigos de V.E.; y uno dellos a D. Diego Sar­ miento Conde de Gondomar, y Dn. Pedro de Leiba, y el buen Duque de Monteleón, fieles amigos de VE. , sin duda agradecidos. Obedezco a VE. en lo que me manda de escribirle sin tírulo, que para estimar yo a V.E. bien sabe que nunca he menester dignidad ni lugar. Dios guarde a v.E.36O (BN, Mss. 3.207, pp. 694-695) XII. Catalina Enríquez de Ribera, III Duquesa de Osuna (1621) Catalina Enriquez de Ribera y Cortés de Zúñiga, hija de los segundos Duques de Alcalá y nieta del conquistador de Méjico Hernán Cortés, fue Duquesa de Osuna por su 360 Del efecto que produjo en el Cardenal-Duque, habla elocuentemente el siguiente fragm ento con que dio respuesta, mediante carta escrita en Valladolid a 6 de noviembre de 161 9: ~ Señora mía, esta carta de vuescra Sefioría me ha enternecido de manera que yo no acertaré a decir cual (sic, equivalente a «como») me deja. Hizo Dios a V.S. la misma gentileza y nobleza y la m ás honrada mujer del mundo; y soja doña M ag­ dalena hace esto conmigo. El día de hoy pido a Dios vida para entrambos; y esp ero en él que no me la qui­ tará sin haber yo servido a V.S. y reconocido tan grandes mercedes; y la deseas palabras, amiga y señora m ía, no sé cómo se pueden paga r sin verter la sangre por ello». (Mss. 12.851, f. 270 v. ) 429 MUJERES Y LITERATURA DEL SIGW DE ORO matrimonio con Pedro Girón de ,Velasco, tercer Duque de Osuna -llamado El Gran­ de--, que se celebró con gran pompa en Sevilla el 17 de enero de 1594. La vida junto a su licencioso marido no debió de ser nada fácil, a pesar de los momen­ tos de triunfo y esplendor que indudablemente gozó. Quizás la mejor etapa coincidiera con el Virreinato de Nápoles (1616-1620). Pues si grande fue el sufrimiento que le cau­ saron las escandalosas infidelidades del cónyuge, mayor tuvo que ser el derivado de las insidias y humillaciones infligidas por el Conde-Duque de Olivares a don Pedro Girón, con el consentimiento de Felipe IV. Es bien sabido cómo el caritativo don fñigo de Cár­ denas se hiw cargo del Gran Duque, cuando éste cayó gravemente enfermo en la forta­ leza de la Alameda, como consecuencia del cruel presidio que allí soportó. Una vez recu­ perado) lo encarcelaron de nuevo. Su muerte se produjo en Madrid, en las casas de Gilimón de la Mota, el 25 de septiembre de 1624. Es en esos momentos trágicos de acoso y vilipendio al Duque, cuando admira la valen­ tía y lealtad de que hace gala doña Catalina. A ellos corresponde, como puede apreciar­ se, la carta que sigue. Carta de la Duquesa de Osuna al Rey Felipe IV. [s.l.], [abril, 1621]361. 361 1621. Señor: Por la carta que me mandó escribir Vuestra Majestad de diez del pasado he conocido que pudiera tener mejor dicha que la que tengo, pues muestra Vuestra Majes­ tad el poco gusto que ha tenido y tiene del Duque de Osuna, mi marido, pero confor­ me a su real grandeza [ ... ], importa tanto a la reputación de vasallos tan fieles como es y ha sido siempre el Duque en su real servicio, que no ordenando que se mire por la suya muy mal se mira por la mía. Confieso a V. Majestad que, como a Rey natural mío, he de sujetarme a todo cuando quisiere y gustare disponer de mi casa y de todos los de ella; pero cuando se toca a lo que puede importar a la estimación del juicio que fácilmente hará todo el mundo de nosotros, viendo lo que se ve, no fuera yo quien soy si tuviera menos sentimiento del que tengo y muestro a Vuestra Majestad, conociendo el amor y fidelidad y celo que el Duque ha tenido siempre de servir a V. Majestad 'f a su Real Coro­ na, en cuyo testimonio ha derramado mucha sangre, adelantándose con grandes venta­ jas en cualquiera ocasión que se haya ofrecido, sin tener jamás otra consideración que de hacerlo como debe. Una merced pido a V Md. en pago desto, ya que no se ha merecido otra, que me dé licencia para ir a servir al Duque en su trahajo; que con más sastisfacción podrá quedar V. Md. teniendo dos prisioneros que no uno. Porque si han sido tan grandes los excesos que han obligado a lo que V.M. dice, no puede ser el Duque sólo culpado en ellos, sino que yo también; y, sin duda, debo de haber incurrido en muchos como quien ha vivido con él tanw tiempo. Este favor espero de la real mano de V. Md.; con que entiendo que Damos esta fecha, por cuanto la carta de la Duquesa es en respuesta a una del Rey de 5 de abril de 430 , " " SELECCION EPISTOLAR en llegando a la costa de Espafi'f' tcndré aviso que sí está de hacérmele, [ ... ] como con­ fío de la prudencia y cristiandad de V. M. [ ... ]. Memorial que dio la Duquesa de Osuna al Rey nuestro Señor Dn. Phelipe el Quarto. (Complementario de la carta anterior, lo escribe quizás como una última llamada de auxi­ lio. Sólo se reproducen algunos fragmentos especialmente significativos) [ ... ] Justicia pido y desagravio. Los enemigos de mi marido son los de su Corona de V. Md. [ ... ]; para el Duque valientes perros, pues no contentos con ladrar contra su repu­ tación han podido dar con él en una cárcel. [ ... ] Los libres son los que, habiéndose atre­ vido de quitar un Virrey y llamar otro, reconocidos de su horror y temores del castigo, buscaron color para cubrirse en la fidelidad de tan gran ministro de V. Md., como es y ha sido el Duque mi marido. Si él ha delinquido en la lealtad que debe al servicio de su Real Corona de V Md., coraje tengo yo y sangre para con mis manos - si me fuera lfci­ to- quiralle la vida; o, a lo menos, a los pies de V. Md. procurar con el rigor de su jus­ ticia sacar esta mancha [ ... ]. VM. tiene a sus pies una mujer cuyos antepasados han acrecentado con su sangre mucho de su Corona, y alguno dellos dádole más hacienda y más vasallos que heredaron de sus Padres los de V.M. [ ... ] (Biblioteca del Monasterio de El Escorial, Mss. 1-I1I-31; BARBEITO, 1) XIII. Teresa Valle de la Cerda (1626) Era hija del notable escritor y economista madrilefio Luis Valle de la Cerda. Uno de sus hermanos también fue benedictino. Comprometida para contraer matrimonio con el Protonotario Jerónimo de Villanueva, una revelación sobrenatural que percibió su ría Ana María de Loaysa, la determinó a consagrarse a Dios en un convento benedictino de su fundación. Lejos estaba de suponer lo que supondrfa tal empresa para ella y el conjunto de la Comunidad. En efecto, dos sombras masculinas se ptoyectaron sobre el que acaba­ ría siendo tristemente célebre Monasterio de «San Plácido». Lejos de su intención, el Con­ de-Duque de Olivares -uno de sus principales pattocinadores- atrajo sobre el mismo la inquina de numerosos adversarios, que actuaron como detractores; pero aún más som­ brío y nefasto resultó el paranoico Prior Fr. Francisco Garda Calderón, que, desde sus deli­ rios mesiánico-libidinosos, sugestionó hasta situaciones límite a las -en su mayoría­ incautas monjas, que dieron con sus huesos en las cárceles secretas de la Inquisición, tras ser sometidas a un proceso de gran resonancia. Teresa Valle (en el claustro, Benedicta Tere­ sa) defendió siempre la inocencia de sf misma y de sus hermanas de religión, con el firme propósito de reivindicar el injusto baldón que deshonraba a la Orden, mediante sucesivos memoriales. El último, presentado en 1637 ante el Consejo Supremo de la Inquisición, a punto ya de cumplir la condena, mereció una revisión inquisitorial. La sentencia defrni­ tiva fue exculpatoria para las monjas, dando por culpable a Fr. Francisco. La carta que sigue pone de manifiesto la confianza que el Conde-Duque tenfa deposita­ da en esta mujer fntegra y bondadosa, cuyo único delito imputable es el de su ingenuidad. 431 MUJERES Y LIT ERAT URA DEL SIGLO DE ORO Carta al Conde-Duque de Olivares. [Navidades, 1626] '" ridades. Excelentísimo Señor, Dios dé a vuestra Excelencia tantas, tan alegres y santas Pascuas como en esta su Casa le deseamos; y pedimos a nuestro Señor disponga su corazón de vuestra Excelencia para hacerle digna morada suya, para que nazca en Él y le llene de sus divinos bienes, de suer­ te que de tal manera vuestra Excelencia esté en Él que todas sus acciones. pensamientos y palabras sean en Él y por Él. sin impedimento de la naturaleza, sino que, libre y suel­ to de ella, obre mi amado Señor su más agradable voluntad. Para que esto llegue a ser muy presto, se da el Señor tanta prisa a purificar a vuestra Excelencia [ ... ]. Yo me consuelo mucho, cuando me veo apretada y con un modo de tedio y enfado para las cosas buenas, con San Pablo; que veo que sentía el mesmo peso, pues que decía: ({¡Oh infeliz hombre! , ¿quién me librará del cuerpo de esta muerte?» Y otras veces decía: (~Siento en mí una ley que contradice a la ley de mi espíritu». Y a mí me es de gran con­ suelo que él , que era tan grande, padeciese en el modo que los que no lo somos [ .. .]. Vues­ tra Excelencia renga mucha fe que, con desconocimientos y tristuras y sin ver en sí todas las virtudes que dice que le Faltan, ha de llegar a ser verdadero imitador suyo. Y no se con­ tente, mi amado señor, con menos; porque, de verdad que no es elegido para poco, sino para tanto que cada día me causa mayor admiración ver lo mucho que hay en vuestra Excelencia y cuán grandes y sabias son todas sus acciones [ ... ]. Deseosa de tener tan alegres nuevas como las que vuestra Excelencia me envió del ali­ vio de sus dolores, me atrevo a enviarle esos vides,362 por ser buenos para el estómago. Ya llevan las bendiciones de las mantequillas. Bien cierta estoy no le Faltará a mi amado señor la fe que tuvo con ellas; y ansf espero el mesmo efecto la dé el hijo. No le falte a vuestra Excelencia; sino con muchas veras se le pida a Dios esta Pascua, que yo fío de su miseri­ cordia que para la del año que viene se ha de entretener vuestra Excelencia con él. [ ... ] Nuestro Padre va luego a besar a vuestra Excelencia las manos. Su paternidad le dará a vuestra Excelencia todas las buenas Pascuas que nuestra Madre y todo este C onvento enviamos a vuestra Excelencia, como hijas y súbditas suyas [ .. . ]363. De este Convento de la Encarnación de la Orden de nuestro glorioso Padre San Beni­ to de Madrid, hoy jueves. [ ... ] Humilde sierva de vuestra Excelencia, Doña Benedicta Teresa. (CARCELES YMUjERES, 199 1, pp. 136- 138) Posiblemente vides salvajes, por sus propiedades medicinales, como refleja el Diccionario de Auto- 363 La aprobación real de ese Monasterio se debió al apoyo del Conde-Duque de Olivares; ya que Feli­ pe N no quería autorizar más fundaciones. A su vez. el influyente valido hizo tal recomendación al Rey para complacer al Protonotario Jerónimo de Villanueva, amigo suyo. 432 SELECCION EPISTOlAR XIv. Beatriz de Jesús, carmelita descalza sobrina de Santa Teresa (1628) A través de la deliciosa biografla que dejó escrita una compañera del convento madrile­ ño de Santa Ana (Vs. EC, 16), nos hemos acercado con preferencia a la vida pre-conven­ tual y, a grandes rasgos, a su fructífera actuación como carmelita descalza. Siempre fue cons­ ciente de que, junto a su consagración religiosa, había contraído la responsabilidad de ser una ptolongación de la Santa Fundadora del Carmen descalzo, su entrañable da. De hecho, mantuvo un amor, admiración y fidelidad inquebrantables hacia la que había decidido su destino. La carta que sigue es una muestra más de esa devoción filial, aunque desapasiona­ da, anteponiendo siempre ---, para aquel que se casara con una de sus dos hijas. También contó la familia con el afecto de Carlos n, como demuestra la merced a Pedro Retana «de reservalle que corra delante de su Real Persona, en las ocasiones que saliere fuera de la Corte». Fallecido éste, se le adjudicaron las funciones que venía desem­ peñando a su hijo Carlos, con carácter defmitivo. Un nieto de Pedro y Catalina, Juan Antonio de Retana, llegaría a ser ballestero del Rey. El «papel» (carra) que sigue carece de fecha. La referencia a la comedia de Francisco de Rojas Zorrilla (1607-1648) Entre bobos anda el juego, representada en Palacio, la encua­ dra cronológicamente --' del teatro del Siglo de Oro espafio]", Semiología tÚl Teatro, Barcelona, Editorial Planeta, 1975 (ensayos/plane­ ta). 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