1 Bibliotecas como espacios de seducción Si no puedo bailar esta no es mi biblioteca Los contenidos de esta conferencia estaban terminados antes de que se declarara la pandemia mundial provocada por el Covid19 en marzo de 2020. Estaba pensada para compartirse en un evento multitudinario que nunca se llegó a celebrar. Fue la primera cancelación de las muchas que hemos vivido desde entonces. Lo que leía, pensaba y escribía durante la preparación cobra ahora otro sentido. Precisamente, cuando ya había dado por terminado el texto leí un libro que arrojaba luz sobre lo ya escrito. Es un libro de José Esteban Muñoz , Utopía Queer, que ha publicado en castellano la editorial Caja Negra y que me ha parecido uno de los ensayos más fascinantes, estimulantes y alegres que haya leído nunca. La sensación distópica que ha dejado en el mundo la pandemia se mezcló con los destellos de utopía queer (un futuro para todas, todos, todes) y ambas fuerzas han quedado latentes en estas reflexiones sobre las bibliotecas que, cada vez más, me parecen espacios de deseo, cápsulas de futuro y lugares necesarios en el mundo. José Esteban Muñoz nos invita a imaginar otros mundos posibles que sí, están en el futuro, pero de cuya existencia podemos descubrir destellos en el pasado. Un pasado no es algo que acabó sino un lugar que ofrece salidas, que sigue resonando, para escapar de la cárcel normativa del “aquí y ahora” y alcanzar un “entonces y allí”. El pasado no es algo ajeno sino un posible aliado del futuro para construir, para imaginar, otras posibilidades de vida, pero eso no significa que podamos ignorar al presente: El presente no basta. Esta empobrecido y es tóxico para lxs queer y otra gente que no siente el privilegio de la pertenencia mayoritaria, los gustos normativos, ni las expectativas “racionales” (…) Quisiera ser claro en que la idea no es simplemente desviarse del presente. No nos podemos permitir esa maniobra, y si pensamos que podemos, nos hemos resistido al presente en favor del sinsentido. El presente debe ser conocido en relación con los mapas temporales y espaciales alternativos que provee una percepción de mundos afectivos del pasado y del futuro. (Muñoz, 2020, p. 72) Creo que las bibliotecarias necesitamos esa mirada utópica que sin desentendernos del presente cotidiano nos permita rescatar pasados para imaginar futuros. Me gusta además, la idea de que el pasado “hace cosas” que nos llevan al futuro. Y si podemos encontrar la línea para la utopía en el pasado ¿Por qué no vamos a poder soñar también desde lo que desearemos en el futuro? ¿Cómo serán las bibliotecas cuando ya no estemos aquí? Como escribe Lupe Gómez, una poeta a la que admiro: 2 “Cuando esté muerta, encerrada en una tumba eléctrica de Fisteus, sé que recordaré este primer libro-hijo mío con mucha alegría, con consuelo y paz de espíritu. Siempre desearé volver a estar viva y volver a tener 20 años en Santiago de Compostela”. Lo dice en el epílogo a la edición en castellano de su libro Pornografía que ha traducido al castellano otra poeta, también gallega, también admirada, Luz Pichel (Gómez, 2019b). Me gusta esa fantasía de imaginar cómo enunciaremos desde el futuro nuestros deseos y lo que vamos a querer rescatar del pasado porque creo que es útil para pensar en las bibliotecas. Hay algo en ellas que necesariamente implica imaginarlas cuando ya no estemos. Crear colecciones en la biblioteca es fabricar cápsulas del tiempo para garantizar que sean accesibles por quienes nos sucedan. Es algo que nos emparenta con los jardines en cuya creación es necesario proyectarse más allá del presente e imaginar cómo se verán cuando lo que acabamos de plantar crezca o florezca o cambien las formas y los colores. Pero sobre esas relaciones y semejanzas entre las bibliotecas y los jardines vamos a insistir más adelante. Me gustaría compartir aquí unos pensamientos bibliotecarios que surgen del trabajo que hacemos día a día, mis compañeras y yo, junto con lectoras y aliadas. También quiero poner en primer plano cómo pensamos esa biblioteca, qué metodologías utilizamos para imaginar otra biblioteca posible. Algunas partes tienen que ver con cuestiones teóricas y otras directamente relacionadas con las prácticas bibliotecarias. Nunca he creído en la separación entre teoría y práctica de la misma manera en la que no confío en la separación entre lo útil y lo placentero. Leer, pensar, estudiar o investigar van unidos al trabajo para crear bibliotecas y mundos más habitables e inclusivos. Para ponernos en situación me gustaría leer unos versos de Lupe Gómez que me hacen pensar en los recuerdos, en la memoria, en la tierra que nos conforma y en lo que no podemos explicar, pero entronca con nuestros deseos. Son de otro libro suyo, Camuflaxe, que también está traducido al castellano, auunque yo ahora me voy a permitir decirlos en gallego: AS FOTOS nunca desaparecen Os becerros son sepulcros sagrados A noite nunca protesta (Gómez, 2019a) Siento este poema muy ligado a su origen, lo rural gallego, al propio pueblo de la autora, Fisteus, a un mundo del que ella forma parte y que ve amenazado. Haciendo un paralelismo arriesgado, pero muy sentido, veo a las bibliotecas amenazadas y eso agudiza mi pertenencia a ellas. Además, estos versos en concreto me llevan a algunas cuestiones esenciales para pensar las bibliotecas: la memoria, la comunidad y el deseo. Las bibliotecas deben mirar a su comunidad, a su lugar de pertenencia, porque aunque puedan ser puentes entre mundos diversos, puertas para entrar a otras 3 realidades, formas de viajar (como a menudo decimos también de la lectura) no deben olvidarse de lo que las rodea, de las personas que acuden a ellas, de sus usuarias o lectoras o “bibliotecantes”1. La biblioteca tiene siempre un compromiso con la memoria colectiva, no solo por lo que guarda o custodia, sino porque sirve como herramienta para la memoria de cada una. Nuestros catálogos están creados para encontrar, para recordar, para que la información pueda ser utilizada por quien la necesite y se transforme en conocimiento. Y precisamente, al hablar de conocimiento tenemos que nombrar al deseo. Sin deseo es difícil, muy difícil, llegar a crear conocimiento, aprender o transmitir. Comunidad/Memoria/Deseo Me gustaría que los versos de Lupe Gómez acompañen este paseo discursivo como un talismán, un amuleto tan frágil y tan poderoso como son las palabras, como es el lenguaje. Me gustaría pedir a quien esté leyendo este texto que antes de continuar diga estos versos en voz alta como si formara parte de un gran coro que los repite: AS FOTOS nunca desaparecen Os becerros son sepulcros sagrados A noite nunca protesta Una introducción metodológica situada y (por el mismo precio) “un sí señor con las patas verdes” Donna Haraway habla de un “conocimiento situado” en el capítulo séptimo de su libro Ciencia, cyborgs y mujeres: la reinvención de la naturaleza. Ese conocimiento situado se aleja de esas “grandes verdades”, supuestamente objetivas, de las que habla una ciencia que esconde una visión sesgada, heteronormativizada, patriarcal, blanca y bien aposentada en lo económico y lo social. O sea, una ciencia, un conocimiento, que habla desde el privilegio pero que se muestra con un fingido distanciamiento ecuánime. Haraway opone a esa visión objetiva “un conocimiento situado” y para eso propone ensayar una “mirada periférica”, “una mirada desde las profundidades” y “una mirada desde abajo” (1995). 1 Este término, que inventó hace poco una amiga, Julia Morandeira, surgió en una discusión sobre cómo llamar a las personas que vienen a las bibliotecas. ¿Usuarias? Tiene cierto resabio a lenguaje economicista, a que quien viene no pertenece a la biblioteca sino que solo la usa. ¿Clientas? ¡Ufff! Esto sí que suena a neoliberal con colmillos afilados. ¿Lectoras? Bueno, es más romántico pero ¿Qué pasa con quienes vienen a las bibliotecas y hacen algo distinto a la lectura u otras cosas además de leer? 4 Me siento deudor de esa “manera situada” de acercarse al conocimiento y por eso lo primero que quiero es explicitar desde dónde os hablo. Desde qué lugar pienso las bibliotecas y todas las relaciones que conciernen a esta institución. Al definirme como activista bibliotecaria parto de una visión que me coloca dentro del objeto de estudio y eso rompe con las más sacrosantas premisas del conocimiento científico. Además, me siento ligado a la disidencia sexual y a las culturas LGTBIQ desde una óptica feminista. Espero, partiendo de este espacio periférico, lograr otra mirada, aunque en mi caso conlleva también situaciones de privilegio: soy marica pero soy un hombre y blanco y de clase media y facultativo de bibliotecas (bueno, esto último no está demostrado que sea un privilegio y no una simple anomalía). Tampoco quiero obviar que desarrollo mi trabajo en una biblioteca especializada en arte contemporáneo, comprometida con el aprendizaje y la investigación que pertenece a una institución de educación superior. Un aspecto importante que hay que resaltar es que las instalaciones de esta biblioteca, y muchos de sus servicios, están a disposición de todo el mundo. Nuestra biblioteca, en el seno de una universidad pública, quiere ser una “biblioteca de cualquiera” en el sentido en el que Luis Moreno Caballud habla en su libro Culturas de cualquiera: estudios sobre democratización cultural en la crisis del neoliberalismo español (2017). Una lectura parcial del texto de Haraway nos podría hacer pensar que con esa presentación o contextualización que os acabo de hacer ya estaría en condiciones de hacer un análisis situado, de llegar a un conocimiento situado, pero como señala Selina Blasco, en un vídeo que os recomiendo consultar, es un texto muy poco leído o deficientemente analizado 2. Selina Blasco deja muy claro en su análisis que el texto de Haraway, que nos habla de otras herramientas posibles para la investigación, no defiende el relativismo (que sería algo tan tramposo como la supuesta objetividad de la ciencia tradicional) ni una subjetividad individual que no pueda ser compartida. A partir de aquí me gustaría detenerme un poco en la importancia que tiene para la investigación bibliotecaria seguir los consejos de Haraway pasados por Blasco (2019). 2“BIBLOS. Arte e investigación basada en la práctica”. Con el objetivo de generar y compartir una bibliografía hablada sobre investigación basada en prácticas artísticas, el grupo de investigación UCM “Arte, Investigación y Universidad. Documentos para un Debate” celebró una jornada en la Semana de la Ciencia en la Facultad de Bellas Artes de la UCM en la que se invitó a investigadorxs del campo del arte, mediante una convocatoria abierta, a presentar intervenciones orales breves (de 5 minutos de duración) sobre textos que se sitúan en este ámbito del conocimiento. De forma paralela, se realizó una exposición en la Biblioteca de la Facultad de Bellas Artes con libros, imágenes y una breve descripción de los materiales seleccionados, que se intentarán adquirir si todavía no forman parte de sus fondos. Selina Blasco hizo una presentación del capítulo 7 del libro de Donna Haraway, Ciencia, cyborgs y mujeres: la reinvención de la naturaleza: “Conocimientos situados: la cuestión científica en el feminismo y el privilegio de la perspectiva parcial”. Todo esto ocurrió en el hall de la Biblioteca de la Facultad de Bellas Artes de la UCM el 4 de noviembre de 2019. https://www.ucm.es/arteinvestigacion/biblos-arte-e-investigacion-basada-en-la-practica https://www.ucm.es/arteinvestigacion/biblos-arte-e-investigacion-basada-en-la-practica 5 Así, en contraposición a la supuesta objetividad (que oculta “una visión masculinista” en palabras de Donna Haraway) trataré de seguir un método que parte de una perspectiva parcial asumida (la que os acabo de compartir) pero que no se detiene en el relativismo sino que quiere ser responsable con la investigación. El relativismo vendría a significar que como todo es contingente nada tiene valor. Pero nada más lejos de mi intención que defender esa postura. Podríamos decir que parto de la premisa de que las bibliotecas importan, que su existencia es necesaria y que mi visión desde dentro, y desde una situación connotada y subalterna, intenta aportar elementos para una visión compartida de lo que “pueden ser las bibliotecas”. Haraway habla de tres maneras de mirar que ayudan a crear un conocimiento situado. La “visión periférica” que Selina Blasco analiza como esa visión más amplia que aunque pierda nitidez, aunque se desenfoque, nos permite abarcar más campo. Esta visión está relacionada con la lucha (es la que utiliza Bruce Lee en las películas cuando se defiende de los ataques colectivos). Para las bibliotecas es muy importante mantener esa visión periférica porque el capitalismo neoliberal nos ataca con las privatizaciones y con una idea de las relaciones entre las personas cada vez más marcada por el individualismo. Tenemos que estar preparadas para la lucha y la visión periférica nos sirve para defendernos. Otro aspecto muy importante de la “visión periférica” es que también es necesaria en la danza porque hay que estar siempre pendientes de los movimientos de nuestras compañeras de coreografía para coordinar individualidades. Para las bibliotecas esa visión de conjunto, de comunidad que mira a cada una de las partes, es fundamental Luego está una “visión desde las profundidades” que Selina Blasco asocia con un texto de Chus Martínez sobre la relación entre el océano y el mundo del arte (2019) pero que a mí me gustaría llevar a otro terreno. Sería una manera de profundizar en los estratos más antiguos, y a veces ocultos, de la profesión bibliotecaria para rescatar prácticas que nos ayuden a crear una genealogía propia y común. Ahí aparecerían la potencia de Ranganathan, luego volveremos sobre este asunto, para pensar la fuerza liberadora de las bibliotecas, o el papel que jugaron algunas bibliotecarias de la Segunda República española para imaginar las bibliotecas (la cultura) como instrumentos de liberación. Entiendo esa “mirada a las profundidades” como una búsqueda en las capas de un pasado, a la manera de Utopía Queer, que está hablándonos de cómo inventar futuros. Por fin, tenemos la “visión desde abajo” que podría asimilarse, nos dice Selina Blasco, a esa mirada de las niñas y niños que preguntan porque quieren saber y no para demostrar lo que saben. Una mirada “discreta” porque está rodeada de cuerpos más altos, más grandes, que les ignoran y a los que ellos miran desde muy abajo. Selina pone el ejemplo de lo que pasaba cuando de niñas viajábamos en el metro o en el autobús. Esta visión me parece muy pertinente para tenerla en cuenta desde las bibliotecas porque la relaciono con el espacio poco visible, humilde, en el que estamos situadas como institución, pero que, paradójicamente, nos permite sobrevivir en un mundo hostil y actuar desde los pequeños gestos con acciones poderosas. En esta visión desde abajo también incluyo el uso de herramientas que, como el arte, se consideran subalternas a la hora de crear conocimiento. 6 Hasta aquí la introducción metodológica pero se ha prometido un “sí señor con las patas verdes” y ha llegado su turno. El “sí señor con las patas verdes”, me hace recordar a mi padre porque era lo que me contestaba cuando le preguntaba “¿Qué me has traído?” cada vez que regresaba de un viaje. Aunque luego siempre aparecía algo en su maleta a mí esa expresión me creaba desazón porque no entendía muy bien lo que quería significar aunque me hacía temer que podía no haberme traído nada. Más allá de ese recuerdo infantil, la frase tiene que ver con una canción de Vainica Doble de su disco Taquicardia publicado en 1984 3. Es una canción que se ríe del amor romántico (además no correspondido) y que Belén Gopegui utiliza como título en un texto, originalmente publicado en la revista Diagonal, muy reproducido en diferentes blogs. Lo voy a reproducir aquí íntegro porque es muy ilustrativo, muy pertinente y, dada la naturaleza de lo que quiero contar, necesario: Cuentan que un novelista llegó al poder y dijo: a partir de ahora la palabra novelista designará tanto a los novelistas como a los poetas. Los poetas se quejaron pero, como no estaban organizados, se generalizó la costumbre. Todo era en aras de la economía del lenguaje, decir novelistas y poetas todo el tiempo cansaba mucho. ¿Y decir a veces novelistas y a veces poetas? Eso era arbitrario, les decían. ¿Y decir siempre poetas e incluir a los novelistas? ¿Además, qué pasaba con los cuentistas? Los novelistas entonces se echaban a reír. Cuentan que en otro país los comunistas decidieron que el término comunista sería genérico e incluiría a los anarquistas. Eran tiempos de crisis y decir «comunistas y anarquistas» consumía mucha energía. Pero es que tiene consecuencias, decían los anarquistas, hasta lo más trivial acababa no siéndolo, por ejemplo: cuando los titulares de un periódico celebraban a los comunistas que lucharon contra el fascismo y daban nombres, casi nunca aparecían anarquistas, mientras que si el titular fuera: los comunistas y anarquistas que lucharon contra el fascismo, ese titular aguzaría la memoria de quien escribiese el artículo. Vale, quizá tengáis razón, pero sois unos pesados, dejad las cosas como están, al fin y al cabo también pasa con el género masculino y 3 Quisiera ser leucocito/ Y navegar por tus venas/ Como si fuera un barquito/ Bogando en la mar serena/ Y naufragar en la playa/ De tu corazón de arena/ Quisiera ser cigarrillo/ Dentro de tu pitillera/ Y esconderme en tu bolsillo/ Para estar siempre a tu vera/ Que nos mira tu mujer/ Y se pone hecha una fiera/ Si tu esperas en la cumbre/ Y yo te aguardo en el llano/ Nunca encenderemos lumbre/ Del roce de nuestras manos/ Y que tonta pesadumbre/ Mirarnos siempre lejanos/ Y que tonta pesadumbre/ Mirarnos siempre lejanos/ Sí, señor; sí, señor, que tú me pierdes/ Sí, señor, dame un siseñor con las patas verdes/ Sí, señor; sí, señor, que tú me pierdes/ Sí, señor, dame un siseñor con las patas verdes/ Quiero ser idea fija/ Y acomodarme en tu mente/ Entrando por la rendija abierta de tu inconsciente/ Y que sea inevitable tenerme siempre presente/ Quisiera ser inicial/ En incrustación bordada/ Un motivo ornamental/ En el centro de tu almohada/ Que amanezca tu mejilla/ Con mi nombre señalada/ Que amanezca a tu mejilla/ Con mi nombre señalada/ Voy a asaltar tu castillo/ Con audacia delincuente/ Y voy a hacer picadillo/ De tus ideas decentes/ Házmelo algo más sencillo/ Tendiéndome a tiempo un puente/ Házmelo algo más sencillo/ Tendiéndome a tiempo un puente/ Sí, señor; sí, señor, que tú me pierdes/ Sí, señor, dame un siseñor con las patas verdes/ Sí, señor; sí, señor, que tú me pierdes/ Sí, señor, dame un siseñor con las patas verdes. Autores de la canción: Santonja Esquivias, Carmen; Van Aerssen Grande, Gloria; Campos López, Miguel Ángel. Se puede escuchar la canción interpretada por Vainica doble aquí: https://www.youtube.com/watch?v=9kYB5erx4Yk https://www.youtube.com/watch?v=9kYB5erx4Yk 7 femenino y se acepta porque está en la estructura profunda de la lengua, tan profunda que nadie la puede tocar so pena de que se produzcan terribles accidentes; si se toca y después alguien se olvida una vez de decir alumnas y alumnos, habrá cataclismos sin número, le partirán rayos, rodarán cabezas. Entretanto, sin embargo, en esos países las niñas a veces decían niñas para hablar de niñas y niños, y a veces decían niños, y a veces los niños decían nosotras para hablar de toda su clase, y a veces decían personas, y a veces en vez de alumnos y alumnas decían el alumnado, y no se cansaban, y si alguna vez se les olvidaba decir niños y niñas, ningún rayo caía, y si alguna vez sí lo decían, su energía no se esfumaba. Porque la lengua les pertenecía, porque no era propiedad de ningún rey académico y a medida que quienes la usaban rechazaban la carga de las características asignadas a los sexos por el patriarcado, la lengua también se liberaba. (Gopegui, 2012) Si queremos unas bibliotecas que sean verdaderamente para todo el mundo el uso del lenguaje no es una cuestión pequeña. No hay detalles pequeños ni en la cultura ni en la lucha política ni en la vida. Por otro lado, la cultura se ha convertido en un campo de batalla y eso afecta a las bibliotecas. Es necesario ser conscientes de ello porque en esa lucha nos jugamos cosas muy importantes que son cuestionadas cada vez con más virulencia. Las bibliotecas, como la creación artística, serán libres o no serán. Estarán liberadas o no serán. El uso libre del lenguaje es una pieza fundamental. Así que, a partir de ahora, y como ya venía ocurriendo en lo que llevamos de texto, vais a escuchar femeninos genéricos, masculinos y femeninos en la misma frase y otras maneras de decir que evitan el masculino como expresión “por defecto”. La biblioteca como artefacto artístico. El programa Concomitentes Mi concepto de biblioteca la sitúa como un bien público, como una herramienta para una posible democracia radical que garantice a todas las personas el acceso al conocimiento y a la cultura. Pero además creo que hay una relación muy especial entre las bibliotecas y el arte. Algo que tiene que ver con que estamos acostumbradas, como bibliotecarias, a que las respuestas siempre son múltiples. Las bibliotecas son artefactos pensados para que cada una cree sus propios itinerarios, para que convivan distintos saberes, distintas maneras de aprender y de contar. Es algo que también ocurre en el arte que nos propone formas de mirar, caminos, experiencias, sensaciones que siempre dejan un resquicio para que una entre o no, mire o no, asuma o se excuse, participe o se salga de la pieza. Desde 2018 la biblioteca en la que trabajo está implicada en un proyecto que la convertirá en promotora de una obra arte. Al mismo tiempo, esa intervención artística se realizará en la propia biblioteca convirtiéndola en una suerte de pieza artística. 8 Esto va a ocurrir gracias a Concomitentes4 que es tanto una asociación (que ha recibido financiación de la Fundación Daniel y Nina Carasso para constituirse) como una herramienta de trabajo que nació, en los años 90 del siglo pasado en Francia, por una idea del artista belga François Hers. La página Web de Concomitentes nos dice que en 1990 Hers: propuso una metodología, a través de la cual grupos de ciudadanos y artistas pueden trabajar juntos en igualdad de condiciones y devolver el arte contemporáneo a la vida cotidiana. Su protocolo, que describe cómo generar un arte vinculado a la sociedad civil, se convirtió en piedra angular de un movimiento europeo de los Nouveaux Commanditaires, al que se adscriben cada vez más personas: profesionales del arte y ciudadanos rasos, alcaldes y artistas, jóvenes y científicos, ... El protocolo regula los roles y las responsabilidades de todos los involucrados que se unen para crear una obra de arte que se genera a través del diálogo. (2019) La asociación Concomitentes, que es la declinación española del proyecto Les Nouveaux commanditaires nacido en Francia, se define así: Concomitentes promueve la creación de obras de arte y media entre la sociedad civil que las encarga y las artistas que las producen. Un grupo de personas se une por una meta común: responder con una obra de arte a una situación surgida de su contexto inmediato. Un/a mediador/a acompaña el proyecto y media entre comitentes y artista para que todas las personas implicadas estén satisfechas. Propuesta por la mediadora, y procedente de cualquier disciplina, el/la artista crea una obra que responde al encargo de los comitentes. Ésta, duradera o efímera, grande o pequeña, participativa o contemplativa, toma la forma y el formato que mejor se adapte al encargo. Su valor está en función del uso y de la relevancia que le otorga la ciudadanía. (2019) 4 En la Asociación Concomitentes hay cinco mediadores y cada uno de ellos está trabajando con un proyecto en marcha. Felipe G. Gil (ZEMOS98) es mediador con la UCI Pediátrica del Hospital Universitario Nuestra Señora La Candelaria en Santa Cruz de Tenerife; Veronica Valentini es mediadora en Diversorium, un proyecto nacido en Barcelona por el deseo de dos activistas por la diversidad funcional, Antonio Centeno y María Oliver; Fran Quiroga trabaja con el parque El Pasatiempo, en Betanzos; Julia Morandeira, ya sabéis, es nuestra mediadora; por fin, Sören Meschede ha asumido el rol de la coordinación general del proyecto. 9 Así que tenemos un comitente, en nuestro caso la Biblioteca de la Facultad de Bellas Artes de la UCM, una mediadora, que para nosotras es Julia Morandeira5, y a través de ella entrará en acción un artista que dará respuesta, con una obra, al deseo que ha expresado la Biblioteca. En la versión más simple Concomitentes funcionaría como cuando un gremio encargaba un cuadro para que representara la dignidad de sus miembros o como las representaciones religiosas que se creaban a partir de la doctrina y el dinero de la Iglesia de la Contrarreforma o como los retratos de reyes y familias reales en la apoteosis de su dignidad y poderío. Esos serían los ejemplos más obvios, pero ni el arte es lo que antes era ni los resultados son los mismos desde el momento en el que, al devolver a comunidades y colectivos de la sociedad civil la capacidad de encargar, de influir en la génesis de una obra de arte, se activan otras maneras de hacer. Me gustaría reseñar brevemente dos ejemplos de lo que Nouveaux Commanditaires ha hecho en Francia y que pueden ilustrar muy bien la potencia de esta herramienta para pensar y construir desde el arte 6. Son dos experiencias que, de alguna manera, tienen puntos de encuentro con nuestros deseos bibliotecarios. El primer caso es el de una escuela, École Le Blé en herbe, en Trébédan, Côtes d’Armor (Francia), situada en un pueblo de unos 400 habitantes. Este proyecto se desarrolló en 2015 aunque venía gestándose desde antes. La escuela llevaba años trabajando para convertirse en un lugar de servicio para toda la comunidad. Un lugar en el que se pudieran encontrar e interactuar las niñas y niños, las familias y las personas ancianas del pueblo. Las educadoras del colegio tenían el apoyo de los representantes políticos para acometer cambios en los espacios, para buscar otras formas de presentarse y acoger. La artista/diseñadora Matali Crasset centró su intervención en el deseo de las trabajadoras de la escuela que, más allá de pretender un uso adecuado de los espacios, implicaba que la propia construcción expresase ese papel social y cultural que tenía la escuela en el seno de la comunidad (Crasset, 2020). Ahí puedo ver un paralelismo muy grande con nuestra biblioteca por la necesidad de escuchar a la comunidad y que a partir de ahí las herramientas para plasmar esos deseos bibliotecarios sean “periféricas” y lleguen “desde abajo”. No nos vale, o nos parece insuficiente, acudir a empresas especializadas en mobiliario bibliotecario, 5 Julia Morandeira Arrizabalaga necesita una breve presentación. Ella es comisaria de arte e investigadora. Sus proyectos artísticos tienen que ver con la investigación y con una dedicación de “largo aliento”. En los últimos años ha investigado el canibalismo y la modernidad colonial europea, las coreografías sociales y las estructuras de apoyo afectivas, o la nocturnidad. Julia vive en Madrid, donde dirige la escuelita del Centro de Arte Dos de Mayo (CA2M), un organismo de investigación colectiva que opera como el aparato digestivo de la institución. También es la comisaria del Programa de Pensamiento de los Teatros del Canal. Por el lado docente es tutora en el máster del Dutch Art Institute, y enseña en la escuela Sur del Círculo de Bellas Artes. Pero ahora, sobre todo, para nosotras, es la mediadora en el proyecto que Concomitentes mantiene en la Biblioteca de la Facultad de Bellas Artes de la UCM. 6 En la página web de Nouveaux Commanditaires tenéis muchos más proyectos que se pueden recuperar a partir del nombre de los artistas o de palabras clave que aparezcan en el título o en la explicación de los mismos (2020). 10 por ejemplo. Tampoco queremos pensar nuestra función desde el canon estricto que marca la universidad con su ritmo productivista. Para tener una mirada periférica intentamos, por momentos, apartarnos de lo que se espera de nosotras (como biblioteca de apoyo al aprendizaje y a la investigación) y atender a otros posibles usos. Para “mirar desde abajo” creemos que utilizar las herramientas del arte, que no están dentro del canon de lo que la ciencia reconoce como conocimiento, también puede ayudarnos. Otro ejemplo que quiero compartir aquí es la Salle de Départ del Hospital Raimon Poincaré en la ciudad de Gare, Francia, que realizaron Ettore Spalletti y Guido Fanti en 1996. La “Salle de Départ”, literalmente la “Sala de salida”, es el lugar del hospital en donde se reúnen los deudos antes de la partida de los coches de la funeraria. “Para humanizar este lugar y apoyar a aquellos que están pasando por la terrible experiencia de la pérdida, los patrocinadores pidieron que interviniera un artista y creara un espacio imbuido de una carga metafísica y poética” (Spalletti & Fanti, 2020). Me interesa este proyecto por su dificultad, porque tiene que ver con la muerte y con el dolor de la pérdida, y también por la necesidad de atender a diferentes sensibilidades, a distintas creencias sobre lo que es morir y lo que eso implica. Se necesita crear un espacio connotado, pero con una idea de que cualquiera es bienvenido para despedir a sus difuntos. El artista elegido, Spalletti, tenía muy claro que lo importante era hablar con los afectados y prefirió, en primera instancia, dedicarse a eso y conocer los espacios por fotos y vídeos. Solo más tarde, después de escuchar al personal sanitario y a familiares, se acercó a conocer el lugar sobre el que le habían pedido intervenir. Esta idea de que antes de actuar el artista necesitaba hablar con los protagonistas, para poder ir más allá de lo que enuncia el encargo, me parece fundamental y así se lo pareció también a nuestra mediadora. Por eso nuestra concomitancia incluye un elemento participativo que quiere convertir a la biblioteca en una obra (quizá de arte) colectiva e inacabada. La biblioteca como espacio de seducción y posibilidad Durante casi dos años Julia Morandeira y el personal de la Biblioteca hemos estado trabajando para generar un documento que expresara lo que la biblioteca quiere ser. Ha sido el inicio de un proceso que nos permitirá pensarnos en el futuro y aquí estamos hablando no de lo que va a pasar sino de lo que vamos a hacer y de lo que ya estamos haciendo (Cualquier práctica artística es el futuro. Entrevista a Chus Martínez, 2018). Brevemente, las premisas de las que partimos, a través de un trabajo de autodefinición, a la hora de iniciar el proyecto de Concomitentes, son que queremos ser una biblioteca: • Participativa y colaborativa 11 • Un espacio de creación • Un lugar para aprender desde el hacer • Un salón en el que se activen lecturas • Un sitio de encuentro • Una biblioteca para el futuro Por supuesto que todos estos deseos forman parte de maneras de hacer que ya están presentes en nuestra cotidianeidad bibliotecaria. El trabajo con Julia Morandeira, desde 2018 hasta ahora, está contado en el capítulo de un libro (Pérez Iglesias, 2019) pero aquí me gustaría destacar una cuestión fundamental: desde el principio vimos la necesidad de incluir un proceso participativo para que, más allá de lo que pensamos y creemos las bibliotecarias, la comunidad tuviera la palabra. Por eso se creó el Grupo de Trabajo Ranganathan del que formamos parte tres bibliotecarias de Bellas Artes, dos bibliotecarias de la BUC, cinco profesoras e investigadoras de la Facultad, tres estudiantes, dos exalumnas y dos personas de fuera de la universidad, además de un analista de servicios y de la mediadora de Concomitentes7. 7 No me quiero plegar aquí a esas prácticas de contar que ocultan u obvian los nombres de quienes participan y su relación con lo que está ocurriendo. No voy a consentir que esas maneras de narrar, que proceden de una forma sesgada de observar lo que ocurre pero que se reclama universalista, contaminen mi relato. Esto no solo tiene que ver con el “conocimiento situado” que reclama Donna Haraway (1995) sino con el pensamiento feminista en general. El pensamiento de las mujeres, y su contribución a la ciencia y a la cultura, ha sido tan sistemáticamente borrado que se necesita una arqueología que recoja no solamente los nombres sino las maneras de hacer (ocultadas o negadas por la historia oficial) que han permitido que nos conformemos como somos. En ese sentido quiero compartir con vosotras otro texto de Belén Gopegui, Ella pisó la luna: ellas pisaron la luna, que habla de todo esto y en el que dice: “Resulta imprescindible reclamar, preguntar: ¿qué hay de lo que millones de mujeres no fueron? Pregunten a sus madres, mientras puedan. Y si ya no están o si han perdido la memoria, pregunten a las personas que las conocieron. Pregunten, porque cada historia tiene su valor irreemplazable.” (2019). Traer aquí este libro de Belén Gopegui, apenas 83 páginas que nacieron como una conferencia en el ciclo “Ni ellas musas ni ellos genios”, puede parecer una digresión, y quizá lo sea, pero os aseguro que leerla no va a ser una pérdida de tiempo. Como no creo que lo sea incluir aquí la lista de las personas participantes ordenadas alfabéticamente por el apellido y con una breve anotación sobre sus actividades y su relación con la Biblioteca: 1. Beatriz Álvarez, ex alumna de Bellas Artes 2. Noelia Antúnez, profesora e investigadora de Bellas Artes 3. Bárbara Arcos, estudiante de Bellas Artes 4. Javier Argento, bibliotecario y activista lgtbiq 5. Selina Blasco, profesora e investigadora de Bellas Artes 6. Almudena Caballos, bibliotecaria UCM 7. Blanca Calvo, activista bibliotecaria 8. Jose Cuevas, profesor e investigador de Bellas Artes 9. Bárbara Fluxá, profesora, artista e investigadora de Bellas Artes 10. Oliver Martin, bibliotecario UCM 11. Mar Mendoza, profesora y artista de Bellas Artes 12. Julia Morandeira, comisaria artística e investigadora 13. Sagrado Nova, diseñador de servicios 14. Javier Pérez Iglesias, activista bibliotecaria de Bellas Artes 15. Irene Puente, estudiante de Bellas Artes 16. Pablo Roso, estudiante de Bellas Artes 17. Alejandro Simon, ex estudiante de Bellas Artes 18. Blanca Sotos, editora, diseñadora y activista bibliotecaria 19. Amelia Valverde, bibliotecaria de Bellas Artes 20. Sandra Vieitez, bibliotecaria de Bellas Artes 12 Con esta selección, que ha sido hecha buscando a personas que ya eran aliadas de la Biblioteca, hemos intentado que estuviera representada nuestra comunidad más cercana (quienes pertenecen a la Facultad de Bellas Artes) sin olvidar nuestra conexión con el resto de la Universidad Complutense (UCM) y con el mundo de fuera de la universidad. La intención era que el grupo, con la dirección del diseñador de servicios que crea dinámicas y genera discusiones, fuera elaborando una serie de preguntas que acabarían, en el mes de junio de este año 2020, generando unos retos a partir de los que empezaría a trabajar el artista8. Las reuniones del grupo estaban planteadas para que fueran una vez al mes, pero la irrupción de la pandemia, provocada por el Covid19, ha hecho que solo se hayan podido celebrar las dos primeras sesiones. Lo más importante de todo este proceso es que hemos iniciado una manera de trabajar que implica escuchar a la comunidad y permitir que las personas que acuden a la biblioteca (llamémoslas usuarias, ciudadanas, lectoras o “bibliotecantes”) puedan influir en el diseño de los servicios, en cómo adquirimos, catalogamos y ordenamos las colecciones. Es verdad que el hecho de que vaya a intervenir un artista, que tendrá a la biblioteca como campo de acción, nos ilusiona. También es cierto que sin el apoyo de Concomitentes no hubiéramos podido contar con Sagrado Nova, el diseñador de servicios, que nos ayuda a trabajar en las sesiones y que nos permitirá investigar cómo ven la biblioteca otros actores que no están en el grupo. Pero esperamos que Ranganathan permita que afloren deseos que podamos materializar con los propios medios de la biblioteca, independientemente de lo que produzca la acción artística financiada por el programa. Nuestra idea es que el grupo pueda seguir existiendo más allá de junio y más allá de Concomitentes. Como explica muy bien el libro Bibliotecas ciudadanas: Espacios de desarrollo y participación 9 nuestra labor ya no puede estar centrada en las colecciones, las instalaciones y los servicios sino en la gente y nuestra relación ya no puede ser unidireccional. Es necesario escuchar lo que las personas quieren y atender a cómo lo quieren. Al mismo tiempo, esta obra señala la manera de crear procesos participativos para diseñar y decidir sobre lo que ocurre en la Biblioteca. Claro que, como dicen sus autoras, se trata de dar voz y voto, no de crear un simulacro de participación (Guerreiro & Domínguez Sanjurjo, 2018). Antes de avanzar me gustaría comentaros que el nombre del grupo, Ranganathan, surgió cuando comentaba con Julia Morandeira la fuerza que siguen teniendo las 8 Por cierto, aún no tenemos idea de quién será la artista que será elegida por Julia Morandeira. La idea inicial era que se incorporara en junio de 2020 pero la pandemia ha hecho que nuestros planes anteriores a marzo ya no tengan sentido. 9 Nona Domínguez, una de las autoras de este libro, es la directora de la Biblioteca Pública de Salamanca “Casa de las Conchas”. Desde esa biblioteca sigue dando ejemplo de cómo se pueden implementar políticas participativas en los servicios públicos. También en es un modelo de biblioteca que actúa como un centro cultural, con una programación que expande las lecturas y genera usos culturales diversos en toda la comunidad. 13 cinco leyes de la biblioteconomía que ese maestro de bibliotecarias definió en 1931. Me ilusionó muchísimo comprobar como resonaban esos enunciados en alguien que, como Julia, no pertenece profesionalmente al mundo bibliotecario. Así que decidimos que Ranganathan iba a ser el nombre del Grupo de Trabajo. También hemos utilizado los enunciados de sus cinco leyes, aunque en algunos casos hemos cambiado “libros” por “bibliotecas”, para articular el programa que pretendíamos llevar a cabo 10. Todas las actividades que queríamos llevar a cabo se enmarcaban así: 1. Las bibliotecas están para usarse y queremos preguntarnos sobre los usos y sobre cómo afectan a nuestro trabajo bibliotecario. ¿Cómo catalogamos? ¿Cómo ordenamos? ¿Cómo mostramos lo ordenado? ¿Cómo lo nombramos? Estas preguntas determinan la interacción del usuario con la biblioteca. La ordenación, la catalogación, los flujos de los usuarios, pueden influir en la comprensión que tienen las personas que van a hacer uso de nuestros espacios. 2. A cada lector su biblioteca. Cada usuario/lectora/bibliotecante tiene sus necesidades y, por lo tanto, debemos reconocer a los diferentes públicos. También es necesario cuestionar la apertura de la biblioteca, su accesibilidad en cuanto a espacios, servicios, gestos… ¿Qué implica dar servicios para todas y todos? ¿Cómo han de ser los espacios que nos acojan? ¿Qué esperas, pides, quieres de esta biblioteca? 10 Shiyali Ramamrita Ranganathan es uno de los clásicos de la biblioteconomía internacional. Cuando nació, en 1892, su país era una colonia que pertenecía al imperio británico. Ranganathan era, por esa razón, una de esas personas que no cuentan: racializado (es decir, no blanco) y súbdito de una metrópoli. Estudió matemáticas en Madrás y en esa universidad se hizo bibliotecario y recibió el encargo de organizar la biblioteca. De ahí su interés por la clasificación para poder organizar los documentos de una manera que los usuarios pudieran acercarse a ellos según sus materias de interés. Ranganathan creo la clasificación colonada que lleva su nombre y que yo estudié cuando me examiné para ser bibliotecario fascinado por su complejidad. La verdad es que actualmente recuerdo muy poco de esa clasificación. Bueno, en realidad confieso que no recuerdo mucho de ninguna otra, ni siquiera de la Clasificación Decimal Universal (CDU), creada por Paul Otlet y Henri La Fontaine, y publicada por primera vez en lengua francesa entre 1904 y 1907, a partir, del Sistema Dewey de clasificación (CDD) creado en 1876 por Melvil Dewey. Todas estas clasificaciones intentan ordenar el conocimiento humano en una estructura numérico-alfabética que sirve para que cualquier biblioteca generalista ordene sus fondos. Pero no es por la clasificación colonada, o facetada, o de Ranganathan (por esos tres nombres se le conoce) por lo que su autor llega a estas páginas sino por una obra anterior, publicada en 1931, que se llama The five laws of librarianship. Las cinco leyes de la Biblioteconomía. Esa obra le ha hecho universalmente famoso. Es difícil encontrar a una bibliotecaria, en cualquier lugar del mundo, que no conozca esa formulación. Cuando Ranganathan escribió esos enunciados ya estaban cargados de futuro. Son cinco leyes sencillas, claras y que permiten un desarrollo adaptado a diferentes realidades y necesidades. Por eso nos siguen acompañando. 1. Los libros están para usarse. 2. A cada lector su libro. 3. A cada libro su lector. 4. Hay que ahorrar tiempo al lector. 5. La biblioteca es un organismo en crecimiento. 14 Aquí nos planteamos directamente cual es el “valor” que nuestros usuarios van a encontrar en este espacio. Qué es lo que nuestros usuarios esperan/desean y cómo podemos establecer mecanismos para asegurarnos de que, de una forma sostenida, se lo estamos ofreciendo. 3. A cada biblioteca su lector. Una parte importantísima son nuestras colecciones porque en torno a ellas surgen las activaciones lectoras y, en muchos casos, se articulan procesos de co-creación y de aprendizaje mutuo entre quienes nos visitan. ¿Cómo se crea la colección? ¿Cómo pueden incidir las personas que usan la biblioteca en su creación? Mediante la co-creación se pueden establecer mecanismos que hagan que la “infraestructura” se defina conjuntamente con los usuarios de la biblioteca. 4. Hay que ahorrar tiempo al lector. Pero en este apartado queremos precisamente delirar y tratar cuestiones relacionadas con el goce y el disfrute. Queremos perder el tiempo libremente, juntas y por separado. Volveremos sobre esta cuestión enseguida. 5. La biblioteca es un organismo vivo, en crecimiento. Esto atañe a nuestras vidas y a las vidas de la biblioteca, cuando no estemos allí ¿Cómo pensar la biblioteca como algo orgánico, que está vivo, que es mutable y mutante? ¿Cómo será la biblioteca cuando nosotras ya no estemos ahí? Aquí el trabajo con las personas que hacen la biblioteca es fundamental. Que el enfoque del diseño de servicios (investigación, co-creación y experimentación) no responda a los requerimientos puntuales del proyecto, sino que permee en la cultura misma que compartan trabajadores, gestores, usuarios y colaboradores. La primera sesión de trabajo, el 30 de enero, sirvió como presentación entre todas, para entrar en materia y comprobar, como primera necesidad, que nos faltaba información sobre lo que pensaba el colectivo de estudiantes sobre la biblioteca. Por un lado, porque no había muchas voces presentes en el Grupo y por otro porque la participación se había configurado a partir de personas cercanas a la Biblioteca y con una relación directa conmigo. En esa primera sesión se hizo evidente que necesitábamos escuchar a más estudiantes, entre los que debían estar representados aquellos que no utilizan la biblioteca. Por eso iniciamos una investigación lanzando una breve encuesta a estudiantes (tanto de grado como de master) y a doctorandos. A partir de las respuestas se seleccionaron 15 estudiantes de los tres grupos entre los que había algunos que utilizaban la biblioteca y otros que no. Con ellos organizamos una mesa de co- creación en la que se discutió sobre qué esperaban de la biblioteca, qué encontraban en ella y qué les hubiera gustado encontrar. “La biblioteca como jardín” 15 “La biblioteca como jardín: variaciones entorno al arte de habitar el mundo” es el título de una conferencia que nos dio Michèle Petit 11 en la segunda reunión del Grupo de Trabajo Ranganathan que se celebró el 6 de febrero de 2020. Fue un lujo contar con Michèle para escuchar su conferencia, que redactó expresamente para nosotros, y poder debatir entre todos los presentes. También fue una situación un poco especial porque tuvimos a algunas personas invitadas, que no pertenecen a Ranganathan, para trabajar ese día con nosotras12. Nada más comenzar su charla Michèle Petit nos situó en el núcleo de lo que pueden ser las bibliotecas: Hablar de la biblioteca como un jardín es para mí una oportunidad de recordar que no somos reducibles a variables económicas que se ajustan más o menos a las necesidades del mercado. No nos limitamos tampoco a nuestros roles sociales, aunque éstos nos resulten fundamentales. Somos también, o somos quizá ante todo, animales poéticos, animales narrativos. « Ante todo » puesto que los humanos han creado obras de arte desde hace más de 40.000 años, mucho antes de inventar la agricultura o la moneda (Petit, 2020) No podemos olvidar que las bibliotecas que trabajamos en el seno de una institución educativa, tano las universitarias como las escolares, tenemos misiones relacionadas con el aprendizaje y la investigación, con apoyar el trabajo de profesores y estudiantes, con mejorar el acceso a la información dotando a nuestros usuarios de herramientas que les permitan conocer sus flujos, procesarla y convertirla en conocimiento. Hay sin duda algo instrumental en todo esto que no podemos ignorar ahora bien ¿Termina todo ahí? ¿Debemos asumir que otro tipo de experiencias, las que tienen que ver con el disfrute, con el deseo, con la construcción 11 Michèle Petit, antropóloga y socióloga, ha sido investigadora de la Université de Paris 1 y es miembro honorario del Laboratorio de Dinámicas Sociales y Recomposición de los Espacios (LADYSS) del Centro Nacional para la Investigación Científica (CNRS) en Francia. Se dedicó a la investigación de la lectura y su función en la construcción o reconstrucción de la identidad, así como de los espacios de lectura, fundamentalmente bibliotecas. Sus libros han tenido amplia difusión entre bibliotecarios, maestros, promotores de lectura de Argentina, Brasil, Colombia, México... Daniel Goldin, director de Biblioteca Vasconcelos hasta comienzos de 2019, es su editor en lengua española. Algunos de sus libros publicados en castellano son: Nuevos acercamientos a los jóvenes y la lectura (México: Fondo de Cultura Económica, 1999), Lecturas: del espacio íntimo al espacio público (México: Fondo de Cultura Económica, 2001), El arte de la lectura en tiempos de crisis (México: Océano, 2008), Una infancia en el país de los libros (México: Océano, 2008), Dos o tres pasos hacia el mundo de lo escrito (Bogotá: Asolectura, 2008), Leer el mundo: experiencias actuales de transmisión cultural (México: Fondo de Cultura Económica, 2015) 12 Siguiendo la pauta de nombrar a las personas implicadas en este proyecto voy a leer sus nombres y una breve alusión al espacio en el que trabajan: Ana Albertos, subdirectora de Tecnología e Innovación Bibliotecarias en la BUC Nuria Esteban, arquitecta técnica y futura bibliotecaria Ana Garralón, especialista en LIJ, librera y bloguera José Antonio Gómez, catedrático de Biblioteconomía en la Universidad de Murcia Diego Gracia, bibliotecario, trabaja en la Subdirección General del Libro y las Bibliotecas Susana Martínez, activista bibliotecaria y miembra del Seminario LIJ asociado al Maratón de Cuentos de Guadalajara María Jesús del Olmo, activista bibliotecaria, encargada de la Comunicación Digital y los American Spaces en la Embajada de los Estados Unidos en Madrid 16 de nuestra propia personalidad, a partir de eso que nos proporcionan el arte y la literatura, deben buscarse en otro lado? Nuestra “comunidad cautiva”, los profesores, estudiantes y personal de servicios que vienen cada día a la universidad, a la escuela o al instituto, que permanecen durante tantas horas allí, ¿no tienen otros deseos más allá de lo que marca la institución educativa? ¿no necesitan soñar, imaginar, conectar con ellos mismos? ¿No debemos involucrarnos en eso las bibliotecas? La conferencia de Michèle Petit nos desvela una idea de biblioteca que tiene que ver con la escucha, la observación y la acogida. En ese sentido es muy importante la experiencia desarrollada en la Biblioteca Vasconcelos, en Ciudad de México. Tuve la suerte de conocer esa biblioteca de la mano de Ramón Salaberria, una de las personas del equipo de Daniel Goldin, antes de que ellos asumieran su dirección, cuando era poco más que una cáscara vacía. Impresionante en su estructura, es verdad, pero completamente hueca. Estamos hablando de un edificio enorme, casi futurista, con un esqueleto de ballena colgado en el hall de entrada (para que os hagáis idea de los tamaños). Un lugar inmenso que deja ver, nada más entrar, miles de metros de estanterías que ascienden seis plantas hasta el techo del edificio. Casi no había gente en sus salas, las colecciones eran meros rellenos… Digo que tuve la suerte de conocerla así porque eso me ha permitido valorar aún más lo que, ya en la distancia, pude conocer que estaba ocurriendo allí. Desde 2013 hasta comienzos de 2019 Daniel Goldin aplicó: una mirada fresca, atenta al público y dispuesta a repensar el campo apoyado en el conocimiento y la investigación” y aplicó también todo lo que llevaba años reflexionando sobre la hospitalidad: “el arte de hacer sentir al otro, al extranjero, en casa cuando no está en su casa. (…) La hospitalidad tiene que ver con ese diálogo, con esa capacidad que tú tienes de construir con el otro un espacio (Petit, 2020). La observación y la escucha permitieron que todo lo que estaba ocurriendo fuera de la biblioteca, en su enorme jardín, pudiera pasar dentro y afectara al día a día del trabajo bibliotecario: Durante las primeras semanas, se paseó todos los días por la biblioteca con su cámara de fotos que “obliga a ver y registrar”, y conversó con aquellas y aquellos que se encontraban allí. Me escribió a veces para contarme sus descubrimientos: “El sábado tuve como 14 entrevistas con usuarios de la biblioteca, charlas informales, chicos, jóvenes y ancianos, hombres, mujeres. Ninguno habita cerca, son todos asiduos, vienen por la paz, porque les gusta estar, a cosas tan diferentes... No dejo de sorprenderme, es tan alejado de lo que escucho de los funcionarios que hablan sobre la agenda del libro y las bibliotecas, es tan importante: permite comprender el habitar...” Y da un ejemplo : “Vi a chicos que acuden a preparar sus coreografías en los patios. Llegan hasta nuestra biblioteca por la sencilla razón que se pueden ver reflejados en sus vidrios y poner su música y nadie los molesta. Kalach (el arquitecto) muy contento de haber puesto esos vidrios. Sin imaginar que 17 servirían para eso. Yo pienso que el lema de nuestra biblioteca debe ser: a través del espejo, te reflejas y pasas a otro lado.” (Petit, 2020) La Biblioteca Vasconcelos no olvida el poder del libro, como instrumento, y de la lectura como fuerza empoderadora y liberadora pero no se queda ahí. Con su oído atento permite que las lecturas se expandan y que la gente sienta que puede ir a la biblioteca a encontrar cosas que ni nos imaginábamos que querían. Se trata, como el mismo Goldin dice, de que la gente descubra “que no son público sino actores”. Y, por cierto, todo este trabajo se hizo en un contexto de austeridad y Goldin optó por lo que, con cierto tono de provocación, llamaba “indagar las posibilidades de la pobreza”. A veces es cuestión de pensar en qué gastamos lo poco que tenemos, de priorizar acciones, de experimentar con otras formas de gastar, de buscar alianzas con la gente, también, porque hay muchas maneras de encontrar recursos sin que supongan un gasto o sin que sean una forma encubierta de precarizar el trabajo profesional. Nos referimos a esas iniciativas de algunas bibliotecas que ponen en contacto a las personas que saben algo con aquellas que quieren aprenderlo. Esa es ya una práctica habitual en algunas bibliotecas13. Hay muchas maneras de crear y de hacer sin que estemos esperando subvenciones o un aumento de los presupuestos. A veces, en nuestro caso de biblioteca que actúa dentro de una institución educativa, tiene que ver con buscar alianzas con nuestros propios “bibliotecantes” o lectores o “actores” o usuarios para que hagan, creen, actúen sobre las colecciones y los servicios que les ofrecemos. “Es innecesario separar lo útil y lo agradable” Así comenzó Michèle Petit uno de los apartados de su conferencia y no solo estoy de acuerdo, sino que además de innecesario creo que hacer eso es tramposo. Si convertimos a las bibliotecas en canales de transmisión del “capitalismo académico”, o en meros mecanismos que acompañan el funcionamiento del currículo escolar, estaremos hurtando a nuestras comunidades la posibilidad de ensanchar sus vidas, de conectar con lo liberador que tienen las experiencias artísticas, de vivir la lectura y la escritura como algo propio, más allá de las exigencias de la educación formal. De alguna manera deberíamos ser capaces de ir 13 Reproduzco aquí lo que conté en 2017 en una crónica de mi primera visita a Ubik, la Biblioteca de Creación de Tabakalera Donostia: Un usuario llegó un día interesado en consultar la prensa diaria. Le tuvieron que informar que ya no la tenían en papel pero que había tabletas y ordenadores para que pudiera verla en ellos. Aunque la primera reacción fue de cierto disgusto, "ya soy mayor para dejar de leer la prensa en papel", regresó otro día pidiendo ayuda para aprender. Cuando llevaba un tiempo viniendo por la biblioteca, convertido ya en un lector de prensa digital, descubrió una de las actividades que se desarrollan allí. Consiste en que todos los meses se reúne gente para aprender/enseñar a reparar cosas de la vida cotidiana. Desde pequeños electrodomésticos a otros materiales del hogar que a veces tiramos porque se han estropeado pero que podrían tener arreglo. "El señor de la prensa" se fijó en cómo funcionaba y se ofreció a enseñar a arreglar paraguas porque él había trabajado en un negocio que los arreglaba durante toda su vida laboral. Este taller, que se hace todos los segundos sábados de mes, de 10 a 14, se llama "Horkonpon" y es una de las muchas actividades prácticas y participativas que ofrece Ubik. (Pérez Iglesias, 2017) 18 más allá de las formas de evaluar el conocimiento, la investigación o el aprendizaje que tienen las instituciones a las que pertenecemos14. Por otro lado, hay algo que nos sitúa en una posición inmejorable y es no tener que entrar en los procesos de evaluación normativizados. Lo que los estudiantes y el profesorado encuentran en la biblioteca universitaria es a menudo muy útil para mejorar su calidad docente o su rendimiento en las asignaturas que cursan o para realizar mejores investigaciones, eso sin duda. Pero nadie les obliga a venir y si se acercan pueden optar por crear sus propios caminos y abandonarse a otros intereses alejados de lo práctico. Quizá las bibliotecarias tengamos una larga tradición imponiendo silencio (aunque aquí habría que tener en cuenta la cantidad de veces en las que son los propios lectores/bibliotecantes quienes lo exigen) pero no ha sido nuestra principal dedicación decidir qué es lo que cada quien lee o consulta en la biblioteca. Más bien, nuestra tradición nos coloca como mediadoras y a veces catalizadoras, de deseos que expresan quienes vienen a visitarnos: “¿Qué hay sobre tal tema?”, “¿Qué hay de tal autora?”, “Me gustó mucho esta novela ¿Hay otras de ese estilo?”, son preguntas que definen bien nuestro papel no de prescriptoras sino de asesoras y para asesorar es imprescindible la escucha. Por eso me interesa que nos centremos en algunas prácticas bibliotecarias que, si se dan en determinadas condiciones, puede ocurrir que sean herramientas de liberación para las personas. Ahí se abre un campo de acción que nos emparenta con los jardines. Michèle Petit citó en su conferencia una tesis de grado, para el diploma de conservador de bibliotecas, que tiene el sugerente título de Bibliothèques et jardins: quelles alliances possibles?. Su autora, Floriane de Rivaz, bajo la dirección de Michel Melot (otro grande del pensamiento bibliotecario), asocia a las bibliotecas con los jardines por ser espacios para la vida y la creatividad. Dice, y la cito a ella tal como la citó Michèle Petit en su conferencia: “la alegría del jardinero es la de crear algo hermoso, de producir algo útil, o simplemente de trabajar con la naturaleza para hacer crecer algo (...) Es muy difícil e innecesario separar lo útil y lo agradable en el jardín”. Eso mismo podríamos decir de las bibliotecas. Algo muy interesante que propone Floriane de Rivaz es explorar las sinergias entre las bibliotecas y los jardines. Eso me hace pensar, y seguro que a vosotras también, en esa famosa máxima atribuida a Cicerón, “si tienes una biblioteca con jardín, lo tienes todo”. Últimamente estoy leyendo mucho sobre jardines para otro proyecto y en los testimonios de los jardineros encuentro muchas semejanzas con el mundo bibliotecario. Aunque hay algo que nos coloca a las bibliotecarias en una posición necesariamente proactiva. Hace falta muy poca motivación externa para ir a los jardines. Gente de todo tipo va sin más a pasear, a mirar, a tomar el aire o el sol, a 14 Por supuesto que soy consciente de que en esto hay una contradicción. Por un lado, necesitamos y debemos formar parte de esas instituciones y ser capaces de que la comunidad nos reconozca como algo útil y valioso. Por otro lado, una gran parte de nuestro éxito bibliotecario surge precisamente de lo que se aleja de las normas del propio sistema educativo. Pero eso no está muy alejado de lo que muchas compañeras (femenino genérico) docentes hacen dejando que entren en el aula saberes y miradas que no están directamente aludidos en el currículo. Es algo que podríamos denominar, como decía mi abuela, “mentir sin condenarnos” y que siempre tiene que ver con hacer la vida más agradable y llevadera. 19 amarse, a jugar… No creo que con las bibliotecas ocurra lo mismo. Para que la gente venga se necesita que sepan o imaginen que van a encontrar algo allí. Algo más allá de lo que en el imaginario social está ya establecido: lugares de estudio, de conocimiento, de encuentro con los libros y la lectura. Somos todo eso pero también muchas otras cosas. Es nuestra tarea acercar a las personas esa idea de biblioteca, contribuir a que vengan y a que encuentren lo que desean o a que puedan decirnos qué quieren, qué es eso que no tenemos y les gustaría que estuviera y que lo busquemos juntas. Trabajamos en un campo, la cultura y el conocimiento, que implican tanto a lo simbólico como a lo material. Cualquiera puede disfrutar de un jardín, como casi todo el mundo valora positivamente la existencia de las bibliotecas, pero el reto, lo que importa, es que las personas puedan contribuir a crear jardines y a hacer bibliotecas. Unas bibliotecas para todas, unas bibliotecas de cualquiera, unas bibliotecas en las que ocurrirán cosas que todavía no hemos imaginado porque si no puedo bailar, esta no es mi biblioteca. Javier Pérez Iglesias, Madrid, junio 2020 Bibliografía: Blasco, S. (2019). «Conocimientos situados» de Donna Haraway por Selina Blasco. https://www.youtube.com/watch?v=q6y6DWBQfHY&feature=youtu.be Concomitentes. 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