Oportunidades de paz y lógicas de guerra Anuario 2023-2024 Manuela Mesa (coord.) Manuela Mesa n Ray Acheson n José Antonio Sanahuja n Soledad Torrecuadrada García-Lozano n Rosa Meneses n Isaías Barreñada Bajo n Xulio Ríos n Francisco Rojas Aravena n Catalina Niño Guarnizo n Samuel Kale Ewusi n Esther Lum Ndutu Niba n Dr. Mohamed Osman Mohamoud 3 4 Manuela Mesa (coord.) Oportunidades de paz y lógicas de guerra Anuario 2023-2024 Oportunidades de paz y lógicas de guerra Anuario CEIPAZ 2023-2024 Manuela Mesa, Ray Acheson, José Antonio Sanahuja, Soledad Torrecuadrada García-Lozano, Rosa Meneses, Isaías Barreñada Bajo, Xulio Ríos, Francisco Rojas Aravena, Catalina Niño Guarnizo, Samuel Kale Ewusi, Esther Lum Ndutu Niba, Dr. Mohamed Osman Mohamoud © Manuela Mesa, Ray Acheson, José Antonio Sanahuja, Soledad Torrecuadrada García-Lozano, Rosa Meneses, Isaías Barreñada Bajo, Xulio Ríos, Francisco Rojas Aravena, Catalina Niño Guarnizo, Samuel Kale Ewusi, Esther Lum Ndutu Niba, Dr. Mohamed Osman Mohamoud De esta edición: © CEIPAZ Fundación Cultura de Paz Ciudad Universitaria Cantoblanco Pabellón C Calle Einstein, 13. Primero 28049 Madrid Tel. 91497.37.01 info@ceipaz.org www.ceipaz.org Edición de textos: Héctor Sanahuja Mesa Diseño: Alce Comunicación Impresión: Perfil Gráfico 17ª edición: junio 2024 ISSN: 2174-3665 Depósito legal: M-16885-12 El papel de este libro es 100% reciclado, es decir, procede de la recuperación y el reciclaje del papel ya utilizado. La fabricación y utilización de papel reciclado supone el ahorro de energía, agua y madera, y una menor emisión de sustancias contaminantes a los ríos y la atmósfera. De manera especial, la utilización de papel reciclado evita la tala de árboles para producir papel. Sumario Introducción Manuela Mesa ......................................................................................... 9 La Cumbre del Futuro, una apuesta por un multilateralismo inclusivo y eficaz Manuela Mesa .............................................................................. 13 Revisión de la Nueva Agenda de Paz y recomendaciones sobre el desarme y la desmilitarización Ray Acheson ................................................................................ 33 Entre el estancamiento doloroso y la ruptura: opciones para una paz negociada en Ucrania Jose Antonio Sanahuja ................................................................. 55 La Corte Internacional de Justicia ante la demanda de Sudáfrica a Israel por genocidio: un análisis Soledad Torrecuadrada García-Lozano ....................................... 85 El impacto del conflicto de Gaza en la región Rosa Meneses .............................................................................. 97 La cuestión palestina después de la destrucción de Gaza, un desafío para la comunidad internacional Isaías Barreñada ....................................................................... 115 El incierto destino de Taiwán Xulio Ríos .................................................................................. 129 América Latina atomizada y fragmentada frente a múltiples crisis Francisco Rojas Aravena .......................................................... 147 La búsqueda de la Paz Total y su posibles escenarios de futuro Catalina Niño ............................................................................ 169 Los retos de la democracia en el contexto de los cambios de poder anticonstitucionales en África Samuel Kale Ewusi y Esther Lum Ndutu .................................. 185 El futuro de Somalilandia y las tensiones con Somalia Mohamed Osman Mohamoud ................................................... 201 Relación de autores y autoras ............................................................ 217 55Anuario CEIPAZ 2023-2024 El segundo año de la invasión de Ucrania ha traído una nueva etapa en la contienda bélica, de reequilibrio de fuerzas en el campo de batalla, bloqueo de las iniciativas para una paz negocia- da, y una guerra cada vez más enquistada. Los éxitos militares iniciales de Ucrania –en Kiev y después en Járkov, al este, y en Jerson, al sur–, el fracaso de la ofensiva rusa de invierno sobre la infraestructura de energía de Ucrania, y la llegada de ayuda militar occidental alimentaron altas expectativas para la anunciada contraofensiva de verano de 2023. Esta, sin embargo, no logró ninguno de sus principales objetivos, y en noviembre se dio por terminada. Tras su fiasco inicial, el ejército ruso tuvo tiempo para atrincherarse y mejorar su desempeño táctico. En mayo de ese año logró tomar Bajmut, tras una dura batalla de desgaste. A finales de ese año, Rusia, contando con mayores reservas y una posición más sólida, retomó la iniciativa. En febrero de 2024 las tropas rusas lograron tomar la ciudad de Avdíivka, en Donetsk. Sin embargo, ello tuvo costes muy altos en bajas y medios blindados, que impidieron avances posteriores. Un factor clave de la retirada ucraniana fue la severa escasez de munición causada, sobre todo, por el bloqueo en la Cámara de Representantes de la ayuda militar estadounidense desde octubre de 2023. Entre el estancamiento doloroso y la ruptura: opciones para una paz negociada en Ucrania José Antonio Sanahuja Catedrático de Relaciones Internacionales, Universidad Complutense 56 El segundo año de guerra se cerraba con una percepción general de estancamiento bélico En suma, el segundo año de guerra se cerraba con una percepción general de estancamiento bélico, con frentes estáticos y pérdidas muy elevadas para ambas partes. Aunque estas eran mucho más altas en el lado ruso, este país también tenía mayor capacidad de asumirlas. Ambos contendientes habían quedado debilitados, ante una guerra de desgaste en una línea de frente de más de 1.000 ki- lómetros de extensión, y tanto Rusia como Ucrania, y los apoyos externos de esta última daban muestras de fatiga. Al finalizar 2023 el término “estancamiento” parecía reflejar bien la situación militar, al menos a corto y medio plazo (Joshi, 2023). Puede alegarse que, en realidad, tanto Moscú como Kiev necesitaban una pausa para re- tomar la carrera para reconstruir su capacidad bélica y volver a la ofensiva (Watling, 2024). También se podría decir que, en realidad, era Ucrania la que estaba en situación de “estancamiento asimétri- co” ante la estrategia rusa de lento desgaste para forzar un cese el fuego desequilibrado en favor de sus intereses (Sestanovich, 2024), pero esas precisiones no alteraban el cuadro general descrito. Algo similar podría decirse en el plano político, pues las negociaciones que ambas partes mantuvieron en las semanas inmediatamente pos- teriores a la invasión rusa, con apoyo de mediadores, se cerraron en abril de 2022 sin que nada las sustituyera. Intentos posteriores de mediación de países del Sur global, como Brasil o China, tuvieron poco recorrido. Más allá del uso periodístico o coloquial de ese término, en los es- tudios sobre paz y conflictos “estancamiento” es un concepto clave (Zartmann, 2000; Ramsbotham, Woodhouse y Miall, 2011). De mane- ra más precisa, hablar de una fase de “mutuo estancamiento doloro- so”, remite a la discusión de las condiciones o factores necesarios para que pueda haber negociaciones de paz y estas lleguen a buen puerto. Identificar correctamente ese momento, o bien incidir, en una lógica de transformación del conflicto, para que se materialice y las partes así lo perciban, es por ello un componente clave para su resolución pacífica y negociada. Dejando a un lado los discursos maximalistas habituales en una guerra, o las invocaciones abstractas y sentimenta- les a la paz y la concordia, las partes y los actores externos saben, y así lo han reconocido, que la guerra de Ucrania solamente puede terminar con una negociación, y es necesario analizar el contexto y dinámica del conflicto y las condiciones que pueden llevar a las partes a nego- ciar de buena fe y encontrar una fórmula de paz aceptable. Este trabajo es el tercero de una serie dedicada a la invasión y la gue- rra de Ucrania publicadas en este anuario. En el primero se interpreta como una “guerra de interregno” propia una crisis de hegemonía en el orden internacional (Sanahuja, 2022). El segundo analiza las trans- formaciones que ha supuesto esta guerra para la Unión Europea en un escenario de competencia geopolítica global (Sanahuja 2023). 57 El presente capítulo se pregunta sobre las posibilidades de transfor- mación del conflicto y la aparición de un “estancamiento doloroso” como condición, necesaria pero no suficiente, para unas negocia- ciones de paz equilibradas y justas. Tras un breve examen de ese concepto a partir de la literatura sobre paz y conflictos, tratará de determinar si, dos años y medio después de iniciarse la invasión rusa de Ucrania, se ha llegado a esa fase o no, y por qué. Anali- zará para ello el ciclo de negociaciones de Estambul, de febrero a abril de 2022, fallidas pero que aportan elementos de juicio respecto al contexto, los objetivos y condicionantes de las partes. Analizará también los intentos de mediación de países del Sur global, poste- riores al ciclo mencionado. Se examinarán también las cuestiones en disputa, los condicionantes derivados de un contexto cambiante, y si los principios y fórmulas que las partes han puesto sobre la mesa pueden ser punto de partida para unas negociaciones efectivas. El capítulo también examinará la “Fórmula de Paz” del presidente Volo- dímir Zelensky, basada en gran medida en lo acordado en Naciones Unidas, frente a la propuesta de cese el fuego inmediato a partir de “las nuevas realidades en el terreno”, expresión con las que Putin alude al territorio actualmente controlado por el ejército ruso y las provincias que ese país ya se ha anexionado. Finalmente, se exami- narán los acuerdos de seguridad bilaterales firmados en los primeros meses de 2024 por países que integran la coalición de apoyo a Ucra- nia, y cómo pueden afectar a la resolución pacífica y negociada de la guerra, que a mediados de 2024 parece lejana, pero no imposible. Transformación del conflicto, maduración y estancamiento doloroso La amplia literatura existente sobre negociaciones de paz se ha cen- trado en dos grandes cuestiones para explicar cuándo se producen y qué factores explican que se resuelvan con éxito: el contenido mis- mo de la propuesta de paz, y el proceso, temporalidad y contex- to de la negociación (Zartmann, 2000: 225). Respecto a la primera, debe existir una fórmula de paz aceptable para las partes situada en un punto intermedio entre posiciones encontradas, se intercambian concesiones en los asuntos en disputa u otros conexos de forma sa- tisfactoria para las partes, o existen incentivos aportados por terce- ros que atenúan o compensan los costes de la negociación. Respecto a los segundos, el conflicto es un proceso en el que las posiciones de las partes varían en el tiempo, y solo se llega al acuerdo cuando están dispuestas en función de los cambios que se producen en el contexto y la evolución del conflicto mismo (Mitchell, 2016: 129). Es frecuente que la fórmula que es descartada de antemano al inicio de una guerra se torna una opción viable más adelante, cuando se 58 El estancamiento doloroso es condición necesaria, pero no suficiente, para una negociación efectiva constata que la victoria militar es imposible y las partes se enfrentan, como única alternativa, a un conflicto enquistado y muy costoso, sin perspectivas de mejorar su situación. Llegar a esa situación puede modificar las posiciones de las partes, que se hagan concesiones que antes no se consideraban asumibles, y que acepten fórmulas que antes no eran posibles. Como señala William Zartmann, el conflicto debe alcanzar una fase de madurez (ripeness) para que la negocia- ción pueda darse, y la clave es que las partes, por sí solas o con ayuda de un mediador, sean capaces de aprovechar ese momento clave. Se debe subrayar que esos dos conjuntos de factores no son excluyentes, y a menudo se combinan para explicar cuándo y por- qué se produce una negociación, y su éxito o fracaso (Zartmann, 2000). También se debe observar que no todas las negociaciones responden a esos factores. Algunas son meros interludios tácticos, un respiro para ganar tiempo y recobrar fuerzas, o una escenifica- ción ante actores externos mientras se sigue apostando por la vía militar, y por ello no conducen a acuerdos. Así pues, la maduración del conflicto significa la aparición de un es- tancamiento mutuamente doloroso, que según Rubin, Pruitt y Sung Hoy (1994: 152) se define como “la situación en la que ninguna de las partes puede vencer, pero tampoco retroceder o aceptar las pérdi- das. El estancamiento aparece por razones diversas: tácticas fallidas, agotamiento de los recursos disponibles para mantener el conflic- to, reducción del apoyo interno o de los aliados externos, o costes demasiado altos para continuar”. En otras palabras, es un punto de equilibrio en el conflicto en el que las partes están insatisfechas por- que no pueden alcanzar sus objetivos, y continuar luchando supone costes que superan ampliamente los beneficios de una victoria im- probable. Según Zartmann, que el conflicto alcance ese momento de madurez y de estancamiento mutuamente doloroso es condición necesaria, pero no suficiente, para una negociación. En ocasiones, aunque el conflicto ya no va a ningún lado, las partes están atrapadas por la propia dinámica del conflicto: tienen dificultades para aceptar esa realidad, debido a que se han asumido ya pérdidas muy cuantiosas, que serían injustificables si el conflicto termina sin que se alcance la victoria anunciada. En ocasiones, una vez se torna ilusoria la posibili- dad de una victoria militar fácil y de bajo coste, los líderes optan por escalar el conflicto e invertir más recursos humanos y materiales, bajo la premisa de que la victoria final justificará ex post los muertos y la destrucción adicional que ello va a ocasionar (Mitchell, 2016: 132). También puede existir un alto grado de enconamiento bélico y/o ideológico frente al adversario. Todo ello se traduce en un coste político inasumible ante una eventual negociación y su resultado. Ello explica que la fórmula acordada tenga que contemplar formas 59 de “salvar la cara” y/o compensaciones materiales o políticas, que en ocasiones asumen terceros en juego (Zartmann, 2000: 226). Otro obstáculo es la existencia de actores internos o externos que extraen réditos políticos o económicos de su continuación, que habrá que neutralizar (Brahm, 2003). Desde un punto de vista analítico, el estancamiento doloroso es la variable dependiente, que se ve afectada, como variables indepen- dientes, por elementos objetivos y subjetivos y su interacción, no siempre fácil de distinguir. Entre los primeros cabe mencionar los recursos disponibles, presentes y futuros, los apoyos externos, el balance militar, y la intensidad o escalada del conflicto. Ese estanca- miento no coincide necesariamente con el momento “pico” del con- flicto, pero sí con una fase de gran intensidad y costes muy altos, y el cálculo de que pueden empeorar. Entre los factores subjetivos se si- túa la percepción y valoración del momento que atraviesa el conflic- to y su evolución futura, de los apoyos políticos internos y externos de las partes, y la necesidad de reducir o evitar costes o pérdidas fu- turas (cutting losses). En una lógica de transformación del conflicto, los apoyos externos y los mediadores pueden tener un papel clave para que ese estancamiento doloroso se plantee y se reconozca, vía persuasión o presión directa, y que se convierta en una oportunidad para negociar. Pueden incidir tanto en los factores objetivos como subjetivos. Cuando el apoyo externo es una variable clave, como ocurre en el caso de Ucrania, pueden modularlo, haciendo que el fu- turo del conflicto sea menos favorable, y a cambio de la negociación ofrecer compensaciones materiales, políticas, de seguridad o de otra índole. En cuanto a los factores subjetivos, pueden modificar las per- cepciones y persuadir a las partes y a los actores políticos internos de que el momento de negociar ha llegado, y no se debe perder esa oportunidad. El mismo Zartmann ha refinado este modelo analítico incorporando a la percepción y valoración del conflicto la pluralidad de actores y los liderazgos políticos, distinguiendo actores favora- bles a la negociación y aquellos que tratarán de impedirla (spoilers) (Zartmann, 2000: 237). Conforme a este modelo, si ambas partes necesitan una vía de sa- lida para evitar que la situación empeore, tomarán la decisión de negociar dejando atrás la “mentalidad guerrera” o “de victoria”. La ne- gociación se verá como oportunidad y se adoptará una mentalidad de negociación y acuerdo centrada en las concesiones necesarias para encontrar la fórmula de paz adecuada, que ofrecerá ganancias mutuamente tentadoras. Richard Haas (1990) ha identificado cuatro elementos necesarios para que exista esa vía de salida: la presión del tiempo; una correlación de fuerzas (interna y externa) adecuada; un proceso aceptable, y una fórmula de paz atractiva y viable. 60 El estancamiento doloroso debe verse como parte de un proceso más amplio de transformación del conflicto Algunos autores han señalado que el modelo de Zartmann de ma- duración del conflicto, siendo atractivo por su sencillez, tiene limita- ciones conceptuales y no es consistente en términos de causalidad. Como el propio Zartmann destaca, siendo condición necesaria no es suficiente. Así lo muestran conflictos que se perpetúan a pesar de que podrían caracterizarse como maduros. Por otra parte, si se espera a la fase de maduración del conflicto se pueden desapro- vechar oportunidades de negociación, pues no siempre es fácil de identificar, y los actores en pugna pueden negarse a admitir que ha llegado (Fisas, 2004: 97; Mitchell, 2016: 132). Por ello, se ha seña- lado que los conceptos de maduración y estancamiento mutuamen- te doloroso deben insertarse en una lógica o modelo de análisis de transformación del conflicto más amplio (Ramsbotham, Woodhouse y Miall, 2011: 274). Raimo Vayrynen (1991) ha propuesto para ello un modelo que entiende el conflicto como proceso, susceptible de transformación, en el que los actores y sus intereses u objetivos no están dados ni son inalterables. Ello abre oportunidades de transfor- mación tanto para los actores internos como externos, con estrate- gias de “mediación transformativa” (Fisas, 1998: 242). Siendo así, la resolución pacífica del conflicto dependerá de la transformación de distintos elementos: de su contexto; de las estructuras (sociales, económicas, políticas) o de los actores en los que radican los facto- res causales del conflicto; de las cuestiones en disputa, que pueden redefinirse, por ejemplo, cuando se transita de una concepción de la seguridad nacional clásica a una concepción de seguridad común mutuamente aceptada, como ocurrió en Europa en la fase final de la Guerra Fría; y, finalmente, la transformación de los líderes y los grupos, como ilustran procesos de paz en los que organizaciones guerrilleras aceptan convertirse en partidos políticos. Con estos mimbres analíticos y conceptuales, que en modo alguno agotan la cuestión, se abordarán a continuación las negociaciones directas de Estambul, las propuestas de mediación de países del Sur global, la “Fórmula de Paz” presentada por Ucrania, y la contrapro- puesta rusa, en el contexto más amplio de la guerra y su evolución desde el punto de vista militar y geopolítico, a fin de determinar si la guerra ha llegado a esa fase de maduración y estancamiento doloro- so y la transformación del conflicto permite esfuerzos de mediación, de implicación de actores externos y negociaciones de paz con pers- pectivas de éxito. 61 El ciclo de negociación de Estambul (febrero-abril de 2022) Las conversaciones directas entre Ucrania y la Federación Rusa co- menzaron pocos días después de la invasión, con varias rondas, presenciales y por videoconferencia. Contaron con la facilitación de Bielorrusia y Polonia, junto con el oligarca ruso Román Abramó- vich. Su cierre formal se produce el 17 de mayo, pero a mediados de abril ya habían cesado los encuentros y el intercambio de pro- puestas. Su desarrollo y las razones de su fracaso son objeto de interpretaciones dispares, que forman parte de los relatos excul- patorios y de atribución de culpa y autolegitimación de las partes que aparecen tras una negociación fracasada. Se ha señalado, por ejemplo, que ninguna de las partes tenía verdadero interés en ne- gociar y solo trataban de ganar tiempo en función de sus objetivos militares, ante una situación muy fluida en el campo de batalla. Sin embargo, los avances de la negociación, y que ambas partes hicieran concesiones importantes parecen desmentir esa interpre- tación. Otra de las narrativas más extendidas afirma que la nego- ciación fracasó a causa de una intervención directa de Occidente para abortarla, visible en la visita a Kiev de Boris Johnson el 9 de abril. Este es el relato oficial del Kremlin, y suele ser esgrimida por quienes cuestionan el papel de Occidente y la Alianza Atlántica y son más comprensivos hacia la posición de Rusia, en sectores de izquierda y de extrema derecha y en particular en una parte del Partido Republicano en Estados Unidos. Hay distintas evidencias que la desmienten, y si bien la actuación de los aliados occiden- tales de Ucrania es un factor importante en su fracaso, lo fue por razones muy distintas, y es necesaria una explicación más amplia y matizada. En esta sección se presentará un análisis de este ciclo negociador que pone en cuestión algunas de esas narrativas. Es necesariamente provisional, pues aún no se han hecho públicos to- dos los detalles de lo ocurrido. No obstante, existe ya información y análisis basados en fuentes primarias, que, aunque mayoritaria- mente occidentales, permiten su estudio detallado (Trofimov, 2024; Charap y Radchenko, 2024). La primera reunión tuvo lugar en las cercanías de Gomel, en Bielo- rrusia, el 28 de febrero de 2022, en plena batalla por Kiev. El jefe negociador ruso, Vladimir Medinsky, asesor presidencial de Putin, presentó duras exigencias a la delegación ucraniana, que estaba pre- sidida por David Arakhamia, líder parlamentario del partido de go- bierno de Zelensky, e incluía al ministro de defensa, Oleksii Reznikov, y al asesor presidencial Mijailo Podolyak. Estos rechazaron de plano las demandas rusas, que mostraban que Rusia pretendía un cambio de régimen en Kiev (Fischer, 2022: 3), y que Podolyak calificó como una capitulación: incluían la destitución de Zelensky, cuyo gobierno era considerado ilegítimo por Rusia desde la revolución del Maidán 62 En la memoria ucraniana está presente la amarga experiencia del Memorándum de Budapest de 1994 y la destitución en 2014 del presidente Víctor Yanukóvich, desde entonces exiliado en Moscú; la neutralidad de Ucrania, quedando vedado su ingreso en la OTAN; la rendición del ejército ucraniano, la entrega del armamento pesado y la reducción de su tamaño; el reconocimiento de la anexión de Crimea por parte de Rusia, y de la independencia de Donetsk y Lugansk, que Rusia proclamó la víspera de la invasión; y distintas medidas en favor del uso de la lengua rusa, y de restitución de símbolos rusos de la etapa soviética. Aunque la propuesta inicial rusa no llevaba a ningún lado, ello no impidió que Ucrania asistiera a dos reuniones más el 3 y el 7 de marzo, de nuevo en Bielorrusia. Su objetivo, más modesto, era lograr la apertura de corredores humanitarios, en particular en la asediada Mariúpol (Cha- rap y Radchenko, 2024: 5). Existía una gran desconfianza con Rusia y su aliado bielorruso, con problemas de seguridad que entonces no se hicieron públicos –un intento de envenenamiento de la delegación ucraniana– (Parafianowicz, 2023), y que llevaron a que Ucrania opta- ra por la mediación del primer ministro de Israel, Neftalí Bennet, y de Recep Taiyip Erdogan, presidente de Turquía, país al que se traslada- ron los siguientes encuentros. El 10 de marzo se reunieron en Antalya (Turquía) los ministros de asuntos exteriores de Rusia, Serguéi Lavrov, y de Ucrania, Dymitro Kuleba. Esa reunión se celebró en un contexto muy distinto, pues ya era evidente el fracaso de la “Operación Militar Especial”. Es en- tonces cuando aparece la fórmula ucraniana aceptando un estatuto de neutralidad a cambio de una garantía de seguridad multilateral respaldada por parte tanto de miembros de la OTAN como de Rusia. Estas, empero, deberían ser vinculantes. En la memoria ucraniana estaba presente la amarga experiencia del llamado Memorándum de Budapest, firmado en 1994, por el que Ucrania aceptó desmantelar el cuantioso arsenal nuclear heredado de la Unión Soviética y firmar el Tratado de No Proliferación Nuclear (TNP). A cambio, obtenía ga- rantías de seguridad y de su integridad territorial del Reino Unido, Estados Unidos y Rusia, que este última incumplió con la anexión de Crimea y el apoyo a los separatistas del Dombás en 2014. Rusia, por su parte, ha alegado que ese compromiso terminó tras la revolución del Maidán, que considera un golpe de Estado que rompió la legiti- midad del gobierno de Ucrania. Bennet, que había visitado Francia, Alemania, y el Reino Unido, y se había reunido con Vladimir Putin, trató de convencer a Zelensky de que esa garantía no podría ser equivalente a la cláusula de defensa mutua de la OTAN y que Estados Unidos nunca desplegaría tropas en caso de un nuevo ataque ruso. En su viaje a Moscú, había obtenido de Rusia su renuncia al plan original de “desmilitarizar” Ucrania y al cambio de régimen, a cambio de su renuncia a pertenecer a la Alianza Atlántica (Scheidler, 2023). 63 La reunión más importante de este ciclo tuvo lugar en Estambul el 29 de marzo, tras varios encuentros preparatorios por Zoom, y se abrió con un llamamiento personal de Erdogan al cese el fuego y al acuerdo. La situación en el campo de batalla había cambiado radical- mente, y el ministro de defensa, Sergéi Shoigu, anunció que los prin- cipales logros de la operación militar especial ya se habían cumpli- do. Horas después, Rusia anunciaba su retirada de la región de Kiev como “gesto de buena voluntad”, aunque esa retirada era resultado en primer lugar de los reveses sufridos en el campo de batalla. Tras la reunión se anunció, en tono optimista, un principio de acuerdo, el Comunicado de Estambul o “Provisiones Clave del Tratado de Garan- tías de Seguridad de Ucrania”, elaborado a partir de un borrador ini- cial presentado por Ucrania (Charap y Radchenko, 2024; Mourenza y Sahuquillo, 2022). Incluía los siguientes elementos fundamentales: – El estatuto permanente de Ucrania como Estado neutral y des- nuclearizado, renunciando a ser parte de alianzas militares, y a albergar bases y tropas extranjeras, lo que no impediría su adhesión a la Unión Europea, que Rusia facilitaría. – Una garantía permanente de seguridad por parte de los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad, junto con Alemania, Canadá, Israel, Italia o Polonia. Rusia demandó que Bielorrusia también fuera garante, y Ucrania pidió sumar a Tur- quía. Los garantes deberían acudir en auxilio de Ucrania para restaurar su seguridad en caso de ataque. Estas disposiciones eran más detalladas que la cláusula de defensa mutua de la Alianza Atlántica, contemplando apoyo militar, el establecimien- to de zonas de exclusión aérea o la intervención directa, pero sin carácter vinculante o automático. – La “congelación” de la cuestión de Crimea y los territorios del Dombás, que quedarían fuera de la cobertura de esa garantía, con el compromiso de la resolución pacífica de esa disputa en un plazo máximo de 15 años, y la renuncia expresa de Ucrania al uso de la fuerza para tratar de recuperarlos. De esta forma se dejaba deliberadamente a un lado la cuestión territorial, sin que Ucrania renunciara a sus fronteras internacionalmente reco- nocidas, también por Rusia, tras su independencia de la Unión Soviética en 1991. – La reducción del ejército ucraniano, aunque las cifras estaban en discusión. 64 En Estambul se hicieron concesiones importantes, pero ese acuerdo fracasó Se trataba, sin duda, de concesiones importantes por ambas partes, y el cambio de posición más importante se observa en Rusia, que es difícil explicar sin tener presente su frágil situación militar. Se alegó que los detalles serían ajustados posteriormente para la firma final del tratado por Putin y Zelensky. Sin embargo, ese optimismo no se justificaba, y en las semanas posteriores ese principio de acuerdo fracasó. Varios son los factores en juego, que las partes interpre- tan de manera muy distinta. En primer lugar, la apresurada retirada rusa dejó al descubierto las matanzas de cientos de civiles en Irpin o en Bucha, en la que las tropas ucranianas entraron el mismo 29 de marzo, y que Zelensky visitó el 4 de abril. Esos crímenes tuvieron un fuerte efecto mediático y las autoridades ucranianas, considerán- dolos un parteaguas en la guerra con Rusia, endurecieron sus posi- ciones. Dimitry Peskov, portavoz de la presidencia rusa, y el propio Lavrov alegaron que esos hechos eran “un montaje” y “una provoca- ción” orientada a boicotear las conversaciones de paz (Reed et al., 2022). Estos hechos, empero, están bajo investigación de la Corte Penal Internacional (CPI), cuyo fiscal ya emitió una orden de arresto en marzo de 2023 contra Vladimir Putin y María Lvova-Belova por otros crímenes de guerra. Ello también afecta a las posibilidades de negociación. Como ha ocurrido con otros conflictos armados, evitar que esos crímenes queden impunes puede desalentar una vía nego- ciada por parte de Rusia, al limitar las opciones de salida para Putin y otros dirigentes y jefes militares rusos. El endurecimiento de la posición ucraniana coincide con la visita de varios líderes occidentales. El 8 de abril acudieron a Kiev y visitaron Bucha el alto representante para Asuntos Exteriores de la UE, Josep Borrell, y la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen. El 9 de abril fue el turno del primer ministro británico, Boris Johnson. La visita también estuvo marcada por el bombardeo en la estación de Kramatorsk, la víspera, con un misil ruso con munición de racimo que dejó 59 muertos y 102 heridos, la mayoría civiles, incluyendo muchos niños. Rusia lo niega, alegando que fue un ataque ucraniano “de falsa bandera”. En sus declaraciones, Johnson, que ya represen- taba las posiciones más duras dentro de la coalición occidental de apoyo a Ucrania, se mostró contrario a cualquier acuerdo con Putin, y abogó por la continuación de la guerra hasta recuperar todo el territorio ucraniano, si bien dejó esa decisión en manos de Ucrania. Johnson anunció apoyo militar a largo plazo, incluyendo armas avan- zadas (De Miguel, 2022). Poco después, el 26 de abril, se realizó la primera reunión del Grupo de Contacto para la Defensa de Ucrania, conocido como Grupo de Ramsteim, para coordinar el apoyo militar occidental. Rusia ha alegado reiteradamente que Johnson era en rea- lidad un enviado de Washington para boicotear el acuerdo alcanzado en Estambul, según Rusia casi cerrado, y obligar a Zelensky a impli- carse en una guerra prolongada para desgastar a Rusia. Así lo afirmó 65 el propio Putin ante una misión de paz africana en junio de 2023, y en la entrevista concedida a Tucker Carlson, comentarista político estadounidense conocido por sus posiciones prorrusas y de extrema derecha, que se emitió el 8 de febrero de 2024 (Carlson, 2024). Ese relato se basa en gran medida en unas declaraciones de Neftalí Ben- nett, que él mismo ha desmentido (Davis y Lakritz, 2023). Por otro lado, desde Ucrania se ha recordado que nada estaba cerrado, y que elementos como el estatuto de neutralidad de Ucrania requerían del acuerdo de la Rada (parlamento) de Ucrania, y que la retirada rusa era más por necesidad que por decisión propia, lo que también con- firmaron fuentes rusas (Trofimov, 2024). Tras la reunión de Estambul las delegaciones siguieron trabajando sobre los textos, pero se introdujeron algunas píldoras envenenadas que, en realidad, tornaban inviable el acuerdo. Rusia reclamó que las garantías de seguridad solo se activarían con el acuerdo de todas las partes, lo que le otorgaba derecho de veto y, en la práctica, las con- vertía en papel mojado. También reclamó que Ucrania retirase sus demandas ante la Corte Penal Internacional, a lo que esta se opuso. Insistió en su exigencia de cambios legales en cuanto a los símbo- los rusos y el tratamiento del nacionalismo ucraniano, considerado expresión de nazismo por Rusia. Ucrania, por su parte, reclamó que Crimea quedara cubierta por la garantía de seguridad, lo que para Rusia era una “línea roja”. Finalmente, nada se había acordado en cuanto a un cese el fuego. Ello pone en duda la buena fe negociadora de Rusia (Szeligovski, 2024), revela que algunas cuestiones clave no estaban ni mucho menos resueltas, y que el acuerdo era muy preca- rio. Acontecimientos como el asedio y los crímenes de guerra de Ma- riúpol enconaron más la situación. El último borrador, de 15 de abril, no resolvía esas cuestiones, y en mayo las negociaciones se dieron formalmente por cerradas (Colchester, Grove y Marson, 2024). El principal problema del relato ruso sobre el fracaso del acuerdo de Estambul radica, una vez más, en que ignora la agencia de Ucrania y la reduce a ser un peón de Washington. La opción de proseguir la guerra posiblemente fue sobre todo una decisión ucraniana, anima- da por la perspectiva de apoyo militar occidental y la mayor confian- za en su capacidad tras los golpes iniciales al ejército ruso. Pero aún más importante como factor explicativo fue la renuencia occidental a otorgar las garantías de seguridad vinculantes que eran piedra angular del acuerdo. Sin ellas, Ucrania nunca adoptaría el estatuto de neutralidad que era exigencia fundamental para Rusia. Esta cuestión sigue gravitando hoy en la posición de los países que apoyan a Ucrania, y explica el diseño de los acuerdos bilaterales de seguridad que se han ido firmando en 2024, que se detallan más adelante, y que confirman por la vía de los hechos esa explicación. 66 El acuerdo de Estambul pretendió definir la arquitectura de seguridad paneuropea sin apenas contar con sus partícipes El Comunicado de Estambul imponía obligaciones muy onerosas y arriesgadas a los socios occidentales de Ucrania, sobre las que ape- nas hubo consultas y, las que pudo haber –como las protagonizadas por Bennett–, parecen poco consistentes. Así lo indica una entrevis- ta con el negociador ucraniano David Arakhamia (Roshina, 2023). Además, algunos de esos países no tenían ninguna confianza en la voluntad de Rusia de cumplir con sus compromisos –la experiencia de incumplimientos mutuos de los Acuerdos de Minsk no estaba le- jos (Fischer, 2022)–, y creían que nuevos avances militares podían mejorar la posición negociadora de Ucrania. Ello no impidió que en esa etapa se alcanzaran acuerdos sobre as- pectos concretos, como el intercambio de prisioneros, con media- ción de Arabia Saudí o del Comité Internacional de la Cruz Roja; o la Iniciativa de Granos del Mar Negro de julio de 2022, un acuerdo firmado por Turquía, Rusia, Ucrania y Naciones Unidas para permitir el tránsito marítimo de grano destinado al mercado mundial y, en particular, a países en desarrollo. Este fue varias veces prorrogado hasta la retirada de Rusia en julio de 2023, si bien ya no era tan ne- cesario debido a que su flota, muy dañada por Ucrania, ya no podía bloquear esa ruta. En realidad, el ciclo de Estambul, más que negociar aspectos más inmediatos, como el cese el fuego, pecó de exceso de ambición por ambas partes: pretendió negociar nada menos que la clave de bó- veda de la arquitectura paneuropea de seguridad de largo plazo sin contar con la mayor parte de sus protagonistas. Es esta cuestión la que explica el papel clave de Occidente en una negociación que te- nía, de antemano, pocas posibilidades de éxito. Ello desmiente el re- lato de que Johnson, en su visita a Kiev, fuera el artífice de su fracaso. En suma, todo lo anterior revela que el conflicto no había llegado a su fase de maduración y al estancamiento doloroso, para ambas par- tes, que hubiera propiciado su resolución, y que la fórmula de paz planteada ni estaba definida ni era viable. Dos años después las po- siciones han variado, en particular en cuanto al control del territorio. En septiembre de 2022 Rusia se anexionó los territorios del este y el sur del país, aun no teniendo control pleno de ellos, y declaró que Rusia ya no tenía voluntad de negociar su estatus (Cuesta, 2022). Todo ello hace más difícil que se asuman las concesiones que llega- ron a anunciarse en Estambul. Pero el examen de esta negociación, aunque fallida, puede ser útil como punto de partida y aprendizaje ante otras oportunidades por venir. 67 Iniciativas de paz en el Sur global: límites de una mediación extemporánea y difusa Siendo un conflicto europeo, la onda expansiva de la invasión de Ucrania ha llegado al Sur global en la política y en la economía: mu- chos países se han visto golpeados por la inflación y por problemas de acceso a energía, alimentos y fertilizantes que dependían de las rutas del Mar Negro y el Mar de Azov. La invasión también reclamó tomas de posición que remitían a principios y normas del sistema internacional, así como a la vigencia del orden internacional liberal y la primacía de Occidente, en las que se inscribían exigencias de alineamiento sobre apoyo militar o sanciones unilaterales al margen de Naciones Unidas. La posición de los países del Sur global se ex- plica sobre todo por esos factores: su tradición político-diplomática de afirmación de los principios de soberanía e integridad territorial; una lógica contrahegemónica frente a Occidente; y la necesidad, más pragmática, de buscar soluciones realistas y atenuar el impacto so- cioeconómico de las sanciones, la inflación, y disrupciones al comer- cio (Sanahuja, Stefanoni y Verdes-Montenegro, 2022; Lopes, 2023) y fragmentación económica global siguiendo alineamientos geopolíti- cos (Gopinath et al. 2024). Estas coordenadas explican las propuestas de paz de países del Sur global, y también sus contradicciones y límites. Las más destacadas provienen de Brasil y China. Ambos son miembros del grupo BRICS, del que también forma parte Rusia, con quien tienen una clara cer- canía en ese proyecto contrahegemónico que se declina en clave de multipolaridad, y comparten un discurso crítico frente a Occidente, Estados Unidos y la OTAN como responsables últimos de la guerra de Ucrania, al adoptar una estrategia de acorralamiento de Rusia. De igual manera, han cuestionado la ayuda militar a Ucrania, que ven como expresión del belicismo de Occidente, alimentando una escala- da contraria a la paz. De la misma forma, China no ha facilitado arma- mento a Rusia, aunque permite exportaciones de componentes de doble uso de los que depende su industria militar. En el caso de Bra- sil, ante las peticiones explícitas de Estados Unidos y Alemania, Lula se negó a facilitar armamento y munición a Ucrania (Harris, 2023). La UE ha alegado que esa ayuda, que en realidad se ha concedido de manera muy cautelosa y limitada, estaría destinada a permitir que Ucrania se defienda, evitando que fuera arrollada militarmente por Rusia y se impusiera una Russky Mir o Pax Russica desequilibrada e injusta (Sanahuja, 2023: 33). Aunque duramente criticada por Ucra- nia y sus apoyos occidentales, esa posición les otorga una interlo- cución con Rusia que puede facilitar esa mediación, y desde la UE y otros países siempre ha habido una elevada expectativa en torno a China y su posible rol como mediador, por ser, quizás, el único país que tiene alguna influencia sobre Rusia (Gowan, 2023). 68 Brasil ha lanzado una propuesta de “grupo de paz”, que podría incluir a China, India e Indonesia, para ofrecer una mediación y propiciar negociaciones Sin embargo, Brasil y China también mantienen diferencias funda- mentales con Rusia en cuanto al rechazo de la invasión y la defensa de la integridad territorial de Ucrania. En el caso de China, la defensa de ese principio también responde a su postura sobre Taiwán. Esa posición de equidistancia y la afirmación de la neutralidad presenta contradicciones: ambos países han respaldado las resoluciones ex- traordinarias de la Asamblea General que califican inequívocamente la invasión rusa como un crimen de agresión y reafirman el principio de integridad territorial, pero China, como se verá, no exige una reti- rada de esos territorios, y el propio Lula declaró que tal vez Ucrania debería ceder Crimea para ganar la paz, lo que no ayudó a que Brasil pudiera ser visto como un mediador imparcial. Al iniciarse la presidencia de Lula da Silva en enero de 2023 Brasil lanzó una propuesta de “grupo de paz”, que podría incluir a China, India e Indonesia, para ofrecer una mediación y propiciar negociacio- nes de paz. Ello condujo a conversaciones exploratorias con Rusia y Ucrania, conducidas por Celso Amorim, ex-canciller y consejero de política exterior de Lula (Osborn, 2023). En abril mantuvo reuniones discretas con Putin y Lavrov, anticipando la visita de este último a Brasil, así como con Zelensky. En la visita, Lavrov agradeció la inicia- tiva brasileña, pero reafirmó su reclamo de acuerdos a largo plazo basados en el principio de indivisibilidad de la seguridad. Agradeció a Brasil su “correcta comprensión” de la génesis de la guerra, en re- ferencia a sus críticas a la OTAN, y afirmó que su objetivo común era construir un mundo más justo, democrático y multipolar (Galarraga, 2023). Las reacciones de Estados Unidos, la UE y la propia Ucrania fueron tajantes. Posteriormente la diplomacia brasileña y el propio Lula, que viajó a Europa, tuvieron que dar explicaciones y remarcar sus diferencias con Rusia, subrayando su rechazo a la invasión y el apoyo a la integridad territorial de Ucrania. Las gestiones de Brasil apenas tuvieron carácter exploratorio y no llegaron a conformar un verdadero plan de paz. Pronto se agotaron ante la constatación de que ninguna de las partes, y en particular Rusia, tenía voluntad de negociar. De manera muy directa, Amorim reconoció que el conflicto no había llegado a la fase de madurez y el estancamiento doloroso. Tras las reuniones con Putin y Lavrov, el en- viado brasileño declaró que, aunque no estaban totalmente cerradas a un acuerdo, ambas partes preferían seguir combatiendo. Según Amorim, “No hay solución mágica. Pero habrá un momento en el que, de un lado o de otro, surgirá una percepción de que el coste de la guerra, no solo el coste político, sino el humano y el económico, será mayor que el coste de las concesiones necesarias para la paz. Ese momento no ha llegado aún, pero puede llegar más rápido de lo que parece, y la existencia de un grupo de países puede ayudar” (Ri- ttner, 2023). Para contextualizar esas declaraciones, el ejército ruso 69 estaba entonces a pocos días de tomar Bajmut, y los ucranianos aún estaban preparando su contraofensiva de verano. China tampoco llegó a formular un verdadero plan de paz, aunque ha adoptado una declaración de principios más detallada sobre la resolución pacífica de la guerra, que denomina “crisis de Ucrania” (Ministerio de Asuntos Exteriores de China, 2023). Se presentó en febrero de 2023 en la Conferencia de Seguridad de Múnich, y consta de 12 puntos, que se resumen a continuación: 1. Respeto a la soberanía, la independencia y la integridad terri- torial, conforme al derecho internacional y la Carta de Nacio- nes Unidas, de forma justa, para todos por igual y sin dobles estándares. 2. Abandonar la mentalidad de Guerra Fría: la seguridad de un país no debe lograrse a expensas de otros, a través de bloques militares. Se debe forjar una arquitectura de seguridad euro- pea equilibrada y efectiva basada en una visión de la seguri- dad común, integral, cooperativa y sostenible. 3. Cese el fuego: se debe actuar con moderación, evitando la escalada del conflicto. Las partes deben reanudar el diálogo directo para desescalar la situación y lograr un cese el fuego lo antes posible. 4. Reanudar las conversaciones de paz: el diálogo y la negocia- ción son la única salida posible a la crisis de Ucrania. China tendrá un papel constructivo en la comunidad internacional para el reinicio de conversaciones para su resolución política. 5. Resolución de la crisis humanitaria: se deben apoyar todos los esfuerzos para prestar asistencia humanitaria conforme a los principios de humanidad e imparcialidad, asegurar la protec- ción de civiles, establecer corredores humanitarios, y facilitar el trabajo humanitario de Naciones Unidas. 6. Proteger a los civiles y los prisioneros de guerra: conforme al derecho internacional humanitario, se debe proteger a los civiles, y respetar los derechos de los prisioneros y facilitar su intercambio. 7. Mantener la seguridad de las plantas nucleares, evitando ata- ques y accidentes, cumpliendo con la Convención de Seguri- dad Nuclear, y facilitar el trabajo de la Agencia Internacional de Energía Atómica (AIEA). 70 La posición de China refleja su cercanía a Rusia, pero también pide el respeto al derecho internacional 8. Reducir riesgos estratégicos: no se han de usar armas nuclea- res y se debe evitar una guerra nuclear. China se opone a la investigación, desarrollo y uso de armas biológicas y químicas en ninguna circunstancia. 9. Facilitar las exportaciones de granos con la Iniciativa del Mar Negro. 10. Detener las sanciones unilaterales, que no resuelven la cues- tión y crean nuevos problemas. China se opone a sanciones que no sean adoptadas por el Consejo de Seguridad de Na- ciones Unidas, y que afectan al crecimiento y la mejora de las vidas de la población de los países en desarrollo. 11. Mantener la estabilidad de las cadenas industriales y de sumi- nistro, evitando el uso coercitivo (weaponisation) de los víncu- los económicos con fines políticos. 12. Apoyar la reconstrucción posconflicto, para lo que China ofre- ce su colaboración. La posición china incorpora elementos que reflejan su cercanía a Ru- sia –la omisión de la exigencia de una retirada de las tropas rusas del territorio ucraniano, el rechazo a la OTAN, o la indivisibilidad de la seguridad y la necesidad de un acuerdo paneuropeo en esta ma- teria–, y el respeto al derecho internacional y lo acordado en Nacio- nes Unidas. Rusia saludó algunos de sus elementos, que “estaban en consonancia con los enfoques rusos” (Cuesta, 2023). Como cabía esperar, fue rechazada por Ucrania, por proponer un alto el fuego que, sin contemplar la retirada de Rusia, le era favorable desde el punto de vista militar y sancionaba la conquista territorial. Sus alia- dos occidentales respondieron con escepticismo. La Unión Europea destacó que, en realidad, no era un plan de paz, y no distinguía entre agresores y víctimas (Rathbone y Chazan, 2023). Brasil ha mostrado mayor cercanía, y de los contactos entre ambos países ha surgido en mayo de 2024 un “entendimiento común” para desescalar la guerra, reclamar diálogo y negociación, y rechazar la política de bloques, pero sin abordar las diferencias de fondo de la guerra. A partir de esa posición, entre mayo y junio de 2023 el enviado es- pecial de China, Li Hiu, visitó Ucrania, Polonia, Alemania, Francia y Rusia para explorar las posibilidades de acuerdo. Fue el primer diri- gente chino que visitó Ucrania desde el inicio de la invasión. Como ocurrió con el enviado brasileiro, Li Hiu constató que “no hay nin- guna panacea para resolver el conflicto”, que no había condiciones para la negociación, y que los principales escollos eran la exigencia ucraniana de retirada rusa de su territorio, y la pretensión rusa de un cese el fuego reteniendo lo ya conquistado (Abril y Bonet, 2023). 71 Entre mayo y junio de 2023 viajó a Moscú una misión de países afri- canos (Egipto, Senegal, República Democrática del Congo, Sudáfrica, Uganda y Zambia), con el apoyo de la Brazzaville Foundation, que tenía un sólido historial de mediación (Biosca, 2023). En un encuen- tro en San Petersburgo el mismo Putin volvió a culpar a Occidente por la guerra y el fracaso del acuerdo de Estambul, y rechazó de plano la propuesta africana, y en particular el reclamo de respeto a la integridad territorial de Ucrania. Para ello, volvió a decir que la paz requería reconocer “las nuevas realidades en el terreno”, en alusión al territorio ucraniano ocupado militarmente por Rusia (Reuters, 2023). El Vaticano, por su parte, ha desplegado una diplomacia discreta, pero las declaraciones del papa Francisco, reclamando un cese el fuego sin la retirada del ejército ruso, situando en el mismo plano a ambas partes, han sido rechazadas por Ucrania, y los portavoces de la Santa Sede han reconocido que el momento de las negociaciones “no ha llegado todavía” (Verdú, 2023). Otras iniciativas han sido declarativas. En septiembre de 2022 el pre- sidente de México, Andrés Manuel López Obrador, lanzó la idea de un “comité de paz” con México, la India, el Papa Francisco y el secre- tario general de Naciones Unidas, entre fuertes críticas a occidente. Ucrania lo denunció como “plan ruso” al no cuestionar la ocupación. En el diálogo asiático de seguridad de Shangri-La en junio de 2023 Indonesia propuso un cese el fuego con una zona desmilitarizada, monitorizada por Naciones Unidas y la celebración de referéndum en las zonas en disputa. Sin la retirada rusa previa, también fue recha- zado por Ucrania con el mismo argumento: “suena a un plan ruso” (Ruehl y Hille, 2023). Quizás el mejor epitafio de estas iniciativas, lo pronunció en mayo de 2023 el secretario general de Naciones Unidas, António Guterres: “Desafortunadamente, creo que en este momento no es posible una negociación para la paz. Las dos partes están convencidas de que pueden ganar (…) no veo a Rusia en este momento dispuesta a reti- rarse de los territorios que ocupa y creo que Ucrania tiene la esperan- za de retomarlos (…) no veo ninguna posibilidad de conseguir inme- diatamente –no estamos hablando del futuro– un alto el fuego global, una negociación de paz” (González y Abellán, 2023). Lanzadas en un momento en el que no existían las condiciones para negociar, estas iniciativas han sido loables pero extemporáneas y poco concretas, y no podían tener éxito. Revestidas de fuerte retórica antioccidental y contrahegemónica, quizás han sido más instrumentos para realzar el perfil político de sus proponentes que verdaderas iniciativas de paz. 72 Los retrasos y condicionantes de la ayuda militar de Estados Unidos situaron a Ucrania en desventaja La “Fórmula de Paz” ucraniana y la búsqueda de garantías de seguridad y apoyo militar a largo plazo El segundo año de la guerra ha supuesto un visible reequilibrio de la posición militar y económica de los contendientes, que llevó a una fase de guerra de desgaste en la que, considerando el factor tiem- po, la balanza empezó a inclinarse en favor de Rusia. El fracaso de la contraofensiva ucraniana de verano de 2023 mostró las insuficiencias materiales de la ayuda occidental, escasa y condicionada, y el uso de tácticas inadecuadas frente al ejército ruso. Este había logrado la supe- rioridad numérica tras una amplia movilización: en 2022 comenzó la invasión con 190.000 efectivos, y en 2024 ya contaba con 550.000. Mientras, Ucrania tardó meses en debatir en el parlamento una ley para rebajar la edad de movilización, reformar los organismos respon- sables, y aumentar un ejército envejecido y exhausto, que finalmente fue aprobada por decreto presidencial. El ejército ruso también estaba mejor organizado y se dotó de unidad de mando, tras la disolución de Wagner; y había logrado neutralizar la ventaja inicial de Ucrania en tec- nologías como los drones o la guerra electrónica. Esa fase de desgaste se debía entre otros factores al uso generalizado de esas tecnologías, según explicó el general Valerii Zaluzhny en un revelador análisis pu- blicado antes de su destitución como jefe del ejército ucraniano en febrero de 2024 (The Economist, 2023; Zaluzhny, 2023). Finalmente, los retrasos en la ayuda militar de Estados Unidos y la UE, las exigencias de que no fuera utilizado fuera de territorio ucra- niano, y la escasa capacidad industrial occidental para suministrar las municiones comprometidas también contribuyeron a situar al ejército ucraniano en desventaja. Rusia aprovechó esa situación para recuperar la iniciativa, con la toma de Avdiívka en febrero de 2024; la apertura de un nuevo frente en Járkov en mayo de ese año (Sed- don, Miller y Rathbone, 2024; Barley y Kagan, 2024), y la campaña de ataques con misiles y drones que logró destruir gran parte de la infraestructura de energía de Ucrania, lo que no había conseguido el año anterior. En abril Zelensky lanzó un llamamiento desesperado solicitando medios de defensa aérea, en particular baterías “Patriot”, que tuvo una respuesta muy limitada. En ese momento, el temor de que alguna sección del frente pudiera colapsar ante los ataques ru- sos no era infundado (Tooze, 2024). En mayo de 2024 el jefe adjun- to de la agencia de inteligencia militar de Ucrania, Vadim Skibitsky, distanciándose del discurso oficial, reconocía que la situación era tan mala, o tal vez peor que en los primeros días de la invasión. Skibitsky reconocía que no se podría ganar la guerra solamente en el campo de batalla, y era improbable recuperar territorio a corto plazo. Inclu- so si se lograra hacer retroceder a Rusia a las fronteras de 1991, algo muy improbable, la guerra no terminaría por la vía militar. “Estas gue- rras solo terminan con un tratado”, reconocía (The Economist, 2024). 73 Por otra parte, la economía rusa había logrado encajar el fuerte gol- pe de las sanciones y en 2023 creció a una robusta tasa de 3,6%, impulsada por el estímulo fiscal que suponía el aumento del gasto de defensa, que superó el 6% del PIB, generando medio millón de nuevos empleos. Rusia, además, habría optado por una economía de guerra de largo plazo –una militarización estructural de su eco- nomía, según Elena Ribakova (2024)– con la que se adaptaba a una “guerra larga”, bajo la dirección del nuevo ministro de defensa, el economista Andrei Beloúsov. Las sanciones solo han tenido efectos parciales, y no han logrado impedir que a través de canales paralelos en China y los países centroasiáticos Rusia siga importando todo tipo de mercancías y los componentes de doble uso necesarios para su industria militar. Rusia parece haber optado por una estrategia de guerra a medio y largo plazo que parte de la premisa de que el apoyo occidental a Ucrania se va a debilitar y/o va a seguir siendo limitado y condicio- nado, contando con posibles avances de la extrema derecha en las elecciones europeas en junio de 2024 y un triunfo republicano en las elecciones en noviembre de ese año en Estados Unidos. En cierta forma, los retrasos en la ayuda de Estados Unidos en el Congreso anticiparon ese escenario. Así, la “teoría de victoria” del Kremlin pa- rece asumir que Ucrania se verá obligada a permanecer a la defensi- va, irá cediendo terreno poco a poco sin poder recuperar territorio, al estar sometida al desgaste de incesantes ataques rusos, aunque estos supongan pérdidas elevadas para Rusia. Según el cálculo del Kremlin, ello terminaría haciendo atractiva una negociación desequi- librada en la que se podrá canjear paz por territorio, la neutralidad de Ucrania en posición subalterna, e incluso su propia desaparición como Estado independiente. Más allá del discurso nacionalista de que toda Ucrania debe volver a ser parte de Rusia, la posición oficial que Moscú mantiene de forma reiterada es que las cinco provincias anexionadas (Crimea, Donetsk, Lugansk, Jersón y Zaporiyia) ya son parte de Rusia y son innegociables, y que no puede haber cese el fue- go que no considere “las nuevas realidades en el terreno” derivadas de la conquista de territorio. El endurecimiento de la posición ucraniana también es perceptible en su definición de “teoría de victoria”. En junio de 2022, en vísperas de la contraofensiva, Dmytro Kuleba apostaba por la vía militar, con el necesario apoyo occidental, para “recuperar una mayor porción de territorio” y hacer retroceder a las fuerzas rusas “lo suficientemen- te lejos” como para empujar a Rusia a volver a la mesa y negociar de buena fe con el objetivo de expulsar a sus fuerzas del territorio ucraniano. También reconocía que “Cualquier guerra termina con la diplomacia, pero ese momento aún no ha llegado” (Kuleba, 2022). En diciembre de 2023 su valoración era más sombría, al reconocer que 74 La "Formula de Paz" de Zelensky es un decálogo basado en la Carta de Naciones Unidas la contraofensiva de verano no tuvo éxito, había dudas sobre las po- sibilidades de recuperar territorio, y fatiga de la ayuda y con la propia guerra. El objetivo último seguía siendo la integridad territorial de Ucrania, así como llevar a los responsables de crímenes de guerra ante la justicia (Kuleba, 2023). Para lograrlo, Kuleba se mostraba confiado en la reanudación de la ayuda occidental y el aumento de su capacidad industrial para sumi- nistrar municiones y sostener una estrategia militar de “combate en profundidad”. Teorizada por especialistas militares, se orientaría a reconstruir el ejército ucraniano y al desgaste y destrucción gradual de las fuerzas rusas. De esta forma, aunque sea inviable una con- traofensiva a medio plazo, con suficiente apoyo occidental se podría convertir a Ucrania en una suerte de “erizo” fuertemente armado y protegido, capaz de imponer un coste inasumible a nuevos ataques rusos. Al tiempo, se destruye paulatinamente su logística, centros de mando y defensas en profundidad, hasta que vuelva a ser posible la guerra de maniobra (Gady y Kofman, 2024:17). La reanudación de la ayuda militar de Estados Unidos y su llegada al frente de Járkov ya ha tenido efectos perceptibles en la capacidad de defensa de Ucrania. Esos elementos aparecen reflejados en la “Formula de Paz” que el presidente Zelensky presentó en Naciones Unidas en septiembre de 2022 (Presidencia de Ucrania, 2022). Se trata de un decálogo basado en gran medida en los principios de la Carta y el derecho interna- cional, con la pretensión de guiar una salida negociada de la guerra –tampoco es un plan de paz detallado–, e incluso ser una plantilla para otros conflictos. Su objetivo es también sumar apoyos, en par- ticular en el Sur global, aunque está lejos de la planteada por China (Sahuquillo y Bonet, 2023). Sus diez puntos, de manera resumida, son: 1) seguridad nuclear, des- militarizando la planta de Zaporiyia bajo control de Ucrania y la AIEA; 2) seguridad alimentaria para los países en desarrollo, asegurando la libre navegación en los mares Negro y de Azov; 3) seguridad ener- gética, evitando la destrucción de la infraestructura civil crítica; 4) liberación de prisioneros y regreso de los niños ucranianos depor- tados a Rusia; 5) restauración de la integridad territorial de Ucrania dentro de sus fronteras internacionalmente reconocidas, dejando sin efecto los referéndum y la anexión ilegal de Rusia; 6) retirada de las tropas rusas y cese de hostilidades inmediato, total e incondicional, según lo establecido por la Asamblea General de Naciones Unidas; 7) restablecimiento de la justicia, a través de investigaciones indepen- dientes y el enjuiciamiento de responsables de crímenes de guerra, incluyendo los procesos ante la CPI; 8) seguridad ecológica, evitando daños ambientales prohibidos por el derecho internacional, como la destrucción de la presa de Kajovka, y obligaciones de restauración; 75 9) garantías para prevenir la escalada o repetición de la agresión, con normas vinculantes de derecho internacional, el fortalecimiento de las capacidades defensivas de Ucrania para asegurar su derecho a la defensa propia, conforme a la Carta de Naciones Unidas, y de su integración en una nueva arquitectura de seguridad internacional, con países garantes; y 10) Una conferencia multilateral de Paz con un tratado internacional jurídicamente vinculante. Este deberá incluir a las partes y a los países garantes, para dar fin de la guerra, una vez que sea restaurada la integridad territorial y la soberanía de Ucrania La Fórmula de Paz se ha desplegado en una doble dirección. Por un lado, se han convocado distintas conferencias internacionales, sin presencia de Rusia, para definir detalles y sumar apoyos: Copenha- gue, (junio de 2023); Yeda (Arabia Saudí, agosto de 2023), con 42 países, incluyendo a Brasil, China, Indonesia y Sudáfrica, entre otros del Sur global; La Valetta (Malta, octubre de 2024), con 66 países, incluyendo México y el Vaticano, y sin presencia de China; Kiev (di- ciembre de 2023), con 83 Estados y 3 organizaciones internaciona- les, y Lucerna (Suiza, junio de 2024). A esta reunión se habían convo- cado 160 Estados, y a finales de mayo habían confirmado asistencia 106. China, sin embargo, anunció que no asistiría, por “no cumplir las condiciones de China ni las expectativas de la comunidad inter- nacional”, en referencia a la ausencia de Rusia. Zelensky, en el foro de seguridad de Shangri-La, la acusó de actuar en nombre de Moscú para torpedear la reunión (Bonet, 2024). Respecto a las garantías, tanto el Consejo Europeo de junio de 2023 y el G7, reunido en la Cumbre de la OTAN de Vilna de julio, acordaron adoptar “acuerdos y compromisos de seguridad específicos, bilate- rales y a largo plazo” con Ucrania, frente una adhesión ucraniana a la OTAN que no se quería aceptar (Pancevski y Norman, 2023; Foy, 2023). En realidad, más allá de la retórica altisonante y de compromi- sos a largo plazo, tal adhesión es completamente inviable mientras Ucrania sea un país en guerra, con parte de su territorio ocupado, como ocurre desde 2014. Tras la invasión rusa en 2022, esa adhe- sión es aún menos factible y se ha vuelto a descartar en la Cumbre de Washington de julio de 2024 (Sahuquillo, 2024a). Aunque algu- nos países de Europa oriental o en el Báltico son partidarios de la incorporación de Ucrania a la OTAN, buena parte de sus miembros más importantes, incluidos Estados Unidos, Alemania o Francia, no están dispuestos a asumir obligaciones defensivas multilaterales le- galmente vinculantes (Erlanger, 2023, Foy y Schwarz, 2023), y, como se vio en el proceso de Estambul, tampoco de manera bilateral. Ante esos condicionantes, esos acuerdos son una alternativa de me- nor coste y limitadas exigencias respecto a lo que supone la mem- bresía en la Alianza Atlántica, o acuerdos defensivos bilaterales, al 76 Los acuerdos bilaterales de seguridad pretenden alentar la negociación haciendo inviable una victoria militar de Rusia no contemplar una cláusula de defensa mutua. En caso de una nue- va agresión, se prevé un sistema de consultas para determinar qué apoyo se prestaría. Es, posiblemente, todo lo que Ucrania podía con- seguir. A través de estas garantías, los socios de Ucrania facilitarían equipo militar, financiación, entrenamiento, inteligencia, coopera- ción en industrias de defensa, y otros medios para reforzar militar- mente a Ucrania a largo plazo. Han incluido un cuantioso “paquete” de ayuda adicional para 2024, respondiendo a la difícil situación del ejército ucraniano en el primer semestre de ese año, y se contemplan también compromisos plurianuales por definir hasta diez años (Mills, 2024). A ello se suma el compromiso de financiación multilateral aprobado por la UE, por unos 50.000 millones de euros. La principal diferencia de estos acuerdos con la asistencia militar pro- porcionada hasta ahora, limitada y que permite a Ucrania defenderse a duras penas, pero no mucho más, es el compromiso a largo plazo. Se trata, de nuevo, de evitar que Ucrania sea derrotada militarmente, haciendo ver a Rusia que el compromiso europeo con Ucrania se mantiene y aumenta, como una suerte de póliza de seguro frente al retorno de Trump a la Casa Blanca y un cambio de la política esta- dounidense hacia Europa; de mostrar a Rusia que el tiempo no juega a su favor, que su estrategia militar no es viable, que los aliados occidentales siguen unidos, y que debería aceptar una salida nego- ciada (Ukhorskiy, 2024). Son, por tanto, instrumentos para hacer de Ucrania ese “erizo” fuertemente armado que ya se mencionó, capaz de disuadir al vecino ruso y su guerra de conquista. El primero de esos acuerdos lo firma el Reino Unido en enero de 2024, anunciando un “paquete” de ayuda militar inmediato de 2.500 millones de libras (Miller y Fisher, 2024), y se prevé que serán unos 30 países quienes establecerán acuerdos de seguridad de este tipo. En febrero, en el marco de la Conferencia de Seguridad de Múnich, fue el turno de Francia y Alemania, con acuerdos a 10 años vista, o bien hasta que Ucrania ingrese en la OTAN. Alemania anunció com- promisos por 7.100 millones de euros, y Francia por 3.000 millones (Bassets y Rizzi, 2024; Hall y Abboud, 2024). El acuerdo con España –de tipo administrativo, para evitar obstáculos en su ratificación por el Parlamento– se firmó en mayo de 2024, con compromiso inme- diato y sin precedentes por su cuantía de más de 1.000 millones de euros, incluyendo una partida de misiles “Patriot” (Melkozerowa, 2024). Otros países (Bélgica, Dinamarca, Noruega y Países Bajos) han incluido dentro de esos acuerdos los cazas F-16 ya comprometidos. El “paquete” otorgado por Suecia dentro de su acuerdo bilateral es también muy cuantioso, situándose, como en el caso de España, en torno al 10% de su presupuesto de defensa anual. Incluye entre dos y tres centenares de blindados de transporte de tropas, y nuevas capacidades, con dos aviones de alarma temprana y control aéreo, que en conjunción con los cuatro escuadrones de F-16 que Ucrania 77 recibirá desde finales de 2024, reforzarán notablemente su defensa aérea. El acuerdo con Estados Unidos está todavía en discusión cuan- do se escriben estas páginas. Estos compromisos se inscribirán en el fondo de 100.000 millones de dólares a cinco años que el secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg, ha propuesto a los miembros para “blindar” la asistencia a Ucrania en previsión de un cambio de gobierno en Washington. En paralelo a estos acuerdos, entre mayo y junio de 2024 algunos de los donantes de Ucrania (Estados Unidos, Reino Unido, Países Ba- jos, Suecia, entre otros) están autorizando el uso de misiles, bombas guiadas y otras armas sobre el espacio aéreo y el territorio ruso, que hasta ese momento estaba expresamente vedado (Segura y Vidal, 2024). Ello responde a exigencias tácticas de la batalla por Járkov, en zonas próximas a la frontera con Rusia, en la que se utilizaba su territorio como “zona segura” para las operaciones militares sin que Ucrania pudiera responder. Ello supone un salto cualitativo en las hostilidades, que Rusia ha considerado una escalada, aunque Ucra- nia lo justifica como parte de su derecho a defenderse. En esa misma línea se sitúa el plan por el que Francia, en coalición con otros aliados de la OTAN, se plantea enviar militares para tareas de entrenamien- to de tropas de combate y equipos de desminado. Aunque estarán alejados del frente y no participarán en combates, ello ha abierto nuevas tensiones en el seno de la OTAN y genera evidentes riesgos de cara a Rusia (Sahuquillo, 2024b). Otro elemento significativo de estos acuerdos es que, además de faci- litar medios ya disponibles en los arsenales de estos países, prevé la fabricación y adquisición de nuevos equipos a medio plazo. Ello forma parte de la estrategia de política industrial y de defensa de la UE. De esa manera, la asistencia militar a Ucrania, unida al refuerzo de los ejércitos europeos, supone un gran volumen de órdenes de compra a largo plazo que movilizarán la inversión pública y privada para au- mentar la base industrial y de I+D y la consolidación de ese sector, hoy muy fragmentado y sin economías de escala (Clapp, 2024) . Escenarios de guerra y paz: ¿nuevo ciclo bélico o fórmula “Zelensky minus”? El análisis realizado hasta ahora muestra que la guerra entre Rusia y Ucrania no se encuentra en una fase de madurez ni se ha llegado a un mutuo estancamiento doloroso, ni en términos objetivos, ni, de manera general, en las visiones de las partes. Ninguna de las par- tes ha renunciado a sus metas, y sus posiciones se han endurecido notablemente. Ambas partes han incurrido en costes elevados, que hacen más difícil hacer concesiones, y han tomado decisiones –por 78 Que Ucrania pueda mantenerse en pie con la ayuda externa y que Rusia entienda que la victoria militar no está a su alcance podría ser una contribución a la paz ejemplo, el cambio en el estatuto jurídico de los territorios que Rusia se ha anexionado– que en primera instancia impiden el compromiso. Algunas de las cuestiones que fueron objeto de discusión en el ciclo de negociaciones de Estambul ahora se consideran innegociables. Ucrania considera irrenunciable la recuperación de todo su territorio, y Rusia no acepta un alto el fuego ni una negociación que no asuma “las realidades en el terreno” de la ocupación. A mediados de 2024 ambas partes siguen apostando claramente por la vía militar. En realidad, más que un estancamiento doloroso, lo que se observa es una carrera para reconstituir las capacidades mili- tares de las partes y seguir adelante con sus operaciones, con claros riesgos de escalada de la guerra. Rusia sigue una estrategia bélica a medio y largo plazo y asume que el apoyo militar occidental no se va a sostener si los vientos electorales se desplazan a la derecha y se ponen en cuestión los acuerdos y las garantías de seguridad ya adoptados. Sus capacidades, empero, son limitadas, y el factor tiem- po no necesariamente juega a favor de Moscú. Aunque Rusia está aumentando la producción de munición y equipo pesado, está ha- ciendo la guerra con material de la Guerra Fría almacenado, cada vez más obsoleto –la información disponible, basada en la observación satelital y otras fuentes abiertas muestra que al ritmo actual puede quedarse sin medios blindados a finales de 2025– y seguirá estan- do por detrás de las necesidades de esta guerra. El ejército ruso, aunque más numeroso y mejor organizado, está aún lejos de ser el cuerpo profesional que empezó la invasión en 2022, y su ventaja básica solo es el número. Respecto a la ayuda occidental, los 61.000 millones otorgados por la administración Biden, unidos a los apor- tes europeos, solo permiten reequilibrar temporalmente la situación. Europa puede ser ahora más fiable que Estados Unidos como socio de Ucrania e incluso aportar más fondos, pero no tiene la capacidad de sustituir los medios y tecnología militar de Washington. La afir- mación de Antony Blinken de que esa ayuda permitirá una nueva contraofensiva ucraniana en 2025 parece muy aventurada. Ambos contendientes encuentran resistencias crecientes en las respectivas sociedades en sus campañas de movilización. Como señaló Vadim Skibitsky, ambas partes podrían finalmente quedarse sin suficientes armas y municiones (The Economist, 2024). Una variable clave son las garantías y acuerdos bilaterales de seguri- dad y el apoyo económico ofrecidos a Ucrania. Pueden simplemente sostener un nuevo ciclo de la guerra o su escalada, que cueste aún más vidas y recursos a sabiendas de que no hay solución militar al conflicto. O bien pueden alentar una negociación más equilibrada que dé a Ucrania la seguridad y la confianza de que podrá preservar su seguridad y su soberanía y recuperar algo de lo perdido, aunque no su plena integridad territorial, y tenga un futuro de democracia y 79 prosperidad económica. A ello puede contribuir una adhesión expe- dita y con respaldo económico a la Unión Europea, que Putin no ha objetado. Que Ucrania pueda mantenerse en pie con la ayuda exter- na y que Rusia entienda que la victoria militar no está a su alcance, si se hace con esa perspectiva, podría ser una importante contribución a la paz (International Crisis Group, 2024). Aquí la pregunta clave es si podría haber algún compromiso terri- torial que hiciera posible el acuerdo. Sottovoce, entre los aliados de Ucrania y en el seno de sus fuerzas armadas existen dudas sobre su propia capacidad y voluntad de sostener una guerra larga contra Rusia, y se va asumiendo que recuperar el territorio perdido supone un nivel de implicación y de riesgos que ni se quiere ni se puede tomar (Segura, 2024). Quizás Ucrania no acepta aún que lo que está en juego no es tanto su integridad territorial, como su supervivencia como Estado. Henry Kissinger lo ha sugerido, no sin polémica, plan- teando que ese compromiso podría ser el ante bellum de febrero de 2022 (Bilefsky, 2022). En otros casos se evocado, como referencia, la división de la península de Corea. La única forma de llegar a un acuerdo de este tipo es un cese el fue- go que congele sine die los reclamos territoriales de ambas partes, manteniendo Crimea y parte del Dombás en manos de Rusia –esto es, volviendo a la situación de 2014 a 2022–, y mantener como principio universalmente válido e irrenunciable, aunque sin aplicación inmedia- ta, la integridad territorial de Ucrania. De igual manera, podrían adop- tarse acuerdos sobre asuntos que Ucrania ya aceptó, como su estatuto de neutralidad con garantías de seguridad confiables. Así, se trataría de una “Fórmula Zelensky minus” que permitiría llegar a un arreglo pragmático y realista y, al tiempo que ambas partes pudieran salvar la cara y tener una salida política. En cualquier caso, dada la apuesta de ambas partes por mejorar su posición por medios militares, y conside- rando los tiempos de la política en Europa y Estados Unidos, ello no se podría abordar hasta bien entrado 2025. Y si la reclamación territorial es la más difícil, no lo son menos otras exigencias, como el rechazo ruso a aceptar la interlocución con Zelensky, o el reclamo ucraniano de reparaciones. Para empezar, incluso esas cuestiones son difíciles de plantear abiertamente, pues traspasan las líneas rojas de Rusia y de Ucrania. En términos de transformación del conflicto, ello plantea tareas pe- rentorias y muy exigentes: supone ir abriendo canales de comunica- ción, generar confianza, ir transformando percepciones y actitudes y crear plataformas de diálogo donde se puedan plantear propuestas que en este momento se consideran tabú, entre los propios aliados occidentales, con Ucrania, y finalmente con Rusia (Charap y Shapi- ro, 2024). A ello pueden contribuir acuerdos parciales que faciliten 80 la asistencia humanitaria, frenen la escalada del conflicto, limiten el uso de ciertas armas o frenen ataques a objetivos no militares, como la infraestructura de energía. Estas son ideas que ya aparecen en la Fórmula de Paz de Ucrania o en la posición de China, y a medio plazo pueden facilitar conversaciones más amplias que terminen con el que ha llegado a ser el mayor conflicto armado en Europa desde la Segunda Guerra Mundial. Termina este capítulo con la misma reflexión con la que se cerraba la contribución que dio inicio a esta serie poco después de comenzar la invasión de Ucrania (Sanahuja, 2022). El imperativo más inmediato es el fin de la guerra en Ucrania, con una fórmula aceptable de cese de las hostilidades. Pero a medio y largo plazo, como revela la discu- sión sobre las garantías de seguridad para Ucrania, y el reclamo de garantías frente a la OTAN por parte de Rusia, será necesario buscar una arquitectura de seguridad y un modelo de relación a largo plazo con Rusia que reconozca, como planteó el proceso de Helsinki en la Guerra Fría, la indivisibilidad de la seguridad y reivindique una segu- ridad común. Una relación que no puede estar basada ni en un estado de guerra que se cronifique, ni en una nueva carrera de armamentos, ni en naturalizar un nuevo “telón de acero” basado únicamente en la OTAN, altamente militarizado y securitario, muy costoso, y a la larga, ineficaz por generar nuevos “dilemas de seguridad”. Cuando exista posibilidad de interlocución constructiva con Rusia será necesario el diálogo y el acuerdo para establecer una nueva arquitectura de segu- ridad paneuropea, la construcción de confianza mutua, el control de armamentos y el desarme convencional y nuclear. Son imperativos que en los últimos años se han abandonado, sea por la intención deliberada de desmantelar el entramado de acuerdos heredados de la posguerra fría, como ha hecho Estados Unidos y en menor medida Rusia, o por negligencia o descuido de Europa. A partir de la paz en Ucrania, estas cuestiones definen una nueva agenda de trabajo de largo plazo para la paz y la seguridad que no se puede ignorar. 81 Referencias bibliográficas Abril, Guillermo y Bonet, Inma (2023). “El negociador chino asegura que Rusia y Ucra- nia no están listas para iniciar conversaciones de paz”, El País, 2 de junio. Barley, Riley y Kagan, Frederick W. (2024). “How Delays in Western Aid Gave the Russia the Initiative: From the Ukrainian Counteroffensive to Kharkiv”, Institute for the Study of War (ISW), 22 de mayo. Bassets, Marc y Rizzi, Andrea (2024). “Francia y Alemania garantizan la defensa de Ucrania como antesala de su futura entrada en la OTAN”, El País, 16 de febrero. Biosca, Javier (2023) “Varios países africanos mueven ficha”, El Diario.es, 27 de mayo. Bilefsky, Dan (2022). “Kissinger suggest that Ukraine give up territory to Russia, drawing a backlash”, New York Times, 24 de mayo. 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