Sombras de la guerra: Tres relatos de Rafael Alberti Epicteto Díaz Universidad Complutense, Madrid Quizá debo señalar que hablaré aquí de tres textos a los que Rafael Alberti denomina relatos, pero también podemos afirmar que sus memorias, La arboleda perdida, están llenas de estupendos relatos. Su composición, en la que se alternan los fragmentos en cursiva en el momento de la enunciación, y las secciones que narran el pasado, por su concisión y su brevedad, en numerosas ocasiones pueden leerse de manera independiente como estupendos relatos: por ejemplo, la primera estancia en Rute, o como veremos, los días que pasa en Ibiza cuando estalla la guerra civil. También puede decirse lo mismo de Imagen primera de ..., donde Alberti cuenta su encuentro con diversos personajes, y de otras páginas que Robert Marrast reunió en Prosas encontradas, volumen en que se incluyen los relatos que aquí comentaremos.[1] Cualquiera que haya leído estas obras sabe que Alberti no solo fue un excepcional poeta y dramaturgo, sino que su prosa está entre las mejores de su tiempo. Tras su redacción durante la guerra civil, los tres cuentos titulados "Una historia de Ibiza", "La miliciana del Tajo. Balada" y "Las palmeras se hielan", fueron reunidos en una edición del año 1968, según se comprueba en la edición de 1980, cuando aparecen con el título de Relatos y prosas. Los tres relatos están escritos entre 1937 y 1938 en Madrid, bajo el asedio de las tropas nacionales, y se trata por tanto de escritos redactados bajo la urgencia de la guerra para estimular la combatividad de los republicanos, una lucha en que no cabían los matices.[2] P.125 En los tres, según intentaré mostrar, es por diversas razones fundamental el espacio en que suceden los hechos, la descripción del paisaje o de la ciudad, y al mismo tiempo que es perceptible esa intención propagandística para impulsar la defensa de la República, también encontramos una visión de la destrucción que causa la guerra, un contenido anti-belicista que en cierta medida funciona contra el objetivo declarado del relato. Y, según veremos, el esquematismo necesario en este tipo de textos es superado no solo por el dominio verbal del poeta, sino por la expresión emocional que igualmente trasluce en sus poemas de Capital de la gloria. De los tres relatos, el más extenso, "Una historia de Ibiza" es el que más ha llamado la atención, pues Antonio Colinas ha dedicado un libro a dilucidar los días que Alberti y María Teresa León pasan alrededor del levantamiento del 18 de julio de 1936 en la isla de Ibiza.[3] Aunque el cuento está narrado en tercera persona, y el protagonista se llama Javier, puede comprobarse el contenido autobiográfico al ver que los hechos corresponden a los capítulos X, XI y XII del segundo volumen de La arboleda perdida.[4] Según afirma el narrador, por motivos parecidos a los del autor, había decidido salir de Madrid para poder descansar y dedicarse a la lectura, y al producirse un terrible accidente en un tren que iba hacia el norte, decide cambiar de destino e ir a la isla de Ibiza. De manera que lo que encontraremos en el relato es el contraste entre el lugar paradisiaco que acaba de conocer el protagonista y el estallido del conflicto bélico, las encontradas sensaciones de quien tiene que esconderse en ese lugar, en la naturaleza, para no ser capturado por el enemigo. La relación del relato con su biografía es evidente, y así lo señalan Robert Marrast y Antonio Colinas, pero también hay cambios que muestran la voluntad de no escribir una autobiografía: el primero, es la desaparición de María Teresa, y la consiguiente soledad, y luego vemos que el protagonista, si bien ha abandonado su p.126 ciudad natal en su juventud, esta es en el relato Jerez de la Frontera, y en ella todavía vivirían sus padres y hermanas, algo que, según sabemos, no sucedió. Se alternan detalles reales con detalles inventados, puesto que también se recuerda la relación de su familia con el comercio de vinos "Las bodegas eran toda la poesía de su infancia" (p.40).[5] Nada más comenzar nos encontramos con el impacto que ha causado la isla en el personaje pues aparece la naturaleza y el mar, un espacio en que sus componentes están personificados: "Unos geranios altos, fuertes, membrudos y hombretones, como jamás los había visto; un pozo de agua que rezongaba, protestando abajo, con una voz de ogro semidormido [...] un algarrobo de brazos milenarios y codos enraizados en la tierra" (p.12), todo ello suspendido sobre un mar tranquilo hace que el personaje se sienta protegido. Incluso la construcción en que vive, dos habitaciones de cal y un antiguo molino, se integra perfectamente en el entorno. La vida en ese lugar paradisiaco hace que no necesite bajar a la ciudad, mantener contacto con otras personas, y así su aislamiento se sitúa al margen de la historia, ni siquiera está interesado en leer los periodicos que llegan atrasados. Luego nos dice que estaba cansado de la lucha política, y menciona los atentados del año 36, antes de que junto a una canción popular "Carita de emperaora, / cuerpo de clavel moreno" (p.13), se oigan por la radio las primeras noticias del levantamiento militar. Si el objetivo del texto es empujar a la acción, y a ser posible a un público amplio, parece que lo más aconsejable es narrar lo verosímil, o siendo más preciso, aceptar el realismo como retórica textual. A partir de esos inicios, el protagonista pasa a desempeñar un papel activo, arengando a los pescadores y a otros lugareños, hasta que, cuando sabe que los militares pueden detenerle, tenga que esconderse en un bosque cercano. Siente la necesidad de participar en la lucha y al mismo tiempo se da cuenta de que está en una isla y no puede salir de ella. En su imaginación ve que en la península, las muchedumbres se han convertido en un "bosque movible de banderas, hombres y fusiles" (p.16), un bosque que importa ahora más que los de la isla. En este cuento la progresión narrativa vendría marcada por dos tensiones: primero, el suspense que se crea con la fuga del personaje y la posibilidad de la captura por parte de los militares que han tomado el control de la isla, algo que en principio parecía improbable, hasta que descubre que han ido dos guardias a llamar a la casa mientras casualmente estaba subido en un árbol (tal y como les ocurrió a Alberti y a María Teresa León). A diferencia de lo que pronosticaban algunos personajes, que p.127 en la isla no pasaría nada porque todos eran parientes, cuando los militares declaran el estado de guerra es cuando se da cuenta del peligro que corre. El segundo suspense se crea cuando llegan dos barcos leales a la República y amenazan con bombardear el castillo, donde hay unos doscientos prisioneros que podrían morir. Mientras vive escondido en el bosque, tiene una cama hecha de hojas de árboles y matas olorosas, y la comida la obtiene gracias a unos amigos, con lo cual sigue manteniendo el contacto con la naturaleza. En esos momentos con quien se relaciona es con los pescadores y trabajadores que también han tenido que esconderse, y vemos que los barcos republicanos no bombardearán el castillo gracias a la acción heroica de dos pescadores. Cuando todos van saliendo de sus escondites porque la isla ha sido liberada, los perseguidos se convierten en un bosque animado que avanza sobre la ciudad, se convierten en la fuerza colectiva que será el motor de la historia. El grupo encuentra a un pastor que lava unas ovejas y no se ha enterado del comienzo de la guerra, que sigue trabajando para un señor, de manera que su vida puede definirse, en palabras del narrador, como esclavitud. La lucha contra esta será uno de los motivos fundamentales, según se sabe, de esta lucha. No se esconden, desde el principio, las diferencias entre los partidarios de la República, entre los distintos partidos políticos, pero la disensión política se sitúa en el contexto isleño como una simple discusión entre amigos y no como el origen de serios enfrentamiento. A la épica corresponde la llegada de los aviones republicanos: aparecen en el cielo "jugueteando, persiguiéndose, todo el cielo azul de Ibiza (p.41), y luego la descripción de la llegada de los barcos a la isla: "Seis hidroaviones, plateados y finos, avanzaban en línea de combate. Bajo ellos, ágiles, recortados, los destructores cuyo nombre iban dibujando al ir partiendo el agua y enfilar el castillo" (pp.44-45).[6] La visión estética de las armas está justificada por el impulso que se quiere transmitir, y mientras, en el polo opuesto, la posible resistencia de los nacionales es calificada de criminal. El primer resultado del ataque es el choque de los proyectiles contra la piedra, de manera que nadie resulta herido, y así se consigue la mejor de las victorias, la que no conlleva el derramamiento de sangre. Poco antes del final Javier reflexiona sobre el hecho de llamar a la guerra "necesidad", aplicada ahora para referirse al ataque al castillo, y así a la probable muerte de inocentes, de partidarios de la República, porque es consciente que esa misma palabra ha sido utilizada y es utilizada por los rebeldes de manera claramente injusta. p.128 El lenguaje es así un vehículo engañoso pues con tanta frecuencia es utilizado correctamente como manipulado. Creo que no está de más recordar que Antonio Colinas ha subrayado la importancia que tendrán los días ibicencos en la obra de Alberti, como el escenario de la isla es rastreable en varios poemas de Retornos de lo vivo lejano, especialmente en "Retornos del amor fugitivo en los montes" y "Retornos de una isla dichosa", en otro libro posterior Baladas y canciones del Paraná, y también en su teatro, en El trébol florido y De un momento al otro, de manera que su resonancia sería realmente notable en la obra de Alberti. La segunda narración se titula "La miliciana del Tajo. (Balada)", y ese matiz que se añade al título corresponde a la prosa poética que domina el texto.[7] Se abre con un paisaje de la muerte que ya adelanta la imagen central: la de una miliciana que ha quedado muerta, tendida en el suelo con los brazos en dirección al río Tajo, cerca del Alcázar. Se trata de una miliciana que ha muerto en la lucha en defensa de la República, y que cuando ha transcurrido cierto tiempo el poeta ve transformada en río, "a estas horas es corriente y lecho de arena a un mismo tiempo; es reflejo y es cauce" (p.57). La referencia le trae a la memoria a Garcilaso, y también la distancia histórica que ahora no permite convertir en ninfa a esa mujer. El paisaje cercano a las orillas es un espacio sin vegetación, desértico en el que hay "cráneos, tibias, quijadas y rótulas que semejaban las colinas" (p.58), y además el cielo ha tomado el color blanco porque luce "un sol de hojalata" (p.58). Se presenta la tosca semejanza de la destrucción con la naturaleza, y a ello se suma la iluminación de un sol desnaturalizado. Los restos de seres vivos deben ser soldados, y el traje y el cabello movido por el viento constituyen la imagen del héroe anónimo al que va destinado el relato. La narración, después de la descripción inicial, se ordena mediante yuxtaposiciones de diversas secciones, que vuelven al pasado de la mujer, o que describen el presente. Cada uno de esos párrafos concentra la tensión emocional, que se expande a partir de la imagen plástica y trágica del comienzo. La Catedral cercana contrasta con la guerra, la orilla con el río, la vida con la muerte. En el final se ve que la historia de esa soldado desconocida, que se reintegra a la tierra madre, a la patria, es semejante a la de muchos otros. Su heroicidad se vería además subrayada por tratarse de una mujer, cuya historia, imagina y reconstruye el narrador: sería una de tantas hijas de labradores, de trabajadores, que de una niñez desposeída han pasado a jugarse la vida por la justicia p.129 y la libertad. El narrador se muestra contrario a la educación religiosa que recibían las niñas, y no duda en atacar a la Iglesia y la aristocracia, responsables de este estado de cosas. Robert Marrast ha relacionado la juventud infeliz de la mujer con "La encerrada" de El alba del alhelí, y con la Altea de El adefesio. [8] La retrospección enlaza con los momentos anteriores al final de la miliciana, para después verla reintegrándose a la naturaleza, una vuelta al seno matriz que supone su integración en el ciclo natural (p.65). En relación con ello, puede recordarse que Víctor García de la Concha señalaba como uno de los temas importantes en el romancero republicano de la guerra es “el contacto y la gravitación hacía la tierra”, y que en alguno de los poemas de Alberti el miliciano aparece como la simiente que se hunde en la tierra de las trincheras, un contacto con la naturaleza que es perceptible en “Los soldados duermen”.[9] Simbólicamente, aquí la imagen de la joven con los brazos extendidos, tendríamos que relacionarla con la imagen de Cristo, mientras, por el contrario, la crueldad del enemigo se ve cuando disparan gratuitamente contra el cuerpo abandonado, que no pueden rescatar sus compañeros. Al reflexionar sobre la atmósfera de este relato hay que recordar que José María Balcells ha subrayado acertadamente que en algunos de los mejores poemas escritos por Alberti durante la guerra hay una corrección de posiciones ingenuas, y el impulso positivo se presenta con el fondo de un “horizonte sombrío”.[10] También el tercer relato "Las palmeras se hielan" tiene un contenido autobiográfico, según vemos en los datos que se mencionan del protagonista: ha nacido en un pueblo de Cádiz y ha sido un mal estudiante en diversas carreras, como la pintura, Medicina o Arquitectura, etc. Se ve a sí mismo como atolondrado, desordenado, desinteresado en el estudio y no sabe muy bien cual será su profesión. Al mismo tiempo manifiesta una clara sensibilidad ante el paisaje, ante la ciudad de Madrid en un invierno asediado en el que se da cuenta de que las palmeras se han helado. La percepción poética alterna con la protesta impotente contra el enemigo, pues ha caído herido y no puede luchar. Aparecen de nuevo los árboles personificados, pero de manera muy diferente a los de Ibiza, pues se nos dice que sienten dolor, que "tiemblan, lloran y pierden p.130 el sentido" (p.70), y vemos que la ciudad es bombardeada sistemáticamente por el enemigo. Esa sensación de ver la ciudad desgarrada por las bombas se puede relacionar con la herida que ha recibido en la pierna, y con ello se muestra su carácter heroico, pues está deseando curarse para poder combatir de nuevo. El narrador en tercera persona no solo cuenta lo que piensa el personaje sino que lo hace desde la empatía, y muestra que sus sentimientos son los del pueblo, los de aquellos que quieren salvar a la patria. Es también uno entre muchos, pues se recuerda que su primer fusil lo cogió a uno de los caídos en el Cuartel de la Montaña. Una divagación sobre su niñez sirve para que quede implícita la gran crueldad del combate: recuerda una lucha que mantuvo un perro suyo que se enfrentó durante una hora a un lagarto, hasta que finalmente lo partió por la mitad, y se fue corriendo con el trozo dentro de la boca. Y su inactividad no se ve paliada por la lectura u otras actividades, sino que es solo un paréntesis en la lucha: ve el país como un ser vivo atacado por los nacionales, y el aspecto horrible y fratricida de la lucha se ve al recordar que su mejor amigo murió, rematado en un pajar "como un perro" por sus propios hermanos. En "Las palmeras se hielan" al poco de comenzar la enumeración de elementos discordantes nos muestra los efectos de la guerra "-un pájaro cantando sobre un árbol partido, una flor entreabriendo junto al hoyo cavado por una granada, un perro pensativo ante un montón de escombros...-" (p.66), forman el conjunto de sensaciones que en el protagonista del relato se han ido acumulando. La ruptura de la naturaleza, el sinsentido de la vida, la destrucción es el panorama en que se ha convertido Madrid después del cerco a que está sometida. El protagonista intenta escribir algo que sirva para la batalla, "Si mi pluma valiera tu pistola", contra el otro bando, pero al poco se da cuenta de que un diccionario de insultos, la invectiva, no le proporcionan ninguna satisfacción. El odio transformado en palabra no sirve, y lo único posible es la participación en la lucha, son las armas las que deben ocupar el lugar de la palabra. No cabe duda de que a pesar de la incitación a la lucha las imágenes de la destrucción tienen (especialmente en este y en el anterior relato) un contenido anti-belicista y habría que preguntarse si esas imágenes no suponen también un rechazo global de todo. "La guerra lo aleja todo", dice el protagonista, echa una capa de olvido, de oscuridad, de silencio sobre todo. Nada permanece, por tanto, igual a sí mismo, todo se transforma no hay un "ser" de las cosas que pueda permanecer sin alterarse, de manera que la sustancia de la guerra es el descentramiento y la transformación hacia la nada. Cuando al final del relato el protagonista ve que las palmeras han revivido, Marrast señala acertadamente que puede interpretarse como un símbolo de la esperanza en vencer en la guerra. p.131 En cierta medida podemos ver la frustración de un escritor comprometido que comprueba que la literatura no es suficiente, que siente que la única actitud posible es el combate, y en este sentido enlaza con “Nocturno” uno de los grandes poemas que Alberti escribe durante la guerra: Cuando tanto se sufre sin sueño y por la sangre Se escucha que transita solamente la rabia, que en los tuétanos tiembla despabilado el odio y en las médulas arde continua la venganza, las palabras entonces no sirven: son palabras. Balas. Balas.[11] En el poema ve también como insuficientes y perecederos los “discursos”, “comentarios”, o cualquier tipo de obra literaria y su conclusión, para un poeta, es ciertamente pesimista: “Siento esta noche heridas de muerte las palabras”. En La arboleda perdida, como en estos relatos, es fundamental el papel que desempeñan los espacios, la resonancia del espacio en el alma del poeta que recuerda su vida. Recordemos las primeras líneas que abren sus memorias: "En la ciudad gaditana del Puerto de Santa María, a la derecha de un camino, bordeado de chumberas, que caminaba hasta salir al mar, llevando a cuestas el nombre de un viejo matador de toros -Mazzantini-, había un melancólico lugar de retamas blancas y amarillas llamado la Arboleda Perdida. Todo era allí como un recuerdo: los pájaros rondando alrededor de árboles ya idos, furiosos por cantar sobre ramas pretéritas; el viento, trajinando de una retama a otra, pidiendo largamente copas verdes y altas que agitar para sentirse sonoro; las bocas, las manos y las frentes, buscando donde sombrearse de frescura, de amoroso descanso. Todo sonaba allí a pasado, a viejo bosque sucedido." Con una concisión magistral ese espacio, semejante al que encontró en Ibiza, concentra la infancia perdida, el tiempo perdido, de quien desde la lejanía solo puede soñarlo al crearlo. También esos lugares de la guerra que llevan desde el Edén a los infiernos, quedarán, para el lector, como la realidad del sueño y del recuerdo. p.132 ------------------------------------ [1]Rafael Alberti, Prosas encontradas, Barcelona, Seix Barral, 2000. Se trata de la edición ampliada, fruto de la labor de este notable conocedor de la obra albertiana. [2]En su magnífica edición Marrast no recoge el fragmento que aparece al frente de los tres relatos en la edición de 1980, y que fecha en 1968: "A primeros de julio de 1936, me fui a la isla de Ibiza para escribir una obra de teatro con el fin de presentarla al Premio Lope de Vega, creado con motivo del tercer centenario de su muerte. A las dos semanas escasas de haber comenzado mi trabajo en un molino de vela sobre la colina de las tumbas cartaginesas, tuve que refugiarme en los montes, huyendo de la guardia civil que vino a prenderme una mañana. Había estallado en la Península la rebelión militar del 18 de julio contra la República. Veintitantos días inciertos, pero inolvidables, pasé entre los pinos de aquella isla maravillosa, hasta su breve liberación por la flota republicana. ’Una historia de Ibiza’ es el relato verídico de lo vivido por mí en esos días. Como los otros dos, está escrito en Madrid, durante los bombardeos enemigos y el espíritu fuerte de nuestra resistencia". Aquí, como en el relato, destaca la ausencia de menciones a María Teresa León, quien también se refiere a estos hechos en su Memoria de la melancolía. [3]Antonio Colinas, Rafael Alberti en Ibiza. Seis semanas de 1936, Barcelona, Tusquets, 1995. Alberti y María Teresa León pasaron, según señala Colinas, del 28 de junio al 11 de agosto en la isla. [4]Rafael Alberti, La arboleda perdida (Segunda parte), Barcelona , Seix Barral, 1987, pp.61-75. Téngase en cuenta que este texto dista bastantes años del primero, y de la fecha de los hechos. Los mismos hechos también impresionaron a María Teresa León, Memoria de la melancolía, Barcelona, Bruguera, 1979 (Buenos Aires, 1969). [5]Cito por la edición en Rafael Alberti, Relatos y prosa, Barcelona, Bruguera, 1980. Los tres cuentos aparecen bajo el epígrafe "Relatos 1937-1938". [6]Antonio Colinas señala acertadamente que a partir de aquí, de la llegada de los aviones republicanos que lanzan octavillas sobre la isla, se distancian los hechos ocurridos realmente y la narración de Alberti. Véase, Rafael Alberti en Ibiza, pp.161 y siguientes. [7]Marrast, dado el carácter poético de su prosa, cree que no sería un auténtico relato. Véase, Prosas encontradas, p.18. Véase también de Marrast “La prosa de Alberti. Algunos temas y motivos recurrentes”, Cuadernos Hispanoamericanos 485-486 (1990), pp.203- 211. [8]Véase, Prosas encontradas, p.18. [9] Víctor García de la Concha, La poesía española de 1935 a 1975, Vol. I, Madrid, Cátedra, 1992, p.147. [10] José María Balcells, “De un momento a otro (Poesía e historia), en Manuel Ramos y José Jurado, Coords., Rafael Alberti libro a libro. El poeta en su centenario, Cádiz, Universidad, 2002, p.188. Balcells recuerda también que algún poema nos remite a noviembre de 1936 “cuando arreciaron los bombardeos enemigos, con sus funestas secuelas de pánico, de destrucción y de cadáveres”, p.205. [11] Véase el citado comentario de Víctor García de la Concha a Capital de la gloria, p.142. también en otro poema titulado “Madrid-Otoño”, la voz expresa la angustia que causa la guerra, la “patria ensangrentada”, aunque aquí el final llevaría a diferentes conclusiones.