1   La biblioteca es un jardín: flores japonesas sobre papel de arroz Nos gusta pensar la Biblioteca de la Facultad de Bellas Artes de la Universidad Complutense de Madrid (UCM) como un jardín. Un lugar al que cualquiera acude a descansar, a jugar, a encontrarse con otras personas, a disfrutar con la vista… Se pueden aprender muchas cosas en los jardines, como en las bibliotecas, pero lo más valioso que nos ofrecen se suele alejar del utilitarismo y de los beneficios inmediatos o instrumentales. En los jardines están implícitos el cuidado, la proyección hacia un futuro que afecta a los que todavía no están, la conexión con la naturaleza y su conocimiento. De la misma manera que en las bibliotecas está presente el respeto por lo comunitario, por lo que es de todas y para todas. En ambos lugares hay muchas enseñanzas posibles pero siempre a partir del deseo de cada una sin que los saberes prácticos sean lo fundamental o lo que aparece en primera línea. En los jardines podemos deambular o sentarnos donde más nos apetezca de la misma manera que en las bibliotecas podemos crear itinerarios propios de lectura. Además, podríamos decir que los jardines solo tienen sentido cuando son visitados y disfrutados por alguien y eso mismo pasa con las bibliotecas. Solo la gente las dota de sentido. Este jardín, nuestra biblioteca, esta pequeña naturaleza de papel, sobre todo, pero que también incluye “flora” inmaterial y “plantas” digitales, se ha ido creando a lo largo de los años con aportaciones múltiples. Es una obra colectiva que genera un mundo en el que lo “natural”, lo “salvaje”, se mezcla con lo “cultivado” a la manera del jardín perdido de Jorn de Précy. Porque si nos han hecho crecer las necesidades del aprendizaje y la investigación, esas plantas nutritivas que nos acercan a la idea de huerto, también han creado espesura y verdor las publicaciones de artista, los libros conceptuales, los ensayos fotográficos, los libros de imágenes, los álbumes, los carteles, las postales, las invitaciones para exposiciones… Plantas y flores no comestibles pero sí vistosas, aromáticas, creadas para el disfrute. En una de las partes más umbrías de nuestra biblioteca, oculta por una vegetación mucho más robusta, hay unas pequeñas flores de papel de arroz, delicadas y con colorido vivaz, que son las que se pueden ver en este “Herbario”. Pertenecen a nuestra colección de estampas y libros japoneses, unas variedades de floración bibliográfica que llegaron de la mano de un jardinero mecenas, Juan Carlos Cebrián (1848-1935), que pensó que lo mejor que podía hacer por su país era crear bibliotecas. Como quien planta árboles, fue sembrando colecciones de libros en castellano en varias ciudades y universidades del área de San Francisco, donde pasó muchos años de su vida, al mismo tiempo que enviaba libros extranjeros a bibliotecas españolas, piezas difíciles de encontrar aquí en esa época. Una de las características de los jardineros es la pasión por las plantas raras, por las flores exóticas, que nunca han sido vistas antes por los alrededores, tal como cuenta con humor Karel Capek en El año del jardinero. Con los amantes de los libros pasa algo parecido. Se produce un prurito por coleccionar que ha expresado muy bien Walter Benjamin en Desembalo mi biblioteca. Cebrián tenía un olfato muy fino para detectar tendencias en el mundo artístico y para localizar lagunas en las colecciones de las bibliotecas españolas dedicadas a esas cuestiones. Eso estimulaba su espíritu de mecenas y no cesaba de adquirir documentos y de donarlos para suplir esas ausencias.   2   El mundo occidental, capitaneado por Francia, había vivido una pasión por lo japonés desde finales del siglo XIX. Los objetos, telas, pinturas, grabados y dibujos que llegaban del país del sol naciente se convirtieron en fuente de inspiración y modelo para artistas y diseñadores. Los trazos, las pinceladas, permitían imaginar una libertad que los artistas europeos ansiaban y las lacas, las porcelanas y los estampados de los kimonos conectaron con los gustos de una burguesía que estaba estilizando su canon. Un apasionante relato de ese amor por lo japonés podemos encontrarlo en La liebre con ojos de ámbar de Edmund de Waal. El japonismo entró en el siglo XX creando colecciones bibliográficas y afectando al arte, al diseño y a la decoración. Podemos decir que esa fiebre ha perdurado hasta nuestros días, aflorando a lo largo del tiempo con distintas intensidades y diferentes focos. Desde el manga a los fotolibros, pasando por el cine o la comida, Japón sigue marcando tendencias y generando corrientes de creatividad artística. Juan Carlos Cebrián plantó sus semillas de “flores de Edo” en la biblioteca de la entonces Escuela Especial de Pintura, Escultura y Grabado que compartía edificio (y orígenes) con la Academia de Bellas Artes de San Fernando. Esta donación, y las características de los documentos que la conforman, están contadas por Susana Lumbreras y Ángeles Vian en el catálogo de la exposición “Flores de Edo” que fue la primera gran exposición que se hizo de estos fondos en la Biblioteca Histórica de la UCM, entre noviembre de 2004 y enero de 2005. Gracias a Lumbreras sabemos cómo el jardinero Cebrián reunía libros y los hacía cruzar de un lado a otro del Atlántico. Por su parte, Ángeles Vian, jardinera/bibliotecaria, nos cuenta que llegaron “treinta libros y ocho álbumes de estampas japonesas pensadas como obras independientes -aunque con apariencia de libros- encuadernadas en orihon (acordeón)”. También nos dice que su “cronología es amplia” y “las técnicas, los temas y los artistas muy diversos”. Las estampas son un total de 791 grabados xilográficos, sobre madera de cerezo, que pertenecen al periodo Meiji (1868-1912) y a la escuela de ukiyo-e (“imágenes del mundo flotante”) que representan escenas de la vida cotidiana y también retratos de actores y guerreros. Estas estampas se editaban en grandes cantidades porque tenían un público amplio, formado por las clases populares de las ciudades, que las colocaban en las paredes de sus casas, como ahora pueden los jóvenes poner un poster de Beyoncé, de Rosalía o de “Juego de Tronos”, para disfrutar de sus actores favoritos o de imágenes de leyendas y cuentos. Los libros son 30, uno de ellos chino, y pertenecen a un periodo muy amplio, desde fines del siglo XVII a finales del XIX, y a diversas escuelas, además de ukiyo-e. Muchos son libros gafu, métodos de dibujo, otros de flores y plantas y también “de paisajes, diseños para kimonos, estandartes militares, escenas de producción de seda, té, porcelana, etc.” Las dos piezas que se pueden ver en “Herbario” son libros ilustrados que servían de inspiración para el diseño de tejidos con motivos tomados de la naturaleza. Es probable que uno de ellos hubiera podido emplearse también para decoración de papel.   3   Los libros ilustrados japoneses tienen su origen en China y constituyen una importante fuente de expresión artística. Están creados de forma manual, en contraste con los libros ilustrados occidentales cuyo proceso de realización suele ser mecánico. Los dos libros seleccionados para “Herbario” son Kyôsui zuan [Repertorios de diseños de Kyoto] de Fukuya Kôrin, publicado en 1899 (Meiji 31) y Senshoku zuan [Ideas para el diseño y teñido de tejidos] de Tsuda Seifu, publicado en1905 (Meiji 37). Son obras que pertenecen a la misma tradición y se editaron en la misma ciudad, Kioto, con una finalidad práctica: servir como modelo para el diseño de telas que luego se convertirían en Kimonos. Kioto era a finales del siglo XIX el principal centro textil de Japón. Desde el punto de vista técnico ambos comparten el carácter de libro de formato vertical (Tate-e). Son Hanshibon y eso hace referencia a su formato de tamaño medio en hojas de papel hanshi (pliego de papel de arroz, artesano, de 34 x 17 cm.). Por otra parte, responden a lo que se denomina Fukurotoji, publicaciones hechas con hojas impresas por una cara, dobladas por el centro para formar una doble página, quedando en el interior la cara no impresa. Este proceso de encuadernación, originario de China, está muy extendido por resultar menos complicado y más económico que la encuadernación “en acordeón” (orihon), que requiere un papel de más calidad. Como novedad, Kyôsui zuan incluye una falsa página interior, entre el anverso y el reverso de cada página, para reducir la transparencia de las ilustraciones y dar más robustez al libro. Estos libros eran muy demandados en Europa por los profesionales de las artes decorativas. El movimiento Arts & Crafts, por ejemplo, cuenta con muchos diseños de inspiración japonesa. La ilustración y la encuadernación conforman una edición muy cuidada, en la que continente y contenido están unidos en un todo expresivo. Las ilustraciones son de gran calidad, tanto en lo referente a la ejecución de los dibujos como en el empleo de gran variedad de colores, así como de tintas doradas y plateadas. Los diseños reflejan la intensa relación del pueblo japonés con la naturaleza. Los motivos tienen su origen en la religión original del Japón, el sintoísmo, que profesa adoración por los espíritus que viven en la naturaleza en forma de plantas, piedras y animales. A través de estos motivos decorativos (flores, plantas, animales, aves) se muestran la religión, la sociedad y los ideales de la cultura japonesa. Los motivos botánicos que llenan estos libros tienden a la abstracción y están cargados de simbolismo. Así, la flor del cerezo representa la belleza de lo efímero y la fugacidad de la vida y denota gran sensibilidad hacia las cosas de la naturaleza. Con frecuencia, los dibujos de la flor del cerezo se simplifican en cinco formas de pétalo unidos en un círculo central. Por su parte, la flor del ciruelo representa el invierno y el anuncio de la primavera futura, símbolo de salud y de protección contra demonios y espíritus malignos, mientras que las flores de la glicinia son una metáfora de la psicología japonesa que valora la modestia y la humildad por encima de la autoafirmación.   4   También están muy presentes las hojas del pino como símbolo de longevidad, juventud, virilidad y poder. Es un motivo muy utilizado en los kimonos. También está asociada al año nuevo y suele colocarse en las puertas de las casas pinchada en troncos de bambú para recibir bendiciones de los dioses. Otro motivo vegetal muy utilizado es el bambú, símbolo de prosperidad debido a su robustez, fuerza, resistencia, pureza e inocencia. Antiguamente, la gente se refugiaba en bosquecillos de bambú cuando había terremotos. Por fin, la hoja del cáñamo, presente en muchos de los diseños, es símbolo de potente vitalidad, por lo que se emplea con frecuencia en la ropa de bebés y niños para que se críen con salud. Estas son algunas de las flores y plantas que se pueden encontrar en este rincón de la biblioteca. Afortunadamente, ya no es necesario pisar el césped y adentrarse en la espesura dañando helechos y pequeños brotes de plantas para verlas. La colección de estampas y libros japoneses está digitalizada gracias al empeño, entre otras personas, de Luis Castelo, uno de los comisarios de “Herbario”. De hecho, mientras se celebra esta exposición da sus primeros pasos una iniciativa, “Japonismos: un proyecto colaborativo entre bibliotecas y personas”, que quiere poner en mano de cualquier persona interesada estas estampas digitalizadas para los usos que ella misma quiera imaginar. Como ya hemos dicho, las bibliotecas y los jardines solo existen de verdad cuando la gente los usa y disfruta. Amelia Valverde González y Javier Pérez Iglesias Madrid 18 de noviembre de 2019 Referencias Benjamin, W. (2015). Desembalo mi biblioteca: El arte de coleccionar. De Waal, E. (2012). La liebre con ojos de ámbar: Una herencia oculta (1a. ed., 2a. reimp.). Barcelona: Acantilado. Karel Capek. (2009). El año del jardinero. Palma de Mallorca: José J. de Olañeta. Lumbreras Manzano, Susana. (2004). Ukiyo-e y el legado Cebrián en la Biblioteca de la Facultad de Bellas Artes (UCM). En Flores de Edo: Samuráis, artistas y geishas: Grabados y libros japoneses de la Biblioteca de la Facultad de Bellas Artes: Patrimonio Bibliográfico de la Universidad Complutense de Madrid: [Exposición], 4 de noviembre de 2004—10 de enero de 2005, Biblioteca Histórica Marqués de Valdecilla, Universidad Complutense de Madrid (pp. 15- 21). Madrid: Publicaciones de la Universidad Complutense, Vicerrectorado de Extensión y Difusión de la Cultura. Précy, J. D. (2018). El jardín perdido (Edición: 1). Barcelona: Elba. Taller de prototipado: Laboratorios Bibliotecarios. Japonismos: Un proyecto   5   colaborativo entre bibliotecas y personas. (2019). Recuperado 16 de noviembre de 2019, de Medialab-Prado Madrid website: https://www.medialab- prado.es/actividades/taller-de-prototipado-laboratorios-bibliotecarios Vian Herrero, Ángeles. (2004). Introducción: Estudios realizados sobre el fondo japonés de la Biblioteca de la Facultad de Bellas Artes. En Flores de Edo: Samuráis, artistas y geishas: Grabados y libros japoneses de la Biblioteca de la Facultad de Bellas Artes: Patrimonio Bibliográfico de la Universidad Complutense de Madrid: [Exposición], 4 de noviembre de 2004—10 de enero de 2005, Biblioteca Histórica Marqués de Valdecilla, Universidad Complutense de Madrid (pp. 11-13). Madrid: Publicaciones de la Universidad Complutense, Vicerrectorado de Extensión y Difusión de la Cultura. Vian Herrero, Ángeles. (2012). Los animales de nuestro «mundo flotante». En Zoologías: La imagen del animal en los fondos históricos de la UCM y su reinterpretación artística por el Grupo de Investigación Arte, Ciencia y Naturaleza (pp. 109-119). Madrid: UCM, Área de Humanidades, Grupo de Investigación ACN. Webgrafía: Kimono (s. f.). Victoria and Albert Museum. Recuperado de https://www.vam.ac.uk/articles/kimono Miker, S. et al. Japanese prints & textiles (2018). Tallahassee, Florida, EU: Florida State University Museum of Fine Arts. Recuperado de https://mofa.fsu.edu/wp- content/uploads/sites/3/2015/03/Final-Japanese-Prints-Textiles-tiny.pdf Descripción de las obras prestadas: Colección japonesa de la Biblioteca de la Facultad de Bellas Artes de la Universidad Complutense de Madrid J-B/17 Autor: Fukuya Kôrin Título: Kyôsui zuan [Repertorios de diseños de Kyoto] Fecha: 1899 (Meiji 31) Dimensiones: 24,2 x 16,5 cm Formato: Tate-e (vertical). Hanshibon. Fukurotoji. 747/38 Autor: Tsuda Seifu Título: Senshoku zuan [Ideas para el diseño y teñido de tejidos] Fecha: 1905 (Meiji 37) Editor: Yamada Masarô / Yamada Geishirô Dimensiones: 18 x 12,6 cm Formato: Tate –e (vertical). Hanshibon. Fukurotoji