UNIVERSIDAD COMPLUTENSE DE MADRID FACULTAD DE FARMACIA Departamento de Nutrición ALGUNOS ASPECTOS NUTRICIONALES E INMUNOLÓGICOS DE UN COLECTIVO DE ANCIANOS DE LA COMUNIDAD DE MADRID MEMORIA PARA OPTAR AL GRADO DE DOCTOR PRESENTADA POR María del Pilar García García Bajo la dirección de la doctora María del Pilar Varela Gallego Madrid, 2001 ISBN: 84-669-2011-0 UNIVERSIDAD COMPLUTENSE DE MADRID FACULTAD DE FARMACIA TESIS DOCTORAL ALGUNOS ASPECTOS NUTRICIONALES E INMUNOLÓGICOS EN UN COLECTIVO DE ANCIANOS DE LA COMUNIDAD DE MADRID MARÍA DEL PILAR GARCÍA GARCÍA Madrid, 2001 Í zS^3^ó Facultad de Farmacia Ciudad Universitaria 28040 Madrid UNIVERSIDAD COMPLUTENSE DE MADRID DEPARTAMENTO DE NUTRICION UNIVERSIDAD COMPLUTENSE DE MADRID Facultad de Farmacia ur I ŭ̂^^^^,^,u1^q^N ^` BIBLIOTECA ALGUNOS ASPECTOS NUTRICIONALES E INMUNOLÓGICOS DE UN COLECTIVO DE ANCIANOS DE LA COMUNIDAD DE MADRID María del Pilar García García Madrid, 2001 Facultad de Farmacia Ciudad Universitaria 28040 Madrid UNIVERSIDAD COMPLUTENSE DE MADRID DEPARTAMENTO DE NUTRICION TESIS DOCTORAL MARÍA DEL PILAR GARCÍA GARCÍA ALGUNOS ASPECTOS NUTRICIONALES E INMUNOLÓGICOS DE UN COLECTIVO DE ANCIANOS DE LA COMUNIDAD DE MADRID DIRECTORA: Dra. MARÍA DEL PILAR VARELA GALLEGO Departamento de Nutrición y Bromatología I Universidad Complutense de Madrid Facultad de Farmacia Ciudad Universitaria 28040 Madrid UNIVERSIDAD COMPLUTENSE DE MADRID DEPARTAMENTO DE NUTRICION MARÍA DEL PILAR GARCÍA GARCÍA Aspirante al Grado de Doctor en Farmacia DIRECTORA: Dra. MARÍA DEL PILAR VARELA GALLEGO Dra.Farmacia V°B° TUTOR DE LA TESIS Dra. ANA M REQUEJO MARCOS Catedr" ' o de Nutrición. Directora del Departamento de Nutrición y Bromatología I Facultad de Farmacia Ciudad Universitaria 28040 Madrid UNIVERSIDAD COMPLUTENSE DE MADRID DEPARTAMENTO DE NUTRICION Facultad de Farmacia Universidad Complutense de Madrid Ciudad Universitaria 28040 Madrid España Teléfono: 34-91-5490038 Fax: 34-915495079 MARÍA DEL PILAR VARELA GALLEGO. Dra. en Farmacia. CERTIFICA: Que el estudio objeto de la presente Memoria titulada "Algunos aspectos nutricionales e inmunológicos de un colectivo de ancianos de la Comunidad de Madrid", presentada por María del Pilar García García para optar al Grado de Doctor en Farmacia, ha sido realizado bajo mi dirección en el Departamento de Nutrición y Bromatología I. Que dicho estudio ha sido concluido de forma satisfactoria, por lo que autorizo a su presentación a fin de que sea juzgado por el tribunal correspondiente. Y para que conste donde proceda se firma el presente documento en Madrid a treinta de marzo de dos mil uno. ^^EP ^ `^^.^ ARTqMFIV t ^^ ^^^ UTR , O ^,RA^; , Tl(,N ^^, , ,,q yo ^ ^^ ^ ^A 'Dra. María del Pilar Vare a Galléf^o j ^^^ Directora de la Tesls D^ctoral ^; - , ^ ®6^8®`^`% A mi directora Dra. Pilar Varela, por enseñarme el camino de la ciencia y haberme ofrecido su amistad. AI Departamento de Nutrición por proporcionarme los medios para realizar este trabajo. A la directora del Departamento de Nutrición, Dra. Ana Ma Requejo por su constante apoyo. A las Dras. Requejo y Ortega y a su grupo de trabajo (en especial a Ana López, Elena Quintas y Rosario Redondo). Esta tesis doctoral es una parte de un proyecto de investigación auspiciado principalmente por ellas. A Laura Barrios por su asesoramiento en el tratamiento estadístico de los datos. A Me Luz por su amistad y apoyo durante todos estos años. A Carmen Mijimolle mi última "compi" y amiga por sus constantes ánimos. A mis amigas Leyre, Mariam, Susana y Paz, por haber compartido todos los momentos de este largo camino. A mis padres y mis hermanos Eva y Lorenzo, por su amor, confianza, apoyo y por todo. GRACIAS A Manolo por su paciencia y amor. A mis suegros, cuñadas, tíos y primos por entender el esfuerzo que supone realizar una tesis doctoral. A Ana Montero, Irene López, Olga, Sonia Gómez, Beatriz, Esther, Sara y Sonia Samartin, que de una forma u otra han estado siempre ahí. A Angeles, Paco, Isabel, Beatriz, Miki, Carmen, Pili, Juan y a todos aquéllos que han estado 0 continúan en el Departamento. A la empresa DANONE S.A. por la financiación del proyecto. A los ancianos de los Centros de Dfa, Jerte y La Remonta, del Ayuntamiento de Madrid, que sin su colaboración desinteresada este trabajo no habrfa sido posible. ^^ ^ A mis padres A Eva y l.orencito A Manolo "Sigamos activos para envejecer bien" (Día Mundial de la Salud, 7 de Abril de 1999) "Una sociedad para todas las edades" (Año Internacional de las Personas de Edad, 1999) ÍNDICE fndice 1.- Objeto 1 2.- Situación bibliográfica 3 2.1.- Valoración del estado nutricional. Aspectos generales 3 2.1.1.- Parámetros antropométricos 4 2.1.2.- Parámetros dietéticos 6 2.1.3.- Parámetros hematológicos 7 2.1.4.- Parámetros bioquímicos 10 2.1.5.- Parámetros inmunológicos 12 2.2.- Consideraciones nutricionales en la edad avanzada 15 2.2.1.- Antropometría 16 2.2.2.- Necesidades y recomendaciones de energía y nutrientes 19 2.2.2.1.- Requerimientos energéticos - 21 2.2.2.2.- Macronutrientes 24 2.2.2.2.1.- Proteínas ^ 24 2.2.2.2.2.- Lípidos 25 2.2.2.2.3.- Hidratos de carbono 28 2.2.2.3.- Micronutrientes 30 2.2.2.3.1.- Vitaminas 30 2.2.2.3.1.1.1.- Vitaminas hidrosolubles 30 2.2.2.3.1.1.2.- Vitaminas liposolubles 39 2.2.2.3.2.- Minerales 42 2.2:2.4.- Electrolitos 50 2.2.1.5.- Fibra 52 2.2.1.6.- Agua 55 2.2.3.- Hematología-serie roja 57 2.2.4.- Parámetros bioquímicos _ 59 2.2.5.- Parámetros inmunológicos 61 2.3.- Consumo de lácteos y estado nutritivo 70 2.4.- Efecto del tratamiento farmacológico sobre el estado nutricional 75 Índice 3.- Sujetos y métodos 3.1.- Población objeto de los estudios 80 3.2.- Diseño de los estudios 80 3.2.1.- Estudio de la situación nutricional de hombres y mujeres 80 mayores 3.2.2.- Influencia de la contribución de la energía al gasto teórico 80 (CEGT), en la situación nutricional de hombres y mujeres mayores. 3.2.3.- Influencia del (ndice de masa corporal (IMC), en la situación 80 nutricional de hombres y mujeres mayores. 3.2.4.- Influencia de la respuesta inmunológica (RI), en la situación 81 nutricional de hombres y mujeres mayores. ^^ 3.2.5.- Influencia del consumo de lácteos (L), en la situación 82 nutricional de hombres y mujeres mayores. 3.2.6.- Influencia del consumo de fármacos (F), en la situación 82 nutricional de hombres y mujeres mayores. 83 3.3.- Parámetros estudiados 83 3.4.- Técnicas analíticas 86 3.4.1.- Parámetros antropométricos 86 3.4.2.- Parámetros dietéticos 88 3.4.3.- Parámetros hematológicos-serie roja 90 3.4.4.- Parámetros bioquímicos 90 3.4.5.- Parámetros inmunológicos 94 3.5.- Consumo de fármacos 96 3.6.- Tratamiento estadístico 96 4.- Resultados g^ f ndice 5.- Discusión de resultados 163 5.1.- Situación nutricional de las personas mayores 166 5.1.1.- Parámetros antropométricos 166 5.1.2.- Parámetros dietéticos 166 5.1.3.- Parámetros hematológicos-serie roja 180 5.1.4.- Parámetros bioquímicos 181 5.1.5.- Parámetros inmunológicos 186 5.2.- Influencia de la contribución de la energía al gasto teórico (CEGT), en la situación nutricional de los ancianos. 189 5.3.- Influencia del ( ndice de masa corporal (IMC), en la situación nutricional de los ancianos. 212 5.4.- Influencia de la respuesta inmunológíĉá (RI), en la situación nutricional de los ancianos. 213 5.5.- Influencia del consumo de lácteos (L), en la situación nutricional de los ancianos. 215 5.6.- Influencia del consumo de fármacos (F), en la situación nutricional de los ancianos. 218 6.- Resumen y conclusiones 221 7.- Bibliografía 226 1. OBJETO Objeto 1.- OBJETO La esperanza de vida ha aumentado de forma pronunciada este siglo, y se prevé que seguirá creciendo casi en todas las poblaciones del mundo. Según la Organización Mundial de la Salud (2000), actualmente hay en el mundo aproximadamente 400 millones de personas de 65 años de edad. Se considera que dicha cifra habrá crecido a 800 millones para el año 2025, y a 1500 millones para el 2050. Los ancianos constituyen un colectivo numeroso, pero también muy heterogéneo, pues se incluyen individuos con un amplio rango de edad y con unas características sanitarias, sociales, culturales y económicas muy variadas (Chandra y col., 1991; Rudman, 1989). La importancia de la nutrición en el mantenimiento y restauración de la salud y en la consecución del máximo bienestar a lo largo de la vida de los individuos, es una realidad bien establecida en la actualidad (Ortega y cols., 2000; Chandra y cols., 1991; Rudman, 1989; Suboticanec y col., 1989). Dicha realidad parece de mayor trascendencia en la edad avanzada ya que muy vulnerable desde el punto de vista nutricional (Ortega y cols., 1996; Redondo, 1995; Serra, 1995; Parizcova, 1989). En los ancianos, las deficiencias nutricionales son más frecuentes que en otros colectivos, como consecuencia de cambios físicos, psíquicos y sociales asociados al proceso de envejecimiento (Serra, 2000, Brubacher, 1989, Rudman, 1989). Además, en las personas de edad avanzada es fácil encontrar diversas enfermedades crónicas que influyen en su estado de salud y en especial, en su estado nutricional, a esta situación se une el consumo de un elevado número de fármacos que de igual modo pueden afectar su situación nutricional (Serra, 1999). 1 objeto EI envejecimiento también se suele asociar con un deterioro de la respuesta inmunitaria y con un incremento de la susceptibilidad a la infección que pude resultar peligrosa para el anciano, pues se asocia con un aumento de la morbilidad y con un riesgo de la mortalidad (Chandra, 1992). Sin embargo, el declive inmunológico no es inevitable ya que algunos autores afirman que ciertos aspectos de la inmunidad no disminuyen sino que aumentan en las personas mayores (Erschler y cols., 1993; Kubo y col., 1990). En los últimos años se han venido realizando numerosas investigaciones sobre el estado nutritivo en las personas de edad avanzada (Lesourd, 2000; Serra, 2000; Chandra, 1999; 1998; 1997; 1996, Moreiras y cols., 1996, SENECA investigators, 1991;1996) que han aportado numerosos datos y han contribuido a un conocimiento exhaustivo de esta población. Sin embargo, la información existente es en general parcial y no suele abordar el estudio del estado nutritivo en todos sus aspectos (antropométricos, dietéticos, hematológicos, bioquímicos e inmunológicos). Estudios previos realizados por nuestro grupo en colectivos de riesgo nutricional (pacientes afectos de trastornoŝ del comportamiento alimentario, heroinómanos, adolescentes, etc) (Varela y cols., 2000;1997a;1997b; 1995) han puesto de manifiesto la importancia de realizar estudios nutricionales completos fundamentalmente porque aportan conocimientos que no podrían ser conseguidos si no se interrelacionan todos los aspectos del estudio. La experiencia obtenida previamente nos Ilevó a evaluar la situación nutricional de ancianos no institucionalizados, mediante parámetros antropométricos, dietéticos, hematológicos, bioquímicos e inmunológicos. A partir de ese conocimiento se analizaron cómo_ influyen algunas variables como la contribución de la energía al gasto teórico, el índice de masa corporal, la respuesta inmunológica, el consumo de lácteos y el consumo de fármacos, en el estado nutritivo de dichos ancianos. 2 2. SITUACIÓN BIBLIOGRÁFICA Situación bibliográfica 2.- SITUACIÓN BIBLIOGRÁFICA 2.1.- Valoración del estado nutricional. Aspectos generales La alimentacibn es un factor que juega un papel importantísimo a lo largo de toda la vida, ya que los aspectos cualitativos y cuantitativos de la dieta influyen sobre el bienestar físico, la incidencia de enfermedad y la expectativa de vida. Por ello, una nutrición con-ecta es una de las bases fundamentales para conseguir o restaurar la salud (Varela y col., 1999). EI estado nutritivo se define como el grado en el que las necesidades fisiológicas de nutrientes de un individuo son cubiertas por los alimentos que ingiere, alcanzándose un estado óptimo cuando la ingesta de todos los nutrientes es equilibrada en cantidad y distribución (Varela, 1993; Martínez, 1989). La valoración nutricional comprende la interpretación de datos clínicos, bioquímicos, antropométricos, dietéticos e inmunolbgicos cuya finalidad es determinar el estado nutricional de un individuo; la evaluación de dicho estado puede Ilegar a representar un proceso más o menos complejo, ya que abarca numerosas determinaciones (Guigoz y cols., 1996; Schlenker, 1994; Watson, 1994; Aranceta y cols., 1993). Las personas de edad avanzada son un colectivo especialmente vulnerable a padecer deficiencias nutricionales y además, el conocimiento de su estado nutricional entraña muchas dificultades, ya que se trata de un grupo muy heterogéneo (Rudman, 1989), no sólo por comprender un amplio rango de edad, sino también por la diferente historia médica y social que presentan (Sahyoun y cols., 1988; Testolin y cols., 1986). 3 Situación bibliográfica En este contexto, valorar el estado nutricional de los ancianos permite comprobar su estado de salud y detectar posibles riesgos de enfermedad por causas nutricionales, corregir los errores detectados, obtener datos necesarios para determinar sus requerimientos específicos y, aportar datos que junto a otros, provenientes de estudios multidisciplinares, permitan disponer de un cuerpo de conocimientos sobre las personas mayores, que posibiliten diseñar las políticas necesarias de salud y bienestar social (Montellano y cols., 1995). Por tanto, dicha valoración es el primer paso hacia el desan-ollo de un objetivo para proporcionar una atención nutricional óptima para el individuo contribuyendo a su salud (Watson, 1994). 2.1.1.- Parámetros antropométricos Está ampliamente aceptado que, a efectos prácticos, el estudio de la antropometría es muy útil para conocer el estado nutricional de un individuo, puesto que es relativamente sencillo, rápido, económico, no invasivo y puede ser aplicado a grandes grupos de población. Además, es posible mediante los índices antropométricos determinar ciertas malnutriciones (Ravaglia, 1997; Passmore y col., 1986) que predicen morbilidad, deterioro funcional y mortalidad (Seneca Investigators, 1996; Andres, 1994; Deurenberg y cols., 1994). EI hecho de que los aspectos morfológicos cada vez estén más ligados a factores ambientales entre los que se encuentra la alimentación y menos a factores genéticos, podría justificar la utilización de la antropometría en la valoración del estado nutricional (Mataix, 1995). Se consideran datos antropométricos básicos la edad, el sexo, el peso y la talla (Micozzi, 1986). EI peso corporal es uno de los parámetros más empleados en las técnicas antropométricas como indicador del tamaño corporal (Watson, 1994), pero por sí sólo no da información alguna acerca de la 4 Situación biblioc^ráfica composición corporal ya que no discrimina qué proporción de la masa corporal es músculo, agua o grasa (Schlenker, 1994). En cuanto a la talla se debe considerar que está sujeta a múltiples factores, no sólo nutricionales, que hacen que la distribución de la misma, considerada aisladamente según la edad, no sea un buen indicador del estado nutricional (Fidanza y col, 1991). A partir del peso y la talla se calculan distintos índices que proporcionan información sobre la idoneidad del peso de los individuos, si bien no permiten diferenciar entre sobrepeso debido al exceso de grasa, músculo o hueso (Durnin y col., 1985; Womersley y col., 1977). Además, para que un índice sea un buen determinante de obesidad, debe tener baja con-elación con la altura, pues no existe razón alguna para considerar a priori que la población más baja tiende a ser más o menos obesa que los individuos de mayor talla (Womersley y Durnin, 1977). - EI índice de Quetelet o índice de masa corporal ( IMC) es uno de los índices más empleados, como una medida estándar no sólo de adiposidad sino también de la situación nutricional global, siendo capaz de reflejar estados de hipo e hipemutrición que aumentarían el riesgo relativo de mortalidad (Report of Nutrition Screening, 1991; Rowland, 1989; Micozzi, 1986; W.H.O. Working Group, 1986). Para obtener información sobre la composición corporal hay que utilizar otros parámetros antropométricos (Onis y col., 1996), principalmente los pliegues cutáneos que informan sobre los compartimentos graso y muscular. La medida del espesor de pliegues cutáneos permite estimar con bastante aproximación la cantidad de grasa subcutánea, que constituye el 50% de la grasa corporal. Aunque se han utilizado diversas regiones, en la clínica los más usados son el pliegue tricipital y el subescapular. EI pliegue del triceps estima la obesidad generalizada o periférica, mientras que el pliegue subescapular mide preferentemente la obesidad troncular (Hemández y rol., 1.993). 5 Situación bibliográfica Otra medida del estado nutricional es la relación circunferencia de cintura/circunferencia de cadera que ha sido ampliamente utilizada como método de determinación de la distribución de la grasa corporal (Durni, 1989; Jones, 1986). Además, se ha demostrado que esta relación es un buen predictor de enfermedades cardiovasculares, hipertensión, diabetes mellitus y mortalidad, ya que el riesgo de enfermedad aumenta considerablemente cuando el índice cintura-cadera sobrepasa el valor de 1.0 y 0.8 en hombres y mujeres respectivamente (Jensen, 1995; Ming y col., 1994; Donahue y col., 1987). 2.1.2.- Parámetros dietéticos EI consumo de alimentos que ^responde a la dieta habitual de un individuo, permitirá determinar el contenido en energía y nutrientes de la misma, y por tanto valorar el estado nutricional de dicho individuo o colectivo (Aranceta, 1993). Existe una gran variedad de métodos para este fin, que abarcan desde el registro de la ingesta de alimentos en el momento que se consumen, denominados métodos prospectivos, hasta aquellos que dependen de la capacidad del sujeto para recordar la ingesta de alimentos en el pasado, denominados métodos retrospectivos (Mataix, 1995; Schlenker, 1994; Aranceta, 1993; Nuñez, 1991; Debry, 1976). Entre los métodos prospectivos, es decir, los que reflejan la ingesta actual, destaca, por ser el más utilizado, el diario o registro de alimentos, que se realiza en el momento del consumo de los mismos (Schlenker, 1994), bien por pesada o por estimación del peso. En cuanto a los métodos retrospectivos, aquellos que valoran la ingesta pasada de un individuo, se encuentran, el recuerdo de la ingesta de 24 horas, el cuestionario de frecuencia de consumo, que proporciona una descripción cualitativa de la frecuencia de la ingestión de alimentos en un periodo específico y por último, la historia dietética. Esta última s Situación bibliográfica es la más completa, ya que se detallan aspectos cualitativos y cuantitativos de la ingesta de alimentos (Czajka-Narins y col., 1995; Aranceta y col., 1994; Schlenker, 1994; Fanelli y col., 1994; Aranceta y col., 1993). En el presente trabajo se empleó un registro de consumo de alimentos y un cuestionario de frecuencia. Es necesario recordar, que todos los métodos conllevan distintos en-ores, debido a la dificultad para apreciar, en ocasiones exactamente, la cantidad de alimento ingerido (Mataix, 1995). Una vez que se ha registrado cuál es la cantidad ingerida de todos y cada uno de los alimentos, mediante los métodos anteriormente citados, se utilizan las Tablas de Composición de Alimentos (TCA) para transformarlos en energía y nutrientes. Posteriormente, la ingesta de energía y nutrientes se compara con las ingestas recomendadas (IR) que se calculan para cada individuo de la muestra teniendo en cuenta la edad, sexo y actividad física. En este trabajo se han utilizado las Tablas de Composición de Alimentos de Moreiras y cols. (1998) y la Tabla de Ingestas Recomendadas de Energía y Nutrientes para la Población Española del Departamento de Nutrición de la Facultad de Farmacia (1998). 2.1.3.- Parámetros hematológicos EI estudio de la serie roja es de gran interés para el conocimiento del estado nutritivo ya que, al formar parte de la analítica de rutina en el laboratorio clínico, puede ser el primer indicador de ciertas anomalías nutricionales. En estas situaciones, las alteraciones aparecidas en la serie roja se manifiestan generalmente como anemias, mientras que el exceso o desequilibrio de nutrientes tiene un efecto menos marcado (Hemández-García y col., 1992). La anemia nutricional, en particular, es un problema muy extendido en ^ Situación bibliográfica todo el mundo, afectando principalmente a niños, adolescéntes, mujeres en edad fértil y ancianos (De Maeyer, 1989). Numerosos nutrientes, entre los que se encuentran minerales (hierro, cobalto y cobre), vitaminas (C, B^2 y ácido fólico) y proteínas son necesarios para un funcionamiento eritropoyético correcto. EI déficit de nutrientes en general, y de alguno de ellos en particular, puede provocar desde la disminución moderada de la hemoglobinemia, hasta la aparición de una anemia manifiesta (Hemández-García y col., 1992). La ingesta deficitaria de hien-o puede originar anemia ferropénica, que constituye la causa de consulta hematológica más frecuente y es el tipo de anemia más extendido. Además de una escasa ingesta de hierro, otras causas que pueden ser responsables de la aparición de una anemia fen•opénica, son procesos de malabsorción (úlcera, resección gastrointestinal, etc.), aumento de los requerimientos (embarazo, lactancia y crecimiento), o incremento de las pérdidas debido a hemon•agias (Hemández-García y col., 1992). La vitamina C, principal activador de la absorción de hierro, se ha utilizado en numerosas ocasiones como tratamiento de anemias ferropénicas. Cuando estas anemias son originadas por escasa absorción fémca, como en el caso de dietas vegetarianas estrictas, se ha demostrado un aumento de hemoglobina, hierro sérico y saturación de transferrina tras un suplemento de vitamina C(Sharma y col., 1995). En cualquiera de los casos, el estudio hematofógico revela una disminución del tamaño eritrocitario, que se acompaña siempre de hipocromía. Estas manifestaciones suelen desaparecer fácilmente con un suplemento adecuado de hierro (Hemández-García y col., 1992). Por otra parte, el déficit de vitamina A se asocia de forma muy importante s Situación bibliográfica a la anemia ferropénica. Los retinoides promueven la diferenciación y maduración de los precursores eritroides y mieloides, habiéndose demostrado que la suplementación con esta vitamina contribuye a corregir los índices alterados del metabolismo de hierro (Ward y col., 1994; Scrimshaw, 1986). EI déficit de ácido fólico es otra causa frecuente de anemia nutricional en el mundo, afectando principalmente a las personas de edad avanzada, población en la que la carencia de folato es más frecuente que la de hierro (Carmel, 1996; Hercberg y col., 1986). Los folatos están presentes en todas las células, ya que son esenciales para su replicación al intervenir en la síntesis de las bases de los ácidos nucleicos. Las bacterias de la flora intestinal sintetizan ácido fólico que en gran parte es eliminado por las heces, por lo que es necesario un aporte externo a través de los alimentos (Marsá, 1992). AI igual que en el caso del hien-o, pueden existir carencias de ácido fólico debidas a ingestas deficitarias o asociadas a trastomos de absorción (resección intestinal, malabsorción, etc.), antagonismo de fármacos y tóxicos, incremento de necesidades (gestación, lactancia, pubertad), hipertiroidismo, neoplasias, procesos inflamatorios, y algunas patologías que cursan con deficiencias enzimáticas (Marsá, 1992). La carencia de ácido fólico produce una hematopoyesis de características megaloblásticas, como consecuencia de una serie de alteraciones bioquímicas y morfológicas, originándose una menor síntesis de ADN en las células hematopoyéticas que condiciona una alteración en la diferenciación y maduración celular, fundamentalmente en la serie eritroide. En sangre periférica aparecen hematíes de gran tamaño, pudiendo encontrarse también otras anomalías como punteados basófilos, cuerpos de Howell-Jolly, anillos de Cabot o hipersegmentación de los polimorfonucleares (Davenport,.1996; Marsá, 1992). 9 Situación bibliográfica La vitamina 6^2 o cianocobalamina es también fundamental en una de las etapas iniciales de la formación de ADN y su carencia dificulta la maduración y división nuclear produciendo, al igual que en el caso del ácido fólico, un anemia de características megaloblásticas (Davenport, 1996; Vives, 1988). En condiciones normales el organismo posee grandes reservas de esta vitamina, capaces de cubrir las necesidades durante varios años. Por ello, los casos más frecuentes de déficit se asocian a una absorción defectuosa o a alteraciones metabólicas como la ausencia del factor intrínseco, indispensable para la absorción intestinal de vitamina B^2 (Vives, 1988). Otros minerales, como el cinc, y ciertas vitaminas, E y Bs, se encuentran también frecuentemente relacionados con la aparición de distintos tipos de anemia. En este sentido, tanto el cinc como la vitamina E parecen tener una función importante en la protección de las membranas eritrocitarias, su déficit aumenta la fragilidad de los hematíes y, en consecuencia, puede dar lugar a la aparición de anemias hemolíticas (O"Dell y col., 1987; Chow, 1985). Por otra parte, se han asociado los niveles séricos bajos de riboflavina con hipoplasia de médula ósea y menor utilización del hierro para la síntesis de hemoglobina (Adelekan y col., 1986). Se debe también hacer referencia a las proteínas, por su importante papel en la eritropoyesis, especialmente sobre la síntesis de hemoglobina. La deficiencia proteica se asocia, en general, a un tipo de anemia moderada, que se suele considerar como adaptativa, y que está en función de los requerimientos de oxígeno (Fondu, 1989). 2.1.4.- Parámetros bioquímicos Las determinaciones de laboratorio son útiles para poner de manifiesto cambios adaptativos secundarios a una ingesta ;inadecuada de alimentos, 10 Situación bibliográfica modificaciones de los niveles de algunos nutrientes en plasma y orina, así como, lesiones bioquímicas, que alteraran el metabolismo intermediario originando un descenso o elevación de metabolitos y/o enzimas en muestras biológicas. Con los datos bioquímicos, además de confirmar hallazgos realizados por obsenraciones clínicas y estudio dietario, podemos identificar deficiencias subclínicas antes de que los síntomas sean evidentes (Guthrie, 1986). La vaforación proteica visceral se mide de forma exacta y fiable por la concentración sérica de las proteínas secretadas por el hígado, especialmente albúmina, transferrina, prealbúmina, proteínas transportadora de retinol (RBP: Retinol Building Protein) y factores del complemento. Niveles bajos indican deplección proteica y/o menor biodisponibilidad de aminoácidos para la síntesis proteica (Fomon, 1995). La albúmina sérica es la proteína plasmática mayoritaria, y la principal responsable del mantenimiento de la presión coloidosmótica, además de transportar metales, iones, hormonas y metabolitos (Bistrian y col., 1976). La prealbúmina es una proteína muy sensible a la desnutrición, no sólo por su corta vida media, sino por su pequeño "pool" metabólico, detectando la malnutrición en un estadío precoz (Shetty y col., 1979). No obstante, la prealbúmina parece afectarse más por la restricción energética que por el consumo proteico (Shetty y col., 1979). Así, se utiliza para valorar el estado nutricional no sólo en malnutrición proteico-calórica, sino durante el consumo de dietas muy hipocalóricas, donde muestra también valores reducidos, mientras que la albúmina no se afecta. EI RBP posee un nivel de sensibilidad semejante al de la prealbúmina para definir un estado nutricional, pero es menos específica porque hay mayor dispersión en los valores normales y es más lábil en condiciones de estrés o infección (Largey col., 1980). 11 BIBL^^TECA Situación bibliográfica Por otra parte, la transferrina es sensible al estado del hierro, y se incrementa en respuesta a una deficiencia del mismo, por lo que en esta situación se invalida, al menos parcialmente, la utilidad para evaluar el estado proteico ( Ingenbleek y col., 1975). La composición en ácidos grasos de la ingesta lipídica afecta la síntesis de colesterol y el nivel de colesterol circulante. La tasa de síntesis de colesterol y su concentración en la circulación muestran una con-elación negativa (Cruz y col., 1994). EI consumo de grasas ricas en AGP se asocia con una potenciación de la biosíntesis de colesterol, y menores concentraciones circulantes (Jones y col., 1994), mientras que una alta ingesta de AGS incrementa el lipoproteínas de baja densidad (LDL-colesterol) en sangre y por tanto reduce la síntesis hepática (Jones, 1997; Dietschy y col., 1993). La hipercolesterolemia y más específicamente, la elevación de LDL- colesterol favorece la progresión acelerada de la aterogénesis. Los indicadores de riesgo aterogénico, considerados habitualmente, son colesterol total/HDL- colesterol y LDL-colesterol/HDL-colesterol. La dieta es un factor exógeno importante que influye sobre los niveles de colesterol y lípidos plasmáticos (Muñoz, 1993). Por último, en relación con los factores dietarios modificadores del colesterol plasmático, conviene mencionar que en los últimos años se ha demostrado que las dietas con alto contenido en fibra (20-40g/día) descienden el colesterol total a expensas del HDL-colesterol (Muñoz, 1993). 2.1.5.- Parámetros inmunológicos EI estudio de la inmunocompetencia se emplea cada vez con mayor frecuencia como un indicador funcional muy sensible de estado nutritivo, ya que es capaz de detectar incluso malnutriciones incipientes o subclínicas (Chandra, 12 Situación bibliográfica 1991; Tojo y col., 1986). La interacción causal entre estado nutricional y función inmune es compleja y depende de varios factores que incluyen la edad del sujeto, el tipo y duración de la malnutrición, la presencia de un déficit específico de algún nutriente, así como, el estado de salud del individuo y la existencia o no de una infección recurrente (Beisel, 1982). Además, muchas células del sistema inmune dependen para su funcionamiento de vías metabólicas que emplean varios nutrientes como cofactores; cuando se Ilega a un estado de malnutrición, se pueden producir simultáneamente varias deficiencias, aunque también la carencia de un solo micronutriente puede modificar la absorción o el almacenamiento de otros nutrientes (Chandra, 1992). Las células T inductoras (CD4), son ias más afectadas en los estados de malnutrición, pudiéndose encontrar valores por debajo del 40% de los obtenidos en poblaciones bien nutridas. En contraste, los linfocitos T citotóxicos supresores (CD8) sólo sufren en estas condiciones una moderada reducción (Chandra y col., 1982; Dowd y col., 1984; Tomkins, 1986; Chandra, 1992). Ambas modificaciones originan un marcado descenso del cociente CD4/CD8, convirtiéndolo en un buen índice evaluador del estado nutritivo, detectando incluso situaciones subclínicas de malnutrición (Tojo y col., 1986; Chandra, 1992). Las respuestas a tests de hipersensibilidad retardada cutánea (THRC), tanto a antígenos nuevos como de recuerdo, que valoran la inmunidad celular "in vivo", aparecen, así mismo, profundamente deprimidas en estados de malnutrición. Es muy frecuente, en estas condiciones encontrar una anergia absoluta en respuesta a bacterias de diferentes antígenos (Chandra, 1992; Cederholm y col., 1994). Se debe resaltar que se hallan alteraciones en la respuesta a THRC incluso en situaciones de deficiencias nutricionales moderadas (Roux y col., 1989; Mc Murray y col., 198^ ). . 13 Situación bibliográfica Diversos estudios demuestran que los macronutrientes y micronutrientes modifican la inmunocompetencia. Respecto a las vitaminas del grupo B, ejercen un efecto manifiesto sobre la competencia del sistema inmunitario, como la riboflavina, ácido pantoténico, folatos y cianocobalamina (Varela, 1989). Las vitaminas liposolubles tienen un efecto directo sobre la inmunidad celular. Así, la carencia de vitamina A puede originar una ligera reducción en el peso del timo y una menor proliferación en respuesta a mitógenos (Friedman y col., 1989; Ward y cot., 1994). Algunos autores observan una correlación positiva entre las ingestas y los niveles plasmáticos de vitamina E con las respuestas a THRC, así como, una correlación negativa con el número de infecciones recientes (Chevance y col., 1985; Meydabi y col., 1990; Ghalaut y col., 1995). Respecto a los minerales, el cinc es un elemento esencial para el buen funcionamiento del sistema inmune (Dardenne, 1986). Con relación al hierro, es imprescindible para la función de las células inmunocompetentes y, es necesario para el crecimiento bacteriano (Dallman, 1987). EI efecto del hierro sobre los mecanismos de defensa parece deberse a su presencia en las metaloenzimas involucradas, tanto en los procesos líticos de las células fagocíticas, como en la proliferación de linfocitos T(Dallman, 1987). Los estado de malnutrición parecen afectar en menor grado a la inmunidad humoral (Chandra, 1992). En situaciones de malnutrición se produce una reducción en el número de células productoras de anticuerpos y en la cantidad de inmunoglobulinas secretadas, que se atribuye al deteriorado papel de los linfocitos T colaboradores sobre la producción de anticuerpos (Chandra, 1983). Otros investigadores observan que en ciertos déficits nutricionales, la tasa sérica de inmunoglobulinas presenta valores normales e incluso ligeramente aumentados por la presencia de infecciones concomitantes. Parece existir una síntesis prioritaria de anticuerpos frente a las de otras proteínas como la albúmina, con el fin de asegurar una buena integridad fun ĉional de linfocitos B 14 Situación bibliográfica en individuos malnutridos (Das y Das, 1995; Hagel y col., 1995). EI sistema de complemento que constituye una opsina especial para el proceso de la fagocitosis, se afecta por malnutrición, originando una menor concentración y actividad de la mayoría de sus componentes, especialmente los factores C3, C4, C5 (Chandra, 1980; Kergoat y col., 1987). 2.2.- Consideraciones nutricionales en la edad avanzada 2.2.1.- Antropometría En las personas de edad avanzada el estudio antropométrico puede complicarse por diversos factores como sexo, edad, raza, estilo de vida y presencia de enfermedad crónica (Kubena y col., 1991; White, 1994; Porthro y col., 1995; WHO, 1995). Además, uno de los mayores problemas para interpretar las medidas antropométricas es la escasez de valores de referencia en las personas muy mayores (Dumin y col., 1985; Chumlea y col., 1989; Petrone y col., 1991). La definición de la edad se basa en la edad cronológica, eso es, la edad que ha vivido una persona (Schlenker, 1994). Normalmente se consideran personas mayores aquellas que tienen 65 años o más (Schlenker, 1994; Watson, 1994). En la actualidad, la expectativa de vida está aumentando y además la prejubilación, en muchas ocasiones, hace que personas que no alcanzan los 65 años, Ileven una vida más sedentaria, lo que puede repercutir sobre su estado de salud. Es bien conocido, que la estatura disminuye con la edad debido a la cifosis (Chumlea y col., 1988; Kuczmarski, 1989; Séneca Investigator, 1996). Además de la edad también influye el sexo (Schlenker, 1994; NHANES 11,1987) 15 Situación bibliográfica y los cambios seculares, es decir, los producidos con el tiempo a medida que cada nueva generación aumenta de estatura (Chumlea y col., 1989), y todo ello puede conducir a estimaciones incorrectas. Entre los ancianos el desequilibrio entre ingesta de energía y el gasto energético (Tremblay y col., 1989) es muy frecuente dado la escasa actividad física que realizan (Howarth y col., 1989), no siempre acompañada de una reducción de la ingesta energética (Lówik y col., 1994). Fanelli y col. (1989), observan que la prevalencia de sobrepeso es superior en las mujeres que en los hombres mayores independientemente de la edad o el estado de pobreza (Life Sciences Research Office, Federation of American Societies for Experimental Biology, 1989). Otros autores relacionan el sobrepeso en el anciano con un incremento en el riesgo de padecer diversos trastornos crónicos, incluyendo diabetes insulino-dependiente, enfermedad cardiovascular y osteoartritis (Lówik, 1990; Rudman y col., 1989). La validez del índice de masa corporal (IMC) como medida de adiposidad, en las personas de edad avanzada, es controvertida, dados los cambios producidos durante el envejecimiento en el peso, altura y distribución de la grasa corporal (Melchionda y col., 1992). Por un lado, el hecho de que la grasa se encuentre en mayor proporción en lugares intramusculares y abdominales, propone, en teoría, al IMC como mejor índice de adiposidad en personas mayores que el pliegue tricipital (Deurenberg y col., 1991). Sin embargo, la reducción gradual de la estatura al avanzar la edad puede conducir a una sobrestimación del IMC en los ancianos (Svanbom y cols., 1991; Seneca Investigators, 1996). Es importante establecer un criterio adecuado que delimite tanto la definición de sobrepeso como de obesidad en las personas de edad avanzada (Schlenker, 194). La existencia del IMC elevado, no resulta socprendente dada la 16 Situación bibliográfica modificación que sufre la composición corporal con la edad, en el sentido de disminuir la masa magra corporal y aumentar el porcentaje de grasa (Rivero y col., 1993); hecho más acusado en las mujeres (Charo, 1995; Carbajal y col., 1993; Esquius, 1993; Ortega y col., 1992), donde el porcentaje de grasa corporal puede Ilegar a alcanzar el 30% (Parizcova y col., 1973). Deurenberg y col. (1990) y Gan-ow (1984), afirman que los límites establecidos en adultos jóvenes de IMC>25 kg/m2 para sobrepeso e IMC>30 kg/m2 para obesidad (Bray, 1978), no serían correctos en ancianos debido a los cambios antropométricos ya comentados. Kuczsmarski (1989) considera que en las personas de edad avanzada existe sobrepeso a partir de un índice superior a 26 kg/m2. Según Lipstchitz (1994), el rango de normalidad en personas de edad avanzada estaría entre 24 y 29 kg/m2 y, como regla general, un IMC inferior a 22 Kg/m2 sería causa de preocupación por bajo peso. EI Nutrition Screening Initiative (1991; 1992) sugiere como IMC apropiado para los ancianos, el comprendido entre 22 kg/m2 y 27 kg/m2. En el estudio SENECA se obsenra que el IMC medio de los ancianos de diversos países, está comprendido entre 25 y 30 kg/m2, y según Schroll y col., (1997), estos individuos presentan un ligero sobrepeso. Sin embargo, esta situación varía de unos países a otros ya que cada uno adopta un criterio propio para definir la obesidad y et sobrepeso. También en mayores de 84 años, se detecta la mayor mortalidad en 5 años en individuos con un IMC inferior a 20 Kg/m2, y la menor en un grupo con un valor igual o superior a 30 Kg/m2, hecho que apoya la idea, sostenida por algunos científicos, de que el sobrepeso no es un factor de riesgo tan importante en la mortalidad de las personas muy mayores, como lo es el bajo peso (Mattila y col., 1985). La interpretación de los pliegues cutáneos se complica en las personas de edad avanzada. En este sentido, Cohn y col. (1981) muestran que, de los 20 a los 79 años, los pliegues corporales subestiman cada vez más la grasa 17 Situación bibliográfica corporal debido a un cambio en la distribución. Igualmente, Deurenberg y col. (1990), indican que los valores de grasa corporal obtenidos en los ancianos utilizando el grosor de pliegues cutáneos, son menores que los calculados por densitometría, debido a la mayor proporción de grasa interna en estos individuos, no valorada con los pliegues. Además, la presencia de obesidad en las personas de edad avanzada puede limitar la utilidad de estas medidas, al existir una mayor dificultad para aislar los pliegues con el lipocalibre en la forma y lugar adecuados (Bray y col., 1978). Por otro lado, las medidas de los pliegues en ancianos varían mucho de unos estudios a otros, especialmente en mujeres (Bowman y col., 1982), observándose que disminuyen al avanzar la edad (Bun- y col., 1987). En ancianos, las medidas de las- circunferencias del tronco pueden proporcionar una información más veraz de las reservas corporales de grasa que los pliegues, ya que, se observa que las con-elaciones entre estos últimos y la grasa corporal, absoluta y en porcentaje, son menores en las personas mayores que en los adultos jóvenes, pues en los primeros, la proporción de grasa distribuida en el tronco es superior (Chumlea y col., 1989). Para describir la distribución de grasa se utiliza la relación cintura/cadera (Dumi y col., 1989). Redondo (1995), observa que un 11,5% de la población anciana estudiada presenta valores superiores a 1, considerado este como límite a partir del cual se observa un aumento del riesgo de morbi-mortalidad por enfermedad cardiovascular (Jones y col., 1986). Por último, los cambios en la masa ósea pueden producir diversos grados de osteoporosis y aumentan el riesgo de fracturas bseas (Steen y col., 1989). Por una parte, a partir de los 30 0 35 años en los que se alcanza el pico máximo de masa ósea, ésta empieza a disminuir, de manera más acentuada en las mujeres postmenopáusicas, dando lugar a problemas relacionados con la 18 Situación bibliográfica osteoporosis (Riggs y col., 1986; Heaney y col., 1982). Junto a estos cambios tiene lugar una pérdida de masa muscúlar esquelética que afecta a la capacidad funcional y se acentúa por la inactividad y las enfermedades asociadas con el envejecimiento (Evans, 1996; Evans y col., 1993; Holloszy y col., 1991). 2.2.2.- Necesidades y recomendaciones de energía y nutrientes La adecuación nutricional de la dieta en personas de edad avanzada, es el resultado de una serie de factores que determinan la ingesta, la utilización de energía y nutrientes y las necesidades de los mismos. Todos estos factores son la consecuencia de diversos aspectos biológicos, ambientales y sociológicos (Roe, 1990) que a su vez pueden afectar y distribuirse de formas diferentes según el individuo (Moreiras, 1993). - Las tablas de ingestas recomendadas (IR) se han d.esarrollado para estimar las necesidades de energía y nutrientes, de todas las personas sanas, dependiendo de la edad, sexo y actividad física (Schlenker, 1994; Rivero, 1993). Sin embargo, en las personas de edad avanzada existen ciertas limitaciones cuando se aplican dichas IR, como la heterogeneidad entre los ancianos, los cambios fisiológicos y degenerativos asociados con el proceso de envejecimiento y con la enfermedad crónica y el frecuente consumo de fármacos (Ortega y cols., 1996; Schlenker, 1994). Por ello, aplicar las IR a un individuo o colectivo puede conllevar ciertas dificultades ya que el sujeto puede ser fisiológicamente más joven o mayor de lo que su edad cronológica sugiere y definirlo como "sano" se hace más difícil, a medida que avanza la edad (Moreiras y col., 1993). 19 Situación bibliográfica Cuadro 1.- Ingestas recomendadas de energía y nutrientes por persona y por día para la población de los Estados Unidos (RDA) (NRC, 1989). Edad Energía Prot. Ca Fe I Zn Mg B1 62 Niacina B9 612 Vit C Vit .A Vit D años Kpl g mg mg t,g mg mg mg mg mg F,g µg mg µg Ng H >51 2300 63 800 10 150 15 350 1,2 1,4 15 200 2.0 60 1000 5 M >51 1900 50 800 10 150 12 280 1,0 1,2 13 180 2.0 60 800 5 Cuadro 2.- Ingestas Recomendadas de Energía y Nutrientes para la Población Española (Departamento de Nutrición, 1998). Edad Energía Prot. Ca Fe I Zn Mg B1 B2 Niacina B9 B12 Vit.C Vit A Vit.D años Kcal g mg mg µg mg mg mg mg mg µg µg mg µg µg H 60-70 2400 54 800 10 140 15 350 1.0 1,4 18 200 2.0 80 1000 5 >70 2100 54 800 10 125 15 350 0.8 1,3 14 200 2.0 80 1000 5 M 60-70 1785 41 800 10 110 15 300 0.8 1,1 12 200 2.0 80 800 5 >70 1700 41 800 10 95 15 300 0.7 1,0 11 200 2.0 80 800 5 En general, las necesidades nutricionales en la edad avanzada, como en cualquier otra edad, son aquellas que permiten mantener al individuo en un peso corporal próximo a su peso ideal, con una actividad física adecuada y con una buena salud. Sin embargo, dichas necesidades son difíciles de conocer y se basan, generalmente en extrapolar datos correspondientes a estudios hechos en adultos jóvenes. Además, en las personas mayores existen amplias variaciones en la capacidad de ingerir, digerir, absorber y utilizar nutrientes lo que, en parte, dificulta generalizar sobre sus recomendaciones (Schlenker, 1994; Moreiras y col., 1993). 20 Situación bibliográfica La ingesta de alimentos de los grupos o individuos puede evaluarse en función de diversos criterios de idoneidad, que se irán detallando al estudiar los nutrientes. En los distintos países se han elaborado guías de alimentos, que indican un perfil de los tipos y cantidades de los mismos que deben consumirse al día. Así, en Estados Unidos se emplea la Pirámide de los Alimentos (Department of Agriculture, Human Nutrition Information Service, 1992) para la población adulta. Sin embargo, Russell y cols. (1999), han propuesto una modificación de esta pirámide para las personas mayores de 70 años, en donde se observa que las recomendaciones más destacables a partir de esa edad son consumir 8 vasos de agua y suplementos de calcio, vitamina D y B^2. En España, para la población adulta, se utiliza como guía, entre otras, el Rombo de la Nutrición (Requejo y Ortega, 1996), que sugiere unas pautas para la nutrición correcta de las personas mayores y se resalta la importancia de consumir al menos dos litros de agua al día. ^^ A pesar de las variaciones regionales que existen en nuestro país, el conjunto de la población consume alimentos que pueden identificarse con la dieta mediterránea, alto consumo de frutas, verduras y pescados, así como una baja ingesta de grasas saturadas y colesterol (Grande, 1991). Sin embargo, en los últimos años se está produciendo una modificación de los hábitos alimentarios, de tal modo que está aumentando el contenido en grasas y azúcares refinados de la dieta (Boletín Epidemiológico de la Comunidad de Madrid, 1998; Drewnowski, 1991). 2.2.2.1.- Requerimientos energéticos Las necesidades calóricas guardan una estrecha relación con la velocidad de crecimiento y con la actividad física. Las amplias variaciones individuales dificultan el poder establecer normas aplicables a toda la población (Hemández, 1993b). De hecho, en las personas mayores, la pérdida de tejido metabólicamente activo y la disminución de actividad física, conduce a que 21 Situación bibliográfica dichas necesidades sean menores, evitándose así el aumento de peso; sin embargo, si se reduce la ingesta calórica se pueden producir deficiencias de otros nutrientes como vitaminas y minerales, cuyas necesidades siguen siendo las mismas o incluso pueden estar aumentadas en la población anciana (Schlenker, 1994). En este sentido, Bidlack y col. (1990), afirman que con la edad se producen una serie de cambios como el peso y la composición corporal (Forbes y col., 1988), la menor actividad física (Horwath y col., 1989) y metabolismo basal (Vaugham y col., 1991) que hacen que los requerimientos nutricionales de energía desciendan entre un 15 y un 20% respecto a los adultos más jóvenes; así el anciano modifica su ingesta calórica para adaptarse a las menores necesidades de energía (Redonodo, 1995; Black y col., 1991; Láwik, 1989). Sin embargo, otros autores como Power y Folk y col., (1992) consideran que las recomendaciones dietéticas para un anciano sano no difieren de las recomendaciones de un adulto más joven. En cuanto al primer postulado del párrafo anterior, cabe señalar que en los últimos años, las RDAs de energía para la población norteamericana, refieren una menor ingesta de energía para las personas mayores de acuerdo al menor gasto en reposo y menor actividad física, señalando además, diferentes RDAs según dos grupos de edad, de 51 a 75 años y de 76 años en adelante (RDAs, 1989). Las IR españolas, refieren una ingesta energética de 2400 kcal/d en varones y 1875 kcal/d en mujeres, de 60 años y más (Departamento de Nutrición, 1998). Por tanto, la ingesta de energía parece disminuir a medida que se incrementa la edad (Heseker y cols., 1994; Munro, 1989). En ciertos estudios prospectivos en ancianos se ha puesto de manifiesto que la ingesta calórica es insuficiente tanto en hombres como en mujeres (Baumgartner y col., 1996; Ortega y col., 1996; Wright y col., 1995; Mowé y col., 1994). Así, Ortega y col. (1994) encuentran en ancianos. que un 65% de 22 Situación bibliográfica hombres y 69% de mujeres no alcanzan las IR para energía. En el Baltimore Longitudinal Study (1988), el consumo de energía varía desde 2700 kcal/d a los 30 años hasta 2100 kcal/d a los 80 años. Mientras que en el estudio NHANES II (1989), a partir de los 65 años, la ingesta media fue de 1829 kcal/d en los hombres y 1259 kcal/d en las mujeres. Cabe señalar que a pesar de este hecho, la ingesta energética de ancianos españoles parece ser más adecuada que la de ancianos europeos que presentan una peor situación (Schroll y col., 1997; Euronut SENECA Investigators, 1991). Inevitablemente, como se comentó al principio, la disminución en el consumo energético se asocia con una baja ingesta de nutrientes y un aumento del riesgo de deficiencias nutricionales (Sastre, 1999; Fischer y Johnson, 1990). Así, Moreiras (1989), en un estudio de la dieta media española, observa que consumiendo el mismo tipo de alimentos pero en cantidades menores, resudiendose así la energía, la práctica totalidad de los nutrientes no alcanzan las IR. La ingesta inadecuada de energía y nutrientes en el anciano, puede deberse a la ignorancia de cuales son sus necesidades calóricas, o bien a la pobreza que influye en los alimentos a su alcance y el aislamiento social, cuyo resultado es un menor interés por la alimentación (SENECA investigators, 1991; Munro, 1983). Por otra parte, es frecuente encontrar la situación contraria, es decir, una ingesta elevada de calorías que unida a una actividad física baja (Pannemans y col., 1995) pueden reducir la expectativa de vida y conducir a diversas patologías como la obesidad (Láwik, 1994), esta a su vez se relaciona con un riesgo de hipertensión arterial y de enfermedad cacdiovascular (Zamboni y col., 1997; Einhom y col., 1988). En los ancianos el exceso de ingesta calbrica se suele realizar a expensas de alimentos ricos en hidratos de carbono sencillos y de grasas (Rojas y col., 1985). Sin embargo, aunque .un..alto consumo de 23 Situación bibliográfica energía suele conducir a obesidad diversos estudios indican que tanto los obesos como individuos de normopeso, consumen la misma energía (Redondo, 1995; Millery col, 1994; Miller y col., 1990). 2.2.2.2.- Macronutrientes 2.2.2.2.1.- Proteínas Las proteínas de la dieta participan en procesos anabólicos proporcionando los aminoácidos necesarios para construir y conservar tejidos corporales, así como en otras funciones metabólicas especiales (Young y col., 1975). En el momento actual, una disminución relacionada con la edad en la síntesis total de proteínas se considera un fenómeno universal (Ward y col., 1991; Morley y col., 1988; Fukagawa y coÍ., 1987). Además, la masa corporal media es menor, y los requerimientos de proteína de los ancianos podrían ser inferiores (Moreiras y col., 1996), sin embargo, algunos autores como Bidlack y cols., (1986) indican que no parecen tener lugar. Por otra parte, la utilización proteica es menos eficaz y ello justificaría que las recomendaciones sean similares a los adultos jóvenes, es decir, 1 g/kg de peso corporal (NCR, 1990, Trichopoulou y col., 1990). Las RDAs establecen tasas de 0,8 g/kg de peso/día, que pueden ser adecuadas siempre que exista un aporte de energía en la dieta correcto (Sastre, 1999). Para los españoles mayores de 60 años, las IR para proteínas son de 54 g/d para los varones y 41 g/d para las mujeres (Departamento de Nutrición, 1998). Se recomienda que la contribución de las proteínas a la energía de la dieta no supere el 15% del total de las calorías (Grande y col., 1991; Moreiras- Varela y col., 1990). Horwath ( 1989) indica, sin embargo, que la proteína no es un nutriente de riesgo en las personas de edad avanzada. Este hecho, se ha puesto de manifiesto en el estudio Euronut SENECA (SENECA investigators, 24 Situación bibliográfica 1991), en el cual la ingesta media de proteína, tanto en hombres como en mujeres, en la mayor parte de las ciudades, era apropiada o excedía los diversos estándares empleados en Europa (Trichopoulou y col., 1990). En España, al igual que en otros países desarrollados, el consumo proteico medio es muy elevado y supera con creces las IR (Moreiras y col., 1993; Varela y col., 1991; Ministry of Agriculture, Fisheries and Food: National Food Survey Committe, 1988). Así, Ortega y col. (1994), Payette y col. (1991) y Munro y col. (1987), encuentran una ingesta proteica elevada en diversos colectivos de ancianos no institucionalizados. Se debe considerar que la ingesta de proteínas no debe superar el doble de las IR para cada grupo de edad (NCR, 1989; Nutr Review, 1989), ya que el consumo de más proteína de la necesaria supone un aumento del riesgo de enfermedades coronarias y algunos tipos de cáncer (Ortega y col., 1994; Grundy, 1987, charo59). Además, Hostetter (1982), sugiere que una dieta sólo rica en proteínas, puede inducir hiperperfusión e hiperfiltración renal crónica y de ese modo, contribuir al deterioro funcional y estructural del riñón anciano. En las personas de edad avanzada, uno de los problemas para alcanzar un estado proteico óptimo puede ser una ingesta calórica relativamente baja (Redondo, 1995; Schlenker, 1994; Black y col., 1991; Láwik, 1989) que puede poner, además, en peligro la ingesta de otros nutrientes como el cinc, cobre y hierro (NCR, 1989). 2.2.2.2.2.- Lípidos Los lípidos se almacenan en el organismo en forma de triglicéridos, fundamentalmente en el tejido adiposo (Bjomtorp y col., 1991). Las grasas actúan como elementos estructurales, vehiculizan vitaminas liposolubles, 25 Situación bibliográfica proporcionan ácidos grasos esenciales que intervienen en la regulación de la concentración plasmática de lípidos y lipoproteinas, además, son necesarias para la síntesis de esteroides y para el crecimiento (Burke y col., 1989; Moreiras y col., 1995; Dupont y col., 1991). Cuando la dieta tiene un contenido de grasa inferior a un 25% de su valor calórico, no va a ser apetecible ni aceptada por la mayoría de las personas (Grande y col., 1991). Si se reduce la grasa de una dieta por debajo del 20% disminuye en exceso la ingesta de vitaminas liposolubles (Dupont, 1991) y puede ponerse en peligro el "status" vitamínico del anciano. La dieta de las sociedades desan-olladas, sin embargo, se caracteriza por su alto contenido en grasa. En Estados Unidos, el 38% de las calorías totales de la dieta proceden de los lípidos (Schlenker, 1994). Este excesivo consumo de grasa favorece la aparicibn de una serie de problemas como obesidad (NCR, 1989; Dietary Guidelines, 1990), alteraciones digestivas y arteriosclerosis (Herrero, 1989) y representa un factor de riesgo de enfermedad cardiovascular (Dupont, 1991; Dietary Guidelines, 1990). Ortega y cols. (1995), observan en mayores de 60 años, que el porcentaje de energía procedente de los lípidos fue de un 36,5%, siendo más alta que la indicada por otros autores (Payette y col., 1991; Lówik y col., 1992). Moreiras y cols. (1990), encuentran que la ingesta media española es de 112,6 g/d de grasa, mientras Redondo (1995) sugiere que no siempre se alcanza esta cifra, ya que el consumo de lípidos esta influenciado por la situación social del colectivo (Moreiras y col., 1993; Ortega y col., 1992, Payette y col., 1991). De hecho, existen diferencias cuando se comparan ancianos institucionalizados con aquellos de vida independiente, siendo la ingesta de lípidos mayor, en los primeros (Redondo, 1995), aunque también se encuentra la situación contraria (Lówik y col., 1992). Zs Situación biblio^ráfica Los lípidos de la dieta proporcionan ácidos grasos (Salleras, 1995), recomendándose que la ingesta de ácidos grasos saturados (AGS) no supere el 10% de las calorías totales de la dieta, siendo probable que una reducción al 7% u 8% del aporte calórico, produzca mayores beneficios para la salud (Ministerio de Sanidad y Consumo, 1990; NCR, 1989; National Heart, Lung, Blood Institute, 1988). En cuanto a la ingesta de ácidos grasos monoinsaturados (AGM), debe ser al menos un 10% del total de las calorías (Ministerio de Sanidad y Consumo, 1990) y respecto a los poliinsaturados (AGP), no sobrepasar el 10% y que la ingesta media se mantenga alrededor del 7% del total de las calorías (Ministerio de Sanidad y Consumo, 1990; NCR, 1989; National Heart, Lung, Blood Institute, 1988). Los AGS se encuentran en mayor proporción en los productos lácteos, cámicos y algunos aceites vegetales, como coco y palma. Se han relacionado estos ácidos con la aterosclerosis ya que incrementan el colesterol total y la LDL-colesterol, disminuyendo la HDL-colesterol (Mataix, 1995; Dupont, 1991; Nutr Review, 1989). Por otra parte, los AGM se encuentran de manera abundante en aceite de oliva (Nut Rev, 1989) y su consumo ayuda a reducir los niveles de tanto de LDL-colesterol como de triglicéridos (Faure, 1990, Nutr Rev, 1989). Por último, los AGP se dividen en dos familias, ácidos grasos w-3, que se encuentran en pescados marinos de agua fría y en aceites vegetales y la familia w-6 en aceites vegetales como maíz, cártamo, soja y girasol. Los ácidos de la serie w-3 tiene un papel en la disminución de la concentración de triglicéridos en el plasma (Varela, 1991 b), mientras que la familia w-6 disminuye la LDL- colesterol cuando sustituyen a los AGS, pero son más efectivos reduciendo los niveles elevados de triglicéridos (Faure, 1990, Nut Review, 1989). También, los AGP actúan sobre la presión sanguínea, así, Margetts y col., (1988), han observado que dietas con alto contenido en..ácidos grasos w-6 27 Situación bibliográfica tienen un efecto hipotensor debido a la modificación del cociente AGP/AGS y dicho efecto sólo aparece cuando se consumen cantidades elevadas de pescado (Knapp, 1989). Margolin y col. (1991), en ancianos hipertensos que fueron sometidos a dietas bajas en grasa y colesterol suplementadas con AGP, la suplementación con w-3 y w-6, disminuye la presión sistólica y diastólica a valores más seguros. Ortega y cols. (1995), encuentran en ancianos españoles que el porcentaje de energía derivado de los AGS y AGP es más bajo y el de los AGM más alto que los observados en otras poblaciones (Payette y col., 1991; Lówik y cols. 1992). En cuanto a la ingesta de colesterol en el anciano, debe ser inferior a 300 mg/d, aunque reducciones hasta 200 mg/d o menos, podrían ser beneficiosas (Ministerio de Sanidad y Consumo, 1990; NCR, 1989). Las fuentes de colesterol en los alimentos son la yema del huevo, algunos mariscos, y en menor grado carnes y productos lácteos (Nut Rev, 1989). Sin embargo, Chandra (1991) y Moreley y col. (1988), sugieren que una restricción estricta de grasa y de colesterol como medida para reducir los niveles séricos de colesterol, podría comprometer la ingesta de energía y nutrientes de las personas mayores. En un estudio de ancianos españoles, un 35,7% de hombres y un 15,9% de mujeres presentan una ingesta de colesterol mayor de 300 mg/d, siendo la ingesta similar a otros grupos de población (Payette y col., 1991; Láwik y cols. 1992). 2.2.2.2.3.- Hidratos de carbono Los hidratos de carbono tienen como función primordial aportar energía, aunque con un rendimiento menor que el de la grasa (Moreiras y col., 1995). Se almacenan en el organismo en depósitos de tamaño limitado y esto hace que las reservas de los mismos sean menores (Coyle y cof., 1.991). Es importante Zs Situación bibliográfica recordar que la glucosa es la principal fuente de energía de muchos tejidos corporales, incluyendo el cerebro y el sistema nervioso (Hargreaves y col., 1991; Schlenker, 1994), pero es bien sabido que no existe una necesidad absoluta de consumir carbohidratos ya que otros componentes de la dieta pueden convertirse en glucosa (RDAs, 1989). En los últimos años, se ha observado un cambio en el patrón de calidad nutricional, pasando de una alimentación basada en cereales, legumbres, aceite de oliva, patatas, frutas, hortalizas de temporada y huevos, a otra en la que disminuye la participación de elementos hidrocarbonados, a expensas fundamentalmente de las patatas y cereales, y aumenta considerablemente el consumo de carne, fruta y derivados lácteos (Boletín Epidemiológico de CAM, 1998). Ello conlleva una alteración en el perfil calórico de la dieta en general, y de la de los ancianos en (Moreiras, 1996; Ortega y col., 1996; Redondo, 1995). Para prevenir los efectos de una baja ingesta de este macronutriente las recomendaciones son de 50-100 g/d (NCR, 1989). Sin embargo, para equilibrar el perfil calórico, sería recomendable ingerir una cantidad equivalente al 55-60% de la ingesta energética total, al menos 250 g en una dieta de 2000 kcal/d, ya que de este modo se consigue mayor glucógeno muscular y resistencia al ejercicio (Maughan y col., 1990). Según Aranceta y cot. (1994), la ingesta media de hidratos de carbono en la población madrileña es de 254 g/d. Moreiras y col., (1993), Ortega y cols., (1992), Ortega y cols., (1995), observan que los ancianos, que vivían independientes y en instituciones tienen un consumo de hidratos de carbono ligeramente inferior o bien ajustado a lo adecuado. Estos mismos autores ponen de manifiesto que los varones consumen más carbohidratos que las mujeres (Moreiras y col., 1993; Ortega y col., 1992a; Redondo, 1995; Payette y col., 1991). Sin embargo, el estudio NHANES II (Schlenker, 1994) indica que las mujeres mayores obtienen una parte más importante de sus kilocalorías de los hidratos de carbono que los 29 Situación bibliográfica hombres mayores. EI estudio longitudinal SENECA (Moreiras y col., 1996), realizado en 1988/89 y repetido en 1993, encuentra una ligera disminución en la ingesta diaria total de carbohidratos a lo largo del estudio, aunque el consumo de este macronutriente es alto. 2.2.2.3.- Micronutrientes 2.2.2.3.1.- Vitaminas Está bien establecido que la deficiencia vitamínica está presente en las personas mayores, resultando más importante cuando la ingesta dietética es inadecuada (Rudman y col., 1989). Las estudios sobre micronutrientes y edad indican que las vitaminas juegan un papel significativo en la prevención o el retraso de las enfermedades degenerativas relacionadas con la vejez. Por otra parte, no existen demasiados estudios encaminados a hacer recomendaciones globales de ingesta de vitaminas en dosis farmacológicas, orientadas a la prevención de enfermedades (Wilson y col., 1995; Hartz y col., 1992; Degroot y col., 1991; NRC, 1989; Suter y col., 1987). 2.2.2.3.1.1.- Vitaminas hidrosolubles Tiamina o vitamina B^ EI pirofosfato de tiamina, forma coenzimaticamente activa de la vitamina B^ desempeña un papel importante en el metabolismo de los neurotransmisores; además, interviene en el control de la transmisión nerviosa y en el metabolismo de los ácidos grasos (Schlenker, 1994). Todos los alimentos, 30 Situación bibliográfica menos los muy refinados, contienen tiamina, aunque en cantidades moderadas. Son buenas fuentes de dicha vitamina, la carne de cerdo, las vísceras y los cereales, especialmente si estos son integrales (Le Grusse y col., 1995; Poleman y col., 1991). Los requerimientos de vitamina B^ en la dieta, son proporcionales a las calorías suministradas por los hidratos de carbono. En las personas de edad avanzada esta ingesta, a menudo, puede estar disminuida y por tanto podrían producirse deficiencias de tiamina (Redondo, 1995). Para evitar esta situación, se aconseja ingerir 0,4 mg/1000 kcal. Las IR para esta vitamina son de 1 mg/d para varones y 0,8 mg/d para mujeres de 60 años y más (Departamento de Nutrición, 1998). Las ingestas pueden estar aumentadas por consumo de té o café, o por sustancias antagónicas de la vitamina (Linder y col., 1988). La ingesta de tiamina desciende con la edad (Schlenker, 1994; Bidlack, 1990; Brubacher, 1983). Según Schlenker (1994), este déficit. en la ingesta de tiamina puede ser debido más al descenso en la ingesta calórica que a un cambio en el tipo de alimentos consumidos. En el estudio SENECA (SENECA investigators, 1991) se observa que, en general, la ingesta media de vitamina B^ en los hombres excede a las de las mujeres ancianas, además, un porcentaje elevado de estas mujeres podrían tener riesgo de deficiencia. EI cuadro clínico asociado a su déficit prolongado se conoce como beri- beri y los principales síntomas afectan a los sistemas nervioso y cardiovascular. Entre los signos característicos se pueden citar confusión mental, debilidad muscular, ataxia, parálisis periférica (Le Grusse y col., 1995; Platt, 1967). La deficiencia de tiamina también puede provocar la aparición de anorexia (Poleman y col., 1991) y contribuir a empeorar el apetito de los ancianos, que frecuentemente suele estar disminuido (Chandra, 1991). 31 Situación bibliográfica Riboflavina o vitamina B2 La riboflavina forma parte de dos coenzimas de flavina: el mononucleótido de flavina y el dinuclebtido de flavina-adenina, que catalizan diversas reacciones de oxidación-reducción en el organismo (Schlenker, 1994; Mc Cormick, 1988). Entre las principales fuentes de vitamina B2 se encuentran las vísceras, los productos lácteos y algunos tipos de pescado (Le Grusse y col., 1995; Poleman y col., 1991). Se recomienda un consumo de riboflavina de 1,4-1,3 mg/d en los hombres y 1,1-1,0 mg/d en las mujeres mayores de 60 años (Departamento de Nutrición, 1998). Si las recomendaciones se refieren al consumo calórico, correspondería unos 0,6 mg por cada 1000 kcal. La población anciana americana cuya ingesta media de energía se ajusta a las RDAs, presentan una adecuada ingesta de vitamina 62 (Schlenker, 1994). Sin embargo, a diferencia de los americanos, en otros grupos de ancianos, incluidos los españoles, la deficiencia en riboflavina es bastante frecuente (Ortega y cols., 1995; Ortega y col., 1992b; Bidlack, 1990; Garry y cols. 1982). En el estudio SENECA (1991), también se ha puesto de manifiesto este hecho, particularmente en las mujeres. Por el contrario, en otro estudio de ancianos españoles institucionalizados, se superan las IR para esta vitamina (Montellano y cols., 1995). Vitamina Bs La vitamina Bs o piridoxina es una importante coenzima en el metabolismo de proteínas y grasas, interviene en la síntesis de ADN y ARN; 32 Situación bibliográfica también es necesaria para la conversión de triptófano en niacina y para el balance de electrolitos. Además, participa en la función inmune, en la formación de hemoglobina y en el funcionamiento de las células nerviosas, mediante la síntesis de neurotransmisores (Le Grusse y col., 1995; Schlenker, 1994; Tucker y co1.,1995). Como las otras vitaminas del grupo B, la piridoxina está presente en numerosos alimentos. Las concentraciones más elevadas se encuentran en la levadura y el germen de trigo. En la alimentación habitual, las fuentes más importantes son came, salmón, hígado y yema de huevo. Los productos lácteos y los cereales la contienen en menores proporciones. La mayor parte de las frutas y legumbres son pobres en vitamina Bs, exceptuando el plátano, la coliflor y las judías verdes que contienen cantidades mayores (Le Grusse y col., 1995; Manore y col., 1990). - Las necesidades de piridoxina dependen de la cantidad de proteína, y por tanto se recomienda 1,2 mg/d de vitamina Bs, cuando las ingestas proteicas no sobrepasen los 100 g/d. Si estas ingestas son superiores, situación por otra parte frecuente en las sociedades desarrolladas (Varela y Moreiras-Varela, 1986), es más seguro mantener un consumo diario de piridoxina de 2 mg/d, siendo igual para adultos que para personas de edad avanzada (NCR, 1989). En el estudio SENECA (SENECA investigators, 1996), se indican unas ingestas inadecuadas para piridoxina en los ancianos europeos, que no corresponde con lo observado por otros autores (Van der Wielen y col., 1995). Según Amorin Cruz y col. (1996), esta situación se podría explicar por la apficación de unos valores de referencia que son demasiado bajos. La deficiencia de vitamina Bs no suele aparecer sola, sino asociada a otras vitaminas del complejo B(Mc. Cormick, 19$8). Munro y col. (1987), 33 Situación bibliográfica observan que las deficiencias de piridoxina entre la población anciana son frecuentes debido a que sus necesidades aumentan con la edad. Las alteraciones en dicha población han sido relacionadas con un incremento del riesgo de enfermedad cardiovascular, alteraciones inmunológicas y desordenes mentales (L^wik, 1990). Ácido fólico Los folatos, es un término genérico que se refiere a la familia de compuestos que tienen una estructura y acción biológica similares al ácido fólico o ácido pteroilglutámico o vitamina Bs (Le Grusse y col., 1995; Schlenker, 1994). EI ácido fólico está presente en cantidad abundante en las hojas de vegetales, en forma de poliglutamatos, de ahí que se hable de folatos. Los frutos secos son particularmente ricos, así ^como el hígádo, y las espinacas (Le Grusse y col., 1995; Poleman y cols., 1991). Las IR se cifran en 200 µg/d de folatos para personas mayores de 60 años, tanto hombres como mujeres (Departamento de Nutrición, 1998). Los suplementos en folatos podrían serían necesarios, siempre bajo control médico, para aquellos ancianos que no pueden consumir una dieta variada rica en vegetales. Las ingestas bajas en folatos se consideran relativamente frecuentes en las sociedades desarrolladas, aunque es posible que este déficit sea debido a una estimación incorrecta del contenido de esta vitamina en los alimentos (Finglas y col., 1990), dado que el ácido fólico se destruye con el calor y la luz (Castillo y col., 1986). En muchos casos los folatos se asocian con déficiencias en vitamina C, ya que ambos se encuentran en frutas y verduras frescas (Rojas y col., 1985). 34 Situación bibliográfica La atrofia gástrica y un tratamiento farmacológico severo, que incluya antiácidos, diuréticos y agentes antiinflamatorios pueden afectar la absorción y utilización del ácido fólico (Rivero y col., 1993). En general, la deficiencia de folatos suele ser frecuente en los ancianos (Ortega y col., 1992,1993b, Lówik y cols., 1990) y se asocia a defectos en la síntesis de ADN, con aparición de anemia megaloblástica (Rosenberg y col., 1982) o anemia macrocítica (Herbert y Colman, 1988; Ortega y col., 1993ab), siendo la población con demencia particularmente afectada por niveles bajos de fólico. Vitamina B^2 La vitamina 6^2 o cobalamina interviene en la maduración de los glóbulos rojos y en el metabolismo celular, favorece la absorción de hiecro y es necesaria para el metabolismo del tejido nervioso y la replicación del ADN (Salleras, 1995; libro, 150). La principat fuente dietética de esta vitamina son los productos animales, sobre todo came de hígado y productos lácteos. Las bacterias, hongos y algas pueden sintetizar esta vitamina, mientras que las plantas superiores y los animales son incapaces de hacerlo (Le Grusse y col., 1995; Poleman y col., 1991). EI Departamento de Nutrición (1998) recomienda un consumo de 2 µg/d de cianocobalamina para la población adulta. Tucker y col. (1995) sugieren que las deficiencias de cobalamina se pueden asociar más a problemas de malabsorción que a una dieta desequilibrada, aunque la ingesta de vitamina 6^2 es a menudo baja en una proporción elevada de ancianos. De igual modo, Garry y col. (1982), observan en los mayores que no siempre se alcanzan las IR de cobalamina. Sin embargo, 35 Situación bibliográfica otros autores indican que las personas de edad avanzada no suelen presentar niveles bajos de esta vitamina (Moreiras y col., 1986, Ortega y col., 1993ab). Incluso en ancianos institucionalizados aparecen ingestas superiores a las IR para esa población (Montellano y cols., 1995). Russell y cols., (1999), afirman que la vitamina 6^2 de los alimentos no es absorbida eficientemente en algunos ancianos debido a una gastritis atrófica, que estiman afecta a un 10-30% de la población americana (Hurwitz y cols., 1994; Krasinski, 1986). En la Pirámide de Alimentos americana para mayores de 70 años (Russell, 1999), se recomienda tomar un suplemento de vitamina 6^2 para promover una salud óptima. La deficiencia de vitamina B^2 origina anemia megaloblástica macrocítica, que se caracteriza por síntomas neurológicos debido a la desmielinización de la médula espinal (Herbert y col., 1988; Cooper y col., 1987). Vitamina C La vitamina C o ácido ascórbico participa en la formación de radicales libres oxigenados, que aseguran una protección contra los agentes oxidantes tóxicos para la célula y puede ayudar a prevenir el desarrollo de placas ateroscleróticas y cataratas, problemas que son de gran importancia en el colectivo de ancianos (Le Grusse y col., 1995; Schlenker, 1994). También influye sobre la funcionalidad de leucocitos y macrófagos, y por tanto en la respuesta inmune, así como en la cicatrización de heridas y en reacciones alérgicas (Van der Beek y col., 1991). Además, interviene en la formación de colágeno, huesos, dientes y glóbulos rojos, favorece la absorción de hierro y participa en la síntesis de corticoides (Salleras, 1995). Todos los vegetales contienen esta vitamina pero en cantidades muy variables. Se encuentra también en hígado, así. como.; en leche, came y 36 Situación bibliográfica pescado, aunque en estos últimos en cantidades pequeñas. Tiene el inconveniente de ser muy lábil y destruirse fácilmente por oxidación, y en presencia de hierro, así como por temperaturas elevadas, perdiéndose en gran parte durante los procesos culinarios (Le Grusse y col., 1995; Poleman y col., 1991). EI Departamento de Nutrición (1998), estima que las IR de vitamina C son de 60 mg/d. EI consumo de vitamina C en España es elevado por la alta ingesta de alimentos crudos, lo que hace que esta deficiencia sea infrecuente, aunque puede darse en determinados colectivos de ancianos (Jacob, 1988). Schmuck y cols., (1996) observan que un 85% de mujeres hospitalizadas por fractura presentan ingestas menores que las IR. Sin embargo, Montellano y cols. (1995) encuentran para una población de ancianos, hombres y mujeres, hospitalizados que las ingestas son superiores a las IR. De igual modo, la evaluación de 260 personas mayores institucionalizadas en Boston reveló que sólo nueve estaban consumiendo menos del 67% de las RDA (Sahyoun, 1988). Se debe considerar que el ácido ascórbico es probablemente el nutriente más ampliamente consumido como suplemento vitamínico por las personas de edad avanzada (Jacob y col., 1988). Sin embargo, el efecto beneficioso de tan alto consumo es cuestionable ya que una ingesta superior a 160 mg/d de vitamina C, se asocia con ligeros aumentos de los niveles plasmáticos de esta vitamina (Bidlack y col., 1986). Herbeth y col. (1992) estudian la suplementación de vitamina C y su relación con el sistema inmunitario, y no encuentran una posible asociación, mientras que otros estudios ponen de manifiesto un efecto beneficioso (Chandra, 1991; Lesourd y col., 1990). La deficiencia de esta vitamina puede Ile^ar a.: pr.oducir escorbuto, 37 Situación bibliográfica enfermedad grave caracterizada por debilidad de las estructuras de colágeno, apareciendo hemorragias capilares generalizadas (Le Grusse y col., 1995; Homige y col., 1975). Niacina La vitamina PP o niacina corresponde a dos compuestos, el ácido nicotínico y la nicotinamida, y es el precursor de la nicotinamida adenín dinucleotido (NAD) y nicotinamida adenín dinucleotido fosfato (NADP) (Le Grusse y col., 1995; Linder y col., 1988). EI NAD participa en reacciones de oxido-reducción, el NAD y NADP intervienen de forma activa en los mecanismos de respiración intracelular colaborando en el metabolismo de los principios inmediatos (García y col., 1986). - . - La niacina está presente en la mayoría de los alimentos, existiendo en cantidades importantes en leguminosas, frutos secos, hígado, came de pollo y pescado; además, los alimentos con un alto contenido en triptófano, como los productos lácteos, son también una buena fuente de esta vitamina al ser este aminoácido su precursor (Le Grusse y col., 1995; Poleman y col., 1991). Las IR de esta vitamina, por intervenir en el metabolismo energético, se calculan en función de dicho metabolismo y se aconseja un consumo de 6,6 mg/1.000 kcal consumidas. Cuando las personas son mayores de 60 años se establecen unas IR de 16 mg/d para varones y 12 mg/d para mujeres (Departamento de Nutrición, 1998). La ingesta media de la población española suele superar el 100% de las IR (Varela y col., 1986), y en general, no suele existir déficit de esta vitamina. - En los últimos años las necesidades y el metabolismo de la niacina en las personas de edad avanzada han recibido poca atención, debido probablemente 38 Situación bibliográfica a un escaso déficit; sin embargo, en Estados Unidos, más de un tercio de las personas mayores con un nivel bajo de ingresos consumen menos del 67% de las RDA para niacina (Schlenker, 1994). La deficiencia de niacina origina dermatitis, diarrea, inflamación de las mucosas y, en los casos graves, demencia. La pelagra es un síndrome deficitario que se asocia con niveles bajos de equivalentes de niacina y de otras vitaminas del grupo B(Harris, 1991). Por otra parte, el consumo de dosis elevadas de niacina provoca vasodilatación, fibrinolisis e hipocolesterolemia que pueden tener una acción beneficiosa en algunas patofogías cardiovasculares (Kannel, 1986). 2.2.2.3.1.2.- Vitaminas liposolubles Vitamina A La vitamina A o retinol tienen un papel muy importante en el organismo e interviene en la función visual, en el mantenimiento y reparación de los tejidos epiteliales (Schlenker, 1994), así como, en la conservación de la integridad del sistema inmunológico (Wilson y col., 1995; Goodman y col., 1984). También está implicada en el crecimiento óseo y es necesaria para el correcto desarrollo del sistema nervioso (Salleras, 1995). Se aporta al organismo como vitamina A preformada, encontrándose únicamente en alimentos de origen animal, y en forma de carotenoides en frutas y verduras (Schlenker, 1994). Entre las principales fuentes de esta vitamina se encuentra el hígado, las verduras y las grasas (Le Grusse y col., 1995; Pickle y col., 1985). , EI Departamento de Nutrición (1998) recomienda para personas mayores de 60 años, la ingestión de 1000 µg/d de vitamina A para:varones y 800 µg/d 39 Situación bibliográfica para mujeres. Los datos del estudio SENECA sugieren que 600 µg/d de vitamina A serían suficientes para cubrir los requerimientos diarios de las ancianas y para los hombres 700 µg/d (DeGroot y col., 1991). Los depósitos de vitamina A en hígado se mantienen a lo largo de toda la vida en la mayoría de las personas e incluso aumentan con la edad. Esta parece ser la razón por la cual los niveles séricos no reflejan la ingesta de este nutriente (Bidlack, 1990). Suter y Russel (1987), afirman que las personas de edad avanzada son capaces de mantener los depósitos corporales de vitamina A, aunque sus ingestas sean ligeramente inferiores a las IR (Wilson y col., 1995). EI estudio SENECA pone de manifiesto que existe una gran variabilidad en la ingesta de vitamina A, en diferentes países europeos. Así, es más alta en los países del norte que en los del sur, ^debido probablemente a un consumo más elevado de leche y derivados (Amoring Cruz y col., 1991). Russell y col. (1993) indican que las recomendaciones para la vitamina A en la dieta de los mayores podría ser demasiado elevadas. Vitamina D La vitamina D o calciferol interviene en la absorción y utilización del calcio y fbsforo para la mineralización de huesos y dientes y regula los niveles sanguíneos de calcio (Le Grusse y col., 1995; Salleras, 1995). Los alimentos y sobre todo los vegetales contienen poca vitamina D, presentando un mayor contenido de esta vitamina los pescados grasos, huevos, hígado y mantequilla (Le Grusse y col., 1995; Schlenker, 1994). Las IR de vitamina D se sitúan en 5 µg/d (Departamento de Nutrición, 1998), al igual que las establecidas por la NCR (1989), debido quizá a que los ancianos son un grupo de población que se someten poco, a la luz solar y en los 40 Situación bibliográfica que, además, la síntesis de vitamina D cutánea está disminuida (Webby col, 1990; Munro y col., 1987). La ingesta de vitamina D, en personas de edad avanzada, está estrechamente relacionada con las ingestas de calcio (Schlenker, 1994). La síntesis cutánea de vitamina D cubre una parte más o menos importante según los hábitos alimentarios, el modo de vida, la estación y el clima. Esta parte es difícil de evaluar pero representa más del 50% de las necesidades (Webb y col., 1988). Ortega y col. (1994), encuentran en un grupo de ancianos ingestas de vitamina D inferiores a las IR para la población española, mientras otros autores, afirman que la deficiencia de vitamina D es una de las más comunes entre la población anciana (Chandra, 1991; Lówik^ y col., 1990a). En la Pirámide de Alimentos Americana (Russell, 1999), se recomienda suplementos de vitamina D para promover la salud en los mayores de 70 años. Vitamina E La vitamina E es el término genérico utilizado habitualmente para designar a los diferentes tocoferoles (Le Grusse y col., 1995). Actúa como antioxidante captando radicales libres y previniendo el daño tisular y la hemólisis (Salleras, 1995) y mejora la respuesta inmune en ancianos (Tucker y col., 1995). Se consideran productos ricos en vitamina E los aceites vegetales, margarinas vegetales, germen de trigo, nueces y vegetales de hojas verdes (Le Grusse y col., 1995; Poleman y col., 1991; Bauerfeind y col., 1980). Dada su amplia distribución en los alimentos es poco frecuente encontrar ingestas deficitarias de esta vitamina (Sutter y col., 1987). 41 Situación bibliográfica EI Departamento de Nutrición (1998), recomienda una ingesta de 12 mg/d de vitamina E, tanto para hombres como para mujeres de 60 y más años. Mientras que según la NCR (1989) serían de 10 mg/d para hombres y 8 mg/d para mujeres. En el estudio NHANES II se observa que los hombres y mujeres de más de 65 años no alcanzan las IR para la vitamina E (Schlenker, 1994; NCR, 1989). De igual modo, se encuentra en ancianos españoles, independientes e institucionalizados, Ilegando en algunos casos a presentarse deficiencias hasta en un 50% de la población (Montellano y cols., 1995, Ortega y cols., 1995). 2.2.2.3.2.- Minerales Los minerales están empezando a recibir una atención creciente en relación con la salud y el bienestar de las personas mayores. En general, la absorcibn y el metabolismo de la mayor parte de los minerales no se modifican a consecuencia de la edad. Se puede considerar que las personas de edad avanzada con una buena salud no presentan unas necesidades distintas de minerales respecto a los adultos más jóvenes (Schlenker, 1994; Rivero y col., 1993; Vera y col., 1987). Cuando la ingesta de alimentos no es adecuada, minerales como el calcio, hierro y cinc pueden ser deficitarios La dieta habitual de muchas personas mayores no permite satisfacer las necesidades de minerales, aunque con frecuencia los problemas que se manifiestan en la vejez reflejan un proceso que se inició en etapas más jóvenes de la vida, con la depleción gradual de los depósitos corporales (Debry, 1981). 42 Situación bibliográfica Calcio Un adulto sano tiene aproximadamente 1200 g de calcio corporal y cerca del 99% del mismo está contenido en el esqueleto. EI 1% restante se reparte entre las membranas celulares y en los líquidos extracelulares, desempeñando un papel importante en la transmisión nerviosa, la contracción muscular y las funciones de membrana (Sastre, 1999; Schlenker, 1994; RDAs, 1989; Arnaud, 1988). Las principales fuentes de calcio son los productos lácteos, que aportan aproximadamente un 55% del calcio ingerido en la dieta; también son fuentes del mismo, vegetales de hojas verdes como brócoli y coles rizadas (Block y col., 1985). Las IR de calcio para españoles mayores de 60 años son 800 mg/d (Departamento de Nutrición, 1998), mientras que la Dietary Refence Intakes americana (1997), comprende desde 800 a 1200-1400 mg/d. Según Sastre (1999), la ingesta real tiende a situarse por debajo de estas cifras. En general, las personas de edad avanzada tienen un balance negativo de calcio (Amod y col., 1990) debido a un menor consumo de lácteos (Sauberlich y col., 1986), a la modificación de la biodisponibilidad del calcio al interaccionar con otros componentes de la dieta, a cambios hormonales producidos en el envejecimiento que disminuyen los niveles de calcitrol sanguíneo y la disminución de la eficacia para absorber calcio (Devogelaer y col., 1987), así como, por la inactividad física o el estrés (Rudman y col., 1989). En el estudio NHANES II, la ingesta de los hombres supera al de las mujeres en todos los grupos de edad (Schlenker, 1994). Por otra parte, en ancianos europeos, la ingesta media de calcio, de hombres y mujeres, está por encima de las IR europeas más bajas (500 mg/d), .encontrándose una amplia 43 Situación bibliográfica variación que oscila desde 600 mg/d a más de 1100 mg/d (Amorin Cruz y cols., 1996). EI calcio ha sido utilizado como suplemento menos que otros nutrientes, a pesar de los estudios que sugieren que las necesidades de este mineral están aumentadas en las personas de edad avanzada, y que una ingesta diaria de alrededor de 1500 mg/d modera la proporción de pérdida de tejido óseo que acontece con la edad (Amorin Cruz y col., 1991; MacLenan, 1990; Mert, 1989). De hecho, en la Pirámide de Alimentos Americana para personas mayores de 70 años se recomiendan suplementos de calcio para promover una salud optima (Russell, 1999). Tucker y col. (1995) indican que la absorción de calcio se reduce con la edad y el uso prolongado de antiácidos que contienen aluminio pueden interaccionar con el micronutriente, produciendo una disminución del mismo (Sastre, 1999). ^ . ^ En las mujeres, la pérdida del mineral óseo se acelera después de la menopausia, debido a la menor cantidad de estrógenos que, junto a otras hormonas, regulan el metabolismo óseo (Amaud y col., 1988). La suplementación de calcio en mujeres postmenopausicas con bajas ingestas reduce significativamente la osteoporosis (Dawson-Hughes y col., 38 de Tuker). Knapp y col. (1990), ponen de manifiesto la importancia del calcio en la regulación de la presión arterial, con un efecto reductor de la misma. Estudios epidemiológicos muestran que la suplementación con calcio en individuos normo e hipertensos reduce también la presión arterial (Luque y col., 1990, NCR, 1989). Fósforo Alrededor del 85% del fósforo corporal se encuentra.:como mineral óseo, 44 Situación bibliográfica con una relación calcio/fósforo de 2/1. Desempeña un papel importante en el metabolismo energético, ya que forma parte de los nucleótidos energéticos (Sastre, 1999; libro155) y es necesario para la formación de huesos y dientes. Además, contribuye al mantenimiento del equilibrio ácido-básico y es parte constituyente de lípidos, proteínas e hidratos de carbono (Salleras, 1995). Este mineral está presente en casi todos los alimentos, pero los que proporcionan una mayor cantidad son leche, carnes, huevos, queso, legumbres, frutos secos y cereales integrales (Poleman y col., 1991). Sin embargo, la importancia del fósforo es poco conocida en la dieta, ya que la mayoría de los trabajos se refieren a interacciones de este mineral con otros nutrientes (Thomas y col., 1989). En general, no suelen observarse deficiencias de fósforo relacionadas con_ tá dieta, salvo en procesos que impidan su absorción, por lo que no se incluye en las tablas de IR para la población española (Departamento de Nutrición, 1998). . En el estudio NHANES II, se indica que los hombres ancianos consumen más cantidad de fósforo que las mujeres, además, se postula que las ingestas de fbsforo se subestiman debido a la información incompleta, relativa sobre todo a los aditivos alimenticios que contienen dicho micronutriente en los alimentos procesados (87 del libro 155). Cuando se origina una deficiencia de fósforo, se produce pérdida ósea que se caracteriza por debilidad y anorexia (Poleman y col., 1991; Lotz y col., 1968), disminuyendo el apetito del anciano que de por sí, suele estar reducido en muchos de ellos (Hanson y col., 1987; Steen y col., 1883). 45 Situación bibliográfica Magnesio Un 60% del magnesio corporal se encuentra en el hueso, aproximadamente un 40% reside en músculos y tejidos blandos, una pequeña proporción en el líquido extracelular y el resto en el esqueleto (Aikawa, 1981). Es un elemento imprescindible en procesos bioquímicos que afectan al metabolismo energético y a la transmisión nenriosa (Sastre, 1999; libro 155), contribuye al equilibrio ácido básico e interviene en la relajación muscular. Una buena fuente de magnesio la constituyen los vegetales verdes, mientras que el pescado, la came y la leche son relativamente pobres en este mineral, al igual que la mayoría de las frutas, excepto el plátano (Marier y col., 1986). Las IR para personas mayo^es de 60 años (Departamento de Nutrición, 1998) son 350 mg/d de magnesio para hombres y de 300 mg/d para mujeres. Según Wood y cols. (1995), las RDAs para magnesio tendrían que ser evaluadas de nuevo, ya que podrían ser más altas de lo necesario. Las deficiencias de magnesio son muy comunes entre la tercera edad (Ortega y cols., 1992b; Gullestad y cols., 1994; Moreiras y cols., 1993; Wood y col., 1995). Los datos del National Food Comsumption Survey de 1977-78 indican que los hombres de 65 años o más consumen aproximadamente el 80% de las RDA, y las mujeres de esa edad consumen alrededor del 75% de las RDA (NRC, 1990). Este déficit es el resultado de una disminución de la ingesta, enfermedades y consumo de fármacos que pueden alterar tanto la absorción como la función renal (Gullestad y col., 1994; libro 155). Existen evidencias que un "status" inadecuado de magnesio puede contribuir a la severidad de las enfermedades crónicas, incluyendo la enfermedad coronaria y la hipertensión (Luque y col., 1990; 40 Tuker, 1995). 46 Situación bibliográfica Por otra parte, en numerosos estados patológicos, se describe un déficit de magnesio, como en anomalías del tracto gastrointestinal asociadas con malabsorción o pérdidas excesivas de líquidos y electrólitos, disfunción renal con defectos en la reabsorción de cationes, desnutrición general y alcoholismo (Shils y col., 1988). En las personas de edad avanzada se relaciona con una inadecuada utilización de la proteína (Brzozowska y col., 1985), que además, puede conducir a una disminución en la absorción de vitamina B^2 (Linder y col., 1988). Hierro EI hierro transporta oxígeno formando parte de la molécula de hemoglobina, en el eritrocito y, de la ^mioglobina en el músculo. Además, interviene en la respiración celular formando parte de diversas enzimas (Salleras, 1995). Su lugar de almacenamiento primario es ..el hígado y las reservas corporales del mismo se basan en los niveles plasmáticos de ferritina (libro, 157). La came y sus derivados (Herrero y col., 1989), pescado, huevos, cereales enteros y hortalizas (Stekel y col., 1983; Herrero y cot., 1989) son una buena fuente de hierro. EI ácido ascórbico reduce el hierro, formando complejos fácilmente absorbibles, potenciándose este efecto cuando la administración se realiza simultáneamente (Hercberg y col., 1991; Vives y Aguilar, 1990). En contraste, carbonatos, oxalatos, fitatos y fosfato, así como, el té, por su contenido en taninos; huevos, por la fosfovitina, pan integral de trigo, a causa del salvado, y leche, por los oxalatos, actúan como inhibidores de la absorción de hierro, ya que forman con él complejos que disminuyen su biodisponibilidad (Stekel y col., 1983). Según el Departamento de Nutrición (1998), , las IR de hierro para la población anciana se establecen en 10 mg/d para los hombres y 18 mg/d para las mujeres. La ingesta de hien-o ha^ sido estrechamente.;,relacionada con las 47 Situación bibliográfica calorías, por tanto, las personas mayores con dietas bajas en calorías es más probable que tengan un bajo nivel de hierro (Schlenker, 1994), también el nivel de ingresos es un factor significativo en la cantidad de hierro ingerido (libro158). Amorin Cruz y cols. (1996), observan que la ingesta diaria de hierro en los ancianos está disminuida, sin embargo, esta situación no se ha acompaña con cambios en los parámetros sanguíneos relacionados con este mineral, poniéndose de manifiesto la baja prevalencia de anemia en este grupo de población. La deficiencia en hierro no parece ser uno de los problemas más característicos de la edad avanzada (Roussel, 1999; Lesourd y cols., 1996; Gullestad y cols., 1994; Moreiras y col., 1993). Además, estudios metabólicos que emplean hierro marcado en adultos sanos, jóvenes y mayores, indican que la edad en sí misma, no influye sobre la absorción (Schlenker, 1994). Sin embargo, otros autores observan ingestas de hierro inferiores a las IR, concretamente en las mujeres (Ortega y cols., 1995). En general, se recomienda que las personas de edad avanzada consuman alimentos con una alta densidad de nutrientes y que los combinen con alimentos ricos en vitamina C(Am. Diet. Assoc., 1987). Cinc EI cinc es un elemento traza relacionado con la actividad de numerosas enzimas, y por tanto interviene en el metabolismo de hidratos de carbono, lípidos y proteínas, también participa en el desarrollo y crecimiento de los órganos sexuales y es necesario para el correcto funcionamiento de los sentidos del gusto y olfato (Salleras, 1995). Las principales fuentes dietéticas del cinc son . las ..proteínas de origen 48 Situación bibliográfica animal, came, pescado, huevo, leche y sus derivados. En cuanto al contenido en cinc de los cereales, legumbres y otros vegetales es alto, pero su biodisponibilidad está reducida por la presencia de factores que disminuyen su absorción intestinal, principalmente fitatos y fibra. Por ello, las dietas ricas en proteínas suelen serlo también en cinc, mientras que las ricas en carbohidratos suelen ser pobres en este mineral. Otros factores como son el procesamiento industrial de los alimentos, por ejemplo el refinado del azúcar y el molido del trigo, influyen disminuyendo el contenido en cinc de la dieta (Hernández y Peris, 1992).Según el Departamento de Nutrición, (1998), las IR de este mineral son de 15 mg/d para ancianos. En la población media española este mineral sólo cubre el 86% de las ingestas recomendadas (INE, 1985). A pesar de que la deficiencia de cinc parece afectar a toda la población en general, los ancianos son el colectivo de mayor riesgo (Ortega y col., 1992), debido al papel que juega en el proceso de envejecimiento (Prasad,^y col 1991; Munro y col., 1987). Chandra (43 deTuker, 1995) evalua la suplementación con dosis moderadas de diversos nutrientes entre los cuales se incluye el cinc, y observa que presenta efectos significativos en las medidas de la respuesta inmune y también en la incidencia de infecciones en ancianos. Sandstead y col. (1982), observan que las manifestaciones de la deficiencia de cinc incluyen una disminución de la respuesta inmunitaria (Chandra (43 deTuker, 1995), retraso en la cicatrización de las heridas (Sandstead y col., 1982), así como, elevación de los niveles de colesterol (Shankar y col., 1986), afectando también al metabolismo de la vitamina A, al reducir los niveles de retinol cuando está unido a proteínas en suero (Slank y col., 1987). Yodo EI yodo es un oligoelemento esencial e indispensable .para la biosíntesis 49 Situación bibliográfica de las hormonas tiroideas; su carencia provoca la aparición de bocio en el adulto. Respecto a las fuentes de este mineral, el agua aporta tan sólo un 10 % de la ingesta diaria de yodo, y el resto, 90% los alimentos. EI pescado marino y el marisco son los alimentos más ricos en yodo, 2000 µg/kg o más; para el resto de los alimentos, verduras, hortalizas, leche, came, etc., su riqueza en yodo dependerá de la cantidad del mismo en el suelo de donde proceden o, en el caso del ganado, de su alimentación (Serra, 1995; López y col., 1992). Las IR de yodo, según el Departamento de Nutrición (1998) son 140 µg/d en varones y 110 µg/d en mujeres. La NCR (1989) establece unos valores constantes a partir de los 51 años de 150 µg/d para ambos sexos. La deficiencia de yodo no parece ser un problema en los países industrializados, según se ha puesto de manifiesto por diversos estudios, en los cuales la ingesta media en personas mayores superaba el 100% de las IR (Redondo, 1995; Aranceta y cols., 1994; Moreiras y cols., 1993; Ortega y cols., 1992). Esta situación puede conducir a alteraciones tiroideas por un exceso de yodo, debido quizá al consumo indiscriminado de suplementos vitamínicos, sales yodadas y enriquecimiento de algunos alimentos (Pennington, 1990). 2.2.2.4.- Electrolitos Sodio EI sodio es el principal catión del líquido extracelular, contribuye al mantenimiento del equilibrio ácido-básico y al hidrosalino, además, es necesario para la transmisión del impulso nervioso y para la excitabilidad de los músculos (Salleras, 1995). En general, la ingesta de sodio, en todos los grupos de edad, está recibiendo una especial atención porque las dietas con un alto contenido en dicho electrolito, se asocia con la elevación de la presión: arterial (libro, 166), 50 Situación bibliográfica este punto se tratará más ampliamente en un apartado posterior. Las principales fuentes de sodio en la dieta son la sal añadida a la comida y alimentos como los lácteos, la carne y algunos tipos de verdura. Debido a la relación entre el sodio y la presión arterial, se recomienda que la ingesta de sodio se sitúe. entre 2 y 4 g/d en individuos sanos, si es necesaria cierta restricción se aconseja entre 1 y 2 g/d y si es más severa se aconseja menos de 1 g/d de sodio (Poleman y col., 1991). Se observa que las ingestas de sodio descienden con la edad, esta situación se relaciona con los consejos dietéticos que se imparten a las personas mayores que padecen enfermedad cardiovascular, hipertensión o diabetes mellitus (libro 167). Por otra parte, los problemas asociados al sodio que pueden aparecer en los ancianos son hiponatremia, debido a un consumo excesivo de diuréticos e hipematremia relacionado con una ingesta insuficiente de líquidos (Schlenker, 1994). Potasio EI potasio es el principal catión intracelular y alrededor de un 98% del potasio corporal se encuentra localizado en la célula (libro, 164), contribuye junto con el sodio al mantenimiento del equilibrio ácido-básico y del equilibrio hidrosalino y es necesario para la transmisión del impulso nervioso y para la actividad muscular normal (Salleras, 1995). Respecto a los alimentos con un mayor contenido en potasio se encuentran las frutas como cítricos.y ptátanos, así como tomate, patatas, cames y leche. La ingesta de potasio varía dependiendo de.los hábitos alimentarios del 51 Situación bibliográfica individuo (libro 165). No existen IR para este electrolito aunque se considera aceptable una ingesta de 1,5 a 6 g/d (Poleman y col., 1991). La ingesta de potasio varía ampliamente dependiendo de los hábitos alimentarios del individuo y suele ser bastante baja en las personas mayores (libro, 165; NHANES II 87de1 libro165). A pesar de ello no se recomienda el uso de suplementos de potasio, dado que no existen evidencias suficientes de que sean beneficiosos y no se ha establecido que carezcan de efectos adversos a largo plazo (NCR, 1989). EI exceso o deficiencia de potasio, se manifiesta como hipercaliemia o incremento del nivel de potasio en sangre, que se asocia con un deterioro de la función renal y por otro la hipocaliemia o descenso del nivel de potasio en sangre, que puede derivarse de una ingesta inadecuada de potasio, pero es más frecuente por el .uso de diuréticos; a veces pasa inadvertida porque los signos clínicos tienden a asociarse con el proceso de envejecimiento (Schlenker, 1994). 2.2.2.5.- Fibra La fibra alimentaria estimula el peristaltismo intestinal, evitando la formación de divertículos y favoreciendo la evacuación intestinal (Bagheri y col., 1990; Bildlack, 1990; Herrero, 1989). Se observa que el consumo de dieta enriquecida en fibra, disminuye la presión arterial sistblica y aumenta los niveles de HDL-colesterol. Estas modificaciones se asocian con un descenso en la morbilidad cardiovascular (Bidlack, 1990, Fauré, 1990; Hagander y cols., 1989). Existen diversas opiniones en cuanto al consumo de fibra. Spiller (1986) sitúa la IR de fibra alimentaria entre 35-40 g/d, que debe ser aportada fundamentalmente por cereales, . mientras que la Federation of American Societies for Experimenfal Biology recomienda valores algo.;inferiores, 20-35 g/d 52 Situación bibliográfica (Pilch, 1987). EI Comité para Dieta y Salud americano (libro, 85) aconseja cifras similares que se sitúan entre 25 y 35 g/d de fibra, que se cubren con cinco o seis raciones de verduras y frutas y seis o más raciones de pan, cereales y legumbres. Un 30% de la poblacibn con edad superior a los 65 años puede padecer procesos de diverticulosis en el colon. EI bajo contenido en fibra de la dieta de los países industrializados contribuye a desarrollar estas patologías, por déficit en la mecánica intestinal y aumento de la presión intraluminal (Sastre, 1999). Es fundamental que la dieta del anciano contenga una gran cantidad de alimentos ricos en fibras vegetales (Van Dokkum y cols., 1991), para evitar así el estreñimiento, y mantener una adecuada motilidad intestinal. En el estudio NHANES I(libro, 85), se indica que las personas con estreñimiento comen menos frutas y verduras y además estos individuos consumen menos calorías y alimentos que aquellos con hábitos intestinales normales. Se debe tener en cuenta que en las personas de edad avanzada, la dificultad en la masticación o deglución es un problema frecuente (Fischer, 1990), que les puede conducir a no comer muchos alimentos ricos en fibra (Schlenker, 1994). Por ello, se les sugiere que cocinen estos alimentos hasta que adquieran consistencia blanda o bien que los consuman en forma de puré. A pesar de los posibles efectos beneficiosos, no se recomienda tomar suplementos de fibra (Schlenker, 1994; NRC, 1989), ya que en cantidades excesivas contribuye a la disfunción intestinal e interfiere en la absorción de algunos micronutrientes, especialmente minerales, R-carotenos, vitaminas B^2 y E(Schlenker, 1994; NRC, 1988; Bidlack y col., 1986) 53 Situación bibliográfica 2.2.2.6.- Agua EI agua es el constituyente más abundante del cuerpo humano, supone alrededor del 60% del peso corporal en los adultos jóvenes y desciende hasta aproximadamente el 50% en la edad avanzada (Schlenker, 1994). Todas las reacciones del organismo tienen lugar en un medio acuoso; el agua sirve como transportador de nutrientes y vehículo para excretar productor de desecho; lubrica y proporciona soporte estructural a tejidos y articulaciones y tienen un papel muy importante en la termon-egulación (Thomas, 1998). Además, se puede considerar un verdadero nutriente, especialmente en las personas mayores (NCR, 1989; Whtiney y col., 1983). La estimación real de las necesidades de agua en el anciano es variable y compleja y es difícil establecer unos requerimientos generales, que es la cantidad necesaria para equilibrar lás pérdidas, muy variables, y mantener una carga tolerable de solutos por los riñones, que depende de los.componentes de la dieta, entre otros factores (Carbajal, 1999). En ausencia de problemas serios, los requerimientos de líquidos en las personas mayores se calculan sobre la base de 30 ml/kg de peso corporal y día (Carbajal, 1999), es decir, dos litros diarios o como indican Russell y col. (1999) en su pirámide de alimentos modificada para personas mayores de 70 años, al menos 8 vasos de agua al día. Con la edad se producen cambios en la función renal y una importante disminución de la sensación de sed y estas alteraciones están muy relacionadas con los problemas de deshidratación (Krause, 1998; Chemoff, 1994) y de termorregulación (Naitoh y Burrell, 1998). Las necesidades de líquidos en ancianos pueden estar influenciadas por el consumo de fármacos, pues el agua corporal también afecta al volumen de distribución de los mismos (Schlenker, 1994; Carter, 1991). ^ , . . . ^ 54 Situación bibliográfica En las personas mayores el agua se convierte en una verdadera necesidad a la que hay que prestar especial atención y en muchos casos incluso se debe prescribir, como si se tratase de un medicamento (Steen, 1988). 2.2.3.- Hematología-serie roja La evaluación nutricional mediante et estudio hematológico de la serie roja se realiza a través de parámetros de rutina, que permiten, fundamentalmente, determinar la presencia de anemia. La anemia nutricional es un problema muy extendido en todo el mundo, afectando a distintos grupos de riesgo, entre los cuales se encuentran los ancianos (Demaeyer y col., 1989). Los criterios empleados para valorar la anemia, en las personas mayores, (WHO, 1968), son los mismos que ^para otros grupos, concentraciones sanguíneas de hemoglobina inferio^es a 130 g/L para hombres y a 120 g/L para mujeres, aunque otros autores como Joosten y col., (1992) establecen el límite en valores por debajo de 115 g/L, afirmación que concuerda con lo postulado por el Unites States Department of Health and Human Services (1982), que postula que el número de glóbulos rojos puede descender con la edad. Entre los tipos de anemias que suelen aparecer en los mayores, se encuentran la fen•opénica que cursa con hipocromía, junto con un contaje de reticulocitos, concentración de ferritina, hien-o sérico, y saturación de transferrina bajos, y la anemia de la enfermedad crónica, que se caracteriza por hipo 0 normocromía y contaje bajo de reticulocitos, con ferritina alta o normal, hierro bajo y saturación de transferrina normal (Joosten y col., 1992; Scott y col., 1993). Esta última, puede aparecer con artritis reumatoide u osteoartritis, infarto de miocardio, enfermedad inflamatoria del intestino, enfermedad renal e infección leve (libro, 194). Además, los factores socioculturales como la pobreza y el aislamiento que conducen a.una menor ingesta de alimentos provocan niveles subóptimos de hierro. . , . ^ 55 Situación biblio9ráfica Se debe considerar que la determinación del hierro sérico, tiene serias limitaciones, ya que la concentración de este oligoelemento es reflejo del equilibrio entre varios factores, el hierro absorbido, el utilizado para la síntesis de hemoglobina, el liberado por la destrucción de hematíes y los depósitos almacenados, además de estar sujeto a variaciones circadianas (Acevedo y Polanco, 1988). A pesar de las consideraciones anteriores, diversos estudios muestran una baja prevalencia de anemia ferropénica, entre un 2% y 6%, en individuos mayores (Rodger y col., 1987; Martinez y col., 1988; Dallman y col., 1984). En el estudio europeo SENECA, se encuentran datos similares, aunque los resultados de prevalencia de anemia pueden haber sido subestimados (Dirren y col., 1991). Por su parte, Joosten y col., (1992), White y col., (1993), DHSS, (1972), (1979) y Elwood y col., (1972) .observan que un 13% de ancianos no institucionalizados presentan anemia por deficiencia de hien-o y ésta es más frecuente en mujeres que en hombres, mientras Schlenker (1994), en ancianos no institucionalizados halla que el hierro sérico es más bajo en hombres que en mujeres. Un funcionamiento eritropoyético correcto requiere no sólo la presencia de hierro sino también la de folatos y vitamina B^2 (Hernández, 1992). Así, el déficit de ácido fólico es causa de anemia nutricional, afectando principalmente a las personas de edad avanzada, población en la que la carencia de folatos es más frecuente que la de hien-o (Hercberg y col., 1986; Carmel, 1996). De igual modo, la vitamina 6^2, como ya se ha comentado, es fundamental en la etapa inicial de formación de ADN y su déficit dificulta la maduración y división nuclear produciendo, en este caso, una anemia de características megaloblásticas (Vives, 1988; Davenport, 1996). En condiciones normales, el organismo posee grandes reservas de vitamina B^2 capaces de cubrir las necesidades durante varios años. Por ello, los casos más frecuentes de deficiencia se asocian con una absorción defectuosa o con alteraciones metabólicas, Fomo la ausencia de 56 Situación bibliográflca factor intrínseco, una glucoproteína presente en el jugo gástrico, indispensable para la absorción de la vitamina (Vives, 1988). Por último, cabe señalar que en los estados de escasez generalizada de nutrientes aparece una reducción de la concentración de hemoglobina, que en algunas ocasiones puede ser grave. La anemia suele ser de tipo normocítico y normocrómico, pero son infrecuentes las formas micro y macrocíticas, que orientan generalmente hacia el déficit de algún nutriente concreto (Baker y col., 1983; Fondu, 1989). 2.2.4.- Bioquímica La situación proteica visceral se mide de forma exacta y fiable por la concentración de las proteínas de síntesis hepática, albúmina, prealbúmina y factores del complemento. Niveles bajos indican depleción proteica y/o biodisponibilidad de aminoácidos disminuida para la síñtesis. proteica (Tojo y col., 1986). La afbúmina sérica es la proteína plasmática mayoritaria, y la principal responsable del mantenimiento de la presión coloidosmótica, además de transportar metales, iones, hormonas, metabolitos y fármacos (Bistrian y col., 1976). En las personas mayores, esta proteína ha sido descrita como un buen indicador de estado de salud (Rall y cols., 1995), ya que disminuye durante la inflamación crónica (Roubenoff y cols., 1995) y la malnutrición (Lesourd, 1995). La albuminemia baja, como valor pr.onóstico de supervivencia, ha sido señalado en ancianos institucionalizados (Ferguson y cols., 1993; Sullivan y col., 1995), independientes (Corti y cols., 1994) y en individuos sanos (Klonoff- Cohen, 1992). EI estudio longitudinal SENECA (Lesourd y cols., 1996), confirma que una concentración de albúmina inferior a 35g/L podría ser un factor de riesgo para personas de 70 años que viven independientes. 57 Situación bibliográfica Garry y col. (1989), indican que las concentraciones séricas de albúmina y proteína total son más bajas en ancianos, hombres y mujeres, que en adultos jóvenes. Baumgartner y col. (1996), observan que la disminución con la edad de albúmina sérica está asociada con pérdida muscular o sarcopenia en mayores de 60 años. La prealbúmina, por su parte, es una proteína muy sensible a la desnutrición precoz, por su corta vida media (2 días) y por su "pool" metabólico, afectándose más por la restricción energética que por el bajo consumo proteico (Shety y col., 1979). Numerosos autores están de acuerdo en afirmar que tanto la mayoría de los factores del complemento como su actividad hemolítica se afectan negativamente en casos de malnutrición, ^con la particularidad de que los valores revierten rápidamente cuando se recupera el estado nutricional (Chandra, 1975; Koster y col., 1981; Kumar y col. 1984). A pesar de la mortalidad selectiva debida a la edad, diversos estudios de cohorte en ancianos sostienen que anormalidades en el colesterol total y en las lipoproteínas del suero predicen enfermedades cardiovasculares (Rubi y col., 1990; Benfante y col, 1990; Harris y col., 1988), mientras otros investigadores (Carlson y col., 1972) afirman que esta asociación es débil. Las concentraciones lipídicas del suero dependen de factores genéticos y hormonales, dieta, actividad física, estado. de salud y consumo de algunos fármacos (SÉNECA investigators, 1996). Todos estos parámetros pueden estar alterados en la población de mayores y podrían explicar según Grunenberger y cols. (1996), por qué los limites normales de las concentraciones lipídicas séricas son ligeramente diferentes de la población adulta joven. EI colesterol sérico total aumenta hasta los 60 años.:,aproximadamente y 58 Situación bibliográfica disminuye más tarde en los hombres, mientras que en las mujeres esta situación se produce alrededor de los 70 años (Kannel, 1986; Castelli y col., 1977). EI estudio SENECA muestra que hay una gran diversidad en el perfil lipídico entre los datos obtenidos de distintos países europeos (Kafatos y cols., 1991). Este mismo estudio, realizado en 1996, por Grunenberger y cols. confirma, además, diferencias por sexo, siendo las concentración de HDL-colesterol y el cociente HDVcolesterol total más altos en las mujeres que en los varones. Estos resultados son semejantes a los observados por otros autores (Garry y col., 1992; Lamon-Fava y cols., 1994; Schaefer y cols., 1995). Cuando las mujeres de edad avanzada se comparan con grupos de adolescentes y adultos se obsenran concentraciones de colesterol, triglicéridos y LDL, en general, aumentadas, mientras que la de HDL diminuye (Zamboni, 1997; Wright, 1995; Garry, 1989). ^^ EI análisis de los niveles plasmáticos de vitaminas se utiliza para conocer la adecuación de la ingesta y, en ocasiones, como marcadores biológicos de diversos factores que pueden tener una acción protectora en ciertas enfermedades crónicas. EI estado vitamínico se establece determinando la ingesta y/o los niveles en plasma, suero o eritrocitos, suponiendo que estos últimos reflejan el estado biológico, resultado de ingesta, almacenamiento, utilización y eliminación. Sin embargo, su interpretación es todavía difícil debido a la falta de límites bien establecidos y datos sobre factores de variación, especialmente en personas mayores (Herberth y cols., 1986; Carbajal y cols., 1993). Lo que sí está demostrado es que, en general, los niveles séricos de vitaminas disminuyen con la edad (Bates, 1999; Homing, 1975; Garry y col, 1982). Bailey y col. (1997), Tucker (1995), Russell y col. (1992) y Ojeda y col. (1988) afirman que esta regresión del "status" de- vitaminas suele producirse sobre todo para las vitaminas Bs, B^2, D y los folatos. La prevalencia de concentraciones de cianocobalamina bajas en los 59 Situación bibliográfiĉa ancianos se sitúa entre el 3 y el 40,5%, dependiendo de los criterios empleados en el diagnóstico (Baik y col., 1999; Barber y col., 1989; Blundell y cols., 1985; Carmel, 1997; Elwood y cols., 1971; Garry y cols., 1984; Yao y cols., 1994). Quin y col. (1996), afirman que en mayores de 65 años, aunque los valores medios de ingesta dietaria y de concentraciones plasmáticas de folato pueden indicar una situación adecuada, una proporción de ancianos podrían tener todavía riesgo nutricional. Bailey y col. (1997), Payette y col. (1991) muestran una asociación débil, aunque significativa, entre la ingesta de folato y la concentración del mismo en plasma, mientras que Southon (1994) no encuentra dicha asociación. La concentración plasmática de ácido ascórbico parece ser más alta en mujeres que en hombres con ingestas similares (Wright, 1995). En 145 ancianos no institucionalizados, una parte presentan concentraciones plasmáticas bajas de ácido ascórbico a pesar de tener ingestas aparentemente adecuadas (Bayley y col., 1997). Las concentraciones séricas de R-caroteno están relacionadas positivamente con la ingesta, el consumo de alcohol y el tabaco y negativamente con el IMC (Heseker y col., 1994, Stryker, 1988 de Heseker); además, parece ser que los hombres deben consumir más R-caroteno para alcanzar los niveles plasmáticos de las mujeres (Heseker y col., 1994). Gany y col. (1987) encuentran que el aumento de los niveles plasmáticos de la vitamina A está relacionado con un descenso del colesterol en plasma. Por otra parte, el "status" de vitamina D en los ancianos puede deteriorarse por diversos factores, como falta de exposición al sol, disminución de la ingesta, absorción posiblemente baja, y una posible reducción de la 25- hidroxilación del colecalciferol en el hígado (Bidlack y col., 1990; Wright, 1995). so Situación bibliográflca Heseker y col. (1994), observan que los niveles plasmáticos de vitamina E no parecen alterarse con la edad, aunque son más altos en las mujeres (Haller, 1991; 1996; Heseker y cols., 1992; Gregory y cols., 1990). Además, el tocoferol se asocia con los constituyentes lipídicos del plasma como beta- lipoproteínas (Brubacher y cols., 1974; Haller, 1991), colesterol y triglicéridos (Lehman y cols., 1977; Haller, 1991). 2.2.5.- Parámetros inmunológicos En la actualidad existe un gran interés por conocer y profundizar en la interacción de la inmunidad y el estado nutricional en las personas de edad avanzada. Los cambios inmunológicos relacionados con la edad han sido el punto de atención de los trabajos más recientes (Lesourd, 1999; Chandra, 1999), habiéndose informado anteriormente que la respuesta inmune disminuye con la edad (Chandra, 1997; Lesourd, 1997; Makinodan, 1995) aumentándose así, la susceptibilidad a enfermedades de diferentes etiologías (Stemberg y col., 1997; Payette, 1990; Lipschitz, 1991). Se debe considerar que en la mayoría de los estudios sobre envejecimiento e inmunidad no se suele contemplar la posibilidad de patologías asintomáticas (Lesourd y col., 1999). Además, se suele seguir el protocolo SENIOR (Ligthart y cols., 1984) que establece unos criterios para estudios inmunogerontológicos, que a juicio de Lesourd y cols., ( 1994), Mazari y col., (1998) y Taill y cols., (1985) no parecen muy precisos, ya que aparte de excluir posibles situaciones patológicas subclínicas, tampoco consideran deficiencias nutricionales o factores ambientales que influyen en la respuesta inmune. s^ Situación bibliográfica 2.2.5.1.- Inmunidad celular EI número de linfocitos en sangre periférica disminuye en las personas mayores (Huppert y cols., 1998; Chandra, 1997; Lesourd, 1997; Lesourd y cols., 1994), representando una reducción entre un 10 y un15% en nonagenarios sanos (Mazari y cols., 1998), esta reducción que puede no ser detectada en ancianos más jovenes (Wick y col., 1997) aunque existen resultados contradictorios (Huppert y cols., 1998). Lesourd, (1997) y Makinodan, (1994) indican en personas de edad avanzada, con una respuesta inmune deteriorada, que los cambios más frecuentes, aparecen en la inmunidad mediada por células. Sin embargo, el declive inmunológico no es inevitable, ya que ciertos autores afirman que algunos aspectos de la inmunidad como la produccibn de IL-6, no disminuye en los mayores sino que aumenta (Erschler y cols., 1993; Kubo y col., 1990), lo cual podría conducir a un nuevo concepto de desajuste inmune relacionado con el envejecimiento (Shearer, 1997; Lesourd y col., 1994; Ben-Yehuda y cols., 1994). Durante el proceso de envejecimiento disminuye la capacidad de las células T de detener la proliferación clonal (Tyan, 1981) y de madurar en tejidos linfoides, hechos que se unen a una función tímica deteriorada (Hirokawa y cols., 1994), con la consiguiente bajada en el contaje de las subpoblaciones de linfocitos T(Lesourd, 1997; Lesourd, 1995; Makinodad y cols., 1995; Lesourd, 1990). Así, las personas mayores expresan muy pocas células T maduras (CD3) y un número alto de células T inmaduras (CD2). Estos cambios se detectan a partir de los 50 años, incrementándose ligeramente más tarde, del mismo modo que en los muy mayores (Huppert y cols., 1998). Las células T inductoras (CD4), parecen menos afectadas ya que o permanecen invariables (Wick y col., 1998; Lesourd y col., 1994) o disminuyen ligeramente (Chandra, 1997). En cuanto a los linfocitos T citotóxico-supresores 62 Situación bibliográfica (CD8), no existen criterios unánimes sobre los efectos de la edad, ya que Wick y cols., (1998) y Lesourd y col. (1994) indican que están disminuidos mientras que según Chandra (1997) pueden ser normales o estar aumentados. En personas mayores, niveles de albúmina más bajos, aún dentro del rango normal (35-40g/L) están unidos a valores menores de linfocitos CD3 y CD8 y mayores de CD2 y CD57, lo que significa que los cambios en las subpoblaciones linfocitarias están relacionados con un estado nutricional deteriorado (Lesourd y cols., 1994). Además, todos los ancianos con albuminemia baja presentan valores más bajos de la subpoblación CD4, cambio no observado cuando se superan los 40g/L de albúmina (Mazari y col., 1994). En las personas de edad avanzada, la función imune celular valorada a través de la respuesta a tests de hipersensibilidad retardada cutánea (THRC) puede estar disminuida (Lesourd, 1992; Chandra, 1995), afirmándose que la anergia, caso de existir, puede ser pronóstico de mortalidad (Chandra, 1995; Goodwin, 1995). Algunos nutrientes específicos tienen funciones prioritarias sobre algún componente del sistema celular implicado en la respuesta inmune, existiendo numerosos estudios sobre su relación con el envejecimiento (Lesourd, 1999; Lesourd, 1994; Chandra, 1991; Santos, 1997; Herberth y col., 1992). Los lípidos de la dieta pueden modificar la respuesta mediante dos mecanismos, uno físico, a través de la incorporación de lípidos a la membrana de los linfocitos, alterando su permeabilidad, y otro bioquímico, en tanto que son precursores de prostaglandinas y éstas intervienen en reacciones de hipersensibilidad (Dillon, 1985; Meydany, 1995). - Dietas deficientes en ácidos grasos esenciales pueden deprimir la inmunidad celular evaluada por THRC (Thomas y Erickson.,; 1985; Cederholm y 63 Situación bibliográfica col., 1994). También las dietas ricas en ácidos grasos poliinsaturados pueden resultar perjudiciales para la función inmune celular, y algunos autores han señalado que un consumo de ácidos grasos saturados o poliinsaturados superior al 16% de la ingesta calórica origina un deterioro de dicha función (Yumura y cols., 1985; Olson y col., 1987). La deficiencia en ácido fólico, piridoxina, cianocobalamina y probablemente el ácido ascórbico pueden causar trastomos inmunológicos ya que el efecto de las deficiencias simultáneas en varios micronutrientes puede ser aditivo o incluso sinérgico (Bates, 1999; Tucker, 1995; Suboticanec, 1989). Se ha comprobado que la suplementación con piridoxina mejora la función linfocítica y estimula la inmunocompetencia en ancianos (Talbott, 1987, Pérez-Palencia, 1983). EI porcentaje de^. células T-inductoras es ligeramente menor en ancianos con deficiencia en vitamina Bs (Rall, 1993). A la vitamina C se le han adjudicado efectos curativos de enfermedades infecciosas (VanderJagt, 1989). Además, en algunos estudios se observa una disminucibn de la anergia en ancianos, después de suplementación a corto y largo plazo con ácido ascórbico (Goodwin y col., 1988; Herbeth, 1992). Dosis moderadas de cinc se asocian con una mejor respuesta a THRC, además, se incrementa el número de células T circulantes. La adición de cinc "in vitro" corrige el deterioro de la actividad de células NK (Chandra, 1995). Por tanto, la suplementación con cinc podría .mejorar la respuesta inmune, sin embargo, altas dosis del mismo podría deteriorarla (Chandra, 1995). La malnutrición proteico-calórica ejerce una gran influencia en la respuesta inmune de las personas mayores (Chandra, 1992; Lesourd, 1990). En este grupo la inmunidad celular aparece deteriorada cuando la comparamos con ancianos sanos o aparentemente sanos. .^sta situacibn se 64 Situación bibliográfica confirma por los cambios que se producen en la subpoblación linfocitaria CD2, que disminuye, -y la CD57, que aumenta (Lesourd, 1999). En cuanto a los efectos de la malnutrición sobre las células T inductoras (CD4), en individuos jóvenes, son las más afectadas en los estados de malnutrición, encontrándose valores por debajo del 40% de los obtenidos en poblaciones bien nutridas. En contraste, los linfocitos T citotóxico-supresores (CD8) sólo sufren, en estas condiciones, una moderada reducción (Chandra y col., 1982; Dow y Heatley, 1984; Tomkins, 1986; Chandra, 1992; Chandra, 1997). Ambas modificaciones originan un marcado descenso del cociente CD4/CD8, lo que hace que sea un buen índice evaluador del estado nutritivo, detectando incluso situaciones subclínicas de malnutrición (Tojo y Regueiro,1986; Chandra, 1992). ^ La respuesta a THRC, tanto a antígenos nuevos como de recuerdo, aparece profundamente deprimida en estados de malnutrición (Chandra, 1992; Cedefiolm y cols., 1994). En las personas de edad avanzada, además de malnutrición, es posible encontrar una situación contraria como es la obesidad, debido a un desequilibrio entre la ingesta de energía y el gasto energético (Tremblay y col., 1989; Láwik y col., 1994). Nieman, (1999), Chandra, (1980) sugieren que la obesidad puede estar asociada con alteraciones de la inmunidad..La relación entre exceso adiposo e inmunidad ha sido estudiada, principalmente, en modelos animales de obesidad, particularmente en roedores. Resultados de estudios epidemiológicos y clínicos sugieren que la incidencia y la severidad de las infecciones son más altas en individuos obesos que en no obesos. Sin embargo, existen pocos trabajos que valoren directamente aspectos específicos de la inmunidad en obesos humanos (Nieman, 1999; Fisher, 65 Situación bibliográfica 1990). Los ratones ob/ob y db/db, genéticamente obesos, resultado de mutaciones recesivas autosomales, se caracterizan por hiperfagia, reducido gasto de energía expedida, alteraciones hormonales y disminución de la inmunocompetencia. En estos ratones se observa niveles elevados de glucemia, insulinemia, adrenocorticotropinemia y corticosteronemia y bajos de la hormona del crecimiento; dichos valores se asocian con una respuesta inmune alterada (Jebb, 1999). Existen menos trabajos sobre la función inmunológica de animales inducidos a la obesidad mediante dieta. Así, en perros sobrealimentados se observa una menor resistencia a la infección bacteriana y viral que los que tuvieron un consumo normal de alimentos.- EI descubrimiento de la proteína adipsina podría suponer un vínculo de unión entre obesidad y estado inmunológico. EI gen que expresa la adipsina, una serin-proteasa secretada por las células adiposas tiene una actividad idéntica que el factor D del complemento en humanos. Este último, tiene un papel importante en la neutralización de patógenos. No obstante, a día de hoy, el significado del deterioro de la expresión del gen de esta proteína para la inmunocompetencia no parece claro (Stallone, 1994). Los efectos de la obesidad sobre el número de linfocitos T, no parecen existir, mientras que la respuesta a THCR disminuye en más de un tercio en obesos. Además, el deterioro de la función inmune que se asocia con deficiencias clínicas o subclínicas de cinc y/o hierro, es más significativa en el grupo obesos que en el grupo control y revierte con terapia de suplementación (Chandra y col., 1980). Nieman y cols. (1999), comparan la función inmuqe en obesos y no ss Situación bibliográfica obesos y encuentran que la obesidad está unida a un elevado contaje de leucocitos y subpoblaciones linfocitarias, excepto para las células CD57. EI tratamiento de la obesidad, implica en ocasiones déficit nutricionales que conllevan un deterioro inmunológico. Así, pacientes sometidos a by-pass gástrico, desarrollan complicaciones neurológicas y deficiencias de micronutrientes, particularmente de folatos, vitamina B^2 y hierro, implicados todos en el mantenimiento de la función inmune. De igual modo, las dietas para reducir peso conducen a alteraciones inmunológicas durante y después de la reducción del peso (Stallone, 1994). 2.2.5.2.- Inmunidad humoral La edad avanzada no parece ser un factor muy importante en los cambios que sufren los índices de la inmunidad humoral (Lesourd, 1990). Así, las subpoblaciones de células B, así como su proliferación, no.se modifican con la edad (Lesourd, 1990). Además, las concentraciones de algunas inmunoglobulinas, como IgA e IgG pueden aumentar con la edad, lo cual podría sugerir una respuesta a anticuerpos aumentada en ancianos (Lesourd, 1997; Chandra, 1995), sin embargo, otros autores afirman que está disminuida (Rajczy, 1986; Weksler, 1995). En cuanto a nutrientes específicos, se ha puesto de manifiesto en modelos experimentales que, tanto la cantidad como la calidad de la proteína ingerida en la dieta modifica en cierta forma la inmunidad humoral. La deficiencia proteica conduce a una disminución de inmunoglobilinas séricas y deterioro en la formación de anticuerpos (Scrimshaw, 1997). Además, cuanto mayor es el valor biológico de la proteína ingerida, mayor es la cantidad de linfocitos B que responden a estímulos inmunológicos (Bounous y Kongshaun, 1982, 1985). 67 Situación bibliográfica En relación a tas vitaminas hidrosolubles, la deficiencia en vitamina Bs es frecuente en ancianos institucionalizados y en enfermos (Guilland yc ols., 1984), mientras que no lo es en mayores independientes (Manore y col., 1989), aunque algunos de estos últimos pueden presentar ingestas y niveles plasmáticos de la vitamina bajos (Gany y col., 1982). La deficiencia de piridoxina afecta la maduración y diferenciación de linfocitos B e indirectamente la producción de anticuerpos (Rall, 1993; Lesourd, 1995; Lesourd, 1992, Chandra, 1985). Las vitaminas liposolubles, por su parte, parecen ejercer una mayor influencia sobre la inmunidad humoral. La carencia de vitamina A puede originar una menor producción de anticuerpos específicos para antígenos proteicos (Friedman y Sklan, 1989; Ward y Semba, 1994). La vitamina E evita la peroxidación de AGP en las membranas que controlan el reconocimiento de los cuerpos extraños y la repuesta activa de las células inmunitarias, protegiendo al organismo del ataque de radicales libres (Bribivia y col., 1994). Dicho ataque representa un importante mecanismo en el proceso de envejecimiento asociado a patologías (Keher y col., 1994) o normal (Harman , 1995). La suplementación con dosis altas de vitamina E mejora la respuesta inmune (Meydani y col., 1997), aunque dicha suplementación no sea frecuente en ancianos (Amorin-Cruz y col., 1996). En cuanto a la malnutrición, parece afectar en menor grado a la inmunidad humoral (Chandra, 1992). EI mismo autor (1983) señala que en esta situación se produce una reducción en el número de células productoras de anticuerpos y en la cantidad de inmunoglobulinas secretadas, que se atribuye al deteriorado papel de los linfocitos T colaboradores sobre la producción de anticuerpos. - Cuando se observa la relación entre obesidad y sistema inmune, en el caso de las inmunoglobulinas séricas, no parece existir ..diferencias entre ss Situación bibliográfica obesos y no obesos (Chandra y col., 1980). 2.2.5.3.- Inmunidad inespecífica Los estudios sobre la inmunidad inespecífica en las personas mayores son numerosos, centrándose la relación de malnutrición e interleucinas, capacidad fagocítica y bactericida de los leucocitos polimorfonucleares y macrófagos (Chandra, 1983;1983;1995; Chevance y cols., 1985; Lesourd y cols., 1990; 1995; 199). Sin embargo estos componentes del sistema inmunitario no se han recogido en este trabajo, y por tanto sólo se hará una breve referencia a ellos. Alés-Martinez y cols. (1988) y Ligthart y cols. (1986) observan que las células "natural killer" (NK) o CD57 aumentan con la edad, aunque Huppert y cols., (1998) afirman que los niveles permanecen constantes. EI incremento de las NK está asociado con una disminución de los linfocitos CD3 (Alés-Martínes y cols., 1988; Lesourd y col., 1994). Bellavia y cols., (1999), estudian el sistema del complemento en personas mayores sanas y observan que los niveles de C3 y C4 se sitúan en el rango de normalidad, incluso en mayores centenarios. EI déficit de vitamina 6^2 parece dañar las actividades metabólicas asociadas a la fagocitosis, ya que provoca un gran descenso de la activación del eje hexosa-monofosfato, así como un deterioro de la actividad bactericida intracelular (Baum y col., 1994). La vitamina A tiene una gran importancia en el mantenimiento de la integridad de los epitelios y su déficit se ha relacionado con un aumento en la susceptibilidad e incidencia de infecciones, una may;or adherencia bacteriana a 69 Situación bibliográfica las células epiteliales respiratorias, alteraciones de la fagocitosis y menor actividad de las células NK (Ward y Sempa, 1994). Las funciones de los macrófagos parecen estar preservadas o incluso aumentadas con la edad (Griogolo y col., 1994). Los macrófagos tienen un contenido elevado de tocoferol y un suplemento de esta vitamina en la dieta puede ser beneficiosos para optimizar la respuesta inmune (Meydani y Hayek, 1992). La carencia de cinc es capaz de inducir una alteración de la capacidad bactericida y fagocítica de los macrófagos (Dowd y Heatley, 1984). En cuanto al efecto de la malnutrición sobre el sistema del complemento, origina una menor concentración de^ la mayoría de sus componentes, especialmente los factores C3, C4, C5 y B, así como de la capacidad hemolítica total del suero (Chandra, 1994; Chandra, 1980; Kergoat y col., 1987). La obesidad no parece afectar al complemento, ya que, según Chandra y col., (1980), no se observan diferencias entre obesos y no obesos, mientras que la capacidad bactericida de los polimorfonucleares disminuye un tercio en los primeros. 2.3.- Consumo de lácteos y estado nutritivo La leche y sus derivados se consideran alimentos clave pues constituyen uno de los grupos básicos para una correcta alimentación de la población en general y especialmente en el colectivo de personas de edad avanzada. La inclusión de lácteos en la dieta ayuda a evitar déficits de nutrientes, mientras que su restricción puede asociarse con un aumento de la incidencia de alteraciones nutricionales y de patologías (McCarron ;y col., ;1991, Resnich y col., 70 Situación bibliográfica 1989). Los beneficios de los lácteos en las personas mayores se deben principalmente, a su aporte de calcio ya que palia problemas de desmineralización, a sus ventajas frente a dificultades de masticación (Rosenthal, 1991), a su buen aporte de agua, en situaciones en las que existe pérdida de la sensación de sed y deshidratación, a que son alimentos relativamente neutros en cuanto a su sabor y por ello fáciles de consumir en anorexia o inapetencia, y por último, porque se manipulan y preparan incluso en situaciones de incapacidad física (Moreiras y col., 1990). Además, es bien conocido el hecho que la leche tiene un contenido proteico alto, así como un contenido elevado de azúcar y oligoelementos, calcio, fósforo, hierro, magnesio, cinc y vitaminas 6^2 y 62. Además, es muy rica también en retinol o vitamina A, niacina y ácido fólico (Varela y col, 1991; Mayor Zaragoza, 1994). En cuanto a los minerales, resulta de un interés especial el aporte de calcio, como ya se ha comentado, y la excelente relación que mantiene este elemento con el fósforo (Moreno, 1995). En la dieta española, la leche y sus derivados son la fuente principal de calcio (Guillén, 1995), al igual que en la americana (Wood y col., 1997). Según el MAPA (1993) el aporte de calcio en la población española es aproximadamente 580 mg/d, lo que supone un 68% de la IR, mientras que en la población americana se sitúa entre el 55-75% de las RDAs (Block y col, 1985; Allen, 1982). En el estudio NHANES II (1989), se observa que la ingesta de calcio de los hombres supera al de las mujeres, además, las ingestas de mujeres cubren sólo el 60% de las RDA (Fanelli, 1989). En el mismo sentido se manifiestan Ortega y col. (1992a; 1995a), en cuanto a que en España el consumo de lácteos es algo inferior a lo adecuado, -lo que condiciona un aporte de calcio deficitario, especialmente en la población femenina. Respecto al fósforo el aporte sería de 416 mg/d lo que supone un 27% de la ingesta española estimada para el fósforo y el 52% de las RDAs (NCR, 1989). 71 Situación bibliográfica EI calcio es particularmente importante en las mujeres mayores porque ingestas bajas se relacionan con una densidad ósea reducida (Andon, 1991; Prince, 1995; Reid, 1995). Aunque las IR de calcio son de 800 mg/día (Departamento de Nutrición, 1998), la mayor parte de estudios ponen de relieve que gran cantidad de mayores sufren osteoporosis y no están en balance positivo con esa ingesta y manifiestan baja absorción intestinal de calcio, formación del hueso, incremento de la concentración de parathormona (PTH) y pérdidas de calcio urinario (Bales, 1995), por lo que se ha propuesto un incremento en el consumo de calcio hasta 1500 mg/día (Guillén, 1995), especialmente en el caso de mujeres postmenopáusicas (Munro y col., 1987), para minimizar la pérdida ósea (NHI Consens Statement, 1994, 8-9). Por otra parte, se debe considerar que las personas mayores, en general, para adaptarse a sus menores necesidades, disminuyen su ingesta calórica reduciendo la cantidad de todos los alimentos normalmente.. consumidos, en lugar de reducir selectivamente la ingesta (libro, 291). Aunque, no existe una clara asociación entre calcio e ingesta calórica, un 6% de las mujeres con ingestas inferiores a 20 kcal/kg muestran deficiencia de calcio, mientras que es de un 4% cuando consumen 26 kcal/kg, mientras en los hombres, estas diferencias son más altas, 39% y 4% para las ingestas calóricas referidas (McGandy, 1986). Holbrook y col. (1991), no encuentran ninguna relación en este sentido. La vitamina D, por su parte, es necesaria para una absorción óptima de calcio y salud ósea. Es bien conocido que en el caso de mujeres postmenopáusicas, la pérdida de estrógenos conduce a la pérdida de calcio, lo cual inhibe la secreción de PTH y a su vez la producción de calcitriol, pudiéndose afectar el status de vitamina D(Guillén, 1995). Wood y col. (1997), sugieren que dietas altas_en calçio. pueden reducir la 72 Situación bibliográfica absorción neta y el balance de cinc e incrementar los requerimientos del mismo en adultos. Sin embargo, otros estudios muestran que las dietas ricas en calcio aparentemente no afectan a la absorción de cinc (Castillo-Dura y col., 1991; Dawson-Hughes y col., 1986). Por último, en cuanto a los nutrientes, se ha de señalar que la utilización del calcio depende también de otros minerales como cobre (Davis y Mertz, 1987), cinc, ya comentado (Hambidge y col., 1986), manganeso (Hurley y col., 1987) y flúor (Krishnamachari, 1987); todos ellos han de ser consumidos de manera adecuada para que el calcio alcance su máxima biodisponibilidad. Por su parte, las leches fermentadas, son alimentos fáciles de consumir y digerir por las personas de edad avanzada, aportan gran cantidad de nutrientes de elevada bioutilización, y parecen tener una acción profiláctica y terapéutica, como mejora de la función intestiná y de la tolerancia a la lactosa, curación de dian•ea y estreñimiento, estimulación inmunitaria, protección de la flora gastrointestinal, protección frente a la osteoporosis y ayuda en el control de la hipertensión, que resultan muy útiles para las personas de edad avanzada. Dentro de una dieta variada y equilibrada su consumo se puede asociar con mejoras nutricionales y sanitarias y pueden contribuir a mejorar la calidad de vida del colectivo (Rosenthal, 1991). Las leches fermentadas aportan proteínas de alta calidad, al contener aminoácidos esenciales (Ortega, 1993), además dichas proteínas se somenten a un proceso de predigestión que mejora su biodisponibilidad (Gurr, 1991; Codony y col., 1988), este hecho puede ser beneficioso en las personas mayores, ya que en diversos estudios se ha puesto de manifiesto la importancia de elevar las recomendaciones de proteínas en el anciano (Fidanza , 1985; Munro y col., 1987), dado que en el envejecimiento se produce un deterioro en la digestión y utilización proteica (Howarth, 1989). 73 Situación bibliográfica En la actualidad se están realizando numerosos estudios sobre lácteos fermentados e inmunidad (Gill y cols., 2000; Araunachalam y cols., 2000; Gorbach, 2000; Bjorksten, 1999; Yoon y cols., 1999). Así, las bacterias ácido lácticas pueden ejercer efectos positivos en el sistema inmune, tanto a nivel intestinal como sistémico (Pardio, 1996; Link y col., 1994; Perdigón, 1986; Bianchi, 1987). La flora microbiana del yogur es capaz de frenar el desarrollo de patógenos en el intestino, evitando que pueda pasar al interior del organismo y también estimula los mecanismos de defensa local (Bianchi-Salvadori, 1987). Los primeros trabajos mostrando la acción inmunomoduladora del yogur son de Conge y col. (1980) y ponen de relieve en ratones, que el enriquecimiento de la dieta con yogur, se asocia con un aumento de la producción de IgG. Posteriormente, Simone y col. (1988) observan que el consumo de 200 g de yogur durante 28 días provoca la activación no específica de mecanismo de defensa, tanto contra patbgenos como contra células tumorales, produciéndose un aumento de las proteínas séricas totales, de los linfocitos B y de IgG. Según Antoine (1989), las leches fermentadas permiten estimular el sistema inmunitario y mejorar la habilidad de defensa frente a diversas bacterias y virus. Metchnikoff (1908), a principios de siglo, postula que las bacterias implicadas en la fermentación del yogur, Lactobacil/us bulgaricus y Strepfococcus fhermóphilus, suprimen las fermentaciones de tipo putrefactivo de la flora intestinal, como consecuencia la intoxicación por metabolitos como amonio y aminas se minimiza y la salud y la longevidad se aumenta. En este sentido, Mitsuoka (1993) indica que la alteración de la flora intestinal con incremento del número de bacterias patógenas contribuye a acelerar el proceso de envejecimiento y a aumentar la incidencia de enfermedades geriátricas. Por otra parte, en los ancianos la esperanza de vida parece aumentar si se evitan las deficiencias nutricionales y el exceso calórico .(Nikkila y col., 1990), 74 Situación bibliográfica el consumo de leches fermentadas puede ayudar a cumplir estos dos requisitos. Aunque son necesarias más investigaciones para conseguir una confirmación de las cualidades del yogur (Ortega, 1993). 2.4.- Efecto del tratamiento farmacológico sobre el estado nutricional La mejora de las condiciones socio-económicas y sanitarias en la sociedad actual han contribuido al aumento de la esperanza de vida, que conduce a un incremento del número de ancianos (Musso y Enz, 1996; Cobos y cols., 1996), cuyos problemas de salud conllevan a un mayor número de prestaciones, de todo tipo, incluidas las sanitarias (Cobos y cols., 1996). Las personas de edad avanzada^ son el grupo de población que más fármacos consume y el más susceptible a reacciones adversas a medicamentos (Valderrama y cols., 1998; Schlenker, 1994; Montamat, 1992; Nola y cols., 1988). Existen evidencias de que esta mayor susceptibilidad no es debida al envejecimiento y a los cambios en la farmacodinamia y farmacocinética, sino a las patologías y la polimedicación que a menudo están presentes (Gurwitz, 1991; Braberá, 1993). Además, la actitud pública de "hay una pastilla para cada queja y enfermedad", hace a la población de edad avanzada particularmente vulnerable (Vyckery, 1994). Cabe señalar que, en España, cerca del 70% de los mayores de 65 años reciben algún tratamiento, y es habitual que tengan prescritos de 4 a 6 fármacos/persona/día (Paz y col, 1994). Valden-ama y cols. (1998) observan en ancianos no institucionalizados que el 83% utilizan 1 o más medicamentos a diario y un 34.2% lo hacen en un número igual o superior a 4; estos datos son al de un estudio en Leganés (población consumidora: 80%; promedio de medicamentos por persona mayor: 2,6; Zunzunegui y col., 1997) y al de otro en Albacete (población consumidora: 75,6%; promedio de..; rxledicamentos por 75 Situación bibliográfica persona mayor consumidora: 3,17; López-Torres y cols., 1997), y semejante al reflejado en algunos estudios internacionales (población consumidora: 90%; promedio de medicamentos por persona mayor: 2,6-3,8; Nolan y cols., 1988; Chutka y cols., 1995). En cambio, el consumo fue elevado al comparar con otros estudios nacionales y extranjeros, tanto en la proporción de población consumidora (58,1-73%; MSC, 1989; 1989; 1996; Vila y cols., 1993; Jórgensen y cols., 1993) como en el promedio de medicamentos por persona mayor (1,7- 2,3; Vérez y col., 1997; Eiroa , 1994; Vega y cols., 1996; Hendriksen y cols., 1983). Sin embargo, la heterogeneidad metodológica hace difícit interpretar las diferencias existentes: distinta edad de inclusión de los sujetos y modo de obtener la información, exclusión de ciertas medicaciones, distinto período de estudio (Valderrama y cols., 1998). En general se puede indicar que entre el 30 y el 50% de los pacientes no cumplen las pautas terapéuticas que se les han asignado (Barberá, 1993). A ello contribuyen diversos factores como una disminución de la.. agudeza visual, alteraciones de la movilidad por procesos reumáticos, parkinson, etc, trastomos de memoria vinculados a la demencia, trastomos deglutorios por disminución de la cantidad de saliva (síndrome de Sjógren del anciano), debido a la pérdida de células acinares de las glándulas salivares o por compromiso del peristaltismo esofágico (Beck, 1992; Vickery, 1994). Los fármacos más frecuentemente consumidos por los ancianos incluyen analgésicos, digitálicos, antihipertensivos, diuréticos, anticonvulsivantes, laxantes, antiácidos, antidepresivos, antiarrítmicos y sedantes (Roe, 1984). Además, la mayoría de los estudios reflejan que las mujeres consumen más medicamentos que los hombres (Zunzunegui y col., 1997; López-Ton-es y cols., 1997; MSC, 1996; Vila y cols., 1993; Vérez y- col., 1997; Eiroa , 1994; Hendriksen y cols., 1983). Mariné y col. (1986, 1993), afirman que los medicamentos que con más frecuencia son objeto de automedicación, y susceptibles de interaccibn con los alimentos en su sentido: más amplio son los 76 Situación bibliográfica analgésicos, antibióticos, laxantes, antiácidos y antihistamínicos. EI consumo de medicamentos pueden influir en el estado nutricional de un individuo, alterando los patrones de absorción, utilización y excreción de nutrientes. Los cambios inducidos por los fármacos en el apetito o en los sentidos del gusto o el olfato pueden también modificar la ingesta. A su vez, la dieta puede actuar sobre la actividad farmacológica, a nivel de la absorción, metabolismo y excreción, alterando la respuesta del fármaco (Vyckery, 1994; Pinto, 1991). Ciertos alimentos o nutrientes pueden disminuir la efectividad de un tratamiento farmacológico o incrementar los efectos adversos del mismo (Vickery, 1994). En cuanto al grupo de analgésicos, el ácido acetilsalicílico tiene carácter de ácido débil, la presencia de alimentos en el estómago eleva el pH del fluido gástrico a 2,5-3,5, esta modificación conlleva, en principio, la existencia de una menor proporción de la forma no ionizada y, en consecuencia una velocidad de absorción más baja. Por otra parte, el efecto de la ingesta conjunta de los alimentos y el paracetamol se traduce en una menor absorción del fármaco, además, una ingesta rica en pectinas, junto con el retraso en la absorción, puede comprometerla, debido a que estos componentes alimentarios dificultan la absorción (Mariné, 1994). EI papel de los alimentos en antibióticos como amoxicilina, ampicilina y cefalosporinas es relativamente poco importante, produciéndose una disminución de la velocidad de absorción debido al retraso en el vaciamiento gástrico. La neomicina y kanamicina administrados con alimentos ricos en grasas, disminuyen la absorción por formación de complejos insolubles debido a la liberación de sales biliares (Mariné, 1994). - Por otra parte, el uso continuado de laxantes suaves puede dar lugar a hipovitaminosis. Los antiácidos son ^ fármacos que se u#ilizan con bastante 77 Situación bibliográfica frecuencia, y la elevación del pH a que dan lugar determina la degradación de la vitamina 61. Además, los antiácidos son sales del tipo fosfatos o silicatos de cationes trivalentes o divalentes pueden provocar disminución de la absorción de sales minerales por formación de precipitados (Mariné, 1994). EI alcohol puede afectar la farmacocinética de los fármacos por alteración del vaciamiento gástrico o metabolismo del hígado por inducción del citocromo P450. Por otra parte, los fármacos pueden afectar la farmacocinética del alcohol por alteración del vaciamiento gástrico e inhibición gástrica del enzima alcohol deshidrogenasa. Fraser (1997), señala que la ingesta de alcohol puede ser un factor contribuyente para el estado de enfermedad. La combinación de fármacos antiinflamatorios no esteroídicos y la ingesta de alcohol incrementa el riesgo de hemorragia gastrointestinales. - EI uso de suplementos nutricionales suele ser más prevalente entre las personas de edad avanzada (Tamblyn, 1996). Además, pueden actuar como fármacos, y si se usan de forma excesiva son perjudiciales para la salud nutricional y física. En muchas ocasiones se consumen en cantidades superiores a las IR y no siempre aportan los nutrientes que le faltan a la dieta (Vickery, 1994). Por otra parte, una alimentación desequilibrada, ya sea por defecto o por exceso, puede dar lugar a alteraciones en la cinética y en la actividad terapéutica de algunos fármacos. Así, las dietas hipocalóricas conducen a un aumento del catabolismo proteico que implica una disminución de la actividad enzimática necesaria para la metabolización de los fármacos. Un déficit de nutrientes, en general, reduce la disponibilidad de sustratos para la detoxificación por conjugación (Mariné y col., 1995).- Es bien conocido que en la población española existe un alto consumo proteico, lo cual puede producir un desplazamiento. de los f^rmacos unidos a 78 Situación bibliográfica proteínas plasmáticas, provocando un incremento de los efectos farmacológicos tbxicos (Mariné y col., 1995). Por todo ello, un adecuado conocimiento de los problemas de interacciones entre alimentos y medicamentos permite no sólo su detección, sino lo que es mucho más importante, especialmente desde una perspectiva de salud pública, su prevención (Roe, 1985). 7s 3. SUJETOS Y MÉTODOS Sujetos y Métodos 3.- SU.lETOS Y MÉTODOS 3.1.- Población objeto de los estudios Los estudios se Ilevaron a cabo en 119 ancianos de ambos sexos, 36 hombres y 83 mujeres, con una edad media de 70,6±6,41, no institucionalizados, que fueron seleccionados en dos Hogares del Pensionista, dependientes del Ayuntamiento de Madrid, donde acudían regularmente a realizar diversas actividades de ocio. Todas las personas que participaron, dieron su consentimiento previo por escrito. 3.2.- Diseño de los estudios Se pretende conocer, en primer lugar, el estado nutritivo de un colectivo de personas mayores y posteriormente, la influencia de determinados variables en dicho estado nutricional. A este fin, se diseñaron los siguientes estudios: 3.2.1.- Estudio de la situación nutricional de los ancianos Se evalúa la situación nutricional de las personas mayores: o H: Grupo de hombres (n 36) o M: Grupo de mujeres (n 83) 3.2.2.- Influencia de la contribución de la energía al gasto teórico (CEGT), en la situación nutricional de los ancianos Se evalúa cómo influye en la situación nutricional de H y M mayores la distinta contribución de la ingesta de energía al gasto teórico (CEGT). Los diferentes grupos se diseñaron en función de que dicha contribución esté entre so Sujetos y Métodos menos del 80%, 80-100% y más del 100%. EI cálculo de la CEGT se explicará en el apartado de parámetros dietéticos (3.5.2). o HCEGT1: Grupo de hombres cuya contribución de la ingesta de energía al gasto teórico es menor del 80% (n 15). o HCEGT2: Grupo de hombres cuya contribución de la ingesta de energía al gasto teórico está situada entre el 80% y el 100% (n 9). o HCEGT3: Grupo de hombres cuya contribución de la ingesta de energía al gasto teórico es mayor del 100% (n 12). o MCEGT1: Grupo de mujeres cuya contribución de la ingesta de energía al gasto teórico es menor del 80% (n 26). o MCEGT2: Grupo de mujeres cuya contribución de la ingesta de energía al gasto tebrico está situada entre el 80% y el 100% (n 39). o MCEGT3: Grupo de mujeres cuya contribución de la ingesta de energía al gasto teórico es mayor del 100% (n 18). 3.2.3.- Influencia del Índice de Masa Corporal (IMC), en la situación nutricional de los ancianos Se evalúa cómo influye en la situación nutricional de H y M mayores el índice de masa corporal (IMC). Los diferentes grupos se diseñaron siguiendo los criterios clásicos de Kuczmarski (1989) y Garrow (1981), en más de 20 kg/m2, de 25 kg/m2 y de 30 kg/m2, según se describe en el apartado de antropometría (3.5.1). o HIMC1: Grupo de hombres cuyo IMC está situado entre 20 y 25 kg/m2 (n 10). o HIMC2: Grupo de hombres cuyo IMC está situado entre 25 y 30 kg/m2 (n 19). - o HIMC3: Grupo de hombres cuyo IMC es mayor de 30 kg/m2 (n 7). o MIMC1: Grupo de mujeres cuyo IMC está situado entre 20 y 25 kg/m2 (n 12)• .. . . - 81 Sujetos y Métodos o MIMC2: Grupo de mujeres cuyo IMC está situado entre 25 y 30 kg/m2 (n 40). o MIMC3: Grupo de mujeres cuyo IMC es mayor de 30 kg/m2 (n 30). 3.2.4.- Influencia de la respuesta inmunolbgica (RI), en la situación nutricional de los ancianos Se evalúa cómo influye en la situación nutricional de H y M mayores la respuesta inmunológica. Los distintos grupos se diseñaron previa valoración de la función inmune celular " in vivo", mediante tests cutáneos de hipersensibilidad retardada, aceptándose los criterios de Jaurrieta y col. (1981), descritos en el apartado de parámetros inmunológicos (3.5.5). o HRB: Grupo de hombres con una buena respuesta (n 17). o HRD: Grupo de hombres con una respuesta defectuosa (n 19). o MRB: Grupo de mujeres con una buena respuesta (n 24). o MRD: Grupo de mujeres con una respuesta defectuosa (n 59). 3.2.5. Influencia del consumo de lácteos (RL), en la situación nutricional de los ancianos Se evalúa cómo influye en la situación nutricional de H y M mayores el consumo de lácteos. Los diferentes grupos se diseñaron en función de que las raciones de lácteos consumidas estuvieran por encima o por debajo de lo adecuado (Aranceta, 1996; Ortega y Requejo, 1995; Dietary Guidelines 1990). o HRL1: Grupo de hombres que consumían menos de dos raciones de lácteos al día (n 22). o HRL2: Grupo de hombres que consumían dos o más raciones de lácteos al día (n 14). o MRL1: Grupo de mujeres que consumían menos de dos raciones de lácteos al día (n 38). 82 Sujetos y Métodos o MRL2: Grupo de mujeres que consumían dos o más raciones de lácteos al día (n 45). 3.2.6.- Influencia del consumod e fármacos (F), en la situación nutricional de las ancianas Se evalúa cómo influye en la situación nutricional de las M el consumo de fármacos. Se diseñaron los gnapos en función de si consumían o no fármacos. Se ha considerado únicamente el grupo de mujeres porque los hombres presentaron una distribución muy diferente que hizo que no se pudiese realizar una comparación estadística. o NF: Grupos de mujeres que no consumen fármacos (n 34). o SF: Grupo de mujeres que consumen fármacos (n 49). 3.3.- PARÁMETROS ESTUDIADOS En cada uno de los grupos objeto de los estudios anteriormente citados se determinaron: 3.3.1.- Parámetros antropométricos - Edad - Talla - Peso - Índice de Masa Corporal (IMC) - Peso ideal - Piegues cutáneos: bicipital (PB), tricipital (PT), subescapular (PS), suprailiaco (PSI) - Relación cintura/cadera (RCC) _ - Masa Grasa (MG) - Masa Libre de Grasa (MLG) - Masa Muscular (MM) . , 83 Sujetos y Métodos Triglicéridos Colesterol total Lipoproteínas: HDL-C, LDL-C, VLDL-C Vitaminas: retinol, tocoferol, folatos sérico y eritrocitario, cianocobalamina sérica, alfa-EGR, vitaminas 25-OH-D y 1,25-OH-D 3.3.5.- Parámetros inmunológicos - Recuento de leucocitos y linfocitos - Recuento y porcentaje de subpoblaciones linfocitarias: CD3 (linfocitos T maduros), CD4 (linfocitos T colaboradores), CD8 (linfocitos T citotóxicos-supresores), CD19 (linfocitos B) - Tasas séricas de inmunoglobulinas IgG, IgA, IgM - Factores del sistema del complemento C3 y C4 - Función inmune celular "in vivo" a través de la valoración de respuestas a tests de hipersensibilidad retardada cutánea. 3.3.6.- Consumo de fármacos 3.4.- TÉCNICAS ANALÍTICAS 3.4.1.- Parámetros antropométricos 3.4.1.1. Toma de datos Todas las medidas antropométricas se efectuaron por la mañana con el individuo en ayunas. EI peso y la talla se determinaron con el individuo descalzo y en ropa interior con una báscula digital electrónica (modelo Seca Alpha) (rango 0,1-150 Kg) (c.v.=0.1%) y un estadiómetro digital Harpender (rango 70-205 cm) (C.V.=0.3%). - Los pliegues cutáneos se midieron en el lado del cuerpo no dominante, utilizando un lipocalibre Holtain que tiene una presión constante de 10 g/mm2 de 85 Sujetos y Métodos Kuczmarski, 1989; WHO, 1986 y OMS, 1997). peso (kg)/ talla2 (m2) - Porcentaje del peso corporal respecto al ideal (PIR): Estableciendo el peso ideal de acuerdo con los criterios de: - Broca: P.ideal=talla (cm)-100 - Lundh: varones; P.idea1=6+0,78[talla(cm)-100]+0,17xedad, mujeres; P.idea1=7+0,71 [tallacm-100]+0,17xedad Se obtuvo la media del peso ideal y se calculó la adecuación del peso real respecto al ideal mediante la ecuación de Parizkova (1989): (P.real/P.ideal)x100. - Relación cintura cadera (RCC): cincunferencia de la cintura/circunferencia de la cadera. ^ b) Porcentaie de grasa corporal (GC) .. Se calculó de acuerdo con el criterio de Siri (1956): % Grasa corporal = (495/densidad-450) Densidad varones = 1.1715-0.0779x1og (Pliegues) Densidad mujeres = 1.1339-0.0645x1og ( Pliegues) Pliegues (mm)= PB + PT + PS + PSI (Durni y Womersley,1974). c) Masa libre de grasa (MLG) De acuerdo con las ecuaciones de Méndez y Lukaski, (1981): MG = % grasa x P/100 MLG = Peso - MG 3.4.2.- Parámetros dietéticos - La técnica empleada para el estudio de los parámetros dietéticos ha sido el "Cuestionario de Registro del Consumo de Alimentos", durante 7 días, incluyendo un festivo. - , _ 87 Sujetos y Métodos - Energía y nutrientes_ Los alimentos ingeridos por cada anciano, se transformaron en energía y nutrientes utilizando las Tablas de Composición de Alimentos (Moreiras y cols., 1998). De este modo se calcularon las ingestas de : - Energía - Proteína - Lípidos - Hidratos de carbono - Ácidos grasos - Fibra - Colesterol - Minerales - Vitaminas La contribución de la ingesta de energía al gasto teórico (CEGT) en porcentaje, se obtuvo a partir de las siguientes ecuaciones: (Energía / GT) x 100 GT=TMB x coeficiente de actividad La tasa metabólica basal (TMB), se estimó mediante las ecuaciones propuestas por la Organización Mundial de la Salud (W.H.O., 1985): Hombres (60 años): TMB (kcal/día) _ (15,3 x peso) + 679 Mujeres (60 años): TMB (kcal/día) _(14,7 x peso) + 496 En cuanto a la contribución de los macronutrientes al total calórico fue calculada teniendo en cuenta los siguientes coeficientes (Southgate, 1974): - proteína 4 kcal/g - grasa 9 kcal/g - hidratos de carbono 3,75 kcal/g _ - alcohol 7 kcal/g ss Sujetos y Métodos La fibra se refiere a la suma de polisacáridos no digestibles más la lignina. La niacina, se expresó en equivalentes de niacina, teniendo en cuenta la contribución del triptófano: mequivalentes de niacina = mg niacina +(mg triptófano / 60) y el ácido fólico en folatos totales. La vitamina A en equivalentes de retinol, que considera además la contribución de carotenos. Para calcular el contenido de energía y nutrientes de aquellos alimentos consumidos por la población anciana que no estaban incluidos en las Tablas de Composición de Alimentos (Moreiras y cols., 1998) se utilizaron las de Souci y col. (1989). - Cálculo de adecuación de la ingesta a las IR se Ilevó a cabo utilizando las Tablas de Ingestas Recomendadas de Energía y Nutrientes para la Población Española (Departamento de Nutrición, 1998), teniendo en cuenta la edad y la actividad física de los sujetos estudiádos. La calidad de la dieta se estudió mediante el cálculo del perfil calórico, que representa el porcentaje de energía respecto al total aportado por los macronutrientes (NCR, 1989) y el perfl lipídico, es decir, el porcentaje de energía aportado por los ácidos grasos (NCR, 1989). 3.4.3.- Parámetros hematológicos-serie roja EI recuento de hematíes, leucocitos y las determinaciones de: hemoglobina, índice hematocrito, volumen corpuscular medio (VCM), hemoglobina corpuscular media (HCM), concentración de hemoglobina corpuscular media (CHCM) se cuantificaron en un analizador Coulter S. Plus (Cox y col., 1985). 3.4.4.- Parámetros bioquímicos Las proteínas séricas totales se determinaron por el método de Biuret, basado en la formación de un complejo coloreado entre los. iones de cobre con ss Sujetos y Métodos uniones peptídicas de las proteínas. Este método está modificado por Gomall para evitar la precipitación de hidróxido de cobre y la autorreducción de la sal de cobre, utilizando tartrato-sódico-potásico como estabilizador (C.V. = 2.9 %) (Gornall y col., 1949). La albúmina sérica se basa en la combinación específica de la albúmina con el verde de bromocresol (BCG), formando un complejo coloreado, cuya intensidad de color es proporcional a la concentración de esta proteína. La lectura se realizó a 630 nm en un espectrofotómetro SHIMADZU (controles Beckman) (C.V. = 3.5%) (Rodley, 1965). Las globulinas se obtienen por cálculo matemático a partir de los valores de proteínas totales y de albúmina. La prealbúmina sérica se determinó por inmunonefelometría cinética, utilizando un anticuerpo específico para la prealbúmina (Jacob y Gorman, 1983), en un analizador Array Protein System de Beckman. Mide la velocidad de aumento de la luz dispersa producida por partículas suspendidas en la solución de complejos formados durante la reacción antígeno-anticuerpo. Este aumento de luz dispersa, resultado de la reacción antígeno-anticuerpo, se convierte en una señal de pico cinética, la cual es función de la concentración de prealbúmina de la muestra. Los triglicéridos séricos se determinaron por un método enzimático- colorimétrico (GPO-PAP) (Merck). En primer lugar se realiza una hidrolisis alcalina para obtener glicerol, y sigue una secuencia de reacciones enzimáticas con glicerol-Kinasa, glicerol oxidasa y peroxidasa, dando lugar a la formación de un cromógeno 4-o-benzo-quinono-monoimido-fenazona (C.V. = 2.8 %) (Bucolo y David, 1973). EI colesterol se determinó por un método enzimático-colorímetrico 90 Sujetos y Métodos (CHOD-PAP), tras una primera fase, los esteres de colesterol se hidrolizan mediante la colesterol esterasa. A continuación, mediante una oxidación enzimática por colesterol oxidasa se forma H2O2. Por último, ésta junto con 4- aminoantipirina y 2-clorofenol en presencia de peroxidasa da lugar a una quinonimina. La absorbancia de esta quinonimina es proporcional a la concentración de colesterol presente en la muestra y se lee a 540 nm (C.V. _ 2.2 %) (Allain y col., 1984). Las lipoproteínas plasmáticas: HDL-Colesterol en una primera etapa se precipitan los quilomicrones, las VLDL y las LDL por adición de ácido fosfotunstico e iones magnesio. Después se determina por un método enzimático-colorimétrico la concentración de HDL-Colesterol presente en el sobrenadante, después de centrifugar la muestra (C.V. = 2.4 %) (Allain y col., 1984). VLDL-Colesterol se obtiene por cálculo matemático a partir de los triglicéridos (dividiendo estos entre cinco), siempre que la concentración de triglicéridos en suero sea inferior a 400 mg/dL. LDL-Colesterol se calcula a partir de la fórmula de Friedewald (Friedewald y col., 1972): LDL-Colesterol (mg/dL) = Colesterol total - (VLDL-Colesterol + HDL- Colesterol) Coeficiente de activación alfa-EGR, como indicador del "status" en riboflavina, consiste en la cuantificación de la actividad de la eritrocito glutation reductasa (EGR) en condiciones basales y después de añadir un exceso del coenzima flavin adenin dinucleótido (FAD) (dependiente de la riboflavina), a partir de una muestra de sangre hemolizada (C.V. = 4.41 %) (Vuillemier, 1983). Ácido fólico eritrocitario se toman 100 mL de sangre con EDTA y se añaden 2mL de una solución de ácido ascórbico al 2%. Después de 90 minutos en reposo y oscuridad, se separa 1 mL de sobrenadante y se continúa la determinación de igual manera que .para el ácido fólico sérico. 91 Sujetos y Métodos Ácido fólico sérico, como el eritrocitario y la vitamina B^2 se determinaron simultáneamente por el método de radioinmunoensayo (Linder, 1988; Brubacher, 1985), según el Kit de ensayo de Ciba Coming MAGIC. Es un ensayo competitivo entre ligandos, en el cual la vitamina B^2 y el fólico del individuo se mezclan con cantidades constantes de 57 Co vitamina 6^2 y 121 I fólico. Una vez liberados de las proteínas fijadoras endógenas, se ponen en contacto con proteína fijadora de fólico y factor intrínseco purificado, ambos unidos a soportes magnéticos. La relación de la radioactividad entre la molécula fijada y la no fijada, se realiza mediante separación magnética y decantación del sobrenadante. Cuanto mayor sea la cantidad de vitamina B^2 y/o fólico no marcada en este, menor será la cantidad de vitamina B^2 y fólico que se une al factor intrínseco y FBP (folic binding protein), es decir, mejor será la situación del individuo y viceversa. (C.V. = 4.8 % para la vitamina 6^2 y C.V. = 6% para el ácido fólico). - . - Las vitaminas A y E se determinaron conjuntamente por Cromatografía Líquida de Alta Eficacia (HPLC) en fase inversa, según el método desan-ollado por Cuesta y Castro (1986). Se utilizó como fase móvil una mezcla de metano:agua (95:5) a un flujo de 2.0 mUmin. Se empleó una columna ODS.C2 Spherisorb de mm de espesor de la partícula y de dimensiones 4 por 125 mm. La determinación se Ilevó a cabo en un cromatógrafo Varian 5000, con un detector ultravioleta visible de longitud de onda variable de la misma marca. La detección se hizo a 325 nm para la vitamina A y a 294 nm para la vitamina E, tres minutos después. Se utilizó como estándar interno acetato de retinilo y acetato de tocoferilo (en la determinación del tocoferol C.V. = 2.84 % y del retinol C.V. =2.84 %). La vitamina 25-hidroxicolecalciferol (25-0H-D3) se Ilevó a cabo por un ensayo de competición proteica utilizando un kit comercial (Biilhmann) después de purificación con HPLC y medida por detección de radiaciones R(Mason y Posen, 1977). La determinación de la 1-25-(OH)2-p3 se hizo por extracción, 92 Sujetos y Métodos purificación por HPLC y cuantificación utilizando un radioinmunoensayo específico (Fraher y col., 1983). EI hierro sérico se determinó por método colorimétrico, usando ferrozima como cromógeno (Cooper Biomedical Inc) (C.V. = 2.5 %) (Stookey, 1990). 3.5.5.- Parámetros inmunológicos EI recuento de leucocitos y linfocitos se realizó simultáneamente con los parámetros de la serie roja, en un analizador Coulter S. Plus (Cox y col., 1985). Las subpoblaciones linfocitarias (CD3, CD4, CD8, CD57 y CD19) se determinaron mediante la incubación de sangre venosa anticoagulada con EDTA-K3 con el anticuerpo monoclonal correspondiente a cada subpoblación, marcado con un fluorocromo (Coulter Clone Monoclonal Antibodies), en un Q- PREP EPICS (Coulter Diagnostics). Este sistema consta de un reactivo lisante de eritrocitos ( InmunoPrep A), un estabilizador de leucocitos ( Inmunoprep B), y un fijador de membrana celular (Inmunoprep C). Posteriormente, las muestras marcadas se leyeron en un citómetro de flujo modelo FACSTAR PLUS DUAL LASER (Becton-Dickinson), que consta de un haz de láser capaz de detectar el paso de células a su través, así como la emisión de fluorescencia por parte del fluorocromo del anticuerpo monoclonal correspondiente. Un equipo informático acoplado al sistema permite obtener el porcentaje de células marcadas (Baker, 1988). Las concentraciones séricas de inmunoglobulinas IgG, IgA e IgM, así como los factores del complemento C3 y C4 se determinaron por inmunodifusión radial simple, que consiste _ en una reacción de inmunoprecipitación en un medio gelificado, que permite determinar proteínas específicas de suero humano. AI depositar un volumen de suero problema en pocillos calibrados, éste difunde y reacciona con el antisuero específico 93 Sujetos y Métodos contenido en el gel, dando lugar a anillos de precipitación, cuyos diámetros se corresponden con las concentraciones de dichos factores o inmunoglobulinas (Mancini y col., 1965). La evaluación de la función inmune celular "in vivo" se realizó mediante la valoración de la respuesta a tests de hipersensibilidad retardada cutánea (THRC), utilizando un sistema de multipuntura con ocho cabezas. Siete de ellas contenían 0,03 mL de antígeno estéril y la octava, utilizada como control negativo, 0,03 mL de glicerina. Los antígenos empleados fueron tétanos, difteria, estreptococo grupo C, tuberculina, Candida a/bicans, Trychophyton mentagrophytes y Proteus mirabilis (Multitest CMI. Merieux Institute Inc, Miami) (Kaminisky y col., 1985). Los THRC se aplicaron intradérmicamente en el antebrazo, y a las 48 horas se procedió a la lectura de los diámetros de induración producidos por cada antígeno. Cuando el diámetro de la induración en respuesta a un antígeno era inferior a 2 mm, la reacción a ese antígeno se consideró negativa. Se sumaron los milímetros de induración de las respuestas positivas ( iguales o superiores a 2 mm) y el valor total se definió como "score". Se consideraron los criterios de valoración de respuestas de hombres y mujeres definidos por Jaurrieta y col. (1981) para la población española. La respuesta es anérgica cuando el valor del "score" es 0. Hipoergia se define como un valor de score, entre 0 y 5 mm para mujeres y entre 5 y 10 mm para hombres. Si el valor del score se encuentra entre 5 y 10 mm para mujeres y entre 10 y 15 mm para hombres, la respuesta es baja. Respuesta normal es aquella definida por un score superior a 10 mm para mujeres y por encima de 15 mm para hombres. Las respuestas anérgica, hipoergica y baja se consideraron respuesta defectuosa (RD), mientras que la respuesta normal se denominó buena respuesta (RB). 94 Sujetos y Métodos 3.5.- Consumo de fármacos Todos los participantes en el estudio fueron preguntados e instados a facilitar la información que poseyeran sobre los medicamentos prescritos y no prescritos, normalmente consumidos, incluyendo patología, fármaco y frecuencia, desde tres meses antes y durante el periodo de estudio, utilizando seis grupos terapéuticos que son los más consumidos por los "pensionistas" en España (Insalud, 1998), antiácidos y antiflatulento; antidiabéticos orales y preparados hormonales; hipotensores, hipolipemiantes y digitálicos; analgésicos y antiinflamatorios; ansiolíticos, antipsicóticos y benzodiacepinas; broncodilatadores y mucolíticos. EI estudio de este punto sólo se ha realizado en las mujeres por ser el grupo más participativo, numeroso y homogéneo. 3.6.- Tratamiento estadístico Los datos del protocolo individual del estudio han sido codificados y procesados en un paquete integrado RSIGMA BABEL (1992). La evaluación nutricional informatizada de los datos de alimentos en cantidades físicas, fue procesada y verificada en dos ocasiones para descartar errores en la confrontación de la base de datos nutricional y el correcto funcionamiento de las rutinas a ejecutar. Posteriormente, se realizó el estudio, comprobación y depuración de los valores. EI análisis estadístico fue realizado con el programa SAS/módulo SAS/SAT (SAS Institute Incorporate, Cary, N.C.). Para cada uno de los parámetros cuantificados se hizo un estudio del comportamiento univariante, con el objetivo de describirlos mediante el cálculo de los estadísticos básicos (medias y varianzas) y analizar.ta..distribución de las 95 Sujetos y Métodos distintas variables de la muestra, observándose que aunque alguno de los subgrupos eran pequeños, la mayor parte de las variables seguían una distribución normal. Para las comparaciones entre los diferentes grupos establecidos en el apartado 3.2 (Diseño de los estudios), se realizaron tests de diferencias de medias (t-test "pooled" para varianzas iguales y"separate" para varianzas desiguales). A fin de valorar los efectos del sexo y/o de los efectos controlados, es decir, contribución de la ingesta de energía al gasto teórico, índice de masa corporal, respuesta inmunológica y consumo de lácteos, se utilizó el test de ANOVA de dos vías y en el caso del consumo de fármacos se empleó un test de independencia mediante una análisis de- Pearson chi-square, estudiando el consumo o no de - fármacos. Cuando el ANOVA fue estadísticamente significativo por algún efecto controlado, se aplicó el test de pares de Bonferroni, para conocer las diferencias entre grupos. Los niveles de significación se han establecido en 0,1 %, 1%, 5% que se expresan señalando p<0,001, p<0,01 y p<0,05 respectivamente. Los resultados no significativos se indican con NS. ss 4. RESULTADOS Resultados ^ M M ..^i ^ ^ ^ ^ ~ ^ M 00 CO ^ ^ N ^ ^ ^ ^^-I ^ ^ ^ N f^ N ^ I^ ^ r- ^ tI^ I` Ñ ^ ^ M Ñ ^ ^ f^ Ñ ^ ~̂ O ^ ^ ^ d^ ^ M ^ DO r ^^d' ^ d.. 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I r-+ N ^ ^ M U ^ N U t0 _ ^ U ó^ v- a^ N^ o a 124 Resultados ^ ^n ^n ^ ^n ^n ^n . x Z Z Z Z Z Z ' ^ ^ Z Z Z Z Z Z ' Ñ Z Z Z `^ ul ^ : ^ N M Mv ^_ ^ ^ Ô ^ ^ 00 M M ^ I^ ^ a ^ ^ M W ^ ^_ ^ N ^ ^ ^ M ^ O ^ p v Ú ^ ^ ó ^ 4k ^ c^ ^ O ^ v it N ^ ^i ^k Ñ m M Ó ^ ^ ik 00 ^ fD ^ ^ ^ ^ 01 N M _ ^ ^ Ú ^ ^ N °r^ ^ ^ O ^̂ ^ ^ N ^ ^ ó M ^ OOi cĥ ^ Ñ rn O _̂ M rn C7 x̂ ^ v Ú ^ S N ^ * ^ ^ ^ M ^ Cp ^ ^ O ^ ^ M ^ Ñ ^ ^ M ^ ^ ^ ^ N ^_ _ ^ *O ^^j' Ó O ^ ^ Ñ ^ ^ ^ ^ N ^ M GMO tD M N ^ N ^ v ^_ _ M̂ O ^ ^ ^ M ñ ^ M * ^ M_ * Ñ ^ O ^ ^ +̂I ^ ^ N_ ^ Ĵ v " ^p v ^ v y E 2 Ĉ ó rn ĉ = p ó ĉ S ^ ^ > ñ ^ 2 Ja a Ú U Ĵ. i ;_ S C 0 ^ X U ^ ^ N ^ ^ r+ .- ^ ^ ^ N ^ ^ ...i ^ M Uv ^_ Q N ^U ^Q- ^ ^^ U .-^ N ^ vó aó ^o rn^ v, v o n. ^-. ^ ^ ^ .p ñ.e- O Ñ X O C ;0 Ñ ^ ^ ^ t ^ ^ ^ O ^ ^O ^ O ^ ^ O ^ ^ ñ O E N (` 0̂ O (0 U ^ ^ C Ú ^ ,O) N ^ Ñ ^ C ^ ^ _̂ C O ^ tn Ó ^ ^ Z d •- ^ y C á N '^ ^ ^ * _ > ^ ^ ^ - `/ / TF ^ 125 Resultados x̂ ^nz vẑ ẑ vẑ ^nz vẑ ^nz ^nz ẑ uẑ vẑ , ẑ ẑ ^nz ^nz ^nz^ ^̂ ẑ ẑ ẑ ẑ ẑ ẑ ẑ ẑ ẑ ẑ ẑ ẑ ẑ ẑ ẑ ẑ ẑ _̂ p X ul cn Ĝ ln Z „ tn Z tn Z fn Z ^ tn Z „ tn Z tn Z cn Z cn Z tn Z tn Z tn Z ln Z N ^ V ^ ^ M p^ M r N C*j tp ^ R f0 M ^ N ^ ^v*j N ^ c'^^ ^ ^ N N f0 ^ M 00 M ^ ^ ^ ^ M Ñ{^ ^A ^ ^ ^ ^ M ^ M {̂{ N N V M M (*O N ^ ^ O t* O Ó ^ f0 ^ Ó ^ M ^ ^ ^ ^ ñ ^ M ! ^ ^ M_ ^j QO Ñ ĉ̂ C N U ^̂ N ^ *M ^ o N *^ ^ Q1̂ ^ Ñ c? ^ ñ Nii ro N ^k̂ 00 i^ N̂ í^no 0ry0 ^+ ^ ^ ^ ^ 0 :{^ ^ ^ rnu^ ^ M rn ^ ^ o (O c^' ^ CO rn o ^_ ^lj rn ^ co ^N CO o r o ^ * ^ ^ rn rn (p M ^ M M 1^ ^ N v ^ ^ 0^0 M n̂ c° ^ * N ^ o u^ O1 ^ N ^ ^ V ^ ^ f^ ^ {{ M n 00 N ^{ (^O ^ ^ ^ ^f ^ ^ ^ Z ^ M{{ O Ñ ^- N{^ O N ^ 1n Ó N ^ ^ ^ I^ ^ C^0 M Ñ f^0 Í) f^G ^ CNO ^ N OD * ^ ^ ^ ^ ^ Q n ^ * ^ ^ O R ^ ^ ^ CO ^ O ^ ê^ c'^ ^ M ^ * ^ M ^ ^ ({O^ O O Ñ . ñ v M ^ = ^ M ^ ^ n ^ M ^ ^ ^ ñ dD ^ M ^ tr0 ^ f0 Ñ tD ^ e*^ ^ Ñ ^ GO O ^ Ñ Ñ M OO V' Ñ ^ ^'rj CD eN^- Ó ^ I* ^ ^ Oni M c*^ M M ^^ I^ * ^ ^ aD l!') ^ R OO N N ^ ^f O_ O ^ Ñ ^ ^ Ñ v f0 M O ^ ^ Ó O ñ (^ ^ ^ ^ N ^ = ^ O ^ n ('^7 O * n ^ ^ N V' il ^ Of O N M {^ O ^ N 01 CO N ii ^1 M N Ñ O 1^ ii ^1) I^ ^ O M ^ ii ^ N R N ^ 0N {{ CD N Ñ Ñ hN * ^ 0 ^ ^ EÓ ii ^ 1^ ^ OMON ii (O ^ ^ ^ i^l 00 O N ^,.^ i1 M - ^ ^ ^ f0 .^,^ ^ N ^ OD M M ^j 00 ^ ^ tn (O i1 00 ^ M O1 M f^ {{ O ^_ N Ó v ^ = ^ M O ^M n _ N O * ñ ^ ^ Ñ {{ (p _̂ ^ 0 Z N t^Cl ^ ^ri N f^ V {{ O aá ^ p N_ {{ Oj ao a Ñ ^_ {{ (O o N ^? 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La edad media en el momento del estudio fue similar en los H y en las M (Tabla 1), y semejante a la de otros estudios (Ortega, 1997; Redondo, 1995; Moreiras y cols., 1993; Herrero 1988; Ortega, 1992), también sobre colectivos de personas mayores En cuanto al peso, las M mostraron unos valores medios inferiores al de los H, como cabría esperar. La diferencia estadística fue de igual tenor cuando se considera el porcentaje de peso ideal (Gráfico 1); pero además, las medias de ambos grupos superaron el valor aconsejable del 105% (Bray, 1976). Así un 64% de H y un 88% de M superaron dicho valor. Es importante considerar que en las personas de edad avanzada se produce un incremento de la masa grasa, asociada al proceso de envejecimiento (Armengou, 1989). No obstante, se debe señalar también que un 14% de H y un 4% de M no alcanzaron el 95% de su peso ideal. La talla, al igual que el peso fue significativamente más bajo en las M. De acuerdo con las tablas de percentiles americanas (Department of Health and Human Service, 1987), las M se situaron en el P,sy los H en el Pzs. Si se observan los percentiles del estudio SÉNECA se encontrarían en el P50 (Moreiras y col., 1995). 163 Discusión Gráfco 1.- Peso ideal (%) de los ancianos 130 125 120 115 110 105 100 PESO IDEAL (°k) #: p<0,05 (test t-Student) q HOMBRES q MUJERES EI IMC sigue la pauta del peso y la talla, situándose las medias de ambos colectivos por encima de 25 kg/m2. Esta circunstancia los incluye en una situación de sobrepeso de acuerdo con Garrow ( 1981). AI aplicar este juicio a los ancianos individualmente, se observa que un 20% de H y un 36% de M son obesos, con un IMC superior a 30 kg/mZ (Cuadro 1). De Groot y cols. (1996), en el estudio longitudinal SÉNECA sugieren una alta prevalencia de obesidad relativa entre hombres (15%) y mujeres (22%). En estas afirmaciones es preciso ser cauteloso, ya que la denominación de sobrepeso y obesidad surge de patrones elaborados para una población de hasta 59 años. De hecho, diversos autores (NRC, 1989; Life Sciences Research Office, 1989), han modificado los intervalos establecidos por Garrow ( 1981), pero desafortunadamente, por el momento, sin un criterio uniforme. Cuadro 1.- Porcentaje de hombres (H) y mujeres (M), clasificados por el índice de masa corporal (kg/m2), según el criterio de Garrow (1981). IMC (kg/m2) H M <20 0 1,2 20-25 30,6 14,5 25-30 50 48,2 >30 19,4 36,1 164 Discusión Los resultados obtenidos en cuanto al peso, la talla, el porcentaje de peso ideal y el IMC, fueron similares a los observados por diversos autores en colectivos semejantes al de este estudio (Kotz, 1999; Redondo, 1995; Portillo, 1994; Carbajal, 1993; Esquius y col., 1993; Ortega y col., 1992a; Steen, 1988; Deurenberg y col., 1990). La evaluación de la composición corporal, revela que los espesores de los pliegues cutáneos, bicipital, tricipital, subescapular y suprailíaco estudiados fueron superiores en la población femenina (Tabla 1). EI valor medio del pliegue tricipital superó los valores normales, establecidos por Russel y col., (1988), 9-12,5 mm para H y 17-22 para M. Estos resultados fueron semejantes a los obtenidos por otros autores (Ortega y cols., 1992; Esquius y col., 1993; Redondo 1995), mientras que el PSI es bastante diferente. Según Lukaski, (1987), Micozzi, (1989), Ortega y col, (1992), estos hechos parecen indicar la existencia de una menor acumulación de grasa en el abdomen, representado por el PSI, y mayor en las extremidades, representadas por el PT. Diversos autores indican que esta distribución de grasa podría ser beneficiosa en relación con el riesgo de padecimiento de diversas enfermedades (Kuczmarski, 1989; Bjomtorp, 1987; Ortega, 1992). Respecto a la RCC, los H presentan un valor medio mayor que las mujeres lo que indica un depósito abdominal más marcado, coincidiendo con el patrón de obesidad masculino en forma de "manzana" (Jones y col., 1986; de Groot y col., 1991). En un 14% de H la RCC es superior a 1, considerado límite a partir del cual se observa un aumento del riesgo de mortalidad y morbilidad por enfermedad cardiovascular (Jones y col., 1986); este porcentaje es más alto que el encontrado por Carbajal y col., (1993) en otros colectivos de mayores. EI porcentaje de masa grasa (MG) (Tabla 1) se calculó con la ecuación 165 Discusión de Siri (1956), y se obtuvo un resultado superior en M que en H, siendo de 40,1t3,78 y 27,5f5,3 respectivamente. Durnin y Womersley (1974) consideran un porcentaje normal un 28% para un varón entre 50 a 72 años y un 39% para una mujer de 50 a 68 años. Sin embargo estos datos difieren de lo observado por otros autores, en los cuales las M presentan un valor inferior (Redondo, 1995; Montellano y cols., 1995; Portillo y cols., 1994; Deuremberg y cols., 1989). En cuanto a la masa libre de grasa (MLG) fue significativamente superior en la población masculina y mayor que lo observado por Ortega y cols. (1992) y Flyn (1989). Parece existir una tendencia constatada por diversos autores, quienes indican que la pérdida de peso que se produce al Ilegar la octava década se debe más a pérdida de MLG en varones y de grasa en mujeres (Steen y col., 1988; Durnin y col., 1974). Como cabría esperar la masa muscular (MM) de los ancianos estudiados fue significativamente superior en los H, al igual que han observado otros autores (Redondo, 1995). En general, los parámetros antropométricos de las personas mayores estudiadas parecen indicar un estado nutricional adecuado, aunque se obsenra que existe un porcentaje alto de individuos que se encuentran en situación de sobrepeso u obesidad. 5.1.2.- Parámetros dietéticos 5.1.2.1.- Ingesta de energía y macronutrientes La ingesta media de energía en los varones (1593t316) fue significativamente superior que la observada en las mujeres (1833±383) (Tabla 2), hecho que cabría esperar según las necesidades de cada colectivo. 166 Discusión Las diferencias encontradas en el consumo de energía, se deben atribuir fundamentalmente a las ingestas de hidratos de carbono, ya que proteínas y lípidos se ingieren de forma similar en ambos colectivos. Los valores medios de energía, fueron similares a los obtenidos por otros autores, Sahyoun y cols. (1988), Fernández y cols. (1989), Redondo, (1995). Sin embargo, también se observa una ingesta superior en otros grupos de personas de edad avanzada (Beltrán, 1996; Moreiras y col, 1993). De igual modo, Moreiras y cols. (1995), obtiene que el consumo energético medio de la población anciana española es de 2439 kcal/pc/d. Payette y Gray, (1991), Moreiras y col., (1993), en estudios sobre la tercera edad, obtienen resultados similares en cuanto a la ingesta de proteínas y lípidos que los encontrados en este estudio. Además, las ingestas de proteínas coinciden con lo observado en la población madrileña (Aranceta y col., 1994) y en la española (Varela y cols. 1986), mientras que las de lípidos son más bajas que la media nacional (112,6 g/d; Moreiras y cols., 1990). Las ingestas de hidratos de carbono, son significativamente inferiores en las M respecto a los H y en ambos casos las cifras no alcanzan los valores observado en la población madrileña por Aranceta y cols. (1994) y los de otros grupos de ancianos (Moreiras y cols., 1993; Ortega y cols., 1992a). Cuando se estudió en el grupo de H y de M la adecuación de las ingestas de energía y de proteínas a las IR (Departamento de Nutrición, 1998), se observó que el porcentaje de energía fue semejante en ambos grupos (88%), mientras que el de proteínas fue significativamente superior en las M(148,7t39.1 vs 180,6f40.9. En general, esta situación es similar a la encontrada en la mayor parte de los países desarrollados (Ministry of Agriculture, Fisheries and Food, London, 1990). 167 Discusión Respecto a la ingesta de alcohol fue estadísticamente superior en los H, a pesar de observarse una desviación muy alta y se aleja del límite máximo de 30 g/día (MSC, 1990). Las calorías aportadas por el alcohol fueron, de igual modo, inferiores en las M, y estaban situadas por debajo del límite máximo establecido (no más del 10% de la ingesta de alcohol; MSC, 1991), cifras bajas si se comparan con las obtenidas por otros autores (Moreiras y cols., 1993; Lecerf y cols., 1991). 5.1.2.2.- Perfil calórico de la dieta Las calorías aportadas por proteínas, lípidos e hidratos de carbono a la energía total de la dieta, presentaron una situación semejante en ambos sexos (Tabla 2; Gráfico 2) y mostró un exceso de calorías procedentes de proteínas y lípidos y un defecto de las procedentes de los hidratos de carbono, en un patrón similar al de otras poblaciones desarrolladas (ENNA-3: Moreiras y col., 1995) y con valores del mismo orden a los encontrados por Beltrán (1996) y Redondo (1995), en ancianos no institucionalizados. De igual modo sucede en la población española (ENNA-3: Moreiras y col., 1995; Varela y col, 1995; Lówik y cols., 1992a; Ortega y cols., 1992a; Varela y cols., 1986). Gráfico 2.- Perfil calórico de los ancianos. ADECUADO HOMBRES MUJERES 0 Q 50 100 O PROTEÍNAS O GRASAS O HIDRATOS DE CARBONO 168 Discusión Se puede considerar que los mayores presentan una situación nutricional no adecuado cuando se evaluó el perfil calórico de la dieta. 5.1.2.3.- Perfl lipídico de la dieta e ingesta de ácidos grasos En lo que respecta al perfil lipídico de la dieta, es decir, el aporte calórico de AGS, AGM y AGP, no aparecieron diferencias entre H y M(Gráfico 3) y ambos grupos mostraron una ingesta de AGS superior a lo adecuado (10%; MSC, 1990), mientras que la ingesta de AGP fue inferior, y no se alcanzó la ingesta media adecuada (10%; MSC, 1990). En cuanto a los AGM la situación fue más satisfactoria dado que la cantidad consumida aportó el mínimo aconsejado (10% o más de las calorías totales; MSC, 1990). Gráfico 3.- Perfil lipídico de los ancianos ADBCUADO F^OM B(2E5 M UJ 6iE5 0 5 0 0 10 15 20 25 30 q AGS q AGM q AGP En ambos grupos de mayores, se encontró que la composición en ácidos grasos de la dieta aunque se caracterizó por un aporte de calorías desequilibrado respecto a lo adecuado, resultó bastante favorable al compararlo con el de otras poblaciones de ancianos europeos (Cabrera y Moreiras, 1990; Payette y Gray- Donald, 1991; de Groot y cols., 1991; Redondo, 1995: Aranceta y cols., 1994; Moreiras y cols., 1993). 169 Discusión En general, el aporte lipídico de la dieta de los ancianos se encuentra desequilibrado, observándose un alto consumo de ácidos grasos saturados y bajo de poliinsaturados. 5.1.2.4. Ingesta de colesterol, fibra y agua La ingesta colesterol (Tabla 2) fue semejante en ambos grupos de mayores, que además superaron los 300 mg/d, que se describen como adecuado (MSC, 1991). Estas cifras son inferiores a las encontradas en otros grupos de características semejantes. Así, un análisis epidemiológico de los ancianos de Madrid muestra que el consumo medio de colesterol es de 378 mg (Gorgojo, 1998; INE, 1991) y de 414 mg/d en la población del estudio SENECA, (Moreiras y col., 1995). La ingesta de fibra también fue similar en H y M y ambos grupos presentaron un consumo inferior a lo descrito como adecuado, 20-35 g/d (Pilch, 1987) y mayor de 25g/d (Aranceta, 1995). Moreiras y col., (1993) y Ortega y col., (1992) han observado que el consumo de fibra de los mayores estudiados, por ello varía en función de los ancianos, siendo mayor en los institucionalizados. Si se consideran los resultados del ENNA-3 (Moreiras y cols., 1995), la ingesta media de ta Comunidad de Madrid, en la población adulta es de 19 g/día y en la población anciana 23 g/día (Gorgojo y cols., 1998; BECM, 1998). En cuanto a la ingesta de agua fue aproximadamente 1000mg/día, en ambos grupos, y se puede considerar baja ya que se aleja de lo que se considera adecuado (2000 mg/d; Russel y cols., 1999). A su vez, se asemejan a la media nacional (Moreiras y cols., 1995), al igual que a otros colectivos de ancianos españoles (Ortega y cols., 1997; Redondo, 1995). 170 Discusión En conclusión, las personas mayores presentan una ingesta de colesterol alta, y baja de fibra y agua. 5.1.2.5.- Minerales Las ingestas de minerales fueron adecuadas en los mayores estudiados, exceptuando calcio, magnesio y cinc. Además, los valores de ingestas y contribuciones a las IR medios, menos magnesio y yodo, fueron semejantes en ambos grupos de ancianos (Tabla 5). En la mayor parte de los casos, alrededor de un 60% de la población presentó deficiencias para el calcio, hierro y yodo según se recoge en el Gráfico 4. Las ingestas de magnesio y cinc que no son cubiertas por la media de los sujetos presentaron el mayor porcentaje de individuos deficitarios como cabría esperar. Gráfico 4.- Cobertura de los minerales a las IR en ancianos y porcentaje de los mismo que no alcanzaron las IR. Cobertura a las IR (%) Sujetos (%) que no alcanzan la IR ^ Calcio ^nesio Hierro Cir^lc ^odo i i i i 250 100 0 50 100 150 #: p<0,05 (test t-Student) 171 Discusión Estos datos concuerdan con los resultados de otros estudios (Redondo, 1995; Ortega y cols., 1992; Payette y col., 1991), y fueron inferiores a los encontrados por Moreiras y cols. (1990) y Lówik y cols., (1994). La ingesta de hierro fue inferior a la media nacional, 12,9 mg/pc/d (Moreiras y cols., 1990) y a la media de la población madrileña adulta (Aranceta y cols., 1994). En general, se considera que la deficiencia de hierro no es un problema frecuente (IRON, 1995). Ortega y cols., (1992), afirman que los ancianos son uno de los colectivos con mayor riesgo de deficiencia de cinc. En la población media española el cinc sólo cubre el 86% de las IR (INE, 1985; Redondo y cols., 1995). Los valores obtenidos para el yodo son del mismo orden que los observados en otros estudios (SENECA, 1991; 1996; Aranceta y cols. ,1994; INE, 1991) en colectivos de personas mayores. En conclusión, los ancianos presentan deficiencias en relación a ciertos minerales como son el calcio, el magnesio y el cinc. 5.1.2.6.- Electrolitos La ingesta media de sodio observada en los ancianos fue significativamente menor en las M(1,42±0,61) que en los H(1,79^0,71). Además ambos valores se pueden considerar bajos si se comparan con el intervalo que se indica como adecuado (2^ g/d; Poleman y Pedcenpaugh, 1991; Schlenker, 1994). En general, se debe señalar que la ingesta de sodio se refiere al aportado por los alimentos, por lo que la cantidad que el anciano pueda añadir después a sus comidas podría modificar los resultados. 172 Discusión Moreiras y cols. (1991; 1996) encuentran valores más altos de ingestas de sodio. Los datos obtenidos fueron semejantes al grupo de mayores estudiado por Redondo (1995). La ingesta de potasio fue aproximadamente 2,7 gld en ambos grupos; aunque para este electrolito no existen recomendaciones específicas se considera aceptable una ingesta de 1,5 a 6 g/d (Poleman y Peckenpaugh, 1991) Los resultados obtenidos para el potasio son del mismo orden a los encontrados por otros autores (Redondo, 1995), en colectivos de mayores e inferior a los de otros grupos (Moreiras y cols., 1993; Ldwik y cols., 1994). 5.1.2.7.- Vitaminas Como ya se ha comentado, en los ancianos los requerimientos nutricionales descienden (Forbes y col., 1988) y, en consecuencia, las personas de edad avanzada modifican su ingesta para adaptarse a las menores necesidades (Redondo, 1995; Powers y Folk, 1992; Black y col., 1991), con el posible riesgo de caer en deficiencias nutricionales (Fisher y Johnson, 1990), que afectan fundamentalmente a los micronutrientes. 5.1.2.7.1.- Vitaminas hidrosolubles La ingesta media de todas las vitaminas hidrosolubles estudiadas, es decir, tiamina, riboflavina, niacina, piridoxina, folatos, cianocobalamina y ácido ascórbico, fue similar en H y en M(Tabla 3). De igual modo, sucedió con la contribución de las diferentes vitaminas a las IR, excepto para la vitamina B2 y la niacina que son significativamente más altas en M(Gráfico 5). 173 Discusión Gráfico 5.- Cobertura de las vitaminas hidrosolubles a las IR en los ancianos t porcentaje de los mimos que no alcanzan las IR. Cobertura a las IR (°^) Sujetos (%) que no alcanzan la IR r- 1 TIAMINA ^RIBdFLAVINAI# i I I F= 300 200 100 #: p<0,05 (test t-Student) ^ VI NA # PIRIDOxINA 2ITAMINA VITA 0 20 INA C 40 ^ FOLATO 60 La contribución de las vitaminas hidrosolubles a las IR superó el 100%, en los grupos estudiados, excepto folatos y piridoxina. Sin embargo, a pesar de estos resultados en el caso de la tiamina un 17% de H y un 14% de M no cubrieron las IR (Gráfico 5), la riboflavina no fue adecuada en un 50% de H y en un 8% de las M y un 25% de H y un 18% de M no alcanzaron las IR para la vitamina C. Los resultados obtenidos para las vitaminas hidrosolubles concuerdan con los de diversos autores (Tucker y col., 1992; SÉNECA investigators, 1991; 1996; Payette y cols., 1991; Redondo,1995; Moreiras, 1996). En general, cuando se evalúan las vitaminas hidrosolubles se encuentra que su ingesta es adecuada excepto en el caso de folatos y pridoxina. 174 Discusión 5.2.7.2.- Vitaminas liposolubles EI hecho más significativo es la situación deficitaria para las ingestas de A, D y E, semejante en cuanto a los valores medios y a la contribución a las IR (Gráfico 6). Gráfico 6.- Cobertura de las vitaminas liposolubles a las IR en los ancianos y porcentaje de los mismo que no alcanzan las IR. ^ i i I i na D -^ Í00 f 0 Nitamina E Í00 Las deficiencias encontradas parecen de especial importancia en el caso de la vitamina D en las mujeres, que cubrieron sólo un 39% de las IR y en el de la vitamina E en ambos grupos (42% H y 39% M). Además para las tres vitaminas el porcentaje de individuos que no alcanzaron las IR se situó entre el 57% y el 98% (Gráfico 6). La ingesta media de vitamina A encontrada parece baja en comparación con los valores observados en la población española, que en general se sitúa en el 110% de las IR ( INE, 1991). Diversos autores observan ingestas deficitarias en 175 Discusión distintos colectivos de personas de edad avanzada (Bidlack, 1990; L6wik y col., 1994; Ortega y col., 1992; Payette y Gray-Donald, 1991; Moreiras y cols., 1993; Redondo, 1995). En cuanto a la vitamina D, a pesar de las deficiencias observadas, al igual que lo encontrado por otros autores (Ortega y col., 1994), sin embargo, al poderse sintetizar, aunque las ingestas sean bajas pueden tener un status adecuado (Lówik y col., 1994). Numerosos autores indican que las ingesta de vitamina E son bajas en las personas mayores, así lo han constatado Montellano y col. (1995) y Ortega y col. (1995). 5.1.2.8.- Consumo de alimentos En líneas generales, los H y las M del estudio, consumieron la misma cantidad de alimentos, tanto en gramos totales, como cuando se valoran agrupándolos de acuerdo con el Rombo de la Alimentación Español (Ortega y Requejo, 1996). En cuanto al grupo de cereales, derivados y legumbres marca la excepción ya que el consumo de los H fue mayor al de las M(Gráfico 10), pero el consumo medio de los mayores fue inferior a lo recomendado (6 raciones al día, aproximadamente 300 g; Ortega y Requejo, 1996), de igual modo, los valores fueron más bajos que la media nacional y madrileña (Moreiras y cols., 1995) y que otros colectivos de mayores (SÉNECA investigators, 1993; 1991; 1996) (Gráfico 7). 176 Discusión Gráfico 7.- Consumo de alimentos (g/d) en ancianos. CEREALES LEGUMBRES LECHE Y DERIV. CARNES PESCADOS HUEVOS FRUTAS VERDURAS GRASAS AZÚCARES BEBIDAS a 0 0 l 1 0 i 50 1 100 s 1 150 200 250 OMUJERES OHOMBRES *: p<0,05 (test t-Student) 300 1 350 400 ^^^ Discusión Gráfco 8.- Consumo de alimentos (g/d) en distintos colectivos de personas de edad avanzada. ENNA-3 ENNA-3 ESPAÑA MADRID SENECA I ti t SENECA ti tI (1990-1991) (1990-1991) ( nves ga ors, nves ga ors,( 1993) 1993) (Moreiras y cols., (Moreiras y cols., HOMBRES MUJERES 1995) 1995 CEREALES, DERNADOS Y LEGUMBRES CEREALES 239 215 294 251 LEGUMBRES 20,2 19,3 12,7 7,2 LECHE Y PRODUCTOS LÁCTEOS LÁCTEOS 375 358 448 435 CARNES, PESCADOS Y HUEVOS CARNES 187 188 137 124 PESCADOS 75,9 75,9 88 100 HUEVOS 20,5 31,4 26 27 FRUTAS FRUTAS 300 291 466 414 VERDURAS Y HORTALIZAS VERDURAS 318 279 305 353 GRASAS Y ACEITES ACEITES 54,9 42,0 43 50 DULCES Y AZÚCARES AZÚCARES 29,3 19,2 20 15 BEBIDAS BEBIDAS 113 90 53 49 Los lácteos se deben consumir entre 400 y 750 g/d (Dietary Guidelines (1991), 0 2-3 raciones/d (Ortega y Requejo, 1996). En este sentido, ambos grupos de mayores tuvieron un consumo que se aproximó a lo aconsejado (Tabla 6). Estos valores se asemejan a lo observado en la media de la población española y madrileña (Moreiras y cols., 1995) y son inferiores a los encontrados en el estudio SÉNECA (SENECA investigators, 1993). 178 Discusión Ortega y Requejo, (1996), señalan que las raciones recomendadas de carnes, pescados y huevos son de 2 a 3 al día. Estas autoras y Serville (1984) aconsejan un consumo de came y productos cámicos de aproximadamente 100 g/d, valor superado en ambos grupos de mayores estudiados (Tabla 6), pero inferior al observado en la media nacional (Moreiras y cols., 1995). EI consumo de pescado de los H y M fue similar al encontrado por otros autores, 300 y 450 g/semana (Sánchez Corcoles y cols., 1990; Kromhount y cols, 1985). En cuanto al consumo de huevos fue de 23,69 g en H y 25,75 g en M, cifras de acuerdo con la NRC (1989) que recomienda un consumo de no más de 3 huevos a la semana (25 g/d), similar a la media nacional; sin embargo, difiere de los datos encontrados en la población madrileña y en el estudio Séneca donde el consumo fue mayor (Moreiras y cols., 1995; SÉNECA investigators, 1993). Las cantidades de frutas consumidas por los H y las M fueron bastante satisfactorias, 2-3 raciones/d, aproximadamente 300 g(Ortega y Requejo, 1996) y se pueden situar entre la media nacional (Moreiras y cols., 1995 y la población anciana gallega (SÉNECA investigators, 1996). Por el contrario el consumo de verduras y hortalizas fue bastante bajo (Tabla 6) y no se alcanzaron las raciones recomendadas para este grupo de alimentos, 3-5 raciones/d, aproximadamente 600-1000 g(Ortega y Requejo, 1996). Los ancianos estudiados siguieron el patrón observado en la población nacional y madrileña (Moreiras y cols., 1995). Ortega y Requejo, (1996) aconsejan que las grasas y los aceites se tomen con moderación. Otros autores recomiendan que el consumo se sitúe entre 35 y 40 g/d (Serville, 1984; Durá y col., 1990). Según estos criterios los ancianos estudiados tuvieron un consumo bajo, alrededor de 23 g/d, mientras que la media nacional y madrileña (Moreiras y cols., 1995) superaron dichos valores. 179 Discusión EI consumo de azúcares (Tabla 6) estuvo muy por debajo del que Durá y col. (1990) consideran como adecuado para un anciano (30 g/d). De igual modo sucede con otros colectivos de mayores (Moreiras y cols., 1993; Redondo, 1995), pero difiere de los valores medios nacionales que son más altos (Moreiras y cols., 1995). Las bebidas de H y M fueron similares a la media nacional y mayores que la población anciana del estudio SÉNECA (Moreiras y cols., 1993). En resumen, el colectivo estudiado parece consumir de forma adecuada los alimentos pertenecientes a los grupos de carnes, huevos y frutas. Parece escasa la ingesta de cereales y legumbres, lácteos, pescado, verduras, hortalizas, grasas y aceites. 5.1.3.- Parámetros hematol8gicos de la serie roja En lo que se refiere a los parámetros hematológicos de la serie roja de la población de H y M estudiada, reflejan un estado de nutricional aceptable, ya que todos los valores medios se situaron dentro de los intervalos de normalidad (Charlton, 1997), considerando que dichos intervalos varían para H y M. EI número de hematíes, la concentración de hemoglobina, el valor hematocrito, y los índices corpusculares, VMC, HCM, presentaron valores mayores en H que en M, como cabría esperar, mientras que el CHCM y el hierro sérico fueron semejantes en ambos grupos (Tabla 7). A pesar de que el colectivo presentó unos parámetros hematológicos aceptables, un 4% de M presentaron unos valores inferiores a 120 g/L, indicativo de anemia (WHO, 1968), mientras que en los varones no se dio esta circunstancia. Datos semejantes han sido observados en el estudio SENECA (Lesourd y cols., 1996) y en otros estudios (Ortega y cols., 1994; Dallman y col., 180 Discusión 1984) mientras que otros autores observan una prevalencia mayor (Charlton y cols., 1997; Jacobs y cols., 1984). Así en el estudio SÉNECA (Lesourd y cols., 1996), el rango de valores para varones oscila entre 142 a 159 g/L y en las mujeres 129 a 146 g/L, datos comparables a los encontrados por Dirren y cols., (1991). En ese mismo estudio se indica un prevalencia de anemia que se sitúa entre el 2,5% y el 6,3% según el criterio empleado ( Lesourd y cols., 1996). Ciertos autores indican que la anemia parece presentar como un fenómeno transitorio, probablemente relacionado con una enfermedad o con un tratamiento, sin un significado a largo plazo (lesourd y cols., 1996). En cuanto al hierro sérico, según lo indicado por Herbert (1992), los H se encontrarían en un balance positivo en cuanto a este parámetro mientras que las M estarían en balance negativo. Dicho autor considera como valor normal 115 g/L. En conclusión los parámetros hematológicos de la serie roja, de los ancianos, en general parecen ser adecuados, exceptuando el hierro en las M, aunque presenta una baja prevalencia de anemia. 5.1.4.- Parámetros bioquímicos AI igual que se ha observado a través de los parámetros hematológicos de la serie roja los parámetros bioquímicos de los H y M estudiados parecen reflejar una situación nutricional adecuada. Los parámetros indicadores del "status" proteico mostraron unos valores dentro de la normalidad tanto en los H como en las M. La concentración sérica de las globulinas fue significativamente más alta en las mujeres que en los varones, hecho que está dentro de lo fisiológico. Se podría señalar también que la concentración de prealbúmina, indicador de la adecuación de la ingesta 181 Discusión energética, es algo más baja en las mujeres, pero sin significación estadística, estos datos corroboran la menor ingesta de energía de las M ya descrita anteriormente. En relación con la albúmina sérica ha sido descrita como un buen indicador del estado de salud (Rall y cols., 1995), y es sabido que disminuye generalmente en los ancianos (Roubenoff y cols., 1995) en situaciones de malnutrición (Lesourd, 1995). Gany y col. (1989), encuentran que las concentraciones séricas de albúmina y proteína total son más bajas en ancianos que en adultos. Baumgartner y col. {1996), observan que la disminución con la edad de albúmina sérica está asociada a sarcopenia en mayores de 60 años En este sentido, la disminución de albúmina, como valor pronóstico de supervivencia, ha sido señalado en ancianos institucionalizados (Ferguson y cols., 1993; Sullivan y col., 1995), independientes (Corti y cols., 1994) y en personas mayores sanas (Klonoff-Cohen, 1992). En el estudio longitudinal SENECA (Lesourd y cols., 1996), se afirma que una concentración de albúmina inferior a 35g/L podría ser un factor de riesgo para personas de 70 años independientes. En relación con los triglicéridos, no se observaron diferencias en los grupos estudiados, presentando todos ello una situación de normalidad (109-140 mg/dL; Schelenker, 1994). Diversos autores encuentran valores semejantes en otros colectivos de personas de edad avanzada (Zamboni, 1997; Wright, 1995; Gany, 1989). Cuando se estudió si los niveles séricos de colesterol total estaban en el rango de normalidad, se observó que fueron más elevados en M que en H(Tabla 8), presentando las primeras un valor medio superior a 240 mg/dL (258.95±37.9mg/dL), a partir del cual se considera riesgo de enfermedades 182 Discusión coronarias (National Cholesterol Education Program). EI nivel sérico medio de colesterol más alto en las M va acompañado de un aumento de LDL-Colesterol. En concordancia con este resultado, Kannel (1986) y Castellini y cols. (1977) afirman que el colesterol sérico total aumenta hasta los a60 años aproximadamente y disminuye más tarde en los H, mientras que en las M esta situación se produce alrededor de los 80 años. Los niveles de HDL-C y LDL-C se encontraron dentro de los límites de normalidad (>35 y<190 mg/ dL, respectivamente). De igual modo, la HDL- Colesterol fue mayor en las mujeres, resultados que concuerdan con los de Grunenberger y cols. (1996), Schaefer y cols. (1995), Garry y cols. (1992); Lamon-Fava y cols. (1994), SENECA (1993) (Cuadro 2). Cuando las mujeres de edad avanzada se compararon con grupos de adolescentes y adultos se observan concentraciones de colesterol, triglicéridos y LDL, en general, aumentados, mientras que las de HDL disminuye (Zamboni, 1997; Wrght, 1995; Garry, 1989). En los hombres sin embargo, se encuentran valores similares a los de adultos y mayores que a los de jóvenes. Cuadro 2.- Niveles medios de colesterol total, lipoproteínas y triglicéridos séricos en diferentes colectivos de ancianos (Gnanenberger y cols., 1996). Año Autores Edad Calesterol total (mmoVL) HDL-C (mmmoUL) LDL-C (mmmoVl) Triglicéridos (mmoUl) (arws) 1992 Garry y cols. ^60 H 6,55 M 5,61 H 1,64 M 1,34 H 4,06 M 3,59 H 1,49 Mu 1,46 60^9 5,72 6,08 1,25 1,41 3,67 3,96 1,38 1,29 1994 Lamor^Fava 70-79 5,12 6,05 1,25 1,43 3,21 3,90 1,08 1,31 y cols. 80-100 5,07 5,72 1,28 1,46 3,21 3,44 1,06 1,46 1993 SENECA 7479 5,58 6,19 1,30 1,52 3,70 4,03 1,31 1,40 60^9 5,87 6,23 1,14 1,47 3,62 4,11 1,89 1,52 1995 ScF^efer y 70-79 5,12 6,05 1,25 1,43 3,21 3,90 1,31 1,31 cds. 80-100 5,07 5,72 1,28 1,46 3,21 3,44 1,06 1,46 183 Discusión EI estudio bioquímico en cuanto a las vitaminas reflejó unos valores medios de vitaminas tanto séricos como plasmáticos en H y en M y además, parecen indicar una situación nutricional aceptable, con excepción del fólico eritrocitario, todos los parámetros se situaron en los intervalos de normalidad (Le Grusse y col., 1993). Los valores del coeficiente de activación de la glutation reductasa eritrocitaria (o^-EGR) indicador del "status" de riboflavina fueron normales (menores de 1,2) (Le Grusse y col., 1993). Este coeficiente se modifica muy rápidamente ante situaciones deficitarias (Brubacher y Schlettwein-Gsell, 1983; Vuilleumier y col., 1983; Linder, 1988). Según Le Grusse y col. (1993), la deficiencia de vitamina Bz está presente entre un 7-27% de las personas de edad avanzada (Watson, 1994; Mohs, 1994). EI fólico sérico refleja los cambios en la ingesta de la vitamina mientras que su concentración en eritrocitos es indicador de las reservas del organismo, como ya se ha comentado (Carmel, 1989). EI fólico sérico de los H y M estudiados fue adecuado, (mayor de 6 µg/L) aunque las reservas fueron deficitarias, fólico eritrocitario menor de 140 µg/L (Le Grusse y col., 1993). Esta situación parece estar en concordancia con una ingesta deficitario de fólico reflejando una situación nutricional no adecuada en cuanto a esta vitamina. Quin y col. (1996), indican que en personas mayores, la ingesta dietaria y la concentración plasmática de folatos parecen mostrar una situación adecuada, sin embargo, una parte de los ancianos podrían tener cierto riesgo nutricional. Bailey y col. (1997), Payette y col. (1991), observan una asociación débil aunque significativa entre la ingesta de folato y la concentración del mismo en plasma; mientras que Southon (1994) no ha encontrado dicha asociación. 184 Discusión Los niveles de vitamina B,z, retinol y tocoferol plasmático parecen adecuados en todos los grupos estudiados (160-900 ng/mL; más de 300 µg/L; superior a 7 mg/L, respectivamente; Keller y Salkeld, 1988; Carmel, 1989; Le Grusse y col., 1993). Según Le Grusse y col., (1993), un 10% de personas mayores presentan deficiencia de cianocobalamina, mientras que en otros colectivos de ancianos es sólo de un 7,3% ( Haller y col., 1996). Estos resultados fueron similares a los encontrados en otros estudios (Haller y cols., 1996; Heseker, 1992; Herbeth y cols., 1989). En cuanto a las concentraciones de tocoferol ciertos estudios observan diferencias entre varones y mujeres (Haller y col., 1996; Heseker y col., 1992). Algunos autores indican un incremento de los niveles de oc-tocoferol con la edad en ancianos aparentemente sanos (Heseker y col., 1992; Olivieri y col., 1994; Gregory y col., 1994), y otros que no observan cambio o encuentran valores más bajos (Herberth y col., 1989; Meydani y col., 1992). Tanto las vitamina 25-hidroxicolecalciferol (25-OH-D) como la 1-25- dihidroxicolecalciferol (1,25-OH-D) plasmáticas presentaron valores adecuados en M, 10-30 µg/L y 25 y 50 nglL respectivamente, mientras que en H el valor medio 1-25-dihidroxicolecalciferol se situó por debajo del límite inferior de normalidad (Le Grusse y cols., 1993). La vitamina 25-OH-D es un buen indicador del estado de reserva de vitamina D, y está influida por la alimentación y la luz (Le Grusse y col., 1993). La carencia de 1,25-OH-D sólo se observa cuando hay una depleción de la reserva, pero no es adecuado para valorar el status vitamínico (Le Grusse y col., 1993; Schlenker, 1994). Es frecuente observar una disminución de los niveles séricos de vitaminas con la edad ( Bates, 1999; Horning, 1975; Garry y col, 1982). Esta disminución suele producirse sobre todo para las vitaminas Bs, B,z, D y folato (Bailey y col., 1997; Tucker, 1995; Russell y col., 1992; Ojeda yol, 1988). 185 Discusión En resumen, los parámetros bioquímicos de los ancianos parecen reflejar una situación nutricional adecuada. Sin embargo, se ha observado que las reservas de folatos (concentración de fólico eritrocitario) son deficitarias tanto en hombres como en mujeres. 5.1.5.- Parámetros inmunológicos En líneas generales, la situación nutricional de los H y M mayores, valorada a través de los parámetros inmunológicos no se puede considerar aceptable. En la Tabla 9 se recogieron los datos en relación con el número de leucocitos y linfocitos de los ancianos, observándose que se encontraban dentro del rango de normalidad (Dalman y col., 1984). Cuando se comparó el grupo de mujeres con el de varones, en aquellos parámetros donde objetivamente el sexo no es un factor determinante, se observó que el número de leucocitos fue significativamente más bajo en las mujeres que en los hombres, mientras que el contaje de linfocitos no se modificó. Según diversos autores, el número de linfocitos en sangre periférica disminuye en las personas de edad avanzada (Lesourd y cols., 1994; Lesourd y col. 1994; Huppert y cols., 1998), aunque los resultados de este estudio estarían de acuerdo con lo que indican (Wick y col., 1997), es decir, que dicha disminución puede no ser detectada en los ancianos más jóvenes. En cuanto al porcentaje y a los valores absolutos de las subpoblaciones linfocitarias CD4, CD8, CD19 y NK, fueron diferentes en función del sexo, excepto la CD3. Todos los valores encontrados estaban dentro de los límites de normalidad (Rose, 1992). Sin embargo, en estudios sobre personas mayores sanas se encuentran valores más altos (Lesoud y col., 1999), mientras que 186 Discusión Chandra (1995) estima unos resultados semejantes. Las mujeres presentaron un porcentaje mayor que los varones para las células CD4 y CD19 y menor para CD8 y NK; al considerar los valores absolutos, se obtuvieron los mismos resultados, mientras que la subpoblación CD3 no se modificó por el sexo. En individuos malnutridos se encuentran frecuentemente valores de células CD4 un 60% más bajos que los de poblaciones bien nutridas, mientras que los linfocitos CD8 suelen permanecer invariables o sufren un moderado aumento (Chandra y col., 1982). Lesourd y cols., (1994) y Lesourd y col., (1994) indican que en nonagenarios los cambios en los linfocitos T están relacionados con unos niveles más bajos de la subpoblación CD8 mientras que en los CD4 no se observan cambios. EI cociente CD4/CD8, indicador de la capacidad inmune y estado nutricional, fue muy superior en las mujeres que en los varones (2,47 vs 1,61, P<0,001), lo cual podría indicar que la situación funcional de la inmunidad celular del colectivo femenino es mejor que la de varones, como ya se había observado previamente. En cuanto al estudio de la función inmune celular "in vivo", mediante la valoración de las respuestas a tests de hipersensibilidad retardada cutánea (THRC). Las M presentaron respuesta frente a tuberculina mientras que la respuesta de los H fue a tres antígenos, tuberculina, candida y Streptococacus. Además, tanto el score medio como el número de antígenos con respuesta positiva estaban en todos los grupos estudiados, por debajo de los observado en sujetos sanos (Jaurrieta y col, 1981). Estos resultados podrían indicar un deterioro de la respuesta inmune celular, a pesar de la normalidad de otros parámetros inmunológicos, que podría ser debido a un estado de malnutrición subclínica, ya ^8^ Discusión que está demostrado que la respuesta a THRC se altera incluso en situaciones de malnutrición moderada y que el restablecimiento de una respuesta correcta tras un tratamiento nutricional es muy lento, y requiere varios meses (Mc Murray y col., 1981; Chandra, 1991) (Gráfico 9). Gráfico 9.- Respuestas a test de hipersensibilidad retardada cutánea en los ancianos. ^ HOMBRES O MUJERES #: p<0.05 (test t-Student). NAP: Número antígenos positivos. Los valores de las inmunoglobulinas séricas de IGA, IgG e IgM son semejantes en ambos grupos de mayores (Tabla 11). Como ya se ha comentado en la situación bibliográfica, la inmunidad humoral no parece ser la principal afectada en los estados de malnutrición proteica o energética (Chandra, 1988), aunque existe cierta controversia sobre su grado de afectación. Así, mientras algunos autores observan que los valores séricos de inmunoglobulinas IgA, IgG, e IgM permanecen invariables incluso en estados de malnutrición aguda (Das y Das, 1995), otros hallan una disminución en el número de células productoras de anticuerpos y en la cantidad de inmunoglobulinas secretadas, que se atribuye al deteriorado papel de los linfocitos T(Chandra, 1972, Chandra, 1983). A la vista de los resultados obtenidos para las inmunoglobulinas, y de 188 Discusión acuerdo con las consideraciones anteriores, se podría sugerir que estos parámetros no reflejan evidencias de alteraciones nutricionales en ninguno de los grupos estudiados. De igual modo, los valores medios para los factores del complemento C3 y C4 no se modifican por el sexo y como ya se ha comentado los valores medios se situaron en el rango de normalidad. Otros autores observan esta misma situación en ancianos (Bellavia y cols., 1999). En condiciones de malnutrición se observan frecuentemente valores deprimidos de los factores C3 y C4 del complemento (Chandra, 1986; Kergost y col., 1987). A este respecto, Kumar y col. (1984) han hallado una correlación importante entre la disminución de estos factores y la gravedad del daño inmunológico, por ello se podría sugerir una situación nutricional adecuada. En resumen, la inmunidad celular de los ancianos, en general presenta una situación de normalidad, además en el colectivo femenino se observa una situación funcional de dicha inmunidad mejor que la de los hombres. Sin embargo, la respuesta inmune celular "in vivo" se encuentra deteriorada, ya que las respuestas al test de hipersensibilidad retardada cutánea están bajas. Por tanto la situación nutricional de los ancianos juzgada a través de los parámetros inmunológicos no parece ser adecuada. 5.2.- Influencia de la contribución de la ingesta de energía al gasto te8rico (CEGT) en la situación nutricional de los ancianos Como ya se ha señalado en el apartado de Sujetos y Métodos, y a fin de conocer la influencia de la contribución de la ingesta de energía al gasto teórico en la situación nutricional de los ancianos, estos se dividieron en tres grupos en función de la CEGT, de tal modo que fuera menor del 80%, entre el 80 y 100% y mayor que el 100%. Se observó que un 42% de H y un 31 % de M 189 Discusión no alcanzaron ingestas de energía para cubrir el 80% del gasto teórico; un 25% de H y un 47% de M cubrieron entre el 80% y el 100% de la CEGT; por último superaron el 100% de la CEGT un 33% de H y un 22% de M. En líneas generales, se puede afirmar que la CEGT en el colectivo de ancianos estudiado no parece afectar de forma importante a la mayor parte de los parámetros antropométricos, observándose en el colectivo femenino una ausencia total de dicho efecto. En relación con los parámetros antropométricos estudiados (Tabla 12) los valores medios encontrados en los distintos grupos se situaron en los límites normales con la excepción del IMC y del porcentaje de peso ideal, que en casi todos los casos, fue superior a 25 kg/m2 (Garrow, 1981) y a 105% (Bray, 1976) respectivamente. De igual modo, el pliegue tricipital en las M estuvo siempre por encima de 22 mm (Russel y col., 1988). Cuando se estudió el efecto de la CEGT y del sexo (ANOVA de dos vías) sobre los distintos parámetros antropométricos se observó que sólo el sexo afectó a dichos parámetros. Así, el peso, la talla, la RCC y la MLG fue menor en las M que en los H en la mayor parte de los grupos. Además, en los ancianos CEGT3, el peso fue semejante en H y M, a diferencia de lo que indican otros autores (Groot y cols., 1991; 1996). EI IMC, los pliegues cutáneos y la MG fue de mayor entidad en el colectivo femenino que en los H. Cabe señalar que estas diferencias fueron más marcadas entre los grupos cuya CEGT superó el 100%. AI comparar los grupos con diferente CGET dentro de cada sexo, sorprendentemente no aparecen diferencias significativas y cuando estas tienen lugar, caso de lo H en cuanto al peso e IMC, el grupo con mayor CEGT mostró los valores más bajos (Gráfico 10). Esta situación podría se debida a 190 Discusión una redistribución de la grasa corporal como ha sugerido Forbes y cols. (1988). Gráfico 10.- Efecto de la contribución de la energía al gasto teórico (CEGT) sobre el IMC de los ancianos. IMC (k°/m21 30 q HOMBRES O MUJERES 0 CEGT1 CEGT2 CEGT3 a, b, c: Letras distintas señalan diferencias significativas (p<0,05), entre grupos CEGT1, CEGT2, CEGT3, dentro de cada sexo (test de pares de Bonferroni). #: Diferencias significativas (p<0,05) entre sexos para los grupo CEGT1, CEGT2 y CEGT3 ( test t-Student). Por otra parte, el análisis estadístico (ANOVA de dos vías: CEGT y sexo) de los parámetros relacionados con la energía y proteínas reveló que tanto el sexo como la CEGT afectaban la ingesta de energía (Gráfico 11), proteínas carbohidratos, lípidos, AGM, AGP y alcohol; además, en el caso del consumo de energía, carbohidratos y alcohol apareció un efecto interactivo del sexo con la CEGT. Por el contrario, ni el perfil calórico ni el perfil lipídico de la dieta se modificaron por las dos fuentes de variación señaladas. EI hecho de dividir el colectivo en función de la CEGT y estudiar posteriormente, los parámetros relacionados con la ingesta energética reveló que los grupos con una CEGT menor del 80%, se situaban en una contribución media del 70%; con un 90% los del grupo CEGT2 y entre 100 y 120% los del grupo CEGT3. Así mismo, las proteínas excedieron en todos los 191 Discusión grupos las IR mientras que el perfil calórico y lipídico mostró los mismos defectos que cuando se estudió a los colectivos conjuntamente. Gráfico 11.- Efecto de la contribución de la energía al gasto teórico (CEGT) sobre la ingesta de energía de ancianos. CEGT (%) 120 100 80 00 40 20 0 b CEGT1 CEGT2 CEGT3 q HOMBRES q MUJERES a, b, c: Letras distintas señalan diferencias significativas (p<0,05), entre grupos CEGT1, CEGT2, CEGT3, dentro de cada sexo (test de pares de Bonferroni). La situación antedicha es concordante con lo observado en la población española y en otros colectivos de mayores (ENNA-3: Moreiras y cols., 1995; Varela y col., 1995; L6wik y cols., 1992a; Ortega y cols., 1992a; Varela y cols., 1986; Nutr Rev, 1989: MSC, 1990; Redondo, 1995; Beltrán, 19966), aunque pueda conllevar un riesgo para la salud, especialmente en el caso de las personas de edad avanzada. En los grupos con distinta CEGT dentro de cada sexo (Test de Bonferroni) y en lo que respecta a los H se observó que todos los que consumen más del 80% de la CEGT mostraron ingestas de energía, proteínas y carbohidratos semejantes y superiores a los encontrados en aquellos que ingieren energía por debajo del 80°^ de la CEGT. Las M con una pauta energética semejante a la de los H, mostraron de forma mayoritaria diferencias estadísticamente significativas en los tres grupos establecidos, como cabría 192 Discusión esperar. Por último, al comparar las diferencias entre H y M dentro del mismo grupo de ingesta de energía, la mayor parte de diferencias observadas corresponden a los grupos con una ingesta energética normal (Moreiras y cols., 1998). La mayor parte de vitaminas hidrosolubles (Tabla 14) fueron ingeridas de forma adecuada en los 6 grupos de ancianos estudiados, excepto la riboflavina en los H con una CEGT menor del 80% y piridoxina y folatos que sólo superaron las IR en el grupo M cuya CEGT fue superior al 100%. Estos resultados son similares a los encontrados en otros estudios de mayores (Redondo, 1995; Ortega y cols., 1992; Payettte y col., 1991). EI sexo ejerció un efecto significativo sobre la ingesta de riboflavina y niacina y ta ingesta energética afectó también a estas dos vitaminas y al consumo de piridoxina (ANOVA de dos vías: CEGT y sexo). EI estudio del efecto de la CEGT en los H sólo se observó en el caso de la riboflavina y niacina en todas las demás vitaminas el consumo de energía no modificó la ingesta de estas. En el caso de las M la situación fue semejante para todas las vitaminas en los grupos CEGT1 y CEGT2, mientras que en el grupo de las CEGT3 las ingestas de riboflavina, piridoxina, folatos y vitamina C fue significativamente superior a los otros dos grupos. Cuando se comparan H y M dentro de cada sexo se observó que las diferencias encontradas reflejan siempre una mejor situación nutricional de las M frente a los H, en cualquier situación de consumo energético, lo que podría señalar una mejor elección de la dieta por parte de estas. 193 Discusión En resumen, todos los grupos presentan, en general, unas ingestas de vitaminas hidrosolubles adecuadas, excepto para piridoxina y folatos, además, el consumo de estas últimas no parecen dependientes del consumo de energía. En cuanto a las vitaminas liposolubles (Tabla 15) fueron deficitarias prácticamente en todos los grupos, exceptuando la vitamina A en las M y en el grupo CEGT3 de los H y la vitamina D en H y M con una CEGT mayor del 100%. Diversos autores observan ingestas deficitarias de estas vitaminas en distintos colectivos de ancianos ( Bidlack, 1990; Láwik y col., 1994; Ortega y col., 1992; Payette y Gray-Donald, 1991; Moreiras y cols., 1993; Redondo, 1995; Ortega y col., 1994; Motellano y col., 1995; ortega y col., 1995). La CEGT ejerció un efecto significativo (ANOVA de dos vías: sexo y CEGT) sobre las ingestas de vitaminas D y E. En general, en cuanto a las vitaminas liposolubles la ingesta de energía afectó de manera más importante a los varones que a las M ya que, estas últimas la vitamina A se consumió por encima de las IR. AI estudiar las ingestas de minerales (Tabla 16) se observó que nos e cubrieron las IR en ningún grupo, para el cinc y el magnesio; además, los H y M con una menor CEGT, de igual modo, no cubrieron las ingestas de calcio y hierro. Redondo, (1995), Ortega y cols., (1992), Payette y col., ( 1991), también han encontrado deficiencias de minerales en diversos colectivos de ancianos. Cuando se estudió la influencia de la CEGT y del sexo (Test de pares de Bonfen-oni), sobre la ingesta y cobertura de la ingesta de minerales, se encontró que la CEGT afectó a todos los parámetros excepto a la IR de yodo, mientras que 194 Discusión el efecto del sexo se manifestó sólo en este último. AI obsenrarse las diferencias dentro de cada sexo (Test de pares de Bonferroni); las M parece presentar una mayor influencia de la CEGT, de hecho en la mayoría de los minerales se observó un comportamiento similar, siendo la ingesta de los dos grupos con una mayor CEGT semejante, mientras que en el caso del hierro esta situación se presento en los dos grupos de M con una menor CEGT y en el caso del yodo no se manifestó ningún efecto. En los H por su parte, sólo se encontró influencia de la CEGT en EI cinc y como cabría esperar a mayor CEGT mayor ingesta del mismo. En líneas generales, tanto los H como las M presentan, principalmente, deficiencias de cinc y magnesio. Además, la ingesta de minerales no se modificó por efecto de la CEGT en los dos grupos de mayor consumo. La Tabla 17 contiene el consumo de alimentos en g/d, de acuerdo con el rombo de la Alimentación (Ortega y Requejo, 1996). Así, el grupo de cereales, derivados y legumbres, y de lácteos fueron inferiores a lo recomendado (6 raciones al día, aproximadamente 300 g y 2-3 raciones/d respectivamente. En cuanto al consumo de carne, huevos y frutas superó lo aconsejado en todos los grupos, mientras verduras y hortalizas fueron bajos (Ortegas y Requejo, 1996). De igual modo, sucedió con grasas y aceites y con azúcares. Diversos estudios sobre colectivos de edad avanzada muestran unos resultados semejantes (Moreiras y cols., 1995: SÉNECA investigators, 1993; 1991; 1996; Sánchez Corcoles y cols., 1990; Kromhount y cols., 1985). EI análisis estadístico del efecto de la CEGT y el sexo revelo que la primera afecto al consumo total de alimentos, cereales, lácteos y pescados mientras que el efecto del sexo se manifestó únicamente en los cereales. 195 Discusión AI estudiar el efecto de la CEGT, dentro de cada sexo (Test de Bonferroni) se observó que en los H, el consumo total de alimentos y cereales, no se modificaron por efecto del consumo de energía en los dos grupos de menor consumo; todos los demás alimentos no se afectaron en ningún caso. En cuanto a las M sólo el grupo de CEGT3 se diferenció de los otros dos para casi todas las variables estudiadas. En resumen, todos los grupos presentan un patrón de consumo de alimentos muy similar, observándose bajas ingestas de cereales, legumbres y derivados, lácteos, verduras, aceites y azúcares. La CEGT de la dieta fue de escasa entidad en los tres grupos de H y en los dos grupos de M con menor CEGT. Los parámetros hematológicos de la serie roja (Tabla 18) estudiados revelaron que todos los grupos se situaban dentro del rango de normalidad de acuerdo con los criterios de Charlton (1997). Datos semejantes han sido observados en otros trabajos sobre colectivos d e edad avanzada (Lesourd y cols., 1996; Ortega y cols., 1994; Dallman y col., 1984; Charlton y cols., 1997; Jacobs y cols., 1984). EI análisis estadístico de los efectos del sexo y la CEGT (ANOVA de dos vías) reflejó la existencia de diferencias significativas atribuibles al sexo, como cabría esperar, mientras los posibles efectos de la CEGT no fueron observados. Posteriormente, estos hechos se confirmaron con el test de la t-Student, en el recuento de hematíes, la concentración de hemoglobina y el valor hematocrito, en todos los grupos, siendo los valores menores en los grupo de M que en los de los H. 196 Discusión En resumen, se puede afirmar que la CEGT no afecta la situación nutricional de los ancianos juzgada por los parámetros de la serie roja. Por otra parte, cuando se evaluó el efecto de la CEGT en el estado nutritivo de los ancianos a través de los parámetros bioquímicos (Tabla 19), se observó que todos lo grupos presentaban unos valores medio que se situaron dentro de la normalidad (Schlenker, 1994; Le Grusse, 1993). EI análisis de la influencia del sexo y la CEGT (ANOVA de dos vías), sobre los parámetros bioquímicos reveló que ninguna de las dos fuentes de variación modificaba dichos parámetros excepto el sexo, para alas lipoproteínas HDL- colesterol y LDL-colesterol. Mediante el test de la t-Student se puso de manifiesto que al HDL-colesterol fue significativamente más alta en las M que en los H en aquellos grupos con las CEGT menores (CEGT1 y CEGT 2). En líneas generales, se puede afirmar que los ancianos, tanto H como M consuman energía en un porcentaje entre menos del 80% y más de un 100% de la CEGT, no modificó los parámetros bioquímicos evaluadores del estado nutricional, al igual que se observo en los parámetros hematológicos. Los valores medios observados en H y M, de los parámetros inmunológicos (Tabla 20) se puede considerar que se encuentran dentro del rango de normalidad (Rose y cols., 1992). Cabe señalar que de todos los grupos estudiados sólo los varones que consumen entre el 80 y el 100% de la CEGT mostraron datos normales en cuanto a la función inmune celular, según los criterios de Jaurrieta y cols., (1981). Por último, cuando se estudian los posibles efectos de la CEGT (ANOVA de dos vías: sexo y CEGT) sobre los parámetros inmunológicos (Tablas 20, 21 y 22), los resultados siguen una pauta semejante a lo observado anteriormente para ^s^ Discusión los parámetros hematológicos y bioquímicos. Así la CEGT no altero ninguno de los parámetros estudiados excepto el porcentaje de linfocitos CD9 y NK y la concentración sérica de IGA. EI sexo afecto a todos los recuentos y/o porcentajes celulares, excepción hecha de linfocitos totales y CD3 y al respuesta a test cutáneos de hipersensibilidad retardada (Gráficos 12 y 13). Abundado en esta cuestión al comparar los grupos e H con los de las M de semejante ingesta energética (Test t-Student) se observaron diferencias significativas mayoritarias entre los grupos de menor ingesta. Gráfico 12.- Efecto de la contribución de energía al gasto teórico (CEGT) sobre el test de hipersensibilidad retardada cutánea (SCORE) de ancianos. SCORE' q HOMBRES q MUJERES CEGT1 CEGT2 CEGT3 ": P<0,05 (Test ANOVA dos vía: fuente variación sexo). #: Diferencias significativas (p<0,05) entre sexos para los grupo CEGT1, CEGT2 y CEGT3 (Test t-Student). 198 Discusión Gráfico 13.- Efecto de la contribución de energía al gasto teórico (CEGT) sobre el test de hipersensibilidad retardada cutánea (NAP: número de antígenos positivos) de ancianos. NAP ' 4,5 4 3,5 3 2,5 2 1,5 1 0,5 0 CEGT1 CEGT2 CEGT3 O HOMBRES 0 MUJERES ': P<0,05 (Test ANOVA dos vía: fuente variación sexo). #: Diferencias significativas (p<0,05) entre sexos para los grupo CEGT1, CEGT2 y CEGT3 (Test t-Student). En concusión, la CEGT no parece influir sobre los parámetros inmunológicos. Ninguno de los grupos estudiados parece presentar una adecuada situación nutricional juzgada por los parámetros inmunológicos, ya que muestran unas respuestas a test de hipersensibilidad retardada cutánea alteradas. 5.3.- Influencia del índice de masa corporal (IMC) en la situación nutricional de los ancianos A fin de conocer la posible influencia del IMC, en la situación nutricional de los ancianos, estos se dividieron en tres grupos, en función de su IMC, siguiendo el criterio establecido por Garrow (1984), así, el grupo IMC1 comprendió los individuos con un IMC entre 20 y 25 kg/m2, el grupo IMC2 los de 25 a 30 kg/m2 y 199 Discusión el gnapo IMC3 los que presentaron un IMC mayor de 30 kg/m2, como se describió en el apartado de Sujetos y Métodos. En general, se observó que el IMC determina el estado nutritivo de los ancianos, juzgado a través de la antropometría, sin embargo, otros parámetros antropométricos no siguieron la pauta esperada. La mayoría de los valores antropométricos (Tabla 23) de los ancianos estudiados superaron los criterios de normalidad (Russel y cols., 1988; Siri, 1956; Garrow, 1981; Bray, 1976), debido probablemente a la clasificación utilizada para el IMC. EI test de ANOVA de dos vías (sexo e IMC) reveló que ni la talla, la RCC, la MM y la MLG se afectaban por el IMC. Posteriormente, este hecho se confirmó con el test de Bonferroni que no mostró diferencias significativas para dichos parámetros. Como cabría esperar, los valores medios del resto de los parámetros antropométricos aumentaron con el IMC. En cuanto a los valores medios de los pliegue cutáneos, se encontró que en los H el pliegue bicipital (PB) siguió la pauta esperada, es decir más alto a mayor IMC. Mientras que los pliegues tricipital (TP) y subescapular (PS) y el PB de las M fue semejante en aquellos con un IMC adecuado y con sobrepeso (Garrow, 1981). En numerosos trabajos sobre personas de edad avanzada con o sin sobrepeso se encuentran valores semejantes a los de este estudio (Ortega y col., 1997; Redondo , 1995; Moreiras y col, 1995). Por otra parte, en líneas generales la posible influencia del IMC sobre la ingesta de energía y nutrientes, no se manifestó en la mayoría de los parámetros estudiados, en contra de los esperado. Así, cuando se evaluaron loes efectos del sexo y el IMC (test de ANOVA de dos vías) sobre los parámetros dietéticos (Tabla Zoo Discusión 24), únicamente se observaron diferencias significativas sobre la CEGT, la IR de las proteínas y de yodo y sobre la ingesta de carbohidratos. Se debe señalar que la ingesta de energía no se modificó por el IMC (Gráfico 14), hecho que indican otros autores (Redondo, 1995; Miller y col., 1994; Miler y col., 1990). Además, se encontró que tanto los H como las M no alcanzaron el 100% del gasto teórico, en los grupos con mayor IMC (Test de Bonferroni) a diferencia de lo observado en el grupo con un IMC de 20-25 kg/m2, debido probablemente a que los primeros se han saltado alguna comida y es bien sabido que esta situación produce alteraciones en la ingesta de energía (Mataix, 1994). Gráfico 14.- Efectos del IMC sobre la contribución de la energía al gasto teórico (CEGT) de ancianos. CEGT (%) 120 100 ^ 60 40 20 0 IMC1 b b IMC2 b IMC3 ^ HOMBRES 0 MUJERES a, b, c: Letras distintas señalan diferencias significativas (p<0,05), entre grupos IMC1, IMC2, IMC3, dentro de cada sexo (test de pares de Bonferroni). La ingesta de proteínas y lípidos no se modificó, mientras que la de carbohidratos fue más baja en las M del grupo IMC2. Además, la adecuación de las proteínas a las IR, superó el 100%, como es característico en la población española (Moreiras y cols., 1995), debido a los hábitos alimentarios Zo^ Discusión establecidos. Estos datos han sido observados también por diversos autores en personas mayores (Ortega y cols., 1996; Redondo, 1995; Carbajal, 1993). En lo relativo a la ingesta de vitaminas hidrosolubles (Tabla 25), se debe destacar diferencias significativas debidas al sexo (ANOVA de dos vías; sexo e IMC), en las IR de riboflavina, niacina y piridoxina. Cuando se realizó el tests de la t-Student, se observó que las modificaciones por el sexo se manifestaron principalmente en el grupo con un IMC mayor de 30 kg/m2. Se encontró una situación deficitaria para la riboflavina en el grupo HIMC3 y para piridoxina y folatos. En cuanto a las vitaminas liposolubles (Tabla 26) cabe señalar en general, una situación de deficiencia, sin embargo se observó que los valores medios para la vitamina A cubrían las IR en el caso. de las M(Gráfico 15). De igual modo sucedió en el caso de la vitamina D en el grupo HIMC1. La mayoría de los estudios sobre ingesta de vitaminas muestran deficiencia para todas las vitaminas liposolubles ( Bidlack, 1990; Lówik y col., 1994; Ortega y col., 1992; Payette y col., 1991), hecho que en cierto modo podrían diferir de los resultados del presente trabajo en cuanto a la vitamina A(Gráfico 15). Las ingestas de minerales (Tabla 27) fueron adecuadas en los mayores estudiados, exceptuando cinc y magnesio en todos los grupos, el calcio en HIMC2 y 3 y MIMC1, y el hierro en MIMC2. AI realizar el test de ANOVA de dos vías (sexo e IMC) se observó, además, una interacción de los dos efectos para la ingesta de yodo. En cuanto a los electrolitos, el estudio de diferencias entre los grupos mediante el test de Bonferroni mostró que la ingesta de sodio fue significativamente más baja en las M con un IMC entre 25 y 30 kg/m2, mientras que en los H no se encontró inFluencia del IMC. Zo2 Discusión Gráfico 15.- Efecto del IMC sobre la contribución a las IR de la vitamina A en ancianos. IR (%) V'Ramina A 140 120 100 80 60 40 20 0 # q HOMBRES q MUJERES IMC1 IMC2 IMC3 #: Diferencias significativas (p<0,05) entre sexos para los grupo IMC1, IMC2 y IMC3 (Test t- Student). Cuando se evaluó la influencia del IMC y el sexo (Test de ANOVA de dos vías) sobre el consumo de alimentos (Tabla 28), sólo apareció influencia del sexo en los cereales y las bebidas. En todos los grupos estudiados se apreció un comportamiento semejante al patrón observado anteriormente en el colectivo de mayores y similar al de otros grupos de ancianos (Moreiras y cols., 1995; 1993; Redondo, 1995). EI IMC parece marcar pequeñas diferencias sobre la situación nutricional del colectivo, cuando se juzga por parámetros hematológicos de la serie roja (Tabla 29), ya que sólo afecta a la concentración de hierro sérico (ANOVA de dos vías: sexo e IMC). Además se observó sobre este mismo parámetro una interacción de los dos efectos. Se debe señalar que los valores medios de los parámetros hematológicos se encontraron dentro del rango de normalidad (WHO, 1968), a pesar del criterio de división establecido. En líneas generales se puede afirmar que el IMC en el colectivo de 203 Discusión ancianos estudiados no parece afectar a los parámetros bioquímicos (Tabla 30). En general, la mayoría de los parámetros estudiados se encontraron dentro del rango de normalidad (Charlton, 1997). EI sexo ejerció un efecto significativo sobre la concentración de globulinas séricas, HDL-colesterol y LDL^olesterol. Además, apareció un efecto interactivo entre el sexo para la oc-EGR (riboflavina) (Test de ANOVA de dos vías: sexo e IMC). Se debe señalar que la concentración de prealbúmina se comporta de igual forma que la ingesta de energía, es decir que el diferente IMC no modifica su concentración sérica. En general, el estado nutricional del colectivo estudiado parece verse afectado por efecto del IMC cuando se valoran los parámetros inmunológicos, observándose una mejor situación en el caso de los H. Las tablas 31, 32 y 33 recogen todos los parámetros inmunológicos estudiados, mostrándose que el recuento de leucocitos, linfocitos y subpoblaciones linfocitarias están dentro del rango de normalidad (Rose y cols., 1992). Sin embargo, la respuesta a test de hipersensibilidad retardada cutánea no alcanzó los valores normales (Jaurrieta y cols., 1974) (Gráfico 16a, 16b), excepto en el grupo HIMC3, que es el clasificado como obeso, según el criterio de Garrow, (1981). Cuando se compararon los grupos de H con los de M(test de la t-Student) se observó que las diferencias significativas aparecían de forma mayoritaria entre los grupo IMC2 es decir, entre aquellos que, según Garrow (1981), presentaron sobrepeso. 204 Discusión Grafico 16a.- Efecto del IMC sobre el test de hipersensibilidad retardada cutánea (NAP: número de antígenos positivos) de ancianos. NAP ' 6 0 IMC1 I# I IMC2 IMC3 q HOMBRES q MUJERES *: P<0,05 (Test ANOVA dos vía: fuente variación sexo). #: Diferencias significativas (p<0,05) entre sexos para los grupo IMC1, IMC2 y IMC3 (Test t-Student). Gráfico 16b.- Efecto del IMC sobre el test de hipersensibilidad retardada cutánea (SCORE) de ancianos. SCORE' 20 10 0 15 5 IMC1 # IMC2 # IMC3 ^ HOMBRES O MUJERES *: P<0,05 (Test ANOVA dos vía: fuente variación sexo). #: Diferencias significativas (p<0,05) entre sexos para los grupo IMC1, IMC2 y IMC3 (Test t-Student). En resumen, los parámetros inmunológicos reflejan una situación nutricional deficitaria, excepto para los hombre con un IMC mayor de 30 kg/m2, pudiéndose afirmar que la respuesta a TCHR es uno de los parámetros más sensibles y debería ser utilizado como indicador del estado nutritivo en individuos de edad avanzada. 205 Discusión 5.4.- Influencia de la respuesta inmunológica (RI) en la situación nutricional de los ancianos A fin de estudiar la influencia de la respuesta inmunológica (RI) en la situación nutricional de los ancianos, como ya se comentó en el apartado de Sujetos y Métodos, se dividió la población objeto de estudio en función de la respuesta a test cutáneos de hipersensibilidad retardada, por un parte aquellos que presentaron una buena respuesta (RB), es decir que alcanzaban los valores de normalidad para la población española, establecidos por Jaun-ieta y col. (1985), y aquellos con valores inferiores y por tanto con una respuesta defectuosa (RD). La distribución en porcentaje de la población estudiada se ha reflejado en el Gráfico 17, observándose que existe un amplio grupo que presentó una RD. Diversos autores indican que en las personas de edad avanzada es frecuente encontrar una función inmunológica deteriorada (Lesourd y col., 1999; Makinodan y col. 1995; Chandra, 1997), aunque en otros estudios se indica que el declive inmunológico no es inevitable (Erschler y cols., 1993; Kubo y cols., 1990). Gráfico 17.- Distribución de los mayores en función de la respuesta inmunológica HOMBRES 53% RD 47% RB MUJERES En líneas generales, el efecto de la respuesta inmunológica sobre la situación nutricional del colectivo, juzgado a través de los parámetros 2os Discusión antropométricos no parece manifestarse. Cuando se realizó el test de ANOVA de dos vías (sexo y RI), únicamente se encontró interacción entre los dos efecto señalados para las variables, peso y talla. También mediante este test sólo se aparecieron diferencias debidas al sexo en la RCC. Las diferencias significativas entre grupos obtenidas mediante el test de la t-Student aparecieron en función del sexo, como cabría esperar, para la mayoría de los parámetros exceptuando el peso y PS en los grupos de RB y la RCC en los de RD. En cuanto a los valores medios de la mayoría de los parámetros antropométricos, se encontraron dentro del rango de normalidad (Russel y cols., 1988). Se debe señalar que el IMC superó en ambos grupos el valor de 25 kg/m2, considerado por Garrow ( 1981), como límite de normalidad. De igual modo sucedió con el porcentaje de peso ideal que superó el 105% (Bray,1 976). Cuando se evaluaron los efectos de la respuesta inmunológica sobre la situación nutricional de los ancianos a través de los parámetros dietéticos se observó que apenas se modificaba dicha situación. En general, los parámetros dietéticos de los ancianos mantienen la pauta de la población española (Moreiras y cols., 1995), observándose tanto el perfil calórico como el lipídico alterado, además de un consumo muy alto de proteínas. Los efectos del sexo y de la RI (Test de ANOVA de dos vías), se pusieron de manifiesto, el primero sobre las calorías aportadas por los AGS, mientras que el efecto interactivo entre ambos estuvo presente en el perfil calórico y lipídico, menos en las calorías aportadas por los carbohidratos. 207 Discusión Así, se debe destacar que la ingesta de energía no parece afectarse por la RI y la CEGT no alcanza el 100% en ninguno de los grupos. Diversos autores señalan que cuando los ancianos están desnutridos su sistema inmune se deteriora (Chandra y cols., 1972; Lesourd y cols., 1990). Sin embargo, en este estudio se observa que la respuesta inmunológica no influye en la ingesta energética. En el caso de las M una RD parece conducir a una peor situación en cuanto a la energía procedente de las proteínas que fue significativamente superior que aquellas con una respuesta defectuosa. EI estudio de las vitaminas hidrosolubles mediante el test de la t-Student mostró diferencias debidas al sexo, en las IR de riboflavina que fueron más altas en las M y de piridoxina en las M con RD. Se observó deficiencias en todos los grupos, para las IR de folatos y de piridoxina. Diversos autores encuentran las mismas deficiencias en otros colectivos de mayores (Redondo, 1995; Moreiras y cols., 1997; Carbajal, 1999). Por otra parte, la ingesta de vitaminas liposolubles no se modificó por los efectos de la RI, ni del sexo (ANOVA dos vías). Sin embargo, se observó que los varones con una RB alcanzaron las IR de vitaminas D. De igual modo, las M presentaron una mejor situación para la vitamina A que los hombres (Gráfico 18). Grafico 18.- Efectos de la respuesta inmunológica (RI) buena (RB) o defectuosa (RD) sobre la contribución de las IR (%) de vitamina A en ancianos. IR (%) V'damina A 140 120 100 80 60 40 20 0 q HOMBRES O MUJERES RB RD 208 Discusión La ingesta de minerales, al igual que la de vitaminas no se alteró por efecto de la respuesta inmunológica, en ningún caso se cubrieron las IR para calcio, cinc y magnesio, que frecuentemente se indican como deficitarios en distintos colectivos de mayores (Moreiras y cols., 1996; Ortega y col, 1992). Además la ingesta de este último fue significativamente superior en las M con RD que en los varones. Respecto a la ingesta de alimentos se observó que la RI no influyó sobre ésta (ANOVA de dos vías: sexo y RI). En el caso de los H, el consumo de azúcares fue significativamente más alto en aquellos que presentaron RB (Test t- Student) respecto a los RD. Además, la ingesta de cereales fue mayor en los varones que en las M, de igual modo sucedió con el consumo de pescado en los grupos con RB. En general, se observó que se cubrieron las raciones recomendadas por Requejo y col. (1996) para carnes, huevos y frutas. Por otro lado y en líneas generales, se puede afirmar que la respuesta inmunológica no modificó la situación nutricional de los ancianos, juzgada por los parámetros hematológicos. Cuando se valoró el Test de la t-Student, en los H el VCM fue mayor con RD, mientras que el CHCM fue más alto en los que presentaron una RB (Test t- Student) (Gráfico 19). Respecto a las diferencias en función del sexo, las M presentaron concentraciones para hematíes, hemoglobina, hematocrito inferiores que los hombres, siempre dentro del rango de normalidad. 209 Discusión Grafico 19.- Efectos de la respuesta inmunológica (RI) buena (BR) o defectuosa (RD) sobre algunos parámetros hematológicos de la serie roja en ancianos. RB RD OHOMBRES O MUJERES CHCM (g/dL) 40 35 30 25 20 15 10 5 0 ^^ RB RD a, b: Letras distintas señalan diferencias significativas (p<0,05), entre grupos RB y RD, dentro de cada sexo (test t-Student). Los parámetros bioquímicos tampoco se modificaron por la RI (ANOVA dos vías). Los H con una RD presentaron una concentración de HDL-colesterol sérica más alta que aquellos con una BR. Los parámetros relacionados con el "status" proteico no parecen modificarse por efecto de la respuesta inmunológica. En este caso, se podría esperar que la concentración de albúmina apareciese alterada, debido a que se considera un indicador del estado de salud y en los ancianos disminuye durante la inflamación crónica (Roubenoff y cols., 1995), sin embargo, ante una situación de respuesta inmunológica deteriorada tanto los H como las M presentaron valores medios de la proteína similares a los de RB. La prealbúmina, indicador de la adecuación de la ingesta de energía no se modificó, manteniéndose lo observado en la Tabla 34, sobre el consumo de energía. La concentración de globulinas fue significativamente más alta en las M con RB. EI status de vitaminas séricas y plasmáticas de los ancianos, no se modificó por la RI. En general, se encontró una situación deficitaria para el fólico eritrocitario, indicador de las reservas en el organismo y para el coeficiente oc- 2^0 Discusión EGR, así como, la concentración de tocoferol en las M con RB. Las M con RD niveles de cianocobalamina más bajos que las de RB. En general, el efecto de la RI no parece influir en la situación nutricional de los ancianos, juzgado a través de los parámetros inmunológicos, se manifestó sólo en la inmunidad celular "in vivo". Las interacciones del sexo y RI (ANOVA dos vías) se observaron en el porcentaje de CD4 y de CD8. Las M parecen presentar una mejor situación si consideramos la relación CD4/CD8, parámetros considerado como indicador del estado nutricional (Chandra, 1988), cuyo valor medio fue superior a las de los H. La RI, como cabría esperar, afectó a las respuestas a TCHT excepto para tetanos, candida y proteus (ANOVA). Los valores de normalidad, de acuerdo con el criterio utilizado (Jaurrieta y cols., 1984) se presentaron en aquellos grupos con una respuesta buena. En cuanto a las inmunoglobulinas séricas y los factores del complemento no se vieron modificados por efecto del sexo ni de la RI. Además, todos los valores se encontraban dentro del rango de normalidad. En resumen, en líneas generales se puede afirmar que la RI no modifica la situación nutricional del colectivo estudiado. Se debe destacar que una respuesta inmunológica defectuosa no parece ejercer influencia en la ingesta de energía. Además, la ingesta de vitamina A es mejor en las mujeres que en los hombres. De igual modo sucede en cuanto a los parámetros inmunológicos, ya que las mujeres parecen presentar una situación más adecuada que los hombres. 211 p^pLIOTECA Discusión 5.5.- Influencia del consumo de fácteos (RL) en la situación nutricional de los ancianos A fin de conocer el efecto del consumo de lácteos sobre la situación nutricional de los ancianos, se diseñaron los diferentes grupos en función de que las raciones de lácteos (RL) consumidas estuvieran por debajo (RL1) o por encima (RL2) de lo adecuado (Aranceta, 1996; Ortega y Requejo, 1995; Dietary Guidelines 1990), como ya se detalló en Sujetos y Métodos. En general, el estado nutricional de los mayores, juzgado por los parámetros antropométricos (Tabla 45), no parece afectarse por efecto del consumo de RL. Considerando el Test de ANOVA de dos vías (sexo y RL) se observaron diferencias debidas únicamente al primer efecto. Situación que se confirma con el Test de la t-Student, al obtenerse significación prácticamente en todos los parámetros. Así, el peso y la talla fueron inferiores en las M, al igual que lo que observan de Groot (1991; 1996), Redondo (1995), Moreiras y col. (1996) y Ortega y col., (1992). En cuanto al IMC, índice que relaciona el peso con la talla, se situó en todos los grupos por encima de 25 kg/m2, considerado por Garrow (1981) como límite, a partir del cual, se puede definir el sobrepeso. Además, las M con una ingesta de RL adecuados, presentaron un IMC más alto que los varones, situación que se confirma con el peso ideal. Este último parámetro, en las M fue más alto que en los H y superó en un 20% en aquellas, el valor de 105% considerado como adecuado (Bray, 1976), lo cual podría indicar una mayor tendencia a situaciones de sobrepeso y/o obesidad por parte de este grupo. Los parámetros relativos a la composición corporal (PB, PT, PS) fueron significativamente mayores en las M independientemente del consumo 212 Discusión de lácteos. En comparación con las poblaciones del estudio SENECA, los valores medios del PT se situaron entre el percentil 50 y el 90, excepto en las de Grecia e Italia que estarían en el percentil 90 (de Groot, 1991). Por otra parte y en contra de los esperado, cuando se evaluaron algunos de los parámetros dietéticos (Tabla 46) a fin de conocer los efectos del consumo de lácteos sobre la situación nutricional de los ancianos se encontró poca influencia. En general, se observó una ingesta de energía baja, aunque la CEGT fue mejor en los mayores con una adecuada ingesta de lácteos, mientras que la ingesta de proteínas fue bastante elevada. Respecto a esta última, se observó en M una ingesta mayor en el grupo RL2, mientras que en los H fue similar (Test t-Student). EI perfil calórico y lipídico de la dieta de los mayores mantuvo el patrón observado en la población española (Moreiras y co1.,1996), encontrándose que existió un exceso de calorías procedentes de las proteínas y grasas en detrimento de los carbohidratos. De igual modo, se indica que existe un patrón alterado en otros grupos de mayores (Redondo, 1995; Ortega y col., 1992; Moreiras y col., 1991; 1996). Además, los lácteos, como ya se ha comentada en la situación bibliográfica son una buena fuente de energía y nutrientes (Mataix, 1995, Varela y col., 1991; Mayor Zaragoza, 1994), sin embargo, en este estudio se observó que en las M, las calorías aportadas por los lípidos fueron significativamente más altas en aquellas con un menor consumo de lácteos (Gráfico 20). 213 Discusión Gráfico 20.- Efecto del consumo de lácteos en el perfil calórico de los ancianos. HOMBRES I RL1 RL2 0% 50% 100% RL1 RL2 q Proteínas q Carbohidratos q Lípidos 0% MUJERES I b 1 I 50°^ 100% a, b: Letras distintas señalan diferencias significativas (p<0,05), entre grupos RL1 y RL2, dentro de cada sexo (test t-Student). Tanto el sexo como el consumo de lácteos afectaron a las IR de riboflavina (Test de ANOVA de dos vías) (Tabla 47). Posteriormente, el tests de la t-Student revelo un contribución a las IR de tiamina y riboflavina en M y, en ésta última también en H, significativamente más altas en los grupos con un mayor consumo de lácteos. Estas vitaminas se encuentran en la leche en cantidades importantes (Mayor Zaragozá, 1994; Varela y col., 1991). En general, las vitaminas deficitarias en la mayoría de los grupos fueron la piridoxina y los folatos. Se podría afirmar que las mujeres, al margen de su consumo de lácteos, parecen presentar una ingesta más adecuada que los hombres. En cuanto a las ingestas de vitaminas liposolubles (Tabla 48) fueron deficitarias en casi todos los grupos, exceptuando la vitamina A en las M, además, aquellas con RL1, presentaron una ingesta significativamente más alta que los hombres. 214 Discusión Resultados similares sobre la ingesta de vitaminas hidrosolubles y liposolubles han sido constatados por diversos autores en colectivos de ancianos (Tucker y cols., 1992; Payette y cols., 1991; Ldwik y col., 1994). A diferencia de lo observado con la mayoría de las vitaminas hidrosolubles y liposolubles, las ingesta de minerales delos ancianos (Tabla 49) sí parecen afectarse por el consumo de lácteos. EL efecto de RL (Test de ANOVA de dos vías: sexo y RL) sobre los minerales se ha puesto de manifiesto en el caso del calcio, yodo, cinc y magnesio (Gráfico 21). Por otra parte, el efecto del sexo se ha presentado en el hierro mientras que la interacción de ambos factores (sexo y RL) apareció en el yodo. Gráfico 21.- Efecto del consumo de lácteos sobre la contribución a las IR de minerales de los ancianos. 350 300 250 200 150 100 50 0 ^ ^J a.b.a b Calcio Hierro Yodo Cinc Magnesio q HRL1 q HRL2 q MRLt q MRI 2 a, b: Letras distintas señalan diferencias significativas (p<0,05), entre grupos RL1 y RL2, dentro de cada sexo (test t-Student). #: Diferencias significativas (p<0,05) entre sexos para los grupo RL1 y RL2 (Test t-Student). 215 Discusión Tanto el cinc como el magnesio fueron deficitarios en todos los grupos observados, además el calcio, en los grupos RL1 de H y M. Este último hecho, se podría esperar dado el alto aporte de calcio que presentan los lácteos. EI tests de la t-Student puso de manifiesto que en la mayor parte de los minerales estudiados los grupos que presentaron una mayor ingesta de los mismo fueron aquellos que consumieron más de dos raciones de lácteos. Por su parte, en relación con el consumo de alimentos de los mayores (Tabla 50) aparece una influencia de RL en aquellas variables relacionadas con ello, es decir, alimentos totales y en los lácteos. En líneas generales, en cuanto al resto de los alimentos reseñados en la Tabla 50, siguieron el patrón de consumo esperado para la población española (Moreiras y cols., 19956), ya comentado previamente. En general, se puede afirmar que el consumo de lácteos no parece afectar de forma importante la mayor parte de los parámetros hematológicos de la serie roja de los ancianos estudiados (Tabla 51). Los valores medios en todos los grupos, en función del consumo de lácteos, se encontraron dentro del rango de normalidad (Charlton, 1997). Por su parte, el Tests de ANOVA de dos vías (sexo y RL) reveló que tanto el sexo como las RL, como la interacción entre ambos afectó a la concentración de hierro sérico. EI hecho de que los H y las M consumieran más o menos RL de lo adecuado no modificó los parámetros bioquímicos (Tabla 52). EI sexo ejerció un efecto significativo (Test de ANOVA de dos vías: sexo y 216 Discusión RL) sobre las globulinas séricas, y además se observó una interacción entre los dos efectos (sexo y RL) en la concentración de fólico sérico, de tal modo que las mujeres que consumen más lácteos fueron las que presentaron valores más aceptables. En líneas generales se puede afirmar que el consumo de lácteos no influyó en la situación nutricional de los ancianos juzgada a través de los parámetros inmunológicos (Tablas 54, 55, 56). EI recuento de leucocitos, linfocitos, subpoblaciones linfocitarias y las concentraciones séricas de inmunoglobulinas y factores de complemento, puso de manifiesto una situación de normalidad de los ancianos estudiados (Rose y cols., 1992). Sin embargo, el TCHR en todos los grupos, RL1 y RL2, no alcanzó los valores adecuados (Jaurrieta y cols. 1974) mostrándose así un posible deterioro del estado nutritivo (Gráfico 22). Gráfico 22.- Efectos del consumo de lácteos sobre el TCHR (NAP y SCORE). NAP 16 SCORE 14 12 10 8 6 4 2 ^ HRL1 q HRL2 q MRL1 q MRL2 #: Diferencias significativas (p<0,05) entre sexos para los grupo RL1 y RL2 (Test t-Student). En general, el consumo de lácteos ejerce una escasa influencia sobre la 217 Discusión situación nutricional de los ancianos juzgado a través de los parámetros antropométricos, dietéticos, hematológicos, bioquímicos e inmunológicos. No obstante, en cuanto al peso las M con una ingesta adecuada de lácteos parece presentar una ligera tendencia al sobrepeso y/o obesidad. También se debe señatar que existe muy poca influencia de los lácteos en los parámetros dietéticos. 5.6.- Influencia del consumo de fármacos (F) en la situación nutricional de los ancianos De acuerdo con lo expresado en el Material y Métodos, se dividieron a las M en dos grupos, aquellas que no consumían fármacos (NF) y las que sí consumían (SF). Las primeras representaban un 41 % mientras que las segundas un 59% del total de mujeres. EI hecho de dividir a las M en función del consumo de fármacos no modificó, en modo alguno su estado nutricional, juzgado por los parámetros antropométricos (Tablas 56). Así cuando observamos si los valores medios de la antropometría se ajustaban a la normalidad, muchos de los parámetros la superaban, encontrándose, por ejemplo, el IMC en ambos grupos cerca del límite 30 kg/m2 ya de obesidad según Garrow (1984), y el porcentaje de peso ideal por encima del 105% (Bray, 1981), tanto en el grupo NF como en el SF. De igual modo, la mayoría de los parámetros dietéticos (Tablas 57, 58, 59, 60 y 61) no se vieron afectados por el consumo de fármacos. EI Test de la t- Student reflejó que las calorías aportadas por los hidratos de carbono fueron más bajas en el grupo SF, sin embargo ambos grupos SF y NF se alejaban bastante 218 Discusión de lo adecuado, presentando un perfil calórico alterado (Gráfico 22), como el estado nutritivo en general. Gráfco 22.- Efecto del consumo de fármacos sobre el pe^l calórico de las ancianas. NF SF 0% a u 50% 100% O Proteínas O Carbohidratos O Lípidos a, b: Letras distintas señalan diferencias significativas (p<0,05), entre grupos NF y SF, dentro de cada sexo (test t-Student). En cuanto a las vitaminas y minerales, no se alcanzaron las IT (Departamento de Nutrición, 1998) para piridoxina, folatos, vitamina D y E, calcio, cinc y magnesio. Por su parte, el consumo de alimentos siguió el patrón observado ya anteriormente y fue similar a la de población española (ENNA-3: Moreiras y col. 1995). Aquí se debe destacar que en el SF se consumieron menos azucares que en los NF (Test t-Student). Por otra parte, aunque más de un 50% de las ancianas presentaban patologías, el consumo de fármacos asociados a las mismas no parece ejercer ningún efecto en la hematología de las M estudiadas, encontrándose además todos los parámetros en el rango de normalidad (Charlton, 1997). En cuanto al análisis estadístico de los parámetros bioquímicos reveló que los fármacos afectaban a la concentración sérica de globulinas y al "status" de riboflavina, que fueron significativamente más bajas en el grupo Z^s Discusión SF. Por último, cuando se utilizaron los parámetros inmunológicos para evaluar el efecto del consumo de fármacos sobre el estado nutricional de la ancianas se encontró una ligera influencia (Tablas 64, 65, 66). Exceptuando las respuestas a TCHR el resto de los parámetros se encontraron en el rango de normalidad (Rose y cols., 1992) confirmándose una vez más que el TCHR es muy sensible en la evaluación de la situación nutritiva. En resumen, cuando se evalúa la influencia del consumo de fármacos se observa que en líneas generales no parece modificar el estado nutricional de las ancianas observadas. Sin embargo, sí se encontró que los fármacos afectaban a al concentración sérica de globulinas y al status de riboflavina que fue menor. 220 6. RESUMEN Y CONCLUSIONES Resumen y conclusiones 6.- RESUMEN Y CONCLUSIONES 6.1.- Resumen EI objeto de este estudio es contribuir al conocimiento del estado nutricional de las personas de edad avanzada no institucionalizadas, y a la posible influencia de la contribución de la energía al gasto teórico, el índice de masa corporal, la respuesta inmunológica, el consumo de lácteos y el consumo de fármacos, sobre dicho estado nutricional. La evaluación del estado nutritivo se Ilevó a cabo a través de parámetros antropométricos, dietéticos, hematológicos, bioquímicos e inmunológicos, en 119 ancianos, 36 hombres y 83 mujeres. 6.2.- Conclusiones . • En relación con la situación nutricional de los ancianos • Conclusión primera: Respecto a los parámefros antropométricos Los parámetros antropométricos, en general, reflejan un adecuado estado nutricional en la mayor parte de los ancianos. Sin embargo, y en referencia al peso, un porcentaje alto de individuos presentan obesidad y/o sobrepeso. • Conclusión segunda: Respecto a /os parámetros dietéticos No se alcanzan las tR de energía en ninguno de los colectivos. Además, la ingesta energética en las mujeres es inferior a la de los hombres, las diferencias observadas parecen ser debidas a las ingestas de hidratos de carbono, ya que proteínas y lípidos se ingieren de forma semejante en ambos grupos. ^ 221 Resumen y conclusiones En cuanto al perfil calórico y lipídico de la dieta los ancianos está desequilibrada por un exceso del consumo proteico y de ácidos grasos saturados respectivamente. Los mayores estudiados presentaron deficiencias para los minerales, calcio, magnesio y cinc y para las vitaminas, piridoxina, folatos, vitaminas A, D y E. EI colectivo estudiado parece consumir de forma adecuada los alimentos pertenecientes a los grupos de carne, huevos y frutas. Es escasa la ingesta de cereales, legumbres, lácteos, pescado, verdura, hortalizas, grasas y aceites. • Conclusión tercera: Respecto a los parámetros hematológicos de la serie roja Los parámetros hematologicos de la serie roja reflejan un estado nutricional aceptable en los varones. Las mujeres, presentaron mayoritariamente ferropenia, aunque tuvieron una baja prevalencia de anemia ferropénica. • Conclusión cuarta: Respecto a/os parámetros bioquímicos Los parámetros bioquímicos manifiestan una situación de normalidad excepto en las reservas de ácido fólico que son deficitarias, aunque los niveles séricos son adecuados. • Conclusión quinta: Respecto a los parámetros inmunológicos 222 Resumen y conclusiones Los parámetros inmunológicos ponen de manifiesto ciertas alteraciones en la situación nutricional de los ancianos, manifestadas a través de la defectuosa respuesta inmune celular "in vivo".deteriorada. • En relación con la influencia de la contribución de la ingesta de energía al gasto teórico (CEGT <80%; CEGT 80-100%; CEGT > 100%) en la situación nutricional de los ancianos • Conclusión sexta: La ingesta de energía no parece modificar la situación nutricional de los ancianos. Paradójicamente, los varones cuya ingesta de energía es más alta presentan los valores más bajos del índice de masa corporal • En relación con la influencia del índice de masa corporal (IMC 20-25 kg/m2; IMC 25-30 kg/m2; IMC>30 kg/m2) en la situación nutricional de los ancianos • Conclusión séptima: En líneas generales se puede afirmar que la talla, la RCC, la MM y relación a los parámetros antropométricos, se encuentra que algunos como la talla, la RCC, la MLG, la ingesta de energía y nutrientes, los parámetros hematológicos y bioquímicos no dependen del índice de masa corporal de los ancianos; considerando la clasificación clásica de Garro (1984) de normopeso, sobrepeso y obesidad. EI estado nutritivo de los varones con un IMC> 30 kg/m2 parece correcto ya que presentan una situación inmunológica adecuada. 223 Resumen y conclusiones • En relación con la influencia de la respuesta inmunológica (RB y RD) en la situación nutricional de los ancianos • Conclusión octava: EI hecho de presentar diferentes respuestas inmunes no modifica la situación nutricional de los ancianos. Atendiendo al mismo tipo de respuesta, las mujeres se comportan de forma más favorable que los hombres. • En relación con la influencia del consumo de lácteos (RL1< 2 raciones/días; RL2 _> 2 raciones/días) en la situación nutricional de los ancianos • Conclusión novena: En general, el consumo de lácteos ejerce una escasa influencia sobre la situación nutricional de los ancianos juzgado a través de los parámetros antropométricos, dietéticos, hematológicos, bioquímicos e inmunológicos. • En relación con la influencia del consumo de fármacos (NF y SF) en la situación nutricional de las ancianas • Conclusión décima: La influencia del consumo de fármacos no modifica de forma importante el estado nutricional de las ancianas. Sí se encontró que afectaban únicamente a la concentración sérica de globulinas y el "status" de riboflavina, que disminuyó por efecto de dichos fármacos. 224 Resumen y conclusiones CONCLUSIÓN GENERAL En líneas generales, se puede afirmar que la situación nutricional del colectivo de ancianos juzgada mediante parámetros antropométricos, dietéticos y bioquímicos es relativamente aceptable. Los parámetros inmunológicos presentaron ciertas alteraciones que podrían relacionarse con el estado nutritivo, confirmándose de nuevo en este colectivo la importancia y sensibilidad del estudio inmune en la valoración de estado nutricional. Por otra parte, la situación nutricional de las personas mayores estudiadas no parece cambiar de forma importante, en función de ciertas variaciones en la contribución de la energía al gasto teórico, el índice de masa corporal, la respuesta inmunológica, el consumo de lácteos y el consumo de fármacos. 225 7. 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DISCUSIÓN 5.1.- Situación nutricional de las personas mayores 5.2.- Influencia de la contribución de la ingesta de energía al gasto te8rico (CEGT) en la situación nutricional de los ancianos 5.3.- Influencia del índice de masa corporal (IMC) en la situación nutricional de los ancianos 5.4.- Influencia de la respuesta inmunológica (RI) en la situación nutricional de los ancianos 5.5.- Influencia del consumo de fácteos (RL) en la situación nutricional de los ancianos 5.6.- Influencia del consumo de fármacos (F) en la situación nutricional de los ancianos 6. RESUMEN Y CONCLUSIONES 7. BIBLIOGRAFÍA