Cubismo y constructivismo Capi CORRALES RODRIGÁÑEZ Departamento de Álgebra Facultad de Ciencias Matemáticas Universidad Complutense de Madrid E-28040 Madrid, Spain capi@mat.ucm.es Para Juan Tarrés, compañero de viaje durante años en el Seminario de Historia de las Matemáticas y en el Curso de Verano Arte y Matemáticas de la UNED. ABSTRACT Cubismo y constructivismo ilustran dos maneras muy distintas de pensar y trabajar el espacio a principios del siglo XX. En este art́ıculo seguimos el rastro de ambas maneras de hacer en las matemáticas de la época. Cubism and constructivism illustrate two different ways of thinking and working with space at the beginning of the 20th century. In this article we trace them both in the mathematics of the period. Key words: History of geometry and painting. Cubism. Constructivism. 2010 Mathematics Subject Classification: 01A99. 1. Introducción: Los dos caminos abiertos por Cantor Cuando en 1988 me incorporé al Departamento de Álgebra de la Facultad de Matemáticas de la UCM, Mariano Mart́ınez, que hab́ıa sido profesor mı́o durante el último año de carrera, me sugirió asistir a las reuniones del grupo de trabajo formado por el subconjunto del Seminario de Historia que se léıa los textos. Desde que en 1979 Mariano lo fundase (con él mismo y Miguel Ángel Gómez Villegas como únicos miembros), la forma del Seminario hab́ıa ido variando en función de los intereses de quienes lo formaban en cada momento. Cuando yo me incorporé, el Seminario teńıa dos secciones, por aśı decirlo; la del grupo que léıa los textos matemáticos originales (en aquel momento, libros y art́ıculos sobre el tema del infinito) y la del grupo que léıa cuentos (estaban, entonces, con Chejov). El primer grupo lo formaban José Luis Caramés, Mariano Mart́ınez, Carlos Fernández Pérez, Juan Tarrés y Miguel Ángel Gómez Villegas, y el segundo los mismos más Feliciana Serrano y Juan Tejada. Tras unas semanas de prueba me quedé en el de los textos matemáticos, al que, cuando le interesaban los deberes que nos pońıa Mariano, asist́ıa también Fernando Bombal. 61 Homenaje a J. Tarrés Capi Corrales Rodrigáñez Cubismo y constructivismo Porque era Mariano quien eleǵıa los temas, haćıa fotocopias para todos de libros y art́ıculos y organizaba los horarios de las reuniones semanales en las que nos juntába- mos en un aula para reflexionar en grupo sobre lo que ı́bamos leyendo. Una veces con más entusiasmo y otras con menos, unas veces con más rapidez y otras con menos, durante años léımos, debatimos y disfrutamos. En mi caso, además de matemáticas, escuchando a Luis Caramés aprend́ı a cazar ideas con paciencia, gracias a Mariano Mart́ınez constaté que es una estupidez contentarse con reproducciones pudiendo dis- frutar de los originales, Carlos Fernández Pérez y Miguel Ángel Gómez Villegas me ilustraron en el arte del bienhacer –que parte del principio de que todo, hasta amoti- narse ante los temas propuestos por Mariano, se puede hacer si se hace bien– y, last but not least, de la mano de Juan Tarrés pude poner dentro de un marco matemático preciso algunas de las reflexiones e investigaciones que, sobre el imaginario del espacio en nuestra cultura, entonces me ocupaban. Cuando me incorporé al Seminario, Juan y Mariano me animaron a poner en limpio las notas que a lo largo de más de veinte años hab́ıa ido tomando sobre el tema y, con Feliciana Serrano, me ayudaron a darles estructura de texto ([4]). En el caso de Tarrés, tanto sus escritos sobre la historia de la topoloǵıa general y de la teoŕıa de las dimensiones ([27] y [28]), como las observaciones que sobre las matemáticas de esa época le escuché en sus intervenciones en el Semi- nario, me resultaron esenciales para entender el papel jugado por las matemáticas del siglo XIX en el desarrollo de la idea de espacio que subyace en mucha de la pintura europea de principios del siglo XX. Algunos años después, ambos fuimos ponentes en el curso de verano sobre Arte y Matemáticas que desde 2001 (Sanlúcar de Barrameda) hasta 2007 (Mérida) Antonio Costa e Ignacio Garijo organizaron para la UNED. Los pintores pintan cuadros y los matemáticos hacemos matemáticas y, por lo general, los pintores no saben hacer matemáticas ni los matemáticos sabemos pintar. Sin embargo, como Tarrés y yo in- tentamos poner de manifiesto en el curso, hay un terreno común a ambas artes. Desde ese terreno común, en mis ponencias yo ilustraba con cuadros concretos aspectos de la historia y evolución recientes de algunos conceptos matemáticos, como por ejemplo el de espacio. En el coloquio que siguió a mi primera intervención en 2001, Ignacio Garijo me retó a ir en la otra dirección y utilizar las matemáticas para explicar algo sobre pintura. La siguiente vez que nos vimos insistió en el tema –era insistón– y esa vez le contesté, “Dame tiempo y te contaré matemáticamente la diferencia entre los cubistas parisinos y los constructivistas moscovitas. Estoy en ello”. Comencemos por consultar una de las enciclopedias de arte más utilizadas actual- mente por la ciudadańıa. Constructivismo. El referente inicial del movimiento está en las primeras investigaciones sobre soporte escultórico que realiza Tatlin influido por el cubismo de Picasso, que contempla en Paŕıs en 1913 y 1914. La conse- cuencia inmediata, a su vuelta a Rusia, es la construcción de una serie de maquetas en madera, metal cartón y vidrio, sin referencia posible al entorno objetivo. Desaparece lo anecdótico en busca de la pureza del ar- te y adquieren protagonismo las formas geométricas y el espacio frente a la masa. El resultado es un conjunto de fuerzas dinámicas en tensión e interdependientes que se definen como constructivistas. Rodtchenko se une a las exploraciones escultóricas abstractas de Tatlin en 1916, Gavo y Pevsner lo hacen en 1917, mientras Exter y Popova se incorporan con la —————————— Homenaje a J. Tarrés 62 Capi Corrales Rodrigáñez Cubismo y constructivismo pintura. (www.masdearte.com, 9 de abril de 2012) Crećı en una familia numerosa y mi padre soĺıa llevarnos a museos los fines de semana, una manera barata de entretenernos. Gracias a su astucia, aprendimos a distinguir dos tipos de cuadros abstractos, los que, de manera más o menos obvia, representan cosas de la vida real y los que no lo hacen. Cuando encontrábamos un lienzo del primer tipo, quien identificase primero el objeto codificado en él (aśı lo describ́ıa mi padre, que era ingeniero) ganaba un duro. Con aquel juego comprendimos que no es lo mismo hacer abstracción a partir de la realidad (como se hace en matemáticas) que abstraerse de ella. Puesto que los cuadros cubistas representan objetos de la vida cotidiana y los constructivistas no, parece lógico suponer que cubismo y constructivismo son fruto de maneras distintas de mirar y trabajar y tienen objetivos distintos. Sin embargo, las afirmaciones rotundas (i.e., sin argumento lógico que las sustente) de que el cubismo está en el origen del constructivismo como la que leemos en masdearte.com, siguen siendo lugar común de la literatura popular de divulgación y los manuales educativos. Por eso decid́ı aprovechar la ocasión, aceptar el reto que Ignacio me lanzaba y buscar en las matemáticas de principios del siglo XX, rastro de las dos distintas maneras de mirar y trabajar que, a mi juicio, ilustran cubismo y constructivismo. Desafortunadamente, para cuando en 2009 un amigo me puso en las manos la última pieza que necesitaba para completar el puzzle ([12]), Ignacio Garijo no estaba ya con nosotros. Estas páginas recogen el relato que le habŕıa contado de estar aún aqúı, y que pude empezar a tejer en 2002 gracias a Juan Tarrés, cuyos art́ıculos ya mencionados, en los que encontré las primeras pistas, me sirvieron como bastidor (figurado) sobre el que montar el rompecabezas. Una de las cosas importantes que aprend́ı en los años que participé en el Seminario de Historia es que, tanto para para leer matemáticas como para hacer matemáticas, hay que atreverse a pensar de otra manera. Por lo que tengo entendido, la primera vez que Gabriel Garćıa Márquez abrió La metamorfósis de Kafka, era un adolescente y estaba tumbado en un sofá. Al leer Cuando Gregor Samsa despertó una mañana de un sueño inquieto, se en- contró en la cama convertido en un monstruoso insecto,... Garćıa Márquez se cayó del sofá, estupefacto ante la revelación de que ¡está per- mitido escribir aśı! Con frecuencia me ha ocurrido, y seguro que a todos los matemáticos les pasa lo mismo, que al enterarme de alguna idea maravillosa que alguien ha tenido, me he cáıdo del sofá (en sentido figurativo) como Garćıa Márquez, mientras pensaba con asombro, “¡No hab́ıa cáıdo en la cuenta de que estuviese permitido hacer eso!”(Mazur en [19, págs 65, 69].) Los art́ıculos de Juan Tarrés [27] y [28] suponen un excelente mapa con el que aden- trarse en el territorio recorrido por aquellos exploradores del espacio matemático que en el siglo XIX se atrevieron a pensar y mirar en derredor de otra manera, la lectura de cuyos textos nos da la –emocionante– oportunidad de ver a través de sus ojos. Al llegar a Cantor, Tarrés nos expone sus ideas en torno a las dimensiones y en torno a los conjuntos infinitos. Rastreándolas de la mano de los textos de Tarrés encontré, inesperadamente, un marco plausible para las distintas maneras de hacer de cubistas y constructivistas. Como intentaré ilustrar en las dos secciones siguientes, dentro de ese territorio común a matemáticas y pintura, el cubismo comparte vecindad con las 63 —————————— Homenaje a J. Tarrés Capi Corrales Rodrigáñez Cubismo y constructivismo ideas de Georg Cantor (1845-1918) en torno a la cuestión de las dimensiones y el constructivismo con la cuestión de los conjuntos infinitos. 2. La cuestión de las dimensiones Antes de adentrarnos en el terreno, desplegamos el mapa, lo estudiamos y elegimos un itinerario a seguir. A principios del siglo XIX, cualquier teoŕıa que incluyera consideraciones de ti- po espacial estaba condicionada por el propio espacio f́ısico, lo que conllevaba la imposibilidad de generalización más allá del espacio geométrico tridimensio- nal. Constituyó un gran paso adelante, sin el que dif́ıcilmente se podŕıa haber llegado a la implantación de los espacios abstractos, el estudio de espacios de dimensión superior a tres, iniciado por Gauss (y proseguido por otros autores como Grassmann y Riemann) a los que se pod́ıan generalizar las ideas básicas de la Geometŕıa. Se rompió de esta manera el cerco que representaba el espa- cio geométrico y se entraba en consideraciones que llevaban impĺıcitos espacios cuyos elementos no pod́ıan representarse; éste fue, a nuestro juicio, un paso im- portante para el establecimiento de los espacios abstractos. [...] Unos años antes, en 1874, el propio Cantor se hab́ıa planteado la cuestión siguiente: “¿Se puede poner una superficie en correspondencia biuńıvoca con los puntos de una ĺınea?”. Pese a que Cantor consideró la pregunta poco menos que absurda (“...pues es evidente que dos variables independientes no pueden reducirse a una”) se pro- puso dar una demostración de la imposibilidad de dicha correspondencia. Con gran sorpresa por su parte, en octubre de 1877 comunica a R. Dedekind que ha encontrado una biyección entre los puntos de un segmento y los de un cubo de dimensión p. Este otro hecho dio pie a plantearse la cuestión de la definición del concepto de dimensión de una figura, que estaba en conexión con el estudio de los hiperespacios que estudiaban Gauss, Grassmann y Riemann, y que hasta entonces se entend́ıa como el número de coordenadas independientes necesarias para determinar cada uno de sus puntos (Tarrés en [28, págs. 192-193]). Hay mucha maneras que recorrer el camino que lleva de Carl Friedrich Gauss (1777- 1855) a Cantor en esta cuestión. El que se propone a continuación está construido a partir de una selección de las obras propuestas por Tarrés. Si no se consideran las superficies como contornos de cuerpos, sino como cuerpos, una de cuyas dimensiones es infinitamente pequeña, y también se las conside- ra flexibles, pero no extensibles, entonces nos vemos llevados a considerar las propiedades absolutas que aún se conservan al deformar las superficies sin rom- perlas, estirarlas ni plegarlas (Gauss, 1828, en [11]). Atribuimos a un objeto variación continua cuando es posible una transición continua de una determinación del mismo a otra. La totalidad de las deter- minaciones (o también parte de ellas, entre las que sea posible una transición continua) constituyen entonces una variedad extensa continua, y cada una de ellas se llama punto de esa variedad. [...] El concepto de variedad de múltiples dimensiones subsiste independientemente de nuestras intuiciones espaciales. El espacio, el plano, la ĺınea, son sólo los ejemplos más intuitivos de una varie- dad de tres, dos o una dimensión. Aún sin tener la menor intuición espacial, podŕıamos desarrollar toda la geometŕıa. [...] Si bien podŕıamos deducir anaĺıti- camente todas las proposiciones sobre variedades de más de tres dimensiones, —————————— Homenaje a J. Tarrés 64 Capi Corrales Rodrigáñez Cubismo y constructivismo seŕıa con mucho preferible el basar la teoŕıa de las variedades de más dimen- siones directamente sobre la geometŕıa. Quiero desarrollar esto solamente para las variedades de 4 dimensiones. [...] Una variedad de 4 dimensiones es aqúı, pues, algo que contiene en śı infinitos espacios. Pero nunca podemos contemplar más que lo que está en un mismo espacio. Cuando diga, en lo sucesivo, que dos construcciones no están en el mismo espacio, quiere ello decir que no puedo contemplar ambas a la vez, no puedo hacerme absolutamente ninguna imagen de su lugar rećıproco, sólo puedo extraer conclusiones lógicas a partir de las pre- misas que hago sobre ellas, y es un requisito esencial para la comprensión de lo que sigue, el atenerse sólo a estas conclusiones lógicas. [...] Queremos ocuparnos de una espacialidad de cuatro dimensiones. Se trata de una espacialidad conti- nua de mayor extensión que todo el espacio infinito. Ciertamente, con nuestra intuición no podemos abarcar más que todo el espacio infinito, pero podemos desplazarnos a través de diversos espacios, uno tras otro. Quiero decir con ello: me imagino primero todo el espacio infinito, después me imagino otra vez todo el espacio infinito, pero pensando que todos los puntos que ahora contemplo son distintos de los puntos que contemplaba antes (Riemann, 1852/53, en [25, págs. 93-95]). El modelo de variedad de 4 dimensiones propuesto por Bernhard Riemann (1826-1866) –la hiperesfera–, se entiende fácilmente si pensamos en la construcción de mapas. Desde el descubrimiento de las Américas, el mapamundi se dibuja con frecuencia sobre dos ćırculos, cada uno de ellos representa la mitad de la esfera terrestre y su circunferencia el ćırculo máximo terrestre común a ambos. Cuando vemos el mapa de los dos hemisferios, para representar la Tierra no tenemos más que (mentalmente) pegarlos por su circunferencia exterior y soplar hasta inflarlos. Ahora imaginemos que tenemos delante de nuevo dos ćırculos, pero esta vez, sin embargo, cada uno de ellos representa una esfera completa, con la Tierra colocada en el centro de la de la izquierda, que tiene en su interior todo lo que hoy en d́ıa podemos ver del Universo a través de telescopios. A continuación, imaginemos una civilización lejana, más allá del alcance de nuestra tecnoloǵıa, situada en el centro de la esfera de la derecha, cuyo interior contiene todo lo que pueden alcanzar mirando a través de sus lentes. Hay varias posibilidades teóricas: que las esferas se encuentren muy lejos una de otra con mucho universo entre ellas, que tengan partes en común, con galaxias observables para ambas civilizaciones o, según propone Riemann, que no se corten y que, de hecho, juntas constituyan todo el universo, como los dos hemisferios del mapa de la Tierra juntos conforman el globo terráqueo. No tenemos más que imaginar que podemos pegar las esferas una con otra a lo largo del borde. Este borde exterior seŕıa la esfera ecuatorial, que divide el universo en dos partes: el viejo, el que conocemos o podremos conocer, y el nuevo, el que nunca podremos comprender. Incluso hoy en d́ıa, siglo y medio más tarde y pese a saber gracias al trabajo de Albert Einstein que es plausible que el universo sea como lo imaginó Riemann, para reproducirnos en la cabeza su espléndida visión sigue siendo imprescindible atrever- se a pensar de otra manera. Hay una anécdota de David Hilbert (1862-1943) muy contada en entornos matemáticos. Parece que un d́ıa se dio cuenta de que uno de sus alumnos hab́ıa dejado de asistir a clase, y preguntó por él. Le dijeron que hab́ıa dejado la carrera para convertirse en poeta. Hilbert comentó: “Una decisión excelente; no teńıa imaginación suficiente como para ser matemático”. Pues bien, aunque pro- bablemente a Hilbert le sorprendeŕıa saberlo, no fue un matemático, sino un poeta, el 65 —————————— Homenaje a J. Tarrés Capi Corrales Rodrigáñez Cubismo y constructivismo primero en describir el universo como una hiperesfera ([22]). En Paráıso ([1]), Dante Alighieri (1265-1321) describe el universo como formado por dos esferas que compar- ten superficie, a la que Dante llama Primer Motor. La primera de ellas comprende el universo visible y contiene, a su vez, una serie de cielos o esferas menores transparen- tes y concéntricas, con la Tierra en su centro. Del otro lado del Primer Motor está el Emṕıreo, el Paráıso propiamente dicho, que Dante imagina como una segunda esfera con varios órdenes de ángeles girando en esferas concéntricas alrededor de un centro donde un punto de luz ilumina con intensidad casi cegadora. La aparición de los hipersepacios provoca la necesidad de establecer una defini- ción rigurosa de la idea de dimensión de un espacio. A principios de los años 1870 se admit́ıa como tal el número de coordenadas independientes para determinar un punto arbitrario del mismo. (Tarrés en [28, pág. 200]). Leamos algunos extractos de la correspondencia entre Cantor y Richard Dedekind (1831-1916) a este respecto (en [5, pág. 578]). Cantor a Dedekind, 5 de enero de 1874. ¿Es posible establecer una correspon- dencia entre un cuadrado (supongamos un cuadrado en el que incluimos sus lados) y un segmento (supongamos un segmento con sus extremos incluidos) de tal manera que a cada punto de la superficie corresponde un punto del segmen- to y, rećıprocamente, a cada punto del segmento le corresponde un punto de la superficie? En este momento me parece que la respuesta a esta pregunta –por mucho que uno esté tan tentado de responder “no”, que la demostración parezca superflua– ofrece grandes dificultades. Cantor a Dedekind, 29 de junio de 1877. Su última respuesta a nuestro tra- bajo fue tan inesperada y nueva que, por decirlo de alguna manera, no seré capaz de recuperar la compostura hasta que no haya recibido de usted, querido amigo, una decisión sobre su validez. Mientras no lo haya confirmado sólo puedo decir: lo veo pero no lo creo [cursivas en francés en el original]. [...] La distinción entre dominios de dimensiones diferentes deberá ser buscada de forma muy distinta que el caracteŕıstico número de sus coordenadas. Dedekind a Cantor, 2 de julio de 1877. He comprobado su demostración una vez más, y no encuentro ninguna laguna en ella; estoy convencido de que su interesante teorema es verdad y y le felicito, [...] Pero ahora creo posible, provi- sionalmente, el siguiente teorema: dada una correspondencia biuńıvoca entre los puntos de una variedad continua A de dimensión a por un lado, y los puntos de una variedad continua B de dimensión b por otro, entonces la correspondencia en cuestión, si a y b son desiguales, es necesariamente discontinua. Ni Cantor ni Dedekind pudieron demostrar la última afirmación de Dedekind, que se convirtió en motor direccional de mucha de la investigación matemática de la época. —————————— Homenaje a J. Tarrés 66 Capi Corrales Rodrigáñez Cubismo y constructivismo A este respecto, en 1878, Dedekind estableció la conjetura de que toda aplica- ción biuńıvoca entre figuras de dimensiones distintas ha de ser necesariamente discontinua. Este enunciado se conoce como el teorema de la invariancia de la dimensión y no fue demostrado hasta el año 1911, por Brouwer y Lebesgue, independientemente uno de otro. Los diferentes intentos de demostración de es- te enunciado aportaron nuevas ideas con influencia evidente en la teoŕıa de los espacios abstractos (Tarrés en [28, pág. 193]. La preocupación por la cuestión de las dimensiones fue, de hecho, bastante general en la Europa ilustrada de este peŕıodo. Todo a lo largo del siglo XIX, el hecho de que el espacio cognitivo es tridimen- sional fue un problema recurrente, aun si ligeramente marginal, dentro de la entonces llamada Teoŕıa del Conocimiento. Es ilustrativo que las artes plásticas comenzasen un programa para desenfatizar la tridimensionalidad (o, de hecho, cualquier dimensionalidad) del espacio, un programa que culminó con los logros de Cézanne (Bochner en [2, pág. 232]). Los intentos de Cézanne por construir objetos tridimensionales sin echar mano de trucos tales como la perspectiva, el claroscuro o las gradaciones de color, le llevan a enfrentarse con la desagradable deformación, una lucha que, según sus escritos, le hizo sufrir toda su vida. Aunque Cézanne no consiguiese representar sin deformación en las formas objetos tridimensionales sobre la superficie del lienzo (lo que no es de sorprender, puesto que Leonard Euler hab́ıa demostrado en el siglo dieciocho que es imposible hacerlo 1), gracias a sus intentos aprendió a liberarse (y liberar de paso a los pintores que le siguieron) de la tirańıa de la tridimensionalidad. A fin de “construir” los objetos, Cézanne combina constantemente en sus lienzos lo bidimensional y lo tridimensional y, utilizando ĺıneas entrecortadas, colores sólidos o planos, sigue simultáneamente varias estrategias que podemos identificar en casi todos sus cuadros ([17]). i) Raramente encontramos ĺıneas continuas dibujadas alrededor de un objeto. Con colores fuertes y ĺıneas negras y gruesas, Cézanne da profundidad al cuadro y obtiene volúmenes, tridimensionalidad. Pero hay muchos lugares en los que las ĺıneas se pierden, se diluyen con el fondo o simplemente están pintadas a trozos. Estas ĺıneas que desaparecen y se disuelven ponen de manifiesto la bidimensionalidad del lienzo. ii) Planos verticales que se mueven hacia el fondo de la escena nos llevan de nuevo a los cuadros planos. Con ĺıneas construye planos, con planos volúmenes. 1Leonard Euler, De raepresentatione superficiei spahericae super plano, 1778 67 —————————— Homenaje a J. Tarrés Capi Corrales Rodrigáñez Cubismo y constructivismo iii) Además, Cézanne no intenta describir la materia de la que están hechos los objetos. Les da a todos la misma textura plana y, a veces, como en los cielos y montañas de su serie de cuadros sobre Mont Sante Victoire, utiliza incluso el mismo tipo de pinceladas y colores para todo (algo que también encontramos en muchos cuadros impresionistas). Antes de este peŕıodo, la pintura intentaba adaptarse al tacto y la textura de los distintos objetos, manteniendo lo duro como duro, lo blando como blando, lo intocable como intocable. Esto está muy relacionado con establecer la diferencia entre objeto y fondo, entre el espacio como algo exterior y el objeto como lo que habita en el espacio. Gradualmente en pintura, como en matemáticas, “cuerpos” y “espacio intermedio entre cuerpos” van siendo considerados como equivalentes. iv) También observamos en los cuadros de Cézanne que los tamaños nunca vaŕıan de acuerdo con las reglas perspectivas. Profundidad y tridimensionalidad se obtienen, por un lado, compensando los volúmenes de tal manera que respeta la bidimensionalidad del lienzo y, por otro, variando la distancia entre planos verticales. Todas estas estrategias se pueden apreciar muy bien en sus series sobre Mont Saint Victoire y Chateau Noir. La mayor parte de estas caracteŕısticas del trabajo de Cézanne las encontramos llevadas al extremo en los cuadros cubistas, Cézanne fue mi solo y único maestro. Él fue la madre de todos nosotros (en Picasso speaks, Mario Zayas, The Arts, NY 1923, págs. 315-326). Equipados con las herramientas y estructuras desarrolladas por Cézanne, los cubis- tas encararon la tarea deconstruir objetos tridimensionales sobre el lienzo del cuadro. Al ser las superficies de la mayor parte de los objetos reales localmente eucĺıdeas –y, como tales, variedades de Riemann–, la solución cubista tiene sentido desde un punto de vista geométrico: construir los volúmenes mediante el encolado de planos. Veamos el cuadro de Picasso considerado como un primer paso hacia el cubismo, realizado en 1907. —————————— Homenaje a J. Tarrés 68 Capi Corrales Rodrigáñez Cubismo y constructivismo A simple vista se reconoce la influencia de Cézanne, tanto en la construcción de es- tructuras para representar los objetos co- mo en el juego entre las dos y tres dimen- siones. Sin embargo, si miramos con más atención observamos algo más en el tra- bajo de Picasso en este cuadro. El ojo del pintor se mueve alrededor de la escena y refleja sobre el lienzo varios puntos de vis- ta. Además, en el cuadro aparecen combi- nados distintos niveles de abstracción, lo- grando aśı darnos simultáneamente infor- mación sobre distintos aspectos de lo que se representa. Las frutas, por ejemplo, están representadas de manera más o menos realista, pero aparecen envueltas en unas formas abstractas à la Cézanne que sugieren un trozo de tela blanca. Lo mismo ocurre con las figuras: los dedos y algunas cabezas están pintados con mucha precisión, mientras que otras partes de los cuerpos –algunas caras, muslos y hombros, por ejemplo– ni tan siquiera están en armońıa con el resto del cuerpo del que forman parte. Distintos niveles de abstracción aparecen tejidos juntos, y de esta manera nuestros ojos reciben mayor cantidad de información. Una información que no se percibe de inmediato: es necesario decodificarla primero, recorriendo los distintos niveles de abstracción que el pintor, a su vez, recorrió. Arthur I. Miller, catedrático de Historia y Filosof́ıa de la Ciencia de London University College, nos da una pista de cómo hacerlo. Miller ha documentado exhaustivamente ([20]) la influencia que en la elaboración de este cuadro tuvo el libro de Henri Poincaré (1854-1912) La ciencia y la hipótesis (1902) y, especialmente, la sección titulada “El mundo de cuatro dimensiones”del caṕıtulo IV, “El espacio y la geometŕıa”. Lo mismo que un mundo no euclidiano, se puede representar un mundo de cua- tro dimensiones. Las imágenes de los objetos exteriores vienen a pintarse sobre la retina, que es un cuadro de dos dimensiones; son perspectivas. Pero como esos objetos son móviles y como también lo es nuestro ojo, vemos sucesivamente dis- tintas perspectivas de un mismo cuerpo, tomadas desde varios puntos de vista. Comprendemos de este modo cómo la idea de un espacio de tres dimensiones ha podido nacer del espectáculo de esas perspectivas, aunque cada una de ellas sólo tenga dos dimensiones, porque ellas se suceden según ciertas leyes. Y bien, lo mismo que se puede hacer sobre un plano la perspectiva de una figura de tres dimensiones, se puede hacer la de una figura de cuatro dimensiones, sobre un cuadro de tres (o de dos) dimensiones. Esto no es más que un juego para el geómetra. También se pueden tomar muchas perspectivas de una figura des- de muchos puntos de vista diferentes. Podemos fácilmente representarnos esas perspectivas, puesto que no tienen más que tres dimensiones (Poincaré, 1902, en [23, pág. 72]. Cuando los objetos descompuestos en fragmentos aparecieron en mis cuadros hacia 1909, esto para mı́ fue una manera de acercarme más al objeto,... La fragmentación me ayudaba a establecer el espacio y el movimiento en el espacio (Picasso en Braque, Edwin Mullins, Thames and Hudson, Londres 1968, p. 55). 69 —————————— Homenaje a J. Tarrés Capi Corrales Rodrigáñez Cubismo y constructivismo En 1911 Picasso pintó Hombre con clarinete (Museo Thyssen-Bornemisza de Madrid), considerado una de las piezas claves del cubismo. En él, todas las perspectivas que el pintor combina para representar la figura, están tomadas desde de- lante de ésta; más a la izquierda, más a la derecha, más arriba o más abajo, pero siempre frente a la fi- gura. Con el tiempo, Picasso llegó a pulir sus herramientas hasta el punto de poder dar la vuelta a toda la figu- ra y hacerlo combinando tan sólo cinco planos con los que describe cinco puntos de vista colocados a izquierda, derecha, delante detrás y sobre la imagen. Veamos dos ejemplos. En el primero de estos cuadros, Mujer sentada acodada (1939, Museo Reina Sof́ıa de Madrid), el plano en que Picasso describe uno de los ojos de la mujer y su mano derecha está situado delante de la figura, el plano que recoge el otro ojo y uno de los orificios nasales está a su izquierda, el segundo orificio nasal y la boca aparecen dibujados sobre un plano a su derecha, la parte azul del sombrero está vista por detrás, desde la espalda de la mujer y la parte roja desde arriba, sobre la coronilla. Las claves para decodificar el segundo cuadro, Las meninas (1957, Museo Picasso de Barcelona), las encontramos en el lienzo de Velázquez. Maŕıa Agustina Sarmiento, la niña del búcaro, sostiene una bandeja en su mano. Las ĺıneas oscuras de su fondo nos indican que la bandeja está descrita tal y como la ve la propia Ma. Agustina. En la mano aparecen dibujadas las almohadillas del pulgar y de la palma, detalles que en la escena de Velázquez sólo el propio pintor podŕıa percibir. El pelo enmarca perfectamente el rostro de Sarmiento y el contorno de ambos aparece completo, como sólo puede verlos la infanta, a la que Ma. Agustina mira de frente. En el ojo izquierdo hay tres claves esenciales: el trazo horizontal de la izquierda, la acumulación de grises a la derecha y el lugar donde está dibujada la pupila. Estas claves indican que el ojo está visto desde el costado derecho de la joven, esto es, desde el lugar que ocupan los reyes y los espectadores en el cuadro de Velázquez. Finalmente, el perfil –ojo derecho y nariz– aparece en el cuadro de Picasso descrito como lo ve el visitante que aparece por la puerta del fondo en el de Velázquez. —————————— Homenaje a J. Tarrés 70 Capi Corrales Rodrigáñez Cubismo y constructivismo En ambos cuadros el pintor utiliza las estructuras subyacentes que estudió Cézanne para, utilizando las palabras de Poincaré, representar en cinco planos distintos, cinco perspectivas distintas de una figura tridimensional. Al elegir las perspectivas de frente, desde arriba, desde atrás, desde la izquierda y desde la derecha, consigue dar una vuelta completa alrededor de la figura. 3. La cuestión de los conjuntos infinitos En general, entiendo por una variedad o conjunto cualquier Multiplicidad 2 que pueda ser pensada como un Uno, i.e., cualquier colección de elementos de- terminados que puedan ser aunados en un todo por una ley, y con esto creo definir algo similar al ειδoζ o ειδoω Platónicos (Cantor, carta a Dedekind del 5 de noviembre de 1882). Antes de adentrarnos en el nuevo territorio, consultemos de nuevo nuestro mapa. En el último cuarto del siglo XIX, un hecho trascendental vino a marcar la evo- lución de todas las ideas que de alguna manera iban conformando lo que tendŕıa que ser la Topoloǵıa de Conjuntos: los trabajos de Georg Cantor que dieron lugar al nacimiento de la Teoŕıa de Conjuntos de Puntos. Estos trabajos se pu- blicaron en los Matematische Annalen en una serie de seis art́ıculos entre los años 1879 y 1884 y que, en palabras de E. Zermelo, constituyen la quintaesencia del trabajo de su autor. El objetivo principal de estos art́ıculos es el estudio de los conjuntos lineales de puntos, o subconjuntos de la recta numérica, aśı como el de los conjuntos de puntos de lo que Cantor llamaba el continuo aritmético de dimensión n. En ellos aparecen plasmadas las ideas fundamentales de punto ĺımite, conjunto derivado, conjunto cerrado, etc., destinadas a dar soporte a las teoŕıas axiomáticas de los espacios abstractos, surgidas a comienzos del siglo XX. [...] La aparición de los trabajos de Cantor, junto con la propia dinámica de las Matemáticas de la época, llevó consigo que de manera inmediata surgieran trabajos de diversa ı́ndole en los que se consideraban conjuntos de objetos dis- tintos de los puntos de un espacio aritmético, pero a los que se pueden aplicar los conceptos introducidos por Cantor de manera análoga a como éste lo hace en los conjuntos lineales de puntos. Tales trabajos constituyen la transición entre las teoŕıas de Cantor y los espacios abstractos propiamente dichos (Tarrés en [28, págs. 193, 205] Tras esta introducción, el texto de Tarrés nos invita a un recorrido desde Cantor hasta Felix Hausdorff (1868-1942) a través de los conjuntos de Giulio Ascoli, cuyos puntos son curvas (1883), los de Vito Volterra, cuyos puntos son funciones (1887), los de Jacques Hadamard, cuyos puntos son funciones continuas en el intervalo [0, 1] (1897) y los de Émil Borel, cuyos puntos son ĺıneas y planos (1903). Estos trabajos llevarán, –de la mano de Maurice Fréchet (1906), Fredrik Riesz (1908) y, finalmente, Hermann Weyl, que en 1913 introduce los entornos de un punto para dar una estructura al espacio abstracto–, a las primeras definiciones de espacios abstractos, cuyos puntos son, en palabras de Fréchet, “elementos de naturaleza arbitraria (números, curvas, punto, etc)”. Todas estas definiciones, sin embargo, segúıan aún muy ligadas a una estructura eucĺıdea del espacio o del plano (en el caso de Weyl). En 1914, Hausdorff, 2Mannigfaltigkeit, Manifold 71 —————————— Homenaje a J. Tarrés Capi Corrales Rodrigáñez Cubismo y constructivismo atreviéndose a pensar de otra manera, dio el paso definitivo de desligar la noción de espacio del imaginario eucĺıdeo (en [14], pág. 257). Ascoli, Volterra, Hadamard, Borel, Fréchet, Reisz, Weyl, Hausdorff,... No hay mos- covitas en la lista. Sin embargo, los lienzos de los pintores constructivistas ilustran con toda claridad, que en el Moscú de principios del siglo XX hab́ıa artistas que miraban y trabajaban el espacio de manera análoga a como lo estaban haciendo ellos. ¿De quien aprendieron matemáticas y qué tipo de matemáticas aprendieron los constructivistas? Los constructivistas surgieron en la sede de la gran utoṕıa educativa rusa, los Talleres Superiores Art́ısticos y Técnicos del Estado en Moscú (los Vkhutemas, 1920- 1932). Investigando en los pocos documentos que han sobrevivido, encontramos que sólo aparece mencionado un matemático entre el profesorado, Pável Florenski (1882- 1937), que impart́ıa una asignatura titulada Teoŕıa del espacio. Pude localizar ense- guida algunos de sus apuntes para las clases que impart́ıa en los Vkhutemas ([7], [8] y [9]), pero durante mucho tiempo me fue imposible encontrar datos sobre su relación con la comunidad matemática rusa. Pasé años buscando y dando la lata con el tema a todas mis amistades, hasta que durante una visita a Cambridge durante la fiesta de Acción de Gracias de 2009, Barry Mazur me dijo “Acabo de leer un libro en que se menciona a ese Florenski de quien tanto hablas. Igual encuentras las pistas que buscas”, y me puso en las manos una copia de [12]. En el libro de Graham y Kantor aprend́ı que Florenski hab́ıa sido compañero de estudios en la Facultad de Matemáticas de la Universidad de Moscú de Nikolai Luzin (1883-1950) y Boris Bugaev (1880-1934). Juntos asist́ıan, entre otras, a las clases de Nikolai Vasilievich Bugaev (1837-1903) –padre de Boris–, que inicialmente trabajó en análisis relacionado con la teoŕıa de números y acabó especializándose en las funciones discontinuas. La discontinuidad es una manifestación de individualidad independiente y de autonomı́a. La discontinuidad interviene en cuestiones de causas finales y en problemas éticos y estéticos.(Nikolai Vasilevich Bugaev, ICM Zurich, 1897) Florenski, Luzin y Bugaev (hijo) mantuvieron su amistad –y una estrecha y abun- dante relación epistolar– de por vida, Al acabar los estudios, Boris Bugaev se dedicó, con mucho éxito, a la poeśıa, que escrib́ıa con el seudónimo de Andrey Bely, Florenski dejó también la investigación matemática –aunque no la docencia–, se ordenó sacer- dote de la Iglesia Ortodoxa Rusa (parece que fue miembro prominente de la secta de los Adoradores del Nombre que, a base de repetir una y otra vez el nombre –o la oración– de Jesús, entraban en un trance durante el que afirmaban experimentar a dios). Nikolai Luzin fue el único de los tres que, bajo la dirección de Dmitri Fe- dorovich Egorov (1869-1931), que hab́ıa sido también alumno de Nikolai Bugaev, se dedicó a la investigación matemática. Siguiendo los pasos de este último, Egorov y Luzin investigaron fundamentalmente en análisis (funciones, teoŕıa de la medida, etc), utilizando la teoŕıa de los conjuntos transfinitos de Cantor, que conocieron a través de los trabajos de los matemáticos franceses durante sus visitas a Paŕıs. La reacción a los conjuntos infinitos de Cantor en Francia no hab́ıa sido uniforme. Hubo quien desconfiaba de ellos, Ainsi, ces nombres de la 2e et surtout de la 3e classe ont un peu l’air d’une forme sans matiére ce qui répugne á l’esprit francais (Poincaré, 1883, en carta a Mittag-Leffler, [15, pág. 278]). —————————— Homenaje a J. Tarrés 72 Capi Corrales Rodrigáñez Cubismo y constructivismo hubo quien no les encontraba utilidad, L’impression que nous produisent les mémoires de Mr Cantor est désolante; leur lecture nous semble à tous un véritable suplice, et en rendanthommage à on mérite, en reconnaissat quil a ouvert comme un nouveau champ de recherches, personne de nous n’est tenté de le suivre. Il nous est impossible, parmi les résultats qui sont suceptibles de compréhension, d’en voir un seul ayant un intérèt actuel; la correspondance entre les points d’une ligne et d’une surface nous laisse absolument indifferénts, et nous pensons que cette remarque, tant qu’on n’en aura point déduit quelque chose, résulte de considérations tellement arbitraires, que l’auteur aurait mieux fait de la garder et d’attendre (Hermite, 1883, en [15, pág. 209]). y también hubo quienes, como Émil Borel (1871-1956), René-Louis Baire (1874-1932) o Henri Lebesgue (1875-1941), utilizaron sin reparos las herramientas desarrolladas por Cantor para resolver problemas importantes pendientes en las matemáticas del momento. En 1984, por ejemplo, Borel utilizó en su tesis la teoŕıa de conjuntos para de- mostrar un resultado clave sobre recubrimientos de un intervalo fijo por sucesiones infinitas de intervalos pequeños (Teorema de Heine-Borel). Esta idea supuso el primer paso del trabajo que le llevaŕıa hasta la futura medida de Borel, concepto desarro- llado después por Lebesgue. En 1898 utilizó de nuevo la teoŕıa de conjuntos en otro problema distinto: dar respuesta a la pregunta ¿cómo determinar la longitud de una circunferencia si conocemos la longitud de un segmento? En vez de seguir la estela de Eudoxo y Arqúımedes, Borel utilizó conjuntos, dando lugar a una nueva idea, la de conjuntos de Borel, a los que se les puede asignar una medida. Por su parte, Baire, alumno de Borel, tras viajar a Italia en 1898 con una beca para trabajar con Vito Volterra –que utilizaba la teoŕıa de conjuntos en análisis ma- temático–, defendió en 1989 su tesis con t́ıtulo Clasificación de casi todas las funciones continuas y discontinuas de una variable real –considerada por los especialistas una obra maestra y el primer paso hacia la teoŕıa descriptiva de conjuntos–, en la que con- siguió clasificar las funciones discontinuas que son ĺımites de funciones continuas. Su trabajo fue descrito por Arnaud Denjoy (1884-1974), amigo de Borel, Baire y Luzin, de la siguiente manera. Para adivinar el enunciado preciso se necesitaban verdaderos poderes de ob- servación, pero para demostrarlo se necesitaba utilizar en un contexto nuevo la teoŕıa de los conjuntos transfinitos de Cantor. Éste y los subsecuentes trabajos de Baire en el tema, fueron el punto de partida de Lebesgue en su tesis de 1902. Con su medida de Lebesgue y su integral (que logró definir para todas las funciones discontinuas acotadas que hab́ıa introducido Baire), Lebesgue extendió la noción de conjuntos de Borel (los conjuntos medibles- Lebesgue incluyen a los medibles-Borel) con éxito inmediato. Unos años después, y de nuevo utilizando la teoŕıa de conjuntos, Lebesgue demostró en su art́ıculo Sur les fonctions représentables analytiquement de 1905, que existe una función en cada clase de la clasificación de Baire (resultado que utilizarán once años después Alexandrov y Hausdorff para demostrar que entre los conjuntos de Borel de la recta real no los hay que contradigan la Hipótesis del Continuo). 73 —————————— Homenaje a J. Tarrés Capi Corrales Rodrigáñez Cubismo y constructivismo La situación cambió drásticamente cuando en 1904 Hilbert recibió una carta de Zermelo que inclúıa, en el marco de una demostración del Principio de Buena Ordena- ción que Cantor hab́ıa enunciado en 1883 (todo conjunto puede ser bien ordenado), un enunciado expĺıcito del Axioma de Elección. Muchos de los matemáticos de la época que llevaban años utilizando de forma impĺıcita el Axioma de Elección, reaccionaron con hostilidad a la propuesta de Zermelo. Como si, al caer en la cuenta de lo que estaban haciendo, les hubiese entrado el vértigo de repente y se hubiesen cáıdo al suelo. Resulta muy ilustrativo, en este sentido, el intercambio de cartas en 1905 entre Borel, Baire, Lebesgue y Hadamard sobre la Teoŕıa de Conjuntos de Cantor y el Axio- ma de Elección (AE), recogido por el último en [13]. En 1898, Borel hab́ıa utilizado el AE en su demostración de que todo conjunto infinito tiene un subconjunto nume- rable ([21, pág. 9]). Por otro lado, la clasificación de Baire de las funciones reales era esencialmente equivalente a la de los conjuntos de Borel para R, y la existencia de una función que se escapase a la jerarqúıa de Baire estaba ı́ntimamente ligada a la existencia un conjunto no medible-Borel; para demostrar la existencia de tal conjun- to, se necesita el AE ([21, pág. 68]). Finalmente, Lebesgue utilizó el AE en la parte más importante de su tesis, al introducir la –después llamada– medida de Lebesgue. Lebesgue buscaba una función m sobre los subconjuntos acotados de Rn de forma que para todo conjunto acotado A de Rn, m(A) fuese un número no negativo con tres propiedades: m(A) es positivo para algún conjunto A, conjuntos congruentes3 tienen igual medida y la medida de la unión numerable de conjuntos disjuntos es la suma de sus medidas respectivas (i.e. m es numerablemente aditiva). Para resolver este problema introdujo los conjuntos medibles, que extend́ıan las familias de Borel y Baire y le permitieron definir la integral de Lebesgue. Pues bien, su demostración de que la medida de Lebesgue es numerablemente aditiva requiere, de manera inevitable, utilizar el AE ([21, pág. 69]). Estos usos sin reparo –y otros muchos4–, de la elección infinita, no impidieron que, confrontados con su enunciado expĺıcito en la carta de Zermelo, Borel, Baire y Lebesgue se pronunciasen abiertamente en contra de que tal elección fuese considerada ĺıcita en matemáticas. Sorprende especialmente la virulen- cia con que se manifiesta Lebesgue, considerando que el AE es crucial en su trabajo 5. Para mı́, progreso en esta cuestión consistiŕıa en delimitar el dominio de lo definible. Y, a pesar de las apariencias, en el análisis último todo debe ser reducido a lo finito (Baire, [13, pág. 264], [21, pág. 313]). Hacer una elección puede ser escribir o nombrar el elemento elegido. Ha- cer una infinidad de elecciones no puede ser escribir o nombrar los elementos elegidos, uno a uno; la vida es demasiado corta. Por lo tanto se ha de decir qué significa hacer las elecciones. En general, entendemos por esto que se da una regla que define los elementos elegidos. Para mı́, como para Hadamard, esta regla es igualmente indispensable sea la infinitud numerable o no (Lebesgue,[13, pág. 268], [21, pág. 316]) 3Dos conjuntos de Rn son congruentes si podemos ir de uno a otro mediante alguna traslación por un elemento de Rn. 4Ver el caṕıtulo Implicit uses by Future Critics en [21, págs. 64- 76] 5Ver su carta a Borel, [13, págs. 264-269] en el francés original, [21, págs. 314-317] en traducción al inglés. —————————— Homenaje a J. Tarrés 74 Capi Corrales Rodrigáñez Cubismo y constructivismo Entre las dudas suscitadas por el Axioma de Elección (1904), la crisis suscitada por la paradoja de Russell (publicada en 1903) y el antagonismo de Poincaré, Picard, Hermite, etc., la teoŕıa de conjuntos fue poco a poco desterrada de la corriente prin- cipal de la investigación matemática en Francia. Sin embargo, antes de que aquello ocurriera, Egorov (que viajó a Paŕıs en 1903) y Luzin (que lo hizo en 1905 y, de nuevo, en 1913) hab́ıan tomado el relevo. Partiendo, entre otros, de los trabajos de Borel, Baire y Lebesgue, montaron un seminario de investigación en la Universidad de Moscú conocido con el nombre de Lusitania, embrión de la Escuela Matemática de Moscú (fundada por Lusin y Egorov en 1921) del que formaron parte, entre otros y además de Lusin y Egorov, Shnirelman, Bari, Urhyson, Sierpinski y Suslin. Egorov investigó, fundamentalmente, análisis armónico (potenciales, sistemas tri- plemente ortogonales, teoŕıa de la medida). El teorema de Egorov (1910) afirma que si una sucesión {fn} de funciones medibles converge puntualmente a una función f , las restricciones de las fn al complementario de un conjunto de medida tan pequeña como se quiera convergen uniformemente a la restricción de f . Luzin, por su parte, llegó a ser uno de los matemáticos más importantes del siglo XX e investigó fundamental- mente en teoŕıa descriptiva de conjuntos y análisis funcional (point-set topology). En 1912 resolvió la conjetura de Fatou al construir una serie trigonométrica que diverge en casi todo punto (con coeficientes que convergen monótonamente a cero), en 1918 descubrió y definió los conjuntos anaĺıticos y en 1919 estudió propiedades de con- torno de funciones anaĺıticas (comportamiento bajo aplicaciones conformes). Pese a las reservas que en sus cartas de 1905 hab́ıa expresado, Lebesgue escribió en 1913, Exigences mathématiques et exigences philosophiques sont constamment asso- ciées, on peut meme dire fondues. M. Luzin examine les questions d’un point de vue philosophique et aboutit ainsi à des résultats mathématiques: origina- lité sans précédent! (Lebesgue, Prefacio al libro de Luzin [18, págs. ix, xi]). Durante las conferencias sobre filosof́ıa y matemáticas que en 1932 impartió en la Universidad de Yale, Hermann Wey leyó, La matemática es la ciencia de lo infinito, su objetivo la comprensión simbólica de lo infinito con medios humanos, esto es, finitos. El gran logro de los grie- gos ha sido haber hecho el contraste entre lo finito y lo infinito fruct́ıfero para el conocimiento de la realidad. Viniendo del Oriente, la intuición religiosa del infinito, el απαιρoν, se asentó en el alma griega. Esta tensión entre lo finito y lo infinito y su conciliación, se convierte en motor direccional de la investiga- ción griega (Hermann Weyl, The open world: three lectures on the metaphysical implications of science, Yale University Press, 1932) Ya sea porque, como sugiere Weyl –e intentan argumentar Graham y Kantor en su libro ya mencionado–, viniendo del Oriente –como el propio Cantor, habŕıa que añadir– la intuición religiosa del infinito se asentó en el alma rusa, ya sea porque, como Gauss, Riemann o Hausdorff, se atrevieron a pensar de otra manera, el caso es que Egorov y Luzin investigaron toda su vida en torno a lo infinito y la discontinuidad. La amistad inicial entre Luzin y Florenski pronto se hab́ıa extendido a Egorov, como las cartas entre ambos demuestran ([12]). No sorprende, pues, que leyendo las notas tomadas por Florenski para sus clases en [7] y [9], encontremos que las ideas geométricas que sustentan las matemáticas de Egorov y Luzin sustenten, a su vez, muchas de las ideas que sobre el espacio transmitió Florenski en sus clases 75 —————————— Homenaje a J. Tarrés Capi Corrales Rodrigáñez Cubismo y constructivismo de los Vkhutemas. Durante los años en que estuvo prisionero (desde 1933 hasta su ejecución en 1937) Pável Florenski mantuvo una correspondencia regular y abundante con su familia. En una carta que escribió en 1937 a su hijo Kirill desde el campo de concentración de las Solovski, Florenski elabora a vuela pluma una lista de sus intereses que comienza de la siguiente manera. En Matemáticas: 1) Los conceptos matemáticos como constitutivos de la filo- sof́ıa (discontinuidad, funciones, etc.). 2) La teoŕıa de los conjuntos y la teoŕıa de las funciones de variable real. 3) Los imaginarios geométricos. 4) La individua- lidad de los números (número, forma). 5) El estudio de las curvas in concreto. 6) Los métodos de análisis de la forma. En filosof́ıa e historia de la filosof́ıa... (Florenski, en [10, pág. 18]). Veamos, a continuación, algunos párrafos ilustrativos extráıdos de sus apuntes para las clases que impartió en los Vkhutemas entre 1921 y 1924. La estructura del espacio está caracterizada por su curvatura. Me siento muy culpable por el hecho de molestarles con conceptos matemáticos, pero no veo otro camino para acercarme a los problemas estéticos. Aquello que ha sido elaborado en la matemática contemporánea puede ser transferido completamente al terreno de la estética. Desgraciadamente, no podemos limitarnos a conceptos propios de la estética. Por eso el concepto de curvatura me obliga a importunarles ahora con la matemática (Florenski [10, pág. 291]). Hablando en términos geométricos, ¿qué significa, entonces, representar alguna realidad? Significa poner los puntos del espacio representado en correlación con los de algún otro espacio, en este caso el del plano. Pero la realidad es por lo me- nos tridimensional. Incluso si prescindimos de la cuarta dimensión del tiempo, sin la cual el arte es imposible, el plano es sólo bidimensional. ¿Es posible seme- jante correspondencia? ¿Es posible reflejar una imagen de cuatro dimensiones, o tres para una mayor sencillez, en una superficie bidimensional? ¿Tendrá ésta suficientes puntos de correspondencia para los puntos de la imagen? O, hablando matemáticamente, ¿puede compararse la potencia de la imagen tridimensional con la de la bidimensional? La respuesta que se impone naturalmente es: “Por supuesto que no”. “Por supuesto que no, ya que dentro de una imagen tridi- mensional hay una multitud infinita de secciones bidimensionales y, por tanto, su potencia es infinitamente mayor que la potencia de cada sección por se- parado.”Sin embargo, la investigación atenta de esta cuestión en la teoŕıa de conjuntos de puntos muestra que la respuesta no es tan sencilla como parece a primera vista; es más, la respuesta tan aparentemente natural que hemos dado no puede darse por correcta. Más concretamente, la potencia de cualquier ima- gen tridimensional, o incluso multidimensional, es la misma que la potencia de cualquier imagen bidimensional, o incluso unidimensional. Se puede representar una realidad de tres y cuatro dimensiones sobre el plano, y no sólo sobre el plano, sino sobre cualquier segmento de una ĺınea recta o curva. Es incluso po- sible establecer la imagen a través de una cantidad infinita de correspondencias tanto aritméticas o anaĺıticas como geométricas. Como modelo de lo primero puede servir el método de Georg Cantor, y de las segundas, la curva de Peano y la curva de Hilbert. [...] Con el método de Cantor la imagen se traslada punto por punto, de manera que cualquier punto de la imagen se corresponde sólo con un punto de la representación y, al revés, cada punto de esta última refleja sólo un punto de lo que representa. En este sentido, la correspondencia cantoriana —————————— Homenaje a J. Tarrés 76 Capi Corrales Rodrigáñez Cubismo y constructivismo satisface el concepto más común de la representación. Su otra caracteŕıstica se aleja extraordinariamente, sin embargo, de esta última: como ocurre con el resto de las correspondencias rećıprocamente iguales, ésta no guarda las relaciones de vecindad con los puntos, no respeta su orden y sus proporciones, es decir, no puede ser continua. [...] Por otro lado, la correspondencia de Peano, Hilbert, etc., no puede ser rećıprocamente igual, como fue demostrado por Lűroth, Jur- gens y los demás, de modo que un punto de la ĺınea no siempre se representa con un solo punto del cuadrado y, además, esta correspondencia no es del todo continua. En otras palabras, la representación de un cuadrado sobre una ĺınea, o de un volumen sobre una superficie, traslada todos los puntos, pero es incapaz de transmitir la forma de lo representado como algo entero, como un objeto in- ternamente determinado en su estructura: se transmite el contenido del espacio pero no su organización. Para representar un espacio con todo su contenido de puntos es preciso, hablando metafóricamente, o bien, pulverizarlo hasta dejarlo convertido en un polvo infinitamente fino y, una vez bien mezclado, esparcirlo por la superficie de la representación, de manera que de su organización inicial no quede ni rastro; o bien laminarlo en capas, de modo que no quede nada de su forma original, para luego colocar estos estratos repitiendo los mismos elemen- tos de la forma y por el otro lado, encajando rećıprocamente estos elementos los unos dentro de los otros. [...] No hay manera de colocar la cáscara, o un trozo de la cáscara de un huevo, sobre la superficie de mármol de una mesa si no es destruyendo su forma, reduciéndola a polvo fino; por la misma razón que no se puede representar, en sentido estricto, un huevo sobre papel o lienzo. [...] En resumen: es posible representar un espacio sobre una superficie pero sólo destruyendo la forma de lo representado. Mientras tanto precisamente la forma y sólo la forma es el objeto del arte plástico. Por consiguiente, queda dictada la sentencia final de la pintura y, en general, de las artes plásticas, pues si éstas pretenden ofrecer un simulacro de la realidad, el naturalismo es, sencillamente, imposible ([7, págs. 84-89]). Si el naturalismo es imposible, ¿cuál ha de ser el objetivo del pintor? ¿qué puede representar en su lienzo? La tarea del artista es organizar un cierto absoluto, un cierto todo cerrado en śı mismo, y la base de este absoluto es el espacio.Y de esto se deduce que el espacio de la obra de arte debe, necesariamente, ser cerrado en śı mismo ([10, pág. 286]). Finalmente, todo el sentido del arte se reduce a la organización del espa- cio.[...] Esquemáticamente, se puede decir que distribuyendo el color, la tinta, sobre la tela, se presenta una nueva realidad. Nace un nuevo espacio ([10, pág. 296]). Desde 1921 hasta 1924, Pável Florenski tuvo a su cargo en los Vkhutemas la asignatura Teoŕıa del espacio. En la misma escuela trabajaba la pintora constructivista Lyobov Popova, que impartió desde que éstos se abriesen en 1920 la asignatura básica troncal La influencia máxima del color. Popova escribió en 1921 ([24, pág. 166]) el siguiente texto como comentario a su obra. 77 —————————— Homenaje a J. Tarrés Capi Corrales Rodrigáñez Cubismo y constructivismo 1. La representación, en cuanto resultado de la producción art́ıstica, es un ob- jetivo que ha satisfecho las necesidades prácticas desde el Renacimiento hasta hace muy poco (la pintura de caballete, los iconos, los frescos, las esculturas situadas en lugares públicos, en cortes y palacios, la arquitectura como objeto visual, etcétera). 2. El análisis de los elementos formales del arte, que se ha con- vertido en el objetivo de la producción en las últimas décadas, ha supuesto una crisis en el arte pictórico. 3. El auténtico arte debeŕıa ser la śıntesis resultan- te de este análisis: en Alemania y los páıses culturalmente afines, se expresa a través de aproximaciones emocionales, psicológicas y metaf́ısicas a los objetivos del arte; en Francia, la śıntesis se reduce a adquirir cierta destreza en el manejo de los materiales como consecuencia del estudio anaĺıtico. 4. En Rusia, como resultado de las condiciones sociales y poĺıticas que estamos experimentando, el objetivo de la nueva śıntesis es la organización. La organización es el princi- pio en que se basa toda actividad creativa, incluida la composición art́ıstica. 5. La era en la que acaba de adentrarse el hombre contemporáneo se caracteriza por el florecimiento de la industrial, y por este motivo, la organización de los elementos de la producción art́ıstica debe establecer una relación con el orden de los componentes materiales de la vida, es decir, con la industria y con lo que se denomina producción. 6. Una producción industrial espećıfica, en la que la creatividad art́ıstica desempeñe una función, no tendrá nada que ver con la antigua aproximación estética al objeto, en la medida en que se dejará de pres- tar atención a la decoración del objeto por medio de técnicas art́ısticas (artes aplicadas), y la organización se convertirá en el principio directo de la creación de los objetos prácticos, incluso cotidianos 7. Por tanto, el “arte figurativo”–la pintura, la escultura y hasta la arquitectura (ya que hasta ahora en arquitec- tura la imagen visual ha suplantado a la construcción espacial práctica)– ya no desempeña función alguna, ya no es necesario para la conciencia de nuestra época, y todo lo que el arte puede ofrecer debe considerarse sencillamente como un salto atrás. 8. Por esta razón, las formas figurativas de cualquier tipo, como la pintura de caballete, el dibujo, el grabado, la escultura, etc., sólo serán útiles si (1) representan una fase experimental destinada a la búsqueda de las nuevas técnicas que se precisan, y (2) en la medida en que actúen como proyecciones complementarias y esquemas de construcción. 4. Conclusión Cuenta Daniel-Henry Khanweiler ([16, pág. 44]), galerista de los cubistas en Paŕıs, que Picasso le dijo, “En un cuadro de Rafael es imposible medir la distancia que hay entre la punta de la nariz y la boca. Yo quiero pintar cuadros en los que esto sea posible”. Claramente, los constructivistas no. —————————— Homenaje a J. Tarrés 78 Capi˜Corrales Rodrigáñez Cubismo y constructivismo 5. Agradecimientos A Mariano Mart́ınez y Juan Tarrés, por la generosidad con la que, una vez más, me han dejado hacer uso de sus textos y sus palabras sobre las matemáticas del siglo XIX. A Barry Mazur y Horacio Fernández por su ayuda localizando los textos matemáticos de Pável Florensky. A José Ruiz por su ayuda localizando las cartas de Pável Florenski desde la cárcel y los textos matemáticos anteriores a 1904 en que se hizo uso impĺıcito del Axioma de Elección. Y, muy especialmente, José Manuel Gamboa e Ignacio Luengo por sus correcciones, observaciones y comentarios a la primera versión de este texto. Referencias [1] Dante Alighieri 1312-1321, La Divina Comedia, Paráıso, traducción al castellano de Angel Crespo, Planeta 1990, págs. 395-591. [2] Solomon Bochner, El papel de la matemática en el desarrollo de la ciencia (1966). Tra- ducción al castellano de Mariano Mart́ınez, Alianza Universidad 689, 1991. [3] Georg Cantor, Richard Dedekind, Correspondencia epistolar en torno al concepto de dimensión, en [5]. [4] Capi Corrales, Contando el espacio, mobcoop ediciones, Madrid 2000. [5] John Fauvel, Jeremy Gray, The History of Mathematics: a reader?, The Open University, (1987). [6] José Ferreirós, Riemanniana Selecta, Ediciones del CSIC, Madrid 2000. [7] Pável Florenski, La perspectiva invertida (1920). Siruela, 2005. [8] Pável Florenski, Lo spazio e il tempo nell’arte (1924). Adelphi Edizioni, Milano 1995. [9] Pável Florenski, Lezioni al Vchutemas anno accademico 1923/24, en [8],págs. 243-332. [10] Pável Florenski, Cartas de la prisión y de los campos, Ediciones Universidad de Navarra, 2005. [11] Carl Friedrich Gauss, Disquisitiones generales circa superficies curvas, 1828, Werke, vol 4, sec. 13. [12] Loren Graham, Jean-Michel Kantor, Naming Infinity. A true story of religious mysti- cism and mathematical creativity. Harvard University Press 2009. [13] Jacques Hadamard, Cinq lettres sur la théorie des ensembles, Bulletin de la SMF, tomo 33 (1905), págs. 261-273. [14] Felix Hausdorff, Grundzűge der Mengenlehre (1914), edición en inglés, Chelsea P.C., NYC 1957. [15] Charles Hermite, Lettres de Charles Hermite a. Gősta Mittag-Leffler (1874-1883), Cahiers du Seminaire d’histoire des mathématiques, 5 (1984), págs. 49-285. [16] Daniel-Henry Kahnweiler, El camino hacia el cubismo (1920), Quaderns Crema, Barce- lona 1997. [17] Erle Loran, Cézanne’s Composition (1943), University of California Press 1963. [18] Nicolas Luzin, Leçons sur les ensembles analytiques et leurs applications, Gauthier- Villars, Paris, 1930. 79 —————————— Homenaje a J. Tarrés Capi Corrales Rodrigáñez Cubismo y constructivismo [19] Barry Mazur, Imaginning numbers (particularly the square root of minus fifteen), Farra, Syraus and Giroux 2003. [20] Arthut I. Miller, Einstein, Picasso: Space, Time and the Beauty that Causes Havoc, Basic Books 2001. [21] Gregory H. Moore, Zermelo’s Axiom of Choice. Its origins, development and influence, Springer-Verlag, 1982. [22] Mark A. Petersen, Dante and the 3-sphere, American Journal of Physics 47 (1979), págs. 1031-1035. [23] Henri Poincaré, La ciencia y la hipótesis (1902), Ediciones Austral 1963 (3a. edición). [24] Lyubov Popova, Comentarios a los dibujos, en “Rodchenko y Popova: definiendo el constructivismo”, Ediciones MNCA Reina Sof́ıa 2009. [25] Bernhard Riemann, Fragmentos sobre variedades y geometŕıa, 1852/53, en [6], págs. 93-95. [26] Bernhard Riemann, Sobre las hipótesis en que se funda la geometŕıa (Lección de habi- litación como profesor, 1854; publicada en 1868), en [6], págs. 2-18. [27] Juan Tarrés, Historia de la teoŕıa de la dimensión, en “Seminario de Historia de la Matemática I”, Universidad Complutense, Madrid 1991, págs. 59-96. [28] Juan Tarrés, La Topoloǵıa General desde sus comienzos hasta Hausdorff, en ”Historia de la Matemática en el sigo XIX”, Edición de la Real Academia de las Ciencias Exactas, F́ısicas y Naturales, Madrid 1994, págs. 191-211. —————————— Homenaje a J. Tarrés 80