25 CAPÍTULO 1 RELACIONES TECNOSEXUALES: DE LOS MOLINOS MEDIEVALES A LAS PÁGINAS DE ENCUENTRO RICHARD CLEMINSON ÁNGEL J. GORDO* INTRODUCCIÓN Hasta hace bien poco las ciencias sociales han considerado la sexualidad y la tecnología como dos ámbitos diferenciados y no relacionados entre sí, si bien durante algún tiempo su conexión despertaba un interés considerable en el terreno individual. A pesar del hecho de que se ha puesto de manifiesto la proximidad entre la sexualidad y la tecnología en la cultura popular, como en la ciencia ficción y en el cine, aparentemente las ciencias sociales no han establecido semejante conexión entre ambas. Esto ha supuesto que hasta la fecha apenas se hayan explorado las formas en que la tecnología ha producido y configurado la sexualidad, el modo en que la tecnología se ha sexualizado y cómo la sexualidad ha configu- rado a su vez a la tecnología en la sociedad y a lo largo de la historia. No obstante, lo que en la actualidad aceptan la sociología y los estudios sociales de la ciencia es que la tecnología como actividad humana fundamental está íntimamente relacionada con las restan- tes esferas humanas. Por lo tanto, la tecnología es una parte inte- grante e indispensable de los significados y prácticas culturales. Por lo tanto, la tecnología, más que existir aisladamente en forma de una serie de técnicas, herramientas y máquinas a priori, tiene su 12596 cultura digital (3) 24/9/08 15:30 Página 25 26 RICHARD CLEMINSON Y ÁNGEL J. GORDO origen en los procesos sociales y políticos; no sólo no está desco- nectada de dichos procesos, sino que éstos la posibilitan. Pero, ¿existe un cruce entre tecnología y sexualidad, y de haberlo, cómo podemos rastrear dicha relación a lo largo de la historia? El silencio, o la práctica ausencia de estudios sobre las rela- ciones entre sexualidad y tecnología resulta, en nuestra opinión, extremadamente significativo. Dicho silencio nos ha llevado a plantear una serie de preguntas preliminares básicas sobre la natu- raleza evasiva de nuestros temas de estudio. ¿Deberíamos conside- rar las prácticas tecnológicas y los dispositivos como el resultado de procesos socioeconómicos más amplios o, por el contrario, deberí- amos tomarlos como temas de interés por sí mismos? (Gray y Mentor en este volumen; Mentor, 1996). ¿De qué modo abre el análisis de las relaciones entre la tecnología y la sexualidad nuevas posibilidades para los análisis de la actualidad? Cuando iniciamos las primeras pesquisas (Gordo López y Cleminson, 2004) hallamos, para nuestra sorpresa, indicios de relación entre la tecnología y la sexualidad en elementos como los molinos medievales, los monasterios y, posteriormente, con la llegada de la modernidad, en los medios de transporte de masas y los automóviles que aunque fueron recibidos con ciertas resis- tencias, finalmente se convirtieron en elementos clave de la vida cotidiana, social y técnica a lo largo de épocas distintas. Esto nos sirvió para confirmar que, a pesar de que entre los ejemplos que elegimos distaban varios siglos, existía cierto tipo de procesos discontinuos que los conectaban y que servían para dilucidar el modo en que entendemos la tecnología y la sexualidad en la actual cultura digital. En este capítulo empezaremos por analizar en primer lugar los significados que rodean a la tecnología de los transportes de masas y de viaje en un contexto urbano amplio. Posteriormente, pasare- mos a comentar una serie de aspectos de la vida material medieval para recuperar las tensiones y los recuerdos que proporcionan la base de las actuales construcciones de espacios y prácticas “tecno- sexuales”. Por último, pasaremos a ilustrar las posibles aplicacio- nes de este enfoque histórico y comparativo para el análisis de encuentros digitales a través de las “tecnologías sociales”. 12596 cultura digital (3) 24/9/08 15:30 Página 26 27 RELACIONES TECNOSEXUALES: DE LOS MOLINOS MEDIEVALES A LAS PÁGINAS DE ENCUENTRO UNA MIRADA TECNOSEXUAL DESDE LAS TECNOLOGÍAS DE TRANSPORTE EN LAS CIUDADES MODERNAS Al escribir sobre la novela de Maurice Leblanc, que abordaba los efectos de la velocidad sobre las sensibilidades humanas y las rela- ciones sociales Kern (1983: 111) destacaba la imagen de la mujer con los pechos descubiertos y la melena al viento que ilustraba la cubierta y advertía que la novela “sugiere la liberación sexual, social y espacial que los dos matrimonios del libro experimentan durante el viaje en bicicleta”. Las parejas experimentan un nuevo ritmo en sus movimientos, una sensación única de penetrar el mundo cir- cundante a medida que sus sentidos se abren a un nuevo terreno. Experimentan, prosigue Kern, un nuevo sentido del tiempo como si se movieran a través de un sueño y no a través del campo. Finalmente, se desmoronan los vínculos matrimoniales y las pare- jas se intercambian. E. Weber (1989) destaca también las relacio- nes entre la neurastenia, la modernización y la bicicleta como innovación de transporte que contribuyó sorprendentemente al desarrollo de la cultura automovilística con el cambio de siglo en Francia. Otros medios de transporte y de velocidad, como el tren, ofre- cen dinámicas parecidas. Como ha advertido De Certeau (1984: 111), al viajar en tren uno parece ocupar una posición privilegiada, dentro de un espacio seguro, dentro de una burbuja: “Inamovible dentro del tren, viendo pasar elementos inamovibles. ¿Qué suce- de? Nada se mueve dentro ni fuera del tren”. El tren ofrece todo tipo de posibilidades, entre las cuales se incluye el erotismo, que en su mayor parte están decretadas y ordenadas, cabría decir, discipli- nadas: El viajero inalterado está encasillado, numerado y regulado en la cuadrícula del vagón de tren, que es una actualización perfecta de la utopía racional. El control y los alimentos se mueven de una casilla a otra: “Billetes, por favor...”. “¿Bocadillos? ¿Cerveza? ¿Café?...” Sólo los lavabos ofrecen una vía de escape del sistema cerrado. Son los fantas- mas de los amantes, una salida para los enfermos, una esca- pada para los niños (¡me hago pis!) —un pequeño espacio 12596 cultura digital (3) 24/9/08 15:30 Página 27 28 RICHARD CLEMINSON Y ÁNGEL J. GORDO para la irracionalidad, como las historias de amor y las alcan- tarillas en las Utopías de tiempos anteriores—. Excepto por este lapso entre los excesos, cada cosa ocupa su lugar en una espe- cie de red. Sólo viaja una célula racionalizada. Una burbuja de poder clasificatorio panóptico, un módulo de aprisionamiento que permite la producción de un orden, una insularidad cerra- da y autónoma —eso es lo que puede atravesar el espacio e independizarlo de las raíces locales— (ibídem). Si el reformador sexual, Magnus Hirschfeld, contó en 1914 que viajar a través de la red de ferrocarril de Berlín permitía a los homosexuales las posibilidades eróticas que ellos buscaban, Bech (1979: 159) ha destacado que la propia estación de ferrocarril ofre- ce un espacio extremadamente concentrado y codificado que per- mite la aparición y desaparición, el ejercicio libre de la mirada, la capacidad de poder viajar lejos. Ofrece, además, la posibilidad de que se den “anhelos, sueños, de abandonar los sitios, de vivir expe- riencias y aventuras”. Resulta significativo que los espacios apacibles, pero a la vez salvajes, de la ciudad se establecieran a mediados y finales del siglo XIX coincidiendo con la “creación” de categorías sexuales y, sobre todo, con la sujeta a ultravigilancia, el varón homosexual. Fue en estos espacios donde la homosexualidad se hizo visible y se realizó a sí misma: El “campo” que constituyó el escenario del mundo ficti- cio en el que la homosexualidad podía consumarse fue a menudo precisamente el campo de la ciudad, proyectado allende la ciudad: los elaborados terrenos de los jardines botánicos con su vegetación exótica, entre las acacias y el murmullo de las fuentes (Bech 1979: 149)1. En la actual era de la velocidad y de las comunicaciones, las tecnologías de locomoción han supuesto el fin de los medios de locomoción más funcionales. Desde su perspectiva en calidad de arquitecto, Virilio (1986: 5) defiende que la aceleración de la velo- cidad y de la tecnología crea una industria más dinámica y un siste- ma industrial que borra las distancias en el tiempo y el espacio 12596 cultura digital (3) 24/9/08 15:30 Página 28 29 RELACIONES TECNOSEXUALES: DE LOS MOLINOS MEDIEVALES A LAS PÁGINAS DE ENCUENTRO mediante el desarrollo de tecnologías de transporte, comunicación e información (véase también Kellner, 2007). No obstante, el movimiento dentro/fuera de las ciudades es una motivación pode- rosa en la cultura occidental, ya que permite la posibilidad de des- cubrir a nuevas gentes y nuevas sensaciones. Augé (1995: 3) ha captado, con respecto al aeropuerto de París, la multiplicidad de sensaciones y transacciones que pueden darse: “¡Roissy, solos tú y yo!”: en estos días, con seguridad, en estos espacios concurridos donde convergían por un instante los itinerarios de miles de individuos, ignorantes unos de otros, permanecía algo del encanto incierto de los eriales, los patios y solares, los andenes de las estaciones y las salas de espera donde los viajeros rompen el paso, de todos los lugares de encuentro azarosos donde tienen lugar los sentimientos furtivos de poder continuar la aventura, la sensación de que lo único que hay que hacer es “ver qué pasa”. Pero, sin duda, el automóvil es el artefacto más aferrado a la vida urbana y a la personalidad moderna desde mediados del siglo XX. Muchas personas de Occidente miden —como advierte Sennett (1994)— los espacios urbanos en términos de lo fácil que resulta atravesarlos en coche. El coche, además, permite dotar de nuevo significado al espacio que se atraviesa y al tiempo del trayecto, más privado, más íntimo, al tiempo que vehicula y precipita “sensacio- nes” amplificadas de autonomía y movilidad social. De ahí que la relación que las personas establecen con sus vehículos sea un aspecto tan importante para entender el coche como un “utilita- rio”, al igual que un artefacto con fuertes cargas emocionales y sexuales (véase Gordo López y Heiber, en este volumen). Quizá sea Cronenberg (1996) una de las personas que mejor ha sabido captar las relaciones entre la sexualidad, el placer y los automóviles en su adaptación de la novela Crash de Ballard (1995 (1978)). Esta fábula sobre la atracción erótica de los accidentes de tráfico y de los cuerpos mutilados provocó un debate sin preceden- tes entre los periodistas del festival de cine de Cannes y en el British Board of Film Classification, que prohibió la adaptación al cine de Cronenberg de la novela. En diciembre de 1996 la BBC 12596 cultura digital (3) 24/9/08 15:30 Página 29 30 RICHARD CLEMINSON Y ÁNGEL J. GORDO emitió un debate sobre la censura en el cine en el que Crash fue centro del análisis. En dicho debate, Rees (1996), portavoz del general Synod, declaró que aun oponiéndose a que la película se prohibiera, le pre- ocupaba que el posible mensaje de la misma pudiera haber sem- brado en la mente de las personas la idea de mezclar “la sexualidad que para mí tiene que ver con el amor, con esta suerte de destruc- ción y violencia con las máquinas de una forma completamente impersonal”. Otras personas que participaron en el programa afir- maron que no había razón alguna para censurar la película y se des- tacó que la cantidad de escenas pornográficas y violentas en Crash no era mayor ni eran más extremas que en otras películas permiti- das por el British Board of Film Classification. Sin embargo, preci- samente el hecho de que lo que incomodara a la mayor parte de los participantes en el debate fuera la naturaleza de la asociación entre sexualidad y tecnología (para un análisis pormenorizado de la tec- nología, la simulación y el “embodiment” (“corporeización”) en la novela de Ballard, véase Baudrillard, 1991a y 1991b). El tono de algunos de estos debates, así como las razones esgrimidas a favor de la censura de la película en países como el Reino Unido durante casi dos años después de su estreno en Cannes, contrastan con las propias reflexiones y advertencias de Ballard en el prólogo de la nueva edición de la novela del mismo año. En este contexto, Ballard se pregunta si “es lícito ver en los accidentes de automóvil un siniestro presagio de una boda de pesa- dilla entre la tecnología y el sexo” (1995 (1978): 5). Cabría argumentar que cuando las autoridades censuran pelí- culas como Crash censuran a su vez una confrontación entre mora- lidades antiguas y nuevas moralidades emergentes, que pretenden negociar/intermediar en la confluencia entre diferentes perspecti- vas y prácticas con respecto a la sexualidad y, en particular, en la confrontación con la antigua moralidad a través de la mediación de la tecnología. Por lo tanto, Crash no debería analizarse aisladamente sino que debería utilizarse para enseñarnos cómo se inscriben de un modo fundamental la erótica de la tecnología, así como las nuevas formas de subjetividad tecnologizada en las sanciones culturales y 12596 cultura digital (3) 24/9/08 15:30 Página 30 31 RELACIONES TECNOSEXUALES: DE LOS MOLINOS MEDIEVALES A LAS PÁGINAS DE ENCUENTRO como parte de los procesos históricos. Ballard (ibídem: 6) prácti- camente sugiere esto mismo comentando la proximidad del futuro en el presente y lo obligados que nos sentimos a reposicionarnos constantemente con respecto a la cronología y la tecnología: dado que la tecnología y la publicidad tienen una importancia aún mayor en nuestras vidas y que “nuestros conceptos del pasado, del pre- sente y del futuro se ven obligados a revisarse”. Esto sugiere que necesitamos una serie de estrategias que nos permitan comprender la evolución de una relación entre la tecnología y la sexualidad a lo largo de periodos prolongados con referencias concretas a su importancia en la actualidad. Inspirados por las posibilidades productivas que muestran las tecnologías de transporte moderno, a partir de ahora nos centrare- mos en algunas de las connotaciones históricas de la sexualidad, la tecnología y la materialidad en el medioevo para afianzar nuestro análisis de cómo se han recuperado los aspectos y representaciones de aquellos tiempos en la actual moda de la cultura digital. LOS ANÁLISIS MEDIEVALES MATERIALES: UNA CONTROVERSIA ABIERTA Lewis Mumford (1962 (1934): 12), historiador especialista en las relaciones entre el cambio tecnológico y los aspectos sociológicos a lo largo del tiempo, rechaza la opinión dominante que sostiene que la revolución tecnológica se inició con la revolución industrial. Por el contrario, sugiere que existen vínculos estrechos entre la nueva con- cepción mecánica del tiempo y la rutina vital y la labore en los monas- terios medievales. La expansión del propio hábito del orden y la regulación honrada de las secuencias temporales en la vida monásti- ca benedictina, como ya destacó Mumford, tuvieron también un impacto enorme en las ciudades a partir del siglo XIII: “El reloj y las campanas introdujeron una nueva regularidad a la vida y puntualiza- ron la existencia urbana de acuerdo a una nueva dimensión del espa- cio, de la cartografía, de la existencia civilizada” (íbidem: 14). Mumford identificó la vida monacal como un contexto para la prepa- ración cultural para el uso del reloj mecánico concebido como un 12596 cultura digital (3) 24/9/08 15:30 Página 31 32 RICHARD CLEMINSON Y ÁNGEL J. GORDO dispositivo de dominación del tiempo y del orden (capitalista). Por otra parte, Heidegger nos anima a ver más allá de los relatos hege- mónicos sobre los avances tecnológicos para poder recuperar una interpretación más holística de la tecnología como emanada de la Edad Media, o incluso antes (Heidegger, 1978). Según Heidegger, en los tiempos precristianos los avances tecnológicos se consideraban como construcciones y diseños; como acto y arte; como forma y ética; como teoría y práctica. Otros especialistas en la Edad Media han mantenido una visión negativa de la vida material y del progreso durante dicho periodo. Esta tendencia ha sido tan dominante que era práctica- mente inviable pensar en la tecnología “como una de las fuerzas, junto con nuevas pautas sociales y económicas, que configuraron la sociedad medieval” (Gies y Gies, 1995: 14). Esta perspectiva obvió prácticamente a la tecnología. Como indican Frances y Joseph Gies (íbidem: 34), a partir de la tercera década del siglo XX ha aumenta- do la apreciación del progreso tecnológico medieval en otras fuen- tes (estos enfoques emergentes han estado muy asociados a las obras de M. Bloch, L. White, R. S. López, B. Gilles, G. Duby y J. Le Goff). Estos autores empezaron a otorgar mayor importancia a las grandes innovaciones tecnológicas del medioevo. En esta etapa histórica tuvieron lugar “el paso del poder del agua al de la mente, la introducción de sistemas agrícolas en campos abiertos y la importación, adaptación e invención de una serie de recursos, desde la carretilla hasta los asientos contables dobles” (íbidem: 15). A lo largo de este periodo, por lo tanto, en lugar de estanca- miento lo que advertimos es una intensificación de la cultura del intercambio, los viajes y el comercio. Los monasterios y los molinos, como defenderemos aquí, permitieron que se establecieran asocia- ciones entre diferentes modos de producciones tecnológicas y cul- turales a través de la etapa premoderna europea. Específicamente, demostraremos cómo existe un cierto paralelismo entre la arqui- tectura monacal europea del siglo XIV, antes de la abolición de los monasterios dúplices, y la oposición al funcionamiento libre de los molinos de grano como lugares genuinos para la mediación y el intercambio técnico, social y sexual. Veamos brevemente algunos de los fundamentos que llevan a sugerir estas correspondencias. 12596 cultura digital (3) 24/9/08 15:30 Página 32 33 RELACIONES TECNOSEXUALES: DE LOS MOLINOS MEDIEVALES A LAS PÁGINAS DE ENCUENTRO LOS MUROS SEXUALES DE LA ALTA CULTURA: LOS MONASTERIOS DÚPLICES El monacato surgió, tanto en la Iglesia católica romana como en la ortodoxa oriental, durante los albores del cristianismo y se reformó y renovó periódicamente (Le Goff, 1999). Las órdenes benedictinas predominaron en la Europa medieval hasta la emergencia de Cluny, a principios del siglo X (Bredero, 1985). El ideal de Cluny era el establecimiento de un gran monasterio central con dependencias que formaran una vasta jerarquía o sistema feudal monacal bajo el dominio del abad de Cluny. Fundada en 1098, Cîteaux hizo frente con mayor éxito a Cluny y a su sistema centralizado, que intentó recuperar la vida monacal más sencilla basada en las normas bene- dictinas. Mientras que Cluny estableció una vasta familia extensa, Cîteaux mantuvo la idea de que cada monasterio constituía una familia independiente, si bien todas estaban unidas bajo una misma “orden”. En el contexto de las continuas reformas y agitaciones sociales y políticas de los monasterios europeos, éstos se convirtieron en un centro fundamental de la civilización durante la Alta Edad Media. Gracias a sus talleres, conservaron las técnicas artesanales y artís- ticas y mantuvieron una determinada vida cultural, intelectual, espiritual, por no hablar de económica. Las ciudades crecieron a su alrededor y los hermanos y hermanas servían a la comunidad secu- lar de una forma diversa —cultivaban el grano, fabricaban vino, criaban ovejas— si bien habitualmente permanecían apartados. La Orden de San Benedicto autorizó la fundación de los monasterios dúplices en los que convivían monjes y monjas. Estas casas religiosas comprendían “comunidades de hombres y mujeres que vivían en dependencias contiguas, unidas bajo las órdenes de un superior y que utilizaban una misma iglesia parar sus oficios litúrgicos” (New Advent, 2007a). Los monasterios dúplices apa- rentemente proliferaron por el este de Europa durante los prime- ros siglos de monacato. No resulta sorprendente que semejante sistema no tardara en considerarse potencialmente pecaminoso en Occidente y que, a partir de ahí, se convirtiera en objeto de estricta legislación por 12596 cultura digital (3) 24/9/08 15:30 Página 33 https://www.researchgate.net/publication/240574555_Cluny_et_Citeaux_au_douzieme_siecle_L'histoire_d'une_controverse_monastique?el=1_x_8&enrichId=rgreq-6ee37a0f97885e9dcc028ec63a900c68-XXX&enrichSource=Y292ZXJQYWdlOzI2MDQ3OTk1NjtBUzoyMTk1NzE3OTAzMjM3MTJAMTQyOTM2MTQwMjkwMw== 34 RICHARD CLEMINSON Y ÁNGEL J. GORDO parte de las autoridades eclesiásticas, que ordenaron la más estricta vigilancia de todos los pasadizos que comunicaban las dependencias de los monjes y las monjas: Con frecuencia se prohibía la proximidad excesiva entre los edificios, y no se escatimaba en tomar precauciones para evitar cualquier ocasión para el escándalo. Muy probable- mente, este escaso favor mostrado por la Iglesia hacia ellos (los monasterios dúplices) provocó el declive gradual del sis- tema en el siglo X (ibídem). El emperador justiniano prohibió los monasterios dúplices en el este por los escándalos que pudieran suscitar. En Occidente, dichos lugares prevalecieron en Inglaterra y en Francia en el siglo XII donde las estrictas normas que mantenían a ambos sexos sepa- rados por completo durante todo momento minimizaban el riesgo de escándalo (New Advent, 2007b). Estos monasterios existieron también en España, donde los introdujo San Fructuoso a mediados del siglo VII. También era destacable la existencia de empareda- mientos en los que vivían las monjas. Perry (1990) destacó que la mayor parte de ellos se encontraban en Sevilla y facilitaron el aisla- miento de las monjas a partir del siglo XIII, si bien se convirtieron en conventos a lo largo del siglo XVI. Perry narra también cómo los emparedamientos se utilizaron además para cobijar a las mujeres implicadas en disputas conyugales y por las beatas familiares. Contamos con muy poca documentación acerca de los prime- ros monasterios dúplices, excepto que generalmente estaban sepa- rados por una iglesia de modo que se pudiera acceder a ella desde cada lado. Las excavaciones realizadas en Watton Priory, una casa gilbertina en Yorkshire, parecen indicar que la separación entre monjas y canónigos se efectuó por medio de: un muro importante, de varios pies de alto, que atrave- saba la iglesia todo a lo largo, y es probable que en otros monasterios dúplices se adoptaran medidas similares (New Advent, 2007a). Con respecto al monasterio mixto de Watton, Gilchrist (1994: 93, texto a pie de página, figura 30) destaca: “Con el fin de garantizar 12596 cultura digital (3) 24/9/08 15:30 Página 34 35 RELACIONES TECNOSEXUALES: DE LOS MOLINOS MEDIEVALES A LAS PÁGINAS DE ENCUENTRO la segregación sexual, los claustros estaban divididos por un muro y una acequia; se comunicaban mediante una puerta trasera giratoria en la cristalera. La iglesia estaba dividida en dos naves paralelas por un muro que impedía la comunicación visual entre monjas y canónigos”. La construcción de estos muros en los monasterios promovía la segregación entre los sexos con el fin de reducir la actividad sexual entre monjes y monjas, pero también impedían unos meca- nismos de comunicación vitales que eran relativamente abiertos y no jerarquizados. A pesar de que se impidió todo intercambio, se abrieron nuevas rutas literalmente bajo tierra en algunos lugares, como lo han demostrado las recientes excavaciones realizadas en la abadía de Whitby: En algunas ocasiones existió un pasadizo que conecta- ba las dependencias de hombres y mujeres con el fin de per- mitir la entrega de alimentos de las monjas a los monjes. Así era en el monasterio de Watton en Yorkshire (Gilchrist, 1995: 108-109) [...] En Burham, Berkshire, se halló una galería tapiada que quizá permitiera el acceso al dormitorio de las monjas (ibídem: 122). Los pasadizos subterráneos entre los monasterios, las iglesias y diferentes alojamientos constituían un vehículo de comunicación entre las órdenes religiosas y el mundo exterior. A través de estas nuevas redes una vez más podían fluir las innovaciones de las téc- nicas de trabajo, así como los encuentros amorosos. Merece la pena recordar que, junto con la construcción de estos muros sexuales, a partir del siglo XI se introdujeron una serie de cambios en las relaciones sexuales que conllevaron a la imposi- ción del matrimonio monógamo. Al mismo tiempo puede apreciar- se cómo los monasterios eran transmisores de una compleja mezcla cultural encaminada a establecer nuevos órdenes sociales y sexua- les mediante el disciplinamiento del cuerpo, la introducción de nuevas normas para el matrimonio y la prohibición de las relacio- nes sexuales entre las monjas y los monjes. Estos procesos depen- dían de una serie de cambios institucionales y comunitarios, preámbulo de la diversificación de las relaciones en el mundo pre- moderno capitalista. Los molinos medievales constituyen otro 12596 cultura digital (3) 24/9/08 15:30 Página 35 36 RICHARD CLEMINSON Y ÁNGEL J. GORDO lugar en el que tenían lugar mediaciones similares entre la técnica, los órdenes sociales y la sexualidad, como pasaremos a mostrar. LUGARES PAGANOS, ENCUENTROS Y ABOLICIONES: LOS MOLINOS La consideración de que los campesinos eran hostiles hacia el progre- so y hacia cualquier cambio forma parte de la idea que sostiene que la Edad Media se caracterizó por un profundo estancamiento socioeconó- mico y técnico. Pero, como hemos podido ver, esta perspectiva es, cuando menos, discutible. De haber sido hostiles los campesinos hacia el cambio tecnológico, se habría debido más bien a la lucha por obtener la hegemonía en la sociedad medieval y a la creciente dependencia de los campesinos frente a los señores feudales. En el contexto de estos conflictos es importante el análisis de aquellos espacios situados en los márgenes entre las antiguas y las nuevas divisiones del trabajo, y de las nuevas divisiones entre los sexos. Consideramos los molinos medieva- les como lugares en los que podía darse esta interacción. Los molinos eran lugares en los que “sucedían cosas”, en parte por ser lugares de propiedad y conocimiento comunal, en parte por ser sujetos de aten- ción de las autoridades y en parte por ser el centro de rivalidades intra- sociales. En ellos se forjaban nuevas relaciones y se acogía al otro, ya fuera como figura “forastera” o en forma de nuevos intercambios téc- nicos, sexuales y culturales (véase Muendel ,1991, para un análisis detallado de los molinos comunales en Italia). La fiebre por los molinos que tuvo lugar en el siglo XIII, como afirma Collins cuando discute a Gimpel (1976), se debió a que esta maquinaria medieval estaba “financiada por accionistas que comerciaban libremente como en un mercado de valores moderno” (véase Bradford Smith y Wolfe, 1997, para complementar esta opi- nión). Le Goff (1999: 227-228) destaca que cuando los señores edi- ficaban “un molino monocarril, una prensa o un horno, lo hacían para obligar a los campesinos a utilizarlos en sus tierras, a un cier- to coste, o para obtener una exención de tales obligaciones median- te el pago de impuestos”. No obstante, se produjo a su vez el escenario contrario. Algunos señores, especialmente los que eran 12596 cultura digital (3) 24/9/08 15:30 Página 36 37 RELACIONES TECNOSEXUALES: DE LOS MOLINOS MEDIEVALES A LAS PÁGINAS DE ENCUENTRO abades, “destruían los molinos manuales de los campesinos para obligarles a llevar el grano al molino del abad y pagar el impuesto” (íbidem: 303). Así, los molinos se convirtieron en lugares de lucha social y económica en los que la Iglesia empezó a jugar un papel importan- te pero bastante ambivalente. Los monjes, según los estatutos de algunas órdenes religiosas en el siglo XII, acudían al molino para recolectar la limosna (íbidem: 313). No obstante, a pesar de ello, los peligros que encerraba el molino en términos de su cuestionable moralidad y posible fomento del vicio ya habían sido advertidos por San Benedicto cuando estableció en sus regulaciones que los monasterios deberían, siempre que fuera posible, ser autosufi- cientes para evitar los peligros del mundo externo (íbidem: 211). Algunos ordenamientos de los abades para la destrucción de los molinos podrían interpretarse como intentos por limitar tales transacciones con el mundo exterior, pero lo que aquí sugerimos es que su destrucción podría guardar relación con el hecho de que “todo molino de agua, todo molino de viento era [...] una perpetua máquina en movimiento” (Cardwell, 1996: 57). La creación de las universidades y la asunción por parte de las catedrales del papel de monasterios secularizados en el nuevo paisaje urbano e industrial supusieron un desafío al pensamiento estático. Cardwell muestra cómo, a partir de este desafío, surgieron las llamadas “ciencias herejes”, como la alquimia y la astrología (cuya práctica fue cada vez más condenada por la Iglesia). Los objetivos de estas ciencias incluían la transformación de los metales básicos en metales pre- ciosos como el oro, la formulación de un horóscopo o la construc- ción de una máquina en continuo movimiento (íbidem: 60). Quizá una parte de la naturaleza transgresora del molino medieval tardío se hallara en que constituían espacios de encuen- tro entre personas en los que se comentaban las innovaciones de la sociedad rural (como lo fueron la fuente y el horno en tiempos anteriores). Por lo tanto, “además de como un ingenio útil, como un lugar de encuentro compartiendo honores con el lavadero, la fuente o el horno, hasta la llegada de la luz eléctrica y sus derivados […] (t)uvo fama el molino, por su situación apartada y por las horas a las que se utilizaba, de un lugar en el que, si no se producían todos 12596 cultura digital (3) 24/9/08 15:30 Página 37 38 RICHARD CLEMINSON Y ÁNGEL J. GORDO los días hechos escandalosos, al menos nadie dudaba de que se podían producir” (Díaz 1989: 111). Estos intercambios y “hechos” eran de naturaleza tan cuestionable para los poderes dominantes que San Bernardo amenazó con ordenar su destrucción. Los molinos eran bien conocidos, no sólo entre las figuras ecle- siásticas, sino también en el acervo popular, por estar ubicados en lugares aislados, por la hora del día en que se utilizaban y por el aura de trasgresión que les rodeaba. En este sentido, Díaz relata cómo en los cuentos populares los molineros y sus mujeres, algo subidas de tono, aparecen en la literatura hasta el punto de convertirse en este- reotipos de aquella época (íbidem). En este contexto aparecieron también las figuras del monje libertino y la del fraile mendicante. En cierto sentido, el molino podría considerarse un centro de encuentro que rivalizaba con la iglesia en términos de su poder de atracción de multitudes, como lugar para facilitar el cotilleo y el flujo de informa- ción, urdir rebeliones y diseminar nuevas técnicas. Tal mezcla de materialidad, regulación religiosa y cambio de costumbres otorgó al molino la dimensión de “espacio prohibido”, que abría la posibilidad de un lugar público para la erotización y el comercio, que propiciaba los encuentros casuales entre miembros laicos de la sociedad y el clero, entre personas de diferentes clases sociales y edades, todos bajo el manto de la tecnología. Además, los espacios populares como los molinos o incluso los monasterios dúplices, por muy polémicos, deberían obtener el reconocimiento de tratarse de lugares productivos y dinámicos en los cuales se pro- movían nuevas lógicas sociales y tecnológicas que de algún modo fueron preludio de la era industrial moderna europea. En el orden capitalista emergente, los molinos, a menudo considerados como lugares subversivos de intercambio de conoci- miento, técnica y sexo por toda Europa, pasarían a formar parte de una economía que comerciaba con la sexualidad (en los burdeles) y, en general, con las identidades que progresivamente se consumirí- an como parte de la nueva lógica de la sociedad capitalista (Varela, 1998). El consumo de y en estos nuevos lugares pasa a ser sintomá- tico de una economía que posteriormente se basaría en el placer (para los que se lo pudieran permitir), representada en la bohemia de la clase media del siglo XIX, el periodo que asistiría a la emergencia 12596 cultura digital (3) 24/9/08 15:30 Página 38 39 RELACIONES TECNOSEXUALES: DE LOS MOLINOS MEDIEVALES A LAS PÁGINAS DE ENCUENTRO de trastornos de tipo nervioso (si hemos de creer a los psiquiatras del momento), y a la mercadería sexualizada, el baile y el espectáculo. La vida bohemia de finales del XIX y principios del XX recuperó la ima- ginería de la era medieval, como lo muestra el Moulin Rouge. En este caso, se retoma la figura feliz, adinerada pero algo frívola del moline- ro, que a menudo se asocia en el imaginario colectivo de la Europa medieval y preindustrial con la riqueza y el ocio, como se pone de manifiesto en el dicho popular: “El molinero, poco trabajo y mucho dinero”. Estos lugares tienen, además, connotaciones políticas, como en el caso del folleto de las jornadas conmemorativas del 70 aniversario de la revolución social anarquista celebradas en Madrid en 2006, en la que aparece la ilustración de un molino y una hilera de campesinos con sus herramientas de trabajo y el puño levantado. En resumen, estas relaciones tienen una base en el pasado. Hasta aquí hemos ilustrado las relaciones cambiantes entre algunos aspectos sexuales y tecnológicos en diversos contextos y épo- cas. Hemos identificado las divisiones sociales y del trabajo emer- gentes, mediadas por los intercambios sexuales, sociales y técnicos que tuvieron lugar en los monasterios y en los molinos en la Europa medieval rural. En el caso de los monasterios dúplices hemos sugeri- do la forma en que el establecimiento de los muros divisorios, sexua- lizados y políticos, captan y reflejan los nuevos órdenes sociales emergentes, que giran en torno a las confrontaciones entre órdenes religiosas y tipos de monjes y de otros procesos relevantes como la emergencia de espacios urbanos en el mundo premoderno y de los códigos morales en desarrollo y las regulaciones materiales en las que se construyen las modernas formas de relación sociales y sexuales. El análisis de las formas en que estos espacios reunían otras maneras de interpretar la materialidad y las técnicas quizá nos permita contribuir a identificar tensiones y posibilidades similares en nuestros tiempos. ESPACIOS Y TECNOLOGÍAS DE ENCUENTRO DIGITAL El desarrollo de las tecnologías de la comunicación durante las últi- mas décadas, en especial la amplia difusión de las “tecnologías sociales”2, responde en buena medida a la capacidad de mezclarse 12596 cultura digital (3) 24/9/08 15:30 Página 39 40 RICHARD CLEMINSON Y ÁNGEL J. GORDO unas con otras, generando e inventando, de este modo, nuevas combinaciones entre la esfera individual y la social, la dimensión lúdica y la gestión social. Desde finales de los noventa hasta la llegada y penetración masiva de la mensajería instantánea a principios del nuevo siglo, los chats aparecían como una opción más para entablar relaciones. Su popularidad sería repentinamente destronada por la difusión y penetración masiva del programa de mensajería instantánea de Microsoft: el Messenger, y más recientemente por las ya archico- nocidas páginas de encuentro. La mensajería instantánea de Microsoft consiguió integrar en un único programa de fácil manejo (Messenger) otras herramien- tas (el correo electrónico, los chats y los blogs) y servicios disponi- bles en internet (intercambio de ficheros, conexiones de voz y vídeo, navegación, compartir archivos, envío de SMS, telefonía por internet). También hizo posible que las comunicaciones, en su mayoría esporádicas y efímeras con personas desconocidas, como las que proporcionan los chats, quedasen relegadas a un segundo plano, incluso que llegarán a estar mal vistas o demonizadas (Gordo López y Megías, 2006). Las páginas de encuentro (Meetic, Match, Parship, MySpace, etc.) al igual que las comunicaciones Messenger, fomentan conversa- ciones y encuentros individuales. Una práctica común en estas pági- nas consiste en rellenar un cuestionario que recuerda a los test de personalidad; una vez cumplimentados, identifican niveles de com- patibilidad o afinidad con los usuarios y usuarias del sexo deseado. A través de esta floreciente industria de “encuentros” amato- rios, mediante perfiles informatizados, donde los test de psicología devienen en la celestina digital, el sentido de pertenencia y afinidad de las comunidades chats de una década atrás han sido desplazados por programas y comunicaciones más individuales, más finalistas y en pro (o bajo la promesa) de relaciones más sostenibles en el tiem- po. Así pues, si los chats fomentaban encuentros e intercambios más anónimos, efímeros y colectivos, el Messenger incita comunicacio- nes más sostenidas, ritualizadas y, por tanto, como veremos más ade- lante, identidades en red más compatibles con formas de gobierno que procuran asimilar la dimensión digital al espacio “real”. 12596 cultura digital (3) 24/9/08 15:30 Página 40 https://www.researchgate.net/publication/260479926_Jovenes_y_cultura_messenger_Tecnologia_de_la_informacion_y_la_comunicacion_en_la_sociedad_interactiva?el=1_x_8&enrichId=rgreq-6ee37a0f97885e9dcc028ec63a900c68-XXX&enrichSource=Y292ZXJQYWdlOzI2MDQ3OTk1NjtBUzoyMTk1NzE3OTAzMjM3MTJAMTQyOTM2MTQwMjkwMw== https://www.researchgate.net/publication/260479926_Jovenes_y_cultura_messenger_Tecnologia_de_la_informacion_y_la_comunicacion_en_la_sociedad_interactiva?el=1_x_8&enrichId=rgreq-6ee37a0f97885e9dcc028ec63a900c68-XXX&enrichSource=Y292ZXJQYWdlOzI2MDQ3OTk1NjtBUzoyMTk1NzE3OTAzMjM3MTJAMTQyOTM2MTQwMjkwMw== 41 RELACIONES TECNOSEXUALES: DE LOS MOLINOS MEDIEVALES A LAS PÁGINAS DE ENCUENTRO Este proceso de sexualización y creciente individuación que apreciamos durante la última década en el uso de herramientas conversacionales, y por ende, de expansión y penetración de la sociedad red de la mano de las tecnologías sociales, podemos situarlo, a su vez, en el marco más amplio de desarrollo y tenden- cias de la sociedad de la información. En el caso del contexto espa- ñol, en un escenario en el que se detecta un auge masivo de la mensajería instantánea, y en general de las tecnologías sociales de corte individualizadora, indicativo de una tendencia a la interac- ción directa, personalización (e individualización) de contenidos (comunicaciones) (Gordo López y Megías, 2006; INE, 2007). Si las luchas y tensiones en torno a los molinos debemos entenderlas en un periodo histórico testigo del surgimiento de los grandes núcleos urbanos, del proceso de secularización y de la construcción y gobierno de identidades modernas cada vez mas privadas, íntimas y reflexivas ¿hacia qué órdenes apuntan las iden- tidades altamente individualizadas y autorreguladas que fomentan las comunicaciones y encuentros a través de la mensajería instan- tánea, las páginas de encuentro y las redes sociales actuales? ¿Qué nos permiten entrever estos espacios de socialización acerca de las arquitecturas y gobiernos tecnológicos en construcción? LAS TECNOLOGÍAS SEXUADAS E INDIVIDUALIZANTES DE LA NUEVA ECONOMÍA La dimensión individual y reflexiva que incita la mensajería ins- tantánea y las páginas de encuentro, el modo que maximizan la pre- sentación de la persona digital a través del autorrelato, la descripción confesional y lógicas de gestión del yo maximalistas, reenvían, por ejemplo, a la planificación arquitectónica y las técni- cas materiales y de conocimiento y reflexión forjadas en los monas- terios de la Baja Edad Media. Los monasterios medievales, como hemos visto, fueron cen- tros altamente estructurados y tecnificados. Así queda reflejado en la meticulosa planificación arquitectónica y las dotaciones técnicas exigidas para su fundación. Tal era el nivel de organización técnica 12596 cultura digital (3) 24/9/08 15:30 Página 41 https://www.researchgate.net/publication/260479926_Jovenes_y_cultura_messenger_Tecnologia_de_la_informacion_y_la_comunicacion_en_la_sociedad_interactiva?el=1_x_8&enrichId=rgreq-6ee37a0f97885e9dcc028ec63a900c68-XXX&enrichSource=Y292ZXJQYWdlOzI2MDQ3OTk1NjtBUzoyMTk1NzE3OTAzMjM3MTJAMTQyOTM2MTQwMjkwMw== 42 RICHARD CLEMINSON Y ÁNGEL J. GORDO de los monasterios medievales que autores como Collins (1986) llegan a afirmar que estas comunidades de monjes o monjas opera- ban de modo parecido a una fábrica. Con el énfasis en el rigor técnico y arquitectónico y, en fin, en el ordenamiento y la funcionalidad, perseguían garantizar los recursos necesarios para la autosuficiencia, lejos de cualquier dependencia mundana, y maximizar así el tiempo disponible para el trabajo espiritual. Una combinación de rezo y labor, que bajo lógicas basadas en la abnegación, la disciplina y las técnicas mate- riales, proporcionó las bases para el ciudadano reflexivo de la modernidad por venir. No es de extrañar pues que los monasterios llegaran a erigirse en los principales centros de civilización e inno- vación socioeconómicos. Si los monasterios fueron centros neurálgicos para la raciona- lización tecnológica precapitalista, precursores de la primacía de la identidad individual occidental —como apuntase Weber (1975)— junto con las técnicas de confesión y autoconocimiento —según Foucault (1990)—, ¿qué tipo de lógicas anticipan los lugares de encuentro, de trabajo y autentificación digital que propician actualmente las tecnologías conversacionales como el Messenger y su integración en plataformas de máxima expresión individual y sexuada como las páginas de encuentro? A nuestro parecer la gran popularidad de este tipo de tecnolo- gías y comunicaciones corre a la par del creciente deterioro de las redes de afinidad social, de un sentido de comunidad herido de muerte, donde la soledad y el miedo individual campan a sus anchas, por no decir la crisis de formas tradicionales de relaciones de pare- ja, donde los solteros y solteras aparecen como principales usuarios de las páginas de encuentro, ya que, como dicen ellas: “una ya no tiene edad, ni dinero ni tiempo para salir por ahí de copas a conocer a hombres”, o “da una pereza mortal dejarte ver por ahí a ver qué pasa. Ya no tienes cuerpo para eso” (Sánchez-Mellado, 2007); y ellos dicen: “puedo estar en casa, en calzoncillos, tirándome el pisto con una pibita”, o “entras y primero picoteas, siembras y luego recoges” (Finkel, Gordo y Lasén, en preparación). La fuerte penetración de estas tecnologías en nuestras formas de comunicarnos, en el modo de vencer la soledad tras una separación, o 12596 cultura digital (3) 24/9/08 15:30 Página 42 43 RELACIONES TECNOSEXUALES: DE LOS MOLINOS MEDIEVALES A LAS PÁGINAS DE ENCUENTRO simplemente, como manera más “eficaz” de buscar parejas sexuales o sentimentales, trasciende el plano personal. Apuntan, asimismo, al modo en que las administraciones y las multinacionales intentan gestio- nar y solventar el escaso desarrollo de la sociedad de la información, en sus usos más formales (comercio, banca y administración electrónicos). A pesar de la gran difusión de este tipo de relaciones digitales, seguimos sin comprar lo suficiente en red, los portales web de la administración apenas se usan, somos más bien recatados en el uso de la banca electrónica, y en el caso español, estamos a la cola euro- pea en lo que respecta al desarrollo de la sociedad de la informa- ción, a pesar de ser el segundo país en el mundo con mayor uso del Messenger, tras Canadá, y uno de los países que lidera el uso social e informal de las nuevas tecnologías como en su momento los chats y actualmente las páginas de encuentro. ESPACIOS Y RELACIONES PROPULSORES/GESTORES DE LA IDENTIDAD DIGITAL La mayoría de las simbiosis humano-máquina gestadas en los ini- cios de la sociedad industrial establecía una distancia segura, aun- que ambigua, entre nuestros cuerpos y las máquinas. En los tiempos que corren los límites entre la tecnología y la subjetividad están cada vez más desdibujados. El marketing en torno a la cultura digital es cada vez más consciente del carácter relacional y tecnoló- gicamente mediado de la subjetividad. Las interacciones conversacionales que priman actualmente en la red a través de comunicaciones Messenger y páginas de encuentro, elevan las palabras a la categoría de hechos, y refuerzan de este modo la primacía del sujeto que construye frente al contex- to o escenario de interacción social. Como señala Mora (2004) estas interacciones “parecen corresponder a un punto medio que no cabría explicarse a través de ninguna de las partes de la díada ficción/realidad debido no sólo a su carácter, sino también a las condiciones en las cuales tienen lugar las interacciones en el cibe- respacio”. No obstante, estos límites empiezan a ceder a medida que dichas comunicaciones reproducen el orden de otras formas de 12596 cultura digital (3) 24/9/08 15:30 Página 43 44 RICHARD CLEMINSON Y ÁNGEL J. GORDO interacción social, proporcionando a su vez una sensación/emoción de copresencia y corporeidad. La rutina, la referencialidad, las relaciones sostenidas, la aso- ciación entre apodos y direcciones de correo junto a la opción de visualizar imágenes de los interlocutores en un margen de la pan- talla, todo ello contribuye a la asignación de una identidad y su correspondiente fijación a una imagen cada vez más corporeizada. Como afirma Domínguez (en este volumen) estos procesos interre- lacionados permiten “tener un manejo suficiente de ese cuerpo virtual, un control rutinario que le haga aparecer como un actor fia- ble, siendo esa sensación de control la que nos permite y obliga a hacernos cargo de nuestra actuación, a sentirnos responsables de nuestros actos y de sus consecuencias en el plano identitario”. Así pues, las tecnologías sociales actuales contribuyen a resta- blecer y fijar la conexión entre el cuerpo virtual como lugar de iden- tidad, y la sensación de control y gestión emocional de las mismas como lugar de experiencia corpórea. Es así que estos espacios y rela- ciones digitales están pasando a ser un revulsivo para amortiguar los contrastes existentes entre distintos usos (informales y formales) de la red, además de un activo importante para equiparar y fijar corres- pondencias progresivamente entre las identidades reales y las digita- les. Y por informales que parezcan son igualmente un activo de gran interés para la administración. No es de extrañar, pues, que la men- sajería instantánea y las páginas de encuentro hayan pasado a ser lugares comunes e imprescindibles para muchas personas educadas en el autocontrol, la autorregulación, en el saber compaginar los tiempos de trabajo y los tiempos de ocio, las tecnologías de la infor- mación con una gestión racionalizada y finalista del yo virtual, aun- que con efectos y resonancias en la identidad “verdadera”. RECAPITULACIÓN: UNA MIRADA COMPARADA DE LA ALTA Y BAJA TECNOCULTURA La mirada histórica que hemos intentado articular a lo largo de estas páginas ha permitido establecer asociaciones entre los moli- nos como espacios de producción material y social a lo largo y 12596 cultura digital (3) 24/9/08 15:30 Página 44 45 RELACIONES TECNOSEXUALES: DE LOS MOLINOS MEDIEVALES A LAS PÁGINAS DE ENCUENTRO ancho de la Europa premoderna, y las relaciones que fomentaban los chats, sus comunidades y comunicaciones más abiertas y a menudo anónimas. También ha permitido comparar el tipo de comunicaciones altamente individualizada, reflexiva, y “finalista” como las comunicaciones Messenger y de las páginas de encuentro, con el modo en que los diseños arquitectónicos y los cánones reli- giosos que prevalecían en los monasterios coadyuvaron a instaurar técnicas de producción y gobierno del mundo interior, de la subje- tividad moderna por venir. Analizar estos espacios y comunicaciones desde una perspecti- va histórica ayuda igualmente a recuperar los distintos significados en torno a lugares de encuentro, altamente tecnificados, del pasado y a relacionarlos con las exigencias y fenómenos presentes. También ayuda a apreciar los matices entre los distintos lugares y tecnologías disponibles, así como a desarrollar una cierta sensibilidad en los órdenes identitarios digitales que coadyuvamos a construir. Pero tales expectativas deberán atenuarse por la noción de que la tecnología y la sexualidad se han configurado de un modo dife- rente a lo largo del tiempo, según el lugar y la circunstancia social. Por lo tanto, cualquier relación entre la tecnología y la sexualidad “significará” diferentes cosas según las condiciones cambiantes. En esta red discontinua de relaciones lo más interesante, en nues- tra opinión, son las dificultades que surgen en la localización de relaciones múltiples que emanan de nuestros dos ámbitos. Nos preocupa, por tanto, pretender establecer una relación que derrumbe con eficacia cualquier tipo de sentido histórico y caer en un presentismo que proyecte lo que consideramos que es una rela- ción histórica para cumplir nuestros objetivos de la investigación. Por supuesto, este problema representa a la bella y la bestia del análisis histórico y tal análisis debe navegar entre la creación de algo a capricho del historiador y desenterrar una relación que exis- tió, si bien de formas diferentes, discontinuas y cambiantes a lo largo de extensos periodos de tiempo. Este proceso de “objetiva- ción” de las condiciones del conocimiento a través de la investiga- ción histórica puede ayudarnos a realizar una reflexión crítica sobre su producción. Es más, nos interesa que tal proyecto pueda también recuperar y acercar a nuestros relatos del presente unas 12596 cultura digital (3) 24/9/08 15:30 Página 45 46 RICHARD CLEMINSON Y ÁNGEL J. GORDO luchas y tensiones del pasado que pudieran servir para dilucidar las condiciones actuales. Por lo tanto, este enfoque no se nutre de un intento por elaborar un cuadro de conjunto de la incidencia de las relaciones tecnosexuales en el mundo occidental, sino de centrarse en lugares y espacios específicos en los que pueden discernirse estas relaciones y sus efectos sobre la vida cotidiana. En aquellos lugares en los que aparecen nuevas, o recurren- tes, formas de vida, nuevas tecnologías y nuevas formas de subjetivación. NOTAS (*) Richard Cleminson ha publicado acerca de la historia de la eugenesia, el movi- miento anarquista español y la reforma sexual y la historia de la homosexualidad masculina. Sus libros más recientes incluyen Los Invisibles: a history of male homose- xuality in Spain, 1850-1939 (con F. Vázquez García) y Anarquismo y sexualidad (España, 1900-1939). Actualmente, está terminando un libro con F. Vázquez sobre la ciencia del hermafroditismo en España (R.M.Cleminson@leeds.ac.uk). Ángel J. Gordo es coordinador del grupo de investigación Cibersomosaguas y miembro de la Unidad del Discurso (www.discourseunit.com) (ajgordol@cps.ucm.es). 1. Ha aumentado el número de trabajos sobre la ciudad, el espacio y la sexualidad. Véase un ejemplo reciente sobre la historia de los varones y la vida erótica entre hombres en M. Houlbrook (2005). BIBLIOGRAFÍA AUGÉ, M. (1995): Non-places: introduction to an anthropology of supermodernity, Verso, London. — (1993): Los “no lugares”: espacios del anonimato: una antropología de la modernidad, Gedisa, Barcelona. BALLARD, J. G. (1995 (1978)): Crash, Vintage, London. — (1979): Crash, Minotauro, Buenos Aires. (1991b): “Ballard’s Crash”, Science Fiction Studies, 55, 18, part 3, November. BAUDRILLARD, J. (1991a): “Simulacra and Science Fiction”, Science Fiction Studies, 55, 18, part 3, November. BECH, H. (1979): When Men Meet: Homosexuality and Modernity, Polity Press, Cambridge. BRADFORD SMITH, E., y WOLFE, M. (eds.) 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