REVISTA DE HISTORIA ACTUAL Vol. 15, Núm. 18-19 (2020-2021) La presente publicación ha recibido ayuda económica dela Consejería de Educación y Ciencia de la Junta de Andalucía. Esta publicación se enmarca en el proyecto (PY20_00922), financiado por la Agencia andaluza del conocimiento. ©2021 GEHA-Grupo de Estudios de Historia Actual Depósito legal: CA-115/04 ISSN: 1697-3305 Biblid: [1697-3305-(2020-2021): 18-19, 1-233] Diseño de la cubierta: JIMÉNEZ-MENA, S.L. - Cádiz Fotografía de la portada: Imagen de la película “Metropolis” de Fritz Lang, 1927 Fotocomposición: JIMÉNEZ-MENA, S.L. - Cádiz Impresión: JIMÉNEZ-MENA, S.L. - Cádiz Los sumarios de la Revista de Historia Actual se encuentran en numerosas bases de datos y repositorios, como DIALNET y los Sumarios ISOC para Ciencias Sociales y Humanidades (CSIC). 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Estos cambios sociales y la sensación de que la vieja diplomacia no había podido impedir el enfrentamiento bélico aconseja- ron una modernización de los servicios diplomá- ticos, que ya no podían limitarse a las discusiones que las elites mantenían en una cancillería 1. Hasta entonces, la diplomacia de los Estados se había ba- sado casi exclusivamente en su capacidad econó- mica y militar, pero la propaganda bélica demostró que el poder no solo podía ejercerse a través de la coerción (“hard power”), sino también mediante la persuasión y la atracción (“soft power”) 2. Más allá de los ejércitos y las redes comerciales, los países podían mejorar su posición internacional usando medios que – como la lengua, el arte o la educa- ción – permitían ejercer un influjo cultural sobre otros pueblos. La aparición de nuevas fuentes de poder llevó a varios Estados a crear infraestructuras diplomáticas para gestionar sus relaciones culturales con otros países. Además de los departamentos específicos * Universidad Complutense de Madrid, España. Email: luisgmar@ucm.es 1 Martin, Benjamin G. y Piller, Elisabeth Marie, “Cultural Diplomacy and Europe’s Twenty Years’ Crisis, 1919-1939: Introduc- tion”, Contemporary European History, 30/2 (2021), pp. 149-163. 2 Nye, Joseph S., Soft Power: The Means to Success in World Politics, New York, Public Affairs, 2004, pp. 1–18. 3 Adamson, Robin, The Defence of French: A Language in Crisis?, Clevedon/Buffalo/Toronto, Multilingual Matters, 2007, pp. 55- 60. 4 Kessel, Tamara van, Foreign cultural policy in the interbellum: the Italian Dante Alighieri Society and the British Council contesting the Mediterranean, Amsterdam, AUP, 2016. que se establecieron en cancillerías y ministerios de exteriores, surgieron instituciones educativas que pretendían mantener o acrecentar la influencia de su país en el mundo a través de la difusión de su lengua en el extranjero. El primer organismo de este tipo apareció en Francia en 1883: la Alliance Française. Si bien esta fue una iniciativa privada de un grupo intelectuales franceses ante la sensación de que su lengua estaba perdiendo prestigio en el mundo, pronto pasó a servir a la política exterior y colonial del Estado galo 3. Pocos años después, en 1889, también en Italia surgió la Società Dante Alighieri, cuya actividad de promoción de la len- gua italiana en el extranjero y en pos de la identi- dad “italianità” se intensificó tras la Gran Guerra 4. Precisamente en el periodo de entreguerras, la ex- tensión de la enseñanza de las lenguas modernas y la aparición de infraestructuras de diplomacia cul- tural hicieron proliferar organizaciones similares en otros países. En 1920, la República de Weimar creó una sección de cultura en su Ministerio de Exteriores, el cual acabó financiando a una entidad privada que, bajo el nombre de Deutsche Akade- mie, se estableció en Múnich en 1923. Aunque al principio se enfrentó a diferentes obstáculos, en la década de 1930 la Deutsche Akademie llegó a ser la principal promotora de la lengua alemana en el © 2021 Revista de Historia Actual 18 RHA, Vol. 15, Núm. 18-19 (2020-2021), 17-29 Luis Gonzaga Martínez del Campo exterior, constituyendo el precedente directo del actual Goethe-Institut 5. Antes de la Segunda Guerra Mundial, asimismo, apareció el British Council for Relations with Other Countries, que, aunque disfrutó de cierto grado de autonomía, estuvo bajo la supervisión de la Foreign Office desde su fundación en 1934. La nueva insti- tución definía su objetivo como el de “promover en el extranjero un mayor reconocimiento de la cultura y civilización británicas” a través de la promoción de la “lengua inglesa”, “la literatura británica” y la con- tribución del Reino Unido a “la música”, el “arte”, “las ciencias”, el “pensamiento filosófico” y la “prác- tica política”. Pero, más allá de la filantropía, se aspi- raba a “mantener y reforzar los lazos de la tradición cultural británica” con las colonias de la corona y territorios autónomos, “asegurando la continuidad de la educación británica” 6. Estos propósitos lleva- ron al British Council a desarrollar el “imperialismo lingüístico” inglés 7. Aunque España no contó con una institución es- pecífica para promocionar su idioma en el mundo hasta la creación del Instituto Cervantes en 1991, en el periodo de entreguerras surgió una diplomacia cultural española que contribuyó significativamente a su difusión internacional. Antes de la Gran Gue- rra, los primeros pasos en este sentido habían sido dados por la Junta para Ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas (JAE), un organismo que el Ministerio de Instrucción Pública había fun- dado en 1907 para modernizar la ciencia y la edu- cación españolas. Si bien la JAE no estaba pensa- da para realizar promoción lingüística, comenzó a enviar lectores de español a centros educativos de Francia, Inglaterra, Alemania y los Estados Uni- 5 Michels, Eckard, “Deutsch als Weltsprache? Franz Thierfelder, the Deutsche Akademie in Munich and the Promotion of the German Language Abroad, 1923–1945”, German History, 22/2 (2004), pp. 206–228. 6 “British Council. Report of Activities, 2nd July, 1935 to 15th March, 1936, London”, The UK National Archives, London, DO 35/327/1, Cultural Relations Committee, 1936. 7 Phillipson, Robert, Linguistic Imperialism, Oxford, OUP, 1992, pp. 136-145. 8 Laporta, Francisco J. et al, “Los orígenes culturales de la Junta para Ampliación de Estudios”, Arbor, 499–500 (1987), pp. 9–138. 9 Martínez del Campo, Luis G., “Weak State, Powerful Culture: The Emergence of Spanish Cultural Diplomacy, 1914–1936”, Contemporary European History, 30/2 (2021), pp. 198–213. 10 Delgado Gómez-Escalonilla, Lorenzo, Imperio de papel. Acción cultural y política exterior durante el primer franquismo, Madrid, CSIC, 1992, pp. 30-31. 11 Marcilhacy, David, Raza hispana. Hispanoamericanismo e imaginario nacional en la España de la Restauración, Madrid, CEPC, 2010, p. 172. Véase también: Sánchez Cano, Gäel, y De la Rosa Lorente, Miquel, “Immaterial Empires: France and Spain in the Americas, 1860s and 1920s”, European History Quarterly, 50/3 (2020), pp. 392-411. dos 8. La competición que varios países occidentales mantenían por el control del mercado latinoameri- cano a principios del siglo XX estaba generando un interés por la cultura y la lengua españolas que fa- voreció la labor de la JAE, convirtiendo al castellano en un instrumento de “poder blanco” para España 9. Este impulso inicial allanó el camino para la crea- ción de una institución que se dedicara exclusiva- mente a gestionar la diplomacia cultural española: la Junta de Relaciones Culturales (JRC). Desde su fundación en 1926, esta entidad tuvo entre sus pro- pósitos más destacados el fomento de la enseñanza del castellano en el extranjero 10. Más aún, la len- gua fue un elemento esencial del discurso ideológi- co que el régimen de Primo de Rivera sostuvo para reclamar una posición preeminente para España en el ámbito internacional. Y es que, como sugieren va- rios autores, la política cultural exterior de la dic- tadura pretendía crear un “imperio espiritual” que, ante la ausencia de un control efectivo de sus anti- guas colonias, permitiera a España ejercer una tutela “inmaterial” sobre ellas y, en consecuencia, ser reco- nocida como una potencia cultural por el resto de las naciones. Sin duda, el idioma común constituyó la “verdadera columna vertebral” de ese hispanoa- mericanismo reaccionario que guio a la diplomacia de la dictadura en la creación de una identidad su- pranacional y racial: la Hispanidad 11. De acuerdo con esto, la presente investigación parte de la historiografía existente sobre los prime- ros pasos de la acción cultural del Estado español en el extranjero para, en última instancia, estudiar los orígenes de la utilización del castellano como un medio de la diplomacia española. Con ello, se quiere demostrar que la lengua española no solo fue útil para el desarrollo de las relaciones culturales 19 Relaciones lingüísticas. La diplomacia cultural española y la promoción de lengua castellana en el extranjero DOSSIER de España con otros países desde la Gran Guerra, sino que la dictadura de Primo de Rivera vio en el idioma una fuente de poder blando, convirtiendo su difusión y su defensa en elementos clave de su diplomacia cultural. La investigación se funda en documentación de la sección de relaciones cultura- les del Ministerio de Estado y de algunas embajadas de España en el extranjero. Para complementar este acervo documental, también se ha recurrido a pu- blicaciones periódicas y archivos de otras entidades como la JAE. Al fin, este trabajo ofrece una panorá- mica de los orígenes del uso de la lengua castellana como un medio de la acción exterior española. 1. DIPLOMACIA CULTURAL Y LENGUAS COLONIALES Cynthia P. Schneider ha señalado los obstácu- los que los investigadores suelen encontrarse para proporcionar una definición inequívoca de lo que entendemos por “diplomacia cultural” 12. En cierta medida, estos problemas parten de las semejanzas del concepto con otros similares como, por ejem- plo, el de “relaciones culturales”. Sin embargo, algu- nos autores han desbrozado esta maraña conceptual poniendo el foco en el papel que desempeña el Esta- do, ya que, según sostienen, la implicación guberna- mental y la planificación de la acción exterior serían los elementos más característicos de la diplomacia cultural. Así, mientras esta última conllevaría ne- cesariamente la participación de “diplomáticos ofi- ciales”, por el contrario, las relaciones culturales se establecerían naturalmente sin necesidad de apoyo estatal y de forma improvisada 13. Con la creación de estas estructuras oficiales, los Estados perseguirían “aumentar el entendimiento” con otros países a través del “intercambio de ideas, información y gente” 14. Aunque algún autor ha re- 12 Schneider, Cynthia P., “Cultural Diplomacy: Hard to Define, but You’d Know It If You Saw It”, The Brown Journal of World Affairs, 13/1 (2006), pp. 191-203. 13 Arndt, Richard T., The First Resort of Kings. American Cultural Diplomacy in the Twentieth Century, Washington, Potomac Books, 2006, p. XVI. 14 Schneider, Cynthia P., “Cultural Diplomacy…”, op. cit., p. 191. 15 Lenczowski, John, “Cultural Diplomacy, Political Influence and Integrated Strategy”, in Waller, Michael J., ed., Strategic In- fluence: Public Diplomacy, Counterpropaganda, and Political Warfare, Washington, Institute of World Politics Press, 2009, pp. 74–99, esp. 77. 16 Ibid., p. 77. 17 Goff, Patricia M. “Cultural Diplomacy” in Cooper, Andrew F. et al (ed.), The Oxford Handbook of Modern Diplomacy, Oxford, OUP, 2013, pp. 420-434. 18 Phillipson, Robert, Linguistic…, pp. 26-27. saltado que la cultura también ha sido utilizada en el ámbito internacional para contraatacar campa- ñas de difamación, mantener la seguridad nacional o perseguir intereses políticos propios; lo cierto es que este tipo de diplomacia suele relacionarse con el fomento de la cooperación y el apoyo mutuo entre las distintas naciones 15. Al carecer del componen- te impositivo de la diplomacia tradicional, la acción cultural en el exterior se vincula frecuentemente con el “poder blando”, que, a diferencia del “duro”, bus- caría persuadir o atraer. En otras palabras, se trata- ría de influir en la opinión pública y en los líderes de otros países a través de medios culturales 16. Si bien habría numerosas formas de ejercer ese influ- jo, Patricia M. Goff advierte que los Estados habi- tualmente han recurrido a la promoción del arte, la lengua y la educación 17. Sin duda, la elección de los medios de esta diplomacia tiene que ver con la in- terpretación que los dirigentes hacen de su propia “cultura nacional”, pero, también, con la percep- ción que se tiene de la misma en el exterior. Por eso, resulta fundamental que la cultura de un país tenga capacidad suficiente para que otras naciones la re- conozcan como atractiva. Más allá de consideracio- nes estéticas, ese reconocimiento puede derivarse de procesos históricos que, como el imperialismo, han erigido estructuras materiales o inmateriales de des- igualdad, dotando a una cultura de un carácter he- gemónico en una zona geográfica concreta. De hecho, el pasado colonial granjeó a lenguas como el inglés o el español una posición dominante, permitiendo que fueran percibidas como fuentes de poder y recursos, incluso por las poblaciones colo- nizadas. En ese sentido, Phillipson apunta que, tras su independencia, el inglés siguió disfrutando de un “gran tirón” en las antiguas colonias británicas porque su uso aún proporcionaba un prestigio que podía traducirse en ascenso social 18. Además, este 20 RHA, Vol. 15, Núm. 18-19 (2020-2021), 17-29 Luis Gonzaga Martínez del Campo tipo de lenguas han sido estimadas como idiomas internacionales, que, aunque no siempre se convier- ten en una lingua franca, resultan atrayentes desde un punto de vista utilitarista, al ser habladas en am- plias áreas del mundo. Este sería el caso del español y, en menor medida, del portugués, cuya enseñan- za comenzó a difundirse en algunos países europeos como el Reino Unido desde finales del siglo XIX por razones de utilidad comercial 19. Como veremos, estas características hicieron que la lengua española se convirtiera en un medio clave de la diplomacia de la dictadura de Primo de Rivera. Tras la Gran Guerra, el castellano expe- rimentó una difusión relativamente exitosa en las principales potencias de la época, envueltas en una batalla por el control comercial de América Lati- na. Este interés por el español sería aprovechado por la diplomacia de Primo de Rivera para intentar mejorar la posición de España en el mundo. Pero, sobre todo, el régimen usó la lengua para soste- ner un discurso ideológico de “unidad espiritual” o “raza hispana” que aseguraba a España el mante- nimiento de su influencia en Hispanoamérica. De ahí que, entre otras cosas, la diplomacia española se preocupara por la protección de la “integridad” y “pureza” del idioma, cuyo control quiso ejercer defendiendo el castellano peninsular como la ver- sión estandarizada y correcta de la lengua frente a las variantes hispanoamericanas. 2. LA JAE Y LOS INICIOS DE LA PROMO- CIÓN DE LA LENGUA ESPAÑOLA EN EL EXTRANJERO Bajo inspiración regeneracionista, la JAE fue fundada para modernizar la ciencia y la educación españolas a través de la imitación de lo que se es- taba haciendo en otros países que se consideraban más avanzados. Esta institución aspiraba a impor- tar conocimiento, becando a jóvenes españoles para que ampliaran sus estudios principalmente en países europeos. A su vez, la Junta estaba encarga- da de establecer relaciones científicas con centros educativos foráneos para integrar a España en las 19 Martínez del Campo, Luis G., “A Utilitarian Subject: The Introduction of Spanish Language in British Schools in the Early Twentieth Century” in Nicola McLelland and Richard Smith (eds.), The History of Language Learning and Teaching. Volume II. 19th-20th Century Europe, Cambridge: Legenda, 179–195. 20 Delgado Gómez-Escalonilla, Lorenzo, Imperio de papel…, op. cit., p. 15. 21 JAEIC, Memoria correspondiente a los años 1910 y 1911, Madrid, 1912, pp. 105-6. 22 JAEIC, Memoria correspondiente a los años 1912 y 1913, Madrid, 1913, pp. 193-8. redes internacionales de conocimiento. Sin em- bargo, con el paso del tiempo, estos fines fueron ampliándose ante las oportunidades que se presen- taban en el camino. Sin una planificación rígida y dependiendo de las circunstancias del momento, la JAE contribuyó al fomento de las “relaciones espi- rituales” de España con otras naciones a través de la creación de centros en el extranjero, el contac- to intelectual con Latinoamérica y la difusión de la enseñanza del castellano en el mundo. Aunque España aún carecía de una estructura sólida de di- plomacia cultural, lo cierto es que la acción de la JAE fue “el punto de arranque en la promoción y sistematización de las relaciones culturales de Es- paña con el extranjero” 20. En 1909, la JAE empezó a promover el caste- llano como lengua extranjera, mediante el envío de “repetidores” de español a los liceos y Escuelas Normales del sur de Francia. Más que difundir la enseñanza del idioma en otros países, el objetivo era facilitar a los españoles estudiar en el extranje- ro, ya que los lectores disfrutaban “gratuitamente” de alojamiento y manutención durante su estan- cia, y la reducida carga docente les permitía cursar estudios en centros educativos galos 21. Ante estas ventajas, en 1913, se reguló esta práctica a través de la firma de un convenio entre los ministros de educación español y francés, fijando un intercam- bio de lectores y ampliando el número de centros que podían involucrarse en él 22. A excepción de una corta interrupción al inicio de la Gran Guerra, este intercambio continuó en el periodo de entre- guerras con cierto éxito. Ahora bien, fue precisa- mente durante ese conflicto cuando la JAE mejoró y amplió su servicio de repetidores de español. Por un lado, se encargó al Centro de Estudios Histó- ricos, dependiente de la Junta, organizar cursos de formación para preparar a los futuros lectores. Por el otro, centros educativos estadounidenses y bri- tánicos empezaron a solicitar el envío de profeso- res para ofertar cursos de castellano. Este repentino interés motivó los viajes que José Castillejo, el se- cretario de la JAE, realizó a Inglaterra en 1917 y a los Estados Unidos en 1919. 21 Relaciones lingüísticas. La diplomacia cultural española y la promoción de lengua castellana en el extranjero DOSSIER En el primero de estos viajes, Castillejo observó que había “un considerable movimiento a favor de la enseñanza del español” en Inglaterra por dos ra- zones: “la disminución de las cátedras de alemán” en ese país que había traído consigo la Gran Gue- rra y “las aspiraciones a un contacto con los países iberoamericanos” para desarrollar las relaciones co- merciales con ellos. De hecho, su visita tenía como objetivo organizar el departamento de español de la Universidad de Leeds, al frente del cual puso al alumno del Centro de Estudios Históricos Pedro Penzol. Además, aprovechó para entrevistarse con el ministro de educación y reunirse tanto con los miembros de la Anglo-Spanish Society de Londres como con los del comité encargado de planificar la mejora de la enseñanza de las lenguas modernas en Gran Bretaña. Gracias a este viaje, “la Junta y va- rias corporaciones inglesas” entablaron “relaciones de mutuo apoyo”, que acabaron concretándose en el envío de lectores de español e intercambios de estudiantes 23. A mediados de 1919, Castillejó realizó un se- gundo viaje para “intensificar las relaciones científi- cas, literarias y artísticas con los Estados Unidos” 24. Con la ayuda del embajador español en Washing- ton, Juan Riaño, pudo visitar universidades, colleges de mujeres, instituciones científicas, Escuelas Nor- males y el Rockefeller Institute. También se entrevis- tó con los miembros del departamento federal de educación y con los responsables del recién creado Institute of International Education. The New York Times publicó un artículo sobre su visita, explican- do que tenía por objeto promover un “espíritu de cooperación” hispano-estadounidense en “asuntos educativos e industriales” 25. Se trataba de centrarse en los “intereses positivos que cada una de las dos naciones” deseaba atender. Mientras en el caso es- tadounidense era “la propagación de la lengua espa- ñola en sus escuelas y Universidades”, en el español era “el avance de sus laboratorios y la formación de un núcleo de investigadores en cada departamento 23 JAEIC, Memoria correspondiente a los años 1916 y 1917, Madrid, 1918, pp. 75-76. 24 “Carta de José Castillejo a Juan Riaño. New York, 11 de mayo de 1919”, Archivo General de la Administración (AGA), Alcalá de Henares, MAE, Caja 54/8224, Embajada de España en Washington, Castillejo, José, 1919. 25 “Spain’s Educational Rebirth”, The New York Times, August 17, 1919, p. 10. 26 JAEIC, Memoria correspondiente a los años 1918 y 1919, Madrid, 1920, pp. 89-90. 27 “Carta de Onís a Riaño. 18 de noviembre de 1920”, AGA, MAE, Caja 54/8225, Embajada de España en Washington, Proyecto de Mr. Lawrence A. Wilkins de establecer en la U. de Columbia un Centro Español parecido al que tienen Francia e Italia, 1920. 28 “Brillante y memorable fue la inauguración de la Institución Cultural Española”, La Prensa, 25 de abril de 1927, AGA, MAE, Caja 54/1282, Correspondencia de la JRC con España y extranjero sobre ofrecimientos de colaboración, 1927-1929. científico” 26. El trueque que planteaba Castillejo era claro: lengua a cambio de ciencia y tecnología. La oferta fue bien acogida, a juzgar por lo que ocurrió después. Por un lado, la Fundación Rockefeller apo- yó económicamente a la JAE para la construcción del Instituto Nacional de Física y Química, que abrió sus puertas en Madrid en 1932. Por el otro, la Junta comenzó a enviar lectores de español a los centros educativos estadounidenses y, con la ayuda del Institute of International Education, creó el Insti- tuto de las Españas en Nueva York en 1920. Al frente de esa última institución estuvo el sal- mantino Federico de Onís, quien, en 1916, había sido enviado por la JAE para ejercer de profesor de lengua y literatura españolas en la Universidad de Columbia. Onís fue nombrado delegado de la JAE en Nueva York, desde donde contribuyó significati- vamente a la difusión del castellano en los Estados Unidos. Como él mismo sugirió a Juan Riaño en 1920, la enseñanza del español era una parte im- portante de los “intereses espirituales” de España en territorio estadounidense. Y es que el idioma era fundamental para realizar “un ensayo” de “la unidad hispánica […] en tierra extranjera”, donde era “más fácil” que “españoles, portugueses e hispanoameri- canos” lucharan “por la afirmación” de su “cultural común” 27. En 1927, durante la inauguración de la Institución Cultural Española de los Estados Uni- dos, María de Maeztu dedicó unas palabras a Onís que bien podrían servir para caracterizar la orienta- ción que la JAE había dado a las relaciones interna- cionales de España, utilizando la lengua y la cultura españolas para su desarrollo. Así, la pedagoga se re- firió a Onís como: “El nuevo Quijote español que va buscando por el mundo oportunidad de hacer prevalecer la jus- ticia de su causa, su arte, su historia y su cultura, no ya por medio de las armas, sino por los dones de sus conocimientos, que siembra y hace flore- cer en otros suelos” 28. 22 RHA, Vol. 15, Núm. 18-19 (2020-2021), 17-29 Luis Gonzaga Martínez del Campo 3. LA CREACIÓN DE UNA INFRAESTRUC- TURA DE DIPLOMACIA CULTURAL EN ESPAÑA A finales de 1921 y como parte de la Sección de Política del Ministerio de Estado, el ministro Ma- nuel González Hontoria creaba la Oficina de Rela- ciones Culturales Españolas (ORCE), un “órgano administrativo especial” que, “con carácter provisio- nal y a título de ensayo”, debía encargarse de “la di- fusión del idioma castellano y la defensa y expansión de la cultura española en el extranjero” 29. Fue el di- plomático y filólogo Justo Gómez Ocerín quien, en un primer momento, se puso al frente de la Oficina, pero la idea de la fundación partió de Américo Cas- tro. El proyecto de este último aspiraba a “aprove- char el movimiento hispanista”, mantener “las señas de identidad lingüísticas y culturales de las colonias de emigrantes y los núcleos de población hispanoha- blante” en otros países, y llevar a cabo una política de “influencia cultural sobre las repúblicas hispanoame- ricanas” 30. Sin embargo, la falta de fondos hizo que la ORCE tuviera una actividad escasa. Una de las pocas vías de acción de la Oficina se centró en conocer el alcance de la difusión del caste- llano en el mundo. Para ello, el Ministerio de Estado emitió una circular, solicitando a los representantes españoles en el extranjero que, entre otras cosas, in- formaran sobre “la extensión, importancia y carác- ter” que presentaba “la enseñanza del español” en los países donde prestaban sus servicios 31. Esa misma misión informativa parece que estuvo detrás del viaje que el secretario de la ORCE, el filólogo Antonio García Solalinde, realizó a los Estados Unidos entre junio de 1922 y febrero de 1923. Según sus propias palabras, el objetivo de su visita era desarrollar una “labor que pudiéramos llamar de propaganda de España, si este término no estuviera algo despresti- giado”. En concreto, pretendía conocer si la nueva institución podía contribuir a la difusión de la len- gua y cultura españolas en ese país, ya que aspiraban 29 “Real Orden. 17 de noviembre de 1921”, AGA, MAE, Caja 82/2482, R. Culturales, Creación de la Oficina, 1921. 30 Delgado Gómez-Escalonilla, Lorenzo, Imperio de papel…, op. cit., p. 19. 31 “Circular del Ministerio de Estado”, AMAE, R-1380/26, 22 de diciembre de 1921. Cf. Delgado Gómez-Escalonilla, Lorenzo, Imperio de papel…, op. cit., p. 22. 32 “Cartas de Solalinde a Juan Riaño”, 23 de septiembre y 10 de diciembre de 1922, AGA, MAE, Caja 54/8224, Embajada de España en Washington, Solalinde, Antonio G., 1922. 33 “Repetidores de Español para cursos de verano en la Universidad de Liverpool. 1922”, AGA, MAE, Caja 54/1269, 34 “R. O. 13 de marzo de 1923”, Gaceta de Madrid, 82, 23 de marzo de 1923, p. 1.010. a que la Oficina entrara en “una fase de actividad”. Durante varios meses, Solalinde llevó a cabo “algu- nas investigaciones en las bibliotecas de Nueva York” y dio “conferencias sueltas en varias universidades” estadounidenses. Sin duda, una de sus tareas fue co- nocer de primera mano la difusión del castellano en el gigante americano. Todo apunta a que estuvo en constante contacto con Onís, quien le debió de pro- porcionar datos al respecto. Pero, además, se reunió con “profesores de lenguas modernas” en Philadel- phia y con el embajador de España en Washington para “recibir impresiones directas sobre lo que se po- dría realizar aquí desde nuestra Oficina de Relacio- nes Culturales” 32. Además de tareas información, los miembros de la ORCE también participaron en la selección de al- gunos “repetidores” de castellano o profesores para escuelas españolas en el extranjero. En febrero de 1922, por ejemplo, Edgar Allison Peers escribió a So- lalinde para que le recomendara a dos españoles que pudieran dar charlas en castellano durante la Summer School of Spanish que se iba a celebrar en la Universi- dad de Liverpool. Tras anunciar la oferta en la pren- sa y recibir más de quince de candidaturas, Solalinde propuso a Germán Arteta y Ángel Sánchez Rivero, quienes fueron aceptados por Peers 33. Además de es- tas peticiones puntuales, los asesores de la ORCE, como Américo Castro y Blas Cabrera, participaron regularmente en la selección de personal docente de las escuelas del protectorado español en Marruecos 34. A pesar de todo esto, la Oficina tuvo poca actividad y, en consecuencia, sufrió varios intentos de reforma. No obstante, su transformación real no llegaría hasta el cambio de régimen en septiembre de 1923. Con la instauración de la dictadura de Primo de Rivera, José Antonio de Sangróniz fue nombra- do jefe de la Oficina y, en diciembre de 1923, pro- puso un Real decreto para activar al organismo. Su propuesta contemplaba la creación de una “Junta Técnica de Relaciones Culturales” para asesorar a la 23 Relaciones lingüísticas. La diplomacia cultural española y la promoción de lengua castellana en el extranjero DOSSIER Oficina, que, aunque tendría ocho objetivos, debería centrarse en tres tareas: fomentar “las relaciones es- pirituales que ligan a España con las naciones hispa- noamericanas”, mantener el contacto con “compa- triotas” expatriados – con mención especial para “los hebreos sefardíes de Oriente y del Norte de África” – y promover “la enseñanza de nuestra lengua y litera- tura” en el extranjero. Este proyecto era acompañado por un presupuesto de algo más de dos millones de pesetas para, entre otras cosas, la creación “urgente” y el mantenimiento de “escuelas españolas” en Bur- deos, Casablanca, Toulouse, Uxda, Orán, Lisboa y Salónica, así como para el envío de “lectores de espa- ñol” a universidades extranjeras 35. El Directorio militar estudió detenidamente la propuesta de Sangróniz, adquiriendo consciencia de “la importancia que para España” tenían “sus re- laciones culturales” con “los pueblos que hablan su mismo idioma”, pero también con “aquellos otros en que continuamente se hacen campañas difamatorias, seguramente por desconocer lo que es y significa la cultura hispana”. Por eso, a la altura del verano de 1924, el presidente del Directorio solicitó informa- ción al Ministerio de Estado sobre la situación pre- supuestaría de la Oficina y sus necesidades económi- cas 36. Este interés quedó también reflejado en el Real decreto que, en diciembre de 1925, reorganizaba el Ministerio de Estado, encabezado por José de Yan- guas Messía. En el preámbulo, se reconocía que la Oficina era todavía “un esbozo incipiente”, pero se aspiraba a que tuviera “la debida eficiencia”. De ahí que no se suprimiera, sino que, de acuerdo con el interés de la dictadura por promover los contactos con las antiguas colonias españolas, pasara a integrar la subsección de América de la sección de Política. Había que “mantener el más estrecho intercambio” con “los pueblos hermanos de raza” y, para ello, “el idioma” constituía “un lazo muy poderoso de unión” como el “vehículo de comunicación espiritual” que permitía superar “las singularidades propias de cada personalidad política soberana” 37. 35 “Proyecto de Real Decreto”, AGA, MAE, Caja 54/1282, Informe del Sr. Sangróniz s/ la Oficina de Relaciones Culturales, 1924. 36 “Escrito del secretario del Directorio Militar dirigido al Subsecretario del Ministerio Estado”, 5 de agosto de 1924, AGA, Caja 54/1282, Informe del Sr. Sangróniz... op. cit. 1924. 37 “R. D. 21 de diciembre de 1925”, Gaceta de Madrid, 356, 22 de diciembre de 1925, pp. 1.586-1.587. 38 “R. D. 11 de enero de 1926”, Gaceta de Madrid, 12, 12 de enero de 1926, pp. 155-156. 39 “R. D. 27 de diciembre de 1926”, Gaceta de Madrid, 11, 11 de enero de 1927, p. 242. 40 Ibid. 41 Ibid. Apenas un mes después, esa remodelación era confirmada por otro Real decreto, que ya planteaba claramente la fundación de una Junta técnica para apoyar a la Oficina de Relaciones Culturales 38. En diciembre de 1926, se creó finalmente esa Junta de Relaciones Culturales (JRC), que, en realidad, sus- tituyó a la ORCE 39. La JRC nacía porque “la com- plejidad de la vida internacional moderna” había “ensanchado el cauce de las relaciones exteriores”, que ya no solo se centraban en asuntos jurídicos, políticos o comerciales. El Directorio sabía que va- rios países, incluso aquellos que atravesaban por pro- blemas económicos, habían comenzado a “organizar sus relaciones culturales”. De ahí que España tuviera “la necesidad” de crear una diplomacia cultural para “mantener el enlace espiritual de la Metrópolis con los núcleos de nacionales localizados en país extran- jero”, “conservar y acrecer el prestigio de la cultura patria en otras naciones”, y, por último, “establecer de una manera sistemática y ordenada el intercam- bio cultural con otros pueblos” 40. Esta reorientación de la diplomacia de la dictadura remitía a una con- cepción esencialista e imperial de la cultura nacional española, que, aunque se mantenía inmutable des- de tiempos inmemoriales, había sido renovada por la colonización. La española era una “vieja cultura”, que había sido “remozada en América y en la pro- pia España”. En esta especie de Volksgeist, se incluía a los españoles expatriados y a los pueblos que, como consecuencia de la colonización española, conserva- ban una “misma raíz fundamental de cultura” y a los que se pedía “un esfuerzo recíproco” que “enrique- cería el caudal común, en beneficio de la raza”. Así, la fundación de la JRC respondía a “la misión histó- rica” – y, como parece sugerirse, civilizadora – que España debía cumplir respecto a sus excolonias y a la “tan nutrida masa de ciudadanos” que tenía “fuera de su territorio nacional”. Si bien España había per- dido su imperio efectivo, la supuesta cultura común y las relaciones espirituales podían devolver a la vieja metrópoli “el lugar” que le correspondía “dentro del marco total de la civilización del mundo” 41. 24 RHA, Vol. 15, Núm. 18-19 (2020-2021), 17-29 Luis Gonzaga Martínez del Campo Para conseguir estos objetivos imperiales, la nueva Junta debía centrarse en cuatro líneas de acción que remitían de alguna forma a la lengua española. En primer lugar, debía promover “la en- señanza española” en aquellos países donde hubie- ra “colonias numerosas de súbditos españoles” o “focos importantes de cultura hispánica”. En se- gunda instancia, tenía que crear “cátedras y cen- tros de cultural superior” en otros países. La terce- ra vía era el fomento del “intercambio científico, literario y artístico” con otras naciones, pero, “es- pecialmente”, con aquellas “cuya civilización tiene más arraigados vínculos con la nuestra”. La última perseguía directamente “la difusión del idioma es- pañol”, así como la unidad lingüística a través de “su conservación y fijeza en los pueblos de lengua española” 42. De acuerdo con estas líneas de actuación, la la- bor de la Junta con relación a la lengua españo- la se concretó, a grandes rasgos, en dos ámbitos: su difusión y su defensa. El primer elemento de este binomio tuvo varias vertientes. Así, se tra- tó de promover la creación de cátedras y el en- vío de lectores a universidades extranjeras, prin- cipalmente europeas. También se subvencionó el establecimiento de escuelas y centros culturales en ciudades que tuvieran un núcleo significativo de expatriados españoles. Asimismo, se respaldó la publicación de obras en castellano, se fomentó la difusión del idioma y se apoyó la “propagan- da lingüística” en periódicos extranjeros. Por úl- timo, se ayudó a hispanistas para que realizaran investigaciones o campañas de propaganda. Con respecto a la defensa de la lengua, la JRC trató de que, frente a otras variantes hispanoamericanas, el castellano peninsular se convirtiera en el estándar, defendiendo su “integridad” y “pureza” en distin- tos medios, como, por ejemplo, el cine. Además, se aspiró a fomentar su uso en aquellos territorios – incluso dentro de España – donde, por distintas razones, rivalizaba con otras lenguas. Finalmen- te, también se celebró la defensa que hispanófilos realizaron del idioma ante lo que se consideraron agravios o ataques. 42 “R.D. 28 de febrero de 1927”, Gaceta de Madrid, 62, 3 de marzo de 1927, p. 1.350. 43 “Cartas del Cónsul de España en Orán a Francisco de Agramonte (27 de diciembre de 1929) y al director de la Prensa Gráfica (23 de diciembre de 1929)”, AGA, MAE, Caja 54/1282, Correspondencia de la JRC con España y extranjero sobre ofrecimientos de colaboración, 1927-29. 44 “Proyecto de memoria sobre los trabajos realizados por la Junta de relaciones culturales en el año 1931”, AGA, MAE, Caja 82/7053, Carpeta R2460, Exp-69, Actividades de la Junta de Relaciones Culturales y de la Sección. 4. LA JRC Y LA DIFUSIÓN DEL CASTELLA- NO EN EL MUNDO Como hemos adelantado, la JRC se esforzó por promover la lengua en aquellas regiones extranjeras que tenían importantes comunidades de expatriados españoles o que, por distintas razones históricas, con- taban con significativos núcleos de hispanohablantes. Este tipo de acciones cumplían dos de los propósitos de la Junta: la difusión del castellano y el apoyo a los españoles en el extranjero. De ahí que, desde distin- tas delegaciones diplomáticas de España, se solicitara ayuda a la Junta para conseguir que las colonias de españoles residentes en el extranjero pudieran mante- nerse informados de lo que acaecía en España y prac- ticaran la lengua española para evitar la aculturación en el país de acogida. Este fue el caso del cónsul de España en Orán, quien, a finales de 1929, requería a la JRC que actuara para evitar “la terrible política asimilacionista sin escrúpulos” del gobierno colonial francés. En esa zona argelina, había una gran colonia española (según los datos del cónsul “40.000 españo- les en la ciudad y unos 100.000 en el interior”), pero “la intolerable […] actitud del Gobierno francés” impedía una enseñanza del castellano adecuada. El cónsul consideraba que el acceso a periódicos y libros en castellano podía ser un “alimento espiritual” para evitar que los expatriados perdieran “el español que sabían al venir o que oyeron en sus casas”. Por eso, intentó que el director de la Prensa Gráfica comenza- ra a vender sus publicaciones en Orán, ofreciendo la ayuda logística del consulado y sugiriendo que la JRC subvencionaría ese envío para paliar los costes co- merciales 43. A pesar de los desvelos del cónsul, todo apunta a que la idea no se llevó a cabo. Y es que, en varias ocasiones, la JRC trató de poner publicaciones en castellano a disposición de las comunidades de his- panohablantes de otros países, pero el éxito fue nulo. Por ejemplo, la Junta trató de realizar una campaña de “propaganda lingüística” en Tesalónica, donde re- sidía un numeroso grupo de judíos sefarditas. Aun- que se concedieron 3.000 pesetas al Consulado espa- ñol en esa ciudad para que “se publicaran artículos en castellano moderno en los periódicos sefardíes”, esos diarios se negaron a admitir esos textos 44. 25 Relaciones lingüísticas. La diplomacia cultural española y la promoción de lengua castellana en el extranjero DOSSIER No obstante, la JRC realizó otras acciones para llegar a las colonias de expatriados españoles. La principal de ellas fue apoyar a los centros cultura- les que esos mismos migrantes creaban en las ciuda- des donde se asentaban. Dichas instituciones solían ofrecer cursos de español o crear escuelas para des- cendientes de españoles. Un ejemplo claro de esto fue el respaldo constante que se dispenso al “Solar Español” de Burdeos, que satisfacía las “necesidades sociales y culturales de la colonia española en aquella región” 45. Gracias a la ayuda de la Junta, este cen- tro trató de establecer dos escuelas españolas, una en Burdeos y otra en Toulouse 46. Con esta misma in- tención, se subvencionó la creación de las escuelas “Miguel de Cervantes” de Oporto y de otro colegio español en El Cairo 47. Pero, además, se contribuyó al mantenimiento de centros educativos españoles ya existentes. Así, por ejemplo, se subvencionó la mejo- ra de las instalaciones de las escuelas españolas Reina Victoria de Lisboa 48. Aparte de la atención a los expatriados españo- les, la JRC también apoyó la difusión de la lengua española en universidades extranjeras. Así, subven- cionó la creación y mantenimiento de la cátedra de español que ocupó Jonas Andries van Praag en la Universidad de Ámsterdam desde 1927. Ese mismo año, también financió la fundación de una cátedra de español en la Universidad de Utrecht, la cual, tras la aprobación de la Junta, desempeñó el hispanis- ta holandés Cornelis Frans Adolf van Dam 49. Asi- mismo, se sostuvo económicamente los lectorados de lengua castellana de las universidades de Berlín, Marburgo, Bonn, Glasgow y Gotemburgo 50. Ahí no acabó todo. A petición de la Universidad de Praga, se envió a profesores españoles para que impartieran 45 “Minuta 10 de mayo de 1927”, AGA, MAE, Caja 54/1282, Minutas de Asuntos aprobados por el Ministerio de Estado, Sub- venciones, 1920. 46 “Acta de la reunión celebrada por la JRC el día 11 de enero de 1929”, AGA, MAE, Caja 54/1283, Carpeta “Minutas”. 47 “Proyecto de memoria… 1931”, op. cit., AGA, MAE. 48 “Minuta. 13 de enero de 1928” y “Minuta. 18 de noviembre de 1927”, AGA, MAE, Caja 54/1282, Minutas…1920, op. cit. 49 “Minuta. 10 de junio de 1927”, AGA, MAE, Caja 54/1282, Minutas…1920, op. cit. 50 Delgado Gómez-Escalonilla, Lorenzo, Imperio de papel…, p. 31. 51 “Minuta. 10 de junio de 1927”, AGA, MAE, Caja 54/1282, Minutas…1920, op. cit. Véase también: “Acta de reunión de la JRC. 5 de abril de 1929”, AGA, MAE, CAJA 54/1283. 52 “Minuta. 30 de noviembre de 1928”, AGA, Caja 54/1282, Minutas…1920, op. cit. 53 “Hoja suelta. 25 de febrero de 1928”, AGA, Caja 54/1282, Minutas…1920, op. cit. 54 “Minuta. 15 de marzo de 1928”, AGA, MAE, Caja 54/1282, Minutas…1920, op. cit. Véase también: Archivo de la JAE. Resi- dencia de Estudiantes, Madrid, Caja 17/164, Expediente Kalmi Baruh. 55 “Minuta. 10 de junio de 1927” y “Minuta. 13 de abril de 1928”, AGA, MAE, Caja 54/1282, Minutas…1920, op. cit. conferencias en aquel centro universitario, donde, con la ayuda de la JRC, se estableció un instituto iberoamericano 51. Finalmente, la promoción de la enseñanza del castellano en universidades extranje- ras se completó con la concesión de subvenciones para la dotación de becas y premios que fomenta- ran el estudio de la lengua entre los universitarios foráneos. En 1927, por ejemplo, se acordó enviar libros a la Universidad de Montreal para premiar a los “alumnos de español más aventajados”. Poco después, la Junta contribuyó con 500 pesetas al Ar- teaga Prize, que la Universidad de Oxford creó tras la jubilación de Fernando de Arteaga y Pereira como profesor de español de ese centro universitario 52. La comunidad de hispanistas también se vio be- neficiada por la Junta, que trató de fomentar las in- vestigaciones sobre filología hispánica 53. Ese fue el caso del hispanista yugoslavo Kalmi Baruh, quien, en 1928, recibió una ayuda para investigar el ladino y los sefarditas en el Centro de Estudios Históricos de Madrid 54. La JRC también contrató a hispanis- tas para que dieran cursos sobre lengua y cultura es- pañolas en sus países de residencia. En 1927, por ejemplo, encargó al profesor de español de la Uni- versidad de Berlín, Teodosio Noeli, impartir diez conferencias en Alemania que debían ser “gratui- tas y de propaganda españolista”. De forma similar, también apoyó económicamente a Dámaso Alonso, director del Instituto de Filología creado en la Uni- versidad de Buenos Aires en 1923, para que diera conferencias en Uruguay y realizara distintas tareas en el centro que dirigía 55. Por último, la JRC también subvencionó aque- llas actividades formativas dirigidas a estudiantes 26 RHA, Vol. 15, Núm. 18-19 (2020-2021), 17-29 Luis Gonzaga Martínez del Campo de otros países que, por cuenta propia o a través de acuerdos entre universidades, visitaban España para aprender la lengua y la cultura españolas. En este sentido, durante dos años consecutivos, sufragó una parte de los gastos que ocasionaban los cursos de español para extranjeros que, desde 1927, comenzó a organizar la Universidad de Zaragoza en la Resi- dencia de Estudiantes de Jaca, bajo la dirección del profesor Domingo Miral 56. 5. LA JRC Y LA DEFENSA DE LA LENGUA. UNA BATALLA DE PELÍCULA A la tarea de difusión se unió una labor de defen- sa de la lengua, cuando la Junta o los diplomáticos españoles percibieron que su prestigio o hegemonía estaban amenazados. Esta defensa no solo se limitó al extranjero, sino que la JRC también utilizó sus re- cursos para evitar que otras lenguas españolas fueran ganando terreno dentro de España. Esto último fue la razón que llevó a la Junta a financiar la creación de la cátedra de Luis Vives en la Universidad de Va- lencia en 1928. Según se hacía constar en una de las minutas de la JRC, los promotores en “la región valenciana” estaban favoreciendo “un movimiento” de “carácter tendencioso” para que dicha cátedra fuera “en lengua valenciana”. La subvención de la Junta pretendía “contrarrestar” y “anticiparse” a esa “campaña” para poder condicionar que “las ideas” de Luis Vives se explicaran “en castellano” 57. Asimismo, la JRC estuvo atenta a las declaracio- nes de políticos extranjeros sobre la enseñanza del castellano en sus respectivos países. En febrero de 1929, por ejemplo, el senado francés debatió sobre la docencia de las lenguas modernas en Francia. Va- rios miembros de la cámara, incluido el ex ministro de educación Léon Bérard, solicitaron al gobierno galo que diera preferencia al estudio del italiano y del español en detrimento del inglés, particular- mente en las regiones meridionales del país donde vivían un gran número de migrantes de España e Italia. La resolución fue aprobada y pronto llegó a oídos de los miembros de la JRC. El presidente de la Junta, el duque de Alba, encargó al embajador espa- 56 “Minuta. 28 de junio 1928”, AGA, MAE, Caja 54/1282, Minutas…1920, op. cit. 57 “Minuta. 27 de enero de 1928”, AGA, MAE, Caja 54/1282, Minutas…1920, op. cit. 58 Fabra, “La enseñanza del español y del italiano en Francia”, La Voz, 13 de febrero de 1929, p. 2. 59 Jarvinen, Lisa, The Rise of Spanish-Language Filmmaking: Out from Hollywood’s Shadow, 1929-1939, New Brunswick/New Jer- sey/London: Rutgers University Press, 2012. ñol en París, José Quiñones de León, que transmi- tiera la gratitud de la corporación a Bérard 58. Ahora bien, la gran batalla que libró la diplo- macia cultural española en defensa de la “integri- dad” y “pureza” del castellano se libró al otro lado del Atlántico, en Hollywood. A finales de la década de 1920, la industria cinematográfica estadouniden- se comenzó la transición del cine mudo al sonoro. En este contexto, los estudios más importantes de Hollywood comenzaron a producir versiones en castellano de sus películas para el mercado hispa- nohablante. Lejos de ser entendido como una bue- na noticia para la promoción del castellano, el uso cinematográfico de la lengua española generó una gran controversia que la historiografía ha bautizado como “la guerra de los acentos”. Y es que una par- te importante del reparto que actuaba en esos lar- gometrajes era de procedencia latinoamericana, así que era habitual que muchos introdujeran modis- mos o pronunciaran con acento de sus países de ori- gen. Lo que parecía una anécdota sin importancia pronto se convirtió en una polémica periodística y diplomática de primero orden. Entre 1929 y 1932, intelectuales y diplomáticos tanto españoles como latinoamericanos (principalmente mexicanos) dis- cutieron pública y privadamente sobre la variedad de la lengua española que debía predominar en las películas sonaras que Hollywood producía para el público hispanohablante. La intensidad y la vigen- cia de esta disputa puso de manifiesto la importan- cia que el control de la lengua española podía tener en el ámbito internacional 59. Ya, en febrero de 1930, la Real Academia de la Lengua Española tomaba posición y dictaminaba que “la exhibición de películas habladas en castella- no por extranjeros” entrañaba un “peligro”, respal- dando la campaña que la vizcondesa de San Enrique había emprendido para impedir la proyección de este tipo de producciones. Los académicos no solo acordaban solicitar al “Gobierno las medidas” que estimara “necesarias” para “poner remido al mal”, sino que algunos miembros, como los hermanos Álvarez Quintero, llegaban a afirmar que estas pe- 27 Relaciones lingüísticas. La diplomacia cultural española y la promoción de lengua castellana en el extranjero DOSSIER lículas conducían a la “despañolización [sic] de los niños y el público en general” 60. La respuesta por parte de la comunidad latinoamericana residente en California no se hizo esperar y, en mayo de ese mismo año, se creaba la asociación Friends of La- tin America para “defender la lengua española tal y como es hablada en toda Hispanoamérica”. Esta sociedad fue presidida por el escritor colombiano Luis María Mora y contaba entre sus miembros con profesores de español de la universidad de Califor- nia, como Laurence D. Bailiff y el chileno Francisco Montau-Moreira. Su objetivo era evitar “las audaces pretensiones de los artistitas y periodistas españoles de Hollywood” que, con la ayuda de la Real Acade- mia, querían “asumir la gestión intelectual y la tute- la moral de los países hispanoamericanos” 61. La polémica pronto saltó a los periódicos mexi- canos, que, según informaban medios españoles, comenzaron a acusar a Serafín Álvarez Quintero de haber sugerido que en Latinoamérica no se hablaba “castellano, sino dialectos con sabor vernacular [sic]”. Más aún, las academias de la lengua de varios paí- ses hispanoamericanos se pusieron en contacto con la RAE de Madrid, solicitando explicaciones por los acuerdos tomados por esa corporación en relación con el tema en cuestión 62. La controversia periodística duró meses y en ella intervinieron numerosos perio- distas y lingüistas de reconocido prestigio, entre ellos el filólogo Tomás Navarro Tomás. Pero lo que nos interesa destacar es que la diplo- macia española no tardó en tomar cartas en el asunto, ante lo que fue entendido como un ataque a la “pu- reza del idioma”. El encargado de librar esta batalla diplomática fue el cónsul español en San Francisco, Sebastián de Romero Radigales. Según se desprende de sus informes, trató de influir en algunas de las pro- ductoras de Hollywood para que apoyaran la causa es- pañola, es decir, para que se impusiera “en el cinema- tógrafo nuestro idioma en su máxima pureza”. Con 60 “Acuerdo de la Real Academia Española sobre las películas habladas”, ABC, 5 de febrero de 1930, p. 10. 61 “Spanish in the talkies. The ‘Friends of Latin America’ Seek to Correct a Distorted Picture of Spanish Culture”, New York Times, May 25, 1930, p. 118. 62 “La estúpida falsedad de este mes contra España”, Revista hispanoamericana de ciencias, letras y artes, 86, junio 1930, pp. 224-225. 63 “Carta del cónsul de San Francisco al ministro de Estado (30 de septiembre de 1930)”, AGA, MAE, Caja 54/14095, Carpeta de Relaciones Culturales (Antigua referencia R-511, Núm. 78), Informe sobre el idioma español en las películas, Carpeta 3, Estados Unidos. 64 “Oficio Cónsul San Francisco sobre idioma español en películas” (17 de diciembre de 1930) y “Copia del acta firmada por el cuerpo consultar hispanoamericano en San Francisco el 6 de diciembre de 1930”, AGA, Caja 54/14095, Informe sobre el idioma español…op. cit. ese fin, Romero estuvo en contacto directo con Ed- gar Neville, quien, por aquel entonces, era jefe del de- partamento de español de la Metro-Goldwyn-Mayer. Parece que sus gestiones causaron el efecto deseado y, según Romero expuso en un artículo que publicó la prensa local bajo el título “Por la concordia” en sep- tiembre de 1930, “las autoridades de la cinematogra- fía de Hollywood” habían decidido que en “las pelícu- las habladas en español” se empleara “el idioma más clásico” que imperaba “en la escena española”, evitán- dose “los giros y acentos regionales”, excepto “cuando la caracterización del personaje” lo requiriese 63. A pesar del aparente éxito conseguido, Romero no se detuvo ahí. En diciembre de 1930, después de varias gestiones, reunió en su residencia a los cónsu- les de las naciones hispanoamericanas en San Fran- cisco y les propuso firmar una declaración conjunta que aceptaba la posición española. Dieciséis repre- sentantes latinoamericanos refrendaron el docu- mento, pero el cónsul de México se negó a suscribir la nota, alegando que “perjudicaba en gran manera a los actores mejicanos en Hollywood y a los profe- sores de su país en los Estados Unidos”. Esa moción recogía muchos de los elementos que habían con- vertido a la lengua española en un elemento central del hispanoamericanismo reaccionario defendido por la dictadura. Además, se reconocía que el es- pañol peninsular era el estándar por el que guiarse. Entre otras cosas, se decía que “el idioma español presenta una unidad completa en todas las naciones que lo hablan” y que aspiraban a que “todos los paí- ses” que hablasen “nuestro idioma acomodasen su pronunciación a la normal española”. Por si fuera poco, se afirmaba que “el idioma español” represen- taba un “vínculo de unión entre” España y los países hispanoamericanos. Por último, los cónsules mos- traban su rechazo a las injurias que se habían vertido en la prensa contra España, “nuestra gloriosa Madre a cuya raza nos enorgullecemos de pertenecer” 64. 28 RHA, Vol. 15, Núm. 18-19 (2020-2021), 17-29 Luis Gonzaga Martínez del Campo Si bien este conflicto perdió fuelle cuando, al poco tiempo, las productoras de Hollywood deja- ron de apostar por este tipo de películas y se fue extendiendo el doblaje, el ministro de Estado en- tendió la declaración que promovió Romero como una victoria significativa y ordenó que se le diera publicidad, demostrando la importancia que la len- gua tenía para la diplomacia española 65. CONCLUSIONES Hemos visto como la lengua española empezó a desempeñar un papel importante en la política exte- rior de España en el primer tercio del siglo XX. Ya antes de la dictadura de Primo de Rivera, la JAE había utilizado la lengua como instrumento para alcanzar su objetivo de modernizar la ciencia y educación espa- ñolas, contribuyendo indirectamente a la difusión de la enseñanza del castellano en Francia, Inglaterra y los Estados Unidos. Después de la Gran Guerra, la lucha por el control del mercado latinoamericano hizo que las grandes potencias mostraran un claro interés por el aprendizaje de la lengua española, cuyo creciente prestigio la convirtió en un instrumento potencial de “poder blando”. Esto explica que durante el periodo de entregue- rras la creación de una infraestructura de diploma- cia cultural en España girara claramente en torno a la difusión del castellano en el mundo, la cual dotó de contenido a la política cultural española en el ex- terior. La promoción y la defensa de la lengua fueron una de las señas de identidad de la Junta de Relacio- 65 “Minuta de De las Barcenas dirigida al embajador español en Washington (21 de enero de 1931)”, AGA, MAE, Caja 54/14095, Informe sobre el idioma español…op. cit. 66 Miguel de Unamuno, “La raza es la lengua”, El Día, 14 de octubre de 1932, p. 1. 67 Sánchez Cano, Gäel, y De la Rosa Lorente, Miquel, “Immaterial Empires…”, pp. 407-8, y Martínez del Campo, Luis G., “Weak State, Powerful Culture…”, p. 212. nes Culturales creada durante la dictadura de Rivera. Por una parte, la lengua permitía a España estrechar sus relaciones con aquellas grandes potencias que es- taban interesadas en el mercado latinoamericano (el Reino Unido, los Estados Unidos y Alemania). Por la otra, los vínculos lingüísticos de España con Hispa- noamérica fueron utilizados por el régimen para justi- ficar una suerte de tutela “espiritual” e informal sobre sus antiguas colonias. Este discurso ideológico daba a luz a una identidad supranacional, la Hispanidad, que, en gran medida, partía de la defensa de la uni- dad lingüística de los pueblos hispanohablantes. Baste recordar que, como señaló Miguel de Unamuno, “el lenguaje” era entendido por entonces como la “san- gre espiritual” que formaba una misma “comunidad” o “raza” 66. De ahí que la “integridad” y la “pureza” del idioma preocuparan a la diplomacia española, que as- piraba a que España mantuviera su hegemonía cultu- ral en sus antiguas posesiones coloniales. Si bien la escasa inversión de la dictadura en su di- plomacia cultural limitó su alcance, varios autores han señalado que la política de acercamiento a sus antiguas colonias pudo haber permitido a España ganar poder blando en la esfera internacional, como sugerirían su reincorporación a la Sociedad de Naciones en 1928 y su mediación en algún conflicto latinoamericano años más tarde 67. Sea como fuere, lo cierto es que el caso español pone de relieve que algunos países con un pa- sado colonial reciente – por ejemplo, Francia y, sobre todo, el Reino Unido – han visto en su la lengua una fuente de poder y, en consecuencia, la han utilizado como medio para articular su diplomacia cultural. BIBLIOGRAFÍA – Adamson, Robin, The Defence of French: A Lan- guage in Crisis?, Clevedon/Buffalo/Toronto, Mul- tilingual Matters, 2007. – Arndt, Richard T., The First Resort of Kings. Amer- ican Cultural Diplomacy in the Twentieth Century, Washington: Potomac Books, 2006. – Delgado Gómez-Escalonilla, Lorenzo, Imperio de papel. 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La diplomacia cultural es- pañola y la promoción de lengua castellana en el extranjero (1921-1931) Luis Gonzaga Martínez del Campo Este artículo estudia los inicios de la promoción es- tatal de la lengua castellana en el extranjero, resal- tando la importancia que esta política tuvo para la dictadura de Primo de Rivera. Así, en este trabajo, se defiende que, tras la Gran Guerra, la diplomacia cultural española entendió que la difusión de la len- gua castellana en Europa y en los Estados Unidos podía servir para ganar “poder blando” en el ámbito internacional y que la defensa de una variedad es- tandarizada del español era clave para mantener la influencia española en Hispanoamérica. Palabras clave: Diplomacia cultural española, lengua española, dictadura de Primo de Rivera, poder blan- do, Hispanoamérica. This paper explores the emergence of Spanish lan- guage as a tool to conduct Spain’s foreign policy under Primo de Rivera’s dictatorship. I argue that, in the 1920s, Spanish cultural diplomacy promot- ed Spanish language education in Europe and the United States to gain in soft power in the interna- tional field, whilst at the same time advocating for a codified standard form of Spanish that could help Spain to maintain a cultural sphere of influence in Hispanic America. Keywords: Spanish Cultural Diplomacy, Spanish language, Primo de Rivera dictatorship, soft power, Hispanic America. Cet article étudie l'utilisation de la langue dans la politique étrangère de l’Espagne, avec un accent par- ticulier sur les origines de la promotion de la lan- gue espagnole à l’étranger sous la dictature de Primo de Rivera. Je soutiens que, dans les années 1920, la diplomatie culturelle espagnole a promu l'enseigne- ment de la langue espagnole en Europe et aux États- Unis pour gagner en puissance douce dans le domai- ne international, tout en plaidant pour une forme standard codifiée de l'espagnol qui pourrait aider l'Espagne à maintenir une sphère culturelle d'in- fluence en Amérique hispanique. Mots-clés: Diplomatie culturelle espagnole, langue espagnole, dictature de Primo de Rivera, soft power, Amérique hispanique. ¿Détente desde abajo? Reflexiones sobre la cone- xión entre movimientos sociales y relaciones inter- nacionales a través del caso de las movilizaciones anti-OTAN en España en la década de 1980. Giulia Quaggio El objetivo del artículo es reflexionar sobre hasta qué punto el estudio de los movimientos sociales - y en particular de las protestas por la paz en las etapas finales de la Guerra Fría - puede ayudar a desvelar aspectos distintivos de las relaciones in- ternacionales desde una perspectiva cercana a la gente corriente y más allá de las fronteras estatales. Centrándose en clave comparativa en el caso de los movimientos anti-OTAN en España durante la década de los ochenta, el artículo trata de extraer algunas conclusiones sobre los peligros de subesti- mar y sobreestimar la relevancia de los movimien- tos sociales en las dinámicas de una supuesta “dé- tente desde abajo”. Palabras clave: Paz, Guerra Fría, Disuasión nuclear, NATO, Europa The aim of this article is to explore some ideas on the extent to which the study of social mo- © 2021 Revista de Historia Actual