RAFAEL GARCÍA MONTERO · RUBÉN JABARDO PECHARROMÁN · ALEJANDRO LAGE MORA · RUBÉN ALEJANDRO PADILLA DE AGUIAR · LUIS PÉREZ ALCÓNEZ · JONATHAN PÉREZ FERNÁNDEZ · AMADÍS ROSS · JAVIER URZAINQUI MARTÍNEZ ED. LITERARIA: MANUEL BROULLÓN C I E L O I N T E R I O R D E N E O N E S R A J A D O S P O R U N G I G A N T E Laboratorio Transmedia | Núm. 1 | 2022 R e l a t o s d e c i e n c i a f i c c i ó n Cielo interior de neones rajados por un gigante (Relatos de ciencia ficción) Colección Laboratorio Transmedia Núm. 1 Rafael García Montero · Rubén Jabardo Pecharromán · Alejandro Lage Mora · Rubén Alejandro Padilla de Aguiar · Luis Pérez Alcónez · Jonathan Pérez Fernández · Amadís Ross · Javier Urzainqui Martínez (Ed. literaria: Manuel Broullón) Colección Laboratorio Transmedia Número 1 ISSN 2794-0861 © De los autores de los textos (2022) Edición literaria a cargo de Manuel Broullón Portada e ilustraciones: Rubén Alejandro Padilla de Aguiar Entidad editora: Laboratorio transmedia Universidad Complutense de Madrid (Proyecto de innovación docente UCM 145) Lugar de edición: Madrid (España) Facultad de Ciencias de la Información Avda. Complutense, núm. 3, 28040 https://www.ucm.es/transmedialab/ Licencia Creative Commons 2.0 Reconocimiento—NoComercial—SinObraDerivada CC BY-NC-ND Usted es libre de: – Compartir: copiar y redistribuir el material en cualquier medio o formato. – El licenciador no puede revocar estas libertades mientras cumpla con los términos de la licencia. Bajo las condiciones siguientes: – Reconocimiento: Debe reconocer adecuadamente la autoría, proporcionar un enlace a la licencia e indicar si se han realizado cambios. 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Cada uno de ellos es portador de un punto de vista propio. A pesar de sus muchas diferencias, todos tienen algo en común: sus autores han pasado por la Facultad de Ciencias de la Información de la Universidad Complutense de Madrid durante el curso 2021/2022, mientras el mundo sobrevivía —como podía— a la pandemia de la COVID-19. La mayoría de los textos surgieron en torno a la asignatura «Literatura y Medios de comunicación» de segundo curso de Grado en Periodismo, con motivo de un taller de escritura de ciencia ficción que impartió el escritor e investigador mexicano Amadís Ross durante el III Seminario internacional de Prácticas Transescriturales «Cuerpos húmedos, cuerpos meca- digitales: Error en el sistema» (22-30 de septiembre de 2021, organizado por Cora Requena Hidalgo, Vir Blanco y Manuel Broullón). Ross propuso inventar un mundo de ciencia ficción y, en él, a un personaje «exo-hegemónico», es decir, que cuestione las reglas que rigen aquel universo imaginario. Así surgieron las primeras versiones de «Zallok», «La sangre de los suplicantes», «El origen del mal», «Frihet and Giustizia», «Diamantes en la noche» y «La búsqueda». Después, estos mundos narrativos crecieron en forma de narraciones, a la par que estudiábamos en clase el estilo literario de grandes maestras y maestros de la escritura: Homero y Margaret Atwood, Dante y Abdelá Tahïa, Virginia Woolf y Julio Cortázar, Elena Fortún y Federico García Lorca… Entre muchos otros nombres y modelos, sabiendo, con Harold Bloom, que «solo los necios no desean ser influidos». El excéntrico y acaso igual de brillante exo-planeta de esta constelación de narraciones «Kepler 442b», llegó por sorpresa, como los grandes descubrimientos, a partir de la colisión fortuita que produjeron un curso de no-ficción en el Máster universitario en escritura creativa de la Complutense y la poética personal del estudiante y escritor Jonathan Pérez Fernández. Rápidamente, su obra se alineó en nuestra órbita exo-hegemónica. CIELO INTERIOR DE NEONES RAJADOS POR UN GIGANTE – 8 – Analepsis narrativa: el origen de esta antología radica en el Proyecto de innovación docente UCM 145 «Laboratorio transmedia», en donde experimentamos con los lenguajes y los medios de comunicación, al tiempo que partimos de la certeza de que solo aquello que se pone en práctica es lo que de verdad se aprende. Estudiamos literatura, sí, pero para practicarla mediante la escritura creativa. De esta convicción surgieron los siete proyectos personales que pronto pasaron a ser colectivos en la presente antología, editada mediante decisiones conjuntas de los autores de los textos, desde el título hasta el colofón (por cierto, el título procede de un verso de Anne Carson, del poema «I. JUSTICIA» de Autobiografía en rojo, de 1998). En suma y síntesis: dadle un proyecto a vuestros estudiantes y os asombraréis. MANUEL BROULLÓN Marzo de 2022 Prólogo: «Nuestra única posibilidad de éxito es adelantarnos» MANUEL BROULLÓN Gabriel Celaya dejó escrito que «La poesía es un arma cargada de futuro»1; mas una lectura profunda nos urge a cuestionar la violencia que comporta todo armamento. Tal vez, para ello, pueda sernos de ayuda el binomio que conforman «imaginación y fantasía». En 1955, Celaya experimentaba las consecuencias de la Dictadura franquista a nivel nacional. También le tocó vivir la Guerra Fría en el ámbito más amplio del Trópico de Cáncer. Casi sesenta años después, las cosas no han cambiado mucho. Ahora, mientras redacto estas líneas, en marzo de 2021, las noticias cuentan que una guerra atroz se libra en Ucrania. Sin embargo, esas mismas noticias omiten que, a día de hoy, existen otros diez conflictos bélicos abiertos a lo largo y ancho el mundo, responsables de malgastar penosamente un sinfín de vidas humanas: Afganistán, Irán, Yemen, Palestina, Myanmar, Haiti, Etiopía, Malí, Níger y Burkina Faso2. A la luz de los acontecimientos, no parece que corran buenos tiempos para hacer metáforas con términos bélicos, ni mucho menos, caer en las narrativas épicas de la guerra que, cínicamente, pasen por alto la sangría de vidas humanas que conlleva toda forma de violencia. Hay vidas que se cortan abruptamente, lo mismo que una mano con una guadaña siega las cosechas de los campos. En ese caso, es fácil señalar al responsable. Pero vale igual decir que otras vidas se acaban sin que nadie, aparentemente, las tronche; o que, en el extremo, a estas ni siquiera se les permite llegar a florecer. Varias han sido las voces que desde finales del siglo XX han 1 Cantos Íberos, 1955. 2 Datos de la Fundación para las Relaciones Internacionales y el Diálogo Exterior (Marzo de 2022). CIELO INTERIOR DE NEONES RAJADOS POR UN GIGANTE – 10 – lanzado una seria advertencia: lamentablemente, no todas las vidas son igualmente vivibles ni dignas de ser vividas (Judith Butler), al tiempo que los mecanismos de disciplina se vuelven cada vez más sofisticados, en un desplazamiento desde la vigilancia y el castigo dependientes de una autoridad externa, hacia un férreo sistema de autogestión del cuerpo y del deseo de cada individuo (Foucault: «biopolítica») que produce sujetos hipercompetitivos, esclavos de sí mismos, sobre la fosa común de las vidas fracasadas y las personas deprimidas por no haber alcanzado el pódium de la victoria (Byung-Chul Han). Estas sombrías realidades ya las había imaginado George Orwell en su novela de ciencia ficción 1984: «No nos contentamos con una obediencia negativa, ni siquiera con la sumisión más abyecta. Cuando por fin te rindas a nosotros, tendrá que impulsarte a ello tu libre voluntad. [...] La consigna de todos los despotismos era: No harás esto o lo otro. La voz de mando de los totalitarios era: Harás esto o aquello. Nuestra orden es: Eres tal o cual». ¿Qué hay, pues, del binomio «imaginación y fantasía» de cara a un futuro sin armas, sin violencias externas —impuestas— o internas —asumidas—? A menudo, la herencia del pensamiento racionalista de la Ilustración ha considerado a la imaginación como a la loca de la casa, y a la fantasía, como cosa irreal. Sin embargo, la literatura de ciencia ficción, como en el fragmento de George Orwell antes citado, ha demostrado que incluso en los años más oscuros de la historia, la palabra ha sido capaz de promover alternativas, proyectando utopías que nos muestren con vibrantes imágenes que otro mundo es posible, suscitando también un pensamiento reflexivo capaz de advertir que las utopías podrían desvirtuarse en «utopías degeneradas», o acaso en «distopías» que devuelven su reflejo inquietante sobre el mundo en que vivimos. Todo ello apunta a que, tal vez, la flecha del progreso no sea siempre recta, ni a que conduzca, necesariamente, a algo mejor. La literatura de ciencia ficción, pues, no como arma, sino como sombra y reflejo, como proyección del lugar común en esa «habitación propia» que nos prestan las escritoras y escritores en sus obras de creación. Para hacer la revolución, tal vez, pero una revolución de palabras y narraciones que no aspiren a competir, LABORATORIO TRANSMEDIA, NÚM. 1 – 11 – sino a colaborar desde el acto de imaginación al que nos convida gratuitamente el acto de la lectura. En palabras de H. G. Wells en El hombre invisible (1897): «Nuestra única posibilidad de éxito es adelantarnos», tomando, claro está, el camino sinuoso, pero siempre interesante, de la literatura. Así, en la primera parte, «Mundos fantásticos», Jonathan Pérez Fernández, con «Kepler 442b», marca con luces de neón el frontispicio de este viaje por los exo-planetas de la imaginación, vislumbrados en un viaje cienciaficcional a través de la observación de unas estrellas que ya no remiten imágenes del pasado, sino que revelan visiones del futuro, por medio de la experimentación entre los géneros narrativo y lírico. Los prodigios y las criaturas fantásticas allí planteadas retornan en «Zallok», de Alejandro Lage Mora, bajo una forma diferente, como diverso es el estilo de cada escritura, en donde el relato se desplaza hacia el subgénero de las aventuras a través de un tiempo narrativo fragmentario, de modo que la fría y racional línea del progreso se quiebra mediante las recursividades de los vínculos entre Edward y Amanda. Somos, sin duda, aquello que nos une. A modo de intermedio en este viaje, Javier Urzainqui Martínez ofrece un poco de reposo, no exento de ironía, en el ejercicio de complejidad que supone «La sangre de los suplicantes». La escritura de Urzainqui se vuelve (neo)barroca, tanto en su expresión como en el contenido: sonreiremos pensativamente ante un mundo excesivo —como nuestro mundo, el mundo en que vivimos, es también excesivo—, mientras Cher nos guiña un ojo desde un asteroide hermanado con el pueblo murciano de Jumilla. En la segunda parte pasaremos de los mundos fantásticos a los mundos distópicos. La primera etapa por esta otra cara de la constelación comienza con «El origen del mal», de Rubén Jabardo Pecharromán, en donde se plantea el problema de la identidad del protagonista mientras el destino de un mundo bifurcado con respecto al nuestro baila en el filo de una navaja. Análogo destino incierto es el que suscita Luis Pérez Alcónez en su relato sobre la sociedad secreta Frihet and Giustizia —Libertad, en sueco, y Justicia, en italiano—. Este texto contiene una honda reflexión sobre lo que supone ejercer el poder, en donde el protagonista, Ingen CIELO INTERIOR DE NEONES RAJADOS POR UN GIGANTE – 12 – Regler, tiene en sus manos un arma que podría servir tanto para controlar a los tiranos como para desatar el peor de los destinos. ¿Quién controla a los poderosos? Ya que la ciencia ficción es un género literario marcadamente popular, se admitirá en este punto una cita de las palabras del narrador de Spiderman en el número 15 de Amazing Fantasy de Stan Lee —y que luego, Sam Raimi, en su película de 2002, puso en boca del Tío Ben—: «And a lean, silent figure slowly fades into the gathering darkness, aware and last that in this world, with this great power there must also come great responsability!» —«Y una limpia y silenciosa figura se desvanece lentamente en la amenazante oscuridad, consciente y última, de este mundo: ¡junto a este gran poder, también debe venir una gran responsabilidad!»—. Rafael Alejandro Padilla de Aguiar prolonga la dimensión colectiva de la aventura cienciaficcional con «Diamantes en la noche», en donde otra sociedad secreta como Frihet and Giustizia resiste y tiene fe en que otro mundo es posible. El grupo «Surulaalü Anainjee Maleiwa» (SAM, «soldado de Dios») reúne a personajes con historias de vida, sensibilidades y proyecciones tan diversas que conforman todo un universo propio y original. Por este motivo, el autor ha decidido incluir antes del relato un extenso prólogo que introduce la polifonía y la coralidad de una historia que fluye en torno a unos personajes con idéntica importancia en el desarrollo del relato. Finalmente, cierra la antología «La búsqueda», de Rafael García Montero, bajo la modalidad Cli-Fi, es decir, el subgénero de ciencia ficción en donde el conflicto ucrónico tiene que ver con la crisis climática global. En este caso, la peripecia de un padre para encontrar a su hijo en un mundo post-apocalíptico donde ya solo quedan las ruinas del hogar que una vez fue tras un cataclismo mundial, deja la puerta abierta hacia un horizonte que solo se alcanzará —o no— después de haber completado el viaje. Ya la nave está lanzada: quedan estos siete relatos en manos de quienes deseen conocer los mundos posibles, paralelos, que imaginación y fantasía, por medio de la literatura, nos ofrecen. Buen viaje: un viaje de no retorno a través de la palabra poética. Lo exohegemónico: algunas palabras AMADÍS ROSS Fui invitado por la Facultad de Ciencias de la Información de la Universidad Complutense de Madrid, en el marco del III Seminario Internacional de Prácticas Transescriturales «Cuerpos Húmedos, Cuerpos Meca-Digitales: Error en el Sistema», a impartir un taller sobre la creación de un personaje exohegemónico. Fue una sesión muy intensa, en la que faltó tiempo para escuchar y discutir lo que desarrollaron los participantes. El público estuvo compuesto, principalmente, por miembros del Laboratorio Transmedia, que no cejaron en este ejercicio cienciaficcional y hoy presentan esta afortunada compilación. El lector podrá sumergirse en siete piezas literarias que, usando la ciencia ficción como herramienta, se internan en las oquedades galácticas de la imaginación humana. Quiero aprovechar la invitación de Manuel para platicar un poco sobre lo exohegemónico en la ciencia ficción. Durante muchas décadas este género narrativo y estético fue visto como superficial y escapista, y con cierta razón se le acusaba de ser un vehículo de difusión de ideas anglosajonas, masculinas e imperialistas. Parecía, además, pertenecer solo a países como Estados Unidos, Francia o Gran Bretaña, ya que se pensaba que solamente naciones con un destacado desarrollo científico y tecnológico tenían derecho a crear narraciones que hablaran sobre naves espaciales, viajes en el tiempo, robots, invasiones alienígenas, clones o superhéroes. El resto debía contentarse con hacer imitaciones, malas e intrascendentes, o de plano deponer la pluma. La década de 1960, revolucionaria en tantos sentidos, agrietó la hegemonía no solo anglosajona sino occidental, y no solo en los planos simbólico o político, sino en el cienciaficcional. Se desencadenó un lento proceso de apropiación por parte pueblos con poco desarrollo técnico, grupos considerados minoritarios, artistas de vanguardia y académicos poco afectos al CIELO INTERIOR DE NEONES RAJADOS POR UN GIGANTE – 16 – conservadurismo, que llevaron a la ciencia ficción a lo que es hoy: un arsenal narrativo y estético al alcance de cualquiera que posea la dedicación necesaria. Para algunos, la expropiación de este género no se detiene ahí, ya que la mayor potencia de la ciencia ficción es su cariz revolucionario. Permítanme explicar esto último. Para que la ciencia ficción sea tal, debe tocar en su estructura narrativa o estética, de forma directa o indirecta, los efectos que generan la ciencia y la tecnología de su época. Y la ciencia y la tecnología, como la conocemos hoy, son prácticamente indistinguibles del proyecto occidental, que algunos llaman modernidad, término que usaré para este breve texto. Es imposible entender el expansionismo europeo y posteriormente estadunidense sin la tecnología marítima, armamentística, médica o de comunicaciones, y la ciencia que la hizo posible. La modernidad triunfó sobre la humanidad gracias a la Razón ilustrada, el pensamiento matemático, la concepción lineal del tiempo, la secularización y demás elementos asociados con lo científico y lo tecnológico. ¿Comprenden ahora por qué para las naciones no occidentales y los grupos históricamente minimizados, apropiarse de la ciencia ficción y usarla a placer es intrínsecamente revolucionario? Obviamente no toda ciencia ficción es revolucionaria. Es más, ni siquiera debería serlo. Sin embargo, si se desea usarla sin caer en los convencionalismos y clichés que ha desarrollado durante dos siglos de existencia, es necesaria una crítica consciente y, sobre todo, una serie de estratagemas para crear obras plenamente originales. Una de las tantas formas que existen para reconfigurar el género es lo exohegemónico. Este concepto surgió cuando me enfrenté a una cuestión similar a un koan zen, una pregunta sin respuesta lógica: ¿en la ciencia ficción es posible desligarse de la hegemonía simbólica, estética y narrativa de Occidente? En otras palabras, ¿es posible crear ciencia ficción fuera de la modernidad? Muchos dirán que sí. Pero yo lo dudo. Tengo dos razones principales. La primera me parece evidente: el triunfo del proyecto occidental es, por ahora, absoluto. Que esté en decadencia o al menos en crisis es otro tema. La segunda razón, que me parece la LABORATORIO TRANSMEDIA, NÚM. 1 – 17 – más relevante, es que la ciencia ficción es parte constituyente de la modernidad. Podría decirse, incluso, que la ciencia ficción es el inconsciente de la modernidad, o su entramado mitológico. Para dejarlo más claro permítanme una metáfora: la ciencia ficción es la sombra que arrojan los sujetos y los objetos iluminados por la Razón ilustrada a través de sus dos faros más potentes: la ciencia y la tecnología. Esta sombra, o juego de sombras, no es el fenómeno en sí, pero resulta inseparable de él. De ahí que, al menos en el caso de la ciencia ficción, no sea posible pensar fuera de la modernidad. Sin embargo, sí es posible pensar en el margen de la modernidad. Hay países como el mío, México, que no solo pueden concebir desde el borde, sino son en sí el borde. Y cuando la expropiación de la ciencia ficción se une con este crear en la periferia, descubrimos que la distancia del centro, con los inconvenientes que pueda tener, es una fuente de creatividad de potencia sobrecogedora. Esto se debe, en parte, a que entre más cerca se sitúe uno de la fuente de la hegemonía occidental, más se debe lidiar con estructuras rígidas que dificultan la emisión de ideas auténticamente nuevas. Por supuesto, habitar el margen se castiga con poca exposición y el natural menosprecio de los circuitos dominantes. Pero, de nuevo, aunque este aislamiento sea doloroso, dentro de su oscuridad incuban ideas virtuosas, revolucionarias e incluso subversivas. Es en el margen donde la humanidad se juega su auténtica diversidad. Y por ello el pensamiento exohegemónico no es único de habitantes de países subalternos o grupos humanos catalogados como menores, sino de quien quiera tener herramientas otras para explorar ciencias ficciones otras, de cariz renovado, con el foco puesto en miras distintas a las que se enarbolan tradicionalmente. El término «exohegemónico» utiliza el prefijo griego exo, «fuera, del exterior», y lo suma al concepto hegemónico, para referirse a lo que ocurre en el exterior de la corriente totalizadora sin necesariamente oponerse a ella. No se trata de una versión de lo contrahegemónico, sino de alimentarse de la distancia del centro. La lejanía da perspectiva, y la perspectiva hace posible cuestionar y CIELO INTERIOR DE NEONES RAJADOS POR UN GIGANTE – 18 – reensamblar la supuesta universalidad de la modernidad. Esa ya está ahí. ¿Qué hay en el resto de las culturas humanas? Para ser auténticamente exohegemónico debe uno dar un paso definitorio y dejar de buscar amparo bajo los Grandes Nombres de siempre. Es necesario un gran valor para adentrarse en territorios tan distintos sin la red de seguridad que da la cultura occidental, pero una vez que se recorre se descubre el asombro, lo escalofriante y lo maravilloso. Por ello no hay que temer la condena de la moral de la época. Lo exohegemónico implica amplitud de miras, y quien observa desde la lejanía sabe que las modas, por sólidas que parezcan, desaparecerán. Lo importante es expresar con absoluta autenticidad lo que bulle en nuestro interior. Tampoco es buena idea perpetuar las ideas extractivistas estilo «minemos el Cinturón de Asteroides», ya que esa exacerbada visión materialista es típicamente hegemónica. Reflexionar desde lo exohegemónico implica familiarización en vez de apropiación, pasa por aprehender otras maneras de relacionarse con el Otro en vez de, simple y ciegamente, imponernos sobre él viéndolo únicamente como un medio para nuestros fines. De nuevo, eso ya está ahí, y hoy se necesitan nuevos caminos. El héroe hegemónico, por ejemplo, avanza pese a terribles obstáculos, transformando el mundo a su paso y transformándose a sí mismo para al final, cuando haya vencido, ser una persona que ha elevado su estatura épica. Su fuerza moral lo atraviesa de principio a fin, incluso cuando flaquea o pareciera volverse tan oscuro como su antagonista. Su triunfo nos reconforta porque restaura el statu quo violado al inicio de la historia. En cambio, el héroe exohegemónico ni siquiera necesita ser llamado héroe, y en vez de buscar recuperar la normalidad perdida pretende entenderse o negarse a sí mismo. No avanza, sino que se desliza, tambalea, deambula, así como nosotros en la vida. Incluso si su fin es vencer obstáculos, como le corresponde a un guerrero o a un revolucionario, no es este avance progresivo el que lo hace relevante. Si no cuestionamos la idea de «avance progresivo», estaremos dejando afuera una riqueza narrativa fenomenal. LABORATORIO TRANSMEDIA, NÚM. 1 – 19 – Por último, quiero decir que para beber de las culturas no occidentales se debe hacerlo desde su núcleo, porque recurrir a los estereotipos es perder la abundancia que significa relacionarse con lo Otro. Para aprender de una cultura distinta, lo primero y más importante es observar y callar. Limitar o eliminar las comparaciones. Dejar afuera los juicios, que sólo hablan de nosotros y no del pueblo al que apuntamos nuestras críticas. Debemos practicar el ritmo, comprender las armonías, saber paladear las especias que menos nos resultan familiares, y al final de este proceso no solo habremos aprendido de otra cosmovisión, sino que concebiremos la nuestra de una manera distinta. Esta riqueza está ahí, a la mano para quien desee nutrirse de ella. Al final, si logramos abandonar la idea limitadora de que solo importa la narrativa única, triunfante y que se justifica a sí misma de la modernidad, descubriremos en lo exohegemónico un cúmulo de desfases, reverberaciones que tomaron otros caminos, disonancias autoconscientes que realinean la mirada. Tendremos elementos frescos para entender de manera distinta la época que nos ha tocado vivir. La ciencia ficción habla siempre sobre el presente, pero a la vez delinea el futuro que queremos o tememos. La ciencia ficción que creamos también hace mundo, y por ello vale la pena preguntarnos qué tipo de mundo queremos. Cielo interior de neones rajados por un gigante Primera parte: Mundos fantásticos Kepler 442b JONATHAN PÉREZ FERNÁNDEZ Salvador Ballester, científico jubilado, recibió una llamada para asomarse al telescopio Celestron AstroMaster. El proyecto de investigación Kepler 442b, que había ocupado la mayor parte de su vida, alcanzó al fin el objetivo perseguido. Salvador se puso la bata blanca frente al espejo de su recibidor, se subió al Chevrolet y condujo hasta el observatorio. Los jóvenes formaron media luna en la sala donde estaba el telescopio. Salvador los miraba desde la puerta. Uno de ellos se acercó, lo cogió del brazo, como en un paseo nupcial, y lo invitó a tomar asiento frente al telescopio. El joven asintió cuando Salvador buscó en su cara algo que confirmase el hallazgo. En el aparato había una etiqueta blanca con letras negras en Times New Roman: «Kepler 442b». Salvador limpió la lente con un pañuelo que guardaba en el bolsillo de la bata. Vio a una mujer desnuda, de tres brazos y pelo grasiento, que acunaba a un bebé con un ojo en la frente. Esto fue lo que escribió cuando llegó a casa. «A mis setenta años, a mí, que nunca tuve hijos, me ha nacido un nieto en un exoplaneta lejano. Es ciencia y no metáfora, mas solo el verso puede dar cuenta del instante inacabado. Criatura de un solo ojo, ahora yo, como tú, soy un recién nacido. La vida vuelve a latirme en las sienes y tu cuerpo diminuto es para mí un dios sin nombre. CIELO INTERIOR DE NEONES RAJADOS POR UN GIGANTE – 26 – Mis ahorros, la casa de la montaña, el Chevrolet, mi biblioteca y hasta mi carrera de científico. No es todo lo que te dejo —tú, que nada puedes heredar—, es todo lo que daría por llevarte al cole de la mano». Zallok ALEJANDRO LAGE MORA CAPÍTULO I . VERDADERA NATURALEZA Las cadenas de metal resistían a sus movimientos, tal y como habían hecho durante cientos de siglos. Retenían a aquel cuyo nombre no debía ser pronunciado, encerrado en una prisión oscura, sin posibilidad de que escapara. Esa oscuridad lo ocultaba por completo, ocultaba su inmenso tamaño y su forma. Tras la oscuridad, él sonreía; una sonrisa llena de odio y maldad que haría temblar al universo. *** En 2030 nació ACE, una megacorporación tecnológica que controlaba parte del mundo y consiguió desarrollar su propia fuente de energía no dañina para el medio ambiente. ACE comenzó a construir unas instalaciones a quinientos metros bajo el agua, conocidas como DOME, en las que producía energía. Edward Eon era un guardia de seguridad contratado en DOME. Un día, algo escapó a su control, permitiendo que terribles criaturas invadieran la estación y comenzara una masacre sin precedentes. Durante aquel incidente, Edward sufrió graves daños, por los que fue llevado a la estación de curación más cercana. Al despertar, lo contactaron Alexander y Amanda, dos ingenieros encerrados en la sala de Control de DOME. Decían que allí había un ser llamado Zallok que pretendía aniquilar a toda la raza humana. Los tres se propusieron trazar un plan con el que detenerlo. En su camino de regreso a DOME, Edward se enfrentó a muchas amenazas, entre ellas, los Profundos, criaturas bípedas con forma de pez, y William Baker, un ser humano transformado en una horrible bestia. CIELO INTERIOR DE NEONES RAJADOS POR UN GIGANTE – 30 – Después de haber reparado junto a Amanda el núcleo de energía de DOME, y tras un encontronazo con un extraño hombre que los separó, Edward ya estaba a punto de alcanzar su posición… Edward Eon 2035 Edward llegó a una sala enorme, que en seguida reconoció. Era el gran comedor. De forma circular, tenía unos cincuenta metros de largo y constaba de dos pisos. A su derecha, en un habitáculo rectangular, se encontraba la cocina. El resto eran mesas circulares hechas con materiales de lujo, junto a una muy moderna y elegante escalera de metal que subía al segundo piso. Todo ello estaba rodeado por un enorme ventanal de cristal con vistas al oscuro océano. Mientras avanzaba, Edward vislumbró, donde terminaba la cocina, la puerta que debía atravesar para llegar hacia la sala de control. Introdujo su clave, pero el acceso le fue denegado. — ¿Amanda? ¿Alexander? No puedo acceder a la puerta que conecta con la terminal de transporte. — No te preocupes, te seguimos con las cámaras. Si hay algún error ya nos encargamos nosotros de solucionarlo —respondió Alexander. ¿Has averiguado qué ocurre, Amanda? — Es extraño, me está costando conseguir que la puerta me explique el motivo de su bloqueo. Oh, espera, ya lo tengo. Parece que algo ha roto el puente del exterior y, para evitar que se inunde otra área, la puerta ha tomado la medida de cerrarse y bloquearse sin importar lo que ocurra. Joder, esa era nuestra única alternativa. — Busca otra manera, seguro que la hay. — De acuerdo, estoy pensando que quizá podrías… LABORATORIO TRANSMEDIA, NÚM. 1 – 31 – — Un momento, escucho algo. Edward se desplazó a la parte central del comedor, donde vio una terrible criatura de color blanco moviéndose en el exterior. Tenía aspecto de crustáceo y medía más de tres metros. Sus cuatro patas estaban sujetas a una base en forma de caparazón y, de esa base, surgía un cuerpo de forma humanoide, con dos brazos que acababan en grandes pinzas. Todo en aquella criatura era de una horrible naturaleza, desde la forma de sus grandes patas hasta su gran pinza. La cabeza era triangular y de ella surgían varios tentáculos rosados. La bestia se apoyó en el cristal y, con su pinza, comenzó a rayarlo, saltando de un lado a otro. Poco a poco, la estructura de vidrio se iba agrietando, el agua comenzaba a pasar por las brechas, y Edward, gravemente alarmado, sacó su brazalete para desplegar el casco de su armadura lo antes posible, pues de lo contrario, moriría ahogado. — ¡Edward, debes de salir de ahí! ¡No puedes disparar en el agua, te matará! —dijo angustiosamente Amanda. Cuando el cristal comenzaba a filtrar agua, la criatura desapareció de la vista de Edward. Sin embargo, ya había, por lo menos, decenas de brechas. Era cuestión de segundos que el cristal explotara e inundara la sala. —¡Ahora, Edward, he desbloqueado la puerta, ve hacia ella! Aquello fue lo último que Edward escuchó antes de que el gran cristal estallara y el agua impactara contra él. *** Tirado en el suelo, Edward continuaba respirando, mientras, aturdido, escuchaba la voz de Amanda por el intercomunicador: CIELO INTERIOR DE NEONES RAJADOS POR UN GIGANTE – 32 – — Edward, por favor. No nos dejes ahora… ¡Sin ti jamás conseguiremos salir de aquí con vida…! ¡Edward! Edward se levantó como pudo y recuperó la conciencia. Al parecer no había ninguna brecha en su traje-armadura, pero el intercomunicador estaba roto. Ahora le costaba ubicarse, todas las mesas estaban flotando y el cristal de su casco comenzaba a empañarse. Pero lo más grave de todo era que había perdido de vista a aquella criatura. Edward localizó la puerta que Amanda había abierto y se dirigió hacia ella con la esperanza de poder salir de allí de alguna forma. Tras la puerta, apenas quedaba algo del pequeño puente de cristal, pero todavía podía saltar hacia el otro lado. Entonces, unos tentáculos rosados lo sorprendieron y provocaron que retrocediese. De pronto, lo volvió a ver. Aquel ser dejó asomar uno de sus brazos para, más tarde, conseguir encajar todo su cuerpo en la puerta. Edward, movido por el pavor y el deseo de no sufrir una horrible muerte, corrió todo lo que pudo hacia la izquierda. Atravesó lo que quedaba del cristal hacia el exterior, evitando cortarse con uno de aquellos fragmentos punzantes cristalinos, pero se dio cuenta de que se encontraba al borde del abismo. Un paso en falso y caería en el gran vacío. Giró su cabeza hacia atrás y vio a aquel terrorífico ser atravesando el cristal. Se colocó lo más lejos que pudo, con un pie al borde del abismo. Pudo escuchar su estruendoso chillido, que lo llenó de pánico. Suplicó como pudo por su vida mientras veía las grandes patas blanquecinas desplazarse hacia él. Cuando el ser movió su brazo derecho hacia atrás y estiró lo máximo que pudo su pinza, Edward sabía que no vendría nadie a salvarlo. No había nada que hacer, excepto una última cosa: elegir su propia muerte. Así fue como saltó hacia atrás para entregarse al abismo. Mientras veía cómo la oscuridad se apoderaba de su visión, Edward pensaba en todas las luchas contra aquellos monstruos que había superado, en los contratiempos solucionados…. Ahora, a tan solo unos pasos de lograrlo, se arrepentía de muchas cosas. Quizá tuvo que haberse quedado con su familia en casa, quizá debió pasar con ellos sus últimos momentos; un último momento LABORATORIO TRANSMEDIA, NÚM. 1 – 33 – de paz y tranquilidad que consolara su horrible muerte. Y lloró. No lo hizo por el insoportable dolor, sino porque recordó todos esos momentos en los que había sido feliz. Deslizó su dedo por el brazalete, preparado para retirarse el casco y sufrir una rápida muerte. Antes de hacerlo, se dijo a sí mismo: «¿De verdad es esto lo que yo quería? Después de todo por lo que he pasado, de todo lo que he sufrido... ¿Para qué? ¿Para acabar muriendo como todos los demás? ¡NO! No voy a morir aquí. ¡No pienso hacerlo!». Edward buscó entre las herramientas del brazalete y encontró el gancho. Lo clavó en la pared de roca y se impulsó hacia ella. Podía ver una pequeña fracción de luz hacia arriba. Se agarró a un fragmento de piedra y con su brazo izquierdo intentó calcular la trayectoria del siguiente disparo. No conseguía alcanzar su objetivo y, tras varios intentos, perdió la paciencia. Golpeó la enorme pared de piedra y decidió lanzar el gancho más bajo. Entonces, un chasquido y la luz verde de su brazalete le indicaron que lo había conseguido. Salió disparado hacia arriba y logró agarrar el borde desde donde había caído. La criatura ya no estaba allí, se había ido. Sin tiempo que perder, Edward se dirigió hacia la puerta que estaba conectada al gran pasillo de cristal, completamente devastado por la criatura. Se dio cuenta de que las comunicaciones se habían desactivado. Las puso en línea de nuevo y le pidió a Amanda que abriera la otra puerta. Lo consiguió, pero un ruido atronador le hizo saber que la criatura no se había ido, que seguía allí, de vuelta al ataque. Cuando atravesó la puerta, la criatura lo agarró del brazo izquierdo. No podía liberarse: notó como la pinza del monstruo aplastaba sus huesos. Entonces gritó desde el interior de su casco: — ¡Amanda, cierra la puerta! El sonido metálico de la puerta cerrándose fue lo último que escuchó Edward antes de que le pitaran los oídos. Creyó que aquel enorme dolor podría matarlo allí mismo. Intentó alcanzar a verse el brazo, pero casi no podía moverse. Aquel dolor se volvió tan insoportable que empezó a darse cabezazos contra la pared. El CIELO INTERIOR DE NEONES RAJADOS POR UN GIGANTE – 34 – cristal de su casco se iba agrietando, hasta que finalmente se rompió en pedazos. Se lo quitó con las pocas fuerzas que le quedaban, se sentó en el suelo con dificultades para respirar y, a duras penas, hizo lo que pudo por mantener la conciencia. Sintió un dolor insoportable mientras el agua empezaba a colarse por dentro de su traje. Edward gritó tanto que hasta le dolieron los oídos. Trató de taparse la herida con el otro brazo porque no podía permitir que se desangrase, aunque ya no sirviese de nada. Empezaba a verlo todo nublado y su cabeza estaba a punto de estallar. Edward gritó desesperadamente e incluso estuvieron a punto de saltársele las lágrimas, pero se dio cuenta que no podía llorar por mucho que lo intentase, también de que no sentía su corazón y de que ya ni siquiera respiraba. *** Cuando abrió los ojos, Edward no vio rastro del color rojo de su sangre, sino un líquido de color azul. Le extrañó tanto que volvió a comprobar su brazo, aterrándose ante lo que observó: trozos metálicos y cables llenos de energía alimentaban aquel líquido azul. — ¡Esto es una locura! Entonces lo vio claro. Él no era quien pensaba. No estaba vivo, era una simple máquina. Y si era así, ¿cómo había podido sentir aquel terror, todas aquellas emociones durante su camino hasta allí? La felicidad de haber visto a Amanda en carne y hueso. ¡Incluso se miró en un espejo! ¿Acaso lo habían transformado en una persona medio humana? Mientras intentaba encontrarle una explicación a todo aquello, vio como aquel ser comenzaba a destruir el techo para llegar hasta él. LABORATORIO TRANSMEDIA, NÚM. 1 – 35 – — ¡Edward, corre hacia el otro lado! ¡Sé que tienes muchas preguntas, pero antes necesito que llegues vivo aquí! —le gritó Amanda por el intercomunicador. Edward se sentía completamente fuera de sí, como si no reconociera su propio cuerpo, todo le pesaba mucho más; andar o correr como antes se le hacía verdaderamente extraño. De pronto, unas insólitas imágenes comenzaron a aparecerse ante él: mostraban a unos seres en una gran ciudad de arquitectura imposible, donde unos entes cósmicos de naturaleza incomprensible los masacraban. Saliendo de la visión, se dio más prisa y logró pulsar el botón que abría la puerta de la próxima sala con la mano que le quedaba. Intentó agacharse como pudo mientras la puerta se abría. Acto seguido, la otra puerta se abrió y salió de allí a rastras, apenas sin fuerzas. Finalmente, la puerta se cerró e impidió el paso de aquella criatura. Edward intentaba ponerse en pie, pero no lo consiguió. Volvió a perder la conciencia y cayó inmóvil en el suelo mientras el ascensor comenzaba a bajar. CAPÍTULO II. REVELACIÓN Edward Eon 2035 Edward vio cómo aquel ser monstruoso lo agarraba con sus tentáculos y abría la enorme pinza de su brazo derecho, dirigiéndola hacia él. Pero de pronto, se despertó y se encontró gritando en una camilla colocada en la silla de una enorme sala. Vio dos figuras humanas al fondo de la gran sala. Primero reconoció a Amanda, quien se acercaba a socorrerlo. — Está bien, Edward, puedes calmarte, estás a salvo. Edward se miró el brazo derecho e intentó moverlo. Era como si nunca se lo hubiesen arrancado. Solo con la mirada, Amanda podía adivinar el alud de preguntas que invadían a CIELO INTERIOR DE NEONES RAJADOS POR UN GIGANTE – 36 – Edward. Lo ayudó a ponerse en pie y, juntos, miraron hacia al otro lado, donde se encontraba una gran consola de control bajo un enorme cristal y, de frente, Alexander. Alexander, de en torno a los sesenta años, tenía unos rasgos marcados. Su pelo era totalmente blanco, así como su bigote. A Edward le hizo gracia que, al contrario que Amanda, Alexander llevara puesta una bata de laboratorio. — Permíteme darte las respuestas que tanto ansías —dijo Alexander al colocarse frente a una mesa y desplegar un holograma que mostraba un cuerpo humano, pero compuesto por piezas y material artificial. — Tú, Edward, eres la culminación del mayor proyecto en la historia de la humanidad. Eres la sucesión de doce prototipos para crear un ser artificial, consciente, que piense y sienta al igual que cualquier ser humano. De ahí tu apellido, Eon, que es la serie de tres letras que te identifica a ti, al número trece. Amanda y yo trabajamos cuatro años para crearte. Viendo lo que has conseguido hasta ahora, creo que tuvimos éxito. Tú eres mucho más que un ser humano, pero al mismo tiempo tienes la mayoría de los elementos que nos caracterizan. También eres un robot, puesto que los complejos mecanismos que te permiten vivir y pensar están hechos de metal, son artificiales. Eres lo mejor de los dos mundos y esperamos que llegues a definir el futuro de la humanidad. Sin embargo, tuvimos que ocultarte a toda costa tu verdadera naturaleza. Temíamos que pudieras rechazarla o incluso perderte al no haber comprendido tu identidad. Ante esta situación, no nos quedó otra opción que convertirte en alguien que verdaderamente no eras. Edward pudo sentir cómo el mundo, el mundo falso que habían construido para él, comenzaba a desmoronarse. No podía evitarlo, estaba furioso y confundido. Lo que más le desagradaba era el hecho de que ese mundo ni siquiera había llegado a existir jamás, nunca estuvo ahí. Solo lo crearon para que él cumpliera órdenes. LABORATORIO TRANSMEDIA, NÚM. 1 – 37 – — Todo lo que he hecho, todo por lo que he luchado… Es falso. Mi mujer, mi hijo, mi hogar, incluso mi nombre. ¡Todo es mentira! La mentira que vosotros creasteis. No soy nadie, nunca lo fui. ¿Y todo para qué? ¿Qué es acaso lo que pensáis hacer? ¿Volar este sitio por los aires, exterminar a los Antiguos? Porque si ese es vuestro plan vais encaminados al fracaso. He luchado contra esas cosas, mientras que vosotros, mientras que tú, Alexander, estabas en esa jodida silla viendo cómo yo intentaba sobrevivir todo este tiempo. Ha tenido que ser bonito, ¿verdad? ¿Ver cómo yo os hacía todo el trabajo duro mientras vosotros dos os las apañabais desde aquí? Edward haz esto, Edward haz lo otro... Pues se acabó, se acabaron las estúpidas mentiras, se acabó Edward Eon y se acabó ACE. Amanda le interrumpió: — ¿Acaso sabes lo que nosotros hemos tenido que sufrir? Hemos visto cómo esas criaturas mataban a nuestros compañeros… O incluso a nuestros mejores amigos. Hemos tenido que abandonar a quienes pedían ayuda, solo porque sabíamos que había una posibilidad de que alguna de esas cosas acabara descubriendo este lugar. No hemos parado de encontrar formas para detener esto, y tú, el proyecto de nuestra vida, por quien hemos sudado lágrimas y sangre, vienes aquí a decirnos que todo es en vano, que no se puede evitar. Sé que te hemos engañado, sé que lo que hemos hecho ha estado muy mal. Que quizá, si te hubiéramos desvelado antes la verdad, podrías haber salvado a otras personas. Tendremos que vivir con ello el resto de nuestras vidas. Pero, por favor, date cuenta de lo que eres, Edward, lo que podrías llegar a hacer. Tú eres lo mayor que ha creado la raza humana. No dejes que los sentimientos que te hemos otorgado te cieguen. Ahora solo hay un futuro posible para la humanidad. Y ese futuro eres tú. — Vamos a morir de todas formas, solo intentabais evitar lo inevitable —exclamó Edward más furioso que antes. CIELO INTERIOR DE NEONES RAJADOS POR UN GIGANTE – 38 – — No, Edward, ¡mírame! —le dijo Amanda antes de acercarse a él, de agarrarle de la mano dejándola a su vista para que la pudiera ver—. Esto es por ti, nosotros vinimos aquí para poder crearte. Si decides tomar otro camino y crees que nosotros, tus creadores, te hemos fallado, adelante, hazlo. Pero eso solo ocurrirá si salimos de aquí los tres juntos. Juramos que, ocurriese lo que ocurriese, jamás te obligaríamos a hacer algo que tú no quisieras. — ¿Por qué? ¿Por qué hicisteis eso aun sabiendo que podría rechazaros y perder todo por lo que tanto trabajasteis, todo por lo que tantas vidas se han perdido? — Verás, Edward, aunque parezca que los seres humanos somos complejos, en realidad somos muchísimo más simples de lo que piensas. Una única emoción puede cambiar la perspectiva de una persona para siempre y obligarla a hacer cosas impensables. Para mí, esa emoción es la esperanza. Y es lo único que me hizo seguir adelante durante todo este tiempo. ¿Cómo iba a saber yo que podríamos construirte? ¿Podrías acaso sobrevivir contra los horrores que se encuentran aquí? ¿Por qué crees decidimos contarte la verdad, sabiendo que podrías rechazarnos? ¿Por qué piensas que no construimos una máquina que pudiéramos controlar, como todo lo que hace el ser humano? La respuesta es tan simple como una palabra: esperanza. Puede que ahora mismo no lo veas, pero incluso cuando no eras más que esquemas y cálculos matemáticos, yo creía en ti, Edward. Puede que te parezca una estupidez, pero es así. Y nada ni nadie puede cambiarlo. — El problema es que no sé si algún día podré perdonaros por lo que me habéis hecho. Pero me gustaría hacerlo. No voy a permitir que se pierdan más vidas. Debo detener a Zallok, debemos de acabar con él. No importa lo demás. — Vamos a explicarte nuestro plan para detenerlo —dijo Alexander mientras cambiaba el holograma para mostrar un gran cilindro vertical—. Este es uno de los contenedores donde se LABORATORIO TRANSMEDIA, NÚM. 1 – 39 – almacenan los residuos y posteriormente se queman. Vamos a usar el sexto contenedor como cebo. Una vez que se encuentre dentro, cerraremos la escotilla y lo quemaremos vivo. Eso sí, dudo mucho de que entre por su propia cuenta, por lo que tú tendrás que atraer su atención y asegurarte de que la escotilla se cierra completamente. Eres el único que puede hacer esto, el único que puede detener a Zallok. — ¿Por qué das por hecho que vendrá hacia mí? — Porque tu cuerpo está alimentado de su energía, la energía ancestral que un día usaron los Antiguos. Según mis investigaciones, a los monstruos como Zallok les atrae irresistiblemente esta energía. CAPÍTULO III. FUERZA DE VOLUNTAD Edward Eon 2035 Mientras me encontraba en aquella enorme habitación, las luces se apagaron, activándose las de emergencia. Entonces decenas de tentáculos salieron del agujero y agarraron el gran traje robótico sobre el que yo iba montado, por lo que me vi obligado a salir de él. El contenedor se giró y tuve que agarrarme a la escalera de emergencias para no caerme. Debía pulsar el botón, incinerar todo aquello y acabar con Zallok para siempre. Pero mientras subía las escaleras y sentía esos tentáculos omnipresentes moviéndose detrás de mí, una lejana imagen invadió mi mente. Lo primero que vi fue un campo lleno de hierba, totalmente verde y sin nada en el horizonte; solo un precioso amanecer. Yo no estaba solo allí, pero cuando intenté comprobarlo volví en mí y la visión se evaporó. Escalé lo que me quedaba hacia el botón. Podía escuchar las extremidades de Zallok chocar contra el gran casco, sus grandes garras arañando el metal. Mediante un panel táctil, pude dejar al descubierto el botón de incineración. Justo antes de pulsarlo pensé CIELO INTERIOR DE NEONES RAJADOS POR UN GIGANTE – 40 – en lo que había experimentado. Entonces, mi voz interior me dijo que aquello era una mala idea. Dudé varios segundos más al observar los tentáculos que salían de la oscuridad, moviéndose, y me di cuenta de que ya no tenían intención de atraparme. El trozo de la escalera de metal al que estaba sujeto cayó y provocó en mí una sensación de terror que me impulsó a apretar el botón. Sin embargo, no llegué a hacerlo. Así que caí en picado hacia Zallok, aquel ser cuyo nombre no debe ser pronunciado, el Dios de los Antiguos, aquel que acabaría con la humanidad. Yo había fallado. Había fallado a la humanidad. Había fallado a mis creadores. Me había fallado a mí mismo. Pude notar cómo esas infinitas extensiones de terror me tocaban, como si me abrazasen. «Un abrazo mortífero», pensé. El abrazo que aniquilaría a la humanidad por siempre. Zallok tenía lo que quería, tenía a la última esperanza de la especie humana al alcance de sus manos. Todo se fundió con las luces de emergencia rojas y mi cuerpo fue girando. Finalmente, me encontré cara a cara con él. Las luces rojizas me permitieron ver su aspecto. Zallok infundía un terror que trascendía el tiempo y el espacio, curiosamente, con un vestigio de humanidad. En la parte superior de su cuerpo blanquecino surgían muchísimas protuberancias oscuras con forma y silueta de tubo, pero acabadas en un óvalo con pequeñas extensiones. Aquello, paradójicamente, me pareció que era extrañamente humano, como muchos cuerpos compuestos de una sustancia viscosa. Todas las cabezas tenían pequeños orificios y estaban completamente huecas. Desde la plataforma que las contenía había muchísimas más de estas cabezas sin un cuerpo propio al que pertenecer. El resto de lo que veía de Zallok era como un crustáceo, a excepción de sus pinzas, que eran muchísimo LABORATORIO TRANSMEDIA, NÚM. 1 – 41 – más largas y afiladas. Además, sus fauces abrían paso a decenas de tentáculos. Sentía un nerviosismo y terror infinitos. Todo lo que había dicho Alexander sobre él era cierto, pero me encontré con algo muchísimo peor: la personificación de todos los males del universo, el verdadero terror oculto cuya sola presencia desafiaba la existencia. El Dios de los Antiguos había vuelto para reclamar lo que le pertenecía y nada le impediría volver a alzarse en el trono del universo. Así, con estos pensamientos, fui acercándome lentamente, hasta que Zallok levantó uno de sus pequeños brazos y, con él, me tocó la cabeza. Lo que sentí a continuación jamás podré lograr describirlo tal y como lo experimenté. Fue astral, me transporté más allá del espacio conocido y vi muchas, demasiadas imágenes, que representaban momentos completamente distantes y lejanos entre sí. Sucedió tan rápido que no pude almacenarlas todas en mi memoria. Pero de entre todos esos lugares primigenios que visité, esos sucesos que sucedieron hace eones, recuerdo tres vívida y completamente. Al ser tocado por un saber tan amplio pude conocer la verdad sobre Zallok, los Antiguos y la humanidad. Gracias a él supe la verdad. Y la verdad era que él no era Zallok, sino su hijo, y que el verdadero Zallok todavía tenía que llegar para impedir que nadie saliera vivo de DOME y, más tarde, aniquilar a la humanidad. «Ya está aquí, me matará…», dijo con una voz indescriptible. Entonces, escuché crujir el metal y volví en mí mismo. Algo intentaba entrar y lo estaba destrozando todo a su paso. Pero con fuerza, el ser me impulsó hacia arriba, diciéndome: «Salva a los tuyos y acaba con Zallok». Pude agarrarme a la puerta y salir. Vi entonces cómo se abalanzaba sobre él el verdadero Zallok, que tenía forma de gusano. Yo intenté detenerlo, pero un gran tentáculo me lo impidió. Sin otra opción, corrí lo más rápido que pude hacia la sala de control, pues Amanda y Alexander corrían verdadero peligro. CIELO INTERIOR DE NEONES RAJADOS POR UN GIGANTE – 42 – CAPÍTULO IV. PASADO, PRESENTE Y FUTURO Alexander, cuatro años antes Los rayos de luna, que atravesaban las placas translúcidas de la gran cúpula artificial que rodeaba la ciudad, llegaron a tocar a Alexander en su habitación. Sentado sobre su cama, sin apenas ganas para siquiera levantarse, Alexander reflexionaba sobre la muerte de su hermano Thomas. Se la habían comunicado hace unos minutos y todavía no era capaz de procesarlo. Su cara transmitía absoluta pero desesperada indiferencia. En su interior, sin embargo, estaba lleno de dolor. Aquel que había fundado una gran corporación con la esperanza de mejorar el futuro de la humanidad, ACE, hoy fallecía. Había pasado un mes desde que le diagnosticaron el tumor cerebral, todavía lo recordaba con claridad, recordaba la promesa que le hizo: «Prometo que vivirás, y que lo harás durante muchos años más. Encontraremos una solución como siempre hemos hecho». Ahora, allí, totalmente solo, sin nadie a quien mirar, Alexander podía sentir cómo se rompía por dentro en mil pedazos. Parecía incapaz de asimilarlo. «No, no podía haber muerto, ayer mismo hablé con él, el tratamiento estaba funcionando». Por más que lo intentara ni siquiera podía llorar, no tenía fuerzas ni para levantarse. Un gran vacío inundaba su interior y gritó como nunca antes lo había hecho. Se miró a sí mismo en el espejo para después acabar destrozándolo. Más tarde, cogió una botella de vino y no dudó en bebérsela entera, a sabiendas de que era muy peligroso beber grandes cantidades de alcohol para su estado de salud, pues no tardaría en perder la conciencia. Sin importarle nada, Alexander bebió, cogió el coche y condujo hasta casa de Amanda. Tomó sin saberlo otro camino diferente, uno cuya carretera se encontraba en lo alto de una montaña. No reaccionó a tiempo e impactó con otro coche que venía de otro carril, provocando que este llegara a saltar incluso por encima de la valla de metal protector. El coche volcó, quedándose enganchado boca abajo. Alexander apenas fue capaz LABORATORIO TRANSMEDIA, NÚM. 1 – 43 – de escuchar cualquiera de los estruendosos sonidos, pues estaba empezando a perder el conocimiento. Al día siguiente, Alexander se despertó en un hospital y vio a Amanda allí sentada, esperando a que se despertase. Ella lo abrazó como pudo y le dijo llorando: — Por fin te despiertas… Por favor, no vuelvas a darme este susto. — No lo haré —dijo Alexander, como pudo, con voz débil. Amanda Semanas después de aquellos fatídicos sucesos, Eric Theodore, el nuevo presidente y director ejecutivo de ACE, se reunió con Amanda para hablarla sobre lo sucedido. — Primero que nada —dijo Eric— quiero que sepas que lamento muchísimo tu pérdida, sé que en realidad es la de todos, puesto que Thomas Lame fundó esta compañía, pero en espacial a ti y a Alexander, porque sé que estabais muy unidos a él y lo veías como algo más, mucho más incluso que un simple jefe ejecutivo que fundó su propia compañía y que hizo lo que se debe hacer para llevarla hacia delante. Mis condolencias. — Muchísimas gracias… —expresó Amanda antes de que él la cortara. — No, no tienes que dármelas. Ahora que estoy en lo alto de este edificio y lo superviso todo, veo la gran labor que él ha hecho. Fue un verdadero genio y yo continuaré honradamente lo que él comenzó. Su legado debe perdurar. Una vez hayamos pasado este mal trago y esta tragedia, debo de contarte algo, Amanda. Y si lo hago es porque confío en ti y confío en que lo que voy a contarte no saldrá de aquí. Oficialmente, el accidente de Alexander posterior a la muerte de Thomas es eso, un accidente, pero la CIELO INTERIOR DE NEONES RAJADOS POR UN GIGANTE – 44 – realidad hay mucho más. Alexander iba ebrio cuando estaba conduciendo, lo que provocó que se desplazara al otro carril en el momento equivocado y, al no poder reaccionar, impactara contra el otro coche, que lo envió dando vueltas por debajo de la montaña. Alguien de ACE asistió a Alexander y pudo evitar que cualquiera se enterase de este hecho. Como ya sabrás, en el accidente murieron Archie Lewis, un prestigioso científico de RISE, nuestra compañía rival, y su hijo de ocho años. Te cuento esta atroz verdad porque empiezo a sospechar que RISE podría tenernos en el punto de mira e intentar llevarnos a un juicio para aclarar lo que verdaderamente sucedió. Eso no puede suceder. Pero si llegase a ocurrir, necesitaré que estés de mi parte y que elabores una coartada que nos permita salir indemnes. Necesitamos hacer creer al mundo que aquello fue un simple accidente. Amanda se había quedado sin palabras, gravemente impactada por lo que acababa de contarle Eric. — Todos hemos sufrido bastante, no es necesario que nadie sufra más. — De acuerdo, te agradezco que me lo hayas contado — zanjó Amanda. CAPÍTULO V. EL CICLO Edward Eon 2035 Edward se había separado de Amanda, no podía localizarla hiciera lo que hiciese, por lo que se internó solo en el sector más peligroso de DOME, allí donde conservaban a buen recaudo los restos de la civilización de los Antiguos. Avanzó por varias salas de investigación hasta que se acercó a un enorme cristal turquesa que lo iluminaba todo a su alrededor. Decidió tocarlo y, al hacerlo, sintió como si pasara a otra dimensión. De repente, Edward ya no LABORATORIO TRANSMEDIA, NÚM. 1 – 45 – veía nada a su alrededor, todo era negro. Pero escuchó una voz: — Hola, Edward. — ¿Quién eres? — Vosotros me llamaríais el primogénito de Zallok. — Eres tú. Tú me salvaste antes de que Zallok te matase. — Sí, soy yo. Y tal como te mostré, soy el hijo de Zallok. — ¿Qué está ocurriendo? ¿Qué estoy viendo? — Es muy difícil de describir lo que está ocurriendo, creo que el mejor concepto para definirlo es «viaje astral». Tu cuerpo sigue en el mismo lugar, pero tu alma está aquí, conmigo. — ¿Yo tengo alma? —dijo Edward tocándose el pecho. — Quienes poseen energía de los Antiguos tienen alma. — ¿Cómo es qué puedes hablar conmigo y entenderme? ¿Cómo es que yo puedo hacer lo mismo? — Te sorprendería lo que la energía ancestral es capaz de hacer llevada a su máximo potencial. — En cierto modo, lo sé. Con esta energía he podido crear un arma para matar a los Antiguos que se interponen en mi camino. ¿Qué está ocurriendo? ¿Por qué me salvaste? ¿Por qué Zallok no nos atacó antes? ¿Qué estoy haciendo aquí? — Te he estado observando desde el momento en el que mi propio padre me asesinó. Estás aquí porque te necesito. Tú eres el único que puede detener esto. CIELO INTERIOR DE NEONES RAJADOS POR UN GIGANTE – 46 – — ¿Detener a Zallok? ¿A los Antiguos? — Debes hacerlo. O no quedará rastro de la humanidad. — Pero, ¿por qué quieres salvar a la humanidad cuando él quiere destruirla? — Si quieres que te conteste a esa pregunta debo contarte toda la verdad. Sé que podrás comprenderla a pesar de los oscuros secretos que voy a contarte. Hubo una vez una raza que vosotros llamáis Exsapiens. Tuvieron a su alcance tanto poder como ninguna otra especie, pero no se conformaron con eso, querían más, mucho más. Querían ser inmortales, trascender, desafiar a la propia muerte. Así fue como acabaron rindiéndonos culto, ofreciéndonos las mejores ofrendas. Los que se sentían tentados de arrebatarles todo, cesaron. Y aquellos que querían atacarles acabaron por convertirse en sus espectadores. Así fue como comenzó una era de prosperidad entre una raza inteligente y los Grandes Antiguos. Una era que no duraría mucho, pues llegó un momento en el que prefirieron desafiar a los Antiguos antes que continuar rindiéndoles culto. »Además, debes saber que mucho antes que ellos, antes de que el tiempo existiera, incluso mucho antes de que el universo se creara, existieron los Primigenios. Estos son seres que no pueden describirse con vuestras palabras, solo en un lenguaje equivalente al propio tiempo y espacio podría acercarse a transcribir su forma. El tiempo, Edward, y no solo el tiempo, sino también otros conceptos como el lenguaje, son invenciones, invenciones humanas. Lo que los humanos llaman lenguaje para los Antiguos y otros seres cósmicos es solo una sucesión de conceptos enlazados. Los seres humanos dependen del tiempo y el lenguaje, toda su vida se basa en ello, solo por el hecho de que ellos han hecho que sea así. El tiempo y el lenguaje han dado lugar a la mayor virtud y, al mismo, tiempo a la mayor debilidad humana. La tecnología provoca la dependencia total de sus herramientas, de las máquinas. Tú serás su futura dependencia, Edward. LABORATORIO TRANSMEDIA, NÚM. 1 – 47 – — Te equivocas, Alexander me creó para ayudar a la humanidad, no para convertirme en una carga. — ¿Es que no lo ves? Los humanos dependen de ti, de su tecnología, para su salvación. Zallok está desatado, ha acabado conmigo y a ti te hará lo mismo. Él busca venganza, quiere aniquilar a toda la humanidad porque ellos representan lo que una vez fueron los Exsapiens. Los humanos han caído en su propia trampa, no pueden luchar contra los Antiguos. Por eso te tienen a ti, Edward. Tú eres lo mejor de los dos mundos, eres el único que puede marcar una diferencia. Sé prudente, tu viaje hasta aquí te ha enseñado que los Antiguos no tienen piedad. No te quedará más remedio que matar a Zallok, no vas a tener otra opción. No cometas el mismo error que yo, no tengas piedad y acaba con él. Solo así acabará esta pesadilla. — Ahora tus visiones cobran sentido. Pero Zallok fue encerrado durante siglos, sin un atisbo de luz. Has dicho que no confíe en los Antiguos, pero aquí estás, ocultándome esa razón. — Hay cosas, hay secretos que nadie debería saber, ni siquiera tú, pues ponen en peligro no solo la humanidad, sino a todo el universo. No estoy tan seguro de que puedas vivir sabiendo lo que yo sé. — Todavía no me has dicho por qué Zallok busca venganza, la razón por la que desea aniquilar a la humanidad. — La respuesta es mucho más simple de lo que crees. Zallok no es él mismo, dejó de serlo hace miles de años. Ahora solo es un monstruo oscuro lleno de rabia e ira. Solo desea matar y hacer sufrir por lo que le hicieron. Le ha tocado a la humanidad ser el chivo expiatorio. A los Antiguos no les importan muchas de las formas de vida que hay en el universo, son tan pequeñas en comparación con ellos que podrían matarlas si les apetece. Los Antiguos no tienen ningún tipo de moral, solo se guían por su superioridad. Son los amos del universo y saben que nada ni nadie CIELO INTERIOR DE NEONES RAJADOS POR UN GIGANTE – 48 – puede detenerlos. La humanidad, Edward, no es lo único que está en juego, sino todo el universo. Zallok reclamará el trono que le arrebataron, sin importarle las consecuencias. — Joder, y si Zallok está tan enfurecido, ¿no va a detenerse hasta que haya matado al último ser humano en la faz de la Tierra? — No desesperes Edward, pues ni siquiera Zallok sabe de lo que verdaderamente eres capaz. Edward se llevó las manos a la cabeza mientras se la estrujaba. ¿Matar a un Dios? ¿Un ser con miles de años al que no le importa nada? ¿Algo que podría destruir planetas por completo? Nada le había aterrorizado tanto hasta ese momento. En ese momento, se dio cuenta de que todo había ido demasiado lejos: DOME acabaría cayendo en horas y, después, la Tierra y la humanidad caerían con ella. El único que podía evitarlo era él mismo. No podía soportar ese peso sobre sus hombros. Al fin y al cabo, ¿quién podría hacerlo? Saber que de él dependía no solo el destino de toda la raza humana, sino el de todo el universo. Edward se estaba desequilibrando, no sabía por qué, hasta que llegó un momento en que tuvo que agazaparse y quedarse mirando hacia el suelo. Se sentía completamente aterrorizado ante la posibilidad de luchar contra Zallok. ¿Fallaría a la promesa de Amanda y Alexander, al único propósito para el que fue creado? ¿Qué pasaba con todas esas personas inocentes que perderían la vida? ¿Y la promesa de construir un mundo mejor? — Debes de acabar con el ciclo. El ciclo que ha sido arrastrado desde el propio nacimiento del universo hasta vuestra actualidad; el eterno ciclo de odio y violencia que destruye todo lo que toca. Edward, ¿eres tú capaz de detenerlo, o acaso sucumbirás como lo hicieron todos antes de ti? Edward finalmente se levantó y, mirándolo fijamente, le dijo: — La raza humana me creó. No tenían por qué hacerlo. LABORATORIO TRANSMEDIA, NÚM. 1 – 49 – Podían haber hecho una máquina cualquiera, una que pudiesen controlar. Pero decidieron crearme a mí. Yo les devolveré el favor. Mataré a Zallok. CAPÍTULO VI: OSCURIDAD ANCESTRAL Edward Eon 2035 Edward continuaba su viaje por las ruinas ancestrales en busca de Amanda. De pronto, lo sorprendió un hombre apuntándole con una pistola. Edward reaccionó lo más rápido que pudo y se cubrió la cara con su cuchilla. La bala rebotó en ella y Edward se abalanzó sobre su agresor lo más rápido que pudo para arrebatarle el arma. Entonces el suelo comenzó a temblar, se partió y ambos cayeron hacia abajo. Edward sobrevivió a la caída. Se incorporó y pronto se dio cuenta de que aquel hombre se movía a duras penas, parecía que se le habían roto algunos huesos. Cuando miró hacia él pudo ver que tenía la cara completamente desfigurada, muy hinchada, y con el ojo derecho inyectado en sangre. El pistolero comenzó a levantarse: —Voy a tener lo que siempre he querido en esta vida. Voy a ser feliz y libre al fin. Y tú no podrás impedírmelo —comenzó a gritar de dolor mientras Edward veía cómo comenzaba a brotarle un chorro de sangre por la espalda. La sangre le salía a borbotones, tintando el suelo y su cuerpo de rojo. Pero algo más salió de ella lentamente. Poco a poco se dejaban ver más y más de aquellas cosas, que tenían cada vez mayor tamaño. Parecían extrañas patas afiladas de color azul, eran como extremidades que podían sujetarse al suelo. Salieron seis en total, con las que consiguió levantarse del suelo y elevarse. Edward calculó que medirían varios metros cada una de ellas. Observó CIELO INTERIOR DE NEONES RAJADOS POR UN GIGANTE – 50 – también los alrededores. Parecía que se encontraban dentro de un templo de los Antiguos, que tenía una forma circular perfecta, con un altar en el centro y cuatro enormes estatuas con grandes espadones pegadas a las paredes. Aunque la sala era bastante amplia, Edward dudaba de que fuera la suficientemente grande para albergar la gran longitud de aquellas extremidades. ¿Cómo era posible? ¿Un humano transformándose en un Antiguo? La criatura se estiró hasta destrozar el altar. Edward pudo ver cómo sus ojos adquirieron un tono azul mientras activaba su cuchilla de energía. No era tiempo de preguntarse qué era lo que estaba viendo, ni de pararse a pensar por qué quería matarlo. Debía de acabar con él, aunque alguna vez hubiese sido humano. Edward estaba aterrado por lo pequeño que se sentía ante aquella bestia. Su enemigo se elevaba varios metros por encima suya, usando las patas para apoyarse y mantenerse sujeto al suelo. Estaba claro que aquellas horrorosas extremidades podían hacerle mucho daño si no se andaba con cuidado. La bestia le atacó con rápidos movimientos de sus larguísimas extremidades; envites que él esquivó dando varios saltos. Edward sentía una ligereza y una concentración perfectas, era como si su cuerpo ya no pesara tanto. Podía moverse mucho más rápido de lo que pensaba. Una de las patas le pasó a pocos milímetros de su cara y terminó cayéndose. Luego, la bestia lanzó casi todas sus patas a la vez para empalarlo, pero Edward las esquivó rodando hacia la derecha en el último segundo y se levantó. Sin embargo, no vio venir el siguiente golpe, que lo lanzó contra la pared del templo, rompiendo la roca y creando una gran nube de polvo. Cuando iba a asestarle otro golpe, Edward logró saltar disparado y, con su cuchilla, golpeó una de sus extremidades. Hizo chillar de dolor a aquella criatura, que le devolvió con furia varios tajos que logró evitar, y se arrancó de su propio cuerpo la extremidad que Edward le había herido. Ante el aullido atemorizante que resonó, Edward vio que las cosas estaban yendo a peor. La criatura avanzó tan rápido que se vio obligado a volver usar el arma como escudo. El monstruo lo trataba de acorralar, envolviendo su propio cuerpo con esas horribles patas azules que abrió todas al unísono, lo que provocó un gran golpe sobre la LABORATORIO TRANSMEDIA, NÚM. 1 – 51 – cuchilla que Edward empujaba con fuerza contra él para obligarlo a retroceder. —No puedes detener esto —le dijo. El monstruo se puso a la misma altura de Edward, apoyando sus propios pies en el suelo. Usó todas sus extremidades en un ataque giratorio, lanzándolo de nuevo contra la pared con un golpe que le fue imposible evitar. Rápidamente, volvió a usar las extremidades para empalarlo, pero Edward ya no estaba allí. Había saltado en el momento justo. Entonces le atravesó el pecho con su cuchilla. — ¿Esto es lo que quieres? —pronunció Edward. — ¡Noooo! —dijo antes de golpear y hacerlo caer hacia atrás. La bestia se tambaleaba de un lado a otro. Edward se dio cuenta de que tal vez lo había matado. Cualquiera de sus esfuerzos sería inútil, iba a desangrarse. Pensó que quizá toda la estructura de su cuerpo había cambiado, que atacar al corazón podría no servir. Pero el monstruo se apoyó en una de las grandes estatuas del templo y comenzó a tocarla. Edward se estremeció ante el solo hecho de pensarlo: podría coger una de esas espadas... Era demasiado tarde, antes de que se diera cuenta, el monstruo ya empuñaba una gigante espada que se cargó de energía ancestral. Edward se fijó en su propia cuchilla y vio la descomunal diferencia de tamaño. Las dudas comenzaron a aplastarlo, pero recordó las palabras del hijo de Zallok: «ni siquiera Zallok sabe de lo que eres verdaderamente capaz». «No puedo rendirme. Si yo no hago esto, nadie lo hará», se dijo a sí mismo. Al concentrarse, pudo sentir el fluir de la energía sobre su propio cuerpo. Aumentó todavía más el poder de su arma y la empuñó mirando a aquel monstruo. Se deslizó para poder esquivar el ataque, retrocedió y se valió del extremo de la propia espada de su oponente para caminar hacia la cabeza del monstruo. Aquella criatura de largas patas CIELO INTERIOR DE NEONES RAJADOS POR UN GIGANTE – 52 – contraatacó usando la punta afilada de sus extremidades, pero Edward las bloqueaba una a una, por lo que comenzó a crear una esfera a su alrededor con la cuchilla, que terminó cerrando. Lo había atrapado y estaba cercándolo poco a poco para asfixiarlo en su interior. El círculo se hacía más pequeño y comenzó a sonreír, pues sabía que había ganado. Lo último que el monstruo vio fue un brillo azul turquesa atravesado por Edward, quien iba a caer sobre su cabeza tras haber cortado todas sus patas. Edward le asestó un tajo tan certero en el cuello que lo hizo caer; tomó la espada y, portándola, se dirigió hacia él para acabar con su sufrimiento. — No lo hagas, yo solo quiero vivir siendo libre, sin tener que cumplir con lo que él me dice, poder tomar mis propias decisiones. Apiádate de mí, te lo suplico. Acaba con él para liberarme. —Eso haré, pero no puedo dejarte vivo. Volverías a por mí. No puedo confiar en los Antiguos —dijo antes de cercenarle la cabeza. Edward no se sentía bien. Sabía que había estado a punto de matarlo, pero era humano. Se preguntaba si podría ser obra de Zallok cuando escuchó una terrible voz que no sabía de dónde venía: — Edward, te arrepentirás de esto —dijo una voz tenebrosa mientras las espadas de las tres estatuas de metal se iluminaron. —¿Zallok? — Has llegado demasiado lejos, no puedo dejar que interfieras, la humanidad será condenada. Hagas lo que hagas, el final está escrito en su destino. — No si yo puedo evitarlo —respondió Edward decidido. LABORATORIO TRANSMEDIA, NÚM. 1 – 53 – Una de las estatuas comenzó a moverse y blandió su espada. No eran estatuas, sino unos enormes trajes de metal, controlados por Zallok. Edward saltó y trepó sobre uno de ellos para asestarle un golpe en su casco, acabando con él en el acto. Los otros dos se movieron e intentaron golpearlo al unísono, pero Edward saltó a tiempo y le cortó las manos a uno de ellos. El último, que todavía no se había movido, casi llegó a tocarlo con el filo de su espada, pero Edward logró bloquearlo. Notaba cómo iban surgiendo grietas en su cuchilla, ambos filos chocaban con gran fuerza y, ante tal fuerza, inevitablemente, lo estaban arrastrado. Tenía que pensar en algo, aunque no tuviera tiempo. De lo contrario, se arriesgaba a sufrir un ataque letal. La energía de su interior estaba saliéndose de control y creyó escuchar varias voces que lo llamaban por su nombre. No podía aguantar más, su cuerpo estaba a punto de sufrir un shock eléctrico, pero se mantenía en pie para no morir. Sentía cómo, poco a poco cada uno de sus sistemas iba apagándose. No sobreviviría para contarlo. «La promesa hacia Amanda y Alexander. Incluso hacia el hijo de Zallok... Todo es en vano. Pero no, no he llegado tan lejos para morir ahora… ¡Vamos, necesito algo más!», gritó angustiosamente mientras sentía cómo mucha más energía recorría todo su cuerpo. Con un movimiento liberó toda la energía de su cuerpo, llenando todo el templo con ella durante unos segundos que bastaron para que aquellas máquinas articuladas se desactivaran. Sintiéndose invencible, con la energía volviendo a él, Edward tomó una de esas espadas dando un enorme salto. Tras aterrizar, alzó su puño izquierdo y activó de nuevo su cuchilla. Entonces, los cristales de energía del techo se activaron y le enviaron una cantidad masiva de energía. Ya casi no podía verse el color marrón artificial de sus ojos, que ahora se iluminaban de un tétrico turquesa. Aquel era un punto de no retorno: Edward había perdido parte de aquello que lo hacía humano. — Esto ha comenzado, Zallok. Y no podrás detenerlo — dijo al asestar un tajo horizontal con su cuchilla que creó una larga lámina de energía que cortó a aquellas armaduras en dos. CIELO INTERIOR DE NEONES RAJADOS POR UN GIGANTE – 54 – CAPÍTULO VII. LA SOMBRA DE LA MUERTE Amanda 2035 Ambos habían atravesado un portal de energía alienígena que los había transportado a ARTIK, las instalaciones de ACE en la Antártida. Parecían completamente abandonadas, los Antiguos habían estado allí también. Una niebla blanca cubría los alrededores y unos copos de nieve caían a su alrededor. Amanda y aquel hombre se encontraban pisando el océano congelado. Ella se enfureció con solo verlo, lo miraba y veía el rostro de una persona que debería morir de la forma más sádica y violenta posible para compensar todo el daño que le había hecho: había matado a Alexander y, a ella, la había dejado vivir. Era tanto el dolor de tener que seguir adelante sin Alexander que aquel tipo había firmado su propia sentencia de muerte. Ambas figuras se encontraban reclinadas. Destacaban por sus cuchillas de energía: la de Amanda de color azul, la del hombre, rojo. Amanda corrió hacia él completamente desatada, convertida en un auténtico monstruo. Sus cuchillas chocaron, pero ella fue más ágil y consiguió arañar parte de su brazo izquierdo, para, después, darle una patada que lo empujó hacia atrás. Parte del hielo comenzaba a agrietarse, al igual que el estado mental de Amanda: solo quería, costase lo que costase, asesinar a aquel hombre. Este, viendo que su cuchilla se había roto, la golpeó con los puños cuando ella se le vino encima, tras lo cual se levantó y, de un puñetazo en el abdomen, le hizo perder el equilibrio. Amanda, fingiendo estar muy malherida, esperó a que se acercara. Entonces le rajó con su cuchilla gran parte del brazo derecho. Podía ver la sangre que manaba de él, quien gritó de dolor y avanzó apresuradamente para agarrarla por su brazo izquierdo, lo que le impidió mover su cuchilla. El hielo se agrietó aún más y Amanda sacó su pistola con la otra mano para dispararle en el pecho. Sin embargo, él fue lo suficientemente fuerte como para desviar el arma y el disparo impactó contra el hielo. LABORATORIO TRANSMEDIA, NÚM. 1 – 55 – Sin poder hacer nada, Amanda comenzó a ceder su resistencia. Completamente llena de rabia, soltó la pistola, liberando su brazo derecho, que utilizó para asestarle tal codazo en la mandíbula que le hizo retroceder y caer. Apoyando la pierna en su pecho y ejerciendo presión, activó de nuevo su cuchilla de energía y comenzó a clavársela en la parte izquierda del pecho, escuchando sus gritos de agonía. Él la desactivó tocando su brazalete, pero Amanda agarró toda su cara y, gritando desesperadamente, la aplastó contra el hielo. Rompió una fina capa de hielo y sumergió la cabeza de su contrincante en el agua helada. Con ambas manos, Amanda presionó sobre su cuello. Él empezó a mover sus brazos desesperadamente, intentando salvarse. En segundos que se convirtieron en una eternidad, le vino en recuerdo fugaz. Amanda recordó a Alexander en el cementerio, junto a ella, prometiéndole que volverían juntos de DOME. Las lágrimas comenzaron a deslizarse por sus mejillas. ¿En qué se convertiría matándolo? Aquello no le devolvería a Alexander; la venganza no puede cambiar el pasado. Sabía quién era aquel hombre. Y, en el último segundo, lo soltó. Alexander nunca hubiera querido que ella cometiese aquel acto de crueldad y ella decidió no cruzar la línea entre el bien y el mal. Rompió a llorar y le dijo: — Vete, por favor. El hombre avanzó hacia el otro lado y volvió a subirse por el agujero por el que habían entrado, no sin antes desviar su mirada hacia ella por última vez. Edward Eon 2035 Edward, tras haberse enfrentado a la enorme criatura, atravesado el enorme portal azul, llegó hasta ella. Allí la vio, completamente destrozada. Amanda se recostaba contra una mesa junto al agujero CIELO INTERIOR DE NEONES RAJADOS POR UN GIGANTE – 56 – roto de la pared que daba al exterior, donde finos copos de nieve volvían a caer sobre la capa de hielo. — Le mentí, Edward, jamás le dije la verdad a Alexander. Quise hacerlo, pero nunca me atreví, no pude permitir que cargara con el dolor de haber matado a un niño inocente. Soy patética, todos estos años debería de habérselo contado. — No te tortures a ti misma Amanda —le interrumpió Edward—, ni siquiera yo sé si podría haber hecho lo mismo. Actuaste según lo que tú creíste correcto, nada más importa. — Él quería enmendar sus errores, su grave error, creándote a ti. Tú serías algo por lo que luchar y por lo que vivir. No podemos fracasar, Edward, debemos volver a DOME y terminar con esto de una vez por todas. Ahora él ha muerto. Ha muerto demasiada gente, se han arrebatado sueños y esperanzas. Buscaré un vehículo para que podamos escapar y tú deberás acabar con Zallok, cueste lo que cueste. — No me parece buena idea volver a separarnos, pero no hay otras opciones. Tú no podrías luchar contra Zallok. Debo de revelarte una cosa, Amanda. No sé si lo sabíais, pero soy capaz de absorber energía ancestral y usarla a mi favor. Puedo sobrealimentar mis sistemas para saltar más alto, tener aún más fuerza y sobrepasar mi inteligencia. Pero lo más importante es que puedo crear una cuchilla de energía ancestral. Me ha servido para acabar con varias criaturas que Zallok ha usado contra mí. — Hasta donde yo sé, si has sido capaz de realizar una cosa así, deberías haber muerto. Pero es cierto que todavía hay muchas cosas que no sabemos de esa energía. Hemos llegado tan lejos… No puede ser para nada. Tú debes vivir y conducir a la humanidad por el camino correcto, eso es lo que siempre quiso Alexander. — Yo estuve en un lugar que no sigue vuestras reglas sobre la realidad, llamado el Abismo. Amanda, os vi a Alexander y a ti LABORATORIO TRANSMEDIA, NÚM. 1 – 57 – hace cuatro años, después del accidente. Vi lo que necesitaba ver, el aspecto humano, cómo conserváis la esperanza incluso en la peor de las situaciones, os ayudáis entre vosotros. Pese a todo el mal que pueda existir, algunos se levantan, alzan su voz y luchan contra él. Y antes, cuando estabas a punto de matar a Arch, el asesino de Alexander, la persona que más amabas, decidiste dejarlo ir. Es por ti, Amanda, por lo que verdaderamente lucharé, tú eres alguien bondadoso que de verdad pretende crear un mundo mejor. Tú amas a los demás y tú debes de ser amada por eso. No veas la esperanza en mí, porque ahora sé que, al construirme a mí, os construíais a vosotros mismos y a lo mejor de la humanidad en un solo cuerpo. Es solo que no os distéis cuenta. Estación espacial (intermedio) La sangre de los suplicantes JAVIER URZAINQUI MARTÍNEZ Todo el Multiverso odia a la Tierra. Los ganimedianos wannabe la controlan y disciplinan. Cuando su dominación se relaja, la RT (Resistencia Terrícola) se subleva, pero los ganimedianos acaban doblegando siempre a los terrícolas de nuevo. Como en la Saga de Grettir, «hubo tempestad de espadas y alimento de cuervos». En el Palacio de la Eternidad, en presencia de los gatos cuánticos, la ONU de los dioses dicta medidas draconianas: 1. Se prohíben todas las teogonías y mitos terráqueos. 2. Se construye un nuevo universo disciplinario adonde irán a parar todos los rebeldes (humanos o no) en función de su grado de implicación en el conflicto. El propósito es castigar a la Tierra por su osadía y por no haber permitido el 1-O. 3. Jasconius y Leviatán serán dados en adopción al espíritu de Álvaro Cunqueiro y causarán baja en la Seguridad Social Veterinaria, lo que ha de provocar la protesta airada de las sirenas. CIELO INTERIOR DE NEONES RAJADOS POR UN GIGANTE – 62 – «If the doors of perception were cleansed, every thing would appear to man as it is, infinite. The Marriage of Heaven and Hell«. — WILLIAM BLAKE. LA DERROTA El lento colapso de la dominación ganimediana y la incertidumbre de los signos, tuvieron como consecuencia la reanudación de la guerra contra los alienígenas. La RT (Resistencia Terrícola), nuevamente derrotada y humillada, se rindió incondicionalmente. La dominación wannabe quedó consolidada. Una de las dolorosas enseñanzas que provocó la utilización durante el conflicto de armas no convencionales en el Cinturón de Van Allen fue la alteración del flujo de protones. Ello permitió confirmar la vieja teoría daliniana que afirmaba que en los mundos huecos, los cornudos menos magnéticos son los cornudos dadaístas, tal y como se explicaba, desde hacía ya algún tiempo, en todos los santuarios de los dioses yeyés. Tras el conflicto, una de las primeras decisiones que adoptaron los dioses veganos, después del rezo de un trisagio en el Palacio de la Eternidad, fue declarar ilegal, por real decreto tuit, toda la mitología humana. Fueron proscritos desde las harpías a la Gallina Caponata; de la Dama de Elche, el Wotan nórdico y toda la cosmogonía menfita, a Chanquete y Peppa Pig. Pero, en aras de la reconciliación y de la igualdad de oportunidades, el Consejo Intergaláctico suavizó la prohibición divina concediendo el carnet de conducir a Stevie Wonder, una amnistía para los apaches y la revocación de la interdicción del teatro kabuki en Somalilandia. También se anuló la orden que prohibía a los griegos llevar regalos. Pese a todo ello, muchos pensaron en lo largo que se iba a hacer este nuevo medievo hasta que naciera el futuro community manager de Desatranques Jaén. Así era la anunciada fecundidad de estos dioses soplapollas y policéfalos, que tenían como dogma la creencia de que el ojo derecho de una abubilla, atado entre los ojos de un wannabe, permitía a estos ver tesoros ocultos en la tierra. Después, los LABORATORIO TRANSMEDIA, NÚM. 1 – 63 – gañanes del Cuaternario, tras el saqueo de los isótopos, ordenaron a los robots positrónicos que sacaran en procesión al número de Avogadro. La represión fue terrible. Incluso fueron cegados algunos videntes por haber comido mollejas de gandulfo. Fue por aquellos tiempos cuando un Nostradamus de capa y espada, que militaba en la Liga Regional del Horóscopo, y estaba especializado en el zodiaco árabe, avanzó el armagedón cuando profetizó: «De usura y caspa es su estela. De oro y organdí sus extremidades. Sus dos padres caen a su paso. Estruendo, nada más. Legiones ciegas le aclaman. Es el horror». Y aunque parecía realmente una profecía, el Multiverso creyó a pies juntillas que aquel vidente se estaba refiriendo al nuevo concepto de mercadillo transversal. En realidad, lo que estaba anunciando era la fusión del BBVA y Santander. Era el efecto apotropaico del IBEX 35. EL DOLOR La vida es amoral y no rinde cuentas a nadie. Funciona bajo el flujo ciego de los impulsos, del azar, y se ayuda muchas veces para avanzar de la paz farmacrática que proporciona la química. Llegué a esta conclusión teniendo como testigo a la luna de los tristes, una nevada mañana de primavera, cuando vi al borde del camino, y bajo un cielo rojo, que un perro nostálgico soñaba con el jade verde. Soy Sue Ellen, la del alma transmigrada. Desde que fuimos derrotados, cansada de la persecución y de mis superpoderes, había decido exiliarme en un club de burlesque para jubilados y militares sin graduación. Un lugar donde mi lengua lasciva pudiera hablar sin cortapisas tanto de la calidad de la lefa de los leprosos como de los meados a escondidas de la gata Flora. Era eso o abrir una tintorería. Toda mi familia había desaparecido y estaba harta de vivir siempre con la ropa puesta, de llevar el caos en mis manos, de lacar los sentimientos con la escarlata sangre de nuestros caídos y de CIELO INTERIOR DE NEONES RAJADOS POR UN GIGANTE – 64 – sacar brillo a la sota de oros. De ser, en definitiva, un apocalipsis con estrógenos. Que me castigue, si miento, el dios de la ortografía. Sucedió todo lo anterior cuando la rutina artística, en aquellos días de la posguerra, me llevó a ultimar mi disfraz para Halloween en una nueva aventura equinoccial de mi alma: iría al burlesque travestida de progenitor eyaculante, con flequillo y peluca pelirroja, como si fuera un neandertal que llevara en una mano la cachiporra y, en la otra, un manifiesto contra la disfunción eréctil. Pero antes de que pudiera darme cuenta, fui detenida por la Gristapo para ser transferida posteriormente a los campos de la muerte. Estaba aterrorizada porque sabía lo que me esperaba. Recuerdo que aquí en la Tierra, tras la derrota, se celebraron muchos juicios sumarísimos por nimiedades como desnucar airgamboys. Todos ellos desembocaban, casi sin excepción, en una condena a la pena de muerte. Había un viejo ujier en los Tribunales que calzaba zapatos de rejilla, y que cuando abría la puerta de la sala de vistas, decía con voz monótona y rutinaria: «A ver, que pase la viuda del procesado». EL VIAJE Partí con destino hacia el fin del mundo, hacia el fin de mi vida. Lo hice acompañada de muchos otros galeotes en una sonda Ranger3, cuya velocidad de desplazamiento, a efectos de comprensión espacio-temporal terrestre, venía a ser algo parecido a la definición filosófica del instante. Es decir, el tiempo que transcurre entre que un semáforo se ponga en verde y que un taxista toque el pito. Velocidades superiores tienden a rasgar el tejido espacio-tiempo, como sucedía en el universo tardiónico. Fue en este viaje cuando conocí a Azzleen. Era un chico ruidoso y más alegre que un panda comiendo bambú en un 3 Ornitóptero de seguridad de órbita fija cuya velocidad de aceleración roza el factor warp-5, que es la velocidad máxima permitida en el espacio de la Federación. LABORATORIO TRANSMEDIA, NÚM. 1 – 65 – puticlub. Vivía en Cieza, uno de los asteroides troyanos de la órbita de Júpiter y hermanado con el murciano pueblo de Jumilla. Cieza es un lugar donde los dioses color carne llevan en su mano la piedra filosofal como símbolo de los solsticios baratos, pero en línea con la alquimia del Ying y el Yang. Se reúnen bajo el árbol Kien, donde no hay sombra ni eco, pues la sombra es una de las tres almas del hombre. Por ello, en este asteroide, la happy hour es a mediodía, porque es la hora sin sombra. Azzleen pertenecía a la Liga del Compromiso Esmeralda. Había sido condenado a trabajos forzados por haber importado a su asteroide pastillas para combatir la misoginia agrocamboyana que asolaba a las tradwifes. Recuerdo aquella conversación como si fuera hoy mismo: — Soy Azzleen —me dijo— y tengo una edad incierta, aunque recuerdo que salí con Cher cuando vino de gira a Cieza. Entonces ella solo tenía 456 años, algunos menos que Sarita Montiel, y nadie sospechaba que pudiera llegar a ser inmortal. Luego supe que, desde la prehistoria, las personas que se parecen a las cucarachas se llaman normalmente Cher. — ¿Hablas de cucarachas, cucarachas? —pregunté. — Efectivamente. Pienso en cucarachas y, por ello, debo advertirte de que ni se te ocurra darle un grillo para comer a un niño antes de los tres años: desarrollan intolerancia a las proteínas colamalteadas y a la quitina, lo que les causa una alopecia precoz. Es la primera causa de calvicie infantil en numerosas galaxias. — ¿Por qué crees que a mi edad llevo peluca? —respondí—. Por los putos grillos que me comí de pequeña en Lagartera. Los metían de relleno en las gachas para hacerlas pasar por pizza crujiente. Bañada en lágrimas por el triste recuerdo, musité una pequeña oración, como si fuera Aretha Franklin: CIELO INTERIOR DE NEONES RAJADOS POR UN GIGANTE – 66 – — ¡Oh, muerte, por qué eres tan injusta, te llevaste a Largo Caballero y nos dejas a Cher! — ¿Largo Caballero? —dijo Azzleen—. ¿Quién coño es Largo Caballero? — Pues un socialista con nombre de piel roja —respondí. Azzleen había sido destinado al campo de trabajos forzados Princess Groupie Cunt, que estaba dirigido por la sección intergaláctica de Psicópatas Sin Fronteras. Allí solo enviaban a los proscritos de letras, a los esnifadores de helio y a los individualistas de triple personalidad. Tenían un parque zoológico con atlantes y los penados cuidaban de unos elefantes de cuando Aníbal. Este era también el lugar donde se almacenaba toda la mierda del efecto invernadero. Cottet Óptico abrió aquí una sucursal para aliviar la presbicia de los chamanes ante la indiferencia de la Eternidad. Recuerdo haber escuchado, durante este mismo viaje, a otros condenados que en uno de los asteroides disciplinarios habían creado un desierto para entretener a los anacoretas y que corrieran los galgos. Sin embargo, la realidad penitenciaria que me contaban era rica en contradicciones. El relativismo que utilizaba a los enanos fosforescentes para recolectar hidrógeno era el mismo que creía que una momia podía utilizarse como portavoz de los muertos. Cuando llegó el momento del aterrizaje del convoy, miré por la ventanilla. Nos recibía un cartel turístico del planeta Onán, que rezaba así: «Venga a Onán, un lugar alegre y maravilloso donde la felicidad está al alcance de su mano». Sin embargo, antes de descender, fuimos marcados con el hexagrama de la imperfección y rebajados de orgasmos. LAS FORMAS DE LA VERDAD Sabía, porque era vox populi, que el complejo penitenciario que el neofeudalismo interestelar había creado para la raza humana (las LABORATORIO TRANSMEDIA, NÚM. 1 – 67 – llamadas unidades de permutación) había sido construido en el Cinturón de Kuiper, donde orbitan los plutinos. Las unidades de permutación estaban formadas por una serie de colonias disciplinarias y algunos campos de exterminio. Al frente de este santuario del dolor se encontraba el viejo mariscal Absorbete, que se hizo universalmente famoso durante la guerra contra la Tierra por haber descubierto y rescatado, en el Área 51, las babas de Mónica Lewinsky, depositadas en unos pañuelos de organdí, y el puro vaginal de Clinton. Absorbete puso aquellos fetiches a disposición del Olimpo de los Dioses porque, creían las divinidades, la alquimia de la regeneración intergaláctica pasaba por una dialéctica conjuratoria que potenciara el trance frente al éxtasis. Algo parecido a una catarsis sadomasoquista en el aparato de Golgi. El mariscal Absorbete había pasado, desde sus inicios en la milicia, como educando de banda, por todas las dignidades planetarias: domicilio, exaltación, exilio, caída, término, triplicidad, decanato y dodecatemoría. Como ser hecatónquiro4 no solo era feo, era una aberración cromática, una abstracción vírica y el resultado de un esfuerzo genético desafortunado. El producto de una reabsorción cíclica de la libido de una serpiente contenida en el chakra del estado del sueño. En aquellos campos de la ira, el viejo rotulado nazi «Arbeit macht frei» había sido sustituido por «Solo se vive una vez, pero si lo haces bien, con una vez es suficiente» de la terraplanista Mae West. La misma Mae que decía que lo único que le interesaba de los hombres eran «esos cuarenta centímetros». No costaba deducir que se estaba refiriéndose al fémur. «Hambre que espera hartura, no es hambre pura», rezaba el cartel dibujado en el frontispicio del burdel del campo de exterminio al que fui destinada. Pensé que aquel lugar era, además, una trampa para surrealistas con mala conciencia. Aquel sábado, en el karaoke, después de Mocedades, sonaba Stranded. A todos los kapos analógicos y cimarrones fulleros, les gusta arrimar cebolleta. Me toca en suerte un androide alcalino del encaste Duracell. Siento 4 En la mitología griega, los Hecatónquiros eran gigantes con cien brazos y cincuenta caras. CIELO INTERIOR DE NEONES RAJADOS POR UN GIGANTE – 68 – sus babas, el primer latido del asco, y ese aliento de grisú envenenando la melodía. Poco después, cansada de bailar con el rijoso, le pregunto: — ¿Tú crees en Dios? — Sí —respondió medio azorado. — Pues déjale sitio en medio. Traumatizado y deprimido, vi cómo se desvanecía. Llevaba las pilas con poca carga y los ojos con mucha noche. Abandonó el lugar y terminó el garden party haciéndole un francés de capricho a un gallo. THE END De aquel campo nadie salía vivo y yo no iba a ser una excepción. Todos los condenados a ser convertidos en antimateria eran llevados a la cuba electrolítica y ejecutados mediante una inyección intravenosa de radiación beta, mientras por el hilo musical sonaba el Aserejé. Era un procedimiento similar al que utilizaba Avecrem con las gallinas viejas. Este proceso de exterminio se hacía siempre de acuerdo con el principio matemático-legal del recuerdo en las seis dimensiones. Pero cuando el precio de la energía eléctrica se puso imposible, trajeron como verdugos, desde el planeta Eurinomos, a unos sarcófagos5 sibaritas y coprófagos. A la idea de una muerte devastadora como aquella, el genio infernal había añadido el lado más gore del canibalismo. Aquellos carpantas tenían como única misión matar a bocados a los convictos y devorar su carne hasta no dejar más que los huesos. Previo a la ejecución, a todos los condenados a la última pena se les servía, como última comida, un menú degustación especial que, entre otros platos, incluía: 5 σαρκοφάγος sarkophágos; propiamente «que come carne». LABORATORIO TRANSMEDIA, NÚM. 1 – 69 – Sorbete de neutrones. Tempura crujiente de wolframio. Caramelizado de citoplasma con alcaparras. Carpaccio aliñado con AOV de Quasar. Revuelto esferificado de mosca agárica al benceno de alta tecnología. Postre: cuscús de vainas de tamarindo al eneldo. Pero el colmo de la repulsión radicaba en el nombre que en aquel universo carcelario/ penitenciario, recibía el lazareto: Palacio de la Materia Única. En su interior, habían instalado un mercado negro de material genético extraído de las virtudes teologales. También, todos los jueves, celebraban una matinal con globos para titanes con síndrome de Estocolmo y thorbords metrosexuales con estrés postraumático en las lentillas. Cuando llegó mi momento, fui trasladada a la Galería de la Suerte y recluida en una celda compartida con otros condenados, a la espera de la hora fatídica. Se llamaba así esta galería porque en cada ejecución grupal amnistiaban a un justiciable: aquel que primero cantara «bingo» jugando con los carceleros. «La muerte es hija de la noche y hermana del sueño», repetía una y otra vez Domitilo, un iscariote wannabe. Supernumerario en la Patrulla Canina Interestelar, tenía los ojos amarillos como el color de la eternidad. Había sido condenado a la pena capital por haber revelado el secreto mejor guardado del Multiverso: la castidad de los gallifantes. Provenía de la tribu de los babonófilos, gente que prefiere que sus mujeres tengan dificultad para afeitarse y posean un vello corporal suficiente para poder ser asido. Lo más parecido a las kardashian wookies de Star Wars. De su libro sagrado de la sabiduría recogimos aquella entrada que triunfó posteriormente en la logosfera del Planeta Azul y que decía: «tira CIELO INTERIOR DE NEONES RAJADOS POR UN GIGANTE – 70 – más pelo de coño que maroma de barco». A Adisson Rae, la famosa tiktoker, cuentan que la preñó un babonófilo mientras jugaba al Star Craft con unas monjas traficantes de fentanilo. Otro de los condenados recluido en aquella celda era Astrogador, un enamorado del mal gusto. Su cuerpo era una hipóstasis, un desorden geométrico, a medio camino entre el buey Apis y Curro Jiménez. Había vivido en un planeta new wave donde estaba prohibida la hora del aperitivo y la vida transcurría tan lenta como una tarde de domingo con un pariente filatélico. Era un pijo que comenzaba la oración al Cosmos con la frase: «en el nombre del paddle». Cuando lo llamaban gilipollas por ello, le hacían un flaco favor a la palabra: la desprestigiaban. En estos casos, era preferible, como desagravio, decir azzho, que es gilipollas en inglés, pero con acento chino. Era más peligroso que sacar un quince en el Blackjack y más hortera que bailar con la música del telediario. Un puto fuckin’ retarded alotrópico. Trabajaba como jefe de los cobradores del fracking en la región de los Seis Mares, cuando fue detenido. Acusado de rebelión, fue torturado en el sótano de una checa con canciones de Camilo Sesto por un verdugo pluriempleado que, en sus horas libres, se dedicaba a inventar nombres para los muebles de IKEA. Finalmente, estaba con nosotros el viejo Furudanuki que era un especialista en transfusiones espirituales y en la maceración del Holoceno. Las seis revoluciones sinódicas de la luna y el horóscopo de los androides gemelos, tampoco tenían secretos para él. Cultivaba, como si fuera el primer principio del bushido, el viejo aforismo: «Quien tenga miedo de morir, que no nazca». Hasta su detención, había vivido en el interior de una hormigonera hecha de madera de Libenice y decorada con figuras rectangulares de lana fría, una morada similar a la que tienen los gnomon de adscripción hindú. Pertenecía a la tribu Purusha, cuyos varones, tradicionalmente, eran circuncidados por el método de la cera perdida, procedimiento que llevaban a cabo unos doctores de inteligencia intuitiva. Y, por fin, llegó mi hora. Se cumplía inexorablemente el calendario cetagandano. Hice testamento en favor del sindicato de gramáticos en extinción y regalé la almohada magnética que me LABORATORIO TRANSMEDIA, NÚM. 1 – 71 – aliviaba del crujido atómico del silencio y calmaba el dolor traumático de las pesadillas. Salí de la celda y me incorporé al pasillo de la muerte escoltada por un retén de alienígenas vestidos por Hugo Boss. Descubrí entonces dos de las grandes verdades de la vida: el carácter divino de la lealtad y que a nadie le sienta bien el marrón. A veces, la mala suerte, aunque tarde, también tiene compasión. Segunda parte: Mundos distópicos El origen del mal RUBÉN JABARDO PECHARROMÁN Estaba sangrando. Mucho, más de lo que cualquier cuerpo podría soportar. Aunque Jack sabía que no le quedaba demasiado tiempo de vida, le quedaba la esperanza de que lo iban a socorrer, que nada malo podría pasarle. Dicen que en los últimos momentos de vida suele pasar una especie de película con los recuerdos de tu vida. Si fuese así, sería una bonita forma de abandonar y despedirse del mundo. Sin embargo, Jack comprobó que eso tan solo era un mito, una leyenda más, ya que no estaba disfrutando de ninguna película, sino de un sufrimiento agónico. Un dolor que le estaba desgarrando el cuerpo y el alma. Una aflicción que le robaba la vida con el paso de cada minuto. No podía ver nada, a excepción de una tenue luz que asomaba por una rendija en lo más alto del techo. Se encontraba en una habitación pequeña diáfana, decorada con unos cuantos cuadros. Una mesa de laboratorio quedaba en el ala izquierda del zulo. En los Usurpadores había recibido muchos tipos de entrenamiento y aún recordaba la clase sobre oído y escuchas que le había dado el Sr. Phillipe mientras estaba llevado a cabo su instrucción militar como novato: «La clave está en la concentración. Es prioritario que os olvidéis de todo, no penséis en dónde estáis, ni quiénes sois. Sentid el ambiente y prestad mucha atención. Aunque no lo creáis, somos unos privilegiados. Nuestra capacidad cerebral supera por quince a la de la media y con mucho entrenamiento se pueden lograr proezas y hazañas verdaderamente extraordinarias». Eso era lo que Jack estaba intentando hacer: prestar atención a cualquier sonido que pudiese identificar y le permitiese deducir dónde se encontraba exactamente. No era una tarea sencilla en su caso. El abdomen le estaba ardiendo, tenía un cuchillo clavado en él. Todo este tiempo había pensado en quitárselo, pero, muy posiblemente, al hacerlo, se acabaría desangrando totalmente. Era irónico pensar que aquello que le estaba matando era también lo CIELO INTERIOR DE NEONES RAJADOS POR UN GIGANTE – 76 – que le mantenía con vida. Se dio cuenta de que no había atendido bien en las clases del Sr. Phillipe, ya que no escuchaba nada. Era eso, que fuese un mal estudiante, o que, definitivamente, no había nada que escuchar. Mientras tanteaba en la oscuridad consiguió llegar a la mesa blanca y se sentó. Se quitó la chaqueta negra empapada de sangre y se quedó tan solo con la camisa blanca y la corbata puesta. Podía imaginarse dónde estaba. Lo que no se esperaba, sin lugar a dudas, era que supiese que iban a por él. Estaban yendo directos a una trampa. Solo era capaz de pensar en una cosa: ¿cómo había acabado allí? ¿Cómo había logrado formar parte de los Usurpadores? Desde pequeño tuvo la sensación de que era alguien especial, pero no sabía muy bien por qué. Tenía esa sensación innata desde el primer momento en que dispuso de uso de razón. No fue hasta los catorce años cuando supo el verdadero motivo que infundía este pensamiento. El secreto estaba en la sangre, aunque eso lo supo más tarde. Ese día, el día en que cambió todo, iba en bicicleta, dirigiéndose al instituto, y tuvo un pequeño accidente que le ocasionó una herida leve en el brazo izquierdo. Lo más curioso de todo fue que de la herida no manaba sangre roja, sino negra. Jack pronto comenzó a asustarse. No era la primera vez que sangraba, pero sí era la primera que veía que su sangre no era de un color carmín común, sino de un color carbón oscuro. De hecho era la primera vez que veía ese tipo de sangre en el mundo y sabía que algo estaba ocurriéndole. En lo más profundo de su ser, supo que aquello tenía que ser importante. Con el paso de los años acabó descubriendo que los Sangre Negra —así se llamaba a los de su especie— tenían la oportunidad de pertenecer a los Usurpadores, ya que la alteración genética de su sangre les permitía poder instalarse un chip en la cabeza, conocido como el Glow, que potenciaba la capacidad cerebral de los sujetos hasta límites que la ciencia no lograba comprender. Este chip permitía ver recuerdos y datos sobre diferentes delincuentes con el único objetivo de lograr comprender sus mentes y poder definir un plan de actuación con el que dar caza a los criminales más buscados. LABORATORIO TRANSMEDIA, NÚM. 1 – 77 – Jack no recordaba la primera vez que entró en la organización secreta conocida como los Usurpadores. Era bien sabido en la sociedad estadounidense que el Gobierno tenía una especie de cuerpo de élite, ya fuera militar o de inteligencia, que empleaba para perseguir a los mayores criminales del mundo. No se conocían ni su nombre ni sus funciones. Servía como un espectro al servicio de los intereses estadounidenses, que operaba en el país para poder resolver los casos criminales que nadie lograba esclarecer. Durante el tiempo en el que Jack fue adiestrado, se fue convirtiendo en uno de los pilares y activos más importantes de la organización. Poco a poco, fue subiendo puestos en la jerarquía, y acabó logrando entrar en el cuerpo de élite más especializado. En todos estos años, se dedicó a un único cometido: detener y apresar a Nebur. Jack y su equipo de Usurpadores habían salido a darle caza, pero, definitivamente, algo les salió mal. Llevaban preparando el golpe durante varios años, pero les estaban esperando. Tras levantarse, tapando la herida todo lo que pudo para evitar desangrarse, Jack esperaba su inminente muerte. En los Usurpadores enseñaban muchas cosas: disparar, perseguir, analizar… Pero no les habían enseñado a prepararse para el miedo que produce una muerte que, prácticamente, era segura. * * * Jack volvió en sí mismo tras haberse desmayado durante unos momentos. Se dio cuenta de que las cosas habían cambiado. El dolor era mucho menos intenso y el cuchillo que tenía clavado en el abdomen había desaparecido. Miles de preguntas pasaban por la cabeza de Jack en ese momento. No entendía absolutamente nada. Sin embargo, que lo hubiesen curado no era lo único que le preocupaba. Sabía que el enemigo no le salvaría la vida sin una buena razón. Lo más probable era que quisiesen sonsacarle información. El aire se volvió mucho más denso y la tensión podía cortarse con un filo. Pese a que Jack no podía ver absolutamente CIELO INTERIOR DE NEONES RAJADOS POR UN GIGANTE – 78 – nada, presentía que al fondo de la sala se escondía una misteriosa figura. — ¿Quién eres? — preguntó sin muchas esperanzas de recibir una respuesta. Así fue. No recibió respuesta. Pero una extraña silueta se levantó del sofá y encendió las luces de la habitación. Una luz blanca comenzó a iluminar todos los rincones del zulo que antes eran invisibles por estar sumidos en la fría oscuridad. Jack se llevó las manos a la cara tras haberse quedado cegado ante la sorpresa de la repentina luz. Cuando sus pupilas se acomodaron a la nueva situación, consiguió ver a su rival: aquel enemigo, al que juró perseguir durante tantos años, estaba frente a él. La rabia y la impotencia comenzaron a dominar su cuerpo. ¿Qué tipo de cuerpo de élite podía preparar un golpe así tanto tiempo para ser capturado como si fueran niños? Tenía a Nebur ante él y no podía hacer absolutamente nada. Nebur tenía un aspecto muy imponente. Era un hombre de unos cincuenta y tantos años con aspecto delicado y esbelto. Las canas poblaban su cabello, cejas y perfilada barba tiñendo su pelo de un blanco polar. Tenía unos ojos grandes y verdes que inspiraban confianza. En lo que respecta a su ropa, vestía un traje de corte clásico negro con una camisa blanca. Mientras se levantaba del sillón, se quitó la americana para sentirse más cómodo. Una mueca de exceso de confianza iluminaba su rostro. Comenzó a andar haciendo círculos por todo el zulo sin ningún rumbo fijo. Lo hacía llevándose las manos detrás de la espalda. A veces levantaba la cabeza y se batían duelos de miradas entre Jack y Nebur sin un ganador claro. Después de unos minutos pensando lo que iba a decir, Nebur acabó con el eterno silencio: — ¿Crees en los buenos y en los malos? La pregunta pilló por sorpresa a Jack y se paró unos instantes a pensarla. Sin embargo, sabía muy bien qué contestación debía dar. Jack esperaba un interrogatorio muy fuerte, pero, aun LABORATORIO TRANSMEDIA, NÚM. 1 – 79 – así, creía que podría dominar la situación. Durante su adiestramiento con los Usurpadores hizo diferentes entrenamientos sobre interrogatorios militares para poder resolver cualquier tipo de situación. La persuasión y el poder de convicción formaban parte del plan de estudios y, aunque fuese una probabilidad muy baja, todavía existía alguna posibilidad de salir vivo de esa situación. Decidió seguirle la corriente y responder a sus preguntas. — En lo que creo es en la ley. Tanto tú como yo sabemos quiénes somos y mi único cometido aquí es salir vivo contigo apresado. — Tienes un concepto muy relativo de buenos y malos —explicaba Nebur mientras se paró justo enfrente de Jack mirándole a los ojos—. Crees que debes perseguirme, pero no sabes muy bien por qué. ¿Acaso te han dado informes sobre quién soy y por qué debo ser capturado? Hay muchas cosas que no comprendes y que debo enseñarte, Jack. Esta guerra no ha hecho más que empezar y tienes que saber la verdad. Jack no lograba comprender absolutamente nada. No sabía de lo que hablaba, pero en una cosa llevaba razón. Los objetivos de los Usurpadores eran públicos para la sociedad, pero los informes, causas policiales y, sobre todo, los delitos, permanecían encerrados bajo candado y no se sabía absolutamente nada de ellos. A pesar de ello, desde pequeños les enseñaban que no debían cuestionar nada de la Cúpula y que su único cometido era el de acatar las órdenes que venían de arriba. Jack no sabía qué tipo de estrategia estaba siguiendo Nebur, ni por qué razón lo mantenía vivo. En todo este tiempo no había pensado en su equipo, ya que con casi total seguridad los daba por muertos. Sin embargo, tenía la esperanza de que aún podría verlos de nuevo. — Me gustaría saber qué ha pasado con mi equipo. CIELO INTERIOR DE NEONES RAJADOS POR UN GIGANTE – 80 – — Ellos ya han tomado su decisión. Aún no puedo decirte dónde están, pero te doy mi palabra de que están vivos. — ¿Qué decisión? Es difícil creer la palabra del mercenario más buscado del mundo —Jack se impacientaba. Estaba harto de trucos de novato y quería respuestas inmediatas. Aunque francamente, sabía que no estaba en condiciones de exigir nada. — Como te he dicho antes, nada es lo que parece. Que me creas o no, es problema tuyo. Veo que aún no me has preguntado lo verdaderamente importante: por qué te hemos salvado la vida —explicó en un tono convincente mientras se daba media vuelta echando a andar hacia el fondo de la sala. Fue en ese instante cuando lo vio. Jack no podía creérselo. No debía creérselo. Todo tenía que formar parte de un gran espectáculo. Una ilusión que le permitiese creer que era posible. Parecía muy real y su mayor miedo era que, en realidad, lo fuese. Cuando Nebur se giró, Jack consiguió ver la cicatriz que le quedaba a todos los Usurpadores cuando se les implantaba el Glow, ese mismo dispositivo que le había permitido localizar a Nebur. ¿Cómo era posible? Esa información jamás la reveló la Cúpula. Si lo que sus ojos veían era cierto, el hombre que tenía frente a él era un Sangre Negra. Un miembro de los Usurpadores. ¿Por qué estarían persiguiendo a uno de los suyos? Jack se bajó de la mesa y comenzó a andar en dirección a Nebur. Ya no buscaba dolor ni más tipo de sufrimiento. Quería respuestas y quizás su peor enemigo podría darle aquello que más anhelaba: la verdad. — Lo has visto, ¿verdad? Por favor, Jack, sígueme. LABORATORIO TRANSMEDIA, NÚM. 1 – 81 – * * * Jack siguió a Nebur a través de un laberinto compuesto por innumerables pasillos y repleto de gente con mil cosas que hacer. Descubrió que cada zona estaba diferencia por un color y que cada color se refería a una rama de la ciencia. Pero lo que más le extrañó fue lo que encontró en el ala de ingeniería. El murmullo de la gente se hacía insoportable, todos parecían estar coordinados en sus trabajos como si del mecanismo de un reloj suizo se tratase. Las salas estaban iluminado por potentes bombillas repartidas por el techo y los laterales de las salas. Había cientos y cientos de mesas alineadas con miles y miles de personas trabajando en ellas. Absolutamente todos vestían batas blancas y parecían centrados en una simple tarea: modificar el Glow que se implantaba a los Usurpadores. Jack miraba atónito la escena sin saber muy bien qué decir. Jamás había visto instalaciones como esas. Ni siquiera de donde él venía. Pero toda esa alta tecnología, el equipo de ingenieros, o las instalaciones, no fueron lo más extraño que vio. Rápidamente, se dio cuenta de que los planos que estudió durante años no se correspondían con el lugar en el que se encontraba en aquella misión. Por alguna razón, habían trasladado de lugar el cuartel general, y uno no se puede escapar de un lugar que desconoce. — ¿Qué lugar es este? ¿Qué es todo esto? —Jack tenía más preguntas que respuestas, solo dos no iban a ser suficientes. No hubo contestación. Se limitó a seguir a Nebur hasta el final de la sala. Una puerta dorada puso fin al paseo. Nebur se paró frente a ella, indicando a su invitado con un gesto que ya habían llegado. Abrió las puertas y, estas, se cerraron de nuevo tras ellos una vez hubieron franqueado el umbral. El silenció imperó en el lugar. Jack observó que estaban completamente solos en la sala blanca. Dos camas de hospital se situaban en el centro y un equipo que parecía ser de transfusión de sangre estaba preparado, esperando. CIELO INTERIOR DE NEONES RAJADOS POR UN GIGANTE – 82 – — Desde que somos pequeños nos inculcan una serie de valores, de creencias y de culturas, que asimilamos y tomamos como ciertas. Sin embargo, nosotros damos un salto de fe y buscamos nuevas respuestas. Somos personas inconformistas que no creemos aquello que se nos enseña. Ahora necesito que tú tengas fe en mí —explicó Nebur mientras se acomodaba en una de las dos camas—. Nada de lo que te han dicho es cierto, Jack. Nada de lo que crees ahora mismo es cierto. Has estado engañado durante muchos años. Siento haber llegado tarde, pero espero que con lo que vas a ver ahora puedas elegir el camino correcto. Nebur se colocó la vía y se implantó unos electrodos en la nuca. Le dijo a Jack que hiciese lo mismo y el proceso dio comienzo poco después. Lo que pasó en la realidad de Jack no tendría ningún sentido si ocurriese de verdad, según las leyes de la física. Su cerebro jamás podría haberlo soportado, pero en el mundo onírico, cualquier cosa era posible: de alguna forma, Nebur había conseguido aislar ambas mentes y las hizo funcionar como si de una sola se tratase. Ambos tuvieron acceso a los recuerdos del otro; un acceso ilimitado. Jack vio pasar la vida de quien consideraba su enemigo por delante de sus ojos. Vio su entrada a los Usurpadores y las investigaciones que llevó a cabo allí durante más de treinta años. Vio la estafa del Gobierno. La manera en la que la organización era un mero títere, herramientas para llevar a cabo un plan superior orquestado por la Cúpula... Vio engaño y traición, la manera en la que Nebur consiguió formar parte de la Resistencia tras abandonar su legado en los Usurpadores. Pasaron días y años en la mente de Jack, pero solo unos minutos en el mundo real. A pesar de todos los recuerdos que descubrió, Jack estaba realmente sorprendido, ya que no había visto ningún recuerdo sobre la vida de Nebur anterior a su ingreso en los Usurpadores. En realidad, ¿quién era el hombre que se escondía bajo el pseudónimo de Nebur? Eso seguía siendo un misterio. Tras aguantar todo lo que pudo, Jack se despertó entre sudores fríos, sin saber muy bien qué hacer. Sentía confusión y no podía ni debía creer todo lo que había visto. Nebur estaba sentado frente a él mirándole con atención. Sabía que tenía muchas LABORATORIO TRANSMEDIA, NÚM. 1 – 83 – preguntas, pero el tiempo corría y era de vital importancia ganarse la confianza de Jack. Decirle que él era su padre y que se había visto obligado a ocultarlo, solo complicaría las cosas. — ¿Qué ha sido todo eso? ¿Cuánto tiempo ha pasado? Me encuentro mal. Me duele todo el cuerpo. Quiero vomitar — dijo Jack mientras se acercaba a lo que parecía un baño para intentar vaciar su estómago. — Tan solo han transcurrido unos breves minutos. Los síntomas de cansancio son normales. Es la primera vez que viajas de esta forma y ni tu mente ni tu cuerpo estaban preparados para algo así. Hay cosas que no puedo explicarte todavía, pero debes confiar en mí. Esta guerra no ha hecho más que empezar y tú eres la clave de todo. ¿Hay alguien preparado para la muerte? Eso tampoco se enseñaba en la academia de los Usurpadores. No se puede entrenar la muerte, ya que la muerte no tiene viaje de regreso. Sin embargo, Jack estaba dispuesto a hacerlo. En los últimos años, incluso se había implantado en los trajes de la organización un veneno que era capaz de colapsar el sistema nervioso en instantes, causando una súbita e irremediable muerte. El veneno estaba localizado en un bolsillo interior estratégico, solo había que hincar la aguja y rotar el dedo para que entrase en el cuerpo. Jack se levantó con paso decidido y miró a Nebur a los ojos: — No creo absolutamente nada de lo que dices. No sé qué tipo de tecnología es esta, ni quiénes son todas esas personas que parecen estar trabajando para ti —dijo mientras se clavaba el veneno en el dedo. CIELO INTERIOR DE NEONES RAJADOS POR UN GIGANTE – 84 – *** Jack se despertó placenteramente en su cama como si de un nuevo día normal se tratase. Se irguió y se miró al espejo para comprobar si aquello era real. Había muerto, él lo sabía. Sin embargo, ahí estaba, mejor que nunca. Solo había una forma de descubrir si lo que vivió fue parte de un sueño o no. Se levantó la camiseta y sus temores se hicieron realidad: una fea y curiosa cicatriz le atravesaba el abdomen. Eso le hizo recordar todo lo que había vivido con Nebur. De repente, palabras comenzaron a amontonarse en la mente de Jack. Se concentró para saber qué decían en realidad: «Islandia. Hotel Wallace. Habitación 371. Armario del dormitorio». Un último mensaje de Nebur. La sombra de la muerte estaba comenzando a acechar sin que nadie lo supiese. Jack no comprendía absolutamente nada y solo tenía una certeza. La historia estaba lejos de acabar… «Frihet and Giustizia» (la historia de Ingen Regler) LUIS PÉREZ ALCÓNEZ — Toc, toc, toc… ¡Señor Regler, es urgente! Eran las 6:30 de la madrugada. A Ingen Regler siempre lo despertaba su alarma de las 8:05, todos sus conocidos lo sabían. Algo muy importante tenía que suceder para que alguien acudiera a su puerta tan temprano. — Toc, toc, toc… ¡Despierte, señor! Tengo que contarle una cosa. — ¡Yaaa, Jimmy, te he oído! Espero que sea importante… James Willock, «Jimmy», era un joven inglés, soñador, que con solo un año de edad, al igual que Ingen Regler, había quedado huérfano tras la guerra. Una familia de humildes pescadores noruegos lo había rescatado. Con ellos permaneció refugiado en la provincia de Agder, al sur de Noruega. A los veinte años, Jimmy ya era uno de los miembros más jóvenes de «Frihet and giustizia», y fiel ayudante del líder del grupo, Ingen Regler. Era un día muy frío. Tras los molestos golpes a su puerta que le habían despertado, Regler, desorientado, se dio cuenta al abrir los ojos de que había menos luz de la que solía haber cuando se despertaba, y que su su alarma no estaba sonando. — Toc, toc, toc… ¡Despierte, señor! Tengo que contarle una cosa. Alessio Cooper Leone, «Ingen Regler», era el carismático y talentoso líder del movimiento rebelde «Frihet and giustizia», creado tras la tercera guerra mundial para combatir la opresión de CIELO INTERIOR DE NEONES RAJADOS POR UN GIGANTE – 86 – las mayores potencias de Europa. Nada de lo que sucedía en Agder o en el resto de Noruega le pasaba desapercibido, cada vez tenía más influencia y sus decisiones podían hacer temblar los cimientos del gobierno noruego. Ingen Regler tenía claro contra qué y contra quién luchaba, pero los limitados medios del grupo rebelde eran una traba para llevar a cabo sus intenciones libertarias. Ejercer una verdadera presión en sus enemigos le era cada vez más complicado. Necesitaba algo que le ayudara a mantenerse en la lucha, esa era la gran preocupación que le quitaba el sueño cada día. Pero esa mañana, todo iba a cambiar. Regler salió de la cama, confuso. — ¡Yaaa Jimmy, te he oído! Espero que sea importante… — Abra, señor! Tengo que hablar con usted urgentemente. Tras ponerse las botas, Regler se acercó a la puerta y, antes de abrirla, observó por la mirilla: vio a Jimmy temblando de frío y, a su lado, a un pescador que llevaba en sus manos lo que parecía ser algo parecido a un mando de radiocontrol. Cogió la pistola que guardaba en el primer cajón del mueble que estaba junto a la puerta, la enfundó en su cintura, y abrió. — Buenos días, Jimmy, ¿qué pasa? ¿Quién es este hombre? — Hola, señor, se llama Solveig, es un pescador del pueblo. Encontró algo junto a la montaña, creo que es algo gordo, señor, es mejor hablar dentro. — Está bien, pasa, él esperará fuera. — Siéntate, ¿quieres café? — Se… Se trata de algo muy gordo, jefe. El joven Jimmy parecía muy serio. Tras servirse una taza de café caliente, Regler se sentó delante suyo: LABORATORIO TRANSMEDIA, NÚM. 1 – 87 – — Vale, entonces cuéntame, qué es tan importante como para que no quieras beber algo caliente mientras tiemblas de frío. — Se trata de ese pescador. Hace un rato, mientras hacía guardia con Aleksi, se nos ha acercado y nos ha avisado de que en la parte sumergida de las montañas ha encontrado una especie de mando, en un antiguo refugio ruso de la guerra; un mando que funciona todavía. — ¿Para eso me despiertas, por un antiguo mando encendido? — No, señor, no es un mando cualquiera, es diferente, es muy grande, tiene una especie de detonador y, en el centro del aparato, una pantalla que muestra un mapa del mundo en el que una pequeña luz blanca señala la capital de cada país del planeta. — ¿Qué quieres decir? — Pues mire, resulta que en la parte de detrás del mando hay grabada lo que parece ser una lista de instrucciones escritas en ruso, y ya sabe cómo es Aleksi con este tipo de cosas, yo iba a tirarlo, pero… — ¿Pero qué? — Aleksi ha querido investigar más y traducir lo que decían los párrafos escritos en ruso. Hablan de explosivos instalados en todas las capitales del mundo, señor, para usarse durante la guerra. Tras escuchar aquello, Regler no pudo evitar reírse, e incrédulo, preguntó: — Espera un momento… ¿Se supone que lo que tiene en las manos Solveig es un artefacto capaz de hacer saltar por los aires medio planeta? CIELO INTERIOR DE NEONES RAJADOS POR UN GIGANTE – 88 – — Me temo que sí, señor, no quiero ser grosero, pero me molesta que se lo tome así, no es ninguna broma. Regler cambió el gesto en ese instante. Su joven ayudante estaba hablando completamente en serio, lo conocía bien y sabía que Jimmy nunca le mentiría, menos en un asunto así, habiéndole despertado de esa forma y a esas horas. — Que el pescador traiga el mando. Jimmy se levantó decidido de la silla, abrió la puerta y avisó al pescador. Solveig entró en la casa y, sin decir una palabra, le entregó el aparato a Regler. Este, al tenerlo entre sus manos, quedó absolutamente fascinado. Nunca había tenido una sensación igual, sintió el poder de tener el mundo entero a su merced, de poder escoger el rumbo que tomaría el planeta, de decidir cómo tendrían que ser las cosas a su alrededor. Una emoción indescriptible recorrió su cuerpo, pero también un horrible escalofrío: ¿qué haría con esa responsabilidad, sería capaz de gestionarla? ¿Estaría haciendo lo correcto si usara aquella oportunidad en forma de arma? — Jimmy, coge el mando, guárdalo en la caja fuerte y encárgate de recompensar a Solveig. Cuando Jimmy se acercó a Regler para coger el mando, este le susurró al oído: — Encárgate también de que el pescador no cuente nada de esto a nadie. — Tranquilo, él cree que es nuestro y que había llegado ahí por error. — Bien, también quiero que hables con Viggo y los demás, voy a convocar una reunión para tratar este tema. No les cuentes la razón, solo diles que es importante que vengan. LABORATORIO TRANSMEDIA, NÚM. 1 – 89 – Svein Sørensen Vinniard, «Viggo» era la mano derecha de Regler. Tenía doce años más que él, por lo que siempre actuaba como una especie de hermano mayor. Se conocieron cuando Alessio llegó a Noruega con 11 años, antes de ser bautizado como Ingen Regler. Svein ya era conocido como «Viggo» (batalla). Lo empezaron a llamar así en la guerra, cuando con tan solo 21 años fue capaz de defender él solo una de las últimas fortalezas noruegas, haciendo retroceder a los ingleses lo suficiente como para evitar una completa invasión del país. Viggo era una persona fuerte, noble e inteligente; si en alguien podía confiar Regler, era en él. Viggo también era el dueño de un bar en el pueblo costero de Agder, donde se ocultaba el grupo rebelde. Desde fuera, el local parecía un bar normal, con un dueño normal, pero tras la puerta que había al final de la barra, abriendo la escotilla que había en el suelo y bajando las escaleras, se escondía el sitio más buscado de toda Noruega y parte de Europa: el famosos salón donde se reunían los miembros más importantes de «Frihet and giustizia». Allí, en una habitación paralela al salón, también almacenaban todo el material armamentístico que conseguían, junto a la caja fuerte donde guardaban gran parte del capital del grupo, documentación importante y, a partir de ahora, además, también esconderían un aparato de alta tecnología capaz de destruir el mundo entero. – Entendido, jefe. Jimmy cogió el mando con mucho cuidado, se dio la vuelta y se dirigió a la puerta. – Vamos, Solveig, acompáñeme, tenemos que irnos. * * * En su casa, después de recompensar al pescador con mil coronas, Jimmy envolvió el mando con un trozo de tela, lo guardó bajo su abrigo y fue a buscar a Viggo. El reloj del coche marcaba casi las CIELO INTERIOR DE NEONES RAJADOS POR UN GIGANTE – 90 – nueve. Viggo solía abrir el bar a las ocho y media, por lo que arrancó el automóvil y cogió la carretera que bajaba al puerto. Cuando llegó al bar, lo rodeó para entrar por detrás, donde siempre dejaban sus coches los miembros del grupo. Solían variar de vehículos y ninguno llevaba matrícula, por si algún espía del Gobierno estuviera vigilando. Pero al bajar, algo sucedió. En la puerta trasera del bar, la misma que daba al almacén de bebida de Viggo, Jimmy vio apoyado en la pared, hablando por el teléfono, a Aleksi. Aleksi apenas había cumplido los dieciocho años. Llegó al grupo con doce, cuando se escapó de casa y de su familia, una importante familia de abogados noruegos. Huía de un destino que no coincidía con sus ideales. Sus dos hermanos ya estaban estudiando Derecho cuando él decidió elegir su propio futuro. Siempre se mostró muy entregado con la causa del grupo rebelde, quizá demasiado, y su temprana edad lo convertía en una bomba de relojería. Era una persona impulsiva, muy ambiciosa; aquello siempre fue una preocupación para Ingen Regler. Apoyado junto a la puerta del almacén de Viggo, Aleksi parecía tenso. En cualquier otra situación hubiera sido normal encontrarse con un miembro del grupo en la parte trasera del bar, pero en esta ocasión, a Jimmy no le daba buena espina. Aquella misma mañana, Aleksi había estado en la zona de la montaña haciendo guardia con él, ambos habían visto lo del aparato detonador. Las instrucciones para Aleksi eran claras: debía permencer allí hasta nuevo aviso, y era muy importante que se siguieran las órdenes a rajatabla en aquel momento, ya que algo muy delicado había caído en manos de la organización. No podía haber fisuras. Aleksi lo sabía y, aun así, estaba allí, solo, manteniendo una conversación con un desconocido. Otro detalle que Jimmy no pasó por alto fue que Aleksi no estaba usando el teléfono que todos los miembros tenían para comunicarse entre ellos, una línea de teléfono concreta y propia que evitaba el riesgo de que el gobierno noruego pinchara sus comunicaciones. ¿Con quién hablaba Aleksi por un teléfono normal? ¿Por qué se arriesgaría a ser escuchado por el Gobierno, o acaso aquello no le importaba? LABORATORIO TRANSMEDIA, NÚM. 1 – 91 – Antes de bajar del coche, Jimmy se volvió a guardar el detonador en el abrigo y se dirigió al bar. Aleksi ya había notado su presencia y había dejado de hablar por el teléfono: — ¡Qué hay, Jimmy! —Aleksi se mostraba inseguro mientras guardaba el teléfono en el abrigo. — ¿Qué haces aquí, Aleksi? — Estoy esperando a Viggo, ahora estaba hablando con él, ya está de camino. — Qué raro, él siempre abre el bar a las ocho y media. ¿Qué necesitas de él? — Sí, se habrá retrasado… Nada importante, eh… Tengo un recado de los pescadores, ya sabes, quieren montar una de esas fiestas que celebran cada invierno y necesitan cerveza. — Entiendo —Jimmy sabía que Aleksi estaba mintiendo, Viggo nunca abriría tarde el bar, ni tampoco hablaría con un miembro del grupo por una línea desprotegida. — ¿Y lo del detonador, ya se lo has llevado a Regler, lo tiene él? —preguntó mostrando mucho interés. — Ha convocado una reunión hoy, ya sabes cómo es, con temas tan delicados prefiere dejarlo todo bien atado… — Sí, claro… — Aunque por otro lado es normal, si alguien se fuera de la lengua tendría consecuencias… ¿Entiendes, no? La conversación se volvía cada vez era más tensa. De pronto, una luz se encendió dentro del bar y Aleksi aprovechó para salir de la situación. CIELO INTERIOR DE NEONES RAJADOS POR UN GIGANTE – 92 – — ¡Mira, ya está aquí! Pasa primero, seguro que lo que tú tengas que contarle será más importante. — Sí, vuelve arriba, yo le diré lo de la fiesta de los pescadores. — Gracias, Jimmy, ¡luego nos vemos! Cuando Jimmy entró al bar, miró por la pequeña ventana que había justo al lado de la puerta con la intención de observar a Aleksi, quien no tardó ni un minuto en desaparecer de allí con su moto. Si antes sospechaba, ahora ya no tenía ninguna duda de que algo estaba sucediendo. Pero antes que nada, debía contárselo todo a Viggo. * * * Al salir del puerto, Aleksi salió de la carretera, entró en un bosque cercano. Apoyado en su moto, sacó el teléfono y llamó. — Tenemos el detonador, pero no sé dónde lo esconden. Ya están sospechando demasiado, es pronto, no puedo arriesgarme más. — ¿Tenemos? ¿De qué bando estás? —sonó una voz al otro lado del teléfono. — No estoy con nadie, solo quiero todo lo que me has prometido antes. — ¿Cómo puedo fiarme de ti? El Gobierno lleva años buscando el detonador, seguro que él lo sabía, ¿cómo sé que no es otro farol de Ingen Regler? — Supongo que es un riesgo que has de correr, aquí todos nos jugamos algo. LABORATORIO TRANSMEDIA, NÚM. 1 – 93 – — Ya… Necesito algo más, no puedo arriesgarme a avisar al Gobierno si no estoy seguro de que es cierto. — ¿Qué necesitas? — Verlo. — ¿Cómo voy a conseguir que lo veas si ni yo mismo puedo acercarme? — Tienes que meterme ahí. — ¡¿Estás de broma?! — Es la única manera de poder cerciorarme de que tienen el detonador. Una conversación grabada o imágenes no son suficientes. Estamos hablando de un arma capaz de desatar el caos mundial de nuevo en manos de un grupo rebelde liderado por un anarquista dispuesto a todo con tal de acabar con las grandes potencias. — … — Si quieres todo lo que me has pedido, tienes que meterme dentro, ese es el trato — e inmediatamente, colgó. * * * Ingen Regler, como tantas veces antes, subió a la montaña. Subió a aquella roca desde donde se veía toda la inmensidad del mar, donde el horizonte era amplio, donde el infinito se volvía verdaderamente infinito. Subió porque solo ahí, cuando no pasaban barcos ni nada estropeaba el curso natural de las olas, solo entonces, era cuando conseguía recordar los buenos momentos de su vida en Italia. Era allí, también, donde era capaz de volver a CIELO INTERIOR DE NEONES RAJADOS POR UN GIGANTE – 94 – hablar con su madre. El único momento en el que Ingen Regler podía ser Alessio. «Es el momento que llevaba esperando desde hace mucho, mamá, puedo hacer que sientan lo que tú y papá sentisteis, puedo hacer que vivan en sus propias carnes lo que miles de personas inocentes sintieron, puedo someterlos a esa opresión que todos hemos sentido alguna vez bajo el yugo de sus gobiernos corruptos e insensibles… Ya, lo sé, lo sé… Ahora que puedo hacer lo mismo a quienes me lo arrebataron todo, justo ahora, es cuando más estoy dudando sobre el sentido que tiene. ¿Hacer algo así sanará el profundo dolor que siento por lo que os hicieron? Sí, mamá, sabes que se lo merecen, el mundo nos dejó de lado a todos lo que estamos hoy haciendo fuerza desde un pueblo recóndito del sur de Noruega, a todos esos chavales que aún siguen llegando, son niños, mamá… Lo sé, pero… Sí, pero podemos hacer que ese mundo que nos ha dejado de lado de la vuelta y nos mire a los ojos. Podemos plantar cara de una vez a toda la opresión en la que está sumido el mundo… Lo entiendo… Pero tenemos esta oportunidad y, ¿no hacemos nada con ella? Puede que tengas razón… Quizá esa sea la verdadera manera de darle una lección al mundo, mamá, teniendo la oportunidad de vengarnos con hostilidad. Pero sin hacerlo, sin caer en la violencia, sin convertirnos en lo que ellos son… ¡Tienes razón, mamá! Nos convertiríamos en el monstruo que son ellos… ¡Ahora lo veo, ahora lo veo! Sí, nosotros tenemos la libertad de tenerlo todo y no querer usarlo, tenemos la libertad de hacer justicia de una vez, pero tenemos que encontrar la forma para que todo el mundo vea lo que «Frihet and Giustizia» va a hacer, ¡por ellos! ¡Por todos los inocentes que a día de hoy están sufriendo injusticias en el mundo! ¡«Frihet and Giustizia»!». * * * Eran ya las cinco. Ingen Regler había convocado a los otros cuatro miembros fundadores del grupo. En la mesa estarían Viggo, Bill Clarkson, Enar Lund, Freya Evensen y él mismo. Era la reunión LABORATORIO TRANSMEDIA, NÚM. 1 – 95 – más importante de la historia del grupo. Nunca antes habían estado obligados a tomar una decisión de tanta trascendencia, que no solo cambiaría el rumbo del movimiento, no solo del país, sino de todo el planeta. Jimmy sería el encargado de cerrar con llave la puerta cuando todos los miembros estuvieran en la sala. Todos fueron sentándose alrededor de la mesa sin decir una palabra. Sabían que Ingen tenía algo grande entre manos y que no iba a ser una tarde fácil. Ingen Regler entró el último. Pidió a Jimmy que cerrara la puerta con llave al salir de la sala, como había hecho siempre, y así lo hizo. — Esta mañana, un pescador nos ha traído esto — así rompió el silencio Regler mientras ponía el detonador encima de la mesa. — ¿Un mando? —le espetó irónicamente Bill. — Deja que hable —dijo Viggo mientras golpeaba la mesa. — Gracias. Es un detonador de alta tecnología rusa, creado para usarse en la tercera guerra mundial. Esta pantalla marca las capitales de todos los países del mundo. En la parte de atrás está todo explicado, no sabemos ni siquiera si funcionará, pero solo su existencia ya es suficiente para tener el poder de generar tensión sobre quienes queramos —explicó Regler. — Esto no me gusta, Regler. ¿Qué quieres hacer con él? —preguntó Enar. — Estamos aquí para decidirlo —contestó Viggo. — Siempre hemos tenido la desventaja de no contar con medios para hacerle frente a ningún gobierno, por eso estamos así, escondidos en un agujero de las montañas noruegas, camuflados entre pescadores. Ahora tenemos la oportunidad de dar un golpe sobre la mesa, ¡debemos aprovecharla! —exclamó convencido Bill. CIELO INTERIOR DE NEONES RAJADOS POR UN GIGANTE – 96 – — Todo lo que has dicho es verdad, Bill, pero si usáramos un arma así, capaz de generar tal caos en el mundo, nos convertiremos en lo mismo que ellos —replicó Regler. — Estoy de acuerdo, todavía no sé por qué ese mando no se está consumiendo en el fuego —añadió Freya respondiendo a Regler. — No nos precipitemos, accionar el mando no es una opción, pero tampoco deberíamos dejar pasar la oportunidad que tenemos. Es mejor que este poder lo tengamos nosotros a que caiga en las manos de algún gobierno, ¿estamos de acuerdo? —preguntó Viggo. — Sin duda —añadió Regler. — Sí —contestó Freya. — Tiene sentido —susurró Enar, que hasta entonces no había dicho una palabra. — Está claro —se sumó Bill un poco desconcertado. — ¿No os dais cuenta? Podemos darle una lección al mundo entero, podemos demostrar que somos lo suficientemente libres como para no usar algo que nos daría un poder inimaginable — dijo Regler mientras se levantaba de la silla. — ¡Sí, Regler! —le apoyó en seguida Freya. — Toc, toc, toc… ¡Señor! Toc, toc, toc… ¡Es urgente, tienen que salir! — ¡¿Qué pasa, Jimmy?! —preguntó Regler preocupado mientras se dirigía a la puerta. — ¡Señor, hay fuera un encapuchado que tiene a Aleksi con LABORATORIO TRANSMEDIA, NÚM. 1 – 97 – una pistola apuntándole a la cabeza, está llamando a la puerta del bar, viene con alguien más! — advirtió Jimmy tras abrir la puerta. — Aleksi… ¿Qué has hecho, hijo? —susurró Viggo mientras miraba a Regler. *Sonido de disparo*. Diamantes de la noche RUBÉN ALEJANDRO PADILLA DE AGUIAR PERSONAJES Adrián Hill Adrián Pan Hill —de nacimiento, Jima’ai Anamiaa6— era un joven de quince años nacido en La Sierra Guajira, aunque, tras ser adoptado, comenzó a vivir en Caracas. Era flacuchento y medía alrededor de 1,73 m. Tenía la piel ligeramente bronceada. Su pelo natural era marrón oscuro. Sin embargo, a él le gustaba teñírselo de azul y usar corte de pelo undercut, con un flequillo cubriéndole el ojo izquierdo. Solía llevar jeans negros rasgados, una franela blanca y una chaqueta de cuero negra que encontró en una de sus numerosas expediciones. Usaba acrílico de uñas negro, brazaletes de metal y un zarcillo en su oreja izquierda con forma de pluma. También usaba delineador negro. Vivió los primeros años de su vida en un orfanato. En dicho lugar sufrió burlas y agresiones que hicieron que cada vez fuera ocultando más su personalidad. Cuando tenía seis años fue adoptado por el matrimonio Pan Hill. Creyó que al salir de ahí lograría reiniciar su vida y ser feliz. Sin embargo, al salir, su suplicio siguió vigente, pues la familia Pan Hill se caracterizaba por regirse según estrictas normas y lineamientos que debían ser cumplidos. Además de esto, ellos nunca se preocuparon realmente de las emociones de Adrián. Es por ello por lo que cuando empezó la pubertad, comenzó a fugarse en largas expediciones que le permitían distanciarse de su dolor interno. En una de esas expediciones terminó inmerso en una escalada de violencia de la que, sorprendentemente, salió ileso. En ella se encontró con Kataa o'u, quien más adelante medió para que Adrián ingresara a la 6 Jima’ai Anamiaa se traduce como «joven justiciero» desde el wayuunaki. CIELO INTERIOR DE NEONES RAJADOS POR UN GIGANTE – 100 – SAM7, donde se convirtió en una especie de justiciero vigilante. Le gustaba pasar su tiempo libre con Florencia: escucharla con detenimiento —o leer, en caso de que fuera por mensaje— las cosas que decía; conversar acerca de las cosas que le apasionan, sus sueños y aspiraciones. Especialmente, le gustaba oírla cuando hablaba de aquellas cosas descabelladas que realmente le gustaban, pero que no solía mencionarlas en público porque los demás se burlaban de lo descabelladas que eran. Porque para Adrián, el ver cómo la mirada de Flo se iluminaba era suficiente para borrar cualquier atisbo de tristeza de su vida. También le gustaba reírse de los pequeños chistes y referencias intelectuales que ella decía, perderse en su mirada, en su alegre risa, acostarse con ella en la grama para ver juntos el nocturno cielo estrellado cada vez que podían... JUNTOS. En fin, que tenía un crush del tamaño de una catedral por ella, y viceversa, pero como ambos eran demasiado tímidos respecto a sus sentimientos románticos y consideraban que «solo se quieren como amigos, que eso de que son pareja es mentira y que los demás deben dejar de inventar cosas donde no las hay»; cuando en lo más profundo de sí mismos sabían que querían llevar su relación a otro nivel. Lo único que evitaba que esto ocurriese era el temor a la otra persona se achantase. En lo que a su personalidad concernía, Adrián era una persona con problemas de seguridad en sí mismo. Era meditabundo. También solía estar muchas veces nostálgico y algo triste. A lo largo de su vida lo habían obligado a no mostrar sus emociones. Sin embargo, cuando algo le sobrepasaba, explotaba. Secretamente, siempre había querido enamorarse, mas tenía miedo a herir a la otra persona. Tendía a menospreciarse… Mucho. También tenía personalidad pendular. Esto significa que variaba constantemente entre una sobrenatural calma y una paranoia tortuosa. No solía hablar mucho, pero eso se debía, principalmente, a tres cosas: 7 SAM es el acrónimo de «Surulaalü Anainjee Maleiwa», que viene a significar «soldado de Dios» en español. LABORATORIO TRANSMEDIA, NÚM. 1 – 101 – 1. No era bueno expresando sus emociones y tenía miedo de que, al decir algo, terminara hiriendo a quienes lo rodeaban y que, por ello, se terminaran alejando de él. Adrián estaría dispuesto a sacrificar parte de su bienestar con el fin de que los demás pudieran ser felices. 2. Tampoco hablaba mucho porque sentía que iba a crear una atmósfera incómoda y que, aquellos que participaron en la conversa, lo iban a criticar, explícita o secretamente, por, lo que prefería ahorrarse el mal rato. 3. Finalmente, solía permanecer en silencio a razón de que más de la mitad de las veces no tenía la menor idea de lo que estaban hablando los demás. Como datos anecdóticos, se podría mencionar que era muy bueno encontrando patrones; que, irónicamente, era un muy buen hombro sobre el cual echarse a llorar y hacer catarsis. No le gustaban las grandes aglomeraciones de personas, sentir sus capacidades estaban siendo subestimadas —porque como era inseguro, la posibilidad de fracasar en algo en lo que confiaba, le producía ansiedad—, así como tampoco le agradaba sentir que lo estaban presionado a socializar. Tampoco le gustaba herir los sentimientos de los demás ni sonrojar en público, porque no acostumbraba a mostrarse muy emotivo. Cuando lo hacía, le daba pena y se ponía nervioso. Un «defecto» bastante peculiar que tenía Adrián era su muy mala resistencia al alcohol. Cuando se pasaba de tragos, se convertía en un tirano pseudo extrovertido (pseudo extrovertido, porque se volvía más callado que de costumbre, solo que adquiría una seguridad incomparable para enviar cualquier pendejada que se le cruzase por la mente a través del celular o por los dispositivos de comunicación de la SAM a quien sea). Este defecto era particularmente perjudicial en las misiones de investigación que se desarrollaban en bares. Finalmente, tenía dos premisas personales: CIELO INTERIOR DE NEONES RAJADOS POR UN GIGANTE – 102 – 1. «Solo nosotros tenemos las piezas con las que construir nuestro futuro». 2. «Mientras menos digas, más independiente serás de los demás». LABORATORIO TRANSMEDIA, NÚM. 1 – 103 – Florencia Florencia Bella Luces Mora —aunque prefería que la llamaran «Flo»— era una joven de dieciséis años nacida en Caracas. Medía un metro y medio, y su constitución física era robusta. Era pelirroja, con el pelo rizado, y tenía numerosas pecas en su cara. Le gustaba usar ropa holgada porque, secretamente, no se sentía cómoda con su cuerpo. Sin embargo, gracias al apoyo de Kataa o’u comenzó a sentirse más cómoda con su cuerpo y a inventar más estilísticamente Vivía con su abuela Fátima en un edificio que quedaba a menos de una cuadra de los Vestigios de Maleiwa8. Su abuela le permitía ir a la SAM porque Flo la convenció de que esta era la Sociedad de Alumnos Magistrales. Así es que Fátima creía que Flo tan solo iba a «estudiar con sus amigos». Dentro de la SAM, Flo era reconocida por su melena rojiza y por sus innegables habilidades con los cuchillos. Por ello, Kataa o'u la nombró Rüi anainjee siki9, aunque por motivos de tiempo, cuando la llamaba solo le decía siki10. Otro hipocorístico que tenía era Flo, el cual Adrián le otorgó cuando entraron en confianza. En lo que a su personalidad concernía, era tímida y calculadora, callada, pero no tenía miedo de dar sus opiniones ni de mostrar sus emociones. Le gustaba pasar su tiempo libre con Adrián, dado que era bastante cálido con ella. Adrián era, según Flo, la única persona que ni se aburría ni se burlaba al escucharla, sino que se mantenía entusiasta siempre. Además, encontraba bastante adorable lo fácil que Adrián se sonrojaba. También le gustaba jugar a videojuegos, en especial, a la saga Final Fantasy y a la saga Dark Souls. Otra de las cosas que le gustaba eran las historias de terror —en especial las de Stephen King—, los puzles, y tener que resolverlos. Su comida favorita, las empanadas, indiferentemente a su relleno. 8 Los vestigios de Maleiwa es el área donde viven y suelen reunirse los miembros de la SAM. 9 Rüi anainjee siki se puede traducir al español como «cuchillo de fuego». 10 Siki significa «fuego» en wayuunaki. CIELO INTERIOR DE NEONES RAJADOS POR UN GIGANTE – 104 – En cuanto a cosas que no le gustaban, odiaba correr, por lo que le daba fastidio cuando tenía que involucrarse físicamente en los planes. Tampoco le gustaban las fiestas, ni los niños, a quienes se refería como los «monos titi de la civilización moderna». Un dato trivial sobre ella: cuando alguien se comportaba de manera inmadura, le decía que era un chimpancé. Tenía grandes conocimientos de tecnología y extraordinarias capacidades matemáticas. También tenía destacables destrezas con los cuchillos. Su premisa personal: «La vida es como un videojuego; frecuentemente nos enfrentamos a muchas pruebas difíciles, pero yo no pienso perder ante ellas». Kataa o’u LABORATORIO TRANSMEDIA, NÚM. 1 – 105 – Kataa o’u11 era una joven de veinticinco años nacida en La Sierra Guajira. Estaba en una condición física extraordinaria y medía cerca de un metro ochenta. Era morena y tenía pelo lacio oscuro hasta los hombros. Su mirada era intensa y penetrante. Solía mantener la postura erguida. Fue abandonada de niña. Sin embargo, la adoptó Ashi Ekii12, quien le impartió sabiduría tradicional y la integró a la SAM. Junto a él, se mudó a los Vestigios de Maleiwa hacía siete años. Dentro de la SAM, sentía que tenía que ser una especie de hermana mayor para Florencia y Adrián, ya que, aunque supiera que ellos eran bastante independientes, no quería que se sintieran solos en el mundo (como cuando ella misma fue abandonada). Al fin y al cabo, fue ella quien los reclutó para la SAM. Fuera del mundo de la SAM, Kataa o’u era cantante y actriz de fama creciente a un ritmo acelerado. Tanto, que había llegado a recibir ofertas para protagonizar obras en el Teresa Carreño. También le gustaba la vida nocturna. Sin embargo, no consumía drogas, bebía poco alcohol (nunca lo suficiente para emborracharse), y volvía siempre relativamente temprano a casa. Si bien es cierto que era devota a la tradición, no le tenía pudor a estar a la moda. Por esta razón, el poco tiempo libre del que disponía lo invertía en crear vestimenta inspirada en la tradición Wayuu, pero con un estilo más contemporáneo. En lo concerniente a sus rasgos psicológicos, era una persona extrovertida, fiel a sus creencias, y una fervorosa luchadora por sus sueños. No le gustaba lo idiota que podía llegar a ser Siro, hasta el punto de que llegaban a tener discusiones bastante acaloradas. Tampoco le gustaba sentir que estaba siendo poco productiva. Algo que detestaba era cuando la gente subestimaba a las mujeres, pensando que son inferiores tanto física como intelectualmente, por lo que se esforzaba por enfrentarse a aquellos que transmitieran esa clase de ideas. 11 Kataa o’u significa «vida» en wayuunaki. 12 Ashi Ekii — que significa padre original — es otro personaje de la historia completa, pero que no aparece en «Los diamantes de la noche». CIELO INTERIOR DE NEONES RAJADOS POR UN GIGANTE – 106 – Como datos triviales, decir que era buena cantando y LABORATORIO TRANSMEDIA, NÚM. 1 – 107 – actuando. Era una gran conocedora de la tradición indígena y solía transmitir la sabiduría ancestral a los demás (aunque esta solía ser la labor de Ashi Ekii). También tenía grandes habilidades relacionadas con la costura, gracias a las cuales diseñó la indumentaria de combate de la SAM. De todas formas, también usaba este talento fuera de la SAM, confeccionando la vestimenta de sus presentaciones e, incluso, la que ella y los demás usaban cotidianamente. Su premisa personal: «Define tu pasado, que él no te defina a ti». Siro Mori Siro Mori era un joven yanomami de veinte años nacido en la amazonía venezolana. Él era el ícono metrosexual y pansexual que, indudablemente, le haría falta a cualquiera para estar completo en la vida. Tenía un físico absolutamente envidiable: musculatura definida, complexión facial cincelada y mirada cautivadora. Su pelo era ondulado y algo alborotado a la altura de los hombros, naturalmente negro. Mas él le aplicó reflejos morados y fucsia a razón de la moda de ese momento. Además, era un fervoroso creyente de que mientras menos ropa usara, mejor, ya que su cuerpo «es demasiado perfecto como para que tenga que estar cubierto con capas de trapos que solo ensucian la perfecta obra de arte que soy». A diferencia muchos de los miembros de la SAM, Siro sí llegó a conocer a sus padres. Estos eran traficantes de atürülanio13 en la frontera con Brasil. A razón de un confrontamiento de intereses, sus padres fueron asesinados, viéndolo el todo. Por culpa de esto quedó perturbado de forma permanente. Entonces se convirtió en un sicario a la corta edad de seis años. Fue reclutado por SAM después de una misión en la que desvalijaron a la banda a la que pertenecía. Como él todavía era relativamente joven, le dieron la opción de que, en lugar de ser apresado o aniquilado — no se había definido todavía la pena que tendría que pagar—, 13 Atürüla significa «trueno» en wayuunaki. CIELO INTERIOR DE NEONES RAJADOS POR UN GIGANTE – 108 – trabajase para ellos como infiltrado, dado que dentro de la SAM se percataron del gran valor que tenían sus conocimientos del «bajo mundo». Ya en edad adulta, su trauma, en lugar de volverlo sumiso y temeroso, lo convirtió en alguien irreverente, sin pelos en la lengua y amante del sarcasmo. Sin embargo, todo cambiaba cuando se encontraba en algún sitio del «bajo mundo». Ahí, él era el amigo de todos, echador de bromas y chalequeador14 innato. También, un bailarín experto de cada género y, sobre todas las cosas, un gran hechicero sobre los corazones e hipotálamos de quienes lo rodeaban: un gran chancero y fervoroso defensor de que la poligamia, de la cual decía que iba a ser el futuro paradigma en lo que a vínculos sociales concernía. También, a medida que fue creciendo, desarrolló una «pequeña» adicción las drogas… Marihuana, LSD, éxtasis, cocaína, heroína, ãiãmo hena15, epettaa Maleiwa16 —toque de Dios en Wayuu— … Cualquier droga que se pueda imaginar, seguramente, él ya la había probado. En realidad las consumía para olvidar el dolor y sufrimiento al que vivía condenado por la muerte de sus padres. También tenía una gran adicción al sexo y, específicamente, al BDSM. Le gustaba que le ataran con cadenas y que le fustigaran, dado que creía que merecía que lo castigaran por las malas acciones que había hecho en su vida. 14 Chalequear, en el argot juvenil venezolano, es una expresión usada para definir una acción realizada puramente a modo de broma o juego. Suele emplearse cuando ves que un amigo o amiga tiene sentimientos románticos por otra persona y le comienzas a fastidiar cada vez que esa persona pasa frente a el o ella. 15 De acuerdo con el Diccionario enciclopédico de la lengua yanomami de Jacques Lizot: «ãiãmo hena(ki) Bot., planta cultivada; Justicia sp. (Acanthaceae). La planta se pone a secar y las hojas se pulverizan, luego se inhala el polvo, solo o mezclado, como alucinógeno» (Vicariato Apostólico de Puerto Ayacucho, primera edición, 2004). 16 Droga ficticia que, en wayuunaki, significa: «Toque de Dios» (Maleiwa = Dios; epettaa = tocar). LABORATORIO TRANSMEDIA, NÚM. 1 – 109 – También le caracterizaba un sentido del humor MUY oscuro para los parámetros sociales. Aunque esto, a él, no le podía importar menos. Sabiendo todo esto, ¿por qué la SAM seguía interesada en alguien tan caótico y antagónico a su premisa como recurso? Podría parecer inexplicable a simple vista. La respuesta, sin embargo, era muy simple: Siro siempre era el perfecto infiltrado de CIELO INTERIOR DE NEONES RAJADOS POR UN GIGANTE – 110 – la SAM en el «bajo mundo». Gracias a su encantadora personalidad en aquellos lugares —es necesario recordar que era un psicópata en ascenso en el 99% de situaciones ordinarias—; gracias a su carismática presencia y a su adónico físico, Siro era capaz de obtener información de tráfico de drogas, armas y demás actividades irregulares sin la necesidad de incurrir en la violencia. Se podría decir que en esas situaciones era lo suficientemente social como para que sospecharan, pero sin perder jamás el decoro y criterio que demandaba la situación. Además, Siro tenía un rasgo muy interesante: se mantenía en perfecto conocimiento de la realidad y en control de la situación, aunque ingiriera muchas drogas y pareciera estar volando por las nebulosas. Gracias a todos estos factores llego a conseguir información de todos los antros, prostíbulos, dispensarios de sustancias ilícitas y armas; también de demás lugares en los que se practicaran actividades irregulares en toda Caracas y gran parte de Venezuela. Además, en caso de que estallase un conflicto en medio de una misión, sus habilidades con las armas, tanto indígenas como modernas, permitían que el saliera ileso. Desde luego, drogarse hasta el punto de una sobredosis no parecía ni parece lo más maduro del mundo, pero era la manera con la que él se ganaba la confianza de los pranes, capos y demás líderes de las principales organizaciones delictivas de la zona: se comportaba como uno más de ellos en su locura. Además, incluso en sobredosis seguía siendo más eficiente que el resto de la SAM en perfecta sobriedad en este tipo de situaciones. Siro olía pasar el tiempo dentro de los Vestigios de Maleiwa, aunque, en caso de encontrarse morando por el plano mortal, se lo podía encontrar en discotecas, antros, prostíbulos y demás locaciones que suelen del «bajo mundo». Entre sus actividades favoritas se encontraba fastidiar al resto de los miembros de la SAM con lo «aburridas que eran sus vidas sentimentales y sexuales». Tampoco temía molestar a los más jóvenes cuando sentía que existiese cierta tensión romántico-sexual entre ellos. Por ello, desde el primer momento en el que sintió la posibilidad de una relación entre Adrián y Florencia, los comenzó LABORATORIO TRANSMEDIA, NÚM. 1 – 111 – a bombardear con innuendos y gestos a modo de broma. Eso sí, cuando vio que las cosas iban en serio, o que podían tener una mayor repercusión de la que esperaba, se detuvo, porque su objetivo tampoco era intoxicar las relaciones de los demás. Aun así, no le gustaba tener conversaciones muy profundas con el resto de los miembros de la SAM, ni encariñarse demasiado con ellos. Sin embargo, sería inapropiado decir que no se preocupara por ellos, dado que los veía como lo más cercano que había tenido a una familia en mucho tiempo. Simplemente, no quería encariñarse mucho porque temía quedar aún más destruido si algo les llegaba a pasar. No le gustaba la lechosa, dado a que «sabe a agua de coleto sucio». Tampoco le gustaba quedarse mucho tiempo en un mismo sitio, en especial, si sentía que no estaba haciendo nada relevante para su valiosa existencia. Su premisa en la vida: «Puede que esté loco, pero más locas tus ganas de divertirte una noche conmigo». LABORATORIO TRANSMEDIA, NÚM. 1 – 113 – DIAMANTES EN LA NOCHE Ya había pasado la media noche cuando llegaron a la verja del Country Club. Un vigilante de apariencia similar a la de un gorila cubría la entrada. Su tez era morena, tenía el pelo rapado y fácilmente rebasaba los dos metros de altura. Su semblante era inexpresivo y, en él, una cicatriz atravesaba desde su ojo izquierdo hasta su pómulo. Intentaron entrar, pero el vigilante se mantuvo firme ante la puerta, sin permitirles pasar. — No pueden entrar —dijo el vigilante de forma seca. — Disculpe señor, buenas noches. ¿Me podría explicar por qué no podemos ingresar si fuimos invitados con antelación? — preguntó Kataa o’u. El guardia fijó su mirada en ella. Se mantuvo callado unos segundos, mas luego comenzó a reírse. Finalmente, dijo: — Mira, mami, la vaina es burda ‘e sencilla. Aquí se podía entrar hasta las doce de la noche. El que no supieran eso no es peo mío —dijo mientras sonreía con malicia. Kataa o’u respiró profundamente, percatándose de esto el resto del grupo. El hecho de que un desconocido se dirigiera a ella como «mami» la sulfuró profundamente. No era alguien a quien le gustara que la tratasen diferente por el hecho de ser mujer, especialmente, si el comentario iba con intención de denigrar. Estaba a punto de propinarle una salomónica cuando Siro emergió de entre las sombras. Detuvo a Kataa o’u pidiéndole que se retirara a tomar aire. Luego, puso su atención en el guardia. Siro cerró los ojos, esbozó su típica sonrisa carismática y se rió para sus adentros. Era consciente de que la función estaba a punto de comenzar. CIELO INTERIOR DE NEONES RAJADOS POR UN GIGANTE – 114 – — Buenas noches, caballero. Entiendo que ha tenido una noche muy larga y que tratar con gente borracha y drogada no debe ser la labor más reconfortante del mundo. Sin embargo, necesitamos ingresar. Lamento informarle de que, indiferentemente de los esfuerzos que realice, vamos a terminar dentro. Queda en usted decidir si quiere que sea por las buenas o por las malas. El vigilante no se inmutó ante la intervención de Siro. Más bien, sirvió para que su arrogancia se disparase. Había algo en la idea de que lo desafiaran que le causaba placer: — ¿Y que podría hacer un maricón como tú para convencerme de que los deje pasar? —preguntó burlonamente. — Verás, soy un allegado muy cercano al señor Kemp. Sería una pena que su buen amigo Siro le chismeara que uno de sus vigilantes mantuvo un trato absolutamente inaceptable contra él, o que debería buscar vigilantes que no tuvieran dependencia a narcóticos para poder mantenerse despiertos en su trabajo — replicó Siro con calma mientras señalaba las heridas por jeringa que tenía el vigilante en los espacios interóseos de su mano izquierda. El vigilante sintió su ego atacado, pero como no quería demostrarlo, por lo que soltó una escandalosa carcajada y respondió agresivamente: — Mira, mamagüevo, lo que haga o no haga con mi vida no es tu peo. Además, no creo que alguien del prestigio del señor Kemp se esté reuniendo con chaperos de mala muerte como tú. Me hacen el favor y se largan de aquí antes de que te reviente a coñazos. No se movieron. El vigilante estaba actuando justo de la manera en la que Siro quería que lo hiciera. A Siro no le importaba que lo atacaran a razón de su orientación sexual, o por la manera LABORATORIO TRANSMEDIA, NÚM. 1 – 115 – de vestir, o de actuar. Si hay algo por lo que Siro se caracterizaba, era por ser muy consciente sí mismo y de su identidad, por no tener miedo a exhibir su personalidad ante el mundo. Al fin y al cabo, sabía que iba a conseguir llegar más lejos siendo fiel a sí mismo, aunque aquello implicara no todos le quisieran, en vez de limitarse a encajar en un modelo determinado. Siro había previsto que si el vigilante comenzaba a usar esa clase de palabras con el fin de intimidarle, era porque se había quedado sin argumentos reales con los que intervenir y, en un miserable intento por querer salvar su pellejo, comenzaría a ridiculizar rasgos inherentes a la personalidad. Tenía la certeza de que al final eran los atacantes quienes terminaban haciendo el ridículo: la crónica de una muerte anunciada. Por ello, prosiguió la discusión. — Hazlo, si realmente eso es lo que quieres, aunque te prometo que tu frágil masculinidad no te permitirá ganar esta confrontación. Además, no está fuera de lugar recordar que en cualquier momento puedo mover mis influencias con el señor Kemp y hacer que pierdas el trabajo —respondió Siro. El vigilante estaba furioso, pero decidió cohibirse y rebatir una vez más antes de incurrir en la violencia. — Vamos a hacer algo. Me vas a demostrar que realmente conoces a mi jefe, y si no puedes, voy a hacer que tú y tu grupito de amigos lo lamenten. — OK, dame un chance —respondió Siro. Entonces metió su mano en el bolsillo derecho de su pantalón. Sacó su celular e introdujo la clave de seguridad. Tocó la pantalla, volteó el celular y se lo puso en la cara al vigilante. — Como verás, esta es una foto que nos tomamos el señor Kemp y yo en la fiesta que celebró por su cumpleaños en Los Roques. CIELO INTERIOR DE NEONES RAJADOS POR UN GIGANTE – 116 – Tras eso, siguió paseando por la galería de su celelular: desde fotos en lujosos restaurantes de Altamira hasta otras en lo más salvaje de Canaima. Había decenas de imágenes que demostraban que ambos se conocían y eran buenos amigos. — ¿Alguna otra pega que nos quiera poner? —dijo Siro. El vigilante resopló frustrado y masculló que no. Entonces, ingresó en una pantalla un código alfanumérico que desbloqueó el primer nivel de seguridad de la interfaz. Luego, puso su cara frente a un escáner biométrico, el cual emitió una luz roja que registró la pupila del guardia. Al cabo de unos instantes, una luz verde se encendió, dando a entender que el segundo nivel de seguridad se había desbloqueado. Finalmente, desenvainó una navaja que tenía en una de sus botas y se cortó, dejando que un poco de su sangre cayera en una placa que estaba al lado suyo. Nuevamente, una luz verde comenzó a rutilar y el portón empezó a abrirse. — Disfruten la velada —dijo a regañadientes. — Muchas gracias por su comprensión. Espero que la noche no se le haga muy larga —contestó Siro con falsa cortesía. Dejaron al guardia atrás, quien los maldecía en voz baja, y se adentraron en el recinto. Entonces Kataa o’u se giró en dirección a Siro, diciendo: — ¿Sabes Siro? Hay algo que nunca voy a llegar a comprender ¿Cómo tú, siendo una persona tan pendenciera y repulsiva en la cotidianidad, puedes llegar a ser tan diplomático y a tener un grupo de amigos tan extenso en el mundo entero? Siro se rió y, al cabo, le respondió con sarcasmo: — ¿A qué te refieres con que soy una persona repulsiva en la cotidianidad, Kati Kat Kat? Yo siempre mantengo un trato encantador con todos los que me rodean. Además, tengo una LABORATORIO TRANSMEDIA, NÚM. 1 – 117 – sonrisa que es capaz de enamorar hasta aquellos que carecen de corazón. Tú eres quien resulta incapaz de valorar la joya con la que compartes la mayor parte del tiempo. Kataa o’u giró los ojos y susurró algo ininteligible. El resto del trayecto lo hicieron en silencio. Finalmente, llegaron a la casa. Era una edificación antigua pero bien conservada. Tenía techo de tejas, así como varios pisos delimitados por cornisas de estilo corintio y paredes color crema. — Parece que llegó la hora de divertirnos —dijo Siro sonriente. — Así parece —dijo Kataa o’u con cierto nerviosismo. Todos se miraron y procedieron a empujar la pesada puerta de roble de la casa, para así entrar al recibidor. Las paredes eran blancas, el piso era de madera oscura laminada y el techo abovedado. A su vez, abundaban pequeños tragaluces en las paredes. — Ya hay que dividirnos —dijo Kataa o’u—. Recuerden dónde estamos y que cualquier indicio de actividad sospechosa debe ser comunicado por el apaiee12, pues probablemente tenga decodificadores de mensajes. Por último, si llegan a ver actividades sospechosas, NO ACTÚEN SOLOS. Esperen a que nos reagrupemos para así no ponernos en una situación precaria. Todos asintieron y se dividieron en dos parejas: Kataa o’u con Siro, Adrián con Florencia. Entonces Kataa o’u añadió: — Tengan el mayor cuidado posible, lo digo en serio. No quiero que nadie salga herido, o peor. Tras esas palabras, ambas parejas se dirigieron en direcciones opuestas. CIELO INTERIOR DE NEONES RAJADOS POR UN GIGANTE – 118 – Adrián y Florencia atravesaron un amplio corredor y llegaron a una sala de fiesta adornada por un enorme candelabro y por espejos que abarcaban desde el suelo hasta el techo. Todos los invitados iban emperifollados de acuerdo con la temática que había sido indicada en la misiva: «lujos y máscaras». — ¿Realmente vamos a tener que revisar a todos los invitados? ¿Cómo se supone que vamos a pasar inadvertidos? — inquirió Adrián. — Ni idea —respondió Florencia reflexiva. Se quedaron en silencio, tratando de encontrar una solución. Caminaron por la habitación para hacer un paneo de los invitados. Vestidos de gala y flux eran comunes, aunque no faltaban los creativos cuya vestimenta jugaba con los conceptos de avant-garde y haute couture. Sin embargo, más allá de los excentricismos en la vestimenta, no había nada que se saliera de lo que cabría esperar en una celebración de ese estilo. Varios conversaban en las mesas acerca de sus inversiones. Otros iban al lujoso buffet para agarrar algo que comer. Tampoco faltaban quienes consumían la velada en la barra libre. El simple hecho de pensar en alcohol hizo que se le revolviera el estómago a Adrián, pues tuvo recuerdos de lo caótica que se había tornado la última misión por su estado etílico. Salieron al jardín, pero tampoco vieron nada que se escapase de lo habitual. Solo personas mayores fumando y amantes furtivos escondiéndose entre arbustos para infundirse carnales sensaciones. Volvieron a entrar en la sala principal. Estaban frustrados por no haber hecho ningún avance. La única esperanza que tenían —por el momento— era que Kataa o’u y Siro hubieran tenido más éxito que ellos. Sin embargo, hasta que no los llamaran, no podrían saberlo. Bien podrían estar en la misma encrucijada como pudieran haber sido emboscados y despojados de sus aapiee17. Las posibilidades eran numerosas y no podían saber cuál era la real, dado que no estaban en el mismo ala. 17 Aapiee es una palabra que, en wayuunaki, significa «mensajero». LABORATORIO TRANSMEDIA, NÚM. 1 – 119 – Pasaron todavía unos minutos hasta que sus aapiees vibraron. Ambos los activaron y vieron que Kataa o’u los estaba llamando. Adrián contestó y de su dispositivo surgió la imagen holográfica de la cara de su compañera: — Hola, chicos —les dijo serenamente Kataa o’u. — Hola, ¿Han encontrado algo? —preguntó Florencia. — No, nada —dijo Kataa o’u. Antes de que ella pudiera continuar, Siro la interrumpió. Siro comentó, para molestia de Kataa o’u, acerca de cómo había seducido a un veinteañero de ojos y tez clara, con pinta de tener suficiente dinero como para solventar los problemas de la economía global, por lo que necesitaban culminar con la misión lo más rápido posible, dado que necesitaba urgentemente concertar un encuentro con la más reciente víctima del «encantamiento de Siro». Tras esa intermisión, Kataa o’u recuperó su dispositivo y, algo enfadada, preguntó, cambiando completamente de tema: — ¿Ustedes han dado con algún atisbo de la Madre Devoradora? — No. Apenas nos separamos Adrián y yo llegamos a una sala de baile en la que hay demasiadas personas. La recorrimos por completo, incluso caminamos entre las mesas y aquí dentro no vimos ningún indicio de ellos. Luego salimos al jardín y tampoco vimos nada fuera de lo ordinario —respondió — Entonces quedamos en nada —usitó Kataa o’u—. Supongo que tampoco han podido catear a los invitados, ¿no? — añadió con un tono más firme. — Es que no sabemos cómo hacerlo sin lucir sospechosos —interpeló Adrián. CIELO INTERIOR DE NEONES RAJADOS POR UN GIGANTE – 120 – Fue entonces cuando la sala se calló y una voz resonó. Era el señor Kemp, el anfitrión de la fiesta: — Buenas noches, estimados invitados. Agradezco que hayan asistido a este evento. Como sabrán, ahora se viene la hora del baile. Sin embargo, hay una sorpresa. A continuación, los meseros les van a proporcionar unas máscaras. La idea de este baile es que cada cierto tiempo van a tener que rotarse las parejas, para que así todos terminen conociéndose. Entonces a Kataa o’u se le encendió un bombillo. — Creo que ya se una manera con la que podrían catear a los invitados rápidamente —dijo mientras esbozaba una sonrisa. — N-no, Kataa o’u, no. Si lo que estoy pensando es lo mismo que tú tienes en mente, la verdad es que preferiría no hacerlo — tartamudeó Florencia. — Estoy de acuerdo con Florencia. Ninguno de los dos sabe bailar y nuestra torpeza puede delatarnos —dijo Adrián, que había languidecido con la propuesta y estaba al borde del desmayo. — Vamos, que no es algo tan malo. Entiendo que ambas son personas tímidas, pero les puedo asegurar que no es para nada incómodo. Además, no todos los que van a estar en esa pista van a saber bailar, así que no se preocupen por eso. Piensen que lo están haciendo por el bien del futuro —dijo Kataa o’u con tono reconfortante—. Chicos, ustedes hacen una muy linda pareja. Piensen que esto les va a servir de práctica para el día de su boda. El suave bamboleo del vals, sus miradas clavadas en los ojos de la otra persona, una sonrisa que pasa a ser un beso, de repente las manos comienzan a ir a sitios a donde no irían por sí mismas... — Y súbitamente se encuentran esprintando a un baño en búsqueda de más intimidad y quizás también puedan llegar a… — añadió Siro con tono juguetón. LABORATORIO TRANSMEDIA, NÚM. 1 – 121 – — Si sigues con esa idea te aseguro que los miembros de la Madre Devoradora18 no van a ser los únicos que morirán hoy — dijo Kataa o’u con frialdad—. Bueno, creo que ya la idea ha quedado clara, así que procedan, y en caso de que encuentren alguna información provechosa, no duden en contactarnos inmediatamente. Apenas terminó esa oración, finalizó la llamada. Quedaron Adrián y Florencia viéndose fijamente por varios minutos, hasta que uno de los mesoneros le entregó a cada uno una máscara. Fue ahí cuando Adrián dijo: — Supongo que no tenemos otra alternativa. — No que se me ocurra, por lo menos —dijo Florencia intranquila. — Pues vamos a ello —le interpeló Adrián sonrojado. Ambos se dirigieron al centro de la habitación. Al llegar, Adrián colocó su brazo derecho en la espalda baja de Florencia, mientras ella colocó su brazo a la altura de los omoplatos de Adrián. Los dos se rieron un poco y comenzaron a bailar. Para no haberlo hecho nunca, el resultado no fue, par nada, desdeñable. — No tengo la menor idea de cómo no nos hemos tropezado —dijo Adrián en voz alta. — Yo tampoco —contestó Florencia mientras se reía. El señor Kemp anunció el primer cambio de parejas. 18 La Madre Devoradora es una organización ocultista que quiere desarrollar tecnologías bélicas empleando atürülanio. CIELO INTERIOR DE NEONES RAJADOS POR UN GIGANTE – 122 – — Recuérdate de la misión, Adrián. No te distraigas con el cuerpo de la persona con quien vayas a bailar —dijo Florencia burlonamente. — ¡Oye! Creo que lo mismo va contigo —respondió Adrián antes de partirse de la risa. Ambos se despidieron y se juntaron con sus nuevas parejas. En el caso de Adrián, era una rubia muy delgada, cercana a los cuarenta años, mientras que en el caso de Florencia se trataba de un señor trigueño de treinta y tantos años. Evidentemente, se extrañaron al ver que tenían que bailar con personas de tan corta edad, pero eso no evitó que lo hicieran. Mientras bailaban, iban desplazando sus manos a lo largo del cuerpo de sus parejas, intentando ser lo más disimulados posible, y así veían si tenían algún paquete con atürülanio. A su vez iban observando a las parejas que se encontraban cerca de ellos para ver si denotaban algún indicio de actividad sospechosa. Así fueron actuando con cada nueva persona con la que les correspondía bailar. No descubrieron nada en cuanto a la misión. Sin embargo, sí se dieron cuenta de algo durante el tiempo que estuvieron bailando: no había nadie más con quien quisieran estar que no fuera el uno con el otro. Por eso se entusiasmaron cuando, finalmente, pudieron reencontrarse. — Hasta que finalmente estamos juntos nuevamente —dijo Adrián con una sonrisa. — Sí, la verdad es que espero que no nos toque separarnos de nuevo —dijo tímidamente Florencia, cuyos cachetes estaban ruborizándose. — ¿Encontraste algo? —preguntó con el fin de distraer la atención que había recaído en ella. — La verdad es que no —respondió Adrián— ¿Tú encontraste algo? LABORATORIO TRANSMEDIA, NÚM. 1 – 123 – — Tampoco. ¿Deberíamos cambiar de parejas para seguir cateando? — Deberíamos, pero eso no significa que sea lo que vayamos a hacer —dijo Adrián. — ¿A qué te refieres con eso? —preguntó Florencia. — Me refiero a que quisiera bailar contigo. Sin máscaras que nos oculten, solo viéndonos como somos realmente —le salió al paso Adrián, completamente sonrojado. Florencia, inicialmente, casi se desmayó, pero terminó aceptando. Bailaron juntos por un buen rato. Pensaban que se iban a sentir incómodos, sin embargo, lo que estaban haciendo se sentía correcto. Ambos sonreían, sus miradas se entrecruzaban y sus corazones también bailaban juntos. No se lo habían confesado el uno al otro, pero ambos estaban fuertemente enamorados. Como bien dice el refrán, una imagen vale más que mil palabras; y la manera en la que estaban actuando así lo confirmaba. Estaban a punto de besarse cuando Florencia se separó velozmente y dijo: — ¡Allá, hacia la puerta que dirige al jardín! Un señor acaba de enseñarle el contenido de un maletín a otro que estaba usando una especie de túnica con los mismos colores que los que usan en la Madre Devoradora. Tenemos que perseguirlos —dijo Florencia apresuradamente. — ¿Qué tan segura estás de que pueden ser ellos a quienes estamos buscando? —preguntó Adrián—. Además, deberíamos llamar a Kataa o’u y a Siro antes de ir a por ellos. Lo más probable es que estemos en desventaja numérica — añadió. El maletín era lo suficientemente grande como para llevar muestras de atürülanio y estaba hecho de material aislante. CIELO INTERIOR DE NEONES RAJADOS POR UN GIGANTE – 124 – — No podemos permitirnos que se vayan muy lejos, puesto a que no sabemos si hay pasadizos con los que puedan zafarse de nuestra vigilancia —atajó Flo con vehemencia. Antes de que Adrián pudiera responderle, Florencia salió corriendo en la misma dirección en la que se habían ido los sujetos. Adrián sacó su aapiee y contactó a toda velocidad con Kataa o’u. Al escuchar que Florencia había desaparecido, Kataa o’u se sobresaltó. Regañó a Adrián por no haber evitado que ella saliera corriendo tras los individuos. Luego, le ordenó que no les perdiera el rastro y que, apenas encontrara una ubicación bastante reconocible, se la comunicara para que así pudieran ayudarlos. Adrián colgó la llamada y salió corriendo. No sabía a dónde ir, pero decidió que la mejor alternativa era ir rumbo a una construcción que se encontraba al final del jardín. Estaba en lo correcto, pues encontró a Florencia en la entrada. Al verla, Adrián exclamó enojado: — ¿En qué estabas pensando al perseguirlos sin refuerzos? Ella le devolvió la mirada, determinada, y le respondió: — En que si no los hubiera seguido les habríamos perdido el rastro para siempre. Podrían haberse quedado enzarzados discutiendo, pero ambos sabían que ya estando involucrados estarían perdiendo mucho tiempo valioso. No podían permitirse eso, por lo que Adrián llamó a Kataa o’u y a Siro para decirles dónde estaban. Aunque Kataa o’u les ordenó que no ingresaran, Adrián y Flo hicieron caso omiso. Al punto entraron en una edificación de dos pisos que se encontraba abandonada. Caminaron lentamente, cubriéndose las espaldas, entre paredes vandalizadas y columnas erosionadas. Cuando llegaron al centro, se desató un pandemónium: varios disparos se detonaron desde la oscuridad. LABORATORIO TRANSMEDIA, NÚM. 1 – 125 – — ¡Mierda! —exclamó Adrián. Tanto Florencia como él se arrojaron al suelo para evitar que las balas les alcanzaran. Reptaron hacia unos estantes que se encontraban cerca para guarecerse. Estando ahí, desenfundaron sus armas. Entonces, Adrián dijo: — No tenemos mucho tiempo para maniobrar, así que vamos a hacer lo siguiente: tú trata de deshacerte de los tiradores del flanco derecho, mientras que yo me encargaré de los del izquierdo. ¿Te parece? Florencia asintió. Cada uno comenzó a correr en dirección opuesta y a disparar en función de la línea imaginaria del recorrido que realizaba la bala. En más de una ocasión les fue útil, dado a que se escuchaban gritos ahogados en la oscuridad, que iban acompañados de un golpe seco contra el suelo. Adrián se sentía confiado, pues veía posible que salieran ilesos de la emboscada… No podía estar más equivocado. Sus pensamientos triunfales se vieron eclipsados por una bala, una bala que le impactó en el muslo evitando que pudiera seguir corriendo. Gritó de dolor y trató de arrastrarse hasta la puerta. Sin embargo, una silueta gigante emergió de entre las sombras y evitó que pudiera cumplir con su propósito. Una mano enguantada le cubrió las vías respiratorias. Entonces, Adrián vio en el reflejo de uno de los ventanales la perturbadora figura que lo estaba sujetando: era uno de los sujetos entunicados, solo que la máscara de este tenía un aspecto más demoniaco. Intentó resistirse y huir, pero sintió un pinchazo en el cuello y comenzó a sentirse somnoliento. — Flo… —susurró justo antes de perder la consciencia. Mientras esto ocurría, Florencia se deshacía del último de los lacayos. Cuando finalmente lo logró, buscó desesperadamente a Adrián. Sin embargo, no dio con su paradero hasta que fue demasiado tarde. Florencia escuchó un motor en la distancia. Al percibir este ruido, se lanzó por uno de los ventanales y trató de CIELO INTERIOR DE NEONES RAJADOS POR UN GIGANTE – 126 – dar con la ubicación del carro. Pero no llegó a tiempo: contempló, sin poder impedirlo, cómo el carro cruzaba la reja de la mansión a toda velocidad. No podía internalizar que lo acababa de suceder o, mejor dicho, no quería aceptarlo. Habían raptado a Adrián por su imprudencia, por no haber hecho caso a las advertencias de que estaban en inferioridad numérica. Cuando volvió a la realidad y comprendió la magnitud del desastre que había causado, Florencia cayó de rodillas y comenzó a gritar desgarradoramente. Lloraba y golpeaba el suelo impotente. Estaba destrozada, le habían arrebatado a la persona que más apreciaba en el mundo, y todo por culpa suya. La búsqueda RAFAEL GARCÍA MONTERO Los acontecimientos que se narran en las próximas líneas y que conforman este relato son producto de la ficción. Afortunadamente, no han sucedido, pero pueden servirnos como ligera llamada de atención: una alarma acerca del riesgo que estamos asumiendo al no cuidar convenientemente de nuestro planeta y la amenaza que puede cernerse sobre nosotros si la búsqueda de la hegemonía mundial y del beneficio permanente como fin esencial guían los pasos de las sociedades actuales. No es una visión catastrofista, sino que, a través de este relato sobre la supervivencia, quizá podamos entrever que nuestro hogar, el hogar de toda la humanidad, no tiene repuesto, y que podemos y debemos ser capaces, en comunidad, de preservarlo para las generaciones venideras. Aun a riesgo de resultar pretencioso con esta idea, lo que está muy lejos de mi ánimo, me sentiría complacido si estas palabras sirvieran para que alguien se detuviera a reflexionar sobre todo lo que nos estamos jugando y que este relato, finalmente, no llegue a ser nada más que una distopía, algo imaginado. 1 El holocausto nuclear, tantas veces profetizado, se ha hecho realidad, y la Tierra está arrasada. Del cielo llueve ceniza y la penumbra es casi permanente, mientras que la vegetación ha desparecido prácticamente y el paisaje es un enorme manto de rocas grises, edificios arrasados y ruinas que hacen que todo se convierta en territorio inhóspito. No hay señales de vida o de civilización. El hambre azota al mundo actual y, en el futuro, será la medida de todas las cosas. El hombre no ha sido capaz de comprender tantas señales, ni las numerosas alertas que ha recibido durante mucho tiempo, a CIELO INTERIOR DE NEONES RAJADOS POR UN GIGANTE – 128 – lo largo de las últimas décadas. Hoy, en 2060, la humanidad ha llegado al extremo de destruir su casa común. Ha sido presa fácil de la inconsciencia, de la soberbia, de la avaricia. El horror se ha hecho presente. Todo comenzó a torcerse desde el mismo instante en el que la relación como seres humanos con la naturaleza se transformó en una convivencia insoportable entre enemigos, puesto que hemos ido deteriorando todo cuanto a nuestro alrededor daba sentido a nuestro hábitat. Se han destruido cosechas, se han esquilmado los bosques, el aire se ha vuelto irrespirable, la sequía ha asolado territorios enormes y se han secado lagos y ríos. Se ha convertido en realidad el mayor de los peligros: la falta de agua. La lucha por este bien, tan necesario como escaso, ha dado pie a un enfrentamiento larvado entre los dos bloques políticos hegemónicos que, como antagonistas que rivalizaban por obtener más dinero, más influencia, más poder, ahora estaban pugnando por adueñarse de las pocas reservas de agua que quedaban. La tensión iba en aumento a la misma velocidad que el agua iba desapareciendo. El enfrentamiento se volvió cada vez más tenso. Llegó el fatídico día en el que el conflicto nuclear, no por previsible menos temido, estalló. No fue largo, no era necesario que lo fuera para arrasar todo, para que la destrucción mutua asegurada se hiciera presente. Misiles nucleares lanzados por un bloque contra el otro llevaron a la inevitable réplica por parte del oponente. La conflagración fue corta, pero la destrucción resultó inmensa. La radiación ya ha cubierto la Tierra y el cambio climático se ha acelerado. El invierno nuclear está presente y el planeta se ve mortalmente afectado. En medio del caos y, angustiado por la desolación absoluta, un hombre va en busca de su hijo de quince años. Su motor interno es la esperanza. Esperanza de encontrar semejantes con los que compartir su camino. La especie humana ha desaparecido de la faz de la Tierra. O, ¿quizá no? Quizá el fuego de la civilización no se haya apagado para siempre. LABORATORIO TRANSMEDIA, NÚM. 1 – 129 – 2 El pequeño pueblo de Cloverdale echaba sus raíces en las llanuras de Colorado, en los Estados Unidos de América. Tierra de cultivo de cereales, vio mitigada su sed por los aportes de agua del arroyo Big Sandy Creek, que entregaba su cauce al río Arkansas. Al oeste se divisaban las elevaciones de las Montaña Rocosas; al este se extiendían las Eastern Plains, planicies que se unían con el estado de Kansas. En dirección norte, siguiendo la ruta 70, se llegaba a Denver y, a pocos kilómetros al suroeste, se encontraba Colorado Springs. Era una localidad que no alcanzaba los cinco mil habitantes, los cuales habían debido acostumbrarse a un clima duro en el que los veranos cálidos y los inviernos fríos y nevados eran la nota predominante. Su cielo permanecía nublado la mayor parte del año. Sus calles crecieron a mediados del siglo XIX, arracimadas en torno a la iglesia levantada como primera construcción junto al edificio que, poco tiempo después, fue alzado como lugar de reunión de la comunidad. Posteriormente, este edificio se transformó en su ayuntamiento. Las casas que se extiendían a lo largo y ancho de estas calles eran de madera, generalmente pintadas de blanco o de otros colores claros y cálidos. Sus tejados oscuros se conservaban con esmero. Cuidados y bien situados, los edificios daban al pueblo un aspecto acogedor y muy agradable para la vista. No faltaban en muchas de esas casas pequeños jardines en la parte delantera, en los que las mimadas flores, junto a árboles y arbustos, daban sensación de vida y aportaban colorido. En Cloverdale, los días eran sencillos y plácidos, reflejo de la propia vida y del comportamiento de sus ciudadanos. Estas eran gentes que formaban una comunidad en la que reinaban la buena vecindad y la amabilidad que, junto con el esfuerzo diario para salir adelante, eran rasgos frecuentes entre ellos. Eran personas de una cierta rudeza en sus gestos y en su forma de hablar, que habían sido adquiridos generación tras generación, conviviendo con esta tierra que no hacía fáciles las cosas. A pesar de ello, las buenas relaciones se hacían patentes en su cotidianidad. CIELO INTERIOR DE NEONES RAJADOS POR UN GIGANTE – 130 – Cloverdale nunca había sido escenario de grandes e inesperados acontecimientos; más bien la monotonía y la calma se extendían por sus calles y estaban presentes en los hogares de la población. Nunca pasaba nada reseñable. Las tiendas eran pequeños lugares de encuentro, la oficina de correos era un enlace con el mundo menos próximo, y el pequeño y único Banco de la localidad era el depositario de confidencias y secretos de quienes en él guardaban sus caudales. Pero todo habría de cambiar para siempre. 3 Nació en Cloverdale hace cuarenta y cinco años. Abrió sus ojos con el sonido del ulular del gélido viento que, afilado como un cuchillo, descendía desde las montañas. Francis Brewer, conocido por todos como Frank o Frankie, creció en una familia trabajadora de esta pequeña localidad de Colorado, siendo la tercera generación que nació y vivió en ella. No tuvo una infancia fácil y sus penalidades en la vida comenzaron pronto. Era hijo de Sarah Burton y de Timothy Brewer. Su madre, además de cuidar del hogar familiar, fue camarera en el bar Rexton, donde los lugareños iban a pasar los ratos libres. Sarah Burton era una mujer fuerte y muy cariñosa con su único hijo, al que trató de educar con valores de solidaridad, ternura y empatía con los demás. Enfermó y murió siendo muy joven, dejando huérfano al niño a los nueve años de edad. El padre de Frank, Timothy, de naturaleza pendenciera, se había convertido en un jubilado que a lo largo de su vida trabajó donde pudo, sobre todo en labores agrícolas desarrolladas en su localidad, aunque era poco amante del trabajo. No se preocupó demasiado por Frank, por lo que este tuvo que crecer prácticamente sin su ayuda. La relación entre ambos fue casi inexistente. Frank asistió algunos años a la escuela elemental de Cloverdale, donde adquirió los conocimientos básicos para no resultar un iletrado, pero nunca fue amante de los estudios o de los LABORATORIO TRANSMEDIA, NÚM. 1 – 131 – libros. Lo que más llenaba sus horas de infancia y de adolescencia fue el cuidado de animales, entre los que los gatos y los perros llamaban poderosamente su atención. Las montañas y las cercanías del arroyo del pueblo eran otro foco de atracción para él y su pequeño mundo. Con el paso de los años, Frank se convirtió en un hombre de complexión robusta, asentado sobre unas fornidas piernas que lo elevaban del suelo hasta el metro y noventa centímetros. Moreno, de pelo ensortijado, poseía unos ojos de color miel que resultaban muy atractivos. Sus espaldas eran anchas y sus brazos fuertes, cincelados ambos por el duro trabajo en el campo durante jornadas agotadoras. Esta labor cotidiana la llevaba a cabo en fincas que pertenecían a otros propietarios. Poco a poco, esta situación hizo que se interiorizara en él la semilla del deseo de cambiar y poseer algún día su propia parcela de terreno. Extraordinariamente hábil con las manos, Frank estaba capacitado para el manejo de herramientas. Era, siempre lo había sido, ágil de movimientos, aunque, por su estatura, pudiera pensarse lo contrario. Tras muchos esfuerzos, y no sin privaciones, Frank se había hecho con una parcela de tierra en la que cultivaba maíz. Obtenía de ella los ingresos que le permitían vivir con cierta comodidad. Siempre le había gustado comer bien. También la buena cerveza. La música country era una de sus pasiones y, más que leer, era un amante de la radio y de charlar. Frank se casó con Rosalinda, una hermosa y joven mujer de largos cabellos color trigueño, ojos de tonalidad avellana y figura esbelta y grácil, que procedía de un pequeño pueblo de Nuevo México. Arribó a Cloverdale en busca de una vida mejor. No mucho después de su llegada, Frank y ella se miraron mutuamente como solo se puede hacer cuando el corazón se acelera. Parecía que hubiera estado escrito que terminarían casándose, como así fue. Trabajaba Rosalinda en una tienda de herramientas y enseres para el campo y la labranza. Tuvieron un hijo al que pusieron por nombre Shane. Pero, lo que se presentaba como una vida feliz de una familia modesta, se truncó el día en que Sarah intimó con un hombre con el que tenía relación profesional. Sarah y este hombre CIELO INTERIOR DE NEONES RAJADOS POR UN GIGANTE – 132 – dejaron Cloverdale al tiempo que ella abandonaba a Frank y a su hijo sin mayor explicación. *** Frank se había convertido en un superviviente nato. Lo fue desde el mismo momento en que la vida y sus múltiples dificultades comenzaron a acosarlo cuando tenía una edad a caballo entre la infancia y la adolescencia. Era muy hábil para salir de las situaciones comprometidas y siempre había sido un «buscavidas». Seguro de sí mismo, al haber tenido que construirse en solitario, a pesar de la dureza de su vida y de un cierto hermetismo que lo caracteriza, Frank era un ser que mostraba bondad y cercanía hacia su hijo y sus amigos. Muy observador e inteligente era en el trato personal. Para él no existía un Dios en el que creer, porque a lo largo de su vida se había visto desamparado en numerosas ocasiones. No tenía fe en religión alguna. Shane, su hijo, era entonces un adolescente de quince años muy agraciado físicamente. Era alto para su edad. Su pelo ensortijado de color pajizo, sus ojos azules y su piel blanca, hacían de él un chico muy atractivo. Buen estudiante, estaba muy unido a su padre, junto al que había crecido tras la marcha de su madre, cuando él contaba cinco años de edad. Juntos vivían en una pequeña casa, un poco apartada, a las afueras de Cloverdale. Allí poseían un pequeño jardín que cuidaban entre ambos con esmero. La vida de padre e hijo era tranquila y placentera. 4 Era junio y el sol empezaba a calentar la mañana. Frank estaba en el sótano de su casa, trasteando con herramientas y aparejos de labranza que iba a necesitar ese día. Todo discurría como una jornada cualquiera. Shane acababa de marcharse a la escuela, donde, ese mismo día, tenían previsto hacer una visita cultural a la capital, Denver. Nada hacía presagiar lo que iba a ocurrir. LABORATORIO TRANSMEDIA, NÚM. 1 – 133 – Súbitamente, el cielo se encendió con una luz cegadora que se colaba por todas partes, mientras que un estruendo ensordecedor, con una potencia inusitada y descomunal, lanzó a Frank por los aires, a pesar de encontrarse este en el sótano de la casa. Anonadado por el golpe recibido al ser desplazado, Frank trató de incorporarse, pero le resultó imposible, el impacto le había dejado semiinconsciente. Aterrorizado, ignorante de lo que estaba ocurriendo, tan solo acertó a ponerse a cubierto bajo una vieja bañera de plomo vuelta del revés que, como un trasto más, se encontraba en ese subterráneo. La luz cegadora quemaba cuanto se hallaba en la superficie de Cloverdale, pero lo que no sabía Frank era que esa luz repentina estaba arrasando con todo lo que de conocido existía en la faz de la Tierra. La vida desapareció en unos instantes, los edificios ardieron y se convirtieron en ruinas desoladoras; la vegetación era pura carbonilla y, mientras, la luz iba dando paso a la oscuridad, que se hacía dueña del cielo. Las nubes entonces eran de ceniza y dejaban caer su carga sobre la superficie casi lunar del pequeño pueblo. El temido e indeseado holocausto nuclear se había consumado. Pasaron los días y no había muestras de nada que pudiera considerarse vida. La noche se había hecho permanente y no se escuchaba el viento de las montañas. El frío se apoderó del ambiente. Se hace más y más difícil dar exacta cuenta de la vida de Frank en esos momentos. Podemos descubrirlo en medio del sótano de su casa, pero la oscuridad reinante apenas nos deja entreverlo, imaginarlo. La incertidumbre reina por todas partes y no se atisba ningún movimiento. No podemos saber si ha perecido como una víctima más del terrible apocalipsis o si ha tenido la fortuna de sobrevivir. De repente, se oyó un ligero ruido, algo parecía moverse, daba la impresión de que Frank empezaba a removerse, sus músculos estaban atenazados y le costaba estirar sus brazos y piernas, su cabeza era como una batidora a punto de saltar por los aires. Poco a poco, Frank fue tomando conciencia de que algo de una gravedad extrema había sucedido y que las consecuencias CIELO INTERIOR DE NEONES RAJADOS POR UN GIGANTE – 134 – serían graves. Empujó con sus poderosas piernas la bañera que le había dado cobijo y consiguió, a duras penas, incorporarse. Sacudiendo su cuerpo, logró ponerse de pie. Su mente solo acertaba a albergar un pensamiento: su hijo Shane. No sabía cuánto tiempo había estado así, pero calculó que habían podido ser días. La bañera de plomo y el sótano en el que estaba su pequeño taller le habían protegido inicialmente de la radicación generada por el holocausto. Sin embargo, la protección no había sido total. Cuando logró levantarse y asegurarse firmemente sobre sus piernas se dio cuenta de que no era el mismo, se había producido en él un cambio radical, trascendental, su cuerpo había mutado. Se observó a sí mismo, se palpó y descubrió horrorizado que su espalda se había cubierto de una segunda piel que se asemejaba a la que posee un caimán o un cocodrilo. Era dura como pedernal, pero ligera como su propia epidermis. Asustado, desconcertado, sin saber qué hacer, Frank salió de su escondrijo y, ante él, se abrió un espectáculo dantesco. La noche, lo que parecía la noche, era cerrada. Una lluvia de ceniza persistente y un fuerte olor a quemado le atascaban los pulmones. En un instante, descubrió que era capaz de ver a muy larga distancia, a pesar de que la luz fuera muy tenue, si no casi inexistente; ignoraba lo que le había sucedido y no sabía que era otra de las consecuencias de su exposición mínima al desastre nuclear. Frank abrió y cerró sus manos con rapidez e impaciencia, para comprobar que seguían siendo ágiles. Al mismo tiempo, se dio cuenta de que era capaz de oír en la lejanía el crujido de las ramas y raíces existentes. Aunque abatido por el horrendo espectáculo de destrucción y muerte que se abría ante él, su fuerza de voluntad le llevó a erguirse y a caminar decidido hacia su propia salvación. Lo hizo envuelto en sus ropas, pestilentes y húmedas, y trató de buscar la respiración como lo más preciado que podía existir. Su pelo alborotado y su rostro chamuscado le daban un aspecto fantasmagórico. Aunque su porte y su figura seguían siendo imponentes, quizá había dejado de ser hombre para convertirse en algo diferente. LABORATORIO TRANSMEDIA, NÚM. 1 – 135 – «¿Cómo hemos podido ser tan jodidamente ignorantes estando avisados? ¿Qué hemos hecho? — acertó a decir con las primeras palabras que salieron de su boca. Era consciente de que el horror se había hecho presente. Tratando de oír su propia voz y deseando emitir algunas palabras, añadió: «Esta desolación que tengo ante mí, esta oscuridad... ¿todo ha acabado? ¿Estoy solo o hay alguien más?». Un fogonazo acudió a su mente y la imaginaria imagen de su hijo acabó por activarlo completamente. «¡Shane, Shane! ¡Por todos los infiernos! ¿Qué ha pasado? ¿Qué hemos hecho?». La angustia de su corazón y el pavor por lo que veía se reflejaban en su rostro desencajado y paralizado. «Debo ir a buscar a mi hijo. Me cueste lo que me cueste y se encuentre donde se encuentre». Frank pensó que su vida no tenía ningún sentido, que todo carecía de importancia, pero se propuso luchar por su supervivencia y por hallar a su hijo. Emprendió su marcha sin saber qué rumbo tomar, porque las referencias habían desaparecido. Cloverdale era un amasijo de ruinas en el que costaba mucho esfuerzo identificar nada. No había rastro de vida ante sus ojos y, sin embargo, quería creer que esa vida, que no veía, podía continuar; en cualquier lugar debían de existir otros seres humanos con los que reanudar la existencia en la faz de la Tierra. Quizá una mujer. Ante todo, habría de encontrar a su hijo, su razón de ser, el motor de su vida. Se dijo a sí mismo que nunca fue consciente de ello, pero que, en estos fatídicos momentos, se daba cuenta de que necesitaba a su hijo más que a nada; que ahora era cuando más precisaba amar y ser amado. Era la única manera de encontrar un CIELO INTERIOR DE NEONES RAJADOS POR UN GIGANTE – 136 – sentido al hecho de estar él solo ante esa devastación. El hambre empezaba a apoderarse de él. No existía vegetación que pudiera servirle de alimento, tan solo unas enredaderas amenazadoras que, con tentáculos gruesos y fuertes, se estiraban y se encogían con el fin de capturar una presa. Gracias a su portentoso y nuevo oído, Frank había detectado el movimiento de estas plantas que, sin que él lo supiera, buscaban atraparlo. Sorprendido por esa extraña presencia que, en medio de tanta desolación, tenía movimientos, Frank se acercó a esas plantas despacio, cuidadosamente, con la corazonada de que podrían serle útiles. Su curiosidad le había acercado tanto que, súbitamente, los tentáculos de la enredadera se dispararon como movidos por un resorte y consiguieron atraparlo, al tiempo que trataban de arrastrarlo hacia el interior del extraño ser. Sus hábiles manos y su fuerza, incrementada tras la radicación, le ayudaron a desembarazarse de ellas que, como serpientes, habían conseguido enredarse en torno a su cuerpo y piernas y trataban de estrangularlo. Desde ahora le servirían como único y nauseabundo alimento. Solo veía en ellas la forma de mantenerse vivo y se las comió, casi las devoró, según las había cortado. Frank caminaba guiándose por la intuición, sin saber si el rumbo emprendido era el acertado. Atravesó lo que fue la escuela de Cloverdale, de la que distinguió en el suelo restos de sus muros de piedra, que siempre le habían dado un aspecto singular. Era el único edificio del pueblo levantado con tanto esmero. Fue hecho para durar muchos años y había desaparecido. No encontró restos humanos, ni un ápice de vida humana en sus alrededores. «¡¡¡¿Dónde estás, Shane?!!!», su propio grito desgarrador le heló el corazón. «¡Me niego a creer que ya no estés aquí!», añadió, como muestra de la férrea voluntad de encontrar a su hijo. Ayudado por su extraordinaria visión y por el aguzado oído que había desarrollado, Frank creyó haber atisbado algo en lontananza. No sabía qué era, pero sí que aquello se había movido. Con el corazón enardecido, aceleró su paso en dirección a lo que creía que era una muestra de movimiento, de vida. Pero su LABORATORIO TRANSMEDIA, NÚM. 1 – 137 – camino se vio interrumpido por dos seres fantasmagóricos, como si hubieran salido de las profundidades del averno. Dos alimañas que se asemejaban a perros y que, entonces, eran seres que se movían sobre cuatro patas finas y alargadas, de huesudos y largos dedos acabados en unas garras de uñas afiladas como navajas. Sus lomos mostraban un espinazo que enseñaba todas sus vértebras, su color era de un verde tan oscuro que se hacía casi invisible en medio de esa noche nuclear. No tenían rostro, no poseían ojos ni orejas; su cabeza se abría como el cáliz de una planta carnívora de cinco hojas y su interior estaba lleno de cientos de dientes inclinados hacia adentro. No le iban a dejar seguir adelante. Tenían hambre, y el hambre lo condicionaba todo. Frank, en un primer momento, sirviéndose de su nueva piel de cocodrilo, se hizo un ovillo para protegerse y evitar que las fieras lo devorasen. Súbitamente, se abalanzaron contra él. Los zarpazos y los mordiscos llovían sobre Frank, que solo acertaba a protegerse a duras penas ayudado por su fuerza y su gran agilidad. Lo que no había conseguido el desastre nuclear parecía que lo iban a lograr estos bichos salvajes. La lucha era encarnizada, a muerte, los rugidos y gritos de los animales helaban el corazón. Frank, sobreponiéndose a su aabatimiento y, con gran esfuerzo, sacó el enorme cuchillo que guardaba entre sus ropas y lo clavó hasta la empuñadura en el vientre de uno de los animales. Caída una, la otra fiera, recibió una puñalada similar, asestada por el hombre con un movimiento rápido y hábil, que le atravesó el cuello de parte a parte. Extenuado, recobrando el aliento poco a poco, Frank pensó que quizá estos seres abominables podrían servirle de alimento mientras encontraba algo mejor. Arrastró uno de ellos y el otro lo dejó abandonado, hubiera sido un lastre cargar con él. 5 Consciente de su gran tarea en ese nuevo y desconocido mundo, y sabiendo que quedarse parado podía significar perecer irremediablemente, Frank emprendió su camino en busca de su hijo. CIELO INTERIOR DE NEONES RAJADOS POR UN GIGANTE – 138 – «He visto movimiento más adelante», habló en voz alta. «Quizá sea mi hijo, tiene que ser mi hijo», concluyó. El camino se hacía duro, difícil. Las ruinas de lo que fue su pueblo se encontraban esparcidas como hojas que el otoño hubiera hecho caer de los árboles y ocupaban un amplio espacio. Las humaredas de diferentes incendios, ya apagados, se mostraban ante él y le hacían vacilar, dudar de que pudiera hallar el paradero de Shane. Sobreponiéndose, impulsado por una voluntad y determinación férreas, y cargado con la alimaña a la que dio muerte, se dirigió hacia el lugar en lontananza en el que creyó divisar movimientos. Tras varias horas caminando con dificultades y aprovechando la fuerza que había crecido en él, consiguió llegar a una zona más abierta, más llana. A pocos cientos de metros logró ver un bulto en el suelo que no parecía inmóvil. Se alentó y se dijo a sí mismo que daba la impresión de ser otro humano. Soltó el fardo que llevaba sobre los hombros y con ánimos renovados llegó a donde se encontraba la silueta. Destapó el bulto que, cubierto con una lona sucia y húmeda, resultó ser el cuerpo inconsciente de su hijo. Estallando de alegría gritó: — ¡¡¡Shane, hijo mío, despierta, despierta!!! Transcurrieron los minutos y Frank, arrasados los ojos de lágrimas, pero sin cesar ni un instante de hablarle a su hijo, consiguió que este despertara, abriera los ojos y, como una luz en medio de tanta penumbra, esbozara una ligera sonrisa. La radiación también le había afectado a él y su espalda se había transformado hasta volverse similar a la de Frank. — ¡Papá, papá, creí que ya no volvería a verte, que habías muerto! —el muchacho, prorrumpiendo en sollozos. LABORATORIO TRANSMEDIA, NÚM. 1 – 139 – — No hijo, estoy aquí. Ya estoy aquí —replicó Frank estrechándolo contra su pecho. — ¿Cómo has llegado hasta aquí? ¿Cómo ha podido sobrevivir a esta catástrofe? —preguntó el padre al hijo. Recobrado el conocimiento, comenzó Shane la narración de lo que había sido su vivencia y de su deambular por ese territorio inhóspito. — El día en el que ocurrió todo, yo había salido de casa camino de la escuela antes de lo habitual. Tenía pensado ir a la Cueva del Indio a buscar una navaja que había perdido en otra visita que había hecho al lugar pocos días antes. Era la navaja con la empuñadura de hueso que tú me regalaste, ¿recuerdas, papá? Frank lo miró absorto y al borde del llanto. — Como no encontraba la navaja, me adentré más y más en la cueva. Llegué a una zona profunda por donde discurre un pequeño ramal del arroyo Big Sandy Creek, a donde pude acercarme con la ayuda de una linterna. Tú me enseñaste a moverme por esos rincones. »De repente, una luz cegadora que llegaba desde la boca de la cueva se adentró en ella, acompañada de un estruendo ensordecedor que hizo que resbalara y, al caer al suelo, me golpeé en la cabeza. Imagino que debí de quedar inconsciente. Tras una pausa para recobrar el aliento, Shane prosiguió: — Cuando desperté, conseguí, a duras penas, salir al exterior para contemplar, aterrorizado, con tristeza el espectáculo infernal que se abría ante mí. Mirando fijamente a los ojos de su padre, concluyó: CIELO INTERIOR DE NEONES RAJADOS POR UN GIGANTE – 140 – — No sabía qué hacer ni a dónde ir, solo deseaba encontrarme contigo. — Chaval, haberte decidido a ir a la cueva te ha salvado la vida —replicó Frank mientras lo abrazaba—, al menos eso es lo que creo. Hijo mío, estamos tú y yo solos. No parece que haya nadie más. — ¿Qué vamos a hacer, papá? —preguntó Shane, asustado. — No lo sé, todavía no lo sé. Pero te aseguro que, pase lo que pase, no volveremos a separarnos —respondió el hombre. — Hay algo que está en mi cabeza y se ha grabado en mi corazón. Ese algo es que nuestra labor ha de ser encontrar otras personas que hayan tenido la suerte de sobrevivir como nosotros. Ese es nuestro gran objetivo. Ese es nuestro futuro, es nuestra única posibilidad de salvación —afirmó Frank. Emprendieron el camino sin un rumbo determinado, solo con la idea de salir del infierno en el que se encontraban para encontrar un rincón mejor. Ante ellos, el futuro era muy incierto. El panorama era desolador y las circunstancias no acompañaban ni lo más mínimo como para pensar en tener éxito en su misión. Pero les movía la fuerza de sus corazones, que buscaban reconstruir o, quizá sería mejor decir, comenzar sus vidas. * * * No se sabe mucho más de padre e hijo porque el entorno hostil se los ha tragado en su negrura y no hay lugares a los que acercarnos ni tan siquiera luz que nos alumbre. Si dibujáramos el futuro de ambos, los representaríamos comenzando una nueva existencia acompañados de otras personas LABORATORIO TRANSMEDIA, NÚM. 1 – 141 – que también hubieran conseguido eludir el desastre acompañados de la suerte. Los veríamos tratando de crear nuevos métodos para alimentarse, nuevas formas de hacer crecer las plantas. Frank volvería a darle a su corazón razones para acelerarse y ser feliz y Shane crecería como un nuevo ser humano que desearía tener una vida larga por delante. La esperanza encendería una tenue luz y nos mostraría que la humanidad no ha perecido por completo, que la voluntad del ser humano mueve e impulsa a este y que la búsqueda de otra persona a la que entregarle el corazón y con la que experimentar sentimientos profundos, en ocasiones, se convierte en un motor poderoso. Una vez hubo truchas en los ríos. Podíamos verlas nadando en medio de las aguas cristalinas. Olían a musgo y aleteaban y se retorcían fuertes y resbaladizas en las manos. Una vez hubo árboles poderosos y altos como gigantes que se apiñaban en bosques de los que nacían cuentos que hablaban de hadas y brujas. Una vez hubo una tierra que daba alimento y reposo para el cuerpo y paz para el alma. Era una tierra que había sido nuestro hogar y que, ahora, dos personas anhelan recuperar. Biografías de autores LABORATORIO TRANSMEDIA, NÚM. 1 – 145 – RAFAEL GARCÍA MONTERO Después de más de tres décadas trabajando en la banca en España, Rafael García (Madrid, 1957) consideró que el momento de disfrutar plenamente de una de sus pasiones, la lectura, había llegado. Tras su etapa laboral, ingresó como alumno en la Universidad para los Mayores-UCM, una vez completados sus años de estudiante de francés e inglés en la Escuela Oficial de Idiomas (EOI). En la actualidad, cursa sus estudios en la Facultad de Ciencias de la Información (Periodismo) de la Universidad Complutense y ha decidido dar sus primeros pasos en la escritura para así tratar de conseguir una comunión con la lectura. CIELO INTERIOR DE NEONES RAJADOS POR UN GIGANTE – 146 – RUBÉN JABARDO PECHARROMÁN Nacido en Madrid en 2001. Inició sus estudios universitarios en Economía, pero vio que no era lo suyo y decidió estudiar Periodismo en la Universidad Complutense de Madrid. Intento de ser escritor desde que tiene uso de razón y amante de la lectura en su tiempo libre, ha escrito numerosos relatos con la ilusión de que algún día se vean publicados. LABORATORIO TRANSMEDIA, NÚM. 1 – 147 – ALEJANDRO LAGE MORA Nací en el año 2001, en Madrid. Desde pequeño, siempre me ha gustado la ciencia ficción e imaginar mundos alternativos al nuestro. Me considero curioso, soñador, y siempre trato de ver el lado positivo de las cosas. Creo en el arte y la literatura como un medio para expresarnos a nosotros mismos y lo que nos rodea; para contar historias que sentimos que deben ser contadas. Para mí, escribir y crear historias es dar a conocer una cara oculta del mundo que debe ser descubierta. Siempre ha sido mi sueño y, algún día, me gustaría poder dedicarme a ello. CIELO INTERIOR DE NEONES RAJADOS POR UN GIGANTE – 148 – RUBÉN ALEJANDRO PADILLA DE AGUIAR Rubén Alejandro Padilla De Aguiar nació en Caracas, Venezuela, en 2002. Tímido e introvertido, desde la niñez ha encontrado en la escritura un escape de la agobiante realidad. Sin embargo, por inseguridades personales, durante su infancia y adolescencia no la tomó seriamente. Emigró a Madrid el 3 en 2020 para cursar el Grado en Periodismo de la Universidad Complutense de Madrid. Tras cursar Literatura y Medios de Comunicación, descubrió su verdadero potencial, por lo que decidió dejar de temerle a su talento y atreverse a usarlo. LABORATORIO TRANSMEDIA, NÚM. 1 – 149 – LUIS PÉREZ ALCÓNEZ Luis Pérez Alcónez, 20 años, nacido en 2001 en Algete, pueblo del norte de Madrid. Estudiante de Periodismo en la Facultad de Ciencias de la Información de la Universidad Complutense de Madrid. Desde niño, destaca por su pasión por comunicar y expresar. No es la primera vez que lo hace por escrito, donde libera su imaginación. Amante de las grandes historias de las novelas y el cine. CIELO INTERIOR DE NEONES RAJADOS POR UN GIGANTE – 150 – JONATHAN PÉREZ FERNÁNDEZ Jonathan Pérez Fernández (1997) nació en Zamora y estudió derecho en la Universidad de Salamanca. «Librillo de memoria» es el nombre de su espacio en La Opinión de Zamora. Uno de sus relatos se publicó en Antología para la Esperanza (Batidora Ediciones, 2021). Estudia el Máster Universitario de Escritura Creativa en la UCM. LABORATORIO TRANSMEDIA, NÚM. 1 – 151 – AMADÍS ROSS Escritor y académico. Coordinador general del Seminario Permanente de Investigación de Arte y Cultura México-Japón, y coordinador del Seminario Estéticas de Ciencia Ficción, ambos pertenecientes al Cenidiap-INBAL. Organizador del Encuentro de Estéticas de Ciencia Ficción y del Coloquio Internacional de Estudios de Arte y Cultura Iberoamérica-Japón. Le interesan el papel de la ciencia ficción en la conformación de las identidades nacionales en México y en Japón, el proceso de homogenización que impone la modernidad sobre el planeta, y la gran crisis que ensombrece el futuro próximo de la humanidad. CIELO INTERIOR DE NEONES RAJADOS POR UN GIGANTE – 152 – JAVIER URZAINQUI MARTÍNEZ Javier Urzainqui nació en San Sebastián en 1953. Es historiador. Ha publicado trabajos sobre el siglo XIX español (Anexión y Guerra de Santo Domingo 1861-1865) y sobre la Revolución de los Claveles portuguesa, centrados principalmente en la figura del capitán Salgueiro Maia. Vive en Madrid. LABORATORIO TRANSMEDIA, NÚM. 1 – 153 – MANUEL BROULLÓN (ED. LITERARIA) Manuel Broullón (Cádiz, 1987) es Personal Docente e Investigador en la Sección departamental de Literaturas Hispánicas y Bibliografía en la Facultad de Ciencias de la Información de la Universidad Complutense de Madrid, en donde imparte materias de Literatura y Medios de comunicación y Escritura Creativa. Es responsable del Proyecto de innovación docente UCM 145 «Laboratorio transmedia». Ha publicado el libro de prosas poéticas La tonalidad precisa del rojo (Kaótica Libros, 2021) así como varios poemas y relatos en revistas nacionales e internacionales. LA PRIMERA EDICIÓN DE CIELO INTERIOR DE NEONES RAJADOS POR UN GIGANTE SE TERMINÓ EL DÍA 21/03/2022, 125 AÑOS DESPUÉS DE LA PUBLICACIÓN DE EL HOMBRE INVISIBLE DE H. G. WELLS (1897- 2022), MIENTRAS FLORECEN LOS ALMENDROS Y EL MUNDO AGUARDA UNA REVOLUCIÓN (O UN MILAGRO) EN LUGAR DE LA TERCERA GUERRA MUNDIAL TRAS LA INVASIÓN RUSA DE UCRANIA. « E L L E C T O R P O D R Á S U M E R G I R S E E N S I E T E P I E Z A S L I T E R A R I A S Q U E , U S A N D O L A C I E N C I A F I C C I Ó N C O M O H E R R A M I E N T A , S E I N T E R N A N E N L A S O Q U E D A D E S G A L Á C T I C A S D E L A I M A G I N A C I Ó N H U M A N A » A M A D Í S R O S S L A B O R A T O R I O T R A N S M E D I A | N Ú M . 1 | 2 0 2 2