Adrián Magaldi* Cuando ya no se podía ser democristiano: Joaquín Ruiz-Giménez y la Democracia Cristiana española ante el golpe de Estado de Augusto Pinochet1 Resumen Los sucesos ocurridos en Chile en septiembre de 1973 y la posición adoptada por los dirigentes democristianos chilenos tuvieron un enorme impacto entre sus homólogos ex- tranjeros y, de manera especial, en sus correligionarios de España. Joaquín Ruiz-Gimé- nez, máximo representante de los democristianos españoles, llegó incluso a cuestionar la posibilidad de mantenerse en dicho espectro ideológico después de lo ocurrido. Su posición no tardó en desencadenar una serie de tensiones y discrepancias internas que fracturaron a la democracia cristiana española y, con el tiempo, frustraron sus opciones políticas ante la democratización de la España posfranquista. A través de material inédito del archivo privado de Ruiz-Giménez, así como sus diarios personales, se trazará un recorrido histórico para comprender cómo los sucesos ocurridos en Chile pudieron tener tanta influencia en los democristianos españoles. Palabras clave: Chile, España, siglo XX, década de 1970, Augusto Pinochet, Democracia Cristiana, Joaquín Ruiz-Giménez, Cuadernos para el Diálogo, Luis Corvalán, golpe de Estado Abstract The events that occurred in Chile in September 1973 and the position adopted by the Chilean Christian Democrat leaders had an enormous impact on their foreign coun- terparts, especially on their Spanish religionist brethren. Joaquín Ruiz-Giménez, who was the highest representative of the Spanish Christian Democrats, would go so far as to question whether or not it was possible to maintain the same ideology after what happened in Chile. His position would soon unleash a series of internal tensions and discrepancies that would fracture Spanish Christian Democracy and, over time, frustrate his political aspirations during the democratization of post-Franco Spain. Through un- published material from Ruiz-Giménez’s private archives, as well as his personal diaries, a historical journey will be traced to understand how the events that occurred in Chile 1 Esta publicación se enmarca en el contrato obtenido a partir de la Convocatoria de Ayudas para la recualifi- cación del sistema universitario español del Ministerio de Universidades, financiado por el Ministerio de Uni- versidades y la Unión Europea-NextGenerationEU. HISTORIA No 56, vol. II, julio-diciembre 2023: 281-311 ISSN 0717-7194 * Doctor en Historia Contemporánea con Mención Internacional por la Universidad de Cantabria, España. En la actualidad, investigador postdoctoral ‘Margarita Salas’ por la Universidad de Cantabria, adscrito a la Uni- versidad Complutense de Madrid, España. ORCID: https://orcid.org/0000-0002-3241-8802 Correo electróni- co: adrian@magaldi.es https://orcid.org/0000-0002-3241-8802 mailto:adrian@magaldi.es 282 HISTORIA 56 / 2023 could have had such an influence on the Spanish Christian Democrats. Keywords: Chile, Spain, twentieth century, 1970s, Augusto Pinochet, Christian Democracy, Joaquín Ruiz-Giménez, Cuadernos para el Diálogo, Luis Corvalán, Coup d’État Recibido: septiembre de 2022 Aceptado: junio de 2023 Introducción En noviembre de 1978, la ciudad de Madrid fue la sede de la Conferencia de Solidaridad con Chile, organizada como muestra de apoyo al pueblo chileno y como rechazo hacia la dictadura establecida por Augusto Pinochet en 1973. El acto recibió una enorme atención internacional, siendo criticado por el propio Pinochet, quien lo calificó como una “infamia marxista, destinada a producir problemas a Chile”2. En aquella conferencia participaron cerca de trescientos delegados procedentes de más de sesenta países diferentes. Relevante fue la presencia de la delegación chilena, en la cual destacaron Benjamín Teplizky ‒presidente del movimiento “Chile Democrático”‒, Hortensia Bussi ‒viuda del expresidente Salvador Allende‒ y Luis Corvalán ‒secretario general del Partido Comunista de Chile‒3. No obstante, la presencia mayoritaria corrió a cargo del país anfitrión, una España que aparecía como referente en pleno proceso de transición hacia la democracia tras largos años de dictadura franquista4. De entre todos los representantes españoles destacó de una manera especial la figura de Joaquín Ruiz- Giménez (1913-2009), quien, sin ninguna duda, se trataba de la personalidad nacional cuya conciencia más se había visto sacudida por el golpe de Estado que, en 1973, había puesto fin a la experiencia democrática chilena. Joaquín Ruiz-Giménez es, probablemente, una de las figuras más singulares del ám- bito político e intelectual español del siglo XX5. Nacido en 1913, durante su juventud permaneció vinculado a unos círculos católicos que, tras la experiencia republicana, le alinearon con el bando franquista ante el estallido de la Guerra Civil. Alcanzada la victoria por el general Francisco Franco, quedó establecida una dictadura en cuyo seno desempeñó altos cargos, como director del Instituto de Cultura Hispánica (1946-1948), embajador de España ante la Santa Sede (1948-1951) o ministro de Educación Nacional (1951-1956). Desde este último puesto inició una reintegración de ciertos intelectuales 2 El País, España, 12 de noviembre de 1978. 3 Síntesis representativa de algunas adhesiones, Madrid, 12 de octubre de 1978, Archivo Joaquín Ruiz- Giménez (en adelante AJR), carpeta 041, 296-01. 4 La Calle, Chile, 14 de noviembre de 1978. 5 Algunas aproximaciones a la biografía de Joaquín Ruiz-Giménez pueden verse en: José Luis González- Balado, Ruiz-Giménez, talante y figura, Madrid, Ediciones Paulinas, 1989; Javier Muñoz Soro, “Joaquín Ruiz-Giménez o el católico total: apuntes para una biografía política e intelectual hasta 1963”, en Pasado y Memoria, n.° 5, España, 2006, pp. 259-288. 283MAGALDI / “CUANDO YA NO SE PODÍA SER DEMOCRISTIANO: JOAQUÍN RUIZ-GIMÉNEZ Y...” y académicos exiliados, iniciativa que mereció importantes críticas desde los sectores más intransigentes de la dictadura y que acabarían por provocar su cese a comienzos de 1956. Apartado del ministerio, Ruiz-Giménez inició un período de transición personal a la sombra del contacto con la nueva juventud española desde su puesto como profesor universitario, la relación con la clase obrera desde sus cargos empresariales y la renova- ción del pensamiento católico tras su participación en el Concilio Vaticano II. Todas estas influencias marcaron su evolución hacia una defensa de la democracia, la libertad y los derechos humanos que le permitieron dejar atrás sus antiguas posi- ciones nacionalcatólicas para evolucionar hacia una democracia cristiana marcada por una especial preocupación social y que, muy pronto, tomó como referencia los ideales comunitarios y personalistas de las corrientes más progresistas de la democracia cris- tiana. Sus ideas encontraron un importante altavoz cuando, en 1963, decidió fundar la revista Cuadernos para el Diálogo, convertida en auténtico referente de la oposición antifranquista. Esta publicación se convirtió en el símbolo más representativo de lo que en el tardofranquismo vino a conocerse como el “parlamento de papel”, metáfora de una época en la cual las diferentes ideologías antifranquistas trataban de forzar los estrechos márgenes de la censura para dar a conocer, a través de la prensa, aquello que les era impedido mediante los cauces institucionales6. Con una preeminencia inicial de figuras del ámbito democristiano, la revista se convirtió en un auténtico foro de encuen- tro de toda la oposición al régimen de Franco, incluidos socialista y comunistas, por lo que simbolizó la principal representación en España del diálogo cristiano-marxista7. Ese distanciamiento con el régimen franquista se acentuó a raíz de su progresiva actuación como abogado de numerosos presos políticos hasta culminar en 1969, cuando asumió la presidencia del partido antifranquista Izquierda Democrática (ID), de clara inspiración democristiana8. Cuando, a comienzos de la década de 1970, la dictadura franquista parecía aproxi- marse a su fin, Joaquín Ruiz-Giménez era una de las figuras con mayor proyección po- lítica, participando en los grandes organismos de la democracia cristiana internacional, tanto en la Unión Mundial Demócrata Cristiana (UMDC), como en la Unión Europea Demócrata Cristiana (UEDC). La democracia cristiana española demostraba de esta forma su creciente proyección, y no había quién no manifestara su confianza en que, tras la muerte de Franco, eran estos los llamados a conducir el país hacia la democracia9. Esa 6 Ignacio Fontes y Manuel Ángel Menéndez, El parlamento de papel: las revistas españolas en la transición democrática, Madrid, Asociación de la Prensa de Madrid, 2004. 7 Sobre Cuadernos para el Diálogo, véase: María de la Paz Pando Ballesteros, Los democristianos y el pro- yecto político de Cuadernos para el Diálogo, 1963-1969, Salamanca, Ediciones Universidad de Salamanca, 2005; Javier Muñoz Soro, Cuadernos para el Diálogo (1963-1976). Una historia cultural del segundo fran- quismo, Madrid, Marcial Pons, 2005. 8 Sobre la Izquierda Democrática: Joaquín Antuña, Carlos Bru, Jaime Cortezo y Eugenio Nasarre, ID. Izquier- da Democrática, Barcelona, Avance, 1976. 9 Juan José Linz, “The party system of Spain: past and future”, en Seymour Lipset y Stein Rokkan (eds.), Par- ty Systems alignments: cross-national perspectives, Nueva York, The Free Press, 1967, pp. 197-282. 284 HISTORIA 56 / 2023 dimensión y significado que había adquirido la democracia cristiana en España permite entender el especial impacto que tuvieron los acontecimientos chilenos de 1973 y la ac- titud de los democristianos de ese país. Ruiz-Giménez escribió ese día en su diario: “¡Terrible! Y para mí tristeza ‒¡más que tristeza!‒ de una actitud ambigua de la DC [Demo- cracia Cristiana]; por lo menos del sector mayoritario. Eso me ha producido una lesión muy honda, y estoy espiritualmente movilizado para que quede claro que nosotros aquí no pode- mos admitir más que una rotunda condenación de lo ocurrido. Si no es así, hay que dar el paso hacia fórmulas social-democráticas sin veladuras ni conexiones con fuerzas capitalistas y reaccionarias”10. El impacto de los sucesos chilenos en la conciencia de Joaquín Ruiz-Giménez no tardó en traducirse en una clara condena al golpe, así como a la actitud mayoritaria de los democristianos chilenos. Pero este impacto trascendió el ámbito de la mera crítica para traducirse en una implicación activa en defensa de la democracia y los derechos humanos en Chile, convertido en un símbolo de la lucha por la democracia en España. Su actuación más significativa llegó cuando aceptó defender al dirigente comunis- ta Luis Corvalán, interno en diferentes campos de prisioneros de Chile, a donde el propio Ruiz-Giménez viajó en dos ocasiones. Sin embargo, ambos no se conocieron hasta que, en 1978, Corvalán viajó a Madrid, una vez que ya había sido liberado tras un acuerdo entre Chile y la URSS en el que fue “canjeado” por el disidente soviético Vladímir Bukovski. Su encuentro durante aquella Conferencia de Solidaridad con Chile, de noviembre de 1978, tuvo un especial valor emocional para ambos, símbolo de una implicación con la problemática chilena que el propio Ruiz-Giménez definió como “una de las [aventuras] más hermosas de mi vida como abogado, como cristiano y simplemente como hombre”11. Pero la importancia de Joaquín Ruiz-Giménez en el ámbito democristiano hizo que su implicación y el impacto que los sucesos chilenos le causaron trascendiera su mera figura y afectara a toda la democracia cristiana española. Muchos se preguntaban si, en realidad, su máximo representante en España estaba a punto de dar el salto hacia una versión española del MAPU (Movimiento de Acción Popular Unitaria) que conectara las tesis cristianas y marxistas12. Chile afectó así a la democracia cristiana española como a ninguna otra de sus homólogas, provocando una crisis y unas divisiones internas que cristalizarían ya en los años de la Transición cuando, de forma sorpresiva, la candi- 10 Los diarios completos de Joaquín Ruiz-Giménez se encuentran disponibles en el Archivo Joaquín Ruiz-Gi- ménez. En este trabajo se citará la versión editada y publicada por la editorial del Congreso de los Diputados de España y el Defensor del Pueblo. Véase: Joaquín Ruiz-Giménez, Diarios de una vida, 1967-1978, vol. I, Madrid, Cortes Generales-Defensor del Pueblo, 2014, p. 464. 11 Guion para mi intervención en el acto “pro-Chile”, AJR, carpeta 004, 054-12. 12 Álvaro Santamarina, Joaquín Ruiz-Giménez, Madrid, Editorial Cambio16, 1977, p. 90. El MAPU surgió como una escisión del Partido Demócrata Cristiano que asumía la filosofía marxista. Véase: Esteban Valen- zuela, Dios, Marx…y el MAPU, Chile, LOM Ediciones, 2014. 285MAGALDI / “CUANDO YA NO SE PODÍA SER DEMOCRISTIANO: JOAQUÍN RUIZ-GIMÉNEZ Y...” datura de la democracia cristiana española no obtuvo ningún diputado en las primeras elecciones democráticas de 1977. Como recordaría muchos años después el dirigente democristiano Óscar Alzaga, “la herida” creada por Chile “nunca cicatrizó”13. El propósito de este artículo es analizar y conocer el impacto de los sucesos chilenos en la democracia cristiana española a través del pensamiento y la actuación de su máxi- mo dirigente, Joaquín Ruiz-Giménez, para así comprender cómo una realidad externa sacudió a un proyecto político cuyas amplias expectativas no tardaron en verse frustra- das. Su diario personal y el material inédito de su archivo personal permitirán adentrase en las fracturas creadas por el asunto chileno, convertido en uno de los catalizadores de las tensiones y divisiones de la democracia cristiana española, símbolo de un golpe que impactó mucho más allá de las fronteras chilenas. Reacciones a un golpe de Estado: los sucesos de 1973 vistos desde España El 12 de septiembre de 1973, Joaquín Ruiz-Giménez se encontraba almorzando con su compañero de la Universidad de Madrid, Francisco Elías de Tejada, cuando empezaron a llegar a España las noticias de los sucesos ocurridos el día anterior en Chile. Los dia- rios, la radio y la televisión informaban detenidamente sobre el asalto al Palacio de la Moneda en un golpe de Estado conducido por Augusto Pinochet, el cual triunfó y culmi- nó con la muerte del presidente Salvador Allende. La inmediata preocupación de Ruiz- Giménez ante aquellas noticias contrastó de forma evidente con la de su compañero, hombre de férreas ideas tradicionalistas que no dudó en indicar que él mismo, durante su último viaje a Chile, había predicado la doctrina clásica del tiranicidio14. Pero, para Ruiz-Giménez y los democristianos españoles, aquellos sucesos tenían un especial sig- nificado, pues Chile siempre había estado en su punto de mira. Ya en 1964 habían fijado su atención antes unas elecciones chilenas donde Eduardo Frei Montalva y su “Revolución en libertad” aparecían como una interesante referencia para la democratización de España. Frente a la creciente inclinación liberal de sus ho- mólogos europeos, el ejemplo de los democristianos chilenos adquiría valor en su lucha por una nueva realidad española donde la democracia aparecía proyectada como la posibilidad de, no solo alcanzar una transformación político-institucional, sino también socioeconómica15. Su interés por dicho país se mantuvo expectante ante las divisiones de la Democracia Cristiana chilena, fracturada entre aquellos defensores del “camino pro- 13 Óscar Alzaga, La conquista de la transición (1960-1978). Memorias documentadas, Madrid, Marcial Pons, 2021, p. 369. 14 Ruiz-Giménez, Diarios de una vida…, op. cit., p. 464. 15 Muñoz Soro, Cuadernos para…, op. cit., p. 293. 286 HISTORIA 56 / 2023 pio” contrarios a cualquier alianza con la Unidad Popular propugnada por la izquierda de Salvador Allende, y las posiciones de entendimiento de unos “terceristas” liderados por Radomiro Tomic, postura esta última con la que los españoles simpatizaban y lamentaban que no se hubiera impuesto16. Las reflexiones surgidas entre los demo- cristianos españoles sobre el cambio político y la propia naturaleza de la democracia tras el Concilio Vaticano II, habían provocado unos planteamientos donde libertad e igualdad se fusionaban y encontraban su representación en las posturas frustradas de los terceristas chilenos. El posterior fracaso democristiano en las elecciones de 1970 ante la victoria de la Unidad Popular llevó a que desde la revista Cuadernos para el Diálogo se apelara a que la Democracia Cristiana mostrara su apoyo constante al gobierno de Salvador Allende17. En 1971, el secretario de redacción de la revista, Pedro Altares, viajó a Chile con motivo de la denominada “Operación Verdad”, visita que aprovechó para entrevistar a Radomiro Tomic, quien le expresó su solidaridad con el Gobierno, pues “la revolución anticapitalis- ta, antioligárquica y antiimperialista se haría en Chile con los cristianos, sin los cristianos o contra los cristianos. Nosotros hemos elegido nuestro lugar en este combate: queremos que se haga por el pueblo y con nosotros”18. Pero aquellas palabras poco tardarían en desdibujarse. Cada vez un número mayor de miembros del partido parecía dispuesto a confrontar con Allende, en especial después del asesinato del exministro y dirigente demo- cristiano Edmundo Pérez Zujovic por un grupo de ultraizquierda19. El progresivo triunfo del sector crítico del partido, representado por el antiguo pre- sidente Eduardo Frei Montalva y por el nuevo líder de la formación, Patricio Aylwin, pareció consolidarse cuando en 1973 se celebraron elecciones parlamentarias y el Partido Demócrata Cristiano selló una alianza con el conservador Partido Nacional bajo la deno- minación de Confederación Democrática (CODE)20. Desde España, Cuadernos para el Diálogo expresó sus temores y pidió que Chile “estuviera a la altura de las circunstan- cias”, pero las esperanzas no tardaron en verse frustradas cuando las tensiones se materia- lizaron en forma de un golpe de Estado21. Lo más traumáticos para los democristianos españoles respecto de lo ocurrido en Chile fue, sin ninguna duda, las informaciones recibidas sobre la supuesta connivencia de los 16 Ricardo A. Yocelevzky, “La Democracia Cristiana chilena. Trayectoria de un proyecto”, en Revista Mexica- na de Sociología, vol. 47, n.° 2, México, 1985, pp. 287-352. 17 Muñoz Soro, Cuadernos para…, op. cit., p. 294. Sobre la simpatía de sectores del antifranquismo al modelo chileno, véase: María José Henríquez Uzal, “El antifranquismo y la vía chilena al socialismo (1970-1973)”, en Ayer. Revista de Historia Contemporánea, n.° 116, España, 2019, pp. 243-275. 18 Cuadernos para el Diálogo, número extraordinario XXXVI, España, julio de 1971. 19 Pablo Rubio e Isabel Torres, “Reacciones y respuestas de la Democracia Cristiana frente al Golpe Militar de 1973: ¿colaboración u oposición”, en Revista de Historia Social y de las Mentalidades, vol. 19, n.° 1, Santia- go de Chile, 2015, pp. 41-69, en especial p. 47. 20 Frank Gaudichaud, Chile 1970-1973. Mil días que estremecieron al mundo, Chile, LOM Ediciones, 2016. 21 Muñoz Soro, Cuadernos para…, op. cit., p. 295. Sobre la progresiva crisis política de Chile durante el man- dato de Salvador Allende, véase: Arturo Valenzuela, El quiebre de la democracia en Chile, Santiago de Chile, Ediciones Universidad Diego Portales, 2003, en especial pp. 143-218. 287MAGALDI / “CUANDO YA NO SE PODÍA SER DEMOCRISTIANO: JOAQUÍN RUIZ-GIMÉNEZ Y...” democristianos con los golpistas. La dirección del partido se había manifestado favorable respecto de la actuación de las Fuerzas Armadas que, bajo su criterio, habrían procedido para proteger al país del caos provocado por el gobierno de Salvador Allende22. Apenas un pequeño círculo discrepante con la dirección oficial, conocido como el Grupo de los 13, emitió días después una declaración pública de condena al golpe. En el ámbito internacional, los grandes organismos de la democracia cristiana reaccio- naron con especial cautela respecto al posicionamiento de sus representantes en Chile. La UMDC emitió un comunicado que, si bien condenó “decididamente el golpe de Estado militar que ha suprimido las libertades y las garantías constitucionales en el Chile”, eludió cualquier tipo de referencia hacia la actitud sostenida por los democristianos chilenos23. Más timorata aún, la Organización Demócrata Cristiana de América (ODCA) dedicó gran parte de su nota a condenar “todas las actitudes extremistas o de cierta intolerancia” pro- cedentes de ambos polos políticos, las cuales habrían puesto fin a “la vía democrática” ini- ciada en Chile durante el gobierno de Eduardo Frei Montalva, razón por la que expresaban “su firme y afectuosa solidaridad con el Partido Demócrata Cristiano de Chile”, formación que, afirmaban con rotundidad, nada habría tenido que ver con el hecho militar ocurrido24. Desde España, la democracia cristiana también decidió pronunciarse al respecto, aunque, como aseguraba el dirigente Fernando Álvarez de Miranda, “las noticias que nos llegaban eran confusas ‒sobre todo las que procedían de los medios de comunicación‒ y la verdad es que los democratacristianos españoles caminaban fundamentalmente a base de intuición”25. Joaquín Ruiz-Giménez, decidido a pronunciarse con claridad, consideró indispensable emitir un comunicado condenatorio respecto a lo acaecido. Según opinaba, “la cuestión era muy clave para que la DC española fuese fiel a una imagen nueva, de compromiso democrático-social profundo y sin equivocaciones hacia el futuro”26. Con dicho motivo, Ruiz-Giménez convocó a una reunión del denominado Equipo Demócrata Cristiano del Estado Español (EDCEE), plataforma antifranquista en la que convivían diferentes formaciones de inspiración democristiana, como era su propio partido27. Tras 22 Rubio y Torres, “Reacciones y respuestas…, op. cit., p. 49. 23 Comunicado de la UMDC, 12 de septiembre de 1973, AJR, carpeta 053, 347-04. 24 Comunicado de la Organización Demócrata Cristiana de América. Secretaria General, 15 de septiembre de 1973, AJR, carpeta 053, 347-04. 25 Fernando Álvarez de Miranda, Del contubernio al consenso, Barcelona, Planeta, 1985, p. 73. 26 Ruiz-Giménez, Diarios de una vida…, op. cit., pp. 464-465. 27 El Equipo de la Democracia Cristiana del Estado Español en la Unión Europea Demócrata Cristiana había nacido de forma oficial ese mismo año de 1973 como una plataforma en la que convergían los diferentes partidos de la democracia cristiana antifranquista. En esos momentos eran cuatro las formaciones que lo in- tegraban: Izquierda Democrática (ID) de Joaquín Ruiz-Giménez; Democracia Social Cristiana (DSC) de José María Gil-Robles; Partido Nacionalista Vasco (PNV) de Juan Ajuriaguerra y Unión Democrática de Cataluña (UDC) de Antón Canyellas. Sobre la historia del Equipo, puede consultarse: Donato Barba, La oposición du- rante el franquismo. La Democracia Cristiana, Madrid, Ediciones Encuentro, 2001, en especial pp. 214-240. 288 HISTORIA 56 / 2023 dicho encuentro, las distintas formaciones democristianas españolas emitieron una nota pública, fechada el 15 de septiembre de 1973, que indicaba: “Ante los dramáticos sucesos de Chile, el Equipo del Estado Español en la Unión Europea Demócrata-Cristiana, cree en su deber manifestar: 1º-La más rotunda condena de la subversión violenta frente al gobierno constitucional de Chi- le, ya que rechaza por principio el que las Fuerzas Armadas se arroguen el derecho de solucio- nar los problemas políticos de un país contra los cauces democráticos establecidos. 2º-El repudio de toda actitud que implique apoyo o colaboración con la situación creada por el golpe de Estado. 3º-El profundo respeto a la persona del Presidente Salvador Allende, que ha refrendado su ser- vicio a los principios democráticos con su propia sangre. 4º-El dolor y la repulsa ante la represión cruenta a que se refieren las noticias conocidas y pide la solidaridad de todas las fuerzas democráticas con los chilenos que pugnen por el restableci- miento inmediato de la Constitución violada por los que hoy ocupan el poder”28. Del comunicado, para los democristianos españoles resultaban fundamentales el se- gundo punto ‒con una crítica hacia posibles colaboracionismos, aunque de manera ve- lada hasta que se fuera aclarando la realidad‒; y el cuarto punto ‒como defensa del ne- cesario rechazo al golpe producido‒. La imposibilidad de alcanzar un pronunciamiento más contundente ante las dudas y la expectación de los sectores más conservadores, lle- varon a que, de manera independiente, algunas personalidades democristianas emitieran su propia nota con una referencia más explícita a la necesidad de esclarecer la actitud de sus homólogos chilenos. Según dicho comunicado colectivo, escrito sin determinar el nombre de sus firmantes, “Los que suscriben, un grupo de personas que profesan los ideales y los principios de la De- mocracia Cristiana, sin asumir la representación de asociación u organización alguna, pues cumplen la legalidad vigente en España y solo a título personal, desean, con ocasión de la postura adoptada por la Democracia Cristiana de Chile, manifestar públicamente su repulsa a toda posición que implique aprobación o colaboración para la subversión sangrienta que sufre aquel país. Procuraremos por los medios a nuestro alcance obtener informes o explicaciones sobre las razones que puedan tener los dirigentes de la Democracia Cristiana chilena para, considerán- dolas, ratificar o rectificar esta actitud nuestra”29. Ambos comunicados no tardaron, sin embargo, en sufrir las restricciones de la cen- sura franquista, pues la Dirección General de Prensa dio orden clara de impedir la difu- sión de comunicados emitidos desde círculos opositores. De forma simultánea a esta acción política, Joaquín Ruiz-Giménez acordó con Pedro Altares abordar el asunto chileno en el siguiente número de la revista Cuadernos para 28 Comunicado del EDCEE, 15 de septiembre de 1973, AJR, carpeta 004, 049-04. 29 Escrito DC por Chile, AJR, carpeta 004, 049-03. 289MAGALDI / “CUANDO YA NO SE PODÍA SER DEMOCRISTIANO: JOAQUÍN RUIZ-GIMÉNEZ Y...” el Diálogo, ante la necesidad del mundo católico de pronunciarse de forma clara. Como indicaba el propio Pedro Altares en una carta a su amigo: “Don Joaquín: el testimonio sigue siendo una de las pocas armas que no nos pueden quitar”30. Así, el número 121 del mes de octubre de 1973 se dedicó, en su inmensa mayoría, a la condena y difusión de lo ocurrido en Chile. El ejemplar se abría con un editorial que llevaba por título “Chile: caen las máscaras”, en el que, si bien se criticaba el golpe, todas las miradas se dirigían hacia unos democristianos que “pronto han olvidado el autoproclamado papel de guar- dián de la constitucionalidad”, con una actitud, “y lo decimos con dolor, [que] no deja de producir cierto estupor”31. El editorial indicaba la necesidad de dejar en evidencia que el Partido Demócrata Cristiano de Chile, “otrora legalista y de pensamiento social avanzado, aparece como uno de los causantes más inmediatos de la caída de Allende”32. Y concluía: “para un partido con tal denominación asombra que en la nota de apoyo a los golpistas ‒no suscrita por el sector que encabeza Radomiro Tomic‒, ni siquiera se lea una palabra pidiendo moderación para los derrotados y ese respeto para la figura del presidente muerto que el epis- copado chileno solicitaba horas después”33. Cuando el editorial fue planteado en el consejo de redacción de la revista, alguna figura como José María Gil-Robles (hijo) mostró ciertas reservas en esa crítica tan contundente a la democracia cristiana, posición que recibió ciertas adhesiones, lo que reflejaba cómo las divisiones respecto a la actuación de aquella colectividad se estaban reflejando más allá del propio Chile. Ante la tensión del debate, el propio Joaquín Ruiz- Giménez trató de poner orden y establecer unas líneas básicas. Según recordaría en su diario: “Mi actitud fue clara: condenar sin reservas el golpe de Estado, tributar homenaje a la per- sona de Allende, censurar la actitud de los partidos conservadores y, entre ellos, a la mayo- ría de la Democracia Cristiana (¡por mucho que me duela, así es!), rechazar la represión y urgir la vuelta a las instituciones demócratas. ¿Inútil? La voz de la conciencia no es útil o inútil, sino necesaria”34. Más allá del editorial conjunto, el resto de la revista albergó diversas publicacio- nes con el denominador común de la crítica y decepción transmitida respecto de la actitud de los democristianos chilenos. Mariano Aguilar Navarro publicó un artículo que, bajo el título “¿Sólo Allende ha muerto?”, se refería a las “menos de veinticuatro horas de sucesos, pero más de tres años de conspiración”, en las cuales consideraba 30 Carta de Pedro Altares a Joaquín Ruiz-Giménez, 10 de octubre de 1973, AJR, carpeta 004, 049-03. 31 “Chile: caen las máscaras”, en Cuadernos para el Diálogo, n.° 121, España, octubre de 1973, pp. 5-8. 32 Ibid. 33 Ibid. 34 Ruiz-Giménez, Diarios de una vida…, op. cit., p. 467. 290 HISTORIA 56 / 2023 que habían jugado un importante papel los democristianos35. También Roberto Mesa, en el artículo “Chile no es una excepción”, orientaba la responsabilidad de lo sucedi- do al apoyo democristiano a la acción militar. Según aseguraba Mesa, “el día 6 de ju- lio Salvador Allende ofrecía dos carteras, obras públicas y vivienda, a la Democracia Cristiana, que rechaza el ofrecimiento. Allende había dicho en más de una ocasión: ‘Creo en el voto y no en el fusil’; la Democracia Cristiana había depositado ya todas sus esperanzas en el fusil”36. Junto a artículos de esta orientación, la revista publicó un cuestionario a veintidós personalidades para que manifestaran su opinión respecto de lo ocurrido, eviden- ciándose el tono mayoritario de crítica a los democristianos chilenos. Como ejemplo, el profesor José Luis López Aranguren opinaba que “la derecha ‒y la democracia cristiana, en todos los países, a la hora de la verdad se vuelve hacia la derecha siem- pre‒ habría seguido con el régimen de Allende su habitual estrategia” de impedir la profundización de la democratización37. También el sacerdote José María Javierre aseguraba que “a la Democracia Cristiana chilena no le queda otro camino de digni- dad que entregar el timón a su ala Izquierda, postura que no adoptará. ¿Qué ha faltado en sus cuadros dirigentes, inteligencia política o categoría moral?”38. Pero, en dicho cuestionario, también se evidenció el posicionamiento de sectores moderados de la democracia cristiana española que consideraban excesivo el impacto y la extrapola- ción realizada a partir del caso chileno, apelando a la necesidad de tener en cuenta la realidad existente con anterioridad. En este sentido, Óscar Alzaga no dudó en apuntar a la responsabilidad de la Unidad Popular en todo lo sucedido, acusada de “olvidarse de la mano que le tendió la DC” y de “incumplir la Constitución” para alcanzar “los objetivos de la revolución soviética de 1917”39. Como era de esperar, otro de los que emitió su opinión en dicho cuestionario fue Joaquín Ruiz-Giménez. En su escrito, el fundador de la revista realizaba un recuerdo emotivo hacia la figura del fallecido presidente Salvador Allende, “por su heroica fide- lidad al empeño de conseguir un régimen social más justo para su pueblo, dentro de un marco constitucional democrático y dispuesto a pagar por ello con la moneda de su pro- pia sangre”40. Para Ruiz-Giménez, en realidad Allende no se habría apartado de la vía 35 Mariano Aguilar Navarro, “¿Sólo Allende ha muerto?”, en Cuadernos para el Diálogo, n.° 121, España, oc- tubre de 1973, pp. 25-27. 36 Roberto Mesa, “Chile no es una excepción”, en Cuadernos para el Diálogo, n.° 121, España, octubre de 1973, pp. 17-21. 37 José Luis López Aranguren, “Cuestionario-Internacional”, en Cuadernos para el Diálogo, n.° 121, España, octubre de 1973, pp. 33-34. 38 José María Javierre, “Cuestionario-Internacional”, en Cuadernos para el Diálogo, n.° 121, España, octubre de 1973, p. 40. 39 Óscar Alzaga, “Cuestionario-Internacional”, en Cuadernos para el Diálogo, n.° 121, España, octubre de 1973, pp. 31-33. 40 Respuesta del profesor Joaquín Ruiz-Giménez al cuestionario de Cuadernos para el Diálogo sobre los suce- sos de Chile, AJR, carpeta 004, 049-04. 291MAGALDI / “CUANDO YA NO SE PODÍA SER DEMOCRISTIANO: JOAQUÍN RUIZ-GIMÉNEZ Y...” democrática “pese a ciertos errores tácticos y a las instigaciones y excesos reprobables de grupos extremistas de su propio campo político, y de los contraataques, sin mesura, de la oposición conservadora, incluyendo en esta desdichadamente un amplio sector del Partido Demócrata Cristiano”41. Desde dicha convicción, mostró su repulsa ante cualquier actitud de partidos políticos que hubieran facilitado, promovido o justificado el golpe, referencia clara a sus homólogos chilenos. Como concluía en su intervención, expresando con claridad su dolor por la situación: “la experiencia sufrida por Chile no dejará de gravitar en el ánimo de millones de hombres, en las más opuestas regiones del mundo. La lección de Chile no puede ser olvidada en ninguna de sus dimensiones. Y Chile está demasiado cerca del corazón de España como para que aquí no la sintamos con más intensidad que ningún otro país”42. Con todas estas declaraciones, Cuadernos para el Diálogo se había situado, salvo casos singulares, en una posición de evidente solidaridad con el Gobierno caído y de rotunda crítica hacia la democracia cristiana chilena que, en ciertos casos, extrapolaba al conjunto de dicha ideología. Algunos, como el propio Joaquín Ruiz-Giménez, se cues- tionaban incluso si, después de esta realidad, la posición en una democracia cristiana seguía siendo válida o había que evolucionar hacia planteamientos socialdemócratas, tesis que parecían contemplar algunos leales o que, incluso, antiguos discípulos ya ha- bían materializado con su salto al Partido Socialista Obrero Español (PSOE). Aquellas tensiones y discrepancias no tardaron en provocar la reacción del sector más moderado de la democracia cristiana española, lo que desencadenó enfrentamientos que marcaron el rumbo de dicho sector político. La Democracia Cristiana Española en crisis El número especial que la revista Cuadernos para el Diálogo publicó con motivo del asunto chileno no tardó en tener un enorme impacto. Las reacciones llegaron inclu- so desde el propio Chile. El opositor Luis Badilla Morales, miembro de la Comisión Política de Izquierda Cristiana y expresidente nacional de la Juventud Demócrata Cristiana de Chile, remitió una carta a la redacción expresando: “sentí un gran estreme- cimiento al leer Cuadernos para el Diálogo. […] En Chile conocíamos mucho la revis- ta, pero jamás esperé tanta claridad, valentía y precisión para hablar de nuestro querido Chile. Como decía Neruda, ‘muchas gracias…, ¡muchas veces muchas gracias!’”43. 41 Ibid. 42 Ibid. 43 Izquierda Cristiana se trataba de una escisión del MAPU que trataba de no romper con la inspiración predo- minante cristiana que, desde el MAPU, parecía llevarse a cabo al asumir como base el pensamiento marxista. Para su muestra de agradecimiento: Luis Badilla, “Cristianos con Allende”, en Cuadernos para el Diálogo, n.° 292 HISTORIA 56 / 2023 Con mayores reparos fue recibido, en cambio, por los sectores oficiales del Partido Demócrata Cristiano, en especial por Patricio Aylwin y Eduardo Frei, que considera- ban a sus colegas españoles demasiado próximos a la Unidad Popular. No obstante, las voces más críticas desde Chile procedieron de la cúpula del nuevo régimen. Como transmitía el periódico El Mercurio, los dirigentes del país mostraron su inmediato re- chazo a la “campaña antichilena” que habría emprendido “el marxismo internacional” y que, en España, habría sido visible en “la publicación izquierdista Cuadernos para el Diálogo, [que] dedicó casi íntegramente su último número a defender la causa de la ex Unidad Popular”44. Incluso, cuando semanas después llegó a España el primer em- bajador del Chile pinochetista, el general Francisco de Gorigoitia Herrera, una de sus primeras acciones consistió en escribir a José Luis Fernández García, director general de régimen jurídico de la prensa, para solicitar una rectificación de Cuadernos para el Diálogo sobre las informaciones transmitidas acerca de su país. Con esta realidad, no resulta extraño que la propia revista fuera prohibida en Chile durante esos años45. Pero, más allá de estas reacciones, fue en España donde dicho número tuvo mayor impacto, no tanto en la reacción de la censura franquista, sino en el seno de la propia democracia cristiana española. Chile fue el desencadenante de la fractura entre las visiones más moderadas y pro- gresistas de la democracia cristiana española. Amplio fue el rechazo mostrado desde la revista Discusión y Convivencia, la cual había servido de refugio a los democristianos más moderados, disconformes con el rumbo que, sentían, venía adoptando de forma progresiva Joaquín Ruiz-Giménez y Cuadernos para el Diálogo, donde cada vez te- nían mayor presencia sectores próximos a la izquierda socialista. Desde Discusión y Convivencia simpatizaron con las tesis esgrimidas por el sector oficial de la democracia cristiana chilena y criticaron a quienes, usando a Chile como pretexto, querían desplazar a la democracia cristiana. Así, la revista aclaraba a sus compañeros de Cuadernos que, aunque “algunos sectores de la Democracia Cristiana chilena eran ‘golpistas’, […] eran partidarios de un ‘golpismo’ muy singular; un golpismo que restableciese las institucio- nes democráticas, no que las anulase con mayor gravedad aun”46. Sin embargo, el impacto de esta publicación era mínimo en comparación con el te- rremoto que sacudió a Cuadernos, donde todas las miradas se dirigieron a Joaquín Ruiz- Giménez. Una de las primeras personas que se dirigió a él fue José María Gil-Robles (hijo), secretario general de la otra gran formación democristiana nacional: Democracia Social Cristiana (DSC)47. Este le transmitió apenado su “discrepancia con el contenido 123, España, diciembre de 1973, p. 34. 44 El Mercurio, Santiago de Chile, 22 de noviembre de 1973. 45 Muñoz Soro, Cuadernos para…, op. cit., p. 303. 46 Discusión y Convivencia, n.° 29, España, septiembre-octubre de 1973. 47 DSC, el otro gran partido de la democracia cristiana española, también se había pronunciado en un sentido crítico respecto a los sucesos chilenos, pero eludiendo una condena rotunda a los democristianos de ese país. Su posicionamiento no produjo ningún tipo de debate relevante interno debido, en gran medida, al control que 293MAGALDI / “CUANDO YA NO SE PODÍA SER DEMOCRISTIANO: JOAQUÍN RUIZ-GIMÉNEZ Y...” del número de Cuadernos dedicado a Chile, por estimar que se ha sido unilateral y que transpira hostilidad genérica contra la Democracia Cristiana, no solo la chilena, sino cualquier otra”48. Le resultaba evidente la discordancia que se estaba creando entre la posición que Ruiz-Giménez ocupaba en el seno de la democracia cristiana española y el progresivo dominio de sectores marxistas de su publicación. Preocupado, le remitió una nota que, solicitaba, fuera publicada en el próximo número de la revista, dirigida de forma explícita a rebatir esa crítica realizada por el profesor José Luis López Aranguren respecto a la conflictiva relación entre los democristianos y la propia democracia. Según decía dicha nota: “¿Tan corta tiene usted la memoria, señor Aranguren, que se ha olvidado ya de [José Antonio] Aguirre, de [Manuel] Carrasco Formiguera, de [Luis] Lucia? ¿De cuál fue en una hora de la verdad que yo no he vivido, pero el señor Aranguren sí, la actitud de esos hombres y las for- maciones políticas que encabezaban?”49. Se refería así a numerosas figuras católicas españolas, incipientes democristianos de los años treinta, que por su oposición a la sublevación franquista habían sufrido el exi- lio, la cárcel o la muerte, por lo que lamentaba que su actuación quedara desdibujada en medio de la extrapolación chilena. Pero donde mayor impacto generó la postura adoptada por la revista fue en el par- tido presidido por el propio Joaquín Ruiz-Giménez. Izquierda Democrática (ID) era la gran formación de la democracia cristiana española en aquellos momentos y, la desazón que produjo en ciertos sectores el número de Cuadernos sacudió de forma considerable al partido. Incluso algún miembro, temeroso de las contradicciones entre la colectivi- dad y la posición que su líder parecía reflejar desde las páginas de Cuadernos, informó de este problema a la cúpula de la UEDC, por lo que recibieron una visita de Ernesto Talenti “para hacer un seguimiento” de la realidad española50. En medio de estas ten- siones, un miembro tan destacado del partido como Fernando Álvarez de Miranda envió una carta a Ruiz-Giménez para indicarle que, en su opinión, las declaraciones de Aranguren las la familia Gil-Robles ejercía del mismo. Sobre DSC, véase: José María Gil-Robles, “Democracia Social Cris- tiana”, en XX Siglos, vol. 6, n.° 26, España, 1995, pp. 47-57. 48 Ruiz-Giménez, Diarios de una vida…, op. cit., pp. 468-469. 49 José María Gil-Robles, “Afirmaciones dogmáticas”, en Cuadernos para el Diálogo, n.° 122, España, no- viembre de 1973, p. 45. Sobre los orígenes de la Democracia Cristiana en España: Javier Tusell, Historia de la democracia cristiana en España, Madrid, Sarpe, 1986. 50 Alzaga, La conquista de la transición…, op. cit., p. 365. 294 HISTORIA 56 / 2023 “considero gravemente ofensivas y notoriamente injustas respecto al grupo político a que pertenezco, acusando a la democracia-cristiana de que ‘en todos los países’ a la hora de la ver- dad, hace imposible cualquier auténtica democracia. Los recientes sucesos de Chile han afectado, en forma diversa, nuestras conciencias políticas, pero en modo alguno justifican las actitudes despectivas y la falta de respeto ideológico que se ponen de manifiesto en el numero de la Revista a que me refiero”51. Misma posición reflejaba la carta que le envió Jaime Cortezo, secretario gene- ral de ID. En dicha esquela, que solicitaba fuera publicada en el próximo número de Cuadernos, Cortezo lamentaba “la extrapolación de los hechos de Chile para conver- tirlos en categorías de aplicación universal”, por lo que consideraba “evidente que la publicación del mes de octubre tiene un claro signo anti Demócrata-Cristiano”52. Según decía en la misiva, también remitida a Félix Santos como director de la revista, “com- prendo que el momento chileno es dramático”, pero rechazaba el silenciamiento de los errores de Salvador Allende, así como “la selección de los encuestados y la ausencia de otros muchos, [que] da como resultado una imagen pro-Allende y anti Demócrata- Cristiana”53. De forma especial lamentaba las generalizaciones realizadas respecto de la posibilidad de un talante democrático por parte de los partidos democristianos, por lo que realizaba una apelación histórica al papel que las formaciones de este signo habían tenido en la Europa tras la Segunda Guerra Mundial54. La situación creada llevó a que el propio Joaquín Ruiz-Giménez se comprometiera a que sus cartas vieran la luz en el siguiente número de Cuadernos55. Pero, de forma simultánea, la cúpula de ID ‒que operaba de forma semiclandestina bajo la forma de una sociedad anónima, IDSA‒ se reunió para tratar el asunto, revelando la cristalización de una división interna en la que los sucesos chilenos sirvieron como auténtico cataliza- dor de unas discrepancias ya conocidas, pero hasta entonces latentes56. Por un lado, se 51 Carta de Fernando Álvarez de Miranda a Joaquín Ruiz-Giménez, 22 de octubre de 1973, AJR, carpeta 004, 047-09. 52 Aquella misiva fue originalmente remitida a Félix Santos. Carta de Jaime Cortezo a Félix Santos, 19 de oc- tubre de 1973, AJR, carpeta 004, 047-09. 53 Ibid. 54 Ibid. 55 Los problemas surgidos motivaron que incluso figuras críticas con la actitud de la democracia cristiana consi- derasen necesario actuar para conciliar posiciones en el seno de Cuadernos. Un ejemplo es el caso del socialista Joaquín León, quien remitió una carta a Joaquín Ruiz-Giménez en la que indicaba: “Dada la importancia de los problemas planteados con motivo del número especial sobre Chile considero imprescindible abordar el tema sin las precipitaciones que impondría el querer encararlo ya en el número de noviembre. Para iniciar satisfacción y tranquilización de nuestros amigos discrepantes, pudiera simplemente anticiparse en la existencia de esas dis- crepancias y asimismo que, por razones de tiempo, serán tratados en el número de diciembre”. Carta de Joaquín León a Joaquín Ruiz-Giménez, 27 de octubre de 1973, AJR, carpeta 004, 047-09. Para las tensiones internas sur- gidas en el seno de Cuadernos para el Diálogo con motivo de los sucesos chilenos, véase: María Teresa Compte, “Chile en la historia de la democracia cristiana española”, en Elisa Estévez y Fernando Millán (eds.), Soli Deo Gloria, Madrid, Universidad Pontificia de Comillas, 2006, pp. 87-106, en especial 94-102. 56 Juan Antonio Ortega, “Ruiz-Giménez y la Democracia Cristiana”, en XX Siglos, vol. 6, n.° 26, España, 1995, pp. 30-46. 295MAGALDI / “CUANDO YA NO SE PODÍA SER DEMOCRISTIANO: JOAQUÍN RUIZ-GIMÉNEZ Y...” manifestó el sector más moderado del partido ‒de inclinación liberal e influido por el referente europeo y alemán‒, donde figuras como Óscar Alzaga, Fernando Álvarez de Miranda e Íñigo Cavero condenaron las tesis esgrimidas en la revista de Ruiz-Giménez que, estimaban, creaba una discordancia con la línea del partido. Por otro lado, el ala más progresista ‒tendiente hacia un difuso socialismo cristiano interesado por los planteamientos de los sectores más sociales de la democracia cristiana latinoamerica- na‒ estuvo representada por Eduardo Jauralde, Alfredo Cuellar, José María Mohedano y el propio Joaquín Ruiz-Giménez, quienes sostuvieron la necesidad de una actitud firme que imposibilitara cualquier mínima extrapolación de la actitud de sus colegas chilenos con la que ellos pudieran tener en España. Tras momentos de enorme tensión, Ruiz-Giménez recordaba en sus diarios que “las espadas quedaron en alto, por desgracia o por suerte, pues era necesario ver claro, y habrá que tener una jornada en internado a fondo, para una solución definitiva: de separación cordial, o de superación dinámica y sin reservas”57. De momento, acordaron esperar hasta que, a finales de octubre, se reu- niera en Roma el Bureau Político de la UEDC y hubiera posibilidad de dialogar e inter- cambiar impresiones con sus colegas europeos. Pero la calma pronto se vio sacudida. Al día siguiente a la reunión celebrada por la cúpula de ID, el diario español ABC publicó la primera entrevista al expresidente Eduardo Frei Montalva, en la cual mantuvo una posición de dura crítica al gobierno de la Unidad Popular y al presidente Salvador Allende. Según Frei: “La gente no se imagina, en Europa, que este país está destruido. No saben lo que ha pasa- do. Los medios informativos callaron lo que estaba ocurriendo desde 1970, en que Salvador Allende, rompiendo todas sus promesas, y alejándose de la legalidad, inicia una obra de des- trucción sistemática de la nación […]. Ha contribuido a la destrucción de este país, que hoy no tiene más salida salvadora que el gobierno de los militares. Los militares han salvado a Chile y a todos nosotros. […] Los militares fueron llamados, y cumplieron una obligación legal”58. Las declaraciones de Eduardo Frei Montalva entraban en línea con las tramas conspi- ratorias promovidas desde el nuevo gobierno chileno, sacando a la luz un supuesto “Plan Z” por el cual el gobierno de la Unidad Popular habría tratado de propiciar una guerra civil. Esta tesis fue asumida por la propia democracia cristiana chilena, con la escasa ex- cepción del sector encabezado por Radomiro Tomic59. La conflictiva realidad chilena y las nuevas noticias que iban llegando no hacían sino imposibilitar cualquier tipo de distensión en los encrespados ánimos de los democristianos españoles. Joaquín Ruiz-Giménez fue solicitado entonces por el periodista Germán Álvarez para realizar una entrevista a la re- vista española aperturista Sábado Gráfico, en la cual reafirmó su opinión respecto a Chile. 57 Ruiz-Giménez, Diarios de una vida…, op. cit., p. 469. 58 ABC, España, 10 de octubre de 1973. 59 Rubio y Torres, “Reacciones y respuestas…, op. cit., p. 55. 296 HISTORIA 56 / 2023 Esta sería publicada en los siguientes días, pero, mientras tanto, Ruiz-Giménez marchó a Roma al encuentro organizado por el Bureau de la UEDC, que entonces se reunía para preparar el próximo XIX Congreso de los democristianos europeos. La reunión en Roma comenzó el 22 de octubre en un clima de cierta tensión, pues fracturas de similares características se habían producido en diferentes países, aunque quizás no tan acentuadas como las que, en cierto modo, propiciaban el clima de la clan- destinidad opositora al franquismo en España. Mariano Rumor, por entonces presidente del Consejo de ministros italiano y de la propia UEDC, trató de evitar el asunto que, en su propio país, le había generado ciertos problemas, de forma especial con Carlo Donat Cattin, líder de la corriente interna “Fuerzas Nuevas”, ala progresista de los democris- tianos italianos que había mostrado su solidaridad con el Grupo de los 1360. El tema pretendió solventarse con una breve información de tono aséptico cuya redacción le fue encargada al holandés Karl Josef Hahn61. La presencia de una delegación democristiana chilena compuesta por los oficialistas Enrique Krauss, Juan Hamilton y Juan de Dios Carmona, no hacía si no tratar de sortear el asunto ante las noticias que estos transmitieron respecto a los “horrores del periodo Allende”. Ruiz-Giménez, que había pedido con antelación celebrar un auténtico debate sobre la cuestión, observó decepcionado cómo desde los órganos europeos de la colecti- vidad se eludía el tema. No dispuesto a ello, consiguió que “fuera de sesión” se aceptara tratar el asunto y se produjera un intercambio de impresiones respecto al mismo o, de lo contrario, advirtió que el tema se plantearía de forma cruda y abierta en el próximo congreso general de la UEDC, el cual se celebraría en Bonn en el mes de noviembre. Según recordaba en sus diarios, fue él quien inició el debate y “me tocó hacerlo, con so- briedad, con emoción, con entereza”62. Tras su intervención se consiguió que la UEDC incorporara en el acta de la reunión una nota realizada por democristianos españoles de su confianza, en la cual se: “solicita respetuosamente de la Presidencia que, si lo estima pertinente, haga pública antes del Congreso de Bonn, por razones obvias, una declaración que contenga, sustancialmente, los siguientes puntos: Inequívoca condena del golpe de Estado militar contra el gobierno constitucional democrático de Chile. Urge el inmediato restablecimiento de las instituciones democráticas de dicha República y el pleno respeto y garantía de las libertades y derechos humanos. Expresar el dolor y la repulsa ante la represión arbitraria y cruenta subsiguiente al golpe de Estado y que persiste según las informaciones recibidas”63. 60 Sobre la recepción de los sucesos chilenos en Italia: Raffaele Nocera, “11 de septiembre de 1973: incom- prensiones y ambigüedades entre la DC chilena y la italiana”, en Izquierdas, n.° 24, Santiago de Chile, 2015, pp. 1-19. 61 Reunión del Bureau político de UEDC, Roma, 22 de octubre de 1973, AJR, carpeta 031, 257-02. 62 Ruiz-Giménez, Diarios de una vida…, op. cit., p. 471. 63 Equipo del Estado Español en la UEDC, Roma, 25 de octubre de 1973, AJR, carpeta 050, 332-02. 297MAGALDI / “CUANDO YA NO SE PODÍA SER DEMOCRISTIANO: JOAQUÍN RUIZ-GIMÉNEZ Y...” Había conseguido así incorporar una nota de crítica, aunque lamentaba no se hubiera sido más claro respecto de la actitud de sus compañeros chilenos. En ello habría pesado la presencia de la delegación sudamericana, que Joaquín Ruiz-Giménez sospechaba, ha- bían llegado allí “con licencia” de la Junta Militar. Por acuerdo con ellos se decidió “no hacer más reproches globales a la DC, hasta que haya una información más completa y objetiva; pero insistir ‒y pedirlo también a ellos‒ en la necesidad de repulsa del Golpe y de la represión y propugnar la restauración de las instituciones democráticas”64. Joaquín Ruiz-Giménez también aprovechó su viaje a Roma para reunirse con monseñor Giovanni Benelli, a quien pidió que, desde la Secretaría de Estado vaticana, se intercediera ante Augusto Pinochet para garantizar el respeto de los derechos hu- manos, entregándole una carta con dicha orientación para que se la hicieran llegar al pontífice Pablo VI, con quien el español mantenía una cordial relación desde su época como embajador ante la Santa Sede. Cuando días después tuvo ocasión de mantener un breve encuentro con Pablo VI, este le garantizó haber recibido el mensaje y traba- jar en dicha dirección65. Aunque sus expectativas no se hubieran cumplido, Joaquín Ruiz-Giménez regresó a España con la esperanza de que la situación y las tensiones que el asunto chileno es- taban causando se fueran rebajando. El problema llegó cuando sus declaraciones en la revista Sábado Gráfico se hicieron públicas. Un líder cuestionado: la caída “temporal” de Joaquín Ruiz-Giménez El 27 de octubre de 1973 fue publicado el número 856 de la revista Sábado Gráfico, el cual contenía las declaraciones que Ruiz-Giménez había realizado al periodista Germán Álvarez, días antes de su viaje a Roma. La publicación dejaba entrever el abandono de Ruiz-Giménez de la democracia cristiana y recogía unas declaraciones en las que este aseguraba: “Antes de lo de Chile, si usted me preguntara en qué podría encasillarme si hubiera hipotéti- cos partidos de corte clásico [en España] le diría que en la Democracia Cristiana. Después de lo de Chile y del papel que un sector de este grupo jugó en el drama de allí, tendría que irme a una socialdemocracia”66. Según recogió Joaquín Ruiz-Giménez, sus palabras supusieron “una bomba en los ambientes de ID”67. El mismo día en que sus declaraciones salieron a la luz, Ruiz- Giménez se reunió con varios compañeros del partido como Jaime Cortezo, Eduardo 64 Ruiz-Giménez, Diarios de una vida…, op. cit., p. 472. 65 Ibid. 66 Sábado Gráfico, España, 27 de octubre de 1973. 67 Ruiz-Giménez, Diarios de una vida…, op. cit., p. 445. 298 HISTORIA 56 / 2023 Jauralde, Íñigo Cavero y Óscar Alzaga, para recibir a la delegación chilena compuesta por Krauss, Hamilton y Carmona, quienes se encontraban de tour por diferentes países europeos para justificar su posicionamiento. En un clima de evidente tensión, los visi- tantes repitieron las tesis que Ruiz-Giménez ya conocía tras su contacto con ellos en Roma, por lo que “escuché más que hablé; lo que hablé fue para subrayar ciertos aspec- tos que ellos omitían”68. En dicho ambiente, lo que más destacó fue la actitud de Alzaga, que para Ruiz-Giménez “estuvo desagradable, incluso casi hiriente. Preferí dejar el inci- dente para un lugar más adecuado, y me retiré con tristeza”69. Alzaga pronto se posicio- nó como el más firme crítico de las actitudes mantenidas por el presidente de la ID, por lo que escribió una carta a Jaime Cortezo en la que le solicitaba, como secretario general del partido, que convocase a una reunión urgente en la que decidir cómo gestionar la actitud del líder de la formación, insinuando una posible salida o expulsión del partido70. El 30 de octubre, Joaquín Ruiz-Giménez decidió convocar a una reunión para escla- recer la situación, a la cual invitó a Jaime Cortezo, Óscar Alzaga, Íñigo Cavero, Eduardo Jauralde y Fernando Álvarez de Miranda, quien declinó asistir debido a su enfado por el desarrollo de los sucesos. En dicho encuentro, Ruiz-Giménez aclaró el sentido de sus palabras y dijo que, de algún modo, habían sido exageradas por el periodista, aunque, en lo fundamental, recogían sus convicciones de ese momento. Óscar Alzaga puso sobre la mesa el hecho de que, en esas circunstancias, Ruiz-Giménez no parecía la persona ade- cuada para seguir al frente del partido y representar a los democristianos españoles en el próximo Congreso que la UEDC celebraría en Bonn. Al final, se decidió que su asis- tencia se mantuviera y que solo a su regreso se resolviera el conflicto71. Intranquilo con el rumbo de los acontecimientos, esa noche Jaime Cortezo le escribió una carta a Ruiz- Giménez desde “el insomnio” para sugerirle un plan de actuación que tranquilizara áni- mos. Este sugería la publicación de un artículo de rectificación en el que Ruiz-Giménez expresara la necesidad de matizar sus declaraciones, admitiendo que estas surgieron en momentos de emotividad y no lo fueron con la meditación y matización necesarias, para, desde tales premisas, reafirmar su pensamiento como democristiano72. Aceptando las demandas de su secretario general, Joaquín Ruiz-Giménez escribió una carta a Eugenio Suárez, director de Sábado Gráfico, en la que le expresaba que aquella entrevista, “si en lo esencial, recogió mi pensamiento”, deseaba en cambio reali- zar una breve puntualización respecto a su abandono de la democracia cristiana. Según expresaba en la misiva, que deseaba fuera publicada: “Lo ocurrido en Chile y lo que por desgracia aún persiste, me llega muy dentro y me obli- ga moralmente a revisar en profundidad las condiciones, el sentido y el modo del empeño 68 Ibid. 69 Ibid. 70 Carta de Óscar Alzaga a Jaime Cortezo, 29 de octubre de 1973, AJR, carpeta 004, 047-09. 71 Ruiz-Giménez, Diarios de una vida…, op. cit., p. 475. 72 Carta de Jaime Cortezo a Joaquín Ruiz-Giménez, 30 de octubre de 1973, AJR, carpeta 004, 047-09. 299MAGALDI / “CUANDO YA NO SE PODÍA SER DEMOCRISTIANO: JOAQUÍN RUIZ-GIMÉNEZ Y...” social y político al que me impulsan íntimas exigencias cristianas de justicia social y de efectiva solidaridad con todos los hombres. Sin embargo, un doble deber de sinceridad y de lealtad me mueve a decir que durante este último viaje a Roma he participado en la sesión del Bureau ‒o Comité ejecutivo‒ de la Unión Europea Demócrata Cristiana, del que desde hace año y medio soy miembro de pleno derecho por unánime decisión de sus componentes y a propuesta de la corriente española de ese signo que me honró con su confianza. Además, durante la semana próxima, actuaré Dios mediante, en Bonn, en el Congreso Internacional de la Misma Unión”73. Joaquín Ruiz-Giménez pretendía así dejar clara la continuidad de su vinculación a la democracia cristiana, expresando que en dicho encuentro no se eludiría el tema de Chile y “solo al regreso, en diálogo con las personas que me han estimulado estos años con su entrañable amistad, tomaremos aquí las resoluciones congruentes con el dolor y la esperanza de millones de hombres, dentro y fuera de España”74. Junto a estas palabras, concedió una entrevista a la revista de corte liberal Gentleman, en la que reafirmaba su dolor y conmoción por lo ocurrido en Chile, así como por la actitud de “un sector polí- tico” por el que, resaltaba, “no he ocultado nunca mis simpatías”75. Además, incidía en que, pese a la actitud de ciertos democristianos chilenos, “hay que decir también que otros partidos demócrata cristianos del mundo han reaccionado contra lo ocurrido en Chile y que la Unión Mundial Demócrata Cristiana lo ha expresado en una declaración pública”76. Trataba así de matizar sus palabras entre ciertas referencias que, sin embar- go, algunos consideraban poco rotundas. Entre el 7 y el 9 de noviembre de 1973 tuvo lugar en la ciudad alemana de Bonn el XIX Congreso de la UEDC, al que Joaquín Ruiz-Giménez acudió como parte de la de- legación española. En el cónclave, que llevaba por título “La democracia cristiana por el progreso dentro de la libertad y la solidaridad”, Ruiz-Giménez prefirió, en un primer momento, mantener un perfil bajo dada la situación con sus compañeros de ID77. Pero, una vez que ciertos delegados belgas e italianos “rompieron fuego”, decidió pronunciar- se con claridad ante lo que podía convertirse en su última intervención en aquel foro eu- ropeo. El político español pronunció un discurso en el que apeló a la necesidad de reali- zar “un sincero y profundo examen de conciencia, de autocrítica del momento actual en nuestros movimientos de signo cristiano” para corregir los errores que estaban llevando a un progresivo decrecimiento electoral en diversos países, tanto de Europa como de América Latina78. Pidió ante sus compañeros que se tuviera 73 Carta de Joaquín Ruiz-Giménez a Eugenio Suárez, 2 de noviembre de 1973, AJR, carpeta 004, 047-09. 74 Ibid. 75 Ibid. 76 Gentleman, España, noviembre de 1973. 77 Ya, España, 8 de noviembre de 1973. 78 Ideas para una posible intervención de Ruiz-Giménez en el debate general, AJR, carpeta 004, 049-02. 300 HISTORIA 56 / 2023 “el valor suficiente para denunciar y condenar hechos anti-humanos que ocurren en el mundo (antes, Guerra en el Vietnam, invasión de Checoslovaquia; ahora, Guerra en Medio Oriente, o golpe de Estado Militar en Chile); y repeler cualquier actitud de los movimientos políticos (cristianos o no), que participen activa o pasivamente en la consolidación o prolongación de esos hechos”79. Por último, de aquel Congreso salió una moción condenatoria contra Augusto Pinochet que reclamaba el restablecimiento de las libertades y los derechos civiles, a pe- sar de que se emitió una referencia “amable” a la democracia cristiana para que el texto fuera aprobado por unanimidad80. Con posterioridad, Joaquín Ruiz-Giménez intercam- bió unas palabras con el alemán Hans Von Hassel, nuevo presidente de la UEDC y otros personajes81. De regreso a España, Ruiz-Giménez confesaba sentirse “menos pesimista” respecto a la actitud de la democracia cristiana, pero manteniendo unas dudas que pron- to tendrían ocasión de solventarse. El 17 de noviembre, ID celebró en el Colegio Mayor San Pablo de Madrid la reu- nión que, tiempo atrás, había solicitado Óscar Alzaga. El encuentro se inició con una intervención de Jaime Cortezo, como secretario general, en la que expuso los conflictos que habían llevado hasta aquellas circunstancias. Tras su intervención, Joaquín Ruiz- Giménez tomó la palabra para puntualizar la realidad de todo lo ocurrido y señalar: “no deseo dejaros, me mantengo fiel a mi pensamiento”, tras lo cual ponía su condición de presidente en manos de sus compañeros82. El primero en intervenir entonces fue Alzaga, quien admitió la necesidad de abordar la continuidad en el cargo de Ruiz-Giménez. Eduardo Cierco intervino después para sumarse a los reparos hacia el presidente y criti- car que se hubiera juzgado con tanta dureza a los democristianos chilenos. La defensa de Ruiz-Giménez fue asumida por Mario García-Oliva y Eduardo Jauralde, quien expuso con claridad que lo ocurrido en Chile y las declaraciones del líder de su partido tan solo habían revelado la existencia interna de dos corrientes y que había de examinarse si estas eran compatibles o no. Dichas corrientes fueron definidas con claridad por Juan Antonio Ortega Díaz-Ambrona, favorable a aquietar las aguas. Este dividió al partido en un ala progresista en tendencia hacia un socialismo cristiano y otra favorable a una democracia cristiana posibilista de centro. En su opinión, ambas debían armonizarse en torno a la figura de Joaquín Ruiz-Giménez, a quien mostró su afecto y lealtad pese a declarar sus discrepancias con él en ciertos aspectos ideológicos y tácticos. La posibilidad de que existieran dos corrientes fue rechazada por el sector crítico, capitaneado por Alzaga. Desde esta ala, Modesto Escobar rechazó que hubiera cabida en el partido para posiciones próximas al socialismo, y Luis Vega reparó en la necesidad de 79 Ibid. 80 Resolución UEDC, AJR, carpeta 053, 347-04. 81 Ruiz-Giménez, Diarios de una vida…, op. cit., p. 477. 82 Ibid. 301MAGALDI / “CUANDO YA NO SE PODÍA SER DEMOCRISTIANO: JOAQUÍN RUIZ-GIMÉNEZ Y...” una postura uniforme, mientras exigía mayor disciplina al presidente. Dada la tensión, Carlos Bru pidió que se reflexionara el tema con tranquilidad y “actuar en función de lo español y no de lo que ocurre fuera”, pero algunos como Fernando Álvarez de Miranda creían que la necesidad de clarificar posiciones era urgente83. Ante esta situación, y dado el cuestionamiento a su liderazgo, Ruiz-Giménez presentó su dimisión como presidente de ID, la cual hubo de dibujarse como una “excedencia temporal” para frenar que las tensiones se disparasen aún más tras dejar el cargo. El partido quedó en manos de una Comisión Ejecutiva integrada por Fernando Álvarez de Miranda, Luis Vega, Eduardo Jauralde, Óscar Alzaga y Jaime Cortezo, mientras que la presencia en los organismos internacionales correría a cargo de Cortezo e Íñigo Cavero84. Con todo esto quedaba evi- denciado el enorme impacto de los sucesos chilenos en los democristianos de España, donde incluso habían provocado la caída de su líder y el inicio de una travesía del de- sierto sin final aparente. Pese al “cese”, Joaquín Ruiz-Giménez seguía siendo el referente internacional de la democracia cristiana española, algo que explica que, apenas unos días después, cuando Patricio Aylwin visitó España, fuera con él con quien decidiera reunirse. Aylwin, quien dijo mostrarse apenado por la actitud que habían mostrado desde España a través de la revista Cuadernos para el Diálogo, trató de explicarle su visión de la realidad chilena. Para el español, “en algunos puntos del periodo anterior al Golpe tenía datos valiosos y que nos obligan a matizar los juicios ¡no todos!, pero en cuanto a las actitudes posterio- res, no me convencieron”85. El hecho de que Ruiz-Giménez continuara siendo una re- ferencia en la democracia cristiana española pareció crear temores en el sector crítico a que su regreso a la presidencia del partido se produjera tarde o temprano, conduciéndo- les hacia posiciones por ellos rechazadas. En este contexto, las declaraciones que había pronunciado en Sábado Gráfico fueron remitidas por “una mano anónima” a la directiva de la UEDC. Muy pronto, el holandés Karl Josef Hahn envió una carta a Ruiz-Giménez para consultarle sobre aquella información que acababa de recibir desde España. Según decía, “preocupado por sus declaraciones”, “Si […] los acontecimientos de Chile han tenido un gran impacto en determinados ámbitos (y este es nuestro caso), hay que admitir, sin embargo, que en cualquier movimiento político 83 Las intervenciones de los diferentes miembros de ID (o IDSA) fueron recogidas en unas notas por Joaquín Ruiz-Giménez, las cuales se encuentran disponibles en su archivo personal. IDSA, sesión sábado 17 de no- viembre de 1973, AJR, carpeta 061, 384-03. 84 Conclusiones adoptadas en la reunión de IDSA del 17 de noviembre de 1973, AJR, carpeta 031, 257-02. 85 Dichas discrepancias llevaron a un distanciamiento personal que se iría recuperando en sintonía a la pos- terior evolución de la democracia cristiana chilena y, pasados los años, Patricio Aylwin lo invitaría a su jura de cargo como primer presidente del Chile posterior a la dictadura. Carta de Patricio Aylwin a Joaquín Ruiz- Giménez, 27 de febrero de 1990, Archivo Institucional Universidad Alberto Hurtado, n.° 1-18-5-41; Ruiz- Giménez, Diarios de una vida…, op. cit., p. 480. 302 HISTORIA 56 / 2023 internacional puede darse, a nivel de determinados círculos, de ciertos grupos, errores. Es po- sible que tomemos posiciones erróneas, que mostremos debilidad o falta de claridad. ¿Es el caso de Chile típico de la Democracia Cristiana internacional? ¿Siguen siendo válidos nuestros principios? La iniciativa actualmente en marcha para revivir la Democracia Cristia- na, ¿no nos deja entrever nuevos desarrollos y resultados? ¿Somos los únicos que promove- mos esta evolución? Aquí están las preguntas que me hago y se las comunico con la esperanza de que podamos hablar de ellas más a fondo”86. Tiempo después, el español respondía a su compañero aclarándole que aquellas manifestaciones fueron “puramente accidentales”, pronunciadas en un momento en que “yo estaba todavía bajo el choque emocional de los acontecimientos de Chile, y en modo alguno trató de ser una definición de mi actitud ideológica”87. Por ello, le explica- ba el desarrollo de los hechos y le enviaba adjunta una copia de la carta que remitió al director de dicha publicación, lamentando: “que la persona que te envió el ejemplar del 27 de octubre no te mandase también esta aclara- ción en la que, como verás, digo de manera bien explícita que continuo dentro de la tendencia democrática de inspiración cristiana, como prueba el hecho de que tomara parte en la sesión del Bureau celebrado en Roma y después en el XIX Congreso Internacional de la UEDC en Bonn”88. No obstante, Joaquín Ruiz-Giménez admitía la necesidad de esclarecer los objetivos de la democracia cristiana, teniendo en cuenta la creciente crisis de sus pares italianos o las recientes derrotas y descensos electorales sufridos en Alemania, Países Bajos o Venezuela. Por ello, admitía que: “no sería sincero contigo si no te confesase que las experiencias vividas en ese Congreso [de Bonn] y algunas conversaciones posteriores con nuestros amigos en España han avivado mi deseo de un esclarecimiento de los objetivos y de los modos de actuación que los grupos o partidos democrático-cristianos han de cubrir en la presente etapa del mundo. […] Todo ello nos debe llevar a una meditación muy profunda sobre las razones de esos hechos y la impor- tancia que tiene para los democratacristianos afinar su sensibilidad histórica y afrontar, con enorme decisión, los acuciantes problemas socioeconómicos, culturales y políticos que empu- jan a los hombres en este último tercio del siglo XX”89. Para Ruiz-Giménez, la experiencia chilena debía suponer el catalizador para re- flexionar y replantear el horizonte democristiano en una línea comunitarista y perso- nalista en el más estricto sentido definido por Emmanuel Mounier y las tesis latinoa- 86 Carta de Karl Josef Hahn a Joaquín Ruiz-Giménez, 6 de diciembre de 1973, AJR, carpeta 053, 347-04. 87 Carta de Joaquín Ruiz-Giménez a Karl Josef Hahn, 14 de enero de 1974, AJR, carpeta 053, 347-04. 88 Ibid. 89 Ibid. 303MAGALDI / “CUANDO YA NO SE PODÍA SER DEMOCRISTIANO: JOAQUÍN RUIZ-GIMÉNEZ Y...” mericanas de la teología de la liberación. Miembros del sector crítico español parecían querer frenar esta línea favoreciendo la ruptura de Ruiz-Giménez con los democristia- nos europeos, pero lo cierto es que las discrepancias con Hahn quedaron cerradas con la promesa de debatirlo en el posterior Bureau político de la UEDC, donde decían seguir contando con él. Pese a todas las discrepancias, resultaba evidente que Ruiz-Giménez seguía siendo la figura española de la democracia cristiana. Las tensiones se mantenían, y se hizo evi- dente cuando en el mes de diciembre Cuadernos para el Diálogo publicó un editorial con razón de su décimo aniversario en el que describía su evolución desde su inicial talante democristiano hasta convertirse en “una revista de inspiración humanista y es- piritual crítica y de mentalidad socialista”, tesis que mereció un nuevo reproche por parte de sus colaboradores democristianos más moderados90. Pese a todas las tensiones, Ruiz-Giménez se trataba, en términos políticos, del único dirigente con proyección con quien contaban, por lo que, pese a las singularidades de su discurso y las divisiones ocasionadas, apenas un mes después de su dimisión retomó sus funciones de presidente de ID. Aquel regreso no suponía que las discrepancias creadas tras el golpe de Pinochet hubieran desaparecido, y estas se mantuvieron latentes durante otra actuación de Ruiz- Giménez que también tuvo a Chile como protagonista: la defensa del senador y dirigen- te del Partido Comunista de Chile, Luis Corvalán. Dos visitas a Chile: la defensa de Luis Corvalán Desde el primer momento, la dictadura instaurada en Chile había generado para Ruiz- Giménez una preocupación respecto a la violación de los derechos humanos. Ya en el número 122 de Cuadernos para el Diálogo, publicado en noviembre de 1973, la revista había reproducido de forma íntegra el informe que habían realizado los tres observado- res internacionales que visitaron Chile como parte de una misión informativa “sobre la protección y garantías a las libertades y derechos fundamentales”91. Los observadores pertenecían a diferentes organismos internacionales y se trataban del francés Michel Blum por la Federación Internacional de Derechos del Hombre, el también francés Joë Nordmann por la Asociación Internacional de Juristas Demócratas y el español Leopoldo Torres Boursaul por el Movimiento Internacional de Juristas Católicos. Este último, amigo de Ruiz-Giménez y colaborador de Cuadernos para el Diálogo, fue quien 90 Para el texto, escrito por Gregorio Peces-Barba, véase: Gregorio Peces-Barba, “Anotaciones ingenuas a diez años de Cuadernos”, en Cuadernos para el Diálogo, número especial XXXVIII, España, diciembre de 1973, pp. 23-24. Para la respuesta desde el sector democristiano: Diálogos sobre Cuadernos: carta de Alzaga, Eduar- do Cierco Sánchez, Gregorio Marañón Beltrán de Lis, Juan Antonio Ortega y José Juan Toharia Cortés, AJR, carpeta 004, 050-02. 91 Varios autores, “Violación de derechos humanos”, Cuadernos para el Diálogo, n.° 122, España, noviembre de 1973, p. 43. 304 HISTORIA 56 / 2023 le mantuvo informado de las diferentes violaciones de los derechos humanos que se estarían cometiendo en el país hispanoamericano. Pero, además, decidió hacerle una propuesta en nombre de las tres organizaciones, pero también de Amnistía Internacional y de la viuda de Salvador Allende. La propuesta que Leopoldo Torres realizó a Ruiz- Giménez consistía en la posibilidad de asumir la defensa del político chileno Luis Corvalán, detenido en su país por la Junta Militar e internado en el campo de la Isla de Dawson. Según recogió Ruiz-Giménez en su diario, “creo que no vacilé. Estaba dis- puesto a defender a ese hombre, por encima de cualquier ideología política, en un trance en que su vida se halla más que en peligro. Solo dudo de que la Junta Militar de Chile lo autorice”92. En los días siguientes, las peticiones de que asumiera esa defensa fueron en aumento, y la Federación Sindical Mundial le remitió un telegrama con la misma demanda, pues “conociendo sus sentimientos de justicia y su entrega a todos los per- seguidos por sus ideas y su acción a favor de un futuro de libertad y progreso, estamos seguros de que tomará a pecho la defensa de este hombre digno, demócrata consecuen- te, amenazado de muerte”93. Ruiz-Giménez estaba ya decidido a asumir la defensa del dirigente comunista chileno y viajar a aquel país. La decisión causó inicial preocupación en España. El entonces ministro de Asuntos Exteriores, Laureano López Rodó, no dudó en indicarle que, si bien entendía su po- sición desde un punto de vista humano y profesional, le preocupaba el impacto que estos hechos pudieran tener y que, de algún modo, la embajada española en Chile se viera salpicada por su decisión. El propio embajador en Chile, su amigo Enrique Pérez- Hernández, le envió una carta tratándole de disuadir de tal decisión. Según le decía: “Como amigo de hace tantos años y, porque te quiero y te admiro, tengo la obligación de darte un consejo: no emprendas viaje a esta con el propósito que me anunció Leopoldo, no ayudaría nada a nadie y complicaría muy gravemente las cosas. Por otra parte, mi opinión personal es que de quien se trata se morirá de gripe, de pulmonía o de cualquier otra enfermedad similar cuando Dios sea servido”94. Tal y como parecía sugerirle el embajador, su visita complicaría la situación sin resolver nada, aconsejándole que dejara pasar el tiempo pues parecía inevitable que Corvalán se viera “sorprendido” por alguna enfermedad que acabara con su vida durante el arresto. En las propias filas de la democracia cristiana española surgieron dudas. En la reunión que los miembros de ID celebraron el 17 de noviembre de 1973 ‒y que se saldó con aquella dimisión temporal por parte de Ruiz-Giménez‒ se expresaron con claridad ciertos reparos dada la dimensión política de su actuación, manifestados de forma ex- plícita por Óscar Alzaga y Eduardo Cierco95. Sin embargo, también parecía que aquella 92 Ruiz-Giménez, Diarios de una vida…, op. cit., pp. 467-468. 93 Ibid. 94 Carta de Enrique Pérez-Hernández a Joaquín Ruiz-Giménez, 9 de octubre de 1973, AJR, carpeta 004, 047-09. 95 IDSA, sesión sábado 17 de noviembre de 1973, AJR, carpeta 061, 384-03. 305MAGALDI / “CUANDO YA NO SE PODÍA SER DEMOCRISTIANO: JOAQUÍN RUIZ-GIMÉNEZ Y...” idea no llegaría a materializarse, dados los problemas que estaban surgiendo en los trá- mites para la convalidación del título de abogado en Chile, a pesar de apelar al vigente convenio cultural entre aquel país y España de 18 de diciembre de 1967, así como tam- bién al principio de reciprocidad96. Cuando en el verano de 1974 pareció que las aguas en el seno de la democracia cristiana española se encontraban aquietadas ‒a pesar de permanecer los reparos a dicha decisión‒ Ruiz-Giménez comenzó a organizar su viaje. Ya en mayo, Sergio Insunza ‒ministro de Justicia con Allende entre 1972 y 1973‒ le había escrito desde su exilio berlinés indicándole la necesidad de poner en marcha su actuación como abogado en el caso Corvalán. Según le indicaba: “Es indiscutible que la participación de juristas extranjeros en la defensa posibilita la denuncia internacional por falta de garantías a los procesados, por incumplimiento de toda norma sobre detenciones e incomunicaciones y por las torturas de que son víctimas los afectados, al preten- der arrancarles confesiones para fundamentar la acusación. A lo dicho, cabe agregar que el merecido prestigio de que usted goza como jurista, reconocido internacionalmente, hace aún más valederas estas consideraciones en apoyo de su participa- ción en la defensa”97. Cuando días después recibió la petición de trasladarse a Chile por parte de los abo- gados Luis Ortiz y Hernán Montealegre ‒quienes gestionaban la defensa desde Chile‒, Ruiz-Giménez decidió abandonar España. En julio de 1974 emprendió el vuelo hacia Santiago de Chile con ciertas dudas entre los miembros del sector crítico de ID. Durante su trayecto aprovechó para leer el libro “Conversando con Corvalán” que, según opinaba, “me ha sido utilísimo y, con algunas discrepancias, pero en aspectos menores, me ha dado una imagen muy humana del Senador”98. Al llegar a Santiago de Chile fue recibido por el abogado Fernando Ostornol y por Claude Laussan, presidente de la Unión Internacional de Abogados. Según le transmitieron, no se sabía nada acerca del proceso y “se rumorea que dejaran pasar el tiempo”. Reunido en días posteriores con Ortiz y Montealegre, pudo conocer que las detenciones fueron realizadas al amparo del estado de sitio y que, por el momento, la Corte de apelación de Santiago había rechazado todo tipo de recursos bajo el argumento de que, en estado de sitio, no pueden intervenir los tribunales civiles. Ruiz-Giménez solicitó entonces una reunión al general Arellano, jefe de la zona militar de Santiago, para tratar el asunto y poder visitar a Corvalán. Aunque el encuentro no tuvo lugar, se le notificó que, a pesar de la reclusión de Corvalán en dependencias del ejército, este no se encontraba sometido a proceso militar, sino que tenía una situación de internado admi- nistrativo bajo la responsabilidad directa del ministro del Interior. Ruiz-Giménez trató 96 Tele/Express, España, 10 de octubre de 1974. 97 Carta de Sergio Insunza Barrios a Joaquín Ruiz-Giménez, 3 de mayo de 1974, AJR, carpeta s/i. 98 Ruiz-Giménez, Diarios de una vida…, op. cit., p. 521. 306 HISTORIA 56 / 2023 de contactar con el responsable de dicha cartera, el general Bonilla, pero tampoco tuvo éxito. A través de Montealegre logró celebrar una reunión con el juez Enrique Urrutia, un “católico preconciliar y con gran animadversión a la Democracia Cristiana” que, sin embargo, le admitió que “no había posibilidad jurídica de acusar a Corvalán de delitos políticos”, por lo que “se inclinaba a pensar que no habría proceso”99. De igual modo, le informó sobre su derecho a actuar allí como abogado pese a que no le hubiera sido reconocida su condición100. De cualquier forma, su actuación para defender a Corvalán en dicho viaje pareció limitarse a su primer contacto con una causa que, sin embargo, fue criticada con dureza desde los círculos oficiales chilenos. Una periodista próxima al Gobierno no dudó en reprocharle su actuación en dicho caso y no defender a perse- guidos del comunismo como Andréi Sajarov, a lo que el español indicó: “Si me lo pi- diesen, iría. Pero tengo más motivos para defender a Corvalán, oprimido en nombre del Evangelio, que a Sajarov, oprimido en nombre del Manifiesto Comunista”101. Su visita a Chile también fue aprovechada para contactar con viejos amigos demo- cristianos y esclarecer las tensiones que habían surgido durante el último año. En un pri- mer momento se reunió con miembros del “ala disidente” del partido, como Radomiro Tomic, Felipe Amunátegui o Fernando Castillo, quienes le transmitieron su alegría por su presencia en Chile y la misión por la que allí estaba. Respecto a la situación de los democristianos chilenos, le expresaron su confianza en la necesidad de “un testimonio de oposición y de protesta constante, para recuperar credibilidad y fuerza moral”102. Su sintonía con todos ellos fue diferente al tono de su conversación posterior con Eduardo Frei Montalva, quien “estaba triste por el comportamiento de los partidos DC de Europa” y, tras exponer los errores del régimen anterior, le aseguró estar “en una actitud de expectación, sin cooperar, pero sin hostigar, convencido de que es la mejor forma de abrir una alternativa democrática a la presente situación”103. Respecto a su defensa de Corvalán, “nada me reprochó, ni me estimuló. Intuyo que no lo entiende bien, o no le agrada […], pero me quiere, y le compensa que haya vuelto a verle con fiel amistad”104. Su última reunión fue con el sector oficialista, celebrando dos encuentros con Patricio Aylwin, quien también estuvo acompañado de altas personalidades del partido como Rafael Moreno o Ignacio de Palma, quienes “creen que la Junta se deteriora rápida- mente y lo mejor es no hostigarla y dejarla morir”, motivo de discrepancia con el sector crítico de Tomic. Según recogería en su diario, “comprendo lo primero, pero estoy 99 Op. cit., pp. 522-523. 100 Tele/Express, España, 10 de octubre de 1974. 101 Asturias Semanal, España, 28 de febrero de 1976. 102 Ruiz-Giménez, Diarios de una vida…, op. cit., p. 528. Sobre el posicionamiento del sector disidente, y la democracia cristiana durante la dictadura de Augusto Pinochet: Olga Ulianova, Alessandro Santoni y Raffaele Nocera, Un protagonismo recobrado: la Democracia Cristiana chilena y sus vínculos internacionales (1973- 1990), Santiago de Chile, Ariadna Ediciones, 2021, especialmente pp. 51-56. 103 Ruiz-Giménez, Diarios de una vida…, op. cit., p. 525. 104 Ibid. 307MAGALDI / “CUANDO YA NO SE PODÍA SER DEMOCRISTIANO: JOAQUÍN RUIZ-GIMÉNEZ Y...” abiertamente con lo segundo, solo que no soy de aquí, y lo que aspiro es a que ambas tendencias converjan y que desde la UEDC les impulsemos y ayudemos a ello”105. Pero lo que más le impresionó de aquel viaje fue la parte humana, como las “horas inolvidables” que pasó reunido con la familia Corvalán, marcadas por una “generosa hospitalidad, de sencillez, de entereza humana, de esperanza” y que “me han compensa- do ya, sobradamente, el esfuerzo de este viaje”106. También recordaría las reuniones con el Comité de Cooperación para la Paz, donde le explicaron su actuación de ayuda a las familias de presos políticos a través de la recogida de fondos para sufragar sus defensas. Más grabado en su recuerdo quedó su viaje hasta la Base aérea de Quintero, muy cerca del campamento de Ritoque, donde por entonces habían trasladado a Corvalán107. Un acercamiento en el que, sin embargo, no le sería posible contactar con su defendido. Ya de regreso a España, apuntaría: “El problema de conciencia que se me creaba y que, en esencia es este: mi vivo deseo sería poder contar en público las impresiones que he recogido sobre los 12 meses transcurridos desde el 11 de septiembre y sobre la situación actual. Pero eso haría probablemente inviable mi regreso a Chile y mi actuación en estas defensas. Por eso me tengo que retorcer el corazón y la lengua para no entrar en detalles. Lo único que digo es que el drama del pueblo chileno tiene que ser vivido a fondo por todos los hombres bien nacidos y de limpia voluntad en to- das las naciones del mundo, y que los gobiernos y las organizaciones internacionales tienen medios de hacer llegar su voz por los cauces adecuados a las autoridades civiles chilenas para que operen las peticiones formuladas por las iglesias de aquel país y se abra de nuevo el paso a una convivencia democrática”108. Esa realidad que pudo conocer en Chile, así como el recuerdo de la experiencia republicana española en la década de 1930, llevaron a Joaquín Ruiz-Giménez a ser un convencido de la necesidad de no polarizar la situación política y establecer lazos pro- fundos entre toda la oposición democrática. Defendió así unas alianzas de todos los gru- pos opositores que impidieran la aparición de algo asimilable a un Frente Popular que dificultara la democratización española una vez se produjera la muerte de Franco. Los efectos de Chile seguían visualizándose en su pensamiento, y Óscar Alzaga no reparó en mostrar sus críticas al líder y, de forma especial, todo lo que se refería a su defensa de Corvalán. Según Alzaga, “se apoyó en esta defensa para dar nuevos pasos a la izquierda, quizá pensando que ‒pese a su importante pasado franquista‒ nos dejaba a su derecha a los que llevábamos muchos años en la oposición ilegal democristiana al franquismo”109. Alzaga planteaba con dureza su tesis de que, en el fondo, la actitud de Ruiz-Giménez 105 Op. cit., p. 528. 106 Op. cit., p. 522. 107 Para el paso de Luis Corvalán por diversos campos y presidios del nuevo régimen chileno, consúltese: Eduardo Labarca, Vida y Lucha de Luis Corvalán, México, Ediciones Cultura Popular, 1976. 108 Tele/Express, España, 10 de octubre de 1974. 109 Alzaga, La conquista de la transición…, op. cit., p. 366. 308 HISTORIA 56 / 2023 con la izquierda chilena respondía a la necesidad de limpiar su conciencia por su pasado franquista, lo que estaría conduciendo a la democracia cristiana a una radicalización. El compromiso de Joaquín Ruiz-Giménez con aquel país volvió a reflejarse en 1975 con motivo de un segundo viaje. La magistrada Alicia Herrera ‒esposa del diputado so- cialista Alejandro Jiliberto, también preso en Chile‒ acudió en julio de ese año a España para transmitirle un nuevo mensaje de Sergio Insunza. Este le solicitaba que actuase de nuevo en Chile, tanto por los problemas de salud de Corvalán ‒ahora en la prisión de Tres Álamos‒, como por el reciente arresto del abogado Fernando Ostornol, quien le había ayudado en su anterior visita. En septiembre de ese año viajó a Chile, donde, tras una breve reunión con el cardenal Raúl Silva, se trasladó hasta la prisión de Puchuncaví, donde se encontraba recluido Ostornol. Según rememoraba Ruiz-Giménez, viajó acom- pañado del hijo de Fernando Ostornol hasta dicha prisión y, “lo cierto es que, una vez allí, junto a las alambradas del ‘campo de detención’ y viendo a unos 20 metros a Fernando que con enorme alegría ‒¡y sorpresa!‒ nos saludaba con los bra- zos en alto, sentimos el afán de llegar hasta él. No queríamos poner a Fernando Jr. en aprieto, pero su padre, espontáneamente, rogó al cabo o sargento de la infantería de Marina que man- daba en la puerta el favor de abrazarnos. Toco el corazón del militar, y nos dieron acceso ¡por 5 minutos! ¡Que abrazo, el corazón en la garganta!”110. Días después de aquel emotivo encuentro tuvo oportunidad de reunirse con el minis- tro de Justicia, Miguel Schweitzer, quien le indicó que Ostornol sería puesto en libertad en breve para que saliera del país, pero que Corvalán se encontraba legalmente deteni- do111. También tuvo ocasión de hablar de sus dificultades para actuar allí como abogado, pues el expediente de convalidación de su título seguía sin tramitarse, pero nada se sol- ventó al respecto. De igual modo, aprovechó su viaje para reunirse con colegas demo- cristianos como Tomás Pablo, Tomás Reyes Vicuña o Andrés Aylwin, a quien percibió en una posición más abierta que su hermano. Haciendo una comparativa con España apeló a una política de alianzas con socialistas e, incluso, comunistas, pero “comprendí que aquí, a diferencia de España, está todavía muy verde la cuestión, porque el trauma de 1973 sigue demasiado vivo”112. Sin embargo, apuntaba Ruiz-Giménez, la democracia cristiana chilena debería de avanzar en esa política de concertación con otras fuerzas “o perderá toda posibilidad histórica”. Chile marcaba así su forma de entender la actuación que debía seguir la democracia cristiana y que, muy pronto, tendría ocasión de aplicar en España tras la muerte del dic- tador Francisco Franco, el 20 de noviembre de 1975. 110 Ruiz-Giménez, Diarios de una vida…, op. cit., p. 604. 111 Sobre la detención de Manuel Ostornol, informes policiales aseguraban que este “constituye un peligro para la seguridad interior del Estado” por lo que se consideraba que “deberá abandonar el territorio nacional”. Mi- nisterio del Interior, Decreto N° 825, 1976, Archivo del Museo de la Memoria y los Derechos Humanos, n.° 000110. 112 Ruiz-Giménez, Diarios de una vida…, op. cit., p. 609. 309MAGALDI / “CUANDO YA NO SE PODÍA SER DEMOCRISTIANO: JOAQUÍN RUIZ-GIMÉNEZ Y...” Consideraciones finales: Epílogo de un problema La muerte de Franco y el inicio del proceso de transición democrática en España rele- gó a un segundo plano la actuación de Joaquín Ruiz-Giménez respecto a Chile. Eso no quiere decir que la situación de dicho país dejara de estar entre sus preocupaciones, pues durante los siguientes meses presidió en España la Mesa del Symposium de Madrid sobre los desaparecidos en el cono sur de América Latina113, trabajó con el Comité pro- liberación del sacerdote español Antonio Llidó114, y mantuvo contactos con democristia- nos chilenos críticos como Gabriel Valdés, Bernardo Leighton o Renán Fuentealba con el propósito de construir en España una fundación para sostener y apoyar a quienes tra- bajaban desde Chile por la restauración democrática115. Incluso siguió en contacto con los abogados que trabajaban en la defensa de Luis Corvalán, que en diciembre de 1976 sería liberado tras un acuerdo entre la Unión Soviética y Chile en el que fue canjeado por el disidente soviético Vladímir Bukovski116. Pero, ante todo, Chile se mantenía para Ruiz-Giménez como un referente sobre la necesidad de evitar la polarización y asegurar el proceso de cambio político español. Joaquín Ruiz-Giménez fue siempre un firme convencido de la necesaria unidad de la oposición democrática para impulsar el proceso de reformas, por lo que propugnó que los democristianos colaborasen con los grupos socialistas y comunistas para evitar la formación de un núcleo frentepopulista que provocara tensiones y polarizaciones, tal y como había pasado en España en 1936 pero, más recientemente, en Chile en 1973. En dicho sentido, la experiencia chilena suponía un referente traumático próximo y omnipresente en la memoria de Ruiz-Giménez, quien promovió la incorporación de ID a Coordinación Democrática, organismo unitario de toda la oposición. Dicha decisión provocó el estallido definitivo de los democristianos críticos, que veían en esta postura el culmen del sinuoso proceso iniciado en 1973. El progresivo control de los socialistas 113 Preside Mesa del Symposium de Madrid sobre los desaparecidos en el cono sur de América Latina, AJR, carpeta 004, 054-02. 114 El sacerdote español Antonio Llidó se trataba de una reconocida figura en el Chile de la época, vinculado al movimiento “Cristianos por el Socialismo”. Tras el golpe de Estado de Augusto Pinochet fue arrestado por agentes de la Dirección de Inteligencia Nacional (DINA) y conducido al campo de detención y tortura de Cua- tro Álamos, donde en 1974 se pierde todo rastro posterior sobre él. Dossier sobre la desaparición del Padre Llidó en Chile, AJR, carpeta 061, 366-01. 115 Ruiz-Giménez, Diarios de una vida…, op. cit., p. 800. 116 Desde ese momento, Luis Corvalán establecería su residencia en Moscú. En 1977, Joaquín Ruiz-Giménez viajó a la Unión Soviética invitado por la Asociación de Amistad con Países Extranjeros y trató de celebrar un encuentro con él, pero Corvalán se encontraba fuera de Moscú justo esos días. Ruiz-Giménez tendría que esperar hasta noviembre de 1978 para conocerle, pero le dejó una carta: “No puede figurarse como hemos sentido mi mujer y yo su ausencia de esta capital en el momento de nuestro viaje. Ambos teníamos verdadera ilusión de abrazarles: a Lilí, esa admirable mujer que me emocionó en Santiago de Chile por su serenidad, entrega y firme confianza en el futuro, y a usted, que es símbolo del sufrimiento, pero también de la esperanza de todo un pueblo, ¡y que pueblo!”. Disponible en: Carta de Joaquín Ruiz-Giménez a Luis Corvalán, 22 de octubre de 1977, AJR, carpeta 004, 054-08. 310 HISTORIA 56 / 2023 sobre Cuadernos para el Diálogo no hacía sino encrespar aún más la situación117. Según aseguró Óscar Alzaga: “nuestro respetado don Joaquín aparecía como una figura muy interesante, pero bastante con- tradictoria, y nuestra Democracia Cristiana, aunque seguía siendo altamente destinada por los españoles en las encuestas, no podría organizarse y comprometer buenos cuadros ni desde la indefinición, ni desde la contradicción cotidiana”118. En esta situación, entre los días 3 y 4 de abril de 1976, ID celebró un Congreso donde todas las tensiones que venían acumulándose en los últimos años estallaron de forma definitiva, lo que provocó la división del partido. Mientras los más progresistas continuaron junto a Ruiz-Giménez en una ID reconocida por la democracia cristiana internacional, pero con una clara inspiración de socialismo cristiano, el sector crítico fundó Izquierda Demócrata Cristiana (IDC), defensora de una democracia cristiana de centro posibilista que acabaría apoyando al programa de reformas del presidente Adolfo Suárez. Incluso se sumarían a grupos liberales, socialdemócratas y reformistas de origen franquista para formar el partido Unión de Centro Democrático (UCD)119. Cuando el 15 de junio de 1977 se celebraron las primeras elecciones democráticas tras la muerte de Franco, el proyecto democristiano había quedado completamente difuminado, fruto de las constantes discrepancias, tensiones y dudas sobre su propia naturaleza que se venían acumulando desde 1973. Mientras los democristianos unidos a UCD lograron obtener presencia parlamentaria con una identidad diluida en un centrismo de tintes “atrapa- lotodo”, la ID de Joaquín Ruiz-Giménez no consiguió ningún diputado. Las tensiones creadas por la realidad chilena habían supuesto un cúmulo de problemas que llevaron a que el grupo político que muchos habían especulado que estaba llamado a dirigir el futuro de la España posfranquista, viviera en una constante situación de crisis que acabó provocando su desaparición. Completado este trayecto resulta indispensable preguntarse, ¿cómo pudo tener tanta influencia la realidad chilena sobre los democristianos españoles, hasta el punto de ser una de las causas que frustraron su futuro político? Los problemas surgidos a raíz de la actitud de Joaquín Ruiz-Giménez ante el golpe de Estado de Augusto Pinochet y el po- sicionamiento mayoritario que habían adoptado los democristianos chilenos provocaron enfrentamientos, tensiones, discrepancias, su “cese” temporal como líder del partido e, incluso, la ruptura de los propios democristianos españoles ante la estrategia a la que la referencia chilena parecía haber conducido a su máximo representante. 117 Ante la crisis en que entraría la publicación en su conversión a semanal tras la muerte de Francisco Franco, figuras del entorno socialista acabarían convertirse en los accionistas mayoritarios. Para comprender la evolu- ción de la revista y sus sucesivas etapas: María de la Paz Pando, “Cuadernos para el Diálogo: un estado de la cuestión”, en Historia y Memoria, vol. 25, España, 2007, pp. 363-379. 118 Alzaga, La conquista de la transición…, op. cit., p. 370. 119 Sobre la formación de UCD y sus efectos en la democracia cristiana: Carlos Huneeus, La Unión de Centro Democrático y la transición a la democracia en España, Madrid, CIS, 1985. 311MAGALDI / “CUANDO YA NO SE PODÍA SER DEMOCRISTIANO: JOAQUÍN RUIZ-GIMÉNEZ Y...” Los lazos con Latinoamérica siempre habían tenido un especial significado para los españoles, pero la influencia de la realidad de aquel país debe entenderse desde el refe- rente en que se había convertido la vía chilena al socialismo para amplios sectores de la oposición antifranquista española. Una influencia que llegó hasta el propio Joaquín Ruiz-Giménez, inserto en una democracia cristiana que trataba de buscar su nuevo rum- bo a la sombra de las transformaciones del Concilio Vaticano II, las referencias al diálo- go cristiano-marxista y las aportaciones de la teología de la liberación. Unas revisiones doctrinales que, para estos democristianos, suponía reflexionar sobre el trasfondo social de la propia democracia, en torno a la cual convergían numerosas de sus dudas para un país que trataba de alcanzarla tras largos años de dictadura franquista. Si la crisis de los democristianos en los años 70 llevó a sus homólogos europeos a mirar hacia un prag- matismo de corte liberal, el contexto de lucha antifranquista en España los llevó a fijar su atención en los horizontes utópicos que se abrían en América Latina. Así, la ilusión representada por Chile y el posterior posicionamiento de sus homólogos derivó en una especial crisis reflejada en la contundente reacción de algunos de ellos y el cuestiona- miento de su propia naturaleza democristiana ante la necesidad de mostrarse como una fuerza auténticamente democratizadora en la España del franquismo. La traumática experiencia de Chile supuso el catalizador de todos los dilemas de Joaquín Ruiz-Giménez y los más próximos a él, obligándole a replantearse lo que de- biera de ser la actuación de un cristiano en la política del último tercio del siglo XX. En torno a Chile convergieron todas las tensiones ideológicas e identitarias de los demo- cristianos españoles, y Chile fue el punto de no retorno en su inevitable división.