UNIVERSIDAD COMPLUTENSE DE MADRID
FACULTAD DE GEOGRAFÍA E HISTORIA
TESIS DOCTORAL
Lo que cuenta un abalorio: reflejos de unas cuentas de vidrio
en la Nueva España
MEMORIA PARA OPTAR AL GRADO DE DOCTOR
PRESENTADA POR
Carla Andreia Martins Torres
Directores
Juan José Batalla Rosado
Alexandra Curvelo da Silva Campos
Madrid
© Carla Andreia Martins Torres, 2019
UNIVERSIDAD COMPLUTENSE DE MADRID
FACULTAD DE GEOGRAFÍA E HISTORIA
Departamento de Historia y Antropología de América, Ciencias y
Técnicas Historiográficas e Historia Medieval
TESIS DOCTORAL
Lo que cuenta un abalorio:
reflejos de unas cuentas de vidrio en la Nueva España
MEMORIA PARA OPTAR AL GRADO DE DOCTOR
PRESENTADA POR
Andreia Martins Torres
DIRIGIDA POR
Juan José Batalla Rosado
Alexandra Curvelo da Silva Campos
Madrid, 2019
Vol. I
Para Chico,
a quien debo el impulso extra para terminar este proyecto, y
Para Alberto,
el nuevo padre que nació con él.
AGRADECIMIENTOS
El primer agradecimiento está dirigido a la Fundação para a Ciência e
Tecnologia (FCT) que me proporcionó el apoyo económico sin el cual jamás me
hubiese podido volcar enteramente a la investigación durante los años en que me
atribuyó una beca de doctorado. Tampoco podría dejar de mencionar a la Universidad
Complutense de Madrid y al CHAM-Centro de Humanidades (FCSH-UNL y UAç)
que me brindaron su apoyo institucional para poder desarrollarme como
investigadora.
Muy especialmente, me gustaría agradecer a las tres personas que
acompañaron de cerca el desarrollo de este proyecto. La Drª Emma Sánchez
Montañés fue quien me introdujo en el campo de la antropología del arte y con quien
di los primeros pazos en la investigación del tema de esta tesis. Con ella compartí mis
penas y alegrías a lo largo de los primeros años del doctorado y le agradezco
profundamente su afecto e incentivo para seguir trabajando. Al Dr. Juan José Batalla
Rosado le debo el primer impulso a inscribirme en el doctorado sobre Historia y
Antropología de América, en la UCM. Sus clases y los cursos en el Museo de
América sobre los códices mesoamericanos y la lengua náhuatl me inspiraron a seguir
profundizando en temas americanistas que siempre me habían interesado y sobre los
cuales nunca había tenido oportunidad de estudiar en Portugal, durante la carrera. Con
él empezó este sueño y me da un enorme gusto haber tenido oportunidad de cerrar
este ciclo a su lado. A la Dr.ª Alexandra Curvelo, que me acompañó durante el largo y
sinuoso trayecto que duró la investigación y redacción de esta tesis, le agradezco su
paciencia y disponibilidad para hablar y debatir sobre las cuentas de vidrio y los
vidrieros de la Nueva España.
No sería justo no incluir en este apartado las instituciones que me abrieron sus
puertas para consultar sus documentos o estudiar sus piezas. De los varios museos por
los que pasé, guardo especial recuerdo de los días en el depósito del Museo Nacional
de Historia, Castillo de Chapultepec en la compañía del Sr. Arturo y Doña Esther, con
el ánimo elocuente de personas tan cariñosas como Rocío Martínez que me marcó
para siempre y a quien nunca olvidaré. En el Archivo General de la Nación de
México, la antigua cárcel de Lecumberri, pasé la mayor parte del tiempo recluida bajo
la mirada de archiveros y policías. Entre los registros aburridos de la burocracia
virreinal, a veces encontraba alguna narrativa diferente que me ilusionaba y hacía que
el día mereciera la pena. Fue ahí donde conocí a Alberto y donde empezó la historia
del amor de mi vida que, en alguna medida, se cruza con la de esta tesis. Gracias por
acompañarme en el recogido por los archivos españoles y americanos, o por padecer
las inclemencias de mi primer viaje a San Pedro Quiatoni (Oaxaca) donde hice trabajo
de campo. Sobre todo, te agradezco el apoyo en los momentos más difíciles, por tu
eterna paciencia en escuchar mis lamentos y desilusiones académicas, pero también
por tus consejos y ánimos a los que crees que no hago caso por cabezonería. Todo ello
no ha hecho más que consolidar nuestra relación.
Finalmente, pero no menos importante, quiero dar las gracias a mi familia,
particularmente a mi padre que siempre me animó a seguir formándome en lo que me
gusta, a mis abuelos por su eterno cariño y ejemplo, a mi hermano por sus palabras y
silencios, y a mi madre que me enseñó a encarar todo con una sonrisa aunque a veces
me salga el mal genio. A mis colegas del doctorado, particularmente a Beatriz Rubio
por disfrutar juntas de la experiencia de vivir en México y lidiar con cosas tan
sencillas y cotidianas como el concepto de "ahorita". Mil gracias también por
ayudarme en la edición de este texto con todo tu cariño y competencia. A ti y a Maria
Voutova, mis literales compañeras en este viaje, os dedico las últimas palabras de este
capítulo, junto a la comunidad de investigadores españoles y brasileños que conocí en
la Universidade Nova de Lisboa y en la Universidade Federal de Goiás, que hoy día
son de mis mejores amigos. Sabéis de sobra a quienes me refiero: Adolfo, Marga,
Inés, David, Anita, María José, Javier, Eudes, André, Vinicius, Aline, Carlo, Marlon,
Raquel, Celine, Fábio, Dulce y Noé.
ÍNDICE GENERAL
RESUMEN
1
ABSTRACT
3
SIGLAS
5
INTRODUCCIÓN
9
PRESENTACIÓN DEL TEMA
9
ACLARACIONES TERMINOLÓGICAS
16
METODOLOGÍA
27
FUENTES
42
ESTADO DEL ARTE
52
OBJETIVOS
65
CAPÍTULO 1
69
LA MANUFACTURA DE ABALORIOS EN EUROPA DURANTE LA ÉPOCA
MODERNA Y SU IMPACTO EN LA PRODUCCIÓN Y CONSUMO NOVOHISPANO
69
1.1. ITALIA Y LA REPÚBLICA VENECIANA
71
1.2. LAS PROVINCIAS UNIDAS DE LOS PAÍSES BAJOS
79
1.3. ALEMANIA Y EL SACRO IMPERIO ROMANO GERMÁNICO
83
1.4. EL IMPERIO AUSTRO-HÚNGARO Y EL REINO DE BOHEMIA
87
1.5. INGLATERRA
97
1.6. FRANCIA
109
1.6.1. LA PRODUCCIÓN DE ABALORIOS EN EL MARCO DE LA ACTIVIDAD VIDRIERA
109
1.6.2. LA RELACIÓN DE LOS VIDRIEROS CON OTROS ESPECIALISTAS
111
1.6.3. DEFINIENDO LOS LÍMITES DE LA INTERVENCIÓN DE CADA ESPECIALISTA
114
1.6.4. INTERPRETANDO LOS FACTORES DE DESARROLLO DEL SECTOR AL MARGEN DE LA
MANUFACTURA DE VIDRIO
118
1.6.5. EL IMPACTO DE LAS CREACIONES FRANCESAS EN EL MERCADO HISPANO
120
1.7. PORTUGAL
126
1.8. ESPAÑA
136
CAPÍTULO 2
159
LOS PRIMEROS VIDRIOS EN AMÉRICA: PERCEPCIONES SOBRE LAS
CUENTAS EN LAS CRÓNICAS
159
2.1. EL PROTAGONISMO DE LOS ABALORIOS EN LA CONQUISTA Y SUS
ANTECEDENTES
163
2.2. EL CASO NOVOHISPANO EN LAS VISIONES INDÍGENAS Y EUROPEAS
166
CAPÍTULO 3
191
LOS ORÍGENES DE LA PRODUCCIÓN DE VIDRIO EN NUEVA ESPAÑA: DESDE
EL SIGLO XVI HASTA 1618
191
3.1. LA IMPORTANCIA ESTRATÉGICA DE LA VIDRIERÍA EN LA
COLONIZACIÓN
194
3.1.1. LOS VIDRIEROS EN LA CONQUISTA
195
3.1.2. EL PODER SIMBÓLICO DEL VIDRIO EN LA CONSTRUCCIÓN DE ESCENARIOS EUROPEOS
EN AMÉRICA
205
3.2. LOS MEDIOS PARA PROMOVER LA VIDRIERÍA: UNA TÁCTICA IMPERIAL
221
3.3. LOCALIZACIÓN DE LOS PRIMEROS TALLERES
230
3.3.1. CIUDAD DE MÉXICO
232
3.3.2. PUEBLA DE LOS ÁNGELES
236
3.3.3. OTROS CENTROS PRODUCTORES
240
3.3.4. EL MERCADO CONSUMIDOR DE LOS VIDRIOS NOVOHISPANOS
243
3.4. LA PRODUCCIÓN DE ABALORIOS: CANDILEROS O CANDELEROS
246
3.5. VESTIGIOS ARQUEOLÓGICOS DE LA CIUDAD DE MÉXICO - LA IGLESIA
DE SAN GABRIEL ARCÁNGEL, EN TACUBA
255
3.5.1. LA EXCAVACIÓN
264
3.5.2. EL INDIVIDUO C DEL ENTERRAMIENTO 30
266
3.5.3. CARACTERIZACIÓN DE LA COLECCIÓN DE CUENTAS DE VIDRIO
271
3.5.4. INTERPRETACIÓN Y DISCUSIÓN
273
3.6. BIOGRAFÍAS DE LOS PRIMEROS VIDRIEROS NOVOHISPANOS: DESDE EL
SIGLO XVI-HASTA 1618
283
3.6.1. RODRIGO DE ESPINOSA (AÑOS 1535-1596)
283
3.6.2. BENITO DE ESPINOSA (ANTES DEL AÑO 1576)
290
3.6.3. HERNANDO DE ESPINOSA (1560)
296
3.6.4. JAIME/XAYME DEL VALLE (AÑOS 1595-1603)
297
3.6.5. JUAN DE QUIROZ (AÑOS 1596-1612)
302
3.6.6. GUILLEN DE ALMAS (AÑOS 1557-1567)
305
3.6.7. LA FAMILIA DEL HUERTO/GUERTO: MATEO, MIGUEL, PEDRO Y FELIPE
309
3.6.8. OTROS VIDRIEROS
312
3.6.9. RESUMEN GENERAL
312
CAPÍTULO 4
317
LA CONSOLIDACIÓN DE LA ACTIVIDAD VIDRIERA A LO LARGO DEL SIGLO
XVII (1618-1680)
317
4.1. EL DEBATE HISTORIOGRÁFICO EN TORNO AL SIGLO XVII
NOVOHISPANO
317
4.1.1. LAS TEORÍAS DE LA CRISIS AMERICANA - VISIONES DESDE UNA PERSPECTIVA
EUROPEA
319
4.1.2. CAMBIO DE ENFOQUE - LAS PARTICULARIDADES AMERICANAS Y LA CRISIS DEL
SISTEMA IMPERIAL
320
4.1.3. DE LO LOCAL A LO GLOBAL - NUEVAS PERSPECTIVAS SOBRE LA "CRISIS"
326
4.2. EL CRECIMIENTO DE LA ACTIVIDAD VIDRIERA EN LA NUEVA ESPAÑA
EN EL SIGLO XVII
333
4.2.1. LOS FACTORES INTERNOS: RECURSOS NATURALES, HUMANOS Y POSIBILIDADES DE
COMERCIO INTERIOR
338
4.2.2. LA VIDRIERÍA EN LOS ESPACIOS EXTERIORES DEL EJE COMERCIAL NOVOHISPANO -
REPERCUSIONES EN LA PRODUCCIÓN LOCAL
381
4.3. LAS PRIMERAS ASOCIACIONES PROFESIONALES: FORMAS Y
MECANISMOS
385
4.3.1. ASOCIACIONES DE CARÁCTER INFORMAL: REDES DE FAMILIARIDAD
386
4.4. IMPACTOS DE LA VIDRIERÍA EN LA ECONOMÍA URBANA Y RURAL
433
4.5. LA PRODUCCIÓN DE ABALORIOS - CONSOLIDACIÓN DE UNA
ESPECIALIDAD DE LA VIDRIERÍA
437
4.6. VIDRIEROS Y SUS RELACIONES
448
4.6.1. TOMÁS DE LEÓN (CANDILERO, 1672), JOSÉ DE LEÓN (1636) Y ADRIANA DE LEÓN
(1636)
449
4.6.2. LOS MALDONADO (DIEGO - 1641, MIGUEL - 1721 Y SALVADOR - 1726) Y SUS
RELACIONES CON OTRAS FAMILIAS DE VIDRIEROS (ÁVILA Y OLARTE)
450
4.6.3. LA FAMILIA SOLÍS (MELCHOR - 1646, JOSEPH - 1693) Y SUS REDES CON LOS AGUILAR,
LOS ESCOBAR Y CLAUDIO FRANCISCO TRONCOSO
451
4.6.4. LA(S) FAMILIA(S) GÓMEZ (DE VILLEGAS)
454
4.6.5. LOS FRANCO: TOMÁS (1626), ALONSO (1640), JUAN (1672), TOMÁS (1689) Y ANTONIO
(1682)
460
4.6.6. LOS PARDO: JOSEPH (1662), ANTONIO (1723), ALONSO (1744), Y JOSÉ MARIANO
(1773)
463
4.7. OTROS VIDRIEROS DEL SIGLO XVII-XVIII
464
CAPÍTULO 5
467
LA VIDRIERÍA EN EL MUNDO HISPANOAMERICANO: MÁS ALLÁ DE LA
NUEVA ESPAÑA
467
5.1. LA VIDRIERÍA EN FILIPINAS
468
5.2. AMÉRICA DEL SUR
479
5.2.1. EL VIRREINATO PERUANO
484
5.2.2. EL VIRREINATO DEL RÍO DE LA PLATA (1776-1816)
522
5.2.3. EL NUEVO REINO DE GRANADA (1590-1718)/VIRREINATO DE NUEVA GRANADA (1718-
1724 Y 1740-1819) Y PROVINCIA DE VENEZUELA (1742)/ CAPITANÍA GENERAL DE
VENEZUELA (1777-1823)
540
CAPÍTULO 6
547
EL VIDRIO EN LA NUEVA ESPAÑA: ENTRE LA TRADICIÓN EUROPEA Y LAS
APORTACIONES AUTÓCTONAS
547
6.1. LA MANO DE OBRA: EL ORIGEN DE LOS VIDRIEROS
548
6.2. LAS FÓRMULAS DEL VIDRIO
563
6.2.1. ARENA DE SÍLICE
565
6.2.2. ÁLCALIS
571
6.2.3. CAL
602
6.2.4. RECICLAJE DE VIDRIO
603
6.3. EL COMBUSTIBLE: ALGUNOS APUNTES SOBRE LA MADERA
606
6.4. ESTRUCTURAS DE PRODUCCIÓN - LOS HORNOS DE VIDRIO
608
6.4.1. EL HORNO DE SAN LUÍS POTOSÍ
609
6.4.2. EL HORNO DE LA CALLE DE LAS MORAS, EN MÉXICO
610
6.4.3. EL HORNO DE MICAELA GERÓNIMA BEZERRA, EN MÉXICO
623
6.4.4. LAS OFICINAS DE VIDRIO DE LA CASA DE MONEDA, JUNTO AL APARTADO, EN MÉXICO
629
CONCLUSIONES
651
BIBLIOGRAFÍA
671
1
RESUMEN
La tesis Lo que cuenta un abalorio: reflejos de unas cuentas de vidrio en la
Nueva España se centra en un tipo de objeto particular, los abalorios, para reflexionar
sobre diferentes aspectos relacionadas con la vidriería novohispana a partir del caso
mexicano. Para ello adopta una perspectiva transdisciplinar que aporta la mirada de
las nuevas tendencias historiográficas, arqueológicas y antropológicas. Además de
incorporar los resultados de las últimas investigaciones sobre los variados temas con
los que se cruza, reúne un gran corpus documental compuesto por fuentes escritas,
iconográficas y materiales que ofrecen nuevas posibilidades de pensar sobre este
campo de estudio.
Una de las preocupaciones era entender los procesos de construcción de la
historia del vidrio mexicano para evidenciar los ideales expresados en las primeras
narrativas y percibir su impacto en la actualidad, condicionando nuestra percepción de
esos fenómenos. El examen de esas tendencias es esencial para combatir una visión
sesgada y percibir por qué ciertos lugares y personajes ganaron mayor protagonismo
en la historia del vidrio, a la par que se omitieron otros agentes. En suma, el momento
histórico en que surgió el interés por estudiar el pasado de la producción vidriera en
México, en plena celebración de las fiestas patrias, demanda identificar las marcas del
pensamiento académico de la época y su vinculación política para poder superarlas.
Eso nos conduce al segundo propósito transversal de esta tesis, que trata de
percibir los procesos históricos de la construcción del valor simbólico de las cuentas
de vidrio en la sociedad mexicana. Consideradas hoy día una de las pruebas
materiales del engaño y de las relaciones desiguales que marcaron la experiencia
virreinal, estos pequeños objetos traslúcidos fueron introducidos por primera vez en
América después de la conquista española y, paradójicamente, se tomaron como uno
de los elementos más expresivos de las artes indígenas mexicanas. Este significado,
que se manifiesta en expresiones idiomáticas, en la forma como se exponen esas
piezas en los museos, o incluso en el enfoque adoptado en muchos de los estudios que
han merecido las cuentas de vidrio nuevas y antiguas, hacen que este tema sea
perfectamente actual. Sobre todo, si se considera que esas expresiones son uno de los
espejos en los que algunos colectivos se miran para percibirse y construir sus
identidades, influyendo directamente en su autoestima. En ese sentido, este ejercicio
de reflexión va directamente al encuentro de las demandas de la historia y arqueología
2
pública, caracterizadas por el deseo de responder a las necesidades e inquietudes de la
población contemporánea.
Al evidenciar las principales ideas patentes en las construcciones narrativas
acerca del vidrio y de los abalorios novohispanos, se plantea ofrecer una visión
alternativa. Producida a partir del examen crítico señalado y de una consideración por
los desafíos actuales, fundamentalmente superar las visiones nacionalistas y los rasgos
del colonialismo, se trata de poner de manifiesto la agencia1 de los diversos grupos
poblacionales que interactuaron en el Virreinato. Eso presupone situar los procesos de
introducción y desarrollo de la vidriería novohispana en el contexto más amplio de los
dominios de la Corona, reconociendo el lugar particular que ocupó la manufactura de
abalorios en ese ámbito. Se parte de la idea de que esas prácticas no fueron un
fenómeno aislado sino que se enmarcaron en tendencias más amplias que se diseñaron
a escala mundial e implicaron flujos multidireccionales que actuaron de manera
recursiva entre lugares físicos muy diferentes. Eso deriva en la necesidad de ampliar
el análisis de la vidriería más allá del espacio en el que se definieron las fronteras del
Virreinato, extendiendo el espectro de estudio a Europa, al resto de América, a Asia y
puntualmente también a África.
A través de este enfoque se diseñan parte de las redes formadas por los
vidrieros en la Nueva España y los vínculos que mantuvieron con otras regiones bajo
la administración de la Corona, o incluso con el exterior. Así se pone de manifiesto
las agencias locales de grupos tradicionalmente ignorados por la historiografía del
vidrio, como las mujeres, la población indígenas o las comunidades de origen africano
y asiático. Todo ello permite percibir cómo la vidriería novohispana y su manufactura
de abalorios participó de una tendencia mundial marcada por un fuerte interés en
promover el vidrio y alcanzar una producción de calidad capaz de competir en el
mercado internacional. Asimismo, que en ese contexto los vidrieros novohispanos
fueron capaces de desarrollar tendencias singulares que se tradujeron en la creación
de un producto diferenciado, verdaderamente novohispano. Paralelamente, que la
oferta y demandas locales influían en el devenir del sector en otras partes del mundo
con los que mantuvo estrechas relaciones.
1 Por agencia se entiende la capacidad de una persona para actuar y ejercer su influencia en el mundo,
acepción con la que se ha utilizado en diversas reflexiones en antropología del arte, particularmente
Alfred Gell (1998).
3
ABSTRACT
The present investigation What a bead can tell: reflexions of glass in New
Sapin focuses on a particular type of object to reflect on different aspects related to
Newspanish glassmaking from the Mexican case study. For that, we adopt a
transdisciplinary view that provides the perspective of the new historiographic,
archaeological and anthropological tendencies. In addition to incorporating the results
of the latest research on the various topics with which it crosses, we bring together a
large documentary corpus composed of written, iconographic and material sources
that offer new possibilities to think about this field of study.
One of our concerns was to understand the processes by which the history of
Mexican glass was constructed. We aim to demonstrate the ideals expressed in the
first narratives and perceive the extent to which they were perpetuated until the
present days, conditioning our perception of these occurrences. The examination of
these tendencies is essential to combat a biased vision and to perceive why certain
places and some people gained greater prominence in the history of glass, at the same
time that other groups and regions were omitted. The historical moment in which the
interest arose to study the past of the glass production in Mexico, in full celebration of
the national mexican holidays, demand to identify the marks of the academic thought
of the time and its political connection to overcome them.
This leads us to the second transversal purpose of our thesis, which seeks to
notice the historical processes by which the symbolic value of glass accounts was
constructed in Mexican society. Considered today one of the material proofs of
dishonesty and unequal relations that marked the viceregal experience, these small
translucent objects were introduced for the first time in America after the Spanish
conquest. Paradoxically, they also were taken as one of the most expressive elements
of the Mexican indigenous arts. The meaning cames to light in idiomatic expressions,
in the way these objects are exhibited in museums, or even in the approach adopted in
many of the studies that have earned the new and old glass beads. All this makes our
research topic perfectly current, especially if we consider that these expressions are
one of the mirrors in which some people look at to have a self-percepcion and build
their own identities, influencing their self-esteem. In this sense, this exercise of
reflection is closelly conected with the demands of public history/archeology,
4
characterized by the desire to respond to the needs and concerns of the contemporary
population.
When evidencing the main ideas of the narrative assembled about glass and
the Newspanish beads, we proposed to offer an alternative vision. From the critical
examination indicated and a consideration for the present challenges, fundamentally
overcoming the nationalist visions and the traits of colonialism, we will try to make
evident the agency of the multicultural population that interacted in the Viceroyalty.
This presupposes placing the processes of introduction and development of
Newspanish glassmaking in the broader context of the Crown domains, recognizing
the particular place occupied by the manufacture of beads in that area. We based on
the idea that these practices were not an isolated phenomenon, but they were framed
in broader trends that were designed on a global scale and involved multidirectional
flows that acted recursively between very different physical locations. This results in
the need to expand the analysis of glassmaking beyond the space in which the borders
of the Viceroyalty were defined, extending the scope of study to Europe, the rest of
America, Asia and, punctually, Africa.
Through this approach, part of the networks formed by glassmakers in New
Spain and the links they maintained with other regions under the administration of the
Crown, or even abroad, are designed. This highlights the local agencies of groups
traditionally ignored by the historiography of glass, such as women, the indigenous
population or communities of African and Asian origin. All this makes it possible to
perceive how Newspanish glassmaking and its bead manufacture participated in a
worldwide trend, marked by a strong interest in promoting glass and achieving quality
production capable of competing in the international market. Newspanish glassmakers
also were able to develop singular tendencies that resulted in the creation of a
differentiated product, truly newspanish. At the same time, local supply and demand
influenced the future of the sector in other parts of the world with which it maintained
close relations.
5
SIGLAS
AAP
Archivo del Ayuntamiento de Puebla (México)
ACA
Archivo de la Corona de Aragón (España)
ACCMM
Archivo del Cabildo Catedral Metropolitano de México
AGMP
Archivo General Municipal de Puebla (México)
AGN
Archivo General de la Nación de México
AGNA
Archivo General de la Nación de Argentina
AGNC
Archivo General de la Nación de Colombia
AGI
Archivo General de Indias (España)
AGNO
Archivo General de Notarias de Oaxaca (México)
AGNotDF
Archivo General de Notarias del Distrito Federal, México
AGNotP
Archivo General de Notarias de Puebla (México)
AGNP
Archivo General de la Nación de Lima, Perú
AGPNM
Archivo General del Palacio Nacional de Madrid (España)
AHC
Archivo Histórico de Cuzco (Perú)
AHCA
Archivo Histórico de Córdoba (Argentina)
AHCM
6
Archivo Histórico de la Ciudad de México
AHEM
Archivo Histórico del Estado de México
AHESLP
Archivo Histórico del Estado de San Luís Potosí
AHEZ
Archivo Histórico del Estado de Zacatecas (México)
AHMCA
Archivo Histórico de la Municipalidad de Córdoba (Argentina)
AHN
Archivo Histórico Nacional de España
AHPM
Archivo Histórico de Protocolos de Madrid (España)
AHPS
Archivo Histórico Provincial de Sevilla (España)
AIRA
Archivo del Instituto Riva Agüero, Lima (Perú)
AML
Archivo Municipal de la Laguna (Canarias, España)
ANB
Archivo Nacional de Bolivia
ARHIMP
Archivo Histórico Municipal de Puebla (México)
ARSEM
Archivo de la Real Sociedad Económica Matritense (España)
ARSI
Archivo Romanum Societatis Iesu (Archivo Histórico de la Compañía de Jesús)
AVM
Archivo de la Villa de Madrid (España)
BNE
Biblioteca Nacional de España
BNM
Biblioteca Nacional de México
CATSA
7
Catálogo de Salvamento Arqueológico (México)
CEHM-CARSO
Centro de Estudios de Historia de México, Fundación Carlos Slim
INAH
Instituto Nacional de Antropología e Historia (México)
JCBL
John Carter Brown Library (EEUU)
MAR
Museo Arqueológico Regional, Alcalá de Henares
MNHCC
Museo Nacional de Historia, Castillo de Chapultepec
RAH
Real Academia de la Historia (España)
RBP
Real Biblioteca del Palacio Real de Madrid (España)
UE
Unidad de Excavación
ABREVIATURAS
cap. - Capítulo
exp. - Expediente
f. - Folio
L. - Libro
Leg- Legajo
N. - Número
nº inv. - Número de inventario
p./pp. - Página/páginas
sic. - Así escrito en la obra o documento original
s.e. - Sin editor
s.f. - Sin folio
s.l. - Sin local
s.p. - Sin página
8
Vol. - Volumen
v./r. - Verso/Reverso
ed./eds. - editor/editores
et al. - y otros, referidos a autores de una obra
9
INTRODUCCIÓN
En este apartado vamos a desarrollar diversos aspectos que son
imprescindibles para la comprensión del tema e interés de nuestra tesis doctoral. Por
eso, después de presentar el tema, se hacen algunas aclaraciones terminológicas para
finalmente exponer la metodología y las fuentes que sirvieron de base a esta
investigación.
PRESENTACIÓN DEL TEMA
Las cuentas de vidrio son probablemente el material que mejor expresa los
intercambios que ocurrieron a partir del siglo XV con la primera globalización
moderna. El fenómeno de expansión, protagonizado inicialmente por las monarquías
ibéricas, no representó verdaderamente una novedad, en la medida en que ya se
habían registrado iniciativas análogas en épocas anteriores, como pudo ser la
construcción del imperio romano en torno al mediterráneo. La gran diferencia es que,
a partir de este momento, la escala se amplió considerablemente, poniendo por
primera vez en contacto personas de las cuatro partes del mundo que hasta entonces
no eran conscientes de la existencia del "otro".
En la mayoría de los casos, los encuentros iniciales entre esos individuos
estuvieron mediados por abalorios2, pues desde la antigüedad que tales objetos venían
marcando su presencia en los circuitos comerciales entre continentes diferentes,
uniendo Europa con África y esta con Asia. Tal como entonces, los episodios
protagonizados por estas piezas a lo largo de Época Moderna condicionaron la
naturaleza de las relaciones entre las sociedades puestas en contacto y produjeron un
fuerte impacto en sus vidas política, económica y social. A partir de ese momento, y a
lo largo de varios siglos, las cuentas no solo sirvieron para establecer relaciones entre
personas que se percibían diferentes entre si, sino que constituyeron uno de los ejes en
los que se diseñó el nuevo sistema mundial.
2 Esta palabra se usó como sinónimo de cuenta de vidrio, tal como se explica más detalladamente en el
apartado donde se exponen algunas aclaraciones terminológicas.
10
En el territorio que conformaría la Nueva España, estos adornos fueron
introducidos por los primeros conquistadores españoles, penetrando rápidamente en
los usos cotidianos de sus habitantes, que hasta ese momento nunca antes habían visto
el vidrio artificial. Esta idea ha sido repetida por la historiografía americanista que, en
mayor o menor medida, tejió algunas consideraciones sobre estos materiales. No
obstante, ese pensamiento no considera la diversidad étnica y cultural de su
población, ni los cambios que ocurrieron en el seno de cada grupo a lo largo del
período virreinal. Así se omiten los procesos de conformación de identidades y las
estrategias de diferenciación social plasmadas en las dinámicas de ostentación y en el
adorno corporal con abalorios. Todo esto requiere preguntarse sobre el origen
específico de los varios modelos de cuentas y si ese factor condicionó el valor que los
diversos grupos poblacionales les atribuyeron en cada momento.
Estas cuestiones han sido ya parcialmente contestadas por el discurso político
hispanoamericano, que se apoyó en los ámbitos académicos y se adentró en la
memoria popular, asociando estas piezas a la representación del trueque desigual. Se
ha dicho hasta ahora que los abalorios fueron importados desde Europa y que con esas
baratijas se engañaron a los aborígenes para intercambiarlas por oro. Esta visión
propagandística de unos hechos históricos concretos no es del todo falsa, porque
efectivamente en los años subsecuentes a la conquista española imperó una economía
basada en el valor del oro. No obstante, esa noción nubla una realidad bastante más
compleja y heterogénea que importa descifrar a partir del estudio del caso de los
Estados Unidos Mexicanos.
Bajo esta premisa se eluden cuestiones fundamentales relacionadas, en primer
lugar, con el valor de estos objetos en sus contextos de origen. Hasta ahora, la
historiografía mexicana no ha considerado el papel que desempeñaron los abalorios
en los usos cotidianos y en las prácticas religiosas de las sociedades peninsulares,
también ellas profundamente diversas en su composición y en la manera de percibir o
usar estos adornos de vidrio. De manera similar, ha ignorado el lugar que ocuparon
las cuentas en las dinámicas económicas y políticas europeas durante los años
anteriores a su penetración en el continente americano, asumiendo que no tuvieron
cualquier importancia. Es muy posible que eso se deba esencialmente a la incapacidad
de percibir esas piezas al margen de su valor como elemento icónico de las relaciones
coloniales. Eso condujo a que tampoco se cuestionara sobre el impacto de la
ampliación de las redes de comercio y de las características de las demandas
11
novohispanas en el devenir de la vidriería de los principales centros de decisión
política. Este "ángulo muerto" en la perspectiva de muchos historiadores, incluso
entre aquellos que han logrado superar las fronteras nacionales y construir narrativas
sobre los flujos transcontinentales de Época Moderna, explica la invisibilidad de
muchas personas que actuaron a partir de las zonas "dominadas" y fueron capaces de
ejercer su influencia hacia el exterior, participando en dinámicas de escala mundial.
Todo esto colocó la necesidad de cambiar ligeramente el objeto de esta
investigación y centrarse en los procesos de implementación y desarrollo vidriero en
la Nueva España, prestando especial atención al lugar que ocupó la producción de
abalorios. Si bien el tema de la vidriería ya fue trabajado por algunos historiadores y
arqueólogos mexicanos, como se expondrá más adelante, las investigaciones en este
área se encuentran aún en una fase incipiente que, en ningún caso ha incidido sobre la
manufactura de cuentas. Se abría así un campo de estudio novedoso y completamente
inexplorado, para reflexionar sobre un tema que ha despertado el interés y los
comentarios de diversos sectores de la sociedad contemporánea que se sienten
reflejados, de una manera o de otra, en las historias de las cuentas de vidrio en
México. Es precisamente en este ámbito en el que el pasado se cruza con el presente y
la labor académica se cuestiona sobre los hechos pretéritos, sus narrativas y el peso
que estas han alcanzado en la vida cotidiana, para ofrecer nuevas preguntas y
planteamientos que respondan a las inquietudes actuales.
Por eso, cabe adentrarse en los fenómenos locales para después relacionarlos
con las tendencias europeas o las iniciativas que emergían en otras zonas hacia donde
avanzaba la expansión en América y que, a grosso modo, coincidió con el recorrido
de la propagación de la manufactura del vidrio artificial en ese continente. Nos
interesa percibir cómo esos espacios se habían conectado y hasta qué punto se
generaron dinámicas propias y originales en cada lugar. Por otra parte, el surgimiento
de un nuevo orden mundial, asentado en redes de circulación alrededor de los varios
continentes, presupuso asumir la vigencia de flujos multidireccionales entre lugares y
pueblos diferentes. Aunque cada uno de ellos participó de manera muy distinta en ese
nuevo sistema, que representó grados de inclusión igualmente diversos por parte de
cada comunidad, se asistió a un proceso de descompartimentación del mundo
moderno que alcanzó formas muy particulares para cada individuo.
En ese ámbito se aspira, en primer lugar, a recuperar el protagonismo de
ciertos grupos que la narrativa historiográfica sobre la vidriería y los abalorios de la
12
Nueva España ha ocultado de manera más o menos involuntaria. En segundo lugar, se
pretende poner de relieve las agencias novohispanas en el contexto de la monarquía
hispánica y en los fenómenos mundiales relacionados con la vidriería, particularmente
en aquellos procesos que involucraron la producción, comercio y uso de cuentas. Eso
supone estudiar por primera vez el tema desde una perspectiva amplia y conectada
que trata de superar una visión eurocéntrica, pautada por las marcas de la colonialidad
en el discurso nacionalista sobre la historia del vidrio mexicano o en sus marcas en las
demás escuelas
Para llevar a cabo esa labor, se nos presentan múltiples posibilidades de
enfoque hacia el tema. Muy posiblemente, el peso de una educación occidental y una
concepción lineal del tiempo y de la historia, influyeron en la opción de hacer un
ejercicio de reflexión pautado por demarcadores territoriales y cronológicos. Eso,
aunque el objetivo primordial sea ofrecer una visión amplia de los aspectos señalados
y evadir, tanto cuanto posible, las fronteras que impiden percibir la amplitud de esos
fenómenos. Por eso mismo, a veces nos permitiremos hacer dislocaciones en el
espacio y en el tiempo que facilitan la comprensión de esas conexiones
multidireccionales de las que se hablaba antes y que no son compatibles con una
visión compartimentada en esta doble escala de análisis. No está de más recordar que,
aunque las personas que protagonizaron la historia de las cuentas de vidrio
novohispanas - que se expresa a lo largo de los capítulos de esta tesis - concibieron su
propia historia en parámetros muy disímiles y diferentes a aquellos que se utilizan en
esta narrativa, la gran mayoría de las fuentes utilizadas para construirla fueron
descritas y archivadas según este mismo criterio, condicionando también nuestra
lectura de las mismas.
Todo lo anterior nos ha llevado a organizar las ideas principales de esta
investigación en siete capítulos. El primero está dedicado a situar la manufactura de
abalorios en los principales debates sobre la vidriería de los siglos XV a XVIII,
cuando existió un fuerte interés en motivar el crecimiento del sector por parte de
varias potencias europeas. Eso nos ha conducido a identificar los principales centros
productores de cuentas de vidrio en Europa, considerando aspectos tales como las
estrategias de organización de esta especialidad en el ámbito más alargado de la
vidriería y contemplar las características de sus piezas. A través de esos datos se
aspira entender la repercusión que tuvieron los varios modelos de trabajo adoptados
13
en Europa en la manufactura de vidrio y de abalorios en la Nueva España; o aún el
grado de difusión que tuvieron las varias piezas extranjeras en los usos cotidianos de
su población.
A su vez, se hace imperioso cambiar el enfoque tradicional y percibir esas
dinámicas al margen de la relación dicotómica entre "centro dominador" y "periferia
dominada". Desde ese punto intermedio, los datos recopilados sobre los flujos de
mercancías permiten evaluar cómo el territorio virreinal generó nuevos mercados de
consumo que afectaron al crecimiento de los tradicionales centros manufactureros y
condicionaron el tipo de producción que se hacía ahí. Así se abre espacio para sondar
la existencia de gustos y modas locales, diferenciadas de las tendencias peninsulares,
y cuestionarse sobre la capacidad de sus habitantes para influir en los centros de
producción de cuentas de vidrio europeos.
El segundo capítulo consiste en percibir cómo habían ocurrido entonces los
primeros intercambios con abalorios en el Virreinato. Se parte de la hipótesis de que
los mitos fraguados en las anteriores experiencias expansionistas estuvieron en el
origen de su uso por parte de los españoles, así en los primeros años de la Conquista
como en los procesos expansionistas que se alargaron hasta el siglo XVIII en
territorios americanos y asiáticos. A partir de esa idea, se trata de entender cómo
dichas prácticas condicionaron el papel que alcanzaron las cuentas en los primeros
contactos con las poblaciones nativas de la Nueva España. Nos interesa ir más allá de
las impresiones que nos causan actualmente estos relatos y adentrarnos en la
mentalidad de aquellos que dejaron testimonio de ello en sus escritos y diseños. Para
ello, se toman las crónicas y los libros pintados indígenas como fuentes primarias para
identificar esas impresiones mutuas del "otro", pero también los motivos que llevaron
a sus autores a contar esos episodios de tal o cual manera y que se plasman en
versiones distintas del mismo suceso.
En el ejercicio de identificación de los abalorios en ambos sistemas de
representación, se espera observar las posibles pervivencias y rupturas con los
modelos pre-existentes y cómo la percepción del "otro" cambió o dio consistencia a
sus mundos. En definitiva, se aspira a entender un poco mejor el papel que han tenido
las cuentas de vidrio en cada una de esas sociedades y en las relaciones entre ambas
durante los primeros contactos. Eso nos dota de nuevas herramientas bajo las cuales
interpretar la vidriería local y, sobre todo, los vestigios materiales de las cuentas de
vidrio recuperadas en contextos arqueológicos.
14
Al evitar el estigma que ha cargado la historiografía mexicana durante los
últimos dos siglos sobre las relaciones mediadas por los abalorios, se abren nuevos
horizontes bajo los cuales interpretar esos episodios y el papel específico que jugaron
para cada uno de los intervinientes o protagonistas de esas historias. Aunque este tipo
de discurso surgiera precisamente del impulso de un nacionalismo supuestamente
indigenista, bajo esas narrativas se omiten las agencias de diversos grupos que
conformaron la sociedad virreinal, incluso de indígenas. Salvo los casos en que los
investigadores se dedicaron a estudiar un grupo étnico específico, el discurso
historiográfico sobre la época virreinal ha tratado sucesivamente a los nativos
mexicanos como un grupo uniforme que nunca fue, omitiendo procesos históricos
diferenciados e ignorando por completo las particularidades de cada sistema de
pensamiento indígena. Todo lo anterior exige matizar cualquier interpretación de los
abalorios de la Nueva España que se base en la proposición de que estos adornos eran
simples "cosas de indios" sin valor. Si se olvidan los prejuicios impuestos por la
memoria histórica y los procesos de construcción de su identidad nacional, se podrá
finalmente abrir espacio a una reflexión sobre las prácticas de consumo, comercio y
producción de abalorios que incluya el caso novohispano en la coyuntura más amplia
con la que dialogó y en la que se insirió.
La siguiente etapa para una descolonización del pensamiento y la narrativa
académica sobre las cuentas de vidrio de la Nueva España requiere entender los usos
locales más allá de la incorporación de unas piezas extranjeras por parte de los varios
grupos poblacionales que les dieron un uso y un valor muy diferentes. Para ello, es
fundamental volcar la atención sobre las iniciativas de producir este material ahí a lo
largo del período virreinal, tema al que se dedican los capítulos siguientes.
Así, el tercer apartado de esta investigación analiza precisamente los procesos
de implementación y desarrollo de la vidriería novohispana a lo largo del primer siglo
de la conquista y colonización. La intención primordial es percibir cómo las primeras
iniciativas ocurridas en el Virreinato reprodujeron o se demarcaron de las tendencias
que afrontaba el sector en la península. Del mismo modo, se ambiciona evaluar la
importancia atribuida por la Corona a los vidrieros y los motivos para ello, o aún de
qué manera eso se ha traducido o no en la adopción de cierto tipo de medidas. Todo
eso conduce a cuestionarse la excepcionalidad de la vidriería novohispana,
particularmente del caso poblano, al que se ha concedido hasta ahora el papel de
primer centro productor americano del vidrio artificial. Para ello, se parte de la
15
reconstitución parcial de la biografía de los vidrieros de la Nueva España,
concediéndoles el papel protagonista que tuvieron en esos momentos, en episodios
que marcaron sus vidas.
El cuarto capítulo persigue entender las adaptaciones que sufrió la vidriería
con la consolidación de la colonización de esos territorios. Pasadas las primeras
décadas de la experiencia colonial, se afianzó la presencia de los españoles y sus
relaciones con las poblaciones locales, o aún con los diversos grupos de extranjeros
europeos, asiáticos y africanos que siguieron llegando al Virreinato y que formaron
nuevas familias mestizas. Por eso, aunque nos centremos fundamentalmente en la
observancia de las biografías de los vidrieros del siglo XVII, se hacen referencias
puntuales a episodios ocurridos a lo largo de la siguiente centuria.
Por un lado, nos interesa reflexionar sobre los tradicionales temas de la
organización de los oficios, actualizando sus conclusiones bajo una mirada renovada
y concediendo finalmente un espacio individualizado a la producción de abalorios en
los estudios sobre la vidriería novohispana. Eso se refleja en la inclusión de los
resultados aportados por las últimas investigaciones sobre la sociedad y economía
virreinales, interpretando los trabajos publicados sobre el tema bajo las nuevas
propuestas metodológicas e incorporando fuentes inéditas. Por otro lado, las
preocupaciones de la sociedad actual se plasman en un interés particular por
identificar la conformación de redes entre vidrieros y percibir la naturaleza de las
relaciones entre los diversos grupos sociales en el ámbito específico de la producción
vidriera. En ese sentido, se trata de visibilizar las estrategias criollas para consolidar el
sector y hacer frente a la competencia europea que seguía llegando, pero sobre todo el
papel de las minorías. Eso significa poner de relieve las agencias de las mujeres, de
los indígenas, o de personas vinculadas a entornos de origen asiático y africano.
Presentar un cuadro general sobre la vidriería novohispana y su manufactura
de abalorios, sin pasar desde una posición de casi total invisibilidad en la narrativa
historiográfica sobre la vidriería de Época Moderna, a una exaltación de este caso
particular en contexto americano, requiere el esfuerzo adicional de situar nuestro
estudio en el ámbito más amplio de la vidriería hispánica. No se trata de una simple
curiosidad académica, sino de una necesidad fundamental para proceder a una visión
crítica sobre la historia del vidrio en México que se ha escrito hasta ahora. A partir de
esa idea, nace el capítulo cinco, dedicado a presentar otros focos de la vidriería en el
mundo hispanoamericano e hispanofilipino.
16
En este apartado se presenta una revisión de los fundamentos de las
principales teorías plasmadas por historiadores y arqueólogos sobre el desarrollo del
sector en período virreinal. Eso nos servirá para entender el impacto que tuvieron sus
obras en las escuelas americanas, y hasta qué punto condicionaron las interpretaciones
de los vestigios de la vidriería de otros países. A partir de los trabajos ya publicados
sobre otros centros productores de vidrio en América, durante la época virreinal, así
como de las nuevas aportaciones de una investigación particular en archivos de
algunos de esos países, se ofrece un nuevo espectro en el que pensar sobre la vidriería.
Bajo esta mirada se hace posible apreciar las particularidades de los espacios plurales
que conformaron el imperio español y también la importancia de que se revestían las
iniciativas que surgieron estratégicamente por todo el continente.
Finalmente, el espectro dibujado por los capítulos anteriores ofrecía el marco
idóneo para ponderar sobre la originalidad de la vidriería y del vidrio novohispano
respecto a Europa y América. Por eso, el último capítulo de la tesis tratará de explorar
esta hipótesis a partir de la observación de los registros escritos y materiales sobre la
mano obra, la composición de las fórmulas de vidrio y las estructuras de producción.
Asimismo cabe referir que, a lo largo del texto se citan distintas palabras que,
por no ser de uso corriente, señalamos con asterisco para indicar que su significado
aparece recogido en un glosario anexo al final.
ACLARACIONES TERMINOLÓGICAS
Trabajar sobre el tema de las cuentas de vidrio requiere aclarar algunas
cuestiones relacionadas con la denominación y clasificación del objeto puesto que,
dependiendo del material o contexto de uso, pudo designarse de diferentes maneras.
En la documentación sobre la Nueva España, las formas más comunes fueron las de
“cuenta”, “abalorio”, "margarita", "diamante", "rocalla" y "granate", o aún “chaquira”
y "mostacilla".
Para una mejor comprensión de estos términos se hace necesario tener
presente los aspectos específicos a los que aludía cada uno en el lenguaje cotidiano de
la época, fueran estos relativos a su estructura física o a su carga semántica. Por eso,
no está de más recordar que la palabra "cuenta" es la base de una multitud de
17
expresiones en lengua castellana que "nos dan cuenta" o nos "iluminan" sobre el valor
de este objeto en el pensamiento estructurado en este idioma. Generalmente, esas
locuciones se construyen bajo la metáfora de un hilo ensartado de cuentas porque
"Cuentas. Se llaman las piezas de que se compóne el Rosário, que por lo regular
se hacen en forma esphérica, aunque también las hai prolongadas, y de otras
figuras. Llámanse assi, porque sirven para contar las Ave Marias, ù otras
oraciones que se ván rezando." (RAE 1729 II: 680).
Por entonces, se asociaban las cuentas a su soporte en rosarios, aunque su uso
fuera mucho más amplio y no siempre se aplicaran ensartadas. Eso hizo que se
asumiera que la
"Cuenta. Es la razón que se ha de disponer algúna cosa: como el número de
vueltas que se echa à una media, y los puntos que han de llevar cada una de ellas,
menguando, ò crecienco [sic., creciendo], para que salga con la debida proporcion
y figúra." (RAE 1729 II: 680).
Es sobre esa imagen que se "cuentan" las secuencias de los números o de los
sucesos y episodios de una historia. Aunque "dar cuenta" tuviera el sentido de prestar
satisfacciones sobre algo (Henriques 1679 II: 118), en tono irónico significaba
precisamente lo contrario, o sea "destruirlo, ô echarlo a perder" (Ayala 1729: f. 183).
Quizás este sea el origen del uso de la expresión "hacer de cuenta" como embuste. En
1729, la RAE recopilaba todo un conjunto de expresiones proverbiales y adverbiales
construidas bajo la alusión a una cuenta:
• "Cuenta y razón sustenta amistad. Phrase proverbial, que conséja [sic.,
aconseja] se tenga assiento y justificacion de las dependencias en que media
algun interés con otros, sin dexarlo à la memoria ò à la confianza, aunque
sea con el mas amigo: porque se no hacerlo assi, se originan regularmente
dudas y disputas, y à veces discordias y desavenencias. (...)"
• "A buena cuenta. Phrase adverbial, que expressa el modo de pagar parte de
lo que se debe, quedando pendiente el débito por lo demás. (...)"
• "A cuenta, adv[erbio]. Lo mismo que con relacion à otro y dexando à su
cargo el motivo de hacer algúna cosa. (...)"
• "A essa cuenta. Phrase adverbial, que vale lo mismo que à esse modo de
proceder. (...)"
18
• "Con cuenta y razón. Phrase adverbial, que expressa el modo de hacer
algúna cosa con atencion y proporcion, sin falta ni suerfluidád. (...)"
• "Danzar de cuenta. Es danzar al compás de los instrumentos, siguiendo las
reglas del arte. (...)"
• "Dar cuenta. Dar noticia de algúna cosa sucedida ò executada, para que
sobre ella se haga lo que convenga. (...)"
• "Dar cuentas. Es presentar ante el superior el cargo y data de lo que ha
estádo al cuidado de algúno. (...)"
• "Dar cuenta y razón. Es hacer patente la forma en que se ha manejado
algúna dependencia ò negocio, para que la parte interessada quede satisfecha
del procedér de quien lo executó. (...)"
• "Dar en la cuenta. Lo mismo que Caer en la cuenta. (...)"
• "Dia de la cuenta. Se llama el dia del juicio final, porque en él se ha de
tomar la cuenta de su obrar à todos los hombres. (...)"
• "Gente ò persona de cuenta. Es lo mismo que Gente ò sugéto de distincion,
suposicion, grado, ò autoridad. (...)"
• "Hacer cuenta. Vale lo mismo que Suponer algúna cosa. (...)"
• "Hacer la cuenta sin la huéspeda [sic., huésped]. Executar algúna accion sin
advertir en inconveniente ù daño, que puede traer consigo. (...)"
• "La cuenta de la vieja. La que hacen los poco versados en las operaciones
arithméticas: como el que no sabiendo multiplicar, lo execúta tomando
algúna cantidad las veces que necessita (...)."
• "Libro de cuenta. Es el que tienen los hombres de comércio, donde assientan
en hojas separádas las cuentas de cada uno de los interessados con quienes
tratan. (...)"
• "Tener cuenta. Phrase que explica tener advertencia ò cuidádo de algúna
cosa, para que no se caiga en algun inconveniente: O tener atencion ò
reflexion sobre algúna cosa que ha passado, ò se ha dicho. (...)
• "Tener cuenta. Se dice también por tener trato carnál con algúna mugér.
(...)"3
• "Tomar en cuenta. Es admitir algúna partida ò cosa en parte de pago de lo
que se debe. (...)"
• "Cuenta errada que no valga. Refr[an] que se dice para salvar la
equivocacion que puede haver casualmente en qualquer hecho. (...)" (RAE
1729 II: 680-682).
3 Este uso aparece recorrido al menos desde las primeras décadas del siglo XVII (Franciosini 1620 II:
209).
19
Se podría aún añadir la de hacer o formar "Cuentas alegres, ó galanas (...) para
dar á entender, que alguno se lisonjea con poco fundamente de conseguir lo que
desea." (RAE 1780 I: 296) y que remite también a la idea de engaño.
En lo que concierne específicamente al objeto que sirvió para imaginar todas
estas situaciones, se entiende que la cuenta es
"Cada una de las bolitas ensartadas que componen el rosario, y sirven para llevar
la cuenta de las oraciones que se rezan." aunque "Suele aplicarse tambien por
semejanza á qualesquiera bolillas ensartadas" (RAE 1780 I: 296).
Además de forma esférica, se vio antes que esas piezas podrían ser alargadas o
presentar diferentes figuras, independientemente del material en que estuvieran
hechas y del soporte en las que se ensartaran. Pero se sabe que, tal como sucede
actualmente, estos objetos no se usaron exclusivamente ensartados, sino que se
aplicaron en la arquitectura, en diferentes muebles y prendas de vestuario en los que
se incorporaron a su estructura mediante otras técnicas, como por ejemplo "pegadas"
o "bordadas".
Por otra parte, el término “abalorio” se aplica exclusivamente a los ejemplares
similares que están elaborados en vidrio o cristal4. La palabra, que aparece referida
por primera vez como "avallorio" en un documento castellano de 1400, deriva “del
árabe billáuri “cristalino”. En su raíz tiene patente los adjetivos buyllâr, ballâr,
billaur que significan respectivamente “cristal”, “berilo” y “adorno de mujer”.
Aunque el objeto sobre el cual incide esta tesis no se restringiera al adorno del cuerpo
de mujeres, se utilizará dicho término para referirse con mayor propiedad a todas las
cuentas de vidrio, independientemente del sexo biológico de las personas que las
usaran o de la manera en que lo hicieron.
En efecto, de esa manera se definía a inicios del siglo XVIII: "Abalorio.
s[singular] m[asculino]. Cierto género de cuentas de vidrio de vários colóres, de que
se hacen rosarios, collares, lámparas, y otras cosas." (RAE 1726 I: 5). Fue
precisamente este el vocablo que se empleó entonces como metáfora de "cosa sin
4 Esta concepción del abalorio como objeto de vidrio sería muy clara en el siglo XVIII e inicios del
XIX, cuando Eugenio Larruga (1988 I-3: 186) define como abalorio las “cuentas pequeñas de vidrio, á
cuya pasta se le dá varias figuras, y colores, como de perlas, esmaltes, canutillos, granillos, cristales, y
otras menudencias (es el globulus vitrius de los latinos)”.
20
valor" y que todavía se aplica para señalar el intercambio de cuentas de vidrio entre
europeos y los nativos americanos, que reiteradamente condicionó la interpretación de
esos episodios y la narrativa histórica. Tal idea aparece materializada en el uso de la
expresión "No vale un abalório. Locución para dár à entender que una cosa es
despreciable, y de poca ò ninguna estimacion." (RAE 1726 I: 5).
Aunque hoy día sea clara la etimología de este término, en el siglo XVIII Juan
Francisco Ayala Manrique se basó precisamente en dicha acepción, que tenía ya en el
lenguaje de la época, para construir una hipótesis acerca de su origen:
"Llamase abalorios los granos de vidro que suelen servir para adorno de las
bordaduras ô labores poco preciosas, ô en las gragantillas y manillas de as
aldeanas. Prohibe este genero de labor la ley primera cap[ítulo] 1 y 3 tit[ulo] 12
lib[ro] 7 de la recop[ilación de leyes suntuarias].
La etimologia suya pareze que es de la particula a que es negativa, y la palabra
valor como cosa sin valor." (Ayala 1729: 5r).
En lo relativo al vocablo "margarita" todo indica que, en su origen, designaba
a una cuenta, independientemente del material y uso, puesto que aparece traducido al
francés como "perle" (Palet 1604 II: 201), término mediante el cual se refería a las
perlas pero igualmente a las cuentas hechas en otros materiales y que, en ciertas
regiones de Italia, eran competencia de los margaritieri5. Sebastián de Covarrubias
(1611 II: 1078) introduce la idea de que se trataban de unos objetos hechos en piedra
preciosa "y se hazen dellas sartales para echar al cuello". A pesar de eso, las
definiciones posteriores la asocian con una perla, "normalmente a las más preciosas"
(RAE 1734 IV: 498), posiblemente fruto de una mala interpretación del vocablo
francés. Gracias a las crónicas españolas, se ha logrado determinar que se utilizaron
como sinónimo de un tipo particular de cuentas de vidrio, hechas con diferentes capas
de colores distintas formando un diseño que se asemeja al de una flor de margarita.
Otro término bastante controvertido es el de "diamante" que en las crónicas se
refiere a un tipo de cuenta de vidrio, posiblemente de forma adiamantada. Solo a
finales del siglo XVIII se apuntaría esa acepción en un diccionario español, indicando
que, además de una piedra, se podría emplear para designar a una "Figura puntiaguda
5 En francés, para referirse particularmente a las cuentas de vidrio simplemente se añade el adjetivo
"verre" al vocablo "perle", por lo cual se entiende que no se usó exclusivamente para definir a una
perla.
21
que nace de varios ángulos, la qual se suele dar a las piedras y otras materias." (RAE
1791 V: 332). Lo mismo sucede respecto a la palabra "granate" que originalmente
designaba a una "piedra preciosa de especie de Rubi (...). Dixose granate por tener el
color del grano de la granada" (Covarrubias 1611 II: 894-895) y posiblemente fue
también ese aspecto que hizo que se extendiera a todo tipo de cuentas de vidrio de ese
color.
En ocasiones se registró el vocablo "rocalla" que es como "Se llama tambien
una especie de abalório de vidrio fuerte, labrado en figura de cuentas ò piedrecillas, y
servia para hacer rosários, y en otros adornos" y que aparece ya en las pragmáticas de
1680, donde se indica que "Cada macico de rocálla, no pueda passar de ochenta y
cinco maravedies." (RAE 1737 V: 628).
Las etimologías señaladas hasta ahora nos reportan al universo ideológico
europeo, creadas a partir de palabras que expresan un pasado y una vivencia ajenos a
las de otros grupos poblacionales de la Nueva España. Cuando los europeos llegaron a
América y ofrecieron “cuentas” de vidrio, estaban introduciendo un nuevo elemento
al cual rápidamente se reconoció una funcionalidad. Mucho antes de la colonización,
los diferentes grupos étnicos locales ya usaban otros materiales, tales como concha,
piedra, cerámica, etc., para elaborar artefactos con la misma forma de aquellos que se
designaban en la península ibérica de “cuenta”/”abalorio”, o sea, un objeto agujereado
que sirve para ser ensartado.
Como no seria de extrañar, y de modo relativamente ajeno a la sociedad
europea, las comunidades nativas americanas tuvieron necesidad de expresarse en
términos distintos, adaptando las nuevas experiencias relacionadas con la cultura
material a sus universos conceptual y etimológicos propios. Del mismo modo, las
vivencias de otros grupos poblacionales en esas tierras originó el surgimiento o
incorporación de nuevas expresiones castellanas inspiradas en los idiomas locales. En
ese contexto surgió la palabra “chaquira” como sinónimo de cuenta pequeña. Según
escribe Gonzalo Fernández de Oviedo y Valdés en su Historia general y "Natural de
las Indias, Islas y Tierra-Firme del Mar Océano" publicada por primera vez en 1526,
el origen de "chaquira" se encuentra en el dialecto de la isla de Chira (actual Costa
Rica), donde se utilizaba para mencionar las cuentas pequeñas hechas de concha:
22
"(...) de las conchas dellos [un pescado que llaman los chripstianos pié de burro]
haçen los indios [de las islas de Chara é Chira é Pocosi] quentas para sus sartales
é puñetes, quellos llaman chaquira, muy gentil é colorado, que paresçen corales, é
tambien morado é blanco; é cada color es perfecta en las quentas que haçen destas
conchas del pié de burro, é assaz duras; é son tan grandes estos piés de burro
como la cabeça de un hombre, é de ahí para abaxo algo menores." (Fernández de
Oviedo 1853: 110).
Se conoce también la variante “cachira” en la parte meridional del istmo
centroamericano, en la región de Panamá habitada por los cunas, en Cueva y en las
islas del golfo de Nicoya, en Costa Rica. En Perú las chaquiras se denominaban por
otra manera, sin embargo este vocablo fue utilizado como referencia también en toda
América del Sur (Corominas 1954: 29). Este aparece recogido en el diccionario
bilingüe de castellano-italiano, de Lorenzo Franciosini Florentín (1620: 219) como
"perle" y, casi un siglo después, John Stevens (1706 II: 105) lo traduciría al inglés
como "an Ornament the Indians wear in their Heads".
En los diccionarios de castellano del siglo XVIII se define la chaquira como
"El grano de Aljófar, Abalório, o Vidrio mui menudo. En el Perú los hai de oro
hueco, soldado con tanto primór y sutileza, siendo se piezas, en tanta pequeñez,
que quando se vieron en España, admiraron su fabrica los mejores Artifices.
Lat. Minutissimum margaritum, vet etiam minutulus globulos vitreus. (...)"
(RAE 1729 II: 308).
Se entiende así que, aunque aludieran esencialmente a las piezas de "vidrio
muy menudas, que llevan los Españoles para vender á los Indios" (RAE 1783: 235),
se pudo emplear también para referirse a las cuentas de pequeñas dimensiones hechas
en otros materiales, tales como las designadas "margaritas". Por eso el término se
extendía a los ejemplares de oro peruano que deslumbraron a los europeos. En efecto,
"Chaquira, en el Perú, se entiende por granitos de oro" (Terreros y Pando 1786 I:
412).
La palabra “chaquira” aporta un componente histórico-social importante que
no se pretende ignorar y, aunque se adapta perfectamente a la necesidad de
contextualizar el objeto de estudio en la Nueva España, no se aplica exclusivamente a
los ejemplares de vidrio y no comprende todo tipo de cuentas de mayores
23
dimensiones ni los usos de estos materiales por elementos ajenos a la sociedad
indígena.
En el Virreinato, se conoció aún la variante "mostacilla" para designar las
cuentas de pequeñas dimensiones cuya forma se acercaba a la del grano redondo de la
semilla de mostaza. La primera referencia detectada es de 17546 pero el término se
utilizó esencialmente a partir de inicios del siglo XIX, tal como el de "popotillo" o
"canutillo" que se refiere a un tipo de cuenta alargada, de forma tubular7. En Europa,
se empleó la palabra "mostacilla" como sinónimo de munición muy pequeña
(Terreros y Pando 1787 II: 626) y no se tiene constancia de la vigencia de su acepción
como cuenta fuera de América, aunque ahí también se usara con el significado que
tuvo en la península8.
De un modo general, ninguno de los términos señalados anteriormente es lo
suficientemente amplio como para permitir su uso legítimo en todos los ámbitos
territoriales y políticos de este estudio, ni siquiera el de “chaquira”, que en principio
se adecuaría más por tratarse de un trabajo enfocado principalmente en la sociedad
novohispana. En este sentido, y con las respectivas salvaguardas que se hacen en este
apartado, optamos preferentemente por la designación genérica de “abalorio” porque
permite usar el vidrio como criterio distintivo. Asimismo, cuando resulta pertinente,
usamos las demás etimologías, siempre y cuando el texto se refería a algo
perfectamente determinado y contextualizado.
6 Se trata de una guía de México, con fecha de 30 de Octubre de 1754 en la que se hace constar que "El
S[eño]r D[o]n Domingo Prisac Vez[in]o de Cadiz, por la Venta, y Gastos de 3 Cax[one]s Toscos N. 2 à
4 Que con la del Marx[e]n vinieran de su c[uen]ta y Riesgo en el Navio el Neptuno" se vendieron en
México 1 cajón nº 2 con 1175 mazos de mostacilla y otro nº 4 con 800 mazos de mostacilla (AGN,
Archivo Histórico de Hacienda, vol. 810, exp. 1, f. 63). No se trata de una referencia aislada ya que
aparecen de nuevo en otras guías del año de 1788, junto a abalorios y granates y canutillos (AGN,
Archivo Histórico de Hacienda, vol. 945, sin exp.- guías nº 109, 118, 153, 167 y 168).
7 Véase, por ejemplo, el enorme lote de abalorios, mostacillas y canutillos que compró Gerónimo
Mateo de la Parra, por Don Estevan, a los señores José Facundo de Heras y Juan Gutiérrez Valle, a
finales del año de 1809 (AGN, Industria y Comercio, Vol. 6397, exp. 55. AGN, Consulado, vol. 53,
exp. 3). Estos géneros aparecen igualmente en la balanza de comercio de la Nueva España en el año de
1818, entre las importaciones que llegaban a Veracruz desde España, provenientes de Europa y que
sumaron entonces 15.670 mazos de mostacilla (AGN, Consulado, vol. 2116, exp. 39). Al año siguiente
su suma ascendió a 21.640 mazos (AGN, Marina, vol. 3081, exp. 4).
8 El uso de la palabra "mostacilla" como munición aparece en la correspondencia de las misiones
franciscanas de Alta California. Cuando entre 1806 y 1809 se realizaron varias memorias con los
efectos requeridos por los padres responsables de cada una se mencionan varios pedidos de cuentas de
vidrio, con indicación del color pretendido en cada lugar. En la misión de San Diego, se especificaba
claramente la necesidad "de 4 @ en munición, no mostacillas", eventualmente porque anteriormente
habría pedido "mostacilla" y se le enviaron cuentas de vidrio pequeñas (AGN, Archivo Histórico de
Hacienda, vol. 283, exp. 23. AGN, Archivo Histórico de Hacienda, vol. 283, exp. 45).
24
El problema de contexto se coloca igualmente en la elección de nombrar a los
vidrieros como artesanos productores de simples artesanías o como artistas capaces de
hacer un objeto de arte, o con arte. La diferencia entre ambos surgió en el
Renacimiento, estableciendo una jerarquía basada en la percepción de sus creaciones
como cosas de uso cotidiano o de contemplación estética. En ese sentido, la opción
terminológica depende esencialmente de la consideración que tuvieron estas personas
en los espacios por donde transitaron o del interés concedido entonces al fruto de su
trabajo. En muchos casos, sus creaciones alcanzaron una difusión espacial y una
pervivencia en el tiempo muchísimo más amplia que la de su productor, lo cual
requiere pensar en las varias fases de la vida del objeto y la consideración que
tuvieran en cada momento y en diferentes lugares.
En lo que concierne específicamente a las cuentas de vidrio en la Nueva
España, es bastante difícil determinar el estatus que tuvieron esas piezas o sus
creadores novohispanos. Se entiende que el valor de los abalorios varió en función del
grupo consumidor y de sus características morfológicas, o aún del soporte en el que se
aplicaron. A su vez, el estatus del productor dependió de su ingenio pero también de
su inserción social y del tipo de público que logró alcanzar. Tales ideas conducen a
pensar que no es viable utilizar con propiedad ninguno de los términos señalados
anteriormente sin que se conozca la proveniencia de los abalorios, quiénes fueron sus
productores y aquellos individuos que los usaron para confeccionar diferentes objetos,
o aún sus consumidores, aspectos que rara vez se pueden identificar. No está de más
mencionar que, hoy día, muchas de esas cuentas de vidrio se encuentran expuestas en
museos en los que sirven distintos propósitos, a veces aplicadas sobre objetos que se
consideran un ejemplo del arte indígena o "mexicano". Asimismo nos parece que
sería anacrónico tomar como referencia la visión contemporánea sobre los vestigios
del pasado para reflexionar sobre contextos históricos en los que su valoración
obedeció a lógicas muy diferentes a las que refleja la narrativa museográfica.
Por todo eso, se opta preferentemente por los términos artífice y artefacto, por
considerarlos algo más neutros aunque también susceptibles de cierta polémica.
Además de las aclaraciones terminológicas relacionadas directamente con el
objeto de estudio de esta investigación, es importante aclarar el significado preciso de
algunas designaciones causan interpretaciones erróneas, sobre todo respecto a ciertos
adjetivos utilizados para clasificar así personas como objetos. Nos referimos a
términos tales como "español", "peninsular", "criollo", "chino", "negro" o "indio" que
25
se consolidaron esencialmente a lo largo del siglo XVIII para establecer un sistema de
"castas" que imponía una jerarquía entre los diferentes grupos que habitaban la Nueva
España. Todos ellos se emplean a lo largo del texto con el significado que tenían
entonces y no el que actualmente puedan haber alcanzado, indicando la palabra entre
comillas cuando su sentido remite al contexto estricto del sistema de castas.
Sobre el "español" cabe aclarar que se utiliza para referirse a aquellas personas
que, en algún escalón de sus múltiples identidades, se sentían parte de un colectivo
que estuvo bajo el gobierno de los Reyes Católicos y sus sucesores. No se pretende
entrar en debates sobre la forma como se articularon esas identidades en cada persona
o en ciertos grupos poblacionales, sino tan solo respetar el sentido original con que
aparecen referidos en las fuentes consultadas. En la Nueva España el término incluía
dos tipos de personas: los "peninsulares" y los "criollos". El primero, se utilizó para
señalar a todos los súbditos de la Corona que llegaban desde Europa, aún cuando
fueran originarios de territorios extra peninsulares. El segundo, fue como se
conocieron a sus descendientes americanos y asiáticos a partir del siglo XVII,
aproximadamente. Hasta entonces la palabra designaba a los hijos de negros nacidos
en América, por lo que se respetará este uso cuando nos refiramos a contextos del
siglo XVI.
Los calificativos de "chino" y "negro" fueron bastante más controvertidos. Por
"chino" se aludía a todos los productos que llegaban a América desde Asia,
normalmente por el Galeón de Manila pero las personas identificadas como "chinas"
no siempre tenían un origen asiático. Para referirse a esta zona del globo se evitará el
empleo de términos como "Oriente" que incluía a Asia y la región de Medio Oriente,
conllevando una carga semántica que sitúa a Europa en el centro del universo y que
no se corresponde con un eje de análisis enfocado en América. Del mismo modo, se
utilizará la expresión "negro" para señalar a personas de entornos sociales con
estrechos vínculos a comunidades de origen africano, aunque ellas pudieran haber
nacido en otro continente. En todo caso, evitaremos incluir en este colectivo a
personas designadas "negras" en la documentación y que no guardaban cualquier raíz
ancestral con África sino que, por su tono de piel moreno, se consideraron de esa
manera y que, en realidad, pudieran llegar de otros lugares, como por ejemplo desde
la India.
En lo relativo a la palabra "indio", su etimología nos remite al error de Colón
que, por pensar haber llegado a la India, designó así a los habitantes del continente
26
americano. En este aspecto merece la pena recuperar las consideraciones de fray Juan
de Torquemada (1557-1624) respecto a los motivos por lo que se llamaron Indias a
"las tierras que descubrió Colón y luego Cortés y sus compañeros". Según aclara, por
entonces algunas personas pensaran que se llamaban así "por ser los hombres de
nuestras Indias del color que los indios orientales; pero engañáronse en esto, porque
difieren mucho el color y facciones". Otros se decantaban por la hipótesis de que
Colón "las llamó Indias a contemplación de la India oriental, creyendo que cuando
descubrió las Indias iba buscando la isla Cipango, que cae cerca de la China o Catayo
(...)". Otros había, que sostenían que de esa manera "ha querido poner más codicia a
los príncipes con quien trataba y autorizar más su navegación con este nombre, por el
oro, plata, perlas y otras cosas aromáticas (...)" (Torquemada 1975 I-1: 33-34). Pero
se entendió que:
"(...) habiendo de buscar el levante por esta parte del poniente y estando la India
oriental en el fin de levante y la occidental, que trataba de buscar, en el fin del
poniente, parecíale que también se podía llamar India; y como después del
descubrimiento de esta Nueva España se descubrió el Pirú, se llamaron estas dos
partes, Indias." (Torquemada 1975 I-1: 34).
Cualquiera que fuera el motivo, se consolidó el nombre de "Indias" para
referirse a las tierras americanas y el de "indios" para sus habitantes. Bajo la misma
lógica, se designó de "indianos" a los españoles que retornaban a la península después
de hacer fortuna en América:
"(...) aunque tienen sus proprios nombres los reinos y sus morados; y en nombre
genérico se llamaban Anahuac (que quiere decir) junta al agua: porque tienen las
aguas de los dos mares cerca de sus tierras y muchos de ellos viven en sus
contornos y riberas." (Torquemada 1975 I-1: 34).
No deja de ser curioso que ya en esa época Torquemada sintiera necesidad de
exponer las varias teorías que se manejaban sobre el origen de estos términos y que
dejan en evidencia lo anómalo que sonarían dichas palabras. Por eso, recoge el
término Anáhuac - que remite para la civilización mexica y sus estratégicas de
asentamiento junto a flujos de agua - para referirse de manera genérica a los pueblos
nativos de la Nueva España, aunque cada uno de esos "reinos" y "moradores" tuviera
su nombre propio. Es precisamente esta idea que se trata de rescatar mediante un
27
rechazo al uso indiscriminado de la palabra "indio". Esta contingencia histórica del
lenguaje ha sido parcialmente corregida por una actualización que condujo a la
sustitución de "indio" por "indígena", que tampoco omite la marca del colonialismo
europeo. Su uso permanente en todo tipo de fuentes consultadas requiere y justifica su
empleo a lo largo de este texto porque eliminar estas palabras sería también omitir
toda la carga simbólica que tenían entonces en las fuentes. Al margen del análisis de
los documentos, se empleará preferentemente expresiones como "aborígenes" o
"nativos", siempre y cuando no se conozca la etnia de las personas a las que se alude.
Estas consideraciones nos llevan a otras aclaraciones terminológicas,
derivadas de la evolución del lenguaje. La primera se trata de las palabras "México" y
"mexicano". Aunque hoy día remitan para un país independiente y su población, no se
pueden emplear como sinónimo de Nueva España ni novohispano. Uno de los
motivos más evidentes es que su territorio fue mucho más amplio que el que
conforma actualmente ese país. Durante el Virreinato, "México" era el nombre de la
capital y los mexicanos sus habitantes por lo cual se respetará ese uso. Eso nos lleva a
la segunda aclaración, donde cabe explicar que se adoptará la expresión Ciudad de
México únicamente cuando hagamos referencia a la urbe contemporánea, cuando
recibió ese nombre compuesto. En tercer lugar, merece la pena aclarar que el término
novohispano se usará, por cuestiones de comodidad, para referirse de manera genérica
a los naturales y vecinos del Virreinato y sus manufacturas, aunque en el período
analizado no existieron verdaderamente "novohispanos" sino diferentes grupos de
indígenas, europeos, asiáticos y africanos que conformaron una población mestiza a la
que se trató de clasificar bajo el sistema de "castas". A su vez, las palabras "de la
tierra", "criollo" y "mestizos" se usarán para señalar los objetos producidos en el
Virreinato, fruto de las experiencias propias que tuvieron lugar en esos espacios y que
aparecen ya reflejadas en la documentación para adjetivar diferentes materiales.
METODOLOGÍA
Para estudiar los procesos que han degenerado en un uso generalizado de
abalorios en la Nueva España, partiendo de la observación de los procesos de
producción local sin caer en ideas preconcebidas que han pautado ciertas
investigaciones de matiz nacionalista, imperaba cambiar el enfoque y sustituir los
28
tradicionales método de trabajo por otros más afines a las nuevas tendencias
académicas.
Para ello, nos proponemos realizar una investigación transdisciplinar que
ponga verdaderamente en diálogo la historia, con la historia del arte, la arqueología y
la antropología en un intento de acercar dichas disciplinas en un tema de investigación
que ha sido estudiado por cada una de ellas. El origen de este concepto se atribuye
convencionalmente a la conferencia internacional Interdisciplinarity-Teaching and
Reasearch Problems in Universities que tuvo lugar en el año de 1970, en Nice
(Francia). Los trabajos que resultaron de ese encuentro establecieron una tipología
ampliamente reconocida de lo "multi-", "pluri-", "inter-" y "trans-disciplinar". En ese
momento, se destacó la posición de Jean Piaget (1972) acerca de la necesidad de
superar el enfoque multidisciplinar y reconocer las interacciones y reciprocidades
entre las diferentes especialidades de investigación, en un sistema integrado que
superara las rígidas fronteras entre las varias disciplinas.
Si la idea de transdisciplina surgió con Piaget, el concepto de la
transdisciplinaridad fue acuñado en 1985 por Basarab Nicolescu (2006, 2010, 2012)
quien, a lo largo de los años subsecuentes, se preocupó por definirlo desde el punto de
vista teórico, metodológico y experimental. Utilizando sus propias palabras, se podría
resumir de la siguiente manera:
“A transdisciplinaridade, como o prefixo “trans” indica, diz respeito àquilo que
está ao mesmo tempo entre as disciplinas, através das diferentes disciplinas e
além de qualquer disciplina. Seu objetivo é a compreensão do mundo presente,
para o qual um dos imperativos é a unidade do conhecimento.”9 (Nicolescu 1999:
16).
Desde entonces, el término proliferó para referirse a la amplitud de enfoques
en los campos de estudios interdisciplinares, sobre todo en la educación pero también
en áreas como la historia. La propuesta de sus seguidores consiste en sustituir una
visión de la realidad tendencialmente homogénea por otra pluralmente compleja, en
permanente construcción. Uno de sus principales fundamentos parte de la
consideración de que existen varios niveles de la realidad que demandan superar la
9 "La transdisciplinaridad, como el prefijo "trans" indica, se refiere a aquello que está simultáneamente
entre las disciplinas, a través de las diferentes disciplinas y más allá de cualquier disciplina. Su objetivo
es comprender el mundo presente, para lo cual la unidad del conocimiento es uno de sus pilares."
(traducción de la autora).
29
tradicional noción dicotómica entre sujeto y objeto en los mecanismos de
construcción del conocimiento.
"A estrutura descontínua dos níveis de Realidade determina a estrutura
descontínua do espaço transdisciplinar que, por sua vez, explica porque a pesquisa
transdisciplinar é radicalmente distinta da pesquisa disciplinar, mesmo sendo
complementar a esta. A pesquisa disciplinar diz respeito, no máximo a um único e
mesmo nível de Realidade; aliás, na maioria dos casos, ela só diz respeito a
fragmentos de um único e mesmo nível de Realidade. Por outro lado, a
transdisciplinaridade se interessa pela dinâmica gerada pela ação de vários níveis
de Realidade ao mesmo tempo. A descoberta desta dinâmica passa
necessariamente pelo conhecimento disciplinar. Embora a transdisciplinaridade
não seja uma nova disciplina, nem uma nova hiperdisciplina, alimenta-se da
pesquisa disciplinar que, por sua vez, é iluminada de maneira nova e fecunda pelo
conhecimento transdisciplinar."10 (Nicolescu 1999: 16).
En la práctica, eso se refleja en la necesidad de sustituir una simple
transferencia de modelos de análisis desde una rama de conocimiento a otra, a
considerar el flujo de información que circula entre y alrededor de ambas. Este se
alcanza a partir de una relación dinámica entre las disciplinas y los problemas de la
sociedad, surgiendo como contrapunto a los costes sociales de la extrema
especialización que ha contribuido a una desvinculación entre la investigación
académica y la experiencia cotidiana de la población. Según Edgar Morin (1993: 37)
eso requiere considerar la complejidad del pensamiento y "a partir de un principio de
complejidad, de unir lo que estaba disjunto".
Por todo eso, el principal desafío que se planteó a la transdisciplinaridad fue
construir un nuevo lenguaje, una nueva lógica y nuevos conceptos que permitieran
precisamente el diálogo genuino entre diferentes dominios del conocimiento,
construyendo puentes entre distintos objetos y áreas de conocimiento sin que,
10 "La estructura discontinua de los niveles de Realidad determina la estructura discontinua del espacio
transdiciplinar, lo cual explica porque la investigación transdisciplinar es radicalmente distinta de la
investigación disciplinar, aunque sea complementaria a la primera. La investigación disciplinar se
centra, como máximo, en un único y mismo nivel de Realidad; incluso, la mayoría de las veces,
solamente dice respecto a fragmentos de un único y mismo nivel de Realidad. Por otra parte, la
transdisciplinaridad se interesa por la dinámica generada por la acción de varios niveles de Realidad
simultáneamente. El descubrimiento de esta dinámica pasa necesariamente por el conocimiento
disciplinar. Aunque la transdisciplinaridad no sea una nueva disciplina, ni una nueva hiperdisciplina, se
alimenta de la investigación disciplinar que, a su vez, se ilumina de una manera nueva y fecunda por el
conocimiento transdisciplinar." (traducción de la autora).
30
curiosamente, se pusiera en cuestión el tradicional modelo de enseñanza organizado
en disciplinas.
Estamos de acuerdo en que no es suficiente estudiar los temas desde cada una
de las áreas de conocimiento para después comparar los resultados obtenidos, como
presupone la perspectiva multidisciplinar. Nos parece más fructífero una análisis que,
desde el inicio, intervenga en las mismas preguntas para indagar sobre ellas de
manera conjunta, compartiendo fuentes y métodos de investigación para percibir los
datos recabados bajo una nueva mirada abierta a nuevos cuestionamientos. Además,
la perspectiva transdisciplinar permite establecer un diálogo entre diferentes
epistemologías lo cual nos parece especialmente beneficioso para trabajar sobre
grupos poblacionales con estructuras de pensamiento y de formación de conocimiento
diversas.
Para llevar a cabo esta labor, se entienden los abalorios como un objeto de
análisis narrativo, percibos a través de los registros materiales, pictóricos y escritos.
Así, nos enfocamos sobre las cuentas producidas y usadas en la Nueva España pero
también sobre los artífices que las concibieron o las personas que las usaron o
percibieron en diferentes momentos. Con esto pretendemos acercarnos a cada uno de
esos objetos y sujetos para hacer visibles sus historias. Aunque ellas sean percibidas
bajo nuestra mirada y su interpretación dependa esencialmente de nuestra capacidad
para disfrutar de la emoción estética de que hablaba Jacques Maquet (1986) al
discurrir sobre la antropología de las artes visuales.
Al acercarnos al tema desde esta elección transdisciplinar, se intentará romper
con el modelo tradicional de estudio en las ciencias humanas. En primer lugar, esta
opción se demarca de una tendencia de la narrativa académica a ponderar en sus
trabajos únicamente los modelos de tradición occidental en la construcción de
conocimiento. Eso ha contribuido a hacer invisibles muchos de los procesos que
tuvieron lugar en el seno de comunidades que se regían por modelos distintos, así
como también los intercambios multidireccionales que ocurrieron entre ambos
sistemas, rompiendo las barreras de la interpretación de lo que era propio del "otro".
En segundo lugar se busca contrariar la práctica corriente de que cada disciplina
desarrolle sus investigaciones de manera autónoma o, en todo caso, en asociación con
las designadas ciencias exactas, mediante las cuales se busca validar "científicamente"
las respuestas obtenidas. Finalmente, en tercer lugar, se pretende ofrecer una
alternativa a una narrativa histórica que ha encarado el devenir de las sociedades de
31
un modo lineal, no siempre coincidente con la percepción de aquellos que son
estudiados. Para evitar esa disfunción metodológica, se tendrán en cuenta las
percepciones que diferentes individuos, colectivos o instituciones manifestaron en
distintos momentos respecto a esas bolitas de vidrio traslúcido. Con ello se espera
poner de manifiesto los procesos que determinaron el éxito de un artefacto en torno al
cual se ha construido un discurso histórico que sigue provocando emociones y
reacciones por parte de diferentes colectivos y que condicionan la percepción de la
cuentas de vidrio del pasado pero también las del presente, o aún de las personas que
las usan como seña de identidad.
Trabajar sobre el período virreinal requiere adoptar un método de trabajo
complejo que ha generado un amplio debate en torno a ciertos conceptos y,
fundamentalmente, sobre la dimensión del enfoque de nuestra mirada hacia el pasado.
Los fenómenos de expansión en el que se enmarcó el "descubrimiento" y
colonización de América, asociados a la apertura de nuevas rutas comerciales con
Asia y África, impusieron una nueva escala espacial en la que transitaron personas,
objetos e ideas. Ese mundo en movimiento de que habla Russel-Wood (1998) supuso
transformaciones sumamente grandes en las que se incluyó la producción, comercio y
uso de cuentas de vidrio. La presencia de esos materiales en la Nueva España y las
primeras iniciativas llevadas a cabo para promover su manufactura se vincularon a
dinámicas de largo alcance entre regiones que se conectaban por primera vez. Por eso,
el estudio del tema requiere el uso del concepto de circulación para entender cómo se
unieron realidades sociales y culturales muy desiguales. Más concretamente, se
pretende destacar cómo se tejieron relaciones y se generaron flujos entre espacios
físicos y mentales lejanos a través de unos objetos traslucidos que se usaron y
produjeron en la Nueva España. Fue en esas circunstancias que se implementó un arte
europeo en América hasta que este se transformó en una expresión verdaderamente
novohispana.
De manera general, la producción de vidrio en el Virreinato mantuvo
estrechos lazos con las dinámicas que afrontaba el sector en Europa, o su desarrollo
en el resto de América y en Asia, esencialmente Filipinas. Paralelamente, las
dinámicas de consumo interno y el desempeño de la actividad vidriera se vincularon a
la circulación de personas de origen diverso, alargando el ámbito territorial por el que
se extiende el examen del caso novohispano también a sus intercepciones con África.
32
La forma como esos escenarios se unieron hace que, para estudiar el tema, fuera
especialmente útil adoptar el marco teórico de la historia conectada propuesta por
Sanjay Subrahmanian (1997). Su idea surgió precisamente como contrapunto a la
historia comparada que había abogado mucho tiempo antes Marc Bloch (1928). Al
centrarse en las conexiones entre espacios y poblaciones que se encontraban
sometidos a los sistemas imperiales, trató de poner cobro a las narrativas de tipo
eurocéntrico y destacar el protagonismo de los habitantes de esos lugares. Dicha
opción metodológica viene siendo utilizada para estudiar ciertos colectivos y permite
transitar entre diferentes escalas espaciales y temporales. Eso quiere decir que admite
análisis de tipo macro y micro, como son la historia global y la micro-historia
respectivamente, pero igualmente que en su espectro caben reflexiones de naturaleza
sincrónica y diacrónica.
La primera corriente historiográfica mencionada surgió en los años 80,
fundamentalmente del deseo de superar las historias nacionales y centrar la atención
sobre fenómenos de larga escala. Uno de los temas más estudiados fue la circulación
de mano de obra esclava africana, un tema central en la historia global enfocada en el
Atlántico. Los límites territoriales contemporáneos eran claramente insuficientes para
reflexionar sobre este tipo de temáticas, puesto que no se corresponden con las
demarcaciones políticas que vigoraron en el pasado, ni siquiera con las fronteras por
las que circularon las personas en Época Moderna. Por eso, este tipo de enfoque
permitió estudiar espacios más amplios sin circunscribirse a las designadas historias
universales que incluían "todas las historias", sino que se centraba en la observación
de los flujos.
En lo que concierne específicamente a la investigación de la vidriería a partir
del caso novohispano, hemos asumido que las dinámicas que tuvieron lugar en este
espacio no estuvieron completamente desconectadas de las tendencias generadas en el
interior de los dominios de la Corona, ni tampoco de factores externos a sus políticas.
Eso nos coloca ante la necesidad de ponderar ocurrencias de largo alcance espacial y
percibir su repercusión en el ámbito regional. Todo lo cual presentaba a la historia
global como un enfoque útil en el que percibir las conexiones e intercepciones
generadas por esos flujos que resultaron de la circulación de personas, objetos e ideas,
manifiestas en la producción y uso de abalorios. Como contrapunto a esta visión
tradicional de la historia global, escrita desde las escuelas europeas y
norteamericanas, nos reafirmamos en la necesidad de no descuidar la observación de
33
las agencias locales y considerar que las respuestas singulares a esas problemáticas
también repercutieron a larga escala y en los centros de decisión política.
A pesar del largo recorrido de la historia global y de su afirmación en el
mundo académico, sobre todo en la escuela anglosajona, no se ha definido aún un
conjunto de métodos perfectamente establecidos, por lo cual han surgido diferentes
propuestas condicionaron la capacidad para percibir e interpretar esos flujos entre
espacios conectados, sobre todo en investigaciones dedicadas a reflexionar sobre los
sistemas imperiales. Uno de los problemas con los que lidia dicha corriente es
precisamente el de su escala de análisis.
Particularmente, entendemos que los fenómenos globales solo se pueden
estudiar desde las evidencias de las manifestaciones locales, percibiendo de qué
manera las problemáticas comunes suscitaron soluciones diferentes en cada lugar y
cómo esas respuestas singulares afectaron a los agentes exteriores. Estas se aprecian,
por ejemplo, a partir del estudio de las biografías de los vidrieros novohispanos
quienes tuvieron que lidiar permanentemente con tendencias y coyunturas externas
que afectaron sus vidas y el desarrollo de su arte. Al someterse a los límites que
imponían los modelos de administración de esos territorios, también adoptaron
diferentes estrategias para alcanzar sus intereses. Estas resultaron esencialmente de
una experiencia social singular y de su capacidad para, en ese entorno, imaginar
nuevas formas de superar las barreras que se les iban interponiendo.
Por todo ello, a pesar de que esta investigación aspire a trabajar la vidriería
bajo una mirada "global", el enfoque adoptado coincide con la propuesta "micro" de
Carlo Ginzburg (2001) o Giovanni Levi (2003), en la medida en que ambos conciben
la historia como la ciencia de las preguntas "generales" con respuestas “locales”. Eso
quiere decir que parten del análisis de algo muy concreto para identificar
problemáticas con un valor general y que, por eso mismo, generan un amplio espectro
de respuestas diferentes en cada lugar, poniendo en destaque la diversidad de
universos sociales, económicos, políticos y mentales que caracterizaron el mundo
moderno.
En ese contexto, se defiende que los límites de la "historia global", como
principio orientador que nació de un intento de superar las barreras nacionales y
analizar espacios más amplios, requieren un mayor equilibrio entre las escalas de
enfoque, como lo viene demostrando de manera sistemática Sebastian Conrad (2016).
El propio Gionanni Levi, considerado el "padre" de la microhistoria, advocaba la
34
complementariedad entre este tipo de perspectiva y la historia global, en un artículo
publicado recientemente:
"La contraposición entonces entre global y local y entre lo colectivo y lo
individual no tiene sentido porque la Microhistoria, aunque utiliza un lugar o una
vicisitud individual o un suceso particular, los usa como eso que, reduciendo la
escala de observación y concentrando la atención a través de un microscopio,
identifica aspectos importantes invisibles a una mirada y a una lectura de grandes
dimensiones." (Levi 2018: 23).
Particularmente, defendemos que es precisamente en esa transición entre
escalas que se hace posible dar visibilidad a los agentes locales novohispanos,
destacar las singularidades de cada área integrada o excluida de esas estructuras
definidas/centradas en Europa, y vislumbrar los procesos que se generaron al margen
del sistema instituido. Esa es una de las vías posibles para evitar una visión
eurocéntrica y combatir las marcas de la colonialidad entre los americanistas,
destacando el protagonismos de agentes considerados hasta ahora marginales, como
las comunidades de origen americano, africano y asiático.
Las últimas generaciones de profesionales iberoamericanos han producido
discursos alternativos y novedosos en ese sentido. Uno de ellos fue el de Anibal
Quijano (2000: 201-246), quien acuñó el concepto de "colonialdad del poder", o
Walter Mignolo (2009: 251-276) que destacó su influencia sobre la configuración del
imaginario, o aún Edgardo Lander (2000) que partió de ambos conceptos para
reflexionar sobre la jerarquización de los "saberes" en el discurso de las ciencias. Se
podrían mencionar también los interesantes trabajos de Frédérique Langue (1991:
463-506), Gregorio Weinberg y Gernamán Carrera Damas (1999: 27-46) quienes han
discurrido sobre el impacto del pensamiento europeo en la construcción de los
discursos locales en diferentes áreas de las ciencias sociales, particularmente en la
historia.
Es posible que el debate generado en torno a estas cuestiones haya influido en
la reivindicación de una "historia global policéntrica" por parte de Manuel Pérez
García y Lucio de Sousa (2018) en una obra colectiva que resultó del trabajo de una
red de investigadores vinculados a instituciones europeas, americanas y asiáticas.
Dicha obra tuvo el gran mérito de exponer las diferentes interpretaciones de esta
corriente historiográfica en zonas consideradas periféricas en el debate internacional,
35
destacándose la ausencia de la intelectualidad africana. No obstante, desde nuestro
punto de vista, el gran desafío que se plantea ahora es superar una visión
unidireccional de los flujos que ha servido a la escrita de historias nacionalistas y que
la visión policéntrica no soluciona. Más bien, sin una crítica de este tipo, existen
serios riesgos de que las producciones académicas de esos países incurran en los
mismos vicios que han prosperado hasta ahora.
Las problemáticas relacionadas con el enfoque y método de análisis ya
señaladas se extendieron al ámbito de la arqueología, particularmente a la
controvertida disciplina de "arqueología histórica" en el marco de la cual vienen
siendo estudiados los vestigios materiales de la Nueva España en los que se incluyen
las cuentas de vidrio. Dicha corriente tuvo por principal precursora en México a
Patricia Furnier, arqueóloga y profesora de la Escuela Nacional de Antropología e
Historia donde se vienen formando varias generaciones de arqueólogos. Eso se ha
traducido en un mayor número de tesis y publicaciones arqueológicas de período
virreinal cuyos resultados, desafortunadamente, no han sido incorporados a la
narrativa de los historiadores que siguen ignorando los avances promovidos por esta
disciplina.
Asimismo, en los últimos anos, se asistió a un amplio debate epistemológico
en torno a la "arqueología histórica" que viene cuestionando el empleo de dicha
terminología para estudiar los contextos novohispanos, esencialmente por condicionar
una lectura colonial del pasado. Una de las principales críticas señaladas es
precisamente el enorme peso concedido a la escritura como demarcador temporal,
ignorando otras formas de expresión y de registro de memorias que, durante siglos,
desempeñaron un papel preponderante en sociedades en las que la alfabetización era
un privilegio de las élites, inclusive en Europa (Funari 1999). Además de
menospreciar las técnicas de transmisión oral o la iconografía, el uso de esta
terminología en América desconsidera que diferentes grupos nativos habían criado y
utilizado sistemas de escritura como la maya mesoamericana. De esta manera ha
prevalecido una visión eurocéntrica de los hallazgos y se ha establecido una oposición
entre el periodo "pré" y "pos" conquista española que genera una ruptura entre ambos.
Todo eso ha contribuido a que se omitieran continuidades o adaptaciones a las
que estuvieron sometidos diversos grupos nativos, degenerando en una delimitación
diacrónica de los designados estudios indígenas entre la arqueología, la historia y la
36
antropología. Generalmente se concede a los primeros la investigación sobre los
grupos prehispánicos. A los segundos se dejan las reflexiones en torno a las
comunidades que vivieron en el pasado virreinal, normalmente percibidas como un
grupo uniforme a través de las fuentes producidas por las autoridades locales.
Finalmente, a los terceros compete solamente el estudio de los indígenas actuales sin
que se incorpore a esas reflexiones la historia de esas comunidades.
En suma, si por un lado el interés por la arqueología histórica se plasmó en la
publicación de textos científicos que contribuyeron a la construcción de un discurso
histórico con una fuerte vertiente etnográfica; por otro, son escasas las monografías de
un sitio arqueológico que inciden sobre una escala temporal amplia, como la que
produjo Manuel Gamio (1922) y, más tarde, Thomas Charlton (1969) sobre el Valle
de Teotihuacán. Se podrían aún mencionar las varias publicaciones sobre el Valle de
Mezquital de Patrícia Fournier (1996), o en colaboración con Lourdes Mondragón
(Fournier y Mondragón 2003), que inciden sobre una escala temporal amplia. El
carácter excepcional de estos trabajos contribuye a que el reconocimiento de los
procesos históricos propios de cada grupo indígena se encuentren aún lejos de
incorporarse al discurso oficial de la nación (Palka 2005; 2009).
Aunque nuestro objetivo no sea el de percibir el impacto de las cuentas de
vidrio en cada una de las comunidades indígenas que habitaron el territorio de la
Nueva España en época virreinal, si nos parece que el camino para un estudio amplio
del tema tendrá necesariamente que contemplar los diferentes actores de manera
simétrica. Eso implica tener en consideración a los europeos que protagonizaron la
introducción de un producto hecho en un nuevo material en América, pero también a
los diversos grupos americanos, africanos y asiáticos que participaron en esos
procesos.
En alternativa se podría usar el término "arqueología colonial" o "de la
colonización europea" (Rowlands 1998), pero esa terminología concede una falsa
sensación de proceso hegemónico que nunca existió. Además, dichas expresiones se
prestan a enfoques similares a los de la ya ultrapasada historia de la expansión, que ha
tenido siempre un claro sentido civilizatorio que no es compatible con las demandas e
inquietudes de la investigación contemporánea.
Tal vez fuera prudente optar por expresiones de carácter más general, como
arqueología del "período moderno" o del "mundo moderno", cuya dimensión
significativa no establece una jerarquía tan demarcada entre los varios espacios, tal
37
como señalan Charles Orser y Brian Fagan (1995), aunque tampoco consideren otros
tipos de clasificación del tiempo que estuvieron vigentes entre algunas comunidades
americanas. Este aspecto es fundamental para romper con una visión eurocéntrica y
favorecer mayor equilibrio en el análisis de los flujos entre continentes mediante los
vestigios materiales y sus contextualizaciones. Se cree que esta postura facilita
recuperar el impacto de las culturas americanas en el exterior, que reiteradamente ha
sido silenciado.
Atendiendo a todo lo expuesto, consideramos que para estudiar los vestigios
materiales novohispanos es imprescindible adoptar una perspectiva que contemple
simultáneamente las especificidades locales y su integración en contextos de
naturaleza más amplia, como la dimensión imperial o las relaciones con los espacios
exteriores. En definitiva, proponemos mirar hacia los hallazgos arqueológicos con la
misma postura que se defendió anteriormente para las fuentes históricas, oscilando
entre la escala global y la microhistoria.
Si bien la historia global surgió en los anos 80 del siglo XX, esta tuvo su
equivalente en la arqueología una década después. Una de las mayores contribuciones
a ese debate fueron las obras de Charles Orser (1994; 1996), que alcanzaron un
enorme impacto en la arqueología histórica, al presentar, de forma programática, un
nuevo enfoque para analizar el mundo moderno por medio de una perspectiva global.
Se podrían mencionar aún los nombres de Stanley South (1988) y James Deetz (1977;
1991) como precursores de la idea de adoptar esta escala para estudiar sitios que, de
alguna manera, se conectan con esa modernidad. Los trabajos de Anders Andrén
(1998) y las obras colectivas editadas por Pedro Paulo Funari (1999) o Martin Hall y
Stephen Silliman (2006) constituyen también iniciativas para una descentralización
europea del debate y para profundizar en cuestiones teóricas relacionadas con la
arqueología global.
A pesar de que el tema animara la discusión académica en varios países, los
trabajos basados en estudios de caso no han acompañado el ritmo de las cuestiones
teórico-metodológicas. Tal como sucede en la historia, en la arqueología la mayoría
de las obras publicadas con el epíteto de global archaeology está conformada por
libros que reúnen varias contribuciones con la intención de mostrar un panorama
geográfico o temporal amplio. Salvo raras excepciones, cada texto incide sobre un
área especifica, sin establecer puentes con lo que sucedía en otras regiones, o
identificar cómo se conectaban sus historias. Empeorando esta situación, se verifica
38
una tendencia a utilizar el término como sinónimo de "toda la arqueología", ignorando
el intenso debate historiográfico que sitúa el inicio de la globalización entre los siglos
XV y XVI. Los fenómenos de expansión y de colonización anteriores fueron
substancialmente diferentes y, por eso, no pueden incluirse en esta categoría todas las
culturas letradas.
No obstante se use la palabra "global", la postura adoptada no trata de
generalizar, sino de identificar la diversidad de soluciones que se generaron dentro de
ese nuevo orden. Por eso, esta se puede emplear válidamente para analizar cualquier
grupo sociocultural moderno, independientemente de su grado de participación en los
procesos de globalización o mundialización. Aunque las dinámicas de ciertas
sociedades pudieran primar por su aislamiento, desde la perspectiva institucional,
ellas se encuadraron en una superestructura. Los comportamientos "desviantes" y la
singularidad de cada objeto de estudio constituyen partes de una misma realidad
plural y por eso la necesidad de contemplar siempre la "micro-arqueología" si se
quiere evitar percibir dichos fenómenos exclusivamente desde la óptica del
colonizador y de sus instituciones.
De igual modo, se defiende que esa posición respecto al recorte de
investigación no limita el análisis del objeto de estudio (y de los fenómenos sociales,
culturales o económicos a que estuvo asociado) al contexto exclusivo de los procesos
de dominación. Si bien el enfoque permite percibir estrategias de resistencia y
negociación interesantes, limitar las posibilidades a ese universo sería negar toda la
originalidad y el peso de procesos construidos al margen de esa estructura. Seria
asumir la existencia de una realidad única y negar que, para cada grupo o en cada
lugar, se generaron percepciones distintas de esa coyuntura.
Además de adoptar métodos y fuentes propias de la historia y de la
arqueología, este estudio es, en su esencia, un trabajo de antropología del arte que
versa sobre las cuentas de vidrio de la Nueva España. Inicialmente esta rama de
investigación antropológica se centró en las designadas artes populares e indígenas,
cuestionando el concepto occidental que concebía las "artes" como un producto
diferenciado que no contemplaba las expresiones generadas en entornos distintos. En
ese ámbito, cabe referir el artículo de Richard Anderson (1992), quien de manera
provocativa se cuestionaba si las demás culturas tendrían arte. Diversos autores
intentaron definir el concepto de arte para la antropología y las relaciones entre
39
ambos. Mientras que el capítulo escrito por Philip Dark (1978) se planteaba sobre el
significado del arte en el estricto ámbito de la antropología, los trabajos de Alan
Merriam (1964), David Hunter y Whitten Phillip (1981), Alcina Franch (1982), o
Robert Layton (1991) trataron de establecer los puntos de conexión entre ambas para
definir de manera más clara este campo de estudio.
Por lo general, el antropólogo del arte ha volcado su mirada hacia las
diferentes fases de la vida de los objetos para entenderlos como expresiones culturales
cargadas de significados. Eso se tradujo en investigaciones centradas en los aspectos
de la producción, sobre las características morfológicas, o aún sobre los procesos de
recepción. En ese sentido, el principal interés de la antropología del arte para esta
investigación es dotar de herramientas para descifrar las relaciones establecidas
alrededor de las cuentas de vidrio, las imágenes que ellas reflejan y aquellas en las
que aparecen reflejadas, así en el pasado como en el presente. En suma, se parte del
artefacto como objeto hecho con arte (una habilidad que se mide en patrones sensibles
y técnicos) para reflexionar sobre los temas tradicionales que vienen siendo
estudiados en la disciplina antropológica cuando se enfoca en la cultural material. Nos
interesan los productores de esos materiales, especialmente las relaciones que
establecieron en el entorno laboral o cómo estas condicionaron sus vidas privadas,
pero también el objeto y las percepciones diferenciadas generaron en sus usuarios y
en las personas que los percibían.
Adoptar un método de trabajo que se situara precisamente en un punto
intermedio e intermitente en la escala de análisis, atendiendo a las nuevas propuestas
señaladas y evitar caer en eurocentrismos involuntarios, imponía fuertes retos.
Esencialmente porque no se cree ser posible dedicarse a cualquier área de las ciencias
sociales y humanas sin que la investigación producida se vincule al mundo actual,
respondiendo a los retos de la sociedad contemporánea, a sus preocupaciones y a sus
deseos de seguir mejorando.
El primero de esos desafíos era precisamente tomar consciencia de que al
escribir un texto académico se adopta el papel de agente en la construcción de nuevas
narrativas, lo cual exige acoger una posición crítica hacia las emociones que motivan
la elección del tema. Eso nos ha hecho conscientes de que para la mayoría de los
extranjeros y de las élites mexicanas, el interés por las cuentas de vidrio traduce cierto
fetichismo por lo "exótico" indígena. Lo vemos reproducido en los discursos oficiales,
40
en las tiendas de "artesanías" o incluso en la manera de exponer esas piezas en los
museos, porque claramente tienen un público que lo alimenta. Así se planteó que
quizás ese fuera uno de los elementos que despertó nuestra curiosidad sobre las
cuentas de vidrio mexicanas. Habíamos escuchado hablar por primera vez de ellas en
las crónicas leídas durante las clases de historia y antropología de América, en el año
de Erasmus que cursamos en la Universidad Complutense de Madrid. Una vez en
México, tuvimos ocasión de percibir como ese objeto se consideraba la prueba
material más evidente del engaño y de la explotación europea sobre las poblaciones
aborígenes. Curiosamente también simbolizaba la esencia más pura del arte indígena
mexicano, aunque nunca me quedara muy claro qué significaba exactamente.
Por todo lo anterior, en cuanto mujer extranjera e investigadora no hispana,
escribir sobre el tema suponía un esfuerzo adicional: el de combatir esas emociones y
escribir una historia del "otro" sin abogarnos en su portavoz (sobre todo porque nadie
me lo había encargado), y por otro lado lograr hacerlo sin hablar de los "nuestros". En
ambos objetivos nos quedamos francamente abajo de las expectativas, sobre todo en
el segundo. Nos resultó imposible atenderlo plenamente al ver siempre reflejados los
mitos de nuestra propia identidad, que nos colocaban permanentemente como
contraparte de aquellos de quienes queríamos hablar.
Esta idea nos conduce al segundo desafío que, desde nuestro punto de vista, es
uno de los principales problemas de la historia y la arqueología global en cuanto
método y discurso, que nos preocupa particularmente como americanista que trabaja
sobre un período en el que ese territorio estuvo bajo el dominio peninsular. Hacer este
tipo de análisis en el seno de instituciones académicas portuguesas y españolas,
demanda interpretar las conexiones globales sin circunscribirlas al ámbito de las
relaciones entre los "occidentales" y los "demás" a que tantas veces se resumen los
estudios sobre los sistemas imperiales. Una vez más, el campo de las emociones
subliminares nubla la capacidad de percibir e interpretar los fenómenos observados
cuando el enfoque se centra fundamentalmente en los flujos, sean ellos materiales o
intelectuales. Estamos convencidos de que ese es uno de los principales factores que
han impedido discernir el protagonismo de personas de distintos grupos sociales y
culturales en los varios ámbitos examinados por la historiografía. Sobre todo, si se
considera que la mayoría de las fuentes escritas que les sirven de soporte se
produjeron dentro de una estructura política que condicionó la capacidad de expresión
41
de muchos de los grupos poblacionales novohispanos y que es a través de esos
testigos particulares que se tratan de percibir realidades plurales.
Por eso, hace falta tener presente que la nueva configuración territorial por la
que pasaron a transitar las personas a partir de la primera globalización, no se
corresponde con la eliminación de las fronteras mentales. Del mismo modo, las
relaciones entre los individuos de las distintas partes del globo puestas en contacto
nunca obedecieron a los mismos parámetros o siquiera fueron equiparables, sino que
estuvieron condicionadas por el modelo colonial. Los intercambios que ocurrieron en
esos espacios fueron profundamente desiguales, como llamaba la atención Wallerstein
(2003) al "impensar las ciencias sociales". Lo mismo sucedió respecto a las
estrategias encontradas por cada grupo para definir sus identidades y el tipo, o el
grado de sus interacciones con el sistema mundial dominado por las potencias
europeas.
En ese ámbito específico, cabe hacer una crítica a la historia "global" que
germinó y viene siendo producida esencialmente desde los tradicionales centros de
poder geopolítico. Sus instituciones académicas sufren una fuerte dependencia de la
financiación de los gobiernos nacionales y sus políticas, así como de la agenda
definida por las nuevas instituciones de configuración trasnacional como la Unión
Europea. Sus representantes vienen definiendo "horizontes" con objetivos
profundamente colonialistas que se utilizan como parámetro para atribuir los fondos
destinados a la investigación. Todo eso, ha marcado de manera decisiva la evolución
de la historiografía y también que muchos países que afrontaron una profunda crisis
económica en los últimos años, utilizaran el discurso de la historia global para exaltar
la superioridad de sus antepasados, entendidos como reflejos de la nación. La crítica
contemporánea llevó a que los "hombres ilustres" se sustituyeran por personas
comunes en la figura de los héroes nacionales. Pero esos nuevos actores siguen
sirviendo para ensalzar el orgullo de los contemporáneos por ser parte de ese
colectivo y contrarrestar las fuertes dificultades que afrontan cotidianamente, a modo
de refuerzo emotivo positivo. Por todo esto, los historiadores y los centros de historia
global que surgieron en países como Portugal o Inglaterra deben ser conscientes del
poder de sus trabajos y también de los usos indeseados que puedan estar teniendo al
no lograr desmarcarse verdaderamente de la historia de los imperios y valorar las
agencias locales.
42
Si escribir historia, arqueología o antropología es en parte plasmar emociones
que condicionan la elección del objeto de estudio y nos hacen mirarlo desde las
inquietudes y preocupaciones del presente, eso es también lo que permite una
actualización permanente de la narrativa sobre el mismo hecho. Entonces solo nos
resta mirar de nuevo hacia las cuentas de vidrio y percibir los nuevos reflejos que se
producen al observarlas con una mirada diferente y bajo una nueva luz.
La estructura y el contenido de los próximos capítulos plasma precisamente lo
que pudimos ver mediante ese ejercicio, aún así condicionado por la selección de las
fuentes, su narrativa y nuestra capacidad para interpretarla de manera original. Como
prisma que, al pasar la luz, refleja los varios colores vistos por el ojo y procesados por
el cerebro, también el objeto antropológico/histórico implica un observador para
existir.
FUENTES
Los tipos de fuentes utilizados en este ejercicio de reflexión sobre la vidriería
novohispana, y particularmente sobre la manufactura de abalorios, se divide
esencialmente en tres corpus.
El primero está conformado por un grupo documental bastante grande y
heterogéneo de fuentes escritas que inciden sobre un amplio período cronológico, que
va desde el siglo XVI al siglo XIX. Estas se dividen esencialmente entre fuentes
impresas y manuscritas que se podrían clasificar de acuerdo a su temática. Así
definimos cuatro campos que reflejan los intereses de esta investigación en percibir la
vidriería novohispana, particularmente los abalorios, de una manera amplia que incide
sobre sus reflejos en las narrativas literarias, históricas, científicas, periodísticas o aún
en impresos administrativos.
Del primer conjunto, merece la pena destacar los textos de carácter religioso o
profano así como las crónicas y diarios de viajeros entre los cuales existen ejemplares
que cabrían simultáneamente en las dos primeras categorías, como aquellos que se
han dedicado a relatar la historia de las poblaciones nativas y/o de la conquista
europea. Del tercer campo temático se destacan los compendios de historia natural,
que resultaron de la inquietud por conocer y dominar la naturaleza americana y que
revelan esencialmente los conocimientos nativos interpretados bajo la lógica del
43
pensamiento científico europeo. Dichas obras constituyen una fuente primordial para
entender las especies naturales empleadas en la manufactura del vidrio y los procesos
de adaptación de esos profesionales a nuevos entornos. Las noticias de periódicos nos
ofrecieron un espectro sobre temas muy distintos, que van desde aspectos de la vida
cotidiana que se expresaban en anuncios sobre recompensas a quienes encontraran un
objeto perdido, a relatos sobre festividades o sobre contingencias políticas y
económicas. De estas últimas nos interesan particularmente las noticias de carácter
comercial, que describen o anuncian la llegada de productos, la apertura de nuevos
establecimientos o la venta de sus mercancías. En algunos de esos periódicos se
trataron igualmente sobre cuestiones científicas, funcionando como plataforma de
debate para discutir sobre los principales temas que animaban los medios académicos
internacionales, o que resultaban de las inquietudes propias del entorno novohispano.
Finalmente, bajo el título de impresos administrativos, se incluyeron reales cédulas,
registros aduaneros y todo tipo de documentación impresa generada por las
autoridades del Virreinato, la mayoría de las cuales se encuentran preservadas en los
fondos de archivos.
En cuanto a las fuentes manuscritas, se considera que estas constituyen
evidencias directas de los procesos burocráticos a que se sometieron los vidrieros y el
comercio de sus piezas. En ese ámbito, la investigación se centró fundamentalmente
en el Archivo General de la Nación de México. La documentación que conserva hoy
día esta institución, mucha de la cual se desconoce su contenido por no contar aún con
una descripción de todos los expedientes, presenta una excelente oportunidad para
acercarse a la historia de la vidriería novohispana.
Nos interesaban particularmente los documentos generados por las
instituciones que registraron la actividad comercial del Virreinato y que repercutió
directamente en la capacidad de producción local. Nos referimos al Consulado de
Mercaderes, institución a la que se afiliaron los principales comerciantes y que reguló
los conflictos en esta materia, algunos de los cuales relacionados con transacciones de
vidrios y abalorios. Estas piezas aparecen aún en los inventarios de diferentes
establecimientos comerciales promovidos a instancias del Consulado, ofreciendo un
medio privilegiado para entender cómo se estructuró la venta de vidrios entre los
varios grupos de comerciantes y su distribución, o incluso sobre la disposición de esas
piezas en esos locales. La importancia de este fondo hizo que rastreáramos toda la
documentación inventariada, procedimiento que adoptamos también respecto al ramo
44
de Aduanas terrestres y marítimas. Otro ramo de vital importancia fue el de la Casa de
Moneda que contó con un edificio en la Ciudad de México donde se instalaron unas
oficinas de apartado de metales y de producción de vidrio, fundamentalmente con el
objetivo de hacer unos recipientes transparentes donde se llevaban a cabo esas
labores. Por tratarse de una iniciativa de producción vidriera promovida directamente
por las autoridades locales, se han revisado todos los documentos inventariados que
aludían a la actividad del designado Apartado de la Casa de Moneda.
Paralelamente consultamos otros fondos, tales como el de Matrimonios, en el
que se localizó el nombre de los vidrieros identificados en otros documentos para
reconstituir una parte de las redes familiares y clientelares de estas personas. Por otro
lado, el ramo de Reales Cédulas y Reales Cédulas Duplicadas nos ofrecieron algunas
informaciones sobre la regulación de la actividad, sobre todo sobre la adquisición de
las materias primas empleadas en la vidriería, poniendo en evidencia el valor
estratégico que alcanzaron ciertos productos.
También trabajamos otros grupos documentales más heterogéneos como el
"Indiferente Virreinal" o el "Archivo Histórico de Hacienda", cuya configuración no
resulta directamente de la estructura administrativa de época virreinal, sino de una
compilación contemporánea determinada por intereses ajenos al proceso que originó
la formación de esos expedientes. Por eso mismo, la investigación sobre estos resultó
más difícil y se orientó en las descripciones de cada documento, disponibles en las
bases de datos creadas por el archivo. Lo mismo se hizo respecto a los ramos de
"tierras", "indios" y otros que utilizamos puntualmente para complementar la
información sobre algún personaje o productos que nos interesaba.
En México, consultamos aún los fondos de otros archivos locales, de los
cuales cabe destacar las actas notariales firmadas en la Ciudad de México y que se
conservan en el Archivo General de Notarias del Distrito Federal (AGNotDF), en
Puebla que están en el Archivo General de Notarias de Puebla (AGNP) y los de
Oaxaca en Archivo General de Notarias de Oaxaca (AGNO). Ante estos funcionarios
se registraron diversos tipos de contrato, firmados entre dos o más partes, en los que
se han marcado las huellas de la actividad de ciertos vidrieros, aunque no siempre
relacionada con el oficio, y el recorrido de algunos de sus productos. Otro fondo
documental interesante para conocer la actividad de estos profesionales son las Actas
del Cabildo de la Ciudad de México, en el Archivo Histórico de la Ciudad de México
(AHCM) que han sido ya parcialmente publicadas. Finalmente, en este país se tuvo
45
oportunidad de consultar también el Archivo General Municipal de Puebla (AGMP),
particularmente los "libros de cabezón".
Una gran parte de la información sobre la Nueva España se encuentra
custodiada en los archivos españoles, principalmente en el Archivo General de Indias,
en Sevilla. Tuvimos ocasión de realizar varias estancias de investigación ahí pero los
datos recabados no fueran tan significativos como en México y no se ha realizado una
revisión sistemática de ninguno de sus fondos, aunque se orientó la búsqueda hacia el
ramo de Contratación y México. Asimismo, gracias al Portal de Archivos Españoles
(PARES) fue viable realizar búsquedas por palabras clave y nombres de vidrieros que
complementaron de manera relevante la información recabada. Paralelamente, la
Biblioteca Nacional de España (BNE) preserva ciertos códices originales como el
Códice Durán (1579) que nos sirvieron a los propósitos de esta investigación, así
como fuentes impresas e imágenes que también utilizamos a lo largo del este estudio
y que pertenecen a fuentes de otro tipo.
Aparte de la documentación específica sobre el Virreinato, la perspectiva
conectada que se adoptó para estudiar la vidriería y la producción de cuentas en esta
región, supuso el empeño añadido de investigar en los archivos de otros países, desde
Portugal y España, pasando por Argentina, Perú o Colombia, tratando de rescatar
información sobre los procesos de desarrollo interno de este sector y de sus
conexiones con la Nueva España. En la mayoría de los casos se realizaron estancias
de investigación en los archivos centrales de esos países, aunque sin carácter
sistemático porque no existía tiempo material para ello y nuestro enfoque principal
fue siempre México.
En Madrid, se exploró la documentación sobre vidrieros conservada en
Archivo Histórico Nacional (AHN)11, en el Archivo de la Villa de Madrid (AVM)12,
11 En este archivo consultamos el fondo de la Junta de Comercio, Moneda y Minas que fue el
organismo responsable de deliberar sobre la apertura de cualquier establecimiento, determinando el
período de tiempo por el cual se concedía el privilegio y el tipo de producto que estaba autorizado a
producir o vender, así como otras circunstancias relacionadas con la adquisición de materias primas y
la venta de sus producciones. No obstante, la falta de un índice temático completo, así como la
existencia de más de 50.000 carpetas y una cifra similar de legajos, ha hecho inviable la realización de
un estudio exhaustivo.
12 Institución con documentación relativa a la villa de Madrid, destacadamente sobre su industria y
comercio. A pesar de la existencia de buenos índices y de estar muy bien organizados, los datos
encontrados acerca de la producción y venta de vidrio son reducidos.
46
en el Archivo Histórico de Protocolos de Madrid (AHPM)13, en el Archivo de la Real
Sociedad Económica Matritense (ARSEM)14 y en el Archivo General del Palacio Real
de Madrid (AGPRM)15 aunque en la mayoría de esas instituciones los resultados
fueron muy parcos para el tema que nos ocupa.
En Lisboa la investigación se centró fundamentalmente en el Arquivo
Histórico do Ministério das Obras Públicas (AHMOP) puesto que ahí se encuentra la
documentación sobre las peticiones y autorizaciones para fundar un nuevo
establecimiento o patentar un nuevo invento, aunque ninguno de los expedientes
consultados hiciera referencia a los productores de abalorios en el período estudiado.
En Bueno Aires, se trabajaron únicamente los fondos del Archivo General de
la Nación de Argentina (AGNA). En Lima, la antigua capital del Virreinato del Perú,
se pudo ampliar la investigación al Archivo General de la Nación de Perú (AGNP),
donde se consultó documentación de naturaleza diversa, con especial destaque para
los Protocolos Notariales, y al Archivo del Instituto Riva Agüero donde se
consultaron esencialmente inventarios de bienes.
Asimismo se complementó ese trabajo con la consulta de fondos disponibles
online. Gracias a las políticas de libre acceso adoptados por varios países se pudo
ampliar el espectro de análisis, particularmente útil en el caso del Archivo General de
la Nación de Colombia (AGNC) y en el Archivo de la Corona de Aragón (ACA). A lo
largo de este trabajo se citan diversas fuentes referidas por otros investigadores en el
ámbito de estudios sobre temas muy diferentes al nuestro, citando siempre el autor y
haciendo referencia a la fuente como "fuente citada" para distinguir de las "fuentes"
consultadas particularmente, aunque dichos documentos fueran publicados por otros
autores. En estos casos se adaptó la referencia proporcionada al sistema de citación
adoptado a lo largo del texto para evitar duplicidad de criterios, sobre todo evadir
confusiones en el caso de usar autores distintos que trabajaron sobre el mismo archivo
o ramo. Aunque las fuentes no fueran inéditas, se ofreció una nueva lectura de las
mismas y se amplió significativamente el fondo documental empleado en esta
investigación.
13 La organización del archivo por nombre de notario hace bastante difícil localizar las actas notariales
de vidrieros. Gracias a la ayuda de los funcionarios detectamos algunos de esos artesanos pero, en
ningún caso, mencionan la producción de abalorios.
14 Fundada en el siglo XVIII y dónde no existen registros de la actividad vidriera.
15 Ahí se encuentra custodiada mucha de la documentación sobre la fábrica de vidrio de San Ildefonso,
pero la documentación relativa a otros establecimientos de vidrio es muy escasa. En realidad, se ha
localizado información más relevante en la Real Biblioteca del Palacio (RBP) que en el propio archivo.
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El segundo grupo documental está conformado por las fuentes de tipo
iconográfico que se utilizaron para ilustrar algunas ideas pero, esencialmente, para
recabar informaciones sobre las cuales los documentos escritos eran omisos o no
expresaban de manera suficientemente clara los temas que nos interesaban. Estas se
podrían dividir en grabados, mapas pintados o impresos, planos arquitectónicos y
códices. Del primer tipo cabe destacar un grupo de grabados europeos que muestran
como trabajaban los vidrieros y los especialistas en hacer todo tipo de cuentas bajo el
calor del candil. Mediante mapas pintados e impresos se localizó la dispersión
territorial de los vidrieros, particularmente de sus talleres, aunque solo se localizó la
planta arquitectónica de una oficina de vidrio. En otras ocasiones, nos sirvieron para
contextualizar el entorno natural y económico elegido por estos profesionales para
fundar su taller, identificando su posicionamiento estratégico junto a minas,
haciendas, etc. Además, se utilizó este recurso para entender como se representaron
las milpas salitreras u otro tipo de salinas que proporcionaban los álcalis necesarios a
la vidriería, lo cual nos permitió entender también quienes fueron las personas
responsables de tales labores.
Los códices mexicanos nos sirvieron para observar los usos que tuvieron las
cuentas desde época prehispánica y percibir los ideales subyacentes a los procesos de
incorporación de los ejemplares de vidrio extranjeros. Para ello se tomó en
consideración el Grupo Bórgia, conformado por los cinco códices prehispánicos
designados Códice Bórgia (1993), Códice Vaticano B (1992), Códice Laud (1994),
Códice Cospi (1994) y Códice Fejérváry-Mayer (1994). Además, se tuvieron en
cuenta el Códice Florentino (1979) que ilustra la Historia General de las Cosas de la
Nueva España (2001) de fray Bernardino de Sahagún (1499-1590), el Códice Durán
(1579) contenido en el relato de la Historia de las Indias de la Nueva España e islas
de Tierra Firme escrita por el fraile dominico Diego Durán (1537-1588). Finalmente,
utilizamos la Matrícula de Tributos (1980) y los códices coloniales como el Códice
Mendoza (1992) que, pese a estar incorporados en fuentes de otro tipo, son
susceptibles de una lectura autónoma. Respecto al Grupo Tudela, también conocido
como Magliabechiano o Magliabechiano-Tudela, que se encuentra compuesto, entre
otros, por el Códice del Museo de América o Tudela, el Códice Fiestas y el Códice
Maglabechiano (1996), utilizamos imágenes de primero y del último, señalando las
diferencias entre ambos. Dicha opción se justifica porque todos son cópias más o
menos directas del mismo documento y, según algunos autores (Batalla 2010: 7-27),
48
el primero es la versión más fidedigna de los tres, mientras que el último es el que
presenta mayores variaciones.
Relacionado estrechamente con esta idea de imagen gráfica, se encuentra el
cuarto grupo documental que está conformado por las evidencias materiales de la
producción y comercio de cuentas de vidrio. Se tratan de piezas conservadas en
museos de diversos países que lograron sobrevivir al paso del tiempo y despertar el
interés de ciertos marchantes de arte. En México, tuvimos oportunidad de consultar
los fondos del Museo Soumaya que constituye un ejemplo bastante claro de la
capacidad de ciertos particulares para formar una colección de dimensiones
considerables, aunque no sea significativa para el tema que nos ocupa. Los ejemplares
de dicha colección son esencialmente prendas de vestuario y otros objetos del siglo
XIX que escapan un poco al período cronológico de esta investigación y por ese
motivo no se incorporaron a este trabajo.
Lo mismo podríamos decir del Museo Nacional de Historia, Castillo de
Chapultepec (MNHCC), uno de los museos públicos administrado por el Instituto
Nacional de Antropología e Historia (INAH). Su colección proviene de otros museos
anteriores a los que se fueron incorporando donaciones, adquisiciones institucionales
y también colecciones privadas como las de Ramón Alcázar que pasó a manos del
Estado como pago de deudas. En definitiva, la colección presenta un carácter plural,
habiendo sido sometida a diferentes traslados institucionales que reconfiguraron la
naturaleza de ciertos conjuntos. Su antigüedad y recorrido condicionaron la
información disponible hoy día sobre cada una de las piezas. Sus fichas descriptivas
son en si mismas un documento en el que se perciben las huellas de la evolución de
las prácticas museológicas y de catalogación.
Por todo ello, no se dispone de cualquier información sobre la vida útil de la
mayoría de los objetos, o sea, quiénes fueron sus dueños, dónde los adquirieron y
cómo los usaron, o incluso cómo ingresaron a los fondos institucionales.
Desafortunadamente solo nos percatamos de ello después de documentar todas las
piezas con cuentas de vidrio conservadas en los depósitos del museo, identificando
aspectos formales y técnicos y registrando fotográficamente cada uno de los
ejemplares. A través de ese trabajo se pretendía crear una base de datos a partir de la
cual inferir sobre "las artes aplicadas con abalorios", la evolución de los usos de esas
piezas y, de modo general, identificar los gustos de diferentes sectores de la población
49
novohispana a lo largo del tiempo. Después de consultar el archivo histórico del
museo nos hemos percatado de la imposibilidad de estudiar esas piezas más allá de las
características estéticas y técnicas observables, lo cual era insuficiente para los
objetivos que se perseguían, aunque eventualmente retomemos el tema en el futuro
para materializar la investigación hecha y poner en valor a una colección que
asimismo se reviste de vital importancia. Es precisamente por su valor que
presentamos algunos ejemplares documentados para ilustrar algunas ideas o hacer
relaciones con otras piezas mejor documentadas, como los materiales arqueológicos
Las colecciones arqueológicas constituyen una prueba material perfectamente
contextualizada. Estos nos sirven de ventana para intentar percibir los contextos de
producción y uso de estos adornos mediante una interpretación que integra esas
cuentas en el conjunto de informaciones proporcionada por las condiciones del
hallazgo. Nuestra formación en el área nos posibilitó estudiar algunas colecciones
inéditas provenientes de excavaciones realizadas por el núcleo de arqueología del
Ayuntamiento de Lisboa, actualmente incorporado a la EGEAC, una empresa de
gestión patrimonial. Fue en ese ámbito que se logró trabajar la colección de cuentas
de vidrio del antiguo Palacio de los Marqueses de Marialva (s. XV-XIX), a las cuales
se alude al discurrir sobre la producción y uso de cuentas en Portugal. En España, la
investigación pretendía ser bastante más amplia de lo que en realidad se pudo
concretar. Después de localizar diversas colecciones custodiadas por museos públicos
de toda la península nos encontramos con diversas barreras interpuestas por las
instituciones gestionadas por las Comunidades Autónomas que exigían diferentes
tipos de permisos, incluso por parte de cada uno de los arqueólogos o empresa que
excavara el sitio en el que habían sido recuperados los abalorios. Evidentemente,
dichas burocracias no son compatibles con una democratización del conocimiento y
de la investigación y por eso el estudio de las colecciones españolas se circunscribió a
los ejemplares conservados en el Museo de Arqueología Regional, en Alcalá de
Henares que, en este panorama, se destacó sobremanera por sus buenas prácticas y
apoyo a la investigación.
En México, el estudio de las colecciones arqueológicas se circunscribió a los
objetos recuperados por el equipo de Salvamento Arqueológico de la Ciudad de
México (INAH), lo cual nos ofrecía la posibilidad de comparar los resultados
alcanzados en tres ciudades capitalinas.
50
Después de presentadas las fuentes cabe aclarar las normas de
redacción/edición paleográfica y de citación adoptadas a lo largo de este trabajo
respecto a los documentos manuscritos e impresos.
La diversidad formal de las fuentes escritas consultadas a lo largo de esta
investigación, así como el amplio espectro cronológico que alcanzan, nos condujo a
adoptar un método de transcripción que fuera lo más fidedigno posible a los
originales. Esa opción se debe esencialmente al deseo de respetar las señas de la
historia de la ortografía, de la gramática y de la fonética plasmadas en las expresiones
escritas adoptadas por cada autor en los textos estudiados. Aunque el presente trabajo
no incide sobre el análisis de las particularidades gráficas en cuanto formas de
comunicación, ni siquiera se planteó hacer cualquier estudio codicológico o
paleográfico que pudiera servir de base a otras investigaciones, se trató de reproducir
fielmente el texto. Nos pareció que esa sería una manera de hacer visible el autor,
percibir aspectos como su grado inserción en la cultura letrada y adhesión a las
nuevas grafías que marcaron la evolución de las formas de expresión escrita, y
respetar la textualidad de la fuente manifiesta, por ejemplo, en el uso de grafías
consideradas incorrectas que pudieran expresar las marcas del habla, ciertos
regionalismos, o aún las confusiones propias de ambientes plurilingües.
Aún a sabiendas de que este puritanismo paleográfico sea considerado un
planteamiento simplista que carece de un verdadero método razonado que
supuestamente se le exige al paleógrafo, nos reafirmamos en la idea de que el objetivo
de nuestro acercamiento a las fuentes estuvo lejos de pretender hacer cualquier
estudio de este tipo. Nuestra labor en el archivo fue la de arqueóloga que busca las
huellas del pasado para interpretarlas según la mirada de la historiadora y de la
antropóloga a quien le interesaba el relato y sus personajes pero también sus autores.
Asimismo, para un mejor entendimiento del texto antiguo en el tiempo
presente, sin que la presencia de grafías extrañas a la costumbre contemporánea
suscitara cualquier duda acerca de un posible error de transcripción, se optó por el uso
de [sic.] en los documentos originales, fueran estos manuscritos o impresos y
excluyendo las ediciones posteriores de los mismos. La presencia constante de lo que
hoy en día se podrían considerar "errores", exigió un uso moderado de este recurso
para facilitar la lectura del texto. En ese sentido, se reservó su empleo a casos en los
que la palabra era de difícil entendimiento o podría conducir a una interpretación
equívoca. En ningún caso se aplicó a nombres propios, diminutivos, a los signos de
51
puntuación y tildes, a la utilización indebida de mayúsculas y minúsculas según los
patrones actuales, a los apócopes y crasis, a las grafías dobles como "rr" o "ss".
Tampoco se consideraron fallos el uso de la "ç", de "b" por "v", de la "i" por "y", de la
"x" por "j", etc. Lo mismo se aplica al empleo de la "u" con valor consonántico y que
en la ortografía actual derivó en su sustitución por "v" o "b", dependiendo de la
palabra, o también de la fórmula "ph" que evolucionó para "f".
En lo relativo a los aspectos de la transcripción que se destinan a facilitar la
lectura, elegimos desarrollar todas las abreviaturas siguiendo la grafía actual siempre
y cuando no aparecían sus formas desarrolladas en el texto que nos permitieran
señalar la grafía del autor. Cuando la lectura de una parte del texto resultó imposible
por la presencia de tachones, rotos, o encuadernaciones posteriores que taparon parte
del documento, se indica mediante "[?]" con una nota a pie de página aclarando el
motivo.
Por otra parte, para citar las fuentes de archivo se respetó la fórmula y el título
del documento adoptados por la institución de salvaguarda. Eso se tradujo en la
indicación del nombre completo de la institución seguido de la abreviatura entre
paréntesis, en el caso de que fuera la primera vez que se utiliza en el texto. A partir de
entonces se pasa a usar solamente la sigla, seguida del nombre del fondo documental,
del volumen o caja, del expediente, en su caso también del legajo y finalmente el folio
indicando si se trata del verso o del reverso. En caso de que el documento no disponga
de numeración se indica simplemente "sin folio".
Si bien esta fórmula se sigue en una gran parte de la documentación
consultada, existen grupos que requieren la adopción de un modelo ligeramente
distinto, como los protocolos notariales. En esos casos, después de la sigla del archivo
se sigue el nombre del notario o escribano, el fondo (en su caso), el notario, la fecha
del documento, su categoría entre comillas, el volumen o libro y los folios.
Asimismo se respetarán otro tipo de siglas adoptadas por las diferentes
instituciones para catalogar sus fondos, sin hacer cualquier alteración, por considerar
que eso adulteraría la referencia y dificultaría su identificación por parte de otros
investigadores.
En cuanto a los grabados, se optó por ofrecer el máximo de información de tal
manera que su descripción se acompaña siempre del nombre de la ilustración, el
autor, la fecha de su producción y finalmente la referencia bibliográfica convencional
52
de la obra en la que se inserta. Respecto a los mapas, la mayoría procede de fondos de
archivos, particularmente del AGI o del AGN, pero también de algunas bibliotecas.
Por eso, se menciona el nombre del documento entre comillas, seguido del autor y
fecha de producción, además de la referencia de archivo completa, o sea, con
indicación de la signatura de la imagen y también de la fuente de donde fue sacada.
Ya para los códices, se optó por atribuir un título a la imagen que refleja los
elementos que se pretendían destacar. En algunos casos este se corresponde con el
capítulo de la crónica en que se inserta, seguido de la indicación del códice y la
referencia bibliográfica propiamente dicha.
Los objetos de museo se citan con el título que le atribuyó la institución en la
que se conserva, seguido de la indicación del nombre del museo y de su número de
inventario entre paréntesis. Finalmente se coloca la fuente de dicha imagen que fue
captada en internet, en algún libro o producida por la autora.
Mediante el uso de fuentes de naturaleza diversa se aspira ofrecer una visión
más amplia del tema, conjugando los métodos de análisis particulares de la
historiografía americanista, de la historia del arte, de la antropología del arte y de la
(mal) designada arqueología histórica.
ESTADO DEL ARTE
El estudio de la producción vidriera en Nueva España aporta datos interesantes
al contexto del desarrollo manufacturero de esta región. Las primeras investigaciones
sobre el tema surgieron bajo la influencia de las teorías marxistas y fue en el marco de
esas corrientes desde las que se prestó mayor atención hacia las iniciativas
preindustriales del período virreinal. Las áreas más trabajadas fueron quizás la textil,
materializándose en obras que las analizaron desde múltiples perspectivas (Bazant
1964: 473-516; Carrera Stampa 1961; Chávez 1936; Miño Grijalva 1983: 521-553;
1998; Salvucci 1982: 397-419; 1992; Viqueira y Urquiola 1990) y la minería
(Brading 2010; Kakewell 1976; Langue 1991: 463-506; Pérez Rosales 1996). Otros
investigadores confirieron un carácter más general a sus pesquisas, enfocándose hacia
la organización gremial (Carrera Stampa 1954; Castro Gutiérrez 1987; González
53
Angulo 1978: 25-36, 1979: 148-159; Pérez Toledo 1996; Santiago Cruz 1960) o sobre
la actividad artesanal (Florescano y Gil 1973; González Angulo 1983; González
Angulo y Sandoval 1980; González Franco, Olvero y Reyes 1994; Mejía 2004;
Romero de Terreros 1923). No obstante, independientemente de la orientación, la
historiografía mexicana y la arqueología histórica han estado desatendiendo
continuamente el vidrio hasta hace muy poco tiempo.
Al igual que sucedió en relación con la cerámica vidriada de Puebla, también
conocida como "talavera poblana" o "mayólica de Puebla", las primeras
investigaciones sobre el vidrio surgieron en el contexto de la exaltación de las artes
populares, quedándose restringidas a esa condición durante varios años. Esa iniciativa
partió de una colaboración estrecha entre las instancias políticas, que trataban de
fomentar un concepto particular de la República Mexicana, y las élites del país. Fue
esencialmente en las diversas instancias académicas donde se construyó y legitimó un
discurso nacionalista que fue capaz de extender su influencia sobre diversos aspectos
de la vida económica y social.
Cuando en 1921 se conmemoró el centenario de la independencia de México y
se organizó una exposición y catálogo titulados Las Artes Populares de México, la
presencia del vidrio se hizo patente en las chaquiras bordadas sobre blusas y huipiles
de mujeres indígenas, sin que se prestara aún una atención individualizada a esta
materia (Murillo 1921). En la concepción de Gerardo Murillo, todo el arte popular era
indígena y lo que pretendía destacar era su ingenio para decorar sus trajes y no tanto
la producción de esos adornos o la manera en como los adquirían.
Fue al año siguiente, cuando se publicó la segunda edición de este libro
(Murillo 1922), que el autor introdujo algunos matices a esa noción, distinguiendo las
producciones de carácter puramente artístico de las artes industriales y las autóctonas
de las exógenas. Esta ampliación del concepto le permitió reconocer la antigüedad de
la manufactura del vidrio en el actual territorio mexicano, vinculándola al universo de
las "artes populares". Eso le impelió a incluir un nuevo capítulo dedicado al tema de
la vidriería.
El concepto fue después desarrollado por Porfirio Martínez Peñaloza, quien
definió el arte popular mexicano en función de unos orígenes prehispánicos y la
influencia española durante el período virreinal. Aunque estos dos elementos
constituyeran las bases de su "esencia", el autor reconoce que sufrió puntualmente
54
otros influjos externos, especialmente del "lejano Oriente" (Martínez Peñaloza 1980:
23-28). En suma:
"De todo lo anterior resulta que el arte popular se origina durante el siglo XVI,
pocos decenios después de la caída - 1521 - de México-Tenochtitlan. En este
proceso dinámico, se pueden mencionar algunas fechas claves: en torno de 1550-
1585, se establecen en Puebla los primeros alfareros; en 1583 se otorga permiso al
Alcalde Mayor de Michoacán para elaborar loza vidriada en Pátzcuaro; en 1542,
también en Puebla, se establece el primer horno de vidrio y en el mismo año se
promulgan las primeras ordenanzas, que fueron las del gremio de Sederos"
(Martínez Peñalosa 1980: 28-29), (negrita de la autora).
Por lo general, se considera que la naturaleza de las artes populares se
encuentra en su concepción como un producto del pasado, con unas características
que deberán permanecer cristalizadas en el presente para guardar la esencia de la
mexicanidad. En última instancia, estas representaban el espíritu de la República
Independiente, lo cual llevó a Gerardo Murillo, más conocido como Dr. Atl, a dedicar
la segunda edición de su obra, escribiendo que "constituye el homenaje oficial del
gobierno de la Republica al ingenio y la habilidad del pueblo de México". Así creó un
vínculo estrecho entre lo que entendió como expresiones "populares" y una noción de
Estado comprometida en mantener esos oficios e industrias.
En la misma línea de pensamiento, Porfirio Martínez Peñalosa atribuyó a las
artes populares la expresión más pura de la sensibilidad nacional:
"La noción de arte popular como sector autónomo de la actividad humana, nace/
con el romanticismo y postuló que la identidad nacional se expresa y se traduce en
las obras artísticas espontáneas, realizadas al margen de la formación académica:
el arte, mejor, las artes populares, en las que se pretendía encontrar, en pureza, la
sensibilidad nacional" (Martínez Peñaloza 1980: 49-50).
Todos estos elementos demuestran como el poder político, en cuanto principal
promotor de la investigación y producción académicas, logró legitimar
científicamente su discurso nacionalista, fuertemente apoyado en las expresiones
materiales pero también sensibles, como la música o la poesía. La dialéctica propuesta
se tradujo en una serie de iniciativas promovidas por los sucesivos gobiernos para
generar las pruebas físicas de tales argumentos. En ese sentido, se promovió la
55
creación de colecciones oficiales de arte popular cuyas labores se encargaron
directamente a Jorge Enciso y Roberto Montenegro. Ese muestrario integraría la
primera exposición de arte popular mexicano que se organizó como parte de las
celebraciones del centenario. Después, sus piezas participaron en diversas
exposiciones en el exterior, donde se fomentaba igualmente una idea sobre la
mexicanidad a los ojos de los extranjeros y que validaba la idea de un "arte nacional"
con características diferenciadas.
El interés por estas expresiones motivó la formación de colecciones
etnográficas en otros países que enviaron antropólogos a México para recoger
muestras de "arte indígena". Entre estas, figuraron objetos hechos con abalorios,
como los collares de cuentas de vidrio "exóticas" de San Pedro Quiatoni (Oaxaca),
sobre las cuales se trabajó desde esta perspectiva en otras ocasiones (Martins Torres
2017a: 23-31; 2018a: 27-51). Todo eso contribuyó a la formación de una idea
extranjera sobre el arte y el indígena mexicano que se expresó en las exposiciones de
los museos y en publicaciones dedicadas al tema como la revista Mexican Folkways,
creada en 1925 o el libro de Frances Toor (1939) sobre The popular arts of Mexico,
editado por primera vez en 1939.
Paralelamente, se trató de fomentar esas artes entre las comunidades indígenas
y en las ciudades con mayor "tradición" artesanal, mediante la educación profesional.
Una de esas medidas tuvo lugar aún en 1910, cuando se crearon las Escuelas de Arte
al Aire Libre, con una orientación popular. Más tarde, la Secretaría de Educación
Pública y el Instituto Nacional Indigenista animaron la formación del Patronato para
las Artes Industriales Populares del que pasó a depender el Museo Nacional de las
Artes e Industrias Nacionales, fundado en 1951.
En lo que concierne específicamente al vidrio, se promovieron los talleres-
escuela que daban continuidad a una labor ancestral con una estructura que se parecía
mucho a una adaptación contemporánea del gremio y que se podría considerar como
un rasgo colonial del discurso nacionalista. A propósito de esta iniciativa escribió
Porfirio Martínez Peñalosa, en un libro editado por primera vez en 1921, en el que
discurría sobre la creatividad del pueblo mexicano. Después de hacer un breve
recorrido sobre la historia del vidrio afirma que:
"El auge que alcanzó la rama que nos ocupa ha dado origen a otros talleres en
diversas poblaciones del país, pero su producción no es muy alta y, por otra parte,
56
casi se limita a la producción de piezas de los talleres importantes ya
mencionados. Para completar este panorama hay que agregar los talleres-escuela
establecidos por el Instituto Nacional de Bellas Artes en Jalapa (Veracruz) y en
Durango (Durango)" (Martínez Peñalosa 1981: 112).
El autor teje aún algunas consideraciones sobre el carácter popular de las artes
del vidrio que, en último análisis, era lo que justificaba el apoyo al sector dentro del
ámbito de las artes populares mexicanas:
"Junto a las piezas sopladas, en Puebla se producían todavía hace unos años,
piezas de vidrio moldeado y prensado. Entre ellas destacaban los recipientes para
la venta de pulque, conocidos con nombres muy populares como "chivos",
"catrinas", "tornillos", etc. que aludían a su tamaño." (Martínez Peñalosa 1981:
113).
Las iniciativas descritas fueron soportadas por un plano de incentivo
económico. El gobierno de México creó, en 1961, el Fideicomiso para el Fomento de
las Artesanía, convertido después en el Fondo Nacional para las Artesanías. Además
se contemplaron apoyos directos de la banca para la producción de las designadas
artesanías, especialmente la Banca Oficial de México, Banco de México S. A., Banco
Nacional de Comercio Exterior S. A. o la Nacional Financiera.
Mediante el proceso descrito se generó una imagen cristalizada del "indígena
mexicano" que oculta la pluralidad étnica cultural del país y que pervive en muchos
ámbitos hasta el día de hoy. Esa diversidad se manifiesta puntualmente en las
expresiones materiales de las artes "propias" de cada sitio, aún cuando su elaboración
resulta de incentivos a la implementación de ciertos oficios "tradicionales" en
comunidades donde estos habían desaparecido hace muchos años. Las elecciones
adoptadas se inspiraron muchas veces en los hallazgos arqueológicos que se iban
produciendo en cada región, como sucedió por ejemplo en Oaxaca respecto a la
joyería, cuyos artífices recibieron formación para reproducir los objetos arqueológicos
recuperados en las tumbas prehispánicas, como se pudo constatar de primera mano
durante nuestras estancias en la ciudad.
En esos años, el gran incentivo a la organización de enciclopedias que
reunieran toda la historia y las artes mexicanas, posibilitó que el vidrio mereciera un
enfoque particularizado que contribuyó a la difusión de una idea sobre la historia del
vidrio americano que coloca al país en una posición destacada en cuanto región
57
pionera en el desarrollo del sector en todo el continente. En los trabajos de Manuel
Toussaint (1973)16, Rubín de la Borbolla (1974), Porfirio Martínez Peñalosa (1980;
1981; 1982) o Romero de Terreros (1951; 1982), la historia de la vidriería aparece
siempre asociada a los hornos de Puebla. Estos fueron considerados el epicentro de
toda la producción en el Nuevo Mundo y, por lo tanto, un motivo de orgullo nacional.
La fuerte proyección de estas obras creó un imagen distorsionada bajo la cual
se quedaron ocultas todas las demás iniciativas que se sucedieron entonces en Nueva
España y en otras partes de América, como si ahí se cristalizara toda la iniciativa
vidriera fuera de Europa en ese período. Asimismo, algunos de esos estudios
analizaron el tema hasta la Edad Contemporánea, creando un discurso lineal que
justificaba la importancia del sector en la actualidad como parte de las industrias
artesanales, sin rupturas destacadas en el tiempo (Álvarez 1960).
En esa línea de pensamiento se podría mencionar aún el enfoque sobre la
manufactura de vidrio proporcionada por el arqueólogo Alfonso Caso (1958: 216-
154) quien, al centrarse en las cuestiones indigenistas y en el arte popular, se refiere a
los pequeños talleres contemporáneos de Texcoco y Guadalajara. Fue en ese contexto
que los establecimientos de vidrio artesanales, presumiblemente herederos de la
tradición colonial, merecieron el apoyo a su desarrollo, contando incluso con soporte
de programas económicos específicos, como ya se señaló. El gran icono de ese poder
"industrial" de "larga tradición" fue la fábrica de Monterrey, creada en 1909 para
surtir el país de botellas de vidrio, y transformada en museo tan solo 80 años después.
Con menor visibilidad pero con actividad continua hasta la actualidad son los
pequeños hornos de vidrio "artesanal" de Guadalajara, instalados en las cercanías de
los talleres de cerámica.
Paralelamente, Gonzalo López Cervantes (1980) produjo una bibliografía
sumaria para el estudio del vidrio pero se trata de una simple compilación de obras, en
su mayoría extranjeras, sobre el tema, sin aportar ninguna reflexión. La antropóloga
Laura Saldivar (1983: 217-232) publica poco tiempo después un artículo sobre el
vidrio y sopladores atribuyendo el inicio de la producción vidriera en Nueva España a
la Ciudad de México, en 1784 y asociada a la actividad de fundición de la Real Casa
del Apartado. Aunque la autora fuera una de las primeras personas en señalar la
16 La primera edición es de 1948 y en esa versión no se incluyó el capítulo sobre el vidrio,
posiblemente porque no era un arte propiamente indígena y al inicio no se le consideró relevante
(Toussaint 1948).
58
capital como un centro vidriero durante el período moderno, ignora la existencia de
talleres dedicados a hacer este material en la ciudad de Puebla hasta 1842. En efecto,
sus reflexiones giran esencialmente en torno a los siglos XIX y XX, momento en que
se asistió a la expansión del sector también en Texcoco, Monterrey y Toluca, así
como las cuestiones laborales.
Este tipo de acercamiento más tradicional al tema fue superado ya en la
década de los 90 del siglo pasado. La investigación de Miguel Ángel Fernández
(1990) tuvo el gran mérito de desmarcarse de esas dinámicas, publicando un
interesante libro sobre el vidrio mexicano en el que analizó varios documentos
inéditos sobre la actividad en Puebla. A pesar de eso, su impacto durante los años
subsecuentes fue algo limitado quizás por la poca distribución que tuvo dicha edición.
Unos años después se publicaba el trabajo de Tessy López y Ana Martínez
(1995: 59-64) que tiene un capítulo dedicado al vidrio en México. Asimismo se
detienen en los antecedentes prehispánicos cuando la obsidiana (un vidrio natural)
servía para hacer diferentes objetos. Sobre el período novohispano se limitan a hacer
una breve descripción del tradicional caso de Puebla y del vidriero Rodrigo de
Espinosa para después dar un salto en el tiempo hacia la fundación de la fábrica de
vidrios de Monterrey y el taller de Camilo Ávalos Razo fundado en la Ciudad de
México en 1889.
Otros avances fueron promovidos por los estudios en el área de arqueología,
particularmente por la designada "arqueología histórica", en el ámbito de la cual se ha
centrado el estudio de los sitios y materiales de período virreinal en México
(Charlton, Fournier y Charlton 2016: 409-428). No obstante, los únicos trabajos
sistemáticos son el libro de Carlos Salas y Patricia López Ignacio (2011) que
presentan una monografía de los vidrios del Ex-convento de la Encarnación y del
antiguo estanco de tabaco en la Ciudad de México17. Los mismos autores cuentan aún
con un capítulo de libro que trata de sistematizar la historia del vidrio y presentar las
técnicas de producción de los objetos vítreos encontrados en el referido convento
(Salas y López Ignacio 2001: 497-513). El artículo publicado por José Roberto Peralta
y María de Jesús Alvízar (2010: s.p.) sobre las cornamusas de vidrio del Real
Apartado18, es esencialmente una investigación con base documental que establece
una interesante asociación entre la actividad vidriera y la producción minera del
17 Ese libro se basa en la tesis de licenciatura de la autora (López Ignacio 2000).
18 El vidrio fue también el tema de la tesis de licenciatura de la autora (Jesús 2007).
59
Virreinato. Sería de esperar, por la formación de la autora, una mayor articulación con
la información recuperada en las excavaciones hechas en el edificio del antiguo
Apartado. Sin embargo, como ha señalado la arqueóloga responsable del proyecto, la
intervención de Salvamento Arqueológico llegó cuando ya las máquinas habían
destruido las estructuras que pudieran existir en el local19. Así, ese artículo constituye
una manera de rescatar la actividad vidriera y su papel estratégico asociado a la
extracción del mineral precioso sin el cual no se puede entender la importancia que
alcanzó el sector.
Cabe aún mencionar la tesis de licenciatura de Enrique Javier Nieto Estrada
(1996) que se centra en cronologías más tardías, recreando el ambiente de una cantina
mexicana a través de los recipientes de vidrio que sirvieron para almacenar y servir
los licores que allí se comercializaron.
Además de los trabajos producidos sobre el vidrio por historiadores y
arqueólogos, han surgido iniciativas de estudiar el vidrio antiguo desde otras
especialidades académicas. El oftalmólogo y profesor de la UNAM, José Peralta
Rodríguez (2005: 6-44; 2013: 2-25) se ha interesado sobre la producción de lentes
para gafas. A partir de eso ha seguido investigando sobre los vidrieros de la Ciudad de
México, considerándose como la persona que actualmente más viene trabajando sobre
la historia del vidrio en el país (Peralta Rodríguez 2018: 3-29). Desde la disciplina de
diseño, María Dolores Vidales Giovanetti (2003: 16-24) se dedicó al estudio de los
envases y su historia, en el marco del cual tejió algunas consideraciones sobre los
ejemplares de vidrio. Fue seguramente a partir de su experiencia e interés por la
materia que presentó interesantes reflexiones sobre "la historia del vidrio en México"
en un capítulo póstumo que integró una obra colectiva sobre la historia del diseño en
México (Vidales 2009: 279-310).
De una manera general, el estado de la investigación actual sobre el vidrio
novohispano repercute en una invisibilidad de esta actividad y de sus creaciones en
las principales discusiones sobre la evolución de las políticas económicas adoptadas
por la Corona, especialmente en relación con el sector secundario. Eso, por no
mencionar el profundo desconocimiento acerca de las fórmulas de vidrio empleadas,
de la estructura laboral y el origen de la población implicada en cada uno de los
19 Información oral de la arqueóloga del INAH. Se ha visto el material recuperado y los vidrios estaban
representados por unos pocos fragmentos de piezas de carácter utilitario, con destaque para un
fragmento de vidrio rojo opaco, posiblemente importado.
60
procesos, o el prestigio social que tuvieron los vidrieros. Tampoco se conoce la
verdadera amplitud de la difusión de esos objetos de vidrio hechos en el Virreinato,
especialmente la dimensión de su mercado interno y externo. Tales informaciones
ayudarían a componer el panorama de la evolución de este arte en la Nueva España y
como ella estuvo fuertemente vinculada con la evolución del conocimiento científico
en América.
En lo que concierne a los abalorios, se ha observado que los primeros
acercamientos al tema siguieron de cerca las mismas tendencias señaladas para la
investigación del vidrio. Los profesionales que se interesaron inicialmente sobre esas
piezas fueron historiadores del arte que se encontraron con objetos compuestos por
cuentas. Sus estudios trataban esencialmente sobre las designadas "artes populares" en
los cuales se definió un campo de investigación volcado hacia las ropas y alhajas
indígenas. En ese ámbito cabe destacar los textos producidos por Teresa Castelló
Yturbide y Carlota Mapelli Mozzi (1965; 1998) sobre el traje indígena y la chaquira
en México. La etnografía ha volcado también su mirada hacia este tipo de expresiones
materiales, mereciendo especial atención la publicación de Donald Cordry y Dorothy
Cordry (1968) sobre los trajes indígenas mexicanos. El trabajo nació del interés
coleccionista de Estados Unidos por las evidencias materiales de las artes populares
mexicanas, lo cual se materializó en la financiación de viajes que tenían la finalidad
de reunir un conjunto de objetos que incorporarían las colecciones de museos
norteamericanos. Las demandas de esas instituciones y sus expectativas
condicionaron claramente las elecciones y la mirada de estos antropólogos recién
formados, comprometiendo los resultados de sus investigaciones.
Específicamente sobre las alhajas de vidrio, Mary Davis y Greta Pack (1963)
presentaron una retrospectiva sobre la historia de la joyería mexicana desde la
antigüedad hasta prácticamente la actualidad donde incluyeron algunos ejemplares
hechos con estos adornos. Otros autores optaron por enfocar el tema desde una
perspectiva regional como queda patente en los trabajos de Beatriz Barba de Piña
Chan (1960), Lina Ordena Muñoz (1972), o aún Gerd Dörner (1962) quién trató el
tema desde las artes folclóricas. En todos ellos se hacen alusiones puntuales a las
cuentas de vidrio sin que el tema mereciera una atención particular.
Por lo general, las obras citadas asociaron las cuentas de vidrio a la joyería
"popular", por considerar que se trataba de un material menos noble que ofrecía una
61
alternativa barata para aquellas personas que disponían de menores recursos
económicos en los que invertir en prácticas de ostentación. Este campo de estudio
ofreció una visión alternativa a las tradicionales investigaciones enfocadas en las
alhajas de diseño, ampliando el conocimiento sobre este aspecto de la cultura
material. No obstante, el nuevo enfoque tuvo el efecto pernicioso de encasillar
definitivamente a los abalorios en la categoría de complemento más propio de las
clases humildes que de las élites. Quizás aún más grave es que, al percibir el consumo
de estos adornos como tal y observar su uso entre diversos grupos indígenas, se
asociaron esas personas a los sectores más pobres de la población. Eso no se
corresponde necesariamente con las dinámicas observadas en la documentación
novohispana ni con el esfuerzo que hicieron algunos individuos por adquirir joyas de
valor elevado.
Probablemente las ideas plasmadas por los referidos autores han contribuido a
que la chaquira se consolidara como uno de los aspectos más característicos del traje
de la china poblana desde inicios del siglo XX, cuando su figura adquirió el aspecto
que tiene hoy día (Martins Torres 2016a). A título de ejemplo, véase el número de la
revista Artes de México, coordinado por Roshni Rustomji-Kerns y Ofelia Murrieta
(2003) dedicado enteramente a este personaje. Sus páginas se encuentran ilustradas
por un sinnúmero de imágenes de blusas y faldas bordadas de chaquira mediante las
cuales se construye la silueta que encarna el estereotipo de la mujer mexicana de los
estratos populares.
Esta tendencia a asociar las cuentas de vidrio a las joyas y la estética propia de
las clases humildes no se circunscribió al ámbito mexicano sino que en España, por
citar un ejemplo cercano, el estudio de los ejemplares de Época Moderna surgió
también desde el interés por las expresiones de la moda popular, en el ámbito del cual
se quedaría circunscrito hasta prácticamente hoy día. En este campo, merece la pena
destacar las publicaciones sobre las colecciones del antiguo Museo del Pueblo
Español realizadas por Carmen Baroja (1945) Juan de Contreras (ca. 1950a; ca.
1950b; ca. 1950c) y Concepción Alarcón Román (1987). Otros autores se acercaron al
tema desde una perspectiva regional, tal como sucedía en México, como por ejemplo
María Lena Mateu Prats (1984; 1985), Carlos Piñel Sánchez (1998), María Antónia
Herradón (1996; 2005), o aún Olga Cavero y Joaquín Alonso (2002). Los autores han
dado a conocer diversos tipos de alhaja, discurriendo sobre aspectos formales y
62
asociando el uso de muchas de esas joyas al universo de las creencias religiosas y la
protección del cuerpo contra algunas dolencias.
En suma, en España el estudio de las cuentas modernas se ha enmarcado en el
ámbito de la joyería, dejando a la arqueología únicamente la investigación sobre los
ejemplares prerromanos, esencialmente a partir de los años 90 (Ruano 1995; 1996).
Mientras tanto, en México el interés por indagar sobre estos objetos mas allá del
soporte en los que se utilizaron quedó plasmado en la obra póstuma de Isabel Kelly
(1992) sobre las cuentas de vidrio en la conquista de México. Su trabajo se basó en
una revisión crítica de las crónicas y de los registros de mercancías conducidas en los
navíos de la flota para reflexionar sobre la introducción de estos objetos en las
primeras décadas de la conquista y colonización de la Nueva España. A pesar de
constituir una investigación notable y estar escrita en inglés, no ha tenido ninguna
repercusión en los trabajos posteriores que se han publicado sobre el vidrio en
México, ni tampoco en las investigaciones basadas en los hallazgos arqueológicos en
el actual territorio de EEUU.
Fue en ese país donde surgieron las primeras iniciativas de estudiar los
abalorios recuperados por los arqueólogos en diferentes contextos de ocupación
española. Pero antes de exponer esas primeras contribuciones cabe aclarar que esa
práctica se enmarcó en una tendencia más amplia que condujo a la formación de
colectivos enfocados en identificar, catalogar e investigar sobre los varios tipos de
cuentas usadas a lo largo del tiempo en diversas partes del mundo. Así surgió en
EEUU la Society of Bead Researche, fundada en 1982 y en el seno de la cual se
promovió la publicación de una revista dedicada al tema, a partir de 1986, la BEADS:
Journal of the Society of Bead Researchers. En la misma senda se creó la Beads
Society of Great Britan, en 1989, aunque su repercusión en los estudios de cuentas de
vidrio ha sido considerablemente inferior. De los años 80 es también una obra que
trató de recopilar todos los tipos de cuenta desde 30.000 a.C. hasta el presente, de
Lois Sherr Dubin (1987) que ha tenido ya varias reediciones. Aunque esta década
marcara un cambio de enfoque, las cuentas seguían despertando la curiosidad
académica sin librarse verdaderamente de su concepción como objeto exótico o
curioso mediante el cual acercarse a otros diferentes.
Las sucesivas investigaciones arqueológicas de Marvin Smith (1983) y de este
autor con Mary Elizabeth Good (Smith y Good 1982) han contribuido a diluir esta
visión fetichista, particularmente sobre los ejemplares usados en la Nueva España.
63
Algunos trabajos se enfocaron en el estudio de las cuentas utilizadas en los primeros
momentos de contacto entre los europeos y las poblaciones indígenas, como pudo ser
el campamento de Hernando de Soto cuyos vestigios materiales dejaron constancia
del uso de unos abalorios que fueron estudiados por Fred White (2013: 49-92). De
igual manera Robert Mallouf (1999) señaló la presencia de ejemplares globulares de
color azul en el Cielo Complex (Chihuahua), en niveles arqueológicos del mismo
tipo.
Por otra parte, el desarrollo de la arqueología náutica y subacuática ha
documentado la presencia de estos objetos entre la carga de diversos navíos que
revelan el papel de esas piezas en las relaciones comerciales de América con Europa o
Asia. En ese ámbito se podría citar el controvertido trabajo de Greg Stemm, Ellen
Gerth, Jenette Flow, Claudio Lozano Guerra-Librero y Sean Kingsley (2013) sobre el
navío de tierra firme que se hundió en Isla Tortuga, en el estrecho de Florida en el año
de 1622.
Los resultados de las campañas realizadas en las antiguas misiones españolas
en el actual territorio de EEUU, han puesto igualmente de manifiesto la importancia
que alcanzaron estos materiales entre los artefactos importados. Muchos de los
autores han intentado identificar los centros productores de los ejemplares
recuperados y se ha explicado su presencia con base en el comercio internacional.
Algunos de los trabajos más significativos sobre el tema fueron escritos por Kathleen
Deagan (1987) sobre la Florida y el Caribe; por Elliot Blair, Lorann Pendleton y Peter
Francis Jr. (2009) basado en una enorme colección excavada en la isla de Santa
Catarina, o aún por Jeffrey Mitchem (1993: 399-417) quien se centró en el estudio de
las cuentas y pendientes de la misión franciscana de San Luis de Talimali (Florida)
aunque su interés apuntara fundamentalmente a los usos y significados de esas piezas.
Las investigaciones citadas contribuyeron de manera decisiva al avance de
nuestro conocimiento sobre el tema de las cuentas de vidrio, no obstante sus
reflexiones resultan algo limitadas por el manejo de una bibliografía producida fuera
de México y publicada fundamentalmente en inglés. Eso ha contribuido a que no se
consideraran los enormes avances que se han generado en los países de habla hispana
sobre las redes de comercio centradas en la Nueva España, o aún sobre los centros de
producción vidriera en los dominios de la Corona. Esta práctica, asociada a una visión
académica incapaz de liberarse verdaderamente de un pensamiento colonial, han
contribuido a que en ningún momento se contemplara la existencia de una producción
64
interna mas allá de ponderar una eventual manufactura peninsular que daría respuesta
a la presencia de ejemplares diferentes a los que han sido producidos en los
principales centros vidrieros europeos. Fue precisamente esta idea la que se trató de
contradecir en una publicación sobre las cuentas de vidrio encontradas en la
excavación arqueológica del antiguo Convento de la Encarnación, en la Ciudad de
México (Martins Torres 2018b), lo cual se demuestra de manera más sólida a lo largo
de la presente investigación. Aún sobre contextos arqueológicos mexicanos cabe
destacar el informe producido por Stacie King, Elizabeth Konwest y Alex Elvis
Badillo (2012) sobre una intervención arqueológica que realizaron en Nejapa en el
año 2011 y donde recuperaron una importante colección de cuentas de vidrio en
contextos funerarios indígenas. En suma, de manera genérica las cuentas de vidrio
raramente merecieron una atención destacada o un análisis integrado capaz de poner
en valor los hallazgos realizados por todo el país. Durante mucho tiempo se
menospreciaron los registros arqueológicos de contextos virreinales y, dentro de
estos, el vidrio fue siempre considerado un aspecto menos relevante por su reducida
presencia en los yacimientos en relación a las cerámicas, por ejemplo.
En otros países por los que se extendió el territorio novohispano, el interés
arqueológico por estos objetos ha tenido igualmente un carácter puntual. En
Guatemala, por ejemplo, Irma Carolina Díaz Samayoa (1999) ha trabajado sobre los
vestigios provenientes del antiguo convento de Santo Domingo de Antigua
(Guatemala). La autora lanza algunas luces al respecto de la vida de esas personas que
se orientaron por normas distintas a las de los seglares, capaces de generar dinámicas
de ostentación particulares que se reflejaron en los restos materiales recuperados
como los abalorios.
En Belice, se podría mencionar el trabajo de David Pendergast y Elizabeth
Graham (1993: 345-346) quienes han documentado el uso de cuentas en contextos
funerarios en los sitios de Tipu y Lamanai, donde aparecen asociados a individuos
jóvenes. También Maxine Oland (2009; 2014) se detuvo en contextos indígenas,
dedicándose a estudiar los materiales recuperados en la villa maya de la Laguna
Progreso. En ese ámbito desarrolla una interesante discusión sobre la presencia de
cuentas y pendientes de vidrio de los siglos XV a XVII. Este tipo de artefacto fue
recuperado también en la sucesivas etapas de excavación en Lamanai, publicados
primeramente por Marvin Smith, Elizabeth Graham y David Pendergast (1994), y
después por Scott Simmons (2006). Ya en Panamá cabe destacar que las cuentas de
65
vidrio incorporaron trabajos más amplios enfocados en contextos arqueológicos
relacionados con la trata de esclavos, como el de Felipe Gaitán Ammann (2012).
El panorama presentado no hace más que poner en evidencia el escaso
conocimiento sobre las cuentas de vidrio de la Nueva España y la necesidad de
desarrollar estos estudios desde una perspectiva conectada que resulte de un diálogo
fructífero entre académicos de diferentes países y de áreas distintas.
OBJETIVOS
La presente investigación persigue dos objetivos generales que son
transversales a todos los demás. En primer lugar, proponemos superar una visión
nacionalista y eliminar las marcas del pensamiento colonial para construir una nueva
historia de la vidriería novohispana en la cual se destaca el papel particular de la
manufactura de abalorios. En segundo lugar, planteamos entender los procesos
mediante los cuales se construyó el significado atribuido hoy día a las cuentas de
vidrio novohispanas y, consecuentemente, a los ejemplares contemporáneos que se
consideran herederos de una tradición colonial. Con eso pretendemos volver a mirar
hacia el pasado y percibir los abalorios en las fuentes seleccionadas sin el peso de los
filtros impresos a lo largo del siglo XX.
La tesis que sustenta esta investigación parte de la idea de que la
implementación y desarrollo de la vidriería novohispana, particularmente la
manufactura de abalorios, no se puede entender de manera aislada sino que mantuvo
una estrecha relación con las tendencias que afectaban al sector en otras partes del
mundo. En ese sentido, se propone situar el caso novohispano en el contexto más
amplio de los espacios dominados por la Corona y de los modelos adoptados en cada
momento para gestionar y administrar sus territorios, pero también ponderar la
interferencia de factores externos con los que tuvo que lidiar permanentemente. Se
parte de la creencia de que el nuevo orden mundial que caracterizó las experiencias
diversas ocurridas a partir de la que viene siendo designada como la primera
globalización, implicó flujos multidireccionales que actuaron de manera recursiva
entre lugares físicos muy distantes entre si.
66
Para desarrollar un discurso alternativo a la tradicional historia del vidrio
novohispano - centrada en el caso poblano y en la reivindicación de la
excepcionalidad del Virreinato en el contexto americano - y atender a los enunciados
señalados, optamos por centrar la atención en las conexiones y redes establecidas a
través de la actividad de los vidrieros y del comercio de sus productos. De esa manera
pretendemos situar la vidriería novohispana en el contexto más amplio en que se
enmarcó, o sea, en las tendencias que afrontaba el sector en el territorio hispánico y a
nivel mundial, particularmente en Europa, América y Asia.
En ese ámbito hemos planteado los siguientes objetivos específicos:
• Determinar el origen de los abalorios consumidos en el Virreinato y entender
de qué manera la demanda local repercutió en las opciones de producción y en
la evolución del sector en los principales centros exportadores europeos. En
ese cuadro se busca subrayar las particularidades de la manufactura de esos
géneros en los reinos peninsulares que disfrutaron de una posición privilegiada
en esas relaciones.
• Apreciar el papel que desempeñaron los abalorios en los primeros contactos
entre europeos y americanos a través de los textos producidos por ambos,
destacando los encuentros y desencuentros que suscitaron los diálogos
mediados por esos objetos.
• Entender los procesos mediante los cuales se implementó la vidriería en la
Nueva España y el papel del sector en las estrategias adoptadas por la Corona
para la colonización y poblamiento de ese territorio.
• Identificar si el consumo de abalorios derivó en la emergencia de una
especialidad dedicada a hacer ese tipo de objeto.
• Recuperar el nombre y las vidas de las personas que protagonizaron las
primeras iniciativas de producir el vidrio en la Nueva España para destacar
aspectos tales como su entorno social, las dificultades con que se encontraron
y su ingenio para superarlas.
• Destacar el protagonismo y recuperar agencias de grupos que han sido
ignorados hasta ahora por la historiografía del vidrio novohispano,
particularmente de las mujeres, la población nativa, o aún los grupos
poblacionales vinculados a entornos de origen asiático y africano.
• Descifrar las redes que establecieron esos profesionales.
67
• Destacar las raíces y/o la originalidad de la vidriería novohispana.
Hemos decido que para facilitar la lectura de esta tesis lo más conveniente es
presentarla en dos volúmenes. En el primero se exponen y desarrollan todas las ideas
principales mientras que el segundo volumen se reservará a los elementos que se
consideran como anexos y que se incluyen además del índice general y otros índices,
las figuras, las tablas, los gráficos y un glosario a los que se alude a lo largo del
primer volumen.
68
69
CAPÍTULO 1
LA MANUFACTURA DE ABALORIOS EN EUROPA DURANTE
LA ÉPOCA MODERNA Y SU IMPACTO EN LA PRODUCCIÓN Y
CONSUMO NOVOHISPANO
Las cuentas de vidrio se introdujeron por primera vez en América por mano de
unos europeos y fueron ellos los protagonistas de los experimentos iniciales para
producir ese material en Nueva España. Con esta afirmación no se pretende
menospreciar las agencias de las poblaciones autóctonas en tales procesos. Tan solo
se quiere destacar que el carácter novedoso de este arte para las poblaciones
originarias implicó necesariamente que el grupo de "españoles", que disfrutaba de ese
conocimiento o que controlaba las rutas comerciales, tuviera inicialmente un papel
preponderante en la producción y comercio de objetos de vidrio.
La estructura política en que se enmarcó la administración del territorio a
partir de la conquista lo vinculó a la monarquía hispánica, más precisamente a las
Coronas de Castilla y Aragón. Desde entonces se estableció una conexión estrecha
con Europa que se reflejó en los diferentes ámbitos de la experiencia de los
habitantes, condicionando sus vidas y su entorno. Si para esas personas el mundo se
configuró de una manera muy distinta a la que concebían originalmente, su capacidad
de influir en el exterior fue también subrayable, aunque frecuentemente olvidada por
una historiografía tendencialmente eurocéntrica. Las cuentas de vidrio fueron
solamente uno de los objetos a partir de los cuales se unieron sus historias.
Para entender los procesos de implementación y desarrollo de la vidriería en
Nueva España, se requiere conocer primero las diferentes realidades que afrontaba la
manufactura de abalorios en el espacio estrictamente europeo, desde donde se
expandió a América. Sobre este tema existe una amplia bibliografía, publicada
esencialmente por arqueólogos e historiadores del arte, centrada en el estudio de casos
específicos y cuyo enfoque raramente traspasa las barreras definidas por las fronteras
políticas actuales. Por ese motivo, se hace necesario un trabajo de síntesis que aborde
ciertas problemáticas de manera más dilatada y establezca relaciones con el fenómeno
70
de expansión de este arte en el continente americano, en sus usos y costumbres pero
también en sus manufacturas.
Nuestra intención es destacar los flujos entre ambos espacios. Se defiende que
las estructuras virreinales en las que se insertaron la actividad del sector (como el
modelo de gremios adoptado por los productores de abalorios) y las opciones de vida
de sus protagonistas, se vincularon a problemáticas que afectaron todo el mundo
occidental. De tal modo fue así que, en la observancia de las especificidades de las
manufacturas europeas expresadas en este capítulo, se cree poder distinguir las bases
del comercio de importación de esos géneros en el Virreinato, o aún la producción
interna que se tratará en los capítulos siguientes.
A la par, sostenemos que la conquista y colonización española de América
tuvo repercusiones en el sector vidriero peninsular pero sobre todo en otros países
europeos, donde el crecimiento del mercado consumidor significó una oportunidad de
negocio para los tradicionales centros productores. Creemos, además, que la nueva
coyuntura contribuyó sustancialmente al surgimiento de más talleres en diferentes
ciudades y que, en algunos casos, motivó una adaptación de su producción a la
demanda externa, como la que representaron los diferentes grupos socio-culturales
novohispanos. Sus gustos diferenciados se relacionaron con factores de orden diversa
ya que bajo parámetros estéticos o supuestos condicionantes económicos se esconden
prescripciones sociales y religiosas, especialmente relevantes en entornos multiétnicos
como el que caracterizó el Virreinato. Las características de las piezas en uso, algunas
de gran calidad, exigen ponderar la contribución novohispana al incremento global de
los centros manufactureros y su producción de abalorios, pero también al espionaje
industrial y los intentos de mejorar sus fórmulas para volverse más competitivos.
En ese sentido optamos por señalar los medios de elaboración y distribución
de los principales centros manufactureros identificados hasta el momento en Europa,
o sea, Italia, las Provincias Unidas de los Países Bajos, Alemania, el Reino de
Bohemia, Inglaterra y Francia. Se incluyen también a esas reflexiones los reinos
ibéricos, que entre 1580-1640 se encontraban conectados políticamente bajo la unión
dinástica. Ambos desempeñaron un papel destacado en los procesos de expansión
europea pero la historiografía dedicada al estudio de la manufactura y ejes de
circulación de abalorios raramente las considera en sus análisis. Así esperamos
contribuir a entender los escenarios por los que circularon los abalorios en el mercado
virreinal, asociados a las redes comerciales por las que lograron penetrar o a la
71
reputación que alcanzaron las creaciones de cada lugar. Del mismo modo, destacamos
los flujos en sentido inverso, o sea, sobre el impacto del gusto y demanda
novohispanas en las manufacturas europeas y en sus redes de distribución.
Para ello, hemos optado por hacer una revisión bibliográfica de los textos de
historia y arqueología que inciden sobre contextos europeos, conjugando esos datos
con los nuevos elementos aportados por una investigación personal en archivos y
museos. Esta se centró en profundizar las características del sector del vidrio en la
península ibérica, habiéndose consultado algunos de los fondos preservados en las
capitales portuguesa y española. Por otra parte, se incorporaron datos recopilados en
México para destacar el alcance que tuvieron los abalorios importados desde Europa a
través de sus registros documentales.
En lo que concierne a las publicaciones especializadas, el análisis global
estuvo condicionado al interés y enfoque que cada autor consultado concedió a sus
trabajos, generando una amplitud de aspectos tratados de manera desigual en cada
región sobre la que incide este capítulo. En relación a las fuentes escritas se presentan
igualmente algunas limitaciones a su interpretación. Ellas proporcionan una idea más
clara acerca de la difusión de esos géneros en el territorio de la Nueva España pero, la
diversidad de contextos en que se produjo la documentación y de sus autores,
representan el empleo de diferentes criterios de registro. Solo en contadas ocasiones
se describen los abalorios con referencia a su procedencia, pudiendo conferir un
imagen distorsionada de sus principales centros proveedores. Por ese motivo, la
mayor o menor representatividad de una región en el computo general corresponderá
esencialmente a criterios de naturaleza subjetiva, como el prestigio, que hacían
necesario enfatizar su origen o que se trataba de un producto diferenciado.
1.1. ITALIA Y LA REPÚBLICA VENECIANA
En la península itálica la producción de vidrio se realizó en varias de sus
ciudades pero Venecia y Murano fueron, sin duda alguna, los centros más destacados.
Durante la Edad Moderna su fama se extendió por todo el mundo, y el sector se
mantuvo activo hasta la actualidad, despertando la curiosidad de los investigadores
contemporáneos que buscan el origen de ese arte o su impacto en otras partes. Aunque
72
existe una extensa bibliografía sobre el tema, esta investigación se centrará
exclusivamente en los aspectos que de alguna manera interesan al estudio del
contexto novohispano. Se destacará su capacidad de producir y exportar las cuentas
pero también la circulación de mano de obra y de los conocimientos científicos que
pudieron influir en las creaciones del Virreinato.
Para comprender las cuestiones señaladas es fundamental tener presente la
estructura de producción de cuentas en Venecia, en la transición de la Época
Medieval a la Modernidad, cuando se crearon las bases de su sistema gremial. En su
evolución se vislumbran los permanentes reajustes a que estuvo sometida para
adaptarse al mercado consumidor y a los cambios motivados por los procesos
expansionistas europeos.
Del mismo modo, destacamos los mecanismos de regulación que permitieron
que esa ciudad mantuviera el monopolio del sector hasta que la circulación de los
especialistas o de sus conocimientos se volvió inevitable. El papel protagonista de
Venecia en el contexto europeo se materializó en el fuerte impacto de su estructura
productiva en prácticamente todo el continente, sirviendo de modelo a otras ciudades.
Tales circunstancias ponen de relieve el telón de fondo de la comercialización de
estos géneros en la Nueva España y el contexto en que se desarrolló su producción
local. Por eso, excepcionalmente, el análisis requiere un desplazamiento temporal
mayor, para rescatar los factores estructurales que se fueron diseñando a larga escala.
Según Astone Gasparetto (1958: 182), las primeras referencias conocidas
sobre la manufactura de abalorios en Venecia datan de 1268. En esa época los
artesanos integraron el gremio de los cristalleri que tallaban todo tipo de objetos
realizados en piedras duras y vidrio.
A partir de 1284, el crecimiento del consumo motivó la separación de las
diferentes especialidades. Dentro de ese grupo se distinguieron los profesionales de
Arte Minuta en el que se incluyeron exclusivamente los individuos dedicados a tallar
cuentas, independientemente de las materias primas empleadas. Eso provocó
tensiones permanentes entre los que trabajaban con el vidrio y aquellos que lo hacían
con pedrería porque los vidrieros trataban de imitar las piedras preciosas y competían
por el mismo nicho de mercado.
Las perlas y piedras de imitación (variselli) llegaron a disfrutar de un
reconocido prestigio, rivalizando directamente con las originales, incluso entre las
familias más adineradas de Europa, y más tarde también en América. El conflicto de
73
intereses solo se normalizó siglos después, cuando la producción de abalorios se
separó definitivamente del gremio de los cristalleri en 1604.
A pesar de todo, el crecimiento del mercado a una escala cada vez más amplia
exigió la permanente actualización de los vidrieros. En el siglo XIV, bajo la influencia
del estrechamiento de los contactos de Venecia con Bizancio y el Mediterráneo
Oriental, la ciudad se volvió una de las principales proveedoras de cuentas de vidrio a
lo largo de toda esa línea marítima y en el Levante20.
Paralelamente, se asistió al perfeccionamiento de las formulas para lograr
mayor competitividad y obtener ejemplares capaces de confundirse con piedras
preciosas21. En este sentido se creó, en 1308, el gremio de los margariteri, dedicado a
la manufactura de cuentas cortas y pequeñas, también conocidas como rocailles o
granos. La técnica aplicada en esos casos consistía en cortar la barra de vidrio
previamente elaborada, obteniendo así pequeñas secciones que se redondeaban
mediante ferraza para darles la forma de cuenta. Este acabado residía en colocar las
cuentas en un recipiente de hierro relleno de ceniza o una mezcla de cal y carbón para
que, al removerlos sobre el fuego, tomaran forma.
En 1486 se fundó un nuevo gremio, el de los paternostri, y los varios trabajos
sobre el tema demuestran que sus artesanos se especializaron en la producción de
cuentas alargadas y más elaboradas, compuestas por sucesivas capas de vidrio de
diferentes colores, como los tipos Nueva Cádiz22 y chevron (Barovier 1982a: 22-25,
1982b: 20; Canella 2006: 117-187; Dubin 1988: 90; Moretti, Salerno y Tomasi 2004;
Zecchin 2005: 77-92). Dicha iniciativa no significó una nueva producción sino que
congregó un conjunto de especialistas que venían trabajando desde mucho antes. La
primera referencia conocida a las cuentas paternostri es de 1338, aludiendo a los
pequeños globos de vidrio perforado que imitaban las cuentas de ámbar, de cristal de
roca y diamantes falsos que se ensartaban en los rosarios. Estos objetos de oración
eran bastante solicitados en Venecia por los peregrinos de Jerusalén y probablemente
esa demanda motivó el surgimiento de dicha especialización.
20 Hasta aproximadamente el año 1300 no se produjeron regularmente cuentas en los hornos
venecianos de vidrio y el consumo interno se satisfacía con recurso a la importación de ejemplares
desde Flandes, Inglaterra o el Mar Negro (Sleen 1967: 107).
21 En todos los manuales de vidriero, presentados por los artesanos cuando hacían su examen para
ingresar al gremio, figuraban múltiples advertencias y diferentes fórmulas para obtener el vidrio
translúcido de colores, a modo de rubíes, topacios, etc.
22 Su nombre deriva de la antigua ciudad de Nueva Cádiz, en la isla de Cubagua, actual Venezuela,
donde se encontró este tipo de cuenta por primera vez. Este puerto tuvo un importante actividad entre
los años de 1498-1545.
74
El sistema gremial de estas especialidades ha sido estudiado en profundidad
por Carlo Belfanti (2004: 569-589). El autor demuestra el lugar destacado de los
abalorios dentro del sector vidriero y también la enorme dimensión del negocio. Eso
explica el deseo de las autoridades en mantener el monopolio de su producción y
comercialización, traduciéndose en un fuerte control sobre la circulación de los
especialistas. Para ello, se implementó un sofisticado mecanismo de vigilancia que
incluyó la contratación de funcionarios dedicados exclusivamente a inspeccionar el
traslado ilegal de mano de obra, castigando de igual manera a los artesanos y a
aquellos que los ayudaban a evadirse23.
La coyuntura proteccionista señalada culminó con la circunscripción los
vidrieros venecianos a la isla de Murano, en el año de 1291. Bajo el auspicio del
excesivo consumo de madera y el riesgo de incendio en Venecia, se trasladaron los
especialistas a un lugar en el que se les podría vigilar y su capacidad de dispersión era
más limitada. Durante mucho tiempo, los vidrieros ocuparon importantes cargos
políticos y se implementó un sistema de autogobierno que gestionó los conflictos de
interés entre la esfera política y la capacidad de expansión de estos artesanos. El
peligro de incendio parece haber sido tan solo una excusa y la prueba de ello es que la
producción de piedras falsas, como sector estratégico, se mantuvo dentro de la ciudad,
elaborándose en pequeños hornos que seguían bajo el control estricto de las
autoridades (Juárez 2012a: 285-296).
El aparato descrito sostuvo, durante mucho tiempo, el florecimiento del sector
en la República Veneciana asociado al mantenimiento de la dependencia externa.
Pero a partir de los siglo XV y XVI la demanda alcanzó una escala mundial que
planteó nuevos desafíos. Los procesos expansionistas europeos motivaron la apertura
de más vías por las que estos objetos podrían circular e intercambiarse por mercancías
curiosas. Ellos generaban altos márgenes de ganancias, figurando permanentemente
entre la carga de los navíos que viajaban en las rutas inauguradas. Entre los varios
destinos que tuvieron, se destacó el Nuevo Mundo, apareciendo en los registros de la
flota desde inicios del siglo XVI24.
23 Tal situación motivó la transferencia de conocimientos de padres a hijos, instaurándose auténticas
casas de vidrieros. Tomemos como ejemplo la familia Barovier, conocida por la producción de un
vidrio tan puro que se parecía al cristal de roca. A mediados del siglo XV/XVI, se hacían en sus talleres
las cañas de “roseta” que luego se usaban para moldear cuentas. Sobre la estancia de Domingo
Barovier en España véase el trabajo de Justina Rodríguez García (1988: 475-500).
24 Entre 1592 y 1593 se hicieron varios envíos a América de mazos de cristalina de Italia (Kelly 1992:
256-257).
75
Esta coyuntura generó tensiones importantes, ya que el valor estratégico de los
abalorios ocasionó un enorme interés en su producción. Prácticamente todas las
potencias involucradas en el comercio intercontinental se esforzaron en fomentar el
sector, aumentando así sus márgenes de beneficios. Otras regiones trataron de
participar de modo indirecto en ese negocio, implementando talleres y convirtiéndose
en una alternativa a Italia en el aprovisionamiento de cuentas de vidrio.
El incremento de las manufacturas europeas se basó en la atracción de mano
de obra italiana, como se verá más adelante. Aunque la circulación de especialistas
fuera anterior y ocurriera de modo puntual, a partir del siglo XVII las técnicas
típicamente venecianas se difundieron un poco por toda Europa Central 25 ,
esencialmente en lo que es actualmente Holanda, Alemania, Francia e Inglaterra. El
fuerte mecanismo de control creado por las autoridades de Venecia se reveló entonces
insuficiente y no pudo evitar la proliferación del vidrio a la façon de venise ni la fuga
de sus artesanos.
Al inicio, la asimilación se produjo lentamente, supuestamente porque los
profesionales que optaron por emigrar fueron los menos cualificados y su capacidad
para traspasar las dificultades planteadas en un contexto ajeno era algo limitada. Al
tratar de hacer el vidrio en otro sitio, los artesanos tuvieron que adaptar la temperatura
de sus hornos a las nuevas condiciones climatológicas y reajustar sus fórmulas a los
ingredientes disponibles. Uno de los principales obstáculos señalados por los
investigadores fue precisamente la falta de sosa26 y la necesidad de comprarla fuera.
Quizás el peso de este argumento deba ser relativizado a la luz de los nuevos datos
disponibles, puesto que hoy día se sabe que Venecia también importaba esta materia,
especialmente desde Valencia y Alicante. En ese ámbito, cabe señalar las palabras de
Gaspar Escolano (1560-1619), escritas en 1610, que hablan de un comercio de barrilla
destinado a producir el vidrio de Venecia y también de una alga, que crecía en los
mares de Alicante, que se enviaba a esa misma ciudad para trasportar las piezas sin
que se quebraran. De tal modo, que ambos productos regresaban luego a España,
donde se consumían los vidrios venecianos:
25 La mayoría de los vidrieros venecianos tenían como primer destino la ciudad belga de Amberes y de
ahí se dispersaban por los diferentes reinos europeos. Sin embargo, con la Guerra de los Treinta Años
(1618-1648) el papel central de esta ciudad fue substituido por Lieja.
26 Lo mismo que barrilla o ceniza de soda, que se utiliza para producir el vidrio y también para hacer
jabón.
76
"Lo mas estimado della [barrilla], es ser la materia de que se forma el vidrio
christalino en Venecia, passandola en massa los muchos mercaderes que la cargan
en el puerto de Alicante. (...). Como la naturaleza comunicó a nuestro Reyno la
Barrilla, que es la materia del vidrio, acudio a criar en la costa de su mar la Alga,
que es una yerva marina, de suyo vilisima [sic.], como lo canta e Adagio Latino
(vlior alga) pero precisamente importante para llevar envuelto en ella el vidrio de
unas naciones a otras, sin lesión ni peligro de recibirla. De suerte que igualmente
cargan de ella y de la barrilla para Venecia, y hecho el vidrio, vuelven a dar juntas
las vueltas para España." (Escolano 1610: 666-667).
Asimismo, para evitar los costes de las importaciones, se intentó encontrar
materiales autóctonos que sustituyeran los usados tradicionalmente. Se realizaron
varios experimentos, pero no siempre resultaron en objetos de calidad. Dichos
inconvenientes llevaron a muchos artesanos a regresar después de pequeñas estancias,
favoreciendo la permanente actualización de la industria italiana con relación a las
nuevas técnicas que se desarrollaban en los Países Bajos, su principal rival
(Drahotová 1990: 65).
La competencia se volvió cada vez más preocupante pero, como demuestran
las investigaciones de Francesca Trivellato (2000, 2008: 199-231), Murano logró
mantener su posición preponderante durante algún tiempo. Para eso optó por conferir
una gran flexibilidad a los gremios, permitiéndoles adaptar sus producciones a las
demandas del mercado internacional. Todo indica que dichos profesionales invirtieron
considerablemente en la permanente innovación y renovación tecnológica para
detentar la primacía en la calidad.
Solamente a finales del siglo XVII-inicios del XVIII los venecianos se
enfrentaron a una amenaza significativa en Europa. La mejora de la calidad de los
ejemplares extranjeros puso en riesgo la principal garantía de éxito de los abalorios
muraneses en el mercado de exportación. Eso fue especialmente significativo cuando
George Ravenscroft patentó el flint glass en Inglaterra (1676) y, pocos años después,
supuestamente Johann Kunckel descubriera la fórmula del cristal al sustituir la sosa
por la potasa27. Se ponía así termino a la supremacía veneciana basada en la
27 La sosa es un hidróxido de sodio, muy cáustico, que se solía obtener a través de las cenizas de una
hierba llamada "barrilla". Por eso mismo a veces se le denominó de la misma manera, funcionando
ambos términos como sinónimo. La potasa es lo mismo que el carbonato de potasio, un ingrediente que
frecuentemente se obtuvo del proceso de lixiviación de las cenizas de madera y la evaporación de esa
solución. El resultado era una especie de polvo que se podría usar como sustituto del de sosa en las
recetas de vidrio.
77
exclusividad de la manufactura del cristallo, que tantos problemas internos había
ocasionado a lo largo de siglos.
Pese a los enormes avances en el extranjero, la tesis de Barbara Bettoni (1998:
176-81) demuestra que Venecia siguió exportando las cañas de vidrio para que otros
artesanos las tallaran, posiblemente porque en muchas ciudades los hornos fueron
incapaces de alcanzar la calidad de ese material o no lograron dar respuesta a la
demanda externa. Este dato es sumamente importante. En primer lugar porque revela
que el proceso de elaboración de un abalorio pudo implicar una cadena de producción
en escala, que esta fue más amplia de lo que se imaginaba inicialmente y que se
diseñó a lo largo de diferentes países, formando una línea discontinua en el espacio.
Esto conduce a la necesidad de observar un mayor cuidado en la clasificación e
interpretación de los hallazgos arqueológicos basados en análisis químicos a la
composición del vidrio. Aunque la fórmula y los ingredientes empleados para hacer
una pieza pudieran corresponder a los de un taller veneciano, la técnica de talle y el
gusto expresado en su aspecto podrían tener orígenes diversos. A luz de estos datos se
deberán revisar las teorías sobre el alcance de las cuentas de vidrio italianas en
América para ponderar la posibilidad de que, al menos una parte de los ejemplares
catalogados de esa manera hasta ahora, hayan sido tallados en otras partes, incluso en
Nueva España. En todo caso, eso no disminuye la creatividad italiana para adaptarse a
las nuevas circunstancias del mercado internacional y el impacto del vidrio producido
ahí en el exterior.
Justina Rodríguez García (1989a: 33) sostiene que, durante este período, el
sector afrontó una coyuntura desfavorable, incrementada por calamidades naturales
que provocaron una fuerte mortandad y la consecuente disminución de la capacidad
adquisitiva de la población. En su opinión esto habría provocado un desequilibrio
entre el número de vidrieros y la demanda interna, pero tal idea no considera el peso
del sector en las exportaciones, donde la venta de subproductos tales como las cañas
de vidrio pudo contrarrestar los efectos negativos de la disminución del mercado de
consumo local y el crecimiento de la competencia exterior.
A partir del siglo XVIII, con la pérdida de poder político, la industria del
vidrio inició un proceso de declive. El gobierno tomó una serie de medidas legales
con el objetivo de organizar el trabajo y estableció un sistema de inteligencia. El tema
ha sido estudiado por Paolo Preto (2004: 403-423), revelando que dicha institución
78
pasó a controlar directa y particularmente a cada vidriero veneciano establecido en el
extranjero.
En este panorama los abalorios tuvieron un carácter excepcional,
constituyendo un nicho de mercado siempre rentable y asociado al comercio
intercontinental. Eso es lo que demuestran por ejemplo Francesca Trivellato (1996:
25-34, 2000: 239-245), Nadia Filipini y Lidia Sciama (1997) al analizar las lógicas de
mercado en las que se enmarcaron los productores venecianos y muraneses, sobre
todo su articulación con las demandas externas. Tal relevancia solo fue posible porque
la ciudad supo aunar una importante manufactura artesanal con la actividad de grupos
de mercaderes pujantes que implementaron redes por todas partes. Así lograron
colocar estos géneros en los principales centros consumidores europeos y establecer
corresponsales en los puertos que conectaban el Viejo Mundo con América, África y
Asia (Ciriacono 1996: 523-92; Tucci 1991: 61-83).
Pero la diáspora de los vidrieros italianos ya no pudo frenarse y algunos de
ellos fueron los responsables del desarrollo de este arte también en América, como se
aclara en el capítulo dedicado a los vidrieros en Nueva España. Curiosamente no se
encontraron referencias a cuentas de origen italiano en la documentación preservada
en los archivos mexicanos y las noticias sobre la presencia de sus vidrios en el ajuar
novohispano son puntuales 28 . Es posible que una parte de los ejemplares sin
designación de origen detectados en las guías y facturas de géneros o montados sobre
las joyas que aparecen en los listados de inventarios de bienes, fueran italianos. Sin
embargo resulta llamativo que se prescindiera de ese dato cuando, en el contexto
internacional, sus piezas eran las más valoradas por las élites. En contrapartida se
logró identificar la proveniencia de otras tantas cuentas, sobre todo a lo largo del siglo
XVIII cuando los centros de producción con capacidad para penetrar en el exterior y
participar del comercio interoceánico se diversificó de manera exponencial respecto a
períodos anteriores.
28 Refiéranse como ejemplo el comercio de "vidrios venecianos de forlón de 1/8 bar[a]s largas de largo,
y 7/8 también largas de ancho" que se encontraban en la "Mem[ori]a de los G[ener]os q[u]e remito ã
D[o]n J[ose]ph Antonio Mallen vez[in]o de Guadalaxara, en 12 de Oct.re de 1781 con D[o]n Juan
Ant[oni]o Vazquez" (AGN, Archivo Histórico de Hacienda, leg. 2057, s.f.), los "treinta y dos Basos
[sic., vasos] de Benecia Medianos, y Chicos, â dies, y ocho rr[eale]s" embargados en 1788 al
comerciante español Josef Julian y Ricart, natural del puerto de Santa María e instalado en Veracruz
(AGN, Consulado, vol. 127, exp. 4, f. 88v. AGI, Contratación, 5527, n. 3, r. 34), o el empleo de vidrios
italianos planos y para coche de caballos, ya en 1808 (AGN, Consulado, vol. 60, exp. 15, f. 344v).
79
1.2. LAS PROVINCIAS UNIDAS DE LOS PAÍSES BAJOS
La historia de las Provincias Unidas a lo largo de los siglos XVI y XVII
estuvo repleta de conflictos que marcaron las dinámicas políticas de la región. La
inestabilidad fue hábilmente contrarrestada con un fuerte desarrollo económico que
sentó sus bases en el establecimiento de una actividad manufacturera importante y en
una expansión comercial capaz de sostener el desarrollo productivo. Fue
esencialmente en torno a estos dos ejes en los que emergieron los talleres de
abalorios.
A finales del siglo XVI se asistió a un incremento considerable del arte del
vidrio y de la calidad de sus obras. Las autoridades, conscientes del valor estratégico
del sector para la economía local y su prestigio, concedieron varias ventajas a los
vidrieros. A pesar de eso, todo indica que muchos usaban la región como trampolín
para luego emigrar a otros lugares, esencialmente Inglaterra, no dando continuidad al
proyecto inicial.
Además de invertir en el desarrollo de la actividad, la consolidación del
negocio fue deudora de una política comercial que situó los abalorios holandeses en
competencia directa con los ejemplares muraneses en el contexto internacional. La
afirmación de las Provincias Unidas como centro de aprovisionamiento de toda clase
de productos transformados en Europa tuvo como consecuencia más inmediata la
colocación de estas piezas en los principales centros consumidores del Viejo
Continente. Una parte se destinaba al gasto interno y la gran mayoría terminaba por
ingresar en el comercio intercontinental. Eso sucedió en los reinos peninsulares y sus
dominios, llegando a las misiones más lejanas de la Nueva España, donde frailes e
indígenas las integraron en los usos cotidianos de esos espacios, tal como se viene
sacando a la luz por diversas excavaciones arqueológicas (Blair, Pendleton y Francis
Jr. 2009; Deagan 1987).
Paralelamente, esta potencia marcó progresivamente su presencia en el
comercio interoceánico. El incremento del corso y de la actividad de la Compañía de
las Indias Orientales (VOC-Verenigde Oostindische Compagnie) favorecieron la
implementación de nuevos talleres de cuentas que aparentemente nunca tuvieron
capacidad de responder a la enorme demanda del mercado de exportación. Siguiendo
las rutas de esa empresa, los ejemplares holandeses aparecen en prácticamente toda la
80
costa africana, asociados al comercio local y a las designadas trade wind beads, que
se venían usando desde época remota en los intercambios en el Océano Índico.
La relevancia del sector y su proyección internacional han motivado algunos
estudios acerca de la implementación de este arte en Holanda. En las últimas décadas
se han dado a conocer interesantes datos sobre los primeros talleres y su evolución.
Wicher van der Sleen (1963a: 260-263, 1963b: 172-174, 1967) fue uno de los
investigadores con mayor proyección internacional. Sus estudios se vienen
complementando con excavaciones en el actual territorio holandés, en cuyo espacio
urbano se localizaron los vestigios de los establecimientos registrados en las fuentes
(Baart, Krook y Lagerweij 1986: 55-85; Engle 1990; Karklins 1974: 64-82).
Igualmente relevantes son los trabajos arqueológicos en torno a los pecios de la
Compañía de las Indias Orientales o en sus puestos comerciales, a través de los cuales
se comprende la articulación de estas manufacturas con el comercio transoceánico
(Green 1973: 267-290; Hall 1993: 95-101; 1996; Karklins 1988: 11-17, 1999: 61-72).
De hecho, la gran difusión de estos objetos a lo largo de toda la Época Moderna,
exigió un enfoque más amplio que puso en relación los diferentes hallazgos y
permitió vislumbrar la dimensión de su impacto (Baart 1985: 89-99; Karklins 1983:
111-126, 1985b: 36-41).
A pesar de la tradición de estos estudios en Holanda, se desconoce la ciudad y
la fecha exacta en la que se inició la producción de abalorios. La primera referencia
conocida lleva a la ciudad de Middelburg, situada en la provincia de Zealand. Allí, en
1597, Goovart van der Haghe se dedicó a elaborar cañas de vidrio que se seccionaban
en cuentas y otros objetos (Karklins 2001: 187-195). Pero parece haber sido en
Ámsterdam donde esta manufactura destacó a lo largo de los siglos XVI a XVIII.
Según Olga Drahotová (1990: 66) desde 1550 que algunos vidrieros se
establecieron en la ciudad y, a finales del siglo, ya existía una importante comunidad
de italianos especialistas en vidrio soplado. Ellos disponían de los conocimientos
necesarios para hacer las cañas de vidrio y pudieron producir las cuentas más antiguas
rescatadas en esos contextos arqueológicos. En el barrio judío de Waterlooplein,
excavaciones arqueológicas recuperaron algunos ejemplares imperfectos, claramente
desechados por algún horno instalado en las cercanías. Al tratarse de un nivel de
relleno, sin estructuras asociadas, no se pudo determinar su localización exacta pero la
cronología de esas piezas es necesariamente anterior a 1593, cuando se formaron esos
depósitos de tierra.
81
La primera referencia documental a la elaboración de abalorios en Ámsterdam
es de 1619, en el taller fundado por el comerciante Jan Jansz Carel, en
Kloveniersburgwal. Dicho establecimiento fue administrado por su hijo, Jan Schryver
Soop, funcionando desde 1601/2 hasta aproximadamente 1623/1629 (Dillen 1933:
330). Durante ese tiempo empleó a cerca de 60 operarios holandeses y disfrutó de un
reconocido prestigio que le garantizó las principales ventas de la época. Algunos
investigadores como Jan Baart (1998: 26-35) sugieren, además, que en los hornos de
Soop se produjeron las 50 piezas que conformaron el lote rematado por la Compañía
de las Indias Orientales, en 1608. Estos vidrios compusieron el regalo de una
embajada de la VOC al shogun japonés con el objetivo de entablar relaciones
comerciales con Japón y la importancia de dominar esa zona sugiere que se eligieron
las mejores piezas que se hacían entonces. Resta saber si entre los vidrios elegidos se
seleccionaron algunas cuentas.
Se ha asociado también esta empresa con los abalorios imperfectos
exhumados junto al canal de Keizergracht (Baart, Krook y Lagerweu 1986: 55-89).
Dicha colección ya había sido estudiada por Karlis Karklins (1985b: 85-123) y más
recientemente se han hecho análisis químicos a estos materiales (Karklins et al.
2002). Los hallazgos corresponden a depósitos anteriores a 1610, que efectivamente
coinciden con el período de funcionamiento de los hornos de Soop, pero no hay
pruebas inequívocas que permitan descartar otro establecimiento. Lo mismo sucede
respecto a una colección arqueológica de abalorios (globulares blancos, diversos
modelos tubulares simples, tipo Nueva Cádiz y chevron) recuperada en el mismo
barrio de Kloveniersburgwal, a los cuales no ha sido viable atribuir una cronología
segura. En tales circunstancias resulta precipitado asignarlos a la actividad de Soop,
ya que no fue el único vidriero en producir estos géneros.
En efecto, existen indicios de que, por entonces, Abraham van Tongerloo
desempeñaba algunas actividades ilícitas relacionadas con la elaboración de cuentas.
En 1613, recibió permiso para hacer espejos, instalando un taller junto a la torre Mint
que quedó completamente destruido por un incendio en el año de 1619. Ya en su
nuevo taller de Kaiszergracht, en 1622, Soop lo acusó de producir otro tipo de objetos
(Oldewelt 1942: 185-190), refiriéndose seguramente a las cuentas que vienen siendo
recogidas en diferentes excavaciones en la zona (Baart 1988: 67-75).
El interés por producir estos géneros demuestra que existió una demanda
importante y buenas perspectivas de sacar rentabilidad al negocio. Progresivamente se
82
crearon nuevos hornos que pasaban de padres a hijos, perpetuando el negocio en la
familia. Uno de esos casos fue Claes Rochusz quien fundó "Las dos Rosas", en
Kerizergracht, y donde se adquiría todo tipo de vidrios, entre ellos también cuentas.
Su hijo, Claes Claesz Jacquet administró la empresa desde 1621 hasta 1652 para
luego implantar su propio taller en el barrio de Rozengracht, en 1657 (Dillen 1974:
144). Gracias a intervenciones arqueológicas realizadas en el local, se sabe que la
mayoría eran del tipo chevron de color blanco y rojo, o cuentas de un único color
rojo, azul y blanco (Gawronski et al. 2010; Hulst et al. 2012: 347-356). La
producción se mantuvo sin apenas alteraciones hasta su cierre en 1686, incluso
después de que cambiara de dueños y terminara la gerencia de esta familia en 1676.
A partir del siglo XVIII no se conocen más referencias a esta actividad, pero la
presencia constante de abalorios en contextos arqueológicos y su permanente mención
en las fuentes, permiten suponer que el negocio siguió floreciendo.
En Nueva España, las referencias a los vidrios holandeses son esencialmente
objetos de cristalería, o sea, vasos y botellas que se encontraban en uso en las tiendas
de vinatería o entre los bienes personales de algunos individuos29. Su uso se enmarca
perfectamente en el contexto de las estrechas relaciones del comercio neerlandés con
la ciudad de Cádiz y algunos puertos americanos. Estas fueron particularmente
intensas a partir de la segunda mitad del siglo XVII y a lo largo de todo el siglo
posterior, período durante el que empresas y hombres de negocios participaron en los
cargamentos de la flota, de los galeones y de los navíos de registro (Crespo 2000,
2011: 107-142; Sánchez 2005: 163-201). Lo que todavía no se ha determinado es si
negociaron con abalorios y si estos tuvieron como destino final la Nueva España o si,
por el contrario, los talleres especializados en el sector de las cuentas no lograron
traspasar los límites recorridos por sus compañías comerciales. En todo caso, la
implementación del arte vidriero en el Virreinato contó con la participación de
artífices naturales de los Países Bajos, como se verá en el próximo capítulo.
29 Véanse por ejemplo: AGN, Consulado, vol. 191, exp. 16 (en 1796, en la tienda de vinatería de
Francisco Hezcorta, situada en la Calle del Reloj, de México). AGN, Consulado, vol. 36, exp. 9 (en
1802, en la tienda de Manuela Segura, viuda de Jacinto Santisteban, en Santiago Tianguistengo). AGN,
Consulado, vol. 94, exp. 14 (en 1814, entre los bienes de Francisco Alonso, en México). AGN,
Consulado, vol. 6, exp. 6 (en 1816, en la tienda del andaluz Joaquín de Romaña, en México, se
mencionan varios frascos de Holanda). AGN, Consulado, vol. 34, exp. 16 (en 1817, entre los bienes del
comerciante José Varela, de México).
83
1.3. ALEMANIA Y EL SACRO IMPERIO ROMANO GERMÁNICO
La expansión del comercio de vidrio proveniente de Italia y su creciente
demanda local provocó desequilibrios en la balanza comercial de la zona. Para
solucionar el problema, se incrementó la actividad vidriera motivando el desarrollo
paralelo de dos tradiciones tecnológicas distintas. Por un lado se siguieron creando
piezas de formas ancestrales, elaboradas con un vidrio de origen medieval de tono
verdoso; y por otro se creó un material de mayor calidad y con una fuerte influencia
veneciana.
En lo que concierne al vidrio a la façon de venise, se emplearon básicamente
los mismos medios que manejaron otras potencias europeas. Se fomentó la fijación de
mano de obra cualificada para implementar la tecnología y progresivamente se
formaron a los artesanos de la zona30. Los procesos de adaptación ocurrieron de
manera muy lenta ya que los especialistas extranjeros permanecían solo durante
cortos períodos de tiempo. Los vidrieros locales aprendían, sobre todo, por intermedio
de terceros y no existía una transmisión de conocimientos de manera continuada y
completa. Eso sucedió, por ejemplo, con el taller de Duryn, en Tambach. Entre 1634 y
1639 se contrataron algunos italianos pero sus piezas tenían una calidad muy inferior
a las que se realizaban en la República Veneciana o en las Provincias Unidas.
Solamente a finales del siglo XVII se registraron algunas mejoras que le permitieron
competir con los ejemplares importados.
La excepción parece haber sido Núremberg (Bavaria), donde se invirtió
considerablemente en incorporar materias primas disponibles en la zona para intentar
producir el cristal translúcido (Real Fábrica 2004: 21). Eso necesariamente repercutió
en la mayor disponibilidad de cañas de vidrio en los talleres de paternosterer para que
se pudieran tallar ahí. Estos especialistas únicamente tallaban las cuentas y los
registros más antiguos muestran hombres produciendo ejemplares de materiales
orgánicos (Fig. 1) y (Fig. 2). Fue ya a finales del siglo XVII cuando surgieron las
primeras ilustraciones que demuestran como se trabajaba el vidrio, acudiendo para
ello ya no al serrote sino al calor de un lamparín con el que se derretía el vidrio y se le
daba forma con la ayuda de un alicate y estilete (Fig. 3).
30 En 1530 son enviados a Murano algunos vidrieros para que se informaran sobre los secretos de la
producción de vidrio local (Alexandre 1892: 280). Véase también (Theurkauff-Liederwald 1944: 331-
332).
84
La actividad está documentada desde mediados del siglo XV y se conocen
varias iniciativas para producir abalorios durante las centurias siguientes, sobre todo
en Warmensteinach y Fichtegebirge. Ahí surgieron grandes familias de vidrieros
altamente reconocidos en la manufactura de estos géneros y se excavó uno de sus
hornos durante sucesivas campañas arqueológicas entre 2004 y 2008. Los resultados
revelaron como sería un taller de botones y abalorios que estuvo activo entre 1616 y
1630 (Steppuhn 2008: 105-108), así como el tipo de piezas que se hicieron ahí a lo
largo de ese tiempo (Heidenreich 2007: 165-168; Karklins et al. 2016: 16-37). Las
características morfológicas y la composición de algunos de los objetos recuperados
presentan paralelos con ejemplares recuperados en el exterior, sugiriendo una amplia
circulación de los mismos.
En realidad existen algunas referencias sobre el comercio de abalorios con
Portugal, donde los ejemplares amarillos y verdes, denominados "de Núremberg",
aparecen repetidas veces asociados al comercio con Guinea, desde finales del siglo
XV31. De acuerdo a las palabras de Pachelbel-Gehalg (1716: 78) escritas en las
primeras décadas del siglo XVIII, por entonces se exportaban diferentes botones y
collares de vidrio desde Warmensteinach hacia Leipzig, Hamburgo y Ámsterdam,
desde donde se enviaban a Moscovo, Turquía, y las Indias Occidentales. Es posible
que las mismas piezas llegaran también a España e ingresaran en las redes de
comercio con Nueva España, donde existen algunas referencias a esos ejemplares
desde finales del siglo XVI32. Ese período coincide con el inicio de la expansión del
sector en la región y, de hecho, existen semejanzas entre las cuentas recuperados en el
taller excavado en Fichtelgebirge y los detectados en sitios de América del Norte que
integraban el territorio del Virreinato (Karklins et al. 2016: 23; Karklins y Barka
1989: 74; Lorenzini y Karklins 2001: 39-47).
Asimismo, persisten dudas razonables acerca del verdadero origen de las
cuentas así mencionadas en las fuentes. Aunque algunos de sus hornos tuvieron
capacidad para hacer cañas de vidrio, los mercaderes de la ciudad controlaron el
comercio de vidrio de Bohemia. Uno de los objetos que circularon en esas redes
31 En el reinado de D. João II, después de haber terminado la concesión hecha a Fernão Gomes en
1475, la Corona tenia el monopolio “...de la exportación para Guinea de caballos, tapetes, tela, paños
de Irlanda e Inglaterra, armas blancas, estaño, bacías de cobre o de estaño, conchas de Canarias,
cuentas amarillas y verdes de Núremberg, y manillas de latón” (traducción de la autora), (Godinho
1962: 206).
32 Como las "50 libras de cristalinas de Alemania" que se enviaron hacía Nueva España en 1590 (Kelly
1992: 231).
85
fueron precisamente los abalorios, empleados por los artesanos locales para
confeccionar rosarios (Lněničková 2001: 61-74). Por ese motivo, es posible que las
piezas identificadas en las fuentes fueran, en realidad, bohemias y que el topónimo se
refiriese al sitio donde se compraron más que a su origen, donde el mercado de
producción eventualmente no daría respuesta a la fuerte demanda. En todo caso,
habría que seguir profundizando en la materia y percibir hasta qué punto existió una
producción destinada al mercado de exportación. Lo que se entiende es que la
demanda local de abalorios no pudo satisfacerse de manera integral y que parte de los
consumos internos provenían del mercado extranjero.
Independientemente de eso, los progresos en la producción del vidrio no se
circunscribieron exclusivamente al intercambio de conocimientos entre artífices, sino
que existió un verdadero interés académico por este arte. A finales del siglo XVII, una
parte de la élite se fascinaba por la alquimia y ocupaba parte de su tiempo en la
investigación aplicada, realizando experimentos en laboratorios. Uno de los nombres
más destacados en ese entorno fue el de Johann von Löwenstern-Kunckel (1630-
1703) que trabajó en Suecia y Alemania al servicio de familias más importantes de la
Corte. En 1679 se convirtió en el director del laboratorio y taller de vidrio instalado
en la isla de Pfaueninsel (cerca de Potsdam), en el que se produjo un material rojo de
gran calidad. Su localización estratégica en medio de una isla facilitó que su fórmula
se mantuviera en secreto hasta prácticamente hoy día, cuando los análisis de
laboratorio verificaron el empleo de polvo de oro para obtener el tono rubí tan
preciado. Ahí se hicieron objetos muy variados, desde tazas con elementos metálicos
hasta formas más sencillas como las cuentas de vidrio, disponibles en varios colores.
Estos aparecieron en las excavaciones arqueológicas del laboratorio (Schulze 1977:
abstract 297) e integraron la exposición dedicada a los vidrios producidos por Johann
von Löwenstern-Kunckel (Rau y Rau 2009: 48-52).
A pesar de que los abalorios no sean considerados actualmente en los trabajos
de historiadores, frecuentemente entendidos como una arte menor dentro de la
vidriería, esas piezas incorporaron la producción de los más reconocidos vidrieros.
Siendo esto así, se deduce que existió una demanda de ejemplares diferenciados para
el consumo de las élites o, eventualmente, al de los grupos intermedios que solo
alcanzaban comprar las piezas más baratas de estos artífices y que, de esa manera,
lograban consumir elementos de prestigio.
86
Johann von Löwenstern-Kunckel fue también el autor de un libro sobre el arte
de hacer el vidrio (Kunckel 1679) y, entre los interesantes grabados que lo componen,
existe uno que expresa la manera de confeccionar abalorios con una lámpara o
lampwork - (véase fig. 3), que en Nueva España se tradujo en uso del término
"candilero". Las técnicas señaladas en ese imagen corresponden, grosso modo, a las
que se emplearon en Francia a mediados del siglo XVIII, inmortalizadas en la
enciclopedia de Denis Diderot (1713-1784) y Jean le Rond D'Alambert (1717-1783),
(Fig. 4), (Fig. 5) y (Fig. 6). También se parecen mucho a las que se usaban en
Inglaterra, representadas por George Smith (fecha de nacimiento y muerte
desconocidas), en un trabajo publicado en 1738 (Fig. 7). Aunque la obra de Kunckel
sea menos conocida, es anterior a las demás y cabe la posibilidad de haber influido en
el exterior, así en las técnicas propiamente dichas, como en los cánones iconográficos
empleados para representar la actividad.
En estas ilustraciones se puede apreciar la estructura del local, que consistía
básicamente en una habitación cerrada con una ventana a la que se conectaba una
especie de chimenea o campana, situada sobre la mesa de trabajo. De esa manera se
evacuaba el humo producido por los lamparines y los vapores del vidrio que se
formaban al calentar y modelar las cuentas. Estas se sujetaban en una mano con un
alicate y se modelaban con la otra mediante una pinza o estilete.
Los avances que se siguieron promoviendo en el sector repercutieron en la
difusión de una moda de bordados de chaquira, sobre todo en el sigo XVIII. Ese gusto
se tradujo en un estilo de mobiliario original que tuvo como exponente máximo el
taller de Brunswick, cerca de Hannover (actual Alemania). Allí trabajó el famoso
artesano holandés Johann Michael van Selow, patrocinado por el duque Carl I de
Braunschweig, desde 1755 hasta 1772.
Durante ese período se elaboraron, bajo su orientación, una enorme cantidad
de cuentas de vidrio de diferentes colores para emplearlas en la creación de muebles.
Los más famosos fueron los tableros de mesa, rodeados por un marco de madera y el
interior totalmente forrado con pequeños abalorios. Con estos objetos se crearon
diferentes diseños, normalmente papagayos enmarcados en cercadura de volutas o
escenarios de la Corte con jardines de proyección geométrica. En ocasiones se
encuentran también motivos de inspiración asiático con una clara influencia japonesa,
resultado de un acercamiento entre ambas culturas a través de significativas relaciones
comerciales (Fig. 8). Aunque los muebles sean los más conocidos, se produjeron en
87
sus talleres todo tipo de soportes, desde tinteros, cajas de tabaco o de té, a pequeñas
estatuillas de formas curiosas, como la de un loro (Fig. 9) que ya merecieron la
atención de varios autores (Rauch 2008; Rauch y Flöck 2005: 44-48).
La técnica consistía en ensartar las cuentas en hilos de lino dispuestos sobre un
cartón que servía de guía para elaborar el patrón. Solo después de terminado se
cortaban los hilos y se fijaban en el marco, o sobre un soporte de cerámica o latón
(Wilk 1996: 106). A pesar de la fragilidad de este tipo de trabajo, se conservan
algunas de estas piezas en el Städtische Museum, en Brunswick, en el Bowes Museum,
en Yorkshire, y en el Victoria and Albert Museum, en Londres.
Hasta el presente no se ha detectado su difusión entre el ajuar de la élite
española o novohispana, pero en la colección del gabinete de maravillas de Fernando
II consta un cofre totalmente bordado de chaquira, atribuido a una producción
española de 1570-1600. De ser correcta esta clasificación, el ejemplar podría indicar
el uso de la misma técnica en la península en un período anterior33. Aparte este
mueble, se han encontrado similitudes entre los objetos de artes decorativos
producidos en los talleres de van Selow y algunas piezas de colecciones mexicanas.
Entre ellos, destacan un "águila" (Fig. 10) y una serpiente que pertenecieron al
famoso coleccionador Ramón Alcázar y que integran hoy los fondos del Museo
Nacional de Historia, Castillo de Chapultepec (MNHCC). En esos casos, la técnica
con que se aplicaron los abalorios es bastante distinta y no se disponen de datos
suficientes sobre esos ejemplares para aclarar su cronología, proveniencia, o su
soporte original34.
1.4. EL IMPERIO AUSTRO-HÚNGARO Y EL REINO DE BOHEMIA
El Reino de Bohemia (Fig. 11) tuvo un papel destacado en la producción
vidriera europea y en el comercio americano. El incremento de la actividad
33 La pieza es propiedad del Osterreichisches Museum fur Anguewandle Kunst está publicada por
Teresa Castelló Yturbide (1998: 21). Ahí aparece descrita como un bargueño o cajonero pero se trata
claramente de un cofre con elementos metálicos de inspiración indiana, especialmente del Guzerate,
aunque claramente hechos en Europa o posiblemente en América.
34 El papagayo corresponde al nº inventario 10-378546/646.412.72.05/2932 y la serpiente 10-
378541/6882 C.A./ 164B. En el archivo de dicho museo se ha encontrado la referencia al papagayo en
el libro de inventario de la colección Alcázar, registrado como un "Águila de corcho forrada de
chaquira, base de madera, rota y falta, $1.00 pesos" (Libro con n.º de inv. 315151).
88
permaneció asociado a un sistema feudal que apoyó la iniciativa rentando parte de sus
tierras a los especialistas para que construyeran los hornos a sus expensas. Allí podían
utilizar los densos bosques y obtener la leña necesaria como combustible sin suscitar
conflictos con la población residente.
Los primeros registros disponibles remiten al siglo XIV, cuando aún no
existían diferencias sustanciales entre el vidrio de la zona y aquel que se hacía en la
actual Alemania: ambos se caracterizaban por su color verde que, en el segundo caso,
era más oscuro y menos transparente35. Fue ya en el siglo XVI cuando se realizaron
importantes experimentos en la composición y decoración de las piezas. Por entonces,
bajo la influencia del vidrio de estilo veneciano, se desarrolló un material de gran
calidad al que se daba forma con las técnicas de tallado y grabado a rueda. A pesar de
todo, sus creaciones se diferenciaron de las italianas por una profusa decoración
esmaltada de tono dorado, más densa que los originales en los que se inspiraron
(Drahotová 1972: 177-184).
A lo largo del siglo XVII se siguieron efectuando varias innovaciones que
confirieron progresivamente mayor dureza y diafanidad al vidrio, acercando su
aspecto al tan preciado cristal de roca. Esas iniciativas se tradujeron en el
descubrimiento, en 1670, del denominado "cristal de Bohemia", caracterizado por una
gran transparencia y fuerte consistencia que facilitaban el empleo de las técnicas de
corte y grabado36. El producto disfrutó de gran notoriedad en el exterior y, a partir de
entonces, compitió directamente con los ejemplares italianos, inclusive en el sector de
las cuentas talladas que se empleaban en la confección de joyas y arañas.
Las circunstancias señaladas generaron una demanda externa significativa.
Según Václav Lukáš (1981: 56-63) durante el siglo XVIII la vidriería alcanzó el
segundo puesto en orden de importancia en la economía regional, situada luego
después de los tejidos de lino y logrando distribuir cerca del 80% de toda su
producción (Müller 2011). Los datos presentados permiten relacionar el sólido
desarrollo preindustrial del sector con su capacidad para penetrar en las redes de
comercio internacional. Eso se alcanzó mediante la actividad de compañías
comerciales y de representantes directos de los artífices en las grandes ciudades. Así
se propició el aumento de la producción sin el riesgo de que se acumulara en bodegas
35 Nos referimos al período en que la actividad se desarrolló bajo estos modelos. Evidentemente la
producción de vidrio es muy anterior y ya en la época merovingia se manejaba este material, incluso
para hacer cuentas (Drahotová, Brožková y Mergl 1992: 5).
36 El cristal se realizaba con una fórmula de composición potásica.
89
sin venderse, como sucedía en España. Además, esos intermediarios actuaron como
eje de conexión entre el consumidor y el productor para ofrecer los objetos más
demandados, al estilo de los que se usaban en cada sitio. Todo eso demuestra una gran
habilidad para maximizar las ventas a través de una fuerte articulación entre
productores y distribuidores.
Las empresas referidas extendieron sus delegaciones por los reinos vecinos,
alcanzando las zonas periféricas de Europa y, más tarde, Asia y América. Los
estudios realizados por Jitka Lněničková (2001: 61-67) con base en las actas
notariales reflejan que, al menos desde 1691, se encontraban establecidas en Cádiz
varias compañías de vidrio de Bohemia. Una vez ahí, una parte de las piezas se
vendían en el mercado interno, incluso a tratantes ingleses atraídos ahí por los géneros
asiáticos y americanos que llegaban en la flota, y que acababan por hacer negocio con
otros comerciantes europeos. Pero la mayoría de la mercancía se embarcaba en los
navíos con destino al puerto de Veracruz.
Precisamente, el flujo constante de vidrios hacia el Nuevo Mundo parece
haber sido el factor en el que se basó el crecimiento del sector durante los primeros
años. Con la prohibición de participar directamente en el comercio interoceánico, las
compañías del llamado en esa época País Checo se aliaron con los comerciantes
locales para colocar sus productos en los territorios por donde se extendía la presencia
hispana. Por lo tanto, su intervención era indirecta y por intermedio de españoles que
también se beneficiaron de esas relaciones.
Durante el siglo XVIII se asistió a un incremento de la actividad de las casas
de vidrio en España, sobre todo a partir de 1714, con el final de la Guerra de Sucesión
Española: algunas se instalaron en la Coruña, Ferrol, Vigo, Bilbao y progresivamente
se desplazaron a otras ciudades importantes, como por ejemplo Madrid, Sevilla o
Alicante. Paralelamente se invirtió en los negocios con otras potencias, como Portugal
y Holanda, que desempeñaron el papel de puestos intermedios para la difusión del
vidrio de Bohemia en otros continentes, a través de sus rutas.
A pesar de todo, a mediados del siglo, las nuevas configuraciones políticas y
económicas de los reinos ibéricos motivaron reajustes por parte de los comerciantes
para seguir siendo competitivos. Así en España como en Portugal se asistió a una
política de incremento de la actividad manufacturera que condujo a la inauguración de
las Reales Fábricas de Vidrio. Al empezar a producir muchos de los objetos
importados hasta entonces desde Bohemia, se activaba la determinación que prohibía
90
la introducción de todo tipo de manufacturas extranjeras que se hacían en el reino.
Hay que mencionar que, al menos en lo que concierne a la Real Fábrica de San
Ildefonso, sus diversas oficinas nunca crearon una alternativa verdadera a los vidrios
de Bohemia en el mercado novohispano. Como lo demuestra Paloma Pastor (1994),
los intentos de exportar sus creaciones resultaron fallidos y con grandes pérdidas para
la fábrica. Otro factor que afectó a las compañías checas fue la subida de los
impuestos a la importación a la que se sumó el incremento del precio del vidrio por
parte del productor.
Para contrarrestar estos inconvenientes, las empresas se beneficiaron de la
declaración del libre comercio, en 1778, y de la eliminación de la Casa de la
Contratación, en 1791, que controlaba todo el negocio de España con las Indias. En
este nuevo panorama extendieron su intervención directa a América como la Hiecke,
Rautenstrauch, Zincke y Cía., que tenía su filial en Chribská (Bohemia del Norte) y
que en los años 80 montó una sucursal en Nueva España (Badura 1964: 69-134;
Binková 1995: 189-99; Weber 2011: 258-259). Después de su experiencia en Cádiz
logró adaptarse a las nuevas circunstancias y sostener el negocio incluso durante el
período revolucionario y de la Independencia, trabajando hasta los años 30 del siglo
XIX en México.
En lo que concierne específicamente a los abalorios, se sabe que se exportaban
desde inicios del siglo XV hacia diferentes zonas de Europa, incluso a Barcelona y
Aragón (Lněničková 2001: 61). Es posible que, por entonces, los ejemplares se
destinaran esencialmente al consumo interno y solo posteriormente, con la instalación
de esas compañías en los puertos conectados con el comercio americano, ganaran
realmente peso. En efecto, la producción de cuentas de vidrio fue especialmente
intensa a partir del siglo XVI, cuando surgieron varios establecimientos dedicados
específicamente a esas labores. Las referencias más antiguas se encuentran en la
ciudad de Hirschschlag (actualmente Austria), que trabajó a partir de 1545, y de
Bischofsmais (actualmente Alemania), cuyo taller se centró en la elaboración de
rosarios de vidrio desde 1585. Sin embargo, la ciudad más importante en esa época
fue Gablonz (actual República Checa) que concentró varios talleres en las manos de
unas pocas familias37.
37 Aparentemente esos hornos desaparecieron a mediados del siglo XVIII, posiblemente porque no
pudieron hacer frente a los cambios políticos y económicos que afrontó el sector (Jargstorf 1995: 42).
91
A finales del siglo XVII el sector se benefició de la ampliación de las redes
establecidas por las compañías de comercio y de las innovaciones que se produjeron
en las fórmulas. El caso más paradigmático de ese fenómeno fue el de Michael
Müller, que actualmente se considera el primer especialista en hacer cuentas de
cristal, a partir de 1680. Su taller se localizaba en Vimperk y sus relaciones
comerciales con holandeses, italianos, turcos y españoles están bien documentadas
(Lněničková 2001: 64). Lo más probable es que una parte considerable de esas
compras se exportaran en los navíos de la flota en dirección a Nueva España y que sus
talleres produjeran parte de las cuentas de Bohemia que se vienen encontrando entre
la carga de galeones españoles. Uno de ellos, y también uno de los más polémicos por
las circunstancias en que se recuperaron los hallazgos, fue el Nuestra Señora de
Atocha, naufragado en 1622 en las costas de Florida (Peterson 1979: 850-877). En
todo caso, existieron otros centros productores de cuentas de vidrio tallado, como
ponen de manifiesto los estudios clásicos sobre el vidrio de Edmund Schebek, uno de
los primeros historiadores en investigar sobre la historia del vidrio checo y cuyos
trabajos se siguen usando hoy día. Uno de los talleres referidos es el de Polevsko, que
exportó esos géneros al menos desde 1685 (Schebek 1878: 134-136).
La gran difusión del vidrio de Bohemia alcanzó América, reflejándose en una
demanda fundamentalmente asociada a los consumos de la élite, que exhibía en sus
mesas las mejores botellas y licoreras producidas en la zona. Sería de esperar que lo
mismo sucediera con las cuentas, o sea, que los ejemplares de ese reino se reservaran
para el uso de los personajes más distinguidos de Nueva España. Efectivamente, las
alhajas con piedras de Bohemia fueron bastante comunes entre los inventarios de
bienes, sobre todo a partir de mediados del siglo XVIII. Así se percibe el gran
impacto que tuvieron en la joyería virreinal, propagándose también entre los objetos
de uso cotidiano, tales como botonaduras38.
De esas piezas se encuentra registro en la “Factura de un cajón de mercancía
(...) y d[o]n Juan Sanches lo lleva a la Feria a solicitar su venta”, en 1791. No se sabe
exactamente a que feria se destinaban las "21 votonaduras de Piedra Huemia [sic.,
Bohemia] a 2 reales" pero en otras guías del mismo comerciante se refieren negocios
38 Aparecen entre los bienes personales que se encontraban depositados en la alcoba de un religioso del
convento jesuita de Zacatecas cuando se hizo el inventario de los bienes de la institución, en 1767
(Recéndez 2007: 513-520).
92
en Puebla y en Saltillo39. Exactamente al mismo precio, se evaluaron las "13
botonaduras de bohemia" que se vendieron casi 30 años antes "à D[o]n Pedro García
Henriquez por D. Mariano Alcalde, y D. Santiago Trasviña, à pagar la mitad a los seis
meses, y la otra mitad al año" y que constaban en una nota del testamento de Don
Amaro Santoya, en Oaxaca40.
Los datos mencionados reflejan cómo esos ejemplares circularon en las redes
de comercio interno con un valor relativamente asequible, incluso para los sectores
más populares, quienes raramente dejaron constancia de sus bienes. Aunque no se
tratara exactamente de una persona de baja condición social, Doña María Pérez de
Oropesa conservaba varias joyas con estos adornos en los años 70/80 del siglo XVIII.
Una parte los llevó con ella cuando se casó con Don Isidro Pérez de la Barreda, el
administrador de la tienda "La Barranca", que la tenía en sociedad con el licenciado
José Hernández Vidal, en Santa Ana Chautepam (Tlaxcala). Lo que se pretende
señalar es que una mujer como María pudo incrementar su patrimonio realizando
pequeños trabajos de bordado. Según las declaraciones prestadas, cuando se quedó
viuda, fue con su "industria, y trabajo personal, haciendo colchas, y Alfombras
bordadas" como compró "dos pulsitos de piedras Boemias", "dos pares de Aretes de
piedras Boemias, y [unas piedras Boemias] amarillas, y negras", de entre muchas
otras joyas y trajes41. Entre los bienes de su esposo constan aún "un par de evillas
[sic., hebillas] de piedras buemias [sic., Bohemias] blanxas [sic.] y encarnadas
montadas en plata, con ratonera de azero en quatro pesos" que demuestran un uso
masculino de este tipo de pieza42.
Las joyas de Bohemia se transportaron en los navíos de la Armada Española
cuando la guerra con Inglaterra exigió una participación más activa en la zona para
asegurar su defensa y el transporte del azogue, fundamental para extraer la plata. Uno
de los casos menos afortunados fue el navío el Retiro, alias San Gerónimo, que
39 AGN, Indiferente Virreinal, vol. 6111, exp. 30, f. 2v-2r. En esta misma guía se encuentran otros
objetos, tales como chaquiras, pero la diversidad de origen de los productos no permite asociarlas a la
región de Bohemia.
40 AGNO, Notario Manuel Franco de Lara, vol. 9803, nº 252, f. 1v-4v. Esta nota parece ser el registro
de una venta de mercancía que compró en compañía que hizo con el comerciante Mariano Alcalde y el
militar Trasviña. Para más informaciones sobre estos dos personajes véase el trabajo de María Romero
Frizzi y Bertha Montiel Ángeles (1984: 5).
41 Esas piezas fueron inventariadas en otro documento por un platero y descritas como "piedras de
bohemia negras y amarillas", "un par de Aretes de oro con piedras huemias [sic., Bohemias] la una de
ellas safada en tres pesos", y "un par de pulsos estrangeros y piedras buemias [sic., Bohemias] en un
peso, quatro reales" (AGN, Consulado, vol. 237, exp. 1, f. 339v, 410v y 410r).
42 AGN, Consulado, vol. 237, exp. 1, f. 410r.
93
naufragó en Isla Mujeres, en 1751. Gracias a ese episodio se sabe que en el baúl que
iba a nombre de Don Carlos Romero se encontraban algunas menudencias como "una
caxa de madera maqueada negra para polvos que dentro tiene un par [de] sarcillos de
Plata sobre dorada con piedras falsas de Guemia [sic., Bohemia], y sus lasitos, y
quinse pares rotos de d[ic]hos de plomo con piedresitas"43. Lo que queda por
averiguar es si pertenecían a su equipaje personal o si se destinaban al comercio en la
zona, como parte del derecho de generalas que se vendían libres de impuestos.
Existen también indicios de comercio ilegal con estos productos, que a veces
llegaban fuera de registro y se ocultaban entre otros para evitar el pago de las tasas,
como una "Pulsera de mujer con piedras de Bohemia" que, en 1769, se decomisó a la
entrada de Veracruz, en Jalapa44.
Algo diferentes serían las cuentas de "abalorio" y "chaquira" que
frecuentemente los religiosos usaron en las misiones para agasajar a los indígenas. El
volumen de negocio que representó esta demanda específica se tradujo en intentos,
por parte de jesuitas checos, de aprovechar este nicho de mercado. La historia de
Miguel mereció ya algunos trabajos que se dedicaron a estudiar, desde diferentes
perspectivas, su proyecto de establecer una compañía, en 1704, en asociación con
Johann van der Mullen. Esta exportaría hacia Venezuela, por vía del Virreinato
novohispano, todo tipo de vasijas y sobre todo cuentas de vidrio que, según sus
palabras, sus "indios" demandaban (Štěpánek 1993: 75-98, 1997: 167-173, 1999: 153-
167, 2000: 201-223, 2005: 215-241; Polišenský y Vebr 1971: 93-116).
Tal iniciativa se enmarca en el contexto de la expansión comercial de
Bohemia y del desarrollo de las manufacturas de Vimperk dónde pensaba encargar,
con instrucciones precisas, diferentes formas de vidrio que iban al encuentro del gusto
de criollos e indígenas americanos45. Para justificar su interés por estas cuestiones
materiales, a las que se suponía eran ajenos los hombres de Dios, defiende que su
negocio se circunscribía a piezas de carácter sagrado que se reflejaban en vidrios con
imágenes de santos con inscripciones en latín, o con la representación de las cuatro
partes del mundo, un motivo tan grato a la compañía de Jesús.
43 AGI, México, 1026A, f. 190v.
44 AGN, Real Hacienda, vol. 4790, exp. 36.
45 Otros jesuitas importaron cuentas de vidrio para usarlas en las labores misioneras pero no conocemos
ninguno que tratara de formalizarlo en un negocio. Un ejemplo fue el procurador de la Provincia de
Quito, José María Mauregui que, en 1743, recibió un cargamento con varios objetos para ejercer las
labores de evangelización y entre los cuales constan abalorios (Vargas Amador 2011: 80. Fuente
citada: AGI, Contratación, 1638, leg. 8).
94
Reforzando la legitimidad de la propuesta, cuenta que “Menos mal que no era
yo comerciante de cosas profanas sino que de las sagradas”. Tal afirmación pierde
todo su significado entre el resto de decoraciones que proponía grabar y pintar en los
vidrios. Las figuras con los trajes típicos españoles, los refranes populares, las
muestras de la fauna y flora americana, los 12 signos del zodiaco o los 12 meses del
año, son temas claramente profanos que evidencian un interés fundamentalmente
comercial. Su expresión más clara en la propuesta iconográfica son los escudos y
santos de Perú, Nueva Granada, Brasil, Chile y Paraguay, a donde pensaba exportar
también los productos de su compañía (Štěpánek 1993: 75-98, 2000: 201-223).
Hasta donde se pudo averiguar, nunca se llegó a implementar el proyecto, pero
el interés por participar en el negocio de la producción y comercialización del vidrio
fue una pauta entre diferentes miembros de la Compañía de Jesús que, a lo largo de
los siglos, desempeñaron su actividad en zonas muy distintas. A título de curiosidad
se podría mencionar el caso de la Hacienda de la Macacona, en Perú, dónde los
jesuitas produjeron botellas y garrafas de vidrio para almacenar el vino y licor de
pisco, además de aceiteras, vinagreras, chicheras, vasos, limetas, frasquitos, tinteros,
pomos y lamparines que aparecen inventariados en el almacén en el año de 1767
(Ramos 1989: 67-106). Por entonces las infraestructuras incluían dos hornos de frita,
un horno de pasteladura, otro de fundición, uno de labranza de vidrio, otro de refinar,
uno pequeño de "cerbatenear", un horno de morteros y otro de empego de la brea,
además de un buen horno de "bitijería" nuevo de cinco arcos perfectos en los que se
hacían la mayoría de las piezas (Soldi 2005: 333-376). No obstante, ni Ana María
Soldi (2005: 333-376) ni Gabriela Ramos (1984, 1989: 67-106), que estudiaron esa
documentación, hacen cualquier tipo de alusión a cuentas de vidrio. Siglos antes, en
1606, ya el italiano Carlo Spínola había solicitado el envío de varias fórmulas
científicas, especialmente una para hacer el vidrio, desde Italia a Japón (Frison 2009:
21-56).
En Nueva España existen indicios de que algunos "españoles" fueron capaces
de absorber parte del negocio del vidrio de Bohemia, muy probablemente a través del
mantenimiento de estrechas relaciones con las compañías establecidas en la península
y que todavía no se rastrearon con detenimiento. Uno de esos ejemplos fue la
95
sociedad liderada por José Luis Fagoaga - un importante comerciante vasco - y en la
que participaron Esteban Gach y Manuel Ximenez del Arenal46.
A título introductorio, menciónese simplemente que la instalación de José Luis
Fagoaga en el Virreinato se solicitó por sus primos. Uno de ellos fue el famoso
Marqués del Apartado, a quien se le concedió el título después de que asumiera el
cargo de apartador general de la plata47. El objetivo de esa llamada fue consolidar las
tradicionales redes de negocio basadas en los vínculos familiares, colocándolo en la
administración de algunas de sus actividades. A través de ese sistema habían formado,
en la Nueva España, un autentico clan que dominó el negocio de las minas, el crédito
y el comercio interoceánico a lo largo de varias generaciones. Aunque algunos de sus
elementos fueran criollos, ellos nunca se desvincularan de sus orígenes peninsulares.
De hecho, varios se hicieron miembros de la Real Sociedad de Vascongadas de
Amigos del País Vasco que sirvió para fomentar las relaciones con su zona de origen
y facilitar las relaciones económicas entre sus pares.
La estructura que encontró José Luis Fagoaga a su llegada le permitió disfrutar
de esas redes de solidaridad y establecer sus propios negocios, al margen de los que
administraba en nombre de sus parientes, como la compañía comercial en cuestión.
En este caso el ámbito era la distribución de géneros en Sonora y el derecho de
asiento en algunos de los presidios de la zona que les concedía el abasto de vestuario,
monturas y víveres a soldados y oficiales. Desde la tienda en Arizpe y de Hermosillo
se transportaron grandes cantidades de géneros que tuvieron como destino el consumo
de los militares pero también de las misiones que estuvieron bajo su protección y a las
que se vendía esencialmente a crédito.
Como mencionan José de la Torre Curiel (2008: 595-656) y José Manuel
Moreno Vega (2014: 99-157), el sistema consistía en enviar productos de segunda con
precios de primera que se iban incrementando con los costes del transporte cada vez
que se pasaba de una ciudad a otra. En el caso de los abalorios y de las piedras de
46 AGN, Consulado, vol. 240, exp. 1, 2 y 3. José Luís Fagoaga mantuvo otros negocios importantes y
existe una enorme cantidad de documentación en el AGN sobre sus actividades además de la que aquí
se menciona.
47 La oficina del Apartado era una dependencia Real que se rentaba a particulares y donde se separaba
la plata y el oro en barras, funcionando frecuentemente como banco de plata, para cambiarla por
moneda corriente y actuando como acreedor de las minas más importantes del Virreinato (Sanchiz
2000: 129-167).
96
Bohemia, que aparecen en las cuentas de la compañía entre 1763-179248, es posible
pensar que se destinaban fundamentalmente a las misiones puesto que los sacerdotes
dispusieron siempre de mayor credibilidad para obtener productos a crédito y
estuvieron avalados por las limosnas y el estipendio anual conferido por el monarca.
Lo que no se sabe es como se adquirieron esos productos de Bohemia ni si la
enorme cantidad de abalorios, chaquiras y popotillos de vidrio detectados en las
facturas tuvieron el mismo origen. Seguramente hayan influido sus contactos en el
País Vasco para adquirir estos productos. Allí el comercio de estos géneros estuvo
asociado con la pesca de la ballena en Terranova (actualmente Canadá) desde el siglo
XVI, como demuestran los resultados de excavaciones publicados por Vicent Delmas
(2016: 77-115). No obstante, se desconoce hasta qué punto el decreto de la libre pesca
en la zona podría relacionarse con la instalación de algunas de las Casas de Vidrio de
Bohemia que operaron en la región. Lo que está claro es que, al menos en 1772, su
nombre aparece entre la lista de personas que cargaron productos por su cuenta en la
Flota y que tuvo acceso directo a las importaciones europeas49.
Para finalizar, cabe destacar que a finales del siglo XVIII los abalorios y las
piedras falsas representaban solo cerca de 10% de las exportaciones de vidrio de
Bohemia (Lněničková 2001: 67). Del mismo modo, las cuentas detectadas en las
fuentes de la Nueva España constituyeron una ínfima parte del total de los ejemplares
colocados en el mercado exterior. Un ejemplo fue la casa Palme y Cía. que en 1770
formó una compañía de comercio con la viuda de Juan José Krause (natural de
Bohemia) para exportar a Bilbao quincalla, arenques y tabla (Basuro 2003: 343-356).
En el Virreinato las piezas más curiosas que se refieren en la documentación
son quizás unas "jeringuillas checas" que aparecen en las cuentas de los "situados"
despachados desde México para el auxilio de Manila, durante los años de 172050.
48 AGN, Consulado, vol. 240, exp. 2, f. 27v y 131v. En los folios mencionados se encuentran las dos
referencias a piedras de Bohemia. Sobre los abalorios y demás tipos de cuentas existen innumerables
casos que optamos por no citar.
49 AGN, Marina, vol. 13, exp. 5, f. 78v-83v.
50 AGN, Archivo Histórico de Hacienda, vol. 1242, libro 3, f. 106v. El "situado" era un valor anual que
se transfería de una caja a otra para cubrir el déficit de una zona o solventar unos gastos específicos.
Normalmente estaba relacionado con episodios de guerra y con gastos extraordinarios para la defensa
de puntos estratégicos, sirviendo para pagar sueldos de soldados y religiosos, comprar comida o incluso
financiar obras. En este caso se trata de una transferencia desde la Caja de México a la de Manila y que
tuvo un carácter permanente. Esos caudales se obtenían con el almojarifazgo, un impuesto cobrado en
Acapulco a todas las mercancías que llegaban en el galeón. Sobre el tema de los situados e importancia
relativa en la economía de Filipinas véase: Luis Alonso Álvarez (2009), Leslie Bauzon (1981: 47-48) y
Josep Fradera (1999: 54-57).
97
1.5. INGLATERRA
El desarrollo de la manufactura del vidrio en Inglaterra durante la Edad
Moderna se vinculó a una serie de circunstancias políticas, así internas como externas,
que facilitaron la circulación de mano de obra especializada y una mejoría sustancial
de la calidad de sus productos.
A semejanza de lo que sucedía en otros reinos, los modelos venecianos se
tenían en alta estima y desde mediados del siglo XVI se estimuló el establecimiento
de esos profesionales. La mayoría de los hombres se encontraban ya asentados en
otras ciudades europeas, donde venían promoviendo la difusión de un vidrio a la
façon de Venise con algunas innovaciones 51 . Estos experimentos facilitaron la
adaptación de las fórmulas tradicionales a la disponibilidad de materias primas que
luego se difundieron en esas regiones y se implementaron en Inglaterra. El resultado
fue que sus creaciones al estilo italiano se hicieron con fórmulas muy similares a
aquellas que se estaban produciendo en Europa Central, en muchos casos con
especialistas oriundos de esos países.
Efectivamente, como lo demostró George Hugh Kenyon (1967) en un trabajo
que sigue siendo una referencia en el tema, una gran parte de los vidrieros extranjeros
no fueron italianos. Con el estallido de las guerras religiosas que enfrentaron a
católicos y reformistas, muchas personas se vieron obligadas a abandonar sus
ciudades y buscar refugio en las naciones protestantes de Bélgica y Holanda. Pero la
incorporación de las Provincias Unidas al imperio español ejerció una nueva presión
que benefició a Inglaterra. En esas circunstancias llegaron muchos vidrieros del sur y
centro de Europa, sobre todo franceses de la Lorraine y Normandía (Crossley y Aberg
1972: 107-159; Dungworth y Clark 2004: 1-14).
Uno de los primeros en instalarse fue el hugonote Jean Carré y su caso
constituye un ejemplo paradigmático de las consecuencias de los conflictos religiosos
en el desplazamiento de especialistas. Él había pasado antes por diferentes ciudades
de Francia y Flandes, donde pudo aprender los nuevos descubrimientos que se iban
haciendo en cada sitio. Así, cuando en 1567 se trasladó de Arras a Londres, no
encontró dificultad en obtener el privilegio para producir el vidrio a la façon de
Venise, durante un período de 21 años.
51 Las primeras referencias datan de 1549.
98
Tal autorización pone de manifiesto el enorme interés en fomentar ese arte y
también la credibilidad del artífice para liderar la iniciativa. De hecho, su actividad no
se limitó a la fundación de este taller, ampliando después el negocio al vidrio plano de
ventanas. Para ello, financió la construcción de dos hornos en Fernfold (Sussex) y
otro en Sidney Wood (Surrey), que funcionaron como polo de atracción para otros
franceses. El aspecto que tendrían esos talleres no diferiría mucho del diseño
producido por Giorgius Agrícola (1494-1555) en el que se observa un horno con
varias bocas que servían para mantener caliente la masa de vidrio con que se creaban
formas sopladas, y objetos modelados representadas por moldes y que aluden al
empleo de ambas técnicas en el mismo sitio (Fig. 12). Algunos de los trabajadores de
Jean Carré terminaron por fundar sus propios hornos y fueron los autores de algunas
innovaciones.
Cuando en 1572 murió Jean Carré, el taller de Crutched Friars (Londres) pasó
a manos de uno de sus empleados, el veneciano Giacomo Varzelini, colocando
finalmente a un italiano en la dirección de ese establecimiento. Desde 1574 a 1590 se
especializó en la producción de todo tipo de cristalería al estilo de Murano pero sería
interesante averiguar hasta qué punto su paso por Antwerpia pudo influir en sus obras
(Rodríguez García 1989b: 63-65). Durante el período de aproximadamente 20 años en
el que desarrolló sus actividades allí, seguramente tuvo oportunidad de experimentar
con otros ingredientes e introducir algunos cambios en la composición original.
Si al inicio el desarrollo del vidrio inglés dependió de iniciativas puntuales que
colocaron extranjeros al frente de los talleres, las nuevas circunstancias del comercio
internacional exigieron un cambio de paradigma. Esta segunda fase tuvo lugar a
comienzos del siglo XVII y se caracterizó por el reconocimiento del valor estratégico
del vidrio para la economía local, poniendo la gestión de estos establecimientos en
manos de las élites políticas y comerciales.
Una de las figuras más importantes fue Sir Robert Mansell, que disfrutó de
una posición política relevante como miembro del Parlamento e intervino en el
comercio atlántico a través de la Royal Navy y de sus participaciones en la Compañía
Africana (Carr 1913: 32, 99-106; Powell 1923). Tales circunstancias permiten
entender mejor su interés en la producción de vidrio, que tantas veces se utilizó en las
relaciones comerciales y diplomáticas con poblaciones de otros continentes. Durante
sus largas estadías al servicio de la Armada, su esposa desempeñó un papel
imprescindible en la administración de los negocios familiares, atribuyéndosele el
99
gran mérito de lograr el monopolio del carbón mineral, en 1618. Lo que se pretendía
era el control del único combustible autorizado para los hornos de vidrio, después de
que en 1615 se prohibiera el empleo del carbón vegetal para esa finalidad. A partir de
entonces sería prácticamente imposible frenar el poder de esta familia durante
aproximadamente 30 años, cuando la guerra civil afectó drásticamente a dicha
manufactura.
A pesar del cambio en el modelo de gestión, en la práctica se seguía
importando mano de obra cualificada para controlar los aspectos técnicos, inclusive
desde Altare (Real Fábrica 2004: 66). La capacidad de formar a artesanos no sería
suficiente para dar respuesta al crecimiento de esas empresas. Además, las
innovaciones en la forma de hacer vidrio se circunscribieron esencialmente a la
tecnología empleada en la construcción y manejo de los hornos, tal como lo
demuestran las excavaciones arqueológicas. Para hacer un producto de mejor calidad
se siguieron importando ingredientes desde Francia y España, alimentando las
relaciones permanentes entre estos reinos. Todo eso se tradujo en la circulación
permanente de mano de obra y materias primas. En una carta que el vidriero James
Howell escribió a su padre, en 1618, afirma que:
"(...) la naturaleza del negocio es de tal manera que los trabajadores han de ser de
Italia, las materias primas de España, Francia y otros países, por lo que se necesita
de un agente en el extranjero. Por ese motivo creo que tendré empleo en todos
esos países antes de regresar." (traducción de la autora), (Powell 1923: 33).
Al menos hasta mediados del siglo XVIII, se introdujo la barrilla desde el
Levante español, adonde se desplazaron corresponsales de esos vidrieros para adquirir
grandes cantidades del producto y al mejor precio posible52.
Los elementos presentados reflejan como las producciones de estilo veneciano
heredaron las técnicas desarrolladas en el noreste europeo, frecuentemente señaladas
por la historiografía y los arqueólogos para explicar las semejanzas entre sus
creaciones y los ejemplares británicos (Cagno et al. 2012: 1-12). Lo que regularmente
52 Entre ellos destacó la Pulverine o rochetta, que "son cenizas hechas de ciertas hierbas que crecen en
el Levante, y se encuentran entre los ingredientes permitidos más aptos para extraer la sal para hacer
vidrio; de la misma clase es la soda que viene de Egipto y España" (traducción de la autora), (Smith
1738: 78). Véase también la carta de 1621 citada por Harry Powell (1923: 33). Sobre la producción y
comercio de barrilla en Alicante en el siglo XVII consúltese: Archivo de la Corona de Aragón (ACA),
Consejo de Aragón, leg. 662, nº63. ACA, Consejo de Aragón, leg. 600, nº107. ACA, Consejo de
Aragón, leg. 903, nº 30.
100
se ignora es el origen peninsular de los ingredientes usados en esas fórmulas ya que
podrían causar algunas confusiones en la interpretación de los objetos recuperados en
contextos arqueológicos o en colecciones históricas americanas, como se señaló
anteriormente. Los análisis químicos que se vienen realizando a los vidrios
arqueológicos han aportado datos muy interesantes pero, solo con la creación de bases
de datos internacionales se percibirán las pequeñas diferencias que marcan la
singularidad de cada adaptación local. Son ellas las que permiten interpretar el origen
de las piezas en un contexto en el que los ingredientes y la mano de obra que las
produjo fueron básicamente los mismos en diferentes ciudades europeas.
Con el final de la guerra civil, surgió una nueva fase de la manufactura del
vidrio, caracterizada por un apoyo directo de la élite y por la centralización del
negocio en las manos de una empresa53. En 1664 se creó la Compañía de Vendedores
de Vidrio que controló la distribución de las creaciones locales y extranjeras. Esta
mantuvo un compromiso con el desarrollo de la calidad del producto inglés,
promoviendo directamente nuevos experimentos. Uno de los casos más significativos
fue el apoyo concedido a las investigaciones de George Ravenscroft (1632-1683).
No se pretende aquí profundizar en la discusión sobre la autoría del evento que
patentó a su nombre y con derecho exclusivo durante un período de siete años, sino
tan solo destacar su relevancia. Fue con ese vidrio cristalino, hecho a base de plomo,
que se realizaron algunas piedras falsas, colocando los ingleses en competencia con el
estrás* francés y el cristallo italiano. Ravenscroft no poseía formación de vidriero y
era ya un adulto mayor cuando se interesó por ese área, después de haberse dedicado
a los negocios familiares de comercio de mercancías. En 1673 construyó un horno en
Savor (Londres) dónde empleó a diversos vidrieros y aparentemente se llevaron a
cabo los primeros experimentos.
A pesar de los sucesivos fracasos, la Compañía Comercial de Vidrio apoyó su
trabajo, instalándole un taller en Henley-on-Thames (Berkshire) en el que
supuestamente logró descubrir el método para hacer un vidrio superior. En 1676 la
empresa emitió un comunicado oficial mostrando su satisfacción con el producto que,
a partir de ese momento, llevaría la marca de un cuervo. Ravenscroft dejó de trabajar
en 1679 y murió en 1681, poco tiempo antes de que su patente de 7 años expirara,
53 Un ejemplo de ello fue cuando en 1663, el duque de Buckingham, George Villiers, recibió
autorización para establecer un taller de vidrio en Vauxhall (Londres) para hacer espejos e imitaciones
de cristal.
101
pero su fórmula seguiría siendo utilizada en favor de la institución que lo financió.
Uno de sus artesanos, Hawley Bishopp, la siguió produciendo bajo las directrices de
la compañía, aunque ese estilo de vidrio ya se había extendido a otros talleres ingleses
y conquistado el mercado de exportación dónde empezaba a suscitar intentos de
imitación54.
En lo que respecta al sector de los abalorios, se sabe que a comienzos del siglo
XVI parte de los ejemplares consumidos en el mercado interno se importaban desde
Normandía (Francia) y Antwerpia (Bélgica). Ahí se concentraron familias dedicadas
al arte de dar forma a estos objetos, que lograron establecer conexiones con los
comerciantes británicos55. El volumen de esas compras no fue muy elevado si se
compara con el de otros efectos, pero tuvieron un peso considerable dentro de la
categoría de los vidrios56. El fenómeno mencionado se relaciona con la calidad del
producto inglés y su inferioridad en relación con el que se hacía entonces en Venecia
o en el noreste europeo, desde dónde se importó mano de obra para trabajar en los
hornos de vidrio británicos y promover también la producción de cuentas.
Los primeros registros disponibles datan de finales de la década de los setenta
del siglo XVI, cuando el francés Godfray Delahay y el veneciano Sebastián Orlandini
construyeron una fábrica de vidrio en Beckley, cerca de Rye. En ella se dedicaron a
hacer cuentas, bugles57 y esmalte, siguiendo la tradición veneciana en detrimento de
la francesa (Graham 1987: 82-83; Kenyon 1967: 113, 210-212). Esto resulta bastante
significativo, ya que durante ese período la mayoría de los ejemplares importados
venían precisamente desde Francia y solo excepcionalmente se pudieron adquirir los
italianos. En definitiva, este negocio tenía el enorme potencial de disminuir las
importaciones y dar respuesta a las necesidades de la sociedad, ofreciéndole el
54 Sobre el vidrio de Ravenscroft y sobre la discusión en torno a la invención véanse: Brain 2001: 357-
460; Brain y Dungworth 2009: 363-469; Francis Jr. 2000: 47-53; MacLeod 1987: 776-803; Moody
1988: 198-209; Moretti 2005: 244-248.
55 Véase por ejemplo el Book of Rates de 1507, en el que aparecen inscritas pequeñas cantidades de
abalorios de ese origen. En este libro se apuntaba el valor de las tasas que pagaban los productos
importados y exportados desde ahí. En 1558 se hizo una revisión de los valores, originando un nuevo
libro dónde se constata que las cuentas eran tasadas por conjuntos de 6 docenas y no individualmente
(Godfrey 1975: 14).
56 Sobre el aumento de las importaciones de vidrio a inicios del siglo XVI y su reducido peso en el
contexto global véase el trabajo de Eleanor Godfrey (1975: 14). La misma autora menciona que entre
los años de 1587 y 1588 los abalorios se encontraban entre los productos de vidrio más importados en
Inglaterra (Godfrey 1975: 126 y 236).
57 La palabra “bugle” denomina las cañas de vidrio que se utilizan para hacer abalorios pero igualmente
a las cuentas de formato tubular y que en castellano se denominan de canutillo (Godfrey 1975: 32). En
este contexto parece más probable que se refiera a las segundas.
102
producto más prestigioso. A pesar de eso, su período de funcionamiento fue bastante
corto. En 1580, John Smith compró la participación de Delahay con el objetivo de
ampliar la producción a objetos de uso doméstico, lo que marcaría el final de la
empresa.
La iniciativa provocó conflictos de interés con el monopolio sobre la
cristalería a la façon de Venise adjudicado a Varzelini el 15 de diciembre de 1574 y el
Consejo acabó por determinar el cierre provisional de la fábrica. Aunque se le
concedió el privilegio sobre las cuentas y canutillos, esta nunca volvió a entrar en
actividad, probablemente porque la rentabilidad que esperaba obtener con ese tipo de
objeto quedaba muy por debajo de las expectativas que tenía respecto a los vasos y
botellas de vidrio. Otra posibilidad sería es que se sintiera amenazado por las
diligencias que empezaban a moverse contra el alto consumo de madera y que, de
hacerse efectivas, comprometerían la inversión (Godfrey 1975: 32). En todo caso se
generaron varios conflictos por la prioridad en la adquisición de sus herramientas,
demostrando las dificultades para acceder a instrumentos básicos para el ejercicio de
las labores de vidriero y también la precariedad con la que tuvieron que lidiar.
Seis años más tarde, el italiano Luthery (que trabajara con Varzelini) retomó la
producción de cuentas, estableciendo una fábrica en Godalming, cerca de Guildforde.
Ahí se dedicó también a hacer botones y copas, cerrando poco tiempo después
precisamente por las quejas de la población por al elevado dispendio de leña.
La manufactura de abalorios tomó nuevo vigor en el siglo XVII, beneficiada
por una tendencia general que se caracterizó por el interés de las élites en promover
directamente el sector vidriero. Normalmente se trataban de personas estrechamente
vinculadas al comercio y que encontraron en estos productos una excelente
oportunidad de negocio, sobre todo con el incremento de las relaciones
intercontinentales. En África, el tráfico de esclavos se asoció con la circulación de
estos géneros, utilizados como moneda para pagar diferentes productos58. Del mismo
modo, en América, las poblaciones indígenas incorporaron rápidamente esas piezas
como sustituto de otros materiales que ya se bordaban en varios soportes,
garantizando el éxito de la empresa en los asentamientos británicos. La fuerte
complementariedad entre el ciclo productivo de las cuentas y el tráfico negrero o la
58 Varias excavaciones en distintas partes del continente africano revelaron datos interesantes acerca
del origen de esas cuentas y sobre sus contextos de uso hasta el siglo XIX: Davison 1972; DeCorse,
Richard y Thiaw 2003: 77-109; Dussubieux et al. 2008: 797-821; Flower, McNaughton y Myers 2007:
1-10; Gijanto 2011: 637-668; Kimura y Shenkere 2009: 369-381; Robertshaw et al. 2010: 1898-1912.
103
colonización americana se reflejan en la historia del caballero Sir Nicholas Crispe
(1599-1666) y en sus opciones de inversión.
Crispe nació en 1599 en el seno de una familia adinerada y tuvo la
oportunidad de beneficiarse de una educación y una posición social privilegiada, lo
que le hizo destacar en la sociedad británica desde muy joven. Su principal actividad
fue sin duda la explotación del comercio africano a través de la compra de un número
considerable de acciones en la Compañía Africana, tal como lo hizo Mansell. Esta
empresa se había creado en 1618 para fomentar las relaciones comerciales con la zona
pero, a pesar de que era la única manera oficial de penetrar en ese mercado, esta
declaró siempre grandes pérdidas. Fue solo en 1624, cuando Crispe ocupó un papel
importante en la dirección, que finalmente declaró beneficios. Su crecimiento fue
enorme y en 1628 asumió la dirección al adquirir la mayoría de las acciones.
En 1631 se fundó la Compañía de Comerciantes de Guinea que incorporó
muchos de los accionistas de la empresa anterior, ampliando el negocio a la
explotación de las minas de oro. Eso le produjo grandes ganancias, causando fuertes
tensiones políticas que lanzaban duras críticas a la concentración del negocio
(Brenner 2003: 161-174). A pesar de que se le concediera el monopolio de ese
comercio durante un período de 30 años, el Parlamento terminó decretando su cierre
en 1644. Además, este personaje se asoció con las iniciativas de poblamiento en
América y con la Compañía de las Indias, pero su papel en esos ámbitos no es tan
claro y parece no haber sido tan importante.
El éxito de estas empresas y el desempeño de Crispe se relaciona con las
inversiones paralelas que hizo a título individual y que, de cierta manera, tuvieron las
mismas intenciones de Mansell aunque con una estrategia distinta. En este caso, la
implicación con la manufactura de abalorios es más evidente y también la forma en
cómo sus actividades siguieron una línea clara de complementariedad entre ambas.
Las excavaciones arqueológicas conducidas por el Museum of London
Archaeology, en Hammersmith, durante los años de 2001 y 2005 trajeron a la luz
datos novedosos. La intervención tuvo lugar en un terreno que fue propiedad de
Crispe y dónde aún se conserva el edificio de su residencia. Durante los trabajos se
localizaron los cimientos de una antigua fábrica de ladrillos, construida en 1625 con
el objetivo de desarrollar un nuevo método para producirlos. Pero el hallazgo más
significativo para el tema que nos ocupa son los cimientos de al menos un horno de
vidrio y una enorme colección de abalorios y desperdicios asociados. Esas estructuras
104
se edificaron al lado del establecimiento anterior, lo que habría sucedido hacia 1635,
cuando le concedieron licencia para producir esos objetos (Jamieson 2005, 2007: 7-8;
Egan 2008: 332-340).
El momento en que decidió invertir en el sector coincide con el período de
mayor implicación en el comercio africano. Según Cecil Carr (1913: 173-181), tan
solo cuatro años antes había obtenido el monopolio del tráfico de esclavos con Guinea
a través de las actividades de la Compañía. En esas fechas, la empresa empezaba a
crear establecimientos más duraderos con la promoción de las factorías de Komenda,
Kormantin y Winneba (actual Ghana) donde seguramente las cuentas de vidrio
circularon en los tratos con la población local. Así, cuando en 1650 se amplió ese
proyecto a otros tres puertos (Anomabu, Takoradi y Cabo Corso), pudo contar ya con
los géneros producidos en su propio taller y obtener un beneficio directo como
proveedor de la Compañía.
Las circunstancias referidas sugieren la existencia de una producción a gran
escala en una época en la que las materias primas para hacer el vidrio seguían siendo
importadas. En ese aspecto, las relaciones comerciales que mantuvo con Francia
pudieron facilitar las negociaciones para adquirir esos materiales y la mano de obra
cualificada para su taller (Carr 1913: 65).
En lo relativo a las características de las piezas, se identificaron dos líneas de
producción: una con acabado en speo, las más largas, y otra por ferraza, de tamaño
menor. En total se reconocieron 43 modelos de abalorios, disponibles en 8 colores,
que se hicieron con una fórmula de base sódica obtenida a través de la incorporación
de plantas salicornias, muy posiblemente la barrilla española. Según un trabajo
publicado por Karlis Karklins, Laure Dussibieux y Ron Hancock (2015: 16-24), 20 de
los tipos de cuentas identificados encuentran paralelo en los ejemplares recuperados
en el taller que perteneció a Soop, en Ámsterdam, y otros 5 modelos comparten
algunas similitudes que se interpretaron como variantes. Los autores sostienen que
tales coincidencias se deben a que en ambas ciudades se usaron las mismas fórmulas
de vidrio, aunque con algunas materias primas de origen diferente, demostrando las
conexiones entre las dos regiones y de estas con Italia, ya sea de las técnicas, de las
fórmulas o incluso de la mano de obra, como ya se señaló.
La variedad de tipos de cuentas representada en la muestra colectada podrá ser
el resultado de una manufactura enfocada hacia diferentes mercados de consumo,
tratando de ir al encuentro del gusto local por los bordados de chaquira y también de
105
las demandas asociadas al comercio colonial59. Las relaciones ya mencionadas del
propietario con la costa africana hasta la década de los 40 del siglo XVII son
evidentes y sería interesante comparar las piezas recuperadas en Hammersmith con
las que vienen siendo encontradas en diferentes contextos arqueológicos africanos.
Además, es posible que Crisp fuera capaz de colocar sus productos en el continente
americano. Los análisis comparativos ya publicados han identificado semejanzas
entre la producción de Hammersmith y piezas encontradas en regiones
norteamericanas dominadas por ingleses y holandeses (Karklins, Dussibieux y
Hancock 2015: 16-24).
La similitud de las fórmulas empleadas en ambos lugares plantea problemas
de interpretación, como señalan los autores de esos trabajos. Asimismo, hay un caso
que merece especial atención: la antigua colonia de Plymouth Plantation. Poco antes
de que Crispe fundara su taller, ya existía una producción de vidrio en la colonia
americana de Jamestown que durante algún tiempo aprovisionó a la zona de ese
material. La primera iniciativa tuvo lugar en 1608 y contó con mano de obra
alemana/holandesa y francesa para aprovechar los recursos de madera y producir un
tipo de vidrio que sería exportado a Inglaterra. Más que destinarlo al consumo local,
la iniciativa pretendía ampliar la manufactura de un producto bastante demandado en
la metrópolis y disminuir los costes de importación de vidrio desde otros reinos
europeos (Grizzard y Smith 2007). Sin embargo, el horno funcionó únicamente
durante un año en el que se hicieron esencialmente botellas, vasos y vidrios planos.
Fue ya en 1621 cuando la Compañía de Virginia financió el desplazamiento de
vidrieros italianos para montar un taller de todo tipo de cuentas y vidrio. Por diversos
motivos la empresa funcionó únicamente hasta 1624, dejando espacio al comercio de
esos géneros desde Europa (Davidson 2006: 46; Grizzard y Smith 2007; Harrington
1952).
A pesar de las grandes ventajas que aparentemente se le reconoce a la
manufactura de abalorios de Hammersmith, el período de funcionamiento del
establecimiento tampoco fue duradero, del mismo modo que las iniciativas referidas
anteriormente. Aparentemente el establecimiento cerró en 1640, laborando
únicamente durante el período de 5 años (Karklins, Dussibieux y Hancock 2015: 22).
59 Hasta la creación de este horno las élites británicas seguían consumiendo abalorios importados
(Godfrey 1975: 126-236. Fuente citada: Port Books, E.190/83/5, London, Imports, English, 1633-
1634).
106
A lo largo del siglo XVIII se siguieron produciendo abalorios en Inglaterra
con fines comerciales (Gottschall 2008: 1-14; Schofield y Maloney 1998). La
estructura de esos locales sería muy similar a la que se registró en Hammersmith, o
sea, en el mismo espacio se concentraban todas las fases de elaboración, desde la
realización de las cañas hasta su corte y talla. Sin embargo, en ese momento
sucedieron cambios interesantes que se expresan en la obra de George Smith (1738).
Las ilustraciones que presenta reflejan la tendencia registrada en varios países
europeos de divulgar los conocimientos artísticos/artesanales y tecnológicos a través
de manuales y enciclopedias. Su destino no eran tanto los artesanos, sino más bien
personas con formación académica que se interesaron por esas cuestiones, de entre
ellas, los abalorios (véase fig. 7).
Casi un siglo después de que Crispe fundara su horno con una producción a
gran escala, la élite adoptó una actitud distinta hacía las cuentas de vidrio y su
producción. El interés científico y la curiosidad experimental que caracterizó el
movimiento de la Ilustración y los hombres que participaron de esas dinámicas,
motivaron un acercamiento mayor hacia un ámbito que, hasta entonces, no había
trascendido la esfera artesanal.
Sin que nunca se mezclaran con esos espacios construidos con una finalidad
comercial y caracterizados por hornos de altas temperaturas a las que tenían que
someterse los obreros, la producción de abalorios se volvió una curiosidad en la que
participaron directamente algunos individuos ilustrados. En esos casos, el local de
trabajo fue un pequeño laboratorio donde, con la ayuda de una mesa especial y una
lámpara, se dieron forma a miniaturas de vidrio soplado, entre ellas las cuentas. El
entorno era ya muy diferente y no obedeció a un criterio verdaderamente productivo
ni trató de promover innovaciones en este arte. En realidad solo puntualmente se
construyeron pequeños hornos para hacer las cañas de vidrio y la gran mayoría de los
hombres seguiría la recomendación de George Smith: lo primero que había que hacer
era comprar en las "casas de vidrio" las cañas huecas o glass pipes que ahí se
encontraban disponibles en diferentes colores y tamaños (Smith 1738: 81).
La conexión entre las élites ilustradas y la producción de abalorios en una
coyuntura política y económica que estuvo enfocada hacía un comercio de escala
global, no es fortuita. Esos objetos tuvieron un papel destacado en las relaciones y
redes de circulación mundiales de las que dependió directamente el enriquecimiento
de algunas familias. Por eso, el grabado con que Smith ilustró "el arte de soplar vidrio
107
en miniaturas" (véase fig. 7) resalta algunos de esos símbolos y nos permite intuir una
cierta obsesión por las cuentas de vidrio. El personaje principal de ese imagen es un
individuo vestido con un turbante y una bata de corte oriental, llamado banyan, que se
institucionalizó como el traje del hombre culto por antonomasia. Dicha indumentaria
estuvo asociada al comercio con la India (inspirada en los modelos que usaba la
población local) y a las actividades experimentales de científicos y artistas puesto que,
de acuerdo con la mentalidad de la época, sus formas anchas facilitaban la libertad de
movimientos y favorecían la actividad intelectual. Por eso, el actor y autor de las
cuentas se presenta así ante la pareja de invitados que observa con curiosidad sus
labores.
A pesar de todo, ni la producción artesanal ni la actividad puntual de la élite
pudieron suplir las necesidades del mercado y se mantuvo la importación de abalorios
y cañas, que se aplicaron en todo tipo de artes decorativas bajo la forma de bordado
(Fig. 13). Por un decreto de 1744, se determinó que ambos objetos importados
pagaran los mismos impuestos y estuvieran bajo las mismas restricciones para volver
a exportarse60. De esta manera las cuentas pasaron a considerarse, para efectos
tributarios, como materia prima, colocando en el mismo nivel a las cañas y a sus
derivados. Eso podría entenderse como un agravio hacia la manufactura local, pero el
párrafo final aclara que tal medida no debería concebirse como una rebaja en el precio
de las cuentas más pequeñas, que eran también las más vendidas en el reino. De eso
se deduce que esta medida estuvo relacionada con la disponibilidad de géneros para
exportación, ya que efectivamente esos ejemplares extranjeros ingresaron en las redes
del comercio exterior, muy posiblemente en las regiones de Asia, África y América en
las que Inglaterra mantuvo una presencia importante.
Sobre la capacidad de exportar abalorios hacia la Nueva España durante el
siglo XVIII no se han encontrado referencias, al contrario de los recipientes de vidrio,
sobre todo botellas y vasos, que se usaron entonces en casas particulares o en locales
comerciales. Lo más parecido a cuentas de vidrio que se pudo localizar fueron unos
"anillos de latón ordinarios con piedras falsas" que aparecen declarados entre los
60 "(...) que los aranceles sobre las Cuentas de vidrio que sean importadas después del 04 de junio 1744
debe cesar y se determina, que en su lugar se pagará por todas las cuentas de vidrio importados a Gran
Bretaña, lisas o elaboradas, mixtas o de un color, las mismas subvenciones, imposiciones y
obligaciones que pagan las cañas de vidrio, con los mismos descuentos y subsidios a la importación, y
los mismos inconvenientes en la exportación y en las mismas penas y decomisos, pero esta Ley no
debe considerarse como una ampliación de la disminución o alteración de las tarifas o aranceles sobre
las cañas de vidrio pequeñas o pequeñísimas" (traducción de la autora), (Anónimo 1753: 337-338).
108
géneros ingleses que se llevaron a Veracruz en 174861. Dichas piedras serían de vidrio
y curiosamente los anillos fueron "cargados en el Navío Portugués nombrado S[a]n
Joseph que con permiso de S.M. saldrá de la Ría de Lisboa para el Puerto de Vera
Cruz al cargo de Capitán d[o]n Gonzalo Xavier de Barros y de los derechos de las
Aduanas de España que les corresponden"; pero se trata de un caso aislado62.
La escasez de vidrios ingleses durante este período se podría relacionar con
los conflictos entre esta nación y España, que explican también por qué en el
"reglamento y aranceles reales para el establecimiento del de España a Indias",
publicado el 12 de octubre de 1788, se declaró la "libertad de derechos para el cristal,
el vidrio, y toda la quinquillería que se fabrique en estos reynos", especificando que el
vidrio inglés no tendría regalía63. Asimismo, muchos objetos de origen británico
siguieron siendo demandados por la población y algunas personas pudieron
adquirirlos. Un caso curioso son las "treze sortijas de oro hechura inglesa con una
piedra verde de Boemia" que se encontraban entre las alhajas en poder de Juan
Rodríguez Losano para su venta (1749) y que pertenecían a Don Pedro de Flores, un
principal de España64. En este caso es difícil saber si se trataba de una pieza inglesa o
hecha a la moda de allí que, en todo caso, combina el estilo británico con los mejores
ejemplares de piedras falsas que se hacían en Europa.
Fue ya durante el conturbado siglo XIX, en los años 20 y 30, que se asistió a la
llegada de varios barcos ingleses, transportando cuentas de vidrio. Uno de ellos fue la
fragata inglesa Wellington, que antes de arribar a San Blas pasó por Lima, donde no
encontró mercado ni para el aderezo de piedras verdes, ni para las 240 gargantillas
ordinarias que valían 2 reales cada una, ni siquiera para los varios cajones con
abalorios: 2 cajones con 200 mazos, 1 cajón con 6@ abalorios, otro con 1@ abalorios
y 6 docenas de rosarios de lo mismo y un baúl con 5 libras de abalorios. Todos ellos
se embarcaron por cuenta y riesgo del capitán, Don Lorenzo Taxonar, quien
seguramente intentó venderlos de nuevo en San Blas65 . Menos suerte tuvo el
bergantín Robert Iuge, que venía de Londres y terminó por naufragar en la playa de
los Chivos el 8 de abril de 1831. Entre el cargamento recuperado y vendido en subasta
pública, se mencionan varias cajas de chaquira que, por el incidente, se le rebajó un
61 AGI, México, 2971, s.f.
62 AGI, México, 2971, s.f.
63 AGN, Bando, vol. 10, exp. 61.
64 AGN, Indiferente Virreinal, vol. 1354, exp. 26, f. 10v.
65 AGN, Archivo Histórico de Hacienda, vol. 594, exp. 16, s.f. (documentos nº 7, 21 y 25).
109
55% en "avería"66. A pesar del origen de los barcos, no se puede asegurar que la
mercancía fuera realmente inglesa.
1.6. FRANCIA
Francia fue una de las primeras potencias en competir con Italia en la
producción de abalorios, afirmándose en el mercado de exportación desde inicios del
siglo XVI. Para afrontar ese monopolio fuertemente establecido necesitó adoptar un
conjunto de medidas para desarrollar el sector. Esas variables permitirán destacar las
particularidades del caso francés y cómo nunca dejó de articularse con las dinámicas
más generales que pautaron el entorno europeo. Finalmente, ese panorama
proporcionará el telón de fondo en el que se vislumbra el impacto de las creaciones
locales en el comercio internacional, particularmente en las exportaciones con destino
a la Nueva España.
1.6.1. La Producción de Abalorios en el Marco de la Actividad Vidriera
Tradicionalmente se ha estudiado la manufactura de abalorios en asociación
con la actividad de los hornos de vidrio locales, o sea, como uno de las muchos tipos
de piezas que estos produjeron. Aunque esta idea sea susceptible de matices, como se
verá posteriormente, los beneficios concedidos a la producción vidriera repercutieron
en ese nicho de mercado y en la competitividad de sus creaciones. Por ese motivo se
presentarán brevemente los puntos más señalados para explicar el incremento del
sector.
El principal argumento utilizado para justificar la preponderancia de Francia
en la producción de vidrio es precisamente el haber sido una de las pioneras en
entender el papel estratégico de la fijación de mano de obra cualificada en su
territorio. Desde mediados del siglo XVI algunos particulares venían financiando
directamente el viaje de artesanos italianos para emplearlos en la construcción y
66 El descuento sería aplicado sobre la avería, o sea, el impuesto que pagaban todas las mercancías del
comercio americano. AGN, Archivo Histórico de Hacienda, vol. 174, exp. 9, s.f.
110
decoración de un nuevo edificio. El ejemplo más famoso fue el de Ferri, o Ferro,
contratado por el duque de Lorraine, René de Anjou, para trabajar en la Provenza
(Gaynor 1991: 42-81). No obstante, el creciente consumo de todo tipo de objetos de
vidrio exigió una verdadera política de captación de mano de obra que se fue
consolidando a lo largo de los siglos posteriores.
Durante los siglos XVI y XVII, las piezas venecianas y muranesas se
consideraban de una gran belleza y fueron las preferidas para ostentar en los salones
de las casas más distinguidas. Contrariamente, la mayoría de los vidrieros italianos
establecidos en Francia llegaron desde la ciudad italiana de Altare, donde el modelo
de gestión política no imponía las fuertes restricciones a la emigración en las que se
basaba el monopolio de Venecia67. Eso permitió un desplazamiento más fácil de los
maestros/oficiales para que ejercieran su labor en otras regiones, con la única
condición de que no divulgaran las técnicas y fórmulas (Malandra 1983; Maitte
2009). Su impacto fue especialmente significativo en la ciudad de Nevers, atrayendo
gran parte de ese potencial humano para fortalecer la economía local asociada a la
producción vidriera. Sus piezas alcanzaron tan destacada calidad que se le dio el
apodo de "la pequeña Murano de Venecia" hasta aproximadamente los inicios del
siglo XVIII, cuando los conflictos políticos afectaron la capacidad de mantener a los
maestros en el territorio (Hilaire-Pérez y Verna 2009: 25-61; Rochebrune 2004: 142-
19).
Este ejemplo muestra cómo la captación de artesanos fue el motor económico
y pone de manifiesto el papel de los altareses en la difusión de un vidrio italiano que
se confundía con la marca veneciana68. Es posible que lo mismo sucediera en relación
con las cuentas. El modelo a imitar fueron los ejemplares muraneses, aunque
prácticamente todos los vidrieros extranjeros, independientemente de su origen,
disponían de los conocimientos necesarios para hacer el vidrio de los abalorios.
Para conservar la competitividad del sector y hacer frente a la progresiva
demanda de especialistas en Europa, se concedieron ventajas exclusivas a los
vidrieros. No bastaba ya con financiar sus viajes e instalación, sino que había que
evitar a toda costa que se desplazaran a otras regiones donde se les ofrecieran mejores
67 La manufactura de vidrio de Altare (junto a Savona) empezó a desarrollarse desde el siglo XI, con la
instalación de artesanos que llegaron desde Normandía.
68 Aunque nunca gozaron del mismo prestigio que sus compañeros muraneses, las producciones
altaresas penetraron en el mercado de exportación confundiéndose con el vidrio veneciano. Del mismo
modo fueron esos vidrieros los grandes propulsores de las piezas a la façon de venise que en pleno
siglo XVI y XVII se difundieron en Francia y en toda Europa.
111
condiciones. Una de las medidas tomadas fue la exención de ciertos impuestos, sobre
todo los que se aplicaban a los ingredientes importados y que restaban grandes valores
a sus ganancias. Esto es especialmente relevante si se considera que este recurso
permitió, durante largo tiempo, suplir las carencias locales hasta que se pudieron
encontrar ingredientes alternativos.
Como demuestran algunos trabajos clásicos sobre el tema, a la par de esos
beneficios, se elevó el estatus social del vidriero. Se consideró su labor digna de la
nobleza y se concedió a esos hombres un salto cualitativo en la escala social, haciendo
justicia a las posibilidades de ingresos que se les presentaban (Boutillier 1885;
Hennezel d’Ormois 1933: 58; Huppert 1983). Lo que todavía no queda claro es si
todos accedieron a la categoría de gentilhomme o si el título se reservó a las ramas de
producción consideradas más importantes, en las que no se incluían las cuentas ni las
cañas de vidrio con que se hacían. En todo caso, la imagen del hombre haciendo
perlas de vidrio, elaborada por el grabador Robert Bennard e incluida en la
Enciclopedia de Denis Diderot y Jean le Rond D'Alambert (véase fig. 4), va al
encuentro de los cánones dictados por la moda para los científicos y artistas
ilustrados. Eso sugiere que también ellos gozaron de prestigio en la sociedad francesa.
De manera general, este enfoque ha sido bastante útil para situar la producción
de abalorios en el contexto más amplio de la actuación de los vidrieros, pero encubre
detalles relevantes sobre la organización del sector. Por eso, sería interesante dejar de
preguntarse en qué medida el crecimiento de las labores de vidrio motivó la
producción de abalorios, y pasar a interrogarse sobre la capacidad de los hornos para
elaborar todas las cuentas que se colocaban en el mercado. Esa parece ser la clave
para percibir hasta qué punto la importancia de los abalorios se relacionó con los
estímulos al vidrio, o cómo actuaron otros factores.
1.6.2. La Relación de los Vidrieros con otros Especialistas
Los vidrieros locales desempeñaron un papel significativo en la consolidación
de las empresas de cuentas. Eran ellos quienes conocían las mejores fórmulas para
elaborar cada tipo de vidrio y también la variada gama de colores en que podían
hacerse. No obstante, al cambiar de perspectiva, se percibe que la elaboración de
112
abalorios no se circunscribió al ámbito de este gremio sino que implicó la
colaboración de varias especialidades, no siempre bien definidas, para obtener el
producto final. ¿Cuáles fueron entonces las ramas artesanales involucradas en el
proceso y en qué consistió su aportación?
El papel de los vidrieros se limitó a la ejecución de cañas de vidrio huecas, de
colores variados, que luego sirvieron de base para hacer cuentas. En todas las grandes
ciudades francesas, como Nevers pero también Lyon, Paris, Rouen, Nantes y
Bordeaux, se construyeron hornos dedicados a fundir esas piezas para dar respuesta a
su gran demanda en el mercado interno. Las labores realizadas a continuación eran
competencia de otros artesanos que no necesariamente dominaban la manufactura del
vidrio.
La siguiente fase del proceso de producción competía al gremio de los
paternostriers. Se creó para congregar a los especialistas en hacer, ensartar y vender
todo tipo de cuentas y otros objetos pequeños, tales como botones, pendientes o
pulseras 69 . Para realizar esas obras usaban el coral, el ámbar, el azabache y
esencialmente el hueso y la madera, a los que daban forma con la ayuda de un torno.
Así, las cuentas representaban tan solo un tipo de las piezas que produjeron y el vidrio
una de las materias primas en que se confeccionaron.
Precisamente, las características particulares de cada material exigían el
dominio de técnicas e instrumentos diferentes. Por eso el gremio sufrió un proceso de
especialización congregando tres corporaciones. La primera de ellas trabajó
exclusivamente con el hueso y la madera a los que, después de pulidos, daban forma
en una multiplicidad de objetos, como por ejemplo aplicados en las ropas bordadas, a
veces a modo de botones, o incluso en rosarios70.
La segunda corporación la constituían los esmaltadores y se creó, mediante
cédula real, en 1566. Ellos fueron los primeros en solicitar la formación de un grupo
específico de artesanos dedicados a manejar el vidrio, el cristal y el esmalte,
afirmándose en el sector como los únicos autorizados a incorporar materiales
artificiales. Tres años más tarde, en 1569, se formó el tercer cuerpo de paternostrier,
69 Frecuentemente estos artesanos se definen como lapidarios pero también como bisutiers. Esa
duplicidad se debe a que sus creaciones se acercaban más a bisuterías que propiamente a las grandes
obras de vidrio.
70 Prácticamente en toda Europa, la ropa interior se confeccionaba con botones de madera y hueso y las
clases populares los empleaban también en otras prendas que regularmente no disponían más que de un
cordón para abrocharse. Estos botones fueron los mismos que, ya en el siglo XVIII, se emplearon en la
Reales Fábricas, como base de ejemplares metálicos o bordados que tanto se pusieron de moda.
113
que concentró la talla de objetos en ámbar, coral y azabache. En el siglo XVI y hasta
mediados del siglo posterior este tuvo un peso importante dentro del gremio porque
sus productos fueron muy demandados para aplicarse en todo tipo de alhajas
femeninas o masculinas, tanto de carácter profano como religioso.
De acuerdo con esa división, las cuentas de vidrio se encontraban bajo el
monopolio del cuerpo de esmaltadores. En realidad, las aptitudes requeridas para
hacerlas se parecían mucho a las que se necesitaban para producir perlas falsas y
diferentes adornos esmaltados. La base de esas piezas seguían siendo las cañas de
vidrio que, con el calor de una lámpara, se cortaban y modelaban hasta obtener la
forma deseada. Los trabajos se realizaban en el interior de una habitación oscura, en
la trastienda del mismo local donde se vendían, y normalmente eran ejecutados por
mujeres. La única diferencia entre las perlas falsas y los abalorios es el acabado: en el
segundo caso se cubrían las piezas con una solución a base de escamas de pescado
para darles el tono brillante que caracteriza las perlas originales o "netas", como son
mencionadas en la documentación novohispana (véase fig. 5).
La distribución mencionada se mantuvo hasta comienzos del siglo XVIII,
cuando el equilibrio entre los tres cuerpos quedó comprometido por un cambio de los
gustos y de la moda. A partir de mediados del siglo XVII, las perlas falsas invadieron
el ajuar de hombres y mujeres, suscitando disputas por el control exclusivo de esa
producción. Para lograr mantener su posición destacada, los esmaltadores se
asociaron a los loceros de fayenza, en 1706, distanciándose así de los demás
paternóster.
Paralelamente al crecimiento del consumo de perlas falsas de vidrio, se
asistió a una quiebra en la adquisición de cuentas de coral, azabache y ámbar,
debilitando la corporación que trabajaba estos materiales hasta su casi extinción. Para
intentar reforzar su posición, los margaritaire solicitaron su integración al grupo de
los esmaltadores y loceros, en 171871. En septiembre de ese año se formalizó dicha
unión, lo que colocaba de nuevo sobre la mesa el tema del control de las perlas falsas.
Los esmaltadores promovieron entonces un largo proceso para evitar perder el
monopolio de su producción para los demás grupos que se dedicaron a hacer otros
tipos de cuentas. El resultado fue un aumento exponencial de los artesanos dedicados
a hacer perlas y, en 1726, el panorama era el siguiente:
71 Margaritaire fue el nombre con el que se conocieron los falsificadores de perlas (Commision Royale
des Monuments1892: 50).
114
"(...) de los doce o quince maestros que actualmente conforman el paternostriers
de ámbar, azabache y coral, sólo hay dos que todavía están trabajando en estos
productos, todos los demás se dedican a las perlas falsas, porque se venden mejor,
porque es la forma más rápida y fácil de hacerlas, y porque el beneficio es mayor
y más enfocado hacía el gusto de las mujeres que no pueden prescindir de este
ornamento." (Savary 1726: 1005-1006)72.
Se percibe así como las perlas falsas pasaron a hacerse también por este
grupo, pero en ámbar, ya que la cláusula que definía los materiales usados por cada
uno de ellos, concedió la exclusividad del vidrio a los esmaltadores.
A semejanza de lo que sucedía con las perlas, se falsificaron igualmente las
piedras duras en vidrio, cuyo consumo creció considerablemente a partir del siglo
XVII. Al contrario de los demás objetos estudiados, las imitaciones de piedras
preciosas nunca dejaron de estar controladas directamente por los vidrieros. En sus
inicios, el vidrio francés no disponía de la calidad requerida para ejecutar las piezas de
mayor perfección y solo a finales del siglo XVIII se pudo invertir el escenario. Hasta
entonces, el interés por ofrecer estos productos en el mercado interno se tradujo en un
apoyo Real a las iniciativas privadas. Ejemplo de ello fue la Fábrica Real de Nicolas
Mazzolao, instalada en las cercanías de Rouen, en Eauplet, alrededor de 1700. Dicho
vidriero era miembro de una familia con larga tradición en el trabajo del vidrio
soplado y allí se especializó en producir, además de otros objetos, todo tipo de
pedrería de imitación que tanto éxito tuvo en el reino y en el extranjero (Vasselin
2007: 127).
1.6.3. Definiendo los Límites de la Intervención de cada Especialista
El acercamiento entre vidrieros, paternostriers y productores de piedras falsas
ocasiona algunas complicaciones en el momento de interpretar los límites exactos de
la esfera de actuación de cada uno de ellos, sobre todo porque se analiza una franja
cronológica amplia y, durante ese tiempo, la realidad de dichos artesanos evolucionó
bastante. La mayor disponibilidad de datos acerca del caso francés y la repercusión de
esos ejemplares en el ajuar novohispano, o aún su posible influencia en la estructura
72 Traducción de la autora. Sobre el trabajo de los esmaltadores véase también la definición del término
en esa obra (Savary 1726: 282-283).
115
adoptada por los especialistas que trabajaron en el Virreinato para segmentar el
mercado de producción, requieren que tratemos el tema con mayor detalle. Los
elementos disponibles permiten inferir que los esmaltadores serían los únicos que
hacían cuentas de vidrio en Francia, y que las tallaban a partir de cañas hechas por los
vidrieros.
Tanto esmaltadores como lapidarios de ámbar produjeron perlas falsas a partir
del siglo XVIII, pero las únicas que interesan para este estudio son las de vidrio, que
permanecieron siempre bajo el monopolio de los esmaltadores. Ambos compartieron
con los falsificadores de piedras el hecho de que sus creaciones se destinaron a ser
montadas en alhajas de menor valor. Por eso mismo, frecuentemente se
autodenominaron bisuteros o sea, una persona que hace objetos de bisutería o
comercia con ello. Del mismo modo, existen evidencias de que algunos talleres
llegaron a producir las cañas de vidrio que, en teoría, eran competencia de los
vidrieros.
Mediante las informaciones contenidas en los inventarios de bienes se deduce
la localización de los talleres de abalorios dentro de la ciudad, el tipo de piezas
vendidas y los materiales necesarios para el ejercicio de esas labores73. Laurier
Turgeon (2004: 19-47) ha analizado detenidamente esa documentación e identificó
los nombres de treinta y siete paternostriers de la capital, entre finales del siglo XVI -
inicios del XVII74. Sus negocios se situaban en la parte norte del mercado central de
Les Halles y era ahí donde cualquier persona podía adquirir todo tipo de cuentas.
Desde los pequeños granos que en Nueva España se conocieron como chaquira, hasta
los modelos ovales, tubulares, globulares o facetados, todos ellos aparecen
mencionados entre los géneros vendidos.
Más allá de los datos morfológicos de las cuentas, se nombran igualmente las
herramientas e ingredientes usados en el ejercicio de sus labores. Se ha constatado
que, aunque los locales fueran pequeños, algunos de ellos tuvieron su propio horno en
el que elaboraron las cañas de vidrio, que luego se estirarían hasta adquirir la forma
de un pequeño hilo, conforme se observa en el nº 4 de la fig. 6, publicada por Dennis
Diderot y Jean le Rond D'Alambert75. Eso pudo relacionarse con un déficit de
73 Entiéndase aquí "existencias" como el rol de bienes destinados a la venta o a la transformación.
74 En ese estudio se utiliza la designación de lapidario como sinónimo de paternóster.
75 Entre los objetos inventariados en esos establecimientos aparecen diferentes instrumentos para
manipular el vidrio, morteros para mezclar la frita (material vítreo) e incluso hornos de mármol o de
arcilla para fundir el material (Turgeon 2004: 25).
116
producción de los hornos locales, con una dificultad para acceder a los ejemplares
importados, o simplemente con un intento de disminuir los costes de su adquisición.
En todo caso, en las cercanías de Paris, se instalaron algunos vidrieros que
ofrecieron los materiales requeridos. Ejemplo de ello fue el horno de Saint-Germain-
en-Laye, dónde un vidriero bolognesi se encontraba trabajando desde el año de 1551.
De acuerdo con James Barrelet (1953: 65), Henry II promovió directamente esta
empresa que constituye además el primer horno de cañas para cuentas de que se tiene
referencia, aunque seguramente no fuera el único.
En ocasiones se habría podido acudir igualmente a la importación de cañas de
vidrio desde el extranjero, como sugieren algunos autores. De hecho, se sabe que esa
fue una práctica corriente en Italia y también en Nueva España, dónde se localizó la
importación de barras de vidrio y de cuentas sin tallar en los registros de aduanas.
Sobre el caso francés, merece la pena mencionar una excavación en Rouen, dónde
supuestamente se identificaron los restos de un antiguo taller de esmaltador del siglo
XVII.
Los arqueólogos responsables de la excavación sostienen que dicho
establecimiento habría usado cañas de vidrio compradas a otros artesanos para
elaborar dijes, pendientes, pulseras y cuentas. En nuestra opinión, tales afirmaciones
deben ser repensadas a la luz de los nuevos descubrimientos (Cabart 1996: 437-446).
Los materiales recuperados se sometieron a análisis de laboratorio y los datos de esos
informes resultaron bastante reveladores en relación con los ingredientes utilizados
(Dussubieux 2009: 94-110; Dussubieux y Gratuze 2012: 26-38). Se concluyó que el
mismo tipo de abalorio fue elaborado con vidrio de diferente composición, lo que
plantea cuestiones importantes.
En primer lugar, no existen motivos para descartar la posibilidad de que las
cañas de vidrio provengan del mismo taller de émailleur que, como ya se demostró,
pudieron tener su propio horno. Si fue ese el caso, la diversidad de fórmulas se
justificaría a la luz de una evolución en el proceso productivo, asociada a la
realización de experimentos para mejorar la calidad de las piezas; o simplemente que
ahí trabajaron artesanos que seguían tradiciones distintas, muy posiblemente
extranjeros. Precisamente, a lo largo de los siglos XVI a XVIII la manufactura del
vidrio alcanzó avances considerables en función de esos ensayos y del intercambio de
conocimientos entre vidrieros de diferentes orígenes.
117
Si esas cañas fueron efectivamente compradas por los esmaltadores en el
mercado interno, el recurso a diferentes proveedores justificaría por si solo las
diferencias en la composición de abalorios aparentemente iguales, ya que cada
vidriero tenía su propia mezcla. Pero la composición de algunos de los ejemplares
recuperados presentó similitudes con otros recuperados en excavaciones en Holanda.
Por eso se avanzó la posibilidad de que existiera un comercio internacional de esos
productos inacabados. Esta teoría reforzaría el importante papel de los esmaltadores
frente a una hipotética incapacidad de satisfacer la demanda en los hornos de vidrio
locales. Sin embargo, tales afirmaciones son aún demasiado arriesgadas y es
fundamental considerar la gran circulación de mano de obra en esos siglos, lo que
explica la similitud de las fórmulas al margen de la exportación de productos. De
momento se carece de herramientas que permitan un diagnóstico más definitivo sobre
estos problemas.
Los datos analizados reflejan que la producción de abalorios en Francia,
durante los siglos XVI-XVIII, exigió una compleja estructura que no se confinó a la
manufactura del vidrio, sino que contó también con esmaltadores y productores de
piedras falsas. Tales circunstancias pudieron implicar un trabajo elaborado en
diferentes etapas para adquirir los productos de otros artesanos (que a veces llegaban
desde otras regiones), o incluir especialistas en todas las áreas involucradas en un
mismo taller. Sería interesante percibir si existió una evolución a lo largo del período
estudiado pero, para ello, haría falta analizar cuidadosamente toda la documentación
notarial en busca de esa información. Los datos ya publicados sugieren que, hasta el
siglo XVII, los estímulos a la producción vidriera proporcionaron una oferta de cañas
insuficiente y que hubo necesidad de importarlas o hacerlas en el propio taller.
Habrá sido solo en el siglo XVIII, con el incremento de la demanda local e
internacional, cuando se asistió a un proceso de mayor especialización. Para ello
seguramente influyó la consolidación de los experimentos relativos a las fórmulas de
vidrio y la invasión de Venecia, en 1797. A la conquista territorial de Napoleón se
siguió la extinción de todos los gremios locales, provocando la debilidad de la
producción veneciana y la captación de un número considerable de esos artesanos
para trabajar en las principales ciudades francesas.
118
1.6.4. Interpretando los Factores de Desarrollo del Sector al Margen de la
Manufactura de Vidrio
Además de las circunstancias mencionadas que explican la forma en cómo se
desarrolló este sector en Francia, no siempre a remolque de la manufactura de vidrio
local (ya que pudo acudir a la importación o a la elaboración de las cañas de vidrio en
sus propios talleres), existieron otras que estuvieron relacionadas con el mercado
interno y su articulación con el exterior.
En lo que concierne al primer punto, la evolución de la indumentaria tuvo un
papel preponderante en la creación de una necesidad de consumo. Al inicio, esas
piezas se destinaban a la confección de rosarios, como el propio nombre del gremio
de paternostrier lo sugiere pero, con el tiempo, la producción se amplió para dar
respuesta a la demanda del sector textil. Los dictámenes de la moda renacentista,
asociados al desarrollo manufacturero, legitimaron la aplicación de estos géneros en
todo tipo de vestidos y utensilios relacionados con el atuendo o la decoración de la
casa (Boucher 1996: 191-203; Wolters 1996). Según Laurier Turgeon (2004: 23), en
el mismo local donde se compraban las cuentas se adquirían también los trajes, bolsos
o servilletas bordados con pequeñas cuentas, botones o simples cristalitos de color76.
Las nuevas tendencias y necesidades de consumo se relacionan
invariablemente con el fomento de las manufacturas locales, expresando los ámbitos
políticos y económicos de la moda. Los esfuerzos de las autoridades en promover la
fijación de vidrieros y estimular la producción de cuentas se tradujeron en la
disponibilidad de esos géneros en una cantidad sin precedentes y a precios más bajos.
El crecimiento del sector encontró en sus habitantes y su ajuar el escaparate en el que
exhibirse. Sus cuerpos, vestidos con bordados de abalorios, demostraban el apoyo a
las fábricas* nacionales y fueron el símbolo de ese éxito.
Además de conquistar el gusto de la población local, las prendas bordadas se
exportaron. En la península ibérica, el impacto de la moda francesa fue especialmente
relevante a partir de los siglos XVII y XVIII, influyendo en la indumentaria de la élite
novohispana. Un ejemplo de esto lo encontramos en la colección de trajes del Museo
Nacional de Historia, Castillo de Chapultepec (MNHCC), que conserva una polonesa
76 Para sostener esta afirmación Turgeon cita algunos inventarios de bienes de tiendas de lapidario
dónde aparecen algunas prendas bordadas: NA, III-436, 2 de Mayo 1569; III-322, 30 de Mayo de 1570;
LIX-27, 19 de Febrero de 1572. Lo que la documentación no aclara es si esas prendas fueron dejadas
por sus dueños para que una bordadora ejecutara la manualidad en ese mismo establecimiento, o si
eventualmente algunas de esas profesionales dejaron ahí sus trabajos para que los vendieran.
119
francesa, probablemente del siglo XVIII. Dicho ejemplar fue decorado con perlas
falsas y pequeños trozos de vidrio tallado a modo de piedra. Estos son transparentes y
se fijaron en el vestido, colocados sobre hoja de Flandes azul, simulando una piedra
dura. No se sabe si las aplicaciones se realizaron en el Virreinato o si el vestido venía
ya confeccionado con estos adornos, pero es interesante señalar cómo el ingenio
superó la indisponibilidad de vidrios de color y las modas se asociaron con la
promoción de algunas manufacturas o importaciones.
La existencia de un comercio de ropas francesas expresa una de las vías de
propagación de sus cuentas de vidrio en el mercado externo. Se podría decir que, de
manera indirecta, eso estimuló el consumo de sus productos entre las élites
peninsulares y también entre los criollos americanos, quienes interpretaron los
cánones emanados desde Europa para reforzar los símbolos de poder. Esta perspectiva
amplía sustancialmente la visión de la historiografía tradicional que trabaja sobre los
usos de los abalorios en América y que se enfoca casi exclusivamente en el comercio
con la población indígena o en sus aplicaciones religiosas.
Para sostener este comercio, los artesanos establecieron fuertes relaciones con
los principales agentes involucrados en las redes de distribución internacional, a
través de la creación de vínculos familiares o alianzas estratégicas. Esa fue la manera
más fácil de adquirir las materias-primas importadas y también la forma más eficaz de
colocar las cuentas en el mercado de exportación. Precisamente, los estudios de
Laurier Turgeon (1998: 585-610, 2004: 19-47) demuestran que muchos de los
comerciantes extranjeros que registraron sus negocios en el ramo de los abalorios en
los notarios de La Rochelle, Bordeaux y Paris, estuvieron asociados con el comercio
americano 77 . Por ese motivo, se vienen destacando muchos de los hallazgos
arqueológicos en América del Norte como prueba de esas relaciones pero, como
advierte Laure Dussubieux (2009: 94-110), habría que tener cuidado al determinar el
origen de esas piezas sobre la base exclusivamente de datos morfológicos. Las
similitudes formales encubren diferentes maneras de hacer esos vidrios y los objetos
recuperados pueden ser el resultado de una circulación de modelos estéticos antes que
importados desde Francia.
77 Ese comercio quedó registrado en los archivos notariales de dichas ciudades, especialmente aquel
que emergió en Terranova, en el contexto de la pesca de la ballena. Una de las mercancías que
aparecen en los registros arqueológicos de los principales puestos comerciales, como en la Île aux
Basque, fueron precisamente las cuentas de vidrio (Bradley 1983: 29-39; Clermont 1992; Niellon
1981).
120
1.6.5. El Impacto de las Creaciones Francesas en el Mercado Hispano
En los últimos años se ha avanzado bastante en el conocimiento de la difusión
de los ejemplares franceses en el mundo, esencialmente en África. Los estudios sobre
América son todavía escasos y frecuentemente olvidan la enorme dimensión del
mercado español, donde penetraron en el consumo de la península y en los virreinatos
americanos.
En la Nueva España, la documentación estudiada no proporciona un espectro
lo suficientemente significativo como para conocer el impacto de las cuentas
francesas en los usos cotidianos, ya que raramente se menciona el origen exacto de las
piezas. Asimismo existen excepciones puntuales y la primera noticia que se conoce
son los "12 mazos de abalorio de Francia a 4 reales y medio cuartillo" enviados en
1590 (Kelly 1992: 229). Esa omisión se ha debido seguramente a la inexistencia de
diferencias considerables que permitan distinguir las creaciones francesas de las
demás, y que, por lo tanto, no interesaban al consumidor final. Es posible pensar que
una parte de los abalorios detectados en las fuentes pudieran efectivamente ser
comprados en Francia, tal como sucedió con relación a otros productos que aparecen
en esos registros y que se embarcaron en la península hacia Veracruz.
Muy diferente fue el impacto del estrás o strass, un vidrio cristalino con el que
se hicieron modelos de pedrería y cuentas talladas. El material se inventó en 1735 por
el alemán George Frederick Strass (1701-1773), nombrado platero real de Francia en
1734 e instalado en Paris desde los años 70 (Bapts 1879: 419-420). La consistencia y
diafanidad de ese vidrio plomífero no tenía competencia entre los productores de
piedras falsas, usándose por los bijoutiers-faussetiers como sustituto del diamante. En
efecto, eso motivó, en Paris, la fundación de una corporación que congregó a esos
joyeros de falso en 1767.
A partir de finales del siglo XVIII, las referencias a las imitaciones de piedras
preciosas en vidrio, con el nombre de "piedra de Francia"* o "granate"*, aparecen con
frecuencia en la documentación hispana (Aranda 2000: 231; Cavero y Alonso 2002:
188). En la península, las piedras de Francia tuvieron un precio altísimo: por entonces
se podían comprar en París o en Alemania por 6 libras o más que, con los costes de
importación, no se adquirían en Madrid por menos de 30 libras (Larruga 1789 II-4:
98). Eso perjudicaba grandemente el trabajo de los lapidarios y abrillantadores que las
importaban para tallarlas e incorporarlas en sus obras. En esas fechas ya trabajaban en
121
Madrid los Carnay, dos artesanos franceses que las hacían en régimen de exclusividad
para la Corona, no existiendo una oferta capaz de suplir la demanda general (Larruga
1789 II-4: 101; Paniagua 2013: 171-208).
Tales circunstancias motivaron la creación de un taller con escuela para
montar piedras falsas en alhajas. La primera iniciativa fue la del francés Pechenet, en
1784, y la segunda la de Nicolás Mesmay, a quien se le exigió producir las propias
piedras78. Con ello se pretendía evitar el elevado coste de importación y la subida del
precio final de sus creaciones que, en general, salían más caras que sus congéneres
extranjeras. Ya en 1788 Monsieur René y Le Cain ensayaron hacer el strass en la
fábrica de San Ildefonso para que luego fuera tallado en la Sala de Pedro Puch, en
Madrid. Pero, según Paloma Pastor (1998: 125), no existen pruebas contundentes
sobre el éxito de tales operaciones79. El resultado de la producción local de este
material fue que:
"(...) antes había en España, y aún en Madrid muchos abrillantadores, que se
empleaban en pulir el cristal de roca, las estrazas, y las piedras de vique; pero se
han ido minorando los trabajadores, al paso que han ido perdiendo estimación
estas piedras; pues el capricho de las gentes ya no estima otra obra que la montada
en Francia, por mas falsa que sea" (Larruga 1789 II-4: 103-104).
Como se ha destacado, la expresión estraza se refería de modo genérico a
todas las piedras de vidrio que, en el siglo XVIII, se importaban de Francia, Holanda
e Inglaterra, y que pasaron a estar disponibles en el mercado interno a partir de la
década de los 80. Eso impide asegurar la procedencia de los ejemplares mencionados
en la documentación como piedras de Francia, pero el uso simultaneo de ambas
locuciones en una misma fuente, sugiere que existieron diferencias considerables
entre unas y otras. Inevitablemente solo las mejores imitaciones de piedras falsas
merecieron ese nombre.
La repercusión de la piedra de Francia en la moda de las élites metropolitanas
fue impresionante y en esos modelos se miraron las mujeres novohispanas o inclusive
peruanas para elegir las joyas con las que querían ser vistas80. En esos lugares, dónde
78 Las muestras presentadas a la Sociedad Económica de Madrid fueron hechas por el abrillantador de
diamantes y lapidario Juan Lemoyne.
79 Fuentes citadas: Archivo General del Palacio Real de Madrid, Fábrica de Cristales, Cajas 87 y 88.
80 La colección del Museo Nacional del Traje-CIPE, de Madrid, tiene varios ejemplares con este tipo
de aplicaciones, algunos de los cuales ya fueron publicados (Herradón 2008: 104-125).
122
las piedras preciosas eran abundantes, las clases privilegiadas no dejaron de incluir en
su ajuar algunos aderezos que remitían al imaginario europeo y a la sofisticada moda
francesa del Setecientos.
En Lima se detectaron algunos de esos ejemplares en las actas notariales
relacionadas con los inventarios de bienes pos mortem. Ahí se percibe como esos
adornos tuvieron una calidad excepcional, confundiéndose fácilmente con los
originales que intentaban imitar. Ese fue el caso de "una almendrita que está puesta en
inventario [de 1785] por diamante y es piedra de Francia valorada en nada", ejemplar
que perteneció al Doctor Antonio Álvarez de Ron, un abogado de la Real Audiencia
que se podría permitir cualquier lujo81.
Lo mismo se podría decir respecto a Doña María Rosario Hernández que, al
casarse con Juan Lorenzo de Mella, llevó como dote algunas joyas con piedras de
Francia82. Entre ellas se mencionan una paloma de piedras superfinas de Francia para
el pecho, grande y con su lazo, valorada en 60 pesos; unas carabanas [pendientes] de
piedras de Francia superfinas en 17 pesos; un collar de lo mismo con sus esmaltes
azules y blancos en 20 pesos y un par de hebillas de piedras de Francia superfinas, de
ultima moda, en 80 pesos. Se tratan de ejemplares de vidrio pero, al contrario de la
almendrita mencionada anteriormente, todas estas piezas fueron evaluadas con un
precio equiparable al de cualquier joya.
En la Nueva España, estos materiales se adquirían en cualquier
establecimiento autorizado a vender mercerías, generalmente junto con otras cuentas
de vidrio. A la tienda que tenía Joseph Antonio Pérez y Crespo, en San Blas, por
ejemplo, se le envió desde México, por vía de Guadalajara "3 ternos de cruzes y
aretes de Francia con sus piedras verdes" valoradas en 42 pesos. Juntamente iban
varios mazos de abalorio de color negro, azul, verde y blanco que no costaban más
que 9 o 12 reales cada uno83. Era entonces el 17 de febrero de 1771, cuando no se
producían aún en España las piedras de Francia. Los aderezos referidos tuvieron una
salida rápida, vendiéndose en menos de un año, ya que en el inventario realizado en
febrero del año siguiente solamente se encontraban "7 par de pulzeras de piedras de
Francia en 4,4 pesos"84.
81 Archivo General de la Nación de Lima, Perú (AGNP), Protocolos Notariales, escribanía. Escribano
Tomas Y. Camargo escribano Tomas Y. Camargo, año de 1785. Protocolo 173, f. 884v-890v.
82 AGNP, Protocolos notariales. Notario Lumbreras, año de 1793, Protocolo 586, f. 418r-519v.
83 AGN, Archivo Histórico de Hacienda, vol. 1402, f. 2v.
84 AGN, Archivo Histórico de Hacienda, vol. 1402, f. 57v y 58v.
123
En la Ciudad de México se vendían en la tienda de vinatería y mestiza, situada
en los bajos y a la mitad de la cuadra de la Calle de Portaceli, en la esquina del portal
de Santo Domingo. En 1797 se encontraban ahí todo tipo de surtidos y entre ellos
constaba "1 1/2 doz[en]a de Rosarios de bidrio en 1 real", "un par de Pulseras de
Granates con chapetas de Plata embutido de piedra a 3 pesos" y "una cruz de piedras
Francesas sin Aret[e]s a 1,4 pesos"85.
Los géneros europeos llegaban igualmente a las zonas del Virreinato más
alejadas de la capital, transportados por arrieros. La riqueza generada en torno a los
grandes centros mineros generó un importante mercado de consumo y la consecuente
creación de redes de distribución por las que circulaban también productos franceses,
muy posiblemente importados desde la península. Este es el caso de los autos
formados a requerimiento de Vicente Francisco Vidal, del comercio de México, sobre
la aprobación de un convenio celebrado entre los acreedores de José Ramón de
Arrieta, del Real de Bolaños, en el año 178786. De las mercancías contenidas en las
guías de ese expediente se destaca una cantidad considerable de objetos de mercería,
tales como textiles, botones, agujas, abalorios, chaquiras y también piedras de
Francia87. Estos se vendían sueltos, como los "32 cultejos de piedras de francia en
falso à 4 r[eale]s" cada uno y la "doz[en]a de d[ic]hos [cultejos de piedras de Francia]
clavados en fino en 7,4 pesos", pero también integrando objetos de bisutería, como las
"11 Cruses de piedras de francia grandes clavadas en falso à 1 peso" cada una y los
"25 par[e]s de sarcillos chiquitos de pied[ra]s de francia clavadas en falso à 14
r[eale]s" cada88.
Otro ejemplo es Real del Monte. Allí tenían una tienda en sociedad Marcos
Palacio y Juan Coello quienes, en enero de 1772, recibieron una factura de mercancías
que incluía unos aretes de piedras de Francia89. Aunque no se pueda determinar con
seguridad las vías por las que penetraron esos géneros hasta llegar ahí, se sabe que
85 AGN, Consulado, vol. 210, exp. 1, f. 87r-89v.
86 Es posible que José Ramón de Arrieta sea el mismo que aparece mencionado en el trabajo publicado
por Carbajal López (2009: 13-38). A través de ese estudio sabemos que el comerciante estaba casado
con Ana Cairo González, hija de la "criolla" Juana González y del "español" Juan Antonio Cairo, que
se instaló en Bolaños en torno a 1750. Este era propietario de algunas minas y también de una hacienda
de beneficio en la zona, que enmarcaban seguramente las actividades comerciales que aparecen
descritas en este documento.
87 En este expediente existen varios productos de Francia, esencialmente telas, pero nada se dice acerca
del origen de las chaquiras y abalorios contenidos en él.
88 AGN, Consulado, vol. 51, exp. 5, f. 220r-221v.
89 AGN, Consulado, vol. 238, exp. 2, f. 2r.
124
dichos propietarios tenían tratos con individuos del comercio de España, como Joseph
de Aedo90.
Más allá del precio de estos objetos, que dependía de la forma en cómo fueron
tallados y clavados, se les atribuyó un valor comercial equiparable al de moneda de
cambio, constituyendo un recurso económico al que se podía acudir en caso de
necesidad, como una especie de crédito de bajo valor. Fue precisamente la existencia
de un mercado de consumo amplio lo que permitió que se empeñaran en las tiendas de
pulpería*. A finales del siglo XVIII/inicios el siglo XIX, aparecen anotados en sus
libros de cuentas, seguidos del nombre del individuo y al lado de prendas y tejidos.
De esos registros se recuperaron algunos datos en la Ciudad de México: en la pulpería
de José Montes de Oca, existía, en 1796, una "gargantilla de granates* y bexucos*",
empeñada por Duda y que fue valorada en 1,4 pesos91. Ya en la tienda de Mariano
Balceca, por un "Rosario de granates con su medaya y varias piesas de plata" se
concedieron 3 pesos, en 180592.
El éxito de estas piezas en el continente americano creó posibilidades de
negocio para las grandes compañías comerciales y también para la iniciativa privada.
En las generalas de los navíos de la Armada, cuyo espacio se dividía por la tripulación
para que lo cargaran con mercancías libres de impuesto, se transportaron igualmente
granates. Una de esas personas fue el famoso cirujano mayor de la Armada, Don
Francisco Canivel93. En 1778, cuando regresaba a la península desde Buenos Aires,
declaró llevar, entre su equipaje a bordo del navío La Victoria, 2 baúles con ropa de
su uso y libros de su facultad, "un caxon de Lenguas de Baca, mas 1 corte de
90 En 1768 Joseph de Aedo pidió licencia para pasar a la Nueva España, presentando una declaración
de su esposa en la que consentía su ausencia por un período de 3 años (AGI, Contratación, 5511A, Nº
117). Sin embargo, su estancia habrá sido mucho más larga y durante ese tiempo se dedicó a ampliar
sus negocios, inclusive de manera ilegal. En 1783 se vio involucrado en un proceso por haber cargado
mercancías en la flota en un valor superior al permitido (AGN, Marina, vol. 26, exp. 5). Tan solo dos
años más tarde, en 1785, fue procesado por tratar de evadir el pago de los impuestos correspondientes a
las mercancías europeas que introducía en el Virreinato. Al parecer, hizo entrar un bongo [especie de
canoa indígena], procedente de Tabasco, por la barra de Guazacualcos, en el que conducía 31 baúles de
géneros de Europa. La mercancía fue aprehendida por el teniente de Acayucan, motivando la apertura
de un expediente sobre dicho decomiso y que se extendió hasta 1796 (AGN, Indiferente Virreinal, vol.
1876, exp. 8. AGI, México, 2415. AGI, México, 2416).
91 AGN, Consulado, vol. 180, exp. 5, f. 377v.
92 AGN, Consulado, vol. 139, exp. 5, f. 23v.
93 Este cirujano fue un hombre destacado en su época, ocupando el cargo de director del Hospital Real
de Cádiz, que le competía como cirujano mayor de la Armada, y también el de vicepresidente del Real
Colegio de Cirugía, además de otros título honoríficos. Sus conocimientos innovadores los expuso en
dos obras (Canivell 1763, 1789).
125
terciopelo y 8 macos [sic., mazos] de granates imbendibles en Buenos Ayres"94.
Aunque estuvieran entre los bienes de su uso, esos géneros se destinaban a la venta y
por falta de oportunidad o de consumidores, no pudo deshacerse de ellos.
Más difícil de entender es la adquisición de piedras falsas en América para
llevarlas de regalo a Europa, como lo hizo Don Diego de Lanz95. En ese mismo año
salió de Veracruz en el navío de la Armada La Pastora, declarando llevar a bordo
algunos encargos que le hicieron: "De D[o]n Juan Estevan de Larreche para sus
hermanas un rosario, 4 pares de pendientes, õ sarsillos con piedras falsas, 4 pares de
botones õ broches para camisas"96. Esos pendientes no estarían hechos de piedras de
Francia, sino de otra composición de vidrio que se hacía en el Virreinato o que era
importada por los artesanos locales. Las originales francesas se encontraron entre los
bienes personales del primer piloto del navío Vigilante que, saliendo de Veracruz,
llevó "1 Baul con ropa de su Uso y tres Laminitas con 6 onzas de plata y un aderezo
de piedras de francia Usado"97.
Al observar el equipaje de los hombres que sirvieron en la Armada, se puede
percibir cómo estos objetos circularon entre los usos cotidianos de esos personajes, y
cómo existieron fuertes expectativas para venderlos en América, hasta el punto de
considerarse un modo de comercio informal. Pero el dato más curioso es el que se
refiere a un flujo artístico en el sentido inverso, materializado en el encargo de una
joya novohispana hecha con ese tipo de aplicaciones. El encargo asumido por Lanz
sugiere que las joyas de piedras preciosas no fueron las únicas curiosidades que
atrajeron el gusto de las damas de la península. Allí el uso de las piedras falsas estaba
perfectamente asumido entre las personas más distinguidas, como la realeza, y las
creaciones de los artesanos novohispanos integraron esa moda junto a los originales
franceses. Lo que está por averiguar es la amplitud de la difusión de esas joyas y si
sus piedras fueron hechas por los lapidarios locales, tema que se explorará más
adelante.
94 AGI, Contratación, 5806B, s/f. [Año de 1778. Manifestaciones del Navío la Victoria, procedente de
Buenos Aires].
95 En el expediente no hay más informaciones sobre este personaje pero el nombre se corresponde con
el que tenía el contador y tesorero de las cajas de la Real Haciende en Yucatán, Don Diego de Lanz
Ciburu. Por el momento no existen pruebas suficientes que permitan afirmar que se trata de la misma
persona.
96 AGI, Contratación, 5806B, s/f. [Año de 1778. Manifestaciones del Navío la Pastora que regresó de
Veracruz].
97 AGI, Contratación, 5806B, s/f. [Año de 1778. Manifestaciones del Navío el Vigilante, procedente de
Veracruz].
126
1.7. PORTUGAL
Como señalan diversos autores, Portugal ocupó un papel importante en la
apertura de nuevos mercados y en las relaciones comerciales que se diseñaron desde
el siglo XV y a lo largo de la Época Moderna (Boxer 2000; Godinho 1990: 477-496;
Russel-Wood 1998). Su participación directa en el comercio de Asia, América y sobre
todo de África, lo colocó en disposición de necesitar de una cantidad considerable de
abalorios que se cambiaban sucesivamente para obtener las mercancías más valoradas
en cada sitio.
A pesar de la relevancia del tema, no existen todavía estudios de fondo sobre
estos materiales en el territorio peninsular. El interés académico se ha circunscrito al
análisis de contextos arqueológicos en los que las cuentas aparecen de manera
puntual. En esos casos, los materiales no han suscitado mayores consideraciones
sobre su producción o comercio. Tampoco se han interesado en profundizar sobre el
significado de su presencia en el sitio, ni acerca del papel que desempeñaron en las
opciones de ostentación del entorno social que lo caracterizó. En ese sentido, el
trabajo de María Conceição Rodrigues (2014) sobre colecciones recuperadas en
intervenciones arqueológicas de la ciudad de Lisboa, anteriores al terremoto de 1755,
es una excepción. No obstante, la investigadora circunscribe la interpretación de esos
hallazgos a la presencia de población de matriz africana. Como se tuvo oportunidad
de señalar en otra ocasión, dicha tesis resulta de una visión restringida del amplio
espectro que alcanzaron esos objetos en las estrategias de diferenciación social del
entorno lisboeta de esa época (Martins Torres 2007: 181-237).
Salvo raras excepciones, las publicaciones que inciden sobre los espacios por
donde se extendió la presencia portuguesa en otros continentes tampoco relacionan
los hallazgos con esas redes de comercio (Martins Torres 2013: 187-216). Para
alcanzar una visión más clara del papel que tuvieron las cuentas de vidrio en las
dinámicas de expansión y colonización portuguesas haría falta realizar un estudio
conectado que, en líneas generales, se podría enmarcar en lo que se ha designado de
"arqueología global" (Orser 1994: 5-22). Por el momento cabe hacer algunas
aclaraciones de carácter eminentemente histórico que permiten contextualizar el tema.
Al contrario de lo que sucedía en los espacios del imperio español, donde cabía a los
particulares invertir en la compra de los abalorios que compondrían el rescate con la
población indígena, la Corona portuguesa reservó para si la exclusividad del negocio
127
de estos géneros en los territorios del além-mar durante mucho tiempo98. Ellos
integraron aquello que se designó como la Fazenda Real99, gestionada por la Casa da
Mina, en Lisboa. Su edificio fue uno de los grandes símbolos del poder portugués,
situado estratégicamente junto al río y donde se esperaba impresionar a los visitantes
ilustres de la ciudad. La descripción que hizo Jerónimo Münzer (1437/1447-1508)
cuando visitó Lisboa en 1494 es bastante sintomática de eso:
"En las vísperas de Santo André, por orden del Rey, fuimos llevados a la Casa da
Mina, que es una casa grande en el puerto de mar, en la que están en enorme
abundancia mercancías del Rey, que él manda para Etiopia. Vimos muchos paños
matizados de varios colores, que él manda venir de Tunes, y también alfombras,
tela, calderas de cobre, bacías de metal, cuentas de vidrio color de limón y
muchas otras cosas." (traducción de la autora), (Münzer 1932: 25).
La actividad de esta institución terminó por vincularse también al negocio de
los abalorios que era hasta tal punto rentable que el Estanque do Velorio [estanco del
abalorio] solo se abolió en 1761, demostrando la fuerte resistencia de la Corona en
renunciar a este monopolio Real en un momento en el que la tendencia general era la
de liberar el mercado a la iniciativa privada.
Durante los siglos XV a XVIII esos objetos se conocieron bajo diferentes
denominaciones de acuerdo con las características particulares que tenían pero, sobre
todo, se definieron en función de su relación con el comercio africano, mencionando
que se destinaban al adorno de los cafres en la Costa de la Mina, y al comercio
americano100. Aunque África aparezca como el principal centro de operaciones de
98 Al parecer, antes de su partida, los participantes de las expediciones se organizaban entre ellos para
comprar los abalorios con los que pagarían a los indígenas diversos productos y favores. Eso se deduce
de las palabras de Bernal Díaz del Castillo (1904 I-1: 9) al describir los preparativos que se hicieron
desde Cuba para organizar la tercera expedición a las costas de lo que sería la Nueva España, en 1519:
“(...) y [los soldados] conpramos quentas, y cosas de rrescate de poca valia (...)”. Esto indica que, al
menos en una primera fase, no fue la Corona quien estableció en qué parámetros se establecerían las
relaciones con la población local, sino que fueron los propios individuos particulares quienes
contribuyeron a las particularidades del tipo de comercio que se realizaba.
99 La "Fazenda Real" incluyó más productos que las fazendas (tejidos), y entre ellos se encontraban los
abalorios. El capítulo CVI de las Ordenações Filipinas, relativo al ultramar, estableció que "que nadie
mande, ni lleve de estos Reinos, ni de fuera de ellos a las Islas de Cabo Verde y del Fogo (...)
laquequas de todo tipo, matamingo" que es como entonces se designaban ciertos tipos de cuentas.
Tales determinaciones fueron confirmadas por D. João IV en 1747 (traducción de la autora), (Anónimo
1867: 250).
100 El termino "avelório" se utilizó para referirse a las cuentas de vidrio, como sucede en castellano con
la palabra abalorio. Dentro de esa categoría se distinguieron los ejemplares realizados en vidrio fuerte,
de varios colores y tallados para rosarios, denominados de "rocálha" o rocalla (Bluteau 1727 IX: 184;
Silva 1813 II: 659) y que se refieren a las cuentas redondas, elaboradas con un vidrio a base de soda,
128
este negocio, las cuentas de vidrio circularon igualmente en el Nuevo Mundo.
Excavaciones realizadas en contextos funerarios brasileños, han permitido constatar
su difusión durante toda el período de presencia portuguesa, sobre todo entre la
población negra (Brito 2015; Guapindaia 2001: 156-174; Lyro, Souza y Cook 2011:
315-334; Meggers y Evans 1957; Ozanan 2003: 61-77; Souza 2010; Symanski y
Gomes 2012: 309-317; Symanski y Souza 2006: 241-264; Tavares 2006, 2012). En
algunos casos, se encontraron semejanzas con los originales recuperados en el
continente africano, sugiriendo una posible conexión entre la circulación de
individuos y algunos de los aspectos de su cultura material primordial, en la que
participaron también elementos importados.
Una parte de los abalorios llegaron a Brasil transportados por los propios
esclavos, pero no es viable limitar la interpretación de esos géneros al contexto
estricto del tráfico negrero o a un comercio direccionado exclusivamente a ese grupo
de la población. Las cuentas participaron igualmente en las artes decorativas y en el
adorno corporal, así de las poblaciones indígenas (Mafra y Nogueira 2013: 1-21;
Ribeiro et al. 1976: 1-60; Ribeiro, Ribeiro y Silveira 1988: 1-115; Schaan 2002),
como criollas101, en espacios de culto católicos (Oliveira y Guimarães 2013: 13) o
incorporando obras de arte cristiano (Silva 2007: 162-180). La coyuntura referida
favoreció el desarrollo de expresiones artísticas autóctonas que estuvieron
condicionadas por la mayor o menor articulación de cada ciudad con los grandes ejes
de circulación de estos productos (Carvalho 2008: 1-27).
Como se puede percibir, las cuentas fueron un producto importante en los
nuevos espacios por donde se extendía el gobierno de la Corona y existen indicios de
que su uso en el territorio peninsular e insular se extendió más allá de la comunidad
de origen africana señalada por Conceição Rodrigues (1999: 247-275, 2001: 161-208,
2003: 207-233, 2014). Las muestras recuperadas en contexto arqueológicos
portugueses se enmarcan en una franja cronológica entre el siglo XVI y la primera
mitad del siglo XVIII, pero raramente se encontraron en su soporte original (Boavida
potasio y cal (Blair, Pendleton y Francis Jr. 2009: 62). Por su parte, la "missanga" fue el equivalente a
la "chaquira" y se refería a las "cuentas de vidrio grosero que vienen de Venecia", pero no queda clara
su diferencia respecto al "matamingo", definido como "cuentas pequeñas, missanga". En ocasiones se
encuentran aún alusiones a "cristalinos" que eran "abalorios, vidrillos y pendientes de vidrio", muy
probablemente de colores traslúcidos o trasparentes (Silva 1813 I: 496). Las traducciones en esta nota
son de la autora.
101 Se emplea aquí el vocablo criollo con el sentido que tuvo en el imperio español no debiendo
confundirse con "crioulo" que remite a la población mestiza de sangre negra.
129
2012: 195-218; Ferreira 2004: 541-583). Por su parte, los museos nacionales
consagrados a las artes decorativas conservan esencialmente alhajas hechas en
materiales nobles, con especial destaque para las piezas en filigrana de oro y plata con
piedras preciosas. La excepción son las colecciones de joyería de la región de Minho,
en las que los metales nobles aparecen combinados con cuentas de vidrio, a
semejanza de lo que sucede en España con la joyería charra de Castilla y León y que
dejó su huella en la joyería afro-brasileña (Cunha y Milz 2011; Factum 2009; Lody
1988, 2001). Estas demuestran que el consumo de esos adornos no se circunscribió a
la población de menores recursos económicos o que esas personas solo alcanzaran a
comprar adornos baratos. Independientemente de la filiación social de esas piezas, así
en Europa como América, los abalorios tuvieron una consideración suficientemente
alta para que se conjugaran con materiales insignes.
Es probable que la reducida presencia de estos objetos en elementos de
adornos personal, a partir de mediados del s. XVIII, se relacione con la prohibición
establecida en la Pragmática de 1749. En el capitulo II de dicho documento se dice
que
"No será lícito a persona alguna traer, o usar en su traje, o complemento personal,
cristales ni otras piedras, o vidrios, que imiten piedras preciosas, ni perolas falsas,
que imiten las finas ni vidrillos de cualquier color, o forma que sean (...)"
(traducción de la autora).
Se entiende que esta medida se vinculó con la manutención de los sistemas de
diferenciación social a través de la indumentaria y también con un proteccionismo de
la economía interna. Lo que estaba en juego era el deseo de la Corona por evitar la
sustitución de las piedras preciosas que se adquirían en los dominios americanos e
sobre todo de la India (Silva 2008), por otros elementos de valor inferior que las
trataban de imitar y que el reino aparentemente no producía.
Contrastando con este escenario, los abalorios aparecen regularmente en
decoraciones parietales, también conocidas como embrechados, aplicadas en edificios
nobles y religiosos de la primera mitad del siglo XVIII. Algunos de ellos se han
preservado hasta el día de hoy, pero de la gran mayoría solo se dispone de referencias
literarias (Albergaria 1997: 459-488).
Aunque no se pretende profundizar en este tema, merece la pena señalar que la
técnica es de origen italiano y fue aplicada en diferentes ciudades del territorio
130
portugués en composiciones geométricas y figurativas que utilizaron piedras de
colores, conchas, porcelanas y varios modelos de cuentas y piedras falsas. En lo que
concierne a las cuentas, las más espectaculares son las de tipo chevron102 y Nueva
Cádiz que tuvieron una amplia circulación en los espacios de la presencia española,
aunque en menor proporción que por ejemplo en Brasil o Angola. Por lo que hemos
podido averiguar, esta práctica fue especialmente intensa entre los individuos más
importantes de la sociedad de entonces, algunos de ellos con conexiones con el
comercio africano. Los artistas serían esencialmente arquitectos, pero en los edificios
religiosos fueron los propios curas quienes se dedicaron a hacer las decoraciones.
Según las descripciones de Beckeford recopiladas por Alexander Boyd (1954: 47),
cuando él visitó el convento de San José de Ribamar, en 1787, observó:
“(…) un brillante embrechado de conchas con que un reverendo hermano
[franciscano] las había revestido diez o doce años antes, en sus horas libres.
Cuentas de vidrio, platillos, platos de China con las bases volteadas, constituían
los principales elementos de esta decoración.” (traducción de la autora).
Lo que todavía queda por averiguar es dónde se produjeron los ejemplares
usados en la península y exportados hacía los territorios coloniales. ¿Tendrían sus
hornos de vidrio capacidad para producir esos géneros y dar respuesta a la demanda
en las redes de circulación intercontinental que dominaron? En ese caso, ¿podrían
inclusive haberlos distribuido hacía España y sus virreinatos americanos? o ¿será que
fueron comprados en el extranjero?
Hasta el momento no se han encontrado referencias concluyentes que
aseguren la existencia de una manufactura con destino a la exportación, ni siquiera
para los períodos iniciales de la ocupación del continente americano, como se ha
defendido. Esas tesis se basan simplemente en que no fueron identificados paralelos
para algunas de las cuentas recuperadas en el marco de los principales centros
productores de entonces (Deagan 1987: 158-159; Smith y Good 1982: 12-15). Esos
ejemplares no se parecen a los que vienen siendo recuperados en Portugal o en los
espacios de presencia portuguesa en América y en África.
102 Es muy probable que el empleo de este tipo de cuenta, con sección en forma de estrella, esté
relacionado con el hecho de que la primera referencia a embrechado, citada por un diccionario del s.
XIX, haga alusión a un “Salón esférico embrechado por todas partes con riquísima, y lucidísima
pedrería de las estrellas” (Velho 1831: 656).
131
Personalmente, se ha analizado los licenciamientos de fábricas y matrículas
del siglo XVIII registrados en los expedientes del Archivo Histórico del Ministerio de
Obras Públicas. Durante este período se tomaron varias medidas para promover el
desarrollo de las manufacturas nacionales, contando incluso con el apoyo Real, y sería
de esperar que surgieran algunas iniciativas relacionadas con la producción de
abalorios. Sin embargo, los resultados de esa investigación no aportaron nuevos datos
relativos a esta materia: los hornos de vidrio identificados no tenían orden expresa
para producir cañas o cuentas y los lapidarios detectados trabajaron esencialmente con
piedras preciosas.
En lo que concierne al ámbito de la arqueología, no se han excavado muchos
hornos de vidrio y en ningún caso se encontraron vestigios de la elaboración de
abalorios. La única excepción fue la Real Fábrica de Vidrios que disfrutó de las
mejores condiciones para implementar una producción tan rentable103 pero que parece
haberse centrado sobre todo en objetos de lujo. El único ejemplar exhumado durante
los trabajos no es representativo, tratándose de un hallazgo aislado que no aparece
respaldado en las listas de productos manufacturados en las oficinas (Custódio 2002).
Atendiendo a las informaciones disponibles, se considera que, aunque
Portugal llegara a manufacturar abalorios, la producción no sería suficiente para surtir
la gran demanda que tuvieron en el mercado interno; mucho menos para exportarse.
El consumo lo aseguraban las redes comerciales con otras regiones de Europa donde
se invirtió en este sector y donde sería más fácil adquirirlas.
Es difícil determinar su origen específico puesto que todos los registros del
puerto de Lisboa anteriores a 1755 se han perdido para siempre a consecuencia de los
destrozos provocados por el terremoto. Las únicas referencias disponibles son
informaciones indirectas y se refieren a la procedencia de los ejemplares que se
usaron en el comercio africano y que se vienen recuperando en el decurso de trabajos
arqueológicos (Butterworth 1979; Martins Torres 2013: 187-216; Robertshaw et al.
2010: 1898-1912; Wood 2011, 2012).
Sería interesante estudiar los registros aduaneros de otros puertos con gran
actividad durante los siglos XVII y XVIII, especialmente de la ciudad de Porto y
Aveiro, que constituyen una importante vía de investigación a explorar en el futuro.
103 Las grandes ventajas económicas que se sacaron del comercio de las cuentas se quedó en la
memoria popular en expresiones como “vender bien abalorios” y que significa “encarecer, reputar
mucho a sus cosas de poco valor, y precio, o substancia, aunque con alguna buena apariencia”
(traducción de la autora), (Velho 1831: 224).
132
Se sabe que en el reinado de D. João II, se obtenían cuentas de color amarillo y verde
de Núremberg104 para el comercio con Guinea, y de Flandes llegaban “pequeñas
cuentas” (Godinho 1962: 206 y 209; Sleen 1967: 83). Ya en 1506, cuando se
realizaban las primeras operaciones para el establecimiento de la factoría de Sofala, se
prefirieron las cuentas de Venecia azules, largas y delgadas que se condujeron
directamente del Reino, o sea, de Lisboa (Lobato 1960: 43-47)105. Esa descripción
rápidamente nos recuerda las cuentas de tipo Nueva Cádiz que se siguieron usando en
Portugal hasta el siglo XVIII, muy posiblemente también de origen italiano.
Es en este punto, el de las relaciones luso-italianas, en el que se entrecruzan la
realidad portuguesa, la española y la novohispana a través de las cuentas de vidrio.
Los circuitos comerciales de esos géneros, casi nunca directos, implicaron la
participación de varios intermediarios para hacerlos llegar desde su centro de
producción hasta su consumidor final americano. Los protagonistas de esos
intercambios fueron personas muy bien posicionadas, que controlaron las redes de
distribución y mantuvieron contactos estrechos con los productores o sus
distribuidores.
En este contexto, los portugueses disfrutaron de un fácil acceso a los
abalorios, como lo demuestran los datos presentados antes. Ellos pudieron participar
como revendedores y minoristas a los flotistas de Cádiz o incluso directamente,
cuando las relaciones internacionales de España estuvieron marcadas por conflictos
bélicos con otras potencias y afectaron el comercio Atlántico. En esos momentos, los
comerciantes portugueses ganaron un protagonismo relevante en el aprovisionamiento
de los virreinatos españoles en América y en el transporte de los caudales de metal
precioso, sobre todo en el Río de la Plata.
Entre 1739 y 1748 la guerra del Asiento, más conocida como la guerra de la
oreja de Jenkins, enfrentó a españoles e ingleses en el comercio americano. La causa
estaba en el monopolio español en la zona, que se veía amenazado por el aumento del
comercio ilegal y la progresiva penetración de sus adversarios en la península de
104 En el reinado de D. João II, una vez terminada la concesión hecha a favor de Fernão Gomes en
1475, la Corona pasó a detener el monopolio “(...) de la exportación para Guinea de caballos, tapetes,
tela, paños de Irlanda e Inglaterra, armas blancas, estaño, vasijas de cobre o de estaño, conchas das
Canarias, cuentas amarillas e verdes de Núremberg, y manillas de latón” (traducción de la autora),
(Godinho 1962: 206).
105 El "Reino" era como entonces se designada al territorio metropolitano de la Corona Portuguesa, o
sea, a su dimensión peninsular. Por ese motivo también se utilizó la palabra "reinol" para definir a los
hombres que habían nacido en la península, sobre todo cuando ellos vivían en otras partes del imperio.
133
Yucatán para dedicarse al negocio del palo de Campeche. El escenario bélico de esos
enfrentamientos se centró fundamentalmente en el Caribe, afectando drásticamente
las relaciones de la metrópolis con sus espacios americanos.
En ese contexto, algunos barcos portugueses recibieron permiso para enviar
registros directamente desde Lisboa a ciertos puertos americanos. Esas relaciones
están bien documentadas para el Río de la Plata y merecieron ya algunos estudios que
abordaron la manera en como la posición neutral de los portugueses en los conflictos
entre Inglaterra y España les permitió desempeñar un papel importante durante la
crisis del sistema colonial (Prado 2004: 95-124; Tejerina 2000: 91-121; Silva 1998:
219-239). Fue así como pudieron garantizar sus intereses comerciales en la zona,
participar del negocio de la plata y mantener el tráfico de esclavos en la región.
Situación muy distinta se encuentra en el panorama de la historiografía
mexicana en la que existe una total omisión sobre los barcos de registro extranjeros
que viajaron directamente desde sus puertos al de Veracruz, antes de que se
implementara el sistema de barcos neutrales en 1798. Mucho antes de que las
reformas borbónicas, siguiendo la tendencia francesa e inglesa, institucionalizaran la
apertura de algunos de sus puertos al libre comercio, ya existía una circulación
puntual de comerciantes extranjeros que estuvieron legalmente habilitados para
hacerlo, especialmente portugueses. Desde Lisboa se enviaron a México algunas
mercancías registradas a nombre de portugueses, transportadas en barcos de esa
bandera y con capitán y maestro de la misma nacionalidad.
Eso fue lo que sucedió en el registro concedido en el año de 1748 a Don
Feliciano Velho Oldemberg (1688-segunda mitad del siglo XVIII). Este cristiano
nuevo fue una preeminente figura en la sociedad portuguesa que se asoció también al
comercio de la América hispana cuando las circunstancias le permitieron. De madre
portuguesa y padre alemán, disfrutó de una posición política y económica importante
relacionada con el negocio de la Carreira da India y con el transporte de familias de
las Azores para el poblamiento del Sur de Brasil, o aún con el negocio del tabaco
(Rocha et al. 2005: 105-140). Sus relaciones con España están documentadas por la
vía materna, de quien heredó un contrato enfitéutico con la marquesa de
Moctezuma106 y el primer contacto comercial con los virreinatos americanos que
106 Se trata de un foro/terreno que poseía la marquesa en la zona de Guarda (Portugal) y que fuera
otorgado por contrato enfitéutico a la madre de Oldemberg, por lo cual se realizan escrituras de
renovación a su nombre. Sobre su relación con la marquesa de Moctezuma véanse los siguientes
134
pudimos rastrear fue precisamente este registro. En el día 25 de junio de 1748, recibe
permiso para despachar uno de los barcos de su flota, el Señor San Joseph:
"(...) q[u]e tiene pronto para este viage [a Vera Cruz], cargandole con ropa, frutos,
generos, enjunques, y abarrotes, deviendo pagar por cada una de las toneladas,
q[u]e ocupasse con ropas ciento, y diez pesos, y por cada una de las demas à
sesenta, como precios establecidos, y q[u]e hàn satisf[ec]ho todas las Personas del
Comercio de Cádiz, à quienes S[u] M[agestad] hà concedido igual gracia."107.
Entre el cargamento se registraron 12 cajones con 558 mazos de abalorios
entre los géneros de Italia y que se deberían entregar en Nueva España a "D[o]n
Nicolas Grenier ausente a D[o]n Pedro Bataille, d[o]n Nicolas Peris, y d[o]n Luis
Ohier, estos tres de mancomún para la contribución de los Reales derechos". A pesar
de los esfuerzos para localizar estos individuos en los archivos mexicanos, no se pudo
obtener más información sobre ellos para percibir de qué modo Oldemberg se articuló
con los comerciantes novohispanos o extranjeros ahí establecidos.
Desde el punto de vista de los contactos en Europa, son evidentes sus
relaciones con las redes de comercio europeo para adquirir la mercancía registrada a
su nombre. En el caso de las cuentas, es posible pensar que sus proveedores italianos
serían los mismos a los que seguramente compró esos géneros para embarcar en los
navíos de la Carrera de Indias portuguesa. En esa ocasión el portugués registró
igualmente varias mercancías de origen inglés que superaron en valor las italianas, las
francesas, las de Hamburgo o inclusive a las de Holanda. Lo más curioso es que lo
hizo con el permiso expreso de la Corona española, en un momento en el que
supuestamente fueron decretados como géneros ilícitos. En efecto, en el extremo
opuesto, en el Pacífico, los comerciantes de Macao venían siendo acusados de
introducir productos del Coromandel (India) en Filipinas, actuando como testaferros
de los intereses británicos en la distribución de sus productos108.
documentos producidos entre 1778 y 1787: Archivo Histórico Nacional (AHN), Sección de Nobleza,
YELTES, C. 16, D. 74-84. AHN, Sección de Nobleza, YELTES, C. 15, D. 3. AHN, Sección de
Nobleza, YELTES, C. 15, D. 6.
107 AGI, México, 2971, s.f.
108 A 24 de abril de 1782, el comerciante portugués Victoriano José de Morais informa al senado de
Macao de como fue confiscada la chalupa de Ignacio Rangel da Costa (que regresó a Macao en la
fragata Nossa Senhora dos Prazeres) por las autoridades de Manila, por ser portuguesa y venir de
Madrasta. Más dice que los españoles “juzgando todo el territorio de la costa de Coromandel por
dominio inglés, sin reflexionar mas que su ciega pasión que tienen a los portugueses, diciendo ser los
de Macao servidores de tales ingleses, administrando su dinero los de Macao” (traducción de la
135
Más tarde, con la instauración del sistema de barcos neutrales, Goldemberg
mantuvo relaciones comerciales legales e ilegales en Buenos Aires y en Santiago de
Chile109. Estas motivaron algunos procesos promovidos en contra de él y, en ese
momento, disfrutó del apoyo de la Corona portuguesa para sostener su posición y
garantizar intereses particulares que beneficiaban a la economía lusa. Los contactos
con el mundo hispánico se mantuvieron aún cuando su flota se hundió prácticamente
por completo en el puerto de Lisboa, devastada por el maremoto de 1755 (Miranda
2007: 199-208). De hecho le sirvió de motivo para excusar el pago de unos valores
que tenía pendientes en Buenos Aires.
En esta coyuntura, que pone de relieve la participación temprana de los
portugueses en el comercio novohispano, se vuelve más fácil percibir las afirmaciones
de algunos investigadores que defienden que las cuentas vendidas en América eran
adquiridas a comerciantes ingleses, franceses, alemanes y también a portugueses
(Karcan 1987: 207). La referencia a esos agentes lusos podría ser un indicio de que
los abalorios fueron producidos en el reino pero parece más probable, ante los datos
anteriormente señalados, que estos participaran como meros intermediarios.
En realidad, las dificultades económicas que han caracterizado sus
manufacturas durante la Edad Moderna, y las elevadas inversiones para la
construcción de hornos de altas temperaturas así como para la importación de mano
de obra especializada, no habrían permitido reunir las condiciones necesarias para el
establecimiento de una industria de cuentas de vidrio a gran escala. Aunque a finales
del siglo XVI existan algunas referencias al comercio de rosarios de Portugal, no se
especifica su material y los casos en que eso se verifica es para decir que eran de
ébano (Kelly 1992: 252, 265).
Analizando la documentación mexicana de los siglos XVII y XVIII, no se
localizaron apenas productos de origen luso, con excepción del lino y alguna que otra
mercancía enviada puntualmente. Los motivos de esa ausencia los encontramos entre
el fondo reservado de la Biblioteca Nacional de México, en un libro que
desconocemos cómo ingresó en su colección. Se trata de la obra del barón de Bielfeld,
escrita en la segunda mitad del siglo XVIII y que tuvo una enorme repercusión en
autora), (Teixeira 1984: 619-620. Fuente citada: Arquivo de Macau (3), XV, f. 307v-308v; IV, f. 183v;
XIV, f. 282v-285v).
109 Para las relaciones con Santiago de Chile véanse: AGI, Consejos, vol. 20427, exp. 1 y AGI,
Consejos, vol. 20428, exp. 1. Sobre sus conexiones con Buenos Aires consúltese: AGI, Consejos,
20381, exp. 4 y AGI, Consejos, vol. 20382, exp. 1.
136
España. Por eso, es posible pensar que la edición de 1781, que se localizó en los
fondos de dicha institución, pudiera pertenecer a la colección privada de algún
habitante del Virreinato. Los comentarios sobre el estado del sector productivo y el
comercio portugués son bastante sintomáticos de su reducida capacidad de
exportación:
"Las manufacturas se hallan en el punto mas lastimoso, ó por mejor decir, no
existen. A excepción de algunos frutos secos ó almivarados, de algunas esteras, de
algunas flores artificiales, y de otras varias menudencias que se trabajan en los
Conventos, no se extrae de Portugal ninguna Mercaduría fabricada en el Pays. El
genio del Pueblo no es inclinado á la industria. Parece el calor del clima, y
algunas otras causas políticas concurren á abismar á los Portugueses en una
indolencia fatal y embrutecimiento vergonzoso. Su carácter es tímido, celoso,
reservado, sombrío y misántropo. El clima les influye una excesiva inclinación á
la pereza, á la caballería (....)" (Friederich 1781).
1.8. ESPAÑA
El tema de la producción vidriera en España durante la Edad Moderna ha
merecido varios trabajos a lo largo de los últimos años. En la mayoría de los casos se
centran en el ámbito regional (Belinchón 2001: 385-388; Capellà 2014: 769-805;
Gudiol Ricart 1941; Ramírez-Montesinos 1993: 433-439; Rodríguez García 1986,
1987: 421-432, 1995: 49-61), sobre un vidriero en particular (Rodríguez García 1988:
475-500), o en determinado establecimiento (Rodríguez García 1989c: 155-174). La
Real Fábrica de Vidrio de la Granja es sin duda alguna el más trabajado, sobre todo
después de la creación de la Fundación Centro Nacional del Vidrio, en sus antiguas
instalaciones (Helguera 1991: 61-86; Pastor 2005: 127-138; Pastor y Ruiz 1985;
Ramírez-Montesinos 1990: 449-464). Gracias a ello se han producido interesantes
libros y artículos que contribuyeron a la consolidación del conocimiento del vidrio
español. Cabe señalar además la interesante colaboración con el Museo Franz Mayer
de México, que se materializó en una exposición y el estudio de unas remesas de
vidrio que se hicieron hacia el Perú y la Nueva España a mediados del siglo XVIII
(Pastor 1994: 35-77; Ruiz Alcon y Rodríguez García 1994: 247-270).
137
Por diversos motivos, los enfoques generales sobre la historia del vidrio
moderno en el actual territorio nacional son bastante raros, pero existen algunas obras
de síntesis que tratan sobe los aspectos históricos y técnicos de este material
(Fernández Navarro 2003) o comparan el desarrollo del sector en diferentes ciudades
(Gudiol Ricart 1935; Pérez Bueno 1942; Ruiz Alcon 1982: 463-509; Wilson 1993:
26-31). Otros autores han preferido estudiar los vidrios españoles desde el extranjero
y el impacto que tuvieron en colecciones privadas (González García 1998: 111-140;
Pérez Bueno 1936; Staveníková 2007: 37-31; Štěpánek y Pastor 2002). No obstante,
poco se sabe sobre la difusión de esos objetos en los territorios americanos que
estuvieron bajo su administración. Además del caso ya mencionado de la Real Fábrica
de la Granja, no se conocen más trabajos sobre el comercio y difusión de esos
géneros, mucho menos sobre aquellos que se produjeron en otros talleres.
En lo que concierne específicamente al caso novohispano, merece la pena
llamar la atención sobre la enorme cantidad de documentación existente en el Archivo
General de la Nación de México (AGN) sobre los envíos de la Granja y que todavía
no han sido analizados por los investigadores que se han dedicado a ese tema. En
nuestra opinión esa documentación podría aportar algunos datos novedosos,
esencialmente sobre la gestión de los problemas que surgieron allí relativos a las
condiciones en que llegaron las remesas a Nueva España y sobre las dificultades que
tuvieron para venderse110.
En ningún caso se ha tratado sobre la producción de cuentas de vidrio en
España ni siquiera sobre la exportación de estas mercancías hacía el Virreinato
novohispano y el único trabajo que toca el tema es el de Manuela Cristina García
Bernal (2000: 201-269) sobre las relaciones comerciales entre Sevilla y Yucatán.
Aunque algunos historiadores han expuesto el tema de manera tangencial, existen
muchas lagunas acerca de la capacidad de producir estos géneros, de dar respuesta a
la demanda local, y de exportarlos hacia los territorios más lejanos del imperio.
De manera general, la industria del vidrio en España, durante la Edad
Moderna, se benefició de las inmigraciones de maestros que llegaron a partir del siglo
XV. Ellos vinieron desde Francia, Flandes (Bélgica) y Alemania, introduciendo
nuevas técnicas que tuvieron un impacto especialmente significativo en la coloración
del vidrio. Muchos de los colorantes empleados en sus fórmulas fueron importados,
110 Hemos tenido ocasión de revisar los expedientes y verificamos que no se enviaron cuentas.
138
ya que no se disponían de las materias primas necesarias en el territorio para su
confección y solo progresivamente se desarrollaron experimentos a nivel local para
suplir esas carencias con los recursos disponibles. Por entonces, la mayoría de la
mano de obra especializada, que se instaló sobre todo en el sur, se canalizó hacia la
ejecución de obras de carácter religioso. Los artesanos se dedicaron esencialmente a
la elaboración de las vidrieras de varias iglesias, no existiendo una verdadera
inversión en la captación de estos recursos para satisfacer las necesidades de vidrio de
carácter utilitario que el mercado interno demandaba.
Los avances en el arte del vidrio no lograron crear una estructura productiva
sólida, capaz de difundir los conocimientos entre los artesanos locales y perpetuar una
actividad continuada en la zona. Tal y como sucedió en Francia, las persecuciones
religiosas originadas por la Reforma de la Iglesia afectaron drásticamente al
desarrollo del sector durante la segunda mitad del siglo XVI e inicios del siglo
siguiente, hasta que el tratado de Westfalia dio tregua a esta guerra entre católicos y
protestantes.
Durante ese período muchos de los especialistas abandonaron el territorio del
reino en busca de otros más liberales o terminaron por regresar a sus regiones de
origen. Tal situación condujo al cierre de varios establecimientos y a una quiebra
significativa del dinamismo de varios ámbitos productivos. En ese contexto, que
afectó particularmente a la manufactura del vidrio, las necesidades de consumo
internas tuvieron que suplirse en el mercado internacional. Las piezas que se
utilizaban en las casas españolas y se exportaban hacia los dominios ultramarinos
fueron sobre todo extranjeras y poseían una calidad muy superior a la de aquellas que
se seguían produciendo en el ámbito peninsular, menos cristalinas que las primeras.
En palabras de Manuel Rico y Sinobas:
“A la vez que la Bohemia, Alemania, Francia y Inglaterra desde 1557 labraron o
principiaron a labrar el vidrio blanco en inmenso numero de piezas, de más bella
transparencia que el vidrio español, y que si se sirvieron de él en sus propios
países, invadió también nuestros mercados y los más importantes de las inmensas
colonias que en Oriente y Occidente fundaba entonces la España.” (Rico y
Sinobas 1873: 147).
Se percibe así como el enorme gasto de la guerra tuvo el efecto de atraer los
caudales que antes se invertían en el desarrollo de las artes, con una consecuencia
139
directa sobre el aumento de las importaciones y el desequilibrio de la balanza
comercial. Ese tema mereció algunas reflexiones por parte de Manuel Rico y Sinobas,
que defendió precisamente que todo ese dinero podría haberse empleado en la
promoción de la manufactura del vidrio:
“En España, en el trascurso de los siglos XVI y XVII, el oro y la plata, como
metales, costó poco adquirirlos, y por ello no se supo bien para qué servia el
dinero de aquel presente para el provenir de hoy y el vidrio, cuando bien labrado,
produce sensacion singular, su forma y trasparencia sorprende a la imaginacion y
desarrolla los deseos más caprichosos de la voluntad; por esta razón los pueblos
que llegaron a ser ricos en cualquiera época, siempre, y con especialidad los que
no supieron apreciar el dinero, codiciaron hasta con exceso todas las bellezas y
primores de la vidrieria, aunque para ello, como sucedió en España y sus colonias,
tuviera que pagarse á la fabricación extranjera, en los siglos XVI y XVII, por sus
vidrios, tal vez una cantidad triple de la asombrosa contribucion de guerra,
impuesta en nuestros dias por la nacion que venció á la Francia, y séxtupla de
aquella cantidad, ó seis veces más grande, si se acumulase el dinero empleado por
la España y sus colonias en adquirir el vidrio extranjero, desde que comenzó el
siglo XVI hasta nuestros dias.” (Rico y Sinobas 1873: 148).
Para sufragar los desastrosos efectos de esta huida de mano de obra
especializada, la Corona promovió la llegada de maestros cualificados, ofreciéndoles
buenas condiciones para implementar sus fábricas* en el reino. A finales del siglo
XVII y durante todo el XVIII, surgieron iniciativas de grandes dimensiones que
situaron a extranjeros en puestos importantes de la administración de negocios bajo la
protección Real. En contrapartida, se exigió la cualificación de los artesanos locales,
evitando así que se repitiera el error del período anterior y que tuvo consecuencias tan
negativas para la economía. Los nuevos establecimientos estaban obligados a emplear
a todo aquel que pretendiera aprender el oficio y los oficiales extranjeros tuvieron que
aplicar sus conocimientos en su presencia, para que así pudieran observar las técnicas
que durante tanto tiempo se habían mantenido en secreto en el seno de sus familias.
Eso fue lo que sucedió en la Real Fábrica de Vidrio de San Ildefonso, donde
se instalaron varios talleres, con artesanos de diferente procedencia, para producir el
vidrio que sería empleado en la construcción del palacio de la Granja y después
comercializado. Esta intención aparece reflejada en las siguientes normativas creadas
para las fábricas de cristal de la Granja de San Ildefonso:
140
“Normativa numero 14 referente a los cargos y obligaciones del director general
“Precisará a los maestros que hagan las composiciones, mixtos y enfornamientos
á presencia de los mismos Oficiales que trabajan en sus respectivas Fábricas,
aboliendo enteramente el mal tolerado abuso de no haber manifestado los
secretos, así los primeros Maestros, como los que les sucediéron á fuerza de hacer
pruebas y experimentos á costa del Real Erario.”
Normativa numero 152 referente a los Maestros: "(…) Estarán obligados no solo
á enseñar todas las composiciones de Cristales transparentes, y de diversos
colores, á los Oficiales de cada uno de los Hornos de las Fábricas que manejan,
sino tambien á pasar noticia á la Contaduría de quantas ejecuten, para que consten
en ella los materiales y simples que se invierten, así para comprobar el consumo
de los que se les entregaran, como para evitar el mal tolerado abuso que se ha
experimentado de permitirles que ocultasen los mixtos de cada uno de dichos
colores, sin reparar á que unos y otros los aprendieron á costa de los Reales
intereses, á fuerza de hacer repetidas experiencias y pruebas, las quales nunca se
acabarían, si á cada uno de ellos se les fuese disimulando los mismos defectos.”
Y normativa numero 156 referente a los oficiales y demás operarios: (…)
Cuidarán de enseñar a sus Ayudantes, Parsoneros y Batidores de caña con el
mayor zelo, agrado y prudencia, para que vayan adelantando y se perfeccionen en
todas las labores y maniobras necesarias.” (Lerena 1990: 5, 50 y 52).
A pesar de los incentivos, con facilidades para la importación de materias
primas y la restricción a la introducción de productos que se hacían en el Reino, las
medidas adoptadas no fueron suficientes para motivar una industria local pujante. Su
capacidad de competir con las potencias más industrializados de Europa fue bastante
limitada y se siguieron importando grandes cantidades de vidrios. Según Gudiol
Ricart (1935: 81), en el siglo XVIII entraban continuadamente por los puertos de
Galicia, Santander y Bilbao, grandes partidas de vidrios ingleses, franceses, italianos,
flamencos y bohemios.
La atracción por los ejemplares importados fue, en la opinión de algunos
contemporáneos, la principal causa del débil desarrollo de la manufactura nacional:
“No tendrán despacho nuestros artefactos, cuando para el consumo de la
península y nuestras colonias estamos tomándolos de los extranjeros, y
manteniendo en ellos las fábricas y población con nuestros productos sobrantes,
que habían de hacer parte de nuestro capital productivo? (…)” (Sánchez Hormigo
2005: 46).
141
El argumento es algo sesgado y se podría apuntar también la reducida
competitividad de sus creaciones que, en algunos casos, tuvieron precios aún más
caros que los importados. Los motivos de su elevado coste se pueden relacionar con el
precio de la mano de obra y el de los ingredientes empleados, pero seguramente lo
más importante era la incapacidad de adaptar las producciones a las demandas del
mercado y alcanzar las innovaciones que se venían produciendo en otras zonas. La
consecuencia fue que esas piezas encontraban siempre grandes dificultades para
venderse y las que lograban entrar en los circuitos comerciales, con destino a otras
ciudades, acababan quebrándose en el camino, fruto de un sistema ineficiente de
transporte:
“El vidrio ordinario que gasta Madrid y su tierra, la de Toledo, Talavera y
Campiña viene de Recuento y Arbeteta, lugares á una legua de los ríos Tajo y
Guadiela, y aun llega hasta Portugal. Cada carga de vidrio hueco pesa diez y seis
arrobas, inclusa la paja y angarillas, y catorce la de vidrieras. Una carga con otra
sale por 120 reales de porte en veinte leguas que hay por camino. Tiene
regularmente 40 reales de quebrado, y muchas veces todo, y otras solamente se
aprovechan 50 reales lo que llega en una carga. Hay el desperdicio de paja y
angarillas, que cuesta quatro reales; hace en todo 180 una carga con otra, que es
quince reales de porte la arroba de vidrio, pasan de 10 cargas las que consume
Madrid todos los años, suben á 180 reales. Encajonándose el vidrio para
embarcarlo, llegaría entero; y por informe de los fabricantes se podrá dar en
Madrid por una mitad menos que hoy; y la navegación sacará unos portes
competentes.” (Larruga 1789 II-6: 68-69).
Eso generó grandes pérdidas que solo en parte se pudieron compensar con la
venta de los desperdicios, posiblemente para volver a fundirlos111.
La fragilidad del sector que trasciende en los relatos de época es aún más
sorprendente si se considera que España exportaba uno de los ingredientes principales
para la elaboración del vidrio. La llamada barrila se usaba en los hornos ingleses o
incluso italianos, desde donde regresaba a la península bajo la forma de recipientes
cristalinos, como sugiere Escolano (1610: 666-667), a inicios del siglo XVII.
Ese comercio estuvo controlado por personajes importantes como la marquesa
de Astorga y el duque de Medinaceli quienes, en 1762, iniciaron un pleito sobre el
111 “Frutos, géneros y efectos que se permiten sacar del Reyno con pago de derechos (…) cristal roto -
85 por arroba” (AHN, Libro 1501, n.º 54, año de 1802, f.65v-66v).
142
corte de esta hierba, o el conde de Sástago (Vicente Fernández de Córdoba y Alagón)
que en 1774 logró obtener el pago del derecho de barrilla por parte de los vecinos que
la sembraban112.
Los motivos del reducido éxito de las creaciones españolas entre los habitantes
del reino y de sus dominios americanos, dependieron seguramente de cada caso y de
las particularidades de los establecimientos. Los argumentos aquí presentados
tuvieron excepciones importantes. Barcelona fue un destacado centro de producción
vidriera que alcanzó prestigio internacional. Sus artífices se dedicaban a hacer piezas
de uso cotidiano y de carácter artísticos que no disfrutaron de la mejor consideración
por parte de los criollos novohispanos, traduciéndose en su consumo, en intentos de
reproducir piezas similares en el propio territorio o incluso en su disfrute al visitar la
ciudad. Por eso, el criollo novohispano y fraile franciscano, Joseph de Castro, no dejó
pasar la ocasión de pasar por ahí en su viaje a Roma y ver las vidrieras de la ciudad
con sus propios ojos. El relato de su viaje fue impreso por primera vez en Europa y
reimpreso en México, en 1690 y en sus palabras decía:
"Vi la hermosa vidriería
cosa de notable aseo,
donde en tan frágil materia
imitan los vidrieros
aves, plantas y animales
con repetidos remedos" (Gómez Canedo 1981: 142).
Las creaciones de la ciudad condal se exponían todos los años en la gran feria
del vidrio celebraba en el primer día del calendario civil (Rodríguez García 1997:
111-132). El evento atraía todo tipo de personas y el gremio tuvo algún peso dentro
de la ciudad. En el año de 1750, ellos se asocian al gremio de "pelayres y tundores" y
"texe[dore]s de lana" para presentar un bosquejo de la Mascara Real que los gremios
de la Ciudad de Barcelona obsequian a la infanta D.ª María Antonia, Duquesa de
Saboya (Fig. 14).
Además algunas vidrios peninsulares disfrutaron de cierto prestigio
internacional. Se sabe, por ejemplo, que determinadas casas europeas importantes
coleccionaron piezas de vidrio catalanes, andaluces y castellanos, a título de
112 AHN, Consejos, vol. 31607, exp. 4. Archivo de la Corona de Aragón (ACA), DIVERSOS, Sástago,
101 (LIG 016/033).
143
curiosidades, incluso donde existió una producción de vidrio de calidad como pudo
ser Praga (Staveníková 2007: 37-31; Štěpánek 2002).
En el discurso oficial, la razón del retraso del sector se atribuyó a la ociosidad
de los pueblos, sobre todo en aquellas localidades de gran tamaño donde fácilmente se
podría encontrar la manera de ejercer un oficio. Esos son los argumentos presentados
en un discurso sobre la industria popular, en 1775:
"El amor del Rey à sus Vasallos, y su natural propensión à facilitarles quantos
medios puedan contribuir à el beneficio publico, han movido su Real ánimo à
acordar con Consulta del Consejo, que se imprima, y distribuya por todo el Reyno
el Discurso de la Industria Popular, con el importante obgeto de promover la
aplicación de los pueblos à las Artes, y Manufacturas que les pueden ser mas
útiles, y fáciles, según la proporción de sus terrenos, y producciones."113.
En ese documento, que se distribuyó públicamente, resalta la preocupación
por estimular la enseñanza como el medio más directo para promover el crecimiento:
"El Discurso de la Industria Popular calcula los daños que recibe la causa pública
de esta desidia, y los beneficios que resultarían, si tantas manos indebidamente
ociosas se ocupasen con utilidad propia, y del Estado. El zelo de V[uestra]
S[eñoría] por el servicio de Dios, y bien del Público, comprenderá mejor de lo que
yo puedo manifestar, que el establecimiento de Escuelas, y Hospicios para la
enseñanza de los niños, i niñas, recoger con caridad los pobres impedidos, y
obligar al trabajo los holgazanes, son los medios mas eficaces para el piadoso
obgeto que se propone, y que merece la atención y caridad de V[uestra] S[eñoría]
cuyo amor à los pobres, y al fomento verdadero del Estado, sabrá adelantar en
este utilísimo pensamiento, que merece la atención de S[u] M[agestad] y la del
Consejo, los modos prácticos, que dependan de su arbitrio, è insinuaciones"
Firmado por Don Josef Antonio de Abarrategui114.
En efecto esta era la idea que se encontraba detrás de muchas de las
inversiones que se produjeron en el sector a lo largo del siglo XVIII.
En lo que respecta específicamente a la producción de abalorios, las crónicas
sobre la Nueva España mencionan regularmente la expresión "cuentas de castilla",
113 Archivo de la Villa de Madrid (AVM), Sección 2, Legajo 172, Numero 18.
114 AVM, Sección 2, Legajo 172, Numero 18, Circular del Consejo dirigida a los pueblos remitiéndoles
ejemplares del discurso sobre la industria popular, enero de 1775.
144
particularmente en la obra de Bernal Díaz del Castillo (ca. 1495-1524), del año de
1576:
"(...) y cortes se holgo tanto con El oro como si fueran treynta mill pesos, En
saber cierto, que avia buenas minas, e a los caciques [de çacatula] que truxeron el
presente les mostro mucho amor y les mando dar quentas verdes de castilla, y con
buenas palabras se bolvieron a su tierra muy contentos (...)." (Díaz del Castillo
1904 I-103: 335).
(...) y El ordas le dio muchas graçias por la honrra que avia rresçebido, y les dio
çiertas quentas de castilla q[ue] llevava para aquel Efeto." (Díaz del Castillo 1904
I-103: 337).
Eso podría inducir a pensar que se trataban de manufacturas locales pero lo
más probable es que el autor pretendiera distinguirlas de los ejemplares usados ahí por
los indígenas, puesto que no se han localizado referencias significativas en los
archivos nacionales. Para ello se ha consultado la documentación conservada en el
Archivo Histórico Nacional (AHN)115, en el Archivo de la Villa de Madrid (AVM)116,
en el Archivo Histórico de Protocolos de Madrid (AHPM)117, en el Archivo de la Real
Sociedad Económica Matritense118 y en el Archivo General del Palacio Real de
Madrid (AGPRM)119 para detectar evidencias de hornos de vidrio asociados con la
producción de cañas o de lapidarios de cuentas, pero los resultados no fueron
significativos.
La única noticia sobre la manufactura de abalorios en la península nos llega a
través de los registros del Tribunal de la inquisición de Barcelona. Se trata de un
115 En este archivo consultamos el fondo de la Junta de Comercio, Moneda y Minas que fue el
organismo responsable de deliberar sobre la apertura de cualquier establecimiento, determinando el
período de tiempo por el cual se concedía el privilegio y el tipo de producto que estaba autorizado a
producir o vender, así como otras circunstancias relacionadas con la adquisición de materias primas y
la venta de sus producciones. No obstante, la falta de un índice temático completo, así como la
existencia de más de 50.000 carpetas y una cifra similar de legajos, ha hecho inviable la realización de
un estudio exhaustivo.
116 Institución con documentación relativa a la villa de Madrid, particularmente sobre su industria y
comercio. A pesar de la existencia de buenos índices y de estar muy bien organizados, los datos
encontrados acerca de la producción y venta de vidrio son reducidos.
117 La organización del archivo por nombre de notario hace bastante difícil localizar las actas notariales
de vidrieros. Gracias a la ayuda de los funcionarios hemos detectado algunos de esos artesanos pero, en
ningún caso, mencionan la producción de abalorios.
118 Fundada en el siglo XVIII y dónde no existen registros de la actividad vidriera.
119 Ahí se encuentra custodiada mucha de la documentación sobre la fábrica de vidrio de San Ildefonso,
pero la documentación relativa a otros establecimientos de vidrio es muy escasa. En realidad, se ha
localizado información más relevante en la Real Biblioteca del Palacio (RBP) que en el propio archivo.
145
proceso del año de 1566, conducido en contra del vidriero Gabriel Badorque, familiar
del Santo oficio y vecino de Valbona (Teruel), a quien los alcaldes de Tortuera
(Guadalajara) incautaron varias cajas de sortijas de vidrio que pretendía vender en
Castilla120. De esto se deduce que parte de su trabajo consistía en hacer abalorios que
distribuía por su cuenta, pero se desconoce si además hacía otros objetos o si se había
especializado en la producción de cuentas. Atendiendo a la naturaleza de sus piezas es
muy posible que su actividad se incorporara dentro del grupo de artífices designados
"vidrieros de candil" como Gerónimo Bordache. Sus raíces familiares nos conducen a
la práctica de esta especialidad en la ciudad condal, aunque al final de su vida residía
en Madrid121, donde se han detectado los vestigios de la actividad de más cinco
profesionales de este tipo de vidrios: Francisco Montejo (1640)122, José Penoso
(1654)123, Antonio de Aguilar (1654 y 1672)124, José Ponze (1667)125 y Antonio
Carrillo (1667 y 1674)126. Se desconoce si trabajaron por cuenta propia o en un taller
privado, o incluso si algunos de ellos fueron compañeros en el mismo establecimiento
como sugieren los vínculos personales sostenidos entre Geronimo Bartolache, José
Ponze y Antonio Carrillo. La ausencia de cualquier referencia a una fábrica* o
compañía empresarial dedicada a estas labores hasta finales del siglo XVIII, así como
los parcos recursos económicos señalados en los inventarios de bienes de estas
personas sugiere que trabajaron en pequeños talleres que nunca generaron grandes
ganancias o prestigio.
A pesar de la escasez de documentación relativa a la manufactura de abalorios
y cañas de vidrio, existen indicios de que algunos hornos pudieron realizar dichas
piezas. De acuerdo con Gudiol Ricart (1935: 90), los abalorios cilíndricos encontrados
en la excavación de Alfonso Macaya en Cataluña, en unos ribazos en frente de la
Iglesia de San Pedro Pons de Corbera, podrían constituir los vestigios de una
120 AHN, Inquisición, vol. 1591, exp. 5.
121 AHPM, notario Diego Antonio Hernández Sevillano, "testamento", fecha 17 de octubre de 1667,
Tomo 10078, f. 314v-316r.
122 AHPM, escribano Juan Martínez de Castro, fecha 27 de septiembre de 1640, "capitulaciones
matrimoniales", Protocolo 6792, f. 397v-398r.
123 Rufino Zaballos 2015, vol. 2: 547. Fuente citada: AGPNM, Personal, caja 2.658/44; Administración
General, leg. 659.
124 Rufino Zaballos 2015, vol. 2: 78. Fuente citada: AGPNM, Personal, caja 2.658/44; Administración
General, leg. 659.
125 AHPM, notario Diego Antonio Hernández Sevillano, "testamento", fecha 17 de octubre de 1667,
Tomo 10078, f. 314v-316r.
126 AHPM, notario Diego Antonio Hernández Sevillano, "testamento", fecha 17 de octubre de 1667,
Tomo 10078, f. 314v-316r. AHPM, notario Diego Antonio Hernández Sevillano, "Testamento, fecha
14 de septiembre de 1674, Tomo 10081, f. 249-251r.
146
actividad local. Según la tradición oral, existió en ese lugar un horno de vidrio pero,
durante la excavación, no se encontraron los cimientos de esa estructura sino tan solo
“unas piezas de collar cilíndricas” que, más que abalorios, podrían corresponder a las
cañas de vidrio que se cortarían en forma de cuentas. En todo caso, la falta de
contextualización impide tejer mayores consideraciones al respecto.
La única evidencia concreta a un establecimiento dedicado particularmente a
la elaboración de estos géneros es ya en el siglo XVIII, correspondiendo a un deseo
de producirlos en gran escala. Se trata de la iniciativa de Jacobo Schmitz que, en
1770, se dirigió a la Junta de Comercio y Moneda pidiendo autorización para la
fundación de una “fábrica de Abalorios, Perlerías, y Esmaltes de todas clases” a sus
propias expensas. La noticia sale publicada en el periódico Mercurio Histórico y
Político, informando que el apoderado general de esa compañía era D. Diego
Francisco Bermúdez, que vivía en la Calle del Caballero de Gracia, nº 39 (Anónimo
1770: 85-86).
La respuesta fue favorable y se oficializó por un decreto de 8 de agosto de ese
año, despachándose por la Junta General de Comercio y Moneda por Real Cédula del
día 23 del mismo mes:
"El Rey
Por quanto por la Real Orden de ocho de este mes comunicada á la Junta Genera
de Comercio, y Moneda por D[on] Miguel de Muzquiz, mi Secretario de
Estado, y del Despacho de Hacienda, fui servido aprobar el Plan que me
propuso D[on] Jacobo Schmitz, y Compañía para establecer á [sic] sus propias
expensas en el parage, ó parages que tuviese por convenientes en estos
Dominios una Fabrica de Abalorios, Perlerias, y Esmaltes de todas clases; cuyo
nuevo Establecimiento considero digno de mi proteccion por la utilidad que
ofrece á la causa pública: y en esta consecuencia he mandado se despache de
Oficio la Real Cedula correspondiente á estos Interesados bajo las gracias,
condiciones, y obligaciones siguientes:
Iª - Conceso al citado D[on] Jacobo Schmitz, y Compañía facultad privativa por
seis años para establecer á sus propias expensas en el parage, ó parages que
tuvieses por mas convenientes e estos Dominios una Fabrica de Abalorios,
Pelerias y Esmaltes de todas clases, con la obligación de dar instruidos en el
Arte á todos aquellos jóvenes que les señaláre, ó se presentaren voluntariamente
para aprenderlo durante los seis años de este Privilegio, y la privativa referida,
147
la qual es estensiva á todos estos Dominios en que Schmitz, y Compañía hagan
constar tener corriente la citada Fabrica.
IIª - Que en los seis años de la privativa haya de ser esenta la Compañía de la
contribución de derechos de aquellos Minerales que, justificaré necesitar el
introducirlos de fuera del reyno para surtimiento de su Fabrica; pero quando se
ofrezca extraer algunos de los generos fabricados en ella, ha de pagar la
Compañía los derechos que se le impongan, como si fuesen e Venecia.
IIIª - Si dentro del termino de los seis años, por que he concedido licitada
facultad privativa á esta Compañía, fuese mi voluntad tomar de mi cuenta este
Establecimiento, admitiré en mi Real servicio, con salarios correspondientes, y
proporcionados, á aquellos Individuos Profesores estrangeros que se hallasen e
la Fabrica, en consideración a que estos abandonaron sus casas, y Patria, para no
bolver á ellas, y en este caso premiaré tambien el merito de Don Jacobo
Schmitz, por ser el que á sus expensas (sin ser del Arte) havrá introducido una
profesion nueva, y util al Estado i al fin de los seis años de esta concesion no
quisiera tomar de mi cuenta la referida Fabrica, atendiendo á que los que hayan
aprendido este Arte han de poder usar de él libremente para su beneficio propio,
mando no se impida á la Compañía, ó, disuelta ésta, á los individuos de que se
compone, el que puedan continuar con sus labores, y comercio de dichos
generos.
IVª - Y últimamente, concedo á Don Jacobo Schmitz, y Compañía mi Real
protección, para que tenga efecto este nuevo Establecimiento, y se consigan los
progresos, y utilidades que ofrece á la causa pública. Por tanto, publicada en mi
Junta General de Comercio la referida Real Orden de ocho de este mes, para que
tenga el debido efecto he mandado exedir de Oficio la presente Real Cedula:
Por la qual ordeno á los Presidentes, y Oidores de mis Cancillerías, y
Audiencias, Regentes, y Oidores de ellas, al Corregidor de Madrid, sus lugar-
Tenientes, y á los Intendentes, Corregidores, Asistente, Governadores, Alcaldes
Mayores, y Ordinarios de todas las Ciudades, Villas, y lugares de estos mis
Reynos, y Señoríos no impidan á Don Jacobo Schmitz, y Compañía el
Establecimiento de la referida Fabrica de Abalorios, Perlerias, y Esmaltes de
todas clases en los Pueblos, y parages que le conviniere y eligiere; sino antes
bien le den los auxilios que pidiere, y necesitaré conduncentes á facilitarles la
comunidad, y logro de planificar su Fabrica; y ordeno asimismo que á los
traslados de esta mi Real Cedula, signados de Escribano público en forma que
haga fé, se les dé el mimo credito que á el original, que asi es mi voluntad, y de
esta Cedula se tome razon en las Contadurías Generales de Valores, y
148
Distribución de mi Real Hacienda, en el termino de dos meses de su fecha; y no
haciendolo queden nulas estas gracias en las Contadurías principales de Rentas
Generales, y Provinciales de Madrid, y en las demás partes que convengan.
Fecha en San Ildefonso á veinte y tres de Agosto de mil setecientos y
setenta. = YO EL REY. = Por mandado del Rey nuestro Señor, Luis de
Alvarado Tomóse razon en las Contadurías Generales de Valores, y
Distribución de la Real Hacienda. Madrid y Agosto, Veinte y nueve de mil
setecientos y setenta. Por indisposicion del señor Contador General de la
Distribución, D[on]. Manuel Antonio Salazar = D[on] Salvador de Querejazu =
tomóse razon en las Contadurías Principales de Rentas Generales, y
Provinciales del Reyno que se administran de cuenta de la Real Hacienda.
Madrid diez y ocho de Septiembre de mil setecientos y setenta. = Juan Mathias
de Arozarena. = Manuel Leon Ganzalez
(Real Cedula d Privilegios)
El Rey
Por quanto he sido servido de aprobar l Plan que han propuesto D. Jacobo
Schmitz, y Compañía, para establecer a sus propias expensas en el parage, ó
parages de estos Reynos que tuviesen por conveniente una Fabrica de Abalorios,
Perlerias, y Esmaltes de todas clases, concediendoles para ellos los auxilios, y
gracias que han parecido necesarias, lo que participé á mi consejo de Hacienda,
por mi Real Orden de seis de este mes, explicada en Papel de Don Miguel de
Muzquiz, Gobernador de él, mi Secretario de Estado, y del Despacho Universal
de Hacienda, á fin de que expidiera la Real Cedula correspondiente que le
tocase de Oficio, y en la brevedad posible, con arreglo á la que despachase la
Junta General de Comercio; en su consecuencia, se ha acudido al enunciado mi
Consejo por parte del nominado Don Jacobo Schmitz, y Compañía,
suplicandome mandase expedir la respectiva Sobre-Cedula, de lo que original se
exhibian, dada por la referida mi Junta General su fecha veinte y tres de Agosto
ultimo, firmada de mi Real mano, y referendada de Don Luis de Alvarado, mi
Secretario, y de la expresada Junta. Y visto todo en él mismo consejo, para que
tenga el debido efecto, por lo tocante á la esencion de derechos Reales, he
tenido por bien dar la presente de Oficio: Por la qual es mi voluntad, que con
arreglo á lo prevenido en el capitulo segundo, que comprende la citada Cedula
de la Junta General de Comercio, y por el tiempo de seis años, haya de ser
esenta la mencionada Compañía de la contribución de aquellos minerales, que
justificare necesitar el introducir de fuera del Reyno para el surtimiento de su
Fabrica; pero quando se ofrezca extraer algunos de los generos fabricados en
ella ha de pagar la Compañía los derechos que se impongan, como si fuesen de
Venecia: entendiendose la referida esencion de derechos desde el dia en que
149
Schmitz, y Compañía hagan constar tener corriente la citada Fabrica de
Abalorios, Perlas y Esmaltes de todas clases, según se previene en el capitulo
primero de la misma Real Cedula de la Junta General de Comercio: Por tanto
mando á los Intendentes, Administradores de mis Rentas Reales, y Generales de
estos mis Reynos, Vistas, Aduaneros, Fieles, Guardas, Diputados de Gremios,
Veedores, y á otros cualesquiera personas, y Ministros de la Recaudación, y
Administración de las expresadas mis Rentas, á quienes tocáre el cumplimiento
de lo en esta mi Cedula contenido, y en la citada de mi Junta General (que han
de andar siempre unidas, y arreglarse á ambas), que luego que sean presentadas,
ó sus traslados, signados de Escribano, en forma que hagan fé, las obedezcan,
guarden, y ejecuten, y hagan cumplir, guardar y ejecutar en todo, y por todo,
según, y como en ellas se contiene; que asi lo tengo por bien se execute: y que
de esta mi Real Cedula se tome la razon en las Contadurias Generales de
Valores, y Distribución de mi Real Hacienda, en el termino de dos meses de su
fecha; y no haciendolo queden nulas estas gracias en las principales de Rentas
Generales, y Provinciales del Reyno, y en las demás partes que convenga. Dada
en San Ildefonso á trece de Septiembre de mil siete cientos y setenta = YO EL
REY. = Por mandado del Rey nuestro Señor, Matheo Miguel Navarro. Tomóse
razon en las Contadurías Generales de Valores, y Distribución de la Real
Hacienda. Madrid diez y siete de Septiembre de mil setecientos y setenta. = Por
indisposición del Señor Contador General de la Distribución, Don Manuel
Antonio de Salazar. = Don Salvador de Querejazu. = Tomóse razon en las
Contadurías Principales de Rentas Generales, y Provinciales del Reyno, que
administran de cuenta de la Real Hacienda. Madrid diez y ocho de Septiembre
de mil siete cientos y setenta. = Juan Mathias de Arozarrena. = Manuel Leon
Gonzalez."127.
La rapidez del proceso y el interés en el negocio se justificaron a la luz de la
introducción de una nueva profesión con la que se fomentaría la actividad económica
nacional128. Se sabe así que por entonces no existía ningún establecimiento dedicado a
esas labores y que la producción de abalorios estuvo asociada a la de perlas falsas y
de pequeños objetos esmaltados, tal y como sucedía por ejemplo en Francia.
Los términos de ese permiso aparecen definidos en el documento ya
mencionado, correspondiendo a las mismas condiciones generalmente aplicadas a
otras actividades. En primer lugar, hay que destacar que el privilegio se concedió con
127 AHN, Consejos, Libro 1521, n.º 25.
128 Al indicarrse que Jacobo Schmitz había introducido una profesión nueva se puede considerar que, o
hasta el momento no se producían abalorios en España, o al menos de esa calidad (AHN, Consejos,
Libro 1521, n.º 25, artigo III).
150
carácter de exclusividad durante seis años, período en el que Schmitz no afrontaría
ningún tipo de competencia interna y disfrutaría de las mejores condiciones para
colocar su producto en el mercado nacional. Además, en ese tiempo pagaría tributo y
carga, facilitándole así la importación de materias primas sin costes añadidos sobre la
tributación.
A cambio, él se comprometía a formar artesanos nacionales, no solamente a
los que el gobierno designara, sino también a todos aquellos que estuvieran
interesados en aprender el oficio y que para tal se presentasen. Pasados los años del
monopolio, esas personas estarían en disposición de establecer su propio taller y
dedicarse al oficio de manera independiente, en el caso de que su administrador no
quisiera renovar la concesión:
“(...) y si al fin de los seis años de esta concesion no quisiera tomar de mi cuenta
la referida Fabrica, atendiendo á que los que hayan aprendido este Arte han de
poder usar de él libremente para su beneficio propio, mando no se impida á la
Compañía, ó, disuelta ésta, á los individuos de que se compone, el que puedan
continuar con sus labores, y comercio de dichos generos.” 129.
Las creaciones de ese taller se destinarían esencialmente a satisfacer las
necesidades internas, puesto que sus exportaciones no estaban protegidas. Si por un
lado se eximió el pago de impuestos sobre las materias primas importadas, para
exportar los abalorios, Schmitz debería pagar las mismas tasas exigidas a los
ejemplares procedentes de Venecia. Sin el estímulo a la exportación en el contexto de
las políticas nacionales y con las medidas proteccionistas de las potencias extranjeras,
difícilmente se esperaría que fuera capaz de competir en el exterior.
A pesar de las ventajas ofrecidas, Schmitz nunca llegó realmente a
implementar la empresa. Al no dominar las técnicas de producción de abalorios
necesitó organizar la venida de un maestro en ese arte, el veneciano Miguel Ángel
Rosi. Pero, según Eugenio Larruga, sus intenciones fueron aprovecharse de los
privilegios reales ofrecidos y
“(...) la idea de aquel, no era otra que defraudar los intereses de los Españoles, que
á la sombra del privilegio se interesaron en el proyecto por vía de compañía, [y]
luego que lo consiguió se huyó de España” (Larruga 1788 I-3: 190).
129 AHN, Consejos, Libro 1521, n.º 25, artigo III.
151
La “estafa” de Schmitz había significado la frustración de la Corona que,
asimismo tenía a un maestro vidriero dispuesto a seguir con el proyecto. Él había
venido a España con toda su familia y se veía ahora en la tesitura de no poder regresar
a Italia donde sería acusado de traición. En esas circunstancias, Rosi propuso a la
Junta de Comercio la transferencia, para su persona, del privilegio concedido
anteriormente a Schmitz. Sin embargo, las autoridades tardaron demasiado en dar
respuesta a la solicitud, por lo que abandonó el reino antes de que saliera la
resolución, posiblemente porque tuvo una propuesta mejor.
No pasaría mucho tiempo hasta que se promoviera un nuevo proceso para la
creación de un establecimiento dedicado a la producción de abalorios. En 1774 se
emitió un nuevo Real Decreto, a 6 de marzo, mandando que la Junta expidiera los
privilegios concedidos a Schmitz, ahora a Roque Ghiselli, lo que sucedió a 13 de abril
de ese mismo año, saliendo publicado en el Mercurio Histórico y Político al mes
siguiente (Anónimo 1774: 81-82). Se desconoce la nacionalidad exacta de este
hombre pero se sabe que estuvo casado con una portuguesa, Doña María Rita de
Mendoza, y que se encontraba viviendo en Lisboa cuando nació su hija, en 1751.
Pocos años después la familia se desplazó a Sevilla, donde vivió desde 1764 a 1767,
cuando se trasladaron definitivamente a la ciudad de Cádiz. Fue allí donde su hija
Theresa Ghiselli se casó, en 1776, con el francés Guillermo Esteban Bailleres quien
pedía autorización para naturalizarse español y comerciar con India en 1795130.
Todos esos datos biográficos de Ghiselli, de su entorno familiar y sobre su
recorrido por diferentes ciudades, permiten comprender mejor la propuesta de instalar
una fábrica de abalorios, pedrerías y cristales en la ciudad de Sanlúcar de Barrameda.
Tal localización era estratégica en relación con el comercio americano en el que
ciertamente ambicionaba participar con esas creaciones. A pesar de no haber
encontrado oposición a su pedido, nunca logró conseguir reunir los caudales
necesarios para montar el taller y se terminó por quitarle la licencia. En las palabras
de Eugenio Larruga:
“Como en el Decreto del Rey se prevenía á la Junta que velase sobre la conducta
de Ghiselli, para evitar las estafas, y engaños de Schimit, y Ghiselli había ofrecido
establecer esta manufactura en la Ciudad de San Lucar de Barrameda en
130 AGI, Indiferente General, leg. 1536. Se trata de una carta de naturaleza para comerciar con Indias,
dada a 3 de diciembre de 1795. En ella se apuntan los méritos de Guillermo Estevan para merecer la
nacionalidad española.
152
Andalucía, tomó la providencia de avisar al Asistente de Sevilla para que diese
cuenta del uso que hacia Ghiselli del Real privilegio; aquel Ministro participó que
el fabricante estaba en Cádiz, y que no había podido adquirir caudales para poner
la fábrica, y que se le recogió el privilegio, que pára en el archivo de la misma
Junta” (Larruga 1788 I-3: 191).
Los casos señalados demuestran las grandes dificultades afrontadas por las
manufacturas nacionales, casi siempre muy dependientes del exterior con relación a la
mano de obra, a la maquinaria e incluso a las materias primas. Los avances
tecnológicos y la capacidad de alcanzar las innovaciones que se iban produciendo en
diferentes reinos fue bastante lenta y eso afectó a la producción de abalorios y
pedrería falsa. Solo a partir de 1788, España apoyó los trabajos de Nicolás Mesmay
para producir el estrás, esos adornos de vidrio cristalino que se importaban en grandes
cantidades para el uso en joyería (Bowles 1789: 521; Dumas 1845: 520-527). Hasta
entonces, las alhajas montadas con piedras falsas de producción nacional, se hacían
con materiales importados y por eso el vidrio hecho por Mesmay y tallado por el
lapidario y abrillantador de diamantes Juan Lemoine, permitiría suplir esa carencia.
Anteriormente, no existían especialistas en el reino dedicados a producir esos
géneros en tan grandes cantidades como para cubrir la fuerte demanda que tenían. En
la Real Fábrica de San Ildefonso existieron varios maestros habilitados para hacer
estas piezas desde 1746. Los primeros eran de origen francés y se dedicaron
esencialmente a la producción de objetos utilitarios relacionados con el servicio de
mesa aunque ocasionalmente hicieron también elementos de adorno como cruces. Fue
ya en la década de 80 en que se diversificaron las formas, contándose entre estas
algunos botones para la Fábrica de Seda, chupadores, higas o sortijas (Pastor 1998:
83-131).
La demanda de este tipo de piezas originó la creación de la sala de lapidar, en
1787, bajo la orientación del maestro Don Pedro Puch. Este hombre había trabajado
durante algún tiempo en el Gabinete de Historia Natural, lapidando las piedras finas
que ahí se encontraban. Pero el beneficio de la aplicación de sus conocimientos al
vidrio estuvo en el origen de la formación de dicha sala de lapidar en Madrid, en el
Almacén General de Cristales. Su cometido principal consistía en horadar los vidrios
con los que se montaban las arañas, a veces de dimensiones muy pequeñas y a modo
de cuentas. Durante el tiempo en que ejerció funciones ahí, la Casa Real le encargó
directamente algunos trabajos de piedras finas y también de vidrio para joyas,
153
demostrando el interés de las élites por ese tipo de adorno que en repetidas ocasiones
se atribuye a un gusto de las clases populares (Calatayud 2000: 59; Pastor 1998: 207).
En las dependencias del referido taller colaboraron doce artesanos, de los
cuales estuvo obligado a formar a tres: Félix García, Jerónimo García y Julián Milán.
A la muerte de Puch, en 1796, los dos primeros oficiales de lapidario dejaron sus
labores para ofrecerse como voluntarios en la Armada Real y el tercero terminó por
integrarse a la sala de grabar, provocando el cierre temporal del Obrador del
Lapidario. Este solo volvería a reabrir en 1804, ahora en San Ildefonso, bajo la
dirección de Gerónimo García, quien aprendiera el oficio con el propio Don Pedro
Puch antes de alistarse como soldado en la Real Armada. El oficial contó con la ayuda
de ocho aprendices para tallar las perillas de arañas y también otras piezas para joyas
falsas de vidrio. De hecho, Don Alberto Megino, el cónsul español en Venecia, trajo
una muestra de "perlas de colores y contarías" para que se imitaran en la Manufactura
de San Ildefonso (Pastor 1998: 781)131.
A pesar de que no se conozca una producción interna significativa de
abalorios y piedras falsas, esos géneros se podían adquirir con relativa facilidad en la
península. Su distribución y comercialización se procesó particularmente en el marco
de las actividades de los Cinco Gremios de Madrid, una corporación fundada en 1667
que monopolizó la importación, producción y distribución de los productos de
joyeros, merceros, sederos, pañeros y drogueros de la ciudad y corte de Madrid. En
ese ámbito los abalorios y piezas similares fueron controlados por dos de sus sectores:
el de joyeros y también el de "mercería, especería y droguería".
En el primer caso, habrá que tener presente que, en los siglos XVII y XVIII, la
actividad de los joyeros no se correspondía exactamente con la concepción que
tenemos hoy día y se distinguían claramente de la de los plateros de oro. Ellos
únicamente tenían permiso para comercializar objetos de bajo valor y su oficio se
parecería más al de "bisutero", teniendo prohibida la venta de joyas de metales
preciosos132. Sus tiendas se encontraban situadas en la Calle Mayor y, en 1680, se
podía comprar ahí un mazo de granates falsos por un máximo de tres reales. En
realidad su precio no difería mucho del de otros objetos hechos en materiales que hoy
se consideran más nobles, como el azabache: "cada sortija de concha de caray, a
131 Fuente citada: AGPRM, Fábrica de Cristales, caja 52, Pedro Ceballos y Miguel Caetano Soler,
Aranjuez, 19 de mayo de 1805.
132 A esa misma conclusión llega Amelia Aranda (1996: 485-489), cuando analiza los objetos vendidos
por los joyeros con base en los inventarios de bienes y contratos firmados por ellos.
154
medio real, cada gruessa de sortijas de azabache, que son doze docenas, a nueve
reales”133.
Los almacenes de mercería se situaban en la Calle de Postas y en la Puerta de
Santa Cruz. Allí, en el mismo año de 1680, los mismos ejemplares podían alcanzar
precios más elevados, ya que cada mazo de granates falsos se vendían hasta por tres
reales y medio134. Pero el dato más curioso es que, entre los objetos de joyería que
estaban autorizados a comercializar, los granates falsos negros fueron más caros que
los de color, como consta en la legislación del Consejo sobre los precios que cada
actividad podía practicar de acuerdo con su abundancia y calidad135. El criterio de
mayor o menor oferta es importante pero, en este caso, nos parece más probable que
la subida de precio estuviera relacionada con la mayor demanda de ese color, que
actuó en la joyería como sustituto del azabache, material al que se le reconocían
propiedades mágicas contra el mal de ojo y que fue ampliamente utilizado en todo
tipo de amuletos (Herradón 2005).
Para conocer los usos que tuvieron las cuentas de vidrio en la sociedad
española peninsular, se pueden mencionar las colecciones de joyerías con abalorios o
los trajes y complementos bordados de chaquira que se conservan en los museos
nacionales, especialmente en el Museo del Traje CIPPE, en Madrid. Los ejemplares
que se pudieron observar son esencialmente de finales del siglo XVIII o posteriores, y
sería importante rastrear la aparición de cuentas de vidrio en contextos arqueológicos.
Aunque establecimos contacto con varios museos regionales y con instituciones
privadas, la burocracia relacionada con la propiedad científica de estos hallazgos ha
impedido acceder al estudio de esas piezas, para el cual se exigía siempre la
autorización expresa del arqueólogo y que resultaba imposible de obtener. A título de
133 “Cedula Real en Que su Majestad Manda se observe, y aguarde la moderacion de alquileres de
casas, y precios de todos generos comerciales, &.c., 1680. Memoria de los precios que se dán á los
Mercaderes de joyería de la Calle Mayor, para que no puedan exceder de ellos." (RBP, Varios
impresos, vol. 24, doc. 15, f. 223v-246v).
134 “Arancel de los precios que su Majestad (que Dios Guarde) con acuerdo del Consejo se vendan en
esta Corte las mercaderías, y géneros que en él irán declarados, y no al que se les puso por la tassa
general, que por su Cedula Real se publicó en 14. de Diziembre del año passado de 1680. aviendose
novamente examinado, y reconocido el que les corresponde, según su costa en las fabricas, y los
derechos que pagan, y la justa ganancia que deven los Mercaderes que aquí las venden por menor: y los
demàs generos, y mercaderías que no ván en este Arancel, se han de vender al precio que se les puso en
dicha tassa general, por no haverse hallado razón para alterarlos. […] Mercería, especiería y Droguería,
que se venden en la Calle de las Postas, y Portal de Santa Cruz: […] el mazo de granates falsos, à tres
reales y medio” (RBP, Varios impresos, vol. 24, f. 270v-277v).
135 “Tassa General de los Precios a que se Han de Vender las Mercaderías (...): [de los géneros de
joyería:] “cada millar de perlas falsas a cinco reales, cada millar de granates negros, a dos reales y
medio, cada millar de granates de color, a dos reales" (AVM, Sección 2, Legajo 159, Numero 151).
155
curiosidad, menciónese que en el Museo Municipal de Consuegra, en el Museo
Provincial de Ciudad Real, y en el Museo Arqueológico Provincial de Alicante, hay
algunas piezas de la Edad Moderna, pero solo en el Museo de Arqueología Regional
de Madrid, en Alcalá de Henares, pudimos observarlas directamente (Tabla 1). Los
hallazgos corresponden en su mayoría a contextos funerarios y, en todos esos casos,
las piezas acompañaban al individuo en su viaje al más allá, integrando objetos de
joyería y particularmente rosarios, siguiendo la costumbre cristiana de enterrar estas
alhajas junto a sus propietarios.
Asimismo, las cuentas se usaron en España de manera similar a como ya se
mencionaron en el caso portugués, en decoraciones parietales (Tabla 2). El único caso
localizado fue en Sevilla, aplicado al mismo contexto en el que fue usual en el reino
vecino, en las paredes de jardines y en sus fuentes, haciendo uso de modelos de
abalorios iguales. Nos referimos a la fuente órgano proyectada por el italiano
Vermondo Resta en el jardín de las damas, del Real Alcázar y que ha sido restaurado
recientemente (Campos y Martínez Lara 2014: 86-107). La proyección y ejecución de
esta obra, tuvo lugar entre 1613-1621, precisamente cuando la historia política de
Portugal y España se conectó en la Edad Moderna, durante la unificación de Coronas.
Por ese motivo es posible pensar que la difusión de estos modelos de origen italiano
se propagaron en la península durante dicho período, bajo la influencia de las mismas
corrientes estéticas y con una fuerte asociación con el mundo colonial136.
Ante la improbable capacidad de las manufacturas peninsulares para producir
abalorios en cantidades suficientes para satisfacer la demanda local y de los nuevos
mercados consumidores americanos y filipinos, cabe descifrar el origen de las cuentas
que se llevaron a Nueva España. Por lo que se ha averiguado, estas se importaron
desde Venecia/ Murano137, o de otras regiones de Europa como Flandes, Alemania,
136 En su trabajo sobre las cuentas de Florida y Caribe, Kathleen Deagan (1987: 164) hace una pequeña
referencia al hecho de que Bonnie McEwen identificara en España, en 1986, una cuenta de vidrio, de
estilo Nueva Cádiz, en un contexto arqueológico moderno relacionado con el mundo virreinal, llamado
Argote de Molina. Imaginamos que se refiere a la calle de ese nombre en Sevilla pero es la única
referencia de que disponemos y desconocemos su contextualización. Nos hemos puesto en contacto
con el museo arqueológico de la diputación y tampoco nos supieron dar más información.
137 Según Eugenio Larruga (1788 I-3: 186) los “abalorios nos vienen á España de Venecia, en donde se
halla la famosa fábrica de Morano, y la mejor de toda la Europa: regularmente se venden por mazos”.
Encontramos también, en un tratado de comercio del siglo XVIII (?), la referencia al comercio de
abalorios en las factorías de la Costa Africana, apareciendo definidos ahí como “Cuentas de Vidrio,
genero de Venecia para el Comercio de Guinea y Senegal” (RBP, Reproducción II/1830, II/2578 f.
217v).
156
Francia y posiblemente también de Inglaterra138. Algunos investigadores sostienen
que parte de las cuentas embarcadas en la flota con destino al Nuevo Mundo fueron
de producción interna. Su argumento se basa en que los ejemplares más antiguos que
se rescataron en las misiones españolas, en el actual territorio norteamericano, no
encuentran paralelo en las creaciones de los principales centros productores de
cuentas de entonces (Deagan 1987: 159; Goggin 1960; Smith 1983: 151; Smith y
Good 1982: 12-13). Jeffrey Blick, en un artículo sobre la arqueología de San
Salvador, llega a sugerir que:
"Los grandes centros de cristalería del Castiel de la Peña en Castilla, fabricaron
cuentas de vidrio para el rey Fernando y la reina Isabel (Williams 1907 II: 234),
quien era conocida como una gran aficionada de las piedras, cuentas “cristalinas”
y “abalorios” (Deagan 1987: 159). (...) Hasta la fecha se cree, que entre
1490/1500 y 1550 grandes cantidades de cuentas españolas fueron utilizadas para
trueque por los exploradores españoles a los nativos americanos desde el Caribe
hasta Tierra Firme al sudeste de América. (Blair, Pendleton, Francis Jr. 2009;
Deagan 1987; Dunn, Kelley 1989; Smith 1983; Smith, Good 1982)." (Blick 2014:
34).
No obstante, tales consideraciones parecen resultar de una repetición de ideas
preconcebidas y de una lectura incorrecta de la bibliografía citada. Lo que Leonard
Williams escribe es que:
"The glass-makers of Castiel de la Peña were founded by the intelligent and
infatigable Hernando de Zafra, secretary to the Catholic sovereigns, ferdinand and
Isabella. "It has been calculated," says Riaño, "that about two tons of sand were
used at these glass-works every month.".139 (Williams 1907 II: 234).
Se percibe así que el citado autor nada refiere acerca de que ahí se produjeran
cuentas, ni mucho menos que estas se destinaran al consumo de los monarcas. Lo
mismo se podría decir relativamente a la afirmación de que "Ya para 1485, España no
era capaz de producir las cuentas de cristal de mejor calidad y pronto comenzó a
138 A partir del siglo XVII en la joyería española “las piedras preciosas se sustituyeron por grandes
piedras falsas y cristal procedentes de Francia e Inglaterra donde gozaran de grande aceptación desde la
década de los 70” (Aranda 2000: 231).
139 "Los vidrieros de Castiel de la Peña fueron encontrado por el inteligente e infatigable Hernando de
Zafra, secretario de los Reyes Católicos, Fernando e Isabel. "Se ha calculado", dice Riaño, "que esas
vidrierías usaban cerca de dos toneladas de arena al més." (traducción de la autora).
157
importar artesanos desde Alemania, Francia, Flandes y otros lugares (Williams 1907
II: 236, 241-242)." (Blick 2014: 34). En este caso, Jeffrey Blick utiliza el argumento
de la importación de mano de obra señalado por Williams para justificar que la
incapacidad de producir ejemplares de calidad, cuando en realidad la llegada de
especialistas extranjeros suele estar asociada a avances en las técnicas de producción.
Por ese motivo, y por desconocimiento de los hallazgos que se vienen
haciendo en España, esas teorías ganaron alguna fuerza. Dicha proposición carece de
pruebas suficientes y no se sostiene en el espectro de la producción vidriera y del arte
de lapidar, ni siquiera en la documentación relativa a los envíos hacia Nueva España.
Por el contrario, la actividad de comerciantes y casas de vidrio extranjeras en el reino,
sobre todo en Sevilla y Cádiz, está bastante bien documentada y lo más probable es
que fuera a través de ellas y de sus conexiones directas o indirectas, que durante los
siglos XVII y XVIII se procediera a ese comercio.
Una vez destacados los rasgos particulares de cada uno de los países
estudiados, como resumen de todo lo expresado debemos aclarar que el panorama
señalado ha permitido identificar las circunstancias en que se desarrolló la
manufactura de vidrio en diferentes regiones de Europa a lo largo del período
moderno. Así se ha percibido como el fenómeno de expansión y desarrollo del sector
se vinculó con cuestiones políticas y económicas que favorecieron la circulación de
mano de obra especializada desde Italia y cómo se reprodujeron los modelos
veneciano, muraneses y altareses por vía indirecta, o sea, por artesanos naturales de
otras regiones.
Tales circunstancias se plasmaron en una difusión de técnicas, fórmulas y
materias primas muy similares que sufrían ligeras adaptaciones/innovaciones para
poder producir el vidrio en territorios donde las condiciones climatéricas y los
materiales disponibles eran ligeramente diferentes. Todo eso causa grandes
dificultades para interpretar el origen específico de las cañas de vidrio con que se
hicieron los abalorios que se exportaron a Nueva España y solo con el avance de las
técnicas de análisis de composición y la creación de una base de datos internacional
se podrá avanzar más en este campo. Hasta entonces, la documentación escrita ofrece
una vía alternativa para acceder al origen de las cuentas y sus modelos. Así se puede
intuir el grado de representatividad de la producción de cada región en el comercio
europeo con el Virreinato. No obstante cabe la posibilidad de que la designación que
158
aparece registrada en las fuentes no fuera exacta y se refiriese a un tipo de cuenta que
se conoció con el nombre de una ciudad o región, como sucedía a menudo con los
textiles, o hiciera alusión a la zona desde donde se importaba hacia la península para
después ingresar en el comercio atlántico.
Al analizar el tema desde una perspectiva amplia hemos podido entender
cómo se organizó la producción de abalorios en cada región, las alianzas que
establecieron los especialistas en tallar abalorios con el ramo general de vidrieros o
aún con otros sectores. Eso fue fundamental para que lograran dominar un nicho de
mercado en expansión y bastante promisor a la luz de las nuevas rutas comerciales
con el Nuevo Mundo, África y Asia. Además, la visualización de la variedad de
opciones adoptadas en Europa permite identificar el peso e influencia que tuvieron en
la organización del sector en la Nueva España que, como se verá, representó un
modelo distinto al que prevaleció en la península.
Cabe destacar que algunas iniciativas europeas surgieran fuertemente
asociadas al comercio intercontinental, promovidas a veces por personas vinculadas
directamente a esas compañías o con fuertes lazos con sus comerciantes, pero hasta el
momento no se pudo identificar una verdadera política real de apoyo al sector.
Durante el siglo XVIII las Reales Fábricas disfrutaron de condiciones especiales para
su éxito y se promovieron varias manufacturas de vidrio. Sin embargo no se ha
identificado ninguna oficina dedicada exclusivamente a hacer abalorios, ni siquiera en
el territorio de las principales potencias que dominaron las principales redes de
comercio intercontinental.
Finalmente, por toda Europa existió un consumo importante de esos géneros.
Estos se aplicaron sobre todo tipo de soporte, para el consumo de las élites y de los
grupos populares. Lo mismo sucedió en Nueva España, donde los "españoles" seguían
usando los elementos de distinción de la moda metropolitana transformados
simbólicamente bajo la experiencia cotidiana en un entorno muy diferente.
159
CAPÍTULO 2
LOS PRIMEROS VIDRIOS EN AMÉRICA: PERCEPCIONES
SOBRE LAS CUENTAS EN LAS CRÓNICAS
En este capítulo pretendemos adentrarnos en la temática de los abalorios como
protagonistas de los primeros contactos entre las poblaciones autóctonas y los
conquistadores europeos. La intención es destacar la necesidad de centrar la atención
en objetos considerados de menor importancia en los estudios sobre la cultura
material, especialmente en lo que respecta a la vidriería. Se cree que esta categoría de
pieza permite acceder a otras dimensiones de las experiencias del pasado, aún poco
exploradas por la historiografía. Esta idea no es novedosa y parte de la necesidad de
ampliar nuestras perspectivas sobre los primeros años de la colonización americana
mediante un cambio de enfoque que tratara de recuperar las "pequeñas cosas
olvidadas" de que hablaba James Deetz (1977) respecto a los materiales
arqueológicos. En la misma senda de ideas, Sara Williams (1987: 31-38) reclamaba la
relevancia del tema para reflexionar sobre los aspectos más complejos de la
comunidad africana de Turkana, afirmando en esa ocasión que, no por ser más
pequeñas, las cuentas son menos importantes. Eso es aún más significativo si se
considera que el vidrio constituía una novedad en territorio americano. Al recuperar
los episodios en que se usaron, se destacan los procesos de incorporación de una
novedad y la compleja trama de relaciones de significancia que ciertos materiales
generaron en un entorno multiétnico.
Con esos objetivos analizaremos los reflejos de las cuentas en las crónicas y
destacaremos su papel en la construcción de una idea acerca de los abalorios que,
generalmente, los confina a la categoría de baratijas de poco valor con las que se
engañaban los indígenas. Las crónicas americanas constituyen una de las principales
fuentes para el estudio de los primeros años de la conquista y poblamiento de la
Nueva España, habiendo servido de base para investigaciones enfocadas en los más
variados temas. En esta ocasión, se toman como referente únicamente los textos que
fueron escritos por personas que vivenciaron de primera mano los hechos relatados,
sirviendo para adentrarnos en los abalorios a través de sus miradas.
160
A pesar de todo, el uso de este tipo de documento plantea algunas cuestiones.
Los textos enuncian la perspectiva específica del autor acerca de los sucesos narrados,
a veces resultado de una incapacidad de percibir los cánones culturales que regían el
comportamiento de los interlocutores, en la mayoría de los casos indígenas. Esas
personas se presentaban a sus sentidos muy distintas a las que habían visto hasta
entonces y la traducción de sus gestos o comportamientos estuvo condicionada por los
cánones culturales europeos. Los encuentros que tuvieron lugar en el espacio físico se
caracterizaron entonces por frecuentes desentendimientos en el campo de las ideas y
que, a veces, se plasmaron en los textos.
Relacionado a las cuestiones de índole cultural, se suma el hecho de que las
obras están impregnadas de subjetividades propias de la epistemología occidental. En
primer lugar se escribieron de acuerdo a los cánones de la lógica y la narrativa de
tradición europea, condicionando las posibilidades de expresión de la voz indígena.
Simultáneamente, las imágenes plasmadas estuvieron subyugadas a un proceso de
selección e interpretación de los hechos, yendo al encuentro de los intereses y
emociones particulares del autor. De igual modo han influido las expectativas del
público a que se destinaba y, sobre todo, de las autoridades a las que respondía y
trataba de agradar el escritor.
Frecuentemente, este tipo literario constituyó un medio privilegiado para la
expresión ideológica, para definir el "otro" y construir arquetipos que lo colocaban en
una categoría social inferior a la del español. Era precisamente a través de esta
dialéctica de la alteridad que se justificaba su dominación y es en este aspecto
específico que se cree deber entender la construcción simbólica de los abalorios a
partir de entonces. Esta tuvo en la literatura una de sus principales vías de difusión,
perviviendo y transformándose a lo largo de todo el Virreinato. Aunque en Europa se
usaran las cuentas de vidrio para confeccionar objetos de prestigio, como se explicó a
lo largo de los casos analizados en el capítulo 1, en América se les sustrajo todo el
valor que alcanzaron ahí. En ese proceso, se identificaron como fruslerías
introducidas por los españoles, más propias de las costumbres "salvajes" de los
aborígenes que de la "refinada" cultura occidental.
Por todo eso, en cuanto fuente para el estudio del pasado, estos documentos
transmiten una visión parcial de la realidad que algunos historiadores han tratado de
completar al reivindicar la incorporación de la perspectiva indígena. Uno de los
trabajos más destacado en el ámbito de la conquista es el de Miguel León-Portilla
161
(2000), quien trajo a la luz los relatos autóctonos sobre esos sucesos para trasmitir la
"visión de los vencidos". Asimismo, en las ocasiones en que se recogió el texto
indígena, la reconstrucción de su participación histórica en esos hechos se enmarcó en
los códigos narrativos eurocéntricos y sirvió para dar consistencia a los intereses del
poder dominante, aún cuando se escribía en náhuatl. Hubo margen para la expresión
de cierto posicionamiento individual, que se empleó sobre todo para conferir cierto
protagonismo a su grupo en la conquista, pero esos textos no reflejan verdaderamente
la agencia de la etnia a que se adscribía el autor. Su encuadramiento social era
excepcional y el relato producido estuvo condicionado por los intereses de las
autoridades políticas y religiosas que lo encargaban. Eso sucede por ejemplo en
relación a la obra de Bernardino de Sahagún (2001), del siglo XVI, o de Fernando de
Alva Ixtlilxochitl140 (2000) ya de inicios del siglo XVII.
Se podría decir entonces que las crónicas fueron una forma efectiva de
controlar el capital simbólico asociado a la colonización, contribuyendo a la ausencia
de los pueblos indígenas en los procesos de construcción de la historia de la conquista
de sus territorios. En ese contexto ganaron fuerza las versiones del conquistador que,
con regularidad, visibilizaron la presencia de los abalorios en esos escenarios,
destacando ciertos aspectos en detrimento de otros y generando omisiones. Tales
circunstancias no fueron aleatorias sino que se vincularon a los aspectos mencionados
anteriormente, sobre todo, con los intereses e intenciones que se pretendían alcanzar
al construir y propagar esa versión.
Es innegable el control que ejercieron las autoridades españolas sobre la
producción de narrativas de carácter histórico sobre la Nueva España y algunos de los
pueblos que habitaron esas tierras. La ausencia de versiones indígenas independientes
podría entenderse como una laguna importante para la interpretación de los hechos,
por lo cual la incorporación de narrativas autónomas en escritura indígena
(logográfica, logosilábica y pictográfica), realizadas durante los primeros años de la
conquista, se muestra como un camino promisor para ampliar el enfoque sobre esos
sucesos. No obstante, ¿no estarían también esos textos imbuidos de las mismas
problemáticas que los europeos, repletos de subjetividades propias de las
prescripciones culturales e intereses de cada grupo que promovió su realización?
140 Sobre este personaje cabe aclarar que su vinculación ancestral con el ámbito indígena se mantuvo
únicamente porque uno de sus cuatro abuelos era indígena.
162
Al entender las obras literarias como sistemas de representación, su contenido
refleja una construcción de la realidad que deberá interpretarse como una de las
múltiples expresiones verdaderas que se enunciaron acerca de los episodios narrados.
Se asume su validad para acceder a una ínfima parcela de los sucesos y emociones
que caracterizaron los hechos acaecidos, aún cuando estos son el fruto de cierto grado
de manipulaciones intencionales o transmiten visiones contradictorias. En cierta
medida, estas expresan versiones verosímiles para algunos individuos y se percibirían
como ciertas para una gran parte del público al que se destinaban, actuando en su
imaginario y en sus vidas cotidianas.
Además, se considera la tesis de Mikhaíl Bajtín (1990) sobre la fuerte
vinculación entre el mundo representado y el universo de la discursividad social para
destacar el carácter dialógico y polifónico de los abalorios en esas obras. En el primer
caso, se supone que los textos ejercieron una agencia sobre el público, condicionando
la percepción sobre esos materiales y sobre la naturaleza de las relaciones entre
conquistador y conquistado que mediaron. Eso permite encarar los relatos como uno
de los aspectos que actuaron en la construcción del valor simbólico alcanzado por los
abalorios en la sociedad virreinal, ya sea a través de las voces que hablaron en esos
textos o de las que se omitieron. Ambas dinámicas revelan diferentes talantes de los
episodios descritos en las narrativas textuales, a veces complementadas con otras de
tipo iconográfico que también se pueden leer de manera autónoma. De igual manera,
se destacará cómo los sucesos protagonizados por esas piezas remitían, para cada uno
de los intervinientes, a lógicas y símbolos muy desiguales. Aunque el objetivo no es
analizar la recepción de las obras, lo mismo sucedería relativamente a las historias
que contaban, percibidas por los individuos que conformaron la sociedad virreinal
desde sistemas de pensamiento y circunstancias culturales diferentes. En ocasiones
estos pudieron confluir en una sola persona, resultado de la convivencia entre
personas cuyas ideas se regían por lógicas y epistemologías diferentes.
Algunas de las crónicas llegaron incluso a repercutir en el exterior,
mereciendo comentarios en diferentes obras o traduciéndose a otros idiomas. Se
destaca en ese ámbito el trabajo de Pietro Martire d'Anghiera (más conocido en
castellano como Pedro Mártir de Anglería) que fue el primero en escribir en latín las
cartas y noticias que dieron consistencia a su obra titulada Décadas del Nuevo Mundo
(Anghiera 2012). Al leer o observar los originales, el espectador fue receptivo a su
mensaje, actuando en sus mentes para imaginar y recrear los episodios narrados,
163
dando consistencia a otras ideas. Eso nos remite a las consideraciones de Edmundo
O'Gorman (1977) sobre el poder del lenguaje como instrumento para la construcción
simbólica de la historia y La Invención de América, en este caso a partir del estudio
específico de los abalorios.
2.1. EL PROTAGONISMO DE LOS ABALORIOS EN LA CONQUISTA Y SUS
ANTECEDENTES
En los textos de la conquista, esta categoría de objeto se presenta, casi
siempre, como un elemento indispensable en los primeros encuentros entre españoles
y las poblaciones autóctonas americanas. Tales dinámicas fueron el reflejo de
procesos anteriores que tuvieron lugar en el continente africano, donde los
comerciantes árabes (y después los europeos) intercambiaban tejidos, cuentas y
pulseras de vidrio o de latón por otros productos destinados al consumo del Viejo
Mundo. Desde la perspectiva estrictamente europea, las relaciones con los indígenas
deberían seguir los mismos modelos, relacionándose con una concepción previa sobre
las pautas a que obedecería el trato con gentes de otros mundos. Por eso, en el diario
de Colón se plasma cómo la tripulación llevaba el mismo tipo de mercancías,
esperando intercambiarlas por las mayores riquezas del Oriente:
"(...) y diles algunos bocados de pan y demandéles las azagayas, y dábales por
ellas a unos un cascabelito, a otros una sortija de latón, a otros unas contezuelas,
por manera que todos se apaciguaron y vinieron todos a las barcas y daban canto
tenían por quequiera que les daban." (Colón 2000: 156).
Los ejemplares seleccionados por entonces tenían un color verde y amarillo141:
"Hízoles [a los indígenas] dar el Almirante [Colón] cascabeles y sortijas de latón
y cuentezuelas de vidrio verdes y amarillas, con que fueron muy contentos."
(Colón 2000: 155).
141 Su descripción se corresponde con la morfología de los abalorios recuperados en las Bahamas, en
contextos arqueólogos que se enmarcan en el período comprendido entre 1492 y 1560 (Hoffman 1987:
237-245).
164
La aparente receptividad que despertaron entre los habitantes hizo posible que
estas mercancías penetraran en las redes de circulación internas y alcanzaran alguna
isla antes que los españoles pisaran esas tierras. Eso mereció una advertencia al
monarca de que así se lograban buenas relaciones y que se entregaban para que en el
próximo viaje no encontraran oposición:
"(...) envié por él y le di un bonete colorado y unas cuentas de vidrio verdes,
pequeñas, que le puse en el brazo, y dos cascabeles que le puse a las orejas (...) y
le di las dichas cosas, porque nos tuviese en estima, porque otra vez cuando
Vuestras Altezas aquí tornen a enviar no hagan mala compañía; y todo lo que le di
no valía cuatro maravedís. (...) [Más adelante] hallé un hombre solo en una
almadía que se pasaba de la isla de Santa María a la Fernandina (...) y traía un
cestillo a su guisa en que tenía un ramalejo de cuentecillas de vidrio y dos
blancas, por las cuales conocí que él venía de San Salvador, y habí(a) pasado a
aquella de Santa María y se pasaba a la Fernandina; (...)" (Colón 2000: 112-113).
Las palabras de Cristóbal Colón (1451-1506) fueron una de las primeras
construcciones occidentales sobre el valor de esas piezas para los aborígenes
americanos. Estas contribuyeron a percibir esos grupos como un colectivo más o
menos uniforme y sin gustos diferenciados, incapaces de juzgar el precio de las cosas
y que, por eso mismo, se podían engañar fácilmente. Tales aspectos justificaban la
mediación de las autoridades, en este caso del capitán, para supuestamente evitar que
se aprovecharan de su inocencia. En la práctica, eso significaba sustraerles
legítimamente su autonomía y capacidad decisoria, idea que justificaba igualmente la
conquista de esos territorios.
De tal manera las cuentas se presentaron como un material exitoso en esas
operaciones que, así en el diario de Colón como en las cartas escritas posteriormente,
se afirma que la tripulación empezara a cambiar pedazos rotos de vidrio con todos
aquellos que poseían algo que les pudiera interesar. Sin ponderar el valor que tenían
como material novedoso para el "otro", el capitán apreció la situación de acuerdo a los
cánones europeos y consideró esas prácticas injustas, mandando prohibirlas:
"(...) trocaban aquí con algunos marineros por pedazos de vidrio, de tazas
quebradas, y por pedazos de escudillas. Algunos de ellos traían algunos pedazos
de oro colgado al nariz, el cual de buena gana daban por un cascabel de estos de
165
pie de gavilano y por cuentecillas de vidrio, mas es tan poco que no es nada."
(Colón 2000: 121).
"Yo defendí que no se les diesen cosas tan viles como pedazos de escudillas rotas
y pedazos de vidrio roto y cabos de agujetas, (...) Así que me pareció mal y yo lo
defendí." (Colón 2000: 248).
Más allá del control sobre el oro rescatado y los derechos reales, lo que parece
estar en causa es la escala de valores cristianos y la proyección de la imagen que ellos
y sus pares percibían de si mismos, en cuanto personas que se aprovechaban de la
ignorancia e inocencia de los interlocutores para engañarlos con simples baratijas. De
eso deriva la necesidad permanente de justificar sus acciones. Al hacerlo confirmaban
su honradez ante la sociedad y, sobre todo, su estatuto de hombre piadoso ante la
Iglesia y Dios, entidad a quien creían tener que prestar cuentas para salvar su alma
después de muertos.
En contrapartida, las relaciones entabladas con las autoridades locales
exigieron el empleo de regalos considerados por los europeos más onerosos y
apropiados, que incluyeron cuentas de otra calidad. Cuando uno de los caciques
ofreció a Colón su corona, él le regaló su proprio collar de alaquecas*, o sea, de ágata
o cornalina (Blair, Pendleton y Francis Jr. 2009: 119). Esos materiales se traían desde
la India y disfrutaban de una consideración superior:
"(...) y luego se quitó la corona dela cabeza y la puso al Almirante, y el Almirante
se quitó del pesquezo un collar de buenos alaqueques [sic., alaquecas*] y cuentas
muy hermosas de muy lindos colores, que parecía muy bien en toda parte, y se lo
puso a él." (Colón 2000: 196).
El intercambio de regalos señalado es bastante significativo, en la medida en
que inauguró una tendencia que se verificaría después en la Nueva España, donde
alcanzó un peso considerable en los primeros contactos entre las autoridades locales y
españolas.
166
2.2. EL CASO NOVOHISPANO EN LAS VISIONES INDÍGENAS Y
EUROPEAS
Es posible que relatos como los de Colón influyeran más tarde en la conquista
de la Nueva España, sobre todo en los preparativos que antecedieron a las tres
expediciones organizadas al efecto por Diego Velázquez Cuellar (1465-1524), el
gobernador de la isla de Cuba. Nos referimos particularmente al capitán Juan de
Grijalva (ca. 1489-1527), sobrino del dicho gobernador, que protagonizó la segunda
expedición que, en 1518, salió de Cuba con destino a Yucatán, Tabasco y Veracruz142.
En la narración de esos sucesos, escrita en 1576 por el capellán Juan Díaz (1480-ca.
1556) y bajo el título de "Itinerario de la armada", nada se dice acerca de que llevara
cierta cantidad de abalorios (Díaz 1972). No obstante, se sabe que fue por advertencia
de Juan de Grijalva que se incluyeron estos objetos en la composición del rescate del
tercer viaje, realizado al año siguiente y liderado por Hernán Cortes (1485-1547):
“(...) n[uest]ros rrescates que Eran Cuentas verdes y diamantes, y otras joyas y
con aquello nos sustentavamos, porque comunmente todos los soldados trayamos
rrescate, como teniamos aviso quando lo de grijalva que Era bueno traer cuentas
(...)” (Díaz del Castillo 1904 I-39: 110).
A través de las cartas de relación de Cortés se sabe que dichos abalorios eran
del mismo tipo que había llevado como rescate la armada de Grijalva, quienes
obtuvieron una cantidad considerable de oro a cambio de esos objetos.
Aparentemente, ambos capitanes compraron los productos al gobernador Diego
Velázquez, quien fue acusado de estar actuando como tratante y armador de las
expediciones de conquista. Su venta a precios elevados le estaría permitiendo no solo
sufragar los gastos de la armada, sino que también lograría sacar beneficios
considerables de ese comercio particular:
"Llegado á la isla Fernandina el dicho navio que el capitan Juan de Grijalba habia
despachado de la bahia de San Juan, Como Diego Velazquez vió el oro que
llevaba, y supo por las cartas de Grijalba que le escribia las ropas y presas que por
ello habian dado en rescate, parecióle que se habia rescatado poco segun las
nuevas que le daban los que en la dicha caravela habian ido, y el deseo que él
tenia de haber oro, y publicada que no habia ahorrado la costa que habia hecho en
142 El primer viaje con fines exploratorios que salió de Cuba en dirección al continente fue liderada por
Francisco Hernández de Córdoba, en febrero de 1517, alcanzado las costas de la península de Yucatán.
167
la dicha armada, y que le pesaba, y mostraba sentimiento por lo poco que el
capitan Grijalba en esta tierra habia hecho: en la verdad no tenia mucha razón de
se quejar el dicho Diego Velazquez, porque los gastos que él hizo en la dicha
armada se lo ahorraron con ciertas botas y toneles de vino, y con ciertas cajas de
camisas de presilla, y con cierto rescate de cuentas que envió en la dicha armada,
porque acá se nos vendió el vino à cuatro pesos de oro, que son dos mil
maravedies el arroba, y la camisa de presilla se nos vendió á dos pesos de oro, y el
mazo de las cuentas verdes á dos pesos, por manera que ahorró con esto todo el
gasto de su armada y aun ganó dineros, y hacemos desto tan particular relación á
V[uestra] M[erced] porque sepan que las armadas que hasta aqui ha hecho el
Diego Velazquez, han sido tanto de trato de mercaderias como de armador, y con
nuestras personas y gastos de nuestras haciendas, y aunque hemos padecido
infinitos trabajos, hemos servido á VV[uestras]. RR[eales]. AA[altezas]. y
serviremos hasta tanto que la vida nos dure." (Gayangos 1866: 7-8).
Durante los encuentros que antecedieron la caída de México Tenochtitlán se
mencionaron repetidas veces los abalorios entre el rescate. De eso se deprende que
fueron una de las mercancías más apreciadas por las poblaciones autóctonas. Pero no
porque esas personas se dejaran engañar con simples bagatelas, como hoy día viene
afirmando un discurso de matriz indigenista que sienta sus bases en una oposición a
los símbolos coloniales. La experiencia del pasado no debe juzgarse a la luz de los
valores del presente ni podrá olvidarse la complejidad de las sociedades aborígenes y
de sus interacciones con los europeos.
La primera consecuencia de eso es que se viene persistiendo en la idea de que
las cuentas de vidrio son el símbolo de un engaño perpetrado por los españoles que,
mediante artilugios de inteligencia, lograron grandes ganancias a costa de la inocencia
de las poblaciones autóctonas. Eso implica considerar que los nativos fueron
incapaces de valorar adecuadamente la naturaleza de esas relaciones, sustrayéndoles
facultades y colocándolos en una posición inferior. Las bases de ese discurso están
impregnadas de colonialidades que importa descartar y que son en todo contrarias a la
intención que lo promueve hoy día. Otro de los errores en que incurre este tipo de
valoraciones del pasado es que se circunscriben esas interacciones a simples tratos
comerciales, olvidando toda la carga simbólica que tuvieron entonces como forma
privilegiada para conectar con el otro. Un análisis más atento destaca la perspicacia
indígena y los varios motivos que explican por qué esos géneros se percibieron
lógicamente como cosas de gran valor.
168
Desde la perspectiva indígena, el vidrio artificial constituía un material
completamente nuevo y, por lo tanto, su adquisición/ostentación constituía un
elemento diferenciador que se asociaría a una idea de exclusividad entre sus pares.
Por otra parte, la existencia de una larga tradición de producción y uso de cuentas
facilitaría el reconocimiento de utilidades a esas piezas y, consecuentemente, la rápida
incorporación de las cuentas castellanas a las costumbres locales. Los estudios de
colecciones prehispánicas realizados por Cynthia Charlton (1993: 231-243), Adrián
Velázquez Castro (2004), Julie Gazzola (2007: 52-70), Emiliano Melgar Tísoc (2004)
y de este con Reyna Solís Ciriaco y Ernesto González Licón (Tísoc, Solís y González
Licón 2010: 6-21) demuestran que los ejemplares empleados hasta entonces eran de
metal, de cerámica, obsidiana, semillas, concha o piedras coloridas que conocieron un
amplia difusión en todo el territorio.
Para complementar el espectro concedido por las investigaciones más
enfocadas en la arqueología, proponemos hacer un breve análisis iconográfico sobre
algunos de los más conocidos códices y pinturas mesoamericanos de tradición
indígena, producidos antes de la llegada de los españoles o durante los primeros años
de la conquista. Esos documentos han sido ampliamente utilizados como fuente
principal para el estudio de temas diversos. Su carácter multidisciplinar ha sido
proclamado en un dossier de la Revista Española de Antropología Americana,
particularmente en el texto introductorio de Juan José Batalla Rosado y Miguel Ángel
Ruz Barrio (2015: 147-148), autores que cuentan con un amplio recorrido profesional
y una extensa bibliografía en el campo de los estudios sobre los códices
mesoamericanos.
Para este análisis, que de ninguna manera pretende ser exhaustivo, se
consideraron los cinco códices del Grupo Bórgia: el Códice Bórgia (1993), el Códice
Vaticano B (1992), el Códice Laud (1994), el Códice Cospi (1994) y el Códice
Fejérváry-Mayer (1994). Además, se tuvieron en cuenta el Códice Florentino (1979)
que ilustra la Historia General de las Cosas de la Nueva España (2001) de fray
Bernardino de Sahagún (1499-1590), y el Códice Durán (1579) que acompaña el
relato de la Historia de las Indias de la Nueva España e islas de Tierra Firme escrita
por el fraile dominico Diego Durán (1537-1588). Finalmente, se utilizan algunas
ilustraciones del Códice Mendoza o Mendocino (1992) y de la Matrícula de Tributos
(1980).
169
No es demás advertir que, como forma de expresión, las narrativas
pictográficas cuentan con algunas de las limitaciones ya señaladas para los textos
escritos. Esas composiciones se encuadraron dentro de determinados cánones
estilísticos y, más que un carácter fotográfico o "realista", estas obedecen a una
gramática con fuerte valor alegórico. Es precisamente en ese aspecto que reside la
importancia de dichas fuentes para el tema que nos ocupa: en cuanto sistemas de
representación, estas reflejan la participación de las cuentas en los códigos culturales,
o sea, su carga semántica. A partir de esa idea se ponen en evidencia las referencias
que pudieron actuar en los procesos de asimilación de los ejemplares castellanos.
En los casos analizados, esta categoría de objeto aparece esencialmente como
joya, normalmente bajo la forma de pulseras o collares, compuestos por piezas de tipo
globular o cilíndrico, cuyos tonos varían entre el azul, verde, rojo, negro y amarillo.
Aunque su dimensión y proporción en el dibujo pueden deberse a los cánones
pictográficos vigentes - aumentándose su tamaño para conferirle mayor protagonismo
o simplemente para volverlos visibles en la imagen - es muy probable que el color no
fuera aleatorio. Se emplearía el amarillo en alusión al oro o ámbar, el negro a la
obsidiana o al azabache, el azul a las turquesas así "químicas" como "culturales"
(Melgar Tísoc 2014: 18-25), y el verde correspondería al jade, a la esmeralda u otras
piedras de tono similar. Tampoco se deben descartar otros soportes como telas, fibras
vegetales, concha, cerámica, papel o madera que fácilmente se pintaban o teñían de
otros colores para simular esos materiales preciosos. Este tipo de imitaciones o
producción de piedras falsas aparecen igualmente en contextos arqueológicos, como
señala la premiada investigación de Melgar Tísoc (2014: 64) acerca del tema.
La ostentación de piezas con un color/materia y modelo determinados
ayudaría a la construcción social de la persona, vinculándola al valor económico y
simbólico conferido a esas joyas. La iconografía seguiría las mismas pautas y esos
elementos permitirían el fácil reconocimiento del personaje por parte del público al
que se destinaban las pinturas. En ese sentido, las alhajas de cuentas sirvieron para
modelar de manera diferenciada los cuerpos de tipos sociales (Fig. 15) y varias
deidades - (Fig. 16), (Fig. 17), (Fig. 18), (Fig. 19), (Fig. 20) y (Fig. 21), encuadrando
social o mitológicamente la escena para situar al espectador.
Además de servir en la construcción de la apariencia, en los códices
pictográficos estas joyas fueron un recurso estilístico para unir figuras (Fig. 22) y
formar pictogramas (Fig. 23). Eso remite a su participación en otras dimensiones del
170
lenguaje, igualmente significativas en cuanto metáforas para expresarse y comunicar.
Estas revelan el lugar específico de esos objetos en la estructura de pensamiento del
grupo socio-cultural al que se adscribía el autor.
El primer caso citado permite plantear la posibilidad de que la imagen de las
cuentas ensartadas actuara también con un sentido narrativo algo similar al que se
detecta en castellano. Nos referimos a que cada cuenta conforma una unidad narrativa
de algo más amplio, reflejando una idea de continuidad y unión, por lo que su
disposición indicaría el orden o la secuencia de la lectura en ambos sentidos. Esta es
seguramente una vía de investigación que requiere un conocimiento más amplio del
idioma náhuatl y de las expresiones escritas de los pueblos indígenas del Centro de
México para poder comprobarse. Por el momento se puede aseverar que, en la escena
representada, las sartas unen a ambos personajes, formando un hilo conductor que
marca la secuencia y el ritmo al que el espectador debería observarla e interpretarla.
En el segundo ejemplo señalado, se utilizó para formar el glifo del pueblo de
Cozcatecuhtlan (distrito de Tzicoac), también referido como Cozcacuauhtlan en los
Lienzos de Tuxpan o Cozcaquauhtenanco en los Anales de Tlatelolco (Melgarejo
Vivanco 1970: 21). El término se compone mediante aglutinación de tres palabras. La
primera cozca(tl), significa cuenta o joya y aparece representada bajo la forma de una
gargantilla de cuentas verdes. La segunda, tecu(tli), es la palabra náhuatl utilizada
para referirse al noble o señor y se personifica en un tipo de diadema propia de este
grupo, posiblemente un xiuhuitzolli o copilli. El tercero, que no está escrito, se trata
del radical tlan que indica "abundancia de". El color verde de las cuentas y el azul de
la diadema refuerzan el carácter "precioso" de esos adornos y su vinculación a la élite
indígena. Por eso, la traducción literal del topónimo sería "donde abundan las cuentas
de los señores" (Berdan y Anawalt 1992 I: 164). De manera similar, Melgar Tísoc
(2014: 50) advierte que los glifos de cada tipo de piedra se formaban a partir de
complementos fonéticos, también mediante el empleo de símbolos que remitían a su
color, brillo y simbolismo, o incluso a través de la representación de la piedra misma.
Por lo general, antes de la llegada de los europeos, las cuentas de piedra y
concha con que se hacían esas alhajas eran labradas por especialistas lapidarios, cuyos
conocimientos pasaban normalmente de padres a hijos (Fig. 24)143. Según fray
Bernardino de Sahagún, el oficio se asoció al trabajo de los dioses Chicunaui
143 Los exoesqueletos o conchas se consideraban piedras de origen marino (Melgar Tísoc 2014: 50).
171
Itzcuintli, Naoalpilli, Macuilcalli y Cinttçuti y al pueblo de Xochimilco (actualmente
una delegación de la Ciudad de México), donde se suponía eran originarios los
primeros artífices:
"A éstos también atribuían el labrar cuentas y ajorcas y sartalejos que traen en las
muñecas, y todo lo labor de piedras chalchihuites. (...) Esto se hazía en
Xochimilco, porque dezían que los abuelos y antecessores de los lapidarios havían
venido de aquel pueblo, y de allí tienen origen todos estos oficiales." (Sahagún
2001 IX-17: 755).
En el Códice Florentino (1979 IX-17: f. 359v, 360r, 361v y 361r) hay un
conjunto de seis pinturas dedicadas a estas labores (Fig. 25) pero, a pesar de lo
interesante que resultaría conocer los detalles del trabajo indígena, el autor optó por
no detenerse en su descripción por lo obvio y común que entonces le parecían:
"No se pone en romance, porque como es cosa muy usada y siempre se usa en los
pueblos principales de esta Nueva España, quien quisiere entender los vocablos y
está manera de hablar podrálo tomar de los mesmos oficiales." (Sahagún 2001 IX-
17: 755).
Sobre esas labores nos habla más adelante, al describir los vicios y virtudes de
cada oficio, y se centra en los lapidarios (Fig. 26) para decir que:
"El lapidario, está bien enseñado y examinado en su oficio, buen conocedor de
piedras, las cuales para labrarlas quítales la roca, córtalas y las junta o pega con
otras sotilmente con el betún para hazer obra de mosayco. El buen lapidario
artificiosamente labra e inventa labores, sotilmente esculpiendo y puliendo muy
bien las piedras con sus intrumentos que usa en su oficio. El mal lapidario suele
ser torpe o bronco; no sabe pulir, sino que echa a perder las piedras, lab[r]ándolas,
atolondronadas o desiguales, o quebrándolas o haziéndolas pedaços." (Sahagún
2001 X-7: 776-777).
En lo que respecta al comercio de sus obras, estas se encontraban a la venta en
los mercados o tianguis, como el que existía en Tlatelolco pero solo una parte de la
población podría reunir el valor por la que se venderían o cambiaban (Fig. 27):
"El que vende piedras preciosas, o lapidario, es de está [propiedad [tratante]: que
sabe labrar sutilmente las piedras preciosas y pulirlas para hazerlas reluzir (...). El
172
que vende las piedras sin engaño, el buen conocedor de los géneros de las piedras
preciosas, como son la esmeralda fina y piedra preciosa y azavache, y de otras
piedras pintadas y jaspeadas, y de otras muchos colores, que por ser finas
resplandecen y reluzen, y las que tiene por buenas después las vende a los otros,
según que cada una pueda valer, mirando la virtud y propiedad de ellas."
(Sahagún 2001 X-16: 792-793).
"En tiempo de éstos [los principales de los mercaderes Cozmatzin y
Tzopmpantzin], se començaron a vender [en Tlatelolco] y comprar las plumas que
se llaman quetzalli, y las piedras turquesas que se llaman xíutl, y las piedras
verdes que se llaman chalchíuitl, y también las mantas de algodón." (Sahagún
2001 IX-1: 690-691).
Con la implementación del gobierno virreinal, la distribución de los
ejemplares de piedra seguiría bajo el control de los lapidarios, al menos durante los
primeros años. A los buhoneros (una categoría de vendedor ambulante) solo se les
permitió tratar con piezas de imitación, como los abalorios. Esto demuestra que
existió una separación entre los dos sectores y que ambos modelos no disfrutaron de
la misma consideración para las autoridades que reglamentaron sobre ese comercio,
aunque no necesariamente para quienes las compraban:
"El buhonero que vende sartales de vidrio vende sartales de navajuelas labradas y
cristal blanco y morado, y del veril, y de azavache, y de otras cuentas de fuslera, y
joyas fundidas de oro, como canutillos y como bodoquillos. Vende también las
joyas de Castilla, collares o sartales, manillas que parecen como esmeralda o
como cristal, blancos, amarillos, verdes rubios, negros, azules, leonados,
colorados, verde escuro, morados; todos éstos son teñidos y falsos. El que vende
espejos es de los lapidarios, porque también corta sotilmente piedra del espejo y
las raspa con el instrumento que llaman teuxalli (...)" (Sahagún 2001 X-24: 808).
A pesar de que la actividad comercial estuviera fuertemente regulada en época
prehispánica, existen indicios de que se llegaron a vender objetos falsos o robados,
especialmente los que estaban hechos con cuentas de piedras preciosas (Fig. 28).
"El [comerciante] que vende piedras falsas es engañador por hazer piedras falsas
y hazer preciosas las que no lo son, o las que son comunes, que no son de estima
alguna; en vender es carero; al fin, las vende con palabras engañosas." (Sahagún
2001 IX-16: 793).
173
Tales delitos eran duramente condenados por las autoridades, juzgados por los
tecalli, persona que deliberaba sobre las causas populares (Fig. 29) y (Fig. 30):
"Y los que vendían algunas cosas hurtadas, como manta rica [xiuhtlalpili ?] o
piedra preciosa, y cuando se sospechava que aquello era hurtado, si no dava la
persona que se lo havía vendido, prendíanle, y sentenciávanle a muerte los juezes
y señores. Y con esto se ponía temor a la gente para que nadie osasse comprar
cosa hurtada." (Sahagún 2001 VIII-19: 681).
Según los informantes de Bernardino de Sahagún, las materias primas para
ejecutar sus obras se adquirían en la provincia de Anáoac Xicalanco y los mercaderes
las llevaban al señor de México. Hoy día se conocen varios centros de recolección de
piedras usadas en la joyería prehispánica que amplían esta visión (Melgar Tísoc
2014), (Fig. 31):
“Y luego los señores o señor de la misma provincia [de Anáoac Xicalanco] del
pueblo de Xicalanco y del pueblo de Cimatécatl y Coatzacualco les daban grandes
piedras labradas, verdes, y otros chalchihuites verdes labrados, largos, y otros
chalchihuites colorados, y otros que se llaman quetzalchalchihuitl, que son
esmeraldas, que ahora se llaman quetzalitztli, y otras esmeraldas que se llaman
tlilayótic quetzalitztli, y otras piedras que se llaman xiuhchimalli, otras que se
llaman quetzalichpetztli tzalayo.” (Sahagún 2001 IX-4: 705-706).
El elevado precio de algunas cuentas condujo a que se usaran en apuestas,
especialmente en el juego del patolli. Aunque seguramente todos los grupos sociales
jugaran y apostaran en función de sus posibilidades, Bernardino de Sahagún informa
que este era uno de los pasatiempos que tenían los "nobles", demostrando una vez
más cómo ciertos materiales se asociaron a los grupos de poder en la sociedad
indígena prehispánica (Fig. 32) y (Fig. 33):
"A este juego solían jugar, y ganarse cosas preciosas, como cuentas de oro,
piedras preciosas, turquesas muy finas." (Sahagún 2001 VIII-10: 653).
Aparte de las joyas, las cuentas sirvieron igualmente para hacer ricos
atuendos, empleándose en el ramo textil para la confección de mantas de tipo
xiuhtlalpili. Se piensa que esos ejemplares estaban elaborados con mosaicos de
turquesas y, debido a su gran valor, serían exclusivos de la élite azteca (Olko 2005:
174
218-232). El modelo se representa entre "los atavíos de los señores" (Fig. 34)
descritos en la obra de Bernardino de Sahagún y así aparece sobre el cuerpo de
personajes principales (Fig. 35).
Existe otro tipo de tela que ponderamos estaba también bordado con cuentas
de turquesa, pese a que no aparezca entre los ejemplos de mantas utilizadas por los
señores, señalados por los informantes de Sahagún. Se trata de un textil representado
en esa obra con patrón de marco rectangular y un círculo en el medio, pintado de azul,
con que se confeccionaron mantas y taparrabos de diferentes autoridades - (Fig. 36),
(Fig. 37), (Fig. 38) y (Fig. 39) - o de músicos (Fig. 40). Su uso restrictivo, así como el
color y las similitudes en el patrón figurativo de las mantas de turquesa, nos inducen a
pensar que el referido textil sería una variante del utilizado para confeccionar las
mantas xiuhtlalpili. Las diferencias en la forma de representación se podrían justificar
por la intervención de diferentes artistas en la confección del códice o, como parece
más probable, porque se trataban de modelos algo diferentes: eventualmente bordados
de otra manera o hechos con otro tipo de turquesas.
En ocasiones las cuentas se emplearon en la decoración de otros telas,
figurando en el borde de las prendas, ensartadas y cosidas, o su diseño bordado y
pintado sobre los huipiles. Así aparecen en la representación de Chalchihuitlicue en el
Códice Florentino (1979 I-1: f.18). En este caso específico podría tratarse de un
recurso iconográfico para que el espectador reconociera a la diosa de la falda de
chalchihuites, pintada con cuentas de color verde, ensartadas en un hilo rojo,
posiblemente de algodón teñido, como se ha visto que se sigue usando hoy día en la
Mixteca (Fig. 41).
Todos los casos señalados demuestran el peso de las cuentas en la sociedad
prehispánica. En el marco de las relaciones económicas estos objetos incorporaron las
relaciones comerciales entre las provincias del imperio azteca, relacionándose
también con la práctica de los oficios de minería, lapidario y el ramo textil, en el que
sobresalieron los bordados con chaquiras. Este arte pervivió a lo largo del período
virreinal, elaborado con ejemplares de vidrio, a veces interpretado erróneamente
como una labor exclusivamente europea, difundida entre la población indígena a
través de los conventos de monjas (Castelló y Mapelli 1998). En la esfera de las tareas
artesanales, estas piezas se vincularon aún con el mundo divino y al ejercicio de
ciertas cualidades que el profesional debería tener para desempeñar bien su oficio.
175
En el ámbito de las estrategias de ostentación, se atribuyeron diferentes
valores a cada tipo de cuenta y algunas, como las de color azul y verde, se asociaron a
la construcción de la apariencia de las élites. Al vestirse con mantas de turquesa y
joyas de jade o esmeralda, se diferenciaban los miembros de la nobleza de los
macehuales, a quienes estaba vedado el acceso a estos materiales. Eso justifica
también porque las cuentas aparecen entre las apuestas del patolli, considerado por
Bernardino de Sahagún (2001 VIII-10: 652-653) uno de los pasatiempos que tenían
los señores. Los códigos referidos se extendieron igualmente a los dioses que se
identificaban con cierto tipo de atavíos de cuentas, con forma y color determinados,
especialmente la diosa de la falda de chalchihuites, la Chalchihutlicue. Eso conduce al
campo del lenguaje, en el que las cuentas y los collares sirvieron de metáfora para
comunicar otro tipo de mensajes o formar palabras compuestas por radicales que se
asociaban con la nobleza y lo sagrado.
Los elementos señalados ayudan a entender mejor los condicionantes que
pudieron actuar en las percepciones aborígenes de las cuentas de vidrio, cuando las
vieron por primera vez. Su aspecto presentaba semejanzas con los congéneres usados
hasta entonces. Por eso sostenemos que se incorporan a los mismos sistemas de
representación y uso, aunque el material fuera diferente, a semejanza de lo que ya
venía sucediendo. Esas dinámicas se silenciaron en las crónicas españolas sobre la
conquista y a veces se perciben en pequeñas contradicciones o en la manifiesta
incapacidad de interpretar los hechos a la luz de la lógica del otro. Por eso, a la par
que las voces enunciadas, las omisiones resultan igualmente relevantes como recurso
narrativo y expresión de las experiencia europea del "otro".
Desde la perspectiva del colonizador, las cuentas de vidrio tuvieron diversas
finalidades en los episodios que marcaron esa etapa. Frecuentemente se emplearon
para conseguir la simpatía de los indígenas, mostrando que venían en misión de paz y
evitando cualquier enfrentamiento. En el caso de que eso sucediera ellos estarían en
una posición claramente desventajosa al disponer tan solo de un pequeño grupo de
soldados, muchos de ellos (si no la mayoría) sin preparación militar, frente a un gran
número de aborígenes que conocían perfectamente el medio circundante y estaban
acostumbrados a combatir contra otros grupos:
"(...) llegados los yndios con las diez canoas çerca de n[uest]ros nauios, con señas
de pas que les hizimos y llamandoles con las manos y capeando para q[ue] nos
176
viniesen a hablar, (...), sin temor ninguno vinieron y entraron en la nao capitana
sobre treynta dellos y les dimos a casa vno vn sartalejo de quentas verdes (...)."
(Díaz del Castillo 1904 I-2: 11).
En las innúmeras ocasiones en que no fue posible eludir el enfrentamiento, se
contó con el apoyo de grupos indígenas rivales. Las cuentas sirvieron entonces para
apaciguar el bando enemigo, consiguiendo garantizar la paz después de una batalla
mediante la entrega de esos regalos:
“(...) y desq[ue] vimos q[ue] todos los contrarios se huian ydo huyendo, fuemos
al pueblo, y se curaron los heridos y enterramos los muertos, y en todo El pueblo
no hallamos persona ninguna, ni los q[ue] se hauian rretraydo en las cienagas, ya
se hauian desgarrado, En aquellas escaramuças prendimos tres yndios, El vno
dellos hera prinçipal, mandoles el capitan q[ue] fuesen a llamar al caçique de
aquel pueblo, y se les dio muy bien a entender con las lenguas julianillo y
melchorejo, q[ue] les perdonaban lo hecho, y les dio quentas uerdes para q[ue] los
diesen en señal de paz, (...).” (Díaz del Castillo 1904 I-9: 32).
"E aquellos dos yndios mensageros se les dio cuentas verdes E diamantes azules,
y les dixo Aguilar muchas palabras bien sabrosas y de alagos, y que les
q[ue]remos tener por hermanos, y que no oviesen miedo, y que lo pasado de
aquella guerra q[ue] Ellos tenian la culpa, y que llamasen a todos los Caçiques de
todos los pueblos q[ue] les queremos hablar y se les amonesto otras muchas Cosas
bien mansamente para atraellos de paz (...)" (Díaz del Castillo 1904 I-35: 95).
La adopción de estas prácticas confirma la debilidad del ejército español en
comparación con las fuerzas locales pero, sobre todo, revela la capacidad de esas
personas para entender, al menos superficialmente, las dinámicas preexistentes y
adaptarse a los códigos locales en su propio beneficio. Desde época prehispánica que
las poblaciones indígenas tenían por costumbre el intercambio de productos para
pagar la paz. El pueblo sometido se quedaba obligado a la entrega periódica del
tributo al ganador para evitar su destrucción. Entre los géneros entregados por las
diversas provincias del imperio azteca figuraron cuentas verdes de jade y esmeralda
(Fig. 42), (Fig. 43) y (Tabla 3), azules de turquesa (Fig. 44) y (Tabla 4), amarillas de
oro, y piezas de ámbar (véase fig. 42) y (Fig. 45) - que dejaron su huella en la palabra
apozonalli traducido al castellano como "ámbar de cuentas"* (Hernández 1615 IV:
197). Todas esas cuentas aparecen representadas pictórica y textualmente en el
177
Códice Mendoza (1992), la Matrícula de Tributos (1980) o la Información de 1554,
documentos donde se trata específicamente el tema (Rojas 1993, 1997).
Durante la conquista, los indígenas actuaron frente a los españoles como lo
venían haciendo hasta entonces, reproduciendo las prácticas protocolarias vigentes.
Eso significaba que después de una batalla, el grupo "vencido" debería prestar tributo
al vencedor, dinámica que solo en el seguimiento de varias experiencias, los europeos
lograron interpretar. Bernal Díaz del Castillo (1492-1584) describe el ritual de entrega
de regalos de la siguiente manera:
“Y lo que yo vi y entendi despues El tienpo andando en aquellas provinçias, E
otras tierras de la nueua españa, se vsaua enbiar presentes quando se tratan pazes,
como adelante veran y En aquella punta de los palmares, donde estauamos,
vinieron otro dia sobre treynta yndios, y entre Ellos el caçique, y truxeron pescado
açado y gallinas, y fruta de çapotes, y pan de maíz, y vnos brazeros con asquas y
con sahumerios, y nos sahumaron a todos y luego pusieron en el suelo unas
esteras, q[ue] En esta tierra llaman petates, y ençima vna manta, y presentaron
çiertas joyas de oro, q[ue] fueron vnas como diademas y çiertas joyas como
hechura de anades, como las de castilla y otras joyas como lagartijas, y tres
collares de quentas vaziadizas, y otras cosas de oro de poco valor, q[ue] no valia
duzientos pesos; y mas truxeron vnas mantas y camisetas de las que Ellos vsan y
dixeron q[ue] rreçibamos aquello de buena voluntad, y que no tienen mas oro
q[ue] nos dar” (…) y puesto q[ue] no valia mucho aquel presente q[ue] truxeron,
tuvimoslo por bueno por saber çierto que tenían oro, y lo ouieron presentado,
dixeron q[ue] nos fuesemos luego adelante, y El capitán joan de grijalba, les dio
graçias por ello, y quentas verdes (...).” (Díaz del Castillo 1904 I-11: 36).
La incorporación de indígenas al grupo de los conquistadores supuso un
enorme beneficio. Más allá del apoyo militar, ellos colaboraron directamente como
mano de obra para la práctica de ciertos servicios, compartiendo conocimientos sobre
la geografía, fauna y flora locales. Estas informaciones eran imprescindibles a la
sobrevivencia de los españoles en un entorno desconocido, repleto de seres extraños y
peligros insospechados que ponían en riesgo la vida de los europeos a lo largo de sus
desplazamientos. En ese ámbito se deben entender las transacciones con cuentas,
como las que protagonizaron las gestiones de Cortés para rescatar a los dos españoles
que se encontraban supuestamente en poder de los nativos, Gonzalo Guerrero (1470-
1536) y Gerónimo de Aguilar (1489-1531). En esa ocasión, las referidas mercancías
178
pagaron el uso de una canoa y los servicios de remeros que conocían el camino para
llevarlos hasta sus compañeros, actuando igualmente como guías:
“Quando tuvo notiçia çierta El español questava En poder de yndios que aviamos
buelto A coçumel Con los navios, se alegro En grande manera y dio graçias a dios
y mucha priesa En se venir El y los dos yndios que llevaron las cartas y rrescate A
se embarcar En vna canoa, y como la pago bien En quentas verdes del rrescate
que le enbiamos, luego la hallo alquilada con seys yndios rremeros con ella.”
(Díaz del Castillo 1904 I-28: 78).
Paralelamente, sirvieron para comprar diversos productos, incorporando la
lógica del trueque que constituía una práctica corriente en esos lugares. Quizás uno de
los efectos más relevantes que se adquirieron con esas piezas fue la propia comida,
puesto que en la mayoría de los casos no conocían donde adquirirla, o incluso si los
animales y plantas que encontraban eran comestibles:
"(...) y estando adereçando n[uest]ro nauio vinieron muchos yndios del pueblo de
tonala, questa vna legua de alli y muy de paz truxeron pan de maiz, y pescado, y
fruta, y con buena voluntad nos lo dieron, y el capitan les hizo muchos alagos y
les mando dar quentas verdes y diamantes y les dixo por señas que truxesen oro a
rrescatar y que les daria de n[uest]ro rrescate, y trayan joyas de oro baxo, y les
dauan quentas por Ello y tanbien vinieron los de guaçacalco y de otros pueblos
comarcanos y truxeron sus joyezuelos." (Díaz del Castillo 1904 I-16: 46).
Como deja percibir el texto, otro de los bienes más preciados fue el oro, por lo
que las cuentas se intercambiaron por objetos indígenas realizados en este material y
también por informaciones relativas a la localización de minas:
"(...) [Cortés] En saber çierto, que avia buenas minas, e a los caçiques q[ue]
truxeron el presente [de oro hecho En joyas] les mostro mucho amor y les mando
dar quentas verdes de castilla (...)." (Díaz del Castillo 1904 I-103: 335).
En todos esos episodios se pone de manifiesto el choque intercultural, que se
refleja en las frustraciones provocadas por la vigencia de dos modelos monetarios y
dos escalas de valores:
“(...) demas de aqueste rresgate trayan comunmente todos los yndios de aquellas
provinçias, vnas hachas de cobre muy luzias como por gentileza y a manera de
179
galania, con vnos cabos de palos pintados, y nosotros creymos que heran de oro
baxo: y començamos a rrescatar dellas, digo que en tres dias se ovieron mas de
seiscientas, y estavamos muy contentos [con las hachas] creyendo que eran de oro
bajo, y los yndios mucho mas con las quentas, y todo salió vano, que las hachas
heran de cobre puro y las quentas vn poco de nada:” (Díaz del Castillo 1904 I-16:
46-47).
Se podría decir que la ambivalencia de ciertos materiales permitió que ambos
sistemas se retroalimentaran satisfactoriamente para cada una de las partes, hasta que
el oro se volvió ahí la referencia monetaria predominante, con la implementación del
gobierno virreinal. A pesar del bajo precio a que muy probablemente los soldados
españoles adquirían los abalorios, esta relación comercial sería más “equilibrada” que
lo de antemano se plasmó en las crónicas y se percibe en la actualidad. El valor
atribuido por los indígenas a los abalorios los identificaba con las piedras preciosas
autóctonas - consideradas bienes de prestigio de los señores/caciques locales - y sería
muy similar al conferido por los europeos al oro. Ambos obtenían productos que en su
sociedad constituían elementos de prestigio, aunque lo que daban a cambiar fuera mas
o menos común entre sus pares. Las transacciones se realizaban con los objetos más
valorizados por ambos pero hay motivos suficientes para suponer que la cantidad y la
forma de las cuentas eran definidas por los indígenas.
Si se toma como referente la obra de Bernal Díaz del Castillo, que entre las
consultadas es la que más se detiene en la descripción de los detalles de las cuentas
castellanas, se percibe un claro predominio de los ejemplares de color azul, verde y en
menor medida amarillos144, coincidiendo con las piezas de mayor valor en las
pictografías indígenas analizadas (Tabla 5).
Todo lo anterior justifica el pedido de Gonzalo Guerrero cuando Gerónimo de
Aguilar trató de rescatarlo de entre los indígenas y llevarlo de nuevo con los
españoles:
“(...) hermano Aguilar yo soy casado y tengo tres hijos, y tienenme por caçique y
capitan quando Ay guerras, yos vos con dios que yo tengo labrada la cara y
oradadas las orejas, que diran de mi desque me vean, Esos españoles yr desta
manera, E ya veys Estos mis hijitos quan bonicos son, por vida v[uest]ra que me
144 En los textos analizados solo se encontraron dos referencias a cuentas amarillas (Sahagún 2001 XII-
13: 1070; Díaz del Castillo 1904 I-115: 375).
180
deys desas cuentas verdes q[ue] traeys, para ellos y diré q[ue] mis hermanos me
las envían por tierra.” (Díaz del Castillo 1904 I-27: 73-74).
A pesar del empeño en el rescate, Guerrero se negó a juntarse a los españoles
por estar ya perfectamente integrado en la comunidad. Su adaptación al nuevo entorno
sociocultural se procesó mediante la creación de una familia y subsecuente
incorporación en las redes de parentesco y de solidaridad locales pero, sobre todo,
mediante una transformación física. Para que fuera considerado como los demás, tuvo
necesidad de operar ciertos cambios en su aspecto que marcaron una ruptura con su
apariencia anterior y a la de los demás españoles que ahora venían en su auxilio. Fue
entonces cuando el adorno de su cuerpo se reveló un elemento determinante: los
tatuajes en la cara y las orejeras de los indígenas se consideraban inapropiadas para un
occidental. Esta mudanza de la apariencia de Guerrero era ya irreversible y constituyó
una traba a su reintegración junto a los compañeros. En ese nuevo entorno reconoce el
valor que se le atribuía a los abalorios y por eso pidió que le dejaron algunos
ejemplares de color verde para sus hijos. Eso conduce a pensar que las cuentas se
volvieron un aspecto importante en las estrategias de ostentación de las élites
autóctonas, apropiándose de las mismas y naturalizando su uso. Para Guerrero
seguramente seguirían recordando también a Europa y el aprecio que tenían ahí.
Según Bernal Díaz del Castillo, el propio Moctezuma se interesó por las
cuentas castellanas y mandó que las adquirieran. Ese gesto iba al encuentro de las
dinámicas preexistentes, mediante las cuales se le hacían llegar cuentas y otros
objetos hechos de materiales preciosos, producidos en otras provincias, esencialmente
a través de la práctica del tributo o del trabajo de comerciantes. Sus preferidas eran las
de color verde por su semejanza con los chalchihuites:
"(...) y como supo [Moctezuma] que yvamos costa a costa, hazia sus provinçias,
mando a sus governadores, que si por alli aportasemos con los nauios, que
procurasen de trocar oro a n[uest]ras quentas, espeçial a las verdes, que paresçian
algo a sus chalchuvis, que las tienen En mucho como esmeraldas, (...)." (Díaz del
Castillo 1904 I-13: 38-39).
Este dato confirma la asociación de las cuentas castellanas con los ejemplares
autóctonos del mismo color, designados chalchihuites, como se señaló anteriormente.
En la época prehispánica varios minerales verdes incorporaron el sistema económico
181
del imperio azteca, tributados en la forma de piedra bruta o tallada (véase tabla 3 y
tabla 4) (Berdan y Anawalt 1992), y usados como moneda para la compra de esclavos
(Motolinía 1971: 135). Su valor monetario se expresa en el lenguaje, en el empleo
como sinónimo de precioso, reflejándose en la teología azteca por la advocación de
Chicomecóatl (la diosa terrestre-lunar) como Chalchiuhcihuatl, o sea, mujer preciosa
(Tibón 1983: 15). De ahí que se asocie al atuendo de las élites, quienes deberían
vestirse con las piezas más ricas y compartir ciertas calidades con los dioses.
Además del valor meramente económico y de ostentación, soportado por el
análisis iconográfico, la piedra tuvo un carácter especial. Se le atribuían propiedades
curativas y los españoles, sugestionados por las creencias locales, les dieron la misma
finalidad para curar las dolencias propias de esas regiones, posiblemente por pensar
que sus remedios era más eficaces ahí. Ejemplo de eso son los relatos de Bernal Díaz
de Castillo a propósito de la “Noche Triste”:
“Nunca tuve codicia del oro sino procurar salvar la vida, porque la teniamos en
gran peligro; mas no dejé de apañar de una petaquilla que ahí estaba cuatro
chalchihuis, que son piedras muy preciadas entre los indios, que presto me eché
entre los pechos entre las armas; y aún entonces Cortés mandó tomar la petaquilla
con las chalchihuis que quedaban para que la guardase su mayordomo; y aun los
cuatro chalchihuis que yo tomé, si no me los hubiera echado entre los pechos, me
los demandara Cortés; los cuatro me fueron muy buenos para curar mis heridas y
comer del valor de ellos.” (Tibón 1983: 14).
Aunque seguramente desconocían la carga semántica que el material tenía
para esas personas y fueran incapaces de entender los mecanismos simbólicos
mediante los cuales la piedra asumía tales propiedades, este episodio demuestra que la
línea que separaba lo sagrado de lo profano y las herejías paganas fue muy tenue.
Curiosamente, existen indicios que permiten defender que, para los europeos, el poder
curativo del chalchihuitl no se vincularía directamente al campo de las creencias sino
que remitiría a la medicina. De manera similar a lo que sucedía en la Nueva España,
en la península ibérica el polvo del coral se utilizaba para estancar la sangre y
proteger contra el mal de ojo. Tales propiedades se extendieron también a las joyas
elaboradas con ese material, como demuestra el trabajo clásico de Carlos Piñel (1998)
basado en colecciones de la actual Provincia de Castilla y León. Por ese motivo las
prácticas locales no resultarían del todo extrañas a la lógica occidental, ni se
182
asociarían directamente con otro tipo de "idolatrías" condenadas desde el inicio por
los representantes de la Iglesia Católica.
Se consideraba también que el chalchihuitl era fuente de energía y se tenía por
costumbre colocar pequeños corazones de este material en una cavidad en el pecho de
estatuas de divinidades, para darles sustancia. Se entendía que esta piedra tenía un
valor propio y por eso, en la teología azteca, protagonizó la concepción de personajes
importantes. Según escribía a finales del siglo XVI el misionero franciscano, fray
Jerónimo de Mendieta (1525-1604):
“(...) andando barriendo la dicha Chimalma halló un chalchihuitl (que es una
pedrezuela verde) y lo tragó, y de esto se empreñó y que así parió al dicho
Quetzalcóatl.” (Mendieta 2019: 83).
Hernando de Alvarado Tezozómoc (ca. 1520-ca. 1610), miembro de la élite
indígena al que le virrey Antonio de Mendoza concedió el título de gobernador de
México (1539-1541) fue también el autor de una Crónica Mexicana donde relata una
situación similar a la anterior. Su posición privilegiada entre el mundo indígena y
europeo conceden aún mayor relevancia a sus palabras, afirmando que:
“(...) se debe al chalchihuitl que el rey de México Huitzilihuitl echó a la princesa
Miahuaxihuitl, hija del rey de Cuernavaca – ella tragó gema con la cual dio
principio su embarazo y concepción de Moctezuma Ilhuicamina.” (Alvarado
Tezozómoc 1949: 149).
El poder de estas piedras o de los collares montados con ellas se potenciaba
mediante su exposición al sol:
“(...) los pochteca calentaban al sol todas las cosas preciosas, las quemaban al sol,
el jade, las cosas de jade, las cosas de jade precioso, las redondas, gruesas,
acañutadas, todos los collares (…).” (López Austin 1969: 146-148).
Durante el Virreinato, el ritual mencionado fue perseguido por la inquisición,
quedando reflejado en las preguntas del confesionario de fray Bartolomé de Alva
Ixtlilxóchitl145, de 1634:
145 Este hombre era un mestizo y miembro de la nobleza indígena de Texcoco. A lo largo de su vida
nutrió un fuerte interés por la literatura. Él es el responsable por la traducción al náhuatl de obras tan
significativas en la cultura hispana de tradición europea como El gran teatro del Mundo de Calderón, o
183
“Posees hoy día pequeños ídolos de piedra verde o ranas hechas de ellas? Las
pones al sol para que se calienten? Crees tu y sostienes por verdadero que esas
piedras verdes dan el alimento y la bebida como creían los antepasados que
murieron en la idolatría? Crees tu que ellos te dan ventura y prosperidad y buenas
cosas y todo lo que quieres y deseas?" (Tibón 1983: 27-28).
Según el fraile franciscano Toribio Benavente de Motolinía (1482-1568), el
poder simbólico conferido al chalchihuitl se utilizó igualmente en algunos ritos de
paso, como el casamiento y la primera noche en pareja, durante los cuales:
“(...) para la cuarta noche aparejábanles una cama, y ésta hacían unos viejos que
eran guardas del templo, éstos juntaban dos esteras o petatles, y en medio ponían
unas plumas y una piedra llamada chalchihuitl, que es de género de esmeralda
(…).” (Motolinía 1971: 318).
Al entender el significado de estas piedras para los aztecas, se evidencia la
agencia indígena en las transacciones relatadas por las crónicas a la que se aludía
anteriormente. Aunque los textos no expresen claramente que eran ellos quien
estipulaba el valor que estaban dispuestos a recibir por sus servicios, informaciones o
productos, existen fuertes sospechas de ello.
En primer lugar se destaca el creciente peso que alcanzaron los abalorios en
detraimiento de otros objetos igualmente clasificados como "baratijas" y que fueron
llevados para el rescate. En segundo lugar existió una preponderancia de las cuentas
castellanas verdes y azules en esos tratos, hecho que correspondería esencialmente a
una demanda indígena. Esa elección iba al encuentro de los parámetros estéticos que
condicionaban el gusto de las poblaciones prehispánicas. Para ellas, esos colores se
asociaban al universo de los materiales preciosos, propios de las élites, y se les
conferían atributos especiales a los cuales no fueron inmunes los españoles, quienes
llegaron a utilizar los chalchihuites para curar sus heridas. Desde la perspectiva
específicamente indígena, las semejanzas entre el aspecto de las cuentas verdes de
piedra y las de vidrio en ese color, hizo que se atribuyera a las segundas el mismo
La madre de la mejor de Lope de Vega, utilizados como método de enseñanza de la lengua española
entre los indígenas (Wright, Burkhart y Sell 2003: 925-934). Junto a su hermano, desempeñó un
importante papel en la producción cultural novohispana y constituyen ejemplos tempranos de lo que se
considera hoy día como la descolonización del saber. El hermano mayor a que nos referimos fue
Fernando de Alva Ixtlilxóchitl (ca. 1578-1650), que escribió la Relación histórica de la nación tolteca
antes de la conquista española y también la Historia chichimeca.
184
valor precioso que tenían las primeras. Eso justifica el interés de Moctezuma y de
Gonzalo Guerrero por poseer los abalorios verdes.
Todo lo anterior induce a pensar que esos tratos se percibían claramente
favorables para los aborígenes. Su demanda de productos específicos con
características determinadas fijó la oferta, repercutiendo en Europa en la producción
de piezas adaptadas al gusto de sus consumidores americanos y seguramente también
en la promoción de la vidriería en el Virreinato.
Por otra parte, el intercambio de regalos ha sido una práctica corriente en los
primeros encuentros de carácter diplomático entre españoles y nativos. Este gesto
representaba una dinámica común en ambas sociedades y, durante esos episodios, se
intercambiaron alhajas con cuentas. Esto requiere reflexionar acerca del valor de esas
piezas como mediador, o sea, como materia que permitió un eje de comunicación
común entre personas que se movían por pautas culturales muy diferentes.
Generalmente esos objetos encarnaban el deseo de alagar al otro y establecer
relaciones de carácter amistoso, más allá de los encuentros puntuales que iban
sucediendo. Para los indígenas, las cuentas que ofrecían se trataban de los bienes más
distinguidos, propios de una ofrenda a dioses tan importantes como Quetzalcóatl. En
efecto, según Bernardino de Sahagún, el primer regalo que le hizo Moctezuma a
Cortés fue precisamente fruto de un engaño, por pensar que los españoles era el dios
por el que llevaban varios años esperando (Fig. 46):
"En sabiendo Motecuçuma que eran venidos aquellos navíos y gente, luego embió
personas, muy principales para que los viessen y hablassen, y llevaron un presente
de mucho valor, porque pensaron que venía Quetzalcóatl (...). Tomo don
Hernando Cortés el presente que llevavan los mensajeros de Motecuçuma."
(Sahagún 2001 VIII-7: 646).
Las experiencias previas y las noticias sobre la curiosidad de Moctezuma por
las cuentas de vidrio habrá influido en el protocolo adoptado por Cortés. A semejanza
de lo que hiciera Colón en las islas del Caribe, le ofreció su collar a Moctezuma por
intermedio de Tendile, que dijo ser el gobernador de aquella provincia de San Juan de
Ulúa. Esa alhaja estaba hecha con cuentas de vidrio de tipo chevron o milefiori
envueltas en un algodón para que oliesen a almizcle. La complementaba un sartal de
diamantes torcidos que se podría referir a un conjunto de cuentas de estilo Nueva
Cádiz, de modelo retorcido y en espiral, simplemente ensartadas en un hilo:
185
“(...) y luego Cortes mando traer vna silla de cadera con Entalladuras de taracea y
vnas piedras margaritas que tienen dentro de si muchas labores y enbueltas En
vnos algodones q[ue] tenian almisqle, porque oliesen bien E un sartal de
diamantes torçidos y vna gorra de carmesi, Con vna medalla de oro de san jorge,
como que estava a cavallo con su lança que mata vn dragon, y dixo a tendile, que
luego enbiase aquella silla En que se asiente El señor montezuma (...)." (Díaz del
Castillo 1904 I-38: 108).
Más tarde, el encuentro entre Cortés y Moctezuma se inició precisamente con
un intercambio de regalos entre los que figuraron de nuevo collares de cuentas. Sobre
este episodio existen varias versiones que no difieren mucho unas de otras.
Sobre el tema, Cortés expresó en su carta de relación que:
"E al tiempo que yo llegué á hablar al dicho Moteczuma, quitéme un collar que
llevaba de margaritas y diamantes de vidrio, y se lo eché al cuello; e después se
haber andado la calle adelante, vino un servidor suyo con dos collares de
camarones, envueltos en un paño, que eran hechos de huesos de caracoles
colorados, que ellos tienen en mucho; y de cada collar colgaban ocho camarones
de oro, de mucha perfeccion, tan largos casi como un geme; é como se los
trujeron, se volvió á mi y me los echó al cuello, y tornó á seguir por la calle en la
forma ya dicha." (Gayangos 1866: 85)146.
En el texto de Diego Durán, el autor se detiene en describir como Moctezuma
le ofreció a Cortés uno de los mejores collares que llevaba puestos:
"[Moctezuma] le salio al encuentro [de Cortés], el qual convido al marques bajo
de la Amaca lo qual como don hernando cortes vido [sic., vino], apeosse del
cavallo en que benia y fuele a Abraçar haçiendo de gran rreverençia y los mesmo
Hiço el rrey monteçuma humillandosele con mucha humildad y rreverençia
dandole la buena benida [sic., venida] y tomando de mano De uno de sus grandes
un muy rrico collar de oro todo de muchas pieças de oro y piedras muy Preçiosas
se lo dejo al cuello y en la mano le pusso un muy galano y curioso plumage
labrado a manera de rrosa, sin esto, le pusso un sartal de rrossas al cuello y una
girnalda de rossas en la caveça y tomandose por la mano los dos se fueron a la
hermita de la diosa toçi (...)." (Durán 1579 74: 209r).
146 En la versión de Francisco Antonio Lorenzana y Buitron, con data de 1770, se aclara que las
margaritas eran "Perlas, y Piedras de vidrio, que para los Indios eran el de mayor aprecio, y nunca
visto. Piezas de Vidrio, ó Christal.". Del mismo modo refiere que los caracoles es como "Assí se
llaman hoy Camarones, que corresponden en algun modo á los Collares de Corál." (Lorenzana y
Buitron 1770: 80).
186
La pintura que acompaña el texto (Fig. 47) muestra una alhaja muy similar a la
que fue pintada para ilustrar el regalo del gobernante azteca (véase fig. 46) y a la
diadema que aparece entre las apuestas hechas por los jugadores del patolli (véase fig.
32), ambas en la obra de Bernardino de Sahagún. Seguramente sus formas
corresponderían a una manera estereotipada de representar una joya preciosa,
aludiendo a un modelo específico que pudo incluir las prácticas de adorno de las élites
prehispánicas.
La visión de Diego Durán no difiere mucho de la que presenta Sahagún:
"(...) para recibir de paz y con honra a don Hernando Cortés y a los otros
capitanes. Tomaron muchas flores hermosas y olorosas, hechas en sartales y en
guirnaldas y compuestas para las manos y pusiéronlas en platos muy pintados y
muy grandes, hechos y calabaças. Y también llevaron collares de oro y de piedras.
Llegando Motecuçoma a los españoles a[l] lugar que llaman Utizillan, que es cabe
el hospital de la Concepción, luego allí el mismo Motecuçoma puso un collar de
oro y de piedras al capitán don Hernando Cortés y dio flores y guirnaldas a todos
los demás capitanes, haviendo dado el mismo Motecuçoma este presente como
ellos lo usavan hazer." (Sahagún 2001 XII-16: 1087).
También es distinta de la que presentó el mestizo Fernando de Alva
Ixtlilxóchitl en su Historia de la Nación Chichimeca, terminada alrededor de 1640 y
que solo verían la luz bajo la forma impresa ya en el siglo XIX:
"(...) echó Cortés a Motecuhzoma un collar de cuentas de vidrio que parecían
margaritas y diamantes y en recompensa el rey Motecuhzoma le echó al cuello
dos cadenas de collares de oro riquísimo y en él engastados unos camarones
colorados de concha, que eran de mucha estima (...)." (Alva Ixtlilxóchitl 2000:
274).
A pesar de todo, merece la pena detenerse en las pequeñas diferencias entre
ambos. Desde luego resalta que, así en la versión de Diego Durán como en la de
Bernardino de Sahagún, nada se diga acerca del regalo de Cortés a Moctezuma
durante su encuentro, si bien el segundo autor mencione una oferta hecha con
anterioridad. En contrapartida Fernando de Alva describe un escenario de
intercambios mutuos que colocan ambas autoridades en pié de igualdad. Sin que se
pueda saber hoy día lo que realmente sucedió en el pasado, la manera diferenciada de
relatar estos sucesos se relaciona con el valor atribuido a esas piezas por cada uno de
187
los grupos y el papel alegórico que desempeñaron en sus relaciones, o los intereses de
aquellos que los escribieron.
Si se considera la versión de Cortés y de Fernando de Alva como cierta, es
posible suponer que Diego Durán omitiera voluntariamente ese episodio. La opción
de mostrar a Moctezuma regalando uno de sus mejores collares al capitán, sin que él
le diera nada cambio, configuraba una supremacía del bando europeo. Desde la lógica
indígena, con la que ya estaban familiarizados los españoles, el gesto se asociaba al
protocolo para establecer las paces mediante la entrega de un tributo. Así se refuerza
la idea de sumisión de las autoridades locales frente a los mandos españoles. Esta idea
aparece reforzada por el empleo de las palabras "humillación" y "humildad" elegidas
por Durán para expresar la naturaleza de ese encuentro. Este materializaba
simbólicamente una transferencia de poderes en la que, después de que el emperador
azteca se rindiera mediante la oferta de regalos, los españoles pasaban a ejercer
legítimamente su dominio sobre las poblaciones anteriormente subyugadas a él. El
mensaje sería perfectamente inteligible para ambos grupos que conformaban la
población novohispana.
En lo que concierne a la narrativa de Bernardino de Sahagún, se utiliza una
estrategia similar. Se habría desplazado en el tiempo y en el espacio el regalo de
Cortés para encuadrarlo en el marco de los intercambios de cuentas que se practicaban
para alcanzar los favores y simpatía de los indígenas. Eso permitiría evadir la
reciprocidad que suponía la oferta mutua de collares entre las dos autoridades,
creando una escenografía más favorable al dominio español, presentado como
incontestable en la medida que la implementación de su gobierno obedecía a las
dinámicas preexistentes.
Si por el contrario, la versión de Fernando de Alva incurre en una
construcción imaginaria, es posible que la incorporación del regalo de Cortés a
Moctezuma obedeciera a sus expectativas de conferir mayor protagonismo al bando
indígena y, consecuentemente, a sus ancestros. De esa manera se alcanzaba un
equilibrio de fuerzas que encontraba su contrapunto en su vida y la de muchos
mestizos que pasaron a conformar la sociedad virreinal.
La imagen diseñada ofrece una visión alternativa sobre el papel que
desempeñaron las cuentas, reflejado en pequeños artilugios de la escritura y de la
iconografía que transmitieron visiones diferentes y posibilitaron interpretaciones
desiguales para quienes las leían.
188
Para finalizar, es importante considerar que si es cierto que las cuentas
castellanas suscitaron, como mínimo, cierto grado de aprecio por parte de las
poblaciones aborígenes, también los ejemplares autóctonos fueron considerados
suficientemente preciosos y curiosos para que Cortés decidiera incluirlos entre los
bienes enviados como regalo al rey, junto con una carta fechada de 6 de julio de 1519.
Además de las cuentas de oro, se mencionan piezas hechas con cuentas y aplicaciones
en piedra:
"(...) dos collaretes de oro y pedreria, que el uno de ellos tiene ocho hilos, y en
ellos doscientas y treinta y dos piedras coloradas, y ciento sesenta y tres verdes; y
cuelgan por el dicho collar por la orladura de él veinte siente cascabeles de oro, y
en medio de ellos hay cuatro figuras de piedras grandes engastadas en oro, y de
cada una de las dos en medio cuelgan piujantes sencillos, y de las de los cabos
cada cuatro piujantes doblados. Y el otro collar tiene cuatro hilos que tienen
ciento y dos piedras coloradas, y ciento y setenta y dos piedras, que parecen en la
color verdes, y á la redonda de las dichas piedras hay veinte y seis cascabeles de
oro, y en el dicho collar diez piedras grandes engastadas en oro de que cuelgan
ciento y cuarenta y dos pinjantes de oro",
"mas en una caja una pieza grande de plumajes enforrada en cuerpo que en las
colores parece martas, atadas y puestas en la dicha pieza, y en el medio una
patena grande de oro que pesó sesenta pesos de oro, y una pieza de pedreria azul
un poco colorada, y al cado de la pieza otro plumaje de colores que cuelga de
ella",
"una ristra de pedreria azul con una figura de monstruo en medio de ella, y
enforrada en un cuero que parece en las colores martas con un plumaje pequeño,
el cual y el de que se hace mencion arriba son de esta dicha ristra.",
"cuatro harpones de plumajes con sus puntas de piedra atadas con un hilo de oro,
y un cetro de pedreria con dos anillos de oro, y lo demas plumaje.",
"un brazalete de pedreria, y mas una pieza de plumaje negra y de otras colores,
pequeña.",
"Mas un espejo puesto en una pieza de pedreria azul y colorada con un plumaje
pegado y dos tiras de cuero colorado pegados, y otro cuero que parece de aquellas
martas.",
"Unas antiparras de pedreria azul enforradas en un cuero, que las colores parecian
martas; en cada una de ellas quince cascabeles de oro.",
"Mas dos guariques grandes de pedreria azul que son para poner en la cabeza del
caiman grande.",
189
"Mas un capacete de pedreria azul con veinte cascabeles de oro que le cuelgan á
la redonda, con dos cuentas que están encima de cada cascabel, y dos guariques
de palo con sus chapas de oro.",
"otro capacete de piedra azul con veinte y cinco cascabeles de oro, y dos cuentas
de oro encima de cada cascabel que le cuelgan á la redonda con unas guariques de
palo con chapas de oro, y un pájaro de plumaje verde con los pies y pico y ojos de
oro.",
"Mas diez y seis rodelas de pedreria con sus plumajes de colores que cuelgan de
la redonda de ellas, y una tabla ancha esquinada de pedreria con sus plumajes de
colores, y en medio de la dicha tabla de la dicha pedreria una cruz de rueda, la
cual está forrada en cuero que tiene los colores como martas. Otrosi: un cetro de
pedreria colorada hecho á manera de culebra con su cabeza y los dientes y ojos
que parecen de nacar, y el puño guarnecido con cuero de animal pintado, y debajo
del dicho puño cuelgan seis plumajes pequeños.",
"cuatro harpones de pedernal blanco puestos en cuatro varas de plumajes.",
"una pieza de plumajes de colores que los señores de esta tierra suelen poner en
las cabezas, y de ella cuelgan dos orejas de pedreria con dos cascabeles y dos
cuentas de oro, y encima un plumaje de plumas verdes, ancho, y debajo cuelgan
unos cabellos blancos." (Gayangos 1866: 28-34).
Sería muy interesante seguir el rastro de estas piezas y entender como se
usaron o exhibieron en Europa. Seguramente la percepción que generaron en sus
espectadores influyó en la idea que se construía en la península sobre las poblaciones
americanas, sus habilidades en la manufactura de objetos curiosos o aún sobre como
los usarían. Del mismo modo, sería pertinente averiguar si alguna de las cuentas se
utilizó después para hacer objetos adaptados al gusto local y si eventualmente
sufrieron procesos de resignificación. Esta es seguramente una vía de investigación a
explorar futuramente y que sigue de cerca las últimas tendencias vigentes en muchos
museos europeos al reflexionar sobre la historia de sus colecciones.
190
191
CAPÍTULO 3
LOS ORÍGENES DE LA PRODUCCIÓN DE VIDRIO EN NUEVA
ESPAÑA: DESDE EL SIGLO XVI HASTA 1618
El origen de la vidriería en América está íntimamente asociado al desarrollo
que el sector conoció en Europa, ya que en sus tradiciones artísticas se basaron las
primitivas fórmulas americanas. A pesar de eso, en el siglo XVI, la memoria del
contexto y el período en que floreció este arte en el Viejo Continente era bastante
difusa. En la mente de los españoles permanecía tan solo una vaga idea sobre ese
momento, basada en narrativas que remitían simultáneamente a los textos sagrados de
la biblia o a los escritos clásicos de la Antigüedad. El matemático y químico
experimental Miguel Gerónimo Suárez (1733-1791) se interesó por el estado de las
manufacturas del país y sobre los motivos de su retraso. En uno de sus textos nos da
cuenta de las historias que circulaban aún en el siglo XVIII sobre el tema, y que
eventualmente se acercarían a aquellas que poblarían el imaginario de los primeros
vidrieros de la Nueva España:
"Hay algunos que pretenden, y no sin fundamento, que debe atribuirse su
descubrimiento [del vidrio] à los Químicos, que encontraron su composición
quando buscaban la de las piedras preciosas facticias ò contrahechas. Plinio
quiere, que la casualidad fuese la que ofreció el vidrio en Syria à las orillas del
Rio Belo à unos Mercaderes arrojados à aquel parage por una tempestad.
Obligados à detenerse allí algun tiempo, encendieron fuego sobre la rivera para
cocer su alimento; y como en aquel sitio había gran cantidad de la hierba llamada
comunmente Kali, cuyas cenizas dán la Barrilla, y la Roqueta, se vino à formar
con ellas el vidrio, porque la violencia del fuego unió la sal de la planta con la
arena, y con las piedras propias para la vitrificacion. Si este hecho es cierto,
enriqueció à un mismo tiempo à los hombres con el secreto de preparar el cristal,
y tambien con el de una infinidad de otras obras hermosas, que no son mas que
consecuencias de la invencion ò descubrimiento del vidrio." (Suárez 1780: 186-
187).
192
Si tan incierto se presentaba el surgimiento mundial del vidrio entre los
europeos, en el Nuevo Mundo era evidente para todos que los objetos más antiguos
que se vieron en esas tierras tenían la forma de cuentas, pedacitos rotos o espejuelos,
traídos por mano de unos peninsulares, como quedó expresado en el capítulo anterior.
En el ideario de los vidrieros, construido en la practica del oficio o en la
erudición, el vidrio se hacía con arena, sal y fuego, como en el mito de Plinio. Esos
elementos jugaron siempre un papel importante en la historia de la producción
novohispana, condicionando la localización de los hornos y su devenir. Si en Europa
se identificaba la descubierta de la fórmula del vidrio con los intentos de imitar
piedras preciosas que se ensartaban en diferentes soportes para su adorno, en América
ella también se conectó con los abalorios.
A la luz de estos paralelismos, uno pudiera pensar que los patrones de
consumo no habían cambiado mucho a lo largo del tiempo y que, independientemente
de la etnia o matriz cultural, personas de todo el mundo se rindieron a la fascinación
que esas piezas ejercían sobre ellas. Su enorme éxito se explicaría entonces como el
resultado de un Mundo em Movimento, tal como lo definió Russel-Wood (1998) 147, y
esencialmente por un gusto generalizado de adornos traslúcidos, inherente a la
sensibilidad humana. Por lo tanto, el desarrollo de su producción en Nueva España,
donde el material era novedoso, sería la consecuencia más inmediata del contacto
intercultural, de la llegada de nuevos artefactos y de sus artífices.
Sin embargo, la realidad fue bastante más compleja y las primeras iniciativas
para hacer el vidrio artificial no resultaron tanto de un acto fortuito, como en el mito
de los mercaderes de Siria, ni tan solo de una atracción intrínseca de los humanos por
decoraciones de vidrio. Si en Medio Oriente el interés extranjero sobre los abalorios
creó las bases para la expansión comercial del sector y su posterior desarrollo en
Europa; en América fueron los conquistadores españoles que los introdujeron y
quienes protagonizaron la construcción de los primeros hornos.
Lo que se tratará de demostrar a continuación es que, aunque algunas
circunstancias en que se engendraron sus negocios pudieron ocurrir de manera
impremeditada, a partir de determinado momento existió un verdadero esfuerzo de la
Corona para promover el sector. Eso permite hablar de la existencia de una estrategia
147 El concepto de "mundo en movimiento" estuvo en la base del pensamiento de muchos trabajos
posteriores dedicados al estudiar los nuevos flujos que caracterizaron la Época Moderna. Una de las
que más impacto tuvo fue precisamente la de Serge Gruzinsky (2010) cuyo alcance fue mucho más
amplio que el de la obra original de Russel-Wood.
193
Real que ponderó la promoción de la vidriería como uno de los instrumentos de la
colonización. Los motivos serían básicamente los mismos que señaló Miguel
Gerónimo Suárez cuando reflexionó sobre la importancia del sector, o sea, porque:
"Con el vidrio solo es con lo que se pueden hacer todas aquellas especies de
vasos, tales como las cucúrbitas*, Alambiques, Recipientes, Pelícanos*, Retortas,
Vasos evaporatorios, Serpentinas, Redomas, Frascos, Botellas, Huevos
filosóficos*, Matraces*, y una infinidad de otros que cada dia se imaginan para
preparación de los alexipharmacos, arcanos, quintas esencias, sales, azufres,
vitriolos, mercurio, etc. Esto, sin contar las preparaciones de las aguas-fuertes, y
las regias, tan necesarias à los Afinadores para separar el oro de la plata, y à los
que tienen à su cargo la inspeccion de las Monedas, para purificar los mismo
metales, y conducirlos à su perfeccion. Puede decirse, que el uso del vidrio está ya
tan extendido, que casi es imposible à los hombres pasarse sin él (...)." (Suárez
1780: 186).
A pesar de que la vidriería gozara de gran interés para las autoridades y
población novohispanas, su desarrollo no fue uniforme a lo largo de todo el territorio
y se señalan las ciudades donde el sector disfrutó aparentemente de mayor
importancia, así como los motivos que explican esas diferencias. En ese ámbito se
destacarán las iniciativas pioneras de hacer cuentas de vidrio, tratando de entender
cómo surgió la especialidad y de qué manera se organizaron esos profesionales. Los
vestigios de esos materiales hechos en la tierra o importados aparecen en diferentes
contextos arqueológicos que constituyen la prueba material más fidedigna de la
manera particular en como se incorporaron en las vivencias cotidianas en este
territorio. Por eso, además de las alusiones a los objetos descritos en los inventarios
de bienes, se dedica un apartado al estudio de una colección de cuentas de vidrio
recuperada en una excavación arqueológica en la Ciudad de México, proveniente de
un contexto de inicios de la conquista y colonización de capital del Virreinato.
Para completar esta visión de los primeros años de la vidriería en la Nueva
España, hemos optado acercarnos al tema a partir de las historias de sus protagonistas,
o sea, de la vida de cada uno de los vidrieros que dejó su huella en la burocracia
institucional. Por eso, después de señalar las ideas más destacadas de nuestra
argumentación, se exponen los rasgos visibles de la experiencia de aquellas personas
que realizaron las primeras piezas de vidrio en el Virreinato. Para completar este
cuadro, se incorporan los datos proporcionados por la arqueología, presentando una
194
de las colecciones de cuentas de vidrio más antiguas que se han rescatado en la
Ciudad de México. La singularidad del hallazgo y las características de las piezas
conceden importantes datos sobre los procesos de difusión e incorporación de estos
materiales. Ellos ponen en evidencia las particularidades de una sociedad en la que las
personas frecuentemente transitaron entre mundos conceptuales muy diferentes,
lidiando entre los conceptos en los que habían sido educados en el pasado y los
nuevos paradigmas que imponía el presente ante la percepción de "otros" individuos y
objetos.
3.1. LA IMPORTANCIA ESTRATÉGICA DE LA VIDRIERÍA EN LA
COLONIZACIÓN
La producción del vidrio fue un tema ponderado desde los primeros momentos
de la colonización y poblamiento de la Nueva España, cuando se fundaron las bases
de la administración española. Eso quiere decir que la vidriería y sus agentes tuvieron
un papel activo en las elecciones tomadas en relación a la organización del espacio,
que ellos intervinieron sobre el desarrollo de la sociedad virreinal y también en el
éxito de ciertas actividades económicas. Esos asuntos ya merecieron todos numerosas
reflexiones sin que el discurso historiográfico concediera todavía un atención
particular a los vidrieros, reconociéndoles el lugar que tuvieron en tales dinámicas.
Los varios niveles de la actuación de esos personajes aparecen reflejados en
distintos actos administrativos. En esas ocasiones ellos se presentan ante nuestros ojos
como conquistadores, como constructores del espacio urbano directamente
involucrados en la decoración de edificios, o aún como productores de toda clase de
objetos para uso doméstico o fabril. Sus creaciones se hicieron visibles en las
prácticas cotidianas de ostentación, traspasando el uso particular para desempeñar un
papel fundamental en el apoyo a otras actividades económicas. Esa polivalencia nos
coloca en posición de defender la importancia estratégica del sector durante la
primera etapa de la presencia española en América. Por eso, será en torno a estos
cuatro ejes que se valorará el servicio de los vidrieros a los intereses de la Corona y
las circunstancias con se encontraron en cada una de esas esferas de actuación,
marcadas por beneficios y tensiones a lo largo de los primeros años de la colonización
del territorio.
195
3.1.1. Los Vidrieros en la Conquista
La incorporación de nuevos espacios a la monarquía hispana se logró en la
secuencia de sucesos militares cuyos protagonistas no siempre estuvieron capacitados
en las artes de la guerra. Eso abrió lugar a la asociación de especialistas en áreas tan
ajenas a las técnicas militares como puede ser el oficio de vidriero, representado en la
conquista del actual territorio mexicano por la figura de Rodrigo de Espinosa. El
primer historiador en señalarlo fue el historiador Francisco del Paso y Troncoso (1940
XV: 151) pero la memoria de ese hecho se perdió en el tiempo.
Solamente hace algunos años el trabajo de Miguel Ángel Fernández (1990:
43-47) recuperó esta idea, sin repercutir en la posterior producción científica sobre el
tema. En el intento de reconstruir la historia del vidrio en México, el investigador
dedicó un capítulo al "vidriero conquistador", aclarando ciertos aspectos biográficos
relacionados con su paso por la Nueva España. Sus consideraciones han contribuido
al tradicional debate sobre la localización de los primeros hornos de vidrio, un tema
que animó las discusiones académicas desde mediados del siglo XX hasta hace muy
poco tiempo (Martínez Peñalosa 1981; Romero de Terreros 1951; Rubín de la
Borbolla 1974; Toussaint 1973). A pesar del peso del epíteto concedido al personaje,
el autor no recapacita verdaderamente sobre el significado de su intervención en la
conquista.
Por eso, merece la pena retomar el asunto y destacar cómo el suceso pudo
resultar de unas condiciones particulares y coyunturales específicas. Aunque los
impulsos de Rodrigo de Espinosa sean prácticamente imposibles de recuperar, existen
algunas hipótesis que merece la pena examinar. Las pretensiones de este hombre se
entienden mejor a través de la propia matriz de la expansión atlántica. Al haber
empezado a lo largo de la costa africana, antes de la ocupación de América, las
experiencias anteriores influyeron en las expectativas de los primeros pobladores
europeos de América. El fenómeno creó el marco favorable a la satisfacción de
aspiraciones personales al poner a disposición nuevos recursos, al conceder mercedes
y al facilitar la apertura de los mercados a una escala intercontinental. Tales
condiciones constituyeron un atractivo para cualquier individuo dispuesto a vivir esa
experiencia pero existieron factores particularmente interesantes para los vidrieros, y
que pudieron ponderar antes de la conquista de la Nueva España.
196
Los argumentos señalados nos llevan a explorar primero las circunstancias
locales a que estaban sometidos esos hombres para percibir las oportunidades que
ellos lograron vislumbrar en su participación en la conquista y poblamiento de
América para revertir esa situación.
El primer aspecto a explorar sobre el vidriero Rodrigo de Espinosa es su
situación profesional en la península, puesto que las dificultades en este área han sido
uno de los principales motivos por los que, a lo largo del tiempo, tantas personas
abandonaron sus casas y entorno familiar para buscar mejor suerte en otras tierras.
Por lo que se ha observado, este hombre procedía de un entorno con larga tradición en
las labores de vidriería y lo más probable es que estuviera altamente cualificado. La
capacidad que demostraron algunos de sus parientes para extender los talleres y
creaciones a diferentes partes de los dominios de la Corona admite pensar que él
disfrutaría de una amplia red de contactos que le facilitaría la venta de sus productos y
servicios. Las habilidades artesanales y las tramas familiares crearían un entorno
favorable que no lo colocarían en la necesidad de afrontar los peligros de batallas en
tierras desconocidas para buscar otros mercados de trabajo. Por otra parte, los indicios
de la diáspora de sus allegados, como los negocios de su padre en Canarias, de él y su
(o sus) hermanos en México, o incluso por Perú, plasman una tendencia de esos
hombres a participar como protagonistas de los movimientos expansionistas y en la
implementación de la vidriería en esos territorios.
La predisposición a explorar el espacio extra europeo de la casa Espinosa nos
sitúa ante la tesitura de indagar en eventuales problemas internos que se trataban de
mitigar al distanciarse de los centros de poder y que en nada tendrían que ver con las
habilidades en la vidriería. No existen sospechas de que su familia profesara
originalmente la religión judía y se convirtiera al catolicismo bajo la amenaza de tener
que abandonar la península, después de que los Reyes Católicos decretaran su
expulsión. Por eso, por el momento, cabe explicar el fenómeno al margen de un
intento de alejarse del estricto control de las autoridades sobre los asuntos de la fe de
sus vasallos, para seguir practicando los rituales prohibidos con discreción.
Como se señaló en el primer capítulo, la salida de vidrieros judíos y la
incapacidad para atraer a los profesionales que profesaban otras religiones y vivían en
el exterior, se ha considerado determinante para el desarrollo del sector. Según han
sostenido diversos investigadores dedicados al estudio de la vidriería española, ese
escenario repercutió en la decadencia de este arte en la península. Si bien ese factor
197
tendría el efecto de atenuar la competencia interna para los artífices cristianos, la
incapacidad de atraer extranjeros cualificados colocaría dificultades acrecidas para
participar de las últimas innovaciones que se hacían en otros lugares, disminuyendo
su competitividad. Sin la aparente habilidad para ofrecer piezas de mayor calidad,
comúnmente se defiende que la población más adinerada acudió a la importación de
vidrios para alimentar sus necesidades de ostentación, esencialmente porque las
creaciones locales no alcanzaban su prestigio.
En el contexto descrito, el Nuevo Mundo se presentaba como un centro de
operaciones alternativo, donde conquistar la reputación perdida sin apenas sufrir la
presión de las importaciones. Las necesidades de consumo interno de todo tipo de
vidrios se expandía y dilataba en el espacio en la misma medida que avanzaba la
conquista y aumentaba el número de los súbditos de la Corona. En contrapartida, la
inexistencia de estructuras de producción del vidrio artificial prehispánicas hizo que
no existiera una oferta a la altura y que rápidamente se vislumbraran posibilidades de
exportación de las creaciones novohispanas hacia otras partes del continente.
En todo caso, las particularidades del vidrio catalán y las estrechas conexiones
del reino de Aragón y del condado de Barcelona con la península itálica, donde se
producía el mejor vidrio, cuestionan la débil competitividad interna de la vidriería
española. Las manufacturas de la ciudad condal alcanzaron gran calidad y un
renombre internacional. Eso lleva a plantearse que ese cuadro de decadencia no fuera
generalizado y que existieran algunas excepciones regionales que pudieron repercutir
en el resto del territorio mediante migraciones internas. En efecto, la incorporación de
nuevos dominios a la Corona - especialmente las islas Canarias y las posesiones
americanas, donde no se conocía el vidrio artificial hasta la llegada de los españoles -
creó un ambiente propicio para el desarrollo del sector que impiden hablar
genéricamente de crisis o declive. Ese tipo de consideraciones resulta de un análisis
anacrónico de las fronteras que no considera toda la dimensión de los espacios
dominados por los Reyes Católicos y sus sucesores. Tampoco que, en realidad, la
inversión global en la vidriería española aumentó, especialmente en las provincias
extra europeas.
Si los motivos de Espinosa para participar en la conquista de América no se
prenden con su capacidad para administrar exitosamente su taller en la península, ni
existen pruebas sobre eventuales constreñimientos religiosos, se pueden plantear aún
razones internas asociadas a la disponibilidad de recursos naturales. Uno de los
198
aspectos que más afectó negativamente a los profesionales de vidriería en toda Europa
fue la insuficiencia de combustible vegetal o su alto precio en las ciudades, donde
causaban desequilibrios en las economías domesticas. Eso provocó algunas tensiones
y forzó la reubicación de varios establecimientos. En contrapartida, los relatos que se
propagaban sobre América, describiendo unos territorios con abundantes recursos
naturales, alentarían la idea de trasladarse para disponer de suficiente madera y
materias primas alternativas para emplear en las fórmulas de vidrio. Eso no quiere
decir que, una vez ahí, los problemas no se manifestaran bajo nuevos axiomas, los que
imponía el modelo de explotación de los recursos, la organización de la población, o
la gestión de la mano de obra.
Cuando estos individuos se desplazaban hacia otras ciudades y continentes,
tenían que lidiar con el equilibrio entre la importación de los componentes de sus
fórmulas tradicionales y las pérdidas recurrentes de la improvisación cuando alguno
de ellos escaseaba. En el Virreinato dicha ponderación se logró en relativamente poco
tiempo, relacionándose esencialmente con la creación de medios para obtener la sosa
(carbonato sódico) empleada como fundente en la producción de este material. Tal
vez por no encontrar en Cuba las especies vegetales a partir de las cuales obtener esta
substancia, o porque simplemente no tuvo el tiempo y la oportunidad, no se conocen
actualmente indicios de que Espinosa hiciera el vidrio durante su previa estancia en la
isla, ni siquiera cuentas de vidrio de color verde que se emplearon en los sucesivos
viajes que se hicieron de Cuba para explorar la región continental del mar del
Caribe148. De cualquier manera, la falta de sosa en la península ibérica no fue un
problema, existiendo un provechoso comercio de exportación de ese producto hacia
diferentes regiones de Europa que nos llevan a descartar este factor como una de las
motivaciones de Espinosa y otros vidrieros para viajar a América.
Ante la insuficiencia de argumentos basados en circunstancias exclusivamente
internas cabe desplazar el foco hacia el Nuevo Mundo. Desde el primer viaje de
Cristóbal Colón que llegaban noticias sorprendentes de una región donde, además de
personas, animales, plantas y objetos curiosos, se alimentaba la esperanza de
encontrar piedras y metales preciosos. Las referencias sobre un ambiente natural
favorable y de una gran demanda local de géneros de vidrio permitían pensar que
encontraría condiciones propicias al desarrollo de la actividad. Además, Rodrigo de
148 Sobre este tema véase el capítulo 2.
199
Espinosa y algunos de los demás profesionales que emigraron a posteriori, se
beneficiaron de un régimen de recompensas de la Corona por los servicios prestados
en la conquista y poblamiento. Eso admitía que los vidrieros aspiraran a ascender
socialmente y gozar de un prestigio que la mayoría de ellos no alcanzaba con su oficio
en la península. A pesar de todo, existieron ciertas limitaciones y estos especialistas
tuvieron que acudir a otros recursos para garantizar su posición en la sociedad
novohispana.
Por lo general, el criterio empleado para la atribución de mercedes fue el
mérito personal y un único artífice pudo concentrar varias de esas dádivas,
especialmente caballerías, huertas, solares y suertes. Tales beneficios representaron la
posibilidad de adquirir o ampliar el capital inmueble del individuo, proporcionando
los medios para la instalación de la familia y la fundación de los primeros hornos.
Independientemente de la rentabilidad obtenida de su explotación, las propiedades
funcionaron como criterio de definición del estatus social y les rindieron beneficios
económicos al margen de sus labores de vidriería.
Curiosamente, no hay pruebas de la atribución de una "encomienda de indios"
a ninguno de los especialistas identificados y, aparentemente, ellos no contaron con
ese recurso para compensar la falta de trabajadores europeos149. El vidriero Rodrigo
de Espinosa, por ejemplo, aparece mencionado en la década de los 40 como uno de
los "vecinos de los Ángeles, pobladores sin indios" (Icaza 1923: 191). Si en ese caso
el modelo de poblamiento adoptado por la ciudad determinó la no atribución de
encomiendas, unos años más tarde Benito de Espinosa tuvo problemas en la
Audiencia de Nueva Galicia (actual Estado de Jalisco). El motivo de los trastornos fue
precisamente el estar usando "indios sin paga" en un horno de vidrio fundado en
Ameca, sin que se le concediera el derecho a explotar la mano de obra150. De todos
modos, sería precipitado concluir que existió una discriminación de esos artífices
frente a los demás "españoles" debido a un supuesto prestigio laboral inferior. Para
ejecutar los trabajos menos especializados ellos pudieron beneficiarse aún del
repartimiento de mano de obra, gestionado por los órganos de administración locales
en cada ciudad, o acudir al trabajo esclavo.
149 Merced atribuida por la Corona a los españoles que participaron en la conquista, en virtud de sus
méritos. Consistía en la entrega de un grupo de nativos para su protección, evangelización y educación
a cambio de poder cobrar el tributo. En la práctica eso significó que disponían de su mano de obra a
título personal, beneficiándose directamente del fruto de su trabajo.
150 AGN, General de Parte, vol. 1, exp. 1037, f. 204v.
200
De los elementos señalados se deduce el peso social alcanzado por los
primeros vidrieros, asociado a las donaciones pecuniarias concedidas por la Corona y
a las ventajas que eso les proporcionaba para conducir su negocio de manera exitosa.
Quizás lo más relevante es que, al igual que sucedió con otros sectores considerados
estratégicos, la vidriería estuvo aparentemente controlada por los "españoles". La
novedad del material en América pudo influir en eso pero no explica, por si sola, que
el oficio no se extendiera también entre los nativos y ciertos colectivos menos
numerosos.
Desde muy pronto, los varios grupos étnico-culturales con que se encontraron
los europeos en América demostraron un profundo interés por el consumo de vidrios.
Se esperaría entonces que trataran de producirlos pero su penetración en el área fue
aparentemente reducida. Salvo raras excepciones, desde el siglo XVI que ellos se
limitaron a desempeñar tareas menores, muchas de ellas realizadas fuera de los
talleres y donde su contacto con las técnicas más especializadas era nulo. Esta
cuestión ya fue brevemente señalada por el investigador José Peralta Rodríguez
(2013: 2-25) en un trabajo enfocado en el siglo XVIII. A lo largo de ese texto, resalta
el predominio de los europeos entre los maestros vidrieros, llamando la atención para
la incorporación puntual de otros colectivos en ciertas labores complementarias, sin
ahondar en el origen y motivos de esa situación. Eso lo hace en otro articulo, en el que
sostiene que los nativos llegaron a ser instruidos en la fabricación del vidrio por los
frailes franciscanos, pero que tal iniciativa no tuvo éxito (Peralta Rodríguez 2005: 7-
44). El autor atribuye entonces su reducida presencia en la vidriería a la poca
motivación que ellos demostraron para aprender el oficio. En su opinión, eso se debía
a que los costes y la fragilidad de las herramientas disponibles, muchas veces
importadas desde Europa, conducirían a un "excesivo e irracional esmero" por parte
de los españoles, así como a un trato "despectivo e inhumano" hacia los aborígenes
que colaboraban en sus talleres (Peralta Rodríguez 2005: 9-10):
"(...) esto provocó que la formación resultara forzada, son vinculación con la
herramienta, lo que condujo al rechazo de la actividad, aunque se tuviera la
capacidad de trabajar." (Peralta Rodríguez 2005: 10).
Sería importante consolidar estas afirmaciones mediante la presentación de
fuentes que demostraran de manera inequívoca la promoción de la vidriería entre las
201
poblaciones originarias por parte de los franciscanos, así como la vigencia de tales
dinámicas entre "españoles" e "indios" en el interior de los talleres de vidrio. Los
argumentos señalados son plausibles pero la respuesta a la cuestión nos parece ser
otra. En nuestra opinión, la reducida representatividad de nativos en la vidriería se
entiende mejor si se consideran las dinámicas del sector en el espacio extra-americano
y que no se tuvieron en cuenta en publicaciones anteriores.
Durante este período, varias regiones de Europa disputaban entre si la
producción del mejor vidrio, fomentando la inmigración de los especialistas
extranjeros más cualificados y protegiendo su mercado interno a través de políticas
que restringían la circulación de los maestros. La conquista y poblamiento de Nueva
España supuso la ampliación de los territorios de la Corona en otro continente,
optándose inicialmente por fomentar varios oficios nuevos ahí. Entre ellos se destacó
la vidriería, promoviéndose el traslado de artífices para que se dedicaran a su oficio.
Lejos de constituir una contradicción con la política de limitar la circulación
de estos especialistas, esta iniciativa se encuadró perfectamente dentro de la lógica de
la promoción del desarrollo interno de este arte. La imposición de la autoridad de los
Reyes Católicos en América, supuso la extensión de sus fronteras en otro continente y
la circulación de estos profesionales se hacía en el marco del territorio de la
monarquía hispana. Una vez ahí, nada más normal que ellos reprodujeran las mismas
tendencias que vigoraban en sus regiones de origen. Eso se materializó en el
desarrollo de un sector vidriero novohispano en el que sus fórmulas se mantuvieron
bajo grande secreto, ya que de eso dependía la importancia e influencia del individuo
en el entorno social y profesional. Eso nos conduce a otro de los argumentos
señalados por José Peralta Rodríguez y que cobra una nueva dimensión ante este
panorama. Nos referimos a las precauciones que aparentemente los vidrieros europeos
adoptaron para evitar que los nativos aprendieran las fórmulas y manejo del vidrio:
"Por otra parte hay registro de que los indígenas tenían ingenio para desarrollar
habilidades en otros oficios a partir de la observación, esto no convenía a los
oficiales españoles, puesto que, tomando en cuenta las condiciones de la colonia y
la demanda de productos, consideraban que aquéllos podían convertirse en sus
competidores, por lo que ocultaban sus habilidades o pretextaban desarrollarlas en
el indígena." (Peralta Rodríguez 2005: 10).
202
Las circunstancias señaladas reproducían en América las estrategias
empleadas originalmente para conquistar el mercado europeo y colocaron el
Virreinato en la disputa internacional por dominar el sector. Del mismo modo,
proporcionaron la formación de un grupo relativamente uniforme que asoció el
desempeño del oficio a un origen exclusivamente "español". Así lograrían unir la
notoriedad concedida a los naturales del Viejo Mundo a la valoración positiva de su
profesión, tal como sucedía con otras áreas consideradas estratégicas, como la minería
del oro y la plata. Fueron precisamente estas dos dimensiones de identidad que ellos
invocaron a la hora de relacionarse socialmente y ejercer presión política, como queda
de manifiesto en la documentación consultada.
Además del reconocimiento que podría ofrecer el oficio en cuanto categoría
profesional, algunas personas disfrutaron de un prestigio individual, precisamente por
el tipo o calidad de sus obras. Recuérdese que ciertas piezas de vidrio se consideraban
un lujo, altamente estimadas en Europa, y no hay razones para pensar que en América
eso fuera diferente. Los creadores de vidrieras son un claro ejemplo de eso, circulando
por varias ciudades de la península en función de la demanda y de su reputación. En
Nueva España, la escasez de mano de obra calificada repercutiría en la valoración
social de este grupo y en la relevancia que adquirían sus creaciones, haciendo más
fácil su ascensión. La relación entre la oferta y la demanda tendría entonces la acción
de inflar su importancia en el territorio.
A pesar de todo, son raros los casos como el de Xaime del Valle, quien logró
destacarse y asociar su nombre a la belleza de sus vidrios:
"(...) hasta aora [sic.. ahora] de prese[nt]e se a [sic., ha] careçido [en la Ciudad de
México] de vaços y obras de vidrio buenas y perfectas y de buena casta como las
que se suelen traher de castilla y se hazen en Venençia Barselona y otras partes y
rreynos de su mag[estad] y agora Xayme del Valle catalan vidriero haze la obra
del d[ic]ho vidrio con mucho primor y perficcion y que es muy mexor y mas claro
sin comparaçion que el que hasta aqui se a [sic., ha] hecho por otros vidrieros en
esta ciudad tanto que se puede pasar esta rrepu[bli]ca con el sin hechar manos ni
hazer falta lo de Venençia y otras partes y conv[ien]e y es neces[ari]o que los
semejantes artifizes, sean ayudados y favoreçidos y se conserven en la
rrepu[blic]a y en el huso de su oficio (...)."151.
151 AGN, Reales Cédulas en Duplicado, vol. 3, exp. 161, f. 120v-122v.
203
La mayoría produciría objetos de carácter utilitario que estarían muy lejos de
considerarse obras de arte, incluso cuando los profesionales se agremiaron y la
calidad de sus producciones supuestamente estaría asegurada por el control de sus
pares152.
A posteriori es fácil reconocer todas las ventajas con las que contó el
conquistador para hacer el vidrio artificial en Nueva España respecto a la península,
pero no es inviable pensar que él las hubiera ponderado de antemano, bajo el referente
de experiencias anteriores en los espacios insulares ocupados por la Corona a lo largo
de la costa atlántica del norte de África. Cabe aún recapacitar que algunos de los
vidrieros usaran de su oficio para lograr pasar a América y luego aprovechar las
mercedes concedidas para dedicarse a otros negocios más rentables. En ese aspecto
son bastante reveladoras las conexiones de esos hombres con la minería o el
transporte de mulas, como en el caso del vidriero Guillen de Almas. Otros
profesionales optaron por la vía de la administración pública, lo que mereció algunas
críticas por parte del cabildo de la Ciudad de México que demostró su preocupación
por que algunos oficiales estaban desempeñando cargos de aguacil, provocando la
carencia de especialistas tales como armeros153.
Para finalizar, hay que referir que los vidrieros no solo participaron en la
conquista, sino que fueron llamados a colaborar en la defensa militar del Virreinato
siempre que su integridad se vio amenazada durante los primeros años de la
administración española. Eso ocurrió a 9 de noviembre de 1598 cuando se avistaron
navíos piratas en las costas de Xicayan (Oaxaca - Mixteca Baja) y se hicieron varias
diligencias junto de los veedores de oficios mecánicos de la Ciudad de México para
que "diesen noticia de la jente soltera y mas desocupada para poder acudir con la
presteza que se rrequiere" a Acapulco:
"El señor visorrey dixo aver començado a hazer esta propia diligencia y yva
prosiguiendo en ella y questa ciudad procurase tomar otro medio que le pareciesse
mas suave para juntar ciento o al menos cinquenta hombres los quales mandaria
socorrer de la casa rreal y aviendo platicado sobre ello [le] a parecido quel señor
corregidor por la orden que le pareciere haga saber y sepa en todas la tabernas y
152 Conviene recordar que, según Manuel Carrera Stampa (1954: 55), los productos manufacturados por
los gremios eran de mayor calidad y aspiraban a ser obras de arte, pero en el sector analizado no se ha
confirmado que realmente alcanzaran esa categoría.
153 Archivo Histórico de la Ciudad de México (AHCM), Actas del Cabildo, Libro 13, 9 de noviembre
de 1598. Fuente publicada también en Bejarano 1898, vol. 11: 140-141.
204
tiendas y mezillas loceros vidrieros personas que venden en tiangues y vea la
gente moça que ay solteros desocupada que puedan yr a servir a su magestad para
que se pueda hazer con mas brevedad los señores rregidores cada uno por si sepa
y se ynforme que personas podra aver para este effeto y de memoria al señor
corregidor para que la lleve al señor visorrey y haga conforme a ella lo que
pareciere convenir."154.
Este episodio remite de nuevo a la participación de los vidrieros en escenarios
de guerra mediante los cuales se percibe que, a la luz del pensamiento de la época, no
resultaba descabellado que un artífice cualificado colaborara en la conquista y defensa
del territorio ocupado. La condición de soltería se vinculaba con la necesidad de
favorecer el poblamiento español y dominar verdaderamente los territorios ocupados.
Por eso, la manera más eficaz de evadir los compromisos bélicos a que estaba
obligado cualquier europeo establecido en el Virreinato y prosperar en otras
actividades sería formar una familia. Rodrigo de Espinosa estaba casado y tenía hijos
antes de luchar en la conquista de México-Tenochtitlán por lo cual se deduce que se
reservaría el derecho de no acudir a los llamados como los que movilizaron las
autoridades en 1598. Algunos de los vidrieros que llegaron solteros en esa época
optaron por casarse con mujeres nativas. Eso sucedió porque esos hombres no
lograron establecer alianzas fuertes en Europa que le permitieran arreglar un
matrimonio desde la distancia con una mujer peninsular y que afianzaría su condición
social en América o eventualmente de su negocio. En otros casos, imperarían los
impulsos y sentimientos amorosos que hicieron que algunos vidrieros como Diego de
Balderas disputaran casarse con una aborigen sin atender al protocolo o las leyes que
regulaban esas uniones. También es posible que esas uniones facilitaran la integración
de esos artífices entre los locales y favorecieran la comercialización de sus productos.
El cuadro dibujado concede una visión más amplia de los motivos que
pudieron alentar los vidrieros a dejar el lugar donde vivían para explorar nuevas
oportunidades de negocio, sin que eso se asociara necesariamente a dificultades de
prosperar en territorio peninsular. En esos casos, la ambición de expandir su actividad
en un entorno natural con abundantes materias primas, se cruzaba con la perspectiva
de encontrarse con una masa poblacional que demandaría sus productos sin un oferta
a la altura. De igual modo, se podrían vislumbrar ya las potencialidades del comercio
154 AHCM, Actas del Cabildo, Libro 13, 9 de noviembre de 1598. Fuente publicada también en
Bejarano 1898, vol. 11: 140-141.
205
exterior que crecía a la medida que avanzaba la conquista en territorio americano. Los
márgenes de su actuación explican cómo la implementación de este arte en el
Virreinato reprodujo dinámicas anteriores y se encuadró en una tendencia mucho más
amplia que se relaciona con la expansión global del arte vidriero y las disputas
internacionales por desarrollar el mejor producto en sus talleres.
3.1.2. El Poder Simbólico del Vidrio en la Construcción de Escenarios Europeos
en América
Desde los primeros años de la conquista de la Nueva España existió una
manifiesta preocupación por afianzar la presencia europea en el territorio. Los medios
empleados para promover ese modelo de colonización se relacionaron, entre otras
cosas, con el poblamiento y la difusión de ciertos patrones de consumo que remitían
para un referente europeo y cristiano. Eso nos conduce a afirmar que fue a través de
objetos como el vidrio pero no de su materialidad, o sea, de la relación del individuo
con los artefactos, que se perpetuó un modo de vida presuntamente "hispano" en
América. Como materia transformada y objeto novedoso para las comunidades
autóctonas, este resultó un elemento interesante para el establecimiento de las
oposiciones ideológicas entre el mundo "civilizado" y el universo "indígena" que
operaron desde los primeros momentos de la colonización.
Desde el punto de vista estrictamente práctico, hubo necesidad de crear las
infraestructuras para el desempeño de las actividades cotidianas de la población
española y hacer cumplir el decoro exigido por los cánones culturalmente reconocidos
en la península. Eso implicaba presentarse públicamente de la manera adecuada, ya
fuera vistiendo con adornos de vidrio, habitando en casas con ventanas de ese
material o ostentando las más variadas piezas de ajuar confeccionadas por vidrieros y
lapidarios. Los inventarios de bienes son una de las fuentes que mejor refleja las
dinámicas de consumo y ostentación de los sectores más adinerados, permitiendo
percibir el grado de difusión que tuvieron los objetos cristalinos entre esas personas.
Por lo que fue posible observar, los vidrios se encontraban claramente en minoría
cuando comparados a los ejemplares con la misma función, hechos en los más
diversos tipos de cerámica. Esta evidencia comprueba la dificultad en adquirir las
piezas más frágiles pero también que, precisamente por eso, su consumo no estaría al
206
alcance de cualquiera y conferiría cierto prestigio. Como muestra de lo que se acaba
de afirmar se citan a continuación algunos casos más significativos.
Entre los bienes que quedaron por muerte de Damián de Aguirre, anunciados
por el pregonero público de la Ciudad de México y para satisfacer sus deudas,
constaban "dos potes de vidrio, uno quebrado", que asimismo se vendieron por un
tomín cada uno a Pedro Ríos155. Esta ocurrencia es bastante sintomática de los
problemas que afrontaba el comercio del vidrio en el Virreinato, repercutiendo en una
circulación de objetos de segunda mano, a veces ya quebrados, que constituyeron una
alternativa de consumo a precios más asequibles.
En la misma situación de necesidad de liquidación se encontraron los albaceas
de doña Isabel de Luján que vendieron y remataron varias piezas de vidrio que le
pertenecían. Entre estas "una caja de madera pequeña con bocados de rosa cubierta,
una escudilla y platillo de vidrio"156, "19 platos grandes y chicos azules de vidrio azul
de Castilla"157, "un vidrio de visos con una bolsa de terciopelo azul"158, "dos vidrios"
sin especificar forma o color vendidos a Jerónimo Hernández, "otro vidrio con su
plato leonado159" a Juan Alonso", "otro vidrio con su plato", "una limeta de vidrio",
"una caldereta de vidrio" y "15 platos de vidrio azul"160. El patrimonio mueble de esta
mujer revela un gusto particular por el vidrio que repercutió en una inversión
considerable en ese tipo de ajuar y que difícilmente se ha localizado entre los bienes
que dejaron a su muerte la mayoría de los hombres. Por el momento es difícil ahondar
en esta cuestión, debido al reducido número de inventarios de bienes hechos durante
este período pero sería interesante considerar las cuestiones de genero en las
expresiones del gusto y en las elecciones de consumo.
Además de piezas para el servicio de la mesa, se detectaron otros vidrios en la
documentación. Así, entre los bienes rematados de Juan de Saraiva se menciona "un
aralón en plomo con una piedra de vidrio verde", eventualmente refiriéndose a una ara
155 AGNotDF, Fondo Antiguo siglo XVI. Notario Juan Bautista Moreno, 12 de noviembre 1592,
"almoneda", vol. 2483, f. 196v y 197r.
156 AGNotDF, Fondo Antiguo siglo XVI. Notario Andrés Moreno, 27 de enero 1597, "inventario", vol.
2465, f. 111v-114r. AGNotDF, Fondo Antiguo siglo XVI. Notario Andrés Moreno, 28 de enero 1597,
"inventario", vol. 2465, f. 114v-116r.
157 AGNotDF, Fondo Antiguo siglo XVI. Notario Andrés Moreno, 4 de febrero 1597, "almoneda", vol.
2465, f. 121v-123v.
158 Por visos se referiría a los efectos de color resplandeciente del vidrio cuando colocado bajo la luz.
AGNotDF, Fondo Antiguo siglo XVI. Notario Andrés Moreno, 5 de febrero 1597, "almoneda", vol.
2465, f. 123v-125v.
159 Por leonado se refiere al color amarillo rojizo, como el del pelo del león.
160 AGNotDF, Fondo Antiguo siglo XVI. Notario Andrés Moreno, 6 de febrero 1597, "almoneda", vol.
2465, f. 125v-126r.
207
grande, empleada en el culto religioso161. Ya el clérigo presbítero Lázaro Hernández
tenía "tres pares de anteojos de vidrio" cuando murió, un objeto asociado al uso de las
élites letradas, generalmente hombres162. El empleo de elementos de vidrio en la
confección de alhajas aparece documentado a finales del siglo XVI, cuando Domingo
Alonso dio y entregó a Beatriz de Robledo los bienes y cosas que de su pedimento se
le embargaron. Entre esos géneros se nombra "una gargantilla de aljófar y cuentas de
vidrio moradas"163.
La apariencia fue siempre un aspecto importante en la construcción de la
identidad social del individuo y de eso dependía el papel que le otorgaban los demás
en la comunidad. Tal idea se refleja en la literatura, particularmente en los versos de
Bernardo de Balbuena (1562-1627) sobre La grandeza mexicana. Publicados por
primera vez en 1604, describen a la Ciudad de México como si se tratara de una
persona, repleta de signos exteriores de suntuosidad que la vuelven merecedora
indiscutible de la admiración de todos. Los escenarios públicos plasmados en el texto
incluyeron la descripción de unas calles por donde se paseaban caballos copiosamente
adornados con perlas y pedrería. Aunque tales materiales fueran propios de las más
ricas joyas de uso personal, en oposición a las baratijas de vidrio, el autor las muestra
como cosas triviales en esos territorios de grandes riquezas. Así concede a su
población una notoriedad equivalente, o superior, a la que residía en la península y
transforma la ciudad en una verdadera "urbe colonial":
"(...) Los caballos lozanos, bravos, fieros;
Soberbias casas, calles suntuosas;
jinetes mil, en mano y pies ligeros.
Ricos jaeces de libreas costosas
de aljófar, perlas, oro y pedrería,
son en sus plazas ordinarias cosas.
Pues de la destreza, gala y bizarría
161 AGNotDF, Fondo Antiguo siglo XVI. Notario Andrés Moreno, 1 de abril 1596, "almoneda", vol.
2464, f. 22v-23r.
162 AGNotDF, Fondo Antiguo siglo XVI. Notario Andrés Moreno, 8 de octubre 1596, "inventario", vol.
2464, f. 80r-82v. Sobre el uso de las gafas en la Nueva España véase la "Relación de usuarios de
anteojos durante los siglos XVI y XVIII en la ciudad de México" que hizo José Peralta Rodríguez
(2005: 18), con base en el retrato de hombres que se hicieron pintar con gafas.
163 AGNotDF, Fondo Antiguo siglo XVI. Notario Andrés Moreno, 6 de febrero 1596, "entrega", vol.
2464, f. 53v-53r.
208
del medio jinete y su acicate,
en seda envuelto y varia plumería,
¿qué lengua habrá o pincel que lo retrate
en aquel aire y gallardía ligera,
que a Marte imita en un feroz combate? (...)" (resaltados en negrita de la autora),
(Balbuena 2006: 75).
En el Virreinato, la organización de la sociedad entre "República de Indios" y
"República de Españoles" presuponía que en las ciudades esas pautas se deberían
observar con mayor ahínco, puesto que ahí circulaban los "españoles" y se
encontraban establecidos los órganos administrativos. Aunque esa separación fuera
más teórica que práctica, como revela la historia del vidriero Benito de Espinosa,
desde el punto de vista simbólico las nuevas configuraciones del espacio urbano
significaron un corte con el modelo anterior. Se proyectaron entonces urbes a la
imagen de los ideales paisajísticos europeos, donde los objetos cristalinos se
emplearon para adornar los cuerpos y los edificios.
A veces, los vidrios circularon por otros espacios e incorporaron el cotidiano
de los demás grupos poblacionales, inclusive entre los naturales. En ese aspecto es
bastante interesante el inventario de bienes hecho en México por muerte de Leonor
Álvarez sobre quien recae la sospecha de que sería nativa. El primer indicio de ello es
la localización de sus casas en el barrio de Tequilquipan, que "lindan por parte con
casas de Isabel, "india", y por la otra con casas de Diego Juárez, indio", claramente
una zona habitada por este grupo poblacional. Además, algunas de sus pertenencias
recuerdan ciertos elementos de la indumentaria aborigen, como "un penacho de
plumas de colores" y "una camisa de ruán de mujer, con su penacho labrado de seda
negra sin faldas". Su origen no impidió que esta mujer poseyera varios objetos de
China como "platos", "borcelanas", "tocas de espumilla", además de "turcas de
sinabafa", algunas prendas guarnecidas de oro y plata, y gargantillas de coral. Entre
estos géneros de gran valor, generalmente asociados a la ostentación de los europeos,
se encontraba también "un jarro de vidrio"164.
A pesar de la complejidad de la realidad cotidiana que configuró la apariencia
social de cada grupo mediante la cultura material, en el universo de las
164 AGNotDF, Fondo Antiguo siglo XVI. Notario Alonso de Rueda, ? de mayo 1591, "inventario", vol.
137, f. 9v-9r.
209
representaciones simbólicas los únicos materiales de vidrio que penetraron entre los
nativos fueron simples baratijas y abalorios de poco valor. Eso se observa claramente
en la literatura de la época y en las representaciones iconográficas de esos individuos
hechas a lo largo de los siglos posteriores a la conquista, donde los abalorios se
volvieron uno de los signos distintivos para personificar este grupo poblacional.
En lo que concierne al primer punto, las crónicas constituyen uno de los tipos
de fuente más expresivos de lo que se acaba de afirmar, siendo frecuentemente citadas
por historiadores y arqueólogos para ilustrar sus trabajos acerca de las cuentas de
vidrio (Blair, Pendleton y Francis Jr. 2009: 74-119; Castelló y Mapelli 1998: 19).
Esos textos recrean escenarios que repercutieron y siguen influyendo en una idea
generalizada sobre el papel de los abalorios durante los procesos de conquista, tal
como se ha demostrado a lo largo del capítulo 2.
A pesar de que los relatos induzcan a pensar que los abalorios eran cosa de
poco valor y reservada a la población indígena o a los españoles de parcos recursos
económicos, las reflexiones en torno al uso de estos materiales en Europa,
particularmente en la península ibérica, demuestran que hubo una demanda por parte
de los sectores más altos de la población. La referencia a las cuentas de vidrio en las
sucesivas pragmáticas publicadas en 1600 y 1602 es la mejor evidencia de que esos
géneros disfrutaron de cierto prestigio como adorno de telas y prendas (Sempere y
Guarinos 1788 II: 99, 103). Mediante esas leyes se trató de establecer los límites de la
apariencia de cada grupo social, restringiendo el uso de brocados a las personas
reales, a las que estaban vinculadas al culto divino o al ejercicio de la caballería. Así
se impedía a todos los demás, el uso de ropas con guarniciones de abalorios:
"(...) todo género de entorchado, torcido, grandujado [sic., gandujado*], franjas,
cordoncillos, cadenillas, gorviones [sic., gurbiones*], lomillos*, pasadillos*,
carrujados*, abollados*, requives*, y toda guarnición de oro, y plata fina, ó falsa,
de abalorio, y acero, cincelada, ni raspada;" (Sempere y Guarinos 1788 II: 99).
A través de ese documento se concedía a los hombres cuatro años y a las
mujeres seis para consumir las prendas con esas características. Todo eso demuestra
que la ostentación de telas bordadas de abalorios fue uno de los más altos signos de
distinción y que, pese a que se tratara de restringir a los sectores privilegiados, los
demás trataron de imitarlos en ese aspecto, rompiendo con las normas instituidas y
210
motivando la necesidad de expresarlo repetidamente en las regulaciones publicadas en
esos años.
El gusto por ese tipo de confección se trasladaría a América, donde las élites
estuvieron siempre atentas a las tendencias de la moda española para ostentar los
símbolos de estatus más valorados, los mismos que justificaban su posición ante los
poderes metropolitanos o los peninsulares recién llegados. Así fue como las cuentas
de vidrio se incorporaron a las ropas de los españoles establecidos en Nueva España,
apareciendo entre los bienes de personas tan distinguidas como el conquistador Pedro
de Saucedo. El inventario de sus pertenencias destaca por la cantidad y valor de los
objetos más curiosos, entre los que se menciona "una gargantilla de abalorio negro
con cuentecillas y canutillos de oro" guardada en un "cestico de la China" junto a
otras alhajas de oro, esmalte y coral165. Este dato es particularmente interesante en la
medida que documenta el uso de cuentas de vidrio por parte de los hombres, a quienes
regularmente se excluye en las consideraciones sobre la difusión de este tipo de
adorno. Además, la descripción detallada sobre el acondicionamiento de la gargantilla
de vidrio negro junto a otras piezas de materiales preciosos sugiere que su valor
estético se equipararía, del mismo modo que al guardarlas en un cesto asiático nos
remite a un escenario donde se conjugaban piezas de procedencia diversa.
La amplia difusión de los abalorios entre todos los grupos sociales
novohispanos posibilitó que esas piezas constituyeran un elemento de aproximación
entre ambas culturas aunque el aspecto que tenían sobre los cuerpos de cada uno
favorecía que se percibieran casi siempre diferentes. Lo mismo se podría decir
respecto a la carga simbólica que las diferentes personas reconocían en esos objetos
cuando los veían sobre otros cuerpos. Eso ocasionó permanentes encuentros y
desencuentros culturales que solo parcialmente se consiguen rescatar en la
documentación y que dificultan la interpretación de los registros arqueológico en los
que se encontraron las huellas del uso de esos materiales (Martins Torres 2017b: 567-
578, 2018b: 37-68).
165 AGNotDF, Fondo Antiguo siglo XVI. Notario Pedro de Trujillo, 24 de noviembre 1573,
"inventario", vol. 169, leg. 2, f. 43v.
211
3.1.3. La Vidriería y sus Interfaces Económicos
Además del carácter simbólico, el estímulo a la manufactura de vidrio fue
fundamental para garantizar el desarrollo o el incremento de diversos sectores
económicos que se trataban de implementar en el Virreinato. Por eso, los vidrieros
ejercieron su influencia en áreas tan diversas como el comercio, en diversas
especialidades relacionadas con la prestación de servicios, o incluso en la producción
minera, aspectos que contribuyeron al éxito de la vidriería novohispana.
3.1.3.1. EL COMERCIO DE VIDRIO - UN NICHO DE OPORTUNIDADES
Una de las áreas afectadas por el consumo local de vidrios fue el comercio.
Las producciones locales alimentaron las redes de circulación interna y lograron
penetrar en las transacciones con otras partes de América, beneficiando directamente
a los creadores y a los distribuidores que vivían de tales negocios. Se trataban
esencialmente de mercaderes instalados en la Nueva España que actuaron al margen
de las élites mercantiles peninsulares, más enfocadas en otros ramos de la industria
nacional.
A lo que todo indica, solo un pequeño porcentaje de los vidrios usados en el
Virreinato serían producidos en la península ibérica. De esos ejemplares se tiene
constancia, en 1553, de "una caja de vidrios de Barcelona que tuvieron 140 piezas
todas tazas galanas como de Venecia a 68 maravedís cada pieza que con un ducado de
la caja montó 9895 maravedíes". Este ítem era uno de los productos más caros
listados en el rol de géneros comprados por los hermanos Pedro Sánchez Moreno y
Gaspar Moreno a los mercaderes y hermanos Francisco de la Peña y Gregorio de la
Peña, el último de ellos estante en Sevilla166. Esta ocurrencia permite suponer que
algunos sectores novohispanos lograron sostener un gusto por el vidrio al estilo
veneciano que, en Europa, disfrutaba de la mejor consideración, integrando este
espacio en esa tendencia. Por otra parte, la opción de realizar ese tipo de producciones
en los talleres catalanes puede explicar también su éxito en el mercado americano,
ofreciendo el tipo de objeto más demandado por las élites de sangre europea. Eso fue
166 AGNotDF, Fondo Antiguo siglo XVI. Notario Diego de Ysla, 2 de junio 1553, "obligación de
pago", vol. 188, leg. 5, f. 190v-198r.
212
posible, en este caso, mediante el establecimiento de intermediarios en Sevilla que
mantenían estrechos lazos familiares con comerciantes en la Nueva España. En todo
caso, se trata de una referencia circunstancial que no admite mayores generalizaciones
pero que abre una vía por la que seguir investigando en el futuro.
Por lo que se ha observado en la consulta de todos los expedientes del fondo
de Aduanas conservado en el AGN para este período, muchos de los vidrios que
llegaban en la flota eran extranjeros. Por eso, la apertura del mercado americano
parece haber beneficiado más a los talleres europeos que propiamente a los artífices
peninsulares, aunque pudieron existir algunas excepciones regionales como el
condado de Barcelona, que disfrutaba de un sector vidriero amplio y de calidad,
contando además con una alga que se utilizaba para acondicionar y transportar vidrios
que incluso llegó a exportarse para ese efecto167. En todo caso, existió un grupo de
mercaderes asociados al trato con las Indias que logró participar de los beneficios de
ese comercio de manera indirecta.
En esta época se conocen algunas referencias a la circulación de vidrios
italianos como los que vendió Mateo Prado, procurador de Francisco de Orbaneja, a
los mercaderes Juan Díaz y Pedro Hernández, en México. Se trataban de "53 piezas
[de] vidrios de Venecia, a peso cada pi[eza]" que fueron transportados en un
envoltorio que les costó "seis tomines de la caja [en] que van los vidrios", además de
"45 mazos de rocalla [cuentas de vidrio], a tomín cada uno", posiblemente también
italianas aunque los demás productos son de procedencia muy variada, desde cosas de
la tierra hasta importaciones de Castilla168. También italiana es una miniatura de cera
devocional, donde se representa a Cristo con los símbolos de la pasión, custodiada por
el MNHCC (nº. inv. 10-288072). La pieza fue elaborada con técnica mixta, con la
base en cera y aplicaciones de entorchado, papel, chapa metálica y cuentas de vidrio
azul translúcido (Fig. 48). Gracias a la inscripción "GREG XIII PONT-M ANNO I"
es posible fechar esta pieza entre 1572 y 1585, período durante el cual Gregorio XIII
fue Papa. Asimismo cabe señalar que no fue posible reconstruir la historia de esta
objeto y la manera en cómo ingresó en las colecciones del referido museo, por lo cual
tampoco se puede asegurar que realmente fue usada en la Nueva España o si se trata
de una adquisición posterior.
167 Sobre este tema consúltese el capítulo 1.
168 AGNotDF, Fondo Antiguo siglo XVI. Notario Baltazar Díaz, 2 de julio 1553, "obligación de pago",
vol. 44, f. 1173v-1191v.
213
Seguramente el origen de los vidrios extranjeros fue mucho más diverso pero
la mayoría de los comerciantes no llegaron a identificar su procedencia en la
documentación aduanera porque eso no les garantizaba un prestigio añadido ni influía
en el tipo de tasación. Como ejemplo, se podría mencionar el negocio contraído por el
mercader Agustín Barroso, a nombre de quien se firmó una obligación de pago a
Rodrigo, vecino de Sevilla, y a Benito López, residente en México. Entre las
mercancías señaladas se destacan 99 botones de cristal que le costaron un peso cada
uno, dos docenas de botones de alquimia en 3 pesos, un rosario de cristal por el valor
de 6 pesos y siete arpones de vidrio por 3 pesos y 4 tomines169. Por otra parte,
incorporando la carga que vino de los reinos de Castilla a nombre de Gregorio de
Mendoza Tamayo, después de que este falleciera, se encontraban "7 docenas y 2
lámparas de vidrio"170.
Si bien los vidrios europeos alcanzaron la Nueva España, este producto nunca
supuso un porcentaje relevante en el volumen de la carga que circuló en esas rutas. Se
podrían citar varios inventarios de barcos que atestiguan esa dinámica pero, por el
momento, resulta más eficiente centrarse en los comerciantes locales y sus encargos.
De entre ellos se podría mencionar a Lope Vázquez de Acuña y doña Elvira
Hermosillo, su esposa, quienes adquirieron un lote de mercancías al comerciante
Alonso de Arteaga. Aunque consten varias piezas de vidriería en esa transacción,
estas se encontraban en clara minoría y representaban un valor muy poco significativo
del total: "1 copa de vidrio en 4 tomines" y "4 vidrios en 4 pesos"171. Lo mismo
sucede respecto a la deuda contraída por el mercader Alonso de Castro, por la compra
de diferentes vidrios al mercader Juan Díaz:
"(...) 59 docenas de botones de vidrio a cuatro tomines la docena montan 29 pesos
y cuatro tomines", "diez millares de abalorio azul, a seis tomines el millar, monta
siete pesos y cuatro tomines", "dos docenas y diez antojos [sic.. anteojos] a dos
pesos la docena que montan cinco pesos, cuatro tomines y cuatro granos",
"catorce mazos de rocalla [cuentas de vidrio], a dos tomines el mazo, monta tres
pesos y cuatro tomines", "otros catorce mazos de rocalla, un tomín y un grano el
169 AGNotDF, Fondo Antiguo siglo XVI. Notario Martín Alonso, 13 de marzo 1578, "obligación de
pago", vol. 8, legajo 2, f. 67v y 67r.
170 AGNotDF, Fondo Antiguo siglo XVI. Notario Antonio Alonso, 11 de octubre de 1563, "obligación
de pago", s.v., s.f.
AGNotDF, Fondo Antiguo siglo XVI. Notario Antonio Alonso, 11 de octubre de 1563, "concierto de
aprendizaje, servicio y curadoria", vol. 3357, f. 72v-74v.
171 AGNotDF, Fondo Antiguo siglo XVI. Notario Diego de Ysla, 10 de julio 1545, "obligación de
pago", vol. 186, f. 34r-37r.
214
mazo, monta un peso siete tomines y dos granos", "otros cuatro mazos de rocalla
en cuatro tomines y medio."172.
En la tienda se podrían adquirir diferentes tipos de cuentas de vidrio, botones
del mismo material y gafas que se guardaban en un mueble hecho específicamente
para exponerlos: "el armazón de la tienda en que están estas dichas mercaderías, con
la loba y candado con que se cierra" fue evaluado por 50 pesos173. La fragilidad y
precio de esas piezas requeriría cuidados especiales para exhibirlas pero también para
protegerlas de eventuales intentos de hurto, justificando la presencia de un candado.
Para poder tocar y sentir esos vidrios, el cliente necesitaría la atención exclusiva del
vendedor, probablemente el único autorizado a manipular los géneros de vidrio.
En lo que respecta específicamente a los abalorios, se localizaron otras
importaciones registradas ante notario. En 1589 Rodríguez de Jerez, vecino de
Nuestra Señora de Zacatecas, compró varias mercancías europeas y asiáticas a Francis
Pacho, mercader y vecino de la Ciudad de México, de las cuales 104 marcos de
abalorios por el valor de 1 peso y 3 tomines, además de "un poco de abalorio
menudo" a 4 pesos. Se trata de una cifra muy pequeña de las mercancías, que
sumaron todas 329 pesos y 6 tomines de oro común174.
En otras ocasiones, los abalorios circularon bordados sobre textiles como los
"tres cortes de puntas de abalorio y canutillo de mantos a 7 pesos pieza" que constan
del inventario de la tienda de Juan Pretel y Francisco Castillete175. Tales ropas
pudieron ser confeccionadas ya en América con productos importados para alimentar
las necesidades de la población europea o el interés de los indígenas por la moda
española. Eso fue posible porque existió un amplia red de distribución que colocó los
abalorios al alcance de prácticamente toda la población, distribuidos en
establecimientos que contaban con una sección específica de "vidrios" o en locales
enfocados en el comercio de telas y objetos complementarios a la actividad textil,
172 AGNotDF, Fondo Antiguo siglo XVI. Notario Diego de Ysla, 9 de marzo 1553, "obligación de
pago", vol. 188, legajo 3, f. 91v-99v.
173 AGNotDF, Fondo Antiguo siglo XVI. Notario Diego de Ysla, 9 de marzo 1553, "obligación de
pago", vol. 188, legajo 3, f. 91v-99v.
174 AGNotDF, Fondo Antiguo Siglo XVI. Notario Luis de Basurto, 5 de enero de 1589, "obligación de
pago", vol. 10, legajo 1, f. 36r.
175 AGNotDF, Fondo Antiguo del siglo XVI. Notario Luis de Aguilera, 21 de noviembre de 1598,
"inventario de tienda", vol. 7, legajo 1, s.f.
215
como la tienda de Alonso Ramírez, donde se encontraban desde agujas y tijeras hasta
"2 mazos de cuentecillas de vidrio" y "7 gargantillas de cuentas de vidrio"176.
Aunque no es nuestro objetivo adentrarnos aquí en los motivos que explican
por qué las manufacturas de vidrio peninsulares no vislumbraron explorar el mercado
americano para aumentar sus ventas, a semejanza de lo que sucedió por ejemplo en el
ramo textil, importa hacer una revisión crítica de los argumentos señalados hasta
ahora por la historiografía para explicar esta situación. Estos se centran en la
fragilidad del material y en las dificultades de su transporte por barco, pero existen
varias razones que nos permiten cuestionar esta tesis.
Como ya se señaló anteriormente, en esos años el sector enfrentaba algunas
dificultades en consolidarse en los reinos que conformaban la monarquía hispánica.
Eso repercutió en un desprecio de las élites por las creaciones locales en detraimiento
de las extranjeras, que disfrutaban de mayor prestigio. Por ese motivo, su capacidad
de penetrar en el comercio exterior europeo sería igualmente limitada. A pesar de que
América pudiera vislumbrarse como un destino interesante para las piezas
rezagadas177, la gran mayoría de los vidrieros españoles no logró crear compañías
comerciales fuertes, capaces de establecer coaliciones fructíferas con los
distribuidores americanos.
En contrapartida, las compañías extranjeras ofrecerían productos
aparentemente de mayor calidad y a precios más competitivos que penetraron en el
Virreinato. La investigación de archivo ha posibilitado percibir que existió un flujo
permanente de piezas utilitarias de vidrio que llegaron a las casas y pulquerías*
novohispanas, apareciendo en los expedientes de esos comercios compilados por el
consulado de mercaderes o en los inventarios de bienes personales a lo largo de todo
el período de la administración española.
Este escenario pone en evidencia la incongruencia de un argumento basado en
la delicadeza del vidrio para explicar el reducido impacto de las creaciones
peninsulares en América. Los datos sobre el comercio de ejemplares extranjeros
demuestran que era posible transportar el producto en barco, desde que se emplearan
los métodos de acondicionamiento adecuados o, eventualmente, se seleccionaran
piezas de calidad superior y por eso más resistentes. Tampoco explica por qué no se
176 AGNotDF, Fondo Antiguo siglo XVI. Notario Andrés Moreno, 30 de agosto 1597, "inventario",
vol. 2465, f. 416v-418r.
177 En la documentación de este período es común utilizarse el término "rezago" para referirse a los
productos que no lograron venderse.
216
promovió la manufactura de abalorios en los reinos peninsulares, tal como lo hicieron
posteriormente otras potencias europeas que se sumaron a la expansión ultramarina,
sobre todo si se considera que era un producto fácil de transportar sin el riesgo de que
se quebrara. En todo caso, la situación descrita dejó margen para el crecimiento de la
vidriería novohispana y el comercio de sus creaciones sin chocar con los intereses de
un grupo de mercaderes peninsulares con fuerte capacidad de influir en las políticas
americanas.
3.1.3.2. LOS VIDRIOS EN LAS LABORES Y OFICIOS DEL VIRREINATO
Además de alimentar las redes de comercio americano, los géneros de vidrio
fueron indispensables para implementar otros sectores que se estaban intentando
fomentar en los nuevos territorios de la Corona, sirviendo como envase, instrumento o
materia prima. Para conservar y trasportar las bebidas destiladas que los europeos
empezaban a producir localmente, hicieron falta botellas o garrafas en grandes
cantidades. De eso resulta que fue común que ambas labores emergieran en la misma
región, tendencia que se verifica incluso en otros virreinatos americanos,
especialmente en Ica (Perú)178. De igual modo, los médicos y boticarios requirieron
instrumentos hechos en vidrio para realizar sus mezclas y obtener preparados con
utilidades curativas, como ya señaló el investigador José Peralta Rodríguez (2014: 73-
78). Esta complementariedad se hizo eco en los lazos interpersonales, encontrándose
estrechas relaciones entre vidrieros y esos profesionales, como en el caso de Rodrigo
de Espinosa y el doctor Pedro López, respectivamente.
En ocasiones, el vidrio se empleó directamente en el proceso productivo de
otros sectores. La complementariedad con el trabajo realizado en los talleres de loza
vidriada, que reproducían en América las técnicas empleadas en Talavera de la Reina
(Toledo), ya fue también destacado por José Peralta Rodríguez (2013: 10-11). Lo
mismo sucedió respecto a la metalurgia, manteniéndose una estrecha asociación con
la minería, como señalan José Peralta Rodríguez y María Jesús Alvízar (2010: s.p.).
Por lo que se ha observado, ambas actividades desarrollaron una economía
complementaria que se establecía desde el proceso de obtención de materias primas
178 Las bebidas destiladas son todas una introducción europea en América ya que anteriormente los
licores se preparaban por fermentación.
217
(sosa), pasando por la extracción y procesamiento de minerales, hasta el comercio de
sus productos, que se hacían por las mismas rutas.
Las raíces de la confluencia de intereses entre vidrieros y mineros se forjó
desde la implementación de esas actividades en el Virreinato, cuando los apartadores
se unieron con los productores de vidrio para presionar a las autoridades y asegurar
los medios para una manufactura local de gran calidad. Lo que les preocupaba era el
aprovisionamiento de recipientes suficientemente resistentes para realizar operaciones
químicas relacionadas con la obtención de plata, más conocidos como retortas o
cornamusas. La relevancia de esta labor requiere algunas aclaraciones para percibir en
qué medida el vidrio fue indispensable para el éxito de sus funciones.
En algunas minas de la Nueva España, como en San Luís Potosí, el oro y la
plata se encontraron juntos, exigiendo métodos especiales para separar los metales y
recuperar el mayor porcentaje de ambos. Esos procesos químicos de destilación,
llevados a cabo por un apartador, se podían realizar en recipientes de barro vidriado
pero el vidrio traslúcido era el único material que permitía controlar todas las fases
del proceso con gran precisión (Barba 1817: 218-220; Bargalló 1955: 127-130).
Además, esos receptáculos deberían presentar gran resistencia a las altas temperaturas
para que no se quebraran durante el proceso de fundición de los metales y ocasionaran
su pérdida179. En esas situaciones, el trabajador estaba obligado a recoger todo el
metal que se había disuelto en ácido hirviente y que, al romperse el recipiente, se
quedaba esparcido sobre la cubierta de arena de los hornos, sobre el piso, o en
cualquier otra superficie. Además, los pedazos de vidrio deberían ser molidos y
lavados para recuperar la plata que, al encontrarse en estado líquido en el momento
del accidente, se impregnaba rápidamente en la superficie del vidrio al enfriarse. Eso
observó María Eleonora Puggio (2015: 206) al percibir las duras condiciones de
trabajo a que estaban sometidos los trabajadores del apartado y que diariamente
ponían su vida en riesgo por la inhalación de los peligrosos vapores desprendidos por
el aguafuerte. Por todo eso, no valía cualquier vidrio y no todos los artífices estarían
capacitados para hacer tales instrumentos con la calidad necesaria. Es posible que los
vidrieros que llegaron con el primer virrey tuvieran el cometido de dedicarse a hacer
retortas* y, eventualmente, ocuparan cargos relevantes en el sector.
Sobre el desempeño de las tareas de apartador durante el siglo XVI e inicios
179 AGN, Ordenanzas, cont. 2, vol. 3, exp. 32.
218
del siglo XVII no se conoce mucho. Se entiende que tales menesteres se practicaron
particularmente y que se promovieron por los principales dueños de minas para sacar
el mayor provecho de la explotación de los recursos, tanto en San Luís Potosí (desde
1575) como en Ciudad de México. La iniciativa privada duró aún después que
algunas instituciones de carácter público pasaran a ejecutar esos trabajos, como la
Real Caja de Potosí, erigida a 2 de junio de 1626. Fundada con el objetivo de
controlar la salida ilegal de la plata que, al estar mezclada con el oro, se extraía sin
pagar el impuesto que correspondía a la Corona; su edificación contempló la creación
de una oficina de apartado donde se separaban los metales antes de proceder a su
ensaye.
La decisión entró directamente en conflicto con los intereses de las
autoridades y comerciantes de Ciudad de México, como puso de manifiesto Alicia
Cordero Herrera (2006: 51). Ellos venían ganando elevadas sumas con el cobro de los
impuestos y el transporte de los metales desde las minas. Por eso ejercieron una fuerte
presión para frenar la importancia que podría haber alcanzado la Real Caja potosina
en materia de apartado. Por fin, se le consintió la presencia de apenas dos obradores
que tuvieron una capacidad limitada para responder al gran volumen de mineral
extraído en la zona. La institución terminó siendo incapaz de centralizar toda la
actividad y la falta de referencias a un horno de vidrio en la oficina de apartador no
permite establecer mayores consideraciones sobre la complementariedad de estas dos
actividades en el edificio de la Real Caja de San Luis Potosí. Lo que queda claro es
que desde el momento de su fundación, se otorgó "à instancia de los Mineros,
previniendoles tuviesen, y los demás particulares oficinas de Apartado" a quienes
cupo encontrar los medios para adquirir las cornamusas de vidrio180.
Ante la aparente inexistencia de una producción de vidrio dentro de la Real
Caja potosina, es posible que los referidos recipientes se hicieran en la "fábrica de
vidrio" de San Luis Potosí que Alejandro Galván Arellano (1999: 160) informa haber
estado a cargo de Pedro de Tejada, en 1630. En su opinión, dicho establecimiento
habría desaparecido debido a la reducida inversión que se hacía por entonces en la
edificación de las estructuras arquitectónicas de la ciudad, lo que ocasionó traslados
permanentes de los principales edificios, como el de la Alhóndiga, pero también de
todo un colectivo de comerciantes como el de las carnicerías (Galván 1999: 174).
180 AHN, Códices, L. 726, f. 39v.
219
Además, el autor señala la presencia en la ciudad de Pedro Sánchez "maestro de hacer
vidrio" que, en 1639 se encontraba en la cárcel de San Luís Potosí (Galván 1999:
176)181. No se ha logrado seguir el rastro del establecimiento a cargo de Tejada o del
vidriero Sánchez, ni tampoco determinar el tipo de objetos que produjeron. Lo más
probable es que el autor se refiriese al taller de vidrio del siglo XVII, localizado en la
C/ Venustiano Carranza nº 445, en la secuencia de una intervención arqueológica
realizada en el año de 1984 y dirigida por Claudia Walz Caviezel. Durante los
trabajos se recuperaron algunas de las estructuras y varios fragmentos de vidrio verde,
azul y marrón que corresponden a un tipo de contenedor de líquidos de cuello
estrecho y cuya función queda aún por determinar. Se podría pensar que esos
recipientes serían las famosas cornamusas usadas para apartar el oro de la plata pero,
como destaca el historiador Miguel Ángel Fernández (1990: 86-87), su color
dificultaría la observación de los procesos químicos y sugiere que tuvo otra
aplicación.
A pesar de la imposibilidad de centralizar los servicios de apartado, hay
indicios de una cierta cohesión de ese grupo laboral desde fechas muy tempranas. Así
se entiende que, en 1617, los apartadores y vidrieros se pronunciaran públicamente
ante las autoridades en voz unísona para salvaguardar intereses compartidos.
Adoptarían esa estrategia para ganar más fuerza y porque probablemente uno o
ninguno de ellos disponía aún de gremio propio a través del que promulgar
ordenanzas particulares. En ese documento aparecen mencionados como apartadores
los señores Don Miguel de Torres y Juan de Ortega, y también los maestros vidrieros
Blas Hernández, Francisco Prieto y Juan de Mora182.
Se conocen los nombres de otros profesionales en Nueva España desde años
anteriores y la referencia más antigua que se identificó es la de Gregorio Gutiérrez Gil
que, en 1599, pidió que se le concediera licencia para trabajar los domingos y días
festivos183. Se podrían aún señalar los nombres de Cristóbal Jiménez (1603), Juan
Maldonado (1615) y los extranjeros Cristóbal Miguel (1604) de religión calvinista, y
Simón Canoblocs (1603) de nacionalidad alemana184. Tales personajes, originarios de
181 Fuente citada: Archivo Histórico del Estado de San Luís Potosí (AHESLP), Alcaldia Mayor, 1639-
2.
182 Ordenanza confirmada por el Marqués de Guadalcázar (AGN, Ordenanzas, cont. 2, vol. 3, exp. 32,
f. 38v).
183 AGN, Bienes Nacionales, vol. 708, exp. 5.
184 AGI, Indiferente, 2070, N. 110. AGN, Inquisición, vol. 274, exp. 8. AGN, Inquisición, vol. 271,
exp. 15.
220
las regiones centro europeas, mantuvieron estrechas relaciones con los vidrieros para
poder ejecutar sus tareas y eventualmente impulsaron el traslado de sus
conciudadanos a Nueva España.
Ya en 1654, la necesidad de financiamiento de la Corona determinó la
promulgación de oficios vendibles en América y, al año siguiente, el cargo de
Apartador General se ofreció en subasta pública. Don José de Retes Largacha fue el
primero en ocupar el puesto, nombrado directamente por el monarca y otorgado por el
Consejo de Indias en 1660185. A partir de entonces, todas las labores de separación de
metales pasaron a centralizarse en la figura del Apartador General a quien cupo
gestionar los problemas con el suministro de cornamusas de vidrio.
Todos estos elementos prestan una nueva perspectiva bajo la que contemplar
los primeros incentivos a la producción vidriera. Ellos ponen de relieve los varios
ámbitos en los que el vidrio participó en la vida de los habitantes del Virreinato, en
actividades económicas estratégicas para ellos y la Corona o penetrando en los usos
diarios. Su inclusión en lo cotidiano tuvo un fuerte matiz alegórico que reproducía, en
un mundo totalmente nuevo, los aspectos más esenciales de la cultura hispana. Eso es
muy diferente de la manera en cómo esos elementos fueron empleados y percibidos
allí por los varios grupos socio-culturales, sobre todo por las comunidades autóctonas.
Si bien fue importante crear las condiciones para promover el poblamiento
español de la región y establecer los medios para que ellos vivieran ahí con el decoro
exigido por las pautas culturales europeas, a semejanza de lo que se venía haciendo en
otros territorios recientemente incorporados a la Corona, la promoción de la vidriería
en la Nueva España se justifica sobre todo a la luz de sus interfaces con la minería. El
sector alcanzó un enorme peso en las relaciones con la península, condicionando las
opciones políticas y la gestión de esos dominios.
El valor estratégico de la extracción del oro y la plata demandó entonces la
presencia de sectores complementarios como el vidrio que, en ese contexto, tuvo una
relevancia superior. Esta transcendió la simple ejecución de bienes de consumo y
símbolos de ostentación para desempeñar un papel imprescindible a la
implementación de un sistema económico colonial basado en el valor de la plata y en
su circulación. La necesidad de objetos altamente resistentes y muy traslúcidos
185 Este hombre murrio pocos años después, en 1663. Su hija, doña Teresa de Retes, fue una de las
mujeres más ricas de su época y el marido fue nombrado el primer marqués de San Jorge, Domingo de
Retes. Tal como su suegro él obtuvo el título de Apartador General del Oro y Plata (Huerta 1997: 71-
85; Rubial García 1997: 329-339, 2005).
221
requerían artífices cualificados, que poseyeran cierto grado de técnica pero que,
además, tuvieran la pericia necesaria para adaptarse al nuevo entorno. Eso significaba
conocer perfectamente los mecanismos de transformación de la arena en vidrio,
probando fórmulas con los nuevos componentes disponibles y controlando el proceso
de fundición en un nuevo entorno climático, donde las especies de madera eran
diferentes y ocasionaban procesos de combustión a una velocidad y temperatura
distintas a las que solían emplear.
Todo lo anterior justifica la adopción de varias medidas que beneficiaron
particularmente el ramo de la vidriería para atraer a los mejores especialistas y
promover su fijación en el Virreinato. Eso fue fundamental para garantizar el
desarrollo de una producción de gran calidad que se hizo eco de los últimos
experimentos que germinaban en Europa y fue capaz de incorporar innovaciones,
como se demostrará a lo largo del capítulo 6.
3.2. LOS MEDIOS PARA PROMOVER LA VIDRIERÍA: UNA TÁCTICA
IMPERIAL
Durante los primeros años de la conquista es probable que la circulación de
vidrieros en el Nuevo Mundo ocurriera de manera circunstancial, sin que existiera
verdaderamente la intención política de promover ese arte por parte de los Reyes
Católicos. Lo mismo no se podría decir respecto al gobierno de su heredero y
sucesores, en cuyos reinados se constatan diferentes indicios de que se trató de
estimular la vidriería.
Para lograr los efectos señalados y poner en práctica el modelo de
colonización descrito anteriormente, el emperador Carlos V mandó dar instrucciones
precisas al primer virrey, Don Antonio de Mendoza y Pacheco (ca. 1490-1552), que
desempeñó el cargo entre (1535-1550) antes de ser nombrado virrey del Perú (1551-
1552) 186 . Uno de los puntos señalados en el documento de 1535 tomaba en
consideración las informaciones sobre las riquezas naturales de la región, expresando
la intención de encontrar los medios para explotarlas en beneficio de indígenas y
pobladores:
186 El padre de Antonio de Mendoza fue Íñigo López de Mendoza, el primer capitán general nombrado
virrey de Granada por los Reyes Católicos.
222
"Otrosí, somos ynformados, q[ue] la dicha provincia o la mayor parte della, es
muy fertil y abundosa, y tiene assí dibersidad de cosas de q[ue] nos podríamos ser
servidos y los naturales y pobladores aprovechados si con buena industria y buen
cuidado se entiendiese ellos. Por ende, yo os encargo y mando que como cosa en
q[ue] nos tendremos de vos por muy servidos, os ynforméis y entendáis ello,
seyendo [sic.] las cossas de calidad q[ue] al presente o adelante, beais que puede
resultar crecimiento A n[ues]tras Rentas y patromonio Real, y encomendareis el
cargo y administración, de cada una de estas cossas A los n[ue]stros of[icial]es a
otras Personas que vos parezcan mas haviles y suficientes y q[ue] mas conbienen
a n[uest]ro servi[ci]o y al buen Recaldo de n[uestr]a hazienda."187.
Por lo general todos los oficios tuvieron un peso relevante en la ocupación
española de esas regiones geográfica y culturalmente lejanas de la metrópolis. De
acuerdo a las palabras de Bernardo de Balbuena, publicadas en el año de 1604, en
esas fechas ya se podían encontrar en la Ciudad de México prácticamente todas las
especialidades, entre ellas la de vidriero:
"(...) oficiales de varias profesiones
cuantos el mundo vio y ha conocido
la experiencia, maestra de invenciones;
dejo los ordinarios en olvido.
que aunque en primores salen de ordinarios.
lo precioso en lo raro es conocido;
joyeros, milaneses, lapidarios.
relojeros, naiperos, bordadores.
vidrieros, batihojas, herbolarios;
farsantes, architectos, escultores,
armeros, fundidores, polvoristas,
libreros, estampistas, impresores,
monederos, sutiles alquimistas,
ensayadores, y otros que se ensayan
a ser de un nuevo mundo coronistas; (...)” (resaltados en negrita de la autora),
(Balbuena 2006: 117).
187 AGI, Indiferente, 415, L. 2, f. 355v. El texto aparece citado también por Hanke y Rodríguez 1976 I:
21-31.
223
No obstante, para implementar la vidriería hicieron falta esfuerzos adicionales.
Si en sectores como la cerámica se contaba con una larga tradición alfarera indígena
que facilitaba el proceso de aprendizaje y la integración de mano de obra local a los
nuevos hornos españoles de loza, el vidrio artificial era un proceso completamente
novedoso que requería otras habilidades.
Hubo entonces la necesidad de atraer ahí toda clase de artífices europeos. A
los beneficios concedidos a los conquistadores y pobladores, se sumaron otros
estímulos para la fijación de esos especialistas, creando los mecanismos para que ellos
tuvieran éxito. Así se pudieron alentar expectativas de difundir un modo de vida
hispano en América y de promover el desarrollo económico que alimentó los cofres
de la Corona y de sus súbditos.
Durante los primeros años de la Colonia, se concedieron licencias para que los
maestros vidrieros pasaran a Indias y, en algunos de los permisos, se especifica
claramente este requisito, como uno de los aspectos contractuales que implicaba el
viaje. Eso sucedió con Rodrigo de Espinosa, pero también con Juan Rodríguez, a
nombre de quien se emitieron cuatro Reales Cédulas del Consulado autorizándolo a
viajar a la Nueva España con dos oficiales y su familia, en 1557188.
Además de las iniciativas emanadas desde el poder central, la producción de
vidrio en América fue alimentada por el gobierno virreinal en un proceso articulado.
La prueba de eso es que cuando en 1535 el primer virrey de la Nueva España se
trasladó ahí con su Corte, se hizo acompañar de algunos vidrieros, posiblemente
atendiendo a las instrucciones del monarca para fomentar cualquier actividad que
pudiera generar beneficio. Como recuerda el eclesiástico y cronista Francisco López
de Gómara (1511-1566) en los capítulos dedicados a "la reedificación de México" y
"los virreyes de México":
"(...) hay mucho trato y oficiales de seda y paño, vidrio, molde y moneda, y
estudio, que llevó el virrey don Antonio de Mendoza. (...) Llevó [Mendoza]
muchos maestro de oficios primorosos para ennoblecer su província, y a México
principalmente; como decir, molde e imprenta de libros y letras; vidrio, que los
indios no conocían; cuños de batir moneda." (López de Gómara 1987: 341 y 489).
Nada se sabe acerca de sus nombres o cuántos eran pero, el hecho de que esos
188 AGI, Reales Cédulas, Indiferente, 1965, Libro 13, f. 118r-370v.
224
profesionales integraran la comitiva, los coloca en estrecha asociación con el poder y,
al contrario de lo que sostiene José Peralta Rodríguez (2013: 4), no estamos de
acuerdo que "el arribo de vidrieros fue fortuito, sin propósito específico
gubernamental o religioso". La implementación de las autoridades políticas del
Virreinato exigía toda una parafernalia de ostentación material y esta sería también
una manera de asegurar la recreación de los escenarios cortesanos, con toda la
suntuosidad simbólica que ello conllevaba, además de estimular algunos sectores que
se revelaron estratégicos para la optimización de la extracción de metal precioso189.
La asociación de los vidrieros a la implementación del aparato político-
administrativo indica que el sector tuvo un carácter primordial en esos procesos y que
se vislumbró muy pronto su potencial de desarrollo en Nueva España. Lejos de ser
una característica particular del Virreinato, esta estrategia fue una constante en los
episodios de colonización que ocurrieron durante el siglo XVI e inicios del siglo
XVII.
En Canarias, por ejemplo, se realizaron varios estudios que destacan la llegada
de diferentes artífices y la regulación del sistema de oficios para reforzar el peso de la
monarquía hispana (Aznar 1983; Barrido 2004: 11-64; Lobo 1975-1976: 37-62, 2008:
403-450; Pérez Saavedra 1983: 85-157). La idea sostenida por esos autores es que la
presencia de los profesionales aseguraba las condiciones para la instalación de los
nuevos pobladores de las islas, ofreciendo el tipo de materiales a los que estaban
acostumbrados.
A pesar de que los vidrieros canarios no han merecido todavía una atención
particular en esos procesos, a semejanza de lo que sucede en México, la historia de
Rodrigo de Espinosa y de su familia permite percibir cómo ambos espacios se
conectaron estrechamente. La investigación realizada revela que los protagonistas de
esos fenómenos fueron básicamente los mismos, que aprovecharon la nueva escala
territorial para moverse y potencializar sus oportunidades de negocio. Para eso habría
contribuido la existencia de hierba barrilla en las islas, componente con el que se
hacía el vidrio, y que desde el siglo XVI se exportaba de Canarias hacia Portugal,
muy posiblemente por su calidad superior (Lobo 1995: 65-83).
Lo mismo se observa en la fundación de Córdoba (Rio de la Plata), en 1573,
por Jerónimo Luis de Cabrera (1528-1574). En ese momento, formaba parte de su
189 Sobre la importancia de la Corte y del uso de recursos simbólicos y culturales en los rituales
públicos véase el trabajo de Marcello Carmagnani (2008: 65-78).
225
séquito el vidriero Juan de Soria, un hombre vinculado al comercio de la Nueva
España y que alcanzaría un protagonismo importante en la región. En los períodos de
1584-1589 y 1591-1593 él desempeñó el cargo de regidor y en 1592, usando de su
poder e influencia, estableció un consorcio con otros tres hombres para crear ahí un
taller de vidrio, eventualmente en el terreno que se le había concedido anteriormente
en el centro de la ciudad (Fig. 49).
Sus socios eran Jaime Valle, Marco Antonio y André López, personas que
conocería en México antes de ingresar la comitiva de Cabrera. No se sabe si todos
dominaban el oficio pero, en lo que se refiere a Jaime, existen indicios de que fuera
vidriero y que, por entonces, residiera en la capital del Virreinato ejerciendo la
profesión con reconocido mérito. De eso se deduce que no participó directamente de
la fundación del taller en la región rioplatense, sino que se incorporó posteriormente,
a inicios del siglo XVII, ya después que saliera su permiso para pasar al Perú.
De los estudios de Pablo Monteseñor Cabrera (1920: 256) y de Guillermo
Furlong (1946: 249), realizados durante la primera mitad del siglo pasado, se
concluye que la pretensión de estos hombres era la de atender a las necesidades de la
nueva ciudad y exportar los excedentes a Chile, Potosí y Paraguay. Ahí sería más
difícil hacer llegar los vidrios europeos o trasportar aquellos que empezaban a hacerse
en las grandes ciudades virreinales, presentándose como un mercado promisor para
sus creaciones. En todo caso, es evidente la asociación entre el establecimiento de una
nueva ciudad y la necesidad de estimular, casi de manera simultánea, la presencia de
artífices, especialmente vidrieros.
Unos años más tarde, y al otro extremo oriental del territorio ocupado por la
Corona, fue el turno de Filipinas promover el desplazamiento de un vidriero, esta vez
sin involucrar las autoridades novohispanas o alguno de los artífices ya establecidos
en el interior de sus fronteras. Desde 1607 que Hernando de los Ríos Coronel (ca.
1559-ca. 1621), el procurador general de las islas, venía realizando sucesivas
peticiones para que se le mandara un vidriero, argumentando que estos objetos venían
desde Nueva España y que no existían ahí o en la China persona alguna que supiera el
oficio190. Las gestiones para encontrar un artífice y emitir la autorización para su
traslado solo terminaron en 1610, cuando contrató al sevillano Alonso de la Torre
como su criado, recibiendo permiso para instalarse allí con la esposa y su único
190 AGI, Filipinas, 36, ns. 13, 19 y 44.
226
hijo191.
Si es cierto que en la mayoría de los casos la promoción de la vidriería en el
mundo hispano presupuso la aplicación de un modelo de colonización determinado
desde los órganos de poder central, hubo casos en que el interés por desarrollar la
actividad motivó deliberaciones particulares. En primer lugar, cabe referir que la
necesidad de estimular las labores de vidrio implicó la publicación de disposiciones
que beneficiaban específicamente a los vidrieros para facilitarles el acceso a
determinadas materias primas, como la barrilla, empleada igualmente en el sector
jabonero o de la pólvora. Eso fue fundamental para evitar que los profesionales se
trasladaran a otras partes, especialmente a Perú, como queda de manifiesto en las
siguientes palabras:
"(...) conv[ien]e y es neces[ari]o que los semejantes artifizes, sean ayudados y
favoreçidos y se conserven en la rrepu[blic]a y en el huso de su of[ici]o y esto no
se consiguiria si faltase la yerva con que se haze el d[ic]ho vidrio como se rreçela
que ade faltar (...)."192.
A veces, el valor estratégico de la vidriería suscitó el incumplimiento de las
normas instituidas para el gobierno del Virreinato. Una de las infracciones más común
fue la presencia de indígenas en las ciudades, motivada parcialmente por la necesidad
de integrar esa mano de obra nativa a los talleres fundados por los españoles y
sostenida por la connivencia de las administraciones locales. Este fenómeno estaría
más extendido en las grandes urbes, como Puebla, donde el esfuerzo por fomentar
diferentes manufacturas sin recurso a la encomienda condujo a la formación de
"barrios de indios" en su interior.
Lidia Gómez García (2010: 173-195) intentó recuperar las memorias
olvidadas de esos individuos y, con base en el estudio de las fiscalías de la ciudad,
determinó que la primera merced concedida a un indígena para vivir en Puebla data
de 1545193. Se trataba de Juan de Santiago, descrito en las actas del cabildo como
“yndio candelero y vecino desta ciudad en el barrio de San Pablo donde residen los
yndios”, prueba suficiente de que no era un caso aislado ni siquiera el primero. Lo
más probable es que tal nombramiento de vecindad y la merced que se le hizo de un
191 AGI, Contratación, 5319, n. 2, r. 11.
192 AGN, Reales Cédulas en Duplicado, vol. 3, exp. 161, f. 120v-122v.
193 Fuente citada: Archivo del Ayuntamiento de Puebla (AAP), Libro de cabildo, t. 5, f. 43v-44v.
227
solar situado detrás de la iglesia de San Pablo, estuvieran relacionados precisamente
con la categoría profesional que desempeñaba y su escasez en la zona.
Curiosamente, la palabra candelero se empleaba por entonces para referirse a
las personas que hacían candiles y también a las que producían cuentas de vidrio bajo
el calor de esos aparatos. De ser así, estaríamos ante el primer vidriero indígena
conocido y también el primer experto en hacer abalorios identificado en la Nueva
España. Atendiendo a la tradición orfebre prehispánica, sería más fácil defender que
dominaba el arte de fundir los metales pero no se conocen más datos que permitan
determinar con seguridad la naturaleza de sus labores, eventualmente conectadas a las
obras que por entonces se realizaban en la iglesia de ese barrio.
Los ejemplos señalados demuestran la importancia estratégica de los vidrieros
en los procesos de colonización y poblamiento en América pero también en Asia y
África. Aparentemente, las dinámicas observadas a nivel local revelan una realidad
bastante más compleja que la que han transmitido los tradicionales estudios sobre la
historia del vidrio mexicano. Al ampliar el enfoque de análisis y adoptar una
perspectiva conectada para estudiar estos fenómenos, se ha podido cuestionar algunas
ideas que durante décadas han sido tomadas como evidencias de la excepcionalidad
novohispana.
En primer lugar se ha identificado que las particularidades del ejemplo
poblano y mexicano se conectaron de manera estrecha con la producción vidriera en
España donde, después de un período de captación de mano de obra extranjera, se
afrontaba la salida de esos especialistas por motivos religiosos, excluyendo primero a
los judíos y después a los protestantes. A pesar de las aparentes dificultades del sector
en la península y de la necesidad de favorecer la permanencia de esos profesionales
en el territorio europeo de la Corona, hubo un esfuerzo considerable por enviar los
mejores especialistas a América. Eso se manifestó en las instrucciones de Carlos V,
en los esfuerzos del primer virrey en promover el sector, en las autorizaciones
concedidas por la Casa de la Contratación para pasar a Indias, o en las irregularidades
cometidas por la administración local para superar las dificultades en implementar
esos talleres.
Por otra parte, es imposible entender plenamente las circunstancias del
Virreinato sin considerar las experiencias que tenían lugar en las demás regiones por
las que la Corona extendía sus dominios. Al hacerlo se percibió que, más que una
228
iniciativa puntual o excepcional que justifique el enorme peso alcanzado por el caso
novohispano en la historiografía americanista, el estímulo al desarrollo del sector
constituyó una práctica vigente en ese período en el contexto español. Esto nos lleva a
defender que el desplazamiento de dichos especialistas fue parte de una estratégica
para afrontar los nuevos desafíos de la expansión de sus territorios por regiones
lejanas a su centro administrativo. El objetivo fundamental era garantizar el
abastecimiento de la población para lograr mantener un modo de vida acorde a la
moral cristiana y a los signos de ostentación europeos. Eso implicó el uso de diversos
objetos de vidrio entre los que se incluyeron las cuentas, a pesar de que
frecuentemente se asociaran al universo indígena. Igualmente, la vidriería garantizó la
viabilidad de otras áreas de actividad que generaban fuertes ganancias, como la
minería. Fueron precisamente las riquezas proporcionadas por ese sector que habían
atraído los primeros colonizadores españoles. Por entonces las cuentas de vidrio eran
indispensables para adquirir todo tipo de objetos de oro y después fueron las retortas
de vidrio que posibilitaron sostener la rentabilidad de la extracción del oro y la plata
que alimentaba el sistema económico. Se podría decir entonces que la
complementariedad entre ambas especialidades se manifestó desde el inicio de la
colonización, aunque la naturaleza de esas relaciones fuera diferente.
El valor estratégico de la vidriería requirió el constante traslado de
especialistas asociados a los procesos de la colonización hispana. Su relevancia para
las autoridades locales justificó la incorporación de vidrieros a los séquitos de las
principales figuras políticas de cada región o la posterior demanda de sus servicios.
En la Nueva España el sector fue tan relevante que, en ocasiones, se adoptaron
medidas que iban en contra de las normas instituidas para organizar y gobernar esos
territorios. En esas circunstancias se propagó el arte del vidrio ahí, evolucionando
desde una matriz europea hasta adoptar una forma y una fórmula verdaderamente
novohispanas.
Aunque Bernardo de Balbuena seguramente engrandeciera la realidad que
percibía, al describir las variedades de oficios, el autor se permitió comparar la
grandeza de los hornos del Virreinato a las creaciones venecianas, acercando las
producciones locales a las más prestigiadas piezas europeas:
"(...) ¿Que oficio tan sutil ha ejercitado
Flamenco rubio, de primores lleno
229
En templadas estufas retirado,
a quien los helos del nevado Rheno
en la imaginación dan con su frío
un cierto modo a obrar dispuesto y bueno.
que aquí con más templanza, aliento y brío
no tenga fragua, golpe, estampa y lima,
Pincel, gurbia, buril, tienda ó buhío?
(..) ardientes hornos, donde en medio dellos
la salamandria, si en las llamas vive,
se goza à vueltas de sus vidrios bellos;
de hoy más Venecia en su cristal no escribe,
Pisa en su loza, Luca en sus medallas,
Que en México igualdad nada recibe. (...)" (Balbuena 2006: 80).
En todo caso sus impresiones no estarían tan alejadas de la realidad y existen
diversos indicios de que la producción novohispana alcanzó cierta calidad. Además de
los ejemplos citados en los que se llegó a comparar su vidrio al de Venecia y
Barcelona, la fuerte resistencia y gran transparencia fueron indispensables para
garantizar el éxito del sector minero y proporcionar los objetos más delicados para
uso quirúrgico. Tales características serían altamente apreciadas por las élites
españolas recién instaladas en esos territorios. A lo que todo indica, estas tenían sus
necesidades satisfechas por los artífices locales, cuyas piezas "a raçonable precio
moderado que se vende", sin que en el Virreinato hiciera falta echar mano de los
vidrios importados194.
Por todo lo reseñado defendemos que este período corresponde a una
verdadera expansión de la vidriería española, esencialmente asociada a la
colonización americana. La introducción de ese arte en los nuevos territorios de la
monarquía hispana contó con la colaboración de profesionales de diferentes niveles y
especialidades. Ellos integraron América en dinámicas preexistentes, relacionadas con
los intentos de fomentar la vidriería y de descubrir nuevas formulas que lograran
conferir mayor notoriedad y competitividad a las creaciones locales. Las iniciativas y
194 AGN, Reales Cédulas en Duplicado, vol. 3, exp. 161, f. 120v-122v.
230
experimentos que tuvieron lugar entonces, resultaron de esfuerzos políticos y
personales que, en el Virreinato, se plasmaron en la creación de piezas de gran calidad
que competían en el mercado con un reducido número de ejemplares importados. A lo
que todo indica, los vidrios novohispanos alcanzaron cierta calidad y precios
moderados, exportándose a otras regiones sin que aparentemente "conquistaran" la
península ibérica.
Todos los datos plasmados en los párrafos anteriores muestran un escenario en
todo contrario a la idea sostenido por José Peralta Rodríguez cuando afirma que
"Aún del análisis de documentos referentes a las instrucciones de Carlos V a
Antonio de Mendoza y de las cartas de Zumárraga al secretario del rey y al
Consejo de Indias, únicamente se puede expresar que el arribo de vidrieros fue
fortuito, sin propósito específico gubernamental o religiosos." (Peralta Rodríguez
2013: 4).
3.3. LOCALIZACIÓN DE LOS PRIMEROS TALLERES
Como se ha señalado anteriormente, la producción vidriera estuvo fuertemente
asociada a la vida urbana y los talleres más antiguos se desarrollaron necesariamente
en torno a las principales ciudades, que eran entonces Puebla y México. A lo largo de
varios años, las investigaciones sobre los vidrios poblanos han eclipsado la
importancia de esta actividad en la capital. Esto se debe esencialmente a un
tratamiento historiográfico desigual y no existen motivos para seguir secundando su
papel en la historia del vidrio en el Virreinato.
Los primeros pasos para corregir esta visión distorsionada de los procesos de
implementación y desarrollo de este arte en la Nueva España ya se han dado con la
publicación de algunos artículos como el de Rolando Hugo Neri-Vela y Rolando
Antonio Neri-Aguirre (2011: 222-226), de José Peralta Rodríguez (2005: 7-44, 2013:
2-25) y de ese autor con María de Jesús Alvízar (Peralta Rodríguez y Jesús 2010:
s.p.). Se tratan de investigaciones enfocadas esencialmente hacía al siglo XVIII y que
han colocado a la Ciudad de México en el mapa de las reflexiones en torno al sector.
Cabe pues indagar sobre los comienzos de esos talleres y averiguar las circunstancias
en las que se implementaron, señalando factores comunes y las diferencias
231
substanciales que facilitaron o dificultaron el establecimiento de los profesionales en
esos lugares.
Ambas ciudades tuvieron una destacada evolución demográfica durante los
siglos XVI y XVII, asistiéndose a un crecimiento de la población de origen europeo
que demandó pública y particularmente los servicios de esos especialistas. Además de
los edificios oficiales y las casas privadas, la progresiva llegada de órdenes religiosas
promovió la construcción de conventos e iglesias. Las obras movilizaron grandes
sumas de dinero, una parte para la producción de vidrieras y vituallas ceremoniales,
convirtiendo los edificios religiosos en uno de los principales íconos de la riqueza de
una población. Estos merecieron siempre un papel destacado en las representaciones
cartográficas de las ciudades novohispanas que no refleja la fuerte inversión que
existió en la adquisición de todo tipo de vidrios para la decoración del templo o la
práctica del ritual. En efecto, según la ordenanza de 1617, los artífices instalados en
México producían vidrios para "las boticas y las bidrieras que se hazen para los
templos, faroles y otros que comunmente se venden para procuración de la
República"195.
De momento no es posible cuantificar los valores movidos por el sector y
relacionarlos con el cómputo general de otras actividades en cada una de las ciudades,
apreciando su peso en la economía regional. Sin esos datos tampoco se podrá evaluar
su importancia relativa, más concretamente, si su desarrollo fue uniforme o si alguno
de esos centros destacó, como hasta ahora se viene defendiendo.
Para averiguar la dimensión de las primeras iniciativas relativas a la
construcción de hornos de vidrio cabe entonces comparar la manera en cómo los dos
núcleos urbanos actuaron de catalizadores del sector. Eso dependió de su poder
político y administrativo para promover el poblamiento español de la zona, pero
igualmente de otros factores que se relacionan con los aspectos señalados
anteriormente para destacar la importancia estratégica de la vidriería. Las condiciones
ofrecidas por los cabildos, la mayor o menor proximidad con las principales rutas
comerciales, la disponibilidad de materias primas o incluso la proximidad con otras
esferas económicas que demandaran sus servicios, son variables a analizar para
percibir el impacto de cada una.
195 Ordenanza confirmada por el Marqués de Guadalcázar (AGN, Ordenanzas, cont. 2, vol. 3, exp. 32,
f. 38v).
232
3.3.1. Ciudad de México
En Ciudad de México, el modelo de poblamiento implicó la concesión de
mercedes a los primeros españoles. En teoría, los vidrieros no fueron excepción, y se
beneficiaron de todo tipo de dádivas del cabildo durante los años iniciales de la
Conquista. Entre ellas se incluyeron algunos solares en los que instalaron a sus
familias y promovieron el oficio pero, como ya se señaló, no existen pruebas de que
llegaran a disfrutar de encomiendas. Por ese motivo, esta ventaja que ofrecía frente a
Puebla, dónde nunca se ponderó atribuir cierto número de indígenas a título personal,
no deberá considerarse un verdadero elemento de diferenciación ya que
aparentemente no afectó a los vidrieros.
A las prerrogativas ofrecidas, se sumó la cercanía con los órganos de poder.
La instalación de la Corte en esta ciudad, con todo el aparato administrativo, le otorgó
el carácter de centro de consumo y de negocios, apoyada por una fuerte estructura de
funcionarios y por la concentración de los principales servicios en su interior. Eso
facilitaba la agilidad de las gestiones burocráticas y, sobre todo, patrocinaba el
contacto directo con los centros de decisión para alcanzar beneficios que, en algunos
momentos, fueron perentorios para el éxito de la actividad.
En lo relativo a la capacidad de adquisición de materiales importados o de
distribuir las manufacturas desde la Ciudad de México, su localización geográfica la
colocaba en una posición alejada respecto a los principales puertos comerciales: por
Veracruz pasaba todo el tráfico con Europa196, y Acapulco fue la puerta de entrada a
los productos asiáticos desde 1563.
La situación interior de la capital no afectó negativamente a su desempeño
comercial, disfrutando de buenas redes de comunicación, algunas de origen
prehispánico, a través de las que transitaron todo tipo de objetos importados y de
producción local. Por las palabras del virrey Antonio de Mendoza, se percibe que
estos materiales no se podrían transportar en las tradicionales recuas sino que, por su
fragilidad, hacía falta cuidados especiales. Por eso, y en reacción a las
determinaciones de las Leyes Nuevas, el virrey defendió ante el monarca el empleo de
196 La Carrera de Indias se fue consolidando durante la primera mitad del siglo XVI. En esos años se
crearon las instituciones reguladoras de ese tráfico y se definieron sus atribuciones, pero la
determinación de las rutas solo se formalizó en el llamado proyecto de flotas y galeones, en 1564.
233
indígenas en los servicios personales y como tamemes197, imprescindibles para
trasladar los productos más frágiles como los vidrios:
"(...) y en las cosas que no pueden venir en rrecuas como son azeites y
aguard[iente]s de boticas vidrios y barro y otras cosas desta calidad que rremedio
se terna [sic.] pues todo es neçesario para la rrepu[bli]ca, traense calderes pa[ra]
alunbres tintes de paños e ingenios de açucar y por su grandeza y la mala
dispusición de la tierra no se pueden llevar en carretas aunque creo que nada
desto se hara de mucho y sera harta conservar lo hecho."198 (resaltados en negrita
de la autora).
La capacidad centralizadora de México se vio reforzada a partir de 1592,
cuando se fundó el Consulado de Mercaderes. Desde entonces, toda la actividad
mercantil del Virreinato pasó por su administración y por la de sus tribunales,
repercutiendo directamente en el poder de sus elementos199. De destacar aún que la
esfera de influencia del Consulado superó las cuestiones mercantiles, ampliándose a
los ámbitos administrativo, político e incluso militar. Esta institución controló
directamente las obras de construcción del fuerte de Veracruz que, además de
asegurar la defensa de la zona, posibilitó que los mercaderes controlaran la arribada
de sus mercancías y que la Corona cobrara los impuestos correspondientes. Los
principales comerciantes desempeñaron funciones en ese organismo o colocaron a sus
familiares más allegados para defender ahí sus intereses personales. Los vidrieros de
la ciudad estuvieron en condiciones de establecer relaciones privilegiadas con estos
individuos para distribuir sus creaciones más allá de las tiendas y puestos existentes
en sus barrios. Eventualmente, llegaron a participar de un comercio interregional del
cual todavía no se han rescatado mayores informaciones.
Los argumentos señalados ayudan a componer el panorama que atrajo a los
vidrieros a la Ciudad de México. Sus obras se requirieron en varios ámbitos de la vida
pública y privada pero esencialmente en otros sectores productivos que dependieron
de ellos para ejecutarse. En un contexto económico en el que la explotación de minas
197 Palabra de origen náhuatl que significa porteador o cargador indígena.
198 AGI, Patronato, 180, R. 70, f. 1022v. Documento sin fecha, posterior a Abril de 1535 que se refiere
en el texto.
199 Sobre la actividad de los mercaderes de Ciudad de México y del Consulado en el siglo XVI véanse
los trabajos clásicos de María del Pilar Martínez López Cano (2009: 551-572), Daviken Studnicki-
Gizbert (2000: 41-68), Guillermina del Valle Pavón (2002: 517-557) y Louisa Hoberman (1991).
234
fue uno de las principales fuentes de renta, la necesidad de cornamusas de vidrio para
separar el oro de la plata les confirió un valor estratégico para el proceso de apartado.
En la capital destacaron en esas labores Miguel de Torres y Juan de Ortega,
quienes se asociaron con los mejores especialistas vidrieros y se movilizaron para
regular la recolección de la barrilla en 1617200. De esta materia prima dependía
directamente la resistencia de las piezas y por eso se determinó que solo los vidrieros
podrían recogerla. Eso fue fundamental para promover una producción con acalidad,
así de cornamusas como también objetos de botica, vidrieras, faroles y otras piezas
que tenían gran consumo y que ni siempre llegaban en cantidades suficientes en los
navíos de la flota. Como se ha observado anteriormente, la disponibilidad de sosa
condicionó de manera estructural la posibilidad de producir objetos de vidrio en la
Nueva España. Por eso, la posibilidad de recolectarla en el Valle de México pudo
contribuir al crecimiento del sector, aunque durante algún tiempo una parte de los
vidrieros de la ciudad prefería desplazarse a zonas más lejanas, como Michoacán,
para adquirir la mejor barrilla201.
Al analizar los vidrieros se percibe que, de un total de 25/26 individuos con
actividad en el Virreinato durante este período, todos ellos pasaron por Ciudad de
México (Tabla 6). Aunque algunos luego eligieron implementar sus talleres en otras
zonas, se entiende que este era el punto de partida de la mayoría de los artífices que
inmigraron desde Europa. Su dispersión dentro del espacio urbano es difícil de
determinar porque en la mayoría de los casos no disponemos de información
suficiente. De momento hemos identificado las calles o el barrio de algunos de ellos
como el Barrio de San Juan, la Calle del Arco de San Agustín (actual República de El
Salvador) y la Calle de la Acequia.
Cabe señalar que el barrio de San Juan tuvo una fuerte matriz indígena y que
el vidriero Guillén de Almas residía ahí en la casa de su esposa indígena, hasta que se
le concedieron unas tierras a su nombre. Ese fue también el sitio elegido por Pedro del
Huerto para instalar un taller de vidrio, aunque aparentemente no residiera ahí, sino en
la Calle del Arco de San Agustín. En esa época, se construyeron varios edificios
públicos a los que pudo asociarse la creación de un horno de vidrio. Menciónese, por
ejemplo, el Colegio de San Juan de Letrán para los mestizos, el Hospital Real de los
200 AGN, Ordenanzas, cont. 2, vol. 3, exp. 32.
201 Sobre la presencia de sosa en el Valle de México conviene referir que Iztacalco debe su nombre a
iztacalli que significa "fábrica de sal", o sea, sosa (Peñafiel 1895/1987: 222). Sobre este tema véase el
capítulo 6.
235
Naturales de San José, o el Convento de San Juan de la Penitencia donde deberían ser
enterrados todos los vecinos del barrio. No obstante, si se considera que las calles y
los barrios se solían organizar en función de los oficios, la presencia de herreros en las
casas colindantes sugiere que la actividad de este artífice fue complementaria a la de
esos hombres, lo que nos remitiría para la elaboración de ventanas y vidrieras.
Además de esas labores practicadas bajo la promoción y encargo de terceros,
los vidrieros que trabajaron de manera autónoma estuvieron autorizados a vender
directamente sus productos. En ese contexto recibió Guillen de Almas la merced de
una tienda en el portal del tianguis de San Juan (Fig. 50). Aunque ahí se
comercializaran esencialmente productos para el abasto de los indígenas y,
puntualmente, ciertos objetos de origen europea como las guitarras, se entiende que el
público que circuló en estos espacios fue bastante más diverso de lo que inicialmente
se imaginaba. Del mismo modo, algunos materiales que se vienen considerando
importaciones europeas pudieron hacerse ya en esta fase en el Virreinato, como los
vidrios de Almas202. Según la ordenanza de zapateros de 20 de julio de 1729, las
tiendas de ese tianguis se reservaban para el comercio de "españoles" y de géneros
destinados a su consumo, aunque paralelamente los artífices indígenas vendían ahí
también sus productos:
"(...) los Españoles vendan él [calzado] que hicieren én sus tiendas siendo
examinados, y los indios él Suyo én los Tianguis de San Juan, San Hipolito, y
Santiago, y no en ótra parte (...)" (Barrio Lorenzot 1921: 112).
En la Calle del Arco de San Agustín, dónde tenían casa los vidriero Miguel y
Pedro del Huerto, se encontraba el templo de los agustinos que contaba con una
enfermería y hospedería, donde se requerirían todo tipo de vidrios. Esta zona de la
ciudad albergaba también una gran parte de las tiendas de sedas, productos que
disfrutaron siempre de gran estima por parte de las clases más pudientes. Dichos
tejidos fueron usados en la confección de trajes y paños decorativos, frecuentemente
bordados con motivos de abalorios. Esos adornos se compraban en el mismo
establecimiento donde se adquirían las telas y la instalación de vidrieros en el barrio
permitía crear lazos cercanos que facilitarían el abasto de esos productos en las
202 "Tianguis" es una palabra de origen náhuatl que significa mercado y que se sigue empleando hoy
día en México. Sobre el mercado de San Juan véanse los trabajos de Pascale Villegas (2010: 93-101) y
Beatriz Rubio Fernández (2013: 132-136).
236
tiendas especializadas y la prosperidad de los vidrieros203. Por otra parte, esta zona de
la ciudad fue frecuentada por personas de rango social elevado, especialmente
algunos personajes ilustres vinculados al comercio sevillano que se instalaron ahí
precisamente por la proximidad con las tiendas de sedas. Por su estatus, ellos fueron
potenciales compradores para los abalorios u otros objetos de vidrio que Miguel del
Huerto les pudiera ofrecer para el consumo personal y le permitieron disfrutar de un
entorno social favorable a la satisfacción de aspiraciones de rango204.
Por último, la presencia de vidrieros en la Calle de la Acequia se relaciona con
una situación estratégica para el abastecimiento de materias primas y la venta de sus
productos. La cercanía a la Acequia Real les permitiría un acceso más rápido a las
especies de hierba barrilla autóctonas, que pudieron emplearse para hacer el vidrio, y
que eran transportadas desde las zonas lacustres del Valle de México hasta el centro
de la ciudad por sus canales. En todo caso, ahí también se podían vender sus
creaciones con gran facilidad, exponiéndolas en las tiendas del mercado de la Plaza
Mayor (véase fig. 50), en los sitios y mesillas instalados junto a la acequia o en los
"cajoncitos del Señor San José" que daban para ella (Rubio Fernández 2013: 155-
158).
3.3.2. Puebla de los Ángeles
Hoy en día es bastante cuestionable que Puebla fuera realmente la primera
ciudad americana en disponer de horno de vidrio, tal como afirma el discurso que la
viene destacando en el contexto de la producción vidriera virreinal o incluso
203 Hoy se sabe, por el estudio de algunos inventarios de tiendas de ropa y tejidos, que era en esos
comercios en los que se adquirían también otro tipo de piezas relacionadas con la confección como las
agujas, dedales, tijeras, botones y las sartas de cuentas empleadas en los bordados. Aunque la mayoría
de los registros consultados en el fondo del Consulado de Mercaderes del Archivo General de la
Nación sean posteriores, algunos inventarios o registros de deudas más antiguos que se conservan en el
Archivo de Notarías de México expresan ya esa tendencia. Véase por ejemplo la tienda de Luís Pérez
Coronel donde se vendían, en 1563, medias y diferentes telas además de resmas de papel y tijeras de
barbero (AGNotDF, Fondo Antiguo Siglo XVI. Notario Antonio Alonso, 29 de mayo de 1563,
"obligación de pago", vol. 8, leg. 2, f. 213v y 214v).
204 Uno de esos personajes fue Juan Rodríguez de León que a finales del siglo XV ya vivía ahí. Él
estuvo involucrado en el comercio con Sevilla pero también en la creación del Consulado de
Mercaderes, lo que indica el tipo de personas que residían en la zona y que serían las potenciales
compradoras en esos comercios (García Fuentes 1997: 221). Sobre la especialización de esa calle en el
comercio de las sedas véase el libro de Antonio Rubial (2005: 33) sobre la vida cortesana en la época
de Sor Juana.
237
americana. El trabajo de Miguel Ángel Fernández (1990) en el archivo de Puebla
puso de manifiesto novedosos datos acerca de los inicios de la producción en la zona
pero ha revelado también la escasez de información sobre estos profesionales. El
número de vidrieros que se ha recuperado es notoriamente más reducido que en
Ciudad de México para este período. Eso puede relacionarse con una inferioridad
numérica de artífices instalados ahí, o con su invisibilidad en los procesos
burocráticos que originaron la formación de los documentos conservados hoy día y a
los que el investigador pudo acceder205. En todo caso, la elección de esta zona para
desarrollar una actividad vidriera con capacidad para exportarse a otras partes no fue
fortuita. La ciudad reunía una serie de factores que favorecieron su temprano
desarrollo manufacturero en el contexto virreinal, manteniéndose a lo largo de toda
esa época.
Para ello fue fundamental la existencia de una población residente de origen
peninsular a la que no se le concedió la encomienda, alentándosela a invertir en la
práctica de oficios (Castro Morales 1962: 11-12). En ese contexto, se otorgaron otras
ventajas a sus pobladores que eventualmente beneficiaron de manera más directa a los
vidrieros. La posibilidad de disponer de mano de obra de pueblos indígenas vecinos, a
través de acuerdos con los caciques locales, les proporcionaría los medios humanos
necesarios para construir los hornos y trabajar en las diferentes tareas que implicaba la
producción vidriera. Además, se determinó que los recursos naturales localizados en
las inmediaciones de los territorios indígenas deberían compartirse con los españoles
(Hirschberg 2006: 71). Así se satisfacía la gran necesidad de leña de los talleres
aunque, como se verá más adelante, el tema nunca dejó de ser efectivamente un
problema.
La ventaja más significativa fue seguramente la exención del pago de las tasas
de almojarifazgo y alcabala durante los primeros treinta años de la fundación de la
ciudad (Hirschberg 2006: 71-72). Eso habrá influido en el crecimiento de los flujos
comerciales de su aduana entre los años 1531 y 1561, motivando obras en el edificio a
inicios del siglo XVII (Fig. 51). Para los vidrieros, eso significó una bajada de los
costes de la importación de materias primas a través de las cuales pudieron hacer
205 De los 78 talleres artesanales identificados en los repartimientos de alcabala de la Ciudad de Puebla
realizados en el año de 1612, solo en uno se producía el vidrio. Ese número se mantiene en 1618 pese a
la disminución del computo general de establecimientos, que bajó para 67 (Archivo General Municipal
de Puebla (AGMP), Libros del Cabezón 2, Repartimiento de Alcabalas de 1612, f. 11v-20v. AGMP,
Libros del Cabezón 2, Repartimiento de Alcabalas de 1612, f. 128r-140v).
238
frente a los problemas de adaptación de las fórmulas a los materiales disponibles. Del
mismo modo se facilitaron las exportaciones de sus piezas, justificando las
informaciones indirectas que nos llegan sobre su venta hacia otras partes del
continente206.
En ambos aspectos, su localización estratégica frente a las principales vías de
circulación terrestre y marítima facilitó el aprovisionamiento de los talleres y la
circulación de los productos. Es probable que las redes de distribución de los vidrios
poblanos alcanzara la región del Caribe aunque solo se han recuperado registros de
ese comercio a partir del siglo XVIII. No está de más recordar que los vecinos de
Puebla actuaron como proveedores de harina y bizcocho en esas regiones y que,
asociado a ese comercio, circularon también algunos productos manufacturados que
tantas veces se ignoran y que la investigación de Emilia Gil Blanco (1996: 379-390)
ha traído a la luz.
Paralelamente a las transformaciones tecnológicas, los artífices tuvieron que
invertir en la creación de redes de comercialización en asociación con los principales
mercaderes, de manera análoga a lo que sucedía en los principales centros vidrieros
europeos. Se desconoce si existió una producción enfocada exclusivamente a la
exportación, como solía pasar ahí, o si se trataban simplemente de
excedentes/rezagos207.
Los vínculos entre productores y comerciantes podrían dar algunas pistas
sobre este tema, percibiendo si se mantuvieron relaciones privilegiadas entre ciertos
vidrieros y algunos mercaderes o si, por el contrario, estos compraban al artífice que
les ofrecía el mejor precio. Otro factor a tener en cuenta es la productividad de esos
talleres y que proporción les interesó o fueron capaces de exportar. Sin embargo, la
indisponibilidad de datos acerca del origen exacto de muchas de las piezas que
entraron en los circuitos comerciales y, sobre todo, del maestro que las creó, impide
elaborar mayores consideraciones. Claramente, la referencia al productor se perdía en
el momento que sus creaciones entraban en las redes de circulación y el nombre del
maestro no parece haber sido una más valía en la apreciación del objeto, normalmente
elaborado a gran escala para finalidades utilitarias.
206 Archivo Histórico Municipal de Puebla (ARHIMP), Libro de la Fundación e Establecimiento de la
Muy Noble Ciudad de Puebla, vol. 1, doc. Sin fecha (último doc. con fecha de este legajo es de 1547),
f. 203v-203r. Documento citado por Miguel Ángel Fernández (1990: 47 y 267).
207 Para más información véase la discusión planteada en el capítulo 1 sobre la manufactura de
abalorios en Europa, especialmente en el apartado sobre la zona de Bohemia.
239
Las circunstancias descritas posibilitaron que la población europea extendiera
rápidamente sus intereses más allá del comercio y se dedicara a las designadas artes
mecánicas, aprovechando las condiciones de la zona. Al sacar partido de sus
conocimientos en oficios y técnicas europeas, dedicándose a la producción de objetos
altamente estimados, esas personas alcanzaron un gran éxito económico y ascendieron
socialmente208. Esto sucedió con la industria del vidrio: dominada por familias de
sangre española, fue el único caso novohispano en el que se asoció el vidrio a la
ciudad dónde se hacía. Se creó así una especie de imagen de marca que se relacionó
con criterios de calidad. Lo mismo se podría decir de la loza poblana, cuyos
productores se coaligaron con los vidrieros al punto de constituirse como dos de las
principales manufacturas de la zona.
Los intereses comunes, los materiales y técnicas compartidos por estos dos
ramos de especialidad, favorecieron su agremiación de manera conjunta para sentar
las bases de negocios prometedores. Eso se reflejaría más tarde en la propia
organización manufacturera y en el proyecto de Juan Gómez Villegas de producir
ambos materiales en un mismo establecimiento, confirmado en 1660. La asociación
entre ambos sectores se verificó décadas más tarde en Francia, cuando los productores
de perlas falsas con abalorios se juntaron al gremio de loceros para garantizar su
preeminencia en el sector209.
Tal como sucedía en la Ciudad de México, uno de los factores más
determinantes para la elección de la localización de un horno fue la disponibilidad de
aportes de sosa en las cercanías. Al parecer esta se podía encontrar con relativa
facilidad en las inmediaciones de Puebla, sirviendo a vidrieros y loceros pero también
a otros ramos de producción como el del jabón, la tintorería y minería (Castellón
2014: 77; Sisson 1973: 85)210.
Al comparar las especificidades de Ciudad de México y Puebla de los
Ángeles, no se observan grandes diferencias en las condiciones ofrecidas para la
implementación de talleres de vidrio. Aunque algunas circunstancias particulares
pudieran resultar más o menos atractivas, no fueron lo suficientemente relevantes
208 Además del vidrio, Puebla fue el sitio elegido para realizar varias iniciativas de producción a gran
escala, como por ejemplo la designada "Talavera" de Puebla, cerámica vidriada que imitaba a las
famosas piezas producidas en la ciudad metropolitana del mismo nombre.
209 Sobre este tema véase el capítulo 1, el apartado sobre la producción de abalorios en Francia.
210 Sobre las salinas de Puebla consúltese el capítulo 6.
240
como para admitir la existencia de mayores ventajas para un vidriero. La única
excepción fueron las facilidades fiscales concedidas por Puebla que marcaron
verdaderamente el factor de diferenciación.
Esta política explica la mayor visibilidad de las creaciones poblanas en los
controles aduaneros sobre el comercio externo. Aparentemente, esos vidrios son los
únicos que aparecen en los libros y guías con la denominación de su origen, pero eso
pudo estar más relacionado con la necesidad de diferenciar el régimen fiscal a que
estaban sometidos, que a una ausencia total de las creaciones que se hacían en otras
localidades del Virreinato.
Aunque los vidrios poblanos alcanzaran mayor internacionalización, eso no
significó necesariamente una menor preponderancia del sector en la capital que, como
se vio, fue capaz de atraer a un número considerable de vidrieros. La ausencia de
registros de exportación de sus productos sugiere que los artífices de esa ciudad se
dedicaron sobre todo al abastecimiento interno, con una difusión que se ampliaría por
su radio de influencia hacía otras localidades novohispanas, a través de la actividad de
los mercaderes del Consulado. Asimismo sus creaciones pudieron entrar en los
circuitos del comercio interamericano con la simple designación de vidrio en los
listados de las mercancías a bordo de cada navío o en la carga de recuas.
3.3.3. Otros Centros Productores
Además de los núcleos urbanos referidos anteriormente, existen indicios de
una dispersión más amplia de los hornos de vidrio en otras ciudades y en sus
periferias. En algunos casos ella se asoció a la expansión urbanística en zonas mineras
donde se requeriría la presencia de vidrieros desde el siglo XVI, cuando las labores de
apartado no estaban centralizadas. Como ya se refirió anteriormente, parece haber
existido en San Luis Potosí un taller de vidrio soplado que funcionó al menos desde el
siglo XVII, pero se desconoce el año en que se fundó y los nombres de los vidrieros
que trabajaron ahí. Hasta el presente tampoco se ha establecido una relación directa
entre esta estructura y la actividad de la oficina de apartado de la Real Caja de San
Luis. Las características de los fragmentos recuperados en intervenciones
arqueológicas, esencialmente cuellos y bases, remiten a una producción de
241
contenedores de líquidos. Se tratan probablemente botellas o licoreras de color azul,
verde y marrón que no coinciden con las características de las cornamusas,
consideradas mejores cuanto más transparentes fuesen (Fernández 1990: 86-87).
En Veracruz, el dinamismo portuario estuvo lejos de lograr establecer ahí una
gran comunidad de residentes de manera permanente. Su clima era especialmente
caluroso y la mayoría de las personas se desplazaban allí solo puntualmente, cuando
la llegada de los barcos de la flota atraía a varios comerciantes. En efecto, en la
cartelera de la "prospetiva de rreparo y fuerte y población de San Juan Ulua" de
finales del siglo XVI, se puede leer que:
"(...) la d[ic]ha población tendra como ocho o diez españoles vez[i]nos y los
demas son negros de su mag[esesta]d". Aparentemente ellos vivían en "casas de
madera de navios que se van al traves. Fundadas y fabricadas sobre palios y
debajo la Agua."211.
Hasta la iglesia parece haberse construido en estructuras muy precarias, con
pilares de madera y sin paredes (Fig. 52). Asimismo, la disponibilidad de materias
primas en la región creó las condiciones favorables para el desarrollo de labores
artesanales que vienen siendo olvidadas en los estudios de fondo sobre esa ciudad,
como el libro de Francisco Calderón (1998: 516) o el artículo de Antonio García de
León (1998: 29-45).
El Barrio del Carmen, que no se pudo localizar, fue el sitio elegido por el
maestro Juan de Mora para montar un horno de vidrio que, en 1628, estaba a cargo
del criollo Hernando Ramírez, de 54 años de edad212. Seguramente este no fue uno de
los principales talleres del Virreinato y ni siquiera se sabe qué tipo de objetos se
hacían ahí. Su gran particularidad es que ahí ha trabajado el primer maestro vidriero
mencionado en las fuentes como natural de la Nueva España213.
A juzgar por la edad, él ya llevaba varios años desempeñando el oficio y por
eso se decidió incluirlo en este período aunque la referencia sea posterior a 1618. Su
entorno de convivencia social y su autoafirmación como criollo, en la época utilizado
para definir a los descendientes de africanos nacidos en América, indican que no era
211 AGI, Mapas y Planos-México, 36.
212 AGN, Matrimonios, vol. 48, exp. 94, f. 251v-252v.
213 Lo consideramos el primero porque no hay pruebas suficientes para atribuir ese oficio al indígena
Juan de Santiago que se fue a vivir a Puebla aún en el s. XVI.
242
alguien de la élite sino más bien un individuo con fuertes lazos con la población de
origen/ascendencia africana, llegando a ser testigo del casamiento entre dos esclavos.
Ellos constituían la mayoría de la población fija de Veracruz y, por lo tanto, no es de
extrañar que se dedicaran a algunas artes industriales bajo el mando de un "español".
Estas tendrían como destino el consumo regional o, eventualmente, la exportación
hacia el Caribe, donde hacía escala la flota de camino a Europa y donde
aparentemente no existían aún talleres de vidrio.
El hecho de que Hernando fuera negro de piel sugiere que las artes de vidriería
se extendieron antes entre este grupo que entre los indígenas. En efecto, es posible
que los artífices europeos compraran esclavos de origen africano con experiencia
previa en la producción de este material en Europa para trabajar en la Nueva España,
reduciendo los inconvenientes provocados por la falta de mano de obra especializada.
Aún así, sobre los indígenas recae la sospecha de que hacían abalorios en
Puebla desde 1565. La actividad aparece personificada en el candelero nativo Juan de
Santiago, ya referido anteriormente, que todavía no se pudo determinar si hacía
candelas o cuentas (Gómez García 2010: 173-195)214.
En otras ocasiones, esos especialistas se desplazaron hacia la periferia, a zonas
supuestamente prohibidas a los "españoles". Presionados por el crecimiento de las
ciudades, por la disponibilidad de materias primas para confeccionar sus fórmulas de
vidrio, o simplemente por el elevado precio de la madera en las grandes urbes,
algunos vidrieros peninsulares llegaron a establecerse en los "pueblos de indios",
como Ameca. Sobre todo cerca de importantes explotaciones mineras donde se
requerían sus servicios. Allí seguramente se aliaron con las autoridades indígenas para
beneficiarse de los recursos naturales y de la mano de obra a cambio de productos
curiosos. Entre ellos estuvieron las cuentas de vidrio pero, sin mayores detalles acerca
de sus producciones, no se pueden desarrollar mayores consideraciones al respecto.
Seguramente esas piezas no fueran los únicos ejemplares de vidrio demandados por
los nativos. Por lo que fue posible observar, estos casos serían excepcionales aunque
seguramente existieron muchos más que el de Benito Espinosa y que no quedaron
plasmados en las fuentes, una vez que se encontraban en los márgenes de la legalidad.
214 Fuente citada: AAP, Libro de cabildo, t. 5, f. 43r-44v.
243
3.3.4. El Mercado Consumidor de los Vidrios Novohispanos
Al contrario de lo que sucedió en el modelo británico, no se ha podido
relacionar el fomento a la implementación de una manufactura de vidrio en el
Virreinato volcada hacia el consumo europeo. Hasta el momento no se encontraron
referencias a esas piezas en los cargamentos con destino a España, ni siquiera bajo la
forma de regalo, equipaje, o de muestras para que las autoridades evaluaran su
perfección tal como sucedió con los textiles. Por ese motivo se sostiene que, al menos
en esta fase, los géneros de vidrio americanos no tuvieron la categoría de objeto
curioso para los habitantes de la península ibérica.
Del mismo modo, el mercado asiático no supuso una alternativa relevante para
estos vidrieros. La apertura de una nueva ruta comercial que unió la Nueva España a
Filipinas, a partir de 1565, posibilitó la entrada de muchas manufacturas extranjeras
pero la capacidad de exportar las producciones internas fue algo limitada. Durante la
investigación de archivo no se ha recuperado constancia, para este período, del envío
de vidrios novohispanos a través del Galeón de Manila más allá del consumo interno
de las islas. Del otro lado del Pacífico los vidrios podrían adquirirse más fácilmente
en el mercado interregional que estuvo liderado por los comerciantes de origen chino.
El manifiesto interés por desarrollar el vidrio en la Nueva España tuvo por
objetivo dar respuesta a las necesidades locales. Desafortunadamente la
documentación no arroja mucha información sobre la difusión de las creaciones
novohispanas en el mercado interno ya que raramente se indica la proveniencia de las
piezas. Es posible pensar que algunas de las referencias genéricas en los inventarios
de bienes y en las guías de comerciantes, como "botella de vidrio", puedan
efectivamente aludir a creaciones locales. Para tener una verdadera dimensión del uso
y difusión de los objetos cristalinos extranjeros y de producción regional, habrá que
promover el análisis sistemático de los materiales arqueológicos que hasta hace poco
tiempo seguían siendo desechados por los profesionales mexicanos215.
Aún así, algunos vidrieros lograron exportar sus creaciones dentro del
mercado interamericano. Hasta donde hemos averiguado, la mayoría de los
ejemplares tuvo una distribución relativamente limitada, ya que raramente aparecen
215 En una conversación mantenida con el historiador Miguel Ángel Fernández en 2011, me hizo saber
que durante las excavaciones arqueológicas realizadas en el entorno de la catedral metropolitana de
México se encontraron fragmentos de vidrio plano colorido que fueron enterrados de nuevo, sin
registrarse, por no reconocerse la importancia de estos materiales modernos.
244
en los registros de aduanas terrestres o marítimas de este período conservados en el
AGN - que se revisaron en su totalidad. La única excepción fue Puebla que, por
disfrutar de condiciones especialmente favorables a la exportación, logró colocar sus
producciones en Guatemala y Perú 216 . Esto revela la existencia de un sector
productivo fuerte, con capacidad de satisfacer las necesidades locales y generar
algunos excedentes para la exportación.
Las condiciones que posibilitaron su penetración son muy variadas. El primer
factor a considerar es el propio ritmo de la colonización europea de un territorio que
se presentaba ante sus ojos como un Nuevo Mundo. Después de la experiencia
caribeña, la Nueva España fue el primer lugar donde los españoles se establecieron y
también donde empezaron a desarrollar ciertas actividades económicas como la
vidriería. Eso posibilitó que los talleres de este Virreinato disfrutaran de una posición
pionera que les concedió cierta ventaja sobre los nuevos hornos de vidrio que se iban
fundando en otras ciudades en América del sur, acompañando el movimiento de la
conquista.
Quizás los procesos de adaptación, la localización de materias primas
autóctonas o la mayor facilidad en acceder a materiales importados sean algunos de
los factores que explican por qué los vidrieros novohispanos tenían mejores
condiciones para producir un vidrio de mayor calidad y en cantidades más elevadas
que en otros lugares de América a los que acababan de llegar. Eso justificaría su
capacidad para competir con los nuevos focos de producción tales como Córdoba,
Lima y Guambacho, pero también por qué no logró mantener esas exportaciones
durante mucho tiempo. En el siglo XVII las restricciones comerciales con América
del sur contribuyeron de manera decisiva a que los vidrios novohispanos no lograron
penetrar en ese mercado ni hacer sombra a las emergentes manufacturas de Arica, Ica
o Cochabamba que extendieron sus redes de distribución por el área andina.
Durante el corto período en que se exportaron, su mercado consumidor estaría
compuesto, en gran medida, por la población europea que residía ahí, pero también
por los nativos. En una carta dirigida al emperador, el Procurador de Puebla, Don
Gonzalo Diez de Vargas, expone los motivos por los que dicha ciudad concentró una
216 ARHIMP, Libro de la Fundación y Establecimiento de la Muy Noble Ciudad de Puebla, vol. 1, doc.
sin fecha (último doc. con fecha de este legajo es de 1547), f. 203v-203r. Documento citado por Miguel
Ángel Fernández (1990: 47 y 267).
245
fuerte actividad vidriera. De acuerdo a sus indicaciones esta se destinaba al consumo
de españoles y naturales, así como su difusión por otros territorios americanos.
"(...) [en Puebla] se hazen y labran vidrio de tres suertes blanco cristaleño y verde
y azul, de lo qual se proveen los españoles y naturales de aquellas partes hasta
Guatemala y mas adelante y aun lo pasan al Peru y a otras partes."217.
Por otra parte, los vidrieros de la Nueva España no afrontaron una gran
competencia del mercado de importaciones. La oferta de congéneres europeos no
asumió valores muy destacados en este período (Calderón 1998: 553-555; Romano
1993: 31). Las únicas importaciones anotadas con alguna regularidad fueron los
ejemplares planos y los abalorios, que no comprometieron el desarrollo local de esas
manufacturas en la región218. Curiosamente, a lo largo del siglo XVI empezaron a
surgir algunos nombres asociados a la producción de cuentas de vidrio que
demuestran la ocurrencia de esta especialidad en la zona desde muy pronto y que ella
compitió con las importaciones europeas. En todo caso resulta extraño por qué los
talleres peninsulares aparentemente no potencializaron su crecimiento con base en la
exportación de cuentas para otras zonas gobernadas por la Corona219. Frecuentemente
los investigadores atribuyen los bajos índices de exportación del vidrio peninsular a
los elevados costes de acondicionamiento y transporte, lo que no explica por qué se
detectan más envíos de vidrios extranjeros que españoles a lo largo del período
virreinal. Además, los abalorios podían fácilmente completar las cargas de los navíos
sin el riesgo de quebrase.
A pesar de las fragilidades del argumento señalado, este sirve para explicar la
viabilidad de la vidriería novohispana. Sus costes de producción se fueron abaratando
en la medida que los vidrieros descubrieron materiales alternativos con los que hacer
el producto en América. Eso les permitía ofrecer piezas en grandes cantidades,
adaptadas a las necesidades del público consumidor y con menores riesgos de
pérdidas en el transporte. Eso es cierto relativamente al comercio interno pero
217 ARHIMP, Libro de la Fundación y Establecimiento de la Muy Noble Ciudad de Puebla, vol. 1, doc.
sin fecha (último doc. con fecha de este legajo es de 1547), f. 203v-203r. Documento citado por Miguel
Ángel Fernández (1990: 47 y 267).
218 Además de este tipo de envíos se encuentran otros más raros tales como las dos lámparas que
vinieron de los Reinos de Castilla para Don Gregorio de Mendoza Tamayo en el año de 1563
(AGNotDF, Fondo Antiguo Siglo XVI. Notario Antonio Alonso, 11 de octubre de 1563, "obligación de
pago", vol. 8, leg. 4, f. 348v-349v).
219 Sobre este tema véase el capítulo 1 sobre la producción de abalorios en España.
246
también externo. La mayor proximidad entre los dos Virreinatos que de estos con la
metrópolis pudo favorecer los intereses de los talleres y negociantes locales en
detraimiento de los europeos, porque el riesgo de que se quebraran las piezas de
vidrio en el traslado era bastante menor.
3.4. LA PRODUCCIÓN DE ABALORIOS: CANDILEROS O CANDELEROS
Como ya se señaló anteriormente, el término candilero o candelero fue como
en castellano se designó la especialidad de vidriería que modelaba pequeños objetos
de vidrio soplado bajo el calor del candil. Entre las piezas hechas con esa técnica se
incluyeron las cuentas, de lo cual deriva el interés de conocer mejor este ramo en el
marco del estudio de los abalorios novohispanos. Asimismo, se empleó esa palabra
para referirse a las personas que hacían candiles y velas, provocando serias
dificultades en determinar el oficio cuando las fuentes no refieren más información
acerca de la actividad y producción. Ese es el caso del candelero nativo de Puebla,
Juan de Santiago, que en 1545 recibió permiso para ejercer su profesión en la ciudad
sin que se averiguara exactamente cuál sería. Por eso importa considerar su nombre
en futuras investigaciones sobre el tema220.
Durante la primera fase de la conquista y colonización de la Nueva España
todo indica que los vidrieros no fueron capaces de fundar gremios y que tuvieron que
asociarse a otros profesionales para promulgar ordenanzas que regulaban las tareas
relacionadas a sus labores. Ellos conformaban una comunidad relativamente pequeña
que acudió a la mano de obra local y esclava para asegurar el desempeño de algunas
fases de producción, normalmente fuera del taller o en labores poco cualificadas.
Asimismo existen indicios de que muy pronto algunos artífices se enfocaron en la
manufactura de cierto tipo de piezas. Una de las ramas de la vidriería que emergió
desde el inicio de la presencia europea en la región fue precisamente la de los
candileros.
Según Paloma Pastor (1994: 434 y 802) las primeras fuentes sobre la
producción de vidrio americano se remontan a mediados del siglo XVI pero "con
anterioridad a estas fechas se fabricaron otros objetos de vidrio, como cuentas de
220 Fuente citada: AAP, Libro de cabildo, t. 5, f. 43r-44v.
247
collares y otros tipos de adornos". La autora no menciona los fundamentos de su
argumento, como si se tratara de una idea plenamente consensuada en el medio
académico. Sin embargo, no se ha recuperado en la historiografía del vidrio
americano cualquier afirmación que pudiera inducir en tal noción, lo que nos lleva a
sugerir que en su narrativa influyera una vez más el imaginario preconcebido sobre la
difusión de estos materiales en el Nuevo Mundo. De lo contrario, la teoría sostenida
por Paloma Pastor ampliaría el conocimiento general sobre la manufactura de
abalorios en América aunque, por el momento, no existen fundamentos
suficientemente solidos para considerarla en la presente investigación.
El tratamiento de las fuentes mexicanas ha permitido encontrar evidencias
documentales de la presencia de candileros en territorio novohispano solo a partir de
mediados del siglo XVI, aunque la llegada de los vidrieros fuera anterior. Quizás
futuros trabajos traigan a la luz el nombre de otros artífices que desempeñaron esas
labores en fechas anteriores o se encuentren los vestigios materiales de su actividad,
recuperados por los arqueólogos del Instituto Nacional de Antropología e Historia
(INAH). Asimismo, las afirmaciones de Paloma Pastor nos colocan ante la necesidad
de aclarar algunos aspectos relacionados con la implementación y desarrollo de esta
rama de la vidriería en la Nueva España, así como la definición de sus límites de
actuación. En primer lugar cabe preguntarse si todos los vidrieros estuvieron
autorizados a hacer cuentas y percibir si los candileros dominaban el arte de la
vidriería o si se enfocaron únicamente en la producción de pequeñas piezas al candil.
Los tres candileros identificados en el Virreinato durante la segunda mitad del
siglo XVI e inicios del siglo XVII - Diego de Balderas, Blas Hernández y Ángelo
Carlo - serían las personas más habilitadas para hacer los adornos señalados por la
historiadora. Seguramente, la autora desconocía la existencia de esta rama en la
Nueva España, sobre todo si se considera que su investigación ha identificado algunos
hombres dedicados a esas labores en la península, ya en el siglo XVIII. Ellos
trabajaron como lapidarios en los almacenes de vidrio de la Granja, en Madrid, para
dar forma a los componentes de las arañas y excepcionalmente hacer también alguna
joya bajo encargo. Eso remite a un contexto muy diferente al que motivó la apertura
de talleres centrados en la manufactura de botones, perlas falsas y abalorios en toda a
Europa, y que en el Virreinato fueron labor de candileros.
Por otra parte, no se puede descartar que los vidrieros que no disfrutaran del
título de candilero produjeran ese tipo de piezas, juntamente con otras de carácter
248
utilitario. En ese caso, eso pudo ocurrir de manera paralela a los trabajos de los
candileros o solamente mientras la referida rama de la vidriería no se afirmaba como
una especialidad plenamente instituida en América. Del mismo modo, habría que
ponderar si los candileros realizaron en sus talleres otros objetos de vidrio,
aparentemente más complejos. Para estas y otras cuestiones se encuentran algunas
respuestas, aunque aún preliminares, en las huellas dejadas por los protagonistas de la
implementación de ese arte en el continente americano.
El primer candilero identificado hasta el momento en la Nueva España es
Diego Balderas221. Su nombre aparece mencionado en 1561, asociado al de otros
individuos que eventualmente trabajaron en el mismo taller: un criado mulato,
llamado Juan Sánchez, y el dorador Bernabé Armijo. Es precisamente la relación
entre estos tres hombres lo que lleva a sugerir que Balderas produjera objetos de
vidrio y no candiles o velas. La cercanía entre el candilero y el dorador remite de
inmediato a la colaboración de ambas especialidades en la producción de perlas falsas
de vidrio, tal y como sucedía en Francia y eventualmente también en algunas regiones
de lo que es actualmente España. De confirmarse que esta relación se diseñó en el
marco de las relaciones interpersonales generadas en el ámbito laboral, cabría
explorar si Juan Sánchez era esclavo o un hombre libre, así como la posibilidad de
haber recibido formación en el arte de vidriería en Europa, antes de llegar a América,
como sucedió en otras ocasiones.
Además de sus relaciones laborales, lo que unió a estos tres hombres en un
altercado en Ixmiquilpan (actual Estado de Hidalgo) y que luego sería objeto de
averiguaciones por parte de los tribunales de la Inquisición, no fue la vidriería sino
una historia de impulsos amorosos: Diego Balderas fuera privado de la presencia de
su amada, una indígena llamada Ana con quien había vivido amancebado. Al parecer,
por entonces Ana había compartido también intimidades con Rodrigo de Salazar que
terminó por pedirle oficialmente en casamiento. Temiendo la ira de Balderas, Salazar
solicitó el apoyo del Vicario, quien decidió encarcelarla y clavar su ventana para
evitar que tuviera cualquier comunicación con el exterior. Mientras tanto, también
este sucumbió a los encantos de esa mujer, con quien aparentemente mantuvo
relaciones y la retuvo por su propio interés. Por eso, Balderas reunió a Juan Sánchez y
221 AGN, Inquisición, vol. 32, exp. 12.
249
Bernabé Armijo para romper la ventana, irrumpir en la cárcel y rescatarla, episodio
que le costó la cárcel y una elevada multa en pesos de oro222.
El expediente no aclara el destino de Ana quien, a pesar de indígena, estuvo
manifiestamente sometida a las imposiciones de una sociedad colonial de matriz
patriarcal. Su vida estuvo condicionada por su aparente belleza y la atracción que los
españoles sintieron por ella, así religiosos como seglares, que no dudaron disputar
entre si la apropiación de esta mujer como suya. El conflicto entre los tres hombres
fue de tal orden que requirió la mediación de las instituciones civiles en su resolución.
Controladas también por personas del sexo biológico masculino, las palabras expresas
en los expedientes tampoco reflejan la voz de Ana o sus sentimientos y voluntades.
En efecto, las estrategias empleadas por los varones que competían por ella no
parecen haber demostrado igual empeño en lograr su mayor afecto. Aparentemente su
devenir fue decidido por otros, con el aval de las instituciones coloniales, sin que
lograran resguardar su honor mediante los tradicionales sistema de control. Muchas
veces las instituciones religiosas sirvieron para recluir a una doncella mientras se
aclaraban este tipo de disputas y garantizar su virtud y castidad. Pero en este caso, el
gesto correspondió esencialmente a un intento de aislar a Ana que tampoco la salvó
de los impulsos amorosos de un vicario que debería velar por su honor. Esta virtud,
tan importante en la sociedad virreinal para controlar el cuerpo de las mujeres y sus
libertades en pro de asegurar una descendencia segura, fue la garantía de su futuro.
Pero los mecanismos disponibles no fueron tan eficaces con las mujeres indígenas,
quienes estuvieron más expuestas a esos problemas cuando optaron por abandonar los
pueblos de indios, como parece ser el caso de Ana. En esas ocasiones, integrarse en el
entorno de los europeos supuso aceptar y someterse a sus valores, como el de familia,
aunque eventualmente le resultaran difíciles de entender.
Después del episodio referido no se han detectado más vestigios del paso de
Balderas por América. Sobre sus actividades económicas se puede sospechar que
hasta el momento de su encarcelamiento se dedicó a hacer abalorios y perlas falsas,
por sus vínculos con el dorador. No obstante, no es posible asegurar que
efectivamente dominara el arte de hacer el vidrio, ya que no era imprescindible para el
desempeño de esta especialidad. En este ámbito cabe recordar la discusión planteada
sobre el tema en el capítulo sobre la emergencia de talleres de abalorios en Europa.
222 Para más detalles sobre Diego de Balderas consúltense Quezada 1987: 263-287; Toribio 1914: 251;
Toro 1932: 131.
250
Aparentemente, en algunas regiones como Rouen (Francia), la expansión del sector se
alcanzó mediante una especialización de las fases de producción. Eso condujo a
algunos artífices a comprar barras de vidrio prefabricadas en el mercado interno o en
el comercio exterior, para dedicarse exclusivamente a darle la forma final bajo el
calor del candil. En el caso que nos ocupa, la atribución del título de candilero insinúa
que no estaba necesariamente capacitado para hacer otro tipo de piezas de vidrio y
que eventualmente pudo no dominar las fórmulas para hacer ese material.
Ciertamente eso influiría en su capacidad para ampliar el negocio a otro tipo de
consumos, sobre todo después que su vínculo con Bernabé Armijo se viera afectado
por su encarcelamiento.
La cercanía del candilero con la población indígena lo coloca en un entorno
social que fácilmente induce a pensar que este hombre aprovechó sus conocimientos
para dedicarse a hacer abalorios. Eso lo colocaría en posición de beneficiarse de la
supuesta alta demanda que tuvieron entre los diferentes grupos étnicos que habitaban
el territorio antes de la llegada de los europeos. Sin embargo, tal asociación resulta
esencialmente de los prejuicios que durante generaciones se han propagado en la voz
popular y en los ámbitos académicos sobre la difusión de esas piezas, y que aquí se
tratan de combatir. Lo que la historiografía viene demostrando es que las uniones
entre europeos e indígenas fueron bastante comunes durante este período, sin que eso
significara que la actividad de esos hombres se centrara en las demandas y gustos
aborígenes. Por eso, sin otras evidencias sobre su taller y el tipo de creaciones que se
producían ahí, o sobre su comercialización, no es viable exponer mayores
consideraciones al respecto.
Situación muy distinta a la de Balderas fue la de Blas Hernández. Su nombre
aparece mencionado en uno de los documentos novohispanos más citados por los
investigadores que se han dedicado a estudiar la historia de la vidriería en México. Se
trata de una de las primeras ordenanzas conocidas, que se publicó en el Virreinato,
sobre las labores de vidrio. A pesar de eso, ninguno de los trabajos consultados se ha
detenido en aclarar quiénes fueron los tres vidrieros que protagonizaron esa iniciativa,
posiblemente por desconocer otras fuentes que concedieran mayores informaciones
sobre ellos. En efecto, se desconoce si los demás trabajaron directamente con él, en su
taller, aunque por entonces serían ya artífices influyentes con establecimiento propio.
Los documentos inéditos rescatados sitúan a este hombre en la Nueva España
desde 1595, desempeñando labores de vidriería. Por entonces disfrutaba del título de
251
maestro de candilero y firmaba un concierto para tomar como aprendiz a Ángelo
Carlo, natural de Génova y "estante en México". Los términos del contrato
establecieron que la formación duraría cuatro años, durante los cuales se le pagarían
40 pesos de oro común cada año, comida y casa, comprometiéndose a hacer viajes a
Castilla en el caso de que fuera necesario223. Estos datos son sumamente relevante
para la presente investigación, por diversos motivos.
En primer lugar, ponen en evidencia que los procesos de implementación y
desarrollo de la vidriería novohispana contemplaron una organización de los artífices
por ramas de especialidad entre las que se incluyó claramente la de candilero,
demostrando que existió una demanda capaz de sostener la oferta particular de objetos
ejecutados al candil. Las opciones profesionales de Diego Balderas y Blas Hernández
indican que las técnicas de producción y modelos de organización de las diferentes
ramas de la vidriería se trasladaron a América de manera informal. Eso ocurrió al
margen del proceso legal que reguló posteriormente la actividad, mediante la
formación de gremios y la publicación de ordenanzas.
Si en la práctica existieron personas que ostentaron el título de candilero,
sugiriendo que desempeñaban particularmente esas labores, no se encontró ninguna
alusión concreta a esta especialidad en las ordenanzas publicadas en el Virreinato a lo
largo del siglo XVI que señalara la conformación de un colectivo que actuaba de
manera independiente de los vidrieros. Es cierto que las fuentes para el estudio de las
agremiaciones de vidrieros es muy escasa y es posible que los silencios señalados se
deban a que la documentación no logró sobrevivir al paso del tiempo o a la
organización de las instituciones políticas. Por ahora, cabe pensar que los candileros
trabajaron inicialmente asociados a lo vidrieros y que ni los productores de perlas
falsas de vidrio, como Balderas, sintieron necesidad de separarse del colectivo para
garantizar el control de un nicho de mercado tan rentable. En Europa, esas disputas
ocasionaron alianzas con otros artífices para asegurar el monopolio y evitar que
cualquier vidriero pudiera inmiscuirse en el sector para sacar beneficio. No obstante,
en el Virreinato, la mayor facilidad en adquirir perlas naturales pudo comprometer el
vigor de ese comercio, cuyos precios no serían competitivos comparados al valor con
que se vendían los originales. Por eso, las perlas falsas de vidrio serían uno de los
objetos que hacían los artífices candileros.
223 AGNotDF, Fondo Antiguo Siglo XVII. Notario Antonio de Villalobos, 2 de octubre de 1595,
"concierto de aprendizaje", vol. 179, f. 437v-438v.
252
El segundo aspecto a señalar es que, si existían dudas sobre la capacidad de
Balderas para hacer las barras de vidrio, Blas Hernández conocía el arte de hacer el
vidrio, disfrutando del título de candilero pero también de vidriero, como aparece
mencionado en ocasiones posteriores. Si bien es posible que aprendiera primero a
modelar objetos bajo el candil y más tarde las fórmulas para hacer ese material, las
datos rescatados demuestran que algunos de esos artífices estaban capacitados para
ejecutar todas las fases de producción. Más difícil de determinar es si en esos casos,
ellos se dedicaron también a hacer otro tipo de piezas, acumulando especialidades
para abarcar un mercado de consumo mayor, lo que en principio no sería permitido
por las organizaciones profesionales. Otra posibilidad es que Blas Hernández
renunciara a los trabajos de candilero al adquirir el título de vidriero, lo que
justificaría que nunca más fuera señalado en las fuentes como candilero.
Explorados los aspectos relacionados con el lugar que ocupó la especialidad
de candilero en el contexto de la vidriería, nos interesa centrar la atención en Ángelo
Carlo y su relación con Blas Hernández. El expediente concede alguna información
sobre el proceso de aprendizaje y propagación de conocimientos en el ámbito de los
talleres de vidrio, aclarando que eso ocurría mediante pago de una cuantía pero que,
además, se le daría casa y comida224. Tales condiciones siguen el mismo esquema
empleado en la península por los vidrieros y otros oficios pero, un dato novedoso que
no deberá escapar a nuestro análisis, es la disponibilidad para viajar a Castilla en el
caso de que fuera necesario. De eso se entiende que mantendría redes con los
vidrieros castellanos, piezas clave para garantizar el éxito de sus labores,
eventualmente al facilitarle el acceso a materias primas, herramientas, o los avances
que hacían en las fórmulas y manejo del vidrio.
Uno de los aspectos más novedosos de este concierto de aprendizaje es que
documenta, por primera vez, la circulación de aprendices originarios de la península
itálica. Ese episodio coincide con el período de crecimiento de la banca genovesa y de
sus estrechos lazos con Carlos V para financiar la Corona, destapando que esas
relaciones políticas y económicas repercutieran en otros ámbitos. Tal cercanía influyó
en el desarrollo de la vidriería novohispana mediante la circulación de aprendices que
recibieron formación ya en el Virreinato. La especialidad elegida le permitía hacer
pequeños objetos modelados bajo el calor de un candil, sobre todo cuentas de vidrio,
224 AGNotDF, Fondo Antiguo Siglo XVII. Notario Antonio de Villalobos, 2 de octubre de 1595,
"concierto de aprendizaje", vol. 179, f. 437v-438v.
253
que curiosamente constituyeron uno de los objetos por los que se hicieron famosos los
talleres de Venecia y Murano, enemiga histórica de la República genovesa. Por otra
parte, Génova mantuvo estrechas relaciones con la Corona, mediante la concesión de
créditos y se convirtió "en uno de los principales vértices geoestratégicos del sistema
imperial hispánico" en su disputa con Francia, a pesar de que mantuviera su
autonomía y no incorporara los dominios territoriales de la monarquía (Herrero 2005:
10). Como señala Manuel Herrero Sánchez (2005:17), el ámbito de esta relación de
interdependencia no se circunscribió a las operaciones de tipo financiero sino que
repercutió en la circulación de artífices, un tema que observó no estar aún
suficientemente estudiado y para el cual se aporta una pequeña contribución.
Sería interesante entender si Ángelo Carlo era vidriero y si conocía las
formulas italianas para hacer ese material antes de colocarse como aprendiz de Blas
Hernández en las artes de candilero. En ese caso, se desvelaría otra de las vías de la
influencia italiana en el vidrio novohispano y eventualmente en las creaciones de Blas
Hernández, que lograría ver de cerca sus técnicas para hacer los tubos de vidrio con
que luego practicaría hacer pequeños objetos bajo su orientación.
En 1596 se vuelve a tener noticia de Blas Hernández, ahora en el ámbito de
unas censuras eclesiásticas que aparentemente no afectaron su prestigio social ni la
preeminencia que logro alcanzar entre los compañeros de oficio. El motivo de tales
censuras fue averiguar si el vidriero se encontraba ya casado en Castilla, después que
se lanzara tal sospecha en una conversación entre Francisco Durán y Cristóbal
Manuel225. Pero lo que nos interesa destacar del expediente es que, en esa ocasión, se
llamó a declarar ante notario público al vidriero Juan de Quiroz para aclarar esa
cuestión. Sobre eso contestó lo siguiente:
"Dixole Fran[cis]co Duran que no era mas casado en Castilla dixo Blas
Her[nán]d[e]z quo lo oyera de dixo X[ris]toval Manuel con su muger Por
donde. que siendo ese que declara que se dixo Blas Hernandez sse ha casado en
Castilla y por descargo de su conciencia y Por aber dixo Francisco Duran dijo y
declaro lo que acerca de ello save (...)."226 (resaltados en negrita de la autora).
Los rumores, propagados primero por Cristóbal Manuel y después por
Francisco Duran, ocurrieron en el entorno de las relaciones de confianza de Blas
225 AGN, Indiferente Virreinal, vol. 5990, exp. 38.
226 AGN, Indiferente Virreinal, vol. 5990, exp. 38.
254
Hernández, por aquellos que supuestamente le habían acogido en su casa, haciéndolos
llegar a oídos de compañeros de profesión como Juan de Quiroz. Sería interesante
averiguar si los demás personajes involucrados en el chisme compartían el mismo
oficio y si el traslado de este vidriero a América contó con el apoyo de otros vidrieros
previamente establecidos en el Virreinato, como Rodrigo de Espinosa, cuestiones que
por el momento quedan abiertas.
Por el momento, lo que se sabe es que, en 1617, él gozaba de una posición
suficientemente influyente para asociarse con los vidrieros Francisco Prieto y Joan de
Mora, así como algunos apartadores, a fin de que se publicara una ordenanza para
regular la recolección de la barrilla227. La evidencia de que el artífice entabló una red
de relaciones estratégicas entre sus pares y profesionales de la minería que fueron
imprescindibles para el desempeño de su oficio, le coloca en una posición destacada
en la vidriería novohispana. De confirmarse que aún se dedicaba a las labores de
candilero, significaría que esos artífices disfrutaron de un margen muchísimo más
amplio que en la península para alcanzar una preeminencia en el sector.
La historia de los tres candileros rescatados indica que en este período la
actividad no se había formalizado como una verdadera especialidad independiente de
la vidriería. El hecho de que Blas Hernández disfrutara del título de vidriero sugiere
que el sector pudo no ser capaz de congregar un conjunto de artesanos dedicados
únicamente a esos trabajos pero habrá que seguir ahondando en esta cuestión. La
división entre las varias ramas de la producción vidriera se vuelven más claras a lo
largo de los siglos XVII y XVIII, cuando se asistió al reparto del mercado de
consumo para evitar problemas entre una comunidad de vidrieros más amplia y con
tendencia a expandirse.
Asimismo, la presencia de maestros de candilero desde esta fase tan temprana
se justifica si efectivamente existió un mercado de consumo amplio que viabilizara un
negocio enfocado en la producción de este tipo de objetos. Si bien la especialidad no
se limitaba a hacer abalorios, la mayoría de sus creaciones serían adornos para el
cuerpo de indígenas y españoles, que por entonces se encontraban en clara minoría. A
riesgo de incurrir en las ideas preconcebidas que se tratan de evitar, se sugiere que
este sector pudo ser impulsado por la expansión de la conquista española hacia otros
territorios americanos. Precisamente por las narrativas que circulaban en la época, los
227 Ordenanza confirmada por el Marqués de Guadalcázar (AGN, Ordenanzas, cont. 2, vol. 3, exp. 32,
f. 38v).
255
conquistadores demandarían esos objetos para su uso personal y también para
intercambiar con las poblaciones autóctonas con que entablaban contacto por primera
vez. La existencia de una manufactura en la Nueva España posibilitaría la adquisición
de esos géneros a precios más razonables, en cantidades mayores y con mayor
agilidad que aquella que podían prestar las comunicaciones comerciales con la
península, desde donde se exportaron abalorios y botones de vidrio a lo largo de todo
el período de la administración española.
3.5. VESTIGIOS ARQUEOLÓGICOS DE LA CIUDAD DE MÉXICO - LA
IGLESIA DE SAN GABRIEL ARCÁNGEL, EN TACUBA
A modo de introducción de este apartado debemos señalar que las obras en el
metro de la Ciudad de México, realizadas en la década de 80 del siglo pasado,
supusieron una importante participación del equipo de la División de Salvamento
Arqueológico del INAH228. Una de las intervenciones que tuvieron lugar entonces fue
el designado "Proyecto Metro Línea Siete". Durante la segunda etapa de los trabajos,
centrada en el atrio de la Iglesia de San Gabriel del convento de San Francisco, se
recogieron algunas cuentas de vidrio del siglo XVI. Su estudio permite acceder al
aspecto que tuvieron los primeros ejemplares que llegaron a América, quiénes fueron
las personas que los portaron y los usos específicos que conocieron durante los
primeros años de la presencia española en esa ciudad.
En este caso, su empleo se vinculó al ámbito de las prácticas funerarias y a los
complejos sistemas de creencias que caracterizaron la convivencia entre personas que
habían nacido en mundos completamente diferentes entre si. La realidad que
vislumbraban todas ellas en ese momento era también muy distinta a aquella que
habían percibido hasta entonces, repleta de seres y objetos nunca antes imaginados y
con los que pasaron a convivir de cerca.
228 En México, la arqueología constituye una competencia exclusiva del Estado, estando prohibida
cualquier actividad empresarial. La ejecución de trabajos arqueológicos así como la conservación y
divulgación de ese patrimonio se encuentran bajo la tutela del Instituto Nacional de Antropología e
Historia. Este organismo cuenta con varios departamentos dedicados específicamente a esta área de
intervención, entre los cuales se encuentra Salvamento Arqueológico, más enfocado en realizar
acompañamiento de obras. Su creación se vinculó a los primeros grandes emprendimientos públicos en
la Ciudad de México, durante los años 30 del siglo pasado, precisamente asociados a la creación de
infraestructuras para el transporte subterráneo.
256
En ese nuevo entorno, españoles e indígenas protagonizaron interesantes
diálogos que cambiarían substancialmente la apariencia y el intelecto de cada uno.
Algunas de estas mudanzas germinaron y/o se expresaron en el campo de la cultura
material, como por ejemplo en los actos en los que se manipularon las cuentas de
vidrio. Sobre este aspecto, se sostiene que la cultura material se asocia de manera
estrecha a la construcción de la corporalidad del individuo y que la introducción de
los abalorios en América repercutió en las comunidades indígenas para conformar
nuevos cuerpos amerindios pero también en los europeos y su corporeidad.
Para los aborígenes, esos adornos de vidrio se presentaban como algo
completamente novedoso y, como tal, con un enorme potencial simbólico. Este se
desarrolló de manera diferente en el seno de cada grupo y supuso complejos procesos
de incorporación. La transformación de estos objetos extranjeros en elementos
constitutivos de la identidad de ciertos grupos o de algunos de sus sectores
poblacionales se operó mediante procesos estéticos. A veces se reconocían similitudes
con otras piezas empleadas hasta entonces pero, en otros casos se ampliaba el
espectro de significancia de sus congéneres prehispánicos cuando las cuentas
castellanas suscitaban nuevas asociaciones alegóricas. Estas dinámicas eran
proporcionadas por el aspecto del objeto o por los cambios en las dinámicas
cotidianas generadas por la presencia europea y que creaban el marco para imaginar
nuevos mundos simbólicos, contextos de usos o estratégicas de diferenciación.
La captación del potencial semántico de las cuentas revela la agencia de las
comunidades autóctonas en esos procesos y que tantas veces le viene siendo negada
mediante un discurso académico que considera la incorporación de la cultura material
europea de manera pacífica y como evidencia de su supremacía tecnológica. A
sabiendas de que se trataba de un género extranjero, propio del colonizador, la opción
de incorporar ese valor y transformarlo en su beneficio, demuestran la intencionalidad
indígena de "domesticar lo exótico", concepto tantas veces utilizado para referirse a
los procesos de incorporación de objetos orientales en Europa y que
sorprendentemente no ha sido explorado en el ámbito de la perspectiva indígena sobre
los materiales europeos. Su autoría e ingenio se manifiesta igualmente en la demanda
específica de cierto tipo y color de cuenta, así como en las opciones de uso y en los
procesos técnicos mediante los cuales se fabricaron nuevos objetos con esos
materiales, obedeciendo a una lógica estrictamente indígena que no cabe en el
257
concepto de hibridismo tradicional sino que revela el surgimiento de algo enteramente
nuevo.
Para los españoles, los abalorios eran sobradamente conocidos y existen
estudios que atestiguan su uso continuado en la península desde época prerromana
(esencialmente a partir del siglo V a.C.), pero la percepción sobre los mismos se
transformó ante la mirada de los nativos americanos y de sus cuerpos con cuentas de
vidrio. De tal forma que se generó un discurso que las asoció a "baratijas sin valor"
demostrando el poder de las agencias de la alteridad en la constitución del individuo.
Estas fuerzas e ideas vigoraron a la par que se imponía progresivamente una moda de
ropas bordadas y joyas de abalorios, hechos por los principales maestros vidrieros.
Esos materiales funcionaron como marcador social de las élites peninsulares y
americanas sin que aparentemente eso provocara contradicciones con el alegato
anterior, haciendo piezas de gran valor mediante la aplicación de "baratijas". Por ese
motivo se sostiene que las mismas piezas tuvieron en la Nueva España una doble
función. Por un lado, sirvieron para crear corporalidades diferentes que identificaban
el individuo con su entorno socio-cultural específico pero, por otro, compartieron
algunos modelos de cuentas. Al aplicarse de manera diferenciada y sobre objetos
distintos, sus cuerpos se percibían también desiguales. No obstante, en ciertas
ocasiones el espectador alternó entre el enfoque lejano, que le permitía ver el
contexto, para centrar su mirada en las particularidades de los elementos constitutivos
del objeto, mediante el cual percibía aspectos aparentemente compartidos. En esos
casos, la morfología de las cuentas estableció puentes entre las diferentes culturas
para acercarlas, idea sobre la cual se tuvo oportunidad de explorar en un trabajo
anterior basado en unos expedientes de la Inquisición (Martins Torres 2017b: 567-
578). Por todo ello, la presencia de esos adornos en el registro arqueológico no se
asoció necesariamente a la presencia indígena como tendencialmente se viene
asumiendo. Nuestro análisis se centrará en las ideas señaladas anteriormente para
reflexionar sobre el sentido de las cuentas de vidrio encontradas en una de las
sepulturas de la mencionada iglesia franciscana.
La iglesia de San Gabriel Arcángel constituye una de las fundaciones iniciales
de la orden Franciscana en la Nueva España. Los primeros religiosos que pisaron esas
tierras, en 1523, fueron los flamencos Pedro de Gante, Juan de Tecto y Juan de Aora,
quienes conformaron la misión creada por orden directa del rey Carlos V. Su número
aumentaría un año después, a 13 de mayo de 1524, cuando arribaron los 12 frailes
258
enviados por el Papa Clemente VII. Fue entonces cuando se dirigieron juntos desde
Tlaxcala a Ciudad de México, siendo recibidos por Hernán Cortés con grandes
exequias. En esa ocasión, durante el mes de junio de 1524, el conquistador les
concedió un solar para que construyeran allí aquella que fue la primera iglesia y
monasterio del Virreinato. Durante mucho tiempo, la localización exacta de ese
templo generó ciertas dudas, por haber sufrido varias reedificaciones, pero la cuestión
parece haber sido finalmente aclarada por Josefina Muriel (1978: 1-33), en un
excelente artículo sobre las primeras fundaciones de ese orden religioso en la Ciudad
de México.
Así, todo indica que la primitiva iglesia pudo construirse antes mismo de la
llegada de los franciscanos a la ciudad, y tener un aspecto muy rudimentario. El
objetivo sería tan solo disponer de un sitio donde recibir a los frailes y que ellos
pudieran realizar ahí el primer capítulo franciscano al que finalmente asistieron
españoles e indígenas. El local elegido se situaba estratégicamente junto a las casas de
Cortés (Fig. 53), donde antes había existido el altar a Huitzilopochtli, en el Templo
Mayor. Las propiedades del conquistador, más tarde reclamadas por sus
descendientes, aparecen señaladas en un diseño con el título de "descripción de la
cuadra del s[eñor] marqués del Valle en México"229. De ese documento cabe destacar,
en la zona inferior, la presencia de un lote con "çaguan", situado entre la Calle
Acequia y la Calle Tacuba, donde se lee que
"(...) este compas tomó [los e]dificios de las casas prinçipales del marques y
tiendas del ospital de n[uest]ra S[eñora].".
"(...) desde esta esquina del [convento de (?)] San F[rancis]co de tacuba [sic] ques
el lienço que mira a la yglesia mayor ay çi[ncuenta (?)] [sic] y una tiendas y el
çaguan o portada de las casas prinçipales del marques que se an [?] con las
moradas que ay sobre ellas."230.
Si bien diferentes fuentes llegan a afirmar que la iglesia y el monasterio se
situaban en la Calle de Tacuba, ninguno de esos templos debe confundirse con la
Iglesia de San Gabriel, ubicada en el barrio del mismo nombre. Sobre esta fundación
franciscana ha trabajado Emma Pérez-Rocha, que investigó sobre la villa de Tacuba
durante la época virreinal (Pérez-Rocha 1982, 1995: 87-112, 1997: 27-39) y llegó a
229 AGI, Mapas y Planos-México, 52.
230 Se señala con "[?]" nuestra interpretación del texto que existiría originalmente en la zona fracturada
del folio y que corresponde a un pliegue.
259
recopilar una gran cantidad de documentación sobre la iglesia de San Gabriel, aunque
esencialmente sobre fechas más tardías (Pérez-Rocha 1988). La autora cuenta aún con
un artículo escrito en colaboración con Teresa Serrano Espinosa donde ambas
intentan reconstituir la historia de la fundación y evolución de la parroquia (Serrano y
Pérez-Rocha 1998). Esas publicaciones constituyen un importante aporte al tema pero
existen fuertes lagunas sobre los primeros años de la instalación de los franciscanos
en esta localidad que las investigadoras no pudieron aclarar por falta de fuentes
archivísticas y arqueológicas. Asimismo hay algunos aspectos que deberán tenerse en
consideración para entender mejor la fase de transición política, social y religiosa que
ocurrió con la instalación de los españoles en esta región y a partir de los cuales se
interpreta la colección de cuentas de vidrio recuperada en ese lugar.
En época prehispánica Tacuba se conocía con el nombre de Tlacopan, que
significa literalmente "sobre las jarilla" o "sobre los mimbres" y su importancia en la
zona estuvo asegurada por su participación en la Triple Alianza, juntamente con
Texcoco y Tenochtitlán. La pertinencia de esa información no pasó desapercibida a
los religiosos que se instalaron ahí durante los primeros años de la conquista,
apareciendo plasmada en el informe sobre las diferentes parroquias de la Nueva
España, más conocido como Códice Franciscano (1889), compilado antes de 1570.
"Una legua de México, casi al Poniente, tenemos otro monesterio de la vocación
de Sant Gabriel, en el pueblo de Tlacuba, cuyo señor solía ser uno de los tres
reyes que había en el señorío mexicano, porque era el de México superior y como
Emperador, y el de Tlacuba y el de Texcoco casi son iguales; (...)" (García
Icazbalceta 1889: 9).
El referido documento es una de las fuentes más relevantes para el estudio de
los primeros años de la colonización de Tacuba, sobre todo cuando se considera que
no se conocen muchas más fuentes escritas que aludan a este período inicial de la
presencia europea en la zona. No obstante su importancia, no se sabe exactamente la
fecha en que el cura de esa parroquia redactó el informe, el mismo que luego se anexó
a las demás informaciones reunidas por los religiosos establecidos en otras regiones
del Virreinato, para enviarse a España. Lo único que se puede asegurar es que la
información contenida en esos textos alude a una realidad ligeramente anterior a esa
fecha de 1570.
260
La llegada de los europeos a Tlacopan supuso considerables cambios políticos,
económicos y sociales que afectaron profundamente a las comunidades indígenas ahí
instaladas. En esta nueva coyuntura, los líderes autóctonos lograron que su señorío
fuera reconocido por las autoridades coloniales y que la villa mantuviera la posición
de cabecera de la región, concediéndosele el título de ciudad al poco tiempo. En 1553,
la Audiencia de México creaba oficialmente la Alcaldía Mayor de Tacuba y, en 1569,
esta ya funcionaba como estructura político-territorial. A pesar de todo, los límites de
la jurisdicción prehispánica se vieron fuertemente reducidos, extendiéndose desde las
orillas occidentales del Lago de México hasta la cumbre de la Sierra de las Cruces
(González Gómez 2004: 90-91; Pérez-Rocha 1982: 31, 1996: 152).
A partir de entonces se instalaron ahí diversas haciendas dedicadas al cultivo
del trigo y de la vid, así como espacios de recreo para el disfrute de la élite
novohispana que se extendían a lo largo de todo el camino hacia México, como
describen los franciscanos Antonio de Ciudad Real (1551-1617) y Alonso de San
Juan:
"De Tlacuba a México hay una legua, como dicho es, de camino muy deleitoso de
huertas y casas de placer por una parte y por otra, en que se dan [en 1585] muchas
y muy buenas frutas de Castilla, mucha rosa castellana, trebol, hinojo, cardos y
todo género de hortaliza; es en conclusion aquello la recreacion de México."
(Ciudad Real y San Juan 1873: 228).
Fue precisamente para promover la evangelización de los indígenas y atender
a los cristianos recién llegados que se fundó la iglesia de San Gabriel, obedeciendo a
la austeridad que proclamaba la orden. Los datos proporcionados por los trabajos
arqueológicos dirigidos por Rubén Manzanilla indican que el edificio se erigió en el
mismo local donde antes se situaba el recinto ceremonial prehispánico. La opción de
ubicar el templo católico donde se venía practicando el culto a los dioses considerados
"paganos" parece corresponder a una estrategia deliberada, adoptándose el mismo
modelo que se había implementado en el centro México-Tenochtitlan. En efecto, en el
Códice Franciscano (1889), compilado antes de 1570, consta una "Relación particular
y descripción de toda la provincia del Santo Evangelio, que es de la Orden de Sant
Francisco en la Nueva España", en la que se tejen consideraciones acerca del
arzobispado de México y la adopción de dicho método:
261
"Tiene la población de los indios dentro de México, sin esta capilla [de San José],
otras cuatro iglesias ó ermitas, las cuales les hizo edificar Fr[ay] Pedro de Gante,
porque en aquellos cuatro barrios, como en cabeceras que eran de México, solían
ellos tener en tiempo de su infidelidad los principales templos de sus ídolos, y
pareció convenir que adonde hubo particular memoria y adoración en los
demonios, la hubiese ahora de Jesuscristo nuestro Redemptor, y veneración de sus
santos." (García Icazbalceta 1889: 7).
Emma Pérez-Rocha y Teresa Serrano Espinosa (1998: 47-48) sugieren que la
explanada correspondería a la plaza citada por Cortés y que Bernal Díaz del Castillo
menciona como "los patios de Tacuba". Probablemente es esa la terraza que aparece
representada en la copia de un mapa antiguo, compilado en un expediente de
delimitación de tierras, creado durante la primera mitad del siglo XVIII (Fig. 54) 231.
En ese documento, el pueblo de Tacuba se señala aún con el nombre
prehispánico de Tlacopan, simbolizado en el diseño de una estructura de doble talud,
con una puerta en forma de arco en la parte inferior232. Ese ícono es el mismo que
corona el Cerro de Amola, junto a unas cruces, por lo que se avanza con la posibilidad
de que ambos aludieran al mismo tipo arquitectónico o, como mínimo, a un espacio
que tuvo la misma función. Sus características son muy distintas de las que se
emplearon para dibujar la iglesia de Juchitepeq [Xuchitepec], donde se distingue
claramente un campanario, la fachada y una pared porticada.
Respecto a la fecha exacta de la fundación del templo católico, no se dispone
de datos suficientes. Martha Fernández García (2002: 20-24) sostiene que en 1556
existía ya en la zona una iglesia de planta basilical pero la mayoría de los autores
atribuye su inauguración al 6 de octubre de 1566, fecha en que se asistió a la
consagración de la sacristía (Bueno 2014: 313-314; Chavero 1902: 524; Kubler 1968:
577). Por lo que nos fue posible averiguar, existen indicios de que eso ocurrió con
anterioridad o que se prestaron servicios religiosos antes de la inauguración de la
iglesia, lo que sería considerado poco adecuado. El argumento principal se encuentra
en un documento citado en la tesis de maestría de José Antonio González Gómez
231 En una nota del catálogo digital del Archivo de Indias se aclara que el original en que se basó esta
copia es anterior a 1611 pero, si se considera que en esa fecha aún no habían empezado la construcción
del templo franciscano, se podría afirmar que su elaboración tuvo que ocurrir mucho antes. Su creación
se puede ubicar, como muy tarde, en la segunda mitad del siglo XVI, cuando se fundó la Iglesia de San
Gabriel.
232 La estructura arquitectónica que simboliza Tlacopan fue diseñada de tal manera que la línea que
delimita la parte superior del edificio sirvió para tachar un nombre. Al ampliar el imagen nos parece
que la palabra original sería "Yltepec" pero no es posible asegurarlo.
262
(2004: 174), aunque el autor no percibiera la relevancia de la información recopilada
para este tema en concreto. A lo largo de su exposición se refiere a un "español" de
nombre Sebastián de Aparicio, constructor de carreteras y transportista, que en 1562
se casó con una joven indígena. Su matrimonio no duró mucho, quedando viudo al
año siguiente. El local elegido para oficiar la ceremonia de casamiento y dar sepultura
a su esposa fue precisamente la iglesia de San Gabriel Tacuba, prueba de que los
franciscanos ya habían empezado su labor de evangelización en la zona y oficiaban
los sacramentos en el templo, lo que en teoría solo ocurría después de su
consagración.
Los datos disponibles sobre la fundación del convento son igualmente
confusos. A través del Códice Franciscano (1889) se sabe que el edificio ya existía en
1570 y que por entonces vivían ahí algunos religiosos:
"Moran en el monesterio de Tlacuba cuatro frailes, los tres sacerdotes y el uno
lego. De los sacerdotes sólo el guardián predica á los indios, y es confesor de ellos
y de españoles. El segundo solamente es confesor de los españoles, porque no
sabe la lengua. El tercero es confesor de solos los indios. Los vecinos de Tlacuba
serán al pie de cinco mill, en la cabecera y en los subjetos, que son quince
poblezuelos ó aldeas. Los encomenderos deste pueblo son Juan de Andrada, que
está allá en España, y Pedro Cano y Gonzalo Cano." (García Icazbalceta 1889: 9).
Pese a que ya estuviera habitado, es probable que las obras del convento aún
no hubiesen finalizado en ese momento puesto que, de acuerdo a las palabras de
Diego Cortés Chimalpopoca, cacique de Tacuba, eso solo ocurrió en 1573 (Díaz
Flores 2002: 102 y 104). Aparentemente, esa labor contó directamente con el apoyo
del cacique Juan Cortés (Díaz Flores 2002: 103) y, según el relato de dos frailes que
acompañaron la visita del comisario fray Alonso Ponce, al pasar por ahí a 29 enero de
1585:
"El convento de Tlacuba está acabado, con su iglesia, claustro, dormitorios y
huerta, en la cual se dan muchas nueces, higos, uvas, peras, duraznos, priscos,
manzanas y otras frutas, y mucha y muy buena hortaliza, riégase todo con agua de
pié, que entra en ella. La vocacion del convento es de San Gabriel, moraban en él
cuatro religiosos; visitólos el padre Comisario y detúvose con ellos aquel dia y el
siguiente." (Ciudad Real y San Juan 1873: 228-229).
263
Por entonces el convento conformaba ya un complejo compuesto por iglesia,
claustro, dormitorios y una huerta, aunque seguían viviendo ahí únicamente cuatro
religiosos. Todo eso nos hace pensar que la comunidad religiosa no habría logrado
ejercer una fuerte preeminencia en la zona, no apareciendo siquiera representado en la
cartografía de la época como símbolo de la ciudad, al contrario de lo que sucede
respecto a otras localidades señaladas en el mapa de la obra del desagüe de la laguna
de México (Fig. 55).
En efecto, la falta de religiosos para poblar el convento hizo imprescindible la
colaboración de indígenas para realizar todo tipo de tareas, especialmente en los
trabajos de mantenimiento diario y en la huerta. Por eso, a 18 de enero de 1588 se
ordenó que el repartidor de Tacuba le concediera ocho nativos para que trabajaran ahí
por el tiempo de cuatro meses233. Ellos convivieron de cerca con los religiosos y el
rastro de sus vidas en ese local quedó necesariamente plasmado en el registro material
rescatado durante la excavación arqueológica, a la par que el de los "españoles" que
frecuentaron la iglesia.
Más allá de la fecha exacta en que se construyó el templo, los franciscanos
hicieron duras críticas al modelo de colonización adoptado en la zona, sin que
tuvieran capacidad para influir positivamente en ello. A juzgar por la relación de esa
parroquia, los europeos empezaron a expropiar las fértiles tierras indígenas para
instalar ahí sus haciendas e implementar nuevos cultivos. Ese proceso repercutió
directamente en el tradicional sistema agrícola y en su modelo económico, como lo
demuestra Emma Pérez-Rocha (1996: 151-162) en un artículo sobre la explotación de
las tierras de Tacuba en época virreinal. De tal manera la presencia europea fue
avasalladora, que los franciscanos llegaron a afirmar que:
"(...) y ahora es Tlacuba todo nada y cosa perdida y sin cabeza, por haber
desposeído á los indios que eran señores, de sus señoríos, y porque los españoles
de México se les han entrado en aquel pueblo y tomando sus tierras á los naturales
de él, que no les han dejado por aquella parte de hacia México cosa ninguna ni
palmo de tierra hasta las paredes de junto del monesterio, para hacer sus huertas y
casas de recreación y labranzas que por allí tienen." (García Icazbalceta 1889: 9).
Las palabras del fraile franciscano responsable por proporcionar esa
información describen un escenario en el que las poblaciones autóctonas se vieron
233 AGN, General de Parte, vol. 5, exp. 539, f. 259r.
264
despojadas de prácticamente todas sus propiedades. Por eso, durante la primera mitad
de esa centuria, los indígenas realizaron varias demandas para reclamar sus derechos.
El caso más conocido es, quizás, el pleito contra el gobernador Tejada, quien se
apropió estratégicamente de unas fincas en Tacuba (Reyna 1995: 73; Ruiz Medrano
1991: 245-258). Este tipo de conflictos se perpetuó a lo largo del siglo posterior,
condicionando las relaciones entre indígenas y europeos que frecuentaban el convento
de Tacuba ya fuera para asistir a misa, confesar sus pecados, bautizarse, casarse o,
después de muertos, para enterrarse ahí.
3.5.1. La Excavación
Las primeras excavaciones junto a la referida iglesia se llevaron a cabo entre
octubre de 1981 y enero de 1982. En esa ocasión se localizaron 20 entierros primarios
y un osario situados en el costado norte del edificio, junto a la entrada, que fueron
datados de época virreinal y del siglo XIX. Los cuerpos se encontraban en decubitus
dorsal extendido y con los brazos cruzados sobre el pecho o el vientre, siguiendo la
pauta del ritual católico. Aunque la orientación de los mismos no fuera uniforme,
todos miraban hacia la entrada del templo.
En diciembre de 1982 tuvieron lugar nuevos trabajos, de carácter puntual,
junto al costado norte del ábside de la iglesia. Durante los mismos se identificaron tres
enterramientos primarios y secundarios que obedecían a las mismas características.
Así mismo, la excavación alcanzó niveles prehispánicos, determinándose que las
estructuras de la Iglesia y del Convento de San Francisco se habían implementado
sobre una plaza prehispánica, asociada al recinto ceremonial de Tlacopan (actual
Tacuba). Todo eso demostraba la importancia de seguir explorando el potencial
arqueológico del sitio, lo que ocurrió durante la campaña dirigida por Rubén
Manzanilla, durante los años de 1984 y 1985. Por entonces, las obras para la
construcción del túnel de conexión entre la línea siete y dos del metro de la capital
afectaban la estabilidad del edificio y suscitaron la necesidad de centrarse en la zona
del atrio de la iglesia.
Durante la primera etapa de esta segunda fase, designada excavación extensiva
8, las labores se localizaron en la esquina suroeste del Convento de San Francisco.
265
Bajo el piso actual del atrio se encontraron entonces diez entierros directos, situados a
distintos niveles de profundidad y que, a evaluar por la secuencia estratigráfica,
deberían pertenecer a los siglos XVI y XVII (Manzanilla 1985: 60)234. Cinco de ellos
se trataban de sepulturas individuales y otros cinco de tipo colectivo: tres de dos
personas y dos de tres, que sumaron un total de 17 individuos excavados. El conjunto
analizado representaba rituales funerarios algo heterogéneos: la posición del cuerpo
varió entre decubitus dorsal y lateral, siempre orientado de oeste a este, aunque la
posición de la cabeza, manos y pies variaba mucho:
"Todos los entierros fueron primarios y extendidos: 10 en decúbito dorsal y 7 en
decúbito lateral (4 del lado derecho y 3 del izquierdo); la posición general del
esqueleto fue Oeste a Este. La orientación general del cráneo es muy diversa,
registrandose las siguientes orientaciones: de Norte a Sur (3); de Sur a Norte (2);
de Oeste a Este (7), de Noroeste a Sureste (1) y de Sureste a Noreste (1), en 3
casos no se obtuvo la información.
Para el cráneo facial se observaron 5 variantes: viendo hacia el cenit (4); al Norte
(3); al Sur (3); al Noroeste (1) y al Suroeste (1). En los casos restantes no se pudo
determinar. Todos los individuos presentaron las extremidades inferiores
extendidas, a excepción del #32, que tenía la extremidad derecha semiflexionada.
La posición de las extremidades superiores fue muy variable: en cinco individuos
estas se encontraron flexionadas; en un caso fueron extendidas y en 7 combinadas
(con una extremidad extendida y otra flexionada o semiflexionada); hubo también
cinco casos en que la información fue insuficiente para determinar la posición."
(Manzanilla 1985: 55-56).
Por lo general, los enterramientos detectados en esta fase de la excavación no
presentaban ningún tipo de ajuar funerario. La excepción fue la fosa nº 30, donde se
dio sepultura a tres personas del sexo biológico masculino (30A, 30B y 30C), de corta
edad (Fig. 56). A pesar de yacer juntos, solo el individuo C presentaba alhajas, una de
ellas realizada con cuentas de vidrio. Esto marca una diferencia importante
relativamente a los demás infantes y al resto de personas enterradas en esa zona del
templo que interesa explorar.
234 Solamente los entierros 38, 40 y 41, que son los más recientes, pudieron haber ocurrido en fechas
posteriores puesto que no se conservó la secuencia estratigráfica original que correspondería al período
entre finales del siglo XVII y el siglo XIX.
266
3.5.2. El Individuo C del Enterramiento 30
El individuo denominado 30C se trata de un niño de 6 años que fue enterrado
junto a otros dos infantes, de 4 y 8 años, en una fosa común. Su cuerpo se encontraba
depositado en decubitus lateral (derecho), con el esqueleto orientado de oeste a este.
El cráneo presentaba alineamiento norte-sur, mirando hacia el sur, mientras que sus
miembros estaban extendidos, con excepción del brazo izquierdo que tenía
flexionado. Como señala Rubén Manzanilla (1985: 62) en su informe aún inédito, esta
práctica corresponde a una variante del ritual cristiano que predominó a lo largo del
siglo XVI en México, normalmente en decubitus dorsal. Lejos de constituir una
excepción en la Nueva España, lo mismo se verificó en otras excavaciones, como las
que tuvieron lugar en Tepito y en Chapingo (Estado de México), donde se
documentaron entierros "mexicas" en decubitus lateral. Según el arqueólogo:
"Estas evidencias parecen indicar que en el Siglo XVI, algunos indígenas del
Altiplano no habían asimilado aún las costumbres funerarias cristianas ó bién, que
estas se adoptaron parcialmente." (Manzanilla 1985: 62).
La contextualización arqueológica del hallazgo permite ahondar mejor en
estas cuestiones, aclarando el período en que se realizó el enterramiento, así como las
circunstancias y el contexto en que tuvo lugar.
La fosa 30 se situaba en una intrusión de la capa arqueológica designada "capa
XI", compuesta por piedras y un fragmento de tezontle con restos de estuco, que
asentaban sobre una base apisonada (apisonado #1). En esa superficie se identificaron
los negativos de varias estacas de 7cm de diámetro y longitud indeterminada,
alineadas horizontalmente en sentido norte-sur (Fig. 57).
En el mismo nivel estratigráfico se detectó aún la fosa 33, donde se inhumaron
otros tres niños. La presencia de estos dos bloques de enterramientos colectivos con
las mismas características sugiere que sus muertes estuvieron relacionadas, y que no
pasó mucho tiempo entre ambos sucesos. Por otra parte, la ausencia de personas
adultas en este nivel de la excavación requiere pensar en una explicación para sus
muertes enfocada específicamente en este sector de la población. El arqueólogo
Rubén Manzanilla (1985: 62) sugiere que el hallazgo pudo relacionarse con una
epidemia que afectó al barrio de Tacuba y que habría incidido esencialmente sobre los
individuos más jóvenes. No obstante no se logró localizar más datos sobre el tema en
267
las fuentes escritas ni se hicieron estudios de anatomopatología basados en los restos
osteológicos que lo puedan comprobar.
Como la capa XI estaba perfectamente sellada, se sabe que la realización de
las deposiciones de la fosa 30 y 33 ocurrieron entre la construcción de los pisos 1 y 2,
que delimitaban este nivel arqueológico por arriba, marcando el terminus ante quem,
y el abandono del piso 3, que apareció inmediatamente debajo y señala el terminus
post quem.
Por lo que alcanza determinar el arqueólogo, el nivel IX corresponde a un
relleno realizado con el fin de preparar el terreno para la formación de los pisos 1 y 2.
Estos pavimentos presentaban una superficie rugosa de color rosado, eventualmente
de cal y arena. El primero tenía una pendiente este-oeste y el segundo norte-sur, de tal
modo que eran convergentes. Por eso, se sostuvo que su función fue la de nivelar el
suelo sobre el que se construyó después la iglesia de Tacuba, a mediados del siglo
XVI (Manzanilla 1985: 49). Aunque ambos pisos compartían varias características
con los que se encontraron en contextos prehispánicos, la composición de las capas
arqueológicas inferiores, formadas por materiales de influencia europea, los ubica
claramente en época virreinal.
Según el informe, bajo la capa IX se encontraron las capas XII y XIII que
estaban conformadas por:
"(...) tiestos con pasta similar a la cerámica Azteca, del tipo "Negro sobre
Naranja", los cuales presentan un vidriado de baja calidad de color verdoso.
Aparentemente estos tiestos corresponden al tipo "Azteca V", propuesto por
González Raúl (en prensa). Se trata de una cerámica con características similares
a la tradición cerámica azteca "Negro sobre Naranja", sobre todo en lo referente a
forma y algunas veces en la pasta, la cual presenta siempre un barniz plumbífero
de color verde. Esta cerámica se supone que fue manufacturada por artesanos
indígenas - en fechas posteriores pero cercanas a la Conquista Española - en la
cual se trató de incorporar la técnica del vidriado." (Manzanilla 1985: 50).
Las cerámicas recuperadas en los niveles inferiores a los apisonados 1 y 2 se
relacionan con una fase de transición material con elementos de tradición indígena
mezclados con otros de origen europeo. Este escenario material, que antecedió la
formación de la capa IX, es bastante característico de la primera etapa de la presencia
española, lo que la sitúan más o menos entre 1517 y 1521. Por otra parte, las
268
semejanzas formales entre los pavimentos prehispánicos y los primeros pisos
producidos en época virreinal nos permiten sugerir que se empleó mano de obra
indígena en los trabajos de preparación del terreno y edificación del templo, tal como
sucedió en el convento franciscano de la Calle Tacuba (México). Esas personas
recurrirían a sus conocimientos tradicionales para dar forma a edificios con
características nuevas, lo que se traduciría en dificultades técnicas que justifican los
problemas estructurales que afrontaron muchas de esas primeras construcciones
franciscanas235.
Por debajo del nivel XII y XIII se situó el piso 3 que correspondía ya a una
explanada o plaza prehispánica (Fig. 58). Su textura de arena compactada con
aglutinante ostentaba una superficie rugosa, igual a la que se había detectado en
excavaciones anteriores en la zona del atrio. Según el informe:
"Sobre este piso se encontraron fragmentos de adobe, cantos rodados y piedras
"careadas" (Dácitas), que parecen ser escombros de alguna construcción. También
se encontraron varios fragmentos de un brasero, que conserva residuos de cal.
Luego del piso #3, siguen las capas: XIV, XV, XVII, XVIII, XVIIIA y XIX, así
como cinco pisos; todo esto conforma un bloque de 20 a 31cm, de espesor."
(Manzanilla 1985:: 51).
Los datos aportados admiten una clasificación cronológica bastante segura de
los enterramientos señalados entre 1550 y 1570. Ellos corresponden a las sepulturas
más antiguas detectadas junto al convento de San Francisco, apenas superadas por la
fosa 2, que se encuadra en el período inmediatamente posterior a la conquista de
México Tenochtitlán (1519-1521), aproximadamente entre 1525-1550.
El arqueólogo avanza con la posibilidad de que las inhumaciones colectivas
ocurrieran durante la construcción del primitivo templo basilical de Tacuba,
inaugurado en 1566 (Manzanilla 1985: 60). Una breve revisión historiográfica acerca
de la fundación de este templo ha permitido confirmar esta tesis y apurar un poco más
235 Sobre el empleo de la mano de obra indígena en la construcción del convento de la Calle Tacuba
véase el informe compilado a lo largo del año de 1562 (AGI, México, 207, N. 20). Al parecer, la
necesidad de agilizar el alzamiento del convento de la Calle Tacuba, donde la falta de especialistas
españoles les llevó a acudir al empleo de mano de obra indígena. Asimismo, el edificio empezó a
deteriorarse al poco tiempo y los daños serían de tal orden que los frailes se vieran obligados a
abandonarlo. Ante la enorme preocupación que eso suscitó entre los feligreses y las autoridades, en
1562 se generó un complejo proceso legal mediante el cual se recogieron diferentes testigos que
confirmaban los motivos por los que los religiosos habían tomado tal decisión y se solicitaba su
reedificación.
269
la cronología propuesta. La presencia del enterramiento 2 y de las fosas 30 y 33 en
niveles arqueológicos anteriores a la construcción de los pisos 1 y 2, indica que las
sepulturas señaladas se realizaron antes del inicio de las obras de edificación,
propiamente dicha, de la iglesia de San Gabriel Arcángel. Aunque no se sabe
exactamente cuando empezaron, si los datos recopilados por Martha Fernández
García (2002: 20) son correctos y en 1556 ya se podía distinguir la iglesia, los
enterramientos serán necesariamente anteriores a esa fecha. Esta podría retrasarse
incluso unos años más si se confirma que la iglesia representada en el mapa de
Popotla ya aparecía en la versión de 1552 y que efectivamente el diseño alude al
templo de San Gabriel (Fig. 59), como sugiere Isabel Bueno (2014: 301-332). En todo
caso, eso significa que la llegada de los franciscanos a Tacuba es anterior a la
inauguración del templo en 1566, como se suponía hasta ahora. También indica que
ellos iniciaran sus labores religiosas en ese solar antes de esa fecha, como lo
corroboran las fuentes escritas a las que se aludió anteriormente.
Las consideraciones realizadas requieren una nueva mirada sobre la
interpretación de la estructura perecedera que estaba asentada sobre estacas y de la
cual se encontraron los negativos en la capa XI. Aunque el informe no refiera su
naturaleza o función, ni tampoco las fotografías compiladas concedan una visión de
conjunto que permita conocer mejor sus vestigios, avanzamos con algunas hipótesis.
Lo mas probable es que la referida estructura estuviera asociada a las fosas 30
y 33 identificadas en ese nivel. Sin que Tacuba contara aparentemente con una iglesia
católica y un campo santo, imperaría la necesidad de señalar de manera más
perentoria las sepulturas realizadas de acuerdo a los cánones de la nueva religión. Eso
justificaría una delimitación y/o protección del espacio sepulcral, confiriéndole un
destaque especial que lo haría visible en el paisaje.
Otra posibilidad es que esas estacas se relacionaran con un primitivo templo
hecho en materiales perecederos mientras se hacían los preparativos para construir la
iglesia. En ese sentido cabe recordar que la iglesia jesuita de Tacuba, edificada en los
años 70 del siglo XVI, tenía el techo de paja (Bueno 2015: 315)236. Josefina Muriel
(1978: 7) llega también a sugerir que la necesidad urgente de recibir a la primera
comitiva de religiosos franciscanos en la Ciudad de México llevó a que se hiciera,
"con toda rapidez", "una sencilla construcción" de "nulo valor arquitectónico y de
236 Fuente citada por el autor: AGN, México, Real Junta, vol. único, f. 42v-49v, doc. sin fecha.
270
existencia tan efímera". Eso, porque muy probablemente se utilizaron materiales
perecederos para edificarla.
Tampoco se puede descartar que la estructura se relacionara con la
importancia social de las personas ahí sepultadas cuyo rango exigiría elementos de
distinción, o eventualmente por la práctica de ciertos rituales que tuvieron lugar en las
inmediaciones durante o después del enterramiento de los jóvenes.
De los individuos excavados en las fosas 30 y 33, la particularidad del 30C es
que, sobre su cuerpo, se habían dispuesto algunos objetos de adorno personal en el
momento de su inhumación. Estos consistían en tres cascabeles de cobre que se
recuperaron en la parte inferior de las tibias: una sobre el tobillo derecho y dos sobre
el izquierdo (Fig. 60). Según Rubén Manzanilla (1985: 59) este modelo aparece en el
Altiplano desde el año 950d.C. hasta 1550, en excavaciones como Calixtlahuaca,
Teotihuacán y Tenochtitlán:
"El primero [cascabel] se encontró en la extremidad inferior derecha y tiene las
siguientes dimensiones: diámetro mayor 16.5mm., diámetro menor 15mm.,
amplitud de la ranura 4mm., diámetro de la argolla 5mm. Al interior presenta una
pequeña esfera (de 5mm.), que funciona como "badajo" o percutor.
Los otros 2 cascabeles se localizaron bajo la extremidad inferior izquierda, y sus
dimensiones son: 17.5 por 16mm., con una ranura de 3.5mm., y argolla de 6mm.,
el segundo: 11.2 por 9mm., de diámetro, ranura de 3mm., y argolla de 7mm., el
tercero. Ambos crótalos no presentaron percutor." (Manzanilla 1985: 58).
Su soporte original pudieron ser dos tobilleras con sonajero, colocadas de
manera simétrica. Las complementaba una alhaja de cuentas de vidrio, seguramente
un collar o pectoral. De ese ejemplar se recuperaron once cuentas de vidrio
depositadas originalmente sobre las cervicales, después ensartadas para registrarlas
fotográficamente (Fig. 61). Se entiende que la disposición de los abalorios que
aparece en la fotografía del informe corresponderá a su configuración original in situ
pero no existen más datos acerca de ello y la escala de la fotografía de la fosa 30
(véase fig. 56) no permite vislumbrar los adornos del individuo C.
Todos los materiales fueron inventariados con el número de Catalogo de
Salvamento Arqueológico (CATSA) 18918 11/11, sin marcación individual pero, para
poder destacar las particularidades de algunas piezas, se optó por atribuir un número
distinto a cada una de las cuentas Nueva Cádiz. Actualmente la colección se encuentra
271
custodiada por el Depósito de la División de Salvamento Arqueológico del INAH,
situado en la antigua Alhóndiga de la Ciudad de México, donde se tuvo ocasión de
trabajar con los materiales.
3.5.3. Caracterización de la Colección de Cuentas de Vidrio
Las once cuentas de vidrio que conformaron el posible collar o pectoral que
llevaba el infante son de dos tipos: el primero está representado por tres abalorios
Nueva Cádiz, uno de ellos actualmente fragmentado en dos piezas, y el segundo por
ocho abalorios chevron (Tabla 7).
En lo que concierne al primer tipo señalado, los ejemplares varían entre la
forma cilíndrica de sección cuadrada y lados perfectamente planos (Nueva Cadiz
Plain), (Fig. 62: nº inv. CATSA 18918 1/11), y la forma cilíndrica de sección
cuadrada ligeramente retorcida (Fig. 63: nº inv. CATSA 18918 2/11), hasta el modelo
cilíndrico de sección cuadrada y helicoidal (Nueva Cadiz Twisted), (Fig. 64: nº inv.
CATSA 18918 3/11). Las tres cuentas presentan un orificio transversal circular y
están compuestas por tres capas sucesivas de vidrio de color azul, blanco y azul,
siendo la del interior la más espesa y oscura. Las características de su composición
hacen que estos ejemplares sean bastante ligeros y emitan un sonido metálico al
chocar, aspecto que los diferencia de las piezas del mismo modelo encontradas en
territorio portugués (Lisboa) que tuvimos ocasión de estudiar (Martins Torres 2007:
181-237). Esto sugiere que su composición es distinta y que los ejemplares
novohispanos fueron ejecutados con una fórmula de vidrio sódico-cálcica con
abundancia de sílice, que parece ser una característica común a algunos ejemplares
recuperados en contextos arqueológicos novohispanos (Salas y López Ignacio 2011).
El segundo tipo, designado normalmente de chevron, estrella o padrenuestro,
presenta una forma ovoide de sección prismática, con orificio transversal circular
(Fig. 65: nº inv. CATSA 18918 4/11 a 11/11). Al igual que el modelo anterior, las
ocho cuentas están compuestas por sucesivas capas de vidrio de color distinto,
formando siete niveles en tonos de azul, blanco y rojo. Los extremos presentan un
desgaste intencional que le confiere una forma achaflanada y que permite visualizar
los diferentes colores que conforman la sección de la cuenta en forma de estrella. El
272
número de puntas de la estrella es irregular, así como el facetado, predominantemente
en número de doce. Algunas de las piezas tienen una forma también bastante
irregular, con sección triangular o cuadrangular, que ponen de manifiesto el poco
cuidado del artífice en la ejecución de la pieza y, sobre todo, en el acabado. Eso se
podría relacionar con una producción hecha por profesionales poco especializados
que fueron incapaces de ejecutar piezas de pequeñas dimensiones con la precisión
habitual, o eventualmente con una manufactura de bajo coste que iba direccionada a
un público menos exigente o de bajos recursos económicos.
Así, las cuentas Nueva Cádiz como chevron se produjeron mediante la técnica
de vidrio estirado (drawn bead en inglés). Para hacer el tubo, el artesano necesitaba
dos barras de hierro, colocadas una en cada extremo de la masa de vidrio caliente
(Fig. 66). A esta masa disforme se le confería inicialmente una forma de embudo, o
sea, un extremo más estrecho y otro alargado, para crear una burbuja de aire que
constituiría después el orificio de la cuenta. Esta masa se estiraba progresivamente
hasta alcanzar una forma tubular alargada, igualando progresivamente el diámetro de
las extremidades del tubo (véase fig. 66). Por fin, se retiraban los elementos de hierro
y se obtenía un largo tubo de vidrio que podría alcanzar como máximo los 90cm de
largo, ya que si excediera esa longitud se volvería quebradizo. Posteriormente se
cortaba la barra de vidrio en pequeños tubos que servirían de base para producir
varias cuentas (véase fig. 66). Para obtener ejemplares con varias capas de distinto
color, se envolvía una segunda barra de vidrio semimodelada alrededor de la primera
para unirlas y crear una cuenta policroma.
El efecto bicolor se alcanzaba también mediante la utilización de otra técnica
que consiste en introducir, en el interior de la burbuja de vidrio de un determinado
color, un crisol de vidrio de otro color. Este se adhiere a lo que van a ser las paredes
del orificio central de la cuenta, y al estirar la burbuja por el exterior, se consigue un
tubo similar a los anteriores.
Obtenidos los cilindros, se cortaban en pequeñas piezas que eran
posteriormente sometidas a un proceso de acabado. Según los datos proporcionados
por Luis Figuir en su libro sobre Las maravillas de la industria moderna, esta técnica
se preservó en Venecia hasta al menos mediados del siglo XIX e implicaba las
siguientes etapas:
273
"Preparan el vidrio de forma ordinaria, con colorantes rojo, verde o azul, usando
para tal los óxidos metálicos apropiados. Luego se extienden los tubos que se
cortan en “diamantes”, con la dimensión de unos 70cm. Así empieza la labor del
productor de cuentas.
Utilizando un cuchillo, que se mueve verticalmente y que se fija por una bisagra,
al borde de una mesa, se corta el tubo en pedazos apenas tan grandes como su
diámetro interior, obteniendo así la “margaritaza”. Las piezas se colocan dentro
de un recipiente que contiene una mezcla de polvo de carbón y arcilla. Cuando el
recipiente se llena, se colocan en un cilindro de hierro, de forma ovalada, bien
cerrado, y se deja reposar en horno caliente. El cilindro de hierro se ruboriza por
el enorme calor, y la superficie permanece constantemente sobre el fuego,
utilizando para tal una manivela y un eje que lo atraviesa de punta a punta. Los
tubos pierden así su rugosidad y sus extremidades se suavizan. Cuando las retiran
del cilindro caliente, no queda más que separarlos de la arcilla y carbón, y pulirlos
en un recipiente con arena, y luego en otro con polvo.
Los ejemplares obtenidos son cuentas de color perforadas; pero no son todas del
mismo tamaño. Su clasificación se hace en función del volumen, teniendo como
referencia la variación del diámetro de los agujeros.
Éstas se entregan a las mujeres para que las ensartan en pequeños collares de 15 a
16cm de largo y que, en ese estado, las colocan en el mercado.
La cuenta utilizada en los bordados se produce de la misma manera, sólo que los
ejemplares son mucho más pequeños y requieren más precaución en el trabajo.”
(Figuir 1873-1877(?): 134-135).
Esta descripción refuerza la idea de que las cuentas de estilo Nueva Cádiz
recuperadas eran de calidad superior a las de tipo chevron, bastante pequeñas e
irregulares cuando comparadas con los congéneres que circularon en la época. Su
estado de conservación es bastante bueno, aunque el vidrio presente la opacidad
característica del paso del tiempo en condiciones de deposición que no serían las
mejores para asegurar su preservación.
3.5.4. Interpretación y Discusión
Las características del enterramiento C de la fosa 30 del Convento de San
Francisco de Tacuba y su contextualización estratigráfica sugieren que el hallazgo se
sitúa cronológicamente entre 1521 y 1556. Eso nos coloca ante uno de los primeros
274
individuos sepultados con adornos de abalorios en la Ciudad de México. Aunque no
se presenten estudios osteológicos que determinen con exactitud las causas de su
muerte, la existencia de dos fosas comunes donde se enterraron tres jóvenes en cada
una, nos remite a un escenario epidémico o de desastre natural como el que fue
relatado por el franciscano Juan de Torquemada (1557-1624). En 1582, estando
viviendo en el convento de Tacuba, antes de ordenarse sacerdote, sintió un enorme
terremoto en la ciudad.
"De ahí a pocos años, que fue el de 1582, fue el temblor de Arequipa, que asoló
toda aquella ciudad. Este mismo año fue, o el mismo, otro tan recio en esta Nueva
España, en especial en esta comarca de Mexico, que pensaron los moradores y
vecinos ser tragados de la tierra; a lo menos yo diré que morando en esta sazón en
el convento de Tlacupan, que es una legua de Mexico y comenzando a temblar la
tierra, nos salimos el guardián y yo huyendo a la huerta, temiendo el peligro de
caerse la vasa, y vimos el campanario y torre donde están las campanas, que es
muy grande y bueno, hacer muchos movimientos, y con ellos se tañeron las
campanas mayores, que son muy grandes, y a casa vaivén que daba la torre,
parecía inclinarse más de dos varas, que nos puso grandísimo espanto a los dos, y
a otros muchos que de fuera lo vieron." (Torquemada 1975 IV: 407).
Eventualmente, ese suceso provocó algunas muertes cuyos cuerpos se
sepultaron en la iglesia del convento, correspondiendo a algunos de los
enterramientos de fechas posteriores detectados a lo largo de las diferentes
intervenciones arqueológicas en ese templo. Otra posibilidad es que la ocurrencia de
esas fosas se vinculara con rituales prehispánicos que celebraban la conversión al
catolicismo o la construcción del nuevo templo de acuerdo a patrones rituales que se
venían practicando desde mucho antes. En el límite, pudo representar una apropiación
pagana de un espacio que se proclamaba ahora católico. Tampoco se puede descartar
que el joven catalogado como 30C fuera europeo y que su experiencia americana o la
de las personas que lo sepultaron asimilaran ciertos aspectos rituales y materiales
autóctonos. No obstante, existen varios indicios que nos permiten sostener que se
trataba de un joven perteneciente a las élites autóctonas o, como mucho, mestizo.
Por entonces, el barrio de Tacuba estaba habitado esencialmente por indígenas
a quienes los franciscanos recién llegados trataban de evangelizar y atender en sus
necesidades religiosas cotidianas, como enterrar a sus muertos según los preceptos de
la nueva religión y así garantizar la salvación de sus almas. Aunque probablemente ya
275
había empezado el proceso de expropiación de tierras a los indígenas, la presencia
española sería claramente minoritaria en esos años y las familias preferirían enterrar a
sus parientes en templos de mayor prestigio, sobre todo si se considera que por
entonces apenas habían empezado los obras para la construcción de la Iglesia de San
Gabriel Arcángel.
La forma como el sujeto fue enterrado lo sitúa en un período de transición del
ritual prehispánico al católico, indicando que no había sido aún perfectamente
asimilado y que su sepultura pudo atender también a ciertas prescripciones propias de
las creencias autóctonas, como ya señaló Rubén Manzanilla (1985) en su informe de
campo. Sobre esas prácticas "compósitas" en Tacuba no se localizó más información
pero se intuyen mediante la observación de representaciones iconográficas y
hallazgos arqueológicos más antiguos donde se detectó la presencia del mismo patrón
material que ahora aparece mezclado con elementos cristianos.
La idea señalada requiere reflexionar sobre el valor de los atuendos rescatados
para la configuración de la apariencia del individuo 30C, o sea, sobre su significado
en los códigos sociales específicos del entorno en que vivió el personaje. Por un lado,
la elección de las cuentas de vidrio lo enmarca en un contexto de incorporación de
elementos europeos, que guardan consonancia con determinados aspectos del ritual
funerario adoptado. Por otro lado, los abalorios no parecen haber conformado ningún
objeto propio del ajuar católico, como por ejemplo un rosario, ya que no se encontró
ningún crucifijo o medalla asociados. Su aspecto tampoco permite relacionarlo
directamente con cualquier joya propia de la moda europea. Por el momento, no se
han localizado collares del siglo XVI con este tipo de cuenta en las colecciones de
museos españoles. No obstante, la literatura sugiere que el propio Colón usaría un
collar con ejemplares de modelo similar que, además de sus características estéticas,
emanaba un olor especial mediante su acondicionamiento entre unos algodones (Díaz
del Castillo 1904 I-38: 108). Esos aspectos hacen reflexionar sobre la atribución de
eventuales propiedades mágicas a esa pieza que le conferirían un valor especial, a
semejanza de lo que sucedía por ejemplo con los collares de cuentas rojas de la
Alberca (reino de León). Desafortunadamente, no se conservan muchos de esos
amuletos europeos confeccionados con abalorios que permitan relacionar el hallazgo
con ese tipo de artilugio peninsular, de origen pagano y tantas veces cristianizado.
Más bien se sostiene que esas cuentas, supuestamente europeas, sirvieron para
crear objetos adaptados a los gustos locales y poner en práctica costumbres y modas
276
de origen americano. Más allá de la polémica en torno a los conceptos de hibridismo
o sincretismo, que particularmente no considero apropiados para reflejar la
complejidad de las relaciones de significancia generadas en torno a la cultura material
en situaciones de contacto, esta conjugación de elementos aborígenes y extranjeros
revela la agencia de las poblaciones indígenas en estos procesos y pone de manifiesto
que no actuaron como simples receptoras pacíficas como tantas veces se hace creer.
Estos adornos conformaban una novedad, y ya no eran plenamente europeos ni
tampoco de tradición estrictamente americana. Su carácter ambivalente los volvería
inapropiados a una persona nacida en el seno de una familia rigurosamente europea.
Por lo general, este grupo hizo de la ostentación de la moda española un elemento de
distinción y aunque los expedientes de inquisición revelan que muchas veces ellos
usaron talismanes locales, no osarían enterrarse con uno por miedo al castigo divino.
Las marcas de la tradición mexica se manifiestan en la elección de un modelo
de cascabel autóctono que muy probablemente perteneció a unas tobilleras. Esos
adornos fueron empleados por las comunidades autóctonas del Altiplano desde época
prehispánica, apareciendo en diferentes representaciones pictográficas. Su presencia
en contextos funerarios infantiles encuentra paralelos con la ofrenda 111 del Templo
Mayor, dedicada a Huitzilopochtli, donde el individuo fue enterrado también con dos
cuentas verdes. Cabe destacar que, en campañas anteriores, se recuperó una gran
cantidad de esos objetos, de forma, tamaño y material variado, en los sacrificios de
niños ofrecidos a Tláloc (López Luján et al. 2010: 367-394). Eso nos da una idea de
que conjugar complementos hechos a base de cascabeles con otros de cuentas
obedeció a un patrón preestablecido. Al mismo tiempo, pone de manifiesto la
importancia de reproducir esos modelos en contextos funerarios, sobre todo en
ocasiones que destacaron por su carácter especial, como pudo ser una ofrenda a los
dioses. Tales aspectos contribuyen a pensar que el enterramiento 30, particularmente
el individuo C, tuvo una posición destacada en su entorno social. A pesar de los
paralelos presentados, y que el hallazgo se sitúe en el período fundacional del templo
cristiano, no existen indicios suficientes para sugerir que se tratara de una ofrenda
que, a los ojos de la iglesia, se consideraría inapropiada aunque eventualmente
también un mal necesario.
El empleo de un collar o pectoral de abalorios, que eventualmente se pudo
complementar con otras piezas hechas en materiales perecederos que no resistieron al
paso del tiempo, significó la incorporación de un elemento externo a los códigos de
277
ostentación indígena, conjugándolo con otros de uso ancestral. La gramática
decorativa seguía las pautas vigentes y los modelos seleccionados recuerdan a los
ejemplares de obsidiana empleados hasta entonces, en especial los que se encuentran
en exposición en el Museo del Templo Mayor de la Ciudad de México, recuperadas
en el interior del templo dedicado a Huitzilopochtli (Fernández 1990:15; Melgar
Tísoc y Solís Ciriaco 2009: 118-134). Nos referimos a las cuentas verdes, gris y
"meca" (rojizo) con forma tubular y tubular retorcida, que es exactamente la misma
que la de las cuentas Nueva Cádiz. De manera similar, los ejemplares de tipo
calabaza, de color "meca", presentan una volumetría que recuerda ligeramente a las
cuentas chevron mediante su efecto cromático tricolor. Ambos modelos aparecen en
contextos de la fase II (1375-1427 d.C.), siendo que el helicoidal pervivió hasta la
fase IVb (1469-1481 d.C.), en la cual se recuperaron 2 piezas (Tabla 8).
Las circunstancias señaladas sugieren que ambos modelos encontraron una
rápida asimilación por parte de los grupos privilegiados indígenas, a quienes se
restringía el uso los adornos más distinguidos como pudo ser un abalorio, conforme se
señaló en el capítulo 2, en el apartado sobre las visiones indígenas y europeas. En el
proceso habría influido la larga pervivencia de las cuentas tubulares hasta la
conquista, así como el color azul de los ejemplares Nueva Cádiz, que facilitaba la
asociación con el ámbito de los objetos considerados preciosos, propios de la élite. Al
respecto, Rubén Manzanilla (1985: 57) ha manifestado las siguientes consideraciones:
"Las "Margaritas" y en general todas las cuentas de vidrio fueron traídas de
América por los conquistadores y se intercambiaron con los nativos por oro y
piedras preciosas. Estas cuentas tuvieron una buena aceptación entre los indígenas
del Nuevo Mundo por sus colores "vistosos", que son muy semejantes a los
chalchihuites del área mesoaméricana.".
La configuración del enterramiento del individuos 30C con estos dos tipos de
adorno (sonajeros y cuentas) encuentra similitudes con algunas pinturas indígenas que
registran rituales funerarios, particularmente en los manuscritos que componen el
designado Grupo Tudela237. Como ha señalado Juan José Batalla (2000, 2001, 2002a,
2002b, 2007: 113-142, 2008a: 9-46, 2008b: 249-254, 2009: 83-115, 2010: 7-27) en
237 Se ha adoptado esta terminología para designar este grupo de códices, en detraimiento de las
designaciones más comunes de Grupo Magliabecchiano o Magliabecchiano-Tudela, como sugerido
por Juan José Batalla 2010: 7-27.
278
distintas ocasiones, dicho conjunto documental está compuesto por copias más o
menos antiguas del Códice del Museo de América o Códice Tudela (Batalla 2002a).
Por eso, se utilizan imágenes de este códice y del Códice Magliabechiano (1996),
presentadas de manera paralela para evidenciar las diferencias entre ambos
documentos en la representación de las escenas que nos interesan para este tema. Nos
referimos a los bultos funerarios con collares de cuentas verdes y cascabeles (Fig. 67),
(Fig. 68), con sartas de cuentas y de cascabeles (Fig. 69), (Fig. 70) o piedras talladas
de diferentes colores (Fig. 71), (Fig. 72) que contribuyen a la tesis de que el individuo
C de la sepultura 30 mantenía un estrecho vínculo con las tradiciones prehispánicas y
las comunidades autóctonas.
Más allá de los motivos que explican la muerte del personaje enterrado con un
collar de vidrio y tobilleras de cascabeles, el encuadramiento cronológico nos hace
avanzar con la teoría de que las cuentas son de producción italiana, puesto que en este
período no se conocen otros centros manufactureros de esos modelos en Europa. Cabe
aún la posibilidad de que estos ejemplares se hicieran ya en la Nueva España donde
Diego Balderas producía cuentas de vidrio al menos desde 1563 y el vidriero Blas
Hernández conocía el arte de hacer abalorios desde antes de 1595, cuando se propone
enseñarlo a Ángelo Carlo.
Las piezas estudiadas sirvieron aparentemente para complementar el adorno
de un joven indígena o mestizo que se enterró en una versión del ritual católico que
no obedecía perfectamente a los cánones de la ortodoxia oficial. Desde el punto de
vista simbólico, los elementos de distinción que presentaba se encontraban igualmente
en la transición entre el mundo prehispánico y virreinal, remitiendo simultáneamente
a lo americano y a lo europeo. La presencia de estas cuentas de vidrio pone en
evidencia los procesos de incorporación de lo ajeno mediante el reconocimiento de
utilidades y símbolos previos, que se conjugaron con otros elementos claramente
indígenas para seguir demostrando su situación particular en esa nueva sociedad que
se estaba conformando.
Todo indica que el joven perteneció a una familia de rango elevado en la
jerarquía social autóctona, ya sea porque se trata del único individuo con
complementos, como también por el tipo de alhaja y materiales elegidos. El vidrio
importado conferiría un valor añadido al vincularse con el colonizador. Eso, asociado
a la forma y al color del objeto, hace pensar que las piezas remitían al ámbito de las
cosas curiosas y preciosas. En todo caso, las dificultades en atribuir este objeto a un
279
grupo poblacional específico ponen en evidencia su ambigüedad. De igual manera,
que la participación de los abalorios en la construcción de la apariencia indígena no
supuso eliminar totalmente las huellas del otro en la percepción del objeto. En efecto,
es posible suponer que su marca le confirió un valor añadido, o sea, que las memorias
y emociones que despertaba ver y tocar esos objetos, se capitalizó en beneficio
propio.
Los dos modelos de cuentas de vidrio detectados en el enterramiento 30C
aparecen normalmente juntos en América y conocieron un amplia difusión espacial en
ese continente, desde los territorios situados más a norte, en lo que es actualmente
Canadá (Gilbert 1997) y EEUU (Blair, Pendleton y Francis Jr. 2009; Deagan 1987:
162-163; Francis Jr. 2009; Rodning et al. 2010: 67-81; White 2016: 44-53, 2017;
Williamson 2012; Worth 2016), pasando por Belice (Oland 2009, 2014: 643-667;
Simmons 2006) Costa Rica (Arrea 2016: 16-31; Vargas Amador 2011), República
Dominicana (Samson 2007) y Venezuela (Flores 2007a: 205-214), hasta el Perú
(Menaker 2016: 85-97; Valkenburg 2012; Wernke 2011; Wernke y Oré 2013: 74-
75;), Chile (Niemeyer, Rodríguez y Morales 1992: 125-128), o incluso Argentina
(Cabral y Yazll 2014: 1-18; Ramos y Bonomo 2016: 71-82; Tapia y Pineau 2011,
2013).
En lo que respecta específicamente a México, no se ha localizado ningún
trabajo sobre la presencia de estos dos tipos de cuenta en otras excavaciones hechas a
lo largo del país. No obstante, en la mediateca del INAH se han encontrado 3 piezas
(2 compuestas y 1 sencilla) con cuentas de estilo Nueva Cádiz procedentes de una
excavación en Chinantla (Oaxaca), en contextos clasificados cronológicamente en el
siglo XVI. Aparentemente ninguno de los ejemplares se conjugaba con cuentas de
tipo chevron en las dos piezas compuestas, como sucede en otras regiones
americanas, sino que se asociaron con pequeñas cuentas globulares de metal dorado
que atendían a los preceptos de la estética prehispánica vigente hasta entonces (Tabla
9).
Por el momento no fue posible averiguar más información sobre este hallazgo
que constituye el único paralelo nacional debidamente contextualizado. Además de
Chinantla, hay la sospecha de que estos modelos de cuenta han sido encontrados en
otras excavaciones de México sobre los cuales nos habla Isabel Kelly (1992: 155-198)
en un capítulo dedicado exclusivamente a los materiales arqueológicos. La autora
hace un estudio de unos collares supuestamente recuperados en el interior de una
280
vasija encontrada en los muros de la antigua iglesia de Xochipala (Guerrero) y que
terminó en manos de la pareja Donald y Dorothy Cordry. A pesar de la importancia
de esta referencia a unos collares con cuentas Nueva Cádiz que supuestamente
incorporaron un ritual fundacional de la iglesia de Xochipala, construida en una fecha
anterior a 1548, cabe tener algunas precauciones. Las piezas en cuestión son fruto del
coleccionismo extranjero que expolió México de muchas de sus antigüedades, aunque
a veces con el consentimiento de las autoridades políticas. Los Cordry fueron
emisarios de EEUU que, a pesar de su formación antropológica, se dedicaron a reunir
un conjunto de piezas demostrativas de los artes indígenas mexicanas para incorporar
los museos norteamericanos. Su entusiasmo y necesidad de validar sus
investigaciones ni siempre obedeció a la ética profesional y presentaron imágenes en
sus trabajos que no se correspondían con las prácticas observadas sino que se trataban
de construcciones que forjaban las evidencias que no lograron encontrar (Martins
Torres 2018a: 27-51). Por eso, aunque Isabel Kelly (1992: 188) reuniera otros relatos
que confirman que durante las obras de la iglesia se encontraron cerca de 150 collares
"supuestamente de vidrio" que se vendieron en el mercado local, cabe siempre la
posibilidad de que los ejemplares que la autora tuvo oportunidad de ver no fueran
auténticos. Lo mismo sucede respecto a un collar compuesto por estas cuentas
descubierto por un huaquero en 1969, en Colima, supuestamente en los márgenes del
río Juluapan, donde se removieron aproximadamente 80 enterramientos (Kelly 1992:
196-197).
Muy distinto es el fragmento de cuenta Nueva Cádiz encontrado por Jorge
Olvera en las excavaciones de la Catedral Metropolitana, en un nivel que se dató de
1573. Se desconoce el paradero de dicha cuenta o los elementos en los que se basó
para atribuir esta cronología. Eso sucede también con la cuenta chevron recuperada en
la excavación de Teotenango (Tenango), en el Estado de México.
Además este tipo de cuenta ha aparecido en intervenciones arqueológicas
norteamericanas, especialmente en misiones que pertenecían entonces a la Nueva
España. Pero en ambos casos se tratan de regiones que se podrían considerar
periféricas en relación a los grandes centros de poder que ponen de manifiesto la
singularidad de este hallazgo en la Ciudad México. La colección del Convento de San
Gabriel permite incrementar el conocimiento sobre la difusión de estos modelos en
América, ampliando el mapa de su difusión en el Virreinato más allá de las regiones
periféricas.
281
A pesar de todo, lo que resalta del análisis global de los trabajos arqueológicos
americanos es la reducida proporción de los ejemplares de modelo Nueva Cádiz y
chevron, cuando comparados a otros tipos de cuenta. Por lo general, se tratan de sitios
de cronologías tempranas, desde inicios del siglo XVI hasta, como mucho, la primera
mitad del siglo XVII, asociados a usos indígenas. Este patrón coincide con las
características del hallazgo estudiado, indicando una cierta uniformidad en el
consumo americano de estos modelos. Al contrario de lo que afirman algunos autores,
esa tendencia no resulta de una indisponibilidad de esos materiales en el mercado,
puesto que las referidas cuentas se siguieron produciendo durante el siglo posterior en
diferentes países europeos, como en Gran Bretaña y los Países Bajos. Aunque resulte
difícil determinar los motivos que justifican la ausencia de los modelos chevron y
Nueva Cádiz en contextos arqueológicos americanos a partir del siglo XVII se pueden
avanzar algunas hipótesis.
Antes de emplearse en América, esos modelos penetraron en el trato africano
y su consumo inicial en el Nuevo Mundo pudo relacionarse más con las expectativas
del europeo que propiamente con una expresión del gusto de las diferentes
comunidades indígenas. En ese caso, su desaparición resultaría del fracaso de este
producto en esas tierras y su sustitución por otras cuentas más demandadas. Asociada
a esta idea, se debería considerar que las modas no son estáticas y que la evolución de
los gustos condujo necesariamente a cambios en el mercado de consumo que pudieron
afectar a la difusión de estos dos modelos, especialmente entre los indígenas. Sin
embargo, este argumento no explica por qué, en toda la enorme extensión del
territorio continental, las diferentes poblaciones aborígenes dejaron de demandar esos
tipos de cuenta en particular. Aceptar este tipo de explicación sería negar la enorme
diversidad cultural americana, así como las particularidades de cada grupo étnico que
poblaba entonces ese territorio.
Por el momento, es posible pensar que la respuesta se encuentra en las
dinámicas de mercado, porque los grupos vinculados a la exportación de esas cuentas
hacia América lograran mayores ganancias con la venta de ejemplares más sencillos y
dejaran de investir en este nicho del mercado de las cuentas de vidrio. Otra
posibilidad es que existieron problemas con los tradicionales proveedores, llevando a
un cambio de intermediario o productos que tendría como consecuencia una mudanza
de producto. En ese orden de factores podrían haber influido la configuración de las
282
redes de comercio, las políticas de restricciones a las importaciones y de fomento a las
manufacturas locales, o la geopolítica de los reinos de la monarquía hispana.
Más allá de los motivos que están por detrás de esa tendencia, a lo que todo
indica la vida social de esos objetos en América se enmarcó en una dinámica muy
diferente a la de la península ibérica. Ahí esos modelos se difundieron esencialmente
durante el siglo XVIII para la decoración arquitectónica de jardines y capillas de
personajes importantes, a veces vinculados a los procesos de expansión europea. Eso
sugiere que, así en Portugal como en España, la carga simbólica que afilió las cuentas
de vidrio al comercio africano y americano a lo largo de los siglos XV y XVI,
condujo a una desconsideración de esos objetos que contrastaba con una práctica
cotidiana en la que proliferaba el uso de otro tipo de cuentas de vidrio en la joyería,
junto a materiales preciosos y semipreciosos. Curiosamente fueron también esas
circunstancias las que favorecieron las nuevas configuraciones alegóricas de las
cuentas chevron y Nueva Cádiz en el territorio peninsular, a mediados siglo XVIII. De
"cosas de indios y negros", como suelen referirse a los abalorios de manera genérica
en la documentación portuguesa y española, esas piezas pasaron a plasmar una
demostración del poder de las élites metropolitanas: mediante esos objetos, algunas
ciudades y personajes escenificaron particular y públicamente los estrechos lazos con
los territorios atlánticos y todo el prestigio que les concedían esas relaciones. A pesar
de que este gesto significó el retorno del reflejo simbólico gestado en contexto
virreinal, del cual sería deudor, su nuevo uso marcaba una distinción importante. En
el Atlántico las cuentas chevron y Nueva Cádiz sirvieron, al menos idealmente, a la
conformación social del aspecto que tendría el cuerpo de los aborígenes, mientras que
en Europa se circunscribía su aplicación a la arquitectura de carácter palaciego.
Aunque no se encuentren más ejemplares de este tipo en la Nueva España a lo
largo de todo el período virreinal, las cuentas chevron adquirieron una nueva vida en
época contemporánea, asociada a las artes indígenas, reflejándose particularmente en
el discurso de los museos cuando exponen estos objetos (Martins Torres 2017a: 23-
31, 2018a: 27-51). Así las encontramos en Oaxaca, como parte de la composición de
un collar de la comunidad zapoteca de San Pedro Quiatoni (Fig. 73) o de un ejemplar
de Yalalag, junto a su característica "cruz de las tres María" (Fig. 74). Su uso sigue
siendo circunscrito ya que la mayoría de esas piezas de joyería se ejecutaron con otro
tipo de cuentas, igual que sucedía antes. En la actualidad, eso se justifica por su
reducida presencia en las tiendas de abalorios que se encuentran en las principales
283
ciudades o, eventualmente, también por su precio superior. Esos ejemplares se siguen
importando, ahora desde China y de República Checa donde existen importantes
fábricas de cuentas de vidrio que exportan sus productos a todo el mundo.
3.6. BIOGRAFÍAS DE LOS PRIMEROS VIDRIEROS NOVOHISPANOS:
DESDE EL SIGLO XVI-HASTA 1618
Expuestos algunos de los aspectos que consideramos más relevantes sobre la
introducción y desarrollo de la vidriería en el territorio novohispano, desde la
conquista hasta las primeras décadas del siglo XVII, desarrollaremos más
detenidamente la biografía de cada uno de los vidrieros que protagonizaron esos
episodios. Consideramos que esta opción constituye una vía promisora para entender
verdaderamente quienes fueron esas personas, las circunstancias que afrontaron y las
soluciones singulares que adoptaron, o aún las redes familiares que lograron
establecer. Para entender la vidriería es fundamental conocer primero a los vidrieros,
cuyas vidas no se limitaron al ejercicio de sus labores sino que muestran otros
ámbitos de la vida social, económica y política en los que se enmarco necesariamente
su actividad y, consecuentemente afectó al arte de hacer el vidrio.
3.6.1. Rodrigo de Espinosa (Años 1535-1596)
El primer vidriero conocido en el Virreinato es Rodrigo de Espinosa, a veces
mencionado en las fuentes como Rodrigo de Espinoza o Despinosa. Este hombre era
natural de Guadahortuña (Granada) y a la fecha de su partida a América residía en el
pueblo de Castillo de Lecubín, en la provincia de Jaén238. En la misma ciudad vivían
entonces sus padres, Doña Francisca de Mellada y Don Cosme de Espinosa, nacido en
Espinosa de los Monteros (Burgos) y del mismo oficio de vidriero. Allí se quedaron
también sus dos hijas con la esposa, Teresa de Mora, hasta que se solicitó
formalmente la reunión de toda la familia en la Nueva España, cuando ya habían
pasado más de nueve años de la ausencia de Rodrigo (Icaza 1923: 191).
238 AGI, Contratación, 5536, Libro 5, f. 126r.
284
Antes de centrar la atención en la biografía del vidriero novohispano, importa
hacer algunas aclaraciones acerca de los negocios mantenidos por su padre en
Canarias, puesto que nos concede una visión más amplia de la dispersión espacial de
esta Casa de artífices. Ellos supieron sacar el mayor beneficio de la expansión
atlántica para ampliar sus negocios y pusieron en contacto la península ibérica
(Europa), las islas atlánticas (junto a la costa africana) y el Virreinato (América). Eso
se deduce de la información contenida en una obligación emitida a nombre del
vidriero Cosme de Espinosa, en el año de 1548 y que actualmente se conserva en el
Archivo Municipal de la Laguna (Canarias) 239. Ese es el registro más antiguo de su
presencia en las islas que se logró rescatar pero no se entiende si residía ahí o si tan
solo mantenía negocios con la población de la región. En otro documento se dice que
Cosme tenía un taller de vidrio en la Laguna que, a 7 de abril de 1549 se comprometió
a ceder a su tío Baltasar de Espinosa:
"(...) un horno e casa de vidrio qestá fecho e fabricado junto al agua de García, en
el término desta ciudad [de la Laguna] e los materiales, herramientas y pertrechos
pertenecientes al dicho horno." (Rodríguez Mesa y Macías 2012: 99).
Las conexiones de Canarias con la Nueva España a través del vidrio no
terminan en estos profesionales sino que, según Manuel Rodríguez Mesa y Francisco
Macías (2012: 99) el cabildo de Icod se ocupaba directamente de la producción de
limetas grandes y pequeñas, jarros cortos y largos, además de tazas que se hacían en
un horno de esa región. De acuerdo a los referidos historiadores, ese horno
corresponde al que el portugués Gaspar Fructuoso (1964: 106) afirma "se hace mucho
vidrio que se manda a las otras islas y a veces a las Indias de Castilla para destilar y
hacer aguas fuertes para las minas, por ser vidrio muy duro".
Según pudimos averiguar, Espinosa fue uno de los primeros españoles de la
conquista ya que su nombre aparece en el listado de "conquistadores que vinieron [a
Nueva España] con Narváez", publicado a finales del siglo XVII/principios del siglo
XVIII por Baltasar Dorantes de Carranza (1987: 322). Eso nos lleva a defender que él
formó parte de la hueste liderado por Narváez que salió de Cuba, por orden del
gobernador Diego Velázquez de Cuéllar, para capturar a Cortés antes de la conquista
de Tenochtitlan. Ellos desembarcaron en Zempoala y él vino a su encuentro,
239 Archivo Municipal de la Laguna (AML), Registro de escrituras tocantes al Consejo de la Isla ante
Juan de Açoca, 1548, f. 886v.
285
originando un enfrentamiento entre ambas fuerzas que tuvo como desenlace la
integración de los soldados derrotados al ejército de Cortés. Rodrigo de Espinosa sería
uno de ellos y así llegaría a la Ciudad de México, seguramente participando también
en su conquista.
Después del episodio referido, se vuelve a tener noticias de este hombre en
1535, coincidiendo con el año de la llegada del primer virrey. Se trata de la "Memoria
de los hombres casados y ausentes de sus mujeres de la diócesis de México",
recopilada por Francisco del Paso y Troncoso (1940 XV: 151). En las notas a pie de
página, el autor menciona que el documento estaba colocado en un sobre con destino
al virrey, con fecha de 12 de febrero de 1533 pero, por algún motivo, ignora el año de
1535 que aparece en el encabezado del folio, junto con el título del documento. Esta
incongruencia de las fechas podría deberse a que la información fue siendo recopilada
a lo largo de varios años y colocada en sobres consignados a la máxima autoridad
virreinal, que asumió efectivamente su cargo a 14 de noviembre de 1535. Sería
entonces la organización particular del virrey Mendoza, la que ocasionaría la opción
de guardar todas las cartas en el mismo envoltorio de 1533, donde finalmente llegaron
archivadas a los días de hoy.
Miguel Ángel Fernández (1990) fue el primer historiador contemporáneo en
destacar la relevancia de esa fuente para el estudio del vidriero. Pero la imprecisión
cronológica en el trabajo recopilatorio anterior, lo llevó a defender el año de 1533
como la fecha probable de la llegada de Espinosa a Nueva España, dando a entender
que poco tiempo después se habría desplazado a Puebla (Fernández 1990: 43). El otro
argumento que utilizó para defender tal teoría es el resultado de otra equivocación:
confundió el año de la publicación del Diccionario Autobiográfico de
Conquistadores, donde Espinosa afirma llevar más de nueve años en Nueva España
(compilado en los años 40), con el de un acta del cabildo de la Ciudad de México,
mediante la que se otorgó "un solar, al lado de otro suyo", en enero de 1542240. Se
percibe así que el personaje inscrito en la historia como el vidriero de Puebla constó
primero como vecino de México (1535) e hizo valer su oficio ante las autoridades
para obtener algunas mercedes en esa ciudad, aunque no se sabe si tuvo ocasión de
ejercer la profesión en esos primeros años.
240 Al restar nueve años a 1542 se llega a la fecha de 1533 pero, en realidad, se desconoce el momento
exacto en que Espinosa prestó las declaraciones que luego fueron recopiladas en el citado diccionario.
Véanse: Icaza 1923: 191; Acta del Cabildo de México nº 1088, del 13 de enero de 1542 (publicada en
O'Gorman 1970: 180).
286
Antes de instalarse definitivamente en el Virreinato, Espinosa hizo un primer
viaje a España, posiblemente para reunir algunos materiales necesarios para fundar el
taller de vidrio. Eso ocurrió entre 1535 y 1538, puesto que a 20 de julio de ese año
formalizó una escritura de regreso a Nueva España, estando en el pueblo de
Guadahortuña. En esa ocasión, se hizo acompañar de su hermano, Felipe de Espinosa,
pero se desconoce su oficio, si llegó a pisar el suelo americano y cuál fue su destino,
por lo que no se tendrá en consideración su nombre en el cómputo general de
vidrieros241. En todo caso, es destacable que Rodrigo no aprovechara el momento para
trasladar también a su esposa e hijas, aguardando hasta tener una situación más
estable en América para hacerlo.
A su regreso se le concedieron varias mercedes y solares en Ciudad de México
y en la Puebla de los Ángeles. Curiosamente, la atribución de casas en ambas
ciudades ocurrió en el mismo año de 1542 y en los dos casos se afirma que el vidriero
ya poseía un solar al lado, adquirido con anterioridad242. ¿Estarían esas concesiones
relacionadas con el interés de las autoridades locales en promover la fundación de
talleres de vidrio y su establecimiento como vecino? ¿Mantuvo Espinosa negocios en
las dos ciudades más importantes del Virreinato de manera simultánea? Lo que se
puede afirmar por el momento es que este personaje tuvo propiedades en diferentes
ciudades en período anterior a 1542 y que cuestionan la atribución del primer horno
de vidrio americano en Puebla, lo mismo que la fecha en que se ejecutó.
Tradicionalmente se ha aceptado que en la construcción de sus hornos en
Puebla se encuentra el origen del topónimo de la calle en que se construyeron. La
mayoría de los autores defienden que se trataba de la "Calle del Horno de Vidrio"
pero es más verosímil la versión que sostiene ser la "Calle del Venado", que comienza
en la plazuela de San Luis y conduce hasta la plaza del Boliche, al oriente de la
ciudad. Según esos autores dicha calle (Calle 5 norte 400) es la misma que aparece
mencionada como "Calle del Horno de Vidrio Viejo" en 1795 y 1818, o como la
"Calle del Horno Viejo del Vidrio" en los años de 1804, 1816 y 1819 (Fernández
Echeverría 1931; Leicht 1967: 539; Ríos 1910: 295). Ya por entonces existirían otros
talleres más recientes, como por ejemplo el que dio nombre a la ya mencionada "Calle
del Horno de Vidrio" y que tantas confusiones ha ocasionado.
241 AGI, Contratación, 5536, Libro 5, f. 126r (2).
242 ARHIMP, Libros de Cabildo, vol. 4, 11 de mayo de 1542, doc. 46, f. 62v y Acta del Cabildo de
México nº 1088, del 13 de enero de 1542, publicada en O'Gorman 1970: 180.
287
Aclaradas algunas cuestiones relacionadas con la dirección del primer taller de
vidrio de Puebla, queda todavía por determinar la fecha en la que se construyó.
Normalmente se acepta que eso sucedió alrededor de 1542, basándose en que en
enero de ese año Espinosa recibió merced de un solar243. Como se ha visto, su
instalación en la ciudad fue algo anterior y uno de los argumentos más evidentes es
que en enero ya tenía un solar ahí junto al que se le concedió otro. Esto nos lleva a
defender que su llegada ocurrió en algún momento entre 1538 y finales de 1541,
aunque el título de vecino lo obtuvo más tarde, el 11 de mayo de 1542, por vivir ya
dentro de la traza de la ciudad.
En la petición inicial de mercedes, Espinosa solicita que, mientras iba a
Castilla por su mujer y familia, se le dieran unos solares cerca del Convento de Santo
Domingo y también algunas tierras. El resultado final fue la provisión de "dos Solares
por cima de Santo Domingo", una Suerte de tierras en Atrisco244, así como una
Caballería y una Huerta en la Puebla (véase fig. 75)245. Tales dádivas se relacionaron
normalmente con su papel destacado en la Conquista, atribuyéndosele las mismas
tierras que se daban a un hombre que combatía a caballo, además de otras
propiedades. Las obras de construcción del convento y de las casas particulares
justificaban por sí solas el requisito de mano de obra especializada. Seguramente los
intereses económicos prevalecieron en la generosidad de las autoridades, más que un
estatuto de caballero del que se podría dudar, pero existen indicios de que no fue el
único vidriero en recibir esa dádiva y que Miguel López del Huerto mereció una
recompensa equiparable.
Las condiciones impuestas a Rodrigo para tomar tales concesiones fueron que:
243 ARHIMP, Libros de Cabildo, vol. 4, 11 de mayo de 1542, doc. 46, f. 62v.
244 Con Atrisco se refiere probablemente a Atlixco, resultando de una castellanización del término
original náhuatl. Sin lugar a dudas se refiere a una ciudad o pueblo pero su localización es algo
incierta. Actualmente el topónimo existe en Nuevo México y también en el Estado de Puebla que, en
principio sería la opción más viable. Sin embargo la actual ciudad de Atlixco, situada a suroeste de la
capital del Estado, se designó inicialmente como Villa de Carrión y lo más probable es que se tratara de
otra comunidad en el Valle de Izúcar o de Atlixco, como aparece señalado en un mapa de 1533 (Fig.
75).
245 El solar, la suerte, la huerta y la caballería corresponden a mercedes en tierras. Cada una de ellas
tenía dimensiones concretas y se destinaba a un tipo específico de cultivo o para la creación de
animales. Las caballerías se concedían exclusivamente a los hombres que habían contribuido a la
conquista o a la colonización de un territorio, sirviendo a caballo (Solano 1984).
288
"(...) dentro de hoy en un año y medio sea obligado a residir con su casa e oficio
en esta ciudad e no se ausente della hasta cumplir la vezindad conforme a las
hordenes y donde no que la data sea en si ninguna."246.
En suma, si se ausentara durante ese período o no ejerciera su oficio de
vidriero perdería todos los derechos adquiridos, aunque luego se reitere la posibilidad
de concederlos aún estando fuera. La capacidad de negociación de los términos de
esas gracias constituye otro fuerte indicio de que Espinosa disfrutó de cierto poder,
posiblemente por el valor "estratégico" de su oficio.
Más allá de la naturaleza de los beneficios concedidos, el quid de la cuestión
era precisamente su necesidad de viajar a Castilla a recoger su familia, ya que, de
acuerdo a las disposiciones legales indianas, los conquistadores disponían de un plazo
máximo de dos años para hacerlo, sobre todo si pretendían acceder a las mercedes de
tierras y mano de obra que estuvo condicionada por una política que privilegiaba a los
casados (Muriel 1992: 309; Pérez Cantó 2005 II: 525-554).
Los atractivos concedidos por el cabildo de la ciudad a Espinosa no fueron
suficientes para evitar tensiones. Los males que padecían estos especialistas en
Europa, fruto de las circunstancias de su trabajo, se trasladaron con ellos a donde
quiera que se desplazaran frustrando algunas de sus expectativas. Las grandes
cantidades de leña que exigían los hornos de altas temperaturas afectaban a los
vecinos, ocasionando escasez del producto y la inflación de los precios de la leña a
puntos insoportables. En esas circunstancias, los artesanos se vieron obligados a
abandonar los centros urbanos para huir a zonas periféricas donde podrían recoger
madera sin causar molestias ni poner en riesgo de incendio a las casas. Eso fue
exactamente lo que le sucedió a Espinosa.
Poco tiempo después de establecerse de manera permanente en Puebla, la
población se quejó de dichos problemas y a 11 de diciembre de 1543 surgió la
respuesta oficial. Se le prohibió gastar leña que fuera cortada dentro de dos leguas
alrededor de la ciudad o que cualquier persona se la vendiese; que no cortara ni
hiciera cortar leña de los caminos y montes bajo pena de seis pesos de oro de minas y
la confiscación de la carreta y bestias en que se traían247. Sin combustible y sin
posibilidad de comprarlo en las inmediaciones, es probable que decidiera desplazar
246 ARHIMP, Libros de Cabildo, vol. 4, 11 de mayo de 1542, doc. 46, f. 60v.
247 ARHIMP, Libros De Cabildo, vol. 4, 11 de diciembre de 1543, f. 254v. Documento citado también
por Miguel Ángel Fernández (1990: 46 y 267).
289
sus hornos, al menos provisionalmente. No se sabe si esa fue la causa, pero durante la
década de 40 de ese siglo en que se recopiló el Diccionario autobiográfico de
Conquistadores, se recoge la queja de este vidriero diciendo estar enfermo, vivir
pobre y padecer necesidad (Icaza 1923: 191).
Si por un lado los vidrios de Puebla gozaron de gran admiración y la calidad
de sus productos fue uno de los mayores orgullos proclamados por las autoridades de
la ciudad, por detrás de los discursos oficiales existió una tensión latente que ocasionó
graves dificultades a estos profesionales, aún cuando se reconocía su mérito. Al leer
las siguientes palabras resaltan las fuertes contradicciones entre la praxis y la teoría.
El mismo motivo que condujo al desarrollo de la actividad fue también su condena: la
leña; y pese a que su producción fuera de gran consumo y se llegara a exportar, los
artesanos podían vivir en condiciones muy precarias.
"(...) los hornos y oficio de hazer el vidrio en aquella tierra el qual [no se haze en
toda la Nueva España sino alli ansi por tener a la mano los materiales neçesarios
para ellos como a menos costa la leña y todo lo demas.".248
Tal vez por eso, a 10 de octubre de 1551, se registró en el libro de asientos que
el vidriero de aquella ciudad, Rodrigo de Espinosa, tuvo que ir a México a trabajar
(Gómez Serafín y Fernández Dávila 2007). Desde entonces, se deja de tener noticias
suyas en Puebla, coincidiendo con el término del plazo para consolidar sus derechos
como vecino. En tales circunstancias ya nada le impedía instalarse en otra ciudad si
no encontraba condiciones para dedicarse a su oficio. Aunque siguió visitando la
zona, solo puntualmente usó el estatuto de vecino de Puebla, donde mantendría sus
tierras. En 1557, cuando estaba en Tepeaca, una zona de pueblos de indios situada en
la región de Puebla, se declaró vecino de México y fue ya después de su muerte
cuando de nuevo se le vinculó a los Ángeles. El historiador Salvador Cruz (1959: 91-
95) llega a sugerir que se trata de otro vidriero pero parece desconocer que Rodrigo
había viajado a México poco tiempo antes de firmar ese documento, en el que se
define como vecino de dicha ciudad.249
248 ARHIMP, Libro de la Fundación e Establecimiento de la Muy Noble Ciudad de Puebla, vol. 1, doc.
sin fecha (último doc. con fecha de este legajo es de 1547), f. 203v-203r. Documento citado también
por Miguel Ángel Fernández (1990: 47 y 267).
249 Fuente citada: AGNotP, escribano Cristóbal de Tapia, año de 1557, "obligación", leg. 10, f. 7v.
290
Según pudimos averiguar, murió antes de 1596, año en que aparece
mencionado en el testamento del famoso Dr. Pedro López. Este hombre fue el
fundador de los hospitales de San Lázaro y el de los Desamparados, además del
primer médico doctorado en la Real Universidad de México. En esa ocasión se
menciona que actuó como tutor legal de las dos hijas de Rodrigo, por lo que se
imagina que mantendrían una estrecha relación y que no tuvo hijos varones250. ¿Sería
este vidriero el productor de todo tipo de artilugios de vidrio necesarios al desempeño
de las actividades de medicina? Esa es seguramente una línea interesante a investigar
en el futuro que demostraría las habilidades en el oficio para hacer piezas tan
delicadas. Por lo pronto, la amistad entre ambos revela que este personaje estuvo bien
conectado con la élite del Virreinato.
Otra línea de investigación que convendría seguir profundizando es la
posibilidad de que el vidriero fuera la misma persona, o algún familiar cercano, que
Rodrigo Alonso Espinosa. Este nombre aparece citado en actos notariales de Perú
donde, a 18 de enero de 1586 se le considera vecino de Lima. Por entonces Juan de
Yturburo le debía la cantidad de 90 pesos de plata sellada y razonada (de valor cada
peso 460 tomines) por 360 mazos de abalorio que le vendió251. La coincidencia del
nombre y vinculación con el comercio de objetos de vidrio son bastante sugerentes
pero, por el momento, no fue viable seguir investigando más sobre el tema. Tampoco
existen muchos trabajos sobre la vidriería en el Virreinato del Perú con los que cruzar
informaciones ya que las publicaciones sobre el arte vidriero se centran esencialmente
en los talleres de Ica y en cronologías más tardías.
3.6.2. Benito de Espinosa (Antes del Año 1576)
Algunos autores como José Peralta Rodríguez (2005: 11-12, 2004: s.p.) han
referido a Benito de Espinosa en sus reflexiones, señalando la posibilidad de que
fuera familiar de Rodrigo de Espinosa. No obstante, no se ha podido comprobar esta
información y el apellido fue muy frecuente en el Virreinato, eventualmente utilizado
250 AGN, Tierras, vol. 3556, exp. 4.
251 AGNP, Protocolos notariales, escribanía. Escribano Alonso Hernández, 18 de enero de 1586,
"deudo". Protocolo 88, f. 340v-340v.
291
por los naturales de Espinosa de los Monteros252. Su nombre aparece mencionado en
solo un documento conocido y tampoco se localizaron fuentes novedosas para el
estudio de este personaje253. Los datos disponibles son los que ya se publicaron en
otros trabajos, aunque merece la pena destacar ciertos detalles de ese expediente254.
Su problemática sitúa al personaje en el espectro más amplio de la actividad vidriera,
descubriendo interesantes referencias acerca de su actuación en los límites de la
legalidad para ejercer el oficio.
En 1576, el virrey Don Martín Enríquez de Almanza y Ulloa (1510-1583)
decidió en favor de los nativos del pueblo de Ameca (Nueva Galicia, Jalisco) y en
contra de Benito de Espinosa. En la causa se encontraba la violación de un sistema de
administración dual y la penetración de un español en un pueblo de indios, con todas
las consecuencias negativas de su instalación allí. Nos referimos a aquellas que
afectaron directamente a su población y a las autoridades locales, pero esencialmente
a la viabilidad de un proyecto político que partía de una concepción binaria de la
sociedad. Sus implicaciones en la producción de vidrio generaron conflictos de
intereses que se expresaron de modo muy evidente en las circunstancias de Benito. Al
leer los argumentos de las quejas y la deliberación del virrey, se percibe que este
oficio emergió como elemento de desorden y desestabilización.
La organización social y administrativa que preconizaba la existencia de una
República de Españoles y una República de Indios fue fundamental para ejercer un
mayor control sobre las poblaciones autóctonas, la mano de obra y la recaudación. Se
declaró que los pueblos de indios, como Ameca, estarían separados por algunas
leguas a la redonda de las urbes, donde presuntamente vivirían protegidos de la tiranía
de los españoles y serían evangelizados. El cura era, por lo tanto, el único elemento
blanco autorizado, a quien competiría establecer el orden.
En oposición a esos espacios de desorden social, se definieron las ciudades
reservadas a los españoles o a sus descendientes. De esta forma, la Corona esperaba
protegerlos de las malas influencias y perpetuar un modo de vida hispánico en
252 Entre los primeros pobladores existieron varios individuos con este apellido que eran naturales de
esa ciudad. Además se desconocen hijos varones de Rodrigo y como mucho sería su sobrino, el hijo de
su hermano Felipe del que se sabe únicamente que tuvo permiso para acompañar a Rodrigo a Nueva
España o de Hernando de Espinosa.
253 AGN, General de Parte, vol. 1, exp. 1037, f. 204v.
254 El personaje ya fue referido por los historiadores dedicados a la historia del vidrio (Fernández 1990:
47; Neri-Vela y Neri-Aguirre 2011: 222-226; Peralta Rodríguez 2004: s.p., 2005: 7-44). El documento
aparece transcrito en los trabajos de Hillerkuss 1994: 348; Zavala y Castelo 1939: 121-122.
292
América que se expresaba en costumbres como el consumo de objetos de vidrio. Ser
hispano era, entre otras cosas, beber en vasos traslúcidos, almacenar sus vinos en
botellas y licoreras, o guardar sus perfumes y artículos de higiene en dichos
recipientes. Eso, por no mencionar todo un conjunto de piezas de indumentaria y culto
realizadas con aplicaciones de vidrio a las que ya se aludió anteriormente. A pesar de
la fuerte presencia de este material en la vida cotidiana de la población novohispana,
el comercio con la metrópolis no era suficiente para sufragar la demanda y se
necesitaron especialistas capaces de producir todo tipo de objetos de vidrio a los que
estaba acostumbrada.
No siendo esta una industria considerada sucia, ella causaba problemas al
orden de las cosas y tuvo que alejarse del núcleo central255. La hostilidad de las
ciudades en relación con la tala de árboles para alimentar los hornos de vidrio
provocó una dicotomía entre las necesidades de consumo y las circunstancias de
producción, haciendo de este un oficio indispensable y a la vez indeseable. De la
misma manera, entraban en conflicto las autoridades del cabildo con el gobierno
virreinal: si los primeros pusieron restricciones a la actividad de los vidrieros,
forzándolos a desplazarse hacia la periferia, el segundo determinó el aislamiento de
los pueblos de indios.
Evidentemente, el orden ideal que protagonizaba el modelo impuesto por la
oficialidad se violó constantemente, ya que ninguno de esos territorios era
impermeable a la presencia del "otro". Se crearon barrios indígenas en la periferia de
las ciudades y los españoles penetraron en las congregaciones. Por lo regular, los
pueblos de indios constituían una alternativa bastante atractiva para el sector vidriero
ya que no distaban mucho de centros urbanos y tendrían mayor disponibilidad de
materias-primas y mano de obra.
En Ameca, la demanda de sus servicios no se relacionó tanto con la presencia
de núcleos urbanos en las inmediaciones como con la descubierta de plata y cobre en
la región. En un mapa del siglo XVI se observa claramente la posición central del
pueblo respecto a las "minas del rio tetepec" (en la Sierra Fría), "las minas ricas de los
çacatecas", las "minas de guachinango" (en la zona oriental de la Sierra Mascota) y
unas "minas de plata" en la Sierra de Etzatlán (Fig. 76). Eso atrajo a la región algunos
españoles que adquirieron la propiedad de esos terrenos a precios considerables, y
255 Por cuestiones de higiene algunas de las actividades relacionadas con el abasto de las ciudades se
desplazaron a la periferia.
293
también vidrieros cuyas labores eran indispensables para producir las cornamusas con
que se apartaban esos metales (Hillerkuss 2013: 18).
A pesar del posicionamiento estratégico de Ameca para el acceso a
importantes recursos, el pueblo tuvo un carácter marginal relativamente a los
principales centros de decisión. La ciudad grande más próxima era Compostela,
fundada en 1532 en la secuencia de las primeras descubiertas de mineral pero, a partir
de 1550, empezó a entrar en decadencia, fruto del abandono de muchas minas a las
que no se supo sacar la rentabilidad. Mientras tanto emergía en importancia
Guadalajara, que distaba varias leguas de ahí, favoreciendo una administración
interna relativamente independiente256. Así, en el mismo año de 1579 en que
contestaba el virrey a las demandas de los nativos contra el vidriero, el alcalde mayor
Antonio de Leyva respondía al cuestionario de las Relaciones Geográficas,
informando que sobre Ameca que:
"Hay, en las serranías de esta jurisdicción, a una legua y a dos deste pueblo, a la
parte del norte y sur, muchas vetas de plata y, la mayor parte dellas, de cobre. Ha
habido descubrimientos y minas descubiertas en esta comarque [comarca], que
algunos mineros han comprado en doce mil pesos de tepuzque; aunque las minas
están hoy día despobladas, y se ha sacado mucha plata: dicen que por ser cobrizos
los metales y no haber dado en el beneficio dellos; hay otras muchas vetas y
metales a las que no se les halla plata, ni por azoque [sic., azogue] ni por
fundición. Hay cerca deste dicho pueblo, a cinco y a seis leguas, haciendas de
minas pobladas, de que sacan plata, aunque no de mucha ley: los metales tienen
muchos géneros de colores: son blancos, verdes y colorados." (Acuña 1988: 46-
47).
Estos espacios periféricos fueron siempre especialmente permeables a la
penetración de elementos marginalizados, definiéndose como zonas de frontera entre
diferentes universos socio-culturales. Alrededor de Ameca predominaron los pueblos
de indios: el primer convento se construyó ya en 1529 y no fue hasta 1550 que el
virrey Antonio de Mendoza procedió al reparto de tierras bajo la forma de mercedes
individuales, cuando la actividad minera de la zona entrara en decadencia. Por eso, la
presencia europea ahí se circunscribía a algunas haciendas que empezaron a fundarse
en los años 70, como la de Santa María de la Huerta (1573) y la de El Cabezón
256 Ameca y su comarca estaba asociada al obispado y catedral de Guadalajara pero su judicatura y
jurisdicción pertenecía a la real Audiencia de la Ciudad de México.
294
(1578). En total, en 1579, no se habían juntado aún más de "seis vecinos españoles,
que no fundaron villa ni han puesto nombre más de lo d[i]cho [de Ameca]" (Acuña
1988: 33). Sus nombres eran Juan Sánchez, Juan Vázquez, Vergara, Juan Nuñez,
Francisco de Mesa y Vicente Çaldivar. Él era el propietario de la única mina que
seguía siendo explotada (la del Palmarejo) y poseía también una estancia de ganado
mayor y una labranza de trigo, como consta en el mapa que acompañó las respuestas
al cuestionario presentadas por Antonio de Leyva (Fig. 77).
La referida pintura de Ameca constituye una fuente importante para localizar
los primeros asentamientos de españoles y percibir cómo estaba organizada la traza
urbana. Además de la plaza central, donde se encontraban la iglesia, la casa real y la
cárcel, todos los demás edificios no presentan diferencias arquitectónicas sustanciales,
ni siquiera en el tamaño. Por eso resulta difícil determinar dónde estaría localizada
exactamente la casa comunal ocupada por Benito, ya que no se observa ninguna
chimenea que necesariamente se tuvo que construir para implementar ahí un horno de
vidrio. La descripción proporcionada por Antonio de Leyva (Acuña 1988: 31 y 50)
tampoco aporta ningún dato adicional acerca de las principales infraestructuras y se
avanza aquí con la posibilidad de que la Casa Comunal aparezca señalada en el mapa
como "Mesón"*, ya que esa palabra tuvo también el significado de "casa pública".
La presencia de Benito de Espinosa y Gerónimo Losada surge así al margen
de toda legalidad y fuera del control de las autoridades que, pese a que estuvieran
realizando un registro de la población de la zona, no se percataron de su presencia
hasta que los indígenas lo denunciaron. Al instalarse ahí, se inmiscuían en una
realidad distinta que supo sacar los beneficios de su situación periférica para lograr
una cierta autogestión.
En Ameca, la llegada del vidriero entró en conflicto directo con la autoridad
del cacique, quien controlaba la fuerza laboral y los recursos disponibles. Así, las
quejas más inmediatas que se expresaron en el expediente se dirigieron precisamente
hacia este orden de factores. A Benito se le acusó de apoderarse de un inmueble de
uso comunitario para su propio beneficio, eligiendo la casa comunal para colocar su
horno e ignorando la autoridad del cacique. Además, para desarrollar los trabajos
relacionados con esta labor, el artífice acudió a los indios sin paga practicando
repartimiento de mano de obra de manera ilegal, en una época en que la comunidad se
había reducido drásticamente, fruto de epidemias, del trabajo en las minas o del
transporte de cargas de jarcia que hacían al puerto de Navidad, destinadas a la
295
construcción de los "navíos para la China", refiriéndose al Galeón de Manila (Acuña
1988: 31). Supuestamente, estas personas tendrían que dedicar unas horas a labrar las
tierras comunitarias o a construir y reparar edificios públicos, por lo que su captación
de manera particular causaba algunos desajustes en la organización de la comunidad.
Ante la demanda interpuesta, la resolución del virrey fue tajante y ordenó que no se le
permitiera vivir entre los nativos ni que se le diese ningún indio en contra de su
voluntad, haciendo cumplir rigurosamente la política establecida.
Por la fecha, el vidriero ya estaba perfectamente instalado y se entiende que en
algún momento las autoridades fueron conniventes con esta situación, ya que un
hombre solo no podría imponer su voluntad en contra de una aldea entera, incluso
usando algún tipo de coacción. Una posibilidad es que el cacique estuviera
practicando el repartimiento de indios o de productos de vidrio en beneficio propio,
como sucedió permanentemente a lo largo de todo el período virreinal, incluso
después de que se prohibiera. Pero lo más probable es que su producción se vinculara
a la explotación minera, eventualmente practicada de manera ilegal por Gerónimo, al
ser expulsado de Guadalajara. En efecto, según el alcalde de Ameca, el señor Antonio
de Leyva (Acuña 1988: 27-50), en esa época se intentó alcanzar el beneficio de la
plata por el proceso de fundición. La manera de hacerlo era precisamente en el
interior de cornamusas de vidrio que solo un buen artífice estaba habilitado a hacer.
Como tantas veces ocurrió, cuando los acuerdos dejaron de ser ventajosos para
una de las partes, las comunidades indígenas ejecutaron denuncias y se abrieron
pleitos que se dirigieron a las altas estancias y seguramente el expediente movido
contra Benito de Espinosa sea uno de esos casos257. Lo que él demuestra son las
contradicciones latentes del sistema y como la producción de vidrio en el Virreinato
estuvo muy dependiente de las relaciones oficiosas y marginales que se establecieron
en estos espacios de frontera. Curiosamente fue gracias a esta situación ilegal que se
sostuvo el sistema y la promoción del consumo de vidrio. Otro dato relevante de este
expediente es su información sobre las materias primas usadas en la producción del
vidrio novohispano. Se sabe que Rodrigo de Espinosa usó la barrilla, como era
costumbre por entonces. Sin embargo esta es la primera vez que se menciona la
aplicación del árbol de castilla en esas labores, que aparentemente Benito cortaba
"para quemar y hazer vidrio". No se pudo determinar si usaba su ceniza como
257 AGN, General de Parte, vol. 1, exp. 1037, f. 204v.
296
ingrediente para la fórmula de vidrio (como aporte de potasa), para la lixiviación de la
ceniza de barrilla, o si tan solo se sirvió de su leña para calentar el horno. Futuras
investigaciones podrán arrojar más luz sobre este tema y percibir si la disponibilidad
de esta madera en Ameca se relacionó con las especificidades de esas labores, ya
fuera por las altas temperaturas que alcanzaba su leña, por su utilidad para hacer la
barrilla o para obtener potasa. De todos modos, la abundancia de madera fue un factor
esencial para la localización de Benito en Ameca.
3.6.3. Hernando de Espinosa (1560)
Con el mismo apellido que los ya mencionados Benito y Rodrigo, se ha
detectado la referencia a un vidriero de nombre Hernando258, que todo indica que él
sería hermano de Rodrigo de Espinosa y que viajó a Nueva España a 2 de enero de
1560. Su nombre aparece en un libro de asiento de pasajeros a Indias, con esa data y,
aunque no se refiera su oficio, se informa que era hijo de Cosme de Espinosa y
Francisca Mellada, coincidiendo con los nombres de los padres del vidriero Rodrigo
de Espinosa259.
El referido documento señala que este hombre era natural de Cadalso, una
villa de los alrededores de Madrid que conoció un importante desarrollo del sector
vidriero, y es posible que trabajara ahí algunos años antes de pasar a América con su
esposa Leonor Tejeda, hija de Juan Tejeda y de María de Esa, y con su hijo soltero
Francisco260.
Los datos sobre su actividad en el Virreinato son residuales y nos llegan de
manera indirecta, a través de un documento relativo a un miembro de su servidumbre.
A 5 de enero de 1560, Pedro Peinado, natural de la villa de Drada (Lugo), se trasladó
a la Nueva España para servir como criado al vidriero Hernando de Espinosa. Las
molestias tomadas en su viaje sugieren que se trataría de un hombre experimentado en
las labores del vidrio con el apoyo del cual mitigaría los problemas derivados de
258 AGI, Contratación, vol. 5537, L. II, f. 67v.
259 AGI, Contratación, vol. 5537, L. II, f. 60v.
260 Es importante no confundir Francisco y Hernando Espinosa con los hermanos del mismo nombre
que trabajaron en ese período en un horno de vidrio en El Quejigal para producir las vidrieras y objetos
de vidrio hueco para el Monasterio de El Escorial (Rico y Sinobas 1873: 39; Rodríguez García 1997:
130; Pérez Bueno: 1942:109-111).
297
escasez de mano de obra. A pesar de todo, lo único que se menciona en el documento,
es que viajó soltero al Nuevo Mundo y sin la compañía de sus padres, Francisco
Peinado y María López.
¿Sería este el mismo Pedro Peinado que hizo sociedad con el vidriero Guillén
de Almas para transferir un taller de vidrio al Perú tan solo seis años después?261 Esto
conduce a otra cuestión que se vincula con la circulación de estos profesionales. En
este caso, los vínculos entre Pedro Peinado y Hernando de Espinosa, sugieren que ya
se conocían desde antes de partir a América o que era alguien cercano a las personas
de su círculo de confianza en la península. Fue por medio de esas relaciones y
alianzas entre especialistas, forjadas en Europa, como se activó el flujo de vidrieros
hacia el Virreinato. Eso posibilitó la ampliación de las redes metropolitanas en
América y, una vez implementadas ahí, terminaron por reconfigurarse para dar paso a
nuevas coaliciones y extender un poco más las oportunidades de negocio,
especialmente hacía el sur, en dirección a lo que es actualmente Perú y también a
Argentina. Recuérdese por ejemplo el caso del comerciante Juan de Soria y sus socios
para hacer el vidrio en Córdoba y distribuirlo por Tucumán, Potosí, Chile y Paraguay,
en 1592 (Sempat 1982: 71-72)262.
3.6.4. Jaime/Xayme del Valle (Años 1595-1603)
Xayme del Valle era natural de Cataluña pero no se ha determinado
exactamente su ciudad de origen ni el año en que viajó a Nueva España. La noticia
más antigua data de 1595 cuando adquirió un esclavo al comerciante de San Luís
Potosí, Francisco López Bonilla. Se trataba del "negro" Pedro, descrito como criollo
de Sevilla, a quien se le había impreso en el rostro una marca con el nombre de su
anterior propietario "Pedro León" (Montoya 2015: 94, 2016: 52-160)263. Por entonces
Xayme residía ya en la ciudad de México, donde supuestamente empezó su actividad
de vidriero. Asimismo cabe destacar la práctica de un comercio de esclavos de origen
africano, nacidos en Sevilla, con destino a la Nueva España, que presupone un
arbitraje sobre esta mano de obra alternativa desde la península. Entendidos como un
261 Sobre este tema véase el capartado 3.6.6. dedicado al vidriero Guillen de Almas.
262 Fuente citada: Archivo Histórico de Córdoba, Argentina (AHCA), sección notarial VI, 172.
263 Fuente citada: AHESLP, Protocolos de la Alcaldía Mayor de San Luis Potosí, 1595.
298
producto más, es posible pensar que se controlara directamente su reproducción para
evitar los intermediarios y sacar mayores beneficios de la trata de esas personas de
origen africano que llegaban a España en la condición de esclavos y cuyos hijos se
enviaban a América. Estos elementos plantean la existencia de flujos de mano de obra
especializada en ciertos oficios para facilitar el desarrollo de esos sectores en el
designado Nuevo Mundo.
Al año siguiente de 1596 el vidriero vivía ya en la capital del Virreinato,
donde se dedicaba a la producción de vasos y otras cosas que hacía con la mayor
perfección. Sus obras merecieron las alabanzas del cabildo de la ciudad, llegando a
compararse con las mejores que se traían de Castilla y que se hacían en "Venecia,
Barçelona y otras partes y reinos de su majestad". Dichos halagos se referían
esencialmente a la trasparencia del vidrio, definido como el "más claro" y "sin
comparación que el que hasta aquí se a [sic., ha] hecho por otros"264.
Sin duda alguna, este maestro se distinguía de los demás que trabajaban en la
Ciudad de México, reproduciendo en el Virreinato los modelos catalanes que, en la
península, eran objeto de las mejores consideraciones. Si de alguna manera sería de
esperar el desdoblamiento de esos saberes en las creaciones novohispanas, no se debe
menospreciar la capacidad de encontrar recursos alternativos para emplear en las
fórmulas y garantizar la superioridad de sus piezas frente a las de los vidrieros
naturales de otras partes del reino.
Los conocimientos de que disponía sobre el arte del vidrio, lo colocaban en
una posición relevante entre sus pares y también dentro de la ciudad, donde el sector
tuvo una importancia estratégica. Solo así se puede entender que las autoridades
locales intervinieran directamente, en 1596, para solventar un problema de escasez de
materias primas. El origen estaba en la disponibilidad de barrilla y la inviabilidad
económica de los talleres de vidrio de la capital que, frente a ese problema,
amenazaban con cerrar o desplazarse a otras partes.
De acuerdo con ese documento265, la recolección de la barrilla estaba siendo
controlada por otros particulares, a modo de estanco, provocando problemas en el
acceso y reparto de la materia prima entre los vidrieros. Se desconoce si existió
verdaderamente una escasez del producto, como sugiere el historiador Miguel Ángel
Fernández (1990: 62), o si se trataba tan solo de evitar la formación de monopolios
264 AGN, Reales Cédulas en Duplicado, vol. 3, exp. 161, f. 120v-122v.
265 AGN, Reales Cédulas en Duplicado, vol. 3, exp. 161, f. 120v-122v.
299
privados que se beneficiaran de este comercio a título particular, como efectivamente
se llega a afirmar. Lo que resulta evidente es que algunos artesanos encontraban
dificultades para adquirir la hierba y la elevada suma que tenían que pagar por ella
repercutía negativamente en el precio de sus creaciones, o eso sostenían.
En este escenario se decretó que toda la barrilla recolectada debería declararse
a las autoridades, a quienes competiría repartirla entre los vidrieros en función de las
bocas de horno que poseían. Con esa medida se pretendía garantizar una distribución
equitativa de las materias primas y regular el precio del producto en circulación en el
mercado. Pero el objetivo nunca fue el de frenar completamente la iniciativa privada,
estando excluida de esa disposición la barrilla recogida por los propios vidrieros o sus
criados y que se destinaba al consumo personal. Se percibe así cómo algunos de los
artífices participaron directamente en el cultivo y recolección de la planta, ejerciendo
el control sobre la calidad de la materia prima. De esa manera se garantizaba que sería
recolectada en el momento más adecuado, ya que el empleo de la hierba aún verde
afectaba drásticamente a la resistencia del vidrio. Eso se deduce de unas ordenanzas
de 1617, en la que se expresan los efectos negativos de la recolección anticipada de la
barrilla:
"Que muchas personas, españoles, negros e indios, sin ser maestros de hacer el
vidrio, cogen la dicha hierba antes de estar en su punto para usarla en la
producción de vidrio bueno. El resultado es que los vidrios no quedan buenos ni
perfectos y no pueden los vidrieros encontrar luego la barrilla buena porque la
cogieron toda antes de tiempo." 266.
Aunque se atendieron las demandas de los vidrieros y se impusieron duras
multas a los que violaran tal disposición, eso no fue suficiente para asegurar un buen
nivel de vida. En los años 40 del siglo XVI, Rodrigo de Espinosa se quejó de tener
problemas económicos y en 1603, también Xayme del Valle alegó estar pasando
muchas necesidades. En este caso, el reconocimiento público que merecieron sus
obras por parte de las autoridades, sugiere que no encontrarían dificultad en venderse
para el consumo de los españoles267. Por eso, es posible que se tratara tan solo de una
excusa para poder ampliar su negocio a Perú, donde pidió autorización para instalarse.
266 AGN, Ordenanzas, cont. 2, vol. 3, exp. 32, f. 38v.
267 AGN, Indiferente Virreinal, vol. 589, exp. 10, f. 72v-74v.
300
Tres años antes de solicitar su desplazamiento al Virreinato vecino, Xayme
movió un proceso para cobrar una deuda por la cantidad de 152 pesos referentes a 75
docenas de vidrios que totalizaban 140 pesos y por un caballo que valía 12 pesos268.
El sujeto de dicha deuda era Agustín Ramírez, un "joven español" natural de Mesina,
en los reinos de Sicilia, y la cantidad no era excesivamente alta, si se considera que
por entonces se podrían comprar tan solo dos o tres muebles de calidad o un único
vestido con ese mismo dinero269. A pesar de todo, la forma como procedió a lo largo
de las negociaciones revela la necesidad de recuperar rápidamente ese capital, aunque
para ello recibiera únicamente una fracción. El acuerdo a que llegaron las partes fue
que la deuda se reduciría a 90 pesos y sería pagada por un tercer individuo, el
sombrerero Esteban del Campo, en cuyo taller Agustín se quedaba obligado a trabajar
durante dos años y medio como forma de pago. Durante ese tiempo aprendería a hacer
sombreros cobrando 2,75 pesos por mes, más el sustento. Como garantía y fiadora de
la deuda ofrece la "india" con quien estaba casado, Ana Ramírez, quien debería pagar
los 90 pesos o la parte que restara mediante la venta de sus servicios a Esteban del
Campo270.
Como se ha visto, el cobro del dinero implicó condiciones bastante
desventajosas para ambas partes involucradas. Eso se podría relacionar con una
necesidad urgente de liquidez financiera o el deseo de cerrar los asuntos pendientes en
la Nueva España, finiquitando los créditos concedidos para empezar de nuevo en otra
parte. Independientemente de los motivos que llevaron a Xayme a solicitar su traslado
a Perú en 1603, la intención era desplazar también su negocio, haciéndose acompañar
de cuatro "españoles", sus criados, y de dos esclavos "negros"271. Tanto unos como
otros estarían ya en la Nueva España y eventualmente trabajarían en el taller que tuvo
en Ciudad de México y que no se ha identificado su ubicación. Aunque no se sepa
mucho acerca de los artesanos con quien Xayme pretendía montar el taller en Perú,
existen detalles acerca de estos hombres que merecen alguna reflexión. A partir de
268 AGNotDF, Fondo Antiguo siglo XVII. Notario Juan Pérez de Rivera, 6 de marzo de 1600,
"concierto de aprendizaje, servicio y curaduría", vol. 3357, f. 72v-74r.
269 Véase por ejemplo la carta de dote otorgada por Gaspar de Mendoza, en 1567, a Pedro de
Villanueva por promesa de casamiento con su hija, Luisa de Mendoza y Miranda. Entre los géneros
que lleva consta "una saya de terciopelo negro con pasamanos de plata aforrada en tafetán amarillo, en
120 pesos", que es un valor que se acerca mucho al de la deuda que tenía que recibir el vidriero
(AGNotDF, Fondo Antiguo Siglo XVI. Notario Antonio Alonso, 8 de abril de 1567, "dote", vol. 8, leg.
7, f. 172v-176v).
270 AGNotDF, Fondo Antiguo siglo XVI. Notario Juan Pérez de Rivera, 6 de marzo de 1600, "concierto
de aprendizaje, servicio y curadoria", vol. 3357, f. 72v-74v.
271 AGN, Indiferente Virreinal, vol. 589, exp. 10.
301
esos elementos se entiende mejor los orígenes e influencias del vidrio novohispano y
peruano.
En la petición dirigida a las autoridades, se mencionan los criados "españoles"
Gabriel Poonse y Juan de Guevara que, por sus nombres, serían naturales de la
península ibérica, el primero muy posiblemente de origen vasco. Ya los apellidos de
Francisco y Esteban Rrochi remiten a una familia de origen italiano. Su denominación
de "españoles" hace creer que eran originarios de los Virreinatos de Sicilia, Cerdeña o
Nápoles, revelando interesantes relaciones entre los vidrieros de las varias provincias
del imperio en Europa (Italia, Cataluña y eventualmente el País Vasco) y en América
(Nueva España y Perú).
La combinación señalada es especialmente sugestiva si se considera que el
alargamiento de las fronteras de la monarquía hispana creó el marco legal para la
circulación de estos individuos y sus conocimientos en la producción de vidrio. No se
puede descartar aún la posibilidad de que Xayme del Valle no fuera preciso en su
comentario y que, en realidad, se trataran de extranjeros naturalizados. Muchas veces
sucedía que las identidades no eran estancas sino que cambiaban en función de los
intereses políticos y comerciales, sin que dejaran de sentirse como verdaderas. La
calidad del vidrio italiano era un factor lo suficientemente atractivo como para
conceder el título de vecino a uno de esos artesanos que pretendiera instalarse en
cualquier ciudad del Reino y no sería del todo raro que hubiera cambiado su
nacionalidad. Tal proceso implicó identidades múltiples que en vez de suplantarse se
sumaban de manera bastante eficiente para establecerse en diferentes sitios.
Fueran italianos naturalizados o españoles de esas provincias, los Rrochi
aportarían a los talleres de Xayme del Valle algunas de las técnicas que hicieron
famoso el vidrio italiano. De esa manera ganan una nueva dimensión los cumplidos
que recibieron sus producciones y que las comparaban precisamente con los
congéneres venecianos. Se podría decir que esta nueva configuración política actuó de
manera determinante en el desarrollo del arte del vidrio en la península y en los
virreinatos americanos, posibilitando la transferencia de conocimientos y
promoviendo un incremento de la calidad de sus producciones.
Con relación a los dos esclavos "negros", Simón y Juan de Rrojes, no se
obtuvieron más datos sobre su origen, el modo en cómo los adquirió o qué funciones
desempeñaron. Según estudios recientes, el término "negro" se empleó así para
personas originarias de las regiones africanas como también del Oriente Medio o
302
incluso de India, no habiendo manera de confirmar su procedencia (Oropeza 2011: 5-
57). Al ser ambos del sexo biológico masculino, se supone que colaborarían en las
labores del horno o recogiendo leña y barrilla, más que dedicarse al servicio
doméstico. Eso nos coloca una vez más ante una eventual circulación de esclavos
vidrieros en América y que justificaría el pedido de traslado conjunto, en nombre de
estos cuatro hombres, para sufragar la falta de mano de obra especializada en la
región. Curiosamente no aparece ningún pedido de traslado a nombre del esclavo
negro "criollo de Sevilla" con quien había trabajado durante los primeros años de su
llegada a América.
El nombre de este vidriero aparece referido en 1592 en la región rioplatense,
asociado a la implementación del primer establecimiento para hacer el vidrio en
Córdoba (Furlong 1946: 249). La falta de más datos acerca del origen de ese
personaje impide asegurar que se trataba de la misma persona pero, la coincidencia
del nombre y oficio, asociadas a la cercanía de las fechas en que pidió autorización
para viajar al Perú, son bastante sugerentes. ¿Mantendría Xayme negocios en Córdoba
después de que se fundara la ciudad y se nombrara como regidor al vidriero Juan de
Soria, natural de la Nueva España? ¿Sería este vidriero el mismo que aparece
mencionado como Jaime Valle en un consorcio con el dicho regidor, Marco Antonio
y André López para hacer el vidrio y comercializarlo en las regiones circundantes? En
ese caso, se podría interpretar que, antes de solicitar la autorización para trasladarse
ya habría realizado algunos experimentos de extender sus negocios en dirección a
otras partes de América. La frágil situación económica descrita por Xayme en esa
ocasión podría ser el resultado de malas inversiones en Córdoba o, por el contrario, de
una excusa para seguir ampliando su radio de intervención por los territorios
suramericanos, donde esperaba alcanzar mayores ganancias que en México.
3.6.5. Juan de Quiroz (Años 1596-1612)
Sobre el vidriero español Juan de Quiroz existe muy poca información
disponible pero los datos de su biografía son especialmente curiosos en lo que a
uniones matrimoniales se refiere. Su nombre aparece casi siempre relacionado con el
de individuos de moralidad dudosa, acusados de contraer matrimonio en América
303
estando ya casados en la península, o que solicitaban la anulación de un matrimonio
anterior para volver a hacerlo legalmente en la Nueva España. Estos episodios fueron
comunes en el Virreinato, protagonizados esencialmente por españoles que, con el
pasar de los años lejos de sus familias, olvidaban sus obligaciones e incumplían con el
pacto matrimonial. Para garantizar la estabilidad social y el orden moral cristiano
instituido, se crearon una serie de medidas que no lograron contener la bigamia o el
concubinato. Esta situación afectó mayoritariamente a las mujeres, suscitando
numerosas acusaciones civiles por parte de la Inquisición272.
La primera ocasión en la que interviene Quiroz es en 1596, cuando prestó
declaración sobre si estaba o no casado en Castilla el vidriero Blas Hernández, en la
secuencia de una acusación pública realizada por Cristóbal Manuel y Francisco
Durán273. La segunda ocasión sucedió años más tarde, en 1612, al ser testigo de la
anulación del matrimonio de Antonio de Losada. Por entonces tenía 60 años de edad y
aparece mencionado como maestro de cortar vidrios en la Ciudad de México, más
concretamente en la Calle de la Acequia274.
Su relación estrecha con Blas Hernández275 lo pone en asociación con otros
dos vidrieros que en 1617 se asociaron a los apartadores para defender sus intereses
en la recolección de la barrilla: Francisco Prieto y Juan de Mora. Sería de esperar que
Hernández y los otros dos artífices trabajaran vinculados al apartado de metales pero
eso no necesariamente fue así. Según se averiguó, el referido vidriero era también
maestro de hacer vidrio al candil y, en 1595 firma un concierto mediante el cual
recibe como aprendiz a Ángelo Carlo, natural de Génova y "estante en México"276.
En cuanto a Juan de Mora, el investigador Miguel Ángel Fernández (1990:
62) sugiere que tenía un origen Catalán, probablemente basándose en la ortografía de
su nombre propio con la forma de "Joan" en algunos documentos. Asimismo cabría
explorar sus relaciones con la familia de vidrieros Espinosa, puesto que la esposa de
Rodrigo, Teresa, compartía el mismo apellido. Más allá de sus relaciones y origen,
por entonces Mora viviría en la Ciudad de México, pese a que fuera dueño de al
272 En efecto ese es un tema recurrente en la correspondencia particular, en la que las mujeres
demandaron el cumplimiento del trato y amenazaron directamente a su pareja con la justicia terrenal y
divina, cuyo poder persuasivo era entonces tan o más fuerte que el ejercido por cualquier hombre.
Sobre este tema véanse las cartas recogidas en Otte 1993; Sánchez Rubio y Testón 1999.
273 AGN, Indiferente Virreinal, vol. 5990, exp. 38.
274 AGN, Matrimonios, vol. 98, exp. 111, f. 296v-297v.
275 AGN, Ordenanzas, cont. 2, vol. 3, exp. 32.
276 AGNotDF, Fondo Antiguo Siglo XVII. Notario Antonio de Villalobos, 2 de octubre de 1595,
"concierto de aprendizaje", vol. 179, f. 437v-438v.
304
menos un horno de vidrio en Veracruz, más concretamente en el barrio del Carmen,
donde tenía empleado al criollo Hernando Ramírez. En 1628 este trabajador fue
testigo del matrimonio entre los esclavos "negros" Francisca y Juan Sánchez, a quien
conocía desde pequeño, cuándo residía en la Nueva Veracruz (Fig. 78). Nacido ahí, él
pertenecía a una comunidad negra americana cuyos integrantes orgullosamente se
autoproclamaban como "criollos de la Veracruz", creando una especie de rango
intermedio y una diferenciación positiva relativamente al "negro bozal", de origen
africano277.
En el caso de Francisco Prieto, se sabe que en 1636 se ganaba la vida como
tratante de vidrios y que en esos años contrajo una deuda con Pablo de la Cruz
juntamente con Juan de Quiroz, maestro pasamanero278. No deja de ser curiosa la
asociación de nombres pero es poco probable que el vidriero Juan de Quiroz sea el
mismo pasamanero que aquí se menciona. Aunque posiblemente ambos se conocieron
y trabajaron juntos para el apartado de metales, el vidriero tendría entonces 84 años y,
en el caso de aún estar vivo, difícilmente estaría en condiciones de dedicarse a una
nueva actividad, aunque esta incluyera bordados con abalorios que él mismo estaba
capacitado para hacer.
Una de las últimas noticias que se tiene de Juan de Quiroz "maestro labrador
de vidrios" es de 1612, cuando a 24 de septiembre recibió una escritura que le
otorgaba en fiado a María Magdalena. Se trataba de una nativa que fuera encarcelada
por el alcalde de la cárcel pública por querella de Marcos Hidalgo debido a cierto
hurto. Seguramente el vidriero la tomó a su servicio personal para ejecutar las labores
domesticas en su casa situada en la Calle de la Acequia, frontero del Colegio de
Santos279. Después de eso, se sabe que en 1617, el presbítero Agustín Díaz, cura y
vicario de la catedral de México,
"(...) declara que le es deudor Juan de Quirós, vidriero, de más de 300 pesos de
oro común, o lo que parece por los recaudos que en su poder están y le tiene
277 AGN, Matrimonios, vol. 48, exp. 94, f. 251v-252v.
278 AGNotDF, Fondo Antiguo Siglo XVII. Notario Andrés Moreno, 9 de Mayo de 1636, "obligación de
pago", vol. 2481, f. 103v.
279 AGNotDF, Fondo Antiguo Siglo XVII. Notario Juan Pérez de Rivera, 24 de septiembre de 1612,
"fianza carcelera", vol. 3359, f. 50v-50r.
305
pagado alguna cosa que parecerá por memoria que tiene, manda que el resto se
cobre se sus bienes."280.
Lo que no menciona el documento es el objeto de la deuda, ni los bienes por
los que finalmente se cobró el valor que le faltaba pagar. Tales datos nos podrían
ofrecer mayores informaciones sobre la financiación de los negocios del vidriero
Juan, que eventualmente disfrutaron del apoyo crediticio de la Iglesia, o el tipo de
piezas de vidrio que produciría y que se encontraban entre los bienes rescatados por el
presbítero para compensar una falta de liquidez.
3.6.6. Guillen de Almas (Años 1557-1567)
Guillen de Almas fue uno de los antiguos pobladores del Virreinato y, tal
como solía suceder, la autorización para pasar a América tendría implícita la
condición de ejercer ahí el oficio. En las fuentes consultadas aparece siempre definido
en función de su arte, como vidriero, pero no se han localizado registros directos de
sus labores ni sobre la venta de sus piezas. La mayoría de los documentos son actas
notariales que fijaron negocios en áreas muy diferentes entre sí. A pesar de que se
trataran de actividades aparentemente independientes, es posible que guardaran
relación con la producción vidriera.
El primer acto fue registrado en 1557 y establecía que Alonso García cedía y
traspasaba a Guillén de Almas 20 varas de una mina que había descubierto en los
términos del pueblo de Acapulco; más concretamente en un cerro llamado Nuestra
Señora, donde estaba una cruz281. Como paga de ello, Almas cedió a García la mitad
de otra mina que ya tenía, poniendo de manifiesto que su interés por la minería venía
desde antes y no era algo aislado. Además de los dos yacimientos mencionados, el
vidriero pudo disponer de otras minas y afirmarse en el sector, pero no queda claro
hasta qué punto participó en el proceso de descubrimiento y exploración activa. En el
caso identificado, él actuó como promotor de la exploración minera, comprando una
parte a su descubridor y financiando los materiales y las costas del trabajo en ella. Así
280 AGNotDF, Fondo Antiguo Siglo XVII. Notario Juan Pérez de Rivera, 5 de septiembre de 1617,
"testamento", vol. 3360, f. 718v-721r.
281 AGNotDF, Fondo Antiguo Siglo XVI. Notario Antonio Alonso, 28 de diciembre de 1557,
"concierto", vol. 10, f. 841v.
306
se entiende mejor que concediera a la otra parte contratante un indígena para que
fuera a labrar y catear las dichas minas, un caballo que usaría por 15 días, 3 pesos de
oro común para gastos y una barreta con que labrar las minas. Se trataba, por lo tanto,
de una empresa pequeña y la explotación de esos filones sería, al menos en ese
momento, practicada de manera puntual y sin grandes recursos.
Desafortunadamente, no fue posible averiguar qué metal(es) o mineral(es) se
extraían en esos yacimientos y si el interés por los mismos estuvo relacionado con la
obtención de materias primas que necesitara para dar color o hacer el vidrio, como
piedra sílice, también llamada en España "piedra de vidrio". La disponibilidad de
sílice a lo largo del territorio mexicano actual aparece representada en el trabajo de
Tessy López y Ana Martínez (1995) donde se ve claramente la existencia de este
mineral en el actual Estado de Guerrero (Fig. 79).
Respecto a los metales empleados en los procesos de coloración del vidrio,
existan diversas fórmulas que cambiaron en función de la zona y de sus tradiciones,
normalmente vinculadas a la disponibilidad o carencia de determinado ingrediente, y
que tampoco se mantuvieron estables lo largo del tiempo. Asimismo merece la pena
citar el mapa de la distribución de los metales que dan color al vidrio en México,
presentado en la misma obra (Fig. 80). Su visualización pone en evidencia la
disponibilidad de diversos ingredientes aplicados en la vidriería en el actual Estado de
Guerrero, donde aparentemente tenía minas el vidriero.
En todo caso, parece existir una relación entre sus inversiones en el sentido de
asegurar los medios de producción y la distribución de sus creaciones. Uno de los
ejemplos más evidentes fue un negocio que implicó la venta de mulas a cambio de
abasto de leña, un material cuya disponibilidad decidió la viabilidad de muchos
hornos de vidrio en Europa y en América282. Por eso mismo merece la pena resaltar
algunos detalles del acuerdo.
En 1564, Pedro Cabello se obligó a pagar a Guillen de Almas 115 pesos de
oro de minas por 2 mulas y 2 machos con sus aparejos, uno rucio y los otros tres
pardos. La condición era que dentro de 6 meses, le pagara el valor en leña buena, de
encina, por el precio de 3 tomines cada 10 arrobas. Si pasado ese tiempo el vidriero
no recibiera la leña, se le otorgaba el derecho de comprarla a expensas de Pedro,
ejecutando la hipoteca de los animales por ese valor. Esto sugiere que el vidriero era
282 AGNotDF, Fondo Antiguo Siglo XVI. Notario Antonio Alonso, 17 de abril de 1564, "obligación de
pago con hipoteca", vol. 8, leg. 6, f. 608v.
307
dueño de recuas y que, además de cederlas por una suma en madera, las pudo emplear
en su horno como fuerza motriz para procesar ingredientes, trasportar leña o distribuir
sus producciones.
Todos estos negocios demuestran la versatilidad del individuo para adaptarse a
las nuevas circunstancias, ampliando sus inversiones en sectores de rentabilidad
prometedora y que, eventualmente, se articulaban con la producción vidriera. Lo más
probable es que mantuviera un taller de vidrio en la Ciudad de México y que este
fuera lo suficientemente importante como para justificar tal despliegue de medios.
En 1557, cuando se registró su primer acta notarial en la capital, él no fue
considerado aún su "vecino" sino que "estante"283. Ciertamente viviría en un pueblo
cercano, donde le sería más fácil encontrar leña sin alejarse mucho del principal
núcleo urbano, para poder colocar sus piezas en el mercado y registrar sus contratos
en el notario de su confianza284. Solo el viernes 29 de mayo de 1562 formalizó la
petición para convertirse definitivamente en vecino, alegando que
"(...) [le] hizieron merced de un pedazo de solar que esta adelante de las casas de
su morada que son al tiánguez de San Juan el qual dicho pedazo de solar es como
dice su casa hasta emparejar en la derecha de una casa de un yndio herrero questa
cerca de su casa.".285
Las averiguaciones hechas entonces por el alcaide Bernardino de Albornoz,
regidor diputado de la ciudad, confirmaron que "la casa del dicho Guillen de Almas es
de una yndia con que esta casado y se le puede hacer la merced que pide". En la causa
se encontraba la comprobación de que la delimitación del solar no coincidiría con el
terreno de dicho herrero ni con las Calles reales y la Calle del agua286. Por otro lado,
su propiedad colindaba con la de un "indio", Pedro López, a la que se seguía la de
Diego Tristán y la de un "indio" herrero287. Su ubicación junto a los herreros podría
283 El título de vecino solo era concedido, en esta época, a los hombres casados y cabezas de familia
que tenían autorización del cabildo para vivir dentro de la ciudad y a quienes correspondían ciertos
derechos y obligaciones. Por el contrario, el estante era una persona que tenía su residencia fuera de la
ciudad y que se encontraba ahí de paso.
284 Sus negocios aparecen registrados siempre con el mismo notario de Ciudad de México. Esta
situación fue bastante común en la época, relacionándose con el gran flujo comercial que alcanzó y que
hizo de ella un punto casi imprescindible para cualquier persona de negocios (Mijares 1997: 235).
285 AHCM, Actas del Cabildo, acta 2689, 29 de mayo de 1562.
286 AHCM, Actas del Cabildo, acta 2689, 29 de mayo de 1562.
287 AHCM, Actas del Cabildo, acta 2558, 7 de septiembre de 1562. Sobre la ubicación de su residencia
consúltese también el acta de día 7 de agosto de 1562 donde se apunta que "Este dia de pedimiento y
suplicacion de pedro lopez vecino desta cibdad le hicieron merced de ciertas demasias de solar al barrio
308
ser un indicio de que su trabajo se relacionaba con el de este grupo, eventualmente
haciendo vidrieras. En realidad, desde 1560 que Guillen de Almas tenía tienda en el
portal que se estaba construyendo al tianguis de San Juan y en la que vendería sus
piezas288. En 1564, Almas aparece ya como residente, coincidiendo con sus gestiones
para adquirir leña a un precio razonable289.
Los negocios señalados le generaron capital suficiente para animarse a invertir
una suma considerable de dinero en el traslado de un taller de vidrio al Perú, en el año
de 1566290. Para ello, mandó traer desde España "ciertos colores para el beneficio de
su oficio" y "ciertas herramientas de hierro", que vinieron de su cuenta y de su
compañero Pedro Peinado, con quien mantendría una sociedad. No se sabe si este era
el mismo hombre que vino antes mencionado como criado de Hernando de Espinosa,
ni si trabajaron juntos en el mismo taller, o si se encargó personalmente de viajar con
esos materiales. Desde luego la proximidad entre las fechas, la coincidencia del oficio
y del nombre, apuntan a que efectivamente se tratara de la misma persona y que todos
ellos se conocían.
El destino de esos materiales fue Lima donde, por entonces, ya se encontraban
en posesión de Don Antonio de Rivera, vecino de dicha ciudad. Este contacto en Perú
les permitió avanzar con los trámites de un proyecto que incluiría una sociedad entre
los tres individuos, pero no todos tendrían la misma habilidad para estas labores.
El pedido de Almas para pasar al Virreinato vecino, ya cuando los materiales
habían sido remitidos anteriormente, sugiere que su viaje no estaría previsto
inicialmente y que sus conocimientos técnicos acerca de la construcción de un horno
o el montaje del taller se revelaron imprescindibles. Eso es lo que sostiene Woodrow
Borah (1975a: 150), cuando analiza los dos únicos casos conocidos de traslado de un
taller desde Nueva España al Perú en el siglo XVI. De acuerdo con dicho historiador,
del teanguez de san juan lo que dise su pertenencia que lindan con solar de guillen del mas [sic., de
Almas] vidriero e de solar de diego tristan atento que las vieron juan de samano y bernardino de
bocanegra con que sea syn perjuyzio de tercero e con las condiciones." (AHCM, Actas del Cabildo,
Libro 13, 7 de agosto de 1562. Fuente publicada también en Bejarano 1871, vol. 6: 71).
288 AHCM, Actas del Cabildo, acta 2558, 17 de octubre de 1560. AHCM, Actas del Cabildo, acta 345,
4 de noviembre de 1560.
289 AGNotDF, Fondo Antiguo Siglo XVI. Notario Antonio Alonso, 17 de abril de 1564, "obligación de
pago con hipoteca", vol. 8, leg. 6, f. 608v.
290 AGN, Mercedes, vol. 8, f. 245v. En el mismo año de 1566, en el mes de mayo, de registro de una
"denunciación de si mismo que hizo Guillen de Almas vidriero" sobre no haber dejado que unas
mujeres le quitaran unos vidrios que traía a vender por la Calle Tacuba, que decían "Pese a Dios"
(AGN, Indiferente Virreinal, vol. 5463, exp. 58, s.f.).
309
"Almas deseaba específicamente regresar a México, donde había pasado su vida y
tenía casa".
Aunque los investigadores se dividen entre aceptar esta idea (Fernández 1990:
49) o defender que el taller nunca llegó a fundarse (Peralta Rodríguez 2005: 11), el
hecho de que el vidriero aclare que deja allí su "casa poblada", es motivo suficiente
para creer en la hipótesis de Woodrow Borah. En el Antiguo Régimen la sociedad se
organizaba en función de la familia que, en última instancia, era la base de todo el
orden social. Por eso la "casa" incluía la estructura y los parientes más cercanos y
también todas las otras personas que dependían de un mismo pater familia, inclusive
la servidumbre. Este modelo se trasladó a América cuando se crearon las primeras
ciudades y la "casa poblada" fue una condición para que se le reconociera a alguien
como vecino (Gonzalbo 1994: 327-360). En ese sentido, lo que estaba afirmando
Almas es que pretendía ir solo, sin toda la estructura familiar que le permitiría
instalarse en Perú de manera más definitiva. En ese caso, contemplaría regresar y
compartir los beneficios de un negocio que mantendría desde la distancia y
administrado por sus socios.
Independientemente de si llegó a viajar o no, lo cierto es que si lo hizo no se
quedó allí por mucho tiempo. Al año siguiente se encuentran huellas de su actividad
en México, registrando negocios relacionados con la compra de ganado, ahora en
Oaxaca. Esta es la última noticia que dejó el vidriero de su paso por América291.
Aunque seguramente fuera uno de los más prestigiados profesionales de esa época, a
la vista de todos los medios que empleó para desarrollar esa actividad, se desconoce el
tipo de objetos que produjo.
3.6.7. La Familia del Huerto/Guerto: Mateo, Miguel, Pedro y Felipe
Hasta el momento, los datos disponibles sobre la actividad de los cuatro
vidrieros son muy escasos. Esto es especialmente evidente para el caso de Mateo del
Huerto, de quien se conoce apenas una referencia. Se trata de una Real Cédula de
1596, mediante la cual se respondía a la petición de Pedro, Mateo y Miguel del
Guerto sobre la ordenanza que establecía las condiciones del reparto de hierba barrilla
291 AGNotDF, Fondo Antiguo Siglo XVI. Notario Antonio Alonso, 13 de mayo de 1567, "deposito",
vol. 8, legajo 7, f. 178v-179v.
310
entre los vidrieros y que, hasta ese momento, había beneficiado particularmente a
Xaime del Valle292. En esa ocasión, el vidriero aparece mencionado solo como Mateo,
seguido de Miguel del Guerto (Huerto) y por eso se sostiene que los tres tienen el
mismo apellido.
A través de otros documentos se percibe que el apellido de familia era, en
realidad, López del Huerto, con el que aparecen puntualmente asociados Miguel y
Pedro, demostrando sus relaciones de parentesco sin que se pudiera identificar el
grado que los unió. Reforzando esta idea, ambos vivieron en la Ciudad de México,
donde seguirían manteniendo sus lazos de solidaridad y eventualmente trabajaban
juntos.
Sobre Miguel se sabe apenas que en 1596 residía en las casas principales de la
calle que iba de San Agustín a la ermita de Nuestra Señora de Monserrat. En aquel
tiempo dichas dependencias eran propiedad de doña Francisca de Contreras, donde
vivía "en favor del doctor don Juan de Salamanca, tesorero de la catedral del
arzobispado de México"293. Antes de eso, no existen referencias claras a este
personaje aunque cabe la posibilidad de que fuera el mismo Miguel López del Huerto
que, en 1593, recibió una merced de cuatro caballerías (Gobierno del Estado de
México 1973 IV: 16). Se trata de una dádiva bastante considerable que sugiere que
dicho vidriero desempeñó un papel importante en el proceso de conquista y
colonización del Virreinato.
Otra de las fuentes que se ha localizado reporta al Tribunal Superior de
Justicia, más específicamente a una petición hecha a nombre de su hermano
Francisco, en 1602, y en la que se solicita que se le ponga en libertad294. El motivo del
encarcelamiento fue una deuda que contrajo con Luís Pérez Roldan por el valor de 80
pesos de oro común pero se desconoce si se trató de un préstamo en dinero o si, por el
contrario, se refería a una adquisición de productos o servicios que no lograría pagar
de inmediato. Asimismo no se puede asegurar que Francisco también fuera vidriero y
no se tendrá en consideración en el computo general de los artífices.
El personaje de esta familia sobre el que se dispone de mayores datos es, sin
duda alguna, Pedro del Huerto. Este artífice era natural de Sevilla y fue de los
292 AGN, Reales Cédulas en Duplicado, vol. 3, exp. 161, f. 120v-122v.
293 Documento relativo a una escritura de imposición de censo sobre dichas casas (AGNotDF, Fondo
Antiguo Siglo XVII. Notario Juan Pérez de Rivera, 16 de Diciembre de 1600, "declaración", vol. 3357,
f. 219v).
294 AGN, Tribunal Superior de Justicia del D.F., Procesos Civiles, vol. 1, exp. 23.
311
primeros de su estirpe en viajar a América, creando las condiciones para el desarrollo
de un horno de vidrio en el que eventualmente trabajaron sus parientes al llegar a la
Nueva España. De acuerdo con sus propias palabras eso ocurrió en el año de 1563,
pero tardaría aproximadamente seis años en reunir los medios para crear un taller. En
esas circunstancias, y ya con el título de vecino de México, viajó a España en 1569
para solicitar que le dejasen pasar con él dos vidrieros llamados Pedro de Palma y
Felipe del Huerto, el último posiblemente su pariente. El pedido se hizo por
intermedio de Juan de Aldaz, quien declaró en su nombre que el único motivo de
haber regresado a la península había sido el de llevar "aderezos y herramientas y por
oficiales del oficio de vidriero"295. Lo que le preocupaba era la prohibición de
ausentarse durante un cierto período de tiempo para que no se le retirara el título de
vecino, situación que le impedía viajar para adquirir los materiales y las personas
necesarias a la creación de un horno de vidrio.
Se desconoce la fecha en la que regresó o la localización exacta de su taller,
pero su nombre aparece en un documento notarial de 5 de septiembre de 1611. Se
trata del registro, realizado a nombre del convento y monjas de Nuestra Señora de la
Concepción de Antequera del Valle de Oaxaca, de una escritura de censo contra el
rector y consultores del Colegio de San Pablo de la orden de San Agustín sobre censo
y tributo sobre los bienes y rentas de dicho colegio. Entre ellos, constan unas casas de
Pedro del Huerto, en la Calle del Arco de San Agustín, informándose que por
entonces se encontraba casado con Águeda Hernández:
"Sobre otro censo de 2.400 pesos de oro común de principal que el Colegio de
San Pablo tiene impuesto sobre casas principales de Pedro del Huerto Bedriero y
Agueda Hernández, su mujer, que son en la calle del Arco de San Agustín y al
presente las posee Diego Rodríguez de Torres, su mujer y sus herederos, que paga
de réditos a razón de 14.000 el millar" 296.
A pesar de que el documento se refiera a un convento de monjas de Oaxaca,
las casas en cuestión se situaban en México, coincidiendo con la dirección de su
hermano Miguel, en la Calle del Arco de San Agustín (situada entre la actual Calle
Isabel la Católica y la Calle 5 de Febrero, y que comunicaba el templo de los
295 AGI, Indiferente, 2052, N. 34.
296 AGNotDF, Fondo Antiguo Siglo XVII. Notario Juan Pérez Rivera de Castro, 1 de Septiembre de
1618, "testimonio", vol. 4367, f. 1v-79v y AGNotDF, Fondo Antiguo Siglo XVII. Notario Juan Pérez
Rivera de Castro, 30 de Octubre de 1651, "Consentimiento y carta de pago", vol. 4368, f. 119r-125r.
312
agustinos con el noviciado). Por ese motivo es posible pensar que vivirían cerca, o
incluso en la misma residencia pero es poco probable que tuvieran ahí su taller. Según
otro documento, se ha averiguado que el horno de Pedro se situaba específicamente
"en el barrio de San Juan, en la calle que va del Colegio de las doncellas [de las
novicias agustinas] al tianguis de San Juan", en frente del cual el mercader Francisco
de Mazuelas arrendó unas casas con tienda al mercader Juan Bautista Farfán en
1574297.
Aún sobre esta familia, es importante señalar que en 1639 se consideraba que
el primer vidriero de Perú había sido Francisco del Guerto. Aunque las
investigaciones llevadas a cabo demuestran que eso no es del todo cierto, la
coincidencia de las fechas y del apellido sugieran la posibilidad de que este "criollo de
Ica", que tampoco fue el primero en tener horno en esa región, perteneciera a esta
misma estirpe de vidrieros que dio origen a esta Casa novohispana (Calancha 1638:
54; Sánchez Elías 1957: 44-45; Soldi 2005: 333-342).
3.6.8. Otros Vidrieros
Además de los vidrieros referidos, sobre los que nos detuvimos con mayor
detalle por la relevancia de los datos biográficos rescatados, se han localizado otros
profesionales que trabajaron en Nueva España durante este período (Tabla 10). Tales
personajes se presentan de manera sintética, para que sean contabilizados en el
análisis general del vidrio y sirvan de guía para futuras investigaciones.
3.6.9. Resumen General
En este último apartado del capítulo presentamos sistematizados todos los
datos recogidos para este período. El objetivo es ofrecer una visualización rápida de
las informaciones más relevantes para el estudio de la implementación de los
primeros talleres de vidrio novohispanos. Se consideró el origen de los individuos
297 AGNotDF, Fondo Antiguo siglo XVI. Notario Pedro de Trujillo, 9 de octubre de 1574,
"arrendamiento", vol. 169, leg. 3, f. 2793v-2793r.
313
para percibir las influencias que existieron en la base de las primeras creaciones de
vidrio del Virreinato y verificar si hubo alguna relación entre el origen de esos
hombres y la ciudad que eligieron para establecerse en la Nueva España. Del mismo
modo, se diseña la dimensión de las migraciones hacía territorios vecinos para
desarrollar ahí su oficio, aún cuando esos desplazamientos sucedieron de manera
puntual sin intención de establecerse ahí definitivamente.
Los datos recopilados permiten considerar la presencia de al menos 25/26
vidrieros (véase tabla 6), pero el número de personas trabajando en estas labores,
directa o indirectamente, sería muy superior. Estos fueron los que se identificaron sus
nombres y el dato no debe tomarse como una referencia para análisis estadísticos,
puesto que los resultados estarían distorsionados por la dimensión reducida de la
muestra.
De momento, se puede señalar la diversidad de regiones de las que salieron los
primeros vidrieros con taller en Nueva España. Desde Andalucía y Extremadura o
incluso desde Cataluña, Galicia e Italia, existieron individuos con conocimientos en el
arte del vidrio que tuvieron el impulso de salir de sus ciudades e intentar su suerte en
el Nuevo Mundo, algunos de los cuales aprendieron el oficio ya en Nueva España
como es el caso del genovés Ángelo Carlo, aprendiz de hacer vidrios al
candil/candilero. Cada uno de ellos seguía técnicas y estilos decorativos particulares
que estuvieron en la base de las primeras creaciones novohispanas. Futuras
intervenciones arqueológicas podrán rescatar algunas de esas piezas y sería
interesante intentar reconocer los diferentes rasgos peninsulares o italianos en esos
objetos.
Los pocos datos acerca de los vidrieros poblanos disponibles en esta fase
inviabilizan cualquier intento de percibir si, una vez en América, los artífices
promovieron la instalación de otros vidrieros originarios de la misma ciudad en
aquella que era ahora su nueva morada. Los únicos casos en que eso se ha verificado
se trata de personas de la propia Casa del sujeto, o sea, de sus familiares y de sus
criados o esclavos. Xayme del Valle es la única excepción evidente, aunque el
apellido de uno de sus criados "españoles" sugiere que fuera también catalán, como
él.
Además de españoles y sus descendientes, la población negra y los nativos
participaron en algunas labores de los hornos de vidrio. Recuérdese que Benito de
Espinosa es acusado de usar los indios sin paga, indebidamente, que seguramente
314
estarían realizando tareas vinculadas a la actividad de vidriería. Si en ese caso no se
sabe los trabajos específicos que hacían, existen indicios en las crónicas de que los
nativos intentaron aprender el arte de hacer el vidrio. Según Bernal Díaz del Castillo:
"(...) solos dos ofiçios no an podido entrar En Ellos [los indios] y avnq[ue] lo an
[sic., han] procurado ques hazer El vidrio y ser boticarios mas yo los tengo de tan
buenos yngenios que lo deprenderan muy bien porque algunos dellos son
çiruganos y Erbolarios y saben Jugar de mano y hazer títeres y hacen bihuelas
muy buenas pues labradores de su naturaleza lo son antes que viniessemos a la
nueva España." (Díaz del Castillo 1904 II-209: 480-481).
De hecho, fray Toribio de Benavente Motolinía, refiriéndose a los oficios
introducidos desde España en esas tierras menciona que
"Hay en México veinte telares de sedas, y muy presto se tejerán las otras sedas de
labores: pues imprenta é impresion de libros de moldes y el hacer del vidrio no ha
sido poca admiración de los indios naturales.” (Motolinía 1971: 11).
La participación de población aparentemente de origen africana en las
manufacturas de vidrio sería fundamentalmente a través del servicio esclavo. Es
posible que una parte de esas personas pasaran antes por la península, o incluso
nacieran ahí, donde tendrían la ocasión de formarse en ciertas labores del vidrio antes
de llegar a América. Eso pudo ocurrir en los talleres del artífice que financió su
traslado al Virreinato, pero no debe descartarse la hipótesis de que existiera un
comercio de mano de obra esclava especializada para colmatar la falta de esos
profesionales como se piensa sería el caso del esclavo Pedro León que fue comprado
en San Luís Potosí por Xayme del Valle. Todo indica que algunos de los esclavos de
este vidriero adquirieron competencias importantes y que por eso no dispensó su
servicio cuando viajó a Perú.
Además de esta forma de explotación de la mano de obra, algunos de esos
hombres fueron contratados como personas libres, como sería el caso de Hernando
Ramírez. Él se definió como vidriero y "criollo de la Veracruz" sin el reparo que
tantas veces llevó a los hijos de padres peninsulares a autodenominarse
"españoles"298. En realidad el término "criollo" fue tomado del portugués, aplicándose
298 AGN, Matrimonios, vol. 48, exp. 94, f. 251v-252v.
315
inicialmente a los descendientes de africanos nacidos en las Indias Occidentales. Las
fuertes relaciones de este personaje con la población negra sugieren que él sería el
hijo liberto de algún esclavo africano y para quien la denominación de "criollo"
representaría un valor positivo en la construcción de su identidad social; aún lejos del
sentido peyorativo que tendría más tarde para los descendientes de españoles. Así,
este caso en particular pone en evidencia los tempranos procesos de aprendizaje por
parte de los naturales de la Nueva España pero, sobre todo, que esos conocimientos
no se circunscribieron a la élite de sangre española sino que llegaron a difundir entre
otros sectores, como la población negra. Tales iniciativas habrán sido frenadas
En realidad, parece haber sido una práctica común solicitar los servicios de
"indios", "negros", "mestizos" y "mulatos", con pendencias en la justicia, para trabajar
en los hornos de vidrio. Eso expresa D. Diego Guerra, deán de la catedral de México,
en una petición solicitada al rey el año de 1626, para usar su fuerza de trabajo en las
obras de ampliación de la catedral:
"Tan luego, pues, como se llevó á cabo la traslación el año 26, el D[octo]r D[on]
Diego Guerra, deán de la misma catedral, en su nombre y en el del cabildo, dirigió
al Rey una representación, haciéndole saber la estrechez del local destinado para
los divinos oficios y el aumento de los males que eran su necesaria consecuencia;
proponiéndole, como medio de apresurar la obra, que los indios, negros,
mestizos, mulatos y otros, perseguidos y condenados por la justicia, que
había costumbre de mandar á los hospitales, conventos, obrajes, ingenios de
azúcar y hornos de vidrio, ya á petición de sus amos, ya de ofício, y siempre
por castigo para que trabajaran, fuesen destinados á la fábrica de la catedral, y
que el Rey cometiese á quien fuera su voluntad el nombramiento de la persona
que había de cuidar de esa gente." (resaltados en negrita de la autora), (Marroqui
1903: 225-226).
El rey Felipe IV respondió al pedido mediante una cédula dada en Madrid a 14
de junio de 1627, destinada al virrey Marqués de Cerralvo. En esa ocasión impuso
algunas restricciones al uso de mano de obra forzada, deliberando que:
"(...) ninguno condenaran á trabajar en obras de particulares, sino tratándose de
deudas contraídas con los particulares mismos, en cuyo caso podían ellos
ocuparlos á su voluntad; y en todo lo demás fuesen destinados á obras públicas,
teniendo presente la de esta Santa Iglesia." (Marroqui 1903: 226).
316
A pesar de que efectivamente estos grupos sociales colaboraran en algunas
fases de la producción, al menos en este período, ellos no pudieron ejercer
oficialmente el cargo de oficial o maestro que fueron exclusividad de los "españoles".
Finalmente, remitidos al Diagrama 1 que hemos realizado, exponiendo las
prematuras relaciones que se establecieron entre los diferentes vidrieros que operaron
en la Nueva España, expresan la manera en como algunas Casas o apellidos se
perpetuaron a lo largo de generaciones, asociadas a la producción de objetos de
vidrio. Este esquema torna evidente los vínculos laborales establecidos por estos
profesionales para alcanzar algún poder y actuar en pro de intereses comunes.
Tales lazos se transformaron más tarde en alianzas familiares y confirieron un
protagonismo destacado a las mujeres en la consolidación de amistades altamente
ventajosas. Lo más común fue que se trataran de peninsulares o "españolas" nacidas
en el Virreinato y, hasta donde se sabe, solo Guillen de Almas y Diego de Balderas se
casaron con una indígena. Curiosamente Guillén parece haber sido uno de los
vidrieros con mayor expresión en América, con una red de conexiones bastante fuerte
y que aparentemente no pasó por alianzas matrimoniales.
317
CAPÍTULO 4
LA CONSOLIDACIÓN DE LA ACTIVIDAD VIDRIERA A LO
LARGO DEL SIGLO XVII (1618-1680)
Como se demostrará a continuación, las circunstancias políticas y económicas
que marcaron la experiencia novohispana a partir del siglo XVII suscitaron varios
cambios respecto al período precedente. Algunas de esas particularidades afectaron la
vidriería que, por lo general, logró consolidarse a través de diferentes estrategias que
se expondrán a continuación. Pero antes de centrarnos en el tema propiamente dicho,
merece la pena presentar la evolución de los debates historiográficos en torno al siglo
XVII novohispano, puesto que fue bajo esas teorías que se ha interpretado
sucesivamente la situación de la vidriería en el Virreinato.
4.1. EL DEBATE HISTORIOGRÁFICO EN TORNO AL SIGLO XVII
NOVOHISPANO
El período comprendido entre 1618 (inicio de la guerra de los treinta años) y
1680 estuvo marcado por una fuerte crisis en Europa que impactó de manera
particular en los espacios intercontinentales dominados por esas potencias, y en los
que la monarquía española se vio directamente involucrada. Las debilidades en su
política internacional afectaron a las comunicaciones entre las provincias del imperio,
obligando a adaptaciones que, finalmente, se concretaron en una mudanza del
paradigma de gestión.
La amenaza permanente de ataque terrestre o marítimo, así como el empleo de
los barcos comerciales en prácticas de guerra, perturbaron la circulación en los
tradicionales ejes del imperio. Eso afectó al ritmo del comercio exterior y, sobre todo,
a la administración de sus territorios americanos a partir de la metrópolis. En la Nueva
España, la menor presencia de las mercancías peninsulares se tradujo en un cambio de
estrategia económica que desencadenó mudanzas en los ámbitos político y social,
capaces de influir en el desarrollo de la manufactura de vidrio.
318
Estas circunstancias han sido estudiadas a lo largo de varias décadas desde
diferentes acercamientos y generaron un interesante debate historiográfico que
polarizó posiciones entre varios investigadores, incluso cuando sus análisis estuvieron
enfocados hacia el mismo objeto de estudio, como la extracción de plata. En realidad,
las discusiones que motivaron esa evolución de perspectiva giraron esencialmente en
torno a la naturaleza y la escala del impacto de la crisis europea en el Virreinato. Eso
condujo a los especialistas a preguntarse si realmente se puede hablar en esos
términos cuando se consideran las particularidades regionales y las dinámicas internas
de la Nueva España, o aún su particular articulación con coyunturas de carácter
global.
Ninguna de esas reflexiones ha incidido aún sobre el desarrollo de la
manufactura local de vidrio. Por eso, antes de centrar la atención en el examen de las
características que adquirió durante este período, consideramos interesante incluir el
sector en los principales planteamientos acerca de la historia novohispana del siglo
XVII. El objetivo es percibir cómo las circunstancias específicas en que se situó la
vidriería ayudan a entender mejor las problemáticas generales señaladas por la
historiografía y de qué manera estas aportan nuevos datos bajo los que interpretar
aspectos coyunturales.
Por el momento, cabe señalar que se ha optado por analizar las fuentes
mexicanas, muchas de ellas aún inéditas, y trabajar el caso poblano esencialmente con
base en los datos ya publicados sobre el tema. Este tratamiento desigual se debe a que
la vidriería poblana recibió mayor atención por parte de los investigadores y que la
documentación resguardada en los archivos locales ya fue objeto de análisis, sobre
todo por parte de Miguel Ángel Fernández (1990). Evidentemente eso podrá originar
una representatividad desigual de la vidriería en ambas ciudades en esta investigación
pero confiamos en la seriedad en el tratamiento de las fuentes de las últimas
generaciones de profesionales dedicados al estudio del tema, quienes se demarcaron
de una visión de tipo nacionalista que caracterizó los primeros acercamientos al
mismo.
Mediante el enfoque adoptado, se han registrado dos tendencias claramente
demarcadas en el sector vidriero: el aumento del número de profesionales con
actividad en la Ciudad de México y la reducida cantidad de referencias a Puebla de
los Ángeles, que se limitan a casos puntuales. Esta ocurrencia, si bien pudo no ser tan
expresiva como dejan ver los datos recopilados hasta el momento, marca un cambio
319
considerable relativo a los paradigmas que pautaron los primeros años de la
implementación de la vidriería en el Virreinato. Estos datos ponen en entredicho la
importancia de Puebla como principal foco de producción de vidrio americano
durante el siglo XVII, contrariando una idea largamente difundida en la historiografía
americana que ha incidido sobre el vidrio de época virreinal. Esta nueva visión
requiere aclarar los motivos de esa mudanza y el impacto que tuvo sobre el desarrollo
del sector de manera global. Tales aspectos se entienden mejor a través del análisis
crítico de la historiografía y sus corrientes, que ofrecen diferentes puntos de mirada
hacia la vidriería.
4.1.1. Las Teorías de la Crisis Americana - Visiones desde una Perspectiva
Europea
Las primeras investigaciones sobre el siglo XVII que lograron superar una
visión eurocéntrica y ampliaron el enfoque hacia los espacios americanos ocurrieron
en la década de los 60 del siglo pasado. En el análisis de un mundo Moderno cada vez
más amplio y conectado, ceñirse a la lógica regional para interpretar fenómenos que
tuvieron un impacto transcontinental ofrecía una perspectiva distorsionada. Por eso, el
trabajo de investigadores como Pierre Chaunu (1956), Earl Hamilton (1975),
Woodrow Borah (1975b) o John Elliott (1971: 1-23) representaron un avance
sustancial.
Las obras de los autores señalados siguen siendo una referencia a partir de la
cual reflexionar sobre diversos temas, a pesar de que sus conclusiones puedan estar
desactualizadas. Ellos lograron incluir algunas zonas de influencia de las potencias
europeas, hasta entonces completamente excluidas de la historiografía de esos países,
para reflexionar sobre la dimensión de la crisis. Sin embargo, se enfocaron en los
flujos entre la metrópolis y lo que consideraron ser zonas periféricas de sus dominios,
entendiendo las dinámicas de esas regiones como una extensión de los problemas
europeos. En definitiva, las conclusiones de esos historiadores no lograron superar la
esfera del impacto para los centros de decisión política, interpretándose los nuevos
320
datos como el reflejo de una pérdida del poder español en el escenario
internacional299.
Al no considerar verdaderamente el significado de las mudanzas a nivel local,
no se tuvo en cuenta su dimensión e importancia para la sociedad, la economía o la
administración novohispanas. Sus particularidades seguían encubiertas bajo un telón
interpretativo incapaz de liberarse verdaderamente de una tendencia eurocéntrica en la
manera de percibir los fenómenos históricos.
4.1.2. Cambio de Enfoque - Las Particularidades Americanas y la Crisis del
Sistema Imperial
La historiografía más reciente ha pronunciado duras críticas al tipo de análisis
referido anteriormente, sobre todo por considerar que la crisis entre las potencias
europeas no afectó de igual manera a la metrópolis y a sus virreinatos americanos.
Desde esa premisa se ha operado un cambio de enfoque, centrando la atención en las
particularidades locales de ciertos fenómenos. Los primeros pasos fueron dados por
autores como John TePaske y Herbet Klein (1981) que sostuvieron un decaimiento
moderado de la economía novohispana al centrarse, por ejemplo, sobre la recolección
de impuestos por parte de las cajas del tesoro.
La visión generalizada que viene prevaleciendo es la de autores como John
Lynch (1970), Ruggiero Romano (1993), Jonathan Israel (1982: 150-156) o David
Brading (1979: 293-314). Ellos defienden que la coyuntura europea motivó
contrariedades en el sistema virreinal sin que la quiebra en el comercio internacional
significara necesariamente una crisis económica interna300. Eso, porque las personas
que dependían de los sectores afectados eran una minoría de la población del espacio
299 Este tipo de enfoque es el que defendió el científico social Immanuel Wallerstein (1984) quien, al
estudiar la economía mundial, estableció una jerarquía entre áreas metropolitanas y zonas periféricas.
Para ese autor, el mercantilismo es el fruto de acciones capitalistas locales que, haciendo uso de las
estructuras más amplias, definidas por el poder central, lograron desempeñar un papel importante en el
comercio de larga distancia y motivaron una división laboral entre las varias economías del mundo. En
ese sentido, se menosprecia el valor del trabajo calificado y de la capacidad inventiva/tecnológica de
los espacios colonizados, como la Nueva España. En el caso del vidrio eso induce a error ya que ambos
factores jugaron un papel imprescindible para el desarrollo regional del sector. Como se señaló, esa
evolución se procesó de manera relativamente independiente de la metrópolis una vez que utilizó
recursos y técnicas locales.
300 Asimismo hay autores que se cuestionan sobre la viabilidad de interpretar el comercio internacional
con base en los flujos de mercancía oficiales y el tonelaje de los barcos (Fontana 1982: XIX).
321
dominado por la Corona. Otros ramos de actividad siguieron creciendo o
transformándose para rendir cantidades considerables a los habitantes de la Nueva
España. Así sucedió en relación a la vidriería, un sector que aparentemente fue capaz
de crecer y generar ganancias a los especialistas, pero también de ampliar sus efectos
positivos hacia otros sectores complementarios a la cadena de producción y comercio
de sus creaciones, como oportunamente se explicará.
A partir de esta nueva propuesta los investigadores han percibido que la
extracción de la plata no se redujo tanto como al inicio lo interpretó Borah (1975b).
Los flujos de este metal y de azogue peruano, necesario para su extracción, siguieron
desempeñando un papel destacado en las articulaciones americanas y, sobre todo, en
las relaciones con Filipinas, de las que se enriquecieron muchos comerciantes del
Consulado de México (Bakewell 1971; Bonialian 2012a; TePaske 1983: 425-446).
Otro argumento en que se basó la tesis de crisis novohispana sostenida por
François Chevalier (1975) fue la aparente reducción de la población indígena a causa
de fuertes epidemias. Eso habría ocasionado problemas en el suministro de alimentos,
una escasez de mano de obra barata para trabajar en las minas, y un descenso de los
patrones de consumo interno generados por la menor disponibilidad de metálico.
Tales supuestos quedaron inviabilizados por revisiones posteriores que demostraron
que la quiebra demográfica tuvo un carácter localizado y que existen señales de
recuperación ya a partir de 1630 (Gibson 1964; Miranda 1963: 182-189).
En los pueblos más afectados, la pérdida de trabajadores dio paso al
desaparecimiento de ciertos cultivos ancestrales y a una disminución de la producción
artesanal aborigen. No obstante, todo indica que se trataron de casos particulares que
no incidieron de manera sustancial sobre el sector vidriero. A partir del siglo XVII, la
actividad se mantuvo bajo el monopolio de una "casta" de españoles que limitó la
capacidad de progresión en la escala artesanal de otros grupos sociales, sobre todo en
Puebla. La participación de indígenas no tuvo un peso significativo en la manufactura
del vidrio propiamente dicha y los cambios demográficos que afectaron algunas
sociedades autóctonas no repercutieron en la composición del colectivo de aprendices,
oficiales y maestros.
Aunque la vidriería estuvo lejos de considerarse una rama artesanal indígena,
se piensa que esas personas colaboraron en ciertas tareas que no requerían el
conocimiento de las fórmulas del vidrio como por ejemplo las de hornero. Fuera del
taller, contribuyeron directamente a la obtención de materias primas, especialmente
322
en la recolección de hierba barrilla, un cultivo al que se dedicaban algunas
comunidades desde época prehispánica. A partir de 1617 dicha labor pasó a estar
directamente controlada por los vidrieros, pero esa apropiación por parte de
peninsulares y criollos301 asumió un carácter estratégico, para garantizar la calidad del
producto302. Eso nada tuvo que ver con la disminución de la población en las zonas de
recolección/cultivo de la dicha hierba que se pudiera asociar con el desaparecimiento
de una actividad o producto ancestral. De hecho, diferentes comunidades aborígenes
siguieron colaborando en tales tareas a lo largo del período virreinal, beneficiándose
del aumento de la demanda de barrilla por parte del sector vidriero y disfrutando de
manera indirecta de las ganancias proporcionadas por la venta de géneros de vidrio.
Si, en el campo, la recolección de plantas salicornias pudo constituir un foco
de crecimiento económico para las comunidades dedicadas a esa actividad, en las
ciudades la producción de vidrio ganó un nuevo aliento con el desarrollo urbanístico,
especialmente con su afirmación como centros de administración política y de
producción artesanal. En México, por ejemplo, aumentó considerablemente el número
de artífices y de talleres. De un total de 25/26 vidrieros señalados en el capítulo
anterior (véase tabla 6), se encontraron ahora el nombre de 39 vidrieros actuando en la
capital virreinal entre 1618 y 1680 frente a 1 artífice trabajando entonces en Puebla.
Si bien ese escenario cambia sustancialmente cuando se incorporan los datos
referentes a las dos últimas décadas del siglo, no se altera la preeminencia de la
capital del Virreinato: México 53 y Puebla 5. Lejos de afrontar un receso, se
incrementaron los tipos de objetos y su calidad, pese a las restricciones impuestas
sobre las exportaciones a los productos "de la tierra".
En lo relativo a la cuestión demográfica, cabe señalar aún que hoy día hay
varias dudas de que efectivamente existiera un descenso considerable de la población
indígena. Varios trabajos llaman la atención para las trasformaciones ocurridas en la
estructura social, marcada por un número creciente de "españoles", "negros" y
"chinos" que alcanzaron las tierras americanas y también de una serie de capas
intermedias con las que los nativos trataron de identificarse. Para lograr subir en la
escala de la consideración social o simplemente para evadir el pago del tributo, los
indígenas se declararon a veces como mestizos. Así es como aparentemente se
301 Se utiliza esta palabra, ya no como sinónimo de negro americano, sino con en el sentido que
adquirió en este período, como sinónimo de hijo de españoles nacidos en América.
302 AGN, Ordenanzas, cont. 2, vol. 3, exp. 32, f. 38v.
323
confunden en los cálculos de los historiadores, dando una falsa idea de pérdida de
representatividad en el computo general. Esta perspectiva es la que aparece defendida
en los trabajos de Andrés Lira y Luís Muro (1977) o de Cecilia Rabell (1990).
La evolución de la sociedad novohispana repercutió directamente en la
vidriería, asistiéndose a la incorporación de mano de obra española (peninsular y
criolla), africana y ahora también asiática, como se desarrollará más adelante.
Asimismo, cabe aclarar que existieron diferencias considerables entre las ciudades de
México y Puebla en lo referente a la diversidad social de la mano de obra
especializada que trabajó en los talleres de vidrio. Si bien no se conocen las normas
bajo las cuales se organizó cada una de las diversas ramas de la vidriería, se sabe que
en ambas ciudades se formó un gremio de "loceros" en el que se incorporaron algunos
vidrieros. En Puebla esa asociación parece haber sido marginal y con carácter muy
puntual, pero sería importante indagar en la posibilidad de que algunos vidrieros se
filiaran al gremio para dedicarse exclusivamente a hacer el polvo con que se cubría la
loza. Por todo eso, merece la pena analizar las normas establecidas por cada una de
esas asociaciones, aunque seguramente ellas no orientaron la actividad de la mayoría
de los vidrieros que trabajaron en esas ciudades.
Las ordenanzas de Puebla fueron publicadas por primera vez en 1653 y, en ese
momento, se determinó
"Que no se pueda admitir a examen de dicho oficio, a ningún negro, ni mulato, ni
otra persona de color turbado, por lo que importa que lo sean españoles de toda
satisfacción y confianza." (Cervantes 1939: 23).
Por el contrario, en la ciudad de México, las ordenanzas recopiladas en 1677 y
publicadas en 1681 fueron menos restrictivas y contemplaron el acceso de otros
grupos sociales: a la categoría de maestros podían acceder "españoles" pero también
"criollos" y "mestizos", quedando los "mulatos" y "negros" imposibilitados de subir
en la escala laboral más allá del título de oficial. La medida trataba de cerrar el acceso
a otros sectores de la sociedad, evitando que montaran un taller propio y le hicieran
competencia. No obstante, existieron excepciones como Pedro Mora Esquivel quien
se dijo "mulato" y "maestro vidriero" en el mismo año en que se publicaban dichas
ordenanzas303. Las referencias a los "indígenas", que se incluían entre las personas de
303 AGN, Matrimonios, vol. 166, exp. 44, f. 2v.
324
"color turbado" son prácticamente nulas pero defendemos que eso se debe más al tipo
de fuente analizada que a una exclusión efectiva de este grupo.
Los datos disponibles sobre las normas que rigieron los profesionales
agremiados en Puebla, y sobre todo en México, no admiten afirmar que el nuevo
cuadro social vinculado a la producción vidriera, caracterizado por la incorporación
de personas de otras "castas", no se relacionó con una indisponibilidad de trabajadores
nativos. Pero, a la luz de las investigaciones referidas, tampoco es viable defender que
existiera una crisis demográfica que afectara a la captación de recursos humanos
nativos, ni mucho menos que esta motivara un descenso del consumo de objetos de
vidrio. La nueva estructura social plasmada en las diferentes fases de producción de
este material sería entonces el reflejo de la evolución de la población del Virreinato y
de las gestiones perpetradas por un grupo de vidrieros, de familias originarias de
Europa, por ejercer el control sobre la competencia.
De esto se deduce que las oscilaciones demográficas no perturbaron a los
sectores económicos más relevantes y, aunque unos ramos de la agricultura y de las
manufacturas tradicionales sufrieran un proceso de estancamiento, otros sectores
fueron estimulados por los poderes centrales y las autoridades locales. Así sucedió
con el vidrio que, a lo largo del siglo XVII, se desarrolló de manera muy distinta en
las principales zonas urbanas: en México el número de especialistas detectado en la
documentación creció visiblemente, mientras que en Puebla se verificó una aparente
reducción del número de artífices, que sugiere que el sector sufrió una gran
transformación. Esta tendencia se revertió en el siglo XVIII, cuando se observó un
aumento considerable de los vidrios poblanos en los ajuares domésticos, aunque el
número de vidrieros recopilados hasta ahora en esa ciudad sea bastante menor que en
México. José Peralta Rodríguez (2013: 5) localizó 66 vidrieros en la capital, mientras
que Miguel Ángel Fernández (1990: 259-260) identificó tan solo cinco en Puebla,
aunque a lo largo de nuestra investigación se ha elevado su número a ocho304.
304 Particularmente hemos localizado en Puebla: Pedro de Espinoza (1731), Alonso Gómez (1724), José
Mariano Pardo (1733), Alonso Pardo (1744), Luis Pardo (1729), Antonio Pardo (1720), (?) Pardo
(1788), Manuel de Lara (1772). Sobre México, cabe aclarar que José Peralta Rodríguez no presenta un
listado de los vidrieros, por lo que no permite percibir si algunos coinciden con los vidrieros que se
identificaron en México: Jeronimo Jhirardi (1704), Andrés de Monroy (1706), Marcos Joseph de
Estrada (1717), Manuel Gil Estrada (1771), Francisco Xavier de la Fuente (1719), Antonio Franco
(1719), José Ladrón de Guevara (1719), Marcos Antonio Ladrón de Guevara (1760), Vicente Ladrón
de Guevara (1760), Miguel Maldonado (1721), Salvador Maldonado (1726), Antonio Gómez de
Villegas (1734), Francisco Xavier Gómez de Villegas (1729), Manuel Gómez (1727), José Gómez
(1756), Manuel Pedro Gómez de Navarrete (1751), Antonio Álvarez (1720), Joaquín de Leyba (1721),
325
Por lo general, el crecimiento de las manufacturas novohispanas, entre las
cuales se encontraba la vidriería, generó una mayor disponibilidad de productos
hechos en la tierra. Eso reduciría la necesidad de importar vidrios por la ruta atlántica,
de manera similar a lo que sucedió en el ramo textil - con la agravante de que, al
contrario de lo que pasaba con los tejidos, el mercado asiático nunca llegó a hacer
verdadera competencia a las producciones de vidrio regionales (Grijalva 1998; Lynch
1970; Miño Salvucci 1992).
Los datos señalados ponen en evidencia cómo las circunstancias locales,
caracterizadas por una disminución de la competitividad externa y el crecimiento del
mercado de producción interno, proporcionaron la consolidación de los talleres de
vidrio novohispanos - aunque con una nueva configuración geográfica y con un
modelo de desarrollo diferenciado en cada lugar. Esto está de acuerdo con las teorías
que defienden una mayor autosuficiencia de los virreinatos americanos durante el
siglo XVII305. Según esos autores, la consecuencia más inmediata fue una alteración
del equilibrio anterior: la fuerte articulación entre la metrópolis y sus dominios dio
paso a un sistema económico imperial menos complementario y bifurcado, que
repercutió positivamente en el sector estudiado.
A la reestructuración del modelo económico del Virreinato se sumó un cambio
político marcado por una pérdida del poder de las autoridades virreinales frente a las
administraciones locales, y por conflictos sociales de los que salió reforzado el bando
más vinculado a los intereses de la tierra. La excepción que confirma la regla es
precisamente la de Juan Gómez de Villegas, un vidriero y locero que compró su título
a la Real Hacienda y enfrentó graves problemas con las autoridades locales para poder
ponerlo en práctica. Aunque el conflicto generado terminara con una reducción de las
Joaquín de Luna (1724) Micaela Gerónima Becerra (vidriera ?) (1728), Nicolas de Santa Ana (1729),
Manuel de Santoyo (1732), Joseph Santoyo (1732), José Antonio Morales (1733), Juan Francisco
Xuarez (1733), Manuel Rivera (1734), Joseph de Rivera (1749), Felipe Godoy (1734), Alberto Joseph
Pegueros (1736), Juan Fortis (vidriero ?) (1736), Antonio Miguel Urtado de Mendoza (1742), Juan
Francisco Girón (1745), Miguel de la Parra (1751), Joseph Miguel de la Parra (1752), Joseph Nicolas
Rodriguez (vidriero ?) (1752), Buenaventura Alcaraz (1754), Pasqual Antonio Delgado (1756), Joaquín
Antonio del Valle (1766), Luisa de Arana (vidriera ?) (1766), Joseph Escobar y Llamas (1771),
Ventura Gerardo Bermúdez (1771), José Mariano Rio Frio (1784), Domingo Montes de Oca (1786),
José Antonio Azcarate (1786), Matías Grismaldo, Joseph Martiñon (vidriero ?) (1791), Miguel
Valladares (vidriero ?) (1793), José Joaquín Serrano (1795), Pablo Antonio Aguilar (1795).
305 Esto es lo que sostiene, de una manera general, la teoría económica de André Frank (1969: 3-17)
sobre las dinámicas de desarrollo generadas en contextos imperiales. En primer lugar él critica una
visión dual de las sociedades y economías al clasificarlas entre desarrolladas o subdesarrolladas y, por
otro, defiende que los orígenes de las lógicas consideradas capitalistas tienen su origen ahí durante este
período y no en Época Contemporánea.
326
competencias inicialmente atribuidas, el parecer final del virrey reafirmó la merced
concedida.
Cabe ahora entender cómo eso repercutió en las estrategias adoptadas por los
vidrieros y cómo se procesó la ampliación del sector en el seno de estos conflictos. La
afirmación del grupo criollo estuvo también asociada al consumo y a la ostentación de
determinado tipo de objetos que, cuando de vidrio cristalino, encarnaban el orgullo
por los logros tecnológicos en este territorio. Todos estos elementos se forjaron a lo
largo del siglo XVII y cada uno actuó como propulsor y consecuencia de fenómenos
en cadena que fueron especialmente visibles en el siglo ulterior.
4.1.3. De lo Local a lo Global - Nuevas Perspectivas sobre la "Crisis"
El segundo posicionamiento historiográfico ante las transformaciones del siglo
XVII viene sufriendo algunos matices, fruto de una revalorización de los beneficios
de un análisis demasiado centrado en las particularidades locales. Si este método
pretendía evitar trasladar la interpretación de las experiencias europeas y de los
grandes centros político-administrativos a zonas donde esas realidades eran
completamente ajenas e inoperantes, el método seguía proporcionando una visión
condicionada de los hechos. A causa de eso, y siguiendo el terreno que ya habían
labrado algunos historiadores dedicados a los estudios Atlánticos (Alencastro 2000;
Godechot 1955; Haynes 1946; Verlinden 1953: 378-398), a partir de los años noventa
del siglo pasado, existió una tendencia a ampliar los espectros de estudio para pasar a
enfocarse en las relaciones entre lo local y lo global.
Aunque el objetivo inicial de muchos de esos historiadores fuera percibir los
orígenes del capitalismo y de qué manera su implementación creó relaciones
desiguales que se perpetuaron hasta la actualidad, la orientación propuesta creaba las
condiciones para superar los ámbitos de las historias nacionales y nacionalistas,
estableciendo conexiones entre espacios en movimiento. A pesar de eso, hubo casos
en que sirvió para consolidar una narrativa imperialista y neocolonial de la historia de
algunos países306. Para destacar cómo fenómenos ocurridos en otras regiones del
306 Esta concepción de los tiempos modernos como un mundo en movimiento en el que ocurren
transferencias pluridimensionales de escala planetaria es la que está por detrás de las interpretaciones
327
planeta pudieron influir y ser influenciados por dinámicas locales, se propusieron
lógicas de trabajo diferentes que oscilaron entre un modelo de "historias conectadas"
(Chartier 2001: 119-123; Gruzinski 2001: 85–117; Hartog 2009: 144-155;
Subrahmanyam 1997: 735-762) y el de "historias comparadas" o "cruzadas"
(Bourdieu et al. 1995: 102-104; Gould 2007: 765-786; Werner y Zimmermann 2006:
30-50).
Además, se generó en el medio académico un interesante debate en torno a la
operatividad de conceptos como mundialización y globalización para estudiar los
fenómenos expansionistas protagonizados por algunas potencias europeas en la Edad
Moderna (Kuntz 2014; Vengoa 2009: 300-319). Esta mudanza de enfoque significó,
en los estudios de historia novohispana, un creciente interés por el mundo asiático y
las relaciones del Virreinato con Manila o la Mar del Sur, reflejándose en una serie de
compilaciones de artículos acerca de los flujos culturales y económicos centrados en
el Océano Pacifico (Bargellini 2009; Bernabéu 2013; Bonialian 2012a; Grafenstei
2006; Gruzinsky 2010; Pierce y Otsuka 2009: 19-36; Vila Vilar 2012;). Sin embargo,
estos raramente tratan sobre las circunstancias del siglo XVII y, aunque el interés de
los compiladores ofrezca un conjunto de textos capaces de cubrir un amplio espectro
temático, lo mismo no se podría decir de los capítulos/artículos que componen esas
obras.
Para superar la incapacidad de la mayoría de los investigadores para relacionar
verdaderamente un caso muy concreto con las dinámicas en las que se desarrolló y
crear un estudio de caso más centrado en los flujos, como plantea la teoría de la
historia global y mundial, la propuesta de Carmagnani resulta especialmente
operacional. El historiador planteó un modelo de análisis enfocado en la definición de
ejes geohistóricos interactuantes, diseñados en torno a centros urbanos que ejercen de
coordinadores de esos espacios. En el caso americano, Marcello Carmagnani (1997 II:
81-98; 2012: 333-357) observó dos ejes que empezaron a forjarse en los últimos años
del siglo XVI y que operaron a partir de inicios del siglo XVII. El primero incluyó el
espacio novohispano, trazado en torno a las ciudades de Acapulco-México-Veracruz,
mientras que el segundo se estableció en rededor de Portobelo-Callao-Lima. Algunas
áreas, como las Antillas, se quedaron fuera de estos círculos, disfrutando de una
posición fronteriza en esas dinámicas que le permitió actuar de manera
de Russel-Wood (1998) acerca del fenómeno expansionista portugués. Esta idea viene siendo aplicada,
con algunos matices, para estudiar los imperios ibéricos de manera general.
328
diferenciada307. Sería, por lo tanto, a través del estudio de las conexiones establecidas
en el interior de esos ejes que se distinguirían los mecanismos de articulación entre el
rey y sus virreinatos, así como los varios tipos de participación de cada grupo
social/étnico en acontecimientos gestados en otras partes del mundo.
Según este autor, el estudio de las formas de cohesión material e ideológica
posibilita superar una interpretación del espacio más simplista que, hasta ahora, ha
tenido en consideración únicamente el sistema mundial de división del trabajo y
criterios económicos o administrativos que no coinciden ni se sobreponen en el
espacio. En definitiva, su propuesta incide esencialmente sobre las redes de naturaleza
social y cultural que unieron Iberoamérica al resto del mundo, diseñando un espacio
pluridimensional a semejanza de lo que defendió, de alguna manera, Bajtín (1990) en
la interpretación literaria.
Esta idea de múltiples focos de desarrollo ayuda a percibir cómo el Virreinato,
al estar integrado en una monarquía compuesta, sostuvo posiciones contrarias a los
intereses estrictamente peninsulares durante el siglo XVII. Fue entonces cuando
ciudad de México evolucionó para transformarse en un centro coordinador, cuya
función principal era la de articular los espacios americanos y conectarlos con Europa
o Asia. Este cambio se materializó en el sector vidriero, donde se asistió a un
incremento de la producción interna que sustrajo cierto mercado a los comerciantes
españoles (europeos) de vidrio. Eso favoreció tanto a los vidrieros novohispanos
como a los mercaderes del Consulado de México, a quienes cabía su distribución
interregional, aunque la capacidad de circulación de esas piezas rara vez alcanzó el
mercado de exportación. Por otra parte, para implementar un horno o adquirir los
materiales necesarios a la ejecución del vidrio, estos artífices tuvieron que lidiar
esencialmente con los órganos de poder local. Era a ellos a quienes competía
conceder licencias para ejercer el oficio o regular la explotación de los recursos y, por
lo tanto, con quienes había que pactar.
Al considerar el papel articulador de México en el eje geohistórico estudiado,
se vuelven más evidentes los motivos por los que el incremento de la actividad
vidriera fue más pronunciado en la capital que en cualquier otra zona de su influencia.
307 Para una revisión contemporánea acerca de la crisis del siglo XVII véase el interesante trabajo de
Jan DeVries (2009: 151-194), planteado desde una perspectiva global sin descuidar las particularidades
regionales. En ese artículo sugiere vislumbrar una perspectiva de crecimiento durante la crisis, basada
en las relaciones interurbanas que motivaron oscilaciones demográficas, en un comercio
intercontinental capaz de generar formas de gestión económica más eficientes, producción industrial y
aumento del consumo.
329
La creciente autonomía de este eje supuso un refuerzo del poder político-económico
de su centro regulador. El predominio de la capital en el desarrollo de las "industrias
artesanales" fue de tal orden que logró atraer un gran número de profesionales durante
las primeras décadas del siglo XVII, funcionando como cámara de registro de
maestros de diferentes oficios, incluso de los vecinos de otras ciudades.
Puebla trató de equilibrar esa situación solicitando, entre 1616 y 1620, el
derecho de emitir cartas de examen a los criollos o a los peninsulares que se
presentaban sin ella en el Virreinato, y también que los referidos documentos tuvieran
validez en toda la Nueva España (Nieto 2018: 187). De esa manera los artífices
examinados tendrían mayor libertad para moverse, circulando por otros lugares sin
tener que volver a hacer nuevas pruebas. Desde la perspectiva de los intereses
poblanos, la ciudad lograría atraer a más aspirantes a oficios relacionados con las
"artes industriales", controlando su expansión y recibiendo la media anata que
pagaban para examinarse. Entre los artesanos referidos en las súplicas del cabildo se
nombran a los "sastres, jubeteros, calceteros, tundidores, zapateros, herreros,
sombrereros, gorreros y otros semejantes" aunque cabe pensar que también los
loceros y vidrieros beneficiarían de esas reivindicaciones en caso de que se atendieran
(Nieto 2018: 187)308.
Como demuestra la investigación de José Antolín Nieto (2018: 185-187), tales
pretensiones fueron inicialmente aceptadas por la Real Audiencia pero rápidamente el
Cabildo de México interpuso una demanda, por medio de su procurador mayor, para
que se respetara la preeminencia de la ciudad como "cabeza del reino", lo que habría
surtido el efecto de anular el privilegio anterior. En este tema el texto es algo confuso
puesto que el autor sostiene inicialmente que se encontraron cartas de examen
emitidas en México a personas de fuera a partir de 1766 y después señala que en la
década de 1630 algunos artesanos de Puebla tuvieron que examinarse en México, lo
que constituye una prueba de que ya por entonces habría ganado el pleito o que
eventualmente algunos oficios no disponían de examinador en esa ciudad (Nieto
2018: 185 y 188).
Al margen de la fecha en que se solucionó el pleito, el resultado final permitió
que la capital de la Nueva España tuviera una posición destacada sobre su principal
rival en la emisión de cartas "lo que también le permitía organizar los flujos
308 Fuente citada: AGMP, Actas capitulares, vol. 15, f. 200v-220v.
330
migratorios que estaban tras la conformación de un mercado de trabajo corporativo en
el sector artesanal", como concluye José Antolín Nieto (2018: 185). Esta idea es
extremamente interesante ya que concede una nueva perspectiva bajo la que
interpretar los flujos de vidrieros extranjeros hacia México y la aparente ausencia de
esas personas en Puebla.
Todos esos factores afectaron la economía de Puebla que, desde su fundación,
había basado su crecimiento precisamente en el desarrollo de diversos sectores
manufactureros y en su capacidad de exportarlos, aspecto que ahora se veía limitado
por la sucesivas restricciones al comercio exterior. La nueva coyuntura afectó
ligeramente a la vidriería y pudo estar en el origen de una reconfiguración del sector
poblano que encuadró algunos de sus artífices junto a los loceros, al menos durante
los años que se sucedieron a 1661, cuando Juan Gómez de Villegas logró ejercer
ambos oficios.
Si bien eso también sucedió en México, donde las dos artes se unieron en un
único gremio, en esa ciudad se encontraron registros de la actividad de especialistas
de diferentes ramas de vidriería que actuaron al margen del referido gremio. Eso
marca una diferencia considerable respecto a Puebla, donde la actuación de esos
profesionales en el seno del gremio se circunscribiría fundamentalmente a la
producción de polvo de vidrio para aplicar sobre el barro. Fuera de ese colectivo, las
referencias al trabajo ejecutado por vidrieros en la ciudad son muy residuales: Juan
Gómez de Villegas, Juan del Río Gómez309 (y más tarde Alonso Gómez), Juan de
Armijo Villalobos310, Juan Portes, Alonso Portes y su hermano311. En ningún caso se
ha identificado la conformación de asociaciones basados en la especialidad que
dominaban.
Aunque todas estas acciones ocurrieran aparentemente de manera
independiente del gobierno central, estuvieron presentes de manera indirecta. México
309 Pizarro Gómez 1997: 73.
310 La referencia a este vidriero aparece citada por Verónica Orozco Velázquez (2016: 202), quien
afirma que participó en la construcción del retablo de Nuestra Señora de los Dolores, costeado por un
legado del capitán Diego de León Beltrán, contratándose en el año de 1695: el ensamblador Diego de
los Santos, el dorador Mateo de la Cruz, el platero Nicolás Ruiz, además del vidriero Juan de Armijo
Villalobos. Para ello, la autora se basa en el volumen 2 de la obra de Mariano Fernández de Echeverría
y Veytia, presentando un texto entrecomillado que presenta una fecha posterior a la muerte de este
historiador criollo. Asimismo, se ha revisado el trabajo citado, donde nada dice al respecto en el
capítulo "Del Oratorio de S[a]n Felipe Neri y antigua Iglesia de la Santa Veracruz, llamada
comúnmente la Concordia (1931 II: 477-487).
311 Morales 2016: 1691. Fuente citada: John Carter Brown Library (JCBL), Puebla de los Angeles
Papers, "Información de Francisco Portes", vol. V, f. 537v-542v.
331
era el local donde se encontraban los poderes políticos y sociales que representaban
los intereses de tipo metropolitano y locales, gestionando las tensiones entre las varias
fuerzas divergentes de un imperio multidimensional. Eso justifica por qué, durante
este período, sus autoridades lograron mayor injerencia en las "artes industriales"
novohispanas, concentrando el poder de atribuir cartas de examen con validez en otras
ciudades del Virreinato, y también por qué los talleres se instalaron preferentemente
ahí. Fue desde esa posición que lograron alimentar un desarrollo tecnológico que
incorporó elementos originarios de las provincias europeas del imperio sin ceñirse
solamente al componente peninsular y eventualmente también americanos, fruto de
los movimientos y correspondencias entre especialistas instalados en ambos
Virreinatos. En este sentido, se podría decir que la evolución del vidrio novohispano
tuvo un recorrido relativamente autónomo de la península y que dependió más de su
capacidad articuladora con los diversos espacios de la Corona, así en Europa como en
América y Asia, que propiamente con el poder central. A todo eso se unió el hecho de
que, en la Nueva España, la producción de vidrio estuvo íntimamente asociada a la
explotación de plata, sufriendo siempre el impulso adicional de los intereses en
fomentar este sector estratégico.
En lo relativo al consumo y a los usos que conocieron los objetos de vidrio, el
estudio de las dinámicas asociadas específicamente a las cuentas permite acceder a
algunas de las manifestaciones simbólicas complejas de que habla Carmagnani. En
cuanto expresiones de la "cultura material", su participación en diversos escenarios de
la vivencia cotidiana sirvió a propósitos de cohesión ideológica muy desiguales. Por
un lado, se asociaban a "cosas de indios", a baratijas sin valor con que adornaban sus
cuerpos o usaban para practicar magias. Por otro, se reclamaban como objetos de
culto católico y bienes de prestigio cuando estaban bordados sobre telas o vestidos de
corte europeo.
Conforme se ha tenido ocasión de ahondar en trabajos anteriores (Martins
Torres 2016b: 143-180, 2017b: 567-578) los mismos abalorios fueron usados por
personas que se percibían distintas y que asimismo lograron intercambiar ideas
vinculadas a la interpretación particular que tenían sobre el valor de esas piezas. Tales
intercambios, basados en el encuentro entre sistemas de pensamiento desiguales,
ocasionaron cierto grado de desentendimiento que es propio de los gestos de
traducción "del otro". Las interpretaciones e incorporaciones que resultaron de tales
convivencias, no siempre fueron perfectamente entendibles o coherentes con las ideas
332
en las que esas personas habían sido educadas, y asimismo no les causaban
incongruencias. En efecto, defendemos que fue precisamente el carácter polifónico de
los abalorios para la sociedad novohispana lo que permitió crear espacios de diálogo
entre mundos aparentemente distintos, en situaciones que tuvieron por protagonista a
estos materiales.
Los diferentes posicionamientos historiográficos señalados hasta ahora
suscitaron interpretaciones muy dispares acerca de las circunstancias de la Nueva
España en el siglo XVII. Fue así como se evolucionó de una visión histórica de crisis
generalizada para sostener que eso no es cierto para el caso novohispano y,
finalmente, defender que lo que imperó fueron dinámicas de crecimiento que hicieron
esa región más autónoma y menos dependiente de la península. Esta se integró en un
espacio político-administrativo complejo, caracterizado por la existencia de polos con
dinámicas autónomas, o sea, que fueron específicas de su entorno socio-comercial.
Sin embargo, cada provincia, sin dejar de funcionar como un núcleo
particular, participó en la estructura orgánica del imperio. Esta se expresaba en
políticas y deseos que gestionaban el impacto de las circunstancias concretas de cada
región en el contexto general de la administración de los territorios de la monarquía
hispánica312. Es eso lo que se observa en el fenómeno de expansión vidriera en Nueva
España, condicionado por las situaciones concretas del Virreinato y como ellas se
articularon con esos flujos, influjos y reflujos comerciales, técnicos o simbólicos con
las regiones a las que se conectó estrechamente.
Más allá de una aclaración de las jerarquías y del papel desempeñado por cada
institución o región, es más interesante partir de una percepción pluridimensional de
los fenómenos históricos como propone Carmagnani. Es desde esa perspectiva que
analizaremos los aspectos de la actividad vidriera durante este período, señalando las
circunstancias favorables a su desarrollo y los condicionantes que afrontaron, o la
manera particular como lograron consolidarse como grupo. Para ello, se tendrá en
cuenta la noción de eje geohistórico definido en torno a México, interpretando la
evolución del sector a la luz de los flujos generados en el seno de sus articulaciones
internas y de las relaciones que mantuvo con otros ejes, o aún la complementariedad
312 Un estudio que refleja precisamente eso es el que hace el historiador Bonialian (2016: 11-41) sobre
la Carrera de la China, demostrando como los flujos de mercancías asiáticas se convirtió en un
fenómeno imperial, transversal a las economías atlánticas y del Pacífico.
333
entre estos dos niveles de actuación. Estas variables son fundamentales para entender
el origen de algunas posturas y estrategias adoptadas por los vidrieros, así como los
límites a su actuación. Sin embargo, su grado de interconexión hace difícil el
tratamiento individual de los datos y por eso, se plantearán primero las circunstancias
naturales, humanas y administrativas que influyeron en la producción vidriera, para
después reflexionar sobre su inserción y evolución en esas macro-estructuras.
4.2. EL CRECIMIENTO DE LA ACTIVIDAD VIDRIERA EN LA NUEVA
ESPAÑA EN EL SIGLO XVII
La información reunida sobre la actividad de los vidrieros a lo largo de este
período permite sostener que la Nueva España conoció, en términos globales, un
importante incremento de la vidriería durante el siglo XVII. Eso se plasmó en un
aumento sustancial del número de profesionales identificados, en su capacidad para
conformar redes entre si y con otros sectores estratégicos, así como también en la
consolidación de las estructuras de cohesión laboral. A pesar de todo, esos cambios no
afectaron de igual manera a todos los centros productores de vidrio que se habían
afirmado durante los primeros años de la colonización. En realidad, esas pautas se
circunscribieron fundamentalmente a México, una de las mayores metrópolis del
imperio español y el centro del eje geo-histórico que logró articular.
La afirmación de la capital novohispana como centro nodal repercutió en la
configuración del mapa de la vidriería. A partir de entonces México asumió
definitivamente una mayor visibilidad en el contexto virreinal y, eventualmente en la
América hispana, de tal manera que eclipsó el progreso de la vidriería en Puebla,
donde se habían logrado grandes avances durante la centuria anterior. Si bien la
última ciudad siguió atrayendo a algunos artífices, los datos disponibles indican que el
sector perdió su preeminencia en el campo de las designadas artes industriales,
aunque algunos vidrieros pudieron colaborar con el ramo de la producción de loza
vidriada, como integrantes del gremio de loceros o al margen del mismo.
La idea de crecimiento de la vidriería novohispana, en este período, no
constituye un dato novedoso. No obstante, por detrás de esta afirmación general se
omiten las diferencias regionales y la pluralidad de circunstancias que afectaron al
desarrollo de la vidriería en el amplio territorio virreinal. Algunos investigadores
334
introdujeron pequeños matices a esta imagen de crecimiento. Miguel Ángel
Fernández (1990: 94), por ejemplo, sugiere que a mediados de la centuria la actividad
habría experimentado un retroceso pero su argumentación presenta algunas
imprecisiones. Su teoría se basa en las afirmaciones de Miguel Sarmiento (1947: 81)
sobre el vidrio de Puebla, quien sostiene que esta manufactura habría entrado en
decadencia a finales del siglo XVII. Como se ha señalado, el desarrollo de la vidriería
no fue uniforme en todo el territorio, por lo cual no debe proyectarse el análisis del
caso poblano a la totalidad del Virreinato. Al contemplar las diferencias locales se
percibe una realidad bastante más compleja, que no admite afirmaciones categóricas
de este tipo sin que se aluda a esos contextos excepcionales o diferentes.
Tampoco se entiende lo que lleva al mencionado historiador a afirmar que
Puebla sería el mayor proveedor de vidrio del Virreinato. Quizás esa percepción
resulte del enfoque de su trabajo, que por primera vez sacó a la luz los vestigios
dejados por los vidrieros en la documentación poblana, en una época en que aún no se
había estudiado particularmente el desarrollo del sector en México (Fernández 1990:
94). Por entonces, Miguel Ángel Fernández localizó el nombre de cinco profesionales
con actividad en la Nueva España a lo largo del siglo XVI y notó su aumento con
siete nuevos vidrieros durante la primera mitad del siglo XVII, y cinco hasta final del
siglo. Probablemente por haber adoptado una escala temporal amplia, que acompañó
la evolución del vidrio hasta prácticamente la actualidad, no logró notar que, de los 17
vidrieros identificados para este período, solo dos trabajaron en Puebla y que todos
los demás lo hicieron en México (Fernández 1990: 258-259).
Finalmente, nos parece que de la información novedosa compilada por el autor
no se puede inferir de manera inequívoca que existió una crisis del sector a mediados
del sigo XVII. A nuestro entender la diferencia del número de vidrieros entre ambos
períodos no es suficientemente significativa para considerar que hubo un decaimiento
de la actividad, sobre todo si se atiende a la reducida dimensión de la muestra. Ella no
refleja la totalidad de individuos que trabajaron asociados a este sector, ni tampoco la
productividad de cada taller o la calidad de su producción, aspectos fundamentales a
tener en cuenta para evaluar el estado de desarrollo de la manufactura de vidrio. En
todo caso, cabe señalar que el propio Miguel Ángel Fernández advierte del carácter
introductorio de su investigación, que se trata de
335
"(...) un primer intento por penetrar en e ámbito de las relaciones comerciales del
vidrio colonial mexicano. Sabemos que las dos crisis detectadas durante el
desarrollo de esta manufactura - segunda mitad del siglo XVII y durante el lapso
1775-1821 -, requieren de mayor estudio y sustento y bien podrían dar cuerpo a
una investigación específica sobre el tema. Para nosotros basta por ahora con este
panorama introductorio. Dejamos a otros más entendidos la búsqueda de nuevas
noticias que complementen este acercamiento a nuestro pasado histórico."
(Fernández 1990: 102).
Los datos reunidos a lo largo de nuestra investigación han reunido el nombre
de 25/26 vidrieros trabajando en el Virreinato desde la conquista hasta 1618 o, si se
prefiere, 24/25 durante de todo el siglo XVI. En la centuria siguiente su número
ascendió a 53: 1 nuevo vidriero con actividad entre 1600-1618, 40 entre 1619-1680, y
12 entre 1681 y 1700. De eso se deduce que, aunque no se pueda hablar de una crisis
en la vidriería entre 1618 y 1680, si que es viable decir que su crecimiento fue
bastante pronunciado en las últimas dos décadas del siglo XVII. Ante estos datos, no
se puede estar de acuerdo con cualquier teoría que sostenga una crisis en el sector, ni
mucho menos que ella fuera especialmente intensa a partir de finales de la centuria.
Específicamente sobre Puebla, el naturista prusiano (actual Alemania)
Alexander von Humboldt (1769-1859) formuló algunas consideraciones sobre las
fábricas de vidrio y loza al pasar por ahí a inicios del siglo XIX, observando su
notable disminución a lo largo de la centuria anterior debido al incremento del
volumen de comercio de esas piezas desde Europa. Pero hasta 1693 suma 43
establecimientos dedicados a hacer cerámica vidriada y vidrio, sin distinguirlos:
"Hoy las comunicaciones entre Puebla y Lima son casi ningunas y las fábricas de
loza han disminuido de tal manera, con motivo del poco valor del vidrio y
porcelana de Europa, que se introducen por el puerto de Veracruz, que de 46
fábricas que se contaban todavía en 1693, no quedaban, en 1802, mas que diez y
seis de loza y dos de vidrio." (Humboldt 1827 XII: 13).
Al considerar las particularidades de la evolución de la vidriería en el contexto
político y económico que vivía entonces el Virreinato y, sobre todo, el lugar que
ocupó en la estructura imperial, se percibe claramente que el crecimiento del sector se
enmarcó dentro de una tendencia general de expansión de las manufacturas
americanas, no siendo un fenómeno exclusivamente novohispano ni de este área de
336
producción en particular. Además, el año de 1680 marca el inicio de un período de
fuerte crecimiento económico y gran prosperidad para las finanzas del Virreinato,
asociado a un incremento de la producción minera y de la actividad comercial,
particularmente con Filipinas. De tal manera esta fecha fue un marco importante que
muchos historiadores que vienen alisando las coyunturas políticas y económicas que
tuvieron lugar a lo largo del siglo XVIII se vieron forzados a retroceder dos décadas
para percibir los fenómenos de larga duración. Eso hizo Herbet Klein (1985: 561-
609), después André Gunder Frank (1998) y, más recientemente, Mariano Bonialian
(2012a). Al ignorar estos hechos, la historia del vidrio en México se queda
incompleta.
Del mismo modo, la ausencia de cualquier referencia a las realidades
americanas en los estudios sobre el vidrio español proporciona una visión
distorsionada de la vidriería en el mundo hispano. No es demás recordar que, en el
período en análisis, eso incluyó las posesiones portuguesas en Brasil, incorporadas a
la Corona española desde 1580 y hasta 1640, bajo la Casa de Austria. En esos años las
conexiones de esas personas con el Virreinato fueron especialmente intensas y
dejaron su huella más allá de esas fechas. En lo que concierne a la vidriería, existen
indicios de que algunos profesionales luso-brasileños lograron establecerse de manera
duradera e implementar un negocio que pervivió a lo largo de varias generaciones.
Para evitar las tradicionales dislocaciones, sería importante adoptar una
perspectiva conectada o cruzada que rompiera con la tendencia a centrar todo el
análisis en las especificidades locales. Hasta ahora, las iniciativas de ampliar ese
espectro se limitaron a la simple alusión al caso peninsular español, sin establecer
verdaderas conexiones entre sus circunstancias y lo que cada investigador observaba
en el sector novohispano (Fernández 1990: 25-31). Cuando se lograron analizar los
flujos entre ambos espacios, el enfoque se circunscribió al tráfico unidireccional de
productos de la Granja de San Ildefonso (Segovia) hacia América, durante los siglos
XVIII y XIX, que en México mereció una exposición en el Museo Franz Mayer
(Anónimo 1994). En ningún caso se tuvieron en cuenta las interrelaciones americanas,
ni tampoco las diversas medidas que se adoptaron para promover este arte en otras
regiones del continente y en el Situado Filipino. La única excepción son las alusiones
puntuales a la circulación de vidrieros y al traslado de talleres desde la Nueva España
hacia el Perú (Fernández 1990; Furlong 1946; Peralta Rodríguez 2005: 11).
337
Lo mismo se podría decir sobre los estudios que se vienen haciendo del vidrio
en otros países americanos que integraron los dominios de la Corona,
fundamentalmente en el campo de la designada arqueología histórica. Los avances en
esta área - especialmente en Argentina y Uruguay, donde se ha publicado bastante
sobre el vidrio en las últimas décadas - han contribuido a conocer mejor la tipología y
las técnicas de producción (Capdepont, Marozzi y García 1994; García 2005: 295-
348; Moreno 1994: 103-124, 1997a, 1997b; Schávelzon 1991a), o los usos que se les
ha dado a lo largo del tiempo (Schávelzon 2000, 2003), a veces contrastando los
hallazgos con fuentes documentales (Pineau 2004). Las investigaciones señaladas no
se limitaron a identificar la presencia de vidrios entre los demás materiales
arqueológicos rescatados, sino que se tratan de verdaderas reflexiones en torno a
diferentes cuestiones sobre el vidrio. No obstante, salvo casos puntuales (García y
Quiroga 2002: 175-181; Helfer 2004: 312-323), estas se centran en colecciones
particulares.
Algunos autores lograron extender su enfoque a otros campos y presentaron
resultados bastante innovadores. Facundo Gómez Romero y Micaela Bogazzi (1998:
111-123) relacionan la presencia de cierto tipo de botella en el Fortín Miñana (Buenos
Aires-Argentina) con los circuitos económicos y sociales que justifican su presencia
en ese contexto: si Silvana Buscaglia (2011: 179-196) visualiza las relaciones
interétnicas en la cultura material del siglo XVIII rescatada en Floridablanca, los texto
de Mariano Ramos (1997), de Ignacio Clemente Conte y Jorge Facundo Gómez
Romero (2006: 109-124) identifican las reutilizaciones y tallados indígenas sobre
fragmentos de vidrio en Argentina, del mismo modo que Donald Jackson (1991a;
1991b) lo hace en Chile. A pesar de todo, la mayoría de los arqueólogos sigue sin
conceder una perspectiva capaz de situar los hallazgos en tendencias generales que se
manifestaron en el continente americano313. Salvo raras excepciones (Díaz Samayoa
1999; Schávelzon 1998, 2014), la mayoría de las publicaciones incide sobre vestigios
de cronologías más tardías, cuando esos materiales aparecen en mayor abundancia o
se han conservado mejor.
Contrariando el panorama diseñado hasta el momento sobre la manufactura de
vidrio en contextos americanos, en el Virreinato el sector mantuvo estrechas
313 La publicación de Ignacio Clemente Conte y Jorge Facundo Gómez Romero (2006: 109-124) trata
de romper esas barreras e identifica dinámicas semejantes en otras regiones de América e incluso en
África.
338
conexiones con otros espacios continentales. Estas se realizaron mediante flujos
comerciales y culturales permanentes que repercutieron directa e indirectamente en el
desarrollo de la vidriería novohispana. Por eso, se hace necesario identificar las
condiciones internas que promovieron ese crecimiento y situar la coyuntura local en
el ámbito de las relaciones con Europa y América del sur. Así se percibe cómo el
"vidrio de la tierra" fue capaz de asumir una posición destacada en el triángulo. Lo
que se defiende es que la organización interna del sector logró superar el lobby
europeo. De esta manera sentaron las bases para un crecimiento de la producción y
comercio de vidrio novohispano, sin nunca llegar a competir verdaderamente con los
productores y comerciantes instalados en la península, enfocados en el mercado
consumidor específico de las élites. De igual manera, sostenemos que la capacidad de
colocar sus creaciones en el mercado interamericano, ya identificada por otros
investigadores, tuvo un carácter puntual a lo largo del siglo XVII y no supuso una
verdadera competencia capaz de frenar la emergencia de iniciativas locales.
4.2.1. Los Factores Internos: Recursos Naturales, Humanos y Posibilidades de
Comercio Interior
Durante estos años, los procesos de poblamiento del territorio favorecieron el
reconocimiento de nuevas regiones y su potencial para el sector vidriero. La enorme
dimensión que adquirió entonces la Nueva España brindaba una serie de recursos
naturales y humanos que repercutieron en la expansión de la vidriería. A eso se sumó
una importante red de conexiones internas y externas que facilitaron la circulación de
materias primas, personas y conocimientos vinculados al sector, pero igualmente de
su producción.
En lo que concierne a los medios naturales, se podrían mencionar los aspectos
que ya se señalaron para el período anterior. En esta fase, la expansión territorial de la
presencia española tendría el efecto de proporcionar una mayor cantidad de recursos,
o incluso otros nuevos, propios de regiones con ecosistemas diversos a los que se
habían poblado hasta entonces. El proceso de identificación y selección de especies
vegetales o minerales apropiados para hacer el vidrio se siguió realizando, a
semejanza de lo que ya se había hecho, como lo demuestran las compilaciones sobre
la fauna y flora americanas realizadas por diferentes científicos. Eso permitió
339
disponer de una mayor diversidad y cantidad de materias primas, evitando los altos
costes que supondría importarlas desde Europa, creando las condiciones favorables
para el aumento del número de talleres y de su producción, así como la reducción de
los precios de venta.
La penetración de las autoridades españolas en otras regiones supuso un
contacto más estrecho de los europeos con las poblaciones que habitaban ahí hasta
entonces. Como se ha referido anteriormente, esas relaciones no provocaron una
mortalidad tan acentuada como se pensó inicialmente y la mano de obra de esas
personas pudo emplearse en varias fases de la producción vidriera. Pero, más allá de
su fuerza de trabajo, los conocimientos que diferentes grupos aborígenes habían
generado desde tiempos inmemorables acerca de su entorno natural fueron
fundamentales para los vidrieros, quienes articularon esos saberes con los de tradición
europea para manejar y transformar los materiales nativos. En ese escenario de
intercambios se engendraron ciertas innovaciones, un tema que trataremos con mayor
detenimiento en el capítulo 6.
Además de los aspectos vinculados a la producción que se acaban de
mencionar, se considera que la expansión territorial generó los medios necesarios para
fomentar un pujante comercio interno que los límites espaciales y demográficos de las
provincias europeas no brindaban314. Durante este período las ciudades se volvieron
verdaderos focos de atracción y, aunque algunas de las primeras fundaciones no
prosperaron y terminaron por desaparecer, el fenómeno de urbanización conllevó el
surgimiento de nuevos centros, cada vez más densamente poblados, que siguieron
demandando los servicios de vidrieros. Eso podrá justificar que la vidriería hispana
conociera aparentemente un mayor impulso en América que propiamente en Europa
donde, a juzgar por las investigaciones publicadas hasta el momento, el sector no
conoció grandes avances.
Pasados los primeros tiempos de la conquista y consolidadas las principales
rutas de circulación internas, prácticamente todos los grupos sociales consumían
objetos de vidrio, pese a que la calidad y el modelo dependieron mucho de la
capacidad adquisitiva de cada persona o de la finalidad que se les daría. Su uso se
314 A lo largo del siglo XVII se asistió a un fuerte crecimiento urbano y proto-urbano que se basó en
dinámicas económicas relacionadas con la agricultura y minería, con el comercio y la administración, o
en función de los servicios y la producción artesanal que cada localidad logró ofrecer. Esta evolución
estuvo acompañada de un aumento demográfico, afectando incluso a la población indígena que logró
recuperar considerablemente después de la aparente quiebra que sufrió en el proceso de conquista
española (Miño Grijalva 2001: 23-45).
340
extendió más allá de las grandes urbes, llegando hasta las zonas rurales, pueblos de
indios y centros mineros que tuvieron todos en común el hecho de consumir
abalorios315.
Evidentemente la distribución de los vidrios estuvo condicionada por el grado
de proximidad con las vías de transporte o la capacidad de ofrecer el tipo de pieza
más solicitada en cada lugar, inclusive en las misiones y presidios. En algunos casos,
los materiales que llegaron a los sitios más aislados dependieron esencialmente de las
expectativas sobre las personas que residían ahí o sobre sus gustos, sin que existiera
verdaderamente aquello a que se podría designar hoy día de "análisis de mercado". En
1692, por ejemplo, el gobernador Don Domingo de Theran de los Ríos (siglo XVII-
1691) envió una carga de abalorios a la misión de San Francisco de Texas y Real de
Santa Margarita de Buenavista, para que el Capitán Gregorio de Salinas Varona
(1650-1720) regalara a los indígenas con los que se encontrara:
"Recivo del capitan Salinas de haver recivido los avalorios p[a]ra obsequio á los
Yndios marzo 22/[1]692" [título del documento escrito al margen:] (...)
"Digo yo el Capitán d[o]n Gregorio de Salinas Varona q[u]e hé recivido del
Ayudante Juan Garcia de Quintanilla de orden del Govern[ad]or Don
Domingo Theran de los Ríos [à cuio cargo corre el govierno de mar, y tierra de
ellas, y then[ien]te general de Capitán G[ene]ral de los Reynos y Provincias de la
nueva España] 48 docenas de cascaveles, once cuchillos belduques 20
navaxuelos que su Ex[celenci]a me remite para el agasaxo de los Yndios por
donde pasare, y por ser verdad lo firme en estte Campo de Santa Marg[ari]ta de
Buenavis[t]a y marzo 22 de 1692. d[o]n Gregorio de Salinas Varona." 316
(resaltados en negrita de la autora).
Al margen de los perjuicios que habitaban el imaginario de europeos y
criollos, las posibilidades de negocio se multiplicaban de manera exponencial porque
315 En realidad, la dispersión de objetos de vidrio por el medio rural ocurre desde los primeros tiempos
de contacto, como lo vienen comprobando los hallazgos arqueológicos hechos por todo el país. Durante
este período la circulación se intensifica, fruto de una estructura comercial mejor articulada y por el
decisivo fracaso del modelo administrativo que separaba la república de indios de la de españoles. El
cementerio indígena de Chapingo es uno de esos ejemplos tempranos de la penetración de las cuentas
de vidrio en medio rural, habiéndose identificado el enterramiento de un individuo masculino de rango
destacado que se sepultó acompañado de una medalla y cuenta de vidrio verde, posiblemente el aguacil
o el ayudante del misionero en el pueblo según el arqueólogo responsable (Romano 1975: 45-46). Se
podría mencionar también los entierros en el atrio de la Iglesia de Copanagustla (Chiapas), fechados de
1554 y en los que se detectaron cuentas de vidrio supuestamente venecianas (García Targa 2007: 291-
315; Lee 1992).
316 Biblioteca Nacional de México (BNM), Manuscritos, Nº Sistema 000604373, "Recibo por armas,
pólvora, ropa, avalorios y otros géneros entregados a las misiones", f. 187v-188r.
341
el área y el numero de habitantes eran también muchísimo mayores que la dimensión
europea del imperio. Una breve mirada hacia los inventarios de dotes registrados ante
los notarios de México conceden una idea del tipo de objetos de vidrio incluidos en el
capital material de las mujeres novohispanas. Una de esas señoras fue María de
Padilla, a nombre de quien se firmaba ante notario, a 17 de octubre de 1698, un recibo
de entrega de ciertos bienes muebles, un inmueble y una cantidad de pesos que sumó
todo el considerable valor de 743 pesos, para casarse con un peninsular. Según
escrito:
"Don Eugenio Fernández de Córdoba, vecino y originario de la ciudad de
Granada, reinos de Castilla, hijo legítimo de don Francisco Fernández de Córdoba
y de doña Victoria de Espinosa, sus padres difuntos, dijo que por cuanto para el
servicio de Dios nuestro Señor está tratado de casar y velar según orden de la
Santa madre iglesia con doña María de Padilla, doncella hija legítima de Marcos
de Padilla y de Gertrudis López de la Cruz, sus padres, y al tiempo y cuando se le
trató dicho casamiento se le prometió por la dicha Gertrudis López de la Cruz el
ajuar que ir[á] declarado y, porque con el auxilio divino ha de tener efecto dicho
matrimonio se le quiere entregar dicho ajuar con que otorgó recibo y carta de dote
a favor de la dicha su esposa, en cuya conformidad otorgó que recibe (...) unas
pulseras de corales que pesaron 5 onzas, y una gargantilla de 4 hilos de aljófar y
corales y unos zarcillos de plata dorados con sus almendras de cristal y perlas,
se apreció todo en 14 pesos (...), de la loza de China de platos y tazas y de loza
de la Puebla vidrios y tecomates y una jícara de Michoacán grande, en 15 pesos
todo."317 (resaltados en negrita de la autora).
Además de los zarcillos con pinjantes de vidrio, que se pudieron importar o
hacerse ahí, se incluyeron vidrios utilitarios de Puebla. Estos se inventariaron junto a
otras piezas de servir a mesa provenientes de Asia y también de producción local
(Michoacán), que expresan la manera particular de conjugar el ajuar de servir a mesa.
Las interpretaciones achinadas características de esa zona de México conducen a
pensar que los vidrios mencionados se utilizaron igualmente para formar escenarios
que remitían a una idea acerca de Asia. Eso nos colocaría ante una manufactura local
que trataría de imitar las formas de la porcelana que llegaba por el Galeón de Manila,
317 AGNotDF, Fondo Antiguo siglo XVII. Notario Juan de Lerín Caballero, 17 de octubre de 1689,
"dote", vol. 2248, leg. 1, f. 274r-277r.
342
o simplemente que en el imaginario virreinal ambas estéticas se complementaron sin
provocar incongruencias de estilo318.
Todos esos bienes
"Quedaron en poder de la otorgante realmente con efecto, y el susodicho por la
honra, virginidad y limpieza de la dicha (...). Y cada vez y cuando el dicho
matrimonio fuere disuelto o separado por cualquiera de las causas que el derecho
permite le volver[á] y pagar[á] a su esposa, y a quien por ella fuere parte legítima,
esta dicha dote y arras sin la retener en ningún tiempo aunque por derecho se le
concede un año para la retención de los bienes muebles, lo cual renunció como
sabedor de sus defensas y otro cualesquier remedio de que le pudiera aprovechar.
Estando presentes Francisco de Padilla y Marcos de Padilla hermanos de la dicha
María de Padilla e hijos de la dicha Gertrudis López de la Cruz, dijeron que
aprobaban esta escritura de dote y que en caso que a la dicha su hermana no le
quepa tanta dote en la dicha casa, y a precio de 250 pesos por la legítima y parte
que les pueda haber del exceso, al mayor abundamiento le hacen gracia y
donación de la dicha demasía para no tener que pedirlo ni demandarle cosa
ninguna, a cuyo cumplimiento todas las partes obligaron sus personas." 319.
En lo que concierne específicamente a los abalorios, el tipo de documentación
analizada concede una imagen acerca del valor de esos adornos para la élite local y su
papel en la conformación de la apariencia de las mujeres. Por lo que se ha observado,
fue común que ellas colocaran sobre sus cuerpos joyas confeccionadas con esas
piezas, conjugadas con otras alhajas hechas en materiales nobles y considerablemente
más caras. A título de ejemplo, se podría referir el nombre de Gertrudis de Morales,
que en 1626 recibió de Alonso de Guzmán, su tutor, una dote compuesta por "un
ahogador de cuentas de vidrio, en 5 reales", "una ahogadera de perla y granates
[abalorios] con una crucecita guarnecida de oro, en 9 pesos" además de otros objetos
de precio más elevado y varios esclavos320.
Ya en 1642, el portugués Manuel Rodriguez, natural de Lisboa y residente en
México, hijo legítimo de Andrés Rodríguez y de María Enríquez, otorgó "carta de
318 Esta idea se refuerza en la observación de otros inventarios de bienes de mujeres importantes, como
pudo ser la marquesa Doña Teresa Francisca María de Guadalupe Retes Paz Vera. Entre los varios
muebles de su casa tenía un armario donde guardaba solamente "vidrios de Venecia y barros", así como
una alacena en la que se exhibían exclusivamente porcelanas asiáticas y vidrios de Venecia (Curiel
2000: 65-101).
319 AGNotDF, Fondo Antiguo siglo XVII. Notario Juan de Lerín Caballero, 17 de octubre de 1689,
"dote", vol. 2248, leg. 1, f. 274r-277r.
320 AGNotDF, Fondo Antiguo siglo XVII. Notario Juan Pérez de Rivera, 16 de febrero de 1626, "dote",
vol. 3362, leg. 2, f. 22v-26v.
343
dote" por haberse casado hacía tres meses con Ana Riso Grimaldo. Hija de Joseph
Riso Grimaldo y de María Beltrán, vecinos de México, le prometieron una dote de
340 pesos que le entregaron en concepto de varias mercadurías. Las de vidrio eran las
siguientes:
"3 gargantillas de vidrio", "2 gruesas de ygas [sic., higas] de vidrio", "1 mazo de
abalorio", "8 millares de granates", "4 millares de granates", "4 docenas de
zarcillo de vidrio"321.
También doña Gertrudis Montes de la Peña, vecina de México, hija legítima
de Antonio Montes, difunto, y de María de la Peña, llevó de dote al casarse con
Ventura Cárdenas, vecino de México y escribano del Rey:
"unas pulseras de granate con sus coronillas de oro, en 80 pesos" y "un vestido de
damasco negro de la tierra, pollera, jubón y turca, todo guarnecido con botones de
vidrio negro, en 200 pesos"322.
Si la imagen de las mujeres más distinguidas del Virreinato se asoció a la
exhibición pública de finas joyas y ropas bordadas de vidrio, la misma distinción se
consideró apropiada para vestir a las figuras religiosas veneradas en el interior de las
iglesias. Así aparecen entre las alhajas de la virgen inventariadas por Antonio Robles,
mayordomo de la archicofradía de Nuestra Señora del Rosario, a 24 de julio de
1675323. En ese listado constan diversos objetos de cristal que suponemos aludían, en
realidad, a piezas de vidrio y que en este período se confunden en las descripciones:
"Un Rosario de christal guarnecido de oro enrugado", "Un Cordon de christal
guarnecido de oro "Un Rosario de christal con su Crus guarnecida de oro y
pendiente Una pomita de ambar guarnecida de oro", "Una higa de christal pesa
Cuatro onsas sinco adarmes guarnecida de oro con dos Rubies y dos esmeraldas
pequeñitas", "Una Yga [sic., higa] guarnecida de oro = de christal con cuatro
esmeraldas", "Un Cabrestillo de christal guarnesido de plata", "Un Corasonsito de
christal guarnesido [de oro y perlas", "Un Corason de christal guarnesido de oro
con la Reliquia de s[an]. Bar[tolo]me", "Una Crus de christal guarnecida de oro
321 AGNotDF, Fondo Antiguo siglo XVII. Notario Juan Pérez de Rivera Cáceres, 11 de julio 1642,
"dote", vol. 4364, f. 146v-147r.
322 AGNotDF, Fondo Antiguo siglo XVII. Notario Juan Pérez de Rivera Cáceres, 1 de julio de 1644,
"dote", vol. 4366, f. 140v-143r.
323 El documento no concede más datos sobre la ciudad o institución donde se encontraba la dicha
cofradía.
344
con Un s[an]to christo de oro con su Calabacilla de a dos perlas", "sinquenta y
seis cuentas de christal con su casquillo de oro"324.
Los datos recopilados demuestran que el mercado interno alcanzó un público
muy diverso que estuvo lejos de circunscribir el consumo de abalorios a la población
nativa. A esas personas se les atribuye normalmente el empleo de cuentas de vidrio
con finalidades mágicas que expresaban creencias de origen prehispánico, a veces
mezcladas con otras de matriz católica. Al margen de esos usos por parte de las
comunidades nativas y mestizas, existen diversos indicios de que las peninsulares y
criollas las emplearon igualmente como base de amuletos, algunos de los cuales
fueron confeccionados o distribuidos por la propia Iglesia. Esta idea nos conduce al
trabajo de Antonio Rubial (2016: 119-142) sobre las beatas. En esa ocasión el autor se
detiene en las señas exteriores que conformaban el cuerpo de las beatas, destacando la
panoplia de objetos sagrados, tales como rosarios, medallas, cruces y cuentas, que les
conferían un aspecto virtuoso.
Algunas de esas cuentas pudieron ser de vidrio y se materializaban por acción
divina, como en el episodio protagonizado por la Beata Josefa, que tuvo lugar antes
de abril de 1650:
"En una ocasión [Josefa] sacó al niño Dios [que perteneciera a la clarisa Isabel de
Jesús] de la cajita de plata y oro con vidriera en que estaba guardado, y lo alzó en
alto como si fuera una hostia. Cuando lo bajó, después de un rato de
arrobamiento, la imagen traía en la barriguita, encajada en el ombligo, una cuenta
azul que regaló a don Joseph de Vértiz." (Rubial 2016: 134) 325.
En otros casos, la beata ya poseía las cuentas y las enviaba a bendecir al cielo,
proceso mediante el cual adquirían la propiedad de indulgencias. Este tipo de pieza
conoció un amplia difusión en el Virreinato como parte de la puesta en escena de
muchas beatas, pero el ritual descrito tenía un origen peninsular. Según aclara Rubial,
en el siglo XVI la monja franciscana Juana de la Cruz, una protegida del cardenal
Cisneros (1436-1517), afirmó recoger los rosarios de su comarca para enviarlos con
un ángel al cielo para bendecirlos. Después de eso, su uso se revelaba eficaz para
curar varias enfermedades o expulsar los demonios. Del mismo modo, cualquier
324 AGN, Archivo Histórico de Hacienda, vol. 290, exp. 19, f. 3v.
325 Fuente citada: AGN, Inquisición, vol. 432, f. 464r.
345
rosario que entraba en contacto con esas cuentas se contagiaba y obtenía la misma
virtud. Aparentemente, esas historias se difundieron en la Nueva España mediante la
publicación de su biografía, escrita por Antonio Daza, que conoció sucesivas
ediciones desde 1610, en Madrid. La propia beata Josefa tenía varias de esas cuentas,
que usaba colgadas de una cruz para expulsar demonios. También las prestaba para
curar dolores de cabeza o de muelas, y para conceder gracias e indulgencias (Rubial
2016: 137-138).
Los detalles sobre el poder de esas cuentas mágicas permite relacionarlas con
las designadas "cuentas del perdón". Según un diccionario del siglo XVIII:
"Es una cuenta a modo de las del Rosário, à quien se dice que el Papa tiene
concedida algúna indulgencia en favor de las Animas del Purgatorio. Lat.
Globulus iacularis. RIBAD[eneyra]. [Historia Eclesiastica de la] Cism[a del
Reyno] de Inglat[erra]. lib. 2 cap. 6 [publicado por primera vez en 1589]-
"Quitaron la invocacion de los Santos, el agua y pan bendito, que se solia antes
repartit los Domingos en las Iglesias, los Rosarios y cuentas de perdónes, los
Missales y libros Cathólicos, y finalmente todo que olia, ò sabia à piedad, y podía
conservar la memoria de la antigua y verdadéra Religión". QUEV[edo]. Tacañ.
[en realidad La vida del Buscón], cap. 3 [publicada por primera vez en 1626] "Y
assi es por demás decir, que nos saque vuestro Padre, si algúno no nos reza en
algúna cuenta de perdónes, y nos faça [sic., haga] de penas con algúna Missa en
altar privilegiado." (RAE 1729 II: 681).
La definición transcrita demuestra que la propia Iglesia producía y hacía
circular cuentas de rosario con la propiedad de indultar a los pecadores. Los registros
literarios señalados determinan que su uso es incluso anterior a los relatos que se
publicaron de Juana de Santa Cruz, apareciendo ya en la obra de Pedro de
Ribadeneyra (ca. 1527-1611), editada en Madrid en el año de 1589. Por eso, se
sostiene que las cuentas del perdón concedidas por el Papa podrían estar en el origen
de dichos rituales practicados por monjas y beatas, quienes trataban de producir el
mismo tipo de objeto mediante la intervención divina. En los reinos peninsulares, esas
prácticas pervivieron al menos hasta finales del siglo XVIII, cuando se generó un
pleito entre el Tribunal de la Inquisición de Santiago y el Hospital Real de esa ciudad.
En ese momento se cuestionó la legitimidad de las indulgencias concedidas por
diferentes autoridades papales a los fieles que tocaran una cuenta de cristal y una
346
tablilla que se había colocado en la reja de la capilla del hospital, mientras se rezaban
tres padrenuestros y avemarías y a quienes dieran limosna326.
Más allá del origen de este ritual mágico propagado en el seno de la Iglesia y
curiosamente también perseguido por la Inquisición, estas prácticas nos revelan otras
dimensiones del uso de los abalorios. En efecto, es muy probable que el mismo poder
se atribuyera a los ejemplares de color verde traslúcido que fueron incorporados a un
pleito formalizado en el año de 1738. Supuestamente, esas piezas habían sido
entregadas por un cura a las autoridades locales de Tecali (Puebla), para que las
distribuyera entre la población a cambio de ayudas para la Santa Cruzada. Se deduce
que a las cuentas en cuestión, "que llaman de Jerusalén" se les atribuirían
características especiales que justificarían su adquisición en detrimento de otras que
llegaban a ese pueblo de indios mediante las redes de distribución comercial. A pesar
de eso, la población movió un proceso legal contra el alcalde mayor de Tecali,
acusándolo de estar realizando repartimiento de mercancías, cobrando medio real por
el "granate". Gracias a eso se han conservado seis ejemplares, ensartados en un hilo
aparentemente de algodón327.
Quizás en un futuro se pueda conocer la composición de esas cuentas y
percibir si eran importadas o de producción local, eventualmente de algún horno
situado en la ciudad de Puebla. En todo caso, resalta la gran calidad y trasparencia del
vidrio, aunque presente algunas burbujas de aire y se note claramente la línea de corte
del tubo de vidrio del que se obtuvieron las cuentas (Fig. 81). Su aspecto es muy
similar al de un pinjante recuperado en la excavación del antiguo Convento de la
Encarnación, en un nivel de relleno compuesto por materiales del siglo XVI a XIX328.
El material proviene de un contexto estratigráfico con un amplio espectro cronológico
que no admite situar la pieza en el mismo período que las cuentas del expediente, pero
sería interesante ahondar en la composición de esos vidrios y percibir si sus autores
compartieron fórmulas semejantes.
Las incidencias entre las autoridades locales y las poblaciones nativas,
motivadas por un supuesto repartimiento forzoso de cuentas de vidrio usadas en
prácticas católicas, se repitieron en otros lugares, como en el pueblo de Tuxtepec
(Oaxaca):
326 AHN, Inquisición, 2040, exp. 8c.
327 AGI, México, vol. 839-842.
328 Nº Inv.: CATSA 23615.
347
"(...) que no contenta la insasiable codicia de d[ic]ho Alca[ld]e [Cayetano de
Tovar, chino] con los referidos repart[i]m[ien]tos, tiene también puesta una tienda
de pulperia en el pueblo de Tostepeque, y no consiente que Vezino, ni otra
persona algunas ponga otras, y siendo la suya unica y solas vende en ella generos
de mala calidad, y a subidos precios, y estando prohibidos el uso de la raiz, o el
palo que se llama quapatle la vende en d[ich]ha tienda para confeccionar el
pulque" y que "(...) "auxiliado d[ich]ho Governador del Alcalde m[ay]or há
repartido en todos los d[ic]hos pueblos granates con titulo de cuentas de
Jerusalen, sogas, cordones, y estampitas de papel, obligando a d[ic]hos pueblos a
que le paguen, unos a quinze y otros a ocho."329.
Además del amplio mercado interno que tuvieron los abalorios a lo largo del
siglo XVII, que traspasó el simple ámbito del adorno corporal y la contemplación
estética, los talleres novohispanos disfrutaron de una coyuntura favorable para actuar
como proveedores de otras regiones. Eso sucedió a través de rutas comerciales oficial
y legalmente establecidas en ambos márgenes litorales de su territorio. Estas se
definían esencialmente en torno a tres vertientes: una por el Océano Pacífico, que unía
la Nueva España a su Situado de Filipinas, otra por la Mar del Sur y complementada
con rutas terrestres que conectaban el Virreinato con las demás provincias
americanas, y la última, que hacía la ligación con Europa, pasando por la Habana. La
pregunta que ahora debemos hacernos es si los talleres de vidrio novohispano
lograron penetrar en esas rutas y en qué medida.
4.2.1.1. LAS POSIBILIDADES DEL EJE FILIPINO PARA EL COMERCIO
EXTERIOR DE VIDRIOS NOVOHISPANOS
La relación de la Nueva España con Filipinas asumió un carácter especial que
se manifestó desde la incorporación de esos territorios a la Corona. Ella tuvo por base
la inauguración de un nuevo derrotero a través del Pacífico, en 1565, que unió el
continente americano a Asia sin pasar por Europa. En este marco se consolidó la
presencia española en la zona, conquistándose Manila y fundando ahí la capital de
Filipinas, en 1571. A partir de entonces tuvieron lugar viajes comerciales regulares
329 AGI, México, 340, f. 142v-143v.
348
desde el puerto de Cavite al de Acapulco, mediante los cuales se introdujeron
enormes cantidades de productos de origen asiático (Fig. 82).
La importancia estratégica del territorio contrastó siempre con su localización
periférica dentro de los dominios de la Corona, vinculada a factores geográficos, que
la colocaron a un extremo del mapa, pero también estructurales. Hasta finales del
siglo XVIII, y salvo raras situaciones, la Nueva España fue la única vía que conectó la
Capitanía General de Filipinas al resto del mundo hispano. Los viajes a Perú se
prohibieron oficialmente a partir de 1582, aunque se siguieron practicando algunas
excepciones, y solo durante el período de la Unión Ibérica pudo existir una alternativa
a la ruta americana para llegar a Europa en el espacio dominado por la Corona330.
Estas circunstancias favorecieron las relaciones con el Virreinato y le concedieron un
papel destacado en la articulación de la región oriental del imperio, que se acentuó
con el modelo de explotación económica adoptado en la zona.
La presencia española supuso la transición de una economía asentada en la
explotación agraria de subsistencia para enfocarse esencialmente en la intermediación
comercial entre Asia, América y Europa. Eso provocó una fuerte dependencia externa
de la región, que pudo compensarse con la constitución del Situado Real. El
gobernador de las islas respondía directamente ante la Corona y no al virrey pero, en
última instancia, era a él a quien competía gestionar la situación económica. Los
pagos de la administración, de la defensa, o incluso de la construcción naval que daba
cuerpo a la infraestructura comercial, se efectuaban con las remesas de dinero
enviadas desde Nueva España y, por lo tanto, Filipinas no puede considerarse, stricto
sensu, como un área exterior a su zona de influencia331. Eso no imposibilitó que el
territorio generara dinámicas autónomas y que desempeñara un importante papel en la
economía del imperio, como epicentro de un comercio diseñado a escala global y
330 Durante la Unión Ibérica (1580-1640), las relaciones comerciales efectuadas por particulares entre
Manila y Macao pudieron constituir una alternativa al camino oficial del galeón, para alcanzar Europa.
La figura del portugués Gaspar Méndez es bastante ilustrativa de la importancia que tuvieron algunos
comerciantes lusos en la zona y sobre todo de su capacidad para actuar como elementos articuladores
entre Acapulco y Manila, participando directamente en el negocio del galeón. Además este hombre
mantuvo fuertes vínculos con Goa y Macao adonde llegó a exportar productos novohispanos como se
puede deducir del análisis de sus redes de corresponsales señalados en su testamento y en el proceso
que opuso las monjas Clarisas y sus herederos naturales (AGI, Escribanía, 174A). Pero la conexión
directa con la península ibérica ocurrió ya a finales del siglo XVIII, con la apropiación de la ruta
portuguesa del Cabo de Buena Esperanza por parte de la Corona española y la promoción de algunos
cultivos industriales para la exportación, bajo el patrocinio de la Compañía Comercial de Filipinas.
331 Situación que fue quizás también su mayor potencial para afirmarse como un centro neurálgico de la
economía del imperio y en el acceso a los productos orientales. Sobre la formación del Situado y los
intereses de las élites mercantiles novohispanas en la zona véanse Smith 1944: 61-83; Hoberman 1991:
194-217.
349
protagonizado por elementos culturalmente muy desiguales (Flynn 1995: 201-221;
Jones 2006; Subrahmanyam 1990: 9‐45).
Aunque Manila alcanzara progresivamente una función importante en la
articulación interna del eje geohistórico novohispano, y muy particularmente en lo
que concierne al comercio, no se han encontrado evidencias de envíos de vidrio
americano hacía los dominios asiáticos a lo largo del siglo XVII332. Quizás futuras
investigaciones arqueológicas ofrezcan nuevos datos sobre esta materia y recuperen
informaciones sobre la carga de los galeones que tantas veces se omitieron en los
registros aduaneros. De momento cabe asumir que los objetos cristalinos usados en
Filipinas llegaron por otras rutas.
En este aspecto, conviene tener presente que en el Situado existió un comercio
de "vidrio chino" que se venía practicando desde mucho antes de la llegada de los
españoles a esas tierras. Como señala Ana Ruiz Gutiérrez (2003:118), hay referencias
a esos tratos desde el siglo XIII. Se trata del manuscrito chino Chu-Fan-Chih en el
que se informa que sus comerciantes conducían a la isla de Luzón "porcelanas, oro
comercial, ánforas de hierro para perfumes, plomo, vidrio, cuentas de colores y agujas
de hierro"333. Según avanza la investigación de Manuel Ollé (2006: 29), el comercio
de vidrios pintados y abalorios es incluso anterior, remontando al menos a la dinastía
Song 宋代 (960-1127). Los hallazgos arqueológicos en Bubulungun (Luzón) han
permitido asociar esos abalorios con una posible producción de Quanzhou aunque,
por entonces, hay indicios de una producción de este material también en Guangzhou
y específicamente de cuentas en Sozhou (Francis Jr. 2002: 58-59, 68, 78-79, 82-84).
Tales dinámicas se perpetuaron durante el dominio europeo, con ligeras adaptaciones.
A inicios del siglo XVII, el funcionario Real Antonio de Morga (1559-1636) observó
como
"De ordinario vienen de la gran China a Manila mucha cantidad de somas y
juncos, que son navíos grandes, cargados de mercaderías, y cada año suelen venir
treinta, y otras veces cuarenta navíos (...). Son de las provincias de Cantón,
Chincheo y Ucheo, de donde salen. (...) Estos navíos vienen cargados de
mercaderías (...) y las que comúnmente traen y se venden a los españoles son: (...)
332 Para ello se han analizado los fondos de Aduanas y Filipinas del Archivo General de la Nación, de
México.
333 El libro escrito por Zhao Rugua aparece también con la siguiente grafía: Zhufan Zhi《 蕃志 诸 》,
que quiere decir "Registro de los pueblos extranjeros".
350
Damasco y gorvaran [gorgorán] de matices, sobremesas, almohadas, alfombras,
jaeces de caballos de lo mismo y de abalorio y aljófar. Algunas perlas y rubíes,
y zafiros y piedras de cristal. (...) Mucho hilo delgado de todo género, agujas,
antojos [anteojos] (...) tacley que es abalorio de todo género, y cornerinas
[cornalinas] ensartadas, y otras cuentas y piedras de todos colores."
(resaltados en negrita de la autora), (Morga 2007: 287-288) 334.
Atendiendo a las descripciones de Morga, los abalorios llegaban a Manila
desde Cantón, Chincheo y Ucheo, en los barcos chinos335. Aunque las mercancías se
adquirieran a estos tratantes en los tres puertos referidos, los talleres donde se
ejecutaron podrían estar situados a varios kilómetros de distancia. No siempre existió
una asociación directa entre el centro distribuidor y el local de producción, por lo cual
tampoco se puede asegurar el origen de los géneros asiáticos enviados a Acapulco
basándose exclusivamente en estas afirmaciones. Por entonces se encontraban activos
los talleres de abalorios en la ciudad china de Boshan y en Beijing (Pekín) se
fundaron algunos talleres de vidrio a finales del siglo con el apoyo de padres jesuitas,
aunque hasta ahora no hay evidencias de una producción de cuentas ahí336. En
definitiva, hoy se conocen varios centros que trabajaron abalorios a lo largo de siglos
y que distribuyeron sus piezas en esas redes de intercambio sucesivo en las que las
islas Filipinas estuvieron perfectamente integradas (Cayron 2006).
El relato de Antonio de Morga pone aún en evidencia cómo el comercio de
objetos de vidrio protagonizado por los chinos desde tiempos anteriores a la conquista
se transformó para responder a las nuevas demandas del consumo local. A partir de
334 En esa edición la palabra "cornalina" fue equivocadamente transcrita como "cornerina" y se trata de
una piedra roja. No obstante el término se usó para referirse de manera general a todas las cuentas de
ese color, así de piedra como vidrio.
335 Estos puertos eran frecuentados por los portugueses en el siglo XVI y XVII y aparecen referidos en
varias de sus crónicas como la de Fernão Mendes Pinto (1510-1583) y puede que esos comerciantes
lograran introducir abalorios en las islas, sobre todo durante la Unión de Coronas (Pinto 1953). Cantón
es hoy conocida como Guangzhou, Chincheo es identificada por los historiadores como la ciudad
portuaria de Quangzhou, y Ucheo (Fucheu en portugués) tiene hoy el nombre de Fuzhou.
336 Al parecer, en 1680 el jesuita alemán Ferdinand Verbiest dirigió el taller imperial de K'ang-hsi
donde se produjo el designado "vidrio de Pekín" y, según algunos investigadores, dicho emperador
habría fundado 27 talleres de este tipo en la referida ciudad (Francis Jr. 2002: 60-61). Sus habilidades
en la matemática y en la astronomía llevan a María José Fernández Navarro (2003: 21) a sugerir que su
objetivo sería fabricar lentes para sus instrumentos ópticos, tales como lo haría después el jesuita
alemán Bernhard Kilian Stumpf (1712-1720) y después el jesuita J. B. Graveray (1719-1722) quien se
dedicó específicamente a producir en el mismo taller el púrpura de Cassius utilizado en los vidriados
rojos rubí de la porcelana. Estos datos sugieren la existencia de permanentes flujos de especialistas
europeos en China que necesariamente influyeron en las manufacturas locales, particularmente en la
producción de lentes. Del mismo modo, esos religiosos podrían haber contribuido a la circulación de
las fórmulas de vidrio asiáticas en Europa y sería interesante investigar su correspondencia.
351
entonces incluyeron anteojos y jaeces de caballo decorados con cuentas, además de
los abalorios, cornalinas y cuentas de todos los colores que seguramente ya
anteriormente incorporaban las transacciones con los aborígenes de esas islas y que
pasaron a comprar también los españoles.
Si bien los chinos aseguraron la mayor parte de las mercancías embarcadas en
el galeón, existieron otras comunidades de comerciantes que acudían puntualmente a
Manila. En ese ámbito merece la pena destacar a los portugueses, cuyos lazos fueron
especialmente estrechos durante el período de la Unión de Coronas pero que se
mantuvieron a lo largo de varias décadas después. Sus contactos privilegiados con las
ciudades fortaleza (factorías) establecidas a lo largo de la costa de la India les
pusieron en contacto con las rutas de comercio de abalorios indianos. Lejos de entrar
en decadencia durante la Época Moderna, su producción se potencializó con la
llegada de comerciantes portugueses, quienes se acoplaron a las dinámicas locales
para seguir ofreciendo los productos tradicionalmente más demandados en cada uno
de sus interpuestos comerciales. En este escenario, la injerencia de los portugueses
provocaría un aumento de la demanda y, consecuentemente de la producción, además
de una relocalización de los centros de distribución337. En definitiva, las cuentas de
vidrio ocuparon siempre un papel importante en las redes inter-asiáticas y en las
transacciones con la costa africana, donde recientes trabajos arqueológicos vienen
recuperando ejemplares de origen europeo y asiático (Martins Torres 2013: 187-216;
Wood 2012). En ese contexto, es posible que los comerciantes portugueses que
visitaron las islas pudieran cargar este tipo de objetos entre los productos llevados a
Filipinas o incluso establecerse ahí y aprovechar sus redes para participar en el
negocio del galeón338.
El uso de abalorios pervivió en las artes y rituales de diferentes grupos
aborígenes filipinos durante la ocupación española y llegaron hasta la actualidad, no
sin sufrir las metamorfosis propias del paso del tiempo en su carácter estético y
337 Peter Francis Jr. (2002: 27-41) identifica la existencia de una producción de cuentas de vidrio en
Papanaidupet y Arikamedu mientras que São Tomé (Madras) y Negapattinan actuarían como centro
distribuidores de esos productos en los Océanos Índico y Pacífico.
338 El sistema de cuotas implementado para el comercio del galeón consistía en atribuir una boleta a
todos los "españoles" inscritos como vecinos de Manila. Su valor se calculaba en función del área
disponible y del precio de las mercancías, dividiéndose este por el número de individuos legalmente
habilitados. Sin embargo, fue común la venta de esas boletas y que otras personas o entidades
acumularan varias de ellas para dominar esas transacciones.
352
simbólico339. Durante la segunda mitad del siglo XVII, los religiosos documentaron la
vigencia de ciertas creencias relacionadas con el uso de cuentas de vidrio en Filipinas
y que el español, fraile dominico Diego Francisco Aduarte (1566-ca. 1635), describió
de la siguiente manera:
"(...) y como el demonio nunca se ha buelto à tras del mal pensamiento, y intento,
que al principio tuvo de ser como Dios, les avia enseñado mil ritos supersticiosos,
para su adoracion, y reverencia, muy parecidos à los que la Iglesia usa, para honra
de nuestro verdadero Dios, y assi usavan fiestas, y dias diputados para sus
aniterias [sic.], y fiestas de tres dias, como nuestras Pasquas; Traian atadas à las
muñecas cuentas, como benditas, que les davan las hechiceras, con amenaças
de muerte si se las quitavan (...)" (resaltados en negrita de la autora), (Aduarte
1693 I: 141).
Además de informar sobre los usos rituales de los abalorios, el texto revela la
manera particular de entender el "otro", sus expresiones materiales y religiosas,
interpretando esas performances como simples hechicerías. De igual manera se
nombran sus instrumentos mágicos a la luz de otros que se empleaban en el ritual
católico, asociando las cuentas que conformaban las muñequeras de los aborígenes a
las "cuentas benditas" españolas.
Es posible que, tal como sucedió con tantos materiales, una parte de los
"vidrios chinos" se destinara al consumo interno, así de los indígenas como de los
europeos establecidos ahí. La élite de sangre española también utilizó estos elementos
como parte de la decoración del cuerpo o en objetos de culto, lo que justifica la
donación de siete papeles de abalorios que el general del galeón, don Juan de Escaño,
hizo al beaterio de Santa Catalina de Manila en 1706 (Ruiz Gutiérrez 2003: 758)340.
En efecto, es bastante probable que una parte de esas importaciones se destinara al
comercio con Nueva España, controlado precisamente por esas familias.
Salvo raras excepciones, la presencia portuguesa y española en el continente
asiático no se acompañó del traslado de artesanos o del incentivo al desarrollo
manufacturero en las zonas en que se establecieron. Los intereses comerciales
339 Sobre el arte indígena filipino con abalorios véanse los ejemplos recogidos por Ana Ruiz Gutiérrez,
como la tanga y el sombrero bordados de pequeñas cuentas que usan los hombres de Gaddang como
parte de su atuendo durante los eventos rituales, el collar Isneg o aún el brazalete de cuentas Tianguan
(Ruiz Gutiérrez 2012: 159, 164 y 165 respectivamente).
340 Fuente citada: Archivo de la Provincia del Santo Rosario de Manila, Carta, España, Sección Santa
Catalina, tomo 5, f. 235v-237v.
353
prevalecieron sobre los productivos y, en ese aspecto, los modelos de colonización
ibéricos no fueran tan diferentes. Ahí, donde la presencia europea se materializaba
esencialmente en el cuerpo de comerciantes, los poderes políticos pactaron con esos
grupos para acceder a todo tipo de productos y exportarlos. Ni el fervor religioso ni el
deseo puntual de algunos padres que se interesaron por fomentar la producción
vidriera, logró sobreponerse a esa presión. En el caso portugués, el jesuita italiano
Carlo Spínola (1565-1622), misionero en Japón, solicitó que se le enviaran varias
formulas científicas desde Italia (Frison 2009: 21-56). Era entonces el año de 1606 y
en su carta se refería particularmente a la manera de hacer el vidrio y a la intención de
desarrollar el sector ahí. Ya fuera por el secreto que envolvía la producción de vidrio
italiana, o por los intereses de los grandes tratantes, su pedido no fue atendido. En
concreto sobre Filipinas, la única iniciativa detectada ocurrió en el siglo XVI y todo
indica que no tuvo continuidad.
Las nuevas configuraciones políticas y comerciales de Manila dibujaron
renovados ejes de circulación que generaron otras oportunidades de negocio para los
vidrios asiáticos en el Situado, donde no se generó una alternativa capaz de competir
con los vidrios importados. Estos no se circunscribieron al consumo local, ahora
compuesto por individuos de matriz cultural más vasta y con gustos y necesidades
diversas, sino que se presentaron posibilidades de exportación a partir de las islas que
ampliaban el alcance y volumen del negocio de los adornos de vidrio. Aunque la
Nueva España se presentara como la mejor plataforma para hacer llegar esas piezas a
otras partes, parece haber existido una distribución directa desde Manila, con destino
a otros parajes de Asia.
La idea preconcebida sobre el valor de los abalorios para las poblaciones
indígenas de otros continentes influyó en que los expedicionarios españoles
decidieran llevar consigo algunas de esas piezas para intercambiar con las personas
con que se iban encontrando. Eso sucedió a 2 de Abril de 1579, en un episodio
protagonizado por el capitán de infantería de Filipinas, Gabriel de Rivera. Este
hombre llegó a las islas en 1564 como alguacil mayor de la expedición de Miguel
López de Legazpi (1502-1572) y rápidamente se destacó por sus dotes militares en la
defensa de Manila contra Limahong, recibiendo el título de capitán y participando en
la expedición ordenada por el gobernador Francisco de Sande (ca. 1540-1602) para
pacificar el río de Mindanao. Una vez ahí, Gabriel de Rivera ordenó a Pedro de
354
Brizeno de Osegura que fuera a por comida para la tripulación y se le dieron platos,
oro y "tacley" para ofrecer a cambio:
"In the said village of Mindanao, on this said day, the second of April, of the said
year [1579], the said captain [Gabriel de Rivera], after receiving the answer
brought by the man who went to talk with Limansacay, ordered Pedro Brizeno de
Osegura, in the presence of many Indians of this river who have made peace, to
embark in the virey commanded by Francisco Rodríguez de Salamanca in order to
go to the channel to look for food for the fleet. To exchange therefor, he was
given dishes, gold, and tacley. He was to inform the said Indians through the
interpreters that his Grace was sending the above vessel and the Spaniards who
accompanied him to the town of Cucu for men to settle in this village, and for
food. He ordered it to be set down in the records. Witnesses, Lope de Catalinaga,
Juan López de Queto, and others.
Grabriel de Rivera
Before me: Benito de Mendiola, notary of the fleet." (Blair y Robertson 2004:
s.p.).
Esta noticia indica que el vocablo "tacley" utilizado más tarde por Morga
estaba plenamente en uso entre la comunidad de españoles de Filipinas a finales del
siglo XVI, eventualmente como sinónimo de "abalorio". No fue posible determinar el
origen de la palabra o si esta se empleaba para referirse a un tipo particular de cuenta
que introducían los chinos en Manila. Este tipo de dinámicas del lenguaje, observadas
respecto a muchos otros objetos, nos impide asegurar que se tratarían efectivamente
de ejemplares chinos.
El historiador Ubaldo Iaccarino (2008: 71-81) sostiene que las relaciones
mantenidas desde Filipinas con Japón, durante el siglo XVI, incluyeron también el
intercambio de vidrios. Para ello se basa en el relato de Antonio de Morga, publicado
inicialmente en 1609, sin aclarar el origen o el tipo de pieza que circuló en ese eje
comercial:
"De Xapón vienen asimismo cada año del puerto de Nagasaque, con los nortes de
fin de otubre y por el mes de marzo, algunos navíos de mercaderes xapones y
portugueses que entran y surgen en Manila (....). Vuelven a Japón estos navíos en
tiempo de vendavales, por los meses de junio y julio. Llevan de Manila sus
empleos hechos en seda cruda de la China, en oro y en cueros de venado, y en
palo brasil para sus tintas. Y llevan miel, cera labrada, vino de palmas y de
Castilla, gatos de algalia, tibores para guardar su cha [té], vidros, paño y otras
355
curiosidades de España." (resaltados en negrita de la autora), (Morga 2007: 289-
290).
Según Catarina Simões (2012: 30-32), el vidrio constituyó uno de los
materiales que participaron en la conformación del "exótico europeo" para los
nipones, especialmente los ejemplares de origen veneciano y las gafas. Aunque la
autora analiza esencialmente las relaciones con los portugueses, las dinámicas
observadas en ese ámbito específico inducen a pensar que las piezas más demandadas
por los comerciantes japoneses en Filipinas seguirían el mismo patrón y que los
vidrios europeos serían los más buscados.
No obstante, es bastante cuestionable el valor que atribuye Simões al vidrio en
la construcción de un imaginario nipón sobre la cultura material de esos extranjeros.
En primer lugar, porque tal idea no considera los focos de producción vidriera en
América. Es cierto que para la población asiática sería muy difícil distinguir las
creaciones europeas de las americanas, y la percepción japonesa pudo asociar ambas a
los géneros curiosos de "occidente", tal como sucedía ahí con los designados objetos
"chinos", que incluían piezas de diferente procedencia.
Pero el argumento definitivo es que en Asia existían varios centros
productores de vidrio antes que portugueses y españoles inauguraran sus relaciones
con Japón, como por ejemplo en India y China, por lo que difícilmente se asociarían
los vidrios como algo propio de los europeos. Incluso en Japón llegó a existir una
importante producción de cuentas de vidrio desde el período Yayoi (ca. 250 a.C. a
250 d.C.), hechas probablemente con vidrio importado de China, que empieza a
decaer en el siglo XI y termina por desaparecer totalmente en el siglo XIII. Aparte, se
mantuvo una producción de vidrio a lo largo del período Edo con una fórmula
química muy similar al del vidrio de Pekín chino, en cuyos talleres imperiales
llegaron a trabajar vidrieros europeos desde las últimas décadas del siglo XVII
(Fernández Navarro 2003: 21).
En suma, los abalorios y otros vidrios europeos, o eventualmente
novohispanos, penetraron en esas rutas antes de que Japón cerrara sus puertos al
comercio con los "barbaros del sur" o namban jin (1624), y prohibiera
definitivamente el trato con Filipinas (1633) en la secuencia de una serie de medidas
conocidas por sakoku. Sin embargo, estos no lograrían ser percibidos como una de las
particularidades estéticas de los europeos. La experiencia española en Japón indica
356
que los vidrios se consideraban piezas con suficiente prestigio para incorporar los
regalos llevados por las embajadas a ese país. Así se pretendía lograr el favor de esos
gobernantes, como se constata por el trabajo de Andrés Pérez Riobó (2015: 119-156)
sobre la diplomacia de los regalos, aunque a veces los gastos despertaran la atención y
preocupación de monarcas como Felipe III341: en 1615 se enviaron 100 vidrieras,
vidrios de Barcelona y Venecia, después que en 1611, Sebastián Vizcaíno ofreciera a
Hidetada, en Edo, varias menudencias de vidrio. A pesar de eso, el referido embajador
del virrey de la Nueva España tuvo ocasión de verificar que los vidrios no serían un
producto especialmente interesante en las relaciones comerciales hispano-japonesas
tras haber encontrado gran dificultad para vender los “paños negros de Segovia, rajas
de Florencia, jabón, zapatos de cordobán, cueros de vaca, vidrios, lana y medicinas”,
que llevaba (Mathes 1973).
Si bien no existen evidencias de la exportación de vidrios americanos hacia
Asia en estas fechas, sostenemos que esos movimientos ocurrieron en sentido inverso:
desde Filipinas hacia Nueva España. En los versos de Balbuena, en los que identifica
el origen de varias mercancías que circulaban ahí a inicios del siglo XVII, el autor
menciona los productos utilizados en el rescate. Es muy posible que entendiera por
ello las cuentas de vidrio intercambiadas con los nativos, como se deprende de las
aclaraciones del diccionario de Esteban de Terreros y Pando:
"Rescate, se dice en Indias la compra de perlas, plata, &c., que se hace á los que
han pescado perlas, ó sacado la plata, y se les dá este ó el otro precio por ello. V.
Compra. Lo mismo dijeron desde la conquista de Nueva-España por el cambio ó
trueque de nuestros vidrios, cuchillos, &c., por el oro y plata de los Indios, y así
decian tambien rescatar por trocar, cambiar, &c. (...)." (Terreros y Pando 1788 III:
354).
Balbuena afirma que los géneros empleados en el rescate venían de China,
más particularmente de la ciudad de Xingzai-suo, que hoy se llama Hang-chou:
"(...) La plata del Pirú, de Chile el oro
viene a parar aquí [México] y de Terrenate
clavo fino y canela de Tidoro.
341 Aparentemente Felipe III no fue muy favorable a este tipo de interacciones comerciales, enviando a
25 de julio de 1602 una "Petición de informe sobre regalo al emperador de Japón" (AGI, Filipinas 329,
L. 2, f. 100v).
357
De Cambay telas, de Quinsay rescate,
de Sicilia coral, de Siria nardo,
de Arabia encienso, y de Ormuz granate; (...)" (Balbuena 2006: 77).
La Quinsay, como se conocía en la literatura europea, fue uno de los sitios que
visitó Marco Polo y que, desde entonces, se había vuelto uno de los símbolos de las
riquezas de "Oriente", en Europa. Por eso mismo cuando, en 1492, Colón pensó haber
llegado a Cipango, tenía la intención de dirigirse ahí para entregar las cartas reales al
Gran Kan (Colón 2000: 121).
En el caso de que Balbuena estuviera apuntando para el origen de los abalorios
que alcanzaban la Nueva España desde Manila, esta sería una de las primeras
referencias a ese tipo de comercio, tan difícil de localizar en otras fuentes. Los
registros documentales de esa circulación son bastante escasos, no porque su
transporte ocurriera de manera irregular sino por la manera en cómo las autoridades
aduaneras anotaban las mercancías. A partir de 1579 estas pasaron a inventariarse por
paquetes sin discriminar su contenido, porque la medida de referencia era el tamaño y
el valor de los productos embarcados.
Asimismo se detectaron los vestigios materiales de ese tráfico en el trascurso
de intervenciones arqueológicas en contextos subacuáticos. Se podría mencionar, por
ejemplo, el galeón Santa Margarita, naufragado en 1601 a lo largo de la isla de Rota
(Fig. 83) y (Fig. 84); o el galeón Nuestra Señora de la Concepción, que en 1638 se
hundió junto a Saipán342. En el primer caso, el navío afrontó un gran temporal que
provocó que se perdiera durante varios meses, causando la muerte de mucha gente y
la pérdida de mercancías. Al llegar a la isla de Rota, fue saqueado por los aborígenes
antes de que se hundiera la embarcación. Por eso se entiende que las cuentas
asociadas al naufragio carecían de valor para esas personas o no despertaron su
interés:
342 Sobre el primer caso se ha publicado una pequeña noticia en internet (http://newspaper2.ctsi-
logistics.com/index.php/aaa6ae68-1dfb-11e4-aedf-250bc8c9958e/) y el arqueólogo mexicano, Roberto
Junco, nos ha facilitado unas fotografías de esos ejemplares recogidos durante los trabajos de buceo.
Sobre el hallazgo del galeón Nuestra Señora de la Concepción véase el informe de la excavación,
sobre todo el capítulo sobre los objetos de joyería rescatados, aunque los abalorios solo aparecen
recogidos en el anexo sobre la lista de cargo (Chadour 1990: 533). Peter Francis Jr. (2002:170, 248) se
refiere también brevemente a este hallazgo del que tuvo ocasión de ver algunas muestras que incluían
"chinese blue glass beads high in lead".
358
"La capitana, Santa Margarita, muerto el general y la mayor parte de la gente,
arribó a las Islas de Los Ladrones y surgió en la Zarpana, donde los naturales que
llegaron a bordo y vieron la nao tan sola y destrozada, entraron dentro y se
apoderaron della, y de la ropa y hacienda que la nao tenía. Y la poca gente que en
ella iba en ella viva la llevaron consigo a sus poblaciones, y algunos mataron, y
otros los tuvieron en diversos pueblos, sustentándolos y haciéndoles mejor
tratamiento. Las cadenas de oro y demás cosas de la nao, traían los indios al
cuello y colgaban de los árboles, y metieron en sus casas como gente que no lo
conocía." (Morga 2007: 151).
La cantidad significativa de cuentas y la dispersión de los ejemplares
identificados in situ sugiere que los mismos integraron el cargamento de ambos
navíos más que pertenecer a cualquier pieza de uso personal o transportada como
equipaje por alguno de los pasajeros. La prueba de que ese tipo de carga fue
recurrente y tuvo como destino el mercado novohispano y no un punto intermedio
donde las vendieran de manera ilegal, es su presencia en excavaciones
norteamericanas, realizadas en territorios que en el siglo XVII pertenecieron a la
administración del Virreinato y que estuvieron controlados por los misioneros. Ahí las
cuentas chinas constituyeron uno de los instrumentos de la evangelización, para
mantener satisfechas a las comunidades indígenas que las apreciaban como
curiosidades novedosas o para ensartarlas en rosarios con los que se llevaba la cuenta
de las oraciones (Blair, Pendleton y Francis Jr. 2009: 81-83).
El comercio de abalorios desde Manila a Nueva España pervivió hasta finales
del siglo XVIII aunque eventualmente con períodos de menor demanda o oferta que
se materializaron en envíos irregulares343. Entre los años de 1736 y 1737 se realizó un
listado con el "abaluo general de los generos que anualmente embarca aquel
comercio", donde aparecen algunos objetos de vidrio, tales como "Anteojos de
vidrios" que valían cuatro pesos el millar y los "Botones de christal a un peso y quatro
tomines el ciento"344. Los abalorios surgen ya en 1785 cuando se describen los
"Generos y demas efectos que por un quinquenio ha de remitir el comercio a la Nueva
España". Por entonces los "Abalorios de China" valían diez pesos el pico, los "Anillos
de calain dorados con sus piedrecitas falsas" valían un peso "el ciento" y los
343 Esta ruta se mantuvo durante los primeros años del siglo XIX pero no se encontraron evidencias
sobre la circulación de abalorios sino a objetos bordados con estos adornos.
344 AGI, Filipinas, 967, f. 47v, 55v-55r.
359
"Anteojos con sus cajitas de Laca á medio real uno"345. Solo se vuelve a hacer nueva
evaluación de precios en 1789. Por entonces los "Picos de Abalorios de china"
subieron su valor a 12 pesos y los "Anillos de Calain dorados con su piedrecita falsa
el ciento en un peso" 346 . Unos años después, en 1791, su precio cayó
considerablemente y los "Picos de Abalorios de China" se vendían a dos pesos347,
subiendo de nuevo en 1796 para diez pesos el pico cuando viajó a Acapulco la nao
San Andrés348.
Los abalorios asiáticos pudieron llegar también bordados sobre tejidos para el
consumo de las élites, especialmente en el terciopelo, como los "nueve pares de trios
de terciopelo bordados de abalorio negro" remitidos de Filipinas en la nao Espirito
Santo, en el año de 1603, por Don Diego de Çamundio349. Por entonces, la referida
tela tenía alta estima entre la sociedad novohispana como símbolo de status, pese a su
incomodidad en climas calientes. Se ha encontrado también la referencia a “Una
caxuela de tortuga Pequeña y dentro un rrosario de granates de china engarzado en
plata con una y mas en de oro pequeño y dos Rosarios de coyoles engastados el uno
en plata”, en el inventario de los bienes que quedaron de Doña Marina, hecho en
1611350. Es posible que el término "granates de china" aludiera a cuentas de vidrio
345 AGI, Filipinas, 956, f. 15v-16v.
346 AGI, Filipinas, 957, f. 190r y 192v.
347 AGI, Filipinas, 955, f. 109v. Es digno de mencionar que al año siguiente, la Real Aduana de México
hacía a 26 de julio de 1792 una "Relacion por metodo alfabetico comprehensiva de los generos, frutos
y efectos nacionales, y extrangeros de Europa, Asia, Perú, Ultramarinos, y del Reyno de Nueva-
España, de frecuente entrada, y consumo en México, con arreglo á las noticias adquiridas por los Vistas
de esta Real Aduana, consiguiente á orden de la Superintendencia de ella, en cumplimiento de la
Superior del Ex[elentísi]mo Señor Virrey, de 3 de Julio de 1792, distinguiendose los que abundan, ó
escaséan; sus precios corrientes; fletes á [diversas distancias; y comisiones que se cargan: Con
advertencia, de que los Efectos de Europa, se indican con su inicial letra." y entre los efectos europeos,
nacionales, y extranjeros se apuntan: "Abalorios, letra inicial E. á 00 p[esos] 9 reales mazo, géneros
que abundan", "Canutillo, letra inicial E. á 1 p[eso] 0[reales] mazo, géneros que abundan", "Mostacilla,
letra inicial E. á 00 p[esos] 2 [reales] mazo, géneros que abundan", Vasería surtida, letra inicial E á 1
p[eso] 6 [reales] doz[en]a, géneros que abundan", "Vidrios planos de números. letra inicial E. á 10
p[esos] cada n[umer]o, géneros que abundan", "Vidrios ordinarios, letra inicial E. á 40 p[esos] cajon,
géneros que abundan", "Zarcillos ordinarios de estaño con piedras falsas, letra inicial E. á 6 p[esos]
gruesa, géneros que abundan". Desafortunadamente no se sabe a cuantos mazos o zarcillos
correspondería un pico para entender la diferencia de precios entre los varios tipos de cuentas de vidrio
importadas por el Atlántico y las que llegaban por vía del Pacífico. Asimismo, es curiosa la advertencia
hecha al final del documento donde se dice "Que los precios asignados son los mas comunes en la
actualidad; pero debe advertirse, suelen variar aún en un mismo dia segun las diversas circunstancias,
que intervienen en las ventas por mayor, dificiles de detallar aqui con brevedad". El documento
presenta también una relación hecha por la aduana de Veracruz pero no se apuntan abalorios sino
solamente "vasería" surtida, vidrios planos de números y vidrios ordinarios para ventanas que llegaban
todos en los fletes de España en abundancia (AGI, México, 2409).
348 AGI, Filipinas, 956, f. 13r.
349 AGN, Archivo Histórico de Hacienda, vol. 539, exp. 12, f. 118v-119r.
350 AGN, Archivo Histórico de Hacienda, vol. 2337, exp. 4, f. 239v.
360
rojas que también se conocieron por ese nombre. Por otra parte, el "coyol"* es el
hueso de una fruta, de color rojo, que crecía en Nueva España y también en Filipinas.
Su aplicación en rosarios tuvo un amplia difusión en el Virreinato y, en este caso
específico, no debe descartarse su origen asiático al aparecer inventariado junto a otra
pieza dicha "de china". Lo mismo sucede respecto a las cuentas de pez mullon* (pexe
mulla o pexmuller) que se usaban en Europa y llegaban de las Filipinas.
Además de los abalorios, existen evidencias de una circulación de vidrios
asiáticos con destino al Virreinato desde el siglo XVI. Algunas de esas piezas
aparecen entre el listado de mercancías de China que entraron en poder de Diego
Rodríguez de Torres. Las envió a México el escribano mayor de la gobernación de las
islas Filipinas, Gaspar de Acebo, en la nao San Felipe y en otras naos anteriores:
"(...) 397 pesos 2 tomines, que dice valió una redoma de algalia que le envió y que
tomó testimonio de escribano, que pesó con el vidrio 2 libras 5 onzas y vacía la
redoma pesó 12 onzas, de manera que quedó neto de algalia 25 onzas, y que la
vendió a diferentes personas y precios, y valieron los dichos pesos."351.
A lo largo del siglo XVII se importaron otro tipo de artefactos de vidrio, como
una "limeta de China" que tenía el ventero Pedro de Morales, en San Juan de los
Llanos (Picazo Muntaner 2013: 102)352. Se trataría de un caso excepcional ya que la
presencia de vidrios "chinos" en el ajuar domestico de las casas novohispanas es
bastante raro y se ceñía sobre todo a redomas, que son vasijas anchas de cuello
estrecho353. Asimismo cabe referir que a lo largo de la investigación preliminar en el
Archivo General de Lima, se han analizado algunos inventarios de bienes. En esa
ocasión se ha localizado entre las pertenencias del platero Hipólito de Céspedes, en el
año de 1779, "una limeta de China de más de una tercia" junto a "dos platillos de
china" y "dos tacitas de china" así como "limetillas de vidrio de Yca", una región que
por entonces se asumió como un importante centro productor de vidrio asociado al
sector vitivinícola354. Aunque sea bastante posterior, esta noticia confirma que existió
un comercio de vidrios asiáticos a lo largo del período virreinal que alcanzó, al menos
351 AGNotDF, Fondo Antiguo del Siglo XVI. Escribano Andrés Moreno, 19 de junio de 1593, "poder
especial" dado en Manila, vol. 2464, f. 32r.
352 El autor no indica la fuente y no se pudo comprobar la fecha exacta o el contexto de uso de esta
botella de vientre ancho pero corto y cuello largo.
353 Sobre la presencia de estos objetos en los inventarios de bienes del siglo XVII véase el trabajo de
Paulina Machuca (2012: 94) sobre Colima.
354 AGNP, Protocolos Notariales, Notario Josef Montiel Dávalos, vol. 741, año 1779, f. 270v-274v.
361
de manera puntual, las diversas regiones americanas bajo el dominio español. En este
caso específico, esas piezas se complementaran con otras hechas en Perú para
conformar el escenario material de ostentación personal.
Como ya señaló Gustavo Curiel (1991: 144-145, 1992: 131-159), circularon
también "juguetes" de vidrio a través de la Nao de la China. Es probable que por
"juguete" se entendiera un conjunto de piezas de vidrio, como se ha tenido ocasión de
comprobar en documentos en los que se discriminaron los objetos que lo
conformaban355. Tampoco se puede descartar que se trataran realmente de piezas de
vidrio confeccionadas específicamente para el divertimiento de los niños. De esos
ejemplares hemos localizado una referencia en Perú, a mediados del siglo XVIII. Se
trata del inventario de bienes del general Domingo de Unamusaga, en el que consta
"una petaquilla de las de Ylo con chismes de vidrio o corazoncitos para juguetes de
niños"356.
Antes de terminar, es importante mencionar que, aparte de los vidrios chinos,
se usaron en Filipinas algunos ejemplares europeos que incluyeron piezas tan
particulares como unas cuentas benditas que, según el religioso dominico Diego
Francisco Aduarte, el pontífice de Roma regaló al padre fray Iban Crisóstomo para el
Convento de Manila y que posiblemente tendrían también el poder de indulgencias:
"Como el padre fray Ivan Crisostono fue a Roma y lo que alli negocio: (...)
hallava el Padre Fray Ivan tan benevolo al pontifice, que le pidió la misma
cofirmacion en forma de breve, y èl se la consedió, y esta el breve en nuestro
Convento de Manila, y con el otro vive vocis oraculo del mismo Pontifice, en que
concede à esta Provincia todas las gracias, favores, pribilegios, inmunidades,
exempciones, y comodidades concesidas à las Provincias de Mexico, y Chiapas:
diòle tambien muchas, y muy singulares Relíquias de aquella Santa Ciudad,
autorizadas con su Breve Apostolico, que con mucha decencia están en el
Capitulo del dicho Convento, y otro breve, en que le concede muchas
Indulgencias, à los que las visitaren, y otro vivae vocis oraculo para otras gracias,
Indulgencias, y cuentas benditas, que diò al Padre Fray Ivan." (resaltados en
negrita de la autora), (Aduarte 1693 I: 5-6).
En otras ocasiones, el vidrio aparece como arma de muerte, no afilado sino
molido y dado a ingerir. Aunque se registren varios episodios de este tipo, el primero
355 AGN, Archivo Histórico de Hacienda, vol. 810, exp. 1, f. 79v.
356 AGNP, Protocolos, Escribano Orencio Ascarrunz, vol. 78, año 1752, f. 550v-584v.
362
que hemos localizado tuvo lugar a inicios de la centuria, en 1617, cuando el comisario
de Manila, el fray Francisco de Herrera, escribió una carta contando que fray Vicente
de Sepúlveda, provincial de los Agustinos, había amanecido ahogado por sus
compañeros, después de que lo intentaran asesinar dándole a ingerir hierbas y vidrio
molino357. Esta pudo ser una evidencia de que no sería difícil encontrar el producto en
las islas. El polvo de vidrio se obtendría a partir de vidrios rotos triturados o,
eventualmente, comprándolo a los ceramistas que producían loza vidriada y
porcelana.
4.2.1.2. LAS RELACIONES CON EL PERÚ Y EL IMPACTO DE LAS NUEVAS
RESTRICCIONES COMERCIALES EN LA PRODUCCIÓN DE VIDRIO
NOVOHISPANO
Si el vidrio novohispano no encontró un mercado favorable para la
exportación hacia los dominios asiáticos, la articulación del Virreinato con el otro eje
geohistórico americano constituía una oportunidad para distribuir los ejemplares
poblanos tal como se había hecho hasta entonces. El impulso observado en el sector,
en México, podría también beneficiarse de la nueva coyuntura económica que hizo de
la capital un importante centro nodal para expandirse hacia el exterior. No obstante,
los registros de aduanas internas y marítimas del siglo XVII, conservados en el fondo
de Aduanas del AGN, demuestran que esas remesas fueron muy escasas, o incluso
inexistentes. En el caso de haberse practicado, tuvieron un carácter de excepción que
no se compara a otro tipo de mercancías que circularon legal e ilegalmente por esas
rutas. La quiebra de las exportaciones en los circuitos oficiales se justifica, en parte,
por las nuevas medidas comerciales implementadas entre finales del siglo XVI e
inicios del siglo XVII.
Como han demostrado diversos historiadores (Haring 1939: 182-184; Iwasaki
Cauti 1990: 123-169; Navarro 1965: 11-55; Schurz 1918: 389-402; Yuste 2013: 85-
106), después de que en 1579 se autorizara el comercio entre Filipinas y los puertos
americanos de Nueva España, Guatemala, Panamá (Nueva Granada) y Perú, los
poderes políticos se vieron obligados a retroceder en la iniciativa liberal. La decisión
provocaría la penetración masiva de productos asiáticos en el espacio iberoamericano:
357 AGN, Inquisición, vol. 293, exp. 61.
363
la mayoría eran tejidos de calidad regular que se vendían a un precio bastante más
asequible que sus congéneres europeos y una pequeña parte estuvo compuesta por
objetos de lujo a los que se le concedió el valor añadido de curiosidad358.
Ante la presencia de nuevos elementos de distinción social y grandes
cantidades de manufacturas de calidad inferior asequibles al gran público, se generó
un cambio de los patrones de consumo que generó dificultades a los cargadores
sevillanos para vender sus efectos. La situación se volvió especialmente preocupante
para aquellos que invertían sus caudales en el Galeón de Tierra Firme para
despacharlos en la feria de Portobelo (Flores 2005: 377-409; Suárez 2001; Vila Vilar
1982: 275-340; Ward 1993). Eso, porque los comerciantes peruanos lograban
comprar los productos asiáticos directamente en Nueva España o en Portobelo,
adonde se conducían de manera ilegal. A la competencia generada por estos
productos, se sumó la práctica de adquirir las mercancías europeas en la Nueva
España, donde los tratantes peruanos influyeron directamente en sus precios y
alcanzaron transacciones más beneficiosas. Todas estas operaciones se pagaban con la
plata peruana, ocasionando un desvío considerable de las remesas que deberían llegar
a la península y que terminaban así en los cofres de los grandes mercaderes del
Consulado de México o en manos de los chinos.
En ese contexto, y pasados cinco años desde de que se liberó el comercio con
Asia, se prohibieron definitivamente las conexiones directas entre Perú y Filipinas,
ampliando las restricciones a las reexportaciones asiáticas desde Acapulco (Latasa
2002: 877-897; Latasa y Fariñas 1991: 13-35). La medida no fue capaz de evitar la
pervivencia de un comercio ilícito, generado por un negocio bastante superior al que
el mercado novohispano era capaz de absorber. Por eso, en 1593, se limitó el volumen
de mercancías importadas desde Manila a un total de 250 mil pesos y la extracción de
plata en el doble de ese valor (Álvarez 2013: 25-84).
Ya en 1604 se hicieron nuevas regulaciones, restringiendo el trato entre los
Virreinatos americanos para tres navíos anuales, habilitados a transportar
exclusivamente productos de la tierra y que, pese a eso, siguieron introduciendo
"géneros de China" ilegalmente. En ese contexto, el crecimiento generalizado de las
manufacturas novohispanas y su penetración en los flujos interamericanos
358 Aunque los productos españoles tuvieron siempre fama de ser mejores y, por lo tanto, se destinaban
a las clases más ricas, algunos objetos de origen asiático adquirieron un carácter especial y
conquistaron también el gusto de la élite, como los biombos y muebles (Baena 2013: 213-246;
Bonialian 2012b: s.p.).
364
constituyeron un foco más de tensiones para los cargadores sevillanos conectados al
Galeón de Tierra Firme, y también para la Corona. Esto fue especialmente
preocupante a partir de 1622 cuando el ritmo de la explotación del metal precioso
sufrió un descenso considerable y retiró la connivencia de las autoridades locales para
con los infractores. Desde entonces proliferaron las denuncias y en 1634 se prohibió
definitivamente el comercio entre los dos Virreinatos, cerrando definitivamente el
paso a las creaciones novohispanas, particularmente las del sector vidriero359.
Todas estas medidas originaron nuevas dinámicas comerciales que afectaron a
las redes de esa naturaliza establecidas en el Pacífico y también en el Atlántico. El
historiador Mariano Bonialian (2014: 11-41) llama la atención para el impacto de la
contratación de la China en el complejo entramado de redes de redistribución que se
diseñaron a partir de Nueva España, pero no pondera la marca del crecimiento de sus
manufacturas en estos conflictos y en la nueva coyuntura.
Desde la perspectiva concreta de la producción vidriera, no es viable asumir
que la circulación de vidrio "chino" compitiera con las producciones locales o
europeas en el mercado consumidor peruano, incluso entre la élite. Aunque no se ha
analizado detenidamente, los registros de la cultura material detectada en la
documentación peruana que se tuvo ocasión de consultar, apenas dejaron constancia
del uso de esas piezas de "vidrio chino"360. En la Nueva España se conocen más
ejemplos pero su representatividad en el contexto global se considera circunstancial.
Por eso, la influencia de la ruta con Asia sobre la producción vidriera americana es
indirecta, a través de los efectos sobre la economía del imperio y en las medidas
políticas que se adoptaron para controlar los flujos mercantiles y monetarios.
Ocasionalmente se pudo emplear mano de obra asiática en la producción de vidrio
novohispano, como oportunamente se expondrá. En ese caso se trataría de un efecto
positivo pero está aún por determinar la capacidad que tuvieron esas personas para
influir en la evolución de las fórmulas de vidrio empleadas en el Virreinato.
359 A pesar de eso, durante los años posteriores se siguen registrando algunos objetos importados de
México en actos notariales. Ejemplo de ellos es el "bufetillo pequeño cubierto de hoja de plata de
mexico" que consta de los bienes entregados a Ana de Godoy Pimentel en 1629 (AGNP, Protocolos
Notariales. Notario Diego Sánchez Vadillo, año 1636. Protocolo 1791, f. 235r), o la "caja de mexico"
que aparece en la declaración de bienes hecha por Miguel de Loregui y Bernarda Godines de Luna en
1651 (AGNP, Protocolos Notariales. Notario Fernández de la Cruz, año 1651. Protocolo 473, tomo I,
s.f.).
360 AGNP, Protocolos Notariales. Notario Josef Montiel Dávalos, año de 1779. Protocolo 741, f. 270v-
274v.
365
Tampoco se puede decir que el crecimiento de la actividad en Nueva España
repercutiera mucho en la disputa entre los mercaderes del Consulado de México y los
peninsulares. Este material nunca tuvo un peso muy elevado entre la carga de la flota
por lo cual el aumento del número de artífices no causaría un daño significativo a los
negociantes de vidrio europeo. Sería interesante analizar también la circulación de
esas piezas en el Galeón de Tierra Firme y evaluar la dimensión y evolución de los
flujos. Eso ayudaría a percibir hasta qué punto compitieron con los ejemplares
transportados en la flota y con las creaciones novohispanas en el mercado peruano
pero nos resultó inviable abordar también esa vía. De lo que sí hay constancia es que
la mayoría de las piezas que se despachaban inicialmente al Perú eran botellas y otros
contenedores que tendrían un público diferente al que compraba los originales hechos
en Europa. Aparentemente de mejor calidad, estos se vendían a precios que no todos
se podrían permitir pagar, alimentando así el gusto exquisito y requintado de la élite
peruana.
Si es poco probable que se generaran focos de competencia muy fuerte entre
comerciantes de vidrio novohispano y europeo, la creciente importancia de los hornos
de Ica y Cochabamba pudo constituir algún grado de amenaza a sus concurrentes
americanos, sin trastocar el nicho de comercio sostenido por los peninsulares. Al
ofrecer piezas de uso común o de aplicación en las artes industriales se redujeron las
necesidades de importación y, eventualmente, las segundas sustituyeron a las
primeras en el cotidiano de las ciudades peruanas. La presencia de "botijas peruleras"
en las haciendas de Colima, para transportar el vino de coco, pudiera sugerir que
también existió una circulación de recipientes de vidrio desde el sur hacía el norte
pero, en realidad, tal designación remitía a un tipo concreto de botija de barro y no a
su origen (Sánchez Díaz 1992: 45). Esta aparece en documentación anterior a la
emergencia de los hornos iqueños y en los envíos realizados desde la península al
Perú, sobre todo para contener vinos y aceitunas (Corzo 1985: 25; Mena 2014: 459-
467; Sánchez 1996: 125-142).
Atendiendo a todo lo expuesto se entiende que las nuevas disposiciones
legales afectaran directamente a las posibilidades de expansión de la vidriería,
sustrayéndole parte de su mercado de consumo. No obstante, su impacto es bastante
cuestionable, incluso se atiende a las diferencias regionales en el modelo de desarrollo
de la vidriería. En estos años, la mayor parte de los vidrieros novohispanos se
concentraron en México, cuya producción estaba enfocada esencialmente en el
366
mercado interno. Por eso, lo más factible es que las progresivas restricciones no
repercutieron de manera contundente en la generalidad de los negocios.
En Puebla, los vidrieros habían aprovechado las ventajas fiscales, concedidas
por el cabildo durante los primeros años de la ciudad, para colocar parte de sus
creaciones en el mercado de exportación. Estas alcanzaron el Perú en los navíos de la
Mar del Sur o sobre el torso de mulas que los transportaban por la vía terrestre pero,
las nuevas disposiciones legales los privaban de ese mercado consumidor. Fue con
base en ese comercio que aparentemente suportaron el crecimiento del sector y
lograron atraer a varios de los vidrieros de la capital durante la centuria anterior pero
el volumen de ese negocio está aún por determinar. Los datos disponibles acerca de
esos flujos no son muy abundantes y solo una investigación exhaustiva de las fuentes,
enfocada hacia ese objetivo específico, podrá ofrecer una visión más clara del tema.
Por el momento, se puede afirmar que existen noticias de envíos de vidrio
poblano hacia América del sur a lo largo del siglo XVI. En el siglo XVIII, la
circulación de esas piezas alcanzó territorios que ya no estaban bajo la administración
del Virreinato del Perú sino del Virreinato de Nueva Granada, donde no se localizaron
evidencias de una producción local y sería más fácil vender las creaciones
novohispanas361. Por otra parte, no hay constancia del uso de esas piezas en los
listados de bienes que se vendían y usaban en el Perú. Eventualmente porque, por
entonces, se expandió el radio de comercialización de las piezas que salían de varios
talleres peruanos y rioplatenses que cubrían las necesidades locales de cierto tipo de
vidrios.
La imposibilidad de seguir disfrutando de las redes de comercio oficialmente
establecidas, en que supuestamente los vidrieros poblanos habían invertido durante la
primera fase del poblamiento, demandaría un reajuste de las estrategias de
comercialización de sus productos. Es probable que, tal como sucedió con la
manufactura de tejidos poblana analizada por Romero Frizzi (1990: 184), se
fomentara el trafico ilegal de vidrios por tierra, cruzando la mixteca y aprovechando
los lazos establecidos por los comerciantes de esa ciudad con los de América Central.
Además de esos caminos se pudo explorar las posibilidades de distribuirlos en
361 Aunque se haya reunido diversa información al respecto, no ha sido posible tratar también en la
tesis las complejas transformaciones que ocurrieron a lo largo del siglo XVIII y cómo estas afectaron la
vidriería. Por eso, por el momento señalaremos los datos ya publicados por otros autores como Miguel
Ángel Fernández, quien identifica un comercio de vidrios poblanos en dirección a la Habana,
Maracaibo y Caracas (Fernández 1990: 194-196).
367
el Perú a través de la ruta atlántica, por vía del comercio ilegal que se producía en la
feria de Portobelo. Este tipo de relaciones comerciales se registraron puntualmente en
oficios promovidos por algún funcionario que no quedó satisfecho con la propina
concedida, aunque en ninguna de esas operaciones se detectó el transporte ilícito de
efectos de vidrio poblano.
Durante este período existen indicios de que la vidriería poblana sufrió
cambios considerables, eventualmente promovidos por la nueva coyuntura descrita,
que se han interpretado como reflejo del declive del sector. Una de esas señales es que
en el Repartimiento de Alcabala de 1624 ya no aparece referido ningún taller de
vidrio en Puebla, pero el dato requiere alguna precaución en la interpretación ya que
una parte de esos establecimientos y especialistas pudo ser contabilizado junto a los
loceros, que formaron un gremio en 1653 y con el cual pudieron colaborar
estrechamente362.
Fuera porque las condiciones mercantiles no lo permitían o porque el consumo
peruano de objetos de ese tipo se veía satisfecho en el mercado interno, a través de los
nuevos hornos que se fundaban en su territorio, Puebla no logró capitalizar todo el
potencial que presuntamente adquiriera inicialmente para la exportación.
Seguramente, una parte de sus talleres se había enfocado en ese nicho de mercado y,
ante las nuevas circunstancias, no pudieran adaptarse y ser suficientemente
competitivos en el ámbito regional, terminando por cerrar puertas, desplazarse o
juntarse a otros ramos artesanales como el de la loza vidriada. En efecto, la nueva
configuración gremial de los vidrieros, junto al área de la cerámica, pudo tratarse de
una estrategia para seguir participando del comercio exterior a través de los navíos de
la armada del Barlovento, como se profundizará más adelante.
En todo esto habrá influido el refuerzo del poder centralizador de la Ciudad de
México: su actuación sobre la vidriería eclipsó por completo aquel que fuera durante
algún tiempo un destacado centro productor de vidrio sin nunca lograr asociar su
nombre al prestigio de las piezas mexicanas. Al contrario de lo que sucedía en Puebla,
donde es difícil rescatar el nombre de los profesionales con actividad en esa ciudad -
posiblemente omitidos bajo el velo de otro gremio en el que colaboraron -, en México
su número creció exponencialmente363. Eso, a pesar de que las creaciones no lograran
362 AGMP, Libros del Cabezón 2, Repartimiento de Alcabalas de 1624, f. 268v-278v.
363 Sobre este tema es importante referir que el mayor fondo documental para el estudio del gremio de
vidrio y vidrieros de Puebla pertenece al Centro de Estudios de Historia de México, Fundación Carlos
368
un destaque especial que mereciera la adjetivación de esas piezas con la designación
de su origen por parte de vendedores y tasadores, tal como sucedía con los vidrios
poblanos que seguían usándose en las mejores casas.
Aparentemente, ni con la constitución del primer gremio relacionado con la
actividad de vidriado de loza se logró frenar ese proceso de invisibilidad del sector,
pero existieron algunos casos puntuales de éxito, como el de Juan Gómez de Villegas.
Al converger en su persona el arte de vidriero y de locero, tomó partido de dos
importantes sectores productivos de la ciudad aunque eso le ocasionara algunos
problemas entre sus pares.
En contrapartida, la ciudad de México se tornó en uno de los principales
centros productores novohispano y la única capital virreinal donde el sector alcanzó
alguna dimensión. A pesar de eso, es posible que el volumen de producción alcanzado
individualmente en cada taller o el radio de difusión de sus piezas no se acercaran a
los valores alcanzados entonces por los hornos instalados en el Valle de Ica (Perú) o
en las quebradas del Rio Grande, en Cochabamba (actual Bolivia). En esos lugares, el
sistema de producción articulado - que controlaba las varias fases de producción
desde los procesos de obtención de las materias primas, la ejecución de los vidrios y
su distribución - sostuvo una manufactura a gran escala que alcanzó cierto grado de
difusión en América del Sur. En todo caso, era a México donde acudían gran parte de
los vidrieros extranjeros que llegaban en el siglo XVII al continente para crear sus
talleres, promoviéndose alianzas con los arífices locales y el mejoramiento de las
técnicas de producción. La otra vía que se definió a lo largo de este período fue a
Slim (CEHM-CARSO). Aunque hace unos años se ha facilitado el acceso a los investigadores, incluso
en formato digital, los criterios que obedecieron a la conformación de esa conjunto documental fueron
entonces la curiosidad particular de Enrique A. Cervantes, que los coleccionó, y no la organización
institucional. Eso llevó el autor del fondo a juntar un número importante de cartas de examen a
diferentes "gremios coloniales", entre los cuales está el que nos ocupa. En los documentos online, que
se han revisado, no se ha detectado el nombre de ningún hombre que se designara como "vidriero"
aunque se encontrara una referencia publicada por otros autores que no fue posible localizar debido a la
falta de coherencia entre el sistema de catalogación empleado por el historiador y el adoptado online.
Fondos: "XIV-1, Enrique A. Cervantes. Gremios Coloniales. 1644-1758", "XIV-2, Enrique A.
Cervantes. Gremios Coloniales. 1756-1761", "XIV-3, Enrique A. Cervantes. Gremios Coloniales.
1768-1783" y "XIV-4, Enrique A. Cervantes. Gremios Coloniales. 1784-1820". Sobre este tema
todavía existe un fondo documental importante en el Archivo General Municipal de Puebla que incide
sobre los siglos XVIII y XIX (desde 1775 a 1800). En cuanto a la Ciudad de México, se conservan
varias cartas de examen a diferentes oficios tuteladas por el Archivo Histórico de la Ciudad de México.
Esa documentación fue analizada por José Nieto Sánchez (2018: 171-197) y, hasta entonces,
desconocíamos la existencia de ese fondo documental, por lo cual no fue posible consultarlo durante la
estancia de investigación en México. Aunque habría que investigar si existen más expedientes sobre el
tema en la referida institución, la documentación estudiada por el autor incide sobre un período
posterior al analizado en este capítulo (1766-1777) y los vidrieros no aparecen mencionados entre los
oficios detectados en las cartas de examen que revisó (Nieto Sánchez 2018: 174).
369
través del Atlántico sur y la región rioplatense que, por no ofrecer buenas condiciones
para la instalación de artífices, fue esencialmente una zona de paso en dirección al
norte. A lo que todo indica, la producción de México era también de mejor calidad, lo
que cambió en el siglo XVIII cuando surge constancia de la producción de vidrios de
mejor calidad en Ica y en Cochabamba, bajo el impulso de científicos europeos que se
instalaron en la zona y promovieron una manufactura diferenciada.
Por otra parte, el crecimiento de la actividad comercial y productiva alimentó
el desarrollo de esos talleres sin que se invirtiera particularmente en la exportación.
Eso nos conduce a pensar que la conformación de un grupo de intereses criollo
influyó en la progresiva penetración de las manufacturas locales en el ajuar de las
casas más ricas, como parte del orgullo criollo que empezó a germinarse en este
período. Por el momento, las únicas menciones a las creaciones locales en los
inventarios de bienes que evidencian la intención de diferenciarlas claramente de las
demás son las de Puebla.
Todo lo señalado indica que no existía aún una noción de "vidrio
novohispano", tal como sucedía con otro tipo de objetos, sobre todo telas, que
aparecen designados con los adjetivos "de la tierra", "mexicanos", o "criollos". Dichas
expresiones se vinculan al vidrio ya durante la primera mitad del siglo XVIII, como
en una carta enviada al padre doctor Miguel Quixano, de la Compañía de Jesús, en la
que se le informaba de la compra de "vidrios de la tierra"364. Asimismo, las
referencias más comunes siguen siendo a los vidrios poblanos, eventualmente por
cuestiones técnicas sobre las cuales se tratará en el capítulo 6. Otro argumento que
explica esta situación es el que señala Teresa Castelló Yturbide y Marita Martínez del
Río Redo (1971) y después Paloma Pastor (1994: 72) sobre la emergencia, a partir de
mediados del siglo XVIII, de una producción mexicana hecha al estilo de la que se
hacía en la Granja de San Ildefonso y en la región de Bohemia, enfocada
específicamente en el mercado hispanoamericano. Eso le conferiría una imagen
diferenciada que permitiría identificar plenamente las creaciones poblanas, lo que le
habrá merecido los mejores halagos por parte de fray Francisco de Ajofrín (1719-
1789):
"Las fábricas [de Puebla] en que se emplean los vecinos (tenidos por los más
hábiles e ingeniosos de toda esta Nueva España, y con razón) son los delicados
364 AGN, Indiferente Virreinal, vol. 6651, exp. 20.
370
tejidos de lana, algodón de la China; hermosa, delicada y limpia loza, o barro aún
más fino que el de Talavera; cristal y vidrio; todo género de armas finas y de
fuego, que corren de gran fama en todo el Reino por su delicado temple y
primorosa hechura." (resaltados en negrita de la autora), (Ajofrín 1958: 47).
Antes de terminar, cabe destacar que en Perú siguió existiendo una demanda
importante de objetos de vidrio cuyo origen queda aún por averiguar, entre los cuales
se incluyeron diversos tipos de cuentas. La investigación llevada a cabo ofrece
algunas pistas sobre el tema aunque la información recopilada se refiera
esencialmente al siglo XVIII, cuando la coyuntura política y comercial era
sustancialmente diferente.
Entre los fondos del AGNP se conserva el inventario de los géneros de
Castilla pertenecientes al difunto don Pedro Ventura Vallejo, en la tienda de comercio
que fue de su uso y manejo, hecho en 1778. Junto a las variadas telas que se vendían
en su establecimiento, existían "21 docenas y media de rosarios de vidrio blanco" que
serían una producción peninsular o importados desde ahí, a evaluar por la categoría
del negocio365. También pudo ser ese el origen de los 39 millares de chaquiras que
constan de la "Memoria de las mercaderías de castilla y de la tierra que Francisco
López de la Vega compró del capitán don Gerónimo Fernández de Obregón en ciudad
de la Paz [actual Bolivia] en primero de abril de 1694", puesto que no existen
informaciones sobre la existencia de una producción local en esa región366.
Este tipo de piezas se encontraban también a la venta en el cajón de Don
Francisco Soto, situado en la rivera de la Plaza Mayor de Lima, donde se
inventariaron "39 masitos de abalorios", "uno mas dicho [de abalorios]" y "un masito
mas de abalorios"367; en el cajón de Ribera del cual era propietario Thomas de
Carcamo y en el que se tasaron "tres macitos de chaquiras a cinco reales, 1 peso y
siete reales" en 1748368; o aún en la tienda que tenía Diego de Arris [Harris (?)] en la
Calle de los Bodegones, de Lima, donde se vendían telas, prendas y "cinco collares de
abalorios"369.
365 AGNP, Protocolos Notariales. Notario Joseph Montiel Dávalos, año de 1778. Protocolo 741, f. 161r.
366 AGNP, Protocolos Notariales. Notario Gregorio de Urtazo, año de 1706. Protocolo 1097, f. 168r-
169v.
367 AGNP, Protocolos Notariales. Notario Lucas de Bonilla, año de 1796. Protocolo 145, s.f.
368 AGNP, Protocolos Notariales, Escribanías. Escribano Marcos de Uceda, año de 1748. Protocolo
1151, f. 497v.
369 AGNP, Protocolos Notariales, Escribanías. Escribano Marcos de Uceda, año de 1752. Protocolo
1155, f. 80r.
371
Aparte de los datos compilados personalmente en los archivos limeños, se
encuentran noticias aisladas sobre la circulación de cuentas de vidrio desde la
península, publicadas por otros investigadores. En ese ámbito cabe destacar el
protagonismo que tuvieron los religiosos en su difusión, asociado a las labores de
evangelización de los indígenas. El cuidado en transportar abalorios en sus viajes con
destino a América demuestra que ellos creían ser difícil adquirirlos ahí. Eso sucedió
con el Padre Joseph Maugeri, de la Compañía de Jesús y Procurador de la Provincia
de Quito [actualmente Ecuador]. En el año de 1743 embarca en la saetía nombrada La
Virgen del Villar, Nuestra Señora de Monserrate y Señor San Joseph, con destino a
Cartagena o Santa Marta, Provincia de Tierra Firme. Entre el registro de sus bienes
constaban:
"(...) algunas menudencias precisas, para los colegios de dicha Provincia y
conversión de los indios, como son láminas, medallas, crucifijos, letras de
imprenta, espejuelos, cañones para escribir, herramientas de relojeros, estuches
de barba, machetes, cuchillos, abalorios, tijeras, orejeras y otros géneros de
menudencias uno de dicho con relojes, letra de imprenta y otras menudencias
(...)" (resaltados en negrita de la autora), (Vargas Murcia 2010: 79-80)370.
Específicamente sobre los abalorios, es importante referir que en Perú su uso
tampoco se circunscribió a la población nativa sino que tuvieron un papel relevante en
el adorno corporal de las élites, como se comprueba en la iconografía y en los
recientes trabajos sobre la joyería (Arbeteta 2007: 141-172). Nuestra investigación
preliminar sobre los inventarios de bienes señalados ante los notarios y escribanos de
Lima o en los fondos documentales del Instituto Riva Agüero (IRA) también
confirman esa tendencia, aunque la mayoría de la documentación analizada incide
sobre el siglo posterior y no se haya logrado identificar su origen. Las designaciones
de "piedras de Bohemia" o "piedras de Francia" se refieren a un tipo de cuenta y el
marco espacial indicado no siempre se corresponde con el centro productor de esos
ejemplares, sino que se trata de una alusión al lugar donde se empezaron a producir o
desde donde llegaban en mayor cantidad (Tabla 11).
370 Fuente citada: AGI, Contratación, 1638, leg. 8, nº 71.
372
4.2.1.3. LA RUTA ATLÁNTICA
El eje comercial Atlántico y los navíos de la Flota de Indias mantuvieron una
situación similar a la que fue documentada para el período anterior, o sea, sin la
observancia de envíos de vidrios novohispanos hacia la península. Tal vez algunas de
las joyas apuntadas en esos años por las autoridades aduaneras de Veracruz estuviesen
decoradas con abalorios, tales como pulseras, rosarios y cadenas con las que se
hicieron representar algunos personajes importantes en Europa. Normalmente, estas
piezas se enviaban ahí bajo la forma de regalo para evitar el pago del quinto real,
sobre todo las cadenas de oro o bejuquillos que venían desde Manila y sobre las
cuales han trabajado particularmente Yayoi Kawamura (2010: 347-356) y Pilar
Martínez López-Cano (2010: 17-56). Asimismo hemos detectado a lo largo del siglo
XVIII una circulación de regalos desde el Virreinato hacia España que incluyeron
piezas con abalorios como sería el caso de "dos obalos de chaquira con Zera de
Agnus" (cuyas características recuerdan al medallón devocional del MNHCC - véase
fig. 48). Este objeto consta en el registro de la fragata mercante Jesús María y José
que salió con destino a Cádiz en 1787, junto a otros productos curiosos de la Nueva
España371.
Eso es lo que sucedió, muy probablemente, con algunas de las alhajas
encontradas entre los lingotes de oro del navío Nuestra Señora de Atocha. En 1622,
hacía de retaguardia de la flota, como Almiranta en su camino a Europa, cuando le
sorprendió una tempestad en las costas de Florida. El incidente provocó la pérdida
total de la nave y de su mercancía que hace unos años salió a la luz, fruto de la
actividad de un equipo de caza tesoros. Entre los objetos con que algunos de sus
miembros se dejaron fotografiar ante los medios de comunicación social, se halla un
crucifijo conformado por una cadena de oro, una cruz del mismo material decorada
con incrustaciones, una medalla, y cuentas de vidrio negro translúcido (Fig. 85) y
(Fig. 86) 372.
El lugar de producción permanece aún sin identificar y, atendiendo a las
características del enganche de la correa o los cabuchones recortados en forma de flor
371 AGI, Mexico, 2975.
372 La excavación liderada por Mel Fisher fue bastante controvertida y no todas las piezas se
incorporaron posteriormente a instituciones publicas que promovieran su libre acceso o la publicación
de estudios sobre la colección. Por eso la fotografía presentada fue recuperada en un periódico de
carácter informativo y no en un artículo científico (Anónimo 2011).
373
entre los que iría una cuenta, el artífice era europeo o sufrió la influencia de esas
creaciones. La cruz presenta algunas semejanzas con piezas de producción asiática, lo
que sugiere que esa pieza se hizo ahí y eventualmente se montó en un rosario ya en la
Nueva España, junto a otros elementos de diferentes proveniencias. Sería interesante
ver mejor la iconografía y leyendas de la medalla que lo acompaña para percibir si
existe alguna indicación que amplíe estos datos pero, desafortunadamente, la
definición de la fotografía no permite cualquier conjetura.
Las evidencias de una circulación indirecta de abalorios desde Nueva España
hacia la península que se acaban de señalar no constituyen una prueba de la
exportación de cuentas de vidrio producidas en sus talleres. Lo único que se puede
afirmar es que los joyeros locales eventualmente lograron colocar sus creaciones en la
flota. Estas tendrían como destino final Europa o las islas Caribeñas, en las que esos
barcos hacían escala antes de cruzar el Atlántico y a las que los comerciantes
peruleros llegaron tantas veces a negociar.
Cabe señalar que, a lo largo del siglo XVIII, se han observado envíos
regulares de rosarios novohispanos en la flota. Su destino sería España, la Habana,
Maracaybo y la Guayra como consta de una relación de mercancías que circulaban
entre Europa, Asia y América hecha por la Real Aduana de México, en 1792. En ese
documento se anotan, entre otras cosas, los fletes que pagaban los rosarios "de este
Reyno" para cada destino373, apareciendo descritos varios tipos de rosarios: los "de
Oaxaca", aludiendo al local de producción, los "de la Magnífica", o los "de Jesús
María". Según hemos averiguado en el "Testimonio del Registro origin[a]l con que
salio de este Puerto para el de Cádiz, la Fragata la Prosperidad, su capitan y m[aest]re
D[o]n Manuel de Zuazo, el que se dirige a la Secretaria del Despacho Universal de
Indias en virtud de R[ea]l Or[de]n.", ese era el nombre que se le daba a los rosarios
menuditos374. Estas piezas constan de la carga que condujo a Cádiz el navío particular
El Buen Consejo, a cargo del maestre Don Domingo Marrochin donde se enviaron por
cuenta de particulares "2 caxones de Rosarios Margnifica con 793 doz[ena]s" a 27 de
Mayo de 1777375.
De manera general los rosarios novohispanos aparecen en los listados de
mercancías colocadas en diferentes navíos de la flota a finales del siglo XVIII: en la
373 AGI, México, 2409, s.f.
374 AGI, México, 2975, s.f.
375 AGI, México, 2986, s.f.
374
que estuvo al mando del jefe de escuadra Don Antonio Ulloa, a 27 de enero de 1778,
se embarcaron en el navío San Cristoval, de cuenta de particulares, 22 docenas de
Rosarios y en la Fragata Paxaro 280 docenas376; en "la Flota del mando del Gefe de
Escuadra Marq[ué]s de Casa Filli" donde constan "2 cax[ones]s [de rosarios] en el
[navío] Santa Anna" a 22 de Abril de 1770377.
La presencia de esas piezas se justifica porque resultaran curiosas y tuvieran
ahí consumo, o simplemente porque esa era la manera más económica de hacer salir
el metal precioso. Si las cuentas de vidrio empleadas en la decoración de las joyas
eran novohispanas, europeas o asiáticas, solo futuras investigaciones que determinen
los componentes de ese vidrio eventualmente lo podrán comprobar. Con mayor o
menor dificultad, todas ellas se encontraban a la venta en las principales ciudades del
Virreinato. Allende de esto, no se encontraron referencias a cargamentos de abalorios
sueltos en la flota, complementos decorativos que se seguían importando a lo largo
del siglo XVII desde la península.
4.2.1.4. LA ARMADA DE BARLOVENTO
La creación de la Armada del Barlovento fue una iniciativa pensada desde la
segunda mitad del siglo XVI aunque solo se formalizaría a inicios del siglo posterior,
en 1605, por orden de Felipe III. Su objetivo era tratar de contener los avances de la
piratería (sobre todo inglesa, francesa y holandesa) en la zona del Caribe, que
amenazaba el comercio español y que las armadas de la flota de la Nueva España o
los galeones de Tierra Firme no lograban frenar. Por eso su acción principal fue
defender las costas de Puerto Rico, Santo Domingo, Cuba y Jamaica a partir de una
sede establecida en el puerto de Veracruz, aunque posteriormente mantuviera diversas
bases en Cartagena de Indias (Colombia) y en las Antillas.
Según demuestran algunos trabajos (Gantes 1983: 243), Puebla tuvo un papel
primordial en el aprovisionamiento de esos barcos, fundamentalmente de bizcocho y
loza, pero hemos encontrado evidencias de que algunos vidrieros poblanos
aprovecharon esas redes de comercio para vender también sus productos. Si bien el
consumo de piezas de vidrio en el ajuar naval fuera bastante reducido, debido a los
376 AGI, México, 2987, s.f.
377 AGI, México, 2985, s.f.
375
movimientos bruscos provocados por el oleaje y al gran riesgo de quiebra de ese
material, se lograron vender otro tipo de piezas de vidrio.
De esos ejemplares se han detectado "1.000 granadas de vidrio para fuegos de
artificio" que se incluyeron en unos cargamentos de Puebla a Veracruz para la
Armada del Barlovento entre 1678 y 1689 (Caravaglia y Grosso 1986: 576)378.
Asimismo, el carácter puntual de esta fuente no admite generalizaciones ni percibir si
se trató de un encargo puntual o si, por el contrario, la referida Armada generó
posibilidades de negocio extraoficiales mediante las cuales se distribuían los vidrios
poblanos en la región caribeña.
En todo caso resulta interesante que fuera precisamente durante este período
que se registraran las primeras asociaciones entre loceros y vidrieros mediante la
formación de un gremio común, así en Puebla como en México. Si bien para este
período no se detectaron más vestigios de la exportación de ejemplares novohispanos
hacia otras regiones del Caribe, resulta curioso que en 1766 se encontrara un envío
conjunto de piezas de vidrio y cerámica de Puebla en uno de los navíos de la flota
que, antes de arribar a España, pasaría antes por la Habana, Maracaibo y Caracas379.
Del análisis de la amplitud de los flujos mercantiles procesados dentro del eje
geohistórico de la Ciudad de México o de sus interacciones con otras regiones, se
concluye que no existió una circulación considerable de los vidrios novohispanos que
hiciera justicia a la infraestructura creada a lo largo de la centuria anterior. Durante
varios años los vidrieros habían disfrutado de la libertad de comercio terrestre y
marítimo para disponer de un mercado de distribución más amplio que el que ahora
podían vislumbrar. En esa coyuntura se apoyó el crecimiento del sector, basado en un
aumento considerable del numero de talleres y de la oferta sin el riesgo de provocar
una saturación de la demanda. Además, el consumo externo actuaría como regulador
de los precios, evitando una bajada de las ganancias unitarias cuando la oferta
aumentó progresivamente.
La nueva política comercial, que vigoró a lo largo del siglo XVII, hizo que la
capacidad de expansión hacia el exterior de los talleres novohispanos se limitara al
ámbito continental e insular. Lo único que se ha encontrado son encargos puntuales
hechos por la armada del Barlovento y una pequeña circulación a través del comercio
con América del sur, que fue clausurado cuando el sector aparentemente ya no tenía
378 Fuente citada: AAP, vol. 152, exp. 1521; AAP, vol. 153, exp. 1531 y AAP, vol. 153, exp. 1547.
379 AGI, México, 2983.
376
una gran capacidad de penetración en esa ruta. Por otra parte, los vidrios
novohispanos tampoco parecen haber alcanzado de manera sustancial Asia o Europa,
donde circularon como parte de la decoración de joyas sin que se pueda aseverar que
se trataran de manufacturas locales.
Los datos señalados muestran que las vías del comercio exterior sirvieron
sobre todo para abastecer el Virreinato de vidrios/abalorios, más que para exportar
aquellos que se producían ahí, al menos de manera oficial. Si los talleres
novohispanos de vidrio eran muy dependientes del mercado interno, cabe entonces
preguntarse de qué manera la apertura de nuevas rutas y el arribo de ejemplares de
fuera afectó sus posibilidades de crecimiento.
Los géneros europeos disfrutaron siempre de mayor prestigio entre la
población novohispana pero, en lo que concierne al vidrio, su capacidad de
penetración fue limitada y largamente deficitaria. En los fondos documentales
analizados resulta difícil rastrear el uso de las creaciones peninsulares y los vidrios
europeos detectados son esencialmente extranjeros, usados por personas que
pertenecían a la élite novohispana. Tómese como ejemplo el registro de los bienes de
la marquesa Doña Teresa Francisca María de Guadalupe Retes Paz Vera, hecho en
México, en el año de 1695 y publicado por Gustavo Curiel (2000: 65-101). Entre los
objetos de vidrio y cristal que poseía se encuentran diversas piezas sin mencionar su
origen. Cuando el tasador lo hace, es para indicar que son de Venecia, de lo cual se
deduce que se distinguían de las demás por su forma o prestigio, aunque pudieran
tratarse de piezas hechas a la imitación de las creaciones italianas, producidas en
Europa o en América (Curiel 2000: 65-101):
• "un decenario de cristal, guarnecido con labores de plata, un rosario de
vidrio de Venecia",
• "una vidriera que resguardaba la escultura de una Magdalena en marfil con
peana de ébano y tapicirán, guarnecida con labores de plata",
• "un vaso y trece vidrios, todo de cristal de Venecia",
• "seis vidrios pequeños de Venecia",
• "un lazo de cristal con un botón de oro",
• "tres relicarios de cristal en forma de Ágnus Dei, con las imágenes de San
Diego, San Juan y Nuestra Señora" (resaltados en negrita de la autora).
377
Además, tenía un escaparate donde exhibía diferentes curiosidades de Europa,
China, Chile y de la Tierra, evaluadas en un total de 3363 pesos. De estas se destacan
(Curiel 2000: 65-101):
• "cuatro piezas de vidrio de Venecia, grandes, en forma de papelinas, con
pies de vidrio azul",
• "una cajuela de cristal guarnecida de oro",
• "dos salvillas de filigrana de plata sobredorada con sus pichelitos de cristal",
• "una castaña de cristal guarnecida de filigrana de plata",
• "cuatro estuches de cristal",
• "dieciocho vidrios de Venecia, de diferentes hechuras",
• "dos castañas de vidrio de Venecia",
• "un bufetito de vidrio guarnecido de plata",
• "un pescado de cristal guarnecido de oro con piedras verdes",
• "un relicario de cristal guarnecido de oro",
• "ocho juguetitos de cristal, guarnecidos con plata",
• "cuatro pichelitos de cristal con sus salvillitas de filigrana de plata
sobredorada",
• "una cajuela de cristal guarnecida de oro",
• "un caracol guarnecido de filigrana de plata con una sierpe y pie de cristal",
• "una cruz de cristal". (resaltados en negrita de la autora).
Al contrario de lo que sucedía en la península, los hornos virreinales no
afrontaron la permanente presión generada por la llegada de piezas extranjeras de
mejor calidad y en cantidades considerables que afectaran a las ventas. En
contrapartida, las redes de comercio establecidas a través del Pacífico conllevaron la
introducción de toda una gama de artefactos novedosos que tuvieron un impacto
impresionante en las costumbres locales. Su éxito provocó cambios en la elección de
las insignias materiales del prestigio social pero el "vidrio de China" era escaso. Del
mimo modo, el enorme aprecio que alcanzaron las porcelanas de mesa o decorativas
no desplazaron a los recipientes cristalinos en el ajuar doméstico, sino que se
complementaban, de tal manera que en los inventarios de bienes aparecen muchas
veces guardados o expuestos en el mismo mueble.
El vidrio siguió teniendo un papel destacado en la vida de la población y la
escasez de géneros de importación en comparación con la demanda de ese material
colocó los talleres novohispanos en situación de alcanzar los diferentes nichos de
378
mercado, participando de los escenarios cotidianos de prácticamente todos los rangos
sociales. Sus piezas entraron en las cocinas y mesas de la gente más pudiente, en el
servicio de las vinaterías, hospitales y heladerías donde sirvieron para almacenar o
servir alimentos, pero también puestos sobre los cuerpos femeninos y masculinos,
aplicados en bordados de la ropa o en joyas. De hecho, fue durante este período que la
producción de cuentas de vidrio alcanzó notoriedad en el Virreinato. Tal ocurrencia
demuestra que existieron nichos de mercado importantes que sobrevivieron a la
competencia generada por la entrada de ejemplares desde Europa y Asia,
aparentemente producidos en regiones exteriores a las fronteras del imperio. Eso
porque si Filipinas actuó como redistribuidora de los abalorios chinos o indianos, los
reinos peninsulares tampoco desarrollaron una producción destinada al comercio
americano. En este escenario cobran aún mayor relevancia las incipientes iniciativas
de exportación del vidrio novohispano y que todavía no se ha comprobado si
afectaron al ramo de los abalorios.
Por lo general, la implementación de esas rutas no provocó una invasión muy
fuerte de objetos de vidrio en dirección al Virreinato. La competencia externa se
limitó esencialmente a lo ejemplares europeos cuyo flujo se redujo a partir de 1618,
cuando las guerras europeas afectaron la circulación de la flota y disminuyeron las
comunicaciones con la península. A pesar de esa coyuntura favorable al
empoderamiento de los vidrieros novohispanos en el comercio regional e inter-
regional, el análisis de los registros aduaneros sugiere que el sector no logró los
medios para imponerse en los mercados de exportación americanos y filipinos. Ahí,
donde las iniciativas para promover la manufactura de vidrio fueron puntuales o se
circunscribieron a algunas regiones, la capacidad de los vidrieros novohispanos para
competir con los productores locales y otros proveedores fue muy limitada, en parte
debido a las políticas comerciales adoptadas por la Corona.
En el contexto descrito, las sucesivas restricciones al comercio de géneros
asiáticos desde Nueva España (1604) y la prohibición del trato de "géneros de la
tierra" con el Perú (1634) limitaron las posibilidades de expansión de los mercados
consumidores de vidrio. No obstante, su impacto fue amortiguado por un sector
volcado esencialmente en dar respuesta a las demandas internas y que nunca invirtió
significativamente en las exportaciones. En todo caso, esas medidas afectaron
esencialmente a Puebla, cuyos talleres presuntamente habían logrado expandir sus
ventas en asociación con el mercado exterior, aunque los datos disponibles apuntan a
379
que esos flujos fueron muy puntuales. Quizás esas circunstancias estuvieron en la
base de una reinvención/transformación del sector en la ciudad, llevando a algunos
vidrieros a trabajar en estrecha asociación con los loceros380. En la capital, la
disminución de los flujos de vidrio europeo, relacionada a la quiebra de las
comunicaciones con la metrópolis, favoreció el aumento de la demanda de sus
congéneres locales y de los especialistas en su manufactura.
Atendiendo al criterio estricto del número de artífices identificados en cada
una de las referidas ciudades, se podría decir que México logró destronar los talleres
poblanos de la gran fama que habían alcanzado hasta entonces. No obstante, no se
conocen los números relativos a la productividad y consumo internos de los géneros
producidos por cada una, ya que el tipo de documentación rastreada raramente señala
la proveniencia de las piezas. Tampoco se han identificado los nombres de las
personas que se dedicaban a distribuir los vidrios novohispanos, con excepción de
Francisco Prieto quien, a 9 de mayo de 1636 aparece referido como "tratante de
vidrios" en un documento notarial. Se trataba de una deuda contraída por este
comerciante y el maestro pasamanero Juan de Quiroz a Juan Díaz de Chávez quien
traspasaba su cobranza a Pablo de la Cruz381. El oficio de Quiroz y su asociación con
el ramo textil sugieren que una parte de los vidrios serían abalorios destinados a
aplicaciones bordadas sobre los cordones, bolas y galones que confeccionaba el
pasamanero.
No se ha determinado si la venta de vidrios y loza vidriada producida en el
ámbito de las nuevas configuraciones gremiales de Puebla y México ocasionó una
especialización de los comerciantes, enfocada estrictamente en estos ramos de
producción. Según las primeras disposiciones gremiales de Puebla, únicamente los
maestros de vidrio podían tener tienda pública para vender las piezas producidas en
sus talleres, pero nada se dice acerca de la distribución.
"4/a. Ítem: Que para excusar los daños que se siguen de que no usen dichos
oficios, ni tengan obradores ni tiendas públicas personas que no sean examinadas,
y que para excusarse del examen pretenden se les dé licencia para usar dicho
380 El crecimiento que alcanzó el sector desde la fundación de la ciudad hasta la publicación de estas
leyes fue suficientemente importante para motivar el desplazamiento de algunos vidrieros desde
México a Puebla. En efecto esas migraciones no cesaron sino que aparecen asociadas a un sector
vidriero reinventado, asociado a otras artes.
381 AGNotDF, Fondo Antiguo siglo XVII. Notario Andrés Moreno, 9 de mayo de 1636, "traspaso de
cobranzas", vol. 2481, f. 103r-103r.
380
oficio por tiempo limitado, con que se pasan sin examinar en grave perjuicio de
los maestros que lo son: no se ha de poder conceder dicha licencia por ningún
Juez, ni permitir los Alcaldes y Veedores, tacita ni expresamente que tengan
dichos obradores, disimulando con ellos ningún pretexto, ni causa que se
oponga." (Cervantes 1939: 23).
Es posible que se siguiera la misma dinámica registrada en la península donde
mercaderes y vidrieros se juntaron, al menos desde la primera mitad del siglo XVIII,
en un "gremio de Mercaderes de Vidrio y Vidriado a esta Corte", como consta de un
pleito expuesto ante la Real Junta de Comercio:
"Joseph de la Leña, en n[o]m[br]e de Barttholomeo y Angel Cestodo, diputado, y
Repartidores al gremio de Mercaderes de Vidrio y Vidriado a esta Corte por si, y
en n[o]m[br]e de todos sus individuos ante V[uestra] A[lteza] como mas aia [sic..
haya] lugar parezca y Digo: (...)
pleyto en la Real Junta de Comercio con diferentes traxineros y comerciantes de
d[ic]hos generos en esta corte sobre el modo, y arreglo con que havian de
practicar sus Ventas, en su conformidad y en 18 de febrero de d[ic]ho año [de
1734], se obtuvo, por mi p[resen]te executoria por la que se mandó, que los
referidos forasteros, traxineros, de vidrio, y vidriado pudieren vender sus generos
por mayor en los mesones de esta Villa, y no en otro sitio, ni para el publico, o
secreto; y pormenor solo estando avizindados con tienda publica, e incorporados
con el gremio (...)."382.
Hasta el momento no se ha identificado un gremio con estas características en
la Nueva España pero es muy probable que el comerciante de vidrios Francisco Prieto
acumulara también la categoría de maestro de hacer vidrios, siguiendo las pautas
determinadas por el gremio de loceros. El primer indicio de eso es que su nombre
aparece asociado a unas ordenanzas publicadas en 1617, sobre la recolección de
barrilla en el que se le atribuye la categoría de maestro vidriero383. De confirmarse
que se trata de la misma persona, se extendería la reconstitución de sus redes a los
vidrieros Juan de Mora y Blas Hernández, mencionados también en las referidas
instrucciones. Según hemos averiguado, Blas Hernández se había especializado en
382 AHN, Consejos, vol. 1328, f. 621v-631v. En el documento hay referencias a diferentes provisiones
de la Junta de Comercio sobre el tema de la venta de vidrios, la más antigua de 1719 y es posible que
ya por entonces existiera el gremio.
383 Ordenanza confirmada por el Marqués de Guadalcázar (AGN, Ordenanzas, cont. 2, vol. 3, exp. 32,
f. 38v).
381
las labores de candilero, por lo cual se entiende que conocería las técnicas con las que
se producían las pequeñas cuentas de vidrio384. Los lazos entre ambos permiten
sospechar que también Francisco Prieto se dedicaba a esa rama de la vidriería o que,
eventualmente, se habría especializado en la distribución de los vidrios que hacían sus
allegados.
Por otra parte, y como ya se refirió en el capítulo anterior, Juan de Mora tuvo
un taller en Veracruz a cargo de Hernando Ramírez, una persona con estrechos
vínculos con la población esclava, presuntamente de origen africano por su
descripción como "negro"385. Sería interesante establecer si también él producía
abalorios u otro tipo de piezas de vidrio diferenciadas para distribuir particularmente
entre ese colectivo o, si por el contrario, sus creaciones se destinaban al consumo
general de la población novohispana, sin considerar las cuestiones relacionadas con el
gusto y la demanda específica de ciertos grupos. Igualmente importante, es la
comprobación de que Juan de Mora pudiera ser familiar de Pedro de Mora Esquivel,
considerado un "mulato libre de cautiverio" y que, una vez más, lo pone en asociación
con personas con raíces familiares en África386. De confirmarse tal asociación,
estaríamos ante un núcleo de vidrieros diferenciado de los peninsulares y criollos que
actuó de manera paralela y logró conquistar su posición en este nicho de mercado.
4.2.2. La Vidriería en los Espacios Exteriores del Eje Comercial Novohispano -
Repercusiones en la Producción Local
Hasta ahora se han señalado factores que explican el crecimiento del sector en
la Nueva España pero no queda claro por qué en Filipinas o en Perú no prosperó de la
misma manera, provocando ritmos de desarrollo desiguales que lo beneficiaron. La
posición preponderante del Virreinato en este triangulo se reflejó en el incremento de
sus hornos de vidrio y en la dispersión de sus creaciones. Sin embargo, estuvo lejos de
imponer su primacía sobre los productos locales u otras importaciones en esos
mercados donde apenas penetró. Por eso es importante tener en consideración las
circunstancias del desarrollo vidriero en estas regiones del imperio, hasta ahora
384 AGNotDF, Fondo Antiguo Siglo XVII. Notario Antonio de Villalobos, 2 de octubre de 1595,
"concierto de aprendizaje", vol. 179, f. 437v-438v.
385 AGN, Matrimonios, vol. 48, exp. 94, f. 251v-252v.
386 AGN, Matrimonios, vol. 166, exp. 44, f. 2v.
382
ignoradas en las reflexiones sobre la vidriería novohispana, y que se tratan con mayor
detalle en el capítulo 5. Por el momento, cabe hacer aquí algunas breves aclaraciones.
Al contrario de lo que se pensaba, en Filipinas sí existieron algunas personas
dedicadas a hacer el vidrio pero su radio de circulación sería el consumo local o,
como mucho, regional. Las iniciativas de producir ese material en el Situado se
destinaban al consumo de las élites y no lograron ofrecer una cantidad de piezas
suficiente para responder a la demanda interna, ni tampoco a la que suscitaba la
intensa actividad comercial de la isla con América.
En realidad, el reducido número de vidrieros identificado en la zona, nos hace
suponer que difícilmente lograrían responder a las necesidades de la sociedad local y
que la mayoría de los vidrios consumidos en el archipiélago serían importados. Como
se señaló anteriormente, no existen pruebas contundentes de que las producciones
peninsulares o novohispanas alcanzaron esos territorios durante este período y lo más
probable es que el origen de los vidrios consumidos en Filipinas fuera asiático,
eventualmente de China. En contrapartida, desde Manila se llegaron a exportar
algunas piezas de "vidrio chino" que, en términos globales, tuvieron una penetración
reducida en la Nueva España. De esto se deduce que no hicieron verdadera
competencia a sus vidrios, aunque existieron algunos productos como los anteojos
que lograron penetrar de manera contundente en el mercado virreinal.
Situación semejante se observa en el Perú, donde existieron algunos centros de
producción dispersos. Mientras en la Nueva España se asistió a un refuerzo de la
actividad vidriera en la capital, en Lima el sector afrontó aparentemente un proceso de
decadencia que se tradujo en una quiebra del número de efectivos dedicados a estas
labores. En los documentos del AGNP no se han localizado hornos de vidrio o
vestigios de la actividad de alguno de esos artífices en los fondos de Temporalidades,
Protocolos Notariales, Inquisición, o en las Reales Cajas, donde si se han recuperado
datos sobre el sector para épocas anteriores y posteriores. Aparentemente, la vidriería
se transfirió de las grandes ciudades hacia zonas periféricas donde surgían otras
actividades económicas que requerían gran cantidad de objetos de vidrio. En ese
contexto emergió en Ica una importante manufactura pero el número de vidrieros
sería inferior al que se encontraba entonces en la capital de la Nueva España. Lo
mismo parece haber sucedido en el territorio posteriormente incorporado al Virreinato
del Rio de la Plata, particularmente en Cochabamba, cuyos vidrios compitieron en el
mismo mercado.
383
Los nuevos centros vidrieros abastecían fundamentalmente el área andina o
como mucho el mercado limeño, donde se encuentran algunas evidencias de su uso
entre personajes importantes ya durante el siglo XVIII. Tampoco hay pruebas de que
sus creaciones penetraran en el comercio exterior americano, ni siquiera en la Nueva
España, donde no se conoce el uso de vidrios peruanos. Lo que sí llegó fue otro tipo
de manufacturas locales que se podrían incluir en el grupo de objetos clasificados
como "bienes de prestigios", tales como una "caja perulera, de 6 palmos, a 26 reales"
que adquirió el mercader de libros Alonso Losa, vecino de México, a Diego Mexía,
vecino de Sevilla, en la fecha de 22 de diciembre de 1576387. En este caso, la referida
caja llegó desde la península y no por vía del comercio interamericano que
supuestamente estaba prohibido. Esto refuerza la idea de su valor como materia de
ostentación, demostrando que algunas obras locales adquirieron una consideración
importante, sin que aparentemente beneficiara al sector vidriero.
Además de esas piezas se localizó "una jarrica de oro con una cadenilla del
Perú, de oro, de chaquira en 30 pesos de oro común" que Elvira Gómez de Moscoso,
viuda de Diego Méndez y vecina de México, incorporó a la dote de su hija Beatriz
Méndez cuando ella se casó con Pedro Medel, vecino del Tecamachalco, en 1576388.
Por la descripción no se entiende bien si la jarra y cadena eran ambas de Perú o tan
solo la segunda, del mismo modo que no queda claro qué parte del objeto se
encontraba decorado con pequeñas cuentas de vidrio, ni si estas fueron incorporadas a
la pieza posteriormente, ya en México. En el caso de que integraran la decoración
original de la pieza hecha en Perú, cabe plantearse si los abalorios serían importados o
una manufactura local que, en este caso, habría llegado hasta Nueva España de
manera indirecta, aplicada sobre objetos de joyería.
A la par de las creaciones locales, en Perú también circularían algunos
ejemplares importados desde Europa y eventualmente alguna pieza de origen asiático
que llegarían juntamente con las porcelanas y textiles que alcanzaron sus costas,
inicialmente de manera legal y después ilegalmente. Sus precios serían
sustancialmente más caros que los ejemplares hechos ahí, debido a los costes de
transporte que, en menor medida, también tendrían que afrontar las creaciones
novohispanas.
387 AGNotDF, Fondo Antiguo, siglo XVI. Notario Antonio Alonso, 22 de diciembre de 1576,
"obligación de pago", vol. 9, leg. 4, f. 2108r-2116v.
388 AGNotDF, Fondo Antiguo siglo XVI. Notario Antonio Alonso, 19 de diciembre de 1578, "promesa
de dote", vol. 11, leg. 2, f. 502r-507r.
384
Si bien las manufacturas novohispanas no encontraron una competencia muy
fuerte en los mercados filipino y peruano, estas no lograron participar de manera
contundente en el comercio exterior con esas regiones, al menos de manera oficial
que se pudiera rastrear en la documentación aduanera. La mayor parte de las
creaciones locales se destinaban a su propia población, que tenía pocas alternativas
para adquirir esos productos a otros proveedores.
Por todo esto, se podría decir que, durante este período, México fue un
importante foco de producción de vidrio cuando comparado con Lima o Manila,
capaz de surtir el mercado interno y eventualmente exportar una pequeña parte de su
manufactura. Aunque no se dispongan de datos cuantificables para poner en relación
los tres ámbitos espaciales referidos, el grado de expansión del sector en la Nueva
España parece haber sido bastante impresionante cuando comparado a lo de otros
focos de producción situados en las demás regiones del imperio389.
Sobre la notoriedad de las creaciones americanas, es importante recordar que,
tal como sucedía en la península con Barcelona, Puebla e Ica lograron asociar el
nombre de la región a una producción de vidrio con características particulares y que,
por eso mismo, los consumidores americanos eran perfectamente capaces de
distinguirlas cuando las adquirían. A pesar del reconocimiento de las producciones
poblanas e iqueñas, esos lugares no lograron concentrar un número tan grande de
profesionales como en México. Eso no quiere decir que el Virreinato Peruano no
desarrollara el sector, sino que el modelo adoptado fue claramente diferente:
eventualmente más disperso para cubrir una área mayor sin necesidad de efectuar
grandes traslados con un material tan frágil, al contrario de lo que se observa en la
Nueva España, donde la mayor actividad se concentró en la capital.
Con estas afirmaciones no se pretende hacer una apología de la superioridad
tecnológica del vidrio novohispano o de su productividad interna, sino destacar el
fuerte impulso global que sufrió respecto al período precedente. De hecho, no hay
pruebas que permitan defender la mejor calidad de esos ejemplares. Lo más factible
389 Es una pena que los datos analizados por José Nieto Sánchez (2018: 171-197) sobre la
representatividad de la población dedicada a diferentes ramas artesanales en las ciudades de Lima y
Cuzco, respecto a México y Puebla, no incluyan documentación para este período en todas las ciudades
y solo reuniera información sobre México relativamente a estas fechas. Incluso sin detenerse
particularmente en cada una de esas áreas, ni mencionar la vidriería, la perspectiva adoptada por el
autor lograría confirmar esa tendencia en el desarrollo de las designadas artes industriales en la
América hispana, así como el papel de cada eje geohistórico señalado por Marcello Carmagnani (2012:
333-357).
385
es que, pese al enorme salto dado por la vidriería y los halagos que recibieron algunos
de sus vidrieros por parte de las autoridades locales, las piezas no lograran el grado de
pureza y diafanidad de las catalanas, cuyas fórmulas llegaron a influir en las
producciones italianas.
La evolución técnica y estilística generada en el estricto ámbito virreinal es un
campo aún por explorar y al que se podrá acceder desde la investigación
arqueológica. Esta cuenta con enormes dificultades debido a la fragilidad del material
y el elevado grado de fragmentación de los vestigios recuperados durante los trabajos
de campo, pero sería interesante percibir claramente los cambios en las fórmulas y
técnicas pero también en las formas y estilos. Eso ayudaría a explicar por qué esos
ejemplares no se exportaran a Europa, ni siquiera como curiosidades americanas, tal
como sucedió con las joyas y los famosos búcaros de Guadalajara. Aún así, el
incremento del número de artífices detectados en las fuentes desde 1618 a 1680 - que
pasó de 25/26 vidrieros detectados hasta entonces para 53 - y la capacidad de estos
artesanos para articularse y desarrollar diferentes ramos de especialidad es bastante
sintomático del fenómeno de expansión al que estuvieron sometidos los negocios
locales, particularmente en la Ciudad de México.
El desarrollo de la vidriería en los principales centros europeos que lograron
establecer relaciones comerciales indirectas con el Virreinato ya se ha tratado el tema
en capítulos anteriores. No obstante, merece la pena recordar el prestigio de las
creaciones italianas que, en algunos casos, pudo originar la atribución de esa
proveniencia a piezas que, en realidad, estaban hechas a su semejanza en otras partes
de Europa o incluso en América, donde aparentemente se logró producir vidrios
similares a los catalanes y venecianos.
4.3. LAS PRIMERAS ASOCIACIONES PROFESIONALES: FORMAS Y
MECANISMOS
Dados los primeros pasos para la introducción de este arte y reunidas las
condiciones materiales para su ejecución, los desafíos planteados a los vidrieros en la
Nueva España cambiaron ligeramente en relación al período precedente. Las
circunstancias de esos artífices eran ya diferentes, así como las políticas económicas y
comerciales elegidas para administrar mejor los dominios americanos.
386
Superadas las primeras dificultades relacionadas con las fórmulas de vidrio, se
asistió a un fuerte incremento del número de efectivos dedicados a esas labores,
incluyendo esencialmente a mano de obra interna y en menor medida externa. El
modelo adoptado siguió la tendencia que ya se venía aplicando desde antes, pero la
evolución de la sociedad novohispana y la ampliación de los territorios de la Corona
generaron un cuerpo productivo bastante más heterogéneo, que controló el sector
desde diferentes posiciones sociopolíticas.
Del mismo modo, los cambios en la administración imperial ocasionaron
nuevos equilibrios dentro del cuerpo de vidrieros. Al estar compuesto por personas de
origen e intereses aparentemente diferentes, se generaron voluntades particulares que
no siempre coincidieron con las principales demandas que opusieron públicamente
ciertos grupos sociales, especialmente entre europeos y criollos.
Para defender sus intereses personales y fortalecerse como grupo laboral se
adoptaron entonces algunas estrategias, distinguiéndose esencialmente dos tendencias.
La primera estuvo marcada por la formación de asociaciones de profesionales de
carácter informal, de tipo vecinal y religioso, en las que las relaciones familiares
tuvieron un papel vital. En ese ámbito, los lazos consanguíneos fueron determinantes
y se reforzaron mediante la reproducción de ese sistema en otros ámbitos de la vida
social entre vidrieros, ya fuera dentro del taller o en la Iglesia, donde se generaban
nuevas solidaridades de tipo paternalista. La segunda, se caracterizó por la
constitución de instituciones formales, de tipo gremial, que reunían a personas
relacionadas con la producción de vidrio. Aunque la implementación de los gremios
surgió un poco más tarde, las formas de apoyo anteriores siguieron activas,
conviviendo en el mismo espacio-tiempo e interrelacionándose de manera
complementaria para proporcionar la regulación del sector pero también muchos otros
aspectos de la vida de los vidrieros.
4.3.1. Asociaciones de Carácter Informal: Redes de Familiaridad
Las relaciones de familiaridad tuvieron un papel clave en la consolidación de
la vidriería. Como señalan diversos autores (Altman 2000; Altman y Horn 1991),
constituyeron un importante marco en el que se fomentaron las emigraciones
387
atlánticas y el poblamiento español de esos territorios. Eso repercutió en la
propagación de ciertos oficios en la Nueva España, ofreciendo una coyuntura
favorable al traslado de parientes cercanos que brindaban la mano de obra
especializada que tanto escaseaba en el sector vidriero.
Por lo general, la familia fue la estrategia principal para la conformación de la
elite económica y política americana, operando cambios demográficos y fomentando
las relaciones personales que resultaban esenciales para afianzar la presencia española
en ese territorio (Kicza 1982; Pescador 2003; Sola-Corbacho 2002; Stein y Stein
2000). Más importante aún, si cabe, es que en ese entorno se generaba un ambiente
informal donde se gestaban emociones y sentimientos capaces de influir en la
economía y en las instituciones, como demuestra Marta Vicente (2006) en su trabajo
sobre el comercio de textiles pintados en el atlántico, en el que pone de relieve el
importante papel que tuvieron las mujeres en esas dinámicas.
En lo que concierne específicamente a la vidriería, esas relaciones actuaron
para equilibrar los propósitos divergentes de las varias entidades sociales que
colaboraron en el proceso productivo. Por eso, la familia resultó la estrategia más
eficaz para diluir desigualdades políticas entre miembros que conformaron la élite de
vidrieros, especialmente entre españoles peninsulares y aquellos que ya nacieron en
Nueva España. Paralelamente, el sistema sirvió para demarcar la posición entre esos
dos grupos "privilegiados" y aquellos a los que la sociedad estamental impedía
alcanzar algún protagonismo dentro de la actividad, y que asimismo lograron penetrar
en el oficio y actuar al margen de lo que establecía la norma.
Cabe destacar que el concepto de familia no se circunscribió al estricto ámbito
de las afinidades consanguíneas, incluyendo también su Casa y extendiéndose al
taller, donde se reproducía el mismo modelo paternalista vigente en el entorno
privado del hogar. Por eso, las formas de organización profesional terminaron por
reproducir la misma dinámica, particularmente las asociaciones civiles de vidrieros
que germinaron en el entorno de la Iglesia, como hermandades y cofradías. En
muchos casos estas asociaciones nacieron de la voluntad de individuos del mismo
oficio, creando una nueva plataforma para rediseñar el posicionamiento de cada
individuo en la red de lazos verticales y horizontales. También bajo el sello de la
religión se conformaron otros vínculos, pautados por compadrazgos que generaban
nuevas relaciones de familiaridad entre vidrieros, como se comprueba por la
388
frecuencia con que aparecen los nombres de esos especialistas como testigos de actos
sacramentales que involucraron algún familiar de un vidriero.
4.3.1.1. LAS RELACIONES CONSANGUÍNEAS
Tal y como sucedía con los obrajes, controlados esencialmente por
"españoles", el crecimiento de las manufacturas de vidrio se dio en el seno de un
grupo algo cerrado, que en teoría admitió solamente a los miembros de esa casta en
los puestos más elevados y trató de monopolizar las iniciativas más relevantes. Esto
se percibe claramente en la muestra de vidrieros identificados en la documentación
quienes, además de ser europeos o sus descendientes, compartieron el mismo
apellido. Al reunir a todos esos personajes y analizar sus perfiles para identificar el
tipo de relación que mantuvieron, no siempre fue posible reconstruir su árbol
genealógico ni percibir el grado de parentesco que los unió. En realidad, podrían ser
miembros de varias familias con el mismo apellido pero, la representatividad
numérica que alcanzaron algunas, sugiere que el sector estuvo bajo el arbitraje de
ciertos núcleos de poder.
El enfoque adoptado ha determinado que el matrimonio sirvió de plataforma
para controlar el acceso al negocio y diseñar las relaciones laborales, no totalmente
desconectadas de otras intenciones de naturaleza diversa, incluso de la fe, que daba
cuerpo a los gestos y comportamientos públicos y privados.
Los mecanismos fueron varios y, en la base del sistema, estuvo un modelo de
transmisión de conocimientos de padres a hijos que perpetuó el arte a lo largo de
varias generaciones, acoplando hermanos y primos en una misma actividad, como
sucedió en la familia Pardo (Peralta Rodríguez 2005: 12) y Solís. Aunque
eventualmente se promovieron matrimonios dentro del grupo de vidrieros locales para
consolidar capitales y/o aportar diferentes especialidades a un establecimiento, esas
uniones fueron muy puntuales, fundamentalmente entre la familia de vidrieros con
apellido León, como se expresa en el subcapítulo 4.6.1 que está dedicado a esta Casa
de vidrieros. A lo largo de este período predominaron los casamientos entre personas
asociadas a la vidriería e individuos de familias novohispanas que aparentemente no
pertenecieron al mismo ramo de actividad pero beneficiaban indirectamente el
389
negocio, tales como comerciantes y profesionales del ramo textil. De esa manera se
amplió el número de maestros sin que nunca se permitiese que este se extendiese más
allá del escrupuloso ámbito de las personas de sangre española, garantizando el
prestigio social del grupo sociolaboral y extendiéndolo a la consideración pública por
su arte.
La implementación del sistema referido supuso que la perpetuación del poder
de los primeros vidrieros criollos se basó en el refuerzo de sus redes de solidaridad
americanas. Ellas fueron especialmente importante para aquellos núcleos familiares
más fragmentados, que no lograran mantener lazos estrechos y funcionales con sus
parientes en Europa o con los apoyos previamente construidos ahí. Así se quedaban
aislados y sin otra manera de asegurar los niveles de confianza necesarios para
emprender inversiones a distancia y a largo plazo, como la adquisición de algún
colorante importado o la distribución de sus productos. Del mismo modo, quedaban
excluidos de las redes que hacían llegar a la península las últimas innovaciones que se
procesaban en Europa central.
En ese contexto, el matrimonio entre "españoles" nacidos en el Virreinato
transformó simples amistades circunstanciales en vínculos sagrados. Se engendraron
nuevos parentescos directos en América, formando estirpes de vidrieros criollos que
se organizaban en función de los beneficios para el negocio. A pesar de todo, el
análisis de esas dinámicas revela que las redes entre artífices se definieron a la escala
regional, muy asociadas a los órganos de la administración local donde se
encontraban establecidos, e incapaces de articularse entre si para formar una
verdadera unidad territorial. Eso impide hablar de un grupo suficientemente
homogéneo para defender los intereses de su clase, más allá de las circunstancias
locales en que se promovió la comercialización del vidrio en cada ciudad. En ese
sentido, tampoco se constituyó como un grupo de poder que hiciera frente a políticas
desfavorables a los intereses criollos y a la competencia externa de los europeos que
seguían llegando para hacer el vidrio en América o que exportaban ese producto hacia
Nueva España.
Las restricciones que circunscribieron el crecimiento del sector a los
miembros de la clase privilegiada de sangre europea tuvieron el poder de eliminar la
competencia interna, frenando la emergencia de nuevos hornos de vidrio fundados por
familias de otras "castas" que aprendieran el oficio al trabajar como asalariados en sus
talleres. Si en esas situaciones el criterio estamental fue suficiente para asegurar la
390
primacía de los criollos en la vidriería, lo mismo no se podría decir sobre la inminente
amenaza que representaban las nuevas oleadas de especialistas europeos que
colocaban en riesgo la preponderancia de los talleres ya establecidos. Por eso mismo
es fundamental entender de qué forma se relacionaron estos dos grupos de
"españoles" en el estricto ámbito de la actividad vidriera, situándola en los principales
debates historiográficos sobre la evolución de la sociedad novohispana en un período
de desencuentros políticos entre las autoridades centrales y los intereses regionales.
Aunque no siempre se determinó el origen exacto de los vidrieros
identificados en la documentación, se ha observado una quiebra considerable de las
migraciones europeas hacia la Nueva España390. En México, los únicos casos en los
que se estableció una asociación directa con la península fueron Tomás de Lizarza,
natural de San Sebastián de Vizcaya y Tomás Franco. Ambos aparecen anotados entre
"la gente de España en la Ciudad de México" en el año de 1689 y se supone que
vivirían ahí desde hacia tiempo suficiente para que los consideraran como vecinos.
El primero vivía en la "Calle de San Agustín, que empieza desde las espaldas
del Hospital Real y sigue derecha por el Convento de Balvanera, hasta la Puente de la
Puerta Falsa de la Merced" (Rubio Mañé 1966: 61, A220). Al intentar localizar esta
referencia en un mapa de 1752 (Fig. 87) se ha concluido que la designada calle donde
residía Tomás de Lizarza empezaba en el Colegio de Niñas (O), que daba
precisamente para traseras del Hospital Real, y seguía por la actual Av. de Uruguay
hasta la Merced. Aunque en el diseño no aparezca toda la extensión de esa calle hacia
el este, ella incluía a la Calle Ortega (19), Calle Tiburcio (18), Calle de San Agustín
propiamente dicha (17) y la Calle Don Juan Manuel (16).
Tomás Franco tenía un horno de vidrio en México. Ignacio Rubio Mañé
(1966: 133, D1) lo sitúa junto a la tienda de menudencias de Bartolomé Álvarez, a
una esquina de la "Calle de San Lázaro, derecha por detrás de la Catedral y Tacuba,
hasta la Casa del Mariscal". Su taller estaría en el origen del topónimo de la calle
donde instaló el negocio, a semejanza de lo que sucedía en Puebla. Esta aparece en la
obra de Ignacio Rubio Mañé (1966: 145) como "Calle derecha del horno de vidrio
junto a Chavarría, Montealegre, Cordobanes y Donceles". Según averiguamos, la
Calle Cordobanes se corresponde con la actual Calle Donceles (entre Av. de Brasil y
390 Esto es debido a que muchos de los documentos analizados no refieren la ciudad de origen del
individuo, sino tan solo el barrio de residencia y su condición de "español", que tampoco es
concluyente.
391
Av. República de Argentina), la Calle Montealegre con la actual Calle Justo Sierra
(entre Av. República de Argentina y la Calle del Carmen), la Calle Chevarría es el
prolongamiento de Justo Sierra (entre la Calle del Carmen y la del Loreto) y la Calle
derecha del horno de vidrio la actual Calle Mixcalco (entre Loreto y Manuel
Doblado). Por su parte, la Calle de Mixcalco hacía esquina con la de San Lázaro: "La
de Mixcalco, en la Plazuela que sale de la calle de la Portería de Santa Teresa para
San Lázaro", como consta en la "distribución de la ciudad en siete cuarteles, que hizo
la sala del crimen de la Real Audiencia, para prevencion de los delitos y castigos de
los delincuentes, en siete de agosto de 1756" (Rubio Mañé 1966: 470)391, (Fig. 88),
(Fig. 89) y (Fig. 90).
El número de vidrieros identificados en Puebla fue muy reducido (6 en este
período) y, a lo que todo indica, las familias Gómez (de Villegas) concentraron en sus
manos la mayoría de la producción. Eso fue posible a través de las hábiles gestiones
practicadas por el locero y vidriero Juan Gómez de Villegas, supuestamente de origen
peninsular, que contemplaron la compra directa del título a la Real Hacienda. Según
hemos averiguado, la mayoría de sus descendiente se centraron en la manufactura de
loza pero es posible que algunos optaran por especializarse en la vidriería,
desempeñando el oficio en Puebla pero también en México, como se explicará más
adelante en la reseña biográfica de los profesionales de esta Casa.
Tampoco se recuperaron noticias acerca de la presencia de vidrieros italianos
como anteriormente y, en su lugar, aparecen ahora los nativos de los Países Bajos y de
Borgoña392. Esos territorios se anexaron a la monarquía hispana desde 1555, como
herencia de Carlos V a su hijo Felipe II, y durante los años subsecuentes se asistió a
un período de rebeliones internas. Sería casi un siglo más tarde, después que el
Tratado de Münster (1648) decretara que el Círculo de Borgoña permanecería
391 Fuente citada: AGN, Civil, vol. 1496, f. 180v-186v.
392 Aunque no se encontraran referencias a la presencia de vidrieros italianos, los naturales de esa
región siguieron desplazándose hacía al Virreinato. Ese fue lo que sucedió con el italiano Onorato
Braida Enríquez que en 1628, y con la edad de 28 años, se casó en Ciudad de México con Ana María
Mexía, de 22 años (AGN, Matrimonios, vol. 64, exp. 76, f. 244v-237v). En algunos casos los italianos
llegaron incluso a desempeñar cargos de funcionarios del gobierno y Santiago Bollio, natural de Sestri-
Ponente (Génova), se instaló en Yucatán como Oficial de la Real Hacienda a finales de los años 50 del
siglo XVII. Ya en la Nueva España se casó hasta tres veces con mujeres criollas (Rubio Mañé 1966:
285-286).
392
integrado en el imperio español, que sus artesanos lograron influir en el arte vidriero
novohispano393.
Como señala Ana Crespo Solana (2016: 170), durante los siglos XVI y XVII
existió una fuerte inmigración neerlandesa hacia las ciudades comerciales de la
periferia española y la persecución religiosa que se llevaba a cabo en España afectó a
algunos artistas originarios de las provincias de Flandes. En este período se ha
localizado un vidriero "aleman" natural del ducado de Viena con residencia en
Madrid, más concretamente en la Calle de la Corredera de San Pablo. Dicho artífice
se llamaba Simón de Biermar e hizo pruebas para trabajar para la Casa Real de
Palacio "hace mas de tres años de la parte [1627] para el cuarto del rei nuestro señor y
de la reina nuestra señora y demas las quales hise"394. Este dato permite ampliar la
visión sobre la circulación de vidrieros centroeuropeos en el espacios dominado por la
Corona y percibir que su reputación les facilitó el acceso a encargos tan importantes
como los de la Casa Real.
Fue en el contexto descrito que se trasladaron dos maestros de anteojos
borgoñones395 cuya ciudad de origen se desconoce. Claudio Francisco lo hizo antes de
1652 y en 1689 vivía en la "Calle Real del Palacio, que va a Jesús Nazareno y Rastro
y la del Reloj hasta el Carmen" (Rubio Mañé 1966: 173, F55) (Fig. 91) y (Fig. 92).
Juan Bautista Tiburcio se instaló en México en el año de 1673, donde vivía en la Calle
del Empedradillo, actual Calle Monte de Piedad (Rubio Mañé 1966: 216, G114) (Fig.
93)396. Estas inmigraciones ocurrieron poco antes de que Felipe V dejara de ostentar
el título de duque de Borgoña y, por lo tanto, soberano del designado Estado
Borgoñón, en 1711.
Los casos señalados expresan que, al contrario de lo que ocurría en la
península, el padrón de las inmigraciones obedecía a criterios territoriales,
confinándose al interior de las fronteras del imperio y beneficiándose de los avances
393 Sobre la presencia de vidrieros flamencos en la península durante el siglo XVII consúltese Abadia
Flores 2007.
394 AHPM, Notario Gregorio Gonçalez Sevillano, 14 de marzo de 1627, "testamento", tomo 3664, f.
67v-73r.
395 Es posible que por entonces el término se aplicara a todos aquellos territorios incluidos en el título
de ducado de Borgoña heredado por Felipe II. O sea, que en su sentido más amplio pudieran caber
todos los individuos nacidos en lo que se ha designado históricamente como Estado Borgoñón y en el
que se incluyeron las 17 provincias de los Países Bajos Españoles. En efecto, en el diccionario de
Covarrubias (1611: 294), se pueda leer en la definición de Borgoña que "Muchos oficios de la casa
Real del Rey nuestro señor estan al uso de Borgoña, y asi tienen los nombres Alemanes, o Franceses.".
396 En ese documento se dice que el vidriero Tiburcio era natural de Franco, posiblemente aludiendo al
Franco Condado borgoñón ya que no se pudo localizar ninguna ciudad con ese nombre.
393
que se hacían en cada una de sus provincias. Al cubrir espacios descontinuos que
estuvieron sometidos a diferentes influencias, se incorporaron mejor las innovaciones
que se iban haciendo por todo el continente hasta trasladarlos a América. En esta
ocasión se asoció la región de la Borgoña al desarrollo de vidrios graduados
mexicanos, coincidiendo cronológicamente con los importantes trabajos realizados en
la península por Daza de Valdés y los avances alcanzados en el pulimento de lentes
por parte de Christian Huygens y Benedict de Espinoza, en las inmediaciones de
Ámsterdam397. Eso no implicó que los mencionados borgoñones dominaran todo el
mercado de anteojos local. En realidad esas piezas se siguieron importando y
vendiendo en tiendas especializadas como la que tenía Diego Martínez, natural de
Sevilla, en la Calle de la Acequia (México), no muy lejos del Portal de las Flores
(Rubio Mañé 1966: 62).
Además de los borgoñones, hay indicios de que algunos vidrieros de la Nueva
España tuvieron un origen portugués. Curiosamente se registra su actividad en un
período posterior a la Unión de Coronas pero, sin conocer la fecha exacta de la
llegada de los primeros miembros de esas familias, no se puede asegurar que esas
migraciones no se produjeron con anterioridad. En México se encontraron vestigios
de la actividad de Matheo Cháves en 1671398, cuyo apellido induce a pensar que seria
portugués o gallego aunque la documentación consultada no indica su naturalidad. En
Puebla se tiene noticia del vidriero Joseph Pardo en 1662 (Peralta Rodríguez 2005:
12)399 y, según Maria José Goulão (2005 II: 46) sus descendientes proceden de una
familia luso-brasileña. Esta es seguramente una vía interesante de investigación que,
por el momento, no se pudo confirmar.
A pesar de todo, las inmigraciones de vidrieros se centraran fundamentalmente
en la Ciudad de México, que conoció un crecimiento demográfico importante400.
Además, sus instituciones políticas lograron controlar los flujos de artífices mediante
la concentración del poder de atribuir cartas de examen con validad en todo el
397 Espinoza era judío y descendente de portugueses o españoles. Sobre la óptica oftalmológica en la
Nueva España consúltese Peralta Rodríguez 2005: 6-44.
398 AGNotDF, Fondo Antiguo siglo XVII. Notario José de Anaya, 15 de junio de 1671, "escritura de
obligación", vol. 15, f. 258r-260v.
399 El autor cita la fuente CEHM-CONDUMEX, fondo XVI-1, colección Enrique A. Cervantes,
Gremios Coloniales, carpeta XIV, doc. 313, pero no ha sido posible encontrar la correspondencia de
este sistema de referencia con el que ha sido empleado online, donde no se ha localizado ningún
documento sobe un vidriero de nombre Joseph Pardo.
400 En México se localizaron al menos dos españoles, dos borgoñones y posiblemente un portugués,
mientras que en Puebla se encontró solamente un español y eventualmente un portugués.
394
territorio virreinal, como observan otros autores en análisis más amplios sobre el
sector artesanal. Basándose en el importante trabajo compilatorio de María Isabel
Monroy Padilla (1987, 1988), José Nieto Sánchez (2018: 185-187) concluye que,
entre 1613 y 1620, 200 personas solicitaron licencia para trabajar en cierto oficio y 80
presentaron su carta de examen dada en España, la mayoría de Sevilla o de otras
ciudades andaluzas. Aunque el grupo de inmigrantes cuente con una cifra
considerable, la gran mayoría de los artífices que empezaban su actividad en la ciudad
eran criollos. Los que venían de fuera eran sobre todo los naturales de otras regiones
dominadas por la Corona, esencialmente peninsulares, y la penetración de
especialistas americanos y extranjeros fue muy residual401. Desafortunadamente José
Nieto Sánchez no dispone de datos específicos sobre el período siguiente y hasta
mediados del siglo XVIII pero es probable que se mantuviera la misma tendencia. En
efecto, es eso lo que se percibe del estudio de la documentación disponible sobre la
actividad de los vidrieros de esa ciudad.
En contrapartida, en Puebla sí se dispone de datos para el período
comprendido entre 1619 y 1636, cuando se emitieron 16 licencias para la práctica de
diferentes oficios. Estas se concedieron esencialmente a españoles y portugueses que
a la fecha eran todos súbditos de la Corona, pero también a algunos artífices que se
desplazaban de la capital para ejercer ahí su profesión. Entre 1637 y 1646 el número
aumentó exponencialmente (59 en total) pero se mantuvo la misma tendencia respecto
al origen de esas personas. Eso cambiaría en el siglo XVIII, cuando aparentemente se
incrementan las cartas de examen a nombre de criollos nacidos en Puebla y dejan de
aparecer los portugueses que, por entonces ya habían alcanzado su independencia
(Nieto Sánchez 2018: 188). En el sector vidriero no se dispone de datos suficientes
para hacer un análisis de este tipo ya que, en las fuentes consultadas, la presencia de
esos artífices en la ciudad es residual aunque, como se afirmó, es posible que el
vidriero Joseph Pardo fuera portugués y Juan Gómez de Villegas era un "peninsular".
Por lo general, la actividad de elementos foráneos en el Virreinato tampoco
supuso la formación de nuevos "linajes" de vidrieros ni que ellos se quedaran al frente
de la administración de las principales manufacturas, como pasaba en las provincias
europeas de la monarquía hispánica. La única excepción sería la familia de apellido
401 Se ha revisado el trabajo de Monroy Padilla (1987, 1988) y no se han encontrado referencias a
vidrieros, lo que indica que los análisis basados exclusivamente en el estudio de las cartas de examen
deben considerarse con alguna precaución, aunque seguramente reflejen las tendencias de la época.
395
Pardo, que contó con varias generaciones de vidrieros y sobre quienes recae la
sospecha de ser extranjeros. A su llegada, todos estos profesionales afrontaron una
situación muy diferente a la que caracterizó los primeros años de la conquista: si antes
prácticamente todos los vidrieros estaban en igualdad de circunstancias cuando
trasladaban sus talleres a América, en el siglo XVII pasaron a tener que lidiar con un
grupo de profesionales más organizado y unido por redes de solidaridad interna.
En esas condiciones, se acudió a la tradicional práctica de alianzas conyugales,
tan importantes para esos forasteros como para los talleres locales. Si los primeros
necesitaron integrarse para penetrar en las redes de circulación de materias primas con
que se hacía ahí el vidrio y distribuir sus productos, los maestros criollos tuvieron
interés en el traslado de especialistas para integrarlos a su negocio y mejorar la
producción con base en las nuevas técnicas que venían siendo desarrolladas en el
exterior.
De tal modo fue así que ellos llegaron a promover casamientos en segundas
nupcias entre estos hombres y sus hijas, mecanismo particularmente operativo en la
Casa Solís. Varias mujeres con ese apellido estuvieron vinculadas maritalmente con
vidrieros de diferentes familias europeas y americanas, apareciendo en los registros
documentales en número bastante más elevado que los varones Solís dedicados a la
vidriería. Se pone así de manifiesto una de las vías de participación de las mujeres en
la consolidación de las manufacturas de vidrio virreinales, como también su valor
estratégico en la estructura familiar y social asociada a los procesos de desarrollo
"empresarial", como se profundizará más adelante. En efecto, autores como María
José de la Pascua (2005 II: 287-315) vienen señalando el papel destacado de las
mujeres en las estructuras de poder diseñadas a partir de la familia. Del mismo modo
Marta Vicente (2006), ha recuperado el importante rol que ellas tuvieron en las
estructuras empresariales vascas, asociadas al sector de los textiles pintados y sus
vínculos con la Nueva España.
Lo que demuestran los trabajos señalados es que tales iniciativas no fueron
exclusivas de la vidriería y es posible que, tal como sucedía en otros ámbitos, una
parte de las alianzas matrimoniales se engendraran antes mismo de la llegada de esas
personas a América. En esos casos, los criollos solían activar sus redes familiares en
Europa o las de algún socio/amigo novohispano para alcanzar uniones más favorables
(Sánchez Rubio y Testón 2005: 91-117). En lo que respecta específicamente a los
vidrieros, resultó bastante complicado seguir el complejo entramado de las relaciones
396
interpersonales y solo con Claudio Francisco Troncoso se recuperó parte de la trama
novohispana, evidenciada por las sucesivas uniones a mujeres criollas que estuvieron
íntimamente asociadas con un vidriero local, claramente su punto de conexión.
Fuera de esos núcleos, se mantuvo una cierta oposición entre criollos y
europeos, bastante atenuada por la quiebra de las inmigraciones. Los conflictos fueron
puntuales pero la manera en cómo se diseñaron estuvo, en parte, condicionada por los
cambios ocasionados por la crisis de la administración imperial. La menor influencia
de las autoridades centrales en el Virreinato en detraimiento de los poderes locales y
el progresivo empoderamiento de los criollos en los oficios vendibles provocó nuevos
equilibrios sociales que repercutieron en las dinámicas del crecimiento vidriero. Pero
¿hasta qué punto ellas supusieron la formación de facciones opuestas?
A simple vista la nueva coyuntura colocó a un extremo los especialistas
europeos y la administración central, representados en América en la figura del virrey,
y del otro lado a los españoles "naturales de la tierra". Esto porque para viajar a
Nueva España todos los vidrieros europeos dependieron del deseo Real y de la Casa
de la Contratación para que se emitiera un orden y un pase a su nombre. Pero una vez
ahí, con la connivencia del poder central, ellos tuvieron que afrontar las estrategias
diseñadas por las organizaciones locales, como el cabildo. Entre sus competencias se
incluían, por ejemplo, la regulación del comercio y de las actividades artesanales de la
ciudad, especialmente a través de la concesión de licencias. Desde esa posición ellos
pudieron apoyar a los vidrieros más cercanos a sus intereses y frenar proyectos más
ambiciosos que estuvieran promovidos por personas de fuera, ajenas a sus redes. Por
eso, los conflictos se manifestaron cuando la instalación de un nuevo elemento no
estuvo concertada con las autoridades de la zona o con alguno de sus vidrieros.
Eso fue lo que pasó cuando Juan Gómez de Villegas se trasladó de México a
Puebla con el intento de fundar ahí un taller de loza y vidrio, entrando en directa
competencia con los artífices de las dos manufacturas de mayor prestigio en la ciudad.
El vidriero de origen español acudió al reciente sistema de oficios vendibles,
colocados a la disposición del virrey, para adquirir el título de "maestro mayor de loza
y vidrio" a cambio de cierta pecunia. La institución de este cargo revela, por si sola, la
importancia estratégica de estas dos actividades y la necesidad de colocar a gente de
confianza en la cúspide de la pirámide de mando, haciendo contrapeso a la creciente
influencia de las autoridades políticas locales y a los artífices criollos. No obstante, la
implementación del sistema de oficios vendibles se sobrepuso directamente a la
397
autoridad del cabildo, a quien competía regular la creación de nuevos
establecimientos dentro de su jurisdicción. A estos dos niveles de autoridad se
sumaron las formas de organización artesanal que evolucionaron hacia un sistema
gremial, definido a escala regional y con capacidad propia para emitir sus propias
ordenanzas, aunque luego se tuvieran que confirmar por el virrey. A pesar de que el
cabildo de cada ciudad decidiera sobre la apertura de nuevos talleres y otorgara cartas
de examen a un oficio, cobrando el respectivo impuesto, las mismas tenían que ser
validadas por las autoridades del gremio local.
En esas condiciones, nada más llegar a Puebla, Villegas tuvo que afrontar la
fuerte oposición de los vidrieros locales que, ni reconocían un título concedido al
margen de la institución del cabildo y sin el aval del gremio, ni aceptaban la creación
de un establecimiento sin que se cumplieran ciertos requisitos definidos en el estricto
ámbito del colectivo poblano. Aparte de la superposición de poderes, estaba también
en causa la disputa entre Puebla y México materializada en la lucha por que sus cartas
de examen tuvieran validez más allá del estricto ámbito regional, como señaló José
Nieto Sánchez (2018: 185-186).
El episodio puso en evidencia las contradicciones del nuevo sistema político:
al preservar las competencias anteriormente concedidas a las administraciones locales
y permitir la emergencia de renovadas formas de regulación artesanal, al margen de
ciertas autoridades políticas capacitadas para validar el desempeño de un oficio,
reconoció oficialmente la triplicación de autoridades reguladoras. Por eso Villegas
reclamó sus derechos ante el virrey, quien intervino directamente en el conflicto, no
sin antes negociar con los varios grupos de poder y hacer ciertos reajustes al plan
inicial de Villegas. Aunque se le quitara la competencia para hacer loza común y
amarilla, limitando su actividad a la producción de vidrio y loza fina, el
reconocimiento del título de Maestro Mayor le concedía ciertas ventajas e
independencia de las autoridades gremiales, sobre todo la de poder emplear a oficiales
sin que tuvieran que examinarse402. En efecto, los problemas de contraposición de
autoridades contribuirían a que nunca más se volvería a atribuir este título, aunque a
finales del siglo XVIII algunos hombres alentaran el deseo de fundar un
establecimiento dedicado a ambos sectores. En 1798 el minero José Nicolás Pérez
recibió licencia para instalar en el Real Asiento de Ibarra, en la jurisdicción de Sierra
402 AGN, Reales Cédulas Duplicadas, vol. 20, exp. 150, f. 92v-96v.
398
de Pinos (Zacatecas), una "fábrica obraje" y una "fábrica de loza" donde pretendía
hacer también vidrios. Esto se deduce de los argumentos señalados en la solicitud
presentada a las autoridades, donde destaca las excelentes condiciones de la zona para
una manufactura de loza y vidrio, especialmente por la abundancia de barros y
pedernales, posiblemente refiriéndose a las arenas vitrificables (Amara 2002: 110-
11)403.
Asimismo, Villegas disfrutó del beneplácito de las autoridades locales que, un
año después de que se le reconociera el título, recibía los derechos de media anata
sobre una merced de ocho solares que le hizo el Regimiento y Cabildo de la ciudad de
Puebla, demostrando la habilidad de este vidriero para granjearse la simpatía de los
varios escalones de la autoridad del Virreinato:
"En [la Puebla de] los ang[ele]s a veinte y nuebe de noviembre de mil y
seiscientos y sesenta y dos a[ño]s Juan gomes de Villegas vesino de esta ciu[da]d
entero lo que le toco pagar por el der[ech]o de la media anata por la mersed que se
le hizo por el Regimiento y Cabildo de ocho solares de el tebev.o y la Raçon de
asiento en el quaderno donde se hiço cargo el capp[it]an y deposi[tari]o g[enera]l
D[on] Ju[li]o de carmona tomar y teniente de alcalde mayor por eminencia de el
r[egidor]or general Don phelipe moran de la Serda que lo es en ella por su
mag[esta]d entre R[eino]s = ocho solares=
Nicolas Alvarez"404.
Más allá de la cuestión relacionada con la compra de su título de maestro, los
problemas que afrontó Villegas serían básicamente los mismos con los que se
encontraría cualquier artífice que se desplazaba de una ciudad a otra, incluso habiendo
nacido en Nueva España. En este punto, es donde se percibe que lo que estaba
verdaderamente en causa no era una lucha entre artífices criollos y peninsulares, ni
siquiera entre un bando más vinculado a los propósitos novohispanos contra otro más
asociado a la Corona, en función de los intereses específicos de cada familia405. Lo
403 El autor identifica esta licencia al interesarse sobre la complementariedad entre los obrajes y la
actividad agrícola-ganadera de las haciendas de Pinos, ofreciendo un importante dato para la
reconstitución de la vidriería novohispana en el siglo XVIII (Fuente citada: Archivo Histórico del
Estado de Zacatecas (AHEZ), Intendencia, Pinos, 1798, caja 1, exp. 32).
404 CEHM, CARSO, Vol. XIV, doc. 1.1.24-2-2.
405 Este tema clásico en los estudios sobre la sociedad novohispana ha evolucionado de una perspectiva
de un conflicto de clases para una interpretación más vinculada a la posición del individuo dentro de la
sociedad y de sus intereses particulares, no siempre coincidentes con su origen. Jonathan Israel (1980)
distingue la existencia de dos grupos opuestos: uno formado por los funcionarios virreinales, los nobles
399
que se entiende del análisis de los conflictos generados en el seno del sector vidriero
es que, sin un grupo capaz de extender sus tentáculos por todo el Virreinato y
pronunciarse en una sola voz, las oposiciones fueron esencialmente entre "los de
aquí", de una ciudad, y los "otros" de afuera, de otras partes del Virreinato, de
América, de Asia o de Europa.
Aunque existieron situaciones en las que "los de ahí" fomentaron sus vínculos
con la metrópolis al casar sus hijos con parientes o socios europeos, y europeos que se
beneficiaron de la vigencia de autoridades sobrepuestas para valer sus provechos, eso
no significó necesariamente una alianza política con la Corona. Durante este período
el monarca tomó medidas contrarias a los intereses expansionistas de los vidrieros que
trabajaron en Nueva España y limitó las posibilidades de exportación hacía uno de sus
principales mercados consumidores en el exterior durante el siglo anterior. Eso afectó
indistintamente a europeos y criollos con lazos en el Viejo Mundo, resultando poco
probable que cualquier vidriero apoyara tales iniciativas. Independientemente del
local donde nacieran o de las redes familiares a las que se asociaran, el
posicionamiento político-económico no variaría mucho entre estos artífices.
Llegados a este punto, consideramos de gran importancia tratar del papel de
las mujeres en el sector vidriero. Como se ha señalado antes, la consolidación del
sector se basó en ceremonias matrimoniales que tuvieron por protagonistas así
hombres como mujeres. Partiendo de este enfoque se logran recuperar varios de los
ámbitos de participación de las mujeres en la vidriería novohispanas.
Las consideraciones de Fernand Braudel (1984) sobre el poder de la familia
como garantía de confianza y reciprocidad entre comerciantes, lanzan una nueva
perspectiva de interpretación sobre las alianzas matrimoniales entre las hijas de los
vidrieros novohispanos y los especialistas europeos. Una vez en América, estos
profesionales tenían un acceso limitado a ciertos productos importados pero, sobre
todo, a las últimas novedades que se iban gestando en diversas ciudades de Europa.
En ese aspecto, las uniones matrimoniales lograban quebrar la distancia y generar la
confianza necesaria para romper el enorme secreto en que se mantenían las fórmulas.
En tales casos, se mejoraba la calidad del producto y se alcanzaba una mayor
competitividad en el mercado de distribución, sin comprometer la difusión de los
naturales y los frailes mendicantes (con excepción de los jesuitas); y el segundo conformado por
terratenientes criollos, los cabildos y el clero secular.
400
conocimientos en el arte vidriero más allá del estricto entorno de la familia, a quien
competía guardar la mayor confidencialidad para seguir perpetuando el éxito del
negocio. Tales dinámicas podrían estar detrás de las sucesivas uniones de Claudio
Francisco Troncoso con mujeres pertenecientes de diferentes Casas de vidrieros
novohispanos, como veremos.
En ocasiones, las uniones matrimoniales pudieron generar una diversificación
del tipo de piezas manufacturadas en el taller, cuando cada uno de los núcleos
familiares que se juntaban en ese casamiento se dedicaba a un nicho de producción
distinto, aportando así la incorporación de una nueva especialidad, o otras formas de
hacer el producto con mayor calidad. Eso se percibe claramente en el análisis de las
alianzas matrimoniales generadas a través de las mujeres de apellido Solís (Diagrama
2) y (Diagrama 3).
La idea de "empresa familiar" requiere pensar sobe el significado que tenía
entonces. Aunque en la teoría existía una concepción binaria de la familia, que
asociaba las mujeres a las cuestiones morales y emotivas, mientras situaba al hombre
con los ámbitos de la razón y de la economía, la realidad fue bastante más compleja.
Los aspectos señalados justificaban circunscribir la actividad de la mujer al ámbito
doméstico y conceder al hombre la vida pública y el trabajo fuera de casa. Sin
embargo, como apuntan algunos autores, esos temas se entrecruzaban en las
relaciones empresariales. Al tener un carácter eminentemente familiar, el taller
constituía una extensión de la Casa donde cabía a la mujer arbitrar sobre el buen
gobierno de los asuntos y dineros domésticos406. En ese sentido, la autoridad moral de
la mujer legitimaba su participación como consejera de su esposo en las cuestiones
que se planteaban en la gestión del negocio. Al margen de su capacidad para conocer
y ponderar asertivamente sobre la manera de conducir un taller o influir en su marido,
las mujeres aportaron el capital de su dote a las reservas económicas domésticas que,
en ocasiones de penuria, podrían usarse para invertir o salvar la empresa.
Aunque no fuera posible rescatar esas injerencias de las mujeres en los talleres
de vidrio, se sabe que tenían permitido trabajar en la producción de vidriado y,
eventualmente también de objetos de vidrio. Los estatutos del gremio de loceros de
406 Como queda de manifiesto en la apología de la "perfecta casada" de fray Luis de León que se
imprimió por primera vez en 1583 y se utilizaba como regalo de boda en España hasta hace muy poco
tiempo (León 1992).
401
Puebla, de 1653, y después también en los de México, de 1681, contemplaban su
incorporación bajo ciertas circunstancias:
"6/a. Ítem: Que la viuda de cualquier maestro pueda usar el oficio de que su
marido fue examinado, con oficiales, sin que en ello se les ponga impedimento; y
el hijo del maestro lo pueda usar tres años sin examen, con que pasados se
examine." (Cervantes 1939: 23).
Este dato requiere plantear el papel de las mujeres como artífices del vidrio y
transmisoras de las fórmulas que venían desarrollando sus ancestros, aspecto que ha
sido reiteradamente ignorado en los estudios sobre la evolución de la vidriería,
particularmente la novohispana. Esta nueva perspectiva concede aún mayor peso a las
mujeres en las uniones matrimoniales con hombres vidrieros, otorgándoles un papel
activo en esas dinámicas y en el devenir de los negocios de su Casa.
Claramente, la capacidad de injerencia que ellas tuvieron fue mucho más allá
de los lazos de afinidad con especialistas que eventualmente se tradujera en una nueva
rama de la vidriería para el taller de su familia. En el nuevo núcleo familiar que
conformaba, ella pudo ser precursora de otras maneras de hacer vidrio que resultaran
de un intercambio de conocimientos en el espacio de trabajo o en la intimidad del
hogar. Aunque la documentación no preserve ningún nombre de una maestra vidriera,
es evidente que ellas trabajaron en los hornos de vidrio y por eso pudieron asumir el
oficio en que había sido examinado su marido, sin riesgo de no conocer o hacer bien
el trabajo. En ese ámbito, pudieran incluso ser las autoras de ciertos experimentos.
Durante este período se desconoce si alguna mujer gestionó un horno o taller
de vidrio pero se tiene noticia de que algunas tuvieron hornos de vidrio en propiedad.
El primer caso conocido data de 1735, y se trata de Micaela Geronima
Becerra/Bezerra quien invirtió personalmente en la producción vidriera, negociando
directamente el traspaso de un horno que tenía el mercader Miguel de Iceto/Izeto407.
Por entonces su marido, Joseph Cantero, se encontraba ausente de esa Corte hacía
varios años, lo que le permitía invocar esa situación para realizar negocios por cuenta
propia. Sería interesante percibir si sus ancestros o el esposo se dedicaron al sector y
si ella actuó como maestra haciendo objetos de vidrio. Su apellido se corresponde con
el de dos vidrieros del candil. Uno de ellos fue Diego Becerra, que en 1642 pagó una
407 AGN, Civil, vol. 350, exp. 2.
402
deuda de su hermano Joseph Becerra, para sacarlo de la cárcel, pero se desconoce su
oficio408. El otro era Francisco Bezerra, quien participó como testigo del matrimonio
entre Antonio Beserra y Geronima de Torres, en 1634409. La coincidencia de los
nombres propios de ambas mujeres y la costumbre de bautizar a los hijos con el
mismo nombre de los padres, que existía en algunas familias, es bastante sugerente.
Esto instiga a futuras investigaciones a fin de determinar la viabilidad de asumir la
continuidad de esta Casa de vidrieros hasta el siglo XVIII y que, en algún momento,
eso se hizo mediante la transmisión del oficio/negocio a las hijas.
Respecto a la posibilidad de que ejerciera trabajos de vidriería, las hojas de los
gastos semanales anexadas al expediente indican que ahí trabajaron permanentemente
dos oficiales, tres mozos, un hornero y un esclavo. A partir de determinado momento
uno de los oficiales alcanzó el título de maestro y se le pagó como tal, pero hasta
entonces no hay ninguna referencia alguna persona que desempeñara tales funciones.
Eso podría indicar que Micaela Geronima las asumiera particularmente, disfrutando
de una situación semejante a la de la viuda, pues estaba habilitada para asumir las
funciones de su marido en el estricto entorno laboral, aunque para poder ejercer las
funciones de un maestro vidriero necesitaría trabajar en colaboración con oficiales,
que de facto tenía empleados en su horno.
Por el momento, no se ha rescatado más información sobre esta mujer o la
localización del horno en cuestión. Este perteneció a Francisco Díaz Serrano hasta
1728 y a partir de esa fecha a Miguel de Iceto, hasta pasar a manos de Micaela
Geronima, indicando que, aunque pudiera haber nacido en una familia de vidrieros y
conocer el oficio, no había heredado el taller de sus ancestros410. A pesar de los pocos
datos disponibles sobre el origen de Micaela Geronima, los detalles del expediente
nos facilitan una serie de informaciones acerca de algunos elementos estructurales del
horno de vidrio y de los enseres empleados en esas labores. Sobre esos asuntos nos
detendremos en el capítulo 6 dedicado a los aspectos técnicos de la producción de
vidrio novohispano. Por el momento cabe decir que ahí se producían vidrieras, frascos
y seguramente también cuentas, dada la presencia de un "molde de almendras" y de
"un molde de canal y otro de rodadillos" que podrían emplearse para hacer cañas de
vidrio para obtener cuentas o eventualmente placas de vidrio plano.
408 AGNotDF, Fondo Antiguo, siglo XVII. Notario Hernando Arauz, 8 de agosto de 1642, Protocolos
IV, vol. 9, f. 440v-441v.
409 AGN, Matrimonios, vol. 137, exp. 14.
410 AGN, Civil, vol. 350, exp. 2.
403
El siguiente ejemplo nos remite a la segunda mitad del siglo XVIII, más
concretamente al año de 1766, cuando Marcia Luisa de Arana se vio involucrada en
una causa civil motivada por el incumplimiento de los plazos establecidos para la
entrega de unas botellas de vidrio blanco que le había encargado y pagado por
adelantado Beltrán Sopeña411. Ella no solo era la dueña del horno de vidrio situado en
el Puente Colorada, sino que gestionaba los negocios y por eso debería responder por
dicha falta que le había ocasionado a Beltrán la pérdida de toda su producción de
licor, por no tener donde almacenarlo.
Gracias al estudio de Rubio Mañé se ha situado este horno con cierta precisión
(Fig. 94). El autor empadrona a Lorenzo de Castañeda en el G20, indicando que vivía
en el "Puente Colorada" (Rubio Mañé 1966: 197). Su casa se encontraba en la cuadra
que iba desde la Puerta de la Aduana Vieja (G14) hasta la esquina de la Calle del
Arco (G36) que seguía después hasta la esquina de San Agustín (G48), donde estaría
el horno de Marcia Luisa de Arana. Por otra parte, empadronó a Antonio Carranco en
el G22, afirmando que "Vivía en "la Puente de Curtidores" mientras que su viuda, que
murió el 31 de agosto de 1728, "vivía en el Hornillo" (Rubio Mañé 1966: 198). Con
casi toda la seguridad el topónimo se correspondía con la presencia de un horno,
eventualmente de vidrio. Dicha calle (G380) se situaba entre el puente de San
Francisco a San Diego (G374) y la Calle de la Merced (Rubio Mañé 1966), un barrio
donde se registraron varios vidrieros.
Lo curioso del expediente de esta mujer es que, cuando fue llamada a declarar,
afirmó "no hacer aclaraciones, no ser testigo ni hablar por ser muger casada y no estar
permitido hacerlo sin previa autorización de su marido", lo que indica que también las
mujeres casadas lograron tener hornos de vidrios en propiedad, aunque no se pueda
asegurar que trabajaran ahí412. En todo caso, los datos aportados requieren plantear la
idea de que las mujeres fueron excluidas de los negocios, particularmente en los que
se relacionaron a la producción de vidrio. También que posiblemente sus gustos y
perspicacia para evaluar el mercado actuaron sobre la evolución estética y en las
formas de las producciones novohispanas. Quizás aún más importante es que ellas
pudieran estar directamente involucradas en los procesos de evolución técnica de esas
piezas de vidrio. Si se considera que el gremio de vidrio y loza les negaba el título de
maestra hasta que se quedaban viudas, sin necesidad de examinarse, es muy posible
411 AGN, Civil, vol. 10, exp. 27.
412 AGN, Civil, vol. 10, exp. 27.
404
que sus agencias se ocultaran bajo esas estructuras formales que no se
corresponderían con la práctica cotidiana.
Desafortunadamente, no se ha recuperado la red familiar de Marcia Luisa o
eventuales asociaciones con otros vidrieros pero, unos años antes, en 1734, el maestro
vidriero Manuel Rivera, pardo libre, arrendó en la misma Calle del Puente Colorado
una casa y horno que pertenecía al bachiller Francisco Lorenzo Mucientes,
administrador de las obras pías del gremio de platería413. Eso puede indicar que en ese
barrio existían varios hornos de vidrio o que, en el caso de tratarse del mismo local,
ambos fueran parientes.
Finalmente, se han constatado situaciones en que el apellido de la madre
prevaleció sobre el del padre, asumiéndose como parte importante de la identidad del
hijo que optó por seguir la profesión de su familia materna. Eso se observa en los
León, cuyo apellido asociaría sus miembros a una tradición y al prestigio que ella
acaecía y que, por lo tanto, no debería omitirse en la presentación pública del
individuo. Lo que queda por averiguar es si las mujeres León desempeñaran labores
de vidriería en la los negocios de sus Casas.
4.3.1.2. EL TALLER Y LAS RELACIONES LABORALES ENTRE DIFERENTES
ACTORES/GRUPOS SOCIALES
Los hornos de vidrio novohispano fueron espacios de convivencia entre
cuerpos físicos, sociales y laborales muy disímiles, conectados entre si por afinidades
de naturaleza distinta. Si el color de la piel era el referente para clasificar a alguien
dentro de una "casta", el origen de la persona establecía una diferencia social entre la
clase de privilegiados y otra con derechos circunscritos. En el estricto ámbito laboral,
ambos factores se conjugaron para determinar hasta dónde un trabajador podría
aspirar llegar en la escala de especialización en la producción del vidrio.
Como ya se mencionó, la evolución de la sociedad novohispana incluyó a
europeos y criollos que controlaron el sector desde una posición privilegiada. Además
de estos dos grupos, existieron también "indios", "negros", "chinos", así como toda
una serie de personas de rangos intermedios que habían nacido de uniones mestizas y
que colaboraron en varias etapas de la producción de vidrio en la condición de
413 AGN, Civil, vol. 20, exp. 44.
405
esclavos o asalariados. Por ese motivo se vuelve importante explorar su participación
en el sector vidriero y percibir los márgenes de actuación de cada uno de esos
colectivos.
Antes de adentrarnos en el tema, cabe expresar las dificultades de
interpretación de las fuentes. Lejos de transmitir una imagen fidedigna de la sociedad,
la clasificación empleada por las autoridades religiosas y civiles para referirse a cada
persona se basó esencialmente en la apariencia. Como consecuencia, el sistema fue
hábilmente burlado por aquellos que se encontraban en un escalafón inferior. Esto nos
conduce al trabajo de Jesús Cosamalón (2017) sobre las comunidades negras del Perú
del siglo XIX, quienes lograron transformar su aspecto y disimular ciertas señas
físicas mediante un cambio de ropas o de condición laboral para ser percibidos de
manera distinta y subir de rango. Es posible que se emplearan estrategias similares en
la Nueva España desde épocas muy tempranas, que justificarían las incongruencias
señaladas por Cecilia Rabell (1990), Andrés Lira y Luís Muro (1977: 83-181) en sus
análisis de la población virreinal.
Los aspectos señalados ponen en evidencia la imprecisión de las fuentes y la
necesidad de percibir la información sobre el rango de algunos individuos como una
expresión de su apariencia física y social, más que una filiación étnica de carácter
biológico. En efecto, ese concepto tardaría siglos en surgir y hoy día se encuentra ya
perfectamente obsoleto, por lo que no es nuestro objetivo buscar cualquier relación
entre uno y otro. En este trabajo se parte del principio que las categorías con que los
individuos fueron clasificados en las fuentes constituían la realidad operativa de ese
momento, por lo tanto era en ese marco en el que se desarrollaban sus relaciones
sociales y laborales, aunque eso cambiara a lo largo de la vida de una persona.
En lo que concierne a la población aborigen, el sistema virreinal permitía
diferentes encuadramientos laborales en el sector vidriero. Aparentemente los
vidrieros españoles pudieron emplear legítimamente el repartimiento de mano de obra
indígena para colaborar en sus labores, pero no hemos encontrado evidencias
explícitas de ello en la documentación analizada. Sobre la encomienda, esta fue
extinguida en 1542, cuando se publicaron las Leyes Nuevas y se determinó que las
que seguían vigentes deberían cesar en las personas que aún la mantenían,
imposibilitándose de trasladarlas a sus hijos. Eso significa que, durante este período,
muy pocos españoles disfrutaban aún de ese privilegio, que tampoco se logró
identificar entre los vidrieros.
406
Excluidas estas dos formas de trabajo, cabe explorar sus posibilidades para
colaborar en el sector como asalariado. Esas labores estarían reguladas por las
asociaciones de profesionales, normalmente el gremio, pero la información disponible
dejada por estos colectivos de vidrieros es muy escasa. Como se profundizará más
adelante, cada ciudad formó sus propios gremios y no existió una unidad a nivel
territorial. Por el momento, se sabe que en la Puebla de los Ángeles y en México los
vidrieros se unieron a los loceros: al contrario de lo que sucedía en la primera ciudad,
en las disposiciones del gremio mexicano no se menciona expresamente que los
indígenas no pudieran acceder a ninguno de los cargos de la escala profesional.
Asimismo, es posible pensar que ellos disfrutaran de un estatuto similar al de los
"negros" y "mulatos", quienes lograron penetrar en algunos cargos más bajos.
Sin que la oficialidad permitiera que los sectores sociales no privilegiados
asumieran un papel preponderante entre los principales núcleos de poder, los
indígenas tuvieron una función particular en la historia de la vidriería novohispana.
Asimismo habrá que tener presente que la práctica no siempre fue tan rígida como
determinaba la norma instituida y, a pesar de que no existan pruebas contundentes
sobre su colaboración en el interior de los talleres de vidrio, ellos participaran de la
escala de producción vidriera, desempeñando un papel clave como mano de obra en la
recolección de hierba barrilla.
La participación esclava en el sector no es fácil de cuantificar a causa de los
escasos registros sobre la organización de un horno de vidrio. Las escasas referencias
sobre el recurso a este tipo de mano de obra sugiere que en la Nueva España no
alcanzó la importancia que tuvo, por ejemplo, en los obrajes iqueños del Perú414. El
trabajo de Gabriela Ramos (1989) sobre las haciendas jesuitas de Ica o las
investigaciones centradas en el estudio de la población de origen negra y esclava
(Arrelucea 2004: 256) plasman un escenario donde ese grupo tuvo un papel activo en
el sector. En contrapartida, resulta complicado determinar las características de ese
grupo laboral y los grupos étnicos que lo compusieron en la Nueva España. Ante la
falta de elementos, se intuye su participación a través de los límites establecidos por la
legalidad.
En teoría, la esclavitud indígena estuvo prohibida por ley pero varios estudios
demuestran que esta fue una práctica corriente, sobre todo en las haciendas, y que
414 El único esclavo que encontramos fue el que trabajó en el horno de Micaela Becerra, ya en el siglo
XVIII (AGN, Civil, vol. 350, exp. 2).
407
solo a partir de 1672 se crearon leyes más rígidas (Bernand 2001; García Añoveros
2000: 57-84; Konetzke 1953 II-2: 627; Oropeza 2007: 128). Sucedió también que
algunos individuos, por motivo de deudas, se colocaron al servicio de otra persona en
condiciones similares a las de un esclavo. Ese tipo de "contrato" se registraba
normalmente ante notario y establecía que, por un período circunscrito, se le
concedería un determinado sueldo que sería directamente percibido por su acreedor
hasta liquidar el valor del préstamo. Cabe recordar que eso fue válido para los
"indios" y también para los "españoles", como se entiende del caso del "español,
natural de Mesina en los reinos de Sicilia", Agustín Ramírez, que en 1600 negocia su
deuda con el vidriero Jaime del Valle, después de que fuera encarcelado415.
La mayoría de los esclavos que trabajaron al servicio de maestros vidrieros
"españoles" serían originarios de diferentes regiones de África416 y eventualmente
también de Asia, que pudieron llegar desde Europa y disponer de conocimientos
previos en el arte del vidrio, como de hecho se ha verificado en Perú417. Si a los
primeros se les denominó normalmente como "negros", "negros bozales" o "mulatos",
para referirse a los segundos el término más adecuado sería el de "chino".
En los últimos años hubo una tendencia general de la historiografía mexicana
y española para detenerse en temas relacionados con el Galeón de Manila, motivando
la realización de algunos estudios sobre el flujo de asiáticos hacia el Virreinato. El
interés de muchos de esos investigadores fue el de buscar los orígenes de los
achinados y chinoiseries novohispanos, procurando una asociación entre las
creaciones locales y la residencia de población de origen asiático que fuera capaz de
influir en las técnicas empleadas en América. Más allá de esa problemática concreta,
algunos autores se enfocaron específicamente en este sector de la población para
conceder una visión más amplia de la circulación e integración de diferentes grupos
asiáticos en la sociedad novohispana que nos dan cuenta de su enorme diversidad y
complejidad (Bauzon 1980: 77-85; Carrillo 2011: 1-19, 2014: 81-98; González
415 AGNotDF, Fondo Antiguo siglo XVII. Notario Juan Pérez de Rivera, 6 de marzo de 1600,
"concierto de aprendizaje, servicio y curaduría", vol. 3357, f. 72v-74r.
416 Sobre la población de origen africano en Nueva España véanse Martínez Montiel 1994 y Aguirre
Beltrán 1972.
417 La importación de esclavos calificados fue fundamental para la implementación de los primeros
hornos en Ica, en las primeras décadas del siglo XVII. Según la historiadora Gabriela Ramos (1989:
72), Pedro de la Barrera habría traído algunos de ellos desde Sevilla, expresamente para trabajar en sus
talleres de vidrio.
408
Claverán 1989: 523-532; Israel 2005; León-Portilla 1981: 215-241; Machuca 2007: 1-
10; Oropeza 2011: 5-57; Seijas 2014)418.
La incorporación de esclavos asiáticos al trabajo doméstico en la Nueva
España se remonta al siglo XVI, más concretamente al año de 1540, cuando el primer
obispo de México, Juan de Zumárraga, se trasladó allí con uno que era originario de
Calicute (India) (García Icazbalceta 1952: 221). Eso sucedió antes de que Urdaneta
descubriera la ruta del tornaviaje (1565) o de la conquista española de Manila (1571),
en una época en que los españoles los solían comprar a los portugueses419. Con la
inauguración de la ruta del galeón esos flujos aumentaron y en esos barcos viajaron
algunas personas originarias de diferentes partes de la Asia para trabajar como
esclavas en América. Se supone que a partir de los años 80 del siglo XVI se prohibió
la esclavitud de indígenas filipinos, que como súbditos de la Corona entraban en la
categoría de "indios chinos"420 (Calvo 1983: 533-547; García-Abásolo 2011a: 117-
145, 2011b: 223-242; González Claverán 1989: 531; Zavala 1967: 228). Según
Déborah Oropeza (2011: 5-57), entre los naturales de la "India portuguesa", de
"Japón", "Java", "China", "Papúa" y "Brunei", que desembarcaban en Acapulco,
llegaron también esclavos africanos en esos mismos barcos.
Atendiendo a lo anterior, resulta complicado asegurar el origen asiático del
esclavo "chino", llamado Francisco Pinto, sin saber exactamente su etnia o su ciudad
natal. Su adjetivación de "chino" indica que, en el caso de haber nacido en Asia, eso
sucedió fuera de los dominios de la Corona y que, por lo tanto, no existía ningún
impedimento legal en hacerlo esclavo.
Además de denunciar una proveniencia asiática, la palabra "chino" se empleó
con otros significados. A lo largo del siglo XVI, sirvió para referirse tanto a los
nativos como a los mestizos (Vázquez 2000: 123-150) y fue una de las categorías
contempladas por el sistema de castas. Pero, incluso en ese contexto específico, el
término no tuvo una única acepción. El trabajo de María Concepción García Sáiz
(1989: 27-47) analiza las pinturas de castas del siglo XVIII y demuestra que
418 Sobre la influencia asiática en la producción artística novohispana asociada a la presencia de nativos
han trabajado Julieta Ávila Hernández (1997), José María Salutan Luego (1996) y Thomás Calvo
(1983: 533- 547).
419 Desde 1510 los comerciantes lusos venían introduciendo en Europa esclavos originarios de sus
posesiones asiáticas (Cortés Alonso 1964: 61 y 428).
420 Como fue el caso de Baltasar "chino, muchacho ladino, natural de las islas Filipinas, de la
Panpanga, que en 1604 tenía 15 años de edad (AGNotDF, Fondo Antiguo siglo XVII. Escribano Juan
Pérez de Rivera, 7 de abril de 1604, "concierto de servicio y curaduría", vol. 3357, f. 199v-199r).
409
diferentes artistas identificaron con ese nombre a la persona que nacía de la unión de
"español con morisca", de "lobo y negra", de "lobo e india", de "mulato e india", de
"coyote y mulata" o de "chamicoyote e india", empleándose aún la expresión de
"chino albarazado" para el producto de la unión entre "barcino y mulata" o el de
"china cambuja" para la hija de un "negro e india". Si este complejo sistema
taxonómico plasmó la curiosidad "científica" de la Ilustración, es posible que sus
raíces se encuentren en este período. Según Gonzalo Aguirre Beltrán (1972), durante
los siglos XVI y XVII, en la ciudad de Puebla también se llamó "chino" a los hijos de
"negros" con "indias", coincidiendo con la designación de "chino cambujo" empleada
posteriormente421.
El carácter variable y mutable del lenguaje traducen una realidad bastante
compleja. Los intentos de sistematizar la diversidad étnica de las sociedades
americanas no logró establecer un método uniforme que es la prueba más contundente
de su fracaso en la práctica cotidiana. Las designaciones predeterminadas se
confundieron constantemente para aplicarse a los individuos que cumplían con el
fenotipo a que cada uno de esos términos remitía. Por eso, ni todos los "chinos"
fueron asiáticos, ni todos los "negros" y "mulatos" tenían realmente un origen
africano, como comprobó Déborah Oropeza (2007: 20-21, 43, 70) en su tesis de
doctorado sobre la comunidad de chinos en Nueva España.
Al contrario de lo que sostiene Miguel Ángel Fernández (1990: 68), nos
parece poco probable que la adjetivación del esclavo Francisco Pinto como "chino"
aludiera al sistema de castas, sobre todo porque la mayoría de la documentación no
alcanza a mencionar ese tipo de "variantes" intermedias representadas en la pintura
del siglo XVIII. Como mucho, se admite que se refiriese a un "mulato", ya que fue
con esa acepción que se utilizó también el vocablo en esa época, además de
"indígena", que supuestamente no podían ser esclavizados422.
421 Es precisamente esa acepción como descendiente de nativos americanos y africanos que habrá
originado el uso de expresiones como "indio chino", con la que se describió a Domingo. A tenía 24
años y se consideraba un menos para efectos legales. Por eso tuvo que pedir autorización para
"asentarse por Simón Matoso", otorgándosele escritura mediante la cual se ponía a su servicio durante
dos años, en los que trabajaría vendiendo ropa de China en la plaza y tianguis de México y en los
demás lugares que le mandase, pagándole 6 pesos de oro común cada mes y dándole cama y casa.
(AGNotDF, Fondo Antiguo siglo XVII. Escribano Juan Pérez de Rivera, 24 de enero de 1591,
"concierto de servicio y curaduría", vol. 3353, f. 491v-491r).
422 En efecto, en algunos documentos aparece la expresión de "chino amulatado" como se describió al
esclavo Lorenzo de Castajabo (AGNotDF, Fondo Antiguo siglo XVII. Escribano Luis de Basurto, 20
de abril de 1594, "poder especial", vol. 20, f. 142v-144v).
410
Independientemente del origen de este esclavo, lo más probable es que fuera
adquirido ya en México, por Isabel Pérez Maxado, y después cedido a Don Francisco
Ochoa de Vazauri a causa de una deuda. Las cláusulas del contracto le permitieron
"(...) poner servicio, o a oficio a Francisco Pinto Chino su esclavo [de Isabel] con
las personas y maestros que le paresiere o a jornal y lo venda de contado o fiado y
todo sea por el tiempo precio y forma que le pareçiere resiviendo asi los jornales
como su balor." 423.
Así se colocó en la dependencia del vidriero Claudio Francisco Troncoso por
el período de un año, estableciéndose como pago la cuantía de ocho pesos al mes, los
mismos que serían descontados de la deuda de Isabel. Al valor de su sueldo, percibido
directamente por Ochoa, se sumó la obligación del vidriero a tratarlo bien, vestirlo y
darle de comer. Eso no supuso un contrato de exclusividad y que Ochoa no siguiera
disponiendo de su trabajo a título personal o rentándolo a terceros. Tampoco que
Francisco Pinto estuviera obligado a residir en la casa de Claudio y eventualmente
abandonar la suya donde viviría con su familia. De acuerdo a las condiciones del
documento registrado ante notario, el esclavo quedaba obligado a estar
"(...) en su cassa y cervicio acudiendo a todo lo que le hordenare" pero, "como de
hordinario anda el dicho esclavo curandole [a Claudio] en sus enfermedades como
no passen de quinçe dias", se estableció una cláusula mediante la cual se afirma
que Francisco Pinto "no se irá ni ausentará de la cassa y servicio del dicho
Claudio Francisco y si se aussentare lo a de poder sacar de la parte y lugar donde
estubiere y apremiarlo a que cumpla esta escritura."424.
Aunque Francisco Pinto pudiera trabajar en el "taller de anteojos y otras cosas
de vidrio y carey" de Claudio, su cometido principal era el de prestar servicio y no
oficio, practicando labores de curación que resultarían más próximas de la de
curandero que de médico para la mayoría de la sociedad contemporánea. En la
práctica, Claudio Francisco estaba impedido de enseñarle su oficio pero ¿conocería él
423 Este poder otorgado por Isabel Perez Maxado a Don Francisco Ochoa aparece transcrito y citado
respectivamente en los trabajos de Miguel Ángel Fernández (1990: 230-232) y de José Peralta
Rodríguez (2005: 7-44). Fuente citada: AGNotDF, Fondo Antiguo siglo XVII. Notario Molina y
Guerra Martín, 24 de agosto de 1652, "poder", vol.?, f. ?.
424 Este poder otorgado por Isabel Perez Maxado a Don Francisco Ochoa aparece transcrito y citado
respectivamente en los trabajos de Miguel Ángel Fernández (1990: 230-232) y de José Peralta
Rodríguez (2005: 7-44). Fuente citada: AGNotDF, Fondo Antiguo siglo XVII. Notario Molina y
Guerra Martín, 24 de agosto de 1652, "poder", vol.?, f. ?.
411
también el arte de hacer el vidrio graduado de acuerdo a las fórmulas asiáticas y los
aplicaría en la Ciudad de México? Aunque por el momento no se pueda hacer una
asociación directa entre Francisco Pinto y el trabajo esclavo de origen asiático en los
talleres de vidrio graduado novohispano, esta cuestión es bastante importante ya que
los anteojos fueron un producto recurrente en las importaciones desde Manila, sobre
todo a partir del siglo XVIII. Por mencionar apenas algún ejemplo, en el año de 1736
ellos eran vendidos a 4 pesos el millar:
"Año de 1736. En la Ciudad de Manila en treinta de Junio de mil setecientos
treinta y seis años ante Los Señores Licenciado Don Joseph Ygnacio de Arzadum
y Revolledo del Consejo de su Magestad su oydor Fiscal de a Real Audiencia de
estas Yslas Filipinas Super Yntendente de la Carga de los Galeones de su carrera,
y Jueces oficiales Reales de la Real Hacienda de ellas, los Generales Don
Domingo Antonio de Otero Vermudez, Alferes Real de esta Noble Ciudad, y Don
Gregorio Padilla y Escalante vecino de ella Abaluadores nombrados por su
Comercio para el precio de los Generos y Mercaderias que se hande cargar en los
Pataches Capitana Nuestra Señora de Cobadonga y Almiranta Nuestra Señora del
Pilar de Zaragosa que este presente año se despacha al Reyno de la Nueva España
con el Real situado de estas dichas yslas en conformidad de lo manado por dichos
señores en los Autos antecedentes dijeron que se arreglase a lo que su Magestad
previene por sus Reales Cedulas apreciaban, y abaluaban dichas Mercaderias para
la carga de los referidos Pataches en la forma siguiente": "Anteojos de vidrios a
quatro pesos millar."425.
El valor señalado de 4 pesos parece corresponder al coste que tenían esos
géneros en Manila, como consta de un informe sobre el precio al que se vendían las
diferentes mercancías exportadas hacia la Nueva España426. Según pudimos averiguar,
los anteojos venían concretamente de la China:
"Mapa General de todos los generos que de antes venian de los Imperios de China
y Japon al Comercio de estas Islas para llevar al Reino de la Nueva Spaña con
expresion de precio que cada cosa ttenia; e igualmentte de todos los generos de
dichos Imperios que al presentte vienen [1770], y no se trahian en el año de mill
settecientos ttreinta y seis":
"generos del Imperio de China que venian en el año de 1736 a estas islas y
al presente no vienen:
425 AGI, Filipinas, 967, f. 46v-47v.
426 AGI, Filipinas, 967, f. 53v-55r.
412
• Millar de anteojos de vidrio V[alor] 004 P[esos]."427
En 1770 no llegaron anteojos de vidrio pero unos años más tarde aparecen de
nuevo entre la carga de distintos galeones, entre los avalúos anuales hechos en 1791 y
en los quincenales del año de 1795428. Eso demuestra que el flujo pudo no ser regular
pero los envíos nunca dejaron de practicarse ante la emergencia de la especialidad en
el territorio. Una vez en Nueva España esas piezas conocieron un amplia difusión,
habiendo merecido ya el interés de algunos investigadores como José Peralta
Rodríguez (2005: 6-44), A. Sampedro (2011: 234-235), Rolando Hugo Neri-Vela y
Rolando Antonio Neri-Aguirre (2011: 222-226). Personalmente, y a lo largo de la
investigación archivística, las hemos encontrado a la venta en tiendas no
especializadas, como la que tenía Melchor de Barandiaran en Taxco (1794)429, y
también solicitadas por encargo, como en el caso del cura Juan Nentuig de la misión
de "Guasabas"430.
A la par de la mano de obra esclava, durante el siglo XVII se asistió al
desarrollo del contrato asalariado en sustitución de esa forma de trabajo y del
repartimiento indígena, fomentado por una fuerte demanda de trabajadores en las
zonas mineras (Chiaramonte 1981: 561-604; Río 1979; Verlinden 1970: 225-246). Es
viable pensar que esas dinámicas de contratación se extendieran a la producción
vidriera, lo cual justificaría las pocas referencias acerca del recurso a esclavos en los
talleres novohispanos desde época muy temprana y no solo a finales del Virreinato,
como observó Miguel Ángel Fernández (1990: 70).
Tal vez fuera ya como jornaleros que algunos "indios" y "negros" se sumaron
al cuerpo de vidrieros "españoles". Juan de Casares sería uno de ellos, haciendo
cuestión de definirse como "vidriero" y "mulato libre" cuando prestó declaraciones en
Toluca, con ocasión del casamiento entre Francisco de León y Ana Sánchez de
Ayllon, en el año de 1635. Por entonces vivía al barrio de San Pablo, en casa de su
427 AGI, Filipinas, 967, s.f.
428 En 1791 aparecen "Anteojos con sus caxitas de Zapa a seis granos" de lo que se entiende que eran
vendidos dentro de su estuche (AGI, Filipinas, 955, f. 111v). Ya en el año de 1795, su precio sufre una
inflación y valían los "Anteojos con sus cajitas de Lapa á medio real uno" (AGI, Filipinas, 956, f. 16v).
429 AGI, Consulado, vol. 143, exp. 2, f. 226v.
430 Se referiría a la misión de Huásabas, en el noreste de Sonora (AGN, Indiferente Virreinal, vol. 4957,
exp. 85, f. 1v-1r).
413
padre Marcos de Casares, cuyo oficio se desconoce 431 . Este caso es bastante
interesante, revelando que los grupos privilegiados no fueron los únicos que
dominaron las fórmulas de vidrio y ostentaron el título de vidriero, aunque
seguramente fuera un oficial y no maestro. Fuera de ese ámbito, e
independientemente de su "casta" o "origen", algunos hombres libres adquirieron
ciertos conocimientos técnicos, aunque todavía no se ha comprobado si llegaron a
fundar su propio taller.
La convivencia en el ámbito laboral proporcionó la creación de afinidades
fuertes que agregaron a todos los grupos sociolaborales de la unidad productiva. Estas
se diseñaron de manera transversal para incluir a los varios grados de especialidad
jerárquica y generar solidaridades de carácter horizontal o vertical que, en un doble
juego de significación, diluyeron y reforzaron las diferencias impuestas por el modelo
teórico. Eso fue primordial porque a la categoría profesional no siempre correspondió
el mismo origen o posición social, existiendo diferencias importantes dentro de cada
una y que hicieron que las relaciones internas fueran profundamente complejas.
Antes mismo de que se crearan los primeros gremios relacionados con la
producción de vidrio, se establecieron niveles que distinguieron a un simple operario
de un maestro especialista capaz de controlar todos los procesos de producción, desde
la temperatura ideal del horno hasta la obtención de la fórmula de vidrio más
resistente y cristalina. Para alcanzar esa posición, el individuo dependió de su pericia,
de su condición social (no siempre determinante) y de la proximidad con las
autoridades que concedían tales títulos - inicialmente los cabildos y después el propio
virrey o el gremio. Solo con la formación de esta institución se estableció una especie
de cursus honorum por el cual debería pasar la persona antes de alcanzar el puesto
más alto. Hasta entonces, ella dependió de la voluntad de los poderes políticos.
Eso quiere decir que no existió necesariamente una confluencia entre el
escalón técnico y el rango social de quien lo ocupaba, ya que un "español" aislado de
las autoridades competentes muy difícilmente se afirmaría en el ramo, del mismo
modo que un "mulato libre" podría llegar a considerarse vidriero. Como consecuencia
más inmediata surgieron segmentos diferenciados en cada uno de los grados
profesionales, reforzándose los lazos horizontales entre trabajadores de la misma
categoría sin que eso significara que estuvieran todos en la misma posición. Algunos
431 AGN, Matrimonios, vol. 36, exp. 57, f. 215v-216v.
414
de ellos alentaron perspectivas de ascensión, porque su sangre de origen europeo o su
condición libre así lo permitían. En esos casos, hubo necesidad de buscar apoyo entre
los artífices de los niveles inmediatamente superiores, alimentándose los vínculos de
tipo vertical que validaban el sistema de diferenciación social dentro del
establecimiento. Estas personas, por su movilidad laboral, pudieron intermediar entre
los intereses propios de su especialidad y aquellos que demandaban desde su estatus
social, aspectos que convergían únicamente en la cúspide de la pirámide laboral.
Tales relaciones se hicieron visibles en los principales actos públicos,
principalmente en aquellos de naturaleza religiosa que señalaron el nacimiento,
casamiento y la muerte de algún vidriero o su pariente. Siempre que la ocasión
propiciaba la manifestación de los sustentáculos dentro de la comunidad, se solicitaba
la comparecencia de compañeros de trabajo. Generalmente ellos eran de la misma
categoría laboral o sus superiores inmediatos, que de esa manera se vinculaban al
núcleo más estricto de sus amigos y también a sus parientes. Este tipo de
comportamiento, que trata de colocar a otros profesionales del mismo ramo en el
círculo más cercano de sus relaciones, demuestra que las amistades construidas en el
entorno del taller funcionaron como una extensión de la familia natural. Era a ellas a
las que uno podía acudir en situaciones de mayor fragilidad o para alcanzar cierto
prestigio en el ámbito laboral, que se podía traducir en una mejor visibilidad social.
Desde una determinada perspectiva, se podría considerar aún el papel
"paternalista" del propietario ante sus trabajadores, puesto que sobre él recaía la
responsabilidad de garantizar las condiciones mínimas para su subsistencia. En
relación a los esclavos estaban, al menos en teoría, aseguradas por las disposiciones
legales pero el sueldo de los demás empleados podría incluir retribuciones no
monetarias, como la alimentación o incluso alojamiento. Todo esto era parte de la
remuneración del individuo por los servicios prestados, creando una dependencia
económica indirecta que en la moralidad católica iba al encuentro del perfil de
hombre piadoso.
Aunque la unidad productiva fuera el centro de la conformación de apoyos,
sus redes no estuvieron totalmente desvinculadas de los demás profesionales
establecidos en la región. Sus tentáculos no alcanzaron extenderse por todo el
territorio virreinal pero existieron fuertes solidaridades locales entre los miembros de
esta clase profesional. Su mayor expresión se encuentra en la voluntad de crear lo que
se entiende como los primeros gremios asociados a la producción vidriera, que
415
normalizaron la producción y comercio de objetos de vidrio en México y Puebla a
partir de mediados del siglo XVII, como se expresará más adelante.
4.3.1.3. LAS ALIANZAS ENTRE "HERMANOS" EN LA IGLESIA
La Iglesia sirvió de marco a la creación de afinidades de tipo corporativo y fue
en esos espacios sagrados o en los actos promovidos por el clero en los que
profesionales de algunos oficios se reunieron, se consolidaron como grupo y ganaron
una cierta unidad.
Una de las ocasiones más propicias a ese tipo de relaciones fueron las
ceremonias sacramentales, en las que se definían contratos sociales y estimulaban
vínculos en los que la esfera religiosa se solapaba a los intereses económicos sin crear
incoherencias. Eso se percibe muy bien en los casamientos que unieron familias de
vidrieros, pero la importancia del ritual no se circunscribió al ámbito contractual entre
los novios y sus parientes más allegados. El protocolo exigió la participación directa
de otras personas que, demostrando su cercanía a los involucrados, presentaran
declaraciones sobre la legitimidad de sus intenciones matrimoniales, en un intento de
evitar el adulterio.
De la lectura de tales testimonios se desprende que los padres, hermanos o tíos
llegaron a ejercer esa función pero, lo más usual fue que ese papel lo desempeñaran
personas ajenas a la familia. Los protagonistas, mayoritariamente hombres, aparecen
conectados por vínculos laborales, compartiendo el mismo oficio o trabajando en
áreas complementarias entre si, en afinidad con los contrayentes, o con sus parientes.
En ese contexto, se extendió la práctica de convocar vidrieros cuando se casaba uno
de esos artífices o alguno de sus hijos e hijas. De tal modo eso fue relevante que a
ciertos eventos acudieron varios especialistas en ese arte y que, independientemente
de trabajar o no en el mismo establecimiento, hacían demostración pública de la
íntima relación que los unía a la familia432.
Además de vidrieros se han detectado otros profesionales que pudieron actuar
como distribuidores o consumidores de sus productos. De entre ellos destacaron los
432 Véase la solicitud de licencia para matrimonio entre José de Ugarte y María de Herrera, en 1672, en
la que participaron como testigos dos vidrieros del candil (AGN, Matrimonios, vol. 94, exp. 27, f.
282v-284v).
416
mercaderes e individuos dedicados a la producción textil que, atendiendo a las
demandas de la moda novohispana, acostumbraban bordar vidrios decorativos sobre
todo tipo de prendas para vestir el cuerpo o la casa433. Se percibe así, cómo el
ceremonial público e institucional sirvió claramente a intereses económicos que
consolidaban el negocio familiar.
A los lazos informales se sumaron otros de carácter formal. Era en la
parroquia donde los apoyos entre artífices se institucionalizaban en la creación de
cofradías. Aunque ni todas tuvieron la misma vocación, algunas estuvieron
promovidas por miembros de algún colectivo profesional y se encomendaban a su
santo patrono. El culto y la salvación espiritual de los "hermanos" fue el principio que
sirvió de base para tales asociaciones, ofreciendo un entorno piadoso que presuponía
una dedicación especial a determinadas obras pías y, fundamentalmente, la creación
de lazos de inter ayuda y asistencia a los cofrades.
Desafortunadamente no se ha identificado ninguna iniciativa protagonizada
específicamente por los vidrieros, en torno a su santo patrono, como ya señaló José
Peralta Rodríguez (2013: 2-25) en un trabajo enfocado en localizar la dispersión
espacial de estos profesionales, en la Ciudad de México y a lo largo del siglo XVIII.
El patrono de estos especialistas en el mundo hispano varió bastante en función de la
ciudad y por eso no es factible hacer una relación directa entre el santo venerado en
alguna iglesia virreinal y la identidad de la cofradía que gestionaba su culto, mediante
algún paralelismo con el espacio peninsular.
Asimismo, la investigación en el AHPM nos ha permitido identificar dos
hermandades de vidrieros en Madrid en el siglo XVII y XVIII. Una de ellas fue la
Hermandad del Santísimo Cristo de las Lluvias, a la que pertenecía Pedro de Sol, a
nombre de quien se otorgó una carta de pago a la referida hermandad, a 2 de enero de
1672434. Lo que no se ha confirmado es si la referida congregación reunía únicamente
a vidrieros o también a otros especialistas. Ese no era el caso de la hermandad del
Glorioso Mártir Señor Juan Nepomuceno conformada específicamente por maestros
vidrieros, tal como se especifica en un expediente sobre la aprobación de sus
ordenanzas, ya a finales del siglo XVIII:
433 Véase por ejemplo el matrimonio celebrado en 1629 entre Sebastián Muñoz y Mariana de Vargas.
En ese evento participaron como testigos el vidriero Sebastián Ortiz, el tratante de linos Miguel Tomás
y el maestro bordador Bartolomé Navarro (AGN, Matrimonios, vol. 113, exp. 85, f. 218v-220v).
434 AHPM, Notario Baltasar de Jos, 2 de enero de 1672, "carta de pago", tomo 791, f. 5v-5r.
417
"Copia del Ynforme hecho por la Sala
Señor
Con Papel de D[o]n Antonio Marttines Salazar, su fecha 13 de Septiembre
prosimo.os pasado, remitiò V[uestra] M[erced] a la data las ordenanzas que ha
formado para su mejor gobierno la hermandad del Glorioso Martir S[eño]r
Juan Nepomozeno, q[u]e se compone de Maestros Vidrieros de esta corte, y
el Pedimiento en q[ue]e solicittaron su aprovación, para que prozediese a su
reconocimiento conforme a las leyes.
En su Cumplimento lo mandó pasar a vuestro fiscal, y dixo que ninguna de dichas
ordenanzas dise [sic., diese] óposicion a las comprendidas en el titulo 14. Libro
octtabo de la recopilación, reduciendose ttodas a acar [sic., arcar] un Monte pio de
Socorro, tomando por su Patrono y Abogado al referido s[an]to Martir, y se
dirigen al mejor govierno, especificando los Hermanos que han de ser,
nombramientos de oficios, los cargos de esttos, contribuciones, enfermedades
en que se les debe asistir, y socorrer, asisttencias en sus fallecimientos, y de
sus mugeres, a los hijos de hermanos, modo de le nombrarse las Juntas, ya
Generales, ya partticulares, y ottros relatibos à su mayor subsistencia despuesttas
con la mas menuda prevencion, comprendiendo no solo los casos presentes, sino
tambien los de porvenir, por lo qual entiende ser uttil ttantto en lo espirittual,
como en lo temporal, sin que en ella encuenttre reparo, quien pida su aprobación.
La Sala en vista de todo, es de dicttamen, que los Veinte y seis Capíttulos que ha
formado estta Hermandad, deven correr, con tal, q[u]e en la funcion de Iglesia,
que expresa el Capitulo quarto, no puedan gasttar mas de trescientos Reales y para
las Juntas preceda licencia del Alcalde del Quartel, donde le Junttaron, y el sittio
sea profano, y en el Capitulo desoto [sic., dieciocho] se quitte la pena impuesta al
tesorero, y pueda la Hermandad usar de los recursos legales. Y no pueda ser
excluido, ni borrado el ermano, según se dise en el Capitulo Veinte y ttres, sin dar
cuenta al Alcalde del Cuartel, y con su consentim[ien]to.
V[uestra] M[erced] Sobretodo resolberà lo que sea de su Real agrado.
Madrid y Febrero 6 de 1778.
Nota: Puesto en limpio, rubricado, y serrado el Ynforme antecedentte, se remittio
al consexo, con las órdenanzas, Poderes, y demas conq.es se Remitiò a la sala
cuio pliego llebò el Alguacil de Guarda Lorenzo Garcia el dia 14 de Febrero de
d[ic]ho año de 1778."435 (resaltados en negrita de la autora).
La aparente inexistencia de documentación sobre una hermandad o cofradía de
vidrieros en Nueva España se podría deber a que no gozaran de unión o poder
suficiente para financiar las obras que suponía su formación. A pesar de eso, existen
435 AHN, Consejos, vol. 1366, f. 173v-179v.
418
varios indicios de que algunos profesionales de diferentes especialidades de la
vidriería lograron reunirse en hermandades, asociados a otras actividades
complementarias, tal como sucedía en la península436. De hecho fue común que una
persona perteneciera a más que una, alargando sus lazos de solidaridad a la par que se
formaba piadosamente para conquistar la vida eterna.
Según ha demostrado el investigador José Peralta Rodríguez (2013: 2-25), en
México hubo la tendencia a distribuirse por el espacio urbano en función de los ramos
de actividad. Lo que se ha constatado ahora es que eso ocurrió al menos desde inicios
del siglo XVII y que los barrios de la Santa Cruz, Santa Veracruz, la Merced y San
Pablo fueron los preferidos para la instalación de la residencia o taller de estos
profesionales. En esas parroquias, especialmente en la primera, se realizaron varios
matrimonios de vidrieros o fueron llamados a participar de manera indirecta.
Tal concentración se entiende a la luz de una proximidad con el área de
residencia de esas personas pero, la existencia de una cofradía que uniera los
artesanos textiles a los vidrieros, explicaría por qué casi siempre aparecen unidos en
esas ceremonias bajo la forma de testigo. La iglesia de su barrio actuó como espacio
de sociabilización para el grupo, pero cabe reforzar que dicha parroquia es la más
antigua de la ciudad y en ella tendrían lugar los actos sagrados más significativos para
el grupo de los "españoles". Por lo general, la religión ofrecía la posibilidad de
estrechar lazos entre individuos sin parentesco de sangre, diseñados alrededor de una
congregación, de una cofradía o de sus fiestas. Eso reforzaba las redes de protección,
especialmente entre personas del mismo oficio, conectando estrechamente algunas
familias en un espacio de sociabilidad donde las reglas jerárquicas obedecían a
criterios ajenos a los de la estructura gremial y se favorecían alianzas estratégicas.
En la misma lógica de complementariedad entre personas de diferentes
oficios, cabe recordar la unión gremial entre vidrieros y loceros, así como la mención
expresa a una devoción de sus artífices a Santa Justa y Santa Rufina en las ordenanzas
publicadas en la Ciudad de México, en el año de 1681. Dicha referencia constituye
una vía de investigación futura, para averiguar si existió alguna hermandad o cofradía
de vidrieros dedicada a estas santas.
La única referencia explícita a la filiación de un vidriero a una cofradía
concreta es la de Bartolomé de Mora, que en 1664 actuó como fiador de la
436 Sobre las cofradías de vidrieros en España y sus relaciones con otros ramos artesanales véanse, por
ejemplo, los trabajos de Eduardo Juárez (2012b: 227-249) y Eduardo Morales (2008: 829-846).
419
construcción de un retablo en la Iglesia de la Merced, en un acuerdo entre los
miembros de la Cofradía de la Expiración de Cristo y Santo Ecce Homo437. La
coincidencia del apellido con Juan de Mora es bastante sugerente y constituye un
tema a investigar futuramente, a fin de determinar si eran parientes. Hasta el presente
no disponemos de datos suficientes para establecer cualquier asociación entre ambos
más allá de que compartieron el mismo oficio y apellido.
Se podría decir que los diferentes mecanismos por los que se estimuló la fuerte
cohesión interna se manifestaron en el núcleo familiar, en el taller, o en la red
alargada de solidaridades proporcionadas por la Iglesia. De esa manera se solventaron
los problemas relativos a la producción y venta de sus creaciones hasta que se crearon
los primeros gremios de vidrio novohispanos. Sus ordenanzas fueron compiladas
junto a las de los loceros por Francisco del Barrio Lorenzot (1921: 173-175),
denunciando una asociación entre ambos sectores que se explica por motivos obvios:
el polvo de vidrio es el componente principal de la loza y lo que separaba a un simple
alfarero de un locero.
4.3.1.4. LOS PRIMEROS GREMIOS DE VIDRIEROS
La institución de los gremios tenía una larga tradición en la península ibérica
donde los profesionales de cada oficio se unían para regular los aspectos relacionados
con su trabajo y generar redes de solidaridad y asistencia mutuas. En cada ciudad, el
gremio enmarcaba la labor de una determinada especialidad artesanal o de varias
actividades afines que encontraban ventajas en asociarse. Eso quiere decir que el
modelo de organización adoptado, así como sus normas y ordenanzas, pudieron variar
de un lugar a otro. Con la conquista y colonización del Virreinato, se registró un
movimiento importante de artífices peninsulares que, como ya se señaló en el
subcapítulo 3.2., disfrutaron directamente del apoyo e incentivo de la Corona. Una
vez ahí, el desempeño de sus oficios reprodujo las mismas dinámicas pero el proceso
de formación de los gremios por parte de los varios ramos artesanales parece haber
sido progresivo, marcado por ritmos diferentes.
437 AGNotDF, Fondo Antiguo, siglo XVII. Notario Baltazar Morante, 28 de abril de 1664, "escritura de
contrato", vol. 2496, f. 107v-109v.
420
En la actualidad, se dispone de muy poca información sobre los gremios de
vidrieros en los principales centros productores novohispanos de este período. Por lo
general, se entiende que la primera referencia se trata de en una ordenanza dada en
México, con fecha de 10 de junio de 1572, en la que se determina la manera en cómo
cada profesional debería presentarse en las fiestas de la ciudad y las multas que
pagaría en caso de que no se cumpliera:
"La dió la N[uestra] C[iudad] de Mexico en diez de junio de mill quinientos
Setenta, y dos, Se manda que todos los maestros, óficiales, y óbreros de los
Oficios, como Sastre, Calzeteros, juveteros, Roperos, Ropavejeros, Zapateros,
Zurradores, Curtidores, Sederos, Gorreros, Sombrederos, guarnicioneros,
doradores, ármeros, Espaderos, Odreros, guanteros, juveteros, y ábujeteros,
herreros, Cuchilleros, Cerrajeros, herradores, pasteleros, barberos, Carpinteros,
entalladores, pintores, los que tienen tiendas para Revender, TundiDORES;
PAssamaneros, Texedores, de seda, Taberneros, Vidrieros, Cereros, Candeleros,
Confiteros, plateros, de oro y plata, batidores de Oro, y batiojas, Todos se
apercivan para las fiestas, con árcabuzes, cotas, y corseletes, bien áderesados pena
á los maestros de veinte pesos, y veinte dias de pricion á los veedores de Treinta
pesos, y Treinta dias de pricion, á los óficiales de diez pessos, y dies dias de
carcel para él dia de San Pedro á tomar órdenes de D. Geronimo Lopez Regidor
Capitan de la Ynfantaria." (Barrio Lorenzot 1921: 264-265).
El documento fue publicado inicialmente por Francisco del Barrio Lorenzot
(1921: 264-265)438 y ha sido posteriormente citado por historiadores dedicados al
tema de la vidriería como prueba de la agremiación temprana de este colectivo (Salvat
y Rosas 1986: 1180). Es posible que José Peralta Rodríguez (2013: 14) se basara en
ese texto para afirmar que "En la Nueva España los gremios se originaron desde la
segunda mitad del siglo XVI" aunque, en otro trabajo, indica que eso sucedió un poco
antes y que los vidrieros "tenían la influencia de formar gremios desde la primera
mitad del siglo XVI" sin aclarar su fuente (Peralta Rodríguez 2004: s.p.). Fue en otro
trabajo donde el autor citó directamente la referida ordenanza para ilustrar el
funcionamiento de la estructura gremial de los vidrieros pese a que, como ya se
afirmó, el texto nada diga al respecto (Peralta Rodríguez 2005: 12). Otro historiador
que hizo uso de esta fuente en su investigación fue Miguel Ángel Fernández (1990:
438 Fuente citada: "Se halla én él Bezerro á p. 218 én él Nuevo á p. 270, tom. 3º".
421
66), quien llega a afirmar que "las Ordenanzas de Fiestas enumeran los diversos
gremios que existían en la Nueva España".
A pesar de todo, la información contenida en la fuente publicada por Francisco
del Barrio Lorenzot para ilustrar los gremios de la Nueva España es muy escasa y en
ningún momento se emplea la palabra gremio para clasificar el listado de ramas
artesanales a las que se dirige. Por el contrario, se menciona que dichas ordenanzas
van destinadas a "todos los maestros, óficiales y obreros de los Oficios como (...)
vidrieros (...)" (Barrio Lorenzot 1921: 264-265). Por ello, todo indica que los
diferentes niveles de especialización que actuaron desde muy pronto en el Virreinato
no se vincularon necesariamente a una verdadera configuración gremial y su
formación fue, en la mayoría de los casos, posterior a la práctica de esos oficios, que
es el término empleado en dicha ordenanza. Por ese motivo mantenemos que no se
puede considerar esta fuente como la noticia más antigua de un gremio de vidrieros en
la Nueva España, sino que indica que ya por entonces existía un cuerpo de
especialistas perfectamente definido en la capital.
Tales circunstancias les permitieron publicar ciertas ordenanzas antes de que
supuestamente se formalizara la creación de su gremio: una en 1596439 y otra en
1617440, ambas sobre la recolección y distribución de la barrilla empleada en sus
fórmulas. Una de las pruebas más evidentes de que no se trataba de una regulación
publicada en el seno de una organización de vidrieros, contrariamente a lo que
entienden Juan Salvat y José Luis Rosas (1986: 1063), es que la segunda fue una
iniciativa promovida por vidrieros y apartadores. Esta es la única vez que aparecen
asociados por lo que sería arriesgado afirmar que habrían formado un gremio
conjunto.
En contrapartida, se ha localizado entre las actas del Cabildo de México una
noticia de 28 de febrero de 1640, que anunciaba el nombramiento de Juan de Espinosa
como "veedor de vidrieros de candil" por un año:
439 AGN, Reales Cédulas en Duplicado, vol. 3, exp. 161, f. 120v-122v.
440 Ordenanza confirmada por el Marqués de Guadalcázar (AGN, Ordenanzas, cont. 2, vol. 3, exp. 32,
f. 38v).
422
"Vieron a los autos de los vedrieros de candil y la ciudad nombró por veedor para
este año á juan despinosa y su hubiere recusación acompañe con diego de
ruceta."441.
Dicho título suponía que a este individuo cabía vigilar y hacer cumplir las
normas definidas para el colectivo, normalmente en el entorno gremial. Esto podría
ser un indicio de la formación de un gremio de vidrieros dedicados exclusivamente a
las manufacturas de candil, en la Ciudad de México. De comprobarse este dato, su
fundación habría ocurrido en fechas anteriores o, como mucho, sería coetánea a este
nombramiento, lo cual nos coloca ante la primera noticia de un colectivo de vidrieros
agremiado en el Virreinato, precisamente la especialidad en la que se enmarcó la
manufactura de abalorios. A pesar de todo, es posible que esos cargos surgieran antes
de la formación del gremio propiamente dicho ya que, como afirma el historiador
Braulio Ramírez Reynoso (1981: 351):
"Muchos ciudadanos se presentaban en el Ayuntamiento solicitando licencias que
les habilitaran para realizar el oficio de su preferencia. Esto motivó el
nombramiento de veedores (supervisores o inspectores) y la expedición de normas
para reglamentar los oficios y las artes. Así, oficio por oficio, arte por arte, se
eligió y facultó a ciertos individuos para plantear ante el cabildo y, dado el caso,
ante el virrey, la necesidad de promulgar una regulación uniforme en cada región
corporativo.".
Otro aspecto a resaltar es que al ocupar dicho cargo, se demuestra que Juan de
Espinosa tenía ese oficio y que disfrutaría de cierto grado de influencia entre sus
pares. En ese sentido, seria interesante explorar la posibilidad de que perteneciera a la
estirpe de vidrieros con el mismo apellido "de Espinosa" que se destacó
particularmente durante los primer siglo del gobierno español de la Nueva España.
Durante el siglo XVII se encontraron algunos vidrieros con el mismo apellido pero no
ha sido posible establecer ninguna relación entre ellos o con alguno de los vidrieros
Espinosa del siglo XVI. Nos referimos al candilero Antonio de Espinosa442 y al dueño
de una tienda donde trabajaba un vidriero de esa misma especialidad, Lázaro de
441 Fuente: AHCM, Actas del Cabildo, libro 32, 28 de febrero de 1640. Documento citado también por
Bejarano 1910: 45.
442 AGN, Matrimonios, vol. 173, exp. 221.
423
Espinosa443. De comprobarse la existencia de lazos familiares entre ambos, estaríamos
ante la primera Casa consolidada de candileros novohispanos.
Al margen de la posibilidad de que existiera un gremio en la Ciudad de
México formado particularmente por los especialistas en la producción de objetos de
vidrio al candil, todo indica que las circunstancias del Virreinato motivaron que al
menos una parte de los vidrieros se uniera a los loceros, aún durante esa centuria. Esto
sucedió en la Ciudad de México pero también en la Puebla de los Ángeles, donde la
iniciativa conjunta tendría el objetivo de apoyar la emergencia de una importante
producción de barro vidriado en ambas ciudades, sin que inicialmente se permitiera
que una única persona concentrara ambas funciones. Esta estrecha relación siguió la
misma tendencia verificada en algunas ciudades europeas.
En Madrid, algunos de los vidrieros se agremiaron con los alfareros enfocados
en la producción del vidriado que se empleaba en la manufactura de loza. Eso es lo
que se deduce de la mención al "gremio de vidrio y vidriado" en un auto publicado en
1659 para que no se saliera fuera de la Corte a estancar el vidrio ni el vidriado que
viene a ella:
"Francisco de Lezana y Gabriel de Peralta Repartidores nombrados del Gremio
del vidrio y vedriado nombrados para este presente año per nosotros y los demas
contribuyentes de dicho Gremio y sin perjuicio de nuestros derechos y acciones
en la mejor via y forma que hubiere lugar por derecho y argiendo ante N[uestra].
A[alteza].
Decimos que siendo como es illicito conforme a dicho todo genero de recuento de
qualesquier cosas y especies por el daño que resulta al bien Comun de la
Republica y aviendo como ay [sic., hay] en esta parte para lo necessario en estas
tiendas publicas abiertas de vidrio y vedriado encabeçados y conocidos todos los
que la tienen para no defraudar en la Contribucion de la alcabala tres porciento y
demas servicios R[eales] que pertenecen a N[uestra]. A[alteza]. se introducen
algunas personas para su mayor gran feria en salir a Comprar bedriado de
Talavera a la Puente del Arçobispo y otras partes y forman en ellas
correspondencias para que se lo remita y hecho lo almaçenan y retienen a modo
de estanco para revenderlo a los contribuyentes de dicho gremio en muy caros y
esserrimos precios por no poder dichos contribuyentes salir de sus casas a haser
estas compras assi porque su posibilidad no se estiende a las costas de viajes
como porque siempre se ha estilado abastecer sus tiendas de las personas que lo
traen a vender a esta Corte y que ay [sic., hay] se embaraça esto como dicho es
443 AGN, Matrimonios, vol. 113, exp. 106, f. 269v-270v.
424
por algunas personas de que la prohibición de la revenda es solo en las cosas
comestibles y aunque les baste poca mercaderia compran mucha y la ponen de sus
casas y tiendas algun[o]s que las tienen y por que esto es en perjuicio del bien
comun porque resultan la carestía del vidriado y asimismo se perjudica a los
derechos R[eales]. y demas contribuyentes deste Gremio.
Por tanto N[uestra] A[lteza] Pedimos y suplicamos se sirva demandar no dar lugar
a dichos estancos y reventas ni a que se impida a los contribuyentes deste Gremio
Sa[n]jar las compras para el abasto de sus tiendas de las personas que vienen a
vender vidriado a esta Corte y que unos contribuyentes a otros de dicho Gremio
no lo puedan revender probeyendo del remedio que mas convenga con imposición
de graves penas que esta que se haga lo pedimos por la via y remedio y nos fuere
mas favorable y hacemos el pedimento que mas necessario sea por dicho
[rasurado] justicia que pedimos costos y para ello presentamos al testimonio de
nombramiento de Repartidores. (...)
Por los autos que ay en el oficio de gobierno no parece aya [sic., haya]
Prohibición para lo que se Refiere en esta Petizion Por que el Gremio de los
Vidrieros no tiene hordenanzas en examen. Como otros que ay [sic., hay] en esta
gente que las tienen en las quales ay [sic., hay] Capitulo. Para que la mercaderia
que binire de aquel gremio se Reparta entre todos y enquanto a el Revender por
mayor el Vidriado estara prohivido por Ley del reyno Por que sobre ello no ay
auto Ninguno. Agosto 25 de 1659
Domingo Lopez de Laserna."444.
En nuestra opinión, los referidos productores de "vidriado" serían alfareros y
no vidrieros, ya que en otro documento, de la primera mitad del siglo XVIII, se hace
mención explícita a ello:
"Joseph de la Peña en nombre de Bartolomé del flores Mercader de Vidrio y
vidriado en esta Corte ante V[uestra] A[lteza] parezco y Digo que mi parte ha
comprado en la Villa de Talavera diferentes porciones de vidriado de todos
generos de Andres Jiménez maestro de Alphar, quien en virtud de la
constata que tienen echa le ha rremitido Catorze cargas, como consta del
testimonio de que hago exincion y pido se me debuelva del final y rrespecto de
que este genero como lo demas que hade remitir a mi parte d[ich]ho fabricante
asta completar el todo de lo que le tiene comprado lo quiere para vender
publicam[en]te en la Plazuela de la Zevada y otros parajes en la proxima feria de
San Matheo según y como lo hacen los fabricantes y trajineros que bienen a ella,
mediante lo qual Suplico a V[uestra] A[alteza] se sirva conceder a mi parte
444 AHN, Consejos, Libro 1244, f. 104v.
425
licencia para que sin yncurrir en pena alguna pueda vender publicam[en]te en la
feria proxima d[ic]ho vidriado que se le ha rremitido y demas que le viniese en la
forma rreflerida sin embargo de cualesquiera providencias que estuviesen dadas
en contrario rrespecto de no seguirse de ello ningun perxuicio al comun y antes
bien conocido beneficio esta Abundancia de los generos en la feria (...).
Joseph de la Peña
A 13 de S[e]pt[iembre] de 1740"445 (resaltados en negrita de la autora).
Este tipo de dinámica no fue exclusiva del territorio hispano sino que vigoró
también en otras regiones de Europa, particularmente en Francia. En la ciudad de
Nevers la elaboración de vidrio se unió a la de mayólica en el mismo taller o incluso
en un único especialista446. Eso mismo trataría de hacer Juan Gómez de Villegas, no
sin afrontar gran oposición y resistencia por parte de los loceros de Puebla447. Aún así,
es importante distinguir claramente la formación de estos colectivos de la práctica de
varias especialidades por un único artífice, sin que sus actividades se enmarcaran en
un único gremio. En la península, por ejemplo, algunas personas lograron acumular
conocimientos en áreas complementarias y lo mismo pudo suceder en la Nueva
España. De esas prácticas tenemos constancia de un caso en España, ya en el siglo
XVIII. Se trata de Julio Manuel Rodríguez, oficial de vidriado que, durante varios
años, había trabajado en el taller de Francisco Villardero desempeñando funciones de
vidriero, plomero, pizarrero y ojalatero. Ante la muerte del dueño y después la de su
esposa, que fuera su maestra, Julio trató de examinarse al gremio de vidrieros. No
obstante encontró dificultades para hacerlo, posiblemente por recelo a la competencia
de alguien con habilidades en tantas artes:
"Gabriel Pedrera, en n[omb]re de Jul[io] Manuel Rodríguez Ver[mej]o, y oficial
de Vidriado en la Corte y de quien oficio presentar poder parezco ante V[uestra]
A[alteza] y Digo que con el motibo de haver estado mi parte ejerciendo ese oficio
con Fran[cisco]co Villardero mas tiempo de 11 años con bastante aplicación, y
haviendo muerto este, se mantubo la Venda con la tienda trabajando en ella, y
manteniendola mi parte de todo quanto en cinco años acecio que hacer no solo
445 AHN, Consejos, vol. 1328, f. 915v-917v.
446 Menciónese por ejemplo el caso más tardío de Claudio Seigne, vidriero y alfarero de loza blanca en
Nevers y que, al llegar a España, sustituyó su plan inicial de establecer una manufactura de loza al
estilo de Sajonia, por trabajar en la Fábrica de Labrados de la Granja en 1750. Cinco años después se
tornó su administrador y fue el impulsor de cambios interesantes en la estructura productiva de dicho
establecimiento (Pastor 1998: 107). Eso demuestra la gran versatilidad de estos especialistas para
transitar entre el arte de la cerámica vidriada y el vidrio propiamente dicho.
447 AGN, Reales Cédulas Duplicadas, vol. 20, exp. 150.
426
de Vidriero, pero aun de plomero, pizarrero y ojalatero oficios estos tres que
son pocos los Vidrieros que lo ejercen; I es uso que haviendo muerto la referida
Viuda su Maestra, y ser precisso hacer traspasso, y thasar los generos por los
Veedores, ó Maestros de este oficio, mi parte tomo la tienda por el tanto que otro
qualq[uie]ra por ser acrehedor en atención a el mucho tiempo que la estubo mi
parte manteniendo como Oficial; I siendo precisso que para trabajar en el
ejercicio del vidriero preceda antes examen para que de lo contrario
incurriria mi parte en las penas establecidas contra los que trabajan sin
proceder esta Circunstancia, parecio ante los examinadores de el que son Dionisio
M[arti]rn[e]z y Pedro Balcazar una, dos, y tres veces en comp[arecenci]a de
algunos individuos de ese gremio a pedir se dege siendo no caso haya contra
examen, quienes/ se le an [sic., han] negado con el frívolo pretexto de que les
faltaba un mes para cumplir el t[iem]po que se les asigna de examinadores, y que
con los nuevos que entrasen se podrian examinar, siguiendo se le á mi parte
graves perjuicios en esta dilacion, y mucha mas que precisam[en]te se ade [sic.,
hade] causar, resultando todo de Odio, y mala Voluntad dirigido a hacer mala
obra, y que pierda sus casas como son estas. Descal[za]s R[eales], la Cassa de
la Misericordia y Ex[celentísi]mo S[eño]r Duque de Osuna y otras: en esta
atem.os a V[uestra] A[lteza] sea servido mandar se les notifique a los
examinadores a que dentro de un breve term[in]o que p[ar]a ello se les asigne
admitan a examen a mi parte y en su consecuencia, la Carta de tal p[ar]a por este
medio acudir a sus obligac[io]nes (...).
Gabriel Pedrera
Madrid 28 de Sep[tiemb]re 1746"448 (resaltados en negrita de la autora).
Sobre los gremios de loceros en Nueva España y los vidrieros que participaron
en ellos no existe mucha información. Empero, se conocen las posturas hechas en las
ciudades de Puebla y México sobre las cuales merece la pena destacar algunos
aspectos.
Los loceros poblanos fueron los primeros en promover este tipo de
organización, muy posiblemente como reacción a las limitaciones comerciales
advenidas de la prohibición de comercializar con Perú y que afectó principalmente a
los artesanos de esta ciudad. En 1653 se estipularon las normas de adhesión,
definieron los varios niveles del trabajo y aclararon las características de las piezas
que estaban habilitados a producir449. De esa manera protegían los intereses de las
448 AHN, Consejos, vol. 1334, f. 417v-424v.
449 AGN, Reales Cédulas por Duplicado, vol. 20, exp. 172. Los ceramistas estaban divididos entre los
loceros de lo común, fino, vidriado y amarillo. Tales ordenanzas fueron confirmadas a 30 de junio de
427
antiguas oligarquías frente a las iniciativas de los nuevos profesionales que
amenazaban hacerles competencia. No obstante, al leer los enunciados de ese
documento, es casi imposible localizar los aspectos que concernían específicamente a
los maestros de vidrio o sus creaciones. Su participación en el gremio parece ser
secundaria, definida a título de colaboración y, en todo caso, circunscrita al ámbito de
las tareas del vidriado de los objetos de cerámica.
La situación descrita se mantuvo en los sucesivos cambios que se fueron
publicando en 1666, 1682 y 1721 y en los que no se observa una referencia que vaya
al encuentro de las especificidades de la producción vidriera más allá de las
propiedades que debería tener el vidriado de casa tipo de loza y que son las siguientes:
• "Item: Que el vidrio de la loza fina sea bien dispuesto y beneficiado, con una
arroba de plomo, seis libras de estaño, y que se vaya bien cubierta y cocida;
y si fuere pintada, ha de ser guarnecida de negro, para su hermosura, y cada
pieza ha de ser delgada por parejo."
• "Item: Que toda la loza común y blanca, se haya de disponer el vedrío para
ella, con una arroba de plomo y dos libras de estaño bien cubierta, y cocida,
y amoldada, y en este género de común se entiende loza blanca, entrefina y
pintada en todo género de vasos."
• "Que los dichos vidrios han de ser con los géneros referidos, bien molidos,
líquido y apurados, para que quede la loza a todos géneros, permanentes y
sin fraudes." (Cervantes 1939: 24)450.
El local elegido por esos profesionales para establecer la sede del gremio fue
la iglesia de San Marcos, al menos desde 1754, cuando se registró en los libros del
cabildo la petición del veedor del gremio de loceros, Diego Salvador Carreto,
solicitando ayudas para la iglesia de San Marcos y su capellanía451.
1659 (AGN, Reales Cédulas por Duplicado, vol. 20, exp. 121). A lo largo del siglo XVIII se
encuentran varias cartas de examen, mediante las cuales se percibe que una persona se podría examinar
en una o más especialidades, distinguiendo normalmente los loceros "de lo blanco" de los "del
amarillo" o "colorado". De lo blanco se pueden citar los siguientes casos: CEHM; Carso, Colección
Enrique de Cervantes, vol. XIV, doc. 2.1.19; doc. 2.1.20; doc. 2.1.28; doc. 3.1.60, doc. 3.1.61,
3.1.113). Exclusivamente de lo amarillo: CEHM; Carso, Colección Enrique de Cervantes, vol. XIV,
doc. 3.1.26; doc. 3.1.27; doc. 3.1.28 y doc. 3.1.49. Por su parte, Antonio Perez se examinó de blanco,
amarillo, rueda y pintura en el año de 1783 (CEHM; Carso, Colección Enrique de Cervantes, vol. XIV,
doc. 3.1.210).
450 En México se establece aún la categoría de loza entrefina cuyo vidriado debería tener una arroba de
plomo por cuatro de estaño.
451 ARHIMP, Libros de Cabildo, vol. 23, feb. 1654, nº 13, f. 371v.
428
En México las primeras ordenanzas conocidas para el gremio equivalente son
de 1677, confirmadas en 1681 y después en 1682452, fueron realizadas en términos
bastante semejantes a las de Puebla pero las evidencias de que en esta ciudad se
unieron los dos oficios son más explícitas. En primer lugar, se sabe que los loceros de
México tenían su capilla propia en la parroquia de la Santa Veracruz (con su cofradía
dedicada a Santa Justa y Rufina), donde se han identificado varios matrimonios de
vidrieros y la residencia de muchos de ellos en el barrio (Barrio Lorenzot 1921: 173;
Carrera Stampa 1954: 92). Más tarde, ya en 1693, se encuentra la definitiva
confirmación de ello en unas cuentas de la Real Aduana en que aparecen unas
cantidades relativas al "gremio de loceros y vidrieros":
"Itn Deven 110 p[esos] de oro comun q[ue] entteraron. En d[ic]has Real casa los
Veedores del gremio de loseros y bidrieros por los mismos que en el
rrepartimiento Ge[ne]r[a]l que se hizo el año pasado de 1692 les cupieron a los de
este gremio por el alcalde Real y de mias serv[ici]os de lo que causaron los
contribuientes de este gremio en ttodo el a[ñ]o pasado de 1691 de cuio entero
dieron Zertt[id]on despaldas de Villete de esta rr[ea]l add[uana], Datta al gremio
de loseros y bidrieros"453 (resaltados en negrita de la autora).
Así en México como en Puebla, estas instituciones establecieron que
solamente los "españoles" y sus hijos se podrían examinar y practicar el oficio como
maestros. En Puebla estuvo completamente vedado el acceso de las designadas
"castas" a cualquier categoría profesional:
"3/a.- Ítem: Que no se pueda admitir a examen de dicho oficio, a ningún negro, ni
mulato, ni otra persona de color turbado, por lo que importa que lo sean españoles
de toda satisfacción y confianza." (Cervantes 1939: 23).
No obstante, en México se determinó que los "negros" y "mulatos" podrían
ejercer algunas funciones, aunque el máximo al que lograrían ascender sería a un
cargo de oficial:
452 A pesar de ello las primeras ordenanzas fueron necesariamente publicadas antes de 1661, altura en
que se cuestiona el título de Juan Gómez de Villegas por haberlo logrado antes de que estas se
publicaran (AGN, Reales Cédulas Duplicadas, vol. 20, exp. 150).
453 AGN, Indiferente Virreinal, vol. 5302, exp. 98, f. 1r.
429
"Que para ejercer dicho óficio se hade examinar, y ha de ser Español, ó mestizo, y
no negro, ni mulato, y ha de haver áprendido con maestro examinado, con lo qual
pueden los negros, y mulatos exercer él oficio Solo como oficiales: Y los negros,
y mulatos, que exerceren como maestros, sean condenados en diez pesos, y
castigados con otros tantos de carcel, y la pena aplicada por tercias partes (...)."
(Barrio Lorenzot 1921: 174).
Es interesante notar que, en este caso, nada se dice acerca de la incorporación
de nativos al gremio, al contrario de lo que sucede respecto a las ordenanzas
adoptadas por esos profesionales en Puebla, donde aparecen incluidos en el término
de "personas de color turbado", o aún en las disposiciones internas de otros ramos
artesanales de la capital. De hecho, por unas ordenanzas de 1681 sabemos que se
admitieron "indios", "negros", "mulatos" y "chinos" al gremio de loceros en
prácticamente todos los niveles, con excepción únicamente del cargo de veedor
(Carrera Stampa 1954: 228)454. Estos datos denotan una dinámica gremial muy
particular dentro del sector y en el contexto capitalino.
Según ha observado José Nieto Sánchez (2018: 176-178), durante el siglo
XVII los gremios de la capital adoptaron las ordenanzas más estrictas de todos los
casos americanos analizados, volviéndose aún más severas a lo largo de la centuria
posterior. El autor detectó algunas excepciones que interpretó como el resultado de la
escasez de mano de obra peninsular y criolla, a quienes se decidiría incluir para
atender a las necesidades de la demanda. Eso sucedió en el gremio de los zapateros,
herreros, sombrereros y herreros que, en mayor o menor medida, facilitaron el acceso
a personas de diferentes "castas". Es posible que fuera ese el caso de loceros y
vidrieros que, ante el incremento del gusto por la loza vidriada, no alcanzaran hacer
frente a los pedidos con trabajadores exclusivamente "españoles". La mayor
flexibilidad del gremio mexicano para incorporar personas de otras castas le
concedería más facilidades para expandirse pero, aparentemente solo la élite
"española" y eventualmente también un grupo de descendientes africanos controló
todas las fases de producción. De esa manera, los primeros lograron controlar
prácticamente todo el mercado de producción.
454 Fuentes citadas: AGN, Indios, vol. 2, exp. 626, f. 144v y AGN, Indios, vol. 4, exp. 879, f. 237v.
Estas referencias no se corresponden con el sistema de catalogación actual de la sección de "indios" y
aluden a una organización anterior.
430
Las características señaladas, influirían en la mayor capacidad de expansión
del sector en la Ciudad de México respecto a Puebla. No obstante, existen serias
dudas de que estos colectivos incorporaran a un número relevante de vidrieros y que
sus experiencias se puedan extender a la de todos los vidrieros que trabajaron al
margen de esas asociaciones.
Los datos reunidos hasta el momento sobre las ordenanzas gremiales y las
cartas de examen de los dos gremios señalados, permiten sostener que, por lo general,
no se contemplaba la producción de piezas de vidrio propiamente dichas. Los
profesionales de ese colectivo realizaban las tareas de hornero, ceramista, pintor y su
manejo del vidrio se limitaba al vidriado de las cerámicas, cuyos especialistas se
denominaban de "vidriadores" en algunas partes de la península (Larruga 1791 II-10:
45). Asimismo existieron algunas excepciones que, a nuestro entender, tuvieron un
carácter temporal. En Puebla, se conoce el caso del ya mencionado Juan Gómez de
Villegas, quien en 1660 recibió permiso para hacer ambos productos pero su
privilegio no traspasó a sus familiares, quienes se centraron exclusivamente en la
manufactura de la talavera poblana o de vidrio. Por otra parte, en México hay pruebas
de que los dos oficios se juntaran, al menos desde inicios de los años 90 de ese siglo.
José Peralta Rodríguez (2013: 5-13, 2018: 5-6) llamó también la atención para esa
posibilidad, basándose en la complementariedad entre ambos oficios, manifiesta en el
uso de las mismas materias primas y hornos, además de constatar la proximidad de
sus talleres al analizar su dispersión geográfica dentro de la capital, en el siglo XVIII.
A pesar de eso se desconoce si dicho gremio logró reunir a todas las ramas de la
vidriería o si, como pasó en Francia, se unieron loceros y esmaltadores de todo tipo de
objetos para controlar un nicho de mercado importante. En ese sentido, la emergencia
de un grupo de profesionales con el título de "candileros" o "vidrieros de candil",
específica del contexto capitalino, indica cierto grado de independencia de este grupo
frente a los demás vidrieros. De igual manera, se puede deducir que ellos se quedaron
al margen de esa unión con los loceros en la Ciudad de México aunque no
necesariamente en Puebla donde, hasta el presente, no se han encontrado referencias a
los candileros que pudieron agremiarse con los loceros de acuerdo al modelo francés.
Por todo lo anterior, sostenemos que la manufactura de vidrios novohispanos
tuvo sus propias dinámicas al margen de la cerámica vidriada, con segmentos de
producción que quedaron excluidos de esta alianza. La ausencia de fuentes
inequívocas sobre otros gremios de vidrieros lleva a pensar que, en el Virreinato, se
431
desempeñaron las diversas especialidades sin que se constituyera un colectivo de este
tipo. En efecto, eso explica por qué el nombramiento de Juan Gómez de Villegas
como maestro mayor de loza y vidrio generó fuertes oposiciones por parte de la
comunidad de loceros local, sin que exista noticia de cualquier pronunciamiento
particular o colectivo de los vidrieros a ese respecto. Como ya se indicó, la única rama
de la vidriería que aparece claramente diferenciada es la de "vidriero de candil", en
México. Eso sugiere que sus profesionales conformaron un colectivo con intereses
particulares, incluso si no formaron un gremio exclusivo. Tal dinámica se entiende
mejor si se atiende a que un candilero no dependía de sus conocimientos en la
vidriería para realizar labores propias del oficio, comprando el producto prefabricado
para después darle forma bajo el candil.
Las circunstancias señaladas plantean un escenario en el que no se habrían
fijado claramente las normas que orientaban la incorporación de diferentes grupos
sociales a las labores de vidrio ni tampoco sobre la evolución en la escala laboral. Del
análisis general de los vidrieros en otro tipo de fuentes, se observa que los
peninsulares, y sobre todo los criollos, dominaron los principales puestos de la
jerarquía laboral. Eso les permitía controlar la competencia y garantizar su prestigio,
muy vinculado al alto valor añadido que tenían muchas de sus piezas, ya fuera como
elementos de ostentación particular o de uso "industrial" en sectores estratégicos
como la minería. Aunque fuera esa la norma, en la práctica existieron excepciones
como la de Pedro de Mora Esquivel. En 1681 este "mulato libre de cautiverio"
compareció como testigo de matrimonio entre su pariente Joseph de Mora y Manuela
de Pamplona, que se casaron en la catedral y, en ese momento se hace registrar como
maestro de vidrio455.
Otra de las consecuencias de no formar gremio, es que probablemente no se
determinaron las características técnicas y estéticas que deberían cumplir sus
producciones, como sucedía con la loza vidriada, cuyos gremios definieron incluso el
tipo de decoración que se pintaba en cada pieza. Si por un lado no se ejerció un
control estricto sobre la calidad de la producción o incluso las normas para su venta,
por otro eso dejó mayor margen para la expresión del gusto individual del autor y para
que él se adaptara a las demandas particulares de su público consumidor. Quizás por
eso tampoco se encuentran en este período muchas referencias expresas al "vidrio
455 AGN Matrimonios, vol. 166, exp. 44, f. 2v.
432
poblano" o "vidrio mexicano" que aún no disfrutarían de una uniformidad estética y
formal que los hiciera perfectamente identificables para el consumidor, tal como se
observó para la loza.
Antes de finalizar, cabe referir que las labores de vidrio se asociaron aún a
otros gremios. Un ejemplo ya señalado por otros autores como José Peralta Rodríguez
(2013: 16) fue el gremio de carroceros de la Ciudad de México, fundado en 1706 y
sobre el cual ha trabajado Alvaro Recio Mir (2012: 13-28). Cabría también ponderar
los vínculos entre candileros y el gremio de los bordadores, creado en 1546, quienes
pudieron incorporar ciertas cuentas de vidrio a sus labores. Además, existen otros
profesionales que trabajaron particularmente con las cuentas de vidrio y que no se
agremiaron, sobre todo los rosarieros o engarzadores. Se trataban de artífices
independientes que vendían sus creaciones por las calles y mercados, por lo cual el
precio de sus mercancías no estaba regulado y dependía de las habilidades de sus
autores o de quien los vendía (Castro Gutiérrez 1987: 32). Las huellas de su actividad
se encuentran en los registros de solicitud y licencias matrimoniales en cuyos actos
participaron como testigos.
Entre los engarzadores se destaca Juan de Mendizabal, castizo. En 1726 fue
testigo del matrimonio entre el "mestizo" Juan Manuel Martínez y la "india" Josefa
Dominga Cabañas, en la parroquia de Santa Catarina Mártir. En ese acto participaron
aún el español y arriero Antonio de la Rea, los "mestizos" Juan Francisco Villareal y
Francisco Jimenez, ambos también arrieros, además del "mulato libre" Luis Antonio
Beltran, que tenía una mercería propia y el "mestizo" Antonio Cabañas, que era
tirador de oro456. Uno años más tarde, en 1729, fue la vez de Tomas Toribio de
Sevilla, "castizo" y engarzador de rosarios, actuar como testigo del matrimonio entre
el "mestizo" José Gabriel López y la "castiza" Gertrudis Micaela de Rojas, en la
catedral. Junto él actuaron también Francisco de Porzega, "español" y amolador,
Francisco de Albarran, "mestizo" y zapatero, y Miguel José de Guevara, "morisco
libre" y ebanista457. Ya en 1763, en la parroquia de Santa Vdracruz, se documentó la
presencia de Antonio Manuel de Villegas, engarzador, como testigo de la unión entre
el "mestizo" del mismo apellido, José Antonio Villegas, y la "mestiza" María Josepha
Guerrero, junto a Francisco Someros, de oficio cohetero458.
456 AGN, Matrimonios, vol. 32, exp. 15, f. 84v-88v.
457 AGN, Matrimonios, vol. 174, exp. 17, f. 6v.
458 AGN, Matrimonios, vol. 12, exp. 88. f. 287v-291r.
433
De los rosarieros que se han localizado cabe referir a Manuel de Cárdenas que
en 1726 fue testigo del matrimonio de segundas nupcias, realizado en la Ciudad de
México, entre los españoles viudos José de Chavarría y Melchora de Varaola. A su
lado participaron también como testigos el corredor de lonja Nicolas de la Paz y el
maestro de sastre Diego Rodríguez459. A su vez, el rosariero "castizo" Thomas de
Mesa, fue testigo para que se concediera licencia para formalizar la unión entre
Leandro Lucio, "mestizo" y Sebastiana Antonia, "india", que tuvo lugar en 1733 en la
parroquia de San Miguel. Juntamente con él, se mencionan el "español" Pedro
Antonio Francisco, que ostentaba el título de maestro sastre, y el "morisco libre",
Esteban Antonio Martínez, que era oficial e velero460. Finalmente, en 1738, el
rosariero "mestizo" Pascual Manuel fue testigo en la licencia matrimonial del
"mestizo" Felipe de Jesús y la "india" Tomasa Moctezuma, en la parroquia de Santa
Veracruz. A su lado aparecen referidos Joseph Bermudez de Castro, "español" y
maestro de curtidor, Joseph Antonio Lima, "español" y curtido, y Joseph Montero,
"castizo" y sastre461.
4.4. IMPACTOS DE LA VIDRIERÍA EN LA ECONOMÍA URBANA Y
RURAL
Durante este período el número de talleres de vidrio conoció un crecimiento
notable pero, comparado con la dimensión que alcanzaron otros sectores, tales como
el de la loza vidriada o los textiles, se percibe que fue relativamente pequeño y que la
gran mayoría de los establecimientos se concentró en unas pocas ciudades. A pesar de
la gran extensión del territorio y de la emergencia de nuevos núcleos urbanos, durante
este período los artífices terminaron por establecerse esencialmente en torno a la
ciudad de México que eclipsó el brío protagonizado anteriormente por Puebla. El
poder de atracción ejercido por la capital se vinculó precisamente con el refuerzo de
su importancia como el centro articulador de uno de los dos ejes geohistóricos
americanos, cautivando los agentes de las principales actividades económicas, entre
los cuales estuvieron los vidrieros. En esos lugares, la competitividad interna fue más
459 AGN, Matrimonios, vol. 31, exp. 28, f. 138v-144v.
460 AGN, Matrimonios, vol. 76, exp. 1, f. 1v-6v.
461 AGN, Matrimonios, vol. 108, exp. 63, f. 313v-317v.
434
apretada y se puso de manifiesto un cierto proteccionismo por parte de los criollos,
articulado en torno a los varios niveles de afinidad familiar o de compadrazgo.
Las condiciones de trabajo y el estatus social que adquirieron los vidrieros
novohispanos durante este período promovió la estabilidad del sector. La
consecuencia más inmediata fue una quiebra considerable de la circulación de la
mano de obra y sobre todo, de las emigraciones a otros virreinatos vecinos. Al
contrario de lo observado en el período inicial, cuando algunos vidrieros se
trasladaron al Perú bajo el argumento de que vivían pobremente, en esta fase, la
Nueva España siguió atrayendo a algunos extranjeros y, además, logró reunir las
condiciones para su fijación en el interior de sus fronteras. La mayoría de los criollos
aprovechó la fama de sus padres y los contactos aportados por ellos o por el taller
donde trabajaron para establecerse definitivamente ahí. De echo fueron relativamente
raros los casos en que se desplazaron de la ciudad donde habían nacido para buscar
mejor suerte en otra parte. De manera general las condiciones de vida de estos
hombres serían buenas aunque, obviamente, no todos se encontraron al mismo nivel
ni disfrutaran del mismo prestigio social. La prueba mas contundente son
precisamente las alianzas matrimoniales en las que predominaron las uniones con
"españolas" pero ocasionalmente también "mestizas", como en el caso del vidriero
Diego de Ávila462.
Si, en los medios urbanos, México fue la ciudad preferida para fundar nuevos
talleres, el incremento de su actividad tuvo efectos en el ámbito rural, impactando
directamente sobre los sectores vinculados a la extracción y procesamiento de los
componentes utilizados en las fórmulas de vidrio. La explotación y comercialización
de plantas salicornias, a partir de las cuales se obtenía la sosa, ocupó un papel
destacado en la economía del Virreinato, lo que demanda una nueva mirada sobre el
sector y su dispersión. En el estricto ámbito económico, la preparación de la barrilla
unía la práctica recolectora/agrícola indígena a la de los maestros vidrieros y también
a la explotación minera. En nuestra opinión, esta economía complementaria benefició
a todos los sectores y que sus beneficios no se circunscribieron al estricto grupo que
controló la vidriería y la minería, como trataremos de explicar.
Las especies de hierbas barrilla crecían en tierras de matriz salitrosa,
generando una economía complementaria en torno a la explotación de la sosa vegetal
462 AGN, Matrimonios, vol. 53, exp. 17, f. 197v-198v.
435
(barrilla) y mineral (tequesquite). Ambos productos se encontraban básicamente en
los mismos lugares y sirvieron a diferentes "industrias" que, durante el siglo XVII, se
encontraban en plena expansión. Si el primero encontró aplicabilidad en la
producción de vidrio y cerámica vidriada, el segundo fue la base de las manufacturas
jaboneras y en las tintorerías, empleándose igualmente en la producción de pólvora y
en la minería, donde servían para apartar los metales o para hacer el aguafuerte con
que se ensayaban y media su grado de pureza.
El aumento de la demanda y, sobre todo, su valor para sectores tan
importantes como el de la pólvora, necesaria para la defensa del territorio, o el de la
minería que llenaba las arcas de la Corona, originaron un conjunto de medidas para
fomentar el sector del nitro y sus derivados. Una de ellas fue el establecimiento de
asientos para beneficiarlo, aún durante el siglo XVI, mediante los cuales se concedía
el monopolio de su elaboración y venta a ciertos individuos. El tema ha sido estudiado
por María Eleonora Poggio (2015) en su tesis doctoral sobre la comunidad de
neerlandeses y alemanes en la Nueva España, entre 1560 y 1650. Según observó, para
trabajar en las diversas fases de la explotación de este recurso, la Corona contempló el
repartimiento directo de indígenas para los asentistas del nitro. Eso significó que los
salitreros no necesitaban solicitar la autorización de la Audiencia o del juez repartidor,
como todos los demás, sino que el referido beneficio era asignado por el virrey. En la
práctica cotidiana, el trabajo fue ejecutado mayormente por indígenas a quienes, en
muchos casos, se exigía que realizaran grandes desplazamientos hacia las zonas de
extracción y procesado. Ocasionalmente se empleó también mano de obra esclava,
esencialmente negra y china, pero esa situación cambió a finales del siglo XVI.
Alrededor de 1586, el virrey Conde de Monterrey trató de atribuir el control sobre la
producción de salitre a las autoridades indígenas cercanas a las zonas de extracción,
tal como sucedía ya respecto a la sal y al tequesquite. No obstante, la falta de éxito en
enseñarles tales labores hizo que retomara el repartimiento de la mano de obra
indígena, ahora limitándola a la población residente en las inmediaciones del local de
extracción (Poggio 2015: 198-208).
Cabe destacar que, en esta fase, los vidrieros aparentemente no habían aún
descubierto las potencialidades del tequesquite para sus fórmulas pero la barrilla ya se
usaba en la minería al menos desde 1643. En ese año Don Luis Berrio de Montalvo
(1643) escribió un "Informe del nuevo beneficio que se ha dado a los metales
ordinarios de plata por azogue y filosofía natural a que reduce el método y arte de la
436
minería (...)" en el que sugería utilizar el agua de barrilla para preparar los metales
minerales.
La relevancia de las innovaciones propuestas en un contexto de escasez de
azogue hizo que el texto circulara por Nueva España y pasara al Perú, enviado por
orden directa del Virrey. Ese informe le valió a Berrio la mayor consideración entre
sus pares y el cargo de alcalde del crimen en la Audiencia de México pero, según
Francisco Xavier Gamboa (1761) rápidamente esa técnica de fundición entró en
desuso (Bargalló 1969; Gamboa 1761; Sánchez Gómez 1997: 17-264). Verdad o no,
la complementariedad económica entre la explotación de estos dos recursos naturales
ocasionó transferencias técnicas permanentes entre el sector vidriero y minero. En la
segunda mitad del siglo XVIII, los trabajos de Joseph Garcés y Eguía sobre el uso del
tequesquite en la fundición de metales para sustraer mayor cantidad de plata se
basaron precisamente en la observación de los métodos de producción de vidrio463.
Según sus propias palabras:
"El alkali mineral nativo, que los antiguos Mexicanos conocieron por
tequixquilitl, y hoy por corrupción se llama tequesquite, es el agente principal de
mis operaciones, por reunir en si todas las dotes precisas para una buena
fundición. El es fundente de las tierras y piedras, pues (como todos saben) con
arena y tequesquite se fabrica el vidrio, y así suple con muchas ventajas el lugar
del plomo, que otros usan para vitrificarlas." (Garcés y Eguía 1802: 49).
La necesidad de obtener la materia prima de mejor calidad se traduciría en un
incremento de la extracción, especialmente fuerte en Michoacán y en el Valle de
México, donde estuvo a cargo de las comunidades indígenas464. Los beneficios
alcanzados con esas labores incidirían también sobre las poblaciones locales, a
semejanza de lo que observó Enrique Florescano (1969) respecto a la cochinilla en
Oaxaca. Además de las ganancias económicas, la importancia de este producto les
463 Sobre la técnica desarrollada por Garcés véase AGN, Real Hacienda, Salinas, vol. 17, sin número de
expediente. Su trabajo fue considerado un nuevo invento y, como tal, le fue concedido el derecho de
uso exclusivo durante toda su vida, al menos desde 1763 (AGN, Correspondencia de Virreyes, vol.
186, f. 42v-42r, año 1763. AGN, General de Parte, vol. 75, exp. 357, f. 316v-324v, año 1796. AGN,
Reales Órdenes, vol. 5, exp. 42, f. 43v-44v, año 1798). Sobre los auxilios solicitados por Garcés para el
cultivo de tequesquite y la separación de metales por esta técnica en los años 1800, 1801 y 1802 véanse
respectivamente AGN, Real Hacienda, Salinas, vol. 18, sin número de expediente. AGN, General de
Parte, vol. 76, exp. 350, f. 261v-263v. AGN, General de Parte, vol. 79, exp. 34, f. 27v.
464 Por eso se ordenó amparar a los naturales de Santa Ana en el derecho que tenían sobre la
recolección del tequesquite en la Laguna, en el año de 1693 (AGN, Indios, caja 18, vol. 32, exp. 95, f.
99v-100v).
437
concedió mayor poder sobre las autoridades para reivindicar justicia en situaciones de
abuso, motivando la apertura de varios expedientes a lo largo del siglo XVIII.
4.5. LA PRODUCCIÓN DE ABALORIOS - CONSOLIDACIÓN DE UNA
ESPECIALIDAD DE LA VIDRIERÍA
A finales del siglo XVII se asistió a la consolidación de la actividad vidriera
en el Virreinato. Esta se percibe en el claro aumento del número de artífices dedicados
a esas labores, en las intricadas redes de relaciones que establecieron pero también en
un proceso gradual de especialización de la mano de obra y de la producción. Las
raíces de ese fenómeno remontan al siglo XVI, cuando surgen referencias puntuales a
ciertas ramas de esta actividad, pero fue durante este período que su proliferación en
las fuentes ganó mayor expresión. En este nuevo escenario los vidrieros aparecen
como una categoría profesional de visibilidad, a veces destacados en función del tipo
de obras que estaban capacitados para ejecutar (Tabla 12), (Tabla 13), (Tabla 14) y
(Tabla 15). De un total de 40 vidrieros que trabajaron en el Virreinato entre 1618 y
1680, 12 eran candileros, o sea, solamente 28 vidrieros no poseían dicha especialidad.
Aunque su número aumentó considerablemente en esos años, hasta finales de la
centuria no sufre ningún cambio, al contrario de lo que sucede con los demás
vidrieros que pasan de 28 a 41. Tampoco hay diferencia si el ámbito cronológico se
extiende a todo el siglo XVII, cuando el número total de vidrieros sin la especialidad
de candilero ascendería a 42 por haber contabilizado uno en el capítulo anterior, entre
1600 y 1618.
Tal y como sucedió en varias regiones de Europa, el creciente peso del vidrio
en la economía regional ocasionó la conformación de unidades de trabajo mejor
definidas que se establecían en función de ciertos segmentos de producción. En la
Nueva España, esa tendencia se relacionó necesariamente con un aumento del número
de artífices dedicados a esas labores y también de las exigencias del público
consumidor. En la practica, eso sirvió para garantizar la calidad de cada tipo de pieza
a través de la especialización de la mano de obra. Por otra parte, esas medidas
sirvieron para evitar conflictos de intereses entre pares por abarcar determinados
nichos de mercado. Así, los vidrieros de la Nueva España dejaron de definirse
únicamente en función del grado que ocupaban en la jerarquía impuesta por la
438
tradición gremial. Además de su nivel, ellos pasaron a especificar el tipo de labores
que ejecutaban, ofreciendo algunos datos sobre el temprano desarrollo de los talleres
de cuentas. Lo que no queda claro es si esa transformación ocurrió al margen o en el
seno de las formas de organización gremial.
Una de los secciones de la producción vidriera relacionada con los abalorios
pudo ser la de los labradores de vidrio. Al analizar el caso español en el contexto
europeo, se ha señalado en el apartado 1.8 que estos profesionales se dedicaron a dar
forma a pequeños objetos hechos de vidrio pero también en piedras duras. Eso se ha
observado respecto a las labores practicadas por Pedro Puch en la Sala de Lapidar,
creada en el Almacén General de Cristales (Madrid), donde labró piedras duras y
vidrios tales como abalorios para el consumo de la reina.
Dicha tendencia refleja rasgos compartidos con otras regiones de Europa
donde se popularizó la figura del paternoster o paternostri como especialista en la
producción de dichas piezas, independientemente del material. Con el tiempo, y en
diferentes lugares, hubo una tendencia a la conformación de ramas de especialidad
dentro de este colectivo. Su organización ni siempre obedeció a criterios relacionados
la materia prima o las capacidades técnicas diferenciadas que exigía el labrado de
cada una, sino que actuaron esencialmente factores económicos que originaron luchas
internas por el control de ciertos nichos de mercado. En ese aspecto Italia se presenta
como un casa paradigmático.
Desafortunadamente no se conocen mayores detalles acerca de la estructura
interna del colectivo de lapidarios en los reinos peninsulares, particularmente si se
compuso de varios cuerpos de artífices. Sería de esperar que el modelo adoptado ahí
se reprodujera en la Nueva España, donde las dotes de estas personas en el talle de
todo tipo de piezas, aliadas a una demanda de cuentas en América, fueran motivos
más que suficientes para que se perspectivaran buenos negocios. No obstante, no se
encontró ahí una relación directa entre los labradores de vidrio y la manufactura de
abalorios, pero tampoco fue posible averiguar el ámbito específico de sus labores.
Eventualmente estas pudieron incluir la elaboración de los ejemplares de mayores
dimensiones que se producían con técnicas distintas a las empleadas por los
candileros, o vidrieros de candil, especializados en el arte de lampwork.
Si se cambia la mirada hacia los modelos de organización prehispánicos y sus
pervivencias y adaptaciones en época virreinal, se podría pensar que el grupo de
lapidarios nativos que venían desempeñando esos trabajos sobre materiales
439
considerados preciosos, pudieran haber incorporado el talle del vidrio a partir del
momento en que este se introdujo en los usos y costumbres de sus comunidades. Sin
embargo, existen indicios de que ambos sectores se mantuvieron separados. Según se
ha averiguado, los lapidarios ejercieron el control sobre la venta de sus creaciones, lo
cual no es compatible con la práctica de la venta de abalorios y piezas de imitación
por parte de los buhoneros, indicando que existió una separación entre ambas
especialidades al menos durante cierto tiempo465.
En contrapartida, se sabe que una de las competencias de los vidrieros del
candil, designados también de candileros en la Nueva España, fue precisamente la
manufactura de cuentas. La abundancia de estas referencias en la documentación
virreinal contrasta con su aparente escasez en la península, donde se identificaron
solamente siete vidrieros de candil. Uno de ellos fue Gabriel Badorque que, a pesar de
no aparecer nombrado con esta especialidad, se sabe que produjo cuentas de vidrio en
Teruel 466 . Otro caso es el de Francisco Montejo, en cuyas capitulaciones
matrimoniales, de 27 de septiembre de 1640, se dice que tenía veintiuno años, que era
hijo de Francisco Montejo y Jerónima Martínez y Canabezal, vecina y natural de la
villa de Cadalso467. La zona fue ampliamente conocida por su producción vidriera y
es muy probable que su trabajo se asociara al de algún taller de vidrio o que
adquiriera la materia prima en los hornos establecidos en la región.
El historiador José Novo Zaballos refiere aún los nombres de los vidrieros de
candil José Penoso y Antonio de Aguilar, quienes trabajaron para la casa de la reina
Mariana de Austria. Este dato indica que algunos de estos profesionales disfrutaron de
una relación cercana con la Corona para dar respuesta a sus necesidades de consumir
este tipo de piezas de vidrio, aún antes de que se fundara la Sala dedicada a esas
labores en el Almacén General de Cristales en Madrid. A pesar de todo, el documento
no especifica qué tipo de objetos de vidrio produjeron para la reina:
"PENOSO, José Por orden del conde de Altamira de 30 de diciembre de 1654, se
le hizo merced del oficio de vidriero de candil de la reina; y desde este día
comenzó a gozar “las preeminencias y de todo lo demás que gozan los demás
465 Sobre el tema véase el capítulo 2.
466 AHN, Inquisición, vol. 1591, exp. 5.
467 AHPM, escribano Juan Martínez de Castro, fecha 27 de septiembre de 1640, "capitulaciones
matrimoniales", Protocolo 6792, f. 397v-398r.
440
oficiales de manos de su Majestad, y pagó la media anata de esta merced” (Novo
2015 II: 547)468.
"AGUILAR, Antonio de Por orden del duque del Infantado de 16 de julio de
1672, se le hizo merced del oficio de vidriero de candil de la reina; y desde este
día comenzó gozar las preeminencias y todo lo demás que percibían los oficiales
de manos de su Majestad" (Novo 2015 II: 78)469.
Respecto a Aguilar, se sabe que antes de trabajar particularmente para la reina,
ya ejercía el oficio en Madrid apareciendo referido como "vedriero de candil" en un
protocolo notarial dado en dicha villa, en 1659. En ese documento se refiere a su hija
Luisa de Aguilar y a su marido Ynazio Fox, maestro de arquitecturas, así como a una
casa en la Calle del Soldado que les había dado como dote de casamiento (Agulló y
Cobo 1978: 68)470.
Particularmente se han localizado los testamentos de más dos vidrieros de
candil que se encontraban inéditos hasta ahora. El primero se trata de Geronimo
Bordache, que en 1667 estaba casado con Cathalina de Salas y residía en Madrid. A
pesar de eso, sus orígenes se encontraban probablemente en la ciudad de Barcelona,
puesto que era "hijo lex[íti]mo de Juan Bordache y Mariana Bordache su muger
vezinos que fueron de esta ziudad de Barçelona ya difuntos". A través de este
documento se percibe que no disponía de muchos bienes pero que, asimismo, su
deseo de cumplir con las obligaciones religiosas y civiles le hizo nombrar como
albaceas a "Cathalina de Salas mi querida y amada muger", a "Joseph Ponze y
Antonio Carrillo maestros del d[ic]ho arte de bidrieros de candil"471
De este último especialista se recuperó también su testamento en el que se dice
que "Antonio Carrillo, [era] maestro vidriero de candil, v[ecin]o desta Villa de
Ma[dri]d." Además menciona a sus hijos Eugenia Carrillo y Francisco Carrillo, y
declara no tener bienes ni dinero472.
A pesar de la importancia de estas referencias, su carácter puntual requiere
ponderar que tal vez en muchas localidades peninsulares el oficio de candilero nunca
468 Fuente citada: AGPNM, Personal, caja 2.658/44; Administración General, leg. 659.
469 Fuente citada: AGPNM, Personal, caja 2.658/44; Administración General, leg. 659.
470 Fuente: AHPM, notario Francisco Camarano, "poder", fecha 25 de mayo de 1659, Tomo 7248, f.
132v-133v.
471 AHPM, notario Diego Antonio Hernández Sevillano, "testamento", fecha 17 de octubre de 1667,
Tomo 10078, f. 314v-316r.
472 AHPM, notario Diego Antonio Hernández Sevillano, "Testamento, fecha 14 de septiembre de 1674,
Tomo 10081, f. 249-251r.
441
se llegó a separar del de lapidario o labrador473. Por otra parte, la pervivencia de
ambos términos en América sugiere el desempeño de funciones distintas o que
eventualmente compartieron la autorización para producir determinada categoría de
piezas, como los abalorios, aunque cada especialidad se dedicara a hacer unos
modelos específicos que se obtenían mediante técnicas de trabajo diferenciadas. No
deberá descartarse la posibilidad de que las vivencias cotidianas originaran una
evolución del lenguaje que condujeran a la progresiva sustitución del término labrador
por candilero. En todo caso, hay que advertir que ambas locuciones fueron
contemporáneas y que la de candilero fue la única que estuvo indiscutiblemente
asociada a la manufactura de cuentas.
Al hablar de candiles y del modelado de piezas de vidrio con la ayuda de esos
aparatos, uno se remite de inmediato al universo de los esmaltadores y margaritieri
italianos que se dedicaban a hacer perlas falsas, acudiendo los primeros a una base de
vidrio y los segundos en materiales orgánicos como el ámbar. Sería pues interesante
percibir si esas instituciones ejercieron algún tipo de influencia sobre la organización
de los trabajadores del candil en la Nueva España. Esto es especialmente importante
dado los vínculos históricos de la Corona con diferentes regiones italianas, que se
tradujeron particularmente en la circulación de artífices. Algunos de ellos alcanzaron
la Nueva España y vincularon su trabajo a la especialidad de candilero aún durante el
siglo XVI, como fue el caso de Ángelo Carlo. Además, la única iniciativa de fundar
una fábrica dedicada a la producción de abalorios en la península contemplaba
también el privilegio para la manufactura de perlas y esmaltes, indicando que por
entonces no habían inconvenientes formales a que un único establecimiento
concentrara las tres especialidades, posiblemente porque se encontraban agremiadas
de manera conjunta. Aunque los datos aportados son muy escasos, debido al tipo de
fuente en que se basaron las investigaciones, se plantearán algunas cuestiones sobre la
organización de los candileros novohispanos que deberán profundizarse en futuros
trabajos.
La primera pregunta que se plantea está relacionada con la estructura de
producción y la manera en cómo se desarrollaron las varias etapas de ese proceso. En
473 En la documentación escrita en legua castellana el "candilero" se confunde con el "candelero".
Ambas grafías se emplearon para definir el soporte de velas, independientemente de su modelo, y
también a la persona que los hacía. En la Nueva España el gremio de candeleros se asoció al de cereros
y nada tuvo que ver con la producción de abalorios aunque las palabras se confundan en los textos,
motivando problemas de interpretación (Barrio Lorenzot 1921: 156-165).
442
Italia, la manufactura de cuentas de vidrio estuvo segmentada en diferentes talleres en
los que se requerían competencias distintas por parte de sus trabajadores: en los
hornos, los vidrieros producían las barras de vidrio que luego eran compradas por el
cuerpo de esmaltadores del gremio de los paternostrier y usadas como materia prima
de sus creaciones. Los "candileros" italianos no necesitaron dominar las fórmulas de
vidrio pero no era así en todas partes. En Ámsterdam y en las ciudades del sur de
Inglaterra, por ejemplo, el panorama era muy diferente y todas las labores se hacían
en un mismo establecimiento, aunque eventualmente por diferentes personas. Hubo
otros casos aún, como en Francia, en que la solución adoptada implicó la convivencia
de ambos modelos. Además de producir los abalorios, algunos de esos
establecimientos se dedicaron también a su venta al por menor, concentrando todas
las fases desde la manufactura a la distribución de las piezas. Cabe entonces preguntar
si algunas de estas estructuras productivas influyeron en la organización de los
candileros americanos o si esos modelos circularon en sentido inverso.
En la Ciudad de México, donde se localizaron todas las noticias sobre esta
actividad, la utilización de barras de vidrio importadas o de cuentas sin lapidar podría
justificar el incremento del sector al margen de la producción de vidrio local. Eso les
permitiría seguir trabajando sin afrontar los problemas relacionados con la adaptación
de las fórmulas de vidrio a las materias primas disponibles. No obstante, defendemos
que al menos algunos de los artesanos dominaron las técnicas para hacer el material y
que por eso merecieron el título de maestro o oficial vidriero, al que añadieron el "del
candil". Lo más probable es que adoptaran un modelo muy similar al francés y que en
el interior de esos espacios artesanales existieran pequeños hornillos para hacer el
vidrio y áreas de trabajo de modelado al candil.
La inexistencia de relaciones debidamente documentadas entre estos
individuos y los comerciantes o carreteros que traficaron con abalorios, sugiere que
sus creaciones tendrían una distribución algo reducida y que eventualmente disponían
de tienda propia. A pesar del esfuerzo en cruzar estas informaciones no hemos
analizado detenidamente los registros de las tiendas de menudencias con las que
eventualmente establecieron negocios. De hecho hay algunas evidencias de la
colaboración entre vidrieros y los dueños de esos comercios: Bartolomé Álvarez era
"español", natural de Noceda (en las montañas de León) y en 1689 tenía tienda de
menudencias "a la esquina frente de Tomás Franco [vidriero], en el horno de vidrio"
(Rubio Mañé 1966: 133, D1). De manera similar, la coincidencia del vidriero Juan
443
Ponce y el dueño de una tienda de menudencias llamado Francisco Xavier Cortes,
como testigos de un matrimonio realizado en 1633, puede indicar cierto grado de
afinidad en los negocios y que el segundo distribuyera las piezas que producía el
primero474. El propio Pedro de Cárdenas trabajaba como oficial del candil en la tienda
de Lázaro de Espinosa, en 1629, indicando que algunos de esos especialistas fueron
contratados por particulares para ejercer su oficio en el propio establecimiento
comercial, a semejanza de lo que sucedía en Francia475.
En referencia todavía a la estructura laboral y a la mano de obra no debe
sorprender el hecho de que solamente se detectaran nombres masculinos. Una vez
más, eso se puede deber al tipo de fuentes utilizadas puesto que las mujeres rara vez
actuaron como testigos de matrimonios. Por ese motivo no se podrá excluir la
hipótesis de que, tal como en Italia, ellas desempeñaran un papel destacado en la
ejecución de los trabajos de vidrio al candil y que, además, se dedicaran a ensartar las
cuentas como en Venecia. Las crónicas o los relatos de época tampoco han aportado
mayores informaciones sobre este tema y habrá que seguir investigando por otras vías
para aclarar estos aspectos.
Si bien los candileros controlaron una buena parte, si no toda la producción de
objetos de vidrio de pequeña dimensión, algunos de esos artesanos se consagraron
exclusivamente a hacer cuentas. Entre ellos hemos identificado Francisco de Lara,
Diego de la Gándara y Alonso Franco Hidalgo, ya señalados por José Peralta
Rodríguez (2013: 5) aunque sin especificar sus nombres. Todos ellos eran de casta
"española" y no existen evidencias de que se conocieran entre si.
Francisco de Lara aparece asociado a Mateo Xiron que, no siendo
declaradamente vidriero, estuvo casado con una mujer de apellido Solís, que ostentó
también una importante Casa de vidrieros476. La relevancia de esta asociación se
manifiesta en la presencia de alianzas matrimoniales que involucraron la(s) familia(s)
Solís. Varios vidrieros tuvieron ese apellido de manera directa e indirecta, porque lo
heredaron de sus padres o al casarse con mujeres que lo pasaron a sus hijos. Pero el
dato más curioso acerca de este vidriero es, sin duda alguna, que no solo se dedicó a
hacer cuentas de vidrio sino que se autodefinió como oficial de eventos [inventos] en
474 AGN, Matrimonios, vol. 173, exp. 30, f. 2v.
475 AGN, Matrimonios, vol. 113, exp. 106, f. 269v-270v.
476 AGN, Matrimonios, vol. 10, exp. 128, f. 290v.
444
1629477. La denominación de "evento" o "invento" (que en este caso tiene más
sentido) reporta a la actividad experimental de carácter más o menos académico y a
un ambiente de laboratorio en el que el candil estaría siempre presente. ¿Sería este
personaje una especie de alquimista o "científico" del vidrio, tal y como se constató a
finales de ese siglo en Europa?
Tal idea conduce a la historia de la ciencia en América y a la evolución de los
conocimientos acerca de las fórmulas de vidrio o a los procesos de manipulación de
ese material. En este caso, el taller se confunde con el laboratorio para dar lugar a un
espacio hibrido donde se ejecutaban experimentos sin perder de vista el objetivo
comercial. Se trata además de un ejemplo bastante temprano en el contexto global de
la búsqueda activa por mejorar los procesos de producción de abalorios en el mundo
hispano.
Investigaciones recientes han rescatado las evidencias de inventos patentados
en la Nueva España, destacando su frecuente asociación con la extracción minera o
los procesos de fundición de metales. Los primeros testimonios datan del siglo XVI y
sus autores presentaron sus descubrimientos en memoriales de méritos para alcanzar
mercedes Reales. Tal vez fuera este el motivo por el que Francisco de Lara se empeñó
en perfeccionar la técnica para producir cuentas de vidrio pero se desconocen sus
resultados y si llegó a introducir alguna innovación. Independientemente de eso, el
título de "oficial de hacer inventos" le concedió un grado de distinción frente a los
demás vidrieros del candil y que seguramente estuvo acompañado de un ascenso
social.
Los aspectos señalados ganan una proporción aún mayor cuando se tiene en
consideración que en los reinos peninsulares no hay indicios de grandes talleres de
abalorios hasta 1770, año en que Jacobo Schmitz recibió autorización para montar una
fábrica de estos objetos (Anónimo 1770: 85-86). Además, en la ocasión se tuvo que
acudir a mano de obra extranjera puesto que no existía ningún español ahí que pudiera
retomar el negocio cuando la Junta de Comercio se percató de los malos propósitos de
Schmitz; quien nunca tuvo intención de abrir el taller sino que se quería beneficiar de
la exención de las tasas en la importación de ciertas materias primas.
La Nueva España parece haber sido la región donde la manufactura de cuentas
de vidrio tuvo mayor importancia en los territorios de la administración hispana, y es
477 AGN, Matrimonios, vol. 10, exp. 128, f. 290v.
445
el único sitio conocido en el que su producción interna se asoció a la actividad
experimental. Sin embargo el estado de la investigación sobre los talleres de abalorios
en España y en sus antiguos territorios americanos o asiáticos está todavía por hacer y
futuros trabajos podrán ayudar a comprender mejor cómo se articularon los varios
especialistas dentro de las fronteras del imperio.
Todo lo anteriormente expresado refuerza la idea de que existió un incremento
de la actividad de los vidrieros de candil, asociada al aumento de la demanda interna.
Groso modo, esta coincidió con el crecimiento del sector en Europa, sobre todo en
Inglaterra, Francia, Ámsterdam y Bohemia, donde se asistió al aumento del consumo
interno relacionado con la indumentaria y las artes decorativas pero también al
comercio intercontinental. La presencia puntual de los candileros en las fuentes
españolas sugiere que este ramo de producción no fue tan significativo o que se
incluyó en una categoría más amplia, bajo la cual quedaron ocultos estos
especialistas. Esas dudas podrán aclararse con futuras investigaciones en los archivos
regionales ya que las obras sobre el vidrio español y la investigación personal llevada
a cabo en las instituciones madrileñas, no han podido solventarlas.
Otra cuestión pendiente es si los candileros se incluyeron en el gremio de
loceros y vidrieros, si eventualmente crearon su propia agremiación, o si se
organizaron al margen de cualquier estructura formalmente instituida. En Francia los
productores de abalorios se demarcaron de los demás paternóster para evitar la
competencia en los trabajos de vidrio, juntándose a los loceros de cerámica esmaltada
para hacer cuentas de vidrio y perlas falsas hechas con una base de vidrio que luego
se esmaltaba. La adopción de este modelo en la Nueva España podría explicar por qué
en Ciudad de México se fundó un único gremio que reunió a loceros y vidrieros. En
ese caso se podría pensar que esa institución estuvo en la base de una "industria" de
cuentas de papelillo, ejecutadas en vidrio soplado y esmaltadas a la lámpara que tanto
éxito tuvieron entre la sociedad novohispana. Su elevado consumo pudo requerir las
mismas estrategias para hacer frente a los intereses de los grandes mercaderes que
importaban los abalorios y perlas falsas desde Europa y así lograr sacar el mayor
beneficio de sus habilidades.
Al margen de esta hipótesis, existen algunos indicios de que los productores
de cuentas formaron un colectivo uniforme que reunió exclusivamente a personas
dedicadas a las labores del candil. Como ya se señaló antes, el 28 de febrero de 1640
Juan de Espinosa fue nombrado "veedor de vidrieros de candil" (Bejarano 1910:
446
45)478. La presencia de otros individuos con el mismo apellido y asociados a la
producción o venta de menudencias, sugiere que mantuvieron relaciones de
parentesco y laborales que se pudieron traducir en un control de la Casa Espinosa
sobre la actividad de los candileros. Es también bastante significativo que fuera
precisamente esta especialidad de vidriería la primera corporación perfectamente
definida de que se tiene noticia en las fuentes.
Para finalizar este apartado presentamos las informaciones recopiladas acerca
de los doce vidrieros del candil localizados en la documentación mexicana,
incluyendo los tres individuos que produjeron abalorios sin especificar la rama de
especialidad en que se enmarcó su trabajo (véase tabla 12) y (véase diagrama 2). Así
se percibe cómo estos hombres se denominaron "españoles" aunque algunos
seguramente ya habían nacido en América, puesto que bastaba ser hijo de padres
españoles para emplear legítimamente tal estamento social. Desgraciadamente no se
han identificado los padres de ninguno de estos individuos para poder comprobar su
origen.
Además de ser de casta "española", que de por si ya les garantizaba un cierto
estatus social que no siempre fue respaldado por buenas condiciones económicas, la
mayoría de los candileros identificados participó en ceremonias de casamiento que
tuvieron lugar en la catedral de Ciudad de México. Eso refuerza el papel social de
estos hombres o de los personajes con quienes se relacionaron pero eso no
necesariamente estuvo conectado con el prestigio de su oficio.
Su dispersión en la traza urbana se centró fundamentalmente entre los barrios
de la Santísima Trinidad, Santa Veracruz y San Pablo. El primero corresponde a la
zona más noble de la ciudad, donde se instalaron los principales edificios públicos.
Tradicionalmente esta zona se asoció a las labores del tejido y de sastre cuyos
profesiones cedieron unos terrenos para la construcción de una ermita dedicada a la
Santísima Trinidad y que acogió su gremio (Acosta 2012: 9-27; Muriel 1991: 124;
Salazar 2012: 28-70). Por ese motivo, es posible que la instalación de Pedro de
Cárdenas ahí tuviera una función estratégica, para proveer a los sastres de todo tipo de
cuentas pequeñas que se usaban entonces en los bordados más requintados, aunque
478 Fuente: AHCM, Actas del Cabildo, libro 32, 28 de febrero de 1640.
447
progresivamente "la Santísima", como era entonces conocida, evolucionó para
congregar a otros gremios y cofradías (Bazarte 1998: 65-74; Montoya 1984).
En el barrio de Santa Veracruz, en el Portal de las Flores que daba a la Plaza
Mayor y a la acequia real, tuvo su residencia uno de los candileros, Don Francisco
Durán (Fig. 95), localización muy cercana a donde se encontraba instalado el
anteojero borgoñés, Juan Bautista Tiburcio. Su centralidad y cercanía con los
principales mercados fue estratégica para adquirir materias primas y colocar sus
productos a la venta pero, lo más importante, es que esa parroquia de "españoles"
reunió en la cofradía de la Cruz a los hombres más distinguidos de la ciudad,
conociéndosela como la de los caballeros. A pesar de ser un caso aislado, esta zona
parece haber sido la preferida de los vidrieros para desarrollar sus actividades a lo
largo del período siguiente.
De manera general estos especialistas mantuvieron relaciones entre si como
por ejemplo Francisco de Ugarte y Tomás de León. Sin embargo, sus redes de
contactos se ampliaron al ámbito más extenso de los productores de vidrio, como se
deduce del análisis del perfil de Francisco Durán. Ese candilero conoció al vidriero
Diego de Ávila a través del cual pudo establecer lazos con otros de esos profesionales,
especialmente sus familiares como Juan de Ávila. Fue mediante estas relaciones que
los oficiales y maestros de candil pudieron trabajar en estrecha colaboración con los
productores de barras de vidrio, empleándolos en sus talleres o simplemente
aprovisionándolos de la materia prima que sirvió de base a sus creaciones. Algunas de
estas alianzas tuvieron como protagonistas a las hijas de los vidrieros como sucedió
con la(s) familia(s) León de la(s) cual(es) se conocen algunos de sus miembros.
Adriana de León se casó con Lorenzo Pérez y de esa unión nacieron José Pérez de
León y José de León, este último también vidriero y mencionado únicamente con el
apellido que heredó por vía materna.
De igual manera, varios de estos oficiales y maestros de candil aparecen como
testigos de matrimonios, junto a otras personas asociadas al ramo textil. Pedro de
Cárdenas, por ejemplo, fue testigo del casamiento entre Manuel Ruiz y Catalina
Rodríguez, igual que el tejedor de tafetanes Agustín Rodríguez, el sastre Pablo de
Campuzano y el monedero Juan Rodríguez479. Agustín Baptista fue testigo con
Andrés Rensifo, oficial de botonero, en el matrimonio entre Pedro de Olmedo y
479 AGN, Matrimonios, vol. 132, exp. 9.
448
Teresa Rodríguez480. A su vez, el candilero Pedro de Cárdenas fue testigo del
casamiento entre Francisco Gómez Beltrán y Margarita de la Barrera, con el oficial de
tejedor Juan de Ibarra481.
Las redes de Antonio de Espinosa en este tipo de ceremonia lo asocian con la
unión entre Manuel Roldan y María Rebolledo, en el cual constan también como
testigos el tendero Antonio de Peralta y el oficial de sastre Nicolás de Paredes482. El
patrón observado indica que no se tratan de coincidencias aisladas sino que los
vidrieros de candil establecieron relaciones cercanas con profesionales asociados a la
confección de ropas y también complementos como botoneros y zapateros. El empleo
de pequeños adornos de vidrio en los objetos que confeccionaban permite sostener
que esos lazos se generaron en el escenario de los negocios. Eso conduce a pensar
sobre el papel trascendental de estos ceremoniales religiosos en la vida profesional de
los intervinientes, concluyéndose que seguramente estos sirvieran para consolidar
relaciones anteriores y aportar mayor confianza al ámbito de los negocios. Asimismo
importa recordar que los usos de las cuentas de vidrio no se circunscribieron al ámbito
textil sino que encontraron aplicaciones en diversos objetos, ya fuera en alhajas para
el adorno del cuerpo o piezas tan curiosas como las que tenía D. Matías Rivera a
finales del siglo XVIII, patrón de arte de tirar oro. Al fallecer en 1787 se hace
inventario de sus bienes y se registran objetos particulares como un "candilito
formado de cuentas de vidrio" o una "camita de cuentas de cristal", posiblemente
miniaturas que expondría en algún mueble para impresionar a sus visitas, además de
dos conjuntos de botones con piedras de bohemia (uno de 12 y otro de 6) que
pudieron estar hechos ya en Nueva España pese al adjetivo, que regularmente se
empleó para referirse a un tipo de vidrio483.
4.6. VIDRIEROS Y SUS RELACIONES
La investigación realizada ha aportado el nombre de varios vidrieros que
actuaron durante este período pero, de la muestra reunida, se destacó la
preponderancia de ciertos apellidos que sugieren la existencia de lazos familiares y la
480 AGN, Matrimonios, vol. 122, exp. 130.
481 AGN, Matrimonios, vol. 113, exp. 106.
482 AGN, Matrimonios, vol. 173, exp. 221.
483 AGN, Bienes Nacionales, vol. 396, exp. 17, f. 21v y 22v.
449
formación de autenticas Casas de vidrieros que mantuvieron el oficio a lo largo de
algunas generaciones. De los casos analizados merece la pena destacar seis: los León,
los Maldonado, los Solís, los Gómez, los Franco y los Pardo.
4.6.1. Tomás de León (Candilero, 1672), José de León (1636) y Adriana de León
(1636)
La familia León ya fue sumariamente trabajada en el apartado 4.5 sobre los
candileros. Aunque raramente se pudo determinar los lazos de parentesco que unieron
los diferentes personajes identificados, la presencia de varios hombres con este
apellido, asociados al arte de hacer el vidrio o a la especialidad de candilero, son
bastante sugerentes (Diagrama 4). Ellos mantuvieron una cierta afinidad entre uno o
dos núcleos familiares con el apellido León y los varios sectores de la actividad
vidriera. Se revela además cómo en esos ámbitos laborales, en los que casi siempre el
hombre tuvo un papel destacado, las mujeres fomentaron la propagación de ese arte y
la consolidación de determinadas Casas de vidrieros a través de alianzas
matrimoniales y de la difusión del oficio entre sus descendientes.
Adriana de León fue seguramente la hija de uno de los vidrieros novohispanos
de la Casa León. De su casamiento con Lorenzo Pérez, de quien se desconoce la
profesión, nacieron dos niños a los que bautizaron José y Juan. Al contrario de su
hermano, José de León optó por omitir el apellido paterno en los actos públicos en los
que participó de adulto y se dedicó al oficio de vidriero. Es posible pensar que este
hombre persiguió la tradición de sus parientes maternos y que, por eso mismo, se hizo
valer del peso de ese apellido para trabajar en el Barrio de Santa Cruz, en casa de
German de Rojas, eventualmente como su aprendiz. En 1636 él actuó también como
testigo del matrimonio entre Elena Leal y Juan Pérez de León, su hermano, quien
vivía hacía más de seis años en una hacienda en San Juan del Río (actual Estado de
Querétaro), posiblemente haciendo también labores de vidrio484. En un mapa de
finales del siglo XVI (Fig. 96) se observan detalles sobre el pueblo y sus alrededores,
destacando el lecho de un rio y la acequia que pasaba por el pueblo, una milpa
484 AGN, Matrimonios, vol. 183, exp. 26, f. 2v. Por entonces San Juan del Río se encontraba en plena
fase de expansión urbanística, constituyéndose como un punto importante de comercio,
estratégicamente localizado entre las zonas mineras de Zacatecas y de San Luís Potosí con la Ciudad de
México.
450
(supuestamente de maíz) y varias caballerías. Además se representan varias
estructuras arquitectónicas que corresponden a una cerca que rodea el pueblo, la
iglesia, dos ventas, cúes485 y varios recintos sin indicar su funcionalidad. Estos no
parecen pertenecer a ningún horno de vidrio que pudiera indicar que el referido
vidriero pudiera haber adquirido para desempeñar el oficio familiar.
Las noticias sobre Tomás de León llegan también a través de su participación
como testigo de otro matrimonio, ya en el año de 1672. Por entonces tenía 37 años y
era vecino de la Ciudad de México, donde trabajaba como vidriero maestro del
candil486. En esa ocasión se casaban María de Herrera con José de Ugarte y, aunque
no se conozca su oficio, es posible que siguiera los pasos de su padre, el candilero
Francisco de Ugarte. Mediante estas ceremonias religiosas, a las cuales comparecían
como testigos y demostraban su intimidad con los novios, la familia León logró
extender y formar relaciones estrechas también con los vidrieros/candileros de la Casa
Ugarte.
4.6.2. Los Maldonado (Diego - 1641, Miguel - 1721 y Salvador - 1726) y sus
Relaciones con otras Familias de Vidrieros (Ávila y Olarte)
La primera referencia a un vidriero de este apellido es de 1641 y se refiere a
Diego Maldonado. Por entonces tenía 33 años de edad, vivía en Ciudad de México y
trabajaba como oficial de vidriero. Eso es lo que declara al prestar testimonio en el
matrimonio entre Nicolás Salgado y Josepha Maldonado. La coincidencia de apellidos
entre este individuo y la contrayente sugiere que fueran familiares, posiblemente
hermanos, pero nada se dice sobre ello en las declaraciones prestadas487.
En esa ocasión facilitó también información acerca de los novios el maestro
vidriero Juan de Ávila, que residía en el barrio de la Santa Cruz. Su participación en
este evento indica una relación estrecha con la familia Maldonado que se veía
reforzada en este tipo de ceremonias. Diego era un simple oficial para quien la
proximidad con sus superiores jerárquicos le podría garantizar un buen trabajo o
incluso ayudar a ascender de categoría. Es posible que ambos trabajaran juntos en el
485 Vestigios de plataformas artificiales que sirvieron de base a edificios de carácter religioso o
doméstico, realizadas en época prehispánica.
486 AGN, Matrimonios, vol. 111, exp. 28, f. 149v.
487 AGN, Matrimonios, vol. 138, exp. 26, f. 1v-2v.
451
mismo taller o que pertenecieran a una misma cofradía que reuniera a todos estos
profesionales en la capital, pero es evidente que los casamientos fueron ocasiones
interesantes desde el punto de vista del refuerzo de las alianzas estratégicas y que
incluyó a los testigos en esas redes (Diagrama 5).
Bastantes años más tarde, y pasadas ya un par de generaciones, se encuentra
de nuevo el apellido Maldonado asociado a la actividad vidriera. En 1721, Miguel
Maldonado es calificado como maestro vidriero y dorador pero no se dispone de
mayores informaciones para asegurar algún grado de parentesco (Toussaint 1948:
287). Lo curioso de su especialidad es que, por primera vez, se ha registrado a un
artesano capaz de dorar el vidrio y realizar esas decoraciones que se pusieron de moda
así en Europa como en América.
En cuanto al vidriero Salvador Maldonado tampoco hemos podido establecer
relaciones directas con los demás artesanos con el mismo apellido. En 1726 fue
testigo de un matrimonio y a través de sus declaraciones se sabe que era "español",
que tenía entonces 19 años y que estaba casado con Doña Petra Nunes Camargo488.
Ambos vivían en la Calle de Jesús Nazareno (actual Calle Pino Suárez), en las casas
del hospital489 pero su trabajo lo desempeñaba en la Calle de la Acequia, bajo la
orientación del maestro Miguel de Olarte. Lo más probable es que prestara sus
servicios en el Apartado de la Real Casa de Moneda cuya fachada daba precisamente
a esa calle y donde trabajaba el ensayador que acudió también como testigo490.
4.6.3. La Familia Solís (Melchor - 1646, Joseph - 1693) y sus Redes con los
Aguilar, los Escobar y Claudio Francisco Troncoso
La familia Solís resulta bastante interesante por diversos motivos. Sus
relaciones con otras Casas de vidrieros, las diversas áreas de producción en que se
especializaron, o la manutención de este oficio a lo largo de generaciones sugiere que
su preeminencia en el sector fue aún mayor de lo que se podría adivinar por el
reducido número de vidrieros Solís identificados en las fuentes. Por ese motivo, y
488 AGN, Matrimonios, vol. 78, exp. 21, f. 110v-116v.
489 Se referiría al que ahora se conoce como "hospital de Jesús" y que en este período se llamaba
coloquialmente "hospital del marqués".
490 El ensayador es la persona que ensayaba los metales para verificar su ley.
452
excepcionalmente, se reflexionará sobre estos personajes en una escala cronológica
amplia (Diagrama 6).
El primer vidriero de la familia que hemos localizado fue Melchor Solís. Este
hombre nació ya en la Nueva España, más concretamente en Ciudad de México,
donde vivía en el barrio de Nuestra Señora de la Merced. En el año de 1646 tenía 28
años y servía como oficial de vidriero en algún taller de la ciudad bajo la orientación
de un maestro491. Fue entonces cuando fue testigo en la solicitud matrimonial de
Francisca de Palacios y Francisco de Calba, ambos "españoles". A su lado declararon
también Juan Fernández y Lucas Gonzáles, ambos labradores (eventualmente de
vidrio), sobre no existir ningún impedimento para que se celebrara la unión.
Con el mismo apellido se ha detectado a Joseph Solís, "español" y labrador de
vidrios, con edad de 40 años en 1693. En esa ocasión prestó declaración como testigo
del casamiento entre María de Aguilar y Claudio Francisco Troncoso al igual que
otros individuos relacionados con la producción de vidrio. La participación de esas
personas constituye una fuerte evidencia de las estrechas conexiones de los
contrayentes a este ramo artesanal 492. Se trataba de una red muy bien articulada entre
diferentes familias, del cual este episodio es simplemente una de sus varias
extensiones, y que giran en torno a los Solís.
En ese evento aparecen al lado de Joseph Solís personajes como Simón de
Aguilar, otro labrador de vidrio designado "español", aunque bastante más joven. La
coincidencia de su apellido con el de la novia, asociada a la proximidad de sus edades
(él 22 y ella 24), sugieren que ambos eran hermanos y que eventualmente el padre
también ejerció de vidriero. Eso justificaría, en parte, el interés de la alianza entre los
Aguilar y Claudio Francisco Troncoso, maestro de hacer anteojos, cosas de vidrio y
carey. Entre las "cosas de vidrio" que estaba habilitado a hacer se encontraban las
vidrieras, habiendo recibido un encargo por parte del arquitecto Rodrigo Díaz de
Aguilera de "9 vidrieras" para el Convento de la Balvanera, en la Ciudad de México.
El trabajo sería ejecutado en colaboración con el vidriero Matheo de Cháves, con
quien firma una escritura de obligación por el referido encargo en 1671493.
Si bien el apellido de Matheo induce a pensar que pertenecería a una familia
de origen gallego o portugués (que por entonces ya había alcanzado la independencia
491 AGN, Matrimonios, vol. 172, exp. 93, f. 1r.
492 AGN, Matrimonios, vol. 94, exp. 27, f. 282v-284v.
493 AGNotDF, Fondo Antiguo siglo XVII. Notario José de Anaya, 15 de junio de 1671, "escritura de
obligación", vol. 15, f. 258r-260v.
453
de España), Claudio era un vasallo del Rey y originario del ducado de Borgoña.
Desde Felipe II ese territorio había quedado bajo la administración de la Corona,
creando el marco propicio a la circulación de sus artesanos en América donde algunos
se llegaron a establecer con su Casa. Se desconoce la fecha exacta de su llegada a la
Nueva España, ni si su matrimonio anterior, del cual conservaba dos hijos, se realizó
con una mujer natural del Virreinato. Lo cierto es que en 1652 ya tenía ahí taller
donde empleó a un esclavo de Doña Isabel Pérez Maxado. Ella lo había cedido a Don
Francisco Ochoa de Vizauri como pago de una deuda, quien lo pone al servicio del
vidriero por el valor de ocho reales al mes (Peralta Rodríguez 2005: 6-44)494.
Desafortunadamente no se dispone de más datos acerca de la relación entre estos tres
"españoles".
En 1689, cuando se hace el censo de la "gente de España en la Ciudad de
México", Claudio Francisco Troncoso residía en el cuartel que iba desde la "Calle
Real del Palacio, que va a Jesús Nazareno y Rastro y la del Reloj hasta el Carmen".
En ese momento afirma ser viudo, pasar de los 60 años y vivir con sus hijos y familia
(Rubio Mañé 1966: 173, F55). Sin mujer pero con descendencia asegurada, el
casamiento en segundas nupcias con María de Aguilar tendría un papel
fundamentalmente estratégico, estrechando relaciones con los vidrieros de la Casa
Aguilar y, consecuentemente, con los Solís.
A lo largo de generaciones las mujeres Solís permitieron que su Casa ampliara
sus redes, casándose con otros vidrieros o llamándolos a participar en esas alianzas
como testigos (véase diagrama 3). Eso fue lo que hizo por ejemplo Leonor Solís al
casarse con Mateo Xiron, momento en que demandó la presencia del "inventor" y
vidriero del candil Francisco de Lara, con el que pudieron trabajar en estrecha
colaboración para hacer abalorios o mejorar las técnicas de producción en los talleres
de la familia495.
En otros casos, esas mujeres se casaron directamente con vidrieros como
Gertrudis de Solís y José Escobar y Llamas o aún Catarina Solís con Joseph de
Frutos496. En este último caso, el contrayente era viudo de Gertrudis Escobar,
probablemente familiar/hermana de José Escobar. Se percibe así que la relación entre
Joseph de Frutos y Joseph de Escobar se estableció primero a través de la unión con
494 Fuente citada: AGNotDF, Fondo Antiguo siglo XVII. Notario Martín Molina y Guerra, registro 6ª
del año 1652, "Poder de Isabel Pérez Maxado a Don Francisco Ochoa", 24 de agosto de 1652.
495 AGN, Matrimonios, vol. 10, exp. 128, f. 290v.
496 AGN, Matrimonios, vol. 105, exp. 20, f. 274v-281v.
454
su supuesta hermana y, a la muerte de ella, se mantuvo con la promoción de un
casamiento con una pariente cercana de su esposa. Estas alianzas localizadas fueron la
base de la formación de un núcleo de influencia de los Solís en la ciudad de México
que se mantuvo hasta al menos inicios del siglo XIX. Manuela Solís se casó con aquel
que se piensa era el famoso pintor Joaquín Magón. De esa unión nasció en la "Corte
de México" José María Magón, que en 1801 se trasladó a Puebla para trabajar como
vidriero, casándose ahí dos años después con Micaela Guardia497.
4.6.4. La(S) Familia(S) Gómez (de Villegas)
La familia Gómez de Villegas ocupó un papel destacado en el contexto de la
producción vidriera, ampliando sus intereses a la manufactura de loza. Esta
confluencia entre el trabajo en cerámica vidriada y la producción de objetos de vidrio
es el reflejo de una estructura previa a la formación gremial y que estuvo seguramente
en la base de la conformación de un gremio conjunto en la Ciudad de México. Si por
un lado ese modelo reforzó el poder de los artesanos de ambos sectores, por otro lado
generó fuertes tensiones. Ellas fueron bastante intensas durante los años de transición
entre una organización que dependía del nombramiento de las autoridades de
gobierno, y el establecimiento de una forma de gestión autónoma a través de la
fundación de un gremio propio a mediados del siglo XVII. Recuérdese que las
ordenanzas gremiales eran formuladas por sus miembros y, aunque luego necesitaran
confirmación para tener validez, eso confería un cierto poder a sus agremiados. Lo
mismo sucedía respecto a las cartas de examen necesarias para ejercer el oficio
legalmente: aunque los examinadores fueran los especialistas nombrados dentro del
gremio, cabía a las autoridades locales validar esos documentos. Todo eso les confería
un poder que les daba mayor margen de negociación con las autoridades en los
momentos en que actuaron en contra de sus intereses.
497 El investigador Francisco Pérez Salazar (1963: 187) sugiere que el individuo que aparece
mencionado en el acta matrimonial como Joaquín Magón es, en realidad, el famoso pintor poblano que
dejó varias de sus obras en esa ciudad. Sin embargo el nombre de la madre de José María Magón no
coincide con el de la mujer con quien supuestamente se casó el pintor en el año de 1745, Doña Hipólita
de los Dolores y Villagrán. Es posible que esta divergencia sea el resultado de un segundo matrimonio
pero sin más datos acerca de este tema no es posible asegurar que el padre del vidriero fuera
efectivamente el pintor que todos reconocen como uno de los principales artistas novohispanos. Véase
AGN, Matrimonios, vol. 222, exp. 3, f. 8v-11v.
455
El desfase entre las fechas de creación de los gremios en Puebla y México,
junto con la disputa por que los documentos emitidos en cada ciudad tuvieran validez
más allá de sus fronteras, generó tensiones entre los poderes políticos que, de esa
manera cobraban sumas importantes y lograban atraer/controlar el desarrollo de esos
artes en sus administraciones. Tales problemas se extendieron a las autoridades de los
gremios, cuyos intereses colectivos por restringir la competencia externa estaba
también en juego. La familia Villegas participó de tales procesos y sufrió
directamente el impacto de esas tensiones, gestionando la situación con gran habilidad
al incluirse en la nueva estructura artesanal a través de procesos externos a la misma.
En noviembre de 1660, el alférez Juan Gómez de Villegas recibió
confirmación directa del virrey Francisco de Leyva y de la Cerda para establecer una
"fábrica de hacer vidrios y loza fina", concediéndole además el título de Maestro
Mayor del Vidrio y de la Loza Fina. Este le fue otorgado en México, al margen de las
autoridades del cabildo que controlaban la atribución de las cartas de examen hasta
que se formó el primer gremio de vidrieros mexicano (1677-1681)498.
Si bien en México el tema no generó polémica, la iniciativa de ejercer ambas
artes en la Puebla de los Ángeles originaría serios conflictos con los loceros recién
agremiados en la ciudad. En esta ocasión no hemos localizado ninguna manifestación
al respecto por parte de la comunidad de vidrieros, lo que seguramente sea el
resultado de una reducción significativa de su actividad y del número de profesionales
actuando en la ciudad. Tal idea aparece corroborada por el propio relato de Villegas
en su defensa y, sobre todo, por la incapacidad de localizar otros nombres de vidrieros
poblanos en esas fechas.
Para entender mejor la naturaleza del conflicto con los loceros hay que tener
presente que, al no participar de la orgánica institucional y burocrática recién
implementada para ejercer la actividad en la ciudad, se evadía el pago de los
impuestos correspondientes a la autoridades locales y, sobre todo, la validación de los
gremios sobre la calidad de su producción. Además de las cuestiones meramente
técnicas, dicho privilegio le concedía una posición en la cual no necesitaba penetrar
en los mecanismos de solidaridad y fidelidad entre los trabajadores del sector y que,
498 José Peralta Rodríguez (2018: 5) se basa en esta evidencia para defender una asociación entre
vidrieros y loceros en la Ciudad de México aunque "este nombramiento no ha sido reconocido en
maestros vidrieros de la ciudad de México". El autor no se percató de que se trataba de un oficio
vendible, atribuido al margen de la estructura gremial, aunque efectivamente se encontraran otras
pruebas de una agremiación conjunta, como ya se expresó anteriormente (AGN, Indiferente Virreinal,
vol. 5302, exp. 98, f. 1r).
456
como se ha señalado en capítulos anteriores, contribuyendo a mantener el control de
la competencia en el sector en la mano de unas pocas familias.
La situación excepcional de Villegas motivó fuertes resistencias por parte del
gremio, particularmente del veedor Diego Salvador Carreto, quien protagonizó una
serie de alegatos para evitar que pudiera ejercer las labores de locero, negándose a
reconocer su nombramiento. Las principales acusaciones se centraron en el carácter
honorífico del título concedido por el virrey que no le eximía de cumplir con todas las
exigencias que se le hacía a cualquier otro artesano. Entre esos requisitos se
encontraba la realización de pruebas mediante las cuales la persona demostraba sus
competencias en el oficio y las mismas eran validadas por sus pares. Eso, asociado al
carácter regional de los gremios y la disputa por que los documentos emitidos en una
ciudad tuvieran validez en todo el Virreinato, se tradujo en la negativa de Villegas en
someterse al examen del gremio poblano por disponer del título de maestro en fechas
anteriores a su establecimiento.
En ese contexto se hicieron varias acusaciones que ponían en cuestión su
capacidad para ejecutar las labores lanzando la sospecha de que el referido artífice no
conocía la manufactura y que, para poder montar el negocio, acudía a la contratación
de la mano de obra de otros maestros loceros de Puebla, criollos, que habían
aprendido los trabajos de loza con Carreto. A todo eso, Villegas responde "que tenía
suma pericia en labrar vidrios y loza fina, y que en dicha ciudad no había otro de
oficio de hacer vidrio, y que en el de la loza había solo uno o dos que la labrasen".
Además, alega que el título se había comprado a la Real Hacienda que estaba muy
necesitada de esos recursos499.
A pesar de las controversias, el proyecto inicial y su título se mantuvieron,
emitiéndose el parecer definitivo a septiembre de 1661. Sobre el vidrio, el virrey
afirma que
"(...) aunque los litigantes han hablado en sus escritos indiferentemente, es preciso
hacer una distinción, y es que por lo que toca al oficio de Maestro Mayor de hacer
vidrio, no puede hacer litigio ni para formarle es parte el dicho Diego Salvador
Carreto, y así debe continuar en su posesión el dicho alférez Juan Gómez de
Villegas, y volverle para esto el título o mandamiento."500.
499 AGN, Reales Cédulas Duplicadas, vol. D20, exp. 150, f. 92v-96v.
500 AGN, Reales Cédulas Duplicadas, vol. 20, exp. 150.
457
Por eso mismo, el discurso se centra en el análisis de las competencias en el
área de la producción cerámica, donde se le autoriza únicamente a ejercer funciones
en la manufactura de loza fina y no la común y amarilla, sin que eso afectara la
necesidad de mantener la estructura del gremio con la elección de alcaldes y veedores
de las tres especialidades contempladas en las ordenanzas iniciales y el respectivo
pago a su Majestad de la media anata.
La validación de las competencias atribuidas por el "favor político" le permitió
a Villegas esquivar las redes clientelares poblanas definidas exclusivamente en el
seno del gremio, siendo nombrado Maestro Mayor de dos sectores artesanales
diferentes pero complementarios. Además, se le atribuyó el favor de que los
trabajadores asociados a su taller no necesitaran examinarse para ejercer (Castro
Morales 2002: 20-29). Eso posibilitó que se contrataran aprendices pertenecientes a
las "castas" excluidas por las ordenanzas del gremio y que, como observa Emma
Yanes (2013: 241-242) alcanzaran incluso el título de maestro. Claramente este
beneficio permitió que Villegas penetrara en el sector poblano sin necesitar integrarse
en las redes preestablecidas. Además posibilitó la conformación de unas redes
propias, al margen de las que se generaban en el gremio, confiriéndole un enorme
poder. Eso no le impidió participar en la redacción de las nueva ordenanzas
publicadas en 1682, cuando ya tendría una edad avanzada (Cervantes 1939: 28-29).
Para desarrollar las actividades para las que había obtenido permiso, Villegas
adquirió dos talleres: uno en la Calle de San Marco (actual Calle Reforma), y otro en
la Calle del Horno de Vidrio (actualmente Av. 5 norte), (Cervantes 1939: 205; Leicht
1967: 459). El primero fue adquirido por traspaso al locero Juan Colín y el segundo se
encontraba en la Calle del Horno de Vidrio (actualmente 5 norte). Este segundo
establecimiento se encontraba situado muy cerca del taller de Diego Salvador Carreto,
donde originalmente se había establecido el taller de vidrio de Rodrigo Espinoza. Por
ese motivo es posible pensar que Villegas optara por realizar en un local distinto cada
una de las labores para las cuales había recibido permiso para practicar. Eso no quiere
decir que no aprovechara la complementariedad entre ambos sectores para emplear el
vidriado producido en las oficinas de vidrio como materia prima para la manufactura
de la loza fina.
A pesar de que se trataran de dos sectores cuyo consumo se encontraba en
plena expansión y con poca competencia, a juzgar por las palabras del propio
Villegas, en 1695 él opta por vender la locería de la Calle de San Marcos a Antonio
458
Centeno de la Banda, afirmando ser pobre y de muy avanzada edad. No se sabe hasta
qué punto son ciertas sus palabras pero, a lo largo de ese período y a inicios del siglo
XVIII varios de sus familiares aparecen vinculados a la actividad de locería poblana:
sus hermanos Antonio y Pedro, su hijo José y sus sobrinos Felipe Gómez de Villegas
y José Gómez de Lara (Castro Morales 2002: 20-29; Cervantes 1939: 211).
En menor medida se han detectado algunos vidrieros con los apellidos
"Gómez de Villegas" (véase tabla 13) o solamente "Gómez" (véase tabla 14), para los
cuales no se ha determinado el grado de parentesco o determinado con seguridad si
eran familiares, sobre todo cuando se comparte solamente uno de los apellidos.
Asimismo, este enfoque ha permitido diseñar la compleja red de relaciones que cada
uno de los vidrieros con estos apellidos logró construir (Diagrama 7).
En el primer caso se encuentra José Antonio Gómez de Villegas, quien
aparece como sirviente del bachiller Bartolomé Campoy en un proceso en que se le
acusa de mantener una fábrica clandestina de aguardiente en un cerro de
Mexicalcingo. Corría entonces el año de 1726 y Villegas aparece descrito como
"español", soltero y oficial de vidriero con más de 14 años, que seguramente
produciría los envases donde se guardaba el referido licor501. Es posible que este
hombre fuera el mismo que aparece ya en 1734, nombrado solamente como "Antonio
Gómez de Villegas" en una escritura de venta a censo redimible que otorgaron el
vicario fray Francisco Molina, fray José Delgado y el cura fray José de Arteaga, del
Convento del pueblo de Mixcoac (hoy un barrio de la Ciudad de México), por el valor
de 400.00 pesos, en favor del dicho vidriero, dueño de un horno de vidrio502.
En igual situación se encontraba Francisco Xavier Gómez de Villegas, con
actividad registrada en México. En 1729 el maestro vidriero era dueño de un horno de
vidrio que, por haberse hundido, le causó graves problemas económicos que le
impidieron de cumplir con pagos particulares como 4 cargas y un tercio de chile
pasilla que le costaron 90 pesos. Por entonces estaba casado con la "española"
Josepha de Brito503. Este dato sugiere que no se trata del mismo hombre que, en otros
documentos aparece referido con el nombre de Francisco Xavier Gómez, ya que en
1732 se declara soltero. Al parecer este vidriero trabajó como labrador de vidrios y
fue testigo de un matrimonio en dos ocasiones, una en 1732 y otra en 1744. En esa
501 AGN, Jueces Especiales, vol. 37, exp. 41.
502 AGN, Bienes Nacionales, vol. 289, exp. 25.
503 AGN, Indiferente Virreinal, exp. 1857, exp. 6.
459
primera ocasión afirma ser "español", ser vecino del pueblo de Tlalnepantla y, a su
lado como testigos, declararon también los vidrieros Manuel y Joseph Santoyo504. En
el segundo casamiento los contrayentes eran Ana Bárbara García de la Vega y Andrés
Francisco Ávila que, a pesar de no indicar su oficio, tenía el mismo apellido de una
Casa de vidrieros505.
En el segundo caso se detectaron varios ejemplos. El más antiguo es el de
Matheo Gómez, de 1664, coincidiendo aproximadamente con las gestiones de Gómez
de Villegas para instalarse en Puebla506. La cercanía de las fechas podría indicar que
estaban aparentados o que, eventualmente, este hombre estuvo en el origen de una
estirpe de vidrieros de ese apellido en la Ciudad de México y que fue contemporánea
a los dos vidrieros "Gómez de Villegas". Otro ejemplo similar es el del vidriero
Alonso Gómez, de quien se sabe únicamente que en 1724 se encontraba en Puebla,
viviendo en la casa que fuera de Juan Gómez de Villegas, en el antiguo horno de
vidrio, pero se desconoce el grado de parentesco que unía a los dos507.
Sobre el vidriero Manuel Gómez se dispone de más informaciones. En 1727,
él fue testigo de un matrimonio que tuvo lugar en México, más específicamente en la
parroquia de San Miguel. Al prestar declaración sobre no existir impedimento algunos
para la celebración del casamiento, afirma ser pardo libre, tener 29 años de edad y
estar casado con Theresa de River. Su encuadramiento en el grupo de los pardos
sugiere que el color de su piel o su aspecto y vida social no le permitían confundirse
con un "español". Eso nos hace dudar que fuera familiar directo de los criollos Gómez
de Villegas: aunque fuera fruto de una unión mestiza, trataría siempre de ostentar el
título de "español". Por otra parte, el apellido de su esposa no indica ningún vínculo
con otras casas de vidrieros por vía del matrimonio. Por entonces, ambos vivían
"bajando el puente de el Ataúd, en casas del Colegio de San Pedro y San Pablo" y
Manuel poseía el título de oficial de vidrio508. Fue ya entre 1728 y 1735 que alcanzó
el estatuto de "maestro" participando de un proceso movido contra Micaela Geronima
Becerra por desacuerdos en el evalúo de los materiales depositados en el horno de
vidrio y que influirían en el precio final509.
504 AGN, Matrimonios, vol. 53, exp. 36, f. 243v-246v.
505 AGN, Matrimonios, vol. 121, exp. 25, f. 194v-197v.
506 AGN, Bienes Nacionales, vol. 1510, exp. 2.
507 Estos datos fueron inicialmente publicados por Hugo Leicht (1967: 459) y después citados por
Miguel Ángel Fernández (1990: 259) y se desconocen las fuentes primarias.
508 AGN, Matrimonios, vol. 4, exp. 1.
509 AGN, Civil, vol. 350, exp. 2.
460
Un poco más tardía es la referencia al maestro vidriero José Gómez. En 1756
fue testigo del matrimonio de su hijo, Cristóbal Ignacio Gómez, en la Ciudad de
México. Por entonces se encontraba casado con Doña Ana de Cuvillos y vivía al
Apartado, en casas del señor Aldaca. Todo indica que sus hijos no siguieron su
profesión y uno de ellos, Juan Ignacio, logró ejercer como abogado de las Reales
Audiencias510.
En otros casos, hemos localizado a personas con el apellido Gómez asociado a
otro distinto al de Villegas, por lo que cabe la posibilidad de que estuvieran
emparentados con una parte de esa familia. Una de ellas fue el vidriero y carpintero
Juan del Río Gómez que en 1687 fue contratado para realizar cuatro vidrieras para el
tabernáculo de la Capilla del Rosario del Convento de Santo Domingo, en Puebla
(Pizarro Gómez 1997: 73). El vidriero Pedro Gómez de Navarrete aparece como
testigo de un matrimonio en 1751, declarando ser vecino de México, en el barrio de
Santa Cruz, en casas que fueron de Don Nicolas de Castañeda511.
4.6.5. Los Franco: Tomás (1626), Alonso (1640), Juan (1672), Tomás (1689) y
Antonio (1682)
A lo largo de la investigación se han localizado varios vidrieros con apellido
Franco, sin que se identificara el grado de parentesco que los unía o si pertenecían a
diferentes núcleos familiares (Diagrama 8).
La primera noticia que se tiene de la actividad de estos hombres es de Alonso
Franco Hidalgo, quien había desarrollado competencias específicas en la producción
de abalorios. A eso se dedicaba en 1640, cuando tenía 25 años y se casó en la catedral
de México con la "española" Francisca de la Peña, de 14 años. Por entonces
testificaron sobre los contrayentes el oficial de gorrero Andrés Hurtado, el oficial de
platero Lorenzo Martínez, además de Casilda de la Peña y Doña María de
Madrigal512.
Tomás Franco fue un nombre adoptado por al menos dos vidrieros de la
Ciudad de México. El primer individuo alquiló una casa en el barrio de la Santísima
510 AGN, Matrimonios, vol. 150, exp. 46, f. 37v.
511 AGN, Matrimonios, vol. 145, exp. 58, f. 1v-4v.
512 AGN, Matrimonios, vol. 126, exp. 37, f. 113r.
461
Trinidad de la Ciudad de México, al maestro sillero Juan de Tapia, en 1626. El
contrato sería valido por el período de cuatro años y pagaría una renta anual de 60
pesos de oro común513.
Bastante más tarde, en 1689, se vuelve a tener noticias de un vidriero con el
mismo nombre. Entre ambas referencias pasaron 63 años por lo cual sostenemos que,
en realidad, se trataban de personas distintas, eventualmente padre e hijo. Él aparece
en el listado de la gente de España en la Ciudad de México, como dueño de un horno
de vidrio en la "Calle derecha del horno de vidrio junto a Chavarría, Montealegre,
Cordobanes y Donceles", en frente de la tienda de menudencias de Bartolomé
Álvarez, sobre el cual ya se habló (Rubio Mañé 1966: 133), (véase fig. 88), (véase fig.
89) y (véase fig. 90).
Lo más probable es que sea la misma persona que, a 13 de febrero de 1715,
aparece como testigo de Nicolás de Silva Moya Carreño y Valdés, en unas
averiguaciones sobre la limpieza de sangre de su familia. En su declaración anotada
por el escribano "dijo ser español y llamarse Tomás Franco y maestro vidriero vecino
de esta Ciudad, casado con Doña Felipa Bello" y, antes de firmar, informó tener 60
años (Fernández de Recas 1961: 73). Por ese motivo es imposible que se tratara del
mismo vidriero localizado en 1626 en la misma ciudad.
Otro de los vidrieros con este apellido fue Juan Franco, cuyas noticias
disponibles nos llegan a través de sus declaraciones matrimoniales. En 1672 fue
testigo de la unión entre el "mestizo" Juan Varela y la "española" Teresa de Jesús,
junto al tratante de mulas Cristóbal Rodríguez. Al anotar sus datos personales, se
indica que tenía 50 años, que era vidriero y residía en México, en el barrio de la
Santísima Trinidad514. En la segunda ocasión en que se ha registrado su participación
como testigo fue ya pasados 10 años, al casarse Antonio Franco y María de
Mendoza, cuando ya disponía del título de maestro vidriero. Aunque no se indique el
grado de familiaridad con los contrayentes, sugerimos que los novios optaron por
presentar a parientes cercanos como testigos ya que los dos que se personificaron
comparten apellido con la pareja: el vidriero Juan Franco sería pariente del novio y el
abogado de la Real Audiencia, Diego de Mendoza, de la novia515. Las conexiones
entre ciertos vidrieros y los abogados de la Real Audiencia, parece no ser casual sino
513 AGNotDF, Fondo Antiguo siglo XVII. Notario Hernando Arauz, 7 de octubre de 1626, "escritura de
arrendamiento", vol. 8, f. 93v-93r.
514 AGN, Matrimonios, vol. 29, exp. 10, f. 24v-26v.
515 AGN, Matrimonios, vol. 98, exp. 59, f. 150v-152v.
462
que permitía establecer lazos con sectores estratégicos en la defensa de los derechos y
privilegios de estos profesionales. En efecto, años más tarde el hijo de un vidriero,
Juan Ignacio Gómez, logró ocupar ese cargo516.
Antonio Franco era también vidriero. Inicialmente se casó con Melchora de
Salas y, cuatro meses y medio después de que ella falleciera y se enterrara en la
Iglesia de la Santísima Trinidad, se volvió a casar con María de Mendoza, como
consta de su declaración de 1682517. En ese momento, afirma ser vecino de la Ciudad
de México pero no informa sobre su edad o su ascendencia. Se entiende que sería aún
joven porque en 1719 aparece como testigo de un matrimonio, donde afirma ser
maestro vidriero y tener un horno de vidrio donde había empleado a Francisco Xavier
de la Fuente518. Sin saber las funciones que desempeñaba no se puede asegurar que él
era también vidriero o si se dedicaba a otro tipo de tareas que no requirieron
habilidades en el manejo del vidrio como el aprovisionamiento de leña y el control de
las temperaturas del horno.
En esa calidad de maestro Antonio participó, en 1735, en la causa entre
Micaela Gerónima Bezerra y Miguel de Yceto. La imposibilidad de llegar a acuerdo
sobre el precio del horno y sus enseres requirió la presencia de dos vidrieros de
renombre para ejercer de evaluadores externos: Antonio Franco y Manuel Gómez,
quienes no siempre estuvieron de acuerdo sobre el valor de ciertos productos como
en:
"(...) veinte y siete arrobas de vidrio de barrilla dijo d[ic]ho [Antonio] franco
q[ue] molida servida y cosida cada arroba valen 1 peso y d[ic]ho [Manuel] Gomez
expreso no valer mas q[ue] cinco r[eale]s en d[ic]ha forma y por la discordia no se
hace precio."519.
Esta es la última vez que se tiene noticias suyas o de cualquier vidriero con
este apellido.
516 AGN, Matrimonios, vol. 150, exp. 46, f. 37v.
517 AGN, Matrimonios, vol. 98, exp. 59, f. 150v-152v.
518 AGN, Matrimonios, vol. 189, exp. 19.
519 AGN, Civil, vol. 350, exp. 2, f. 40v.
463
4.6.6. Los Pardo: Joseph (1662), Antonio (1723), Alonso (1744), y José Mariano
(1773)
La mayor parte de la información disponible para esta familia de vidrieros ha
sido recopilada por Hugo Leicht (1967) y luego citada por diversos autores que han
tratado el tema de la vidriería poblana, muchos de ellos en obras de carácter genérico
sobre la historia de la ciudad (Anónimo 1970 II: 1577; Anónimo 1980: 68; Cortina
1984: 57).
Todo indica que Joseph Pardo fue la cabeza de esta estirpe de vidrieros, con
actividad en Puebla desde 1662, como muy tarde (Peralta Rodríguez 2005: 6-44)520.
Este hombre tuvo al menos dos hijos que siguieron el mismo oficio: Antonio Pardo y
Alonso Pardo.
Antonio alcanzó el estatuto de maestro vidriero, en la especialidad de
soplador, y alrededor de 1723 habría fundado un horno de vidrio enfrente de la cerca
del antiguo Convento de Santa Teresa, en la calle que se conoció a partir de entonces
como Calle del Horno de Vidrio, cuando ya no estaba activo el de la Calle del
Venado.
Alonso Pardo heredó las referidas instalaciones en 1744, donde siguió
desempeñando las labores de vidrio, de lo cual se entiende que su hermano no tuvo
descendientes que se interesaran en mantener el negocio. Ese no fue el caso del hijo
de Alonso, José Mariano Pardo, nacido en 1740. Gracias al padrón de la ciudad de
Puebla, realizado en el año 1773, se sabe que trabajaba en ese horno, del cual fue
propietario hasta el año 1800. Por entonces afirmó tener seis hijas doncellas que, por
no indicar sus nombres, no se ha podido seguir el rastro de sus alianzas matrimoniales
a fin de determinar si se casaron con otros vidrieros y si dieron continuidad al negocio
familiar (Leicht 1967:189).
Según Hugo Leich (1967: 24), en la misma época en que Mariano Pardo era
propietario del horno de la Calle del Vidrio, Juan Pardo poseía otro en la Calle de
Mariano Arista (Av 4 Poniente 100):
"En 1786 estaba en la acera Sur de la Cale del Costado de la Iglesia de S[an]to
Domingo el horno de vidrio que en 1814 ya no existió: "un sitio, haciendo frente
520 El autor cita la fuente CEHM-CONDUMEX, fondo XVI-1, colección Enrique A. Cervantes,
Gremios Coloniales, carpeta XIV, doc. 313, pero no ha sido posible encontrar la correspondencia de
este sistema de referencia con el que ha sido empleado online, donde no se ha localizado ningún
documento sobe un vidriero de nombre Joseph Pardo.
464
con la puerta del costado de la iglesia de S[an]to Domingo, donde estuvo un
horno de hacer vidrio, perteneciente a Juan pardo. Hasta en 1829 la finca se
conoce por "la casa del horno de vidrio"; después tomó el número 5.".
Los datos disponibles apuntan a que a inicios del siglo XIX la empresa
familiar no habría sobrevivido, eventualmente afectada por la coyuntura política que
desembocaría en la independencia de México. Pero antes de finalizar, es importante
señalar que Maria José Goulão Machado (2005 II: 46) incluye a los vidrieros Alonso
Pardo, Antonio Pardo y José Mariano Pardo en el listado de portugueses y luso
brasileños en territorios americanos de la Corona española. La autora no indica los
fundamentos de esa idea pese a citar la obra de Barbara Gretenkord (1993: 290). Por
el momento no se han encontrado otros indicios de que estos vidrieros tuvieron un
origen o ascendencia portuguesa o brasileña en la documentación consultada en los
archivos españoles, mexicanos y portugueses.
4.7. OTROS VIDRIEROS DEL SIGLO XVII-XVIII
En este apartado se presentan los nombres de 32 vidrieros que no cuentan con
un análisis biográfico detallado por la falta de datos relevantes para la reconstrucción
de sus redes familiares, disponibles en la documentación consultada (véase tabla 15).
Aún así, se advierte que algunos de estos nombres aparecen mencionados en la
biografía de ciertas familias de vidrieros con las cuales mantuvieron estrechos lazos.
Por eso mismo hemos sentido la necesidad de señalar algunos profesionales que
tuvieron actividad ya en el siglo XVIII, por completar las relaciones de algunas Casas
de vidrieros que se mantuvieron a lo largo de la centuria siguiente. Solo en esos casos
nos permitimos señalar sus nombres.
De los individuos compilados, destaca la prevalencia de hombres de casta
"española", aunque la mayoría serían criollos, nombre con el que aparecen ya
designados algunos vidrieros. En menor medida se encuentran también "mulatos"
cuya matriz cultural no es posible determinar por los motivos expresados en los
apartados anteriores de este capítulo. Los extranjeros se resumen a dos borgoñones y
eventualmente también un portugués.
465
La gran mayoría de los artífices prefirieron trabajar en México,
particularmente en los barrios de Santa Cruz, Merced, San Pablo, Santa Madalena,
San Gregorio y San Lázaro, mostrando una gran dispersión por los principales barrios
de la ciudad. Solamente 4 vidrieros lo hicieron en Puebla, sin que para algunos de
ellos se conozca más que su apellido. Esta gran diferencia sigue la misma tendencia
observada en el análisis de las principales Casas de vidrieros novohispanas aunque
nos permite ampliar sustancialmente el número de profesionales de Puebla, donde se
ha identificado solamente una familia trabajando en el sector vidrieros y que mantuvo
siempre vínculos con México.
466
467
CAPÍTULO 5
LA VIDRIERÍA EN EL MUNDO HISPANOAMERICANO: MÁS
ALLÁ DE LA NUEVA ESPAÑA
En este capítulo pretendemos realizar un acercamiento a la producción
vidriera americana durante el período en que las regiones no englobadas en el
Virreinato de la Nueva España estuvieron bajo el dominio de la Corona. El primer
objetivo de esta investigación preliminar es romper con una visión, mantenida desde
la historiografía mexicana de inicios del siglo XX, que confirió un protagonismo
especial a Puebla en esos procesos. Al considerarse el primer centro productor de
vidrio en el Nuevo Mundo, la mayoría de los investigadores de ese país se enfocaron
en el estudio de este caso, reflexionando casi siempre sobre ciertas cuestiones: la
identificación del primer vidriero, la localización exacta de su horno, la calidad de sus
producciones y la capacidad de exportarlas hacia otras partes del continente.
La consecuencia más inmediata ha sido la formación de una visión sesgada de
la implementación y desarrollo de la producción de vidrio en América, omitiendo los
procesos similares que ocurrieron en otros lugares. Al analizar de manera diferenciada
la vidriería poblana y mexicana en los capítulos anteriores se ha puesto en evidencia
el importante papel desempeñado por la capital, donde surgieron las primeras
iniciativas para producir el vidrio y donde el sector ganó mayor fortaleza a lo largo
del siglo XVII, al contrario de lo que sucedía en Puebla, cuya actividad se redujo
bastante.
Los novedosos datos alcanzados han motivado la ampliación del espectro para
enfocar la atención sobre otros espacios hispanoamericanos. Excepcionalmente se ha
incluido también en este capítulo el estudio del caso Filipino, en Asia, lo que está
plenamente justificado por su dependencia administrativa y económica respecto a la
Nueva España. En efecto, su categoría de Situado del Virreinato podría incluso
validar un trabajo sobre esta región dentro del ámbito novohispano. No obstante, la
configuración actual de ese territorio como una identidad política independiente nos
mereció considerar ese tipo de acercamiento, que muy fácilmente podría justificar la
creación de un discurso nacionalista mexicano sobre su historia de período virreinal.
468
Percibir Filipinas como una "colonia" de la "colonia" sería dar continuidad a una
mentalidad neocolonial en el mundo académico de la cual nos gustaría demarcarnos.
5.1. LA VIDRIERÍA EN FILIPINAS
La producción historiográfica sobre Filipinas, y más concretamente los
estudios sobre el modelo de gestión político-económica adoptado durante el período
en cuestión, viene propagando la idea de una total dependencia de la zona en lo que
concierne a manufacturas. En este sentido, cabría esperar que los abalorios vendidos
en Manila se obtuvieran en el mercado de importación para satisfacer las necesidades
locales.
La población indígena usó estos complementos en la confección de diversos
tipos de adorno, especialmente de collares que se transmitían de madres a hijas. Tales
reliquias de familia pueden verse aún en los museos nacionales y su preservación es
una prueba de la notabilidad que tuvieron en la vida cotidiana de las comunidades
desde tiempos remotos (Francis Jr. 2002: 170, 181-192; Ruiz Gutiérrez 2013: 120-
168). Del mismo modo, la región logró realizar un cierto volumen de envíos de
cuentas de vidrio hacía Nueva España sin que se conozca todavía su origen
específico, los medios por los que lograron llegar hasta ahí, o si eran diferentes de
aquellas usadas por la población indígena local.
Los trabajos que se vienen realizando en Filipinas con base en los hallazgos
arqueológicos y colecciones museográficas se enfocan esencialmente en cronologías
anteriores y, en ningún caso, se plantean la posibilidad de haber existido una
producción local que surtiera parte de la demanda en tiempos modernos. Una de las
investigaciones más relevantes sobre las raíces del comercio de cuentas de vidrio en
esta región es la de John Cayron (2006). La autora Bérénice Bellina-Pryce (2003:
285-297) también se interesó por el tema, acercándose a los abalorios desde la
perspectiva de las interacciones sociales generadas a partir de la circulación de estos
objetos entre India y el Sudeste asiático, y con el mundo mediterráneo (Bellina-Pryce
y Glover 2004: 68-89). Otros autores se enfocaron particularmente en los hallazgos
filipinos, así en ámbitos de la arqueología terrestre como fue el caso de Otley Beyer
(1947: 205-309), pero también marítima, tales como las investigaciones de Jennifer
469
Craig (2011: 329-344), Grace Barreto-Tesoro (2003: 299-315), Eusebio Dizon (2003:
1-25) o la colaboración con Wilfredo Ronquillo (Dizon y Ronquillo 2010: 201-213).
En ese ámbito específico mereció especial atención el pecio del navío San Diego
(Cuevas 1996: 197-202; Goddio 1996).
Las evidencias arqueológicas plasmadas en las investigaciones citadas
demuestran un uso continuado de abalorios en las islas, así como el papel del Situado
en la distribución de ejemplares de origen asiático hacia América. Esto requiere una
reflexión más amplia que evite extender teorías generales, basadas en la idea de una
baja producción y penetración de los textiles locales en el comercio exterior, para
aplicarla a ámbitos particulares que eventualmente se rigieron por circunstancias de
excepción. Con esto pretendemos advertir para el hecho de que no existe aún ningún
trabajo sistemático sobre la historia de la producción de vidrio en las islas. Por lo
tanto, sin un análisis documental enfocado en este tema, no debe excluirse la
posibilidad de que se establecieran hornos y talleres dedicados a hacer eso objetos,
especialmente las cuentas que no requerían grandes medios técnicos para poder
confeccionarse.
El objetivo de esta investigación nunca fue el de trabajar los centros de
producción en Asia, ni siquiera en Filipinas. No obstante, las fuertes lagunas sobre la
vidriería filipina y las estrechas conexiones comerciales que mantuvo con la Nueva
España, nos obligaron a hacer un primer acercamiento a las fuentes a fin de registrar
vestigios de esa actividad. A partir de esa investigación preliminar, encontramos
indicios de la presencia de vidrieros y candileros que coexistieron con la circulación
de géneros de vidrio importados desde otros puntos de Asia, como ya se señaló en
capítulos anteriores.
En el mismo año de 1609, en que se publicaba el diario de Antonio de Morga
(2007: 287-288) donde el funcionario informaba de la llegada de varios objetos con
abalorios en los juncos chinos durante los años en que vivió ahí (1593-1603)521, el
Procurador General de las islas recibía una respuesta positiva a los sucesivos pedidos
521 Antonio de Morga fue funcionario de la Corona en España y en 1593 fue designado Teniente
Gobernador de las Filipinas, hasta 1598 cuando se restableció la Audiencia de Manila y asumió el
cargo de oidor de la misma. Fue ya en 1603 que viajó a la Nueva España donde desempeñó el cargo de
Alcalde del Crimen de la Audiencia de México.
470
sometidos al Rey desde 1607 para que se le autorizara viajar con un vidriero a esos
territorios522.
El argumento señalado por el referido funcionario real, Don Hernando de los
Ríos Coronel (ca. 1559- ca. 1621), fue que ni en esas islas ni en la China existían
personas que dominaran el oficio, pese a la mucha falta que estos artífices hacían ahí.
Hoy se sabe que esta información no era del todo correcta aunque el Procurador tuvo
ocasión de verlo de primera mano durante sus estancias previas en las islas. En 1588
había pasado por primera vez a Filipinas en la condición del soldado. En ese momento
sus conocimientos en matemáticas y astronomía le merecieron la invitación del
gobernador para ocupar un cargo como oficial de la Real Hacienda, lo que rechazó
para dedicarse al oficio de sacerdote. Ya en 1594 participó en la expedición de Gómez
Pérez das Mariñas (1539-1593) a Terrenate y en 1598 colaboró en la que promovió su
hijo Luis Pérez das Mariñas (ca. 1637-1603) a Camboya, que terminaría en Cantón
debido a problemas con la nave. Después de eso regresó a España ya con el título de
procurador de las islas, volviendo de nuevo a Manila en 1611. Durante esos años
realizó varios escritos de carácter científico así como algunas invenciones, de las
cuales cabe destacar un nuevo modelo de astrolabio.
En todo caso, la aceptación de la idea de que faltaban vidrios en Filipinas que
fue el principal argumento utilizado por el científico para que le autorizaran promover
una manufactura local, demuestra que los ejemplares de "vidrio de la China" que
encontramos en la documentación novohispana todavía no habían alcanzado la
península de manera sistemática, puesto que no se cuestiona su veracidad. Por eso, o
por la importancia de sus investigaciones para la Corona, las autoridades
metropolitanas decidieron atender a las demandas de Hernando de los Ríos Coronel.
El Decreto Real que autorizó el traslado de un vidriero se publicó en 1609 y,
para eso, el procurador nombró a Alonso de la Torre. El proceso tardó algún tiempo,
el que necesitó la Casa de la Contratación para concluir las averiguaciones acerca de
la limpieza de su sangre y en determinar si efectivamente él era maestro diestro en el
oficio. En 1610 se deliberó finalmente en favor del especialista, concediéndole
permiso para viajar en cualquier navío que saliera de Cádiz, acompañado de su mujer
e hijo, conforme lo solicitado previamente por el Procurador. Todos los testigos
522 En las peticiones iniciales se solicitaba también el traslado de un relojero italiano, Jacomo de Sidra,
pese a que estuviera prohibida la ida de extranjeros a esos territorios (AGI, Filipinas, 36, n. 13, f. 297v-
298v. AGI, Filipinas, 36, n. 19, f. 312v-313v. AGI, Filipinas, 36, n. 44, f. 585v-586v).
471
llamados a declarar sobre el implicado, afirmaron que Alonso de la Torre era natural
de Sevilla, hijo de Víctor de la Torre e Isabel del Sallo, y que tenía por entonces 28
años. Su esposa era Ana de Masera, hija de Sebastián Rodríguez y Juana Fernandes,
de edad de 26 años, con quien había contraído matrimonio católico y de quien tuvo un
hijo. Se trataba de Antonio, que por su poca edad se describe como niño de pecho523.
Esta es la noticia más antigua del traslado de un vidriero europeo a Filipinas
de que se tiene conocimiento. Él era de Andalucía y no de Italia, como sugiere John
Crossley (2011: 119), quien confunde su origen con la del relojero, cuyos servicios
fueron también solicitados por el referido Procurador en la misma petición dirigida al
Rey. Finalmente, el viaje del vidriero fue autorizado en la condición expresa de que
sirviera al funcionario que urdió particularmente varias diligencias junto de las
autoridades peninsulares para lograr el permiso de su traslado a Filipinas.
No se sabe exactamente la especialidad en que trabajaba Alonso de la Torre, o
la finalidad que pretendía dar Hernández de los Ríos a sus obras. La demanda
particular de sus servicios, sugiere que la petición correspondió a una inquietud
personal más que a un deseo de promover el sector en las islas, con objetivos
económicos. Su asociación con el relojero puede indicar que él tendría la intención de
que ambos especialistas trabajaran juntos para hacer relojes. Además de esos objetos,
la curiosidad del Procurador por diferentes cuestiones de la ciencia ya ampliamente
trabajada por John Crossley (2010: 189-221, 2011), pudo demandar la producción de
otro tipo de piezas. El pedido para el traslado de unos libros de estudio y diferentes
instrumentos de navegación sugiere que se emplearan los conocimientos de Alonso de
la Torre para hacer lentes de vidrio y aplicar en artilugios para la navegación y
observación del cielo. Eso podría justificar su interés en disponer de los trabajos de un
vidriero en Manila, para seguir practicando sus experimentos y alimentar su
curiosidad científica que a lo largo de su vida empleó hábilmente en cuestiones
prácticas.
Aparentemente la iniciativa no se vinculó a una intención de desarrollar el
sector en la zona para sacer beneficios de su exportación hacía América, donde ya
existía una producción de vidrio consolidada y basada en los conocimientos técnicos
de origen europeo524. Sin incorporar cualquier novedad en el color, resistencia o
forma a los vidrios filipinos que pudiera constituir una plusvalía en el mercado
523 AGI, Contratación 5319, n.2, r.11.
524 AGI, Filipinas, 36, n. 21, f. 316v-317v. AGI, Filipinas, 36, n. 22. f. 318v-321v.
472
novohispano, seguiría siendo más barato comprar el producto similar que se hacía en
la tierra. Ese no sería el caso de las piezas asiáticas que, como ya se señaló en otro
capítulo, desempeñaron un papel preponderante en la economía de la zona y
aseguraron también una parte del abastecimiento de cuentas. Fuera por su forma
curiosa o eventualmente por su precio más bajo, los abalorios chinos lograron atraer
el consumidor americano.
Además de la mano de obra de origen europea, habría que explorar la
posibilidad de que las comunidades autóctonas y los naturales de otras zonas del
continente asiático promovieran la fundación de talleres u hornos de vidrio en las
islas, ya fuera para el consumo local o para la exportación. Las fuentes para ese
estudio conservadas en España y México son bastante escasas y gran parte de la
documentación preservada en Filipinas se encuentra aún sin inventariar, dificultando
las labores de investigación525. Asimismo existen algunos registros oficiales que
tratan sobre la formación del Parián (Fig. 97) y (Fig. 98), un tema que ya mereció la
atención de algunos autores, particularmente la de Manuel Ollé (2006: 27-49). El
estudio de la manera en cómo se organizó esta comunidad de origen chino en Manila
ofrece algunas pistas sobre la producción y comercio de productos enfocada hacia la
exportación americana. Por ese motivo se trataría del sitio idóneo para vender o
producir las cuentas de vidrio que luego se encuentran entre los cargamentos del
galeón con destino a Acapulco.
El primer padrón que se hizo de este mercado fue en 1686, cuando se
determinó la expulsión de los sangleyes* y hubo necesidad de contabilizar la
población de origen chino que vivía allí. Antes de eso, el único documento conocido
acerca de la manera en cómo se ordenaba la plaza es un informe realizado en 1606
por el fiscal Rodrigo Díaz de Guiral526.
En el censo producido por dicho fiscal se describen las tiendas y habitaciones
altas que formaban el Parián, siguiendo el orden de sus cuadras e indicando los oficios
que ahí se practicaban. Así se percibe que la mayoría de las casas pertenecía a un
pequeño número de individuos de nombre castellano o mestizo, como el de Fabián
525 A pesar del proyecto “The urgent recovery and restoration of the Spanish documentas heritage in
the Philiphine Nacional Archives”, liderado por María Belén Bañas Llanos (Univ. de Extremadura), su
trabajo fue esencialmente el de preservar los documentos de la institución. Según las indicaciones de
algunos investigadores que visitaron personalmente el archivo, como Ana Ruiz Gutiérrez (Univ. de
Granada), no existe ninguna base de datos que pueda servir de guía y herramienta para la pesquisa.
526 Censo de las tiendas y las viviendas del Parián, Manila 9 de julio de 1606 (AGI, Audiencia de
Filipinas, 19, R. 7, N. 105, f. 34v).
473
Ysin. El trabajo de Manel Ollé (2008: 61-90) sobre la interacción y el conflicto
generado en el seno de esa comunidad se ha dedicado a averiguar la propiedad de
estos establecimientos, determinando que eran los hombres con fuertes vínculos a la
comunidad española quienes alquilaban esos locales a otras personas de nombre
plenamente asiático, algunos señalados como sangleyes y de los cuales solo una
pequeña parte era cristiana.
La mayoría de los cuartos estaban ocupados por mercaderes, bodegoneros,
algunos mercachifles y un tendero, que negociarían esencialmente con ropas. De
hecho, según las descripciones del fiscal, algunas de esas habitaciones vacías y sin
alquilar conservaban aún algunas ropas dejadas atrás por aquellos que habían rentado
esos espacios durante la feria anterior. Se desconoce si algunas de las piezas
confeccionados y/o vendidas ahí estaría bordada con abalorios. En ese caso, es muy
probable que tales adornos se adquirieran a los mercachifles del Parián que, así en
Europa como en América, era personas dedicadas a vender todo tipo de menudencias
tales como cintas de tela, botones, agujas y también sartas de cuentas. La
disponibilidad de esas piezas en las inmediaciones permitiría que los productores y
vendedores de ropas realizaran pequeñas adaptaciones a sus mercancías en función de
la demanda que recibían a la llegada del Galeón de Acapulco.
La presencia de artífices en el Parián es bastante más escasa y muchos de ellos
se dedicaban a la confección de ropas, encontrándose varios establecimientos
ocupados por sastres, algún tejedor, sombrereros y zapateros. Los demás eran
esencialmente loceros, toneleros y carpinteros que pudieron producir objetos
utilitarios o diferentes contenedores para transportar las mercancías en las mejores
condiciones de afrontar el viaje a través del Pacífico. Para guardar los líquidos
conducidos a América hicieron falta barricas y tinajas, pero también cajas de madera
para acondicionar las piezas más frágiles como las porcelanas, los tejidos más
delicados y eventualmente algunas piezas de vidrio527. El ramo alimentario estuvo
representado en la figura de algunos panaderos y se podían encontrar aún en el
mercado un librero y un médico que prestaría sus auxilios a la comunidad de
sangleyes.
527 La mayoría de los tejidos eran empaquetados en fardos, fardillos o medios fardos pero, en
ocasiones, los ejemplares más caros o bordados, por su elevado valor y delicadeza, se acondicionaron
en cajas de madera, de manera a que no se mancharan con el agua salada del mar que tantas veces
ocasionaba pérdidas o la devaluación de la mercancía.
474
El único oficio asociado a la producción de vidrio ahí era el de candilero,
aunque no se puede asegurar que se tratara de un especialista en hacer objetos de
vidrio bajo el calor de un candil, o si en realidad produjo lámparas de metal. En la
Nueva España, esta palabra se empleaba indistintamente para referirse a ambos
profesionales y sin más informaciones acerca del trabajo de este hombre,
eventualmente chino, es imposible decantarse por uno o otro. En la descripción todo
lo que se dice es que la "tienda en que esta Secque, candelero paga a Lingou este año
treinta pesos por el tiempo de la dicha feria", y que se localizaba en la séptima cuadra
del Parián528.
La mayoría de los artífices referidos en esa cuadra eran carpinteros,
eventualmente habilitados para hacer algunos de los muebles que se enviaban en el
galeón. Uno de esos ejemplares pudo ser el arcón del siglo XVII, decorado con una
pintura de la ciudad de Manila, que el coleccionista e industrial mexicano Julio Bello
y Gómez adquirió ya en el siglo XIX (Fig. 99). La cercanía del "candelero" con el
ramo de carpintería no ayuda a aclarar el oficio de Secque puesto que, ni la
manufactura de candileros ni la de abalorios guardan cualquier relación con la
carpintería. En todo caso, la necesidad de un horno que alcanzara grandes
temperaturas para poder fundir los metales con que se hacían los candiles nos impele
a descartar esta especialidad. Su localización, precisamente junto a otros profesionales
que necesitaban grandes acopios de madera, sería inviable para un taller de estas
características puesto que, en caso de incendio, podría resultar en pérdidas bastante
significativas.
En el documento, no hay ninguna referencia explícita a otros vidrieros o a
hornos de vidrios. En ese sentido, es posible pensar que, en el caso de que se llegara a
establecer algún vidriero extranjero de origen asiático en Filipinas, trabajaría en los
alrededores, lejos del mercado y de las áreas residenciales donde fácilmente podría
provocar grandes incendios. Por eso, si el candilero del Parián hizo abalorios, no
debió de producir las barras de vidrio a partir de las cuales los moldeaba sino que
posiblemente las traería consigo o las compraría allí. Eso le permitiría modelarlas de
acuerdo a la demanda que se hacía cada año de diferentes formas de cuentas y
pinjantes.
528 AGI, Audiencia de Filipinas, 19, R. 7, N. 105, f. 34v.
475
El panorama descrito expresa el escaso interés de la Corona en trasladar
especialistas e impulsar algunas actividades artesanales en Filipinas, tal como lo había
hecho durante los primeros años del poblamiento de la Nueva España y de otras
partes de América. A pesar de eso hubo espacio para iniciativas puntuales,
autorizándose el establecimiento de vidrieros europeos en la región, sin que eso se
enmarcara en una verdadera estrategia económica que pretendiera la autonomía de las
islas en el abastecimiento de vidrio.
El caso de Alonso de la Torre demuestra que esos impulsos surgieron desde
las autoridades locales y que, al menos una parte del vidrio que se produjo en
Filipinas se basó en las técnicas sevillanas. Pero el impacto de las labores de este
vidriero en las islas fue muy reducido, puesto que no se encontraron más evidencias
de una producción local. Su paso no se tradujo en la formación de mano de obra
indígena que pudiera dar continuidad a sus labores y tampoco atrajo a otros
especialistas europeos. Después de Alonso de la Torre solo se tiene conocimiento del
paso por esas islas del vidriero Andrés de Monroy. Se sabe que llegó a Filipinas desde
Nueva España después del año de 1700, donde regresó alrededor del año 1702. En
1706 fue testigo de un matrimonio en México. Tenía entonces 29 años y se declaró
"(...) esp[añol] Vecino desta Ciud[a]d [de México] de oficio Bidriero que no lo
exerce y vive en la Calle del hosp[ita]l del amor de dios Casas de N.n Fran[cisc]o
de Orduña". Además, dijo que "conoce a Nicolas Eugenio de Guevara conthenido
en el que se presenta de seis años asta [a esta] parte le comenzo a conocer en esta
ciud[a]d, despues en el Puerto de Cabite, y en Philipinas de donde abra [sic.,
habrá] unos quatro á [sic., hace] bolbieren juntos, haviendo todo antes que llegase
a Manila quatro años primero que el q[u]e lo presenta y sabe es soltero (...)."529.
En cuanto a las iniciativas promovidas desde la comunidad del celeste
imperio, la Corona consintió que algunos artífices implementaran sus talleres en
Manila. Ellos pudieron complementar la actividad de los mercaderes, haciendo piezas
más adaptadas al gusto de aquellos que les hacían encargos desde el otro lado del
Pacífico y vendiéndolas a los "españoles" que participaban en el negocio del
galeón530. La mayoría de ellos desempeñó su oficio apenas durante el tiempo de la
feria y raras veces se establecieron de manera definitiva, comprando el inmueble y
529 AGN, Matrimonios, vol. 96, exp. 64, f. 306r.
530 Como de hecho se ha señalado para los "biombos chinos" consumidos en Nueva España (Baena
2012: 31-62; Leroy 1999: 119-134).
476
pagando el tributo a la ciudad. Eso es aún más evidente en los sectores relacionados
directamente con la ejecución de objetos de vidrio, ya que al contrario de lo que
sucedía con la ropa y textiles, los candeleros no tuvieron un peso importante dentro
del Parián en 1606 y es posible que se mantuviera la misma tendencia en los años
subsecuentes.
Si el modelo de explotación económico de Filipinas se basó esencialmente en
la intermediación comercial y relegó en un segundo plano las actividades
manufactureras, su fuerte vocación comercial no fue determinante para situar la
vidriería en una posición rudimentaria. Aunque no se contemplara un estímulo
particular a los cultivos de uso industrial (como el tabaco o el algodón) o a los oficios
"artesanales" hasta finales del siglo XVIII (bajo el estímulo de la creación de la
Compañía de Filipinas) hubo sectores que se siguieron desarrollando. Un ejemplo
muy evidente de eso fue el ramo textil que logró penetrar en alguna medida en el
mercado americano. Los datos aportados específicamente al sector vidriero,
demuestran que existió espacio para la iniciativa europea, que cuenta con el caso
identificado de Alonso de la Torres, y también extranjera, esencialmente china. Aún
así, todo indica que la actividad vidriera no logró consolidarse e importa percibir los
motivos de ello.
No es creíble atribuir el carácter circunstancial de la vidriería filipina a la falta
de materias primas, puesto que los componentes de las fórmulas de vidrio son
prácticamente los mismos que empleaban los "loceros" del Parián para hacer
porcelana y/o loza vidriada531. Esto es especialmente relevante si se considera que, en
China, durante el siglo XVIII esos acabados fueron elaborados por los vidrieros. Eso
se deduce de la participación del jesuita J. B. Graveray (1719-1722) en los talleres de
vidrio de Pekín para hacer el púrpura de Cassius utilizado en los "vidriados" rojos
rubí de la porcelana (Fernández Navarro 2003: 21).
En Filipinas, los loceros del Parián pudieron trabajar en estrecha asociación
con algunos vidrieros o optar por importar el polvo de vidrio, un "subproducto"
claramente diferenciado que se transportaba con relativa facilidad. En 1686, este
ingrediente fue el gran protagonista de un alzamiento contra los sangleyes panaderos.
Acusados de mezclarlo entre la masa del pan y así querer matar a algunos
531 Es difícil determinar si los loceros chinos referidos en la documentación eran especialistas en
porcelana, que en castellano se conocía también como loza de la china, o si aquello que hacían era
cerámica vidriada sin que en sus fórmulas emplearan el caolín que es el componente que confiere el
color blanco de las pastas empleadas para producir esas piezas.
477
"españoles", se originó un complejo pleito contra estos profesionales532. El caso ponía
en evidencia el permanente conflicto entre los intereses de las élites españolas
establecidas allí y los de una comunidad china que, por estar en mayor número,
amenazó el equilibrio político de la zona. De manera indirecta, destaca la facilidad
para adquirir vidrio en las islas, ya fuera directamente a un vidriero o a un locero. Si
el argumento de los demandantes no era verdadero y nunca existió tal intento, al
menos tuvo que ser creíble para quienes iba a juzgar el caso.
Este episodio estuvo lejos de constituir un caso aislado y bastantes años antes,
en 1617, el comisario de Manila daba cuenta de que fray Vicente de Sepúlveda había
amanecido ahogado por los mismos frailes agustinos, después de que hubiesen
intentado asesinarlo dándole "yercia" y vidrio molido533. En esta ocasión la expresión
de "vidrio molido" induce a pensar que se empleara un objeto roto para hacer el
preparado pero seguramente no sería la primera vez que se intentaba matar a alguien
de esa manera.
La relativa permisibilidad de la Corona para la instalación de vidrieros en
Manila así como la disponibilidad de materias primas en el mercado inter-asiático,
requieren buscar una respuesta a nuestra pregunta más allá de las políticas de la
Corona. A nuestro entender esta se debe buscar en las condiciones y restricciones
impuestas por el emperador chino a la emigración de especialistas, pretendiendo
garantizar el monopolio de sus talleres y mercaderes.
Otro de los factores que podría haber influido son las expectativas de venta
que se les ofrecía. Como se ha visto, siempre que el interés de artífices y la demanda
española fueron favorables, se implementaron talleres textiles y hornos de loza que
ocuparon una gran área del Parián y que coincidentemente fueron las principales
exportaciones filipinas. ¿Por qué no lo hicieron también los vidrieros si esas piezas
tenían gran consumo en la Nueva España y se llegaron a exportar?
En lo que concierne a las perspectivas de negocio, la dimensión del mercado
de consumo interno y la facilidad en adquirir todo tipo de objetos en las redes de
comercio inter-asiático, donde también circuló el vidrio, no serían muy alentadoras.
Sin embargo, eso sucedía también respecto a la porcelana y existieron talleres de loza
en el Parián. Se podría especular que las ambiciones de los miembros del Consulado
532 Este episodio motivó la conformación de autos y algunas cartas que explican los detalles de ese
alzamiento (AGI, Filipinas, 69, N. 1. AGI, Filipinas, 3, N. 172, AGI, Filipinas, 83, N. 41).
533 AGN, Inquisición, vol. 293, exp. 61.
478
de México actuaron para mantener la dependencia de Manila en la adquisición de
vidrio, lo que resulta inverosímil ante la ausencia de registros de un comercio desde
Acapulco hacía el Situado novohispano hasta el siglo XVIII, cuando se hacen envíos
puntuales para el consumo de los hospitales.
Otro atractivo podría ser el mercado de exportación, que de hecho llegó a
absorber parte de las cuentas que se vendían en la ciudad, pero es inviable pensar que
un único candelero pudiera dar abasto a la gran demanda que estos géneros tuvieron
en la Nueva España. Si el número de candileros nunca fue muy elevado en Manila,
eso significa que sería más cómodo para los chinos importar los abalorios que
hacerlos ahí, muy posiblemente porque la evolución de los gustos no provocó
cambios muy acentuados en la forma y aspecto que deberían tener esas piezas. Por
eso, no hubo necesidad de aguardar por la llegada de los comerciantes para conocer
las últimas demandas del mercado novohispano, haciendo piezas más adecuadas a las
nuevas tendencias para que se venderían con mayor facilidad. Además, su transporte
era relativamente sencillo comparado con los cuidados que requerían otro tipo de
piezas de vidrio.
Por lo que se ha averiguado, el gran problema con el acondicionamiento de
este material surgía ya en Filipinas donde una especie de "hormigas blancas" causaba
grandes pérdidas en los almacenes debido a la "baba" que depositaban sobre las
piezas de vidrio. De eso se queja el jesuita Juan José Delgado a inicios del siglo
XVIII, según nos deja constancia Santiago Lorenzo (1999: 552-553):
"Sobre todas las especies de hormigas, que se encuentran en estas islas, y las más
dañosas en todas partes son las que llaman los naturales anay. (...) Rara es la casa
o campo en todas estas islas donde no haya de estas hormigas. (...) Es tan voraz
este animalejo que ceba en todo cuanto encuentra, sea ropa, sea madera; (...). Si
entran en un almacén o bodega de fardos de ropa, en una noche la echan toda a
perder, agujereándolos de banda a banda. Hasta la plata y el vidrio lo echan a
perder, no porque lo traspasen y agujeree, sino por la babaza que les pegan, que
no se quita fácilmente (...). Suelen poner debajo de los pies de los aparadores de la
ropa en las bodegas unas vasijas con aceite para que no se suba el anay por ellos
(...)".
479
5.2. AMÉRICA DEL SUR
La investigación preliminar conducida en el ámbito de esta tesis ha
determinado que la producción y uso de objetos de vidrio a lo largo del período de la
dominación española en Hispanoamérica se expandió por un territorio mucho más
amplio que el comprendido por la Nueva España o incluso el Situado de Filipinas.
Esta idea contradice la teoría largamente difundida en la historiografía americanista
de que, con excepción de Puebla, solamente a partir del siglo XIX se habría
desarrollado la vidriería en otras regiones, como parte de las políticas económicas
adoptadas por los gobiernos independientes. Uno de los ejemplos en el que queda
muy claro el peso de estos pensamientos sobre la interpretación del sector vidriero en
período virreinal es la que ofrecen Mario Henríquez Urzúa, Verónica Reyes Álvarez,
Virginia Popovic Silva e Ignacio Alamos Cardemil (2013) sobre Chile. Sus estudios
los llevan a afirmar que:
"Y si bien hubo intentos de iniciar la producción del vidrio en Perú, estos no
resultaron y no tuvo un impacto significativo en la industria colonial. (...) Así,
durante la Colonia buena parte de los objetos de vidrio eran traídos desde España
lo que restringía su uso debido a los costos, y sólo después de lograda la
independencia aumentó considerablemente su importación y variedad con el
arribo de mercadería de diversos países europeos, lo que también trajo aparejado
un mayor acceso a estos productos." (Henríquez Urzúa et al. 2013: 90).
Aunque efectivamente una parte de los vidrios utilizados en América venían
de España, la mayoría de esas piezas no eran producidas en la península, sino
importadas de otras regiones de Europa, como los autores llegan a reconocer
(Henríquez Urzúa et al. 2013: 87-88). En todo caso, cabe aclarar que la Granja de San
Ildefonso (Segovia) no fue la única fábrica de vidrio en España y que, mucho antes
del siglo XVIII, estas lograron exportar una parte de sus piezas a América. Por lo
tanto, habría que matizar la afirmación de que "Así, en 1760, partió desde Cádiz, el
primer embarque de vidrio español hacia Nueva España (Veracruz)" (Henríquez
Urzúa et al. 2013: 88).
Se podría también cuestionar que la mayor diversidad de productos de vidrio
observada por los autores en la composición de las muestras arqueológicas se debiera
a un cambio de políticas, más que a un fenómeno generalizado que afectó a la
480
diversificación de la producción y del consumo. Para justificar su idea, ellos sostienen
que:
"En la América colonial no existió una industria del vidrio transcendente, por una
parte debido a los altos impuestos establecidos por España que dificultaban el
desarrollo de cualquier industria en las colonias que pudiera competir con la
producción de la península; y por otra, a la ausencia de artesanos calificados y a la
dificultad para conseguir materia prima adecuada" (Henríquez Urzúa et al. 2013:
90).
Los argumentos señalados son claramente insuficientes y no se aplican a la
mayoría de los casos estudiados, sobre todo a la vidriería novohispana y peruana,
donde existieron plantas salicornias que se aplicaron en la manufactura del vidrio. En
realidad, los autores basan toda su investigación histórica en publicaciones
mexicanas, guatemaltecas y argentinas, citando un trabajo chileno que incide sobre el
vidrio natural, la obsidiana.
En nuestra opinión, este tipo de prácticas, que asumen una dinámica local para
explicar lo que sucedía en otras partes del continente, han contribuido a la
propagación de la misma idea sin que se proceda a un análisis crítico de la misma, o
se procure entender la excepcionalidad de cada lugar en el contexto de las
administraciones virreinales. Los únicos aportes de la obra citada para entender la
vidriería chilena son las reflexiones en torno a la Fábrica Nacional de Vidrios, de
inicios del siglo XX, y el catálogo presentado al final, donde se incluyeron algunas
piezas recuperadas en diferentes sitios arqueológicos. En esos casos, los ejemplares
aparecen tratados como simples objetos de arte, sin que se procediera a una
interpretación de los materiales en su contexto o siquiera se propusiera una
cronología.
Las raíces de esta teoría sobre la inexistencia de un sector vidriero americano
hasta el período de las independencias, que se distingue en las reflexiones de
historiadores, historiadores del arte o arqueólogos por toda América del Sur, se
encuentra en la gran importancia que alcanzó la investigación académica sobre la
vidriería poblana en el discurso nacionalista mexicano, de inicios del siglo XX. La
segunda celebración del centenario de la independencia, en 1921, creó el marco
favorable para asociar el vidrio a las artes populares y al folklore que definía la
mexicanidad, plasmada en el colorido de los materiales indígenas y en las habilidades
481
de esas personas534. Esto se tradujo en la proliferación de los objetos y ropas bordadas
con abalorios, particularmente en el traje de china poblana que pasó a representar a la
mujer nacional. Así vestidas, acudían a los eventos, dando cuerpo a un mito que se
transformó permanentemente para seguir siendo operacional (Martins Torres 2016a:
s.p.). Paralelamente se asistió a la exaltación del "vidrio popular" que creaba el marco
favorable a demostrar la participación nacional en los primeros procesos de
producción fabril.
Este programa político tejió sus tentáculos sobre los diversos ámbitos de la
vida cotidiana, pasando por la organización institucional, el coleccionismo privado y,
sobre todo, por las instituciones académicas. Esta última fue la responsable de la
creación de un discurso historicista con una visión lineal y nacionalista sobre el
recorrido de la vidriería mexicana. Esa narrativa destacaba la excepcionalidad
nacional en el contexto de las nuevas conformaciones políticas independientes en
América y logró exportarse a otros países, sin que existiera una respuesta equivalente
por parte de sus investigadores. En la gran mayoría de los casos, se incorporaron esas
ideas para percibir e interpretar los vestigios de los vidrios usados en el pasado en
otros lugares.
En contrapartida, las importantes contribuciones hechas por José Peralta
Rodríguez (2005: 6-44, 2013: 2-25, 2018: 3-29) sobre la Ciudad de México indican
que Puebla no fue la única ciudad del Virreinato a desarrollar el sector. En los
capítulos anteriores se ha demostrado que la actividad vidriera no se circunscribió
inicialmente a las grandes áreas urbanas, sino que logró implementarse en pueblos de
indios y en regiones con escasa población española, como Veracruz. Si bien en esos
casos el sector no logró consolidarse, Puebla estuvo lejos de ser la ciudad preferida de
los vidrieros. Como se señala reiteradamente a lo largo de estas páginas, los vestigios
dejados por esos profesionales en la capital son mucho más significativos, aunque sus
producciones no lograran distinguirse particularmente en el mercado consumidor con
el adjetivo de "vidrio mexicano".
A la luz de estos datos, el peso de la vidriería en la economía poblana también
debería relativizarse ya que, a lo largo del siglo XVII, las huellas de la actividad de
esos profesionales son muy escasas. Además, las evidencias sobre su penetración en
534 La primera celebración fue en 1918 y la duplicidad de criterios para definir el año exacto de la
independencia parece haber sido definitivamente resuelto desde el punto de vista político en los
festejos del bicentenarios en 2018.
482
el comercio exterior se limitan a un par de noticias durante el siglo XVI y todo indica
que no logró un reconocimiento especial en esas regiones, ya que no se detectaron
muestras de "vidrios poblanos" en los ajuares de esas personas. El cuadro señalado
cambió a lo largo del siglo XVIII, cuando se encontraron abundantes referencias a
vidrieros en Puebla y al uso de sus creaciones en los inventarios de bienes.
Desafortunadamente no ha sido posible incluir aquí los resultados de esas
investigaciones que trataremos con mayor rigor y publicaremos futuramente.
Fuera de México, las publicaciones producidas por Ana María Soldi (2005:
333-342) y Gabriela Ramos (1984, 1989: 67-106) sobre el vidrio de Ica (Perú)
ampliaron sustancialmente el mapa de la producción vidriera en la América hispana.
A pesar de eso, ninguna de las autoras peruanas destacó particularmente su importante
contribución a la historiografía del vidrio americano y sus publicaciones pasaron
inadvertidas para la mayoría de las personas que han trabajado el tema en otros países.
Además, ellas demostraron que el sector alcanzó cierta envergadura: aunque el
objetivo inicial de los vidrieros fuera apoyar la emergencia de una producción
vitivinícola local, que necesitaba botellas de vidrio, sus piezas circularon por otras
regiones dentro del mercado peruano. Los vestigios de esos objetos en los inventarios
de bienes limeños nos lleva a reconocer que el vidrio iqueño disfrutó de una identidad
propia en el Perú, de manera similar a lo que sucedió con sus congéneres poblanos. La
única diferencia es que, hasta el momento, no se han recuperado noticias sobre su
exportación más allá de los límites territoriales del Virreinato.
Todos estos datos requieren plantear la excepcionalidad del caso poblano y del
Virreinato novohispano en la historia del vidrio americano. Para desmontar esta
visión sesgada, cabe entonces mirar hacia el sur e incorporar los sustanciales avances
producidos en las últimas décadas en este tema, con base en estudios de caso. Su
inclusión en una narrativa de carácter más amplio, que no se circunscriba al análisis
regional o nacional, es fundamental para percibir los vestigios de esas prácticas en
otras regiones y cómo esos fenómenos se relacionaron. Esa laguna es seguramente
uno de los motivos que explican por qué la mayoría de las reflexiones de historiadores
y arqueólogos de varios países no se hicieran eco de los nuevos avances citados. Es en
esa línea de pensamiento que se trata de aportar algunos datos olvidados en los
trabajos más recientes e incorporar información recuperada personalmente en algunos
archivos.
483
A pesar de todo, un estudio de este tipo presenta algunas dificultades. La
primera de ellas es la gran dimensión de Suramérica y su conformación actual en
diferentes Estados. Eso inviabiliza una investigación de carácter exhaustivo en los
archivos de cada uno de esos países o de Portugal y España, donde se conserva una
gran parte de la documentación administrativa de esos territorios. Otro problema con
el que se encuentra este tipo de enfoque es que las fronteras actuales no se
corresponden necesariamente con las configuraciones político-administrativas
definidas por el gobierno español a lo largo del período virreinal. Durante esos años,
las demarcaciones territoriales tampoco se mantuvieron estables, sino que variaron en
función de cambios en la estrategia adoptada por cada monarca para promover su
desarrollo o defensa.
Todo eso requiere un acercamiento a esta región más fraccionado, mediante el
cual se contemplen las diferencias regionales que condicionaran la implementación y
desarrollo de la vidriería. Pero la delimitación adoptada será siempre anacrónica si la
escala de análisis es muy amplia, como se pretende. Por eso, optamos por definir tres
grandes áreas de estudio: el Virreinato del Perú, el Virreinato del Río de la Plata y el
Virreinato de Nueva Granada que fueron contemporáneos entre si solamente durante
un período muy corto.
En el apartado sobre el Virreinato del Perú reflexionaremos sobre el vidrio en
los territorios que a lo largo de todo el tiempo que duró la administración española se
mantuvieron bajo su circunscripción, o sea, lo que es actualmente Perú y Chile. La
investigación se centra en los trabajos ya publicados y en fuentes primarias inéditas
que resultan de una estancia en el AGNP y en el AIRA, situado también en la capital.
El Virreinato del Río de la Plata tuvo una formación tardía y una corta
duración, correspondiendo a lo que es actualmente Argentina, Bolivia, Uruguay,
Paraguay y parte de Brasil. A pesar de que solo se pueda hablar con propiedad de esta
conformación política a partir de las últimas décadas del siglo XVIII, optamos por
trabajar la zona desde una perspectiva temporal amplia que incide sobre el análisis de
la vidriería en ese espacio desde el siglo XVI. El anacronismo referido nos resultó la
mejor opción para identificar los fenómenos de larga duración y evitar una visión
fraccionada de la actividad de algunos individuos vinculados al sector, que
eventualmente se establecieron ahí en períodos de transición de un modelo político a
otro. Para acercarse a esta realidad, se complementa la visión crítica de la
484
historiografía sobre el tema con nuevos datos consultados en Buenos Aires, en el
AGNA.
Sobre el Virreinato de Nueva Granada se adoptó una metodología de trabajo
similar a la referida anteriormente para el Río de la Plata. Sus fronteras fueron aún
más inestables, si cabe, y por eso se incluyen en este apartado los territorios de
Ecuador, Colombia, Panamá y Venezuela535. El análisis de la vidriería se basa
esencialmente en la crítica historiográfica y en fuentes impresas, con breves alusiones
a la documentación preservada en el Colombia en el AGNC, que dispone de una base
de datos online y sus fondos se encuentran parcialmente digitalizados.
5.2.1. El Virreinato Peruano
Sobre el Perú, se han realizado en los últimos años algunos trabajos que
inciden fundamentalmente sobre Ica y la hacienda de la Macacona o Mamacona,
durante los siglos XVII y XVIII. Las contribuciones hechas por las historiadoras Ana
María Soldi (2005: 333-342) y Gabriela Ramos (1984, 1989: 67-106) fueron
extremamente importantes para ampliar el conocimiento sobre la vidriería pero, como
ya se señaló, no tuvieron el impacto correspondiente en la historiografía americanista
y prácticamente no se conoce la participación de los vidrieros en la vida económica y
social del Virreinato durante el siglo XVI.
Estos importantes avances contrastan con el reducido interés prestado al tema
por parte de los arqueólogos peruanos. Hasta el momento no se han realizado trabajos
enfocados particularmente en el estudio de este material, aunque es común que los
fragmentos de vidrio aparezcan referidos entre los objetos recuperados en los
yacimientos. Entre estos, destacan los abalorios, cuya forma original es más fácil de
determinar (Beck et al. 1983: 54-68; Donnan 2011; Donnan y Silton 2011: 215-232),
mereciendo una reflexión particular por parte de Alexander Menaker (2011: 85-97)
que interpretó su presencia en diferentes sitios. El autor trata de recuperar el valor que
tuvieron en época virreinal y entender los fenómenos que justifican su utilización
actual como parte de dinámicas sociales asociadas a la formación de nuevas
identidades andinas.
535 Aunque geográficamente Panamá no sea América del Sur, se ha decidido incluir aquí el estudio de
esta región, atendiendo a criterios estrictamente geohistóricos. y geopolíticos.
485
En Chile, las investigaciones sobre el vidrio inciden esencialmente sobre las
industrias contemporáneas y las cuestiones sociales vinculadas a la mano de obra
(Rojas Flores, Rodríguez Toledo y Fernández Torres 1997: 1-32, 1998),
particularmente sobre los trabajadores infantiles (Rojas Flores 1996, 2016: 10-31).
Los estudios en el campo de la arqueología se encuentran aún en una fase inicial, con
referencias puntuales a vestigios recuperados entre los demás hallazgos, sin que
merecieran una reflexión individual (Prado et al. 2015: 243-284). La excepción son
las publicaciones de Jackson (1991a, 1991b) sobre la reutilización de fragmentos de
vidrios retocados por parte de comunidades indígenas, o los abalorios encontrados en
contextos funerarios, tratados por Hans Niemeyer, Arturo Rodríguez y Ramón
Morales (1992: 125-128). En todo caso no se exploran las cuestiones relacionadas con
la producción local de vidrio y la posibilidad de que se trataran de los productos de
alguna manufactura americana.
5.2.1.1. LOS PRIMEROS HORNOS DE VIDRIO DEL PERÚ
Al contrario de lo que pasó en Filipinas, en Perú existió una producción local
de vidrio desde el inicio de la colonización, que logró penetrar de manera relevante en
las dinámicas de consumo de los varios sectores de la población. Aunque la
historiografía no prestara aún atención a los orígenes de dicha manufactura o a
quiénes fueron sus protagonistas, durante los primeros años de la presencia española
se desplazaron allí algunos artífices para implementar sus talleres, muchos de ellos
después de haber pasado por una experiencia previa en la Nueva España. Las fuentes
consultadas no indican la zona exacta en la que se establecieron pero se supone que el
crecimiento de Lima a lo largo del siglo XVI ejercería el mismo atractivo que la
ciudad de México para estos profesionales, y que a partir de ese punto se dispersaron
a otras regiones.
El tema ya fue tratado en el capítulo 3 pero cabe señalar que las iniciativas a
que nos referimos fueron protagonizados por Guillén de Almas, en 1566536, y
536 AGN, Mercedes, vol. 8, f. 245v. En el mismo año de 1566, en el mes de mayo, se registró una
"denunciación de si mismo que hizo Guillen de Almas vidriero" sobre no haber dejado que unas
mujeres le quitaran unos vidrios que traía a vender por la Calle Tacuba, que decían "Pese a Dios"
(AGN, Indiferente Virreinal, vol. 5463, exp. 58, s.f.).
486
Jaime/Xayme del Valle, en 1603537. Además, existen aún sospechas de que el vidriero
Francisco del Guerto/Huerto, criollo de Ica que vivió en los años 30 del siglo XVII
(Calancha 1638: 54; Sánchez Elías 1957: 44-45; Soldi 2005: 333-342), fuera
descendiente de la familia de vidrieros novohispanos con el mismo apellido. Algo
similar sucede respecto a Rodrigo Alonso Espinosa, quien pudo ser la misma persona
o un familiar cercano al que se ha considerado hasta ahora el primer vidriero de la
Nueva España, Rodrigo de Espinosa. Su nombre aparece en un documento con fecha
de 18 de enero de 1586 sobre una deuda contraída por Juan de Yturburo, en Perú538.
Este individuo le había comprado 350 mazos de abalorio por el valor de 90 pesos de
plata sellada y razonada, aclarando que un peso equivalía entonces a 460 tomines.
Atendiendo a que muchos de los vidrieros se encargaron personalmente de vender sus
piezas, como señalamos en el capítulo 4, es muy probable que Rodrigo Alonso
Espinosa fuera maestro candilero. El vidriero aparece registrado como vecino de
Lima, de lo cual se deduce que, aunque pudiera mantener un taller en la Nueva
España, en ese momento trabajaba en el Perú. De confirmarse que los vidrios que
vendía fueron hechos por él, estaríamos ante el primero maestro de candil detectado
en América del Sur.
La situación descrita pone en evidencia la fuerte conexión entre los procesos
de desarrollo de la vidriería en ambos Virreinatos, especialmente en lo que concierne
a la manufactura de abalorios que, a juzgar por el caso de Rodrigo de Espinosa, fue
una de las primeras especialidades en manifestarse en los dos territorios. Eso ocurrió
mediante la circulación de especialistas y también de la implementación de redes de
comercio que hicieron llegar algunas creaciones novohispanas al Perú, a lo largo del
siglo XVI. Además de las noticias relativas a los envíos de las piezas poblanas ya
señalados por otros autores y citadas en capítulos anteriores539, se encontraron
evidencias de los tratos entre comerciantes de ambos Virreinatos que se registraron
ante los notarios limeños.
A 20 de octubre de 1596, Alonso Vaez de Acevedo promovió una escritura de
poder mediante la cual Juan de Balbuena, un tratante residente de Lima, daba poderes
a Juan Morante, residente en la ciudad de México, para que obligara a su persona y
537 AGN, Indiferente Virreinal, vol. 589, exp. 10, f. 72v-74r.
538 AGNP, Protocolos notariales, escribanía. Escribano Alonso Hernández, 18 de enero de 1586,
"deudo". Protocolo 88, f. 340v-340r.
539 ARHIMP, Libro de la Fundación y Establecimiento de la Muy Noble Ciudad de Puebla, vol. 1, doc.
sin fecha (último doc. con fecha de este legajo es de 1547), f. 203v-203r. Documento citado por Miguel
Ángel Fernández (1990: 47 y 267).
487
bienes a comprar con ellos los vidrios en esa ciudad540. Esto prueba que, al menos una
parte de los vidrios novohispanos que llegaron al Perú, fueron adquiridos por sus
comerciantes en la capital del Virreinato vecino. Por eso hay grandes probabilidades
de que se trataran de producciones locales y no poblanas que obtendrían por otras
rutas. Además, se entiende que ese comercio se realizó por intermedio de
corresponsales establecidos en México que atendían a los intereses de los tratantes
peruanos, siguiendo sus instrucciones sobre el tipo de vidrios que pretendían.
Se desconoce el tipo de piezas que transitaron en esas redes y la aplicación
que tuvieron en el Perú, si volcada al uso cotidiano o a las demandas de algún sector
profesional. Esto requiere ponderar la posibilidad de que existiera una producción
enfocada en las especificidades del consumidor peruano pero, a juzgar por el ejemplo
citado, pareciera más bien que se compraban los materiales que ofrecía el mercado
local. En ese caso, cabría evaluar el impacto de las formas y estética novohispanas en
las dinámicas de consumo del Perú y, hasta qué punto repercutieron en las
manufacturas establecidas ahí.
Se han encontrado aún otras referencias al comercio de vidrios en Lima
durante el siglo XVI, sin indicar la procedencia de los materiales. En 1507, Luis
Martin, tratante y morador en Lima, contrajo una deuda por la compra de piezas de
vidrio a Alonso Ruiz Cerrato, mercader morador en esa ciudad541. Ya en 1566 el
mismo tratante volvió a registrar ante notario una deuda de 112 pesos con Gaspar de
Herrera y Andrés Bustamante, mercaderes de Lima, por la compra de vidrios y
brinquiños, seguramente también de vidrio542. Unos meses más tarde, adquirió de
nuevo a Gabriel Pliego, mercader residente en Lima, 619 pesos en vidrios543. No se
conoce el destino de las piezas, si disponía de tienda en la capital del Virreinato o si
actuaba como distribuidor hacia otras ciudades. En todo caso, estas gestiones
demuestran que algunos comerciantes limeños se especializaron en el comercio de
géneros de vidrio.
540 AGNP, Protocolos notariales. Notario Rodrigo Gómez de Baeza, 20 de octubre de 1596, "poder".
Protocolo 55, f. 1557v-1557r.
541 La expresión "brinquiño" seguramente resulta de la utilización del vocablo de origen portugués
"brinco", diminutivo "brinquinho", que significa pendiente. AGNP, Protocolos notariales. Notario Juan
Gutiérrez, 14 de marzo de 1507, "deudo". Protocolo 69, f. 431v-432v.
542 AGNP, Protocolos notariales. Notario Juan Gutiérrez, 9 de agosto de 1566, "deudo". Protocolo 68,
f. 672v-673v.
543 AGNP, Protocolos notariales. Notario Juan Gutiérrez, 3 de noviembre de 1566, "deudo". Protocolo
68, f. 905v-905r.
488
Al año siguiente de 1567, Cristóbal de Siles, mercader residente en Lima,
contrajo una deuda con el mismo mercader Luis Martin, también por la compra de
unos vidrios, lo que sugiere que él actuaría como intermediario en el negocio de
objetos cristalinos544. Ya en 1591 Juan de Balbuena y Alonso de Prado, tratantes
estantes en Lima, adeudaron a Vicente Rodríguez Palacios, residente en Lima, una
cantidad de reales por la compra de piezas de vidrio545. No se ha determinado el
origen de estos individuos, si residían en el Perú o si venían desde fuera para exportar
las mercancías adquiridas a Vicente Rodríguez, eventualmente vidriero o comerciante
de vidrios.
Aunque no se comprobara el tipo de piezas involucradas en estas
transacciones, se identificó la vigencia de un comercio de abalorios, asociado a la
adquisición de diversas mercancías para la confección textil. En 1586, Alonso de
Cantero, residente en Lima, se comprometía a pagar una deuda por la compra de
4.000 abalorios, tijeras, peines y diversidad de telas a Hernando de Guzmán y Juan de
Montoya, residentes en la misma ciudad. Para ello presentó como fiador a Martin
Cañete, cardero y residente en Lima546. Tal como sucedía en la Nueva España, se
observa que una parte del consumo de cuentas de vidrio fue absorbido por personas
vinculadas al ramo de la producción y distribución textil. Con toda probabilidad, ellas
mantenían negocios complementarios que comprendían las varias fases de producción
y comercialización de telas y ropas que justifican esta asociación con el cardero.
Además de la ciudad de Lima, existen noticias sobre la existencia de una
producción de vidrio en otras zonas cercanas. Según escribe el fraile agustino Antonio
de la Calancha (1584-1654), criollo de la Ciudad de la Plata de la Nueva Toledo
(Sucre/Bolivia), en una obra publicada por primera vez en 1638547:
"Crianse en el Peru cobre, plomo, estaño, yerro, en unas partes se beneficia, i en
otras no se saca: ay [sic., hay] inumerable yerva de vidro en todos estos valles,
desde Saña asta [sic., hasta] Camanà docientas leguas; sirve en los valles de
Trugillo, Saña i Guadalupe para azer jabon, ayla [sic., halla] en los valles de
544 AGNP, Protocolos notariales. Notario Juan Gutiérrez, 27 de febrero de 1567, "deudo". Protocolo 69,
f. 30v-31v.
545 AGNP, Protocolos notariales. Notario Rodrigo Gómez de Baeza, 13 de julio de 1591, "deudo".
Protocolo 51, f. 971v-972v.
546 AGNP, Protocolos notariales. Escribanías. Escribano Juan Gutiérrez, 1 de marzo de 1586, "deudo".
Protocolo 77, f. 281v-281r.
547 Este texto sirvió de referencia para escribir una noticia histórica sobre el Perú en un periódico del
siglo XVIII (Anónimo 1772).
489
Cochabamba ochenta leguas pocas mas ò menos de Potosi. Pero los ornos de
vidro an [sic., han] estado en Guambacho i Lima, i oy [sic., hoy] estan en Ica
(...)" (resaltados en negrita de la autora), (Calancha 1638: 54).
La mención a hornos de vidrios en Guambacho (Fig. 100) en fechas tan
tempranas permite ampliar un poco más el mapa del desarrollo vidriero en el Perú
durante los primeros años de la conquista y colonización. Guambacho (Nepeña) es
una zona costera situada a algunos kilómetros al norte de Lima. Su localización
privilegiada en la costa y a poca distancia de la capital, así como la presencia
abundante de sales naturales para emplearse en la producción de vidrio, seguramente
fueron factores que influyeron en la instalación de especialistas en la zona. Varios
trabajos de Carlos Sempat Assadourian (1973: 135-181, 1982: 177) se refieren
superficialmente a esta manufactura pero se sabe aún muy poco sobre esos hornos:
desde cuándo empezaron a funcionar o si su producción se asoció a la de otro sector
económico que eventualmente necesitara recipientes de vidrio.
Según ha averiguado el referido historiador, desde finales del siglo XVI hay
constancia de trapiches de azúcar en la zona pero desconocemos cualquier relación
entre esta actividad y la manufactura de vidrio. A partir de mediados del siglo XVIII,
la explotación minera adquirió un peso relevante en la economía local que podría
demandar cornamusas y otro tipo de insumos de vidrio por parte de la población que
atrajo ahí pero, supuestamente, en esas fechas la actividad de los hornos de vidrio
sería residual o nula. Las consideraciones supra citadas de Antonio de la Calancha
sugieren que durante las primeras décadas del siglo XVII la presencia del sector se
habría reducido significativamente o que su dimensión no se equiparaba a la que
había alcanzado entonces en Ica. Por otra parte, el impacto de las creaciones de
Guambacho en el consumo de vidrio en Perú parece haber sido residual, sin que se
encontrara ninguna noticia sobre esas piezas en los inventarios de bienes consultados
en el AGNP548.
La localidad de Saña, mencionada también por Antonio de la Calancha en el
texto supra citado, se situaba más al norte, en la actual provincia de Chiclayo. De
acuerdo al autor, ahí existió una relevante producción de barrilla o "hierba del vidrio".
A pesar de su nombre coloquial, la finalidad de esta materia prima era entonces el
548 Estas reflexiones son el resultado de una investigación preliminar que de ningún modo tuvo un
carácter exhaustivo.
490
sector jabonero. Se conocen otras noticias que confirman la abundancia de especies
salicornias en la región que llegan, como en tantos otros casos, por intermedio de los
primeros científicos que se interesaron por registrar las curiosidades naturales de
América. En este caso fue Antonio de Alcedo (1735-1812), criollo natural de Quito e
hijo de Dionisio de Alcedo, que anteriormente fuera presidente de la Real Audiencia
de Quito. El científico afirma que "lico" [lito] era el "nombre que dan en la Provincia
de Saña del Reyno de el Perú á la sosa ó barrilla de que hay allí [en] abundancia"
(Alcedo 1789 V: 102).
Más o menos en esas fechas, el naturalista checo Tadeáš Haenke (1761-1817)
fue contratado en 1788 por el gobierno español para participar en la expedición
científica de Alejandro Malaspina (1754-1809), a la que se sumó ya en Montevideo.
Después de eso permaneció en América para estudiar la flora andina y, en sus escritos
de 1790 informa sobre la producción de barrilla en Piura, situada en el noroeste de lo
que es actualmente Perú:
"Pertenecen a este partido [de Piura] algunas leguas del desierto de Sechura,
comúnmente llamado el despoblado, cuyo camino es de treinta leguas. Hay en él
muchas salinas, y se cría también una yerba conocida con el nombre de lito,
que es la barrilla con que hacen el vidrio en Europa. La usan los habitantes de
Piura y Lambayeque para hacer ceniza de las lejías con que cuajan sebo para
fabricar jabón; también la emplean en dar fortaleza a los tintes, y por esta razón es
grande su consumo." (resaltados en negrita de la autora), (Haenke 2003: 238).
El científico aclara que el lito se corresponde a la barrilla con que se hace el
vidrio en Europa pero no documenta la presencia de hornos de vidrio en la zona y
atribuye el uso de dicha yerba a la manufactura del jabón y al sector tintorero. De eso
se entiende que el lito de Piura tampoco se aplicaba en la vidriería peruana y que su
disponibilidad dejó de condicionar la localización de los hornos de vidrio. Eso ocurrió
a partir del primer tercio del siglo XVII, cuando fray Antonio de la Calancha
comprueba un receso de la actividad en Guambacho, una zona donde crecía la hierba.
A partir de entonces el producto se sigue explotando pero deja de haber evidencias de
su uso en las manufacturas de vidrio peruanas, posiblemente porque su concentración
en sales era reducida y no se lograría un vidrio de gran calidad. Eso habría
desencadenado experimentos para descubrir fuentes alternativas para obtener este
ingrediente, eventualmente cultivando algunas especies de salicornias más
491
apropiadas. Otra posibilidad es que se produjeran cambios considerables en las
fórmulas de vidrio que ocasionaran una transición de una manufactura de vidrio
sódico-cálcico para otra de matriz diferente, eventualmente potásica ya que, hasta
donde se sabe, la aplicación del plomo es posterior (segunda mitad del siglo XVII)549.
En realidad, según el referido fraile, en las primeras décadas del siglo XVII ya
no se aplicaba la barrilla para hacer el vidrio sino el salitre (sílice):
"(...) no se labra ya con la yerva, sino con salitre, que es metal de los cristales, i
deste ay [sic., hay] una legua de gramadales, en que se cria, que en Ica i Pisco
llaman Motaca i Villacuri. El primero que lo labrò en este Peru fue Francisco del
Guerto criollo de Ica." (Calancha 1638: 54).
Por las palabras del autor no es posible inferir si se refería únicamente al
vidrio producido en Ica o al que se hacía en todo el Perú. Se plantea la misma duda
respecto a su comentario acerca de Francisco del Guerto, o sea, si lo considera el
primer vidriero a trabajar en el Virreinato (lo que no es cierto), en Ica (que tampoco es
correcto), o si tan solo el primero en hacerlo ahí con el salitre en vez de la barrilla. En
todo caso, sin conocer con exactitud el año en que se examinó en el oficio y lo puso
en práctica, no se puede contrastar esta información con los datos compilados sobre
los profesionales que llegaron inicialmente desde la Nueva España.
Aún sobre al uso de salitre, Antonio de la Calancha concede algunas
informaciones adicionales sobre el tema en el capítulo 42 de su obra, dedicado a
aclarar las circunstancias en que ocurrió la fundación del Convento de la Villa de
Valverde, en el valle de Ica. El religioso se detiene en los hornos de vidrio de la zona
y señala algunas consideraciones acerca de la calidad de sus producciones.
"(...) i azas de la yerba del vidro de que se labra en cãtidad, mucho i bueno, de
salitres sin la yerba se aze [sic., hace] ya excelente vidro, que la industria renueva
la naturaleza, i la codicia descubre meteoros, i virtudes ocultas con trabajos de la
esperiencia." (Calancha 1638: 755).
Los aspectos señalados sugieren que la sustitución de la hierba barrilla por el
salitre fue una práctica desarrollada por los vidrieros de Ica antes de 1639, fruto de
549 El vidrio sódico es más brillante, traslúcido y blando, por lo cual se emplea para hacer todo tipo de
objetos. Los vidrios potásicos son más densos, opacos y rígidos, normalmente con abundantes burbujas
de aire. Por su parte, el vidrio de plomo es bastante brillante y trasparente, pero muy resistente (López
y Martínez 1994: s.p.).
492
experiencias en el terreno que buscaban sacar el mayor partido de las materias primas
autóctonas y así producir piezas de mayor calidad y en gran cantidad. En efecto, en el
manuscrito entregado en la Corte de Madrid por el científico limeño José Eusebio de
Llano y Zapata (1721-1780), en el año de 1761, se señala la gran abundancia de
salitre en la región:
"Hállase también en abundancia el salitre en varias partes del Perú. En la villa de
Ica, de la jurisdicción de Lima, hay unos gramadales, con más de una legua de
extensión, que los naturales llaman Motac y Villa-Curí. En ellos se crea tanto
salitre que él solo bastaría á prover toda la América, así para los usos pirotécnicos
como medicinales." (Llano y Zapata 1904: 344-345).
Eso seguramente habrá motivado los experimentos de los vidrieros iqueños
que vieron en la salitreras de Ica la oportunidad de disponer de una materia prima
similar en mayores cantidades y más cerca. De esa manera lograron proveer el
mercado local y satisfacer las necesidades de los consumidores regionales, penetrando
incluso en la capital, donde competían con las importaciones europeas.
A pesar de eso, en el siglo XVIII se vuelve a tener noticias del uso de barrilla
en los hornos de Ica, por parte del botánico español, Hipólito Ruiz (1777-1788), que
señala su crecimiento en la Costa de Chile y en San Pedro de Lurín (a seis leguas de
Lima). En este último paraje observó la planta "sesuvium portolacastrum L.V. Litho",
que pudo ser una especie autóctona o importada precisamente para fomentar su
aplicación en la vidriería, ya que era una de las salicornias más demandada para hacer
barrilla. Según el científico "con esta Planta, que parece una verdolaga hacen en Ica el
vidrio y en varias partes el Jabón usándola en lugar de la barrilla" (Ruiz y Rodríguez
2007: 231 y 117). Esto nos plantea tres posibilidades: que los vidrieros de Ica
retomaron las antiguas fórmulas, que practicaran de manera simultánea ambas
tradiciones vidrieras, o que usarían los dos productos para hacer un único tipo de
vidrio.
José Eusebio de Llano y Zapata (1904: 344-345) le reconoció también
utilidades pirotécnicas (para hacer pólvora) y medicinales para las plantas salicornias
que crecían en la zona, pero no se sabe si efectivamente llegaron a ser aplicadas con
esa finalidad o si se destinaban exclusivamente a la vidriería de Ica y a las fábricas de
jabón.
493
5.2.1.2. LA VIDRIERÍA PERUANA EN EL CAMBIO DE SIGLO
Hasta ahora, la historiografía americanista que ha tratado la manufactura de
vidrio peruana a lo largo del siglo XVI basa todas sus reflexiones en la idea de que el
sector no logró consolidarse y generar una producción capaz de surtir las necesidades
del mercado interno. Por otra parte, la producción historiográfica mexicana viene
explicando el crecimiento del sector en Puebla, durante ese período, a través de las
exportaciones al Perú. Si bien estos argumentos se complementan y no suponen
ninguna contradicción, ellos no explican los cambios ocurridos durante las primeras
décadas del siglo XVII en el desarrollo de la vidriería peruana.
En 1634 la Corona cerró definitivamente el comercio entre la Nueva España y
el Perú y, de ser cierto lo que se ha dicho respecto al siglo anterior, la disminución de
la competencia generaría las condiciones ideales para la expansión de la vidriería en
los primeros focos de desarrollo del sector. Aunque a partir de entonces decayó el
ritmo de las migraciones de especialistas desde la Nueva España hacia el Perú, eso no
explica por qué diversas fuentes señalan un receso de la manufactura de vidrio en las
ciudades en las que se había implementado durante el primer siglo de la presencia
española en esos territorios.
Todo esto levanta sospechas sobre una eventual quiebra de importancia del
sector en Perú pero es más verosímil que se agravaran las diferencias entre las
ventajas ofrecidas por cada una de las capitales virreinales que ejercieron modelos de
articulación con su entorno muy diferentes. Eso justificaría la quiebra de las
migraciones en el ámbito estrictamente americano y la emergencia de nuevos centros
de producción más allá de Lima o de sus inmediaciones, como sería el caso de
Guambacho.
Según Antonio de la Calancha (1638: 54), durante el primer tercio del siglo
XVII, el excepcional desarrollo del sector en el Valle de Ica desplazó a los talleres
limeños y de Guambacho. Este cambio coincidió con la emergencia de nuevas
ciudades americanas con más de 1.000 habitantes pero también con un excepcional
crecimiento demográfico de Lima que pasó de 2.000 habitantes "españoles" en 1570 a
9.500 en 1628 (Carmagnani 2012: 341-342). Pero, el aumento poblacional no explica
por si solo este cambio en la configuración territorial de la vidriería
Es posible que la nueva coyuntura del sector vidriero se relacione con las
dinámicas específicas del eje geohistórico peruano observadas por Marcello
494
Carmagnani (2012: 333-357). En su opinión, la progresiva transformación de la
capital en centro de coordinación, que empezó a definirse a finales del siglo XVI y se
consolidó a lo largo del siglo posterior, tuvo como principal objetivo articular las
áreas americanas y conectarlas con las europeas, o sea, la extracción de plata del alto
Perú con los productos manufacturados europeos.
Esto se tradujo en la definición de un espacio conectado esencialmente por vía
marítima, asentado en la realización de las ferias de Portobelo y en la organización de
la flota. Su configuración ocasionó que algunas regiones no se incluyeran plenamente
en este espacio, ya fuera porque solo una pequeña área de su territorio se incorporó al
eje (normalmente un puerto), o porque su conexión se hacía indirectamente, mediante
el establecimiento de vías de enlace. A su vez, Lima y su puerto del Callao fueron el
punto en el que convergieron las rutas de comunicación terrestre que llegaban desde
los principales centros mineros. La más importante unía la capital al Potosí, pasando
por Huancavelica, Cuzco, Puno y La Paz, aunque todos estos centros disfrutaran de
articulaciones autónomas con Lima y Potosí.
El carácter fragmentado del eje geohistórico hizo que Lima perdiera
gradualmente el dominio comercial de ese espacio y no lograra sostener su posición
destacada como centro de importación y exportación del Virreinato. Al contrario de lo
que sucedía en la Nueva España, donde México aumentó su capacidad de
coordinación a partir del primer tercio del siglo XVIII, en el Perú se asistió a un
proceso de regionalización que enfatizó las diferencias sociales y económicas. Eso
sucedía porque Potosí era el término del espacio peruano que lo ligaba con el
Pacífico, y también porque empezaba a definirse un eje informal que conectaba la
ciudad minera a Buenos Aires. Eso proporcionaba que la plata potosina fluyera hacia
el Atlántico, escapando al control de Lima, y generaba, a su vez, otras dinámicas
regionales en torno a las ciudades de Córdoba, Tucumán, Salta y Jujuy (Fig. 101).
Todas estas circunstancias culminaron en un aumento de la competencia entre
los diversos espacios regionales y el virreinal. La coyuntura de los años 30 del siglo
XVII se caracterizó entonces por la existencia de un centro articulador (Lima) con un
crecimiento muy débil en la ponderación entre recursos productivos y población
disponible, mientras el hinterland se expandía, confiriendo "mayor dinamismo de los
territorios americanos" (Carmagnani 2012: 342). Si bien la configuración de estas
áreas estuvo condicionada por el mapa de la extracción minera, hubo casos en los que
la emergencia de un nuevo sector productivo en zonas tradicionalmente despobladas
495
de "españoles" actuó como incentivo al desarrollo de otras áreas. Eso mismo se
observó en Ica y en sus haciendas de vino, que motivaron la instalación de hornos de
vidrio en las inmediaciones. Aparentemente, la actividad económica de la zona generó
su propia dinámica regional que la conectó con el sub eje del Pacífico (Portobelo-
Lima-Potosí), donde los vidrieros exportaron sus creaciones, y también con el
Atlántico (Potosí-Buenos Aires), desde donde adquirían la mano de obra y los
préstamos necesarios para expandir sus hornos, como se detallará más adelante.
A pesar de que los vidrios de Ica hicieran sombra a los vidrieros limeños, la
actividad no desapareció por completo en esa ciudad. A finales de la década de los 30
del siglo XVII se ha reconocido una producción de anteojos, que comprueba que la
capital del Virreinato siguió ejerciendo su poder de atracción para artífices altamente
cualificados. Por lo general, los demás vidrieros se aliaron a los loceros para
conquistar mercado y no se conocen referencias a otros ramos de especialidad que
estuvieran enfocados en piezas diferentes. Esta coligación siguió la misma tendencia
que motivó la creación de un gremio de loceros y vidrieros en las ciudades de México
y eventualmente también en Puebla, indicando que esta fue una práctica bastante
extendida en América. Así alcanzaron los limeños a vender sus creaciones a los
vecinos de la ciudad y a personas de todas partes que se desplazaban ahí atraídas por
la gran y variada oferta de productos que se encontraban a la venta. Eso es lo que se
puede interpretar de las palabras del padre jesuita Bernabé Cobo, en el año de 1639:
"Porque dejados aparte (...) cosas que no se pueden escusar, de todos los otros
oficios de curiosidad, sin los cuales suelen pasarse otros muchos pueblos, apenas
falta alguno en este [Lima], como son: (...) artífices de vidrio y de todas
maneras de loza, y se hace alguna, tan buena como la mas estimada de
España; de anteojos de cristal y vidrio, impresos, con todos los demás oficios
que ha inventado la curiosidad y regalo de los hombres y en Europa se usan; de
todo se hallan aquí muy aventajados artífices y tienen muy cierta ganancia,
respecto que de muchos de ellos se carece en lo restante del reino, adonde se
provee de esta ciudad." (resaltados en negrita de la autora), (Cobo 1882: 78).
De eso se entiende que la manufactura de vidrio limeña fue afectada por la
toma de importancia de las regiones periféricas, donde efectivamente surgió un
potente sector vidriero, con capacidad para suministrar otros ramos fabriles y
496
distribuir sus creaciones en el comercio interregional. Así mismo, la ciudad mantuvo
una manufactura especializada y altamente cualificada que atrajo a los productores y
comerciantes de otras regiones, pero que estuvo lejos de volverse una producción
masiva, tal como sucedió en Ica.
No obstante el supuesto receso de las manufacturas de vidrio menos
especializadas, el mercado limeño ofrecía una gran cantidad de esas piezas que se
incorporaron a los ajuares domésticos y participaron en la conformación de los
escenarios públicos de ostentación. En ese sentido merece la pena citar el episodio
descrito por Antonio de la Calancha (1638), cuando trata sobre la grandeza del
Convento de Lima y algunas de sus reliquias. Entre ellas se contaba una cabeza de
San Dionisio que disfrutaba de veneración especial por poseer una piedra en la boca
que crecía y rompía los cristales que guardaban parte del cuerpo descuartizado del
santo:
"(...) i entre ellas [reliquias] está la cabeça de san Dionisio, que admira ver, que en
el paladar tiene una piedra blanca como alabastro, poco menor que la palma de la
mano, sale un pedaço por entre los dientes: i à [sic., ha] sucedido ya por tres
veces, que ajustandole los vidrios o cristales, asta [sic., hasta] topar con la piedra,
crece i quiebra los viriles, i asi la dejan ya sin vidrieras. Por maravilla se tiene i
como novedad miraculosa se venera." (Calancha 1638: 249).
El "milagro" descrito ocasionó que se desistiera de recuperar las vidrieras, lo
que se entiende mejor si se considera que muchos de los vidrios planos para ventanas
eran sustituidos por finas láminas de piedra de Huamanga que aún se conservan hoy
día en varios edificios religiosos de la ciudad. Eso sugiere que el vidrio plano tenía un
precio elevado y que se acudieron a materiales autóctonos para lograr un efecto
similar en el cierre de ventanas.
Aparte Ica y Lima, es probable que otras ciudades del Perú lograran producir
vidrio y generar sus propias redes de distribución. La escuela cuzqueña de pintura
alcanzó gran preeminencia en el siglo XVII y es posible que lograra atraer otro tipo de
artistas, especialmente vidrieros. Por el momento resulta pertinente citar un
documento ampliamente conocido entre los historiadores que han trabajado la
producción cerámica en la zona y que registra una sociedad formada a 21 de abril de
1588 para fundar un taller de loza vidriada:
497
"Sepan cuantos esta carta vieran como nos, el maestro Serrano, maestre escuela
de la santa iglesia de la ciudad de Cuzco, de la una parte y de la otra Domingo
González y Francisco Navarro, residentes en esta ciudad de Cuzco, otorgamos y
conocemos por esta presente carta que somos convenidos y concertados (...) de
hacer fundar una compañía entre nosotros en la forma y manera siguiente:
Primeramente, que yo el dicho maestro Serrano tengo de hacer una casa donde se
pueda vivir y trabajar, con un portal en que el dicho Domingo González y
Francisco Navarro puedan trabajar y hacer loza hacer se suele hacer (...). Y así
mismo tengo de hacer un horno en que se cueza la loza que hicieren y dos ruedas
para labrarla, y un molino para moler los vidrios, y un rodadillo de hierro y las
demás herramientas que fueren menester para hacer la dicha loza, todo lo cual ha
de hacer a costa mía.
Item, es condición que nos los dichos Domingo González y Francisco Navarro,
con nuestras personas y las dichas herramientas, hemos de hacer y labrar toda la
loza que pudiéramos, la cual hemos de hacer cocer y vidriar y poner a punto para
que se pueda vender, y en esto no menos de poner más del trabajo e industria de
nuestras personas, porque yo el dicho maestro Serrano, como dicho es, pongo las
dichas herramientas, y tengo de poner todos los metales de plomo y cobre y
estaño que fueren necesarios para el vidrio, y asimismo tengo de poner ocho
indios ordinarios para que estén en el dicho obraje y servicio de él, y más toda la
leña y tierra que fuere menester (...)." (Kuon 2004: 129)550.
Los términos en que se acuerda la sociedad permiten percibir que el taller y
prácticamente todos los costes relacionados con la infraestructura, herramientas y
materiales fue financiada por el maestro escuela Serrano. Toda la producción sería
ejecutada por los artífices Domingo González y Francisco Navarro, con el apoyo de
mano de obra indígena. Pero lo más importante para el tema que nos ocupa es que en
dicho taller se contemplaba la instalación de un molino de vidrio. Esta ocurrencia
sugiere que dichos loceros no producían el polvo de vidrio con el que cubrían las
piezas de barro sino que lo adquirían a terceros y se limitaban a molerlo. Eso supone
que reciclaban fragmentos de vidrio roto o lo compraban a algún comerciante o
vidriero que se instalara. En todo caso, el incremento de este tipo de manufacturas en
Cuzco habría generado un mercado atractivo para que algunos vidrieros se instalaran
en la ciudad.
A la actividad de estos profesionales se ha referido el jesuita José Sánchez
Labrador, a finales del siglo XVIII, para decir que ejecutaban piezas de poca calidad
550 Fuente citada: Archivo Histórico del Cuzco (AHC), Escribano Alonso Herrero, f. 228v.
498
debido a un uso incorrecto de los ingredientes, sin purificar (Furlong 1979: 125). Ese
parece ser el mismo problema que afrontaron algunos de los talleres de vidrio de
Cochabamba (actual Bolivia) a los que nos referiremos más adelante con mayor
detenimiento.
5.2.1.3. REFLEXIONES EN TORNO A LA VIDRIERÍA DE ICA EN LOS SIGLOS
XVII-XVIII
Si en la principal ciudad predominaron los pequeños talleres, posiblemente por
el elevado precio de la madera, en Ica el escenario fue muy diferente551. A lo largo del
siglo XVII surgieron varios núcleos de producción en el valle que se beneficiaron de
la abundancia de bosques de algarrobo para leña, de hierba barrilla y salitre. Eso es
también lo que resalta de la descripción de la fundación cristiana de Ica por Antonio
la Calancha, en 1638:
"La Villa de Valverde, conmunmente llamada Ica, nombre antiguo de su valle
cincuenta leguas de Lima al sueste, està en pais alegre i agradable, aunque otros le
cercan de arenales muertos. Està lo mas del año fresco, i tiene frutas Indianas i
Españolas, erbage, flores i azas [sic.] de la yerba del vidro, de que se labra en
cãtidad, mucho i bueno, de salitres sin la yerba se aze [sic., hace] ya excelête
vidro, (...). Rodeando canpiñas de arboledas, que en estos llanos llaman
guarangales, madera fuerte i alta, que en plano forman estandidas mõtañas. Su rio
baja la sierra, siempre mas tarde que a los valles vezinos, i un estero, que el Perù
llama azequia, i aquel se nombra la Cirana, que riega las mas viñas deste valle, i
dan sus riegos mas de ciento i cincuenta mil botijas de vino estremado, mas de
diez mil anegas de todas semillas, i varias ortalizas i legunbres en unos pedaços
de tierra, que los naturales llaman maamaes, o macamacas se dan sin riego, ni
lluvias cantidad de regalados melones, i sandias, trigo, maiz i garbanço, i en hoyas
ázia [sic., hacia] a la Nasca, i en las convezinas al puerto de Pisco se dan viñas
fecundas. (...)" (Calancha 1638: 755).
Basándose en las afirmaciones del teólogo gaditano de la orden de las
Carmelitas, fray Antonio Vásquez de Espinosa (1570-1630), el foco primordial de su
551 El problema del abasto de madera en Lima motivó, en 1542, que el Cabildo prohibiera que se
quemara leña gruesa en los hornos, aunque el precio de este producto se mantuvo elevado al menos
hasta mediados del siglo XVII (Cobo 1882: 73).
499
desarrollo fueron Ica e Ica la Vieja. En 1617 ambos parajes disponían ya de al menos
un horno cada uno:
"Hay en ella dos hornos de vidrio muy buenos: uno dentro de la villa y uno en Ica
la Vieja, así como por los muchos materiales que hay para su beneficio como por
la cantidad de leña para beneficiarlo" (Vásquez de Espinosa 1948: 451)552.
El propietario de ese segundo establecimiento tal vez fuera Juan Marín, dueño
de un "obraje de hacer vidrio en el Pago de la Bieja con su pampa de yerba para su
fabricación, herramientas y esclavos para el trabajo" (Sánchez Elías 1957: 44-45;
Soldi 2005: 333-342)553. La descripción de esta unidad de producción corresponde a
la de una estructura compleja y perfectamente articulada, al contrario de lo que
sucedía en los talleres de Lima o de cualquier otra ciudad americana. La
disponibilidad de madera y el cultivo de la salicornias dentro de la propiedad permitió
un control directo sobre las principales materias primas y evitó los largos
desplazamientos que tenían que hacer los vidrieros de México para recolectar la
hierba de Michoacán, la más apropiada para sus labores. Esta organización se
mantuvo al menos hasta el siglo XVIII, particularmente en las propiedades del
vidriero Francisco Bernaola que incluían tierra de vid, barreros de arcilla, "un pedazo
de tierra salitrosa y un paraje que tenia plantada yerba de vidrio." (Soldi 2005: 337).
Todo esto apunta a que los núcleos manufactureros tuvieron una dimensión
considerable, pero el destaque alcanzado por el Valle de Ica como centro productor de
vidrio no se puede entender solamente a la luz de la disponibilidad de recursos
naturales. Además de este factor, las investigadoras Ana Marís Soldi y Gabriela
Ramos señalan la emergencia de una agricultura en expansión, muy vinculada a la
viticultura y a la comercialización del vino de pisco en botellas de vidrio. Aunque la
instalación de haciendas vinícolas tuvo un papel importante, nos parece que se ha
sobrevalorado la preponderancia del uso de envases de vidrio en el ciclo de
producción y comercialización de destilados de uva, sobre todo porque existían otras
posibilidades aparentemente más baratas y seguras para el transporte de bebidas.
552 Texto citado también por Ana María Soldi (2005: 335).
553 No se sabe la fecha exacta en que Marín fundó este establecimiento pero, en 1639, lo vendió al
iqueño Francisco del Huerto quien seguiría explotando el horno (Sánchez Elías 1957: 44-45; Soldi
2005: 333-342).
500
Lo que sostenemos es que el uso de botijas de vidrio en las haciendas de Ica
resultó más de su disponibilidad en la zona que de una demanda particular de los
productores de vino. La elección de esos contenedores para el almacenamiento de los
licores de pisco no sería tan común, restringiéndose a ciertos mercados y a algunos
destilados más finos. En esta época la mayor parte del transporte de líquidos se
realizaba en barricas y, en Perú, el vino se solía vender en odres de piel de cabra o en
recipientes de barro, bastante más resistentes que el vidrio (Polvarini 2005a: 171-209,
2005b: 345-376).
En su estudio sobre las haciendas de vid y el comercio de aguardientes, Alicia
Polvarini de los Reyes (2005a: 171-209, 2005b: 345-376) observó que, en el siglo
XVIII el tamaño y material de los contenedores adoptados por los grandes
productores de la región varió en función de los medios empleados para el traslado de
los vinos. Aunque no se dispongan de más datos acerca de las características de cada
uno, la autora sostiene que las "botijas de tierra" servían para los procesos de
producción más que para el almacenamiento, justificándose así su precio reducido. A
su vez, las "botijas de puerto" se destinaban a conducir el vino hasta la zona de
embarque, donde el transporte se hacía en "botijas peruleras o de embarque". En estos
casos se sugiere que los ejemplares eran de cerámica, un material bastante más grueso
que el de los primeros. Aquellos que ingresaban en las rutas terrestres, hacia la sierra
potosina, se conocían por el nombre de "botijas de sierra" y deduce que estarían
hechos de greda u odre, más adecuados al difícil y largo camino en mula.
El planteamiento destacado resulta inconsistente con los datos disponibles hoy
día sobre los vidrieros iqueños, quienes realizaron algunas remesas de aguardiente en
botellas de vidrio pese a la irregularidad del terreno y al riesgo de perder todo el
cargamento si se rompían antes de llegar a Potosí. Lo que se desconoce es si esa sería
la práctica más común, si eso sucedió apenas en los casos en que ambas actividades
confluyeron en la misma hacienda o en los que se aliaron los dos productores. En todo
caso, en algunas haciendas de Ica, como la Macacona, coincidió la manufactura de
botijas de cerámicas con la actividad de varios hornos de vidrio (Soldi 2005: 341).
Además de esos ejemplares, la manufactura local de vidrio estuvo muy
enfocada para la elaboración de piezas de grandes dimensiones que, por su fragilidad
y coste, difícilmente se podrían traer desde Europa. Entre estas se encontraban
algunos instrumentos utilizados en la destilación del vino, como por ejemplo
alambiques y redomas:
501
"En ellos [gramadales de Ica] se crea tanto salitre que él solo bastaría á prover
toda la América, así para los usos pirotécnicos como medicinales. De él se labran
los más utensilios de vidrio de que hay grande consumo en aquella región,
principalmente alambiques y otras redomas que con dificultad se
trasladarían de Europa. Es asimismo muy á proposito para la composición de la
pólvora que se gasta en la artillería y fusilería de las ciudadelas y castillos que
defienden nuestros puertos y plazas marítimas, como útil para minar los montes
donde se encuentran las piedras de cal y otros minerales duros, que apenas se
vencerían á los instrumentos de acero á no valerse de este artificio." (resaltados en
negrita de la autora), (Llano y Zapata 1904: 344-345).
Lo que resulta más curioso es que también estas piezas pudieron haberse
hecho en otros materiales, especialmente en cobre, pero se prefirieron los ejemplares
de vidrio, no porque fueran mejores sino por tratarse de un recurso que tenían cerca y
supieron aprovecharlo. La prueba más evidente de ello es que en otras regiones, como
Mendoza, el crecimiento del sector también se unió a la producción de envases pero,
en ese caso, se vinculó exclusivamente a la emergencia de hornos botijeros de
cerámica. Eso sucedió desde inicios del siglo XVII hasta el XIX, como demuestra el
trabajo de Pablo Lacoste (2006: 93-118), uno de los pocos autores que ofrece una
visión más amplia de los procesos de implementación de la vidriería en América del
Sur, cuando compara la muestra estudiada con lo que sucedía en Ica.
Por detrás de esta complementariedad entre la viticultura y la vidriería en Ica,
basada en la demanda permanente de herramientas de destilación y de contenedores
en el que transportar el licor, se esconde la matriz que viabilizó verdaderamente este
proyecto. Me refiero al comercio de esclavos y al sistema de financiación adoptado
así por los agricultores como por artífices que invirtieron en la región. La primera
persona en advertirlo fue Gabriela Ramos (1984, 1989), en sus trabajos sobre los
obrajes de vidrio en el Perú virreinal. La autora ha señalado brevemente como "la
cadena de financistas que se hallaban tras los habilitadores de hacendados y maestros
vidrieros se originaba en dos de los más importantes comerciantes portugueses de las
primeras décadas del XVII" (Ramos 1989: 73). Sin hacer mayores reflexiones sobre
el tema, no llega a establecer una conexión con los últimos años del denominado
502
"ciclo portugués" de la trata de esclavos y su actuación en otros sectores económicos
en la América española554.
Dos de sus protagonistas fueron Manuel Batista Pérez y Sebastián Duarte,
comerciantes negreros que financiaron a varios agricultores de la Costa y que
aparecen también relacionados con el oficial de vidriero Antonio Pérez Galindo. En
1630, ante la muerte de su socio (el maestro Pedro de la Barrera), Galindo se vio ante
la tesitura de no poder cumplir con los pagos y ceder a la propuesta monopolista que
le presentó el vidriero Álvaro Díaz, en 1637 (Bowser 1977: 89-106 y 182-183; Ramos
1989: 72-73)555. A cambio de cerrar su obraje, Díaz le ofreció un lote considerable de
aguardiente y de vidrios, una parte de los mismos ya con comprador asegurado en
Potosí. La venta de esos géneros permitiría que Galindo saldara sus deudas y, en
contrapartida, Díaz eliminaba la competencia.
Más allá de los detalles de la historia que unió a los referidos vidrieros, es
interesante notar el papel estratégico desempeñado por los hombres del trato negrero
en el crecimiento económico de la zona, asociado a la elaboración de vino y vidrio.
En una primera fase, los vidrieros de Ica tuvieron que acudir al crédito para poder
financiar la compra de esclavos y así contar con mano de obra para empezar sus
negocios. En el caso de Pedro de la Barrera, las primeras transacciones aparecen
registradas en Sevilla. Fue ahí donde aparentemente residió antes de instalarse en
Perú, a finales de los años 20 del siglo XVII, y donde compró algunos esclavos
artesanos que ya conocían las prácticas del manejo del vidrio (por el valor de 3.500)
para después emplearlos en su horno de Xauranga (Bowser 1977: 89-106; Ramos
1989: 71)556.
Esta referencia es particularmente interesante e indica que existió un tráfico de
mano de obra cualificada desde la península con la que rápidamente se pudo alcanzar
una cierta rentabilidad en el negocio, sin necesidad de perder tiempo enseñándole las
tareas propias de cada fase de producción. Desafortunadamente para Pedro de la
Barrera, muchos de ellos terminaron por morir al poco tiempo de llegar. Para llevar
adelante su taller, el vidriero tuvo que rentar otros esclavos que el mercado regional
colocaba a la disposición por el precio de ocho pesos al mes. En 1629, el referido
554 El ciclo portugués tuvo su inicio en 1595 cuando la Corona española firmó un contrato con el
portugués Pedro Gomes Reinel para el comercio fijo de esclavos. Ese comercio permanente de mano
de obra africana terminaría en 1640 con la independencia de Portugal. Sobre este tema véanse Peralta
2005; Vila Vilar 2001: 105-128.
555 Fuente citada: AGNP, Inquisición, Contencioso, leg. 53, 1637.
556 Fuente citada: AGNP, Real Audiencia, Causas Civiles, leg. 86, cuaderno 321.
503
artífice intentó adquirir personalmente diez esclavos, pero la falta de confianza entre
los creedores le imposibilitó concretar el negocio. Tal vez por eso se asociara al
oficial de vidriero Antonio Pérez Galindo para comprar tres hombres que trabajaran
en el horno, uno de los cuales ya conocía las artes del vidrio (Ramos 1989: 67-106)557.
Así se percibe como el crecimiento del sector estuvo muy dependiente del acceso al
crédito y a la mano de obra de origen africano, especializada o sin especializar, sin la
cual estos talleres no hubieran podido sobrevivir. Aunque se emplearan también
indígenas en las haciendas de vino y vidrio, su participación era claramente inferior a
la de los esclavos, como señala Hilda Barentzen (2005:143-171) en un artículo sobre
el trabajo indígena en las haciendas jesuitas de Ica, a partir de 1767 y hasta final de
ese siglo.
Los comerciantes de esclavos no se dedicaron solo a proveer fuerza de trabajo
que, al alquilarla en un "obraje de vidrio"558, adquiría nuevas competencias que la
valoraban a la hora de volver a alquilarla a otro vidriero. Ellos también financiaron
directamente las obras en los establecimientos, la compra de materias primas, o
incluso los fletes de navíos y recuas para distribuir las mercancías; elementos que
aparecen en concepto de la deuda contraída por el vidriero Antonio Pérez Galindo
para con los mencionados portugueses, en 1763:
"Cien costales de barro de Panamá - 100 p[eso]s
Fletes (navíos y recuas) - 190 p[eso]s
Tres quintales de hierro para herramientas - 120 p[eso]s
Herramientas para el obraje - 60 p[eso]s
Cuatro mulas - 100 p[eso]s
Cien quintales de ceniza - 400 p[eso]s
Adobes de hornos, paredes y otras instalaciones 252 p[eso]s
Para construir un molino 200 p[eso]s
Total: 1422 p[eso]s." (Ramos 1989: 73)559.
Si se consideran las inversiones que esos comerciantes estaban realizando en
el sector agrícola, se entiende que las redes de financiamiento, de adquisición de
557 Fuente citada: AGNP, Real Audiencia, Causas Civiles, leg. 86, cuaderno 321.
558 En teoría la palabra "obraje" se aplicó para referirse a los talleres de producción textil pero, en Perú,
el término parece haberse extendido a todas las unidades manufactureras. Así aparece en la
documentación de la época y en los varios trabajos dedicados al vidrio en Ica (Ramos 1984, 1989: 67-
106; Soldi 2005: 333-344).
559 Fuente citada: AGNP, Inquisición, Contencioso, leg. 53, 1637.
504
materias primas o de distribución de las productos fueron exactamente las mismas y
esa interdependencia pudo facilitar la ampliación de los negocios. A la par,
aumentaban las posibilidades de que el acreedor recuperara la inversión y aumentara
sus ganancias al estimular una única vía de circulación. En ese contexto, ellos
tendrían todo el interés en estimular esa complementariedad.
Además de los factores señalados, se sabe hoy día que una parte considerable
de los vidrios iqueños se exportaron a Potosí, como lo atestiguan los negocios de
Pedro de la Barrera y Álvaro Díaz (Ramos 1989: 73). Se desconoce si eso estuvo
relacionado con los procesos de extracción minera como en la Nueva España o si
circularon exclusivamente como envase para vinos, pero la producción de alambiques
en Ica indica que al menos algunos hornos disponían de la técnica para hacer piezas
con la calidad y resistencia exigida para las cornamusas. En todo caso esta
configuración comercial remite a los ejes geohistóricos señalados anteriormente y
también a sus interrelaciones.
Como refiere Marcello Carmagnani (2012: 333-357), Lima no logró
desempeñar, en el siglo XVII, el mismo papel estructurador que tuvo la ciudad de
México. Su incapacidad para dominar todo el espacio y actuar como coordinador
político y económico, originó la formación de un eje fragmentado con varias regiones
conectadas entre si, sin el control estricto de las autoridades limeñas. Por eso, aunque
la ciudad alcanzara una importante actividad artesanal, algunas áreas como el vidrio
no tuvieron ahí su mayor expresión. Paralelamente, la atracción por la plata del Potosí
hizo de esta zona un punto estratégico entre la línea del Pacífico (Potosí-Lima-
Portobelo) y el Atlántico (Potosí-Buenos-Aires) y es en ese contexto que se entiende
la particular economía del vidrio en el Valle de Ica. La región mantuvo un comercio
activo con Lima por vía del puerto de Pisco y, lejos de canalizar hacia ahí la mayor
parte de su producción, los vidrieros lograron mantener una estrecha conexión con los
mercaderes de la sierra platense sin pasar por la capital.
Carlos Sempat Assadourian (1983: 158) nos ofrece un cuadro detallado de la
ruta de los vinos de Ica, que sería la misma de los vidrios. El autor distingue dos vías
de circulación: una terrestre que conducía el producto a Huamanga y Cuzco, ciudades
que funcionaban, a su vez, como centros redistribuidores; y otra marítima que los
llevaba de Ica a Pisco y al Callao. Una vez ahí, una parte se consumía en la capital y
otra se reexportaba hacía la sierra norte (por el camino de Jauja), o hacía los valles
norteños, en ese caso por mar. Estas rutas ponen en evidencia el sistema fragmentado
505
del eje geohistórico peruano y la conformación de redes regionales interconectadas
que se definían a partir de pequeños núcleos de interés económico y los conectaban
con los grandes centros.
Es posible que fuera precisamente su posición intermedia en el sub eje Lima-
Potosí lo que viabilizó el acceso al sub eje Potosí-Buenos Aires donde la mano de
obra esclava llegaba de manera legal e ilegal, sobre todo durante el período de la
Unión de Coronas (1580-1640) cuando la presencia de esos comerciantes fue más
intensa (Barriga 2009: 22). De los contactos con esos traficantes resultaron
importantes relaciones de carácter comercial y financiero que activaron la economía
del Valle de Ica a través de una imbricada red de negocios controlados, en última
estancia, por los intereses "extranjeros"560.
El crecimiento de la producción iqueña de vidrio coincidió con la
interiorización del negocio de esclavos y también con las primeras medidas
restrictivas al comercio entre los dos Virreinatos. Es interesante notar como
progresivamente esta zona evolucionó para tornarse, a finales del siglo XVIII, en la
principal proveedora de vidrio, supuestamente de calidad más baja y para el consumo
de las capas populares de la población limeña, ocupando eventualmente el lugar
dejado por los congéneres novohispanos.
En las palabras de Tadeáš Haenke:
"Ica, que fabrica mucho aguardiente, (...), y de una fábrica que tiene de vidrios
ordinarios envía grandes porciones, que se gastan entre la gente ordinaria de Lima
y otras provincias.". Eso, gracias a que "Hállase en este partido [de Ica] mucha
barrilla o sosa que llaman yerba del vidrio, y con ella fabrican el vidrio con que
surten a una parte del reino; hacen también jabón, y se trabaja una veta excelente
de cobre que abundan sus cerros. El valor anual de todos estos artículos asciende
a 588.742 pesos" (Haenke 2003: 48 y 172).
De esas piezas de vidrio iqueño que alcanzaron los ajuares limeños
encontramos varios registros, sobre todo en el ajuar de mujeres. Doña Juana Hurtado
tenía, en 1746, "dos tazas de vidrio de Yca una grande y otra chica, con sus tapaderas
ambas en 12 reales", además de "un lebrillito de vidrio de Yca", evaluado en 1
560 Se coloca extranjeros entre comillas porque los portugueses disfrutaron siempre de una doble
identidad, reivindicando una u otra en función de sus propios intereses, incluso después de la Unión
Ibérica.
506
peso561. En 1755, Doña Balthasara de Coca y Tapia poseía "dos ollitas de vidrio de
Yca". En ese material, pero de proveniencia incierta, constaba también de sus bienes
"una cajita de cristal con un nacimiento de piedra de guamanga dentro, en 10
pesos"562. En el inventario de María Ignacia Jurado, hecho en 1762, figuraban "quince
piezas de vidrio de Yca a 3 reales cada uno" y "una taza de vidrio de Yca grande en 2
pesos"563.
Si todas las mujeres mencionadas pertenecerían al grupo de peruanas que
lograron acumular una cantidad razonable de bienes materiales y disfrutar de cierto
poder económico para registrar sus pertenencias ante notario, se desconoce si
disfrutaron del equivalente prestigio social. Muy diferente es el caso de Catalina
Segarra, condesa y viuda de Castaneda, que en 1780 tenía un "par de vinajeras de
vidrio de Yca con copa de barro y campanilla de metal", evaluadas en un 1 peso,
demostrando que los vidrios iqueños alcanzaron las casas de la gente más distinguida
del Perú564. También localizamos el inventario de Juana Bernola y Felices, natural de
la ciudad de Yca, de 1776. Ella tenía una casa en Lima y una hacienda en la región
donde había nacido pero, a pesar de su cercanía y afinidad con uno de los principales
centros productores de vidrio del Virreinato, entre sus bienes no se han detectado tales
manufacturas565.
Además de conformar los bienes de ciertas peruanas, las manufacturas de Ica
aparecen, en menor medida, en la selección de objetos adquiridos por algunos
hombres, tales como Francisco de Cevallos que en 1748 presentaba un ajuar
compuesto por porcelanas chinas, tales como escudillas, platos y jarros, cerámicas de
Chile y vidrio de Ica566. Ya el platero Hipólito de Céspedes tenía, en 1779, unas
"limetillas de vidrio de Yca"567.
Los datos recopilados permiten afirmar que la producción de Ica no se
circunscribió al estricto ámbito de los envases para la confección y almacenamiento
561 AGNP, Protocolos Notariales. Notario Antonio José de Ascarrunz, año de 1746. Protocolo 67, f.
556v-559v.
562 AGNP, Protocolos Notariales. Notario Juan Bautista Thenorio Palacios, año de 1755. Protocolo
1006, f. 76v-86v.
563 AGNP, Protocolos Notariales. Notario José de Bustinza, año de 1762. Protocolo 152, f. 410v-411v.
564 AGNP, Protocolos Notariales. Notario Gervasio de Figueroa, año de 1780. Protocolo 453, f. 43r-
48v.
565 AGNP, Protocolos Notariales. Notario Mariano Calero, año de 1776. Protocolo 160, f. 870v-906v.
566 AGNP, Protocolos Notariales. Notario Antonio José de Ascarrunz, año de 1748. Protocolo 67, f.
976v-982v.
567 AGNP, Protocolos Notariales. Notario Joseph Montiel Davalos, año de 1779. Protocolo 741, f.
270r-274r.
507
de vinos y licores, sino que existieron piezas más refinadas para uso doméstico. A
juzgar por las palabras de Tadeáš Haenke (2003: 48 y 172) ya citadas, una parte de los
vidrios de Ica se destinaban al consumo de las clases populares de Lima. No obstante,
existió también una producción de mayor calidad que posibilitó su uso en las boticas
de Lima. Eso queda de manifiesto en la deuda contraída por José Hermenegildo
Tobillas y Lorenzo Carbajal, administrador de la botica de San Andrés, en la
ejecución del remate de una partida de vidrios de Ica que pertenecía a Mateo de
León568. Tal como sucedió en la Nueva España respecto a los vidrios de Puebla,
aumentó considerablemente el consumo de las producciones iqueñas por parte de las
élites peruanas, como parte de sus dinámicas de ostentación, como se observa en la
práctica de exhibir esas piezas dentro de vitrinas, junto a otras curiosidades. En este
caso sería interesante explorar también hasta qué punto eso se relacionó con la
emergencia de un "orgullo criollo".
La idea de una producción diferenciada en tres vertientes - una para abastecer
al sector vitivinícola, otra para el consumo de las clases populares urbanas y otras
para las élites, permite entender mejor las palabras de Tomás Chavaque, contador y
ordenador del Tribunal de Cuentas que actuó como agente de Francisco Bernaola en
la capital del Virreinato peruano. En una carta escrita en marzo de 1738, él
recomendaba al vidriero de Ica enviarle solamente piezas de obra fina y transparente
568 AGNP, Temporalidades, C 13, leg. 265, exp. 14, 20 de noviembre de 1787, Lima. Es posible que
Mateo de León fuera uno de los vidrieros de Ica, encontrándose varios expedientes que vinculan su
nombre y el de su hijo al comercio de vidrios iqueños: la Administración General de Temporalidades
contra Antonio Ponce de León, abogado de la Real Audiencia e hijo de Mateo Ponce de Leon, por
cantidad de pesos del remate de 89 cajones de vidrios de Ica AGNP, C 13, leg. 265, exp. 11, 31 de
agosto de 1787, Lima); José Franco con la Administración General de Temporalidades sobre el
embargo de bienes de Antonio Ponce de León, abogado de la Real Audiencia y fiador de su padre
Mateo de León en el remate de vidrios de Ica (AGNP, Temporalidades, C 13, leg. 265, exp. 12, 11 de
septiembre de 1787, Lima); la Administración General de Temporalidades contra Mateo de León como
albacea de su hijo y fiador Antonio Ponce de León sobre embargo de bienes por cantidad de pesos del
remate de una partida de vidrios de Ica (AGNP, Temporalidades, C 13, leg. 265, exp. 16, 12 de junio
de 1788, Lima); José Sánchez, administrador General de Temporalidades, con José Suliva, juez
subdelegado del partido de Lambayeque, para que se cobre a Bartolomé de Rioja una cantidad de pesos
por unos vidrios que pertenecieron a Mateo de León (AGNP, Temporalidades, C 13, leg. 244, exp. 18,
10 de julio de 1788, Lima); la Administración general de Temporalidades con Juan José Villengua,
presidente de Quito, sobre asegurar cantidad de pesos del remate de oficio de escribano de cámara,
perteneciente a Antonio Ponce de León, fiador de su padre Mateo de León, en el remate de 89 cajones
de vidrios de Ica (AGNP, Temporalidades, C 13, leg. 265, exp. 21, 4 de noviembre de 1788, Lima).
Sobre el comercio de vidrios de Ica en Lima cabe mencionar también las cuentas del empaque de dos
cajones de vidrio que remitió Cristóbal Schier y Vadique [administrador de la hacienda macacona] a
Miguel Simon de Ibarra, en 1771 (AGNP, C13, leg. 218, exp. 4, 29 de marzo de 772, Ica).
508
"(...) no remitiendo obra verde, pues esta abunda, y parece salen vidrios de debajo de
la tierra (...)" (Ramos 1982: 79)569.
La afirmación de Tomás Chavaque denuncia la fuerte penetración, en el
mercado capitalino, de vidrios de reducida calidad y de origen incierto. Por otra parte
indica que se hicieron en los hornos de Francisco Bernaola, de manera simultánea,
unas piezas de vidrio verde y de poca calidad, que comprarían las personas con menos
recursos, y otras más finas y transparentes. Este tipo de vidrios no se encontraba tan
fácilmente a la venta en Lima y su difusión por los sectores más bajos seria algo
restringida.
De todo esto se entiende que Ica produjo vidrios de calidad muy diferente. Si
unos eran verdes y oscuros, otros lograron gran trasparencia y calidad, que se
conseguía mediante el uso de una "piedra que sirve para teñir morado o purpurino y
para aclarar el vidrio cuando esta en fundición" (Soldi 2005: 340) 570 . Fue
eventualmente con ese tipo de vidrio con el que se llegaron a hacer incluso granadas:
"(...) los vidrios de Ica debieron de tener alguna consistencia, una vez que en sus
hornos se hacían granadas de vidrio. El cebarlas con pólvora y cascote, el
introducirlas hasta la recámara por toda la longitud del ánima de los cañones
antiguos; los bien sentados golpes que con el atacador se daban á la carga, etc.,
parece estar abonando la solidez de estas fundiciones en vidrio." (Cappa 1891:
218-219).
Eso justifica por qué diversas personas se refirieron en la época a las
producciones iqueñas con comentarios y juicios de valor tan distintos acerca de
aquellas manufacturas, lo que causó cierta desconfianza por parte de Ricardo Cappa
(1891: 218-221). Al comparar esas fuentes, sospechó que, o bien Antonio de la
Calancha había mentido en sus elogios a los vidrios de Ica hechos en el siglo XVII, o
bien la calidad había decaído con el tiempo, ya que Amadeo Frezier afirmó en 1712
que:
"Ica es una ciudad tres veces más poblada que Pisco; comercia el vidrio que allí se
fabrica con salitre; es verde, sucio y está mal trabajado; también extrae cantidades
de vinos y de aguardiente." (Frezier 1982: 165).
569 Fuente citada: AGNP, Inquisición, Contencioso, leg. 24, 1734-1736.
570 Fuente citada: AGNP, Temporalidades, Títulos de Haciendas, leg. 26, Cd. 3.
509
Los ejemplares de mayor calidad alcanzaban precios similares a los que
llegaban allí, producidos en la península, a pesar de que los costes de su producción y
transporte debieran ser sustancialmente superiores a los iqueños: en 1752, el vidriero
Francisco de Bernaola daba instrucciones para que los vidrios que enviaba a Lima se
vendieran "(...) al precio que ofreciere el tiempo por los muchos vidrios de España
(...)" (Ramos 1989: 79)571. Esto sugiere que el consumidor limeño aceptaba pagar el
mismo precio por ambas y que no existirían diferencias sustanciales en su valor
simbólico aunque sus formas fueran muy distintas.
Una evidencia de la penetración de los vidrios españoles en el mercado limeño
la encontramos en "los dos cajones grandes que traen cristales de España" evaluados
en 16 pesos los dos, que tenía Marques de Otero en 1761572. Quizás se trataran de uno
de los cajones de vidrios producidos en la Granja de San Ildefonso, que en 1760 se
remitieron de Cádiz a Nueva España y que alcanzaron el mercado peruano. En todo
caso, este hombre poseía otras piezas en vidrio, como "un forlon hechura de Bárbara
bien tratado con el defecto de estarse apolillando la madera de la caja, con su vidriera
por delante, en 500 pesos"573.
También de Europa llegaron los "dos frasquitos de cristal de holanda a 12
reales cada" que poseía Juana Hurtado en 1746574. De Francia eran los vidrios y lozas
que constaban de un escaparate de cedro tallado, evaluado todo en 300 pesos, que
constituía una parte del capital de bienes que tenía en su propiedad el teniente de
caballería Alonso de Ortega Luján, caballero de la Orden de Santiago, en el momento
de casarse con Rosa de Solorsano y de la Torre575. Es curioso que unos años antes, a
25 de octubre de 1715, desembarcara en el puerto del Callao un navío francés
nombrado Marqués de Malboe, capitaneado por Don Pedro Godín, y que en esa
571 Fuente citada: AGNP, Inquisición, Contencioso, leg. 34, 1747. Unos años antes, en 1723, Francisco
de Bernaola había comprometido la venta de su producción hasta una cantidad de 7.000 pesos a razón
de 15 pesos la docena (AGNP, Real Audiencia de Lima, Causas Civiles, 1671, leg. 46, cuaderno 290,
fol. 7, año 1723).
572 AGNP, Protocolos Notariales. Notario Alejandro de Cueto, año de 1767. Protocolo 198, f. 103r-
108r.
573 En el inventario y tasación de los bienes de Diego de Carbajal y Hurtado, Conde de Castillejo y
Marqués de Cochan, caballero de la Orden de Santiago y Corredor Mayor del Reyno del Perú, consta
también "un forlon bien tratado forrado por dentro de terciopelo fondo carmesi con sus cojines de lo
mismo con sus vidrieras con las puertas con sus cortinas de damasco carmesi y sus cuatro tiros largos
en 1500 p[esos]". (AGNP, Protocolos Notariales. Notario Francisco Arredondo, año de 1731. Protocolo
64, f. 260v-297r).
574 AGNP, Protocolos Notariales. Notario Antonio José de Ascarrunz, año de 1746. Protocolo 67, f.
556r-559v.
575 AGNP, Protocolos Notariales, Escribanías. Escribano Francisco Estacio Melendes, año de 1718.
Protocolo 318, f. 779v-784v.
510
ocasión venían a bordo "un cajón de vidrios" evaluado en 300 pesos, que se vendió a
Alberto de los Ríos576. Aunque no se sepa el origen de esos productos, tal evidencia
demuestra que por entonces los franceses lograron penetrar en el comercio peruano de
manera directa o indirecta. Algo anterior es la referencia a unos "vidrios de venecia"
que tenía Inés Carrasco en 1647 y que atestigua que se usaron piezas italianas o
hechas a su imagen577.
De origen incierto, se han localizado igualmente otros objetos de vidrio entre
los bienes de diferentes personajes limeños. Pedro Flores, era un hombre influyente
que actuaba como prestamista a diferentes personas, conventos, monasterios de
religiosas y hospitales de Lima. En un inventario hecho en 1785 constaban "una
lamina de cristal de nuestra señora de los dolores en 50 p[esos]" y "seis dichas
menores pintura alemana en el propio cristal a 10 pesos cada una"578. En realidad este
tipo de piezas fue bastante común, apareciendo "4 laminitas de cristal y su pila de
agua bendita de plata, todo en 1219 pesos", entre los bienes que constituyeron la dote
de Francisca de la Cueva y Urdaguini, en 1732579. Cuando en 1752 se hace el
inventario de bienes de Tomas de Arandía, presbítero, vecino de Lima, se describe
"una canastilla de palma con varias laminitas pequeñas de diferentes advocaciones
que unas tienen por vidrieras talcos quebrados y desojados y otras vidrios quebrados y
las estampas de bitelas viejas"580.
Además de láminas de vidrio pintado, las casas se decoraron con lámparas de
vidrio y cristal, como las "dos arañas pequeñas de cristal en 120 p[esos]" que tenía
Bernardino Gil de la Torre581. Tales piezas aparecen entre los bienes de otros hombres
que residían en el Perú. Uno de ellos fue Julián de Irazábal y Elcorobarrutia, caballero
de la Orden de Santiago y seguramente un hombre influyente en su entorno, a juzgar
por sus bienes y propiedades. Colocadas en su cuarto, se inventariaron "dos arañas de
576 AGNP, Consulado, caja 28, exp. 60, f. 36r.
577 AGNP, Protocolos Notariales. Notario Fernández de la Cruz, año de 1647. Protocolo 465A, f. 304r-
306r.
578 AGNP, Protocolos Notariales, Escribanías. Escribano Tomas Y. Camargo, año de 1785. Protocolo
173, f. 688r-694v.
579 AGNP, Protocolos Notariales, Escribanías. Escribano Pedro de Espino Alvarado, año de 1732.
Protocolo 285, f. 703r.
580
AGNP, Protocolos Notariales, Escribanías. Escribano Marcos de Uceda, año de 1752. Protocolo
1155, f. 71v-72v.
581 AGNP, Protocolos Notariales, Notario Tomas Y. Camargo, año de 1785. Protocolo 173, f. 1099r-
1100r.
511
cristal"582. A su vez, José Antonio Rodríguez tenía en su casa "una araña de cristal
compuesta por pedacitos de vidrio que dijeron no ser suyos" y que aparece en el
recibo de sus bienes, solicitado por sus acreedores, en 1742583. José Ignacio Alvarado,
dignidad de chante de la Santa Iglesia de Lima, tenía "una araña de cristal" en su
cuarto de dormir y otra en la cuadra584.
El gusto por las arañas de cristal no fue exclusivo de los hombres y aparece
reflejado en el inventario de bienes de algunas mujeres como Doña Rosa María de
Artiaga y Cabrito, esposa de Don Agustín Vibanco, teniente del regimiento de
dragones de Lima, hecho en 1817. En ese documento consta "una araña de cristal de 8
luces", evaluada en 100 p[esos], además de otros objetos en ese material, tales como
"una gargantilla de cuentas de cristal en 4 p[esos]", "dos crucecitas de piedras
francesas en 1 p[esos]" que seguramente se refieran a las cuentas de vidrio negro que
se designaban de esa manera, "una peineta con 73 pernas y cuentecitas de cristal en
10p[esos], "un farol grande de cristal 14 p[esos]" que utilizaba en la sala, "una urna de
cristal con una imagen de nuestra s[eñora] de los Dolores con una ahogadorcito585 de
perlas con su cruz de piedras de francesas" que guardaba dentro de un oratorio de
caoba con 6 cajones y tiradores de metal, además de "una dicha [mampara] mediana
con 6 vidrios grandes y sus extremos en 60p[esos]" que se encontraban en la
cuadra586. Doña Juana Miranda tenía también "dos mamparas de cristal"587, igual que
Agustín de los Ríos, rector de la Iglesia Parroquial de N[uestra] S[eñora] Santa Ana
de Lima y que aparece descrita en su inventario de bienes como "una mampara de
roble embarnizada de aurora con su vidrio tasada en 16 p[esos]"588.
582 AGNP, Protocolos Notariales. Notario Félix García Romero, año de 1781. Protocolo 490, f. 282v-
374r.
583 AGNP, Protocolos Notariales, Escribanías. Escribano Marcos de Uceda, año de 1742. Protocolo
1146, f. 431v.
584 AGNP, Protocolos Notariales. Notario José Cárdenas, año 1804. Protocolo 132, f. 122r-133v.
585 El ahogador era un tipo de collar que se usaba ajustado al cuello.
586 AGNP, Protocolos Notariales. Notario Juan Pio de Espinoza, año de 1817. Protocolo 232, f. 78r-
110v. También en la cuadra tenía Doña Rosa Juliana Sánchez de Tagle, Marquesa de Torre Tagle,
viuda de Don Josep de Tagle y Bracho marqués de Torre Tagle, gobernador de las expediciones de
guerra de este mar y pagador general perpetua del presidio del Callao y su Real Armada, una urna que
aparece descrita de la siguiente manera: "En la cuadra de estrado de dicha señora marquesa se hallaron
(...) dos cajitas negras de la China con sus chapas de metal sobre unas mesas respectivas de madera y
encima dos tiborcitos de la china antiguos de pintura azul y una urna con tres vidrieras y dentro de ellas
una imagen de Nuestra Señora del Carmen (...)" (AGNP, Protocolos Notariales. Notario Agustín
Gerónimo de Portalanza, año de 1761. Protocolo 871, f. 312r-343v).
587 AGNP, Protocolos Notariales. Notario Lucas de Bonilla, año de 1795. Protocolo 144, f. 334v-425v.
588 AGNP, Protocolos Notariales. Notario Ignacio Ayllón Salazar, año de 1810. Protocolo 14A, f.
920v-938r.
512
Otro de los adornos de vidrio bastante recurrente fue la cornucopia, que en
realidad se trata más bien de un espejo que de un simple vidrio cristalino. El
comerciante Francisco Romero poseía "dos cornucopias de cristal con sus marcos de
retrato sin dorar advocación de San Francisco de Jesús y San Antonio"589. Josefa
Jiménez Lobatón y Salazar era la madre de Don José de Rezabal y Ugarte, caballero
de la Orden de Carlos III del Consejo de su Majestad y regente de la Real Audiencia
de Santiago de Chile. En su inventario constan "once cornucopias de cristal con sus
candelejas de metal hechura de españa a 10 p[esos] cada una", "dos cornucopias de
cristal con candelexas de metal, hechura de españa 10 p[esos] cada", además de
muchos otros objetos en vidrio y cristal. De estos merece la pena destacar las "18
laminitas de españa apaisadas, pintura en vidrio a 2 p[esos] cada" y varias arañas que
tenía colocadas en diferentes divisiones de la casa: "dos arañas de cristal grandes de 3
ordenes en 500 p[esos] ambas" y "una araña de cristal de tres ordenes con flores de
colores en 100 p[esos]" en la cuadra, otra "araña de cristal" en el cuarto de dormir. De
este inventario cabe aún destacar las referencias a lo que se entiende tratarse de
manufacturas peruanas, como las "lunas hechura del país" o "un par de espejos con
marcos de lunas azogadas, hechura del pais [sic., país] en 100 p[esos] ambas" que nos
conceden novedosos datos sobre la producción de este tipo de piezas en el
Virreinato590. También Doña Teresa de Villava y Concha, viuda del Marqués de Villa
Blanca poseía algunos ejemplares de cornucopias y arañas de cristal en el año de
1827591.
En lo relativo a los muebles, muchos modelos complementaron una base de
madera con la aplicación de vidrios. De esos ejemplares tenemos constancia de "una
papelera a la inglesa con dos lunas claras antigua" que tenía en su cuarto de dormir
Antonio Barba de Cabrera, Caballero de la Orden de Santiago, en 1799. En la misma
habitación se han inventariado también de vidrio "3 sarseritas [?] de vidrio cuajado",
"dos alcarrasas592 de cristal desarmadas en 12 r[eales]" y "siete piececitas de cristal de
589 AGNP, Protocolos Notariales, Notario Gregorio Gonzalez Mendoza, año de 1754. Protocolo 507, f.
456r-466v.
590 AGNP, Protocolos Notariales. Notario Lucas de Bonilla, año de 1794. Protocolo 144, f. 91r-120v.
591 AGNP, Protocolos Notariales. Notario Ignacio Ayllón Salazar, año de 1827. Protocolo 673, f. 579v-
197v.
592 La Alcarraza es una vasija para agua, normalmente hecha en arcilla porosa y poco cocida, para dejar
rezumarse un poco del líquido que, al evaporarse, provoca el enfriamiento de lo que queda dentro. Es
posible que se reprodujera la misma forma en vidrio aunque el efecto se perdería, debido a la poca
porosidad que supuestamente tendría el vidrio. Según Ana María Soldi (2006: 341), en la hacienda de
la Macacona (Ica) los vidrieros aplicaban brea en el interior de las botellas para impermeabilizarlas
513
varias fabricas y entre ellas botellitas a medio real cada una"593. Entre la razón de los
bienes muebles que quedaron por fin y muerte del señor don Miguel Nuñez de
Sanabria se citan "dos escritorios de ebano de fabulas con sus vidrieras"594. A su vez,
Antonio de Salazar y Breña, caballero pensionado de la real y distinguida orden
española de Carlos III y coronel retirado del regimiento de caballería de milicias de la
ciudad de Lima (1798), natural de Lima, tenía en el estudio una papelera negra de
caoba, con su estrado, herraje dorado y puertas de vidrio, evaluado en 200 pesos, en
1798595. En el testamento de Don Ildefonso Ponce de León y Armas, natural del
pueblo de San Pedro de Canguas de la provincia de Huaylas y apoderado del gremio
de pulperos de Lima se menciona que tenía en la alcoba "una comoda [sic., cómoda]
inglesa con su estante embarnizado y dorado encima de dicha comoda [sic., cómoda]
con su llave y vidriera 100 p[esos]". También de vidrio tenía "un salero de cristal en
forma de araña con sus piezas de armar y desarmar" que desafortunadamente no
indica su origen596.
Entre los inventarios de las mujeres limeñas, este tipo de mueble fue adquirido
por Doña Francisca de Cáceres, que mantenía tratos en Portobelo (actual Panamá) por
intermedio de Gaspar de Ugarte y que poseía "una dicha [cajeta] de carey con cristal",
"dos petacas de vidrios, jarros y loza de China", en 1726597. Doña María de Barbosa y
Portillo, mujer del capitán Pedro de Chaves, tenía "un dosel de cabecera de cama de
vara y cuarta de largo vestido de terciopelo carmesi y franjas y flejo [sic., fleco] de
oro con su santo cristo de Marfil y cruz forrada de carey embutida en concha de perla
y cantoneras de plata con dos laminitas de cristal que tambien tiene el dosel con otras
dos de bronce y marcos de ebano"598. Aunque no se pueda realmente considerar un
pero, es posible que la autora interpretara de manera equivocada la presencia de un horno de botijería y
uno de "empego de brea" con la actividad del vidrio que efectivamente se desempeñaba en los demás
hornos citados. Lo más probable es que por "botijería" se refiriera a la manufactura de recipientes de
cerámica que ocurrió ahí y que la brea se aplicara en la superficie aún caliente de las botijas costeñas
de cerámica común, un proceso descrito por Sandra Negro Tua (2005: 480) en las haciendas jesuitas de
Nazca.
593 AGNP, Protocolos Notariales, Escribanías. Escribano Justo Mendoza y Toledo, año de 1799.
Protocolo 729, f. 421v-437v.
594 AGNP, Protocolos Notariales, Escribanías. Escribano Pedro de Espino Alvarado, año de 1731.
Protocolo 283, f. 452v-455v.
595 AGNP, Protocolos Notariales. Notario Ignacio Ayllón Salazar, año de 1798. Protocolo 92, f. 356r-
407r y 537r-562v.
596 AGNP, Protocolos Notariales. Notario Lumbreras, año de 1793. Protocolo 586, f. 420v-436v, 472r-
486v, 493r-503v.
597 AGNP, Protocolos Notariales, Escribanías. Escribano Pedro de Espino Alvarado, año de 1726.
Protocolo 273, f. 1073r-1078v.
598 AGNP, Protocolos Notariales, Escribanías. Escribano Orencio de Ascarrunz, año de 1750. Protocolo
76, f. 553r-556v.
514
mueble, el pomo de vidrio, evaluado en 6 pesos, que pertenecía a Teresa de Carrillo
Albornoz, seguramente servía para decorar alguna silla o mueble, a modo de pináculo,
o aún como tirante de algún cajón599.
En la categoría de objetos utilitarios, encontramos diversos ejemplares de
vidrio. En la dote que reconoce Juan Antonio Reparas, corregidor de la provincia de
Tinta, natural de Navarra, a Doña Mariana Altolaguirre e Ylarduy, hija de Felipe de
Altolaguirre, caballero de la Orden de Santiago y miembro del Consejo de Indias y su
Contador General, constan "21 piezas de cristal de diferentes juguetes en 6
p[esos]"600. Blasco de Moneva, canónigo que fue de esta santa iglesia metropolitana
de Lima, poseía "dos vinageras de vidrio con su plato de china, todo 12 reales"601.
Isabel Carrillo de la Presa era dueña de un navío llamado La soledad y de un molino
de pólvora con el que había ganado mucho dinero durante la guerra. Haciendo su
inventario de bienes, "se abrio [sic., abrió] un escaparate grande de talla antigua que
esta en la primera recamara y en el se hallo lo siguiente: 38 platos pequeños de la
china de diversas lasas, 8 dichos mas grandes, 3 dichos mas pequeños, dos dichos de
los pequeños dos jarros grandes de cristal y varias menudencias de vasos y jarros de
chile y mexico, un baulito de marfilo con sus cantoneritas de plata, varias escudillitas
y jarros de la china, un santo cristo de marfil con cantos de plata"602. Aunque los
vidrios y cristales no sean significativos, la presencia de esos dos jarros grandes en un
escaparate demuestra su importancia en las dinámicas de ostentación.
Otro grupo de materiales donde penetraron los vidrios fue en el adorno del
cuerpo y en la composición de ciertas joyas. En los inventarios de la Condesa de
Castillejo, Juaquina Mariana Brun de Carvajal y Vargas, se anota "una bellotita de
cristal 1 real" que aparece en otras joyas en materiales preciosos como "una cadena de
la china", "un ramito con treinta cuentesitas llanas, dos mayores caladas, una cruz con
14 diamantes tablas en 25 pesos", "un rosarito de cuentas azules con 20 botones de
perlas pequeños, dos mayores, una cuenta de oro entre medio, una cruz azul con su
cerco de oro, tres perlas de pendientes vale 54 pesos", "un rosario con cuentas
menudas engarsadas, con 66 cuentas, una cruz de oro con su cristo guarnecida de 12
599 AGNP, Protocolos Notariales. Notario Juan Bautista Thenorio Palacios, año de 1746. Protocolo
998, f. 460r-466v.
600 AGNP, Protocolos Notariales. Notario Gregorio González Mendoza, año de 1772. Protocolo 515, f.
454r-465v.
601 AGNP, Protocolos Notariales, Escribanías. Escribano Pedro de Espino Alvarado, año de 1732.
Protocolo 285, f. 250r-252r.
602 AGNP, Protocolos notariales. Notario Orencio Ascarrunz, año de 1765. Protocolo 83, f. 298v-303v.
515
diamantes tablas y 7 jaquelados en 120 p[esos]". Algunas de las cuentas descritas
podrán eventualmente ser de vidrio603. Además, poseía otros objetos de vidrio como
"una cajita de tumbaga con dos pares de anteojos sus cercos de tumbaga en 24
p[esos]", "dos papeleras a la inglesa con sus lunas azogadas corrientes 300 p[esos]" y
"jarras de cristal blanco"604.
En la dote de María Josefa de Villata y Concha, constaba "un relicario con su
cadena de china de oro con sus dos vidrieras, por un lado tiene un hueso de santa rosa,
y por el otro a nuestra señora de la purisima pesa 16 castellanos vale 48 p[esos]" y
"dos laminas de marfil con marcos de ebano y sus vidrios de media vara de largo y
correspondiente ancho, la una de un crucifijo y la otra de nuestra señora del rosario 12
p[esos] cada una" que le legó su tía María Teresa de Villalta condesa de Fuente
Roja605.
Juana Ignacia de Gomendio, dueña de un cajón en la Calle Palacios donde
vendía telas, tenía "dos botones de oro con cristales"606. Su uso no fue exclusivo de
las mujeres sino que Manuel Antonio Gómez de Silva, obispo electo de la Santa
Iglesia de la ciudad de Papayán, tenía en su casa de Lima "dos pares de botones con 4
cristales redondos jaquelados valen 25 p[esos]"607. Otras veces los botones estaban
totalmente hechos en vidrio, como los "quince papeles de botones de vidrio cada uno
a seis docenas" que pertenecían al General Domingo de Unamunsaga, natural de
Vizcaya, corregidor y justicia mayor de la provincia de Guarochiri. Asimismo, tenía
"una petaquilla de las de Ylo* con chismes de vidrio o corazoncitos para juguetes de
niños"608.
Además de botones, fue frecuente decorar las hebillas de metal con pequeños
vidrios o cristales que se colocaban sobre las ropas de hombres y mujeres. En el
recibo de dote que expide Pedro Cayetano Fernández Maldonado, natural de Galicia,
a favor de María Manuela de Sarria, natural de esta ciudad de los reyes, se anota "un
603 Sobre el uso de abalorios en Lima, en el siglo XVIII, véase O'Phelan 2007: 19-38.
604 AGNP, Protocolos Notariales. Notario Francisco Luque, año de 1776. Protocolo 634, f. 1282r-
1331v.
605 AGNP, Protocolos Notariales. Notario Gregorio Gonzalez Mendoza, año de 1772. Protocolo 515, f.
545r-552v.
606 AGNP, Protocolos Notariales. Notario Joseph de Agüero, año de 1735. Protocolo 2, f. 911v-937v.
607 AGNP, Protocolos Notariales, Escribanías. Escribano Marcos de Uceda, año de 1730, Protocolo
1134, f. 387r-407v.
608 AGNP, Protocolos Notariales, Escribanías. Escribano Orencio Ascarrunz, año de 1752. Protocolo
78, f. 550v-584v.
516
par de ebillas con 88 cristales cada una, vale 30 pesos"609. De manera similar, Gabriel
Casado Esquerra, que tenía una tienda de telas, poseía "una ebilla de oro con un
cristalito blanco 8 p[esos] y 6 r[eales]"610.
Se podrían aún mencionar otro tipo de piezas curiosas como "una careta de
vidrio forrada en filigrana de plata dorada vale 6 pesos" de Magdalena Vilela611, o
"una urnita de cristal embutida en plata con un santo cristo en 30 p[esos]" que fue del
Asesor General del Virreinato, Josef Ignacio de Rentería612.
El escenario presentado pone en destaque la difusión y representatividad de
los vidrios en el consumo de las personas más ricas de Lima sin que, en la mayoría de
los casos, se lograra determinar el origen de esas manufacturas. Cuando se hace
mención al local de producción es seguramente para destacarlas de las demás o
porque se reconocieron las señas características de la vidriería de cierta región,
aunque estas se pudieron imitar en otros lugares y confundir a los menos expertos. En
ese conjunto claramente minoritario en que se señala la procedencia, los vidrios
iqueños se destacan particularmente a nivel cuantitativo. Eso se explica porque para
los limeños resultaría más fácil identificar esas piezas que las que llegaban desde
diferentes centros productores europeos, o quizás los vidrios iqueños disfrutaran de un
prestigio especial que importaba señalar al valorar esos géneros.
No se sabe exactamente cuantos hornos de vidrio existieron en la región de Ica
a lo largo de los siglos XVII y XVIII. Los datos disponibles apuntan a que alrededor
de 1617 existían al menos dos que producían ejemplares con cierta calidad (Vásquez
de Espinosa 1948: 328) y que a mediados de siglo su número ascendía, como mínimo,
a cuatro, a juzgar por las palabras de Diego de Córdoba y Salinas, publicadas por
primera vez en 1676 y citadas por Ana María Soldi (2005: 336):
"(..) rodeanla [a Ica] campiñas de arboledas que en este llano llaman guarangales,
madera fuerte y alta que en plano forman extendidas montañas en espacio de ocho
leguas (...). Sustenta cuatro hornos de vidrio y cuatro carboneras con que se
provee mucha parte del gasto que tiene Lima (...)".
609 AGNP, Protocolos Notariales. Notario Juan B. Thenorio Palacios, año de 1771. Protocolo 1018, f.
63v-66v.
610 AGNP, Protocolos Notariales. Notario Gregorio Gonzalez Mendoza, año de 1754. Protocolo 507, f.
227r-232v.
611 AGNP, Protocolos Notariales, Escribanías. Escribano Orencio Ascarrunz, año de 1754. Protocolo
77, f. 175v.
612 AGNP, Protocolos Notariales. Notario Joseph Montiel Davalos, año de 1778. Protocolo 741, f.
217v-257v.
517
Tampoco se conocen todos los profesionales que trabajaron ahí pero se
presentan algunos nombres que se han rescatado en diversos trabajos ya publicados y
algunas fuentes consultadas (Tabla 16). El listado presentado es claramente una
pequeña muestra que no deja percibir la enorme dimensión que alcanzó el sector a
finales del siglo XVIII. En el itinerario seguido por fray José Colomina, Visitador
General del Orden de San Juan de Dios, consta que pasó por Pisco, Ica, Huancavelica,
Huamanga, y Cuzco, en agosto de 1755. En los días 22 y 23 de agosto de ese año
"Se salió de Coscaya para el horno de vidrios; hay un terrible arenal que llaman
mata-caballos; en este paraje hay fábrica de vidrio y se coge sosa. En este lugar,
que está una legua antes de Ica, se beneficia la yerba de vidrios; hay muchos
hornos." (Cappa 1891: 219).
El visitador informa de la existencia de un horno en Coscaya (región de
Tarapacá, actual Chile) desde donde salía en dirección a otro "horno de vidrios",
eventualmente de mayores dimensiones y el principal de la región, de tal manera que
no sintió necesidad de referirse a la localidad exacta donde se encontraba ni tampoco
al nombre de su dueño. Aparte de estos dos establecimientos, observó otros "muchos
hornos" situados aproximadamente a una legua de Ica y asociados al beneficio de la
hierba de plantas salicornias.
5.2.1.4. LIMA EN EL SIGLO XVIII
En Lima, el aparente receso de las labores de vidrio a partir del primer tercio
del siglo XVII no significó su total desaparecimiento. A pesar de eso, a lo largo del
siglo XVIII solo se localizó la existencia de un taller de vidrio en la capital que
aparece mencionado en el relato del viajero francés Le Sieur Bachelier, hecho en el
año de 1709:
"Lima tiene una Corte soberana, una célebre Universidad y algunas fábricas de
géneros, una papelería y una vidriería." (Porras 1965: 207).
Paralelamente se han recuperado algunas noticias sobre cierto objeto de vidrio
que se utilizaba exclusivamente en Lima. Se trata de unos tubos de vidrio con que se
518
tomaba la hierba mate, posiblemente de uso individual. Durante un tiempo, estos
substituyeron a los apartadores hechos en plata y con unos agujeritos al final, con que
se tomaba colectivamente dicha bebida (Fig. 102).
Según observa el francés Amédée François Frézier (1682-1773), más
conocido en español por Amadeo Frezier, en su viaje hecho en el año de 1712:
"La repugnancia que los franceses han mostrado a beber [la hierba mate] con toda
clase de personas [en rueda, con el mismo tubo], en un país donde son muchos los
sifilíticos, ha hecho inventar el uso de pequeños tubos de vidrio que comienzan a
usarse en Lima." (Frezier 1982: 216).
La difusión limitada que alcanzaron estas piezas sugiere que eran producidas
por el/los vidriero(s) de la capital que eventualmente inventó/aron este objeto para
surtir las demandas de una sociedad afrancesada en la que se imponían nuevos
escrúpulos de higiene que no lograron pervivir en el tiempo o extenderse más allá de
Lima. Gabriela Ramos (1982: 79) sostiene que en el siglo XVIII habría pequeños
hornos de vidrio en Lima que se dedicaban a hacer un productos de baja calidad que,
en cierta medida, hacían competencia a las creaciones de Ica. Al igual que esta
historiadora, no hemos localizado más información al respecto en la documentación
de archivo o en los impresos de la época que corrobore este dato. De existir, esos
talleres serían pequeños o en número muy reducido, pues pasaron desadvertidos al
viajero francés ya citado, eventualmente desempañando su actividad en la ilegalidad.
En todo caso, la necesidad de acudir puntualmente a los servicios de vidrieros,
inclusive para aplicar en la arquitectura, sugiere que existía una demanda de trabajos
ejecutados bajo encargo. Con el gran terremoto de Lima se rompieron varias ventanas
y la solicitud de sus obras aumentaría considerablemente. En ese contexto, Martin
Gómez promueve un oficio dirigido a Francisco Gil Taboada y Lemos, virrey de los
reinos del Perú y Chile, sobre los gastos en reposición de los vidrios de la ventana que
se rompieron tras el temblor613. También Francisco Garrido, receptor del Tribunal del
Santo Oficio de la Inquisición de Lima solicitaba, a 4 de junio de 1800, que se
expidiera mandamiento para que se pagaran los gastos de una ventana para la Cámara
613 AGNP, Caja Real de Lima, Real Hacienda, Cajas Reales, Lima RG-CR 15, caja 967, doc. 14, Lima,
22 de diciembre de 1794.
519
del Secreto. La mandó hacer al carpintero Anselmo de León y al maestro vidriero
Pedro Pérez614.
5.2.1.5. COMERCIO PERUANO DE VIDRIOS, EN EL SIGLO XVIII
En el primer número del periódico Mercurio Peruano, firmado por José Rossi
Rubí (1791: 1-7), bajo el pseudónimo de Hesperiófilo, se presenta una "Idea general
del Perú" y se tejen algunas consideraciones sobre el estado de sus fábricas. La
mención particular a las manufacturas de vidrio sugiere que tenían algún destaque,
aunque sus beneficios no alcanzaran un gran peso en la economía del Virreinato:
"Las Fábricas del País se reducen a pocos obrajes de bayetas, que llaman de la
Tierra, cuyo uso se limita casi sólo a los Indios y Negros. Hay algunas de
colchas, de vidrios, de sombreros, etc., pero no ocupan mucho lugar en el plan
de la riqueza del Perú. El azúcar, la lana de Vicuña, el algodón, la cascarilla, el
cobre, y el cacao (aunque estos dos últimos renglones y en parte el antecedente
nos vengan de Guayaquil, etc.) son los únicos géneros de nuestra exportación."
(resaltados en negrita de la autora), (Rossi 1791: 3).
A pesar de eso algunos comerciantes se dedicaron a distribuir y vender
géneros de vidrio en Lima. En 1732 Tomás Muñoz hacía una declaración ante el
escribano Ramírez del Castillo, en la que hacía constar haber pagado el derecho de
alcabala sobre unos cajones de vidrio y libros615. A su vez, en 1768, Gabriel Velasco,
Factor de Temporalidades en la chácara de San Bernardo, hacía reconocimiento de
unos cajones de vidrio secuestrados por Cristóbal Nesia616.
Ya a inicios del siglo XIX el comerciante de Lima, Benito Cristi, promueve la
formación de unos autos en Tribunal del Consulado de Lima en contra de Pedro
Antonio López Vidaurne, doctor y comerciante de Lima, sobre la venta de unos
vidrios617. Entre los años 1817 y 1818 se acudió de nuevo a esta institución para
614 AGNP, Inquisición, Nº de orden 3310, sección administración, leg. 43, doc. 9, f. 1v, Lima, 4 de
junio de 1800.
615 AGNP, Caja Real de Lima, Real Hacienda, Cajas Reales, Lima RG-CR 15, caja 729, doc. 2, Lima, 4
de marzo de 1732.
616 AGNP, Temporalidades, C 13, leg. 235, exp. 2, 23 de enero de 1768, Lima.
617 AGNP, Temporalidades, TC - JU 1, leg. 178, exp. 435, 29 de abril de 1802, Lima.
520
mediar en un conflicto entre el propietario de un cajón de vidrios que tenía Francisco
Errasquin y Francisca Reina sobre una venta que le hizo618.
Además, la ciudad de Lima fue el punto a partir del cual se enviaron los
vidrios a otras partes del Virreinato. En 1755 Narciso Helmes remitía a Arequipa, a
través del arriero Luis Ramon, 12 cajones de mercaderías y vidrios, para los cuales
pedía a Miguiel de Arriaga, administrador general de alcabalas y almojarifazgo, que
despachara el resguardo de haber pagado los derechos correspondientes619.
El comercio de estos productos alcanzó otras ciudades, especialmente los
lugares donde no existía ningún horno de vidrio, como sería el caso de Cayna (actual
distrito de la Provincia Ambo, Departamento de Huánuco). En 1740, en las Cajas
Reales de Lima expidieron una certificación sobre unas marquetas de cera, cajones de
vidrios y láminas que tenía Marín de Zugasti y Gastelo para el adorno de su casa620.
Las Cajas Reales de otras provincias recaudaron igualmente los provechos que
generaba la circulación de estas mercancías, mediante el impuesto de alcabalas
aplicado a las importaciones y exportaciones. Así, en Cuzco, en 1732, se apuntó la
entrada de algunos vidrios en el libro boletero de alcabalas que pagaban los efectos de
la tierra, junto a cargas de azúcar, aguardiente, ropa de la tierra, ají, algodón, bayeta,
chalonas y cecinas, cebo, coca, pellejo de vicuña, etc.621.
A finales de siglo, el tema de la vidriería se traslada de los hornos y talleres a
los debates académicos que ocupan a los literatos peruanos que participan y leen el
periódico el Mercurio Peruano. En la edición del día 4 de octubre de 1792 el número
se dedicó a describir los "princípios de quimica fisica, para servir de introduccion á la
Historia Natural del Perù" y en el apartado dedicado a la Química se podía leer que:
"El arte de la vidriería, cuyo descubrimiento ha sido tan últil á la humanidad, este
arte maravilloso que de una substancia salina unida con una tierra vitrificable
forma un nuevo ente duro, transparente, casi inalterable al ayre; que suple los
defectos de la vista en la senectud, que ha descubierto á los astrónomos un nuevo
cielo sembrado de astros y planetas que escapan á los ojos mas prespicases, que
nos hace distinguir un número prodigioso de entes animados, desconocidos en los
618 AGNP, Temporalidades, TC - 62, 2, leg. 14, exp. 782.
619 AGNP, Temporalidades, 60 BI 2, leg. 93, exp. 1033, 09 de septiembre de 1775.
620 Caja Real de Lima, Real Hacienda, Cajas Reales, Lima RG-CR 15, caja 747, doc. 14, Cayna, 22 de
marzo de 1740.
621 AGNP, Cajas Reales, Real Caja de Cuzco, leg. 263, doc. 368, f. 176v, 1732.
521
siglos que han precedido el nuestro, que imita las piedras preciosas, que superaran
las naturales si llegamos á darles mas dureza, pertenece todo á la quimia."
(Coquetti 1972: 80).
5.2.1.6. BREVES NOTICIAS SOBRE EL VIDRIO DE ARICA
Situada actualmente en la frontera de Chile con Perú, se han recuperado
breves anotaciones que advierten de la existencia de una producción local de vidrio en
Arica. Una de las pocas personas en señalarlo fue Ricardo Cappa, a finales del siglo
XIX, pero el autor reconoce que "no he conseguido hasta ahora dato alguno en
concreto acerca de ella [fabricación de vidrios en Arica]" (Cappa 1891: 222).
La única fuente directa que informa sobre los hornos de Arica (Fig. 103) es el
relato que ofrece Antonio de Alcedo, en las últimas décadas del siglo XVIII, sobre las
actividades económicas practicadas en la capital de la región de Arica. Según el autor:
"Tiene el mismo nombre la capital, fundada en un hermoso y agradable valle de
cerca de una legua de largo, á orilla del mar, con un mediano Puerto muy
frecuentado de embarcaciones: es muy abundante y fertil en frutos, de que
hace gran comercio, especialmente de agi ó pimientos y vidrios, de que tiene
fábrica (...)." (resaltados en negrita de la autora), (Alcedo 1786 I: 154).
No se sabe desde cuando esos hornos empezaron a trabajar o hasta cuando se
desarrolló su actividad, ya que no hemos hallado más informaciones sobre la vidriería
de Arica. Desafortunadamente, los esfuerzos por localizar esas estructuras en la
cartografía contemporánea tampoco han logrado mayores frutos (Fig. 104).
Es posible que a lo largo de la gran extensión del actual territorio chileno
existieran otros hornos de vidrio enfocados en proveer el mercado local, inclusive a
las misiones mapuche donde el consumo de cuentas de vidrio condujo a la adopción
de una palabra indígena para referirse a esos objetos. Esta aparece recogida en el
diccionario bilingüe de mapuche al castellano:
"LANCATU. s. Por LLANCATU. Cuentas de vidrio, planchitas o bolitas de
vidrio europeas, de diversos y vistosos colores, agujereadas para ensartarlas y
formar aros y collares." (Erize 1960: 213).
522
Este término pone en evidencia la gran difusión de las cuentas entre los usos
cotidianos de esas comunidades indígenas, penetrando en el lenguaje mediante un
proceso complejo que no se limitó a la absorción del vocablo castellano o a su
adaptación fonética.
5.2.2. El Virreinato del Río de la Plata (1776-1816)
Uno de los países que más viene investigando sobre el tema de la vidriería es
Argentina donde la narrativa sobre la historia del vidrio ha logrado escapar a la
influencia de la historiografía mexicana para destacar otros focos de desarrollo
vidriero en América del Sur. En este campo merece destacar los trabajos del padre
jesuita Guillermo Furlong (1946: 249-254, 1979: 121-125) sobre las manufacturas
rioplatenses, con capítulos dedicados exclusivamente al vidrio.
El creciente interés por el estudio de los vidrios arqueológicos se tradujo en un
gran número de publicaciones centradas particularmente en el análisis de estos
materiales. En este campo debemos mencionar las contribuciones de Daniel
Schávelzon (1991b) que ha trabajado los vidrios de diferentes yacimientos, a veces en
colaboración con otros investigadores (Schávelzon y Silveira 1998, Schávelzon et al.
2003). Además, este llevó a cabo algunas síntesis sobre la presencia de este material
en el país (Schávelzon 1991a, 1998, 1999, 2000) que han servido de referencia para la
investigación del vidrio arqueológico en otros países americanos sin repercutir en las
publicaciones mexicanas.
Por otro lado, se podrían referir las importantes contribuciones de Vanesa
García (2005: 295-348) o de su trabajo con Marcos Quiroga (García y Quiroga 2002:
183-197) y otros arqueólogos (Sironi, Chiavazza y García 2011: 95-124). La mayoría
de las publicaciones se centran en el estudio de colecciones específicas que tratan de
definir las características morfológicas y técnicas de los ejemplares recuperados
durante los trabajos de campo como las de Verónica Helfer (2004: 312-323) y Paula
Moreno (1994: 103-124, 1997a, 1997b). No obstante, han surgido también
investigaciones muy originales como las reutilizaciones de fragmentos de vidrio para
hacer nuevas piezas (Ángelis y Mansur 2010: 57-63; Carballo, Belardi y Sáenz 2011:
2017-222; Casamiquela 1978: 213-223; Conte y Gómez Romero 2006: 109-124;
523
Sironi 2010: 189-219), o la vida de esos objetos en cuanto basura y reflejo de
procesos de gestión de residuos (Traba y Coloca 2011: 46-53). Una de las autoras de
ese trabajo, Aniela Traba, cuenta aún con otras publicaciones sobre el vidrio
arqueológico en Argentina, pero de contextos posteriores a la independencia (Traba
2012a: 11-24, 2012b: 109-135, 2013; Traba y Ansaldo 2011: 191-202).
La mayoría de los casos señalados incide sobre colecciones de finales de los
siglos XVIII y XIX que ponen en evidencia el peso de estos objetos en la vida
cotidiana del Virreinato del Rio de la Plata y después en la Nación Argentina. Antes
de eso, todo indica que la utilización de vidrios en esta región fue bastante residual
tras evaluar los datos arqueológicos disponibles y también por los análisis de los
inventarios de bienes, como apunta Daniel Schávelzon (1998: s.p.) y reitera Aniele
Traba (2013) en su tesis de licenciatura.
Además de Argentina, que destaca por la gran productividad académica sobre
el tema, se ha han realizado estudios sobre el vidrio arqueológico también en otros
países que demuestra que esta área de estudio encuentra cada vez más adeptos y posee
un enorme potencial de desarrollo futuro, que no se circunscribe a las grandes
ciudades o a los principales centros políticos virreinales.
En ese sentido, merece la pena destacar algunas contribuciones que se vienen
haciendo, por ejemplo, en Uruguay, como el análisis de Irina Capdepont, Óscar
Marozzi y Leticia García (1994: 304-313) sobre los vidrios rescatados en la batería de
Santa Ana, en la Isla Gorriti, o el estudio más amplio sobre su presencia en las áreas
rurales del Departamento de Colonia, publicado por Leticia García, Rafael Suárez y
Antonio Lezama (2001: 49-64).
En Bolivia el interés por el vidrio ha sido bastante escaso aunque el material
aparezca en investigaciones desarrolladas en el campo de la designada "arqueología
histórica". En ese ámbito fue excavado el sitio de "Santa Cruz de la Sierra la Vieja II",
ocupado entre 1561 y 1604 y después abandonado hasta el año 2006, donde se
recuperó una cuenta de vidrio blanco (Chiavazza y Prieto 2007:106-107).
5.2.2.1. LAS PRIMERAS INICIATIVAS: LA FUNDACIÓN DE CÓRDOBA
Tal como sucedió en México, la estrategia de conquista y colonización de
América del Sur pasó también por estimular algunos sectores productivos como la
524
vidriería. Eso mismo ocurrió en la fundación de Córdoba (actual Argentina), como ya
se explicó brevemente en el capítulo 3.
En el año de 1592, Juan de Soria, un encomendero natural de México, hizo
sociedad con otros tres individuos para producir el vidrio en la referida ciudad y
distribuirlo en Tucumán, Potosí, y Paraguay. Se trataba, en realidad, de un
comerciante sin gran destaque, dedicado a otras actividades como la ganadería y
agricultura. A pesar de eso, terminó ocupando cargos políticos en Córdova,
promoviendo la fundación de su primera fábrica de vidrio (Sempat 1982: 71-72)622.
Antes de firmar la sociedad y adentrarse en el negocio de la producción de vidrio es
posible que ya comercializara con estos materiales, adquiriéndolos en el puerto de
Asunción y conduciéndolos por la ruta que solía llevar en dirección a la Guaira
(Paraguay) y Santa Fe. Así se entiende el pedido expreso en forma de carta, efectuado
por parte de su socio Lope de Peña en el año de 1590, cuando se encontraba en
Santiago de Chile: "y si hubiere algunos vidrios buenos se acordará vuestra merced
[de dar aviso] y si no lo son no" (Sempat 1982: 78-81)623.
Aparte este primer intento de establecer una fábrica de vidrio en la ciudad
recién fundada, las autoridades de Córdova tentaron promover la continuidad de la
manufactura de vidrio y de otros productos, no sin afrontar algunas dificultades. La
mayoría de los artífices llegaban desde el puerto de Buenos Aires, donde las
condiciones poco atractivas respecto a los grandes núcleos urbanos provocaba su
desplazamiento hacia el Perú, al cabo de poco tiempo de llegar. De camino pasaban
por Córdova, donde Don Pedro de Mercado y Peñaloza, gobernador de Tucumán
(donde se insertaría la ciudad de Córdova), intentó retener a algunos vidrieros. De
acuerdo a sus palabras de 1598, leídas por el Cabildo:
"(...) por cuanto soy informado que por el Puerto de Bueno Aires, de la
Gobernación del Rio de la Plata, entran en esta ciudad cantidad de zapateros,
carpinteros, herreros, tejeros, vidrieros, olleros, botijeros, sastres, sederos,
sombrereros y otros diferentes oficios, así castellanos como portugueses, y aquí se
reforman de lo que tienen necesidad, con brevedad pasan a los reinos del Perú, de
que se sigue que esté esta tierra y ciudad falta (...)." (resaltados en negrita de la
autora), (Furlong 1946: 249).
622 Fuente citada: Archivo Histórico de Córdova, sección notarial VI, 172.
623 Fuente citada: Archivo Histórico de Córdoba, sección judicial, leg. 9, f. 265v y 265r.
525
Por ese motivo, dicho gobernador determinó, mediante mandamiento
publicado en ese mismo año, que los "oficiales sapateros, carpinteros, herreros,
texteros [sic., tejedores], vidrieros, olleros, votijeros, sastres, sederos, sombrereros y
otros de diferentes oficios", así castellanos como portugueses, que hubiesen entrado
por el puerto de Buenos Aires, estaban obligados a registrarse ante el escribano
público de Córdoba en el plazo de tres días. Además, deberían abrir "tienda publica de
sus oficios", trabajando ahí durante al menos un año. Para controlar esos artífices y
asegurarse que cumplían con el plazo dispuesto, determinó que nadie podría
abandonar Córdova sin su previa autorización, bajo la amenaza de aplicarles duras
penas (Furlong 1979:123; Piana de Cuestas 1992: 220).
Las iniciativas del gobernador no habrían sido suficientes para lograr una
continuidad de las primeras manufacturas de vidrio en la ciudad. El plazo de un año,
que tenían que cumplir los artífices como "peaje" por su paso por Córdoba, sería
claramente insuficiente para edificar los hornos, localizar y adquirir los ingredientes
empleados en sus fórmulas y generar rentabilidad. Sobre todo si se considera que, por
entonces, este negocio dependía aún de la importación de algunos ingredientes en
muchas partes de América. Aunque, como señala el historiador Guillermo Furlong
(1979: 123), Juan de Soria (y otros vidrieros) podría haber utilizado vidrio roto
refundido para hacer nuevos objetos groseros y poco transparentes, más fáciles de
ejecutar; pero la dificultad en obtener los ingredientes y las inversiones necesarias
para fundar una horno de vidrio habrían influido en que no se localizaran más noticias
sobre los vidrios de Córdoba, su comercialización o uso.
5.2.2.2. LA VIDRIERÍA: UN SUEÑO JESUITA EN LAS MISIONES DEL PARAGUAY
Muchos de los jesuitas que fundaron y trabajaron en las misiones guaraníes
del Rio de la Plata llegaban desde diferentes naciones de Europa central,
particularmente alemanes y checos. Como se ha señalado a lo largo del primer
capítulo (apartado 1.4), el Reino de Bohemia ocupó una posición destacada en la
producción de un vidrio de gran calidad, sobre todo a mediados del siglo XVIII. De
eso resultó que muchas de esas personas conocían de primera mano el negocio del
comercio y producción de este material. Si a esto se asocia que el modelo misionero
526
de los jesuitas contempló la participación de los religiosos en el comercio y en la
fundación/administración de manufacturas, se entienden mejor los diversos intentos
de fundar fábricas de vidrio en las misiones americanas del Paraguay. Eso ocurre
esencialmente a partir del siglo XVIII, después del gran éxito que habían alcanzado
con la implementación de talleres de diferentes ramas artesanales e incluso fundado
las primeras imprentas de la zona, un tema que ya mereció la atención de diversos
investigadores, inclusive de Guillermo Furlong (1947).
Específicamente sobre el vidrio, el modelo seguido en el Río de la Plata fue
muy diferente al que se observó anteriormente para el Virreinato del Perú, donde los
religiosos asumieron la gestión de esos establecimientos por vía de las donaciones
piadosas o por herencia de particulares. Eso sucedió en Ica, en la hacienda Macacona
o Mamacona que, al fallecer el vidriero Francisco Bernaola, pasó a manos de los
jesuitas. Ellos la mantuvieran activa hasta que se decretó la expulsión de la orden y su
administración se quedó a cargo de la Junta de Temporalidades, entidad responsable
de inventariar y evaluar todos sus bienes.
En el Paraguay, las personas encargadas de la administración de las
reducciones y misiones que se fundaban en ese territorio no encontraron una
comunidad de "españoles" previamente establecida, ni prácticamente vestigios de
actividad manufacturera. En efecto, pese a la importancia estratégica de Buenos
Aires, el puerto tenía muy poca o ninguna industria.
En una carta del padre Justo van Suerck, escrita a 1 de Marzo de 1629 y
dirigida a sus compañeros del colegio de Lovaina, se describía Buenos Aires de la
siguiente manera:
"(...) lo único que hay aquí de bello son las almas, y si prescindimos de las almas,
todo es pobre y miserable. (...) Las iglesias y las casas, sin excepción, son todas
de barro y están techadas con paja, y sólo algunas lo están con tejas. No hay
ningún pavimento. Se ignora lo que es una ventana de vidrio; ni siquiera las
hay de tela o papel, no hay sótanos ni bodegas, ni tampoco obras de carpintería
(...). No voy a hablar de la pobreza de los españoles en materia de ropas. Parecería
que estoy hablando de cosas inventadas por mi fantasía. Una orden del rey que
prohibía el comercio en el puerto de Buenos Aires originó esta miseria. A lo sumo
llega a entrar un barco al año, y los que vienen del Brasil lo hacen con el pretexto
de vigilar a los piratas, que navegan a lo largo de la costa de este vasto reino."
527
(resaltados en negrita de la autora), (Cordero 1978: 245-246)624.
Las apreciaciones del religioso conceden una visión bastante negativa del
Buenos Aires del siglo XVII que difícilmente resultaría atractiva para un europeo. En
ese contexto, la mayor parte de los artesanos que llegaban ahí, inclusive los vidrieros,
decidía buscar mejor suerte en el Perú. A lo largo de los siglos XVII y XVIII los
vestigios de las actividades vinculadas a las vidriería son circunstanciales y el único
caso conocido es bastante tardío. Según el historiador Guillermo Furlong (1946: 253)
"En 1778 había en Buenos Aires un extranjero, cuyo oficio era el de vidriero e
intérprete lingüista. Juan Uriarte, Católico Apostólico Romano, de Nación
Bohemio, natural de Langenan, estado soltero, oficio cortar vidrios y ponerlos en
relojes, coches, ventanas, etc. y servir a los jueces de intérprete de su idioma para
reos y otros asuntos.".
Aunque el autor afirme inicialmente que Juan Uriarte era vidriero, la
descripción de su oficio sugiere que se dedicaba exclusivamente a colocar los vidrios
y no existen pruebas suficientes para afirmar que conocía las fórmulas para hacer el
vidrio bohemio.
La excepción a este escenario de débil desarrollo manufacturero en la región
Rioplatense fueron las misiones jesuitas donde los religiosos intentaron fomentar
diversas actividades, acudiendo sobre todo a la mano de obra especializada de los
hermanos de la orden.
La primera noticia conocida sobre las gestiones practicadas en Paraguay para
atraer a algún vidriero a las misiones fue promovida por el Padre Antonio Sepp von
Reineg (1655-1733), nacido en Kaltern (Austria) en un entorno familiar noble que le
proporcionó una excelente educación. En 1691 viajó a Buenos Aires con destino a las
misiones del Paraguay donde se dedicó a enseñar y promover la música y los
instrumentos de tradición europea entre los indígenas. En una carta de 1709 señalaba
que:
"(...) quiso el padre Serrano establecer una imprenta [en las misiones] y con feliz
éxito lo llevo a cabo… cierto que fabricar aquí el papel es del todo imposible, y a
veces no hay ninguno…; es forzoso traerlo de Europa, lo que resulta muy caro.
624 Documento transcrito en Furlong 1963.
528
Hanse implantado muchas artes y oficios… ahora pensamos seriamente en poner
una fabrica de papel y otra de vidrio." (Mitre 1941: 41).
El mismo deseo de fundar una fábrica de papel y otra de vidrio aparece
recogido por el padre Miguel Streicher, en 1725. Al relatar lo que le había contado el
Procurador de la Compañía en la Provincia de Paraguay, repite las mismas palabras
de Antonio Sepp "Hánse implantado muchas artes y oficios... Ahora pensamos
seriamente en poner una fábrica de papel y otra de vidrio." (Furlong 1947: 142).
A pesar del manifiesto interés en implementar el sector, lo más probables es
que no hubiesen empezado las diligencias necesarias para su fundación ya que en
1743 se solicitaba el envío desde Europa de un Jesuita vidriero. Ellas prosiguen a lo
largo del año siguiente cuando, en mayo de 1744 escribía el procurador de los Jesuitas
en Barcelona, Manuel Alberich que: "Tengo hecha la diligencia por vidriero y
Papelero; y espero resolución de V. R. por si sería a propósito algún oficial de vajilla
fina, a imitación de la China, o como la de Génova o Pisa." (Furlong 1979: 123-124).
La respuesta a las sucesivas demandas aparece en una carta enviada desde
Madrid por el Francisco de Massaguer al padre Mariano Alberich y que hemos
localizado en el AGNA. Esta iba dirigida al Padre Juan Jospeh Rico, Procurador
General de la Compañía en Paraguay, a quien cabría gestionar las demandas de los
hermanos de la orden en esa región:
"Re[verendo] P[adr]e Juan Jh[ose]p Rico de la Comp[añi]a de Jesus Pro[curado]r
Gen[era]l de Paraguay. Madrid.
Es este D[on] Massaguer un R.r muy docto, muy s[an]to y muy jesuita, bicariono
de santo espirito como pedian sus prendas: es pusilamine; pero yo le aliculo yo oy
en la resp[ues]ta, para q[u]e me aliente a esse R.e q[ue] previa q[ue] en las Indias
hubiese alarbes, y trata (...) Sabré si tiene hijos de (...) M. R.
"Muy R[ever]ndo P[adre] y Amigo llegó la carta de V[uestra] R[everencia] a mis
manos y a tiempo, que puntualmente me encontrava en el horno de Vidrio situado
en esta Paza [sic., plaza]: conferí muy R[everen]do P[adr]e lo que V R tiene
commisionado de los R[evere]ndos P[adre]s en la Provincia del Paraguay en
Indias de buscarles, algun oficial vidriero: Y lo conferi con el mismo amo del
horno, informandome acerca de lo que V[uestra] R[everencia] se ha servido
encargarme. en d[ic]ho horno se enquentran quatro oficiales. Pero los tres con el
vínculo estrecho del S[an]to matrimonio, y el otro aunque antes lo tuvo, vino
529
soltero y eso a dicho Vínculo. este es muy pratico en su arte, tendrá unos 40 años
de edad es Persona pia devota, y exemplar y así apto para el fin [que] se pretende:
Pero á essa gente les parece muy agrio y dificultoso el dexar el propio terreno y
alejarse tanto de su Patria, y les parece que an [sic., han] de passar para ir a las
Indias por tierras de los almabes, á quienes jusgan ellos, que se los an [sic., han]
de comer vivos. Este es el juicio que hazen, y les espanta.
Yo le he persuadido, y le he aconsejado, y me huviese alegrado tomase el
mi consejo de elegir optimam partem. Yo le bolveré a instar y V[uestra]
R[everencia] se sirve en encomendarle a D[io]s pues esto ha de bajar de arriba.
mientras yo quedo rogando a D[io]s g[uard]e a V[uestr]a R[everendisim]a Ml[?]
Cs[?] Villamadrid y agosto 4 de 1744.
B. S. M de V R.a
Al muy R[evere]ndo P[adre] Mariano Alberich de la Cap.a su intimo y obligado
amigo de V[uestra] R[everenci]a
D. Fran[cisc]o Massaguer Prco y Rr"625.
El texto presentado muestra claramente las dificultades encontradas en la
península para localizar a algún vidriero que estuviera disponible para viajar a esas
tierras lejanas. Además de las calidades morales que debería tener el profesional
elegido, había que lograr la tarea más ardua de convencer a esa persona. Eso
significaba vencer su natural deseo de seguir viviendo en la patria en que naciera y,
sobre todo, contrariar su convencimiento de que en esas regiones americanas aún
existían tribus caníbales que les devorarían. Esta idea estaría tan arraigada que
resultaba una obra prácticamente imposible y que por eso encomendaba a Dios, en
manos de quien ponía el asunto.
Aparte los intentos de fundar alguna manufactura de vidrio, parece que
algunos jesuitas lo llegaron a producir en las misiones donde estuvieron destacados y
para su uso particular. Ese sería el caso de Buenaventura Suárez (1679-1750), un
criollo nacido en Santa Fe de la Veracruz que se interesó por temas de la botánica,
medicina, matemática y, sobre todo en el área de astronomía. Durante su trabajo en la
reducción de San Cosme y San Damian (actual Paraguay, Provincia de Itapua)
625 AGNA, Compañía de Jesús, leg. 412, exp. 650. Véase también sobre este tema, una carta del padre
Mariano Alberich al padre Juan Joseph Rico sobre solicitud previa de envío de un religioso para
trabajar en horno de vidrio y sobre el pago de una letra de cambio. AGNA, Compañía de Jesús, leg.
412, exp. 647.
530
protagonizó algunas observaciones astronómicas que plasmó en una obra publicada
por primera vez en 1740. En la introducción afirma que:
“No pudiera haver hecho tales observaciones por falta de instrumentos (que no se
traen de Europa à estas Provincias, por no florecer en ellas el estudio de las
ciencias Mathematicas) à no haver fabricado por mis manos los instrumentos
necesarios para dichas observaciones, quales son, Relox de pendulo con los
indices de minutos primeros, y segundos: Quadrante astronomico para reducir,
igualar y ajustar el Relox à la hora verdadera del Sol, dividido cada grado de
minuto en minuto: Telescopios, ò anteojos de larga vista de solos dos vidrios
convexos, de varias graduaciones desde ocho hasta veinte y tres pies." (Suárez
1752: introducción s.p.).
Para montar los instrumentos astronómicos descritos, Buenaventura Suárez
necesitó varios lentes de aumento que seguramente tuvo que producir, dada las
enormes carencias de materiales especializados que parece haber afrontado.
Merece también la pena referir el importante trabajo producido por el padre
jesuita José Francisco Sánchez Labrador (1717-1798), de origen español. Este hombre
tuvo un profundo interés por diferentes áreas de conocimiento, desde la zoología,
botánica y geología, pasando por la medicina o incluso la lingüística y filosofía.
Durante los años de su estancia en las misiones del Paraguay (1747-1757), entre
indígenas guaraníes, mbayás (una rama de los guaicurúes) y tobas (una de las etnias
de los designados grupo pámpido) tuvo oportunidad de profundizar sus conocimientos
sobre el entorno natural y cultural de la región, describiendo la naturaleza, sus
utilidades prácticas y los fenómenos que observaba. Sus anotaciones fueron
compiladas cuando se encontraba ya en Italia (Ravena), resultando en una amplia obra
sobre el Paraguay Natural Ilustrado. Noticias de la Naturaleza del Pais con la
explicación de phenomenos physicos generales, y particulares; usos utiles que de sus
producciones pueden hacer varias artes.
Dicha obra se compone de cuatro partes, cada una con diversos libros. La que
nos interesa es la primera (1771) y la segunda (1772). De la primera destacamos el
libro tercero que está dedicado al "Ayre, vientos, estaciones del año, clima de estos
países, y enfermedades mas [sic., más] ordinarias". En su interior se encuentra un
capítulo sobre "Algunos usos utiles, y curiosos" en el que trata sobre el tema del
vidrio, más específicamente sobre un "modo facil de hacer de vidrio algunas
531
curiosidades, contrahacer piedras preciosas, piedras comunes artificiales y
petrificación artificial" (Fleck, Joaquim y Biehl 2016: s.p.)626.
El autor dedica aún el libro sexto de la segunda parte a hablar "De algunos
Arbolillos, Matorrales, y Hierbas" y, en el capítulo cuarto, se centra en las "Plantas
Lumi, y Rosa ñumenguara", que divide en dos apartados: el primero sobre el "Lumi,
sosa o varilla", y el segundo sobre "Varias cosas tocantes a la varilla, método de hacer
el xabon (...)", donde eventualmente trata también de las especies barrilleras
empleadas en las fórmulas de vidrio.
Desafortunadamente, la obra referida no ha sido aún publicada en su totalidad
y, aunque algunos temas han merecido el interés de ciertos investigadores, como los
aspectos medicinales (Ruiz Moreno 1948), los peces y las aves (Sánchez Labrador
1967) o la geología (Fleck 2015; Fleck, Joaquim y Biehl 2016: s.p.; Ottone 2008: 43-
5), no se han trascrito ni trabajado los capítulos que inciden sobre el vidrio, lo cual
pensamos hacer en el futuro.
Es posible que las afirmaciones de Guillermo Furlong acerca de la aplicación
de la sosa en la fabricación de vidrio, basadas en los estudios de Sánchez Labrador,
resultaran de anotaciones sobre el citado capítulo cuarto del libro sexto. Según el
historiador:
"Sánchez Labrador, al ocuparse de las sales alcalinas de la sosa o jumi,
largamente explica cómo con ellas y otros ingredientes, puestos al fuego, se
formaban cristales o vidrios, que los Guaraníes llamaban Itaberá, piedra
transparente, pero en esa fabricación de vidrios, tan desarrollada, según él, en
el Cuzco, había sus defectos, por no purificarse cuanto se debían los
ingredientes." (resaltados en negrita de la autora), (Furlong 1979: 125).
El párrafo citado nos informa sobre una supuesta manufactura de vidrio en el
Cuzco, durante las últimas décadas del siglo XVIII, que todavía no se había
identificado y sobre la cual no se logró más información. Sería extremamente
importante acceder a las fuentes del historiador. Así se podrá entender a qué
fabricación de vidrio cuzqueña se refiere y si los "cristales y vidrios" que se formaban
a partir de la exposición al fuego del "jumi" o "jume" (Allenrolfea vaginata) se hacían
626 Fuente citada: Archivo Histórico de la Compañía de Jesús (ARSI), Roma, 1771-1776, f. 296v-302v.
532
en las misiones guaraníes627. Eso justificaría por qué Furlong afirma que esos
indígenas lo llamaban "itaberá" que, según hemos averiguado, era como designaban al
cristal de roca y que, por reconocerle semejanzas, habrían extendido el uso del
vocablo también al material artificial. En efecto, Sánchez Labrador documentó que el
padre jesuita Buenaventura Suárez, estando en las misiones guaraníes, empleó este
material natural para producir lentes de aumento:
"Cuando los cristales de roca son de buena agua o claros, y sin manchas, pueden
servir para hacer lentes de anteojos. Efectivamente, el padre Buenaventura
Suárez, misionero de los indios guaraníes y célebre matemático, los labró muy
buenos y hizo algunos anteojos muy claros." (Furlong 1929: 79-104).
Quizás la botica de los jesuitas en Santiago de Chile ofrezca algunas pistas
sobre el tipo de vidrios que se hacía en las misiones de la orden, ya que muchos
productos empleados para curar tenían otras aplicaciones, inclusive en la manufactura
de vidrios. Como se ha visto, las fórmulas empleadas en cada lugar dependerían
mucho de los conocimientos adquiridos por el religioso que protagonizaba esa
producción. No obstante, la correspondencia entre los hermanos pudo subsanar ciertos
problemas que encontraran y generar una circulación de conocimientos entre las
misiones jesuitas.
Por eso, no sería de extrañar que los ingredientes guardados en el interior de
los centenares de frascos de vidrio (holandés, español y de bohemia, blanco o de
diversos colores), que acumulaba la botica de Santiago, a 21 de diciembre de 1767,
coincidieran con los que se usaban en los hornos de vidrio que eventualmente
existieron en algunas misiones jesuitas. Su inventario fue hecho por José Zeitler y
Ignacio de Jesús Zambrano, acompañado del "estudio de cada una de las drogas y
preparados que lo componen".
Entre las especies mencionadas se encuentra la "Piedra trípol" o "tripolí" de la
cual se dice que "Es silice pulvurenta [sic., polvorienta], de color blanco-amarillo y
que con el agregado de carapachos de infusorios fósiles, se emplea para pulimentar
vidrios, metales y piedras duras." (Laval 1953: 159). A su vez, el "succino" es una
resina fósil, conocida también como ámbar que, según afirman "se usaba
antiguamente para confeccionar vidrios de aumento y lentes; (...)" (Laval 1953: 181),
627 Sobre la correlación entre la planta popularmente conocida como jume y el nombre científico de
"Allenrolfea vaginata" véase Márquez, Martínez Carretero y Dalmasso 2016: 192.
533
lo cual constituye un dato novedoso en la historia de la ciencia del vidrio y cabría
indagar en la posibilidad de que se tratara de una innovación local. Se menciona
también el uso de "polvos de vidrio calcinado" y "vidrio de antimonio" con
propiedades curativas (Laval 1953: 200).
5.2.2.3. COCHABAMBA Y LAS QUEBRADAS DEL RÍO GRANDE: UN
IMPORTANTE FOCO DE PRODUCCIÓN VIDRIERA
Los vestigios de la actividad vidriera en la región de Cochabamba, actual
Bolivia, sugieren que este territorio fue el lugar donde se fundaron varios hornos
dedicados a la manufactura del vidrio, dispersos a lo largo de las quebradas del
designado Rio Grande628 y que, en cierto momento, hicieron competencia directa a los
vidrios de Ica.
Gabirela Ramos (1989: 79) encontró una referencia a estos establecimientos
fabriles de Cochabamba, hecha por el vidriero iqueño Francisco Bernaola. En 1738 el
artífice respondía a la reclamación dirigida por el Tribunal del Santo Oficio para que
pagara la antigua propiedad de Navarro que había comprado. En esa ocasión afirma
que, de saber que en Cochabamba se había instalado un obraje que producía vidrios
en abundancia, no habría tomado la decisión de comprar la propiedad de Navarro. Lo
había hecho con el único objetivo de controlar todo el labrado de vidrio en la zona,
intención monopolista que se veía comprometida por la emergencia de lo que parece
ser un nuevo establecimiento vidriero con capacitad de hacer circular sus productos
por el mercado regional.
A pesar de eso, existen indicios de una manufactura anterior a 1641 en la
provincia de Cochabamba, más concretamente en el distrito de Tarata.
Aparentemente, los franceses Antonio de Castillo, Simont y Panosa, formaron una
sociedad para fundar una vidriería en esa ciudad con el objetivo de producir objetos
de uso doméstico y exportarlos a Potosí, La Paz, Oruro y Sucre (Gisbert y Mesa 1984:
628 El nombre de Rio Grande aparece en la documentación y se utiliza aún hoy día para referirse al Rio
Guapay que es un afluente del Amazonas que sale en la cordillera de Cochabamba, al sudoeste de
Cochabamba, donde se le designa como Rio Rocha.
534
465)629. Antonio del Castillo era originario de Marcella y en su testamento de 1641 da
instrucciones para ser enterrado en la misma iglesia parroquial del asiento de Tarata
(Byerne 1986: 24).
Aún durante el siglo XVII, Gabriela Siracusano (2005: 58) registró la
actividad de Federico Panoso el Viejo y Federico Panoso el Mozo, propietarios de un
horno de vidrio en Cochabamba. Es posible que ambos fueran padre e hijo, y que
tuvieran el oficio de vidriero. Eso, aunque decidieran alquilar el referido horno a Juan
Correa Vargas, para su uso, hasta que rescindieron el contrato en 1676630. Quizás en
esos talleres de vidrio se produjo el vidrio de Cochabamba que aparece entre las
mercancías que pagaron alcabalas reales en la primera década del siglo XVII. Esta
referencia, localizada por Gabriela Siracusano (2005: 58)631, es la evidencia más
antigua que se conoce de una producción de vidrio en Cochabamba.
En una descripción de la Provincia de Cochabamba, hecho en 1768, por un
autor desconocido, se dice que:
"Confina por el Norte con la Cordillera de los Andes; por el Este con los altos de
Intinuyo; por el Sueste con la Provincia de Mizque; por el Sur con la de Chayanta
ó Charcas; por el Sudoeste con el Corregimiento de Oruro; por el Oeste, y
Noroeste con la de Sicasica. (...) En otros tiempos se trabajaron en esta Provincia
algunas minas. por los años de 1747 en adelante se sacó una gran cantidad de oro
en los labaderos de los altos de Choquecamàta; pero ya es muy poco el que se
halla. (...) Por abundar mucho la Sosa, ó Barrilla hay hornos de vidrio. Hay
también en esta Provincia haciendas de Caña de azucar, y hay mananciales de
agua caliente. Su capital es la Villa de Oropesa, fundada en el año de 1575 por
orden del Virrey D. Francisco de Toledo en 18 gr[ados] 43 min[utos] de latitud
austral. (...) Año de 1768." (resaltados en negrita de la autora), (Anónimo 1768:
s.p.)632.
La mayor información sobre los hornos de Cochabamba nos la proporciona el
checo Tadeáš Haenke en su descripción de su visita por la Provincia de Cochabamba.
629 Teresa Gisbert y José de Mesa advierten que existe documentación sobre este establecimiento en el
Archivo Histórico Municipal de Cochabamba y para estas consideraciones citan al trabajo de Adolfo de
Morales (1978) sobre las primeras fábricas de vidrio de Cochabamba, que no se ha localizado.
630 Fuente citada: Archivo Nacional de Bolivia (ANB), Expedientes de la Audiencia de Charcas, EC, t.
41.
631 Fuente citada CMP, Cajas Reales, CR 63. Pese a la importancia de esta fuente para el estudio del
vidrio de Cochabamba, la autora no incluye el significado de la abreviatura "CMP" en el índice de
abreviaturas utilizadas (Siracusano 2005: 331).
632 El documento aparece también citado en Alcedo 1786 I: 600.
535
El autor dedica un capítulo a disertar exclusivamente sobre los materiales necesarios
para las fábricas de vidrios y cristales, sosteniendo que en Cochabamba se disponía de
todas las condiciones favorables para el desarrollo del sector: desde diferentes
materias primas empleadas en las fórmulas de vidrio (en cantidad y calidad), hasta la
madera indispensable para alcanzar las altas temperaturas en los hornos. Esta se
encontraba disponible en los densos bosques de la región que, en su opinión, podían
suministrarlos de leña durante varios siglos.
En lo relativo a las materias primas para la producción de vidrio, Tadeáš
Haenke señala se necesitan las siguientes:
"(...) primero las sales y otras sustancias fundentes como la sosa, la potasa ó con
otro nombre el salino, el nitro, el plomo y en algunos casos el arsénico y la
manganesa: segundo las arenas ó piedras vitrecibles [sic., vitrificables], y
ultimamente el barro para la fábrica de crisoles y otras vasijas." (Haenke 1900:
49).
Aparentemente la barrilla o sosa fundida se utilizaba en las vidrierías de
Cochabamba "por si sola sin tener incorporada alguna sustancia vitrecible [sic.,
vitrificables] de la qual adquiriese cuerpo, solidez y resistencia", de lo cual resultaba
reducida la calidad de los vidrios de la zona (Haenke 1900: 49). El científico se
refiere claramente a la poca calidad de las arenas empleadas como principal
componente de las fórmulas de vidrio, apelando a la necesidad de buscar otros fuentes
alternativas.
Sobre la potasa, una sal alcalina que se obtenida a partir de las cenizas de
ciertos árboles, los vidrieros de la zona ignoraban las grandes calidades de las plantas
de tierras desérticas, como tunas y "peucas" (pencas ?), o el maíz y el marlo, de cuyas
cenizas se obtenía una gran cantidad de sales con una fuerza superior a la de otros
vegetales. Sobre el nitro, dice que se utilizaba solamente en algunas fábricas que no
disponían de otros fundentes de mejor calidad. El plomo y al arsénico existían en
abundancia y la magnesia, conocida en las fábricas de vidrio de Cochabamba como
"negrillos", servía para aclarar el vidrio y así poder teñirlo de varios colores, al
parecer, mayormente de morado. Sobre las sustancias "vitrecibles" o vitrificables,
informa que existían diversas especies en la cordillera inmediata a los Andes, desde
vetas de cuarzos (que llama de "quixos") a otras de "petrosílex" (Haenke 1900: 50-
51).
536
Además de identificar problemas con las fórmulas empleadas en Cochabamba,
la estructura de los hornos tampoco le merece los mejores comentarios, afirmando que
"Los hornos en que se fabrican son de pésima construcción, sin corriente de aire,
sin distribución proporcionada de su interior y en forma de los hornos de cocer el
pan y, producen únicamente un grado de calor que sea suficiente de fundir la
barrilla, que es muy inferior al que se necesita para fundir una masa bien
compuesta de cristales." (Haenke 1900: 49-50).
Los problemas señalados hicieron que las vidrieras inmediatas a las quebradas
del Rio-grande fabricaran, desde hacía muchos años:
"(...) unos utencilios toscos de una especie de vidrio verdoso ó de otros colores
obscuros, sumamente tierno y quebraizo á la más leve impresión del calor. Los
defectos de estos vidrios dependen de la impureza de la sosa, que asi como se
recoje en los campos se emplea sin algun beneficio antecedente y purificación."
(Haenke 1900: 49).
La incapacidad para conseguir unos recipiente de vidrio de calidad, le causó
algunas molestias para realizar sus propios experimentos en "fabricar el agua fuerte ó
ácido nitroso acomodado á las circunstancias del pais y de los materiales más activos
y más baratos". A pesar de la excelente calidad del colquimillo, de la provincia de
Porco, encontró "(...) infinitas dificultades y obstáculos á primera vista invencibles en
la formación de las vasijas necesarias para este proceso químico." (Haenke 1900: 37-
38). Durante algún tiempo, sus esfuerzos por producir retortas de vidrio resistente que
soportaran las altas temperaturas empleadas en el proceso químico descrito fueron
infructíferos y
"La misma suerte corrieron los recipientes fabricados de una masa tan tierna y
abominable de vidrio como es el de las vidrieras de la provincia de Cochabamba,
fabricado únicamente de una sosa impura sin incorporación de alguna substancia
vitresible [sic., vitrificable] de la cual adquiriese algun cuerpo; de modo que los
solos vapores corrosivos de este ácido destruian en poco tiempo su testura, si por
casualidad aguantaban sin rotura el calor de los mismos vapores y del fuego
inmediato. Pero con mucha paciencia y algunos gastos se vencieron estas
dificultades; se halló bano á propósito para hacer retortas de vidrio y de una
composición nueva; de una especie de vidrio negro se formaron recipientes que
resistieron á las pruebas más violentas del fuego. Provisto de este modo de los
537
materiales más selectos y de instrumentos de bastante satisfaccion, logré sin
demora y sin alguna otra dificultad todo el ácido nitroso que deseaba para mis
ensayes." (Haenke 1900: 38).
Según el prólogo de una edición online de su obra, Mendiburo escribió su
biografía y afirmó que
"El periódico Minerva peruana, publicado en Lima, dio noticia, en 15 de julio de
1809, de que en la provincia de Tarapacá se había descubierto nitrato de soda en
un terreno que abrazaba cómo treinta leguas, que durante diez años, se trabajó por
los químicos [desde 1799] intentando separar la soda o álcali mineral para
convertirlo en nitrato de potasa; y que habiéndose ocurrido a don Tadeo Haenke,
que vivía en Cochabamba ocupado en la botánica y con renta por el rey, practicó
la separación y enseñó el beneficio, anunciando que produciría grandes provechos
y que el salitre sería una riqueza considerable, pues había de explotarse en
grandes cantidades." (Hanke 2011: s.p).
De todo esto se deduce que la estadía del científico en su hacienda de
Cochabamba, a partir de 1795, repercutió en los procesos de minería pero no alcanzó
a gran parte de las vidrierías de la zona. Aunque lograra hacer particularmente retortas
de vidrio con gran calidad, posiblemente en una fábrica creada por si mismo en
Tarata633, se escribe en la edición de su obra publicada en el año de 1900 que
"(...) en Cochabamba, hasta ahora poco, se fabricaban por los procedimientos
primitivos y así imperfectos como los refiere Haenka, los frascos ó botellas que
conocidas bajo el nombre de damajuanas han sido tan populares y tan empleadas
en la República." (Haenka 1900: 53).
Fueron esos vidrios que observó también Antonio de Alcedo en Cochabamba
donde dice que "tiene también hornos de vidrio por abundar mucho en sosa ó barrila"
(Alcedo 1786 I: 600).
633 En un artículo sobre el botánico boliviano Martín Cárdenas, admirador de Tadeáš Haenke, se
informa que el científico checo inició la fabricación de ácido sulfúrico en Tarata, donde también instaló
una fábrica de vidrio. De esos objetos producidos según las fórmulas propuestas en sus escritos, tenía
Martín Cárdenas algunos ejemplares. Estos se encontraban guardados dentro de un estante de su casa,
convertida en museo después de su muerte, la "Casa Museo del Sabio" (Villarroel Cossío s.f: s.p). Es
posible que la fábrica de Haenka sea aquella que aparece mencionada en un pequeño artículo de un
periódico local donde se dice que "En 1792, se funda el Colegio Misionero de Propaganda Fide,
creándose en él, escuelas de pintura, música, artes y oficios. Así mismo, se instala una fábrica de vidrio
y se edita el periódico llamado El Antoniano en su propia imprenta." (Anónimo 2000: 2).
538
A pesar de la reducida calidad de las manufacturas de Cochabamba, estas
lograron enviarse a otras partes de América entre finales del siglo XVIII e inicios del
siglo XIX. Por entonces los vidrios fabricados ahí valían 35 pesos cada carga pero
solo se exportaban al Bajo Perú aproximadamente diez o doce (Cappa 1891: 218-
221).
Sus piezas sirvieron para el adorno del templo de una de las misiones de
Moxos/Mojos, más precisamente del pueblo de San Ignacio de Loyola, encargados
por el padre Pedro Pablo de Urquijo, quien lo señala en su memorial de méritos
presentado en 1819 y donde dice que la iglesia era "un suntuoso templo de tres naves
de teja y adobe con 17 ventanas, todas con vidrios redondos de Cochabamba (...)"634
Con la expulsión de la orden se publica un Real Decreto mediante el cual se ordena
que se haga inventario de los bienes dejados por los jesuitas. En ese ámbito se
procede a la descripción de los objetos encontrados en algunas de sus haciendas.
En la misión de Chiquitos, del Santo Corazón de Jesús existían algunos vidrios
de Cochabamba, a saber: "veinte y dos frascos de vidrio de Cochabamba, que están en
un cajon, los seis llenos de vino para decir misa" y "un plato de vidrio de
Cochabamba", "cuatro garrafas de vidrio de Cochabamba" (Brabo 1872: 518). En la
misión de San Juan constaban "veinte y cuatro frascos de vidrio de Cochabamba"
(Brabo 1872: 526) aunque al parecer, una parte de los vidrios que se usaban ahí
llegaban por Buenos Aires. En 1778, al hacer el registro de "este pueblo de los Santos
Apóstoles San Pedro y San Pablo [Uruguay]" se dice haber en el almacén principal,
junto al aposento del padre cura "En el cajon N hay vidrios conforme han venido de
Buenos Aires, ménos unos treinta, poco más ó menos, que se gastaron en componer
las ventanas de la iglesia" (Brabo 1872: 14).
Aparte de los vidrios utilitarios, las cuentas de vidrio fueron uno de los objetos
más utilizado por los jesuitas de Chiquitos para impartir el mensaje evangélico. Se
ofrecían como regalo para facilitar el diálogo y atraer a otros indígenas a sus
reducciones, como destaca Cecilia Martínez (2015: 146) al reflexionar sobre las
"traducciones indígenas de lo cristiano y viceversa".
Además de Cochabamba, es muy probable que otras ciudades del actual
territorio boliviano lograran atraer a algunos vidrieros. José de Mesa y Teresa Gisbert
634 AGI, Charcas, 712.
539
(1972: 185) llaman la atención sobre ello, defendiendo que a pesar de que la
historiografía atribuya a Cochabamba la producción de vidrio "boliviano" en época
virreinal, existen indicios de que algunos vidrieros y azogueros (que azogaban el
vidrio para hacer espejos) trabajaron en la ciudad de La Paz a finales del siglo XVIII.
Para ello citan un documento de los primeros años de la siguiente centuria (1809) que
se trata de un recibo de pago por la obra de un frontal de espejos para la iglesia de
Taraco. Sin analizar el documento original no se puede asegurar que el maestro se
encargó de hacer dichos espejos o solamente de montarlos en un frontal pero estamos
de acuerdo en que la circulación de estos profesionales por el espacio americano
virreinal fue mucho más amplia que aquella que pudimos componer en esta fase de la
investigación.
En realidad, la disponibilidad de hierba barrilla en diferentes regiones del Rio
de la Plata puede ofrecer algunas pistas sobre dónde buscar indicios de la actividad
vidriera. La presencia de esas especies y su aplicabilidad en el sector fue un tema al
cual estuvieron atentos diversos cronistas y viajeros del siglo XVIII. Eso ocurrió en el
viaje expedicionario a Patagonia, que salió de Buenos Aires y Montevideo bajo el
mando del alférez D. Salvador Martín del Olmo, en 1745, y en la que iba a bordo el
Padre Quiroga. En el "Diario de un viage á la costa de la mar magallánica, &c." se
describe la abundancia de hierba barrilla para hacer vidrio que se encontró en Puerto
Deseado:
"Lo que se puede decir de este Puerto Deseado es que, como puerto, se puede
contar entre los mejores del mundo. Ojalá que le correspondiera la tierra; pero es
arida, y falta de tolo lo necesario para la poblacion. No hay árboles que puedan
servir para madera: solamente se halla en las quebradas alguna leña menuda para
hornos y para guisar la comida. No es el terruño bueno para sementeras, porque
ademas de ser todo salitroso, es casi todo peña viva; ni hay mas agua dulce que
las fuentes dichas. Hállase si abundancia de barrilla, para hacer vidrio y jabon:
abundancia de marmol colorado, con listas blancas, marmol negro, y alguno
verde: mucha piedra de cal, y algunas peñas grandes de pedernales de escopeta,
blancos y colorados, con algunos espejuelos dentro como diamantes: mucha
piedra de amolar, y otra amarilla que parece vitriolo." (Angelis: 1836: 7).
También desde Montevideo se exportaba barrilla en el siglo XVIII pero, por el
momento, se desconoce su calidad o aplicación y tampoco nos hemos adentrado en
investigar detenidamente el destino que tuvo ese producto (Martínez Díaz 2002: 171).
540
Antes de finalizar las reflexiones sobre los centros de producción de vidrio
rioplatenses, merece la pena referir la noticia sobre un cargamento de vidrios de 1587,
fecha anterior a la actividad del primer horno de vidrio conocido en la región
(Anónimo 1859 II: 5). Estos vidrios se encontraban en el lote de mercancías
exportadas desde Buenos Aires a Brasil, por Antonio Pereyra, en nombre del obispo
de Tucumán, quien era el dueño de las mercancías y los navíos en que se
transportaban. En el registro apuntado por el escribano designado para ello,
Bartolomé de Angulo, se mencionan varas de sayal, de lienzo, de telilla, cordobanes y
frazadas que corresponden a diferentes textiles, además de algunas ropas como
sombreros, pabellones y sobrecamas. Todos estos productos podrían estar hechos por
los artesanos locales, existiendo constancia de la manufactura de este tipo de textiles
en América del Sur. Ese no fue el caso de los 180 cristales evaluados en 540 pesos de
plata y que, por aparecer descritos en unidades, se descarta la posibilidad de que se
tratara de la tela conocida por el mismo nombre.
Esta referencia pone en destaque la posible existencia de una manufactura de
vidrio anterior a la que protagonizó Solís en Córdova, posiblemente situada en el
obispado de Tucumán. Además, pone de manifiesto la práctica de un comercio de
estos géneros desde el Rio de la Plata con destino a Brasil, aprovechando las ventajas
proporcionadas por la vigencia de la Unión Ibérica.
5.2.3. El Nuevo Reino de Granada (1590-1718)/Virreinato de Nueva Granada
(1718-1724 y 1740-1819) y Provincia de Venezuela (1742)/ Capitanía General de
Venezuela (1777-1823)
En Colombia la presencia de vidrios en contextos arqueológicos del siglo XIX
fue documentada por Felipe Gaitán Amán (2005) en la Quinta de Bolívar (Bogotá), y
por Facundo Gómez Romero y Micaela Bogazzi (1998) en el Fortín Miñana. En
contrapartida, el trabajo de Carolina Ortiz Castro (2007) se detiene específicamente
sobre los varios tipos de botella de vidrio utilizado entre los siglos XVII y XX,
aunque la gran mayoría de los ejemplares presentados se enmarcan en cronologías
tardías. En la capital de este país, en Bogotá, se ha creado el Museo del Vidrio
MEVIBO. Entre las actividades y visitas que ofrece esta institución, se incluye una
541
visita al horno de vidrio de la Fábrica Cristal Artesanal, que supuestamente fue el
primer establecimiento en producir el vidrio soplado de la ciudad, en 1834.
En Ecuador, las labores de rescate arqueológico que acompañaron las obras de
construcción del metro de Quito, han recuperado varios fragmentos de vidrio de
finales del período virreinal y de las primeras décadas de la independencia (de 1750 a
1880) que fueron estudiados de manera sumaria por Darwin Ayala (2016: 200-207).
Sobre el vidrio en Panamá, se podrían mencionar los fragmentos recuperados
en las excavaciones de Panamá Viejo que se encuentran en la colección de referencia
del Florida Museum. Algunos de esos ejemplares presentan una decoración bastante
elaborada, uno de tipo milefiori, y están fechados entre 1550 y 1650635.
En Venezuela, los trabajos sobre el vidrio arqueológico se centran
fundamentalmente en el estudio de fragmentos del siglo XIX y XX (Amodio,
Navarrete y Rodríguez 1997: 109-119; Flores 2007a: 16: 67; Molina 2000: 122-126;
Vargas et al. 1998: 25-27; Vivas et al. 2006), con excepción de las famosas cuentas
Nueva Cádiz que aparecen fundamentalmente en contextos del siglo XVI. Estos
objetos fueron descubiertos por primera vez en la ciudad venezolana del mismo
nombre, bautizando así esa morfología de abalorios que aparentemente nunca se
produjo en Venezuela durante el período virreinal (Flores 2007b: 205-214).
En realidad, en esta región no se ha localizado ningún horno de vidrio y las
huellas de la actividad de alguno de esos profesionales es igualmente escasa.
Eventualmente, eso se debe al estado de las investigaciones sobre la historia del vidrio
o al poco interés de los arqueólogos de estos países por producir un estudio enfocado
particularmente en este material. Personalmente, tampoco se ha invertido en estancias
de investigación en esos países para consultar los archivos locales, lo que
necesariamente se refleja en los resultados poco novedosos presentados en este
apartado.
Asimismo, cabe advertir la importancia de fondos documentales como los
libros parroquiales donde se apuntaban los bautismos, matrimonios y defunciones y
en los que se solía identificar el nombre y el oficio de las personas involucradas.
Gracias al esfuerzo compilatorio de Enrique Pareja y Carlos Ignacio Córdoba, se
encuentra disponible online el índice de muchos de esos libros producidos por
diferentes parroquias de Bogotá. En uno de ellos se localizó la referencia a un vidriero
635 Disponible en: .
542
que residía en la ciudad y que tenía a su cargo a varios indígenas que trabajaban para
él, eventualmente en la manufactura del vidrio. Algunos de ellos acudieron a la
Parroquia de las Nieves para realizar los actos sacramentales que contemplaba la
religión católica y, en el año de 1612, se oficiaron bautismos que tuvieron por
protagonistas a familia de "indios" que se encontraban al "servicio de Bartolomé
López, vidriero". El primero tuvo lugar el día 31 de agosto, cuando el matrimonio
Juan y Luisa bautizó a su hijo Feliciano, de quien fue padrino Nicolás Garzón636.
Unos meses más tarde, a 25 de noviembre de ese mismo año, fue la vez de Cristóbal y
Ana de bautizar a su hija Luisa, cuyos padrinos fueron Juan González y Luisa637. La
importancia de estos datos para el estudio de la vidriería requieren una investigación
intensiva sobre estos fondos documentales que constituyen una vía de trabajo a
explorar en el futuro.
De momento, optamos por hacer una breve investigación en el fondo
digitalizado del AGNC que ha permitido identificar que una parte de los vidrios
utilizados ahí llegaban desde la península. Eso sucedía, por ejemplo, en la Real Casa
de Moneda de Santa Fe de Bogotá, donde se mandaron traer directamente de Cádiz:
"Prelazion del costo de quatro arrobas y dos libras, y media de Agua fuerte, que
de disposición y orden del S[eño]r Marques del Real Thesoro, Presidente de la
R[ea]l Aud[ienci]a de Contrataz[io]n a las Yndias, he comprado con los utiles de
vidrio q[u]e se expresan, para el servicio de la Casa de Moneda de Santa Fe,
Nuebo [Reino de Granada, contenidos en ocho Cajones:
Nº1
Diez y seis retortas de vidrio a 5 r[eale]s
Nº 2
Seis retortas de Ydem a 5 r[eale]s
Veinte y dos apartadores Ydm a 1 real y medio
Nº 3
636 Fuente citada: Archivo Central de la Arquidiócesis de Bogotá. Libro de Bautismo de Nuestra Señora
de Las Nieves de 1596-1612, Libro 1, f. 171v, fecha: ago 31/1612. (Información suministrada por
Enrique Pareja M. y adaptada por Carlos Ignacio Córdoba S., disponible online en:
. Acceso: 20 de agosto de
2016).
637 Fuente citada: Archivo Central de la Arquidiócesis de Bogotá. Libro de Bautismo de Nuestra Señora
de Las Nieves de 1596-1612, Libro 1, f. 174r, fecha: nov 25/1612 (Información suministrada por
Enrique Pareja M. y adaptada por Carlos Ignacio Córdoba S., disponible online en:
. Acceso: 20 de agosto de
2016).
543
Doce Alambiques ydm a 15 r[eale]s
Nº 4
Diez y nuebe apartadores ydm a 1 r[eal] y medio
Treze cavezas de Alambiques
Nº 5
Veinte y un apartadores ydm a 1 real y medio
Onze cabezas de Alambique ydm
Nº 6
Doce Alambiques de ydm a 15 r[eale]s
Seis apartadores ydm a 1 real y medio
Nº 7
Cinq[uen]ta lib[ra]s de Aguaf[uer]te en 24 lim[e]tas a 12 r[eale]s lib[r]a
Nº 8
Cinq[uen]ta y dos m[edi]as libras ydm a ydm
Por 48 L[i]m[e]tas vacias 60 r[eale]s
Por los ocho Cajones de embase 272 r[eale]s
Por aserril, mandados, y encajonam[ien]to 30 r[eale]s
Por conducir d[ic]hos Cajones al embarcadero 40 r[eale]s
Suman las partidas, dos mil doscientos, y quatro. Siendo prevencion que el Costo
de Alambiques va incluido en el de sus Cavezas, que no se numera, y que los
Cajones lleban esta marca R. Cadiz 16 de enero de 1770. Diego de Robles."638.
El tipo de objetos de vidrio descrito nos remite a las labores de destilación de
agua fuerte y apartado de metales que solían practicarse en las Reales Casas de
Moneda americanas. La necesidad de importarlos directamente desde la península
sugiere que ni en Bogotá, ni en las ciudades cercanas con las que mantendría
estrechos lazos comerciales, se producían vidrios. Al menos, no con la suficiente
calidad para resistir las altas temperaturas que se alcanzaban durante los procesos
químicos en que eran empleadas esas piezas. Como se ha señalado anteriormente, el
propio Tadeáš Haenke, estando en Cochabamba, encontró grandes dificultades para
adquirir vidrios resistentes con los que realizar sus experimentos. Si en el Virreinato
del Rio de la Plata el naturista checo logró promover la fundación de una fábrica, en
Bogotá las instituciones de la Corona no parecen haber intentado desarrollar el sector,
aunque eventualmente existieran personas capaces de hacer piezas de uso cotidiano.
638 AGNC, Miscelania, Sección Colonia, 39, 108, D. 17, f. 114v.
544
La solución más fácil fue importar esos instrumentos desde Europa, algunos de los
cuales tendrían dimensiones considerables, como un alambique, que causaban
problemas adicionales de transporte. En efecto, una gran parte del presupuesto de ese
envío fue precisamente para pagar los ocho cajones de envase (272 reales), en
acondicionar las piezas dentro (30 reales) y en conducirlos al embarcadero (40 reales),
lo que sumó todo 342 reales.
La inexistencia de una manufactura de vidrios en el territorio neogranadino y
la dificultad encontrada por los colaboradores de la orden jesuita en localizar a
profesionales dispuestos a viajar a las misiones que habían fundado en América del
Sur, son factores a tener en cuenta al interpretar los planes engendrados a inicios del
siglo XVIII por el jesuita Miguel Sabel (1663-ca.1775), natural del Reino de
Bohemia639. Su intención era la de fundar una compañía de comercio de vidrio checo
con la península ibérica y América. Esta lo exportaría a Cádiz y, desde ahí, se cargaría
en la flota que todos los años salía en dirección al puerto novohispano de Veracruz,
desde donde se distribuiría a otras partes del continente, sobre todo a Venezuela, a
cuyas misiones había sido designado (Badura 1964: 69-134; Polišenský y Veber
1971: 93-115; Opatrný 2005: 97-113). La biografía de Miguel Sabel ya fue trabajada
por diversos autores como Josef Polišenský y Lubomír Vebr (1971: 93-116) y sobre
todo por Pável Štěpánek (1993: 75-98, 1997: 167-173, 1999: 153-167, 2000: 201-223,
2005: 215-241) que cuenta con una amplia bibliografía al respecto.
A pesar de que el tema no sea novedoso, merece la pena recordar algunas
ideas que nos ayudan a entender mejor el interés particular de este hombre sobre este
comercio. El mencionado religioso era originario del Reino de Bohemia, donde por
entonces se consolidaba una producción vidriera que alcanzaba fama internacional y
que buscaba nuevos mercados para seguir creciendo. Por otra parte, su experiencia en
América le proporcionaba un contacto estrecho con las necesidades y demandas
específicas de esos mercados, conocimientos sobre los cuales pensaba sacar el mayor
partido. Desde esa posición privilegiada, presentó un proyecto que buscaba explotar el
potencial que tenían las manufacturas de vidrio de Vimperk para seguir expandiendo
su producción con base en el comercio peninsular y en el de sus territorios
americanos. Eso incluía los espacios dominados así por España como Portugal, un
639 La biografía de este personaje merece la pena una revisión ya que, desde un primer acercamiento al
tema y a las fuentes del AGN nos parece que existió más de un jesuita con este nombre en América y
que la vida excepcionalmente larga que se le atribuye podría deberse a una interpretación equivocada
de las fuentes que, muy posiblemente, hacen referencia a más de una persona.
545
aspecto que parece haber pasado desapercibido para los historiadores que trabajaron
sobre el proyecto de Sabel, en el que se encuentran referencias explícitas a Brasil,
Algarve y Lisboa.
El plan de este jesuita contemplaba la producción de una serie de piezas con
formas y diseños plenamente adaptados a la demanda, lo que requirió la incorporación
de leyendas en castellano o en latín que fueran percibidas o reconocidas por el público
al que se destinaban. Esto sugiere una enorme sensibilidad por parte del jesuita para
entender la existencia de unos códigos de ostentación material que eran comunes al
espacio ibérico y sus dominios americanos. Eso se traducía en un gusto por piezas
cristalinas con una iconografía determinada que el jesuita describió con todo el rigor.
Simultáneamente, percibió que, pese a esos aspectos compartidos, existieron
diferencias sustanciales entre las preferencias de cada lugar, inclusive en el territorio
estrictamente iberoamericano. Por ello, contempló la ejecución de objetos con el
diseño del santo patrono de cada reino que encarnaba el imagen de esos lugares ante
la falta de un escudo propio, como el que tenían en la península:
"Igualmente serán bien acogidos los seis reinos de América: "Perú, México,
Nueva Granada, Brasil, Chile, Paraguay". Pero estos reinos no tienen sus propios
escudos, por eso en vez del emblema se pinte y refleje cada uno por su Santo y
Patrón: Perú se representará con la Santa Rosa de Lima, México con la virgen de
Guadalupe, La Nueva Granada con Santa María del Real, Brasil con el venerable
Padre José Anchieta, Paraguay con San Sume o Santo Tomas, Chile con San
Bartolomeo." Además, sugiere la representación de diversas santas, entre las
cuales refiere a "Santa Isabel, Patrona do Nuevo Reino de Granada en la
América." (Štěpánek 2000: 216-217).
Gracias a estos detalles se sabe que una parte de esas piezas se destinaría al
Paraguay y a Venezuela, donde solicitó que se le enviaran también cuentas de vidrio
que consideraba uno de los objetos con mayor éxito en ese mercado. A 11 de marzo
de 1704 Miguel Sabel escribía al regente del señorío de Eggenbeg, en cuyo ducado se
encontraban las fábricas de Vimperk pidiendo algunos "granos de vidrio" o abalorios
para sus indígenas:
"Pido y ruego una cantidad de cristal bellamente grabado, así como una
determinada cantidad de granos de vidrio, o sea abalorios, para mis indios, a los
cuales regresare si Dios quiere. (...) Los granos, es decir los abalorios son en las
546
Indias los mas aceptados y bienrecibidos, y seguramente se venderan con gran
provecho y ganancia." (Štěpánek 2000: 217).
A pesar de que el proyecto de este jesuita nunca llegó a concretarse, se sabe
que otros religiosos entendieron el valor estratégico de los cuentas de vidrio en las
misiones, lo que aparece refrendado en diversas cartas escritas por los jesuitas ya
trabajadas y publicadas por otros autores, un par de ellas citadas también por el
historiador Pável Štěpánek (2000: 217). De tal modo estos materiales se incorporaron
a las dinámicas económicas de las misiones jesuitas que Oreste Popescu (1967: 88 y
128), al tratar el tema, se detiene en explicar cómo los indígenas cambiaban el
sustento de toda su familia por cuatro cuentas de vidrio y de qué manera los religiosos
intervinieron para que no se les permitiera negociar sin la presencia o con la
autorización previa del padre.
En el discurso legitimador de estos hombres de fe, que supuestamente no
deberían buscar fortuna, estos negocios aparecen asociados a las labores de
evangelización, para tener contentos a los aborígenes, o para disponer de los objetos
litúrgicos necesarios a sus labores. Eso justificaba su injerencia en el sector
manufacturero y en el comercio, particularmente en el vidrio aunque aparentemente
ninguna de las iniciativas que intentaron promover logró proliferar en América. Muy
diferente fue el impacto de la colaboración de padres jesuitas en las manufacturas de
vidrio asiáticas, especialmente en China donde el alemán Kiliam Stumpf (1655-1720)
parece haber estado al frente del taller de vidrio instalado en el propio palacio de
emperador Kang Xi, en Beijing (Pekín), ciudad donde fundó 27 establecimientos de
este tipo (Francis Jr. 2002: 60-61, 229-230). Todo esto nos coloca ante la idea de un
protagonismo particular de la Compañía de Jesús en el movimiento de conocimientos
sobre el arte del vidrio y también en la circulación de esas piezas. Ellos se extendieron
a lo largo de Europa, Asia y América donde promovieron o se asociaron a las
manufacturas locales para imprimirles cierto grado de innovación. Paralelamente eso
les permitió entrar en contacto con las particularidades de esas producciones que
seguramente no se les escaparon en la correspondencia regular que mantenían con los
"hermanos" de otras regiones.
547
CAPÍTULO 6
EL VIDRIO EN LA NUEVA ESPAÑA: ENTRE LA TRADICIÓN
EUROPEA Y LAS APORTACIONES AUTÓCTONAS
En este apartado vamos a tratar sobre los procesos técnicos relacionados con
la manufactura del vidrio. En cuanto material novedoso en América, uno de los
objetivos planteados en este trabajo es percibir las influencias externas que
posibilitaron la implementación de los primeros talleres de vidrio artificial en la
Nueva España. Para ello, centramos la atención en el origen diverso de los
protagonistas de esos procesos para asociar las características de sus obras a las
tradicionales formas de producir este material en sus ciudades natales. Esto nos
conduce a un segundo ámbito de análisis de este capítulo y que incide sobre las
fórmulas del vidrio.
Ante la imposibilidad de realizar un estudio de la composición de los vidrios
arqueológicos, sobre todo de las cuentas recuperadas por el equipo de Salvamento
Arqueológico de la Ciudad de México (INAH), que se tuvo oportunidad de analizar
detenidamente, debemos profundizar el tema con base en las fuentes escritas. Más
concretamente, se discurrirá sobre la calidad de las arenas, de la cal y, sobre todo, de
los álcalis con que se fundieron esos componentes hasta obtener una masa vítrea. A
este respecto prestaremos especial atención a las posibilidades que presentaba el
entorno novohispano para obtener o producir cenizas de plantas que pudieran aportar
potasa, así como las diferentes especies barrilleras y tequesquite (natrón o nitro) con
los que se consiguieron importantes aportes de sosa.
En este aspecto, se hará un primer intento de identificar las salicornias
autóctonas con que se producía la barrilla e indagar en la posibilidad de que existiera
una circulación de plantas desde Europa para fomentar particularmente algunas
manufacturas. Una de las fuentes primordiales para ese tipo de estudios son los
primeros trabajos de científicos y naturistas que se dedicaron a observar y registrar
diferentes aspectos del mundo natural americano, donde frecuentemente asociaron
cada planta o mineral a los usos medicinales y fabriles que pudieran tener. También
sobre este tema, importa referir que la investigación que hemos realizado ha permitido
548
identificar la introducción del tequesquite en las fórmulas de vidrio. Esta "sal cuajada"
que aparecía en los lagos salados de la Nueva España era usada desde tiempos
inmemorables por las comunidades autóctonas, para condimentar la comida o emplear
en procesos fabriles como la fundición de metales. Su incorporación a la manufactura
del vidrio nos coloca ante las relaciones sociales y culturales que ocurrieron entre
diferentes grupos poblacionales, evidenciando la agencia de las poblaciones
originarias en los procesos de desarrollo de este producto. Este es uno de los
principales argumentos que nos permite defender que la producción de vidrio en el
Virreinato evolucionó desde un producto europeo a un vidrio verdaderamente
novohispano o criollo, como se tuvo oportunidad de exponer en un trabajo anterior
del que se publicó solamente un resumen (Martins Torres 2016c: 44).
A partir de estos elementos, así como del análisis de las estructuras de
producción a partir de casos concretos recuperados por la arqueología o señalados en
las fuentes, o aún del tipo de combustible que utilizaban, sostenemos que las piezas
producidas en el Virreinato fueron creaciones originales. Su concepción estética y
técnica resultó de unas circunstancias sociales, políticas y económicas específicas de
este territorio, que condicionaran la producción y la demanda. Así, aunque el vidrio
artificial se introdujera en América a partir de la conquista española, quienes
protagonizaron las primeras iniciativas de producirlo en esos territorios, las nuevas
piezas hechas en la Nueva España resultaron del trabajo de la interacción entre
personas con raíces europeas pero también americanas, africanas y muy posiblemente
también asiáticas, que vienen siendo reiteradamente silenciadas en los estudios de la
vidriería.
6.1. LA MANO DE OBRA: EL ORIGEN DE LOS VIDRIEROS
Los primeros experimentos relacionados con la producción de vidrio artificial
en la Nueva España estuvieron fuertemente condicionados por algunos factores de
orden político. Uno de ellos se relaciona con la propia dimensión del imperio y el
origen específico de los artífices que recibieron permiso para trasladarse de sus
ciudades hacia los territorios americanos. Los dominios de la Corona se extendían a lo
largo de espacios administrativos claramente demarcados, herederos de los antiguos
549
reinos y condados peninsulares que en parte se unieron bajo el gobierno de los Reyes
Católicos. En el siglo XVI, la conformación de dichos dominios se caracterizó por
discontinuidades territoriales separadas por enormes océanos, como sucedía con
Castilla y los virreinatos americanos. En otros casos, se interponían tierras dominadas
por otros monarcas, especialmente Francia, como pasaba con los virreinatos italianos
de Nápoles, Sicilia y Cerdeña, o a partir del reinado de Carlos V respecto a los
territorios heredados en los Países Bajos en los que se incluía el Franco-Condado.
Sería más tarde, bajo el gobierno de Felipe II, que se incorporaría todo el territorio
peninsular y las posesiones portuguesas en América. África y Asia, durante un
período que se conoce como la Unión de Coronas (1580-1640). Los vidrieros nacidos
en esos territorios y durante esas fechas eran todos súbditos del Rey y, no obstante,
mantenían diferencias significativas en la manera de hacer vidrio.
La gran mayoría de los especialistas que llegaron a la Nueva España en la
primera fase de la conquista y colonización eran precisamente varios grupos de
"españoles" que habitaban los dominios de la Corona, quienes trajeron los
conocimientos tradicionales con los que se venían desarrollando las labores de vidrio
en sus ciudades de origen. Una parte de esos personajes llegaron desde Castilla, más
propiamente de las regiones de Extremadura y Andalucía pero otros acudieron desde
diferentes virreinatos hispanos en Europa, especialmente de Cataluña y Galicia.
A veces, ellos pasaron por diferentes dominios de la Corona antes de cruzar el
Atlántico. Desde la historia de Rodrigo de Espinosa se percibe que este especialista
era miembro de una familia de vidrieros y la trayectoria de su padre los condujo desde
Burgos a Granada, de ahí a Jaén y desde esa ciudad cruzó el Atlántico, pasando por
Canarias, la Nueva España y eventualmente también llegaron al Perú. Este recorrido
por los espacios dominados por la Corona se puede interpretar desde diferentes
perspectivas pero, de momento, interesa centrarse esencialmente en dos: en la
movilidad de los artífices y cómo eso repercutió en las características del vidrio
novohispano.
El tema de la circulación de la mano de obra se asocia de manera estrecha con
las necesidades de consumo y la valoración del capital humano capaz de producir
determinados productos. A inicios del siglo XVI los utensilios cristalinos empezaban
a ganar un peso más sustancial en la vida cotidiana de las sociedades europeas,
asociados a un estilo de vida exquisito. En la península estaban aún muy lejos de ser
un objeto de consumo generalizado, como lo comprueban diferentes excavaciones
550
arqueológicas en donde las cerámicas son claramente más abundantes y los hallazgos
de vidrio circunstanciales. No obstante, el aumento de la demanda y de las exigencias
de calidad proporcionaron algunas ganancias a los artesanos más competentes e
impulsaron la economía local. Sería entonces de esperar que las autoridades de esas
ciudades trataran de evitar la salida de dichos especialistas pero, al contrario de lo que
sucedía en algunas zonas de Europa, en el contexto de la monarquía hispánica parece
haber sido relativamente fácil pasar de un lugar a otro. Incluso desde Barcelona, el
gran centro vidriero peninsular que compitió con las manufacturas venecianas en el
mercado interno, existieron personas que se trasladaron a América.
La aparente inexistencia de unas restricciones fuertes a la circulación de los
súbditos de la Corona, dentro de sus fronteras, habría facilitado la movilidad de esos
profesionales y la toma de contacto con otras tradiciones vidrieras. Aunque la
articulación del mercado facilitaba el acceso a materias primas de diferentes zonas,
seguramente existió un pequeño grado de adaptación a los materiales disponibles en
cada ciudad por las que iban pasando. Evidentemente las producciones de vidrio
peninsular siguieron teniendo un carácter regional muy marcado que se plasmó en
objetos de estilo diferente. En el caso específico de la familia Espinosa, su recorrido
desde el norte al sur de la península se tradujo en un origen de Burgos, donde las
vidrieras de sus iglesias fueron una referencia relevante, a una estadía de varios años
en ciudades andaluzas, en las que el vidrio mantenía una fuerte influencia musulmana.
Fue esta sensibilidad estética múltiple y competencias técnicas de tradición
diferenciada que Rodrigo llevó a América cuando implementó supuestamente el
primer horno de vidrio del continente. Además, su padre y tío mantuvieron negocios y
un horno de vidrio en Canarias, donde tampoco existía una producción de este
material previamente a la colonización española de las isla. Este factor es
especialmente interesante para el estudio del vidrio mexicano, permitiendo entender
las influencias que estuvieron por detrás del surgimiento de nuevos procedimientos y
de nuevas formas. De igual manera, la familia de vidrieros Espinosa tuvo un papel
protagonista en la expansión de la vidriería asociada a los procesos de expansión
europea hacia el Atlántico.
La originalidad de las producciones novohispanas se explica por la
inmigración de vidrieros originarios de diferentes zonas pero, esencialmente, de
vidrieros como Espinosa que confluían en si mismos diferentes experiencias en el
espacio peninsular. Son esas técnicas y modelos que luego tuvieron que adaptar a las
551
condiciones y disponibilidad de recursos de la región americana en la que se
establecieron y también a los gustos y demandas locales. Es posible pensar que las
sucesivas vivencias en el espacio peninsular y eventualmente la correspondencia que
intercambiaban los vidrieros de esta familia sobre sus experiencias en las nuevas
tierras conquistadas por la Corona y donde no se había producido nunca el vidrio, les
dotaron de mayores recursos para afrontar los desafíos que supuso producir este
material en América. Eso se traduciría en una mayor flexibilidad en ajustarse a otros
ambientes, un factor preponderante para el éxito del sector en la Nueva España.
Las dinámicas señaladas se reprodujeron en el espacio estrictamente
americano, reflejándose particularmente en la historia del catalán Xayme del Valle y
de Guillén de Almas. Ellos pasaron de la península a la Nueva España y, desde ahí, al
Perú conectando esas regiones a través de la capacidad para aplicar sus saberes
ancestrales e incorporar nuevos elementos que resultaron del contacto con esos
mundos ajenos. El Perú parece haber sido un destino común, o al menos atractivo,
para varios artífices que se instalaron en un primer momento en la Nueva España. Una
vez allí, intentaron expandir su negocio, acompañando los procesos de poblamiento y
aprovechando las potencialidades de un mercado americano de dimensiones
extraordinarias, claramente deficitario en vidrios.
En el caso de Xaime del Valle sus producciones en la ciudad de México se
compararon, en 1596, con las mejores que se traían entonces desde España o Venecia
y en el año de 1603 recibió autorización para pasar al Perú640. Por su parte, el vidriero
Guillén de Almas, mantuvo importantes redes con Europa y América que le
permitieron disponer de géneros europeos para ampliar el negocio desde México a
Lima. Además, la contratación que hizo Xaime del Valle de dos individuos
"españoles" con apellido italiano sugiere una conexión, más o menos directa, con esas
provincias del imperio. Barcelona fue un importante centro productor de vidrio y
mantuvo siempre estrechas relaciones con Italia mediante la exportación de la barrilla
utilizada por esos artífices. Estos lazos se materializaron en una influencia italiana en
el vidrio novohispano desde finales del siglo XVI e inicios del siglo siguiente, que
influiría en el surgimiento del arte en otras regiones, tales como Córdoba (actual
Argentina) cuando el vidriero se cambiaba hacía allí con sus criados.
640 AGN, Reales Cédulas Duplicadas, vol. 3, exp. 161, f. 120r-122v. AGN, Indiferente Virreinal, vol.
589, exp. 10.
552
En lo que respecta específicamente a los abalorios, se encontraron evidencias
de una eventual influencia italiana en las fórmulas de vidrio empleadas para hacer
esos objetos, más específicamente genovesa. Se trata del italiano Ángelo Carlo que,
en 1595, aprendió el arte de hacer piezas de vidrio bajo el calor del candil ya en el
Virreinato, bajo la orientación del maestro Blas Hernández641. Los importantes
contactos de la monarquía hispana con las autoridades financieras de la ciudad de
Génova se tradujeron entonces en una circulación de sus artesanos por los territorios
españoles, quienes posiblemente realizaron una estancia previa en la península antes
de pasar a América. En cualquier circunstancia, la presencia de estas personas en el
Virreinato fue el resultado de la geopolítica adoptada por la monarquía para mantener
el dominio efectivo de sus posesiones y cuyo impacto se extendió a otras áreas que
claramente beneficiaron el desarrollo de las designadas artes industriales americanas.
La situación descrita no fue exclusiva de la vidriería. En Puebla, la creación de
los talleres de loza vidriada la protagonizaron esencialmente peninsulares que
introdujeron las técnicas decorativas toledanas y también maestros italianos,
fundamentalmente genoveses que, después de instalarse en Sevilla, decidieron viajar a
América (Lister y Lister 1976: 28-40). En este sentido, es posible que lo mismo
sucediera respecto del vidrio, pero quizás lo más interesante sea percibir el legado de
las experiencias novohispanas en el desarrollo del sector en otras partes del
continente642.
El primer contacto con la realidad del Nuevo Mundo les sería especialmente
útil a la hora de afrontar una nueva búsqueda de materias primas autóctonas en otras
zonas. En esos lugares a los que decidían desplazarse, los conocimientos previos
adquiridos en la península, en Canarias o en la Nueva España se seguían conjugando
con los saberes de las personas con quienes se encontraban: ya fueran los diferentes
grupos indígenas que habitaban esas tierras, los vidrieros y científicos europeos que
seguían llegando desde diversos lugares, o incluso miembros de etnias africanas y
asiáticas cuya mano de obra esclava y asalariada se usó en los talleres de vidrio sin
que se sepa si disponían de conocimientos previos en el oficio.
Además, los especialistas que se instalaron en América pudieron seguir
actualizando sus conocimientos con base en los escritos clásicos o las noticias que se
641 AGNotDF, Fondo Antiguo Siglo XVII. Notario Antonio de Villalobos, 2 de octubre de 1595,
"concierto de aprendizaje", vol. 179, f. 437v-438v.
642 Sobre este tema véase el capítulo 5.
553
publicaban sobre las diferentes maneras de hacer el vidrio o de darle color. En
repetidas ocasiones, esos textos despertaron el interés de profesionales vinculados a
otras ramas de actividad, así como el de los intelectuales que residían o habían nacido
en América y que ejercieron una injerencia directa en la manufactura del vidrio sin
que nutrieran particular interés por el tema.
En el ámbito de la literatura científica cabe referir a Melchor Pérez de Soto,
constructor y explorador que tenía un fuerte interés por la cosmografía. En 1655 fue
perseguido por la inquisición de México, acusado de tener libros de astrología, y se
hizo el inventario de su extensa biblioteca. Entre los volúmenes apuntados se
encontraba el Arte Separatoria y modo de apartar los licores que se sacan por vía de
destilación (Sevilla, 1598), de Diego de Santiago. En esa obra el autor se detiene a
describir los instrumentos utilizados para los procesos de destilación y la calidad del
vidrio que deberían tener los recipientes usados para en esas labores (Moreno Corral
2004). El análisis hecho por Moreno Corral y López Molina (2015) sobre la
circulación de libros de química en México durante el período virreinal ponen en
destaque el interés por otras obras relacionadas con la extracción mineral que tratan
también sobre la producción de vidrio, a lo largo de los siglos XVI y XVII.
De los ejemplos citados, nos importa destacar De Re Metallica (Basilea,
1556), de Georgius Agrícola (1494-1555), que tuvo un fuerte impacto en la minería
europea y americana. Entre otras cosas, el texto habla del procesamiento de las sales,
el agua carbonatada, el ácido sulfúrico, el azufre y el betún, que necesitaba vidrios
altamente resistentes para suportar la acción de los ácidos. Quizás por eso, el autor
dedicara un apartado especial a la fabricación del vidrio con el cual estaban
plenamente familiarizadas las élites intelectuales criollas (Moreno Corral y López
Molina 2015: 21-26). La manifiesta complementariedad entre ambos sectores desde la
mentalidad de estos intelectuales demuestra claramente cómo la vidriería tuvo
siempre un carácter estratégico para el desarrollo de la extracción mineral y
metalúrgica. La gran difusión de estos textos entre las élites presupone que esas
personas estuvieran particularmente sensibilizadas para ello. En una sociedad cuya
economía monetaria se basaba precisamente en el valor del oro y la plata, no resulta
extraño que las políticas adoptadas por la monarquía reflejaran las mismas
preocupaciones de Georgius Agrícola respecto a la necesidad de tener una
manufactura de vidrio de calidad para sacar el mayor beneficio de los recursos
mineros.
554
La repercusión de este libro en Nueva España fue de tal orden que aparece
repetidas veces citado en los debates producidos en el seno de la intelectualidad
novohispana de finales del siglo XVIII. Se usaba esencialmente para dar coherencia a
ideas sobre el apartado de los metales y los álcalis minerales, demostrando que el
conocimiento científico sobre el tema no había evolucionado mucho hasta entonces y
que la mayoría del público a que destinaban esos discursos conocía el texto. Uno de
sus protagonistas fue José Antonio de Alzate (1737-1799), un religioso criollo que
estuvo plenamente integrado en los círculos científicos internacionales, siendo
miembro correspondiente de la Academia de Ciencias de París, del Jardín Botánico de
Madrid y de la Sociedad Vascongada de Amigos del País, en México. Su interés por
el vidrio se produjo, una vez más, mediante la necesidad de piezas de calidad para
montar sus propios instrumentos científicos, por ejemplo el microscopio con que
observó la grana cochinilla o el telescopio con que se practicaron las observaciones
del tránsito de Venus por el disco del Sol, en 1769.
En esos casos, se alió el conocimiento académico con el saber experimental de
los vidrieros que ejecutaron esas piezas bajo la orientación del "intelectual", pero el
impacto de estas interacciones puntuales en la generalidad de la vidriería de esas
ciudades está aún por determinar. Este fenómeno, registrado esencialmente a lo largo
del siglo XVIII, no fue exclusivo del Virreinato sino que ocurrió en otras parte del
continente y en contextos diversos, como las misiones del Paraguay donde algunos
jesuitas siguieron alimentando sus intereses científicos, o en Cochabamba donde el
extranjero Tadeáš Haenka decidió instalarse de manera más estable y llegó a
promover particularmente un taller de vidrio.
Si por un lado la primera fase de la implementación del arte vidriero en
América ha revelado fuertes indicios de una preponderancia de las fórmulas
peninsulares e italianas, a lo largo del siglo XVII la geopolítica internacional sufrió
cambios que repercutieron directamente en la vidriería. En este período se detectaron
los vestigios del trabajo de dos vidrieros borgoñones: Juan Bautista Tiburcio (1673),
natural de Franco (posiblemente refiriéndose al Franco Condado) y Claudio Francisco
Troncoso (1652), eventualmente natural de alguna ciudad de los antiguos Países
Bajos Borgoñones (Rubio Mañé 1966: 216; Peralta Rodríguez 2005: 6-44). Ellos se
instalaron en la Nueva España poco tiempo antes de que los territorios donde habían
nacido alcanzaran su autonomía de la Corona.
555
A su vez, la actividad de los vidrieros portugueses se registró después de la
disolución de la Unión Ibérica, lo cual sugiere que los cambios políticos no
provocaron mudanzas abruptas en la vida de estas poblaciones sino que, al menos
durante los primeros años, siguieron disfrutando de cierta libertad para moverse en el
espacio de la Corona, tal como lo venían haciendo hasta entonces. Ese sería el caso de
Matheo Cháves (1671)643 y José Phardo (1662)644 sobre quienes recae la sospecha de
tener un origen portugués.
Durante esta segunda etapa de la vidriería novohispana cambió
sustancialmente la matriz de los conocimientos exteriores que influyeron en la
evolución de sus fórmulas. Además, la consolidación de la presencia española en la
zona se tradujo en un mejor conocimiento de la naturaleza y recursos locales, así
como en relaciones más próximas con las comunidades nativas que pudieron
transmitir sus conocimientos ancestrales en el manejo de ciertas sustancias para
aplicarlos en los sectores fabriles. A nivel político, la penetración de los criollos en
ciertos cargos de la administración facilitaron igualmente la conformación de
intereses comunes y alianzas con determinados sectores que se manifestaron en un
empoderamiento de los vidrieros novohispanos frente a la competencia de los
"peninsulares".
Aparte de la circulación de especialistas europeos, se ha identificado el trabajo
de personas de otros continentes o de sus descendientes en el Virreinato. A pesar de la
polémica en torno a la subjetividad de la terminología adoptada entonces para
referirse a la diversidad socio-cultural que caracterizó la convivencia americana, nos
arriesgaremos a identificar el "negro" con una persona cuyo entorno social se
caracterizó por estrechos lazos con comunidades de origen africano. Ya el término
"chino" requiere mayor precaución en asociarlo con alguien con raíces asiáticos
porque siempre se utilizó con bastante ambigüedad.
Sobre el grupo designado de "negros" o "mulatos", que trabajaron en los
talleres novohispanos, es muy probable que una parte de ellos dominaran el arte antes
de que fueran contratados por los vidrieros. Aunque en la Nueva España no fuera
posible comprobar la existencia de tales dinámicas, en América del Sur se
643 AGNotDF, Fondo Antiguo siglo XVII. Notario José de Anaya, 15 de junio de 1671, "escritura de
obligación", vol. 15, f. 258r-260v.
644 A este personaje se han referido los trabajos de José Peralta Rodríguez (2005: 12) y Maria José
Goulão (2005 II: 46) quien sostiene que el vidriero tiene origen portugués.
556
encontraron indicios de un comercio de esclavos con orígenes familiares en el
continente africano que disponían de conocimientos previos en ciertos oficios.
Algunos de esos hombres llegaron incluso a unirse a la Casa del vidriero a quien
servían mediante alianzas matrimoniales, como lo hizo por ejemplo el mulato criollo
Juan de Valencia al casarse con la hija del vidriero de Ica Antonio Navarro, ya en el
siglo XVIII645.
Asimismo hay evidencias claras del trabajo de vidrieros de origen africano en
la Nueva España. Ese es el caso de Hernando Ramírez, un "negro criollo" de la
Veracruz que en 1628 desempeñaba tareas de vidriería en el taller del maestro Juan de
Mora646. Su designación de criollo sugiere que ya había nacido en la Nueva España
pero se desconoce si aprendió el oficio con sus ancestros o con el maestro que pudo
tener también un origen africano.
Sería interesante percibir si dicho Juan de Mora era familiar de Pedro de Mora
Esquivel, considerado en 1681 como "mulato libre de cautiverio" y "maestro
vidriero"647. De ser cierto, además de indicar un linaje de vidrieros con raíces
africanas, se sugiere la existencia de redes entre este grupo poblacional que
proporcionaron la conformación de hornos de vidrio en los que se empleaba
preferentemente mano de obra "negra". Eso demostraría que la población de origen
africano logró penetrar en un ramo de producción que estaba controlado casi
exclusivamente por los "españoles" y evadir la rígida escala gremial que condicionaba
su acceso a los grados más especializados de la jerarquía profesional. Por eso, esta
pudo ser también una forma de obtener mejores condiciones de trabajo y no someterse
al mando de los peninsulares o criollos. Eso nos coloca ante la práctica de una
producción diferenciada, con fórmulas de vidrio que se generaban, desarrollaban y
propagan en el seno de la comunidad negra y que pudo estar enfocada particularmente
en las necesidades y gustos de estas personas. A todo esto, cabría añadir que estas
dinámicas ocurrieron en México y no en Puebla, donde aparentemente los diferentes
grupos de artífices adoptaron estrategias más estrictas para evitar la competencia de
otros sectores poblacionales.
El origen de los saberes propasados entre vidrieros de familias con raíces
africanas resulta más difícil de rastrear. En primer lugar porque no se conoce el origen
645 Ramos 1989: 74. Fuente citada: AGNP, Inquisición, Contencioso, leg. 12.
646 AGN, Matrimonios, vol. 48, exp. 94, f. 251v-252v.
647 AGN, Matrimonios, vol. 166, exp. 44, f. 2v.
557
étnico de estos individuos, ni tampoco de sus ancestros más directos que le pudieran
haber enseñado el oficio, basándose en experiencias previas en sus ciudades. No está
demás recordar que el continente africano es enorme y dispone de una gran diversidad
étnico lingüística que no admite entender su población como una masa uniforme. En
esa línea de pensamiento, tampoco es viable el uso de términos como vidrio de
influencia "africana" que equivaldría a hablar de un vidrio de influencia "europeo" sin
más especificaciones. Como se ha puesto de manifiesto anteriormente, este
comprende en su significado una gran variedad de fórmulas para hacer el material y lo
mismo sucedería con el vidrio novohispano de matriz africana. Este material se
producía en diversos lugares de África subsahariana y algunas tribus reciclaron las
piezas que obtenían del comercio con los europeos, esencialmente para realizar
cuentas más adaptadas a sus gustos. La manera cómo lo hicieron y el aspecto que
tuvieron sus creaciones fue muy distinto por lo cual sería importante percibir su grado
de influencia en las creaciones de los vidrieros "negros" y "mulatos" novohispanos.
En segundo lugar, cabría determinar si las cabezas de esos linajes de vidrieros
con orígenes familiares africanos que se detectan en la documentación pasaron por
experiencias previas en Europa y/o en Asia, donde tuvieran oportunidad de adquirir
ciertos conocimientos en la producción y manejo del vidrio antes de instalarse en
América. Lo mismo se podría decir respecto al designado Nuevo Mundo, donde el
comercio de esos esclavos y la circulación de vidrieros europeos, de unas ciudades a
otras y acompañados de sus criados, posibilitaría el intercambio de aprendizajes en los
territorios virreinales.
Los ejes de investigación señalados son fundamentales para entender los
fenómenos de circulación de conocimientos y evitar una visión sesgada de la vidriería
americana. A pesar de eso, la falta de datos disponibles en este momento nos impide
responder a la mayoría de las preguntas planteadas y que seguramente vayan
encontrando solución a la medida que avancen los estudios sobre el tema.
Otro grupo extranjero que pudo colaborar en la producción de vidrio
novohispano fue el de los asiáticos, eventualmente vinculados a la manufactura de
lentes graduados que constituyó uno de los principales productos de vidrio exportado
desde Manila a través del galeón. El esclavo Francisco Pinto, "chino", trabajó en 1652
para el borgoñón Claudio Francisco Troncoso, quien tenían un taller dedicado a
558
producir cosas de vidrio, carey y anteojos648. Su designación de "chino" y esclavo
sugiere que él sería originario de Asia, de una región que no estaba bajo el dominio de
la Corona, o eventualmente de una familia mixta, ya que así se llamaba a los hijos de
indígenas con "negros". No obstante no existen pruebas suficientemente concluyentes
respecto a su colaboración en el taller de este europeo, ni si alguna vez llegó a
conocer las artes de vidriería o a trabajar en alguna fase de esta manufactura.
La mayoría de las fuentes consultadas no concede ningún protagonismo a los
indígenas en los procesos de producción vidriera pero, a nuestro entender, eso se debe
sobre todo al tipo de documento elegido para estudiar el tema. Como ya se destacó
varias veces a lo largo de esta investigación, el "camuflaje" fue una estrategia
utilizada por ciertos grupos para ascender en la escala social, de la misma manera que
una persona fuera de su entorno podría ser percibida como alguien de rango diferente.
Es muy posible que eso justifique, al menos en parte, la ausencia de indígenas
vidrieros.
Asimismo, ellos desempeñaron un papel fundamental en la recolección de
plantas barrilleras, de tal modo que llegaron a condicionar la viabilidad del trabajo en
los hornos de vidrio. Las lagunas de aguas saladas en las inmediaciones de la ciudad
de México favorecieron la recolección de hierbas salicornias en Mexicalcingo,
Iztapalapa, Texcoco, Zumpango o Xaltocan (Fig. 105). No obstante, los mayores
especialistas en el cultivo de las especies empleadas en la vidriería fueron los
indígenas de Xaltocan, quienes controlaban el proceso de sembrado y cosecha para
después distribuirla en la capital. Uno de sus principales consumidores fueron las
oficinas de vidrio de la Casa de Moneda que, pese al enorme poder de la institución,
se quedó a la merced de la voluntad y trabajo de estas personas.
En ese sentido merece la pena presentar la transcripción casi completa de un
expediente formado por orden del Apartador General, José Ignacio Apezechea. El
asunto que movió su formación fue la necesidad de liberar a los nativos de Xaltocan
de trabajar en las obras del desagüe de la ciudad, debido a la necesidad de barrilla
para la fábrica de vidrio de las oficinas de su cargo. Sus conocimientos sobre el
cultivo y cosecha de las mejores hierbas para preparar la barrilla, así como su valor
648 Este poder otorgado por Isabel Perez Maxado a Don Francisco Ochoa aparece transcrito y citado
respectivamente en los trabajos de Miguel Ángel Fernández (1990: 230-232) y de José Peralta
Rodríguez (2005: 7-44). Fuente citada: AGNotDF, Fondo Antiguo siglo XVII. Notario Molina y
Guerra Martín, 24 de agosto de 1652, "poder", vol.?, f. ?.
559
estratégico para la Corona, requerían que estas personas se dedicaran exclusivamente
a esa tarea. Los argumentos señalados a lo largo del texto y el desarrollo de los
sucesos conceden valiosos detalles sobre la producción y adquisición de este
componente del vidrio y que pone de manifiesto el papel imprescindible de ese grupo
indígena, con quien había que negociar para comprarles la "hierba" o promover su
cultivo particular que probablemente trataron de boicotear.
"En esto, y en el anterior año se han padecido muchas dificultades y gastos, para
proveer esta R[ea]l oficina de la barrilla necesaria, como también muchos
quebrantos en la fabrica del vidrio, y atrasos en la labor ordinaria.
No ha sido otra la causa, que haberse inundado con las extraordinarias lluvias
aquellos terrenos, en que de inmemorial tiempo se ha cosechado la barrilla
mejor, y mas abundante: por lo que ha sido preciso colectarla en cortas
porciones de algunos parajes en que se ha podido hallar, con el general defecto
de no tener la yerba las sales necesarias, por ser nacida en terrenos altos, y
deslabrados de toda sal por las mismas lluvias.
Aun esto no se hubiera conseguido, à no haber impleado el auxilio del Sup[eri]or
Gob[ier]no tanto para que los Indios de Xaltocan, que son los unicos
inteligentes en el beneficio de este ingrediente, fuesen à cosecharla, a terrenos
distantes y desconocidos, como para que los Dueños de estos, permitiesen
cortarla, y despues de todo, embiar comisionados que cuidasen à los Indios de su
paga diaria y del corte y beneficio de la yerba: aumentandose el costo corriente
con estos extraordinarios gastos.
Pero como la calidad de la barrilla varía, segun el terreno que produce la
yerba, y en esta Casa solo se tenia conocimiento de la del Pueblo de Xaltocan;
ya que se logró acopiar la suficiente, resultó tan mala, que para hallarse el
punto de beneficio, y hacerla util ha costado muchos experimentos trabajo. y
desperdicio de vidrio: ofreciendo aun las pocas cornamuzas que se reputaban
por buenas, bastante quebranto en las destilaciones de las aguas de plata.
Siempre ha estado la oficina en este particular abandonada al arbitrio de los
Indios, y expuesta à cerrarse por falta de vidrio, si ellos no quieren, ô no
pueden surtirla de barrilla. Para ocurrir à estos inconvenientes, y al perjuicio
que sufririan el erario, y el Publico en la supresion de esta labor por quialquiera de
las indicadas causas: es necesario pensar en asegurar quanto sea posible, una
cosecha anual de la yerba mejor, que sea suficiente en cantidad y calidad al
mucho vidrio que se gasta en esta ofic[in]a cuyo consumo se va aumentando â
proporcion de la entrada de pastas mixtas.
Me parece pues que el unico arbitrio es arrendar un pedazo de terreno que
no se inunde en tiempo de lluvias, capaz de abastecer la Casa de barrilla,
560
para sembrar en él la semilla del Romerito es la mejor de las yerbas. Tal es el
que ofrece la Hazienda de Aragon, propia de los Indios de Santiago Tlatelulco, al
Oriente de la Calzada de Guadalupe y al costado del Arco q[u]e está en su
mediazion.
[se enumeran las ventajas del terreno]
El unico inconveniente que se ofrece es que la yerba cosechada en el presente año
en este sitio, salio muy falta de sal. Pero no siendo otra la razon de que la de
Xaltocan sea tan buena, sino que aquel terreno es mas tequesquitoso; lo qual alli
hace la naturaleza, la puede aqui suplir el arte: pues esparciendo p[o]r toda su
extension porcion de tequesquite, y anegandolo despues, à fin de que el agua
disuelva esta sal, y la distribuya con igualdad: con esto, y con arar despues la
tierra, quedará bien impregnada de la sal, y su fecundidad mas expedita para
rendir buena y abundante cosecha.
La ref[erid]a Hazienda de Aragon es porpia de los Indios de Santiago: y aunq[ue]
en la actualidad la tiene arrendada D. Juan de Ojeda: para no tener qué contextar
en cada remate de ella con diferentes Arrendatarios que tal vez querran à su
arbitrio alterar el arrendam[ien]to del sitio propuesto, parece que sera conveniente
ocurrir de una vez à los Dueños para que rebaxen à Ojeda la parte del
arrendamiento correspondiente à este pedazo de tierra, con respeto a lo que paga
por toda la Hacienda y de este modo podra conseguir el Rey con comodidad y sin
agravio de ninguno el sitio que necesita para abastecer de buena barrilla esta su
oficina.
He dicho que sin agravio de ninguno, p[o]rque en caso de arrendarse este sitio,
como se ha dicho, los Indios reciben de cuenta del Rey lo mismo que les dá
Ojeda: y à este aun le tiene cuenta exonerarse del arrendamiento de un terreno
tequesquitoso, y de consiguiente inutil para pastos ni siembras; pues solo produce
yervas q[u]e no se come ningun Ganado y solam[en]te propias para barrilla; y esta
le vale tan poco que el año pasado vendio toda la que se pudo cosechar en el tal
sitio, y en todo el resto de la Haz[ien]da en solos ocho pesos que le pagué como
consta del recibo de su Administrador con lo que se evidencia la poca utilidad que
le produce aquel terreno.
En fin pareciendome este arbitrio el mejor y acaso el unico para el sobredicho fin,
y que à la urgente necesidad de asegurar en quanto cabe, la labor y utilidad de esta
Oficina parece ser consiguiente la admision de este proyecto; mandé al
Governador de Xaltocan que con todos sus Indios fuese recogiendo bastante
semilla de Romerito, para hacer la siembra luego que en el año siguiente
comienzen las aguas. Y si V[uestra] S[eñori]a se sirve resolver como propongo;
se continuará en esto, y en quanto sea conducente y oportuno con la mayor
eficacia y actividad, pues es llegado el tiempo propio; y es necesario aprovecharlo
561
en los indispensables preparativos que deben ya emprenderse para no aventurar el
feliz exito de la empresa.
Aparat[a]do general del Reyno y oct[ub]re 21 de [1]796.
Pasq[ua]l Ig[naci]o Apezechea"649 (resaltados en negrita de la autora).
La respuesta a esta representación se produjo con el veredicto positivo de la
Contaduría de la Real Casa de Moneda a 4 de noviembre de 1796. No obstante, los
problemas en llegar a un acuerdo relativamente al arrendamiento de la hacienda Santa
Ana de Aragón (Fig. 106) y (Fig. 107), curiosamente una propiedad comunal de la
parcialidad de Santiago Tlatelolco, impidieron llevar a cabo el plan inicial650. Esto
suponía la implantación de un sistema de producción perfectamente articulado desde
la obtención de las materias primas hasta la ejecución de las piezas, que incluía a la
población de Xaltocan en una de las fases más críticas de la manufactura del vidrio,
ya que de la calidad de las hierbas dependía la posibilidad de hacer instrumentos
suficientemente resistentes.
A juzgar por las palabras del Apartador General, solo ellos estaban
capacitados para evaluar la calidad de los terrenos tequesquitosos donde la planta se
desarrollaría en las mejores condiciones para su uso en la vidriería. Eso significaba
conocer las propiedades salinas de esas tierras, que pasarían a la planta, y prever el
avance de las aguas que las irrigaban. De tal manera que había que buscar un
equilibrio que propiciara su crecimiento sin afectar su salinidad, cuyos niveles
bajaban si la planta se regaba demasiado.
Todo esto nos coloca ante un escenario de explotación de un recurso natural
altamente especializado y enfocado en responder a las necesidades fabriles,
particularmente del sector vidriero. Tales dinámicas se habían detectado solamente
fuera del Virreinato, en las haciendas del vidrio de Ica y posiblemente también en
Cochabamba, con la diferencia de que en la Nueva España esa fase de la manufactura
del vidrio estuvo plenamente controlada por ciertos grupos indígenas. Es cierto que,
durante el siglo XVII, los vidrieros y apartadores intentaron monopolizar el mercado
649 AGN, Casa de Moneda, vol. 46, exp. 20, f. 258v-260v.
650 La Hacienda de Santa Ana de Aragón fue una de las mayores propiedades del Virreinato y también
una de las más productivas, que tuvo su origen en las Repúblicas Indianas creadas en los primeros años
de la conquista para lograr apaciguar a esas poblaciones. Dicha propiedad sobrevivió a lo largo de todo
el período virreinal y ha sido el tema de varias investigaciones que demuestran cómo la gestión
indígena posibilitó emplear a miembros de esa comunidad con sueldos más elevados que los que se
pagaban en el Valle de México y generó fuertes ganancias a la comunidad, rentándola incluso a
"españoles" (López Sarrelangue 1982: 1-38).
562
de las hierbas barrilleras con el apoyo de las autoridades virreinales y la publicación
de ordenanzas que regulaban su producción y comercio. No obstante, con el tiempo,
ciertos grupos indígenas recuperaron el control de este nicho estratégico para la
economía de la Corona, en la medida en que de eso dependía la posibilidad de
recuperar la mayor porción de metal precioso de los bloques minerales que se
depositaban en la Casa de Moneda y que se pagaban de acuerdo a su ensaye, incluso
si luego no se podía captar todo el metal que tenían impregnado por cuestiones
técnicas.
Ante tales circunstancias, el Apartador General hizo un intento de que los
indígenas de Xaltocan cultivaran esta hierba en otros terrenos menos expuestos a las
inundaciones para no quedar a merced de los fenómenos climatológicos, ni que para
ello tuviera que arrendar dichas tierras a terceros. No obstante, después de darles la
semilla con el compromiso de que le informaran a los pocos días del resultado de sus
diligencias, simplemente no dieron más noticias. Seguramente esta fue la manera más
efectiva de evitar conflictos con las autoridades y seguir manteniendo el monopolio
de la producción y comercio de este producto:
"Real Apartador Gen[era]l y Junio 9 de 1797
Se sigue reduciendo à granalla parte de las ochocientos, treinta, y quatro piezas
que he recibido en otros dias: Ayer entraron tambien ocho operarios
supernumerarios para la labor de afuera. En virtud de haberme mandado V[uestra]
S[eñoría] que, por haberse pulsado algunas dificultades en el arrendam[ien]to del
terreno en q[u]e pretendia yo sembrar la barrilla, tomase las providencias
conducentes à surtirme de este material hice llamar à los Indios de Xaltocan
p[ar]a instruirme del estado de los campos en que nace la yerva: y habiendome
dicho q[u]e aunque ha nacido abundante, es en parajes muy expuestos a
inundarse; tomé el arbitrio de ofrecerles la semilla q[u]e colecté con el fin de
sembrarla p[ar]a que ellos lo verificasen en terreno menos exp[ues]to aunq[u]e
fuese neces[ari]o arrendarlo de cuenta de esta ofic[icin]a. Quedaron los Indios de
practicar la dilig[enci]a y darme razon dentro de tres dias, y pasados mas de diez,
aun no vuelven: p[o]r lo q[u]e he mandado en su solicitud al Mulero: de cuya
resultar daré a V[uestra] S[eñoría] el aviso correspondiente.
Apezechea"651.
651 AGN, Casa de Moneda, vol. 46, exp. 20, f. 344v.
563
Felizmente para los vidrieros de la Casa de Moneda y los apartadores de
metales, ese año llovió poco y Pascual Ignacio Apezechea logró que entraran más de
mil arrobas de barrilla el 2 de Agosto de 1797 "la mayor parte de los Potreros del
Señor que aun se mantienen secos à causa de las cortas lluvias"652. Con esa cantidad
de hierba pudo dar seguimiento a la producción de cornamusas y así evitar las
pérdidas derivadas de la incapacidad de separar los metales en recipientes poco
resistentes y de lo cual resultaban graves pérdidas a la Corona.
La producción de la barrilla que consumía la Casa de Moneda fue también una
competencia de los nativos de Xaltocan, al menos durante los primeros años del siglo
XIX cuando Alexander von Humboldt (1818 II: 290) verifica que la sosa utilizada en
esos talleres se obtenía de lo "que los indios de Xaltocan y del Peñol sacan de la
incineración" de diferentes especies barrilleras.
Aparte estas referencias en ámbitos complementarios a la producción de
vidrio, se ha documentado la participación directa de indígenas a finales del siglo
XVIII cuando existió un interés explícito por fomentar el oficio entre este grupo,
como se expresará más adelante.
6.2. LAS FÓRMULAS DEL VIDRIO
El cuadro dibujado por la diversidad sociocultural de las personas
involucradas en los procesos de producción vidriera requiere preguntarse hasta qué
punto existieron adaptaciones regionales que resultaron de la transferencia de
conocimientos entre los "extranjeros" y sus descendientes con las poblaciones
autóctonas. Del mismo modo, cómo las circunstancias políticas que condicionaban el
devenir social y económico proporcionaron o condicionaron el alcance de esas
relaciones que se tradujeron en la manufactura del vidrio. Para entender mejor los
procesos de intercambio habría que estudiar en profundidad las formulas de vidrio y
el origen específico de sus componentes. Por el momento, y ante la falta de medios
para conocer la composición química de los fragmentos procedentes de contextos
arqueológicos, se tratará de hacerlo desde las fuentes escritas, esencialmente
documentación de archivo y compendios botánicos.
652 AGN, Casa de Moneda, vol. 46, exp. 20, f. 375v.
564
Para producir el vidrio hacen falta arena, sal y cal, o de manera más
específica: un vitrifícante que solía ser el sílice, un fundente que normalmente se
traducía en el uso de un óxido de sodio o de potasio, y un estabilizante a base de
caliza que aportaba el óxido de calcio. Dicho ingrediente aporta mayor resistencia al
vidrio y evita que este se disuelva. A esta base se añadían diferentes colorantes que
proporcionaban una diversidad cromática a los vidrios que, de por si, ya tendrían
impurezas que les concedían cierto color y con las cuales había que alcanzar un
equilibrio para obtener el tono deseado a priori (Fernández Navarro 2003: 129-150).
Cada vidriero disponía de su propia formula para hacer este material y
colorearlo, dominando las proporciones adecuadas de cada componente en función de
la calidad de las materias primas disponibles. Esos conocimientos pasaban a lo largo
de generaciones y estaban estrechamente asociados con el entorno social en el que se
generaban esas enseñanzas pero también con otro orden de factores. Nos referimos el
medio natural que proporcionaba los componentes con los que cada familia venía
haciendo el vidrio, o las redes comerciales mediante las cuales adquiría todo lo que no
disponía en los lugares donde trabajaba, ya fuera en la cantidad o con la calidad
requeridas. Esto originó el desarrollo de ciertas tradiciones vidrieras en cada ciudad
que, en mayor o menor medida, fueron incorporando innovaciones a lo largo del
tiempo. Estas resultaron de la curiosidad experimental de algún vidriero o del
intercambio de conocimientos con personas de fuera, moviéndose por el deseo de
mantenerse actualizado respecto a las últimas invenciones para así seguir siendo
competitivo.
Las circunstancias destacadas ayudan a entender mejor la vidriería en América
y los diversos aspectos prácticos a los que los profesionales del ramo tuvieron que
hacer frente. El más apreciable fue seguramente la disponibilidad y calidad de los
materiales o la necesidad de adaptar las técnicas e infraestructuras que venían usando
hasta entonces a las nuevas condiciones climatéricas donde implementaban sus
talleres. Si bien durante los primeros tiempos se importaron productos y herramientas
para hacer el vidrio en América, a partir de determinado momento hubo necesidad de
disponer de mayor autonomía frente al exterior para viabilizar estos negocios.
Por todo eso es importante identificar las materias primas, percibiendo las
continuidades y rupturas con los modelos originales para rescatar la originalidad de
las fórmulas novohispanas. Ellas ponen en evidencia el ingenio de esos vidrieros pero
también el diálogo entre personas de matriz cultural diferente que tuvieron
565
oportunidad de compartir experiencias: los "españoles" de distintos lugares de Europa
que llegaron con conocimientos previos en la manufactura del vidrio; los "negros" o
"mulatos" que trabajaron en los talleres novohispanos y lograron fundar negocios
propios, pero también los asiáticos e indígenas sobre los cuales la documentación
consultada es en su mayoría omisa.
Los aspectos técnicos de la producción del vidrio ya fueron parcialmente
trabajados en un artículo publicado recientemente por José Peralta Rodríguez (2018:
3-29), coincidiendo con el período final de la redacción de la investigación que
venimos desarrollando desde hace algunos años. Aunque este capítulo siga una
estructura similar a la adoptada en el trabajo citado, se aportan nuevos datos sobre
cada uno de los ámbitos señalados. Sobre todo, a partir de esos elementos se
reflexiona sobre el significado de esas prácticas en la conformación de un vidrio
novohispano y cómo este producto resultó de unas circunstancias políticas,
económicas y sociales muy particulares. Todos estos elementos nos sirven para poner
de relieve la agencia de otros grupos poblacionales al margen de los peninsulares y
criollos que hasta ahora han sido los únicos en disfrutar de protagonismo en el
discurso historiográfico sobre los procesos de desarrollo vidriero. De manera similar,
la observancia de las dinámicas relacionadas con la composición del vidrio en el
Virreinato nos colocan ante la singularidad de los procesos de desarrollo científico y
la participación de sus habitantes en los principales debates de la época.
6.2.1. Arena de Sílice
La composición de las arenas o barros empleados en la producción de vidrio
fue imprescindible para producir piezas con alguna calidad. Según José Peralta
Rodríguez (2018: 7) se prefirieron las arenas blancas porque supuestamente no
poseían los minerales que reaccionaban con los otros elementos al exponerlos al
fuego alterando el color del vidrio y porque, precisamente por eso, alcanzaban un
punto de fusión con temperaturas más bajas. Dicho autor señala los grandes
beneficios de trabajar con materiales de gran calidad para economizar en los costes de
la leña y en el mantenimiento de los hornos que, de otra manera, se deterioraban más
rápidamente. Además de estas ventajas, se podría añadir que, al reducir las
566
temperaturas en el taller, se minimizaban también los riesgos de incendio que
repetidas veces afectaron a las oficinas de vidrio en el Apartado de la Casa de Moneda
y provocaron la falta de cornamusas para separar el oro de la plata, con gran perjuicio
para la Corona que había pagado el valor del metal y luego no podía recuperarlo.
El proceso de selección de arenas supuso el reconocimiento de las mejores
canteras y barreños disponibles en distintas ciudades del Virreinato, originando una
circulación de este material desde los centros de recolección hacia donde se
encontraban situados los principales hornos de vidrio. José Peralta Rodríguez (2018:
7) afirma que algunos artífices se volcaron personalmente a identificar esos sitios y,
en alternativa, pagaban a otras personas para adquirir la mejor arena, como en efecto
sucedía en Europa653.
Es posible que tales dinámicas, en un contexto de conquista y colonización
temprana, ocasionaran ciertas carencias que estos profesionales lograrían suplir
mediante una inversión directa en el descubrimiento de fuentes de materias primas y
en la extracción minera. Eso explicaría por qué Guillén de Almas mantuvo varios
negocios paralelos en el sector, al menos desde 1557 y que, como ya se expresó
anteriormente, se localizaban en regiones con importantes filones en materiales
utilizados en este sector654. Asimismo, cabe señalar que la identificación de los
mejores depósitos de "arenas" para la producción vidriera y su circulación hacia los
centros productores no fue una práctica exclusiva de la Nueva España y que, en 1763,
el vidriero de Ica (Perú) Antonio Pérez Galindo llegó a importar costales de barro de
Panamá para emplear en sus hornos (Ramos 1989: 73)655.
En cuanto a México, José Peralta Rodríguez señala que se identificaron
algunos sitios de extracción de arenas junto a las acequias, lo que facilitaba las tareas
de lavado a que eran después sometidas para eliminar la mayor cantidad de
impurezas. De igual manera, sugiere que el proceso de pulverización y cernido
requerían una infraestructura que se encontraba disponible en los centros mineros y
que, en su opinión, pudieron moler y proveer dicho material a los vidrieros (Peralta
Rodríguez 2018: 7). No obstante, se han encontrado pruebas que nos permiten
sostener que, en muchos casos, esas labores se practicaran en el propio taller, incluso
cuando las infraestructuras del local no eran particularmente amplias como en el
653 Fuente citada: AGN, Casa de Moneda, vol. 502, f.1v, 3v, 28v.
654 AGNotDF, Fondo Antiguo Siglo XVI. Notario Antonio Alonso, 28 de diciembre de 1557,
"concierto", vol. 10, f. 841v.
655 Fuente citada: AGNP, Inquisición, Contencioso, leg. 53, 1637.
567
horno de vidrio que tuvo en propiedad Micaela Jerónima Becerra (o Micaela
Gerónima Bezerra), en el siglo XVIII. Esta práctica está aún más justificada en los
talleres de mayores dimensiones donde la estructura de producción incluiría las varias
fases de procesamiento de las materias primas, su fundición y manejo. En ese sentido,
las oficinas de la Casa de Moneda, en México, se presentan como un claro ejemplo de
una manufactura articulada, al menos durante el siglo XVIII, cuando se unieron a las
oficinas del Apartado de metales.
José Peralta Rodríguez y María de Jesús Alvízar (2010: s.p.)656 destacan que
las materias primas que se utilizaban las oficinas de vidrio en el edificio del Aparato
se adquirían a proveedores externos que deberían estar registrados ante la institución:
la barrilla de Xaltocan (y también del Peñol, según se averiguó), el pedernal de
Tlalpujahua, y los morteros o crisoles de Pachuca que no eran de barro como en
Europa sino de una piedra especial. Los autores no indican desde cuando los lugares
señalados se consolidaron como los centros proveedores de la Casa de Moneda, pero
las informaciones proporcionadas por Alexander von Humboldt permiten sugerir que
los investigadores se referían ya a inicios del siglo XIX cuando el científico observó
que:
"La frita del vidrio, que llaman pasteladura, se compone de 0,46 de quarzo sacado
de las vetas de Tlalpujaha, y de 0.54 de sosa que los indios de Xaltocan y del
Peñol sacan (...). No se funde la frita en pucheros de arcilla, como en Europa, sino
en crisoles de una roca porfirítica muy refractaria, que se saca de una cantera
cercana de Pachuca." (Humboldt 1818 II: 290-291).
A pesar de que estos ingredientes se adquirieran a terceros, algunos de ellos no
se encontraban en el estado que se requería para utilizarlos en la producción del
vidrio, por lo cual la oficina de la Casa de Moneda se encargó de mandar procesarlos
para así controlar la calidad del vidrio. Si bien la barrilla se compraba por entonces a
los nativos de Xaltocan, quienes llegaron a prepararla a partir de las hierbas alcalinas
de la región y la entregaban ya apta para emplearse en la vidriería, el pedernal se
adquiría en bruto para encargar después su molienda. Por eso, a julio de 1796 se
apunta la "Razon del numero de cargas de Arenilla Pedernal que va remitiendo D[on]
656 Fuente citada: AGN, Casa de Moneda, vol. 242., f. 5v.
568
Candido Medrano para el consumo de esta r[ea]l ofiz[in]a" y también el "Costo de
Molienda y quema, à 6 r[eale]s carga" y su flete657.
En ocasiones, la institución llegó incluso a generar algunos excedentes que se
comercializaron al menos de manera puntual, vendiéndolos a otros vidrieros de la
ciudad que, de esa manera, aseguraban la calidad de las materias primas con las que
sería más fácil obtener un vidrio resistente. Estas prácticas quedan expresadas en un
encargo de barrilla, agua fuerte (ácido nítrico) y arena protagonizado por el horno de
vidrio Santa Cruz, en 1800, y que aparece registrado en el libro de cuenta y razón de
vidrio, morteros y pasteladuras correspondientes a la 5ª labor del Apartado658. Quizás
se tratara del horno que en 1791 era propiedad de José Martiñon y que a 25 de enero
de ese año se anunciaba su venta en la Gazeta de México:
"Se traspasa el horno de vidrio que está baxando el puente de Solano, calle que va
para Santa Cruz con todos sus muebles y aperos: la Persona que quiera hacerse de
una incumbencia tan ventajosa, ocurra á contestar en la misma casa con D[on]
Joseph Martiñon, quien lo dará en corriente y bien acreditado, siempre que haya
convenio: en la inteligencia, que no ocurriendo dentro de los 22 dias siguientes á
la publicación de esta, podrá ya no haber lugar por haberse cerrado ajuste con
alguno de los que lo solicitan, y aun no se determinan á prometer el precio que la
finca merece." (Anónimo 1791: 251).
Según el padrón de la ciudad realizado el año anterior, consultado por José
Peralta Rodríguez (2013: 10)659, la casa donde se encontraba instalado pertenecía al
curato de la iglesia de Santa Cruz y Soledad que ya era ocupada por este vidriero, un
"español" de 29 años de edad. Después que se pusiera a la venta el establecimiento, el
negocio pasó a manos de Miguel Valladares que, en 1793, tenía dos hornos de vidrio
en el cuartel mayor nº 5: uno en cuartel menor 17 y otro en el 19.
El primero se situaba en la Calle del Horno donde mantenía empleados a 4
oficiales y ningún aprendiz, mientras que el segundo estaba en la Calle de Santa Cruz,
donde trabajaban dos operarios660. En el padrón de 1800 se registran varios "indios"
empleados en el horno de Santa Cruz, "Casa de la Santa escuela [de cristo]" donde la
iglesia trató de formar a artífices indígenas (Bazarte y Cruz 2009: 179-199). Este
657 AGN, Indiferente Virreinal, vol. 5231, exp. 32, f. 32v.
658 AGN, Casa de Moneda, vol. 246, f. 143r.
659 Fuentes citadas: AHEM, Padrones, Ciudad de México, Cuartel 17/1790, vol. 4, exp. 5, f. 1v.
AHEM, Padrones, Ciudad de México, Cuartel 17/1790, vol. 4, exp. 3, f. 2v.
660 AGN, Bienes Nacionales, vol. 101, vol. 52 bis, f. 72v y 77v.
569
horno ya había sido identificado en el mapa por José Peralta Rodríguez (2013: 9) pero
no concordamos exactamente con la ubicación propuesta, puesto que lo coloca en una
zona que pertenecía al cuartel menor 17 (donde aparece registrado en 1790) pero que
en 1800 se dice estar en el cuartel menor 19. De eso se entiende que se localizaba en
la frontera entre uno y otro, que coincidía con el final de la Calle Santa Cruz donde
entendemos que se encontraba y lo situamos (Fig. 108).
La referencia citada ha permitido localizar con gran precisión el horno pero,
además, ofrece una vía para la investigación sobre la participación indígena en la
vidriería novohispana del siglo XVIII. Ella fue, al menos parcialmente, promovida
por las instituciones de la Iglesia e incluyeron así hombres como mujeres, haciendo
visible su participación en el sector (Tabla 17) 661 . Ambos elementos pasaron
inadvertidos para el citado investigador cuando se refirió a este establecimiento,
probablemente porque la fuente consultada no hacía referencia a este hecho o porque
su objetivo no era reconstruir la historia particular de este taller, sino destacar la
dispersión geográfica de los vidrieros. Gracias a ello, se sabe que en este barrio vivían
también el vidriero Anselmo Trinidad y los horneros Christobal Santiago de 28 años,
Juan Antonio Vega y Josef Flores de Miranda (Peralta Rodríguez 2013: 10)662. El
último comparte apellido con María Narciso Flores, casada con Juan Patricio Salazar,
ambos indígenas que trabajaban en el horno de vidrio y que podrían eventualmente
compartir lazos familiares. El autor citado identifica aún otro vidriero indígena,
empadronado en 1790 en el cuartel menor 32. Se trataba de Manuel Escobar, de 40
años de edad, quien sugiere que trabajaba en asociación con los loceros que se
instalaron preferentemente en esta zona de la ciudad lo que va al encuentro de los
datos encontrados sobre su agremiación conjunta en la capital novohispana, señalada
en capítulos anteriores (Peralta Rodríguez 2013: 10)663.
Continuando con el horno de la Calle del Horno, de Miguel Valladares,
defendemos que en realidad se corresponde con el Callejón del Horno de Vidrio, sito
en el cuartel menor 17 y a pocos metros de su otra propiedad. El topónimo fue
recogido por José Peralta Rodríguez (2013: 6) en los padrones de 1748 y 1771 de la
Catedral de México664.
661 AGN, Padrones, vol. 103, f. 144v.
662 Fuentes citadas: AHEM, Padrones, Ciudad de México, Cuartel 19/1790, vol. 4, exp. 12, f. 20v
(vidriero). AHEM, Padrones, Ciudad de México, Cuartel 17/1790, vol. 4, exp. 4, f. 2v (horneros).
663 Fuente citada: AHEM, Padrones, Ciudad de México/ Cuartel 32/1790, vol. 15, exp. 3, f. 47v.
664 Fuentes citadas: Padrón 1748, Libro 38, f. 37v y Libro 49, f. 24v. Padrón 1764, Libro 62, f. 64v.
570
Todo esto conduce a pensar que se trataría de una estructura similar a aquella
que hoy día vigora en los talleres de cerámica y vidrio de Tonalá, en Guadalajara
(Jalisco), donde en el mismo edificio se pueden encontrar pequeños talleres de vidrio
con su propia tienda de venta al público. En el caso de los hornos de Santa Cruz de
finales del siglo XVIII, eso les causaría ciertas dificultades para negociar con los
diferentes proveedores y hacerse cargo de la subsecuente preparación para que
pudieran emplearse en la manufactura de vidrios. Por eso, les resultaría más fácil
adquirirlos ya preparados a un intermediario que bien pudo ser la Casa de Moneda.
Esta no se limitó a producir las cornamusas para apartar los metales o a hacer otros
objetos para el consumo de la población, como ya señalaron otros autores, sino que
además llegó a actuar como proveedora de materias primas a otros hornos de vidrio,
particularmente de arena pedernal.
Antes de finalizar el análisis de las arenas en la manufactura de vidrio, interesa
mencionar la observación de Alesandro Malaspina en su texto sobre el viaje político-
científico realizado alrededor del mundo. Al pasar por Nueva España en las últimas
décadas del siglo XVIII observó como
"En partes se encuentran hermosas canteras de hidrófanos que se hacen muy
transparentes dentro del agua; pero esta rara materia, tan preciosa en otros países,
está sin estimación y se emplea solamente en la fábrica de vidrio." (Malaspina
2012: 404).
Lo más probable es que por "hidrófano" se refiriese a la hidrófana u ópalo que
es un mineral silíceo lustre y resinoso que colocado bajo el agua adquiere
transparencia. Más específicamente, pudo tratarse de la variante "ópalo de fuego"
caracterizado por su color rojo y muy encendido, brillante y traslúcido que se
encuentra en México. Su utilización en la manufactura del vidrio no había sido aún
documentada y constituye un dato novedoso sobre la composición de las formulas de
vidrio novohispano del siglo XVIII. Investigaciones futuras podrán ofrecer nuevos
datos sobre el origen de esta práctica en el Virreinato y el papel específico que
desempeñó en la ejecución del vidrio. Solamente entonces se podrá determinar si este
Padrón 1767, Libro 68, f. 79v, 81v. Padrón 1771, Libro 78, f. 139v-140v. Fuentes compiladas por
Mazín, Sánchez Tagle 2009.
571
fue un aspecto innovador respecto a la selección y preparación de las arenas utilizadas
por los vidrieros novohispanos.
6.2.2. Álcalis
En el siglo XVIII los círculos de la intelectualidad europea distinguían varios
tipos de álcalis. Según el boticario real Manuel Hernández de Gregorio (1798 I: 87),
este podía ser de tres tipos: mineral o sosa, vegetal o potada y animal o amoniaco.
Para hacer el vidrio en la Nueva España se emplearon los dos primeros como
fundente de las arenas, obteniendo así una masa vítrea con la que soplar o modelar
diferentes piezas. La fuerza de cada uno de estos componentes para alcanzar el punto
de fusión era muy distinta y variaba en función de la calidad de los ingredientes
utilizados en cada caso. Por eso motivo es tan importante entender los procesos de
selección y elaboración de esos álcalis para determinar las raíces de las fórmulas de
vidrio novohispano, los procesos de adaptación y, sobre todo, las innovaciones
introducidas en el Virreinato.
El tema de los álcalis alimentó los debates académicos entre los químicos
europeos durante los siglos XVIII y XIX. En la península, el interés se plasmó en la
traducción al castellano de obras publicadas originalmente en inglés y francés que
influyeron en la circulación de conocimientos que se producían en otras regiones
sobre los diferentes tipos de álcalis y sus usos. Eso fue particularmente importante
porque algunas de esas reflexiones incidían sobre las especies nativas de la península
ibérica o aún sobre su disponibilidad en el territorio de la Corona.
Una de las obras del boticario de Abbeville (Francia), Pierre de Ribaucourt
(1739-1806), que abandonó todo para dedicarse a la minería y se interesó por el
estudio de los procesos químicos, mereció una edición en Madrid a finales del siglo
XVIII. Su texto sistematizaba de manera muy clara la diferencia entre los álcalis
vegetales y minerales:
"[el álcali vegetal] es producto de la incineración o reducción a cenizas de todos
los vegetales, y pertenece únicamente a este orden de sustancias (...)" mientras
que "(...) [el álcali mineral] se saca abundantemente de la sosa y barrilla, y de
otras muchas plantas que se crían a las orillas del mar, por razón de la sal marina
572
que está colocada en la clase de las sales minerales, cuya base forma este ácido.
De aquí nace que se la llame también álkali marino, álkali de sal marina, y sal de
barrilla." (Ribaucourt 1791: 3-5).
Estos conocimientos prácticos se encontraban plenamente operativos en el
Virreinato desde los primeros tiempos de la colonización, cuando hubo necesidad de
fomentar diversos sectorES manufactureros que emplearon este componente en sus
labores. Muy posiblemente, la mayoría de esas personas no podría explicar los
procesos químicos involucrados en las operaciones que manejaban, porque las habían
aprendido de sus padres y maestros, incluso en los casos en que lograron perfeccionar
el método.
A pesar del interés global por el tema en los sectores ilustrados "occidentales",
las fuentes de álcali americanas no parecen haber entrado en el debate científico de
los intelectuales europeos. Su conocimiento sobre los mismos se restringió al círculo
de los botánicos que reunieron muestras de flora novohispana y las enviaron a la
península para engrosar las colecciones reales, sin generar una discusión sobre su
calidad o la posibilidad de promover una producción enfocada en el mercado de
exportación, como sucedió respecto a la grana cochinilla. En contrapartida, la
intelectualidad novohispana, que conoció parte de la literatura producida al otro lado
del Atlántico, generó ideas propias sobre el potencial de los álcalis disponibles en el
territorio, sobre todo en los últimos años del Virreinato, cuando se alzaron voces en
pro de la República Independiente, como oportunamente se profundizará.
6.2.2.1 ÁLCALI VEGETAL O POTASA
El álcali vegetal o potasa, se obtenía de la lixiviación de las cenizas de plantas
comunes, que se conseguían normalmente durante la combustión de la leña en los
hogares. La potasa propiamente dicha se producía mediante la lixiviación de las
cenizas, retirando después los sólidos en suspensión y finalmente evaporando el agua
de la solución en grandes calderos de cobre. Eso le valió su nombre en inglés pot-ash,
después traducido al castellano por semejanza fonética como potasa. Una de las
aplicaciones que tuvo a lo largo del siglo XVI fue precisamente como fundente en la
manufactura de vidrio, aunque su calidad dependía de las especies vegetales
573
incineradas. Como aclara el sacerdote español José de Vieira Clavijo (1731-1813),
quien se interesó por diversas áreas de conocimiento como la botánica:
"(...) todas [las plantas] contienen sal alcalina; pero en la sal alcalina de la [planta]
barrilla ha puesto la naturaleza propiedades muy diferentes, por lo que los
químicos y naturalistas llaman a esta álcali mineral, y a aquella álcali vegetal o
Potasa." (Puig-Samper y Paz 2014: 17, 64).
Es posible que algunos vidrieros novohispanos emplearan un álcali vegetal
para realizar sus vidrios, especialmente Benito de Espinosa que en 1576 se dice
cortaba el árbol de castilla para quemar y hacer vidrio665. José Peralta Rodríguez
(2018: 11) llega a afirmar que en la Nueva España estos profesionales se vieron
obligados a usar las cenizas de álamo, pino, abedul, olmo y chopo como aportes de
potasa por haber encontrado dificultades en obtener o procesar plantas barrilleras. No
obstante, se desconocen sus fuentes y es probable que trasladara al contexto
novohispano las prácticas vigentes en la vidriería europea la cual, según afirma,
empleaba estas especies con la misma finalidad. Como se explicará más adelante, el
olmo fue también una de las maderas con la que algunos vidrieros calentaron sus
hornos para fundir el vidrio, por lo cual se debe tener alguna precaución al interpretar
su finalidad en el proceso de manufactura cuando se observa el consumo de esta
especie vegetal por parte de los vidrieros novohispanos.
Esta categoría de álcali se obtenía mediante los procedimientos descritos pero
científicos del siglo XVIII señalaban su disponibilidad en la naturaleza, en estado
puro y mezclado con ácido nitroso. Según explica el químico irlandés Richard Kirwan
(1733-1812) en su obra traducida en Madrid, en 1789:
"(...) el álkali vegetal (potasa) se halla rara vez sobre la tierra, a no ser en los
pozos de las ciudades (...) en la mina arcillosa de alumbre de Tolfa, en España y
las Indias Orientales, mezclado con el ácido nitroso cerca de la superficie de la
tierra (...)." (Kirwan 1789: 164).
La "alumbre de Tolfa" se trata de un sulfato de aluminio y potasio identificado
en las minas de Tolfa, próximas a Roma, desde el siglo XV. Los estados papales
controlaron el comercio de ese producto, entonces empleado fundamentalmente en el
665 AGN, General de Parte, vol. 1, exp. 1037, f. 204v.
574
sector textil, pero en la península ibérica existen registros de explotación de minas de
alumbre desde tiempos anteriores, así en los designados reinos cristianos de Castilla y
Aragón, como también en diversos puntos del al-Ándalus (Igual 2014: 126-141). El
uso de la alumbre en la vidriería española se encuentra documentado al menos desde
época medieval, eventualmente para facilitar el proceso de fundición de las arenas,
pero se desconoce si en pleno siglo XVI y XVII seguiría incorporando el recetario de
las fórmulas de vidrio de algunas regiones.
6.2.2.2. ÁLCALI MINERAL O SOSA
El álcali mineral se obtenía de diferentes maneras: en lo que es actualmente
España, Inglaterra y Francia se usó la "hierba barrilla" para lograr el aporte necesario
a las fórmulas de vidrio. En realidad sería más adecuado referirse a "hierbas barrilla",
dado que el término se extendió a diferentes especies de plantas salicornias, o sea, que
por crecer en tierras o aguas salinas, su composición adquiere un alto contenido de
sales, aunque la de la especie designada "barrilla" fuera la mejor. El referido boticario
Manuel Hernández decía al respecto que
"(...) funde con más energía las tierras, pues las más dificultosas, que llamamos
refractarias, no se resisten a su acción". "(...) hasta ahora se extraía la sosa
solamente de una planta, que Linneo llama Salsola tragus, y en castellano kali,
sosa o barrilla, de donde ha tomado el nombre; pero como se ha extraído
posteriormente de muchas plantas que crecen en las orillas del mar, llamadas por
esta misma razón plantas marítimas, como la Salicornia y otras especies de la
Salsola, ha sido preciso substituir el nombre de sosa, para significar de una vez así ́
esta sal de barrilla, como de otra cualquiera planta marítima que tenga las mismas
propiedades, y borrar de una vez tantos nombres distintos que se aplican a una
misma cosa." (Hernández de Gregorio 1798 I: 88).
Estas prácticas del lenguaje han ocasionado diversos desentendimientos sobre
el referido producto a los contemporáneos, utilizándose aún como sinónimos "sosa" y
"barrilla". Todo esto dificulta la interpretación de las fuentes a personas sin
conocimientos específicos de química y provocó serias confusiones a los
contemporáneos. Por eso mismo, el tema mereció algunas aclaraciones en un
575
seminario de agricultura y artes dirigido a los párrocos de las iglesias peninsulares, en
el año 1797. En esa ocasión, uno de los lectores escribió al periódico con algunas
advertencias al respecto, publicándose su carta en una "nota dirigida a los editores" y
en la que reitera la necesidad de no:
"(...) confundirse la sosa con la barrilla; pues por sosa, en química, se entiende el
álkali mineral más puro, y por barrilla las cenizas de una planta, que también se
llama barrilla, de la cual se extrae, por lo regular, la sosa (...)." (Anónimo 1797:
340).
La preparación de la "barrilla" consistía en quemar las hierbas dentro de unos
fosos excavados directamente en el terreno. El proceso duraba dos días, durante los
cuales el fuego era controlado permanentemente por el barrillero. De ese proceso
resultaba una masa líquida que se cubría con tierra para protegerla de la lluvia
mientras se enfriaba. Al final de diez días se completaba el procedimiento del que
resultaba una masa sólida que después se empleaba con diversas finalidades
"industriales"666. A este producto se le conocía como "barrilla" o "piedra sosa".
En la península ibérica, además de la especie barrilla o Salsola sativa, se
emplearon otras plantas, a veces mezcladas, para hacer la "piedra sosa". Una de ellas
fue el "almajo dulce" o Chenopodium maritimum, como se designó en el sistema de
Linneo, y que era una de las plantas más ricas en sosa. Se podían mencionar también
algunos tipos de Chenopodium (especialmente las variantes setigerum, fructicosa) y
distintas plantas como la Salsosa (sobre todo la Salsola kali667 y la Salsola soda668) y
el Sesuvium portulacastrum. Su presencia y concentración en la barrilla influyeron
directamente en su calidad como fundente.
La importancia de este ingrediente para el sector vidriero y otras "fábricas",
como las de jabón, hicieron que España potenciara este sector productivo
exportándolo a otras zonas de Europa, especialmente hacia lo que es actualmente
666 Sobre este tema se pueden consultar los trabajos de Joaquín Fernández Pérez (1998: 1-20) y de
Francisco Velasco (2004: 145-158).
667 También conocida vulgarmente como "hierba de cristal", "hierba de jabón", "hierba jabonera",
"sosa", "sosa blanca" y "barrilla". Se corresponde a la Salsola vermiculada del sistema de Linneo
(Puig-Samper y Paz 2014: 23).
668 También designada salicor. Según algunos autores del siglo XIX esta planta se usaba menos para
hacer el vidrio ya que "La piedra de esta yerba que tira a un poco morada, y la del salicor, dan mucha
manteca o grasa, según dicen los fabricantes de vidrio, por cuyo motivo se emplea poco en la
fabricación; a pesar de esto consúmese en alguna cantidad ya para este objeto (...)" (Laso et al. 1851:
2392).
576
Inglaterra, Francia, Holanda, Alemania e Italia. En esos lugares emergían importantes
centros productores de vidrio que incorporaron la barrilla española a sus fórmulas. El
enorme volumen y difusión que conoció el material tuvo un fuerte impacto a nivel
interno y externo. Su comercialización generó grandes beneficios a las ciudades
exportadoras, como Alicante, mediante la imposición de tasas aduaneras669. Su
circulación en el extranjero permitió alimentar el desarrollo vidriero en diferentes
regiones que, en algunos casos, resultaron en la absorción de esta palabra por otros
idiomas, como por ejemplo el inglés, aunque también se le conociera como soda-ash
para distinguirla de la pot-ash (potasa o sosa vegetal).
En la Nueva España es probable que los vidrieros importaran durante algún
tiempo la barrilla ya preparada pero rápidamente surgieron noticias sobre la
disponibilidad de especies salicornias en la zona que planteaban nuevos desafíos ya
que su concentración alcalina dependía de la especie pero también del terreno donde
crecía. Lo que no se ha determinado hasta ahora es si se trataban de plantas
autóctonas o si todas o una parte de las mismas fueron introducidas desde Europa.
6.2.2.2.1. Barrilleras Novohispanas: ¿Especies Nativas o Introducciones Europeas?
En los últimos años, los trabajos arqueológicos que se vienen realizando en
diferentes contextos del Valle de México permiten sugerir que, al menos algunas de
plantas empleadas en la vidriería eran nativas, particularmente las especies de la
familia Chenopodium y Sesuvium.
En las chinampas, especialmente en Xaltocan, se ha detectado la presencia de
Chenopodium desde tiempos prehispánicos como el Chenopodium ambrosoide
(Brumfield 2009: 59-86; Morehart 2009). Coincidentemente, esa zona aparece
regularmente en las fuentes del siglo XVIII asociada a la recolección de barrilla pero,
según el científico Alexander von Humboldt (1769-1859), la hierba de Xaltocan que
se usaba para hacer las pasteladuras de vidrio era de las especies de Chenopodium
maritimum y Sesuvium portulacastrum, que existían también en la península
(Humboldt 1827 IV-12: 26) 670 . A pesar de eso, ambas hierbas señaladas por
669 Véase el capítulo 1, apartados 1.1 y 1.5.
670 De hecho el Sesuvium portulacastrum debe su nombre a su supuesta origen en Portugal, más
concretamente en Trafaria.
577
Humboldt aparecen anteriormente recogidas en trabajos botánicos de Martín de Sessé
y Lacasta (1751-1808) de finales del siglo XVIII. Supuestamente se llevaron a Madrid
para conformar las colecciones del Real Jardín Botánico, como una muestra de la
flora novohispana, posiblemente para observar las diferencias que mantenían en su
composición respecto a las plantas disponibles en la península671.
En el caso del Chenopodium maritimum no disponemos de información sobre
su presencia en período anterior a la colonización española ni logramos identificar su
nombre vulgar en Nueva España, por lo que podría tratarse perfectamente de una
introducción europea. Lo que queda por averiguar es si, en épocas anteriores, se llegó
a emplear el Chenopodium ambrosoide de Xaltocan para hacer barrilla.
En cuanto al Sesuvium portolacastrum, se ha detectado su presencia en
estratos arqueológicos precolombinos, en la ciudad de Tenochtitlan. Los sedimentos
del lago eran frecuentemente removidos para el mantenimiento de las chinampas y se
usaron para cubrir aquella que fue designada como sepultura 111 del Templo
Mayor.672 Un análisis de su composición ha reconocido esta especie, la misma que los
indígenas llamaban de totecyxochilt y que aparece en las anotaciones de los primeros
españoles que se interesaron por la flora nativa. Una de las referencias más antiguas
es la que hace precisamente el naturista y protomédico Real, Francisco Hernández (de
Toledo) (1517-1687), como resultado de su protagonismo en la primera expedición
científica en la Nueva España (1570-1577). En sus escritos, se refiere a esta especie
como "flor de ayer" o "flor del soberano de la tierra", clasificándola como uno de los
quelites con nombre de queyauhquilitl.
Su obra manuscrita no sobrevivió a un incendio en El Escorial, en el año de
1671, pero se conocen varias versiones que fueron copiadas/publicadas por otros
autores, muchas de ellas fraccionadas. Para esta reflexión consideraremos apenas las
ilustraciones de la publicación hecha en Roma, por estar escrita en latín, así como los
671 No se sabe exactamente donde los expedicionarios recogieron esas plantas pero, según aparece
descrito en sus obras, el sesuvium Portulacastrum nacía en los márgenes de los lagos mexicanos, en la
India, en Cumaná (Venezuela) y en las zonas marítimas de Cuba y Puerto Rico. Con relación al
Chenopodium Maritimum, en uno de sus libros se dice únicamente que es una especie que crecía en
América mientras que en otro aclara que se encontraba en el litoral marítimo de la Habana. Asimismo
refiere que, en ambos casos, se les conocía vulgarmente como hierba del vidrio (Sessé y Mociño 1893:
42 y 79, 1894: 126 y 75).
672 Se trataba de un niño sacrificado a Huitzilopochtli, sepultado con varias ofrendas y cubierto con
sedimentos del lago que estaban compuestos por diferentes vestigios de la fauna y flora de la zona,
identificándose algunos como el sesuvium sp. (López Luján 2010: 367-394).
578
textos de las ediciones castellanas de Isaac Ochoterena (1943) y de Manuel Urbina
(1904).
Aunque el trabajo de Ochoterena se basara en la traducción al castellano de
una edición madrileña y se complementara con los dibujos de la edición romana, la
obra presenta algunos problemas. En primer lugar, existen diferencias de redacción y
puntuación respecto a la versión de Urbina que, a pesar de ser más antigua, se
desconoce su fuente. Por ese motivo, y porque no se disponen de conocimientos de
latín, no fue posible cotejar cuál de las versiones es más fiel al original. Las lagunas
de esa obra se extienden aún al campo de las ilustraciones, no incluyendo el dibujo
del totecyxochitl/totecyxochiuh publicado en la versión italiana, más conocida como
edición romana (Hernández 1651: 432), y que mereció las mejores consideraciones
por parte de Manuel Urbina (Fig. 109).
En el libro de Urbina se puede leer:
"Además de aquella hierba que los Árabes llaman Kali ó Alkali que muestran
muchos dibujos antiguos, encontré otras cinco diferentes, con las cuales se fabrica
el vidrio, cuando caminaba entre los indios occidentales. El dibujo de tres hierbas
no lo doy, porque fueron hallados en la gran Canaria, una de las islas afortunadas,
y entonces no había allí pintores; según creo, han sido vistas en el viejo mundo,
con las hojas del Sedo llamado vermicular, aunque diferentes en tamaño y grueso.
Las otras dos, que cuidé de dibujarlas, son frecuentes en los campos mexicanos, y
las hojas (aunque una es rastrera y la otra se levanta) son semejantes a la
Portulaca: una lleva las flores blancas, parecidas al escorpión, Tlalchichinoa ó
Heliotropo; la otra las tiene flores purpúreas y medianas, hojas casi redondas
parecidas á la Numularia. La naturaleza de la primera es algo caliente y seca, pues
tiene un sabor salado; la segunda es verdaderamente fría. Sin embargo, las hojas
machacadas de la primera, y aplicadas, se dice que sirven para curar las úlceras
cancerosas; la segunda es buena verdaderamente para refrescar la erisipela,
quemaduras y también cualquier golpe o contusión. Este queyauhquilitl algunos
llaman Totecyxochiu ó Flor del soberano de la tierra. Nace en suelo templado,
como es el de México, no lejos de los lugares pantanosos, húmedos y
campestres." (resaltados en negrita y subrayado de la autora), (Urbina 1904: 527).
En la edición de Ochoterena, la descripción del queyauhquilitl se hace de la
siguiente manera:
579
"Además de aquella hierba que los árabes llaman kali o alkali [Salsola kali o
Salsola vermiculata, L.] y cuyo dibujo presentan la mayoría de los modernos, he
encontrado otras cinco variedades, con las cuales se fabrica el vidrio, en mi viaje
por las Indias Occidentales. De tres de ellas no doy dibujo porque las encontré en
la Gran Canaria, una de las islas Afortunadas, cuando todavía no tenía pintores, y,
según creo, se encuentra también en nuestro mundo, con hojas como de la
siempreviva llamada vermicular, pero diferentes en tamaño y grosor. He cuidado
de dibujar las otras dos, que son frecuentes en los campos mexicanos, cuyas hojas
(aunque una es rastrera y la otra no) son parecidas a las de verdolaga, y una de las
cuales tiene flores blancas muy parecidas al heliotropo o al tlalchichinoa, en tanto
que la otra tiene flores purpúreas y medianas y hojas más redondeadas parecidas a
las de numularia. La primera es de temperamento caliente con alguna sequedad, y
de gusto salado; la segunda es fría. Las hojas de la primera, machacadas y
aplicadas, dicen que curan admirablemente las úlceras cancerosas; las de la
segunda las erisipelas, las quemaduras y todo aquello en que se necesita defensa y
refrigerio. La primera se llama queyauhquilitl [sesuvium portulacastrum], la
segunda totecyxochitl [heliotropium curassavicum] o flor de ayer. Nacen ambas
en suelo templado, como es el mexicano, no lejos de la laguna, en lugares
campestres y pantanosos." (resaltados en negrita y subrayado de la autora),
(Ochoterena 1943: 238-239).
Además de transcribir el texto, Urbina hizo la correspondencia de los nombres
indígenas al sistema de Linneo, asociando el totecyxochitl con el Heliotropium
currassavicum a través del diseño presentado por Francisco Hernández. Tales
consideraciones parecen haber servido de base a los comentarios presentados de
manera más sistemática por Ochoterena quien, en ciertas ocasiones, lo llega a citar. A
pesar de todo, el autor complementa la información con más datos sobre la
localización de esas plantas en territorio novohispano:
"En la ed[ición] Rom[ana] pág. 432, se encuentra bastante bien dibujada la figura
del Totecyxochiu, que corresponde exactamente con los caracteres del
Heliotropium curassavicum, LINN.; sus hojas son carnosas y muestran su carácter
comestible; sus flores blancas son inodoras y pequeñas; se conocen hasta hoy 22
especies señaladas en la Biología Central Americana, que pertenecen al género
Heliotropium.
La especie comestible lleva los nombres de Cola de mico, Hediondilla,
Heliotropo cimarrón, Rabo de mico, Quiebra platos, señaladas en la sinonimia de
los Sres. Ramírez y Alcocer.
580
La planta que lleva las hojas casi redondas, purpúreas y medianas, parecidas á la
Numularia, es el Sesuvium portulacastrum, LINN., planta herbácea que crece en
la Isla Bourbon y las Antillas, donde es comestible; se le llama también Verdolaga
marina ó Hierba del vidrio, semejante en sus propiedades al Kali ó Alkali, como
dice Hernández, que es la Salsola salsa, LINN.: de ésta, quemándola, servían sus
cenizas para hacer lejía, jabón y fabricar el vidrio." (Urbina 1904: 527-528).
"Heliotropium curassavicum Lin. Sp. Pl. 130. Cosmop. trop.
Valle de México, San Luis Potosí, Morelia, Guanajuato.
"Rabo de mico".
Sesuvium portulacastrum Linn.
"Verdolaga marina", hierba del vidrio"
Corresponde a la planta que, según Hernández, presenta hojas redondas,
purpúreas y medianas, parecidas a la Numularia." (Ochoterena 1943: 239).
Como se puede observar, ambos autores identifican la flor blanca con el
Heliotropum curassavicum y la purpúrea con el Sesuvium portulacastrum. No
obstante, las pequeñas diferencias de redacción, señaladas mediante subrayado (y
expresadas en la Tabla 18), se traducen en cierta dificultad para interpretar las
especies indígenas a que se refería inicialmente Francisco Hernández.
En el texto de Ochoterena se identifica el queyauhquilitl con la planta de flores
blancas y el totecyxochitl con la de flor purpúrea. En realidad, la leyenda que
acompaña la ilustración de la edición romana del totecyxochitl, especifica claramente
que es de color blanco. Por eso, Francisco Hernández estaría necesariamente
refiriéndose a la otra especie, clasificada después como Heliotropum curassavicum
por otros científicos.
En el texto de Urbina no existe una distinción clara entre el queyauhquilitl y el
totecyxochitl. Por un lado, la forma como redacta parece asociar el totecyxochitl con
la segunda especie descrita, o sea, la de flor purpúrea que corresponde al Sesuvium
portulacastrum. Por otro, afirma que el totecyxochitl diseñado en la edición romana
corresponde Heliotropum curassavicum (que es de color purpúreo y no blanco).
Atendiendo a los datos recopilados, nos parece que las discrepancias se
pueden deber a que ambas designaciones indígenas de queyauhquilitl y totecyxochitl
aludieran a una categoría de plantas y no a una especie en concreto. No obstante, el
criterio empleado para definir cada uno de los grupos sería distinto y, por eso, las
diferentes especies incluidas coincidieron apenas parcialmente. El Sesuvium
581
portolacastrum y el Heliotropum curassavicum pertenecían ambos al grupo de los
queyauhquilitl, que da nombre al capítulo, aunque solo el primero se incluiría en los
totecyxochitl. Eso explicaría las confusiones en el texto de Urbina, quien habría
identificado una de las 22 especies del totecyxochitl con el sesuvium portulacastrum.
Aparentemente fue esa la planta elegida por Francisco Hernández para
representar gráficamente todas las de esa familia (véase fig. 109) y que se
corresponde con la pintura de la más antigua herbolaria americana conocida en la
actualidad, titulada Libellus de medicinalibus Indorum herbis, del año de 1552
(Códice de la Cruz Badiano XI: f. 59r). El documento, vulgarmente designado de
Códice de la Cruz Badiano, fue escrito originalmente en náhuatl por Martín de la
Cruz y traducido rápidamente al latín por Juan Badiano, ambos indígenas. Dicho
manuscrito fue encargado por el hijo del primer virrey de la Nueva España, Don
Francisco de Mendoza, que pretendía ofrecerlo al monarca Carlos V para que apoyara
la obra del Colegio de Santa Cruz, dedicado a la enseñanza de los hijos de las élites
indígenas a que pertenecerían sus autores (Mancheva 2015: 21-23). La ilustración
nativa del totecyxochitl (Fig. 110) aparece con la misma grafía adoptada en la edición
romana del trabajo de Francisco Hernández (véase fig. 109). No obstante la opción de
representar las especies botánicas en color permite identificar su tono purpúreo,
diferente a la planta pintada por el español, pero similar al del sesuvium
portulacastrum. Esta ocurrencia confiere mayor consistencia a nuestra teoría y nos
ofrece información complementaria sobre los usos medicinales de esta planta a la que
se le atribuyen propiedades en el tratamiento de enfermedades del vientre,
relacionadas con el ciclo menstrual, el parto y el puerperio. Desafortunadamente el
documento no refiere otras utilidades de las plantas, como la vidriería, ni donde de
podrían encontrar.
A modo de síntesis, de las palabras del científico Francisco Hernández se
deduce que en los años de 1570 nacían en los campos de la Nueva España cuatro
especies de "hierba barrilla" que se usaban para hacer el vidrio y que corresponderían,
groso modo, aquellas que se aprovechaban en Europa para el mismo efecto. ¿Serían
plantas nativas, o introducciones tempranas en ese ambiente? A esa pregunta no
puede contestarse aún porque la única manera de entender a qué especies se refería el
autor, sería buscando las salicornias que registró a su paso por Canarias, y el libro de
sus anotaciones se perdió. Tal vez alguna de ellas fueran el Chenopodium maritimum
582
y ambrosoide que se detectan en las fuentes prehispánicas y virreinales. En efecto, los
trabajos de arqueología botánica realizados en contextos de la Ciudad de México,
particularmente en la Casa de Moneda donde se llegó a hacer el vidrio, se encontraron
registros de Chenopodium ambrosoide, aunque los investigadores sostengan que se
tratan de residuos de la alimentación de esas personas que se depositaron en la zona
de las calas (Galván-Escobedo 2015: 133-149).
Además de la Salsola soda y las tres plantas que pudo identificar y reconocer
el protomédico con base en los conocimientos de la flora peninsular y canaria,
registró otras dos que se le presentaron como novedosas. Se trataban del
queyauhquilitl o "hierba que arrastra por la tierra" y del totecyxochitl o Sesuvium
portulacastrum. En todo caso no deja de ser curioso que aparentemente Francisco
Hernández no conociera, o fuera incapaz de reconocer, la última especie. En Europa,
esta se identificó por primera vez en la región de Lisboa, antes de la conquista de
América y, paralelamente, los indígenas la usaban desde época prehispánica.
Hoy en día resulta complicado determinar la región dónde el naturista vio cada
una de esas hierbas pero existen fuertes indicios de que el Sesuvium portulacastrum
ya existiera por entonces en América. Además de constar en el herbario indígena que
recoge los usos ancestrales en la medicina de ciertas plantas nativas, se han
encontrado evidencias arqueológicas que comprueban su presencia en contextos
prehispánicos, esencialmente en el Valle de México y en las lagunas de Michoacán.
En esta región se empleaba la palabra purépecha xacuame que equivale en lengua
náhuatl al término xauhquilitl que ya se identificó con esta hierba (Ochoa y Sánchez
1985: 221).
En suma, de las cinco especies empleadas en la producción de barrilla para
hacer vidrio en Nueva España, cuatro de ellas ya se usaban en la península y apenas
una era realmente novedosa, el queyauhquilitl o Heliotropium curassabicum. Con
excepción del Sususium portulacastrum y del Chonopodium maritimum, que aparecen
en contextos prehispánicos, las otras dos plantas pudieron ser introducidas por los
españoles para usarse en el sector vidriero.
En el caso de que fueran autóctonas, se podría pensar que la capacidad de
reconocer alternativas a los tradicionales componentes de las fórmulas de vidrio tuvo
un impacto destacado en el devenir del sector, tornándolo menos dependiente del
exterior y concediendo mayores recursos para el crecimiento de este arte. Si, por el
contrario, las plantas empleadas fueron introducidas desde Europa, habría que
583
explorar la relación de algunos vidrieros con las autoridades que promovieron el
envío de plantas desde la península a América para usarlas con fines "industriales".
En los primeros años de la conquista y poblamiento esos episodios pudieron suceder
de manera puntual, conducidos por personas particulares que dependieron de la
disponibilidad de algunas especies vegetales para ejercer sus labores.
A finales del período virreinal, en México se usaban diferentes especies
mezcladas para hacer la barrilla del vidrio. Como ya se señaló anteriormente, el
científico Alexander von Humboldt registró la presencia de Sesuvium portulacastrum
y Chenopodium maritimum pero, en otro apartado de su ensayo político, dedicado a
los talleres de vidrio de la Casa de Moneda concede informaciones adicionales sobre
el tema. Según tuvo ocasión de observar, la
"(...) sosa que los indios de Xaltocan y del Peñol sacan de la incineracion del
Sesuvium portulacastrum, de muchas nuevas especies de Chenopodio, (armuelle)
de Atriplex y de Gratiola, que se describirán en la Flora Mexicana de los señores
Sessé y Cervantes, y del Solsola soda (Salicor) de Europa, que se cultiva en el
valle de México, sea para comerlo como legumbre, sea para hacerlo cenizas. (...)
(Humboldt 1818 II: 290).
De esta manera se informa de la identificación de dos nuevas especies de
Chenopodium hasta entonces desconocidas para los europeos: el Atriplex y el
Gratiola que fueron registrado por los botánicos de la expedición de 1787, Martín de
Sessé y Vicente Cervantes (1755-1829).
Aparte las consideraciones expuestas acerca del origen de las plantas usadas
en la producción de la barrilla novohispana, José Peralta Rodríguez (2018: 9) señala
tres nombres comunes por los que se conocieron las hierbas barrilla en la Nueva
España: la Maromera, el Romerito y la Saladilla. No obstante el autor no llega a
identificar su nombre científico o aclarar si se tratan de especies distintas o tan
solamente diferentes maneras de designar la misma planta.
Según hemos averiguado, la "Maromera" corresponde a las especies
designadas por Linneo de Crotalaria retusa y a la Crotalaria incana (Colmeiro y
Penido 1871: 122). El término "Romerito" aparece en un expediente de finales del
siglo XVIII producido por la institución de la Casa de Moneda y que tuve oportunidad
de consultar. Aunque el texto no mencione otros sinónimos por los cuales se
conociera la dicha planta que se sembraba en Xaltocan, defendemos que debe
584
corresponderse con el "romerillo de Méjico" (Salvia polystachia G. Ort.) o, más
probablemente, con el "romerillo mediterránico" (Chenopodium linearis Moq.) que es
una de las salsoláceas empleadas para hacer barrilla. Ambos términos aparecen
recogidos en el diccionario de los nombres vulgares de las plantas del viejo y nuevo
mundo compilados por el botánico español Miguel Colmeiro y Penido (1816-1901),
(Colmeiro y Penido 1871: 165).
En lo que atañe a la "Saladilla", se piensa que es lo mismo que Obione glauca
Moq. (salsolácea), o el "salado común" (Salsola vermiculata), también llamado
saladilla y que se usó para hacer barrilla. Otra posibilidad es que se tratara de la
variante de "salado negro" o Salsola longifolia Forsk que tuvo la misma aplicación
(Colmeiro y Penido 1871: 168).
A pesar de la importancia de la identificación de los nombres vulgares con que
se conocieron las plantas barrilleras del vidrio novohispano, el autor del artículo supra
citado no indica la fecha en que la voz popular empezó a evocar estas expresiones.
Eso permitiría, por ejemplo, cotejar la información con los datos proporcionados por
Francisco Hernández y determinar si algunas de esas "hierbas" fueron importadas o
desde cuando se incorporaron a la manufactura de barrilla.
Merece aún la pena aclarar que cada uno de los nombres presentados en el
cuadro presentado por José Peralta Rodríguez (2018: 9), las "diversas plantas
barrilleras" no se corresponden necesariamente a distintas especies utilizadas en
España, México, Cuba, Perú o en Centro América. Los términos listados conciernen a
formas diferentes de referirse, en cada lugar, a una planta o plantas que encontraron
aplicación en la producción barrilera. En suma, en cada sitio, se le atribuyó un nombre
común a cierta(s) especie(s), a la par que la misma expresión se refirió a plantas
distintas en lugares diferentes. Tómese como ejemplo la designación de "criolla o
yerba del vidrio" apuntada entre las plantas barrilleras de Cuba por José Peralta
Rodríguez (2018: 9). Al cotejar este nombre con el diccionario de Miguel Colmeiro y
Penido se ha encontrado una entrada específica sobre la "yerba de vidrio" donde el
autor aclara que: en Cuba su correspondiente en el sistema de catalogación de plantas
de Linneo fue el Sesuvium portulacastrum y el Heliotropium curassavicum, en Chile
la Alibrexia tomentosa Miers, mientras que en Europa y Canarias el
Mesembryanthemum nodiflorum, que en esas islas se conocía también por "vidriera"
(Colmeiro y Penido 1871: 200-201).
585
Todo esto constituye un fuerte indicio de que, en cada una de las regiones que
estuvo bajo el dominio de la Corona en época virreinal, se dio preferencia a una
especie de "hierba" salicornia para hacer la "piedra sosa" empleada en la vidriería.
Aunque muchas recibieran el título de "hierba de vidrio", por su aplicación preferente
en el sector fabril local, estuvieron lejos de tratarse todas de la misma especie
botánica. Por eso, no se sabe exactamente que planta sería la "yerba de vidrio" que
cultivaba en las haciendas de vidrio de la Macacona, en Ica (Perú), identificada por
Ana María Soldi (2005: 341), y que daba ahí varias cosechas al año.
En México, los registros de expediciones científicas posteriores nos permiten
afirmar que ese nombre se le atribuyó, al menos durante las últimas décadas del siglo
XVIII, a la especie Sesuvium portulacastrum, tal como sucedía en Cuba. Este dato fue
aportado por el médico y comisionado del Real Jardín Botánico de Madrid en la
Nueva España, Martín de Sessé. Este hombre participó de la Real Expedición
Botánica a Nueva España (1787-1803), con el objetivo de dar continuidad a la obra de
Francisco Hernández, cuyos manuscritos habían sido parcialmente recuperados en ese
mimo año de 1787. Eso significaba clasificar "científicamente" las flora mexicana que
ya se conocía y aportar datos desconocidos, haciéndolo de acuerdo a los nuevos
parámetros de clasificación botánica desarrollados durante los movimientos
ilustrados. Gracias a las informaciones compiladas por Francisco Hernández a
mediados del siglo XVI y a la identificación de sus correspondientes en el sistema de
Linneo, se sabe que el Sesuvium portulacastrum ya se usaba para hacer el vidrio en la
Nueva España desde esa época y durante todo el período virreinal.
6.2.2.2.2. Localización y Comercio de Plantas para Hacer "Barrillas" o "Panes de Sal"
Expuestas las principales especies de hierbas barrilleras nos centraremos en
exponer los datos disponibles sobre su dispersión territorial. Para ello, nos
centraremos en los casos de estudio del Valle de México y Michoacán, donde existen
diversos tipos de fuentes que documentan la explotación de este producto, sus
características y calidad. Se optó por incluir aún Puebla que, aunque aparentemente
no destacara en esta actividad, tuvo una manufactura de vidrio relevante que requiere
reflexionar sobre los proveedores de esta materia prima.
586
La primera referencia concreta a la designación genérica de "hierba barrilla"
en el Virreinato es de 1551, apareciendo asociada a aquel que se considera el primer
vidriero en América. Se trata de una solicitud de Rodrigo de Espinosa dirigida al
virrey para que:
"(...) le diese licencia para poder coger una yerba que se llama la sosa, do quiere
que se hallare, en cualquier parte que pudiese sin que le fuese puesto impedimento
alguno por ningunas personas, pues estaba en los campos y de ello venía tanto pro
a la república." (Cruz 2009: 100).
Además, afirma tener noticia de que dicha hierba se encontraba en los
términos de Yztapalapa y Mexicalcingo, situados en el Valle de México673. Es
probable que por entonces este producto llegara a los mercados de México por
intermedio de los nativos del pueblo de Ayucingo que, en ese mismo año de 1551,
recibieron la obligación de llevar cada semana a vender en la ciudad, veinte cargas de
hierba. Para eso, Luis de Velasco (1511-1564) el segundo virrey de Nueva España,
que había sido antes virrey de Navarra, les concedió el permiso para sacar el zacate en
las lagunas de "Mizquiqui" y "Vistlavaca" [Ixtapalapa], donde aparentemente se
encontraba la hierba barrilera identificada por el vidriero Espinosa (Zavala 1985 II:
204-206).
El transporte se hacía por medio de canoas y, en ese período, se publicaron
varios mandamientos para regular su abastecimiento: uno a 12 de diciembre de 1550,
otro a 18 de febrero y 21 de abril de 1551 y finalmente a 24 de enero de 1552 (Sarabia
1978: 422)674. Al parecer, después de que se publicaran las leyes nuevas y se
prohibiera el uso de los indígenas como porteadores, los llamados tamemes, se
afrontó un período de escasez del producto en la capital. Por eso "se intentó
solucionar el problema plantándola en la laguna que rodeaba a México" (Sarabia
1978: 13). No se conoce el tipo de semillas utilizadas entonces pero en el caso de que
se tratara del Chonopodium maritimum, eso justificaría por qué hasta el momento no
se han detectado vestigios de esta planta en niveles arqueológicos prehispánicos de
Xaltocan y que Humboldt (1827 IV-12: 26), la reconociera en la región durante su
viaje de año y medio por el territorio novohispano (1803-1804). Eso nos coloca en la
673 Se sabe que, en el siglo XVI, en toda la región del Valle de México existían comunidades indígenas
dedicadas a la explotación de salinas, esencialmente en Mexicalcingo, Coyoacán, Mixcoac,
Huitzilopochco, Guadalupe, Ixtalapaca y Ecatepec (Gibson 1964: 338).
674 Fuente citada: Hans P. Kraus Coll. Item 140, f. 9r-10v, 51v, 103v, 377v-377r.
587
mayor necesidad de identificar con seguridad la planta conocida como "romerito" que
la Casa de Moneda compraba a los indígenas de la zona para el abasto de sus oficinas
de vidrio y que, en 1796, se planteó promover una plantación propia675. Caso no se
trate de un Chenopodium linearis Moq. sino el Chenopodium maritimum se concluiría
que la planta fue introducida a mediados del siglo XVI por orden del virrey y para
solucionar un problema de suministro de la ciudad.
Un mapa del siglo XVIII señala la zona indicada por Espinosa, demostrando
que se siguieron explotando diversas "sales" en la región, de manera intensiva. Las
plantas barrilleras encontraban en ese terreno salino condiciones favorables a su
desarrollo, especialmente en Mexicalcingo y en Culhuacán, estratégicamente
localizados junto a la acequia (Fig. 111).
Por las palabras del vidriero se entiende que el conocimiento de la localización
de la planta era incierto y que su interés en esas especies le llevó a pedir licencia para
coger la hierba en todas partes donde naciera. En todo caso, es interesante mencionar
que por entonces Rodrigo de Espinosa ya había viajado algunas veces a España y que
tuvo ocasión de hacer las diligencias necesarias para trasladar la planta y probar su
cultivo en diferentes partes, especialmente en México donde vivió durante los
primeros años.
La respuesta del virrey no tardó mucho y en octubre de ese mismo año le
concedió la posibilidad de coger la hierba sin que nadie le pusiera impedimento
alguno, "así españoles como indios". Eso significó que podría incluso penetrar en
terrenos indígenas y, lo más importante de todo, que solo él o cualquier "persona en
que su nombre llevare este mandamiento" estaba autorizado a hacerlo,
estableciéndose un tipo de monopolio a su nombre.
Al margen de esta disposición, se quedaron otros tipos de hierbas como el
zacate que se utilizaba para forraje de animales y que algunas autoridades trataron de
controlar, como aparece reflejado en el Códice Osuna (1565). Ahí se anotan las
quejas de los indígenas sobre el abastecimiento de hierba al virrey, a los oidores y al
fiscal, acusando Luis Pinello de quedarse con una parte del pago de la hierba servida
al virrey676. Hasta el momento no fue posible percibir si la(s) especie(s) en cuestión
era(n) la(s) misma(s) que se usaba(n) para hacer barrilla o si se trataba simplemente
675 AGN, Casa de Moneda, vol. 46, exp. 20.
676 BNE, MSS.MICRO/15164, f. 10r.
588
de zacate para el forraje de animales, pero eso explicaría la importancia concedida a
esa materia prima (Fig. 112).
De manera general, el interés por estimular la producción vidriera en Puebla,
México u otras partes de la Nueva España, era incompatible con un monopolio
particular y en 1596, coincidiendo con la muerte del vidriero Rodrigo de Espinosa,
surgieron algunas demandas para que se liberalizara la recogida de este producto.
Estas se formalizaron en la Real Cédula de 1596, en la que el cabildo de la capital
reiteró la necesidad de tener disponible la hierba para fomentar la actividad de Xayme
del Valle y de otros vidrieros. Dice además, posiblemente refiriéndose a Espinosa,
que unas personas estaban controlando este comercio a modo de estanco particular, y
que no se debería sostener tal situación por el gran interés de la materia para la
zona677.
El escrito del cabildo de finales del siglo XVI habría surtido el efecto deseado
de poner coto a las iniciativas monopolistas. A partir de entonces cualquier persona
podría coger la hierba libremente, lo que eventualmente repercutió en la ampliación
del mercado de producción y consumo. Pero la mayor disponibilidad del material tuvo
consecuencias negativas que exigieron nuevas medidas restrictivas.
A 30 de enero de 1617 se publicó una ordenanza sobre la barrilla, en la que se
revela una fuerte preocupación por los resultados de una cosecha descontrolada de la
hierba practicada por "españoles", "indios" y "negros" sin conocimiento en el arte del
vidrio. La perfección del producto final se veía afectada por la falta de respeto del
ciclo de maduración de la planta y el Marqués de Guadalcázar determinó que ninguna
persona la podría "coger y beneficiar por ningun color ni causa la dicha yerba
barrilla"678. Los únicos autorizados a hacerlo eran los vidrieros y apartadores del oro y
plata que, sin los materiales de la mejor calidad, podrían enfrentar la pérdida de sus
piezas y del metal precioso. En la petición formada por
"P[edr]o Miguel y Mateo del Guerto, vidrieros, dijo [el virrey] que la confirmava
y confirmo quanto a los que metieren en esta d[ic]ha ciudad, la varrilla [sic.,
barrilla] recogida, o conprada para venderla y sin perjui[ci]o de los que en sus
propios hornos la gastaren trayda por su q[uen]ta y criador della, o conprada en
las partes donde se cria y coje porque aviendola cogido, o conprado, alli por si, o
677 AGN, Reales Cédulas en Duplicado, vol. 3, exp. 161, f. 120v-122v.
678 AGN, Ordenanzas, cont. 2, vol. 3, exp. 32, f. 38v.
589
sus criados para efecto de gastarla en sus propios hornos de vidrio, no se a de
entender con ellos la d[ic]ha hordenança"679.
Respecto al área de Michoacán, debemos indicar que en la Real Cédula de
1596, ya citada, se hacen referencias a la barrilla de la zona, destacando la de
Guayangareo (río) y Cuitzeo (laguna) "que es la que se tiene por buena". Aunque
todavía no se han detectado pruebas de una manufactura vidriera en la zona, eso
indica que ya por entonces se habían reconocido algunas especies salicornias para
hacer el vidrio y que existían diferencias considerables en la calidad del producto en
función de la zona, posiblemente porque las especies eran distintas o porque ahí las
condiciones naturales favorecían una mayor concentración de sal.
Según la descripción de Cuitzeo de Diego Basalenque, hecha en 1673:
"El pueblo de Cuiseo, ni su temple, en cosa no es agradable à la vista, porque es
seco, que no tiene agua, y la que se bebe, es de poços muy hondos, y nada buena,
porque es muy gruessa. Rodea al Pueblo una Laguna muy grande, dexandole
salida por el Norte, que no cubre la Laguna aquella tierra. El agua de la Laguna
tampoco es buena, porq[ue] de la tierra que es salitral coge el ser salada, y assi no
es de provecho para cosa. (...) y entonces [h]ay mal olor, y suele causar
enfermedades esta seca de la Laguna [de Cuitseo]; mas entonces en las mas partes
se cría la yerba, que llaman bar[r]illa, que es la materia de que se haze el vidrio; y
aunque la [h]ay en otras partes, no llega, ni iguala à la bondad desta. Por estas
circunstancias desta Laguna, hora estè llena, hora seca, haze que el temple de
Cuiseo sea muy calido, en especial los meses de Verano." (Basalenque 1673: 63-
64)680.
La recolección de este material en el lago Cuitzeo se realizaba en la época
seca, cuando crecía "sobre el suelo cuajado de tequesquite" la curiraxacua681 .
Actualmente se la conoce como xacuame y, según Álvaro Ochoa y Gerardo Sánchez
(1985: 221), aparece en el Lienzo de Xucutacato con el nombre náhuatl de xiuhquilitl
o "hierba de fuego". En realidad, hoy día se asume que ese término se refiere al añil
pero, antes estos datos entendemos que lo más probable es que se tratara antes de uno
de los quelites que registra fray Bernardino de Sahagún como xauhquilitl. Su
679 AGN, Reales Cédulas en Duplicado, vol. 3, exp. 161, f. 122v.
680 Texto citado también por Fernández 1990: 60.
681 Sobre la historia de la producción de sal en la zona de Michoacán véase Williams 2015 (versión
actualizada de Williams 2003).
590
apariencia lo hace compararlos a los bledos, "muy verdes", con las "ramas delgadillas
y altillas", y sus hojas "anchuelas" (Sahagún 2001 XI-6: 980) y pensamos que se trata
de la especie que aparece representada en las láminas que ilustran el texto, con el
nombre de uay vauhquilitl (Códice Florentino 1979 XI-6: f. 134r), (Fig. 113).
El nombre purepecha significa literalmente "hierba para quemar" o "hierba del
fuego", remitiendo a su uso para la fundición de metales que se hacía ahí desde
tiempos prehispánicos682. En el siglo XVI, las informaciones proporcionadas en las
Relaciones Geográficas por parte de Pedro Gutiérrez de Cuevas, informan que este
producto se vendía en los mercados locales "a los que acudían muchas gentes de otras
partes" para comprar este producto, especialmente los vidrieros de la ciudad de
México que se dirigían ahí para cogerla y la llevaban en forma de "panes" para
emplearla en sus talleres (Acuña 1987: 86). En efecto, la palabra "vidro" y "vidriero"
ya aparecen recogidas por el franciscano fray Matutino Gilberti (1498-1585). Nacido
en Toulouse, en una familia de origen italiano, el fraile fue el responsable de realizar
la primera gramática y diccionario de tarasco. En su "vocabulario de la lengua de
Michoacán", publicado por primera vez a mediados del siglo XVI escribe "Vidrio o
vidro, tzarati ytsimataqua" y "vidriero, tzarati ytsimataqua vri". También relacionada
con esta materia se registran los términos "Redoma de vidrio, am hatziraqua tzarati".
Aparentemente "Tza" significa "traspassar el sol la vidriera o encerrado" (Gilberti
1559: f. 176r, 151r, 81r).
De eso se deduce que el proceso de incineración y preparación en barrilla se
hacía en las inmediaciones de la laguna, acudiendo a una técnica muy extendida en
Mesoamérica desde época prehispánica (Castellón Huerta 2011: 283-311). Esta
consistía en captar la sal y hacer el lixiviado, colocando después la salmuera en
moldes de cerámica para llevarlos al horno. Así se obtenía la sal que se transportaba
hasta el consumidor final dentro de esos moldes, o se sacaba para reaprovechar los
recipientes, de manera análoga a aquella con que se elaboraban en época virreinal los
panes de azúcar. Por eso, en el Códice Mendoza (1992) el producto aparece tributado
bajo la forma de "panes de sal" sacados del molde (Fig. 114), mientras que en la
682 La raíz de la palabra está conformada por curirani, que significa "hechar algo a quemar" y xaqua,
que significa "hierba comestible" u "ortaliza" (Gilberti 1559: f. 19v, 105v [paginado como 111], 77r).
Para su uso prehispánico en la fundición de metales véase el Lienzo de Jucutacato
(http://mediateca.inah.gob.mx/islandora_74/islandora/object/codice%3A1610?language=en).
591
Matrícula de Tributos (1980), se hace en "cántaros" que no serían otra cosa que las
referidas hormas (Fig. 115)683.
Finalmente, nos resta tratar de Puebla, cuya producción vidriera se vinculó al
uso de plantas barrilleras disponibles en la región. Según Miguel de Alcalá y
Mendiola (1669-1746):
"En todas las más partes de los ejidos se dan muchos géneros de yerbas y plantas
fertilísimas y necesarias, que algunas de ellas sirven para la fábrica del vidrio que
se hace en esta ciudad muy claro y en abundancia, teniendo saca para muchas
partes de este reino, por ser su fineza mucha, también se sacan para fuera muchas
yerbas y raíces medicinales y purgas, y en algunas partes de este obispado se dan
tan estimadas que además de aprovecharse en el reino se saca en grandísima copia
para los reinos de Castilla." (Alcalá y Mendiola 1997: 73)
De la interpretación de sus palabras se entiende que se utilizaba entonces más
que una especie vegetal para hacer el vidrio y que este se comercializaba hacia otras
partes de la Nueva España. Si por un lado el autor señala que se labrara en
abundancia, por otro sugiere que no siempre se generaron excedentes: solamente
"teniendo" disponibilidad de ello, se "sacaban" a otras partes de aquel reino. Lo
mismo no parece haber sucedido con las plantas barrilleras ya que el comercio de
hierbas se circunscribía aparentemente a aquellas que se utilizaban con finalidades
medicinales y para realizar purgas.
6.2.2.2.3. Desde la "Barrilla Blanca" Peninsular al Tequesquite Novohispano
Jaime Boy fue el autor de un diccionario teórico práctico, histórico y
geográfico publicado durante las primeras décadas del siglo XIX por la Junta de
Comercio, en Barcelona. Al tratar sobre los varios tipos de álcalis minerales o
barrillas, el autor añadía una variante hasta ahora ignorada por los investigadores
683 Por eso no estamos de acuerdo con la idea sostenida por Juan Carlos Reyes Garza (2000: 197-213)
de que los "cántaros" referidos en la Matrícula de Tributos tuvieran el significado de medida
equivalente a un quintal. Aunque efectivamente se pudieran tomar como referencia de las dimensiones
que debería tener el pan de sal, los moldes encontrados en excavaciones arqueológicas presentaron
tamaños variados.
592
españoles y mexicanos que han trabajado sobre el vidrio en estos territorios en Época
Moderna. Según afirma:
"Hay una especie de barrilla que llaman barrilla blanca, que es una especie de sal
o salitre natural que los droguistas llaman comúnmente anátron. Se forma del
agua del Nilo auxiliada por el ardor del sol, y cuidada lo mismo que el agua de la
mar, en las lagunas saladas." (Boy 1839 I: 297).
Esta "barrilla blanca", o "anátron", que se recolectaba en el Valle de Natrun en
el Bajo Egipto, es un álcali mineral que fue usado en la vidriería desde la antigüedad
clásica, como señala Lidia Sala Caja (2003: 69) al tratar sobre los yacimientos de sosa
del Bajo Egipto. En la península, esta utilidad quedó recogida en las Etimologías del
arzobispo San Isidoro de Sevilla (c. 560-636), donde se recomienda juntar el nitro,
cobre y arena, para exponerlos al fuego y así obtener una pasta vítrea con la que hacer
el vidrio soplado (Sevilla 1983 II: 299). No obstante, todo indica que dejó de
emplearse en esa manufactura desde época medieval (Sala 2003: 69).
El tema de los álcalis siguió despertando el interés de los científicos hasta
finales de la modernidad. El eclesiástico canario José Viera y Clavijo (1731-1813), en
su tratado sobre la barrilla editado por primera vez en 1810, ponía en conocimiento
que esta "barrilla nativa ya formada", "se halla en algunas grietas del pico de Teide en
Tenerife [Canarias]". Además, dice que:
"(...) en años pasados se remitió a Inglaterra no sé qué cantidad, y avisó el
comerciante que, si la hubiera en abundancia, sería un renglón de imponderable
valor para aquella Isla, pero esta abundancia parece que no la lay [sic., hay] (...)."
(Puig-Samper y Paz 2014: 65).
Según aclaran Miguel Ángel Piuig-Samper y Manuel de Paz (2014: 65-66),
que realizaron un estudio sobre este documento, las referidas muestras a que se refiere
Viera y Clavijo fueron sacadas por Thomas Heberden en 1751 y su hermano, William
Heberden, las identificó como salitre o "natrón" de los antiguos, al consultar
Cavendish. Desafortunadamente no se conoce el grado de pureza de esos ejemplares
canarios o su calidad como fundente, pero seguramente su insuficiencia podría
justificar la falta de interés en seguir explotando comercialmente el producto durante
la segunda mitad del siglo XVIII.
593
Atendiendo a las descripciones proporcionadas por los contemporáneos, la sal
conocida como "natrón" parece muy similar a lo que se designó en la Nueva España
como tequesquite. El primero estaba compuesto por carbonato y bicarbonato de sodio
y de su nombre deriva la sigla actualmente utilizada por los químicos para designar el
sodio (Na). A su vez, el tequesquite posee normalmente bicarbonato de sodio, sal
común (cloruro de sodio), sulfato de sodio, carbonato de potasio y arcilla. En ese
sentido, ninguno de los dos álcalis minerales debe confundirse con la sal "nitro", cuya
composición química es distinta, tratándose de un nitrato de potasio que se encuentra
presente en el salitre.
A pesar de las diferencias asumidas por la química contemporánea, el erudito
criollo novohispano, José Garcés y Eguia (s. XVIII-1824) se detuvo en estudiar el
tequesquite. Los resultados alcanzados le valieron el registro de la patente del invento
de separar los metales con este producto y la atribución del privilegio de su uso
durante toda su vida, en 1796684. Eso, a pesar de que los purépechas emplearan el
mismo ingrediente con la misma finalidad desde época prehispánica, como observa
fray Bernardino de Sahagún (2001 XI-6: 980). A lo largo del período virreinal
diferentes personas que escribieron sobre temas de minería señalaran su utilidad para
el mismo efecto. Así, el propio Francisco Hernández llegó a exponer consideraciones
acerca de la posibilidad de usar el tequesquite con las mismas finalidades que el
natrón, particularmente para fundir los metales o para hacer pólvora (Hernández 1615
IV: 203). Eso no pasó desapercibido para sus contemporáneos, tales como Juan
Jospeh Echeverría, administrador de las haciendas de beneficio de la familia Fagoaga,
que hizo experimentos particulares para perfeccionar la fundición con tequesquite y se
negó a reconocer los privilegios concedidos a Garcés por afirmar que no merecían
patente, como advierte Eduardo Flores Clair (2002: 175: 177). Más allá de esta
polémica, lo que nos resulta importante de sus reflexiones es que Garcés identifica el
álcali mineral con la sosa, que dice ser lo mismo que el nitro, el natrun y el natrón, al
contrario de lo que designaban los antiguos de halinitrum que se corresponde con el
salitre:
"La aplicación extraña que yo he hecho solo es de tequesquite: esta substancia ha
siglos que es conocida entre los sabios. Los Antiguos la nombraban Nitrum, los
684 AGN, Correspondencia de Virreyes, vol. 186, f. 41v-41r. AGN, General de Parte, vol. 75, exp. 357,
f. 316v-324v.
594
posteriores la conocen por Natron; y aunque los nativos que se hallan en la Asia y
en esta América, apénas son conocidos de los Químicos modernos, éstos han
trabajado mucho sobre la sosa, cuyas partes constitutivas son las mismas que las
del tequesquite, y por consiguiente las partes de éste estan plenamente
averiguadas, como las de aquella." (Garcés y Eguia 1802: s.p.).
Sus investigaciones personales, hechas con base en el estudio de los tratados y
escritos antiguos así como los resultados de experiencias prácticas, le llevan a afirmar
que "Tanto la historia como la análisis manifiestan que el natron es lo mismo que el
tequesquite" (Garcés y Eguia 1802: s.p.). Por eso, adopta la definición de "carbonato
de natron" concedida entonces por el español catedrático de mineralogía del Real
Seminario de Minería de México, Don Andrés Manuel del Rio (1764-1849), aunque
se le conociera también con el nombre trivial de "alkali mineral nativo" o en
mexicano culto "tequesquilit".
En la Nueva España se empleó el tequesquite como sustituto de la barrilla para
hacer el vidrio, tal como en Egipto se había hecho con el natrón porque:
"El alkali mineral nativo, que los antiguos Mexicanos conocieron por tequixquilit,
y hoy por corrupcion se llama tequesquite, (...) es fundente de las tierras y piedras,
pues (como todos saben) con arena y tequesquite se fabrica el vidrio, y así suple
con muchas ventajas el lugar del plomo, que otros usan para vitrificarlas." En
suma "Por la via seca se combina [el tequesquite] con las arenas, y forma un
perfecto vidrio." (Garcés y Eguia 1802: s.p.).
Esta especie de sedimento se obtenía con el secado de tierras lacustres de
matriz salitrosa y de eso resultaba una especie de piedra de barro con un alta
concentración de sales y que, una vez molida, aportaba la sosa necesaria. Una de las
primeras noticias sobre el tequesquite la proporciona Bernardino de Sahagún que
informa que se usaba desde tiempos prehispánicos para consumo humano o para la
extracción mineral:
"La tierra salitrosa se llama tequixquitlalli que quiere dezir tierra donde se haze
salitre es tierra estéril por razón del salitre que es de mal que es de mala
condición." (Sahagún 2001 XI-12: 1046).
Asimismo existían diferentes calidades de tequesquite. Según José Garcés y
Eguia:
595
"(...) la naturaleza lo presenta en tres estados: primero despojado de tierra y arena,
pero unido con sal marina; en este se halla el que se concreta en la agua: segundo,
en polvillo que carece de carece de la mezcla de las sales: tercero, mezclado con
sal, con arena, marga y tierra vegetal. El primero es el propio para la fundicion de
los metales, porque la sal marina aumenta el calor, y hace que la vitrificacion sea
mas suelta. El segundo funde con mucha violencia, pero hace un vidrio muy
tenaz, de que resulta mayor pérdida de plomo; se remedia esto con mezclarle
alguna sal comun. El tercero necesita separarse de la tierra por medio de la
lixiviacion. Esta se hace como la de las demas sales; pero la evaporacion del agua
se debe procurar á beneficio del sol y del ayre (porque así sale ménos costosa que
haciéndola con fuego)." (Garcés y Eguia 1802: s.p.).
El producto solía encontrarse en las mismas regiones lacustres donde se daban
las plantas barrilleras, floreciendo en el antiguo lago salado de México y en las
lagunas situadas al oriente y al norte donde emergía bajo la forma de espuma. Fuera
del entorno capitalino, el Obispado de Valladolid (Michoacán) fue una de las
principales zonas de exploración salitrera, con especial destaque para las
tequesquiteras de Sacualco cedidas por la Real Hacienda a la explotación de
particulares y también en las del valle de San Francisco. Si bien en el siglo XVIII este
producto tuvo una importancia primordial en la fabricación de pólvora, que condujo a
la producción de informes que avisaban de la descubierta de terrenos y lagos salados
donde se podría fomentar el negocio685, desde época prehispánica el tequesquite fue
un aspecto importante de la economía de las poblaciones purépechas o tarascas que no
puede olvidarse. En el Obispado de Guadalajara fue famosa la tequesquitera de
Acusquilco; en la Provincia de Zacatecas se obtenía en una de las nueve lagunas que
existían al norte de la ciudad y donde se instalaron las salinas de Santa María del
Peñol Blanco, un edificio que contaba con varias divisiones de función de depósito y
despensa, además de varios cuartos, un escritorio, una cochera y una capilla,
dispuestos alrededor de un patio principal (Fig. 116).
En el Obispado de Durango la hacienda del Chorro tenía su propia
tequesquitera y se explotaba aún este recurso en sus lagunas de Chihuahua (Garcés y
Eguia 1802: s.p.).
685 Sobre este tema véase por ejemplo: AGN, Salinas, contenedor 6, vol. 7, exp. s.n., s.f (1790). En la
secuencia de las guerras de independencia se publicó un bando promoviendo la producción de salitre
"en la mayor escala posible y violentamente" en 1797 (AGN, Colección de documentos para la historia
de la Guerra de Independencia, Tomo II, Vol. III, doc. 212).
596
La demanda del producto ocasionó la formación de tequesquiteras que lo
proporcionaban en la cantidad y calidad requerida. Su "cultivo" tenía lugar en las
designadas "milpas salitreras", como las de Culhuacán que nos remiten a una
expresión del lenguaje escrito e iconográfico de matriz indígena. Así aparecen
referidas en el testamento de Luisa Juana, del barrio de Coatlan, pueblo de San Juan
Evangelista de Culhuacan, en el año de 1580 (Fig. 117) y (Fig. 118):
"En cuarto lugar donde están las milpas que se reparten es el lugar llamado San
Lorenzo Tetzonco, allí doña Luisa Ysabel toma doscientas cuarenta [brazas],
también Juan de San Miguel toma ochenta [brazas]; y tienen de largo ochocientas
y todas están juntas, son tierras planas, salitrosas y enzacatadas y al centro está el
cultivo de tule para petate y junto está también la milpa salitrosa, todo esto se lo
repartirán por mitad." (Rojas Rabiela, Real y Medina 1999 II: 218-239)686.
En los valles de Puebla, donde la historiografía ha destacado la presencia de
una significativa manufactura de vidrio desde el siglo XVI, se encontraba también
tequesquite en varias de sus lagunas saladas, tales como la de Totolcingo o de
Alchichica donde todavía se extrae este producto. En el mapa del Municipio de
Miahuatlán (Puebla), que en 1580 integró la Relación de Cuzcatlán, aparecen
representadas algunas salinas aunque es poco probable que fueran de tequesquite (Fig.
119).
En esa ocasión el tlacuilo empleó un estilo que conjugó elementos de tradición
indígena con otros europeos. En la parte inferior, a poniente, pintó los pueblos de San
Jerónimo Auschitlán, San Pedro Otontepetl y San Juan Ajusco, con una serie de
cuadrados alrededor que señalan la existencia de pilas de evaporación, designadas
aquí como "pilas de sal", y que servían para producir este importante producto.
Según Juan Carlos Reyes Garza (2000: 197-213), de esta manera señalaban
los cartógrafos europeos la existencia de minas de sal aunque, en este caso, el pintor
señala claramente que era en "San Jerónimo Auschitlán donde son las salinas". Por
eso se cree que esta sal no se recogería ahí sino que se desplazaría a esa zona para
realizar el proceso de evaporación, tal y como lo describe Francisco Hernández en su
obra publicada ya en el siglo XVII. Al referirse al "modo como se haze la sal de las
fuentes, o poços q[ue] es nuy buen genero de sal", que los nativos llaman iztatl (y que
no es lo mismo que el tequesquite) dice que:
686 Fuente citada: AGN, Tierras, vol. 58, exp. 4, f. 1v-10v.
597
"De muchas aguas q[ue] mandan de barias partes de fuentes saladas, hechase en
ciertas heras ù oyos hechos a mano para este propossito adõnde las partes mas
humidas se consumê cõ el calor del Sol, y las q[ue] son de naturaleza terestre se
q[ue]da[m], y cõdensan cõ alguna parte del agua la otra sal ò salitre q[ue] se
recoge ye[n]do a la laguna, se seca al sol y el tie[m]po q[ue] cesa[n] las aguas, y
me[n]gua la laguna la saca[n] y hecha[n] primero en remojo y dexando asentar la
tierra, y parte mas gruesa, lo mas delicado corre por unas canales con el agua a los
baxos o eras q[ue] tiene[n] hechas y adereçadas de las quales se saca el agua y se
reparte en otras eras, ò co[n] cavidades q[ue] avemos dicho adonde con la fuerza
del Sol se quaxa y convierte en sal" (Hernández 1615 IV: 202).
Como escribía Garcés a finales del siglo XVIII, uno de los usos que conoció el
tequesquite fue la vidriería, donde se venía aplicando el mismo principio patentado
por él para separar los metales. Lo que no se sabe es a partir de cuando los vidrieros
novohispanos lograron incorporar este componente a sus fórmulas.
Según los datos proporcionados por la Relación de Cuitzeo (Michoacán) hecha
en el año de 1579 (Acuña 1987: 75-92), el álcali mineral nativo recolectado en la zona
no tenía aún una aplicación directa para estos profesionales, sino que se empleaba en
la producción de jabón, como de hecho lo corrobora el naturalista Francisco
Hernández, durante aquella que sería la primera expedición científica al Nuevo
Mundo (1570-1577). En su obra habla del aspecto que tenía este "nitro", de la manera
en cómo se obtenía, y de sus usos como jabón o de sus propiedades medicinales
(Hernández 1615 IV: 202-206). Pero no tardaría mucho hasta que se hicieran los
primeros experimentos con ese material.
Las primeras referencias disponibles sobre su uso en las manufacturas de
vidrio nos llevan a la segunda mitad del siglo XVII y es posible que hasta entonces no
se conociera la utilidad de sus propiedades salinas para hacer este material, que
venían siendo empleadas para el beneficio de los metales desde época prehispánica.
A pesar de ofrecer una alternativa local para la manufactura de vidrio, su uso
tenía algunas dificultades. Según Mariano Fernández Echeverría y Veytia (1718-
1780):
"De que la materia substancial del vidrio es el pedernal, que es que se cristaliza y
que este tequesquite, o la barrilla en Europa, sólo es un acompañado que facilita la
fundición o liquidación del pedernal a beneficio del fuego, debe ser siempre
mucha mayor la cantidad de pedernal que la de tequesquite, porque si no quedan
598
impactas en la masa del vidrio muchas partículas salinas, que con el uso de agua ú
otro licor o con sólo el ambiente húmedo se deshacen y abren el vidrio por la
parte que cogen: bien conocen esto los fabricantes, pero la experiencia les ha
enseñado que si no echan más cantidad de tequesquite de la que requiere la de
pedernal no se liquida éste, ni puede trabajarse a causa de la poca actividad del
fuego porque no hay en la inmediación de la Ciudad maderas a propósito que
presten llama tan activa y fuerte o como ellos se explican, fuego macizo tal como
se requiere para la perfecta liquidación del pedernal sin el auxilio del tequesquite;
las hay a ocho y diez leguas de la Ciudad, pero si las hicieran traer no les saldría
la cuenta respecto al poco precio a que venden las piezas; sin embargo alguna rara
vez que suelen venir los fabricantes muy buenos y de mucha duración, echando
menos porción de tequesquite y yo tengo algunas piezas que se equivocan con las
de Europa en lo claro y limpio y teniendo más de veinte años de fabricadas se
mantienen como si acabaran de salir de mano del artífice. En México se han
establecido también estas fábricas, pero no han conseguido sacarlos, ni aun
razonables, porque todo el vidrio sale Sucio y muy ordinario, por ser muy inferior
la calidad del tequesquite y esto les obliga a echar más cantidad de él, que en esta
Ciudad [de Puebla] a que se agrega ser aquel ambiente mucho más húmedo, por
los vapores de la Laguna y así se parten más presto aún sin uso y por esta razón se
mantienen todavía con mucho crédito las fábrica de esta Ciudad y a ellas acuden
de todo el reino." (Fernández Echeverría 1931: 320-321).
La calidad del tequesquite que se cogía en México exigía mayores
temperaturas de fusión que no se podían alcanzar con las maderas disponibles en la
región. Estos cambios en las fórmulas de hacer el vidrio en la capital, que sustituyeron
parcialmente el uso de las hierbas barrilleras por el álcali nitroso nativo, pudieron
estar en el origen de las diferencias de calidad entre los vidrios mexicanos y poblanos
a partir del siglo XVIII, cuando se incrementan visiblemente en los inventarios de
bienes novohispanos. Eso ocurrió posiblemente porque las manufacturas capitalinas
no lograban alcanzar suficiente resistencia y se quebraban con gran facilidad al poco
tiempo de hacerse.
Quizás por no conocer verdaderamente los problemas que afrontaban los
vidrieros de esa ciudad con la calidad de su tequesquite, Alexander von Humboldt
llegó a defender la total sustitución de las plantas barrilleras por este álcali que,
segundo él, no sufría las mismas variaciones a las que estaban sometidas dichas
"hierbas":
"Esta sosa de Xaltocan tiene mezcla de mucho sulfato de potasa y de cal; de
599
suerte que el carbonato de sosa [tequesquite] que se encuentra en eflorescencias
en los terrenos arcillosos, casi en todas partes, sería mucho más a propósito para
hacer el vidrio. La pasteladura no se derrite en vasijas de arcilla como en
Europa, sino en crisoles de una roca porfirítica muy refaractaria que se saca de
una cantera cercana de Pachuca." (Humboldt 1818 II: 290-291).
El resultado de los métodos "tan imperfectos" que según el científico se
usaban ahí fue que:
"Se gastan en los hornos de vidriería mas de 60.000 reales al año: una retorta
cuesta á la fábrica mas [sic., más] de dos reales, y se rompen al año mas [sic.,
más] de 50.000." (Humboldt 1818 II: 291).
José Antonio de Alzate, un personaje estrechamente conectado a las ciencias
(socio correspondiente de la Real Academia de las Ciencias de Paris y del Real Jardín
Botánico de Madrid), se quejó básicamente de lo mismo cuando tuvo que encontrar
vidrios de calidad para montar un barómetro. Las carencias observadas resultarían
entonces del poco empeño de la mayoría de los profesionales por realizar las pruebas
suficientes, o con suficiente maestría, para testar la calidad de los ingredientes y
producir buenas pasteladuras (lo mismo que la frita) con las que finalmente hacían las
piezas:
"La fábrica de vidrio en México, no obstante de ser el pais mas [sic., más] propio
para fabricarlo de buena calidad y à poco costo, porque el alkali mineral o
tequesquite apenas vale á dos reales la arroba, está en tan mal estado que los tubos
que se forman en ella no tardan mucho tiempo en descomponerse.
Inmediatamente que se esponen al ambiente se deshacen, crugen y quedan
inutilizados, y con esto los que se dedican à llenarlos naturalmente se ecsasperan
y los abandonan. A mí por lo menos me fuè preciso armarme de mucha paciencia
y perder muchos tubos, hasta que la experiencia me enseñó lo que debía practicar.
Había observado en el vidrio diáfano los efectos que llevo advertidos: me resolví,
pues, á usar vidrio verde, que es muy sólido y no se descompone, y efectivamente
con ellos tengo ejecutados muchísimos experimentos." (Alzate 1791: 155).
Aparte de estas cuestiones, el tequesquite fue ampliamente utilizado por los
vidrieros novohispanos cuando en Europa ya no se le reconocía ninguna utilidad al
natrón para la manufactura de vidrio, donde aparentemente dejó de emplearse desde
600
inicios de Época Medieval. Por ese motivo, esta práctica podría considerarse una
innovación de la vidriería novohispana eventualmente basada en la circulación de
obras que señalaban el uso de este ingrediente en las ancestrales fórmulas de vidrio o,
como parece ser más probable, por la observancia de las prácticas indígenas de
fundición de metales.
El interés industrial por esta sal natural, que existía en abundancia en Nueva
España, no se correspondió con su explotación comercial, no existiendo evidencias de
su penetración en las redes de comercio exterior dibujadas a lo largo del período
virreinal. Solamente a finales del dominio español, cuando el orgullo criollo se
plasmó en el debate científico, exaltando las riquezas naturales de la región y el
ingenio para aprovecharlas en beneficio del progreso, se publicaban entonces algunos
artículos sobre el tema en la Gazeta de México.
Estos textos fueron escritos por José Antonio de Alzate y colocaron a la Nueva
España en el debate en torno a las potencialidades comerciales e industriales de dicha
sal. Este hombre pertenecía a la elite de origen vasca y estuvo fuertemente
comprometido con la idea de la implementación de una patria independiente, en cuyo
contexto se deben interpretar sus palabras publicadas en la Gaceta de Literatura de
México, el día 4 de agosto de 1788, en un artículo sobre "Memorias de la Academia
de Berlin de 1782. Esperiencias egecutadas por Mr. Achard, para descomponer la Sal
comun, y separar el Alcali" (Alzate 1831: 59-61). Ellas describen el tequesquite como
una de las maravillas naturales de la tierra, que se encontraba disponible en
abundancia por todo el territorio. Los usos proporcionados por esta tierra arcillosa con
un alto contenido alcalino eran de tal orden importantes que constituían motivo
suficiente para provocar la envidia de cualquier nación europea. Al otro lado del
Atlántico, su amplia necesidad y reducida disponibilidad, habían generado
recientemente verdaderos esfuerzos por obtener el producto con nuevos métodos, a
través del álcali mineral. Informaba además que, en Francia e Inglaterra, algunos
individuos habían obtenido el privilegio para su manufactura y mantenían sus
fórmulas en celoso secreto. En la Nueva España, todo eso era innecesario y no existía
ningún interes dada su gran abundancia. De hecho, se apuntada ese factor como el
motivo del bajo precio del jabón que se hacía ahí:
"Todas estas noticias no se advierten para establecer aquí fábricas de Alcali
mineral: la naturaleza nos lo provee en demasiada abundancia. ¿Si las ciudades
601
comerciantes de Europa lograsen à sus puertas el Tequesquite ò Alcali mineral, à
precio tan comodo, à qué usos no estenderían el consumo? Mégico se halla
circumbalado de un territorio del todo embebido de Tequesquite ò Alcali mineral:
luego que algun terreno se enjuta, comienza el Tequesquite à manifestarse à la
superficie; omito por ahora especificar esto con la prolijidad, porque se me
presentará ocasion mas oportuna. (...) Este ingrediente [el jabón] es en Nueva
España muy barato, à causa de la abundancia del Tequesquite, à mas [sic.,
además] de que las labanderas ahorran mucho jabon, porque acostumbran labrar
con agua embebida de dicha sal (...)." (Alzate 1831: 60).
En otro número de la misma gaceta, publicada a 18 de julio de 1789, Alzate
(1831: 171) retoma el tema en tono patriótico en una "Respuesta del autor de la
Gaceta de Literatura, a la carta impresa por un pseudo regnicola". Lo que estaba en
causa es toda una línea argumentativa de los literatos de la época que ponían en valor
los recursos naturales de la zona como símbolos de la superioridad de la patria
mexicana. En este caso, el tequesquite le sirvió a Alzate para demostrar a los
peninsulares la riqueza "mexicana" frente al estereotipo que vinculaba a sus
habitantes con ideales de atraso e ignorancia. Esos valores eran en todo opuestos a la
concepción que los europeos tenían de si mismo, sirviendo para demarcar su
superioridad frente a los primeros. Alzate adopta entonces un tono irónico,
preguntándole al peninsular:
"Le duele a U[sted] esta noticia [sobre la abundancia del tequesquite en la Nueva
España? Creo que sí, porque V[usted] concibió llegaba a un país montuoso [sic)],
lleno de bárbaros, y que venía a manifestarnos las riquezas que la naturaleza nos
presenta, y que en otros países son exquisitas, y ha encontrado más instrucción
que la que concebía, y esto le tiene bien mortificado." (Alzate 1831:171).
Si el tequesquite fue motivo de orgullo patriótico, lo mismo sucedió respecto a
las hierba barrilla. El capitán Don José María Quirós, secretario Real del Consulado
de Veracruz, escribía una memoria para presentar en la junta de gobierno celebrada a
19 de enero de 1818. En ella reflexionaba sobre las "Causas que ha procedido que la
agricultura, industria y minería de Nueva España no hayan adquirido el gran fomento
de que son susceptibles" y proponía los "Medios que contribuirán á que se restablezca
de la ruina que les ha ocasionado la insurrección de sus provincias, y lleguen á la
prenitud [sic., plenitud] de su engrandecimiento". En dicha memoria se dedica a
602
enumerar los medios para que prosperen esas tierras y se refiere a la barrilla que,
según el, era "bastante comun en estas regiones". Además, dice que
"Tengo noticas verídicas de que la provincia del Nuevo Santander hay cierta
especie de yerba silvestre, de que hacen xabon los naturales, y es probable que sea
la barrilla ó sosa; asi como que se encuentre en otras de esta Nueva España."
(Quirós 1818: 15).
De acuerdo al capitán, habría sido de mejor provecho que los primeros
pobladores se hubiesen dedicado al cultivo y exportación de esta y otras especies
vegetales a cambio de todos los géneros recibidos, en vez de de basar sus riquezas en
la explotación del "oro y plata que adquirió en los primeros años y no pudo digerir".
6.2.3. Cal
Sobre este componente del vidrio no se ha rescatado cualquier información
que permita determinar las fuentes de caliza de los vidrieros novohispanos. Tampoco
se sabe si ellos participaron directamente en las tareas de colecta y tratamiento de este
producto o si, por el contrario, lo compraban a los caleros que las extraían de las
canteras del Virreinato y lo vendían ya apto para ser utilizado. José Peralta Rodríguez
(2018: 12-13) ha trabajado sobre el tema, deteniéndose en la identificación de algunos
de los materiales de los que se obtenía regularmente la caliza, identificando su
localización y las técnicas de producción. Por ese motivo optamos por no detenernos
mucho en el tema y enfocarnos en los datos novedosos que aporta nuestra
investigación. Aún así, cabe referir que el mencionado investigador ha señalado la
presencia de canteras de rocas sedimentarias en regiones cercanas a México, como en
las inmediaciones del lago Texcoco, en Zumpango, Citlatépetl, Xaltocan y
Tequizquiac, Hueypoxtla, a quienes los vidrieros de la capital pudieron comprar la cal
que necesitaban.
Según hemos averiguado las oficinas de vidrio de la Casa de Moneda pudieron
preparar su propia cal ya que existieron en sus instalaciones dos hornos para beneficio
de los calcines. Se desconoce cuando se construyeron pero en 1795 la sala donde se
encontraban tuvo que sufrir algunas obras en el techo, seguramente resultado de la
603
degradación provocada por la práctica de esas labores en aquel sitio687. Asimismo, el
carácter particular de esta unidad de producción no permite concluir que los demás
vidrieros también lo hicieran. En realidad, es bastante probable que la mayoría de los
profesionales comprara el producto preparado, o prácticamente listo, para su uso en la
vidriería. Así evitarían tener que disponer de estructuras adaptadas para el ejercicio de
esas labores dentro de talleres que, por lo general, tuvieron estructuras bastante
rudimentarias y que tuvieron que adaptar a la arquitectura de edificios y casas que no
habían sido concebidas para ello.
En todo caso, resulta curioso que a ninguno de los científicos que trató sobre
el vidrio a finales del siglo XVIII se detuviera en el tema de los calcines, seguramente
porque su calidad no influyó de manera tan marcada en la calidad del producto final.
6.2.4. Reciclaje de Vidrio
Si bien para hacer el vidrio hicieron falta todos los componentes descritos
anteriormente, los vidrieros trabajaron también con fragmentos de vidrio reciclado.
En la mayoría de los casos, el material provenía de sus propios talleres, de piezas mal
ejecutadas o imperfectas que se volvían a fundir. Tales prácticas motivaron que las
oficinas de vidrio de la Casa de Moneda promovieran la construcción de un estanque
para lavar el casco o pedacería de vidrio en 1791688.
Asimismo existió un comercio de pedacería de vidrio que pudo ser absorbido
por ciertos loceros que no dominaban la técnica para ejecutar el polvo vidriado con
que cubrían sus piezas, o incluso por algún vidriero. En esos casos habría que
explorar si su uso era puntual, para subsanar la escasez de alguna materia prima, o si
hubo una producción basada exclusivamente en material reciclado que supusiera una
estructura de negocio diferente a la que se ha planteado hasta ahora, técnicamente
menos exigente. Ella se podría basar en una selección de la pedacería de vidrio y su
separación por color para después molerlo y fundirlo para producir nuevas piezas o
simplemente en el corte y talle de esos fragmentos de vidrio.
Para sostener este sector o sectores de producción vidriera, tuvo que existir un
comercio de vidrios rotos, del cual se han rescatado algunos indicios, esencialmente a
687 AGN, Casa de Moneda, vol. 454, exp. 4 y AGN, Casa de Moneda, vol. 454, exp. 5.
688 AGN, Casa de Moneda, vol. 454, exp. 2, f. 17v-30v.
604
lo largo del siglo XVIII. En el cajón nº 125 del Parián de México, que en 1722 era
propiedad de Don Mariano Obscuras (quien poseía otro medio cajón y alacena
arrendados en el Baratillo) se encontraban a la venta vidrios romanos, algunos
rotos689. En 1786 se realiza el traspaso de una tienda de pulpería que pertenecía a
Vicente Bustillo para mano de Joaquín Palacios y Tomas de Castro. Al hacer el
inventario que correspondía en estas situaciones, se anotan botellas españolas, criollas
y frascos criollos quebrados690. La atribución de un precio a esos recipientes de vidrio
roto indica que tenían un valor comercial y que los locales donde se vendían esas
piezas nuevas pudieron también recibir y/o comprar los vidrios usados y quebrados
para después revenderlos para su reciclado
Si en el cajón del Parián o en la tienda de pulpería, donde se comercializaban
mercancías diversas no se tiraron los vidrios quebrados, tampoco lo hizo la "tienda de
cristal y loza" que pertenecía a Don Juan Gutiérrez del Corral", situada en la calle
nombrada de los bajos de Portaceli (Fig. 120) y (Fig. 121). En 1799 falleció el
propietario y se hizo un minucioso inventario de todo lo que se encontraba dentro de
cada uno de los nichos de los armarios en los que se exponían las piezas a la venta691.
La importancia de esa descripción para el tema de los vidrios y el comercio de
abalorios requiere la transcripción de las partes correspondientes a este material, que
se vendía también en tiendas especializadas, junto a la cerámica vidriada (Tabla 19).
Tal asociación reproducía la familiaridad entre ambos sectores dibujada desde la fase
de producción, ya fuera en un trabajo directo de los vidrieros en las locerías o en el
comercio de subproductos de vidrio con destino a los talleres de cerámica vidriada.
En esta tienda se podrían comprar desde cuentas de vidrio de diferentes
tamaños y colores, que se guardaban en el interior de frascos para el deleite de los
clientes, o en cajones que se abrirían mediante las exigencias del consumidor, tal
como sucede aún hoy día en las mercerías más antiguas. En este comercio se
encontraban también otros objetos de bisutería como una "manita" o higa con que se
protegían las personas contra el mal de ojo, perillas y almendras engastadas que nos
remiten a la forma del pinjante o cuenta de vidrio, o aún unas mamaderas o
"chupadores", con los que se calmaban a los bebés. Paralelamente, se vendían piezas
de ajuar doméstico, algunas hechos en "China" y otras en "Puebla". Pero existieron
689 AGN, Consulado, vol. 17, exp. 1, f. 22v.
690 AGN, Consulado, vol. 127, exp. 1, f. 4r.
691 AGN, Consulado, vol. 5234, exp. 29.
605
también otra clase de objetos que reportan a usos más técnicos, como un vidrio plano
de máquina eléctrica. No obstante, se desconocen las propiedades que debería tener
dicho material para poder usarse en un aparato eléctrico. En esta tienda llegó a
comprar el propio Marqués de Brancifort, según se entiende de unos expedientes
formados en contra de Juan Gutiérrez del Corral como fiador en el Ramo de Tributos
de Juan Antonio Flores, alcalde mayor del partido de Metepec, en 1799:
"MÉXICO 30 DE Enero de 1799
Por presentado con los Documentos que refiere, los que se rubriquen; practicadas
las Diligencias que por esta parte se piden, corra traslado de la sesión con la de
D.ª Josefa Ruiz y D[oñ]a Maria Bayas, únicos Acreedores que hasta ahora resulta:
notifíquese à ambos internados nombren Peritos para el Abaluo de los efectos que
encierra el caxon, y tercero para en caso de discordia para que aceptando y
jurando se proceda al ymbentario y aprecio de los mismos efectos por Quaderno
separado à fin de no embarazar una providencia con otra, y hecho todo dese
cuentas. Lo proveyó el s[eñ]or contador G[ene]ral de Retasas [entre otras cosas es
responsable por recoger el tributo indígena] y de la Renta del Medio real de
embios, y lo Rubrico.
Sobre “que se me acaba de hacer saber el auto del dia de hoy en que se manda
asegurar el caxon de cristales que Tenia el referido Corral en la calle de Portacaeli
p[ar]a asegurar al R[ea]l Fisco. Convenido en ello á nombre de mi parte.
Por el valance, quaderno de cuentas y libro de caxa que debidamente presento, se
vendió en conocimiento de los reales y efectos que había en el caxon al tiempo u
quando se separó de esta corte y se fue para Oaxaca el referido Gutierres,
dejándolos en mano de un D[o]n Tomas Lisada su caxero. A este lo echó D[o]n
Vicente Valdez de propia autoridad, y puso á D[o]n Francisco Valencia sobre que
hubo pleito, y Valdés á titulo de comerciante declinó jurisdicion, y no quiso
obedecer al corregidor antes quien corrió la queja de Lisada.
En este intermedio murió Corral, y vino la noticia al propio Valdéz, que retuvo las
cartas, y de propia autoridad se sacó los cajones de losa, y baxilla [sic., vajilla] de
loza y cristal que se compró al Mayordomo del Sor Marquez de Branciforte
entregandosele á D[o]n Juan Francisco Durana sin liquidar las utilidades que
rindió lo vendido."692.
692 AGN, Consulado, vol. 5234, exp. 29.
606
6.3. EL COMBUSTIBLE: ALGUNOS APUNTES SOBRE LA MADERA
El combustible fue un aspecto muy importante en la vidriería, no solo por la
cantidad de madera que necesitaban estos profesionales, que condicionó el precio de
ese producto en las ciudades donde ejercían su actividad y también la relación con los
vecinos. Uno de los factores preponderantes en la vidriería novohispana y su
evolución o grado de adaptabilidad al entorno fue precisamente la calidad de la leña.
Eso se tradujo en una demanda de maderas concretas, con las que se lograran alcanzar
temperaturas excepcionalmente altas y que la mayoría de los árboles no
proporcionaba. Eso fue aún más imprescindible cuando se hicieron experimentos con
materiales nativos con puntos de fusión más elevados que aquellos con los que se
había hecho el vidrio hasta entonces. Se podría decir que fue el equilibrio entre estos
factores lo que explica el éxito o el fracaso de algunos profesionales o incluso de la
viabilidad económica de la vidriería en ciertas ciudades. Por eso se trata de identificar
las especies utilizadas como fuente de combustible en este sector.
En 1564, Guillen de Almas menciona el uso de leña de encina693, la misma
que en la península se tenía como combustible de mayor calidad y que más tarde se
empleó en la Granja de San Ildefonso para calentar las mesas de bronce en las que se
vaciaban las lunas (Pastor 1998: xxxiii). Existe la posibilidad de que no se tratara
exactamente de la misma especie que crecía en los bosques de la península Ibérica,
sino de una planta autóctona de la misma familia, pero es evidente que los vidrieros
trataron de acudir, siempre que fue posible, a productos que ya conocían o que se
confundían con estos.
En la Nueva España, los cronistas se refieren frecuentemente al uso de la
corteza de encina para quemar en los fuegos que alumbraran las ciudades en época
prehispánica por el poco humo que producían y el olor que desprendían al arder
(Cervantes de Salazar 1971: 323-4; Gómara 1987: 180; Motolinia 1971: 253, 256;
Tezozómoc 1987: 637; Torquemada 1975 I: 232). No obstante, la única planta con
nombre de encina que se ha detectado en trabajos de carácter botánico es la ahvaton,
descrita por el naturalista Francisco Hernández como:
"encina pequeña que otros llaman Tlalcapolin, que quiere dezir capolin humilde y
terrestre, es una yerva que tiene las ojas de orégano aserradas como las del
693 AGNotDF, Fondo Antiguo Siglo XVI. Notario Antonio Alonso, 17 de abril de 1564, "obligación de
pago con hipoteca", vol. 8, leg. 6, f. 608r.
607
camedreos, ó de encina, pero menores, de donde le vino el nombre, las quales por
la parte de abaxo son de color verde claro, y por la parte de arriba de verde más
oscuro, los troncos tiran á rojos, la rayz larga hebrossa vanada, y de mediano
gruesso las flores de color carmesí pequeñas y larguillas, los granos al principio
son verdes y luego rojos, y finalmente negros, los quales tienen dentro unos
huessos leonados, la rayz es de sabor astringente, y algún tanto amarga no sin
alguna dulçura, no tiene olor notable, y es de fria y seca temperatura (...)."
(Hernández 1615 IV: 116)694.
En otros casos, las especies vegetales empleadas por los vidrieros y la
finalidad que cumplieron en el proceso de producción es más complicada de
identificar. Una vez en América, Benito de Espinosa usó el árbol de castilla "para
quemar y hazer vidrio". No se sabe exactamente si su ceniza fue incorporada a la
fórmula de vidrio, eventualmente en el proceso de lixiviación de la sosa para obtener
la potasa como fundente de las arenas, como se usaba en el norte de Europa, o si se
trataba de combustible para calentar el horno. En realidad es difícil determinar la
especie, una vez que no se conocen referencias a su nombre hasta 1794, cuando se
pasó a designar al árbol del hule como "árbol de castilla" o "castilla elástica", en
honor al farmacéutico Don Juan Diego del Castillo y de la expedición botánica
liderada por Martín de Sessé, en la que participó (Larreategui 1795: 273-296; Sessé y
Mociño 1894: 14-18).
Lo más probable es que, casi 200 años antes, cuando Benito se refirió a la
planta, él pretendiera denominar a una especie similar a un árbol autóctono de la
región de Castilla. Aunque no se detectó el uso de esta expresión en la península,
creemos que se trataba, en realidad, de la encina. Atendiendo a las descripciones
geográficas del siglo XVI, la comarca tenía "muchos árboles de roble, encina,
tepehuanes [y] mezquites" y en el altos de las sierras se encontraban "algunos fresnos
y pinos" que eran "muy malos de sacar" (Acuña 1988: 45).
En cuanto a la Casa de Moneda, en las cuentas del Apartado aparecen
diferentes tipos de maderas usadas como combustible, especialmente cedro silvestre y
ocote. Ambas se compraban a Don Vicente Arroyabe pero cada una se destinaba a
una finalidad distinta. La primera tenía el valor de un peso el lote de 200 palos o rajas
y su uso se restringía a las oficinas del Apartado, porque alcanzaba temperaturas más
694 Posiblemente no sería a esta planta a que se refería nuestro personaje, sino más bien a la encina
herbácea, que era conocida desde tiempos prehispánicos con el nombre náhuatl de Tlalahoncatl (Sessé
y Mociño 1894: XXI).
608
altas. A pesar de la necesidad de combustible de calidad, para las oficinas de vidrio se
compraba el ocote, que valía solamente 10 reales el lote de 400 palos (Fernández
1990: 81)695. Es precisamente esta especie, la que se encuentra entre los registros de
los gastos con sucesivas cargas de leña para los hornos de vidrio en el año de 1796696.
Esto permite entender mejor las dificultades añadidas con las que lidiaron los
vidrieros de la Casa de Moneda para poder trabajar con materias primas alternativas,
como el tequesquite que requería temperaturas más elevadas que la barrilla para
fundir las arenas.
6.4. ESTRUCTURAS DE PRODUCCIÓN - LOS HORNOS DE VIDRIO
La estructura de los hornos o el tipo de materiales empleados para construirlos
son aspectos que podrán ofrecer algunas señales sobre los procesos de adaptación y
desarrollo de la vidriería. En ese ámbito, importa percibir cómo los conocimientos
previos sobre la mejor manera de concebir estas estructuras se acoplaron a las
materias disponibles en el Virreinato y cómo eso se reflejó en su calidad y durabilidad
para producir el vidrio en pleno centro de la ciudad de México con la seguridad
requerida. Por otra parte, cabe entender cómo la experiencia cotidiana en la
producción de vidrios impulsó nuevas maneras de estructurar el trabajo y distribuir el
espacio dentro del taller novohispano. Aunque sea difícil de precisar los detalles sobre
estos aspectos, se han excavado parcialmente algunas de esas estructuras y se
localizaron fuentes que aportan informaciones novedosas sobre el tema.
En el territorio novohispano se excavaron al menos dos hornos de vidrio de
época virreinal: uno en San Luís Potosí y otro en México. A pesar de la importancia
de estos hallazgos, todavía ninguno de estos sitios ha sido objeto de un análisis más
profundo que se plasmara en alguna publicación, mediante la cual se ofrecieran
mayores datos sobre la vidriería novohispana.
Las fuentes escritas permiten subsanar algunas de las lagunas dejadas por la
arqueología sobre la estructura y organización del trabajo en los hornos de vidrio
novohispanos. Por ello, se incluirán dos estudios de caso de la Ciudad de México que
representan modelos de negocio muy distinto. El primero es un horno de vidrio que
695 Fuente citada: AGN, Casa de Moneda, vol. 388, exp. 5.
696 AGN, Indiferente Virreinal, vol. 5231, exp. 32, f. 30v.
609
fue propiedad de Micaela Gerónima Bezerra, un taller relativamente pequeño cuya
fundación partió de la iniciativa privada. El segundo caso estudiado son las oficinas
de vidrio del Apartado de la Casa de Moneda que ya merecieron la atención de los
principales historiadores del vidrio novohispano (Peralta Rodríguez 2018: 13-20;
Peralta Rodríguez y Jesús 2010: s.p.; Fernández 1990: 76-90). Dichas instalaciones
fueron creadas por las autoridades del gobierno para garantizar la mayor rentabilidad
de la extracción de plata. Su volumen de producción y su especialización en la
manufactura de cierto tipo de piezas hacen que este establecimiento no se pueda
equipar a ningún otro taller de vidrio.
6.4.1. El Horno de San Luís Potosí
El taller de San Luís Potosí se localizó durante los trabajos arqueológicos que
tuvieron lugar en la casa sita en la Calle Venustiano Carranza nº 455. La intervención
ocurrió en 1984 y fue conducida por Claudia Walz Caviezel, Diana Dávila y Patricio
Dávila pero no se ha encontrado ninguna publicación sobre el importante hallazgo. La
única noticia sobre el horno de vidrio es la referencia hecha por Miguel Ángel
Fernández (1990: 86-87) quien aporta algunos datos sobre la excavación mientras no
se publicaban los resultados que, según se ha averiguado, no llegaron a plasmarse en
algún artículo o capítulo de libro. El historiador señala que los trabajos arqueológicos
se limitaron a la parte posterior del patio del inmueble, donde se encontraron
"(...) un horno, tres pequeños cilindros "para elaboración del vidrio soplado"
cubiertos con residuos de diversos pigmentos, así como incontables fragmentos de
recipientes del mismo material (...) de colores verde, azul y café con sus distintas
tonalidades; al parecer, todos ellos de forma y tamaño muy similar: base plana
globular y cuello largo e inclinado. Estos datos permiten sugerir la forma de
retortas." (Fernández 1990: 87).
Nada más se sabe acerca del tipo de estructuras encontradas o los materiales y
cimientos con que se edificaron. En cuanto a las características de la producción,
Miguel Ángel Fernández (1990) tuvo oportunidad de ver las piezas que estaban
guardadas en seis canastillas depositadas en las bodegas del Centro Regional de San
Luís, junto a pedazos del horno que no merecieron su atención. Es posible que los
610
materiales vítreos de colores que describe sucintamente se trataran de descartes
correspondientes a la última fase de ocupación del sitio, ya que estos se solían
reciclar, fundiéndolos de nuevo para hacer otras piezas. Eso podría justificar las
dificultades en identificar la forma original de esos fragmentos, de base extrañamente
globular o de cuello anormalmente largo e inclinado. Aunque su forma recuerde a la
de una cornamusa, tal como advierte el citado historiador, se descarta esa posibilidad
precisamente por el color oscuro de los mismos, que impediría observar
detenidamente los procesos de apartado de metales.
6.4.2. El Horno de la Calle de las Moras, en México
En la Ciudad de México, la división de Salvamento Arqueológico del INAH
intervino en el nº 16 de la Calle República de Bolivia, una casa de vecindad situada en
pleno centro histórico. Los trabajos se desarrollaron en el año 1993 y estuvieron
dirigidos por Reyna Cedillo y Antonio Gudiño Garfias, quienes lograron registrar
parte de la historia urbana de este barrio y la evolución arquitectónica del inmueble
que todavía se encuentra en pie. Los registros más antiguos reportan a los restos de
una casa del siglo XVII sobre la cual se construyó otra, a finales del siglo posterior.
Esa estructura unifamiliar sufriría varias alteraciones a lo largo del tiempo hasta
transformarse en una casa de vecindad, en el siglo XIX. Fue entonces cuando se
realizaron algunas obras que se reflejan en los cimientos puestos a descubierto por los
arqueólogos. Esta fase de ocupación se caracterizó entonces por el tapiado de puertas
y la construcción de nuevos muros de reducida calidad que planteaban una forma
diferente de concebir el espacio residencial y la manera de habitar en su interior. Todo
eso refleja también como a partir de entonces esa zona de la ciudad pasó a ser
habitada por estratos sociales diferentes y se asistió a una restructuración de la
localización de ciertas actividades productivas, como la del vidrio.
En el informe realizado por los arqueólogos se describe cada una de las fases
de la excavación en las que se identificaron diferentes unidades habitacionales. En ese
ámbito, proporcionan escasas informaciones sobre el descubrimiento de los vestigios
de un horno de vidrio de época virreinal. Estos se encontraban en el interior de la casa
611
unifamiliar, designada "casa principal", cuya estructura permitió clasificar la
construcción de finales del siglo XVIII.
La poca repercusión del hallazgo y el acceso restrictivo que tienen estos
documentos seguramente influyeran en que, hasta ahora, los historiadores ignoraran
por completo la existencia de un horno de vidrio en esta calle y al que se aludió
brevemente en otra publicación (Martins Torres 2018b: 37-68). En efecto, la
posibilidad de conocer mejor la estructura de estos núcleos de trabajo, a través de los
vestigios materiales directos, merecería una publicación detallada que solamente los
profesionales que trabajaron directamente en el campo podrían realizar. Ellos son
quienes mejor conocen los detalles de la excavación y los únicos que poseen
informaciones adicionales que no plasmaron en el informe que sirvió de base a las
interpretaciones plasmadas en este capítulo. El único artículo conocido que
escribieron sobre esta excavación trata de la evolución urbanística de la plaza pero no
concede informaciones adicionales sobre el horno de vidrio (Cedillo y Gudiño 1995:
229-238).
6.4.2.1. LOCALIZACIÓN DEL HORNO: UNA ÁREA DE PRODUCCIÓN VIDRIERA
El cuartel de la Calle República de Bolivia, nº 16, se corresponde con la
antigua Calle de las Moras que va "de la esquina de la del Reloj a la de los Sepulcros
de Santo Domingo" (Rubio Mañé 1966: 436). En un plano de la época se observa el
callejón (de Celaya) que sale de la Calle de las Moras hacia a la Plazuela de Celaya,
donde se encontraba la famosa pulquería que dio nombre a esos lugares y cuyas
fuentes documentan al menos desde 1753. Se sostiene que este establecimiento es el
mismo que aparece pintado en el centro de la plaza, en el mapa de 1752 (Fig. 122). La
estructura techada coincide con un edificio precario que se acomoda a la descripción
que hizo Guillermo Prieto (1906) en el siglo XIX de las pulquerías de aquella época.
En su texto se basan también los arqueólogos responsables de la excavación para
imaginar cómo sería la Pulquería de Celaya pero no llegan a percatarse de su
representación gráfica en el mapa citado, que curiosamente también anexan a su
informe para ubicar el inmueble excavado:
612
"Figurémonos un jacalón de cincuenta varas de largo por quince ó veinte de
ancho, con su caballete ó techo de tejamanil, sin más adornos ni adminículos.
Sustentan al jacalón vigones perpendiculares de seis á seis varas de distancia,
maceradas en la tierra y afirmadas con cimientos de piedra ó cal y canto en forma
piramidal y su torra de hormigón encarnado.
Al fondo de la galera ó jacalón hay una pared blanca (...).
A dos varas de distancia de la pared del fondo, y dando el frente á la galera, se
ostentaba soberbia una hilera de tinas de pulque angostas, abajo anchas, arriba de
más de dos varas de altura, pintadas exteriormente de colores chillantes y unos
rubros que ponían de punta los pelos como La no me estires, El valiente, La
Currutaca, El Bonito, etc. etc.
En la orilla de las tinas y del lado de la pared, en anchos tablones que formaban
como cornisa, se veían cajetes de barro poroso, cantaritos pequeños de la misma
materia, vasos de vidrio verde de más de á tercia, figurando tornillo su relieve;
tinas pequeñas y manuables y barrilitos con su candado para el repartido á las casa
de los amos.
Entre cajetes y vasos se percibían los tejos de bronce para el juego de la rayuela;
algunos naipes, y en cazuelitas pequeñas, sal y chiles verdes para los aficionados
a los aperitivos.
La espalda de las tinas fungía de aposento de los pulqueros y tenía sus sillitas
bajas de tule y su angosta mesa (...)." (Prieto 1906: 57-58).
La localización de este horno junto a la referida pulquería coincide con la de
otros hornos de vidrio contemporáneos, situados a escasas cuadras de ese lugar. Por
un lado, esto nos remite a la idea planteada por José Peralta Rodríguez (2013: 2-25)
sobre la distribución cercana de estos profesionales en la Ciudad de México, en el
siglo XVIII. Pero por otro, advierte de la necesidad de tener alguna precaución al
asociar la residencia de vidrieros en el barrio con su trabajo en las oficinas de vidrio
del Apartado de la Casa de Moneda (Peralta Rodríguez y Jesús: 2010: s.p.). Con esto
no se cuestiona la proximidad de sus residencias con la de los talleres en los que
trabajaban sino que dichos vidrieros pudieron estar empleados en cualquiera de los
talleres que existieron ahí.
El plano del siglo XVIII no incluye el prolongamiento oriental de la Calle de
las Moras, donde se situaban al menos dos hornos de vidrio más. Según hemos
averiguado, por entonces la segunda cuadra de esta arteria se llamaba Calle Arcinas,
que comenzaba en la Calle del Reloj y seguía hasta la esquina del Carmen (Rubio
Mañé 1966: 430). Paralela a ella, desde el puente de Leguízamo hasta la Plazuela del
613
Carmen, se encontraba la Calle del Apartado (Rubio Mañé 1966: 430) por allí estar el
edificio del Apartado de la Casa de Moneda, donde se habían construido también las
oficinas del vidrio. La tercera cuadra de la actual Calle República de Bolivia se
designaba Calle del Puente de San Sebastián que seguía desde Arcinas hasta la
Plazuela de San Sebastián (Rubio Mañé 1966: 440). En ese lugar anunciaba la sección
de "encargos" del periódico de la Gazeta de México, de 22 de octubre de 1798, que
había abierto una nueva fábrica y horno de vidrio:
"En la plazuela de San Sebastian de esta Capital se ha puesto una nueva Fábrica y
Horno de vidrio, en que procurará complacerse á los que necesiten algunas piezas,
tanto en su cómodo precio como en la buena calidad y prontitud." (Valdés 1798:
88).
Unos años más tarde, a las vísperas de concretarse la Independencia de
México, el virrey Juan Ruiz de Apodaca, Primer Conde de Venadito, y la virreina
consorte María Rosa Gastón de Iriarte y Navarrete asistieron, a la inauguración de una
nueva fábrica de vidrio en San Sebastián, fundada por Manuel Díaz. En el discurso
proferido por el virrey se destaca el apoyo al sector manufacturero, en un gesto
claramente propagandístico hacia las instituciones de la Corona que empezaban a
cuestionarse. En ese tono "nacionalista" muestra su orgullo por que finalmente se
hubiese logrado producir el cristal durante su gobierno, lo que posibilitaba disponer
de piezas más afines a los gustos y necesidades del consumidor novohispano, a
precios más asequibles que sus congéneres importados. Así se publicaba el
acontecimiento en la Gaceta del Gobierno de México del 18 de marzo de 1817:
"Aviso: D[on] Manuel Diaz oficial cuarto de la contaduría de la real casa de
Moneda, ha construido en el barrio de S[an] Sebastian, inmediato al puente de las
Vacas, un horno de vidrio en que se trabaja y se está expendiendo ya al público
vidrio de todas clases, desde el mas ordinario hasta el cristal más fino, de que
están ya proveyendose los vecinos de esta capital. El Ex[elentísi]mo s[eño]r virrey
de este reyno que en medio de las gravísimas atenciones que lo rodean no
desatiende la proteccion de promover la industria nacional y el comercio, tuvo la
benignidad de pasar acompañado de la Ex[elentísi]ma señora vireyna y de su
digna familia á visitar la nueva fábrica y ver trabajar en ella, manifestando
especial complacencia de que en el tiempo de su acertado gobierno se fabrique ya
el cristal en este reyno, que no se habia conseguido á pesar de que lo habian
solicitado muchos sugetos instruidos, y estándolo con particularidad S[u]
614
E[xcelencia] en la materia, habló sobre ella con mucho tino con el citado D[on]
Manuel Diaz, haciendole varias utilísimas advertencias, y ofreciendole proteger
eficazmente la nueva fábrica, para proporcionar á los habitantes de esta América
este nuevo ramo de industria y comercio nacional, conque se evitará la extraccion
de mucho dinero que con este artículo se llevaban las fábricas extrangeras y el
público recibirá los artefactos necesarios con mucha equidad en los precios y será
servido á su gusto, porque mandará hacer las piezas que quiera á toda
satisfaccion." (Anónimo 1817: 330).
Todos estos establecimientos se sucedían a lo largo de una línea recta
imaginaria en sentido este-oeste, que cruzaba los cuarteles menores 13 y 14,
separados por un edificio entre cada uno de ellos. Esto se aprecia claramente al
observar la ubicación de estos hornos en un mapa de 1864, donde las referidas calles
mantienen aún los mismos nombres. No muy lejos de ahí, en dirección sur, existía
otro núcleo de hornos de vidrio, situados en torno a la Calle Santa Cruz y a los cuales
se aludió anteriormente (Fig. 123).
6.4.2.2. LAS ESTRUCTURAS DEL HORNO Y SU PRODUCCIÓN
La única información concedida por los arqueólogos acerca de las estructuras
del horno es que los vestigios se encontraron en uno de los compartimentos de la
designada "casa principal" (Cedillo y Godiño 1993: s.p.). Se trata de una residencia
construida muy posiblemente a finales del siglo XVIII, de planta cuadrada, delimitada
al este por el muro 1 de orientación norte-sur que daba al Callejón de Celaya, al norte
por el muro 1 de orientación este-oeste, al oeste por el muro 2 de orientación norte-sur
y al sur por la actual Calle de República de Bolivia que por entonces se conocía como
Calle de las Moras.
Las ruinas del horno se encontraban en el ala norte (Fig. 124) y (Fig. 125),
donde la organización de las habitaciones seguía el mismo patrón del ala este descrita
con mayor detalle en el informe de la excavación:
"es decir, dos grandes habitaciones laterales y enmedio una más pequeña. La del
lado Oeste medía 4,65m de largo por 4.05 de ancho; en este preciso lugar se hizo
el hallazgo de una gran cantidad de varillas de vidrio de diferentes colores y
pequeños crisoles de barro refractario que nos indican la existencia de un taller
615
artesanal donde se fabricaban vitrales. Durante la exploración, en todo el terreno
se encontraron pedazos de un horno para vidrio y escoria de vidrio. La habitación
del centro tenía 4.95m de largo y 3.60 de ancho; por último, la del lado este tenía
las siguientes medidas: 6 de largo por 4m de ancho." (Cedillo y Gudiño 1993:
s.p).
Si el horno de vidrio que ahí existió es contemporáneo de la fundación de la
"casa principal", se puede pensar que su instalación se acomodó a la disposición
tradicional de una residencia novohispana para alojar una unidad de producción
vidriera de tipo familiar que pudo incluir los aposentos de su dueño y eventualmente
también una tienda. Su disposición en torno a un patio facilitaría la entrada de la
madera y otros materiales utilizados en las labores que tuvieron lugar en su interior,
aspecto que habrían seguramente ponderado otros vidrieros a la hora de elegir las
casas donde poner su horno. No está de más recordar que en la excavación de San
Luís Potosí, la ubicación del horno dentro del inmueble coincidió igualmente con la
parte trasera del patio. Como se expondrá más delante, las oficinas de vidrio del
edificio del Apartado de la Casa de Moneda se situaron a uno de los lados del patio
central y en el horno de Micaela Gerónima Bezerra existen indicios de que el horno
estaría en el propio patio.
En lo relativo al taller de vidrio de la Calle das Moras, cabe destacar su
cercanía con un canal de agua que delimitaba la plazuela de Celaya por el lado norte.
Este generaría una barrera para contener la propagación del fuego hacia los lotes
vecinos en caso de incendio y facilitaría el acceso a la hierba barrilla que llegaba
desde las afueras de la ciudad y se distribuía a través de los canales.
La falta de datos sobre las características de los ladrillos y argamasas de los
vestigios del horno de vidrio nos impiden hacer mayores consideraciones al respecto
de las técnicas constructivas y de su calidad o aún sobre el tipo de infraestructuras que
ahí existieron. Estas variaron ligeramente en función del tipo de objeto que se
producía en las instalaciones con lo cual no se pueden hacer generalizaciones.
Asimismo los hallazgos de vidrio en la zona pueden ofrecer algunas pistas sobre el
tema.
Según el informe arqueológico, en esa zona se recuperaron muchas varillas de
vidrio de diferentes colores que se interpretaron como piezas para hacer vitrales. No
hemos visto personalmente dichos artefactos porque solicitamos autorización del
equipo de Salvamento Arqueológico del INAH para estudiar solamente los
616
abalorios697. La fotografía de esos tubos de vidrio que se incorporó al informe no
presenta una escala que posibilite entender su dimensión (Fig. 126). En contrapartida
se anexa otra fotografía con "ampulas y tubos de vidrio" que sugieren que su diámetro
no sería superior a 1cm, aunque resulta imposible percibir su espesor (Fig. 127).
Las medidas de esos últimos ejemplares requieren plantear la posibilidad de
que se trataran de varillas de vidrio soplado, producidas para cortarse y obtener así
pequeñas cuentas que después podrían ser redondeadas mediante su exposición al
calor. En efecto, a lo largo de los trabajos arqueológicos se recuperó un número
considerable de cuentas de vidrio que se fotografiaron, junto a algunos botones (Fig.
128), sin identificar su localización exacta en la excavación. También se mencionan
varias canicas de vidrio cuya elaboración se haría mediante un proceso muy similar a
la de las cuentas, así como ejemplares de cerámica y loza (Fig. 129) con los que bien
jugarían los niños de la casa o bien se habían producido ahí. Aparte de estas piezas, se
recuperaron diferentes formas de vidrios utilitarios, desde frascos a botellas y vasos
(Fig. 130) y (Fig. 131).
Los hallazgos de piezas de vidrio aparecen sistematizados en un cuadro
presentado por los arqueólogos en el informe y que reproducimos en la Tabla 20. No
obstante, el número de cuentas señalado (25) no se corresponde con el total de 35
ejemplares que manejamos en el depósito del INAH, eventualmente porque una parte
de ellos estaría originalmente cubierto con sedimentos que no permitiría distinguir
cualquier orificio, confundiéndolos con canicas.
Pese a la diversidad de objetos de vidrio encontrados a lo largo de la
excavación no se logró identificar su contexto particular a través de los datos
dispensados por los arqueólogos en el informe. Por el momento importa fijar la
atención en la colección de abalorios, dado los fuertes indicios de que al menos una
parte pudo confeccionarse en esas instalaciones. De confirmarse esta posibilidad,
estaríamos ante el primer taller de cuentas de vidrio, de época virreinal, excavado en
América.
697 Nos gustaría agradecer a la Dirección de Salvamento Arqueológico (INAH) por el apoyo prestado a
nuestra investigación, particularmente al arqueólogo Carlos Salas que autorizó particularmente el
acceso a la colección y a la arqueóloga Trinidad Durán, responsable por el depósito de colecciones en
la Calle Alhóndiga (Ciudad de México), donde trabajamos.
617
6.4.2.3. LA COLECCIÓN DE ABALORIOS
La colección de cuentas de vidrio conservada en el depósito de Salvamento
Arqueológico, en el antiguo edificio de la alhóndiga de la Ciudad de México, se
compone actualmente de 35 ejemplares. Una parte de las piezas fueron clasificadas
con el número CATSA 15088, que provienen de un contexto de rellenos, sin que se
indicara la Unidad de Excavación (UE). De los ejemplares con el número CATSA
15089 tampoco conocemos donde fueron encontrados por no presentar esa
información en las fichas que acompañan actualmente a los materiales (Tabla 21)698.
En estas condiciones es difícil determinar los usos específicos que tuvieron
originalmente esas piezas o el suporte sobre el que estarían aplicadas. Del mismo
modo, no es viable cualquier intento de acotación cronológica apoyado en el registro
arqueológico. La única manera de acercarse al tema es mediante el establecimiento de
paralelos con piezas recuperadas en otras excavaciones de la ciudad. Se sostiene que
no es viable interpretar estos hallazgos con base en los resultados de excavaciones en
el exterior, puesto que diversos tipos de cuenta conocieron un amplia difusión en el
tiempo. Su propagación espacial dependió de la oferta y de las redes de
comercialización desde los centro productores hacia el consumidor final pero, sobre
todo, de las demandas locales y de la evolución del gusto de esas personas. Estos
procesos se plasman en diferencias regionales y en ritmos desiguales en el uso de
cierto modelo de cuenta. Ignorar estas dinámicas equivaldría a considerar todos los
grupos americanos por igual, independientemente de las diferencias étnicas, sociales o
de género que mantuvieron entre si y que generaron escenarios muy variados respecto
al consumo de estos objetos. Asimismo, se tomó como referencia la amplia muestra
de cuentas de vidrio recuperadas en la antigua misión de Santa Catarina de Guale,
estudiada por Elliot Blair, Lorann Pendleton y Peter Francis Jr. (2009), para establecer
paralelos formales con las cuentas de esta colección.
Para intentar definir el tipo de soporte en que pudieron estar originalmente
aplicados estos objetos se ha identificado la presencia de los modelos de cuenta
recuperados en la excavación en objetos que sobrevivieron al paso del tiempo como
parte de la colección de algunos museos. A pesar de eso, los ejemplos citados deben
698 Más que un descuido de los arqueólogos es muy probable que la ausencia de esos datos se deba a un
incidente. En años anteriores el antiguo edificio de la Alhóndiga de México sufrió algunas
inundaciones que han podido borrar para siempre los datos de las fichas originales que solo
parcialmente se habrían recuperado y copiado en las que actualmente acompañan estos artefactos.
618
ser considerados en cuanto muestras de la diversidad de usos que conocieron ya que
las posibilidades de aplicar estos adornos fueron infinitas y el único límite la
imaginación de sus creadores.
Para el estudio de la colección se optó por formar conjuntos en función de las
características compartidas por algunos de los elementos que tenían el mismo número
de inventario y que fueron numerados de manera sucesiva, siendo el primero CATSA
15088-1. Como esos grupos estaban compuestos por más que un abalorio, se utilizó el
mismo criterio de inventario adoptado en los museos del INAH y que hace referencia
al lugar que ocupa el ejemplar en el conjunto. Para eso se indica el número de la pieza
seguido de barra y el número total del conjunto. Así, CATSA 15088-1-1/2 significa
que el grupo 1 lo componen dos ejemplares y que ese en concreto es el número 1.
Paralelamente se adoptaron los criterios establecidos por Christopher
DeCorse, François Richard e Ibrahima Thiaw (2003: 77-110) para clasificar estos
objetos. De esa manera describimos de forma genérica los aspectos relacionados con
la producción, la forma, la estructura, el color y el tipo de decoración impresa. La
ausencia de mayores datos sobre el contexto arqueológico en que se rescató cada una
de esas piezas impide proponer una clasificación cronológica más concreta o
determinar si efectivamente se pudieron hacer en esos hornos de vidrio. La
sistematización propuesta ha permitido percibir que la colección se divide en cuatro
grandes grupos.
El primero está conformado por 22 ejemplares de tamaño pequeño y forma
globular, 19 de los cuales tienen un orificio central cónico699. Por ese motivo,
presentan dimensiones distintas en función del lado por el que se mire, aunque para
este estudio se consideraron siempre las medidas mayores. Otra de las características
más marcadas de este conjunto es que las cuentas están realizadas con un vidrio muy
brillante y opaco. Algunas de esas piezas presentan una raya en la zona media y
alrededor de toda la circunferencia que sugiere un proceso de acabado mediante
molde (Tabla 22). La cuenta CATSA 15088-15 fue ejecutada con el mismo tipo de
vidrio y técnica, siendo aún más visible la línea saliente, aunque su forma es algo
distinta: su tamaño es mayor, forma un globo perfecto, y el orificio central es bastante
699 CATSA 15088-1-1/3, CATSA 15088-1-2/3, CATSA 15088-1-3/3, CATSA 15088-2-1/2, CATSA
15088-2-2/2, CATSA 15088-3, CATSA 15088-5-1/11, CATSA 15088-5-2/11, CATSA 15088-5-3/11,
CATSA 15088-5-4/11, CATSA 15088-5-5/11, CATSA 15088-5-6/11, CATSA 15088-5-7/11, CATSA
15088-5-8/11, CATSA 15088-5-9/11, CATSA 15088-5-10/11, CATSA 15088-5-11/11, CATSA
15088-7-1/2, CATSA 15088-7-2/2.
619
más pequeño y regular que todos los demás. Lo mismo sucede respecto a la cuenta
CATSA 15088-4, aunque no muestre ninguna línea saliente en el cuerpo. Por su parte,
la pieza CATSA 15089-2 tiene forma de una manzana y el orificio central es pequeño
y delicado, dentro del cual aún se conserva parte de la cadena metálica donde iría
ensartado. Este es el único ejemplar de composición compleja de este grupo, ya que
todos los demás tienen una estructura simple.
Este tipo de cuenta ejecutada con un vidrio muy brillante se ha encontrado
también en el antiguo Convento de la Encarnación, de la Ciudad de México, donde
tampoco se registró la UE donde fue encontrada. Nos referimos al abalorio de color
azul turquesa con el número de inventario CATSA 17351 que publicamos en un
artículo sobre las cuentas de vidrio de ese sitio arqueológico (Martins Torres 2018b:
58). En el MNHCC se tuvo ocasión de ver varios objetos de chaquira conservados en
los depósitos de esta institución. Algunos de ellos estaban elaborados con ejemplares
producidos con el mismo tipo de vidrio, aunque fueran sustancialmente más
pequeños. Uno de los más antiguos es una servilleta de algodón y hilo (nº inv. 10-
129311), de finales del siglo XVIII, que perteneció al coleccionista privado Ramón
Alcázar (Fig. 132). Pero la gran mayoría de las piezas pertenece ya al siglo XIX,
como las cestas bordadas de chaquira (Fig. 133: nº inv. 10-275104), los cíngulos (Fig.
134: nº inv. 10-129236), los diferentes modelos de "cigarreras" (Fig. 135: nº inv. 10-
324546 y Fig. 136: nº inv. 10-276391), o los alfileteros (Fig. 137: nº inv. 10-324562).
Existen aún algunas piezas de joyería con abalorios de mayores dimensiones hechos
también con este tipo de vidrio. Desafortunadamente en esos casos no hay ninguna
indicación sobre la cronología de la pieza, la fecha en que ingresó a la colección o su
dueño original. Podríamos mencionar, por ejemplo, un collar (Fig. 138: nº inv. 10-
618574), un rosario (Fig. 139: nº inv. 10-379787) y un pendiente (Fig. 140: nº inv. 10-
379142 01/2 y 10-379142 2/2).
El segundo grupo de cuentas (Tabla 23) tiene forma globular y decoración
facetada en rombos. En cuanto a su composición, los cinco ejemplares se dividen en:
complejos (CATSA 15088-12, CATSA 15089-3) y compósitos que, en este caso,
presentan una capa de vidrio azul aplicada sobre otra blanca (CATSA 15088-9,
CATSA 15088-11, CATSA 15088-10 (?)). Este tipo de cuenta fue bastante común en
contextos de los siglos XVII y XVIII en la península. En la Nueva España, aparecen
en el antiguo Convento de la Encarnación, particularmente las piezas CATSA 22849
620
2/4 y CATSA 22849 4/4.
El ejemplar verde de este grupo (CATSA 15088-12) presenta bastantes
semejanzas formales con las cuentas azules utilizadas en la decoración de una "aguja
de pelo" del siglo XIX, con la que se sujetaban los sombreros y tocas a los cabellos de
las damas más ricas. Aparte del ejemplar en cuestión (Fig. 141: nº inv. 10-276240), el
MNHCC posee una enorme colección de estos adornos hechos con diferentes
modelos de cuentas de vidrio. Lo mismo sucede con la cuenta negra (CATSA 15089-
3) que representa un modelo ampliamente utilizado en la indumentaria, bordado sobre
zapatos (nº inv. CH-188-2)700, vestidos (nº inv. 10-900972)701, capas (nº inv. 10-
234282, nº inv. 10-901284), fichu (nº inv. 10-901285) o pulseras que se hizo en vidrio
pero también en azabache. Finalmente, debemos destacar la similitud entre la cuenta
de vidrio verde facetado (CATSA 15088-12), con la que aparece en un pendiente en
forma de lágrima, de cronología indeterminada, perteneciente a la colección del
referido museo (Fig. 142: nº inv. 10-380325).
El tercer grupo (Tabla 24) lo conforman cinco ejemplares de composición
simples y forma globular (CATSA 15088-14, CATSA 15088-14, CATSA 15088-17)
u ovoideos (CATSA 15088-6-1/2, CATSA 15088-6-2/2), y dos cuentas compuestas
que se caracterizan por estar formadas por dos capas de vidrio blanco y presentar una
forma cilíndrica (CATSA 15088-16-1/2, CATSA 15088-16-2/2).
Los abalorios globulares verde (CATSA 15088-13) y amarillo (CATSA
15088-14) aparecen en un contexto de enterramientos indígenas del siglo XVI y
XVII, en el sitio La Hoyada, en Cachi-Salta (Argentina) aunque, como ya se afirmó
anteriormente, la presencia del mismo modelo no configura un indicio
suficientemente sólido para identificar la cronología de una pieza encontrada en otro
contexto. El ejemplar verde es del mismo modelo que el tipo 74 de Santa Catarina de
Guale y es el único de esta colección que fue elaborado con la técnica de vidrio
enrollado, eventualmente ejecutado con una varilla prefabricada y calentada bajo el
calor del candil, en vez de emplear la técnica de vidrio soplado y estirado, con el que
se obtenía un tubo posteriormente seccionado. Las cuentas obtenidas por este proceso
podrían ser aún sometidas a un acabado por speo o ferraza. A su vez, los ejemplares
700 Este número se encuadra en el sistema de catalogación anterior al plano de uniformización
implementado en todos los museos del INAH pero no se encontró el número nuevo. A título de
curiosidad, en la suela del zapato se puede leer su marca "The New York Shoe House, MEXICO".
701 En la cinta se puede leer la siguiente inscripción bordada “Alice Lanot, 18. Rue Daune Paris”.
621
compuestos, de color blanco (CATSA 15088-16-2/2), tienen fuertes semejanzas con
el tipo 34 de Santa Catarina de Guale.
El cuarto grupo está formado por un único ejemplar de tamaño grande y forma
globular (CATSA 15089-1, Tabla 25). Su composición es compuesta, caracterizada
por una superficie externa de tono dorado distinto al del interior que, debido al reflejo
del color exterior, no se puede determinar con seguridad.
Este tipo de cuenta ha sido identificado en varias excavaciones de la Ciudad
de México, particularmente en el antiguo Convento de la Encarnación ya citado
(Martins Torres 2018b: 53-57) y en la Calle Fernández Leal 62, donde se encontraba
la Iglesia de la Concepción y su camposanto, aludiendo una vez más a un uso
conventual y religioso de estos objetos. Su grado de difusión se extendió a lo largo de
toda Nueva España, incluyendo zonas consideradas entonces periféricas. Uno de esos
lugares fue el pueblo de indios de Nejapa, donde se detectó el enterramiento de un
joven nativo, con gran cantidad de cuentas doradas (King, Konwest y Badillo 2012)
del siglo XVII. La presencia de estos ejemplares está igualmente documentada en las
misiones religiosas de la Nueva España, particularmente en Florida, donde una joven
de 20 años se enterró con algunos de esos adornos (Blair, Pendleton y Francis Jr.
2009). Al otro extremo de las fronteras del Virreinato, se recuperaron cinco de estas
cuentas, asociadas a otras cinco de estilo Nueva Cádiz y que complementaban ambas
el ajuar funerario de un individuo enterrado en el sitio de El Zapotal, en la provincia
de Puntarenas (Costa Rica). Las cuentas doradas fueron interpretados como "cuentas
de oro laminado" por el arqueólogo José Ricardo Vargas Amador (2011) quien refiere
el hallazgo de otros abalorios similares en Costa Rica. En este caso, la falta de
fotografías de esas piezas impide confirmar si se tratan del mismo tipo de cuentas de
vidrio.
A pesar de la gran dispersión por el territorio virreinal, en contextos del siglo
XVII-XVIII, hasta donde sabemos no se ha documentado su uso en otras partes de
América o en Europa. En contrapartida, los arqueólogos que se han encontrado con
este tipo de cuenta frecuentemente le atribuyen un origen peninsular, basándose
exclusivamente en que no hay registros de su producción en los principales centros
vidrieros europeos de la época, teoría que presenta varios problemas.
El primer argumento en contra es que hemos tenido oportunidad de estudiar
algunas colecciones portuguesas y españolas pero en ninguno de los museos o en las
622
publicaciones que se produjeron sobre el tema se ha hecho referencia a una cuenta
similar. Tal idea parte de un pensamiento colonialista sobre hispanoamérica que no
considera la capacidad técnica de los artífices locales para producir estos objetos, ni
tampoco que las poblaciones locales pudieran influir en la producción extranjera
(extra-europea) que atendía exclusivamente a las demandas de esa zona del imperio.
Asociado a todo esto, está la reducida repercusión de trabajos publicados en los
últimos años sobre el desarrollo de la vidriería en diferentes ciudades americanas. Nos
referimos particularmente a los artículos de José Peralta Rodríguez (2005, 2013,
2018) y al libro de Miguel Ángel Fernández (1990) que, tal como hicimos a largo de
esta investigación, ponen de manifiesto la relevancia alcanzada por la manufactura del
vidrio y la existencia de una producción local de cuentas.
En segundo lugar, durante el período virreinal no se tiene noticia del consumo
de estas cuentas en África, Asia o Europa y, en esos lugares, ellas se encuentran en
contextos arqueológicos muy anteriores a la introducción del vidrio en América. En el
subcontinente indiano se produjeron en diferentes ciudades durante la antigüedad y
hasta aproximadamente el año 1200 (Kanungo 2004: 123-150). En Europa estos
adornos vienen siendo rescatados únicamente en contextos arqueológicos de poblados
vikingos, con una cronología que se extiende hasta las mismas fechas que en la India
(Burchell 2015). Muy diferentes son las cuentas de oro laminado que aparecen en
algunas joyas europeas del siglo XIX y XIX.
Atendiendo a los dos factores señalados se concluye que durante Época
Moderna estos ejemplares se concentraron exclusivamente en los territorios que
estuvieron bajo la administración de la Nueva España y que ahí existieron personas
capacitadas para hacer estas piezas, no debería descartarse la posibilidad de que se
trate de un modelo local. Estas pudieron hacerse en cualquiera de los hornos
señalados en los capítulos anteriores, eventualmente también en el taller que existió
en la Calle de las Moras.
Finalmente, el tercer argumento presenta una prueba irrefutable de que este
modelo fue producido en la Nueva España. Se trata, una vez más, de los debates y
comentarios plasmados por José Alzate en la Gazeta Mexicana, en un artículo escrito
en 1785:
"No se puede dejar pasar en silencio una práctica acostumbrada por los
Candileros, quiero decir, por los Artesanos que fabrican por medio del candil
623
pequeñas piezas de vidrio: Los que trabajan vidrios por mayor en México por una
práctica muy bien pensada, dán color azul al vidrio por mezcla de cobre; los
Candileros se surten de él; y para construir cuentas de Rosarios, que tengan el
color de cobre, color muy apetecido por los Indios, después de fabricadas las
cuentas, las exponen al humo ú ollín del candil; entonces el cobre mezclado al
vidrio se revivifica; y es cierto que qualesquiera persona que ignore la verdadera
Química, juzgará aquellas cuentas por de cobre: ¿qué prueba esto? La
revivificación del cobre, en virtud del flogistico de la grasa: añadase esto á lo
expuesto sobre la revivificación de la plata; lo seguro es, que si al mas habil
Azoguero se le entrega el metal de cobre, seguro es no conseguirá la mas pequeña
porción de metal de cobre: apliquemos esto mismo respecto á los minerales ó
metales de plata." (Alzate 1785: 7).
A través del texto, se entiende que algunos vidrieros produjeron de forma
masiva las varillas de vidrio para venderlas a las candileros, quienes se encargaban
exclusivamente de darles forma. Eso permite afirmar que una parte de las cuentas
doradas se hacía con un vidrio de color azul, al que se añadía cobre, para después
hacerlo resurgir bajo el calor del candil. En esos casos los ejemplares no poseían
ningún grano de oro o cobre y quizás se pretendiera con ello engañar al consumidor
menos percatado. Esto explica el aspecto dorado de la cuenta y el tono verdoso del
interior de algunas de las piezas que se tuvo ocasión de observar en vivo. Aunque no
se hicieron análisis de la composición de ninguna de las cuentas mexicanas, es posible
que no fueran de oro laminado, sino de cobre, como aclara Alzate. La originalidad de
los procesos de producción y de sus formas nos hacen pensar que ese modelo de
cuenta en particular fue el resultado del gusto de los habitantes del Virreinato, así
como de la técnica de sus vidrieros y candileros.
6.4.3. El Horno de Micaela Gerónima Bezerra, en México
Micaela Gerónima Bezerra fue una de las pocas mujeres que tuvo un horno de
vidrio en propiedad y dejó constancia de ello en un episodio que certifica su
participación directa en las gestiones del negocio702. Desafortunadamente para ella,
tuvo que lidiar con problemas en el avalúo de esa propiedad así como de todos los
muebles, herramientas y materias primas que guardaba en su interior. Gracias a ello
702 AGN, Civil, vol. 350, exp. 2.
624
pudimos rescatar informaciones sobre estos aspectos y que, en parte, serían
extensibles a otros hornos de vidrio contemporáneos.
La estructura del edificio o del taller no suscitaron grandes controversias por
lo cual no se aportaron muchos datos al respecto. La casa se dividía en varias
estancias con finalidad distinta. La "sala" se había dividido mediante la construcción
de un tabique y medía tres varas y media de "alto" (largo), por cinco varas de ancho.
La cocina tenía quince varas de ancho y tres de largo, bastante más grande que la
división anterior. Pero la mayor parte del área disponible la ocupaban dos bodegas de
treinta y seis varas de ancho, por dos de largo. Sobre el almacén no se especifican las
medidas pero sería suficientemente grande para acoger las materias primas, leña y
parte de la producción que no se guardaba en las bodegas.
Asimismo, la referencia a diferentes jacales nos coloca ante la posibilidad de
que el local estuviera estructurado en torno a un patio o plazuela al que daban algunas
de las divisiones. Estas se extendían hacia el espacio exterior mediante la
construcción de un cobertizo, más concretamente la cocina y el almacén. En este caso
pudo tratarse del local idóneo para hacer cargas y descargas o secar la leña empleada
en el horno. Por otra parte, se hace referencia a un jacal que cubría el horno y otro que
protegía el molino. Ahí se molería el pedernal utilizado en la manufactura del vidrio o
los pedazos de vidrio roto para luego fundirlos en el horno. Esta descripción presenta
dos estructuras fabriles construidas en la zona exterior de la casa que acortaría los
riesgos de incendio. Sostenemos que estos techos estarían hechos en madera porque
los evaluaron unos carpinteros, aunque este material producía problemas de
seguridad, por el mayor riesgo de incendio. La preferencia por la madera respecto a
piezas de cantería o barro puede indicar una reducida capacidad de inversión en la
construcción para atender a estos importantes detalles estructurales.
En cuanto a los muebles se contabilizaron tres mesas de piedra que estaban
dentro del horno y donde los vidrieros se apoyarían para dar forma a la masa de vidrio
aún caliente, para retirar las piezas de los moldes o simplemente para descansar. Se
mencionan también tres mármoles se referirían a planchas de piedra regularmente
utilizadas para extender los cilindros de vidrio cortados a la mitad con los que se
obtenía el vidrio plano. Estos pudieron hacerse mediante la técnica de soplado o con
los moldes de canal y rodadillos que aparecen registrados por los evaluadores.
Las diversas cajas y cajones de madera inventariados servirían para
acondicionar la producción hasta que se distribuía, o guardar las herramientas de
625
trabajo y cualquier otro útil que se empleara en el taller. A su vez, las arquetas de
hierro pudieron llenarse de cenizas en las que reposar las piezas recién creadas
mientras se enfriaban, o para dar una forma redondeada a las cuentas de vidrio
soplado que se obtenían de las cañas de vidrio cortadas. Dichas piezas se produjeran
en este taller también mediante moldes, señalados en el inventario con el adjetivo "de
almendra" y que remitían a su forma almendrada. Esta designación también se utilizó
para describir las perlas y cuentas de diferentes materiales que conformaban las joyas
novohispanos.
Sobre las herramientas de que se surtió el taller, se señala la presencia de dos
morteros con los que se molerían y mezclarían algunos ingredientes más delicados o
que requerían una molienda más fina que el molino no proporcionaba. Las cañas de
hierro servirían para soplar el vidrio que después se trasfería a los puntiles o cañas
macizas. En el documento se refieren unos puntiles utilizados específicamente en la
producción de vidrieras de lo cual se entiende que se produjeron ahí este tipo de
vidrios planos. Además, se mencionan herretes, muelles703 y molletas, diferentes
moldes y una cuchara de palo. La pala y el botador probablemente sirvieron para
controlar el fuego y echar carbón al horno o la madera cortada con el hacha
inventariada.
Las materias primas que se utilizaban entonces en ese horno de vidrio eran las
que empleaba cualquier vidriero, es decir, arena de pedernal que constituía la base de
la masa de vidrio, "vidrio de barrilla" (alguno de buena calidad y otro malo u
ordinario) y tequesquite, que servían de fundente y color, además de cera cuya
finalidad se desconoce. Además se encuentran algunos productos semiacabados como
pasteladuras, vidrio blanco y azul, o vidrio fundido en bruto que nos remiten para las
varias fases de producción que ocurrían en ese lugar.
Un dato curioso acerca de este expediente es la profusión de errores
ortográficos en la redacción del texto y que dejan percibir un contexto social de
personas con baja formación letrada, inclusive de aquellos que registraron
oficialmente los desentendimientos entre las partes involucradas en el traspase del
horno de vidrio. Por eso, y por la relevancia del texto, se transcribe aquí la parte más
significativa para el tema que nos ocupa:
703 Tenazas grandes que se usan en las casas de moneda para agarrar los rieles y tejos durante la
fundición y echarlos en la copela y que se pudieron emplear también en los procesos de elaboración de
vidrio.
626
"Yncontinenti la d[ic]ha D[oñ]a Michaela Geronima de Bezerra Dixo q[u]e para
q[u]e se proceda a el abaluo e inbentario y exhivio una memoria de papel comun
en dos hoxas escritas para q[ue] se ponga con estos autos y por ella sellan para
d[ic]ho aprecio por ser, segun expreza, la por donde sele entrego el horno, y
demas q[ue] se contiene en ellas y haviendose hido llamando por las partidas de
d[ic]ha memoria se fue abaluando por los abaluadores nombrados lo q[u]e abia
expresado en la forma siguente, Haviendo Hido [humedad] a reconocer lo q[ue]
[humedad]
Primeram[en]te los hornos [humedad]
Los referidos Manuel Gomez y Ant[oni]o Franco
en sera [sic., cera] neta 6 p[eso]s
Yt. quatro morteros buenos y otro remendado para asinar, los quatro veinte
p[eso]s, y el otro en veinte r[eale]s hazen
Yt. de tres mesas de piedra q[ue] dicen estar dentro del orno diez p[eso]s por
todas
Carpintero
Yt. dos cajas artes[an]as de sedro las unas grandes la otra mas [sic., más]
pequeña q[ue] Juan Matthias de Arco, y otro carpintero nombrados por las
partes abaluaron en dies p[eso]s ambas
Yt. tres cajas de madera sin serraduras sombrederras a seis r[eale]s son dies y
ocho r[eale]s
Yt. de dos cajones y dos sillas en cinco p[eso]s todo
fierro
Yt. tres cañas de fierro q[ue] d[ic]ho maestro herrero abaluo en trece p[eso]s y
medio todas, y expresa la d[ic]ha D[oñ]a Michaela q[u]e las dos las hizo
renobar y le costo seis p[eso]s
Yt. tres Puntiles de fierro en Veinte r[eale]s todos
Yt. dos herretes a tres r[eale]s
Yt. dos pares de muelles y dos de molletas en dies y siete r[eale]s todas
Y d[ic]ha D[oñ]a Michaela expresa haverse renobado d[ic]hos muelles y
molletes dos o tres [? humedad] vezes
Yt. una arqueta de fierro en dos p[eso]s q[u]e expreso las [? humedad] haverse
renobado
Yt. la cucharra no se abalua por expresarse en la [? humedad] ser prenda,
empeñada con otros moldes en catorze p[eso]s
Yt. una hacha y una Pala de madera en un peso y medio real
Yt. un botador de fierro en dos p[eso]s
Una Varra de fierro en q[u]e expreso d[ic]ha D[oñ]a Michaela haver pagado
627
seis p[eso]s y dos r[eale]s en aderesarla [? humedad] a tres reales libra y espreso
tener treinta y dos libras [? humedad]
[? humedad]
El xacal q[u]e cubre el orno con su añadidura abaluaron dichos carpinteros en
ochenta p[eso]s
otro xacal del molino en doze p[eso]s
Dos barras en dos p[eso]s
Veinte moldes à dos r[eale]s son cinco p[eso]s
Veinte y siente arrobas de vidrio de Barrilla, dijo d[ic]ho franco q[ue] molida
servida y cosida cada arroba valen 1 peso y d[ic]ho Gomez expreso no valer
mas q[ue] cinco r[eale]s en d[ic]ha forma, y por la discordia no se saca precio
Quinze arrobas d[ic]ho fino á seis r[eale]s son 11 p[esos] 2 [reales]
Trece d[ich]has ordinarias á quatro r[eale]s - 6 p[esos] 4[reales]
Veinte y seis cargas de tequesquite á real y medio - 4 p[esos] 5[reales]
Por almacenes y adereso de sala q[u]e dice d[ic]ha D[oñ]a Michaela ser un
tabique de tres ba[ra]s y media de alto q[u]e esta en la Sala de d[ic]ha casa con
cinco de ancho, y d[ic]ho Albañil abalua en seis p[eso]s con el blanqueado y
todo 25 p[esos]
Una cosina con quinze baras [sic., varas] de [?] y tres de alto en nuebe p[eso]s
dos bodegas con treinta y seis baras y dos de alto en ocho p[eso]s
otros tabique en quarteo p.s son
sesenta arrobas de color netas a tres r[eale]s - 22 p[esos] 4 [reales]
ocho cargas de arena de pedernal á veinte r[eale]s carga - 20 p[esos]
segun lo q[u]e vale al presentar:
Una caña de fierro en tres p[eso]s y quatro r[eale]s
Un Puntil de vidrieras y lo demas q[u]e se expresa en la Partida de d[ic]ha
memoria en [? humedad] todo q[ue] expresa la d[ic]ha D[oñ]a Michaela haverlo
renobado - 2 p[esos]
tres Marmoles en dos p[eso]s
Un molde de Canal u otro de rodadillos en tres p[eso]s
Un molde de almendras, y otro de frasquitos en quatro p[eso]s
Unas tixeras y moldes de ochabar, expresa d[ic]ho franco ser suyo y estar
empeñado en quatro r[eale]s
La Pala y pala de cobre en dies y ocho p[eso]s
De [?] combinieron las partes en el precio de tres p[eso]s
[?] Caxas sombrederas, y quatro medias sombrederas cada Vara y otras [?] en
tres r[eales]s son 3 p[esos]3 r[eales]
Dos cajones grandes y uno chico expreso d[ic]ha D[oña]a Michaela
Nueva arrobas q[u]e de vidrio á dies [?] p[eso]s arroba
628
[?]
y d[ic]ho franco expreso q[u]e d[ic]ho vidrio blanco y asul valian quando
traspaso el horno d[ic]ha D[oñ]a Michaela, a seis p[eso]s arroba y el otro
abaluador dijo q[u]e no valia sino a veinte r[eale]s
siete arrobas de vidrio fundido en bruto á peso
la leña para la suso dha por los nobenta y un ps y cinco rs q contienen las dos
partidas
(ojo) los nobenta y tres p[eso]s de devito [débito] del oficial expreza deverlos
todavía, y dever mas, y q[u]e Sevastian de Rueda se pago los Veinte p[eso]s y
pasa por otros tres p[eso]s de leña. El vidrio labrado tres arrobas a catorze
r[eale]s - 8 p[esos]
Yt, por la madera del molino, y el molino doze p[eso]s
El Xacal del almasen en Veinte y seis p[eso]s y el de la cosina en seis p[eso]s
son treinte y dos
sesenta y dos tompiates704 de apasteladuras q[u]e tienen segun res [?] â arroba
cada uno, â quatro r[eale]s casa una por ser ordinaria son treinta y seis p[eso]s
treinta d[ic]has de apasteladura fina a seis r[eale]s son 22 p[eos] 4 [reales]
d[ic]hos ocho p[eso]s q[u]e se refiere de pasteladura q[u]e es la ultima partida
Lo dijeron las partes no saben a lo q[u]e conduze
Con lo qual expresaron d[ic]has partes haverse fenecido d[ic]ha apreciacion
pendiente el del esclavo hasta q[u]e otra cosa mande q[u]e todo expresado quedo
[sic., quedó] a cargo de la d[ic]ha D[oñ]a Michaela, y los d[ic]hos abaluadores y
partes a quienes conosco lo firmaron los q[u]e supieron, y por los [otros] un
testigo q[u]e lo fueron Sevastian de Rueda, Julio Bap[tis]ta Pa. y Juan Gaspar
vez[ino]s de mex[i]co tes[tifica]do dos ante casas. Y van bien. D[ic]ha [?
huemedad] con los autos y la rubrique
[Lo firman]
Manuel Gomez y Nicolas de Rueda por testigo
Sebastian de Rueda
Antonio Franco
Jul[io] [? humedad]"705.
704 Palabra no reconocida en el diccionario de castellano que corresponde a una adaptación a esta
lengua del término náhuatl "tompiatl" que significa cesta.
705 AGN, Civil, vol. 350, exp. 2, f. 39v-40r.
629
6.4.4. Las Oficinas de Vidrio de la Casa de Moneda, junto al Apartado, en
México
Una de las principales preocupaciones de la Corona fue el incremento de la
actividad minera, creando los medios para optimizar la extracción y aumentar la
moneda en circulación. Era con ella que se suponía que se pagarían las mercancías
importadas desde España y se extraería la plata hacía la metrópolis a través de esos
pagos y el de las correspondientes tasas e impuestos. En ese sentido, en 1733, la Casa
de Moneda pasó a depender de la administración de la Real Hacienda y, unas décadas
más tarde, se puso fin al control del Marqués del Apartado sobre esas labores. En
1778 el apartado del oro y la plata fue definitivamente incorporado a la Casa de
Moneda, coincidiendo con el proceso de implementación del sistema de intendencias
que se concretó ya finales del año de 1786.
Antes de perder ese privilegio, la familia Fagoaga Arozqueta tuvo tiempo de
usar de su influencia y descartar los planes encargados al arquitecto Guerrero y
Torres706 y presentado en 1778 para la construcción de un nuevo edificio en la Calle
del Parque, en frente de la Real Casa de Moneda. Aunque esos planes nunca se
llegaron a implementar, el arquitecto había concebido una estructura bipartita donde
el ala este estaría ocupada por las oficinas de vidrio y la oeste con las del apartado, y
que se describe como:
"(...) un cuadrilongo angular con dos patios grandes, separados el uno para
Apartado y Fundiciones, y el otro para Hornos de Vidrio y sus operaciones,
cada uno con sus bodegas correspondientes y en sus altos, viviendas para los
principales destinados al cuidado de todo; en el centro y entre los dos patios queda
el lugar de todas las operaciones de fuego, de ambas oficinas, las que se pueden
separar como les convenga, pues quedarán debajo de veinticuatro bóvedas vaídas,
sobre arcos y pilastras con la extensión que se nota. Y fabricando esta obra de
sólida mampostería, recintando lo exterior con piedra negra y guarnición de
chiluca y lo interior también recintado de gruesas y labradas tenayucas707, como
son todas las bodegas y oficinas, con ornamentos de cantería y las bóvedas de
ladrillo, asentado a hueso (propio material al fuego) con altos espesores o gruesos
correspondientes a las viviendas y bodegas techadas con maderas de las más
706 Dicho arquitecto fue también el responsable de algunas obras de remodelación que se realizaron a
posteriori en el edificio, especialmente de las hornillas de apartar del Real Apartado, en 1790 (AGN,
Casa de Moneda, vol. 463, exp. 10, f. 162v-195v).
707 Esta palabra no aparece reconocida en el diccionario de castellano y seguramente se refiera a un tipo
de piedra, eventualmente del pueblo de Tenayuca (Valle de México).
630
gruesas que hoy llamamos de escantillón, los pisos de las bodegas enlosados, las
viviendas bajas endueladas, los de los altos y azoteas enladrilladas, puertas y
ventanas de cedro, con componentes cerraduras y construida toda la obra con la
solidez que se requiere"708 (resaltados en negrita de la autora).
Los dibujos sufrieron aún pequeñas alteraciones que se plasman en las
diferencias entre el plano inicial, dibujado en 1778 (Fig. 143) y (Fig. 144), y el que
finalmente se anexó a la correspondencia con el Virrey, al año siguiente (Fig. 145) y
(Fig. 146). En el primero se incluía una escalera en los portales de los corredores para
acopiar leña seca y que termina por colocarse en el patio de secar leña. La oficina de
los hornos de vidrio se encontraba localizada en el mismo edificio de las oficinas de
apartado, dispuestas de manera paralela, lo que permitiría compartir espacios y
facilitaría la comunicación entre ambos sectores complementarios.
En lo que concierne particularmente a las oficinas de vidrio, estas estaban
situadas en la planta baja, junto a las del apartado y se componían de: M-zaguán por
donde hade entrar leña, N-portales para acopiar leña seca, O-portal de los corredores
para acopiar leña seca, P-patio para secar leña y demás, Q-dos bodegas para
cornamusas, R-otras tres bodegas para los demás menesteres, S-horno de destilar y
apartar, T-hornos de fundición, V-hornos de vidrios, X-hornos de vidrios.
En la segunda planta del edificio se encontraban la "vivienda alta" y la
"segunda vivienda" que correspondían a espacios de residencia. La primera se dividía
en C-antesala, D-gabinete o estudio, E-tres salas, F-alcoba, G-pasadizo, H-recamara,
I-asistencia, J-comedor, K-cuarto de las mozas, L-cocina y pequeña azotea. La
segunda por O y R-dos recamaras, P-dos salas, Q-asistencia, S-comedor, T-cocina, V-
pequeña azotea, X-cuarto de mozas y Y-despensa.
Se explica así cómo se concibe un edificio con dos áreas claramente
demarcadas que condicionaran la convivencia entre las diferentes personas que
trabajaron ahí. Mientras en la planta de arriba se hacían labores domésticas y se
procedía al despacho de los asuntos administrativos, la primera planta estaba dedicada
al trabajo manual donde trabajaban maestro, oficiales y aprendices.
En lugar de estos planes, los Fagoaga hicieron que se aprobara la compra de
una propiedad suya entre los puentes del Carmen y Leguisamo y de otras seis casas
situadas en el prolongamiento sur: la Casa de Jesús María (A), la Casa de Don
708 AGN, Correspondencia de Virreyes, vol. 116, exp. 3.
631
Antonio Mendes Prieto (B), una Casa del Convento de la Encarnación (C), otra del
Convento de Regina (D), una Casa de S.S. Josef de Gracia (E) y otra del Señor
Garabito (F), (Fig. 147). La unión de todos estos edificios corresponden al local
donde efectivamente se establecieron las oficinas de aparto y vidrio (Fig. 148) y (Fig.
149).
Estas transacciones beneficiaban directamente a la familia Fagoaga que, para
poder llevar su plan adelante contó con el apoyo del ingeniero Miguel Costanzó
quien, desde 1772 estaba a cargo de las obras de ampliación de la Casa de Moneda,
así como del superintendente de esa institución, Don Fernando José Mangino. Ambos
personajes estuvieron involucrados en la creación de la Academia de Bellas Artes de
México donde unieron fuerzas para defender sus intereses.
6.4.4.1. LOS HORNOS DE VIDRIO DEL APARTADO DESPUÉS DE SU
INTEGRACIÓN A LA REAL HACIENDA
La fusión de estas dos instituciones y el control más directo de las funciones
del apartado de oro y plata tuvo necesariamente implicaciones sobre los procesos de
producción de vidrio que ahí se realizaron. El primer Apartador General nombrado en
esta nueva configuración fue Don José Ignacio Bartolache (1778-1790). Al asumir el
cargo, se le entregó un plano de las instalaciones elaborado por el arquitecto Ygnacio
de Castera, mediante el cual se percibe claramente cómo los terrenos adquiridos
durante los últimos años de la administración Fagoaga coinciden con el perímetro
exterior del edificio (Fig. 150), (Fig. 151) y (Fig. 152).
A través de este registro se entiende mejor la organización del establecimiento
y cómo se emprendieron las labores del apartado atendiendo a criterios bastante
funcionales, que concentraban las mismas actividades en una misma zona (véase fig.
151)709. Los trabajos de destilado tenían lugar en dos oficinas, la primera compuesta
por siete hornos para destilar y una hornilla para apartar (26), mientras que la segunda
oficina disponía de un horno de barras que servían para apoyar las cornamusas
mientras se desarrollaba el proceso químico (27). Esta zona delimitada al norte del
patio principal y se estructuraba en torno a un patio de oficinas (25) con sus tres
recamaras (11), tres asesorías (12), un aposento (9) y una caballerizas (4).
709 AGN, Casa de Moneda, vol. 388, exp. 5.
632
Las labores de vidrio propiamente dichas tenían lugar en otra zona,
particularmente en dos oficinas situadas en el ala oeste del patio. La primera sala a la
que se accedía contaba con un horno de vidrio y otro para el primer beneficio (28) y al
extremo opuesto se encontraba un espacio amplio que se concebía como un patio de
oficinas (25). Era ahí donde estaban las dos habitaciones destinadas al acopio de la
producción y que aparecen referidas como "bodegas de vidrio" (19), aunque la
"bodega de cornamusas" (15) se encontraba en la zona de acceso a los hornos de
vidrio, en una zona de transición entre estas oficinas y las del apartado. En el referido
patio había aún un cuarto de habitación (21) y una bodega de barrilla (20).
Las demás materias primas se guardaban en la bodega de salitre (16) en el ala
norte del patio principal del edificio pero, curiosamente, los dos cuartos de tierras (22)
situados en la sala paralela son bastante pequeños para contener la gran cantidad de
tierras de pedernal que constituye la principal materia de los vidrios. Eso sugiere que
la mayoría de las piezas se harían con pedazos de vidrio reciclado, particularmente
con las cornamusas que se rompían durante los procesos de apartado. Eso mismo
observó Alexander von Humboldt (1818 II: 291) que se impresionó con la cantidad de
cornamusas que se quebraban al año.
A partir de este patio de oficinas se accedía a otro conjunto de habitaciones en
el extremo poniente del ala norte mediante un cuarto de habitación (21). Ahí se
encontraba uno de los cuartos de tierras (22) dos asesorías (11), tres recamaras (12) y
dos corralitos (23) donde seguramente se alojaron algunos de los trabajadores.
El patio referido daba paso a un segundo patio de oficinas donde se encontraba
otro núcleo de producción compuesto por dos hornos de vidrio y las respectivas arcas
para templar las cornamusas (28) y una bodega de alcaparrosa
(sulfato nativo de cobre, hierro o cinc) con lo que se controlaría el color de algunos
vidrios (18). La zona de los hornos se encontraba dividida en dos, delimitando un área
destinada a cinco hornos de destilar agua fuerte y que daba acceso a una "bodega de
cornamusas (15)710.
En lo que respecta a la estructura de los hornos de vidrio propiamente dicha,
se observan dos tipos. Uno completamente redondo donde se cocían las piezas y otro
con una especie de antecámara rectangular en el que se producía la masa de vidrio
fundida.
710 Véanse también las referencias a los hornos y su clasificación que aparecen en AGN, Indiferente
Virreinal, vol. 6583, exp. 6, f. 63v-64v.
633
Durante los años siguientes se hicieron algunas obras de reestructuración del
local que implicaban la demolición de algunos hornos y su reubicación. El proyecto
se encargó al maestro de arquitectura Francisco Guerrero y Torres a inicios de 1784
pero el croquis presentado no presenta muchos detalles711.
El gran plan de ampliación de las oficinas se produjo ya durante la
administración de Don Pascual Ignacio de Apezechea (desde agosto de 1790 hasta
1812)712. Al año siguiente de asumir el cargo, el administrador general promovió la
construcción de un estanque para el lavado de la pedacería de vidrio713, fundamental
para limpiar los residuos de las cornamusas rotas y volver a fundir ese material para
hacer nuevas piezas. Además, propició la edificación de al menos tres nuevos hornos
cuyas obras se desarrollaron a lo largo de 1795 a 1797. Los primeros trámites se
hicieron en 1794 con las gestiones para la compra de un antiguo horno de vidrio, ya
inhabilitado, considerándose ser ese el mejor sitio para hacer otro que tanta falta hacía
a las labores del Apartado por el mal estado en que se encontraba el que tenían para
producir las cornamusas714.
Según un informe del juez superintendente de la Real Casa de Moneda (1794):
"Con motivo de haverme inavilitado repetidas veces uno de los Hornos de Vidrio
de esta R[ea]l Casa, hice presente à U[stede]s en la visita de el dia 27 de el
corriente [mes de julio] la necesidad que havia de comprar un Ancon que se mete
en estas oficinas perteneciente a la Casa de Vecindad llamada de Roldan [por
pertenecer a D[on] Vizente Roldan Maldonado] sita en la Calle de Arcinas, para
fabricar en él otro Horno de Vidrio, por cuya falta hace mucho tiempo se halla
suspensa esta labor con grave perjuicio de el Rey y de el publico." Afirma además
que "En dicha visita quedaron el Ex[elentisi]mo. Señor Virrei y U[stede]s
convencidos de la necesidad de d[ic]ha compra, y como sin efectuarla no se
pueden verificar la fabrica de aquel Horno y mucho menos el apartado de las
muchas pastas incorporadas de oro y Plata que se han resagado durante d[ic]ha
supresion por falta de Cornamusas, y el Rey que pagó su importe a los respectivos
dueños no puede usar de él en las urgencias de la presente guerra interin no nos
habilitemos de ellas. (...)"715.
711 AGN, Casa de Moneda, vol. 190, f. 57v-230v. AGN, Casa de Moneda, vol. 190, f. 242v-245v.
712 Sobre las obras promovidas por Bartolache y encargadas al arquitecto Francisco Guerrero y Torres
véase el informe de 1784 en AGN, Casa de Moneda, vol. 190, exp. 45.
713 AGN, Casa de Moneda, vol. 454, exp. 2.
714 AGN, Casa de Moneda, vol. 457, exp. 16, f. 186v-198v.
715 AGN, Casa de Moneda, vol. 408, exp. 1, f. 1v.
634
En ese sentido se procedió al reconocimiento del lugar para averiguar los
costes de las obras que haría falta realizar para habilitar la casa de vecindad que se
incorporaría a las oficinas. De los varios temas que ocuparon la atención de los
contemporáneos cabe destacar el cuidado en reforzar las paredes para evitar que el
calor del horno propasara al edificio contiguo:
"A consecuencia del oficio de V[uestra] S[eñoría] de 15 de julio ultimo [año de
1794] mande apreciar el ancon de la casa de vecindad situada en la Calle de
Arcinas, en que V[uestra] S[eñoría] me expresa hade fabricarse un horno de
vidrio para el Apartado. Practicada esta operacion resultó, que el valor del sitio, y
dos quartos construidos en él es el de trescientos ochenta, y cinco p[eso]s siendo
de cuenta del Apartado tapear las puertas, y fortalecer las paredes, segun sea
necesario, asi para resguardo, como para evitar el perjuicio que el calor del Horno
pudiera causar à los inquilidos de la casa de vecindad. (...) Agosto 23 de 1794.
Miguel de Irrisari."716.
Las gestiones se alargan en el tiempo y en diciembre de ese año se volvió a
insistir en la necesidad urgente de adquirir otro horno:
"No siendo suficientes los Hornos de Vidrio, q[u]e hay en el R[e]l Apartado para
el de las muchas pastas incorporadas de oro, y Plata, q[u]e se han rezagado p[o]r
falta de cornamusas, me representó el Apartador g[enera]l ser presiso fabricar otro
Horno de nuebo en un ancon q[u]e se introduce en aquellas oficinas, tocante à una
casa de vecindad q[u]e se halla en la Calle de Arzinas. (...) 23 de Diciembre de
1794. Marques de Branciforte."717.
En ese mismo día el director de arquitectura Antonio Velásquez presentó un
nuevo proyecto. Este contemplaba la construcción de nuevas estructuras de trabajo,
particularmente dos hornos de reducir calcines (que serían empleados en la
manufactura de vidrio) y un horno de vidrio. Esto sugiere que hubo un aumento de la
demanda de estas piezas, ya fuera para las labores de apartado o para su venta al
exterior. Para ello contribuyó la bajada del derecho real de un quinto sobre el valor
del metal para un tercio, haciendo viable el proceso de separación aún cuando la
concentración de oro era reducida (Soria 1994: 295-296). La respuesta encontrada
716 AGN, Casa de Moneda, vol. 408, exp. 1, f. 6v.
717 AGN, Casa de Moneda, vol. 408, f. 11v. Véase también AGN, Casa de Moneda, vol. 457, exp. 16, f.
186v-198v.
635
presuponía la ampliación de las zonas de producción pero también un mayor control
sobre la preparación de las materias primas que abaratarían costes y permitirían
vigilar mejor su calidad. Paralelamente tendría lugar la compostura del horno de
barras, de los techos del pajar, de la caballeriza y bodega que demuestran el elevado
grado de desgaste y fuertes daños que sufrían ya por entonces las oficinas de vidrio y
apartado718.
En 1795 se dio finalmente instrucción al "Director de Arquitectura D[on]
Ant[oni]o Velasq[ue]z para que este con Intervención, y anuencia de d[ic]ho
Apartador, proceda à la construcción del Horno de Vidrio en el paraje, y forma q[u]e
se menciona; procurando la posible economia en este gasto (...)"719.
"En 2 de oc[tub]re de 1795 Empezó el m[aes]tro Pedro a hazer un horno"720,
muy posiblemente el mismo que en 7 de octubre de 1796 aparece referido como el
primero horno de vidrio721. Según hemos averiguado "en 15 de noviembre de dh[ich]o
año recivio su carga sin novedad alguna en el mortero", poniendo termino a la obra.
En Noviembre de ese mismo año se registró un fuerte temblor de tierra en la
ciudad que afectó a las estructuras del Apartado. Por eso se hicieron nuevas
diligencias para construir unos arcos y techos de bóvedas en las oficinas de vidrio que
sustituirían los anteriores de madera. Además de facilitar la circulación del aire se
lograría reducir sustancialmente el riesgo de incendios:
"ha visto, y reconocido estar rajado uno de los Arcos q[u]e sostienen los tejados
de las dos oficinas en q[u]e están los hornos de vidrios, cuya quarteadura asentó el
Apartador gen[era]l haverse causado del ultimo temblor de tierra y habiendo
concurrido igualm[en]te el Director de Arquitectura d[o]n Ant[oni]o Velasquez,
dixo q[u]e amenazaba riesgo y necesitaban construirse de nuevo los arcos por lo
que su s[eño]r[í]a dio or[de]n al mismo Director para q[u]e inmediatam[en]te se
ademase el arco, y que formara lo mas [sic., más] pronto un presupuesto de los
costos à que ascenderá este reparo."722.
El informe de Velásquez, de 21 de enero 1796, determinaba que se deberían
techar las vigas sobre las pilas y hacer arcos de cantería y ladrillo, además de elevar
718 AGN, Casa de Moneda, vol. 457, exp. 8, f. 78v-101v.
719 AGN, Casa de Moneda, vol. 408, exp. 1, f. 15v. Los gastos con la obra aparecen señalados en otro
expediente: AGN, Casa de Moneda, Vol. 454, exp. 5, f. 47v-153v.
720 AGN, Indiferente Virreinal, vol. 5231, exp. 32, f. 24r.
721 AGN, Indiferente Virreinal, vol. 5231, exp. 32, f. 15v.
722 AGN, Casa de Moneda, vol. 411, exp. 5, f. 152v.
636
las paredes laterales hasta la altura de 12 varas, formando arcos ciegos de
mampostería, para evitar el riesgo de incendio723. La obra empezó poco tiempo
después, antes del 11 de marzo de 1796 cuando se escribió el primer informe
solicitando la compra de algunas herramientas, la cual se autorizó a los pocos días724.
Para llevarla a cabo hubo que hacer algunas alteraciones al plan inicial y destruir dos
de los hornos de vidrio para volver a edificarlos en otro sitio, pese a los pedidos de
Fernández de Córdova de que no se desbarataran esos hornos y se procuraran los
medios necesarios para economizar el gasto:
"En el aro de replantear o demostrar las Cepas para los Pilares de la oficina de
Vidrio, se halló que era preciso demoler dos de los Hornos por caer en su mismo
sitio, dos de los Pilares, y premeditando el modo de no impedir las operaciones de
d[i ]ha oficina en el tiempo de la obra, no se halló otro que el barrar de sentido la
situacion de ella, y sin embargo que esto no supererese [sic., superase] el
Calculado, siendo en algun modo bariacion de lo propuesto, lo aviso a V[uestra]
S[eñoría] a fin de que resuelba lo que tenga por combeniente. (...) [18 de marzo de
1796, Antonio Velasquez]."725.
La demora en concluir las obras y el estado ruinoso de las oficinas ponía en
riesgo la vida de las personas que seguían trabajando ahí, por lo cual el Apartador
General escribía a 30 de Diciembre de 1795 una nota en la que informaba
"Siguen las barras, queda en corr[ien]te la destilación g[ene]ral, y estoy haciendo
Pasteladura p[ar]a encender su Horno a todo riesgo, pues como repetidas bezes
tengo dicho à V[uestra] S[eñoría], es grande el que se corre de un incendio por la
palizada que sostiene los arcos ruinosos de la ofiz[in]a del Vidrio, y q[u]e esta
pegada a d[ic]ho Horno. Tomaré las posibles precauz[ion]es p[ar]a evitarlo, pero
por si no lo consiguiere protexto desde luego mi no responsabilidad a los
resultados. Apezechea."726.
El referido horno de pasteladuras "se ha construido inmediato á los Arcos que
sostienen los Tinglados de madera de las dos oficinas en que se fabrica bidrio" y
después que el arquitecto hiciera el reconocimiento:
723 AGN, Casa de Moneda, vol. 411, exp. 5, f. 164v. AGN, Casa de Moneda, vol. 300, f.. 141v-169v.
724 AGN, Casa de Moneda, vol. 411, exp. 5, f. 165v-166r.
725 AGN, Casa de Moneda, vol. 411, exp. 5, f. 179v.
726 AGN, Casa de Moneda, vol. 411, exp. 5, f. 157v.
637
"(...) determinose derribe el Horno nuevo, y que para est[ar] el atrazo de las
Labores se haga Pasteladuras en los Hornos de Calcines, situados en las oficinas
de Fundicion, como se ha practicado otras veces, dando parte á su Señoria para
que determine lo conveniente." Lo firman Fernández de Córdoba y Antonio
Velasquez. 30 de diciembre de 1795727.
Esta correspondencia intercambiada entre los varios órganos de la
administración indican que frecuentemente se subvirtió la función inicial con que se
concibieron las estructuras de fundición para poder evitar los problemas derivados del
rápido proceso de degradación de los hornos de vidrio y la enorme necesidad de
cornamusas.
No se sabe exactamente cuando empezó la construcción del segundo horno
pero "en 22 de Abril de 1797 se concluio el 2º Horno nuevo del vidrio"728. Tuvo lugar
aún la edificación de un tercer horno a partir de mayo de 1795, finalizado dos años
después, cuando se cerraron las cuentas de la tercera labor en el "prontuario"729. Su
construcción resultó de un largo proceso y de intentos fallidos que se tradujeron en
sucesivos incidentes que impedían ponerlo en funcionamiento:
"En 31 de Octubre de 1795 se le dio su carga àl tercer Horno de Vidrio, a las 4 de
la tarde; y y [sic.] en 18 de enero de 1796 se le quitó enteramente por haverse
quedado inservible del caño, y del sobreojo."730.
Todo indica que se volvió a construir y que las obras concluyeron el día 7 de
octubre de 1796. Pero no pasaría mucho tiempo hasta que terminaría por caer de
nuevo. El día 26 de ese mes:
"recivio su carga el d[ic]ho horno nuevo redificado" y a "5 de Marzo se le quitó
d[ic]ha carga, quedando apagado por haverse imposibilitado del caño. En 15 de
Abril volvió a recivir su carga el citado Horno. En 2 de sept[iembr]e dia viernes à
los 7 y minutos de la Prima Noche se arruinó enteram[en]te d[ic]ho Horno, por
haverse caydo todo el Horno, que le dominara, sendo el principio, ó causa del
estrago la Plancha que lo sostenia que se partio por la mitad."731.
727 AGN, Casa de Moneda, vol. 411, exp. 5, f. 158r.
728 AGN, Indiferente Virreinal, vol. 5231, exp. 32, f. 15v.
729 AGN, Indiferente Virreinal, vol. 5231, exp. 32, f. 40v y 57r.
730 AGN, Indiferente Virreinal, vol. 5231, exp. 32, f. 14r.
731 AGN, Indiferente Virreinal, vol. 5231, exp. 32, f. 14r-15v.
638
La nueva configuración de las oficinas de vidrio significó la modernización de
los procesos de producción que pretendería crear las condiciones para obtener la
mejor pasteladura y rebajar los costes de producción. No obstante, existieron graves
fallos en la concepción y ejecución de la obra que resultaron en sobrecostes y retrasos
considerables. La necesidad de adaptar las demandas de la modernización a las
estructuras preexistentes seguramente determinó la calidad final de la obra, cuyo
resultado no cumplió las expectativas. A pesar de las recientes remodelaciones y de la
sensibilidad para atender a cuestiones de seguridad, el día 2 de septiembre de 1796
tuvo lugar un accidente que provocó la muerte de tres operarios en la secuencia de la
caída de un techo de madera y dejó a 14 hombres bajo los escombros. La repercusión
de lo sucedido originó un largo expediente para averiguar responsabilidades del
arquitecto y del administrador732.
Ante el estado ruinoso de algunos compartimientos, el día 3 de octubre de ese
año se presentó un proyecto para reformar y ampliar la oficina del vidrio, cuyo techo
se había hundido, recomendándose la compra de una parte de terreno y casas vecinas
de la Calle de Arzinas que eran propiedad de la Congregación del Adoratorio de San
Felipe Neri, con el objetivo de derribar la pared que caía a ese sitio o corral733. A ese
plan se anexó una memoria de los gastos para reformar el depósito de leña y construir,
en su lugar, nueve arcos y bóvedas734.
A 30 de mayo de 1797 Pascual Ignacio de Apezechea encargó a Antonio
Velásquez la construcción de unos estanques y sus anexos para purificar el
tequesquite735. A finales del ese mismo año, hubo necesidad de componer el tapanco
donde se guardaban las plantas de barrilla736 y construir dos piletas de agua para
remojarlas para limpiarlas de las impurezas. De ambas referencias se entiende que por
entonces eran los vidrieros de la Casa de Moneda quienes preparaban su propia
barrilla y tequesquite, aportando los álcalis requeridos en la manufactura del vidrio737.
Por entonces siguen las obras de construcción de un techo de arcos y bóvedas en
732 AGN, Casa de Moneda, vol. 81, exp. 2, f. 289v-425v.
733 AGN, Casa de Moneda, vol. 388, exp. 6, f. 120r. La compra del terreno se formalizaría en abril de
1798 y permitiría solventar los problemas de ventilación que ocasionaba graves daños a los operarios
que laboraban ahí (AGN, Casa de Moneda, vol. 408, exp. 3, f. 143v-165v) pero todo indica que no se
consumó la obra hasta 1800, cuando se retomó el tema en la correspondencia.
734 AGN, Casa de Moneda, vol. 189, exp. 1, f. 2v-107v.
735 AGN, Casa de Moneda, vol. 454, exp. 11, f. 381v-409v.
736 AGN, Casa de Moneda, vol. 454, exp. 9, f. 341v-370v.
737 AGN, Casa de Moneda, vol. 410, exp. 12, f. 411v-423v.
639
donde se había hundido738. Pero los problemas estructurales no se solucionaron y el
14 de noviembre de 1797 las oficinas del vidrio sufrieron un incendio que planteó
tomar nuevas precauciones. Para evitar esos peligros se construyeron cuatro cañones
para ventilar la sección739 que no fueron suficientes para solventar el problema.
En 1800 se seguía discutiendo la necesidad de dar mayor ventilación a la
oficina de los hornos de vidrio del Apartado740. A 7 de mayo de ese año se hace nuevo
reconocimiento del edificio después de que lo deñara el sismo del día 8 de marzo. Por
entonces se apreciaron cuarteaduras en la bodega de plantas de barrilla, entre otros
daños que se proceden a reparar mediante un proyecto diseñado una vez más por el
director de arquitectura Antonio Velásquez741. Dos años después fue el famoso
arquitecto Manuel Tolsá quien presentó un nuevo proyecto para ventilar aquellas
oficinas de vidrio742.
6.4.4.2. LA PRODUCCIÓN DE VIDRIOS DEL APARTADO
Durante la década de los 90 del siglo XVIII se produjeron en los hornos de
vidrio del Apartado una enorme cantidad de cornamusas* pero también otro tipo de
objetos de vidrio, tales como valencianas, medias valencianas, cuarterones, embudos
recipientes y recibidores:
"En 27 de Junio D[o]n Jose Alvarez Neto 8 Valencianas: En 1º de Julio p[ar]a el
mismo 4 Valencianas, 4 Cornamusas. En 3 de Julio para id. 8 Cornamusas. En 22
de Agosto 12 cornamusas. En 31 de Ag[os]to 3 Platanos. En 12 de N[oviem]bre 3
Platanos. El 1 de Ag[ost]to de 95 à D[o]n Vicente Cervantes 4 recipientes à 4
p[eso]s (....) 30 valencianas -37,4; 17 medias à 5 r[eales] - 10,5; 29 quarterones à
3 r[eale]s - 10,7; 8 xaroperas à 3 r[eale]s, 4 cornamusas à 6 r[eale]s - 3; 1
Reci[en]te en 4 p[esos]" que abonó parcialmente "El hermano de D[o]n
Gervacio", quedando a dever 4,3 pesos."743.
738 AGN, Casa de Moneda, vol. 298, exp. 3, f. 46v-71v.
739 AGN, Casa de Moneda, vol. 454, exp. 10, f. 371v-380v.
740 AGN, Casa de Moneda, vol. 302, exp. 6. f. 119v-134v. AGN, Casa de Moneda, vol. 408, exp. 12, f.
211v-237v.
741 AGN, Casa de Moneda, vol. 454, exp. 14, f. 440v-639v.
742 AGN, Casa de Moneda, vol. 302, exp. 6, f. 119v-134r.
743 AGN, Indiferente Virreina, vol. 5231, exp. 32, f. 24v.
640
Además se hacían botellas de aguardiente con agua fuerte para el uso del
Ensayador Mayor, algunas de las cuales tenían como destino Guanajuato744. A
nombre de Don José Castillo se anotaron los pagos referentes a:
"2 cuerp[o]s de alambiques á 6 r[eales], un recip[ien]te en 4 p[eso]s, un embudo 0
p[esos] 2[reales], por 2 matrages [sic., matrices] à 6 r[eale]s, por 2 cuerp[o]s de
alambiques à 6 r[eale]s, por un embudo en 2 r[eale]s, por 4 basos chiquitos a 1
r[ea]l"745.
Algunas de las piezas respondían a una demanda exterior y, en ese contexto,
se recibió el encargo del Convento del Carmen de dos matracas grandes, una mediana,
y 6 libras de nitro, en 1798746. Un año más tarde el prior del Convento de las
Descalzas de Valladolid (Michoacán), fray Juan de la Purificación, encargó "2
matrizes a 6 r[eales] medianos" y "1 Almirez con su mano"747. También existen
evidencias de que en 1797 se vendían álcalis preparados en las oficinas, en "cajetes de
salatron" que aparecen en los libros de cuentas a nombre de los Dragones [del
ejército] y de un Sr. Don Pascual Torres, posiblemente para producir pólvora748.
Más allá de esos encargos se concebía la posibilidad de realizar en las
instalaciones otros objetos de vidrio. Estos aparecen recogidos en el "listado de piezas
de Vidrio, y precios de su venta" que fueron reseñados en el ya mencionado libro de
anotaciones con el título de "prontuario" (Tabla 26)749. El análisis de este inventario
sugiere que el Apartado se dedicó a hacer algo más que piezas de botica e
instrumentos de trabajo, estando abierto a encargos particulares de objetos utilitarios,
como tinteros, o de carácter suntuario como podría ser un tibor o un florero. Algunos
de ellos se ejecutaron con la técnica de molde, instrumentos que aparecen recogidos
en un inventario de 1817, junto a una "máquina descompuesta para tubular piezas de
vidrio", cuando estaba designado como apartador interino Don Joaquín María
Casarín750.
744 AGN, Indiferente Virreina, vol. 5231, exp. 32, f. 26v-26r. Esta asociación de los hornos de vidrio
con la producción de agua fuerte aparece también en España. El caso más conocido es Cadalso de los
Vidrios pero recientemente un "horno de vidrio y agua fuerte" en Jaén ha merecido un estudio
individualizado. Véanse Larruga 1789 II-5: 140-147; Jerez 2006: 167-171.
745 AGN, Indiferente Virreina, vol. 5231, exp. 32, f. 24v-29r.
746 AGN, Indiferente Virreina, vol. 5231, exp. 32, f. 35v.
747 AGN, Indiferente Virreinal, vol. 5231, exp. 32, f. 36r.
748 AGN, Indiferente Virreinal, vol. 5231, exp. 32, f. 19v.
749 AGN, Indiferente Virreinal, vol. 5231, exp. 32, f. 39v y 39r.
750 AGN, Casa de Moneda, vol. 6403, exp. 29, f. 8v.
641
6.4.4.3. LOS VIDRIEROS DEL APARTADO
El tema de las condiciones de trabajo de los vidrieros ya fue tratada en los
artículos publicados por José Peralta Rodríguez (2013: 14-16) y en colaboración con
la arqueóloga María Jesús Alvízar (Peralta Rodríguez y Jesús 2010: s.p) por lo cual no
nos detendremos en esta cuestión. Aún así merece la pena recordar que en la relación
de sueldos del personal en 1778 se dice que los empleados con sueldo anual eran seis
(Peralta Rodríguez y Jesús 2010: s.p.). Eso no quiere decir que ese número se
correspondiera con el total de vidrieros que trabajaban ahí, puesto que se apuntaban
los nombres de los profesionales que colaboraban de manera puntual en esos hornos y
que recibían una retribución en función del número de días que habían prestado
servicio (Tabla 27). Por ese motivo, estas personas podrían haber ejercido su oficio
también en otros hornos o dedicarse a actividades diferentes con las que completar su
paga. Es probable que algunas de ellas fueran contratadas para subsanar la ausencia
de los vidrieros de la casa que, durante las guerras de independencia, se habían
incorporado al ejército dejando sus lugares de trabajo vacantes. Eso parece haber
causado algunos problemas a la administración, que llegó incluso a solicitar
formalmente a las autoridades su reincorporación, como en el caso de Lorenzo
Laureano Millan.
Hasta el momento se han identificado los siguientes vidrieros de las oficinas
del Apartado de la Casa de Moneda, algunos de los cuales con indicación de que
"vive al apartado" y que posiblemente dormían en una de las habitaciones habilitadas
para ello:
1-Manuel Joseph de Rivera, 1749 (vive al Apartado)751
2- José Gomez 1756 (vive al Apartado)752
3- Pablo Antonio Aguilar, 1795 (vidriero del Apartado)753
4- Alejandro Manuel Nagore, 1795-1817 (vidriero del Apartado)754
5- Bernardo Aguilar, 1790755, 1799756, 1802 (operario vidriero del Apartado)
751 En ese año fue testigo de matrimonio, tenía 54 años y estaba casado con Teresa Perlinez (AGN,
Matrimonios, vol. 34, exp. 33, f. 122v-125v).
752 Estaba casado con Doña Ana Cuvillos y en esa fecha fue testigo del matrimonio de su hijo Cristobal
Ignacio Gómez (AGN, Matrimonios, vol. 150, exp. 36, f. 3v).
753 En ese año era soldado de milicia y recibe licencia para volver a trabajar en el Apartado (AGN,
Casa de Moneda, vol. 457, exp. 21, f. 240v-250v).
754 Expediente con información sobre los pagos que recibió (AGN, Casa de Moneda, vol. 242, f. 117v-
137v) y petición para volver a su antiguo trabajo de vidriero del Apartado por encontrarse enfermo
(AGN, Casa de Moneda, vol. 27, exp. 12, f. 198v-276v).
642
6- Lorenzo Laureano Millan, 1803757 (vidriero del Apartado)
7- Ventura Godoy, hasta 1805- a partir de 1809 (oficial de vidrio del Apartado)758
8- José María Piza, 1816 (oficial de vidrio del Apartado)759
José Peralta Rodríguez (2013: 10) señala que el vidriero José Aguilar vivía en
el cuartel menor 26 en 1790. La presencia de tres individuos con este apellido puede
ser un indicio de que compartían lazos familiares y que eventualmente se generaron
también estirpes de vidrieros con actividad vinculada a esta institución. En el cuartel
donde vivía José Aguilar el investigador citado localiza la residencia de los vidrieros
Mauricio Ruano de 39 años, Juan José Villaurrutia y un oficial vidriero de nombre
indeterminado que tenía casa en la Calle de las Moscas760. Desafortunadamente las
fuentes no refieren el local donde trabajaban.
Algunos de los hombres que trabajaban en la tercera labor en el año de 1795
aparecen citados entre la lista de las "ofertas hechas por los Cuerpos y Personas
particulares de dentro y fuera de esta Capital por via de préstamos y donativo para las
atenciones del Real Erario" publicada en la Gazeta de México. Entre los "Operarios de
los Hornos de vidrio y Atizadores" se mencionan:
"Lorenzo Millan 6 p[eso]s. Mariano Salazar, Miguel Gerónimo y Domingo
Estebán á 1 [peso], Pasqual Hernandez, Mateo Roxas, Vicente Flores, Joseph
Justo, Jacinto Roxas, Juan Francisco, Joseph Ignacio, Joseph Pineda, Antonio
Mendoza, Pedro Nolaso, Jacinto Antonio, Joseph Maria, Joseph Antonio,
755 Aparece citado en el padrón de 1790, estudiado por José Peralta Rodríguez (2013: 10), que señala
que por entonces ya trabajaba en la Casa del Apartado y vivía en la Calle Chiconautla. Fuente citada:
AHEM, Padrones, Ciudad de México, Cuartel 14/1790, vol. 3, exp. 1, f. 345v.
756 Solicitud para que se le concediera algún socorro diario por no poder trabajar a causa de sus
accidentes (AGN, Casa de Moneda, vol. 451, exp. 9, f. 164v-173v). La real orden del virrey sale
publicada en 1802 cuando se le concede 4 reales diarios en atención a sus servicios (AGN, Casa de
Moneda, vol. 483, f. 358v).
757 Expediente conformado por solicitud de ayuda para mantenerse durante su enfermedad y se decreta
por real provisión la concesión de 4 reales diarios (AGN, Casa de Moneda, vol. 50, exp. 18, f. 289v-
301v).
758 La fecha de 1805 se corresponde con petición del Apartador General para que el vidriero, que había
sentado plaza de soldado, tuviese licencia para incorporarse de nuevo a la institución, por ser muy
necesario en las oficinas (AGN, Casa de Moneda, vol. 148, exp. 14, f. 178v-182v). Se concede dicha
licencia en 1809 (AGN, Casa de Moneda, vol. 148, exp. 28, f. 389v-393v).
759 Documento en el que solicita remuneración por haber enseñado el oficio a tres aprendices y que se
le recomiende al rey para que le conceda una pensión (AGN, Casa de Moneda, vol. 31, exp. 16, f.
183v-191v).
760 Fuentes citadas: AHEM, Padrones, Ciudad de México, Cuartel 26/1790, vol. 4, exp. 12, f. 73v.
AHEM, Padrones, Ciudad de México, Cuartel 26/1790, vol. 4, exp. 11, f. 23v, 32v. AHEM, Padrones,
Ciudad de México, Cuartel 26/1790, vol. 4, exp. 12, f. 9v.
643
Teodoro y Eusebio á 4 r[eale]s." (resaltados en negrita de la autora), (Valdés
1799: 341).
Los nombres señalados a negrita son los únicos de los cuales se conoce el
oficio que practicaban en los referidos hornos, por coincidir con la lista de sueldo
presentada anteriormente. Solamente investigaciones futuras podrán ampliar nuestro
conocimiento sobre estos operarios que no dudaron en apoyar con sus parcos ahorros
la economía del reino mediante donativos patrióticos.
6.4.4.4. ALGUNAS FÓRMULAS DE VIDRIO DEL APARTADO
La fórmula de vidrio utilizada en las oficinas de la Casa de Moneda que mejor
se conoce es la que recogió Alexander von Humboldt a inicios del siglo XIX.
"La casa del Apartado contiene tres especies de obradores destinados, 1ª á la
fabricacion del vidrio; 2ª á la preparación del ácido nitrico, y 3º al apartado del
oro y de la plata. Los métodos que se siguen en estos diferentes obradores, son tan
imperfectos como la construccion de los hornos de vidriería y de las galeras que
se emplean para la fabricación de las aguas fuertes. La frita del vidrio, que llaman
pasteladura, se compone de 0,.46 de quartzo (...), y de 0.54 de sosa (...)"
(Humboldt 1818 II: 290-291).
A pesar de la relevancia del tema, los datos proporcionados por el científico
no aclaran el origen del álcali. Al contrario de lo que sostiene José Peralta Rodríguez
(2013: 21), no es cierto que el Apartado se reservara el uso de hierbas barrilla como el
romerito y que solamente los demás vidrieros usaran el tequesquite. A pesar de que
efectivamente el tequesquite concedía cierto color verde a los vidrios y que eso
afectaba particularmente la producción de piezas para uso médico o de laboratorio,
también les concedía mayor resistencia, como se deduce de los experimentos de
Alzate, quien los usó para montar un barómetro.
En efecto, existen diversas evidencias sobre el empleo de esta materia prima
en las oficinas del Apartado. La primera prueba es la construcción de unos estanques
para purificar el tequesquite, a finales del siglo XVIII761. Además, se ha logrado
761 AGN, Casa de Moneda, vol. 454, exp. 11, f. 381v-409v.
644
recuperar una fórmula de pasteladuras de vidrio hecha en los talleres de la Casa de
Moneda en 1796, cuando se utilizó tequesquite para equilibrar la receta. Por entonces
se realizaron diversos experimentos con la mezcla de diferentes componentes hasta
alcanzar un producto suficientemente bueno:
"Agosto 25/96
Razon de las fundiciones que se van hechando con las Pasteladuras del presente
año de la Barrilla nueva, y sus efectos. A sav[e]r
1ª
En d[ic]ho dia se echó à fundir el mortero n.º 1 del Horno viejo del fuera, con 7
Panes, y resultó mala, por falta de sales, por lo q[u]e se le quitó media carga,
quedandole la otra mitad, para agregarsele tres Panes de Tequesq[ui]te, con 204
que se consiguió saliera el vidrio mejor, cuio resultado fue bueno.
2ª
Se siguió en 26 d[ic]ho, que a fundió el 8 del nuevo, con la propia Pasteladura de
7 Panes, y salió mala por el mismo defecto, haviendose mantenido ambas
fundiciones el espacio de 7 dias con esas muestras, y viendo, que no se limpiaban
por si, solas, se dispuso hacer de las dos, una, y estas, al cavo de seis dias se
trabajó el mortero de arca de Cornamuzas, las que salieron blanquiscas, vesigosas
[sic., bejigosas], y pucrelles [sic. pulcras]; En vista de esto, para poder lograr el
vidrio corr[ien]te, y limpio, se tomó el de vidrio de colrar [colorar?] tres Panes de
Barrilla del año pasado, y 3 del pres[en]te, cuio resultado de la fundiz[i]on fue
mala, y para mejorarla, se echó fundiz[i]on con Pan de tequesq[ui]te, rebuelto
ambos materiales, y se prosiguió cargando con sus Pellas; de modo que se
consiguió de que sea bueno, limpio, y sin grano el vidrio, advirtiendo que d[ic]has
Pasteladuras son echas al respecto de 70 de Arenilla, y 100 de Barr[ill]a
3ª
Se echó à fundir el 8 de fuera con la Pasteladura echa, al respecto de 60 de
Arenilla, y 100 de Barrilla, con 7 Panes que se encargó al mortero, y su resultado
en fundiz[i]on, fue mala, por la que se le sacó la mitad de la carga, quedando
selada asta mitad, à la que se le echó tres Panes de tequesq[ui]te, y con ellos
empezó à soltar, y limpiar el material, cuio resultado se espera faborable para
seguir el mismo methodo;
4ª
En 17 d[ic]ho se echó à fundir el mortero 3 del Horno de à dentro con 12 Panes
med[ia]nos de las 3 clases de materiales. Barrilla, Pedernal, y Tequesq[ui]te
bu[en]o a iguales partes, y el resultado fue malo.
5ª
En 20 de d[ic]ho se echó à fundir al del Horno de fuera con 7 Panes corr[iente]s,
de la Pasteladura echa con 28@ de Arenilla y 56 de Barrilla, al resp[ec]to de 100
645
de Barrilla, y 50 de Arenilla, y su resultado fue malo. Por lo que se fue tomando el
medio mas acortado, de refundir las Pellas, agregando tres Parras de
Tequesq[ui]te, de cuio resultado se ha verificado salga el vidrio regularm[en]te
cuajado, y algo limpio, en los suelos que se han trabajado, para usar al casco
limpio para Morteros de Arca, y el Quebrazon de cornamusas corrientes que
tienen embargado la Pasteladura mala de Barrilla del pres[en]te año, será
destinada para acong[lomera]r los Morteros desa sala, p[ar]a que de este modo se
consiga, salga el vidrio limpio y tenga cuerpo de su refundiz[i]on R.es.
Advirtiendo que otras fundiz[ion]es han sido mediadas desde el 19 del corr[ien]te
de sep[tiembr]e. Finalm[en]te se ha establecido por mejor methodo echar d[ic]has
fundiz[ion]es en 3 Porsiones de Barr[ill]a del año p[roxim]o p[asad]o 20. Dos de
idem del pres[ente]te, y 2 de tequesq[ui]te cuio resultado va saliendo bueno."762.
Eso demuestra que la calidad de las materias primas disponibles varió mucho,
porque la alcalinidad de las plantas barrilleras estaba sometida a los condicionantes
climatológicos que solo parcialmente se podían controlar mediante el cultivo regulado
de esas especies y el tratamiento adecuado de las tierras donde crecían. Eso implicaba
adoptar medidas para su irrigación pero también a la alteración artificial de la
composición de las tierras. Eso se hacía mediante la introducción de elementos
naturales que aportaran mayor salinidad al terreno y, consecuentemente, a las plantas,
como reflejan los comentarios de José Ignacio Apezechea sobre los preparativos para
que la hacienda de Santa Ana de Aragón produjera esas plantas para la Casa de
Moneda.
Todo esto requería permanentes actualizaciones sobre las cantidades
empleadas en las fórmulas de vidrio que nos permiten hablar de que no existió una
única manera de hacerlo en el Virreinato y que la producción de un único profesional
pudo tener características muy distintas a lo largo del período en que trabajó aún
utilizando componentes adquiridos siempre al mismo proveedor. Quizás por eso,
Alexander von Humboldt defendiera la completa sustitución de la barrilla por el
tequesquite.
Frente a los elementos presentados, resulta interesante reflexionar cómo el
modelo de expansión y la adopción de una gestión del territorio basado en gobiernos
virreinales creó el marco favorable a la propagación del arte del vidrio en América
762 AGN, Indiferente Virreinal, vol. 5231, exp. 32, f. 4v-4r.
646
con unas características muy particulares. Lejos de desmarcarse de las problemáticas
que afectaban al sector en Europa y más particularmente en la península ibérica, se
asistió a un conjunto de iniciativas que solo pudieron suceder bajo esta estructura
administrativa. En ese espacio discontinuo, que caracterizó la configuración de los
dominios de la Corona a lo largo del período virreinal, la vidriería fue capaz de
establecer redes que permitieron permanentes diálogos y actualizaciones,
particularmente intensas en el espacio estrictamente americano. Paralelamente, hubo
margen para el desarrollo de procesos originales que ponen de manifiesto las agencias
propias de cada lugar y su repercusión.
Algunas de las dinámicas que pautaron la evolución de la vidriería se
relacionaron con la circulación de conocimientos que, de alguna forma, reportan a la
historia de la ciencia. Lejos de constituir aún una institución con método y prácticas
bien definidas que empezaron a diseñarse en los círculos ilustrados del siglo XVIII,
existieron algunas operaciones que atañen al ramo científico ya en los siglos XVI y
XVII, como vienen señalando diferentes historiadores de la ciencia (Barrera-Osorio
2006; Cañizares-Esguerra 2006: 14-45; Goodman 1983: 65-66; López Piñeros 1979;
Nieto Olarte 2009: 12-32).
Desde los primeros tiempos que se registraron significativos intercambios de
saberes entre la población autóctona y los españoles, que se relacionaron con el
conocimiento y la explotación de los recursos naturales. En la mayoría de los casos,
esos episodios ocurrieron de manera más o menos informal para solucionar problemas
concretos, confundiéndose a veces con la sabiduría popular. De referir que las
primeras expediciones científicas promovidas directamente por la Corona, aún
durante el siglo XVI, estuvieron protagonizadas por naturalistas vinculados a la
medicina, como Francisco Hernández. Lo que les movió fue el deseo de encontrar
nuevas formar de curar el cuerpo y la mente, registrando los conocimientos
ancestrales de las poblaciones autóctonas acerca de las propiedades curativas de
plantas, minerales o incluso de partes del cuerpo de ciertos animales. En esos
procesos, se encontraron con que esos ingredientes medicinales tenían otras
finalidades útiles y que, pese a que fueran secundarias en su interés compilatorio,
consideraron registrar. Eso sucedió con las diversas especies de "hierbas del vidrio"
que reportaron como autóctonas o similares a otras que ya se conocían en Europa.
Las relaciones entre los varios grupos que conformaron la población del
Virreinato, pusieron en contacto diferentes sistemas culturales con reglas y normas
647
muy desiguales. Estas marcaron de manera definitiva el desarrollo del arte del vidrio
en Nueva España, donde se aplicaron técnicas extranjeras en un entorno diferente,
probándose nuevos productos con los que nadie había intentado antes hacer este
material de manera artificial. En lo que concierne a este ámbito, dichos lazos se
manifestaron en la apropiación del mundo natural americano y de los conocimientos y
técnicas indígenas por parte de "españoles" y "africanos", que incorporaron el
tequesquite a sus fórmulas de vidrio.
El proceso confluyó en la realización de un producto de matriz europea, con
influencias africanas y asiáticas en el espacio americano, con la subsecuente
integración de esos materiales en los usos cotidianos de sus habitantes. Se utiliza el
término matriz porque no se podría adjetivar de europeo a un objeto elaborado con
componentes tan ajenos a ese espacio, como el tequesquite. No se trató simplemente
de sustituir una arena por otra, sino que implicó la asimilación de una técnica indígena
de recolección del material y su procesamiento, tal como sucedió por ejemplo con las
lacas de Michoacán. En ese caso, la técnica prehispánica sirvió para realizar muebles
de maqué al estilo asiático, en el siglo XVII (Castelló 1972: 33-81; Ocaña 2008: 107-
153). Pero, al contrario de la laca, el uso del tequesquite para hacer el vidrio exigió un
grado de innovación mayor para aplicarse en algo enteramente nuevo para esas
personas. Si los indígenas no producían el vidrio artificial hasta la conquista europea
y no podrían reconocerle esa utilidad, los europeos desde hace muchos siglos que no
utilizaban ese tipo de álcalis en la vidriería, por lo cual el proceso de incorporación a
las fórmulas del vidrio presuponía entender los procesos químicos o la ciencia nativa.
Manuel Carrera Stampa hace una pequeña reflexión sobre la pervivencia de
las técnicas indígenas a lo largo del Virreinato, defendiendo que estas no
desaparecieron sino que se acoplaron con la tradición europea para dar lugar a un
nuevo procedimiento industrial o artístico. Ese es precisamente uno de los argumentos
en los que nos basamos para defender que los vidrios realizados en el Virreinato con
estos materiales eran auténticos productos novohispanos en el sentido literal de la
palabra. En efecto, el autor llega a referir como ejemplo la incorporación del
tequesquite a la manufactura de curtidos y de algunas pinturas, sin identificar su
aplicación en la vidriería. En sus palabras, "Fué así, como se formó, con el trascurso
del tiempo, una técnica mexicana, distinta de la indígena aborigen y distinta de la
europea (española)".
648
En nuestra opinión, los vidrios que se hicieron en la Nueva España
significaron una manera diferente de representar y reproducir un elemento de la
cultura española acudiendo a ingredientes americanos. Lo que queda por averiguar es
si la incorporación de este tipo de álcalis a las técnicas de vidrio sucedió por primera
vez en la Nueva España o en el Perú. Antonio de la Calancha observó que en 1638 se
hacía en el Valle de Ica un "excelente vidrio" con "el salitre sin la yerba" (Calancha
1638:755). Aunque se desconocen mayores detalles sobre los salitres de Motaca [o
motac] y Villacuri [o Villa-curi] que se emplearon en la producción vidriera del Valle
de Ica, pensamos que se trataría de una materia prima equivalente a la sal nitro,
aunque no queda claro si su composición era igual a la del tequesquite (Flores Clair
2002: 166).
Eventualmente, ese desarrollo técnico pudo sufrir influencia de los avances
alcanzados por los vidrieros en Perú pero, independientemente del sitio dónde se
realizaron los primeros experimentos bien sucedidos, estos traducen la existencia de
un flujo de conocimientos entre ambos virreinatos que trató de sacar beneficio a los
recursos particulares de la región.
A pesar de la importancia que representó la inclusión del tequesquite en la
producción de vidrio novohispano o del salitre en las creaciones peruanas, su
repercusión en el exterior fue algo limitada. En los reinos peninsulares se siguió
empleando la barrilla para hacer el vidrio y no se tiene noticia del uso de tierras
salitrosas, en este sector y fuera de América, hasta finales del siglo XVIII763. Lejos de
disminuir el valor del hallazgo, eso viene destacar una de las características de los
descubrimientos científicos que tuvieron lugar en el seno del imperio español, como
fue el carácter estrictamente local y aplicado de algunas de las innovaciones. Aunque
resultantes de prácticas experimentales asociadas con el sector productivo, en
ocasiones la aplicación de esas novedades no se limitó a trasponer unos conceptos
pre-existentes sino que implicó una reinvención de esas ideas y herramientas para que
pudieran funcionar en los nuevos ámbitos en que ahora se usaban.
Otro de los argumentos que sostiene nuestra tesis de un vidrio novohispano se
relaciona con las dinámicas locales de consumo. La diversidad poblacional se tradujo
763 A 12 de julio de 1788 Antonio Alzate (1831: 60) publica en la Gaceta de Literatura de México la
noticia que en Inglaterra y Francia se estaban estableciendo manufacturas de álcali mineral con unas
recetas nuevas que sus administradores mantenían en secreto. Sin embargo nada se dice acerca de su
empleo en la producción de vidrio y, por el momento, no pude averiguar si la calidad de este álcali fue
suficientemente buena.
649
en gustos y costumbres diferenciados que demandaron piezas de vidrio con una
estética y funcionalidad adaptadas a sus necesidades. Quizás eso explique la
emergencia de una producción local de cuentas de vidrio doradas que imitaban los
ejemplares de oro y que aparecen únicamente en contextos arqueológicos del antiguo
Virreinato de la Nueva España.
650
651
CONCLUSIONES
"Para el sentido común científico (que yo acepto), es obvio que sólo se conoce
una parte infinitesimal del universo, que hubo épocas incontables en las que no
existió ningún conocimiento y que probablemente habrá otras incontables edades
futuras sin conocimiento (...). Lo que cada hombre conoce depende, en un sentido
importante, de su experiencia individual: conoce lo que ha visto y oído, lo que ha
leído y lo que se le ha dicho, y también lo que ha sido capaz de inferir a partir de
estos datos. Lo que está aquí en el tapete es la experiencia individual, no la
colectiva, pues se necesita una inferencia para pasar de mis datos a la aceptación
del testimonio."
Bertrand Russell (1872-1970) sobre "El conocimiento humano"
Las ideas plasmadas por Bertrand Russel sobre la epistemología del
conocimiento exponen de manera clara los ideales que pautaron nuestra investigación
sobre las cuentas de vidrio de la Nueva España. Entendidas como unidades narrativas,
se han puesto de manifiesto algunas de las historias que se contaron a través de las
varias percepciones y experiencias provocadas por esos objetos en diferentes
personas, así en el pasado como en el presente. En ese sentido, los planteamientos del
filósofo británico van al encuentro de nuestra propuesta de acercarse al pasado desde
las experiencias particulares para, a partir de nuestra sensibilidad, inferir sobre
aspectos que percibimos como coyunturales.
De manera general, su tesis refleja nuestra creencia sobre los procesos
mediante los cuales se incorporan objetos novedosos y se les dota de significado, o
cómo este cambia para seguir respondiendo a las demandas y necesidades de
sociedades en permanente evolución. La fuerza del sentido común, o el sueño de los
sentidos, una expresión acuñada por el antropólogo Manuel Gutiérrez (2006: 57-84),
actúan en la construcción de las realidades múltiples que caracterizan la experiencia
cotidiana y su entendimiento. Por otro lado, explica también los límites planteados a
nuestra interpretación, expresados en las primeras páginas introductorias. En esa
ocasión, se ponen de relieve algunos de los condicionantes de la experiencia
individual, es decir, de nuestra capacidad para experimentar sensorial y
emocionalmente los reflejos de esos vidrios del pasado. Es precisamente por eso, que
las narrativas sobre la historia del vidrio que se produjeron anteriormente nos
652
despertaron un profundo interés y tuvieron un papel central en esta investigación. En
cuanto expresiones culturales, ellas gozaron del poder de influir en las experiencias
estéticas de esos objetos y de sus historias en el tiempo presente, donde el sello
científico les ha dotado de un poder añadido. Quizás por eso sintiéramos la necesidad
de escribir de nuevo sobre la historia de los abalorios y del vidrio mexicanos con una
estructura que parte precisamente de los temas tradicionales para plantear nuevas
cuestiones más propias de las inquietudes académicas del debate contemporáneo y
que, a modo terapéutico, responden a nuestros desasosiegos.
La presente investigación ha puesto de manifiesto la necesidad de someter a
un examen crítico la historia del vidrio en México que se ha escrito hasta hoy.
Impregnada de valores nacionalistas y de las marcas de la colonialidad en el discurso
de la identidad nacional, ciertas ideas han sobrevivido de modo más o menos
consciente en las apreciaciones sobre la vidriería del período virreinal. Estas
emergieron en un tiempo histórico no muy lejano, cuando la República Mexicana
afrontó la conturbada revolución (1910-1920) y las dificultades que afrontaba la
población se compensaron, en parte, con las sucesivas celebraciones del centenario de
la independencia: primero promovidas por Porfirio Díaz en el año de 1910 y después
en 1921 con Álvaro Obregón. Fue entonces cuando el vidrio entró en la agenda
política como una de las pruebas del ingenio de los mexicanos del pasado y un motivo
de orgullo en el presente. Dicho sentimiento se apoyaba en la emergencia del sector
en Puebla, aún durante el dominio español, cuando supuestamente no existía en todo
el continente ningún otro lugar donde se produjera este material.
Los trabajos realizados en las últimas décadas de ese siglo, especialmente la
obra de Miguel Ángel Fernández (1990), contribuyeron a un cambio sustancial, pero
el centro de toda la investigación seguía siendo la ciudad de Puebla. Fue ya a lo largo
del siglo XXI cuando las publicaciones de José Peralta Rodríguez sobre los vidrieros
de la Ciudad de México ampliaron esa visión de manera más evidente y concurrieron
decisivamente a seguir indagando en la historia del vidrio. Sobre este tema recaían
todavía muchas preguntas sin respuesta, que aún se encuentran muy lejos de agotarse.
Los importantes resultados obtenidos por el referido autor, simplemente por ampliar
el enfoque de estudio, constituyeron un estimulo para que nos animásemos a adoptar
una mirada aún más extendida, mediante la cual se percibiese la difusión de la
653
vidriería a lo largo del espacio virreinal y también sus conexiones con el exterior, una
tarea en la que empezamos a dar los primeros pasos.
Al aplicar este nuevo enfoque, se ha demostrado a lo largo de los capítulos
anteriores que Puebla estuvo lejos de concentrar toda la actividad vidriera del
Virreinato. En efecto, es bastante cuestionable que el sector tuviera en esa ciudad un
peso superior al que alcanzó por ejemplo en México, al menos hasta el siglo XVIII
cuando se "denunció" la reducida calidad de sus producciones frente a las de Puebla.
Pero esos no fueron los únicos lugares en los que se registró la labor de vidrieros. Si
bien la capital novohispana fue siempre un punto de llegada para los especialistas
europeos, o el sitio de partida para los dominios americanos y asiáticos de la Corona,
la vidriería se propagó por todos los lugares que demandaban sus obras. Eso es lo que
se percibe de los vestigios dejados por esos profesionales en la documentación de los
archivos centrales, como el AGN o el AGI. Pero sobre todo, en sus huellas en los
fondos de archivos locales, como los protocolos notariales donde dejaron constancia
de sus negocios y/o bienes patrimoniales, o aún en los libros parroquiales donde se
asentaron las celebraciones religiosas a las que acudieron como protagonistas o
invitados. Para alcanzar una visión más fidedigna de su dispersión en el territorio
novohispano haría falta revisar todas esas fuentes diseminadas por cada una de las
localidades que conformaron el Virreinato. Dicha tarea supera claramente el ámbito
de esta investigación y se configura como un objetivo a largo plazo, que solamente
tiene sentido en el ámbito de un proyecto colectivo que involucre a investigadores e
instituciones de diferentes ciudades mexicanas.
No obstante, los resultados preliminares que hemos obtenido de nuestra
investigación en archivos han permitido sistematizar algunas ideas relativas a la
dispersión espacial de los vidrieros en el actual territorio mexicano. A lo largo del
siglo XVI ellos acompañaron la conquista y poblamiento de la región y, movidos por
intereses personales o comerciales, se desplazaron hacia las principales regiones
mineras o a pueblos de indios para ofrecer sus servicios. Estos serían más solicitados
en zonas con mayor densidad poblacional o con una actividad económica más
significativa pero, por lo general, se podría decir que hubo cierta equidad en el
número de vidrieros instalados en las principales urbes fundadas por los europeos, es
decir, México y Puebla.
Esa tendencia cambió sustancialmente a partir de la siguiente centuria, cuando
las diferencias entre ambas se acentuaron y México empezó a destacarse como
654
principal centro vidriero de la Nueva España. Aún así, hace falta advertir que quizás
la imagen percibida esté nublada por la falta de información sobre los vidrieros de
otros lugares, que puntualmente se han recuperado, o aún a una nueva configuración
del sector en Puebla que haya condicionado su mención explícita en la
documentación, como por ejemplo su agremiación conjunta con los loceros que pudo
llevar a su computo de manera colectiva.
Otra de las contribuciones de esta investigación, derivada de la opción de
ampliar el espectro de análisis a otros territorios administrados por la Corona en
América y Asia, fue poner de manifiesto la existencia de talleres de vidrio en los
demás virreinatos americanos y, de manera puntual, también en Filipinas. Si bien
autores como Gabriela Ramos (1984, 1989: 67-106) y después Ana María Soldi
(2005) produjeron importantes reflexiones sobre el desarrollo de esta manufactura en
la región de Ica (Perú), y Adolfo de Morales (1978) reunió un amplia documentación
sobre los hornos de vidrio de Cochabamba (Bolivia), la gran mayoría de los
historiadores del vidrio y los arqueólogos que encontraron sus restos materiales no
han tenido en cuenta los referidos aportes al tema en sus artículos, libros y tesis.
Aunque cabría indagar en los motivos de este fenómeno, por el momento se asume
que la dificultad de internacionalización que afrontan muchos de los países de habla
hispana y la limitada circulación de sus obras habrá contribuido a este cuadro. Por lo
general, se sigue insistiendo en ideas forjadas a inicios del siglo pasado que reflejan el
peso de la maquinaria propagandística mexicana de entonces y la dificultad para
liberarse de ciertos prejuicios que se formaron en el país y en el extranjero.
A través de una nueva lectura de los trabajos citados, asociada a una
compilación de datos sobre la vidriería que se encuentran dispersos en estudios sobre
temas diferentes, como puede ser la evangelización y las misiones católicas en
América, y también de una investigación personal que aportó fuentes de archivo
inéditas, se ha rechazado por completo la idea de excepcionalidad novohispana.
Aunque el estudio de esos casos no mereciera un examen tan profundo como el que se
realizó para el ámbito estrictamente mexicano, que constituye realmente el centro de
esta tesis, se hicieron algunas aportaciones que merecen la pena destacar
particularmente.
La primera se relaciona con la necesidad de relativizar el peso de las
referencias al vidrio poblano en las fuentes y que ha servido para defender la
655
preponderancia de este centro productor frente a otras localidades. Es cierto que en el
contexto novohispano este fue el único caso donde se logró asociar el producto al
local donde se hacía, constituyendo una especie de marca que distinguía sus vidrios
de los demás. No obstante, es posible que esa práctica se relacionara con la necesidad
de señalar diferencias tributarias en las aduanas que resultaban de unas ventajas
concedidas excepcionalmente a Puebla durante los primeros años de su fundación.
Tanto es así, que prácticamente desaparecen las noticias sobre el vidrio de Puebla a lo
largo del siglo XVII para volver a emerger ya en la siguiente centuria. Ese momento
coincidió con cambios políticos y económicos importantes relacionados con el
modelo de administración de los virreinatos y también con el surgimiento de una
manufactura poblana diferenciada. Esta seguía los modelos del vidrio de la Granja de
San Ildefonso y del Reino de Bohemia, hechos específicamente para el mercado
hispano y que se parecen mucho también a cierto tipo de piezas realizadas en la Real
Fábrica de Vidrios, en Portugal.
La adopción de un estilo propio puede justificar la mención particular a los
vidrios poblanos en las fuentes consultadas, donde se encontraron también términos
tales como "vidrio criollo" que sugieren que existió una circulación de piezas
producidas en la tierra más allá de las creaciones de Puebla, aunque todavía no se
localizaron menciones explicitas al vidrio de México. Aún así, todo indica que el
grado de penetración de los ejemplares poblanos en el exterior fue limitado pues no se
ha encontrado todavía ningún testimonio de ello en los inventarios de bienes fuera de
la Nueva España, lo cual sugiere que su consumo fue esencialmente interno. En todo
caso, este estudio destaca la necesidad de evitar generalizaciones hechas a partir de
referencias documentales de carácter puntual y que han sobrevalorado el papel de
Puebla en la historia de la vidriería americana, la calidad de sus piezas y su capacidad
para penetrar en el comercio exterior que, según hemos comprobado, se circunscribió
a ciertos períodos.
En contrapartida, en otros lugares de América también surgieron significativos
focos vidrieros, algunos de los cuales lograron imprimir su nombre a las piezas que se
hacían allí, como pasó en Ica y Cochabamba. Aunque este dato pasara desapercibido
para los historiadores que trabajaron sobre estos casos, se trata de una evidencia
sumamente relevante. La opción de adjetivar los vidrios con el nombre de la ciudad o
región de donde procedían, tal como sucedía relspecto al vidrio de Venecia, de
656
Bohemia o de Francia, y también de Puebla, puede ser el indicio de una o varias de las
siguientes dinámicas.
Una de las posibilidades, ya apuntadas para el caso poblano, es que sus
creaciones tuvieran unas características particulares que permitieran reconocerlas y
diferenciarlas de las demás. En la eventualidad de que dichas peculiaridades se
percibieran en los aspectos técnicos, cabe recordar los experimentos que se llevaron a
cabo en cada uno de esos lugares para mejorar la calidad de los vidrios mediante el
empleo de materias primas autóctonas. Si, por el contrario, estas se circunscribieron a
los aspectos estrictamente formales y estéticos, habrá entonces que valorar esas
prácticas como expresiones de los gustos locales y de las necesidades particulares que
demandaba la experiencia cotidiana. Fue precisamente eso lo que sucedió en Lima en
cuanto a la sustitución de las tradicionales cañas metálicas, utilizadas para sorber el
mate, por ejemplares de vidrio que se consideraban más asépticos y daban respuesta a
la exigencia de seguir practicando ciertas costumbres en un contexto epidémico.
Otra opción es que la referencia al local de producción confiriera un valor
añadido a esas piezas, que pudo ser positivo o negativo y que por eso se requería
señalar a la hora de inventariarlos y atribuirles un precio. Se maneja aún la posibilidad
de que el peso alcanzado por dichas manufacturas derivara en la producción de
imitaciones en otros lugares que se nombraran de la misma manera pero, por el
momento, se carece de elementos que permitan sostener esta idea. Todos los
argumentos presentados requieren ponderar el valor simbólico de los vidrios
producidos en cada uno de esos lugares en las estrategias de ostentación, sobre todo
de las élites criollas y fundamentalmente a partir del siglo XVIII, un tema sobre el
cual merecería la pena profundizar un poco más.
Al margen del valor económico o simbólico de los vidrios iqueños y cochalos,
hemos tenido oportunidad de constatar que su producción estuvo lejos de centrarse
únicamente en responder a las necesidades de los consumidores locales. Esta logró
penetrar en el mercado interregional donde las piezas de ambos compitieron entre si a
finales del siglo XVIII, sobre todo en la región minera del Potosí, donde las elevadas
sumas de capital atraían todo tipo de negocios. Respecto a la calidad de esos
ejemplares, los datos aportados en los capítulos anteriores permiten refutar la idea
postulada por otros investigadores de que los vidrios de Ica se destinaron
exclusivamente al uso industrial. En su lugar, se defiende que existió un segmento de
producción de piezas de calidad, eventualmente promovida de manera paralela en
657
cada taller o por parte de ciertos establecimientos, que se vendieron en otras ciudades
y llegaron incluso a penetrar en el ajuar de miembros de la élite limeña, tal como lo
hicieron las piezas poblanas en México.
En Lima nunca se dejó de producir este material, por lo que no es viable
atribuir el consumo de vidrios iqueños a la indisponibilidad de otras alternativas en el
mercado de producción peruano. No obstante, el importante papel que tuvo en la
implementación de la vidriería a lo largo del siglo XVI, no se mantuvo en las
siguientes centurias. A partir del siglo XVII el peso del sector ahí fue claramente
inferior al que alcanzó en Ica o el que siempre conservó en la ciudad de México.
Como explicamos, sus modelos de gestión del territorio fueron claramente
diferenciados y eso se tradujo en la capacidad de sus centros administrativos para
estimular y concentrar ciertas actividades económicas, como la vidriería. Mientras en
la Nueva España se asistió a una concentración de la actividad en México, en el Perú
ese papel lo protagonizan otros centros articuladores al margen de la capital, como Ica
y Cochabamba. Esta última pasaría a integrar el territorio administrado por el
Virreinato del Rio de la Plata ya en las últimas décadas del siglo XVIII, donde fue la
principal región vidriera.
En suma, al comparar el caso poblano con el iqueño y cochalo nos
reafirmamos en la idea de que ni la Nueva España fue el único centro productor de
vidrio en América, ni Puebla fue un caso excepcional, aunque si tuvo un peso
relevante en el ámbito novohispano en determinados períodos. Por otra parte, la
relevancia destacada que han alcanzado estas tres regiones en la vidriería requieren
valorar un modelo de desarrollo basado en la configuración de al menos un centro
regional orientado a la producción de este material en cada una de las provincias del
imperio. Tal hipótesis solo se podrá comprobar mediante investigaciones futuras,
demandando la conformación de un área de estudio enfocada en analizar las
particularidades de la vidriería hispana en los varios continentes sin caer en el
tradicional discurso de la historia de la expansión que limitaría la percepción de su
pluralidad.
Si en América algunos autores han señalado antes la existencia de centros
productores de vidrio en época virreinal, en Filipinas se desconoce cualquier trabajo
dedicado al tema. En ese ámbito, los resultados que hemos obtenido alcanzan un
interés aún mayor que abre un nuevo campo de trabajo, hasta ahora completamente
inexplorado. Eso se debe, en parte, a una consideración económica del Situado que lo
658
ha circunscrito al papel de receptor pasivo de mercancías asiáticas con destino al
mercado de exportación, vía Galeón de Manila. En nuestra opinión, eso ha impedido
visualizar ciertas dinámicas internas y plantear campos de investigación sobre las
manufacturas locales. Algunos autores vienen matizando esa visión al señalar la
existencia de una producción textil que fue capaz de penetrar en el comercio exterior.
La Compañía de Filipinas, fundada a finales del siglo XVIII, promovió directamente
ciertos cultivos industriales en la región, precisamente para beneficiarse directamente
de esos negocios. Pero incluso antes de que eso sucediera, en los listados de
mercancías que circularon entre Manila y Acapulco constaban ya textiles de fibras
locales.
En lo que concierne específicamente al vidrio, se han detectado esfuerzos de
ciertas entidades políticas por trasladar a Manila especialistas en las designadas artes
industriales, entre ellos un vidriero andaluz llamado Alonso de la Torre (1610).
Aunque la ocurrencia tenga un carácter excepcional, esta se encuadra en la tendencia
observada en otros lugares de acompañar el proceso de conquista y colonización con
la implementación de esta especialidad. En el caso concreto del Procurador General,
Hernando de los Ríos Coronel, lo más probable es que tratara de garantizar el
suministro personal de objetos de vidrio hechos bajo encargo, ya fuera para su uso
cotidiano o para hacer instrumentos de observación astronómica y navegación. Eso
fue precisamente lo que sucedió más tarde en diferentes lugares de América.
A mediados del siglo XVIII, en las misiones jesuitas de Paraguay, la
curiosidad de los religiosos Buenaventura Suárez y José Francisco Sánchez Labrador
seguramente les llevó a promover la manufactura de lentes de aumento con las que
observaron las particularidades de la naturaleza de aquellos lugares. El mismo interés
científico llevó después, a finales del sigo XVIII, a que Tadeáš Haenke fundara un
taller de vidrio en Cochabamba para hacer las piezas que requerían sus experimentos.
La disponibilidad de lentes de vidrio de calidad fue siempre motivo de dificultades
para la investigación en el designado mundo hispano. Inclusive en la Nueva España,
el religioso y científico Antonio Alzate se quejó de ello cuando hizo sus primeras
observaciones bajo microscopio a la especie mexicana de la grana cochinilla, en las
últimas décadas del siglo XVIII, cuyos resultados alcanzaron una repercusión
mundial. Esto no hace más que poner de relieve el peso de la vidriería para otras
áreas, particularmente su vinculación con el desarrollo científico, un tema central en
659
los movimientos ilustrados en los que decididamente participaron los virreinatos
americanos.
Continuando con Filipinas, cabe destacar que hemos hallado indicios de una
eventual manufactura de cuentas de vidrio en el Parián de Manila, promovida por
personas de origen chino. Este dato nos ofrece un panorama completamente distinto
que, de confirmarse, requeriría plantearse muchas de las teorías sobre las dinámicas
comerciales de productos de vidrio entre el Situado y la Nueva España. Los pocos
datos recopilados sobre la producción de vidrio en Filipinas permitieron, en primer
lugar, incluir a esta región en el mapa de la vidriería de Época Moderna y, en segunda
instancia, detectar una posible influencia española y china en sus creaciones. Una
parte de los vidrios producidos allí se destinaron seguramente a incorporar objetos de
uso científico, de lo cual se deduce que tendrían una elevada calidad. Otros, pudieron
ser simples cuentas y dijes que aparecen entre las importaciones novohispanas con el
nombre de "tacley" y que eventualmente se hicieron también en Manila.
Esta influencia "china" en el vidrio "hispano" nos coloca ante la necesidad de
repensar los procesos de desarrollo científico en el estricto ámbito de la vidriería
moderna. La mayoría de los estudios que manejamos en esta investigación señalan la
influencia europea en Asia, particularmente en China y Japón, como oportunamente
se señaló. No obstante, en ningún caso se habla de los flujos en sentido inverso que,
como demuestran trabajos hechos en otras áreas, fueron una práctica corriente. En
efecto, en la Nueva España, hay constancia de un vidriero que mantuvo a su servicio a
un criado "chino" aunque su origen asiático y su participación en las labores del
vidrio queden sin aclarar en esa fuente, debido a la amplitud de significados a los que
remetían entonces ambos términos.
Directamente vinculado al tema de la historia de la ciencia se encuentra otra
de las contribuciones de la perspectiva amplia, adoptada en esta tesis. Una de las
propuestas planteadas fue observar las dinámicas de circulación de mano de obra y las
redes establecidas por los vidrieros novohispanos. En ese ámbito se constató que, a lo
largo del siglo XVI, emergieron diferentes talleres en América, muchos de los cuales
mediante el traslado de especialistas que habían pasado por una experiencia previa en
la Nueva España. En las fuentes consultadas predominaron los "españoles", aunque
con ellos viajaron también indígenas, a veces en la condición de esposas de esos
artífices, o aún personas designadas de "negras" que actuaron como criadas y
esclavas. Todas estas minorías, hasta ahora prácticamente ignoradas por la
660
historiografía del vidrio, pudieron hacer importantes contribuciones al desarrollo de
este arte en América.
Con alguna dificultad se rescataron indicios de sus labores, particularmente de
personas vinculadas a entornos de origen africano. En México ellos lograron
conformar un grupo de vidrieros que trabajó de manera autónoma, al margen del
control de maestros "españoles", y que eventualmente dominaron el arte de hacer
cuentas de vidrio. Este dato es extremamente importante en la medida que señala una
mayor apertura de la capital virreinal frente a Puebla en la incorporación de "las
castas" a ciertos oficios estratégicos, en los que las élites peninsulares y criollas
trataran de propagar su exclusividad. Además, marca una diferencia considerable
respecto a Perú, donde la incorporación de mano de obra negra tuvo un papel
importantísimo para garantizar un número de oficiales pero donde su colaboración se
circunscribió esencialmente al trabajo esclavo. Asimismo, en ese entorno existieron
excepciones como la del mulato criollo Juan de Valencia que, al casarse con la hija de
un vidriero de Ica, logró ascender socialmente y seguramente dio origen a una rama
de vidrieros con ascendencia negra en el Perú.
Otro grupo poblacional al que se ha dado finalmente cierta visibilidad en la
vidriería fue el de las mujeres. Como se ha demostrado, ellas lograron ser propietarias
y administrar directamente algunos talleres de vidrio. Además existen fuertes indicios
de que se dedicaron personalmente a hacer y enseñar este producto, así en el
Virreinato como en ciertos reinos peninsulares, donde la estructura gremial contempló
que asumieran el título de maestres del vidrio ante la muerte de sus maridos y sin
necesidad de presentarse a examen, tal como lo habían tenido que hacer sus finados.
Aunque la participación de las mujeres vidrieras se haya relegado a un segundo plano,
fruto de una sociedad patriarcal que condicionó su capacidad para destacarse en la
vida pública, ellas participaron activamente en la gestión de los negocios familiares.
Todo aparece reflejado en las dinámicas de trasmisión del arte vidriero en torno de las
cuales se observó la conformación de casas de vidrieros formadas a partir del apellido
materno.
Las fuentes consultadas son aún más omisas, si cabe, respecto a la
participación indígena en la vidriería. Asimismo se ha demostrado el relevante papel
que desempeñaron en el componente científico del vidrio, que requirió permanentes
adaptaciones y experimentos para mejorar la calidad del producto. Este queda de
manifiesto en el desarrollo de las nuevas fórmulas de hacer este material que
661
implicaron la incorporación de saberes y materiales autóctonos. Paralelamente, hemos
destacado por primera vez el impacto del crecimiento de esta actividad sobre ciertas
comunidades que tuvieron por principal actividad económica la recolección y
tratamiento de ciertas especies de hierbas barrilla. Su importancia primordial en el
sector condicionó su dispersión territorial o aún la calidad o el precio de sus piezas,
por lo cual el control de su explotación y comercio por parte de los indígenas de
Xaltocan demuestra la capacidad de este colectivo por participar de las estrategias
económicas del gobierno virreinal, particularmente de la institución de la Casa de
Moneda, y beneficiarse particularmente de las mismas.
Si bien la Nueva España tuvo un papel central en la expansión de la vidriería
en América a lo largo del siglo XVI, a partir de entonces se configuraron otras redes
de circulación de mano de obra especializada que empezaron a dibujarse desde antes.
En capítulos anteriores hemos demostrado el papel central de la región del Rio de la
Plata como puerto de llegada de vidrieros extranjeros: europeos y también africanos
que conocían el oficio y en el cual trabajaron como esclavos. La precariedad de las
infraestructuras ofrecidas por Buenos Aires hicieron que estos especialistas no fijaran
ahí su residencia sino que se desplazaran hacia el norte, con destino al Perú. Por el
camino, pasaron por diversas ciudades donde tuvieron ocasión de intercambiar
experiencias antes de establecerse definitivamente en un lugar. En ese aspecto,
Córdoba fue un ejemplo paradigmático que, al constituir una escala obligatoria en esa
ruta, implementó políticas que obligaban a los vidrieros a desempeñar su actividad
durante algunos años antes de recibir permiso para seguir viaje.
Mientras tanto, la región platina seguía despertando los peores terrores en el
imaginario europeo, donde crecía la idea de que esos territorios estaban habitados por
tribus caníbales. Eso dificultó enormemente la tarea de ciertos padres jesuitas por
encontrar algún vidriero dispuesto a viajar y trabajar en las misiones orientales. Por
eso los vidrios que se usaban ahí fueron piezas importadas que llegaban desde Buenos
Aires, manufacturas regionales que llegaban esencialmente de Cochabamba o aún
algún vidrio producidos por los propios curas jesuitas que así en América como en
Asia protagonizaron iniciativas vidrieras, a veces en colaboración y a favor de las
autoridades locales.
En definitiva, al adoptar la metodología de la historia conectada para estudiar
el vidrio de la Nueva España en el marco de la vidriería hispana, no solo hemos
puesto de manifiesto las conexiones entre estas regiones sino que hemos defendido
662
que se tratan de expresiones diferentes de un modelo de administración de esos
territorios. Inicialmente eso supuso un esfuerzo concertado para promover el oficio en
las nuevas posesiones de la Corona, manifiestas en la presencia de estos profesionales
desde la conquista y en las sucesivas fundaciones europeas. Al ponerlo de manifiesto,
implícitamente se ha tratado de contrarrestar el débil peso de la monarquía española
en la historiografía europea y norteamericana. Su fuerte participación en los procesos
de desarrollo mundial del vidrio en Época Moderna claramente no se corresponde con
la reducida atención que ha recibido por parte de la historia de la ciencia y
particularmente en los estudios sobre la vidriería.
Otro de los ejes transversales que recorre las reflexiones planteadas a lo largo
de nuestra tesis se relaciona con los procesos de construcción del valor simbólico de
las cuentas de vidrio. Estas tuvieron un protagonismo indiscutible en la designada
expansión europea y en los fenómenos de mundialización que ocurrieron a partir de
entonces. Dichos objetos marcaron su presencia en los primeros encuentros entre
pueblos diferentes que se veían por primera vez y condicionaron la naturaleza de sus
relaciones prácticamente hasta la actualidad.
Es indiscutible su valor como mediador y "artefacto" a partir del cual varios
grupos construyeron nuevas asociaciones que les sirvieron para dar consistencia a
antiguas ideas y/o atribuir coherencia a las nuevas experiencias cotidianas en continua
transformación. Nos atreveríamos a decir que esa dinámica ha sobrevivo incluso en el
presente, donde los abalorios siguen teniendo un peso importante en el discurso
político de la nación mexicana, asociado a las artes indígenas, con un significado
sustancialmente diferente al que tuvieron en el pasado pero del cual es heredero.
Además, en cuanto protagonistas de las relaciones interculturales, las cuentas
de vidrio fueron uno de los primeros objetos en alcanzar una circulación mundial.
Igual que el algodón, que tanto interés ha suscitado en los últimos años por parte de la
historial global, su producción, comercio y consumo incluyó esos lugares en
dinámicas de largo alcance a la par que suscitó la emergencia de contingencias
netamente autóctonas que repercutieron en el exterior. Todos estos aspectos justifican
que se haya diseñado un campo de estudios sobre las cuentas que no se había centrado
todavía en el caso novohispano ni lograra establecer un diálogo fluyente con otras
áreas. Por eso, aunque los abalorios sean el punto de partida y de llegada de toda
nuestra investigación, en el camino recorrido entre un extremo y otro se divisaron
663
diversos aspectos de la vidriería virreinal. Se podría decir que ese fue uno de los
filtros a través del cual nos acercamos al tema y que daba respuesta a nuestra
inquietud de percibir si existió una producción local de esos objetos, como se ha
demostrado. Dicha constatación exigió replantear gran parte de las teorías diseñadas
sobre el tema y que habían contribuido a silenciar el relevante protagonismo de ciertas
minorías.
Entendidas hasta hoy como baratijas sin valor, con las que los españoles
engañaban a los indígenas, el estudio de estos materiales los ha confinado al ámbito
de las expresiones materiales y a las prácticas de ostentación propias de las personas
más pobres de la sociedad virreinal. Al observar que una parte de las comunidades
indígenas usaban abalorios, un considerable número de historiadores y antropólogos
las percibió globalmente como un grupo de escasos recursos económicos,
equiparando sus expresiones materiales a las de los sectores populares peninsulares
que también las consumían y que tampoco fueron necesariamente pobres.
Tal como hemos demostrado a lo largo de nuestra tesis, en América la idea se
empezó a fraguar desde los primeros momentos de la colonización, en los relatos
sobre los contactos entre europeos y nativos. Por entonces, motivos políticos
relacionados con la necesidad de justificar el proceso de conquista y la colonización
de esos territorios ante las potencias extranjeras, o aún en el marco de la piedad
católica, condujeron a la propagación de ciertos ideales. En esas narrativas, los
abalorios sirvieron para construir una imagen del indígena como alguien incapaz de
valorar el precio de ciertos materiales y que, tal como un niño, necesitaba la
protección institucional para evitar abusos provocados por la convivencia entre
colonos y colonizados.
Eso fue también seguramente lo que nubló el juicio de José de Alzate cuando
se refirió, ya a finales del siglo XVIII, al arte de hacer cuentas de vidrio doradas y
atribuyó su consumo exclusivamente al público indígena. En ese momento ignoró
todos los objetos y prendas bordadas de chaquira que disfrutaron de las mejores
consideraciones por parte de las élites locales. Ellas las utilizaron como parte de sus
estrategias de diferenciación social y de ostentación material, como se demuestra a
partir de fuentes escritas y materiales. Pero el aspecto diferente que adquirían esos
objetos sobre el cuerpo de cada uno de los grupos poblacionales con los que se
cruzaba en el espacio público y privado habrá impedido que Alzate percibiera que, en
664
realidad, se trataban de las mismas cuentas aunque sirvieran para crear variadas
siluetas.
La perpetuación en el presente de este tipo de interpretación, nace de un deseo
académico de defender la causa indigenista, lanzando su voz en contra de la avaricia
del colonizador y el estado de sometimiento al que mantuvieron a los legítimos
dueños de esas tierras. A pesar de bien intencionada, esa concepción parte de un
pensamiento colonial que entiende la participación indígena bajo la lógica del europeo
que escribió el relato. Tal como a Alzate, el sentido común de los autores de ese
discurso les traiciona y los hace agentes de aquello que tratan de combatir. Como
demostramos antes, esa interpretación contemporánea expropia a los nativos del
pasado de cualquier capacidad de negociación en los intercambios con abalorios y,
sobre todo, de su capacidad de entendimiento de aquellos sucesos en los que
supuestamente fueron manipulados y no lograron cualquier beneficio. Eso ha
imposibilitado visualizar las imbricadas redes simbólicas que pautaron los encuentros
mediados por cuentas de vidrio, o incluso las decisivas agencias indígenas en esos
momentos.
Bajo una interpretación de las fuentes que sustituyó un acercamiento bipolar
por otro multifocal, se destacaron algunos elementos que condicionaron la capacidad
de los autores por percibir y reflejar los sucesos narrados. Después de este primer
intento de ajustar los lentes, se trató de reajustarlos de nuevo para observar entonces
los aspectos que influyeron en las percepciones de los personajes de esas historias. En
ese experimento hemos compilado una serie de datos mediante los cuales se interpretó
el valor de las cuentas para los indígenas. Una de las inferencias fue que los nativos,
al ver por primera vez el vidrio artificial y, al disfrutar de su contemplación estética,
le atribuyeron un lugar en sus sistemas de pensamiento. Eso derivó en la práctica de
seleccionar los abalorios que, en el marco de sus creencias y estrategias de
diferenciación social, aportaban un valor añadido, traduciéndose en la manifiesta
preferencia por las cuentas con una forma y color determinadas.
Por un lado, esos materiales aparecen en el registro arqueológico en
enterramientos indígenas que nos ofrecen una ventana temporal bajo la cual
interpretar el pasado. Como se ha aclarado en capítulos anteriores, la configuración de
esos hallazgos reproduce las mismas costumbres representadas en los libros pintados
prehispánicos, poniendo en entredicho el papel sumiso de los nativos en las
transacciones con los europeos. Por otra parte, la morfología de esas piezas coincide
665
con la de los abalorios que, a mediados del siglo XVIII disfrutaron de gran difusión
entre las élites peninsulares, fundamentalmente en la decoración arquitectónica de
capillas, comedores o jardines. El estatus de sus propietarios y sus vínculos con los
espacios de ultramar nos hacen plantear la posibilidad de que esa tendencia artística,
que en Sevilla tuvo un autoría italiana, pudo reflejar el impacto del "otro" y el retorno
del valor simbólico de las cuentas en las estrategias de ostentación en España y
Portugal. Es decir, que al incorporar un objeto que fue el ícono más expresivo del
comercio intercontinental y de la apariencia del "otro", estarían demostraran
públicamente sus lazos con África y América que de esa manera eran reincorporados
y resignificados bajo el filtro de la comprensión del otro. De confirmarse esta idea,
estaríamos probablemente ante una de las pruebas más evidentes de la repercusión
indígena en el pensamiento europeo y su capacidad para interferir en las modas y en
los gustos.
Por otra parte, y volviendo al ámbito novohispano, se encontraron vestigios de
cierto tipo de agencias nativas incluso en las crónicas, una de las fuentes más citadas
para demostrar precisamente lo contrario. En definitiva, esos textos transcriben las
contradicciones entre el discurso y la práctica cotidiana, o las dificultades de traducir
los gestos del "otro" mediante lo que ya aludimos como "sueño de los sentidos". Eso
se manifiesta en relatos puntuales que ponen de relieve cómo los europeos se tuvieron
que adaptar al ritual indígena y adoptar la práctica corriente del regalo entre
autoridades, participando como actores y reproduciendo esos códigos. En diversas
ocasiones esos textos señalan que los géneros europeos se sometieron al escrutinio del
publico consumidor y que se averiguaron las preferencias de los nativos para ofrecer
los ejemplares más demandados. Así, aunque la incorporación de los abalorios al
rescate europeo respondía a ideas preconcebidas en su experiencia africana y a una
expectativa de que todos los "otros" se comportaran de manera similar, para conseguir
diferentes servicios y productos tuvieron que dar a cambio la mercancía determinada
por los nativos y en las cantidades que ellos exigían. Seguir negando la evidencia del
protagonismo indígena y su peso en el desenlace de esos encuentros, o aún su
repercusión, sería un gesto de cabezonería.
Si la oferta estuvo condicionada por la demanda, hubo entonces que
reflexionar sobre la dimensión de su impacto en la producción europea, hasta
entonces volcada en el consumo de los reinos europeos y en sus transacciones con el
continente africano. Esa valoración se podrá hacer a partir de estudios de casos
666
concretos, es decir, de la configuración de las redes de distribución de algunos
talleres, una tarea que de nuevo ha escapado al ámbito de esta investigación. Por
ahora, las huellas que los vidrios y cuentas provenientes de diversas regiones europeas
dejaron en la Nueva España, sugieren que una parte de esas manufacturas penetró
exitosamente en el ajuar de las élites. Estas siguieron las tendencias observadas en
Europa aunque la configuración y apariencia que tuvieron en las escenificaciones
novohispanas fueran sustancialmente diferentes.
En suma, la investigación sobre los contextos europeos ha permitido
vislumbrar el uso de estos materiales por parte de las élites adineradas y su
penetración en las estrategias de ostentación de personas tan distinguidas como los
miembros de la realeza castellana. Esas dinámicas se extendieron al territorio
novohispano, lo cual ha demostrado la inviabilidad de atribuir el uso exclusivo de
estos materiales a los grupos indígenas y africanos, como hasta ahora se ha venido
haciendo. A la vez, su asociación con las costumbres propias de personas de origen
asiático se ha circunscrito fundamentalmente a la "china poblana", una figura a la que
el imaginario de inicios del siglo XX la ha vestido con unas ropas bordadas de
chaquira.
Tampoco es admisible seguir encasillando las cuentas en las expresiones
materiales propias de las estrategias de ostentación específicas de las personas pobres.
Todo indica que existieron diferentes modelos de abalorios con una calidad y precio
variables, que estuvieron al alcance de prácticamente cualquier persona. Aún así, eso
no significó que los grupos populares consumieran exclusivamente las piezas más
baratas: como se ha demostrado en otras ocasiones (Martins Torres 2016b), pues
algunas indígenas que trabajaron en los campos de grana de Oaxaca lograron invertir
sustancialmente en joyas de oro y diamantes, lo cual requiere abandonar
definitivamente antiguos perjuicios al respecto del ajuar de este grupo poblacional.
El amplio consumo de abalorios en América nos hizo plantear la posibilidad
de que surgieran iniciativas de producirlos ahí. A pesar de que la investigación
adoptara una perspectiva territorial amplia respecto al análisis de las manifestaciones
vidrieras en el territorio hispano, en América solo en México se encontraron pruebas
irrefutables de una manufactura local de abalorios. Según demostramos, en el siglo
XVI empezó a configurarse una especialidad de vidriería dedicada exclusivamente a
hacer estos productos. Sus artífices se designaron candileros, un término que se
detectó exclusivamente en la Nueva España y que sería equivalente al de lampworker
667
en inglés, o aún al de vidriero de candil que actuó en las ciudades de Madrid y
Barcelona. Así es como se refieren algunos hombres a su oficio en protocolos
notariales, donde dejaron constancia de sus últimas voluntades bajo forma testamento
o documentaron cierto tipo de negocios y gestiones familiares.
Los datos señalados son sumamente importantes. En primer lugar porque,
aunque algunos autores se hubiesen referido a esos profesionales en estudios que
versaban sobre otros temas, ellos no supieron identificar el tipo de labores a que se
dedicaban e ignoraron la trascendencia de esa ocurrencia, particularmente de su
vinculación con entornos de la Casa Real. Eso nos conduce a la segunda aportación de
esta investigación al tema, que tiene el mérito de haber comprobado
documentalmente, por vez primera, la existencia de una producción de abalorios en
los reinos peninsulares y en el Virreinato. Si bien algunos autores han señalado esa
posibilidad, al encontra cierto tipo de cuentas provenientes de contextos
arqueológicos americanos que tenían unas características diferentes, sus teorías
carecían de bases más solidas. Asimismo el argumento sigue teniendo fallos
importantes ya que solamente después de identificar los elementos característicos de
las manufacturas peninsulares podrán establecerse comparaciones. Asumir que se
tratan de cuentas españolas es ignorar por completo la posibilidad de que existieran
candileros trabajando en América y cuyas labores solo parcialmente se han
recuperado en esta investigación. Al concentrar esfuerzos en el escrutinio de fuentes
mexicanas, se ha generado un tratamiento desigual respecto a la documentación de las
demás áreas territoriales con las que se dialoga, lo cual pudo haber contribuido a la
incapacidad de detectar la presencia de candileros en otros lugares bajo el dominio de
la Corona. La investigación fuera del ámbito mexicano no tuvo un carácter
sistemático y existe todavía un amplio trabajo por hacer en este campo, así en España
como en los países de la América hispana y en Filipinas, donde sí se recuperaron
indicios de haber existido ahí una producción puntual de abalorios, protagonizada por
especialistas de origen chino.
En cuanto a los candileros de la Nueva España se han demostrado algunas de
las peculiaridades de este colectivo que se consolidó como tal a partir del siglo XVII,
cuando el número de personas dedicadas a la especialidad aumento
exponencialmente.
En este intento de sistematizar algunas consideraciones finales, cabe
mencionar que, si el consumo de abalorios se propagó por todo el territorio y
668
prácticamente todos los grupos poblacionales, su producción parece haberse
concentrado fundamentalmente en la capital, donde se recuperaron todos los vestigios
de la actividad de candileros. Tal situación se explica bajo los mismos argumentos
señalados anteriormente para justificar el mayor peso de la vidriería en esa ciudad que
en Puebla. En efecto, los candileros mantuvieron estrechos lazos con los vidrieros que
se tradujeron en alianzas y eventualmente también en relaciones comerciales, por lo
cual está plenamente justificado que la emergencia de los primeros dependiera de la
presencia de los segundos.
Otro de los aspectos que se ha destacado es el papel pionero de los candileros
en adoptar formas de regulación y agremiación en el cuadro de la vidriería virreinal,
que aparentemente no fue capaz de formar un gremio propio capaz de incluir todas las
especialidades y luchar por intereses comunes. Una parte de esos profesionales se
unió al gremio de los loceros, así en Puebla como en México, pero se desconoce si sus
labores se circunscribieron a la preparación del vidriado aplicado sobre el barro o si,
como sucedió en algunas regiones de Europa, concentró también a los esmaltadores y
a los artífices que hacían perlas falsas de vidrio.
La falta de estudios sobre las particularidades del sector en los reinos
peninsulares impide percibir si los modelos que orientaron la organización de las
varias especialidades de vidriería en el Virreinato, y particularmente de aquellas que
se enfocaron en hacer todo tipo de cuentas, reprodujeron los modelos metropolitanos
o si, por el contrario, la llegada de vidrieros italianos, portugueses y borgoñones habrá
repercutido en las elecciones adoptadas al respecto. En ese ámbito merece la pena
destacar los vínculos entre el arte de candilero y la vidriería italiana, de donde
procedía uno de los artífices que aprendió las labores de hacer abalorios bajo el calor
del candil ya en la Nueva España con un hombre que había alcanzado un peso
destacado en esta especialidad.
Todavía sobre la estructura en la que se organizó la producción de cuentas de
vidrio, planteamos diversas cuestiones para las cuales no hemos encontrado todavía
respuestas satisfactorias. Una de ellas deriva de la necesidad de averiguar si la
manufactura de este producto se ramificó en diversas especialidades definidas en
función de las técnicas empleadas para hacer cada uno de los tipos de cuentas. Por
eso, no se puede descartar que esmaltadores, labradores de vidrio o lapidarios también
incorporaran a sus labores la elaboración de este tipo de objeto. Por el momento, se
trató de explorar algunas de esas posibilidades de acuerdo a la lógica de organización
669
heredada de época prehispánica y los cambios que ocurrieron con la implementación
del gobierno virreinal, pero claramente hay todavía un enorme trabajo a hacer antes
de contestar a esta pregunta.
Otra de las cuestiones que queda en abierto es si efectivamente los europeos y
sus descendientes consiguieron controlar todo el sector, que claramente tuvo un
interés económico importante. Nuestra investigación ha ofrecido algunas luces sobre
la posibilidad de que individuos provenientes de entornos de origen africano lograran
penetrar en este nicho de mercado o incluso algún indígena, en una época muy
temprana del desarrollo de la vidriería en Puebla, cuando aún no se había conformado
un cuerpo de profesionales que trató de mantener el privilegio y el secreto de las
fórmulas de vidrio entre los "españoles".
Otra vía de investigación que se configura es explorar la participación de las
mujeres en esta especialidad puesto que en algunos reinos europeos ellas tuvieron un
peso importante, particularmente en Francia y a lo largo del siglo XVIII. Ahí, pero
también lo que es actualmente Alemania y Reino Unido, el arte de hacer pequeños
objetos al candil fue una de las actividades a las que se dedicaron las élites ilustradas
en sus laboratorios caseros. De esa manera ponían en práctica las discusiones
científicas que animaban los círculos de debate y aportaban las pruebas materiales
mediante la experimentación. Los grabados de los siglos XVII y XVIII reflejan
ámbitos de la producción de cuentas hasta ahora insospechados que requieren pensar
en la importancia de estos objetos entre las élites más allá del beneficio económico
que aportaba su comercio.
Quizás lo más curioso es que en la Nueva España, el candilero Francisco de
Lara se autodefiniera en 1629 como oficial de inventos, remitiéndonos para esas
mismas esferas en un tiempo anterior y en un contexto muy distinto. En ese momento,
varias regiones de Europa disputaban este nicho de mercado, promoviendo
oficialmente la instalación de vidrieros extranjeros en sus territorios o apoyando sus
experimentos para hacer un producto de mayor calidad que compitiera con los vidrios
extranjeros. Se desconoce la naturaleza de los inventos del mencionado vidriero
novohispano, pero lo más probable es que se vincularan a su oficio y que lograra
patentar una nueva fórmula o un método distinto de hacer abalorios. Esto nos remite
de nuevo a las consideraciones de Alzate, a las que aludimos anteriormente, sobre la
producción de abalorios dorados. Como hemos aclarado en otros capítulos, se han
encontrado ejemplares que obedecen a estas características en contextos
670
arqueológicos novohispanos y hay grandes posibilidades de que configuren el
resultado de una manufactura local que ofrecía una alternativa a los ejemplares
importados y que iba directamente al encuentro de sus gustos.
Finalmente, el recorrido investigador que empezó y terminó en los abalorios,
nos permite defender que el vidrio producido en el Virreinato y las cuentas que se
hicieron con este material, aunque se traten de una introducción europea, fueron
modelados por la experiencia novohispana. Las adaptaciones que sufrieron, fruto de
saberes que llegaban desde diferentes puntos del mundo conocido y sus interacciones
con las poblaciones nativas provocaron cambios sustanciales. De igual manera influyó
la experiencia social que tuvo lugar en ese territorio, los modelos de gestión
adoptados en cada momento por la Corona y las reacciones que provocaron por parte
de las administraciones locales y de su población. Todo eso nos hace defender la
existencia de un vidrio netamente novohispano y la presencia de al menos un tipo de
abalorios que fue el resultado de la destreza técnica y la sensibilidad estética de los
candileros novohispanos.
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UNIVERSIDAD COMPLUTENSE DE MADRID
FACULTAD DE GEOGRAFÍA E HISTORIA
Departamento de Historia y Antropología de América, Ciencias y
Técnicas Historiográficas e Historia Medieval
TESIS DOCTORAL
Lo que cuenta un abalorio:
reflejos de unas cuentas de vidrio en la Nueva España
MEMORIA PARA OPTAR AL GRADO DE DOCTOR
PRESENTADA POR
Andreia Martins Torres
DIRIGIDA POR
Juan José Batalla Rosado
Alexandra Curvelo da Silva Campos
Madrid, 2019
Vol. II
ÍNDICES 3
ÍNDICE DE FIGURAS 5
ÍNDICE DE TABLAS 19
ÍNDICE DE DIAGRAMAS 21
I. FIGURAS 23
II. TABLAS 113
III. DIAGRAMAS 151
IV. GLOSARIO 159
1
2
ÍNDICES
3
4
ÍNDICE DE FIGURAS
Fig 1. Ilustración del "Paternosterer" en el Códice Mendel I (Leupoly
1425: f. 13r).
25
Fig 2. Ilustración del "Paternosterer" en el Códice Mendel II (Pielmayer
1563: f. 16v).
25
Fig 3. Detalle del "Paternosterer" en Ars Vitraria Experimentalis
(Kunckel 1679: 66, fig. x).
25
Fig 4. "Esmaltador, trabajo al candil", Robert Bennard, 1734 (Diderot y
D'Alambert 1765 III: s.p.).
26
Fig 5. "Esmaltador, trabajo al candil, producción de perlas falsas", Robert
Bennard, 1734 (Diderot y D'Alambert 1765 III: s.p.).
27
Fig 6. "Esmaltador, trabajo al candil, producción de perlas falsas", Robert
Bennard, 1734 (Diderot y D'Alambert 1765 III: s.p.).
28
Fig 7. "El arte de soplar vidrios en miniaturas", en The Laboratory, or
School of Arts (Smith 1738: 78).
29
Fig 8. Vistas de una mesa de té con tablero de chaquira, atribuida al taller
de Michael van Selow, ca. 1760
(https://www.1stdibs.com/furniture/tables/center-tables/rare-18th-
century-german-glass-bead-decorated-centre-table-michael-van-
selow/id-f_1312436/).
29
Fig 9. Papagayo bordado de chaquira, atribuido al taller de Michael van
Selow, siglo XVIII (Roseneck 2012: 22). Colección del Städtische
Museum Braunschweig.
30
Fig 10. "Águila de corcho bordada con chaquira", autor y cronología
desconocidos. Colección del MNHCC (nº inv. 10-378546), (fotografía
de la autora, 2010).
30
Fig 11. "Mapa general del Reino de Bohemia, dividido en sus 16 círculos
con el distrito de Egra", autor desconocido, 1779 (Real Academia de
la Historia (RAH), Departamento de Cartografía y Artes Gráficas, C-
III a 19, Nº de registro 279).
31
Fig 12. "Horno de vidrio", en De re Metallica (Agricolae 1556: 476). 32
5
Fig 13. Caja de madera, forrada de tela bordada con cuentas de vidrio,
autor desconocido, finales del s. XVII, trabajo inglés. Colección
Metropolitan Museum of Art (nº inv. 29.23.2),
(https://www.metmuseum.org/art/collection/search/222232).
33
Fig 14. Bosquejo de la Mascara Real que los Gremios de la Ciudad de
Barcelona, executan en obsequio de la Serenísima Señora Infanta Dª
María Antonia Duquesa de Saboya, compuesta de veinte y siete
quadrillos de doze pares cada una, con su cabo, y correspondiente
iluminación (Anónimo 1750: s.p.).
33
Fig 15. Collar de cuentas en la representación de una ceremonia de
sacrificio ritual, en el Códice Laud (1994: 43).
34
Fig 16. Deidad con collar y pectoral de cuentas, en el Códice Vaticano B
(1992: 30).
34
Fig 17. Deidad con pectoral de cuentas, en un detalle del Códice Vaticano
B (1992: 96).
35
Fig 18. Diosas “Tzapotlatena” y “Chalchiuhtliycue” (o “diosa de la falda
de jade/ esmeralda") unidas por collar de cuentas, en el Códice
Florentino (1979 I-1: f. 11v).
35
Fig 19. Personaje con atuendos de cuentas, en el Códice Cospi (1994: 11). 36
Fig 20. Mujer con atuendos de cuentas, en el Códice Borgia (1993: 55). 36
Fig 21. Mujer con atuendos de cuentas, en el Códice Féjerváry-Mayer
(1992: 11).
37
Fig 22. Collar de cuentas uniendo parejas, en el Códice Laud (1994: 36). 37
Fig 23. Glifo del pueblo de Cozcatecutlan, en el Códice Mendoza (1992
II: f. 54v).
38
Fig 24. Lapidario de cuentas, en el Códice Mendoza (1992 III: f. 70r). 38
Fig 25. "Los oficiales que labraban las piedras preciosas", en el Códice
Florentino (1979 IX-17: f. 359v, 360r, 361v, 361r).
39
Fig 26. Lapidario de cuentas, en el Códice Florentino (1979 X-7: f. 16v). 40
Fig 27. "Los mercaderes, oficiales de oro, y piedras preciosas, y pluma
rica", en el Códice Florentino (1979 IX-1: f. 305r).
40
Fig 28. "El que vende piedras preciosas o lapidario es desta propriedad
[tratante]", en el Códice Florentino (1979 X-16: f. 43r).
40
6
Fig 29. Venta de cuentas en un tianguis, en el Códice Florentino (1979
VIII-19: f. 297r).
41
Fig 30. "Y otra sala los señalava que llamavan tecalli. Alli oyan y
juzgavan las causas populares [como robo de sartas de cuentas],
tomandoles por escrito primeramente por sus pinturas", en el Códice
Florentino (1979 VIII-16: f. 284r).
41
Fig 31. Sarta de cuentas que traían los mercaderes desde Anáoac al señor
de México, en el Códice Florentino (1979 IX-1: f. 323v).
42
Fig 32. Juego del patolli, en el Códice Florentino (1979 VIII-10: f. 266v).
Uno de los jugadores apuesta una cuenta azul.
42
Fig 33. Juego del patolli (Durán 1579 XXII: f. 309r). Uno de los
jugadores apuesta una sarta de cuentas verdes.
43
Fig 34. Manta tipo xiuhtlalpili entre el listado de “atavíos de los señores”,
en el Códice Florentino (1979 VIII-15: f. 277r).
43
Fig 35. Artífice de arte plumario, vestido con una variante de la manta
xiuhtlalpili con cenefa roja, en el Códice Florentino (1979 IX-20:
f. 367v).
43
Fig 36. Señor vestido con una variante de manta xiuhtlalpili, con cenefa
roja y negra, en el Códice Florentino (1979 VIII-17: f. 280r).
44
Fig 37. Señor vestido con una variante de manta xiuhtlalpili con cenefa
negra y blanca, en el Códice Florentino (1979 VIII-20: f. 300r).
44
Fig 38. Señor vestido con una variante de manta xiuhtlalpili con cenefa de
turquesas, en el Códice Florentino (1979 VIII-2: f. 252r).
45
Fig 39. Señor con manta y taparrabos con una variante de manta
xiuhtlalpilli, en el Códice Florentino (1979 VIII-17: f. 290v).
45
Fig 40. "Tambien el juego del palo, jugavan delante dellos por darles
recreacion", en el Códice Florentino (1979 VIII-10: f. 266r).
46
Fig 41. Chalchihuitlicue, en el Códice Florentino (1979 I-1: f. 18v). 46
Fig 42. Sartas de cuentas verdes de chalchihuitl (jade o esmeralda) y
amarillas de oro, en el Códice Mendoza (1992 II: 46r).
47
Fig 43. "Dos sartas de chalchihuitl, cuentas y piedras ricas", en color
verde, y "una sarta [de cuentas] de "piedras turquesas", en tonos de
azul, en el Códice Mendoza (1992 II: 52r).
47
7
Fig 44. Recipiente de piedras turquesa menudas, en la Códice Mendoza
(1992 II: f 40r).
47
Fig 45. Tributo de una "pieça de ambar claro del tamaño de un ladrillo",
en el Códice Mendoza (1992 II: 47r).
48
Fig 46. Mensajero de Moctezuma entregando el collar que él le mandó a
Cortés, en el Códice Florentino (1979 VIII-7: f. 260v).
48
Fig 47. Regalo de un collar de oro y piedras preciosas durante el encuentro
entre Cortés y Moctezuma, en el Durán (1579 LXXIV: f: 208r).
49
Fig 48. Medallón devocional, autor desconocido, segunda mitad del siglo
XVI. Colección del MNHCC (nº inv. 10-288072), (fotografía de la
autora, 2010).
49
Fig 49. Localización de las casas de Juan de Soria (1), en el "Plano de la
ciudad de Córdoba", Don Lorenzo Suárez de Figueroa, 1577
(AHMCA, Actas Capitulares, libro 1: 259).
50
Fig 50. Localización de los mercados de la Ciudad de México, en el
"Mapa de la Ciudad de México y Tlatelolco", autor desconocido, ca.
1550 (Rubio 2019: 38).
51
Fig 51. "Planta y alzado de las nuevas garitas de la Aduana de Puebla de
los Ángeles", autor desconocido, 1609 (AGI, Mapas y Planos-México,
520BIS. Fuente: AGI, México, 827).
52
Fig 52. "Prospetiva de rreparo y fuerte y población de San Juan de Vlúa
(...)", Bautista Antonelli, 1590 (AGI, Mapas y Planos-México, 36.
Fuente: AGI, México, 257).
53
Fig 53. "Delineación esquemática de la manzana o cuadra de casas
perteneciente a Pedro Cortés, IV marqués del Valle, en la plaza mayor
de México (...)", autor desconocido, 1603 (AGI, Mapas y Planos-
México, 52. Fuente: AGI, Patronato, 17, R. 17).
54
Fig 54. Plataforma sobre la que se construyó la iglesia de San Gabriel de
Tacuba (Tlacopan), en una "Copia del mapa antiguo del pueblo de
Santo Domingo de Xuchitepec y sus términos en la provincia de
Chalco", autor desconocido, siglo XVIII (?), (AGI, Mapas y Planos-
México, 707. Fuente: AGI, México 665).
55
Fig 55. Pueblo de Tacuba, en el "Mapa de la cuenca del valle de México y 53
8
proyecto de la obra del desagüe de su laguna", Enrico Martínez, 1608
(AGI, Mapas y Planos-México, 54. Fuente: AGI, México, 27, N. 30).
Fig 56. "Vista general del entierro 30", con los individuos A, B y C (de
izquierda a derecha), de la excavación arqueológica de la Iglesia de
San Gabriel Arcángel, en Tacuba (Ciudad de México), (Manzanilla
1985: fotografía 13).
57
Fig 57. "Negativo de estaca situado bajo el piso 2" de la excavación
arqueológica de la Iglesia de San Gabriel Arcángel, en Tacuba
(Ciudad de México), (Manzanilla 1985: fotografía 10).
57
Fig 58. "Piso 3" de la excavación arqueológica de la Iglesia de San
Gabriel Arcángel, en Tacuba (Ciudad de México), (Manzanilla 1985:
fotografía 11).
58
Fig 59. Iglesia de San Gabriel en el "Mapa de Popotla", ca. 1552-1701
(Bueno 2014: 310).
58
Fig 60. Cascabeles de cobre asociadas al individuo C, del entierro 30 de la
excavación arqueológica de la Iglesia de San Gabriel Arcángel, en
Tacuba (Ciudad de México), (Manzanilla 1985: fotografía 15).
59
Fig 61. Cuentas de vidrio asociadas al individuo C, del entierro 30 de la
excavación arqueológica de la Iglesia de San Gabriel Arcángel, en
Tacuba (Ciudad de México), (Manzanilla 1985: fotografía 14).
59
Fig 62. Cuenta Nueva Cádiz de la excavación arqueológica de la Iglesia de
San Gabriel Arcángel, en Tacuba. Colección Salvamento Arqueológico
(nº inv. CATSA 18918 1/11), (fotografía de la autora, 2011).
60
Fig 63. Cuenta Nueva Cádiz de la excavación arqueológica de la Iglesia de
San Gabriel Arcángel, en Tacuba. Colección Salvamento Arqueológico
(nº inv. CATSA 18918 2/11), (fotografía de la autora, 2011).
60
Fig 64. Cuenta Nueva Cádiz de la excavación arqueológica de la Iglesia de
San Gabriel Arcángel, en Tacuba. Colección Salvamento Arqueológico
(nº inv. CATSA 18918 3/11), (fotografía de la autora, 2011).
60
Fig 65. Cuentas chevron de la excavación arqueológica de la Iglesia de
San Gabriel Arcángel, en Tacuba. Colección Salvamento
Arqueológico (nº inv. CATSA 18918 4/11 a CATSA 18918 11/11),
(fotografía de la autora, 2011).
60
9
Fig 66. Etapas de la manufactura de las cañas de vidrio con que se hacen
las cuentas (...) (Angus-Butterworth 1958: 358).
61
Fig 67. "Esta figura es de lo mismo lo lloravan sus hijos y parientes y le
davan para el camino cacauatl", en el Códice Magliabecchiano
(1996: 67v).
62
Fig 68. "Esta figura es de lo mismo lo lloravan sus hijos y parientes y le
davan para el camino cacauatl", en el Códice Tudela (58v).
62
Fig 69. "Esta figura es q[ue] quando algun mercader se finava (...)", en el
Códice Magliabecchiano (1996: 69v).
62
Fig 70. "Esta figura es q[ue] quando algun mercader se finava (...)", en el
Códice Tudela (60v).
62
Fig 71. "Esta figura es q[ue] quando finava alguno mançebo lo q[ue] le
ponian (...)", en el Códice Magliabecchiano (1996: 68v).
63
Fig 72. "Esta figura es q[ue] quando finava alguno mançebo lo q[ue] le
ponian (...)", en el Códice Tudela (59v).
63
Fig 73. Collar de San Pedro Quiatoni autora y cronología desconocidas
(Davis y Pack 1963: 89).
64
Fig 74. Collar de Yalalag, autora y cronología desconocidas
(www.oldbeads.com/necklaces.html).
64
Fig 75. Localización de Puebla de los Ángeles, la Villa de Atlixco y
algunos ranchos e ingenios, en el "Mapa que yso por Nicolás, de (...)",
Nicolás de Zamundio, 1533 (AGN, Mapas, planos e ilustraciones, nº
4129. Fuente: AGN, Civil, vol. 1276, f. 120v).
65
Fig 76. Localización de Ameca (1) y las minas de la región en el "Mapa de
la Nueva Galicia", Hernando Martínez de la Marcha, 1550 (AGI, Mapas
y Planos-México, 560. Fuente: AGI, Justicia, 1041, N.1, f. 22v).
66
Fig 77. "Pintura de Ameca", Antonio de Leyva (alcalde mayor), 1579
(University of Texas, Benson Latin American Collection, Joaquín
García Icazbalceta Collection of Relaciones Geográficas of Mexico
and Guatemala, JGI XXIII-10).
67
Fig 78. Litografía de la Nueva Veracruz, Adian Boot (?), ca. 1620.
Colección de la University of Texas (University of Texas, Nettie Lee
Benson Latin American Collection, M 972.61 1628).
68
10
Fig 79. "Ubicación de los principales yacimientos de arcillas silíceas en la
República Mexicana" (López y Martínez 1995: 11).
69
Fig 80. "Ubicación en la República Mexicana de metales que dan
coloración al vidrio" (López y Martínez 1995: 24).
69
Fig 81. "Cuentas de vidrio" que incorporaron un pleito entre los indígenas
y el alcalde mayor de Tecali, autor desconocido, en uso en 1738 (AGI,
Mapas y Planos - Ingenios, 253. Fuente: AGI, México, 839).
70
Fig 82. "Plano de la ensenada y plaza de Cavite (...)", Juan Somodevilla
Tejada, 1663 (AGI, Mapas y Planos, Filipinas, 8. Fuente: AGI,
México, 39, N. 7).
71
Fig 83. Cuentas de vidrio transportadas en el Galeón Santa Margarita, en
el momento de su naufragio, in situ (fotografía cedida por Roberto
Junco, 2001).
72
Fig 84. Abalorios del Galeón Santa Margarita, recogidos por el equipo de
buceadores (fotografía cedida por Roberto Junco, 2001).
72
Fig 85. Rosario dorado presuntamente recuperado en el pecio del Navío
Nuestra Señora de Atocha, autor desconocido, 1622
(https://www.pinterest.es/pin/836965911971019526/.
72
Fig 86. Rosario de cuentas de vidrio presuntamente recuperado en el
pecio del Navío Nuestra Señora de Atocha, autor desconocido, 1622
(https://terraeantiqvae.com/m/blogpost?id=2043782%3ABlogPost
%3A104488).
72
Fig 87. Localización de la casa de Tomás de Lizarza, en el "Plano de uno
de los cuarteles o distritos en que fue dividida la Ciudad de México,
(...)", autor desconocido, 15 de Abril de 1752 (AGN, Mapas, planos e
ilustraciones, nº 4150. Fuente: AGN, Civil, vol. 1496, f. 242v).
73
Fig 88. Localización de la Calle del horno de vidrio, en las vistas del
"Biombo de la Ciudad de México" autor desconocido, segunda mitad
del siglo XVII. Colección del Museo Franz Mayer (Ciudad de México).
74
Fig 89. Localización de las calles Puerta Falsa de San Andrés, Canoa,
Doncelles y Cordobanes, en el "Mapa de la Ciudad de México", autor
desconocido, 1752 (AGN, Mapas, planos e ilustraciones, nº 2825.
Fuente: AGN, Padrones, vol. 52, f. 1v).
75
11
Fig 90. Localización de las calles Doncelles, Cordobanes, Monte Alegre,
Chevarria y derecha del horno del vidrio, en un detalle del "Plano
General de la Ciudad de México Año de 1864" (Decaen 1864).
75
Fig 91. Localización de las casas donde vivía Claudio Francisco
Troncoso, en el "Mapa de la Ciudad de México", autor desconocido,
1752 (AGN, Mapas, planos e ilustraciones, nº 2825. Fuente: AGN,
Padrones, vol. 52, f. 1v).
76
Fig 92. Localización de las casas donde vivía Claudio Francisco
Troncoso, en el "Plano de uno de los cuarteles o distritos en que fue
dividida la Ciudad de México (...)", autor desconocido, 15 de Abril de
1752 (AGN, Mapas, planos e ilustraciones, nº 4150. Fuente: AGN,
Civil, vol. 1496, f. 242v).
76
Fig 93. Localización de las casas donde vivía Juan Bautista Tiburcio, en
el "Mapa de la Ciudad de México", autor desconocido, 1752 (AGN,
Mapas, planos e ilustraciones, nº 2825. Fuente: AGN, Padrones, vol.
52, f. 1v).
76
Fig 94. Localización del horno de vidrio de Marcia Luisa de Arana, en el
"Plano de uno de los cuarteles o distritos en que fue dividida la Ciudad
de México (...)", autor desconocido, 15 de Abril de 1752 (AGN, Mapas,
planos e ilustraciones, nº 4150. Fuente: AGN, Civil, vol. 1496, f. 242v).
77
Fig 95. Localización de las casas donde residía Francisco Durán, en el
"Mapa de la Ciudad de México", autor desconocido, 1752 (AGN,
Mapas, planos e ilustraciones, nº 2825. Fuente: AGN, Padrones, vol.
52, f. 1v).
78
Fig 96. "Mapa del pueblo de San Juan del Río", Fernando de Muxica (?),
1590 (AGN, Mapas, planos e ilustraciones, nº 2154. Fuente: AGN,
Tierras, vol. 2782, exp. 4, f. 35v).
78
Fig 97. "Croquis de un sector de la ciudad de Manila (...)", autor
desconocido, 1641 (AGI, Mapas y Planos, Filipinas, 217. Fuente:
AGI, Filipinas, 85, N. 110).
79
Fig 98. "Descripción geométrica de la ciudad y circunvalación de Manila
y de sus arrabales al Consejo de las Indias", Padre Maestro Fray
Ignacio Muñoz, del Orden de Predicadores, 1671 (AGI, Mapas y
79
12
Planos, Filipinas, 10. Fuente: AGI, Filipinas, 86, N. 30).
Fig 99. "Pintura de la ciudad de Manila", autor desconocido, siglo XVII.
Colección Museo Julio Bello y González, Puebla, México (fotografía
de la autora, 2011).
80
Fig 100. "Traducción inglesa de un fragmento del derrotero español
robado por el capitán Bartholomew Sharpe en el asalto al Navío El
Rosario, en 1680", William Hack, 1685. Colección del National
Maritime Museum, Greenwich, Londres (nº inv. P 33 (87)),
(https://collections.rmg.co.uk/collections/objects/541276.html).
81
Fig 101. "Mapa de la cuenca del Río de la Plata", autor desconocido, 1759
(AGI, Mapas y Planos-BUENOS_AIRES, 64 QUATER. Fuente: AGI,
BUENOS_AIRES, 468).
82
Fig 102. Grabado de "Mujeres Españolas del Perú", Amédée François
Frézier, 1716. Colección JCBL (nº inv. 09226-9), (Frézier 1982).
83
Fig 103. Grabado con "vistas de Arica" desde el mar, Louis Feuillé, ca.
1714-1725. Colección de la Biblioteca Nacional de Chile (nº inv.
BN 65920).
84
Fig 104. "Plan de nueba población en la ciudad de Arica, con el nombre
de la Carolina Peruana", Francisco Vélez, 1793 (AGI, Mapas y
Planos-PERU_CHILE, 135. Fuente: AGI, Mapas y Planos-
LIBROS_MANUSCRITOS, 48).
85
Fig 105. "Desagüe del Valle de México", Don Cosme de Mier y
Trespalacios, 1795 (AGN, Mapas, planos e ilustraciones, nº 45.
Fuente: AGN, Desagüe, vol. 28, 1 pte., exp. 6, f. 88v).
85
Fig 106. "Hacienda Santa Ana [de Aragón]; Villa de Guadalupe. D.F.",
Joaquín Moreno (?), escribano público, 1766 (AGN, Mapas, planos e
ilustraciones, nº 1392. Fuente: Tierras, vol. 2244, exp. 6, f. 7v).
86
Fig 107. "Hacienda de Santa Ana de Aragón, Tlatelolco", Joaquín Moreno
(?), escribano público, 1766 (AGN, Mapas, planos e ilustraciones, nº
881. Fuente: AGN, Tierras, vol. 917, exp. 1, f. 23v).
87
Fig 108. Localización de los hornos de vidrio de la Calle Santa Cruz, del
Callejón del Vinagre, del Callejón del horno de vidrio y la tienda de
vidrios de Portaceli, en el "Plano General de la Ciudad de México Año
88
13
de 1864" (Decaen 1864).
Fig 109. Grabado del Totecyxochitl (Hernández 1651: 432). 89
Fig 110. Representación del totecyxochitl en Libellus de medicinalibus
Indorum herbis, autor desconocido, 1552, (Códice de la Cruz Badiano
XI: folio. 59r).
89
Fig 111. Representación que acompaña la descripción del xauhquilitl,
presentada por Bernardino de Sahagún (Códice Florentino 1979 XI-6:
f. 134r).
89
Fig 112. Salitreras de Culhuacán, en el "Mapa de Mexicalcingo,
Churubusco, Tetepilco, Ixtapalapa y Culhuacán", Ildefonso de Iniesta
Vejarano, 1747 (AGN, Mapas, planos e ilustraciones, nº 1195. Fuente:
AGN, Tierras, vol. 1692, exp. 1, f. 52v).
90
Fig 113. "Pintura del gobernador, alcaldes y regidores de México", autor
desconocido, ca. 1501 (BNE, MSS.MICRO/15164, f. 10r).
91
Fig 114. "Panes de Sal" que, después de quitado el molde, se quedaban
"desta forma", en el Códice Mendoza (1992 II: f. 34v).
92
Fig 115. "Cántaros de sal" que servía como horma a los panes de sal, en la
Matrícula de Tributos (1980: 7v).
92
Fig 116. "Reales Salinas de Santa María del Peñol Blanco", Miguel Flores
Cárdenas, 1722 (AGN, Mapas, planos e ilustraciones, nº 791. Fuente:
AGN, Tierras, vol. 615, exp. 1, f. 60v).
93
Fig 117. Milpas salitreras de tequesquite en Sant Lorenço Tetzonco, en el
"Cadastro pictográfico de un concierto de tierras de Culhuacan", autor
desconocido, 1594 (AGN, Mapas, planos e ilustraciones, nº 0583.
Fuente: AGN, Tierras, vol. 58, exp. 4, f. 165v).
94
Fig 118. Milpas salitreras de tequesquite en Sant Lorenço Tetzonco, en el
"Cadastro pictográfico de un concierto de tierras de Culhuacan", autor
desconocido 1594 (AGN, Mapas, planos e ilustraciones, nº 0584.
Fuente: AGN, Tierras, vol. 58, exp. 4, f. 165r).
94
Fig 119. "Pueblo de Coxcatlán o de San Juan Evangelista y sus sujetos, de
la diócesis de Tlaxcala", Juan de Castañeda León, 26 de octubre de
1580 (AGI, Mapas y Planos-México, 19. Fuente: AGI, Indiferente
General, 1529, N. 24).
95
14
Fig 120. Localización de la tienda de vidrios en la Calle Portaceli/Porta
Coeli, en el "Plano de uno de los cuarteles o distritos en que fue
dividida la Ciudad de México (...)", autor desconocido, 15 de Abril de
1752 (AGN, Mapas, planos e ilustraciones, nº 4150. Fuente: AGN,
Civil, vol. 1496, f. 242v).
96
Fig 121. Localización de la tienda de vidrio en los bajos del Colegio de
Portaceli/ Porta Coeli, en el "Plano General de la Ciudad de México
Año de 1864" (Decaen 1864).
96
Fig 122. Identificación del solar donde se localizó el horno de vidrio en la
antigua Calle de las Moras, en el "Mapa de la Ciudad de México",
autor desconocido, 1752 (AGN, Mapas, planos e ilustraciones, nº
2825. Fuente: AGN, Padrones, vol. 52, f. 1v).
97
Fig 123. Localización de los hornos de vidrio de la Calle de las Moras, de
la Plazuela de San Sebastián y del Apartado de la Casa de Moneda, en
el "Plano General de la Ciudad de México Año de 1864"
(Decaen 1864).
98
Fig 124. Localización del horno de vidrio dentro del solar, en el "Mapa de
la Ciudad de México", autor desconocido, 1752 (AGN, Mapas, planos
e ilustraciones, nº 2825. Fuente: AGN, Padrones, vol. 52, f. 1v).
99
Fig 125. Localización del horno de vidrio en el "Plano de la Excavación
de la Calle República de Bolivia, 16 (Ciudad de México)", (Cedillo y
Gudiño 1993: s.p.).
100
Fig 126. Fotografía de "Diversos tamaños de varillas de vidrio"
recuperadas en el sitio Calle República de Bolivia, 16 (Ciudad de
México), (Cedillo y Gudiño 1993: s.p.).
101
Fig 127. Fotografía de "ampulas y tubos de vidrio" recuperados en el sitio
Calle República de Bolivia, 16 (Ciudad de México), (Cedillo y Gudiño
1993: s.p.).
101
Fig 128. Fotografía de "botones de diferentes materiales y cuentas de
vidrio" recuperados en el sitio Calle República de Bolivia, 16 (Ciudad
de México), (Cedillo y Gudiño 1993: s.p.).
101
Fig 129. Fotografía de "canicas de vidrio" recuperadas en el sitio Calle
República de Bolivia, 16 (Ciudad de México), (Cedillo y Gudiño
101
15
1993: s.p.).
Fig 130. Fotografía de "frascos de vidrio" recuperados en el sitio Calle
República de Bolivia, 16 (Ciudad de México), (Cedillo y Gudiño
1993: s.p.).
101
Fig 131. Fotografía de "Botellas de diferentes tamaños" recuperadas en el
sitio Calle República de Bolivia, 16 (Ciudad de México), (Cedillo y
Gudiño 1993: s.p.).
101
Fig 132. Servilleta bordada de chaquira, autora desconocida, finales del s.
XVIII. Colección MNHCC (nº inv. 10-129311), (fotografía de la
autora, 2010).
102
Fig 133. Cesta bordada de chaquira de colores, autor/a desconocido/a, s.
XIX. Colección MNHCC (nº inv. 10-275104), (fotografía de la
autora, 2010).
102
Fig 134. Vistas de un cíngulo bordado de chaquira, autor/a desconocido/a,
s. XIX. Colección MNHCC (nº inv. 10-129236), (fotografía de la
autora, 2010).
102
Fig 135. Bolso/Cigarrera de cerdas bordado de chaquira, autora
desconocida, s. XIX. Colección MNHCC (nº inv. 10-324546),
(fotografía de la autora, 2010).
103
Fig 136. Vistas de una cigarrera/caja bordada de chaquira, autor/a
desconicido/a, s. XIX. Colección MNHCC (nº inv. 10-276391),
(fotografías de la autora, 2010).
103
Fig 137. Alfiletero bordado de chaquira, autor/a desconocido/a, s. XIX.
Colección MNHCC (nº inv. 10-324562), (fotografía de la autora, 2010).
103
Fig 138. Collar estilo rosario, autor/a y fecha desconocidos. Colección
MNHCC (nº inv. 10-618574), (fotografía de la autora, 2010).
104
Fig 139. Rosario al que le falta la medalla o crucifijo, autora y fecha
desconocidas. Colección MNHCC (nº inv. 10-379787), (fotografía de
la autora, 2010).
104
Fig 140. Pendientes tipo chorrera con lazo, autor y fecha desconocidos.
Colección MNHCC (nº inv. 10-379142 01/2 y 10-379142 2/2),
(fotografía de la autora, 2010).
104
Fig 141. Aguja de pelo con cuentas de vidrio, autor desconocido, s. XIX. 104
16
Colección MNHCC (nº inv. 10-276240), (fotografía de la autora, 2010).
Fig 142. Pendiente de lágrima y cuenta de vidrio, autor y cronología
desconocidos. Colección MNHCC (nº inv. 10-380325), (fotografía de
la autora, 2010).
104
Fig 143. "Proyecto de las oficinas de los hornos del vidrio y de las del
apartado (...)", Francisco Antonio Guerrero y Torres, 1778 (AGN,
Mapas, planos e ilustraciones, 498. Fuente AGN: Casa de Moneda,
vol. 388, exp. 5, f. 13v).
105
Fig 144. "Explicación de la situación de las oficinas de los hornos de
vidrio", Francisco Antonio Guerrero y Torres, 1779 (AGN, Mapas,
planos e ilustraciones, 140. Fuente: AGN Correspondencia de
Virreyes, 1. serie, vol. 116, exp. 4, f. 155v).
105
Fig 145. "Proyecto de las oficinas y viviendas para la fábrica de la Casa
del Apartado (...)", Francisco Antonio Guerrero y Torres, 1778 (AGN,
Mapas, planos e ilustraciones, 499. Fuente: AGN, Casa de Moneda,
vol. 388, exp. 5, f. 14v).
106
Fig 146. "Explicación de las oficinas de los hornos de vidrio: Plan de los
altos", Francisco Antonio Guerrero y Torres. 1779 (AGN, Mapas,
planos e ilustraciones, nº 139. Fuente: AGN Correspondencia de
Virreyes, 1 serie, vol. 116, exp. 4, f. 154v).
106
Fig 147. "Situación actual del Apartado", autor no identificado, 1778.
(AGN, Mapas, planos e ilustraciones, nº 500. Fuente: AGN, Casa de
Moneda, vol. 388, exp. 5, f. 56v).
107
Fig 148. "Predio de la Casa del Apartado", Francisco Antonio Guerrero y
Torres, 1778. (AGN, Mapas, planos e ilustraciones, nº 501. Fuente:
AGN, Casa de Moneda, vol. 388, exp. 5, f. 57v).
107
Fig 149. "Plano del sitio para construir en el Nuevo Apartado", Francisco
Antonio Guerrero y Torres, 1778. (AGN, Mapas, planos e ilustraciones,
nº 497. Fuente: AGN, Casa de Moneda, vol. 388, exp. 5, f. 10v).
108
Fig 150. "Planta alta de la casa trazada para su avalúo", Ignacio de
Castera, 1778 (AGN, Mapas, planos e ilustraciones, nº 502. Fuente:
AGN, Casa de Moneda, vol. 388, exp. 5, f. 61v).
108
Fig 151. "Planta baja de la casa de moneda, trazada para su avalúo", 109
17
Ignacio de Castera, 1778 (AGN, Mapas, planos e ilustraciones, nº 502.
Fuente: AGN, Casa de Moneda, vol. 388, exp. 5, f. 62v).
Fig 152. "Leyenda de la planta baja de la casa, trazada para su avalúo",
Ignacio de Castrera, 1778 (AGN, Mapas, planos e ilustraciones, nº
502. Fuente: AGN, Casa de Moneda, vol. 388, exp. 5, f. 63v).
109
Fig 153. Buhonero Calpamulato. Pintura de castas, autor desconocido, s.
XVIII. Colección Museo del Virreinato, Tepozotlán (México), (nº inv.
10-241348) (http://lugares.inah.gob.mx/es/museos-inah/museo/museo-
piezas/8409-8409-10-241348-cuadro-de-castas.html?
lugar_id=475&lugar_id=475$seccion=lugar).
110
Fig 154. Buhonero español. Pintura de castas, Luis Berrueco, ca. 1750-
1800. Colección Museo de América de Madrid (nº inv. 2009/05/22),
(http://ceres.mcu.es/pages/Viewer?
accion=4&Museo=&AMuseo=MAM&Ninv=2009/05/22&txt_id_ima
gen=2&txt_rotar=0&txt_contraste=0).
111
Fig 155. "Rosario de cuentas de coyol", en Delineationes Sporckianae,
Jan Rudolf Špork, 1719 (Špork 1719 IV: f. 104v). (Monasterio de
Strahov, Knihovna Premonstratů na Strahovĕ v Praze, DE III 22, IV, f.
104v). Disponible online:
112
Fig 156. Labores de candilero en Viena (Anónimo J. D. B. 1769: fig. 18). 112
18
ÍNDICE DE TABLAS
Tabla 1. Abalorios provenientes de excavaciones arqueológicas en Madrid
- Museo Arqueológico Regional, Alcalá de Henares (MAR).
115
Tabla 2. Cuentas de vidrio en la arquitectura de jardines en Europa:
Portugal y España.
116
Tabla 3. Tributo de jade (Berdan y Anawalt: 1992). 117
Tabla 4. Tributo de turquesas (Berdan y Anawalt: 1992). 117
Tabla 5. Tipos de cuentas descritos por Bernal Díaz del Castillo. 118
Tabla 6. Resumen general de los vidrieros de la Nueva España: desde el
siglo XVI a 1618.
119
Tabla 7. Cuentas de vidrio Proyecto Metro Línea 7 - Tramo 1. 120
Tabla 8. Similitudes entre las cuentas prehispánicas y las Cuentas de
vidrio coloniales.
121
Tabla 9. Cuentas Nueva Cádiz de Chinantla (Oaxaca). 122
Tabla 10. "Otros Vidrieros": desde el siglo XVI a 1618. 124
Tabla 11. Incidencia de cuentas de vidrio en los bienes materiales de los
habitantes fel Virreinato del Perú y Nueva Granada.
126
Tabla 12. Vidrieros de candil en la Ciudad de México a lo largo del siglo
XVII (1618-1680).
128
Tabla 13. Los vidrieros Gómez de Villegas. 129
Tabla 14. Los vidrieros Gómez. 130
Tabla 15. Otros vidrieros del siglo XVII-XVIII. 131
Tabla 16. Vidrieros de Ica siglos XVII y XVIII. 135
Tabla 17. "Indios que trabajan en los Hornos de Vidrio", según el padrón de
Ciudad de México del año de 1800 (AGN, Padrones, vol. 103, f. 144v).
137
Tabla 18. Sistematización de las características señaladas por Urbina
(1904) y Ochoterena (1943) para cada una de las plantas barrila.
138
Tabla 19. Productos de vidrio a la venta en la tienda de cristal y loza de
los Bajos de Portaceli, en la Ciudad de México (AGN, Consulado, vol.
5234, exp. 29).
139
Tabla 20. Familia de vidrio (Cedillo y Gudiño 1993: cuadro 1). 140
Tabla 21. Clasificación de las cuentas de vidrio de la excavación en la 141
19
Calle República de Bolivia 16, Ciudad de México.
Tabla 22. Grupo I de cuentas de vidrio de la excavación en la Calle
República de Bolivia 16, Ciudad de México - Grupo 1 (22 ejemplares).
145
Tabla 23. Grupo II de cuentas de vidrio de la excavación en la Calle
República de Bolivia 16, Ciudad de México - Grupo 2 (5 ejemplares).
146
Tabla 24. Grupo III de cuentas de vidrio de la excavación en la Calle
República de Bolivia 16, Ciudad de México - Grupo 3 (7 ejemplares).
147
Tabla 25. Grupo IV de cuentas de vidrio de la excavación en la Calle
República de Bolivia 16, Ciudad de México - Grupo 4 (1 ejemplar).
147
Tabla 26. Prontuario de vidrios producidos en las oficinas de vidrio de la
Casa de Moneda (AGN, Indiferente Virreinal, vol. 5231, exp. 32, f.
39v y 39r.).
148
Tabla 27. Personas que trabajaban en la tercera labor (de vidrio) en 1795
(AGN, Indiferente Virreinal, vol. 5231, exp. 32, f. 2v-3v).
149
20
ÍNDICE DE DIAGRAMAS
Diagrama 1. Redes entre vidrieros durante el siglo XVI y hasta 1618. 153
Diagrama 2. Redes entre candileros durante el siglo XVII (1618-1680). 154
Diagrama 3. Alianzas generadas por las mujeres Solís durante el siglo
XVII-inicios del siglo XIX.
155
Diagrama 4. Redes generadas en torno a la familia León durante el
siglo XVII.
155
Diagrama 5. Redes generadas en torno a la familia Maldonado durante
el siglo XVII.
156
Diagrama 6. Redes generadas en torno a la familia Solís durante el
siglo XVII.
156
Diagrama 7. Redes generadas en torno a la(s) familia(s) Gómez (de
Villegas) durante los siglos XVII-XVIII.
157
Diagrama 8. Redes generadas en torno a la(s) familia(s) Franco. 158
21
22
I. FIGURAS
23
24
Fig. 12. "Horno de vidrio", en De re Metallica, Georgius Agricula, 1556 (Agricolae 1556: 476).
32
Fig. 15. Collar de cuentas en la representación de una ceremonia de sacrificio ritual, en el Códice
Laud (1994: 43). El personaje central se viste únicamente con un taparrabos y un collar de cuentas
globulares verdes, posiblemente esmeralda o jade.
Fig. 16. Deidad con collar y pectoral de cuentas, en el Códice Vaticano B (1992: 30). El collar se
compone de cuentas globulares de color azul (turquesa) y amarillo (oro), dispuestas de modo alternado
y el pectoral con cuentas rectangulares, de color azul, amarillo y rojo, posiblemente cerámica, concha o
fibra vegetal.
34
Fig. 17. Deidad con pectoral de cuentas, en el Códice Vaticano B (1992: 96). El pectoral presenta seis
vueltas, unidas por un separador, y está montado con hilos de cuentas azules de turquesa intercalados
con hilos de cuentas rojas. De la última vuelta cuelgan dijes amarillos, posiblemente cascabeles de oro.
Fig. 18. Diosas “Tzapotlatena” y “Chalchiuhtliycue” (o “diosa de la falda de jade/esmeralda") unidas
por collar de cuentas, en el Códice Florentino (1979 I-1 f. 11v). Ambos personajes llevan un collar con
cuentas verdes de jade o esmeralda, el primero con ejemplares de tipo globular y cilíndrico dispuestos
de manera intercalada, y la segunda únicamente con cuentas globulares.
35
Fig. 23. Glifo del pueblo de Cozcatecutlan, en el Códice Mendoza (1992 II: f. 54v). Uno de los
elementos centrales de su composición es precisamente un collar de cuentas verdes.
Fig. 24. Lapidario de cuentas, en un detalle del Códice Mendoza (1992 III: f. 70r). La escena representa
a un padre enseñando el oficio de lapidario a su hijo, en este caso utilizando una piedra verde,
posiblemente chalchihuitl.
38
Fig. 25. "los oficiales que labraban las piedras preciosas", en el Códice Florentino (1979 IX-17: f.
359v, 360r, 361v, 361r). En esos imágenes se reflejan las distintas fases de que se componía el trabajo.
39
Fig. 26. Lapidario de cuentas en el Códice Florentino (Sahagún 1979 X-7: f. 16v). Este oficio trabajaba
con diferentes materiales (conchas y piedras consideradas preciosas) que se traducen en la
representación de cuentas de diferentes colores.
Fig. 27. "Los mercaderes, oficiales de oro, y piedras preciosas, y pluma rica", en un detalle del Códice
Florentino (1979 IX-1: f. 305r).
Fig. 28. "El que vende piedras preciosas o lapidario es desta propiedad [tratante]", en el Códice
Florentino (Sahagún 1979 X-16: f. 43r).
40
Fig. 29. Venta de cuentas en un tianguis (esquina inferior derecha), en el Códice Florentino (Sahagún
1979 VIII-19: f. 297r). Dicha ilustración aparece asociada a la descripción de las penas aplicadas sobre
la venta de cosas hurtadas, tales como sería la sarta de cuentas azules y verde que aparece en el dibujo.
Fig. 30. "Y otra sala los señalava que llamavan tecalli. Alli oyan y juzgavan las causas populares,
tomandoles por escrito primeramente por sus pinturas", en el Códice Florentino (Sahagún 1979 VIII-
16: f. 284r). La escena de un pleito popular parece representar el robo de una sarta de cuentas azules,
pues aparece pintada en la hoja que el juez tiene en la mano.
41
Fig. 31. Sarta de cuentas que traían los mercaderes desde Anáoac al señor de México, en el Códice
Florentino (Sahagún 1979 X-I: f. 323v). Las cuentas se trasportaban ensartadas y, en este caso,
aparecen representadas en la misma sarta piezas de color azul, negro, amarillo y verde.
Fig. 32. Juego del patolli, en el Códice Florentino (1979 VIII-10: f. 266v). "Los objetos apostados por
cada jugador aparecen representados a su lado. En este caso incluyeron una cuenta azul y unas plumas
de quetzal por una parte (jugador de la derecha) y un adorno de piedra verde con cascabeles de oro por
otra.
42
Fig. 33. Juego del patolli, en el Códice Durán (1579 XXII: f. 309r). El jugador de la derecha apuesta
una manta y una sarta de cuentas verdes mientras que su contrincante apuesta también una manta y
plumas de quetzal.
Fig. 34. Manta tipo xiuhtlalpili entre el listado
de “atavíos de los señores”, en el Códice
Florentino (1979 VIII-15: f. 277r).
Fig. 35. Artífice de arte plumario, vestido
con una variante de la manta xiuhtlalpili
con cenefa roja, en el Códice Florentino
(1979 IX-20: f. 367v). Sahagún no
describe con detenimiento esta escena
pero, por el tipo de asiento y edificio, se
trataría de un señor principal que
controlaría o compraría esa producción.
43
Fig. 36. Señor vestido con una variante de manta xiuhtlalpili, con cenefa roja y negra, en el Códice
Florentino (1979 VIII-17: f. 280r).
Fig. 37. Señor vestido con una variante de manta xiuhtlalpili con cenefa negra y blanca, en el Códice
Florentino (1979 VIII-20: f. 300r). La cenefa negra y blanca en el perímetro inferior y a los lados,
eventualmente representa la aplicación de conchas o caracolas.
44
Fig. 38. Señor vestido con una variante de manta xiuhtlalpili con cenefa de turquesas, en un detalle
del Códice Florentino (Sahagún 1979 VIII-2: f. 252r).
Fig. 39. Señor con manta y taparrabos con una variante de manta xiuhtlalpilli, en el Códice
Florentino (1979 VIII-17: f. 290v).
45
Fig. 40. "Tambien el juego del palo, jugavan delante dellos por darles recreacion", en el Códice
Florentino (1979 VIII-10: f. 266r). El jugador y los músicos están vestidos con taparrabos de una
variante de manta xiuhtlalpili.
Fig. 41. Chalchihuitlicue, en el Códice Florentino (1979 I-1: f. 18v). La diosa se encuentra vestida
con huipil y falda de cuentas verdes de chalchihuites.
46
Fig. 42. Sartas de cuentas verdes de chalchihuitl (jade o esmeralda) y amarillas de oro en un detalle del
Códice Mendoza (1992 II: 46r).
Fig. 43. "Dos sartas de chalchihuitl, cuentas y piedras ricas", en color verde, y "una sarta [de cuentas]
de "piedras turquesas", en tonos de azul, en el Códice Mendoza (1992 II: 52r).
Fig. 44. Recipiente de piedras turquesa menudas, en la Códice Mendoza (1992 II: 40r).
47
Fig. 45. Tributo de una "pieça de ambar claro del tamaño de un ladrillo", en el Códice Mendoza (1992
II: 47r).
Fig. 46. Mensajero de Moctezuma entregando el collar que él le mandó a Cortés, en el Códice
Florentino (1979 VIII-7: f. 260v).
48
Fig. 47. Regalo de un collar de oro y piedras preciosas durante el encuentro entre Cortés y Moctezuma,
en el Códice Durán (1579 LXXIV: 208r).
Fig. 48. Medallón devocional, autor desconocido, segunda mitad del siglo XVI, posible origen italiano.
Colección del MNHCC (nº inv. 10-288072), (fotografía de la autora, 2010).
49
Fig. 49. Localización de las casas de Juan de Soria, (1), en el "Plano de la ciudad de Córdoba", Don
Lorenzo Suárez de Figueroa, 1577 (Archivo Histórico de la Municipalidad de Córdoba (Argentina),
(AHMCA), Actas Capitulares, libro 1, p. 259). Dichas casas se encuentran situadas en la misma
manzana que las de otros tres hombres de apellido Soria.
50
Fig. 52. "Prospetiva de rreparo y fuerte y población de San Juan de Vlúa. La dicha población tendrá
como ocho o dies españoles bezinos. Los demás son negros esclavos de su magestad. Dichas casas
son de madera de nauíos que se ban al través, fundadas e fabricadas sobre palios y debajo la agua",
Batista Antonelli, 1590 (AGI, Mapas y Planos-México, 36. Fuente: AGI, México, 257). Leyenda:
Casas de los negros (1), almacen del Rey (2), Casa del Alcalde (3), herrería (4), Casa de las Mentiras
donde se alojaban los españoles y los negros en el tiempo de la arribada de la flota (5). Dicha
ilustración acompañaba una carta dirigida al rey por Bautista Antonelli, dándole su parecer sobre la
fortificación de San Juan de Ulúa, el traslado de la ciudad de Veracruz y el nuevo camino a México,
escrita en México, a 10 de marzo de 1590.
53
Fig. 55. Localización del pueblo de Tacuba, en el "Mapa de la cuenca del valle de México y proyecto
de la obra del desagüe de su laguna", Enrico Martínez, 1608 (AGI, Mapas y Planos-México, 54.
Fuente: AGI, México, 27, N. 30). En el diseño de dicho pueblo no se señala el templo franciscano,
como sucede en otros casos.
56
Fig 66. Diseño de las varias etapas de preparación de tubos de vidrio para la realización de cuentas:
1. dos artesanos sujetan una varilla de hierro con la que modelan el vidrio incandescente;
2. estiramiento del tubo;
3. el tubo ya refrigerado es cortado en trozos más pequeños que luego son agrupados (Angus-
Butterworth 1958: 358).
61
Fig. 73. Reproducción de la fotografía de un collar de
San Pedro Quiatoni con tres cuentas chevron al centro,
autora y cronología desconocidas (Davis y Pack 1963:
89).
Fig. 74. Collar de Yalalag compuesto por
cuentas rojas intercaladas por cuentas
chevron de diferentes colores, autora y
cronología desconocidas
(www.oldbeads.com/necklaces.html).
64
Fig. 75. Localización de Puebla de los Ángeles (1), la Villa de Atlixco (2) y algunos ranchos e ingenios
a sur (a la derecha), en el "Mapa que yso por Nicolás, de Zamudio en virtud de mandamiento del
ex[elentísi]mo S[eño]r Birrey deste nueba españa, de la saca de Agua del Rio de Atoyaque que pasa
serca de la çiudad de los Angeles, Para el Balle de Ysucar", Nicolás de Zamundio, 1533 (AGN, Mapas,
planos e ilustraciones, nº 4129. Fuente: AGN, Civil, vol. 1276, f. 120v).
65
Fig. 76. Localización de Ameca (1) y las minas de la región en el "Mapa de la Nueva Galicia",
Hernando Martínez de la Marcha, 1550 (AGI, Mapas y Planos-México, 560. Fuente: AGI, Justicia,
1041, N.1, f. 22v). Entre las minas referidas se encuentran: la mina del rio Tetepeque (2), minas ricas
de los çacatecas [sic., Zacatecas] (3), minas de guachinango (4) y las minas ó plata (5). El documento
incorporó las "Probanzas hechas por parte de la ciudad de Guadalajara y otros pueblos de la Nueva
Galicia, en el pleyto entre los obispos de la Nueva Galicia y Mechoacán, sobre sus límites y mudar la
silla de la çiudad de Guadalajara a la de Compostela".
66
Fig. 79. Reproducción del mapa con la "Ubicación de los principales yacimientos de arcillas silíceas en
la República Mexicana" presentado por Tessy López y Ana Martínez (1995: 11).
Fig. 80. Reproducción del mapa con la "Ubicación en la República Mexicana de metales que dan
coloración al vidrio" presentado por Tessy López y Ana Martínez (1995: 24).
69
Fig. 87. Localización de la casa de Tomás de Lizarza, en un detalle del “Plano de uno de los cuarteles o
distritos en que fue dividida la Ciudad de México, administrado por el oidor de la Audiencia Don
Domingo Tres Palacios y Escandon, realizado para mostrar su jurisdicción", 15 de Abril de 1752
(AGN, Mapas, planos e ilustraciones, nº 4150. Fuente: AGN, Civil, vol. 1496, f. 242v). Leyenda: 16-
Calle Don Juan Manuel, 17- Calle de San Agustín, 18- Calle Tiburcio, 19- Calle Ortega, O- Colegio de
Niñas, P- Hospital Real, Q- Plazuela de Jesús, R- Enfermerías de San Agustín, S- San Agustín, T-
Calle de las Ratas, U- Casa Quemada.
73
Fig. 89. Localización de las calles Puerta Falsa de San Andrés (16), Canoa (15), Doncelles (14) y
Cordobanes (13), (descritas en sentido oeste-este) en el "Mapa de la Ciudad de México", autor
desconocido, 1752 (AGN, Mapas, planos e ilustraciones, nº 2825. Fuente: AGN, Padrones, vol. 52, f.
1v). Se seguirían en el prolongamiento este las calles Montealegre, Chevarría y Calle del Horno de
Vidrio, que no aparecen representadas en el mapa y se señalan con la flecha. Se pueden apreciar
también las calles paralelas de las Escalerillas (9) y Calle Tacuba (10).
Fig. 90. Localización de las calles Doncelles (1), Cordobanes (2), Monte Alegre (3), Chevarria (4) y
derecha del horno del vidrio (5), en el "Plano General de la Ciudad de México Año de 1864" (Decaen
1864).
75
Fig. 91. Localización de las casas donde vivía
Claudio Francisco Troncoso: extensión de la
Calle del Reloj y de Santa Catarina de Sena (P)
desde el Puente de Legisamo (A), en un detalle
del "Mapa de la Ciudad de México", 1752
(AGN, Mapas, planos e ilustraciones, nº 2825.
Fuente: AGN, Padrones, vol. 52, f. 1v).
Fig. 92. Localización de las casas donde vivía
Claudio Francisco Troncoso: extensión de la Calle
desde la Plazuela de la Paja (V) y la Plazuela de
Jesús (20, Q), pasando por Porta Coeli (L) y la Plaza
del Volador (G) hasta el Palacio, cuya fachada se
correspondería con la Calle Real del Palacio donde
aparece empadronado Claudio Francisco Troncoso,
ubicadas en un detalle del "Plano de uno de los
cuarteles o distritos en que fue dividida
la Ciudad de México, administrado por el oidor
de la Audiencia Don Domingo Tres Palacios y
Escandon, realizado para mostrar su jurisdicción",
15 de Abril de 1752 (AGN, Mapas, planos e
ilustraciones, nº 4150. Fuente: AGN, Civil, vol.
1496, f. 242v).
Fig. 93. Localización de las casas donde vivía
Juan Bautista Tiburcio: Calle del Empedradillo
(R), junto a la catedral (I), en un detalle del "Mapa
de la Ciudad de México", autor desconocido, 1752
(AGN, Mapas, planos e ilustraciones, nº 2825.
Fuente: AGN, Padrones, vol. 52, f. 1v).
76
Fig. 94. Localización del horno de vidrio de Marcia Luisa de Arana en el "Puente Colorada", en un
detalle del "Plano de uno de los cuarteles o distritos en que fue dividida la Ciudad de México,
administrado por el oidor de la Audiencia Don Domingo Tres Palacios y Escandon, realizado para
mostrar su jurisdicción", autor desconocido, 15 de Abril de 1752 (AGN, Mapas, planos e ilustraciones,
nº 4150. Fuente: AGN, Civil, vol. 1496, f. 242v) Dicho horno se situaba después de la Calle Cerrada de
Jesús (X), entre la Puerta de la Aduana Vieja (Y) y la esquina del Arco (21), que seguía después por la
Calle del Arco (21) y la Calle de San Agustín (R).
77
Fig. 106. "Hacienda Santa Ana [de Aragón]; Villa de Guadalupe. D.F." con indicación de la
localización probable de la parcela para cultivar la hierba barrillera. Joaquín Moreno (?), escribano
público, 1766 (AGN, Mapas, planos e ilustraciones, nº 1392. AGN: Tierras, vol. 2244, exp. 6, f. 7v).
Se señala la posible localización de la parcela para cultivar la hierba barrilla en la hacienda Aragón (1),
Casas de la Hacienda de Santa Ana [de Aragón] (2), límite con Salinas de Tolmayeca (3) al noreste.
Garita de Salinas (4), San Sebastián (5), Potreros (6) Xapincoal (7) a oeste. En el centro el distribuidor
que abastece de agua a las comunidades vecinas. Se pueden ver aún; salinas (8), potrero de los
regidores (9), Villa de la Concepción (10), Tepito (11), Carmen (?) (12), Cerro y baños del Peñol (13).
86
Fig. 107. "Hacienda de
Santa Ana de Aragón,
Tlatelolco" Joaquín
Moreno (?), escribano
público, 1766 (AGN,
Mapas, planos e
ilustraciones, nº 881.
Fuente: AGN, Tierras,
vol. 917, exp. 1, f.
23v). Este segundo
diseño ofrece más
detalles acerca de la
organización de la
referida propiedad
comunal y se usó
como referente para
identificar las
propiedades señaladas
en la figura anterior.
87
Fig. 108. Localización de la catedral (d) como referente para situar el horno de vidrio de la Calle
Santa Cruz (A), el horno de vidrio del callejón del Vinagre (b), paralelo al Callejón del Horno de
Vidrio (c) (donde estaba el establecimiento de Miguel Valladares) y de la tienda de vidrios de los
bajos del Colegio de Portaceli/ Porta Coeli (e), en el "Plano General de la Ciudad de México Año de
1864" (Decaen, 1864).
Advertencia: Se localiza el horno de la Calle Santa Cruz en el último tramo de esa vía (que empieza a
partir del puente de Solano) por coincidir con el final del cuartel menor 17 e inicio del 19, donde el
padrón señala su ubicación.
88
Fig. 109. Grabado del
Totecyxochitl (Hernández 1651:
432). Dicha imagen se
acompaña de la leyenda en latín
"TOTECY XOCHIUH - Tota
plãta similis est Heliotropo
maiori. Flores albi".
Fig. 110. Representación del
totecyxochitl en Libellus de
medicinalibus Indorum herbis,
autor desconocido, 1552,
(Códice de la Cruz Badiano XI:
folio. 59r).
Fig. 111. Representación que
acompaña la descripción del
xauhquilitl, presentada por
Bernardino de Sahagún, con la
leyenda uay vauhquilitl (Códice
Florentino 1979 XI-6: f. 134r).
89
Fig. 112. Localización de las salitreras de Culhuacán (1) en el "Mapa de Mexicalcingo (2),
Churubusco, Tetepilco, Ixtapalapa (3) y Culhuacán (4)", Ildefonso de Iniesta Vejarano, 1747 (AGN,
Mapas, planos e ilustraciones, nº 1195. Fuente: AGN, Tierras, vol. 1692, exp. 1, f. 52v).
90
Fig. 113. "Pintura del
gobernador, alcaldes y regidores
de México", autor desconocido,
ca. 1501 (BNE,
MSS.MICRO/15164, f. 10r).
91
Fig. 116. "Reales Salinas de Santa María del Peñol Blanco", Miguel Flores Cárdenas, 1722 (AGN,
Mapas, planos e ilustraciones, nº 791. Fuente: AGN, Tierras, vol. 615, exp. 1, f. 60v).
93
Fig. 117. Tierras de Sant Lorenço Tetzonco con indicación de las milpas salitreras de tequesquite, en el
"Cadastro pictográfico de un concierto de tierras de Culhuacan", autor desconocido, 1594 (AGN,
Mapas, planos e ilustraciones, nº 0583. Fuente: AGN, Tierras, vol. 58, exp. 4, f. 165v). Documento
incorporado al testamento de Luisa Juana (1580).
Fig. 118. Tierras de Sant Lorenço Tetzonco con indicación de las milpas salitreras de tequesquite, en el
"Cadastro pictográfico de un concierto de tierras de Culhuacan", autor desconocido, 1594 (AGN,
Mapas, planos e ilustraciones, nº 0584. Fuente: AGN, Tierras, vol. 58, exp. 4, f. 165r). Documento
incorporado al testamento de Luisa Juana (1580).
94
Fig. 120. Localización de la tienda de vidrios en la Calle Portaceli/Porta Coeli, en un detalle del "Plano
de uno de los cuarteles o distritos en que fue dividida la Ciudad de México, administrado por el oidor
de la Audiencia Don Domingo Tres Palacios y Escandon, realizado para mostrar su jurisdicción", autor
desconocido, 15 de Abril de 1752 (AGN, Mapas, planos e ilustraciones, nº 4150. Fuente: AGN, Civil,
vol. 1496, f. 242v).
Fig. 121. Localización de la tienda de vidrio en los bajos del Colegio de Portaceli/ Porta Coeli (a), en
un detalle del "Plano General de la Ciudad de México Año de 1864" (Decaen 1864). Dicho Colegio
aparece señalado en el mapa con el nº 52, junto a la plaza del volador (b). Como referencia espacial se
sitúa también la catedral (c).
96
Fig. 122. Identificación del solar donde se localizó el horno de vidrio de la Calle Bolivia, antigua Calle
de las Moras (27), en el "Mapa de la Ciudad de México", autor desconocido, 1752 (AGN, Mapas,
planos e ilustraciones, nº 2825. Fuente: AGN, Padrones, vol. 52, f. 1). Dicho solar se encuentra situado
entre el puente de Leguisano (A), que está al final de la Calle del Reloj (P), y el Puente de Santo
Domingo (B), al final de la Calle de Santo Domingo (Q). Dicha calle es paralela a la Calle de las
Cocheras (26).
97
Fig. 123. Localización del Horno de vidrio en la Calle de las Moras (A), de la Plazuela de San
Sebastián (B) donde estaban otros hornos de vidrio, y de las oficinas de vidrio del Apartado de la Casa
de Moneda (C), en el "Plano General de la Ciudad de México Año de 1864" (Decaen 1864). La
Catedral (D) sirve de referente.
98
Fig. 124. Localización del horno de vidrio
dentro del solar en el "Mapa de la Ciudad
de México", autor desconocido, 1752
(AGN, Mapas, planos e ilustraciones, nº
2825. Fuente: AGN, Padrones, vol. 52, f.
1v).
99
Fig. 125. Localización del compartimento este, del ala norte, de la casa principal, donde se encontró el
horno (1), en el "Plano de la Excavación en la Calle República de Bolivia, 16 (Ciudad de México)",
(Cedillo y Gudiño 1993).
100
Fig. 143. "Proyecto de las oficinas de los hornos del vidrio y de las del apartado. Elaborado para el
caso de cuenta y compra de la casa en que ha estado", Francisco Antonio Guerrero y Torres, 1778
(AGN, Mapas, planos e ilustraciones, 498. Fuente: AGN, Casa de Moneda, vol. 388, exp. 5, f. 13v).
Fig. 144. "Proyecto de las oficinas y viviendas para la fábrica de la Casa del Apartado, hecho para el
caso de cuenta y compra de la casa en que ha estado", Francisco Antonio Guerrero y Torres, 1778
(AGN, Mapas, planos e ilustraciones, 499. Fuente: AGN, Casa de Moneda, vol. 388, exp. 5, f. 14v).
105
Fig. 147. "Plano del sitio para construir en el
Nuevo Apartado", Francisco Antonio Guerrero y
Torres, 1778. (AGN, Mapas, planos e
ilustraciones, nº 497. Fuente: AGN, Casa de
Moneda, vol. 388, exp. 5, f. 10v). Se representan
las 6 casas que se pretenden anexar al Nuevo
Apartado, gastos con la compra y obras.
Fig. 148 - "Situación actual del Apartado", autor
no identificado, 1778. (AGN, Mapas, planos e
ilustraciones, nº 500. Fuente: AGN, Casa de
Moneda, vol. 388, exp. 5, f. 56v). Se trata del
ediicio donde se encontraba el Apartado, cuyo
diseño se hizo para el expediente sobre la compra
de la casa donde se hallaba y del terreno adjunto.
107
Fig. 149 - "Predio de la Casa del Apartado",
Francisco Antonio Guerrero y Torres, 1778.
(AGN, Mapas, planos e ilustraciones, nº 501.
Fuente: AGN, Casa de Moneda, vol. 388, exp. 5,
f. 57v). Se trata del edificio donde se encontraba
el Apartado, cuyo diseño se hizo para el
expediente sobre la compra de la casa donde se
hallaba y del terreno adjunto.
Fig. 150. "Planta alta de la casa trazada para su
avalúo", Ignacio de Castera, 1778 (AGN, Mapas,
planos e ilustraciones, nº 502. Fuente: AGN, Casa
de Moneda, vol. 388, exp. 5, f. 61). Se hizo para
acompañar el expediente sobre la fábrica del
Apartado y compra de la casa en la que se halla y
terreno adjunto.
108
Fig. 151. "Planta baja de la casa de moneda, trazada
para su avalúo", Ignacio de Castera, 1778 (AGN,
Mapas, planos e ilustraciones, nº 502. Fuente: AGN,
Casa de Moneda, vol. 388, exp. 5, f. 62).
Documento producido para acompañar el
expediente sobre la fábrica del Apartado de cuenta y
compra de la casa en que se hallaba y del terreno
vecino.
Fig. 152. "Leyenda de la planta baja de la casa,
trazada para su avalúo", Ignacio de Castrera,
1778 (AGN, Mapas, planos e ilustraciones, nº
502. Fuente: AGN, Casa de Moneda, vol. 388,
exp. 5, f. 63). Documento producido para
acompañar el expediente sobre la fábrica del
Apartado de cuenta y compra de la casa en que
se hallaba y del terreno vecino.
109
II. TABLAS
113
114
TABLA 1
ABALORIOS PROVENIENTES DE EXCAVACIONES ARQUEOLÓGICAS EN
MADRID- MUSEO ARQUEOLÓGICO REGIONAL,
ALCALÁ DE HENARES (MAR)
Iglesia
parroquial
de Santiago
Apóstol de
Villa del
Prado. 1989
Se detectaron algunos
collares/rosarios de
cuentas poliédricas y
redondas de color negro,
además de algunos
ejemplares sueltos.
1698-1621
(fotos MAR, 2010)
Iglesia de
San
Cipriano.
Cobeña
Tumba 2: 36 cuentas de
vidrio azul en forma de
poliedro truncado, pulidas
ensartadas con hilo y
bronce, formando parte de
un rosario.
Tumba 4: cuenta de vidrio
azul en forma de poliedro
truncado, diámetro 0,7.
Pulida ensartada con hilo
formando parte de un
rosario.
(fotografía MAR, 2010)
Intervención
Casa San
Isidro 1997.
Cuenta de vidrio azul y otra
verde cilíndrica.
(fotografía MAR, 2010)
Capilla de
Sta. Ana
(Colmenar
Viejo)
Rosario con cuentas de color
ámbar (Ave Marías) y negras
(Padre Nuestros).
(fotografía MAR; 2010)
115
TABLA 3
TRIBUTO DE JADE (Berdan y Anawalt 1992 I: 159)
Códice Mendoza Matrícula de tributos Información de
1554
Tributo 80
días
Semi-
anual
Anual Anual
total
80
días
Semi-
anual
Anual del
Mend
oza
Anual
total
Anual Anual
total
cuentas,
sartas de jade
- 1 17 19 8 2 10 - 46 17 17
Piedras de
jade
- - 3 3 - - - 3 12 - -
TABLA 4
TRIBUTO DE TURQUESAS (Berdan y Anawalt 1992 I: 159)
Códice Mendoza Matrícula de tributos Información de
1554
Tributo 80
días
Semi-
anual
Anual Anual
total
80
días
Semi-
anual
Anual Anual
total
Anual Anual
total
Cuentas,
sartas de
turquesa
- - 1 1 1 - - 4 - -
Discos de
turquesa
- - 2 2 2 - - 8 - -
Taza de
piedras de
turquesa
- - 1 1 10 - - 40 10 10
Fardo de
piedras de
turquesa
- - 10 10 10 - - 40 10 10
Máscara
de
turquesa
- - 10 10 10 - - 40 10 10
117
TABLA 5
TIPOS DE CUENTAS DESCRITOS POR BERNAL DÍAZ DEL CASTILLO
Designación Color Decoración Fuente Tipo de Cuenta
Margaritas varios colores (?) "tienen dentro de
si muchas
labores, y
diversidad de
colores" - varias
capas de vidrio
superpuestas
Díaz del Castillo
1904 I-38: 108, I-
87: 266, I-88: 270
Chevron
Diamantes azul - Díaz del Castillo
1904 I-11: 35, I-
13: 39, I-35: 95,
I-39: 112, I-
58:138, I-87:266
Nueva Cádiz
- - Díaz del castillo
1904 I-16: 46, I-
39:110, I-119:
386
Nueva Cádiz
- torcidos Díaz del Castillo
1904 I-38: 108, I-
89: 257
Nueva Cádiz de la
variante prismática
Cuentezuelas - - Díaz del Castillo
1904 I-38: 107
mostacilla/chaquira
(?)
Cuentas - torcidas Díaz del Castillo
1904 I-38: 107
Nueva Cádiz de la
variante prismática
azul - Díaz del Castillo
1904 I-35: 96, I-
38: 106, I-71:
207, I-73: 211
-
verde - Díaz del Castillo
1904 I-2: 17, I-
11: 36, I-13: 39,
I-13: 40, I-16: 46,
I-27: 73, 1-28: 78,
I-35: 95, 1-39:
110, I-46: 131, I-
58: 138, I-72:
211, I-103: 335
-
amarillo - Díaz del Castillo
1904 I-115: 375
-
118
TABLA 6
RESUMEN GENERAL DE LOS VIDRIEROS DE LA NUEVA ESPAÑA:
DESDE EL SIGLO XVI A 1618
Vidrieros Origen/Casta Provincia/Ciudad de
origen
Residencia en Nueva
España
Pasaron a:
Perú Rio de la
Plata
25/26 "Españoles" de la
Península
Andalucía 2 Puebla (1) - -
Ciudad de México (2) - -
Cataluña 1 Ciudad de México 1 1
Galicia (Lugo) 1 Ciudad de México 1 -
Extremadura 1 Indeterminado - -
Indeterminada 1 Ameca (Guadalajara) - -
1 Indeterminado - -
3 Ciudad de México? 1 -
5 Ciudad de México - -
1 Veracruz - -
1 Ixmiquilpan (Hidalgo) -
ciudad
indeterminada
4 Ciudad de México 2 -
"Españoles" de
Italia
2 Ciudad de México 2 -
Italianos Génova 1 Ciudad de México - -
"Criollos" 1 Veracruz - -
"Indio" (posible
vidriero de candil)
Puebla ? 1 Puebla - -
Esclavos en
horno de
vidrio
"Negros" 2 Ciudad de México 2 -
119
TABLA 7
CUENTAS DE VIDRIO PROYECTO METRO LÍNEA 7 - TRAMO 1
N. Inventario CATSA 18918
1/11
CATSA 18918
2/11
CATSA 18918
3/11
CATSA 18918
4/11 - 11/11
Técnica estirado estirado estirado estirado
Estructura1 compuesta compuesta compuesta compuesta
Forma cilíndrica con
paredes planas
cilíndrica
ligeramente
torcida/helicoidal
cilíndrica
torcida/helicoidal
ovoidal facetado,
con extremidades
truncadas
Color capa muy delgada
azul- capa
delgada blanca -
capa más espesa,
azul muy oscuro
capa delgada azul-
capa delgada
blanca - capa más
espesa, azul muy
oscuro
capa muy delgada
azul turquesa -
capa delgada
blanca - capa más
espesa, azul
oscuro
blanco-rojo-
blanco-azul-
blanco-rojo-blanco
Diafanidad traslúcido y
opaco
traslúcido y opaco traslúcido y opaco opaco
Medidas: largo x
altura x orificio
(cm)
4,2 x 0,5 x 0,2 4,2 x 0,4 x 0,15 4,9 x 0,5 x 0,2 0,7 x 0,5 x 0,1
Localización Iglesia de Tacuba,
Excavación
Extensión 8,
Cuadros D4 y E4
Iglesia de Tacuba,
Excavación
Extensión 8
Cuadros D4 y E4
Iglesia de Tacuba,
Excavación
Extensión 8
Cuadros D4 y E4
Iglesia de Tacuba,
Excavación
Extensión 8
Cuadros D4 y E4
Contexto Sepultura 30 Sepultura 30 Sepultura 30 Sepultura 30
Cronología 1550-1570 (?) 1550-1570 (?) 1550-1570 (?) 1550-1570 (?)
Origen europea ? europea ? europea ? europea ?
Observaciones Fragmentada Las dos capas
exteriores muy
desgastadas junto
a las
extremidades,
señal de uso o
desgaste
intencional.
conjunto
compuesto por 8
piezas similares
1
Para clasificar la estructura se ha utilizado la metodología propuesta por Christopher
DeCorse, François Richard e Ibrahima Thiaw (2003: 77-110): simple cuando la cuenta está formada
por una capa de vidrio y no tiene ningún tipo de decoración, compuesta cuando presenta dos o más
capas de vidrio sin decoración, compleja cuando el ejemplar tiene una capa de vidrio y presenta
decoración, y "compósito" cuando además de estar formado por dos o más capas tiene también algún
tipo de decoración.
120
TABLA 10
"OTROS VIDRIEROS": DESDE EL SIGLO XVI A 1618
NOMBRE ORIGEN INSTALACIÓN EN NUEVA ESPAÑA
CIUDAD FECHA ACTIVIDAD FUENTE
Vergara ? Ciudad de
México (?)
25/04/1539 "Pago [de 30
pesos de
tepuzque] a
Vergara por la
hechura y
materiales de la
vidriería de cuero
que hizo para la
iglesia catedral de
México". (No se
sabe si era
vidriero o si solo
montó la
vidriera)
Archivo del
Cabildo Catedral
Metropolitano de
México
(ACCMM),
Actas del
Cabildo, Libro 1,
f.14v.
Diego de
Vargas
? Ciudad de
México (?)
23/01/1551 Licencia
concedida al
vidriero para
residir fuera de
México (vidriero
de loza)
Konetzke 1951:
41-42.
Juan
Rodríguez
(de la
Torre)
Peninsular
(vecino de
Coria-
Extremadura
en abril de
1557 y vecino
de Sevilla en
julio del
mismo año)3
Nueva España 1556-7 Labrador y
oficial de hacer
vidrio.
Licencia para
viajar de nuevo a
Nueva España y
llevar su familia y
dos oficiales
examinados, con
la obligación de
AGI, Reales
Cédulas,
Indiferente, vol.
1965, libro 13,
f.118r-387v.
3 Es posible que sea la misma persona que aparece referida como "Juan Rodríguez, vidriero" en unos
actos notariales firmados en Sevilla, en el año de 1538. En esa ocasión firma la compra de 47 quintales
de barrilla a Carlos de Duñano, milanés (Otte 2008: 116. Fuente citada: Archivo Histórico Provincial
de Sevilla (AHPS), XV, 1538-1, 781).
124
que usaran ahí de
su oficio.
Diego de
Balderas
? Hidalgo
(Ixmiquilpan)
1561 Candilero,
acusado de querer
robar a una "india"
con la ayuda de:
un criado suyo
mulato, de Juan
Sánchez, y de
Bernabé Armijo,
de oficio dorador
AGN,
Inquisición, vol.
32, exp. 12, f.
348v-374v.
Mateo
Ruiz
? Vecino de la
Ciudad de
México
(Barrio de San
Juan)
1580 Testigo de
matrimonio entre
Martin de Tobar y
Beatriz4.
AGN,
Matrimonios, vol.
119, exp. 9, f.
53v.
Ángelo
Carlo
Genovés Estante en la
Ciudad de
México
1595 Aprendiz de
candilero
AGNotDF,
Fondo Antiguo
Siglo XVI.
Notario Antonio
de Villalobos, 2
de octubre de
1595, "concierto
de aprendizaje",
vol. 179, f. 437v-
438v.
Juan
Bautista
Nieto
Peninsular? Ciudad de
México
1605 Vidriero AGNotDF,
Fondo Antiguo
Siglo XVII.
Notario Juan de
Porras Farfán, 29
de abril de 1605,
"escritura de
obligación de
pago", Protocolos
III, vol. 3363, f.
988v-988r.
4 En la base de datos del archivo aparece erradamente con el oficio de vaquero.
125
TABLA 11
INCIDENCIA DE CUENTAS DE VIDRIO EN LOS BIENES MATERIALES
DE LOS HABITANTES DEL VIRREINATO DEL PERÚ
Y NUEVA GRANADA
Fecha Nombre Bienes con abalorios Fuente
1694 María Antonia de
Bolívar Gil de la
Redonda
"un rosario con cuentas
de vidrio coloradas con
cuatro botones de perlas
apreciado en 50 pesos"
AGNP, Protocolos
Notariales. Notario
Francisco Sánchez
Becerra, año de 1694.
Protocolo 1710, f. 718r.
IRA, C-125, 1694, f.
153r-196r, Lima.
1721 Elvira Engracia Dávila y
Orihuela (esposa de José
de Salcedo, marqués de
la
Villarrica de Salcedo)
"Otro par de sarsillos de
almendras de cristal por
70 p[esos]",
"tres sortijas de piedras
de cristal se tasaron las 3
por 18 p[esos]"
Archivo del Instituto
Riva Agüero (AIRA),
JLTS-0941,
14 Ago. 1721/15 Mar.
1726, La Paz.
1726 Francisca de Cáceres
(tenía tratos con Gaspar
de Ugarte que llevó 600
pesos a Portobelo para
emplearlos de su cuenta)
"uno dicho [rosario] con
su cruz de piedras de
bohemia", "tres dichos
[rosarios] con cuentas
azules [de vidrio ?]
abotonados con perlas
mas menudas", "uno
dicho [rosario] de
cuentas negras [de vidrio
?] abotonado con perlas
y cruz de diamantes"
AGNP, Protocolos
Notariales, Escribanías.
Escribano Pedro de
Espino Alvarado, año de
1726. Protocolo 273,
f.1073r-1078v.
1741 Mariana Lera de
Bustiyos (esposa de
Dionisio Pérez, Marqués
de Santiago
"un rosario de jerusalen
de mano con su cruz de
cristal y sus remates de
oro con cinco perlas
cada uno"
AGNP, Protocolos
Notariales. Notario
Francisco Montiel
Dávalos, año de 1741.
Protocolo 738, f. 98r-
100v.
1747 Ambrosio de Gomara,
mayordomo del
excelentísimo señor
virrey de este reino, en
Cartagena de Indias [de
Nueva Granada]
"cuatro evillas [sic.,
hebillas] de piedras de
Francia de zapatos y
charratela"
AIRA, C-0121, Lima,
f. 11v-23r.
1778 Josefa de las Infantas
(esposa de Lorenzo de
Segocia y hermana del
comerciante Juan
Manuel de las Infantas)
"una gargantilla de
piedras falsas 4 reales",
"otra dicha [gargantilla]
de abalorios negros 4
reales"
AGNP, Protocolos
Notariales. Notario
Antonio Mariano Calero,
año de 1778. Protocolo
161, f. 54r-108v.
1778 Rosa Paula Blasquez,
mujer de Juan Simon de
Meza
"una gargantilla de
perlas falsas", "una
almendra de cristal
engastada en oro vale 1
peso"
AGNP, Protocolos
Notariales. Notario
Joseph Montiel Dávalos,
año de 1778. Protocolo
741, f. 117v-121v.
1780 Francisca de la Puente "dos rosarios el uno de AGNP, Protocolos
126
vidrio cuajado y el otro
de venturina"
Notariales. Notario Félix
García Romero, año de
1780. Protocolo 490, f.
238r-241r.
1789 D. Cristóbal Francisco
Rodríguez (director del
ramo de
temporalidades)
en el cuarto de dormir
tenía
"un rosario de cristal con
su cruz de plata borla de
ilado [sic., hilado]",
"dos rosarios de vidrios
azules"
AGNP, Temporalidades,
Inventarios, Inv. 4, doc.
10, leg. 3, cuaderno 83,
año de 1789.
1793 Alhajas de la iglesia de
la hacienda de Santa
Catalina de Andaymayo
"en los de la Purísima,
tres rosarios de
abalorios", "n[uestra]
s[eñora] del rosario dos
rosarios el uno de cristal
y el otro de abalorio
azul", "en los de santa
rosa 5 gargantillas, tres
de fachenda, una de la
china, y otra de abalorios
amarillos"
AGNP, Protocolos
Notariales. Notario
Gervasio de Figueroa,
año de 1793. Protocolo
244, f. 614v.
127
TABLA 12
VIDRIEROS DE CANDIL EN LA CIUDAD DE MÉXICO A LO LARGO DEL
SIGLO XVII (1618-1680)
NOMBRE ORIGEN
O
"CASTA"
INSTALACIÓN EN NUEVA ESPAÑA
CIUDAD FECHA ACTIVIDAD FUENTE
Pedro de
Cárdenas
"Español" Ciudad de
México
(Barrio de la
Santísima
Trinidad, en el
puente de San
Lázaro)
1629-
1640
Oficial de vidriero
de Candil. En 1629
tenía 29 años, era
casado y trabajaba
en la tienda de
Lázaro de Espinoza.
AGN, Matrimonios
vol.113, exp.106, f.
269v-270v.
AGN, Matrimonios,
vol.132, exp. 9, f. 2v
(en la catedral).
Francisco de
Lara
"Español" Ciudad de
México
1629 Oficial de hacer
eventos - cuentas de
vidrio y otras cosas,
de 26 años
AGN, Matrimonios,
vol.10, exp. 128, f.
290v (en la
catedral).
Francisco
Bezerra
(familiar de
Diego
Becerra?)
? Ciudad de
México
1634 Oficial de Candil AGN, Matrimonios,
vol. 137, exp. 14
(testigo de
matrimonio entre
Antonio Besserra y
Geronima de Torres
- familia?).
Diego García
de la
Gándara
? Ciudad de
México
1640 Oficial de hacer
cuentas de vidrio
AGN, Matrimonios,
vol.126, exp. 37, f.
113v (en la
catedral).
Alonso
Franco
Hidalgo (se
repite en el
análisis de las
familias de
vidrieros)
"Español" Ciudad de
México
1640 Vidriero de hacer
cuentas de vidrio,
de 25 años, casado
con Francisca de la
Peña, "española", de
14 años
AGN, Matrimonios,
vol. 126, exp. 37, f.
113v (en la
catedral).
Diego
Becerra
(familiar de
Francisco
Bezerra?)
? Ciudad de
México
1642 Maestro vidriero del
candil. Deuda al
licenciado Juan de
Quiñones por sacar
de la cárcel pública
a su hermano
Joseph Becerra.
AGNotDF, Fondo
Antiguo siglo XVII.
Notario Hernando
Arauz, 8 de agosto
de 1642, protocolo
IV, vol. 9, f. 440v-
441v.
Francisco de
la Vega
? Ciudad de
México
(Barrio de San
Pablo)
1672 Vidriero del Candil AGN, Matrimonios,
vol. 111, exp. 8, f.
105v-106v (en la
catedral).
Tomas de
León (se
repite en el
análisis de las
familias de
vidrieros)
? Ciudad de
México
1672 Oficial vidriero del
Candil
AGN, Matrimonios,
vol. 111, exp. 28, f.
149v-150v (en la
catedral).
Francisco de ? Ciudad de 1672 Vidriero del Candil AGN, Matrimonios,
128
Ugarte México
(Barrio de San
Pablo)
vol. 111, exp. 28, f.
149v-150v (en la
catedral).
Agustín
Baptista
? Ciudad de
México
(Barrio de San
Pablo)
1672 Vidriero del Candil,
38 años
AGN, Matrimonios,
vol. 122, exp. 130, f.
352v-353v (en la
catedral).
Antonio de
Espinosa
? Ciudad de
México
1674 Oficial de Candil AGN, Matrimonios,
vol. 173, exp. 221
(en la catedral).
Francisco
Duran
? México
(Barrio Santa
Veracruz,
Portal de las
Flores-situado
junto a la
acequia Real,
en la Pza.
Mayor)
1680 Vidriero del Candil,
40 años
AGN, Matrimonios,
vol. 53, exp. 17, f.
197v-198v (Iglesia
de Santa Veracruz-
en la Alameda).
TABLA 13
LOS VIDRIEROS GÓMEZ DE VILLEGAS
NOMBRE ORIGEN
O
"CASTA"
INSTALACIÓN EN NUEVA ESPAÑA
CIUDAD FECHA ACTIVIDAD FUENTE
Juan Gómez
de Villegas
"Español" Puebla 1661-
1712
Maestro mayor de loza
fina y maestro mayor
de vidrio (horno de
vidrio en la Calle del
Venado)
AGN, Reales
Cédulas Duplicadas,
vol. 20, exp. 150.
Leicht 1934: 459.
José Antonio
Gómez de
Villegas
? Mixcoac
(Ciudad de
México)
1726-
1734
Dueño de horno de
vidrio
AGN, Jueces
Especiales, vol. 37,
exp. 41. AGN,
Bienes Nacionales,
vol. 289, exp. 25.
Francisco
Xavier
Gómez de
Villegas
"Español" Ciudad de
México
1729 Maestro vidriero
(esposa Josepha de
Brito)
AGN, Indiferente
Virreinal, vol. 1857,
exp. 6.
129
TABLA 14
LOS VIDRIEROS GÓMEZ
NOMBRE ORIGEN
O
"CASTA"
INSTALACIÓN EN NUEVA ESPAÑA
CIUDAD FECHA ACTIVIDAD FUENTE
Matheo
Gómez
"Español" Ciudad de México,
Calle del Candil
(barrio de la
Santísima Trinidad)
1664 Vidriero AGN, Bienes
Nacionales, vol.
1510, exp. 2.
Juan del
Río Gómez
? Puebla 1687 Vidriero y
Carpintero
Pizarro Gómez 1997:
73.
Alonso
Gómez
? Puebla (Calle del
Venado, en la casa
que fuera de Juan
Gómez de Villegas
"donde hubo horno
de vidrio)
1724 vidriero Leicht 1934: 459.
Manuel
Gómez
"Pardo
libre"
Ciudad de México 1727-
1735
oficial y
después
maestro
vidriero
(esposa Teresa
de River)
AGN, Matrimonios,
vol. 4, exp. 1, f. 1-6v.
AGN, Civil. vol. 350,
exp. 2.
Francisco
Xavier
Gómez
"Español" Ciudad de México
(Tanepantla
[Tlalnepantla] y San
Miguel)
1732-
1744
labrador de
vidrio
AGN, Matrimonios,
vol. 53, exp. 36, f.
243v-246v. AGN,
Matrimonios, vol.
121, exp. 25, f. 194v-
197v.
José
Gómez
"Español" Ciudad de México 1756 maestro
vidriero
(esposa Ana
Cuvillos)
AGN, Matrimonios,
vol. 150, exp. 46, f.
3r.
Pedro
Gómez de
Navarrete
"Español" Ciudad de México
(Barrio de Santa
Cruz)
1751 vidriero AGN, Matrimonios,
vol. 145, exp. 58, f.
1v-4v.
130
TABLA 15
OTROS VIDRIEROS DEL SIGLO XVII-XVIII
NOMBRE ORIGEN
O
"CASTA"
INSTALACIÓN EN NUEVA ESPAÑA
CIUDAD FECHA ACTIVIDAD FUENTE
Luis de
Villagrán
"Español" Ciudad de
México (Barrio
de Santa Cruz)
1629 Vidriero, de 23
años
AGN, Matrimonios,
vol. 64, exp. 137, f.
411v-413v.
Sebastián
Ortiz
? Ciudad de
México (Calle
Tacuba)
1629 Maestro vidriero,
de 30 años
AGN, Matrimonios,
vol. 113, exp. 85, f.
218v-220v.
Gerónimo
Porrata
"Español" Ciudad de
México
1632 Trabajador en
horno de vidrio,
acusado de tener
en su posesión
una mula robada
AGN, Procesos
Civiles, vol. 16, exp.
31.
Juan
Ponce
"Español" Ciudad de
México (Barrio
de la Merced)
1633 Vidriero, de 28
años.
AGN, Matrimonios,
vol. 173, exp. 30, f.
2v.
Juan de
Casares
"Mulato"
libre
Ciudad de
México (Barrio
de San Pablo)
1635 Vidriero, de 24
años, vive con su
padre Marcos de
Casares
AGN, Matrimonios,
vol. 36, exp. 57, f.
215v-216v.
German de
Rojas
? Ciudad de
México (Barrio
de Santa Cruz)
1636 Maestro vidriero
(?)
AGN, Matrimonios,
vol. 183, exp. 26, f.
2v.
Juan de
Ávila
? Ciudad de
México (Barrio
de Santa Cruz)
1640-
1641
Maestro vidriero,
de 40 años "poco
mas o menos".
AGN, Matrimonios,
vol. 126, exp. 86, f.
243v-244v.
AGN, Matrimonios,
vol. 138, exp. 26, f.
1v-2v.
Diego de
Ávila
(conoce a
Francisco
Duran)
? Ciudad de
México (Barrio
de Santa
Madalena)
1680-
1682
Oficial de
vidriero. Por ser
viudo de
Petronila de
Ortega, solicita
contraer
matrimonio con
la mestiza María
de San Diego.
AGN, Matrimonios,
vol. 53, exp. 17, f.
197v-198v.
AGN, Matrimonios,
vol. 138, exp. 70, f.
11v-12v.
Juan de
Espinosa
? Ciudad de
México
1640 Veedor de
vidrieros
Bejarano 1910: 45.
Fuente: AHCM,
Actas del Cabildo,
libro 32, 28 de
febrero de 1640.
Francisco
Leonardo
de la
Bandera
"Español" Ciudad de
México (Barrio
de San
Gregorio)
1640-
1685
(fallece)
Vidriero, de 27
años (en 1640)
AGN, Matrimonios,
vol. 126, exp. 38, f.
115v-118v.
AGN, Bienes
Nacionales, vol. 826,
exp. 6.
Juan
Fernández
? Ciudad de
México
1646 Labrador (de
vidrio ?)
AGN, Matrimonios,
vol. 172, exp. 93, f.
1r.
131
Lucas
González
? Ciudad de
México
1646 Labrador (de
vidrio ?)
AGN, Matrimonios,
vol. 172, exp. 93, f.
1r.
Alfonso de
Dueñas
"Español" Ciudad de
México (Barrio
de Santa Cruz)
1647 Vidriero, dueño
de horno de
vidrio en el
barrio de Santa
Cruz.
AGN, Matrimonios,
vol. 206, exp. 6, f. 3v.
Bernardo
Ramírez
"Español" Ciudad de
México
(Hospital de
San Lázaro-
Barrio de San
Lázaro)
1649 Aprendiz de
vidriero con el
maestro Diego de
Pascual. Tenía
18 años
AGN, Matrimonios,
vol. 75, exp. 124, f.
466v-474v.
Diego de
Pascual
? Ciudad de
México
(Hospital de
San Lázaro-
Barrio de San
Lázaro)
1649 Maestro vidriero
que tuvo como
aprendiz a
Bernardo
Ramírez
AGN, Matrimonios,
vol. 75, exp. 124, f.
466v-474v.
Claudio
Francisco
Troncoso
"Borgoñón" Ciudad de
México (Calle
Real del
Palacio)
antes de
1652-
1693
Maestro de hacer
anteojos, cosas
de vidrio y carey
Fernández 1990: 230-
232; Peralta
Rodríguez 2005: 7-
44. AGN,
Matrimonios, vol. 94,
exp. 27, f. 282v-284v.
AGNotDF, Fondo
Antiguo siglo XVII.
Notario José de
Anaya, 15 de junio de
1671, "escritura de
obligación", vol. 15,
f. 258r-260v.
Bartolomé
de Mora
? Ciudad de
México
(Merced?)
1664 Vidriero, fiador
del retablo de la
iglesia de la
Merced
encargado al
maestro
ensamblador
Nicolás de
Vergara por la
Cofradía de la
Expiración de
Cristo y Santo
Ecce Homo.
AGNotDF, Notario:
Baltazar Morante, 28
de abril de 1664,
"escritura de
contrato", vol. 2496,
f. 107v-109v.
Matheo de
Cháves
(portugués o
gallego ?)
Ciudad de
México
1671 Vidriero de
vidrieras
AGNotDF, Fondo
Antiguo siglo XVII.
Notario José de
Anaya, 15 de junio de
1671, "escritura de
obligación", vol. 15,
f. 258r-260v.
Juan
Bautista
Tiburcio
natural de
Franco, en
Borgoña
Ciudad de
México, en el
Empedradillo
1673 Vidriero de
anteojos
Rubio Mañé 1966:
173 y 216.
Antonio
López
? Ciudad de
México
1680 Oficial de
vidriero
AGN, Matrimonios,
vol. 67, exp. 83
132
(Barrio Santa
Veracruz).
Pedro de
Mora
Esquivel
"Mulato",
libre de
cautiverio
Ciudad de
México
1681 Maestro de
vidriero
AGN Matrimonios,
vol. 166, exp. 44, f.
2v.
Juan de
Frías
? Ciudad de
México
1682 Oficial de
vidriero
AGN, Matrimonios
vol. 137, exp. 64, f.
2v.
Juan de
Portes
(padre de
Alonso
Portes y
otros
vidriero)
? Puebla antes de
1686
Vidriero Morales 2016: 1691.
Fuente citada: JCBL,
Puebla de los Angeles
Papers, vol. V, f.
537v-542v,
"Información de
Francisco Portes".
Alonso de
Portes
posiblemente
"criollo"
Puebla antes de
1686
Vidriero Morales 2016: 1691.
Fuente citada: JCBL,
Puebla de los Angeles
Papers, vol. V, f.
537v-542v,
"Información de
Francisco Portes".
? Portes posiblemente
"criollo"
Puebla antes de
1686
Vidriero Morales 2016: 1691.
Fuente citada: JCBL,
Puebla de los Angeles
Papers, vol. V, f.
537v-542v,
"Información de
Francisco Portes".
Tomás de
Lizarza
"Español",
natural de
San
Sebastián
(Vizcaya)
Ciudad de
México (Calle
de San Agustín,
que empieza
desde las
espaldas del
Hospital Real y
sigue derecha
por el Convento
de Balvanera,
hasta la Puente
de Puerta Falsa
de la Merced,
Lote A 220)
1689 Vidriero de
Oficio. Soltero
Rubio Mañé 1966:
90.
Simón de
Aguilar
? Ciudad de
México
1693 Labrador de
vidrios
AGN, Matrimonios,
vol. 94, exp. 27, f.
282v-284v.
Juan de
Armijo
Villalobos
? Puebla (ejecutó
los vidrios para
el retablo del
oratorio de San
Felipe Neri en
el Templo de la
Concordia)
1695 Vidriero Orozco Velázquez
2016: 202.
Miguel
Claudio
Ciudad de
México (ejecutó
los vidrios para
el Palacio Real)
1698 Vidriero AGNotDF, Fondo
Antiguo siglo XVII.
Notario Diego de
Marchena, 7 de
agosto de 1698,
133
"escritura de recibo",
vol. 2547, f. 127v-
128r ("Gabriel de
Montoro, maestro
platero, albacea de
Miguel Claudio,
recibe de fray Diego
de Valverde,
superintendente de la
obra del palacio real,
cierta cantidad de
dinero por los vidrios
que hizo para el
palacio").
Miguel de
Olarte
? Ciudad de
México (Calle
de la Acequia)
1726 Maestro vidriero AGN, Matrimonios,
vol. 78, exp. 21, f.
110v-116v.
Manuel ? Ciudad de
México
1735 Oficial/maestro AGN, Civil, vol. 350,
exp. 2.
Francisco ? Ciudad de
México
1735 Oficial AGN, Civil, vol. 350,
exp. 2.
José
Escobar y
Llamas
"criollo" Ciudad de
México
1771 Vidriero AGN, Matrimonios,
vol. 105, exp. 20, f.
274v-281v.
134
TABLA 16
VIDRIEROS DE ICA SIGLOS XVII Y XVIII
Fecha Nombre Fuente
ca.
1620-
1630
Pedro de la Barrera Ramos 1989: 73
1629-
1637
Antonio Pérez Galindo Ramos 1989: 73
1637 Álvaro Díaz Ramos 1989: 73
? -
1639
Juan Marín (dueño de horno de vidrio). Sánchez Elías 1957: 44-45; Soldi, 2005: 333-
342.
1639 Francisco del Guerto/Huerto Sánchez Elías 1957: 44-45; Soldi, 2005: 333-
342
Fines
siglo
XVII -
ca.
1771
Esteban de Pineda, suegro de Francisco
Bernaola, le vende su horno de vidrio en
1771.
Ramos 1989: 73, 76. Fuente citada: AGN,
Inquisición, Contencioso, leg. 12; AGNP,
Temporalidades, leg. 26, C. 18, 1771.
ca.
1716-
1717
Fernando de Pineda, miembro de familia
propietaria de obraje de vidrios en Ica
(vínculos con el vidriero Antonio
Navarro).
Ramos 1989: 73. Fuente citada: AGN,
Inquisición, Contencioso, leg. 12.
Fines
del
siglo
XVIII -
1772
Juan de Collazos fallece en 1772 y su
horno de vidrio y tierras de viñas fueron
adquiridas por Francisco Bernaola, yerno
del vidriero Esteban de Pineda.
Ramos 1989: 73. Fuente citada: AGN,
Inquisición, Contencioso, leg. 12.
ca.
1696-
1717
Antonio Navarro, propietario de obraje de
vidrio de Taxaguana.
AGNP, Tribunal del Santo Oficio de la
Inquisición de Lima, Sección Contencioso,
186 (Prisión, secuestro e inventario de bienes
de Antonio Navarro, vecino y hacendado de
Ica, capitán, maestro vidriero, en presencia de
Tomas Antonio Astorga, comisario del
Tribunal del Santo Oficio de la Inquisición en
Ica. Ante Tomás de Irribarren, notario del
Tribunal del Santo Oficio de la Inquisición. Se
constituye depositario de bienes Francisco
Vizcarvo de Guzmán. Incluye testimonio de
escritura, tasaciones (Procedente de Ica), Lima
14 de octubre de 1717). Fuentes Citadas por
135
Ramos 1989: 75: AGNP, Inquisición,
Contencioso, leg. 24, 1734-1736, AGNP,
Inquisición, Contencioso, leg. 44, 1760-1762.
ca.
1716-
1717
Juan de Valencia, mulato criollo, oficial de
vidrios
(yerno de Antonio Navarro).
Ramos 1989: 74. Fuente citada: AGNP,
Inquisición, Contencioso, leg. 12.
1704-
1737-
1746-
1753
Francisco Bernaola (1704 adquiere a su
suegro, Esteban de Pineda, la hacienda de la
Macacona y arrienda el obraje de
Taxaguana, que fuera de Antonio Navarro.
La compra definitivamente en 1737 y en
1746 legaliza todas las tierras que había ido
adquiriendo, incluso a las élites indígenas
locales. En 1753 fallece y sus propiedades
de la hacienda Macacona son heredadas por
el colegio jesuita de San Luís Gonzaga.
Ramos 1989: 75-80; Soldi 2005: 337-344;
AGNP, Inquisición, Sección Administración,
Nº de orden 3222, leg. 42, doc. 16, Lima,
15/01/1746 (Tribunal del Santo Oficio de la
Inquisición de Lima, Junta de Hacienda del
Tribunal del Santo Oficio de la Inquisición de
Lima, sobre la pretensión de Francisco de
Bernaola acerca de imponer un censo sobre la
hacienda de viña, nombrada Macacona y
horno de hacer vidrios, y sobre la
conveniencia de redimir censo que está
impuesta en las tierras del pago de
Tajaguana).
1728 Francisco de Laxa y Valdés, natural de
Sevilla, ejerció el cargo de relator de la Real
Audiencia de Lima y fue dueño de fábrica
de vidrios cristalinos en Ica.
Ramos 1989: 77. Fuente citada: AGNP,
Inquisición, Contencioso, leg. 12, f. 485v.
1737 Josep de Vargas y Ribera (alquila el obraje
de Taxaguana, propiedad de Francisco
Bernaola, con la condición de que solo su
propietario podía enseñar el oficio a otras
personas libres y esclavos).
Ramos 1989: 78. Fuente citada: AGNP,
Inquisición, Contencioso, leg. 24, 1734-1736.
1779 Agustín Buendía, vecino de Ica, presentó
una petición conjunta con el alcalde de esa
ciudad, Antonio Cavero y Vargas, para
que se le recibiera informe de la cobranza de
vidrios en la Hacienda Macacona, del cual
había sido administrador.
AGNP, Temporalidades, C 13, leg. 28, exp. 7,
30 de Júlio de 1779, Ica.
136
TABLA 17
"INDIOS QUE TRABAJAN EN LOS HORNOS DE VIDRIO", SEGÚN EL
PADRÓN DE CIUDAD DE MÉXICO DEL AÑO DE 18005.
HORNO DE VIDRIO EN SANTA CRUZ, CASA DE LA SANTA ESCUELA
NOMBRE OTROS DATOS
Cosme Damián Hernández -
Lorenzo Baños
Casado con María Clara Ortiz y con una hija
Antonia, de un año
María Clara Ortiz
Casada con Lorenzo Baños y con una hija de un
año, Antonia
Pedro Ybarra
Viudo de María de la Concepción Hernández
(familiar de Cosme Hernández ?), sin hijos.
José María de la Rosa
("indio" o "español")
soltero, dice ser "español" pero aparece registrado
entre "los indios que trabajan en el horno de Santa
Cruz". No tiene hijos y está soltero. Vive en Puente
Colorado, casa del Arq.llo.
HORNO DE VIDRIO EN EL CALLEJÓN DEL VINAGRE
Juana Rosa Pérez
Casada con Paulino Antonio Amaya, con una hija
de seis años Petra María
Paulino Antonio Amaya
Casado con Juana Rosa Pérez, con una hija de seis
años Petra María
VIVEN EN LA CALLE DE LA SANTÍSIMA
(SIN INDICAR EN QUE HORNO TRABAJAN)
Juan Patricio Salazar
casado con María Narciso Flores, sin hijos. Viven
en Calle de la Santísima
María Narciso Flores
Casada con Juan Patricio Salazar, sin hijos. Vive en
Calle de la Santísima
5 AGN, Padrones, vol. 103, f. 144v.
137
TABLA 18
SISTEMATIZACIÓN DE LAS CARACTERÍSTICAS SEÑALADAS POR
URBINA (1904) Y OCHOTERENA (1943) PARA CADA UNA DE
LAS PLANTAS BARRILA
1- Planta de flor blanca 2- Planta de flor purpúrea
Autores Urbina Ochoterena Urbina Ochoterena
Temperamento caliente, seca fría
Sabor salada -
Parecida con Tlalchichinoa o Heliotropo Numularia
Cura úlceras cancerosas erisipela,
quemaduras,
golpes,
contusiones
erisipela,
quemaduras y todo
aquello que
necesite refrigerio
Nombre indígena - Queyauhquilitl Totecyxochitl
Nombre en el
sistema de Linneo
Heliotropium curassavicum Sesuvium portulacastrum
Crece en - Valle de México,
San Luis Potosí,
Morelia,
Guanajuato
Isla Bourbon y
Antillas
-
138
TABLA 19
PRODUCTOS DE VIDRIO A LA VENTA EN LA TIENDA DE CRISTAL Y
LOZA DE LOS BAJOS DE PORTACELI, EN LA CIUDAD DE MÉXICO6
Localización del
producto
Producto Valor unitario Valor total
Nicho N.º 2 (Cristal) 1 frasco de china 4 reales -
Nicho N.º 3 (cristal) 2 Platitos de Puebla 1 real 2 reales
Nicho N.º 5 4 Frazquitos de Vidrio
con Chaquira
- 12 pesos
Nicho N.º 6 2 Frazcos de vidrio con
chaquira
3 pesos 6 pesos
Medio 21 Mazos de chaquira
verde y blanca
3 reales 77 reales (?)
4 Rosarios engarzados - 2 reales
Nicho N.º 11 2 Puños de china para
baston
1 real 2 reales
2 conserveras de china
con sus tapas
12 reales 30 reales (?)
Nicho N.º 16 Un poco de chaquira
suelta
- 6 pesos
Gabetas 10ª con chaquira verde 4p[esos]4r[eale]s 44 pesos
Gabetas 11ª con chaquira azul 7p[esos]4r[eale]s 74 pesos
Gabetas del mostrador:
2ª
17 Almendras de cristal 1 real 4 pesos
1 Manita de cristal 1 real 1 real
Gabetas del mostrador:
3ª
2 vidrios planos de
relicario
2 reales 4 reales
1 Almendra de cristal
con casquillo de plata
1 real 1 real
1 Perilla de cristal 2 reales 6 reales (?)
9 Mamaderas de vidrio - 3 reales
Gabetas del mostrador:
7ª
1 Yd [Bote] con
Rosarios de frutilla
1 real 1 real
Trastienda 1 Vidrio Plano de
Maquina Electrica
1 peso 1 peso
Ytem (vidrio) de coche
quebrado
10 pesos 10 pesos
6 pedazos de vidrio de
coche
3 pesos 3 pesos (?)
6 dozenas de punteros
de vidrio
1 real 16 reales (?)
3 caxoncitos con tiras
de vidrio
3 reales 3 reales (?)
1 caxon con Margarita ½ real -
2 d[ic]hos [caxones]
con pedazos de cristal
- 3 reales
6AGN, Consulado, vol. 5234, exp. 29.
139
TABLA 20
FAMILIA DE VIDRIO (CUADRO 1 DE CEDILLO Y GUDIÑO 1993)
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Vidrio 12 170 149 2 2 65 19 3 1 165 588
Botón 2 2
Canica 22 4 26
Ampula
(?)
5 5
Candil 4 4
Botella 4 4
Varillas
de
vidrio
60 60
Cuentas
de
vidrio
25 25
Total 12 185 149 2 2 65 19 3 1 165 107 4 714
140
TABLA 21
CLASIFICACIÓN DE LAS CUENTAS DE VIDRIO DE LA EXCAVACIÓN
EN LA CALLE BOLIVIA 16, CIUDAD DE MÉXICO
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TABLA 26
PRONTUARIO DE VIDRIOS PRODUCIDOS EN LAS OFICINAS DE VIDRIO
DE LA CASA DE MONEDA7
Tipo de Pieza Precio
Valencianas a 2 r[eales] á dies reales
Medias dichas á un real á cinco reales
Xaroperas de Molde á un real á cuatro reales
Dichas de figura de Peron á med[i]o r[ea]l á tres reales
Dichas chicas á cinco r[eale]s dozena a diez reales dozena
Embudos á 5 r[eale]s dozena á un real
Alambiques completos á 2 r[eale]s á dos pesos
Perones como medias Valencianas á 3 r[eale]s la gruesa á cinco reales
Redomas chico con grande á 3 p[eso]s á seis reales docena
Bacinicas* á 2 r[eale]s cada una á
Picheles* á un real á tres reales
Dadillos á un real á quatro y medio reales
Botes á medio real dozena á 2 r[eale]s
Dichos de cuello á 1 p[es]o dozena á 3 reales
Floreros á medio real á
Frascos de a uno y med[i]o qq[uartillo]s á 5 r[eale]s
doz[e]na
á doze reales
Vasos sin aza á 5 r[eale]s á doze reales
Ventozas á 5 r[eale]s á doze reales
tazas sin aza á 6 r[eale]s dozena á doze reales
Pisteras* á un real á dos reales
Tinteros de ahugeros á un real á dos reales
Almirezes* á 2 r[eale]s á doze reales
Templaderas á 5 r[eale]s dozena á dos p[eso]s dozena
Botellones á un real á un peso
Recibidores grandes á 1 p[es]o dozena á 4 p[eso]s
chicos idem. á 3 p[eso]s
Tibores á real cada uno á 3 p[eso]s
Vocines á real cada uno -
Apartadores á 1 p[es]o dozena -
Excalcinadores á 1 real y medio cada uno -
Vacinicas á 2 r[eale]s cada una -
Cadeira [sic., Cadena] a aq[uen]ta de la Pietra 5 p[eso]s
Frascos de 3 q[uarti]llos á 5 r[eale]s á 3 p[eso]s
7AGN, Indiferente Virreinal, vol. 5231, exp. 32, f. 39v y 39r.
148
TABLA 27
PERSONAS QUE TRABAJABAN EN LA
TERCERA LABOR (DE VIDRIO) EN 1795 8
Nombre Labor enero febrero abril mayo junio julio
José Santillan Aprendiz x x x NO x x
Lorenzo Millan Remienda Fierros x x x x NO x
Raf[ae]l Luis Arcas x x x x NO x
Miguel Domingo
Estevan
id. x NO atizadores x NO x
Jacinto Antonio Rajador x x x NO x x
Francisco del Rosario id. x x x NO NO NO
José María idem x x x NO x x
José Ignacio id. x x x NO x x
José Chrisostomo - NO NO NO NO NO x
José Pasqual Hernandez Sobresaliente NO NO NO NO x x
José Antonio Rajador NO NO NO NO x x
Jose Ygnacio Sobresaliente x NO NO NO NO NO
Lorenzo Romano Sobresaliente NO x x x NO x
Simon Mulero x x x NO NO NO
José María Mulero NO NO NO NO NO x
8 AGN, Indiferente Virreinal, vol. 5231, exp. 32, f. 2v-3v.
149
150
III. DIAGRAMAS
151
152
DIAGRAMA 1
REDES ENTRE VIDRIEROS DURANTE EL SIGLO XVI Y HASTA 1618
153
Leyenda - Morado: vidrieros sin especificar su especialidad; Naranja: alianzas matrimoniales.
DIAGRAMA 2
REDES ENTRE CANDILEROS DURANTE EL SIGLO XVII (1618-1680)
Leyenda - Rojo: candileros; Morado: vidrieros sin especificar su especialidad. Naranja: alianzas
matrimoniales; Flechas enfrentadas: se conocieron.
154
DIAGRAMA 3
ALIANZAS GENERADAS POR LAS MUJERES SOLÍS DURANTE EL
SIGLO XVII- INICIOS DEL SIGLO XIX
Leyenda - Rojo: candileros; Morado: vidrieros sin especificar su especialidad; Naranja: alianzas
matrimoniales; Flechas enfrentadas: se conocieron.
DIAGRAMA 4
REDES GENERADAS EN TORNO A LA FAMILIA LEÓN
DURANTE EL SIGLO XVII
Leyenda - Rojo: candileros; Morado: vidrieros sin especificar su especialidad; Naranja: alianzas
matrimoniales.
155
DIAGRAMA 5
REDES GENERADAS EN TORNO A LA FAMILIA MALDONADO
DURANTE EL SIGLO XVII
Leyenda - Rojo: candileros; Morado: vidrieros sin especificar su especialidad; Naranja: alianzas
matrimoniales; Flechas enfrentadas: se conocieron.
DIAGRAMA 6
REDES GENERADAS EN TORNO A LA FAMILIA SOLÍS
DURANTE EL SIGLO XVII
Leyenda - Morado: vidrieros sin especificar su especialidad; Naranja: alianzas matrimoniales; Negro:
labradores de vidrio; Verde: maestro de "hacer antoxos [sic., anteojos], cosas de vidrio y carey";
Flechas enfrentadas: se conocieron.
156
DIAGRAMA 7
REDES GENERADAS EN TORNO A LA(S) FAMILIA(S) GÓMEZ (DE
VILLEGAS) DURANTE LOS SIGLOS XVII-XVIII
157
Leyenda - Verde: loceros; Morado: vidrieros sin especificar su especialidad; Naranja: alianzas
matrimoniales.
DIAGRAMA 8
REDES GENERADAS EN TORNO A LA(S) FAMILIA(S) FRANCO
Leyenda - Rojo: candileros; Morado: vidrieros sin especificar su especialidad; Naranja: alianzas
matrimoniales; Flechas enfrentadas: se conocían.
158
IV. GLOSARIO
159
160
Abollado
Adorno de bollos (resalte esférico o elipsoidal) en los metales y tejidos.
Alaquecas
Lo mismo que cornalina. Según Romero de Terreros (1786 I: 56) se trataba de una
"piedra de Indias, que aplicada por la parte exterior, dicen que detiene el flujo de
sangre".
Alhaja
Cualquier mueble o adorno precioso, de mucho valor o estimación. Es voz formada
del árabe haja (RAE 1783: 56).
Aljófar
Especie de perla pequeña, de forma redonda, que se solía vender por onza, y su precio
se equiparaba con el del oro (Arfe y Villafañe 1572: 62).
Almirez
Mortero.
Apartador
Especialista en separar la plata de otros metales, a través de un proceso de destilación
(Barba 1817: 218-220; Bargalló 1955: 127-130).
Asiento
Contrato o obligación para el aprovisionamiento de géneros o dinero.
Apozonali o ámbar de cuentas
"Llaman apoçanali los indios a nuestros socimum, ò ambar de quentas, del qual
muestram dos especies, la una dellas inclina mas à colo rubio llamada ylletre, que
quiere dezir inflamado apoçonalli, ò ambar de pluma, destos generos, parece tambiem
à nuestro parecer una piedra que llaman chipaliztli aunque devia reducirse al hambar
quaxado ò a la piedra calcedonia entiendese tienen las mismas virtudes que el hambar
de cuentas." (Hernández 1615 IV: 197).
Azabache Francés
En la segunda mitad del siglo XIX, al vidrio negro se le denominaba “azabache
francés” en una clara asociación con el material imitado y posiblemente con el origen
de la mayoría del cristal negro consumido en España (Herradón 1996: 138).
Bacinica
Bacía pequeña.
Baratillo
Mercado o puesto fijo donde se comercializan productos de bajo valor.
Bexuco o Bejuco
Cadenas de oro o plata dorada.
161
Buhonero
"El tendero que en una cesta grande, que trahe colgada del pescuezo, anda por las
calles vendiendo cosas de poco valor: como son algujas, alfileres, dedales, cuchillos,
tixeras, y otras semejantes" (RAE 1726: 710). Entre esos objetos se encontraban
también las cuentas, como aparecen representados en la pintura novohispana (Fig.
151) y (Fig. 152).
Cajón
Tienda donde se venden objetos diversos al menudeo.
Candil
Lo mismo que lucerna.
Candilero
En Nueva España se conoció por candilero a lo que en el castellano peninsular se
designó vidriero de candil. El término solo aparece recogido en los diccionarios de
castellano como "propio de candil" o como el artífice que hace candiles.
Canutillo o Cañutillo
"Cañúto chiquito y corto, que se hace por lo regular de vidro para guarnecer vestídos"
(RAE 1729: 133). El término se utiliza también para referirse al hilo metálico,
normalmente de oro o plata, hecho a martillo y rizado, que servía para el bordado.
Carretero
Individuo que guía carros o carretas.
Carrujado
Rizado menudo.
Chaquira
Cuenta de pequeñas dimensiones, independientemente del material en que está hecha.
En ciertas ocasiones se interpretó como las cuentas propias de los indígenas
americanos, aunque las usaran también otros grupos poblacionales y los ejemplares de
vidrio conocieran un amplia difusión en toda Europa.
Chinita o Chinilla
Esta palabra designa normalmente a una piedra de pequeñas dimensiones y,
atendiendo a algunos usos registrados en la documentación, se utilizó igualmente para
referirse a las cuentas de vidrio, seguramente a las más pequeñas.
Cristalinas
El termino "cristalina" aparece definido en casi todos los diccionarios del siglo XV-
XVIII como "cosa de cristal" o "cosa que se parece al cristal". No obstante, en la
documentación novohispana la palabra cristalina parece referirse a un tipo concreto de
cuentas de vidrio que se contabilizaba en mazos y millares. Se tratarían seguramente
de ejemplares de color translúcido pero no necesariamente transparente porque los
hubo de otros colores. De esas piezas se podrían mencionar los "31 millares de
162
cristalinas, a 1 real y 3 cuartillos [el] millar" que el comerciante de Ciudad de México,
Agustín Barroso, se comprometió a pagar a Sebastián de Lorenzana, en 15789.
Cuartillo
Medida equivalente a un cuarto de real de vellón.
Cuentas de coateco
Se hacen con tepexilote que "es una frutilla que también llaman Coatecos: son como
Avellanas pequeñitas de mucha consistencia, y de ellas tornean unas cuentas y hacen
Rosarios [engebados y pintados] con diversas cifras, y palabras [de Jesús, María y
Joseph o motes] del Magnificat tan permanentes, que muchos han creido que los
producian así los árboles. [y de ellos en cajoncitos se trae a España]". Tenían mucho
comercio en San Luis de Zuchitepec, pueblo de cabeza del partido de Oztolotepec,
alcaldia mayor de Mayatlan (Alcedo 1789 V: 173 y 457, I: 64) 10.
Cuentas de coyol
"El coyolli es un tronco mas delgado y mas corto que la palma del coco, y en forma
de coluna hecha el fruto antes que la divission de las ojas, por intervalos que de un
color verde tira a rojo, de la manera que dezimos, y del tamaño de una pera pequeña,
cubierto con una corteza gruesa, tiene dentro de si el meollo, ó coraçon duro, denso y
con muchas pintas blancas, el qual es de color rojo, tira algo à negro astringente, al
gusto y corroborante, los naturales traen en la boca, la quinta parte desta fruta
mezclada con media oja de aquella planta que llaman buyo, y lo llevan dóquiera que
van, porque desta manera confortan el estomago y el celebro ayuda à la digestion,
aprieta los dientes, detiene los gomitos nacidos de frio, pone los labios rojos, dà buen
mantenimiento quita el olor malo de la boca. Nace en los lugares humidos de las Islas
Filipinas, donde la llaman Bunga, y en la Nueva España coyolli, donde ay muchas
especies deste genero, de los quales se hazen aquellos estimadissimos Rosarios, que
los Españoles llaman corrupto el nombre coyol." (Hernández 1615 I: 29-30).
Cuentas de granada
Cuentas de color rojo/naranja que imitan el coral (Cavero y Alonso 2001: 214).
Cuentas de jabón
"En la provincia de Oaxaca, y en la Misteca Alta, y enlas yslas de S. Domingo, y
Puerto Rico, se crian unos arboles grandes muy comunes, la oja de los quales, quiere
parecer à la de los elechos pequeñas, y que en estremo parecen bien, hechan una fruta
tamaña como avellana algo menores, y no es buena para comer, pero sacado un
huesso, que tienen poco mayor que garvanços redondo negro, como de una pelota de
arcabuz, hechan este fruto en agua caliente, sacando el huesso que digo, y con aquello
jabonan la ropa de la misma manera, como con el berissimo, y saca la misma espuma
tanta, y tan grande como el muy escoxido xabon de España, y à neeessidad puede con
facilidad labarse à la continua la ropa con ella de los huessos puestos al sol, se ponen
de un finísimo negro azabachado, y torneándolos y agujereandolos se hazen muy
preciados rosarios casi tan buenos como los que llaman de coyol, que es de lo que se
9
AGNotDF, Fondo Antiguo Siglo XVI. Notario Antonio Alonso. Fecha: 12 de octubre de
1577.
10 En corchetes se señalan los datos adicionales que aparecen en el vol. 1, respeto al vol. 5.
163
usan ordinanamente en la nueua España, donde ay tantos y tan buenos, que pueden
sustentar a España, por que son muy livianos, y no se quiebran jamas, como los de
azavache y huesso, cada huesso tiene dentro una pepita, ò medula muy amarga del
sabor de las pepitas del durasno, la qual sacan los torneros con facilidad, y quedan las
cuentas huecas, y destos los hazen del tamo que quieren, por que con cojer el fruto de
la manera que quisieren, y puesto a secar al sol los hazen tan pequeñuelos como se les
piden." (Hernández 1615 I: 50-51).
Cuentas de pez mullon (pexe mullon)
"De los rosarios de pexe mula y de cavallo marino de la China y de Filipinas: Ase
comunicado por via de las islas Filipinas unos rosarios, y anillos que dizen ser de un
pescado, que llaman los portugueses pexmuller, los quales traem de la India de
Portugal, de los quales cuentan admirables virtudes, no se com que certidubre tiene
este pescado dos dientes, ò colmillos mucho mayores, y mas gruessos, que los demas
de los quales, se hazen rosarios, y anillos para traer en los dedos, cuyo color es
ceniciento, y otros mas claros finalmente, ay otros que en todo parecen de marfil,
traydos los rosarios al cuello, y las sortijas en los dedos ò en qualquier parte, que
toque a las carnes aunque no sea en forma de anillo. Dezen que quitan qualesquiera
vagidos de cabeça, y los desvanecimientos aprovechan para el mal de hijada, sana y
deseca las almorranas, detienen la sangre que sale demasiada de las narices, y quando
es demasiada la llovediça que les viene a las mugeres cada mes, quita los dolores de
cabeça, por grandes, y antiguos que sean estorban que no se ongende flematicas
melancolicas, y finalmente haze venir la leche a las mugeres que crian en grande
super abundancia, assi mismo traen otros rosarios, y anillos que dizen son de cavallo
marino, que para que no se engendren morsanas dizen que son de admirable virtud, y
en el color se difieren en poco ò nada. Mostrome muchas curiosidades de aquellas
Jacome de Varcelona con la informacion, y licencia que trae ser los contenidos de las
virtudes, que avemos dicho todo lo qual saco a la letra, de un libro que aora se
emprimio en la ciudad de Goa, que trata de la misma materia que nosotros." (Fig.
153), (Hernández 1615 IV: 196-197).
Cuentas de Santa Helena
"Las ojas del Apoyomàtli, que otros llamã phatzisiranda (en tarasco) son como las de
los puerros mas largas y delgadas, biê assi como las del cipero, ò del esquinanto, à
cuyas especies parece que pertenece, tiene los tallos à manera de juncos, llenos de
medulas nudosos y largos, de braça y media, la flor pequeña y angosta, la rayz larga y
delgada, llena a trechos de nudos y torondones redondos, y con muchos cavellos. à se
empeçado à llevar de la costa de la florida de un puerto que se llama assi, y los
soldados de aquel presidio hazem rosarios de ellas, y los traen al cuello por cosa de
mucha estimacion, cortandolas cada troço de por si quando estan verdes queda
redondo como una cuenta oradandolas puestas a secar se ponen como huesos,
durisimo en lo exterior son negras y por de dentro blancas, y de tal manera pegada la
corteza que ella, y el coraçon de adentro se haze todo uno, gustada esta rayz toda ella
tiene sabor arromatico con buen gusto, y que en alguna manera save a la rayz que
llaman galange, es caliente y seca en el tercer grado, y que se allega mucho al quarto,
con alguna astrinción, y con algun savor de refina. Nace en canbar y en Tepequaculco
[Michoacan] en lugares humidos y cerca de los rios, majan los indios esta yerva entre
dos piedras, quando quieren bañarse fregandose con ella todo el cuerpo (...)"
(resaltado con subrayado de la autora), (Hernández 1615 I: 3-4).
164
Cucúrbita
Recipiente, normalmente de vidrio, similar a una retorta. Ambos sirven para realizar
operaciones químicas.
Embrechado
Se trata de un término portugués usado para definir la técnica arquitectónica que
consiste en la aplicación de materiales cerámicos, conchas, piedras y vidrios en
paredes. Dadas las características particulares de que se reviste y la incapacidad de
encontrar un termino equivalente en castellano (lo más similar sería “incrustado” pero
no refleja la singularidad de los elementos en uso), decidimos usar este término.
Engarzador
Persona que se dedica a engarzar las cuentas de vidrio en sarta, collar, rosario o
cualquier otra joya estructurada en cuentas.
Engaste
El ajuste de una piedra dura o de vidrio a una joya de metal. A eso se llama montar
una joya.
Ensaye
Consiste en calcular la ley del metal.
Estrás/ Strass
Tipo de vidrio cristalino, confeccionado a base de plomo, que fue inventado en 1735.
El nombre deriva del de su creador, el alemán George Frederick Strass que trabajó
como platero real de la Corte Francesa desde 1734. Este material se usó como
sustituto del diamante en la creación de todo tipo de alhajas (Bowls 1789: 521; Dumas
1845 III: 520-527). En la documentación española puede venir escrito aún como
estraz (singular) o estrazas en el plural, pero no debe confundirse con el papel de
estraza (Larruga 1789 II-4: 103-104).
Fábrica
En la época era sinónimo de producto transformado o del local donde se hacía pero no
debe confundirse con un establecimiento industrial propiamente dicho.
Gandujado
Guarnición en forma de fuelles o arrugas.
Granate
También conocido como “Piedra de Francia” designa las piedras falsas hechas en
cristal (Cavero y Alonso 2001: 188), lo que nos lleva a suponer que gran parte de ellas
serían importadas de Francia. "Granate, por ser semejante al grano de la Granada"
(Rosal 1611: 331).
Grano
Medida de peso para metales y piedras preciosas, equivale a 5 centigramos.
Nombre por el que se designan las cuentas cortas y de pequeñas dimensiones. Lo
mismo que chaquira o rocaille.
165
Grano de Granada
Lo mismo que granate. Esta expresión sigue siendo usada en la zona de Michoacán
para referirse a las cuentas rojas con la forma de grano de granada empleadas en la
joyería.
Gurbión
Especie de torzal grueso que se usaba en las guarniciones y bordados.
Hilo
También aparece con la grafía "ylo" y se utilizó a lo largo de la época virreinal como
sinónimo de lino, así en América como en los reinos peninsulares.
Huevo Filosófico
Recipiente de vidrio con cuerpo oval o esférica y cuello alto para operaciones
alquímicas.
Lapidario
El lapidario es la persona que labra y da forma a piedras preciosas o talla objetos de
vidrio a modo de lítico.
Lejía
Solución acuosa que resulta de la disolución de una o varias sales alcalinas.
Libra
Aproximadamente 460gramos.
Lomillo
Costura o bordado realizado con dos puntadas cruzadas.
Marco
Ocho onzas.
Maravedí
La trigésima cuarta parte de un real de vellón.
Margarita
Cuenta o perla. En Francia los artesanos que se dedicaron a hacer esos adornos se
denominaron margaritae y en Italia margaritieri.
Matraz
Se refiere al matraz, un tipo de vaso que se usa en botica y que puede tener diferentes
formas en función de la operación (Terreros y Pando 1787: 544).
Mercero
"El que vende y compra cosas menudas y de provision ordinaria" (Covarrubias 1611:
1092). Lo mismo que buhonero.
166
Mesón
En castellano significa "diversorio, o casa publica y posada, adónde concurren
forasteros de diversas partes, y se les da albergue para si, y para sus cabalgaduras."
(Covarrubias 1611: 1095).
Mortero
Recipiente, normalmente de arcilla, donde se funden los componentes vítreos.
Mostacilla
La palabra se utiliza para referirse a la cuentas de pequeñas dimensiones, en alusión a
los pequeños granos de mostaza. Es lo mismo que la chaquira.
Obrador
Taller u oficina de artífice.
Obraje
Paraje, aposento y oficina donde se realiza una manufactura, normalmente textil.
Ojo de vidrio
Se usaban esencialmente para esculturas y eran uno de los productos que algunos
candileros estaban capacitados para hacer. Para más detalles véase el grabado de un
candilero publicado en Viena en el siglo XVIII (Fig. 154).
Papelillo
El papelillo es el material muy fino, de vidrio esmaltado, con que normalmente se
imitaban las perlas naturales.
Pasadillo
Especie de bordadura colocada a ambos lados de la tela.
Pasteladura
Lo mismo que apasteladura o frita. Se trata de una cocción con varios ingredientes,
esencialmente arena y sosa, de que se hace el vidrio.
Pelícano
Vaso circulatorio, normalmente de vidrio, usado en botica (Terreros y Pando 1788:
80).
Perla neta
Se dice de las perlas verdaderas.
Perla falsa
Podría estar hecha a base de una cuenta de vidrio o de ámbar, luego cubierta con una
solución que la confiere el tono característico de las perlas originales.
Perulero
Relativo al comercio de Perú. La expresión nació asociada al trato entre Sevilla y el
Virreinato del Perú, atribuyéndose el cualitativo de "perulero" al comerciante
sevillano que exportaba productos europeos a Lima pero también al peruano que se
167
desplazaba en los galeones de Tierra Firme para hacer negocios en la península
(Álvarez Nogal 2011: 53-86). Más tarde, la palabra se extendió para aplicarse también
a objetos, como las botijas peruleras empleadas esencialmente para el trasporte de
líquidos.
Pichel
Vaso alto y redondo con tapa engoznada en el remate del asa.
Piedra de Francia
Cuentas de vidrio negro, lo mismo que azabache francés.
Piedra de Bohemia
Cuentas de vidrio provenientes de los talleres de Bohemia o hechos a su imitación.
Piedra castellana11
Posiblemente piedra falsa de fábrica castellana. Se sabe que este tipo de piezas se
hacía, por ejemplo en la Real Fábrica de La Granja (Pérez 2013: 171-208).
Piedra criolla12
Posiblemente piedra falsa de fábrica novohispana.
Pistera
Vasija pequeña con un cañón que le sirve de pico y una asa en la parte opuesta, que se
usa para dar de beber a los enfermos.
Plaza de Horno
Boca de obraje o pequeño orificio donde se introducen las cañas de soplar y extraer
los crisoles o morteros de la pasta vítrea.
Popotillo
Pequeña cuenta en forma de "popote", que es una "especie de paja (de que en la
Nueva España hacen comúnmente escobas" (RAE 1737: 323).
Pulpería
"Tienda en las Indias, donde se venden diferentes géneros para el abasto: como son
vino, aguardiente y otros liquores, géneros pertenecientes à drogueria, buhonería,
mercería y otros, pero no paños, lienzos ni otros texidos" (RAE 1737: 430). En
Madrid se llamaban tienda de aceite y vinagre (Terreros y Pando 1767: 244). Sobre
este tema merece la pena transcribir un documento oficial donde se presenta una
definición de este tipo de tienda:
"Cumpliendo con esta superior determinac[i]on hacemos presente â
V[uestra] E[xcelencia] que las tiendas de Pulperia ô cacahuaterias se
distinguen en el comercio de las Mestizas en que en las primeras se
vende todo lo que es necesario para el alimento del publico y su
preparacion como Leña, carbon, Manteca, Azeite, Vinagre. Las
11 Referencia del año 1805, recuperada en AGN, Consulado, vol. 177, exp. 10, f. 393.
12 Referencia del año 1805, recuperada en AGN, Consulado, vol. 177, exp. 10, f. 393.
168
tiendas mestizas se componen en lo principal de Lienzos, lanas y
otros texidos de seda, y algodon, y solo por via de surtimiento se
expenden especiarias, como Pimienta, clavo, canela, y otras cosas
para el condimiento, y mayor gusto de las viandas. En las tiendas
mestizas se expende por mayór, y jamas se acostumbra el menudeo
de octavos de real ô tlacos que se usa en las Pulperias.
En la tierra adentro no se conoce el nombre de Pulperías ô
Cacahuaterias, sino precisam[en]te en México y Veracruz. En la
dicha tierra adentro llaman â las Pulperias ô Cacahuaterias Tendajos
ô tendejones y se distinguen de las demas en que en dichos Tendajos
ô Tendejones se expende lo mismo que âqui en las Pulperias ô
Cacahuaterias, esto es, todo lo que sirve para el alimento, y su
preparacion de los vecindarios, semillas, como Aba, garbanzo,
H[ierb]a Jarcia y demas cosas de poco valor, y por lo general son de
unos principales muy cortos, que apenas dejan â sus Dueños lo mui
necesario para mantener la vida pobremente aun con respecto â los
gastos moderados que se acostumbran en dicha tierra adentro."13
Pulquería
Local donde se sirve el pulque y bebidas destiladas. Según una definición del siglo
XVIII, se trata de "La tienda donde se vende el Pulque. (...) Con calidad, que el
número de las pulquerías no exceda de treinta y seis, y que destas las veinte y quatro
sean para hombres, y las doce para mugeres." (RAE 1737 V: 430).
Relumbrón
Durante los siglos XVIII y XIX se denominó de relumbrón a los componentes de
vidrio con que se decoraban las joyas de poco valor o de fantasía (Vargas y Curiel
1991: 297).
Requive
Guarnición aplicada en el borde de la prenda.
Retorta
Lo mismo que cornamusa.
Rocalla
"Se llama también una especie de abalório de vidrio fuerte, labrado en figura de
cuentas ò piedrecillas, y servia para hacer rosários, y en otros adornos. Lat. Globuli,
vel calculi vitrej. Pragmatica de Tass. año 1680. f. 15: Cada macico de rocálla, no
puede passar de ochenta y cinco maravedis." (RAE 1737: 628).
Rosario
El rosario está formado por cuentas, el engarce y los aditamentos y el rosario
completo se compone de cinco “dieces” de Avemaría, que están separados por los
correspondientes padrenuestros. No obstante existen otros tipos de sartas que
permiten la cuenta de oraciones dedicadas a otras advocaciones:
13 AGN, Archivo Historico de Hacienda, vol. 696, exp. 2, f. 2v-2r.
169
1. Los trisagios están compuestos por tres grupos de nueve cuentas y se reza en
honor a la Santísima Trinidad.
2. Los septenarios, dedicados a la Virgen de los Dolores, están compuestos por
siete series de siete Avemarías.
3. Las coronas están formadas por siete Padrenuestros y setenta y dos Avemarías
(Contreras ca.1950: 3-5).
Sangley
Término que designa a la comunidad china instalada en Manila. La palabra tiene
origen en la forma despreciativa con que los españoles se referían a los mercaderes de
Fujian que acudían regularmente a la ciudad para comercializar y que, en algunos
casos se instalaron ahí. En realidad, ella resulta de una pronunciación equivocada de
la expresión "chang lai" (aquellos que vienen regularmente) o "shang lai" (aquellos
que vienen a comerciar), (Ollé 2002: 244 y 263).
Tacley
Término usado por los españoles en Filipinas para referirse a las cuentas de vidrio. No
se ha logrado identificar su origen.
Vidrio Labrado
Vidrio hueco y producido con caña.
Vidrio Entrefino
Vidrio hueco o plano, producido con caña.
170
Tesis Carla Andreia Martins Torres
VOLUMEN I
AGRADECIMIENTOS
ÍNDICE GENERAL
RESUMEN
ABSTRACT
SIGLAS
ABREVIATURAS
INTRODUCCIÓN
CAPÍTULO 1. LA MANUFACTURA DE ABALORIOS EN EUROPA DURANTE LA ÉPOCA MODERNA Y SU IMPACTO EN LA PRODUCCIÓN Y CONSUMO NOVOHISPANO
CAPÍTULO 2. LOS PRIMEROS VIDRIOS EN AMÉRICA: PERCEPCIONES SOBRE LAS CUENTAS EN LAS CRÓNICAS
CAPÍTULO 3. LOS ORÍGENES DE LA PRODUCCIÓN DE VIDRIO EN NUEVA ESPAÑA: DESDE EL SIGLO XVI HASTA 1618
CAPÍTULO 4. LA CONSOLIDACIÓN DE LA ACTIVIDAD VIDRIERA A LO LARGO DEL SIGLO XVII (1618-1680)
CAPÍTULO 5. LA VIDRIERÍA EN EL MUNDO HISPANOAMERICANO: MÁS ALLÁ DE LA NUEVA ESPAÑA
CAPÍTULO 6. EL VIDRIO EN LA NUEVA ESPAÑA: ENTRE LA TRADICIÓN EUROPEA Y LAS APORTACIONES AUTÓCTONAS
CONCLUSIONES
BIBLIOGRAFÍA
VOLUMEN II
ÍNDICES
ÍNDICE DE FIGURAS
ÍNDICE DE TABLAS
ÍNDICE DE DIAGRAMAS
I. FIGURAS
II. TABLAS
III. DIAGRAMAS
IV. GLOSARIO159