GRACCITI GRACCITI GRACCITI identidad de sobremesa Javier González Solas GRACCITI Identidad de sobremesa. Estudio sobre los graffiti en Ciencias de la Información, UCM, 2001. Direción del estudio: Javier González Solas Colaboradores: María José Alonso García María Lina Ávila Serrano María Ascensión Díaz Durillo Cristina Gómez Sánchez José Rodríguez Gómez Editor: Facultad de Ciencias de la Información, UCM Servicio de Publicaciones Coeditor: Departamento de Comunicación Audiovisual Y Publicidad 1 Diseño y maquetación: JGS Control de edición: Luis Lorite Trinidad Impresión: Verdeprint ISBN: 84-95903-12-1 Dep. Legal: Presentación Metodología CONTENIDO Ciencias de la Información: •el referente individual •el referente institucional •el referente social Bellas Artes Ciencias Físicas as imágenes aquí presentadas son una selección de las recogidas en el segundo cuatrimestre del curso 2000-2001, y han sido clasificadas y elaboradas a lo largo del año 2002. El hecho de que la mayor parte de ellas, y el objeto central del estudio, corresponda a la Facultad de Cien- cias de la Información (CCI), de la Universidad Complutense, ha llevado a titular este libro como “GRACCITI”, y así serán denominados los artefactos de que se ocupa cuando se aluda a esta circunstancia particular. El propósito inicial era describir la identidad de los universitarios a través de sus expresiones no reglamentadas y establecer las diferencias con las expectativas razonables de identidad que sería lógico tener con respecto a este colectivo. Se trataba, pues, del estudio de lo que podría lla- marse una “identidad corporativa no programada”, como resultado de algunas propuestas hechas en la asignatura de Programas de Identidad Visual Corporativa. El interés no residía, por lo tanto, en realizar un estudio más del graffiti, tema quizás tratado ya en exceso, sino en abordar esta manifestación gráfica desde un punto de vista distinto y novedoso. L Los graffiti (con acento tónico en la primera “i”, por favor) han sido estudiados como manifestación social y expresión de grupos, como manifestación artística y como manifestación informativa. Sin embargo puede resultar extraño considerarlos desde la perspectiva de la identidad corporativa, aunque de manera más pertinente habría que hablar de una tipología de imagen llamada “global”. Esta perspectiva tiene poco que ver con el resto de trabajos sobre el tema. Aunque es indudable que el material recogido son graffiti en el más puro sentido de la palabra, no hay en ellos ni el contenido ni el sentido reduccionista con que ciertos grupos urbanos se han apropiado del término. Tampoco se hallará aquí un conjunto de imáge- nes seleccionadas por su valor artístico, sino una instantánea de la situación de un grupo y de su imagi- nario dominante: paradójicamente este libro, en su mayor parte compuesto por imágenes, no ha de ser mirado como un libro de imágenes. Habrá, pues, que marcar las diferencias, particulamente en cuanto al carácter del material y en cuanto a los propósitos de su estudio. 2.178 unidades recogidas Método El material analizado corresponde de manera predominante a la Facultad de Ciencias de la Información de la Universidad Complutense. No obstante, con el fin de establecer posibles cons- tantes o divergencias, y como grupos de control, se tomaron muestras de otras dos Facultades: por una parte la de Bellas Artes, que parecía desbordar por un extremo los recursos y destre- zas en la expresión gráfica, y por otra la de Ciencias Físicas, de la que era de esperar unos intereses que se distanciasen por el extremo opuesto de los esperados en Ciencias de la Información. La recogida del material se realizó de manera muestral, tomando en primer lugar como estratos a representar los diversos espacios previamente diferenciados y clasificados (aulas, baños, espa- cios interiores y exteriores), y en segundo lugar dentro del más extenso de ellos, las aulas, los subestratos correspondientes a licenciaturas diferentes y a cursos, intentando así aislar las variables de tipo de conocimientos e intereses institucionalizados y la edad. Al mismo tiempo se valoraron de manera directamente proporcional por una parte las aulas con mayor homogenei- dad en las disciplinas impartidas en ellas y correspondientes a cada especialidad, y por otra las que acogiesen mayor número de grupos de alumnos. En cuanto a la tipología de imágenes no se hizo más discriminación que con respecto a la nitidez, desechando las borrosas o excesiva- mente superpuestas como para permitir su des- glose y análisis. El esquema de conjunto de la recogida de imágenes aparece en la Tabla 1. Se consiguieron un total de 2178 imágenes, de las que en este trabajo se presentan unas 500. En la fase de clasificación aparecieron diversos núcleos temáticos que concentraban la produc- ción y que fueron denominados como núcleo individual, institucional y social. Esta estructura surgida del material mismo proporciona una plantilla para la comparación de los resultados en las tres Facultades estudiadas, y produce ya un primer mapa descriptivo de la identidad encontrada. Las diversas frecuencias relativas alcanzadas en el conjunto por cada núcleo se detallan en la Tabla 2, y ofrecen una valoración cuantitativa que permitirá conclusiones relevantes. El grafo que aparece más adelante sintetiza los resultados y reorganiza los núcleos y sus satéli- tes en una forma significativa en la que serán presentadas las imágenes en esta publicación. La constancia del graffiti A rasgos generales se puede decir que el graffiti ha sido consustancial a la expresión humana, por lo que, desde este punto de vista, el material estudiado no presenta ninguna particularidad. Los trazos de las cavernas, las sombras de car- bón hechas por la hija del alfarero corintio sobre la cerámica para reconquistar al amante, los espontáneos rasgueos pompeyanos (lucrum gaudium, fur cave, o felicem me), las firmas de los soldados napoleónicos en los templo egip- cios, las fechas en la corteza de los árboles, los nombres de los turistas en los monumentos, los “gracciti” de las mesas (¡el duro pupitre como antimonumento!), y los graffiti de “Taki 183”, con quien esta práctica se elevó a la gloria warholia- na a través de su media página en el New York Times: todos tienen elementos básicos comunes, que responden más a un paradigma perdido, de base dominantemente etológica, que a las expli- caciones secularizadas y casi profanas que rei- vindican algunos practicantes recién llegados. Aunque esta introducción se refiere al graffiti en su acepción actual más conocida, su origen es remoto, lo que hace pensar que existen otros elementos más profundos que la moda o que una coyuntura social concreta para que su cons- tatación sea permanente a lo largo del tiempo. En sentido amplio habría que entenderlo como un “arañazo significativo”, del cual hay que encontrar el código y el sentido. Algunos textos actuales los celebran como expresión de creati- vidad y cultura urbana marginal, otros los tratan como reflejo de situaciones históricas determina- das o como elemento de manifestación sociopo- lítica. En el caso presente interesa más com- prender o indagar por qué se usa este medio de expresión, y sobre todo por qué permanece a lo largo de la historia, lo que le convierte en una constante antropológica. Es posible que enlace con la compulsión del hombre a grabar, a dejar memoria, a marcar, a trascender en el tiempo, a solidificar la idea o la ocurrencia, frente a las palabras que se lleva el viento. Próxima a esta interpretación se encontra- ría la necesidad de poseer la representación, de dominarla y hacerla presente frente a la nebulosi- dad del pensamiento prelingüístico, tomando así el sentido mágico de tantas escrituras y graba- dos, desde el paleolítico hasta los gabinetes de estampas y a las inscripciones en la corteza de los árboles. El acto de dibujar exige, además, una inversión mayor que el de escribir. Debe pro- porcionar por tanto una compensación equivalen- te a la medida de la obsesión que incita a grabar. El deseo ha de ser mayor cuando exige una inversión mágica mayor. Y los “gracciti” analiza- dos se encuentran siempre más cerca del dibujo que de la escritura. Una opción más a considerar, aunque aparente- mente extraña, sería la de su posible conexión con los restos de la cultura oral en una era en la que todo está registrado en soportes físicos. El gran escrito que constituyen hoy los medios de comunicación de masas puede pensarse como una nube a primera vista informe de elementos erráticos, un repertorio que constantemente resuena en nuestros oídos de modo que en Tabla 1. Distribución de la muestra CCI BBAA FIS TOTAL Aulas: Curso Nº Curso Nº Curso Nº C. Av. Pub.: 1º 33 1º 8 1º 39 2º 35 2º 34 2º 10 3º 57 3º 9 4º 87 4º 49 5º 82 Periodismo: 1º 136 2º 134 3º 202 4º 202 5º 158 Imagen: 1º 76 2º 49 3º 137 4º 97 5º 40 Baños: Chicas: 11 4 0 Chicos: 14 5 17 Fachada: 38 89 2 Interiores: 6 101 18 Otros: 2 190 7 TOTALES: 1596 480 102 2178 cualquier circunstancia de baja tensión de la consciencia afloran como palabras prestadas. Esta aldea de dichos e imágenes une en una cultura común a quienes, compelidos a expresar- se por una circunstancia externa, lo hacen con elementos también comunes y precríticos, repi- tiendo así esa tradición oral que los verdaderos emisores preparan para quienes sólo actúan de canal transmisor. Esta coincidencia en los luga- res comunes crea también una sensación de participación y pertenencia, y su puesta en acción se asemejaría a un proceso de iniciación en esa cultura acogedora y aseguradora. Como ejemplo baste la estrategia publicitaria de explo- tar frases de uso común para colonizar acciones repetitivas y comunes de la vida diaria, para en un segundo paso crear esas frases con las que decir la experiencia cotidiana transformándolas en dichos comunes. Esto no obsta para que al graffiti se le pueda atri- buir también un origen escrito, y ser tratado desde una “grammatología” radical a la vez que desde su forma más periférica e instrumental: el fácil acceso a los medios de comunicación opera, paradójicamente con respecto a la característica reticularidad actual de estos medios, como siste- ma lineal de transmisión, produciendo un com- portamiento mimético, informado, en el pleno sentido de la palabra, por experiencias que han sido originales alguna vez y en algún lugar, y que actúan también como vínculos de grupo o de comunidad que guarda ese reescrito como ley. ¿Síntoma o respuesta? El graffiti puede ser un síntoma de una deficien- cia social, de la negación a ser alguien en nues- tra sociedad. Por eso es tan habitual hacer de lo personal un mundo confortable en el que ser alguien. Pero no por evidenciar esa deficiencia se es alguien ni se establecen otros valores. Con residuos de un sistema de dominación se crea una casi siempre aparente resistencia al mismo, aunque llena de las contradicciones propias de la llamada cultura popular cuando se expresa en un idioma prestado. A pesar de las diversas legitimaciones recibidas, a veces desde el lado de la demagogia, a veces desde el lado de la atención académica, esta %72 REFERENTE INDIVIDUAL actividad sistemática aparece en general como un síntoma de desequilibrios sociales que hace replegarse a los grupos marginados hacia el nar- cisismo. Sin embargo no todo el síntoma se agota en la desasistencia y el narcisismo individual: esto mismo es reutilizado por el conjunto social para fines bien concretos. El individualismo, como huida de un espacio público imposible, ha llegado a ser de “interés público”: conviene que los jóve- nes (como todos, por otra parte) se sacien en lo individual, y se propone este espacio (lo “persona- lizado”, “para ti”…) como meta y modelo. Lo públi- co queda en otras manos (al igual que lo que hoy se evidencia también en el arte: la nueva frontera de lo individual, el resurgimiento del genio). Quizás haya una forma de examinar el rendi- miento del grafiti con respecto al conjunto social. Se podría decir que si la instrumentación de una acción pretende suprimir diferencias sociales se trataría de una acción política. Si por el contrario la acción trata de marcar diferencias se trataría de narcisismo. La divergencia estaría en la orien- tación de la acción con respecto a un fin de inte- rés social o con respecto a un fin de aislamiemto y solipsismo grupal. Tampoco hay que perder de vista las diversas perversiones con las que esta posible ación puede verse desviada: como ya se ha advertido, se puede adoptar la “forma” políti- ca, utilizando los mismos términos acuñados por la sociedad a la que se rechaza, para desembo- car así en una especie de legitimación verbal, en realidad una estetización de la carencia. Cuando alguien escribe en la puerta del metro “Muerte al capitalismo”, puede no tratarse de una oposición sociopolítica organizada como movimiento coherente, sino de un préstamo de lenguaje utilizado de manera arcaizante o goti- cista, o por sus resabios bucaneros y de pelícu- la infantil. Particularmente si va seguido de una tag. Aquí se manifiesta una tónica de nuestra sociedad actual: la sustitución de una posible sub-versión por la per-versión, ésta de carácter espectacular pero conservador. En este presupuesto, validar sin más las actua- ciones graffitistas como rechazo al sistema social imperante, (cuando en realidad pretendan serlo, y no se originen simplemente en un mimetismo de modas, harto conocido) puede revertir en el apoyo complaciente y colateral a acciones desestructuradas y sin alternativa, que simple- mente expresan diferencias preciviles y fácilmen- te asumidas por el mismo sistema, pese a la apariencia, más bien folclórica, de oposición, y aunque ésta sea objeto de persecución y origine grandes partidas de gastos (que a su vez simu- lan la protección de la comunidad establecida). El graffiti es por tanto sólo un síntoma, abordable tanto desde el entorno psicológico como socioló- gico y político, y como tal importante para diag- nosticar una situación social. La consagración del síntoma mismo es en realidad una forma astuta de integración, que re-integra lo que un grupo ha “excorporado” previamente. La incorpo- ración puede se simbólica, burocrática, comer- cial, etc., tal como se evidencia, sobre todo en Europa, a través de su traslación al campo del arte, de concursos oficiales, de la ilustración, del diseño, de la moda… Con todo esto lo que se quiere decir es que cier- tos planteamientos frente al graffiti no dejarían de ser reaccionarios, en el lenguaje clásico, pero de ninguna manera que no haya que atender a estos síntomas de que algún desajuste existe en la sociedad en que se producen. El estudio o al 26% REFERENTE SOCIAL menos la descripción de este desajuste, sus cau- sas y la pista para sus remedios son uno de los objetivos de este pequeño trabajo. En primer lugar en aquello que los graffiti tienen en común con los “gracciti”, y en segundo lugar en lo que éstos manifiesten de específico con respecto a la comunidad universitaria y a una de sus Facultades en concreto. Al mismo tiempo quizás se pueda proporcionar un material válido para otras aproximaciones más sistemáticas. Y a pesar de todo, dado el profundo origen de esta actividad, habrá que dar como inevitable, con toda distensión y comprensión, que siga per- petuándose. Quizás último territorio real al que replegarse, como el tatuaje o el piercing, con su carácter indicial: “graffo” luego existo (¿o me aburro?). Esta huída del foro público, este decir- se a sí mismo, podrá ser considerado a pesar de todo como un acto positivo si se entiende como afirmación de sí, como acto poético, existencial, de autodefensa cuando uno se encuentra perdi- do en el espacio virtual y aterriza en unos centí- metros de espacio real. Pero también sería deseable que se saliera de ahí para una recons- trucción del espacio público. Objetivo la identidad Situaciones sociales e históricas notables han legitimado el estudio de ciertas manifestaciones del graffiti. En EE.UU. los grandes gastos oca- sionados a los macromunicipios urbanos y las características de expresión marginal o de ghetto, real o funcional, han llevado a atender a este fenómeno desde distintas perspectivas sociales, económicas, artísticas, semióticas. En Francia, en el 68, la efervescencia política con- virtió el graffiti, en su forma de pintada, en un suceso reseñable y casi mítico. En cambio los humildes garabateos de pocos centímetros cua- drados no parecen atraer la atención, quizás por ser un suceso cotidiano, constante, poco vincu- lable a episodios coyunturales polarizadores de intereses o a épicas puntuales. Sin embargo, tomados como síntoma, ya que no existe pro- gramación ni tejido colectivo consciente, revelan una imagen contrastable con la esperada de un grupo humano que, por una parte está clara- mente definido, pero por otra no ha llegado a la creación de una imagen colectiva consciente y regulada. 2% REFERENTE INSTITUCIONAL Dibujos Textos Nombres Topónimos Música Medios Cómic Política Deportes Droga Publicidad Actualidad Juegos Lugares Individual Social Institucional dISTRIBuCIóN pOR REFERENTES REFERENTES INdIvIduALES REFERENTES SOCIALES El propósito de estudiar los graffiti de los univer- sitarios acepta la premisa de que existe un suje- to colectivo, de carácter institucional, y con un cometido específico que llenar. De ello se debe- ría desprender una imagen esperada o deseada. Si se intentase programar esta imagen se bus- carían una serie de atributos adecuados a la fun- ción desempeñada, y posteriormente se intenta- ría figurativizarlos para crear así una narración del sujeto colectivo comprensible para los demás. Según estos presupuestos un comuni- dad de personas dedicadas al estudio, al apren- dizaje de metodologías y técnicas de acción y de investigación en un campo determinado, como es el del periodismo, los medios audiovisuales y la publicidad, definen un perfil suficientemente claro como para esperar una imagen diferencia- dora de otros cometidos y de otras áreas del saber. Podría decirse que la función debería crear un órgano de expresión exteriorizado por el que fuera deducible tal función. Que unas Facultades y unos universitarios con cometidos bien precisos desarrollados durante varios años deberían evidenciar y transmitir un carácter especial tanto a los espacios de convivencia como a los medios de comunicación externa. Uno de esos medios, fuera de todo circuito legiti- matorio, pero con una presencia tan abundante que ha pasado a ser un hábito semiconsentido, es el “graffiti de sobremesa”, que será objeto de las siguientes consideraciones. Se supone que en el espacio universitario se intenta consolidar unas formas de pensar sobre ciertos aspectos de la realidad de manera que posteriormente, en su aplicación, constituyan un hecho productivo para la comunidad. Lo que se pretende hacer no es, por tanto, un psicoanálisis, sino confrontar la Universidad con los universita- rios. De comparar una identidad esperada como logro de este periodo de reflexión y aprendizaje con unas manifestaciones espontáneas en las que se pudiera al menos rastrear y pulsar ciertos resultados. En un sentido general se pide, por ejemplo, a los participantes de la comunidad uni- versitaria que acepten discursos complejos y abstractos, y que generen discursos consecuen- tes con ello. Sería lógico esperar que en los estratos de los sedimentos dejados indeliberada- mente sobre el espacio físico se pudieran encon- trar restos de esa arqueología mental que les adscriba al grupo que se ha pretendido configu- rar. Aunque la masificación ha traido cierto des- prestigio del estado de universitario, y no se suele exigir para su ingreso en él ni conciencia ni identificación con ese estado, en parte bajo la excusa de no caer en elitismo, nada excusa sin embargo de las exigencias que provienen de una responsabilidad social concreta adquirida mediante un tiempo y unos recursos dedicados a ello. Si se ha de suministrar algo nuevo a la sociedad no será precisamente desde la identifi- cación con los niveles más tendenciosamente vulgares y rutinizados de ella. Frente a todo lo anterior no se pretende que el estudio de estos dibujitos sea el método clave y el más apropiado para logar un diagnóstico, pero en su humildad y en su ausencia de condiciona- mientos externos quizás revelen indicios no con- seguibles con otros materiales. Ante todo hay que tener presente que no todos los universitarios dejan constancia de su existen- cia en las mesas de las aulas, por lo que no sería legítimo afirmar que el material estudiado refleja directamente la identidad de todos los uni- versitarios, ni siquiera de los de Ciencias de la Información. Pero los que escriben dicen lo que aquí se constata, y pertenecen a esta misma comunidad: se puede afirmar al menos que en esta comunidad universitaria hay personas con este tipo de manifestaciones. Estaría bien cono- cer la personalidad de los artífices concretos, e incluso llegar a administrar terapias oportunas suponiendo que sólo éstos fuesen los desviados de un proyecto universitario con el que se les compara. Sin embargo se espera sacar de este material, precisamente por ausencia de sesgo intencional y su carácter sintomático, alguna conclusión generalizable y útil con respecto al propósito enunciado. Y al menos, en el intento, se encontrarán curiosidades y hechos divertidos que también forman parte de una sociología de la vida cotidiana nada despreciable en sus posi- bles rendimientos. Se trata en resumen de estudiar el “gracciti” como síntoma (¿por qué se produce?), como signo (¿qué dice?) y como forma (¿cómo lo dice?). Y enunciado de manera concreta ¿qué manifiestan los micrograffiti de los universita- rios? ¿Sería esperable que, por encima de la legitimidad o permisividad de tal actividad, se manifestasen el carácter universitario, el ambiente generado a lo largo de cuatro o cinco años de carrera y las disciplinas de su preferente ocupación? ¿Se refleja en estas peculiares comunicaciones una temática y preocupaciones uni- versitarias o más bien unos intereses e influencias externas y no diferencia- doras? Estas son las preguntas que sitúan el análisis de estos graffiti de sobremesa en el marco de la identidad de grupo, y que llevan a tratarlos como un síntoma en busca de diagnóstico más que como una identidad programada. La identidad de grupo será trasladada posteriormente al ámbito de la identidad corporativa. Como ya se ha anotado, no se trata de una planteamiento ortodoxo sino estructural, en el que se puede entender la ausencia de identidad como una forma más de identidad, como si una hermenéutica negativa nos llevase a ver el reverso como posibilidad. Este tipo de identidad sería lo contrario de la identidad corporativa clásica, pues en ésta es fundamental el concepto de programa, y por lo tanto un propósito consciente. Habría que hablar más bien de - una identidad no programada, ya que es espontánea, - una identidad a posteriori, ya que no existe plan previo, - una identidad que surge en la comparación de la imagen esperada y la proyectada. El minisistema del graffiti La literatura sobre el tema tiene generalmente una posición euforizante con respecto al graffiti, y se mueve muy frecuentemente en el terreno de la descripción y de la constatación, más que en el del juicio. Para compensar en cierto modo estos planteamientos se insistirá algo más en los aspectos disfóricos y en las zonas convencional- mente llamadas sombrías, eludiendo el compro- miso de halagar a grupos y rozando quizás la temida incorreción. Para la versión moderna, y en su aspecto mate- rial y más fenoménico, el graffiti se basa en una habilidad genérica (el dibujo) sobre la que se ha ejercido todo tipo de distinciones, estructuras y segmentaciones que se producen en cualquier grupo cerrado. No hay grupos amorfos, siempre surge una estructura. Si la base de esta estructu- ra es generada por la exclusión, la marginación o la automarginación, el espacio se reduce en posi- bles significados, pero la estructura se reproduce como sistema de supervivencia y de sentido. Y así, en este caso sobre el dibujo, se generan unas distinciones y jerarquías mínimas, como el tag, spray, pota, graffito… o el estilo “flecha-sal- vaje”, “redondeado-blub”, etc.. Si en sistemas mayores semejantes (el arte convencional, por ejemplo) se llegase a tales distinciones en cuanto a estilos y formas de hacer, la maraña clasificato- ria sería inmensa. Pero el sistema del arte ha seleccionado los datos significativos y relevantes, desechando o englobando los menores. Precisa- mente de estas distinciones menores viven otros sistemas, menores también: una especie de especialización de mínimos. Las categorizaciones y distinciones formales reconstruyen en pequeño aquello a lo que no se puede acceder en grande, de ahí en parte su carácter y validez como inicia- ción: las jerarquías, las normas internas, el aval de los mayores, las pruebas de paso, etc.. CCI BBAA FIS Ref. individual 71.87 86.61 81.19 Textos 7.95 8.45 26.83 dibujos 76.96 61.35 23.17 Abstractos 3.27 19.29 0 Geométricos 8.37 12.99 31.58 Alimentos 0.13 0.79 0 Objetos 2.48 1.18 0 Vegetales 5.75 2.76 0 Elem. arquitectónicos 0.52 2.76 0 Caracteres tipogr. y núm. 1.70 1.18 10.53 Cuerpo humano 42.88 20.87 0 Animales 7.45 6.30 0 Escatológicos 0.13 0.39 0 Estados de ánimo 3.27 0.79 21.05 Gótico y terror 1.70 5.51 10.53 Metafísicos 2.61 1.18 10.52 Referentes pictóricos 0 8.27 0 Seres fantásticos 18.40 13.78 0 Sexo y género 1.70 1.97 0 Nombres personales 12.58 30.19 41.46 Topónimos 2.52 0 8.54 Ref. institucional 1.81 0.84 0.99 Facultades 12.00 0 0 LOU 32.00 50.00 0 Profesores y asignaturas 56.00 50.00 0 Ref. social 26.32 12.55 17.82 Actualidad 2.75 3.33 0 Cómic 15.66 48.33 0 Deportes 11.81 0 11.11 Drogas 6.32 0 5.56 Juegos 1.92 0 0 Lugares 1.10 0 0 Medios com. masas 15.93 13,33 0 Música 21.15 5.00 27.78 Política 17.31 26.67 55.56 Publicidad, marcas, logos 6.04 3.33 0 Tabla 2. Frecuencias relativas por temas (%) Es esencial ser alguien, primero en sí mismo o en el grupo, luego frente al exterior, a la socie- dad. El proceso iniciático pasaría primero por el narcisismo individual y grupal, y luego afrontaría una simulación de validación exterior a través de la confrontación y el riesgo (trenes, paredes). Esta simulación iniciática de la socialización suele tener un carácter negativo hacia el exterior (autoafirmación del grupo), y no positivo (aporta- ción social), excepto cuando pasa a un sistema de integración y legitimación como el de los con- cursos o encargos. La actividad del graffiti suele carecer de relevan- cia social incluso para la comunidad más cerca- na: ciudad, vecinos, compañeros. Excepto cuan- do se instrumentaliza al servicio de causas, lo cual no es lo habitual, y aún en esos casos no se suele generar dentro del sistema grafitero sino fuera, como cualquier movimiento social. No es lo habitual que un grupo grafitero emprenda por iniciativa propia una acción social, sino más bien que un grupo activo socialmente utilice el graffiti como una forma de expresión más. En esta situación parecen encontrarse algunos gru- pos de guerrilla gráfica urbana. El graffiti actúa como práctica de iniciación, como sistema de coherencia interna, pero tam- bién como un medio de exclusión: el grupo sólo admite a los que practican su fe. En cierto modo se asemeja a una masonería de adolescentes. Hay que adoptar su jerga. Si alguien los critica es que no entiende, sólo se podría entender desde dentro. Se basan sobre un saber propio, oculto para ser excluyente, quizás por timidez ante la superestructura social. La carencia de protagonismo público lleva a buscarlo en el cír- culo próximo como refugio. En el graffiti euroes- pañol, es patente la búsqueda de reconocimiento en algo en lo que se puede destacar (en lo que “se es bueno”, muy al estilo americano), bien la destreza en el dibujo especializado, bien la ocu- pación de espacios, bien en el “dejarse ver” más que otros. La gran disculpa de una actividad entre la moda y el juego es que en nuestra sociedad la exacerbación del individualismo, sobre todo juvenil, es una compensación simbóli- ca a su falta de oportunidades reales. El “gracciti” conserva ciertos elementos de este panorama general, pero, como se verá, se sepa- ra de él y se diferencia claramente. Micrograffiti o graffiti de sobremesa Podría decirse que puede haber un grabado con- vocatorio o de afiliación, otro de descarga y otro de invocación, a los cuales podrían remitirse res- pectivamente las pintadas, los graffiti y lo que ahora nos ocupa: los micrograffiti o graffiti de sobremesa. En la Facultad de Ciencias de la Información UCM los dos extremos están repre- sentados por dos espacios concretos, el patio de entrada, en el que se expone la actualidad repre- sentada por convocatorias y proclamas en un espacio público, y las mesas de las aulas, en las que se sedimenta y estratifica el estado de ánimo relativo a una actividad personal y en un espacio privado. Es inevitable, al usar el término graffiti como pala- bra estandarizada, tener como referencia los pro- ductos de una actividad muy conocida y ya casi banalizada, a la que se ha hecho referencia pre- dominante en apartados anteriores. La primera operación será por lo tanto marcar las diferencias con los materiales que son ahora objeto de estu- dio, para los que los referentes más próximos son dos productos ya nombrados y admitidos como diversos, que son los graffiti propiamente dichos y las pintadas. Existe una literatura sobre el tema que detalla esta distinción, pero de manera resumida diremos que el graffiti se apro- pia del espacio público para hacer una inversión privada, mientras que la pintada permanece en el espacio de lo público. El paso del graffiti a la pin- tada supondría el acceso a una consciencia no alienada por el narcisismo individual o de grupo. Los “gracciti” asumen características de esos dos procedimientos. Las mesas hablan pero, parafraseando algunas de las aproximaciones de otros autores con las que este trabajo podría tener mayores afinida- des, no son un periódico mural como en mayo del 68 (BESANÇON), pues no existe acontecimien- to público que los polarice; tienen que ver con la libertad en el WC (GAN), pero no obedecen a ninguna privación de libertad; ofrecen una estéti- ca de gestos maquinales (LENGLET) pero se sitú- an en contextos conscientes; dicen algo pero no son una conversación mural (GARÍ); son herede- ros de una historia que va del arañazo al graffiti (MARCONOT), pero trascienden la etología para situarse de pleno en el terreno de la aldea global mediática; pueden revelar el fracaso de los esquemas motivacionales, pero no indican nin- guna segregación y ningún estigma (GOFFMAN). Frente a este panorama general el grabado “aca- démico” analizado aquí sería un espacio mixto, cruce entre el mimetismo, la expresión personal y la publicitación, pero en la indefinición de un espacio no-público, de un espacio privado que simula ejercer como público o viceversa. Una zona limítrofe en la que quizás se debata una personalidad aún no plenamente poseída frente a una acción exterior y una futura función pública aún no existente. En este tiempo entre parénte- sis que significa el período universitario los espa- cios pueden parecer aún irreales con respecto al espacio social, y más aún en periodos como el actual en que la conexión con la cosa pública se debilita en general. En estas circunstancias, sin proyecto real, la pintada no surge de una hipoté- tica represión, y el graffiti tribal aún no puede ser expresión de ninguna marginación. ¿Son entonces los “gracciti” de las mesas un sobconsciente vaciado? ¿O bien aflora un inconsciente colectivo que se adueña de una mente vacía, como un sustrato compartido que aparece sin esfuerzo ni crítica, manifestando los lugares comunes con que pue- bla el aire el sistema mediático? ¿Es por eso por lo que estos reflejos no son activos, sino pasi- vos, que emiten lo que reciben: música, fútbol, comics…? La respuesta a estos interrogantes merecería más atención que la de esta breve aproximación. En el aspecto material de esta producción gráfi- ca se puede decir que el mapa se superpone casi al territorio: la superficie plana de las mesas ocupa la mayor parte de la extensión del edificio docente. Además esta superficie se ve multipli- cada ya que, como en el palimpsesto, se super- ponen capas, sesiones de producción sucesivas, de las que sobresalen las más empeñadas en ser permanentes, las incisas. En su pequeño espacio físico estos micrografitti compiten también con otro tipo de producción: la típica “chuleta”. Pero en las anotaciones que se estudian aquí se inscribe cierta permanencia del yo, mientras que los apuntes para exámenes son pasajeros, y generalmente se borran de inmedia- to para no delatar excesivamente una práctica menos tolerada. Aunque a veces camufladas entre los “gracciti”, las “chuletas” son utilitarias y efímeras y por tanto sin interés identitario. Verba volant, las chuletas vuelan, los “gracciti” perma- necen (al menos hasta que la limpieza anual en profundidad intenta aniquilarlas). De una forma más sistemática se pueden des- glosar y pormenorizar algunas diferencias entre estos graffiti de sobremesa o micrograffiti, y los convencionales o urbanos, y esas diferencias se convierten ya en características, y adelantan cierta explicación de su origen y funciones. Diferencias de estatuto • Frente a la mayoritariamente supuesta ilegali- dad del graffiti convencional, en el “gracciti” la ilegalidad es baja al estar ya casi convencionali- zado y tolerado. No es pertinente decir que no es legal, y, al ser tácitamente permitido, no tiene visos de clandestinidad. • Al no ser clandestino no aparecen factores de riesgo, por lo tanto no introduce factores de masoquismo encubierto, de victimismo ni de autoindulgencia. Es una expresión por defecto, ya que no hay presión ni reacción. Referentes principales de los grafitos individuo sociedad institución textos fantasías símbolos figuras • No suele haber un propósito serio de comuni- car: la limitación a las mesas no es sino la apli- cación de una rutina. La comunicación es en cierto modo ficticia al ser reducida a un espacio semiíntimo, semipúblico. • Como en los graffiti, las mesas no son de nadie, y es esa sensación de no pertenencia, de no propiedad privada, de espacio exterior, el que permite distenderse y agredirlo, o al menos usar- lo como oferta gratuita, sin coste social. Pero este uso no alberga ninguna pretensión de rei- vindicar ni arrebatar espacios. • El medio universitario es un medio teóricamen- te homogéneo, un collegium, por lo que no se puede hablar de marginalidad social. La única falla de la homogeneidad podría ser el contradic- torio sentimiento del collega frente a una parte de la institución que quizás no ha sabido crear ese collegium. Diferencias formales • Su nivel de codificación es mínimo, admitiendo cualquier tipo de manifestación sin jerarquizacio- nes formales. • No hay una voluntad de estilo sino como mucho una exhibición automática de facultades. Su contenido está en general poco estetizado, y las estéticas no son competitivas. • Es de un tamaño reducido, y elaborado en un espacio individual (el pupitre). • No hay delectación en la tipografía, ni jerar- quías o clasificaciones de su uso: los tamaños son los de lectura habitual, al contrario de los de las paredes o muros. • Aunque no concienciada, tienen un gran com- ponente de acción mágica, ya que se prescinde de lo previamente escrito y de cualquier marco aislador: el que escribe sólo ve lo que él hace, lo demás no es legible para él, de ahí la superposi- ción y el encabalgamiento, la saturación del espacio como una alfombra de restos de deseos. • A veces son recados e invocaciones sin valor plástico y por tanto próximas a la pintada. • La reivindicación de autoría está muy poco pre- sente. • El gesto suele ser corto y medido, a diferencia del graffiti mural: es un micrograffiti. • La administración del espacio no permite el des- arrollo horizontal; el micrograffiti es concentrado y centrípeto: 15 cm2 de gloria minimediática, a falta de los 15 minutos de Warhol. Sólo en Bellas Artes el tamaño es mayor, reflejo de una mayor legitimación. Diferencias instrumentales • Su soporte preferente son las mesas, no las paredes; es una cuestión de economía rutinaria: el espacio se encuentra, no se busca. • El espacio-mesa no es público: lo ocupa un individuo concreto, es casi su propiedad privada por cierto tiempo. Quizás es el tiempo y su per- manencia lo que se reivindica, que alguien lea más tarde lo escrito. No se reivindica ningún espacio por previa privación de él (puesto que se tienen espacios democráticos de manifesta- ción, aunque para ello haya que vencer la iner- cia), ni por transgresión, puesto que no se pena- liza esa acción. • No existe pretensión de propiedad sobre lo grabado, pues la ocupación del espacio es efí- mera y anónima, y cualquier reescritura no es una agresión sino un accidente inherente al sistema. • No requiere ningún rito antisocietario: sus ins- trumentos no han de ser robados sino que suele ser el mismo instrumento del trabajo habitual, aunque desviado de su uso. Diferencias funcionales • Antes que una comunicación hacia el exterior son un síntoma de tipo proyectivo. • Muchos de los recados son intransitivos, termi- nan en ellos mismos, no son para nadie, ni siquiera para un público coyuntural o anónimo. • No pretenden expresar pertenencia a un grupo y no remiten a un grupo de acción sino a la individua- lidad y a la estrategia del francotirador. No suponen un grupo de respaldo ni la pretensión de crearlo. • No son una forma de expresión codificada ni avalada por una moda. • No son en su raíz una agresión ni una expre- sión liberada, sino que proceden en gran parte de automatismos de “mala educación”, con una posible legitimación estética posterior. • Tienen poco de afirmación iniciática: atreverse a hablar en público sin público es una forma muy suavizada del “dejarse ver”. • Suelen ser una evasión del entorno, pero no se muestran de forma militante frente a él. • El graffiti de sobremesa no es compulsivo, no es una misión que cumplir, un quehacer progra- mable o que obsesione: es ocasional. No “se va” a hacer graffiti, sino que se está ahí, y, en un acto de abstracción del entorno, se hace. • Puede ser una reacción, no a una situación general, sino cercana y concreta, (¿la clase magistral pasiva? ¿la dificultad de concentrarse en la abstracción?), una acción individual auto- satisfactoria, de distensión frente a lo no asimilado. • Aunque su pretensión no es marcar territorios físicos ni simbólicos, sin embargo, como marca, identifica, porque deja un resto-rastro que indica una acción desestructurada, pero revelada en niveles de análisis de conjunto. Sin embargo se puede encontrar cierta semejan- za con los graffiti convencionales. • “Graffitar” es una forma de producirse, de encontrarse. En este caso, si una de las funcio- nes de la institución fuera ayudar a encontrarse y resultase fallida, cabría la hipótesis de que la falta de recursos podría generar una huída hacia esos centímetros cuadrados de autoex- presión. • También se asimilarían con el graffiti conven- cional en cuanto que no suele darse un discurso transgresor, ni un antidiscurso: en realidad la acción de graffitar está integrada como el rever- so del discurso político, de participación en la polis. Este reverso puede ser visto como un apoliticismo en el que la exclusión del sistema es manifestada como ignorancia, no militante, del mismo. Quizás por eso el sistema, sea político, sea universitario, está bastante ausente en los materiales analizados. • Y estos graffiti de sobremesa también se asemejarían a algunos de los graffiti convencionales en cuanto a su posible matiz poético: un acto solitario y melancólico, un acto mágico de posesión, unos mensajes al viento, a veces toscos, otras pretenciosos y otras des- validos. Como en el WC o en la cárcel ¿hay entornos cerrados que incitan a la sublimación “artística”? Resultados generales Como ya se ha indicado, los primeros resultados surgen del análisis cuantitativo. Las frecuencias se acumulan según una estructura que surge de similitudes temáticas y formales reveladas en una inspección de los materiales para los que no ha habido una rejilla teórica previa. Simplemente se extraen y acumulan los datos cuya frecuencia puede constituir variables dependientes y orien- tar a dibujar constantes que luego serán tenidas como identitarias. Según los datos de la Tabla 2, organizados con este criterio, se puede construir un grafo con tres polos fundamentales y des- iguales: el conjunto de expresiones graffitadas se acumulan, tal como se ha anticipado, en torno a intereses que se relacionan con el propio indivi- duo, con la sociedad en general y con la institu- ción universitaria, en ese orden y con grandes diferencias cuantitativas. Los tres espacios citados se definen los unos con respecto a los otros como tres instancias productoras de información o de entradas com- putables como estímulos a los que reaccionar. Se trata de una ficción operativa, pues los límites de cada espacio son permeables y relacionados causalmente, de modo que no se sabría sino por una convención analítica a quién atribuir el ori- gen primero de una entrada o ítem informativo. Se han considerado como atribuibles al espacio individual aquellos tipos de producción en que la iniciativa propia no parece depender de instan- cias externas, aunque en algunos casos exista ambigüedad sobre si la elección de un tema obedece a impulso individual, a mimetismo con causa externa, o a obsesión personal vertida en formas ya estandarizadas por la moda. En gene- ral en todos los casos se ha atendido más a la homogeneidad temática que a la formalización. En cuanto al material en su conjunto es fácil ver que se trata fundamentalmente de textos o de dibujos, pero en este apartado, el individual, todo ese material ha sido organizado desde un punto de vista proxémico, en espacios concéntricos con relación al individuo: comienza con la crista- lización de símbolos, sean de origen automático o motivado, expresados en forma elemental, críptica u obsesiva; pasa por las fantasías y afectos, posiblemente más conscientes, y mani- festados de manera abstracta o figurativa; conti- núa con la proyección especular en la exteriori- zación del cuerpo, vertida en figuras exclusiva- mente zoomorfas y antropomorfas; y finaliza con el mundo de relaciones exteriores establecidas por el mecanismo del lenguaje natural, vertido por una parte en textos genéricos o convencio- nales, y por otra en nombres de personas y en nombres de lugares. Según estos supuestos, los epígrafes de la Tabla 2 se han sintetizado en cuatro apartados, aunque los datos de dicha Tabla pueden ofrecer suficientes detalles como para adoptar otras perespectivas. En general llama la atención esta prevalencia de los intereses y manifestaciones individuales sobre los institucionales y sociales. Era de espe- rar, tanto por las características del tipo de expresión, semiprivada y semiíntima, como por la edad de los actores. Pero lo realmente indica- tivo es el gran distanciamiento respecto a ele- mentos concretos provenientes de una realidad exterior, a temas relativos a la sociedad en general, que deberían afectar por inmediata- mente próximos, en el caso de referirse al entor- no universitario, o por ser materia de la reflexión típicamente universitaria, y más aún de las disci- plinas que se ocupan de la comunicación. El referente institucional se ha movido en tres áreas también concéntricas con relación a la pro- ximidad al individuo: el entorno inmediato de pro- fesores y asignaturas concretas, la Facultad en general y sus planes de estudios, y el entorno político y legislativo referente a la vida universita- ria. La presencia de estos temas es casi irrele- vante, pese a coincidir la recogida de material con los acontecimientos que giraron en torno a la nueva Ley de Ordenación Universitaria. En cuanto al referente social, su cuota es baja en el conjunto analizado, como ya se ha dicho, pero las frecuencias de mayor relieve tienen una distri- bución muy significativa: se podría conceder hasta un generoso 20% a los temas que competen a la participación convencional en la polis, y el resto parece ser, casi en su totalidad, reflejo de las posiciones más inerciales y acríticas con respecto a lo que sería el gran consumo mediático. En el conjunto destacan algunas curiosidades que puede valer la pena comentar. Como ya se ha anticipado, es frecuente la aparición de nombres, esa forma sígnica de la que se ha dicho que tiene referente pero no sentido. De no ser atribuible a una actuación pop, sólo el nihilismo y el sinsentido, o bien el acriticismo, sumergido en la resonancia invasiva del magma mediático, pueden llevar a un universi- tario a grabar concienzudamente Zara, Dixan, Soberano, botellón o Badajoz, etc. ¿Invocación, magia o acto automático? En cualquiera de los casos sí debe haber un sentido para tales manifestaciones desde el punto de vista de la configuración de una identidad colectiva. Ya se ha aludido a la posible conexión aburrimiento- magma mediático-acriticismo, que parece oca- sionar una evacuación de la identidad universi- taria esperada. También llama la atención el uso del idioma inglés en un entorno en el que no es el idioma habitual. De nuevo un reflejo de las contradiciones de la cultura popular ya comentadas: la pintada “All the power to the people” no resulta verosímil ni con- vincente para receptores no anglófonos, como son los de un aula de Ciencias de la Información de la UCM, y firmada a la vez con la estrella de cinco puntas, la hoz y el martillo y la A del anar- quismo. Es difícil encontrar mejor ejemplificación del automatismo con que surgen unas formas de “pensamiento” prediseñadas, espectacularizadas y vulgarizadas como plasmación de un posmoder- nismo sin metanarración y ecléctico, a la vez que despistado. También podría indicar un reflejo de la última adolescencia y tener por tanto carácter iniciático: como los niños frente a los turistas, uno se escucha en otro idioma y así se inicia en otro mundo, el público, el espacio amplio que abarca lo extranjero, tal vez un mundo grande en el que el inglés es poder. De esa manera se intenta ser algo más que el nativo, o se es más adulto. El único posible desajuste es que se trata de universitarios. Y tratándose de ellos, tampoco habría que olvidar el matiz de imperialismo cultu- ral dócilmente aceptado. Tal como se ha insistido, planea sobre las expresiones analizadas la explicación del narci- sismo, del que parece que sería deseable salir (condenable, por tanto), y la del aburrimiento. ¿O se cae en el narcisismo autista por aburri- miento? En ese caso se tendería a disculpar el aburrimiento por una inadecuación de las estructuras universitarias y de sus prácticas a veces poco estimulantes. Pero en ese caso ¿de quién es la responsabilidad? De acuerdo con el carácter de síntoma que se ha otorgado a los materiales estudiados, baste con haber puesto de relieve algunos detalles y algunos interrogantes, dejando para otras instan- cias, momento o lugar, el profundizar en nuevas posibles explicaciones, el indagar las posibles causas inmediatas, o el confirmar si esas causas son las genéricas anteriormente comentadas. El contraste entre Facultades resulta aproximati- vamente válido si se comparan los resultados de Ciencias de la Información con los de Bellas Artes. En cuanto a la Facultad de Físicas, el reducido número de unidades útiles recogidas no hacen significativas las frecuencias relativas. Para los dos primeros casos se puede observar la preeminencia de lo individual en Bellas Artes, a primera vista esperable de esa tipología de estu- dios. Sin embargo sorprende una aparente mayor sensibilidad que en Ciencias de la Información a los sucesos externos, como la reacción a la LOU y a los temas de política general. El repaso porme- norizado de los datos de la Tabla 2 puede generar otras consideraciones curiosas o sugerentes. En las páginas siguientes se presenta una selec- ción del material recogido, reproducido casi siempre a un tamaño aproximado al natural, que sigue el mismo esquema que este breve comentario. Cada apartado lleva una introduc- ción en la que se hacen las consideraciones específicas que han parecido más oportunas, no sólo como posible explicación de los hechos sino como orientación para estudios más deta- llados si hubiere lugar. De otra selección y otra clasificación, claramente posibilitadas por el material, se hubieran seguido otros discursos y otro retrato de grupo, aunque probablemente dentro de la tónica general pro- puesta por esta fotografía parcial pero real. La observación detenida de las imágenes ofrecidas sin duda complementará esta breve introducción a la identidad universitaria de sobremesa. CCI: EL REFERENTE INDIVIDUAL El objetivo primario al que parecen orientarse estas manifestaciones plásticas es la expresión del yo. Aparecen agrupadas como símbolos, fantasías, figuras y textos. La expresión del yo, sin otra referencia exterior, parece ser el objeto de las representaciones de tipo simbólico, de objetos (muchas flores y estre- llas), pictogramas crípticos, alusiones al mal o a la muerte. Todos estos signos dispersos sobre las mesas parecen un caos informe, pero sometidos al orden analítico y expositivo se manifiestan como signos eso- téricos, como cuadros abstractos, como pintura ultramoderna, como claves mágicas, como iconos de civi- lizaciones olvidadas, fetiches. Son como indicios antropológicos de una raza que pasa cinco años en un espacio y deja su estrato. Son restos de una región del alma que no llega a invadir la monotonía diaria, ni siquiera el gas penetrante y difuso de la publicidad, aunque muchas veces se exprese automáticamente con su lenguaje prestado. Las fantasías clasifican imágenes de un universo onírico, sin concreción, dibu- jos automáticos, “de teléfono”, a veces algo más objetivadas como en los motivos referentes al sexo. Otro campo privilegiado de expresión personal, más concretizado, es la figuración de animales o de humanos. En ella es donde preferentemente se exhibe la habilidad para el dibujo, o la afición por la imagen en sí como expresión de intereses artísticos, pero también los contenidos eróticos inherentes a la representa- ción del cuerpo. Aparecen aquí los dibujos del experto como exhibición, los del desmañado como obse- sión, el feísmo como rebelión o como superación de una frustrante inhabilidad. El rostro resulta ser un lugar expresivo de preferencia, desde la formulación típicamente infantil y esquemática, hasta las influen- cias y filtraciones de estilos de historieta. Por fin, los textos seleccionados remiten a apelaciones directas, a estéticas y códigos de la pintada, a citas asumidas como propias, a desfogues coyunturales, a marcas de la propia presencia. Si en la figura destacan los rostros, en los textos dominan los nombres: los propios como invocación mágica, o como firma y afirmación especular, los ajenos como devoción amo- rosa o como pulsión extraviada, y los topónimos como reivindicación del origen. Autorreferencias que per- manecen dentro de un mundo en que los sucesos exteriores a él parecen no tener tanta solidez. SÍMBOLOS FANTASÍAS FIGURAS TEXTOS CCI: EL REFERENTE INSTITUCIONAL Es el sector menos representado en el conjunto de imágenes recogidas, pero la ausencia puede ser igual- mente significativa. Los universitarios que hasta ahora cursaban CCI permanecían durante cinco años den- tro de una estructura muy concreta y supuestamente determinante. Mucho tiempo en teoría dedicado a la reflexión sobre temas que hipotéticamente habrían de ser luego objeto de un ejercicio profesional. Sin embargo el reflejo de esta circunstancia en las imágenes recogidas es mínimo. Por una parte sería inter- pretable como una situación convencionalmente positiva, de calma, de ausencia de conflicto, y debiera ser reconfortante que ni la estructura general ni algunas de sus partes relevantes, los profesores, sean objeto de mayores atenciones. Por otra sería interpretable como un gran desinterés. Que esta situación, crucial para el destino individual y de la sociedad no sea objeto de expresión puede significar que no ha penetrado en la esfera de los intereses personales, tan abrumadoramente expresado en las imágenes anteriores. Los objetivos de la estructura de la que los universitarios mismos forman parte parecerían serles ajenos y no formar parte de su identidad. Sin embargo en la época de recogida de las imágenes estaban sobre la mesa temas de trascendencia para los universitarios y para la sociedad, como la Ley de Ordenación Universitaria y la modificación del Plan de Estudios de CCI. Tampoco estos temas obtienen demasiada atención. CCI: EL REFERENTE SOCIAL Entre los objetivos de los estudios universitarios sería lógico admitir un flujo constante entre la reflexión académica acumulada y su aplicación y adaptación a las nuevas entradas y situaciones que constante- mente se renuevan en la sociedad. De manera particular y más que en otras carreras, las CCI parecen relacionadas directamente con la actualidad. En esa actualidad los niveles son múltiples y de diversa jerarquía, desde los referentes geoestratégicos a las transformaciones tecnológicas, la conflictualidad regional, las evoluciones políticas, las coyunturas socioeconómicas, la imposicón de esquemas simbóli- cos, los futuros laborales, las alteraciones en las estructuras de los medios o de las industrias culturales, la gestión de los contenidos, la responsabilidad social del informador o del creador de imágenes… Por encima de estos referentes más o menos abstractos, lo que domina parece ser la alusión a los temas de mayor divulgación y vulgarización mediática. Más que apreciarse alternativas productivas se percibe la mímesis de situaciones reproductivas. Tampoco aquí la diferenciación de una identidad universitaria pare- ce remitir a atributos específicos. También aquí lo expresado es muchas veces un reflejo, sin control ni pudor, de una colonización muy implantada, de un lenguaje excesivamente común y unitario. BELLAS ARTES En Bellas Artes, una de la Facultades tomada como punto de comparación, los referentes fundamentales se estructuran de una manera similar a los de Ciencias de la información. Las diferencias son sobre todo formales e inducidas por los aspectos más conocidos de la especialidad, tales como la habilidad para la representación figurativa y el dominio del espacio, indicativo de una actividad que se expresa en su pro- pio medio y con supuesta mayor legitimidad. El soporte de expresión prevalente salta de las mesas a las taquillas y a los espacios murales interiores y exteriores, donde se aprecian fácilmente ejercicios progra- mados. Sin embargo es también percibible la gran influencia de estándares consolidados por la corriente mediática, tales como los cómics de origen japonés y el graffiti convencional. Estos aspectos formales sí resultan identificativos de un estudiante de Bellas Artes, mientras que siguen ausentes los identificadores de una reflexión típicamente universal propia de este nivel de estudios. FÍSICAS Desde otro extremo también la Facultad de Ciencias Físicas había de servir de contraste. La distribución de referentes dominantes es semejante a la de las otras Facultades, aunque la proliferación de graffiti es incomparablemente menor. No hay que esperar en ellos calidad formal, pero sí el mismo empeño en plas- mar obsesiones o tópicos, incrementado si cabe por la hostilidad del soporte: mesas de color oscuro en las que la escritura en negativo o la incisión se hacen recursos casi obligados. Este libro se acabó de imprimir en Madrid, el día 18 de octubre de 2003, a los 18 años de la creación del Departamento de Comunicación Audiovisual y Publicidad 1. Se tiraron 300 ejemplares, de los que éste hace el nº ..................