101Tendencias Sociales. Revista de Sociología, 13 (2025): 101-121 Tendencias Sociales. Revista de Sociología, 13 (2025):101-121 Facultad de Ciencias Políticas y Sociología, UNED Asociación Madrilña de Sociología, AMS Resumen: Más allá de los análisis y aproximaciones académicas al conflicto ruso-ucraniano desde la inmediatez temporal y la limitación espacial, una ampliación del marco epistemológico puede ofrecernos nuevas perspectivas para entender las claves de este proceso. En ese sentido, desde el prisma de los sistemas mundo, este artículo tiene como objetivo adentrarse en la conformación de las relaciones de las estructuras de clase entre los territorios históricos de Rusia y Ucrania en los últimos 150 años, con especial énfasis en el periodo soviético y de transición. La aplicación de conceptos y perspectivas desde este marco hace posible un enfoque alternativo sobre el origen del conflicto y sus futuros posibles desarrollos. Palabras clave: Rusia, Ucrania, sistema mundo, semiperiferia, espacio post soviético Abstract: Beyond scholar analyzes and approaches to the Russian- Ukrainian conflict from temporal immediacy and spatial limitation, an expansion of the epistemological framework can offer us new perspectives to understand the keys to this process. In that sense, from the prism of world systems, this article aims to delve into the formation of the relations of class structures between the historical territories of Russia and Ukraine in the last 150 years, with special emphasis on the Soviet and transition period. The application of concepts and perspectives from this framework makes possible an alternative approach to the origin of the conflict and its possible future developments. Key words: Russia, Ukraine, world-system, semiperiphery, post Soviet space La guerra ruso-ucraniana o un conflicto en la semiperiferia. Una breve historia sobre la integración de la estructura de clases del espacio (pos)soviético en el sistema mundo capitalista Ukrainian-Russian war or a conflict in the semiperiphery. A short story on post Soviet space class structure integration within capitalist world-system Ismael de la Villa Hervás https://orcid.org/0000-0003-0347-9873 ismadela@ucm.es Universidad Complutense de Madrid (UCM) Madrid, España Recibido: 20/10/2024 Aceptado: 28/12/2024 https://orcid.org/0000-0003-0347-9873 mailto:ismadela%40ucm.es?subject= 102 Ismael de la Villa Hervás Tendencias Sociales. Revista de Sociología, 13 (2025): 101-121 INTRODUCCIÓN La invasión de tropas rusas dentro de territorio ucraniano la madrugada del 24 de fe- brero de 2022, propiciando la guerra entre ambos Estados de manera directa y escalando lo que hasta entonces había sido un conflicto civil iniciado en 2014, por acontecimientos como la revolución del Maidán, el golpe de Estado a Viktor Yanukovich, la anexión rusa de Crimea y la secesión unilateral de las autoproclamadas Repúblicas Populares de Donetsk y Lugansk, reconocidas por Rusia un día antes del inicio de la ofensiva1 . Este conflicto ha implicado indirectamente a otros actores, como Bielorrusia (a nivel logístico) o la Unión Europea y la Organización del Tratado del Atlántico Norte (mediante financiación, suministro de armamen- to de corto y medio alcance, instrucción del personal militar). En sí, ha supuesto un punto de inflexión a nivel global, tanto en la política interna como externa de todos los Estados. Fuera de ellos, por cómo ha modificado el balance de alianzas y correlaciones que se venían dando en el sistema internacional, al propiciar nuevas que eran impensables hace años y reforzando algunas que ya se venían dando como tendencia (Siddi, 2022; Liu y Shu, 2023; Niyitunga y Adunimay, 2023). Dentro de los mismos, por cómo las dimensiones del conflicto han altera- do mercados financieros, cadenas de suministro en la escala internacional, aprovisionamiento energético y flujos migratorios, entre otras (Kuzemko et al, 2022; Lloyd y Sirkeci, 2022). Esto ha traído consigo la asunción de nuevas estrategias por parte de los gobiernos nacionales en políticas públicas y presupuestos para poder afrontar este nuevo escenario en lo que se refiere a las consecuencias de la inflación, las alteraciones en el crecimiento económico, las moviliza- ciones sociales derivadas de estas, censura de medios de comunicación2 , integración en nuevas organizaciones supranacionales3 , etc. Además de por la relevancia de estas consecuencias, este conflicto bélico extendido a múltiples dimensiones ha alcanzado un nivel de consideración política, mediática y académica muy superior a otras guerras recientes de también gran trascendencia, como las de Yugoslavia, Afganistán, Irak y Siria. Este marco es el que ha propiciado que, más allá de los análisis y co- berturas desde los medios de comunicación, este conflicto se haya abordado en gran medida desde distintas disciplinas y perspectivas de las ciencias sociales, como la economía política, con respecto a los riesgos y reconfiguraciones de las cadenas de valor global con respecto a la producción y el consumo en masa (Jagtap et al, 2022; Ngoc et al, 2022; Srai et al, 2023); las relaciones internacionales, a la hora de aplicar modelos geopolíticos realistas e idealistas más clásicos o críticos para explicar el desarrollo de la guerra (Henrikson, 2022; Moisio, 2022; Agnew, 2023; Beal, 2023), y la ciencia política y la sociología, a la hora de analizar el papel 1  Además de estas dos, cuyos referéndums salieron adelante en mayo del 2014, surgieron otras autoproclamadas repúbli- cas populares como las de Járkov y Odessa que no llegaron a prosperar ante la respuesta de grupos pro Maidán, parami- litares y cuerpos de seguridad del Estado ucraniano desplegadas en los respectivos oblast. 2  Entre ellos, el veto de emisión y radiodifusión de cuatro medios rusos en territorio europeo por parte del Consejo de la Unión Europea el 17 de mayo de 2024 y de 81 europeos en territorio ruso por parte del Ministerio de Exteriores de la Federación Rusa el 25 de junio de 2024. 3  Por ejemplo, la adhesión de Finlandia y Suecia a la Organización del Tratado del Atlántico Norte el 3 de abril de 2023 y el 7 de marzo de 2024 respectivamente. Además, en el plano económico y comercial, podría destacarse la ampliación del grupo BRICS a 11 miembros con la adhesión de Arabia Saudí, Irán, Emiratos Árabes Unidos, Etiopía y Egipto el 1 de enero de 2024. 103 La guerra ruso-ucraniana o un conflicto en la semiperiferia. Una breve historia sobre la integración de la estructura de clases del espacio (pos)soviético en el sistema mundo capitalista Tendencias Sociales. Revista de Sociología, 13 (2025):101-121 y las posiciones de distintos Estados a nivel intercontinental con respecto al conflicto (Stae- ger, 2023; Brosig y Verma, 2024; Carrión-Vivar et al, 2024). Aún con toda esta pluralidad de aproximaciones desde el ámbito académico, todas ellas, en buena medida, se limitan en dos elementos comunes. Por un lado, la inmediatez a través del escaso periodo temporal que abarcan. La mayoría se centra, fundamentalmente, en los dos años y medio de desarrollo del conflicto directo, dejando atrás toda la base histórica que genera las condiciones del estallido del mismo. Si bien en la mayoría se introducen algunos antecedentes, estos no van allá de me- ros comentarios sin profundización ni cohesión temporal alguna. Por otro lado, también en el plano espacial, encontramos una acotación muy marcada del conflicto. Pese a tratarse desde disciplinas muy diversas, como las previamente mencionadas, de manera generalizada hasta el día de hoy, la mayoría de los trabajos toman como referencia el marco del Estado-nación, dejando a un lado otras escalas como la local, regional y global. Teniendo en cuenta estos antecedentes, este artículo busca añadir una nueva perspec- tiva y dimensión sobre el conflicto ruso-ucraniano. Más allá de plantear un conocimiento de las distintas aristas y expresiones en el plano político y social de la guerra, el texto tratará de aportar una serie de elementos explicativos y comprensivos para determinar cómo fue posible el estallido de esta en febrero de 2022. Para ello, desde un marco histórico-sociológico, se bus- cará analizar las estructuras de clase y las relaciones que las conforman a través del espacio y el tiempo en Estados, así como por su integración y reubicación dentro del sistema mundo, como una de las variables apenas abordada y que puede arrojar luz sobre una importante parte de los antagonismos y procesos, ya no sólo para entender el contexto actual, sino en el largo plazo en el que se enmarca. Es decir, ante todo, este artículo no pretende tanto un análisis sociológico del devenir del conflicto, como sí proveer el desarrollo de un marco de antecedentes que sirva como base para la explicación desde otros prismas heterodoxos. Bajo este objetivo principal, el trabajo se divide en tres apartados. En primer lugar, de manera sintética, se esbozan las categorías ontológicas y epistemológicas del marco teórico de la corriente histórico-sociológica de los sistemas mundiales como guía principal para el análisis, tanto de manera general, a través de la exposición de sus herramientas, como de manera particu- lar, detallando algunos de los enfoques más extendidos de esta corriente para el caso del espacio soviético. Tras esto, se aborda la reconfiguración del rol del Imperio zarista ruso y el territorio histórico reciente ucraniano, con la integración de la Unión Soviética en la economía-mundo capitalista y lo que esto supuso desde 1917 hasta 1991 a la hora de dar pie a unas relaciones sociales y de poder concretas. A partir de estas últimas, en el tercer apartado, se analiza cómo los nuevos Estados que transitaron tras la desintegración, junto con los distintos intereses, con- flictos y alianzas de sus grupos sociales propiciaron un contexto de movimientos antisistémicos, revoluciones de colores, prácticas coercitivas y conflictos interclasistas. Además, de manera limitada, se recogen una serie de axiomas para comprender el conflicto y sus derivadas en la actualidad, de forma que las categorías y el contenido extraído en los anteriores apartados sean útiles para construir una hipótesis alternativa, de cara a pensar de manera crítica y estructural el proceso histórico que ha posibilitado el desenlace y su continuación en el largo plazo. 104 Ismael de la Villa Hervás Tendencias Sociales. Revista de Sociología, 13 (2025): 101-121 El espacio (pos) soviético en el sistema mundo: un camino entre la periferia y la semiperiferia En términos generales, es ampliamente conocido el axioma troncal del centro-perife- ria por parte de la corriente histórico-sociológica de los sistemas mundo. Esta se modela no sólo tomando prestado el concepto por parte de los dependentistas latinoamericanos de la CEPAL (Prebisch, 1981; Cardoso, 1982), sino aplicándolo y reorientando, en el marco de las contribuciones de la matematización de los ciclos de Kondratieff, la perspectiva de la teoría política gramsciana; la concepción racionalista del capitalismo por parte de Weber; la teoría del valor-trabajo de Marx, tanto en su dimensión formal como a nivel concreto con respecto al planteamiento sobre los procesos de acumulación, y, entre otros, también el concepto de inno- vación capitalista de Schumpeter. Dentro de este desarrollo particular que se hace, de manera dialéctica, se elabora el concepto de semiperiferia. Su auge histórico concreto se ha centrado, sobre todo, dentro de la economía-mundo capitalista. No obstante, se ha podido discutir cómo este espacio ha sido un continuo histórico en otros sistemas mundiales previos de carácter redistributivo y no necesariamente basados en la generación de excedente, como ocurre en la economía-mundo (Friedman y Rowlands, 1977; Chase-Dunn, 1988). Aunque, de manera particular, el desarrollo de la semiperiferia en este último sistema histórico se vea intensificado como forma de arrastrar en tiempo y espacio las fuertes contradicciones y antagonismos que se generan en él (Worth y Moore, 2009), en toda la historia de las civilizaciones la semiperiferia se habría caracterizado, principalmente, por la mezcla de actividades productivas más dife- renciadas dentro de la división del trabajo; la de sus formas de organización social; la propia posición espacial intermedia en la dialéctica centro-periferia, y la presencia de instituciones políticas mixtas (Wallerstein, 1976). De manera mucho más particular, se ha podido observar el papel de estas semiperiferias en la economía-mundo capitalista a través del mantenimiento de determinadas cadenas de valor global para no caer a la periferia (Radice, 2009); la posición intermedia en la jerarquía de distribución global de masa salarial, rentas de capital y excedente (Arrighi y Drangel, 1986); el gran potencial de movilidad que tiene la semiperiferia entre am- bos polos en los ciclos largos (Nemeth y Smith, 1985; Mahutga y Smith, 2011), y, sobre todo, su capacidad de producir innovaciones tecnocientíficas e institucionales como superación de las contradicciones espaciotemporales (Mordue and Sweeney, 2020). No obstante, estas inno- vaciones también pueden suponer un desafío antisistémico para el propio centro del sistema mundo, cuestionando su hegemonía en base a los distintos movimientos y competencias que surjan (Terlouw, 2002). Es, precisamente, esta condición de gran concentración de cambio so- cial de las semiperiferias la que hace que, de cara a su estabilidad, tengan que adoptar formas y estructuras políticas de gran variabilidad en el corto plazo, bien sea para cuestionar al propio centro y superarlo, mantener su relación de subordinación con este o establecer nuevas relacio- nes con la periferia para intentar mejorar su posición a costa de esta. Si nos centramos en el caso particular del espacio (pos)soviético, tanto en el periodo prerrevolucionario como contemporáneo, la cuestión principal y más debatida, no sólo desde el marco teórico en el que nos movemos, es hasta qué punto se constituyó una producción y reproducción social alternativa al capitalismo, o si simplemente se dio una adaptación a él. Este es, incluso, un debate que ya se habría producido en la Rusia zarista por parte de las van- 105 La guerra ruso-ucraniana o un conflicto en la semiperiferia. Una breve historia sobre la integración de la estructura de clases del espacio (pos)soviético en el sistema mundo capitalista Tendencias Sociales. Revista de Sociología, 13 (2025):101-121 guardias intelectuales de las distintas facciones del Partido Obrero Socialdemócrata de Rusia, desde un enfoque sistémico y estructuralista de facto, pese a tratarse de una corriente de aná- lisis muy posterior a su tiempo (Chase-Dunn, 1988; Dzarasov y Gritsenko, 2020). Surgieron discusiones estratégicas, a través de conceptos como los del desarrollo desigual y combinado de Trotsky, que ya asumían la concepción del capitalismo como sistema histórico y no como modo de producción. El debate entre las posiciones de mencheviques, que afirmaban la nece- sidad de una primera revolución democrático-liberal por parte de la gran burguesía; de narod- niki o populistas, que sostenían la imposibilidad de tal etapa intermedia por las condiciones subjetivas de la débil burguesía nacional, y de bolcheviques, quienes evolucionaron, desde febrero a octubre de 1917, de una posición que defendía la inclusión de la pequeña burguesía, soldados y campesinos en los soviets a un planteamiento similar al de los populistas, ya aven- turaba una mayor dimensión que la de un mero modo de producción acotado discretamente. La convivencia en tiempo y espacio de distintas etapas de desarrollo a escala global puso de manifiesto la condición de posibilidad de construir un Estado socialista. El desfase entre las condiciones subjetivas y objetivas, la diferenciación de la ‘guerra de movimientos’ y la ‘gue- rra de posiciones’, según la relación entre ambas (Gramsci, 1998; Anderson, 2018), o lo que luego más adelante se denominó como ‘ventaja del atraso’ de la semiperiferia (Gershenkron, 1962), ya asumían indirectamente que el Imperio Ruso y sus colonias internas (Turkestán, Transcaucasia) ocupaban tal posición. Aún a pesar del consenso generalizado sobre la condi- ción semiperiférica en el marco de los sistemas mundo, el carácter capitalista o no de todo el espacio (pos)soviético en todo este tiempo sigue sin estar resuelto. En ese sentido, podríamos diferenciar hasta tres tesis. La primera de todas afirma el carácter capitalista de esta región, precisamente por su papel semiperiférico (Arrighi, 1990; Chase-Dunn, 2013). El socialismo, como estrategia para el desarrollo periférico en la economía-mundo capitalista, habría servido como motor ideológico para impulsar la estrategia de semidesconexión sistémica (no entrada de capitales del centro, fijación artificial de precios para el consumo), a la vez que generaba una acumulación capitalista de forma interna (movilización de fuerza de trabajo en el campo, de recursos con las tierras y las nuevas infraestructuras) que evitaba que el plusvalor produci- do en su territorio se transfiriese al centro, pero sin tampoco poder acceder a una integración en él. En el segundo caso, aunque menos respaldada (Szymanski, 1982), podemos ver la tesis del ascenso de un nuevo sistema-mundo socialista a través de nuevas formas de organizar la producción y el poder al margen del intercambio desigual (distinta lógica de la división in- ternacional del trabajo a través de la COMECON, monopolio de los medios de producción, etc.). La tercera, que, si bien no es tan ampliamente apoyada como la primera, lo es más que la segunda (Bradshaw y Lynn, 1994), sostiene el acierto de estas y, por ello, entiende que se dio una síntesis, haciendo que el espacio soviético se desarrollara socialmente de manera in- tersistémica, acomodando su papel en la economía-mundo capitalista, pero promoviendo a su vez nuevas estructuras históricas a escala global. Es decir, si bien la semiperiferia a lo largo de los siglos se ha caracterizado por optar por el camino de la lucha contra la exclusión o el de la lucha contra la explotación (Arrighi, 1990), la Unión Soviética habría sido capaz de combinar ambas estrategias ante la imposibilidad de superar al centro hegemonizado por Estados Unidos desde finales del siglo XIX. Además de por esta estrategia competitiva, siendo este uno de los puntos claves para 106 Ismael de la Villa Hervás Tendencias Sociales. Revista de Sociología, 13 (2025): 101-121 entender el conflicto ruso-ucraniano a día hoy, existen otras dos facetas que caracterizaban y caracterizan este espacio como semiperiférico. Se trata de la existencia de unas élites políticas nacionales que tienen más control sobre las estructuras sociales del territorio que las élites transnacionales, y una periferia interna que es explotada por un centro que es también interno. La una no se puede entender sin la otra, ya que las innovaciones políticas y administrativas de los Estados socialistas fueron las que evitaron su periferialización, posibilitando el monopolio de la subordinación de las periferias internas a la dirección de las élites nacionales (Babones, 2013). Concretamente, en este caso en el que nos centramos, estas jerarquías, tanto internas como externas tras 1991, no habrían variado tanto a lo largo de los ciclos de estos últimos cien años (Dzarasov, 2011). En ese sentido, considerando las variables económicas, políticas y sociales que caracterizaban a cada una de las 15 repúblicas de la Unión Soviética (Bradshaw y Lynn, 1994), se podría diferenciar un centro compuesto por el Báltico y la Rusia occidental, una periferia fuerte en el Cáucaso sur, Moldavia y el norte de Kazajistán, así como una perife- ria mucho más débil en el oriente ruso y en el Cáucaso norte. Atendiendo precisamente a las tendencias de esta jerarquía, se entiende que los Estados bálticos siguen buscando esa consoli- dación en el centro de la economía-mundo, con su integración con la UE y la OTAN; Rusia, el mantenerse como semiperiferia fuerte; Asia Central, como periferia dependiente, y Armenia, Azerbaiyán y Georgia hacerlo como semiperiferias independientes. En este contexto, además, quedarían por determinar otros dos actores: Bielorrusia y Ucrania. La primera, desde 1994, a través de la integración en estructuras políticas regionales promovidas por Rusia (Estado de la Unión, Unión Comunidad Económica Euroasiática, Organización del Tratado de Seguridad Colectiva, etc.) ha experimentado una consolidación mediante su mayor conexión con los con- glomerados del occidente eslavo. Mientras, en el caso de Ucrania, el equilibrio entre la disputa por la mayor conexión con el centro de la economía-mundo, frente al mantenimiento de la integración en la semiperiferia ha dado como resultado su coyuntura regional en las últimas tres décadas. El auge soviético desde la periferia: consenso entre élites rusas y ucranianas en el ciclo de acumulación Aunque siguiendo las narrativas más extendidas sobre el occidentalismo/orientalismo, de manera generalizada, se haya concebido históricamente al Imperio ruso (en el cual estaba integrada el territorio contemporáneo ucraniano hasta Odessa tras la Sexta Guerra Ruso-Oto- mana) como un territorio atrasado a nivel económico, político y cultural del resto de la Europa occidental, la realidad histórica concreta apunta a todo lo contrario (Kagarlitsky, 2011; Dzara- sov y Gritsenko, 2020). Para poder entender este proceso al completo en estos territorios, así como su correlato en la configuración de la estructura de clases, es necesario tener en cuenta dos hechos que transcurren desde el siglo XVII hasta el final de la Guerra de Crimea en 1856. El vertiginoso crecimiento productivo y de acumulación de capital a lo largo de la econo- mía-mundo, con el auge de Gran Bretaña como potencia hegemónica a finales del siglo XVII, hizo necesaria una reconfiguración en la división internacional del trabajo, que trajo consigo la ola de la segunda servidumbre a Europa del Este de cara a proveer de bienes de consumo baratos, especialmente cereales y otras materias primas, para las colonias. El Zarato de Moscú 107 La guerra ruso-ucraniana o un conflicto en la semiperiferia. Una breve historia sobre la integración de la estructura de clases del espacio (pos)soviético en el sistema mundo capitalista Tendencias Sociales. Revista de Sociología, 13 (2025):101-121 intentó llevar a cabo una estrategia para aprovechar este contexto, como periferia comercial del capital de Gran Bretaña y periferia financiera de los Países Bajos: la expansión territorial más allá de los Urales, mediante la organización de la colonización por parte de grandes burgueses pertenecientes a la nobleza, como los Stroganov, que condujeron las expediciones (Matveev, 2002). Sin embargo, esta expansión tocó de lleno a los territorios del sur y del sureste de la llamada Malorossiya o ‘Pequeña Rusia’, ya que algunas comunidades de cosacos, como las del Don y Zaporizhia, que aseguraban una defensa militar en los límites fronterizos de los territorios del zar, tuvieron que desplazarse a estas nuevas colonias. Puesto que su función era doble, no sólo militarmente sino económicamente, al practicar la agricultura bajo formas de propiedad comunales al margen de la servidumbre, el zarato, primeramente, y el imperio, después, tuvieron que intervenir, ante la ausencia de una pequeña y gran burguesía nacional capaces de expandir la mercantilización a este nuevo nicho. A lo largo del siglo XVIII se puso en práctica el fortalecimiento de la servidumbre en estos territorios, a través de la movilización de fuerza de trabajo de otras regiones (pequeños Estados alemanes, Polonia, reinos bálticos...) y con el reparto de más tierras para los grandes terratenientes, que vieron reforzado su poder aun a pesar de una fuerte presencia de los cosacos (Gordiev, 2013). No obstante, el escenario sobrevenido supuso un cambio cualitativo sustancial dentro de estas formaciones sociales. No en un sentido contrario, ni mucho menos, pero sí a la hora de intensificarse. La extensión de esta segunda servidumbre a lo largo de los imperios de centro, y de periferia como en el caso ruso, frenó el proceso de acumulación al limitar la capacidad de consumo y de circulación de mercancías. Ante una progresiva retirada del capital extranjero británico de Rusia occidental, Nicolás I decidió llevar a cabo una política proteccionista, que terminó derivando en el enfren- tamiento indirecto con el que había sido su principal aliado a través de la Guerra de Crimea contra el Imperio Otomano. Ante esto, Alejandro II se vio ante el desafío de promover una política que diera unas relaciones productivas adaptadas a esta coyuntura nacional y que, ade- más, generara una reserva de fuerza de trabajo libre asalariada para la concentrada e incipiente actividad industrial localizada en San Petersburgo, Moscú y los Urales (Volvenko, 2022). Con ello, el decreto para la abolición de la segunda servidumbre se produjo en 1861, sobre todo en el plano formal. En el plano concreto, esta se dio sobre todo en el norte del imperio, donde los terratenientes de las tierras menos fértiles pusieron menos complicaciones a los campesinos, la mayoría agrupados en comunas, para abonar lo que se había tasado por ellos y, en algunos casos, por las tierras a las que optaron. Mientras, en Malorossiya, los terratenientes de las de- nominadas como tierras negras o chernozem, las tierras más fértiles, dificultaron este proceso, perpetuando de facto la servidumbre como pago para la libertad y la titulación de tierras, que, en la mayoría de los casos, resultó en la obtención de pequeñas parcelas a nivel no comunita- rio sino individual. En ese sentido, este proceso reforzó el poder económico de la burguesía terrateniente del sureste. Mientras tanto, al noroeste, a partir de 1848, en la Rutenia-Galicia perteneciente al Imperio Austrohúngaro, comenzó a emerger una pequeña y mediana burguesía agraria. Esta última fue promovida política y culturalmente como nacionalidad en el parlamen- to de Cisleithania como contrapeso a las ambiciones independentistas polacas (Schulze y Wolf, 2012). La pequeña, por su parte, resultó de una abolición mucho más relevante de la servidum- bre, eliminando la práctica de la corvea por parte de los campesinos hacia los terratenientes, así como con la concesión de una mayor igualdad jurídica con el resto de las clases terratenientes. 108 Ismael de la Villa Hervás Tendencias Sociales. Revista de Sociología, 13 (2025): 101-121 Esta alianza de las grandes burguesías agrarias desde las cuencas del Mar Negro hasta Kiev sufriría un claro punto de inflexión entre 1905, primeramente, y 1917, de manera defi- nitiva. Las movilizaciones populares de 1905 de distintos sectores sociales urbanos, no sólo proletariado industrial, sino también ejército raso, clérigos y pequeña burguesía, supusieron la intensificaron de la represión por parte de la autocracia de San Petersburgo. La periferializa- ción del Imperio Ruso era cada vez más vertiginosa, a medida que su hasta entonces principal aliado, Gran Bretaña, se había visto superado en la economía-mundo por parte de Estados Unidos. El desarrollo relativo y dependiente, a través del Estado, mediante importaciones de tecnología con el pago de divisas extranjeras fuertes a través de las exportaciones de grano y materias primas, en menor medida, se vio quebrado por el grado de endeudamiento en la in- versión en infraestructuras para la industrialización, así como para la movilización durante la guerra rusojaponesa (Kagarlitsky, 2021). Para evitar cualquier revolución de carácter democrá- tico-liberal, la represión se extendió no sólo a las masas trabajadoras cada vez más explotadas ante la fallida industrialización, la liberalización del suelo agrícola y la necesidad de mantener la recaudación por parte del Estado zarista, sino también a las burguesías regionales en las que se pudieran apoyar. Aunque esto implicó la limitación y censura de la recientemente nacida cultura ucraniana, sus élites políticas y económicas siguieron siendo leales a San Petersburgo. No obstante, octubre de 1917 cambió los intereses de las élites ucranianas, ante el escenario de cambio de correlación de fuerzas que se avecinaba. La proclamación de la Rada Central de Ucrania, que no planteó en principió la secesión de la Rusia blanca, sucedió apenas unos meses después, ya en 1918, a la República Popular de Ucrania y al Hetmanato, llegando a incorpo- rar territorios más allá de la cuenca del Don, que incluía hasta el actual Kuban ruso (Buzina, 2016). Este actor político fue, de facto, un Estado autoritario bajo el mandato de Skoropadski, manteniendo a este territorio como periferia de una Alemania que acaba de acordar con el go- bierno bolchevique la paz de Brest-Litovsk en el mismo año. El mantenimiento como periferia de Alemania y otras potencias extranjeras que intervinieron en la guerra era fundamental, no sólo por las importaciones baratas de cereales para mantener a la baja los salarios y la inflación en un contexto de crisis sistémica, sino también a nivel de sus propios capitales, tal y como ocurría en el Donbass, donde para el año 1914 el 70% de los capitales procedían de fuera del imperio (Galin, 2015: 166). El reconocimiento de la nacionalidad ucraniana de la hasta entonces Malorossiya, el cual nunca se había dado en el Imperio Ruso, se planteó por los bolcheviques en términos onto- lógicos, por la condición subdesarrollada y subordinada a los intereses de la gran burguesía de la Rusia occidental y la voluntad manifiesta de los ucranianos de ser reconocidos 4 como tal aún de manera unificada con el resto de los territorios del antiguo imperio (Lenin, 2022 [1919]), y, además, en términos políticos, por la necesidad de recabar apoyos entre otras nacionalidades oprimidas, como los kirguizos, armenios, bashkires, yakutos, buriatos, tártaros, turcomanos, daguestaníes, etc. De este modo, una vez finalizada la guerra civil, un año después, en 1922, se ratificó el reconocimiento de la República Soviética Socialista Soviética de Ucrania (RSSU), 4  Son múltiples los casos de bolcheviques y/o altos rangos del Ejército Rojo durante la Guerra Civil Rusa que procedían de otras nacionalidades al margen de la propia rusa como los casos Zinoviev de Ucrania; Chapayev de Tartaristán; Ainí de Tayikistán; Frunzé de Kirguistán; Majachkalá de Daguestán, Mikoyán de Armenia, etc. 109 La guerra ruso-ucraniana o un conflicto en la semiperiferia. Una breve historia sobre la integración de la estructura de clases del espacio (pos)soviético en el sistema mundo capitalista Tendencias Sociales. Revista de Sociología, 13 (2025):101-121 federada dentro del territorio de la Unión Soviética. Aunque esta forma de reparto de poder territorial descentralizaba las competencias en agricultura, educación, sanidad y asuntos inter- nos, no fue suficiente para muchos bolcheviques ucranianos, que querían ir más allá incluso del espíritu antiimperialista y de libre unión de los pueblos soviéticos encarnado por el derecho de autodeterminación propuesto por Lenin y recogido en la constitución de 1924. Este fue uno de los mecanismos para la integración de la Ucrania soviética en la estructura política del nacien- te Estado-nación moderno semiperiférico, que dejaba progresivamente atrás las relaciones de intercambio desigual con el centro. Sin embargo, este no fue el elemento de más trascendencia en comparación a otros que se llevaron a cabo. De entre los más importantes, habría que destacar, sobre todo, el proceso de la denominada indigenización o korenizatsiya como política de Stalin en respuesta a las propuestas más centrípetas de las élites regionales del partido. Con ello, lejos de seguir la polí- tica de rusificación homogeneizadora zarista, se apostó por impulsar las lenguas y culturas de las naciones dentro del territorio soviético, tanto en las élites como entre el proletariado rural y urbano (Baberovsky y Kapunovskoy, 2006; Tufanov, 2017). De este modo, al equiparar el estatus del ruso con el ucraniano, que, hasta entonces, era minoritario y reducido a los peque- ños núcleos rurales, al convertirlo en la lengua de aprendizaje en todos los niveles educativos, en la lengua oficial en la administración y los centros de trabajo, se generó un sentimiento de identificación de lo local con el Estado soviético, vinculado a ese periodo de desarrollo y mo- dernización del país, que, además, contuvo en buena medida las intenciones más rupturistas de los altos cuadros del partido en Ucrania (Subtelny, 1994: 390). Igualmente, no fue menos importante el desarrollo interno productivo soviético. Si bien hubo una división regional del trabajo, no se dio de manera abrupta, sino creando una estructura policéntrica, desplazando el centro de la Rusia occidental hacia el este y el oeste, viéndose la República Socialista Soviética Ucraniana como una de las más favorecidas durante el periodo de la Nueva Política Económica de los años veinte, al ser uno de los territorios donde más se concentró la inversión de capital privado para la industrialización especialmente en Kiev, Poltava, Járkov y Chernigov (Larin, 2021[1927]). Por otro lado, aunque de manera más tardía, progresiva y no tan acentuada como comúnmente se piensa, convertir a los ucranianos de origen en la segunda nacionalidad más re- presentada en el Consejo de Ministros, el Consejo de Comisarios del Pueblo, el Comité Central y el alto mando, reforzó el consenso entre sus élites y las de Moscú (Kurilev y Degterev, 2018). Este consenso y consolidación de las relaciones entre las repúblicas de Ucrania y Ru- sia, sin embargo, cambió sustancialmente durante los años treinta y durante la guerra tras la invasión de la Alemania nazi. El hecho fundamental fue el proceso de colectivización de la producción agraria en la década de los treinta y el colaboracionismo con los invasores de 1941 a 1944. Con respecto a la primera, tuvo lugar pese a la no fijación de precios de los cereales y la exención de impuestos iniciales de la que había disfrutado los pequeños y medianos kulaks ucranianos durante la Nueva Política Económica desde 1921, como mecanismo para aliviar la presión productiva vivida durante la guerra civil. A partir de 1929 esta práctica cambió radi- calmente. La colectivización de estas tierras en forma de koljoses y sovjoses venía a poner en marcha un proceso de acumulación que se basó en el principio del intercambio desigual, pero de manera interna (Gerschenkron, 1962). Con ello, se buscó generar un excedente en la perife- ria, que, trasladado al centro, permitiría impulsar de manera decisiva la industrialización de la 110 Ismael de la Villa Hervás Tendencias Sociales. Revista de Sociología, 13 (2025): 101-121 Unión Soviética (Barsov, 1969). Esta estrategia apoyada por el Comité Central del partido, a parte del conflicto directo con los propios kulaks, supuso en un inicio un mayor subdesarrollo y menor acceso de toda la periferia agrícola del Estado (Ucrania, este de Rusia y norte de Kaza- jistán) a los bienes de consumo, debido a la devaluación de los productos agrícolas, reforzada ya de por sí por la crisis financiera de 1929 para generar ese excedente. Por otro lado, el cola- boracionismo con la Alemania nazi se dio especialmente en las recién anexionadas regiones de Lvov, Ivanovo-Franko y Ternopil, que habían formado parte de Polonia hasta que se hizo efec- tivo el pacto de Ribbentrop-Molotov dos años antes, ampliando la periferia a los territorios de Besarabia (República Soviética Socialista de Moldavia), las tres repúblicas bálticas y la región de Carelia en Finlandia. Si bien es cierto que en los territorios al este del Dniéper predominó la resistencia frente a la colaboración y las élites regionales se mantuvieron leales a Moscú (Sub- telny, 1994), la Organización de Nacionalistas Ucranianos, promovida por Bandera y Melnyk, consiguió captar parte de la aversión entre la población civil dentro de la antigua burguesía terrateniente en las regiones rurales del oeste de Ucrania más afectadas por la colectivización y la supresión de instituciones informales previas a las soviéticas. No obstante, al terminar la guerra, entre el XIX y el XX congreso del PCUS, ya a finales de la década de los cincuenta y principios de los sesenta, la alianza entre las élites dirigentes de Kiev (tras haber dejado Járkov como antigua capital) y Moscú se reforzó como nunca en la medida en que la Unión Soviética se convirtió en una semiperiferia fuerte dentro de la econo- mía-mundo. Los planes quinquenales de estas décadas se centraron en expandir las innovacio- nes y los desarrollos tecnocientíficos generados durante el proceso de acumulación y Ucrania se vio especialmente favorecida. Bajo la idea de expandir la estructura productiva policéntrica y la autosuficiencia relativa de cada república, superando las lógicas de las divisiones territo- riales del trabajo existentes hasta entonces, la RSSU vio en este periodo una consolidación de uno de los conglomerados socioeconómicos más importantes de todo el país (Ishenko et al, 1985). Esta transferencia de técnica y capital desde el centro dio pie a una conexión produc- tiva entre la nueva infraestructura energética, la metalurgia, la maquinaria pesada agrícola, de transporte y agricultura. Con respecto a la energía, en diez años, la disponibilidad de carbón, energía eléctrica y el petróleo aumentaron 2.5, 7 y 5 veces respectivamente5, concentrándose las centrales y las explotaciones en la recién cedida Crimea por parte de la República Federal Socialista Soviética de Rusia, Jerson y Chernigov. Sobre la metalurgia, se amplió e intensificó gracias a innovaciones de fundido nunca introducidas ni en Europa occidental, especialmente en Mariúpol, Dnipropetrovsk, Zaporizhia y Lugansk. Mientras, la maquinaria pesada, gracias al excedente energético y la automatización del trabajo, hizo que el desarrollo de Kramatorsk, Járkov, Donetsk, Odessa y Kiev favoreciera la aparición de infraestructuras de transporte, más servicios para la reproducción social del segundo mayor proletariado urbano de la URSS y empezara a ser de también relevancia la cualificación que adquiriera la fuerza de trabajo en la RSSU, a partir de la descentralización de instituciones de educación superior técnica que ha- bían estado más concentrados en Moscú, Leningrado y los Urales (Babenko, 2017). Es decir, la mayor expansión del centro de la URSS hacia su oeste también implicó una integración de 5  Ibid, p.367 111 La guerra ruso-ucraniana o un conflicto en la semiperiferia. Una breve historia sobre la integración de la estructura de clases del espacio (pos)soviético en el sistema mundo capitalista Tendencias Sociales. Revista de Sociología, 13 (2025):101-121 la población ucraniana en las estructuras propias de tal centro, no sólo reduciendo sus tasas de explotación, acabando con el intercambio desigual o compartiendo la innovación generada sino también dando a sus élites políticas un nuevo estatus. De este modo, se dio uno de los periodos de máxima inclusión de ucranianos de origen en las estructuras políticas de decisión centrales (Kurilev y Degterev, 2018), así como la ya mencionada cesión de Crimea, mejorando las condiciones productivas, y otras acciones como otorgar un sillón propio a la RSSU en la Asamblea General de las Naciones Unidas desde 1945, siendo la única de las quince repúblicas que lo obtuvo. Esta relación de integración fue exitosa en tanto que Moscú y el centro productivo so- viético en el este de Ucrania, parte de Bielorrusia, repúblicas bálticas, Rusia occidental, los Urales y el norte de Kazajistán, pudieron mantener una relación de intercambio desigual rela- tivo, minimizado por el control de precios y el monopolio de medios de producción, con sus periferias y con el exterior hasta la entrada del sistema-mundo en una crisis de acumulación o contracción desde principios de los setenta. En ese sentido, la Unión Soviética se vio doble- mente afectada en un problema que se retroalimentaba positivamente. El propio crecimiento extensivo, mediante la exportación de recursos energéticos, cereales y minerales al centro de la economía-mundo para importar maquinaria, generó un desarrollo y una industrialización, que, a medida que tenía que dedicar más volumen de estas exportaciones al propio mercado interno, vio limitadas progresivamente sus exportaciones. La inversión del plusvalor generado en el ciclo previo, de cara a intentar superar este rol en la división internacional del trabajo, en su lugar, se concentró fundamentalmente en innovación militar6. Si bien es cierto que esto fue importante para consolidarla como semiperiferia fuerte y potenciar las exportaciones de arma- mento a antiguas colonias periféricas inmersas en sus luchas de liberación nacional (Smith, 1993), condenaron a la URSS a no poder encontrar un camino para poder igualar la estrategia promovida por Estados Unidos con sus sanciones, deslocalización manufacturera y ruptura de la estabilidad de los acuerdos de Bretton Woods mediante la expansión del mercado financiero. En tanto que su rol en la escala global empezó a retroceder a principios de los ochenta, las es- tructuras políticas, sociales y económicas que unían a Kiev y Moscú también se transformaron. Perestroika, periferialización y punto de inflexión en 2008: dos caminos unidos y enfrentados Pese a que el proceso experimentado por la RSSU y su sociedad había sido el de un re- lativo desarrollo semiperiférico dependiente de la transferencia de renta, capital e innovación por parte del centro de la URSS en Rusia occidental, sobre todo, de cara a que la propia RSSU tuviese su centro en el conglomerado industrial, tecnológico y energético del sur y sureste para extraer el excedente del norte y el oeste, las transformaciones que empezaron a experimentar las estructuras de clase en una república y en otra fueron paralelas y similares a partir de 1985. Tras la oposición mostrada por el Comité Central para adoptar las reformas por la vía china de 6  Según el Comité Estatal de Estadística de la URSS, para la década de los ochenta, el gasto militar llegó a suponer más de la mitad del PIB. Para cifras más detalladas, consultar la publicación Narodnoe joszyaystvo SSSR v 1990 editada por el mismo organismo en 1990. 112 Ismael de la Villa Hervás Tendencias Sociales. Revista de Sociología, 13 (2025): 101-121 Yuri Andropov (1982-1983), que habrían supuesto una pérdida relativa del control producti- vo y de la planificación, pero hubieran posibilitado la entrada de una innovación en la que se había estancado el país, así como el breve mandato de Konstantin Chernenko como secretario general (1983-1985), las reformas de la perestroika se precipitaron. Más allá del principal pro- blema con respecto al suministro de bienes de consumo y de competitividad de las mercancías de origen nacional al haberse posibilitado la entrada de capital extranjero, pero manteniendo la fijación de precios establecidos, el principal cambio fue la aparición de una nueva élite política y económica que dirigiría el proceso de periferialización de las quince repúblicas durante los años noventa del siglo pasado. Dentro de esta, podríamos diferenciar tres clases (Lane, 2008; Menshikov, 2008; Gritsenko, 2019; Dzarasov y Gritsenko, 2020): la clase administrativa del Estado, la clase apropiadora y los pequeños empresarios. La primera de todas habría sido la élite del partido, capaz de aprovechar su posición en los puestos dirigentes para llevar a cabo las reformas y prácticas que posibilitaran un escenario de creación de derechos de propiedad sobre el capital del Estado. El segundo tipo se trataría también de una élite perteneciente a altos cargos dentro del Estado, no necesariamente dentro del partido, pero que, a diferencia de la anterior, poseería una alta cualificación técnica a poder explotar en un contexto mercantil. Por último, estos pequeños empresarios, habrían aprovechado las condiciones de la perestroika para llevar a cabo actividades vinculadas, al principio, a un contrabando a pequeña escala, para finalmente, en los noventa, convertirse en los tan famosos ‘oligarcas’ del espacio exsoviético (Kazantsev y Merkushev, 2008). Más allá del papel pormenorizado de cada uno de estos acto- res, lo más importante fue la conjunción y las sinergias que establecieron a la hora de acelerar la transición de la Unión Soviética de semiperiferia fuerte —en la que, pese a no ejercer una hegemonía sobre la transferencia de excedente desde la escala global como centro, sí que había podido desarrollar innovaciones hasta finales de los sesenta, poseer una capacidad coerciti- vo-militar propia de una potencia de centro y disponer de unas élites con capacidad de ejercer un control sobre el proceso de explotación y acumulación de capital interno— a una periferia en la que esta característica está ausente, empezando a tener cada vez más poder interno las élites políticas y burguesías transnacionales. Siguiendo ese acelerado proceso de periferialización de 1985 a 1991, los últimos acon- tecimientos en torno al intento de deposición de Mijaíl Gorbachov por parte del PCUS en el verano de 1991 para evitar declarar el Nuevo Tratado de la Unión. Pese a que el proceso experimentado por la URSS y su sociedad había sido el de un re- lativo desarrollo semiperiférico dependiente de la transferencia de renta, capital e innovación por parte del centro de la URSS en Rusia occidental, sobre todo, de cara a que la propia RSSU tuviese su centro en el conglomerado industrial, tecnológico y energético del sur y sureste para extraer el excedente del norte y el oeste, las transformaciones que empezaron a experimentar las estructuras de clase en una república y en otra fueron paralelas y similares a partir de 1985. Tras la oposición mostrada por el Comité Central para adoptar las reformas por la vía china de Yuri Andropov (1982-1983), que habrían supuesto una pérdida relativa del control producti- vo y de la planificación, pero hubieran posibilitado la entrada de una innovación en la que se había estancado el país, así como el breve mandato de Konstantin Chernenko como secretario general (1983-1985), las reformas de la perestroika se precipitaron. Más allá del principal pro- blema con respecto al suministro de bienes de consumo y de competitividad de las mercancías 113 La guerra ruso-ucraniana o un conflicto en la semiperiferia. Una breve historia sobre la integración de la estructura de clases del espacio (pos)soviético en el sistema mundo capitalista Tendencias Sociales. Revista de Sociología, 13 (2025):101-121 de origen nacional al haberse posibilitado la entrada de capital extranjero, pero manteniendo la fijación de precios establecidos, el principal cambio fue la aparición de una nueva élite política y económica que dirigiría el proceso de periferialización de las quince repúblicas durante los años noventa del siglo pasado. Dentro de esta, podríamos diferenciar tres clases (Lane, 2008; Menshikov, 2008; Gritsenko, 2019; Dzarasov y Gritsenko, 2020): la clase administrativa del Estado, la clase apropiadora y los pequeños empresarios. La primera de todas habría sido la élite del partido, capaz de aprovechar su posición en los puestos dirigentes para llevar a cabo las reformas y prácticas que posibilitaran un escenario de creación de derechos de propiedad sobre el capital del Estado. El segundo tipo se trataría también de una élite perteneciente a altos cargos dentro del Estado, no necesariamente dentro del partido, pero que, a diferencia de la anterior, poseería una alta cualificación técnica a poder explotar en un contexto mercantil. Por último, estos pequeños empresarios, habrían aprovechado las condiciones de la perestroika para llevar a cabo actividades vinculadas, al principio, a un contrabando a pequeña escala, para finalmente, en los noventa, convertirse en los tan famosos ‘oligarcas’ del espacio exsoviético (Kazantsev y Merkushev, 2008). Más allá del papel pormenorizado de cada uno de estos acto- res, lo más importante fue la conjunción y las sinergias que establecieron a la hora de acelerar la transición de la Unión Soviética de semiperiferia fuerte —en la que, pese a no ejercer una hegemonía sobre la transferencia de excedente desde la escala global como centro, sí que había podido desarrollar innovaciones hasta finales de los sesenta, poseer una capacidad coerciti- vo-militar propia de una potencia de centro y disponer de unas élites con capacidad de ejercer un control sobre el proceso de explotación y acumulación de capital interno— a una periferia en la que esta característica está ausente, empezando a tener cada vez más poder interno las élites políticas y burguesías transnacionales. Siguiendo ese acelerado proceso de periferialización de 1985 a 1991, los últimos aconteci- mientos en torno al intento de deposición de Mijaíl Gorbachov por parte del PCUS en el verano de 1991 para evitar declarar el Nuevo Tratado de la Unión7, sin duda pueden analizarse en clave del conflicto de élites dentro de toda semiperiferia para buscar la integración o luchar contra su subordi- nación (Arrighi, 1990). No obstante, el papel que ya había adoptado el espacio soviético en la jerar- quía de poder dentro del sistema mundo no tenía marcha atrás en el corto plazo. La ratificación del Tratado Belavezha, a finales de 1991, reafirmó la voluntad de las élites políticas pertenecientes al antiguo centro interno soviético (Bielorrusia, Rusia y Ucrania) de integrarse de manera subordinada al centro de la economía-mundo. Desde el plano jurídico, el reparto de la soberanía territorial era un paso más para poder hacer efectiva la nueva estructura de clases en la que la capacidad de agencia fuera progresivamente más ajena y acomodada a un nuevo equilibrio entre las élites nacionales y las transnacionales. A partir de entonces, a lo largo de la década de 1990, se puede identificar un proceso de reubicación en la estructura jerárquica de la escala global totalmente paralelo y de gran similitud entre la Ucrania y Rusia independiente, pese a que, en el pasado, esta hubiera sido la que marcara los ritmos de integración de la primera en la escala regional y la global. Tanto para la Rusia como para la Ucrania postsoviéticas se pueden identificar tres vecto- res que desarrollaron el conjunto de relaciones de clase a lo largo de los años noventa. Por un 7  Este tratado hubiera transformado la estructura de distribución de poder territorial interno pasando de uno más federal como el Tratado de Creación de la URSS de 1922 a uno más confederal y descentralizado. 114 Ismael de la Villa Hervás Tendencias Sociales. Revista de Sociología, 13 (2025): 101-121 lado, la acción directa de Estados Unidos en los mecanismos implementados para la transferen- cia del capital de la semiperiferia al centro, tanto a nivel intelectual, bajo figuras como Jeffrey Sachs, y a nivel de acción política, mediante asesores de Estado norteamericanos como Boris Jordan y Jonathan Hay, que guiaron desde el Comité Estatal de la Propiedad de la Federación Rusa los pasos para la liberalización bajo los mandatos de Gaidar y Chubais como binomio de gobierno durante el periodo de Yeltsin (Dzarasov, 2011). En segundo lugar, la progresiva devaluación de una fuerza de trabajo con una cualificación propia de la semiperiferia, debido al éxodo de renta generada mediante los mecanismos financieros de los Consensos de Was- hington, junto con la incapacidad de competir en los mercados globales y generar rentabilidad por parte de proveedores de insumos para industria y agricultura, haciendo que no hubiera una reinversión y esta fuerza de trabajo no se pudiera reubicar (Dzarasov y Novozhenov, 2005). Es decir, de manera abrupta, se reajustaron las relaciones de producción con el desarrollo de las fuerzas productivas, creando condiciones de reproducción social más periféricas. Por últi- mo, está el equilibrio a lograr entre las nuevas grandes burguesías surgidas en ambos países, los conocidos como oligarcas. La conjunción tan estrecha entre la clase administrativa y los mencionados pequeños empresarios surgidos en la perestroika dio lugar a estas figuras, que representaban una mayor cercanía entre el poder político y el económico con respecto al de regiones del centro. Evitar conflictos y repartir el acceso a la distribución de recursos dentro del territorio iba a ser una función fundamental en el Estado ucraniano, durante los gobiernos de Kravchuk y Kuchma, y en el de la Federación Rusa, en lo propio con Yeltsin y los primeros años de Putin, ante la emergencia de grupos/clanes y figuras como las de Akhmetov, Berezo- vsky, Gusinsky, Khodorovsky, Abramovich, etc. No obstante, en todo este proceso de perife- rialización paralelo, Rusia no dejó de ser, aunque cada vez más débil por su nueva posición en la división internacional del trabajo y su soberanía, una semiperiferia. En tanto que lo fue, intentó mantener dicha condición no llevando a cabo una relación de acumulación por apropia- ción, ya que la nueva coyuntura política y jurídica con los nuevos Estados postsoviéticos no lo facilitaba. Sin embargo, sí lo buscó mediante una acumulación por capitalización, a través de acuerdos comerciales, infraestructuras, financiación y movilidad de fuerza de trabajo mediante organizaciones de integración regional en su parte comercial, como con la Comunidad de Esta- dos Independientes y la Comunidad Económica Euroasiática, así como en la coercitivo-militar, mediante la OTSC, motivada por la búsqueda de estabilidad en la seguridad regional tras el es- tallido en 1992 de la guerra civil en Tayikistán. Con estas estructuras, Rusia fue capaz de man- tener esta relación de semiperiferia con sus periferias externas, especialmente en Asia Central, Bielorrusia y, parcialmente, en el Cáucaso. No obstante, la Ucrania cada vez más periférica y conectada al centro de la economía-mundo, aunque participó de ellas, rechazó ir más allá con la integración monetaria y militar, como sí hiciera Bielorrusia, durante el mandato de Kuchma. Pese a darse tal periferialización ucraniana, el balance mantenido por la estructura del Estado para con las nuevas grandes burguesías nacionales hizo más lento este proceso, en tanto que se daban intereses muy contrapuestos. Estos últimos son los que fueron haciendo que se fraguasen los bloques oligárquicos o clanes de las distintas regiones y los partidos políticos que los representan dentro de las instituciones. Aunque se pueden llevar a distinguir hasta seis, si se ahonda en estos vínculos (Kuzio, 2005), sobre todo destacaron tres. En primer lu- gar, está el clan de Donetsk, en el que resaltan oligarcas como Akhmetov y su conglomerado 115 La guerra ruso-ucraniana o un conflicto en la semiperiferia. Una breve historia sobre la integración de la estructura de clases del espacio (pos)soviético en el sistema mundo capitalista Tendencias Sociales. Revista de Sociología, 13 (2025):101-121 SMC, representado a través del Partido de las Regiones y liderado por el que fuera presidente Viktor Yanukovich. A su vez, el clan de Kiev y Volny, con Yeremeyev y Medvedchuk a la cabeza con los conglomerados Continuum y Privat, que están representados en los partidos Patria y Nuestra Ucrania, por parte de Timoshenko, Yuschenko y Lazarenko. En tercer lugar, el clan de Dniepropetrovsk, dividido entre el grupo Privat de Kolomoisky y el Interpipe de Pinchuk, repartidos políticamente entre Patria, Nuestra Ucrania y el Partido de las Regiones. Es, precisamente, de este último clan del que dependían los equilibrios políticos y las alter- nancias de poder en el país en el periodo de transición. Entre el clan de Donetsk, aglutinador del sector metalúrgico-industrial del este del país y el de Volny-Kiev, apoyado en las finanzas y las explotaciones agroalimentarias, el de Dniepropetrovsk hacía de bisagra, en tanto que In- terpipe actuaba en el ámbito de la construcción de gaseoductos e infraestructuras relacionadas y Private compaginaba este último con la actividad financiera (Zotkin, 2004; Kuzio, 2005). La competición en el acceso al control del sector en Dniepropetrovsk hizo que la balanza se decantara por el mantenimiento como periferia integrada en la semiperiferia rusa, mediante el proyecto del Partido de las Regiones, o se continuara el proceso de periferialización mediante el centro del sistema mundo capitalista, reforzando el papel agroexportador y de entrada de capital extranjero, siguiendo la propuesta de Nuestra Ucrania. Esta última consiguió la victoria en 2004, dejando atrás el periodo de Kuchma, quien había sido incapaz de llevar a cabo refor- mas para lograr un Estado con un mayor carácter presidencialista en el que los oligarcas no tuvieran tanto poder político (Matsievsky, 2010). No obstante, las reformas propuestas por el binomio Yuschenko-Timoshenko, tuvieron como estrategia a medio plazo apuntalar la vía de la periferialización, en clave de aumento de la recaudación fiscal a través de los gaseoductos con Rusia y la liberalización del sector industrial-metalúrgico, acabando con toda la financiación a las productoras que no fueran rentables para permitir la entrada de inversores extranjeros y compitieran con ellos. Esto, definitivamente, decantó la balanza en favor del apoyo del clan de Dniepropetrovsk por Viktor Yanukovich en las elecciones de 2010. Mientras tanto, en Rusia y a nivel global, estaban teniendo lugar cambios que frenarían e, incluso, revertirían la tendencia experimentada hasta entonces. El fin del ciclo de expansión de la acumulación en la economía-mundo que se avecinaba con la crisis financiera de 2008 y el intento de acelerar su periferialización, provocó una reacción dentro del Estado ruso. La breve guerra entre Rusia y Georgia en los territorios de Abjasia y Osetia del Sur en el verano del mismo año, posteriormente autoproclamados como independientes bajo el reconocimiento bilateral y el amparo de Rusia, daba muestra de la nueva postura adoptada por el Estado ruso para evitar tal intento de periferialización que se manifestaba militarmente, ya no sólo en el aquel año, sino cuatro años, antes con la incorporación de las tres repúblicas bálticas a la mem- bresía de la OTAN. De forma explícita, el discurso de Vladimir Putin en la Conferencia de Se- guridad de Múnich de 20078 ya anticipaba esta nueva estrategia. Durante el mismo periodo, no de manera casual, se lleva a cabo la renacionalización del sector de los hidrocarburos y el gas, especialmente mediante el control total de Rosneft y la absorción del grupo Yukos del propio oligarca Khodorkovsky, procesado, encarcelado y quien, posteriormente, acabaría dejando el 8  Disponible en https://youtu.be/hQ58Yv6kP44?si=DR6tl4KmD-owuWMF https://youtu.be/hQ58Yv6kP44?si=DR6tl4KmD-owuWMF 116 Ismael de la Villa Hervás Tendencias Sociales. Revista de Sociología, 13 (2025): 101-121 país. Además, no hay que olvidar la promoción del papel de control monetario del Banco Central y la fijación de precios y limitación de exportaciones de cereales entre 2012 y 2013 (Ministerio de Agricultura de la Federación Rusa, 2013). La actuación en este sentido dentro de sectores tan centrales en el desarrollo del país mostraba un cambio de voluntad en sus élites, de cara al mantenimiento como semiperiferia. Por el contrario, en aquel periodo, aunque la voluntad de las élites escogidas se manifes- tara en mantener la relación de integración con la semiperiferia rusa, expresado en la revisión del acuerdo de asociación con la Unión Europea; la autonomía del Estado y la debilidad de las propias élites fueron las que posibilitaron que a finales de 2013 se propiciaran las movili- zaciones y acciones del Maidán, se hiciera efectivo el golpe de Estado, catalizado en primer momento por grupos paramilitares de extrema derecha, como los de Svoboda y Pravi Sektor en el contexto urbano, y secundado por gran parte de los cuerpos y fuerzas de seguridad, tras el levantamiento de las autoproclamadas repúblicas populares. Desde entonces, las acciones que llevó a cabo Rusia reafirmaron el intento de mantener su rol semiperiférico, pero no el de subvertir el orden establecido por el centro hegemonizado por Estados Unidos y la Unión Eu- ropea. La invasión y anexión de la república de Crimea, por ejemplo, se da en el contexto de la previsible pérdida del acuerdo que tenía con el Estado ucraniano para el establecimiento de su principal base naval del Mar Negro en la península. No es un elemento menor si, precisa- mente, se entiende que la capacidad militar es fundamental para una semiperiferia como la rusa (Babones y Babcicky, 2011). A su vez, el apoyo hacia los acuerdos de Minsk I (2014) y Minsk II (2015), recogiendo la reintegración de las repúblicas independizadas bajo un sistema terri- torial federalizado dentro de Ucrania en el que existiera una autonomía de los oblasts del este para mantener el vínculo socioeconómico, pero sin cuestionar la correlación de fuerzas con las potencias europeas y Estados Unidos en el resto del país, también reafirman esta hipótesis. De hecho, dentro de las milicias y los órganos de gobierno de la República Popular de Donetsk y la República Popular de Lugansk, financiadas por las élites del clan de Donetsk, que mantuvieron todos sus activos y capitales, desde 2014 hasta 2022, el Estado ruso hizo todo lo posible para contener movimientos antisistémicos que propugnaran revoluciones que fueran más allá de sus intereses (Dzarasov, 2019). Además, aunque, en ningún caso, el Estado ruso ha confirmado su participación en el asesinato de líderes políticos y militares en 2015, como Aleksander Bednov y Aleksey Mozgovoy, que manifestaron su oposición a respetar los términos de los acuerdos de Minsk, tampoco la ha negado de forma directa. La estabilización del frente y el conflicto a baja escala en esos ocho años entre las re- públicas populares y el Estado ucraniano, primero con Poroshenko y después con Zelensky, hicieron que la no participación directa de Rusia, en tanto que como semiperiferia que aspira a mantenerse integrada en el centro, no generase el cuestionamiento del statu quo. No obstante, el progresivo fortalecimiento y cooperación entre los cuerpos militares ucranianos y la OTAN (Alexyevets y Alexyevets, 2020) llevó a una intensificación del conflicto en el periodo com- prendido entre los acuerdos de Minsk y el 24 de febrero de 20229, 9 https://tass.ru/mezhdunarodnaya-panorama/13312231 y https://ukraine.un.org/sites/default/files/2022-02/Conflict-re- lated%20civilian%20casualties%20as%20of%2031%20December%202021%20%28rev%2027%20January%20 2022%29%20corr%20EN_0.pdf https://tass.ru/mezhdunarodnaya-panorama/13312231 https://ukraine.un.org/sites/default/files/2022-02/Conflict-related%20civilian%20casualties%20as%20of%2031%20December%202021%20%28rev%2027%20January%202022%29%20corr%20EN_0.pdf https://ukraine.un.org/sites/default/files/2022-02/Conflict-related%20civilian%20casualties%20as%20of%2031%20December%202021%20%28rev%2027%20January%202022%29%20corr%20EN_0.pdf https://ukraine.un.org/sites/default/files/2022-02/Conflict-related%20civilian%20casualties%20as%20of%2031%20December%202021%20%28rev%2027%20January%202022%29%20corr%20EN_0.pdf 117 La guerra ruso-ucraniana o un conflicto en la semiperiferia. Una breve historia sobre la integración de la estructura de clases del espacio (pos)soviético en el sistema mundo capitalista Tendencias Sociales. Revista de Sociología, 13 (2025):101-121 posibilitando un acercamiento de Ucrania a su objetivo de recuperación del Donbass, represen- tando esto para Rusia la amenaza definitiva de pérdida total de sus periferias, tomando así, des- de su doctrina y códigos de seguridad, la decisión de invadir el país para frenar este proceso. CONCLUSIONES El análisis histórico-sociológico de las relaciones entre los territorios y estructuras de clase de Ucrania y Rusia, sus cambios a través de distintas fases de integración/desconexión dentro del sistema mundo en general y la economía-mundo capitalista en particular, nos permi- te ir un paso más allá de la inmediatez del acontecimiento local que se da hoy día con la guerra. Esta perspectiva espaciotemporal considera cómo los cambios en la división internacional del trabajo y los ciclos de acumulación de capital son consustanciales al reparto del poder en la escala del Estado-nación, condicionando la relación entre las élites políticas y sus sociedades. Con ello, se han podido vislumbrar las raíces del conflicto de fondo y las aristas que le han ido dando forma de manera mucho más reciente. El haber podido identificarlas será útil para pos- teriores análisis que se realicen sobre esta temática en el medio y en el largo plazo. Con todo, es de gran relevancia no perder de vista que, en tanto que no haya grandes transformaciones en la escala global del sistema histórico de la economía-mundo capitalista, Ucrania, sus élites y el conjunto de su estructura de clases, se seguirán debatiendo entre la contradicción de la integra- ción como periferia conectada al centro o como periferia vinculada a la semiperiferia de Rusia. Aunque el conflicto militar se congele o finalice más pronto que tarde, esta oscilación seguirá estando presente previsiblemente. REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS Agnew, J. (2023). Vladimir Putin’s Territorial Trap: What the Invasion of Ukraine Reveals About the Contemporary War-Sovereignty Nexus. In War, State and Sovereignty: Interdisciplinary Challenges and Perspectives for the Social Sciences (pp. 43-70). Cham: Springer Nature Switzerland. Alexiyevets, L. y Alexiyevets, M. (2020). Ukraine–the NATO: mutual relations and partner- ships main stages. East European Historical Bulletin, (14), 175-189. Anderson, P. (2018). Las antinomias de Antonio Gramsci. Ediciones Akal. Arrighi, G. y Drangel, J. (1986). The stratification of the world-economy: an exploration of the semiperipheral zone. Review (Fernand Braudel Center), 10(1), 9-74. Arrighi, G. (1990). The developmentalist illusion. A reconceptualization of the. Semiperpheral States in the World-Economy. Greenwood Press. Babenko, О. (2017). 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