UNIVERSIDAD COMPLUTENSE DE MADRID FACULTAD DE GEOGRAFÍA E HISTORIA DEPARTAMENTO DE PREHISTORIA © José Suárez Padilla, 2017 TESIS DOCTORAL Comunidades autóctonas y expansión fenicia a las puertas del Estrecho de Gibraltar (2.200 A.C.-600 A.C.) MEMORIA PARA OPTAR AL GRADO DE DOCTOR PRESENTADA POR José Suárez Padilla DIRECTORES Carlos González Wagner Dirce Marzoli José Enrique Márquez Romero Madrid, 2018 FACULTAD DE GEOGRAFÍA E HISTORIA Departamento de Prehistoria COMUNIDADES AUTÓCTONAS Y EXPANSIÓN FENICIA A LAS PUERTAS DEL ESTRECHO DE GIBRALTAR (2.200 A.C.-600 A.C.). Memoria para optar al grado de doctor presentada por JOSÉ SUÁREZ PADILLA Bajo la dirección de los doctores CARLOS GONZÁLEZ WAGNER DIRCE MARZOLI JOSÉ ENRIQUE MÁRQUEZ ROMERO 2 A Fernando López Pardo y Manuel Carrilero López, in memoriam. 3 AGRADECIMIENTOS Este proyecto de investigación no hubiese salido adelante sin la colaboración y empeño desinteresado de muchas personas: A mis tres directores, por su total apoyo y comprensión, sin cuyo empeño personal este trabajo no habría sido posible. Al equipo del Instituto Arqueológico Alemán de Madrid y al personal de su Biblioteca, por su amabilidad y apoyo para la realización de esta obra. A Ildefonso Navarro y Carmen Pérez, por su ayuda y facilidades prestadas para el estudio de los fondos arqueológicos del Museo de Estepona. A César León y Mariano Torres, compañeros del Proyecto General de Investigación, por estar siempre que les he necesitado. A Javier Martos y a José María Navarro, (ILUANA, Estepona), por su entusiasta ayuda y colaboración en los trabajos de prospección y análisis del territorio. A José Luis Caro (Universidad de Málaga), por su apoyo en el tratamiento de las dataciones radiocarbónicas. A José Fernández, del Instituto Arqueológico Alemán de Madrid, maestro dibujante. A Juan Luis Gomá, compañero doctorando de la Universidad Complutense de Madrid, por compartir “mano a mano” el tramo final de este viaje. A José María Tomassetti, de Arqueotectura, Estudios del Patrimonio Arqueológico S.L., amigo y compañero de aventura laboral, por su apoyo. A mi familia, a Sara y Aitana, por tiempo, ánimo y comprensión sin los cuales este trabajo habría sido imposible. Para terminar, a mis padres, por su medio siglo de apoyo incondicional. 4 Comunidades autóctonas y expansión fenicia a las puertas del Estrecho de Gibraltar (2.200-600 a.C.). José Suárez Padilla. 5 “Lo que defiendo pues, es que nosotros mismos volvamos la mirada hacia nuestra disciplina, nos reapropiemos de los estratos, las ruinas, y lo fragmentario como conceptos y como herramientas para entender la realidad del pasado y del presente” González Ruibal, 2012. 6 Índice. Resumen………………………………………………………………………………...9 Summary………………………………………………………………………………..11 Presentación…………………………………………………………………………..13 1. Estado actual de la investigación en el área de estudio…………………15 2. El espacio y el tiempo. 2.1. El ámbito geográfico de análisis. Una comarca litoral situada al sur de la Serranía de Ronda y en las inmediaciones del Estrecho de Gibraltar……………………………19 2.1.1. Paleoambiente………………………………………………..23 2.1.2. El paisaje litoral y el potencial aprovechamiento de recursos naturales entre la Prehistoria y la Protohistoria………24 2.13. Las vías de comunicación……………………………………26 2.2. La secuencia cronológica. 2.2.1. Propuesta cronológica convencional……………………27 2.2.2. Las dataciones radiocarbónicas. Una primera propuesta de fasificación en tiempos calendáricos del Estrecho de Gibraltar entre la Prehistoria Reciente y la Protohistoria…………………………………………..................28 3. Los datos arqueológicos. 3.1. El poblamiento…………………………………………………………….46 4. Una propuesta de análisis territorial de la comarca de la comarca de la margen izquierda del río Guadiaro en el contexto de la orilla del Estrecho de Gibraltar entre la Edad del Bronce y la Edad del Hierro…127 7 4.1. El Bronce Inicial………………………………………………………….129 4.2. El Bronce Final………………………………………………………… ..148 4.3. El Hierro I.1. La presencia fenicia……………………………………166 4.4. Reestructuración territorial durante la Edad del Hierro I.2. (Siglo VII a.C.)……………………………………………………………..186 4.5. Transformaciones diacrónicas de los modelos de poblamiento entre los inicios de la Edad del Bronce y del Hierro....204 5. El área de estudio en el contexto de la región del Estrecho de Gibraltar y el sur de la Península Ibérica…………………………………………210 5.1. El Bronce Inicial………………………………………………………….210 5.2. El Bronce Final…………………………………..……………………....216 5.3. Los inicios de la Edad del Hierro……………………………………..223 5.4. Otros contextos de contacto cultural …………………………….238 5.4.1. El litoral mediterráneo desde el Levante al Estrecho de Gibraltar……………………………………………..238 5.4.2. El ámbito atlántico a partir del Estrecho de Gibraltar. 5.4.3. La orilla atlántica del Norte de Africa: Lixus…………..245 6. La Cultura Material………………………………………………………………..246 6.1. Las tradiciones arquitectónicas……………………………………..246 6.2. Las tradiciones alfareras……………………………………………....253 6.3. La industria lítica………………………………………………………..262 6.4. Actividades metalúrgicas. Tradición e innovación……………...265 6.6. Prácticas de subsistencia de las poblaciones de la Edad del Bronce y del Hierro: agricultura, ganadería y recursos marinos………………………………………………………..……269 7. Las sociedades autóctonas ante la implantación colonial: hipótesis de trabajo…………………………………………………………………………….…277 8. Conclusiones…………………………………………………………………………289 9. Bibliografía……………………………………………………………………………296 8 . 9 Resumen La relevancia del descubrimiento de la presencia de asentamientos fenicios en el entorno del Estrecho de Gibraltar, hace ya más de medio siglo, convirtió esta región del Extremo occidental del Mediterráneo en uno de los ámbitos de referencia para el estudio de la colonización fenicia. De este modo, la investigación de la protohistoria del sur de la Península Ibérica se volcó durante décadas en el conocimiento de la cronología y naturaleza de estos asentamientos ubicados en la costa oriental malagueña. Sin embargo, el estudio de las sociedades autóctonas coetáneas al fenómeno colonial no mereció la misma atención para los investigadores, llegando incluso a plantearse que una de las causas de la propia presencia de los fenicios en la región era resultado de la existencia de un vacío poblacional previo. En las últimas décadas este panorama empieza a cambiar. El interés, tanto a nivel teórico como empírico por el conocimiento de las comunidades locales y las relaciones establecidas entre estas y los fenicios está en auge. El estudio que aquí se presenta tiene por objetivo particular el conocimiento de los inicios de la Edad del Hierro (primeros siglos del I milenio a.C.) a las puertas del Estrecho de Gibraltar, y se enmarca dentro de un Proyecto General de Investigación más amplio, entre cuyos objetivos se encuentran las investigaciones en el yacimiento de Los Castillejos de Alcorrín (Manilva, Málaga) y su territorio (Proyecto ARCHEOSTRATIS). El punto de partida ha consistido en la revisión de un número significativo de hallazgos arqueológicos de la región procedentes de actividades arqueológicas de urgencia o de hallazgos casuales realizados en los últimos años. En paralelo, se ha utilizado la información procedente de prospecciones sistemáticas, aún en curso. Como resultado de ello, ha sido posible llevar a cabo una primera propuesta de fasificación temporal de los procesos históricos acontecidos entre la Edad del Bronce y la Edad del Hierro a nivel comarcal, que luego ha sido comparada con las propuestas para marcos territoriales más amplios. Junto con ello, la posibilidad de disponer de un número que para algunos periodos empieza a ser significativo de dataciones radiocarbónicas en el ámbito del Estrecho ha posibilitado ajustar la temporalidad del fenómeno colonial con las transformaciones acontecidas en las comunidades autóctonas. El estudio de la cultura material (cerámica, industria lítica o la propia arquitectura) se ha manifestado como una herramienta útil para señalar la existencia de tradiciones 10 diversas que conviven en algunos asentamientos con evidencias de contacto cultural, y posibilita aproximarnos a la identidad de sus protagonistas, o la existencia de “prácticas de hibridación” y valorar su significado en el marco de las relaciones de poder establecidas entre las comunidades locales y los grupos foráneos. El empleo de herramientas de análisis territorial como los Sistemas de Información Geográfica ha resultado particularmente útil para estudiar la organización territorial de las comunidades de la Edad del Bronce y observar las transformaciones acontecidas a partir de la presencia colonial en la región. Se ha apuntado la existencia de jerarquización entre los asentamientos de finales de la Edad del Bronce, y se ha constado el valor estratégico de algunos asentamientos y su relación con los recursos naturales de la región. Finalmente, se ha comparado el caso del Estrecho Gibraltar con otras regiones del sur de la Península donde hay evidencias de presencia fenicia arcaica en contacto con poblaciones autóctonas. Como resultado final, se destaca la complejidad social de las sociedades autóctonas que entran en contacto con los colonos fenicios, y se valoran distintas formas de interacción acontecidas entre ambas comunidades, destacándose el interés de este ámbito territorial para el conocimiento de las transformaciones acontecidas en el seno de los grupos locales tras el establecimiento permanente de orientales en la región. 11 Summary The importance of the discovery of Phoenician settlements more than a century ago in the area of the Strait of Gibraltar made that region a reference for the studies about the Phoenician colonization. Thus, during decades the research on Proto-History of southern Iberian Peninsula was focused on getting fully acquaintance of the chronology and nature of those settlements. However, the study of the autochthonous societies from the contemporary time to the colonial phenomenon was not so interest for the researchers. Moreover, it was asserted that one of the causes that led to the presence of Easterners in the area was a previous demographic gap. In the last decades this view is changing. The stress in theoretical and empirical terms concerning the local polities as well as the relationships between both groups is skyrocketing. The aim of the current study is to understand the beginning of the Iron Age at the gates of the Strait of Gibraltar, and it is framed in a wider project of investigation, whose goals include the research in the archaeological site of Los Castillejos de Alcorrín (Manilva, Málaga). The starting point is based on the revision of a significant amount of archaeological features in the area which come from rescue excavations or just incidental findings. Same time, information from systematic surveys still ongoing is also used. As a result, it has been possible an early approach for the periodization of the historical processes happened between the Bronze Age and the Iron Age in a small-scale level, lately compared to larger-scale level suggestions. Along with this, the possibility of having a meaningful number of radiocarbon dates in the area has enabled to adjust the temporality of the colonial phenomenon to the transformations occurred in the local polities. The study of the material culture – pottery, lithic, or architecture – has raised as a useful tool in order to point out the existence of the diverse traditions that cohabitate in some settlements with evidences of cultural contact. Likewise, the same data has enabled to approximate the identity of the prime actors as well as to identify “hybridization practices” and to value its meaning in the context of the power relationships set between the locals and the foreigners. 12 The use of the tools for land-analysis like Geographical Information Systems has been fruitful to study the territorial organization of the polities of the Bronze Age and to observe the transformations occurred from the fact of the colonial presence in the area. It has been suggested the existence of a ranked organization among the settlements of the later Bronze Age, as well as it has also proved the strategical value of several settlements and its links with the natural resources of the area. Finally, it has been compared the case of the Strait of Gibraltar to other zones of the southern Iberian Peninsula where evidences of archaic Phoenician presence are attested. As a concluding remark, it is highlighted the social complexity of the autochthonous groups who make contact with the Phoenician settlers, and it is valued the different forms of interaction occurred between them. On top, note the emphasis on the interest of this territorial scope for the understanding of the transformations happened within the local groups after the permanent setting of eastern people in the area. 13 Presentación. Desde hace ya más de medio siglo, el Estrecho de Gibraltar ha sido una región de referencia para el estudio de la expansión colonial fenicia hacia el Extremo occidental del Mediterráneo. Los pioneros trabajos del Instituto Arqueológico Alemán de Madrid llevados a cabo en los yacimientos ubicados en la desembocadura de los ríos Vélez y Algarrobo, pusieron de manifiesto el interés de los orientales en la zona, y permitieron fechar y caracterizar esta diáspora gracias a más de dos décadas de investigación intensiva en las costas malagueñas (Marzoli 2006). Sin embargo, el estudio de las sociedades autóctonas del Bronce Final coetáneas a este proceso histórico no había merecido este mismo interés. No sería hasta los primeros años del siglo XXI, cuando se abordaran investigaciones sistemáticas en el yacimiento de Los Castillejos de Alcorrín (Manilva, Málaga), situado a las puertas del Estrecho de Gibraltar, promovidas por el Instituto Arqueológico Alemán de Madrid y el Centro de Estudios Fenicios y Púnicos del Departamento de Historia Antigua de la Universidad Complutense. A raíz del inicio de este Proyecto General de Investigación, en el marco del cual se enmarca este trabajo, se valoró la necesidad de proceder a realizar una sistematización de la documentación arqueológica disponible en la comarca comprendida entre el sur de la Serranía de Ronda, el río Guadiaro y Sierra Bermeja para momentos de la Edad del Bronce y la Edad del Hierro. Esta información era el resultado de trabajos arqueológicos de diversa naturaleza llevados a cabo en las últimas décadas (básicamente actuaciones preventivas y hallazgos casuales) que permanecían prácticamente inéditos (Marzoli et al. 2014) y que se encuentran depositados en los Museos locales (Estepona y Manilva). Los estudios se han visto ampliados con la realización de campañas de prospección arqueológica superficial en la comarca, de los que aquí se avanzan sus resultados, junto a nuevos estudios geoarqueológicos y paleoambientales llevados a cabo en la desembocadura del río Guadiaro (aún en curso) contemplados en el marco del Proyecto germano-francés DFG/ANR “ARCHEOSTRAITS” dirigido por D. Marzoli (DAI- Madrid) y P. Moret (Univ. Toulouse) del que formo parte como investigador. De este modo, la obra que se presenta contiene, por un lado, la compilación de la información arqueográfica dispersa correspondiente a los yacimientos inéditos del 14 ámbito de estudio, así como una versión actualizada resultante de los datos aportados por los trabajos de investigación más recientes, aún en curso. Fruto de este primer apartado, se ha abordado una propuesta sobre las dinámicas históricas de las comunidades que habitaron la comarca entre el II milenio y los primeros siglos del I milenio, en clave diacrónica, prestando especial atención a los cambios acontecidos en el marco de la organización territorial. El análisis de las dinámicas de cambio de las comunidades de la Edad del Bronce, de sus paisajes y de su cultura material, se ha abordado desde una perspectiva “interna”, que permita valorar a estos grupos como protagonistas de su propio desarrollo histórico y no como sujetos pasivos expuestos exclusivamente a los intereses coloniales (a partir del siglo IX a.C.), y estudiar las transformaciones acontecidas en los propios proyectos coloniales como resultado de la convivencia. Los resultados serán contrastados con otros modelos coetáneos de contacto cultural entre fenicios y autóctonos acontecidos en el sur de la Península Ibérica entre los ríos Segura al Tajo, así como en el Norte de África. Tras ello, se realizará una aproximación a la naturaleza de las sociedades implicadas en este proceso de contacto cultural, y se esbozarán las relaciones de poder establecidas entre los grupos autóctonos y los colonos fenicios, así como la naturaleza orgánica y cambiante de este complejo proceso histórico acontecido en los primeros siglos del I milenio a.C. 15 1. Estado actual de la investigación en el área de estudio. El ámbito de estudio está comprendido por el espacio litoral delimitado al norte por las formaciones montañosas de la Serranía de Ronda hacia el oeste por el río Guadiaro, auténtico eje vertebrador de las comunicaciones en sentido Norte-Sur de la región, y por el mar Mediterráneo. La Serranía de Ronda había sido objeto de proyectos de investigación sistemática (Proyecto Ronda) a partir de mediados de los años 80 del pasado siglo, dirigidos por los profesores Pedro Aguayo (Universidad de Granada) y Manuel Carrilero (Universidad de Almería) (Aguayo et al. 1992). Estos investigadores llevaron a cabo prospecciones superficiales y excavaciones en extensión orientadas al estudio de la Prehistoria Reciente y la Protohistoria en la cuenca alta del río Guadiaro. Desde sus inicios, el Proyecto empezó a aportar interesantes resultados presentados a modo de avance, destacando los derivados de los trabajos llevados a cabo en los yacimientos de Acinipo, Silla de Moro y el casco antiguo de Ronda. Pero el espacio costero de la región no ha contado con investigaciones sistemáticas ni sobre la Prehistoria ni la Protohistoria hasta los inicios del siglo XXI. No obstante, hay que recordar los pioneros trabajos realizados entre 1985 y 1988 en el marco del Proyecto denominado "Erosión y sedimentación holocénica entre costa y cordillera en el sur de España, en su importancia para los yacimientos arqueológicos sobre todo fenicios, en la costa mediterránea andaluza", dirigido por Hermanfrid Schubart, investigador del Instituto Arqueológico Alemán de Madrid. Se realizaron perforaciones geoarqueológicas y sondeos concentrados en la margen izquierda del río Guadiaro, que perseguían, por un lado, la caracterización paleotopográfica de este importante cauce fluvial, así como la posible localización de nuevos asentamientos fenicios en la región. De este modo se descubrió el sitio de Montilla (San Roque, Cádiz), que presentaba una secuencia que arrancaba del Bronce Final local con evidencias de presencia fenicia a partir del siglo VIII a.C. (Schubart 1987). A finales de la década de los años 80 se realizaron Cartas Arqueológicas en municipios del entorno, como Marbella, Estepona, Casares o Manilva. Esta última propició el hallazgo del que puede considerarse al día de hoy el yacimiento protohistórico más importante ubicado en las proximidades del Estrecho: Los Castillejos de Alcorrin (Manilva) (Villaseca Díaz y Garrido Luque 1993). Aunque el sitio llegó a ser objeto de 16 una campaña de excavación arqueológica financiada por la Administración Autónomica que pretendía propiciar su Declaración de Bien de Interés Cultural (que no llegaría a conseguirse hasta muchos años después, en el 2006) pasó desapercibido para la Investigación. En la década de los años 90 se realizaron algunas excavaciones de interés en el marco de la Arqueología preventiva, como la que posibilitó la localización del yacimiento fenicio de Río Real (Marbella) (Sánchez Bandera et al. 2001). También por estas fechas se dio noticia del único yacimiento de la Edad del Bronce conocido en la comarca hasta hace poco: Los Castillejos de Estepona, resultante de la revisión que pudimos llevar a cabo de los materiales arqueológicos depositados en el Museo de la localidad (Navarro Luengo et al. 1993)1. De este modo, a los inicios del siglo XXI, tal y como se puede entrever en la obra de García Alfonso (2007), el extremo de los territorios costeros de la Málaga occidental presentaba un gran desfase en la investigación de los momentos finales de la Prehistoria Reciente y la Protohistoria respecto a regiones vecinas, como la propia Serranía de Ronda, la Costa oriental malagueña, la Bahía de Málaga (que contó con un Proyecto General de Investigación centrado en el yacimiento del Cerro del Villar) (Aubet Semmler et al. 1999) o la Bahía Cádiz, en la que destacaron los trabajos llevados a cabo por Diego Ruiz Mata en el Castillo de Doña Blanca o la necrópolis de Las Cumbres (Puerto de Santa María) (Ruiz Mata y Pérez Pérez 1995). El profesor López Pardo (Universidad Complutense de Madrid) junto a un equipo de investigadores (entre los que me incluyo) solicitaron un Proyecto General de Investigación orientado a la sistematización de la información disponible y a la realización de prospecciones arqueológicas superficiales centradas en el territorio de la Costa occidental de Málaga, cuyo objetivo se centraba en el estudio del periodo comprendido entre finales de la Edad del Bronce y época fenicio-púnica. No obstante, la Consejería de Cultura de la Junta de Andalucía aportó financiación sólo para la realización de una primera fase del Proyecto, que quedó inconcluso, aunque se abordaron algunos estudios arqueométricos sobre materiales procedentes de antiguas excavaciones como la Era de Benalmádena (López Pardo y Suárez Padilla 2003) y se realizaron algunas actividades de prospección selectiva e intensiva en algunos sectores de la región. Aunque se publicó un avance de resultados (Navarro 1 El descubrimiento del yacimiento fue resultado de los trabajos del investigador local D. Manuel Sánchez Bracho (Estepona). 17 Luengo et al. 2001) el estudio detallado de los hallazgos ha permanecido inéditos hasta hoy día, y parte de ellos son ahora incorporados en este trabajo. En paralelo a estas actuaciones se sumaron actividades arqueológicas de carácter urgente o preventivo, tanto prospecciones como excavaciones. Destacan las vinculadas al “Estudio de Impacto Medioambiental para la ejecución de la Autopista de Peaje A-7 que une las provincias de Málaga y Cádiz”, de la que formamos parte, y que aportó el conocimiento de algunos yacimientos prehistóricos y protohistóricos de interés, de los que se publicaron avances en los Anuarios Arqueológicos de Andalucía (Fernández Rodríguez et al. 2002). Entre ellos, destaca la necrópolis prehistórica de Corominas (Estepona) (Palomo Laburu et al. 2004). La redacción de nuevas herramientas de planeamiento municipal en la primera década del presente siglo, como los Planes Generales de Ordenación Urbana (PGOU) de Manilva (León Martín y Tomassetti Guerra e.p.) y Casares (Suárez Padilla et al. 2005), supusieron la revisión de las antiguas Cartas Arqueológicas redactadas a finales de los años 80. Los trabajos se acompañaron de nuevas actividades de prospección selectiva, cuyo objetivo estaba orientado a realizar propuestas ajustadas de delimitación de los yacimientos conocidos de antiguo para garantizar su protección, así como intensificar la investigación de aquellos espacios considerados con mayor riesgo de pérdida de Patrimonio Arqueológico por los desarrollos urbanísticos. Como resultado de ellos, se amplió considerablemente el conocimiento del poblamiento prehistórico y protohistórico de la comarca. No obstante, salvo avances de la información aportada por algunos asentamientos, caso de Villa Vieja (Casares), (Suárez Padilla 1996; Marzoli et al. 2014) los resultados de las mismas permanecen inéditos. Por estos mismos años, la existencia de un proyecto de desarrollo en las tierras donde se ubicaba el asentamiento de Los Castillejos de Alcorrín (Manilva), conllevó la realización de una Actividad Arqueológica Preventiva orientada al conocimiento preciso del trazado y la cronología de su muralla exterior. De este modo, se realizó un ajustado levantamiento topográfico de las impresionantes defensas que delimitaban el asentamiento y gracias a los resultados obtenidos en un sondeo estratigráfico se fecharon en el siglo VIII a.C. Como resultado de ello, se propuso una zona de servidumbre en su entorno que garantizaba su protección (Suárez Padilla et al. 2009), consiguiéndose promover por parte de la Administración autonómica su Declaración como B.I.C. sólo dos años más tarde. 18 El interés manifiesto de este yacimiento protohistórico a raíz de estos trabajos fue suficiente para que investigadores del Centro de Estudios Fenicios y Púnicos (CEFyP) de la Universidad Complutense de Madrid y del Instituto Arqueológico Alemán de Madrid decidiesen valorar el potencial del estado de conservación del sitio cara a abordar estudios de investigación sistemática. De este modo, entre los años 2005 y 2007 se llevaron a cabo una serie de prospecciones geofísicas y de sondeos arqueológicos de diagnóstico, enmarcados dentro de la fórmula administrativa de las actividades arqueológicas puntuales. El resultado aportado por estos trabajos fue de gran interés, de modo que se planteó la idoneidad de desarrollar investigaciones sistemáticas en el yacimiento enmarcadas dentro de un Proyecto General de Investigación (PGI), desarrollado entre los años 2008 y 2013. Resultado de ello fue la realización de tres campañas de excavación con sus correspondientes anualidades dedicadas al estudio de materiales (Marzoli et al. 2009: 118-148; Marzoli et al. 2010: 153-183; Marzoli 2012; Marzoli et al. 2014; Marzoli Renzi et al. 2014), cuyos resultados suponen una parte importante de la aportación que se realiza en esta obra. En la actualidad continúan los estudios en Los Castillejos de Alcorrín con un nuevo PGI, titulado “Comunidades protohistóricas en el entorno del Estrecho de Gibraltar: investigaciones en los Castillejos de Alcorrín y su territorio (Manilva, Málaga), 2014-2019” (Marzoli et al. e.p.), que contemplan la ampliación de los trabajos en el propio asentamiento así como la práctica de prospecciones intensivas y extensivas sistemáticas en su entorno, y la realización de estudios geoarqueológicos centrados en la desembocadura del Guadiaro. Estas últimas actividades del PGI se enmarcan a su vez en el proyecto franco-alemán ARCHAEOSTRAITS (2014-2017), promovido por la Deutsche Forschungsgemeinschaft y la Agence Nacional de Recherche, dirigido por Dirce Marzoli (DAI-Madrid) y Pierre Moret (Univ. Toulouse). Parte de sus resultados, relacionados con el estudio del poblamiento del entorno de los Castillejos de Alcorrín, aún inéditos, se avanzan en estas páginas. 19 2. El Espacio y el tiempo. 2.1. El ámbito geográfico de análisis. Una comarca litoral situada al sur de la Serranía de Ronda y en las inmediaciones del Estrecho de Gibraltar. La comarca de análisis está delimitada por el río Guadiaro al oeste; el río Real al este (piedemonte de Sierra Blanca), las estribaciones meridionales de la Serranía de Ronda por el norte (cuyas cotas superiores alcanzan e incluso superan los 1000 m.s.n.m. y entre las que destaca la gran mole de Sierra Bermeja) y por último, al sur, las aguas del Mediterráneo. Geológicamente se localiza en el extremo suroeste de la Cordillera Bética, concretamente en el contacto de las tres unidades principales que la conforman: las Zonas Externas Béticas, el Complejo del Campo de Gibraltar y las Zonas Internas Béticas (Romero Silva 2003) (Fig. 1). Fig. 1. Reconstrucción paleogeográfica de las zonas externas del sur de la Península Ibérica. Fuente: Romero Silva 2003. Las zonas externas son la cobertera sedimentaria post-paleozoica, del margen ibérico que no han sido afectadas por el metamorfismo alpino. Comprenden, como unidades mayores, el Prebético (que no aflora en la Serranía) y el extenso Subbético. Las zonas internas consisten en grandes mantos de corrimiento en los que participan juntos el 20 zócalo paleozoico y la cobertera; y sus materiales, en muchos casos, han sido afectados por el metamorfismo alpino. Estos mantos, o complejos de mantos, están divididos en unidades de segundo orden y se llaman (según se apilan de arriba abajo) Maláguide y Alpujárride. Constituyen la Zona Bética o más interna, más el Complejo del Flysch del Campo de Gibraltar. Fig.2. Dominios subbéticos, zonas internas y Flysch del Campo de Gibraltar. Fuente: Romero Silva 2003. El Complejo del Campo de Gibraltar está constituido por terrenos de cobertera y no está afectado por el metamorfismo alpino y los mantos o unidades que lo integran se deben a deslizamientos gravitacionales, por lo que podría ser considerado una zona externa (Fig. 2). La última gran unidad geológica la constituyen los terrenos post-orogénicos, posteriores a las deformaciones principales, que yacen discordantes sobre las zonas plegadas. Aquí se incluye el Plioceno que aflora en la costa mediterránea. El Complejo Alpujárride consta básicamente de la Unidad de los Reales y la Unidad de Blanca, que se sitúa por debajo de aquella. La Unidad de los Reales comprende las citadas peridotitas y su envoltura metamórfica de gneises, esquistos, cuarcitas y filitas, más algunos pequeños afloramientos aislados de rocas carbonatadas. La Unidad de Blanca está conformada por una serie basal de gneises y un potente tramo de mármoles dolomíticos o calizos con intercalaciones metapelíticas. 21 Las peridotitas, o Complejo Ultramáfico de Ronda, constituyen el rasgo geológico y paisajístico más notable de la región. Su alteración atmosférica da lugar a óxidos de hierro, de cuyo color proviene el nombre de Sierra Bermeja, con el que se conoce el principal afloramiento, que es el mayor del mundo de peridotitas alpinas u orogénicas. Se trata, según indicios petrológicos y geoquímicos, de una lámina o fragmento del manto subcontinental, metamorfizado durante su ascenso y alojamiento en la corteza. En este proceso, una limitada fusión parcial pudo dar origen a las “capas máficas” (más ricas en silíce) integrantes del complejo, así como a las concentraciones de hierro, cromo, níquel, cobre y otros metales. Fig.3. Principales grupos mineros del entorno de Sierra Bermeja y Sierra Blanca. Fuente: Romero Silva 2003. Yacimientos asociados (Fig. 3): se distinguen hasta cuatro tipos de mineralizaciones en las peridotitas: a) de cromita, b) de cromita y arseniuros de níquel, c) de sulfuros de hierro-níquel-cobre con grafito y cromita, y d) de sulfuros ricos en cobre. La última mineralización, que se extiende a veces a las rocas próximas, corresponde a las minas de Genalguacil (Herrumbrosa, San Pedro) y tal vez a la de Benahavís (Cardenillo). En relación no tan íntima con las peridotitas, pero apreciable a simple vista en la cartografía, se encuentran los criaderos de magnetita de los mármoles y gneises que en algunos parajes, como el Robledal, Cerro Torrón y Cobatillas (mina San Manuel) se aproximan a aquellas rocas. Estos yacimientos de tipo “skarn” se atribuyen a un 22 metamorfismo o, más exactamente, metasomatismo de contacto entre las rocas ultramáficas y las carbonatadas. Por otra parte, en los mármoles triásicos de la Unidad de Blanca, como en rocas similares, hay notables yacimientos de galena (Ojén, Sierra de Mijas). El Complejo Maláguide consta de un zócalo paleozoico fundamentalmente detrítico, cuya columna, del Silúrico al Carbonífero, comprende: filitas, pizarras, calizas turbidíticas (“calizas alabeadas”), pizarras, grauvacas y conglomerado poligénico; más una cobertera mesozoica y terciaria de composición en gran parte carbonatada, que comienza con conglomerado, arenisca y arcilla rojas, triásicas o tal vez también pérmicas (“permotrías”); continúa desde el Triásico al Cretácico con dolomías, calizas y margocalizas, y culmina con materiales detríticos terciarios. Respecto al ámbito geomorfológico de la comarca, señalar que se caracteriza por la coexistencia en corto espacio geográfico de sierras con gran altura, como Sierra Bermeja o Sierra Blanca y el litoral costero, que conllevan en muchos casos la ausencia de grandes playas (Serrano 1999), con avances importantes del frente costero hacia el interior por el sector de Manilva y especialmente en el Guadiaro. Este río es el auténtico eje vertebrador de la región, constituyendo en sentido Norte-Sur uno de los dos únicos caminos posibles, junto con el cauce del Guadalete (que desemboca ya en el Atlántico) que permiten la conexión del área del Estrecho de Gibraltar con la Serranía de Ronda y las tierras de la Alta Andalucía. El Guadiaro se ubica entre las actuales provincias de Cádiz y Málaga y nace en la Sierra de Libar (Cádiz). Presenta un desarrollo de 80 km, y discurre muy encajonado en su cabecera y cauce medio, abriéndose progresivamente al aproximarse al litoral, ámbito en el que recibe el aporte de dos de sus principales afluentes: el Hozgarganta y el Genal. El margen oriental de su curso inferior está delimitado por las estribaciones de la Serranía, que se desarrollan en dirección a la costa, destacando formaciones como Sierra Bermeja. Junto a esta importante Sierra, se localizan otras de menor entidad y altura, como Sierra Crestellina o la Sierra de la Utrera, que dan paso a un relieve más suave de lomas y colinas compartimentadas por arroyos en las proximidades de su desembocadura. Entre el Guadiaro y el piedemonte de la vecina Sierra Bermeja (mole de rocas peridotitas que alcanza los 1.300 m de altura sobre el nivel del mar) se conforma un paisaje costero con presencia de un relieve alomado en las cercanías de las costas, donde coincide el dominio de arcillas y pequeños afloramientos de calizas y areniscas 23 procedentes de las Unidades del Campo de Gibraltar, con materiales pliocenos y cuaternarios. Los piedemontes de Sierra Bermeja, particularmente en su extremo oriental en conexión con Sierra Blanca, ya en el Término Municipal de Marbella, se caracterizan por presentar un relieve, en general, más abrupto, con suelos poco desarrollados. Ello se debe a que la distancia entre la montaña y la costa se reduce, y se compartimenta por la abundante presencia de ríos y arroyos. 2.1.1. Paleoambiente. Lazarich González (2005: 354) señala que en las tierras de la actual Andalucía occidental durante el III milenio y a inicios del siguiente el clima sería semejante al actual aunque con mayor grado de humedad lo que “favorecería un número más elevado de precipitaciones, un mayor caudal en las corrientes fluviales en las corrientes fluviales y la formación de bosques”, aspecto que también vendría refrendado por los estudios de los frentes dunares de Doñana, que apuntan a una mayor influencia atlántica en el suroeste de la Península Ibérica por estas fechas. En la vecina comarca de Ronda, los análisis antracológicos señalan la existencia de bosques mixtos mediterráneos de encinas y coscojas con quejigos y alcornoques, que conviven a cotas más bajas con acebuches y lentiscos a finales de la Prehistoria (Rodríguez Ariza et al. 1992). En los estudios paleoambientales realizados en el yacimiento de La Era (Benalmádena), ubicado al pie de la vecina Sierra de Mijas, se constató, aunque ya para momentos del siglo V a.C., la existencia de un paisaje de encinar bastante degradado junto pinos carrascos, maquias, lentiscos, enebros y leguminosas. Junto a ello, se documentaron olea europea, y vitis (López Pardo y Suárez Padilla 2003: 77). Las primeras evidencias de transformaciones antrópicas en estos paisajes se señalaron a partir de los pioneros estudios geoarqueológicos llevados a cabo en la desembocadura del río Guadiaro (Arteaga Matute y Hoffmann 1999) que permitieron proponer como a partir del 800 a. C., en paralelo a la primera presencia colonial, habrían tenido lugar procesos acelerados de colmatación en la desembocadura de este importante río. Fueron puestos en relación con la hipotética práctica de una agricultura en terrazas llevada a cabo en las tierras del interior, estimulada por los fenicios instalados en el litoral costero. 24 En el marco del Proyecto ARCHEOSTRAITS, aún en curso, se están realizado nuevos estudios geoarqueológicos en el río Guadiaro con nuevas metodologías, que permitirán previsiblemente afinar el resultado de estas propuestas. 2.1.2. El paisaje litoral y el potencial aprovechamiento de recursos naturales entre la Prehistoria Reciente y la Protohistoria. Los terrenos del piedemonte y entorno litoral vecino concentran el mayor potencial agrícola en las proximidades de los cauces bajos de los ríos y arroyos, donde se localizan los depósitos cuaternarios asociados a los mejores suelos (Serrano 1993: 26). La presencia de colinas suaves pudo haber resultado especialmente adecuada para la explotación de cultivos hortofrutícolas como la vid, a partir de la presencia de los fenicios en la región. Los estudios polínicos y la localización de semillas en el yacimiento del Cerro del Villar, ubicado en la Bahía de Málaga, confirman la existencia de estos cultivos en la zona al menos desde el siglo VII a.C. (Aubet Semmler et al. 1999: 311). Este dato se podría poner en relación con el hallazgo de fosas tipo “liños” en el poblado de San Pablo (Melero García 2008) que recuerdan a las documentadas en el sitio de la Orden-Seminario, de Huelva (Gómez Toscano et al. 2014). Por otro lado, la comarca resulta especialmente adecuada para las prácticas ganaderas. Las características del relieve, la presencia de abundantes cauces de agua que parten de las cercanas sierras litorales y drenan este paisaje de suaves colinas, así como los pastos de los propios piedemontes, garantizarían el sustento de los animales herbívoros. Este aspecto se ha confirmado en la vecina Serranía de Ronda para la Edad del Bronce y la Edad del Hierro (Riquelme Cantal 1994; Riquelme Cantal y Aguayo de Hoyos 2000), como se verá más adelante. En el entorno litoral cercano, los estudios arqueofaunísticos llevados a cabo en el sitio de la Era (Benalmádena) señalan la importancia de la ganadería para la subsistencia de las comunidades desde el Bronce Final hasta el siglo V a.C., basada en el consumo de ovicápridos, cerdo y bóvidos en edad ya adulta (Riquelme Cantal 2003: 87). La documentación del asno (aunque ya en los estratos más modernos) permite señalar el importante papel que estos animales debieron jugar para el transporte terrestre en la región tras la presencia fenicia, lo que justificaría la presencia en Acinipo (Ronda) de contenedores anfóricos fabricados en la Bahía de Málaga en el siglo VI a.C. 25 Sierra Bermeja presenta recursos abióticos potencialmente interesantes para las comunidades de finales de la Prehistoria y de la Protohistoria: rocas duras, entre las que se pueden señalar las peridotitas (usadas para la fabricación de molinos), sílex y serpentina. Junto a ellos, destacan los mineralizaciones polimetálicas (IGME)2, entre las que resaltan las presentes en Sierra Bermeja, aunque también las hay en otras sierras vecinas como Crestellina o Blanca. Precisamente, los recientes estudios arqueométricos practicados sobre escorias localizadas en el yacimiento de Los Castillejos de Alcorrín (Manilva) (Renzi et al. 2014), unidas al estudio de caracterización de algunas de estos filones mediante análisis de isótopos de plomo, vendrían a señalar su potencial explotación desde antiguo, orientada preferentemente al aprovechamiento del mineral de hierro en momentos de la presencia colonial fenicia en la región. El cuarzo asociado a la mena actúa como autofundente a la hora de la reducción, lo permite que se pueda obtener un máximo rendimiento del mismo con tecnologías aún poco complejas, lo que pudo aportar un “valor añadido” a estos recursos. Otro posible elemento, del que no hay constatación empírica, pudo ser la obtención puntual de oro en el entorno del río Genal (García Alfonso 2007: 47). Este dato podría estar reforzado por el propio topónimo del río Guadiaro, identificado por algunos autores con el Crysos (derivado del griego chrysós, oro) citado por Avieno (Ora Maritima, 420). El litoral marítimo era otra fuente potencial de recursos. En el yacimiento de los Castillejos de Alcorrín se ha constatado la práctica del marisqueo para consumo y la recogida de valvas de moluscos con uso “no bromatológico” para la construcción de pavimentos que precedían el acceso a algunos edificios singulares. La posible explotación de recursos pesqueros aún no se ha contrastado arqueológicamente en la comarca para época prerromana. Por otro lado, la presencia de prismas cerámicos en el asentamiento del Bronce Final de Montilla permitió plantear a Schubart (1987: 206) la existencia de posibles industrias de aprovechamiento de la sal, aunque también se emplearon en actividades alfareras (Gutiérrez López et al. 2012). En este sentido, y para producciones de tradición del Bronce Final, el aprovechamiento de las arcillas y de las rocas locales como desgrasantes está confirmado arqueométricamente en la comarca desde la Edad del Bronce (Cau Ontiveros e.p.). 2 IGME, Mapa Metalogenético de España. E. 1:200.000. Hoja nº 87 – Algeciras (Madrid 1975). 26 2.1.3. Las vías de comunicación. Los cursos fluviales existentes, con orientación dominante Norte-Sur, compartimentan aún más el ya de por sí quebrado terreno costero. Las únicas llanuras prelitorales son ocasionales vegas de origen aluvial que en ocasiones alcanzan cierta extensión, como la que constituye el valle del río Guadiaro y algunos puertos de montaña que como el de Ojén (Sierra Blanca) conectan la costa con el interior. El primero resulta clave como sitio de paso hacia la Depresión de Ronda. Es por ello que la principal vía de comunicación del área de estudio es, sin duda, la marítima. En este sentido ganan protagonismo como fondeaderos los estuarios de los principales río de la comarca: río Real, Verde, Guadaiza, Guadalmansa, Arroyo Vaquero, Manilva y particularmente el Guadiaro. El amplio estuario existente desde época prehistórica en este último, tal y como demuestran los estudios paleotopográficos (Hoffmann 1987) le permitía constituirse como el último gran puerto natural y principal punto de aguada con carácter previo a abordar la travesía del Estrecho de Gibraltar en dirección al Atlántico. No obstante, las comunicaciones terrestres, aunque limitadas, también tuvieron su protagonismo a la hora de vertebrar el poblamiento de la región. Es conocido en época clásica un importante camino que discurría en paralelo al litoral y que ponía en conexión las ciudades de Malaca y Gades, citado en el Itinerario de Antonino, de la que partían a su vez ramales que aprovechaban los principales valles fluviales (Gozalbes Cravioto 1986: 7). El estudio de territorio llevado a cabo en esta misma obra permite destacar el papel estratégico jugado por la vía natural que bordea el piedemonte de Sierra Bermeja y conecta con el Guadiaro, desde donde se dirigiría hacia el norte en dirección a las tierras rondeñas. Otros caminos litorales a destacar serían el de San Roque a Manilva, que partiendo del entorno de la desembocadura del río Guadiaro avanzaría hacia la conexión con La Sierra de la Utrera y Sierra Bermeja. Ambos sitios de paso se presentan flanqueados por yacimientos arqueológicos desde época prehistórica a época romana (incluido Los Castillejos de Alcorrín), lo que confirma su alto valor para ordenar el territorio. Este aspecto se desarrollará más adelante (Capítulo 4). 27 2.2. La secuencia cronológica. 2.2.1. Propuesta cronológica convencional. El análisis de la dinámica histórica comarcal ha conllevado la realización de una propuesta de fasificación temporal que parte del estudio de la cultura material, en particular de las cerámicas (Cáp. 3), que en muchos casos presenta un significativo valor datante particularmente al compararla con lo propuesto para contextos regionales más amplios, que cuentan con secuencias estratigráficas bien caracterizadas. Con este punto de partida ha sido posible proponer la existencia de cambios en los modelos territoriales a lo largo del tiempo (Cáp. 4), y con ello, en las dinámicas internas de las comunidades que habitaron la región. Así, se han conseguido diferenciar los siguientes periodos dentro del final de la Prehistoria Reciente: una “Edad del Bronce Inicial”, que comprende en términos genéricos la primera mitad del II milenio a.C., seguida de un “Bronce Final”, que incluye los dos primeros siglos del I milenio a.C. Tras la Edad del Bronce, la presencia fenicia acompañada de significativos cambios de territorialidad local, permite señalar los inicios de la Edad del Hierro (segunda mitad del siglo IX-VIII a.C.). Así, se propone la existencia de un periodo denominado “Hierro I.1”, que comprende desde mediados del siglo IX a.C. (850 a.C.) (en fechas convencionales) al 700 a.C. Este momento se vuelve a subdividir en “Hierro I.1.1, fases Rebanadilla “III y IV”, posible emporio vinculado a un santuario (850-800 a.C.). Este momento sería coetáneo a las transformaciones acontecidas en el poblamiento local durante el Bronce Final, en el que se observa un mayor interés autóctono por el control de los principales estuarios. La fase I.1.2 corresponde propiamente a la implantación colonial (resultante del éxito de la fase anterior) asociada a “Rebanadilla 2” (siglo VIII a.C.) y a los inicios del Cerro del Villar en la Bahía de Málaga. Esta última subfase coincidiría de pleno con el inicio de Los Castillejos de Alcorrín, en Manilva (mucho mejor ajustado cronológicamente gracias a amplias series de dataciones radiocarbónicas). Tras este momento se ha definido la fase Hierro I.2, propiamente de finales del siglo VIII VII a.C., que se asocia a un nuevo episodio de transformaciones territoriales tanto en las colonias fenicias como en los contextos autóctonos. ­ 28 2.2.2. Las dataciones radiocarbónicas. Una primera propuesta de fasificación en tiempos calendáricos del Estrecho de Gibraltar entre la Prehistoria y la Protohistoria. Tras establecer un primer ajuste cronológico con claves convencionales, se procede a intentar realizar una propuesta de datación calendárica de los procesos históricos desarrollados entre la Prehistoria Reciente y la Protohistoria en el área del Estrecho de Gibraltar y entorno inmediato. Para ello, se ha recurrido a recopilar las fechas radiocarbónicas publicadas del área del Estrecho de Gibraltar y su entorno inmediato (Tabla 1). Se ha actualizado su calibración, y finalmente, se ha realizado un estudio estadístico por periodos, aplicando el teorema de Bayes. La práctica ausencia de dataciones en la orilla sur del Estrecho no ha permitido ampliar esta iniciativa más allá de la zona propuesta, manifestándose otro desequilibrio de información arqueológica existente entre ambos sectores del extremo occidental del mar de Alborán. Hace algo más de una década se llevó a cabo una primera recopilación y calibración de la práctica totalidad de las fechas disponibles para la Prehistoria Reciente del sector de la provincia de Málaga (Rodríguez Vincerio y Márquez Romero 2003), que ha sido objeto de una revisión y actualización (para momentos de la Edad del Bronce) en fechas recientes (Suárez Padilla y Caro Herrero e.p.). Antes de empezar, hay que señalar que el número y la calidad de fechas son limitados. Además, sólo se han querido utilizar fechas con desviaciones inferiores a ± 100 años, para intentar garantizar una mayor precisión. Todas las fechas han sido calibradas con OxCal 4.2 (Bronk Ramsey 2013) y la curva de calibración IntCal13 (Reimer et al. 2013). Hay que tener en cuenta las desviaciones producidas por la propia curva, los denominados “plateau” o mesetas y los cambios rápidos en forma de picos sinuosos “wiggles” que afectan a los intervalos tras la calibración (Guilderson et al. 2005). En este caso, se señalan dos de estos episodios: uno situado en el tramo de la curva 2450 y 2200 cal BC, que afecta a algunas fechas proporcionando una desviación mayor en los periodos calibrados, y otro localizado al final de la secuencia la conocida como “Meseta Hallstattica”, que afecta particularmente a las dataciones de la segunda Edad del Hierro a nivel europeo. 29 Yacimiento Ref. BP DESV Muestra Contexto Bib. PER. ASIGNADO Llano de la Virgen (Coín) GrN19993 4010 80 Carbón s.c. As. Fernandez Ruiz 1999-2000 01.CU_F Tardón (Antequera) GRN16066 3745 25 H. Hum. Fu. Ferrer Palma et al. 1997 01.CU_F Tardón (Antequera) UGRA 260 3530 70 H. Hum. Fu. Ferrer Palma et al. 1997 01.CU_F Llano Virgen (Coín) GrN1990 3660 40 H. hum. Fu. Fernandez Ruiz 1999-2000 02.BR_I Acinipo (Ronda) ACINIPO1 3650 80 Desc. As. Aguayo de Hoyos et al. 1991 02.BR_I El Berrueco (Medina Sidonia) I-13051 3620 80 Carbón s.c. As. Escacena Carrasco y de Frutos 1985 02.BR_I Acinipo (Ronda) ACINIPO2 3580 100 Desc. As. Aguayo de Hoyos et al. 1991 02.BR_I Llano Virgen (Coín) GrN19992 3440 40 Carbón s.c. As. Fernández Ruiz 1999,2000 02.BR_I Alcaide (Antequera) GRN-16061 3340 90 H. hum. Fu. Marques Melero et al. 2012 02.BR_I Alcaide (Antequera) ALCAIDE1 3180 100 H. hum. Fu. Baldomero Navarro 2001 02.BR_I Alcaide (Antequera) CNA-2275 3475 40 H. hum. Fu. Tovar Fernández et al. 2012 03.BR_I El Berrueco (Medina Sidonia) BERRUECO1 3310 80 Carbón s.c. As. Escacena Carrasco y de Frutos 1985 03.BR_F Alcaide (Antequera) CNA-2274 3115 40 H. hum. Fu. Tovar Fernández et al. 2012 03.BR_F Alcaide (Antequera) CNA-2273 3045 40 H. hum. Fu. Tovar Fernández et al. 2012 03.BR_F Acinipo (Ronda) ACINIPO3 2980 90 Carbón s.c. As. Aguayo de Hoyos et al. 1991 03.BR_F Alcaide (Antequera) CNA-2276 2945 40 H. hum. Fu. Marqués Melero et al. 2012 03.BR_F Alcaide (Antequera) ALCAIDE2 2910 100 H. hum. Fu. Baldomero Navarro 2001 03.BR_F Rebanadilla (Málaga) REBANAVE2168 2810 40 Desc. As. Sánchez Sánchez et al. 2011 04.HIERRO I.1.1 Rebanadilla (Málaga) REBANAVE 2114 2780 40 Desc. As. Sánchez Sánchez et al. 2011 04.HIERRO I.1.1 San Isidro (Málaga) SISIDRO 59749 2660 60 Desc. Fu. Sánchez Sánchez et al. 2011 04.HIERRO I.1.1 San Pablo (Málaga) Ua-23136 2785 45 Carbón s.c. As. Fernández Rodríguez y Arancibia 2011 05.HIERRO I.1.2 Silla del Papa (Tarifa) Beta 251591 2780 40 Carbón s.c. As. Moret et al. 2010 05.HIERRO I.1.2 Acinipo (Ronda) ACINIPO4 2770 90 Carbón s.c. As. Aguayo de Hoyos et al. 1991 05.HIERRO I.1.2 Castillejos de Alcorrín (Manilva) Erl-11550 2711 42 Carbón arb. As. Marzoli et al. 2010 05.HIERRO I.1.2 Rebanadilla (Málaga) REBANAVE 3140 2700 40 Desc. As, Sánchez Sánchez-Moreno et al. 2011 05.HIERRO I.1.2 Castillejos de Alcorrín (Manilva) Erl-11552 2684 42 Carbón arb. As. Marzoli et al. 2010 05.HIERRO I.1.2 Castillejos de Alcorrín (Manilva) Erl-11560 2676 42 Hueso de o.r. As. Marzoli et al. 2010 05.HIERRO I.1.2 Castillejos de Alcorrín (Manilva) Erl-11553 2674 43 Carbón arb. As. Marzoli et al. 2010 05.HIERRO I.1.2 Acinipo (Ronda) ACINIPO5 2650 90 Carbón s.c. As. Aguayo de Hoyos et al. 1991 05.HIERRO I.1.2 Castillejos de Alcorrín (Manilva) Erl-11562 2635 42 Hueso s.s. As. Marzoli et al. 2010 05.HIERRO I.1.2 Castillejos de Alcorrín (Manilva) Erl-11556 2627 41 Carbón arb. As. Marzoli et al. 2010 05.HIERRO I.1.2 Rebanadilla (Málaga) REBANAVE 2253 2610 40 Desc. As. Sánchez Sánchez et al. 2011 05.HIERRO I.1.2 Castillejos de Alcorrín (Manilva) Erl-11555 2601 45 Carbón arb. As. Marzoli et al. 2010 05.HIERRO I.1.2 Castillejos de Alcorrín (Manilva) Erl-11559 2554 42 Hueso o.r. As. Marzoli et al. 2010 05.HIERRO I.1.2 Gorham’s Cave 184053 2500 40 Carbón s.c. As. Gutiérrez López 2012 05.HIERRO I.1.2 Castillejos de Alcorrín (Manilva) Erl-11561 2471 42 Hueso o.r. As. Marzoli et al. 2010 05.HIERRO I.1.2 Gorham’s Cave 185444 2460 40 Carbón s.c. As. Gutierrez López 2012 05.HIERRO I.1.2 Silla del Papa (Tarifa) Beta 267367 2450 40 Carbón s.c. As. Moret et al. 2010 05.HIERRO I.1.2 Gorham’s Cave 185545 2450 40 Carbón s.c. As. Gutierrez López 2012 05.HIERRO I.1.2 Castillejos de Alcorrín (Manilva) Erl-11551 2448 42 Carbón arb. As. Marzoli et al. 2010 05.HIERRO I.1.2 Tabla 1. Listado de fechas radiocarbónicas procedentes del Estrecho de Gibraltar y su entorno inmediato. Carbón s.c. (Carbón sin caracterizar), Carbón arb. (Carbón de especie arbustiva); H. Hum. (Hueso Humano); Desc. (naturaleza de la muestra desconocida); Hueso o.r. (Hueso de ovis rubicrapa); Hueso s.s. (Hueso de sus scrofa); As. (Asentamiento); Fu. (Contexto funerario); CU.F. (Cobre Final); (BR.I) (Bronce Inicial); BR.F. (Bronce Final); H.I.1.1 (Hierro Antiguo I.1.1); H.I.1.2 (Hierro Antiguo I.1.2). 30                                                                    El Cobre Final se ha tomado como referencia para la base de la serie. La necrópolis de Tardón (Antequera, Málaga) (Fig. 4) presenta una serie de sepulcros con inhumaciones asociados a cerámicas campaniformes, tanto impresas como incisas. Resulta de especial interés para valorar la continuidad de las tradiciones de finales de la Edad del Cobre en los momentos iniciales de la Edad del Bronce. Show structure from to % from to %  μ σ m Sum Tardon R_Date GRN16066  ‐2201  ‐2064 68.2  ‐2275 ‐2039 95.4  ‐2148 54  ‐2159 R_Date UGRA 260  ‐1944  ‐1757 68.2  ‐2113 ‐1686 95.4  ‐1863 95  ‐1860 Fig. 4. Dataciones radiocarbónicas y calibraciones de la necrópolis del Tardón. Antequera, Málaga. El asentamiento de Acinipo (Ronda), cuenta con cinco fechas radiocarbónicas (Fig. 5), que abarcan desde inicios de la Edad del Bronce a primeros momentos del Hierro (Aguayo de Hoyos et al., 1991). 31                                                                                  Se trata de fechas obtenidas en todos los casos sobre carbón sin caracterizar, lo que limita un tanto su valor, no pudiendo descartarse el efecto de envejecimiento aportado por el efecto de “la madera vieja” en algunas dataciones. Show structure from to % from to %  μ σ m Sum Acinipo R_Date ACINIPO1  ‐2138  ‐1924 68.2  ‐2281 ‐1775 95.4  ‐2033 115  ‐2029 R_Date ACINIPO2  ‐2117  ‐1772 68.2  ‐2204 ‐1665 95.4  ‐1938 139  ‐1935 R_Date ACINIPO3  ‐1374  ‐1056 68.2  ‐1426 ‐943 95.4  ‐1199 123  ‐1200 R_Date ACINIPO4  ‐1012  ‐824 68.2  ‐1192 ‐796 95.4  ‐954 103  ‐942 R_Date ACINIPO5  ‐968  ‐597 68.2  ‐1021 ‐517 95.4  ‐802 127  ‐822 Fig.5. Dataciones radiocarbónicas y calibraciones del asentamiento de Acinipo, Ronda. No obstante, se pueden considerar sensiblemente ajustadas a la propuesta de datación convencional de fasificación aportada por sus investigadores. 32 La necrópolis de Alcaide (Fig. 6) ha sido objeto de una reciente publicación, en la que se ha aportado un interesante conjunto de fechas radiocarbónicas con escasa desviación, que resultan de gran interés para valorar las reocupaciones de los sepulcros entre el Bronce Pleno-Final (Tovar Fernández et al. 2014). Show structure from to % from to % µ σ m Sum Alcaide R_Date ALCAIDE1 -1608 -1304 68.2 -1691 -1135 95.4 -1447 125 -1451 R_Date ALCAIDE2 -1257 -946 68.1 -1393 -850 95.5 -1115 132 -1111 R_Date CNA-2275 -1878 -1746 68.2 -1895 -1690 95.4 -1800 58 -1803 R_Date GRN-16061 -1739 -1511 68.2 -1879 -1438 95.4 -1639 111 -1633 R_Date CNA-2274 -1433 -1304 68.2 -1494 -1269 95.4 -1371 54 -1379 R_Date CNA-2273 -1387 -1234 68.3 -1414 -1135 95.4 -1305 61 -1303 R_Date CNA-2276 -1220 -1060 68.2 -1263 -1023 95.4 -1150 64 -1152 Fig. 6. Dataciones radiocarbónicas y calibraciones de la necrópolis de Alcaide, Antequera. 33                                 El poblado de Monte Berrueco, de Medina Sidonia, Cádiz, aunque se encuentra en el límite occidental del área de estudio, resulta de gran interés, ya que su secuencia estratigráfica es al día de hoy una de las mejores para conocer el II milenio a nivel regional, y supone un continuo apoyo arqueográfico de referencia (Escacena Carrasco y de Frutos 1985) (Fig. 7). Show structure from to % from to %  μ σ m R_Date I‐13051  ‐2132  ‐1887 68.2  ‐2201 ‐1756 95.4  ‐1991 115  ‐1989 R_Date BERRUECO1  ‐1685  ‐1504 68.2  ‐1865 ‐1421 95.4  ‐1600 95  ‐1595 Fig. 7. Dataciones radiocarbónicas y calibraciones del asentamiento de Monte Berrueco, Cádiz. El asentamiento del Llano de la Virgen, en Coín, Málaga, es al día de hoy la mejor secuencia estratigráfica del ámbito del Estrecho de Gibraltar para el conocimiento de la transición del Cobre Final a la Edad del Hierro. Sólo cuenta con algunas fechas publicadas, realizadas además sobre carbón sin caracterizar (Fernandez Ruiz 1999­ 2000 :61) (Fig. 8). 34                                       Show structure from to % from to %  μ σ m R_Date GrN19993  ‐2836  ‐2369 68.2  ‐2865 ‐2296 95.4  ‐2558 138  ‐2547 R_Date GrN1990  ‐2131  ‐1965 68.2  ‐2190 ‐1926 95.4  ‐2042 64  ‐2036 R_Date GrN19992  ‐1871  ‐1688 68.1  ‐1881 ‐1658 95.4  ‐1760 64  ‐1750 Fig. 8. Dataciones radiocarbónicas y calibraciones del asentamiento del Llano de la Virgen, Coín. Para contextos fenicios, se cuenta con las fechas procedentes del sitio de la Rebanadilla y su necrópolis, San Isidro, ubicados en la desembocadura del río Guadalhorce, en plena Bahía de Málaga. Aunque las fechas aportan una horquilla cronológica amplia y no hay grandes diferencias de techo a muro de la secuencia, resulta clave para valorar el inicio de la presencia fenicia en la región (Fig. 9 y Fig. 10). 35                                                                                    Show structure from to % from to %  μ σ m Sum Revanadilla R_Date REBANAVE2168  ‐1009  ‐913 68.2  ‐1073 ‐843 95.4  ‐965 53  ‐963 R_Date REBANAVE 2114  ‐996  ‐857 68.2  ‐1017 ‐830 95.4  ‐929 52  ‐928 R_Date REBANAVE 3140  ‐895  ‐812 68.2  ‐921 ‐801 95.4  ‐858 35  ‐855 R_Date REBANAVE 2253  ‐816  ‐776 68.2  ‐894 ‐590 95.4  ‐787 53  ‐798 Fig. 9. Dataciones radiocarbónicas y calibraciones del asentamiento de Rebanadilla, Málaga. 36                                                                  Show structure from to % from to %  μ σ m Sum San Isidro R_Date SISIDRO 59749  ‐895  ‐795 68.2  ‐976 ‐599 95.4  ‐838 62  ‐834 Fig. 10. Dataciones radiocarbónicas y calibraciones del asentamiento de San Isidro, Málaga. Otro sitio de interés es el Santuario de Gorham’s Cave, en Gibraltar (Fig. 11). Parece que el sitio estuvo frecuentado por los fenicios desde finales del siglo IX a.C., con fechas convencionales. No obstante, las dataciones caen de lleno en la “Meseta Hastalltica”. 37                                                                                                                                                       Show structure from to % from to %  μ σ m Sum Gorham's Cave R_Date 184053  ‐771  ‐545 68.2  ‐793 ‐486 95.4  ‐640 86  ‐636 R_Date 185444  ‐752  ‐491 68.2  ‐761 ‐415 95.4  ‐600 101  ‐603 R_Date 185545  ‐747  ‐430 68.2  ‐756 ‐410 95.4  ‐588 104  ‐581 Fig. 11. Dataciones radiocarbónicas y calibraciones del asentamiento de Gorham’s Cave, Gibraltar. El asentamiento de Silla del Papa se ubica en Tarifa. De la base de la secuencia, asociadas a contextos arqueológicos de inicios de la Edad del Hierro, proceden dos fechas (Fig. 12). Show structure from to % from to %  μ σ m Sum Silla del Papa R_Date Beta 251591  ‐996  ‐857 68.2  ‐1017 ‐830 95.4  ‐929 52  ‐928 R_Date Beta 267367  ‐747  ‐430 68.2  ‐756 ‐410 95.4  ‐588 104  ‐581 Fig. 12. Dataciones radiocarbónicas y calibraciones del asentamiento de Silla del Papa, Tarifa, Cádiz. 38 El sitio mejor datado del Estrecho mediante dataciones radiométricas es el yacimiento de Los Castillejos de Alcorrín (Manilva, Málaga). Ha sido objeto de varios proyectos sistemáticos de investigación. Sus fechas son de calidad, habiéndose procesado sólo dataciones de vida corta, bien caracterizadas (Fig. 13). 39                                                                                                                  Show structure from to % from to %  μ σ m Castillejos de Alcorrin R_Date Erl‐11550  ‐897  ‐822 68.2  ‐970 ‐801 95.4  ‐866 38  ‐864 R_Date Erl‐11552  ‐894  ‐804 68.2  ‐914 ‐797 95.4  ‐850 35  ‐843 R_Date Erl‐11560  ‐893  ‐802 68.2  ‐906 ‐796 95.4  ‐845 34  ‐837 R_Date Erl‐11553  ‐892  ‐801 68.2  ‐908 ‐794 95.4  ‐845 34  ‐836 R_Date Erl‐11562  ‐833  ‐791 68.2  ‐897 ‐772 95.4  ‐815 38  ‐811 R_Date Erl‐11556  ‐829  ‐788 68.2  ‐897 ‐767 95.4  ‐807 40  ‐807 R_Date Erl‐11555  ‐826  ‐765 68.2  ‐891 ‐550 95.4  ‐763 75  ‐790 R_Date Erl‐11559  ‐801  ‐590 68.1  ‐809 ‐542 95.4  ‐690 87  ‐684 R_Date Erl‐11561  ‐755  ‐521 68.2  ‐769 ‐429 95.4  ‐612 98  ‐617 R_Date Erl‐11551  ‐746  ‐416 68.2  ‐756 ‐410 95.4  ‐585 105  ‐576 Fig. 13. Dataciones radiocarbónicas y calibraciones del asentamiento de Los Castillejos de Alcorrín, Manilva, Málaga. Una vez calibradas las fechas, se ha procedido a realizar una propuesta de fasificación de las dataciones agrupadas en periodos a partir de su potencial contemporaneidad, según la propuesta aportada por el registro arqueológico convencional de la comarca y dispuestas secuencialmente, con la intención de acotarlas mediante el uso del análisis estadístico bayesiano (Blackwell et al. 2006). El modelo se plantea siguiendo las recomendaciones del software Oxcal 4.2 (Bronk Ramsey 2013) para el tratamiento de múltiples fases, prestando especial atención a la supuesta superposición de las mismas generando un “modelo tipo”. Se ha procedido a elaborar diversos modelos, que de una forma u otra corroboran las hipótesis en el marco de las “overlapping phases” es decir, momentos que debido a la amplitud espacial del marco cronológico con el que se está trabajando, se podrían solapar. De entre los 5 modelos estudiados, finalmente se ha elegido uno, que contempla tres fases principales: Cobre Final, Edad del Bronce y Edad del Hierro. Dentro del Bronce se ha diferenciado entre Inicial y Final. En Hierro se han distinguido dos momentos dentro del Hierro I.1, es decir, Hierro Inicial 1.1 e Hierro inicial 1.2. Para el Hierro I.2 se dispone sólo de una fecha y entra de lleno en la Meseta Hastalltica, por lo que no se ha considerado estadísticamente. 40                                                                                                                      En dicho modelo se han estimado tres medidas fundamentales inferidas: la cota de inicio y la cota de finalización medidas con el comando Boundary (usando una estándar) y la duración estimada de cada una de las fases y subfases usando la medida Interval. Así mismo se han extraído las medidas de media, mediana y desviación estadística, que pueden aportar un marcador central a las fechas modeladas cuando su extensión es excesivamente amplia. En todos los casos, el modelo nos proporciona unas medidas de Accuracy (precisión) o veracidad del Amodel del 98.6% y del Aoverall del 94.2 % siendo esto totalmente aceptable al ser inferior al (>60%), lo que permite aseverar que las medidas son estadísticamente coherentes entre sí. Asimismo, ninguna de las fechas modeladas ha proporcionando un valor de “A” (Accuracy) menor al 60%, estando la mayoría de ellas con una “A” superior al 100%. De este modo, para los momentos iniciales de la secuencia (Tabla 2), a finales de la Edad del Cobre, se observa un inicio acotado a un 68% de probabilidad entre el 3100 al 2341 mod. cal BC, con una media entorno al 2960, mediana 2770 y una desviación de 577, que, aunque no es una fecha de gran valor, si nos aproxima al último tercio del III milenio cal BC para el inicio de este periodo. Por otro lado, su final se enmarca entre el 2008 y un excesivo 1326 mod. cal BC, siendo su media 1444 BC, mediana 1631 BC, pero con una desviación de 537 años, que viene a fijar el final del proceso en momentos de la primera mitad del II milenio. No obstante, para el inicio de la secuencia las fechas no resultan especialmente clarificadoras e incluso el propio análisis bayesiano nos apunta que sus centroides media y mediana poseen una desviación de más de 500 años ya que se dispone de un conjunto escaso de dataciones. from to % from to %  μ σ m Boundary INICIO COBRE FINAL  ‐3100 ‐2341 68.2  ‐4790 ‐2172 95.4  ‐2960 577  ‐2770 Phase R_Date GrN19993  ‐2624 ‐2307 68.3  ‐2854 ‐2205 95.4  ‐2495 142  ‐2500 R_Date GRN16066  ‐2201 ‐2065 68.2  ‐2275 ‐2039 95.4  ‐2149 53  ‐2159 R_Date UGRA 260  ‐2013 ‐1778 68.2  ‐2135 ‐1693 95.4  ‐1898 105  ‐1895 Interval DURACION COBRE FINAL 0 1800 68.2 0 3800 95.4 1516 959 1220 Boundary FIN COBRE FINAL  ‐2008 ‐1326 68.2  ‐2183 264 95.5  ‐1444 537  ‐1631 Tabla 2: Dataciones modeladas usando análisis bayesiano con Oxcal 4.3. Periodo: Cobre Final. 41                                                                                                                                                                             La secuencia correspondiente al Bronce se ha dividido en dos fases, el Bronce Inicial que contempla los tradicionales Bronce Antiguo y Pleno y el Bronce Final. En este caso el Bronce Inicial (Tabla 3) con una probabilidad del 68%, se sitúa en torno a la primera mitad del segundo milenio de forma clara. Las cotas estimadas con este modelo son también muy representativas. La inicial se sitúa entre el 2187 al 1989 mod. BC 1σ y con una desviación estadística de 129 años, las medidas centrales media 2119 y mediana 2100 y la cota final entre 1686 al 1408 mod. BC con una desviación estadística de 162 años las medidas centrales media 1524 BC y mediana 1540 BC, lo que enmarca perfectamente este periodo durante la primera mitad del II milenio cal BC e incluso últimos siglos del II milenio, lo que lo acerca sensiblemente al Sureste. from to % from to %  μ σ m Boundary INICIO BRONCE INICIAL  ‐2187  ‐1989 68.2  ‐2365  ‐1892 95.4  ‐2119 129  ‐2100 Phase R_Date GrN1990  ‐2052  ‐1941 68.2  ‐2130  ‐1895 95.4  ‐2009 60  ‐2001 R_Date ACINIPO1  ‐2054  ‐1884 68.2  ‐2147  ‐1772 95.4  ‐1975 92  ‐1975 R_Date I‐13051  ‐2047  ‐1834 68.2  ‐2134  ‐1759 95.4  ‐1950 95  ‐1953 R_Date ACINIPO2  ‐2021  ‐1777 68.2  ‐2127  ‐1691 95.4  ‐1904 111  ‐1907 R_Date CNA‐2275  ‐1881  ‐1747 68.2  ‐1896  ‐1691 95.4  ‐1804 58  ‐1807 R_Date GrN19992  ‐1875  ‐1690 68.2  ‐1884  ‐1661 95.4  ‐1767 66  ‐1757 R_Date GRN‐16061  ‐1876  ‐1568 68.2  ‐1898  ‐1498 95.4  ‐1693 108  ‐1686 R_Date ALCAIDE1  ‐1741  ‐1486 68.2  ‐1887  ‐1389 95.4  ‐1616 124  ‐1611 Interval DURACION BRONCE INICIAL 360 772 68.2 21 1083 95.4 595 244 575 Boundary FIN BRONCE INICIAL  ‐1686  ‐1408 68.2  ‐1873  ‐1214 95.4  ‐1524 162  ‐1540 Tabla 3: Dataciones modeladas usando análisis bayesiano con Oxcal 4.3. Periodo: Bronce Inicial. De interés son también las fechas aportadas para el periodo definido como “Bronce Final” (Tabla 4). En el contexto del Estrecho de Gibraltar, las dataciones asignadas a este momento son aún escasas, en línea con lo que acontece en general en el sur de la Península Ibérica, como veremos a continuación. Es por esta circunstancia por lo que resulta especialmente interesante la aportación supuesta por las fechas obtenidas en la necrópolis de la Edad del Cobre de Alcaide, Antequera. De este modo, y con 68% de probabilidad, los inicios modelados para este periodo se enmarcan entre el 1688 al 1436 mod. cal BC, y unas medidas centrales de media de 1606 y mediana 1575 con una desviación de 177 años. Su final vuelve a ser de interés, ya que estamos en fechas calendáricas situadas entre el 1202 al 969 mod. cal BC, con una mediana de 1067 y media de 1034 con una desviación de 170 años, dataciones propias del Bronce Final, del último tercio del II milenio y claramente precedentes a la presencia colonial fenicia en la región. 42                                                                                                                                                                                  from to % from to %  μ σ m Sequence BRONCE FINAL Boundary INICIO BRONCE FINAL  ‐1688 ‐1436 68.2  ‐1954 ‐1317 95.4  ‐1606 177  ‐1575 Phase R_Date BERRUECO1  ‐1587 ‐1419 68.2  ‐1692 ‐1293 95.4  ‐1504 94  ‐1504 R_Date CNA‐2274  ‐1431 ‐1303 68.2  ‐1491 ‐1266 95.4  ‐1367 53  ‐1371 R_Date CNA‐2273  ‐1386 ‐1234 68.2  ‐1415 ‐1202 95.4  ‐1306 59  ‐1303 R_Date ACINIPO3  ‐1381 ‐1131 68.2  ‐1429 ‐1033 95.4  ‐1239 104  ‐1241 R_Date CNA‐2276  ‐1258 ‐1118 68.2  ‐1370 ‐1046 95.4  ‐1178 64  ‐1180 R_Date ALCAIDE2  ‐1372 ‐1088 68.2  ‐1413 ‐982 95.4  ‐1197 111  ‐1199 Interval DURACION BRONCE FINAL 288 718 68.2 83 1150 95.4 572 287 526 Boundary FIN BRONCE FINAL  ‐1202 ‐969 68.2  ‐1283 ‐688 95.4  ‐1034 170  ‐1067 Tabla 4: Dataciones modeladas usando análisis bayesiano con Oxcal 4.3. Periodo: Bronce Final. Las dataciones del Bronce Final en el sur de la Península están pendientes de la ampliación del corpus disponible de fechas de vida corta, que permitan realizar ajustes cronológicos de mayor precisión. En este sentido, destacar las dataciones aportadas por un total de cinco yacimientos del suroeste de la Península (entre los que destaca por el número de fechas disponibles El Trastejón, Huelva), que permiten plantear a García Sanjuán y Odriozola Lloret (2012: 377) la existencia de una concentración de fechas en el último tercio del II milenio, entre los siglos XIII al IX cal BC. Refuerzan esta propuesta con las dataciones obtenidas en el Sureste para este mismo periodo, en sitios como Fuente Álamo o Gatas (Castro Martínez et al. 1999: 77). Pero no se pueden obviar en este sentido las recientes fechas absolutas aportadas por el Corte SMRO de Medellín, en el que en su Fase I (donde se encuentran ya formas cerámicas características del Bronce Final) arranca del siglo XIV cal BC (Jiménez Ávila y Guerra Millán 2012: 104). Por otro lado, es interesante valorar la correlación de los últimos momentos del Bronce Final con la primera presencia fenicia en el área del Estrecho (Hierro I.1.1) (Tabla 5), asociado a las primeras fases de Rebanadilla (III y IV) uno de los contextos más antiguos del sur de la Península Ibérica con evidencias de presencia de un emporio oriental, junto a Huelva (Periodo del Hierro I 1.1). 43                                                                                                               from to % from to %  μ σ m Boundary INICIO HIERRO I.1.1  ‐1071 ‐902 68.2  ‐1413 ‐844 95.4  ‐1045 179  ‐995 Phase R_Date REBANAVE2168  ‐987 ‐899 68.2  ‐1022 ‐841 95.4  ‐938 47  ‐936 R_Date REBANAVE 2114  ‐973 ‐859 68.2  ‐1003 ‐837 95.4  ‐920 44  ‐919 R_Date SISIDRO 59749  ‐918 ‐811 68.2  ‐978 ‐788 95.4  ‐875 51  ‐878 Interval DURACION HIERRO I.1.1 0 277 68.2 0 935 95.4 274 326 178 Boundary FIN HIERRO I.1.1  ‐922 ‐752 68.2  ‐990 ‐387 95.4  ‐771 193  ‐823 Tabla 5: Dataciones modeladas usando análisis bayesiano con Oxcal 4.3. Periodo: Hierro I.1.1. Resulta de interés comprobar como los inicios, a 1σ, se ubican entre el 1071 y el 902 mod. cal BC. En este caso las medidas centrales quedarían en una mediana de 995 BC, una media de 1045 BC y una desviación de 179 años. Todas estas fechas son coherentes con lo aportado para el sitio onubense. Lo interesante además es la fecha resultante del modelo en su “horquilla fina”, que se sitúa entre el 922 BC y el 752 BC al 68% (con una mediana de 823 BC, una media de 771 BC y desviación 193 años), resultando datos compatibles para las fechas propuestas por la arqueología convencional para el inicio de este periodo, que se estima a mediados o en el último tercio del siglo IX a.C., y que coincide con la mediana sugerida por la modelación, que aporta una fecha del 823 mod. cal. BC. De este modo, en fechas modeladas y calibradas, la primera fase de la presencia (que no de establecimiento colonial estable) de los fenicios en la región se fecharía en momentos situados entre mediados del siglo XI cal BC y la primera mitad del siglo VIII cal BC., lo que viene siendo coherente con las dataciones absolutas propuestas para este periodo en el sitio Atlántico, y que serían compatibles en su tramo final con las fechas derivadas de la cronología cerámica. Para el siguiente momento de inicios de la Edad del Hierro, asociado ya a la presencia estable fenicia en la región (Hierro I.1.2) (Tabla 6) se dispone de una número mayor de dataciones, entre las que sobresalen las aportadas por el asentamiento de Los Castillejos de Alcorrín, que ha proporcionado una amplia serie de fechas de radiocarbono (13 dataciones) que le convierten en uno de los principales referentes para la cronología del periodo del Hierro del sur de la Península Ibérica (Marzoli et al. 2010: 171-175). A ello se han sumado las dataciones de poblados como San Pablo, en 44                                                                                                                                                                                                                                                                                                          la Bahía de Málaga, Acinipo y Rebanadilla II, que por estas fechas se habría consolidado propiamente como un asentamiento colonial. Este periodo tiene el valor añadido al permitir confirmar la sensible coetaneidad de la consolidación colonial oriental con la reacción autóctona en proyectos como Los Castillejos de Alcorrín. from to % from to %  μ σ m Sequence HIERRO I.1.2 Boundary INICIO HIERRO I.1.2  ‐914 ‐851 68.2  ‐957 ‐831 95.4  ‐890 34  ‐887 Phase R_Date Ua‐23136  ‐879 ‐827 68.2  ‐925 ‐812 95.4  ‐861 29  ‐856 R_Date Beta 251591  ‐878 ‐829 68.2  ‐922 ‐815 95.4  ‐862 28  ‐857 R_Date ACINIPO4  ‐873 ‐809 68.2  ‐925 ‐788 95.4  ‐848 34  ‐845 R_Date Erl‐11550  ‐865 ‐811 68.2  ‐901 ‐802 95.4  ‐847 26  ‐843 R_Date REBANAVE 3140  ‐861 ‐808 68.2  ‐898 ‐801 95.4  ‐843 26  ‐839 R_Date Erl‐11552  ‐853 ‐803 68.2  ‐895 ‐797 95.4  ‐838 27  ‐832 R_Date Erl‐11560  ‐847 ‐801 68.2  ‐892 ‐796 95.4  ‐835 26  ‐829 R_Date Erl‐11553  ‐846 ‐801 68.2  ‐893 ‐795 95.4  ‐834 27  ‐828 R_Date ACINIPO5  ‐861 ‐774 68.2  ‐916 ‐720 95.4  ‐816 48  ‐817 R_Date Erl‐11562  ‐831 ‐791 68.2  ‐887 ‐771 95.4  ‐814 25  ‐810 R_Date Erl‐11556  ‐825 ‐790 68.2  ‐887 ‐766 95.4  ‐809 23  ‐806 R_Date REBANAVE 2253  ‐815 ‐780 68.2  ‐841 ‐756 95.4  ‐798 23  ‐799 R_Date Erl‐11555  ‐812 ‐773 68.2  ‐846 ‐674 95.4  ‐793 29  ‐795 R_Date Erl‐11559  ‐798 ‐758 68.2  ‐813 ‐666 95.4  ‐766 35  ‐775 R_Date 184053  ‐784 ‐729 68.2  ‐796 ‐666 95.4  ‐742 36  ‐750 R_Date Erl‐11561  ‐771 ‐715 68.2  ‐792 ‐663 95.4  ‐734 34  ‐741 R_Date 185444  ‐766 ‐716 68.2  ‐789 ‐656 95.4  ‐731 33  ‐737 R_Date Beta 267367  ‐764 ‐713 68.2  ‐786 ‐654 95.4  ‐730 32  ‐735 R_Date 185545  ‐764 ‐713 68.2  ‐786 ‐654 95.4  ‐730 32  ‐735 R_Date Erl‐11551  ‐765 ‐712 68.2  ‐787 ‐656 95.4  ‐730 32  ‐735 Interval DURACION HIERRO I.1.2 123 239 68.2 80 329 95.4 195 67 186 Boundary FIN HIERRO I.1.2  ‐743 ‐678 68.2  ‐761 ‐607 95.4  ‐696 43  ‐705 Tabla 6: Dataciones modeladas usando análisis bayesiano con Oxcal 4.3. Periodo: Hierro I.1.2. De este modo, el modelo resulta especialmente eficaz para este momento histórico, gracias particularmente a la calidad y cantidad de las fechas disponibles. Así, el inicio se ubica entre el 914-851 mod. cal BC al 68%, con mediana en el 877, media 890 y desviación 34 años. En cuanto a la cota de finalización podemos decir que se sitúa entre el 743-678 mod. cal BC al 68%, con mediana en el 705 BC, media 696 BC con una destacable desviación de 43 años. 45 Estas últimas dataciones son especialmente valiosas, ya que permiten acotar el final de este proceso, que incluso en el propio Alcorrín quedaba desdibujado por la presencia de fechas que irrumpían claramente en la “Meseta Hastalltica”, caso de la Erl-11557: 2554±42 BP, y que ahora podría ajustarse al último tercio del siglo VIII cal BC, dato de gran interés y coherente con las propuestas de finales de este momento establecidas por la datación arqueológica convencional a partir del estudio de los objetos cerámicos. 46 3. Los datos arqueológicos. 3.1. El poblamiento. A continuación se presenta la información arqueológica disponible sobre los yacimientos conocidos en la comarca de estudio. Se realiza una presentación de los mismos en sentido geográfico, de Este a Oeste, y en relación a los piedemontes de las Sierras que los delimitan por el norte respecto al litoral. 3.1.1. El piedemonte de Sierra Blanca (Marbella). Río Real (Marbella). En la desembocadura del mismo Río Real (Marbella) se ha documentado la existencia de un poblado interpretado como un asentamiento fenicio, ubicado en la margen izquierda de la desembocadura del río, sobre una suave colina situada a unos 22 m.s.n.m. El descubrimiento del sitio fue resultado de la noticia de la aparición de restos arqueológicos y la consecuente paralización de un proyecto de obras que había destruido ya en gran parte el sitio. Se excavó un pequeño sector con carácter de urgencia, y los resultados de los trabajos se han expuesto a modo de avance (Sánchez Bandera et al. 1999). El primer horizonte de ocupación del asentamiento se ha fechado en la segunda mitad del siglo VII a.C. Los restos constructivos más antiguos corresponden a retazos de muros inconexos (Fig. 14), asociados a fragmentos cerámicos correspondientes a ánforas del tipo T.10121 de Ramon, junto a algún borde de pithoi, vajilla de engobe rojo, tanto platos (con borde en ala de 5 cm) a diversos tipos de cuencos carenados, así como cerámica gris y piezas a mano de tradición local, entre las que destacan las ollas piriformes de borde vuelto con decoraciones incisas e impresas, así como cazuelas carenadas. Se ha relacionado con los horizontes IV y V de Toscanos y el IIb del Cerro del Villar (Sánchez Bandera et al. 1999: 69-70) (Fig. 15). El poblado presenta un segundo momento edificatorio que se caracteriza por una cultura material entre la que aparece cerámica de mesa griega de talleres jonios, que fechan el techo del momento previo (Sánchez Bandera et al. 2001-71). 47 Fig. 14. Restos arqueológicos del yacimiento de Río Real (Marbella). (Fotog. Autor). El hallazgo de escorias metálicas en la excavación permite plantear la práctica en el sitio de actividades metalúrgicas, previsiblemente vinculadas a la explotación de las minas situadas aguas arriba del río. No se puede descartar que al menos las primeras tareas de reducción pudiesen llevarse a cabo en el asentamiento de Cerro Torrón, coetáneo a éste, y vecino a los principales afloramientos mineros. La secuencia continúa en época posterior al siglo VI, alcanzando al menos el V-IV, con ánforas tipo T.11213, y evidencias de prácticas pesqueras, gracias a la aparición de anzuelos. 48 Fig. 15. Cerámicas correspondientes al primer horizonte de ocupación de Río Real. (Fuente: Sánchez Bandera et al. 1999). Cerro Torrón, Marbella. Se trata de un asentamiento dispuesto sobre un promontorio escarpado con buena visibilidad, a una altura de 230 m.s.n.m. (Fig. 16). Fig. 16. Cerro Torrón, Marbella. Vista desde el Sur (arriba a la derecha, en segundo término). Foto.: autor. 49 El poblado era conocido de antiguo, porque presenta una fase de ocupación medieval islámica correspondiente a una pequeña fortaleza del siglo IX instalada en su cumbre. Con motivo de las prospecciones selectivas realizadas en el marco del Proyecto de prospecciones de la Costa del Sol, dirigido por López Pardo, se confirmó que los orígenes del sitio remontaban a época fenicia (Suárez Padilla et al. 2001: 117). Entre los hallazgos arqueológicos destacan una serie de bordes correspondientes a un ánfora de pequeño formato del tipo T.10121 y algún trozo de pithoi y de jarra de cuello o urna Cruz del Negro, que se pueden fechar genéricamente entre los siglos VII-VI a.C., con buenos paralelos en el vecino asentamiento de Río Real (Sánchez Bandera et al. 1999: 70, fig. 1.8 y 1.13). También se documentan algunas ollas de borde vuelto, realizadas a mano (López Pardo y Suárez Padilla 2010: 800, fig. 9). No obstante, la mayoría de los restos arqueológicos documentados corresponden ya a época púnica: ánforas tipo T.11213 de Ramon y varios bordes de “lebrillos” o cazuelas de borde engrosado con bandas pintadas en negro. 3.1.2. Piedemonte de Sierra Bermeja (Benahavís y Estepona). Cerro Capanes (Benahavís). El asentamiento fue descubierto el año 2001 en el marco de las prospecciones selectivas realizadas en el Proyecto titulado “Procesos de interacción fenicios- indígenas en el ámbito costero entre Málaga y el Estrecho de Gibraltar”, dirigido por F. López Pardo (López Pardo y Suárez Padilla 2003: 79). Se ubicó sobre una ladera, que debió de acondicionarse para su uso mediante la construcción de terrazas. El sitio domina el cauce del río Guadalmina. Se localiza a 1.500 m al este del asentamiento de Montemayor, y con clara comunicación visual con éste (Fig. 17). El material arqueológico de superficie consiste en un importante conjunto de molinos barquiformes de piedra y moletas, algún hacha trabajada en rocas de grano fino y un fragmento de brazalete de arquero, elaborado en una arenisca de grano fino. Hay dientes de hoz en sílex. Junto a ellos, el grueso de los hallazgos corresponde a cerámicas realizadas a mano. Se observan coloraciones dominantemente claras, tirando a beige y marrón pardo que puede llegar a oscuro. También son frecuentes las coloraciones grisáceas y los cambios de tono en las superficies de las mismas piezas, 50 resultado de cocciones en atmósferas mixtas. Los tratamientos dominantes son alisados, aunque hay bruñidos, que no llegan a alcanzar aspectos metálicos. Los desgrasantes son de diverso tamaño, aumentando en las piezas de mayor formato, donde se puede apreciar la presencia de rocas locales, incluidas las peridotitas, que no dejan dudas sobre la fábrica local de la mayoría de los productos. Fig. 17. Vista general de Cerro Capanes, Benahavís, desde el Sur. El asentamiento se ubica en la ladera occidental, más suave. Foto.: autor. Entre las formas abiertas, tienen protagonismo las fuentes o cuencos de casquete esférico (CAP.-SUP-57, 42, 51, 08, 35, 01, 32, 07, 30, 29, 46). Estos recipientes están presentes en el Estrato IV del Llano de la Virgen (Fernández Ruiz et al. 1991-92: 18, fig. 5 nº 3), correspondiente a momentos de finales de la Edad del Cobre. Las formas con borde ligeramente apuntado al exterior y remate plano son propias de momentos campaniformes, documentadas en el Estrato I del Monte Berrueco (Escacena Carrasco y Frutos Reyes 1985: 55, fig. 10 nº 7). No obstante, los cuencos de casquete esférico tipo escudilla continúan durante el Bronce, aunque perdiendo protagonismo cuantitativo respecto a otras formas como los hemiesféricos, como se observa en los Estratos II y III del Monte Berrueco (Escacena Carrasco y Frutos Reyes 1985: 57, fig. 12 nº 34 y 62, fig. 17 nº 87). Otra de las formas con presencia significativa son los cuencos o escudillas de casquete esférico con borde vuelto hacia el interior (CAP.-SUP-04; 10, 11, 12; 13, 15, 22, 33, 45) 51 típicos de la primera mitad del II milenio en el Estrato II del Llano de la Virgen de Coín (Fernández Ruiz et al. 1991-92: 10, fig. 3 nº 10) y en el III del Monte Berrueco (Escacena Carrasco y Frutos Reyes 1985: 64, fig. 19 nº 108; 62, fig. 17 nº 83 y 70, fig. 24 nº162). Los cuencos de tendencia hemiesférica son una forma con protagonismo entre las formas abiertas, pero de escaso valor datante (CAP.-SUP-05, 09, 14; 23, 24, 64, 11, 16, 21) presentes desde el Estrato I del Monte Berrueco en Medina Sidonia (Escacena Carrasco y Frutos Reyes 1985: 55, fig. 10 nº 18) aunque adquieren especial protagonismo en la segunda mitad del II milenio, en momentos ya del Bronce Final. Los cuencos profundos con borde engrosado al interior o de media caña (CAP.-SUP­ 66) son formas de tradición del Bronce Tardío y que alcanzan el Bronce Final e incluso inicios de la Edad del Hierro. Están presentes en contextos cercanos con hallazgos de superficie de Lomo Redondo 3, en Estepona, y por citar otros paralelos algo más lejanos, Costanilla Torre del Oro de Carmona (Jiménez Hernández 1994: 167, fig. 4 nº 1), Las Cumbres, en la Bahía de Cádiz (Ruiz Mata 1995: 79, fig. 15 nº 7), y en el sureste, el Estrato A6 del Cerro de la Miel (Carrasco et al. 1985: 275, fig. 8, nº 26). En el Cerro de Capanes se documenta un número destacado de vasos abiertos con carena (CAP.-SUP- 68, 72, 76, 77, 78, 87,131, 159, 161). Pueden presentar el tramo inferior del cuerpo con forma de casquete esférico, y a partir de la carena definir una concavidad que remata en un labio apuntado (CAP.-SUP-87). Es una forma característica de los Estratos II y III de Monte Berrueco, ya en momentos iniciales del Bronce (Escacena Carrasco y Frutos Reyes 1985: 58, fig. 13 nº 43 y 69, fig. 23 nº 143). Algunas corresponden a vasos propiamente de carena baja, que recuerdan a ejemplares frecuentes en el ámbito argárico, pero que también están presentes en el suroeste, como en Setefilla, Estrato XIV, atribuidos a momentos de plenitud de la Edad del Bronce (Aubet Semmler 1983: 58, fig. 18 nº 18). Otros vasos corresponden a perfiles troncocónicos con carenas altas, marcadas, que definen una concavidad hasta el labio, que es engrosado al exterior. Esta pieza presenta restos de engalba roja, y es propia de contextos del Bronce Tardío y Final a nivel comarcal, como se observa en Villa Vieja (Casares) o Lomo Redondo 3 (Estepona). Entre los contextos de mayor antigüedad en los que han sido localizados, citar Fuente Álamo (Schubart 1985: 85, fig. 5-a, c y g), Cuesta del Negro (estrato IV-sur) (Molina y Parejo 1978: 227, fig. 56), Setafilla, Estrato XIII (Aubet Semmler 1983: 72, fig. 23­ 53) o Costanilla Torre del Oro, UE 107 y 113 (Jiménez Hernández 1994: 177, fig. 14 nº 6). Son vasos que continúan durante el último tercio del II milenio e incluso las primeras 52 centurias del I, alcanzando los inicios de la Edad del Hierro. En este sentido, citar su presencia en Monte Berrueco (Medina Sidonia, Cádiz), estrato V (Escacena Carrasco y Frutos Reyes1985: 77, fig. 30, nº 224), Las Cumbres, en el Puerto de Santa María (Ruiz Mata 2005: fig. 15 nº 33), Montilla (San Roque, Cádiz), en el estrato 2 del Corte 2 (Schubart 1989: 213, fig. 8, nº 35 y 40) e incluso Los Castillejos de Alcorrín (vid. infra). Algunos fragmentos carenados presentan pequeños mamelones en la carena, tradición especialmente frecuente en contextos del Bronce Pleno-Tardío, como el poblado de Tragalamocha (Nerja, Málaga) (Fernández Rodríguez y Suárez Padilla 2004: 304, fig. 3 nº 7), fechado a mediados del II milenio, o en la necrópolis de Alcaide, hipogeo nº 14 (Tovar Fernández et al. 2014: 134, fig. 6 nº 4), donde cuenta con buenas dataciones radiocarbónicas que aportan fechas calendáricas del último tercio del II milenio cal BC. Cazuela borde engrosado (CAP.-SUP-105). Se trata de un fragmento de borde engrosado de cazuela bruñida con restos de pintura roja, que a pesar de estar fragmentado, permite relacionarse con formas típicas del Bronce Tardío y Final, documentadas en Carmona (Costanilla Torre del Oro, U.E. 107)(Jiménez Hernández 1994: 170, fig. 7 nº 3); en el Estrato VII del Monte Berrueco (Escacena Carrasco y Frutos Reyes 1985: 81, fig. 34 nº 267) o Montilla (San Roque, Cádiz) (Schubart 1987: 213, fig. 8, nº 34). Entre las formas cerradas, están presentes algunas bastante simples, como los cuencos parabólicos profundos (CAP.-SUP- 02, 25, 38, 41, 173). Estas formas aparecen en el Estrato II de Monte Berrueco, durantes los primeros siglos del II milenio (Escacena Carrasco y Frutos Reyes 1985: 59, fig. 14 nº 55), aunque se mantienen en el milenio siguiente en este mismo asentamiento. No obstante, son especialmente habituales en los contextos de influencia tartésica del ámbito de la Andalucía centro-oriental, como en Terrera del Reloj (Guadix, Granada), por citar algún ejemplo (Aguayo de Hoyos y Contreras Cortés 1981: 265, fig. 5,b). Cuencos de 2/3 de esfera (CAP.-SUP- 44; 62; 65). Se trata de otra forma que resulta, en principio poco datante, especialmente fura de contexto, estando presente en las secuencias del II milenio de la región. Alcanza el Bronce Final en el Estrato V del Monte Berrueco (Escacena Carrasco y Frutos Reyes 1985: 75, fig. 28 nº 194), e incluso los inicios de la Edad del Hierro, como se documenta en el asentamiento de Los Castillejos de Alcorrín (vid. infra). 53 Cuencos globulares. Se documentan una serie de vasos de estas características (CAP.­ SUP- 03, 26, 31, 39), especialmente frecuentes en los contextos campaniformes de finales de la Edad del Cobre, como, en Aratispi (Antequera, Málaga) (Perdiguero López 1989-90: 77, fig. 9 nº 1-6), aunque continúan en el Estrato III del Bronce Pleno del Monte Berrueco de Medina Sidonia (Escacena Carrasco y Frutos Reyes 1985: 63, fig. 18 nº 105), Terrera del Reloj (Guadix, Granada) (Aguayo de Hoyos y Contreras Cortés 1981: 267, fig. 6,d) e incluso en el contexto del Bronce Final del Llano de la Virgen, de Coín (Estrato I) (Fernández Ruiz 1997: 347, fig. 2 nº 3). Un vaso que conserva el perfil sensiblemente completo es de aspecto esferoide, con borde entrante y labio corto, recto (CAP.-SUP-63) está presente en el Estrato I de Monte Berrueco (Escacena Carrasco y Frutos Reyes 1985: 56, fig. 11 nº 22), de momentos de finales de la Edad del Cobre. Una forma de interés corresponde a un vaso de paredes con tendencia troncocónica y borde corto, exvasado, que podría relacionarse con las denominadas “urnas bicónicas”, con reservas, dado el escaso tramo de perfil conservado de la pieza. De ser así, este tipo de vasos aparece ya en el Bronce Final a partir del Estrato VI del Monte Berrueco (Escacena Carrasco y Frutos Reyes 1985: 78, fig. 31 nº 225 y 226). Orzas piriformes de borde vuelto (CAP.-SUP-67; 108; 133; 141). Esta forma está presente en el asentamiento de Setefilla, Estrato XIIa (Aubet Semmler 1983: 82, fig. 29, nº 111­ 112), en el suroeste, y en el sureste, en el Cerro de la Miel, Estrato A6 (Carrasco et al. 1985: 42, fig. 63), en contextos de los primeros siglos del I milenio a.C., al igual que en Montilla, Estrato 2, Corte 2 (San Roque, Cádiz) (Schubart 1987: 215, fig. 9, nº 58). Orzas de borde triangular. Se trata de una forma con cierta presencia en Capanes (CAP.-SUP-143; 144; 145; 146; 167; 172). Este tipo de piezas están presentes en el Llanete de los Moros (Montoro Córdoba) en los Estratos II y IIIA, en contextos del Bronce Tardío (Martín de la Cruz 1987: 56, fig. 20, nº 91), y del Bronce Final en el Estrato A6 del Cerro de la Miel (Carrasco et al. 1985: 293, fig. 21, nº 96). Vasos de perfil en “S”. Una serie de bordes de Capanes deben corresponder a este tipo de contenedores, la forma cerrada por excelencia de la Edad del Bronce Antiguo y Pleno (CAP.-SUP-83, 86, 89. 129). Por citar algunos ejemplos, están presentes en el Estrato II de Monte Berrueco (Escacena Carrasco y Frutos Reyes 1985: 58, fig. 13 nº 47 y 59, fig. 14 nº 65), y el Estrato II del Llano de la Virgen (Fernández Ruiz 1997: 348, fig. 2 nº 31) y El Estanquillo (Ramos Muñoz 1993: 63, fig. 10, nº 4). 54 Hay una serie de bordes (CAP.-SUP- 81, 55, 94, 136) que corresponden a contenedores de gran formato, con el borde corto, exvasado. Se trata de formas presentes en El Monte Berrueco de Medina Sidonia desde el nivel VI, ya del Bronce Final (Escacena Carrasco y Frutos Reyes 1985: 78, fig. 31 nº 231), y en el sureste, en el Cerro de la Miel (Carrasco et al. 1985: 274, fig. 7, nº 18). Vasos de perfil globular y borde sensiblemente recto (CAP.-SUP-81; 84; 129). Se trata de una forma localizada en contextos del Bronce Pleno en La Peña de los Enamorados, en Antequera (Moreno Aragüez y Ramos Muñoz 1982-83: 63, fig. 5, nº 6), así como en Cuesta del Negro, Estrato VI sur (Molina González y Pareja López 1975: fig. 93, nº 411), en momentos del Bronce Tardío. Los vasos perforados (CAP.-SUP-158) arrancan de momentos campaniformes, de finales de la Edad del Cobre y alcanzan los primeros siglos del I, durante los inicios de la Edad del Hierro, estando representados, a nivel comarcal, en Montilla (San Roque, Cádiz) (Schubart 1987: 215, fig. 9, nº 61-63) o en Los Castillejos de Alcorrín (vid. infra). Los ejemplos antiguos se documentan, por ejemplo, en los estratos más profundos de la secuencia del Llano de la Virgen (Coín, Málaga), Estrato V (Fernández Ruiz 1991-92: 18, fig. 5 nº 19), o en el Estanquillo (San Fernando, Cádiz) (Ramos Muñoz 1993: 66, fig. 12, nº 5). La funcionalidad de estas piezas no está cerrada. Se conservan algunas asas y mamelones, que pudieron funcionar como elementos decorativos o funcionales -como asideros- en algunas piezas (CAP.-SUP-63; 92; 147). Respecto a las primeras, que pueden presentar mayor valor datante, señalar sólo su presencia en diversos asentamientos de la región, como el vecino poblado de Montemayor (vid. infra), y que se fechan a partir del Bronce Pleno-Tardío en la secuencia del Monte Berrueco de Medina Sidonia (Escacena Carrasco y Frutos Reyes 1985: 63, fig. 18 nº 101) o en El Llano de la Virgen, en Coín (Estrato II) (Fernández Ruiz 1997: 440, fig. 4, nº 51). Hay que señalar la presencia de vasos de fondo plano, que corresponden ya a formas propias de la segunda mitad del II milenio, en contextos del Bronce Tardío, como en el Monte Berrueco, Estrato IV (Escacena Carrasco y Frutos Reyes 1985: 72, fig. 26, nº 177) y se hacen especialmente habituales durante el Bronce Final y la primera Edad del Hierro. 55 El yacimiento ha aportado un interesante conjunto de fragmentos decorados. Algunos de ellos corresponden sin duda, a campaniformes incisos, concretamente a vasos cerrados, decorados en todos los casos con motivos geométricos que definen cenefas con trazos oblicuos, rombos dispuestos en horizontal o vertical (CAP.-SUP- 152, 153; 154). A nivel comarcal, estas cerámicas están presentes en Los Castillejos de Estepona y en la última fase de reutilización de la necrópolis de Corominas (Estepona). Señalar su presencia en el Estrato I del Monte Berrueco (Escacena Carrasco y Frutos Reyes1985: 55, fig. 10, nº 8) o el nivel IV del Llano de la Virgen (Fernández Ruiz et al. 1991-92: 18, fig. 5, nº 17). El hallazgo de cerámica campaniforme incisa resulta especialmente valioso cara a datar esta primera fase de ocupación del sitio. En la vecina Serranía de Ronda, concretamente en el asentamiento de Acinipo se ha documentado este tipo de cerámica al interior de una cabaña de la que se pudieron obtener dos fechas radiocarbónicas, concretamente s/m 1; 3650±80 BP, 2138-1924 cal BC (68% de probabilidad) y 2281-1775 (95%) y s/m 2; 3580±100 BP, 2117-1772 cal BC (68% de probabilidad) y 2117-1772 cal BC (95%) (vid supra), lo que permite proponer una cronología estimada de la presencia de estas tradiciones cerámicas en la región entre finales del III milenio y los primeros siglos del II, momento en el que, precisamente, dejan de localizarse en el Sureste, donde por esas fechas se está expandiendo el fenómeno argárico (Molina González y Cámara Serrano 2004: 10). Otras cerámicas decoradas presentan simples motivos incisos formando líneas paralelas en franjas horizontales o en “V” (CAP.-SUP-156, 157), que, aunque no se pueda descartar con totales garantías su vínculo con motivos campaniformes, ya que existen motivos semejantes en estos momentos -pero no idénticos- (ver, por ejemplo, algunas decoraciones del yacimiento del Cerro de la Virgen, Fase IIA (Schüle y Pellicer 1966: 27-39, figs. 17-29), nos inclinamos a pensar, especialmente por el ancho de las bandas decoradas y el número de líneas que conforman los motivos y su tratamiento bruñido, que se trate propiamente de decoraciones incisas de tradición de Cogotas I propias del Bronce Tardío-Final. Para estas últimas existen paralelos en el Estrato IIIA del Llanete de los Moros (Montoro, Córdoba) (Martín de la Cruz 1987: 74, fig. 38 nº 420) en la Cuesta del Negro (Purullena, Granada), Estrato V-sur (Molina González y Pareja López 1975: fig. 67, nº 270) y en el cercano asentamiento de El Campín Bajo (López Amador et al. 2008: 233, fig. 8, nº 22 y 151). 56 Un fragmento en el que se observan bandas impresas en las que se ha marcado con mayor profundidad la huella del punzón, y que recuerdan a un motivo presente en el Estrato III A del Llanete de Los Moros (Martín de la Cruz 1987: 67, fig. 31 nº 229). Una pieza con impresiones semejantes aparece en los contextos del Bronce Tardío (Fase I­ 1) del Cerro de la Mora (Moraleda de Zafayona, Granada) (Carrasco et al. 1981: 314, fig. 6, 9). Otro pequeño fragmento presenta una serie de pequeñas impresiones en serie que podrían corresponder a una decoración de tipo “boquique”, propia de la tradición de Cogotas I (CAP.-SUP-155). Este tipo de decoraciones empiezan a ser frecuentes especialmente en la banda atlántica de Cádiz, en tierras colindantes con el Estrecho de Gibraltar. Se constata su presencia en el casco histórico de Tarifa (vid. infra), La Marquina o el Estanquillo (Ramos Muñoz et al. 2008: 374). Citar, finalmente, un fragmento decorado con finas líneas incisas (CAP.-SUP-150), que también presenta paralelos en la Cuesta del Negro en contextos del Bronce Tardío (Molina González y Pareja López 1975: fig. 52 nº 208). Otros elementos de interés son las pesas de telar (CAP.-SUP-159 y 160), de forma circular y de tendencia rectangular con esquinas redondeadas, ambas con doble perforación. Son piezas de tradición del Bronce Pleno, presentes, por ejemplo, en el Estrato XV de Setefilla (Aubet Semmler 1983: 55, fig. 15 y 17), o en el Estrato IV del Berrueco, ya del Bronce Tardío-Final (Escacena Carrasco y Frutos Reyes1985: 71, fig. 25, nº 170). A modo de conclusión, el interés de Capanes es que presenta, al día de hoy indicios de conservar una de las secuencias de ocupación más completas de la Prehistoria Reciente de la región, que se fecharía entre finales del III milenio-inicios del II (Cobre Final-Bronce Antiguo) hasta alcanzar el último tercio del mismo (Bronce Final previo a la presencia colonial) y aparentemente de forma ininterrumplida, en una dinámica de poblamiento que podría equiparse, previsiblemente, a dos importantes asentamientos vecinos que cuentan con importantes estratigrafías: Monte Berrueco (Medina Sidonia, Cádiz) y al Llano de la Virgen (Coín, Málaga), sólo por citar los más cercanos. En este sentido es muy interesante valorar su aparente coexistencia con el poblado vecino de Monte Mayor durante el segundo segundo tercio del II milenio (Bronce Pleno-Tardío). La presencia de sitios coetáneos de la Edad del Bronce relativamente próximos es conocida en el suroeste, caso de El Trastejón respecto a la Papúa II, en la Sierra de Aracena, Huelva (Hurtado Pérez et al. 2011). 57 CAP - Sup. 57 CAP - Sup. 42 CAP - Sup. 51 CAP - Sup. 07 CAP - Sup. 08 CAP - Sup. 35 CAP - Sup. 32 CAP - Sup. 01 Lámina 1. Cerro Capanes: hallazgos cerámicos en superficie CAP - Sup. 46 CAP - Sup. 30 CAP - Sup. 29 CAP - Sup. 04 CAP - Sup. 10 CAP - Sup. 12 CAP - Sup. 13 CAP - Sup. 15 CAP - Sup. 22 CAP - Sup. 33 CAP - Sup. 45 Lámina 2. Cerro Capanes: hallazgos cerámicos en superficie CAP - Sup. 05 CAP - Sup. 23 CAP - Sup. 09 CAP - Sup. 24 CAP - Sup. 14 CAP - Sup. 21 CAP - Sup. 11 CAP - Sup. 16 CAP - Sup. 64 CAP - Sup. 68 CAP - Sup. 72 Lámina 3. Cerro Capanes: hallazgos cerámicos en superficie CAP - Sup. 87 CAP - Sup. 76 CAP - Sup. 77 CAP - Sup. 78 CAP - Sup. 131 CAP - Sup. 161 Lámina 4. Cerro Capanes: hallazgos cerámicos en superficie Lámina 5. Cerro Capanes: hallazgos cerámicos en superficie CAP - Sup. 159 CAP - Sup. 105 CAP - Sup. 02 CAP - Sup. 25 CAP - Sup. 38 CAP - Sup. 41 CAP - Sup. 173 CAP - Sup. 65 CAP - Sup. 66 CAP - Sup. 44 CAP - Sup. 62 CAP - Sup. 31 CAP - Sup. 26 CAP - Sup. 03 Lámina 6. Cerro Capanes: hallazgos cerámicos en superficie CAP - Sup. 39 CAP - Sup. 108 CAP - Sup. 165 CAP - Sup. 67 CAP - Sup. 141 CAP - Sup. 133 CAP - Sup. 145 CAP - Sup. 146 Lámina 7. Cerro Capanes: hallazgos cerámicos en superficie CAP - Sup. 172 CAP - Sup. 143 CAP - Sup. 144 CAP - Sup. 167 CAP - Sup. 86 CAP - Sup. 89 CAP - Sup. 83 CAP - Sup. 85 CAP - Sup. 90 Lámina 8. Cerro Capanes: hallazgos cerámicos en superficie CAP - Sup. 98 CAP - Sup. 110 CAP - Sup. 94 CAP - Sup. 55 CAP - Sup. 136 CAP - Sup. 91 Lámina 9. Cerro Capanes: hallazgos cerámicos en superficie CAP - Sup. 84 CAP - Sup. 129 CAP - Sup. 158 CAP - Sup. 92 CAP - Sup. 93 CAP - Sup. 147 CAP - Sup. 149 CAP - Sup. 150 CAP - Sup. 152 CAP - Sup. 153 CAP - Sup. 154 CAP - Sup. 156 CAP - Sup. 157 CAP - Sup. 155 CAP - Sup. 151 CAP - Sup. 80 CAP - Sup. 130 Lámina 10. Cerro Capanes: hallazgos cerámicos en superficie CAP - Sup. 132 CAP - Sup. 148 CAP - Sup. 159 CAP - Sup. 160 Lámina 11. Cerro Capanes: hallazgos cerámicos en superficie Montemayor (Benahavís). Se trata de un yacimiento de altura, ubicado en la estribación oriental de Sierra Bermeja, en la cabecera del río Guadalmansa (Fig. 18). Aunque el sitio es conocido de antiguo (ya que en sus cotas más altas se construyó una importante fortaleza medieval en uso entre los siglos X al XV d.C.), no había noticias escritas sobre poblamiento previo a estas fechas. El material arqueológico de filiación prehistórica se localizó en el Museo de Estepona, junto a otros hallazgos islámicos fechables entre los siglos X-XV d.C. Tras visitar el yacimiento se pudo comprobar la presencia de material de la Prehistoria Reciente concentrado a media ladera de la falda sur y sureste del promontorio, disperso por una superficie relativamente pequeña, de aproximadamente 1’5 Has. En superficie se observan indicios de la posible existencia de terrazas o regularizaciones para facilitar el hábitat o las zonas de cultivo, espacios que quizás puedan remontarse a época prehistórica. Este sector del yacimiento no presenta especiales condiciones naturales para la defensa. Su posible continuidad hacia cotas más altas no es descartable, pero está completamente camuflada por las importantes construcciones medievales. Fig. 18. Vista general de Montemayor desde el Sur (Benahavís, Málaga). Foto.: José María Navarro. 58 Aún así, el sitio presenta una extraordinaria visibilidad sobre el extremo de la comarca occidental de Málaga y el Estrecho de Gibraltar, observándose desde aquí otros importantes yacimientos coetáneos de la región, como Villa Vieja. Un elemento a tener en cuenta es la cercanía a las minas de cobre de El Cardenillo, aguas abajo del río Guadalmansa (Estepona). Resulta sugerente relacionar este hallazgo con un potencial aprovechamiento de los recursos mineros locales. Junto a los objetos cerámicos, destaca la presencia de improntas de barro correspondientes a alzados o cubiertas de cabañas, así como molinos fabricados en piedra local y pulimentos en rocas duras de grano fino, consistentes en moletas y un interesante trozo de mazo con una hendidura central en sentido vertical, de los conocidos como “martillos de minero”, el único de estas características localizados en la región (Fig. 19). Fig. 19. Martillo con hendidura central para enmangue “in situ”. Foto.: José Suárez Padilla. 59 Entre las formas abiertas, tienen un protagonismo acusado en el conjunto lsa fuentes y cuencos de casquete esférico (M.M.-SUP- 28; 13; 19; 10; 18; 17). Las primeras suelen ser especialmente frecuente en contextos antiguos de la Edad del Bronce, aunque no son exclusivas de estos momentos, por lo que presentan escaso valor datante. Por citar algunos paralelos, aparecen desde el Estrato I del Monte Berrueco (Escacena Carrasco y Frutos Reyes1985: 55, fig. 10, nº 7), de finales de la Edad del Cobre, y están a su vez en el poblado de Tragalamocha (Nerja), fechado a mediados del II milenio con dataciones radiocarbónicas (Fernández Rodríguez y Suárez Padilla 2004: fig. 3, nº 6). También están presentes los cuencos de casquete esférico con borde entrante (M.M.­ SUP-16) o los hemiesféricos (M.M.-SUP-01), bien representados en el asentamiento vecino de Capanes, y cuya presencia se hace habitual en momentos de plenitud del II milenio, especialmente en los ajuares de los sepulcros del suroeste, como el Almendral (El Bosque) (Castañeda Fernández et al. 1999: 61, fig. 4, E3) y el poblado de El Estanquillo, en San Fernando (Ramos Muñoz 1993: 64, fig. 11, nº 4-6). Vasos carenados (M.M.-SUP-6; 23; 40; 85; 43). Entre los vaso de carena alta, entrante, hay que destacar la presencia de un ejemplar con un mamelón colgante. La presencia de estos pequeños apéndices en la zona de inflexión de este tipo de cuencos es característica de contextos del Bronce Pleno-Tardío, como se constata en el poblado de Tragalamocha (Nerja, Málaga) (Fernández Rodríguez y Suárez Padilla 2004: 304, fig. 3 nº 7), fechado con radiocarbono a mediados del II milenio cal BC, o en la necrópolis de Alcaide, hipogeo nº 14 (Tovar Fernández et al. 2014: 134, fig. 6 nº 4), donde cuenta a su vez con fechas calendáricas centradas en el último tercio del II milenio cal BC. Es necesario señalar que ejemplares semejantes aparecen en el vecino asentamiento de Cerro Capanes. De las carenas bajas, llama la atención algún ejemplar que define un vaso de paredes bastante rectas, en línea con las “tulipas” argáricas, que aparecen puntualmente en contextos del Bronce Pleno del suroeste, como en Setefilla, Estrato XIV, atribuido a momentos de plenitud de la Edad del Bronce (Aubet Semmler 1983: 58, fig. 18 nº 18) y en el Estanquillo (San Fernando, Cádiz 1993: 66, fig. 12, nº 3 y 4). Estas formas también están presentes en el propio Capanes. Respecto a las formas cerradas, los primeros vasos a describir serían los cuencos parabólicos profundos (M.M.-SUP-12 y 48). Estos vasos profundos de paredes rectas, que previsiblemente definirán vasos de perfil parabólico, se dan en los estratos antiguos del Monte Berrueco (Estrato I) (Escacena Carrasco y Frutos Reyes1985: 55, fig. 60 10, nº 10), pero continúan durante el Bronce Final en el Estrato I del Llano de la Virgen de Coín (Fernández Ruiz 1997: 348, fig. 3, nº 24), ya del Bronce Final, por lo que su valor datante tampoco es significativo. Cuencos de 2/3 de esfera. (M.M.-SUP- 11, 2, 3, 4, 14). Son vasos, que, al igual que los cuencos globulares (M.M.-SUP- 8, 21, 22), tampoco presentan un alto valor cronológico. Por citar algún paralelo, están presentes en el Bronce Pleno y Tardío del Monte Berrueco, Estrato III (Escacena Carrasco y Frutos Reyes1985: 62, fig. 17, nº 89). Vasos profundos de perfil ligeramente troncocónico y borde vuelto (M.M.-SUP-89) o de paredes rectas y borde engrosado (M.M.-SUP-58), que pueden presentar decoración de mamelones. Son formas interesantes por su valor datante, ya que se hacen habituales en el Llanete de los Moros en su Fase IIIA (Martín de la Cruz 1987: 66, fig. 30, nº 227), del Bronce Tardío. Algo parecido ocurre con el vaso de paredes oblicuas y borde apuntado, con mamelón, que está en el Estrato E de Fuente Álamo atribuido al Bronce Tardío, que colmata la gran cisterna argárica (Schubart 1985) y que vuelve a aparecer en Llanete de los Moros, en su Fase IIIA (Martín de la Cruz 1987: 66, fig. 30, nº 227) y Cuesta del Negro, estrato VI (Molina González y Pareja López 1975: 414, fig. 94), asentamientos todos de referencia para caracterizar este periodo cronológico. Otra forma correspondiente a vasos de gran formato (M.M.-SUP-66; 44; 43), destinados a contener provisiones, son los de de perfil globular y borde corto sensiblemente vertical, presentes en los niveles del Bronce Tardío de Cuesta del Negro, Estrato VI-sur (Martín de la Cruz 1987: 411, fig. 93). Vasos de perfil en “S” (M.M.-SUP- 72; 74; 47; 68; 70; 82; 43; 80). Estos vasos son las formas de almacenamiento por excelencia en los contextos de finales de la Edad del Cobre- Bronce, alcanzando el Estrato IV del Monte Berrueco que correspondería ya a inicios del Bronce Final, pero quizás con carácter residual (Escacena Carrasco y Frutos Reyes1985: 71, fig. 25, nº 167). Aparecen en El Estanquillo, en San Fernando, como las formas propias de plenitud de la Edad del Bronce (Ramos Muñoz 1993: 63, fig. 10, nº 4). Asas y mamelones (M.M.-SUP-77; 88; 90; 91). Destaca un fragmento de vaso de cuerpo globular achatado con un arranque de asa de cinta, semejante a otro localizado en Capanes. Para esa pieza ya se ha señalado que tiene paralelos en el Bronce Pleno, en 61 M.M. Sup. 28 M.M. Sup. 13 M.M. Sup. 10 M.M. Sup. 19 M.M. Sup. 17 M.M. Sup. 18 M.M. Sup. 16 M.M. Sup. 01 M.M. Sup. 23M.M. Sup. 06 M.M. Sup. 40 M.M. Sup. 85 M.M. Sup. 81 Lámina 1. Monte Mayor: hallazgos cerámicos en superficie M.M. Sup. 48 M.M. Sup. 12 M.M. Sup. 14 M.M. Sup. 11 M.M. Sup. 03 M.M. Sup. 04 M.M. Sup. 02 M.M. Sup. 21 M.M. Sup. 22 M.M. Sup. 08 M.M. Sup. 72 Lámina 2. Monte Mayor: hallazgos cerámicos en superficie M.M. Sup. 49 M.M. Sup. 52 M.M. Sup. 74 M.M. Sup. 47 M.M. Sup. 68 M.M. Sup. 32 M.M. Sup. 70 M.M. Sup. 82 Lámina 3. Monte Mayor: hallazgos cerámicos en superficie M.M. Sup. 80 M.M. Sup. 58 M.M. Sup. 69 M.M. Sup. 43 M.M. Sup. 44 M.M. Sup. 66 Lámina 4. Monte Mayor: hallazgos cerámicos en superficie M.M. Sup. sn M.M. Sup. 89 M.M. Sup. 51 M.M. Sup. sn1 M.M. Sup. 90 M.M. Sup. 77 M.M. Sup. 91 M.M. Sup. 88 M.M. Sup. 101 M.M. Sup. 86 M.M. Sup. 100 Lámina 5. Monte Mayor: hallazgos cerámicos en superficie sitios como Monte Berrueco (Escacena Carrasco y Frutos Reyes 1985: 63, fig. 18 nº 101) y El Llano de la Virgen de Coín (Estrato II) (Fernández Ruiz 1997: 440, fig. 4, nº 51). Destacan los vasos con paredes verticales y mamelones simples o dobles, en sentido horizontal. Estos últimos se hacen frecuentes a partir de mediados del II milenio, alcanzando el Bronce Final en el Estrato A6 del Cerro de la Miel (Carrasco et al. 1985: 293, fig. 21, nº 92-93). Por otro lado, como posible decoración, sólo hay un fragmento con una serie de impresiones (M.M.-SUP-86), de difícil adscripción. Igual que en Capanes, se conservan pesas de telar en cerámica (M.M.-SUP-100-101), para las que ya se han señalado algunos paralelos en el asentamiento colindante que manifiestan su continuidad entre el Bronce Pleno al Final. En conclusión, el asentamiento de Montemayor se presenta como coetáneo al vecino Cerro de Capanes, pudiendo haber coincido en un momento centrado entre el Bronce Pleno y Tardío, lo que podría corresponder grosso modo al segundo tercio del II milenio. Respecto a este otro asentamiento, presenta mejor visibilidad y cercanía a las minas de la cuenca baja del río Guadalmansa. Cerro Cubero (Benahavís). El asentamiento se ubica en la cúspide de un destacado promontorio de peridotitas ubicado en la margen izquierda del río Guadalmina, relativamente cerca de Cerro Capanes y a unos 5 km de distancia de la costa. El asentamiento se ubica en la cúspide del promontorio, con una superficie máxima de aproximadamente 2 Has (Fig. 20). El hallazgo de este yacimiento es resultado de la revisión del material arqueológico depositado en el Museo de Estepona y atribuido a este lugar. Para confirmar su correcta adscripción se ha procedido a visitar el sitio, comprobándose la presencia de materiales semejantes en superficie. Junto a varios molinos de mano de aspecto barquiforme, el conjunto de hallazgos es básicamente cerámico, y corresponde tanto a vasijas elaboradas a mano, de tradición del Bronce Final/inicios de la Edad del Hierro del mundo autóctono, junto a un interesante conjunto de producciones fenicias occidentales, entre las que 62 destacan de forma abrumadora los contenedores, tanto ánforas como pithoi y alguna jarra de cuello cilíndrico. Fig. 20. Cerro Cubero (Benahavís, Málaga), en primer término. Vista desde el Sur. Foto.: José María Navarro. Entre las formas abiertas de la cerámica elaborada a mano, dominan los cuencos de casquete esférico (CUB.-SUP- 54; 57; 59; 62; 60; 61; 70; 53), algunos cercanos a la hemiesfera, que pueden tener bordes simples o engrosados. Se trata de la forma por excelencia de inicios de la Edad del Hierro (García Alfonso 2007: 276). Junto a estos, una forma poco habitual es una especie de fuente, de paredes oblicuas, que no se puede descartar que cumpliese funciones de tapadera (CUB.-SUP­ 62). Recuerda a una pieza de Los Castillejos de Alcorrín (Marzoli et al. 2010: 168, fig. 8, nº 4). Un buen paralelo aparece en el Horizonte B del yacimiento fenicio de Morro de Mezquitilla, siendo especialmente frecuente en los contextos mas antiguos (B1), de la primera mitad del siglo VIII a.C. (Puch Monge 2017: 178). Un cuenco más profundo, de perfil globular (CUB.-SUP- 79), se asemeja a los vasos de “paredes reentrantes” típicos también de estos contextos de inicios de la Edad del Hierro en la región. 63 Se ha localizado un único borde que se puede atribuir a una olla, con las paredes previsiblemente de aspecto piriforme y borde algo invasado (CUB.-SUP- 63). A estos vasos, que se hacen especialmente frecuentes a partir del siglo VIII en sitios como Los Castillejos de Alcorrín (Marzoli et al. 2010: 167, fig. 7, nº 2) o la U.E. 7 del poblado de San Pablo (Málaga) (Fernández Rodríguez et al. 1996: fig. 8) se pueden sumar un fragmento de asa (CUB.-SUP-76) y varios fondos planos (CUB.-SUP- 72; 73; 74; 75). Otra de las formas especialmente característica de estos momentos son los vasos de borde exvasado, de tendencia acampanada, con diversos tamaños y desarrollo (CUB.-SUP- 64, 65, 66, 67-68-69; 71, 77, 81). Estos contenedores están presentes en Montilla (San Roque) (Schubart 1989: 215, fig. 9 nº 49) y en El Monte Berrueco de Medina Sidonia, durante el Bronce Final (Escacena Carrasco y Frutos Reyes1985: 78, fig. 31 nº 227), así como en Capellanía, Fase VIII (Martín Córdoba 1993-94: fig. 7m, nº 13). De este modo, se observa que arrancan desde el Bronce Final, pero continúan hasta inicios de la Edad del Hierro en sitios como Los Castillejos de Alcorrín (vid. infra). Junto a las cerámicas a mano, destaca la presencia de un conjunto de piezas fabricadas a torno, cuyas formas y pastas permiten relacionarlas con producciones fenicias occidentales, particularmente de talleres del ámbito de la Andalucía oriental. Se concentran en ánforas, de los tipos T.10111 y T.10121 de Ramon (CUB.-SUP- 4, 31, 12, 9, 14, 8, 2, 1, 3, 6, 13, 10, 14, 7, 11, 17, 28, 15, 16). Ánforas semejantes aparecen, a nivel comarcal en Montilla, San Roque, en el Corte 3, Estrato I (Schubart, 1987: 221, fig. 12, 126 a 130), así como en Los Castillejos de Alcorrín, fechadas entre el siglo VIII e inicios de la centuria siguiente (Marzoli et al. 2010: 167, fig. 7, nº 10 y 168, fig. 8, nº 1). Respecto a los pithoi, (CUB.-SUP- 34, 35, 36, 32, 55, 56, 57, 49, 47, 37, 38, 39), presentan desarrollos de cuellos cortos, sensiblemente verticales, y apuntan a cuerpos biformes, con paralelos también en Montilla, Corte 3, Estrato 2 (Schubart, 1987: 223, fig. 150 y 155). Junto a estos contenedores, hay fragmentos correspondientes a vasos cerrados de menor tamaño, las conocidas como “jarras de cuello” o “urnas Cruz del Negro”, de las que se conservan dos fragmentos (CUB.-SUP- 46 y 48), presentes también en Montilla, Corte 3, estrato 2, aunque sólo en forma de galbos con pintura (Schubart, 1987: 221, fig. 150 y 155), así como dos fragmentos de platos, uno de poco más de 2 cm de ala, bizcochado (Montilla, Corte 2, Estrato II (Schubart 1975: fig. 12, 141) y el otro está fragmentado, pero conserva restos de engobe rojo y su borde sería con seguridad superior a 3 cm, como se deduce a partir del trozo conservado (CUB.-SUP 51 y 52), lo que apunta a cronologías ya propiamente del siglo VII a.C., aunque previsiblemente de su primera mitad. ­ 64 C.CUB - Sup. 62 C.CUB - Sup. 53 C.CUB - Sup. 60 C.CUB - Sup. 54 C.CUB - Sup. 62 C.CUB - Sup. 61 C.CUB - Sup. 57 C.CUB - Sup. 59 C.CUB - Sup. 70 C.CUB - Sup. 79 C.CUB - Sup. 66 C.CUB - Sup. 63 C.CUB - Sup. 81 Lámina 1. Cerro Cubero: hallazgos cerámicos en superficie C.CUB - Sup. 67, 68, 69 C.CUB - Sup. 64 C.CUB - Sup. 65 C.CUB - Sup. 77 C.CUB - Sup. 71 C.CUB - Sup. 76 C.CUB - Sup. 72 C.CUB - Sup. 73 C.CUB - Sup. 74 C.CUB - Sup. 75 Lámina 2. Cerro Cubero: hallazgos cerámicos en superficie C.CUB - Sup. 12 C.CUB - Sup. 31 C.CUB - Sup. 9 C.CUB - Sup. 4 C.CUB - Sup. 7 C.CUB - Sup. 8 C.CUB - Sup. 13 C.CUB - Sup. 10 C.CUB - Sup. 1 C.CUB - Sup. 2 C.CUB - Sup. 11 C.CUB C.CUB - Sup. 5 - Sup. 03 C.CUB - Sup. 06 C.CUB - Sup. 14 C.CUB - Sup. 28 C.CUB - Sup. 17 C.CUB - Sup. 16 C.CUB - Sup. 15 Lámina 3. Cerro Cubero: hallazgos cerámicos en superficie C.CUB - Sup. 33,35 C.CUB - Sup. 34 C.CUB - Sup. 32 C.CUB - Sup. 55 C.CUB - Sup. 56 C.CUB - Sup. 37 C.CUB - Sup. 36 C.CUB - Sup. 49 C.CUB - Sup. 47 C.CUB - Sup. 80 C.CUB - Sup. 39 C.CUB - Sup. 38 Lámina 4. Cerro Cubero: hallazgos cerámicos en superficie C.CUB - Sup. 46 C.CUB - Sup. 48 C.CUB - Sup. 51 C.CUB - Sup. 52 Lámina 5. Cerro Cubero: hallazgos cerámicos en superficie Este conjunto de formas a torno es de gran interés, ya que aunque tienen una representación cuantitativamente significativa, es llamativo el hecho de que correspondan básicamente a formas de almacenaje, que conviven con un repertorio tipológico más variado de cerámicas a mano. Este hecho, unido al patrón de asentamiento del sitio, un promontorio en alto a más de 5 km de la costa, permite plantear que se trate de un poblado de iniciativa autóctona en contacto con fenicios, al que están llegando productos alimenticios de origen colonial con cierta profusión en la segunda mitad del siglo VIII a.C. y primera mitad de la centuria siguiente. La naturaleza del sitio, sólo a partir de la interpretación de estos materiales de superficie, no queda resuelta, aunque quizás suponga un traslado de la población del cercano Capanes hacia un promontorio algo más cercano a la costa. Los Castillejos (Estepona). La existencia de material arqueológico atribuido a este yacimiento en el Ayuntamiento de Estepona, dio lugar a que un equipo de arqueólogos visitase el sitio a principios de los años noventa del pasado siglo, confirmándose que se trataba de un importante asentamiento prehistórico (Navarro Luengo et al. 1993) (Fig. 21). El poblado se ubica sobre un promontorio rocoso (286 m.s.n.m.), de acusada pendiente. En las proximidades de la cúspide, de aspecto irregular en la que dominan los afloramientos de bloques de peridotitas, se observa la presencia de una serie de paramentos construidos con grandes bloques pétreos dispuestos en seco, que debieron servir para conformar terrazas que pudiesen ampliar la superficie habitable del sitio, y que, a falta de excavaciones sistemáticas, no puede descartarse que correspondan a momentos prehistóricos. Los materiales se concentran en el perímetro de este sector y están dispersos por las laderas del yacimiento. Junto a algunos objetos en piedra pulida o tallada en sílex (dientes de hoz), dominan los fragmentos de recipientes cerámicos. Corresponden a vasijas elaboradas a mano, con acabados alisados y ocasionalmente cuidados bruñidos. Los tonos de las superficies abarcan desde tonos beige-marrón a gris-negro, lo que indica cocciones en atmósferas mixtas. Los acabados reductores suelen coincidir con los vasos pequeños, que presentan facturas más cuidadas. En su día se realizó un avance de estudio de materiales, con la intención de dar a conocer el sitio, que de este modo se convertía en el primer asentamiento de finales 65 de la Edad del Cobre al Bronce de la costa occidental de Málaga (Fig. 22) (Navarro Luengo et al. 1993: 151, lám. 1 y 2). Fig. 21. En primer término, el poblado de Los Castillejos de Estepona (Málaga). Vista desde el Sur. Foto.: autor. Fig. 22. Cerámicas procedentes de Los Castillejos de Estepona, Málaga, (según Navarro Luengo et al. 1993). 66 El material arqueológico presente en el Museo de Estepona y atribuido a este poblado es significativamente más abundante de lo en su día publicado. En el marco del Proyecto ARCHEOSTRAITS se ha procedido a su estudio, prestándose especial interés a su potencial datante. Respecto a las formas abiertas, dominan las fuentes y cuencos de casquete esférico (CAST.E.-SUP-44, 11, 44). Estas formas son características de contextos del Cobre Final, pudiendo presentar decoración campaniforme. Las hay con el borde apuntado, separado del cuerpo por una arista interior. Están presentes en el Estrato IV del Llano de la Virgen (Coín, Málaga) (Fernández Ruiz 1997: 18, fig. 5 nº 2). También se cuenta con cuencos de tendencia hemiesférica (CAST.E.-SUP-15 y 29), de tamaño variado. Aunque es una forma poco datante, tienen una presencia significativa en Monte Berrueco en el Estrato III, del segundo cuarto del II milenio (Escacena Carrasco y Frutos Reyes 1985: 62, fig. 17 nº 93). Algunos pueden presentar el borde entrante, apuntado y el labio con bisel exterior (CAST.E.-SUP-29) localizado en el mismo sitio del Berrueco en su estrato IV (Escacena Carrasco y Frutos Reyes 1985: 73, fig. 27 nº 189), tratándose de formas propias de contextos al menos del Bronce Pleno, o de mediados del II milenio. En el conjunto es interesante la presencia de cuencos de casquete esférico con el borde acusadamente entrante (CAST.E.-SUP-38). Estas formas se hacen especialmente habituales en momentos de la primera mitad del II milenio, siendo una forma habitual en contextos poblacionales y funerarios del suroeste, por ejemplo, en El Estanquillo (San Fernando, Cádiz) (Ramos Muñoz 1993: 64, fig. 11, 1-6); Setefilla (Lora del Río, Sevilla), Estrato XIV (Aubet Semmler 1983: 58, fig. 18 nª 29) o en los hipogeos de El Almendral (El Bosque, Cádiz) (Castañeda Fernández et al. 1999: 61, fig. 4, E15). En la región y entorno del Estrecho, aparecen en el Estrato II del Llano de la Virgen de Coín (Fernández Ruiz et al. 1991-92: 10, fig. 3 nº 10) y en el III de Monte Berrueco (Escacena Carrasco y Frutos Reyes 1985: 64, fig. 19 nº 108). Dentro de los vasos carenados, sólo se registran cambios acusados de orientación en los perfiles de los vasos en tramos altos y medios. No hay carenas bajas. Corresponden a cuencos de perfil hemiesférico que simplemente marcan un suave cambio de dirección al acercarse al borde, que es sensiblemente recto y de labio biselado (CAST.E.-SUP-21). Estas formas están presentes en el Llano de la Virgen, en Coín, en el Estrato II, atribuido a momentos del Bronce Pleno (Fernández Ruiz et al. 1991-92: 10, fig. 67 3 nº 4). Formas de la familia de la anterior, pero con el borde entrante, (CAST.E.-SUP­ 19) arrancan de contextos campaniformes en El Llano de la Virgen de Coín (Estrato IV) (Fernández Ruiz et al. 1991-92: 18, fig. 5 nº 6) y alcanzan el II milenio en contextos funerarios del suroeste, como en la necrópolis de hipogeos de El Almendral (Cádiz) (Castañeda Fernández et al. 1999: 61, fig. 4, E12). Junto a los anteriores, también han aparecido vasos con labio apuntado al interior y marcado chaflán en el borde (CAST.E.-SUP-19), presentes también en este mismo contexto malagueño (Fernández Ruiz et al. 1991-92: 10 fig. 3 nº 9). Aunque sólo se conservan bordes, podrían corresponder a vasos de aspecto bicónico o quizas carenado, las formas (CAST.E.-SUP- 63, 45 y 61). La última de ellas, que desarrolla un perfil algo más curvado, recuerda a un vaso de la necrópolis de Corominas (Estepona) asociado a cerámica campaniforme incisa (vid. infra). El resto, aparece en asentamientos de la región, como en el Estrato III del Monte Berrueco (Escacena Carrasco y Frutos Reyes 1985: 69, fig. 23 nº 143) y en el Estanquillo (San Fernando, Cádiz) (Ramos Muñoz 1993: 69, fig. 14, nº 8 y 66, fig. 12, nº 4). En general, señalar que son formas propias de la primera mitad del II milenio. Entre las formas cerradas, hay cuencos de 2/3 de esfera. Se trata de las piezas CAST.E.­ SUP-14, 20 y 35. Estas formas están presentes en la Fase I de Monte Berrueco de Medina Sidonia (Escacena Carrasco y Frutos Reyes 1985: 55, fig. 31 nº 225) y en el Estrato II del Llano de la Virgen (Coín, Málaga) (Fernández Ruiz 1997: 347, fig. 2 nº 21), por citar contextos próximos a la región. En el yacimiento aparecen cuencos globulares, profundos, de borde entrante (CAST.E SUP-35), que resultan especialmente frecuentes en los contextos de tradición de la Edad del Cobre, como en Aratispi (Antequera, Málaga) (Perdiguero López 1989-90: 77, fig. 9 nº 1-6), aunque continúan en el Estrato III del Bronce Pleno del Monte Berrueco de Medina Sidonia (Escacena Carrasco y Frutos Reyes 1985: 63, fig. 18 nº 105) y en El Estanquillo (San Fernando) (Ramos Muñoz 1993: 71, fig. 15, 2-3), en fechas de plenitud de la Edad del Bronce. Vasos globulares de borde vuelto o de perfil en “S” serían las formas CAST.E.-SUP-52, 53 y 74. Estos vasos se identifican como ollas en Aratispi (Antequera, Málaga) (Perdiguero López 1989-90: 77, fig. 10 nº 2) y en el Estrato II del Llano de la Virgen (Coín, Málaga) (Fernández Ruiz et al. 1991-92: 13, fig. 4 nº 4). Vasos globulares con cuello recto (CAST.E.-SUP- sn1) están presentes en contextos del Cobre Final-Bronce Antiguo de Aratispi (Antequera, Málaga) (Perdiguero López 1989­ ­ 68 90: 77, fig. 11 nº 3-4)el Estrato II del Llano de la Virgen, en momentos de plenitud de la Edad del Bronce (Coín, Málaga) (Fernández Ruiz et al. 1991-92: 13, fig. 4 nº 7), siendo una forma que se centra en el segundo cuarto del II milenio en fechas calendáricas en sitios como Tragalamocha (Nerja, Málaga) (Fernández Rodríguez y Suárez Padilla 2004: 305, fig. 5 nº 1). Los vasos de paredes sensiblemente verticales (CAST.E.-SUP-41) se encuentran entre los repertorios del asentamiento de El Estanquillo (San Fernando) (Ramos Muñoz 1993: 66, fig. 12, 1) en contextos de plenitud de la Edad del Bronce. Entre los vasos de almacenamiento, que definirán previsiblemente amplios perfiles en “S” (aunque sólo se han localizado bordes), se identifican diversas variantes que, en general, deben presentar bases de tendencia hemiesférica y cuellos troncocónicos, con transiciones suaves o carenadas, y borde simple o exvasado. Los tamaños también divergen, desde los más pequeños, que corresponderán a orzas (CAST.E.-SUP­ 54, 59) a otros superiores a 50 cm (CAST.E.-SUP-63, 71,74). En algunos casos los tramos superiores de las piezas señalan perfiles mucho más exvasados, de aspecto acampanado (CAST.E.-SUP. 76). En general, tanto los primeros como los segundos, cuentan con paralelos en el Estrato II del Monte Berrueco, del segundo cuarto del II milenio a.C. (Escacena Carrasco y Frutos Reyes 1985: 58, fig. 13 nº 47 y 59, fig. 14 nº 65), El Estanquillo (Ramos Muñoz 1993: 63, fig. 10, nº 3) y para el último de los formatos, en el Estrato II del Llano de la Virgen (Fernández Ruiz 1997: 348, fig. 2 nº 31). La cerámica decorada localizada en el asentamiento, publicada de antiguo (Fig. 22) (Navarro Luengo et al. 1993, fig. e, f, g) es de tradición campaniforme, contándose tanto con motivos impresos como incisos. Se trata de cenefas con líneas impresas oblicuas sobre el borde de un vaso cerrado de cuello de tendencia cilíndrica. En otros casos resulta complejo caracterizar la forma del recipiente. A nivel cronológico, son un referente para aproximar el momento al menos el momento más antiguo uso del asentamiento. Los paralelos más cercanos están en Acinipo (Ronda), poblado entre los últimos siglos del III milenio y los primeros del II, en fechas calendáricas (vid. supra). Estas decoraciones también están presentes en la Fase I de Monte Berrueco de Medina Sidonia (Escacena Carrasco y Frutos Reyes 1985: 23) y en El Llano de la Virgen de Coín, Estrato V (Fernández Ruiz et al. 1991-92: 18, fig. 5 nº 17-18). Estos contextos aportan una horquilla entre el el segundo tercio del III milenio cal BC. y el primer tercio del siguiente. Respecto a los contextos funerarios, cerámicas campaniformes impresas e incisas conviven en los sepulcros de la necrópolis de El Tardón (Antequera, Málaga) (Ferrer Palma et al. 1997). 69 CST - Sup. 44 CST - Sup. 11 CST - Sup. 01 CST - Sup. 38 CST - Sup. 08 CST - Sup. 30 CST - Sup. 02 CST - Sup. 15 CST - Sup. 18 CST - Sup. 28 CST - Sup. 26 CST - Sup. 32 CST - Sup. 21 CST - Sup. 19 Lámina 1. Castillejos de Estepona: hallazgos cerámicos en superficie CST - Sup. 61 CST - Sup. 45 CST - Sup. 63 CST - Sup. 41 CST - Sup. 14 CST - Sup. 20 CST - Sup. 06 Lámina 2. Castillejos de Estepona: hallazgos cerámicos en superficie CST - Sup. 35 CST - Sup. 03 CST - Sup. 37 CST - Sup. 54 CST - Sup. 04 CST - Sup. 52 CST - Sup. 53 CST - Sup. 74 CST - Sup. sn1 CST - Sup. 59 Lámina 3. Castillejos de Estepona: hallazgos cerámicos en superficie CST - Sup. 71 CST - Sup. 76 Lámina 4. Castillejos de Estepona: hallazgos cerámicos en superficie Tras la revisión de la cerámica de superficie del asentamiento, siendo conscientes de las limitaciones que ello conlleva, se puede plantear que el poblamiento de Los Castillejos de Estepona debió iniciarse en momentos del último tercio del III milenio, en paralelo a los contextos ya referenciados del Monte Berrueco (Estrato I) y del Llano de la Virgen (Estrato V), continuando ocupado previsiblemente hasta mediados del milenio siguiente, en línea con los Estratos III del Monte Berrueco, Estrato II del Llano de la Virgen y El Estanquillo, sin alcanzar momentos propios del Bronce Tardío-Final (en fechas arqueológicas convenionales y calendáricas). De este modo, el asentamiento fue, como se verá a continuación, coetáneo al uso de la segunda fase de la vecina necrópolis de Corominas (Estepona). Necrópolis de Corominas. El yacimiento de “Corominas 2” (Estepona, Málaga) se sitúa sobre un espolón proyectado hacia el sur del cerro Corominas, entre las vegas de Arroyo Enmedio y Arroyo Vaquero. Se localiza a unos 2 km en línea recta del asentamiento de Los Castillejos, con el que previsiblemente debió estar relacionado en sus momentos finales. El sitio fue descubierto como resultado de los trabajos de prospección de la Autopista de Peaje de la Costa del Sol, tramo Estepona-Guadiaro, el año 2000 (Fernández Rodríguez et al. 2002: 649). Pocos meses después de su descubrimiento fue objeto de una excavación arqueológica de urgencia (Palomo Laburu et al. 2004). La necrópolis está conformada por cinco sepulcros megalíticos, de diversa tipología, de galería y de cámara con corredor, insertos en los intersticios de la roca caliza. Sus orígenes remontan a finales del Neolítico-Cobre Antiguo, continuando en uso durante momentos del Cobre Pleno, en el segundo tercio del III milenio a.C. En una fase posterior se realizaron dos inhumaciones (Palomo Laburu et al. 2004: 723). Una de ellas está excavada en el sustrato natural, y se localiza en el entorno del Sepulcro 1. Se trata de una inhumación de un individuo femenino, dispuesta en decubito latera y en posición fetal, acompañado de un punzón de hueso y un fragmento de cerámica campaniforme incisa, dispuestos ambos junto a la cabeza (fig. 23). 70 Fig. 23. Enterramiento individual localizado en el entorno del Sepulcro 1. Necrópolis de Corominas, Estepona (Málaga). Junto a la cabeza, fragmentos de un cuenco campaniforme inciso y un punzón en hueso. Foto.: Autor. El fragmento corresponde a un cuenco de tendencia hemiesférica que se decoró con una metopa bajo el borde, con dos series de líneas paralelas que enmarcan otra serie de trazos oblicuos que definen entre sí series de rombos. El labio presenta una cenefa con un motivo de trazos cruzados. La otra inhumación se ha atribuido a un varón, enterrado en posición flexionada. Se dispuso en una fosa practicada sobre el corredor del sepulcro megalítico denominado número 4, una vez que éste estaba ya colmatado. 71 Fig. 24. Ajuar atribuido a la reutilización del Sepulcro 4 de la necrópolis de Corominas. Arriba, izq.: azuela de cobre; arriba, der.: espiral de oro; centro izq.: cuenco campaniforme inciso; centro der. Vaso carenado; abajo: escudillas. Junto a los restos óseos aparecieron tres platos-fuentes, un cuenco de carena media, un cuenco hemiesférico con decoración campaniforme incisa, un hacha de cobre y una espiral de oro. Se trata del único enterramiento localizado en el ámbito malagueño con un ajuar de estas características (Fig. 24). Respecto a los platos fuentes, son formas presentes en el Estrato II del Bronce Antiguo de Monte Berrueco (Medina Sidonia, Cádiz) (Escacena Carrasco y Frutos Reyes 1985: 57-58; fig. 12, nº 32 y 13 nº 46) y en el Llano de la Virgen (Coín, Málaga), Estrato IV (Fernández Ruiz et al. 1991-92:18; fig. 5 nº 1), asociados al Cobre Final campaniforme, 72 por citar preferentemente asentamientos localizados en el entorno vecino del Estrecho de Gibraltar. El cuenco campaniforme está decorado con una amplia metopa donde se combinan bandas de seis líneas paralelas separadas entre sí por dos series de incisiones que conforman un zig-zag a base de pequeños trazos dispuestos de dos en dos. De la base de esta última franja decorativa parten tres series de líneas incisas paralelas, que definen una “Y” y que se encuentran en el fondo, con forma de pequeño ónfalo. En las tierras malagueñas se ha documentado la presencia de cerámica campaniforme incisa tanto en asentamientos como en contextos funerarios. Respecto a los primeros, citar, por su inmediatez, Los Castillejos de Estepona y Cerro Capanes (Benahavís), como se podrá contemplar en esta obra. En el entorno del Estrecho de Gibraltar hay un fragmento de cuenco de tendencia hemiesférica que se atribuye a la primera fase de ocupación del Monte Berrueco (Escacena Carrasco y Frutos Reyes 1985: 23). Este estrato sería anterior a la fecha que aparece en la base del Estrato II que se le superpone, la I-13051; 3620±80 BP (Escacena Carrasco y Frutos Reyes 1985: 19), posteriormente calibrada y con resultados de 2140-1830 cal BC (68% de probabilidad) y 2200-1740 cal BC (95%) (García Sanjuán y Odriozola Lloret 2012: 382). En el Llano de la Virgen la presencia de cerámica campaniforme incisa se constata en los niveles del Cobre Final, en el Estrato V (Fernández Ruiz et al. 1991-92: 18, fig. 5 nº 17­ 18), que cuenta con una fecha radiocarbónica, GrN 19993; 4010±80 BP, que se fecha entre 2836-2369 cal BC (68% de probabilidad) y 2865-2296 (95%) (Fernández Ruiz 1999 2000: 61), corresponde a momentos de la segunda mitad del segundo tercio del III milenio cal BC., lo que aporta al día de hoy una horquilla cronológica, quizás excesivamente amplia, donde ubicar la presencia de estas producciones a nivel regional. Respecto a los contextos funerarios, cerámicas campaniformes incisas aparecen en El Tardón (Antequera, Málaga), necrópolis de enterramientos colectivos en fosas que aprovechan resquicios naturales del terreno, que cuenta con dos dataciones radiocarbónicas (GrN1-6066; 3745U±25 BP, 2200-2060 cal BC (68% de probabilidad), 2275-2039 cal BC (95%) y GRA-260, 3530±60 BP; 1940-1760 cal BC (68% de probabilidad), 2040-1680 (95%) (Ferrer Palma et al. 1997) que lo fechan en momenos del último tercio del III milenio, próximos a los inicios del siguiente. Se trata del momento más moderno en el que han podido ser fechadas estas producciones en la región. ­ 73 Un buen ejemplo del empleo de cuencos campaniformes incisos, semejantes al de la necrópolis de Corominas, se localiza en El Jadrimil (Arcos de la Frontera, Cádiz), donde aparecen “estructuras siliformes” excavadas en el sustrato natural conteniendo enterramientos (Lazarich González 2002: 80). El vaso liso de borde exvasaso con carena media y fondo de casquete esférico está presente en Los Castillejos de Estepona y en Cerro Capanes, dos asentamientos comarcales, que, como se ha referido, presentan a su vez campaniforme inciso. Este tipo de recipientes se documenta en el Estrato II de Monte Berrueco (Escacena Carrasco y Frutos Reyes 1985: 58; fig. 13, nº 47), que, tras la reciente calibración de una fecha radiocarbónica asociada a este nivel (que acaba de ser comentada porque amortiza el Estrato I, al que se vincula la presencia campaniforme) arroja una cronología a 1σ entre el 2140-1830 cal BC (68% de probabilidad) (García Sanjuán y Odriozola Lloret 2012: 374). Se trata de una forma documentada con cierta frecuencia en sepulcros de cistas de la Edad del Bronce del ámbito malagueño, como El Cerro Alcolea (Periana) y Peña de Hierro (Cútar) (Baldomero Navarro y Ferrer Palma 1984: 180, fig. 3 y 185: fig. 6), así como en asentamientos de la región, caso de El Estanquillo (San Fernando) (Ramos Muñoz 1993: 66, fig. 12, 4), en momentos de plenitud de la Edad del Bronce. La azuela de cobre presenta forma sensiblemente rectangular, alargada, ensanchándose al acercarse al borde, con remate de arco de círculo. Se trata de piezas con poco valor datante, con paralelos en el ámbito malagueño, concretamente en Morro de Mezquitilla (Schubart 1979: 187; fig. 6.a), asociado a un contexto de la segunda mitad del III milenio, de plenitud de la Edad del Cobre, en la necrópolis de Tardón (Antequera), junto a cerámicas campaniformes (Marqués Melero et al. 2004: 253) y en el Estrato II atribuido al Bronce Pleno del Llano de la Virgen (Coín), también en la provincia de Málaga (Fernández Ruiz 1997: 348, fig. 3, nº 68). Recientemente, una pieza semejante se ha localizado en los niveles superiores del asentamiento metalúrgico de la Edad del Cobre de Cabezo Juré (Huelva) (Nocete Calvo et al. 2011), fechado radiocarbónicamente entre el 2830-1770 cal BC (García Sanjuán y Odriozola Lloret 2012: 374). Otra pieza de interés es la espiral de oro. Es una estrecha plaquita enrollada en forma de cinta, que se ensancha en su extremo en un suave apéndice con forma triangular. Un buen paralelo para este objeto se localiza en el propio Estrecho de Gibraltar, en el Sepulcro 5 de la necrópolis de los Algarbes (Posac Mon 1975: 111), aunque, 74 desgraciadamente, se perdió poco después de su hallazgo. Perea (2012: 88), en línea con lo que plantease en su día Hernando Gonzalo (1983: 123), manifiesta la presencia reiterada de estos objetos aureos en la fachada atlántica frente a los contextos argáricos, en los que dominan las elaboradas en plata. En el sureste, además, las pocas que aparecen lo hacen asociadas a enterramientos masculinos (Perea 2012: 89). Respecto a la cronología de los enterramientos de Corominas (a falta realizarse dataciones radiocarbónicas) siguiendo las pautas de los elementos de mayor potencial datante, como la cerámica campaniforme y el vaso carenado y su presencia en contextos que cuentan con fechas radiocarbónicas, podría establecerse dentro de una amplia horquilla situada entre el 2.200 y el 1700 cal BC, es decir, entre los últimos siglos del III milenio y los primeros del II milenio, lo que en términos de periodización convencional corresponde a la transición entre el Cobre Final-Bronce Antiguo. Lomo Redondo 3. El yacimiento se halla en un cerro amesetado, de perfil troncocónico y naturaleza caliza. Está a una cota media de 185 m.s.n.m., dominando las vegas de Arroyo Vaquero y Arroyo Enmedio, en el término municipal de Estepona (Fig. 25). El sitio es conocido gracias a los resultados obtenidos en las prospecciones arqueológicas superficiales llevadas a cabo con carácter previo a la construcción de la Autopista de Peaje de la Costa del Sol, tramo Estepona-Guadiaro (Fernández Rodríguez et al. 2002: 648). Respecto a la cultura material localizada en el asentamiento, se identificaron algunos molinos barquiformes realizados sobre peridotitas, roca que no es la propia del substrato geológico del sitio, lo que indica que fue transportada al sitio desde la vecina Sierra Bermeja, así como otros pulimentos sobre rocas de grano fino, e industria lítica tallada en sílex. Respecto a las cerámicas, se dividen en formas elaboradas a mano y a torno, que corresponden a dos momentos de ocupación separados en el tiempo: el Bronce Final y la II Edad del Hierro. 75 Fig. 25. En segundo término, el asentamiento de Lomo Redondo 3, Estepona. Vista desde el Este. Al fondo se aprecia la Sierra de la Utrera, donde se ubica el poblado coetáneo de Villa Vieja (Casares). Foto: autor. Separamos por ello la descripción de los conjuntos. La cerámica manufacturada presenta en general tratamientos alisados, siendo escasos los bruñidos, y en algún caso, como en los cuencos carenados, pueden además presentar restos de almagra. Los tonos dominantes son parduscos-grisáceos, que indican cocciones mixtas. No obstante, el material de superficie presenta alteraciones cromáticas de carácter posdeposicional, lo que no aconseja realizar descripciones exhaustivas en este sentido. El desgrasante empleado, cuando es visible, consiste mayoritariamente en fragmentos de rocas compatibles con la geología local. Se definen a continuación las formas cerámicas con carácter tipológico y formal, separando dos grandes grupos: las formas abiertas y las formas cerradas. Entre las formas abiertas, destacan los cuencos con perfil de tendencia hemiesférica o de casquete esférico, con bordes simples o engrosados al interior (LR3-SUP-13, 14, 17, 34). Este tipo de vaso es una de las formas habituales en los contextos del BF de la región (García Alfonso 2007: 276). Están bien representados en las principales estratigrafías de la zona, como Montilla (Schubart 1989: fig. 8 nº10, 17, 21) o Monte Berrueco (Escacena Carrasco y Frutos Reyes1985: 79, fig. 32 nº 253). 76 Los cuencos profundos, de amplios diámetros y borde engrosado al interior en forma de “media caña” (LR3-SUP-2, 6 y 9), arrancan del Bronce Tardío y tienen continuidad durante el Bronce Final. Esta forma está presente en los niveles que colmatan la cisterna de Fuente Álamo, en su Fase A (Schubart 1985: 84, fig. 4.h); estrato 102 del sondeo de Costanilla Torre del Oro de Carmona (Jiménez Hernández 1994: 167, fig. 4 nº 1), y para contextos del Bronce Tardío-Final en Las Cumbres, en la Bahía de Cádiz (Ruiz Mata 1995: 79, fig. 15 nº 7). Una de las formas de mayor interés por su valor datante son los cuencos de carena alta (LR3-SUP-79, 31, 36, 30, 33, 21). Entre los ejemplares de aspecto más arcaico, señalar la presencia de aquellos que presentan una concavidad acusada entre el labio y la carena, con engalba roja, así como los que disponen de mamelón colgante. Los primeros están presentes en la propia comarca en sitios como Cerro Capanes, sitio con secuencia del Bronce Tardío-inicios del Bronce Final (vid. supra). También hay ejemplares con carenas más suaves (LR3-SUP-32). Los mejores ejemplos en una secuencia estratigráfica se localizan en el cercano asentamiento de Montilla, en el estrato 2 del Corte 2 (Schubart 1989: 213, fig. 8, nº 35 y 40). En contextos algo más alejados, los cuencos de carena alta, junto a otras formas, permitieron definir el Bronce Tardío de Fuente Álamo (Schubart 1985: 85, fig. 5-a, c y g), Cuesta del Negro (estrato IV-sur) (Molina y Parejo 1978: 227, fig. 56) o Setafilla, Estrato XIII (Aubet Semmler 1983: 72, fig. 23-53), así como los contextos de Carmona del sondeo de Costanilla Torre del Oro, UE 107 y 113 (Jiménez Hernández 1994: 177, fig. 14 nº 6). Las formas presentan continuidad en el Bronce Final de Monte Berrueco, estrato V (Escacena Carrasco y Frutos Reyes1985: 77, fig. 30, nº 224) o Las Cumbres, en el Puerto de Santa María (Ruiz Mata 2005: fig. 15 nº 33). Otra forma abierta de interés es LR3-SUP-35; que puede corresponder a un cuenco de perfil en “S”, presente a su vez en el Estrato V de Monte Berrueco (Escacena Carrasco y Frutos Reyes 1985: 77, fig. 30 nº 210). Los cuencos globulares o de dos tercios de esfera (LR3-SUP-5, 7 y 8) son formas ya propiamente cerradas, que continúan presentes en los Estratos V y VI de Monte Berrueco. Para estos estratos se ha propuesto una cronología del Bronce Final (Gutierrez López 1993: 135), que se reafirmaría tras la calibración de la fecha radiocarbónica procedente del techo del Estrato III del yacimiento, que aporta ahora una fecha post quem entre el 1685-1504 cal. BC (68% de probabilidad) (vid. supra). Estas formas tienden a perder protagonismo en los contextos de inicios de la Edad del 77 Hierro, aunque siguen presentes en asentamientos como Los Castillejos de Alcorrín (vid. infra). Algunos bordes cortos de formas cerradas, bien rectos o algo exvasados, pueden corresponder, con reservas, a vasos de tipo lenticular o bicónico (LR3-SUP-43, 23, 44) presentes en Monte Berrueco en el Estrato VI (Escacena Carrasco y Frutos Reyes1985: 78, fig. 31 nº 225) y en el poblado de Las Cumbres (Ruiz Mata 2005: fig. 15 nº 15), de momentos avanzados del Bronce Final. Un fragmento de un vaso de paredes rectas y borde apuntado al exterior (LR3-SUP-01) recuerda a los vasos típicos del Bronce Tardío, con forma “de saco”, presentes en contextos como Fuente Álamo (Schubart 1985: 85, fig. 5-l y m) y en yacimientos de la zona, como Monte Mayor (Benahavís) (vid. supra). Orzas-ollas borde corto vuelto. Estas formas cerradas de tamaño medio corresponden a cuerpos de tendencia globular o piriforme, y sus bordes son exvasados, pudiendo presentar cierta variabilidad, desde los que definen una curva acusada a los que marcan una arista interior (LR3-SUP-21, 41, 42, 47, 48, 49, 19). Se trata de vasos presentes en Montilla, estrato 2, corte 2 (Schubart 1989: 215, fig. 9 nº 49); en la secuencia de Costanilla del Oro, en Carmona en el estrato UE 102, atribuido al Bronce Final (Jiménez Hernández 1994: 168, fig. 5 nº3), y en Monte Berrueco en sus estratos superiores (Escacena Carrasco y Frutos Reyes1985: 78, fig. 31 nº 227). En el asentamiento están presentes los grandes vasos de almacenamiento de cuello piriforme y borde corto, recto o acampanado (LR3-SUP-25, 28, 19, 38, 39, 27), que será la forma de contención de alimentos característica del BF en la región (García Alfonso 2007: 275). Los mejores paralelos están en la vasija enterrada en el subsuelo de una cabaña del asentamiento de Montilla (Schubart 1989: 209; fig. 6). Aparecen en el sondeo de Costanilla Torre del Oro, de Carmona, en el estrato 107 (Jiménez Hernández 1994: 172, fig. 4 nº 4), así como en Monte Berrueco desde el nivel VI, ya del Bronce Final (Escacena Carrasco y Frutos Reyes1985: 78, fig. 31 nº 231). Algunos de estos vasos de almacenamiento presentaban carenas entre el borde y el galbo, sitio en el que podían aparecer mamelones de sujeción prismáticos (LR3-SUP-74, 75, 76), en dos casos perforados, típicos de contextos del Bronce Final. El mejor ejemplo aparece en el vecino asentamiento de Villa Vieja, en Casares (vid. infra). En contextos del sur de la Península Ibérica, aparecen en el Llanete de los Moros (Montoro, Córdoba), Estrato III A (Martín de la Cruz 1987: 66, fig. 30 nº 228), y continúan en el 78 Lámina 1. Lomo Redondo 3: hallazgos cerámicos en superficie L.R.3 - Sup. 34 L.R.3 - Sup. 17 L.R.3 - Sup. 02 L.R.3 - Sup. 06 L.R.3 - Sup. 09 L.R.3 - Sup. 35 L.R.3 - Sup. 79 L.R.3 - Sup. 36 L.R.3 - Sup. 30 L.R.3 - Sup. 32 L.R.3 - Sup. 33 L.R.3 - Sup. 21 L.R.3 - Sup. 31 L.R.3 - Sup. 04L.R.3 - Sup. 13 L.R.3 - Sup. 14 L.R.3 - Sup. 08 L.R.3 - Sup. 08 L.R.3 - Sup. 03L.R.3 - Sup. 05 L.R.3 - Sup. 43 L.R.3 - Sup. 44 L.R.3 - Sup. 23 L.R.3 - Sup. 41, 42 L.R.3 - Sup. 19 L.R.3 - Sup. 49 L.R.3 - Sup. 48 L.R.3 - Sup. 47 L.R.3 - Sup. 25 L.R.3 - Sup. 28 Lámina 2. Lomo Redondo 3: hallazgos cerámicos en superficie L.R.3 - Sup. 38 L.R.3 - Sup. 27 L.R.3 - Sup. sn1 L.R.3 - Sup. 39 L.R.3 - Sup. 52 L.R.3 - Sup. 46 L.R.3 - Sup. 01 L.R.3 - Sup. 51 L.R.3 - Sup. 57 L.R.3 - Sup. 71 L.R.3 - Sup. 73 L.R.3 - Sup. 70 Lámina 3. Lomo Redondo 3: hallazgos cerámicos en superficie L.R.3 - Sup. 75 L.R.3 - Sup. 76 L.R.3 - Sup. 74 L.R.3 - Sup. 84 L.R.3 - Sup. 83 L.R.3 - Sup. 81 LR3- Sup. 85 L.R.3 - Sup. 86 L.R.3 - Sup. 80 L.R.3 - Sup. 78 L.R.3 - Sup. 87 L.R.3 - Sup. 88 Lámina 4. Lomo Redondo 3: hallazgos cerámicos en superficie Peñón de la Reina (Alboloduy, Almería) en el Estrato 14, en momentos de inicios de la Edad del Hierro (Martínez y Botella 1980:131, fig. 88), por citar algunos ejemplos. Se trata de la forma J-1 de Ruiz Mata del BF del suroeste (1995: 299, fig. 15). Se han conservado diversos fondos planos (LR3-SUP-51; 57; 71; 73; 70), algunos con repie anular, que corresponden a formas abiertas indeterminadas, ollas y vasos de almacenamiento de gran formato. El remate plano de las formas arranca de momentos del BT en contextos del ámbito litoral gaditano en el Estrato IV del Monte Berrueco (Escacena Carrasco y Frutos Reyes1985: 72, fig. 26, nº 177), a partir de inicios de la segunda mitad del segundo milenio, en fechas radiocarbónicas calibradas (vid. supra). Respecto a la cerámica torneada, como se ha avanzado, el yacimiento de Lomo Redondo 3 tiene una posterior ocupación en momentos de la II Edad del Hierro (siglos V-IV a.C.). Se han documentado un buen conjunto de borde de ánforas, que se enmarcan dentro de los series 11 y 12 de Ramon (LR3-SUP- 84; 83; 81; 85; 86), junto a jarras (LR3-SUP-80), lebrillos (LR3-SUP-87) y ollas (LR3-SUP-78), así como cuencos (LR3-SUP 88). Este mismo horizonte se documenta en el asentamiento de Villa Vieja, y corresponde a un momento de intensificación del poblamiento rural en la región durante este periodo. En conclusión, el asentamiento de Lomo Redondo 3, de Estepona, corresponde propiamente a un sitio creado durante el Bronce Final. Aunque con el material de superficie es difícil garantizar sus inicios, se puede plantear que estuvo en uso durante el último tercio del II milenio, conviviendo con sitios como Villa Vieja y los momentos más antiguos de Montilla, previos a la presencia estable colonial en la región. Arroyo Vaquero, Estepona. El asentamiento se localiza sobre una suave colina que domina la desembocadura del río Arroyo Vaquero (Estepona), ya cuenca baja presenta ocupación desde época prehistórica alcanzando el siglo VI d.C. (Fig. 26). La presencia de ciertas cerámicas elaboradas a mano, unidas a restos de industria lítica, descubiertos en la base de la excavación llevada a cabo en el yacimiento romano en 1987 plantearon a sus excavadores la existencia de niveles del Bronce Final (Garrido Luque y Cisneros Franco 1990: 427). ­ 79 Se ha podido acceder al estudio de estos fragmentos, constatándose la presencia de Un fragmento de borde de fuente bruñida con suave carena (A.V.1.-87-8). Formas semejantes aparecen en el estrato de techo del horizonte de la I Edad del Hierro de San Pablo, en la Bahía de Málaga (U.E. 3) (Fernández Rodríguez et al. 1997: 223, fig. 4, nº 10) y en los contextos del siglo VIII del Castillo de Doña Blanca (Ruiz Mata y Pérez Pérez 1995: 80, fig. 16, nº 3). Años más tarde, en el marco de los trabajos del Proyecto “Procesos de interacción fenicio indígenas en el ámbito costero entre Málaga y el Estrecho de Gibraltar” se visitó el yacimiento y se constató que las obras de ampliación de la carretera N-340 (cuya construcción en su día destruyó parcialmente el sitio arqueológico) habían limpiado el terraplén y en él se podía observar la presencia de estratigrafía arqueológica dispuesta directamente sobre el sustrato geológico de margas pliocénicas. Se observó la presencia de restos de un posible suelo conformado por un nivel de conchas de playa dispuestas en sentido horizontal, de la especie glycimeris insubrica. Se trata del mismo tipo de valvas empleadas para la confección de los pavimentos de los edificios protohistóricos de Los Castillejos de Alcorrín. Así, se pudo recuperar un conjunto de fragmentos cerámicos que habían quedado en el perímetro de la carretera, como resultado del desmonte. Fig. 26. Asentamiento de Arroyo Vaquero, visto desde el Norte. Foto.: J.M. Navarro. 80 Entre la cerámica elaborada a mano hay cuencos de tendencia hemiesférica (A.V.1.­ SUP- 07), una forma habitual entre finales de la Edad del Bronce y el Hierro (García Alfonso 2007: 276) (A.V.1.-SUP- 7; 15; 16). Las ollas presentan perfil de tendencia piriforme (A.V.1.-SUP-10, 11) y borde corto, recto o invasado. El fondo de estos recipientes suele ser plano, ligeramente indicado (A.V.1.­ SUP-12). Junto al hombro son características las decoraciones a base de series de impresiones, tan bien representados en la U.E. 7 del asentamiento de San Pablo, y que se hacen especialmente frecuentes desde finales del siglo VIII a.C. y durante todo el VII (Fernández Rodríguez 1997: 234, fig. 8), como ocurre a su vez en Doña Blanca por estos mismos momentos (Ruiz Mata y Pérez Pérez 1995: 85, fig. 22, 10-11). En el yacimiento aparecen fragmentos de bordes correspondientes a vasos de almacenamiento con borde acampanado (A.V.1.-SUP-13 y 14), bien representados en el yacimiento de inicios de la Edad del Hierro de Los Castillejos de Alcorrín de Manilva (vid. infra), especialmente frecuentes en el sureste a partir de inicios de la I Edad del Hierro, siglos IX-VII a.C. (García Alfonso 2007: 306). La cerámica a torno es de tradición fenicia occidental, y por sus características macroscópicas parece corresponder a las producciones de la Andalucía oriental, previsiblemente de los talleres del propio ámbito malagueño. Precisamente, desde el siglo VIII el Cerro del Villar se caracteriza por conformar un importante complejo alfarero en plena Bahía de Málaga, cuyos productos tienen una amplia distribución mediterránea y atlántica (Aubet Semmler 2009: 279). Sólo se ha localizado un fragmento de borde de ánfora, de la forma T.10121 de Ramon, que presenta la moldura exterior del labio recta, y el engrosamiento interior algo acusado (A.V.-SUP-01). Ánforas idénticas están presentes en contextos del siglo VII a.C. en Doña Blanca (Puerto de Santa María, Cádiz) (Ruiz Mata y Pérez Pérez 1995: 85, fig. 22, 3). Mayor presencia tienen los pithoi (A.V.1.-SUP- 11, 2, 8, 3, 20). Algunos fragmentos de borde responden a formas con cuellos más bien cortos, de tendencia recta o ligeramente exvasada y bordes apuntados, horizontales, con buenos paralelos en el Estrato V del Cerro del Villar (Aubet Semmler 1999: 60, fig. 8, CV-89-5-Vb-1981b) o en el Horizonte del siglo VII a.C. del Castillo de Doña Blanca, en Cádiz (Ruiz Mata y Pérez Pérez 1995: 85, fig. 21, 1). 81 Entre ellos destaca un gran fragmento de galbo de un pithos de perfil piriforme, que presenta al exterior una engalba blanca sobre la que se han dibujado con polipincel series de líneas negras (hasta 21) que alternan con amplias bandas rojas. Contenedores con perfiles semejantes y series de líneas finas se conocen en Chorreras (Aubet Semmler et al. 1979: 111, fig. 8, 113 a), y otros con anchas bandas rojas están presentes desde la segunda mitad del siglo VIII en Montilla (Schubart 1987: Fig. 11, 116), pero esta combinación de un número elevado de bandas estrechas con las rojas anchas no es especialmente habitual. Otras jarras, pero de menor tamaño, son las “de cuello cilíndrico” o “Cruz del Negro”, de las que sólo se ha conservado un fragmento de galbo (A.V.-SUP-04). Trozos de cuerpos correspondientes a estos recipientes están presentes, por ejemplo, en las fases más recientes de Montilla (Schubart 1987: 221, fig. 12, 147-148) durante la segunda mitad del siglo VIII a.C. Se cuenta con un fragmento de olla elaborada a torno (A.V.-SUP-17), que convive con las de tradición local, elaboradas a mano. Esta forma, con cuello de tendencia troncocónica y borde redondeado, está presente en Morro de Mezquitilla desde el estrato B1b1 (Maass-Lindemann 1997: 145, fig. 7, nº 7 y 8). Corresponden, genéricamente, al tipo Toscanos XVI-1 (Schubart, Maass- Lindemann 1984: taf. 17 y 18), y el el Levante están presentes desde la Fase II de Fonteta (González Prats 2011b: 395, fig. 1, nº 5). En todo caso, cabe señalar que el tipo con borde más o menos saliente, se documenta ya en Las Chorreras (Aubet, Maass-Lindemann, Schubart 1979, fig. 9 núm. 119, 11 núm 155), durante la segunda mitad del siglo VIII. A inicios del siglo VII a.C., asociada al nivel constructivo del horno 1 del Cerro del Villar, se registran también perfiles semejantes (Delgado 2011, fig. 9). A la vajilla de mesa corresponde un fragmento de plato de engobe rojo al que falta el labio, por lo que sólo se puede apuntar que en origen tenía un desarrollo superior a los 3 cm conservados, lo que permite descartar que se trate de una forma excesivamente arcaica pero no permite mayores ajustes cronológicos (A.V.-SUP-05). Para terminar, señalar la presencia en el conjunto de un fragmento de lucerna de engobe rojo (A.V.-SUP-06). De este modo, el asentamiento presenta un repertorio cerámico donde conviven ajuares a mano, de tradición de la I Edad del Hierro, con un repertorio significativo de cerámicas fenicias. En sentido cronológico, el escaso conjunto de materiales podría 82 Lámina 1. Arroyo Vaquero: hallazgos cerámicos en superficie A.V.1 - Sup. 07 A.V.1 - Sup. 08 A.V.1 - Sup. 15 A.V.1 - Sup. 16 A.V.1 - Sup. 09 - 10 A.V.1 - Sup. 11 A.V.1 - Sup. 13 A.V.1 - Sup. 14 A.V.1 - Sup. 12 A.V.1 - Sup. 01 A.V.1 - Sup. 02 A.V.1 - Sup. 03 Lámina 2. Arroyo Vaquero: hallazgos cerámicos en superficie A.V.1 norte - Sup. 21 A.V.1 - Sup. 20 A.V.1 - Sup. 04 A.V.1 - Sup. 05 A.V.1 - Sup. 06 A.V.1 - Sup. 17 enmarcarse cronológicamente a momentos finales del siglo VIII-1ª mitad del siglo VII a.C., posiblemente dentro del Horizonte M3 de Ramon (2010: 223). El patrón de asentamiento y una cultura material coherente con la de contextos fenicios arcaicos en los que la cerámica local no es nada extraña, permite barajar como hipótesis de trabajo que se trate propiamente de una fundación colonial. 3.1.3. Piedemonte de Sierra Crestellina, Sierra de la Utrera y río Guadiaro. La Cosalba. Sierra Crestillina (Casares). El yacimiento se ubica en la ladera sur de esta Sierra, sobre con una amplia perspectiva visual sobre el valle del río Guadiaro y el territorio costero. Se ha localizado material cerámico elaborado a mano de adscripción prehistórica, como cuencos y vasos de almacenamiento atribuido a este sitio y depositado en el Museo de Estepona. Tras visitar el asentamiento, se ha constatado la existencia de cerámica prehistórica. El conjunto consta de bordes de cuencos, algunos de casquete esférico con borde entrante, así como otros de tendencia hemiesférica, y un borde de cuenco de pared troncocónica y carena alta, con restos muy diluidos de colorante rojo al exterior. Los vasos de almacenamiento están representados por una serie de galbos, aunque no se conserva ningún borde. La escasa cultura material identificada permite proponer la existencia del asentamiento entre momentos del Bronce Pleno al Tardío-Final, con ciertas reservas. 83 COS.-SUP-01 COS.-SUP-02 COS.-SUP-03 \ ,;') COS.-SUP-04 COS.-SUP-05 COS.-SUP-06 o 5 cm Fig. 27. Vista del sitio de la Cosalba, desde el Sur. Foto.: J.M. Navarro. Villa Vieja (Casares). El hallazgo del yacimiento prehistórico y protohistórico se enmarca en el contexto del resultado aportado por las prospecciones llevadas a cabo para la redacción de la Carta Arqueológica Municipal de Casares. El asentamiento se ubicó sobre un amplio promontorio de naturaleza kárstica, con una ubicación predominante en el territorio y un amplio radio de visibilidad. Se localiza a unos 5 km de la línea de costa, aguas arriba del río Manilva, que lo bordea (Fig. 28). Aunque presenta una gran extensión (20 Has.) la superficie habitable no pudo llegar a suponer ni aproximadamente una tercera parte del mismo, dado que el cerro ofrece una superficie muy irregular, de difícil aprovechamiento en al menos dos terceras partes de su superficie, donde dominan los afloramientos propios del paisaje kárstico de aspecto ruiniforme. Sólo en su lado suroeste se define un espacio algo más abierto donde se debió de concentrar el poblamiento, conviviendo con algunos salientes rocosos. De hecho, en este sector es donde se concentra el material arqueológico de filiación pre y protohistórica. 84 Fig. 28. Mesa de Villa Vieja, Casares, vista desde el sur. Foto.: autor. En los últimos años se han venido publicando algunos materiales procedentes del yacimiento, tanto cerámicos como metálicos y de piedra pulimentada (Suárez Padilla 2006: 366; Marzoli et al. 2016). No obstante, el conjunto de hallazgos disponibles tras los trabajos de prospección era más amplio, aunque estaba pendiente de su estudio detallado, cosa que se hace a continuación. Respecto a la cerámica a mano, entre las formas abiertas, señalar la presencia de los cuencos con perfil de tendencia hemiesférica o de casquete esférico, con bordes simples o engrosados al interior (V.V.-SUP- 25, 32). Son formas características del Bronce Final e inicios de la Edad del Hierro a nivel regional, como ha señalado García Alfonso (2007: 276). Algunos paralelos cercanos se localizan en las cercanías, en sitios como Lomo Redondo 3, de Estepona (vid. supra) o Montilla (Schubart 1989: fig. 8 nº10, 17, 21), y ya en la Banda Atlántica de Cádiz, en el poblado de Monte Berrueco (Escacena Carrasco y Frutos Reyes1985: 79, fig. 32 nº 253). Junto a estos recipientes, los hay que recuerdan a los de borde engrosado al interior o de media caña (A.V.-SUP-30), presentes en secuencias del Bronce Tardío como Fuente Álamo, Fase A (Schubart 1985: 84, fig. 4.h), el estrato 102 del sondeo de Costanilla Torre 85 del Oro de Carmona (Jiménez Hernández 1994: 167, fig. 4 nº 1), y Las Cumbres (Puerto de Santa María, Cádiz) (Ruiz Mata 2005: 79, fig. 15 nº 7), todas del Bronce Tardío. Fig. 29. Selección de materiales arqueológicos procedentes de Villa Vieja, recientemente publicados (Marzoli et al. 2014). Dibujos: autor. Algunas cuencos tienen bordes marcadamente entrantes (V.V.-SUP-120), propios de piezas típicas de plenitud de la Edad del Bronce, con paralelos en contextos del Suroeste ya citados para este tipo de vasos, como Setefilla, Estrato XV (Aubet Semmler 1983: 53, fig. 15, nº 7) Monte Berrueco, Medina Sidonia, Estrato III (Escacena Carrasco y Frutos Reyes1985: 67, fig. 21 nº 129) o Llano de la Virgen de Coín, Estrato II (Fernández Ruiz 1997: 347, fig. 2, nº 21). Otra forma de interés por su valor datante son los cuencos de carena alta (V.V.-SUP- 55, 35, 36, 116, 117, 55). Se diferencian diversas formas. Algunos, los de aspecto más 86 antiguo, caso de V.V.-SUP-55, son vasos profundos, de perfil troncocónico, con un marcado quiebro en la arista que define una acusa convexidad en dirección al borde, cubierto de almagra roja exterior. Estos vasos son uno de los referentes para identificar el Bronce Tardío en Fuente Álamo (Schubart 1985: 85, fig. 5-a, c y g), Cuesta del Negro (estrato IV-sur) (Molina y Parejo 1978: 227, fig. 56) y Setafilla, Estrato XIII (Aubet Semmler 1983: 72, fig. 23-53), Costanilla Torre del Oro, UE 107 y 113, de Carmona (Jiménez Hernández 1994: 177, fig. 14 nº 6) y en contextos más cercanos, el Estrato I del Llano de la Virgen de Coín, ya del Bronce Final (Fernández Ruiz 1997: 347, fig. 2, nº 10). Algunas de estas formas, que están muy fragmentadas, podían corresponder a vasos de carena alta de finales de la Edad del Bronce con buenos paralelos con la “Forma VII” del yacimiento monofásico de El Cerro de los Cabezuelos, en Jodar, Jaén (Dorado Alejos et al. 2015: fig. 15, Forma VII). Este último sitio se fecha, con dataciones convencionales, entre la segunda mitad del siglo IX y la primera mitad del VIII a.C. Otras formas, como V.V.-SUP-116 y 117 aparecen en la región en contextos del Bronce Final, caso de Cerro Capanes o Lomo Redondo 3, aunque tienen continuidad hasta el siglo IX a.C. en el Estrato 2 del Corte 2 de Montilla (Schubart 1989: 213, fig. 8, nº 35 y 40) e incluso en Los Castillejos de Alcorrín, de Manilva. Junto a los cuencos hemiesféricos y los carenados, también se localizan escudillas (VV.-SUP- 41 y 38). Definen perfiles muy oblicuos, y los tramos conservados son tan reducidos que no se puede descartar que en algún caso puedan corresponder a soportes. Piezas semejantes están presentes, por ejemplo, en el Estrato I del Llano de la Virgen de Coín (Fernández Ruiz 1997: 347, fig. 2, nº 8). Una forma característica de momentos avanzados del Bronce Final es la fuente o cazuela carenada (V.V.-SUP- 35), de borde ligeramente engrosado, que, por citar un paralelo cercano, está presente entre los materiales del poblado de Las Cumbres, en el Puerto de Santa María (Ruiz Mata 1995: fig. 15 nº 25). Entre los vasos cerrados deben ser incluidos una serie de cuencos, de 2/3 de esfera o más, con el borde entrante, de aspecto globular (V.V.-SUP-120, 46, 26), aunque dado el pequeño tamaño de los fragmentos conservados no se puede descartar que definiesen perfiles algo más parabólicos. Formas semejantes están presentes en los contextos del Bronce Pleno de la secuencia del Llano de la Virgen de Coín (Fernández Ruiz 1997: 347, fig. 2, nº 21). Entre las formas cerradas, destacan una serie de orzas-ollas de borde vuelto, corto, en algún caso con marcada arista interior (V.V.-SUP- 122; 37; 39; 54) y cuerpo 87 V.V. - Sup. 41 V.V. - Sup. 38 V.V. - Sup. 25 V.V. - Sup. 32 V.V. - Sup. 34 V.V. - Sup. 30 V.V. - Sup. 31 V.V. - Sup. 121 V.V. - Sup. 116 Lámina 1. Villa Vieja: hallazgos cerámicos en superficie V.V. - Sup. 123 V.V. - Sup. 36 V.V. - Sup. 124 V.V. - Sup. sn1 V.V. - Sup. 55V.V. - Sup. 117 V.V. - Sup. 35 V.V. - Sup. 120 V.V. - Sup. 26 V.V. - Sup. 46 V.V. - Sup. 39 V.V. - Sup. 37 V.V. - Sup. 122 V.V. - Sup. sn2 V.V. - Sup. 54 Lámina 2. Villa Vieja: hallazgos cerámicos en superficie Lámina 3. Villa Vieja: hallazgos cerámicos en superficie V.V. - Sup. 19 V.V. - Sup. 40 V.V. - Sup. 125 V.V. - Sup. 126 V.V. - Sup. 127 V.V. - Sup. 129 V.V. - Sup. 130 V.V. - Sup. 57V.V. - Sup. 58 V.V. - Sup. 69 V.V. - Sup. 81 V.V. - Sup. 79 V.V. - Sup. 83 VV - Sup. 97 V.V. - Sup. 28 V.V. - Sup. 128 V.V. - Sup. 60 V.V. - Sup. 62 V.V. - Sup. 84VV - Sup. 92 VV - Sup. 98 V.V. - Sup. 78 V.V. - Sup. 76 V.V. - Sup. 80 V.V. - Sup. 77 V.V. - Sup. 85 VV - Sup. 91 VV - Sup. 95 VV - Sup. 101 V.V. - Sup. 87 V.V. - Sup. 96 V.V. - Sup. 90 VV - Sup. 150 V.V. - Sup. 89 V.V. - Sup. 86 VV - Sup. 104 Lámina 4. Villa Vieja: hallazgos cerámicos en superficie VV - Sup. 100 V.V. - Sup. 110 V.V. - Sup. 112 V.V. - Sup. 105 VV - Sup. 108 V.V. - Sup. 70 V.V. - Sup. 67 V.V. - Sup. 71 V.V. - Sup. 68 V.V. - Sup. 65 V.V. - Sup. 66 Lámina 5. Villa Vieja: hallazgos cerámicos en superficie previsiblemente piriforme, localizadas en asentamientos como Monte Berrueco, Estrato VI (Escacena Carrasco y Frutos Reyes1985: 78, fig. 31 nº 226), presentes ya desde el Bronce Tardío en el Llanete de los Moros, Estrato IIIA (Martín de la Cruz 1987: 57, fig. 21, nº 103). Este tipo de vasos podía separarse del cuerpo por una marcada arista y presentar en ella mamelones prismáticos, tipo que encuentra buenos paralelos en el Suroeste en los niveles de la Fase I del Cabezo de San Pedro (tipo E.I.b de la clasificación de D. Ruiz Mata de los ajuares cerámicos del Bronce Final del área del Guadalquivir (Ruiz Mata 1995: 295). Vasos con borde oblicuo, de perfil en “S” o de borde acampanado (V.V.-SUP- 19, 40, 125, 126, 127). Una serie de bordes de contenedores, de tramo superior exvasado y oblicuo pueden corresponder a diversos perfiles, tanto de tradición del Bronce Pleno, caso de los que forman parte del Estrato III de Monte Berrueco de Medina Sidonia (Escacena Carrasco y Frutos Reyes1985: 69, fig. 23 nº 143) o a formas más evolucionadas, como las del Estrato V del mismo yacimiento (Escacena Carrasco y Frutos Reyes1985: 77, fig. 30 nº 211). La presencia de fondos planos señala la existencia de vasos con este tipo de remates, característicos de momentos del Bronce Tardío-Final (V.V.-SUP- 128, 130, 57, 58). Las decoraciones se reducen a mamelones, posiblemente de vasos de paredes rectas típicos del Bronce Tardío (V.V.-SUP- 120) y a cerámicas escobilladas, que tienen un buen precedente en los niveles de la Edad del Bronce Final del Llano de la Virgen de Coín, Estrato I (Fernández Ruiz 1997: 349, fig. 4, nº 32 y 34). Respecto a la cerámica a torno, hay algunas formas que pueden alcanzar el siglo VII a.C., como un conjunto de ánforas de la tipología T.10121, una de ellas con restos de pintura roja (V.V.-SUP-69, 79, 81). El resto, modernas, encajan genéricamente en las Series 11 y 12 de Ramon (V.V.-SUP- 83, 97, 92, 84, 78, 98, 76, 80, 77, 85, 91, 95, 101, 90, 96, 89, 86, 104, 100), y corresponden a la ocupación del sitio durante la II Edad del Hierro, particularmente entre los siglos V-IV a.C. Otros contenedores son jarras y pithoi, como las V.V.-SUP- 67; 70; 71, que se enmarcan cronológicamente entre los siglos VII-VI a.C. También a momentos más recientes corresponden fragmentos de ollas elaboradas a torno (V.V.-SUP- 65; 66). La única forma abierta del momento sería un borde de cuenco engrasado al interior con restos de pintura o engobe rojo, muy diluido (V.V.-SUP- 68), con paralelos en la 88 región desde el siglo VIII a.C. en Montilla, Corte 1 (Schubar 1987: 211, fig. 7, 1). Proceden de talleres fenicio occidentales de la región Otros dos hallazgos de particular interés procedentes del yacimiento son una azuela de bronce de apéndices laterales (Fig. 30 izq.) y dos cuentas de cornalina (Fig. 30 der.) La primera ha sido objeto de una reciente publicación (Marzoli et al. 2014: 179). La pieza está completa y tiene un desarrollo del cuerpo de tendencia trapezoidal, con el talón macizo y el filo abierto en abanico. La sección del hacha es rectangular, a excepción de la zona del doble filo donde presenta un adelgazamiento que configura un perfil de tendencia triangular. Respecto a sus paralelos, aparecen en Anatolia, en el estrato III de Tell Abu Hawam; el estrato XI de Hazor y tres más del estrato V de Megiddo, todas ellas con cronologías entre fines del siglo XI hasta el IX a.C. Otras semejantes, pero más evolucionadas, están en el depósito Niscemi (Sicilia) perteneciente al segundo horizonte de depósitos sicilianos (Bronzo Finale 2) y al que se puede atribuir una cronología entre mediados del siglo XI y mediados del X a.C. (Marzoli et al. 2014: 179). En la Península Ibérica, piezas similares al hacha de Villa Vieja presentan paralelos en Reus y Formentera. Se ha constatado la producción de estos objetos en el sureste peninsular, como se deduce por el hallazgo de los moldes de fundición de Verdolay (Murcia). Por lo que concierne a la composición del metal de esta pieza, un 90,3% es Cu y un 8,65% Sn, es coherente para las piezas de producción del Mediterráneo oriental, aunque son porcentajes posibles en las tradiciones metalúrgicas de la Península Ibérica. En este sentido, el estudio de su composición isotópica apunta a un origen extrapeninsular (Marzoli et al. 2014: 179). Fig. 30. A la izquierda, hacha de apéndices laterales. A la derecha, cuentas de cornalina. Villa Vieja, Casares. Foto: autor y Jhon Patterson (DAI Madrid). Respecto a las cuentas de cornalinas, que han sido a su vez recientemente publicadas (Marzoli et al. 2014: 179), destacar la concentración de hallazgos en el sur de la 89 Península Ibérica y particularmente en el entorno del Estrecho de Gibraltar, gracias a las piezas procedentes de la Sierra de San Cristóbal y Pocito Chico en el Puerto de Santa María (Cádiz), junto a un ejemplar más, aún inédito, de la necrópolis de Mesas de Asta, de la misma provincia. Se destaca su presencia mayoritaria en contextos del Bronce Final, con perduración en dos casos en momentos posteriores, previsiblemente porque se trata de objetos de larga amortización en el tiempo (Marzoli et al. 2014: 178). Un aspecto de interés es la constatación de la existencia de un enterramiento en una covacha localizada en el propio asentamiento de Villa Vieja, entre las formaciones kársticas que delimitan la zona habitable del sitio (Suárez Padilla 2006: 366) en la denominada “Sima de los Huesos”. Se trata de un hallazgo casual realizado por el grupo de espeleología GES CASARES (Fig. 31). Fig. 31. Posible enterramiento de momentos del Bronce Final. Sima del Vigilante. Villa Vieja, Casares, Málaga. Foto: J. Romo GES CASARES. Se dispone de una serie de fotografías detalladas de este descubrimiento, en las que se observan al menos los restos de una inhumación, con algunos huesos en posición primaria, acompañados fragmentos cerámicos, entre los que se puede identificar un cuenco de carena alta, bruñido, elaborado a mano. Esta pieza cuenta con paralelos en el propio asentamiento, así como en otros de la comarca, como Lomo Redondo 3 (Estepona), de momentos del Bronce Tardío/Final. 90 El caso más parecido de este tipo de prácticas funerarias se documenta en el Suroeste, en la cavidad A-24-GEOS de Alajar (Huelva), donde junto a restos humamos aparece a su vez una cazuela de forma muy semejante a la presente en el asentamiento de Villa Vieja (Gómez Toscano et al. 1992: 51, fig. 4, c-1). Este enterramiento es el primer caso de estas características documentado en la provincia de Málaga y en el ámbito del Estrecho, contando con paralelos en la cavidad A-24-GEOS de Alajar (Huelva) (Gómez Toscano et al. 1992: 51, fig. 4, c-1) y en sitios como la Covacha de la Presa (Loja) (Lorrio 2008: 444). Fig. 32. Detalle del sector oeste del poblado de Villa Vieja, Casares Málaga. Restos de una torre en el sector de la puerta y derrumbes de la muralla. Foto.: autor. Entre los siglos VII-V a.C. se ha documentado una fase de ocupación a la que corresponde previsiblemente la construcción de una muralla (Fig. 32) parte de cuyo trazado está emergente en la superficie del yacimiento. Delimita el sector más accesible del poblado: el extremo suroeste. Se observan tramos inconexos, que se adaptan a los salientes rocosos calizos, conservándose en superficie al menos 200 m de lienzo, con una anchura que alcanza en algún punto los 4 m. Está realizada con mampostería, bien careada al exterior, con relleno de ripios de menor tamaño. Se conserva parte de un quiebro a partir de una torre, que se dirige hacia el interior del asentamiento, adosándose a un saliente rocoso. Así, el resto del asentamiento 91 quedaría defendido por la propia orografía del lugar (López Pardo y Suárez Padilla 2010: 806). En la mediación del frente occidental, acceso natural a la cima de la fortaleza, quedan restos del que debió de ser el vano principal de acceso, flanqueado por dos potentes torres de aspecto rectangular. En este punto la muralla presenta una anchura algo más estrecha que en el resto, de 1’80 m. La puerta presenta un vano de 2’50 m. Los bastiones son de 2’70 m de ancho por 3’70 m de largo y están fabricados con mampostería local reforzada en las esquinas con bloques bien desbastados. El espesor de la muralla de Villa Vieja en este tramo se puede considerar de “tipo medio”, siendo frecuente esta anchura en fortalezas del sur de la Península Ibérica durante la Edad del Hierro (Moret 1996: 102). Con respecto a la puerta, este tipo de acceso directo es el sistema más natural y el menos elaborado en el contexto de las fortificaciones peninsulares del periodo ibérico. El ancho del vano de acceso de Villa Vieja, de 2’50 m, se aproxima mucho a los 2’80 m de la puerta de la primera fase del oppidum de la Silla del Moro (Ronda), datada en el siglo VI a.C., así como una de sus torres, con 4 m de frente. Los Castillejos de Alcorrín, Manilva. Este singular yacimiento fue descubierto en 1989, siendo objeto de unas primeras actuaciones arqueológicas de diagnóstico, que permitieron confirmar la existencia de un recinto amurallado atribuido a momentos del Bronce Final (Villaseca Díaz y Garrido Luque 1991). El año 2004 se realizó una Actividad Arqueológica Preventiva que permitió documentar con mayor precisión los restos emergentes de la muralla que contornea el asentamiento (Fig. 33), y se excavaron dos sondeos adyacentes a la misma que confirmaron su cronología protohistórica (Suárez Padilla 2006: 374-379; Suárez Padilla et al. 2009) (Fig. 34). Los resultados de estos trabajos sirvieron para que el sitio fuese declarado Bien de Interés Cultural el año 2006. Con estos precedentes, el yacimiento se presentaba como un lugar idóneo para el estudio de las transformaciones acontecidas en el seno de las comunidades autóctonas de finales de la Edad del Bronce como reacción a la presencia fenicia en la región y del papel desempeñado por estas sociedades en el desarrollo de la colonización fenicia en el extremo Occidente de la Oikumene. 92 Fig. 33. Trazado de la muralla de Los Castillejos de Alcorrín, tras los trabajos de limpieza y delimitación del recinto (2004). Foto: Paisajes Aéreos. Las primeras intervenciones promovidas por el DAI Madrid en colaboración con el CEFyP (Universidad Complutense, Madrid) consistieron en prospecciones geofísicas y sondeos arqueológicos puntuales realizados entre el 2005-2007, de cara a la futura planificación de las investigaciones sistemáticas. Tras el resultado positivo de los trabajos preliminares, se desarrollaría un Proyecto General de Investigación entre los años 2008-2012, seguido de otro, aún en curso, entre los años 2014 y 20193, en el que también se ahonda en el significado del yacimiento en su entorno, contando para ello con el apoyo del Proyecto Archeostraits4. El yacimiento se ubica en el Término Municipal de Manilva, Málaga, a 25 km al este del Estrecho de Gibraltar, en el marco de una comarca de piedemonte litoral delimitada 3 Los Proyectos han contado con la dirección y financiación del DAI Madrid, la colaboración del CEFyP y el apoyo del Ayuntamiento de Manilva. La Directora de los trabajos es Dirce Marzoli, y los codirectores José Suárez y César León. 4 El proyecto interdisciplinar germano-francés financiado por la Deutsche Forschungsgemeinschaft/Bonn y la Agence National de Recherche/Paris, está dirigido por D. Marzoli y P. Moret y se ocupa del estudio del paisaje y poblamiento en los territorios de Los Castillejos de Alcorrín y La Silla del Papa (Tarifa, Cádiz). José Suárez es investigador de este Proyecto. 93 por una serie de macizos montañosos de diversa entidad. Hacia el norte se localizan las Sierras de Utrera y Crestellina y al oeste la gran mole de Sierra Bermeja. A 7 km al este se ubica la estratégica desembocadura del río Guadiaro y sus ríos y arroyos subsidiarios -que posibilitan cualquier comunicación natural con las regiones interiores, especialmente con la Serranía de Ronda)- y al sur, el Mar Mediterráneo (Marzoli et al. 2014: 186). Fig. 34. Proceso de documentación de un tramo de la muralla del sector sur de Los Castillejos de Alcorrín en 2004. El muro presenta una anchura máxima superior a los 5 m. Foto: A. Martín Escarcena. El asentamiento se dispone sobre un promontorio amesetado con una altura de 165 m de altura sobre el nivel del mar, delimitado por suaves vaguadas con tres salientes que se dirigen hacia el río de caudal perenne de Alcorrín. El frente norte es más abrupto, con un desnivel de cerca de 50 m. El lateral oeste es el más suave. Está rodeado por un recinto exterior, que delimita un área de 11.3 Ha y su perímetro es de 2.015 m. El flanco noreste del yacimiento conforma dos promontorios suaves, separados por dos vaguadas, que descienden en dirección al río. Sobre uno de ellos se conservan los restos de un muro que parte del recinto principal y que discurre a lo largo de 365 m en dirección al cauce fluvial. Remataba aparentemente en una torre. Este lienzo estaría coronado por un camino de ronda que permitiría proteger un posible acceso hasta la fortaleza, y facilitaba el control de un manantial ubicado en su entorno inmediato, y que aún sigue activo. La muralla presenta un zócalo de piedras conformado por muros exteriores rellenos de ripios, con un grosor en algunos sectores que alcanza hasta los 5 94 m, mientras que en la cara Norte, donde existe una gran caída, que supone por si misma una protección natural, el muro es más estrecho, con un grosor de unos 2 m. Se trata de una obra que obligó a mover un mínimo de 14.000 m³ de material constructivo sólo para alzar su zócalo. Los resultados de las prospecciones geofísicas primero (Fig. 35) y de las excavaciones arqueológicas después, han permitido reconocer en el interior del yacimiento un planteamiento constructivo muy particular: la división del espacio en varios sectores bien diferenciados. Fig. 35. Resultado del estudio geofísico (prospección geomagnética) llevada a cabo en Los Castillejos de Alcorrín, Manilva, Málaga. Fuente: Eastern Atlas. Un foso con una profundidad de 1.60 m y 3 m de anchura, situado por delante de una muralla que en algunos tramos presenta de 2 m de grosor, delimitan el área central y más alta del yacimiento, donde se encuentran varios edificios de envergadura. Gracias al estudio geofísico, sabemos que existieron dos rampas que constituyen accesos. Este espacio central, bien delimitado por un foso y un muro, presentaría un aspecto monumental, albergando algunos edificios realmente singulares, por lo que podría ser descrito como una auténtica “acrópolis”. Efectivamente, a partir de los resultados geofísicos se pudo señalar la existencia de al menos tres grandes inmuebles en este sector. Dos de ellos (denominados edificios A y B respectivamente) han podido ser excavados de forma sistemática estos últimos años. Se trata de construcciones con 95 zócalos de piedra revestidos de barro, que presentan planta rectangular, diversas estancias internas, bancos exteriores, cuidados porches perimetrales y posiblemente techos planos. El llamado “Edificio A” (Fig. 36 izq.) se localiza en una de las zonas más altas y destacadas de la “acrópolis”. Está construido con zócalo de hiladas de mampostería. Se edificó en dos momentos. A la primera fase correspondía un inmueble de planta rectangular de 12 por 5.5 m, al que se accedía por un amplio vano centrado en uno de sus lados cortos, orientado al Sur. Presentaba tres estancias. La primera ocupaba la mitad de la superficie del edificio a la que se accedía desde el exterior por un vano abierto en uno de sus lados menores. Pudo ser un patio, que daría acceso a dos habitaciones situadas al fondo. La de la derecha, más estrecha, presentaba una sector empedrado al fondo, y desde ella se accedía a otra, que conservaba restos de un hogar. El segundo momento constructivo, mejor conocido, mantuvo el cuerpo principal del edificio, aunque se techó parte del antiguo espacio diáfano. En uno de sus lados mayores se adosaron dos amplias estancias con acceso independiente, que volvieron a su vez a ser compartimentadas, y en las que se conservan restos de hogares o espacios para depositar brasas. Frente a los vanos se construyeron amplios porches con forma trapezoidal, delimitados por bastidores de piedras. Se rellenaron con conchas marinas ligadas con barro, recolectadas de las playas vecinas para tal fin. Corresponden a los géneros Glycimeris y Acanthocardia. Se ha señalado como esta tradición es de origen Próximo oriental, y tienen carácter apotropaico (Escacena Rodríguez y Vázquez Boza 2011). Aunque el material arqueológico localizado al interior del inmueble es prácticamente inexistente, señalar los hallazgos realizados en una de la estancias cerradas, consistentes en un trozo de cuenta de collar perforada de cristal de roca y un interesante trozo de una vasija a mano, en la que aparecen unos signos incisos interpretados como una inscripción fenicia realizada con carácter previo a la cocción y en la que se podía hacer referencia a un don o regalo (Marzoli et al. 2010). No obstante, la interpretación de esta pieza ha sido cuestionada recientemente (Zamora López 2013), por lo que está aún sujeta a debate. En los espacios exteriores predomina de forma absoluta la cerámica elaborada a mano, con una representación tipológica variada, junto a los que aparecen algunos cuerpos correspondientes a ánforas elaboradas a torno, una de ellas con engobe rojo. 96 El denominado “Edificio B” (Fig. 36, der.) se ubica en las inmediaciones de una de las posibles entradas a la “acrópolis”. Presenta planta rectangular. Al igual que el inmueble anteriormente descrito, cuenta con dos fases constructivas. En la primera, sus dimensiones eran semejantes al primer momento del “Edificio A”. Dispuso de tres estancias con accesos independientes por uno de los laterales mayores. En el exterior de dispusieron pavimentos de conchas. En un segundo momento se construyó una entrada lateral independiente, a modo de pasillo cerrado, que amortizó el primer suelo. En relación con este último se volvió a construir un nuevo pavimento realizado con valvas de moluscos, de forma trapezoidal. Los suelos de las estancias eran de arcilla compactada, y fueron abandonados limpios. El material arqueológico se localiza al exterior, destacando, junto a la presencia dominante de cerámica a mano, fragmentos de una jarra de cuello cilíndrico, un fondo de ungüentario o dipper jug, y varios fragmentos de “cuencos-copas” de perfil en “S” a torno y mano, una de ellas con restos de engobe rojo al interior. El Edificio B estaba delimitada por un murete que por un lado se unía a la muralla y por el otro continúa hacia al interior de la “acróplis”, planteándose la posibilidad de que dentro de esta se diferenciasen a su vez subsectores. El Edificio C se localiza a unos 50 m del Edificio A, en dirección este. Su planta es sensiblemente ovalada, y su eje mayor presentaría orientación Norte-Sur, no habiéndose conservado el vano de acceso. Se ha preservado menos de la mitad del inmueble. El resto habría sido destruido por la erosión de la ladera en la que se asienta. Las medidas estimadas para el inmueble serían de unos 12 m de largo por 6 m de ancho máximo, con una superficie de 72 m2, muy semejante a las dimensiones máximas de los Edificios A y B en su Fase I, teniendo en cuenta además que para el primer caso es muy posible que la mitad fuese patio. Esto hace pensar que nos encontramos ante una construcción que quizás podía superar el carácter de simple edificio de uso doméstico. Por poner un ejemplo, las cabañas de Acinipo presentan superficies útiles de unos 25 m2, lo que supone menos de la mitad de los Edificios de Alcorrín. Este aspecto podía a su vez estar reforzado por su ubicación privilegiada en el área de la “acrópolis” del asentamiento. De este inmueble sólo se conserva parte del zócalo fabricado con un aparejo con tramos en los que se emplearon series de piedras verticales enfrentadas hincadas en el suelo, con los huecos rellenos con pequeños ripios, de clara tradición arquitectónica del Bronce Final del Sur de la Península Ibérica, con paralelos en Peñón de la Reina (Alboloduy, Almería) (Martínez y Botella 1980), Cerro de la Encina (Monachil, Granada) 97 (Aranda y Molina 2005) o el Cerro de los Cabezuelos (Úbeda, Jaén) (Contreras 1982), entre otros. La frecuente presencia de nódulos de barro con improntas de caña permite plantear que los alzados del edificio y sus cubiertas se realizaron con estos materiales. La presencia de un agujero para poste al interior señala que esta pudo ser la forma de apoyo de la cubierta. El suelo es de tierra apisonada. La parte trasera de la construcción parece que debió servir de zona de almacenamiento. La arquitectura empleada en los Edificios A y B tiene una clara inspiración fenicia. Efectivamente, la implantación de esta forma de construir en la protohistoria de la Península Ibérica empieza a ser practicada a finales del siglo IX o principios del siglo VIII a.C. Entre los testigos mas antiguos junto a Los Castillejos de Alcorrín, sobresalen sitios como el Castro de Ratinhos (Moura, Portugal) (Berrocal-Rangel y Silva 2010), situado aguas arriba del río Guadiana o el Carambolo (Sevilla), en pleno estuario del río Guadalquivir (Fernández Flores y Rodríguez Azogue, 2005). Fig. 36. Edificios A y B de los Castillejos de Alcorrín, Manilva, Málaga. Fuente: (Marzoli et al. e.p.) Los hallazgos arqueológicos muebles son relativamente escasos en el yacimiento, posiblemente como resultado del carácter premeditado de su abandono. Se trata mayoritariamente de restos de vasijas cerámicas, junto a algo de industria lítica, tanto tallada como pulimentada. Se localizan algunas escorias de fundición de hierro. Los restos orgánicos están prácticamente ausentes. 98 La cerámica es el elemento mejor representado de la “cultura material” del yacimiento de Alcorrín. Aún así, es necesario indicar su extremado estado de fragmentación, resultante del carácter bastante deleznable de la mayoría de los fragmentos recuperados, elaborados masivamente a mano. Otro aspecto a tener en cuenta, que limita el potencial de los estudios cerámicos, especialmente a nivel microtopográfico, es la circunstancia de que en los edificios investigados se habían realizado en la antigüedad tareas de limpieza sistemática, de modo que prácticamente aparecen vacíos, localizándose todos los restos de estos ajuares en el perímetro de los inmuebles. Concretamente, de los 4.914 fragmentos cerámicos recogidos (entre los años 2006 y el 2014) que presentan rotura antigua (F.R.A.), un total de 4.668 corresponden a cerámicas manufacturadas (95% del total), mientras que un total de 246 están realizados a torno rápido (5%). Junto a este recuento, se ha realizado un porcentaje por número mínimo de individuos (N.M.I.). De ese modo, sobre un total de 224 bordes, resulta que 212 corresponden a vasos manufacturados, y 12 corresponden a piezas torneadas, es decir, un 94’4% de los primeros frente a un 5’6% de los segundos, lo que evidencia un gran paralelismo entre los dos métodos de recuento. Esta dinámica se presenta semejante a lo observado en yacimientos de finales de la Edad del Bronce-inicios de la Edad del Hierro del interior del Sur de la Península Ibérica, contrastando de forma manifiesta con los poblados fenicios, aspecto que aunque “per se” no permita realizar valoraciones identitarias, tal y como asume la investigación contemporánea, sin embargo sí podrían considerarse en determinados casos como referente de tradiciones locales y prácticas rutinarias (Delgado Hervás 2008: 76). Por otro lado, la existencia de formas a mano inspiradas en productos fenicios, y viceversa apunta a la existencia de “prácticas híbridas” entre dos comunidades (Vives Ferrándiz 2005: 180). En este sentido, como se verá a continuación, destaca el hecho de que los repertorios cerámicos elaborados a torno responden a una serie restringida de servicios, básicamente contenedores, y especialmente copas de tipología inspirada en prototipos autóctonos (Delgado Hervás 2011:12), junto a recipientes para contener sustancias aromáticas, posiblemente para añadir al vino, en el marco del banquete de tradición oriental (ver por ejemplo Botto (2014: 274) para contextos coetáneos de la Bahía de Cádiz). 99 La cerámica elaborada a mano localizada en el yacimiento de Alcorrín, a nivel tecnológico, se caracteriza por el empleo de desgrasantes variados, entre los que son frecuentes nódulos calizos y cuarzos, con tamaño variable, que varían en función del tamaño y funcionalidad del recipiente, compatibles por lo general con la geología local, lo que permite plantear, gracias a los estudios de lámina delgada, que el abastecimiento de las materias primas del grueso de la cerámica procede de abastecimientos locales5. Desde el punto de vista la cocción, son predominantes las atmósferas mixtas, que generan acabados irregulares en la mayoría de los casos, con tonos grisáceos o parduscos, con nervio de color más claro, que indican un cambio en las condiciones de cocción a lo largo del proceso. Las pastas son, por lo general, poco depuradas, muy deleznables, lo que indica el uso de hornos poco complejos, que alcanzan bajas temperaturas6. Los grandes recipientes cerrados de almacenamiento suelen estar alisados al interior, mientras que el exterior suele presentar una superficie tosca y rugosa, estando a veces escobillado, en ocasiones con impresiones de elementos vegetales. Igualmente, algunos de ellos tienen el borde y el cuello alisado o algo bruñido, aunque no es lo habitual. Por su parte, las formas abiertas dedicadas al consumo presentan un tratamiento superficial mucho más cuidado, estando al menos alisados y, con bastante frecuencia, bruñidos tanto al interior como al exterior, sobre todo los cuencos carenados y algunos de casquete esférico de menores dimensiones. No obstante, estos bruñidos nunca alcanzan calidades de aspecto “metálico” como se puede observar en los contextos del suroeste de la Península durante el Bronce Final y el Hierro Antiguo. Finalmente, algunas piezas muestran también decoración plástica de digitaciones y mamelones, aplicadas generalmente sobre ollas-orzas y recipientes de almacenamiento de formato grande y mediano. Algunos de los grandes vasos pueden presentar restos de un baño de almagra. No son extraños tampoco los escobillados, aplicados en general sobre el exterior de grandes vasos, aunque destaca este tratamiento aplicado al interior de una gran fuente carenada que presenta un cuidado bruñido exterior. 5 La caracterización mineralógica de los desgrasantes empleados se ha realizado mediante la elaboración de estudios de lámina delgada a cargo de M.A. Cau Ontiveros. 6 Se han llevado a cabo estudios de caracterización geológica de las arcillas empleadas y su contrastación con las posibles áreas de abastecimiento del entorno inmediato mediante difracción de Rayos X, a cargo de J.M. Compaña (UMA). Resulta interesante como se observa una primera coincidencia general con los resultados observados a partir del análisis de lámina delgada. 100 Por otro lado, en las formas abiertas, concretamente sobre algunos cuencos de perfil en “S”, se han documentado decoraciones esgrafiadas a base de finas líneas dispuestas en bandas paralelas rellenas con motivos geométricos, concretamente triángulos. Estas piezas también presentan indicios de haber recibido un baño de colorante rojo al exterior. El material cerámico del yacimiento se encuentra por lo general muy fragmentado, lo que limita el adecuado conocimiento de los perfiles cerámicos y la adscripción tipológica de los mismos. Aún así, se ha realizado una primera propuesta que permite englobar las formas básicas reconocibles en Alcorrín. En ese sentido, es especialmente complejo aproximarnos en muchos casos al tramo inferior de los vasos identificados, y viceversa, los fondos localizados por si mismos no permiten vincularlos con precisión a los tipos y subtipos a los que corresponderían. A pesar de todo, se ha estimado oportuno realizar una base tipológica que permita ordenar el material, ya que las clasificaciones existentes en la región (García Alfonso 2007: 275) no permiten contemplar toda la riqueza formal de la cerámica documentada en el yacimiento7, y las que presentan un mayor detalle, corresponden a momentos cronológicos inmediatamente posteriores, caso de la Catedral de Ceuta (siglo VII a.C.). Aún así, esta última se convierte en nuestro referente natural por proximidad geográfica y por su investigación sistemática (Villada Paredes et al.: 153). En este sentido, se han mantenido ciertas coherencias tipológicas con este conjunto, de modo que su comparación pueda permitir en un futuro el estudio de la evolución temporal de producciones cerámicas de la Edad del Hierro en ambas orillas del Estrecho de Gibraltar. Atendiendo a estos principios, se ha realizado una seriación basada sólo en tres rangos jerárquicos, expresados con letras mayúsculas y minúsculas, así como números romanos. La primera de las agrupaciones genéricas, en letras mayúsculas, discrimina la cerámica a mano según grandes parámetros morfo-funcionales. El resultado, es el siguiente: A: vasos abiertos, es decir cuencos, fuentes, platos y cuencos carenados y copas; B: vasos cerrados, generalmente ollas y elementos de almacenaje; C: soportes; D: vasos perforados y E: elementos no vasculares como recortes cerámicos de función imprecisa. 7 No obstante, dado lo fragmentado del material y la complejidad que presenta en muchos casos para realizar su adscripción precisa a algunos de los grupos, a la hora de realizar los recuentos estadísticos se ha procedido a agrupar las series dentro grupos más amplios que coinciden con las propuestas realizadas por García Alfonso a nivel regional (2007: 275). 101 Dentro del encuadre citado, en un segundo y tercer orden de jerarquía, se han buscado agrupaciones de tipología afinada, evitando, sin embargo, que cada individuo pudiera convertirse en un tipo distinto, considerada la variabilidad de estas producciones artesanales. Las formas abiertas (Grupo A) (Fig. 37) más abundantes en el yacimiento son los cuencos. Se han agrupado dentro de tres tipos básicos. Los tipos A.I, A.II y A.III se engloban dentro de los denominados “cuencos de tendencia esférica”; los A.IV y A.V son “cuencos carenados” y las formas A.VI y A.VII son “cuencos/copas”. A continuación se detallan las características morfológicas de las variedades documentadas en el yacimiento. Los bordes pueden ser redondeados, biselados, apuntados o engrosados al interior. Piezas semejantes a esta última se documentan en Montilla (Schubart 1988: fig. 9, nº 31 y 9, nº 53), Castellón de Gobantes (García Alfonso 2007: fig. 127b) y Cauche el Viejo- Aratispi (Perdiguero López 1991/92: 38, fig. 5, nº 3. 6) en el ámbito del Bronce Final y de la Primera Edad del Hierro regional. Muy relacionada tipológicamente con los cuencos de casquete esférico está una copita de pequeño diámetro con una ligera curva bajo el borde en su perfil exterior, quizá la reminiscencia de las carenas de algunas cazuelas y copas del Bronce Final. Otro grupo significativo que engloba dos tipos de la clasificación son los cuencos carenados. Corresponden a las Formas A.IV y A.V. El Tipo A.IV engloba cuencos muy abiertos, con ruptura simple de curva en la cara externa y desarrollo del borde corto. Las carenas pueden definir tanto quiebros abruptos como suaves, siendo estos últimos especialmente frecuentes en los tipos A.IV.c y A.IV.d, más abiertos, que podrían corresponder propiamente a fuentes. Se englobarían dentro de los denominados “vasos carenados” de García Alfonso (García Alfonso 2007: 275, fig. 169). Dentro de esta agrupación se han distingo cuatro tipos, resultando las dos primeras sensiblemente más profundas que las segundas, es decir, en base al ángulo definido por el perfil de los vasos. De ese modo, puede ser profunda, sensiblemente oblicua, en el tipo A.IV.a; sensiblemente más convexa, caso del A.IV.b; convexa, pero algo más abierta en el A.IV.c, para terminar con el A.IV, en el que el perfil resulta extremadamente abierto, definiendo tipos más cercanos a los platos carenados. Tiene paralelos a su vez en el entorno de Alcorrín, concretamente en el estrato 2 del corte 2 de Montilla (Schubart 1988: fig. 8, 27 nº 38). 102 Tipo A.V. Con fondo plano, la mitad de la superficie presenta la pared oblicua, ligeramente cóncava pero de aspecto troncocónico, para alcanzar una inflexión aristada pero suave, aproximadamente en la mediación de la pieza, para desarrollarse a partir de ahí un borde simple, de largo desarrollo, a su vez oblicuo. Tipo AVI. Se trata de copas de paredes finas, que morfológicamente definen vasos con el tramo inferior de casquete esférico, cuyo perfil convexo al acercarse al borde cambia su orientación para marcar una suave concavidad. El borde pude ser ligeramente engrosado al interior, coincidiendo con la zona de la inflexión del cambio de orientación. Buenos paralelos aparecen en el contexto funerario del Túmulo 1 de la Necrópolis de Las Cumbres, en el Puerto de Santa María, Cádiz (Córdoba Alonso y Ruiz Mata 2000: 770, lám. 6, nº 3). Se trata de una forma que, como se verá más adelante, fueron imitadas a torno, siguiendo los patrones de estas piezas de tradición local. Tipo AVII. Se trata de copas de paredes finas, que recuerdan a A.VI, pero con el tramo inferior más oblicuo, y con el cambio de orientación hacia la concavidad que remata en el borde más verticalizada, que puede estar marcada por una arista. Es habitual la presencia de decoración geométrica esgrafiada. Destacan los paralelos para estas formas en Calle Cánovas del Castillo (Cádiz), donde se clasifican como “copas con decoración incisa”, asociadas a la Fase I/II. Los recientes trabajos de excavación del Teatro Cómico confirman, gracias a su presencia en contextos con significativo material datante (horizonte P2 “Fase A”) sus orígenes entre finales del siglo IX a la primera ½ del VIII a.C. (Torres Ortiz et al. 2014: 63). Se trata de una forma especialmente frecuente en el entorno de la Bahía de Cádiz y área del Estrecho de Gibraltar. Se han hallado varios centenares de estas piezas sólo en el Castillo de Doña Blanca (Puerto de Santa María, Cádiz) (Córdoba Alonso y Ruiz Mata 2005: 1308, fig. nº 18. 2. 3) y en su necrópolis, en El Túmulo 1 de Las Cumbres (Córdoba Alonso y Ruiz Mata 2000: 770, lám. 6, nº 1). Su presencia se confirma en los horizontes más antiguos del Morro de Mezquitilla (Puch Monge 2017: 165). Estas piezas también aparecen aisladamente en la costa noroeste de Marruecos y en Cartago, es 103 decir, en centros donde hay un estrecho contacto con los asentamientos fenicios del sur de la Península Ibérica (Mansel 1998; Mansel 2000; Torres Ortiz 2002: 164–166). A estos hallazgos se sumarían una serie de piezas decoradas con este mismo sistema localizadas en el asentamiento de la Rebanadilla (Sánchez Sánchez-Moreno et al. 2012: 74) y la tumba del Cortijo de San Isidro, en la Bahía de Málaga, asociada al asentamiento de la Rebanadilla (Juzgado Navarro et al. 2016: 113, fig. 8). Los vasos cerrados (Grupo B) (Fig. 38) resentan incluso mayores problemas para la propuesta de reconstrucción de los perfiles que las formas abiertas. Ello supone que algunos tipos se proponen en base exclusivamente trozos de galbos o carenaciones, reconocibles en perfiles con mayor desarrollo de otras tipologías cercanas. En todo caso cabe indicar que algunas, tienen un tamaño suficientemente grande para atribuirlas razonablemente a vasos de almacenaje (B.IV; B.V; B.VI y B.IX). Otras se enmarcan en un grupo funcional que pertenece a la cerámica de cocción, más concretamente a ollas (tipos B.I; B.VII, B.VIII). Otros vasos cerrados pudieron incluirse en los servicios de presentación de alimentos (tipo B.II). Tipo B.I. Se trata de vasos con perfil globular, con un primer desarrollo convexo hasta la mediación del vaso donde las paredes se cierran, rompiendo la uniformidad de la línea exterior la presencia del borde, indicado o ligeramente exvasado. Son vasos frecuentes en contextos del Bronce Final local y regional (vid. supra). Tipo B.II. Vasos altos con diámetro máximo en la zona externa del borde, a partir de la cual el perfil realiza una suave concavidad y define una boca muy ancha, a modo de “cráteras”. Tipo B.III. Se trata de vasos altos, con perfil de tendencia cónica y una arista de separación en la proximidad del borde, que sería sensiblemente oblicuo. Este tipo sólo se conoce en el yacimiento por fragmentos de galbos, pero que no dejan duda sobre su naturaleza, equivalente a la forma B.II.b de la Catedral de Ceuta (Villada Paredes et al. 2010: 376, fig. 122). 104 Fig. 37. Los Castillejos de Alcorrín, Manilva, Málaga. Formas abiertas. Fuente: elaboración propia. 105 Fig. 38. Los Castillejos de Alcorrín, Manilva, Málaga. Tipología de formas cerradas. Fuente: Elaboración propia. 106 Tipo B.IV. Vaso de gran formato, de almacenamiento. Presenta perfil globular, con cuello de tendencia recta, ligeramente entrante y borde vuelto, exvasado y cierto desarrollo. Puede presentar decoración a base de series de impresiones. Tipo B.V. Vaso poco frecuente, caracterizado por un cuerpo de aspecto globular que realiza en la mediación de la pieza una acusada inflexión marcada por una arista, a partir de las cuales se define un perfil de tronco de cono invertido, que continuaría en un borde exvasado. Es un tipo poco conocido, ya que sólo se conserva sólo el tramo superior del galbo en conexión con la mitad inferior. Aunque la información de la que se dispone para su caracterización es limitada, no deja de recordar, con reservas, a arquitecturas propias de contenedores de origen oriental como los primeros pithoi que llegan a la Península Ibérica. Tipo B.VI. Se trata de vasos de formato variable, por lo general de gran tamaño, con función previsible de almacenamiento. El cuerpo es globular, estilizado, y se separa del borde, que presenta desarrollo corto-medio, por una posible inflexión o carena. Este tipo lo vinculamos con el denominado “gran vaso acampanado” definido por García Alfonso como el contenedor por excelencia de la región que nos ocupa en tiempos protohistóricos (García Alfonso 2007: 275, fig. 169). Tipo B.VII. Vasos de perfil globular, con bordes muy cortos, exvasados. Estos pueden ser más rectos, algo oblicuos, caso del tipo B.VII.a, o vueltos, con una marcada concavidad (B.VII.b). En los casos que presentan formato mediano pequeño es difícil de diferenciar del tipo A.VI si las piezas están muy fragmentadas. Bordes pertenecientes a este tipo de vaso se han hallado, por ejemplo, en la U.E. 7 del sitio de San Pablo, en Málaga (Fernández Rodríguez et al. 1997: fig. 7:10,12-14) y en los niveles del Bronce Final inicios de la Edad del Hierro de Aratispi (Antequera) (Perdiguero 1991/92: 41 y 42, figs. 4, nº19–20 y 5, nº 19-20). Tipo B.VIII. Vasijas de perfil con tendencia globular de formato mediano, previsiblemente ollas. Semejantes a B.VII, aunque las paredes son muy rectas, deben definir perfiles oblicuos tanto hacia el borde como hacia el fondo. Corresponden a ollas/orzas, con decoraciones impresas, pudiendo presentar mamelones. Tipo B.IX. Engloba vasos altos, con cuello largo y cónico, que se separa del galbo por una carena aristada. Obedecen al tipo denominado comúnmente en la literatura 107 científica à chardon, es decir “de cardo”. En todo caso, se trata de vasos altos, cerrados, con cuerpo globular sobre base plana, a partir del cual se eleva un cuello proporcionalmente alto y cónico-cóncavo, con labios indiferenciados. La funcionalidad de este recipiente hay que relacionarla muy probablemente con el almacenamiento de alimentos; su perfil recuerda, en buena medida, a los vasos de tipo E.I.b, propios del Bronce Final de Andalucía occidental (Ruiz Mata 1995). Vasos de tipología relacionada se han hallado en el poblado de Huertas de Peñarrubia (García Alfonso 2007: 231, fig. 137:b-d) y Los Castillejos de Teba (García Alfonso 1993-94, 59., fig. 11:a-b.), tratándose de uno de los recipientes de almacenamiento más corrientes del Bronce Final e inicios de la Edad del Hierro (García Alfonso 2007: 305). Ya se ha señalado antes la dificultad que en muchos casos existe para atribuir de manera precisa bases sueltas de cerámica a mano a tipos concretos del grupo A o B. Incluso en una serie de ocasiones, ni tan solo es augura una pertenencia a uno de ellos y no al otro, ya que al existir cuencos de formatos muy grandes y veces profundos, tal diferenciación no es fácil. En todo caso, también existen excepciones que se verán a continuación. Bases con toma de tierra plana, pero muy estrecha con omphalos en su interior denotan paredes muy curvilíneas de tamaño más bien reducido. Otra serie viene dada por las bases planas no resaltadas en absoluto por el exterior, que no es sino el inicio de la trayectoria de la parte baja del perfil que en los tramos conservados es bastante abierto. Algunas de ellas tienen un fondo rehundido (o sobreelevado, si se considera desde el interior de la pieza) y parecen pertenecer a cuencos o en todo caso a vasos del grupo A. También pueden aparecer ligeros resaltes externos en los fondos planos, a modo de talón, que debieron de corresponder a formas cerradas, con un tratamiento superficial muy poco cuidadoso, con superficies muy rugosas y toscas, mostrando algunas de ellas evidencias de escobillado. Los soportes son formas de aspecto bicónico, con la unión de los cuerpos separada por una moldura, tratándose de una forma también documentada en los contextos del Bronce Final y la Primera Edad del Hierro de las costas malagueñas (García Alfonso 2007: 300 ss). 108 Se localizan fragmentos de vasos perforados, de aspecto globular. Su funcionalidad no está clara, se han puesto en relación con la producción de derivados lácteos, para la elaboración de queso, con la producción de sal o para quemar perfumes. Sus mejores paralelos se localizan en Montilla, junto a la desembocadura del río Guadiaro (Schubart 1987: 215, fig. 60-63). Entre las decoraciones de la cerámica a mano se pueden diferenciar las siguientes: Muñones simples. Estos elementos decorativos en proporción al material a mano recuperado son más bien escasos. Sus variedades son las siguientes: a) cónicos o redondeados simples, que pueden ir pareados. b) perforados, en sentido vertical. Pueden tener, igual que los muñones, funciones de aprensión, al tratarse de apliques, por tanto en relieve. Pueden combinar con otras decoraciones, como las impresiones. Series de impresiones. Algunos de los vasos cerrados de formato medio y grande (B.IV; B.VI; B.VII y B.VIII) presentan decoraciones a base de impresiones, que pueden ser digitadas o realizadas con un instrumento romo. La cerámica a torno. Un análisis macroscópico de las pastas, así como estudios arqueométricos de algunos de los objetos, apuntan a una procedencia que se separa de los objetos realizados a mano8, y que apunta a una producción generalizada de este tipo de vajillas y contenedores en los talleres de la región oriental de Andalucía, habiéndose podido vincular directamente un fragmento de ánfora tipo Ramon T.10121 al contexto fenicio de la desembocadura del río Guadalhorce, en la Bahía de Málaga (Behrend y Mielke 201: 150). 8 Estudio específico de M. A. Cau e.p. 109 Las ánforas. Se trata de las piezas cuantitativamente mejor representadas del conjunto de cerámicas a torno, tanto con respecto al N.M.I. como al número de fragmentos. Uno de los mejores ejemplares de estos recipientes apareció en el Corte B, un borde y hombro, que se puede adscribir a un ejemplar del tipo Ramon T.10111 (Fig. 39). Estas ánforas, de producción fenicia occidental, son bien conocidas gracias a su importante presencia en el yacimiento de Chorreras, se incluye en el “horizonte M2”, de Ramon (2010: 239), en un contexto cronológico del último tercio del siglo VIII a.C. Fig. 39. Ánfora tipo T.10111 de la tipología de Ramon, procedente del Corte B de los Castillejos de Alcorrín, Manilva, Málaga. Dibujo: J. Fernández. Un borde de ánfora fue hallado a su vez en superficie (C.Alc.08/Sup-1). Posee un borde marcadamente vertical al exterior, propio de las ánforas de tipo Ramon T. 10111, incluso con la acanaladura característica de este tipo de contenedores en la base del borde, pero el engrosamiento al interior de esta pieza indica ya que debe situarse al final de la serie de estas ánforas, si no se trata ya de una de las primeras Ramon T. 10121. Otro fragmento de galbo de ánfora, en este caso con engobe rojo, se localizó en el Corte A (CAlc.06-A1-025), en el entorno del Edificio A. Se trata del único fragmento de esta naturaleza localizado en la excavación. Este tipo de piezas aparecen en la necrópolis de Trayamar, aunque su forma se conoce en el Mediterráneo Occidental desde finales del siglo VIII a.C. A falta de análisis, la presencia de esquistos entre los desgrasantes sugiere que se pueda tratar de una producción del área de la costa oriental de Andalucía. Jarras. 110 Una serie de fragmentos con restos de pintura corresponden a una “jarra de cuello cilíndrico”, tipo también conocido como “urna Cruz del Negro”, localizada en el estrato 2 del Corte J, sobre el pavimento de acceso de la segunda fase constructiva del Edificio B. Presenta una espesa engalba blanca sobre la superficie, sobre la que se pintaron dos finas líneas negras, enmarcando a su vez a otra banda de color rojo, más ancha (Fig. 40). Fig. 40. Fragmento de “jarra de cuello”. (C.Alc.10-J2-1-3; C.Alc.12-J2-68 y 99-100). Dibujo: J. Fernández. Se trata de una forma bien conocida en contextos fenicios e indígenas de la Primera Edad del Hierro en la Península Ibérica. Las producciones más antiguas para estos recipientes con policromía se hacen corresponder, según la sistematización de Ramon Torres al horizonte M2 (2010: 239), presentando sus mejores paralelos en Chorreras (Martín Córdoba et al. 2006: 23, 25, fig. 20:1), en un contexto cronológico del último tercio del siglo VIII a.C. Por estos momentos se documentan por primera vez en el Castillo de Doña Blanca (Ruiz Mata y Pérez 1995: 85, fig. 21, 3-5) y en el Túmulo 1 de la necrópolis de Las Cumbres (Ruiz Mata y Pérez 1995: 121), y para terminar, en la propia comarca, en Montilla (San Roque), Corte 3, Estrato 2 (Schubart 1987: 221, fig. 12, nº 147). Ungüentarios. Se ha localizado un trozo de base de un ungüentario o dipper jug en el entorno del Edificio B. La pieza, bizcochada, presenta pared recta con una marcada inflexión al alcanzar el fondo, que es redondeado. El desgrasante empleado es fino, imperceptible, que no permite macroscopicamente proponer su posible producción, sin descartar que se trate de una pieza de origen oriental (Fig. 41). 111 Fig. 41. Fondo de ungüentario. Los Castillejos de Alcorrín, Manilva, Málaga. Dibujo: J. Fernández. Piezas semejantes se localizan en la costa de Málaga a partir del horizonte B1 del Morro de Mezquitilla (Algarrobo, Málaga), donde contaría con un buen paralelo con la pieza MO 82/2297 (Schubart 1997: 33), continuando en asentamientos como Chorreras o Toscanos (Vélez-Málaga). Cuencos-copas. En el Corte J, en el entorno del Edificio B, han aparecido varios fragmentos correspondientes a estas formas abiertas. Destaca un cuenco/copa, de cocción oxidante y núcleo gris-verdoso, que presenta una capa gruesa de engobe rojo al interior, con un acabado alisado (C.Alc.10-J2-20) (Fig. 42). Se observan desgrasantes esquistosos, que permitirían, a falta del resultado de las analíticas en curso, su adscripción genérica a talleres de la zona de Andalucía Oriental, previsiblemente la región malagueña. Fig. 42. Cuencos/copas. La superior, con engobe rojo interior. Los Castillejos de Alcorrín, Manilva, Málaga. Dibujo: J. Fernández. 112 La pieza no es muy profunda, con las paredes oblicuas, ligeramente curvas, que terminan en una inflexión suave a partir de la cual se desarrolla un borde corte, curvo, exvasado, con labio algo apuntado. En este sentido, se trata de una forma que no corresponde a los típicos platos fenicios occidentales, recordando mucho a los perfiles de algunos cuencos de carena suave propios del mundo autóctono, algunos de cuyos ejemplares se localizan en el mismo estrato donde aparecen mayoritariamente estos objetos (tipo A.VI de Alcorrín de la clasificación de la cerámica a mano). Los mejores paralelos para esta pieza se encuentran además en el propio yacimiento de Montilla (Schubart 1987: 210, nº 6; 219, nº 109, 111, 144), incluidos dentro del grupo de los “cuencos carenados” de engobe rojo, presentes en los estratos 1 del Corte 1, y del 1 a 3 del Corte 3. Un cuenco parecido, en el que el tramo superior del borde se señala con una arista acusada, se ha documentado a su vez en el asentamiento de Acinipo, en Ronda la Vieja (Martín Ruiz 2011: 71). Dado lo poco habitual que resulta este tipo cerámico con tratamiento de engobe rojo, se localiza precisamente en uno de los principales asentamientos del Bronce Final del interior de la Serranía de Ronda, una de cuyas vías de comunicación naturales más importantes con la costa y el Estrecho de Gibraltar es la propia cuenca del río Guadiaro. Concretamente recuerda a las piezas aparecidas en el sondeo de la Calle Fernando el Católico y en el Cabezo de San Pedro, de Huelva (Belén et al. 1982: fig. 5, 1. 2), aunque en éstas la carena también es más acusada. En el yacimiento de Tavira (Portugal), situado en la margen derecha del río Gilão, también se ha localizado un cuenco/copa semejante, que aparece junto a platos de engobe rojo de borde estrecho y ampollas, en un nivel dispuesto directamente sobre niveles del Bronce Final local (García Pereira 2000, 123) fechado en el siglo VIII a.C. Fragmento de bordes y de un fondo de cuencos/platos exclusivamente bizcochados (CAlc12/J89-004), es decir, sin engobe rojo, ni interior ni exterior, también se han localizado en este mismo conjunto de formas abiertas ubicadas en el Edificio B. Formalmente, los tipos son idénticos a los anteriormente descritos que presentan engobe rojo, por lo que se remite su estudio a los paralelos identificados para los casos anteriores. 113 Cuenco / mortero. Una pieza difícil de caracterizar tipológicamente es un fragmento de cuerpo, (C.Alc.08/G16-17), que puede pertenecer a la pared de un mortero. De este modo, respecto a la cerámica a mano, el conjunto se encuadra bien dentro de los materiales atribuidos al Bronce Final y a la Primera Edad del Hierro de la actual provincia de Málaga, comarcas costeras más orientales de la de Cádiz así como con el litoral norteafricano vecino al área del Estrecho, concretamente con el asentamiento de la Catedral de Ceuta. La continuidad de la tradición tipológica respecto a momentos previos a la presencia fenicia es manifiesta. En este sentido, una de las formas que suponen casi la mitad porcentual de los servicios son los cuencos de perfil simple, que dominan los repertorios vasculares del litoral oriental atlántico de Cádiz desde el segundo milenio, formando parte importante de los ajuares en contextos del Bronce Tardío, como los yacimientos de El Estanquillo (Fase II), La Marquina A y La Marquina B, todos en San Fernando (Ramos Muñoz et al. 1994: 381). Este mismo fenómeno se observa para los “cuencos carenados”, que están presentes en la región desde la segunda mitad del II milenio, pudiendo presentar decoraciones tipo Cogotas I, como se observa en las campiñas prelitorales de la Banda Atlántica de Cádiz (Gutierrez López: 1994, fig. 2.1). En estos contextos, estas piezas han sido incluidas dentro del grupo interpretado como “objetos de prestigio” por la calidad de sus acabados y decoración, frente al resto de las formas abiertas, que mayoritariamente se incluyen entre la vajilla de “consumo” o de “producción para consumo” (Ramos Muñoz et al. 1994: 381). Los cuencos/copas se localizan en yacimientos autóctonos del ámbito atlántico, en la Mesa del Algar (Vejer de la Frontera) (Lazarich 1985, fig.5, 11-13), Cueva Gorham, en Gibraltar (Gutierrez López et al. 2001: fig.1) y Ceuta (Villada Paredes et al. 2010: 163). En esta misma dinámica se insertan las ollas de cuerpo globular y orzas de formato mediano (Gutierrez López 1994: fig. 2), así como los grandes vasos de aprovisionamiento de borde corto. En líneas generales, observamos una serie de elementos que nos permiten caracterizar el conjunto vascular de Los Castillejos de Alcorrín. El tratamiento mayoritario de las cerámicas es alisado, aunque los vasos pueden presentar la superficie grosera, y los acabados bruñidos son escasos. 114 Respecto a las decoraciones, es necesario destacar la ausencia de cerámica con decoración de retícula bruñida, limitándose las decoraciones prácticamente a las realizadas a base de motivos esgrafiados presentes hasta el momento en los cuencos/copas de la serie A.VII, que pueden presentar un baño de almagra. También están presentes algunos motivos impresos y de mamelones barbotinados en el cuerpo de las ollas, aunque no son especialmente abundantes. A nivel tipológico, destaca la presencia de un mayor porcentaje de cuencos de hemisféricos o de perfil de casquete esférico (tipos A.I, A.II, A.III) en detrimento de los cuencos carenados y cuencos/copas (A.IV, A.V., A.VI, A.VII), dinámica observada en términos generales en los yacimientos protohistóricos de la región malagueña (García Alfonso 2007: 275). Las ollas de formato medio o pequeño (tipos B.I, B.VII, B.VIII), no son especialmente frecuentes, aspecto que quizás pueda tener un sentido cronológico, ya que resultan mucho más abundantes a partir de momentos finales del siglo VII inicios del VII, caso por ejemplo del poblado de San Pablo, en la Bahía de Málaga. Es habitual la presencia de grandes contenedores, de perfil globular, con borde vuelto, más bien corto (B.IV, B.VI, B.VII), tipo “vasos acampanados”. Se trata de piezas que pueden presentar carenas suaves en el hombro, que los diferencian de piezas más antiguas. Es importante destacar su predominio sobre los vasos que presentan bordes con gran desarrollo con respecto al cuerpo, los típicos “chardon”, el denominado tipo A.IX de la clasificación propuesta. Aunque el material recuperado en el vecino asentamiento de Martagina 3 es escaso, llama la atención que todos los tipos hallados están también presentes en Los Castillejos. Al otro lado del Guadiaro encontramos un conjunto cerámico con claras concomitancias en el Castillo de Jimena de la Frontera, la antigua Oba (Huarte Cambra 2005). Por su parte, este horizonte cerámico aparece bien atestiguado en las áreas interiores de la provincia de Málaga, como en la Serranía de Ronda (Aguayo 2001) y en el Alto Guadalhorce, en sitios como Castillejos de Teba (García Alfonso 1993-94: 58 s., fig. 8-11; García Alfonso 2007: 208 s., fig. 117 s). La mayoría de los fragmentos cerámicos torneados procedentes de Alcorrín corresponden a cuerpos de grandes contenedores, previsiblemente ánforas, algún 115 ungüentario o dipper juglet, trozos de una jarra de cuello cilíndrico y algo de vajilla de engobe rojo (platos/cuencos) y un probable mortero. Aunque con este número limitado de hallazgos no se pueden obtener demasiadas conclusiones, sí se empieza a intuir la existencia de una demanda selectiva de determinadas producciones fenicias. Quitando casos como las jarras de cuello y los ungüentarios, las copas a torno contaban con vasijas locales semejantes, lo que indica que estas producciones torneadas están elaboradas al gusto de la tradición local, añadiendo el engobe fenicio, lo que la convierte en producciones propiamente híbridas. Resulta más interesante aún el hecho de que sean los colonos los que están fabricando estos productos. La presencia de un número limitado de piezas cerámicas fenicias en yacimientos de tradición autóctona en el Sur de la Península es una constante. Mayoritariamente se trata de platos/cuencos fenicios de engobe rojo, ungüentarios, jarros/jarras y ánforas, entendidos posiblemente como vajillas de prestigio o contenedores de productos exóticos (García Alfonso 2007: 325). Es interesante constatar que se observa una mayor presencia de cerámicas fenicias en el perímetro del Edificio B, con respecto al Edificio A, así como una tendencia tipológica diferenciada en ambos contextos, que, por otro lado, viene a coincidir con los grupos elaborados a mano presentes en el entorno inmediato de cada inmueble. Es decir, en el A, donde los grandes vasos de almacenamiento son más frecuentes, se localizan especialmente fragmentos de ánforas, mientras que en B, en cuyo perímetro destaca con respecto al inmueble precedente la presencia de cuencos carenados y cuencos/copas, las cerámicas fenicias mejor representadas son estos mismos tipos de vasos, pero torneados y en algún caso con engobe rojo. Con respecto a los talleres que están suministrando cerámica fenicia a Alcorrín, hasta el momento, con unos primeros análisis macroscópicos se puede aportar su vínculo mayoritario con talleres fenicio-occidentales del sureste de la Península Ibérica, aspecto confirmado sobre algunas piezas estudiadas petrográficamente mediante lámina delgada y activación neutrónica. Esta última técnica ha permitido relacionar una de las ánforas (T.10111-2) con piezas fabricadas en el entorno del Cerro del Villar (Málaga), el gran centro alfarero de la región a partir de mediados del siglo VIII a.C. (Delgado Hervás 2011: 78). 116 A nivel cronológico nos encontramos ante piezas que se insertan cómodamente dentro del “Horizonte M-2” (Ramon 2010: 218). Siguiendo dataciones convencionales, se centrarían especialmente en la segunda mitad del siglo VIII a. C. Es necesario resaltar que los hallazgos cerámicos a torno corresponden por lo general al momento de abandono de la segunda fase de uso de los inmuebles investigados. Por otro lado, esta propuesta cronológica no resulta contradictoria con las radiocarbónicas obtenidas en el propio yacimiento, que le otorgan un periodo de vida entre finales del siglo IX-siglo VIII cal. BC (vid. supra). Las producciones cerámicas halladas corresponden a un momento que se ha interpretado como “punto álgido” en el crecimiento y expansión colonial en el Extremo Occidente, coincidente con la consolidación tipológica de las series más representativas de sus ajuares (Ramon Torres 2010: 220). Otro aspecto de interés del yacimiento es la constatación de la práctica de actividades metalúrgicas. El año 2004, a intramuros de la fachada sur de la fortificación de Los Castillejos de Alcorrín, se encontraron unos fragmentos de escorias resultantes de la producción de hierro (Fig. 43). Su estudio analítico (Renzi et al. 2014) ha permitido identificar tanto residuos de la reducción de minerales como escorias de post-reducción de hierro (afino de lupias y forja). Aunque la escala de esta producción tuvo que ser limitada, con toda probabilidad de tipo doméstico, el hallazgo de ambos tipos de sub-productos indica que en el yacimiento se cubría toda la cadena operativa para la producción de hierro, desde la reducción del mineral hasta la producción de objetos. Fig. 43. Fragmentos de escorias de reducción de hierro procedentes de Los Castillejos de Alcorrín, Manilva, Málaga. Foto. M. Renzi. Los residuos de reducción analizados son fragmentos de escorias solidificados en el interior de un horno (no en el exterior como para las escorias de sangrado) y, su 117 composición químico-mineralógica muestra que a pesar de su cronología temprana se trata de escorias de “buena calidad”, con una matriz fayalítica y una escasa presencia de cristales de óxido de hierro (en blanco en Fig. 10 d). El proceso fue eficiente ya que los metalúrgicos consiguieron licuar suficientemente la escoria y obtener su adecuada separación de la masa esponjosa de hierro (lupia) que se forma durante la operación de transformación del mineral en metal. Una de las características más relevantes de estas escorias es la composición de las perlas de hierro metálico que quedaron atrapadas en la matriz fundida. La presencia en estas inclusiones de cantidades elevadas de arsénico, que en muchos casos llegan a formar speiss ferroso con contenidos variables de otros metales (en particular níquel y cobre), apuntan claramente al uso de minerales de tipo complejo. Además, esta peculiaridad indica que se trata de escorias formadas en un horno cerrado, con un ambiente suficientemente reductor y un buen control de la temperatura, unas condiciones necesarias para que se conservara el alto contenido de arsénico detectado en sus fases metálicas; de lo contrario, el arsénico se habría oxidado y volatilizado en los humos (Renzi et al. 2014). Con respecto al tipo de recursos mineros utilizados, todo apunta a un aprovechamiento de depósitos locales. Tanto las mineralizaciones del distrito minero alrededor de Los Castillejos de Alcorrín (Sierra Crestellina, Utrera o Sierra Bermeja), como las que van desde la Serranía de Ronda hasta los Montes de Málaga, están caracterizadas por un marcado polimetalismo y su uso explicaría la presencia de elementos como arsénico, níquel, cobre y cromo en las escorias de Alcorrín. También la presencia de subproductos de actividades metalúrgicas en otros yacimientos contemporáneos de la región, como por ejemplo Acinipo-Ronda la Vieja y la actual ciudad de Ronda entre otros, apunta al aprovechamiento de depósitos metalíferos locales. Las características y la posible procedencia de los recursos minerales utilizados tanto en Los Castillejos de Alcorrín como en otros asentamientos de la zona, están siendo investigadas en el marco de un proyecto interdisciplinar dirigido por el Instituto Arqueológico Alemán de Madrid que incluye no solamente el estudio de los materiales arqueológicos, sino también la recogida superficial de muestras en las zonas mineras situadas en un radio de aproximadamente 50 km alrededor del asentamiento. Tanto las muestras de mineral como las arqueológicas han sido objeto de un estudio analítico exhaustivo (Renzi et al. 2014). 118 Martagina 3, (Manilva, Málaga). Este yacimiento arqueológico se localiza a 1 Km al sur de Los Castillejos de Alcorrín, y a 1.5 km de la costa, dispuesto sobre un pequeño promontorio ubicado en la margen derecha de la cuenca baja del arroyo de Alcorrín. El asentamiento se instaló en la cima de un cerrete rematado por una costra compacta de calcarenita, desmontada en los años 80 del pasado siglo en el ámbito de un proyecto urbanístico que no llegó a concluir. El año 2005 se volvió a plantear un nuevo movimiento de tierras, con la misma finalidad que en décadas precedentes. La noticia de hallazgos arqueológicos en el mismo, facilitada por Marcos Vázquez, vecino de Manilva, llevó al servicio de Patrimonio Arqueológico municipal, a través de Cesar León Martín, a determinar la paralización de los trabajos y proponer que fuese llevada a cabo una actividad arqueológica con carácter previo al desarrollo de los mismos, con la intención de valorar la posible existencia de restos arqueológicos conservados en el lugar. La intervención de urgencia fue dirigida por Luís Ruiz Cabrero. Fig. 44. Selección de material arqueológico procedente de Martagina 3, Manilva, Málaga. Dibujos: elaboración propia. 119 Los resultados de la prospección arqueológica superficial del sitio confirmaron que la plataforma original que conformaba el promontorio estaba completamente arrasada y su fisonomía transformada, evidenciándose la destrucción del yacimiento. No obstante, se llevaron a cabo una serie de sondeos en el perímetro de las cotas más altas, que permitieron comprobar la existencia de escaso pero significativo material arqueológico, de naturaleza erosiva, dispuesto directamente sobre el sustrato natural subyacente, adaptándose a las irregularidades del mismo. El material arqueológico recuperado consiste básicamente en fragmentos cerámicos elaborados a mano (Fig. 44), tanto de formas cerradas, correspondientes a grandes contenedores con borde amplio, exvasado, como piezas abiertas, de menor formato, entre las que destacan un fragmento del cuerpo de un soporte bicónico de pared moldurada y trozos de paredes de una copa bruñida con cuidada decoración esgrafiada que compone motivos geométricos como series de líneas paralelas y triángulos. Piezas idénticas aparecen en el vecino asentamiento Los Castillejos de Alcorrín, por lo que la coetaneidad de ambos sitios está garantizada. Se ha procedido a realizar una revisión del material arqueológico recuperado en la actividad arqueológica de urgencia. Aunque es escaso, el predominio de las cerámicas a mano es absoluto. Entre las formas abiertas, señalar la presencia de un fragmento de cuenco perfil en “S” (MTG.3.-SUP-07), junto a otra pieza de borde recto (MTG.3-SUP-05), que se suman a la copa con decoración esgrafiada ya conocida. El conjunto mejor representado en el yacimiento son los fragmentos de vasos de almacenamiento de borde acampanado, más o menos desarrollado (MTG.3.-SUP- 11; 9; 10; 1; 4; 6), que están muy bien representados en la secuencia de Los Castillejos de Alcorrín (vid. infra). Los vasos presentan cocción en atmósfera reductura con acabado oxidante, que les aporta un característico tono rojizo. Junto a ellos, llama la atención la presencia de varios fragmentos de soportes, que se suman al ya descrito (MTG.3-SUP- 02; 03). Cabe la posibilidad de que pueda corresponder también a una de estas piezas un fragmento de pieza a torno de difícil interpretación (MTG.3-SUP- 08). Este asentamiento, que debió de presentar pequeñas dimensiones, está en contacto visual con la fortaleza de Alcorrín, y supone el control natural de uno de los accesos terrestres desde la costa, por lo que se ha propuesto que pudiese funcionar como atalaya de control o de apoyo vinculada con el asentamiento de primer orden. 120 MART.3 - Sup. 7 MART.3 - Sup. 5 MART.3 - Sup. 6 MART.3 - 9 MART.3 - Sup. 10 MART.3 - Sup. 1 MART.3 - Sup. 1 Lámina 1. Martagina 3: hallazgos cerámicos en superficie MART.3 - Sup. 4 MART.3 - Sup. 3 MART.3 - Sup. 2 MART.3 - Sup. 8 Lámina 2. Martagina 3: hallazgos cerámicos en superficie Cortijo del Gitano (Manilva). El yacimiento inédito del Cortijo del Gitano (Manilva, Málaga) está localizado sobre un suave promontorio con buena visibilidad dispuesto a mitad de distancia entre Los Castillejos de Alcorrín y el entorno de los yacimientos de El Alto y Montilla, dominando el camino natural de conexión entre estos poblados y con visibilidad hacia ellos. Su hallazgo es resultado de las recientes prospecciones realizadas en el marco del Proyecto ARCHEOSTRAITS. Se constata la presencia de restos de improntas de barro, algo de industria lítica y materiales cerámicos a mano de tradición del Bronce Final local, junto a fragmentos de cerámicas torneadas fenicias occidentales, que permiten proponer una cronología genérica para el sitio entre los siglos IX-VIII a.C., coetáneo a los Castillejos de Alcorrín. El Alto (San Roque). Se localiza sobre un suave promontorio que domina la margen izquierda del estuario del Guadiaro. Es un yacimiento aún no publicado y su descubrimiento es resultado de los trabajos de prospección enmarcados en el Proyecto ARCHEOSTRAIT. Con ciertas reservas, dado el escaso material arqueológico recuperado, el asentamiento podía adscribirse a momentos indeterminados de la Edad del Bronce, a partir del hallazgo de un fondo de una estructura semiexcavada en el sustrato geológico (con restos de malacofauna y cerámica a mano) descubierta en un cortado reciente practicado en el yacimiento de El Alto (San Roque, Cádiz), así como el retazo del zócalo de una construcción a media ladera de una vaguada, que ha sido descubierto por una escorrentía de agua. El asentamiento tuvo continuidad en momentos de contacto con los fenicios, entre los siglos IX-VIII a.C., confirmada gracias al hallazgo de algunos fragmentos cerámicos de producciones a mano y a torno de clara tradición del Bronce Final regional, con buenos paralelos en los vecinos yacimientos coetáneos de Los Castillejos de Alcorrín y Montilla (San Roque, Cádiz). La presencia de materiales de esta época en el sitio refuerza la idea de la existencia de un control estratégico de la desembocadura del río Guadiaro por las poblaciones locales desde los primeros siglos del II milenio. 121 Montilla (San Roque). Este yacimiento se dio a conocer a partir de los trabajos de un proyecto interdisciplinario “Küstenforschung” desarrollado por el Instituto Arqueológico Alemán de Madrid cuyo objetivo consistía en obtener información para realizar una reconstrucción paisajística de los estuarios fluviales más importantes de la región (Hoffmann 1987: 196) (Fig. 45). Fig. 45. Reconstrucción paleotopográfica del estuario del río Guadiaro (Hoffmann 1987: 196). 122 La naturaleza de los hallazgos y de la secuencia estratigráfica merece una descripción algo más detallada. El Sondeo número 1 cuenta con escasa potencia arqueológica, documentándose el substrato geológico a 0.60 y 0.80 m. tanto en la parte norte como en el sur. El estrato superficial presenta una primera capa de tonalidad parda, que se corresponde a un estrato de tierra de labor actual, con una potencia cercana a los 0.50 m, bajo el cual se documenta un nivel algo más claro que el anterior, que es interpretado por sus excavadores como la interfacie superior de un nivel de hábitat. Dentro de este mismo estrato se constató un amontonamiento de piedras. En el nivel inferior, ya propiamente de uso, aparecieron numerosos fragmentos de cerámica a mano. Aún así, según los investigadores, en este corte no se apreció ningún estrato puro del “Bronce Final”, y se atribuyó este nivel al denominado “periodo de aculturación”, que presentaba características semejantes al Estrato 3 del cercano Corte 2. Los resultados obtenidos en el Sondeo 2 resultan especialmente interesantes. Bajo una capa de tres estratos de génesis reciente (niveles 6, 7 y 8) a partir de la cota de -1.10 m., bajo una delgada capa de 20 cm, se alcanza la estratigrafía propiamente arqueológica. Las capas naturales 3 y 4 corresponden a rellenos, sin indicios de estructuras, pero con abundante cerámica torneada de tradición fenicia. A partir de aquí, y ya a -2 m. de profundidad relativa, el estrato 2 presenta menos de un 5% de cerámica a torno, y el 1 sólo productos de tradición del Bronce Final, asociados a restos de una cabaña, fosas y hogares. El Sondeo 3 presenta unos resultados que se diferencian bastante de los dos anteriores. Bajo una capa superficial de unos 30 cm se localizó un estrato interpretado como de hábitat (número 3). Bajo él, un paquete sedimentario al que se atribuye un origen natural, asociado a aportes fluviales, con una potencia qu eoscila entre los 40 y 50 cm. Bajo él, un estrato estéril, que apoya sobre el sustrato pliocénico. A pesar de lo limitada superficie investigada en el yacimiento, la diversidad de la cultura material documentada en la estratigrafía presente en los tres cortes practicados obligó a proponer diversas hipótesis par explicar su naturaleza. Según Schubart, debió existir un asentamiento primigenio del“Bronce Final” precolonial, que ocuparía un área en torno a los Sondeos 1 y 2. En una segunda fase el poblado experimenta una influencia de un ámbito fenicio, que pudo estar situado en el entorno, quizás en la otra orilla del río. La otra opción barajada sería la presencia 123 directa en este mismo lugar de una comunidad fenicia, vecina a la zona de desembarcadero, con la que entraron en contacto con grupos locales. Con respecto a los ajuares cerámicos elaborados a mano, dominantes en los niveles inferiores de la secuencia, destacan, entre las formas abiertas las fuentes, con carenas altas y bordes curvados, salientes, aunque las hay de menor tamaño y borde entrante; los cuencos, de perfiles diversos y bordes simples o engrosados. Pueden presentar fondos con ónfalos o planos. Algunas están bruñidas, y no son raras las almagras rojas. Hay un caso de fuente decorada con motivos incisos en zig-zag. Este tipo de motivos decorativos simples recuerdan a tradiciones de Cogotas I. No obstante, no podemos dejar de tomar esta apreciación con reservas. Entre las formas cerradas son características los vasos de gran formato, con perfil ovoide con borde largo, oblicuo, más o menos exvasado; las ollas, con bordes simples u hombros entrantes con bordes exvasados, con perfil en “S”. También aparecen piezas perforadas, tipo “colador”. Respecto a la cerámica a torno, llama la atención, por un lado, la presencia de un número mínimo de fragmentos a torno presentes en el Estrato 2 del Corte 2, de los que sólo dos presentan forma reconocible, uno un fragmento de asa geminada, posiblemente de un pithos, y otro de gran interés, que apareció en la base de este nivel en contacto con el estrato subyacente, que corresponde a otra asa que presenta un ángulo muy marcado, y que por el tipo de pasta, permitió a los investigadores pensar que se pudiese tratar de un ánfora griega (Schubart 1987: 215: fig. 9, 64). Al Estrato 3 del Corte 2, así como a la totalidad del Corte 3 corresponde un significativo conjunto cerámico muy homogéneo, en el que aparecen ánforas fenicias- occidentales (particularmente de la forma T.10111 de Ramon) y una oriental, tipo Sagona 7, junto a trozos de pithoi, jarras, ollas a mano clasificadas como fenicias, y entre las formas abiertas cuencos carenados (con o sin engobe rojo), algunas copas de suave perfil en “S” morteros, cuencos con engobe rojo o en cerámica gris, así como platos de borde estrecho y lucernas bizcochadas (Schubart 1987: 211, 212, 221 y 223, figs. 7 y 9 a 13), llamando la atención como están presentes todos los tipos propios de los yacimientos fenicios, como ya señalase Schubart (1987: 204). Junto a ellos, hay que señalar el hallazgo de un pico de una lámpara a mano, de imitación de tipos fenicios. 124 En conjunto, se trata de un repertorio que permite plantear la presencia directa de fenicios en el asentamiento en momentos de la segunda mitad del siglo VIII a.C. En el año 2001, como parte de los trabajos de aplicación del “Programa de Medidas Correctoras sobre la Afección al Patrimonio Histórico, incluidas dentro del Programa de Impacto Ambiental de la Autopista de Peaje de la Costa del Sol (Tramo Estepona-Guadiaro)”, se llevaron a cabo nuevos sondeos arqueológicos muy cercanos a los realizados por Schubart (Suárez Padilla 2006). Las catas se realizaron unos 100 m al sur de las practicadas a finales de los años 80 del pasado siglo por el Instituto Arqueológico Alemán de Madrid, concretamente al pie de la carretera que, paralela al margen oriental del río Guadiaro se dirige a la vecina localidad de San Martín del Tesorillo, y que estaba previsto ampliar en su trazado como consecuencia de las nuevas obras de infraestructura. El denominado Corte 1 (Fig. 46) permitió alcanzar estratos protohistóricos. No obstante, los trabajos se tuvieron que limitar a su constatación, ya que el objetivo de la actuación consistía precisamente en conocer la profundidad a la que se localizaban los niveles arqueológicos para evitar su afección por el proyecto de obras previsto y de este modo garantizar su conservación para futuras investigaciones sistemáticas. Fig. 46. Aspecto final del Corte 1 de la campaña de 2001. Foto.: autor. La secuencia de este sondeo aportó un primer paquete sedimentario de más de 1 m de potencia consistente en un aporte de tierra para la construcción del vial. Bajo este 125 depósito se identificó un nuevo nivel de relleno, con unos 50 cm de potencia y ligera pendiente hacia el río y práctica ausencia de material arqueológico. Se interpretó como un relleno natural, quizás un aporte fluvial. El estrato cubre a una capa de 1 m de potencia que contiene material arqueológico, básicamente fragmentos cerámicos mayoritariamente de tipología fenicia, que corresponden especialmente a cuerpos de ánforas y algún borde con formas fenicio-occidentales, tipos T-10121 de Ramon, así como algún fragmento de plato con engobe rojo y algunos trozos de cerámica elaborada a mano. No obstante, la presencia de un fragmento de ánfora tipo T.7213 de la tipología de este mismo autor, indica que la formación de este nivel es ya de época romano-republicana, aunque contiene abundante material residual procedente del yacimiento protohistórico. No será hasta una profundidad relativa de -1.70 m. de la superficie cuando se documenten niveles con tendencia horizontal, que podían corresponder al techo de la secuencia protohistórica, en los que destacando la presencia de cerámica a torno fenicia. Por razones de seguridad, la superficie de excavación tuvo que verse limitada a la mitad del sondeo en sentido N-S, a una profundidad cercana a los -2.00 m. A partir de esta profundidad se identificó lo que se interpretó como un retazo de una estructura construida con piedras locales, cuyo trazado describía un ligero arco, lo que dio lugar a que se interpretase como parte de una posible cabaña, que delimitaría un suelo de tierra compactada que presentaba en un punto indicios de rubefacción, y que apoyaba directamente sobre las arcillas pliocénicas que conforman el sustrato natural. El material arqueológico localizado es escaso, dadas las reducidas dimensiones de la cata, destacando su fábrica a mano y la presencia de algunas formas bruñidas entre las que se localiza algún fragmento de cazuela. El interés radica en la constatación de lo que se interpretó como parte de otra cabaña, y la continuidad del sitio en dirección sur (Suárez 2006: 371). Patrágina (San Roque). El yacimiento de Patrágina (San Roque, Cádiz), se localiza sobre un suave cerro vecino a la margen izquierda del río Guadiaro. 126 Ha sido descubierto en el marco de prospecciones realizadas por el Proyecto ARCHEOSTRAITS. Se ha localizado algo de cerámica a torno fenicia occidental, consistente en cuerpos, un borde y un asa, correspondientes a un ánfora tipo Ramon T10121 y un fragmento de pithos. 127 CAPÍTULO 4. Una propuesta de análisis territorial de la comarca de la margen izquierda del Guadiaro en el contexto de la orilla norte del Estrecho de Gibraltar entre la Edad del Bronce y la Edad del Hierro. Para abordar el avance de estudio de la organización territorial diacrónica en el área de estudio se parte de un Sistema de Información Geográfica9 que emplea el software: QGIS 2.18.3 y GRASS GIS 7.2.0, a partir de un Modelo Digital del Terreno correspondiente al Modelo Digital de Andalucía 10m/pixel (2008­ 2009), cuya fuente es “Line@. Localizador de Información Espacial de a10Andalucí . Los caminos, vías pecuarias, geología, mar, topónimos, límites municipales, etc, proceden como capa vectorial del DERA (Datos Espaciales de Referencia de Andalucía). La información referente a los recursos mineros metálicos procede de iluana.com. Lo primero que hay que advertir, como punto de partida, es que la propuesta que se presenta a continuación es propiamente un avance de un estudio que será completado en el futuro en el marco final de los resultados de las prospecciones realizadas en el marco del Proyecto ARCHEOSTRAIT. Por otro lado, el análisis viene condicionado por la diversa calidad de la información disponible entre unos sectores y otros. Así, el ámbito que está siendo objeto de trabajos sistemáticos (margen izquierda de la desembocadura del río Guadiaro) presenta un registro de mayor calidad que otros sectores vecinos, como los piedomontes costeros de Sierra Bermeja y Sierra Blanca. 9 El desarrollo del SIG aplicado al estudio arqueológico en el área de estudio ha sido desarrollada por Javier Martos Martín, técnico informático, dentro del marco del Proyecto ARCHEOSTRAIT. 10 http://www.juntadeandalucia.es/institutodeestadisticaycartografia/lineav2/web/. 128 http://www.juntadeandalucia.es/institutodeestadisticaycartografia/lineav2/web http:iluana.com Aún así, esta primera aproximación de análisis macroespacial ha posibilitado apuntar una serie de tendencias de territorialidad en sentido diacrónico, que resultan de interés y permiten plantear nuevas hipótesis de trabajo. Dentro del área de estudio se analizan los tres sectores geográficos que definen el ámbito comarcal seleccionado. En cada uno de estos contextos se atiende a variables territoriales como: la naturaleza y tamaño estimado de los asentamientos, su altura relativa, pendiente, visibilidad, relación con caminos naturales y áreas de captación de recursos (ACR). Para definir estos últimos se ha valorado la pendiente, litología y recursos mineros, usos tradicionales de suelo e hidrología local, planteándose el espacio accesible desde los poblados mediante intervalos de tiempo definidos por líneas isócronas de 45’ y 90’, condicionados por la pendiente natural que conforma el entorno de los núcleos de hábitat (especialmente acusada en los asentamientos de altura característicos de la Edad del Bronce), en línea con casos semejantes empleados en el Suroeste (concretamente en la provincia de Huelva) (Hurtado Pérez et al. 2011) frente a otros modelos tradicionales como la fórmula de Naismith, que había sido empleada por estos mismos investigadores años antes (García Sanjuán y Hurtado Pérez 1998: 41). La posibilidad de unificar criterios respecto a estos trabajos llevados a cabo en regiones vecinas permite establecer modelos comparativos respecto al área de estudio. No obstante, para calcular las distancias recorridas en los tiempos estimados en función de la pendiente, se ha desarrollado una fórmula propia, que calcula el tiempo que se tarda en recorrer cada celda de 10 metros del modelo MDT (la resolución de los datos), previo cálculo de la pendiente de cada celda a partir de la altura y de las celdas colindantes. La temporalidad barajada para los asentamientos es resultante de las propuestas cronológicas valoradas en el Capítulo 3 tras los estudios de su cultura material con valor datante. No obstante, se han enmarcado dentro de amplios periodos, como aconsejaba el hecho de contar con escasas 129 secuencias estratigráficas y que mayoritariamente los sitios han sido datados con material arqueológico de superficie. 4.1. Bronce Inicial (Finales del III-1ª mitad del II milenio a.C.) (Fig. 47). 4.1.1. Margen izquierda del río Guadiaro con límite occidental de Sierra Bermeja. En este ámbito se localizan dos asentamientos de altura, Villa Vieja y La Cosalba, ambos en el Término Municipal de Casares. Sus dimensiones son sólo estimadas, en base a la dispersión de material de superficie. La Cosalba presenta diversos núcleos de concentración de material en una amplia de ladera de Sierra Crestillina. Se sitúan respectivamente entre las curvas de nivel de los 300-350 m (Villa Vieja) a los 500 m (La Cosalba). El primero se dispone sobre una meseta de la Sierra de la Utrera; el segundo en las faldas de Sierra Crestellina. De este modo, en ambos casos presentan óptimas condiciones de visibilidad sobre la comarca circundante. El sitio ubicado en la Sierra de la Utrera se localiza en un punto sensiblemente centralizado de este subsector ubicado entre el Guadiaro y Sierra Bermeja. Esta situación privilegiada puede justificar su larga ocupación a lo largo del tiempo, tanto durante la Prehistoria Reciente como a lo largo de la Edad del Hierro. Ambos poblados se disponen en las inmediaciones del cauce del río de Manilva, que nace precisamente en la Sierra de Crestellina, donde se ubica la Cosalba, por lo que se ordenan en sentido Norte-Sur, coincidiendo de este modo con el eje de este importante cauce fluvial que conforma a su vez un camino natural entre la costa y el interior. A los pies de Sierra Crestellina discurre un camino que conecta con el cauce del Guadiaro y se dirige al interior de la Serranía de Ronda. Cara a analizar el aprovechamiento de recursos, los dos asentamientos se localizan sobre afloramientos cuya geología presenta base de dolomías y 130 calizas. Se ubican en las inmediaciones de suelos con base de margas, areniscas y limos con alto potencial agrario para cultivos secano. En la meseta de la Sierra de la Utrera, han existido hasta fecha reciente pequeños aprovechamientos agrícolas en los espacios resultantes entre las plataformas de la meseta caliza, por lo que no se puede descartar su uso para estos fines, circunstancia que no resulta extraña en otros contextos vecinos de la Edad del Bronce como Acinipo (Ronda). Tanto los entornos de Sierra de la Utrera como Sierra Crestellina disponen de entornos óptimos para aprovechamiento ganadero, especialmente de ovicápridos, uso que ha continuado hasta la actualidad. Respecto a potenciales beneficios mineros, al sur de Sierra Crestellina se localiza una mina polimetálica, la Escauría, de la que no hay constancia de posibles uso durante la prehistoria. 4.1.2. Piedemonte de Sierra Bermeja. En este ámbito localizamos dos grupos de asentamientos de la Edad el Bronce, que se articulan a partir de sendos sistemas fluviales. Castillejos de Estepona y necrópolis de Corominas están relacionados con los cauces de Arroyo En medio y Arroyo Vaquero. Los asentamientos de Capanes y Monte Mayor (Benahavís), se vinculan a los ríos Guadalmina y Guadalmansa. Entorno de Arroyo Vaquero-Arroyo En medio. Castillejos de Estepona se localiza sobre un promontorio con altura situada en las inmediaciones de la curva de nivel de los 250 m. Presenta buenas condiciones de visibilidad hacia el Sur, Este y Oeste, así como de defensa. Sus laderas son pronunciadas, por lo que el poblamiento se tuvo que disponer en terrazas. La superficie de ocupación del Cerro es difícil de calcular, ya que el material arqueológico se distribuye por toda su abrupta ladera. No obstante, se enmarca dentro de una superficie estimada de 2’5 Has. Dispone de control visual sobre uno de los caminos históricos de acceso desde el litoral oriental 131 hacia las tierras del interior, que enlazan con el Guadiaro en dirección a Ronda. El cerro forma parte de la mole peridotítica de Sierra Bermeja, que se caracteriza por la casi nula productividad agrícola de sus suelos. Además, la pendiente de sus laderas, superior al 20%, no resulta adecuada para estos usos. De este modo, la ubicación del asentamiento parece responder especialmente a intereses de tipo estratégico. No obstante, del sitio proceden dientes de hoz, que confirman la existencia de aprovechamientos agrícolas previsiblemente en su entorno inmediato. El asentamiento, por otro lado, es adecuado para los usos ganaderos (Fig. 48). Al norte de este lugar, en Sierra Bermeja, se localizan varias minas de cobre de potencial aprovechamiento en la época, aunque no se conoce la existencia de hallazgos arqueológicos prehistóricos en sus inmediaciones (Fig. 49). Este poblado es coetáneo al último uso de la necrópolis megalítica de Corominas, único punto de enterramiento conocido en la comarca para inicios de la Edad del Bronce. Esta última se sitúa a poco más de 1km de este asentamiento, sobre la curva de nivel de los 100 m, y sin conexión visual con el mismo. Dentro de una antigua sepultura colectiva megalítica se realizó un enterramiento individual acompañado de un rico ajuar, destacando la importancia social del personaje allí inhumado. En su entorno se descubrieron enterramientos coetáneos más sencillos, realizados sobre los restos del túmulo de antiguas estructuras funerarias de la Edad del Cobre. Es previsible que existiese relación entre este uso funerario de la antigua necrópolis dolménica y el poblado de Castillejos. Esta práctica de reutilización de antiguos lugares de enterramiento durante los momentos finales de la Edad del Cobre-inicios del Bronce es frecuente en el sur de la Península Ibérica. 132 Entorno ríos Guadalmansa y Guadalmina. El conjunto de poblados de la Edad del Bronce conformado por Capanes y Montemayor domina el territorio meridional de este ámbito del piedemonte de Sierra Bermeja. Capanes cuenta con ocupación de finales de la Edad del Cobre/ Bronce Antiguo (finales del III milenio al primer tercio del II milenio a.C.) anterior a Monte Mayor, así como posterior, de momentos ya del Bronce Final (tercer tercio del II milenio a.C.). No obstante, todo apunta a que los dos sitios pudieron haber sido coetáneos durante el segundo tercio del II milenio, ya que Capanes apunta a disponer de una secuencia completa de la Edad del Bronce. Respecto a sus dimensiones, ambos presentan material arqueológico de superficie disperso en áreas superiores a 1 Ha. No obstante, hay que tomar este dato con reservas, especialmente en sitios donde el hábitat debió ser aterrazado, en laderas, donde la erosión ha podido falsear las dimensiones reales de estos poblados. El primero se localiza entre las curvas de nivel de los 150-200 m, mientras que el segundo cuenta con mayor altura, estando entre los 250-300 m, presentando unas condiciones de visibilidad excepcionales en este sector de la comarca. Desde este último, puede contemplarse, en dirección oeste, el importante asentamiento de la Edad del Bronce de Villa Vieja. Desde los dos sitios se controla el paso de un camino natural que desde la costa se dirige al interior y discurre por las inmediaciones de ambos asentamientos. Se disponen sobre afloramientos de mármoles, rodeados de peridotitas y esquistos grises y anfiboles, entre los que se encuentran rocas duras como las sillimanitas, de aprovechamiento constatado en la Prehistoria a nivel regional. Tanto la pendiente como los suelos pudieron permitir la presencia de cultivos, que sin embargo sí se ubican en las proximidades del vecino cauce del río Guadalmansa. (Fig. 48). Desde Montemayor se accede con cierta comodidad a la vega del río, donde además se localizan minas de cobre (Fig. 49). 133 Fig. 47. Yacimientos arqueológicos del Bronce Inicial (Antiguo-Pleno). 134 Fig. 48. Yacimientos arqueológicos correspondientes al Bronce Inicial (Antiguo-Pleno) en el ámbito de estudio, con relación a los tipos de suelos. 135 Fig. 49. Yacimientos arqueológicos del Bronce Inicia (Antiguo y Pleno) con relación a la base geológica. Observa la relación con los recursos mineros. 136 Fig. 50. Villa Vieja. (Yacimientos Bronce Inicial). Mapas físico y de pendientes. Visibilidad acum. a 5 km y ortofoto con líneas isócronas a 45’ y 90’ / Buffer de 3 km Villa Vieja. 137 Fig. 51. Villa Vieja. (Yacimientos Bronce Inicial). Visibilidad acum. a 5 km y ortofoto con líneas isócronas a 45’ y 90’ / Buffer de 3 km Villa Vieja. 138 Fig. 53. La Cosalba. (Yacimientos Bronce Inicial). Mapas físico y de pendientes. Líneas isócronas de 45’ y 90’ / Buffer de 3 km. 139 Fig. 54. La Cosalba. (Yacimientos Bronce Inicial) .Visibilidad acum. a 5 km y ortofoto con líneas isócronas a 45’ y 90’ / Buffer de 3 km. 140 Fig. 55. Castillejos de Estepona. (Yacimientos Bronce Inicial). Mapas físico y de pendientes. Líneas isócronas de 45’ y 90’ / Buffer de 3 km 141 Fig. 56. Castillejos de Estepona (Yacimientos Bronce Inicial). Mapa Visibilidad acum. a 5 km y ortofoto con líneas isócronas a 45’ y 90’ / Buffer de 3 km 142 Fig. 57. Montemayor. (Yacimientos Bronce Inicial). Mapas físico y de pendientes. Líneas isócronas de 45’ y 90’ / Buffer de 3 km 143 Fig. 58. Montemayor. (Yacimientos Bronce Inicial). Mapa Visibilidad acum. a 5 km y ortofoto con líneas isócronas a 45’ y 90’ / Buffer de 3 km. 144 Fig. 59. Capanes. (Yacimientos Bronce Inicial). Mapas físico y de pendientes. Líneas isócronas de 45’ y 90’ / Buffer de 3 km. 145 Fig. 60. Capanes. (Yacimientos Bronce Inicial). Mapa Visibilidad acum. a 5 km y ortofoto con líneas isócronas a 45’ y 90’ / Buffer de 3 km. 146 Fig. 61. Corominas. (Yacimientos Bronce Inicial). Mapas físico y de pendientes. Líneas isócronas de 45’ y 90’ / Buffer de 3 km. 147 Fig. 62. Corominas. (Yacimientos Bronce Inicial). Mapa Visibilidad acum. a 5 km y ortofoto con líneas isócronas a 45’ y 90’ / Buffer de 3 km. 148 4.2. El Bronce Final. Segunda mitad del II milenio – siglo IX a.C. (Fig. 63). 4.2.1. Margen izquierda del río Guadiaro con límite occidental de Sierra Bermeja. En este ámbito, el sitio de mayor importancia de la comarca sigue siendo Villa Vieja, al menos para momentos del Bronce Final. El sitio de La Cosalba, asentamiento de mayor altura y mejor visibilidad, no alcanza la segunda mitad del II milenio. Todo apunta a una concentración de poblamiento en la Sierra de la Utrera. La presencia de objetos exóticos de importación, como un hacha de apéndices laterales y unas cuentas de cornalina (vid. supra), permiten señalar que el sitio jugó un papel destacado en el territorio en estos momentos. Se ha documentado la presencia de enterramientos en covachas naturales, la única manifestación funeraria del Bronce Final a nivel comarcal y regional. Entre los siglos X-IX a.C., conviviendo con Villa Vieja, se crean nuevos asentamientos en las inmediaciones de la desembocadura del río Guadiaro, contexto geográfico que empieza a tomar protagonismo estratégico en el territorio. Se trata de los asentamientos de El Alto y Montilla. Las dimensiones de estos lugares no son fáciles de estimar con la información arqueológica disponible, ya que parte de estos sitios lugares están sometidos a cultivos intensivos o han sido objeto de construcciones o remociones de tierra en época contemporánea. Aún así, se ha constatado la presencia de materiales arqueológicos dispersos en superficies relativamente amplias que en algún caso alcanzan las 5 Has., según se evidencia en los últimos trabajos de prospección arqueológica superficial. En ambos casos, su altura se localiza por debajo de los 100 m. El asentamiento de El Alto dispone de buena visibilidad en dirección hacia el estuario del río Guadiaro y conexión visual con Montilla. En las inmediaciones de ambos asentamientos discurre un camino natural que se desarrolla entre Manilva y San Roque. El poblamiento parece que pudo 149 estar articulado a partir de este eje viario en sentido Este-Oeste, donde la desembocadura del río adquiere un valor estratégico, lo que contrasta significativamente con el patrón de asentamiento observado para el inicio de de la Edad del Bronce. Se trata de sitios dispuestos sobre terrenos de areniscas del Campo de Gibraltar y arcillas terciarias, con escasa pendiente y potenciales posibilidades para aprovechamientos agrícolas, especialmente en el entorno de Montilla, ubicado en el perímetro de la desembocadura del río Guadiaro y en la proximidad de buenas tierras de aluvión. Señalar que el entorno de estos asentamientos no presenta aparentemente potenciales mineralizaciones de interés para la época, excepto el sitio ubicado en las proximidades de Sierra Crestillina, lo que coincide con la aparente continuidad del poblamiento en la Cosalba en estos momentos. 4.2.2. Piedemonte de Sierra Bermeja. Se observa la continuidad de algunos poblados anteriores y la desaparición de otros. Siguen aparentemente articulados por los cauces fluviales de arroyos y ríos ya descritos. Entorno de Arroyo Vaquero-Arroyo En medio. El asentamiento de Lomo Redondo 3 es un poblado de nueva planta que surge en el Bronce Final. Se dispone sobre un cerrete suave, con una altura situada en las proximidades de la curva de nivel de los 150 m. Su posición es sensiblemente más cercana a la costa que el asentamiento precedente de Los Castillejos de Estepona. Se ubica en las inmediaciones de Arroyo En medio. Dispone de buena visibilidad hacia el sur, en dirección al mar, así como hacia el oeste, con conexión visual con Villa Vieja. Dispone de control visual sobre uno de los caminos históricos de acceso desde el litoral oriental hacia el Guadiaro. 150 Aunque el sitio destaca en el paisaje, no presenta una pendiente acusada, y se ubica en terrenos litológicos de filitas, metapelitas y areniscas. Estos terrenos han tenido tradicionalmente aprovechamientos para cultivos de secano y uso ganadero, del que deriva el nombre del vecino Arroyo Vaquero. Su distancia a las minas de potencial aprovechamiento minero de cobre de Sierra Bermeja es considerable, lo que permite descartar que su ubicación responda al interés por controlar o explotar al menos estos recursos. Entorno ríos Guadalmansa y Guadalmina. En momentos posiblemente del Bronce Tardío o inicios del Bronce Final, el asentamiento de Capanes estuvo ocupado, coincidiendo previsiblemente algunos siglos con Monte Mayor. No obstante, es finalmente el primero el que continúa durante el Bronce Final. Así, al menos al final del periodo, si se explotaron las minas de cobre del Guadalmansa debió ser ya desde Capanes. En este sentido, hay un camino natural que une ambos sitios, y la distancia no es significativa, así que si Monte Mayor dejó de tener sentido como poblado, pudo generarse una concentración de la población en el sitio vecino. 151 Fig. 63. Yacimientos arqueológicos del Bronce Final. 152 Fig. 64. Yacimientos arqueológicos correspondientes al Bronce Final en el ámbito de estudio, con relación a los tipos de suelos. 153 Fig. 65. Yacimientos del Bronce Final en relación al sustrato geológico. Se observa el protagonismo del sector situado entre Sierra Bermeja y el río Guadiaro. 154 Fig. 66. La Cosalba. Yacimientos Bronce Final. Mapas físico y de pendientes. Líneas isócronas de 45’ y 90’ / Buffer de 3 km. 155 Fig. 67. La Cosalba. Yacimientos Bronce Final. Mapa Visibilidad acum. a 5 km y ortofoto con líneas isócronas a 45’ y 90’ / Buffer de 3 km 156 Fig. 68. Villa Vieja. Yacimientos Bronce Final. Mapas físico y de pendientes. Líneas isócronas de 45’ y 90’ / Buffer de 3 km 157 Fig. 69. Villa Vieja. Yacimientos Bronce Final. Mapa Visibilidad acum. a 5 km y ortofoto con líneas isócronas a 45’ y 90’ / Buffer de 3 km. 158 Fig. 70. Lomo Redondo 3. Yacimientos Bronce Tardío – final. Mapas físico y de pendientes. Líneas isócronas de 45’ y 90’ / Buffer de 3 km. 159 Fig. 71. Lomo Redondo 3. Yacimientos Bronce Final. Mapa Visibilidad acum. a 5 km y ortofoto con líneas isócronas a 45’ y 90’ / Buffer de 3 km. 160 Fig. 72. Montilla. Yacimientos Bronce Final. Mapas físico y de pendientes. Líneas isócronas de 45’ y 90’ / Buffer de 3 km. 161 Fig. 73. Montilla. Yacimientos Bronce Final. Mapa Visibilidad acum. a 5 km y ortofoto con líneas isócronas a 45’ y 90’ / Buffer de 3 km 162 Fig. 74. El Alto. Yacimientos Bronce Tardío – final. Mapas físico y de pendientes. Líneas isócronas de 45’ y 90’ / Buffer de 3 km. 163 Fig. 75. El Alto. Yacimientos Bronce Final. Mapa Visibilidad acum. a 5 km y ortofoto con líneas isócronas a 45’ y 90’ / Buffer de 3 km. 164 Fig. 76. Capanes. Yacimientos Bronce Final. Mapas físico y de pendientes. Líneas isócronas de 45’ y 90’ / Buffer de 3 km. 165 Fig. 77. Capanes. Yacimientos Bronce Antiguo – Pleno. Mapa Visibilidad acum. a 5 km y ortofoto con líneas isócronas a 45’ y 90’ / Buffer de 3 km. 166 4.3. El Hierro I.1. La presencia fenicia (Siglo IX-VIII a.C.) (Fig. 78). 4.3.1. Margen izquierda del río Guadiaro con límite occidental de Sierra Bermeja. Aunque sólo disponemos de material arqueológico de superficie para hacer esta propuesta, todo apunta a que el asentamiento de Villa Vieja, núcleo principal del poblamiento de este ámbito de la comarca desde inicios de la Edad del Bronce, no estaría ocupado o al menos su ocupación no sería significativa. Esta circunstancia viene a coincidir con la creación del poblado de la Edad del Hierro de mayor entidad de la región: Los Castillejos de Alcorrín. El asentamiento empieza a ser conocido gracias a excavaciones sistemáticas, que ponen de manifiesto su importancia. Se trata de una fortaleza que delimita un espacio interior de más de 11 Ha., con un muro perimetral de 1’5 km, una acrópolis y presencia de arquitectura de tradición local y de influencia oriental. En clave espacial, el sitio se localiza aproximadamente a mitad de camino entre Villa Vieja y la desembocadura del río Guadiaro. Ambos sitios se encuentran conectados por un camino natural. Los Castillejos de Alcorrín se ubica en las inmediaciones del río Alcorrín, camino natural hacia la costa, y cuenta con fuentes naturales que garantizan el suministro hídrico. La altura máxima del asentamiento está en torno a la curva de nivel de los 150 m, lo que contrasta con Villa Vieja, ubicada sobre un promontorio a una altura de cerca de 350 m.s.n.m. Aunque la visibilidad es buena, y se puede observar el Peñón de Gibraltar, la costa africana y la Sierra de la Utrera, no tiene conexión directa con la costa y la desembocadura del Guadiaro. No obstante, y como veremos a continuación, la presencia de sitios estratégicos, como Martagina 3, El Cortijo del Gitano y El Alto compensan esta deficiencia. Se dispone sobre terrenos de margas pliocénicas con una montera carbonatada, y su entorno inmediato, especialmente la vega del río, es 167 adecuado para la práctica agrícola en sus inmediaciones. En su perímetro también son factibles los aprovechamientos ganaderos, que han sido confirmados en la excavación arqueológica. No dispone de acceso a recursos metálicos inmediatos, resultando las minas más cercanas las ubicadas en Sierra Crestellina. Este asentamiento se configura como el claro lugar central del territorio en este periodo, y pudo concentrar la población de sitios ocupados con anterioridad, como la citada Villa Vieja o el vecino asentamiento de Lomo Redondo 3. Los sitios coetáneos a Los Castillejos de Alcorrín se ubican en su entorno inmediato (Martagina 3) o en el eje que comunica con la desembocadura del río Guadiaro, donde siguen activos El Alto y Montilla. Martagina 3 se localiza sobre un pequeño promontorio localizado a 1’5 km al sur de Alcorrín. Con la información disponible, todo apunta a que se trata de un asentamiento de nueva planta, coetáneo a Los Castillejos de Alcorrín. Aunque fue destruido en los años 90 y no se puede definir su planta, en la cartografía antigua parece que no debió alcanzar más de media Ha. Su función no está clara, pero cumplía una función estratégica ya que complementa el control visual del asentamiento principal hacia el litoral y controla un camino de acceso desde la costa que se desarrolla en paralelo al río de Alcorrín. El asentamiento se localiza sobre margas pliocénicas, en un entorno con buenas posibilidades agropecuarias. Un sitio que presenta semejanzas con Martagina 3 es El Cortijo del Gitano. Se encuentra a una distancia de X m de Los Castillejos de Alcorrín, en dirección oeste, y en las inmediaciones de la vía pecuaria que comunica Manilva con Montilla. Se localiza sobre una suave loma, y el material arqueológico está disperso por una extensión algo superior a 1 Ha. Su altura es semejante a Alcorrín, localizado en el escalón topográfico entre los 150-200 m. Ambos sitios están comunicados visualmente, y Cortijo del Gitano mejora al segundo la visibilidad hacia el Alto y la zona de la desembocadura del río Guadiaro. 168 Señalar que ninguno de los sitios ocupados en esta época se localiza en la inmediación directa de potenciales recursos mineros. Sin embargo, en Los Castillejos de Alcorrín está constatada la metalurgia de reducción del hierro en el yacimiento, por lo que el mineral tuvo que ser extraído y transportado hasta este lugar. El entorno de Sierra Bermeja es el lugar que, a priori, presenta mejores condiciones para su procedencia. 4.3.2. Piedemonte de Sierra Bermeja. En estos momentos se observa una significativa reducción del poblamiento en este sector del piedemonte de Sierra Bermeja, según la información disponible. Se conoce la existencia de un único asentamiento en este periodo, que estuvo en uso en la segunda mitad del siglo VIII a.C. Se trata de Cerro Cubero, poblado localizado sobre un promontorio relativamente cercano al antiguo Cerro Capanes, localizado en la margen izquierda del río Guadalmina, a una altura situada en el escalón topográfico de los 150-200 m. El asentamiento presenta unas dimensiones de 2 Ha., a partir de la dispersión observada del material de superficie. Se dispone en las inmediaciones de un camino que transita en el sentido de la costa, al interior, y que pasa a su vez por las inmediaciones de los poblados de inicios de la Edad del Bronce. El sitio presenta cierta pendiente y no reúne las mejores condiciones para la explotación agrícola. Tampoco hay constancia de aprovechamientos mineros vecinos, aunque estos no pueden descartarse por completo. 169 Fig. 78. Yacimientos de inicios de la Edad del Hierro I.1 (siglo VIII a.C.). Resulta llamativa la concentración de sitios en el entorno del río Guadiaro. 170 Fig. 79. Yacimientos de inicios de la Edad del Hierro I.1 y su relación con los distintos tipos de suelos. 171 Fig. 80. Yacimientos de inicios de la Edad del Hierro I.1 (siglo VIII a.C.) y su relación con el sustrato geológico. 172 Fig. 81. Montilla. Yacimientos Hierro I.1 (siglo VIII a.C.). Mapas físico y de pendientes. Líneas isócronas de 45’ y 90’ / Buffer de 3 km. 173 Fig. 82. Montilla. Yacimientos Hierro I.1 (siglo VIII a.C.). Mapa Visibilidad acum. a 5 km y ortofoto con líneas isócronas a 45’ y 90’ / Buffer de 3 km. 174 Fig. 83. El Alto. Yacimientos Hierro I.1 (siglo VIII a.C.). Mapas físico y de pendientes. Líneas isócronas de 45’ y 90’ / Buffer de 3 km. 175 Fig. 84. El Alto. Yacimientos Hierro I .1(siglo VIII a.C.). Mapa Visibilidad acum. a 5 km y ortofoto con líneas isócronas a 45’ y 90’ / Buffer de 3 km. 176 Fig. 85. Cortijo del Gitano. Yacimientos Hierro I.1 (siglo VIII a.C.). Mapas físico y de pendientes. Líneas isócronas de 45’ y 90’ / Buffer de 3 km 177 Fig. 86. Cortijo del Gitano. Yacimientos Hierro I.1 (siglo VIII a.C.). Mapa Visibilidad acum. a 5 km y ortofoto con líneas isócronas a 45’ y 90’ / Buffer de 3 km. 178 Fig. 87. Martagina 3. Yacimientos Hierro I.1 (siglo VIII a.C.). Mapas físico y de pendientes. Líneas isócronas de 45’ y 90’ / Buffer de 3 km. 179 Fig. 88. Martagina 3. Yacimientos Hierro I.1 (siglo VIII a.C.). Mapa Visibilidad acum. a 5 km y ortofoto con líneas isócronas a 45’ y 90’ / Buffer de 3 km. 180 Fig. 89. Los Castillejos de Alcorrín. Yacimientos Hierro I.1 (siglo VIII a.C.). Mapas físico y de pendientes. Líneas isócronas de 45’ y 90’ / Buffer de 3 km. 181 Fig. 90. Los Castillejos de Alcorrín. Yacimientos Hierro I.1 (siglo VIII a.C.). Mapa Visibilidad acum. a 5 km y ortofoto con líneas isócronas a 45’ y 90’ / Buffer de 3 km. 182 Fig. 91. Arroyo Vaquero. Yacimientos Hierro I.1 (siglo VIII a.C.). Mapas físico y de pendientes. Líneas isócronas de 45’ y 90’ / Buffer de 3 km. 183 Fig. 92. Arroyo Vaquero. Yacimientos Hierro I.1 (siglo VIII a.C.). Mapa Visibilidad acum. a 5 km y ortofoto con líneas isócronas a 45’ y 90’ / Buffer de 3 km. 184 Fig. 93. Cerro Cubero. Yacimientos Hierro I.1 (siglo VIII a.C.). Mapas físico y de pendientes. Líneas isócronas de 45’ y 90’ / Buffer de 3 km . 185 Fig. 94. Cerro Cubero. Yacimientos Hierro I.1 (siglo VIII a.C.). Mapa Visibilidad acum. a 5 km y ortofoto con líneas isócronas a 45’ y 90’ / Buffer de 3 km. 186 4.4. Reestructuración territorial durante la Edad del Hierro I.2 (siglo VII a.C.) (Fig. 95). 4.4.1. Margen izquierda del río Guadiaro con límite occidental de Sierra Bermeja. A inicios del siglo VII a.C. se constata una transformación muy acusada en la organización territorial de este sector. Desaparecen Los Castillejos de Alcorrín y todos los asentamientos coetáneos: Martagina 3, Cortijo del Gitano, El Alto y Montilla. El único sitio que volvería a tomar protagonismo en la región es Villa Vieja (Casares). Este poblado, que ocupó un lugar central en el territorio en la Edad del Bronce, vuelve a tener protagonismo en la Edad del Hierro y continúa ocupado hasta el siglo IV a.C. Durante este periodo se llega a construir una muralla adaptada a la topografía del terreno, que cubre el frente occidental, el más accesible y en el que se dispuso una puerta de acceso. El asentamiento de Patragina 3, aguas arriba del Guadiaro, podría representar una intensificación del aprovechamiento de los recursos agrícolas de las mejores tierras de la cuenca del río, si se pone en relación con otros del interior, como las aldeas que están surgiendo en estos momentos en la Serranía de Ronda. 4.4.2. Piedemonte de Sierra Bermeja. En este ámbito se observa la creación de un nuevo asentamiento en la desembocadura de Arroyo Vaquero. Por otro lado, se manifiesta la continuidad de Cerro Cubero, en el extremo occidental del piedemonte de Sierra Bermeja. 187 Entorno de Arroyo Vaquero-Arroyo En medio. En estos continúa habitado el asentamiento de la margen izquierda de Arroyo Vaquero, justo en la desembocadura del río. El sitio arranca de finales del siglo VIII a.C., y está en uso durante el VII a.C. Debió de presentar buenas condiciones como embarcadero. Se localiza sobre margas pliocénicas, y en su entorno de lomas suaves se localizan tierras que tradicionalmente han tenido aprovechamiento agrícola para cultivos de secano y uso para cría de ganado. Es sugerente su relación con la potencial explotación de los recursos minerales de la vecina Sierra Bermeja, aunque en este caso no prima la vecindad directa a estos recursos, destacando más bien el interés por el control del punto de atraque. Cabe la posibilidad de que el sitio asuma el papel protagonizado en estos momentos por Montilla, en el Guadiaro, como punto de contacto con los fenicios. Entorno ríos Guadalmansa y Guadalmina. En el siglo VII continuó habitado el asentamiento de Cerro Cubero (Benahavís), poblado localizado en la margen izquierda del río Guadalmina, a una altura situada en el escalón topográfico de los 150-200 m. No obstante, el sitio no tuvo continuidad en momentos posteriores del siglo VII a.C. Las mineralizaciones de la comarca entran dentro del radio de potencial explotación viable desde el asentamiento, a unas distancias estimadas de unos 60’ de ida a pie hasta los puntos de abastecimiento de mineral del ámbito del Guadalmansa. No podemos descartar que este fuese el mayor potencial económico del poblado en estos momentos. 4.4.3. Extremo occidental de Sierra Blanca. En el siglo VII a.C. se crea el asentamiento de Río Real (Marbella), ubicado en la desembocadura de este cauce fluvial. Aunque sólo se conoce parcialmente, este sitio tuvo que tener ciertas dimensiones. Fue descubierto 188 como resultado de unos movimientos de tierra vinculados a la construcción de una urbanización, que lo destruyeron en gran parte. Este asentamiento debió contar con buenas posibilidades portuarias. Su entorno presenta buenas condiciones para la explotación agrícola y los piedemontes cercanos para la cría de ganado. Se organiza a partir de un camino que sigue el propio cauce fluvial, en cuya cabecera cuenta con ricos recursos de mineral de hierro. Precisamente junto a las minas hay indicios de ocupación de un asentamiento denominado Cerro Torrón (Marbella), que pudo arrancar de estos momentos y que se consolidó a partir del siglo VI a.C., en paralelo a Río Real. 189 Fig. 95. Yacimientos de la Edad del Hierro I.2 (siglo VII a.C.). Destaca la reorganización territorial acontecida en la margen izquierda del río Guadiaro, y la creación de nuevos asentamientos. 190 Fig. 96. Yacimientos de la Edad del Hierro I.2 (siglo VII a.C.). Relación con los tipos de suelos. 191 Fig. 97. Yacimientos de la Edad del Hierro I.2 (siglo VII a.C.). Relación con la geología local y los recursos mineros. 192 Fig. 98. Patrágina. Yacimientos de la Edad del Hierro I.2 (siglo VII a.C.). Mapas físico y de pendientes. Líneas isócronas de 45’ y 90’ / Buffer de 3 km. 193 Fig. 99. Patrágina. Yacimientos Hierro I.2 (siglo VII a.C.). Mapa Visibilidad acum. a 5 km y ortofoto con líneas isócronas a 45’ y 90’ / Buffer de 3 km. 194 Fig. 100. Villa Vieja. Yacimientos Hierro I.2 (siglo VII a.C.). Mapas físico y de pendientes. Líneas isócronas de 45’ y 90’ / Buffer de 3 km. 195 Fig. 101. Villa Vieja. Yacimientos Hierro I.2 (siglo VII a.C.). Mapa Visibilidad acum. a 5 km y ortofoto con líneas isócronas a 45’ y 90’ / Buffer de 3 km. 196 Fig. 102. Arroyo Vaquero. Yacimientos Hierro I.2 (siglo VII a.C.). Mapas físico y de pendientes. Líneas isócronas de 45’ y 90’ / Buffer de 3 km. 197 Fig. 103. Arroyo Vaquero. Yacimientos Hierro I.2 (siglo VII a.C.). Mapa Visibilidad acum. a 5 km y ortofoto con líneas isócronas a 45’ y 90’ / Buffer de 3 km. 198 Fig. 104. Cerro Cubero. Yacimientos Hierro I.2 (siglo VII a.C.). Mapas físico y de pendientes. Líneas isócronas de 45’ y 90’ / Buffer de 3 km. 199 Fig. 105. Cerro Cubero. Yacimientos Hierro I.2 (siglo VII a.C.). Mapa Visibilidad acum. a 5 km y ortofoto con líneas isócronas a 45’ y 90’ / Buffer de 3 km. 200 Fig. 106. Río Real. Yacimientos Hierro I.2 (siglo VII a.C.). Mapas físico y de pendientes. Líneas isócronas de 45’ y 90’ / Buffer de 3 km 201 Fig. 107. Río Real. Yacimientos Hierro I.2 (siglo VII a.C.). Mapa Visibilidad acum. a 5 km y ortofoto con líneas isócronas a 45’ y 90’ / Buffer de 3 km 202 Fig. 108. Cerro Torrón. Yacimientos Hierro I.2 (siglo VII a.C.). Mapas físico y de pendientes. Líneas isócronas de 45’ y 90’ / Buffer de 3 km. 203 Fig. 109. Cerro Torrón. Yacimientos Hierro I.2(siglo VII a.C.). Mapa Visibilidad acum. a 5 km y ortofoto con líneas isócronas a 45’ y 90’ / Buffer de 3 km. 204 4.5. Transformaciones diacrónicas de los modelos de poblamiento entre los inicios de la Edad del Bronce y la Edad del Hierro. Algunos valles de la comarca, como el conformado por Arroyo Vaquero- Arroyo En medio, en el piedemonte de Sierra Bermeja, presentan indicios de frecuentaciones en su cuenca baja desde finales del Neolítico-inicios de la Edad del Cobre (asentamiento de fosas de Loma de Alberica (Estepona)11 así como una destacada necrópolis megalítica, Corominas (Estepona), que contaba al menos con cinco sepulcros colectivos (Palomo Laburu et al. 2004). Este cementerio debió de funcionar como referencia paisajística y de “fijador territorial” para estos grupos, que previsiblemente presentaban una acusada movilidad. La consolidación de poblamiento estable a finales de la Prehistoria Reciente tiene lugar en la región durante el Bronce Inicial (Márquez Romero 2000: 207). Se observa una organización territorial, fechable entre finales del III milenio y mediados del II milenio a.C., basada en la presencia de asentamientos de altura, dispuestos a partir de los ejes de los principales cauces fluviales, que en muchos casos se mantendrá durante muchos siglos. Los tres asentamientos de referencia en la comarca serían, de Este a Oeste, Capanes, Castillejos de Estepona y Villa Vieja. Un dato de interés para valorar la nueva implantación del modelo de territorialidad de la Edad del Bronce es la presencia de enterramientos individuales con ajuares campaniformes sobre los antiguos sepulcros de la Edad del Cobre, que discurre en paralelo a la génesis de este nuevo modelo de ocupación del territorio. Es sugerente interpretar este hecho en clave de “apropiación” por parte de las sociedades de finales del III milenio de los hitos paisajísticos de referencia para las comunidades precedentes, ordenándose los territorios a partir de ahora desde los propios poblados (Márquez Romero 2000: 222). 11 El asentamiento, aún inédito, ha sido objeto de una campaña de excavación arqueológica preventiva. Agradecemos a su investigador, Ildefonso Navarro, los datos aportados al respecto. 205 Las cotas medias de los nuevos poblados de la Edad del Bronce se localizan entre el escalón topográfico de los 250-500 m.s.n.m. Se disponen sobre cerros más o menos amesetados ubicados en las estribaciones de las sierras principales y en la inmediación de los principales caminos naturales. Los sitios disponen de buena visibilidad, y en general son poco accesibles y podrían contar con facilidades naturales para la defensa. Sus pendientes son acusadas y poco aptas para la explotación agrícola, aunque este dato es un tanto relativo, ya que es previsible la construcción de aterrazamientos para facilitar el hábitat y la práctica de cultivos entre las viviendas. Esta es una práctica constatada en la región durante la Edad del Bronce, como se documenta en Acinipo (Ronda). Por otro lado, estos contextos de piedemontes y la cercanía a las sierras garantizan los aprovechamientos ganaderos, especialmente de ovicápridos. Otro recurso que pudo tener interés en este periodo es la explotación de las mineralizaciones de cobre, especialmente las ubicadas en Sierra Bermeja y cauce del río Guadalmansa. A partir de mediados del II milenio, en momentos ya propiamente del Bronce Tardío-Final (o inicios del Bronce Final) se observan cambios significativos respecto a las fases precedentes. Por un lado se mantienen algunos asentamientos como Villa Vieja (Casares) o Capanes (Benahavís), lo que permitiría pensar en una tendencia a la nuclearización poblacional en este ámbito del territorio. En el piedemonte de Sierra Bermeja se crea Lomo Redondo 3, asentamiento situado sobre un promontorio localizado al sur de Los Castillejos de Estepona, a una altura media de 150 m.s.n.m., ubicado en la medición del cauce de Arroyo En medio. Sus dimensiones estimadas son de unas 2’5 Ha., en base a la dispersión de material de superficie, y presenta buenas posibilidades para los aprovechamientos agropecuarios del entorno inmediato, al estar localizado sobre tierras con tradición de aprovechamiento para cultivos de secano y usos ganaderos, condiciones semejantes a los sitios de El Alto y Montilla. 206 Sitios con un alto valor estratégico, gran visibilidad, mejores condiciones defensivas, distancia significativa a las mejores tierras productivas y cercanía a potenciales aprovechamientos mineros de cobre van a desaparecer, como Los Castillejos de Estepona y Monte Mayor (Benahavís). Esta tendencia tiene su mayor expresión a finales de este periodo, en los primeros siglos del I milenio a.C. Por esas fechas adquiere un papel destacado a nivel comarcal el sector de la margen izquierda del río Guadiaro, en el que sobresale el poblado de Villa Vieja, en la Sierra de la Utrera. El asentamiento, situado en un punto sensiblemente centrado del territorio inmediato, presenta algunas singularidades respecto a otros sitios coetáneos, como evidencias de prácticas funerarias de inhumación en covachas, con tradición regional del Bronce Pleno, y a él llegan productos exóticos de prestigio, como hachas de producción oriental y cuentas de cornalina procedentes del Mediterráneo. Por estas mismas fechas surgen nuevos poblados en sus inmediaciones. Son sitios con patrón de asentamiento muy distinto a fechas precedentes. Se trata de asentamientos dispuestos en laderas o colinas suaves, con alturas entre los 0-150 m. Se ubican en tierras con potencial para las prácticas agrícolas de secano, en las inmediaciones de la vía pecuaria que conecta Manilva con San Roque. Entre ellos, el que pudo jugar un papel destacado fue Montilla, situado en la desembocadura del río Guadiaro, el estuario más importante de la región. De este modo, se observa como durante los primeros siglos del I milenio, el poblamiento y el interés estratégico de la comarca bascula hacia el control de este territorio. Por estas fechas, es previsible que el puerto natural del Guadiaro, estratégico antes de abordar la travesía del Estrecho, fuese frecuentado por marinos procedentes del Mediterráneo central u oriental, camino de lugares como Huelva. Durante la segunda mitad del siglo IX se crea el posible emporio, vinculado a un santuario, de la Rebanadilla. Desde este lugar se pudieron establecer contactos con el ámbito del Guadiaro, vinculados quizás con el interés minero de la región y en particular con la región de Ronda. 207 A finales de dicha centuria se consolida el poblamiento fenicio en la Bahía de Málaga, en lo que se pueden considerar como las primeras colonias (Rebanadilla II). Este momento se puede considerar propiamente como el de inicios de la Edad del Hierro, y coincide con significativas transformaciones en el poblamiento local. En estos momentos el poblado de Villa Vieja deja de ser ocupado (o al menos pierde protagonismo en el territorio) así como Lomo Redondo 3. Se construye la impresionante fortaleza de Los Castillejos de Alcorrín, auténtico lugar central de la comarca, que previsiblemente concentró la población de los anteriores asentamientos. Es un poblado fortificado de más de 11 Ha, ubicado a mitad de distancia entre el sitio de la Sierra de la Utrera y la desembocadura del río Guadiaro. Por él pasa el camino que discurre de Manilva a Montilla. El sitio se localiza sobre la curva de nivel de los 150 m y dispone de buena visibilidad sobre las tierras circundantes. En el yacimiento confluye también un sendero en dirección a la costa, paralelo al río Alcorrín. En este contexto, surgen nuevos asentamientos a su alrededor, ubicados en suaves promontorios dispuestos en las proximidades de los dos caminos que dan acceso al mismo, y que previsiblemente tienen relación directa con él, ya que complementan su visibilidad hacia el litoral y a los territorios de la desembocadura del río Guadiaro. Se trata de Martagina 3 y Cortijo del Gitano. Estos últimos, por otro lado, se disponen sobre tierras con buenas posibilidades para aprovechamientos agropecuarios. Todo apunta a que el sector de la margen izquierda del río Guadiaro por estas fechas habría concentrado la población y los intereses estratégicos de la comarca, en esta coyuntura tan particular como fue la primera presencia estable fenicia en el sur de la Península Ibérica. En este contexto, se estaría consolidando una previsible jerarquización del poblamiento, que ya se apuntaba desde momentos inmediatamente 208 anteriores. Los asentamientos secundarios tienen todos buenas condiciones para aprovechamientos agropecuarios. Es llamativa la evidencia de actividades de reducción de mineral de hierro en Los Castillejos de Alcorrín, que tuvo que ser trasladado en bruto para su reducción hasta el yacimiento, previsiblemente desde las minas localizadas en el entorno de Sierra Bermeja o quizás Sierra Blanca, lo que sugiere un posible transporte marítimo y evidencia un complejo sistema productivo. Este aspecto también redunda en la idea de que Los Castillejos de Alcorrín funcionó como gran lugar central de este territorio. En el piedomonte de Sierra Bermeja sólo se conoce un sitio de esta época. Se trata de Cerro Cubero, poblado ubicado en un promontorio vecino a los antiguos poblados de Capanes y Montemayor, en el piedemonte de Sierra Bermeja, a una cota de entre los 150 y los 200 m.s.n.m. Su funcionalidad no está clara. No presenta condiciones idóneas para los aprovechamientos agrícolas, al menos en el propio asentamiento, y las minas de la desembocadura del río Guadalmansa se localizan a una hora de camino terrestre. A finales del siglo VIII-inicios del VII a.C. se constatan importantes cambios en el poblamiento de la comarca. El sitio de Los Castillejos de Alcorrín y todos los lugares coetáneos al mismo, como Martagina 3, Cortijo del Gitano, El Alto y Montilla dejan de estar habitados. Ahora vuelve a tomar protagonismo otra vez el asentamiento de Villa Vieja, que como se ha dicho, presenta una visibilidad significativa sobre el territorio, y dispone de buenas condiciones naturales para la defensa, reforzadas con la construcción de una muralla pocas décadas después. Entre los piedemontes de Sierra Bermeja y Sierra Blanca surgen ahora nuevos asentamientos, ubicados en el entorno de las desembocaduras de Arroyo Vaquero y Río Real-Cerro Torrón. Estos ríos toman ahora protagonismo respecto a momentos precedentes centrados en el Guadiaro. Concretamente en el segundo de los casos, parece manifiesto que su orientación tendría que ver 209 con los aprovechamientos de mineral de hierro localizados cauce arriba de este río. Este cambio radical del poblamiento y del patrón de asentamiento dentro de esta primera Edad del Hierro representa necesariamente cambios internos en las sociedades autóctonas y a su vez modificaciones en las relaciones con los colonos. En general, estas nuevas dinámicas no se observan sólo en esta comarca, sino que tienen alcance regional. En el Estrecho se observa un mayor protagonismo de la Bahía de Algeciras frente al Guadiaro, con sitios como Cerro del Prado (San Roque, Cádiz) o Ringo Rango (Los Barrios, Cádiz), la continuidad del santuario de Gorham’s Cave (Gibraltar) y la creación en la orilla opuesta del asentamiento de la Catedral de Ceuta. 210 CAPÍTULO 5. El área de estudio en el contexto de la región del Estrecho de Gibraltar y el sur de la Península Ibérica. Una vez analizado el poblamiento entre la Prehistoria Reciente y la Protohistoria del entorno litoral del sur de la Serranía de Ronda en las proximidades del Estrecho, objeto de este trabajo, procede contextualizar este ámbito propiamente comarcal en la región del Estrecho de Gibraltar. La orilla norte del Estrecho abarca desde la Bahía de Málaga, bañada por el Mediterráneo, hasta Tarifa, ya en el Atlántico. En la orilla sur contempla desde Tetuan hasta Tánger, definiendo así lo que sería el extremo occidental del Mar de Alborán. Una vez estudiada la región, se realiza una visión general del poblamiento del Bronce Final-Hierro Antiguo en contacto con la presencia colonial entre el río Segura y el Tajo. Es necesario, desde un principio, señalar la gran diferencia de información arqueológica disponible entre ambas orillas. El contexto correspondiente al litoral de la Península Ibérica ha sido objeto de un número importante de actividades arqueológicas en las últimas décadas, aunque se trata, en su mayoría, de intervenciones orientadas a la salvaguarda del Patrimonio Arqueológico, siendo escasos los proyectos de investigación sistemática. Para compensar estas diferencias de documentación, se están llevando a cabo iniciativas de gran interés y calidad científica como el proyecto de colaboración hispano-marroquí promovidos por la Universidades de Cádiz, Tetuán y el INSAP marroquí, que ha propiciado la elaboración de la “Carta Arqueológica del Norte de Marruecos” (Ramos Muñoz et al. 2008), a los que se suman otros de carácter más general como el promovido por la Casa de Velázquez de Madrid entre el 2011 al 2014 titulado: “DÉTROIT. El Estrecho de Gibraltar en la encrucijada de los mares y continentes (Épocas Antigua y Medieval), dirigido por Daniel Baloup. 5.1. Poblamiento prehistórico en el Estrecho de Gibraltar. El Bronce Inicial (Fig. 110). 5.1.1. Orilla norte del Estrecho de Gibraltar. Bahía de Málaga y cuenca baja del Guadalhorce. 211 La Bahía de Málaga está delimitada por una serie de suaves promontorios que conforman un ámbito de piedemonte litoral definido por un amplio arco montañoso delimitado, al norte, por las sierras de Huma y Torcal; al este por los Montes de Málaga y hacia el oeste las sierras Llana y de Mijas. En el centro de este espacio se insertaban las vegas de una serie de ríos entre los que destacan el Guadalhorce y sus principales afluentes, el río Grande y el Campanillas, así como otros cauces menores como el Guadalmedina, que definían amplios estuarios, fondeaderos ideales para la navegación. Las vegas fluviales se presentaban como caminos naturales de comunicación con las principales regiones del interior: la Serranía de Ronda y la Depresión de Antequera. Fig. 110. Principales asentamientos y necrópolis del Bronce Inicial citados en el texto, localizados en el Estrecho de Gibraltar y su entorno inmediato (Elaboración propia). El poblamiento de los inicios de la Edad del Bronce no se localizaba en primera línea litoral de la época. Los asentamientos conocidos más cercanos a la costa se disponen, por un lado, en la conexión entre el cauce bajo del río Guadalhorce con su subsidario, el Campanillas, que conforma uno de los caminos naturales hacia el interior en dirección al Campo de Cámara y la Depresión de Antequera. A inicios de la Edad del Bronce se construye un poblado de altura que controla el paso a través del río en 212 dirección a las tierras antequeranas: el Cerro de la Peluca. Los restos encontrados, correspondientes a la unidad de poblamiento, se sitúan en la ladera sur-oriental del Cerro de la Peluca, en las cotas más altas, entre los 240 y 190 m, cercano a un nacimiento de agua. Los hallazgos evidencian una ocupación relacionada con aterrazamientos artificiales protegidos por muros de contención (Ferrer Palma et al. 1990). A los pies de la zona de hábitat se localizan hasta cuatro núcleos de enterramientos en cistas, como la del Lagar de las Ánimas, expoliadas desde antiguo (Baldomero Navarro y Ferrer Palma 1984: 186). En su inmediación se ubican minas de cobre (Rodríguez Vinceiro et al. 1992: 229). A unos 7 Km del cauce bajo del río Guadalhorce, en contacto con el piedemonte de la Sierra Llana, se ha dado a conocer el sitio conocido como “La Cantera del Zorro” (Alhaurín de la Torre). Se dispone sobre un promontorio con una altura de 182 m.s.n.m., en la proximidad de las mineralizaciones polimetálicas del “Llano de la Plata”. Aunque sólo se conoce un limitado conjunto de hallazgos de superficie, descubiertos al realizarse un movimiento de tierras para la construcción de los viales de una urbanización, algunas cerámicas datantes confirman su origen a finales de la Edad del Cobre, continuando ocupado a lo largo del II milenio a.C. (Santamaría García et al. 2014). Aguas arriba del río se ubica un asentamiento de altura en el Hacho de Pizarra, que cuenta con una serie de necrópolis de cistas en su entorno, conocidas desde antiguo (Baldomero Navarro y Ferrer Palma 1984: 188). En el entorno del río Grande, el principal subsidiaro del Guadalhorce, se ha llevado a cabo un Proyecto General de Investigación (Fernández Ruiz y Márquez Romero 2001), que incluía prospecciones y sondeos arqueológicos. Los investigadores han observado que desde finales del III milenio a.C., en “momentos campaniformes” se produce una “nuclearización” del antiguo poblamiento de la Edad del Cobre en el amplio poblado del Llano de la Virgen (Fernández Ruiz et al. 1989-1990. La cultura material es bien conocida y ha sido objeto de estudios específicos (Fernández Ruiz 1997) (vid. supra Cap. 3). Un modelo de poblamiento semejante, tendente a la concentración poblacional en momentos de la Edad del Bronce, se observa aguas arriba del Guadalhorce. Los trabajos de prospección arqueológica superficial realizados en los cauces de dos de sus subsidiaros, el Turón y Guadalteba (Ramos Muñoz et al. 1995: 140) constatan la existencia de poblamiento desde el Cobre Final, dispuesto sobre promontorios 213 localizados en las inmediaciones de los principales caminos naturales y en la vecindad de buenas tierras productivas para cultivos de secano, sin especiales condiciones defensivas. En su cultura material presentan cerámica campaniforme, orzas y objetos metálicos de cobre. Durante el II milenio se produce un cambio en la organización del territorio, ocupándose lugares elevados y estratégicos, con amplia visibilidad, abandonándose los sitios localizados en el valle. Estos últimos están alejados de las tierras de mayor potencial agrícola (Peña de Ardales, Cerrajón), lo que contrasta en cierta manera con lo observado en el vecino Río Grande, donde el poblamiento continúa en el mismo asentamiento entre finales de la Edad del Cobre y la Edad del Bronce. Costa occidental de Málaga hasta Río Real (Marbella). Respecto al piedemonte de las sierras litorales de la Costa occidental de Málaga, la información disponible para los momentos finales de la Edad del Cobre y los inicios del Bronce es prácticamente nula. Hay noticias de prensa12 sobre la localización de la época dispuesto sobre la meseta en la que se ubicó el Castillo medieval de Mijas, en las proximidades de la Sierra del mismo nombre. El hallazgo fue resultado de una Actividad Arqueológica Preventiva13. El sitio está por tanto alejado del litoral, actual, presentando unas condiciones excelentes de control visual sobre su entorno inmediato. Serranía de Ronda. En la comarca occidental de la provincia de Málaga, en sus límites con Cádiz y Sevilla, se localiza la Serranía de Ronda, que fue objeto de un ambicioso Proyecto General de Investigación iniciado en la década de 1980 denominado “Análisis territorial de la ocupación humana en la Depresión de Ronda durante la Prehistoria Reciente” (Aguayo de Hoyos 1997), que contó con excavaciones arqueológicas en extensión, centradas en el asentamiento de Ronda la Vieja (Acinipo), el casco histórico de Ronda y prospecciones en la Serranía. Respecto a estas últimas, se dispone de interesantes resultados, especialmente a la hora de poder ser comparados con las dinámicas de poblamiento observadas en el marco litoral situado al sur de esta comarca. En términos generales indican que: 12 http://www.mijas.es/portal/es/noticias/item/837-hallados-en-mijas-los-primeros-restos arqueologicos-de-la-edad-del-bronce-de-la-costa-del-sol-occidental 13 Los trabajos de excavación arqueológica han sido dirigidos por María Dolores Simón. ­ 214 http://www.mijas.es/portal/es/noticias/item/837-hallados-en-mijas-los-primeros-restos “durante momentos avanzados de la Edad del Cobre se constata la existencia de lugares elevados, de fácil defensa y buen control del territorio circundante y vías naturales de paso…se trata de poblados de carácter permanente, con una distribución interrelacionada entre ellos para el control del territorio, fijación de los campos de cultivo en función de los asentamientos y cambios en las estrategias de producción respecto a momentos precedentes. El II milenio en esta comarca supone un proceso de recensión ocupacional. No hay nuevos asentamientos, manteniéndose aquellos que durante la Edad del Cobre ocupaban lugares especialmente estratégicos con secuencias muy continuadas a lo largo de la Prehistoria, y asociación de cerámica campaniforme con las propias del Bronce” (Aguayo de Hoyos et al. 1990: 61). Junto a las prospecciones, las excavaciones de Acinipo convierten a este yacimiento en uno de los sitios de mayor interés del suroeste de la Península para el conocimiento del II milenio a.C. La excavación aportó la documentación de los restos de cabañas con zócalos de piedra, dispuestas en terrazas, que se atribuyen a momentos del Bronce Antiguo. Sobre la amortización de este inmueble se localizó estratigrafía con materiales del Bronce Pleno. Destacan los resultados de los estudios paleoambientales y faunísticos (vid. infra Cap. 6). El yacimiento ha aportado algunas dataciones radiocarbónicas que lo datan a partir de inicios del II milenio cal ANE (vid supra. Cap. 2). Margen derecha de río Guadiaro a Tarifa. En el entorno occidental de la Bahía de Algeciras el único asentamiento conocido correspondiente a momentos iniciales de la Edad del Bronce se localiza en el Castillo de Castellar de la Frontera (Sotomayor Muro 1993). En la base de un sondeo realizado en la fortaleza, se localizó un nivel arqueológico (Estrato V) dispuesto sobre el geológico, con cerámicas elaboradas a mano entre las que encuentran mayoritariamente cuencos hemiesféricos y de borde entrante, y en algún caso carenado y de borde recto, que fueron adscritos genéricamente a este periodo del II milenio a.C. Algo más hacia el Este, se ubica el asentamiento de la Edad del Bronce del Castillo de Guzman el Bueno, en Tarifa. La situación geográfica de este lugar -en el extremo meridional de la Península Ibérica, sobre el punto más cercano entre Europa y África- le da una posición preponderante en el Estrecho de Gibraltar. A ello debemos unir una 215 especial configuración orográfica, ya que la península sobre la que ubicó el asentamiento de la Edad del Bronce se yergue a modo de acrópolis dominando el mar y el terreno adyacente, con una amplia visibilidad. Los hallazgos arqueológicos proceden de las excavaciones arqueológicas de rehabilitación del Castillo en 1994. Los materiales, atribuidos al Bronce Pleno, aparecen en los sondeos más profundos. Se descubrieron estratos sobre el geológico con cerámicas prehistóricas: cuencos, formas de almacenamiento y el cuello de un vaso cerrado tipo “botella”, así como piezas con carena muy baja, tipo “tulipa” (Pérez- Malumbres Landa y Martín Ruiz 1998: 154 y 156, fig. 3 y 4). Algo más hacia el oeste, dominando la ensenada de Valdevaqueros, se localizan el poblado y la necrópolis de Los Algarbes. Durante finales de la Edad del Cobre-inicios del Bronce se reutilizaron algunos hipogeos como el Sepulcro 5 (Posac Mon 1975). Asociados a varios enterramientos depositados en el corredor se hallaron objetos de oro y más de 100 objetos de marfil, que debían formar parte de al menos un complicado collar (Schuchmacher 2012: 53), propios de individuos que debieron gozar de gran prestigio dentro de la comunidad. 5.1.2. La orilla sur del Estrecho de Gibraltar. Tramo Tetuán-Tánger. En los últimos años el proyecto de Carta Arqueológica del Norte de Marruecos (región Tánger-Tetuán)14 (Raissouni et al. 2015), ha aportado nuevos datos de interés sobre el poblamiento de la región durante la Prehistoria Reciente. Los trabajos han consistido básicamente en tareas de prospección superficial y excavaciones arqueológicas puntuales. En paralelo, también se han realizado revisiones de colecciones en los fondos del Museo de Tetuán15, centrados en la revisión de materiales de excavaciones antiguas con secuencias del IV al II milenio a.C., caso de Caf That el Gar (Ramos et al. eds. 2008) y Gar Cahal (Vijande et al. 2011). Los trabajos de prospección proporcionaron el conocimiento de doce asentamientos asignables a la Prehistoria Reciente, que se concentran en el entorno de la paleoensenada ocupada actualmente por el curso del Río Alila, al sur de Cabo Negro 14 Llevado a cabo entre los años 2008 al 2012 bajo la dirección de D. Bernal, J. Ramos, B. Raissouni, M. Zouak y A. El Khayari y en la que participan las Universidades de Cádiz, Abdelmalek Essadi (Tetuán) y el INSAP (Rabat). 15 Dirigidos por J. Ramos de la UCA y M. Zouak del Museo Arqueológico de Tetuán. 216 en una región rica en recursos naturales. En el sector del área litoral situada entre cabo Negro y Ceuta se localizaron tres sitios más asignables a este periodo La prospección en 2010 de la franja costera entre Beliunes y Río Liane permitió la localización de otros siete nuevos yacimientos de esta cronología. El patrón de asentamiento consiste en la ocupación de cerros destacados, controlando ensenadas y cursos bajos de valles fluviales, que conviven con abrigos localizados en pequeñas terrazas. Se han interpretado como pequeñas aldeas de campesinos dedicadas a prácticas agropecuarias y a la pesca y marisqueo. Es de reseñar la localización en el valle del río Liane de varias cistas dispuestas sobre un cerrete amesetado, fechadas en la Prehistoria Reciente. Nueve yacimientos de este periodo han sido descubiertos en la región interior de Anyera y en el valle del Río Kh´mis. En uno de ellos se descubrió un enterramiento atribuido a la Edad del Bronce dentro de una cueva del valle del Río Marsa. De este modo, a la información tradicionalmente conocida, que evidenciaba la presencia de cerámicas y objetos metálicos de tradición campaniforme exclusivamente en hábitas rupestres, usados para plantear los paralelos existentes en la cultura material de ambas orillas del Estrecho durante las Edades del Cobre y del Bronce (Souville 1988), los nuevos trabajos de prospección apuntan a la existencia de asentamientos coetáneos al aire libre, y evidencias de un modelo de ocupación del territorio de mayor complejidad (Raissouni et al 2015: 473). 5.2. El Bronce Final en la región del Estrecho de Gibraltar (Fig. 111). 5.2.1. La orilla norte del Estrecho de Gibraltar. Bahía de Málaga y Cuenca Baja del Guadalhorce. La presencia de asentamientos del Bronce Final está atestiguada en el perímetro de la Bahía de Málaga por yacimientos como El Llano de la Virgen (Coín). El sitio presenta una secuencia continuada desde momentos campaniformes, lo que recuerda a poblados de la zona del Estrecho como Capanes (Benahavís). Aunque no se conocen las viviendas asociadas a esta última fase del poblado (Estrato I) se identificaron restos de un muro situado en el perímetro del asentamiento que podía corresponder a una cerca delimitadora (Fernández Ruiz et al. 1989-1990: 85, fig. 3). Entre la cultura material descubierta en el sitio destaca la cerámica, en la que se observa una tendencia 217 continuista con momentos precedentes, aunque surgen formas nuevas como los cuencos con carena alta, y otros con bordes cortos almendrados. Los recipientes de almacenamiento están representados por orzas de perfil simple con decoraciones a base de trazos incisos en el labio, presentes en el propio yacimiento desde el Bronce Pleno (Fernández Ruiz 1999-2000: 54) así como en otros poblados de la región como Tragalamocha (Nerja), fechado en el Bronce Tardío (Fernández Rodríguez y Suárez Padilla 2004: 305, fig. 4, nº 1-17). Por otro lado, la continuidad de este tipo de formas durante el Bronce Final queda constatada en otros poblados de la Málaga oriental como Capellanía (Periana) en su Fase VII, atribuida a los últimos siglos del II milenio (Martín Córdoba 1993-94: 28 fig. 6, nº 4-6). Las características arcaicas de algunas formas del Estrato I, continuistas con formas precedentes, junto a la ausencia de cerámicas a torno, permite plantear una cronología para este horizonte previa a la presencia colonial en la Bahía de Málaga. En la cuenca media-alta del río Guadalhorce se localiza la necrópolis prehistórica de Alcaide. Aunque se encuentra retirada del contexto de referencia del área del Estrecho, se considera de interés hacer una referencia sobre ella, ya que es el único lugar de la región malagueña, junto a Villa Vieja, donde hay evidencias de prácticas funerarias del Bronce Final (Tovar Fernández et al. 2014). Concretamente en el hipogeo nº 14 hay reutilizaciones durante el Bronce Pleno y el Bronce Tardío-Final, consistentes en inhumaciones acompañadas de recipientes cerámicos y adornos personales (colgantes de piedra). Es interesante señalar la existencia de tres fechas radiocarbónicas obtenidas sobre hueso humano que confirman la cronología de las mismas en momentos del último tercio del II milenio (vid. supra, Cap. 2). Durante los últimos siglos del II milenio e inicios del I se observa un mayor interés por la ocupación del perímetro de la Bahía de Málaga. Ejemplo de ello sería el sitio de La Cantera del Zorro (Alhaurín de la Torre) (Santamaría García et al. 2014), de donde proceden cerámicas decoradas con motivos incisos que recuerdan al estilo de Cogotas I, y que presentan sus mejores paralelos en la Fase VIII del yacimiento malagueño de Capellanía (Periana), momento para el que se propuso una cronología del siglo IX a.C. (Martín Córdoba 1993-1994: 30). Pero lo más llamativo del poblamiento de la época es el interés autóctono por los estuarios de los ríos más importantes de la región: el Guadalhorce y el Guadalmedina. Del primero se conoce La Loma del Aeropuerto, suave elevación situada sobre terrenos de aluvión, ubicado en su época en la orilla del estuario, del que proceden 218 algunos materiales arqueológicos que corresponden al Bronce Final (García Alfonso 2007: 129). Fig. 111. Principales asentamientos y necrópolis del Bronce Final citados en el texto, localizados en el Estrecho de Gibraltar y su entorno inmediato (Elaboración propia). En la margen derecha del río Guadalmedina se localiza San Pablo, poblado situado sobre una colina con una altura entre 4 y 6 m sobre el nivel del mar (Fernández Rodríguez et al. 1997). Se ha estimado que el poblado pudo haber alcanzado unas 5 Has. de extensión, a partir de la distancia máxima comprendida entre los puntos más alejados donde han aparecido evidencias protohistóricas (Fernández Rodríguez y Arancibia Román 2011). No obstante, es previsible que no toda esta superficie estuviese habitada y que la densidad de ocupación no fuese alta, recordando a sitios de naturaleza semejante como La Orden-Seminario, en Huelva (Gómez Toscano et al. 2014). En sus primeros momentos el asentamiento se caracterizó por la presencia de fosas excavadas en el subsuelo. Una de ellas puede interpretarse como una pequeña cabaña, descubierta en Calle Tiro 9-11 esquina Zamorano (Melero García 2011: 2431). Se trata de una estructura negativa de planta oval, de unos 3 m de eje mayor, 219 ligeramente rehundida en el sustrato geológico con suelo de tierra apisonada y un hogar consistente en una torta de barro, que recuerda a construcciones como las del asentamiento coetáneo de Montilla, en la margen izquierda del río Guadiaro (Schubart, 1987: 204-205). Los niveles de colmatación de esta estructura contenían sólo fragmentos de cerámica a mano. Entre las formas cerradas, hay vasos de almacenamiento de cuello corto, exvasado, separado del cuerpo por una marcada inflexión, junto a una serie de fuentes y copas de perfil cónico, profundo, con carenas angulosas y bordes cortos, fechadas entre los siglos X-IX a.C. Hasta el momento, se ha obtenido una única datación radiocarbónica del poblado de San Pablo, a partir de una muestra de carbón obtenida dentro de una estructura subterránea de pequeñas dimensiones sin material arqueológico asociado, localizada en el entorno de otras fosas del siglo VIII a.C. (Fernández Rodríguez y Arancibia Román 2011: 57). La muestra, Ua-23136, (2785 ± 45 BP), aporta una fecha a un 95% de probabilidad situada entre el 1050-820 cal BC (vid. supra Cap. 2). Los primeros indicios de presencia fenicia en la Bahía de Málaga. Desde momentos de la segunda mitad del siglo IX a.C. (en fechas convencionales) hay evidencias de presencia fenicia en la desembocadura del río Guadalhorce en el sitio conocido como La Rebanadilla. Se trata de un yacimiento de enorme interés para el periodo de estudio, que, a diferencia del asentamiento onubense de la Plaza de las Monjas -su mejor paralelo- presenta la ventaja de disponer de una completa secuencia en la que se observaron hasta cuatro fases de uso bien diferenciadas, una de ellas (Rebanadilla II) vinculada incluso a una necrópolis dispuesta en tierra firme. Los restos arqueológicos correspondientes al primer momento de uso del sitio (Rebanadilla IV) corresponden a una fosa excavada en el sustrato geológico, que contenía objetos relacionados con la práctica de actividades metalúrgicas, junto a cerámicas de finales de la Edad del Bronce de tradición local, como contenedores, orzas de borde corto acampanado, cuencos de perfil simple y fuentes/copas bruñidas con carenas pronunciadas -tipos A2b del Bronce Final occidental- de Gómez Toscano, con decoraciones geométricas esgrafiadas (Sánchez Sánchez-Moreno et al. 2012: 74, fig. 11). Estos hallazgos conviven con piezas procedentes de talleres tirios, sardos y griegos, entre los que cabría resaltar varios skyphoi del Geométrico Medio II, que han posibilitado datar el conjunto en fechas convencionales, durante la segunda mitad del siglo IX (García Alfonso 2016: 125). Esta propuesta resultaría coherente con los momentos más recientes aportados por las dataciones radiocarbónicas disponibles 220 para el yacimiento (vid. supra Cap. 2). Son las muestras denominadas: REBANAVE 2168 (2800 ± 40; 1040-840 cal BC con 95% de probabilidad) y REBANAVE 2114 (2780 ± 40, 1010-830 cal BC con 95% de probabilidad) (Sánchez Sánchez-Moreno et al. 2012: 75). En un primer momento (Rebanadilla IV) la evidencia supuesta por este hallazgo no tuvo que conllevar necesariamente el establecimiento permanente de población en el sitio, como se ha propuesto para contextos semejantes documentados en sitios coetáneos como Útica (Túnez) (López Castro 2012: 221-222) aunque sí serían reflejo de la práctica de actividades, posiblemente ritualizadas, llevadas a cabo entre las comunidades locales y los grupos extranjeros (Delgado Hervás 2010). Lo que sí parece claro, por la semejanza existente entre el material arqueológico de Rebanadilla IV y la fase siguiente (Rebanadilla III), es que al poco tiempo de los primeros contactos se construyó en este lugar un complejo arquitectónico interpretado como santuario fenicio, conformado por una serie de edificios de adobe de planta ortogonal, separados por calles, y dispuestos en una superficie máxima de unas 3 Has., delimitado por una simple cerca. El conjunto parece articularse a partir del denominado “Edificio 5”, que tendría propiamente carácter sacro, tal y como deducen los investigadores por la presencia de objetos de culto como un betilo y un quemaperfumes cerámico fenicio de engobe rojo (Sánchez Sánchez-Moreno et al. 2012: 76). Esta dinámica sería el resultado natural de la “exportación” a la Península Ibérica de un modelo consolidado por los tirios en su ámbito de influencia directa en sitios como Kommos (Creta) o Marsa Matruh (Egipto) desde finales del II milenio (Aubet Semmler 2009: 49). Costa occidental de Málaga hasta Río Real. No sólo en la Bahía de Málaga se ha constatado poblamiento correspondiente a estos momentos. En el piedemonte de la Sierra de Mijas se ubica el poblado protohistórico de la Era (Benalmádena), dispuesto sobre un suave promontorio litoral de 52 m de altura, en la margen izquierda de la desembocadura del Arroyo de la Miel (Cisneros García y Suárez Padilla 1999). Presenta una amplia secuencia estratigráfica, que llega hasta época púnica. La primera fase de ocupación no pudo ser investigada en extensión. Se trata de un estrato atribuido al Bronce Final, que presenta una cantidad significativa de material arqueológico, pero que no se pudo asociar a ninguna construcción, reposando directamente sobre el sustrato geológico. Este nivel de base contenía fragmentos cerámicos elaborados exclusivamente a mano, con formas abiertas como cuencos con carenas altas, con paralelos en la Fase VII de Capellanía (Martín Córdoba 1993-1994: 27,fig. 5, nº 13) así como fuentes de perfil 221 cónico con bordes almendrados y carenas altas, aristadas, semejantes a las del tipo A2a (B) del Periodo Clásico del Bronce Final occidental (Gómez Toscano 2008: 92). Además, aparecen cuencos de borde engrosado al interior, con paralelos en la Fase VIII del Cerro de Capellanía (Periana) fechada en el siglo IX a.C. (Martín Córdoba 1993-94: 29, fig. 7 nº12) así como vasijas de almacenamiento de perfil ovoide, marcada inflexión en el hombro y borde corto con mamelones o asas exentas, con paralelos también en este último yacimiento. Se conservaron restos carpológicos que indicaban la presencia de semillas de trigo y la previsible práctica de cultivos de secano en las inmediaciones (Iborra et al. 2003: 46). Por otro lado, los restos faunísticos evidenciaban el consumo cárnico de bóvidos y ovicaprinos así como prácticas de marisqueo (Riquelme Cantal 2003: 88). Serranía de Ronda. Por estas fechas, en la Serranía de Ronda se constatan algunos restos de construcciones en Acinipo, pero mal caracterizadas, consistentes en retazos de posibles cabañas de las que apenas se conservan algunas piedras que podían definir sus zócalos. Se trata del periodo peor conocido en el asentamiento, que contrasta con las ocupaciones precedentes y las posteriores de la I Edad del Hierro (Aguayo de Hoyos 1997: 25). La meseta donde se ubica el actual casco histórico de Ronda (Aguayo de Hoyos et al. 1988) está ocupada en los primeros siglos del I milenio a.C. Destaca la presencia de metalurgia en pequeñas “vasijas horno”, orientadas a la producción de plomo. Pero el hallazgo de mayor interés es un molde bivalvo para producción de estoques de bronce de tradición del Bronce Atlántico tipo “Ronda-Sa Idda” (García Alfonso 2007: 360). El descubrimiento de un fragmento de espada de esta tipología junto con lingotes de cobre dentro de una vasija embutida en un suelo asociado a fragmentos de cerámicas euboicas y de Pitecusa en el asentamiento de Sant’Inbenia (Rendeli 2013: 141) ha posibilitado remontar su cronología a finales del IX a.C. Este es un dato de interés, ya que permite plantear que sería coetáneo a la presencia del “emporio” de La Rebanadilla, lo que viene a suponer que este foco metalúrgico está activo en momentos coetáneos a la primera presencia fenicia en el litoral de la región, y evidencia que las comunidades locales habrían incrementado la elaboración de objetos metálicos precisamente por estas fechas. Hay que señalar que esta dinámica vendría a coincidir con la presencia de objetos exóticos mediterráneos en Villa Vieja (Casares) y con la primera presencia autóctona en sitios estratégicos para la navegación como la desembocadura del Guadiaro (estratos 1 y 2 de Montilla). 222 Otros hallazgos de particular interés proceden del entorno de la Serranía en su conexión con el cauce alto del Guadalhorce. Se trata, por un lado, de una estela de guerrero típica del Bronce Final del suroeste de la Península Ibérica (Villaseca Díaz 1994) y de una espada de lengua de carpa de tipo Huelva (Villaseca Díaz 1993). Ambas se descubrieron en la localidad de Almargen. Se localizan en Almargen, municipio bien conectado con el Guadalquivir a través del río Corbones, que nace en la localidad. Respecto a la estela, la composición se articula a partir de una figura humana esquemática, que pudo llevar casco. En su entorno, un escudo con escotadura en “V” un posible arco o fíbula y una lanza en posición horizontal (Villaseca Díaz 1994). En general, estos datos vienen a resaltar la propuesta que en su día realizaran Aguayo de Hoyos y Carrilero Millán (1996: 54) sobre el previsible papel protagonista de la Serranía de Ronda a la hora de establecer relaciones directas con los fenicios sin la necesidad de que esta región esté subordinada a cumplir un mero papel de zona de paso hacia el ámbito tartésico de la Andalucía occidental. En este contexto, hay que señalar que las investigaciones realizadas en los Castillejos de Alcorrín, situado al sur de la Serranía y en las inmediaciones de la desembocadura del río Guadiaro, vendrían a reforzar estos planteamientos. Margen derecha del río Guadiaro hasta Tarifa. En el entorno de la Bahía de Algeciras se ha constatado la continuidad del poblamiento de la Edad del Bronce en Tarifa, que alcanza el Bronce Tardío o inicios del Bronce Final. El año 2010 se llevó a cabo una nueva intervención en la Iglesia de Santa María, vecina al Castillo (Pérez Malumbres-Landa et al. e.p.). En los Cortes 2 y 5, bajo estratos de época romana, se accedió a niveles con fragmentos de vasijas elaboradas a mano, junto a objetos de piedra y algunos restos de fauna terrestre y malacofauna y un fragmento de un punzón trabajado en hueso. Respecto a los hallazgos cerámicos, cabe señalar el predomino de los recipientes cerrados, ollas con bordes redondeados o apuntados, junto a un fragmento perteneciente a un cuenco de carena alta. Destacan dos fragmentos del cuerpo de un cuenco, posiblemene carenado, con exterior decorado con siete bandas impresas paralelas con técnica de boquique. Se trata de una típica decoración de estilo Cogotas I, que se puede fechar entre el Bronce Tardío-Final, con paralelos en la propia 223 comarca gaditana en sitios como La Marquina o el Estanquillo (Ramos Muñoz 2008: 374). Junto a ello, la necrópolis de Los Algarbes contó con fases de reutilización de algunos de sus sepulcros por estas mismas fechas. Entre el pasillo de las tumbas 1 y 2 se localizó un fragmento cerámico con decoración de un triángulo inciso relleno de puntos, técnica y motivo propios de la tradición de Cogotas I (Posac Mon 1975: lám. XI-2 y Mata Almonte 1998: 76). 5.2.2. La orilla sur del Estrecho de Gibraltar. Tramo Tetuán-Tanger. En la orilla sur del Estrecho de Gibraltar no se conoce poblamiento correspondiente a estos momentos. Resulta llamativa esta circunstancia, especialmente a partir de que se hayan llevado a cabo prospecciones intensivas en la región para la realización de la Carta Arqueológica del Norte de Marruecos en los últimos años (Raissouni 2015) No obstante, como se verá más adelante, los estratos de base del asentamiento atlántico de Lixus, apuntan a la existencia de poblamiento del Bronce Final previo a la presencia colonial (Aranegui Gascó 2010: 133). 5.3. Los inicios de la Edad del Hierro (Fig. 112). 5.3.1. La orilla norte del Estrecho de Gibraltar. Bahía de Málaga y cuenca baja del Guadalhorce. Entre las últimas décadas del siglo IX-inicios del siglo VIII a.C., en fechas convencionales, la consolidación del poblamiento colonial en la Bahía de Málaga era una realidad, y se puede hablar de momentos propiamente coloniales, como resultado del éxito de las fases de contactos previos. “Rebanadilla II” es una fase que se caracteriza por la presencia de edificios con zócalos de piedra, y en algún caso, pavimentos de conchas (Arancibia Román et al. 2011: 130). A estos momentos de presencia fenicia consolidada correspondería su primera necrópolis, localizada, en el ámbito continental situado frente a la antigua isla de la Rebanadilla, en el lugar conocido como San Isidro. Aunque se ha señalado la existencia de varios niveles de enterramientos, hasta el momento sólo se ha publicado en detalle la denominada “Tumba 1”. Consiste en una fosa en la que se depositó un pithos, conteniendo los restos de la cremación de un varón adulto junto a un 224 escarabeo y una singular copa de paredes finas con motivos esgrafiados geométricos y apliques metálicos, de tradición del Bronce Final. La urna se cubrió con un plato a torno y una gran fuente carenada con motivos esgrafiados (Juzgado Navarro et al. 2016: 113, fig. 8). Al exterior aparecieron un jarro de boca trilobulada y otro de boca cuello anillado, que permiten un ajustado enmarque cronológico, y que sus investigadores han relacionado con piezas semejantes de la Fase IV de la necrópolis de Tiro-Al Bass, para la que se proponen cronologías, entre el 760-740/720 a.C. (Juzgado et al. 2016: 110). Se dispone de una datación radiocarbónica de la necrópolis, de la que no se conoce la naturaleza de la muestra: SSIDRO 59749 (2660±60 BP); que a 95% de probabilidad aporta una datación absoluta entre el 940 al 780 cal BC. Sobre los restos del antiguo poblado de Rebanadilla II se construyeron cabañas elaboradas con materiales perecederos, en las que hay indicios de prácticas de actividades metalúrgicas. Se trata de “Rebanadilla I”, fase de la que se dispone de dos fechas radiocarbónicas: REBANAVE 3140 (2710 ± 40 BP), que a 95% de probabilidad se fecha entre el 920-800 cal BC y REBANAVE 2253 (2650 ± 40 BP), que a 2σ se fecha entre el 850-780 cal BC (Sánchez Sánchez-Moreno et al. 2012: 75). Resultan algo más modernas que las obtenidas en las fases iniciales del asentamiento, aunque quizás excesivamente altas y cercanas a estas, ya que no bajan de las primeras décadas del siglo VIII a.C. Es por ello que, de momento, su ajustada valoración resulta aún compleja, y habrá que esperar a la publicación de la memoria final de los trabajos y conocer la naturaleza de las muestras datadas para valorar su enmarque dentro de las secuencias de la protohistoria de la región. A mediados del siglo VIII a.C. se habría fundado un asentamiento que debió ser coetáneo a Rebanadilla II, y que se ubica en un islote de mayores dimensiones, localizado a unos 2 km al sur de este asentamiento: El Cerro del Villar. Este nuevo poblado pudo alcanzar las 10 Has., por lo que, previsiblemente, se debió de tratar del principal asentamiento de la comarca a partir de esas fechas, siendo también, hasta el momento, el sitio fenicio mejor conocido a las puertas de la región del Estrecho de Gibraltar (Aubet Semmler et al. 1999). Las excavaciones practicadas en la isla indican que desde un principio existió un urbanismo ortogonal planificado a partir de calles, algunas con 5 m de ancho. Desde este espacio común se accedía directamente a grandes casas, realizadas con 225 zócalos de mampostería local recrecidos con adobe. Sus plantas, con claros precedentes en ciudades fenicias coetáneas, consistían en una serie de habitaciones dispuestas en torno a patio central abierto. Adosadas a la fachada de una de estas viviendas aparecen restos de construcciones que definen pequeñas habitaciones levantadas a base de endebles muros de adobe que se internan en la calle, y que se han interpretado como pequeñas tiendas donde se realizaban transacciones comerciales a pequeña escala, siguiendo un modelo económico muy frecuente en Oriente (Aubet Semmler 1997). A estos momentos corresponde también una importante actividad alfarera localizada en la periferia del asentamiento, así como trabajos metalúrgicos de producción de bronce y hierro (vid. infra Cap. 6). Las ánforas producidas en el sitio contenían conservas de pescado que alcanzaban la comarca de Ronda, habiendo sido descubiertas en Acinipo (Aguayo de Hoyos 2001: 77), así como uvas o vino, cultivadas en el entorno continental del asentamiento. Fig. 112. Principales asentamientos y necrópolis de inicios de la Edad del Hierro citados en el texto, localizados en el Estrecho de Gibraltar y su entorno inmediato (Elaboración propia). 226 El poblado autóctono de San Pablo presenta un nuevo horizonte de ocupación, fechado en la segunda mitad del siglo VIII a.C. En la Fase II del solar de Calle Tiro- Zamorano se han documentado restos de una estructura de combustión y una fosa lineal, interpretada como el resultado del expolio de un muro. No obstante, esta zanja no deja de recordar a las documentadas en el asentamiento de La Orden-Seminario, poblado del Bronce Final situado en la que se ha denominado como chora de la Huelva protohistórica, donde aparecen un buen número de fosas alargadas asociadas a liños destinados a la plantación de la vid (Gómez Toscano et al. 2014: 155). El estrato que amortiza a esta estructura (U.E. 29) contiene cerámica elaborada a mano y algunas piezas procedentes de talleres fenicios occidentales, limitadas a unos pocos servicios, como ánforas y vajilla de engobe rojo (platos de borde estrecho) (Melero García 2009: 2436). De este mismo momento sería una amplia fosa excavada parcialmente en el solar de la Plaza de San Pablo (Fernández Rodríguez et al. 1997: 234, fig. 5). El material contenido en ella (U.E. 07) corresponde masivamente a cerámicas de tradición local, junto a escasas piezas torneadas fenicias. Estas últimas son semejantes a las localizadas en Tiro-Zamorano: fragmentos de ánforas, pithoi, platos de engobe rojo de borde estrecho y de un ungüentario. Con respecto a los vasos fabricados a mano hay cuencos de diversa tipología junto a fuentes y copas con carenas altas y bordes almendrados desarrollados y de perfil oblicuo, algunos con decoraciones geométricas esgrafiadas; soportes bicónicos junto a vasos de almacenamiento, algunos de formato mediano con carenas medias y amplios bordes acampanados así como un buen número de ollas/orzas con borde corto con digitaciones e impresiones. Junto con las cerámicas, se localizaron algunos fragmentos de improntas correspondientes a cabañas que se debieron localizar en las proximidades, así como restos de mineral de cobre (malaquita) y toberas de perforación doble, que demuestran rápida incorporación al sitio de tecnología metalúrgica oriental, aunque no se sabe en relación a que producción metalúrgica ni a que parte del proceso. A momentos de la segunda mitad del siglo VIII a.C. corresponde también el asentamiento de Taralpe, localizado en Alhaurín de la Torre, en el reborde occidental de la Bahía de Málaga. El sitio se conoce como resultado de una actuación arqueológica de urgencia motivada por el descubrimiento de una amplia fosa que contenía materiales arqueológicos protohistóricos, que quedaron al descubierto en el perfil de una carretera tras un periodo de fuertes lluvias (Santamaría García et al. 2012). Junto a un conjunto mayoritario de cerámicas a mano de tradición local, con cuencos simples, de carena alta, ollas y vasos de borde acampanado, aparece un 227 limitado repertorio de cerámicas fenicias occidentales, elaboradas en la región (previsiblemente en los talleres del Cerro del Villar, activos por estas fechas). Destacan los fragmentos de platos de engobe rojo de borde estrecho y cuencos simples y carenados, junto a ánforas tipo T10111, alguna olla a torno y lucernas. En el sitio aparecen a su vez pesas bicónicas y una pulsera de bronce, así como algunas escorias metálicas. Este poblado no está lejos de una de las principales zonas de mineralización polimetálica de la comarca: las minas del Llano de la Plata, que han tenido explotación hasta época contemporánea y en la que no quedan vestigios de aprovechamientos antiguos (Santamaría García et al. 2012: 195). No obstante, es posible que, por su ubicación, el principal asentamiento de la región fuese el que se localiza bajo la actual ciudad de Cártama (Melero García 2012). Se ubicaría a media ladera de un promontorio de las estribaciones de la Sierra de Cártama con una altura entre los 94 y los 125 m.s.n.m., controlando visualmente el que previsiblemente sería el final del ámbito navegable del río Guadalhorce y el principio de una importante ruta terrestre en dirección a la depresión de Antequera y Ronda. A partir de diversos hallazgos dispersos se ha propuesto que la extensión del sitio en época protohistórica alcanzaría las 7 Has., aunque no se conoce la organización interna del poblado ni su densidad de ocupación. La secuencia arranca de estratos fechados en el siglo VIII a.C., a los que se superpone una importante estratigrafía ininterrumpida de la Edad del Hierro. Sobre ella, los restos de la gran ciudad romana de Cartima, amortizada por niveles que abarcan desde época medieval hasta la actualidad. En un sondeo practicado en la Plaza del Pilar Alto se consiguió documentar el primer momento de ocupación, asociado a una cabaña de considerables dimensiones, con planta sensiblemente oval y para cuya construcción se debió de llevar a cabo una obra previa de aterrazamiento del terreno. Se edificó mediante un zócalo de piedras recrecidas con barro, enlucida al interior con restos de un pavimento de cal con restos de un hogar. El conjunto cerámico que se asocia a este contexto consiste mayoritariamente en cerámicas a mano de tradición del Bronce Final, aunque hay fragmentos torneados. Con respecto a las primeras, se señala la presencia de cuencos, vasos carenados, ollas decoradas con impresiones digitadas y fragmentos de vasos almacenamiento con amplios bordes acampanados y decoraciones incisas conformando motivos geométricos. Costa occidental de Málaga hasta el Río Real. En el asentamiento de La Era de Benalmádena (Suárez Padilla y Cisneros García, 1999), sobre los niveles del Bronce Final, se han conservado los restos de parte del zócalo de 228 una cabaña de planta circular construida con al menos dos hiladas de mampuestos, cuidadosamente enfoscados al interior con barro verdoso. El interior del edificio aparecía limpio, con suelo de arcilla compactado. Al exterior del inmueble se localizó cerámica a mano y un borde de ánfora fenicia tipo T.10111 de Ramon. Al siglo VII a.C. corresponde una construcción que se conoce parcialmente, pero que presenta ya estancias con muros ortogonales y zócalos de piedra, articuladas a partir de una zona abierta o amplio patio. Hay restos de un suelo de conchas frente a uno de los vanos de una de las estancias. Los materiales arqueológicos asociados a este inmueble son escasos, pero hay algún trozo de pithos de perfil piriforme y decorado con amplias bandas rojas y finas líneas negras, junto a algún asterisco, que tiene sus mejores paralelos en el Cerro del Villar en contextos de la segunda mitad del siglo VII a.C. (Corte 5, Estrato IV) (Aubet Semmler 1999: 45) Serranía de Ronda. Respecto a la Serranía de Ronda, el sitio mejor conocido es Acinipo. A este momento corresponden varias viviendas de planta circular aunque con cierta tendencia oval, bien conservadas, con zócalos de hiladas de mampostería irregular revestidas de barro. Los edificios alcanzan los 5 m de diámetro. Al interior disponen de suelos de tierra apisonada y aparecen estructuras expuestas al calor, interpretadas como lugares donde depositar rescoldos. Frente a los vanos, se fabricaron cuidados porches de planta trapezoidal, elaborados con piedras. Estos inmuebles no parecen presentar mucha distancia en el tiempo con otros de planta rectangular, sin compartimentaciones internas y algo menores de tamaño. También presentan estructuras de combustión al interior (Aguayo de Hoyos et al. 1989). El interior de estos edificios aparece limpio, concentrándose el material arqueológico en los espacios externos. Los hallazgos son mayoritariamente cerámicos y elaborados a mano, de tradición local, con cuencos, ollas y vasos de almacenamiento, así como algunos fragmentos con decoración de estilo Cogotas I. Aparecen escasas piezas torneadas, entre las que se encuentran ánforas fenicias occidentales de la Serie 10 de Ramon, pithoi y cerámica de engobe rojo: platos de ala estrecha y cuencos carenados (Martín Ruiz 2001). En momento de la segunda mitad del siglo VIII se ha constatado la producción comarcal de cerámicas a torno, la única evidencia de estas prácticas en la región (Padial et al. 2000) lo que manifiesta la importancia del sitio y los estrechos contactos con los fenicios. Además, en el poblado hay evidencias de prácticas metalúrgicas que incluyen el plomo y la siderurgia (Aguayo de Hoyos e.p.), 229 que redundan en estos aspectos de rápida transmisión tecnológica, que, para este último caso, conocemos al sur de la Serranía en Los Castillejos de Alcorrín. En este sentido, no se puede descartar que el aprendizaje fuese el resultado de los contactos entre las propias comunidades autóctonas. Del entorno de las cabañas también proceden algunas fechas radiocarbónicas, que lo situan a caballo entre los siglos IX-VIII cal BC (vid. supra Cap. 2). De una cavidad localizada en Sierra Blanquilla (Cortes de la Frontera, Málaga), situada en la cuenca media del Guadiaro, procede la noticia del hallazgo de un asador de bronce (Gozalbes Cravioto 2006: 134). Sólo se dispone de la publicación de una imagen de la pieza que no permite apreciar en detalle la pieza. No obstante, se observa su remate circular en la empañadura, y las aletas que hacen de tope de separación entre el mango y el vástago principal, que son de tendencia sensiblemente rectangular con las esquinas algo redondeadas. Estos aspectos morfológicos permiten enmarcarlo dentro del “tipo andaluz” de Almagro-Gorbea (1974). Se trata de piezas datadas en la Edad del Hierro, desde finales del VII, aunque pueden alcanzar el siglo III a.C. (Torres Ortiz 2002: 193; Armada Pita 2005: 1256) Se trata de la primera pieza de estas características localizada en las tierras malagueñas y en el área del Estrecho de Gibraltar, y precisaría de un estudio detallado para su correcta valoración. En este sentido, este tipo de hallazgos singulares en cuevas durante el Bronce Tardío/Final es conocido en la región, gracias al descubrimiento de los objetos de oro descubiertos en otra cavidad localizada en la periferia de la Serranía de Ronda, junto al Tajo de Jorox (Alozaina, Málaga) (Maluquer de Motes 1970: 88; Schubart 1975: 96). En momentos ya de finales del siglo VIII a inicios del siglo VII a.C., se observa una intensificación del poblamiento de la comarca rondeña, donde aparece un número elevado de aldeas (Aguayo de Hoyos 1997: 26). En la cuenca media del río Gualdahorce, que conecta con la comarca rondeña a traves del río Turón, se han podido investigar algunas de ellas, como Huertas y Plataforma de Peñarrubia (García Alfonso 2007: 2007). Se caracterizan por presentar cabañas ovales o circulares de diverso tamaño con porches, semejantes a las de Acinipo, dispersas por suaves laderas y localizadas en la inmediación de las mejores tierras productivas. Margen derecha del río Guadiaro hasta Tarifa. 230 Entre el límite oriental de la Bahía de Algeciras y las tierras situadas en el entorno de la margen derecha del río Guadiaro (a unos 20 km de la costa) se localiza el Cerro de San Cristobal (Jimena de la Frontera), destacado promontorio con una altitud de 236 m.s.n.m., y control visual sobre el valle del río Hozgarganta, uno de los caminos históricos naturales de comunicación entre el área del Estrecho de Gibraltar y la Serranía de Ronda. El año 2002 se realizaron una serie de sondeos arqueológicos en la mitad meridional de la fortaleza, incluidos dentro de un programa de actuaciones encaminadas a la rehabilitación arquitectónica del castillo. En las investigaciones llevadas a cabo en el sector oriental de la muralla, concretamente en el denominado “Sondeo estratigráfico III”, y dispuestos sobre el sustrato geológico, se localizaron niveles que contenían abundante material de época prerromana. Dichos contextos se interpretaron como “rellenos arquitectónicos” para propiciar construcciones posteriores, por lo que, según los autores, no es posible confirmar su “posición primaria o secundaria” (Tabales et al. 2005:151). Aún así, los estratos de base presentan un conjunto arqueológico con cierta abundancia de material cerámico, del que se ha publicado un avance preliminar (Huarte Cambra 2005: 120). Se trata de un repertorio conformado por vasos elaborados a mano: platos-copas, cuencos, orzas de borde vuelto y grandes contenedores con borde desarrollado. Los tratamientos exteriores consisten en baños de almagra y decoraciones incisas, junto a alisados y bruñidos. También se hace referencia a la presencia de piezas torneadas, consistentes en fragmentos de ánforas fenicio-occidentales y formas abiertas con engobe rojo al interior. Este repertorio artefactual ha permitido a los investigadores proponer la existencia de un poblado fechable entre los siglos VIII-VI a.C. (Huarte Cambra 2005:125). Se trataría de un asentamiento dispuesto sobre un promontorio con buenas condiciones defensivas naturales (Tabales et al. 2005:147). El asentamiento de Ringo Rango (Los Barrios, Cádiz) se ubica directamente sobre un altozano de 71 m.s.n.m., que domina la margen izquierda del río Palmones, en el perímetro del casco urbano de la localidad de Los Barrios, a unos 5 km de la actual orilla septentrional de la bahía de Algeciras (Bernal et al. 2010: 555-562). Se trata de un entorno apto para prácticas agrícolas y ganaderas entre otros recursos, y como zona de paso hacia el interior de las campiñas gaditanas. En el marco de una reciente Actividad Arqueológica Preventiva se pudieron documentar una serie de fosas protohistóricas interpretadas como fondos de cabañas. Hasta el momento se ha publicado una de ellas, fechada por los investigadores en momentos avanzados del siglo VII a.C.), gracias a la presencia en su interior de un significativo conjunto formado 231 por cerámicas a torno de tradición fenicia occidental, junto a piezas elaboradas a mano. No obstante, algunas de las estructuras podrían remontar a fechas previas, entre los siglos VIII-VII a.C. (Sáez Romero 2014: 135). Se trata de un yacimiento de gran interés para el conocimiento de este periodo en el Campo de Gibraltar. El Peñón de Gibraltar es un mogote calizo que conforma una pequeña península de 6 km2 y 426 m de altura, a escasos 21 km de la costa africana. Este lugar estuvo cargado de connotaciones míticas en la Antigüedad, ya que se trata de una de las “Columnas de Hércules”, indicadoras del fin del mundo, a las puertas del misterioso Océano. La Cueva de Gorham se ubica en la base de un acantilado con orientación sureste, con buena orientación para ser visto por las embarcaciones que se acercasen al sitio por su flanco oriental. Aunque este yacimiento es conocido desde inicios del siglo XX, los recientes trabajos de excavación arqueológica desarrollados en los últimos años han permitido aportar información de gran interés para conocer con mayor precisión su función y cronología (Gutiérrez López et al. 2012). El papel de la cavidad fue de lugar de culto, aspecto que respondía necesariamente a su ubicación estratégica para la navegación en dirección al Atlántico. Se ha planteado que el sitio fue frecuentado por navegantes fenicios y cartagineses desde la primera mitad del siglo VIII a.C. prolongándose su uso hasta época romana. Aquí se depositaron ofrendas y se realizaron actos rituales, que se han puesto en relación con el culto a Tanit, particularmente por su carácter ctónico (Belen y Pérez 2011: 534). El material asociado a esta fase no se localiza estratificado, procede de un único nivel arqueológico superficial, resultante de las dinámicas sedimentarias propias de la cavidad. Se localizan productos cerámicos con procedencias muy diversas: fenicio orientales, sardos, cartagineses, fenicios occidentales de los asentamientos del sur de la Península Ibérica, con especial presencia de los talleres del área centro-oriental de Andalucía. Los investigadores destacan la falta de producciones vinculadas al área gaditana en época arcaica. Por otro lado, a partir de las características de las pastas cerámicas, se señala la presencia de vasijas que se atribuyen a talleres de la propia región del Campo de Gibraltar (tanto piezas modeladas como realizadas a torno). En la Bahía de Algeciras, frente a Gibraltar, se localiza el asentamiento de Cerro del Prado (San Roque, Cádiz), ubicado sobre una antigua península conformada por tres suaves colinas ubicadas en la margen oriental de la desembocadura del río Guadarranque. Este sitio debió ser el principal asentamiento de la comarca a partir de mediados del siglo VII a.C. 232 Fue descubierto en 1976, y años más tarde se realizarían prospecciones geoarqueológicas y sondeos, ya en 1989 (Ulreich et al. 1990). El sitio sufrió una importante afección al ser usado como cantera para extracción de áridos destinadas a construir un camino de acceso a un vecino polígono industrial. La secuencia estratigráfica documentada se desarrolla entre la segunda mitad del VII al siglo IV a.C. Del horizonte más antiguo apenas se constató la existencia de algunos muros, vinculados a cerámicas fenicias, tanto formas correspondientes a servicios de mesa, como platos y cuencos de engobe rojo, jarras y pithoi, morteros, ánforas fenicias occidentales tipo Ramon T.10 y ánforas griegas, junto a lucernas y ollas a mano de tradición local, lo que permitió plantear su carácter de asentamiento fenicio. En fechas recientes, en el sitio ha vuelto a llamar la atención de los investigadores, en el marco del Proyecto General de Investigación del asentamiento púnico de Carteia. El asentamiento se interpreta como precedente de la que sería después importante ciudad púnica y romana (Roldán Gómez et al. 2003: 169). En la ciudad de Tarifa se han localizado materiales de época fenicia, que aunque se han fechado a partir del siglo VI a.C. (Pérez-Malumbres Landa y Martín Ruiz 1998: 158, fig. 5), también podrían ser algo más antiguos. En estos momentos, el principal asentamiento de la comarca es la Silla del Papa (Tarifa) (Moret et al., 2010: 211-215). Se trata de un lugar elevado (457 m snm) en la sierra de la Plata, dominando visualmente la ensenada de Bolonia (prov. de Cádiz). Las investigaciones realizadas en el marco de un proyecto franco-español, han confirmado la localización de una secuencia que arranca desde inicios de la Edad del Hierro hasta la Antigüedad Tardía. Los sondeos 1 y 4 (UE.1026 y 1103) fueron los que concretamente proporcionaron materiales asociados a esta primera etapa, la que interesa ahora. Entre la cerámica a mano destacan fuentes y cuencos muy carenados de borde variablemente exvasado, cuencos convexos de borde simple, recipientes cerrados de borde largo oblicuo, más o menos exvasado, y entre la cerámica a torno un borde de pithos y otro de ánfora fenicio-occidental Ramon T-10111. Dejando de lado los resultados de dataciones radicarbónicas, más altas que las aportadas por la cerámica (2780 +/-40 BP; 1010-830 cal. BC (95% de probabilidad), el sitio se enmarca en momentos del siglo VIII, posiblemente de la segunda mitad. En síntesis, parece tratarse de un lugar de hábitat, con el cual, por ahora, no se han 233 podido asociar estructuras constructivas. El asentamiento continúa en investigación actualmente en el marco del Proyecto ARCHEOSTRAITS. 5.3.2. La orilla sur del Estrecho de Gibraltar. Región Tetuán-Tanger. La información disponible en esta región no permite plantear el análisis del poblamiento con las mismas claves que se ha expuesto para la orilla contraria en momentos de inicios de la Edad del Hierro. En la cueva de Caf Taht el Ghar, interpretada como una pequeña aldea de montaña (Vijande et al. 2011: 300-301), tras la revisión de los materiales excavados en su día por Tarradell, los investigadores han identificado en el estrato 4 de los sectores G y Z tres fragmentos cerámicos a los que se les atribuye una cronología entre los siglos VIII-VII a.C. Dos se han atribuido a fragmentos de pared de vasos acampanados, fabricados a torno y con espeso engobe rojo, y el tercero a una producción indígena a imitación de las anteriores, fabricado a torno lento o a mano, con engobe levemente alisado. Estos hallazgos se han interpretado como el resultado de visitas ocasionales a la cueva, interpretados como posibles ofrendas rituales, en consonancia con lo constatado en otras cavidades de la región, como la propia Gorham’s Cave (Sáez Romero et al. 2008: 260). Uno de los sitios de mayor interés, pero escasamente publicado, es Kach Kouch (Bokbot y Onrubia-Pintado 1993: 223). Se localiza sobre un suave y pequeño promontorio ubicado en las inmediaciones del Río Laou. Se realizaron sondeos arqueológicos en 1988, que permitieron identificar un hábitat a base de cabañas realizadas con materiales perecederos rodeadas de fosas interpretadas como posibles silos, y restos de hogares. Los materiales arqueológicos son cerámicas a mano, entre las que destacan las ollas de borde corto con decoraciones e incisiones. Junto a ellas, destaca un cuenco carenado con decoración esgrafiada, presente en un buen número de asentamientos de la orilla oriental del sur de la Península Ibérica, especialmente en el entorno de la Bahía de Cádiz y Málaga. El repertorio de formas fenicias se caracteriza por vasos de engobe rojo, jarras pintadas y ánforas de la serie T.10 de Ramon (Bokbot y Onrubia-Pintado 1993: 223). Para el sitio se propone una cronología de los siglos VIII-VII a.C. Junto a Kach Kouch, el asentamiento protohistórico mejor conocido de la región se localiza en la Catedral de Ceuta, poblado localizado sobre una península de apenas 500 m de longitud y 150 de anchura, que presenta en su extremo oriental la elevación 234 supuesta por el Monte Hacho (Villada Paredes et al. 2010). El lugar presenta buenas posibilidades portuarias y de comunicación con el interior, zona de relieve acusado al aproximarse a la vecina Sierra Bullones, región en origen boscosa, adecuada para el aprovisionamiento de leña, caza y otros productos. Otros recursos naturales de la región son la pesca y el marisqueo, bien constatados en el registro arqueológico de época protohistórica. A finales del 2004 se iniciaron los trabajos de remodelación del entorno inmediato de la Catedral de Ceuta, concretamente en una pequeña plaza situada al Oeste de la misma. La superficie sobre la que se desarrolló la intervención arqueológica es de aproximadamente unos 170 m2. La excavación se desarrolló durante una única campaña de casi seis meses de duración16. Se documentó una estratigrafía compleja, con restos de diversos periodos históricos y abundantes intrusiones que afectaban al subsuelo, particularmente de época portuguesa y contemporánea, que supusieron una drástica reducción de la superficie disponible de excavación. Destaca el momento protohistórico de la secuencia, que emerge en algunos casos a poco más de 40 cm de la superficie actual del terreno, y que se localiza directamente sobre el sustrato geológico. La denominada Fase I o fundacional se ha datado entre finales del siglo VIII y primeras décadas del VII a.C. Los restos conservados corresponden a una serie de fosas, de diverso aspecto y naturaleza, practicadas sobre el sustrato geológico subyacente. La mayoría, de escaso diámetro, contenía escasos restos arqueológicos, en algún caso exclusivamente malacofauna. Por el contrario, una de ellas, de mayores dimensiones y que sólo pudo ser excavada parcialmente, presentaba en su base una superficie acondicionada a modo de suelo con cantos gruesos, que se interpretó, con reservas, como el suelo de una choza con piso parcialmente horadado en el terreno natural. Precisamente, sobre el espacio ocupado por esta posible vivienda se volvió a construir en un momento inmediatamente posterior, otro edificio, interpretable con mayor certeza como una cabaña, al estar delimitado por un muro de barro y contar con firme de tierra apisonada donde se conservaban huellas de postes. Esta circunstancia podría reforzar el argumento de que se tratese de la amortización y sustitución de una 16 Los trabajos de campo fueron dirigidos por José Suárez Padilla. 235 vivienda precedente, de naturaleza perecedera, por otro edificio algo más sólido en un periodo de tiempo relativamente corto. A partir del segundo tercio del siglo VII a.C. se desarrolló un urbanismo complejo, donde se identifican inmuebles fabricados con muros ortogonales y zócalo de piedra, algunos de ellos con varias estancias, organizados a partir de una amplia calle. El material arqueológico que se puede adscribir al primer momento de ocupación de este sector del yacimiento, aunque no especialmente abundante, ha resultado de interés. Los primeros productos a torno que llegan al asentamiento son contenedores de productos alimentarios y copas para beber. En efecto, el análisis realizado sobre el complejo vascular, al margen de un número importante de vasos industriales que muy bien pudieron haber servido de contenedores de vino. En general, dentro de la secuencia la cerámica a mano domina sobre la elaborada a torno. Concretamente, las formas cerradas, vinculadas con las actividades de preparación de alimentos, son ligeramente más frecuentes que las formas abiertas. Con respecto a las cerámicas torneadas destacan las ánforas, mayoritariamente fenicias occidentales, aunque también hay presencia puntual de fragmentos de contenedores procedentes de Grecia y Cartago. A estos contenedores se suman jarras con pintura bícroma y escasos fragmentos de oil bottle o dipper jug. La vajilla de mesa elaborada de este último grupo está conformada exclusivamente por cuencos carenados, con presencia significativa de las fabricadas en cerámica gris (porcentualmente destacados con respecto a los habituales en yacimientos fenicios coetáneos), y ausencia de platos, junto a un único ejemplar de mortero. Se ha constatado una mineralogía compatible con la geología de la propia Ceuta para las cerámicas manufacturadas, en particular con el entorno del vecino monte Hacho (Cau Ontiveros et al. 2010: 463) lo que unido a otros aspectos propiamente tipológicos ha permitido plantear que se trata de productos elaborados en talleres locales. Las tradiciones alfareras se han entendido como regionales, aunque con una estrecha vinculación con la orilla norte del Estrecho, especialmente con la Andalucía centro-oriental. Aunque el área investigada es escasa para caracterizar globalmente la naturaleza de este asentamiento (especialmente en sus primeros momentos), se ha evidenciado que se trata de un lugar de hábitat estable en proceso de evolución, que parte de un poblado de cabañas que se acaba consolidando con un urbanismo planificado de 236 cierta entidad de inspiración fenicia, que al menos durante el siglo VII a.C. gestionó una variada e importante cantidad de recursos. El desarrollo arquitectónico y la organización del espacio a lo largo de la secuencia, junto al registro arqueológico, han permitido a los investigadores proponer un origen autóctono para la población protagonista de su fundación, aunque dicha iniciativa respondió en todo momento al interés por consolidar relaciones con los fenicios, que previsiblemente debieron de tener presencia directa en el asentamiento. En este sentido, el asentamiento se localiza sobre un punto estratégico de navegación del Estrecho con buenas posibilidades portuarias. A la cerámica se suman otros hallazgos, que constatan la continuidad de tradiciones tecnológicas prehistóricas, como la industria lítica tallada, realizada “in situ” y con materias primas locales (Ramos Muñoz et al. 2010). El estudio de la fauna terrestre (Camaros y Estevez 2010) señala el consumo cárnico predominante de cerdo, aspecto que puede aportar algún dato respecto a las preferencias culinarias de la comunidad. Uno de los objetivos de los intereses de los fenicios en este contexto norteafricano pudo ser la adquisición de productos relacionados con los animales exóticos propios del continente vecino. Esto podría estar confirmado por el descubrimiento de restos de elefante con señales de descuartizamiento, que aunque tímidamente, están presentes a lo largo de toda la secuencia estratigráfica. El interés de los fenicios por el marfil es bien conocido en el sur de la Península desde los primeros momentos de su presencia en el sur de la Península, como evidencian hallazgos como los realizados en la Plaza de las Monjas (González de Canales et al. 2004: 165 y ss.). En este sentido, restos de elefante han sido a su vez localizados en los niveles protohistóricos de Lixus (Iborra 2001: 200-201). En la región de Tánger, algo más hacia el oeste, destacan sus necrópolis de la Edad del Hierro (Ponsich 1970). Por ejemplo, Aïn Dalhia Kebira, fechada entre el inicio del siglo VII y el inicio del V aC, está formada por 77 tumbas de cistas cubiertas por grandes losas. También hay enterramientos bajo túmulo de piedras irregulares, otras con paredes de mampostería y dos con sarcófagos. Los cadáveres se hallaban invariablemente inhumados en posición flexionada y cubito lateral, acompañados por vasos cerámicos, muchos de los cuales están elaborados a mano y parecen imitar a cerámicas fenicias, siendo mucho más raros los fabricados a torno. También aparecen huevos de avestruz decorados y joyas de oro y plata, junto a brazaletes, algún 237 amuleto de hueso o marfil, hoces y cuchillos de hierro y un escarabeo basculante (Ponsich 1967 y 1970). Buchet es otra necrópolis compuesta por una quincena de tumbas de las cuales se excavaron cuatro cistas. Dar Shiro cuenta con dieciséis sepulturas del mismo tipo. Djebila, con ciento cuatro tumbas, cien tipo cista y cuatro construidas con piezas de sillar, con elementos de acompañamiento y ritual idéntico a la de Aïn Dalhia Kebira. La Tumba 30 contiene elementos fenicios de engobe rojo y jarras decoradas con pintura. Lamentablemente no son conocidos los puntos de hábitat correspondientes a estas necrópolis, que sin duda aportaran una información crucial el día que sean sistemáticamente investigados. Sin embargo los datos de los cementerios son muy ilustrativos en el sentido de informar sobre el carácter autóctono de las tradiciones funerarias, con los cadáveres dispuestos lateralmente y flexionados, pero manifestando claros contactos con poblaciones fenicias. 238 5.4. Otros contextos de contacto cultural entre fenicios y comunidades autóctonas en el sur de la Península y el sector atlántico del Norte de África. Para valorar el caso de estudio que se viene tratando en estas páginas, se procede a continuación a realizar una rápida revisión sobre el patrón de asentamiento de las comunidades de finales de la Edad del Bronce-inicios de la Edad del Hierro en los contextos litorales comprendidos entre las desembocaduras de los ríos Segura y el Tajo, así como del extremo occidental de la costa norteafricana. 5.4.1. El litoral mediterráneo desde el Levante peninsular al Estrecho de Gibraltar. En fechas recientes se ha realizado un estado de la cuestión sobre la evolución del patrón de asentamiento en el Levante peninsular entre el Bronce Final y la primera Edad del Hierro (Jover Maestre et al. 2016). Los asentamientos del Bronce Final suelen localizarse en las proximidades de las sierras que delimitan la depresión litoral de la región, a una distancia significativa de la costa, aunque controlan los caminos principales de acceso al interior. Uno de ellos, Tabayá, presenta una secuencia de poblamiento muy amplia, que arranca de momentos campaniformes. Otro, Caramorro II, se ubica en el umbral montañoso de la Vega Baja- Camp d’Elx, y destaca por estar fortificado. En paralelo, se observa la ocupación de los fondos de los valles cuaternarios con fines agrícolas. A mediados del siglo IX a.C. (con datación convencional y radiocarbónica) se constata una nueva fase del poblamiento, en la que destaca la emergencia del importante asentamiento de Penya Negra, localizado en las estribaciones de la Sierra de Crevillente. Presenta unas excepcionales condiciones de visibilidad, que le permiten controlar buena parte del litoral alicantino, pero no se ubica en las inmediaciones del litoral. Por la zona alta del asentamiento se distribuían cabañas dispersas, con un modelo que se ha relacionado con el del Peñón de la Reina de Alboloduy (Almería). El sitio experimenta diversas fases arquitectónicas, que parte de simples fosas excavadas en el suelo, seguido de cabañas circulares y más tarde, casas con muros rectilíneos y esquinas redondeadas, con zócalos de piedra y recrecidas de barro. A estas últimas se han asociado los desechos de producción metalúrgica de tradición atlántica (González Prats 1983: 60). La emergencia de Peña Negra se ha interpretado como un núcleo poblacional de alta importancia estratégica y se vincula 239 con el interés local por el control del intercambio de bienes que propicia el “trasiego comercial” por vía marítima del siglo IX. Durante los primeros años del siglo VIII a.C. se construyó la fortaleza fenicia del Cabezo Pequeño del Estaño, situada junto a la desembocadura del río Segura (García Menárguez y Prados Martínez 2017). Para la construcción del sitio se propone que se empleó mano de obra local bajo dirección técnica de orientales. A mediados del siglo VIII a.C. se han documentado transformaciones en el Cabezo Pequeño del Estaño, y por estas fechas surge el importante asentamiento de la Fonteta (González Prats 2011: 15), proyecto fenicio que contó con importante presencia local, como se refleja en su arquitectura y cultura material, lo que ha permitido calificarlo como “sitio mestizo” (García Menárguez y Prados Martínez 2017: 70. En este contexto se constatan transformaciones urbanísticas en las fases de la Edad del Hierro de los asentamientos de Peña Negra (Fase II) y Los Saladares (Fase I A-3). Es un momento de reorganización territorial, y se construye un número amplio de poblados, tanto en altura como de carácter agrícola dispuestos sobre las mejores tierras. En el interior del territorio levantino se constatan importantes cambios por estas fechas: surgen los primero oppida, que articulan el poblamiento rural de su entorno inmediato. De este modo se consolida un patrón de asentamiento jerarquizado, con sitios de altura, que concluirán, avanzada la Edad del Hierro, en una nueva fase de nuclearización poblacional. Ya en el sureste, en la Depresión de Vera (Almería) a comienzos del I milenio a.C. se localizaban pequeños asentamientos del Bronce Final ubicados junto a las mejores tierras productivas. Un buen ejemplo es Cortijo Riquelme (Turre-Los Gallardos), donde la presencia de cerámicas fenicias del siglo IX confirma la presencia de contactos con el mundo colonial desde fechas muy antiguas (López Castro et al. 2017: 228). Otro estuario en el que hay indicios de relaciones entre poblaciones locales y fenicios es el del Almanzora. Hay poblamiento del Bronce Final en Los Caporchanes (Palomares) y la necrópolis de la Loma de Boliche -conocida desde tiempos de los hermanos Siret- presenta materiales fenicios junto a una amplia mayoría de tradición autóctona. La colonización fenicia posterior se ha puesto en relación con el potencial minero de la zona (Carrilero Millán 1993: 105; López Castro 2000: 107). En la cuenca alta del río Andarax (Almería) hay evidencias de ocupación de asentamientos que arrancan de la Edad del Bronce y alcanzan el Bronce Tardío-Final, 240 con presencia de cerámicas de tradición de Cogotas I (Carrilero Millán et al. 1987: 68). El asentamiento de mayor interés para inicios de la Edad del Hierro se localiza sensiblemente alejado de la costa, a 25 km al interior, sobre un gran promontorio con ocupación previa del Bronce Pleno: es el Peñón de la Reina, de Albolody (Martínez Padilla y Botella López 1980). El sitio, que pudo estar delimitado por una muralla, delimitaba una plataforma sobre la que se construyeron al menos dos decenas de cabañas ovaladas, que fueron fabricadas con zócalos de piedras hincadas verticalmente. Junto a un amplio repertorio de cerámicas elaboradas a mano, de tradición del Bronce Final, hay hallazgos de piezas singulares, como un fragmento de estoque tipo “Ronda-Sa Idda”, y cerámicas fenicias occidentales del siglo VIII a.C., que evidencian el contacto con los fenicios. Las cronologías propuestas en su día podrían ser revisadas al alza, fechándose el yacimiento entre los siglos IX-VIII a.C. Al día de hoy no se conoce el asentamiento colonial con el que pudo estar relacionado el sitio. Otro lugar de interés de la región con evidencias de contacto entre poblaciones locales y fenicios es el entorno de Almuñecar. Llaman la atención una serie de necrópolis argáricas muy cerca de la costa, en el Pago del Sapo, Puente de Noy o Cerro de la Velilla (Molina Fajardo 1983), patrón poco habitual para la época y que indica el interés del sitio por las comunidades locales desde mediados del II milenio a.C. Al Bronce Final avanzado corresponde la ocupación de la cueva de Siete Palacios, situada sobre un estratégico promontorio que domina el lugar donde finalmente se localizaría la ciudad fenicia de Sexi. En el sitio hay evidencia de materiales fenicios arcaicos que confirman relaciones con los colonos a partir de finales del siglo VIII a.C. (Molina Fajardo 1983: 21). En el entorno de las desembocaduras de los ríos Vélez y Algarrobo, que será objeto de presencia colonial fenicia temprana en Morro de Mezquitilla (momentos iniciales del siglo VIII a.C.) (Maass-Lindemann 2017), no se conoce, sin embargo, la presencia cercana al litoral de asentamientos del Bronce Final. No obstante, el hallazgo de cerámicas autóctonas en los contextos arcaicos de este asentamiento apunta a la existencia de relaciones con poblaciones locales (Puch Monge 2017). Con los datos disponibles a nivel comarcal, la población parece que se concentra a cierta distancia de la costa, en poblados como Capellanía (Periana) vecinos a zonas con buenas posibilidades agropecuarias y de comunicación en sentido Este-Oeste. Sin embargo, será a inicios de la Edad del Hierro, entre los siglos VIII-VII a.C., posiblemente de forma coetánea a la instalación fenicia en el sitio de Toscanos, cuando se abandone el poblado del Bronce Final y se habite un promontorio con clara orientación al control 241 del eje Norte-Sur supuesto por la cuenca del río de Vélez: la Fortaleza (Martín Córdoba 1993-94: 10). 5.4.2. El ámbito atlántico a partir del Estrecho de Gibraltar. En la banda atlántica oriental de Cádiz, en conexión con el Estrecho de Gibraltar, se han llevado a cabo prospecciones sistemáticas, que han permitido constatar la continuidad de la ocupación de los principales asentamientos de la Edad del Bronce durante el Bronce Tardío-inicios del Bronce Final. Se trata de poblados situados sensiblemente al interior, caso de Monte Berrueco o La Mesa, ambos en Medina Sidonia, pero se ha señalado la existencia de otros poblados coetáneos de menor entidad ubicados ya en las proximidades del litoral tarifeño (Ramos Muñoz 2008: 374). Desde el Bronce Final precolonial se conocen asentamientos en el entorno de la Bahía de Cádiz (López Amador et al. 2008). Uno de los destacados podría ser el sitio de Las Cumbres (Puerto de Santa María) (Ruiz Mata y Pérez Pérez 1995), alto promontorio localizado en La Sierra de San Cristóbal, en las inmediaciones de la desembocadura del río Guadalete, que le otorga un alto valor estratégico de control de uno de los extremos de este territorio. Otros sitios coetáneos serían el Campín (Puerto de Santa María), con presencia de cerámicas de Cogotas I o incluso El Campillo (Ruiz Mata y Gómez Toscano 2008: 339). Desde los primeros años del siglo VIII a.C. se registra poblamiento fenicio en la ciudad de Cádiz, como confirman en particular los resultados aportados por las recientes excavaciones del Teatro Cómico (Torres Ortiz et al. 2014), así como otras intervenciones vecinas. La isla presentaría un marcado valor sacro y de centro de poder, estando rodeada de asentamientos complementarios en tierra firme, que podían garantizar su defensa y abastecimiento, caso de Doña Blanca, en el Puerto de Santa María (vecino al asentamiento autóctono de Las Cumbres) y años más tarde el Castillo de Chiclana (Ruiz Mata et al. 2014: 84). A partir de la presencia colonial (siglo VIII a.C.) hay evidencias de una intensificación del poblamiento autóctono, creándose una serie de aldeas localizadas junto a buenas tierras productivas: el Campillo, Cuervo Grande, Compañía, Cestelo Alto o Pocito Chico, entre otras (Ruiz Mata y Gómez Toscano 2008: 347). La desembocadura del Guadalquivir es uno de los estuarios, que por sus dimensiones, ha experimentado una mayor transformación paleotopográfica del oeste de la 242 Península desde época protohistórica. Así, en su tramo inferior se localizaban importantes asentamientos del Bronce Tardío-Final localizados sobre promontorios con gran control estratégico, como Mesas de Asta (asociado a una gran necrópolis que justificaría su importancia (Ruiz Mata et al. 2014: 109)) o Lebrija (Caro Bellido 1995) y más arriba, Carmona (Amores Carredano y Rodríguez Hidalgo 1984-1985; Belén Deamos 1994) y Setefilla (Lora del Río) (Aubet Semmler 1983). En las proximidades de la que sería la desembocadura del río a inicios del I milenio a.C. se constata presencia fenicia directa en sitios como Spal (Sevilla) o en Caura (Coria del Río). Uno de los lugares de mayor importancia en este contexto es el santuario del Carambolo (Camas, Sevilla) (Fernández Flores y Rodríguez Azogue 2005), que tiene sus inicios a finales del siglo IX a.C., y que se ha interpretado como un gran santuario fenicio. No obstante, el carácter exclusivamente oriental de este sitio es un tema aún discutido (Delgado Hervás 2005). La cultura material apunta a una importante implicación autóctona en el sitio (Ruiz Mata et al. 2014), que se observa incluso en el propio “tesoro”, que aúna tradiciones del Bronce Final Atlántico con las propiamente orientales (Bandera Romero et al. 2010). Este aspecto es de particular interés, ya que una interpretación de este tipo permite destacar el papel estratégico que pudo haber jugado el asentamiento cara a consolidar las relaciones entre los fenicios y las importantes comunidades del interior del valle del Guadalquivir, establecidas en algunos de los importantes centros ya citados como Setefilla o Carmona. La Tierra Llana de Huelva es un territorio comprendido entre el Guadalquivir y el estuario del Tinto-Odiel. En este ámbito, se ha señalado la existencia de un modelo de poblamiento del Bronce Final prefenicio jerarquizado, concentrado en sitios estratégicos como Aznalcollar y Niebla, en las inmediaciones de lugares de alto interés minero y agropecuario (Gómez Toscano 2006: 33). Uno de los sitios de mayor interés para el conocimiento de las primeras relaciones establecidas entre fenicios y las comunidades de finales de la Edad del Bronce del suroeste de la Península Ibérica es Huelva, situada en el estuario conformado por los ríos Tinto y Odiel. Las recientes revisiones de las secuencias clásicas de los años setenta, como las obtenidas entre los cabezos de San Pedro y el Cementerio Viejo, consolidan en la actualidad la idea de la existencia de una ocupación precolonial en los cabezos de Huelva, cuya ocupación se propone entre el 1.200 y el 900 a.C., en lo que se ha definido como el “Periodo Formativo” del Bronce Final del suroeste (Gómez Toscano 2012: 317). 243 De este modo, el aspecto que presentaría este entorno en los primeros siglos del I milenio sería el de un amplio estuario con buenas posibilidades portuarias, delimitado por una serie de promontorios en altura en los que habría poblamiento local, y a los pies de los cuales se habría instalado un auténtico emporio fenicio desde al menos mediados del siglo IX a.C., que contó con un amplio número de artesanos especializados en tareas alfareras, ebanistería, marfil, cantería, etc., formando parte de un proyecto cuya finalidad habría sido la de interactuar con el mundo indígena, cara garantizarse al aprovisionamiento de metales (González de Canales et al. 2004: 208). A partir del siglo VIII a.C. este emporio inicial se habría consolidado territorialmente, y hay evidencias de aprovechamientos agrícolas que se han puesto en relación con la explotación extensiva de cultivos como la vid en el sitio de La Orden-Seminario (Gómez Toscano et al. 2014: 155). En el litoral atlántico de la Península Ibérica se ha señalado la presencia de asentamientos fenicios concentrados en los estuarios de los ríos más importantes, como el Tinto-Odiel, Guadiana, Sado, Tajo y Mondego. En términos generales, se ha propuesto la presencia colonial tanto en sitios fundados ex novo como insertos en poblados indígenas. Entre los primeros se encuentran Abul y posiblemente Santa Olaia, pero la gran mayoría, caso de Conínbriga, Lisboa, Santarém, Alcocer do Sal y Castro Marim estarían ya ocupados a la llegada de los fenicios, los cuales se instalaron en ellos -probablemente en barrios- de diversa entidad (Arruda 2011: 151). En concreto, en la margen derecha del río Guadiana se han identificado más de medio centenar de sitios correspondientes al Bronce Final, aunque la naturaleza de los mismos es aún poco conocida (Pereira Pinto de Oliveira 2012: 359). En al menos dos casos se han identificado murallas y otros se interpretan como poblados en llano. Uno de los poblados de mayor interés es Castro Marim, situado sobre un promontorio con gran control visual de la comarca, a unos 5 km de la costa y a 3 km del río, con ocupación de momentos avanzados del Bronce Final (Fase I) (siglos X-IX a.C.) (Pereira Pinto de Oliveira 2012: 348). De momento, sólo se conoce la presencia de fosas excavadas en el subsuelo con rellenos arqueológicos. Un dato de interés es que sería coetáneo a la presencia del emporio fenicio de Huelva. No obstante, la evidencia de contactos con los fenicios se manifiesta en la Fase II, fechada entre el siglo VIII- primera ½ del VII a.C. El Guadiana es un río que garantiza el acceso a la faja pirítica ibérica. Hay evidencias de prácticas metalúrgicas en poblados como Passo Alto y Misericordia. Hacia el 244 interior destaca Mertola (Barros 2012), asentamiento de altura situado sobre un lugar estratégico en la navegación del río. Aguas arriba se localiza el “Castro de Ratinhos” (Berrocal-Rangel y Silva 2010) ya en la comarca del Alentejo, que destaca por haber sido excavado en extensión. Se trata de un poblado fortificado del Bronce Final con acrópolis en la que hay diversas cabañas de gran tamaño, que a inicios de la Edad del Hierro incorporaría un edificio de arquitectura de tradición oriental, que manifiesta la existencia de contactos directos con los fenicios entre los siglos IX-VIII a.C. En una colina situada en el perímetro del antiguo estuario situado en la desembocadura del río Gilâo se localiza la Colina de Santa María, en Tavira. En este lugar se ha documentado poblamiento del Bronce Final, asociado a restos de cabañas y fosas excavadas en el terreno natural (Maia y Gómez Toscano 2012: 330). De esta época son también una serie de hallazgos singulares realizados en el entorno del sitio, como un brazalete de oro macizo y objetos relacionados con prácticas metalúrgicas. Sobre este sitio se construyó a finales del siglo VIII a.C. una muralla de tradición oriental y un posible santuario dedicado a Baal (Maia y Gómez Toscano 2012). Otro de los estuarios que fue objeto de interés por los fenicios fue el del río Tajo. En fechas recientes se ha realizado un estado de la cuestión sobre el poblamiento del sitio (Sousa 2016: 169). Se observa la presencia desde finales del II milenio-inicios del I de pequeños poblados como el localizado en la Praça da Figueira (Lisboa), caracterizados por fosas que contienen restos cerámicos de tradición del Bronce Final local, en los que junto a la cerámica se detectan dientes de hoz de sílex, que apuntan a la existencia de prácticas agrícolas en las suaves lomas que conforman la Península de Lisboa. A inicios de la Edad del Hierro cambia el patrón de asentamiento, que se concentra ahora en la “Colina do Castelo de São Jorge”, sitio con buenas condiciones de visibilidad y defensa, que controla el entorno de la desembocadura del río Tajo. Esta reestructuración es coetánea a los primeros indicios de presencia fenicia en la región. La cultura material de sitios como Rua de São Mamede presenta una mayoría de cerámicas de tradición del Bronce Final local junto a las que aparecen producciones propiamente orientalizantes como vajilla de engobe rojo, ánforas de Tipo 1 del Estuario del Tajo, una urna tipo “Cruz del Negro” y cerámicas grises, en contextos ya de finales del siglo VIII inicios del VII a.C. (Sousa 2016: 170). 245 En una segunda fase de ocupación de este mismo promontorio, ya durante el siglo VII a.C., se observa una disminución drástica de las cerámicas a mano de tradición de inicios de la Edad del Hierro, consolidándose un repertorio artefactual definido propiamente como “orientalizante”, cuyas formas presentan una evolución paralela a las cerámicas fenicias del sur de la Península Ibérica. La orilla atlántica del norte de África: Lixus. El río Lukkos conformó en su día uno de los mayores estuarios del extremo noroeste de la costa atlántica de Marruecos. El asentamiento de Lixus se dispone sobre un promontorio que controla esta amplia Bahía. Se han localizado contextos con cerámica a mano e industria lítica tallada propias del Bronce Final, aunque no se ha llegado a conocer la naturaleza de la ocupación del sitio en estos momentos (Aranegui Gascó 2010: 133). Este aspecto resulta de especial interés, ya que permite plantear la existencia de poblamiento en la región desde antiguo, que justificaría el hallazgo en el estuario del río de un estoque “tipo Rosnoen”, fechado en el segundo cuarto del segundo milenio, e interpretado como una ofrenda ritual que emparentaría con tradiciones propiamente atlánticas (López Pardo 2000: 17). Lo que si está clara es la presencia de urbanismo fenicio arcaico desde finales del siglo VIII a.C. (Aranegui Gascó 2010: 134). Este sitio, junto con Gadir, tuvo una alta carga simbólica para los fenicios (López Pardo 1992). 246 6. Sociedades autóctonas e impacto cultural fenicio en El Estrecho de Gibraltar entre la Prehistoria y la Protohistoria: la “cultura material”. Tras la presentación de la documentación disponible sobre los yacimientos del área de estudio y el análisis del patrón de asentamiento con sentido diacrónico, se procede a realizar un análisis “transversal” de una serie de aspectos que permitan aproximarnos a la “materialidad” de las manifestaciones culturales presentes tanto en los asentamientos autóctonos como en los sitios de presencia fenicia del ámbito del Estrecho: desde las tradiciones arquitectónicas a las prácticas cotidianas, así como, dentro de lo posible, los aspectos simbólicos vinculados a los ritos funerarios. En este sentido, como ha señalado Vives-Ferrándiz (2005: 179), una vez constatada la presencia de poblaciones locales que interactuaron con los colonos, procede analizar “que importaciones hay (tipos, contenidos, funcionalidades) los contextos de consumo (hábitat, necrópolis) y de que modo se incorporan los bienes a la sociedad indígena”. Así, se ha pretendido atisbar la existencia de pautas de continuidad, resistencia y cambio observables en las dinámicas culturales de las sociedades autóctonas, entendidas como protagonistas de su propia historia, expuestas a un proceso interno de asimilación selectiva y de transformaciones que, como se atisba a partir del registro arqueológico, no conllevan un proceso “lineal” de reproducción mimética del nuevo modelo social colonial. Por otro lado, también se manifiesta la cada vez más evidente presencia de población autóctona residente en las propias colonias, que se puede observar con mayor precisión en los contextos arcaicos. 6.1. Las tradiciones arquitectónicas entre la Prehistoria y la Protohistoria en El Estrecho de Gibraltar en su contexto del sur de la Península Ibérica. De partida, hay que señalar que se dispone de un registro arqueológico muy parcial y sesgado para el estudio de muchos aspectos referentes al conocimiento de las tradiciones arquitectónicas de la comarca en el periodo de estudio, especialmente para los momentos más antiguos de inicios de la Edad del Bronce. 247 6.1.1. El Bronce Inicial. En la comarca y en el ámbito del Estrecho de Gibraltar, a diferencia de otras regiones como el sureste, no se cuenta con excavaciones arqueológicas en extensión que ilustren sobre las características de la organización interna de los asentamientos y de las tradiciones arquitectónicas de los asentamientos de la primera mitad del II milenio, por lo que hay que limitarse a aportar algunos datos extraídos de evidencias superficiales y comparar con regiones vecinas. En los poblados de este periodo como Capanes, Monte Mayor (Benahavís) y Los Castillejos de Estepona, se observan indicios de la existencia de antiguos aterrazamientos superficiales dispuestos sobre las laderas de los promontorios, siendo en estos contextos en los que se concentra material arqueológico disperso de la Edad del Bronce. Esto podría permitir plantear que el hábitat se organizó a partir de plataformas artificiales donde disponer las viviendas, cuya presencia queda manifiesta indirectamente por la presencia de pellas de barro con improntas de cañas, que formarían parte de los alzados o de las cubiertas de los edificios. En el caso de Los Castillejos, hay que destacar la presencia de un potente paramento conservado en uno de los extremos de la cúspide del sitio, realizado con grandes piedras dispuestas en seco y que pudo corresponder a la más alta de todas estas posibles plataformas artificiales (Navarro Luengo et al. 1993). En la vecina región de Ronda, concretamente en el asentamiento de Acinipo, se ha señalado la existencia de cabañas circulares con zócalos de piedra dispersas por terrazas, asociadas a materiales del Cobre Final-Bronce Antiguo, que han aportado dataciones radiocarbónicas entre finales del III milenio y los primeros siglos del II cal BC (Aguayo de Hoyos 1997). En un contexto vecino, como es la Bahía de Cádiz, las excavaciones en el sitio del Estanquillo cuentan con evidencias de cabañas construidas con materiales perecederos, localizadas en esta ocasión en contextos con pocas posibilidades defensivas y orientadas al aprovechamiento de los recursos marinos (Ramos Muñoz 1993). En los sitios mejor conocidos del suroeste de la Península en estos momentos son el poblado del Trastejón (Zufre, Huelva) (Hurtado Pérez et al. 2011: 52) y El Castillo de Alange (Badajoz) (Rodríguez Díaz y Enríquez Navascués 2001: 77) se han excavado cabañas de planta ovalada con porches en sus accesos y zócalos construidos a base 248 de piedras hincadas. Los edificios se disponen en terrazas (Hurtado Pérez et al. 2011: 56). Estos modelos arquitectónicos presentan una acusada diversidad respecto a los vecinos modelos argáricos del sureste, que se caracterizan por la presencia de poblados que pueden estar fuertemente amurallados, con acrópolis, organizados a partir de sólidas terrazas que sirven en muchos casos de trasera a los inmuebles, que se presentan adosados entre sí mediante el empleo de muros ortogonales, que pueden contar con diversas estancias separadas por tabiques (Molina y Cámara 2004: 17-20). 6.1.2. Patrones arquitectónicos del Bronce Final. A partir del Bronce Tardío-Final (segunda mitad del II milenio) el territorio de la comarca de estudio se organiza desde asentamientos ocupados desde antiguo y ubicados en promontorios destacados, caso de Villa Vieja (Casares) o Cerro Capanes (Benahavís). Hasta el momento, no se conocen evidencias de murallas ni las características de las viviendas, dada la ausencia de investigaciones sistemáticas. Uno de los mejores ejemplos conocidos se localizó en el poblado de San Pablo, en la Bahía de Málaga (Melero García 2011: 2431). El edificio, de pequeñas dimensiones, presentaba restos de un hogar. Esta construcción recuerda al retazo de edificio documentado en Montilla en las excavaciones de finales de la década de 1980 (Schubart 1987: 203). Se conservó parte de lo que debió ser parte de el suelo de esta posible cabaña, en el que se había insertado una vasija de almacenamiento. En general, estas construcciones serían semejantes a las documentadas en la fase del Bronce Final de Acinipo, descritas como “restos de cabañas de tendencia circular, construidas con materiales perecederos, de los que sólo se conservan manchas en el suelo con los restos de las actividades domésticas en ellas realizadas” (Aguayo de Hoyos 1997: 25). En Montilla, durante el año 2001 (Suárez Padilla 2006: 372), se descubrió un retazo de zócalo de una construcción que podía corresponder a otro de estos edificios, pero en este caso con zócalo de piedras. En lo que debió ser el interior del inmueble apareció parte de un hogar o sitio para depositar brasas, consistente en una torta de barro endurecido, destacada en el suelo. 249 En el sur de la Península son frecuentes estos inmuebles de finales de la Edad del Bronce con este tipo de basamentos sólidos. Presentan por lo general planta de aspecto elipsoidal u oval, que en algunos casos alcanzan incluso los 10 m de eje mayor (Suárez Padilla y Márquez Romero 2014: 202). Estos inmuebles suelen localizarse en el interior de los poblados, que pueden estar amurallados y contar con acrópolis donde se concentran los de mayor tamaño. Los zócalos pueden ejecutarse con dos técnicas: a base de hiladas de piedras superpuestas o con lajas de distinto grosor hincadas verticalmente en el subsuelo. A la primera tradición corresponden algunos edificios del poblado del Cerro de la Encina (Monachil, Granada) (Aranda Jiménez y Molina González 2005: 178); Cerro de la Mora (Moraleda de Zafayona, Granada) (Carrasco Rus et al. 1981: 310); Montemolín (Chaves Tristán y de la Bandera Romero 1991: 695) y posiblemente Capellanía (Periana, Málaga) (Martín Córdoba 1993-94: 6). Es particularmente interesante, para el caso que nos ocupa, la tradición de construcción de zócalos con lajas verticales, ya que está presente en la comarca a inicios de la Edad del Hierro. La generalización de esta forma de construir en el sureste y levante peninsular durante el Bronce Final llevó a González Prats (2001:174) a definir este aparejo como “tipo Úbeda-Alboloduy-Totana”. Esta tradición hunde sus raíces en los inicios del II milenio, al aparecer ya en los contextos del Bronce Antiguo de El Trastejón (Zufre, Huelva). Alguno de los mejores ejemplos de esta forma de construir se han documentado en el Sureste, en El Cerro de los Cabezuelos (Úbeda, Jaén) (Contreras Cortés 1982: 310), aunque también está presente en el Suroeste: las actuaciones arqueológicas llevadas a cabo en el Castro de Ratinhos (Moura, Portugal), confirman el empleo de este aparejo en la región entre los siglos XIII al VIII cal BC (Berrocal-Rangel y Silva 2010: 256). En este sitio emplean lajas de esquisto bastante finas, que definen muros muy delgados. Es interesante señalar que algunos de estos inmuebles pueden llegar a presentar cuidadas decoraciones interiores a base motivos geométricos incisos en sus paredes, como se observa en el cerro de la Encina (Arribas Palau et al. 1974: 140) o en la “cabaña A” de los Cabezuelos (Contreras Cortés 1982: 311). Respecto a los sistemas de cubierta, se emplearon estructuras vegetales frecuentemente revestidas de barro, y cuentan con apoyos de postes al interior, como en el Cerro de los Cabezuelos (Contreras Cortés 1982: 314). En este último sitio se documentaron los vanos de acceso, concretamente en el “Edificio B”, con una anchura aproximada de 1 m (Contreras Cortés 1982: 312). 250 En general, el espacio interior de las cabañas del Bronce Final del sur de la Península Ibérica es diáfano, aunque en algún caso hay indicios de compartimentaciones interiores realizadas mediante estrechos tabiques de barro enfoscado, como en el Cerro de los Cabezuelos (Contreras Cortés, 1982: 314) o en el Cerro del Real (Pellicer Catalán y Schüle 1962: 8). Los suelos interiores suelen ser de arcilla apisonada o de “fina arena” caso del cerro del Real (Pellicer Catalán y Schüle 1962: 8). En algunos inmuebles puede haber sectores que reciben un tratamiento especial, señalados mediante empedrados parciales o camas de chinos, como en el cerro de la Encina (Arribas Palau et al. 1974: 140). 6.1.3. Los inicios de la Edad del Hierro. Convivencia de tradiciones arquitectónicas. El yacimiento que mejor permite conocer las manifestaciones arquitectónicas de inicios de la Edad del Hierro en la comarca es, con diferencia, el de Los Castillejos de Alcorrín, de Manilva. Esta fortaleza, delimitada por una potente muralla con bastiones de tendencia semicircular o “en lágrima”, cuenta con una zona de acrópolis, con muralla interior precedida de foso, en la que se ubican diversos inmuebles (Marzoli et al. 2010: 165). En este sector privilegiado del sitio se ha documentado un edificio de planta oval de tradición arquitectónica del Bronce Final, denominado “Edificio C” (Marzoli et al. e.p.). Se conserva menos de la mitad de esta construcción, correspondiente a la trasera del inmueble, que se ha estimado que pudo alcanzar los 11 m de largo por los 6 m de ancho. Presentaba zócalo de piedras, en cuya construcción se combinó la técnica de tongadas de mampuestos con la de lajas hincadas verticalmente. Se han documentado compartimentaciones internas adosadas a las paredes, destinadas a albergar recipientes cerámicos, preferentemente formas cerradas tipo orzas u ollas. El suelo era de tierra compactada, y se observó un posible punto de apoyo de un poste, localizado en el eje central de la construcción. La presencia frecuente de pellas de barro con huellas de entramado vegetal en su entorno indica que alzados y/o cubiertas estarían recrecidos con este sistema. Ejemplos de edificios semejantes coetáneos se localizan en el Peñón de la Reina (Alboloduy) (Martínez Padilla y Botella López 1980: 173), poblado que cuenta con restos de más de veinte de estas construcciones dispersas por el asentamiento. Otro ejemplo sería el Edificio A de Montemolín (Chaves Tristán y De la Bandera Romero 1991: 698) o El Castro de Ratinhos, que en su última fase se caracteriza por la presencia de inmuebles de planta oval construidos con zócalos de piedras hincadas 251 verticalmente, que en un caso amortizan a un edificio singular de tradición fenicia (Berrocal-Rangel y Silva 2010: 244). Por estas mismas fechas en el área del Estrecho de Gibraltar, junto a los edificios ovales, se construyen otros edificios de planta con tendencia circular acusada. Es el caso probable de La Era de Benalmádena (Suárez Padilla y Cisneros García 1999: 105), fabricada con zócalo de hiladas de mampostería y que conservaba restos de revestimiento de barro al interior. Buenos ejemplos se encuentran en las comarcas vecinas: Acinipo (Ronda) (Aguayo de Hoyos et al. 1986: 43) o Huertas de Peñarrubia (García Alfonso 2007: 228) y Plataforma de Guadalteba (Málaga) (Medianero Soto et al. 2002: 379) en el alto Guadalhorce. Estos edificios se harán especialmente frecuentes en las denominadas “aldeas agrícolas” de la Edad del Hierro, y siguen en uso durante los siglos VII y VI a.C. en la región (García Alfonso 2007: 228). En el suroeste, en la Fase 1b del Castro de Ratinhos (Berrocal-Rangel y Silva 2010: 244), hay amplios edificios de planta circular, que amortizan antiguas construcciones de planta ovalada y para cuyo trazado se empleó un radio modulado a partir de un patrón oriental: el “codo de Ezequiel” de 0’52 m, el mismo que se usó en la edificación de un inmueble vecino de tradición oriental, interpretado como templo (Berrocal- Rangel y Silva 2010: 244). Un dato de interés es la presencia de porches de acceso en algunos de estos inmuebles, como en el edificio A de Montemolín (Chaves Tristán y De la Bandera Romero 1991: 695), Cerro Mariana (Izquierdo de Montes 1998: 282). Con forma trapezoidal, en Acinipo (Aguayo de Hoyos et al. 1986: 45) o la Plataforma de Guadalteba (Málaga) (Medianero Soto et al. 2002: 379). En el área del Estrecho se han documentado una serie de fosas practicadas en el subsuelo, con relleno consistente en abundante material arqueológico de naturaleza diversa, que se han venido interpretando tradicionalmente como cabañas. Es el caso de Ringo Rango (Los Barrios) en la Bahía de Algeciras (Sáez Romero 2014: 135), Taralpe (Alhaurín de la Torre) (Santamaría García et al. 2010), San Pablo (Fernández Rodríguez et al. 1997: 219, Fig. 2) o Rebanadilla IV (Málaga) (Sánchez Sánchez-Moreno et al. 2010). La funcionalidad de estas estructuras negativas de forma generalizada como lugares de hábitat parece poco probable y empieza a ser cuestionada (Suárez Padilla y Márquez Romero 2014). 252 La gran novedad en la arquitectura de inicios de la Edad del Hierro es precisamente la presencia de edificios complejos de tradición oriental, con muros ortogonales y diversas dependencias internas de funcionalidad diversa. Estos hacen su primera aparición en los primeros emporios, como La Rebanadilla, Fase III, a finales del siglo IX a.C. De forma casi inmediata aparecen en lugares destacados de las acrópolis de sitios como Los Castillejos de Alcorrín, de Manilva (Edificios A y B) (Marzoli et al. 2010: 163 y Marzoli et al. e.p.), donde conviven con otras construcciones de tradición local. Se trata de edificios independientes, que podían estar aisladas entre sí por tapias. Se construyen con zócalos conformados a base de varias hiladas de piedra local, revestidos con barro, y hay indicios de empleos de adobes. Los inmuebles están modulados a partir de un patrón de medida de unos 50 cm. El Edificio A presenta un espacio previsiblemente abierto, a modo de patio, con dos estancias al fondo, y sigue modelos fenicios (López Castro 2014: 114). Los suelos interiores son de tierra compactada, con presencia de restos de planchas de barro que estuvieron expuestas al fuego. El Edificio B es distinto. Se dispuso paralelo a la muralla interior, en las proximidades de uno de los accesos. En un primer momento contó con tres estancias cerradas, con vanos independientes abiertos a uno de los lados mayores. La presencia de materiales arqueológicos al interior de estos inmuebles es muy escasa, lo que complica su interpretación funcional. No es extraña la presencia de bancos adosados a los muros, tanto al exterior como al interior, y cuentan con extensos porches trapezoidales realizados con conchas marinas que realzan su singularidad. La práctica ausencia de materiales arqueológicos en los espacios interiores dificulta su interpretación funcional. Ambos edificios de la acrópolis de Alcorrín experimentan reformas en una segunda fase, creciendo en tamaño y complejidad, aunque se observa un menor cuidado en el empleo de las técnicas constructivas, y se recurre al empleo de soluciones arquitectónicas presentes en los inmuebles de tradición local, como el recurso a apoyos centrales para las cubiertas a base de postes calzados con piedras. Otras acrópolis de inicios de la Edad del Hierro del sur de la Península Ibérica cuentan con inmuebles de inspiración oriental, conviviendo con otros de arquitectura de tradición local. Es el caso del Edificio MN 23 de Ratinhos (Berrocal-Rangel y Silva 2012: 174) o el Edificio B de Montemolín (Chaves Tristán y De la Bandera Romero 1991: 704), a los que se les atribuye en ambos casos carácter religioso. A estos hay que sumar el 253 santuario del Carambolo, especialmente en sus momentos más arcaicos, conocido como “Carambolo V”, que sus investigadores interpretan como un santuario vinculado a la Spal fenicia (Fernández Flores y Rodríguez Azogue 2005). 6.2. Las tradiciones alfareras. A continuación se presenta una visión general de las tradiciones cerámicas locales desde la Edad del Bronce hasta los inicios de la Edad del Hierro. En términos generales hay que señalar que se detecta un hilo conductor tecnológico a nivel comarcal, así como la tendencia a la continuidad de los repertorios vasculares a lo largo de los siglos, aunque se observan cambios y transformaciones formales en algunos recipientes y en sus decoraciones, que se enmarcan dentro de tendencias regionales y suprarregionales más amplias. No obstante, estas propuestas adolecen de amplias series estratigráficas para su verificación, ya que, de momento, son el resultado de la comparación de los materiales arqueológicos de superficie (que corresponden a la mayoría de los asentamientos investigados) con las escasas excavaciones practicadas en la comarca (Montilla, Castillejos de Alcorrín), tratándose estas últimas de investigaciones realizadas en sitios con duración relativamente corta en el tiempo (siglos IX-VIII a.C.). Se valora finalmente la primera presencia de cerámicas torneadas fenicias en los contextos alfareros de tradición del Bronce Final, y se apuntan algunos casos de imitación local de formas foráneas. 6.2.1. Cerámicas del Bronce Inicial. Los momentos más antiguos de esta fase (correspondientes a finales de la Edad del Cobre y al Bronce Antiguo) se conocen por los materiales procedentes de los asentamientos de Los Castillejos de Estepona, la necrópolis de Corominas y Capanes. En estos sitios se ha observado la presencia de tradiciones cerámicas en las que se constata el abastecimiento de materias primas locales, identificadas a partir de la caracterización petrológica de los desgrasantes a nivel macroscópico. Se emplearon hornos poco complejos, que generaron cocciones producidas mayoritariamente en atmósfera reductora expuestas a acabados oxidantes, de forma que la mayoría de los productos presentan coloraciones exteriores que van desde el color anaranjado al amarillento o marrón pardusco. La mayoría de los tratamientos empleados para las 254 superficies son suavizados y alisados, siendo los bruñidos escasos, reservados para formas de consumo. A este periodo corresponderían algunas fuentes y escudillas de labio plano. Son particularmente característicos de este periodo los vasos de carena media-alta, de los que se conserva un ejemplar completo dentro de los ajuares funerarios de la necrópolis de Corominas, en este caso con tratamiento exterior bruñido. Las formas predominantes dentro de los vasos cerrados del periodo son los de perfil parabólico, profundos, globulares y de “perfil en S”. Los vasos decorados presentan motivos campaniformes, ya sean impresos o incisos, siendo estos últimos particularmente frecuentes. Las cerámicas que reciben estas decoraciones son tanto vasos abiertos (cuencos de casquete esférico) como cerrados (vasos de perfil esférico y cuello recto), de características tecnológicas semejantes a los descritos, y que pueden presentar ocasionalmente acabados bruñidos. Se trata de tradiciones y repertorios que encuentran sus mejores paralelos a nivel comarcal en la propia Serranía de Ronda, en el casco antiguo de la ciudad de cabecera del territorio (Aguayo de Hoyos et al. 1988) y en Acinipo (Ronda) (Aguayo de Hoyos et al. 1985). En el ámbito occidental del Estrecho de Gibraltar, tienen semejanzas con las secuencias de El Cerro del Berrueco de Medina Sidonia (estrato I) (Escacena Carrasco y Frutos Reyes 1985) y hacia el Este, en los niveles más profundos del Llano de La Virgen de Coín (Estratos IV y V) (Fernández Ruiz et al. 1991-92). Se han diferenciado una serie de hallazgos que podrían englobarse en momentos avanzados del Bronce Inicial o “Bronce Pleno”, que en términos cronológicos se aproximarían a mediados del II milenio. Se localizan en Castillejos de Estepona, Capanes (Benahavís), Monte Mayor (Benahavís) y Villa Vieja (Casares). Tecnológicamente se observa continuidad con momentos precedentes, aunque habría una mayor presencia de formas con acabados en atmósfera reductora, y se recurriría con mayor frecuencia al empleo de los bruñidos, que no alcanzan calidades metálicas. Estos últimos se concentran particularmente en los cuencos de marcado borde entrante y en vasos (poco abundantes) que podrían corresponder a formas de cuello troncocónico tipo “tulipa”. A nivel formal, junto con la previsible continuidad de los cuencos de casquete esférico y perfil parabólico, destacan los ya citados de borde invasado, que pueden presentar 255 formato muy pequeño. Junto a ellos, algunos vasos presentaban carenas muy bajas. También se han localizado recipientes con asas de cinta, poco frecuentes. Entre las formas cerradas hay algunos fragmentos de vasos de cuerpo esférico y borde corto, algo exvasado, tipo “botella”, junto a grandes contenedores, que pueden presentar el cuerpo piriforme, globular, con perfil en “S” o incluso con carena media-baja, con bordes entrantes, rectos o vueltos al exterior y remates en labios engrosados, almendrados o apuntados. Estos recipientes estuvieron decorados en algún caso con mamelones, tanto simples como pareados. Otros objetos cerámicos que corresponden a estos momentos del Bronce Inicial son las pesas de telar de tendencia circular y perforaciones, así como los vasos perforados, aunque estos últimos continúan en uso hasta la Edad del Hierro. Por poner ejemplos de sitios cercanos con secuencias estratigráficas, estos materiales tienen sus mejores paralelos en El Estanquillo (San Fernando), en la Bahía de Cádiz, El Berrueco de Medina Sidonia (estrato II) (Escacena Carrasco y Frutos Reyes 1985) y Llano de la Virgen (Coín) (Estratos II y III) (Fernández Ruiz et al. 1991-92). 6.2.2. Cerámicas del Bronce Final. Todo el material conocido correspondiente a estos momentos procede a su vez de hallazgos de superficie. Es por ello que garantizar adscripciones formales con garantía dentro del Bronce Tardío y del Bronce Final (siguiendo la propuesta de ámbito regional de García Alfonso 2007: 81) resulta complejo. A pesar de ello, hay una serie de hallazgos cerámicos en los asentamientos de Montemayor (Benahavís), Capanes (Benahavís), Villa Vieja (Casares) y Lomo Redondo 3 (Estepona) que permiten apuntar la existencia de esta subdivisión, que tendría que ser contrastada con futura excavaciones arqueológicas. Se trata, por ejemplo, de los cuencos de carena alta, que suelen marcar carenas con aristas suaves y describen perfiles ligeramente cóncavos, decoradas con almagra roja exterior o presentar superficie exterior bruñida. Otros cuencos que también se inician en este periodo del tercer cuarto del II milenio son los de carena alta con borde recto o ligeramente inclinado hacia el interior, y que se pueden decorar con mamelones colgantes. Los acabados de estas piezas suelen ser en atmósferas reductoras, que confieren a las piezas tonos grises o negruzcos. También a estos momentos antiguos del Bronce Final corresponden una serie de cuencos profundos, de paredes algo 256 oblicuas, que se caracterizan por un acusado engrosamiento al interior del borde, en forma de media caña, y que suelen presentar acabados poco cuidados. Entre las formas cerradas, hay que señalar algunos vasos profundos, de paredes muy rectas, con bordes que pueden ser ligeramente exvasados, con mamelones bajo el borde. Otros son de aspecto más bien troncocónico, con las paredes muy oblicuas. A caballo entre el Bronce Tardío y el Bronce Final (o de inicios del Bronce Final) se enmarcarían una serie de piezas decoradas procedentes del asentamiento de Capanes (Benahavís). Un pequeño fragmento estaría decorado con líneas de boquique, y otros con líneas incisas, paralelas, que pueden formar cenefas en “zig­ zag”, y que se enmarcan globalmente dentro de las tradiciones de Cogotas I. Cerámicas con estas decoraciones se localizan en la Iglesia de Santa María (Tarifa), en diversos yacimientos de la Banda Atlántica de Cádiz (Ramos Muñoz 2008), la Serranía de Ronda (Aguayo de Hoyos et al. 1985), alto Guadalhorce (Ramos Muñoz et al. 1995) o en el sitio de La Cantera del Zorro (Alhaurín de la Torre) en la Bahía de Málaga (Santamaría García et al. 2014). A los momentos que se podían considerar propiamente de plenitud del Bronce Final, entre los siglos XI-IX a.C. se asociarían materiales arqueológicos presentes en Villa Vieja (Casares), Lomo Redondo 3 (Estepona) y los estratos iniciales de Montilla (estratos 1 y 2 del Corte 2) (Schubart 1987: 209 ss). Se caracterizan por la continuidad de los cuencos de perfil troncocónico y borde cóncavo, que arrancan de momentos inmediatamente anteriores, con buenos ejemplos en Villa Vieja o Lomo Redondo 3 y Montilla (Schubart 1987: 213, fig. 8, nº 34, 35 y 40), a los que se suman por primera vez las fuentes con carena alta y acusada arista que la separa del borde, que puede ser algo almendrado (Schubart 1987: 213, fig. 8, nº 27, 38, 39). Por estas fechas continúan los cuencos profundos de borde con resalte interior de media caña. También de momentos avanzados del Bronce Final son vasos de paredes troncocónicas y fondo plano (tipo orza) que se caracterizan por presentar una acusada arista entre el cuerpo y el borde, de la que pueden partir mamelones prismáticos en sentido oblicuo y ascendente. El borde presenta una acusada concavidad. Estos vasos pueden estar bruñidos en el tramo superior, el resto de las paredes son de aspecto grosero. Otros recipientes cerrados propios de estos momentos son ollas u orzas de borde corto, vuelto, aunque no aparecen las 257 características decoraciones de cordones impresos o digitados que se harán particularmente frecuentes a inicios de la Edad del Hierro. Los grandes contenedores presentan amplios cuerpos de aspecto globular, con fondos planos y bordes cortos, rectos (Schubart 1987: 209, fig. 6) o exvasados (Schubart 1987: 213, fig. 8, nº 15), que se diferencian bien de formas posteriores de inicios de la Edad del Hierro. La presencia de decoraciones es prácticamente nula, exceptuando el caso de un cuenco de carena alta que presenta un motivo inciso con forma de zig-zag y colorante rojo interior, procedente del Estrato 2 del Corte 2 del sitio de Montilla (Schubart 1987: 213, fig. 8, nº 26), que podría recordar a las de inspiración de Cogotas I. También se observan tratamientos escobillados en el interior y exterior de los vasos (Schubart 1987: 215, fig. 9, nº 28). Estos últimos conjuntos presentan buenos paralelos con materiales presentes en los momentos iniciales del poblado de San Pablo (Málaga) (estratos basales de Calle Tiro 9,11–esquina Zamorano) (Melero García 2008) y así como en los contextos de los “emporios” fenicios de Rebanadilla (Málaga) (Fases IV y III) (Sánchez Sánchez-Moreno et al. 2010) y de La Plaza de las Monjas, en Huelva (González de Canales et al. 2004), que se fecharían, como muy pronto, en la segunda mitad del siglo IX a.C. en términos convencionales. Hay que señalar la presencia desde estos momentos de alguna imitación a mano de formas fenicias, presentes ya en la región en sitios como La Rebanadilla. Se trata de un trozo de lucerna de una sola mecha localizada en el Estrato 2 del Corte 2 de Montilla. 6.2.3. Los inicios de la Edad del Hierro. La cerámica a mano. Los conjuntos cerámicos correspondientes a momentos de finales del siglo IX-siglo VIII a.C. son especialmente bien conocidos en la comarca gracias a las excavaciones de Los Castillejos de Alcorrín, de Manilva. Tras la documentación de más de 10.000 fragmentos cerámicos, se ha realizado propuesta tipológica de la cerámica a mano, que sirve de referencia para valorar las tradiciones alfareras de inicios de la Edad del Hierro en la comarca. Aunque ya han sido expuestas en el Capítulo 3, a continuación se repasan las características formales de los grupos manufacturados para ponerlos 258 en relación con las tradiciones locales precedentes o bien para observar posibles influencias formales de los nuevos productos torneados fenicios con los que habrían convivido. En términos generales, la producción local de estas formas viene abalada tanto por los análisis macroscópicos y los estudios petrológicos mediante lámina delgada (Cau Ontiveros e.p.). A nivel tipológico se observa la continuidad formal en términos generales de las series presentes en la comarca durante el Bronce Final, documentada en sitios como Villa Vieja, Lomo Redondo 3 o Montilla, aunque se aprecian diferencias en algunas formas cerámicas, que van a caracterizar el periodo. Entre los vasos abiertos dominan de forma muy significativa los cuencos de casquete esférico, de diversa tipología (hemiesféricos, de dos tercios de esfera, escudillas), con bordes sencillos o engrosados al interior en forma de media caña, continuando, en este caso, con tradiciones que arrancan en la región desde el Bronce Tardío. Entre los cuencos y fuentes de carena alta se observan algunos cambios de orientación en los tramos superiores, que suelen ser más suaves que en momentos precedentes, coincidiendo con tendencias generalizadas para este periodo en el sur de la Península Ibérica. Aparecen algunos de carena media y fondo planos. No obstante, algunas formas continúan sin apenas cambios, conviviendo con las más evolucionadas. En general, son estos vasos los que suelen contar con las mejores cocciones (presentan acabados reductores que propician coloraciones oscuras al exterior) y acabados bruñidos. En Los Castillejos de Alcorrín se documenta la presencia de copas que se caracterizan por sus paredes muy finas, y perfiles en “S”, fabricadas en hornos con atmósfera reductora y que se decoran con motivos esgrafiados a base de bandas de líneas paralelas y metopas con presencia de triángulos al exterior, rellenos de colorante rojo. Son formas que adquieren gran protagonismo en los contextos de inicios de la Edad del Hierro del entorno del Estrecho de Gibraltar a partir de la segunda mitad del siglo IX a.C. inicios del VIII a.C. (con dataciones convencionales), estando presentes en contextos como La Plaza de las Monjas (Huelva), (González de Canales et al. 2004: Lám. XXXIV); casco histórico de Cádiz (Torres Ortiz 2014: 63), La Rebanadilla (Sánchez Sánchez-Moreno 2012: 74) o la necrópolis de San Isidro (Málaga) (Juzgado Navarro et al. 2016: 113, fig. 8), siendo por tanto objeto de importación en contextos fenicios tanto peninsulares como del Mediterráneo y el Atlántico (Mansel 2000). 259 Dentro de las formas abiertas elaboradas a mano se constata la presencia de otro tipo de copas algo más abiertas que las precedentes, y con perfiles más suaves, con cuerpo de casquete esférico y borde exvasado con perfil sinuoso. Los fondos serían planos. Estas formas, presentes en sitios como la necrópolis de las Cumbres (Puerto de Santa María) (Torres Ortiz 1999: 153), serán imitadas coetáneamente dentro de los repertorios de engobe rojo de tradición fenicia, presentes en el propio asentamiento de Los Castillejos de Alcorrín. Entre los vasos cerrados de inicios de la Edad del Hierro continúan los vasos globulares, de borde entrante, de tradición de la Edad del Bronce. Junto a ellos, hay otros de tendencia troncocónica, que recuerdan a las formas del Bronce Tardío documentadas en la propia comarca, como en Monte Mayor (Benahavís). Destacan, por su carácter novedoso, las ollas-orzas de formato mediano-pequeño, que se caracterizan por presentar el borde vuelto, corto (parecidas a tipos presentes en el Bronce Final en sitios como Montilla) pero que ahora pueden contar con decoraciones de franjas impresas o digitadas en el cuello. Estas piezas aparecen por primera vez en la región en lo que serían ya momentos del siglo VIII a.C., y se harán especialmente frecuentes en fechas posteriores, configurándose como formas propias de la Edad del Hierro. Algunos vasos de almacenamiento son claramente continuistas de sus precedentes del Bronce Final, con cuerpos globulares y bordes cortos, algo exvasados, aunque ahora suelen presentar una arista que separa el cuerpo del remate superior. Junto a estas formas aparecen otros inéditos hasta el presente: por un lado, vasos con tramo inferior hemiesférico y cuerpo troncocónico invertido con borde vuelto, que podrían estar inspirados en los pithoi fenicios, así como otros de cuerpo piriforme invertido y amplios bordes acampanados, de los tipos denominados à chardon. Algunos de estos contenedores presentan restos de colorante rojo al exterior. Junto a estos vasos, señalar la presencia de formas novedosas como los soportes de tendencia bicónica, que pueden presentar molduras, así como de vasos perforados, formas conocidas en la comarca desde la Edad del Bronce. 260 Las cerámicas a torno. A partir de mediados del siglo VIII a.C., o quizás algo antes, se documentan las primeras cerámicas fenicias elaboradas a torno en la comarca. El sitio mejor conocido, en este sentido, es Montilla (San Roque). La presencia de algunos fragmentos de producciones a torno arranca del Estrato 2 del Corte 2, en el que, junto a algunos trozos de cuerpos inclasificables, aparecieron dos trozos de asas, una geminada, y otra atribuida a un recipiente griego. A partir del Estrato 3 del Corte 2 y en todo el Corte 3 están ya presentes todos los servicios habituales en los yacimientos fenicios: platos y cuencos de engobe rojo, jarras, pithoi, ánforas de la Serie 10 de Ramon, lucernas, cuencos trípode, ollas a mano y a torno fenicias y un, ánfora de importación oriental tipo Sagona 7 (García Alfonso 2007: 178). Junto a estos reperpetorios destacan un conjunto de soportes con forma de prisma propios de actividades industriales coloniales (ya fuesen alfareras o para producción de sal) (Schubart 1987: 206). Es muy llamativo observar como por estos mismos momentos, en los Castillejos de Alcorrín, asentamiento destacado en el territorio, que cuenta con imponentes sistemas defensivos y acrópolis, la cerámica fenicia es muy reducida y se limita a algunas piezas de engobe rojo (realizadas además en algún caso a imitación de tipos locales, como los cuencos/copa de suave perfil en “S”) y un trozo de hombro de ánfora tipo Trayamar 2, junto a jarras de cuello cilíndrico, ánforas T10111 y T10121 (de producción fenicia occidental) y ungüentarios, servicios que han sido puestos en relación con una actividad concreta: el consumo del vino en el marco de la celebración de banquetes (Marzoli et al. e.p.). Schubart (1987: 208) señaló en su día su extrañeza sobre la posibilidad de que Montilla se tratase de un asentamiento fenicio situado a los pies de un sitio autóctono, y para ello argumentaba lo poco habitual de este modelo en el litoral andaluz. Sin embargo, se ha confirmado que esta práctica no resulta extraña en algunos de los principales estuarios atlánticos de la Península Ibérica (Arruda 1999-2000: 257), incluyendo la propia Huelva, que ha sido interpretada propiamente como un “barrio fenicio” situado a los pies de un importante asentamiento del Bronce Final (Aubet 2012: 230). De este modo, la cerámica fenicia presente en la comarca se fecha en la segunda mitad del siglo VIII a.C., y se concentra en Montilla, en la desembocadura del río 261 Guadiaro, donde hubo presencia colonial. Desde ahí llegaron algunos servicios (cuencos/copas, ánforas, ungüentarios, jarras de cuello cilíndrico) a Los Castillejos de Alcorrín. Formas semejantes son las que aparecen en los primeros momentos de contactos entre los asentamientos del interior de la región con las colonias, caso de Acinipo y de Los Castillejos de Teba, dinámica que se hace generalizable en los contextos del Sureste y Alta Andalucía (García Alfonso 2007: 230).. Un caso de interés es Cerro Cubero (Benahavís) donde junto a repertorios cerámicos elaborados a mano de tradición local del siglo VIII a.C. se localiza un interesante conjunto de fragmentos de ánforas fenicias occidentales arcaicas, tipo T10111 de Ramon, junto a pithoi y algún trozo de plato de borde estrecho. La interpretación de este sitio, conocido sólo por material de superficie, es compleja. No obstante, la concentración del material elaborado a torno en un sector concreto del sitio podría permitir plantear la existencia de una estancia o almacén en la que se concentraron estos productos. En los asentamientos litorales del siglo VII a.C. de la comarca, localizados hasta el momento en las desembocaduras del Río Real (Marbella) y Arroyo Vaquero (Estepona), los repertorios cerámicos conocidos son coherentes con los de sitios coloniales coetáneos, en los que junto a ánforas de la Serie 10 de Ramon, pithoi, jarras de cuello, ollas a torno, platos y lucernas, conviven un número reducido de producciones a mano de tradición local (fuentes carenadas con perfiles suaves, ollas- orzas con cordones digitados o impresos y vasos de almacenamiento de borde acampanado), vestigios previsibles de la presencia de población autóctona que forma parte de los proyectos coloniales, como se ha en sitios como el Cerro del Villar, en la Bahía de Málaga (Delgado Hervás 2008). Otro aspecto a tener en cuenta es la evidencia de la propia elaboración de productos torneados en los contextos autóctonos a partir de finales del siglo VIII a.C., como demuestran los estudios arqueométricos realizados sobre un conjunto de ánforas procedentes de Acinipo (Padial et al. 2000). Se trata de un aspecto muy sugerente, ya que señala la rápida incorporación tecnológica en la región, y, de momento vinculada a un producto concreto: los contenedores que pudieron servir para almacenar la producción agrícola de las tierras del interior, en un contexto histórico en el que se empieza a observar la intensificación del poblamiento de aldeas agrícolas en el entorno de las mejores tierras productivas (Aguayo de Hoyos 1997: 26). 262 6.3. La industria lítica. La industria lítica, tanto tallada como pulimentada, forma parte de las actividades artesanales que informan sobre tradiciones y continuidades o cambios en las actividades económicas y modos de vida llevados a cabo por las comunidades de finales de la Prehistoria e inicios de la Protohistoria. 6.3.1. La industria lítica tallada. En términos generales, la industria lítica durante la Edad del Bronce experimenta una significativa simplificación tecnológica respecto a momentos precedentes de la Edad del Cobre. No obstante, aunque tímidamente (en especial la industria lítica tallada) su práctica se mantiene presente en los asentamientos del área del Estrecho de Gibraltar, y en general, en el sur de la Península Ibérica, entre el II y los primeros siglos del I milenio. Para el ámbito malagueño se ha apuntado que, por lo general, durante la Edad del Bronce se asiste a una simplificación tipológica del utillaje respecto a momentos anteriores, que no requieren de soportes de grandes dimensiones, por lo que no existen estrategias de preparación de los núcleos específicas. Se suelen usar cantos de sílex o arenisca de tamaño mediano o pequeño de los que se obtienen lascas de medianas dimensiones, que mediante retoque abrupto permite configurar soportes de aspecto rectangular, transformados en denticulados usados preferentemente como dientes de hoz (Márquez Romero 1995-96: 66-69). Aunque esto es una tendencia que se cumple a nivel regional, trabajos como los realizado en El Estanquillo, en la Bahía de Cádiz, apuntan a la existencia de una significativa industrial lítica tallada en contextos litorales durante el Bronce Inicial, vinculada por un lado a la siega y por otro al aprovechamiento de los recursos marinos (Ramos Muñoz 1993: 90). En este asentamiento se trabajó particularmente el sílex, obtenido de cantos rodados de la zona. Son por tanto industrías microlíticas y predominan las lascas. El desbaste de los núcleos es centrípeto de aspecto discoide, aunque hay núcleos levallois y prismáticos. Entre el material retocado hay raspadores, perforadores, truncaduras, muescas, lascas con retoques simples y denticulados empleados como elementos de hoz. 263 Respecto a la información disponible en la comarca de estudio sobre las prácticas de la talla de la piedra, se han localizado algunos objetos procedentes de hallazgos de superficie de sitios como Los Castillejos de Estepona, Montemayor y Capanes (Benahavís) o Villa Vieja (Casares). Se trata básicamente de dientes de hoz denticulados, fabricados mayoritariamente sobre láminas truncadas de sílex y en algún caso de arenisca, y que pueden conservar restos de lustre. Para momentos del Bronce Final se ha señalado, en términos generales, una tendencia hacia el retroceso de las industrias líticas, al menos en el ámbito de las tierras malagueñas (Márquez Romero 1995-1996: 66). En el suroeste de la Península Ibérica, y en concreto en el litoral atlántico de Cádiz, recientes estudios de prospección han puesto de manifiesto la continuidad de la talla lítica desde el Bronce Tardío, en sitios como La Marquina, La Mesa, Cerro El Berrueco, Baños de Claudio y Poblado de Los Algarbes, por citar algunos yacimientos. Los investigadores señalan que en estos sitios se emplea tecnología que hunden sus raíces en momentos previos, con presencia de muescas, denticulados, truncaduras, fracturas retocadas y elementos de hoz (Ramos Muñoz 2008). En el asentamiento de Gatas, en su Fase VI, fechada entre 1300-1000 cal BC, se constata la continuidad de la producción de industria lítica tallada, que se centra en la fabricación de lascas, con poca estandarización métrica en los soportes. Gracias al estudio de las huellas de uso se ha constatado la presencia de objetos destinados a la trilla, hojas para la siega y trabajo de la madera y del cuero, valorándose que los instrumentos de sílex todavía jugaban un papel importante entre los medios de producción de las comunidades del sureste peninsular por estos momentos (Castro Martínez et al. 1999: 246). Para los inicios de la Edad del Hierro, el sitio de Los Castillejos de Alcorrín (Marzoli et al. e.p.), y el de La Catedral de Ceuta (Ramos Muñoz et al. 2010: 491-493), vendrían a confirmar la continuidad del empleo de la tecnología de la piedra tallada. En el primero de los asentamientos se han localizado núcleos y lascas, algún canto tallado y entre los útiles, buriles, raspadores, raederas, denticulados y lascas retocadas. Los retoques, en general, son simples o simple-abruptos, profundos y continuos, lo que confiere homogeneidad técnica a este grupo. La presencia de mayoritaria de la arenisca como materia prima señala la preferencia por este soporte y el recurso al aprovisionamiento de recursos locales, ya que los objetos de sílex estarían extraídos de cantos rodados presentes en los arroyos cercanos. No obstante, hay que señalar que en todo caso se trata de un número de objetos muy limitado. 264 Es interesante señalar la presencia de estas mismas tradiciones tecnológicas de talla de piedra en la región vecina del Alto Guadalhorce, concretamente en asentamientos rurales del siglo VII a.C., en los que en superficie aparecen núcleos y lascas internas junto a dientes de hoz, muescas y denticulados (Recio y Martín Córdoba 2004). En regiones vecinas, la continuidad de la talla lítica (con rasgos generales semejantes a los descritos para el ámbito del Estrecho) está bien documentada para los inicios de la Edad del Hierro en otros asentamientos de la campiña de Jérez, donde destaca El Trobal (Jerez de la Frontera, Cádiz), con muescas, lascas con retoques simples y abruptos (Ramos Muñoz 1991: 243). En la propia Cádiz, en la Fase I de las excavaciones practicadas en La Casa del Obispo (Gener Ballasote et al. 2014: 126, fig. 2, c), se localizaron dos núcleos de sílex y cuarcita, de los que se habían extraído lascas de descortezado y lascas internas. El conjunto está asociado cerámicas con decoración esgrafiadas de tradición del Bronce Final, fechadas entre los últimos años del siglo IX-inicios del VIII a.C. Su presencia en el asentamiento fenicio se ha interpretado como la evidencia de la práctica de actividades domésticas propias de gentes de origen autóctonas residentes en el asentamiento, señalándose la evidencia de la continuidad de estas prácticas hasta momentos del siglo VII a.C. a través del registro obtenido en la excavación practicada en el solar de Calle Concepción Arenal (Gener Ballasote et al. 2014: 126). En el caso de la Catedral de Ceuta, en la otra orilla del Estrecho de Gibraltar (finales del siglo VIII-VII a.C.) se ha constatado la presencia de industria lítica en un asentamiento con cultura material de tradición del Bronce Final y evidencias de presencia fenicia. En este lugar se ha señalado el abastecimiento para la talla de materias primas locales, como sílex radiolarítico y areniscas. En el conjunto dominan los productos de desbaste y restos de talla, que confirman la ejecución de estas prácticas in situ. Se ha señalado cierta unidad tecnológica en la secuencia, dominando la obtención de lascas y ausencia de láminas; así como el empleo de métodos de talla con percutores duros, que busca la eficacia y la inmediatez en la obtención de los productos. Entre los útiles, se han identificado raederas y muescas. Estas últimas, a falta de estudios funcionales, podrían ser dientes de hoz. La industria se señala claramente como de tradición prefenicia (Ramos Muñoz et al. 2007: 508). 265 6.3.2. Industria lítica no tallada: “pulimentos”. Respecto a los artefactos de piedra no tallada (“pulimentos” sensu lato), en los sitios de inicios de la Edad del Bronce -que sólo cuentan con material de superficie- destacan los hallazgos de un fragmento de brazal de arquero en Capanes, junto a presencia generalizada en la práctica totalidad de los poblados de moletas y algún hacha o azuela fabricada en areniscas y diabasas, junto a molinos de aspecto barquiforme. Entre estos últimos destaca el empleo de peridotitas, especialmente adecuadas para las tareas de molienda por su grano grueso y rugosidad. Entre estos materiales hay que destacar un fragmento de un gran martillo con acanaladura central procedente de Montemayor, realizado sobre arenisca, y que se ha puesto en relación con potenciales aprovechamientos de los recursos mineros del entorno. En el asentamiento de Los Castillejos de Alcorrín, ya para inicios de la Edad del Hierro, se ha documentado algo más de medio centenar de objetos de estas características. En general, la roca más usada es la arenisca, procedente del entorno inmediato al yacimiento, mientras que se señalan las sierras Crestellina y Bermeja como posibles áreas fuente para el resto del repertorio litológico. Los molinos y manos de molino o moletas representan casi la mitad de los “pulimentados”. Los primeros se conformaron sobre lajas de roca burdamente modificadas mediante percusión directa para darles una forma cuadrangular-ovoidal. Por su parte, las manos o moletas son difíciles de identificar y su morfología es muy variada, pero suelen tener superficies de fricción planas o ligeramente convexas. Entre las herramientas destinadas a otros usos se encuentran alisadores, percutores, un yunque y supuestos proyectiles de honda (Marzoli et al. e.p.). 6.4. Actividades metalúrgicas. Tradición e innovación. De los momentos correspondientes a la Edad del Bronce, no tenemos evidencias de prácticas metalúrgicas en la región. En este sentido, los únicos indicios que podrían manifestar de forma indirecta estas prácticas vienen apuntados por la presencia de un posible martillo de minero localizado en el asentamiento de Montemayor (Benahavís). Este poblado se ubica en las proximidades de las mineralizaciones de cobre presentes en la cuenca media-baja del río Guadalmansa (Estepona). 266 La presencia de actividades metalúrgicas en poblados de finales de la Edad del Cobre-Bronce está constatada en el ámbito malagueño. De algunos de ellos, como el Llano de la Virgen (Coín), Castillejos de Almogía o Peñones (Colmenar) proceden fragmentos de mineral, de escorias, vasijas hornos y crisoles, vinculados a la explotación de los recursos mineros de las formaciones geológicas del Maláguide y Alpujárride (Rodríguez Vinceiro et al. 1992). No obstante, el alcance de las mismas tampoco puede ser hasta el momento valorado de forma ajustada. En paralelo, a partir de estos momentos los objetos metálicos se incorporan con mayor contundencia a los ajuares funerarios. Será ya a finales de la Edad del Bronce cuando se tengan evidencias firmes de la práctica de actividades metalúrgicas en las regiones vecinas. Gracias al hallazgo de un molde (Amo 1983) para la producción de estoques del tipo “Sa Idda” (Suárez Otero 2015: 247), queda de manifiesto la importancia estratégica que tuvo que tener este ámbito occidental de la actual provincia de Málaga a finales de la Edad del Bronce. La tipología de estos objetos permite diferenciar tres posibles ámbitos de producción en el sur de la Península, siendo uno de ellos el localizado en la Serranía. Esta situación pone de manifiesto la importancia de estas actividades metalúrgicas en las tierras situadas al interior del Estrecho de Gibraltar. El hallazgo de una pieza de esta tipología formando parte del contenido metálico de una tinaja embutida en el suelo de un edificio de Sant’ Imbenia, cuya cronología quedaría bien ajustada por la presencia de cerámica fenicia oriental y del Geométrico Medio II en momentos finales del siglo IX a.C. (Rendeli 2013: 141), aporta un terminus ante quem para la producción de estos objetos, que deberá retrotraerse respecto a lo contemplado hasta las fechas, haciendo coincidir su producción, como poco, con la primera fase de establecimiento de los emporios fenicios de Huelva y la Rebanadilla en el sur de la Península Ibérica. En la calle Armiñán esquina con el callejón de los Tramposos, a unos 100 m en línea recta del lugar donde apareció el molde de fundición, apareció un potente estrato arqueológico apoyando sobre la roca natural, que contenía escorías, crisoles, restos de fundición y abundante carbón. Se ha interpretado como el espacio de limpieza de un horno metalúrgico, que se ha comparado con el contexto de Peña Negra, en Crevillente (Aguayo de Hoyos 2001: 83). El análisis de una “masa de minerales de reducción parcial” señala que procede actividades de reducción directa de minerales para la producción de bronce. 267 También se han estudiado trozos de paredes de pequeñas “vasijas-horno” que sirvieron para reducir minerales de cobre, mientras que otras eran usadas para preparar bronce. Este tipo de trabajos metalúrgicos exigiría el empleo de gran cantidad de combustible e implicaría pérdidas significativas de mineral (Aguayo de Hoyos 2001: 84-85). No deja de ser llamativo el hecho de que esta tecnología metalúrgica de tradición autóctona aparezca después en sitios como el Cerro del Villar o la Fonteta, conviviendo con actividades siderúrgicas de origen oriental (Rovira Hortalá 2005 y Renzi 2013). En paralelo, en el poblado de Acinipo (Ronda), han aparecido vasijas-horno destinadas a la producción de plomo, para lo que se empleó un mineral bastante puro, del tipo de la galena (Aguayo de Hoyos 2001: 83), y se realizaron actividades siderúrgicas de reducción de mineral de hierro, con tecnología de origen oriental (Aguayo de Hoyos et al. e.p.). En momentos avanzados del siglo IX, según cronología convencional, y entre el siglo X y la primera mitad del IX en fechas radiocarbónicas calibradas, se estaban realizando actividades metalúrgicas en la Rebanadilla. A la fase denominada “Rebanadilla IV” corresponden una serie de fosas que se rellenaron con objetos como toberas o moldes. Junto a ellos, abundante cerámica a mano de producción local y diversas importaciones del Mediterráneo central y oriental (Sánchez Sánchez-Moreno 2010: 68). En momentos de lo que podríamos considerar propiamente como los inicios de la Edad del Hierro, a partir de la presencia estable de los fenicios en la región, concretamente en el propio sitio de la Rebanadilla (Fases III y II), se documentan prácticos siderúrgicas en Los Castillejos de Alcorrín (Manilva, Málaga), uno de los contextos más antiguos de la Península Ibérica con evidencias de producción de hierro. El estudio analítico de una serie de escorias y un número mínimo de objetos (Renzi et al. 2014) ha permitido confirmar que en este lugar se llevaron a cabo actividades de reducción de minerales, así como afino de lupias y trabajos de forja. Hay que destacar que las escorias son de “buena calidad”, con matriz fayalítica y una escasa presencia de cristales de óxido de hierro. El proceso fue eficiente ya que los metalúrgicos consiguieron licuar suficientemente los desechos del proceso de reducción y obtener su adecuada separación de la masa esponjosa de hierro (lupia) que se forma durante la operación de transformación del mineral en metal, gracias a la presencia de cuarzo que ejercía de autofundente. Para ello se usaron hornos cerrados, con ambiente suficientemente reductor para garantizar el buen control de las temperaturas. 268 De este modo, una de las características más relevantes de esta metalurgia es que señala claramente el empleo de minerales de tipo complejo, que, según los primeros estudios analíticos de isótopos de plomo, apuntan a un aprovechamiento de los recursos locales. Minerales polimetálicos están presentes en las vecinas sierras Crestellina, Utrera, Bermeja y la Serranía de Ronda. El tipo de mineral empleado resultaba especialmente adecuado para las actividades siderúrgicas, dado que al funcionar el cuarzo como autofundente con una tecnología relativamente poco compleja se garantizaba un proceso con una pérdida mínima de hierro. Esta circunstancia pudo hacer que estos minerales férricos resultasen particularmente apreciados en los momentos iniciales de la introducción de esta metalurgia en el sur de la Península, propiciando el interés de su explotación y comercialización. Es muy llamativo constatar la ausencia de procesos de reducción de mineral de hierro en las colonias fenicias del sur de la Península (Renzi et al. 2013: 204). Uno de los mejores ejemplos en el entorno del Estrecho de Gibraltar es el Cerro del Villar, situado en plena Bahía de Málaga, sitio en el que a partir del siglo VIII a.C. se realizan exclusivamente actividades de postreducción de hierro, de forma que el mineral llegaba ya transformado al asentamiento (Rovira Hortalà 2005). Así, la documentación de actividades de reducción del hierro en Los Castillejos de Alcorrín adquiere un “valor añadido” en el contexto colonial. En el asentamiento de la Fonteta se ha localizado un sector destinado a actividades artesanales relacionadas con prácticas siderúrgicas (Renzi 2013: 200). Allí se ha constatado el empleo de minerales polimetálicos, en los que se señala la presencia de níquel y arsénico, que se han puesto en relación con las particulares mineralizaciones de la provincia de Málaga y en concreto con las que están presentes en los macizos peridotíticos, núcleo geológico de Sierra Bermeja (Renzi 2013: 204). El hierro que llegó a la Fonteta procedente de la región malagueña lo hizo acompañado de otro amplio espectro de productos, como demostraría la composición mineralógica de muchas de las cerámicas torneadas presentes en el asentamiento alicantino, en las que, concretamente, el grupo CAM 1 (con presencia de rocas metamórficas procedentes del Manto Alpujarride y microfósiles del Mioceno-Plioceno) podría acercarse particularmente al ámbito geológico de la zona de Málaga centro-occidental (Seva et al. 2011: 253). 269 6.5. Prácticas de subsistencia de las poblaciones de la Edad del Bronce y el Hierro: agricultura, ganadería y aprovechamiento de recursos marinos. 6.5.1. Agricultura. La falta de excavaciones arqueológicas en los asentamientos de la Edad del Bronce de la comarca, junto a la práctica ausencia de registro arqueozoológico y paleobotánico en Los Castillejos de Alcorrín, dificulta sobremanera el conocimiento de estos aspectos. Del estudio de patrón de asentamiento se deduce que durante la Edad del Bronce los poblados se disponen colindantes a las estribaciones montañosas de las sierras litorales, por lo que la vecindad a las mejores tierras productivas no es una prioridad. No será hasta el Bronce Final cuando se constate un mayor interés por ubicar los asentamientos junto a los valles fértiles de los ríos. No obstante, la presencia de dientes de hoz y de un número significativo de molinos de mano en sitios como Los Castillejos de Estepona o Capanes manifiesta la existencia de estas prácticas, aunque de momento no se pueda valorar su papel en la economía local. Coincidiendo con la presencia colonial fenicia en la Bahía de Málaga, hay indicios para pensar en la existencia de cultivos dedicados a la explotación de la vid en el perímetro de las colonias. Algunos hallazgos indirectos como la presencia de fosas alargadas de difícil interpretación en el poblado de San Pablo puede ponerse en relación con estas prácticas, que los estudios carpológicos confirman en el propio Cerro del Villar (vid. supra Cap. 5). A partir del siglo VII la presencia de aldeas situadas en las proximidades de las mejores tierras productivas plantea una intensificación agrícola en el ámbito de la Serranía de Ronda y el alto Guadalhorce (vid. supra Cap. 5). 6.5.2. Ganadería. Por otro lado, la propia vecindad de los asentamientos a los piedemontes sí garantiza pastos para el cuidado de la cabaña ganadera. En este sentido, en los poblados de la Serranía de Ronda, como Acinipo, se dispone de un conjunto faunístico que ha sido 270 estudiado sistemáticamente, y que podría resultar orientativo sobre las prácticas ganaderas que se estaban llevando a cabo en la Serranía de Ronda entre el II milenio y los primeros siglos del I milenio a.C. (Riquelme Cantal 1994: 44). Se observa un predominio cuantitativo de la presencia de los ovicaprinos, seguidos de suidos y bóvidos. La mayoría de los individuos se sacrificaban sobre los dos años de vida, por lo que es previsible el aporte de leche y lana. Además, la mayoría de los animales son hembras, lo que refuerza la idea de la importancia de los productos secundarios. Entre ovejas y cabras, son más numerosas las segundas, previsiblemente por su mayor capacidad de adaptación a los pastos. Respecto al aporte cárnico, destacan los bóvidos, seguidos de cerdos y ovicaprinos. La presencia de caballo es mínima, y hay indicios de haber sido consumidos a edad adulta. Lo mismo ocurre con los perros (Riquelme Cantal 1994: 44). En este mismo asentamiento se ha estudiado la fauna de los contextos de finales de la Edad del Bronce inicios del Hierro. Se observa como siguen dominando cuantitativamente los ovicápridos. Hay restos de individuos sacrificados a edad adulta, normalmente machos, junto a animales jóvenes y hembras. Esta cabaña, además del aporte cárnico, seguía enriqueciendo la dieta proteica con productos secundarios, como leche. Tampoco se puede olvidar el valor de la lana como elemento de abrigo. Los cerdos siguen teniendo un papel protagonista en el consumo cárnico, sacrificados preferentemente en edad subadulta o jóvenes, pero por debajo de los bóvidos. Estos últimos también debieron cumplir funciones complementarias (arado y transporte) dada la alta edad a la que se sacrificaron (superior a 36 meses), lo que también permitía garantizar el suministro lácteo y que los animales alcanzasen la edad de reproducción. Junto a esto, y por primera vez en el yacimiento, hay que señalar la presencia de gallinas, que tuvieron que llegar por contacto colonial, así como el papel testimonial que se sigue otorgando a la caza (Riquelme Cantal y Aguayo de Hoyos 2000: 1719). En el asentamiento de Los Castillejos de Alcorrín apenas se han podido caracterizar un número mínimo de cuatro muestras faunísticas localizadas en los sondeos practicados durante la intervención del 2004 en el perímetro del asentamiento, lindando con el interior de la muralla en su tramo suroeste. De ellas, una pertenecía a sus scrofa y el resto a ovis aries (Marzoli et al. 2010: 175), de forma que sólo se puede decir que son animales que están presentes en la secuencia coetánea de Acinipo. 271 Respecto a los aprovechamientos faunísticos a inicios de la Edad del Hierro en el Área del Estrecho de Gibraltar, señalar, por la singularidad del dato, el interés que pudo presentar la orilla sur para la adquisición de animales exóticos, como podría demostrar la presencia de restos de león, bubal y elefante en la secuencia del asentamiento de la Catedral de Ceuta entre finales del siglo VIII-VII a.C. (Camarós y Estévez 2010). Resulta sugerente poner este dato en relación con el comercio del marfil, producto de alto interés comercial para los fenicios. 6.5.3. Recursos marinos. Respecto a los aprovechamientos de los recursos marinos, nada podemos decir para el Bronce Inicial, dada la ausencia de excavaciones arqueológicas. No obstante, es necesario señalar que las prácticas de marisqueo sí están documentadas en este periodo en El Estanquillo (San Fernando, Cádiz) en la primera mitad del II milenio a.C. Es interesante apuntar que parte de la rica industria lítica localizada en el sitio se ha puesto en relación con la preparación de herramientas destinadas a facilitar estas actividades (Ramos Muñoz 1993: 90). Los Castillejos de Alcorrín han aportado algo más de información referente a los aprovechamientos de los recursos costeros, concretamente de prácticas de marisqueo a inicios de la Edad del Hierro17. Por un lado, sobresale la gran presencia de valvas de molusco del género glycimeris y de la especie acanthocardia tuberculata, de uso exclusivamente ornamental, empleadas para la fábrica de los pavimentos de algunos de los edificios de la acrópolis. Junto a ellas, han aparecido otras (eso sí, en número escaso como para pensar que constituyeron un recurso estratégico para la economía del sitio) que formaron parte de la dieta. Se trata de gasterópodos del género Patella, las más abundantes, junto a Monodonta turbinata, Charonia lampas, Stramonita haestoma y Simphonaria tuberculata. Se trata de animales que fueron recolectados de un entorno de roqueo. Conviene señalar que, a excepción de Simphonaria tuberculata, el resto de las especies están presentes y forman parte de la dieta de la comunidad del asentamiento de la Catedral de Ceuta entre los siglos VIII VII a.C. (Zabala Giménez et al. 2010: 416). ­ 17 Los estudios arqueozoológicos del yacimiento de Los Castillejos de Alcorrín (Manilva) han sido realizados por la Dra. María del Carmen Lozano Francisco. Málaga. 272 6.6. Tradiciones funerarias. La información de la que se dispone en la región sobre este importante aspecto referente a las sociedades de finales de la Prehistoria e inicios de la Edad del Hierro es mínima. Para los momentos más antiguos, sólo se cuenta con las reutilizaciones de las tumbas megalíticas de Corominas, en Estepona. Estos enterramientos, como ya se ha descrito, resultan de gran interés en el contexto del Estrecho de Gibraltar. Sobre antiguos sepulcros colectivos en uso durante el III milenio, así como en su entorno inmediato, se realizaron inhumaciones en algún caso asociadas a ajuares destacados, con platos, un vaso carenado, un cuenco campaniforme inciso, una espiral de oro y una azuela de cobre. Otros enterramientos estaban acompañados de objetos más humildes, como un punzón de hueso y un trozo de cerámica campaniforme. La presencia en la Bahía de Cádiz, en el asentamiento del Estanquillo (San Fernando) de inhumaciones en fosa de esta época, ha permitido valorar lo que se ha interpretado como “el proceso que conduce a la desintegración de las estructuras tribales y a la implantación definitiva de los valores del “individuo” frente a los colectivos” (Ramos Muñoz 1993: 100). En el Extremo occidental del Estrecho de Gibraltar, en Tarifa, destaca la reutilización de los hipogeos de la Edad del Cobre en la necrópolis de Los Algarbes (Posac Mon 1975). Algunos sepulcros contenían objetos de oro y más de 100 objetos de marfil, que debían formar parte de al menos un complicado collar (Schuchmacher 2012: 53), que se asocian a una o varias inhumaciones secundarias dispuestas en el corredor de la tumba de individuos que debieron gozar de gran prestigio dentro de la comunidad. A nivel regional hay casos en los que se documenta la continuidad de los sepulcros colectivos con presencia de cerámicas campaniformes, tanto impresas como incisas, en la necrópolis de El Tardón, en Antequera, (Fernández Ruiz et al. 1997). Las fechas radiocarbónicas señalan fechas de los primeros siglos del II milenio cal BC para estos enterramientos. En la necrópolis de El Jadrimil (Arcos de la Frontera, Cádiz), aparecen “estructuras siliformes” excavadas en el sustrato natural conteniendo enterramientos junto a cerámicas campaniformes (Lazarich González 2002: 80). 273 En general, en el sur de la Península, sólo se documentan 75 enterramientos individuales de un total de 268 tumbas con material campaniforme (Lazarich González 2005: 361). En el caso de Corominas, se trata de un individuo inhumado con un ajuar que resalta su rango y prestigio, en línea con enterramientos contemporáneos de este periodo, en el que las asociaciones de objetos metálicos con piezas de oro, marfil o los propios cuencos campaniformes son interpretados como dones adquiridos posiblemente en el marco de la celebración de ceremonias de banquete donde se consumirían previsiblemente bebidas alcohólicas18, que reafirmaban dotes o alianzas (Lazarich González 2005: 359). En este caso, el hecho de que se haya realizado esta inhumación sobre los restos de una antigua sepultura megalítica puede estar señalando la existencia de ceremonias de culto a los antepasados o la reivindicación de la pertenencia a un antiguo linaje. Hay que destacar que en estos momentos se empiezan a marcar nuevas pautas de territorialidad a nivel regional (Márquez Romero 2002: 213). Aunque no se conocen contextos de enterramientos de momentos plenos de la Edad del Bronce en la región, sí hay buenos ejemplos de los rituales de esta época a nivel regional. En el sector más oriental, hacia la Bahía de Málaga y el Valle del Guadalhorce, se observa la continuidad (o reutilización) de los sepulcros excavados en la roca de la Edad del Cobre de Las Aguilillas (Ardales/Campillos) (Ramos Muñoz et al. 1999), así como la presencia de cistas dispuestas al pie o en las inmediaciones de los poblados, de los que también se cuenta con buenos ejemplos en el extremo del litoral oriental de la provincia de Málaga, caso de El Cerro Alcolea (Periana) y Peña de Hierro (Cútar) (Baldomero Navarro y Ferrer Palma 1984: 180). Para finales de la Edad del Bronce, a nivel comarcal, se dispone sólo del dato de la existencia de inhumaciones aprovechando covachas naturales en la Sierra de la Utrera, Casares, concretamente en el asentamiento de Villa Vieja, que pudieron albergar más de un individuo. Aunque la información es mínima, la presencia de un cuenco de carena alta y tipología del Bronce Tardío-Final, permite acotar, a priori, el horizonte cronológico de el enterramiento en momentos de la segunda mitad del II milenio. 18 En este sentido, la vinculación exclusiva de la cerámica campaniforme con el consumo de cerveza o bebidas alcohólicas no está plenamente garantizado ( Vázquez Cuesta 2005: 109). 274 Los enterramientos en este tipo de abrigos naturales están presentes en la región desde la primera mitad del II milenio. Un buen ejemplo de ello se localiza en asentamiento de Los Poyos del Molinillo, en Frigiliana (Cortés Sánchez et al. 2005) (situado en el otro extremo del litoral malagueño) donde las covachas se ubican vecinas al poblado. Respecto al uso funerario de las cuevas durante el Bronce Final, hay ejemplos tanto en el suroeste, en la cavidad A-24-GEOS de Alajar (Huelva) (Gómez Toscano et al. 1992: 51, fig. 4, c-1) como en el sureste, en sitios como la Cueva del Cortijo del Canal (Albolote) o la Covacha de la Presa (Loja) (Lorrio 2008: 444). En el extremo occidental del ámbito del Estrecho, en Tarifa, la presencia de cerámica del Bronce Tardío-Final en la necrópolis de hipogeos de Los Algarbes ha permitido plantear la reutilización de estos sepulcros por estas fechas a partir del hallazgo de cerámica con decoración de incisiones y puntillado tipo Cogotas (Posac Mon 1975). Un buen paralelo de estas dinámicas de continuidad en el uso de antiguos lugares de enterramiento se ha documentado en la necrópolis de cuevas artificiales de Alcaide (Antequera) (Tovar Fernández et al. 2014). Estas prácticas, con fechas radiocarbónicas, se centran en el último tercio del II milenio cal BC. Ejemplos de reutilización de sepulcros prehistóricos son también frecuentes en el sureste (Lorrio 2008: 433). Otro tipo de enterramientos cercanos al Estrecho son las fosas circulares excavadas en el terreno con las paredes revestidas de lajas, conteniendo varias inhumaciones, caso de La Loma del Puerco en Chiclana de la Frontera (Giles Pacheco et al. 1993-1994) que aporta cronologías radiocarbónicas centradas en el último tercio del II milenio UBAR-346; 2940±90BP; 1260-1110 cal BC (68% de probabilidad); 1320-920 cal BC (90’6%). Respecto a los enterramientos de inicios de la Edad del Hierro, los más cercanos se localizan ya en la Bahía de Málaga, en contextos propiamente coloniales. A este momento corresponde la necrópolis del Cortijo de San Isidro (Málaga), fechada a finales del siglo IX-inicios del VIII a.C. La Tumba 1, recientemente publicada, corresponde a la cremación de un varón, con sus restos contenidos en un pithos con doble cierre, formado por un plato a torno y una cazuela carenada bruñida de tradición del Bronce Final local, decorada con motivos esgrafiados. Junto al contenedor, en la base de la fosa, se dispusieron un jarro de boca trilobulada y otro de cuello anillado (Juzgado Navarro et al. 2016). Al interior del pithos lo primero que se depositó fue una pieza excepcional: una copa de paredes finas carenada, bruñida y 275 decorada con complejos motivos geométricos esgrafiados, que presenta adornos a base de incrustaciones de pequeños botones metálicos en borde y carena, formando series de triángulos (Juzgado Navarro et al. 2016: 113, fig. 8). La singularidad de estas piezas en los contextos fenicios ha sido resaltado para el caso de Cartago, donde aparecen preferentemente en los estratos del siglo VIII, y se las llega a comparar formalmente con los “vasè a chardon”, por su carácter exclusivo relacionado con el consumo de líquidos en contextos funerarios (Mansel 2011: 73). La presencia de objetos de lujo de tradición local incorporados a una de las más antiguas tumbas de ritual fenicio localizadas en el sur de la Península Ibérica no debe pasar desapercibida. La presencia de cuencos carenados en el interior de las tumbas de incineración a finales de la Edad del Bronce es una práctica habitual en el sureste de la Península Ibérica entre el 900/850-750 a.C. (Lorrio 2008: 327). De este modo, aunque el hallazgo de la necrópolis de San Isidro en la Bahía de Málaga empieza a ilustrar como eran las necrópolis coloniales arcaicas, y permite observar ciertas “prácticas híbridas” en estos primeros momentos, existe un gran vacío documental referente a las tradiciones funerarias de inicios de la Edad del Hierro, tanto a nivel comarcal y regional. El caso mejor conocido en regiones vecinas es la necrópolis de Las Cumbres, situada junto al asentamiento de Doña Blanca en el Puerto de Santamaría, en la Bahía de Cádiz. De este sitio se ha excavado sólo el denominado Túmulo 1 (Córdoba Alonso y Ruiz Mata 2000), de gran valor científico, que permite conocer los desarrollos funerarios de un contexto de finales del Bronce que entra en contacto con la población colonial. Sus investigadores manifiestan la posible presencia de fenicios incorporados a un sector de esta gran construcción funeraria, con lo que ello implica a la hora de valorar las relaciones establecidas entre ambas comunidades. En la orilla sur del Estrecho, para momentos ya avanzados del siglo VII a.C. se documentaron las sugerentes necrópolis de cistas de Tánger, que a nivel peninsular encuentran sus mejores paralelos formales con las del suroeste (Torres Ortiz 1999: 53). Las poblaciones asociadas a estos enterramientos son desconocidas, y apuntan a la continuidad de tradiciones propias de la Edad del Bronce, como las inhumaciones, hasta los siglos VII-VI a.C., a las que se incorporan objetos fenicios al ajuar. Todo apunta a que la propia política de expansión colonial estuvo sujeta a intereses cambiantes, que se fueron diversificando y ampliando con el tiempo, lo que pudo 276 haber conllevado la ampliación de las redes de contacto en diversas regiones a diversos ritmos. 277 7. Las sociedades autóctonas ante la implantación colonial: hipótesis de trabajo. Desde un principio hay que indicar que las propuestas que se desarrollan a continuación cuentan con importantes limitaciones de registro arqueográfico, por lo que en términos generales deben ser entendidas como hipótesis de trabajo del autor a contrastar en el marco de futuras investigaciones. La información disponible hace referencia a la dinámica de cambio en la organización del territorio y la posibles evidencias de jerarquización del poblamiento, junto a los datos de la organización interna del único asentamiento excavado en extensión en el territorio (Los Castillejos de Alcorrín), junto a aspectos relacionados con la cultura material y algunos referentes a contextos funerarios. Con esta información, se contextualiza este caso de estudio en el marco de las propuestas actuales sobre la organización social de las comunidades protagonistas del contacto cultural. El Bronce Inicial. La primera mitad del II milenio a.C. La información disponible a nivel comarcal para aproximarnos al conocimiento de las sociedades de la Edad del Bronce es especialmente escasa. Desde inicios de este periodo se observa un significativo cambio en la organización territorial respecto a la Edad del Cobre. El territorio se ordenará desde poblados de nueva planta, convertidos en auténticos referentes espaciales de los nuevos territorios (Márquez Romero 2002: 222), ubicados en los piedemontes de las sierras costeras, dominando las cabeceras de ríos y arroyos, con control estratégico de los principales caminos y recursos mineros, buena visiblidad e indicios de ocupaciones prolongadas en el tiempo (vid. supra Cap. 4). Aunque en la comarca no podemos conocer las características internas de los asentamientos, los datos aportados por las investigaciones realizadas en sitios como Acinipo (Aguayo de Hoyos et al. 1987), indican que se trata de poblados organizados en terrazas sobre las que se disponen cabañas dispersas. Respecto a las tradiciones funerarias, el registro arqueológico correspondiente a estos momentos en la comarca, y en general en la región del Estrecho, es mínimo. No obstante, hay que destacar la presencia de enterramientos de inhumación realizados sobre antiguos sepulcros megalíticos, que contienen algunos ajuares destacados. El primer caso sería Corominas (Estepona), seguido del Sepulcro 5 de la necrópolis 278 hipogéica de Los Algarbes, en Tarifa. Poco se puede decir más allá de apuntar que estas tumbas apuntan el inicio de la “ideología de la individualidad” en la región, con dinámicas semejantes a otras regiones del sur de la Península Ibérica, en particular con el suroeste, y que contrastan claramente con las tradiciones funerarias de la Edad del Cobre que la preceden. De este modo, tanto el modelo de poblamiento como las tradiciones funerarias presentes en la región permiten plantear que las sociedades que habitaron al menos la orilla norte del Estrecho de Gibraltar habrían iniciado los procesos de ruptura con modelos propiamente tribales o segmentarios, atisbándose la existencia de sociedades complejas con diferenciación social en su seno, pero en las que, como se apunta para el suroeste a partir del análisis registros arqueológicos mucho más amplios, no habrían llegado a presentar diferencias de clases (García Sanjuán 1999: 350). Las sociedades del Bronce Final. Respecto a la organización del territorio durante al menos los primeros momentos del Bronce Final, se observa la continuidad generalizada de los asentamientos de cabecera del territorio con origen durante la primera mitad del II milenio, en línea con lo que se observa en otros poblados de la Edad del Bronce de la región, como Acinipo (Ronda), el Llano de la Virgen (Coín) y en el entorno inmediato, Monte Berrueco de Medina Sidonia). No obstante, durante el último tercio del II milenio se observan algunos cambios. Por un lado, desaparecen poblados con mejores condiciones defensivas, como Monte Mayor (Benahavís) y Los Castillejos de Estepona, aunque se mantienen sitios como Villa Vieja, que destaca por su gran control visual y ocupar un lugar central en el territorio de la margen izquierda del río Guadiaro. En paralelo surgen nuevos poblados como Lomo Redondo 3, dispuesto sobre un suave promontorio con proximidad a las mejores tierras productivas de este sector de la comarca, así como Montilla, poblado situado en una suave ladera en pleno estuario del río Guadiaro, cuya presencia habría que poner en relación con la intensificación de las navegaciones existentes entre el Mediterráneo y el Atlántico por esas fechas, que acabarían propiciando la presencia de los primeros “emporios” fenicios en Huelva (González de Canales et al. 2004) y Rebanadilla, en la Bahía de Málaga al menos en la segunda mitad del siglo IX (Sánchez-Sánchez-Moreno 2012). Aunque se conoce muy 279 poco sobre la naturaleza de estos asentamientos, resulta sugerente la posibilidad de la existencia de una primera jerarquización poblacional en estos momentos del Bronce Final. En momentos del siglo IX a.C., se ha documentado la producción de armas de prestigio en el corazón de la Serranía de Ronda. Se trata de los estoques tipo “Ronda- Sa Idda”, objetos que se están elaborando coetáneamente a la intesificación de la presencia fenicia en la región. Este hecho se podía poner en relación con el interés de los orientales por el futuro control de los sitios de producción minero-metalúrgica del sur de la Península. No se debe olvidar que el contenido de las fosas de Rebanadilla IV, que reflejan estos primeros contactos, contenían abundantes resto de actividades metalúrgicas. Este aspecto vendría refrendado por la incorporación de estas piezas fabricadas en el sur peninsular a los circuitos de redistribución de objetos metálicos tanto del Atlántico, alcanzando sitios como Pontevedra (Suárez Otero 2015), como particularmente del Mediterráneo, al aparecer por estas mismas fechas en diversos sitios de Cerdeña, entre los que cabría destacar Sant’ Inbenia (Cerdeña), en contextos de finales del siglo IX a.C. (Rendeli 2013). En términos generales, la organización territorial de la región durante el Bronce Final se enmarca dentro de lo observado para el sur de la Península. En los sitios coetáneos mejor conocidos, se identifica una concentración del poblamiento en lugares con buena visibilidad y control territorial (Mederos Martín 2008: 41), que suelen presentar murallas y en los casos mejor conocidos incluso acrópolis, en las que se localizan amplias viviendas, como El Castro de Ratinhos (Moura). Concretamente en este sitio se fabricaron espadas de bronce de tipología atlántica (símbolos de prestigio por excelencia) y hay un taller dedicado a la elaboración de objetos de adornos personales de marfil (Berrocal Rangel y Silva 2010). A estos datos sobre el poblamiento y algunas actividades económicas hay que sumar una muy escasa información referente a los contextos funerarios a nivel regional. Los que hay, como la Sima de los Huesos de Villa Vieja, apuntan a la continuidad de tradiciones funerarias de inhumación propias de la Edad del Bronce, así como a la reutilización de antiguos hipogeos, caso de Los Algarbes (Posac Mon 1975) o Alcaide (Antequera), tendencia generalizada tanto en el sureste como el suroeste de la Península Ibérica. Concretando, para el área de estudio, la existencia de un poblamiento con asentamientos de diversa naturaleza, la producción de objetos de prestigio en Ronda 280 y la presencia de objetos exóticos en un asentamiento de cabecera del territorio como Villa Vieja (hacha de apéndices laterales de taller oriental y cuentas de adorno personal de cornalina con forma de botella), permiten plantear la existencia de sociedades jerarquizadas -continuistas con las de momentos previos del II milenio-, aunque sigue sin haber evidencias para pensar que superasen modelos propios de sociedades de linajes (González Wagner 2000: 332) o “de rango” (García Alfonso 2007: 385). Sólo futuras investigaciones, en particular en el registro funerario, podrán permitir ahondar en estos aspectos. Hace años, Aubet (1995) señaló que el establecimiento de relaciones estables con los colonos fenicios exigía la necesidad de comunidades con una organización “supra tribal”. Siguiendo a López Castro (2013: 515), previsiblemente los primeros mecanismos de contacto se habrían desarrollo en el marco de los intercambios de regalos, que generarían obligaciones recíprocas. Esto explicaría la presencia desde los primeros siglos del I milenio a.C. de objetos de prestigio en algunos poblados importantes. En la región, los escenarios para estos primeros encuentros tuvieron que ser los principales estuarios fluviales: el río Guadiaro y el Guadalhorce (Delgado Hervás 2010). En la orilla sur del Estrecho, hasta el momento, no hay evidencias de encuentros que superen momentos avanzados del siglo VIII a.C. Los inicios de la Edad del Hierro y la consolidación colonial fenicia en la región. La consolidación de la presencia colonial en la región durante la primerea mitad del siglo VIII a.C. se concreta en el asentamiento de La Rebanadilla (Horizonte II), que conllevó, en paralelo, un momento de reorganización territorial para las comunidades autóctonas situadas a las puertas del Estrecho de Gibraltar. A partir de estos momentos, considerados ya propiamente como de inicios de la Edad del Hierro, se construye el impresionante asentamiento fortificado de Los Castillejos de Alcorrín (Manilva), que se convierte en cabeza del territorio, en detrimento de otros poblados ocupados desde el II milenio, como Villa Vieja (Casares). Su construcción supone una reestructuración estratégica del poblamiento, que se articula a partir del eje conformado por la propia fortaleza y una serie de asentamientos secundarios situados en su entorno, definiendo un eje en dirección a la desembocadura del río Guadiaro. Alguno de los grupos dominantes de la comunidad del Bronce Final, previsiblemente residente en Villa Vieja (Casares) -aquellos a los que se habrían dirigido los objetos de 281 prestigio resultantes de los primeros intercambios mediterráneos- tuvo que disponer de la capacidad de convocatoria suficiente para congregar a la población necesaria capaz de llevar a cabo un proyecto constructivo de la magnitud de Los Castillejos de Alcorrín. La desaparición de poblados vecinos como Lomo Redondo 3 (Estepona) por estas mismas fechas, permite plantear que este gran proyecto arquitectónico pudo haber conllevado la implicación de diversos grupos de poder locales implicados en lo que se pudo considerar un proyecto de interés común: un fenómeno de synoikismós frente a una coyuntura extraordinaria, la primera presencia fenicia en la región. Los Castillejos de Alcorrín manifestaría, siguiendo esta interpretación, el interés de los grupos autóctonos en legitimar su presencia en el territorio, en un contexto en el que la implantación colonial en la región tuvo que suponer una crisis en la identidad y las cosmogonías locales, pero que, a la vez se convirtió en el referente a seguir en las actividades de representación y prestigio. Este asentamiento amurallado de finales del siglo IX-VIII a.C, que cuenta con una “acrópolis”, en la que conviven inmuebles de tradición local y alóctona, no resulta ya un modelo extraño en la protohistoria del sur de la Península ibérica a finales del II milenio a.C., contando con buenos ejemplos en el suroeste en sitios como El Castro de Ratinhos (Moura, Portugal). Por otro lado, el grueso de la cultura material del asentamiento habla de la continuidad de las prácticas cotidianas de finales de la Edad del Bronce, como la masiva elaboración local de cerámica a mano (que indica la pervivencia de los gustos en la elaboración, consumo y presentación de los alimentos) junto a otras actividades como la elaboración de herramientas en piedra tallada y pulimentada. Pero el sitio de Los Castillejos de Alcorrín habla también de cambios, y del manifiesto interés de los grupos autóctonos en incorporar determinadas innovaciones orientales a su mundo: la siderurgia, la arquitectura de tradición oriental y el consumo del vino aromatizado en el marco de la práctica de ceremonias de comensalidad, que se celebraban en contextos de máxima representación social (Vives-Ferrándiz 2008: 124). Respecto a la arquitectura de tradición oriental, el denominado “Edificio A”, presenta parecido formal con los inmuebles de “Carambolo V” (Fernández Flores y Rodríguez Azogue 2005: 116-118 y 2010: 220-223), el “MN 23 de Ratinhos” o el Edificio 5 de Rebanadilla (Sánchez Sánchez-Moreno et al. 2012-76-77), interpretados por sus investigadores como templos o santuarios. Como señala López Castro (2014: 114), el modelo de edificios con patio interior y dos estancias al fondo es un prototipo oriental que no cuenta por si mismo con una función propia, a menos que se localicen los objetos sagrados o relacionados con el culto. Otro elemento que remite a un carácter original de sacralización, o mejor aún, de carácter apotropaico (Escacena Carrasco y 282 Vázquez Boza 2011) son los pavimentos de conchas. Estos suelos están presentes en Alcorrín en los dos edificios de tradición arquitectónica oriental. El “Edificio B” presenta planta rectangular y varias estancias. Se accedía a él tras el ingreso inmediato a la “acrópolis”. Puede ser interpretado como un lugar destinado a la celebración de ceremonias de comensalidad, gracias al hallazgo de un conjunto de objetos relacionados con el consumo del vino posiblemente aromatizado. Lo que parece evidente, independiente de su función, es que estos inmuebles, que emplean arquitectura de tradición fenicia y se localizan en uno de los sitios destacados de la acrópolis, tuvieron que tener un destacado papel ideológico para esta comunidad, más allá de lo meramente residencial. A la hora de interpretar la naturaleza de estos edificios hay que tener presentes las lecturas realizadas sobre estas manifestaciones arquitectónicas de la Edad del Hierro del sur de la Península por Delgado Hervás (2005: 592), que llama la atención sobre su el potencial en contextos autóctonos como elemento de prestigio y de diferenciación social, lo que tuvo que propiciar particularmente las prácticas de emulación. Lo que queda claro es que, por el lugar donde se ubican los inmuebles (los mejores espacios de representación de la acrópolis) y por el sitio y el contexto donde se consume el vino, que las manifestaciones de cultura oriental eran considerados en Los Castillejos de Alcorrín como elementos con un valor simbólico muy acusado. A esto habría que añadir un detalle: la creación, por parte de los colonos durante el siglo VIII a.C., de una vajilla de tradición fenicia pero “al gusto” local: las copas de paredes finas torneadas y con engobe rojo, para ser empleadas previsiblemente en el marco de celebración de los banquetes, lo que indica el interés de los orientales en fabricar productos que resultasen particularmente atractivos al gusto de las élites locales. De este modo, tanto la organización territorial como la propia construcción y configuración de la acrópolis del principal asentamiento de la comarca a inicios de la Edad del Hierro, Los Castillejos de Alcorrín, confirmaría la existencia de sociedades locales con evidencias manifiestas de complejidad social, de linajes poderosos de los que quedaría por conocer si su estatus habría llegado a ser heredado y configurar de este modo las primeras aristocracias locales, aspecto que, por otro lado, no parece que se confirme en el sur de la Península hasta la II Edad del Hierro. Hay otros aspectos que permiten ahondar en el conocimiento de la implicación social de las comunidades locales en el proyecto colonial en sus primeros momentos. Uno de 283 ellos es la abundante y variada presencia de cerámica autóctona presente en las colonias desde sus inicios. Los avances de los estudios de materiales de contextos de sitios como Rebanadilla (Sánchez Sánchez-Moreno et al. 2012: 74), el Teatro Cómico de Cádiz (Torres Ortiz et al. 2014: 63) y Morro de Mezquitilla (Puch Monge 2017) señalan, para las fases de las primeras décadas del siglo VIII a.C. la presencia significativa de repertorios cerámicos de tradición local junto a las producciones fenicias, que van más allá de los simples ajuares de cocina y que incorporan todos los menajes propios de las comunidades autóctonas. A ello se suma la evidencia de la práctica de la elaboración de herramientas de piedra tallada presente en el asentamiento de Cádiz desde sus inicios, como se documenta en la Fase I de la Casa del Obispo (Gener Ballasote et al. 2014: 126, fig. 2, c) o la evidencia de tecnología metalúrgica autóctona de producción de bronce mediante el empleo de vasijas horno, en sitios como el Cerro del Villar (Rovira Hortalà 2005: 1269) o la Fonteta (Renzi 2013: 201). Todo ello refuerza la idea de que el proyecto colonial, especialmente en sus inicios, debió necesitar de pactos con algunos grupos locales que le permitiesen contar con la incorporación de población autóctona en los asentamientos (González Wagner 2005: 185), superando, como se ha apuntado en alguna ocasión, las líneas de investigación que barajaban la simple incorporación de mujeres indígenas vinculadas a tareas domésticas como la preparación de alimentos. Pero estas alianzas concretas pudieron granjear problemas con otros grupos locales, lo que podría justificar la necesidad de crear establecimientos en islotes poco accesibles o incluso fortalezas en tierra firme, caso del Cabezo del Estaño, en Alicante (García Menárguez et al. 2017). Por otro lado, el registro funerario del primer asentamiento fenicio de la región del Estrecho de Gibraltar, La Rebanadilla, puede aportar algún dato de interés para valorar las primeras relaciones establecidas entre la sociedad colonial y las poblaciones autóctonas. La necrópolis de San Isidro se localiza en la Bahía de Málaga, en el entorno continental del primer islote con ocupación fenicia (Juzgado Navarro et al. 2016). La Tumba 1, la única publicada en detalle hasta el momento, fechada en el segundo tercio del siglo VIII en términos convencionales, consiste en una fosa en la que se depositó un pithos conteniendo los restos de la cremación de un varón adulto. La vasija presentaba doble cierre: un plato a torno y una gran fuente carenada bruñida a mano, decorada con motivos esgrafiados de naturaleza geométrica, de tradición del Bronce Final. Junto al contenedor se depositaron un jarro de boca trilobulada y otro de boca cuello anillado. En el interior del pithos aparecieron un escarabeo, y bajo los 284 restos de la cremación una copa de cerámica de paredes finas manufacturada, de calidad excepcional, decoradas con complejos motivos geométricos esgrafiados y con apliques junto al borde y la carena de pequeños botones, posiblemente de plata, dispuestos de tres en tres (Juzgado Navarro et al. 2016: 113, fig. 8). Se puede valorar la posibilidad de que la copa de paredes finas realizada a mano que se hubiese empleado en las libaciones propias del banquete funerario, estuviese depositada en la tumba con un marcado carácter simbólico. La costumbre de incorporar copas de estas características dentro de urnas de incineración del Bronce Final está bien documentada en contextos del Bronce Final del sureste, con ejemplos como la tumba 99 de la necrópolis de Les Moreres (Crevillente, Alicante) o en Los Caporchanes (Vera, Almería) (Lorrio 2008: 228), por poner dos ejemplos. Ya desde la Edad del Bronce está constatada la fabricación de cerámicas de gran calidad para su uso exclusivo como parte de los ajuares de las tumbas (Aranda Jiménez 2010: 85), diseñadas expresamente para su uso en los banquetes funerarios (Aranda Jiménez 2011). De hecho, la presencia de estos vasos formando parte de la práctica de banquetes funerarios locales es conocida en la necrópolis de las Cumbres (Torres Ortiz 1999: 153). La Tumba 1 de la necrópolis del Cortijo de San Isidro presenta pues un marcado ritual fenicio, pero en ella se observan algunos detalles que remiten a “gestos” presentes en contextos funerarios autóctonos coetáneos, que podían señalar la presencia de “prácticas híbridas”, siguiendo a van Dommelen (2006: 173). Este hecho podría venir reforzado por responder a una coyuntura histórica tan particular como fue el inicio de la implantación colonial en el sur de la Península Ibérica. De este modo, es previsible que la comunidad que practicó este ritual de enterramiento hubiese querido incorporar a la tumba un objeto de especial valor simbólico como esta singular copa de tradición local, usada en las ceremonias de comensalidad celebradas en los funerales. Es sugerente pensar que este objeto hubiese representado en la tumba el éxito de esos primeros pactos o alianzas destinados a consolidar la presencia fenicia en la región, que conllevaron la apropiación de una tierra que, por primera vez, usaban como lugar de enterramiento. Curiosamente, décadas más tarde, el ritual funerario practicado por las comunidades coloniales parece esforzarse en destacar especialmente la “identidad fenicia” de las familias enterradas, lo que vendría a indicar el carácter coyuntural de este tipo de prácticas mixtas, propias quizás en exclusiva de los primeros tiempos de la diáspora. 285 De este modo, los acuerdos alcanzados entre las élites orientales y los grupos de poder autóctonos pudieron suponer desde un principio la presencia pactada de familias locales en las colonias. Sólo las investigaciones arqueológicas en extensión en los asentamientos fenicios permitirán ahondar en el conocimiento del alcance y naturaleza de estas relaciones y del modo en el que estas familias se implicaron en ellos, y que quizás no se limitase exclusivamente a las actividades productivas, bien documentadas. En este sentido, es llamativa la presencia de un grafito realizado sobre un fragmento de borde de copa de engobe rojo con forma de calota (Mo82/2300/1) del tipo S.II 1a1 de Maas Lindemann (2017: 280 ss., F. 1, nº 438) procedente del estrato B.1a del Morro de Mezquitilla, fechado en el siglo VIII a.C., que, según Röllig (2017: 424, Abb. 12) que hace referencia a un antropónimo de raíz no fenicia, hmb, para el que propone un origen autóctono. En paralelo a estos contextos de presencia de gentes locales en las colonias, la naturaleza fortificada de sitios como Los Castillejos de Alcorrín de Manilva hablaría, en nuestra opinión, de legitimación territorial autóctona, de monumentalidad y de la existencia de un interés manifiesto en delimitar y proteger los intereses locales, vinculados a esta nueva coyuntura de relaciones de poder, resultante de la presencia colonial en la región durante el siglo VIII a.C. , pero donde la presencia de elementos de prestigio fenicios, como la arquitectura, la incorporación tecnológica de la reducción del hierro o el consumo del vino en los banquetes estaría hablando de la existencia de acuerdos de beneficio mutuo, que podían incluir la defensa de las colonias ante otros posibles vecinos hostiles. Las comunidades orientales se habían instalado en un primer momento en sitios bien acotados espacialmente como islas (Rebanadilla y Cerro del Villar, en Málaga y la propia Cádiz) en algún caso protegidas por fortalezas continentales (González Wagner 2005: 183) como Doña Blanca (Puerto de Santamaría), a la que habría que sumar, ya en el Levante peninsular, la del Cabezo Pequeño del Estaño (Alicante) (Menárguez y Prados Martínez 2017). No obstante, esto no sería incompatible con la continuidad de otros modelos de contacto de tradición previa empleados durante el siglo IX en el sur de la Península: los “barrios comerciales”, como el que debió existir en costa atlántica desde antiguo, como La Plaza de las Monjas-Méndez Núñez de Huelva, situado a los pies de un importante asentamiento del Bronce Final tartésico, o para fechas más recientes, la presencia fenicia en poblados autóctonos en sitios como Alcácer do Sal, Almaraz, Lisboa o Santarém (Arruda 1999-2000: 257). Es previsible que este fuese el modelo de 286 contacto establecido en la desembocadura del Guadiaro en el sitio de Montilla, como ya ha propuesto Aubet (2012: 233). Así, al día de hoy, se puede plantear que el asentamiento jerarquizador de la comarca de la margen izquierda del Guadiaro fue el sitio de Los Castillejos de Alcorrín y Montilla, lugar de encuentros previos durante el siglo IX a.C., debió funcionar propiamente como su ámbito portuario a partir del siglo VIII a.C., siendo este el lugar donde se establecerían las relaciones con los fenicios (García Alfonso 2007: 171), que debieron tener aquí presencia estable desde mediados de dicha centuria. Aquí habrían llevado a cabo actividades artesanales, como la alfarería o la explotación de la sal. De este modo, aunque todo apunta a que la presencia colonial tuvo que contar con pactos y las evidencias de interacción cultural son claras, parece que las fronteras “políticas” entre ambas comunidades estuvieron bien definidas. En este contexto, el empleo de conceptos de corte poscolonial como la “hibridación” deben ser bien acotados, para evitar que se diluya este aspecto fundamental de las relaciones de poder establecidas entre ambas sociedades. Parece evidente que las incorporaciones de determinados aspectos propios de la cultura colonial al mundo autóctono y viceversa son manifiestos, siendo “reinterpretados” en sus respectivos contextos. Tras el contacto inicial, las sociedades locales y coloniales experimentan transformaciones internas, son orgánicas. Pero ambas sociedades siguen en proceso constante de negociación y redefinición. Es previsible, por otro lado, que las familias autóctonas residentes en las colonias tendiesen a incorporarse al modelo cultural dominante de la nueva sociedad de la que formaban parte. Eso no debe ser óbice, como se acaba de señalar, para que se pueda hablar ya de “nuevas realidades sociales” (van Dommelem 2006) que se deben considerar propiamente “fenicias occidentales”, diferenciadas de los proyectos originales, y de las que parte de su particularidad habría sido la propia incorporación en su seno de población autóctona. El siglo VII a.C.: tiempo de cambios. Esta primera fase de relaciones sufrió un cambio significativo a partir del siglo VIII a.C. Los Castillejos de Alcorrín, auténtico “lugar central” del territorio autóctono a inicios de la Edad del Hierro, “macroproyecto” indígena resultante de la coyuntura particular de la primera presencia fenicia estable en la región, es abandonado. Quizás las propias contradicciones internas supuestas por el nuevo marco de relaciones establecidas con 287 los fenicios generasen una crisis interna que no pudo ser superada dentro del marco de las relaciones locales como ya apuntase Aubet Semmler (2009: 354). Es el caso del Castro de Ratinhos, aunque aquí lo que se produce es la destrucción del antiguo inmueble descrito como santuario, al que se le superpone una gran cabaña circular fabricada con técnicas de tradición local, interpretada como una “residencia privilegiada” (Berrocal-Rangel et al. 2012: 173). En este sentido, y sólo a modo de hipótesis, resulta sugerente observar las transformaciones acontecidas en el “Edificio A” de los Castillejos de Alcorrín en su segunda fase constructiva. El inmueble experimentó una importante remodelación tras un par de generaciones. Se redujo considerablemente la superficie del patio, se dificultó la visión desde el exterior hacia las estancias internas y se añadió un nuevo cuerpo constructivo en su lateral sureste, con aparente carácter residencial, conformado por dos cuerpos simétricos con accesos independientes y presencia de hogares en las estancias, que duplicaron el tamaño total del inmueble. Quizás, y a modo de hipótesis, el inmueble en esta segunda fase hubiese sufrido un proceso de “privatización simbólica” y pudiese haber albergado a los miembros de un prestigioso linaje, “empoderado” tras el contacto colonial, en línea con lo observado, aunque para fechas más recientes de la II Edad del Hierro en Cancho Roano (Jiménez Ávila 2005: 112). El carácter singular del edificio y de sus ocupantes seguiría quedando de manifiesto, ya que se construye un nuevo porche de conchas frente a las estancias ampliadas. A finales del siglo VIII en las colonias son tiempos de cambios. Gadir se reestructura, observándose un hiatus del siglo VII en algunos solares, como el Teatro Cómico (Torres Ortiz et al. 2014: 63). En la costa oriental de Málaga desaparece Chorreras, aunque continúa el Morro de Mezquitilla, y es el momento del auge de Toscanos, que cuenta con una fortaleza en el Cerro de Alarcón, y el Cerro del Villar alcanzaría su máximo apogeo. Según Aubet (2009: 338), durante el siglo VII a.C. se asiste a la emergencia de una serie de “familias de élite” que formarían parte de auténticos consorcios comerciales que se orientan hacia la producción especializada de los asentamientos (agrícolas, mercantiles, industriales, portuarios). Estas aristocracias se enterraron en auténticos panteones familiares como los hipogeos de Trayamar. 288 En el ámbito del Estrecho de Gibraltar, el mundo fenicio colonial parece dirigir sus intereses hacia una mayor presencia territorial en la Bahía de Algeciras. Desde inicios del siglo VII a.C. se frecuenta la Catedral de Ceuta, se mantiene el Santuario de Gorham’s Cave en el Peñón y se consolida el que será el principal asentamiento de la región: El Cerro del Prado, en la desembocadura del río Guadarranque, que con el tiempo dará lugar a la púnica Carteia. Por estas mismas fechas inicia sus andaduras la ciudad fenicia de Malaka. A partir del siglo VII a.C. el poblado de Villa Vieja, antigua cabeza del territorio durante el II milenio, vuelve a ocuparse. El litoral occidental cuenta ahora con pequeños asentamientos interpretados como fenicios como Arroyo Vaquero (Estepona) y Río Real (Marbella). Al menos el primero parece estar orientado directamente al interés por el aprovechamiento de los recursos de las vecinas minas de hierro del entorno de Sierra Bermeja, en este caso concreto las de Cerro Torrón. Se ha propuesto que el contacto entre autóctonos y colonos sería el paso previo a la gestión de los primeros “linajes aristocráticos” indígenas a partir del siglo VII a.C., que supondrán la consolidación de las desigualdades sociales locales a través de un sistema clientelar (López Castro 2014: 517). Aubet (2009: 354), en esta misma línea, defiende que la propia dinámica del comercio colonial habría encumbrado a determinados personajes de la élites locales, que tenderían a consolidar sus prerrogativas, favoreciendo, con el tiempo, la emergencia de las relaciones de subordinación e independencia, que acabarían dando lugar a relaciones clientelares. En el transpaís del Estrecho de Gibraltar se asiste a la génesis de nuevas fortalezas, desde las que se gestiona el territorio desde el siglo VII a.C. Ejemplos de ellas son Los Castillejos de Teba, Cerro del Cabrero (Almogía) o Aratispi (Antequera). Los contextos funerarios de Fuente de Piedra, donde se ha documentado la existencia de una impresionante necrópolis tumular del siglo VI a.C. (Andrino Revillas et al. 2008), pudieron corresponder propiamente a las primeras aristocracias indígenas de la región. 289 8. Conclusiones. La arqueología de la Protohistoria del Estrecho de Gibraltar ha sufrido un cambio importante en los últimos años. Desde hace décadas la investigación se había centrado en el conocimiento de las colonias fenicias de la Málaga oriental (Marzoli 2006) aunque progresivamente se empezaba a llamar la atención sobre el interés del estudio de las comunidades locales de finales de la Edad del Bronce e inicios de la Edad del Hierro de la región, que habrían entrado en contacto con los primeros asentamientos fenicios (Aguayo de Hoyos 1997; Ruiz 1997 y García Alfonso 2007). Al día de hoy, se puede considerar que esta situación ha experimentado un cambio significativo. Ello se debe básicamente al desarrollo de dos Proyectos Generales de Investigación en el yacimiento de Los Castillejos de Alcorrín (Manilva), promovidos por el Instituto Arqueológico Alemán de Madrid con la colaboración del Centro de Estudios Fenicios y Púnicos del Departamento de Historia Antigua de la Universidad Complutense de Madrid, así como otra iniciativa de investigación centrada en el estudio del territorio entre este mismo yacimiento y el de La Silla del Papa, en Tarifa, el Proyecto germano-francés DFG/ANR “ARCHEOSTRAITS” dirigido por D. Marzoli (DAI- Madrid) y P. Moret (Univ. Toulouse), en cuyo marco se ha desarrollado el trabajo que se acaba de presentar. Este estudio ha partido de una presentación geográfica del territorio de análisis, espacio litoral situado al sur de la Serranía de Ronda y que limita con el río Guadiaro. Así, se ha puesto de manifiesto el valor estratégico de esta comarca, al localizarse en la vecindad de un cauce fluvial que en tiempos protohistóricos constituyó el principal refugio para las embarcaciones que pretendían abordar la navegación del paso del Estrecho de Gibraltar en dirección al Atlántico, y suponía a su vez uno de los pasos naturales de mayor importancia para comunicar el entorno de la Bahía de Algeciras con el interior rondeño, comarca, que como se ha planteado en estas líneas, presentó un interés propio para ser objeto del interés de los fenicios, muy posiblemente por sus recursos mineros. Esta misma riqueza se constata en el propio ámbito de estudio, particularmente por la presencia de la mole peridotítica de Sierra Bermeja, rica en afloramientos polimetálicos, algunos de los cuales resultaron de particular interés para su explotación en tiempos protohistóricos, caso del hierro. Junto a esta aproximación al territorio, para abordar el análisis del proceso histórico acontecido en la región entre la Prehistoria Reciente y la presencia colonial, se ha propuesto una seriación temporal de los acontecimientos a partir de una secuencia 290 convencional, resultante del estudio arqueográfico de la cerámica con valor datante procedente de los diversos yacimientos estudiados. En paralelo, se ha llevado a cabo una primera propuesta de cronología radiocarbónica del área del Estrecho de Gibraltar, que ha permitido valorar la validez de la primera. Para ello se han sometido las muestras de 14C disponibles a una calibración actualizada, y se han sometido a un estudio estadístico por fases a partir de la aplicación del análisis bayesiano. En general, hay que señalar que el número de dataciones es aún muy limitado, y que en muchos casos se adolece del conocimiento suficiente sobre la naturaleza de la muestras para poder valorar la calidad de las mismas, pero, aún así, se han conseguido señalar algunas pautas de interés, como sería la evidencia del inicio de la secuencia de la Edad del Bronce entre finales del III milenio y los inicios del II cal BC, coherente con lo propuesto por las dataciones convencionales y se ha puesto de manifiesto la existencia de poblamiento en la región durante el Bronce Final precolonial (último tercio del II milenio). Por otro lado, el análisis de las fechas correspondientes a la primera presencia fenicia en el Estrecho de Gibraltar, asociada al santuario de La Rebanadilla (Fase III) aporta dataciones demasiado amplias, que podrían situarse en los dos primeros siglos del I milenio cal BC, pero muy semejantes a las obtenidas en Huelva. Es interesante constatar como en su franja más moderna vendría a coincidir con la segunda mitad del siglo IX, fecha que parece ajustada con las cronologías convencionales de la cerámica del Geométrico Medio II, presentes en estos contextos (García Alfonso 2017). Además, un buen número de dataciones han permitido valorar como coetáneos los procesos de implantación colonial fenicia en la primera mitad del siglo VIII a.C. (Rebanadilla II) con las transformaciones territoriales acontecidas en el poblamiento autóctono, caso del asentamiento de Los Castillejos de Alcorrín, sitio del que se conoce un mayor número de muestras y de mayor calidad. Precisamente, el estudio estadístico confirma un aspecto que hasta ahora no había quedado cerrado: el final de este asentamiento, que se ratifica en momentos del último tercio del siglo VIII cal BC. El estudio arqueográfico detallado de los asentamientos de la comarca, y en particular de su cultura material, ha posibilitado definir sus características tecnológicas y servir de referencia para definir el marco cronológico que ha posibilitado establecer la temporalidad del poblamiento como base para el estudio del territorial. A partir de aquí se ha abordado una propuesta de estudio de evolución del patrón de asentamiento, mediante la aplicación de un Sistema de Información Geográfica 291 desarrollado para su uso en el marco de las prospecciones sistemáticas que se vienen llevando a cabo en el marco del Proyecto ARCHEOSTRAITS, parte de cuyos resultados se incorpora al trabajo. Como resultado de este estudio, se ha puesto de manifiesto la presencia de poblamiento estable en la comarca desde los inicios de la Edad del Bronce, caracterizado por un patrón de asentamiento de sitios en laderas de promontorios a veces escarpados, situados próximos a las sierras, en las cabeceras de los ríos y arroyos y a varios kilómetros del litoral, con un modelo muy semejante a lo conocido para la Serranía de Ronda y en las tierras del sector malagueño. Respecto al aprovechamiento de los recursos, aunque apenas hay datos, se observa que la vecindad a las mejores tierras productivas no es el objetivo preferente para elegir la ubicación de los poblados, que además, por paralelos con los sitios del interior de la Serranía, parecen apuntar a un modelo económico predominantemente ganadero. Por otro lado, destaca el potencial aprovechamiento de recursos mineros de cobre en el entorno del río Guadalmansa. De las fases más antiguas de este periodo se conocen algunos enterramientos individuales, en algún caso con ajuares destacados, que reutilizan los sepulcros megalíticos de Corominas (Estepona). Algo parecido se observa en la necrópolis de hipogeos de Los Algarbes, en Tarifa. A partir de mediados del II milenio se han constatado cambios significativos respecto a las fases precedentes en el modelo del poblamiento, en tiempos del Bronce Final. Aunque se mantienen algunos poblados de altura, como Villa Vieja, desaparecen los sitios localizados sobre laderas escarpadas, y surgen nuevos poblados con peores condiciones de defensa natural, pero ubicados en las cercanías de las mejores tierras productivas. Esta situación se hace más acusada a inicios del I milenio, momento en el que empieza a tomar un papel destacado en el territorio la desembocadura del río Guadiaro, donde aparecen poblados en suaves laderas como Montilla. Por estas mismas fechas se intensifican los contactos entre la población local y los fenicios y se construye el santuario de “Rebanadilla III” en la Bahía de Málaga. Quizás la mayor aportación que ha supuesto el estudio del territorio sea la constatación de la importante transformación acontecida en el poblamiento autóctono a partir de los últimos años del siglo IX-inicios del VIII a.C. a las puertas del Estrecho, coincidiendo con la consolidación de una colonia fenicia en la desembocadura del río Guadalhorce (Rebanadilla II). Este momento se puede considerar propiamente como el de inicios de la Edad del Hierro en la región. Por estas fechas se construye la impresionante fortaleza de Los Castillejos de Alcorrín, auténtico 292 lugar central de la comarca durante el siglo VIII a.C. El poblamiento en su entorno está bien planificado, rodeándose de asentamientos secundarios dispuestos en sitios estratégicos, que controlan el paso hacia la costa y un camino orientado hacia el río Guadiaro, donde habrá presencia fenicia a partir de mediados de dicho siglo. El análisis territorial indica que este modelo tuvo una vida corta, y no superó los momentos finales del siglo VIII a.C. Por estas fechas desaparecen la fortaleza de Alcorrín y todos los sitios vecinos, así como la propia presencia fenicia en la desembocadura del río. Lo llamativo es que todo apunta a que el sitio de cabecera de la comarca vuelve a ser Villa Vieja, que había ostentado este papel desde la Edad del Bronce. Ahora aparecen nuevos sitios fenicios en el entorno de otros pequeños estuarios, caso de Arroyo Vaquero y Río Real. Este cambio radical del poblamiento y del patrón de asentamiento dentro de esta primera Edad del Hierro representa necesariamente cambios internos en las sociedades autóctonas y a su vez modificaciones en las relaciones con los colonos. En general, estas nuevas dinámicas no se observan sólo en esta comarca, sino que tienen alcance regional. Para valorar la singularidad del poblamiento del entorno del Guadiaro, se ha estudiado este periodo en el Estrecho de Gibraltar y en general en el contexto de la Península. Se llega a la conclusión que existe una variedad acusada de modelos y de ritmos, aunque hay algunos puntos comunes en las estrategias de los contactos fenicios, que previsiblemente se amoldaron a las posibilidades que aportaban las propias relaciones con los grupos locales. De este modo, si se compara el Guadiaro con el Guadalhorce, este último tiene presencia fenicia desde la segunda mitad del siglo IX a.C., y en él se consolida la presencia colonial desde principios del VIII, alcanzando su momento máximo en la segunda mitad de dicha centuria con la implantación del sitio del Cerro del Villar. En el entorno de los sitos fenicios hay evidencias de asentamientos en llano, como San Pablo. Sin embargo, en el caso del Guadiaro, aunque hay presencia autóctona en su estuario desde el siglo IX, no se observa implantación colonial, y posiblemente de mucha menor entidad que en el ámbito malagueño, hasta la segunda mitad del siglo VIII. Todo apunta a que desde los sitios de presencia colonial más antigua se pudieron crear a su vez redes secundarias de contacto, y cabe la posibilidad de que el Guadiaro fuera una de ellas en relación al sitio de la Bahía de Málaga. Estos vínculos crearían respuestas en los sitios locales, entre las que destaca por su entidad, la de Los 293 Castillejos de Alcorrín. Por otro lado, nada de esto acontece, que se sepa, en la Bahía de Algeciras, donde la presencia colonial no es anterior al siglo VII a.C. Así, en el contexto del sur Peninsular y del norte de África, se observa que, especialmente desde la Bahía de Málaga hacia el Atlántico los sitios con presencia autóctona en los principales estuarios durante el siglo IX son más frecuentes, con buenos ejemplos en Castro Marim, Lixus o el propio estuario del Tajo. Sin embargo, los ritmos y la naturaleza de la implantación colonial parece ser bastante diferente de unos sitios a otros, constatándose desde santuarios, como Rebanadilla III, a fortalezas en el entorno del río Segura como el Cabezo del Estaño o Doña Blanca en la Bahía de Cádiz en el siglo VIII a.C., a posibles barrios fenicios como el que se debió instalar desde un principio en Huelva, y quizás en el propio Guadiaro, hasta la presencia puntual de artesanos de origen oriental instalados en sitios importantes asentamientos del Bronce Final como Penya Negra. En conclusión, todo redunda en el carácter “microrregional” de las dinámicas de contacto, que debieron variar en función de los propios intereses coloniales y de la diversidad de la respuesta autóctona. Otro aspecto a tener en cuenta es el propio resultado de los contactos, que pudieron verse trastocados por los propios cambios acontecidos en el seno de las colonias y en las comunidades autóctonas. Ejemplos de relaciones frustadas se documentan en sitios como el Castro de Ratinhos. Por otro lado, la evidencia de la implicación de autóctonos en la construcción de fortalezas fenicias, caso del Cabezo del Estaño, pueda explicarse por la existencia de distintas relaciones entre fenicios y diversos grupos locales de entornos concretos, de modo que los fenicios recurriesen a estos pactos para fortificar sus asentamientos ante posibles amenazas procedentes de otros grupos, o quizás apoyarse en comunidades fuertes que le garantizasen la seguridad, como pudo haber ocurrido en el caso de Los Castillejos de Alcorrín. Por otro lado, el estudio de la materialidad (cerámica, industria lítica o la propia arquitectura) se ha manifestado como una herramienta útil para identificar la existencia de tradiciones diversas conviviendo en algunos asentamientos. Un buen ejemplo de estas “prácticas de hibridación” se ha señalado para el caso de la “Tumba 1” de la necrópolis fenicia de San Isidro. Pero uno de los casos más impactantes es la presencia de grandes edificios de tradición arquitectónica local junto a edificios de planta ortogonal y varias estancias 294 localizados en sitios destacados de la acrópolis de Los Castillejos de Alcorrín. Es sugerente explicar esta convivencia en clave de emulación, manifestando el “valor añadido” que otorgaban los grupos locales a las manifestaciones culturales de origen oriental. A ello se suman otros detalles como la incorporación selectiva de determinados ajuares cerámicos en los asentamientos autóctonos, vinculados al consumo del vino en las ceremonias de banquete, contextos de máxima representación social. Pero no sólo eso, se ha observado la existencia de vajilla fenicia torneada elaborada “al gusto indígena”, imitando formas a mano. En paralelo, el estudio detallado de la cerámica identifica la continuidad en los sitios de inicios de la Edad del Hierro de las prácticas cotidianas de la Edad del Bronce, aspecto que se ve reforzado por la evidencia de la talla lítica en estos mismos asentamientos. Otro aspecto de gran interés se relaciona con las prácticas metalúrgicas. Por un lado, los grupos autóctonos mantuvieron algunas técnicas artesanas para la elaboración del bronce que incluso practicaron en las colonias fenicias. En paralelo, en sitios como Los Castillejos de Alcorrín, y posiblemente en Acinipo, se constata la incorporación de la tecnología de reducción del mineral de hierro. Resulta particularmente interesante observar como en las colonias hay evidencias de significativas actividades de forja, pero no de reducción, lo que puede conllevar que fuesen los asentamientos indígenas los encargados de extraer el mineral y de procesarlo para que se incorporase en los circuitos fenicios. Parece además que hay coincidencia en la naturaleza del mineral empleado en sitios como el Cerro del Villar o La Fonteta con el que se producía en sitios de la Málaga occidental como Los Castillejos de Alcorrín. Si efectivamente el mineral de hierro de Alcorrín se dirigió hacia el mercado fenicio, la contraprestación pudo estar relacionada con la presencia del vino y de sus vajillas para consumo en los sitios privilegiados de las acrópolis autóctonas, y porqué no, la implicación de posibles artesanos orientales en la dirección de la construcción de algunos edificios de especial valor ideológico como los descubiertos en la acrópolis de Los Castillejos de Alcorrín. Para terminar, se ha señalado la complejidad de las sociedades locales desde la Edad del Bronce, aunque todo apunta a que estuviesen organizadas en sociedades de linajes articuladas por el prestigio de algunas familias. Precisamente la presencia colonial tuvo que generar desequilibrios y posibles enfrentamientos en el seno de estos grupos autóctonos. Por un lado, la vecindad de los orientales debió propiciar un esfuerzo local por reforzar sus señas de identidad, y por otro, consolidar a algunos de estos grupos en sus privilegios. Se ha señalado la posibilidad de que la segunda fase 295 constructiva detectada en Los Castillejos de Alcorrín pudiese tener que ver con “prácticas de apropiación” de sitios de alto valor ideológico para la comunidad por parte de algunas familias “emparedadas”. No obstante, parece que estos procesos de diferenciación social no conllevaron la emergencia de las primeras aristocracias hasta un par de siglos más tarde. Quizás los propios mecanismos internos de estas sociedades de linajes impidieron su pronto desarrollo. Estas y otras muchas preguntas siguen quedando por resolver. Aunque el trabajo aquí presentado permite ahondar en el conocimiento de algunos aspectos de las relaciones establecidas entre las comunidades autóctonas de la región del Estrecho de Gibraltar y los colonos fenicios, así como apuntar interesantes pautas sobre las propias dinámicas coloniales, hay otros muchos aspectos que apenas quedan apuntados a modo de hipótesis. En este sentido, la ausencia de un buen registro funerario en este contexto del Extremo occidental del Mediterráneo limita en particular ahondar en aspectos trascendentales como el conocimiento de las sociedades protagonistas de esta historia. Confiemos que futuros trabajos arqueológicos puedan continuar aportando información en este sentido. 296 9. Bibliografía: ABARQUERO MORAS, F.J. (2005): Cogotas I. La difusión de un tipo cerámico durante la Edad del Bronce. Arqueología en Castilla y León. Monografías 4. Valladolid. AGUAYO DE HOYOS, P. 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Sociedades autóctonas e impacto cultural fenicio en El Estrecho de Gibraltar entre la Prehistoria y la Protohistoria: la “cultura material”. 7. Las sociedades autóctonas ante la implantación colonial: hipótesis de trabajo. 8. Conclusiones. 9. Bibliografía