ISSN: 1696-2672 / ISSN-e: 1885-2580 37Revista Internacional de la Guerra Civil (1936-1939) Número 7, any 2017 Catalanismo, catolicismo y propaganda exterior durante la Guerra Civil: el protagonismo de Albert Bonet1 Catalanism, Catholicism and foreign propaganda during the Spanish Civil War: the role of Albert Bonet Antonio César Moreno Cantano Universidad Alcalá de Henares *antoniomorenocantano@hotmail.com Recibido: 11/07/2011 Aceptado: 10/12/2011 Resumen Desde el principio de la Guerra Civil española la jerarquía católica se esforzó en pre- sentar como «sagrada» la causa de los sublevados ante la opinión pública interna- cional. Pastorales como Las dos ciudades, del obispo de Salamanca Pla y Daniel o El caso de España, Carta a Aguirre o la Carta colectiva de los obispos españoles a los de todo el mundo con motivo de la guerra de España, del cardenal Primado de España, Isidoro Gomá y Tomás, se encargaron de satanizar al bando republicano y de definir el golpe de Estado como «teológicamente justo». Uno de los mayores esfuerzos de la Iglesia española, en consonancia con los objetivos de Acción Católica, fue la pues- ta en marcha de diversas Oficinas Católicas de Información Internacional. El sacerdote catalán y fundador de la Federació de Joves Cristians de Catalunya, Albert Bonet i Ma- rrugan, fue uno de los principales colaboradores del cardenal Gomá a la hora de po- ner en marcha estas Oficinas y rebatir toda tesis contraria al bando franquista entre los católicos europeos. Palabras clave: catalanismo; catolicismo; Guerra Civil Española; Cataluña Abstract Since the beginning of the Spanish Civil War the Catholic hierarchy took pains to present as «sacred» cause of the rebels before the international public opinion. Pastoral like Las dos ciudades, of the bishop of Salamanca Pla y Deniel or El caso de España, Carta a A guirre or Carta colectiva de los obispos españoles a los de todo el mundo con motivo de 1. En el presente artículo se analizarán las actividades propagandísticas de Albert Bonet hasta mediados de 1937, quedando reservado para una futura monografía todo el periodo de la Guerra Civil. 38 Catalanismo, catolicismo y propaganda exterior durante la Guerra Civil: el protagonismo de Albert Bonet Antonio César Moreno Cantano la guerra de España, of the Cardinal Primate of Spain, Isidoro Gomá y Tomás were ordered to demonize the Republican side and to define the coup as «theologically right». One of the best efforts of the Spanish Church, in line with the aims of Catholic Action, was the im- plementation of various Catholic Office of International Information. The Catalan priest and founder of the Federació de Joves Cristians de Catalunya, Albert Bonet i Marrugan, was one of the main contributors to the Cardinal Gomá when setting up these offices and refute any contrary view to Franco’s side among European Catholics. Key words: Catalanismo; Catholicism; Spanish Civil War; Catalonia. Sumario 1. Visiones contrapuestas sobre la figura de Albert Bonet; 2. Primeros contactos con los católicos europeos: Un viatge de cara als joves; 3. La Guerra Civil: propagandista al servicio del cardenal Gomá; 4. A modo de conclusión. Visiones contrapuestas sobre la figura de Albert Bonet El sacerdote catalán Dr. Albert Bonet i Marrugat personifica de manera clara las «diferencias ideológicas, políticas y estratégicas» que existían entre los católicos duran- te la Segunda República, entre aquellos que vacilaban entre el accidentalismo-posibilis- mo (como el cardenal Vidal i Barraquer, firme defensor del personaje sobre el que versa este estudio) y el integrismo (entre otros, el cardenal Isidro Gomá)2. De igual manera, la aproximación a la trayectoria de este personaje está estrechamente ligada a su papel como fundador de la Federació de Joves Cristians de Catalunya (FJCC)3, que sería la «mar- ca hispana» de las juventudes católicas europeas, entre las que destacaba especialmen- te la belga, cuyo líder —el cardenal Cardijn4— mantuvo un estrecho contacto con Al- bert Bonet. El protagonismo religioso y social de este movimiento entre 1931 y 1936 generó, tanto en esa época como en la década de 1970, un interesante debate entre los 2. Sobre tal cuestión véase, entre otros, Cueva & Montero, 2009: 11. 3. Las principales referencias sobre este movimiento son: FJCC, 1972; Codinachs, 1990; Duch i Pla- na, 1984. 4. Sobre la trayectoria de este religioso y el desarrollo de las juventudes católicas en Bélgica, véase Fièvez et al., 1970. Fíjese el lector que muchas de las obras que se citarán a lo largo de estas pá- ginas fueron publicadas por la editorial Nova Terra. La razón es muy sencilla: se trataba de una entidad fundada en el año 1957 por la Joventut Obrera Cristiana (JOC) —por lo tanto, estrecha- mente vinculada a la FJCC—, cuyo objetivo era orientar la fe de las comunidades obreras y ayu- dar al movimiento obrero en general y a la pedagogía popular. Por tales motivos, es lógico que numerosos escritos de los fejocistas catalanes y de sus líderes y guías, tanto nacionales como extranjeros, tuviesen cabida en su plan editorial. Es el caso de la mencionada investigación so- bre Cardijn o el libro homenaje a la FJCC aparecido en 1972, ya citado en líneas anteriores. ISSN: 1696-2672 / ISSN-e: 1885-2580 39Revista Internacional de la Guerra Civil (1936-1939) Número 7, any 2017 historiadores catalanes sobre su posicionamiento y sus logros. Durante el periodo repu- blicano, la FJCC y sus miem bros recibieron ácidas críticas por parte de destacados obis- pos (como el de Barcelona, monseñor Irurita) y políticos (por ejemplo, Francesc A. Ma- nich, presidente de la Acción Católica catalana y miembro de la CEDA) que los acusaban de practicar un «regionalismo antiespañol» y de ser «separatistas». Estos improperios, en especial a Albert Bonet tras su designación como consiliario en la Junta Archidioce- sana constituida en 1936 por el cardenal Vidal i Barraquer, le hicieron valedor de comen- tarios tan graves como el emitido por el obispo de Vic, que decía que «el nombramiento del Dr. Bonet será mal visto por un sector considerable de esta Diócesis y conjuro que traerá tristes y amargas consecuencias», o el del consiliario Marià Vilaseca, que tachaba su conducta de «díscola, cuando no rebelde» (Batllori & Arbeloa, 1991: 1314-1315). Estos enfrentamientos se inscriben en el conflicto general entre el cardenal Gomá y el carde- nal Vidal i Barraquer (de nuevo, principal defensor de Bonet ante tales recriminaciones) por la primacía eclesiástica respectiva (el primado de Toledo o el de Tarragona) (Dioniso Vivas, 2008, 2011). Las inventivas contra Bonet se tornaron muy peligrosas tras el estallido de la Gue- rra Civil española. Durante su estancia en Pamplona, en noviembre de 1936, se tuvo que refugiar en el Secretariado de Acción Católica para salvaguardar su propia vida, ya que la Jefatura Nacional de Seguridad lo señaló como un «peligroso elemento separatista de la Lliga y del Clero». Asimismo, en otras instancias oficiales se le describió como «Caudillo de la Acción Católica catalanista» y perseguidor de las Congregaciones Marianas, por el simple hecho de estar en manos jesuitas, «que siempre han guardado, en general, el es- píritu español» (FJCC, 1987a)5. A su vez, en la capital navarra conoció al fundador del Opus Dei, Escrivá de Balaguer, quien sobre tal encuentro dejó reflejado, siguiendo la línea ad- versa de gran parte del clero, que [Albert Bonet] «no le parecía persona adecuada» (Escri- vá de Balaguer, 2004: 783). La polémica en torno a la FJCC y a su fundador tomó nuevos bríos en 1972, cuando antiguos fejocistas publicaron una obra colectiva donde se detallaba la vida, bondades y logros de tal movimiento, cuyo supuesto carácter «apolítico» y «progresista» fue puesto en entredicho, o por lo menos matizado, por autores como Josep Massot i Muntaner6, Oriol Malló, Alfons Martí o Francisco Martínez Hoyos7 (Malló & Martí, 2000: 35; Martínez Hoyos, 5. Queremos agradecer a la FJCC, editora de revista Radar Social, el acceso a dicha información. 6. Este destacado historiador ponderó el tamiz «vanguardista» del fejocismo catalán y subrayó su conexión con el nacionalcatolicismo, por ser sus actitudes típicamente de «derechas» en una mezcla político-religiosa que sería la que dominara la vida del clero español durante el franquismo. Estas precisiones conceptuales motivaron las quejas del también religioso Josep Dalmau, con la consiguiente réplica del primero. Sobre este interesante tema, véase: Dalmau, 1972: 31-32; Massot i Muntaner, 1972: 33; Massot i Muntaner, 1973: 98-105. 7. Este investigador comenta acertadamente que «la identificación entre fejocismo y progresis- 40 Catalanismo, catolicismo y propaganda exterior durante la Guerra Civil: el protagonismo de Albert Bonet Antonio César Moreno Cantano 2008). Estas enriquecedoras aportaciones no restan el más mínimo valor a la palabras del historiador Hilari Raguer, que al referirse a Albert Bonet lo engloba dentro de aquellos hombres de los años 30 y 40, eminentes por su preparación doctrinal y por sus virtudes sa- cerdotales, y con un denominador común al estallar la guerra: «perseguidos en 1936 por ser católicos, lo fueron en 1939 por ser catalanes» (Raguer, 1988). En palabras del recientemen- te difunto Josep Benet, el creador de la FJJC sería uno de los numerosos «pasados» de la Guerra Civil, que aunque auténticos demócratas y catalanistas «cambiaron de bando al sentir amenazada su vida en la zona republicana catalana» (Benet, 2008: 220). La biografía de Bonet es un claro testimonio de tal afirmación. Perseguido por la FAI, se refugió en Bar- celona, desde donde huyó en un barco italiano que lo llevó a Roma. Posteriormente, en Pamplona se vio forzado nuevamente a escapar por las presiones y juicios que recaían so- bre él por ser artífice de una —según la opinión de las autoridades— «organización catala- nista y separatista». Finalmente, en 1939 —pese a su trascendental actividad como propa- gandista a favor del bando franquista en el extranjero (tema que estudiaremos con deteni miento en páginas posteriores)—, tuvo que escuchar de boca de Miguel de los San- tos Díaz Gomara, a las horas Administrador Apostólico de Cataluña, que la subsistencia de la FJCC en la Nueva España sería imposible por su carácter nacionalista8. Primeros contactos con los católicos europeos: Un viatge de cara als joves El año 1930 fue clave para Albert Bonet y las juventudes católicas catalanas, ya que a raíz de los viajes de éste por Europa, entre el 19 de octubre y el 6 de noviembre, se cons- tituyó poco tiempo después la FJCC. La iniciativa del sacerdote catalán cumplía una de las máximas que, poco tiempo antes, se habían proclamado en el Primer Congreso Nacio- nal de Acción Católica (noviembre de 1929), es decir, instaurar un movimiento católico más ofensivo, que recris tianizase la sociedad (Montero, 1993: 62). El instrumento para di- cha maniobra, dentro del pensamiento del Dr. Bonet y diferente al del cardenal Segura, sería el «joven», quien en contra de la creencia general de la época debería ser un ele- mento activo y no pasivo dentro del catolicismo (FJCC, 1972: 21). Además, con su periplo por el extranjero, se adelantó también a uno de los objetivos básicos que la Junta Cen- tral de Acción Católica (constituida en febrero de 1933 y presidida por Ángel Herrera Oria) se marcaría para propagar y divulgar el nuevo concepto y modelo de la obra: las mo se produce por el catalanismo que profesa la FJJC. La raíz de la confusión hay que buscarla en la tendencia a equiparar, sin más, el ser catalanista con el ser avanzado como si no fuera po- sible la existencia de un nacionalismo de derechas o incluso reaccionario» (Martínez Hoyos, 2008: 165). 8. La agitada trayectoria vital de Albert Bonet se puede rastrear en: Codinachs, 1990; FJCC, 1972; Manent, 1999: 96-109. ISSN: 1696-2672 / ISSN-e: 1885-2580 41Revista Internacional de la Guerra Civil (1936-1939) Número 7, any 2017 visitas a las Acciones Católicas italianas, belgas y francesas para conocer la experiencia concreta de estos países (Montero, 1993: 68-69). A lo largo de dos meses, Bonet mantuvo un contacto directo con las organizacio- nes católicas de jóvenes de Italia, Alemania, Bélgica y Francia. La finalidad de estos en- cuentros obedecía a una premisa de primer orden para dicho sacerdote: era «necesario y urgente un gran movimiento de juventudes católicas en Cataluña», pero no se trataba de «copiar servilmente» lo que se veía fuera de España, sino que se pretendía «poseer más elementos de juicio... de aprovechar la experiencia de otros, el fruto de sus estu- dios, de sus luchas, de sus victorias...» (Bonet, 1931: 24). La nueva organización católica que resultase de tales influencias sería la herramienta idónea para acabar con la nega- ción religiosa de la juventud, cuyo mal se encontraba —en palabras de Bonet— en «la corrupción del medio» donde se desarrollaba la vida postescolar y extrafamiliar del ado- lescente (Bonet, 1931: 12-13). Para paliar esta situación, y aplicando principios de la pe- dagogía social —de los que era buen conocedor nuestro protagonista9—, había que crear grandes asociaciones de juventud, formadas en base al culto de los ideales mora- les, que por supuesto tenían que ser los católicos (Bonet, 1931: 14). Junto a esta aporta- ción doctrinal, lo que no podía imaginar Albert Bonet en esas fechas era que la red de contactos que establecería con importantes autoridades católicas extranjeras le servi- rían a la postre, en concreto durante la Guerra Civil española, para buscar apoyos y di- fundir los ideales de la coalición insurgente. Su primer destino en el exterior fue Italia. En Roma conoció a monseñor Luigi Civar- di, director de Publicaciones de Acción Católica italiana, que le expresó que el Papa Pío XI no quería que el resto de naciones copia sen en todos sus aspectos a la organización italia- na; tan solo era preciso basarse en dos aspectos: la coordinación de las fuerzas católicas y la subordinación a la jerarquía eclesiástica (Bonet, 1931: 27). En la misma ciudad se entre- vistó con el vicesecretario de la Juventud Católica Italiana, Rossi, que le explicó detallada- mente el funcionamiento de los «círculos parroquiales», de sus medios periodísticos (como, por ejemplo, la Gioventú Cattolica) y de los recientes problemas con el gobierno fascista de Mussolini, que había suprimido la Federación de Gimnastas Católicos (Bonet, 1931: 31-34). Antes de partir rumbo a Alemania, se citó con Igino Righetti, presidente ge- neral de la Federación Universitaria Católica Italiana, que le facilitó datos relevantes sobre el número de estudiantes que componían sus filas (2.500 de un total de 34.000, reducida cifra a causa de la competencia oficial de las organizaciones fascistas)10. Righetti estuvo 9. Había estudiado Ética en la Universidad de Barcelona. Entre 1920 y 1923 conoció el movimiento infantil Els Pomells de Juventut y fundó uno propio en su parroquia de Sant Feliu de Llobregat (Co- dinachs, 1990: 75). El resultado de toda esta experiencia quedó plasmado en: Bonet, 1927. 10. La constante pugna y las presiones del régimen fascista provocaron la definitiva disolución de la Federación Universitaria Católica Italiana el 31 de mayo de 1931. Para más datos de interés sobre el tema, véase: Benezi & Valentini, 2006. 42 Catalanismo, catolicismo y propaganda exterior durante la Guerra Civil: el protagonismo de Albert Bonet Antonio César Moreno Cantano acompañado por el director de la revista católica Studium, Guido Gonella11, que se mostró muy interesado por el funciona miento de las juventudes católicas en España (Bonet, 1931: 37-40). De todos estos encuentros, el que tuvo mayor repercusión en el futuro para Albert Bonet y para la causa franquista fue Luigi Civardi, ya que actuó —como trataremos en pá- ginas posteriores— como su principal valedor en Italia en 1936. Por todo ello, es razona- ble que su nombre figurase en la larga lista de personalidades italianas a las que se les remitió a finales de ese año el texto del cardenal Gomá, El caso de España (Andrés-Gallego & Pazos, 2001: vol. I, 435-436). Su siguiente visita fue Alemania, donde recorrió las ciudades de Bonn, Colonia y Düsseldorf. En Bonn dialogó con el profesor Neuss, de la Facultad de Teología Católica y presidente honorario de la Federación de Estudiantes Católicos Unitas. En Colonia, el Padre Esch le explicó el trabajo que realizaba otra destacada organización de las juven- tudes católicas, la Nueva Alemania, enfocada a las élites universitarias. Su finalidad era «formar a perfectos católicos». Posteriormente, se trasladó a Düsseldorf a contemplar in situ el funcionamiento de la Federación de Jóvenes Católicos Alemanes, de la mano de sus principales responsables, como Volderwülbecke, J. Clemens o el Padre Horstmann, quienes le indicaron que en sus filas se agrupaban más de 400.000 jóvenes (Bonet, 1931: 41-56). Eran tiempos de esplendor para el catolicismo alemán antes de la oscuridad que se impuso con el advenimiento del Tercer Reich en 193312. 11. En septiembre de 1939, cuando era profesor de Filosofía del Derecho en la Universidad de Bari, fue detenido por el gobierno italiano por criticar desde las páginas de Ĺ Osservatore Romano al Tercer Reich y a su política persecutoria contra los católicos alemanes (Moreno Cantano, 2009: 78). Sus primeros ataques al fascismo se encuentran en su tesis doctoral La filosofia di Charles Maurras e la critica dell´individualismo. Desde temprana edad se mostró un fiel seguidor de Ma- ritain y muy contrario al movimiento político dirigid por Maurras (Campanini, 2005). Durante la Guerra Civil española, como periodista de Ĺ Osservatore Romano, se mostró muy negativo hacia las instituciones republicanas aunque tampoco llegó a identificarse plenamente con la causa de los rebeldes (Tusell & Queipo de Llano, 1993: 215-218). 12. Este negro panorama se puede constatar de manera fehaciente, por ejemplo, en el declive de la prensa, ya que cuando el Tercer Reich inició su andadura, el catolicismo alemán estaba apo- yado por un notable aparato de periódicos, semanarios y revistas de la más diversa clase. So- lamente los diarios confesionales publicados por los católicos de Alemania ascendían a más de 400, en tanto que el nacionalsocialismo tan solo estaba apoyado a la sazón por unos 120. Sin embargo, con la ayuda del decreto para la protección del pueblo y el Estado, que los nazis hicieron aprobar el 28 de febrero de 1933, pronto empezó a cambiar la balanza de fuerzas en el terreno de la prensa germana. Durante la campaña electoral de febrero de 1933 y las si- guientes elecciones de marzo del mismo año muchos diarios católicos fueron suspendidos por periodos de varios días cada vez, y pronto se ejerció la necesaria presión contra las publi- caciones no nazis para obligarlas a adoptar la línea política del nuevo régimen. Desde el pri- mero de enero de 1934 al 19 de octubre de 1939, el número de diarios y revistas confesionales ISSN: 1696-2672 / ISSN-e: 1885-2580 43Revista Internacional de la Guerra Civil (1936-1939) Número 7, any 2017 Esta desbordante cantidad de datos que fue recibiendo Bonet no hicieron más que aumentar sus deseos de dotar a Cataluña de una poderosa Juventud Católica. Antes de regresar a España, aún tuvo ocasión de incrementar su elevado número de referen cias con sus estancias en Bélgica y Francia. Previamente a su llegada a Bruselas, conoció en el Hotel Central de Maguncia a dos sacerdotes holandeses, que le proporcionaron abun- dantes detalles sobre la estructura y disposición de las agrupaciones de jóvenes católicos en dicho meridiano, que estaban divididas en cuatro grandes secciones: la religiosa, la del Patronato, la deportiva y la de escultismo (Bonet, 1931: 57-60). Su siguiente parada le ofreció la oportunidad de entrar en contacto con su admirada Acción Católica de la Ju- ventud Belga. Del movi miento del consiliario Cardijn le atraía particularmente su deseo de influir de manera activa en los jóvenes de 14 a 25 años, transformando para tal meta el «medio» en el que desarrollaban su vida pública. Esa pretensión de estar presente en todos los ámbitos de la sociedad hizo que esta Acción Católica se estructurase en cinco grandes agrupaciones: la Juventud Agrícola Católica, la Juventud Escolar Católica, la Ju- ventud Independiente Católica, la Juventud Obrera Cristiana (JOC) y la Juventud Univer- sitaria Católica (Bonet, 1931: 65-68). Era, como expresaba con entusiasmo Albert Bonet, «un nuevo modelo de acción», en especial el de la JOC (Bonet, 1931: 71). A partir de su estancia en Bélgica, estableció un fuerte vínculo con Cardijn, quien no dudó en visitar Barcelona en 1935 y ver el auge y consolidación que experimentaba en tales fechas la FJCC. Además, aprovechó para invitar a Bonet y a dicha federación al Congreso Jubilar que se iba a celebrar en Bruselas en Agosto de ese año. El origen de este Congreso —al que asistió Bonet acompañado de 250 fejocistas y en el que tuvo la oportunidad de co- nocer a destacados miembros de la jerarquía eclesiástica extranjera, como los cardenales Cerejeira, Verder o Van Roey— se encuentra en la reunión internacional de consiliarios jocistas de 1931. Cardijn, consciente del interés de la experiencia jocista belga en multi- tud de países, como Suiza, Portugal, Holanda o España, impulsó la creación un centro internacional de documentación e información (Fièvez et al., 1970: 120-121). No es aven- turado pensar que Bonet se debió inspirar, en parte, en dicho centro documental a la hora de aconsejar al cardenal Gomá la constitución de una Oficina Católica de Informa- ción Internacional durante la Guerra Civil. Su presencia en el Congreso Jubilar de 1935 provocó el enfado de los representan- tes de la Acción Católica oficial de Barce lona, que casi un año después calificaron la asis- tencia de Bonet y sus seguidores como separatista y antiespañola. El sacerdote catalán se vio obligado, para evitar males mayores, a escribir al cardenal Gomá y explicarle que el encuentro internacional de jocistas había sido «de organizaciones y no de Estados» (Bat- llori & Arbeloa, 1991: 1390; Andrés-Gallego & Pazos, 2005: vol. I, 35-36). decreció en la Iglesia católica de Alemania, pasando de 435 a 124 (Burleigh, 2007; Lewy, 1965: 181-204). 44 Catalanismo, catolicismo y propaganda exterior durante la Guerra Civil: el protagonismo de Albert Bonet Antonio César Moreno Cantano Su última parada antes de regresar a España fue Francia, donde despachó con el con- siliario general de la Asociación Católica de la Juventud Francesa, el Padre Lalande, quien le remarcó —como habían hecho otros sacerdotes extranjeros— la necesidad de un método activo sobre las masas para lograr su recristianización (Bonet, 1931: 91). Todos estos conse- jos y la imborrable experiencia vivida en el extranjero germinaron con la fundación de la FJCC en 1931. A diferencia de sus homólogas belgas y francesas, en la organización de Bo- net había un menor número de grupos especializados y se intentó que éstos se integrasen de manera armónica dentro del movimiento general, que era el realmente importante. Además, la FJCC no tuvo un ámbito de actuación exclusivamente urbano, ya que se preo- cupó y mucho del campo, en especial de la comarca, de tanta importancia en la sociedad y tradición catalanas (FJCC, 1972: 20-21). Otro fruto de su periplo en el extranjero fue la desta- cada presencia e influencia que Bonet observó que ejercía en las aso ciaciones católicas la propaganda, concebida como un instrumento activo para influir y moldear a la juventud. En años posteriores, finalizada la Guerra Civil española, Bonet realizó una profunda re- flexión sobre el poder de la propaganda, concluyendo que «la fuerza nada vale, nada pue- de, por si misma, sin la idea...» (Bonet, 1943: 143). Como se demostró durante el conflicto español, Bonet fue un avezado maestro en el uso y dominio de la propaganda. La Guerra Civil: propagandista al servicio del cardenal Gomá Uno de los primeros textos modernos de la propaganda de guerra fue Falsehood in Wartime. Su autor, Arthur Ponsoby, reconocía que uno de los principios básicos de su «de- cálogo» propagandístico consistía en presentar la causa por la que se dice combatir como «sagrada» ante la opinión pública internacional (Pineda Cachero, 2004: 809). A esta tarea se dedicaron en cuerpo y alma gran parte de la jerarquía eclesiástica española desde los primeros compases de la sublevación militar. Pastorales como Las dos ciudades, del obis- po de Salamanca, Pla y Deniel, o El caso de España, Carta a Aguirre o la Carta colectiva de los obispos españoles a los de todo el mundo con motivo de la guerra de España, del cardenal Primado de España, Isidoro Gomá y Tomás, se encargaron de satanizar al bando republi- cano y de definir el golpe de Estado como «teológicamente justo»13. Contra esta «gue rra santa» se levantaron diversos intelec tuales y religiosos extranjeros, principalmente fran- ceses, como Jacques Maritain, Emanuel Mounier, Georges Bernanos o François Mauriac14 13. Sobre el apoyo dado por la Iglesia española a los insurgentes existe una abundante bibliogra- fía. Entre las publicaciones recientes, destacamos: Álvarez Bolado, 1995; Martín de Santaolalla, 2003; Raguer, 2001. 14. Sobre los intentos de mediación de diversos católicos españoles expatriados en Francia (Alfre- do Mendizabal, Joan B. Roca i Caball o Víctor Montserrat) con la ayuda de los intelectuales mencionados, véase Raguer, 1976: 443-453. ISSN: 1696-2672 / ISSN-e: 1885-2580 45Revista Internacional de la Guerra Civil (1936-1939) Número 7, any 2017 (Ginesta, 1998), así como una significativa parte del clero español cuyos nombres más representativos fueron monseñor Múgica (arzobispo de Vitoria), el cardenal Vidal i Barra- quer, el padre Leocadio Lobo (González Guillón, 2010) o el canónigo lectoral de Córdoba, José Manuel Gallegos Rocafull15. Desde todos los sectores del bando franquista se tenía la convicción de que era necesario intensificar la acción de la propaganda católica espa- ñola en el extranjero, pues desde los sucesos de Guernica las voces contra la España re- belde resonaban cada vez con más fuerza en el mapa europeo16. Con el fin de mostrar su peculiar versión de la verdad en el exterior y de la situación de la Iglesia en la Península Ibérica, el gobierno de Burgos impulsó la creación de dos Oficinas Católicas de Informa- ción Internacional (en Zaragoza y Salamanca)17. Además, el cardenal Gomá animó a Al- bert Bonet a realizar un periplo por diversos países europeos, en especial los más adver- sos a la España franquista, con una triple finalidad: rebatir la propaganda republicana, poner en marcha la red de contactos exteriores entre los católicos con las nombradas oficinas y valorar el apoyo y divulgación de la Carta Colectiva, realizando una tarea de cuestación y recolecta universal al mismo tiempo. Previamente, en el año 1936, tras el estallido de la guerra, el doctor Bonet se vio forzado a permanecer en Roma entre Agosto y Noviembre. Durante estos cuatro meses, 15. José Manuel Gallegos Rocafull se encargó de dirigir la Oficina de Propaganda que el embajador republicano en Francia, Ángel Ossorio y Gallardo, fundó en París a finales de 1937. Su labor con- sistía en establecer contactos con personalidades y entidades católicas de Francia, América La- tina y el resto de Europa (Gallegos Rocafull, 2007: 147; García, 2009a: 224-225). 16. La caída de Bilbao en manos franquistas se acompañó de una intensa guerra propagandística en- tre quienes apoyaban al vencido pueblo vasco, «el pueblo más cristiano de España», y los que les consideraban «unos simples traidores al servicio del Gobierno comunista». En la primavera de 1937, cuando comenzaba la ofensiva sobre el País Vasco, François Mauriac y Jacques Maritain ha- bían publicado un manifiesto pro-vasco. Monseñor Múgica, que se hallaba en Roma, escribió unas palabras de apoyo al manifiesto francés, aunque no quiso dar su nombre para que no se usara pú- blicamente en defensa de los vascos. El 15 de mayo, dos dominicos españoles residentes en Roma, los padres Carro y Beltrán de Heredia, publicaron un violento panfleto en el que denunciaban la idea que prevalecía en muchos hogares católicos de que se podía ser neutral en la Guerra Civil es- pañola: ello significaba otorgar los mismos derechos a «los asesinos, los traidores a Dios y a la Pa- tria». El arzobispo de Westminster calificó la guerra de «furiosa batalla entre la civilización cristiana y el más cruel paganismo que ha ensombrecido el mundo». Claudel escribió entonces su famosa oda Aux martyres espagnols. El 1 de julio, Maritain replicó mediante un artículo publicado en La Nouvelle Révue Française, en el que afirmaba que quienes mataban a los pobres, que eran «el pueblo de Cristo», en nombre de la religión, eran tan culpables como quienes mataban a los sacerdotes por odio a la religión (Thomas, 2003: 750-751). 17. Sobre el origen, funcionamiento y desarrollo de las Oficinas Católicas de Información Interna- cional, vid.: Luis Díaz Monasterio, 1983: 55-56; Rodríguez Aisa, 1981: 241-242; Tusell, 1984: 27; y más recientemente: Castro, 2006: 138; García, 2008: 64; Moreno Cantano, 2010; Robledo, 2007; Sevillano Calero, 2005: 52. 46 Catalanismo, catolicismo y propaganda exterior durante la Guerra Civil: el protagonismo de Albert Bonet Antonio César Moreno Cantano residió —junto con otros sacerdotes exiliados de Barcelona— con los jesuitas en el Co- legio Pío Americano. A lo largo de este tiempo tuvo la ocasión de asistir a actos de gran relevancia política en Italia, como un discurso multitudinario de Mussolini en la Plaza de Venecia de claro tono antibritánico, o a una manifestación gimnástica de las juventudes fascistas con intervención, de nuevo, del propio Duce. Aparte de estos eventos civiles, Bonet mantuvo un contacto personal con importantes eclesiásticos, como el cardenal Pizzardo, al que ya había conocido en 193318, el obispo español Miguel de los Santos Díaz19, el carmelita P. Xiberta, el capuchino P. Odena o el benedictino P. Albareda. Tam- bién estableció relación con las autoridades que dirigían la Acción Católica Italiana, en especial con Luigi Civaldi, al que ya había conocido en 1930, y que en esas fechas osten- taba el cargo de consiliario general de dicha organización. Civardi había tenido conoci- miento directo de las instituciones fejocistas: ya en tiempos pasados, habían discutido abiertamente sobre la diferencia de organización uni taria y federalista que mantenían los organismos italianos y catalanes de Acción Católica. Había visitado Barcelona, en re- presentación del movimiento católico italiano, en algún acto solemne de la FJCC. Como 18. En julio de 1933, antes de ir a Roma para entrevistarse con el Papa Pío XI y organizar la peregri- nación de cientos de fejocistas a la capital italiana para no viembre de ese año (coincidiendo con el decimonoveno centenario de la Redención), el cardenal Vidal i Barraquer rogó a monse- ñor Giuseppe Pizzardo que concediese una entrevista al doctor Albert Bonet. Su carta de reco- mendación surtió efecto y a partir de ese momento ambos personajes mantuvieron una rela- ción fluida en el tiempo. Sobre los viajes de Bonet a Roma en 1933 y la carta de presentación del cardenal Vidal i Barraquer, vid.: FJCC, 1972: 134-140; Redondo, 1973: 208. 19. Al terminar la guerra, Bonet se presentó al administrador apostólico recién nombrado para Barcelona, don Santos Díaz Gómara, quién no sólo no permitió que la FJCC reanudara sus acti- vidades (a pesar de haber tenido muchos mártires en la zona republicana y muchos volunta- rios en la nacional) sino que con palabras y gestos de una gran dureza y violencia echó de su presencia al doctor Bonet. Éste, que antes de la guerra era profesor de Filosofía en la Universi- dad de Barcelona, se presentó a oposiciones a cátedra de filosofía en Institutos, pero cuando había superado ya las primeras pruebas interpuso el referido Santos Días Gómara su veto, y tuvo que retirarse. En tan delicada situación tuvo que vivir, sin oficio ni expectativas, hasta que el 29 de diciembre de 1942 fue nombrado obispo de Barcelona el doctor Gregorio Modrego Casaus, antiguo obispo auxiliar del cardenal Gomá en Toledo. Este había fallecido el 22 de agosto de 1940, pero su sucesor, el doctor Pla y Deniel, encareció al obispo Mondrego que pu- siera fin a un tan injusto ostracismo, y Albert Bonet fue encargado de la beneficencia diocesa- na (futura Cáritas). En 1945 Pla y Deniel le llamó a colaborar en la Acción Católica, ofre ciéndole la consiliaría de la rama de Hombres o bien el Secretariado General de la Dirección Central. Bo- net prefirió este último cargo, al que se añadió la consiliaría de la Junta Nacional, que ejerció hasta que en 1963, a petición propia, se retiró. Fue perito en la Comisión de Apostolado Seglar del Vaticano II, y como tal intervino en la preparación de la Constitución Gaudium et spes (Ra- guer, 1982: 308, nota al pie nº 25). Para más referencias sobre Albert Bonet y Acción Católica Española en la década de 1960, vid. Montero, 1997. ISSN: 1696-2672 / ISSN-e: 1885-2580 47Revista Internacional de la Guerra Civil (1936-1939) Número 7, any 2017 colaborador del diario El Matí20, había conversado con los dirigentes fejocistas que tra- bajaban en el diario catalán. Dio autorización para la traducción de los volúmenes de su libro Manual de Acción Católica, que a través de las diferentes ediciones se convirtió en la obra precursora de la Acción Católica Española. Gracias a Civardi, Bonet pudo publi- car, a su vez, diferentes columnas en la revista L’Assistente Ecclesiastico y resolver gran parte de sus dudas sobre la difícil «convivencia» entre la Acción Católica Italiana y la dic- tadura fascista de Mussolini. Bonet se interesó por conocer detalladamente la proyec- ción del Gobierno italiano sobre las masas católicas. Luigi Civardi, a tal respecto, le faci- litó diversos escritos del Duce en los que quedaba clarificado el «espíritu fascista». Como testimonió su sobrino Joan Bonet i Baltà, su tío poseía una carpeta manuscrita con más de doscientos folios en los que se detallaban las relaciones entre el fascismo y la Acción Católica. Igualmente, se realizaba una previsión sobre lo que se suponía que acontece- ría en España tras el fin de la Guerra Civil, sobre el encaje real de los postulados «fascis- tas» (en referencia al régimen franquista) con las estructuras e instituciones apostólicas eclesiásticas españolas21. Este temor ante las instituciones fascistas también estuvo muy presente en el sen- tir del cardenal Gomá, que en más de una ocasión escribió con resquemor sobre tal cuestión cuando era mencionada por cualquiera de sus numerosos colaboradores, como por ejemplo Antoni Griera22, al referirse a la creciente y peligrosa influencia del fascismo y el nazismo en la España franquista (Andrés-Gallego & Pazos, 2002: vol. IV, 147- 20. Diario de significación catalanista y católica, muy relacionado con el partido demócrata cris- tiano catalán, Unió Democràtica de Catalunya. Luigi Sturzo, fundador del Partido Popular Italia- no, de carácter católico, publicó gran cantidad de artículos en sus páginas desde 1933 y mos- tró una gran simpatía con el catolicismo catalán (Tusell & Queipo de Llano, 1993: 220-221). 21. Sobre la etapa romana de Bonet en 1936, vid. FJCC, 1987b. La imposibilidad de consultar do- cumentación tan crucial como la mencionada carpeta o la agenda personal de Albert Bonet —donde se recogían sus viajes en el extranjero en 1937— es una de las principales carencias de esta investigación. Aunque existe en Barcelona un archivo sobre el sacerdote catalán, los fon- dos mencionados de la Guerra Civil están depositados en la Biblioteca Episcopal del Seminari de Barcelona, en concreto en el fondo Joan Bonet i Baltà, cuya consulta depende en última ins- tancia del sacerdote e historiador Ramón Corts, de quien nunca hemos obtenido respuesta fa- vorable para acceder a tan valiosa información. 22. Sacerdote, secretario general de Acción Popular de Barcelona durante la República. Griera for- maba parte del amplio grupo de sacerdotes de preguerra interesados en fomentar la lengua y la cultura catalanas al tiempo que las iniciativas apostólicas. En 1932 rompió con el Institut d’Estudis Catalans. Durante la guerra huyó a Burgos donde estuvo en los servicios de Prensa y Propaganda (en concreto en la Oficina Nacional Carlista de Prensa de dicha ciudad). Continuó su labor filológica catalanista después de la guerra a través del Boletín de Dialectología Españo- la (Andrés-Gallego & Pazos, 2001: vol. I, 452; Andrés-Gallego & Pazos, 2002: vol. II, 175). 48 Catalanismo, catolicismo y propaganda exterior durante la Guerra Civil: el protagonismo de Albert Bonet Antonio César Moreno Cantano 151)23. Los oscuros augurios de Bonet se hicieron realidad cuando, al regresar a España a finales de noviembre de 1936, fue acusado de separatista y de nuevo fue forzado a exi- liarse, en esta ocasión a Francia, del 13 de diciembre al 31 de enero de 1937. A partir de esa fecha, por intercesión directa del cardenal Gomá ante el conde de Jordana, ministro de Asuntos Exteriores, pudo regresar a Pamplona. El año 1937 fue decisivo para la proyección propagandística internacional del sacer- dote Albert Bonet a favor de la causa de los sublevados. En febrero, el catedrático de Dere- cho Internacional de la Lliga Catalana y asesor diplomático de Franco, Juan de Dios Trías de Bes i Giró, escribía al cardenal Gomá para explicarle un posible proyecto de propaganda religiosa de gran importancia para la España franquista. Proponía que el doctor Bonet — que se había presentado voluntario para tal tarea— actuase entre los católicos franceses y belgas críticos con el bando nacional. Sería el propio jurista catalán el que corriese con to- dos los gastos, pero procediendo según las indicaciones provenientes de la jerarquía ecle- siástica española (Andrés-Gallego & Pazos, 2002: vol. III, 52-53). Gomá acogió favorable- mente esta propuesta, pues consideraba a Bonet como «inteligente, de fino trato, conocedor de los medios intelectuales de París y Bruselas...». Su única recomendación era que toda esa actividad exterior tenía que estar coordinada por una misma persona u orga- nismo, para evitar de ese modo la «atomización» de las fuerzas (Andrés-Gallego & Pazos, 2002: vol. III, 131-132). Casualidad o no, la petición del catedrático de Derecho Internacional coincidió en el tiempo con la que la Acción Católica de Zaragoza realizó al propio Gomá para «la defensa de la España católica en los medios extranjeros» (Andrés-Gallego & Pazos, 2002: vol. III, 111-112). Dicha defensa pasaba obligatoriamente por la fundación de una Ofi- cina Católica de Información Internacional que realizara «una exposición clara y rotunda de la actividad injustificada y unánime de los católicos a favor del movimiento», sirviéndose para ello de una completa documentación que describiese «los padecimientos sufridos en la zona roja por los prelados, sacerdotes, religiosos y católicos extranjeros» (Andrés-Galle- go & Pazos, 2002: vol. III, 113-116). Con tal finalidad se elaboraron una serie de cuestionarios- resúmenes estructurados en seis grandes bloques te má ticos (Personas Sagradas, Lugares Sagrados, Arte Sagrado, Sacrilegios y Profanaciones, Obras Católicas y Acción Católica) en los que había que recoger información «sobre el número de sacerdotes asesinados, el nº de iglesias quemadas, destruidas, saqueadas; la profanación de imágenes...» (Andrés-Gallego & Pazos, 2004: vol. VI, 542-543). Por si todo este material no fuese suficiente, contaban con una amplia literatura del terror franquista, como Del diario de un evadido en Madrid, El terror rojo en Cataluña o Iconoclastas y mártires. Por Ávila y Toledo, que profundizaban en muchos de los puntos tratados en ese tipo de cuestionarios religiosos (García, 2009b). Durante ese trascendental mes de febrero, Bonet se fue posicionando como la mejor opción para cumplir en el extranjero los cometidos de la Oficina Católica de Infor- 23. Sobre las tensiones entre la jerarquía eclesiástica española y el Tercer Reich, vid.: Andrés-Galle- go, 2000; Andrés-Gallego, 2002. ISSN: 1696-2672 / ISSN-e: 1885-2580 49Revista Internacional de la Guerra Civil (1936-1939) Número 7, any 2017 mación. Su experiencia europea en 1930, su amplia red de contactos con el catolicismo internacional y el decidido apoyo del cardenal Gomá hacían de su persona el candidato ideal para esa misión24. Por todos estos motivos, a lo largo de ese mes mantuvo diferen- tes entrevistas con el cardenal Gomá, el obispo Pla y Deniel, José Mª Baluart (secretario del anterior y posteriormente capellán del Generalísimo) e incluso con el propio Franco el día 28 (FJCC, 1987c). La operación de propaganda internacional de Bonet en 1937 tie- ne que ser enmarcada en las siguientes razones de índole política, diplomática y religio- sas. Existía en la práctica totalidad del episcopado español una con ciencia colectiva de amargura por el comportamiento y actitud de aquellos sectores del catolicismo interna- cional europeo que rechazaban lo que sucedía en la Guerra Civil. Igualmente, el Vatica- no quería una mayor claridad en las relaciones Iglesia-Estado para así facilitar el recono- cimiento diplomático que preparaba el franquismo25. Fue Albert Bonet el «mensajero» elegido por todos aquellos que creían que era necesaria una información hecha directa- mente, secreta y personal, que pudiese conducir al catolicismo europeo a manifestarse de manera más comprensiva con la conducta que mantenía el catolicismo nacional. La primera etapa de los viajes de Bonet en el extranjero se produjo entre el 13 de marzo y el 13 de mayo de 1937 y se centraron en Francia, Bélgica y Holanda. Tenemos constancia de la presencia del sacerdote catalán en la Exposición Internacional de París de ese año, donde colaboró junto con Manuel González de Andia —abogado y conseje- ro de las Cámaras de Comercio de España en París y de Francia en Madrid— en la orga- nización de la Capilla Española del Pabellón de la Santa Sede (Andrés-Gallego & Pazos, 2002: vol. IV, 294-295). Este Pabellón constaba de 12 altares votivos, que representaban a su vez diferentes na ciones. El de la nación española (impulsado por el episcopado es- pañol) costó 25.000 francos y en su diseño participó el famoso pintor José María Sert26. En la capital francesa contactó, también, con el padre León Merklen, director del diario La Croix, principal órgano de la prensa católica. Su tirada rondaba los 150.000 ejem- plares y era el medio con mayor influencia entre los medios cultos de la sociedad gala. La entrevista, por tanto, con Merklen era de gran trascendencia para la misión de Bonet, a tenor de los siguientes aspectos. La Croix había tomado posicionamiento a favor del ban- do sublevado desde finales de 1936, denunciando en sus páginas la persecución religio- sa y señalando, por ejemplo, en septiembre de ese año, que el terror imperante en Espa- 24. Desde Diciembre de 1936, Bonet era encargado oficioso provisional de la Santa Sede y, por tanto, actuaba como «representante del representante del Papa», en expresión que recoge Hi- lari Raguer (1982: 311). 25. Sobre las problemáticas relaciones entre el Vaticano y el bando franquista en los primeros me- ses de la Guerra Civil, véase Marquina, 1983. 26. Sobre la participación de la jerarquía eclesiástica española en la Exposición de 1937 y la com- petencia que le formuló la representación del Gobierno republicano, vid. Andrés-Gallego et al., 2011. 50 Catalanismo, catolicismo y propaganda exterior durante la Guerra Civil: el protagonismo de Albert Bonet Antonio César Moreno Cantano ña era producto de la descristianización llevada a cabo por el gobierno de la Segunda República (Tusell & Queipo de Llano, 1993: 78-79). Sin embargo, a medida que avanzaba la guerra su postura se fue haciendo cada vez más ambigua. De esa manera, a principios de 1937, el jefe del Gabinete Diplomático del Cuartel General del Generalísimo, José An- tonio de Sangróniz, escribió al cardenal Gomá lamentándose por «la triste y lamentable campaña que algunos periódicos, que se dicen católicos como La Croix, vienen realizan- do continuamente contra nuestra Causa». Sangróniz resaltaba los artículos de «Víctor Montserrat» (seudónimo que utilizaba monseñor Josep María Tarragó), en los que expli- caba que «tantas atrocidades se cometen en el campo blanco como en el rojo» y que la única finalidad de los dos bandos era el exterminio (Andrés-Gallego & Pazos, 2003: vol. V, 457-458)27. En ese mismo tono se expresaba el aparato propagandístico carlista de Bur- gos, que calificaba a La Croix como «uno de los periódicos más perniciosos de Francia», ya que pese a estar patrocinado «por las autoridades eclesiásticas más altas» había sosteni- do «las tesis más favorables a la República»28. Paralelamente a la «presión» que debía ejercer el doctor Bonet sobre este periódico, el cardenal Gomá consiguió, por esas mis- mas fechas y con la ayuda del sacerdote Juan Plaza, que León Merklen, tras una entrevis- ta de más de tres horas, se pusiera «de nuestro lado» (según su testimonio), y recomendó que se levantase la prohibición que pesaba sobre la entrada de ese diario en la España nacional (Andrés-Gallego & Pazos, 2003: 89-90). Por si todas estas maniobras en Francia no fueran suficientes, Gomá aprovechó la intensa labor que el mallorquín Joan Estelrich realizaba desde la Oficina de Prensa y Propaganda que se había constituido en París en enero de 1937 bajo los auspicios del político catalán Francesc Cambó. Entre sus principa- les méritos destaca la redacción de La persécution religieuse en Espagne, denuncia pública contra la violencia desatada en Cataluña en el verano de 1936 y que buscaba influir en el estado de opinión de la intelectualidad francesa. Junto a esta iniciativa, ocupó un lugar destacado en el Manifiesto de adhesión de los intelectuales franceses a Franco de 1937. Ins- pirado directamente por Estelrich, este documento pretendía demostrar a todos que los pueblos y gobiernos de la «verdadera Francia» y de la «verdadera España» estaban uni- dos, en contra de lo que se decía desde el grupo de católicos «contestatarios» galos29. Después de su cita con León Merklen, y aún en Francia, Albert Bonet mantuvo en- cuentros con el padre Desbuquois (director de L’Action Populaire), con redactores de la 27. De la experiencia de Tarragó como corresponsal de La Croix en la zona nacional, nació su libro Le drame d´un peuple incompris. La guerre au pays basque, del año 1937. Sobre el padre Tarragó, vid. Marco Sola, 2010. 28. Archivo General Militar de Ávila, Zona Nacional, caja 2098, Armario 34, Legajo 63, Carpeta 5. Boletín de Información de Prensa de la Delegación Nacional Carlista de Prensa, 15 de abril de 1937. 29. Sobre la propaganda realizada por Estelrich en Francia existe una amplia bibliografía. Una ela- borada lista de la misma se puede consultar en V.V.A.A., 2010: 83-106. ISSN: 1696-2672 / ISSN-e: 1885-2580 51Revista Internacional de la Guerra Civil (1936-1939) Número 7, any 2017 revista Sept, de los dominicos de París30, y con el cardenal Verdier (arzobispo de París, me- diador entre la República y la Santa Sede). Finalmente, acompañado del canónigo Cardi- jn, se trasladó a Bélgica a finales de marzo. Este país presenció un tipo de enfrentamien- tos en el seno del mundo católico muy semejante al que tuvo lugar en Francia. Desde el principio de la Guerra Civil, el movimiento Rex, cuyo líder era León Degrelle, apoyó la causa de Franco. También gozó de la simpatía de intelectuales como Pierre L’Ermite o de publicaciones como La Nation Espagnole. Pese a todo, el gobierno de concentración —in- tegrado por socialistas y católicos— se esforzó por mantener una posición neutral ante el conflicto español. En resumidas cuentas, el catolicismo belga apenas se identificó con Franco, y solo a comienzos de 1937 el cardenal Van Roey expresó su empatía con los ca- tólicos españoles perseguidos. Este apoyo que se intensificó con la publicación de la Car- ta colectiva en diarios católicos como La Libre Belgique (Tusell & Queipo de Llano, 1993: 365-367). En Bélgica, todas las fuerzas se concentraron en «ganarse» a este catolicismo indeciso. En respuesta a esta pretensión se citan las reuniones de Bonet con el padre Rut- ten (dominico especialista en doctrina social de la Iglesia) o con el mencionado Van Roey, al que ya había tenido oportunidad de conocer en el Congreso Jubilar de Bruselas de 1935. Gomá agradecía los reiterados esfuerzos de Bonet e incidía en que su trabajo tenía centralizarse en aquellos sectores católicos «que nos son adversos» y que no eran cons- cientes que «que si Franco no triunfa, ni religión ni civilización de ninguna clase tienen nada que hacer en España» (Andrés-Gallego & Pazos, 2003: vol. V, 242-243). Cuando Bonet se encontraba en Holanda, último país en esta primera fase de sus viajes (Raguer, 1982), estalló el «incidente Gallegos Rocafull». El canónigo lectoral de Cór- doba, José Manuel Gallegos Rocafull, escribió en el diario suizo Schweizerisch Republika- nische Blâtter un crítico artículo en el que se condenaba el levantamiento militar del 18 de julio de 1936 contra el Gobierno legal de la República31. Un año atrás, Gallegos Rocafull —junto a otros religiosos como el padre Leocadio Lobo— había publicado el manifiesto Palabras cristianas, en el que se expresaba que «la rebelión contra el gobierno legítimo es ilícita» o que «el fascismo está en pugna con el catolicismo». Pero su escrito más duro contra la España franquista, y que provocó la ira de Gomá, fue su artículo Réflexion d’un prêtre catholique sur le guerre d’Espagne, que apareció en la revista francesa Esprit, y que fue traducido al castellano con el título de Por qué estoy del lado del pueblo. Las razones de una actitud católica. En él, el Gallegos Rocafull sostiene la obligación de los católicos de 30. Este semanario católico, aunque contó con destacados periodistas a favor de la sublevación, pidió prudencia a lo largo de 1937 a quienes exigían a los católicos una absoluta identificación con la causa de Franco. Su divergencia de opiniones ante la Guerra Civil española y las tensio- nes con la propia jerarquía eclesiástica, así como dentro de la propia Orden, llevaron a su des- aparición en agosto de ese año (Tusell & Queipo de Llano, 1993: 87-88, 139-140). 31. Archivo del Ministerio de Asuntos Exteriores (AMAE, Madrid), R. 602/3. «La propaganda roja hecha por los eclesiásticos», 15 de abril de 1937. 52 Catalanismo, catolicismo y propaganda exterior durante la Guerra Civil: el protagonismo de Albert Bonet Antonio César Moreno Cantano defender la República, puesto que tal era a su parecer la línea marcada por las directrices vaticanas expresadas en la alocución papal de Castelgandolfo (14 de septiembre de 1936) (Marco Sola, 2010). Y al igual que Albert Bonet, Gallegos Rocafull y Leocadio Lobo emprendieron una gira propagandística por Europa, en este caso al servicio de la Repú- blica. Por iniciativa del embajador republicano en Bruselas, Ángel Ossorio, a finales de 1936 fueron invitados para asistir a un congreso de católicos antifascistas. Este encuentro no se llegó a celebrar, pero aprovechando la estancia de ambos en Bélgica, Ossorio les animó a dar a conocer la situación y de recaudar fondos. Recordemos que, por esas mis- mas fechas (de agosto a noviembre de 1936), Albert Bonet se había refugiado en Roma. En consecuencia, podemos afirmar que la carrera propagandística católica exterior de los dos bandos para influir en las diferentes naciones estaba en pleno inicio. En la Casa de España de Bruselas, Lobo y Gallegos Rocafull pronunciaron sendas conferencias sobre «la rebelión militar vista desde Madrid», que dio origen al opúsculo Deux prêtres espagnols parlent de la Tragédie de l’Espagne. Al día siguiente, fueron citados por el cardenal de Bru- selas Van Roey. En su nombre, el obispo auxiliar, Étienne Carton de Wiart, les amonestó para que dejaran de hablar en público en Bélgica, lo que era un claro indicio del posicio- namiento político y religioso del episcopado belga. Poco después fueron expulsados de este país para evitar enfrentamientos con las autoridades franquistas y la Santa Sede. Desde Bélgica regresaron a París. Allí sus caminos se separaron. Gallegos Rocafull perma- neció en Francia y Leocadio Lobo se desplazó a Holanda, donde fue detenido y expulsa- do de nuevo a París. Tras este breve pero intenso periplo internacional, ambos religiosos publicaron dos folletos de gran resonancia, titulados respectivamente Primate and Priest y Crusade or Class war?, editados por el Departamento de Prensa de la Embajada Republi- cana en Londres, con el fin de dar realce internacional a la postura de los sacerdotes (González Guillón, 2010: 281-285). No eran estas las únicas personas ni los únicos sectores católicos opuestos a las te- sis franquistas en esas latitudes europeas, ya que Bonet sufrió en sus propias carnes la descalificación de un gran número de jocistas holandeses que atacaron vehementes a la «Iglesia de la Cruzada». Asimismo, todas las gestiones realizadas ante La Croix meses atrás se fueron al traste tal y como escribía Gomá al cardenal Pacelli, ya que dicho diario se ha- bía negado a «insertar artículos españolistas, entre ellos los del doctor Bonet, a quien anteriormente se había ofrecido aceptar su colaboración» (Raguer, 1982: 312, nota al pie nº 28). A modo de conclusión Durante este primer ciclo propagandístico internacional, Bonet portaba consigo una larga misiva de presentación escrita en latín por el cardenal Gomá y el documento El caso de España, que tenía que ser el principal referente para conseguir adhesiones entre el catolicismo europeo, ya que como se leía en su prólogo: «junto con la deplorable infor- ISSN: 1696-2672 / ISSN-e: 1885-2580 53Revista Internacional de la Guerra Civil (1936-1939) Número 7, any 2017 mación extranjera que llega [...] se nos requiere para que digamos nuestro parecer sobre la naturaleza del conflicto». A este material había que añadir también estadísticas, escri- tos y fotografías de gran dureza sobre el desarrollo de la Guerra Civil (FJCC, 1987c). Ten- dríamos que valorar esta primera fase de salidas europeas como una toma de contacto y de recogida de opiniones sobre el conflicto español entre los grupos católicos extranje- ros. Sus resultados, a corto plazo, no fueron muy fructíferos como lo demuestra el fracaso por cambiar la política informativa de La Croix o acallar las críticas de Gallegos Rocafull en diferentes diarios suizos. Por todas estas razones, durante el mes de mayo de 1937 Gomá, atendiendo a los continuos ataques externos y a las presiones del propio Franco o la San- ta Sede, se animó a redactar un escrito en el que se «aclarase» ante el mundo católico el «verdadero sentido del Movimiento Nacional» (Andrés-Gallego & Pazos, 2003: vol. V, 400-401). Los ruegos de Franco no tardaron en ser complacidos: en julio de 1937 el carde- nal Gomá publicaba la Carta colectiva de los obispos españoles, cuya finalidad era hacer pública en el exterior la actitud de la Iglesia católica española ante lo que estaba suce- diendo en suelo hispano: «nos consta [...] que el pensamiento de un gran sector de la opi- nión extranjera está disociado de la realidad de los hechos ocurridos en nuestro país» (Martín de Santaolalla, 2003: 38). Y por si todo eso no daba resultado, el Primado de Espa- ña presentó a Franco en junio de 1937 el proyecto para la creación de una Oficina Católi- ca de Información Internacional que debía, entre otros cometidos, proyectar la Carta co- lectiva por todo el orbe. Para la dirección de esta Oficina, Gomá propuso a Francisco de Luis32 (exdirector del diario católico El Debate), de quien decía que «tiene la experiencia y preparación para una acción de información y propaganda» (Andrés-Gallego & Pazos, 2004: 420). Esta Oficina se complementaba en el extranjero «con un sacerdote de con- fianza que cuide de informar debidamente a la prensa católica y a los Sres. Obispos» en aquellas materias en las cuales «el mensaje haya desviado a la opinión pública» (Rodrí- guez Aisa, 1981: 449-450). Este sacerdote, como era de esperar, fue Albert Bonet. 32. Francisco de Luis nunca pudo ocupar este cargo, ni la Oficina ideada por Gomá entró en fun- cionamiento tal y como originariamente había sido pensada. Detrás de esta paralización se encontraban varios factores. Primero, la batalla que se desencadenó entre el antiguo equipo directivo de El Debate (Ángel Herrera Oria, Francisco de Luis, Alberto Martín Artajo o Fernando Martín-Sánchez Juliá) y una parte de sus accio nistas (como Francisco Herrera Oria) que, apoya- dos principalmente por Pedro Saínz Rodríguez y el sector monárquico alfonsino, querían ha- cerse con la titularidad de tan importante diario católico. Y, en segundo lugar, el rechazo de Falange a que los hombres de Acción Católica participasen de manera activa, en este caso a través de la propaganda, en la configuración del nuevo Estado franquista, además del resenti- miento que sentían por la indecisión vaticana ante la guerra de España (Moreno Cantano, 2010). 54 Catalanismo, catolicismo y propaganda exterior durante la Guerra Civil: el protagonismo de Albert Bonet Antonio César Moreno Cantano Bibliografia ÁLVAREZ BOLADO, A. (1995): Para ganar la guerra, para ganar la paz. Iglesia y guerra civil (1936-1939), Universidad Pontificia de Comillas, Madrid. ANDRÉS-GALLEGO, J. (2000): «La publicación de la Mit Brennender Sorge en España», en V.V.A.A.: Homenaje a D. José Luis Comellas, Universidad de Sevilla, Sevilla: 257- 272. —(2002): «Nazismo, antisemitismo y jerarquía eclesiástica española», en ROMERO, E. (coord.): Judaísmo hispano: Estudios en memoria de José Luis Lacave Riaño, CSIC, Madrid: 849-869. ANDRÉS-GALLEGO, J., y PAZOS, A. 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