ANALES DE LITERATURA CHILENA Año 25, diciembre 2024, número 42, 185-220 ISSN 0717-6058 TREINTA AÑOS DE ANTOLOGÍAS POÉTICAS EN CHILE (1944-1973) THIRTY YEARS OF POETRY ANTHOLOGIES IN CHILE (1944-1973) Niall Binns Universidad Complutense de Madrid nbinns@filol.ucm.es ORCID: 0000-0003-1418-3672 RESUMEN El artículo contextualiza y analiza cuarenta y una antologías de poesía chilena publicadas entre 1944 y 1973, partiendo de Poetas chilenos, 1557-1944, de Carlos René Correa, y terminando con la sexta edición de Las cien mejores poesías chilenas de Alone. Estudia la manera en que las antologías dialogan con el canon principal de la poesía chilena, los arduos intentos de renovarlo y la mirada crítica de ciertos antólogos. Después de exa- minar el papel sumamente marginal de la mujer en las antologías chilenas así como la presencia de temáticas y perspectivas políticas, se centra por último en la figura del antólogo más leído y editado del país: Alone. Palabras clave: Antologías poéticas, poesía chilena, crítica literaria, “Alone” (Hernán Díaz Arrieta). ABSTRACT The article offers a literary context and analyses forty-one anthologies of Chilean poetry published between 1944 and 1973, starting with Poetas chilenos, 1557-1944, by Carlos René Correa, and ending with the sixth edition of Las cien mejores poesías chilenas, by Alone. It studies the way in which the anthologies portray the central canon of Chilean poetry, their arduous attempts to renew it, and the critical attitude of some of the anthologists. After examining the very marginal role of women in the anthologies and the presence of political themes and perspectives, it focuses on the figure of the most widely read and published Chilean anthologist: Alone. Key Words: Poetic anthologies, Chilean poetry, literary criticism, “Alone” (Hernán Díaz Arrieta). 186 Niall Binns ANTECEDENTES. TRES ANTOLOGÍAS DE COMBATE “No eran ‘orgías de imaginación’ lo que había que temer a los chilenos’”, sentenció en 1895 Marcelino Menéndez Pelayo. Salían de la universidad, en Chile, “historiógrafos, investigadores, gramáticos, economistas y sociólogos”, pero no poetas. El peso de la sangre vasca, con su carácter “positivo, práctico, sesudo, poco inclinado a idealidades”, era una “limitación artística” tan evidente como innegable. Estas conocidas palabras de la Anto- logía de poetas hispano-americanos fueron, en su momento, una lápida para los poetas y críticos del país, por mucho que el académico español matizara que la ausencia de poesía no tenía por qué durar para siempre. A fin de cuentas, “Dios hace nacer el genio poético donde quiere, y no hay nación ni raza que esté desheredada de este don divino” (XXXV). Durante las décadas siguientes, antólogos chilenos lucharon por refutar el dicta- men de Menéndez Pelayo, enarbolando en un primer momento la figura de Pedro Antonio González. Armando Donoso dedicó su Parnaso chileno (Barcelona, 1910) a la memoria de González, dándole el protagonismo en su selección, mientras que Julio Molina Núñez y Juan Agustín Araya, en Selva lírica (1917), lo llamaron “el más lírico de los poetas de este país” (X), aseverando que en cuestiones de originalidad “no superan a González ni Díaz Mirón ni Gutiérrez Nájera ni Guido Spano ni el mismo Darío” (2). La solución, sin embargo, no era él. Ya lo diría Donoso en una antología posterior, Nuestros poetas. Antología chilena moderna (1924). Había en González sólo “palabras, palabras; sonori- dad; hinchado énfasis; repetida melodía de la rima forzada; ausencia de toda inquietud pensante; pueril vaciedad” (xvi), y fue sólo con Gabriela Mistral que terminara de una vez la maldición del español: Antes de ella [Mistral] Chile aparecía en América, ya lo observó Menéndez y Pelayo, como un helado y eminente país de juristas e historiadores, pero en cuyos jardines estuvieron ausentes los poetas. ¡Grave y severo país en verdad; ejemplar en su vida civil; aprovechado en las disciplinas de la erudición menuda cuanto paupérrimo en las efusiones imaginativas! Con el advenimiento de Gabriela Mistral termina el peso de tal inculpación: la grave corneja de antes comienza a revelar el secreto de filomela (xxiii). La palabra “advenimiento” remitía a la llegada del Mesías, y Donoso volvió a usarla al hablar del “advenimiento” posterior de Neruda (p. xxx). Los dos habían librado TREINTA AÑOS DE ANTOLOGÍAS POÉTICAS EN CHILE (1944-1973) 187 a los chilenos de un grave trauma y un complejo de inferioridad: el de pertenecer a un país sin poesía1. Selva lírica, a pesar de su apreciación errónea de Pedro Antonio González, fue, junto a la Antología de poesía chilena nueva, una pieza clave en el establecimiento del canon de la poesía chilena (Galindo 82). Los dos eran obras polémicas, de combate, la primera en su promoción del modernismo en el país y la segunda con su conjunto de propuestas poéticas de vanguardia. En los años inmediatamente anteriores al período contemplado en este artículo, habría que destacar una tercera antología de combate, de alcance más limitado pero significativa en su apuesta conservadora: Tres poetas chilenos (1942). En el prólogo, “Luz en la poesía”, Tomas Lago apostó por la liquidación de las vanguardias; frente a la “gran antología” de Anguita y Teitelboim, celebró la “claridad conceptual” y el regreso a la rima y a la métrica tradicional de los poetas de su corpus (Nicanor Parra, Victoriano Vicario, Óscar Castro), destacando su “labor de sedimentación del campo poético demasiado devastado por la producción anterior” (Binns 371-372)2. 1944-1973: TREINTA AÑOS DE ANTOLOGÍAS POÉTICAS Abarco, en este artículo, las antologías poéticas publicadas en Chile en un período de treinta años: de 1944 a 1973. En 1944, ya era patente el desgaste de las vanguardias históricas: en la ruptura exaltada de Neruda con la estética de sus Residencias, en el repliegue poético de un Vicente Huidobro arrinconado en su casa de Cartagena, y en el agotamiento del grupo Mandrágora, que había publicado el séptimo y último número de su revista en octubre del 43. Es una época posterior a los años más álgidos de la “guerrilla literaria”, ya existían un canon y una jerarquía poética más o menos consensuados, y las antologías dejaron de ser tan de combate como antes. Durante las décadas siguientes las antologías van registrando, sucesivamente, una serie de hitos poéticos: el premio Nobel de Mistral; la muerte de Huidobro y el legado estremecedor de sus Últimos poemas; el imponente e ineludible Canto general; la publicación, en el mismo año, de nuevos libros de los poetas centrales del canon del país: Lagar y Odas elementales, y a la vez el fogonazo 1 Véase Binns, “Crónicas de un país de poetas. Antologías de poesía chilena entre 1895 y 1942” (362-364). 2 Naín Nómez ha destacado la importancia canonizadora de otra antología de 1942. En “Una palabra de presentación” a Cuarenta y un poeta joven de Chile. 1910-1942, una antología preparada por Pablo de Rokha y publicada originalmente en la revista Multitud, habla de la “clari- videncia estética” de este: “Logró mostrar al público lector de la época las principales directrices de la poesía que se haría fundamental entre los años cuarenta y los inicios de los años sesenta, relevancia que en varios de los seleccionados persiste hasta el día de hoy” (Rokha 5). Desde otra perspectiva, la antología podría entenderse –con el énfasis que pone en autores vinculados a la Mandrágora– como un canto de cisne de las vanguardias. 188 Niall Binns de Poemas y antipoemas; la aparición, y a lo largo de los cincuenta la cada vez más in- sistente presencia, primero, de Gonzalo Rojas, luego, de Enrique Lihn y Jorge Teillier; los poetas universitarios que se asoman y consolidan en los años sesenta y comienzos de los setenta; y ya en plena Unidad Popular, el Nobel de Neruda y los primeros indicios de lo que se llamará más tarde, en tiempos más turbios, neovanguardia. Las cuarenta y una antologías aquí recopiladas tratan la poesía de Chile a nivel nacional3. Veintinueve de ellas fueron publicadas como libros en Chile. Resulta clara la apuesta de las grandes editoriales: fueron diez las antologías editadas por Zig-Zag (incluyendo cuatro reediciones de Las cien mejores poesías chilenas de Alone), y hubo otras cinco en Nascimento y dos en Editorial del Pacífico. Con la excepción de la de Hugo Zambelli (1948) y Poesía del Grupo Trilce (1964), publicadas respectivamente en Valpa- raíso y Valdivia, todas ellas se editaron en Santiago. Siete antologías fueron publicadas en forma de libro en el extranjero: cuatro en España, una en Argentina, una en México y una en Uruguay. De ellas, destacan las preparadas por autores chilenos: Antología de la poesía chilena contemporánea (Roque Esteban Scarpa y Hugo Montes, 1968) y Poesía joven de Chile (Jaime Quezada, 1973). Tres antologías aparecieron en revistas: la de Teillier en el Boletín de la Universidad de Chile (1965), la de Waldo Rojas en El Corno Emplumado de México (1967), y la prologada por Humberto Díaz Casanueva en Orfeo (1968). Otras dos, Seis poetas universitarios (¿1966?) y Diez años de poesía joven en Chile (1960-1970) (1971), son textos mimeografiados. Seis de las antologías son de intención panorámica y abarcan la poesía escrita en Chile desde la época colonial hasta el presente. Así sucede, por ejemplo, con las tres preparadas por autores españoles (Albareda y Garfias, 1961; Soler Blanch, 1964; Cister- nas y Mínguez, 1969), pero también con las de Carlos René Correa (1944) y Raúl Silva Castro (1959), y la de María Urzúa y Ximena Adriasola (1963). En otros casos, se busca el inicio de la poesía chilena en el romanticismo, con Guillermo Blest Gana: es el caso de las distintas ediciones de Las cien mejores poesías chilenas de Alone, o de las antologías de Sergio Atria (1946) y Antonio de Undurraga (1958); o en el modernismo, con Pedro Antonio González, en las de Carlos Poblete (1955) y Palacios y Délano (1962). De las ocho antologías centradas exclusivamente en la poesía del siglo XX, las de Alfredo Lefebvre 3 Soy consciente de la condición “limítrofe” de algunas de las antologías aquí recopiladas (las de Xavier Abril y Hernán del Solar, por ejemplo) y de la más que probable existencia de otras que desconozco. Quedan excluidas del corpus las antologías poéticas regionales, como Treinta años de poesía en Concepción (con selección de Jaime Giordano y Luis Antonio Faúndez, publicada en la revista Atenea en 1965), Antología de la poesía nortina: Tarapacá, Antofagasta, Atacama, Coquimbo (Antofagasta, 1966, edición de Mario Bahamonde) y Antología de nuevos poetas de Valparaíso, publicada por la Sociedad de Escritores de Valparaíso (1971), así como antologías te- máticas como Valparaíso en la poesía: antología (Valparaíso, 1973, edición de Alfonso Larrahona Kästen) y Antología poética del vino (Santiago, 1969, edición de Mario Ferrero). TREINTA AÑOS DE ANTOLOGÍAS POÉTICAS EN CHILE (1944-1973) 189 (1945), Hugo Montes (1956) y Carlos René Correa (1972) comienzan con Julio Vicuña Cifuentes; Alfonso Calderón (1971) inicia su selección con Diego Dublé Urrutia; Jorge Elliott (1957) y Scarpa y Montes (1968) con Pedro Prado; Xavier Abril (1956) con Gabriela Mistral. En estos libros, y en el de Undurraga, la intención “programática” pesa más que la “panorámica”4 y esto se acentúa en las antologías enfocadas explícitamente en la poesía más reciente: las de Zambelli (1948, centrada en los años 1938-1948), Víctor Castro (1953, “poesía nueva”), Martín Micharvegas (1972, “nueva poesía joven”) y Quezada (1973, “poesía joven”), así como la mimeografiada de 1971 (“poesía joven”). Lo mismo sucede con las antologías publicadas en revistas por Teillier, Rojas y Díaz Casanueva, con las de ámbito universitario de Eleazar Huerta (1956), Jaime Concha (1965), Carlos Cortínez y Omar Lara (1965) y Jorge Román Lagunas y Nicolás Künsemüller (1971), así como Seis poetas universitarios (¿1966?), y con las dos ediciones de El joven laurel preparadas por Scarpa en Saint George’s College. Por último, conviene señalar la especificidad de algunas de las antologías: Luciérnaga (1946), de Oreste Plath, es poesía para niños; la de Edmundo Palacios y Luis Enrique Délano es una Antología de la poesía social de Chile (1962); Urzúa y Adriasola (1963) se centran en “la mujer en la poesía chilena”, Hernán del Solar (1965) en los ganadores del Premio Nacional de Literatura, y Concha (1971) en la obra publicada entre 1907-1917 por poetas del grupo “Los Diez”. En la siguiente enumeración de las cuarenta y una antologías, ofrezco información sobre su presentación formal (prólogos, estructura, notas biobibliográficas, etc.), sobre la proporción de género entre los autores antologados, y sobre los poetas que protagonizan la selección: Carlos René Correa (ed.), Poetas chilenos, 1557-1944, Santiago, Editorial La Salle, 1944 (544 páginas) En su prólogo, “Desarrollo intelectual de Chile” (V-XXIV), Correa ofrece una “mirada retrospectiva” a la literatura chilena (V), centrándose principalmente en la poesía de los siglos diecinueve (X-XV) y veinte (XV-XXIV). 111 poetas antologados (95 hombres, 16 mujeres). Organización cronológica en tres secciones: “Ercilla y Oña”, “El siglo XIX” y “El siglo XX”. Hay breves presentaciones biobibliográficas y una ilustración (dibujo o fotografía) de cada autor. 4 Sobre esta distinción entre las antologías panorámicas y programáticas, véase el libro de 2007 de José Francisco Ruiz Casanova, Anthologos: poética de la antología poética (132-136). 190 Niall Binns Protagonistas de la antología: Pablo Neruda (14 pp.), Juvencio Valle (12 pp.); Samuel A. Lillo, Diego Dublé Urrutia, Carlos Pezoa Véliz, Gabriela Mistral, Jorge Hübner Bezanilla, Óscar Lanas (10 pp.). Alfredo Lefebvre (ed.), Poetas chilenos contemporáneos, Santiago, Zig-Zag, 1945 (185 páginas) En su “Prólogo” (9-16), Lefebvre destaca la variedad y la grandeza de la poesía chilena del siglo XX, pero advierte del peligro de que llegue a una etapa de “des- medro” (9). 20 poetas antologados (19 hombres, 1 mujer). Orden cronológico (con irregu- laridades), de Julio Vicuña Cifuentes a Roque Esteban Scarpa. Breves notas bio- bibliográficas al final de cada selección. Protagonistas: Pablo Neruda (15 pp.); Gabriela Mistral (14 pp.); Carlos Pezoa Véliz (12 pp.); Rosamel del Valle (11 pp.); Vicente Huidobro (10 pp.). Oreste Plath (ed.), Luciérnaga. Versos de poetas chilenos seleccionados para los niños, Santiago, Nascimento, 1946 (125 páginas) Hay una “Explicación” (5-8) y un “Prólogo” (9-11). No es una antología de “ver- sos escolares”. Plath ha procurado que los temas, al ser recitados por los niños, no “suenen como argumentaciones de las madres, del profesor, del adulto en gen- eral” (7-8). 44 poetas antologados (37 hombres, 7 mujeres). Sin orden cronológico o al- fabético. No se agrupan los poemas de cada autor. No hay presentaciones indi- viduales. Al final del libro hay una lista de “Antologías” (119), para que el lec- tor pueda acceder a información biobibliográfica sobre los autores, y una “Nota” (121) en la que se informa sobre el poeta Miguel Gómez Herrera, que no figura en ningún libro de esa lista. Ilustraciones de Francisco Amighetti. Protagonistas: Gabriela Mistral (4 poemas); Carlos Barella (3 poemas); Carlos Acuña, Julio Barrenechea, Lucía Condal, Victoria Contreras, Óscar Jara Azócar, María Cristina Menares, Mila Oyarzún, Robinson Saavedra Gómez, Daniel de la Vega (2 poemas). TREINTA AÑOS DE ANTOLOGÍAS POÉTICAS EN CHILE (1944-1973) 191 Sergio Atria (ed.), Cruz del Sur, Santiago, Cruz del Sur, 1946 (157 páginas) No hay prólogo ni explicación del criterio de selección. 28 poetas antologados (27 hombres, 1 mujer). Orden cronológico, de Guill- ermo Blest Gana a Nicanor Parra. Se señala la autoría al pie de cada poema. Hay una “Bibliografía” final (129-137), con fechas de los autores y una lista de sus libros, y una enumeración de “Antologías chilenas” (139-141). Protagonistas: Pablo Neruda (25 pp.); Gabriela Mistral (17 pp.); Diego Dublé Urrutia, Vicente Huidobro (7 pp.); Manuel Magallanes Moure, Ángel Cruchaga Santa María (6 pp.) Hugo Zambelli (ed.), 13 poetas chilenos (1938-1948), Valparaíso, Roma, 1948 (112 páginas) En su breve “Prefacio” (5), Zambelli explica que su antología se limita a poetas que hayan publicado sus primeras obras entre 1938 y 1948, que sean representa- tivos de “las más significativas tendencias poéticas de la hora actual, en nuestro país”, y que sigan a “nuestros grandes poetas anteriores” en su rigor y su origi- nalidad. 13 poetas antologados (13 hombres, 0 mujeres). Orden alfabético, de Eduardo Anguita al propio Zambelli. Hay breves presentaciones biobibliográficas y una reflexión metapoética por parte de cada autor. Protagonistas: Eduardo Anguita, Braulio Arenas (15 pp.); Enrique Gómez-Cor- rea, Mahfud Massis, Nicanor Parra (8 pp.). Alone (ed.), Las cien mejores poesías chilenas, Santiago, Zig-Zag, 1949, 2ª ed. (213 páginas) Incluye el prólogo “A los lectores” (7-8), que apareció en la primera edición de 1935, y un “Prólogo de la segunda edición” en el que Alone defiende las modifi- caciones introducidas (9). 26 poetas antologados (24 hombres, 2 mujeres). Orden no estrictamente cro- nológico, de Guillermo Blest Gana a Enrique Lihn Carrasco. Breves presentacio- nes biobibliográficas. 192 Niall Binns Protagonistas: Manuel Magallanes Moure (22 pp.); Gabriela Mistral, Óscar Castro (18 pp.); Diego Dublé Urrutia (17 pp.); Jorge Hübner Bezanilla (13 pp.); Vicente Huidobro (11 pp.); Pablo Neruda (10 pp.). Víctor Castro (ed.), Poesía nueva de Chile, Santiago, Zig-Zag, 1953 (368 páginas) En un extenso “Prólogo” (11-46), Castro reflexiona sobre la “dura empresa” que acarreaba ofrecer “un panorama objetivo de la poesía nueva de Chile” (11). De- nuncia la falta de atención crítica a la poesía reciente del país (16). Reconoce el peso en los jóvenes de Huidobro, de Rokha y Neruda y el peligro de someterse a otras influencias, como la de Lorca (19). Realiza, a continuación, un estudio histórico de la poesía chilena, desde Ercilla hasta Julio Barrenechea (22-46). 64 poetas antologados (52 hombres, 12 mujeres). Orden cronológico (con uno que otro error), de Omar Cáceres a Pablo Guíñez. Hay detalladas presentaciones biobibliográficas. Protagonistas: Gonzalo Rojas, David Rosenmann Taub (10 pp.); Gladys Thein, Eduardo Anguita, Hugo Goldsack, Ricardo Navia (8 pp.). Roque Esteban Scarpa (ed.), El joven laurel, Santiago, Academia Literaria del Saint George’s College, 1953 (158 páginas) En el apartado “Biografías casi sin tiempo” (155-158), se explica que la Academia Literaria del Saint George’s College se fundó en 1946, bajo la asesoría de Roque Esteban Scarpa, con el fin de “ofrecer, fuera del rigor de la clase, posibilidades al alumno para expresar su espíritu creador” (155). Había 28 académicos, cada uno de los cuales ocupaba un sillón que llevaba una letra. Hay una “Carta inconclusa a mis autores” (7-9), en la que Scarpa celebra el “milagro” del libro, apela a la “modestia” de los antologados, y pide –en previsión de críticas futuras– que “ni la alabanza turbe la diafanidad del alma, ni la censura amargue la pura fuente del canto (7-8). 7 autores antologados (7 hombres, 0 mujeres). El orden no es ni alfabético ni cronológico. De los siete autores (nacidos entre 1933 y 1937), el texto de Pablo Gutiérrez Smith es un relato y el de Jaime Silva Gutiérrez un poema dramático. Hay biobibliografías (más biográficas que bibliográficas, por la edad) en el aparta- do final. TREINTA AÑOS DE ANTOLOGÍAS POÉTICAS EN CHILE (1944-1973) 193 Protagonistas: Jaime Silva Gutiérrez (38 pp.); Armando Uribe Arce (28 pp.); Hernán Montealegre Klenner (24 pp.); José Miguel Ibáñez Langlois (20 pp.). Alone (ed.), “Antología de poetas del siglo XX”, en Historia personal de la lite- ratura chilena (desde don Alonso de Ercilla hasta Pablo Neruda), Santiago, Zig-Zag, 1954: 283-420 (137 páginas) En el apartado “El siglo XX” (225-279), Alone presenta un diccionario biográfico de los autores que figuran, a continuación, en su “Antología de poetas y prosistas del siglo XX” (281-601). 14 poetas antologados (13 hombres, 1 mujer). Son poetas ya incluidos en la edición de 1949 de Las cien mejores poesías. La selección, en la mayoría de los casos, es idéntica. Protagonistas: Manuel Magallanes Moure (18 pp.); Óscar Castro, Diego Dublé Urrutia, Gabriela Mistral, Pablo Neruda (15 pp.); Vicente Huidobro (13 pp.); Jorge Hübner Bezanilla (11 pp.). Carlos Poblete (ed.), Los mejores poetas de Chile (de Pedro Antonio González a Pablo Neruda): breve antología, Santiago, Artes Gráficas Numen, 1955, 2ª edición (61 páginas) La antología forma parte de la colección “Numen (Los mejores poetas)”, dirigida por Carlos Poblete. Hay un breve prólogo, “Los mejores poetas de Chile. Breve antología popular” (5-6), firmado por “P.”. Se entiende que es Poblete, ya que en una nota se invita al lector a que consulte su antología Exposición de la poesía chilena (1941). Los mejores poetas tiene como propósito “llevar al pueblo y a la juventud expresiones más nobles que las que suelen brindarles la politiquería, el fútbol y otros vicios que están malogrando las virtudes que hicieron respetable a nuestra patria” (6). 24 autores antologados (23 hombres, 1 mujer). Orden cronológico, de Pedro Antonio González a Óscar Castro. La única información que se ofrece son el nombre y las fechas de los autores. Protagonistas: Pablo Neruda (6 pp.); Carlos Pezoa Véliz, Gabriela Mistral (4 pp.). 194 Niall Binns Roque Esteban Scarpa (ed.), El joven laurel (ii), Santiago, Academia Literaria del Saint George’s College, 1955 (127 páginas) En su prólogo “La Academia y sus autores” (7-9), Roque Esteban Scarpa celebra que la Academia Literaria haya cumplido diez años de vida. A diferencia de la antología anterior, esta incluye sólo a actuales alumnos del Colegio, por lo cual “es posible que su calidad no guarde el valor casi homogéneo de la primera: más que la diferencia de edades, las de tiempo de trabajo en la poesía y en la prosa, establecen jerarquías” (8). 10 autores antologados (10 hombres, 0 mujeres). El orden no es ni alfabético ni cronológico. Los diez autores (nacidos entre 1937 y 1940) publican una selec- ción de poemas, con la excepción de Luis Vargas Saavedra y Luis Goycoolea Grez, que presentan relatos. Hay información biobibliográfica en la “Breve noti- cia sobre los autores” (123-127). Protagonistas: Hernán Montealegre Klenner (18 pp.); Eduardo Vega Bezanilla, Luis Goycoolea Grez (14 pp.). Hugo Montes (ed.), Antología de medio siglo (poesía chilena), Santiago, Editorial del Pacífico, 1956 (346 páginas) En su “Prólogo” (7-14), Montes ofrece un breve recuento de la poesía del siglo XX en Chile, que era “la más valiosa de la América hispana” (10). Según la so- lapa, “esta Antología, realizada con un criterio amplio y sin ninguna restricción de escuelas literarias, permitirá apreciar la extraordinaria calidad de la poesía chilena del siglo XX”, y “será de preciosa utilidad para quienes se interesan por las reali- dades espirituales de nuestro país”. 37 poetas antologados (36 hombres, 1 mujer). Orden cronológico, de Julio Vicuña Cifuentes a Efraín Barquero. No hay presentaciones individuales, pero hay una bibliografía de cada autor y dos índices: uno de primeros versos y otro general. Protagonistas: Neruda (87 pp.); Mistral (43 pp.); Huidobro (36 pp.); Pezoa Vé- liz (14 pp.); David Rosenmann Taub (13 pp.). TREINTA AÑOS DE ANTOLOGÍAS POÉTICAS EN CHILE (1944-1973) 195 Eleazar Huerta (ed.), Nicanor Parra, Ángel Cruchaga Santa María y Antonio Ava- ria de la Fuente (sel.), Poetas universitarios: antología, Santiago, Instituto Pedagógico/ Centro Literario, 1956 (116 páginas) En su “Prólogo” (9-14), Huerta celebra la “independencia de voces” de los jóvenes universitarios seleccionados, cada uno de los cuales posee “rasgos inconfund- ibles”. “¡Bendita sea la Universidad, que forma personas y no grey, que alienta lo individual en vez de aplanarlo!” (10), exclama. 9 poetas antologados (9 hombres, 0 mujeres). Sin orden alfabético o cronológi- co. Hay breves presentaciones biobibliográficas. Protagonistas: Armando Uribe Arce (18 pp.); Jorge Teillier (14 pp.); Sergio Hernández Romero, Jaime Valdivieso Bordalí, Carlos Willson Marín (12 pp.). Xavier Abril (ed.), Antología de la poesía moderna hispanoamericana (Argentina, Cuba, Chile, México, Perú, Uruguay), Montevideo, Cuadernos Julio Herrera y Reissig, 1956 (59 páginas) Abril afirma, en su “Introducción” (3-7), que toda la poesía nueva en América proviene de Cantos de vida y esperanza de Darío (3) y destaca el papel decisivo de Vicente Huidobro y César Vallejo (4-5). Aprovecha para criticar el plagio en las primeras obras de Neruda y el “gaseoso espiritualismo” de Residencia en la tierra, y para lamentar “esa terrible e irreparable escuela de ‘Cantos generales’ que América padece”. Justifica la selección de países abarcados por la antología con el argumento de que son los que “cuentan en la actualidad con los grupos de poetas más coherentes de América” (7). 8 poetas antologados (7 hombres, 1 mujer). Orden cronológico, de Gabriela Mistral a Juvencio Valle. Se trata de una antología sólo en nombre. En las páginas dedicadas a Chile (20-30), hay una breve presentación de cada poeta y un solo texto seleccionado. Alone (ed.), Las cien mejores poesías chilenas, Santiago, Zig-Zag, 1957, 3ª ed. (235 páginas) Aparece de nuevo el texto “A los lectores” (9-10), junto a un “Prólogo de la ter- cera edición” en el que Alone vuelve a defender los cambios hechos, sobre todo la incorporación de poetas jóvenes (11). 196 Niall Binns 37 poetas antologados (33 hombres, 4 mujeres). Se repite el modelo de la edición anterior, así como el orden cronológico (con inconsistencias), de Guill- ermo Blest Gana a Eliana Navarro. Protagonistas: Pablo Neruda (23 pp.); Gabriela Mistral (19 pp.); Diego Dublé Urrutia, Manuel Magallanes Moure, Óscar Castro (17 pp.); Jorge Hübner Beza- nilla (14 pp.). Jorge Elliott (ed.), Antología crítica de la nueva poesía chilena, Santiago, Consejo de Investigaciones Científicas de la Universidad de Concepción/Nascimento, 1957 (319 páginas) Según la “Nota preliminar” de Elliott (5-8), el Consejo de Investigaciones Cientí- ficas de la Universidad de Concepción le encomendó un libro sobre “el interesante fenómeno poético chileno de la actualidad”, algo que podría resultar extraño ya que él era profesor de Literatura Inglesa y Norteamericana, pero “se pensó que un crítico de formación diversa a la de la generalidad podría, quizá, verter una luz inesperada sobre él al utilizar instrumentos de juicio poco usuales” (5). Se trata de una “antología ‘crítica’”, con una “selección rigurosa” en la que ha intentado ser “lo más imparcial posible” (6). La extensa introducción “La nueva poesía chilena” (9-141) se divide en cuatro secciones: “Consideraciones generales”, “El problema de la poesía”, “El proceso chileno en la poesía” y “La nueva poesía chilena”. 30 poetas antologados (29 hombres, 1 mujer). Orden cronológico, de Pedro Prado a Efraín Barquero. Se señalan las fechas de cada autor, pero no hay infor- mación biobibliográfica. Protagonistas: Nicanor Parra (19 pp.); Pablo Neruda (18 pp.); Gabriela Mistral (16 pp.); Vicente Huidobro (13 pp.); Gonzalo Rojas, Venancio Lisboa (11 pp.); Pablo de Rokha (10 pp.). Antonio de Undurraga, Atlas de la poesía de Chile, 1900-1957. Antología inte- grada por 92 poetas más un prefacio, notas y estudios críticos, Santiago, Nascimento, 1958 (503 páginas) En la solapa se recuerda que el autor de la antología, aparte de ser un “verdadero poeta”, no era un “neófito en el conocimiento de nuestra realidad poética”: había publicado en Nascimento los libros El arte poético de Pablo de Rokha (1945) y el premiado Pezoa Véliz, biografía, crítica y antología (1950). En su “Prefa- TREINTA AÑOS DE ANTOLOGÍAS POÉTICAS EN CHILE (1944-1973) 197 cio” (5-11), Undurraga vincula “la vitalidad y grandeza de la poesía chilena con- temporánea” a la “geografía titánica” del país pero también al mestizaje entre el español y las “razas nativas” tan vigorosas como industriosas (5-6). En una “Advertencia preliminar”, firmada en abril de 1952 (13-15), explica que comenzó la recopilación y análisis ocho años antes (es decir, en 1944) y habla de la “faena invisible” que había detrás de los ficheros y cronologías. 92 poetas antologados (79 hombres, 13 mujeres). Orden cronológico (con er- rores). Se divide en dos grandes apartados. El primero (17-373) va de Guillermo Blest Gana a Luis Merino Reyes, con presentaciones a veces muy elaboradas de los poetas. Se señala la procedencia de los poemas. El apartado “Las últimas tendencias” (373-464) tiene cinco secciones, cada una con una introducción y luego una selección de los autores mencionados: (a) “Tendencias hacia el siglo de oro español”; (b) “Tendencia surrealista”; (c) “Tendencias neonaturalistas y otras afines”; (d) “Las tendencias vernaculistas”; (e) “Tendencias neorrománticas e intermedias”. Al final, hay una sección de “Versiones célebres verificadas por poetas chilenos” (464-469) y dos artículos de Undurraga: “Sobre la ‘Balada del violín’” (470-484) y “Huidobro y sus acusadores” (484-497). Protagonistas: Pablo Neruda (31 pp.); Antonio Bórquez Solar (30 pp.); Vicente Huidobro (27 pp.); Gabriela Mistral, Pablo de Rokha (25 pp.); Carlos Pezoa Véliz (20 pp.); Antonio de Undurraga (16 pp.); Teresa Wilms Montt (13 pp.); Rosamel del Valle (11 pp.). Raúl Silva Castro (ed.), Antología general de la poesía chilena, Santiago, Zig-Zag, 1959 (432 páginas) En su “Introducción” (7-8), Silva Castro plantea el libro como una continuación de su Antología de poetas chilenos del siglo XIX de 1937, con el fin de ofrecer un “muestrario completo de la poesía chilena”. Para que su selección fuera “tan seria y digna de crédito como es posible”, decidió “tomar muestras nada más que de los autores ya difuntos, cuya obra está cerrada y que no pueden embarazar el juicio literario con su presencia en el mundo” (7). Se llega así al absurdo de una antología que incluye a Óscar Castro pero en la que no figuran ni Pablo de Rokha ni Pablo Neruda. 73 poetas antologados (68 hombres, 5 mujeres). Orden cronológico, de Pedro de Oña a Óscar Castro. Presentaciones biobibliográficas. 198 Niall Binns Protagonistas: José Antonio Soffia (24 pp.); Andrés Bello (22 pp.); Salvador Sanfuentes, Julio Vicuña Cifuentes (16 pp.); Guillermo Blest Gana, Pedro Anto- nio González (15 pp.); Guillermo Matta (14). Ginés de Albareda y Francisco Garfias (eds.), Antología de la poesía hispanoame- ricana: Chile, Madrid, Biblioteca Nueva, 1961 (489 páginas) Albareda y Garfias también publicaron, en la misma colección, antologías dedica- das a la poesía de México (1957), Colombia (1957), Venezuela (1958), Argentina (1959), Perú (1963) y Uruguay (1968). En la detallada “Historia de la poesía chilena” (7-56) que sirve de introducción, hacen hincapié en el protagonismo de España desde la epopeya fundacional de Ercilla (9-11) hasta los imitadores románticos de Zorrilla y Espronceda (23), en el interés de Mistral por Santa Te- resa, Gracián y Fray Luis de Granada (38), en la colaboración de Gerardo Diego y Juan Larrea en el creacionismo de Huidobro (40) y en las apreciaciones de Juan Ramón Jiménez sobre Neruda (47-48). 136 poetas antologados (125 hombres, 11 mujeres). Hay tres secciones: “Prim- eros poetas”, “El romanticismo” y “El modernismo”. El orden cronológico, de Ercilla a Jorge Teillier, se rompe con una acumulación de siete poetas mujeres al final de la selección, de Sylvia Moore a Raquel Jodorowsky. No hay presentacio- nes biobibliográficas. Protagonistas: Gabriela Mistral, Pablo Neruda (19 pp.); Alonso de Ercilla (17 pp.); Pedro de Oña (13 pp.); Diego Dublé Urrutia (10 pp.); José Antonio Soffia, Vicente Huidobro (9 pp.). Edmundo Palacios y Luis Enrique Délano (eds.), Antología de la poesía social de Chile, Santiago, Austral, 1962 (170 páginas) Se dedica “al Partido Comunista de Chile como homenaje a sus cuarenta años de lucha”. El “Prólogo” (9-21) traza la historia de la poesía de conciencia social desde el siglo XIX, pasando por las influencias del socialismo utópico y el an- arquismo, la fundación del P.C. en 1921, la crisis mundial de los años treinta y el impacto de la Revolución en Cuba. Se hace hincapié en la figura ejemplar de Neruda. 45 poetas antologados (40 hombres, 5 mujeres). Orden cronológico, de Pedro Antonio González hasta Teillier. Se dan las fechas de los autores, pero no hay información biobibliográfica de ningún tipo. TREINTA AÑOS DE ANTOLOGÍAS POÉTICAS EN CHILE (1944-1973) 199 Protagonistas: Pablo Neruda (20 pp.); Carlos Pezoa Véliz (8 pp.); Edesio Al- varado (6 pp.). Alone (ed.), Las cien mejores poesías chilenas, Santiago, Zig-Zag, 1962, 4ª ed. (230 páginas) La contratapa sitúa el libro en la tradición de Las cien mejores poesías (líricas) de la Lengua Castellana (1908) de Menéndez Pelayo, que a pesar de las críticas (por la selección tan restringida) “constituyó un insubstituible y breve tesoro de la lírica española”. La antología del “eminente crítico” Alone produjo “reacciones semejantes” pero ha tenido una “aceptación duradera” por parte del público. Se prescinde del prólogo original de 1935. En el “Prólogo a la cuarta edición” (7), Alone defiende la eliminación de quince poemas de la edición anterior y la incor- poración de nuevos poemas de Neruda, Parra, Arteche, Teillier y Barquero. 35 poetas antologados (32 hombres, 3 mujeres). Se repiten la estructura y el orden inconsistentemente cronológico de la edición anterior, de Guillermo Blest Gana a Eliana Navarro. Protagonistas: Pablo Neruda (25 pp.); Gabriela Mistral (19 pp.); Diego Dublé Urrutia, Manuel Magallanes Moure (17 pp.); Óscar Castro (15 pp.); Jorge Hübner Bezanilla (14 pp.). María Urzúa y Ximena Adriasola (eds.), La mujer en la poesía chilena: 1784-1961, Santiago, Nascimento, 1963 (239 páginas) En su “Advertencia” inicial (5), Ximena Adriasola explica el criterio de “seleccio- nar a las escritoras de mayor valor literario de su generación”, con el fin de reunir “valiosos poemas que se encuentran dispersos en libros olvidados”. El “Prólogo” (7-12) de María Urzúa traza una historia de la poesía chilena en la que señala puntualmente la presencia de poetas mujeres. 36 poetas antologadas (0 hombres, 36 mujeres). Orden cronológico, de Sor Tadea de San Joaquín a Ximena Sepúlveda. Hay presentaciones biobibliografícas y una bibliografía final. Protagonistas: Gabriela Mistral (22 pp.); Mercedes Marín del Solar, Laura Bus- tos, María Monvel, Irma Astorga, Stella Díaz Varín, Delia Domínguez (8 pp.). 200 Niall Binns Jaime Concha (pról.), Poesía del Grupo Trilce, Valdivia, s.e., 1964 (83 páginas) En un breve prólogo sin título (7-10), Jaime Concha defiende la existencia de una poesía universitaria. Cuenta el nacimiento del grupo Trilce en la Universidad Austral, y celebra la poesía de sus miembros, llegados a Valdivia desde lugares distintos de Chile. La antología, publicada antes del año de vida del grupo, rompe “todos los récords biológicos” (10) 5 poetas antologados (5 hombres, 0 mujeres). Carmen Soler Blanch (ed.), Antología de la poesía chilena, Barcelona, Instituto de Artes Gráficas, 1964 (209 páginas) Es una antología de difusión cultural, con dibujos en color. En su breve “Prólogo” (5), Soler Blanch celebra la “magnífica floración poética” de Chile y anuncia que no había nadie mejor que Ercilla, “poeta español de nacimiento pero chileno de corazón”, para dar inicio a una antología “dedicada a todos los jóvenes de habla española”. 80 poetas antologados (73 hombres, 7 mujeres). Orden aproximadamente cro- nológico, de Pedro de Oña a María Elvira Piwonka. Se divide en cuatro secciones: “Prólogo”; “Primeros poetas”; “El Romanticismo”; y “El Modernismo y las ten- dencias actuales”. Hay breves presentaciones biobibliográficas. Protagonistas: Pablo Neruda (14 pp.); Gabriela Mistral (10 pp.); Alonso de Er- cilla (8 pp.) Hernán del Solar (ed.), Breve estudio y antología de los premios nacionales de literatura, Santiago, Zig-Zag, 1965 (371 páginas) El libro, como cuenta Del Solar en su “Introducción” (7-10), reproduce sus cróni- cas periodísticas sobre los ganadores del Premio Nacional y añade una selec- ción antológica de cada uno. Entre los veintitrés premiados desde el comienzo del galardón (en 1942), había once poetas: Pablo Neruda (1945), Samuel Lillo (1947), Ángel Cruchaga Santa María (1948), Pedro Prado (1949), Gabriela Mis- tral (1951), Daniel de la Vega (1953), Víctor Domingo Silva (1954), Max Jara (1956), Diego Dublé Urrutia (1958), Julio Barrenechea (1960) y Juan Guzmán Cruchaga (1962). TREINTA AÑOS DE ANTOLOGÍAS POÉTICAS EN CHILE (1944-1973) 201 11 poetas antologados (10 hombres, 1 mujer). Orden cronológico, según el año en que se otorgó el premio. Protagonistas: Pablo Neruda (26 pp.); Pedro Prado (20 pp.); Gabriela Mistral (16 pp.). Jorge Teillier, “Los poetas de los lares. Nueva visión de la realidad en la poesía chilena”, Boletín de la Universidad de Chile, 56, mayo de 1965: 48-62 (9 páginas) Al final de su ensayo, un hito en la historia de la poesía chilena, Teillier adjuntó una brevísima antología (54-62) de poetas nacidos entre 1920 y 1938 que encarnaban la estética “lárica” que buscaba: Efraín Barquero, Alfonso Calderón, Rolando Cárdenas, Carlos de Rokha, Pablo Guiñez, Floridor Pérez y Alberto Rubio. En una nota final nombró a otros once –todos hombres– que habría que incluir en “una antología más completa” (62). 7 poetas antologados (7 hombres, 0 mujeres). Orden alfabético. Escuetas pre- sentaciones biobibliográficas. Carlos Cortínez y Omar Lara (eds.), Poesía chilena (1960-1965), Santiago, Edi- ciones Trilce, 1966 (183 páginas) En una “Explicación preliminar” (11) firmada por el Grupo Trilce, se explica que el libro “testimonia un acontecimiento: el Encuentro de la Joven Poesía Chilena, ocurrido en Valdivia durante abril de 1965”, durante el cual los jóvenes presen- taron a poetas de la “generación del 50”. Un “propósito secundario” del libro era mostrar “algunos ejercicios de poetas posteriores, casi venideros”. 25 poetas antologados (25 hombres, 0 mujer). Orden alfabético. La antología se divide en dos partes. En la primera, la selección de los siete poetas mayores va precedida por los ensayos leídos en el Encuentro. La segunda parte consiste en uno o dos textos de autores más jóvenes, entre ellos, aparte de los poetas de Trilce, Óscar Hahn y Manuel Silva Acevedo. Hay unas “Notas bio-bibliográficas” al final (181-183). Protagonistas: Enrique Lihn (15 pp.), David Rosenmann Taub, Jorge Teillier (8 pp.); Armando Uribe Arce (7 pp.) 202 Niall Binns Seis poetas universitarios, Universidad de Chile, Facultad de Filosofía y Educación, Central de Publicaciones, s.f. (32 páginas) Se trata de una publicación mimeografiada sin prólogo ni presentación ni infor- mación sobre el encargado de la edición. Al menos cuatro de los autores –Jaime Silva Iriarte, Jorge Etcheverry Arcaya, Óscar Evans y Bernardo Araya– formaban parte del Grupo América (Bianchi 96-108). En el catálogo de la Biblioteca Nacio- nal de Chile, se postula como posible fecha de edición de la antología el año 1960. Mucho más probable es que se haya editado entre 1965 y 1967. El Grupo América se fundó en el Instituto Pedagógico en 1964 y se disolvió cuatro años más tarde; por otra parte, Jorge Etcheverry nació en 1945. 6 poetas antologados (6 hombres, 0 mujeres). No hay orden alfabético o cro- nológico. Protagonistas: A cada poeta le corresponden 4 o 5 páginas. Alone (ed.), Las mejores poesías chilenas, Santiago, Zig-Zag, 1966, 5ª ed. (276 páginas) En la solapa, se reproduce el texto de contratapa de la cuarta edición de Las cien mejores poesías, añadiendo una explicación del nuevo título, ya que “el número ha sobrepasado la cifra inicial de 100”. En su “Prólogo” (7-9), Alone registra el impacto que ha tenido en el libro la Antología crítica de Jorge Elliott (8-9). 43 poetas antologados (39 hombres, 4 mujeres). Se repite la organización de la edición anterior. Orden aproximadamente cronológico, de Guillermo Blest Gana a Óscar Hahn. Protagonistas: Pablo Neruda (25 pp.); Gabriela Mistral (19 pp.); Diego Dublé Urrutia, Manuel Magallanes Moure (17 pp.); Óscar Castro, Jorge Hübner Beza- nilla (14 pp.); Vicente Huidobro (11 pp.); Jorge Teillier (10 pp.). Waldo Rojas (ed.), “Poesía chilena moderna”. En El Corno Emplumado, 21, Mé- xico, enero de 1967: 49-68 (20 páginas) Es una antología truncada. Rojas, en una carta a El Corno Emplumado, habló de la “muestra antológica” que había preparado para la revista. La poesía chilena actual, afirmaba, era un archipiélago en el que “cada poeta es una especie de isla”, ya que no existían grupos o agrupaciones de poetas en el país (una extraña afir- TREINTA AÑOS DE ANTOLOGÍAS POÉTICAS EN CHILE (1944-1973) 203 mación en vista de la existencia de Trilce, Arúspice, etc.). Comentó la precariedad económica de los poetas y la dificultad de publicar, por mucho que existiera la tradición de Huidobro, Mistral y Neruda, “que bien o mal, juega de nuestro lado” (124-125). Una “Nota sobre los colaboradores”, al final de la revista, da detalles biobibliográficos sobre Rojas y explica que este “reunió para nosotros esta peque- ña antología, que hubo de ser reducida por razones de espacio” (135). 12 poetas antologados (12 hombres, 0 mujeres). No hay presentaciones biobib- liográficas. Aunque no se aporten fechas, la selección –de Parra a León Ocque- teaux– es cronológica. Protagonismo: Enrique Lihn (4 pp.); Nicanor Parra, Jorge Teillier (3 pp.). “33 nombres claves de la actual poesía chilena”, número monográfico de Orfeo. Revista de poesía y teoría poética, 33-38, Santiago, 1968 (232 páginas) Sirve como prólogo la carta “Humberto Díaz Casanueva a Orfeo” (6-7). Miembro del consejo de redacción de la revista y embajador de Chile en Argelia, Díaz Casa- nueva destaca que “aparece este número antológico en un momento crucial, con- fuso, intrincado por adversas líneas de pensamiento” (6). Agradece la oportunidad de figurar, “junto a valiosos compañeros, cada uno siguiendo su propia vía, pero todos impregnados por el mismo amor a la poesía, amor, asombro o temor; por el convencimiento de que el don poético es una responsabilidad, y por la confianza en un hombre más pleno y digno” (7). 33 poetas antologados (32 hombres, 1 mujer). Orden aproximadamente cro- nológico, de Rosamel del Valle a Jorge Etcheverry. No hay presentaciones, pero se indica la procedencia de cada texto. Los poemas de Gustavo Ossorio se in- cluyen en un “Homenaje”, celebrado en el 20º aniversario de su muerte. Protagonistas: Rosamel del Valle (20 pp.); Gustavo Ossorio (17 pp.); Eduar- do Anguita (13 pp.); Humberto Díaz Casanueva (11 pp.); Enrique Lihn, Grupo Amereida (10 pp.). Roque Esteban Scarpa y Hugo Montes (eds.), Antología de la poesía chilena con- temporánea, Madrid, Gredos, 1968 (370 páginas) Según el “Prólogo” (7-8), la antología se dirige “de preferencia a lectores espa- ñoles e hispanoamericanos”, es decir, no a un público chileno. Pretende divulgar la obra de poetas contemporáneos, “quienes producen una obra madura desde la 204 Niall Binns década de 1920” (7). Se da protagonismo a Mistral, Huidobro y Neruda, que han llevado la poesía chilena a “cimas muy altas y enriquece la de toda nuestra len- gua”, pero proponen también mostrar el valor y la diversidad de otros muchos au- tores, “que no siempre han alcanzado adecuada divulgación fuera del país” (7-8). 26 poetas antologados (24 hombres, 2 mujeres). Orden cronológico, de Pedro Prado a José Miguel Ibáñez, con detalladas presentaciones de cada autor. Una “Bibliografía” final (357-362) señala sus fechas y sus libros publicados. Protagonistas: Pablo Neruda (51 pp.); Gabriela Mistral (44 pp.); Vicente Huido- bro (23 pp.); Julio Barrenechea, Nicanor Parra (15 pp.); Humberto Díaz Casanu- eva, Juvencio Valle, Miguel Arteche, David Rosenmann Taub (13 pp.). Lelia Cisternas de Mínguez y José Miguel Mínguez Sender (eds.), Antología de poesía chilena (siglos XVI al XX), Barcelona, Bruguera, 1969 [colección Libro Clásico] (230 páginas) En su “Introducción” (13-16), Miguel Mínguez Sender y Leila Cisternas –doctor en Filología Moderna y profesora de la Universidad de Valparaíso, respectiva- mente, como se explica al inicio del libro– abordan la poesía chilena desde una perspectiva histórica, geográfica y étnica. 40 poetas antologados (35 hombres, 5 mujeres). Hay información biobibliográ- fica en las introducciones a los tres apartados: “La Conquista. El reino de Chile” (19-32); “Primeros años de la Independencia (71-74); y “La poesía a caballo de los siglos XIX y XX” (93-136). Este, con diferencia el apartado más extenso, va de Carlos Pezoa Véliz a Virgilio Rodríguez Severín; el orden cronológico se altera para ceñirse a las distintas modalidades poéticas descritas en la introducción. Se señala la procedencia de cada poema. Protagonistas: Pablo Neruda (37 pp.); Alonso de Ercilla (28 pp.); Vicente Huidobro (17 pp.); Gabriela Mistral (16 pp.); Salvador Sanfuentes, Carlos Pezoa Véliz, Óscar Castro (11 pp.); Pablo de Rokha (10 pp.). Alfonso Calderón (ed.), Antología de la poesía chilena contemporánea, Santiago de Chile, Editorial Universitaria, 1971 (383 páginas) En el breve prólogo, “Así, si os parece” (7-10), Calderón explica la “intención precisa” de su antología: “registrar el desarrollo de la poesía chilena desde el mo- mento mismo en que se despoja de su carácter segundón para transformarse ver- TREINTA AÑOS DE ANTOLOGÍAS POÉTICAS EN CHILE (1944-1973) 205 daderamente en una segunda naturaleza nacional”. Se opone a las antologías que acumulan poetas sin distinguir “entre lo accesorio y lo fundamental”. Explica la división en dos partes. En la primera, pretende ofrecer un “testimonio concluso” desde el momento en que se toma conciencia del lenguaje “como fundamento de una nueva mirada sobre el mundo y las cosas”, y mostrar la evolución de los po- etas seleccionados. En la segunda, figura la “obra abierta” de escritores contem- poráneos. Quiere, además, que su antología muestre la creciente “interpenetración de los géneros literarios” (7-8). Explica, también, la inclusión de un apéndice con “testimonios de los propios creadores acerca de sus métodos, el oficio literario, sus credos estéticos” (10). 33 poetas antologados (32 hombres, 1 mujer). Orden cronológico. La primera parte (con 15 poetas) comienza con Diego Dublé Urrutia y termina con Óscar Castro; la segunda (con 18) va de Braulio Arenas a Gonzalo Millán. Se ofrecen las fechas de cada autor y una escueta información bibliográfica y de referencias críticas. Se señala la procedencia de cada poema. El “Apéndice” (269-383) incor- pora textos metapoéticos de los autores antologados. Protagonistas: Pablo Neruda (27 pp.); Nicanor Parra (19 pp.); Gabriela Mistral (18 pp.); Vicente Huidobro, Pablo de Rokha (17 pp.); Juvencio Valle (13 pp.); Carlos Pezoa Véliz, Braulio Arenas (11 pp.); Raúl Rivera (10 pp.). Jaime Concha (sel. y pról.), Poesía chilena, 1907-1917, Santiago de Chile, Nas- cimento, 1971 (150 páginas) La “Introducción” (7-20) parte de la idea de que “1907 es una fecha decisiva en nuestra historia” (7) y estudia el movimiento “hacia adentro” de los poetas antologados, liderados por Pedro Prado, en el marco de una “fase de repliegue social” posterior a la masacre de la Escuela Santa María de Iquique (9). Termina con una breve bibliografía de los libros representados en la selección (19-20) 7 poetas antologados (7 hombres, 0 mujeres). No hay información sobre los au- tores (está en la introducción). El orden, siguiendo la argumentación de Concha, va de Prado a Ernesto A. Guzmán. Protagonistas: Carlos R. Mondaca (25 pp.); Pedro Prado, Max Jara (24 pp.); Manuel Magallanes Moure, Ernesto A. Guzmán (20 pp.). 206 Niall Binns Diez años de poesía joven en Chile (1960-1970), Valparaíso, Universidad de Chile, Área de Humanidades, 1971 (58 páginas) Este texto mimeografiado surgió del encuentro de ese nombre organizado por el Área de Humanidades de la Universidad de Chile de Valparaíso, entre el 9 y el 11 de junio de 1971, del que se reproduce el programa (4). Según el prólogo, anónimo y sin título (1-3), los poetas jóvenes de Chile ya eran conscientes de su propia tradición, y por ello no existía una “negación explícita, militante de las líneas trazadas por sus predecesores”. Se hace hincapié en el papel aglutinador de los grupos Trilce, Arúspice y Tebaida (2). 12 poetas antologados (12 hombres, 0 mujer). Orden alfabético, de Eduardo Embry a Oliver Welden. Hay breves notas biobibliográficas. Protagonistas: Gonzalo Millán, Hernán Miranda, Enrique Valdés, Oliver Weld- en (5 pp.). Jorge Román Lagunas y Nicolás Künsemüller (eds.), Poetas de la Universidad, Santiago, Ediciones Nueva Universidad, 1972 (90 páginas) En su “Presentación” (9-12), los antologadores explican su intención de difundir la obra de dos generaciones de poetas vinculados a la Universidad Católica de Chile (10). 12 poetas antologados (11 hombres, 1 mujer). Orden alfabético, de Ramón Ávila a Ricardo Yamal. Breves presentaciones biobibliográficas. Protagonistas: Rosa Cruchaga, José de la Fuente, Hugo Montes (7 pp.). Martín Micharvegas (selección, ordenamiento y notas), Nueva poesía joven en Chile, Buenos Aires, Ediciones Noé, 1972 (74 páginas) En una “Nota práctica” (7-12), el poeta y artista plástico argentino Micharvegas reflexiona sobre los conceptos de “nueva poesía” y “poesía joven”, y explica que entró en contacto con jóvenes poetas chilenos en el encuentro poético celebrado en Valparaíso en junio de 1971. Su “recopilación” evita conscientemente el orde- namiento alfabético o cronológico y pretende “‘enganchar’ un discurso poético tras otro con el objetivo de hacer de esta selección un solo discurso sostenido desde distintas perspectivas”. Su criterio ha sido selectivo. Se ha hecho sin preo- cuparse demasiado por la edad e incluye a autores inéditos (Juan Luis Martínez TREINTA AÑOS DE ANTOLOGÍAS POÉTICAS EN CHILE (1944-1973) 207 y Raúl Zurita). Los poemas seleccionados son posteriores al triunfo de la Unidad Popular en septiembre de 1970 (10-11). 11 poetas antologados (11 hombres, 0 mujeres). Sin orden cronológico o al- fabético. Protagonistas: Hernán Lavín (8 pp.); Juan Luis Martínez, Gonzalo Millán, Hernán Miranda, Raúl Zurita (6 pp.). Carlos René Correa (ed.), Poetas chilenas del siglo XX: la antología más completa de nuestra poesía actual, Santiago de Chile, Zig-Zag, 1972, 2 vols. (621 páginas) En su “Prólogo” (7-8), Correa explica que “no se trata de una antología estricta, sino de un amplio panorama en el que se alzan montañas y también colinas”. Pre- tende, así, como reza el subtítulo, ofrecer “la antología más completa de nuestra poesía actual”, tomando como modelo a Selva lírica (1917). Su decisión se justi- fica por las “omisiones inexplicables” que había en numerosas antologías “trun- cas”, tanto en Chile como en el extranjero, donde “son copia de las ya aparecidas en Chile” y “adolecen de una información directa y fidedigna” (7). 219 poetas antologados (174 hombres, 45 mujeres). Orden cronológico, con breves presentaciones biobibliográficas. El primer tomo, de 97 autores, va de Julio Vicuña Cifuentes a Nicanor Parra; el segundo, de 122 autores, de Hugo Goldsack a Franko Melo. El orden cronológico se rompe en el caso de las poetas mujeres vivas, que aparecen en función del año de publicación de su primer libro. Protagonistas: Pablo Neruda (8 pp.); Gabriela Mistral (7 pp.); Nicanor Parra (6 pp.); Carlos Pezoa Véliz, Jorge González Bastías, Pedro Prado, Vicente Huidobro, Alberto Rojas Jiménez, Humberto Díaz Casanueva, Óscar Castro (5 pp.). Jaime Quezada (sel. y pról.), Poesía joven de Chile, México, Siglo XXI (Colección mínima), 1973 (133 páginas) En el prólogo, “Algo necesario que decir” (7-10), Quezada celebra la rica tradición poética (“no dada con tal intensidad en otros países de América Latina”), que per- mite a los jóvenes nutrirse de Neruda, Mistral y Parra, y a partir de ellos “sacar su propia voz, su lenguaje personal, su vocación renovadora” (7). Insiste en la importancia de los grupos poéticos (Arúspice, Trilce, etc.) entre los jóvenes (8), y divide la poesía reciente en dos bloques, representados por Lihn y Teillier (9). 208 Niall Binns 10 poetas antologados (10 hombres, 0 mujeres). Orden alfabético. Hay un apartado biobibliográfico, “Acerca de los autores”, al final (131-133). Se señala la procedencia de los poemas. Protagonistas: Jaime Quezada (17 pp.); Omar Lara, Hernán Lavín Cerda (13 pp.). Alone (ed.), Las cien mejores poesías chilenas, Santiago, Editorial del Pacífico, 1973, 6ª ed. (254 páginas) Se repite, con escasos cambios, el prólogo de 1967. 43 poetas antologados (39 hombres, 4 mujeres). Casi idéntico a la edición an- terior. Protagonistas: Pablo Neruda (23 pp.); Diego Dublé Urrutia, Gabriela Mistral (17 pp.); Manuel Magallanes Moure (15 pp.); Óscar Castro (14 pp.); Jorge Hüb- ner Bezanilla (13 pp.); Vicente Huidobro (11 pp.); Jorge Teillier (9 pp.). EN HOMBROS DE GIGANTES Si a comienzos del siglo XX los antólogos chilenos trabajaban con miedo, a la sombra del dictamen de Menéndez Pelayo, a mediados de siglo más que temor era orgullo lo que les inspiraba, y si había temor, era el que sentían los autores jóvenes, conscientes de que para ser poeta en Chile hacía falta subirse a hombros de gigantes y lidiar con la consabida angustia de influencia. La cantidad imponente de antologías publicadas entre 1944 y 1973 es una prueba palpable de ese orgullo y de la fecunda influencia de aque- llos gigantes. Lo reconocían los propios antólogos. La “altura de nuestra poética”, decía Víctor Castro en 1953, “ha proporcionado a Chile el privilegio de acentuar su influencia no sólo en países americanos, sino que ese flujo y reflujo de nuestro verso y contenido nos ha llevado a mantener poderosa y clara preponderancia”. No dejaba, sin embargo, de constatar que “en las nuevas promociones deberán pesar enormemente nombres como los de Vicente Huidobro, Pablo de Rokha y Pablo Neruda, por ejemplo, porque ellos, principalmente, se hacen hitos indestructibles a cualquier desarrollo artístico del idioma” (16). Hasta el poeta-antólogo Waldo Rojas, ya en los años sesenta y después de una queja “melodramáticolagrimosa” sobre las dificultades de ser poeta en Chile, reconoció que “la sangre no llega al río. Ahí está una tradición que bien o mal, juega de nuestro lado. Vi- cente Huidobro, Gabriela Mistral y Neruda, son buenos avales para nuestra poesía” (125). TREINTA AÑOS DE ANTOLOGÍAS POÉTICAS EN CHILE (1944-1973) 209 De particular interés me parece la apreciación matizada y más crítica de Alfredo Lefebvre, en su antología de 1945: Las opiniones extranjeras sobre Huidobro, los elogios colectivos a Neruda, el Premio Nobel solicitado para Gabriela Mistral, nos dan noticia superflua de pres- tigio y reconocimiento. Pudiéramos decir que, habiendo llegado la lengua poética a cierta madurez, más es de temer el desmedro que el crecimiento. Y ésta es la situación de la poesía chilena. El hecho evidente es el actual desgaste de todos los recursos que fueron de vanguardia. Hasta nuestros mayores poetas no dejan de repetir la personal técnica, aplicada a motivos circunstanciales o a variantes de lo ya expresado (9). Lefebvre señaló sobre todo el peligro de pensar en Neruda como maestro, ya que “su expresión es exclusiva y su contagio curiosamente pernicioso por caótico, informe y sin cielo. Neruda no puede señalar caminos” (14). El problema central, sin embargo, era la falta entre los jóvenes de “soledad, soledad”, y de los sacrificios requeridos para alcanzar una expresión personal y evitar, así, “la general debilidad que tienen casi todos los poetas chilenos, o sea, la de repetir recursos, giros, elementos” (15-16)5. ANTOLOGÍA Y CRÍTICA LITERARIA Alfonso García Morales, en su introducción a Los museos de la poesía. Anto- logías poéticas modernas en español, 1892-1941 (2007), equipara la antología con la crítica literaria y la historia de la literatura en su papel de procesar, seleccionar, valorar, interpretar y caracterizar los textos y también a la hora de formar cánones. Aunque la antología poética se distingue por su reproducción de textos, “está siempre presidida por una conciencia crítica y/o histórica que se refleja en su estructura, y con frecuencia integra diversas formas de comentario” (24-25). En efecto, “de una u otra forma, mejor o peor, responsablemente o no, el antólogo actúa siempre como crítico” (30). En Chile, sin embargo, había antólogos reacios a asociarse con la crítica, como si de una mala palabra se tratase. Alone, por ejemplo, con el afán evidente de distanciar su papel de crítico periodístico de la pedantería de cierta crítica académica, afirmó en “A los lectores”, su prólogo a Las cien mejores poesías chilenas de 1935 reproducido luego en la edición de 1949, que no buscaba “las composiciones más características de nuestros principales vates”, ni se preocupaba por representar “la evolución literaria del 5 Los recelos de Lefebvre parecen haberse disipado en años posteriores. En su libro Poe- sía española y chilena. Análisis e interpretación de textos (1958), entre los nueve textos chilenos analizados había tres de poetas jóvenes ausentes de su antología de 1945: Nicanor Parra (“Discurso fúnebre”), Gonzalo Rojas (“Al silencio”) y Miguel Arteche (“Gólgota”) (181-206). 210 Niall Binns país en determinado período”, ni le interesaban “las modalidades peculiares de tal o cual escuela”, ni pretendía “formular deducciones histórico-críticas o advertir el influjo de las corrientes intelectuales extranjeras, etc.”. Todo eso, aseguraba, “pertenece al estudio de los eruditos y alimenta la gloria de los retóricos” (7)6. En esa misma línea, en 1972, Carlos René Correa anunció que en los dos tomos de sus Poetas chilenos del siglo XX: la antología más completa de nuestra poesía actual (algo así como una guía telefónica de la poesía del país), más valía “pecar de generosidad que de avaricia”, y actuar con talante fraternal antes de como “juez inapelable”. Por ello, señaló, “se ha omitido toda erudición crítica” (7-8). Figuras como Alone –cuya noción del crítico ideal podría ser la de un buen lector dirigiéndose a sus semejantes– fueron, para Víctor Castro, el catalizador de su Poesía nueva en Chile (1953). Chile sufría, desde tiempos del novecientos, la falta de “una crítica seria, útil y sana para nuestra información y cultivo”, y esa carencia sobrevivía en los años cincuenta en la pobreza de la crítica “más preponderante y oficial” –entiéndase la crítica periodística–, que eludía sus “compromisos” con los poetas nuevos a la vez que se mostraba “muy bien dispuesta a poetas chirles o a poetisas que disimulan poesía” (12-13). Castro aspiraba sin duda a una crítica más rigurosa, menos subjetiva, en su extenso prólogo y en los nutridos comentarios a cada uno de sus poetas, mucho más eruditos que las breves y amables presentaciones de un Alone o un Correa. Alfonso Calderón (1971), por otra parte, rechazaba las antologías “deslastradas” que hacían “de la acumulación una virtud y de la indistinción entre lo accesorio y lo fundamental, un punto de mira” (7), y se negaba a “trazar las quince o veinte líneas ceremoniales al frente de cada conjunto de textos, en las que suelen sindicarse adecuadamente los matrimonios, obsesiones, trabajos públicos o desempleos, altibajos de salud y afectos, glorias funcionarias, amén de esa quisicosa detestable que denominan curriculum, por estimarlas más bien desmerecedoras e inocuas” (10). Él también desconfiaba de la “crítica” –entiéndase, de nuevo, la crítica literaria de los grandes diarios pero también la academia más adocenada–, por su acomodamiento al poder: “No dejemos de recordar cómo la crítica, con excepciones muy contadas, batió palmas contra la Mistral (Pedro Nolasco Cruz, Raúl Silva Castro), contra de Rokha (sin 6 En la “Nota sobre el título” de su Historia personal de la literatura chilena (1954) Alo- ne ensayó una argumentación parecida a la de “A los lectores”, haciendo hincapié en el adjetivo “personal” y explicando que su historia no se basaba en “clasificaciones ideológicas, literarias, filosóficas, etc.”, sino en los “actores del drama”, es decir, en los escritores mismos. Su criterio de historiador de la literatura no se debía “a teoría de ninguna clase, sino a simple y subjetiva inclinación, a una razón, también, personal. Otros en la historia ven las masas, las corrientes, los imponderables sociológicos; nosotros vemos, ante todo, seres humanos, concretos, que nacen, viven y mueren” (9). TREINTA AÑOS DE ANTOLOGÍAS POÉTICAS EN CHILE (1944-1973) 211 excepciones), sin ataques frontales a puntos de vista o procedimientos, sino en defensa de un establishment, que se llamó academia, insensibilidad, torpeza o incompetencia” (9-10). Antología y crítica se juntan de manera más o menos rigurosa, y de modos diver- sos, en antologías como las de Castro y Calderón, o la de Undurraga, pero sobre todo en Antología crítica de la nueva poesía chilena de Jorge Elliott, que suele ser considerada la antología más consistente e influyente del período. Naín Nómez, al reeditarla, la describió como “una obra ejemplar, tanto desde la perspectiva de la selección de poetas como desde el intento de diseñar un cuadro general de la poesía de su tiempo, dando cuenta de sus orígenes y sus constantes estéticas”; pocas veces en la historia de la literatura chilena se había visto “un alarde de erudición y complejidad interpretativa tan acabado como el de este crítico y profesor de literatura inglesa” (5). Llama la atención que el propio Elliott la designara como una “antología crítica”, empleando un término acuñado y popularizado en diversas lenguas durante las primeras décadas del siglo XX, con obras como Anthologie critique des poètes (París, 1911)7, The Poetic Year for 1916, a Critical Anthology (Massachusetts, 1917) de William Stanley Braithwaite, Antologia critica sugli scrittori d’Italia (Florencia, 1925) de Francesco de Sanctis y Luigi Russo, y La poesía moderna en Cuba (1882-1925): antología crítica (Madrid, 1926) de Félix Lizaso y José Antonio Fernández de Castro. En su muy extenso prólogo, planteó la evolución de la poesía chilena como el producto de factores históricos, socioeconómicos y culturales, partiendo de la base de un atraso notorio con respecto a Estados Unidos (11), y midiendo los avances de la poesía en Chile en relación y en diálogo con la tradición anglosajona. Más allá de las críticas que se le han formulado (Nómez 5-6), el peso de la figura de Whitman y de otros anglosajones en la poesía chilena del siglo8, notoriamente en Nicanor Parra –el poeta con mayor representación, por encima incluso de Neruda y Mistral, en la selección de Elliott–, ayuda a que haya sido particularmente productivo su análisis de “El proceso chileno en la poesía” (37-62) y “La nueva poesía chilena” (63-141). 7 Resulta paradójico que “St. Ch.” (Maurice Saint-Chamarand), desde el inicio de su “Avant-propos” a la antología, se haya desligado de lo que él mismo llama la larga e inútil labor de la crítica: “En composant la présente anthologie, nous avions moins cherché à faire un long et inutile labeur de crítique, qu’à grouper, dans un doux loisir, des poèmes que nous plaisent” (v). Es la argumentación que empleará, más tarde, Alone. 8 El libro de Fernando Alegría Walt Whitman en Hispanoamérica, de 1954, que incluyó varias páginas sobre el peso de Whitman en Mistral y Neruda (314-338), es una muestra del cre- ciente interés que había en las relaciones entre la poesía de Chile y de Estados Unidos. 212 Niall Binns LA MUJER AL MARGEN En las cuarenta y una antologías contempladas, un 12,5% de los autores antologados son mujeres: 192 de un total de 1533. Si se apartan las treinta y seis poetas incluidas por Urzúa y Adriasola, este porcentaje se reduce a 10,4%. Por otra parte, de las veinticinco antologías que incluyen a Mistral, en diez es la única mujer seleccionada. En otras doce no hay ninguna poeta mujer, y llama la atención que este sea el caso en selecciones dedi- cadas no a una visión histórica sino a la poesía más reciente, incluso de los años sesenta y setenta: Huerta (1956), Concha (1964), Teillier (1965), Cortínez y Lara (1966), Diez años de poesía (1971), Micharvegas (1972) y Quezada (1973)9. Conviene señalar, además, que La mujer en la poesía chilena: 1784-1961 (1963) es la única de las cuarenta y una antologías preparada por mujeres. A pesar de la importancia histórica de esta antología, resulta sorprendente –aun tomando en cuenta la época– el escaso espíritu combativo que despliega, como bien se percibe en los propósitos enumerados por Adriasola: “seleccionar a las escritoras de mayor valor literario”, “dar a conocer la trayectoria de la mujer en la poesía chilena” y reunir poemas dispersos (5). Urzúa, mientras tanto, aunque reconocía las dificultades que había tenido la mujer chilena, las veía como algo del pasado, circunscritas a “nuestras abuelas”, mujeres austeras y fuertes a las que el ambiente social y los “prejuicios de la época” habían impedido alcanzar la visión universal necesaria “para enriquecer su bagaje sensitivo, para comprender la verdadera belleza en las artes”. Por eso, decía Urzúa, “debemos entonces reconocer mayor mérito a las esforzadas mujeres cuyos nombres llegan a las primeras Antologías Poéticas” (7). Durante el resto de su prólogo, se limitó a narrar la evolución de la poesía chilena –y no la poesía de las mujeres de Chile– haciendo hincapié en la figura de Mistral pero utilizando a las demás mujeres como apéndices anecdóticos a los movimientos centrales liderados por poetas hombres. Así, por ejemplo, después de párra- fos dedicados a la vanguardia y su derivación hacia temas sociales, apuntó simplemente: “Winet [sic] de Rokha nos da un ejemplo de esta tendencia. Va influenciada por Pablo de Rokha. Otros siguieron a García Lorca” (11). Para Albareda y Garfias (1961), la poesía femenina de Chile tenía “toda una teoría de voces precedidas por el alto acento y la trascendente obra de Gabriela Mistral” (55). No supieron qué hacer con esa “teoría” (sea lo que sea que entendieran por el término), y acabaron su antología acumulando a siete mujeres, sin ton ni son y rompiendo el orden cronológico de la selección (468-478). Otro caso es Carlos René Correa, el más 9 Antología de la poesía nortina. Tarapacá, Antofagasta, Atacama, Coquimbo (1966), de Mario Bahamonde, que no incluyo en este artículo ya que se acota a una región concreta, es con diferencia la antología chilena con mayor proporción de mujeres (10 de 26) de las que he consul- tado, con la excepción evidente de la de Urzúa y Adriasola. TREINTA AÑOS DE ANTOLOGÍAS POÉTICAS EN CHILE (1944-1973) 213 “generoso” de los antólogos en su inclusión de poetas mujeres: 16 de 111 en Poetas chilenos, 1557-1944 (1944), y 45 de 219 en los dos tomos de su antología de 1972. En la primera, acabó su prólogo con el apartado “Las poetisas”, donde afirmaba (sin explicar- se): “Sin duda que el mayor escollo de una obra de esta naturaleza, es la parte que a las poetisas se refiere. Bien lo comprenderá el lector” (XXIII). Casi tres décadas más tarde, en el prólogo de Poetas chilenos del siglo XX, después de explicar que la antología estaba organizada cronológicamente, puntualizó: “Cabe advertir que al mencionar a las poetisas que actualmente viven, se ha omitido la fecha de su nacimiento, por razones obvias, y figuran en la obra conforme a la fecha de publicación del primer libro” (7). En efecto, el orden cronológico se rompe con la presencia de poetas aún vivas en 1972. Sucede, por ejemplo, que Chela Reyes, nacida en 1904, no figura junto a Neruda y Romeo Murga, sino entre Alfonso Echeverría (1927) y Alberto Rubio (1928), porque fue en 1928 cuando publicó su primer libro, Inquietud. A raíz de este criterio, rodean a los dos últimos poetas hombres, Gonzalo Millán y Franko Melo, una treintena de mujeres. Desconcierta pensar que esas “razones obvias”, de una caballerosidad más que anacrónica, seguían existiendo en plena Unidad Popular. POLÍTICA EN LAS ANTOLOGÍAS Guerra Fría, ilegalización del Partido Comunista, campos de concentración, exilio de Neruda, muerte de Stalin, XXº Congreso del P.C. de la URSS, Revolución Cubana, movilizaciones estudiantiles, Revolución en Libertad, protestas contra la Guerra de Viet- nam, triunfo electoral de la Unidad Popular, nuevo triunfo electoral de la Unidad Popular de Allende, golpe militar. El agitado trasfondo sociopolítico se imprimió ineludiblemente en todos los poetas entre 1944 y 1973. Fueron pocos, sin embargo, los que siguieron los pasos abiertamente comprometidos de Neruda; la mayoría dividieron nítidamente su compromiso político vital de su compromiso con la poesía. La militancia política de Neruda fue, sin duda, un problema para algunos. De las veinte antologías en que figura –excluyendo la Antología de la poesía social de Chile (1962), donde es el gran protagonista–, hay poesía abiertamente política sólo en las de Montes (1956, “Explico algunas cosas” y “Alturas de Macchu Picchu” completo), y en los fragmentos de “Alturas” recogidos por Undurraga (1958), Scarpa y Montes (1968), Cisternas y Mínguez (1969), Calderón (1971) y Correa (1972). Habría que destacar la hostilidad hacia Neruda mostrada abiertamente por Xavier Abril (1956), que criticó el “lamentable y retórico ‘americanismo’ de su Canto general” (27), y de manera más so- lapada por Albareda y Garfias en 1961 (46-48). En la época de la Unidad Popular, el apremio de la política crecía. Es notable, en ese sentido, Poesía chilena, 1907-1917 (1971), en cuya introducción Jaime Concha ejerció una lectura marxista del grupo de “Los Diez”, analizando su tendencia poética “hacia adentro” como síntoma de una burguesía intelectual traumatizada por la matanza 214 Niall Binns de Iquique (9). Otros incorporaron la política de manera más oblicua. Calderón (1971) veía “una desconfianza en el posible papel participante de la poesía en la construcción de una nueva sociedad”, y ofrecía como ejemplo –en la línea de Esenin y Mayakovs- ki– a Enrique Lihn (8). El compromiso político de José de la Fuente, en la antología de Lagunas y Künsemüller (1972), es una excepción; más frecuente es la insistencia en la autorreflexividad estrictamente literaria de los autores. Quezada (1973), por ejemplo, destacaba en su generación esas preocupaciones formales, antes de añadir: “Conciencia, además –y sin caer en alardes panfletarios–, de la realidad histórica que vive el hombre hispanoamericano de hoy” (9). Más sugerente, seguramente, es el criterio de selección formulado por Martín Micharvegas (1972): A partir del triunfo de la Unidad Popular en setiembre de 1970, y la concomitante importancia que tiene ese triunfo no sólo para el proletariado chileno sino tam- bién para el proletariado mundial frente a la burguesía y al imperialismo, se quiso registrar para documentarlo ese momento de conciencia política de un pueblo y de qué manera podría luego recogérselo a nivel de la conciencia en el lenguaje. Cuando esta exposición no pasa por el lenguaje expreso eso no descarta la posibi- lidad de una “lectura entre líneas” que habla sobre lo mismo (11). LAS CIEN MEJORES POESÍAS CHILENAS DE ALONE: LA ANTOLOGÍA POÉTICA COMO ÉXITO COMERCIAL Los editores, que “no son filántropos, por supuesto”, suelen asegurar que la poesía no se vende. Lo decía Jorge Teillier, que a continuación matizó: “Les interesan las an- tologías que sí se venden” (52). Los datos refrendan ese interés mercantil. Ya lo hemos visto: entre 1944 a 1973, se publicaron en Zig-Zag diez antologías de poesía chilena, entre ellas la Historia personal de la literatura chilena (1954) de Alone –con sus am- plias selecciones de poesía y prosa del siglo XX– y cuatro nuevas ediciones de Las cien mejores poesías chilenas: en 1949, 1957, 1962 y por último, ya con el título Las mejores poesías chilenas, en 1966. Este libro, publicado originalmente en Zig-Zag en 1935, es una muestra irrefutable de la popularidad de las antologías poéticas. Alone (Hernán Díaz Arrieta) era el crítico periodístico más prestigioso del país desde su tribuna en La Nación y luego, a partir de 1939, en El Mercurio, y adoptó un modelo de éxito inaugurado a comienzos del siglo por dos editores de Glasgow, Charles Gowans y James Gray. Gowans & Gray publicaron en 1903 The Hundred Best Poems (Lyrical) in the English Language, en 1904 The Hundred Best English Poems, y en 1905 The Book of Love: One Hundred of the Best Love Poems in the English Language. En ese mismo año, comenzaron a llevar la fórmula a otras lenguas en antologías publicadas simultáneamente en Glasgow, Londres y los países en cuestión: en 1905 Les cent meillleurs poèmes (lyriques) de la langue français, en 1907 1919 (Liriche) TREINTA AÑOS DE ANTOLOGÍAS POÉTICAS EN CHILE (1944-1973) 215 de la Lingua Italiana, en 1908 Las cien mejores poesías líricas de la lengua castellana (edición de Menéndez Pelayo), y en los años siguientes los libros correspondientes en alemán, portugués y holandés. Entre 1918 y 1920 estas antologías (con la excepción de la holandesa) aparecieron en España en la Editorial Cervantes de Valencia, con traducciones de Fernando Maristany. Mientras tanto, la editorial mexicana Porrúa ya había publicado Las cien mejores poesías (líricas) mejicanas (1914), en edición de Antonio Castro Leal, Manuel Toussaint y Alberto Vásquez del Mercado, y durante las décadas siguientes sal- drían antologías hermanas en Bogotá (1919), Lima (1921) y Caracas (1935). En Chile, no podía haber mejor año para probar la fórmula que 1935, en medio de la polémica provocada por la Antología de poesía chilena nueva de Anguita y Teitelboim. Frente a la experimentación vanguardista, Alone afirmó en su prólogo “A los lectores” que “cada día se publican más libros de versos que a la gente no le gustan, tomos de estrofas obscuras, sin ritmo ni rima, desprovistos de música interior o externa y, lo que resulta grave, a menudo también sin poesía”. Lo que él pretendía, por contraste, era “poner a la mano de los buenos lectores los poemas nacionales, mejor dicho, de autores nacionales, que a nuestro juicio cuentan mayores probabilidades de agradar, de producirles goce estético, esa clase de placer tan esquivo a la definición como fácil de ser reconocido y cuyo único tribunal reside en la memoria” (1935: 5-6). La noción de “goce estético” puede intuirse, seguramente, en su predilección por Manuel Magallanes Moure, Diego Dublé Urrutia y Gabriela Mistral, y en el hecho de que el único poema de Huidobro que seleccionó fuese un poema de 1926 que nunca se incluyó en los libros del poeta, “Pasión y muerte” (se trata del título original; se llamaría, después, “Pasión, pasión y muerte”), y de que los tres poemas de Neruda que eligió, “Pelleas y Melisanda”, “Farewell” y “Mariposa de otoño”, pertenecieran no a Residencia en la tierra sino al libro juvenil Crepusculario. Alone supo agradar y deleitar a varias generaciones de lectores, satisfaciendo sin duda las intenciones poco filantrópicas de sus editores. Lo hizo adaptándose a los cambios de época e introduciendo modificaciones en ocasiones drásticas. En 1949, reprodujo “A los lectores” pero en un nuevo prólogo defendió la inclusión de “jóvenes muy jóvenes, apenas conocidos” en lugar de “viejos maestros sagrados y consagrados”, ya que el arte no era una “cosa estática, inmóvil”; de hecho, el “perpetuo devenir” de las letras era tal que en su nuevo libro estaban “las cien mejores poesías chilenas de hoy. No de ayer, no de mañana” (9). Entre los siete poetas eliminados estaban Pablo y Winétt de Rokha, y hubo dos nuevas inclusiones, la segunda sin duda sorprendente: Óscar Castro y el joven Enrique Lihn Carrasco, autor de un poemario inédito: Alrededor (206)10. Llama la aten- ción el añadido de un poema extenso de Huidobro, “Monumento al mar” (con diferencia su poema más antologado), que acompañaría al también extenso “Pasión y muerte” en todas las demás ediciones. 10 Terminaría por llamarse Nada se escurre (1949). 216 Niall Binns Cinco años después de esa segunda edición, Alone repitió la misma selección de catorce de sus poetas en Historia personal de la literatura chilena, pero con dos cambios significativos que convendría destacar. A los dos poemas de Huidobro tomó la libertad de añadir, bajo el título “Los árboles” y como si fuese un poema en prosa, un fragmento del capítulo XV de la novela Sátiro o el poder de las palabras. En cuanto a la selección de Neruda, incorporó un poema de Residencia en la tierra (“Ángela adónica”) y tres de Canto general (“La ola”, “Vienen los pájaros” y “Los ríos acuden”)11. En el “Prólogo de la tercera edición” de Las cien mejores poesías chilenas (1957), entre los nuevos cambios que defendía Alone estaba la incorporación de poetas jóvenes como David Rosenmann Taub, Alberto Rubio y Miguel Arteche, “sin duda el más formado y de mayor importancia”, así como del “soneto ya famoso” de Nicanor Parra: “La mano de un joven muerto” (11). Entre los añadidos destacaban también el aún inédito “Luto” de Mistral (publicado después en Lagar) y tres odas elementales de Neruda (“al aire”, “a la madera” y “al pájaro sofre”), con lo cual se convertían estos dos en los autores mejor representados en la antología. Llama la atención la descompensación entre los textos eliminados y agregados; las “cien mejores poesías” eran ya 104. Para la edición de 1962, Alone prescindió del prólogo original. En su “Prólogo a la cuarta edición” explicó la desaparición de quince textos de la edición anterior y defendió la inclusión de dos nuevos poetas jóvenes –Jorge Teillier y Efraín Barqu- ero–, así como de una nueva oda de Neruda (“al niño de la liebre”) y sobre todo de “Es olvido” de Parra, que le parecía “uno de los trozos más característicos de los antipoemas: equilibra el humorismo fantástico, caprichoso y burlón, esa nota de- senfadada y rápida, tan suya, familiar, irónica, ligera, a una música de sentimiento contenido y como sofocado que por debajo aflora a ratos, no sin temblor”. Entre los ocho poetas que desaparecían estaban Enrique Lihn, David Rosenmann Taub y Alberto Rubio (7). Con estos cambios, el número de poemas subió a 105. Para la quinta edición, de 1966, las modificaciones apuntaban a un cambio más sus- tancial. El “Prólogo” comenzó con una cita de T. S. Eliot: “Por cierto que el valor primero de las antologías, como de toda la poesía, reside en su capacidad de proporcionar placer”, que remitía a esa idea fundacional (de 1935) de buscar poemas capaces de “agradar” y proporcionar “goce estético”. Alone inició su texto agrupando tres definiciones canónicas de la belleza: “un placer desinteresado” (Kant), “el resplandor de la verdad” (Platón) y “una alegría para siempre” (Keats), pero apuntó en seguida que la mejor definición tal 11 No hay textos de las Residencias o de Canto general en ninguna edición de Las cien mejores poesías chilenas. Se entiende que eran imprescindibles en su Historia, por muy personal que fuese, pero que jamás cumplirían con el requisito de agradabilidad y goce estético de la otra antología. TREINTA AÑOS DE ANTOLOGÍAS POÉTICAS EN CHILE (1944-1973) 217 vez fuera un simple “no sé qué”. “Uno sabe, todos sabemos en qué consiste la belleza”; lo difícil era saber comunicarla. Esta reflexión sobre las bases de su criterio de selección lo llevó a decir que “ese círculo donde ‘las cien mejores poesías chilenas’ giraban, ha sido ensanchado, no obedece ya a un criterio rigurosamente subjetivo, personal e impresionista”. Señaló tres motivos por este abandono de la subjetividad. En primer lugar, volviendo a la mutabilidad de las artes destacada en prólogos anteriores, afirmó –citando a Maurice Barrès–: “‘Hay una sola cosa superior a la belleza: es el cambio’. El cambio es la vida”. Por otra parte, “críticos sagaces” ya habían dicho que “las cien mejores poesías eran ciento y tantas”, y como “ahora habrá un número mayor todavía” (¡128!) había decidido cambiar el título a Las mejores poesías chilenas, “lo que suponemos no disgustará a nadie” (7-8). El motivo más trascendente era el tercero. Había nuevos poetas que “no cantaban todos al mismo compás; pero convenía reunirlos y escucharlos. El cambio lo permite”. Lo permitía, también, el impacto que le había causado un “libro importante”, hecho con “un orden y una modestia ejemplares”: la Antología crítica de la nueva poesía chilena de Jorge Elliott (8). Significativamente, señalaba Alone, que “no echa el señor Elliott desde su cátedra miradas desdeñosas al trabajo, necesariamente apresurado, indocto y deficiente, de los periodistas que ejercen la crítica día a día o semana a semana. Simplemente se coloca él en su sitio. Y tiene la elegancia de tender a los otros, víctimas de fáciles agresiones, una mano irónica” (8-9). El periodista Alone, sintiéndose sin duda víctima de agresiones injustas, terminó el prólogo retomando sus palabras iniciales y reconociendo que “en no pequeña parte se debe a su influjo [el de Elliott] el haber agregado a esta selección, presi- dida por la belleza, nombres que para muchos apagan el resplandor de la verdad, impiden el goce desinteresado y matan la alegría para siempre” (9). Se estaba convirtiendo en un crítico acaso más serio, más del siglo XX, consciente de que la poesía había dejado de tener como meta principal la belleza. Para la sexta edición, casi idéntica a la anterior, Alone abandonó Zig-Zag y volvió al título original (de tan alto pedigrí), Las cien mejores poesías chilenas, por mucho que fuesen ya 129 los poemas. En la contraportada del libro, en un texto titulado “La poesía y su antologador”, Edmundo Concha afirmó que Alone era “el crítico mayor de Chile” y su antología “un libro de cabecera que puede ser hojeado al ocaso de cada jornada, como una forma mágica de reposo”. Lo más llamativo del libro es, sin embargo, el colofón, que clausura con gélida indiferencia treinta años de antologías poéticas: “Se terminó de imprimir el 24 de Septiembre de 1973, con una tirada de 5.000 ejemplares en Sopech, Moneda 1158, para Editorial del Pacífico S. A. – Alonso Ovalle 766, Santiago – Chile”. Trece días habían pasado desde el golpe de Estado; el día anterior, el 23 de septiembre, había muerto Neruda. Moneda 1158 estaba a menos de una cuadra del arruinado Palacio de la Moneda, en que había muerto, el día 11, Salvador Allende. 218 Niall Binns CIERRE Decía Jorge Teillier que “para desgracia de los poetas [las antologías] no son la mayoría de las veces sino ‘Antojolías’ o improvisaciones hechas por poetas o críticos de buena o mala voluntad”. Ofreció como excepciones “criteriosas” Selva lírica y la antología de Elliott, “con todas sus distorsiones” (52). Criteriosas o no, “antojolías” o no, no cabe duda de que hay pocas formas más iluminadoras e in- structivas de abordar la poesía chilena de 1944 a 1973 que a través de las cuarenta y una antologías presentadas y estudiadas en estas páginas. BIBLIOGRAFÍA Abril, Xavier (ed.). Antología de la poesía moderna hispanoamericana (Argentina, Cuba, Chile, México, Perú, Uruguay). Montevideo: Cuadernos Julio Herrera y Reissig, 1956. 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