UNIVERSIDAD COMPLUTENSE DE MADRID FACULTAD DE GEOGRAFÍA E HISTORIA Departamento de Historia Contemporánea TESIS DOCTORAL La definición de un modelo de liderazgo en la etapa fundacional de la Guardia Civil  MEMORIA PARA OPTAR AL GRADO DE DOCTOR PRESENTADA POR Eduardo Martínez Viqueira Director Emilio de Diego García Madrid, 2019 © Eduardo Martínez Viqueira, 2018 UNIVERSIDAD COMPLUTENSE DE MADRID FACULTAD DE GEOGRAFÍA E HISTORIA Departamento de Historia Contemporánea La definición de un modelo de liderazgo en la etapa fundacional de la Guardia C MEMORIA PARA OPTAR AL GRADO DE DOCTOR Eduardo Martínez Viqueira BAJO LA DIRECCIÓN DE UNIVERSIDAD COMPLUTENSE DE MADRID FACULTAD DE GEOGRAFÍA E HISTORIA Departamento de Historia Contemporánea TESIS DOCTORAL definición de un modelo de liderazgo en la etapa fundacional de la Guardia Civil MEMORIA PARA OPTAR AL GRADO DE DOCTOR PRESENTADA POR: Eduardo Martínez Viqueira BAJO LA DIRECCIÓN DEL DOCTOR: Emilio De Diego García MADRID, JULIO DE UNIVERSIDAD COMPLUTENSE DE MADRID FACULTAD DE GEOGRAFÍA E HISTORIA definición de un modelo de liderazgo en la etapa MEMORIA PARA OPTAR AL GRADO DE DOCTOR , JULIO DE 2018 TESIS DOCTORAL La definición de un modelo de liderazgo en la etapa fundacional de la Guardia Civil Eduardo Martínez Viqueira Director: Emilio De Diego García Dedicatoria v A todos los miembros de la Guardia Civil que con esfuerzo, sacrificio y espíritu de servicio, contribuyeron a ganar su prestigio y un lugar destacado en la historia de España. La definición de un modelo de liderazgo en la etapa fundacional de la Guardia Civil vi Agradecimientos vii AGRADECIMIENTOS Al profesor D. Emilio De Diego García, tutor y director de esta tesis, por el rigor y acierto de sus orientaciones, consejos y correcciones, que tanto han contribuido para que este trabajo fuera una realidad. Al profesor D. Luís Togores Sánchez, siempre entusiasta, que me dio ese empujón inicial que necesitaba para embarcarme en esta aventura. Al profesor D. Alfonso Bullón de Mendoza, por su valiosa información sobre la primera guerra carlista y su bibliografía. Al profesor D. José Cepeda Gómez, relator crítico de la exposición en el Seminario de Investigación, por sus valiosos consejos y orientaciones. Al Archivo General Militar de Segovia, donde he pasado tantas horas entre viejos papeles manuscritos, que encerraban vidas entregadas y heroísmos callados. Y en particular, al personal que atiende la sala de investigadores, por la disponibilidad y facilidades que siempre demostraron. Al Instituto de Historia y Cultura Militar del Ejército de Tierra, y en particular, al coronel D. Benito Tauler Cid, por su tiempo y su valiosa información para documentar este trabajo. A la Sección de la Guardia Civil del Archivo General del Ministerio del Interior; y en particular, al comandante D. Sebastián García Polo y al brigada D. Luís Javier Hernández Vicente, por su fundamental colaboración desinteresada para desentrañar la información de los escalafones del Cuerpo. Al Servicio de Estudios Históricos de la Guardia Civil, por todas las facilidades ofrecidas para acceder a la información archivística y documental que se custodia en el Servicio. A Lourdes, mi mujer; y a mis hijos Lourdes, Pilar y Eduardo, por todo el tiempo y dedicación que les pertenecía y les he arrebatado, entre papeles y tras la pantalla del ordenador. Prometo devolveros lo que os merecéis. A todos, gracias. La definición de un modelo de liderazgo en la etapa fundacional de la Guardia Civil viii Resumen ix RESUMEN El objeto principal de la tesis es poner de relieve la trascendencia que tuvieron los cuadros de mando de la Guardia Civil hacia unas señas de identidad propias, desde su misma creación hasta su definitiva consolidación; así como determinar la relevancia que para ello, tuvieron la rigurosa y acertada selección de los jefes y oficiales, un liderazgo eficaz y la adopción, en definitiva, de un estilo de mando absolutamente genuino. La Guardia Civil se creó en España en 1844, después de varios intentos fallidos para constituir una fuerza pública de ámbito nacional que pudiera hacer frente a la grave situación de inseguridad y de falta de autoridad existentes. En aquel momento se daban las condiciones políticas y estructurales más adecuadas para crear la Guardia Civil, tras un largo periodo de guerras y revueltas internas, cuando se intentaba configurar el nuevo Estado Liberal en España, al comienzo de la Década Moderada. También fueron determinantes en el momento fundacional, la certera visión de los gobernantes, que supieron aprovechar aquella oportunidad, y la decisión de poner al frente del proyecto al general Francisco Javier Girón, duque de Ahumada, primer Inspector General del Cuerpo, que con grandes dotes organizadoras, contó con el apoyo incondicional del general Ramón María Narváez, Presidente del Consejo de Ministros desde mayo de 1844. La Guardia Civil se organizó de acuerdo con su carácter militar, previsto desde un principio para el régimen estatutario de sus miembros, nutriéndose de personal del Ejército y licenciados. Pero su funcionamiento se basó en un sistema civil-militar de relaciones y dependencias que aportaron al Cuerpo la estabilidad y equilibrio necesarios para su puesta en marcha y su posterior consolidación. Esto facilitó su encaje entre las instituciones del Estado y el arraigo en una población que ansiaba seguridad. Por tanto, la Guardia Civil se convirtió en la fuerza pública necesaria para combatir el bandolerismo, contener posibles revueltas y asegurar la ejecución de las leyes. Pero también fue una herramienta muy eficaz para el Gobierno y el desarrollo de su política liberal, al contribuir a una eficaz integración del territorio, proporcionando seguridad a las vías de comunicación y La definición de un modelo de liderazgo en la etapa fundacional de la Guardia Civil x extendiendo la presencia de la Administración hasta los últimos núcleos de población. La Guardia Civil fue madurando en la realización del servicio y su organización interna, y gracias a la eficacia y prestigio que pronto alcanzó, fue capaz de superar el Bienio Progresista y más tarde, el Sexenio Democrático, hasta lograr su total consolidación como cuerpo de seguridad insustituible a la llegada de la Restauración en 1874. Aquel éxito fue fruto de las cualidades humanas y profesionales desplegadas por los guardias civiles, inculcadas y sostenidas por unos cuadros de mando cuidadosamente seleccionados, que ejercieron un control muy eficaz sobre la fuerza a sus órdenes; unido a una minuciosa regulación interna y los elementos motivadores para generar un auténtico espíritu de cuerpo. Además, en la Guardia Civil se configuró un modelo de carrera sólido y exigente que garantizaba la promoción interna de sus miembros, y un sistema ágil y estable de ascensos que premiaba la excelencia, pero previniendo contra las arbitrariedades. También ofrecía a los oficiales la posibilidad de ocupar destinos de mando efectivo en toda la geografía nacional. En conjunto, la Guardia Civil ofrecía atractivas trayectorias profesionales a quienes pasaban a sus filas. Esta política de personal contribuyó a alumbrar un estilo de mando genuino en la Guardia Civil, que perduró en el tiempo, y que fue clave para consolidar su prestigio. Aquel estilo de mando, consolidado y propio, dio lugar a un auténtico modelo de liderazgo institucional, basado en los principios de conducta de un liderazgo ético y ejemplar, y transmitiendo un fuerte sentido de pertenencia. Las intervenciones singulares de jefes y oficiales brillantes, o de los cuadros de mando de una unidad en los acontecimientos históricos con participación destacada de la Guardia Civil, así lo corroboran. Palabras clave: Guardia Civil, seguridad pública, Ejército español, Estado liberal, integración del territorio, jefes y oficiales, régimen de ascensos, carrera profesional, ejercicio del mando, estilo de mando, liderazgo institucional, liderazgo ético, liderazgo ejemplar. Abstract xi ABSTRACT The main objective of this thesis is to highlight the transcendence of the Guardia Civil commanding officers towards their own identity, from its very creation to its final consolidation; as well as to determine the relevance that for this, the rigorous and accurate selection of the high ranked officers had an effective leadership and the adoption, in short, of a style of command absolutely genuine. The Guardia Civil was created in Spain in 1844, after several unsuccessful attempts to constitute a national public Law Enforcement that could face the serious situation of insecurity and lack of existing authority. At that time there were the most appropriate political and structural conditions to create the Guardia Civil, after a long period of internal wars and revolts, whilst a new Liberal State in Spain was to be implemented, at the beginning of the Moderate Decade. The accurate vision of the current governments was also determinant in the foundational moment, who knew how to take advantage of that opportunity, and the decision to nominate General Francisco Javier Girón, Duke of Ahumada, to lead this project as first General Inspector of the new military/police institution, with great organization capabilities, who had the unconditional support of General Ramón María Narváez, President of the Council of Ministers since May 1844. The Guardia Civil was organized in accordance with its military nature, planned from the beginning for the statutory regime of its members, supplied by Army personnel and discharged servicemen. But its activity was based on a civil- military system of relations and dependencies that provided the new organization the necessary stability and balance for its implementation and its subsequent consolidation. This facilitated its fit between the institutions of the State and to be rooted in a population that yearned for security. Therefore, the Guardia Civil became the necessary public force to combat banditry, suppress possible revolts and ensure the execution of the laws. But it was also a very effective tool for the La definición de un modelo de liderazgo en la etapa fundacional de la Guardia Civil xii Government and for the development of its liberal policy, by contributing to an effective integration of the territory, providing security to the routes of communication and extending the Administration presence to all over the country. The Guardia Civil was improving its public security service and its internal organization, and thanks to the efficiency and prestige that soon reached, was able to overcome the political changes between 1868 and 1874, until achieving its total consolidation as an irreplaceable law enforcement institution upon the arrival of the Restoration. That success was the result of the human and professional qualities displayed by its personnel, inculcated and supported by carefully selected commanding officers, who exercised a very effective control over the force under their command; together with a meticulous internal regulation and the appropriate motivating elements to generate an authentic spirit of membership. In addition, the Guardia Civil set up a solid and demanding career model that guaranteed the internal promotion of its members and an agile and stable system of promotions that rewarded excellence, but prevented against arbitrariness. It also offered officials the possibility of occupying effective command destinations throughout the national geography. On the whole, the Guardia Civil offered attractive professional careers to those who passed into their ranks. This personnel policy contributed to enlighten a genuine style of command in the Guardia Civil, which lasted over time, and which was key in solidifying its prestige. That unique and consolidated style of command gave rise to an authentic model of institutional leadership, based on the principles of ethical and exemplary leadership, and conveying a strong sense of belonging. Brilliant high ranked officials interventions in historical events with prominent participation of the Guardia Civil corroborate this issue. Key words: Guardia Civil, public safety, Spanish army, Liberal State, integration of the territory, senior and commanding officials, regime of promotions, career, exercise of command, style of command, institutional leadership, ethical leadership, exemplary leadership. Tabla de abreviaturas xiii TABLA DE ABREVIATURAS AGMS. Archivo General Militar de Segovia BNE. Biblioteca Nacional de España BOE. Boletín Oficial del Estado (Agencia Estatal) CGC. Cuadernos de la Guardia Civil REHGC. Revista de Estudios Históricos de la Guardia Civil RAH. Real Academia de la Historia SEHGC. Servicio de Estudios Históricos de la Guardia Civil Las abreviaturas bibliográficas de las referencias y citas que se incluyen en el texto son las habitualmente utilizadas, por lo que se omiten en esta tabla. La definición de un modelo de liderazgo en la etapa fundacional de la Guardia Civil xiv Índice xv ÍNDICE ÍNDICE DE CUADROS, TABLAS, GRÁFICOS Y FIGURAS INTRODUCCIÓN 1 1. INTRODUCCIÓN GENERAL 1 2. EL ESTADO DE LA CUESTIÓN Y SU PERTINENCIA ACADÉMICA 4 3. OBJETO Y CONTEXTUALIZACIÓN DE LA TESIS 7 FUENTES 11 1. FUENTES PRIMARIAS 11 2. FUENTES SECUNDARIAS Y AUXILIARES 20 METODOLOGÍA 23 1. FORMULACIÓN DE LA HIPÓTESIS 23 2. DISEÑO DEL PROYECTO DE INVESTIGACIÓN 24 3. RECOPILACIÓN DE LA INFORMACIÓN NECESARIA 28 4. PROCESAMIENTO DE LOS DATOS OBTENIDOS 29 5. REDACCIÓN DEL TEXTO HISTORIOGRÁFICO: ARTICULACIÓN DE LA TESIS 30 PRIMERA PARTE EL NACIMIENTO DE LA GUARDIA CIVIL CAPÍTULO 1. NECESIDAD DE UN NUEVO CUERPO DE SEGURIDAD PÚBLICA 35 1.1. LOS CUERPOS DE SEGURIDAD PREEXISTENTES 36 1.1.1. Algunos antecedentes previos a 1808 36 1.1.2. Los intentos de José Bonaparte y durante la guerra de la Independencia 39 La definición de un modelo de liderazgo en la etapa fundacional de la Guardia Civil xvi 1.1.3. Vuelta al recurso del Ejército al final de la guerra y a la Milicia Nacional en el Trienio 42 1.1.4. La Legión de Salvaguardias Nacionales: el proyecto viable que no se dejó nacer 46 1.1.5. Los Voluntarios Realistas como contrapunto a la Milicia Nacional 50 1.1.6. Una Policía con tintes políticos y otros proyectos 54 1.1.7. Represión del contrabando y el fraude fiscal: los Carabineros 60 1.1.8. La Milicia Nacional de la Regencia y la pervivencia de los Mozos de Escuadra 64 1.2. LOS GRAVES PROBLEMAS DE SEGURIDAD EN LA ESPAÑA DE 1844 68 1.2.1. Las secuelas de los conflictos armados: la guerra de la Independencia y la primera guerra Carlista 68 1.2.2. El mal endémico del bandolerismo 72 1.2.3. Una gran inestabilidad política 82 1.3. NUEVAS DEMANDAS DE SEGURIDAD: PROPIEDAD PRIVADA, COMUNICACIONES Y TRANSFORMACIÓN DEL MEDIO RURAL 92 1.3.1 Propiedad privada en la nueva sociedad burguesa 93 1.3.2 El impulso de las comunicaciones 96 1.3.3 Nueva distribución de la tierra y transformación del medio rural: los efectos de la desamortización 104 CAPÍTULO 2. LA CREACIÓN DE LA GUARDIA CIVIL A LA LUZ DE LOS DECRETOS FUNDACIONALES 109 2.1. EL PRIMER PASO: ORGANIZACIÓN DEL RAMO DE PROTECCIÓN Y SEGURIDAD PÚBLICA 109 2.2. LOS DECRETOS DE 28 DE MARZO Y DE 12 DE ABRIL 117 2.2.1. Real Decreto de 28 de marzo: el Cuerpo de Guardias Civiles 117 2.2.2. Real Decreto de 12 de abril: la organización militar 131 2.2.3. Las bases para la organización del Cuerpo: Ahumada entra en escena 136 2.3. EL DEFINITIVO REAL DECRETO DE 13 DE MAYO 147 Índice xvii CAPÍTULO 3. EL MOMENTO POLÍTICO Y LOS PERSONAJES CLAVE 159 3.1. EL MOMENTO POLÍTICO DE CREACIÓN DE LA GUARDIA CIVIL 159 3.2. NARVÁEZ, EL HOMBRE FUERTE DE LOS LIBERALES MODERADOS 165 3.3. EL DUQUE DE AHUMADA: LA FIGURA SINGULAR DE UN FUNDADOR 183 SEGUNDA PARTE LA ORGANIZACIÓN DEL CUERPO Y LOS GUARDIAS CIVILES DE LA ETAPA FUNDACIONAL CAPÍTULO 4. ORGANIZACIÓN INICIAL DE LA GUARDIA CIVIL 207 4.1. EL EJÉRCITO ESPAÑOL EN 1844: MORAL, MOTIVACIÓN Y EXPECTATIVAS PROFESIONALES 207 4.2. EL PRIMER CONTINGENTE DE GUARDIAS CIVILES 219 4.2.1. El reclutamiento de los primeros guardias civiles. Dificultades y oportunidades 219 4.2.2. La selección de los jefes y oficiales. Aspectos fundamentales 238 4.2.3. Las retribuciones de los primeros guardias civiles 247 4.3. LOS DOCUMENTOS DOCTRINALES 254 4.3.1. La dualidad reglamentaria como rasgo singular 254 4.3.2. La Cartilla del Guardia Civil o el sello de Ahumada 268 CAPÍTULO 5. LOS PRIMEROS JEFES Y OFICIALES DE LA GUARDIA CIVIL 273 5.1. LOS PRIMEROS JEFES: RASGOS RESEÑABLES Y PATRONES COMUNES 273 5.1.1. Perfil humano y profesional: la «calidad» como elemento diferenciador 276 5.1.2. El factor político 280 5.1.3. Un elemento clave: la participación en la primera guerra Carlista 284 5.1.4. Destinos y situaciones de procedencia 288 La definición de un modelo de liderazgo en la etapa fundacional de la Guardia Civil xviii 5.1.5. Relevos al frente de los tercios 291 5.2. LOS PRIMEROS OFICIALES: APROXIMACIÓN A SUS PERFILES 292 5.2.1. Procedencia y aspectos generales 292 5.2.2. El antecedente común de la guerra Carlista 296 5.2.3. Perfiles de carrera de los oficiales subalternos 299 5.2.4. Perfiles de carrera de los primeros y segundos capitanes 303 5.2.5. Algunos casos singulares entre los primeros oficiales 307 5.3. LOS JEFES Y OFICIALES DE LA DIRECCIÓN DE ORGANIZACIÓN Y LA INSPECCIÓN GENERAL 311 5.3.1. Selección inicial y renovación del personal en la Secretaría 311 5.3.2. Carlos María de la Torre Navacerrada, Secretario entre 1844 y 1850 317 5.3.3. Francisco Javier de Olmedo y de la Torre, Secretario entre 1850 y 1856, y entre 1857 y 1858 323 5.3.4. Crispín Jiménez de Sandoval, Secretario entre 1856 y 1857 327 CAPÍTULO 6. REALIZACIÓN DEL SERVICIO, EVOLUCIÓN ORGÁNICA Y DINÁMICA POLÍTICA EN LA ETAPA FUNDACIONAL 333 6.1. DESPLIEGUE INICIAL DE LOS TERCIOS, PRIMEROS SERVICIOS Y SU IMPACTO EN LA OPINIÓN PÚBLICA 333 6.1.1. Previsiones y dificultades para el despliegue 333 6.1.2. Puesta en marcha de los tercios y expectativas sociales 338 6.1.3. Los comienzos y su impacto en la opinión pública 359 6.1.4. Una instrucción exigente 362 6.1.5. La imagen de la Guardia Civil 364 6.2. LA IMPRONTA DE LOS PRIMEROS AÑOS EN LA PRESTACIÓN DEL SERVICIO 370 6.2.1. El servicio peculiar de la Guardia Civil: patrullas y correrías 370 6.2.2. Otras actuaciones 376 6.2.3. Primeras directrices e instrucciones para el desempeño del servicio 379 6.2.4. La singularidad del servicio en los caminos reales 387 Índice xix 6.2.5. De los caminos de tierra a los de hierro 396 6.2.6. La lucha contra la delincuencia 401 6.3. EVOLUCIÓN ORGÁNICA DE LA GUARDIA CIVIL 405 6.3.1. Crecimiento y primeros ajustes 405 6.3.2. Dos reformas importantes 411 6.3.3. La Guardia Civil en Ultramar 414 6.4. LA DINÁMICA POLÍTICA EN TORNO A LA GUARDIA CIVIL 417 6.4.1. El periodo isabelino y la prueba del Bienio Progresista 417 6.4.2. Un nuevo tiempo 424 6.4.3. El Sexenio Democrático o la prueba definitiva 432 TERCERA PARTE EL PAPEL DE LOS MANDOS EN LA ETAPA FUNDACIONAL CAPÍTULO 7. CARRERA PROFESIONAL Y TRAYECTORIA DE LOS JEFES Y OFICIALES DE LA GUARDIA CIVIL 441 7.1. INGRESO Y FORMACIÓN DEL OFICIAL EN LA GUARDIA CIVIL 441 7.1.1. El contingente inicial como punto de partida 441 7.1.2. Formas de ingreso como oficial en el Ejército 445 7.1.3. El ingreso de los oficiales en la Guardia Civil 447 7.1.4. Nuevas exigencias para mejorar la formación y calidad de los oficiales 449 7.2. LOS ASCENSOS POR PROMOCIÓN INTERNA 452 7.2.1. Los ascensos en los primeros escalones 452 7.2.2. El exigente ascenso a sargento primero 456 7.2.3. Oportunidades de los sargentos primeros para el acceso a oficial en el Ejército y en la Guardia Civil 457 7.2.4. El acceso a oficial por promoción interna en la Guardia Civil 463 7.2.5. El equilibrio adecuado de la doble procedencia de los oficiales 467 7.3. RÉGIMEN DE ASCENSOS DE LOS OFICIALES 468 7.3.1. Los ascensos de los jefes y oficiales 468 7.3.2. Preocupación constante por la justicia en los ascensos 473 La definición de un modelo de liderazgo en la etapa fundacional de la Guardia Civil xx 7.3.3. La postergación como forma de reprensión a los menos aptos 479 7.3.4. El turno de elección, debate resuelto en la Guardia Civil 480 7.4. TRAYECTORIA DE LOS JEFES Y OFICIALES EN LA ETAPA FUNDACIONAL 482 7.4.1. Evolución en la jefatura de los tercios 482 7.4.2. Permanencia en la Guardia Civil y ritmo de ascensos 487 7.4.3. Aspectos diferenciales con el Ejército y el Cuerpo de Carabineros: ascensos, destinos y política premial 496 7.4.4. Las contribuciones culturales como elemento destacable 501 CAPÍTULO 8. EL EJERCICIO DEL MANDO EN LA ETAPA FUNDACIONAL 507 8.1. LAS FUNCIONES DE MANDO 507 8.1.1. Funciones de mando en las clases de tropa: el comandante de puesto 507 8.1.2. Funciones de los oficiales subalternos: jefe de línea y jefe de sección 510 8.1.3. Funciones de los primeros y segundos capitanes, y papel del comandante de provincia 513 8.1.4. Funciones de los jefes de tercio 515 8.1.5. Medidas para la coordinación y delimitación de competencias 517 8.2. EL ESTILO DE MANDO AHUMADIANO 519 8.2.1. Un completo corpus normativo para un modelo de guardia civil 519 8.2.2. Ejercicio de la autoridad vs paternalismo 524 8.2.3. Disciplina y cortesía militar, como signos distintivos 529 8.3. FACTORES CLAVE EN EL EJERCICIO DEL MANDO 532 8.3.1. Relaciones basadas en la dignidad personal, el respeto y el ejemplo permanente de los oficiales 532 8.3.2. Responsabilidad e iniciativa, esenciales frente a la dispersión 535 8.3.3. Las revistas, instrumento de cohesión y espíritu de cuerpo 537 8.3.4. La casa-cuartel, como base de un modelo familiar y de identidad corporativa 541 8.3.5. La consolidación de un estilo de mando 544 Índice xxi 8.4. EL ORIGEN DE UN MODELO DE LIDERAZGO INSTITUCIONAL 548 8.4.1. Las bases de un liderazgo ético: moralidad, honradez y rectitud como principios de conducta 550 8.4.2. Fuerte sentido de pertenencia, cohesión interna y espíritu de cuerpo 553 8.4.3. Motivación, compromiso y lealtad institucional 555 8.4.4. Liderazgo ejemplar 557 CAPÍTULO 9. INTERVENCIONES SINGULARES DE LOS MANDOS EN LOS ACONTECIMIENTOS DE MAYOR REPERCUSIÓN PÚBLICA 561 9.1. EL CORONEL PURGOLDT, EL HOMBRE «SERENO EN EL PELIGRO» EN LA REVOLUCIÓN DE 1848 563 9.2. EL 1º TERCIO DE LA GUARDIA CIVIL EN LA REVOLUCIÓN DE 1854 568 9.3. EL BRIGADIER ALÓS EN LA REVUELTA DE 1856 579 9.4. EL COMANDANTE JIMÉNEZ BUENO Y EL DESPLIEGUE DE LA GUARDIA CIVIL EN CUBA 581 9.5. EL COMANDANTE CAMINO Y LA ACTUACIÓN DE LA GUARDIA CIVIL EN LA GUERRA DE ÁFRICA 587 9.6. EL CORONEL DE LA IGLESIA TOMPES EN EL GOLPE DE ENERO DE 1874 598 CONCLUSIONES 611 1. LA CREACIÓN DE LA GUARDIA CIVIL: NECESIDAD Y OPORTUNIDAD 611 2. EL ACIERTO EN LA CONCEPCIÓN Y LA ORGANIZACIÓN INICIAL PARA UN EXITOSO DESARROLLO 619 3. EL FACTOR HUMANO: ASPECTOS RELEVANTES Y PATRONES COMUNES EN LOS PRIMEROS JEFES Y OFICIALES 625 4. UN MODELO DE CARRERA ATRACTIVO Y EXIGENTE 632 5. LA DEFINICIÓN DE UN MODELO DE LIDERAZGO INSTITUCIONAL 639 REFERENCIAS ARCHIVÍSTICAS Y DOCUMENTALES REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS La definición de un modelo de liderazgo en la etapa fundacional de la Guardia Civil xxii Índice de cuadros, tablas, gráficos y figuras xxiii ÍNDICE DE CUADROS, TABLAS, GRÁFICOS Y FIGURAS CAPÍTULO 2 Imagen 2.1. Cuadro anexo al informe de 20 de abril de 1844, en que el duque de Ahumada propone la plantilla inicial del Cuerpo de la Guardia Civil. 141 Imagen 2.2. Cuadro de detalle del despliegue de los tercios, según el artículo 3 del Real Decreto de 13 de mayo de 1844, publicado el 14 de mayo en el número 3530 de la Gaceta de Madrid. 151 CAPÍTULO 4 Imagen 4.1. Cuadro en que se reflejan las retribuciones iniciales aprobadas por Real Orden de 30 de agosto de 1844 para los miembros de la Guardia Civil. 250 Imagen 4.2. Cuadro comparativo de las retribuciones aprobadas inicialmente para la Guardia Civil y las existentes en el Ejército en 1844. 252 Imagen 4.3. Gráfico comparativo de las retribuciones de los miembros de la Guardia Civil y del Ejército en 1844. 253 Imagen 4.4. Cuadro con las retribuciones líquidas que pasaron a percibir los jefes y oficiales de la Guardia Civil desde 1853. 254 CAPÍTULO 5 Imagen 5.1. Cuadro de los brigadieres, coroneles y tenientes coroneles de la Guardia Civil en el momento fundacional y periodos en que ejercieron el mando de los tercios. 275 Imagen 5.2. Edades de ingreso en la Guardia Civil de los primeros jefes de tercio en 1844. 279 Imagen 5.3. Condecoraciones de la Orden de San Fernando que ostentaban los primeros jefes de tercio de la Guardia Civil al ingresar en el Cuerpo en 1844. 285 Imagen 5.4. Destinos y situaciones de procedencia de los primeros jefes de tercio en el momento del ingreso en la Guardia Civil en 1844. 289 La definición de un modelo de liderazgo en la etapa fundacional de la Guardia Civil xxiv Imagen 5.5. Procedencia de los primeros jefes y oficiales que pasaron a integrar la Guardia Civil en 1844, en términos porcentuales. 293 Imagen 5.6. Antigüedad en años de servicio de los subtenientes y alféreces que ingresaron en la Guardia Civil en 1844. 302 Imagen 5.7. Antigüedad en años de servicio de los tenientes que ingresaron en la Guardia Civil en 1844. 303 Imagen 5.8. Antigüedad en años de servicio de los capitanes que ingresaron en la Guardia Civil en 1844. 304 Imagen 5.9. Antigüedad en años de servicio de los primeros capitanes que ingresaron en la Guardia Civil en 1844. 306 CAPÍTULO 6 Imagen 6.1. Tasa de encuadramiento, en términos porcentuales, de los jefes y oficiales de la Guardia Civil, según los efectivos previstos en el Real Decreto de 13 de mayo de 1844, y la resultante del despliegue inicial, al finalizar este año. 336 Imagen 6.2. Cuadro de la primera dotación de efectivos prevista para la Guardia Civil y de los inicialmente desplegados, por tercios, y nivel de cobertura. 361 Imagen 6.3. Gráfica con la evolución de los servicios humanitarios prestados por la Guardia Civil en el periodo de estudio, desde 1857. 378 Imagen 6.4. Modelo de Diario de Servicios de un puesto de la Guardia Civil, correspondiente a una semana, implantado a partir de 1850. 381 Imagen 6.5. Mapa de despliegue de los puestos de la Guardia Civil y su ubicación respecto a la red de caminos reales y transversales existentes al final del reinado de Isabel II. 395 Imagen 6.6. Mapa de despliegue de los puestos de la Guardia Civil en relación con la red ferroviaria existente en 1861. 398 Imagen 6.7. Mapa de cobertura de la red ferroviaria con el despliegue de puestos de la Guardia Civil en 1868 y al final del siglo XIX. 399 Imagen 6.8. Gráfica con la evolución del número total de detenidos por la Guardia Civil entre 1845 y 1868. 402 Imagen 6.9. Gráfica con la evolución del número total de detenidos por la Guardia Civil entre 1869 y 1874. 404 Índice de cuadros, tablas, gráficos y figuras xxv Imagen 6.10. Estructura inicial de la Inspección General de la Guardia Civil en 1844. 407 Imagen 6.11. Mapa con el despliegue de tercios y las comandancias recién creadas en la Guardia Civil con la reforma de 1861. 412 Imagen 6.12. Organigrama de la Dirección General de la Guardia Civil con la reestructuración de 1871. 413 Imagen 6.13. Mapa con la reorganización de tercios y comandancias realizada en 1871. 414 Imagen 6.14. Gráfica con la evolución de la plantilla de efectivos de la Guardia Civil durante el siglo XIX. 417 CAPÍTULO 7 Imagen 7.1. Tiempos mínimos para el ascenso entre las clases de tropa y a oficial en la etapa fundacional de la Guardia Civil. 456 Imagen 7.2. Generales y brigadieres que pasaron al Estado Mayor General del Ejército hasta 1874, tras su paso por la Guardia Civil. 483 Imagen 7.3. Cobertura de las vacantes puras y por aumento de plantilla en los diferentes empleos de jefes y oficiales de la Guardia Civil hasta 1856, con indicación de las vacantes que se cubrieron por ascenso desde las propias filas del Cuerpo y por acceso directo desde el Ejército, para satisfacer vacantes e incrementos de plantilla. 489 Imagen 7.4. Evolución de la plantilla de jefes y oficiales de la Guardia Civil entre 1845 y 1874. 492 Imagen 7.5. Tiempos medios para el ascenso de los jefes y oficiales en la etapa fundacional de la Guardia Civil. 495 CAPÍTULO 8 Imagen 8.1. Relación de Inspectores y Directores Generales de la Guardia Civil desde su fundación hasta 1875. 547 CAPÍTULO 9 Imagen 9.1. Relación de jefes y oficiales de la Guardia Civil caídos en acto de servicio entre 1844 y 1874. 562 Imagen 9.2. Plano del itinerario seguido por los comandantes Olalla y Hernández Soto al frente de sus hombres durante las revueltas que tuvieron lugar en Madrid los días 17, 18 y 19 de julio de 1854. 574 La definición de un modelo de liderazgo en la etapa fundacional de la Guardia Civil xxvi Imagen 9.3. Despliegue propuesto por el comandante Jiménez Bueno para constituir el tercio en comisión de la Guardia Civil en Cuba en 1851. 586 Imagen 9.4. Recorrido que siguió el general Prim al frente de los regimientos sublevados hasta la frontera portuguesa en enero de 1866, perseguido por el comandante Camino. 596 INTRODUCCIÓN 1 INTRODUCCIÓN 1. INTRODUCCIÓN GENERAL La Guardia Civil nace en 1844 para dar respuesta a la necesidad acuciante del Estado liberal y de la sociedad española de contar con un cuerpo de seguridad de ámbito nacional, profesional, permanente y respetado; capaz de acabar con el bandidaje que se había adueñado del campo español; sobre todo, en algunas regiones en que se había convertido en endémico. Además, el Gobierno moderado, bajo cuyo mandato se creó el nuevo cuerpo, necesitaba de una fuerza pública, capaz de contener posibles revueltas y de asegurar la ejecución de las leyes, en la nueva etapa centralizadora que se iniciaba. Este proceso centralizador del Estado necesitaba de una eficaz integración del territorio, a lo que el nuevo cuerpo debía contribuir proporcionando seguridad a las vías de comunicación en expansión, y extendiendo en lo posible la presencia de la Administración hasta los últimos núcleos de población. Todos los intentos por constituir un cuerpo de seguridad de estas características, insistiendo una y otra vez en proyectos que adolecían de errores estructurales en su concepción, y carentes de los recursos necesarios para su implantación, habían resultado baldíos hasta entonces. En la creación de la Guardia Civil había depositado muchas esperanzas una sociedad española que estaba cansada de soportar la impunidad de tantos malhechores. Este hartazgo sobre la inseguridad reinante era especialmente perceptible en el ámbito rural, donde sus habitantes, muy apegados a sus tradiciones, no se habían desprendido aún de una sociedad estamental, propia del Antiguo Régimen, que cedía lentamente ante el nuevo Estado liberal. En el otro polo social se situaba la naciente burguesía, con un carácter más urbano, preocupada de sus intereses y la protección de sus propiedades, ante el nuevo La definición de un modelo de liderazgo en la etapa fundacional de la Guardia Civil 2 escenario de reparto de la riqueza y la propiedad privada, como consecuencia de los procesos desamortizadores. La Guardia Civil llega, además, en un momento de relativa tranquilidad social, con el hastío provocado por la guerra Carlista y las constantes revueltas entre las facciones moderadas y progresistas, sobre todo tras el trienio esparterista. Los amagos de retornar, cruzando la frontera, por los grupos carlistas o progresistas más reaccionarios contra el nuevo Estado, no contaban en el interior con los apoyos necesarios para hacer frente seriamente al Gobierno, tras haber empleado mano dura contra las revueltas progresistas de los primeros meses de 1844. Al mismo tiempo, y tal vez aprovechando esta coyuntura sociopolítica, los moderados en el poder van a poner en marcha un proyecto centralizador de las instituciones y de fuerte corte administrativista, en aras de intentar modernizar el país y sus estructuras. Para ello, la Guardia Civil va a ser una eficaz herramienta en manos del Gobierno, al extender su despliegue desde los inicios por todo el territorio nacional, aunque todavía de forma precaria. Resulta innegable la influencia francesa en la configuración de la nueva Administración, tomando como punto de partida el nuevo modelo territorial con la división en provincias promovida en 1833 por Javier de Burgos. Y en esta configuración, de nuevo encaja la Guardia Civil, con el claro referente de la Gendarmería en el país vecino. En resumen, todas estas circunstancias coincidentes en el momento de creación de la Guardia Civil, van a ser determinantes para poder enfilar con solvencia, desde su mismo nacimiento, una primera etapa de existencia que se va a revelar muy propicia para el desarrollo del Instituto. De este modo, cuando cumpla una década de servicio, la Guardia Civil se encontrará suficientemente consolidada y adornada con el prestigio necesario para superar el primer cambio de orientación política en 1854, con un Gobierno de tinte progresista. Conviene precisar que este propicio momento fundacional fue fruto de las circunstancias sociopolíticas expuestas, pero también de una adecuada y certera INTRODUCCIÓN 3 visión de los gobernantes a quienes tocaba tomar las riendas de la Nación, aprovechando las oportunidades que se presentaban. En este sentido, y para la configuración de un nuevo cuerpo de seguridad, es oportuno resaltar la situación en que se encontraba el Ejército, falto de motivación y sobredimensionado en sus cuadros de mando. Coincidían en aquel momento el afán por librarse de las labores de persecución de malhechores, en las que venían siendo empleadas las unidades militares; y la posibilidad de ofrecer a los jefes y oficiales, nuevas perspectivas profesionales, que aportaran a quienes alcanzaran esos puestos, una mayor estabilidad económica. No obstante, la colocación de cuadros de mando excedentes ya se había abordado en ocasiones anteriores y no constituía, por sí sola, una solución satisfactoria ni eficaz. Por su parte, el recurso a la recluta entre los licenciados del Ejército para nutrir la tropa del nuevo cuerpo, en aquel periodo de casi permanente posguerra, tampoco se presentaba como la solución más adecuada, al menos, a corto plazo, en que la demanda de efectivos era mayor para constituir el primer contingente. Por ello, fue absolutamente determinante la decisión de poner en manos del mariscal de campo Francisco Javier Girón, duque de Ahumada, la organización del nuevo cuerpo. En esta decisión tuvo mucho que ver el general Narváez, conocedor de sus dotes organizativas desde años atrás, y en quien depositará su confianza para la organización del Cuerpo cuando acceda al Gobierno. El resultado fue que las expectativas depositadas en el buen hacer del duque de Ahumada, basadas en su prestigio y acreditada capacidad, se vieron ampliamente superadas. Por su parte, las diferencias en el seno del Gobierno de González Bravo, y de éste respecto al de Narváez, en cuanto al carácter civil o militar que debía adoptar la Guardia Civil, sobre su integración o no en el Ejército, su sistema de dependencias y su organización inicial, constituyeron posturas divergentes que se tradujeron en la dualidad conceptual de los documentos y reglamentaciones fundacionales, pero no por ello provocaron grandes tensiones o discrepancias respecto a la dirección del Instituto, su funcionamiento y empleo en el servicio. Antes al contrario, aquellas diferencias contribuyeron en poco tiempo a revestir a La definición de un modelo de liderazgo en la etapa fundacional de la Guardia Civil 4 la Guardia Civil de un carácter genuino y propio, que la diferenciaron enseguida de la Gendarmería francesa y, por supuesto, de los cuerpos que habían pervivido en España hasta entonces, pese a convivir con algunos de ellos todavía durante bastantes años. 2. EL ESTADO DE LA CUESTIÓN Y SU PERTINENCIA ACADÉMICA Probablemente, muy pocos historiadores e investigadores han puesto en cuestión el prestigio que pronto alcanzó la Guardia Civil, desde el momento en que materializó su primer despliegue y comenzó su actividad a finales de 1844. También son muy pocos los que han cuestionado su eficacia en las décadas siguientes, aun con las luces y sombras propias de cualquier iniciativa humana. No obstante, precisamente por el momento político e institucional en que fue creada la Guardia Civil, sí se la ha vinculado con frecuencia con las posiciones más conservadoras. Incluso se la ha querido hacer partícipe de los errores y los aspectos más criticados en la política desarrollada por el partido liberal moderado de la época, bajo cuyo Gobierno se alumbró. Y todo ello pese a la pervivencia del Instituto después del primer cambio de signo del Gobierno en 1854, tras una década de servicio; y a pesar de los intentos de 1854 y 1868, al menos, por reponer la Milicia Nacional, hasta su total desaparición en 1876. En efecto, que la Guardia Civil haya conseguido sostenerse en el tiempo, por encima de ideologías y regímenes políticos de diferente color, parece demostrar lo contrario; esto es, que la creación del Instituto al amparo y bajo un Gobierno del partido moderado, si bien generó no pocos recelos en los ambientes progresistas, sí demostró con el tiempo su acierto, por la capacidad del Cuerpo en mantenerse fiel a la legalidad vigente en cada momento a lo largo del siglo XIX. De todas formas, también ha sido frecuentemente cuestionado por algún sector el acierto en la definición del carácter militar de la Guardia Civil desde el momento de su creación, e incluso que ésta fuera la voluntad inicial del Gobierno cuando concibió el nuevo Cuerpo. A la supuesta intención originaria del Gabinete INTRODUCCIÓN 5 de González Bravo de constituir un cuerpo totalmente civil, vendría a oponerse, según alguna versión, el «impuesto» Real Decreto de 13 de mayo de 1844 y su reglamentación posterior, tras la llegada de Narváez al poder. En este sentido se han pronunciado en los primeros años de la Democracia, entre otros, Diego López Garrido (1982, 1987) 1 y Manuel Ballbé (1984) 2 , pretendiendo salir al paso de la historiografía más o menos institucional, sobre los orígenes de la Guardia Civil. Al mismo tiempo, esta historiografía en la que mayoritariamente han participado historiadores e investigadores pertenecientes a la propia Guardia Civil, ha sido cuestionada por esas mismas corrientes «civilistas», por considerar que adolecía del suficiente espíritu crítico y de «perspectiva objetiva» 3 . En concreto, López Garrido asegura que los moderados pretendieron establecer, no sólo un Estado centralizado, sino controlado por las autoridades civiles, disminuyendo el poder político del Ejército. Tal sería el sentido de la naturaleza y la dependencia del Ministerio de la Gobernación, que se pretendía otorgar a la Guardia Civil a través del Real Decreto fundacional de 28 de marzo de 1844, en la línea ya apuntada por el Gobierno en el Real Decreto de 26 de enero. También asegura López Garrido que el proyecto sufrió un cambio radical cuando el general Narváez llegó al poder el 3 de mayo de 1844, asumiendo entonces todas las exigencias impuestas por el duque de Ahumada para la organización de la Guardia Civil. Aquellas exigencias se plasmarían, según López Garrido, en el «contradecreto» de 13 de mayo, norma que venía a dotar de un carácter más militarizado a la Guardia Civil e implicaba la creciente infiltración del Ejército en sectores de la Administración normalmente reservados a las autoridades civiles. López Garrido, además, fue más allá, defendiendo la pervivencia de la Milicia Nacional, controlada por las autoridades municipales, como alternativa 1 LÓPEZ GARRIDO, D. (1982). La Guardia Civil y los orígenes del Estado centralista; (1987). El aparato policial en España. 2 BALLBÉ MALLOL, M. (1984). Orden Público y militarismo en la España constitucional (1812- 1983). 3 BLANEY, G. JR. (2005). La historiografía sobre la Guardia Civil: crítica y propuestas de investigación, p. 42. Política y Sociedad. La definición de un modelo de liderazgo en la etapa fundacional de la Guardia Civil 6 más favorable que la Guardia Civil para la modernización política de España. Para ello abogaba por seguir el, tan idealizado por algunos como impreciso, «modelo inglés» de la primera mitad del XIX. Como nos proponemos exponer a lo largo de esta tesis, la configuración resultante de la Guardia Civil cuando se crea y organiza en 1844, fue el resultado de un proceso de debate sobre posturas diversas dentro del propio Gobierno –e, incluso, del mismo Ministerio de Gobernación, como ya apuntamos-, y no de la imposición partidista del sector más vinculado al estamento militar. Prueba de ello es que la Guardia Civil no se integró plenamente en el Ejército, en contra del deseo de Ahumada, y mantuvo siempre su dependencia de la autoridad civil para la prestación de su servicio peculiar. Detrás de esta configuración y naturaleza de la Guardia Civil no se encontraban, a nuestro juicio, más que la realidad social de la época en España y razones de pura eficacia, tanto organizativas como de funcionamiento, que el tiempo y la Historia han revelado una y otra vez como acertadas, y desmentido a quienes las pudieran tachar de anacrónicas o superadas. Sentado lo anterior, esta eficacia demostrada por la Guardia Civil desde los primeros momentos de su implantación, aun reconocida y resaltada con carácter general, como hemos expuesto, no ha sido analizada en profundidad, a nuestro entender, en cuanto a su razón de ser, probablemente por considerarla como simple consecuencia de la acertada creación del Cuerpo. A lo sumo, y sobre todo por los investigadores pertenecientes a la Guardia Civil –estos sí, de forma unánime- se ha personificado el éxito de la organización del Instituto y su temprana eficacia profesional en las grandes dotes y capacidad del duque de Ahumada, reconocido como su auténtico fundador. Por tanto, consideramos que es preciso analizar un aspecto tan relevante para el éxito de la Institución desde sus mismos comienzos como fue el factor humano; esto es, los elementos definitorios de la personalidad, trayectoria profesional, motivaciones, valores y otros patrones comunes que estuvieron presentes en la selección de los primeros guardias civiles, y que se mantuvieron en las décadas siguientes. Todo este patrimonio humano y cultural fue sostenido y fortalecido en la etapa fundacional de la Guardia Civil a través de un eficaz INTRODUCCIÓN 7 ejercicio del mando, basado en el ejemplo, la cohesión interna y la formulación de un espíritu de cuerpo. Sólo con el enraizamiento de este estilo de mando, hasta definir un auténtico modelo de liderazgo institucional, se puede explicar el éxito de la Guardia Civil en la etapa fundacional, su consolidación definitiva y la perdurabilidad de su prestigio. Para abordar este análisis en conjunto en nuestro trabajo de investigación, nos hemos centrado en los jefes y oficiales que pasaron a integrarse en la Guardia Civil o que ascendieron desde sus filas, en el periodo analizado. Con ello se intentará mostrar cómo resultó especialmente relevante la selección de estos mandos y su posterior desempeño profesional para que la Guardia Civil alcanzara su prestigio en poco tiempo, hasta el punto de que se encontrara totalmente consolidada cuando comience la Restauración Monárquica en 1874. La pertinencia académica del trabajo de investigación que pretende abarcar esta tesis viene derivada, por lo tanto, a falta de estudios específicos con la suficiente profundidad, de la necesidad de abordar el nacimiento y consolidación de la Guardia Civil desde el enfoque del factor humano, no ya sólo a partir del reconocimiento de las dotes organizadoras del duque de Ahumada, sino de su sensibilidad y capacidad de liderazgo para la cuidada selección del personal –en particular, los jefes y oficiales- y el excelente desempeño de estos mandos en los momentos clave, que llevaron a la Institución a granjearse un importante prestigio que ya nunca la abandonaría. 3. OBJETO Y CONTEXTUALIZACIÓN DE LA TESIS De acuerdo con el estado de la cuestión que se ha expuesto, el objeto principal de esta tesis es poner de relieve la trascendencia que los cuadros de mando de la Guardia Civil tuvieron en la etapa fundacional de la Institución, desde su nacimiento en 1844 y su evolución, a partir de un incierto modelo inicial, hacia unas señas de identidad propias que van a caracterizar a este Cuerpo y lograrán su definitiva consolidación. Además, tratamos de determinar en qué medida contribuyó a ese papel relevante una rigurosa y acertada selección de los La definición de un modelo de liderazgo en la etapa fundacional de la Guardia Civil 8 oficiales y la promoción interna desde las filas del Cuerpo; así como la adopción de un estilo de mando absolutamente genuino, y definitorio, en fin, de un modelo de liderazgo. Para quienes se han acercado al estudio de los orígenes de la Guardia Civil y su evolución posterior, se ha identificado con frecuencia la etapa fundacional del Cuerpo con la Década Moderada (1844-1854); e incluso, cuando se ha querido abarcar su consolidación institucional, se ha ampliado a todo el periodo isabelino (1844-1868). No cabe duda de que, coincidiendo prácticamente con el reinado personal de Isabel II, este periodo resulta suficientemente ilustrativo, en todos los órdenes, de una etapa fundamental del siglo XIX español para comprender la construcción del Estado liberal moderno, con todos sus matices. Abundando en lo anterior, para el análisis sobre el nacimiento y la evolución de la Guardia Civil en los primeros tiempos de su existencia, resulta acertada la sistematización por etapas que propone Martínez Ruiz (1976), desde la creación del Cuerpo hasta lo que podría considerarse como su llegada a la madurez 4 . Considera como primera etapa la del momento fundacional, que coincide con la Década Moderada (1844-1854) y el primer periodo de mando de Ahumada como Inspector General del Cuerpo. Se trata de poner en marcha la Institución a partir de un dificultoso reclutamiento, la formación del personal y una minuciosa reglamentación para enfrentarse a la nueva y delicada misión que se le encomienda. La segunda etapa, más breve, vendría definida por el periodo del Bienio Progresista (1854-1856), coincidente con el mandato del general Facundo Infante Chaves, segundo Inspector General de la Guardia Civil. Se trata de un periodo de transición, caracterizado por una tendencia a desvincular a la Institución del moderantismo, a través de algunas reformas menores sobre las medidas organizativas iniciales, para ir solidificando su definitiva organización. Por último, la tercera es la época de madurez, coincidente con el periodo final del reinado de Isabel II, en que la Guardia Civil ha asentado ya su organización y la regulación para la prestación del servicio, modelados por la experiencia, y actúa 4 MARTÍNEZ RUÍZ, E. (1976). Creación de la Guardia Civil, p. 374. INTRODUCCIÓN 9 ya con absoluta eficacia, aunque perfeccionándose, en el panorama de la seguridad. Es cuando se puede afirmar que el Cuerpo está, definitivamente, en marcha. De todas formas, para un análisis más preciso en la conducción de esta tesis, hemos considerado más conveniente ampliar el periodo más allá del reinado personal de Isabel II, hasta lo que consideramos la consolidación definitiva de la Guardia Civil y el comienzo de una nueva etapa, con la llegada de la Restauración Borbónica en 1874. Y hemos considerado ampliar el periodo hasta ese momento, no sólo para poder apreciar una perspectiva histórica más significativa, sino porque supuso para la Guardia Civil la superación del periodo convulso del Sexenio (1868-1874). La de aquellos seis años fue una etapa mucho más dura que la del Bienio Progresista para la identidad del Cuerpo, en la que no estuvo exento de cuestionamientos, sobre todo en la Primera República y con ocasión de la tercera guerra Carlista. Por ello, el periodo del Sexenio supuso, a nuestro entender, la prueba crucial y definitiva para la Guardia Civil, una vez había sido superada con solvencia la primera del Bienio, más incierta, por su bisoñez. Al mismo tiempo, este marco de estudio más extenso permite hacer un mejor seguimiento de la carrera profesional de los oficiales que ejercieron el mando en la Guardia Civil, a través de los cargos de responsabilidad que ocuparon, sus ascensos en la estructura jerárquica y su participación en las tomas de decisión de mayor relevancia para la Institución. Todo ello contribuyó a forjar el prestigio alcanzado a lo largo de los treinta años que abarca el estudio de esta tesis. Conforme al ya enunciado objetivo principal, hemos precisado abordar necesariamente una serie de apartados específicos que han jalonado nuestro trabajo de investigación y contribuido a definir, de forma más ajustada, las correspondientes conclusiones. Para ello, estos son los pasos que hemos seguido: 1. Determinar y definir el papel fundamental de Francisco Javier Girón, duque de Ahumada, como líder y auténtico fundador de la Guardia La definición de un modelo de liderazgo en la etapa fundacional de la Guardia Civil 10 Civil, a la que imprimió los rasgos de su personalidad, más allá de su condición de organizador y primer Inspector General del Cuerpo. 2. Identificar los criterios que el duque de Ahumada empleó para seleccionar a los primeros oficiales, especialmente los jefes de tercio y sus principales colaboradores en la Inspección General. Sobre todo, se trata de ahondar en aspectos relativos a su trayectoria profesional, tales como el prestigio personal alcanzado por su participación en conflictos bélicos, servicios previamente prestados a las órdenes de Ahumada, posicionamiento ideológico, acreditación de rasgos definitorios de virtudes militares y otros que señalen, junto a los anteriores, un patrón común en el perfil humano, moral y profesional de los primeros oficiales de la Guardia Civil. 3. Analizar la evolución del modelo de carrera en la Guardia Civil, desde las perspectivas de la incorporación al Cuerpo de jefes y oficiales, la promoción interna a oficial desde las clases de tropa y el desarrollo de carrera en el Cuerpo. 4. Analizar la trayectoria profesional y perspectivas de carrera de los jefes y oficiales de la Guardia Civil en el periodo estudiado. 5. Definir la labor de los cuadros de mando de la Guardia Civil como uno de los pilares fundamentales sobre los que se edificó y sustentó el prestigio del Cuerpo, tanto de cara al Gobierno y las Instituciones, como frente a la opinión pública. Particularmente, determinar la intervención singular de los mandos más carismáticos en los acontecimientos de mayor repercusión pública en el periodo estudiado. 6. Identificar los rasgos diferenciales del estilo de mando de Ahumada, los factores clave que contribuyeron a consolidar un estilo propio y la consecución de un modelo genuino de liderazgo institucional. FUENTES 11 FUENTES 1. FUENTES PRIMARIAS Para llevar a cabo el trabajo de investigación que se recoge en esta tesis, hemos atendido a un amplio catálogo de fuentes primarias, consistentes principalmente en normativa y documentos oficiales de la época, así como en diferentes fuentes hemerográficas y publicaciones periódicas. Estas últimas revisten una gran importancia, bien por aportar datos e información de carácter oficial, de interés para la investigación, o bien por ofrecer noticias, valoraciones y estados de opinión relevantes para comprender algunas de las cuestiones que se tratan en la tesis. También ha sido muy relevante la información aportada por los expedientes personales de los jefes y oficiales que han sido objeto de estudio para conocer su trayectoria profesional y otros rasgos definitorios de interés para nuestro trabajo. Pasamos seguidamente a detallar cuáles han sido las fuentes primarias utilizadas. Actas del Consejo de Ministros Se han consultado las colecciones de Actas del Consejo de Ministros que se conservan de la época de Isabel II, especialmente la que comprende las sesiones del 9 de diciembre de 1843 al 24 de abril de 1844, y del 30 de noviembre de 1854 al 12 de noviembre de 1855; así como la colección correspondiente a la Primera República, que comprende del 19 de junio al 2 de septiembre de 1873 y del 7 de enero al 10 de mayo de 1874. Afortunadamente, se encuentran publicadas en el tomo X de la colección completa de Actas que se editó por primera vez en 1989 por el Ministerio de Relaciones con las Cortes y de la Secretaría del Gobierno. Para nuestro estudio hemos trabajado con la edición actual de 1996 del Ministerio La definición de un modelo de liderazgo en la etapa fundacional de la Guardia Civil 12 de la Presidencia (hoy, Ministerio de la Presidencia y para las Administraciones Territoriales). La reciente publicación de la colección de Actas supone tener acceso a información muy relevante sobre los debates que se suscitaban entre los miembros del Gobierno para la toma de decisiones, y que era desconocida hasta hace unas décadas. Resultan especialmente interesantes las actas correspondientes al periodo inmediatamente anterior a la publicación de los decretos fundacionales de la Guardia Civil –marzo y mayo de 1844-, que no sólo aportan datos muy significativos, sino que desmienten alguna información sostenida hasta ahora sobre la postura de los diferentes Ministros del Gobierno de González Bravo en relación con aspectos como la naturaleza que debía tener la Guardia Civil o el sistema de recluta, incluyendo el interesantísimo debate sobre la redacción definitiva del Real Decreto de 28 de marzo. Además, la transcripción de las actas para su edición aporta el valor añadido de incluir referencias de palabras o expresiones que fueron sobrescritas en el texto de las actas, incluso a lápiz, a veces en espacios que habían quedado deliberadamente en blanco, quedando otros sin cubrir. Serie histórica del Diario de Sesiones del Congreso de los Diputados Desde 2015 se encuentra disponible en Internet la serie histórica (1808- 1977) de las Actas de Bayona y los Diarios de Sesiones de todas las Legislaturas del Congreso de los Diputados o las Cortes Españolas a través del enlace: http://www.congreso.es/est_sesiones/. Por tanto, resulta perfectamente accesible toda la información contenida en aquellos textos, que recogieron el contenido de los debates y el estado de opinión de los representantes de las distintas formaciones políticas en cada momento histórico, dentro del periodo que abarca nuestro estudio. Si bien esta posibilidad resulta siempre de gran valor para cualquier trabajo de investigación de estas características, ha sido especialmente ilustrativo en nuestro caso, pues ha FUENTES 13 facilitado pulsar la opinión política y, en cierto modo, también social, sobre determinadas intervenciones de la Guardia Civil en sucesos de gran repercusión pública en el periodo histórico considerado. No obstante, en algunos momentos históricos especialmente interesantes de los analizados en nuestro estudio, como el de la creación de la Guardia Civil, no se dispone de esta información, que hubiera sido de gran interés, al no coincidir con periodos de sesiones en el Congreso. Gaceta de Madrid y prontuarios recopilatorios de normas La colección histórica de los ejemplares de la Gaceta de Madrid (o Gazeta, según el periodo considerado), también está disponible en Internet, en el sitio de la Agencia Estatal Boletín Oficial del Estado, a través del enlace: https://www.boe.es/buscar/gazeta.php. Estos periódicos aportan una información fundamental, tanto en lo referente a la normativa y demás documentación oficial publicada en este medio a lo largo del periodo estudiado, como de aquellas noticias de actualidad que tenían su espacio reservado en las páginas de este periódico, y que aportan también una información valiosísima sobre la situación y la opinión social del momento respecto de aquellas cuestiones relevantes para nuestro trabajo. En cuanto a la normativa que es objeto de estudio, ha sido especialmente relevante el acceso, no sólo a los decretos fundacionales de la Guardia Civil, repetidamente reproducidos desde entonces en distintas publicaciones, sino a otros decretos y reales órdenes que completan el desarrollo e itinerario normativo en el periodo analizado. Toda ella constituye la documentación de la época que sustentó la creación, el modelo inicial y la puesta en marcha del Instituto, como fueron los primeros reglamentos –el militar y el referente al servicio- y sus modificaciones posteriores. La normativa referente al periodo anterior a la creación de la Guardia Civil, analizada como antecedente en nuestro trabajo, se encuentra disponible en Internet a través de recopilaciones accesibles desde el buscador de libros de La definición de un modelo de liderazgo en la etapa fundacional de la Guardia Civil 14 Google: https://books.google.es/. Entre estas recopilaciones destacamos, como el texto más antiguo de los utilizados para nuestro estudio, el Prontuario de las leyes y decretos del Rey, N. S. don José Napoleón I desde el año de 1808, editado en varios tomos por la Imprenta Real en 1810. Recopilación de Reales Órdenes y Circulares, y demás documentación interna de la Guardia Civil Se conserva en el Servicio de Estudios Históricos de la Dirección General de la Guardia Civil una valiosísima colección con toda la normativa interna, en 39 volúmenes, relativa a los primeros 40 años de vida de la Institución (1845-1884), bajo el título de: Recopilación de las reales órdenes y circulares de interés general para la Guardia Civil expedidas desde su creación hasta fin de 1884 por los Ministerios de la Guerra y Gobernación y por el Inspector o Director General de la misma; arreglada de su orden en la Secretaría de la Dirección General. El interés de esta normativa para el trabajo que nos ocupa es evidente, porque en ella están plasmadas, no sólo directrices e instrucciones para la organización interna y la ejecución del servicio, sino que destila la impronta del fundador de la Guardia Civil y sus sucesores sobre los miembros de la Institución y, especialmente, en sus cuadros de mando, a los que iban dirigidas de forma directa tales órdenes y circulares. Ello, por tanto, nos ha permitido acercarnos al nivel de desempeño que se esperaba y era exigido a aquellos primeros jefes y oficiales, a su ejercicio efectivo y a cómo respondieron ante esta rigurosa regulación interna. También se conserva en el Servicio de Estudios Históricos de la Guardia Civil una recopilación de documentos oficiales de la época, bien originales o copia de los mismos 1 , que resultan especialmente relevantes para comprender la 1 Una parte importante de esta documentación consiste en copias de los originales que se conservan en el expediente personal de Francisco Javier Girón y Ezpeleta, duque de Ahumada, que se custodia en la sección de Expedientes de Personas Célebres del Archivo General Militar de Segovia, y que cuenta con una copia digitalizada en el Archivo General Militar de Madrid, ubicado junto a la sede del Instituto de Historia y Cultura Militar del Ejército de Tierra. FUENTES 15 idea inicial del duque de Ahumada para la creación del Cuerpo y la problemática surgida en el momento fundacional para la selección del personal y la configuración del primer contingente de efectivos. Ambas confluyen en el punto de partida en que la Guardia Civil comienza a funcionar y los primeros obstáculos a superar. La documentación oficial consultada de la Guardia Civil referente a todo el periodo estudiado, por último, nos ha permitido acercarnos al régimen estatutario de los guardias civiles que determinaba su promoción profesional, régimen de ascensos y otros aspectos relevantes para comprender en qué medida la reglamentación del Instituto favorecía el acceso a puestos de mayor responsabilidad en la estructura jerárquica, como un elemento motivador más. Publicaciones periódicas de la Guardia Civil Complementariamente a las fuentes primarias documentales y las demás que aquí se recogen, también ha sido muy relevante la consulta de las publicaciones periódicas que se fueron editando a lo largo del siglo XIX a iniciativa de la propia Guardia Civil. Se trata de fuentes originarias de primer orden, pues recogen transcripciones, con frecuencia literales, de los partes de servicio que daban noticia oficial de los hechos relevantes. Además, aportan el valor de no silenciar ningún aspecto, ya fuera positivo o negativo, pues estos últimos provocaban la necesidad de impartir instrucciones precisas para corregirlos, a través de nuevas órdenes o circulares, que, como hemos visto, también se conservan. Estos documentos, por tanto, tienen el valor de recoger todas las dimensiones del servicio prestado por el Instituto y de su actuación en aquellos primeros años; pero más aún, también permiten ofrecernos la visión que la Guardia Civil tiene de sí misma, cuáles son sus expectativas y su propia estimación. Las publicaciones a que nos referimos, y que han sido utilizadas en nuestro trabajo, son las siguientes: a) El Guía del Guardia Civil (1851-1853). La definición de un modelo de liderazgo en la etapa fundacional de la Guardia Civil 16 b) El Mentor del Guardia Civil (1851-1858). c) Boletín Oficial de la Guardia Civil (desde 1858). Fuentes hemerográficas dirigidas al público militar Para conocer el momento militar en el periodo anterior a la creación de la Guardia Civil, cuando se pone en marcha y en los años posteriores, ha resultado de mucha utilidad la consulta de las colecciones de publicaciones periódicas que reflejan el estado de opinión de los militares, sus motivaciones y demás aspectos de interés relativos a la institución castrense en España. En el siglo XIX son abundantes los periódicos publicados en España sobre temática de carácter político-militar, proliferando especialmente durante el trienio de la Regencia de Espartero y, en menor medida, durante la Restauración. No obstante, la continuidad en el tiempo de estos periódicos solía ser escasa, debido, con frecuencia, a la prohibición de su edición por razones políticas. Se trata de publicaciones no oficiales, promovidas y dirigidas por militares, que recogían nueva normativa, movimientos de personal y noticias sobre temática militar, pero que con frecuencia también se hacían eco del malestar existente en el colectivo castrense, y de las carencias que padecían. En cualquier caso, estos periódicos constituyen una fuente de primer orden para conocer el momento militar de España en los periodos en que fueron publicados. La mayor parte de estas publicaciones están disponibles en Internet, en la Hemeroteca Digital de la Biblioteca Nacional de España, a través del enlace: http://hemerotecadigital.bne.es/index.vm. Las que han sido utilizadas como fuentes en nuestro trabajo son las siguientes: a) El Archivo militar (1841-1850). b) La España Militar (1842-1843). c) El Archivo de los militares (1843). d) El Militar español (1846-1848). e) El Mundo militar (1859-1865). FUENTES 17 Anuarios oficiales militares: Colección legislativa del Boletín del Ejército (1839-1846), Estado Militar de España (1768-1863), Escalafones generales de jefes y oficiales de Infantería, de Caballería y del Cuerpo de Carabineros, y Escalafones de antigüedad de jefes y oficiales de la Guardia Civil Para nuestro trabajo de investigación ha tenido especial relevancia el análisis prosopográfico de los principales actores de la historia de la Guardia Civil en el periodo estudiado, que guarda relación directa con los objetivos de la tesis y las conclusiones obtenidas. Para ello, ha resultado una herramienta imprescindible el Escalafón general de antigüedad de los señores Jefes y Oficiales de la Guardia Civil, documento de periodicidad anual que empezó a publicarse a comienzos de 1845, y cuya colección se conserva en el Servicio de Estudios Históricos de la Guardia Civil. Para nuestro estudio, hemos examinado los escalafones correspondientes hasta el de enero de 1875. Los escalafones comienzan con una breve reseña sobre la creación y la organización del Cuerpo hasta el año de publicación, un cuadro con la estructura de las unidades dependientes de los tercios y la composición de sus planas mayores. A continuación, se incluye el escalafón de los jefes de tercio, la relación de los jefes y oficiales que componían la Secretaría de la Inspección General y el escalafón por empleos y para cada Arma –Infantería y Caballería- de los oficiales, por orden antigüedad, con indicación de las graduaciones que poseen, el tercio de destino y las condecoraciones militares con que han sido distinguidos. En los años sucesivos, se fue incorporando información adicional a los escalafones, sobre esta estructura básica. Los escalafones comenzaron a editarse, como otras publicaciones del Cuerpo, en la Imprenta de D. Victoriano Hernando, en la calle Arenal de Madrid, y posteriormente en otras imprentas de la Capital. A partir del escalafón de 1870, comenzó a publicarse en la imprenta del Boletín Oficial de la Guardia Civil. La definición de un modelo de liderazgo en la etapa fundacional de la Guardia Civil 18 También han sido objeto de consulta los Escalafones de jefes y oficiales de las Armas de Infantería y Caballería, de las que se nutría la Guardia Civil, así como del Cuerpo de Carabineros del Reino. Otro anuario militar de gran relevancia para nuestro estudio es el Estado Militar de España. Al igual que los periódicos de temática militar a que antes nos referimos, los sucesivos ejemplares de esta publicación se encuentran disponibles en Internet, en la Hemeroteca Digital de la Biblioteca Nacional de España, a través del enlace: http://hemerotecadigital.bne.es/index.vm. El Estado Militar de España se publicó con periodicidad anual, junto a la Guía de Forasteros de Madrid, desde 1768 a 1863. Se trata de una publicación con información básica para el conocimiento de las estructuras organizativas del Ejército y la Marina española del Antiguo Régimen y su evolución hacia las del nuevo Estado liberal que empezó a constituirse desde 1812. Además de esta estructura organizativa, incluía la relación de quienes ostentaban los cargos más relevantes de sus órganos, instituciones y unidades, así como diversa normativa y reglamentos específicos. Esta publicación se denominó Estado militar de los ejércitos de la monarquía española entre 1821 y 1823, durante el Trienio Liberal; Estado militar de España e Indias desde 1824 hasta 1863. En 1869 se publicó Organización y Estado militar de España y Ultramar. Posteriormente, entre 1890 y 1936 fue publicado como Anuario militar de España 2 . Por último, el Boletín del Ejército también ha sido un referente de primer orden para consultar todas las disposiciones publicadas, de interés para nuestro estudio. Este periódico fue creado por orden del general Francisco Serrano, siendo Ministro de la Guerra del gobierno provisional presidido por Joaquín María López. Comenzó a publicarse el 15 de agosto de 1843 con el subtítulo de «periódico militar oficial» y se editó bajo la directa inspección del Ministerio. Empleó a los mismos redactores que habían venido escribiendo en El Archivo militar y El Archivo de los militares, que tanto habían combatido con la pluma 2 Fuente: http://hemerotecadigital.bne.es/ FUENTES 19 contra la regencia de Espartero. A partir de agosto de 1846 comenzó a publicarse como Boletín Oficial del Ejército (1847-1852). El Boletín del Ejército también editó la Colección de las leyes, reales decretos, órdenes y reglamentos expedidos por el Ministerio de la Guerra, y de las circulares de las Inspecciones y Direcciones Generales de todas las Armas e Intendencia General Militar, que fue publicada con carácter anual entre 1839 y 1846. Contiene toda la normativa de carácter militar publicada en cada uno de esos años, por lo que reviste una gran importancia para nuestro análisis en el periodo en torno a la creación de la Guardia Civil. Estas Colecciones, al igual que el Boletín, están disponibles en Internet, en la Biblioteca Digital Hispánica (Biblioteca Nacional de España), a través del enlace: http://hemerotecadigital.bne.es/index.vm. Expedientes personales de jefes y oficiales Una fuente primaria fundamental para el estudio prosopográfico que nos propusimos, como ya se dijo, son los expedientes personales de aquellos mandos que asumieron los mayores niveles de responsabilidad en el periodo analizado. Estos expedientes, por el rango militar de sus titulares y el momento histórico a que se refieren, se custodian en el Archivo General Militar de Segovia, donde están a disposición de los investigadores. De todos los documentos que contienen los expedientes, el más relevante es la hoja de servicios –la última que se conserva cronológicamente en cada expediente, por ser la más completa-, que reproduce fielmente las vicisitudes profesionales de los afectados y los hechos de armas en que participaron. Pero existen otros documentos interesantísimos que dan noticia de cómo los vaivenes políticos condicionaban las carreras militares de aquellos hombres, cómo se conducían para liberarse de sus efectos adversos y muchos otros aspectos relevantes para nuestro estudio. La definición de un modelo de liderazgo en la etapa fundacional de la Guardia Civil 20 2. FUENTES SECUNDARIAS Y AUXILIARES Fuentes bibliográficas Entre las fuentes consideradas como secundarias o auxiliares, hemos considerado, en primer lugar, abundante bibliografía específica sobre los antecedentes históricos de la Guardia Civil, su fundación, el encuadre histórico, la evolución organizativa y los acontecimientos más importantes que tuvieron lugar en el periodo estudiado. Estas fuentes de consulta han resultado especialmente útiles para contextualizar los momentos históricos desde sus diferentes vertientes: política, social y en el aspecto militar, y de cómo era percibida la seguridad por los gobernantes y los ciudadanos. Además, dentro del estudio prosopográfico, también ha resultado imprescindible la consulta de biografías contrastadas sobre los principales actores de nuestra tesis. Del amplio elenco de fuentes bibliográficas consultadas se recogen las referencias oportunas en el texto de la tesis, y se identifican convenientemente al final de la obra, de forma separada a las fuentes archivísticas y documentales. Fuentes hemerográficas Entre las fuentes hemerográficas utilizadas, se han citado ya aquellas consideradas como primarias, por tratarse de publicaciones del periodo estudiado. Aquí recogemos la relación de las fuentes secundarias, entre las cuales, las publicaciones periódicas de la Guardia Civil constituyen un volumen de documentación muy importante y de gran valor entre todas las fuentes consultadas. En primer lugar, hay que citar a la Revista Técnica de la Guardia Civil (1910-1936), que recogía en algunos de sus artículos, semblanzas históricas del Instituto. Pero principalmente sobresalen, por el amplio espectro que abarcan sus artículos sobre la historia del Cuerpo, las colecciones de la Revista de Estudios FUENTES 21 Históricos de la Guardia Civil (1968-1989) y de Cuadernos de la Guardia Civil (en tres épocas, desde 1989), aunque ésta orientada principalmente a temas profesionales de actualidad. Ambas, en todo caso, recogen artículos de contenido histórico sobre temas específicos, utilizando siempre fuentes fiables. Por último, han sido objeto de consulta artículos que recogen análisis que, de una u otra forma, han abordado aspectos de interés para nuestro estudio, y que han sido publicados en revistas actuales de prestigio contrastado, generalmente editadas en formato digital. La definición de un modelo de liderazgo en la etapa fundacional de la Guardia Civil 22 METODOLOGÍA 23 METODOLOGÍA De acuerdo con el estado de la cuestión que se expuso en la Introducción, el objetivo que nos hemos propuesto alcanzar con la tesis y los pasos conceptuales que para ello hemos seguido, se ha diseñado el método a seguir para nuestro estudio. De este modo, la metodología que se ha aplicado a la investigación responde a la siguiente estructura: a) Formulación de la hipótesis. b) Diseño del proyecto de investigación. c) Recopilación de la información necesaria. d) Procesamiento de los datos obtenidos. e) Redacción del texto historiográfico. Aún podemos citar un último paso en el método historiográfico que hemos seguido, y es el de un análisis crítico del propio texto de este trabajo. Este análisis es el que se realiza, junto con un resumen de la tesis, en el apartado específico de Conclusiones que se incluye al final. 1. FORMULACIÓN DE LA HIPÓTESIS El primer paso que hemos seguido en el método propuesto es el de definir la hipótesis de nuestro trabajo, y que intentamos demostrar a lo largo del mismo. De acuerdo con nuestra hipótesis, la Guardia Civil nació en el momento necesario y oportuno, porque es cuando se dan las condiciones políticas y estructurales más adecuadas –se intenta configurar el nuevo Estado Liberal-, y basada en un sistema civil-militar de relaciones y dependencias que aportaron al Cuerpo la estabilidad y equilibrio necesarios para su puesta en marcha. Ello facilitó el encaje de la Guardia Civil entre las instituciones del Estado y el arraigo en la población, que ansiaba mayores niveles de seguridad y estabilidad. Por ello, pronto se convirtió en una herramienta muy eficaz para el Gobierno moderado y La definición de un modelo de liderazgo en la etapa fundacional de la Guardia Civil 24 el desarrollo de su política liberal, al tiempo que un nuevo Estado centralizador y ordenancista facilitaba el desarrollo y madurez de la Guardia Civil. Pero además, la eficacia creciente del nuevo Instituto en la primera década, su perdurabilidad tras el Bienio Progresista y más tarde, el Sexenio Democrático, hasta alcanzar su total consolidación como cuerpo de seguridad insustituible, fue fruto de las cualidades humanas y profesionales desplegadas por los guardias civiles, inculcadas y sostenidas por unos cuadros de mando excepcionales que ejercieron un liderazgo y control muy eficaces sobre la fuerza a sus órdenes. La clave estuvo en la impronta que supo transmitir desde un principio el duque de Ahumada, organizador y primer Inspector General de la Guardia Civil, partiendo de una adecuada selección de los jefes y oficiales, la minuciosa regulación interna del Instituto y los elementos motivadores necesarios para la promoción profesional. La continuidad de esta línea institucional permitió alumbrar un estilo de mando genuino en la Guardia Civil, perdurable en el tiempo, y que fue decisivo para consolidar su prestigio. Sólo así se puede explicar el éxito inicial de la Guardia Civil, su consolidación definitiva y el afianzamiento de su prestigio, lo que nos lleva a plantear que se fraguó en aquel periodo un auténtico y eficaz modelo de liderazgo institucional. 2. DISEÑO DEL PROYECTO DE INVESTIGACIÓN De acuerdo con el estado de la cuestión descrito en la Introducción, ya expusimos que el objeto principal de la tesis, partiendo de la hipótesis formulada en el apartado anterior, es poner de relieve la trascendencia que tuvieron los cuadros de mando de la Guardia Civil desde su nacimiento en 1844, en la evolución del Instituto hacia unas señas de identidad propias y su definitiva consolidación; así como determinar la relevancia que para lograr este resultado, tuvieron la rigurosa y acertada selección de los jefes y oficiales, un liderazgo eficaz y la adopción, en definitiva, de un estilo de mando absolutamente genuino. METODOLOGÍA 25 El proyecto de investigación correspondiente se ha diseñado abordando el estudio desde dos enfoques diferentes. Una visión externa, analizando el marco histórico en que se desenvolvió la Guardia Civil en el periodo considerado (1844- 1874), y el papel desempeñado por la Institución en los momentos clave; y una visión interna, que incluya la identificación de los mandos de la Guardia Civil que tuvieron mayor protagonismo en la organización y funcionamiento del Cuerpo. Hemos atendido a los diferentes niveles de responsabilidad que tuvieron, a su trayectoria y a su participación en aquellos momentos decisivos. De forma transversal, y en la medida en que resulta relevante para nuestro estudio, también se han abordado otros aspectos de la Institución relativos a la promoción profesional de sus miembros y a su estatuto personal. En cuanto a la dimensión externa del estudio, se ha abordado un detallado análisis historiográfico acerca de los antecedentes de la Guardia Civil y el momento político de su creación, sobre el alcance y valoración de los decretos fundacionales de la Guardia Civil, y analizando aquellos acontecimientos históricos en que la Institución tuvo una intervención más relevante o se vio condicionada por ellos. La dimensión interna, por su parte, tiene como punto de partida, según advertíamos, el estudio de la figura del fundador de la Guardia Civil, el duque de Ahumada, de su trascendental papel en los comienzos y de la impronta que supo transmitir, a través de los documentos doctrinales y la normativa interna inicial. Para completar esta dimensión interna, enlazando con la visión externa, se ha estudiado la organización y el estatuto personal de los guardias civiles a través de las reales órdenes y circulares que fueron dictadas a lo largo de aquellos años, y la demás normativa aplicable. También se ha analizado la participación de los mandos responsables ante los acontecimientos más relevantes para la Institución, así como sus resultados. Partiendo de esta doble perspectiva, el diseño del proyecto de investigación para alcanzar nuestro objetivo se ha centrado en el desarrollo de los siguientes aspectos: La definición de un modelo de liderazgo en la etapa fundacional de la Guardia Civil 26 1. Esbozo y posterior redacción de la introducción de la tesis, las fuentes consultadas y la metodología empleada. 2. Análisis de los antecedentes, y el momento histórico y político-social en que se funda la Guardia Civil, para comprender las circunstancias que rodearon su alumbramiento. De acuerdo con este análisis, resaltar la situación propicia que desembocó en la creación del Instituto, facilitando su organización y la adecuada selección de sus cuadros de mando por el duque de Ahumada, que será también su primer Inspector General. Para llegar a las conclusiones de este primer análisis, en lo referente al contexto histórico, se requiere de las fuentes historiográficas apropiadas, incluyendo las de carácter hemerográfico. Para el análisis de las circunstancias en que dio comienzo la organización del Cuerpo, es precisa la consulta de la normativa aprobada al efecto, y otras fuentes primarias archivísticas y documentales. 3. Determinación del papel fundamental de Francisco Javier Girón, duque de Ahumada, en la creación de la Guardia Civil, en una doble dimensión: como líder y auténtico fundador del Cuerpo, e identificando los criterios de que se valió para seleccionar a los primeros oficiales, de acuerdo con sus trayectorias profesionales. Para analizar estos aspectos es preciso el estudio de fuentes archivísticas y documentales de la etapa fundacional. 4. Identificación de los primeros oficiales que asumieron mayores niveles de responsabilidad en la Guardia Civil en el momento fundacional; en particular, los primeros jefes de tercio y los principales colaboradores de Ahumada en la Inspección General del Cuerpo. Realizar un estudio prosopográfico de los protagonistas a partir de sus expedientes personales, los escalafones de antigüedad y de fuentes bibliográficas. 5. Identificación de los oficiales que fueron destinados como jefes y segundos jefes en las provincias. Realizar un estudio de perfiles METODOLOGÍA 27 profesionales a partir de los datos más relevantes de sus hojas de servicios y de los escalafones de antigüedad. 6. Definición de patrones comunes en el perfil humano, moral y profesional de aquellos primeros jefes y oficiales de la Guardia Civil, como resultado del análisis prosopográfico y de perfiles profesionales, que permitan extraer conclusiones sobre su selección y otros aspectos reseñables. 7. Descripción de la estructura organizativa y las peculiaridades de la realización del servicio por la Guardia Civil desde el momento fundacional y su evolución posterior, como aspecto a resaltar acerca de su eficacia y prestigio. Para este estudio se dispone de todas las fuentes documentales, tanto primarias como secundarias, que recogen las disposiciones dictadas al respecto. 8. Estudio de todos los aspectos relativos al ingreso de los oficiales en la Guardia Civil, la promoción interna desde las clases de tropa, la coexistencia de oficiales de diferentes procedencias y el régimen de ascensos. 9. Análisis general de la trayectoria profesional y desarrollo de carrera de los jefes y oficiales de la Guardia Civil, poniendo de relieve todos los patrones comunes y rasgos relevantes identificados. 10. Diferenciación de las funciones de mando en la estructura jerárquica, identificación de los elementos definitorios de un estilo de mando fundacional y su consolidación, e identificación de un modelo de liderazgo institucional. Se dispone, para ello, de las necesarias fuentes archivísticas y documentales que recogen todas las disposiciones dictadas al respecto. 11. Examen de las intervenciones singulares de los mandos ante los acontecimientos de mayor repercusión pública, a fin de resaltar los signos más distintivos de su desempeño profesional como uno de los pilares fundamentales sobre los que se edificó y sustentó el prestigio del Cuerpo. Este análisis es llevado a cabo a través de la consulta de fuentes bibliográficas y documentales. La definición de un modelo de liderazgo en la etapa fundacional de la Guardia Civil 28 12. Sistematización del análisis crítico del texto y redacción de las conclusiones obtenidas con la tesis. 3. RECOPILACIÓN DE LA INFORMACIÓN NECESARIA En cuanto a la recopilación del amplio catálogo de fuentes primarias, se han obtenido éstas de las obras recopilatorias publicadas, y sobre todo, a través de descargas de archivos informáticos de las páginas oficiales correspondientes y de buscadores de libros en Internet, ya citados en el apartado de Fuentes, y con total garantía de autenticidad. Estos archivos contienen documentos en distintos formatos, de acuerdo con su objeto y finalidad: libros, actas, diarios de sesiones, normativa de diferente rango, anuarios oficiales militares, artículos en fuentes hemerográficas y publicaciones en periódicos oficiales. Las recopilaciones normativas, documentación interna y escalafones de la Guardia Civil, obrantes en el Servicio de Estudios Históricos del Cuerpo, se han recopilado en archivos informáticos. También se ha obtenido copia de un buen número de documentos en soporte papel, sobre todo referentes a los primeros momentos de la etapa fundacional, para facilitar su clasificación y consulta. Un aspecto relevante a resaltar es el de los expedientes personales de los mandos que han sido objeto de estudio. Los correspondientes a los jefes de tercio y los secretarios de la Inspección General de la Guardia Civil fueron consultados y estudiados uno a uno en la sala de investigadores del Archivo General Militar de Segovia, en el que se conservan. De ellos se extrajo la información más relevante para nuestro estudio, y se obtuvieron copias de los documentos más importantes, incluyendo las hojas de servicio más recientes en el tiempo, por ser las más completas. Todo ello, ordenado y clasificado, junto con otras fuentes bibliográficas complementarias, sirvió para llevar a cabo el análisis prosopográfico de estos jefes. En cuanto a los oficiales, se obtuvo copia de hojas de servicios y se complementó con fuentes bibliográficas, con el mismo tratamiento. METODOLOGÍA 29 En cuanto a las fuentes secundarias, se han recopilado los libros y artículos que constituyen el gran volumen de las referencias historiográficas consideradas de interés para nuestro trabajo de investigación. Estas obras han sido recopiladas, tanto en formato papel como en archivos informáticos, de acuerdo con su disponibilidad y formato de edición. 4. PROCESAMIENTO DE LOS DATOS OBTENIDOS El manejo de la historiografía y el gran volumen de información acumulado para llevar a cabo nuestro trabajo de investigación requirió de una sistematización y tratamiento adecuados al método que aquí se describe, de acuerdo con los objetivos propuestos. Para la extracción de información de las fuentes recopiladas, tanto bibliográficas como hemerográficas, sobre aspectos específicos del estudio, fue precisa la confección de gran cantidad de fichas y notas y su ordenación temática, que permitiera abordar cada uno de estos aspectos contemplando toda la información disponible. Este procedimiento resultó especialmente necesario cuando se trataba de fuentes primarias como las actas del Consejo de Ministros, la Gaceta de Madrid, o las publicaciones periódicas de carácter militar o editadas por la Guardia Civil. La recogida de datos a mano sobre los expedientes personales de los jefes y oficiales, complementada con la obtención de copias de documentos y sus hojas de servicios, se procesaron en carpetas independientes para redactar, con ayuda de otras fuentes complementarias, los textos del estudio prosopográfico que se incluyen en los capítulos de la tesis. Por la relevancia innegable para nuestro estudio, las relaciones de antigüedad de los jefes y oficiales correspondientes a los 31 escalafones que se utilizaron, y que comprenden desde 1845 a 1875, fueron volcadas en archivos informáticos -libros Excel- a fin de facilitar su tratamiento posterior y el cruce de datos. Esta labor supuso el almacenamiento de unos 17.500 registros. Complementariamente, la explotación de esta información se completó con la La definición de un modelo de liderazgo en la etapa fundacional de la Guardia Civil 30 aportada por los propios expedientes personales consultados y otras fuentes. Este procesamiento de la información y el cruce de datos resultaron determinantes para la identificación de nexos causales, relevantes para la investigación. 5. REDACCIÓN DEL TEXTO HISTORIOGRÁFICO: ARTICULACIÓN DE LA TESIS El texto de la tesis se ha estructurado en tres partes. Además, va precedido de los apartados relativos a Introducción, Fuentes y Metodología, y seguido de un apartado de Conclusiones finales, que recoge un análisis crítico del propio texto. La primera parte, dedicada al nacimiento de la Guardia Civil, consta de tres capítulos. En el primero, se expone la necesidad acuciante en la España de 1844 de creación de un nuevo cuerpo de seguridad pública, ante la inoperancia de los existentes hasta entonces, y los graves problemas de seguridad que en aquel momento aquejaban a la Nación, unidos a una gran inestabilidad política. El segundo capítulo aborda cómo se gestaron los decretos fundacionales de la Guardia Civil, a partir de la creación del Ramo de Protección y Seguridad Pública, y un análisis sobre la eterna cuestión de su concepción civil o militar. El tercer capítulo de esta primera parte pretende hacer una síntesis del momento político – propicio, sin duda- en que nace la Guardia Civil, y que contribuirá a su consolidación en los primeros años, así como los que se revelan como personajes clave de su nacimiento: Ramón María Narváez, como hombre fuerte del moderantismo y figura fundamental del momento; y el duque de Ahumada, que será reconocido como el auténtico fundador de la Guardia Civil. La segunda parte, dedicada a la organización del Cuerpo y a los primeros guardias civiles, se estructura en otros tres capítulos. En el cuarto se describe cómo se da forma inicial a la nueva Institución, con la constitución del primer contingente de guardias civiles, las dificultades para su reclutamiento, partiendo de la situación que atravesaba el Ejército en aquellos momentos, y los documentos doctrinales -reglamentos y Cartilla- que habrían de regir su organización y METODOLOGÍA 31 actuación profesional. El capítulo quinto se centra en el análisis detallado de los primeros jefes y oficiales de la Guardia Civil; y de forma más precisa, de los rasgos reseñables y aspectos relevantes, para confluir en los patrones comunes identificados en los primeros jefes de tercio; en el cuadro de oficiales, según sus empleos; y entre los principales colaboradores con que contó el fundador en la Dirección de Organización y, después, en la Inspección General del Cuerpo. El sexto capítulo se centra en la estructura organizativa de la Guardia Civil, como aspecto relevante en la forma de ejercer en mando en la Institución, partiendo de su despliegue inicial y su evolución posterior a lo largo del periodo estudiado. También hace un recorrido, de acuerdo con esa estructura, sobre la forma en que se configuró el servicio en los primeros años y su evolución posterior. Por último, se hace un recorrido sobre la dinámica política de aquellos años en torno a la Guardia Civil, para completar el encuadre en el periodo. La tercera parte se ocupa del papel desempeñado por los mandos en la etapa que abarca el estudio de la tesis, y consta de otros tres capítulos. El séptimo analiza todo lo referente al ingreso y formación de los oficiales en la Guardia Civil, la promoción profesional en la estructura jerárquica hasta el acceso a oficial y el régimen de ascensos de los oficiales. También recorre la trayectoria de los jefes y oficiales de la Guardia Civil a lo largo del periodo estudiado, su desarrollo de carrera en el Cuerpo y los patrones comunes y rasgos relevantes identificados con aquella perspectiva temporal. El capítulo octavo incide en la diferenciación de las funciones de mando en la estructura jerárquica; la identificación de un estilo de mando fundacional, con las singularidades que han caracterizado su ejercicio desde la creación del Cuerpo; y a la postre, la definición de un modelo de liderazgo institucional. Por último, el capítulo noveno aborda algunos de los acontecimientos de mayor repercusión pública, a través de la intervención singular de los jefes y oficiales más brillantes o del conjunto de mandos de una unidad de la Guardia Civil, y de cómo afrontaron aquellas situaciones al frente de sus guardias civiles. La definición de un modelo de liderazgo en la etapa fundacional de la Guardia Civil 32 PRIMERA PARTE. EL NACIMIENTO DE LA GUARDIA CIVIL 33 PRIMERA PARTE EL NACIMIENTO DE LA GUARDIA CIVIL La definición de un modelo de liderazgo en la etapa fundacional de la Guardia Civil 34 CAPÍTULO 1. NECESIDAD DE UN NUEVO CUERPO DE SEGURIDAD PÚBLICA 35 CAPÍTULO 1 NECESIDAD DE UN NUEVO CUERPO DE SEGURIDAD PÚBLICA Cuando los moderados inician su etapa de gobierno con la Década Moderada (1844-1854), al proclamarse la mayoría de edad de Isabel II, se van a enfrentar a la resolución de una de las mayores carencias que presenta España: la inexistencia de un cuerpo de seguridad pública de ámbito nacional, totalmente profesional, con plenitud de competencias, y ajeno a los vaivenes y alternancias políticas. Ciertamente, la creación de un nuevo cuerpo de seguridad constituía una auténtica necesidad, aun a costa del ya maltrecho erario público, pero también suponía un riesgo para los moderados si la institución fracasaba, como había ocurrido ya en anteriores intentos. Si su nacimiento se malograba se convertiría, sin duda, en un arma arrojadiza para la oposición 1 . Suponía un riesgo, sí, pero un riesgo que era preciso correr. Mediado el siglo XIX, España estaba empezando a sentar las bases de un estado liberal moderno, y esta importante carencia en seguridad, que no se daba en otros países de su entorno, suponía uno de los mayores obstáculos para ese logro, además de contribuir a la grave inestabilidad que sufría el país. Por ello, parecía haber llegado el momento de atajarla y, con ello, poner remedio a los males que provocaban esta carencia. 1 MARTÍNEZ RUÍZ, E. (1976). Creación de la Guardia Civil, p. 25. La definición de un modelo de liderazgo en la etapa fundacional de la Guardia Civil 36 1.1 LOS CUERPOS DE SEGURIDAD PREEXISTENTES 1.1.1 Algunos antecedentes previos a 1808 Las hermandades, a modo de asociaciones comunales, fueron desde el siglo XI el principal recurso contra los malhechores y para proporcionar la seguridad pública de las poblaciones y de los campos. Para ello, se mantenía un número determinado de hombres armados, con carácter temporal y por periodos más o menos fijos, pero con notables diferencias en su constitución, según los reinos o comarcas en que se instituyeron 2 . Con el tiempo, las hermandades fueron incrementando sus efectivos, adquiriendo un carácter más permanente y actuando bajo normas específicas dictadas por los propios reyes. Pero las hermandades castellanas fueron perdiendo su vigor, quedando disueltas en 1473, de modo que a la muerte de Enrique IV en 1474 se incrementó notablemente la actividad de los malhechores, a lo que no fue ajena la guerra de sucesión al trono castellano. En 1476, al año siguiente de acceder al trono su hermana Isabel, el clamor para la reposición de las hermandades fue escuchado por los Reyes Católicos, que recibieron en las Cortes de Madrigal las propuestas de los procuradores, por lo que el 19 de abril de 1476 dictaron la carta fundacional de la Santa Hermandad Nueva, conocida como el Ordenamiento de Madrigal. Las atribuciones de la Santa Hermandad Nueva se extendían tanto a la persecución y esclarecimiento de los delitos como a la administración de Justicia. Sus componentes estaban organizados jerárquicamente y sometidos a disciplina castrense, y además de ocuparse del mantenimiento del orden y la persecución de malhechores, también participaban en la constitución de los tribunales encargados de hacer cumplir las penas impuestas. Sus competencias se centraban, principalmente, en aquellos delitos considerados como casos de Hermandad, 2 JIMÉNEZ DE SANDOVAL, C. (1858). Las instituciones de seguridad pública en España y sus dominios de Ultramar, p. 21. CAPÍTULO 1. NECESIDAD DE UN NUEVO CUERPO DE SEGURIDAD PÚBLICA 37 como eran el asalto en los caminos; robos de muebles o semovientes en despoblado; muerte; herida; e incendio de mieses, viñas y casas en despoblado 3 . La Santa Hermandad se mantuvo operativa sólo hasta 1498, en que fue suprimida su Capitanía General por pragmática de 29 de junio, perviviendo algunas hermandades locales. El motivo principal de su disolución fue el elevado coste de su mantenimiento, pues disponía de un imponente presupuesto anual de treinta y dos millones de maravedíes, equivalente al doble del destinado a la Guardia Civil en el momento de su puesta en marcha 4 , en mayo de 1844. Se ha defendido por los primeros historiadores del Cuerpo, Sidro y Surga (1858) y Jiménez de Sandoval (1858), una argumentada identificación de la Guardia Civil con la Santa Hermandad, no exenta de una cierta idealización, considerando a esta institución como su antecedente más remoto, lo cual no puede sostenerse en modo alguno 5 . El periodo de actividad plena de la Santa Hermandad Nueva no superó el final del siglo XV, y las hermandades que aún pervivían en el siglo XIX –Toledo, Ciudad Real y Talavera- quedaron extinguidas plenamente por su total inoperancia y el desprestigio en que habían caído, con la promulgación del Real Decreto de 7 de mayo de 1835, tan sólo nueve años antes de la fundación de la Guardia Civil 6 . Consciente o inconscientemente, es probable que tal identificación, que cierta historiografía ha mantenido hasta épocas recientes, fuera consecuencia de una cierta comparación con la Gendarmería francesa, que sí tuvo su germen en la Mariscalía (Marechaussee), desaparecida en 1790, y de antigüedad, origen y misiones similares a la Santa Hermandad en el país vecino. A ella alude Jiménez de Sandoval cuando se refiere a la escasa eficacia de los cuerpos regionales y locales para mantener el orden y la seguridad, que «nunca se generalizaron ni 3 MARTÍNEZ RUÍZ, E. (1992). Algunas reflexiones sobre la Santa Hermandad, p. 97. Cuadernos de Historia Moderna. 4 AGUADO SÁNCHEZ, F. (1968). Antecedentes históricos del Cuerpo de la Guardia Civil (II), p. 10. Revista de Estudios Históricos de la Guardia Civil (en adelante, REHGC.). 5 AGUADO SÁNCHEZ, F. (1968). Antecedentes históricos del Cuerpo de la Guardia Civil (I), p. 12. REHGC. En el mismo sentido, MARTÍNEZ RUÍZ, E. (1992). Algunas reflexiones sobre la Santa Hermandad, pp. 105-106. 6 AGUADO SÁNCHEZ, F. (1969). Antecedentes históricos del Cuerpo de la Guardia Civil (III), p. 31. REHGC. La definición de un modelo de liderazgo en la etapa fundacional de la Guardia Civil 38 arraigaron bastante para llegar a ser uniformemente en todo el país lo que fue la Santa Hermandad, o lo que en Francia la mariscalía, reformada después en la gendarmería 7 ». Al comenzar el siglo XIX la Santa Hermandad había perdido, mucho tiempo atrás, su carácter de institución dedicada al orden público, tras sufrir una progresiva falta de eficacia, acompañada de un creciente desprestigio, hasta su total desaparición. Paralelamente al declive de la Santa Hermandad, el reformismo ilustrado de mediados del siglo XVIII impulsó la creación de cuerpos regionales, con jurisdicciones territoriales delimitadas por su ámbito de actuación, y que respondían a la necesidad de contar con una mejor protección. Estos cuerpos locales y regionales actuaban inconexos entre sí, y eran empleados para atender a la seguridad de las poblaciones, comarcas y regiones, bien para acudir en apoyo de la Santa Hermandad, bien para intervenir de forma independiente 8 . Este fue el caso de las Compañías Sueltas de Castilla o las del Reino de Aragón, los Fusileros Guardabosques Reales, los Escopeteros Voluntarios de Andalucía, los Ballesteros del Centenar y los Fusileros de Valencia, los Miñones y Migueletes en el País Vasco, o los Caudillatos y la Milicia Honrada en Galicia. En cuanto a las Escuadras de Cataluña –actualmente, Mozos de Escuadra-, es un cuerpo que merece mención aparte por su eficacia a lo largo del tiempo y por ser el único que ha subsistido hasta nuestros días. En cualquier caso, no es objeto de este trabajo hacer una exposición, y menos aún, ahondar sobre todas las instituciones que, cada una en su ámbito territorial y con mayor o menor fortuna, llevaron a cabo en España funciones de policía, en su acepción de protección y seguridad pública. Nos limitaremos a hacer un esbozo sobre aquellas instituciones que desempeñaron tales funciones –o aspiraban a hacerlo- en todo el territorio nacional desde la guerra de la Independencia. El resultado, en fin, es que al comienzo del reinado personal de 7 JIMÉNEZ DE SANDOVAL, op. cit., pp. 149-150. 8 AGUADO SÁNCHEZ, F. (1975). Las fuerzas de orden público en España, p.10. REHGC. CAPÍTULO 1. NECESIDAD DE UN NUEVO CUERPO DE SEGURIDAD PÚBLICA 39 Isabel II en 1843, la profesionalización de la seguridad y el orden público en España seguían siendo un grave problema sin resolver. 1.1.2 Los intentos de José Bonaparte y durante la guerra de la Independencia Durante la ocupación francesa, bajo el reinado intruso de José Bonaparte, se sucedieron varios intentos de organizar cuerpos para el mantenimiento del orden, aunque carecieron de continuidad. El más relevante, primera aproximación hacia una institución con funciones policiales a la altura de los tiempos, fue la creación de la Policía de Madrid, que José I encargó a Pablo de Arribas, a quien nombró Ministro de Policía. Arribas diseñó un modelo mixto, consistente en una organización policial civil basada en intendencias y comisarios, con el respaldo de una Junta Criminal y con el apoyo de una fuerza armada, necesariamente de impronta militar. Esta fuerza armada, inspirada en la Gendarmería francesa, fue constituida provisionalmente con efectivos detraídos de los regimientos del Ejército que se encontraban al servicio del invasor 9 , con la misión de prestar el debido auxilio a los funcionarios policiales, cubrir las guardias de las puertas de la ciudad y prestar las rondas y patrullas en el interior de la población. De este modo, por Real Decreto de 16 de febrero de 1809 se creaba el Batallón de Infantería Ligera «especialmente destinado a mantener la tranquilidad pública, cuidar de la seguridad interior de los moradores de esta capital, y apoyar la execución de las órdenes que dieren en ella las autoridades civiles» 10 . Dos días más tarde, por Real Decreto de 18 de febrero, se situaba al frente del cuerpo a un Intendente General de Policía, del que dependerían diez Comisarios de Policía, responsables de los consiguientes distritos en que se dividió la ciudad 11 . Este modelo policial se intentó repetir en diversas ocasiones y 9 MARTÍNEZ GARCÍA, M. (2010). La fundación del Cuerpo de la Guardia Civil, p. 38. Cuadernos de la Guardia Civil (en adelante, CGC.). 10 Prontuario de las leyes y decretos del Rey, N. S. don José Napoleón I desde el año de 1808, pp. 81-83. 11 Ibídem., pp. 110-138. La definición de un modelo de liderazgo en la etapa fundacional de la Guardia Civil 40 periodos políticos a lo largo de los treinta y cinco años que restaban para la creación de la Guardia Civil. Por Real Decreto de 29 de junio de 1809, con la intención de proyectar la experiencia de Madrid a las provincias, se constituyeron las Milicias Urbanas en La Mancha y la provincia de Toledo, extendiendo el mandato a todas las provincias por otro de 20 de julio. Al finalizar este año se constituyen los Migueletes de Navarra, y ya en abril de 1810, se crea la Guardia Cívica –variante denominativa de la Milicia Urbana- en las provincias andaluzas. Pero en este año, por Real Decreto de 31 de marzo de 1810, se reestructuró este despliegue, al iniciarse al mismo tiempo la organización en las provincias de unas compañías de infantería y caballería, que recibieron la denominación de Cazadores de Montaña. Los componentes de estas unidades, dedicados en exclusiva a la persecución de malhechores, tendrían preferencia para integrarse en el proyectado Cuerpo General de Gendarmería. De este cuerpo, siguiendo el modelo de la institución homónima francesa, sólo llegó a constituirse la Compañía de Gendarmería Real a caballo 12 , para la ciudad de Madrid, por Real Decreto de 22 de enero de 1811. Con un reglamento inspirado en el que regía para los gendarmes en el país galo, podía éste considerarse el primer intento formal de crear en España un cuerpo especial de vigilancia y seguridad pública, de ámbito nacional y a estilo francés 13 . El propio desarrollo de la guerra de la Independencia había favorecido la creación de Juntas Locales y Provinciales que armaron a los ciudadanos en la sublevación contra el invasor francés. Ya en diciembre de 1808, la Junta Central de Sevilla organizó el reclutamiento de partidas o cuadrillas con voluntarios locales, cuyo peculiar concepto del mantenimiento del orden orientó primordialmente su actividad a la persecución de los «afrancesados» y el hostigamiento de los convoyes del ejército invasor 14 . 12 JIMÉNEZ DE SANDOVAL, op. cit., pp. 41-43. 13 MARTÍNEZ RUÍZ, E. (1970). La crisis del orden público en España y la creación de la Guardia Civil, p. 67. REHGC. 14 AGUADO SÁNCHEZ, F. (1975). Las fuerzas de orden, op. cit., p. 41. REHGC. CAPÍTULO 1. NECESIDAD DE UN NUEVO CUERPO DE SEGURIDAD PÚBLICA 41 Esta iniciativa, repetida en situaciones anteriores de conflicto, tuvo su respaldo legal en la Constitución de Cádiz de 1812, donde su Título VIII, relativo a la «Fuerza militar nacional», incluía en su capítulo II a los cuerpos de «milicias nacionales». Estaban integrados por habitantes de cada una de las provincias, «con proporción a su población y circunstancias» 15 , y debían prestar servicio con carácter discontinuo, cuando las circunstancias lo requirieran y en el territorio de la propia provincia, salvo autorización expresa de las Cortes. Al incluirlas en el mismo título que al Ejército y la Marina, que constituían las tropas regulares, el legislador reconocía a esta institución como fuerza combatiente, e implicaba la legitimación e integración de las organizaciones de voluntarios armados por las distintas Juntas y de las diferentes Milicias provinciales existentes. Las milicias quedaban a las órdenes de los jefes políticos, figura también creada por la Constitución de Cádiz 16 , y que constituía la «autoridad superior» en cada provincia «para cuidar de la tranquilidad pública, del buen orden, de la seguridad de las personas y bienes de sus habitantes, de la ejecución de las leyes y órdenes del Gobierno y, en general, de todo lo que pertenece al orden público y prosperidad de la provincia» 17 . Además, como responsable del orden interior, «requerirá (…) el auxilio de la fuerza armada que necesite para conservar o restablecer la tranquilidad de las poblaciones y la seguridad de los caminos» 18 . De acuerdo con el Reglamento de 15 de abril de 1814, debían prestar servicio en la Milicia Nacional todos los españoles comprendidos entre los treinta y los cincuenta años de edad, con algunas excepciones, reclutados mediante sorteo y por un periodo mínimo de ocho años. El número de ciudadanos obligados a servir en la Milicia era de treinta por cada mil trescientos habitantes, pero no les eximía de prestar servicio en el Ejército activo, en caso de ser movilizados mediante bando de guerra. La Milicia quedó organizada en tropas de infantería y caballería, por pelotones de a treinta hombres, compañías, batallones y 15 Artículo 362 de la Constitución de Cádiz de 1812. 16 Ibídem, artículo 324. 17 Capítulo III, artículo I, del Decreto de las Cortes de 23 de junio de 1813, Instrucción para el gobierno económico-político de las provincias. 18 Ibídem. artículo XXVII. La definición de un modelo de liderazgo en la etapa fundacional de la Guardia Civil 42 regimientos. Los cuadros de mando eran elegidos entre la tropa, y su jefe nato era el comandante militar, donde lo hubiere. Vestían uniforme y eran armados por el Ejército, y cuando prestaban servicio estaban sometidos a la justicia militar. También percibían haberes por parte de los ayuntamientos, aunque de forma irregular, cuando participaban en determinados servicios, y tenían derecho a alojamiento cuando era necesario, de acuerdo con la ordenanza militar. Eran funciones de la Milicia Nacional el mantenimiento del orden público; protección de personalidades; custodia de edificios públicos; captura y detención de malhechores, desertores y prófugos; conducción de presos; escolta de fondos públicos y, por supuesto el mantenimiento del orden constitucional. 1.1.3 Vuelta al recurso del Ejército al final de la guerra y a la Milicia Nacional en el Trienio Pero poco tiempo tendrá la Milicia Nacional para estrenarse en esta primera etapa. Finalizada la guerra de la Independencia y de vuelta en el Trono tras su reclusión en Francia, Fernando VII disolvía esta institución en mayo de 1814, por su origen y afinidad con la ideología liberal, suprimiendo el único estamento de carácter unitario que pervivía en materia de seguridad. Además, el Rey traía nuevas ideas de Francia, de acuerdo con el modelo de la Gendarmería que llevaba prestando servicio en el país vecino desde 1791. No obstante, la penosa situación económica a la que se enfrentaba España impedía acometer nuevos proyectos de tal envergadura. Como consecuencia, y ante la situación caótica de inseguridad generada tras el fin del conflicto, se hizo preciso acudir de nuevo al Ejército y recuperar las antiguas e inconexas fuerzas de seguridad para intentar restablecer el orden. De este modo, el monarca dictaba una Instrucción mediante Real Cédula o Pragmática del Consejo Real, de fecha 22 de agosto de 1814, en cuyo preámbulo se reflejaba de modo elocuente el estado de impunidad ante el desorden que asolaba España: CAPÍTULO 1. NECESIDAD DE UN NUEVO CUERPO DE SEGURIDAD PÚBLICA 43 «La multitud de malhechores que perturban la quietud pública y la seguridad de los caminos, en grave perjuicio del comercio y de los que viajan, han excitado justamente los clamores de los pueblos para que se ponga pronto remedio a este mal. (...) Y habiéndose aumentado en estos últimos tiempos el número de los malhechores por las causas bien notorias de la deserción de los ejércitos, libertad que tumultuariamente se había dado á los reos, disolución de algunas guerrillas que, autorizándose con el dictado de defensores de la patria, se presentaban en los pueblos, consternados ya de sus vejaciones é insultos, y proseguían en ellos, fiados en la impunidad que les prestaban las nuevas instituciones, é imposibilidad de las autoridades para castigarlos y contenerlos, tomó el mi Consejo en consideración la necesidad de poner á estos males un remedio no menos conveniente que vigoroso y enérgico, cual lo exigía la seguridad de los caminos, el decoro de la Nación y el respeto mismo de la Justicia». 19 En esta real cédula se disponía que se reorganizaran las escuadras y rondas volantes de Cataluña, la Compañía suelta de Aragón, los Fusileros de Valencia, Escopeteros de Andalucía y demás fuerzas que operaban en las provincias antes de la guerra. También se ordenaba destinar unidades de infantería y de caballería para la persecución de malhechores y contrabandistas. Su personal debía ser voluntario y el servicio a prestar, sería considerado como de campaña, a todos los efectos. A partir de 1818, también se restablecieron las gratificaciones para la tropa por la aprehensión de malhechores, como se había dispuesto en épocas pasadas. Se creó en cada provincia un consejo de guerra permanente, a cargo de jefes y oficiales, con un asesor letrado, para el enjuiciamiento de todos los reos que hubieran sido capturados o delinquido en despoblado. Las sentencias impuestas podían ser ejecutadas directamente, una vez aprobadas por el jefe de las tropas destinadas a este fin en la provincia, cuando el infractor se hubiera resistido a la tropa, fuera militar o hubiera sido sorprendido in fraganti. Por último, se disponía en la real cédula la vuelta a las leyes penales vigentes en marzo de 1808 y se recuperaba, para aplicación con carácter supletorio, la Instrucción que había aprobado Carlos III mediante Pragmática de 1784 para la represión de vagos y malhechores. 19 Real cedula de 22 de agosto de 1814, por la que se mandan guardar y cumplir las Instrucciones insertas para la persecución y castigo de los malhechores que infestan los caminos del Reino. La definición de un modelo de liderazgo en la etapa fundacional de la Guardia Civil 44 Pero los resultados de aplicación de esta dura Instrucción, en pleno apogeo del bandolerismo en varias regiones, distarán de aproximarse a lo esperado. Por el contrario, tales esfuerzos, ineficaces para conseguir detener el bandidaje, van a suponer un desgaste innecesario para regimientos y batallones, obligados a actuar en partidas y empeñados en funciones para las que no habían sido concebidos. Más tarde, debido a la inoperancia de los tribunales, se crearon las Comisiones Militares ejecutivas y permanentes por Real Decreto de 13 de enero de 1824, que refundían la dualidad de los consejos de guerra instituidos en 1814 y las comisiones extraordinarias, de marcado carácter político. Las comisiones militares, por tanto, asumían todas las competencias y atribuciones de estos órganos; es decir, para juzgar y condenar, tanto a los malhechores como a los opositores políticos. Pero tampoco se mostraron eficaces para atajar el problema, por lo que las comisiones se disolvieron en 1825, si bien fueron repuestas en los años posteriores de la Ominosa Década, cuando la situación se presentaba más crítica para el régimen absolutista. Con el pronunciamiento de Rafael del Riego en enero de 1820 se restableció la Constitución de Cádiz y, con ella, la Milicia Nacional; aunque tal medida no ofrecía una mejor solución para la inseguridad e inestabilidad que vivía la Nación. Las nuevas Cortes intentaron en este periodo institucionalizar la Milicia Nacional para convertirla en pieza clave del proceso de consolidación del liberalismo, e impregnándola de una misión política explícita 20 . Además del Ejército permanente, con las fuerzas de tierra y mar, de acuerdo con sus misiones constitucionales, se organizó en 1820 la Milicia Nacional local, integrada inicialmente por voluntarios, con marcado carácter político y heredera de la Milicia de 1814. Posteriormente, se posibilitó el alistamiento voluntario o forzoso para todos aquellos ciudadanos que fueran propietarios. Al año siguiente, por Decreto de 18 de noviembre de 1821, se instituyó la Milicia Nacional activa, en la que se servía con carácter obligatorio, a razón de tres plazas por cada cuatrocientos habitantes, y que constituirá un auténtico 20 PÉREZ GARZÓN, J. S. (1978). Milicia Nacional y revolución burguesa, p. 125. CAPÍTULO 1. NECESIDAD DE UN NUEVO CUERPO DE SEGURIDAD PÚBLICA 45 ejército de reserva, tomando como precedente las Milicias Provinciales del siglo XVIII 21 . Si alcaldes y jueces necesitaban los servicios de la Milicia Nacional tenían que solicitarlo al jefe de la fuerza de la localidad, aunque al «toque de incendio, alarma, conspiración o aviso», todos debían acudir al lugar indicado, estuviesen o no de servicio. Las intervenciones y servicios destacados se recompensaban con premios en metálico y, en casos muy especiales, con alguna condecoración militar. Ante la imposibilidad de que los ayuntamientos costeasen la Milicia Nacional, se pasó tal obligación a las Diputaciones para que, si no totalmente, contribuyesen, en parte, con algunos tributos. Los milicianos gozaron del beneficio de abonos en campaña por un cuarto del total del tiempo que debían permanecer en el servicio militar. Por Decreto de las Cortes de 6 de diciembre de 1822, se aprobó un Reglamento provisional de Policía, que ponía la seguridad de las poblaciones en manos de los jefes políticos de las provincias, los alcaldes de los pueblos, y los ayudantes de barrio y demás personal de cada ayuntamiento. Para ello, debían ser auxiliados por la tropa del Ejército permanente, de la Milicia Nacional, y aun de los propios vecinos. En cuanto a la seguridad de los caminos, se encomendaba igualmente a las unidades del Ejército en cada provincia, en la forma «que permitan las circunstancias», y si no se dispusiera de estas unidades o cuando fuere necesario auxiliarlas, a la Milicia nacional local, por orden de los alcaldes o los jefes políticos. Cuando la incidencia de los hechos delictivos lo aconsejara, también podían formarse partidas de escopeteros, a pie o a caballo, en tanto fuera necesario 22 . En el mismo sentido de reguló poco después la seguridad de las poblaciones en la Instrucción para el gobierno económico-político de las provincias, aprobada por Decreto de las Cortes de 3 de febrero de 1823, que competía a los alcaldes, bajo la inspección de los jefes políticos. 21 Ibídem, pp. 175-179. 22 Reglamento provisional de Policía, aprobado por Decreto de las Cortes extraordinarias de 6 de diciembre de 1822. Gaceta de Madrid núm. 376, de 9 de noviembre de 1843. Colección histórica de la Gazeta. Agencia Estatal Boletín Oficial del Estado (en adelante, BOE). La definición de un modelo de liderazgo en la etapa fundacional de la Guardia Civil 46 1.1.4 La Legión de Salvaguardias Nacionales: el proyecto viable que no se dejó nacer El teniente general Pedro Agustín Girón, marqués de las Amarillas y, posteriormente, primer duque de Ahumada, accede en marzo de 1820 a la cartera de Ministro de la Guerra, en el primer Gabinete del Trienio Liberal. El general Girón era un militar de reconocido prestigio que, a las órdenes del duque de Wellington, había prestado destacados servicios durante la guerra de la Independencia. Procedente de la nobleza, era un hombre ilustrado y de recta conciencia. De ideas liberales, nunca se vio inclinado a defenderlas en pronunciamientos, aunque sí le habían mantenido fuera de la escena política durante el Sexenio Absolutista que siguió a la guerra. Diríase que Girón era mucho más militar que político, lo que sirvió para distanciarle aún más de sus compañeros de Gabinete 23 . Lo cierto es que desde el primer momento, el marqués de las Amarillas fue consciente de las graves carencias de la Milicia Nacional recién reinstaurada. Por ello, siguiendo una vez más el modelo francés, concibió un ambicioso proyecto de instituto armado para el mantenimiento del orden público, que recibió el nombre de Legión de Salvaguardias Nacionales. Para su diseño contó con la valiosa colaboración de su hijo Francisco Javier Girón, a cuyas órdenes se encontraba en comisión de servicio como ayudante de campo, y que años más tarde se convertirá en el fundador de la Guardia Civil 24 . Según el proyecto de Girón, el nuevo cuerpo tendría ámbito nacional y fuero castrense, dependiente de la autoridad militar para todo lo que concerniese a su «organización, inspección y reemplazo», pero totalmente a las órdenes de los jefes políticos, recién repuestos como autoridad civil competente, para la prestación de su servicio específico. 23 RAMÍREZ, W., MARQUÉS DE VILLAURRUTIA (1915). Fernando VII, Rey constitucional: historia diplomática de España de 1820 a 1823, pp. 263-266. 24 AGUADO SÁNCHEZ, F. (1975). Las fuerzas de orden, op. cit., pp. 44-45. CAPÍTULO 1. NECESIDAD DE UN NUEVO CUERPO DE SEGURIDAD PÚBLICA 47 El cuerpo estaría al mando de un Inspector General, del empleo de mariscal de campo o teniente general, y a su personal le sería de aplicación el mismo estatuto que al de los demás cuerpos o armas del Ejército. Su plantilla inicial se cifró en 5.230 hombres de infantería y caballería, de los que los jefes y oficiales serían reclutados de entre los del Ejército, desde el empleo de subteniente y con tres años de servicio; y las clases de tropa, entre los licenciados del Ejército. En caso de no haber suficientes aspirantes, podría reclutarse personal de tropa que hubiera prestado, al menos, cuatro años de servicio en filas, en una época en que el servicio militar duraba ocho años. Todos ellos, además, debían carecer de cualquier tipo de nota desfavorable en sus hojas de servicios. Su despliegue territorial se concibió con arreglo a los distritos militares, distribuidos por regiones, a razón de un hombre por cada dos mil habitantes y tres leguas cuadradas, de acuerdo con su extensión, población y otras circunstancias. Con una estructura diferente a la tradicional de regimientos y batallones, los nuevos salvaguardias se encuadrarían territorialmente en cuatro subinspecciones, a cargo cada una de un coronel; y doce comandancias, mandadas por tenientes coroneles y comandantes. Cada comandancia se organizaba en compañías, con un total de treinta y seis de estas unidades de infantería y dieciséis de caballería. La distribución por empleos de los salvaguardias, además del general Inspector, era de 4 coroneles, 5 tenientes coroneles, 8 comandantes, 53 capitanes, 69 tenientes, 66 subtenientes, 1.024 individuos de tropa de caballería y 4.000 de infantería, entre sargentos, cabos, trompetas, cornetas y soldados. Convine llamar la atención de que, con este proyecto, aparecía por primera vez la denominación de «comandancia» para una unidad territorial, en la que se encuadraban otras de entidad compañía. En 1829 se adoptó nuevamente el término de «comandancia» con la creación del Cuerpo de Carabineros de Costas y Fronteras –también doce de estas unidades-, y su posterior reorganización en el Cuerpo de Carabineros del Reino, manteniéndose hasta su extinción en 1940. Por lo que respecta a la Guardia Civil, esta denominación no se comenzó a utilizar desde su fundación, sino a partir de 1861, para convertirse desde la década siguiente en la unidad fundamental del despliegue territorial y el servicio del Cuerpo en el ámbito provincial, y que se ha mantenido hasta la época actual. La definición de un modelo de liderazgo en la etapa fundacional de la Guardia Civil 48 Esta estructura orgánica –acertada, por cuanto hemos visto su reproducción en proyectos posteriores que sí cuajaron-, también pretendía ser ágil y eficiente, basada en la simplificación burocrática, pues reducía al mínimo las planas mayores y órganos administrativos, primando la economía de medios. Girón estimó el presupuesto anual para el sostenimiento del nuevo cuerpo en algo más de diecinueve millones de reales de vellón, y en el mismo proyecto se indicaban los medios para disponer de esta cantidad. Una muestra de la envergadura del proyecto y lo acertado de su concepción en aquella época nos lo ofrece su preámbulo, que se expresaba en los siguientes términos: «No será difícil comprender estas ventajas si se considera que la institución que se propone reemplazar a las escuadras en una provincia, a compañías sueltas en otras, a tropas del Ejército, escopeteros y partidas de paisanos en varios distritos, o lo que es lo mismo, a cuerpos incoherentes, algunos de ellos mal constituidos, y todos sin recíproca relación; sin una dependencia misma. Única en la Península, su sistema será general, uniforme su servicio, y en todas las provincias tendrá proporcionalmente la misma organización, la misma fuerza, dependencia y funciones, y sus jefes, oficialidad, y en general todos sus individuos, se dedicarán al desempeño de éstas con el entusiasmo propio de militares escogidos y convenientemente organizados para este objeto, y el Gobierno se aprovechará de su disposición y celo para que correspondan a su objeto (…). Varias e indudables son las ventajas que han de resultar a la nación de la creación de un cuerpo particularmente encargado de la seguridad interior de la Península (…), se obtendrán eficazmente y desde luego el exterminio de los malhechores y la seguridad de los caminos, objeto principal de su instituto, cuyas circunstancias no se han podido lograr jamás a pesar de las medidas del Gobierno y de los esfuerzos y sacrificios de los pueblos. La circulación interior, obstruida en el día hasta un grado difícil de concebir, quedará inmediatamente libre de los inconvenientes que en la actualidad la entorpecen, y de este modo el comercio y tráfico de nuestro país, que debe prosperar rápidamente por efecto del nuevo orden de cosas, encontrarán en este cuerpo una protección bien necesaria para sus operaciones. Su existencia y la exactitud de su servicio harán muy pronto ilusorio el aliciente que pueda ofrecer a los malvados la profesión de salteadores» 25 . El proyecto fue presentado a las Cortes por el Ministro de la Guerra el 30 de julio de ese mismo año 1820. En el debate suscitado en aquella sesión del Congreso, con anterioridad a la lectura del proyecto, intervino el diputado 25 JIMÉNEZ DE SANDOVAL, op. cit., pp. 154-157. Nota: Se han aplicado al texto las reglas ortográficas actuales, pero manteniendo el léxico. CAPÍTULO 1. NECESIDAD DE UN NUEVO CUERPO DE SEGURIDAD PÚBLICA 49 Martínez de la Rosa, entonces líder de los liberales moderados, quien describió de modo certero los males que provocaban la proliferación de tanto delincuente: «la pobreza, el poco estímulo para el trabajo, la mala división de la propiedad, las trabas que oprimían todas las profesiones, el bárbaro sistema fiscal, las rentas estancadas, la incomunicación entre las varias provincias y entre los pueblos más cercanos, la despoblación del Reino, el mal sistema de nuestros presidios, la inmoralidad pública que acarrea siempre un régimen arbitrario» 26 . Pero, a pesar de que existía suficiente conciencia en aquel momento sobre el grave problema de inseguridad que se vivía en España, los diputados hicieron oídos sordos. Se culpaba más a la inacción de la Justicia desde 1814 y a la ineficacia de las comisiones militares que a la inexistencia de una fuerza efectiva destinada a la lucha contra el delito. Incluso había diputados que negaban el problema, acusando a los enemigos de la Constitución de exagerar la situación de forma deliberada 27 . Además, la mentalidad de aquellos diputados veinteañistas les llevaba a rechazar cualquier tipo de iniciativa legislativa que procediera del Gobierno, pues consideraban que sólo debían tener su origen en las Cortes, pese a que la propia Constitución reconocía como legítimas ambas vías 28 . Lo cierto es que, escenificando una vez más la indiferencia, cuando no el distanciamiento de los demás ministros del Gobierno hacia la persona del general Girón, todos mostraron sus recelos hacia lo que consideraban «una medida atentadora (sic) a la libertad» y porque la organización de la institución supondría, en la práctica, un nuevo desmantelamiento de la Milicia Nacional 29 . Tal cortedad de miras supuso que el proyecto que más se había acercado a lo que necesitaba España, quedara definitivamente archivado, aunque no olvidado: algunas de las soluciones que aportaba serán retomadas por Francisco Javier Girón en su concepción de la Guardia Civil. 26 Diario de Sesiones del Congreso de los Diputados. Serie histórica. Legislatura de 1820. Núm. 26, sesión del 30 de julio de 1820, p. 323. 27 Ibídem, pp. 326 y ss. 28 GIRÓN, P. A., MARQUÉS DE LAS AMARILLAS (1978). Recuerdos (1778-1837). 29 JIMÉNEZ DE SANDOVAL, op. cit., pp. 156-157. La definición de un modelo de liderazgo en la etapa fundacional de la Guardia Civil 50 1.1.5 Los Voluntarios Realistas como contrapunto a la Milicia Nacional Tras poner fin al periodo constitucionalista del Trienio Liberal (1820-1823), Fernando VII disolvía de nuevo la Milicia Nacional y cobraban fuerza las partidas de hombres armados que, desde 1821, se venían alzando para que el Rey recuperara su soberanía. Eran los cuerpos de Voluntarios Realistas, que al igual que ocurriera con la Milicia Nacional, van a tener una marcada vinculación ideológica, pero de corte absolutista, acorde con el nuevo signo político de lo que se conocerá como la Ominosa Década. Se constituyeron con rapidez para combatir a los liberales, destacando las divisiones que se organizaron en Navarra, País Vasco y Cataluña. Vencido el constitucionalismo con la decisiva intervención del duque de Angulema y los Cien Mil Hijos de San Luís, Fernando VII depositó su confianza en los Voluntarios Realistas, disponiendo diferentes medidas para potenciarlos. En cualquier caso, al igual que la Milicia Nacional, los Voluntarios Realistas se iban a mostrar mucho más activos abortando conspiraciones que persiguiendo malhechores 30 . No obstante, se mostró un cuerpo más disciplinado y eficaz que su antecesor en el cumplimiento de sus funciones, interviniendo como fuerzas de orden público encargadas de la seguridad y tranquilidad de las poblaciones; para control administrativo en la expedición y revisión de documentos, e inspección de establecimientos públicos; y en labor informativa para la prevención de conspiraciones, como en su momento hiciera la Milicia Nacional respecto al polo político opuesto. La Junta Provisional de Gobierno de Burgos elaboró un primer reglamento interno de fecha 14 de mayo de 1823, desarrollado por una Orden Circular del Ministerio de la Guerra, según el cual se admitían en la nueva institución a los vecinos y naturales de los pueblos donde desempeñaron sus funciones, que tuvieran entre veinte y cincuenta años de edad, que acreditaran buena conducta y honradez, «muestren su amor al Soberano y adhesión decidida a la justa causa de 30 AGUADO SÁNCHEZ, F. (1968). Antecedentes históricos del Cuerpo de la Guardia Civil. REHGC. CAPÍTULO 1. NECESIDAD DE UN NUEVO CUERPO DE SEGURIDAD PÚBLICA 51 restablecer en su trono, y abolir enteramente el llamado sistema constitucional». Las solicitudes se presentaban en los ayuntamientos, donde una comisión seleccionaba a los aspirantes y nombraba a los cabos, sargentos, oficiales y jefes mediante votación entre sus miembros. Cuando eran requeridos, los voluntarios debían acudir al lugar indicado para «mantener el orden y policía interior patrullando de día y de noche según exijan las circunstancias (…) como también en los incendios, quimeras y otros conocimientos que puedan producir algún desorden popular y presentarse al toque de generala». Para ello, el corregidor o alcalde debía pasar aviso al jefe de los voluntarios en la localidad. Tenían un carácter más municipal que nacional, y una doble dependencia de los capitanes generales, por su sujeción a la ordenanza militar, y de los corregidores o alcaldes cuando eran requeridos. Por Real Orden de 6 de septiembre de 1824 se determinó que los Capitanes Generales atendieran prioritariamente a su organización, equipamiento y disciplina, mientras que la intervención de los ayuntamientos se limitaría a cursar propuestas, empleos y el manejo de fondos para el vestuario y armamento 31 . De acuerdo con el reglamento provisional de 26 de febrero de 1824, para optar a ser voluntario había que tener entre dieciocho y sesenta años –más tarde, cincuenta- y poseer «rentas, industria u oficio» 32 , o ser hijos de los que tuviesen estas condiciones. Los cuerpos de infantería se organizaron en batallones de cuatro a ocho compañías y, los de menor entidad, en tercios realistas, divididos en mitades y cuartas, con unos ciento sesenta hombres. La denominación de tercios, según el reglamento, «servirá de glorioso recuerdo de los antiguos y famosos tercios españoles» 33 . Los batallones estaban al mando de tenientes coroneles y las compañías, de capitanes. También podían constituirse unidades de Caballería en aquellas poblaciones donde hubiera suficiente número de voluntarios que estuvieran dispuestos a aportar sus propios caballos o yeguas. Igualmente, podían 31 Decretos del Rey N. S. Don Fernando Séptimo y Reales Órdenes, Resoluciones y Reglamentos Generales expedidos por las Secretarías del despacho Universal y Consejos de S. M. por Don José María de Nieva, vol. IX, p. 411. 32 Artículo 1 del Reglamento provisional de 26 de febrero de 1824, para los cuerpos de Voluntarios Realistas. 33 Ibídem, artículo 8. La definición de un modelo de liderazgo en la etapa fundacional de la Guardia Civil 52 crearse escuelas de Artillería, si había posibilidad de formar a los voluntarios necesarios. En agosto de 1825, Fernando VII encargó al duque del Infantado una encuesta entre varios Capitanes Generales y autoridades eclesiásticas para pulsar su opinión sobre el servicio que prestaban los Voluntarios Realistas que, si bien fue mayoritariamente favorable, también salieron a la luz quejas y aspectos claramente mejorables 34 . En el objeto de la consulta estaba, además, la viabilidad de suprimir las comisiones militares ejecutivas y permanentes que se habían reorganizado el año anterior. El informe realizado tras la encuesta sirvió para redactar el definitivo Reglamento para los Cuerpos de Voluntarios Realistas, firmado el 8 de junio de 1826, que estableció la figura del Inspector General de los Cuerpos de Voluntarios Realistas, con dependencia directa del Rey. En cada ciudad donde existiera Capitán General, habría un Subinspector, apoyado por una secretaría, que debía revistar todos los cuerpos de su demarcación cada dos años. En cuanto a la organización, los batallones, a los que se entregó bandera de combate, pasaban a ser de ocho compañías, cada una de entre sesenta y ochenta hombres; y los batallones de cada provincia se encuadraban, a su vez, en brigadas, por si hubieran de actuar reunidos. Para ser jefe de voluntarios gozaron de preferencia los oficiales licenciados del Ejército, Marina y Milicias Provinciales, siendo incompatible para quienes estuvieran en activo. La mitad de los mandos, desde capitán, y la tercera parte de los oficiales fueron de nombramiento real, y el resto de designación municipal. En cuanto al servicio a prestar, debían mantener el orden en los pueblos mediante patrullas de vigilancia, especialmente de noche. En las poblaciones donde había suficientes voluntarios y no hubiera fuerza del Ejército, se debía nombrar una guardia diaria, que se reducía a un pequeño retén de alerta donde el número de voluntarios era menor. La fuerza de servicio podía solicitar los pasaportes a los extranjeros; vigilar los establecimientos públicos, salvo que hubiera policía encargada de ello; acudir con armas cuando algún vecino era 34 SUÁREZ VERDEGUER, F. (1956). Los Cuerpos de Voluntarios Realistas, pp. 53-69. Anuario de historia del derecho español. CAPÍTULO 1. NECESIDAD DE UN NUEVO CUERPO DE SEGURIDAD PÚBLICA 53 objeto de ataque o robo; e intervenir a requerimiento de las autoridades locales cuando fuere necesario, así como para perseguir y aprehender a los malhechores. Las detenciones de desertores, o conducciones de presos y caudales fuera del municipio, eran considerados servicios extraordinarios, teniendo derecho a las compensaciones correspondientes cuando debían prestar servicio varios días 35 . La abierta protección del rey a los Voluntarios Realistas, incrementada con el nombramiento del Inspector General, con el mismo nivel que los máximos responsables de las Armas y Milicias, originó el recelo consiguiente hacia la institución, cuyo aparatoso despliegue crecía con rapidez. El Inspector General, teniente general Carvajal, también aprovechó la revuelta de 1830 para plantear al rey una serie de mejoras que consideraba imprescindibles para los voluntarios, a la vez que los capitanes generales tampoco aceptaron lo que para ellos suponía una injerencia del inspector general, con respecto a los cuerpos asignados a sus respectivos distritos. Durante la regencia de la reina María Cristina en 1832, como consecuencia de la grave enfermedad del Rey, se promovió algún acercamiento a los liberales, lo que contribuyó a la división creciente de los voluntarios entre partidarios de Carlos María Isidro, el hermano del Rey, aspirante al trono, y de la princesa Isabel, coincidente con la derogación temporal de la Pragmática Sanción. Estas circunstancias, unidas a la proclividad de los voluntarios carlistas a la sucesión masculina al trono y el cambio de gobierno tras los sucesos de La Granja, precipitaron el final de la Institución 36 . De este modo, en vísperas del nuevo escenario político que se avecinaba, se tomó la decisión de disolver a los Voluntarios Realistas. Como primera medida, se optó por ahogar económicamente sus ya escasos recursos, mediante la supresión de los arbitrios municipales que los sostenían. De hecho, en ningún momento habían podido dotar de vestuario y armamento a todo el personal, siendo numerosos los que se lo costeaban por su 35 Ibídem, pp. 80-81. 36 Ibídem, pp. 86-87. La definición de un modelo de liderazgo en la etapa fundacional de la Guardia Civil 54 cuenta 37 . Al comienzo de 1832 existían unos doscientos mil voluntarios, aunque no más de ciento veinte mil estaban equipados, armados y uniformados. El 29 de septiembre de 1833 muere Fernando VII y se dan instrucciones a los Capitanes Generales para la recogida del armamento de los Voluntarios Realistas, medida a la que muchos se negaron por ser las armas de su propiedad. Los cuerpos de Voluntarios Realistas se disolvieron definitivamente tras la revuelta protagonizada por los carlistas en el mes de octubre, cuyas filas pasarían a integrar muchos antiguos voluntarios durante la guerra que estaba a punto de estallar. 1.1.6 Una Policía con tintes políticos y otros proyectos Al comienzo de la década absolutista, Fernando VII dejaba sin efecto las regulaciones sobre la seguridad de personas y bienes de diciembre de 1822 y febrero de 1823, y organizaba la Policía del Reino por Real Decreto de 8 de enero de 1824, publicado por el Consejo Real mediante Real Cédula de 13 del mismo mes 38 . Partiendo de un modelo de inspiración francesa 39 , más que la creación de un nuevo cuerpo, se trataba de reorganizar las fuerzas existentes en materia de policía, determinar sus funciones y poner al frente de la institución, con el cargo de Superintendente General de la Policía del Reino, al magistrado que ostentaba desde noviembre del año anterior el cargo de Superintendente de Vigilancia Pública. El propio real decreto preveía dos reglamentaciones y estructuras diferentes: una para la «Policía particular de Madrid», articulada sobre los comisarios y los celadores de barrio, y otra para la «Policía de las Provincias». En cuanto a la Policía de Madrid, esta reglamentación no resultaba en absoluto novedosa, pues se basaba en la Instrucción General de 21 de octubre de 37 AGUADO SÁNCHEZ, F. (1968). Antecedentes históricos, op. cit., REHGC. 38 Real Decreto de 8 de enero de 1824, por el que se dictan las reglas que han de observarse en el establecimiento de la Superintendencia General de la Policía del Reino. 39 JIMÉNEZ DE SANDOVAL, op. cit., p. 45. CAPÍTULO 1. NECESIDAD DE UN NUEVO CUERPO DE SEGURIDAD PÚBLICA 55 1768, que establecía y regulaba las funciones de policía que correspondían a los alcaldes de barrio en la ciudad de Madrid, luego extendido a otras ciudades 40 , y que ahora pasaban a ejercer como auxiliares de la policía o, en los distritos de las subdelegaciones, como celadores de barrio. En lo referente a la Policía de las Provincias, el Reglamento de 20 de febrero de 1824 establecía el despliegue territorial en treinta y dos Intendencias de Policía, a cuyo frente se hallaba un Intendente. En las cabezas de partido judicial se constituyeron ciento veintiséis Subdelegaciones, agrupadas en tres categorías diferentes. Los artículos 13 y 14 del real decreto de 8 de enero establecían un detallado catálogo de competencias para la policía, muchas de ellas orientadas al control documental y administrativo, pero no disponía del personal necesario para llevarlas a cabo, pues no contaba con una fuerza profesional propia, más allá de los celadores y alguaciles. De hecho, el artículo 15 preveía también el establecimiento de «un cuerpo militar especialmente encargado de la seguridad de los pueblos y de los caminos», y mientras no se creara, los Capitanes Generales y «cuantos tengan fuerza armada de que disponer» debían prestar unos auxilios tan necesarios como insuficientes. Era, al decir de la época, «una policía sin brazos». El viejo modelo mixto de Arribas, una vez más, incompleto. Con tal motivo, ese mismo año, la Junta Provisional de Gobierno ponía en marcha el proyecto de creación del Cuerpo de Celadores Reales, con una compañía en cada provincia, del que llegó a constituirse la de Zaragoza. También se creó en Madrid en 1825 un regimiento de Celadores Reales, compuesto de cuatro escuadrones con personal procedente de unidades de caballería del Ejército, que más tarde se redujo, encuadrándose la fuerza desmontada en dos compañías de infantería. Esta unidad se adscribió funcionalmente a la Superintendencia General de Policía, pero cuyo ámbito de actuación se limitó a Madrid y alrededores hasta 1832, en que el Cuerpo se disolvió. 40 ESCOSURA, DE LA, P. (1853). Diccionario Universal del Derecho Español constituido. Tomo IV, p. 701. La definición de un modelo de liderazgo en la etapa fundacional de la Guardia Civil 56 Por todo lo anterior, hay que concluir que, si bien Jiménez de Sandoval afirma que el real decreto de 1824 dejó planteado «el establecimiento de la policía moderna» 41 ; y aunque desde algunos sectores se ha pretendido recientemente identificar esta regulación como la primera piedra del proceso de creación de un sistema general de fuerzas de seguridad destinadas al control del orden público en el conjunto del territorio nacional, e incluso de la creación de la Policía española, en este aspecto –que no en otros, sobre los que discrepamos- tenemos que coincidir con los profesores Lorente Sariñena y Martínez Pérez, cuando afirman: «La creación de la Superintendencia General de Policía en 1824 no supuso otra cosa que una mera extrapolación a los pueblos de un modelo de policía urbano de impronta muy tradicional, destinado al mantenimiento de una “tranquilidad y seguridad pública”, identificada con la estabilidad del régimen político, mediante la vigilancia y prevención de aquellas conductas, o mejor, de aquellos sujetos que más pudieran comprometerla 42 ». Por Real Decreto de 14 de agosto de 1827 se modificaba el régimen de esta policía, pasando a depender totalmente del Ministerio de Gracia y Justicia, y suprimiendo buena parte de sus funciones, hasta el punto de que se limitó a ejercer las de represión de delitos políticos, prevenir revueltas y controlar a los disidentes, convirtiéndose en auténticos informadores del Rey. Era la misma línea en que ya venían actuando los Voluntarios Realistas, en cuanto a cualquier conato de sublevación que fuera detectado. En cualquier caso, no resulta extraño que esta fuera su principal misión, pues así se anticipaba en el texto de la Real Cédula de 13 de enero: «La Policía de mis Reinos (…) debe hacerme conocer la opinión y las necesidades de mis pueblos, e indicarme los medios de reprimir el espíritu de sedición, de extirpar los elementos de la discordia y de desobstruir todos los manantiales de prosperidad» 43 . En octubre de 1832 el nuevo Gobierno de Cea Bermúdez creó el Ministerio de Fomento, al que se asignaron las competencias en materia de seguridad 41 JIMÉNEZ DE SANDOVAL, op. cit., p. 47. 42 LORENTE SARIÑENA, M. Y MARTÍNEZ PÉREZ, F. (2009). Orden público y control del territorio en España (1822-1845): de la Superintendencia General de Policía a la Guardia Civil, pp. 195-210. Revista Jurídica de la Universidad Autónoma de Madrid. 43 Preámbulo del Real Decreto de 8 de enero de 1824, de acuerdo con el texto de la Real Cédula de 13 de enero. CAPÍTULO 1. NECESIDAD DE UN NUEVO CUERPO DE SEGURIDAD PÚBLICA 57 pública. Por Real Decreto de 25 de septiembre de 1833, con Fernando VII en el lecho de muerte y ante el temor de que se produjeran graves disturbios, se restableció la organización de la Policía en Madrid y las provincias, tal y como había sido establecida en 1824. Con ello se intentaban recuperar las funciones de persecución de malhechores, pero creando por Real Decreto de 23 de octubre las Subdelegaciones principales en cada provincia, en sustitución de las generales, y manteniendo las de partido judicial. Los Subdelegados principales, con el rango de Gobernadores Civiles, tendrían una dependencia directa del Superintendente General de Policía, y también se relacionarían con los Capitanes Generales, como jefes natos militares en sus territorios. Al mismo tiempo, el Ministerio de Fomento dirigió a los Subdelegados de las provincias una Instrucción de fecha 30 de noviembre de 1833, muy elogiada en su momento, cuyo capítulo VI era suficientemente elocuente respecto al estado de la Policía en España y sobre qué se esperaba de los nuevos Subdelegados, Policía y autoridades locales respecto al comportamiento futuro. Insertamos un extracto del mismo: «Un error deplorable hizo que se desconociesen en muchas partes del Reino las intenciones generosas que presidieron al establecimiento de la Policía, organizada al principio para enfrenar el crimen, y que la inocencia viviera tranquila. En algunas provincias, mientras malhechores conocidos salían a los caminos con pasaportes en regla, se exigían formalidades odiosas para darlos a vecinos honrados, que exhibían sus cartas de seguridad. Aquí un jefe de Policía obligaba a los viajeros a comparecer en persona en su oficina ante un oscuro dependiente (…); en otras (partes) se exigía (…) otra multitud de requisitos, inútiles cuando menos, y casi siempre literal y explícitamente contrarios a los reglamentos. Ya S. M. la Reina Gobernadora ha mandado (…) que no se reproduzcan más tan funestos abusos; pero entre tanto, importa que los Subdelegados de Fomento se penetren de la idea de que sus atribuciones, como jefes de la Policía, son las de una magistratura de beneficencia y protección, que, más que ninguna otra, exige deferencias, atenciones y obsequios hacia las personas con quienes tenga que tratar. Severidad con el crimen, indulgencia con el descuido o flaqueza respecto a la inocencia, miramiento con cuantos lleguen a invocar la justicia o su favor: tal debe ser la divisa de la Policía, que ni por accidente debe deshonrarse con acciones que presenten apariencia de arbitrariedad, ni mucho menos de vejación. Uno de los beneficios más importantes que han de deber los pueblos a la vigilancia de la administración es la extirpación de los ladrones que infestan los caminos, y que hacen mirar como una desgracia la necesidad de emprender un viaje. A la Policía toca curar esta llaga vergonzosa y funesta, y lo logrará en breve, sin duda, con el empleo simultáneo de todos los medios que a ello conducen. La definición de un modelo de liderazgo en la etapa fundacional de la Guardia Civil 58 Estos medios son preventivos y represivos. Los primeros consisten en conocer completamente la situación de cada pueblo (…); y asegurarse, en fin, de que nada hay que deba turbar el sueño de sus gobernados. Los medios represivos se reducen a poner en movimiento, apenas se anuncie un robo, la fuerza necesaria, sea de tropas de línea, o de paisanos armados, que reconozca los sitios en que se cometió el crimen, registre los escondrijos contiguos, y siga el rastro del malhechor o malhechores hasta entregarlos en manos de la justicia. Esta obligación no será peculiar del pueblo en cuya jurisdicción se consumó el atentado; será común a todos los situados en un radio de cuatro leguas, de donde se harán los ojeos combinados, de que no pueda escapar el facineroso. (…) La pronta destitución de la autoridad municipal que no cuide de ese interés precioso, o que, cometido el delito, no dé al público y a la autoridad superior la satisfacción conveniente en la aprehensión de sus autores, será una garantía de que en lo sucesivo se emplearán todas con más celo que hasta aquí en destruir el salteamiento, terror de los pueblos y de los transeúntes que despoja, y oprobio de la administración» 44 . Como consecuencia de la nueva estructura del Ministerio de Fomento, la Superintendencia General de Policía perdió sus atribuciones, por lo que fue definitivamente suprimida por Real Decreto de 4 de octubre de 1835, cuando el Ministerio había cambiado sucesivamente de nombre por los de Interior y Gobernación. A partir de ese momento, fue en aumento la dependencia de los Subdelegados en las provincias de la autoridad militar, como consecuencia, fundamentalmente, de la evolución de la guerra Carlista. En cualquier caso, y como se desprende del texto inserto anterior, todas las actuaciones policiales que requirieran el uso de la fuerza armada debían seguir siendo prestadas por unidades militares, por la Milicia Nacional existente en las ciudades o pueblos o, en el caso de Madrid, por los cuerpos que, mientras subsistieron, estuvieron adscritos a la Superintendencia General de Policía. El Cuerpo de Salvaguardias Reales, de similares características al de los Celadores Reales, nació por Real Decreto de 25 de febrero de 1833 como un nuevo intento de crear un instituto para la persecución de malhechores y la seguridad de los caminos, con fuerzas de infantería y caballería. Dependía de la Superintendencia General de Policía y estaba bien organizado, con personal escogido de entre licenciados del Ejército. El objetivo era el de alcanzar un ámbito nacional con unos diez mil efectivos, pero quedó reducido a la seguridad de 44 JIMÉNEZ DE SANDOVAL, op. cit., pp. 48-51. CAPÍTULO 1. NECESIDAD DE UN NUEVO CUERPO DE SEGURIDAD PÚBLICA 59 Madrid, los Reales Sitios y los caminos de acceso a la capital, para proteger las diligencias y otros carruajes públicos. De hecho, sólo llegó a organizarse una compañía a caballo, integrada por personal de caballería de la Guardia Real, próximo a su licenciamiento. Comenzó a prestar servicio en enero de 1834, pero fue disuelto en 1839, y su personal fue licenciado o integrado en la Policía que entonces se estaba organizando. Comenzada la guerra civil entre liberales isabelinos y carlistas, el deterioro de la seguridad aumentaba a medida que iba siendo necesario movilizar y concentrar más fuerza armada en los frentes. Ante esta situación, se facultó a las autoridades para atender a la seguridad de sus territorios y a la persecución de malhechores en la forma que resultara posible. De este modo, por Real Orden de 22 de marzo de 1834 se autorizó a los Capitanes Generales a constituir compañías francas en cada provincia o partido 45 , a cargo de oficiales y sargentos retirados, así como para reforzar los efectivos de Migueletes y Escopeteros, allí donde todavía existían. Aquellas unidades fueron tomando cuerpo a lo largo de la guerra, hasta convertirse en escuadrones y batallones, siendo disueltos en 1840, una vez finalizado el conflicto. La revolución de octubre de 1840 llevó a la Regencia al general Espartero, victorioso en la guerra Carlista, mientras la reina María Cristina se dirigía al exilio. Con la llegada de Espartero se produjo una gran desconfianza hacia la Policía, que había pasado a depender recientemente de quienes habían vuelto a denominarse jefes políticos, puesto que la consideraba politizada. Con tal motivo, «queda abolida la policía secreta» por Decreto de la Regencia Provisional de 2 de noviembre de 1840, hasta que se propusiera «con urgencia la organización que deberá tener la policía de protección y seguridad pública». Con la vuelta a la normalidad en 1843, se retomarán los esfuerzos para reorganizar el Ramo de Protección y Seguridad Pública mediante el Real Decreto de 26 de enero de 1844, punto de partida para la creación de la Guardia Civil. 45 JIMÉNEZ DE SANDOVAL, op. cit., pp. 160-161. La definición de un modelo de liderazgo en la etapa fundacional de la Guardia Civil 60 1.1.7 Represión del contrabando y el fraude fiscal: los Carabineros En el panorama de cuerpos de seguridad que precedieron a la Guardia Civil, resulta necesario hacer una referencia a la siempre deficitaria acción del Estado en su lucha frente al contrabando y el fraude fiscal, a la que el Instituto se verá abocado a intervenir en no pocas ocasiones, bien aisladamente o en apoyo de las fuerzas específicamente dedicadas a su represión. El control y vigilancia de costas y fronteras ha estado siempre ligado a la seguridad nacional, a fin de evitar su violación por parte de una potencia extranjera o grupos de piratas, corsarios u otras fuerzas hostiles. Este importante cometido se remató con un control proteccionista, necesario desde el punto de vista fiscal y arancelario. El contrabando, siempre presente en España por nuestras fronteras comunes con Francia y Portugal; pero, sobre todo, por la proximidad geográfica a los territorios del norte de África y la singular situación de Gibraltar, sufrirá un repunte a comienzos del siglo XIX, que se agravará al finalizar la guerra de la Independencia, hasta convertirse en un mal endémico, parejo al del bandolerismo, y confundiéndose con éste. En efecto, en los años que siguieron al conflicto contra el invasor francés, se produjo un incremento de las organizaciones de matuteros y contrabandistas, lo que exigió la adopción de medidas extraordinarias para combatir el fenómeno. El auxilio que, cada vez con más frecuencia, prestaba el Ejército a las fuerzas del Resguardo General, de carácter civil y absolutamente insuficientes, hizo que se pensara en la organización de un Resguardo Militar permanente para la persecución del contrabando. De este modo, por Real Decreto de 6 de noviembre de 1820, se dispuso la creación del Resguardo Militar de Costas y Fronteras –o de Rentas-, como fuerza armada constituida por cerca de seis mil efectivos para ejercer la vigilancia móvil. El dispositivo se completaba con un sistema de vigías militares en la costa, llamados torreros, además de los resguardos interiores y el Resguardo Marítimo. Pero este cuerpo se disolvió al final del Trienio, en 1823, por diferentes presiones. CAPÍTULO 1. NECESIDAD DE UN NUEVO CUERPO DE SEGURIDAD PÚBLICA 61 Restituido el absolutismo, en 1825 se produjo un nuevo intento de militarizar el resguardo de costas y fronteras con la creación de las Columnas Móviles de Tropa, organizadas por los Capitanes Generales con efectivos detraídos del Ejército, pero dependientes funcionalmente del Superintendente General de Hacienda. Estas Columnas actuarán como un resguardo móvil que complemente a los resguardos interiores de las diversas rentas, especialmente para la persecución del contrabando. Pero también su vida será efímera, cesando en su actividad en 1827, al suponer una carga para las unidades militares que las sostenían. Pero el contrabando, ya enraizado, se había generalizado a escala nacional, llegando a causar graves daños a la economía, por lo que se hizo más apremiante aún su erradicación. Por ello, la experiencia positiva de las Columnas Móviles de Tropa, a pesar de su temprana desaparición, hizo que se contemplara de nuevo la creación de una fuerza especial de lucha contra los defraudadores, al tiempo que se abordaba la reforma del Regimiento de Celadores Reales46. Esta nueva fuerza especial se traducirá dos años más tarde en el Real Cuerpo de Carabineros de Costas y Fronteras, que se crea por Real Decreto de 9 de marzo de 1829 «para hacer la guerra al contrabando, para prevenir o atacarlo vigorosamente en sus puntos de generación, y perseguirlo en todas las direcciones hasta su exterminio». El nuevo cuerpo se hace depender del Ministerio de la Guerra y está sujeto a las Ordenanzas Militares, al tiempo que se reorganizan los resguardos y se mantiene el Resguardo Civil, dependiente de la Dirección General de Rentas. Fue su organizador el mariscal de campo José Ramón Rodil y Campillo, marqués de Rodil, militar esparterista de gran prestigio, que llegará a ser capitán general en 1841, tres veces Ministro de la Guerra y, por breve plazo, Presidente del Gobierno. Durante este periodo, en 1842, creará el definitivo Cuerpo de Carabineros del Reino. Al frente de los Carabineros se sitúa el Inspector General, que depende directamente de la Secretaría de Despacho de Hacienda. Rodil organizó el Cuerpo en doce comandancias principales, de acuerdo con la división militar de las 46 Real Orden del Ministerio de la Guerra de 13 de mayo de 1827, reformando el Regimiento de Celadores Reales y otras medidas. La definición de un modelo de liderazgo en la etapa fundacional de la Guardia Civil 62 provincias fronterizas y marítimas, subdivididas en treinta y ocho compañías, tenencias (secciones), subtenencias y las brigadas, como unidades básicas del despliegue, hasta totalizar algo más de ocho mil quinientos efectivos, sin contar los miembros del Resguardo de Puertos. Al mismo tiempo, se mantenía el sistema de vigías y torreros, a cargo de unidades militares. La recluta procedía del Ejército, para personal con, al menos, cuatro años de servicio, de veinte a treinta años de edad, y saber leer y escribir, además de acreditar buena conducta. También podían entrar civiles como carabineros aspirantes, hasta que tuvieran la formación adecuada. Con el estallido de la guerra Carlista, la casi totalidad de los efectivos del Cuerpo de Carabineros de Costas y Fronteras prestaron servicio de campaña encuadrados en unidades con sus mandos propios, y prestando servicio en primera línea en los frentes de Cataluña y el País Vasco. Con ello, la lucha contra el fraude se vio seriamente perjudicada, además de agravarse la situación tras la guerra, con el repunte del bandolerismo y el contrabando. En 1834 se reorganiza el cuerpo, que pasa a denominarse de Carabineros de la Real Hacienda, pierde su carácter militar, integra en el mismo el Resguardo Interior y pasa a depender de la Dirección General de Rentas Estancadas. En un momento en que las partidas de contrabandistas eran cada vez más numerosas y violentas, se llevaron a cabo varios intentos en los años siguientes por mejorar la eficacia del servicio, incrementando los efectivos en 1840 hasta los once mil quinientos, pero sin que tales medidas se tradujeran en una mejora de los resultados. En definitiva, la fractura ocasionada en las unidades de Carabineros por su utilización en operaciones durante la guerra Carlista arrastró al Cuerpo a su desprestigio. Esta situación se vio agravada por los abusos de las autoridades civiles, lo que condujo a que muchos mandos se pasaran de nuevo al Ejército, con la consiguiente pérdida de eficacia y el incremento del contrabando. Lamentablemente, este empleo excesivo de los Carabineros en conflictos armados y revueltas va a ser la tónica general a lo largo de todo el siglo XIX, y se practicó de una forma mucho más acusada que con la Guardia Civil. CAPÍTULO 1. NECESIDAD DE UN NUEVO CUERPO DE SEGURIDAD PÚBLICA 63 En 1842 llegaba a la Presidencia del Gobierno el capitán general Rodil, que decidió depurar y reorganizar los Carabineros de la Hacienda Pública, dándoles el carácter del extinto Cuerpo de Costas y Fronteras, del que fuera organizador. Por Real Decreto de 6 de agosto de 1842, se les dotó de nueva organización militar, refrendada por un nuevo Decreto de 11 de noviembre, que creaba, a su vez, el Cuerpo de Carabineros del Reino, de carácter militar. A su frente se situó al mariscal de campo Martín José Iriarte, hombre de confianza de Rodil, como organizador e Inspector General de Resguardos, organismo del que dependerá el nuevo cuerpo. Para constituirlo, se recuperaron la organización y estructura de los Carabineros de Costas y Fronteras, cuerpo del que intentará recuperar su prestigio. El despliegue inicial del Cuerpo se estructuró en trece comandancias territoriales y una especial en Madrid, manteniendo la estructura tradicional de compañías, secciones y brigadas, con una fuerza cercana a los nueve mil efectivos. Más tarde, experimentará algunos cambios organizativos, en cuanto a la dependencia de los diferentes resguardos. La renovada impronta militar de los Carabineros, influida por la creación de la Guardia Civil en 1844, va produciendo un acercamiento a la autoridad militar. De este modo, y a semejanza de la Guardia Civil, por Real Decreto de 15 de mayo de 1848 se establece la doble dependencia de Carabineros del Ministerio de Guerra, en cuanto a organización y disciplina, y del de Hacienda, en lo relativo a su servicio peculiar. Se trata de una solución que se encuentra a caballo de las previstas para la Guardia Civil en los decretos fundacionales de marzo y mayo de 1844, y que se adopta precisamente cuando accede al cargo de Ministro de Hacienda Manuel Bertrán de Lis, que había participado en la redacción del primero de los citados decretos y del Reglamento Militar del Instituto. En 1853 se organiza el Cuerpo en siete Distritos y, más tarde, se amplía a once. Es un momento propicio para los Carabineros, en que se refuerza su carácter de fuerza armada, se establecen medidas correctoras respecto a sus dependencias y se consigue la contribución de otras instituciones en la lucha frente al contrabando, en la que la Guardia Civil colaboraba ya desde 1845. La definición de un modelo de liderazgo en la etapa fundacional de la Guardia Civil 64 Es un hecho que la organización del Cuerpo de Carabineros corrió muy pareja a la de la Guardia Civil, a partir de la creación de este cuerpo; sirviendo, en cierto modo, de espejo en que mirarse, como garantía de prestigio y continuidad. Al mismo tiempo, ya en la Cartilla del Guardia Civil había dispuesto el duque de Ahumada que, al ser el contrabando un delito o transgresión de la ley, la fuerza del Cuerpo «que en el curso del servicio encontrase alguno, deberá aprehenderlo». Además, la nueva legislación de contrabando aparecida en 1852 ampliaba el campo de actuación de la Guardia Civil a su represión, por lo que será frecuente la colaboración mutua cuando las necesidades del servicio de uno u otro cuerpo lo requieran, con arreglo a lo que establecían sus respectivos reglamentos. 1.1.8 La Milicia Nacional de la Regencia y la pervivencia de los Mozos de Escuadra Iniciando la transición hacia el liberalismo, la Reina María Cristina aprobaba el Estatuto Real mediante Decreto de 10 de abril de 1834, a modo de carta otorgada, como intento de contentar a todos sin recuperar la Constitución de 1812. Se restablecía la Milicia Nacional, pero con otro nombre. Primeramente recibió el de Milicia Urbana, pronto sustituido por el de Milicia Cívica, en 1835 adoptaría el de Guardia Nacional, para recibir de nuevo la denominación de Milicia Nacional en 1836. Es el momento en que se produjo el motín de La Granja, en el cual intervinieron algunos de sus miembros, forzando la convocatoria de unas nuevas cortes constituyentes para desembocar en la Constitución de 1837. Un texto que intentó consensuar las posturas de liberales progresistas y moderados. La Milicia Nacional, principalmente de la mano de los generales Espartero y O´Donnell, participaría en la guerra de 1833 a 1840 en el bando isabelino. La nueva Carta Magna supuso un impulso importante para la Milicia Nacional, pasando a desempeñar numerosos servicios, tales como la custodia de edificios públicos, vigilancia urbana y el control de accesos a las poblaciones. Se CAPÍTULO 1. NECESIDAD DE UN NUEVO CUERPO DE SEGURIDAD PÚBLICA 65 restableció su primitivo reglamento y sus componentes volvían a contarse, fundamentalmente, entre la burguesía urbana. Durante estos años, la Milicia Nacional ha intervenido siempre en apoyo de Espartero. Con el pretexto de llevar a cabo una nueva reorganización de las fuerzas de orden público, se ordena el desarme de la Milicia Nacional, con un cierto carácter selectivo, de acuerdo con su inclinación o perfil revolucionario, y no sin resistencia por su parte, por lo que las Milicias siguieron actuando durante un tiempo, hasta su disolución formal en la Constitución de 1845. Esta operación de desarme selectivo será impulsada por el general Narváez y Luís González Bravo, quien había sido capitán de la Milicia de Madrid y uno de sus más fervientes defensores. En el mes de noviembre se declara por las Cortes la mayoría de edad de Isabel II tras cumplir los trece años de edad, uno menos de lo previsto en la Constitución de 1837, iniciando su reinado efectivo. La Milicia Nacional volverá a organizarse tras la Vicalvarada en 1854, conviviendo en el tiempo con la Guardia Civil, para ser disuelta de nuevo al finalizar el bienio progresista en 1856, con el retorno de los moderados. Volverá a aparecer tras la revolución Gloriosa de 1868 con el pomposo nombre de Voluntarios de la Libertad, llamados Voluntarios de la República en 1873, y de nuevo, Milicia Nacional en el mismo año. Posteriormente intentaron también convertirse en los Voluntarios de la Monarquía Constitucional en 1875, con la proclamación del rey Alfonso XII, hasta su definitiva disolución por el Gobierno de Cánovas del Castillo en 1876. No obstante, durante los periodos de 1854-1856 y 1868-1875, la Milicia Nacional sólo fue empleada para enfrentarse a algaradas políticas y con escasa fortuna, ya que las competencias policiales habían sido asumidas plenamente por la Guardia Civil. Cuando llegamos al año 1844, en que se crea la Guardia Civil, existe en España, además de la Milicia Nacional, una gran diversidad de cuerpos regionales y provinciales, con funciones de protección y seguridad pública: «escuadras de mozos y las rondas volantes en Cataluña, compañías de miñones y de migueletes en Valencia, de escopeteros en Sevilla, Toledo y Ciudad Real, otras también de migueletes en Guipúzcoa y Vizcaya, y además, para iguales o análogos objetos en La definición de un modelo de liderazgo en la etapa fundacional de la Guardia Civil 66 poblaciones y campos, había organizadas diversas partidas, tales como una escuadra de gendarmes en Pamplona, celadores en Castellón, Jaén y otras provincias, salvaguardias en Santander, compañía de faletís en Cádiz, tercio rural de migueletes en Salamanca, y muchas más con variedad de títulos en los demás puntos del reino, islas Baleares, Canarias, y aun en la plaza de Ceuta» 47 . En total, se calcula que componían aquellas fuerzas algo más de cuatro mil efectivos, repartidos por toda la geografía nacional, pero sin apenas conexión entre sí; cifra que se elevaba a más de once mil seiscientos, si se contabilizan todos los guardas y vigilantes de diferente procedencia. Mención aparte en este elenco de fuerzas regionales merece el cuerpo de los Mozos de Escuadra, que ha pervivido, aunque de forma intermitente, hasta nuestros días. El organizador de las primeras Escuadras, probablemente en 1714, fue Pere Antoni Veciana i de Rabassa, alcalde de la villa de Valls (Tarragona), a la finalización de la guerra de Sucesión tras la victoria de Felipe V. Su finalidad era la de combatir a los malhechores que infestaban entonces los campos y pueblos catalanes, indefensos tras el impuesto desarme posterior al conflicto y la incapacidad de los viejos somatenes para hacer frente a la situación 48 . Cabe hacer un inciso en este punto –ya que también es de justicia- para exponer brevemente que el Somatén era un antiguo cuerpo catalán de voluntarios, equiparable en su origen a las Hermandades castellanas, que se extendió luego a otras provincias, y que tuvo una eficaz y fructífera trayectoria a lo largo de una vida intermitente pero muy dilatada, pues el Somatén no fue disuelto oficialmente hasta 1978. En vista de la experiencia demostrada por aquellas primeras Escuadras, el Capitán General de Cataluña, Francisco Pio de Saboya y Moura, marqués de Castell Rodrigo, militar italiano que había combatido a las órdenes de Felipe V, solicitó y obtuvo por Real Orden de 21 de abril de 1719, la extensión de este modelo a otros territorios catalanes para combatir aquella situación de inseguridad y, al mismo tiempo, acabar con los partidarios del archiduque Carlos de Austria, 47 JIMÉNEZ DE SANDOVAL, op. cit., p. 163. 48 Ibídem., p. 34. CAPÍTULO 1. NECESIDAD DE UN NUEVO CUERPO DE SEGURIDAD PÚBLICA 67 que abundaban todavía en los pueblos catalanes. A partir de entonces pasó a denominarse Escuadras de Fusileros y, más tarde, Escuadras de Mozos. Al demostrar enseguida su eficacia, fue tomado como referencia desde mediados del siglo XVIII para la creación de otros cuerpos y compañías francas en diferentes regiones de España, que recibieron nombres como Fusileros, Miñones, Escopeteros y Migueletes, algunos de los cuales sobrevivieron de diversa forma tras la fundación de la Guardia Civil. De la eficacia demostrada por estas Escuadras en los siglos XVIII y primera mitad del XIX –con el paréntesis de desorganización en la guerra de la Independencia y disolución durante el Trienio Liberal-, nos da noticia Jiménez de Sandoval, que afirma lo siguiente: «(…) se fue cimentando en las escuadras el espíritu, la disciplina y el buen comportamiento propio de las instituciones de seguridad pública, consagrándolas principalmente a dar auxilio a las justicias, rondar por los caminos, inquirir el paradero de los delincuentes y salteadores, persiguiéndolos a todo trance hasta lograr su captura, aprehender los desertores del ejército y armada, y celar por el mantenimiento del orden. En la práctica de estos variados servicios desplegaron los mozos desde luego gran sagacidad, valor y actividad, unas veces reunidos en algún número para atacar cuadrillas, otras individualmente disfrazados de campesinos para mejor sorprender los malhechores, y siempre con celo y estímulo para granjearse el aprecio de los pueblos». 49 Como más tarde veremos, también el duque de Ahumada era buen conocedor de la eficacia y prestigio que habían demostrado las Escuadras catalanas en el momento del despliegue de la Guardia Civil, proponiendo su mantenimiento por el tiempo que resultara necesario 50 . Para finalizar, cabe concluir que todos aquellos intentos y proyectos, a la postre, no resultarán baldíos. La creación de la Guardia Civil habrá supuesto la culminación de una serie de esfuerzos, mejor o peor dirigidos, que durante mucho tiempo intentaron asentar en España, desde posturas políticas muy diferentes, un cuerpo de seguridad a la altura de los tiempos. 49 Ibídem., p. 131. 50 OTERINO CERVELLÓ, A. (1971). Un cuerpo hermano: los mozos de escuadra. REHGC. La definición de un modelo de liderazgo en la etapa fundacional de la Guardia Civil 68 1.2 LOS GRAVES PROBLEMAS DE SEGURIDAD EN LA ESPAÑA DE 1844 1.2.1 Las secuelas de los conflictos armados: la guerra de la Independencia y la primera guerra Carlista Entre las secuelas que todas las contiendas dejan tras de sí, una de las más importantes es, sin duda, el clima de inseguridad que se genera hasta que la situación social se normaliza, las instituciones comienzan a funcionar con regularidad, y se restablece el orden y la seguridad públicos, en un nuevo escenario posbélico. De este modo, tanto la guerra de la Independencia como la primera guerra Carlista, aunque muy diferentes entre sí, contribuyeron directa y decisivamente a la situación de inestabilidad que venía arrastrando España. A una larga guerra dirigida a combatir a un ejército invasor, sucederá, un par de décadas después, una guerra civil, generada por una disputa dinástica; y entre ambas, además, la intervención francesa de los Cien Mil Hijos de San Luís en 1823, en favor de la causa absolutista. Las secuelas de todo tipo que dejaron estos enfrentamientos influyeron decisivamente en la situación de inseguridad en que se vio envuelta España en los años siguientes. Ambas acarrearon, como principales consecuencias, el auge del bandolerismo y una gran inestabilidad política, de los que nos ocuparemos más adelante. De aquellos conflictos, el más desgarrador fue, sin duda, la guerra de la Independencia, que supondría una paralización muy acusada en la vida nacional 51 . En la lucha contra el invasor se entremezclan unidades del Ejército, guerrillas y las diferentes milicias constituidas al efecto, pero se producen también muchos desmanes y acciones de bandidaje en el entorno rural. Respecto al estado en que se encuentra España a la finalización del conflicto, resulta suficientemente 51 MARTÍNEZ RUÍZ, E. (1976). Creación, op. cit., p. 26. CAPÍTULO 1. NECESIDAD DE UN NUEVO CUERPO DE SEGURIDAD PÚBLICA 69 elocuente la descripción que Quevedo y Sidro incluyen en su primera historia de la Guardia Civil: «Terminada la (…) guerra de la Independencia (…) la nación quedó plagada de partidas de malhechores, compuestas por soldados desertores valientes o indisciplinados, que ya no querían volver a las tranquilas faenas de la paz; de guerrilleros astutos y llenos de denuedo, familiarizados con aquella vida azarosa y aventurera, sin la cual les era imposible vivir; y de criminales que habían sido puestos tumultuariamente en libertad cuando la patria se había visto en mayor peligro; criminales que durante la guerra pelearon con valor a favor de su patria, pero después de acabada no podían desechar sus antiguos y malos hábitos, ni acostumbrarse a vivir en la honrada estrechez del pacífico labriego» 52 . En similares términos describe la situación Jiménez de Sandoval, que equipara el final de la guerra de la Independencia a los años posteriores a la guerra de Sucesión del siglo XVIII, haciendo hincapié en la incapacidad de las fuerzas del orden existentes para controlar la situación: «Los malhechores se aumentaron y organizaron cuadrillas tan temibles por la destreza como por la osadía de sus individuos, y muchas provincias se vieron asoladas por sus maldades. Para su destrucción empezose desde luego por restablecer (…) las escuadras y compañías sueltas que existían antes de la guerra, destinando también a la persecución, crecidos destacamentos de tropas. Notose, sin embargo, desde aquella época, una tendencia marcada a mejorar el sistema para el servicio de la seguridad pública, encaminada a la creación de un instituto general para toda la Península, ya por convencimiento de ineficacia en el hasta entonces seguido, ya por lo que enseñaba el ejemplo de la gendarmería en la nación vecina. El servicio que dichas compañías sueltas prestaban (…), nunca pudo cubrir las necesidades que reclamaba la generalidad de la nación; adolecía aquel sistema de falta de unidad orgánica, activa y disciplinaria; eran incompletos e inconexos sus reglamentos particulares; y aunque muy lúcido y adecuado el personal de casi todas, estaban demasiado localizadas y faltábales en su constitución algunos elementos, indispensables en el día a toda clase de cuerpos militares. Así se explica que, no obstante la falta de otros medios, y a pesar del celo que desplegaron para la persecución en las provincias donde existían, nunca se generalizaron ni arraigaron bastante para llegar a ser uniformemente en todo el país lo que fue la Santa Hermandad, o lo que en Francia la mariscalía, reformada después en la gendarmería» 53 . Nuestros campos se convirtieron durante el conflicto contra el invasor francés en escuela y campo de entrenamiento de un nuevo, revolucionario y eficaz 52 QUEVEDO Y DONIS, A. y SIDRO SURGA, J. (1858). La Guardia Civil: historia de esta institución…, p. 439. 53 JIMÉNEZ DE SANDOVAL, op. cit., pp. 149-150. La definición de un modelo de liderazgo en la etapa fundacional de la Guardia Civil 70 sistema de hacer la guerra: la guerrilla. El éxito de este método fue tal, que ha pasado desde entonces a los manuales de táctica militar de todos los ejércitos del mundo. Pero también es cierto que, una vez alcanzada la paz en 1814, quedaron diseminados por los montes de España muchos grupos de peculiares excombatientes que, incapaces de adaptarse a la nueva e inestable situación existente, terminaron por situarse al margen de la ley y dedicarse al pillaje. Así, una amalgama de antiguos guerrilleros, soldados desertores y delincuentes precipitadamente puestos en libertad cuando faltaban brazos para alzarse frente al invasor, se constituyeron en grupos de bandoleros, adueñándose de los caminos de España, y agravando seriamente la situación de inseguridad en que vivía el campo español, siempre expuesto a la actuación de desaprensivos. Las infructuosas medidas adoptadas por Fernando VII a su regreso al trono en 1814 para intentar atajar este grave problema de inseguridad, tras haber disuelto por primera vez la Milicia Nacional, han sido ya expuestas en el apartado 1.1. Por lo que respecta a la intervención francesa de 1823, a través de los Cien Mil Hijos de San Luís, vino determinada por el sistema nacido de los acuerdos que se habían fraguado en el Congreso de Viena 54 . Supuso una injerencia extraña en un asunto nacional, cuya solución se precipitó por la intervención del ejército francés, que inclinó la balanza a favor de la causa absolutista, dando por finalizado el Trienio Constitucional. Las consecuencias en materia de seguridad fueron, una vez más, nefastas, teniendo que recurrir nuevamente a la autoridad militar y efectivos del ejército para combatir a las numerosas partidas que, como consecuencia de la confrontación, infestaban los campos. La primera guerra dinástica o de los Siete Años suponía un rebrote de los anteriores conflictos, en que los combates revistieron una gran dureza en las zonas afectadas, mientras en otras, sus efectos fueron mucho menores. Los territorios más afectados fueron el País Vasco, Aragón, Navarra, Cataluña, diversas zonas del Levante y otros puntos peninsulares donde, de nuevo, se produjeron infinidad de desmanes, con los dramáticos tintes de una auténtica guerra civil. Una vez más, 54 MARTÍNEZ RUÍZ, E. (1970). La crisis del orden público, op. cit., p.52. REHGC. CAPÍTULO 1. NECESIDAD DE UN NUEVO CUERPO DE SEGURIDAD PÚBLICA 71 junto a los cuerpos de ejército en operaciones, combatían guerrillas o partidas más o menos organizadas, que cometieron toda clase de excesos. En cuanto a la situación generada a la finalización del conflicto, con la endeble paz alcanzada en 1840, de nuevo es el brigadier Jiménez de Sandoval, uno de los principales colaboradores de Ahumada en los primeros pasos de la Guardia Civil, quien nos la esboza, y describe la ineficacia de las fuerzas del orden para atajarla: «A la conclusión de una guerra tan tenaz, y que tan cruelmente conmovió toda la Península, sucedió en 1840 en muchas partes de ella, lo mismo que siempre ha acontecido en situaciones semejantes (…); esto es, que aumentaron considerablemente los malhechores, y que los daños que el tráfico interior sufría, y los lamentos de los despojados viajeros, causaban la desesperación de las autoridades y del Gobierno, que apelaba con la mayor eficacia a los conocidos y desacreditados medios ya indicados, por falta de otros, obteniendo naturalmente los propios exiguos resultados que siempre se habían con ellos alcanzado» 55 . En la desigual situación provocada tras el conflicto en las diferentes regiones involucradas en la guerra, contrasta la pacificación que se va a vivir en el País Vasco, que había sido uno de los principales focos de la contienda, con la situación generada «hacia la Mancha, en los montes de Toledo y de Alamín, y en algunas partes de Andalucía», donde «existían partidas organizadas de bandoleros, y aparecían de continuo otras por Aragón, Valencia, Castilla la Vieja y Extremadura, ya para dar un golpe de mano, ya para dedicarse temporalmente a expediciones lucrativas y ocultarse después de la persecución». La situación creada determinó que volvieran a constituirse algunas de las antiguas compañías sueltas y que se armasen otros cuerpos en diferentes provincias. En las de Toledo y Ciudad Real la situación fue tal que para perseguir aquel grave rebrote de delincuencia, tuvieron que crearse sendas compañías de escopeteros, además de desplegar un regimiento de Caballería, parte de otro y un batallón de Infantería, poniendo todas estas fuerzas a las órdenes de la misma autoridad militar. El mismo Jiménez de Sandoval, que nos da noticia de estas operaciones, se encargó de organizar los destacamentos que se constituyeron y desplegaron. 55 JIMÉNEZ DE SANDOVAL, op. cit., p. 161. La definición de un modelo de liderazgo en la etapa fundacional de la Guardia Civil 72 Pero los resultados de este despliegue de fuerza no fueron los esperados, ante la incapacidad de los destacamentos del Ejército para mantener una actividad constante y decidida que combatiera con la necesaria eficacia e intensidad a los malhechores. 1.2.2 El mal endémico del bandolerismo El término bandolerismo fue evolucionando históricamente en su significado hasta identificarse con el de bandidaje, y se refiere a aquellos grupos de individuos que, ocultándose generalmente en despoblado, se unen en cuadrilla para cometer hechos delictivos para su lucro personal o como mero medio de subsistencia. En ocasiones, la decisión de constituirse en partidas de bandoleros tenía su origen en el intento de resolver al margen de la ley lo que se consideraba una injusticia, una afrenta personal o cualquier otra causa estimada como justa, frente a unas estructuras que, a juicio de sus promotores, no ofrecían otras salidas. Esta circunstancia contribuyó notablemente a revestir de una aureola de romanticismo al bandolerismo español de la primera mitad del siglo XIX, precisamente cuando este movimiento cultural vive su época de mayor apogeo. La situación que se vivía entonces nos la describe Jiménez de Sandoval de forma gráfica y precisa: «Durante el siglo anterior, y hasta mediados del presente, en que empezó a funcionar la Guardia Civil, se careció, pues, verdaderamente en España de una institución general consagrada a la protección y seguridad pública por los caminos y despoblados; y como consecuencia natural existieron siempre y en tal abundancia los malhechores, así en grupos aislados como en gavillas, que lejos de bastar a su exterminio las compañías sueltas, partidas de paisanos armados temporalmente por los pueblos, ni el antiguo recurso de los rebatos y somatenes, hubo que emplear tropas del ejército en crecido número, no sólo para guardar con destacamentos ciertos puntos de las carreteras generales y para escoltar presos, convoyes, caudales y carruajes de viajeros, sino para dedicarse en operaciones combinadas a la activa persecución de las bandas de forajidos, perfectamente armadas y montadas, que infestaban algunos territorios, teniendo en ellos protección y confidencias fieles de unos habitantes, e infundiendo terror en los otros: siendo el resultado, que a pesar de la mucha fuerza empleada, y de los encuentros en que alguna vez se lograba darles alcance, el mal subsistía, los soldados se destrozaban y desmoralizaban, y los cantares o romances vulgares seguían refiriendo, ensalzándolos siempre, CAPÍTULO 1. NECESIDAD DE UN NUEVO CUERPO DE SEGURIDAD PÚBLICA 73 las aventuras, las proezas, los amores, y hasta la muerte en el campo o en el patíbulo, de esos héroes del crimen, en cuya vida azarosa creían sin duda ver un remedo de las antiguas leyendas de caballeros andantes» 56 . Tradicionalmente se han considerado como principales causas del bandolerismo en España las situaciones sociales y políticas de crisis, las guerras, el latifundismo, la orografía del terreno, la despoblación de amplias zonas del territorio, la propia identidad y carácter de los pueblos o, incluso, causas de tipo genético 57 . En cuanto al efecto de las guerras, ya hemos visto que conllevan intrínsecamente situaciones generadoras de violencia y delincuencia. En el caso del bandidaje, éste se producía durante el desarrollo de las mismas y hasta mucho tiempo después de concluidas, como consecuencia del desarraigo y de la inadaptación de los bandidos a la nueva situación pacífica. Tres ejemplos claros en España, a los que ya nos hemos referido como generadores de ambientes propicios para el bandolerismo, fueron la guerra de Sucesión, la de Independencia y las guerras carlistas, principalmente la de los Siete Años. El latifundismo se ha identificado con frecuencia como una de las causas del bandolerismo, pero lo cierto es que, si bien este fenómeno abundó en regiones tradicionalmente latifundistas como Andalucía, Extremadura y Castilla-La Mancha, se dio también en otras zonas de España, en mayor o menor medida, aunque de forma no idéntica. Esta causa hay que relacionarla, más bien, con el sistema económico vinculado al latifundismo, y a la incapacidad o la falta de voluntad para una mejora de la productividad de las tierras que corrigiera las desigualdades. De hecho, la nueva estructuración de la propiedad surgida de los procesos desamortizadores buscaba, en último extremo, dar asiento a una población que crecía demasiado para los moldes económicos existentes, pero que no logró su objetivo plenamente y no aglutinó a los inadaptados, que optaron por «echarse al monte» 58 . 56 JIMÉNEZ DE SANDOVAL, op. cit., p. 150. 57 RODRÍGUEZ MARTÍN, J. A. (2008). Una aproximación al bandolerismo en España. Revista Iberoamericana, p. 86. 58 MARTÍNEZ RUÍZ, E. (1970). La crisis del orden público, op. cit., p. 55. REHGC. La definición de un modelo de liderazgo en la etapa fundacional de la Guardia Civil 74 Por su parte, la orografía del terreno y el modelo de asentamiento de la población en grandes o pequeños núcleos no fueron factores determinantes para la existencia de bandolerismo, aunque sí fueran aprovechados por sus protagonistas para favorecer sus acciones delictivas y su impunidad. De este modo, las sierras y serranías sirvieron de refugio a los bandoleros, como también lo fueron los caseríos y cortijos de las campiñas. Su zona de actuación preferente se centró en los caminos solitarios que atravesaban grandes zonas despobladas y los puntos más vulnerables de las vías importantes y con mayor densidad de viajeros, tales como los desfiladeros, los pasos de montaña y zonas de barrancos, que favorecían la sorpresa en sus actuaciones y facilitaban la huída, una vez cometido el crimen. Por supuesto, otro factor claramente generador de delincuencia han sido siempre las situaciones causantes de hambruna, o de crisis de subsistencias por sequías prolongadas u otras calamidades por fenómenos meteorológicos. En este sentido, cabe citar las graves hambrunas sufridas en los años 1812, 1817, 1834 y 1835, que van a coincidir con la guerra de la Independencia y con la primera guerra Carlista. Con posterioridad a la creación de la Guardia Civil, también se censarán hambrunas en 1863, 1868 y 1882. En resumen, todas estas causas confluirán para que las partidas de bandoleros, bajo la dirección de quien se erige como líder natural del grupo, se nutran de desheredados de la fortuna, prófugos y desertores del Ejército, fugados de la cárcel y de todos aquellos individuos que se ven empujados a ello por estar perseguidos por la justicia, y que prefieren llevar esa vida agreste y violenta antes que pagar sus culpas 59 . Pero el fenómeno tiene un carácter secular en España, y ha revestido diferentes formas a lo largo de nuestra Historia. Si analizamos el bandolerismo con criterios regionales, vemos que en el Reino de Aragón, su origen en el siglo XVI tiene un marcado carácter político, protagonizado por familias nobiliarias. Más tarde, caería en el bandidaje, documentándose acciones contra los transportes de moneda que, con destino a Italia, recorrían la ruta de Castilla a Barcelona. 59 Ibídem. CAPÍTULO 1. NECESIDAD DE UN NUEVO CUERPO DE SEGURIDAD PÚBLICA 75 En cuanto al bandolerismo catalán, se remonta al periodo medieval, con frecuencia entre los propios nobles, en lucha por la propiedad de las tierras, que perdurará hasta mediados del siglo XVII. Este bandolerismo dio paso a otro marcado por la crisis de subsistencias generada por el aumento de la población, y del desplazamiento de parte de ésta desde las montañas; pero sobre todo, por el aumento desproporcionado del contrabando. La situación se recrudece al final de la guerra de Sucesión, como ya se expuso anteriormente, lo que obligará a emplearse a fondo a los somatenes constituidos en los municipios y, sobre todo, a las Escuadras de Cataluña. En este sentido, hay que destacar que, a diferencia de otros bandolerismos, el catalán no gozó nunca del apoyo de las clases populares. Esta situación se mantendrá hasta bien entrado el siglo XIX, experimentando un repunte con la segunda guerra Carlista o de los Matiners. En ese siglo alcanzaron trágica fama bandoleros como Josep Pujol «el Boquica», Ramón Viyens «el Felipe», Casulleres o Marimón. El bandolerismo valenciano de los siglos XVI y XVII, y el murciano desde el siglo XIV, tienen unas connotaciones muy similares a las del catalán, donde también se producen enfrentamientos entre banderías nobiliarias, para evolucionar hacia un bandolerismo de supervivencia en los siglos XVIII y XIX. Ya en este último siglo, destacan en Valencia personajes como Jaime «el Barbudo», indultado por su activa participación en la guerra de la Independencia, y después de abrazar la causa absolutista, ejecutado en 1824 por sus intrigas políticas. En la región de Murcia, destacan los nombres de Pedro Abellán «el Peliciego», Francisco Moya, Pedro Vivancos «el Rancho», Manuel Cayuela, la cuadrilla de «Los Molinos», José Ruiz «el Manco» y José López. La geografía extremeña siempre se mostró propicia al bandolerismo, al contar con tierras llanas y de sierra, y recorrer su territorio dos importantes vías de comunicación con gran movimiento de personas y mercancías, como son la Ruta de la Plata -de norte a sur- y el camino real de Madrid a Badajoz. Pero además, el bandidaje en Extremadura estará marcado por el linde con la raya de Portugal, paso tradicional de géneros de contrabando, de cuya actividad llegarán a vivir pueblos enteros; y vía natural -y habitual- de escape en momentos de peligro. El periodo de mayor apogeo del bandolerismo en esta región se sitúa en el siglo XIX, La definición de un modelo de liderazgo en la etapa fundacional de la Guardia Civil 76 ante las circunstancias socioeconómicas adversas y las grandes diferencias en el reparto de la riqueza. Ello hará del bandolero extremeño un hombre rudo, habituado al delito, de baja condición social y al margen de cualquier filiación política; desprovisto, en fin, de cualquier halo de romanticismo. Durante la guerra de la Independencia y a su finalización, se formaron varias partidas muy activas y violentas. Una de las principales fue la de «Los Muchachos de Santibáñez», que dejó tras de sí un gran historial delictivo; pero todos sus componentes fueron finalmente capturados, agarrotados y sus cuerpos descuartizados, esparciendo sus miembros en los lugares en que cometieran sus crímenes, como era habitual en la época. La otra partida más importante por su violencia y el amplio radio de sus acciones, fue la que tuvo por cabecillas a Melchor González «Platero» y Antonio Merino «Zajaro», que fue desarticulada en 1819 con la captura de cincuenta y cinco de sus integrantes y colaboradores, siendo ejecutados o resultando muertos buena parte de ellos 60 . El bandolerismo gallego se remonta al siglo XVIII, y también alcanza su mayor apogeo en el XIX. Conviene señalar en primer lugar que la economía gallega era eminentemente agraria, caracterizada por el minifundismo y una sobreexplotación de la tierra que se mostraban incapaces de absorber el constante incremento de la población en la crisis de subsistencias de comienzos del XIX. Se trataba, por tanto, de un bandolerismo de supervivencia, en que quien delinquía no se apartaba de la sociedad ni se agrupaba en partidas para operar permanentemente al margen de la ley. Por ello, el bandolero gallego actuaba en gavilla, pero sólo para asegurar la perpetración del delito, sin formar grupos estables. Además, los objetivos no eran premeditados, sino que se seleccionaban los más accesibles en cada momento, aun entre la gente humilde, lo que provocará el rechazo general de la población hacia los bandoleros. Pese a que el número de los bandidos en Galicia llegó a ser muy importante en la primera mitad del siglo XIX, no han trascendido en la memoria popular como en otras regiones, en gran medida, porque la gran hostilidad que generaban sus acciones violentas en la 60 RODRÍGUEZ MARTÍN, J. A. (2008). Una aproximación, op. cit., pp. 93-94. Revista Iberoamericana. CAPÍTULO 1. NECESIDAD DE UN NUEVO CUERPO DE SEGURIDAD PÚBLICA 77 sociedad gallega impidió cualquier tipo de idealización a través de la literatura popular. En Castilla, el bandolerismo también aparece después de la Reconquista como consecuencia de las luchas nobiliarias para controlar el poder, en forma similar a su aparición en el Reino de Aragón. A partir del siglo XVII existirán dos focos principales en Madrid y La Mancha, sobre el eje del camino real de Madrid a Andalucía, con una gran densidad de viajeros y mercancías, donde operaban las cuadrillas de Pedro Andrés y «El Gordillo de Méntrida». Ya en el siglo XIX se recrudeció el bandolerismo castellano al finalizar la primera guerra Carlista. En este periodo destacó especialmente la partida de los manchegos Juan Vicente y Francisco Rugeros, conocidos como «Palillos», que contando con centenares de hombres, actuaron como guerrilleros carlistas contra el Ejército liberal, pero cometiendo toda clase de excesos. Sus acciones se extendieron a ambos márgenes de Sierra Morena, controlando el desfiladero de Despeñaperros hasta el extremo de interrumpir el tránsito regular de las diligencias entre Madrid y Andalucía. En 1839 fue finalmente desarticulada esta enorme partida por las tropas del general Narváez, encargado de la pacificación de la Mancha. Francisco fue fusilado y Juan Vicente huyó a Francia, dedicándose los elementos que permanecieron en la cuadrilla al bandolerismo común, al finalizar la guerra. También al finalizar la tercera guerra Carlista se reactivó el bandolerismo con las partidas de los «Juanillones» y los «Purgaciones», la mayor parte de cuyos componentes serán abatidos o detenidos por la Guardia Civil entre 1880 y 1882. En cuanto a Madrid, no cabe hablar propiamente de bandolerismo, al tratarse de un entorno urbano, pero sí abundó la delincuencia de todo tipo. En el bandidaje perpetrado en la Corte destacó la figura de Luís Candelas Cagigal, revestido de cierto halo de romanticismo, tal vez por haber tenido tres amantes y porque, pese a no contar con delitos de sangre, no obtuvo clemencia de la Reina Gobernadora y fue ejecutado a garrote vil en 1837. El fenómeno del bandolerismo se vivió en todas las provincias andaluzas, pero con especial virulencia en las de Sevilla, Córdoba, Málaga, Jaén y Granada, tanto por la favorable orografía del terreno como por las importantes vías de La definición de un modelo de liderazgo en la etapa fundacional de la Guardia Civil 78 comunicación que las atravesaban. El bandolero andaluz, tal vez el prototipo español más representativo, rompe con la sociedad y «se echa al monte» buscando en la sierra su refugio, como consecuencia de una situación desesperada, a la que ha llegado por una acción ilegal, premeditada o no, pero ante la que no ve otra alternativa. Procedente de las clases más desfavorecidas, se integraba en partidas, en ocasiones muy numerosas y fuertemente jerarquizadas bajo la dirección de un líder, que actuaban en un radio muy amplio, desplazándose de noche y cometiendo sus asaltos y robos de día. Se puede identificar un origen remoto de este bandolerismo en los moriscos andaluces del siglo XVI, que actuaban tanto en entornos urbanos, en despoblado, o practicando la piratería y el asalto por las costas andaluzas desde su base en Tetuán. El problema sólo cesó cuando fueron expulsados definitivamente en 1609. Pero desde finales del siglo XVI el bandolerismo andaluz comenzó a ascender, para no detenerse hasta bien entrada la segunda mitad del siglo XIX. Destacó en el siglo XVII la figura de Pedro de Valenzuela, que asesinó durante un motín en 1662 al corregidor de Jaén, y fue finalmente indultado a cambio de combatir en Cataluña. En el siglo XVIII sobresalió Diego Corrientes, que con su cuadrilla se dedicaba al robo de ganado para venderlo en Portugal, apreciado y mitificado por el pueblo, pero que fue capturado y ejecutado en Sevilla en 1781, aun sin haber cometido delito de sangre. También destacó Bartolomé Gutiérrez de la Rambla, un bandolero con larga trayectoria criminal y varios asesinatos a sus espaldas, destacando el asalto a un navío sueco en la bocana del puerto de Lisboa en 1780. Fue detenido en Génova en 1782 y extraditado a España, terminando su vida en 1804 de modo incierto a manos de un guarda 61 . El siglo XIX fue en Andalucía el de mayor actividad del bandidaje, si bien diferenciado en cuatro periodos con diferente intensidad: la guerra de la Independencia y los años posteriores, la época romántica, la de los secuestros –en torno a la primera República- y el último periodo del bandolerismo 62 . En el primero, las guerrillas combinaban su hostigamiento contra el invasor francés con 61 JIMÉNEZ DE SANDOVAL, C., op. cit., p. 150. 62 RODRÍGUEZ MARTÍN, J. A. (2008). Una aproximación, op. cit., p. 98. Revista Iberoamericana. CAPÍTULO 1. NECESIDAD DE UN NUEVO CUERPO DE SEGURIDAD PÚBLICA 79 la comisión de todo tipo de delitos, sin diferenciar a sus víctimas, bajo la impunidad que les proporcionaba el conflicto. Son los casos de Pedro Peña «Sotana», Rafael Panizo «Cortaorejas», Juan Salazar -que llegó a unirse al bando francés- y la partida de los «Guerras». Los «Siete niños de Écija», que cambiaron la guerrilla por el bandolerismo al finalizar la guerra, fue uno de los grupos más activos de la época, acusados de cometer toda clase de crímenes en un vasto territorio de Andalucía, terminando sus andanzas cuando fueron ejecutados sus últimos componentes en 1818. José María Expósito «el Tempranillo» –también conocido por sus paisanos como «Medio Peo»- es el bandido romántico por excelencia. Al nacer en 1805, fue acogido por una familia de Jauja (Córdoba), de la que tomó sus apellidos, Hinojosa Cobacho. Cuando aún era muy joven, José María Hinojosa mató a un hombre en una romería por una cuestión de honor, huyendo posteriormente a la serranía de Ronda. Tras permanecer un tiempo con contrabandistas, organizó su propia cuadrilla con bandoleros como José Ruiz Germán, «Venitas» o «Penitas»; Juan Caballero, «El Lero»; y Francisco González, «Frasquito el de la Torre», sobre los que pronto recaerán acusaciones por toda clase de delitos en varias provincias. El Capitán General de Andalucía llegó a ofrecer por la cabeza de «el Tempranillo» sumas hasta entonces desconocidas, y empezó a cundir la preocupación en el Gobierno por sus claras ideas liberales, llegando a participar en un pronunciamiento y a contactar con Torrijos. También eran objeto de los desvelos de las autoridades otras importantes partidas de la época, como la de «Los Botijas», de modo que entre todos sumaban un número de bandidos considerable. Finalmente, a «El Tempranillo» se le concedió el indulto en 1832, más como demostración de impotencia de las autoridades que como oferta graciable ante el arrepentido. Esta concesión se hizo extensiva a los capitanes y otros componentes de sus partidas, con excepción de José Rojas, «Veneno», y algunos otros que no se acogieron a la medida de gracia, siendo ajusticiado el primero en Sevilla ese mismo año, y los demás, tiempo después. Una vez rehabilitado, el Capitán General de Granada puso a José María Hinojosa al frente de un grupo de hombres, con la denominación de Partida de a caballo de Andalucía, precisamente para combatir el bandolerismo a que había dedicado su La definición de un modelo de liderazgo en la etapa fundacional de la Guardia Civil 80 vida hasta entonces; pero fue herido mortalmente en septiembre de 1833 por una partida de malhechores cuando reconocía un cortijo junto a sus hombres, falleciendo dos días después en Alameda (Málaga). La época que le tocó vivir, el Romanticismo, coadyuvó a magnificar su imagen y acrecentar el interés por conocerlo de viajeros extranjeros como Richard Ford o Prosper Merimée, que se encargaron de difundirlo por toda Europa y Estados Unidos. El panorama que ofrecía la situación del bandolerismo en España al llegar a los años cuarenta del siglo XIX era, ciertamente, desalentador. Según nos relata el barón de Davillier 63 , los caminos estaban, en muchos territorios, a merced de las partidas que se repartían sus zonas de actuación, de modo que un viaje en diligencia se convertía, las más de las veces, en una peligrosa aventura. Las empresas de carruajes ofrecían a los pasajeros billetes de «viaje sencillo» o de «viaje compuesto», que incorporaban, mediante un sobreprecio, primas de seguro para responder ante un asalto más que probable, aunque en muchas ocasiones los propios responsables de las diligencias y correos pactaban cantidades económicas con las cuadrillas para evitar los asaltos, cuando no estaban abiertamente en connivencia con los bandoleros. Hacerles frente de forma activa, o incluso ofrecer una resistencia pasiva, no solía tener buenas consecuencias para los viajeros, y resultaba inviable dotar de una escolta oficial a todos los carruajes. Frente a esta situación, la represión del bandolerismo estaba en manos de los cuerpos locales y regionales existentes, que limitaban su actuación al territorio a ellos confiado; así como de las diferentes milicias con implantación de ámbito nacional; mediante el empleo de unidades del Ejército, siempre insuficientes; e incluso por partidas de vecinos armados. Pero todos estos esfuerzos se habían mostrado absolutamente ineficaces para terminar con esa lacra. Ni siquiera las severas condenas a muerte servían de escarmiento; sino que las ejecuciones públicas, tan comentadas por los viajeros extranjeros que recorrieron la España romántica del XIX, suponían un espectáculo más para un público fácilmente impresionable, dado a la fantasía y a la mitificación de los ajusticiados, y deseoso 63 DAVILLIER CH. Y DORÉ, G. (1988). Viaje por España, tomo I, pp. 38-40. CAPÍTULO 1. NECESIDAD DE UN NUEVO CUERPO DE SEGURIDAD PÚBLICA 81 de satisfacer su morbosidad con este tipo de demostraciones 64 . Mientras tanto, esa misma población se desesperaba, sobre todo en el ámbito rural, ante lo que suponía el elemento más constatable por el pueblo llano de la falta de seguridad reinante y la sensación de una cierta impunidad. Como contrapunto a esta situación de falta de medidas enérgicas, adecuadas y eficaces para acabar con el fenómeno del bandolerismo, tras la creación de la Guardia Civil se va a lograr en pocos años una casi erradicación del bandolerismo en Andalucía, a la par que en el resto de España. Una a una irán cayendo cuadrillas como la de «los Botijas», que se había enseñoreado de Despeñaperros, en el mismo octubre de 1844; o la de bandidos históricos como Andrés López Muñoz, conocido como «el barquero de Cantillana» o «Curro Jiménez», en 1849. De nuevo, será Davillier quien afirme, tras su viaje realizado por España con Gustavo Doré en 1862, que «lo que es completamente cierto es que de los bandoleros ya no queda en España más que el recuerdo, y que hoy, los caminos son absolutamente seguros gracias a la activa vigilancia de los civiles, nombre que se da a un cuerpo de tropas reclutadas entre los mejores individuos del ejército, y encargados de velar por la seguridad de los caminos» 65 . Años más tarde, la Guardia Civil tendrá que emplearse a fondo contra el repunte de un bandolerismo más organizado y sofisticado durante el Sexenio Revolucionario. Después, a comienzos del siglo XX, tendrá que enfrentarse al peligroso grupo de caballistas de Estepa (Sevilla), integrado por bandoleros como el «Vizcaya», «Soniche», «Pernales», «Vizcaya» o «el Niño de Arahal». Pero lo cierto es que, como más tarde pasaremos a analizar, la creación de la Guardia Civil, al cumplir su primera década de actividad, marcará un antes y un después en la historia del bandolerismo. Pero además, este fenómeno del bandidaje está íntimamente relacionado con la inestabilidad política, de modo que aquél obtiene de la incertidumbre, el desorden y la falta de autoridad de un Gobierno, el caldo de cultivo necesario para garantizar su impunidad. Además, a su sombra se refugia también el delincuente 64 MARTÍNEZ RUÍZ, E. (1970). La crisis del orden público, op. cit., p. 59. 65 DAVILLIER CH. Y DORÉ, G., op. cit., tomo I, p. 40. La definición de un modelo de liderazgo en la etapa fundacional de la Guardia Civil 82 ocasional y el que aprovecha para lucrarse en poco tiempo, a costa de la propiedad ajena, y establecerse luego donde no pueda ser descubierto. 1.2.3 Una gran inestabilidad política Durante los periodos absolutistas del reinado de Fernando VII dominó la idea de someter al liberalismo y más tarde, a comienzos del reinado de su hija Isabel II, bajo la regencia de su madre, María Cristina de Borbón, la preocupación por conservar el trono 66 . Esta inestabilidad política dio lugar a que, durante todo este tiempo, la seguridad pública permaneciera en segundo plano, y contribuyó, además, a imposibilitar el desarrollo de cualquier proyecto viable de crear una institución que tuviera como finalidad el mantenimiento de la seguridad y el orden público en todo el territorio nacional. Resuelta la cuestión dinástica tras los sucesos de La Granja en 1832, en junio de 1833 es declarada solemnemente heredera al trono la princesa María Isabel Luisa, que reinará desde el 29 de septiembre de ese año como Isabel II, sin haber cumplido aún los tres años de edad, al fallecer su padre, Fernando VII. Pero tras los intentos vanos del Secretario de Estado, Cea Bermúdez, de llegar a un acuerdo con los carlistas, a comienzos de octubre se desató el levantamiento de los partidarios del hermano de Fernando VII, Carlos María Isidro, que se consideraba con mayor legitimación al trono, al no reconocer la Pragmática Sanción de 1789, promulgada por Fernando VII en 1830. Se iniciaba una cruenta guerra civil que sumiría a buena parte del territorio español en una nueva lucha fratricida de siete años. En noviembre de ese mismo año 1833, se llevó a cabo una importante reorganización territorial de España, bajo el Gobierno de Cea Bermúdez y de la mano del Secretario de Estado de Fomento, Francisco Javier de Burgos. Para ello, se tomó como punto de partida el proyecto de organización de 1822, con la referencia de los antiguos reinos españoles, que dieron lugar a once regiones 66 MARTÍNEZ RUÍZ, E. (1976). Creación, op. cit., p. 29. CAPÍTULO 1. NECESIDAD DE UN NUEVO CUERPO DE SEGURIDAD PÚBLICA 83 históricas. Siguiendo el modelo de los departamentos franceses, España quedó dividida en cuarenta y nueve provincias –la Península e islas adyacentes-, al frente de cada cual se situó un jefe político. En 1834, cada una de las provincias quedó dividida, a su vez, en partidos judiciales. De este modo, se daba al Estado un importante impulso centralizador, que junto a la división territorial, tendrá una gran relevancia cuando la Guardia Civil despliegue y comience su actividad once años más tarde. En cuanto a la actividad política en estos años, las disputas por el poder entre absolutistas y liberales dejaron paso a partir de entonces a las protagonizadas por las dos facciones liberales. Pero entre los moderados, herederos de los constitucionalistas de 1812, o doceañistas; y los progresistas, sucesores de los políticos del Trienio Liberal, o veinteañistas, existía el nexo común de la falta de continuidad de los gobiernos, lo que impedía llevar a cabo actuaciones políticas con una mínima continuidad. Tras pocos meses dirigiendo el Gobierno, Cea Bermúdez dejaba paso en enero de 1834 a Martínez de la Rosa, y en abril se promulgaba el Estatuto Real, a modo de carta otorgada en que la Corona delegaba funciones en otros órganos del Estado, aunque conservando importantes poderes: se abría un periodo de transición hacia un auténtico liberalismo. Pero la oposición del sector más liberal provocó la disolución de las Cortes en mayo de 1835 y, como gesto aperturista de María Cristina, situó en junio al Conde de Toreno al frente del Gobierno. Su ministro de Hacienda fue Juan Álvarez Mendizábal, que promovió la desamortización iniciada en 1836. Al mismo tiempo, en julio de 1834 en Madrid y, más tarde, en 1835 en Cataluña, se produjeron importantes revueltas anticlericales, con el asesinato de decenas de religiosos y la quema de iglesias y conventos. Estas revueltas se extendieron por todo el país, formándose Juntas que exigían la convocatoria de Cortes Constituyentes, lo que provocó la caída en septiembre del Gobierno del Conde de Toreno. La dirección fue asumida por el propio Mendizábal, del sector más radical de los liberales. Enseguida se convocaron elecciones a Cortes; retomando la tradición del Trienio Liberal, se cambió la denominación de la Milicia Nacional La definición de un modelo de liderazgo en la etapa fundacional de la Guardia Civil 84 por la de Guardia Nacional; y en febrero de 1836, se ponía en marcha la Desamortización, de la que nos ocuparemos en otro apartado. En enero de 1836 se disolvieron nuevamente las Cortes, ante la oposición a la reforma de la ley electoral de 1834, como propugnaba Mendizábal, obteniendo un abultado triunfo en los siguientes comicios, con lo que ya se perfilaba como el partido progresista. Pero Mendizábal tenía demasiados obstáculos en contra, por lo que María Cristina encargó formar Gobierno en mayo de 1836 a Francisco Javier Istúriz, antiguo progresista, y ahora próximo al moderantismo. Istúriz salió derrotado en su presentación a las Cortes, y la Reina Gobernadora hubo de disolverlas y convocar nuevas elecciones para julio, que volvió a ganar con holgada mayoría. Sin embargo, los progresistas no aceptaron el resultado e iniciaron una serie de revueltas que se extendieron por todo el país, acompañadas de conatos de insurrección en algunas unidades militares. En julio se sublevaron, sucesivamente, las guarniciones de la Milicia Nacional de Málaga, Cádiz y Granada; y en agosto se producían los levantamientos de Sevilla, Zaragoza, Huelva, Badajoz, Valencia, La Coruña y la Milicia Nacional de Madrid, con apoyo militar. Se formaron nuevamente juntas revolucionarias y se producía el motín de La Granja de San Ildefonso, el 12 y 13 de agosto de 1836, en que un grupo de sargentos de la guarnición de Segovia y de la Guardia Real obligaban a la Reina María Cristina, que se encontraba pasando el verano en Palacio, a reinstaurar la Constitución de Cádiz de 1812. Tras el levantamiento de La Granja se constituyó un Gobierno liberal progresista presidido por José María Calatrava, que había sido diputado en las Cortes de Cádiz y ministro en el Trienio Liberal, y de nuevo con Juan Álvarez Mendizábal al frente de Hacienda. Las nuevas Cortes se inauguraron en octubre de 1836 y acometieron la tarea de reformar la Constitución de 1812 para adaptarla a los nuevos tiempos. Para ello, el partido progresista contaba con mayoría en la cámara, pero debía consensuar la reforma con el partido moderado. De este modo, fue promulgada en junio de 1837 una nueva carta magna, que inauguraba el Nuevo Régimen liberal. CAPÍTULO 1. NECESIDAD DE UN NUEVO CUERPO DE SEGURIDAD PÚBLICA 85 Buscando la conciliación de posturas políticas, la Constitución de 1837 recogía los principales elementos del programa progresista, como eran la soberanía nacional -aunque sólo aparecía mencionada en el preámbulo, no en el articulado-, libertad de imprenta sin censura previa, la Milicia Nacional o el jurado para los delitos de imprenta. Pero también recogía pretensiones de los moderados como el bicameralismo -Congreso de los Diputados y Senado- y el reforzamiento de los poderes y prerrogativas de la Corona, con facultad de vetar leyes, de disolver las Cortes, y de nombrar y cesar a los Ministros del Gobierno, aunque sus decisiones precisarán del refrendo ministerial. Otras cuestiones que separaban a progresistas y a moderados, como la amplitud del sufragio censitario, el funcionamiento de los ayuntamientos o el poder judicial, quedaron fuera de la Constitución para ser reguladas por leyes ordinarias. En agosto de 1837 caía el Gobierno de Calatrava, acuciado por los reveses de la guerra, las dificultades presupuestarias y las presiones de los moderados, por lo que la Reina Gobernadora propuso entonces la Presidencia al general Espartero, quien declinó el ofrecimiento, embebido como estaba en la guerra contra los carlistas. Ante esta situación, María Cristina dio un nuevo giro político al Gobierno, al proponer como Presidente al diplomático Eusebio Bardají, dando así comienzo al que se denominará Trienio Moderado. Este periodo se caracterizó por la inestabilidad política, pese a contar los gobiernos con una cómoda mayoría en el parlamento, debido a las grandes disensiones internas entre los moderados, por sus diferentes posturas respecto a la Constitución de 1837. Bardají convocó en septiembre de ese año las primeras elecciones bajo la nueva Constitución, según la cual tenían derecho a voto los considerados propietarios, pero a pesar de obtener un amplio respaldo, tuvo que dejar el cargo en diciembre, debido a aquellas presiones internas. Sustituido por Narciso Heredia, conde de Ofalia, dimitió igualmente por los reveses de la guerra en septiembre de 1838, siendo relevado por Bernardino Fernández de Velasco, duque de Frías. Pero en diciembre se producía un nuevo relevo en la presidencia del Gobierno, que fue ocupada por Evaristo Pérez de Castro hasta julio de 1840, tras un proceso electoral en que vencieron los progresistas, sin llegar a ocupar el poder, en junio de 1839. La definición de un modelo de liderazgo en la etapa fundacional de la Guardia Civil 86 Finalmente, en enero de 1840 se produjo un nuevo cambio, con mayoría moderada, completando así la frenética sucesión de gobiernos que se dio en este trienio. Desde 1838 se produjeron tensiones crecientes en el País Vasco y Navarra entre las facciones carlistas de los transaccionistas, encabezados por el general Maroto, que abogaban por un pacto con los liberales; y los apostólicos, partidarios de continuar la lucha hasta el final. Se impusieron los primeros, lo que desembocó en la firma de un acuerdo de paz en Oñate el 29 de agosto de 1839, ratificado en Vergara el día 31, y escenificado con el famoso Abrazo entre el general carlista Rafael Maroto y Baldomero Fernández-Espartero, general en jefe del Ejército liberal en el norte. Con el convenio de Vergara se ponía fin a la primera guerra Carlista, lo que suponía la rendición de los partidarios de don Carlos, a cambio de reconocer la incorporación de sus oficiales al Ejército isabelino, con las retribuciones que les correspondieran, siempre que juraran la Constitución de 1837. Al mismo tiempo, Espartero se comprometía a defender los fueros de Vizcaya, Guipúzcoa, Álava y Navarra ante las Cortes, que se repondrían poco más tarde, con algunas limitaciones, mediante real decreto. Se había alcanzado una paz endeble, no aceptada por el Pretendiente al Trono ni por buena parte de los carlistas de Castilla, Álava y Navarra. Aquella fuerte oposición supuso la salida hacia Francia de quince mil excombatientes, que se unirían a las tropas acantonadas en el país vecino hasta totalizar en octubre de 1840, finalizadas ya las hostilidades, unos veintiséis mil refugiados 67 . La fractura entre moderados y progresistas se agravó con el proyecto de Ley de Ayuntamientos y su posterior aprobación el 5 de junio de 1840, sin admitir las enmiendas de los progresistas. El texto legal recortaba las competencias municipales y reservaba al Gobierno el nombramiento de los alcaldes entre los concejales electos, lo que suponía para los progresistas, entre otras cuestiones en 67 FUENTES ARAGONÉS, J. F. (2007). El fin del Antiguo Régimen (1808-1868): política y sociedad, p. 122. CAPÍTULO 1. NECESIDAD DE UN NUEVO CUERPO DE SEGURIDAD PÚBLICA 87 que se veían perjudicados, contravenir claramente el artículo 70 de la Constitución, que reservaba su elección a los vecinos. Entre tanto, la Reina Regente había ido perdiendo el apoyo de los propios liberales moderados, una vez alcanzada la paz con los carlistas, mientras que el general Espartero acrecentaba su prestigio militar y político tras la victoria en la guerra, agrupando en su torno a los progresistas. Ese verano de 1840, la Regente se trasladó con sus hijas a Barcelona y comenzaron a sucederse altercados en Madrid y la capital catalana entre moderados y progresistas, partidarios de la Regente y de Espartero, por lo que en agosto se trasladó la Familia Real a Valencia. Pero el 1 de septiembre se generalizaban las revueltas del sector progresista por toda España, constituyéndose Juntas revolucionarias y una Junta central en Madrid, presidida por Joaquín María López, ex ministro del Gobierno progresista de Calatrava y ex presidente de las Cortes elegidas en 1837. Para acabar con las revueltas, Espartero puso a la Reina, como condición, la firma de un manifiesto en que se comprometiera a respetar la Constitución, a disolver las Cortes y a someter a revisión, por las que fueran elegidas, las últimas leyes aprobadas, como la polémica Ley de Ayuntamientos. La Regente cedió y entregó el gobierno al general Espartero el 16 de septiembre de 1840, «en la esperanza de frenar la marea revolucionaria que se había apoderado del país» 68 , pero Espartero exigió a la Reina la regencia compartida hasta la mayoría de edad de Isabel. La Regente no lo aceptó y el 12 de octubre abandonaba España para establecerse en París, dejando a sus hijas Isabel y Luisa Fernanda al cuidado del general, que asumió la regencia con carácter provisional, como Presidente del Consejo de Ministros. Una vez en el poder, Espartero convocó elecciones a Cortes el 1 de febrero de 1841, que dieron una amplia victoria al Partido Progresista, debido en parte al retraimiento del Partido Moderado. En el debate en las Cortes entre los progresistas sobre si la regencia debía recaer en Espartero –tesis de los unitarios- o ser compartida con otras dos personas –según los trinitarios-, venció la posición 68 Ibídem, p. 133. La definición de un modelo de liderazgo en la etapa fundacional de la Guardia Civil 88 de los primeros, proclamando Regente al general Espartero y provocando la primera fractura entre los progresistas. Espartero suspendió la Ley de Ayuntamientos, como primera medida, para agradar a los progresistas. Las nuevas Cortes desarrollaron una intensa actividad legislativa, completando la desvinculación de mayorazgos y ampliando la desamortización de Mendizábal a los bienes del clero secular, y se restableció la Ley de imprenta de 1837. Espartero ejerció el poder de forma autoritaria y personalista, pero con tendencia al populismo, motivo por el que ha sido calificado como el primer populista de España 69 . Por ello, consiguió enfrentarse con buena parte del progresismo, y bastantes de sus principales políticos, como Salustiano Olózaga. Mientras los moderados seguían conspirando, apoyados desde el exilio por María Cristina, de la izquierda del progresismo iban a surgir, poco a poco, los demócratas, de los que se escindirán los republicanos, procedentes del incipiente proletariado urbano. Además, en un momento en que existía malestar en el estamento militar por los retrasos en las pagas de los oficiales y las dificultades para promocionar en la carrera militar, con un Ejército sobredimensionado, al incorporar a los oficiales carlistas después de la guerra, y sin dar salida a los excedentes, Espartero favoreció con puestos y honores a aquellos oficiales que, agrupados en torno al general, compartían con él la orientación política liberal progresista. Este grupo, que tuvo una notable influencia durante la regencia de Espartero, era conocido por sus opositores como los «ayacuchos», denominados así por haber tomado parte, casi todos ellos, en la batalla de Ayacucho en 1824, que había puesto fin a las guerras de independencia hispanoamericanas. Sin embargo, paradójicamente, Espartero nunca llegó a participar en aquella batalla, pues fue capturado al poco de desembarcar 70 . La convulsión política existente consiguió poner de acuerdo a moderados y un amplio sector progresista para intentar expulsar a Espartero. De este modo, en 69 Guerrero Latorre, A., Rueda Hernanz, G., y Pérez Garzón, J. S. (2004). Historia política, 1808- 1874, pp. 209 y ss. 70 FUENTES ARAGONÉS, J. F., op. cit., p. 133. CAPÍTULO 1. NECESIDAD DE UN NUEVO CUERPO DE SEGURIDAD PÚBLICA 89 1841 se ponía en marcha un levantamiento promovido desde el exilio por la Reina María Cristina, encabezado por el general Ramón María Narváez y en el que también participaron O´Donnell y un joven coronel Prim. El objetivo era intentar liberar a Isabel II de los progresistas y de su tutor, Agustín de Argüelles, y confiarla a su madre, junto a su hermana, trasladándolas al País Vasco; al tiempo que se situaba a Istúriz al frente del Gobierno. Pero una planificación deficiente hizo fracasar el plan, de modo que el asalto al Palacio Real en la noche del 7 de octubre, encabezado por los generales Manuel de la Concha y Diego de León, fue rechazado por el coronel Domingo Dulce y varios de sus oficiales, al frente de una veintena de alabarderos. Contra lo que era la regla general en este tipo de levantamientos, los generales Montes de Oca, Borso di Carminati, Diego de León –que se había entregado- y algunos más fueron condenados a muerte en consejo de guerra sumarísimo y fusilados, lo que causó un enorme impacto en gran parte del Ejército y en la opinión pública, incluidos los progresistas. En diciembre de 1841 se celebraron elecciones municipales, produciéndose en algunas ciudades un ascenso notable de los republicanos, movimiento radical que surgía a la izquierda del Partido Progresista, y que reivindicaba la república y la supresión de la monarquía, el federalismo, la reducción del gasto militar y el reparto justo de las tierras. Este movimiento republicano contaba con las sociedades obreras de ayuda mutua, que a partir de 1842 se consolidarán y mantendrán un duro pulso con la patronal para mejorar sus condiciones de trabajo y sus derechos laborales. En mayo de 1842, una moción de censura de los propios progresistas derribaba el Gobierno que presidía Antonio González, proponiendo como candidato a Salustiano Olózaga, pero Espartero nombró al general ayacucho José Ramón Rodil, militar de prestigio que había organizado en 1829 el Cuerpo de Carabineros de Costas y Fronteras, y que promoverá ahora su recuperación con la creación del Cuerpo de Carabineros del Reino. En noviembre de 1842 estalló en Barcelona una revuelta a la que se unió la Milicia Nacional, tras el anuncio de un acuerdo comercial con Gran Bretaña que rebajaba los aranceles a los productos ingleses, amenazando la industria textil La definición de un modelo de liderazgo en la etapa fundacional de la Guardia Civil 90 catalana. Los sediciosos exigían, entre otras medidas, la destitución de Espartero y del Gobierno, y la convocatoria de Cortes Constituyentes. A comienzos de diciembre la ciudad fue bombardeada y, tras la rendición, se produjo una dura represión, que supuso un grave deterioro de la imagen de Espartero, perdiendo los importantes apoyos que mantenía en Barcelona. En los primeros meses de 1843 se fue formando una heterogénea coalición contraria a la política de Espartero, tras la disolución de las Cortes el 3 de enero de ese año y la convocatoria de nuevas elecciones para marzo. La victoria fue, de nuevo, para los progresistas, pero éstos estaban ya fragmentados en tres grupos: los leales a Espartero, los legales y los puros. Estos dos últimos, opuestos al general, forzaron la investidura como Presidente de Joaquín María López, líder del sector puro, que exigió de Espartero el cese de su secretario, que acaparaba varios cargos, y desmantelar el grupo de los ayacuchos, militares afines que lo respaldaban. Pero lo que obtuvo del Regente fue su inmediata destitución. Desatada la crisis, Espartero nombraba en mayo a Álvaro Gómez Becerra como nuevo Presidente del Consejo de Ministros, pero en las Cortes sólo se votó una moción contra el Regente, quedando suspendidas las sesiones. El 27 de mayo se produjo un levantamiento en Reus encabezado por Prim y Milans del Bosch, cercanos al progresismo, constituyéndose una Junta suprema de gobierno en Barcelona, en la que figuraban progresistas, republicanos y moderados, y haciendo Prim su entrada triunfal en la ciudad, poco después. La insurrección se extendió pronto por todo el territorio nacional. Espartero se dirigió a Valencia el 21 de junio para dirigir las operaciones contra los sublevados, pero desistió cuando el 27 desembarcaron allí los generales Ramón María Narváez, Manuel Gutiérrez de la Concha y Juan González de la Pezuela, afines al moderantismo y procedentes del exilio en París. Mientras tanto, desembarcaba en Barcelona el general Francisco Serrano, acompañado del progresista legal Luís González Bravo. De inmediato, Serrano decretó la destitución del regente Espartero y del Gobierno de Gómez Becerra, al tiempo que confirmaba el nombramiento de Narváez como Capitán General de Valencia – provisionalmente, nombrado por la Junta- para evitar que surgiera un poder CAPÍTULO 1. NECESIDAD DE UN NUEVO CUERPO DE SEGURIDAD PÚBLICA 91 político en torno a él. La Junta de Barcelona admitió la pretensión y el 29 de junio nombró a Serrano como jefe de un Gobierno provisional, siempre que acatara sus tres condiciones de respetar la Constitución de 1837, proclamar la mayoría de edad de Isabel II y establecer una Junta central que asumiera el poder, condición ésta última que no llegaría a cumplirse. El 22 de julio de 1843 tuvo lugar cerca de Madrid la batalla –más bien, encuentro- de Torrejón de Ardoz, en que se enfrentaron las tropas de los generales esparteristas Zurbano y Antonio Seoane, procedentes de Aragón, y las sublevadas a las órdenes del general Narváez, muy inferiores en número, que procedían de Valencia. El enfrentamiento fue muy breve, al pasarse al bando de los sublevados la mayor parte de las tropas esparteristas. Al día siguiente Narváez entraba en Madrid y reponía a Joaquín María López como Presidente. Al enterarse del desenlace, Baldomero Espartero, que se encontraba dirigiendo el bombardeo de Sevilla para sofocar la rebelión, decidió marchar al exilio, y el 30 de julio embarcaba en un vapor junto a sus hombres de confianza desde el Puerto de Santa María a Cádiz, para zarpar con rumbo a Inglaterra. Un convulso periodo tocaba a su fin. En el mes de septiembre se convocaron nuevas elecciones, a las que concurrieron en coalición los progresistas y moderados. Con el fin de evitar una nueva regencia y con el acuerdo unánime de conseguir una mayor estabilidad política, las Cortes surgidas del proceso electoral acordaron proclamar la mayoría de edad de la reina Isabel II a partir de que cumpliera los trece años, el 10 de octubre siguiente. Tal decisión, no obstante, vulneraba lo establecido en la Constitución vigente de 1837, que fijaba los catorce años como la edad mínima. Finalmente, en sesión plenaria de las Cortes del 8 de noviembre se proclamaba la mayoría de edad de Isabel II, con tan sólo dieciséis votos en contra 71 , y el día 10, la Reina juraba la Constitución en el Palacio del Senado e iniciaba su reinado personal. Al día siguiente, el Gobierno de Joaquín María López dimitía. 71 Gaceta de Madrid del 9 de noviembre de 1843. Colección histórica, BOE. La definición de un modelo de liderazgo en la etapa fundacional de la Guardia Civil 92 Como resumen de lo que fue la escena política en España en la década que precedió a la creación de la Guardia Civil, puede decirse que en los diez años que median entre la proclamación de Isabel II como Reina, en septiembre de 1833, y su prematura mayoría de edad en noviembre de 1843, cuando comenzaba su reinado personal, se sucedieron un total de veintidós jefes de Gobierno –Cea Bermúdez, como Secretario de Estado de España, y otros veintiún Presidentes del Consejo de Ministros- con sus correspondientes gabinetes. De ellos, dieciséis se relevaron durante la regencia de María Cristina de Borbón y otros seis, en la que encabezó Baldomero Espartero. 1.3 NUEVAS DEMANDAS DE SEGURIDAD: PROPIEDAD PRIVADA, COMUNICACIONES Y TRANSFORMACIÓN DEL MEDIO RURAL Además de los graves problemas de seguridad a que se ha de enfrentar España cuando comienza el año 1844, en los inicios del reinado personal de Isabel II, y que hemos intentado resumir en el apartado 1.2, el país estaba experimentando ya una serie de transformaciones que generarán nuevas demandas de seguridad, hasta entonces desconocidas. Desconocemos en qué medida el Gobierno de González Bravo, que decidió reformar el Ramo de Seguridad Pública, dando lugar, meses más tarde, a la creación de la Guardia Civil; y el del general Narváez, que organizó definitivamente el Instituto y lo echó a andar, eran conscientes de estas nuevas demandas emergentes, o simplemente se guiaron por los acuciantes problemas de seguridad del momento; pero lo cierto es que estas transformaciones, algunas ya en marcha y otras acrecentadas a lo largo del periodo isabelino, van a suponer un reto sin precedentes para la seguridad pública en España. Estas nuevas demandas emergentes, en fin, tendrán que ser asumidas, si no en exclusiva, sí en buena medida, por una joven Guardia Civil, que arrastrará un gran déficit en los recursos humanos necesarios para cumplir su misión hasta casi el final del siglo XIX. CAPÍTULO 1. NECESIDAD DE UN NUEVO CUERPO DE SEGURIDAD PÚBLICA 93 1.3.1 Propiedad privada en la nueva sociedad burguesa La promulgación de la Constitución de 1812 en las Cortes de Cádiz y, posteriormente, la revolución de 1820 y la Constitución de 1837, van a marcar progresivamente el final del Antiguo Régimen y el comienzo de uno nuevo, moderno y de corte liberal que, siguiendo a José Luís Comellas, podríamos definir como «liberalismo histórico» 72 , aunque muy alejado aún de lo que hoy entendemos como una opción político-económica liberal. Este liberalismo, heredero de aquella primera generación revolucionaria, con la que fue dejando de identificarse, se configuró en los años siguientes a través de una nueva burguesía, celosa de sus propiedades, que iba a ocupar el poder de acuerdo con sus concepciones e intereses, alejados con frecuencia de los de un pueblo todavía muy tradicional, que no evolucionaba al mismo ritmo. En este sentido, el liberalismo histórico suponía que la totalidad de los ciudadanos eran sujetos de derechos civiles, pero sólo el grupo selecto de los más capaces y preparados –entre los que abundaban los intelectuales, en sus distintos campos, y en cierto grado, los periodistas- eran también sujetos de derechos políticos. La frontera entre quienes podían decidir o no el futuro político del país se trazaba, a la postre, en el nivel de riqueza; es decir, que la posibilidad de elegir y de ser elegido recaía sobre aquellos que disfrutaran de determinadas rentas o pagaran importantes impuestos. A este respecto, hay que tener en cuenta que el pensamiento liberal del siglo XIX veía en la riqueza el resultado de un trabajo, la compensación a un esfuerzo y el estímulo de un ahorro que la convertían, a los ojos de la sociedad, en una especie de fuente de virtudes 73 . Este liberalismo histórico así configurado en el reinado de Isabel II, que tuvo más de moderado que de progresista, como la Historia se encargó de demostrar, iba a ser compatible –sin duda, por ese talante liberal moderado- con la nobleza superviviente del Antiguo Régimen, que mantenía su prestigio y su 72 COMELLAS, J. L. (1994). La época de Isabel II. CGC., pp. 9-10. 73 Ibídem., p. 10. La definición de un modelo de liderazgo en la etapa fundacional de la Guardia Civil 94 influencia cerca de la Reina. Si a esto unimos el hecho de que aquella naciente burguesía era aún muy endeble como para configurar la nueva sociedad isabelina, el resultado fue el de una clase codirigente, entreverada de elementos de la nobleza y la burguesía. Pero a pesar de esta debilidad, la nueva burguesía se va ir abriendo camino y ocupando su puesto en la sociedad liberal y el poder político a través de un proceso progresivo y singular. Siguiendo a Tomás y Valiente, podemos decir que la revolución burguesa se produce en España como «proceso estructural que transformó las bases del Antiguo Régimen y creó las condiciones jurídicas y políticas necesarias para la constitución de una sociedad dominada por la burguesía, organizada políticamente bajo la forma del Estado liberal y caracterizada por la implantación y desarrollo de unas relaciones capitalistas de producción y de cambio» 74 . Y es en este periodo inicial de convivencia entre la nueva burguesía y la nobleza feudal, a que antes hicimos referencia, en que se produce el definitivo nacimiento de un nuevo concepto de propiedad: el de la «propiedad privada», como expresión burguesa del término 75 . Este nuevo concepto de propiedad privada ya se había consagrado como uno de los derechos que conformaban el Estado liberal-burgués a través de un decreto de 1813 de las Cortes de Cádiz, que reconocía el derecho del propietario a disponer de su finca para venderla o arrendarla, de acuerdo con las condiciones que se pactaran, y se consagrará como derecho constitucional con las cartas magnas de 1837 y, posteriormente, la de 1845. Las reformas legales necesarias para configurar el nuevo orden de la propiedad, tuvieron como principal objetivo la transformación del régimen jurídico de la propiedad agraria, a través de la abolición del régimen señorial, la desvinculación de patrimonios nobiliarios y la desamortización. Con todas estas medidas, sobre cuya aplicación nos detendremos someramente más adelante, se pretendía remover las trabas que inmovilizaban la libre circulación de la tierra, 74 TOMÁS Y VALIENTE, F. (1981). Manual de historia del derecho español, p. 404. 75 BEDERA BRAVO, M. (1990). La propiedad privada como elaboración del liberalismo burgués: su proceso de positivación. Anales de estudios económicos y empresariales, p. 283. CAPÍTULO 1. NECESIDAD DE UN NUEVO CUERPO DE SEGURIDAD PÚBLICA 95 para introducir así la principal fuente de riqueza en los circuitos económicos ordinarios. En el ámbito urbano, esta naciente burguesía dio lugar a una clase dirigente en la que abundaban los intelectuales, juristas, militares y hombres de negocios. Al mismo tiempo, esta nueva burguesía mostraría un interés creciente por las inversiones en bolsa, por hacer negocios rápidos y lucrativos; por alcanzar, en definitiva, el mayor nivel de riqueza. En cuanto a la actividad económica y las posibilidades inversoras, es cierto que se produjo un cierto estancamiento en la Década Moderada, a consecuencia de la crisis generalizada en Europa, como fue la prohibición de crear los bancos de emisión, con la salvedad de la constitución de la Caja de Depósitos en 1852, para la inversión en deuda pública y promover la captación de depósitos de particulares. Pero en el Bienio Progresista se aplicaron una serie de medidas liberalizadoras, que dieron lugar a la Ley General de Ferrocarriles en 1855, la Ley de Bancos en 1856 y la Ley de Sociedades de Crédito, del mismo año, que atrajeron una gran actividad inversora, que apostó mayoritariamente por destinar sus fondos a financiar la construcción de la red ferroviaria española 76 . Todos estos procesos tenían lugar en una España en la que se estaba creando un número de sociedades anónimas sólo superado en Europa por Francia e Inglaterra; en la que crecía exponencialmente la industria siderúrgica y la textil; que se convertía en la primera exportadora en Europa de minerales como el hierro, mercurio, cobre, estaño y plomo; y donde se desarrollaban los cultivos industriales, incluso para la exportación de conservas 77 . Los centros más importantes de la naciente industria española se centraban entonces, principalmente, en la industria textil catalana; la siderurgia en Andalucía, que perdurará hasta la década de 1860, en que comienza a imponerse la industria siderúrgica vizcaína, basada en el hierro; y la industria extractiva del carbón en Asturias. 76 SALVADOR ARMENDÁRIZ, M. A. (2000). Banca pública y mercado: implicaciones jurídico- públicas de la paridad de trato, pp. 58-61. 77 COMELLAS GARCÍA-LLERA, J. L. (1994). La época de Isabel II. CGC., p. 15. La definición de un modelo de liderazgo en la etapa fundacional de la Guardia Civil 96 Pero la España de 1844, que cuenta entonces con una población de quince millones de habitantes y un índice de analfabetismo del setenta por ciento, sigue siendo un país eminentemente rural, el ámbito en el que se concentran las mayores propiedades. De hecho, cuatro de cada cinco personas residen en poblaciones de menos de diez mil habitantes 78 . A mayor abundamiento, y para dar idea de la distribución profesional de la población ocupada, en ese momento hay sólo 150.000 obreros dedicados a la industria, frente a los 26.000 mineros, los 600.000 artesanos y los cerca de 2.400.000 trabajadores del campo 79 . Pero además, sigue existiendo un gran distanciamiento entre la nueva burguesía liberal y un mundo rural que permanece mucho más apegado a sus tradiciones. Un distanciamiento al que, en términos de seguridad, la Guardia Civil tendrá que mantenerse al margen para servir a todos. 1.3.2 El impulso de las comunicaciones La realidad de una España que despierta en lo económico pero con una fuerte implantación rural, en confrontación con las condiciones de inseguridad entonces existentes, tendrá uno de sus principales focos de atención en las vías de comunicación, que han de recorrer un país de gran extensión y con una orografía muy relevante en amplias zonas del territorio. El importante aumento demográfico y la reactivación económica que experimentó España en la época isabelina, con el consiguiente impulso de la actividad comercial, incentivaron de forma significativa los desplazamientos, y el transporte de personas y mercancías por la geografía nacional. Aunque todavía incapaz de articular un auténtico intercambio comercial entre el interior y la periferia nacional, este incremento se vio potenciado por la reactivación producida con el final de la primera guerra Carlista en 1840. 78 Ibídem., p. 15. 79 MARTÍNEZ RUÍZ, E. (2011). Las primeras décadas de existencia de la Guardia Civil, p. 50. CGC. CAPÍTULO 1. NECESIDAD DE UN NUEVO CUERPO DE SEGURIDAD PÚBLICA 97 La red principal de vías de comunicación terrestre en España estaba configurada por los caminos reales, que eran aquéllos construidos por el Estado, más anchos y con capacidad para el paso de carruajes de diferente tamaño, que unían poblaciones de cierta importancia. Su regulación fue impulsada por el Conde de Campomanes bajo el reinado de Carlos III, y se estableció a través de un real decreto de junio de 1761 «para hacer caminos rectos y sólidos en España». Siguiendo una estructura radial desde el centro de la Península, junto con una red complementaria transversal, el punto de origen común de todos los caminos se dispuso, inicialmente, en el Palacio Real de Madrid. Esta estructura radial se basaba en seis grandes rutas, que enlazaban Madrid con Barcelona, Valencia, Cádiz y La Coruña; y poco más tarde, también a Francia por Irún, y a Badajoz y la frontera portuguesa. De todas formas, España contaba hacia 1800 con menos de 2.000 kilómetros de caminos de rueda, mal construidos y peor mantenidos. En 1816 se reanudó la construcción y reparación de caminos tras la guerra de la Independencia, y a mediados del siglo XIX se había ampliado la red a unos 9.500 kilómetros, una cifra que continuaba siendo totalmente insuficiente si la comparamos con Francia, cuya red caminera era ocho veces más extensa 80 . Dentro de los significativos avances en las políticas de obra pública que tuvieron lugar durante la época de Isabel II, se llevaron a cabo importantes mejoras en las comunicaciones, con la construcción y acondicionamiento de nuevos tramos de carretera, sobre todo sobre la red de los caminos reales. Ya a partir de 1836, coincidiendo con la desamortización de Mendizábal, habían comenzado a realizarse las primeras expropiaciones forzosas para la construcción y ampliación de caminos, anticipándose a las mejoras en las vías de comunicación que se producirían en los años siguientes. Esta reactivación contrastaba con las décadas precedentes, tras la guerra de la Independencia, en que los avances en la construcción de la red viaria, como dijimos, habían sido bastante limitados. 80 CARRERAS, A. Y TAFUNELL, X., coords. (2005). Estadísticas históricas de España: siglos XIX- XX. 2ª ed. p. 518. La definición de un modelo de liderazgo en la etapa fundacional de la Guardia Civil 98 En 1840, al finalizar la guerra Carlista, aún no había concluido la pavimentación de los caminos reales que configuraban los seis ejes principales, pero comenzaron a construirse desde ese año algo más de cien kilómetros anuales, como promedio; ritmo que se irá incrementando hasta alcanzar los trescientos kilómetros anuales en 1855. Este año, se encontraban abiertos al tráfico 10.323 kilómetros de caminos pavimentados, de los que más del sesenta por ciento correspondían a carreteras generales. El mayor despegue en la ampliación de la red se producirá a partir de 1856, creciendo en un promedio superior a los seiscientos kilómetros construidos al año en la siguiente década. De este modo, cuando el reinado de Isabel II llegaba a su fin en 1868, la red caminera española alcanzaba los 18.000 kilómetros, de los cuales 9.500 habían sido construidos totalmente durante el reinado 81 . La circulación de diligencias comenzó a principios del siglo XIX, pero sufrió un retroceso con motivo de la guerra de la Independencia. Al finalizar el conflicto se reactivó el servicio público de diligencias, siendo la de Reus a Barcelona la primera línea regular diaria que aparece documentada en España, que entró en servicio el 1 de marzo de 1815. Con el tiempo, esta línea se convertirá en una de las más castigadas por el bandolerismo, generando gran intranquilidad entre los indefensos viajeros que se veían precisados a utilizarla. Ante la necesidad creciente de profesionalizar el sector, el Gobierno aprobó una concesión por diez años a un grupo de promotores catalanes que, con origen en la compañía que explotaba la línea de Barcelona a Reus, crearon la empresa Diligencia-Correo, para el transporte de personas y correspondencia pública. Esta nueva compañía puso en funcionamiento la línea de Barcelona a Valencia en 1818, ampliándose hasta Madrid en 1819. En los años sucesivos, se extendieron las líneas para enlazar Madrid con Bayona (Francia), Sevilla y los Reales Sitios, además de otros destinos en Levante y Cataluña 82 . A partir de noviembre de 1825, esta empresa catalana se escindió en la Sociedad de Diligencias y Mensajerías de Cataluña, con sede en Barcelona y 81 MARTÍNEZ RUÍZ, E. (1976). Creación, op. cit., p. 322. 82 GUTIÉRREZ GONZÁLEZ, A. (1842). Manual de Diligencias, p. VII. CAPÍTULO 1. NECESIDAD DE UN NUEVO CUERPO DE SEGURIDAD PÚBLICA 99 circunscrita a la región catalana, Zaragoza y Valencia; y la Compañía de Reales Diligencias, asentada en Madrid y con actividad en el resto del territorio nacional. Con carácter general, cada compañía actuaba como maestro general de postas en las carreras que eran objeto de su explotación, asumiendo su responsabilidad, pero encargando la prestación de este servicio a los maestros de postas de cada parador de diligencias o posada 83 . Hay que puntualizar que en aquella época, el recorrido completo de estas carreras suponía entre cuatro y siete días de viaje, teniendo en cuenta que los carruajes viajaban también durante la noche, en algunas de las etapas. Entre 1928 y 1835 se pusieron en servicio un número importante de nuevas rutas, de modo que en 1929 se encontraban ya completamente en funcionamiento las seis carreras generales de postas montadas, que eran las rutas de diligencias sobre los principales caminos de primer orden con origen en Madrid, siendo un total de diez los caminos generales. También existían entonces otras nueve carreras de postas montadas de segunda clase, sobre los correspondientes caminos de esta índole 84 . Además, a partir de 1828, en que expiraba la concesión concedida a la empresa catalana, se abría la posibilidad a otras empresas para explotar el tráfico de diligencias. De este modo, la empresa Tutor, que desde 1827 transportaba pescado fresco con carruajes en posta de Motrico a Madrid, dispuso en 1829 un servicio de diligencias de Madrid a Vitoria a través de la compañía La Lechuguina, que se suspendió al año siguiente. La compañía de Caleseros de Burgos comenzó a explotar en 1828 el servicio de galeras aceleradas hasta Madrid, ampliándolo en 1829 con la línea de diligencias de Madrid a Vitoria, que se extendió al año siguiente hasta Bayona (Francia). También puso en funcionamiento otras líneas en las provincias Vascongadas hasta octubre de 1833, en que suspendió el servicio por el estallido de la guerra Carlista. La empresa 83 Desde el siglo XVI hasta bien entrado el XIX, la única forma de viajar con cierta rapidez en España era en posta, bien de ruedas –sobre carruajes- o a la ligera, si era a caballo. Las postas constituían un conjunto de caballerías apostadas en paradores dispuestos a distancias convenientes sobre los caminos principales, para que los carruajes pudieran mudar los tiros de caballerías y continuar viaje. Estos paradores también servían como lugar de reposo para los viajeros. 84 CABANES, DE, F. X. (1830). Guía General de Correos, Postas y Caminos del Reino de España, pp. 36 y ss. La definición de un modelo de liderazgo en la etapa fundacional de la Guardia Civil 100 Parsent y Compañía comenzó a explotar una línea de Madrid a Zaragoza en 1831, ampliando después el recorrido hasta Lérida y Pamplona, pero lo suspendió en 1832 y fue reemplazado por la compañía de Alquiladores de Pamplona, que también suspendió el servicio en 1833 por causa de la guerra 85 . En diciembre de 1836 se reorganizó la Compañía de Reales Diligencias, que pasó a denominarse Compañía de Diligencias generales de España. La nueva empresa no pudo abrir nuevas líneas en los años siguientes, sino que se vio obligada a suspender buena parte de ellas hasta 1840, en que finalizó la guerra civil. Al mismo tiempo, la Sociedad de Diligencias y Mensajerías de Cataluña tuvo que suspender todos sus servicios durante la guerra. Una vez finalizado el conflicto dinástico, las compañías fueron restableciendo sus servicios de transporte, al tiempo que se creaban más empresas que comenzaron a explotar nuevas rutas, y se fusionaban otras como la Compañía de Diligencias generales y la de Caleseros de Burgos. Algunas de estas nuevas empresas, que comenzaron a operar entre 1840 y 1841, fueron la Sociedad de Diligencias de Carsí, Ferrer y Compañía, que operaba desde Madrid; la de Maestros de Postas de la carrera de la Mala; Maestros de Postas de Vitoria a Pamplona; Caleseros de Logroño; La Castellana; Diligencias de Navarra; Empresa de Diligencias de Extremadura y Segovia; y la Sociedad de Diligencias de la Coronilla de Aragón, entre las más importantes. La rápida proliferación de compañías que se registró al comenzar la década de los cuarenta y la competencia sobre las mismas líneas y carreras, provocó una considerable disminución de los precios en los asientos de las diligencias, al tiempo que las empresas competían por recorrer los itinerarios en el menor tiempo posible, aun a costa del descanso de los viajeros, lo que causaba frecuentes quejas 86 . En la Década Moderada es cuando las diligencias alcanzaron su máxima expansión, convirtiéndose en el medio habitual de desplazamiento para viajar. 85 GUTIÉRREZ GONZÁLEZ, A., op. cit., pp. VIII-IX. 86 Ibídem, p. XI. CAPÍTULO 1. NECESIDAD DE UN NUEVO CUERPO DE SEGURIDAD PÚBLICA 101 Ello determinó la adopción de importantes medidas para mejorar la seguridad, tanto en el control de viajeros y la prevención de la delincuencia, como en las condiciones de los carruajes y la regulación del tráfico por las carreteras y caminos. Todas estas medidas desembocaron en la aprobación en 1857 de un nuevo Reglamento para el servicio de los carruajes públicos destinados a la conducción de viajeros, al que nos referiremos más adelante. Directamente vinculado a la circulación de carruajes estaba el servicio de correos y postas para el transporte de la correspondencia. Su regulación básica procedía aún de la ordenanza de 1794, permaneciendo casi sin cambios, y con escaso desarrollo del sector hasta finalizar la primera guerra Carlista. Después de la guerra de la Independencia se reactivó el funcionamiento de la renta de correos mediante carruajes, desapareciendo los oficiales valijeros que, generalmente a caballo, desempeñaban esta función desde antiguo. A partir de 1825 fue asumida la renta de correos por la Compañía de Reales Diligencias que, como hemos visto, alternaba este servicio con el transporte de personas. Mediante el Decreto de 14 de julio de 1844, cuando se estaba conformando el primer contingente de guardias civiles, las postas recibieron ciertas mejoras, regulándose los viajes en posta mediante reglamento de fecha 26 del mismo mes, que sustituía al de 1826. Con el paulatino incremento de la actividad comercial, los transportes y la mejora de los caminos, las expediciones postales también experimentaron un aumento en volumen y frecuencia, lo que suponía un reclamo añadido para los bandidos que acechaban sobre las principales rutas. Ciertamente, el incremento de la actividad comercial y la circulación por los caminos en España va a coincidir con el repunte de un fenómeno generador de gran inseguridad en la población, al que ya nos referimos anteriormente: cuando comenzaba la Década Moderada, en que aún eran incipientes todos estos avances en comunicaciones, las vías públicas se encontraban, sobre todo en algunas regiones españolas, a merced de las partidas de bandoleros que se dedicaban a asaltar todo tipo de carruajes. Esta situación de impunidad determinó que la seguridad de los caminos reales fuera, desde el primer momento, objetivo prioritario en el servicio peculiar de la Guardia Civil, hasta conseguir los niveles La definición de un modelo de liderazgo en la etapa fundacional de la Guardia Civil 102 de protección que demandaba una sociedad cada vez más exigente, en lo que atenía a su seguridad. En cuanto a la red ferroviaria, España se incorporó a este avance en infraestructuras con veinte años de retraso respecto a los países europeos más desarrollados, pero los primeros proyectos, aunque todos frustrados, sí datan de aquellos años. En 1829, cuando estaba a punto de completarse la línea férrea británica entre Manchester y Liverpool, un empresario gaditano solicitó una concesión para la construcción y explotación de una línea de ferrocarril entre las localidades de Jerez y El Portal para transportar el vino de jerez hasta la costa y, de allí, en barcazas hasta los buques fondeados en la bahía de Cádiz. La concesión se otorgó en septiembre de 1829, traspasada a otro empresario al año siguiente, constituyéndose la Empresa del camino de hierro de la reina María Cristina, pero el ferrocarril no llegó a construirse por falta de financiación. En 1831, la Diputación de Vizcaya puso en marcha un proyecto para la construcción de un ferrocarril entre Bilbao y Burgos, que se suspendió en 1833 por el estallido de la guerra Carlista. En 1834 un empresario catalán solicitó una concesión para explotar una línea férrea entre Reus y Tarragona, aquélla primera ruta cubierta de forma regular con diligencias, como hemos visto, pero tampoco llegó a ejecutarse, caducando la concesión en 1838 87 . Un cuarto proyecto sí llegaría a ejecutarse, pero no en la Península, sino en la isla de Cuba. En 1834 se otorgaba la concesión a la Real Junta de Fomento de la Habana para explotar una línea férrea de diecisiete leguas entre La Habana y Güines, para el trasporte de la caña de azúcar y el tabaco desde los campos de cultivo a los puertos de embarque, inaugurándose en noviembre de 1837. En junio de 1843 se solicitaba por un empresario catalán la concesión para explotar una línea de ferrocarril entre Barcelona y Mataró; y entre ese año y 1844, dos promotores extranjeros –francés e inglés- solicitaban concesiones para la construcción de sendas líneas férreas desde Madrid a Cádiz y Avilés. 87 WAIS SAN MARTÍN, F. (1974). Historia de los ferrocarriles españoles, pp. 30-35. CAPÍTULO 1. NECESIDAD DE UN NUEVO CUERPO DE SEGURIDAD PÚBLICA 103 Ante la falta de regulación existente, se encargó un informe a una comisión de ingenieros constituida al efecto en la Dirección General de Caminos, Canales y Puertos, dependiente del Ministerio de la Gobernación, que estudió los resultados de la implantación del ferrocarril en otros países. De acuerdo con el resultado del informe, se dictó la Real Orden de 31 de diciembre de 1844, primera disposición legal para la regulación de los ferrocarriles en España, cuando la Guardia Civil se estaba estrenando en su despliegue territorial. En octubre de 1848 entraba en funcionamiento, al fin, la primera línea peninsular, entre Barcelona y Mataró; y en febrero de 1851, la línea de Madrid a Aranjuez, cuya sociedad promotora se había constituido en 1845. Lo cierto es que la falta de una política en materia de inversión y prioridades en infraestructuras ferroviarias, de un soporte legal adecuado, las grandes dificultades económicas que atravesaba el país y la convulsa situación provocada por la guerra Carlista, contribuyeron a retrasar el desarrollo del ferrocarril en España. Pero a este retraso no fue ajeno el problema endémico de la falta de seguridad en nuestra red viaria en el medio rural, que sin duda, influyó en retraer a los inversores para llevar adelante cualquier proyecto. A este respecto, resulta significativo que el único proyecto que prosperara en la década anterior fuera en la isla de Cuba, donde no había problemas relevantes de seguridad; y que la regulación normativa y el despegue del ferrocarril en la Península, aunque tímido todavía, no comience hasta que la Guardia Civil se halla desplegada sobre el territorio nacional. En todo caso, no fue hasta la promulgación de la Ley General de Ferrocarriles de 1855 cuando se abordó de forma definitiva la construcción de la red. De hecho, casi todas las líneas que habían sido concedidas hasta ese año cayeron en el olvido, lo que explica que sólo existieran 440 kilómetros de vía. Los datos nos revelan la existencia de dos etapas de máxima actividad constructora de las vías férreas en España: de 1855 a 1866 y de 1873 a 1896. En los doce primeros años, coincidentes con el reinado de Isabel II, el tendido de la red se ejecutó a un La definición de un modelo de liderazgo en la etapa fundacional de la Guardia Civil 104 ritmo medio de 430 kilómetros anuales, sobresaliendo 1863 con la construcción de 827 88 . Aunque ya se incluían previsiones para la seguridad de los ferrocarriles en la revisión de la Cartilla del Guardia Civil de 1852, es en la década de 1860 cuando se normaliza este servicio sobre las vías férreas, las estaciones de ferrocarril y la seguridad en los propios convoyes. Es el momento en que el tren comienza a desbancar, tímidamente, al transporte por carretera, aunque no llegará a suponer para él una competencia importante hasta la década de 1880. 1.3.3 Nueva distribución de la tierra y transformación del medio rural: los efectos de la desamortización Una de las principales razones que pusieron de manifiesto la demanda de una mayor seguridad, sobre todo en la zona rural, fue el nuevo orden en la propiedad rural que, como consecuencia de la abolición de mayorazgos y señoríos ya emprendida, y la desamortización eclesiástica iniciada por Mendizábal, se fraccionaba y pasaba a manos privadas. La desvinculación de patrimonios nobiliarios y la desamortización de tierras surgieron como dos conjuntos de medidas paralelas que intentaban paliar, respecto de cada estamento social, la falta de circulación de la mayor parte de las propiedades agrarias del país, a la vez que transformaban su régimen jurídico 89 . De este modo, la legislación desvinculadora del patrimonio de la nobleza, y especialmente de mayorazgos, convirtió a sus tierras y bienes inmuebles en bienes de mercado, sustituyendo las relaciones feudales como el modo de propiedad de mayorazgo por relaciones capitalistas que cristalizan en la propiedad privada libre. Así, la tierra adquiría un «valor» del que carecía en su versión de propiedad vinculada, valor que en la sociedad capitalista podía realizarse sin necesidad de 88 CARRERAS, A. Y TAFUNELL, X. op. cit., p. 511. 89 Ibídem., pp. 280-281. CAPÍTULO 1. NECESIDAD DE UN NUEVO CUERPO DE SEGURIDAD PÚBLICA 105 enajenación efectiva, pudiendo ser negociado por medio del crédito que la propiedad privada libre otorgaba a su titular 90 . Por lo tanto, los procesos desamortizadores liberales llevados a cabo en España hay que enmarcarlos en el proceso de liquidación del Antiguo Régimen. Con su aplicación se pretendía crear un régimen de propiedad ajustado al sistema político liberal; es decir, una propiedad libre y plena que permitiera el despegue del capitalismo agrario. El patrimonio de lo que, en el lenguaje jurídico del XIX, se denominaba como régimen de manos muertas -propietarios de bienes no permutables, principalmente la Iglesia y los titulares de mayorazgos, que no podían ser enajenados, pero sí acumulados a nuevas adquisiciones-, no era de libre disposición. La venta de estos bienes se efectuó a través de dos procedimientos básicos: la subasta pública al mejor postor -sobre todo en el caso de las propiedades plenas- y la redención por el censatario cuando se trataba de derechos sobre la tierra. Los ingresos obtenidos de la venta masiva de los bienes nacionalizados se destinaron a subsanar el déficit crónico de la Hacienda pública, al mismo tiempo que la liberación de la tierra hacía posible, al menos en teoría, una redistribución más justa de la propiedad, la introducción de nuevas técnicas de producción y la creación de una base social de propietarios medios que ligara su suerte al triunfo del régimen liberal. Cuando Juan Álvarez Mendizábal se hacía cargo del Ministerio de Hacienda en junio de 1835, durante la regencia de María Cristina, tuvo que enfrentarse a la grave situación en que se encontraban las arcas públicas, exhaustas por la guerra civil contra los carlistas, que había determinado la emisión de letras, bonos y obligaciones que amenazaban con la bancarrota del Estado. Para su remedio, puso en marcha un nuevo proceso desamortizador, en la esperanza de que pudiera ayudar a disminuir de forma significativa la deuda pública, al tiempo que se aceleraba el final de la guerra. De este modo, por Real Decreto de 19 de febrero de 1836, ostentando Mendizábal interinamente la Presidencia del Consejo de Ministros, daba comienzo la desamortización que llevaría su nombre. Este 90 CLAVERO, B. (1974). Mayorazgo: propiedad feudal en Castilla (1369-1836), p. 414. La definición de un modelo de liderazgo en la etapa fundacional de la Guardia Civil 106 proceso tenía como destinatario aquellos patrimonios procedentes del Antiguo Régimen que pertenecían a un título nobiliario o eclesiástico, una villa, un convento, una orden militar o un mayorazgo, y que se encontraban amortizados; esto es, que no podían ser vendidos ni divididos, y cuya titularidad sólo podía transmitirse por herencia, pero permaneciendo íntegros. Además, en ocasiones tenían vinculado un determinado uso, a menudo comunal. De la aplicación de esta medida existían antecedentes inmediatos en 1834 y 1835, con importantes medidas desamortizadoras contra la Iglesia. Además, había sido aplicada anteriormente en España, todavía en el Antiguo Régimen, con la desamortización de Godoy en 1798, y las liberales de José I Bonaparte en la guerra de la Independencia o durante el Trienio Liberal. Posteriormente, aún habrá otra desamortización –la de Madoz- en 1855, en pleno Bienio Progresista, que completará, como en una tercera fase, el proceso desamortizador iniciado con Godoy. Pero los resultados obtenidos distaron mucho de los que se habían previsto para el saneamiento de las arcas públicas, pese a conseguir paliar en parte la deuda contraída a causa de la guerra. Además, el objetivo social fracasó en gran medida, pues lejos de facilitar una distribución de los bienes entre el mayor número de propietarios, provocó un reparto injusto de las propiedades puestas a la venta mediante subasta. La división de los lotes se encargó a comisiones municipales, que sin el debido control, agruparon grandes lotes, sobre todo en el sur de España, inaccesibles para los labradores y pequeños propietarios de cada comarca, pero al alcance de quienes tenían un gran poder adquisitivo. El resultado fue que la alta burguesía y la nobleza latifundista fueron quienes, en definitiva, se lucraron con tal reparto, con frecuencia, adquiriendo sus anteriores propiedades. Respecto al origen de los nuevos propietarios, las parcelas pequeñas que se subastaron fueron compradas por los habitantes de localidades próximas, mientras que las de mayor tamaño las adquirieron personas con mayores posibilidades económicas que vivían generalmente en ciudades más distantes de la propiedad. En cuanto a los efectos de la distribución de la tierra, es cierto que se consiguió aumentar la producción agraria nacional, gracias a la liberación de CAPÍTULO 1. NECESIDAD DE UN NUEVO CUERPO DE SEGURIDAD PÚBLICA 107 miles de hectáreas de tierra cultivable para su explotación, introduciendo la agricultura en el sistema capitalista liberal, basado en la libertad de propiedad, explotación y comercio; al tiempo que se alcanzaba un crecimiento demográfico. Pero estas medidas liberalizadoras no vinieron acompañadas de una adecuada reforma agraria, basada en la reorganización de los cultivos para transformarlos en intensivos. Ello fue debido, en parte, a la falta de inversiones de los nuevos propietarios, con nulo espíritu empresarial, que permitieran aumentar la productividad y el rendimiento de sus campos. Además, el aumento del volumen de producción distó mucho del esperado, debido a que las tierras que se explotaron no resultaron ser tan fértiles, disminuyendo la productividad por hectárea. Por el contrario, el resultado fue el de un incremento del latifundismo en la zona meridional, donde los pequeños agricultores no tuvieron capacidad de pujar en las subastas de las grandes propiedades; mientras que en el norte de España se produjo una atomización de los minifundios. Por lo tanto, se produjo una concentración de la propiedad en cada región, proporcional a la situación preexistente, sin conseguir ningún cambio relevante en la estructura de la propiedad 91 . A la desamortización de Mendizábal siguió la del Ministro de Hacienda Madoz en 1855, cuando la Guardia Civil llevaba ya una década recorriendo los caminos y campos de España. Este proceso desamortizador, que fue de mayor envergadura que el anterior y afectó mayoritariamente a las propiedades comunales de los municipios, que vendieron a particulares, generó muchos más ingresos al Estado –cerca de ocho mil millones de reales, frente a los menos de tres mil millones y medio alcanzados con el de Mendizábal-, al tiempo que gozó de un mayor control en las subastas de los bienes afectados. Como consecuencia de estos procesos desamortizadores, al finalizar el periodo isabelino habían sido vendidas cerca de doscientas mil fincas rústicas y más de veintisiete mil urbanas. El resultado, a la postre, fue que se dilapidó la oportunidad de formar en España una auténtica burguesía agraria, basada en la propiedad de la tierra y la redistribución de la riqueza. Parecía que en el pensamiento liberal de entonces 91 HERR, R. (2004). España contemporánea, p. 144. La definición de un modelo de liderazgo en la etapa fundacional de la Guardia Civil 108 hubiera caído en el olvido aquella afirmación, tan bienintencionada como poco asumida, que sobre la propiedad privada del campo recogía solemnemente el Decreto de las Cortes de Cádiz de 22 de febrero de 1812: «El Estado gana mucho si multiplican los propietarios, si hace tales a los que no lo son, y si consigue que no haya en el suelo de España una vara de terreno sin un propietario determinado». Los procesos desamortizadores –el de Mendizábal, pocos años antes de la aparición de la Guardia Civil, y el de Madoz, tras una década de andadura- no consiguieron el efecto de distribuir la propiedad y la riqueza en el campo español, que terminó empobreciéndose tras la aplicación de estas medidas, pero en cambio, sí contribuyeron a importantes cambios en el medio rural, que supusieron, a su vez, la mayor transformación del régimen de propiedad agraria desde la época de los Reyes Católicos 92 . Con ello, se fraccionaron e incrementaron notablemente los bienes y propiedades que, junto a sus nuevos propietarios, debían ser objeto de protección, y que fueron origen de grandes fortunas que han perdurado hasta nuestros días. Frente a este nuevo escenario, la misión principal de la Guardia Civil, de proteger a las personas y sus propiedades, cobrará pleno protagonismo desde el mismo momento del despliegue inicial del Cuerpo, cuando tendrá que enfrentarse a una delincuencia mayoritariamente dedicada al bandidaje, que tenía atemorizada a la población rural, y que se encontraba fuera de control. 92 MARTÍNEZ RUÍZ, E. (2011). Las primeras décadas, op. cit., p. 49. CGC. CAPÍTULO 2. LA CREACIÓN DE LA GUARDIA CIVIL A LA LUZ DE LOS DECRETOS FUNDACIONALES 109 CAPÍTULO 2 LA CREACIÓN DE LA GUARDIA CIVIL A LA LUZ DE LOS DECRETOS FUNDACIONALES 2.1 EL PRIMER PASO: ORGANIZACIÓN DEL RAMO DE PROTECCIÓN Y SEGURIDAD PÚBLICA Al finalizar la Regencia de Espartero, el general Narváez, que ha sido el verdadero triunfador sobre su gran rival personal desde la guerra Carlista, es ascendido a teniente general y nombrado Capitán General de Castilla la Nueva, con sede en Madrid. Su valor al alza se pondría pronto de manifiesto, al sufrir un atentado en noviembre de 1843 del que salió ileso, pero en el que murió su ayudante, el coronel Baseti. El general Serrano Domínguez, por su parte, asume la cartera de Guerra y Prim, ascendido a brigadier, el Gobierno Militar de la capital. Leopoldo O´Donnell, que había quedado un tanto desplazado, es nombrado Capitán General de Cuba por indicación de Narváez. Los militares esparteristas o ayacuchos, por su parte, fueron removidos de sus cargos. Declarada la mayoría de edad de Isabel II en noviembre de 1843, se encargó formar Gobierno al líder progresista Salustiano Olózaga. Pero el Congreso de los Diputados pasó a ser presidido por el candidato y líder del Partido Moderado en ese momento, Pedro José Pidal, en lugar del progresista Joaquín María López. La segunda dificultad para Olózaga se presentó a la hora de debatir la Ley de Ayuntamientos, cuya aprobación había desencadenado la Revolución de 1840 y el final de la Regencia de María Cristina, y cuya reposición pretendían ahora los moderados. Al percibir las dificultades que se avecinaban, Olózaga recurrió a la Reina para que acordara la disolución de las Cortes y la convocatoria de nuevas elecciones, a fin de obtener un mayor respaldo en la nueva Cámara. Pero en el transcurso de aquel encuentro a solas el 28 de noviembre se La definición de un modelo de liderazgo en la etapa fundacional de la Guardia Civil 110 produjo el conocido «incidente Olózaga», tras el cual, la Reina acusó al político de haberla forzado a firmar el decreto de disolución de las Cortes. Isabel contó lo ocurrido al Presidente del Congreso, Pedro José Pidal, por indicación, según parece, del propio Narváez 1 , y aunque el incidente en sí pareció ser un auténtico montaje para hacerle caer y Olózaga proclamó su inocencia, no tuvo más remedio que dimitir. Para sucederle, y tras rehusar otros políticos, se encargó formar Gobierno a comienzos de diciembre de 1843 a Luís González Bravo, como solución transitoria. De este modo, al finalizar aquel año, el político gaditano pasaba a presidir el Consejo de Ministros y un Gobierno que, en cualquier caso, llevaba intención desde el primer momento de convocar nuevas elecciones en breve plazo, para dimitir, una vez celebradas 2 . González Bravo había evolucionado desde el progresismo hasta participar, como capitán de Milicias, en el pronunciamiento de los moderados contra Espartero en septiembre de 1841, año en el que también fue elegido diputado a Cortes. Previamente, como periodista había contribuido de forma relevante, con sus artículos satíricos, a la caída y exilio en 1840 de la reina María Cristina, a la que había llegado a insultar desde las páginas de El Guirigay –que dirigía-, utilizando el seudónimo de Ibrahim Clarete. Sólo al regresar la Reina Madre en marzo de 1844, le hicieron saber secretamente quien se escondía, en realidad, tras aquel seudónimo. El motivo de los ataques en tiempos anteriores no fue otro que el matrimonio morganático secreto que la Regente había contraído con el sargento de la Guardia de Corps Agustín Fernando Muñoz Sánchez, más tarde duque de Riansares, apenas tres meses después de haber enviudado de Fernando VII. Pese a ello, de nuevo fue de los primeros en abogar por el regreso de la Reina Gobernadora, desde el momento en que pasó a encabezar el Gobierno. 1 PÉREZ ALONSO, J. (2013). Ramón María Narváez, biografía de un hombre de estado: el desmontaje de la falsa leyenda del «espadón de Loja». Historia Constitucional, pp. 539-540. 2 Así lo hace constar el Gabinete ministerial en el acta del Consejo de Ministros del 10 de marzo de 1844, pp. 122-123. Actas del Consejo de Ministros. Isabel II (1843-1844 y 1854-1855). Primera República Española (1873 y 1874). Tomo X. (1996). Ministerio de la Presidencia. CAPÍTULO 2. LA CREACIÓN DE LA GUARDIA CIVIL A LA LUZ DE LOS DECRETOS FUNDACIONALES 111 Mientras tanto, será muy relevante el papel que, desde la Capitanía General de Madrid, pase a desempeñar el hombre fuerte del momento, Ramón María Narváez, que asumirá el Gobierno al concluir la andadura del Gabinete ministerial encabezado por González Bravo. El referido Gobierno, presidido por el antiguo redactor de El Guirigay, va a ser el que presente a la Reina tres de los reales decretos que configuraron la creación de la Guardia Civil: los de 26 de enero, 28 de marzo y 12 de abril de 1844. En este proyecto tuvieron un especial protagonismo, además del propio González Bravo, el nuevo Ministro de la Gobernación del Reino para la Península e Islas Adyacentes, José Justiniani y Ramírez de Arellano, marqués de Peñaflorida; y el general Manuel de Mazarredo, antiguo jefe de Estado Mayor de Narváez, como Ministro de la Guerra. Entre las revueltas de distinto signo que aún restan por sofocar cuando comienza el año 1844, destacan las que se produjeron en Alicante y, días después, en Cartagena, encabezadas por un sector del progresismo contra este nuevo Gobierno. La represión fue dura, se activó la Ley de 17 de abril de 1821, sobre el conocimiento y sustanciación de las causas de conspiración –con la creación de comisiones militares facultadas para la celebración y ejecución de consejos de guerra contra los sediciosos-, se movilizaron varias unidades del Ejército, se desarmó a la Milicia Nacional de todos los pueblos de más de trescientos habitantes que se mostraran proclives a la revuelta 3 , se llevaron a cabo numerosos arrestos e, incluso, algunos fusilamientos como el del depuesto coronel de Carabineros Pantaleón Bonet, ahora esparterista y que en la guerra, había sido carlista. Es un hecho que existía el temor en aquel momento de que pudiera haberse materializado una alianza entre carlistas y esparteristas para derribar al nuevo Gobierno liberal moderado 4 , lo que obligó a tomar precauciones adicionales en la frontera con Francia. Ciertamente, el mayor temor del Gobierno en aquel 3 Actas del Consejo de Ministros de las sesiones extraordinarias del 31 de enero y del 1 de febrero de 1844, pp. 81-84 y 86-87. Actas del Consejo de Ministros, op. cit. 4 Carta recibida por el diputado Nazario Carriquiri. Acta de la sesión extraordinaria del Consejo de Ministros del 18 de diciembre de 1843, pp. 24-25. Actas del Consejo de Ministros, op. cit. La definición de un modelo de liderazgo en la etapa fundacional de la Guardia Civil 112 momento era que pudiera coincidir en España una revuelta del sector progresista más radical, principalmente por parte de los esparteristas exiliados en Gibraltar y Portugal, con otra intentona de rebelión carlista desde Francia, por las grandes dificultades que tendría el Ejército para hacerles frente de forma simultánea. Era lo que los rumores crecientes denominaban ya como una supuesta «alianza carlo- ayacucha» 5 . Por todo ello, una de las primeras iniciativas legislativas que adopta el Gobierno de González Bravo; consciente, además, de que ha llegado el momento de afrontar el problema de la seguridad en España, es la de reorganizar el Ramo de Protección y Seguridad Pública y, con ello, la Policía. Se trataba de una cuestión que ya calificaba de «urgente» el Decreto de la Regencia Provisional de 2 de noviembre de 1840, cuando, precisamente, suprimía la Policía que se había recuperado en 1833 por sospechar de su inclinación ideológica, al haber pasado a depender de los jefes políticos. Como resultado de esta iniciativa, la Reina promulga el Real Decreto de 26 de enero de 1844 6 , por el que se reorganiza el Ramo de Protección y Seguridad Pública. Este real decreto fue redactado por Patricio de la Escosura y Morrogh, Subsecretario de Gobernación, cargo que ostentó únicamente durante unos meses. Escosura, que había sido dramaturgo romántico con un éxito discreto, amigo de Espronceda, crítico literario y periodista, conspiró muy joven a favor del liberalismo desde la sociedad patriótica de los Numantinos en tiempos de Fernando VII, lo que le llevó tempranamente al exilio en Francia, donde continuó sus estudios de derecho. A su regreso, ingresó en la Academia de Artillería, combatiendo en la guerra Carlista y llegando a ostentar el empleo de coronel, hasta que abandonó el Ejército; siendo nombrado, más tarde, jefe político. Opuesto a la Revolución de 1840, se exilió de nuevo a Francia, regresando con la contrarrevolución de 1843. A partir de 1847, año en que es nombrado miembro de 5 «El Pensamiento de la Nación», núm. 14, de 8 de mayo de 1844. Hemeroteca digital. Biblioteca Nacional de España (en adelante, BNE). 6 Real Decreto de 26 de enero de 1844, de organización del Ramo de Protección y Seguridad Pública. Gaceta de Madrid, núm. 3422, 27 de enero de 1844. Colección histórica, BOE. CAPÍTULO 2. LA CREACIÓN DE LA GUARDIA CIVIL A LA LUZ DE LOS DECRETOS FUNDACIONALES 113 número de la Real Academia Española, Escosura fue Ministro de la Gobernación en varias ocasiones. Posteriormente, en el Bienio Progresista, tras cambiar de orientación política, fue nombrado comisario regio en Filipinas. Para la redacción del real decreto, Escosura siguió básicamente el modelo policial mixto previsto por Pablo de Arribas en 1809, al que ya nos hemos referido, y que se había regulado por los reales decretos de 16 y de 18 de febrero de ese año, por los que respectivamente se creaban el Batallón de Infantería Ligera y la figura del Intendente General de Policía, de quien dependerían los diez Comisarios de Policía de los distritos de Madrid. Se trataba, realmente, de un modelo procedente del Antiguo Régimen francés, adaptado a nuestro país. Con Fernando VII, como también hemos visto, se intentaría dar un impulso y despliegue a nivel nacional a esta primera estructura diseñada para la capital, a través de la Real Cédula de 13 de enero de 1824, sus modificaciones posteriores y los respectivos reglamentos para las policías de Madrid y las provincias. Pero igualmente sabemos que nunca había llegado a aplicarse en su totalidad por el coste y la dificultad de establecer y mantener la fuerza armada necesaria, dependiente de las autoridades policiales civiles -los «brazos de la policía»-, con cobertura en todo el territorio nacional. Escosura era buen conocedor de todos estos antecedentes y en qué punto debía retomarse la organización que, con urgencia, reclamaba el Decreto de la Regencia Provisional de 2 de noviembre de 1840. No en vano, a su condición de afrancesado unía, sobre todo, el hecho de ser el autor, algunos años más tarde, de publicaciones como el Diccionario Universal del Derecho Español constituido, donde se recogen y exponen, entre otras, todas las disposiciones referentes al Ramo de Protección y Seguridad Pública que habían visto la luz hasta entonces en España. Antes de proseguir, parece oportuno resaltar que la influencia francesa en el diseño de una nueva institución policial, como había tenido y tendrá posteriormente en tantos otros ámbitos de la Administración en el nuevo Estado liberal español, resultaba la opción más lógica y viable, tanto por el conocimiento y cercanía cultural con el modelo francés, como por la eficacia constatada de la Gendarmería francesa, que ya había exportado su diseño a países europeos bajo la La definición de un modelo de liderazgo en la etapa fundacional de la Guardia Civil 114 influencia gala, como Bélgica y Holanda; a la Confederación del Rin, que trascendió a la unificación de Bismark; y que inspiró la constitución del Arma de Carabineros en Cerdeña en 1814, extendida más tarde a todo el país con la unificación italiana 7 . Además, la creciente centralización administrativa que se disponía a poner en marcha el Gobierno liberal moderado para llevar las riendas del Estado, semejante a la ya existente en el país vecino, pasaba por la adopción de un modelo policial similar. Si bien es cierto que, al menos, un sector del progresismo de la época simpatizaba mucho más con lo británico que con cualquier influencia francesa – Espartero era abiertamente anglófilo-, resulta exagerado asegurar, como cierta historiografía ha venido defendiendo, que los progresistas pretendían implantar en España el modelo policial inglés, basado, en esencia, en cuerpos profesionales de carácter civil, dependientes de las autoridades locales, y que tenían su origen en la propia autoorganización de las diferentes comunidades para su seguridad. Con el grado de politización e inconsistencia de los alcaldes de tantos ayuntamientos, y el nivel de analfabetismo entonces imperante en España, tal solución resultaba totalmente inviable. Además, en el tiempo en que los progresistas habían ocupado el poder, tanto durante la Regencia de María Cristina, por cortos periodos, como durante la Regencia de Espartero, defendieron una y otra vez el modelo de la Milicia Nacional, dotada con fuerza no permanente y dependiente de los alcaldes, como el único posible, sin que nos conste iniciativa o proyecto alguno de importar el modelo anglosajón de policía de Robert Peel –Primer Ministro Británico en 1844-, o diseñar uno basado en aquél. Simplemente, no existió otra alternativa. Comienza el Real Decreto de 26 de enero con una larga exposición de motivos, en que se califican como «lamentables» algunos de los antecedentes de la organización del ramo de seguridad en España, y se reconoce que después de la experiencia de su funcionamiento bajo el absolutismo, «el sólo nombre de la policía suscite desconfianzas y temores, y que hayan sido menester algunos años del más completo desorden social para persuadir la utilidad y la urgencia de su 7 MARTÍNEZ GARCÍA, M. (1996). La Gendarmería Nacional francesa y la fundación de la Guardia Civil, pp. 194-195. CGC. CAPÍTULO 2. LA CREACIÓN DE LA GUARDIA CIVIL A LA LUZ DE LOS DECRETOS FUNDACIONALES 115 establecimiento», exponiendo finalmente la necesidad apremiante de su organización «según lo reclaman los buenos principios y la práctica observada en otras naciones cultas y regidas por instituciones constitucionales» 8 . La parte dispositiva del decreto consta, tan sólo, de diez artículos para organizar el servicio de protección y seguridad pública, que estará exclusivamente a cargo del Ministerio de la Gobernación de la Península y de sus respectivos agentes en las provincias, según reza su artículo primero. En las provincias, los empleados del ramo dependerán exclusivamente de los jefes políticos, con lo que se refuerza la línea moderada de dar protagonismo a las máximas autoridades civiles provinciales, dejando a los alcaldes, en principio, sin competencias en seguridad. Al mismo tiempo, y con el ánimo de desligar al Ejército de las funciones de orden público, tampoco se contemplan atribuciones para los capitanes generales de los distritos militares en materia de protección y seguridad pública. En cuanto a la estructura territorial, en las capitales de provincia se establecen comisarios de distrito, en el mismo número que los juzgados de primera instancia, y un celador para cada barrio de la capital. También se dispone la presencia de comisarios y celadores en los pueblos que sean cabeza de partido judicial o de crecido vecindario que así lo requieran, de acuerdo con las propuestas que deberán elevar los jefes políticos para cada provincia. Apenas unos días más tarde, el 30 de enero, se publicaba el Reglamento que desarrollaba este real decreto. Según se preveía en el mismo, esta norma recogía las funciones a desempeñar por los comisarios y celadores, su carácter como agentes de protección y seguridad, los medios de que dispondrán, y las condiciones relativas a sus sueldos y régimen de ascensos en el ramo. Por último, y como aspecto más relevante para nuestro estudio, el artículo décimo del decreto establecía que «el Ministro de la Gobernación de la Península propondrá, con la urgencia que el servicio público reclama, la organización de una fuerza especial destinada a proteger eficazmente las personas y las 8 Preámbulo del Real Decreto de 26 de enero de 1844, de organización del Ramo de Protección y Seguridad Pública. La definición de un modelo de liderazgo en la etapa fundacional de la Guardia Civil 116 propiedades, cuyo amparo es el principal objeto del ramo de protección y seguridad» 9 . En definitiva, pocas novedades ofrecía este primer real decreto sobre la organización de la seguridad en periodos anteriores, pero sí resulta llamativa la indefinición de esa fuerza especial llamada a la protección eficaz de las personas y propiedades, como objeto principal del ramo de protección y seguridad, y que, por tanto, habría de considerarse integrada como parte fundamental del sistema. En cambio, según se desprende del articulado, el ramo de protección y seguridad está integrado por los comisarios, celadores y, en su caso, otros agentes de protección y seguridad pública –agentes de policía- que, uniformados o no –en Madrid prestaban servicio de uniforme-, presten servicio en las provincias. Lo cierto es que la redacción del último artículo del decreto y el sentido de la encomienda que se hace al Ministro de la Gobernación, dentro de su indefinición y vaguedad, más bien parecen hacer referencia a la creación de una fuerza independiente a los propios agentes de protección y seguridad pública, al margen de que pudiera establecerse alguna dependencia funcional o de otro tipo de esta fuerza respecto a comisarios o celadores. Según refiere López Garrido (1982) 10 , con fecha 31 de diciembre de 1843 se dirigió por escrito el Ministro de la Guerra al Ministro de la Gobernación en solicitud de que se crease una fuerza pública bajo la dependencia de este último, para que le sustituyese en cometidos de orden público, esgrimiendo para ello el descontento por ser empleado en la persecución de delincuentes, lo que provocaba su diseminación y hacía resentirse la disciplina. Era evidente que el Ejército veía en esta nueva regulación la oportunidad que llevaba tiempo esperando de desligarse del orden público y la persecución de malhechores. De este modo, se introdujo en el texto del decreto la previsión de que el Ministro de la Gobernación propusiera la constitución de esa fuerza especial, lo que no significa de ningún modo que debiera hacerlo al margen de la Institución 9 Artículo 10 del Real Decreto de 26 de enero de 1844, de organización del Ramo de Protección y Seguridad Pública. 10 LÓPEZ GARRIDO, D. (1982). La Guardia Civil y los orígenes del Estado centralista, pp. 84-85. CAPÍTULO 2. LA CREACIÓN DE LA GUARDIA CIVIL A LA LUZ DE LOS DECRETOS FUNDACIONALES 117 militar. En este sentido, resulta significativo que durante la sesión del Consejo de Ministros del 21 de enero de 1844; es decir, a escasas fechas de la rúbrica real del decreto de fecha 26, fue el Ministro de la Gobernación quien informó al resto del Gabinete sobre las previsiones de regulación de la Policía, despliegue de comisarios y celadores, y a quienes correspondía la determinación de su número; mientras que fueron conjuntamente los Ministros de Guerra, Marina y Gobernación los que, en otro momento de la reunión, informaron «sobre los trabajos que para organizar una Gendarmería se estaban haciendo» 11 . Al hacer mención a esta gendarmería no se estaban refiriendo, obviamente, a los agentes de policía uniformados que debían actuar a las órdenes directas de los comisarios de distrito o los celadores de barrio, y sí a la construcción paralela de una fuerza armada para la que el Gobierno de González Bravo preveía, al menos, una organización y fuero militar, como lo denota qué departamentos ministeriales estaban llevando a cabo tales trabajos. En cualquier caso, se trataba de la parte más compleja de desarrollo del proyecto previsto en el decreto de 26 de enero, el escollo que se habían encontrado todos los gobernantes y el problema sin resolver desde el modelo policial mixto de 1809 y que, de nuevo, se iba a intentar acometer. 2.2 LOS DECRETOS DE 28 DE MARZO Y DE 12 DE ABRIL 2.2.1 Real Decreto de 28 de marzo: el Cuerpo de Guardias Civiles Consciente de la necesidad de regular y dar vida cuanto antes a esa fuerza especial que anunciaba el real decreto de 26 de enero, una vez publicado el Reglamento de organización del sistema de protección y seguridad, el equipo de Gobernación comenzó a trabajar en el borrador del nuevo decreto 12 , de acuerdo con lo previsto en el artículo 10. 11 Acta de la sesión del Consejo de Ministros del 21 de enero de 1844. p. 70. Actas del Consejo de Ministros, op. cit. 12 Real Decreto de 28 de marzo de 1844, por el que se crea un cuerpo especial de fuerza armada de infantería y caballería, bajo la dependencia del Ministerio de la Gobernación de la Península, y con La definición de un modelo de liderazgo en la etapa fundacional de la Guardia Civil 118 Al igual que había sido el redactor del decreto de 26 de enero, Escosura también fue coautor del real decreto de 28 de marzo, junto con Manuel Bertrán de Lis y Ribes, oficial primero y jefe de sección en la Subsecretaría y, por tanto, subordinado directo suyo en aquel momento. Bertrán de Lis era un político valenciano de familia acomodada, que también se había significado por su actividad patriótica en la guerra de la Independencia, muy activo durante el Trienio Liberal y con notables inquietudes culturales, como Escosura. Probablemente al mismo tiempo, actuó como ponente de la comisión que redactó el texto de la Constitución de 1845; y entre 1847 y 1852 llegará a ocupar las carteras ministeriales de Marina, Hacienda, Gobernación y Estado, en el Gobierno de Narváez. Más tarde, los trabajos de Escosura serán utilizados y continuados por sus sucesores para la redacción del Reglamento para el Servicio de la Guardia Civil, que preveía el propio decreto de 28 de marzo; mientras que Bertrán de Lis tendrá una destacada participación en la redacción del Reglamento Militar, en desarrollo del decreto de 13 de mayo, como representante de Gobernación en la comisión creada al efecto. Al igual que el decreto de enero, este que ahora nos ocupa fue redactado también en muy breve plazo. Ya en la sesión del Consejo de Ministros del 23 de febrero, informó el marqués de Peñaflorida, Ministro de la Gobernación, sobre el estado en que se hallaba «la organización de la Gendarmería», indicando «que estaba casi acabada». Mirando con recelo la posible interferencia de las autoridades militares en el gobierno de las provincias, no parecía Peñaflorida estar satisfecho con la regulación aprobada en el real decreto de 26 de enero, pues proponía al Gobierno agilizar la tramitación del proyecto de ley existente sobre las diputaciones provinciales y los jefes políticos, que abarcase toda la administración civil, «de modo que no tuviesen ni pudiesen tener atribuciones políticas los jefes militares» 13 . Además, proponía simplificar la estructura jerárquica territorial y la denominación de Guardias Civiles. Gaceta de Madrid, núm. 3486, 31 de marzo de 1844. Colección histórica, BOE. 13 Acta de la sesión del Consejo de Ministros del 23 de febrero de 1844. pp. 108-110. Actas del Consejo de Ministros, op. cit. CAPÍTULO 2. LA CREACIÓN DE LA GUARDIA CIVIL A LA LUZ DE LOS DECRETOS FUNDACIONALES 119 reducir a, tan sólo, «diez o doce» los jefes políticos, a los que debía dárseles otra denominación. Dos días más tarde, en la sesión del 25 de febrero, Peñaflorida informaba de nuevo al Consejo sobre el proyecto de organización de la Gendarmería que estaba llevando a cabo, de acuerdo con los Ministros de Guerra y Marina. Es probable que en aquellos documentos presentados al Consejo sobre los avances en la organización del nuevo cuerpo hubiera alguna referencia a la posibilidad de integración en el mismo de jefes y oficiales, e incluso de tropa en activo, procedentes del recién creado Cuerpo de Carabineros del Reino que, con carácter militar, aunque dependiente de la Inspección General de Resguardos, había iniciado su andadura en 1842. A ello pudo contribuir el hecho de que estaba a punto de arrendarse la Renta de Tabacos, medida que no prosperaría14, lo que hubiera podido suponer una menor demanda de efectivos en el Cuerpo de Carabineros. Las razones que llevan a pensar en tales posibilidades se basan en que, tras escuchar a los Ministros, el Consejo acordó que se ultimaran los trabajos, pero «oyendo al Inspector General de Carabineros». El 10 de marzo de 1844 ya pudo presentarse al Gobierno un borrador completo del real decreto. En esa fecha, tras ser debatido por el Gabinete ministerial, el proyecto sufrió algunas modificaciones de importancia, dando lugar a un nuevo texto que, previsiblemente, fue el definitivo. Ciertamente, pensamos que esa nueva versión del proyecto que salió del Consejo de Ministros del 10 de marzo tuvo como fecha el día 14, pero por razones que desconocemos, no fue refrendado hasta el 28 de marzo. La fecha del 14 para la versión final parece deducirse de que es la que aparece, en lugar del 28, en la Historia de la Guardia Civil de Díaz Valderrama (1858) y en los escalafones de antigüedad de jefes y oficiales de la Guardia Civil correspondientes a los años 1858 a 1872, citándolo como el decreto de creación del Cuerpo, junto con el de 12 de abril, al que más adelante nos referiremos. Sin duda se trataba de un error, arrastrado durante años por la falta de revisión de un texto que era repetido en cada escalafón, sin apenas 14 Por Real Decreto de 25 de marzo de 1844 se adjudica por primera vez un contrato de arrendamiento de la Renta de Tabacos, pero se rescinde tres meses después, por Real Decreto de 1 de julio. La definición de un modelo de liderazgo en la etapa fundacional de la Guardia Civil 120 variaciones; pero no deja de ser significativo que esa fecha hubiera calado de aquella forma, si no fuera porque constara en borradores o documentos oficiales sobre la versión definitiva del decreto que, finalmente, sería publicado dos semanas más tarde. Pero lo relevante son esos cambios de importancia introducidos en el proyecto, para dar lugar al texto definitivo. Como ya apuntamos, en el Consejo de Ministros del 10 de marzo fue presentado el proyecto de real decreto para someterlo a consideración del Gabinete. Según se desprende del acta de celebración del Consejo 15 , la primera cuestión que se planteó fue el nombre de la nueva Institución. El artículo primero del proyecto la denominaba como Guardia Civil, pero se determinó cambiarlo por el de Cuerpo de Guardias Civiles, sin que quedara constancia de las razones. A este respecto, cabe puntualizar que, según refiere Aguado Sánchez (1969), cuando González Bravo presentó a la Reina el proyecto de este decreto y le explicó la naturaleza, funciones y dependencias que habría de tener el nuevo cuerpo, Isabel II respondió, tal vez con ingenuidad de niña, que no comprendía muy bien cómo unas guardias armadas podían estar al servicio y bajo la obediencia de los poderes civiles, pues de ser así, ella las llamaría «Guardias Civiles», para que en el nombre se reflejase la doble naturaleza del nuevo Instituto 16 . Obsérvese que la denominación es en femenino –las Guardias Civiles-, y aquí sin duda influyó el conocimiento que podía tener la Reina sobre un aspecto tan ajeno a ella, necesariamente limitado a la experiencia de Palacio desde su infancia, en que veía a diario la actividad de las Guardias, ya fueran de Corps o de Alabarderos, o lo que había escuchado en su entorno sobre el célebre Regimiento de Guardias Españolas y su gemelo de Guardias Walonas 17 . Si, efectivamente, discurrió de esta forma la conversación, el cambio de denominación del cuerpo que se aprobó 15 Acta de la sesión del Consejo de Ministros del 10 de marzo de 1844. pp. 120-123. Actas del Consejo de Ministros, op. cit. 16 AGUADO SÁNCHEZ, F. (1969). El Duque de Ahumada: fundador de la Guardia Civil (2ª ed., 1985), p. 299-300. 17 Además, tradicionalmente habían recibido en España el nombre de «guardias» diversos cuerpos armados, encargados de la seguridad interior y defensa de las fronteras, como había sucedido tras la Reconquista con las Guardias Viejas de Castilla. CAPÍTULO 2. LA CREACIÓN DE LA GUARDIA CIVIL A LA LUZ DE LOS DECRETOS FUNDACIONALES 121 en el transcurso de la reunión del Consejo de Ministros, precisamente para adoptar ese nombre, pudo ser consecuencia de aquella audiencia previa del Presidente con la Reina. Pero lo cierto es que entre el 25 de febrero y el 10 de marzo, alguien 18 había introducido ya la denominación de Guardia Civil en el borrador, seguramente, utilizando un argumento similar al de la Reina, y que es el nombre que finalmente perduró. De hecho, sólo se modificó en algunos artículos del texto de 28 de marzo, manteniéndose la denominación original, tanto en el real decreto de 12 de abril como en el de 13 de mayo. Un aspecto curioso a destacar es que en todos los textos oficiales de la época y en los escritos de la Inspección General de la Guardia Civil se va a utilizar este nombre, pero no así en aquellos documentos que debían ser firmados de la mano de la Reina, tales como nombramientos de concesión de empleos militares o destinos. En éstos, en cambio, siempre se hacía referencia al Cuerpo de Guardias Civiles, tal vez por ser éste el nombre por el que Isabel II había mostrado su preferencia. Cuestión de calado que suscitó una «breve discusión» en aquella sesión del Gabinete, tocante a la naturaleza del nuevo Instituto, fue el de la sujeción de los guardias civiles a las ordenanzas militares. En ese punto, fue el propio Presidente, González Bravo, probablemente por inspiración de Narváez, quien propuso que constase en el texto «que el Cuerpo de Guardias Civiles dependía en cuanto a la organización y disciplina a (sic) la jurisdicción militar». En este sentido se aprobó, quedando así redactado el artículo 12 del proyecto 19 , que iba a resultar clave. Se zanjaba de este modo un aspecto muy relevante en el que, sin duda, habían venido trabajando los Ministros de Guerra, Marina y Gobernación, tal y como habían informado repetidamente al Consejo. Y decimos que la redacción de este artículo iba a resultar clave porque la decisión, tomada desde un principio, de que se acometiera la organización del cuerpo por la jurisdicción militar, 18 La autoría del nombre del nuevo Instituto tal vez provenga del propio general Narváez o el duque de Ahumada, actuando ambos todavía en la sombra, aunque también pudiera haber sido propuesto por Manuel Bertrán de Lis, como principal redactor de la norma. 19 Acta de la sesión del Consejo de Ministros del 10 de marzo de 1844. pp. 120-123. Actas del Consejo de Ministros, op. cit. La definición de un modelo de liderazgo en la etapa fundacional de la Guardia Civil 122 determinará la publicación del decreto de 12 de abril; éste, la real orden encargando la organización del Cuerpo al duque de Ahumada; y sus conclusiones, el definitivo decreto de 13 de mayo. Todo ello suponía desde el primer momento, en la práctica, el reconocimiento del fuero y estatuto militar –esto es, su carácter- de la Institución. Por el contrario, se produjo un «acalorado debate» en torno a la referencia que se hacía, probablemente en el artículo 13, «en que se decía que la guardia civil (sic) en masa forma parte del egército (sic)», y que los oficiales volverían a sus filas con los grados que ostentaban, en caso de disolución del cuerpo. Obviamente, poca confianza parecían depositar los redactores del proyecto en la pervivencia de la nueva institución, cuando contemplaban soluciones en el propio proyecto para el caso de que fuera disuelta, y así lo hizo ver de nuevo González Bravo. No le costó obtener el acuerdo de todo el Gabinete al proponer que de ninguna forma se mencionara en el texto la posibilidad de disolución del cuerpo, lo que sin duda consideraba una muestra de debilidad, sabiendo que tendría enfrente a todo el sector progresista, al menos en los primeros tiempos. Por ello, se acordó como solución que los oficiales que cesaran en la Guardia Civil no volvieran al Ejército, sino que pudieran pasar a ocupar cargos en la Administración, «en las ramas de Correos, Protección y Seguridad Pública, Telégrafos, etc.». Se dice en el acta 20 que en la discusión participaron los Ministros de Guerra, Gobernación, Marina y Estado, pero no cuáles eran sus posturas. No obstante, parece claro que Peñaflorida, Ministro de la Gobernación, sí estaba de acuerdo inicialmente en que la Guardia Civil formara parte del Ejército, pues así figuraba en su proyecto; y tal vez, también los de Guerra y Marina. Pero es posible que la discusión no versara sobre este aspecto, zanjado enseguida por González Bravo, sino sobre el destino a dar a aquellos oficiales y la posibilidad de retornar o no al Ejército, si el proyecto se malograba, pues podía suponer la pérdida de prestigiosos y escogidos militares. En cualquier caso, 20 Acta de la sesión del Consejo de Ministros del 10 de marzo de 1844. pp. 120-123. Actas del Consejo de Ministros, op. cit. CAPÍTULO 2. LA CREACIÓN DE LA GUARDIA CIVIL A LA LUZ DE LOS DECRETOS FUNDACIONALES 123 quedaba patente que, si bien el nuevo cuerpo tendría estatuto militar –su organización y disciplina-, no pertenecería al Ejército. La cita de este debate entre los Ministros del Gobierno, en torno a la integración o no de la Guardia Civil en el Ejército, parece ser el principal argumento de López Garrido para mostrar cómo González Bravo desbarató el intento de «militarizar» la Guardia Civil en el primer decreto 21 . De nuevo, insistimos, parece olvidar, por un lado, que en ese sentido estaba redactado el proyecto de Gobernación y, por otro, que cuando el nuevo Cuerpo echó a andar tras la publicación del decreto de 13 de mayo, tampoco pertenecía al Ejército, sin que nadie dudara, pese a ello, de su carácter militar 22 . Otras cuestiones menores fueron ventiladas sin dificultad en aquella sesión, como la supresión de los cirujanos y los herradores en las plantillas de los tercios; que el entretenimiento del armamento, vestuario y equipo fuera por cuenta de cada guardia civil, y que los ascensos se produjeran por antigüedad, pero dejando al ingreso las dos quintas partes de las vacantes. Al hilo de otros proyectos normativos del momento, el Gabinete había reiterado en esta sesión del 10 de marzo, en la línea que el partido liberal moderado había fijado para el nuevo tiempo político, su convencimiento «de la necesidad de dar un impulso vigoroso a la unidad política y administrativa de la Nación», y entre las normas que, por resultar estratégicas para esta nueva política, estaban sobre la mesa ministerial, se encontraba –de nuevo, en femenino- «la de las Guardias Civiles con el complemento del Reglamento». La exposición de motivos del real decreto que fue presentado a la Reina, aparece firmada por los seis miembros del Gabinete ministerial, encabezado por González Bravo. Comienza citando al decreto de 26 de enero, cuyo mandato está en el origen de las «razones en que se funda el establecimiento de una fuerza especial de protección y seguridad pública». No hay duda, por tanto, que la 21 LÓPEZ GARRIDO, D. (1981). La naturaleza de la Guardia Civil en su primer medio siglo de existencia, p. 14. REHGC. 22 La Guardia Civil no se integró plenamente en el Ejército hasta la publicación de la Ley Constitutiva del Ejército, de 29 de noviembre de 1878. La definición de un modelo de liderazgo en la etapa fundacional de la Guardia Civil 124 Guardia Civil pretendía ser, para aquel Gobierno, la institución que diera respuesta a aquella fuerza especial, tan difusa en su concepción y que nunca había terminado de cuajar. Reconocía el Gabinete que «ha menester una fuerza siempre disponible para proteger las personas y las propiedades, y en España, donde la necesidad es mayor por efecto de sus guerras y disturbios civiles, no tiene la sociedad ni el Gobierno más apoyo ni escudo que la Milicia o el Ejército, inadecuados para llenar este objeto cumplidamente o sin perjuicios». Se argumenta a continuación cuáles son las deficiencias que se han constatado en estas instituciones para atender a la «policía social», que «no reconoce límites de lugar ni de tiempo». Resulta oportuno hacer un inciso para resaltar esa expresión que parece querer abarcar cual debía ser la misión del nuevo cuerpo: la policía social; esto es, una institución policial orientada a la seguridad de las personas y sus propiedades –al ciudadano, diríamos hoy-, ajena a otros intereses y a perseguir al adversario político, y con vocación integral en todo el territorio. Pretendía abarcar, repetimos, todas las funciones policiales, sin distinción. La Milicia Nacional adolecía de no estar continuamente desplegada, y su objeto de conservación del orden se limitaba «a la defensa de las leyes y del sosiego general dentro de las poblaciones», por lo que su ámbito estaba excesivamente localizado y su actuación era discontinua. En cuanto al Ejército, «su objeto peculiar es defender el Estado, y en último extremo auxiliar a la Milicia en la conservación del reposo público»; y por su estructura, carece de la necesaria flexibilidad para intervenir en situaciones imprevistas y la diseminación en pequeñas partidas, alejadas del control de los mandos de las unidades, hace que se resienta la disciplina. Además Ejército y Milicia atienden sin la motivación necesaria «el servicio enojoso de la policía», que es considerado como una función extraña a estas Instituciones. Vienen ahora las primeras referencias al nuevo Instituto, sin citar su nombre, pero mencionándolo hasta tres veces a lo largo del preámbulo como cuerpo civil o fuerza civil. Según se ha repetido desde cierta historiografía defensora de este supuesto, podríamos decir que el legislador ha querido remarcar y dejar claro el carácter civil que tendrá la nueva institución, con dependencia CAPÍTULO 2. LA CREACIÓN DE LA GUARDIA CIVIL A LA LUZ DE LOS DECRETOS FUNDACIONALES 125 exclusiva del Ministerio de la Gobernación, en contraposición a la ineficacia de los institutos militares -Ejército y Milicia- «porque ninguna de las fuerzas existentes puede llenar la falta de un cuerpo civil», y porque «al propio tiempo sirve la fuerza civil para evitar la intervención frecuente del Ejército en los actos populares». Al mismo tiempo, se defiende la pervivencia de la Milicia Nacional, una vez que sea reorganizada y «desembarazada completamente de la parte más penosa del servicio» 23 . Justifica, seguidamente, la organización del nuevo cuerpo en tercios, escuadrones o compañías, mitades y escuadras, de acuerdo con su «índole peculiar» y la necesaria diseminación de las unidades. Hacemos un inciso sobre esta unidad superior de nueva concepción para la Guardia Civil: el tercio. Su nombre 24 , tan evocador de tiempos de gloria de la Infantería española, procede de aquellas unidades combatientes de los siglos XVI y XVII, y se configura ahora como un tipo de unidad flexible –puede ser mandado por un brigadier, coronel o teniente coronel- de entidad que oscila entre la de un regimiento, un batallón e, incluso, una compañía, según las provincias a cubrir y el número de sus unidades subordinadas. Esta organización enlaza con la necesidad de poner «el mayor esmero en la elección de los individuos que deben mandar y constituir el Cuerpo; en consideración a lo cual se realza la importancia de los mandos creando jefes y oficiales de categoría superior respecto de los de igual clase en el Ejército, y se limita la admisión, fuera de muy raros casos, a los licenciados con buena nota y de justificada conducta, aún después de haber dejado el servicio de las armas», o de lo contrario no «correspondería tampoco esta institución a la esperanza que justamente prometen sus buenos efectos en otras naciones», en clara referencia a 23 Que Patricio de la Escosura no estaba convencido de la necesidad de desmantelar la Milicia Nacional lo demuestra el hecho de que, diez años más tarde, fue Ministro de la Gobernación en el Gabinete de Espartero, durante el Bienio progresista, tiempo en el que se repuso la Milicia Nacional. 24 Como ya hemos visto, se había recuperado el nombre de «tercio» dos décadas antes para un tipo de pequeña unidad de los Voluntarios Realistas. Desconocemos quién decidió la adopción del nombre para la Guardia Civil. La Gendarmería francesa había adoptado el de una antigua unidad que en tiempos había recorrido las Galias, y que ahora, como los tercios, reunía a las compañías de varias provincias: la «legión». La definición de un modelo de liderazgo en la etapa fundacional de la Guardia Civil 126 las esperanzas puestas en un cuerpo llamado, en cierta forma, a seguir el modelo de la Gendarmería francesa y a alcanzar en poco tiempo su prestigio. Esta consideración llevaba a justificar, a renglón seguido, «la propuesta de sueldos y haberes algo más elevados que los ordinarios porque si en todos casos el bien común y la moral se interesan en la alta retribución y en el exacto pago de los empleados públicos, con mayor motivo es aplicable esta verdad, que la razón dicta y la experiencia confirma, a unos agentes que desempeñan el servicio con cierta independencia de la autoridad superior; que llegan a ser en ocasiones depositarios de secretos importantes, y que se ven expuestos frecuentemente a los tiros del resentimiento, o lisonjeados tal vez por los halagos de la corrupción». Por último, el preámbulo concluye que los motivos expuestos son los que impulsan la organización de la –una vez más- «fuerza civil de protección y seguridad pública». Ciertamente pensamos que ese afán del preámbulo por recalcar el carácter civil del nuevo cuerpo, en el que, en cambio, no se cita a la Guardia Civil por su nombre ni una sola vez, contrasta con el articulado del decreto, en el que ya se da nombre a esa fuerza civil de protección y seguridad, y en el que la previsión de las retribuciones, por lo que respecta a las clases de tropa, dista mucho de los halagüeños pronósticos y justificaciones del preámbulo. Nuestra hipótesis, en fin, es que el preámbulo y el articulado del decreto fueron redactados por manos diferentes y en distintos momentos –el primero, antes que el segundo 25 -, y que el giro hacia la organización y dependencia militar del cuerpo se fraguó en el propio Ministerio de la Gobernación, con apoyo de los de Guerra y Marina, dando lugar al primer proyecto presentado ante el Consejo de Ministros, y que integraba –no lo olvidemos- a la Guardia Civil en el Ejército. El articulado del decreto va precedido de una breve introducción en que se hace referencia a «lo urgente que es el establecimiento de una fuerza especial de 25 Abundando en esta hipótesis, es probable que el preámbulo, tributario del decreto de 26 de enero, fuera redactado, al menos en su mayor parte, por Patricio de la Escosura, también autor de aquella norma. Pensamos, en cambio, que la parte dispositiva del decreto fue redactada por Manuel Bertrán de Lis, a quien el acta del Consejo de Ministros de 10 de marzo de 1844 se refiere como redactor del proyecto. CAPÍTULO 2. LA CREACIÓN DE LA GUARDIA CIVIL A LA LUZ DE LOS DECRETOS FUNDACIONALES 127 protección y seguridad, (…) teniendo en consideración que ni el Ejército permanente ni la Milicia Nacional pueden atender a este servicio (…) sin detrimento de la disciplina militar, y sin molestias ineficaces y perjuicios de la mayor trascendencia para las clases acomodadas y laboriosas». Resulta interesante resaltar como, a modo de resumen, se concluyen las razones para que no sigan desempeñando funciones policiales ni el Ejército, pues va en detrimento de la disciplina militar; ni la Milicia Nacional, en este caso porque implicaba la frecuente activación y despliegue de los propietarios y pequeños burgueses que constituían la base de su recluta; es decir, las clases acomodadas y laboriosas. De acuerdo con este planteamiento, parece que la Guardia Civil fuera concebida para reemplazar a la Milicia Nacional, pasando a ocupar el espacio de protección de la nueva burguesía, que podrá despreocuparse de estos ingratos menesteres, a la par que mejora su seguridad y la de sus propiedades; argumento que pesó sobre la Guardia Civil durante mucho tiempo, y aún hoy sostiene una parte de la historiografía. Pero lo cierto es que, si bien los primeros favorecidos por la puesta en marcha de la Guardia Civil van a ser los pequeños y grandes propietarios, el origen de la recluta del nuevo cuerpo –rural y tradicional, tan apartado de la burguesía urbana emergente- y la misma práctica de su servicio peculiar, lo harán muy pronto aparecer como un cuerpo de seguridad al servicio del Estado para la protección de todos. En el artículo 1 se decreta la creación de «un cuerpo especial de fuerza armada de infantería y caballería, bajo la dependencia del Ministerio de la Gobernación de la Península, y con la denominación de Guardias Civiles» (ya nos hemos referido al momento en que se introdujo este nombre y su significado); y su objeto, de acuerdo con el artículo 2, «es proveer al buen orden, a la seguridad pública y a la protección de las personas y las propiedades fuera y dentro de las poblaciones». La Guardia Civil se organiza, en cuanto a su estructura territorial, en tercios, escuadrones o compañías, mitades y escuadras. Cada tercio debía coincidir con los catorce distritos militares entonces existentes, y respetando su misma numeración. Según se detallaba en el artículo 4, los tercios se componían de un La definición de un modelo de liderazgo en la etapa fundacional de la Guardia Civil 128 número variable de compañías y escuadrones, hasta sumar un total de 20 escuadrones y 103 compañías, cuya distribución se relaciona, para cada tercio, en este mismo artículo. Las cuentas, no obstante, no se hicieron bien, pues el resumen arrojaba la cifra de ochenta y nueve compañías -además de los escuadrones-; es decir, se introducía un error por el que se desplegaban catorce menos que las referidas al principio. En cuanto a su composición, según se detallaba en los artículos 5 al 10, cada tercio estará a cargo de un jefe superior de la clase de brigadieres o coroneles del Ejército; cuya plana mayor contará con 1 segundo jefe, encargado del detall, de la clase de tenientes coroneles; 2 capitanes ayudantes, de infantería y caballería; 1 mariscal veterinario; 1 cabo de trompetas y 1 cabo de tambores. Cada escuadrón estará integrado por 1 capitán de la clase de comandantes del Ejército; 1 segundo capitán, encargado del detall; 2 alféreces, de la clase de tenientes; 1 sargento primero; 4 sargentos segundos; 4 cabos primeros; 8 cabos segundos y 120 guardias civiles, incluidos 2 trompetas. Por su parte, cada compañía de infantería contará con la misma fuerza que un escuadrón, y cada una de todas estas unidades se dividirá, a su vez, en 4 mitades (secciones), con 24 jinetes o infantes cada una, además de los suboficiales y cabos respectivos. Cada mitad, a su vez, se dividirá en 4 escuadras de a 6 hombres cada una, mandadas por un sargento o cabo; mientras que los 24 hombres sobrantes de cada compañía se destinarán a cubrir las bajas y los servicios de cuartel. Además, se especifica que ningún guardia civil podrá ser empleado como asistente. Para cada empleo se fijan las retribuciones anuales, en reales de vellón. Otro de los errores que se cometen en este real decreto es, precisamente, el de las retribuciones que se fijan para los diferentes empleos, en cada arma. Como hemos dicho, los haberes sí eran considerablemente superiores para los jefes y oficiales respecto a los del Ejército, pero no así para las clases de tropa. Más tarde, se decidió revisar estos importes, incorporando las nuevas cantidades por vía de una orden circular 26 de Peñaflorida, dirigida a todos los jefes políticos, en que se 26 Circular del Ministerio de la Gobernación de 1 de abril de 1844. Gaceta de Madrid, núm. 3491, 5 de abril de 1844. Colección histórica, BOE. CAPÍTULO 2. LA CREACIÓN DE LA GUARDIA CIVIL A LA LUZ DE LOS DECRETOS FUNDACIONALES 129 hacía referencia a «algunas equivocaciones materiales en las cifras». Pero, en la práctica, suponía un sustancial incremento de los sueldos de todos los mandos intermedios –algunos llegaban a duplicarse-, en los empleos de alférez a capitán, manteniendo sin alterar los de las clases de tropa. El resultado es que a los guardias les seguían correspondiendo 1.460 reales al año –equivalentes a una peseta diaria- y la ración de pan 27 . Según la norma, el Estado se obligaba a facilitar el vestuario, correajes y armamento; y al personal de caballería, también los caballos y monturas; si bien el entretenimiento de todo el equipo corría por cuenta de cada uno. Los oficiales, no obstante, estaba previsto que se costearan los caballos. El artículo 12, como ya adelantamos, prevé que «el Cuerpo de guardias civiles, en cuanto a la organización y disciplina, depende de la jurisdicción militar». También había sido modificado el artículo 13 en el Consejo de Ministros del 10 de marzo, en el sentido de que los ascensos debían producirse por rigurosa antigüedad, aunque destinando al ingreso las dos quintas partes de las vacantes; y para aquellos oficiales que dejaran la Guardia Civil, se preveía su incorporación al Cuerpo de Administración civil, difiriendo su desarrollo a un reglamento posterior. Para ser admitido en la Guardia Civil en clase de soldado, de acuerdo con el artículo 14, se exigiría ser licenciado del Ejército, con buena nota en la hoja de servicios, y de buena conducta, después de haber obtenido la licencia. En igualdad de condiciones, tendrían preferencia los sargentos sobre los cabos, y éstos sobre los soldados, eximiéndose a los aspirantes, sólo en casos excepcionales, del requisito de haber cumplido su servicio militar. Además, había que tener una edad comprendida entre los 25 28 y los 45 años, una estatura mínima de cinco pies y tres 27 Más adelante se detallarán los sueldos definitivos, por empleos, y su comparativa con los correspondientes del Ejército. 28 De acuerdo con la Ley para el Reemplazo del Ejército de 2 de noviembre de 1837, los sorteos de las quintas se hacían entre los 18 y los 25 años. La definición de un modelo de liderazgo en la etapa fundacional de la Guardia Civil 130 pulgadas –1,46 metros 29 -, y gozar de perfecta salud y complexión robusta. El compromiso de permanecer en el Cuerpo era de ocho años. Según el artículo 16, los jefes y oficiales que optaran a ingresar en la Guardia Civil debían dirigir su solicitud al Ministerio de la Guerra, si bien los nombramientos y ceses se harían desde el de Gobernación. En cambio, en el artículo 15 se disponía que el alistamiento del personal de tropa se hiciera por los jefes políticos de las provincias, quienes también tenían atribuciones para el nombramiento de los sargentos y los cabos, a propuesta del jefe de tercio respectivo. Por último, el artículo 18 del decreto derivaba a un reglamento la determinación del «orden y los pormenores del servicio, los premios que hayan de establecerse para recompensar el mérito, y los derechos que tendrán al goce de algunos empleos en el ramo de protección y seguridad pública los que lleguen a inutilizarse en el servicio del Cuerpo, y los que se distingan por su aptitud, honradez y constante celo». Como vemos, el modelo de institución policial que se proponía con el decreto de 28 de marzo difiere mucho del que preveía el artículo 10 del decreto de 26 de enero, pese a dictarse precisamente en desarrollo de éste, a través de la creación de esa fuerza especial de protección y seguridad pública. Partiendo de la indefinición del citado artículo 10, a la que ya hicimos referencia, la institución resultante no es ya una fuerza armada, creada para actuar a las órdenes y bajo las directrices de las autoridades del ramo de protección y seguridad, sino un cuerpo destinado a llevar todo el peso de la seguridad y de la labor policial, dependiente del Ministerio de la Gobernación y, por tanto, civil en cuanto a su dependencia orgánica, pero dependiente también de la jurisdicción militar –el Ministerio de la Guerra- en todo lo referente a su organización y disciplina, lo que convierte a sus miembros en personal sujeto a estatuto militar. 29 La talla mínima exigida era algo superior a la prevista en los decretos de reemplazo de la época, de acuerdo con la Ley de Reemplazos de 1837, cifrada en cinco pies castellanos menos una pulgada (castellana); esto es, 1,37 metros. 1 pie castellano = 0,278635 metros y equivale a 12 pulgadas. 1 pulgada castellana = 23,22 mm. CAPÍTULO 2. LA CREACIÓN DE LA GUARDIA CIVIL A LA LUZ DE LOS DECRETOS FUNDACIONALES 131 La dependencia de Gobernación, además, no se desarrolla en el texto, más allá de la referencia genérica del artículo 1, y respecto a los jefes políticos, sólo se concretaba el alistamiento del personal de tropa y el nombramiento efectivo de los sargentos y cabos, mientras que las instrucciones relativas al servicio, se remitían al correspondiente reglamento. En este sentido, hay que precisar que el despliegue territorial inicial del Cuerpo, según lo describe este real decreto, estaba basado en la organización militar por distritos, a cada uno de los cuales se asignaba un tercio de la Guardia Civil. Su composición, en compañías y escuadrones, se distribuiría entre las provincias que integraban cada tercio en un número variable, pero sin descender a concretar en el texto esta asignación. De este modo, la indefinición era aún mayor, pues nada se decía sobre las relaciones de los jefes de tercio con los Gobiernos políticos de las provincias en que tenían desplegada su fuerza, ni sobre las competencias de los jefes políticos en la dirección de la misma. Con esa estructura pretendía eludirse –y en esto, sí se seguía el antiguo esquema que reproducía el decreto de 26 de enero- la creación de un órgano central de mando para dirigir la Guardia Civil, tal vez porque dar ese paso suponía acercar mucho más a la Institución a la órbita de Guerra y, por ende, del Ejército. Por último, el Ejército debía proveer los jefes y oficiales necesarios para dirigir al nuevo cuerpo, pero no se regulaba la forma de llevar a cabo la recluta de este personal por el Ministerio de la Guerra, ni la del personal de tropa por el de Gobernación; en este caso, a través de los Gobiernos políticos de las provincias. Resultaba evidente que sólo con este decreto, tan limitado, la recién creada Guardia Civil no podía ni constituirse ni organizarse, y menos aún, comenzar a prestar servicio, carente de una dirección clara. Se hacía precisa otra norma que regulara la forma en que habría de constituirse y dotarse de personal el nuevo cuerpo. 2.2.2 Real Decreto de 12 de abril: la organización militar Como hemos dicho, entre las importantes lagunas que presentaba el real decreto de 28 de marzo de 1844 estaba la de no disponer el modo en que habría de La definición de un modelo de liderazgo en la etapa fundacional de la Guardia Civil 132 formarse el nuevo cuerpo y, por tanto, el procedimiento para dotarlo del personal necesario. Poco se preveía en aquel texto, más allá de encomendar la organización al Ministerio de la Guerra, y de recoger las competencias ministeriales de Guerra y Gobernación para surtir al Instituto de jefes y oficiales, y para el alistamiento y promoción de la tropa, respectivamente. Por ello, apenas dos semanas más tarde se publicaría otro real decreto, fechado el 12 de abril 30 , en que, de nuevo, parece que el preámbulo destinado a justificar la necesidad de la norma y el contenido de la parte dispositiva, van por derroteros diferentes. Comienza la breve exposición de motivos reconociendo como «uno de los objetos que han dictado las bases constitutivas de la Guardia Civil», cuya organización se estableció por el decreto de 28 de marzo, «ofrecer un alivio y una recompensa a la clase militar que tan acreedora se ha hecho por su lealtad, valor y constancia durante la última guerra y en repetidas ocasiones a mi Real benevolencia y a la gratitud nacional». No deja de ser sorprendente que este decreto proponga, como uno de los fines de la nueva Institución, colocar en ella a los excedentes militares de la guerra Carlista, los muchos jefes y oficiales desocupados y la tropa licenciada, antes que señalar con precisión cómo habrá de constituirse el primer contingente de la Guardia Civil. Y decimos que, de nuevo, parecen escritos por manos diferentes el preámbulo y el texto, porque el decreto es presentado por el Ministro de la Gobernación, que parece más preocupado de la colocación de los excedentes militares que el propio Ministro de la Guerra. Ni que decir tiene que aliviar los excedentes militares con el ingreso en la Guardia Civil, sin atender a otros requerimientos de mayor exigencia, hubiera supuesto un importante revés para su eficacia y prestigio. Al mismo tiempo, ofrecer esta salida profesional a quienes hubieran mostrado, no sólo «valor y constancia», sino «lealtad» en la reciente guerra civil, podía suponer excluir de facto a los militares carlistas, aun habiéndose acogido a las condiciones del Convenio de Vergara; así como a los progresistas que no hubieran abandonado España en julio de 1843. Un perfil 30 Real Decreto de 12 de abril de 1844, encomendando al Ministerio de la Guerra la organización de la Guardia Civil. Gaceta de Madrid, núm. 3500, 14 de abril de 1844. Colección histórica, BOE. CAPÍTULO 2. LA CREACIÓN DE LA GUARDIA CIVIL A LA LUZ DE LOS DECRETOS FUNDACIONALES 133 marcadamente homogéneo, en lo político, del personal militar seleccionado, sobre todo entre los jefes y oficiales, supondría un punto más a favor de la posible disolución del Cuerpo, en cuanto el Gobierno cambiara de signo. Veremos más adelante que ese perfil no fue tan homogéneo, y cómo –tal vez por ello- la Guardia Civil sobrevivió al primer cambio político importante y, desde entonces, a todos los regímenes políticos y gobiernos que se han sucedido hasta nuestros días. Por el contrario, es el propio Ministro de la Guerra el que, en aquellas mismas fechas, solicita insistentemente una quinta de 50.000 hombres para atender a la escasez de efectivos en que se encuentra el Ejército, con muchos oficiales de reemplazo y la necesidad de licenciar a los soldados procedentes de la quinta de 1839. Ante la coyuntura de tener que incorporar 10.000 efectivos para la constitución del primer contingente de guardias civiles, como se encargó de recordarle Peñaflorida, Ministro de la Gobernación, en una sesión del Consejo de Ministros, 31 Mazarredo le contestó que ya se había ocupado de ese asunto, porque «estaba convencido de que con las bases acordadas en el decreto de organización de Guardias Civiles –el de 12 de abril, publicado el día 14-, iba a formarse una tropa compuesta de lo peor de los licenciados que obligaría dentro de pocos meses a su disolución». Por esta razón, Mazarredo se comprometía a proporcionar, una vez incorporada la quinta, «10.000 hombres de lo mejor y más granado del ejército para organizarla bien [la Guardia Civil] desde luego», argumentos que parecieron tranquilizar al Ministro de Gobernación. Como podemos comprobar, el rechazo del Ministerio de la Guerra a organizar la Guardia Civil en las condiciones que fijaban los decretos de 28 de marzo y de 12 de abril, que luego corroborará Ahumada con su informe de 20 de abril, denunciando graves inconvenientes para ello, no va a partir del Gobierno de Narváez, echando por tierra –como se ha asegurado frecuentemente- el proyecto de González Bravo, sino que nacerá de su propio Gabinete ministerial. Con independencia de que Narváez tuviera una fuerte influencia en los Ministerios clave para la creación y 31 Acta de la sesión del Consejo de Ministros del 14 de abril de 1844. pp. 150-153. Actas del Consejo de Ministros, op. cit. La definición de un modelo de liderazgo en la etapa fundacional de la Guardia Civil 134 puesta en marcha de la Guardia Civil, no debemos olvidar que el Gobierno del general de Loja no se constituyó hasta el 3 de mayo, y en él no repetirá ninguno de los citados ministros. El texto del decreto es breve, y sólo consta de cinco artículos. En el primero se reitera, conforme al artículo 12 del decreto de 28 de marzo, que la organización de la Guardia Civil es competencia del Ministerio de la Guerra, por el que «se adoptarán las disposiciones oportunas a fin de que la organización se efectúe bajo la dirección de gefes militares entendidos en la materia y con la rapidez posible». Para ello, habrán de establecerse dos depósitos cercanos a Madrid para la recluta y organización de la fuerza de infantería y la de caballería, respectivamente. En los artículos 4 y 5 se especifica que el ingreso de los jefes y oficiales se llevará a cabo según lo previsto en el artículo 16 del decreto de 28 de marzo –solicitudes de los interesados a través del Ministerio de la Guerra, y nombramientos por el de Gobernación-, pero previendo que, para agilizar la recluta inicial, los sargentos y los cabos sean nombrados por los jefes organizadores, pasando a ser asumida esta competencia por los jefes políticos sólo a partir de que el cuerpo esté ya constituido. Sorprendentemente, nada se dice, en cambio, sobre el alistamiento de la tropa, que también es competencia de los jefes políticos, según el aludido decreto de marzo, y si han de llevarla a cabo los mismos jefes militares, para la constitución inicial y por una sola vez. De hecho, ya hemos visto por la conversación entre los dos Ministros implicados –los de Gobernación y Guerra- que, pese a que el decreto de 28 de marzo establece que la tropa del Instituto se ha de nutrir de licenciados del Ejército, ambos ministros daban por buena la recluta de 10.000 efectivos del Ejército, sin dejar claro si una vez licenciados o procedentes de la tropa en activo. Lo que sí parecía estar claro, al menos en el Ministerio de la Guerra, es sobre quién debía recaer la tarea –y, en cierto modo, la responsabilidad- de la organización del Cuerpo y la constitución del primer contingente de guardias civiles. Narváez, todavía en la sombra, tenía un gran ascendente sobre Mazarredo, antiguo subordinado suyo, y mantenía, a su vez, una sincera amistad con el mariscal de campo Francisco Javier Girón, duque de Ahumada, a quien había CAPÍTULO 2. LA CREACIÓN DE LA GUARDIA CIVIL A LA LUZ DE LOS DECRETOS FUNDACIONALES 135 tenido a sus órdenes en el Ejército de Reserva de Andalucía durante la guerra. De este aspecto, tendremos oportunidad de ocuparnos en el próximo capítulo. Desde aquella experiencia profesional, Narváez había podido constatar sus condiciones como hombre íntegro, trabajador tenaz e infatigable, y con grandes dotes para la organización. Probablemente, Ramón María Narváez no albergaba dudas de que Ahumada era el único capaz de afrontar aquel reto, y así debió transmitirlo al Gobierno, responsable de su nombramiento. De este modo, tan sólo tres días más tarde, el 15 de abril, la Reina firmaba una real orden dirigida al mariscal de campo, duque de Ahumada, por conducto del Ministerio de la Guerra 32 , mediante la cual se le comisionaba, nombrándole «Director de Organización» de la Guardia Civil, y señalando los depósitos de Leganés y Vicálvaro para la constitución del nuevo cuerpo. Para llevar a cabo esta misión, en la orden de nombramiento se le otorgaban facultades «para proponer las medidas que conduzcan a la más útil organización de esta fuerza en vista de los elementos que para ella puedan emplearse». Además, se prevenía al organizador de que «del acierto de su primera planta depende su porvenir y el que produzca el feliz resultado a que se la destina». Y en cuanto a la celeridad con que debía proceder, que «muy recomendable e importante es la brevedad, pero más aún lo es la perfección». Para Ahumada, todas estas prevenciones resultaban tan cercanas a su carácter como obvias para la tarea que se le encomendaba. De acuerdo con ellas, basaría su propuesta al Gobierno. En cuanto a la selección del personal, la orden establecía que, para los jefes y oficiales, las solicitudes que se recibieran en el Ministerio de la Guerra, con todos los informes preceptivos, se le remitirían para que Ahumada propusiera a la Reina los nombramientos, priorizando a los solicitantes por ternas. En lo referente a las clases de tropa, el nombramiento correspondía al propio Director de la Organización, teniendo en cuenta que debía darse prioridad a la constitución del tercio que se ubicaría en Madrid, correspondiente al primer distrito militar. Para 32 Real Orden de 15 de abril de 1844, comisionando al duque de Ahumada como Director de Organización de la Guardia Civil, y señalando para proceder a ella los puntos de Vicálvaro y Leganés. Gaceta de Madrid, núm. 3506, 20 de abril de 1844. Colección histórica, BOE. La definición de un modelo de liderazgo en la etapa fundacional de la Guardia Civil 136 auxiliarle en su labor, también quedaba Ahumada facultado para constituir su equipo; y se requería de los inspectores y directores de las armas, así como a los capitanes generales y autoridades civiles, para que le auxiliaren en lo que fuere preciso. Las facultades que se ponían en manos del organizador de la Guardia Civil eran muchas, pero también era enorme la responsabilidad que recaía en él en cuanto a la selección de todo el personal, aspecto crucial y determinante para el devenir de la nueva Institución. 2.2.3 Las bases para la organización del Cuerpo: Ahumada entra en escena En el momento de recibir la encomienda de organizar la Guardia Civil, el duque de Ahumada se encontraba en situación de cuartel, tras haber finalizado la comisión en la que había llevado a cabo la revista de inspección a las unidades de guarnición en los Distritos Militares de Cataluña y Valencia. Estas unidades habían tenido que hacer frente a las revueltas producidas en estas regiones tras el final de la Regencia de Espartero, y en algunas de ellas se habían evidenciado importantes carencias. De inmediato se puso Ahumada al frente de un proyecto en el que, sin duda, había comenzado a trabajar desde semanas antes. Para ello, se rodeó de un reducido equipo de colaboradores, entre los que se encontraban tres prestigiosos oficiales de Estado Mayor que le habían acompañado durante aquellos meses en las revistas de inspección. Además, aquellos oficiales ya habían estado a sus órdenes en el Ejército de Reserva de Andalucía en 1838, por lo que los consideraba de su absoluta confianza. Sin duda, la precisión y minuciosidad con que tomaban nota de todos los detalles, incluso los más simples, referentes a las unidades revistadas, fueron determinantes para su elección en participar en la empresa de formar un nuevo cuerpo, llamado a perdurar en el tiempo. Con independencia de que, probablemente, tuviera ya avanzados los estudios, por habérsele anticipado su nombramiento, la disposición y diligencia del mariscal CAPÍTULO 2. LA CREACIÓN DE LA GUARDIA CIVIL A LA LUZ DE LOS DECRETOS FUNDACIONALES 137 Girón permitieron que en el plazo de cinco días se hubiera elaborado un completo informe, en el que exponía sus conclusiones 33 . En el documento se hacía una amplia reflexión sobre las condiciones en que había de constituirse el nuevo cuerpo, una vez analizados con detalle los decretos de 28 de marzo y de 12 de abril. De acuerdo con la orden por la que se le comisionaba, se le daban facultades para hacer propuestas tendentes a la mejor organización, pero para llevar adelante el proyecto pronto identificó obstáculos insalvables. En primer lugar, la institución que allí se contemplaba no era la que Ahumada concebía en su mente; y con él, el conjunto del estamento militar. Cierto es que no se trataba ya de aquella fuerza a las órdenes directas de los responsables del Ramo de Protección y Seguridad, como preveía el decreto de 26 de enero, pero este nuevo modelo del decreto de 28 de marzo, por más que las autoridades de Gobernación tomaran como difuso referente a la Gendarmería Real francesa, era muy diferente en su concepto al cuerpo policial del país galo. Ciertamente, tal y como precisa Martínez García (2010) 34 , en el Ministerio de la Gobernación se sabía del prestigio de la Gendarmería francesa, y ése era el modelo que se quería adoptar, pero sin conocerlo realmente. En el Ministerio de la Guerra también se consideraba este modelo como la mejor opción, pero con la diferencia de que aquí sí se conocía bien su organización; y muy especialmente, Ahumada. En realidad, el mariscal Girón disponía de toda la documentación y normativa por la que se regía la Gendarmería, estudiada veinticuatro años atrás junto a su padre, el marqués de las Amarillas, cuando le auxilió en el frustrado proyecto de creación de la Legión de Salvaguardias Nacionales. El Cuerpo de Guardias Civiles, según se reiteraba en el preámbulo del decreto de 28 de marzo, debía ser civil, aunque su organización y disciplina 33 El informe consta de varios documentos fechados el 20 de abril de 1844 y firmados por el duque de Ahumada. Expediente personal del duque de Ahumada. CELEB., Caja 67, EXP. 13. Expedientes de personas célebres. 1ª Sección: Personal. Archivo General Militar de Segovia (en adelante, AGMS). Copia en el Servicio de Estudios Históricos de la Guardia Civil (en adelante, SEHGC). 34 MARTÍNEZ GARCÍA, M. (2010). La fundación del Cuerpo de la Guardia Civil, p. 44-45. CGC. La definición de un modelo de liderazgo en la etapa fundacional de la Guardia Civil 138 fueran militares, y ese carácter civil se lo proporcionarían, no sólo la dependencia de las autoridades civiles en cuanto al servicio a prestar, sino el hecho de que los jefes y oficiales procedentes del Ejército no pudieran volver al mismo, una vez incorporados a la Guardia Civil, y que los efectivos de tropa tuvieran que ser licenciados; habiendo cumplido, por tanto, sus obligaciones militares. Obviamente, lo primero que pensó Ahumada fue cómo en la España de entonces, con el nivel social y los índices de analfabetismo existentes, se iba a lograr una recluta de suficiente calidad como para integrar los empleos inferiores de la Institución. Acto seguido, puso en relación esta reflexión con las retribuciones que se establecían en el decreto –luego modificadas por una circular de 1 de abril, como dijimos-, muy superiores a las del Ejército para los jefes y oficiales, pero de tan sólo una peseta diaria –4 reales- para los guardias civiles de caballería y de 3 reales para los de infantería. Aquellos sueldos estaban concebidos para una Institución que parecía ofrecer un reclamo, a modo de premio, para determinados jefes y oficiales, mientras que de la tropa, con ese salario, sólo se podría esperar que actuara siempre reunida, con nulas responsabilidades, escaso esfuerzo y envuelta en continuas corruptelas 35 . Además, ni siquiera el decreto preveía la condición de saber leer y escribir para optar al ingreso en el Cuerpo. Definitivamente, aquella no era la Guardia Civil que Ahumada se había formado en su mente. Al mismo tiempo, la envergadura del proyecto, en cuanto al número de efectivos previsto en el decreto, resultaba excesivo, sobre todo, teniendo en cuenta las dificultades que ya atisbaba el organizador, como hemos visto. Trazó unas líneas para confeccionar un cuadro en que reflejar las unidades y efectivos de cada empleo que correspondía destinar a cada tercio, y la cifra resultante le pareció desproporcionada: 15.467 efectivos de todos los empleos 36 , de los cuales 14.975 35 Téngase en cuenta que la retribución prevista por el marqués de las Amarillas para las clases de tropa en la malograda Legión de Salvaguardias Nacionales de 1820; es decir, veinticuatro años antes, era ya de 6 reales diarios para los salvaguardias de primera clase de infantería y de 5 para los de segunda, que se elevaban a 9 y 8, respectivamente, para los de caballería. 36 No obstante, los tercios 13º y 14º, totalizando 1.001 efectivos, no llegarían a constituirse en un primer momento. CAPÍTULO 2. LA CREACIÓN DE LA GUARDIA CIVIL A LA LUZ DE LOS DECRETOS FUNDACIONALES 139 correspondían a personal de tropa. En la mayor parte de los proyectos de cuerpos gendármicos en España en las décadas anteriores, las cifras que se manejaban acerca de su constitución rondaban los 10.000 efectivos, como el Cuerpo de Salvaguardias Reales en 1833. Además, acababa de reorganizarse en 1842 el Cuerpo de Carabineros del Reino, con unos 9.000 efectivos, de ahí la cifra redonda de 10.000 guardias civiles sobre la que discutían los Ministros de Guerra y Gobernación en la misma fecha en que se publicaba el decreto de organización del Cuerpo, el 14 de abril. Por todo ello, una cifra de 15.000 efectivos de tropa, incluso si fuera de 10.000, a Ahumada se le antojaba imposible, si de veras se pretendían mantener las expectativas depositadas en el Instituto. El organizador expone en su informe 37 de forma tajante que para que la organización de la Guardia Civil responda a lo que se le va a exigir, necesita empezar por un mínimo que permita atender en un principio las competencias que se le asignan, «e irse progresivamente aumentando a medida que adquiera el crédito sin el que no es posible subsista». En este punto, para reforzar su argumentación, Ahumada acude en su informe al modelo de la Gendarmería, haciendo una afirmación que todavía resultará sorprendente para algunos 38 , en cuanto a cuál es el auténtico referente del fundador en ese momento: «La creación de la Gendarmería en Francia, que es el cuerpo a que debe imitar nuestra nueva Guardia Civil, en 22 de diciembre de 1790, que bajo este nombre empezó con 7.199 hombres, que atendida la población y extensión de aquel Reyno, comparándolo con nuestra Nación, es como si empezáramos la organización de este Cuerpo por 3.500 hombres. Las vicisitudes de aquel país, han causado en el Cuerpo referido, variaciones, unas veces en aumento, y otras, hasta extinguiéndose, pero en el día, según los datos que tengo a la vista, se halla constituida con el nombre de Gendarmería y Guardia Municipal de París, constando su fuerza total de 16.711 hombres desde el año de 1838» 39 . 37 Informe de Ahumada, previo a la organización de la Guardia Civil, de 20 de abril de 1844. Expediente personal del duque de Ahumada. CELEB., Caja 67, EXP. 13. AGMS. 38 En este aspecto ya se había insistido anteriormente: MARTÍNEZ GARCÍA, M. (2010). La fundación, op. cit., pp. 44-45. CGC. 39 Informe de Ahumada, de 20 de abril de 1844. Expediente personal del duque de Ahumada. CELEB., Caja 67, EXP. 13. AGMS. La definición de un modelo de liderazgo en la etapa fundacional de la Guardia Civil 140 En opinión de Ahumada, «si no puede sufragarse el costo de uno (cuerpo) muy numeroso, téngase reducido, pero bien dotado y pagado, en la seguridad de que servirán más y ofrecerán más garantías de orden 5.000 hombres buenos que 15.000, no malos, sino medianos que fueran» 40 . En cuanto a la plantilla prevista, también el organizador del Cuerpo tiene objeciones que hacer. El número de los jefes asignados a cada tercio le parece excesivo e injustificado, pero en cambio, considera que ha de aumentarse el número de oficiales, de modo que pueda destinarse uno al frente de cada sección en que se dividan los escuadrones y compañías, garantizando una adecuada vigilancia de los servicios. Más tarde veremos que esta obsesión de Ahumada por mantener una vigilancia permanente en la línea de servicio se traducirá en un mayor compromiso de los oficiales, una mejora significativa en la prestación del servicio y el sentimiento en la fuerza que lo presta de contar con un apoyo cercano. Por el contrario, podía reducirse el número de los sargentos y cabos, más útiles en la actuación de unidades reunidas, y no tan necesarios cuando se actúa en pequeñas facciones o unidades. Incluso propone el cambio de denominación de sargento por cabo mayor, modificación que no prosperó, pese a recogerse en el decreto de 13 de mayo. En cuanto a los guardias, considera un estímulo para la mejora permanente dividirlos en dos mitades –guardias de primera y de segunda clase-, percibiendo los primeros, medio real más al día que los segundos. Con estos cambios sobre la plantilla que establecía el decreto de 28 de marzo, y con la consiguiente reducción de efectivos en las clases de tropa, Ahumada incluía otro anexo en su informe con la plantilla propuesta de 5.634 efectivos. Además de considerarla más ajustada y realista, de acuerdo con las posibilidades del momento, resaltaba también, a través de un minucioso balance, que su propuesta suponía un ahorro anual para el Estado de 1.665.320 reales de vellón, pese a incrementar la retribución diaria de los guardias civiles hasta los 9,5 reales, los guardias de primera, de caballería; y hasta los 8 reales, los guardias de segunda, de infantería. 40 Ibídem. CAPÍTULO 2. LA CREACIÓN DE LA GUARDIA CIVIL A LA LUZ DE LOS DECRETOS FUNDACIONALES 141 Por último, y como medida adicional de ajuste presupuestario, proponía que todo el personal sufragara su vestuario, equipo, armamento, y los de caballería, también caballo y montura, de acuerdo con sus retribuciones, hasta que quedara liquidado su importe. Con esta detracción, que en el caso del guardia civil de infantería –el que menos cobraba- no debería quedarle menos de 6 reales diarios – lo que percibían los escopeteros y otros cuerpos de seguridad de ámbito regional-, se incentivaba también el cuidado del material y ganado, que pasaban a ser propiedad del guardia civil, como más tarde se reguló. Esta era la propuesta que Ahumada volcó en su informe, frente a «los graves inconvenientes que presenta» el decreto de 28 de marzo. Tales reparos parecieron insalvables al organizador de la Guardia Civil para seguir adelante con aquella empresa, de modo que no vio otra opción que poner por escrito todos aquellos inconvenientes observados, y más aún, detallar una serie de exigencias sin cuya aceptación, no continuaría con el proyecto. Imagen 2.1. Cuadro anexo al informe de 20 de abril de 1844, en que el duque de Ahumada propone la plantilla inicial del cuerpo de la Guardia Civil. Fuente: Servicio de Estudios Históricos de la Guardia Civil. La definición de un modelo de liderazgo en la etapa fundacional de la Guardia Civil 142 Las condiciones que puso por escrito Ahumada al Gobierno, fueron estas 41 : «Bases necesarias para que un general pueda encargarse de la formación de la Guardia Civil: 1ª. Que esté conforme con la organización que debe darse al Cuerpo, encontrando a la actual la gravísima falta de estar mezquinamente dotados los guardias civiles, a los que se iguala en condición a los peseteros 42 . 2ª. Que este general ha de tener intervención en el vestuario que se ha de dar, así como en los caballos y monturas. 3ª. Que la propuesta de todos los jefes y oficiales ha de ser suya. 4ª. Que hasta que cada tercio sea entregado, definitivamente organizado, el general encargado de la organización ha de poder proponer al Ministerio de la Guerra, o decidir por sí, la separación o vuelta a la situación de que salieron de todos los jefes, oficiales, sargentos, cabos o guardias que fuesen llamados para tener entrada y, por una u otra causa, no convenga su permanencia. 5ª. Que la organización ha de ser progresiva, formando primero un tercio; concluido éste, otro, y según por el Ministerio de la Guerra se prevenga. 6ª. Que cuanto haya hecho el Ministerio de la Gobernación sobre el particular pase al general encargado de la organización, quedando todo enteramente radicado en el Ministerio de la Guerra hasta la total conclusión de la organización. 7ª. Los que tengan entrada en el Cuerpo han de presentarse personalmente al general en esta corte, para marchar desde ella a Leganés los de infantería, y a Vicálvaro o a Alcalá los de caballería, en cuyos depósitos se han de organizar todos los tercios, para desde allí marchar a las provincias a que cada uno sea destinado». En definitiva, los requisitos que pone Ahumada para aceptar el cargo se centran en asegurar que podrá diseñar y organizar el Instituto, corrigiendo errores como los mezquinos sueldos de los guardias, y evitando injerencias foráneas o imposiciones de ningún tipo. En cuanto a la organización, todo lo que se refiera a la misma debe radicar en Guerra, pues así estaba previsto en el decreto de 12 de abril. También quiere asegurar la buena imagen de la Institución, participando en la elección del vestuario y equipo; pero sobre todo, quiere tener un control absoluto sobre la selección del personal, principalmente de los jefes y oficiales, como aspecto crítico y determinante para el éxito o el fracaso de la Institución. 41 «Bases necesarias para que un general pueda encargarse de la formación de la Guardia Civil». Expediente personal del duque de Ahumada. CELEB., Caja 67, EXP. 13. AGMS. 42 Se llamaba «peseteros» a los soldados de los cuerpos francos constituidos durante la primera guerra Carlista, que tenían por asignación una peseta diaria y la ración de pan. CAPÍTULO 2. LA CREACIÓN DE LA GUARDIA CIVIL A LA LUZ DE LOS DECRETOS FUNDACIONALES 143 No consta que existiera un beneplácito formal a las propuestas y condiciones del Director de Organización, pero sin duda contó con un visto bueno, al menos tácito. Lo cierto es que, desde el mismo momento en que Ahumada presentó su informe al Gobierno el 20 de abril, ya barruntaba en su cabeza todas las tareas pendientes, si definitivamente se hacía cargo de la organización de la Guardia Civil. De hecho, el mismo día de la emisión de aquel informe, Ahumada presentó un escrito con el que proponía al Ministro de la Guerra la composición de la Secretaría que le auxiliase en la Dirección de Organización del Cuerpo. La constituían un secretario; cuatro secciones, cada una a cargo de un jefe y con un auxiliar; un primer escribiente de la clase de subalternos, y otros seis escribientes de tropa. Con fecha 24 de abril fue aceptada su propuesta y el nombramiento de sus primeros colaboradores, entre los que estaban aquellos que le habían acompañado en la revista extraordinaria. Los jefes y oficiales propuestos eran los tenientes coroneles de Infantería Carlos María de la Torre y Navacerrada, y Felipe Ortuoste; y los segundos comandantes Javier de Olmedo y de la Torre, Luís Casani Cron y Juan Manuel de Yébenes, que procedía de la situación de reemplazo. Como auxiliar y primer escribiente se incorporarían, respectivamente, los subtenientes Juan Antonio López y Juan Muro 43 . La sede de la Dirección se estableció inicialmente en un robusto y espacioso edificio de la calle Torija, número 14, de Madrid, que entonces compartía el Ministerio de la Gobernación con otros Departamentos ministeriales, como eran los de Comercio, Instrucción y Obras Públicas, y que había sido la antigua sede de la Santa Inquisición hasta su disolución en 1820 44 . Con su nuevo equipo constituido, la primera propuesta sale de su Secretaría al día siguiente, y es para advertir sobre la necesidad de proveer a las fuerzas del Cuerpo de alojamientos adecuados cuando se inicie el despliegue. En este 43 Propuesta de Ahumada, de 20 de abril de 1844, y autorización de fecha 24. Expediente personal de Carlos María de la Torre. AGMS/1ª/811T/Exp.0. 44 MADOZ, P. (1844). Diccionario geográfico, p. 787. La definición de un modelo de liderazgo en la etapa fundacional de la Guardia Civil 144 interesante escrito 45 , Ahumada se refiere por primera vez a ese concepto tan singular y representativo para la Guardia Civil como es la casa-cuartel, y lo resume de forma breve y sencilla: si «mixto» es el servicio que ha de prestar el nuevo cuerpo, «mixto» ha de ser también su alojamiento. Por supuesto, tal y como expone Ahumada, sigue como modelo para su propuesta el «sistema establecido en Francia para su perfecta Gendarmería». En definitiva, se trata de alojar a los guardias civiles dignamente, y que puedan vivir acompañados de sus familias, los que la tengan a su cargo. Pero también, que las casas-cuarteles reúnan las condiciones necesarias de seguridad frente a agresiones externas, y de discreción en cuanto a los movimientos de salida y regreso de la fuerza de servicio. Con la desamortización religiosa aún muy reciente, también prevé Ahumada que en las capitales podrán encontrarse todavía conventos vacíos y sin uso, que puedan destinarse a casas-cuartel de la Guardia Civil. En cualquier caso, considera que las obras de adecentamiento y mantenimiento han de correr por cuenta de los ayuntamientos correspondientes. Dos días más tarde eleva otra propuesta 46 , esta vez al Ministerio de la Guerra, para que los jefes y oficiales que soliciten ingresar en la Guardia Civil, dejen de figurar en sus escalas respectivas y se integren en una propia del Cuerpo, sin dejar de pertenecer al Ejército ni tener que renunciar a los derechos a que, por sus buenos servicios y constancia, se hubieran hecho acreedores. Esta propuesta tenía por objeto evitar que se echaran atrás a la hora de solicitar el ingreso en la Guardia Civil, muchos buenos jefes y oficiales que no querían, para ello, tener que abandonar el Ejército. De hecho, la propuesta suponía, en caso de ser aprobada por real orden, la anulación de facto de lo dispuesto en el polémico artículo l3 del decreto de 28 de marzo, en cuanto al destino de los oficiales que dejaran de prestar servicio en la Guardia Civil. Pero este escrito de Ahumada de 27 de abril iba mucho más allá. En uno de los párrafos afirma lo siguiente: 45 Escrito de 25 de abril de 1844, firmado por Ahumada. Expediente personal del duque de Ahumada. CELEB., Caja 67, EXP. 13. AGMS. 46 Escrito de 27 de abril de 1844, firmado por Ahumada. Expediente personal del duque de Ahumada. CELEB., Caja 67, EXP. 13. AGMS. CAPÍTULO 2. LA CREACIÓN DE LA GUARDIA CIVIL A LA LUZ DE LOS DECRETOS FUNDACIONALES 145 «Si este cuerpo se ha de constituir en el pie que es de desear, y que nos es algún tanto fácil, imitando la organización y reglamento de la Gendarmería Francesa, deberá depender como más por menor se dirá en comunicación separada, para su organización, reemplazo y demás partes que aquella abraza, del Ministerio de la Guerra, y de los de Gobernación, y Gracia y Justicia, para su servicio; y esta circunstancia sirve de apoyo a lo que dejo indicado». Adelantaba ya el mariscal Girón lo que más tarde expondría en un escrito más detallado, en cuanto a la doble dependencia, civil y militar, que debía tener la Institución, y que terminará cuajando en el real decreto de 13 de mayo. Para ello, una vez más, bastaba con imitar a la Gendarmería Real. Al final del escrito de 27 de abril, insistía Ahumada en que se hiciera llegar a la Reina su opinión sobre este aspecto, que consideraba crucial: «el destino a este Cuerpo no debe causar a ninguno de los Gefes y Oficiales que se nombren para él, el perjuicio grave de tener que renunciar a volver a pertenecer al Egército, sino que se debe considerar como una comisión concedida al mérito y confianza; pues en otro caso puede augurarse que pocos Gefes y Oficiales de las circunstancias que se requieren y de concepto aspirarán a servir en él». De acuerdo con las condiciones impuestas por Ahumada, entre las que se encontraba que Gobernación le diera traslado de todo lo actuado hasta que finalizara la organización, recibió con fecha 24 de abril, por conducto del Ministerio de la Guerra, un documento que llevaba por título «Principales deberes de los militares llamados a formar un Cuerpo destinado a mantener el orden en las ciudades y la seguridad en los caminos» 47 , por si resultaba de utilidad para acometer la organización de la Guardia Civil. Este documento, con un formato de preguntas y respuestas, comprendía una serie de pautas para la prestación del servicio en la Gendarmería Real francesa y reglas de comportamiento que debían observar los gendarmes. Se trataba de un cuadernillo de veinte páginas, manuscrito en francés, cuyo autor era Lacroix, capitán retirado de la Gendarmería, y que había sido enviado a través del cónsul español en Bayona, el 7 de marzo; es decir, cuando aún se estaba elaborando el borrador del decreto del 28. Es muy probable que tal documento fuera redactado a petición de Patricio de la Escosura, que habría entablado amistad con Lacroix durante el tiempo que residió en 47 Expediente personal del duque de Ahumada. CELEB., Caja 67, EXP. 13. AGMS. La definición de un modelo de liderazgo en la etapa fundacional de la Guardia Civil 146 Bayona, cuando su exilio en Francia. Lo cierto es que a los tres días de recibir el documento, Ahumada lo devolvió al Ministerio, acompañado de un escrito con el texto siguiente: «Quedo ya enterado, y adjunto tengo el honor de devolver a V. E. la memoria de Mr. Lacroix, Capitán retirado de la Gendarmería francesa; la cual constando de 20 páginas manuscritas, nada contiene de nuevo que no esté expresado en el diccionario de la Gendarmería, que consta de 1.047 páginas, o en el memorial de la misma Arma, que son tres tomos de más de 500 cada uno, de cuyos tratados cualquiera podrá hacer un extracto más o menos voluminoso» 48 . Del tono del escrito parece deducirse que Ahumada se siente molesto de que en el Ministerio de Guerra, y sobre todo, en Gobernación, pensaran que aquel documento de veinte páginas sobre la Gendarmería pudiera aportar algo nuevo a quien había estudiado al cuerpo galo, su normativa y reglamentación durante años. Con independencia de la influencia que el modelo de la Gendarmería francesa tuvo en los creadores de la Guardia Civil, es necesario precisar también que Ahumada tenía otro referente claro para organizar el nuevo cuerpo, un proyecto en el que había trabajado, como ya hemos visto: la Legión de Salvaguardias Nacionales. Este malogrado proyecto de 1820, concebido por el padre de Ahumada, Pedro Agustín Girón, tuvo también, sin duda, una importante influencia en el diseño de lo que debía ser la Guardia Civil, aunque algunos de estos aspectos procedían, a su vez, de la Gendarmería. Entre éstos, comunes con el cuerpo galo, podemos citar la doble dependencia de la autoridad civil, para la prestación del servicio, y de la jurisdicción militar, en cuanto a su organización y reemplazo. En cuanto a la recluta, también es similar al proyecto de salvaguardias, tanto para los jefes y oficiales –procedentes del Ejército- como para la tropa, que debían ser licenciados, o tropa en activo, si no era suficiente. En cuanto a la cifra inicial de la plantilla propuesta por Ahumada para la Guardia Civil, ligeramente superior a la de los salvaguardias nacionales, se ajustaba al antiguo proyecto en cuanto a la ratio de un hombre por cada dos mil habitantes y tres leguas cuadradas. Pero tal vez lo más relevante a imitar del proyecto de salvaguardias 48 Ibídem. CAPÍTULO 2. LA CREACIÓN DE LA GUARDIA CIVIL A LA LUZ DE LOS DECRETOS FUNDACIONALES 147 fuera la figura del Inspector General, mando superior del cuerpo, el gran ausente en el decreto de 28 de marzo, y que Ahumada se ocupará de proponer cuando llegue el momento. Por último, no debe parecer extraño que Ahumada se refiera a la Gendarmería como modelo para regular determinados aspectos y no lo haga respecto a la Legión de Salvaguardias, pues además de no haberse llegado a implantar, este cuerpo se había concebido en el seno del primer Gobierno del Trienio Constitucional, lo que podría generar recelos en el propio Gabinete de González Bravo y en el mismo Narváez. 2.3 EL DEFINITIVO REAL DECRETO DE 13 DE MAYO Cuando Narváez accede a la Presidencia del Gobierno el 3 de mayo de 1844, se reserva la cartera de Guerra y pasa a ser titular de este Ministerio, mientras Mazarredo es enviado a la Capitanía General de Castilla la Nueva, el anterior puesto de Narváez. Al mismo tiempo, se mantiene al frente de la Subsecretaría de Guerra al brigadier Ángel García de Loygorri y García de Tejada, conde de Vistahermosa, hombre de absoluta confianza de Narváez –a quien debía este cargo, concedido en el Gabinete anterior- y viejo amigo del duque de Ahumada, por su origen sevillano. En ese momento, Narváez y Vistahermosa son perfectamente conocedores de las propuestas de Ahumada respecto a la organización de la Guardia Civil y de las deficiencias expuestas por aquél en su informe sobre el decreto de 28 de marzo, por lo que este sentimiento es compartido en el Ministerio. En su intento por transmitirlo, Quevedo y Sidro (1858) nos aportan su visión al respecto, que refleja en cierto modo aquel parecer: «Si se hubiese procedido a su organización [de la Guardia Civil] con arreglo á los artículos del decreto [de 28 de marzo], es casi indudable que, o no hubiese podido llevarse a cabo, o hubiese sido muy efímera su existencia. La mezquina dotación de los guardias; la demasiada dependencia en que se constituía el Cuerpo de las autoridades civiles en cosas relativas a su organización, y sobre todo el no tener el Cuerpo un Jefe superior que vigilase el exacto cumplimiento de los reglamentos, y que, en contacto con el La definición de un modelo de liderazgo en la etapa fundacional de la Guardia Civil 148 Gobierno, le hiciese presente las necesidades del instituto, hubiesen sido obstáculos insuperables a la realización de este gran pensamiento» 49 . La mayor parte de las propuestas de Ahumada fueron aceptadas, y enseguida comenzó en el Ministerio de la Guerra la redacción de un nuevo texto que pudiera solventar aquellas lagunas con una norma del mismo rango normativo. El resultado fue la presentación a la Reina de otro real decreto «sobre nueva organización de la Guardia Civil», firmado exclusivamente por el general Narváez, como Presidente y Ministro de la Guerra –sin ir acompañado de la firma de los demás ministros, como el anterior-, que llevará por fecha la del 13 de mayo de 1844 50 . En el extenso preámbulo del decreto, Narváez expone a la Reina las dificultades encontradas al disponer la organización del nuevo cuerpo, de acuerdo con el decreto de 12 de abril. En primer lugar, si los mandos de la Guardia Civil han de provenir de entre los oficiales del Ejército, y se pretende hacer una adecuada selección, como reclama el servicio que está llamada a prestar la Institución, no sólo para su constitución inicial sino para la cobertura de las vacante futuras, esto sólo podrá lograrse si se asegura una dependencia del Ministerio de la Guerra en cuanto a su organización, personal, disciplina, material y percibo de sus haberes. Al mismo tiempo, se reconoce que para la prestación de su servicio peculiar, la Guardia Civil debe depender de las autoridades civiles y, por tanto, del Ministerio de la Gobernación. Ahora bien, con independencia de esta doble dependencia, también resulta necesario centralizar lo concerniente a aquellos aspectos que pasen a ser competencia del Ministerio de la Guerra, a fin de dar adecuada respuesta a todas las cuestiones relativas a los tercios e impartir a sus jefes las reales órdenes que resulten oportunas. Asimismo, es preciso centralizar las relaciones con el Ministerio de la Gobernación y las comunicaciones que se establezcan con los 49 QUEVEDO, A. y SIDRO, J., op. cit., pp. 487-488. 50 Real Decreto de 13 de mayo de 1844, declarando que la Guardia Civil depende del Ministerio de la Guerra en lo concerniente a su organización, personal, disciplina, material y percibo de sus haberes, y del Ministerio de la Gobernación por lo relativo a su servicio peculiar y movimientos. Gaceta de Madrid, núm. 3530, 14 de mayo de 1844. Colección histórica, BOE. CAPÍTULO 2. LA CREACIÓN DE LA GUARDIA CIVIL A LA LUZ DE LOS DECRETOS FUNDACIONALES 149 cuarenta y ocho jefes políticos de las provincias. Para ello, Narváez propone, una vez que se concluya la primera organización, la creación de un mando único para la Guardia Civil –probablemente, el aspecto clave más relevante de este real decreto, y diferenciador del de 28 de marzo- a través de una solución similar a la de las armas e institutos del Ejército: una Inspección de la Guardia Civil, a cargo de un general, y con un reducido equipo de jefes y oficiales. Este órgano central deberá ser el que centralice todas las órdenes y comunicaciones concernientes a aquellos aspectos de que hablamos, que pasarán a ser competencia de Guerra. En cuanto a la fuerza que se asignaba en el decreto de 28 de marzo, se consideraba excesiva por la enorme dificultad que representaba encontrar casi 15.000 efectivos licenciados para la tropa, «con todas las circunstancias brillantes que deben tener los individuos de un Cuerpo que en todas partes y en todas ocasiones, se han de presentar como el primer agente del Gobierno y el primer sostenedor de la tranquilidad y seguridad pública». Se proponía, por tanto, comenzar con un contingente más reducido, tal y como sugería Ahumada. También eran excesivas las planas mayores de los tercios, unidades cuya entidad inicial no será superior a la de un batallón, dejando ocho de los tercios al mando de coroneles y cinco, de tenientes coroneles, por su menor entidad; reducciones que suponían el consiguiente ahorro. Por el contrario, se consideraba necesario incrementar un subteniente o alférez por compañía para favorecer la vigilancia del servicio, al dotarla de un nuevo oficial. Aspecto muy relevante para la organización de la tropa del Cuerpo era el referente a sus haberes y al material con que se le iba a dotar. De nuevo, siguiendo la propuesta de Ahumada, Narváez expuso la absoluta necesidad de incrementar los salarios que percibirán los nuevos guardias; y de que los caballos, monturas, vestuario y equipo pasaran a ser de su propiedad, como garantía de un mayor cuidado, y ante la imposibilidad de someter a la fuerza a frecuentes revistas, por la dispersión en que habrán de prestar su servicio. De este modo, se propone: «en Caballería, doce reales diarios al Cabo mayor primero; diez á los segundos; nueve y medio á los Guardias civiles de primera clase; y nueve á los de segunda, de lo que solo perciban diariamente hasta que tengan satisfecho el capital de propiedad que tienen á su cargo, ocho reales el Cabo La definición de un modelo de liderazgo en la etapa fundacional de la Guardia Civil 150 mayor primero; siete y medio los segundos; siete los Cabos primeros; seis y medio los segundos; seis los Guardias civiles de primera; y cinco los de segunda; cuyo descuento se hará para reintegrar al Erario del adelanto, que ha de hacer en la compra de caballos y efectos indicados; (…) En Infantería disfrutarán diarios diez reales y medio el Cabo mayor primero; diez los segundos; nueve y medio los Cabos primeros; nueve los segundos; ocho y medio los Guardias civiles de primera clase; y ocho los de segunda; y sufrirán el descuento hasta que hayan satisfecho el importe del vestuario y equipo, en igual proporción que los de Caballería». Tras el preámbulo que justifica las modificaciones que deberán introducirse para llevar a cabo la organización del Cuerpo por el Ministerio de la Guerra, sigue la parte dispositiva del real decreto con veinticinco artículos, de los que los dos últimos contienen una remisión al posterior desarrollo a través de un reglamento y una disposición derogatoria genérica que no existía en los decretos anteriores. Pasando a analizar su contenido, el artículo 1 del decreto establece que la Guardia Civil depende del Ministerio de la Guerra en lo referente a su organización, personal, disciplina, material y percibo de haberes; y del Ministerio de la Gobernación, en lo relativo a su servicio peculiar y movimientos. El artículo 2 establece la Inspección de la Guardia Civil, como superior órgano directivo del Cuerpo, a cargo de un general. A través de este órgano se establecerán las relaciones con ambos Ministerios, de acuerdo con las competencias que a cada uno corresponden. Los tercios dependen directamente de la Inspección General, con la que se relacionarán sus jefes para todas las cuestiones de índole interna. Al mismo tiempo, en cuanto a la prestación del servicio, se prevé que los jefes de las unidades del Cuerpo a nivel provincial se entiendan directamente con los jefes políticos respectivos, de los que dependen a estos efectos. De este modo, quedaban sentadas las bases generales que regirán las relaciones en la Guardia Civil hasta nuestros días. En cuanto a la primera organización del Cuerpo, se establece en el artículo 3 la fuerza que se destina a cada tercio, con intención de ir aumentando ésta de acuerdo con las futuras necesidades y posibilidades. En el artículo 5 se reserva para la Corte la dotación de dos compañías de infantería y un escuadrón de caballería, pertenecientes al 1º Tercio, con sede en Madrid. La restante fuerza de CAPÍTULO 2. LA CREACIÓN DE LA GUARDIA CIVIL A LA LUZ DE éste y la de los demás tercios se distribuirá en las provincias la Gobernación, según las necesidades de cada una, pero sin que pueda fraccionarse más allá de una sección completa. Imagen 2.2. Cuadro de detalle del despliegue de los tercios, según el artículo 3 del Real Decreto de 13 de mayo de 1844, publicado el 14 de mayo en el número 3530 de la En el artículo 6 se establece que el mando de cada tercio es ejercido por un brigadier o coronel en aquellos que tienen su sede en los distritos militares 1º a 8º -Madrid, Barcelona, Sevilla, Valencia, La Coruña, Zaragoza, Granada y Valladolid-; y por un teniente coronel en los que tienen su sede en los distritos 9º a 14º; esto es, los tercios de Badajoz, Pamplona, Burgos, Vitoria, Palma de Mallorca y Santa Cruz de Tenerife 51 El 13º Tercio de Palma de Mallorca no comenzó su constitución hasta agosto de 1846, y al frente del mismo se situó a un primer capitán. El 14º Tercio de Santa Cruz de Tenerife no se constituyó como tal unidad independiente hasta 1936. LA CREACIÓN DE LA GUARDIA CIVIL A LA LUZ DE DECRETOS FUNDACIONALES éste y la de los demás tercios se distribuirá en las provincias por el Ministerio de n, según las necesidades de cada una, pero sin que pueda fraccionarse más allá de una sección completa. . Cuadro de detalle del despliegue de los tercios, según el artículo 3 del Real Decreto de 13 de mayo de 1844, publicado el 14 de mayo en el número 3530 de la Gaceta de Madrid En el artículo 6 se establece que el mando de cada tercio es ejercido por un rigadier o coronel en aquellos que tienen su sede en los distritos militares 1º a 8º Madrid, Barcelona, Sevilla, Valencia, La Coruña, Zaragoza, Granada y ; y por un teniente coronel en los que tienen su sede en los distritos 9º los tercios de Badajoz, Pamplona, Burgos, Vitoria, Palma de Mallorca y Santa Cruz de Tenerife 51 . La plana mayor de cada tercio cuenta, para El 13º Tercio de Palma de Mallorca no comenzó su constitución hasta agosto de 1846, y al frente del mismo se situó a un primer capitán. El 14º Tercio de Santa Cruz de Tenerife no se constituyó como tal unidad independiente hasta 1936. LA CREACIÓN DE LA GUARDIA CIVIL A LA LUZ DE LOS 151 por el Ministerio de n, según las necesidades de cada una, pero sin que pueda . Cuadro de detalle del despliegue de los tercios, según el artículo 3 del Real Decreto de Gaceta de Madrid. En el artículo 6 se establece que el mando de cada tercio es ejercido por un rigadier o coronel en aquellos que tienen su sede en los distritos militares 1º a 8º Madrid, Barcelona, Sevilla, Valencia, La Coruña, Zaragoza, Granada y ; y por un teniente coronel en los que tienen su sede en los distritos 9º los tercios de Badajoz, Pamplona, Burgos, Vitoria, Palma de . La plana mayor de cada tercio cuenta, para El 13º Tercio de Palma de Mallorca no comenzó su constitución hasta agosto de 1846, y al frente del mismo se situó a un primer capitán. El 14º Tercio de Santa Cruz de Tenerife no se La definición de un modelo de liderazgo en la etapa fundacional de la Guardia Civil 152 auxiliar a su jefe, con un capitán ayudante. En el primer tercio, dada su mayor entidad, también se integra en su plana mayor un teniente coronel 52 , un teniente subayudante, un cabo de trompetas y otro de tambores. Los tercios se configuran con la suficiente autonomía para llevar su propio detall y contabilidad, bajo la responsabilidad de su jefe. Para ello, los ayudantes actuarán como cajeros. En cuanto a las compañías (infantería) y escuadrones (caballería), están a cargo de un primer capitán, de la clase de comandantes del Ejército. El número de oficiales de cada una de estas unidades se completa con 1 segundo capitán –de la clase de capitanes-, 2 tenientes y 1 alférez. Además, cada compañía o escuadrón se compone de un cabo mayor primero, de la clase de sargentos primeros; 3 cabos mayores segundos, de la de sargentos segundos; 4 cabos primeros; 4 cabos segundos; 2 trompetas (en los escuadrones); 1 tambor y 1 corneta (en las compañías); y 120 guardias civiles. Cada compañía, a su vez, se divide en 4 secciones, a cargo cada una de un oficial. Cada sección se divide en 3 brigadas, contando cada una con 10 guardias, y mandadas respectivamente por un cabo mayor, cabo primero y cabo segundo. La forma en que los primeros capitanes llevarán el detall y la administración de sus unidades, así como el régimen de ascensos en el Cuerpo, se deriva a su desarrollo a través del correspondiente reglamento. Se sostiene en el artículo 12 que la base de la recluta del Cuerpo está en los licenciados del Ejército, y como forma de distinguir a quienes más lo merezcan en «recompensa de sus trabajos y fatigas», se establece la división entre guardias civiles de primera clase y de segunda, con haberes ligeramente superiores los primeros, como ya hemos visto. Se respondía con esta diferenciación a otra de las propuestas de Ahumada. Como también se ha expuesto, los guardias civiles deberán costearse el importe del vestuario y equipo; y los de caballería, también el del caballo y montura; que al cumplir su tiempo de servicio en el Instituto, pasan a ser de su propiedad. Para proveer de estos medios, el Estado adelantará los fondos 52 Este teniente coronel figurará en todos los escalafones del Cuerpo entre los jefes de tercio, pues en la práctica, ejercía como uno más. CAPÍTULO 2. LA CREACIÓN DE LA GUARDIA CIVIL A LA LUZ DE LOS DECRETOS FUNDACIONALES 153 necesarios para su adquisición, descontando posteriormente al personal las cantidades correspondientes, pero de forma que en ningún caso perciba en su haber diario cada guardia de primera menos de 6 reales, ni de 5 los de segunda clase. El armamento, en todo caso, es proporcionado por el Estado, obligándose el guardia civil, tan sólo, a su entretenimiento. Transcurridos seis meses desde la primera organización, quienes aspiren a ingresar en la Guardia Civil de caballería deberán presentarse con un caballo que reúna las condiciones necesarias. La caja de cada tercio adelantará a cada hombre, según ingrese en infantería o caballería, un auxilio de primera entrada de 400 o de 1.200 reales, que se irá descontando progresivamente. Asimismo, en cada compañía o escuadrón se formará un fondo de hombres al descuento diario, devolviendo las cantidades correspondientes a cada individuo cuando abandone el Cuerpo. De acuerdo con una de las recomendaciones de Ahumada que antes analizamos, se prevé en el artículo 19 que los ayuntamientos «a que se destinen puestos fijos de la Guardia Civil» deberán proporcionar casas-cuarteles en que los guardias puedan vivir con sus familias, si bien el utensilio necesario será proporcionado por el Estado. En cuanto a las condiciones exigidas para ingresar en el Cuerpo en las clases de tropa, el artículo 20 añade la de saber leer y escribir, y sólo prevé la incorporación de los licenciados del Ejército, sin contemplar la excepción que sí recogía el decreto de 28 de marzo de no ser licenciado en determinados casos. No obstante, sí se establece una medida excepcional en el artículo 22 para conseguir la primera recluta con tropa en activo. Las solicitudes de los aspirantes licenciados deberán ser informadas por el alcalde del pueblo de su vecindad y el cura párroco, antes de dirigirse al jefe político; quien con los informes que estime oportunos, deberá elevarla al comandante de la provincia y, éste, al jefe del tercio correspondiente. Las condiciones para poder optar a una plaza como jefe u oficial en la Guardia Civil se recogen en el artículo 21. Deben encontrarse en servicio activo en el Ejército y pasar revista de presente en los regimientos o en los depósitos de reemplazo. Además, deben contar con una estatura mínima de cinco pies (1,393 La definición de un modelo de liderazgo en la etapa fundacional de la Guardia Civil 154 metros), entre 30 y 40 años de edad, y sin notas desfavorables en sus documentaciones personales, por lo que se refiere a los oficiales subalternos. Los capitanes y ayudantes de esta clase, además, deberán llevar dos años en el empleo, de los que uno, al menos, tendrán que haber mandado compañía. Para los primeros capitanes -comandantes del Ejército-, se reduce el margen de edades entre 30 y 38 años, debiendo haber mandado compañía durante dos años; o uno, las funciones del empleo de comandante. Los tenientes coroneles podrán optar hasta los 50 años, siempre que hubieran desempeñado durante un año las funciones de su empleo, o dos años las de comandante de batallón. Para los coroneles se amplía el margen hasta los 55 años, y deberán haber mandado cuerpo o pertenecido al Cuerpo de Estado Mayor. Por último, para los brigadieres se amplía la edad hasta los 60 años. Pese a que la recluta en las clases de tropa está prevista entre los licenciados del Ejército, el artículo 22 prevé una medida extraordinaria, como se dijo, para constituir en un tiempo breve el primer contingente de guardias civiles. La previsión que aquí se establece es la de detraer de la fuerza en filas 3.205 hombres que reúnan las condiciones descritas, a razón de 35 por cada regimiento de Caballería, 20 por cada batallón de Infantería y 15 por cada batallón de Milicias Provinciales. Todos ellos, además, deberán pertenecer a la quinta de 1840, y si no resultara suficiente, se podrá acudir a la de 1841. Aunque de la medida se deduce que el personal que resulte designado puede ser destinado forzoso, en el artículo 23 se previene que tendrá preferencia el personal voluntario, introduciendo el aliciente de que quienes opten por ingresar en el Cuerpo serán destinados a sus provincias de origen. Como se dijo anteriormente, el artículo 24 hace una remisión genérica al desarrollo a través de reglamento de «las obligaciones del Cuerpo en general y las particulares de cada uno de sus individuos». Como veremos más adelante, estas previsiones, unidas a las que ya realizaba el decreto de 28 de marzo, derivarán en la aprobación de dos reglamentos diferentes –Militar y para el Servicio-, como una de las singularidades más características del nuevo Instituto. CAPÍTULO 2. LA CREACIÓN DE LA GUARDIA CIVIL A LA LUZ DE LOS DECRETOS FUNDACIONALES 155 Finalmente, el artículo 25 constituye una disposición derogatoria que, si bien no lo recoge expresamente, va dirigida al decreto de 28 de marzo. De todas formas, hay que precisar que la redacción literal de este artículo, en cuanto a que «quedan derogadas todas las órdenes anteriores que se opongan a este decreto», no ha de interpretarse como una derogación total del real decreto de 28 de marzo antes de que llegara a aplicarse, tal y como se ha afirmado con frecuencia, intentando defender el decreto de 13 de mayo como el único merecedor de ser considerado como norma fundacional. De haber resultado plenamente derogado el decreto de 28 de marzo, carecería de sentido la redacción del de 13 de mayo, que reconoce la previa existencia de la Guardia Civil para regular, a continuación, sus dependencias; y que da por sentada cual es la misión del nuevo cuerpo, definida en el artículo 2 del decreto de marzo. Lo mismo cabría decir sobre la estructura territorial del Cuerpo configurada por los tercios, haciéndolos coincidir con los catorce distritos militares entonces existentes, pues esta estructura –recordemos- se establece en el decreto de 28 de marzo, limitándose el de 13 de mayo a desarrollar para cada tercio una nueva distribución de compañías y escuadrones. Por último, el Reglamento para el Servicio de la Guardia Civil aprobado en octubre de 1844 y que, con sus modificaciones posteriores, se ha mantenido con plena vigencia a lo largo de la historia de la Institución, responde a un mandato expreso del real decreto de 28 de marzo. Por el contrario, otras cuestiones como la creación de la Inspección General; las relaciones con los jefes políticos; la nueva organización de las unidades; la gestión del vestuario, equipo y ganado; las obligaciones de los ayuntamientos en cuanto al alojamiento de la fuerza y sus familias; la recluta inicial para el primer contingente y las condiciones exigidas a los oficiales, entre otras cuestiones, sí suponen, o una nueva regulación o modificación de la que se establecía en el decreto de marzo. Un aspecto que resalta este carácter, en cierto modo, complementario de ambos decretos es el de las retribuciones. Éstas se establecen para todos los empleos en el decreto de 28 de marzo, se modifican para algunos oficiales La definición de un modelo de liderazgo en la etapa fundacional de la Guardia Civil 156 mediante circular de 1 de abril y, finalmente, se incrementan las de las clases de tropa en el decreto de 13 de mayo. Por lo tanto, y siguiendo a Morales Villanueva (1980) 53 , hemos de concluir que los decretos fundacionales de la Guardia Civil son los de 26 de enero, 28 de marzo y 13 de mayo, siendo con este último como se completó su organización, al margen de los reglamentos posteriores. En cuanto al primero de los decretos –el del 26 de enero-, su artículo 10 es el que da pie a la regulación posterior; el del 28 de marzo establece la primera organización del cuerpo, al que da nombre; el del 12 de abril cumple el mandato del anterior, en cuanto a la organización del Cuerpo por el Ministerio de la Guerra, que a su vez, encomienda al duque de Ahumada; y las conclusiones del organizador para poder llevar a cabo su misión desembocan, finalmente, en el decreto del 13 de mayo. En cuanto al resultado final del Instituto recién creado, a la luz de los decretos fundacionales, hay que precisar que el cambio de Gobierno entre la publicación de las normas de enero y marzo, y la de mayo, no fue tan decisivo, como con frecuencia se ha asegurado desde ciertos sectores interesados en demostrar que, con aquel cambio de Gobierno, se había hurtado el carácter civil del Cuerpo, desnaturalizándolo. No existió ningún «golpe militar», sino una evolución lógica hasta lograr el modelo idóneo para la realidad española, equidistante entre las dos concepciones iniciales. Es más, como ya argumentamos en el apartado correspondiente, el primer giro en cuanto a la naturaleza del cuerpo, tal vez el más trascendental, aunque oculto y desapercibido, se da en el mismo Ministerio de Gobernación y sobre el propio borrador del decreto de 28 de marzo, dando cabida a la jurisdicción y administración militar de un modo que sólo podía desembocar en el resultado final. Seguidamente, la organización prevista en el decreto de 12 de abril enfrenta, ahora, a Gobernación con Guerra, que detecta numerosos defectos para su ejecución, pero todo ello tiene lugar en el propio Gabinete de González Bravo. 53 MORALES VILLANUEVA, A. (1980). Las fuerzas de orden público, p. 89. CAPÍTULO 2. LA CREACIÓN DE LA GUARDIA CIVIL A LA LUZ DE LOS DECRETOS FUNDACIONALES 157 Como afirma Morales Villanueva 54 , tanto por mandato legal como desde el punto de vista administrativo, la Guardia Civil tenía que surgir en el seno de Gobernación, aunque con un carácter militar, imprescindible en este tipo de organizaciones en aquella época. En sentido similar se pronuncia Rivas 55 , cuando afirma que la creación de un cuerpo diseminado, llamado a combatir la lacra del bandolerismo, y con la presencia de partidas que amenazaban con una nueva guerra, requerían de una institución con naturaleza militar, que la dotara de la suficiente disciplina, cohesión y fortaleza para el cumplimiento de tan importante misión. No se oculta que la Guardia Civil que surge del decreto de 13 de mayo tiene un inequívoco carácter militar, frente a la que se organizaba en el decreto de marzo: civil, primero; civil-militar, después, al reconocer su organización y disciplina castrense. Para lograrlo, se requería de un extraño equilibrio muy difícil de sostener en el tiempo y, sobre todo, poco apto para resistir los vaivenes políticos. Se trató –repetimos- de una evolución natural, del mismo modo que, pocos años antes, un Gobierno progresista dirigido por Rodil y bajo la Regencia de Espartero, había reorganizado el Cuerpo de Carabineros de la Hacienda Pública para dotarlo de organización militar y ponerlo bajo un mando único eficaz mediante un decreto de agosto de 1842; mientras otro decreto de noviembre de ese mismo año reforzaba tal organización y creaba el cuerpo militar de Carabineros del Reino. Lamentablemente, hemos de reconocer que desconocemos el alcance que pudo tener la postura de la oposición política progresista frente a este giro en la concepción del nuevo cuerpo, antes de su puesta en marcha; toda vez que, si bien la legislatura se prolongó hasta el 4 de julio de 1844 56 , no existió actividad 54 Ibidem., pp. 86-87. 55 RIVAS GÓMEZ, F. (1994). La Guardia Civil y sus creadores, p. 23. CGC. 56 Por Real Decreto de 4 de julio de 1844, publicado el día 10, encontrándose la Reina y el Gobierno en Barcelona, se disuelve el Congreso de los Diputados. Las Cortes deberán volver a reunirse el 10 de octubre, una vez renovada la tercera parte del Senado. La definición de un modelo de liderazgo en la etapa fundacional de la Guardia Civil 158 parlamentaria a partir del 27 de diciembre de 1843, fecha en que se suspendieron las sesiones de las Cortes 57 , hasta el 10 de octubre de 1844. En definitiva, la Guardia Civil que despliega y echa a andar en el otoño de 1844 en nada se parece a aquella fuerza especial de protección y seguridad que preveía el real decreto de 26 de enero, ni es el mismo modelo descentralizado, con dependencia civil y organización militar, que se concibió más tarde en el Ministerio de Gobernación, como signo inequívoco de las discrepancias existentes en este Departamento. Pero tampoco coincide con la institución que barruntaba Ahumada cuando redactó su informe de 20 de abril, ni a la que quería llegar el Ministerio de la Guerra, como un arma más del Ejército, al modo de la Gendarmería francesa. El resultado, en fin, fue el de una institución con lógicas similitudes a la que prestaba servicio en el país galo, pero genuina y diferente. Más tarde, el propio carácter nacional y, sobre todo, la impronta transmitida por su fundador a partir de que su funcionamiento comienza a ser eficaz en 1845, el papel impulsor y el compromiso de los cuadros de mando, y el profundo espíritu de servicio inculcado y asumido por los guardias civiles, terminaron por configurar un cuerpo diferente, singular, enormemente eficaz para el Estado y profundamente enraizado en el pueblo español. 57 Sesión del 27 de diciembre de 1843, p. 674. Diario de Sesiones del Congreso de los Diputados. Serie histórica. Legislatura de 1843-1844. CAPÍTULO 3. EL MOMENTO POLÍTICO Y LOS PERSONAJES CLAVE 159 CAPÍTULO 3 EL MOMENTO POLÍTICO Y LOS PERSONAJES CLAVE 3.1 EL MOMENTO POLÍTICO DE CREACIÓN DE LA GUARDIA CIVIL Fue una realidad a lo largo de todo el siglo XIX y el primer tercio del siglo XX, un proceso cíclico pero permanente, extendido entre 1810 y 1939, que fue el largo conflicto revolución versus contrarrevolución, y que supuso un factor clave en la Historia española de ese periodo. Con independencia de lo anterior, ya hemos tenido ocasión de analizar la situación política, convulsa e incierta, de lucha constante o intermitente entre españoles, que nos condujo hasta finales de 1843. También hemos visto como esta situación de inestabilidad política desembocaba irremediablemente en el lamentable estado en que se encontraba la seguridad pública en España. Y ello en una doble dimensión: por la propia inseguridad generada por un clima de casi permanente enfrentamiento entre las diferentes facciones políticas; y por la incapacidad institucional, estructural y económica, necesarias para poner en marcha un proyecto de la envergadura de un cuerpo de seguridad moderno, con ámbito de actuación en toda la España peninsular 1 y aceptado por todos. Porque fue precisamente al comenzar el reinado personal de Isabel II, con la proclamación de su mayoría de edad en noviembre de 1843, cuando la inestabilidad política, materializada en las frecuentes alternancias de gobierno y la corta duración de los gabinetes ministeriales, empezó a dejar paso a un nuevo horizonte de cierta estabilidad. Ciertamente, finalizada la guerra contra los carlistas y superado el periodo de la regencia progresista, parecía que había llegado el momento de consolidar el 1 Utilizamos este término para excluir los territorios españoles de Ultramar, a los que la Guardia Civil tardará años en llegar, desde su fundación. La definición de un modelo de liderazgo en la etapa fundacional de la Guardia Civil 160 Estado liberal y superar definitivamente el Antiguo Régimen. Así lo resume Alejandro Nieto (2006) de forma gráfica y certera: «En España no se llegó a un compromiso estable entre constitucionalistas y realistas, y cuando los liberales se consolidaron en el poder, cada una de sus facciones pretendió imponer su voluntad desde el Gobierno provocando una reacción simétrica en el partido contrario cuando le llegaba su turno. No hubo, por tanto, transición sino ruptura y transformación violenta. Lo que salió del Antiguo Régimen fue una guerra civil (entre carlistas y liberales) y dentro del bando ganador, una discordia civil –también violenta- entre moderados y progresistas. Esta fue la historia de la regencia de María Cristina, y aún habría que esperar a la liquidación de la segunda regencia, la de Espartero, todavía más desgraciada, para que pudiera hablarse de una verdadera superación del Antiguo Régimen» 2 . Se abría, en fin, un prometedor periodo político que se iba a prolongar por más de dos décadas, con algunas breves excepciones, con sus luces y sombras, y a pesar de que los gobiernos se siguieron sucediendo con excesiva frecuencia. Un periodo, en cualquier caso, que ha sido calificado como «el más homogéneo, extenso, estable y mejor perfilado de toda la centuria decimonónica» 3 . Cuando la coalición política de transición llega al poder en el otoño de 1843, el planteamiento es muy diferente al que se había vivido con el trienio progresista, en cuanto a tender puentes para la reconciliación de la sociedad española. Frente a la postura esparterista de ruptura tajante con la España vencida en la guerra Carlista, los moderados intentan, cuando llegan al Gobierno, una integración de las dos Españas enfrentadas 4 . El moderantismo político basó su clave en tres puntos, en los cuales radicaba, a su entender, la definitiva pacificación social del país: la reforma constitucional para ampliar las prerrogativas regias, el acuerdo concordaticio con la Santa Sede y la fusión de las dos ramas dinásticas, carlista e isabelina; objetivo 2 NIETO, A. (2006). Los primeros pasos del Estado constitucional: Historia administrativa de la regencia de María Cristina, pp. 25-26. 3 COMELLAS, J. L. (1983). La España liberal y romántica, p. 513. Historia de España y América. 4 SECO SERRANO, C. (1989). Narváez y el duque de Ahumada: acotaciones a un epistolario, p. 33. CGC. CAPÍTULO 3. EL MOMENTO POLÍTICO Y LOS PERSONAJES CLAVE 161 este último ampliamente deseado por el sector más conservador del liberalismo, y el único que no llegaría nunca a cumplirse 5 . En cuanto al papel jugado por los moderados en aquel periodo histórico, resulta ilustrativo el análisis de Jover Zamora (1968): «En el activo de los “moderados” hay que poner, gusten o no sus ideas y sus procedimientos, la creación del Estado español contemporáneo. Este Estado será instrumento en manos de una oligarquía, cubrirá abusos, se desentenderá de intereses vitales para extensos sectores de la sociedad, tenderá a congelarse en cada instante de la forzada evolución que le imprime la dinámica social. Pero es el único Estado español real que, de hecho, vertebra nuestra historia política contemporánea. La gran creación de los “moderados” fue precisamente este Estado centralizador y doctrinario, que se manifiesta en unas constituciones, en unos códigos, en unos cuadros administrativos y en un funcionamiento que permanecen, siglo XIX adelante, por encima de guerras civiles y de interrupciones» 6 . De nuevo es Jover Zamora (1981) quien, en su conocido prólogo al tomo XXXIV de la Historia de España de Menéndez Pidal, que él dirigía, nos presenta el panorama con gran lucidez: «Esta Administración jerarquizada, unificada, agente eficaz de centralización, constituirá uno de los más rotundos logros del moderantismo; sin duda, uno de los capítulos principales del legado de la España de Isabel II a la España de la Restauración y aún del siglo XX. La realidad contemporánea de España es inseparable, en la práctica, de este sólido andamiaje de que dotaron a la sociedad española unas élites administrativistas, de hombres de gobierno, de administradores que tuvieron la virtud, nada secundaria en hombres públicos, de querer hacer, de saber hacer, de hacer con solidez y racionalidad una obra perdurable. El problema está (…) en si el modelo elegido, de perfección técnica y racionalidad incuestionables, resultaba adecuado, sin más que la traducción, a la realidad histórica y nacional de España» 7 . El resultado de este análisis descrito en el párrafo anterior nos lo resume Jover, seguidamente, en dos trazos: «Una Administración centralizada, un Estado unitario perfeccionado en su estructura interna: tal es el legado de la gran etapa 5 SECO SERRANO, C. (2000). Historia del conservadurismo español: una línea política integradora en el siglo XIX, p. 98. 6 JOVER ZAMORA, J. M. (1968). 1868, balance de una revolución, p. 17. Cuadernos para el Diálogo. 7 JOVER ZAMORA, J. M., COORD. (1981). Historia de España. Tomo XXXIV. La era isabelina y el Sexenio Democrático (1834-1874), pp. LXXII-LXXIII. La definición de un modelo de liderazgo en la etapa fundacional de la Guardia Civil 162 moderada, que saltará por encima de las alteraciones del Sexenio para vertebrar la España de la Restauración» 8 . De todas formas, el naciente Estado liberal es todavía muy débil, y sólo se irá modernizando y vertebrando con la aplicación de profundas medidas, que hagan salir a España definitivamente del Antiguo Régimen. Como ya apuntábamos anteriormente, contribuirán a ello medidas fundamentales para el funcionamiento del Estado como la Reforma Mon-Santillán –por sus promotores, Alejandro Mon y Ramón de Santillán- que vino a simplificar y modernizar el sistema tributario español, y cuyo legado ha llegado hasta nuestros días. Como hemos venido afirmando, la renovación política de 1844 requería una reorganización institucional más acorde con los planteamientos del moderantismo. Para ello, la aplicación de la Ley de Ayuntamientos, con los recortes en sus atribuciones; la instauración de los consejos provinciales a partir de 1845, como órganos consultivos y de gobierno; y el creciente protagonismo de los jefes políticos como máximos responsables de la administración civil en cada provincia, eran muestras elocuentes del cambio de rumbo que los moderados deseaban imponer al ordenamiento liberal. De todas estas medidas, no podría quedar al margen la creación de la Guardia Civil 9 . Por otra parte, la estabilidad institucional y el control político y administrativo, resultaban esenciales en aquel nuevo Estado. Para ello, el modelo territorial provincial, de acuerdo con el proyecto iniciado en 1833, seguido del judicial en 1834, con la creación de las audiencias territoriales en el ámbito supraprovincial y los partidos judiciales en las cabeceras de comarca, venía a constituir un elemento más en el proceso normalizador y centralizador de la Administración del Estado. Tengamos en cuenta que uno de los grandes factores de debilidad del nuevo Estado liberal, y cuya reversión será objetivo prioritario del Gobierno moderado, fue la imperiosa necesidad de integración del territorio, en una España en la que cinco mil pueblos se encontraban todavía unidos por caminos de herradura. Siguiendo este modelo, a modo de eficaz instrumento 8 Ibídem, p. LXXIII. 9 DE CASTRO MONSALVE, C. (1979). La Revolución Liberal y los municipios españoles (1812- 1868), pp. 167-185. CAPÍTULO 3. EL MOMENTO POLÍTICO Y LOS PERSONAJES CLAVE 163 centralizador e integrador, veremos más adelante cómo el despliegue de los tercios de la Guardia Civil fija su cobertura nacional por provincias, al frente de cada cual sitúa a un jefe –en sus orígenes, primer capitán-, que se entenderá con el respectivo jefe político. Además, ya hemos expuesto con suficiente detalle cómo constituía un grave problema de urgente resolución la falta de conciencia en la clase política para colocar la seguridad pública por encima del gobierno de turno y las veleidades del poder. Con demasiada frecuencia, se empleaba a las fuerzas del orden como arma arrojadiza contra los opositores políticos y en provecho propio, alimentando el frecuente clima de guerra civil que se respiraba. La inexistencia de un cuerpo de seguridad de ámbito nacional, fiable y respetado por todos, como garantía de orden, había permanecido latente, como telón de fondo de esta situación. Parecía que, al fin, había llegado el momento propicio, que había aguardado tanto tiempo, para que ese cuerpo fuera una realidad. Martínez Ruíz (1970) justifica el nacimiento de la Guardia Civil en este nuevo escenario político y social, que permite ya vislumbrar perspectivas de desarrollo a más largo plazo, al no verse ya aquejado por continuas revueltas y por conatos de volver a empuñar las armas: «Así pues, (…) puede afirmarse que el nacimiento de esta Institución está determinado por una situación anterior, por un contexto histórico de inquietud e inestabilidad, y de aquí que cuando se establece una forma de Estado con objetivos amplios, entre sus medidas primeras figure la creación de un cuerpo nacional que asegure el orden público como necesidad urgente» 10 . Y a continuación, Martínez Ruíz define el momento histórico en que se abría este nuevo escenario, y cómo la oportunidad política dio paso a la eficacia organizativa, para alcanzar una solución, que será definitiva: «La Guardia Civil nace a comienzos de la Década Moderada, uno de los periodos más estables en lo que a política se refiere de nuestros tres primeros cuartos decimonónicos (…) pues a lo largo de estos diez años un mismo partido dirige los destinos del país (…) pausa que aprovecha muy bien el duque de Ahumada para dar solidez, cohesión y forma definitiva al Cuerpo que se le encomendó y así dejar trazada firmemente cuál ha de ser la esencia de la Guardia Civil, que durante esos diez años se estructura 10 MARTÍNEZ RUÍZ, E. (1970). La crisis del orden público, op. cit., p. 70. REHGC. La definición de un modelo de liderazgo en la etapa fundacional de la Guardia Civil 164 sólidamente hasta el punto de resistir los embates de los cambios políticos posteriores» 11 . Con una organización interna minuciosa y ordenancista, precisada de un orden institucional en que desenvolver su misión y con una creciente regulación normativa estatal, a cuyo cumplimiento va a orientar sus esfuerzos, la Guardia Civil va a encontrar el terreno propicio para dar sus primeros pasos con cierta seguridad. Para ello, tendrá a su favor el propio impulso político moderado y el clima de tranquilidad social que ansiaban los españoles, y para lo que habían depositado una gran confianza en la nueva Institución. En contra, las naturales resistencias locales al ejercicio de la autoridad, al respeto a la Ley y a dejar atrás injerencias y actitudes caciquiles, tan asentadas en la sociedad de entonces. Además, la Guardia Civil tendrá ante sí la oportunidad de abrirse un espacio definitivo en el terreno de la seguridad en España, que se alcanzará con la primera década de funcionamiento, cuando consiga reducir a mínimos la grave lacra que suponía el bandolerismo. Pero además, Martínez Ruíz (1976) se plantea una interesante reflexión sobre los comienzos de la Guardia Civil, en relación directa con el despertar del Estado liberal. «¿Por qué triunfa donde otras fracasan?», se pregunta 12 . Y él mismo apunta la solución: «La explicación reside (…) en la misma realidad de la España isabelina, una realidad donde perduran estructuras del Antiguo Régimen bajo la superestructura administrativa de un Estado ya contemporáneo que hace que la Guardia Civil nazca con una concepción también contemporánea para ser aplicada en un ámbito propio del Antiguo Régimen (…). En consecuencia, la Guardia Civil inicia su andadura histórica cuando en nuestro país comienza el pleno despertar de la problemática contemporánea; empieza a actuar con el sólido respaldo de un Estado contemporáneo en un medio que sigue apegado al viejo cuño de generaciones anteriores. En la confrontación de las dos realidades se impone la más eficaz, que es la más actual» 13 . Definitivamente, que la creación y la etapa inicial de la Guardia Civil coincidan con la Década Moderada, facilitará que pueda recorrerla con tal 11 Ibídem. 12 MARTÍNEZ RUÍZ, E. (1976). Creación, op. cit., p. 373. 13 Ibídem. CAPÍTULO 3. EL MOMENTO POLÍTICO Y LOS PERSONAJES CLAVE 165 solvencia que le permitirá robustecerse y superar cualquier cambio político que se lleve a cabo a partir de entonces en España. Quedaría incompleto este análisis, no obstante, si a la bondad del periodo concreto de la puesta en marcha de la Guardia Civil no sumáramos el acierto, visión y lucidez de sus principales artífices, aquellos que movieron los hilos necesarios para que la Institución fuera una realidad. Además de otros personajes que participaron con innegable resolución, en la medida en que les tocó hacerlo, y de todos los miembros del Cuerpo que hicieron posible su nacimiento y consolidación, dos figuras destacan como parte inseparable de la historia de la Guardia Civil: Narváez y Ahumada. Por ello, aunque las figuras del duque de Valencia y del duque de Ahumada son, generalmente, bastante conocidas, bueno será que hagamos aquí un breve apunte biográfico de los dos, empezando por el espadón de Loja. 3.2 NARVÁEZ, EL HOMBRE FUERTE DE LOS LIBERALES MODERADOS Ramón María Narváez y Campos nació en Loja (Granada) el 5 de agosto de 1799, en el seno de una familia noble andaluza. A la temprana edad de quince años, de acuerdo con los méritos de sus antepasados y su condición nobiliaria, ingresó por gracia real en el Regimiento de Reales Guardias Walonas, unidad de élite que tenía como principal misión la seguridad inmediata del Rey. Ya desde joven, Narváez había mostrado su inclinación política liberal, lo que le llevó a enfrentarse con sus propios compañeros de la Guardia Real, cuando ésta se sublevó en la intentona absolutista del 7 de julio de 1822 para revertir el orden constitucional. Más tarde, combatió a las órdenes de Espoz y Mina en Cataluña, hasta que en 1823 fue hecho prisionero por las tropas de los Cien Mil Hijos de San Luís y conducido a Francia, donde permaneció prisionero hasta 1824. A su regreso, se mostró fiel a sus convicciones liberales y renunció a la carrera militar para no servir al Rey absoluto, retirándose a su Loja natal. No La definición de un modelo de liderazgo en la etapa fundacional de la Guardia Civil 166 obstante, en 1833 se acogió a la amnistía decretada por la Reina Gobernadora María Cristina de Borbón, de tal modo que, sin violentar sus ideas políticas, retomó la carrera militar. En 1834 se incorporó a filas en el Ejército isabelino durante la guerra Carlista, en la que hará gala de indiscutibles dotes militares. En 1835 participó en la batalla de Mendigorría, al frente del batallón del Infante, y su valerosa actuación le valió el ascenso al empleo de teniente coronel. En enero de 1836 tuvo lugar la batalla de Arlabán, puerto de montaña entre las provincias de Álava y Guipúzcoa. De las tres grandes columnas en que se organizó el Ejército isabelino, la del esfuerzo principal, por el centro, es la que dirigía el general Luís Fernández de Córdova. La primera brigada de la división de vanguardia, constituida por un batallón francés y otros dos del regimiento de la Princesa, fue puesta al mando de Ramón María Narváez, que consiguió alcanzar su objetivo, aun a costa de recibir una herida de bala en la cabeza 14 . Por aquella meritoria acción obtuvo el ascenso a brigadier. En este mismo año, participó en la operación de persecución del general carlista Miguel Gómez Damas, que pretendía extender el conflicto por varias regiones. Más tarde, en el frente aragonés derrotó a Ramón Cabrera en Morella. En 1837 se le encargó a Narváez la organización y mando del Ejército de Reserva de Andalucía, con la misión de pacificar La Mancha y expulsar a la nutrida guerrilla carlista del cabecilla «Palillos». Al año siguiente seleccionó para este proyecto a Francisco Javier Girón, entonces marqués de las Amarillas –aún no había heredado el ducado de Ahumada-, y pronto supo detectar en él un talento y preparación militar excepcionales, y sobre todo, algo que Narváez valoraba especialmente: sus cualidades de gran organizador 15 . Lo puso de manifiesto cuando se trató de poner en marcha aquella importante fuerza militar, sin apenas recursos, al afirmar: «El marqués es organizador y lo entiende mucho. Espero muy buenos resultados de tenerle allí (refiriéndose al gobierno de Toledo). Si 14 Galería Militar Contemporánea: colección de biografías y retratos de los generales que más celebridad han conseguido en los ejércitos liberal y carlista durante la última guerra civil… (1846), pp. 148-150. 15 SECO SERRANO, C. (1989). Narváez y el duque de Ahumada, op. cit., p. 32. CGC. CAPÍTULO 3. EL MOMENTO POLÍTICO Y LOS PERSONAJES CLAVE 167 Amarillas no va a Toledo, yo no responderé nunca de lo que allí suceda. ¡Bueno anda el Gobierno, y la libertad, y todo!» 16 . Más tarde, ambos militares coincidieron en Miguelturra (Ciudad Real), durante aquel proceso organizativo, pudiendo confirmar Narváez personalmente el buen concepto que se había formado del futuro organizador de la Guardia Civil. Fue una apreciación recíproca, pues a Francisco Javier Girón también le produjo la figura de Narváez una honda impresión, como dejó escrito en una carta en 1838: «El hombre que veo en España, de los nuevos, que sobresaldrá sobre todos, es Narváez: el tiempo por testigo. Es el que se calzará el mando en el Ejército: ¡qué cabeza tiene, qué idea! Es un General. ¡Qué gravedad hasta en el vestir! Creador sin segundo, conoce a España y su posición verdaderamente. Repito que es el que mandará en todo si las consecuencias le ayudan como siempre» 17 . En realidad, el pronóstico del futuro duque de Ahumada sobre Ramón María Narváez se cumplió por entero pocos años más tarde. Desde aquel momento, Girón demostró siempre un sentimiento de amistad y respeto hacia Narváez, que fue correspondido con la alta consideración que, a su vez, inspiraba al general de Loja. Con el tiempo –restaban tan sólo seis años para la creación de la Guardia Civil- se confirmará aquella mutua y leal estima, y se mantendrá inalterable, aun a pesar de que sus caracteres eran bien diferentes, como distintas serán sus posturas, en varias ocasiones. En noviembre de 1838 tuvo lugar una revuelta en Sevilla, de la que fueron acusados Fernández de Córdova y Narváez, tanto por Espartero como por el Capitán General de Andalucía, Serafín de Sotto, conde de Clonard. Con tal motivo, nuestro personaje se vio obligado a exiliarse a Gibraltar, donde permaneció cerca de dos años. Estando allí se produjo la salida de España de la Reina Gobernadora, María Cristina, cediendo la Regencia a Espartero, en 1840. No mucho más tarde, Ramón María Narváez continuaba su exilio trasladándose a París, donde iba a coincidir con la Reina. Durante su estancia en la 16 AGUADO SÁNCHEZ, F. (1969). El Duque de Ahumada, op. cit., p. 173. 17 Ibídem, p. 179. La definición de un modelo de liderazgo en la etapa fundacional de la Guardia Civil 168 capital francesa, que prolongó durante toda la Regencia de Espartero, el liberal Narváez fue mudando sus ideas progresistas para acercarse al moderantismo, en vista de la situación que se vivía entonces en España. Desde el exilio dirigió, junto al general Córdova, la «Orden Militar Española», en oposición al Regente. Poco a poco, se fue convirtiendo en el referente y en puntal indiscutible de los moderados, al tiempo que se reconciliaba con el conde de Clonard, responsable de su forzado exilio 18 . En el otoño de 1841 se produjo el fallido levantamiento del 7 de octubre, encabezado por Narváez desde Francia, para liberar a la Reina niña Isabel II y a su hermana, a fin de trasladarlas al País Vasco, donde se encontrarían con su madre. El resultado de aquella intentona ya lo expusimos en el Capítulo 1. Desde comienzos de 1843 se fue gestando una frágil coalición que tenía como fin desalojar definitivamente a Espartero de la Regencia, cuando en España la situación se presentaba cada vez más convulsa. Con el desembarco de Narváez en Valencia el 27 de junio, junto con otros sublevados, mientras Serrano lo hacía por Barcelona, acompañado de González Bravo, se daba inicio al levantamiento que acabaría con la Regencia del Príncipe de Vergara. Fue un movimiento en el cual jugó un importante papel otro personaje clave en la España decimonónica, Juan Prim y Prats, que por entonces se asomaba al primer plano de la vida nacional 19 . Tras el triunfo de aquel alzamiento, como ya sabemos, Narváez fue nombrado Capitán General de Valencia y un mes más tarde, tras enfrentarse en Torrejón con sus escasas tropas contra el Ejército esparterista, entraba triunfal en Madrid, siendo nombrado Capitán General de Castilla la Nueva. Como ya expusimos en el Capítulo 2, fruto del creciente protagonismo que va alcanzando la figura de Narváez en la escena política española, al frente del moderantismo, sufre un atentado en la calle del Desengaño de Madrid, en 18 SALCEDO OLID, M. (2012). Ramón María Narváez (1799-1868), p. 205. 19 Para conocer más sobre el perfil y relevancia de este personaje, consultar: DE DIEGO GARCÍA, E. (2003). Prim, la forja de una espada, Barcelona: Planeta. (2014). Prim, mucho más que una espada, Madrid: Actas. CAPÍTULO 3. EL MOMENTO POLÍTICO Y LOS PERSONAJES CLAVE 169 noviembre de 1843. De aquel frustrado magnicidio resultó ileso, pero le costó la vida a su ayudante, resultando herido el otro acompañante. Después de la proclamación de la mayoría de edad de Isabel II el 8 de noviembre de 1843, y su juramento de la Constitución dos días más tarde, como punto de inicio de su reinado personal, tuvo lugar antes de que terminara aquel mes el grave acontecimiento conocido como «incidente Olózaga» o los «sucesos de palacio» 20 . La Historia ha anotado este incidente en el debe de los moderados y, principalmente, en el del propio Ramón María Narváez, uno de los principales protagonistas de su gestión y desenlace. Aquel lamentable suceso, con la acusación a Olózaga, según el propio relato de la Reina, de haberla forzado a firmar un real decreto sin fecha para la disolución de las Cortes, y del que ya nos ocupamos brevemente al comienzo del Capítulo 2, constituyó una auténtica encerrona que costó a Salustiano Olózaga el cargo de Presidente del Consejo de Ministros, su encausamiento –que evitó exiliándose en Portugal-, y que liquidó políticamente a los progresistas, enemistándolos de modo irreversible con la Monarquía isabelina 21 . La incómoda situación provocada por la destitución de Olózaga y el gabinete progresista en aquellas circunstancias, hizo que no fuera fácil encontrar quien encabezara un nuevo Gobierno de transición. Sólo González Bravo aceptó refrendar la tan dudosa versión de la Reina sobre lo sucedido en su despacho, y a cambio, encabezar el nuevo Gabinete, para lo que Narváez defendió su candidatura hasta imponerla 22 . El de Loja tuvo, así, el mayor protagonismo en la sombra respecto a la constitución de aquel Gobierno en diciembre de 1843 -transitorio, necesariamente-, y su posterior funcionamiento. Una muestra de ello es que, entre el 31 de enero y el 4 de febrero de 1844, momento delicado por la insurrección de las plazas de Alicante y Cartagena, Narváez fue llamado a asistir y ser oído en 20 Ver: NIETO GARCÍA, A. (2007). Los sucesos de Palacio del 28 de noviembre de 1843. Real Academia de Ciencias Morales y Políticas. 21 PÉREZ ALONSO, J., op. cit., p. 540. 22 SALCEDO OLID, M., op. cit., pp. 241-242. La definición de un modelo de liderazgo en la etapa fundacional de la Guardia Civil 170 hasta tres sesiones extraordinarias del Consejo de Ministros 23 . De hecho, en la sesión extraordinaria que tuvo lugar en la noche del 31 de enero en el despacho del Ministro de la Gobernación, para dar cuenta de la sublevación que se acababa de producir en Alicante, y adoptar drásticas y urgentes medidas para su sofocación, fue llamado a la reunión, además del Gabinete al completo, el Capitán General del primer distrito; esto es, Narváez. Por el contenido del acta de la sesión 24 , sabemos que el general tuvo un papel preponderante para tomar las decisiones oportunas, y es muy probable que él mismo dictase o coordinase la redacción de la resolución de doce puntos que, con el detalle de todas las órdenes que debían ejecutarse, fue publicada en la Gaceta de ese mismo día. Salcedo Olid (2012), uno de los historiadores que más y mejor han profundizado en la figura del general lojeño, refiere de forma elocuente aquella influencia: «En realidad, Narváez tuvo en el devenir de este Ministerio una influencia crucial. Podría incluso, decirse que fue una especie de tutor del mismo. En primer lugar, impuso, como hemos visto, a su presidente. En segundo lugar, se encargó personalmente de designar a quienes debían acompañarle en el Consejo, entre los que, con la intención de mantener, aún, la ilusión del mantenimiento de la conciliación revolucionaria, incluiría a algunos progresistas templados, como el marqués de Peñaflorida (Gobernación) y el brigadier Portillo (Marina). En tercer lugar, y a través de Manuel Mazarredo, que, nombrado ministro de la Guerra, sería como su longa manus en el seno del Gabinete, llevaría a cabo una decisiva labor de fiscalización y guía de su gestión. Quizá no sería exagerar demasiado decir que el primer Ministerio Narváez fue uno, éste, del que él mismo no formó parte» 25 . Y nos detenemos en precisar la «tutela» de Narváez sobre este Gabinete recién conformado porque, con alguna frecuencia, se ha asegurado sin matices que la Guardia Civil fue creada con González Bravo, como si el posterior Gobierno de Narváez –tan sólo mes y medio más tarde- y su cabeza visible, fueran ajenos a aquel alumbramiento. De acuerdo con tales opiniones, a Narváez se le otorgaría únicamente el papel de reformar profundamente una institución que 23 Actas de las sesiones extraordinarias del Consejo de Ministros de los días 31 de enero, y 1 y 4 de febrero de 1844, pp. 81-84, 86-87 y 89-90. Actas del Consejo de Ministros, op. cit. 24 Acta de la sesión extraordinaria del Consejo de Ministros del 31 de enero, pp. 81-84. Actas del Consejo de Ministros, op. cit. 25 SALCEDO OLID, M., op. cit., p. 243. CAPÍTULO 3. EL MOMENTO POLÍTICO Y LOS PERSONAJES CLAVE 171 ya estaba creada y a punto de estrenarse; a modificar, en fin, la naturaleza y el sistema de dependencias de la recién creada Guardia Civil. Antes al contrario, como hemos visto, todos los ministros –incluyendo a González Bravo- que intervinieron en los debates previos y en las decisiones que llevaron al primer decreto fundacional -28 de marzo- fueron nombrados bajo la inspiración del mismísimo Narváez. En este aspecto coincide Seco Serrano (1989) cuando, después de restar toda relevancia política a la figura de González Bravo y afirmar «su entera supeditación a Narváez», asegura que todos los decretos configuradores de la creación y puesta en marcha de la Guardia Civil –y cita expresamente los de enero, marzo y mayo de 1844-, «obedecieron a inspiraciones muy concretas del propio Narváez, que siempre tuvo por el aspecto más meritorio de su obra de gobierno la creación de la Guardia Civil» 26 . Abundando en lo anterior, Salcedo Olid (2012) sostiene sin ambages que la idea primigenia de la creación de la Guardia Civil no fue sino de Ramón María Narváez. De él asegura que: «además de colaborar en la elaboración y aplicación de las medidas destinadas a prevenir la inmediata ruptura del orden, Narváez tomaría la iniciativa a la hora de promover otra que habría de contribuir, de forma estable y permanente, a asegurar la tranquilidad del país y, con ello, a dar un destacado puesto en la historia de España al Gabinete González Bravo. Nos referimos nada menos que a la creación de la Guardia Civil» 27 . Como colofón, a los pocos días de su nombramiento al frente del Gobierno, Narváez presentó a la Reina, firmado de su puño y letra, y con fecha de 13 de mayo de 1844, el definitivo real decreto fundacional de la Guardia Civil, fruto de una más reposada reflexión, tras la publicación de los anteriores, y a partir de los propios informes de Ahumada. En otros órdenes se achacaron diversos efectos al control ejercido por Narváez sobre el Gabinete nacido en diciembre de 1843, que probablemente se hayan magnificado para atribuirle otras influencias, ajenas a la acción política y de gobierno. En este sentido, se ha sostenido con frecuencia que fue el propio 26 SECO SERRANO, C. Narváez y el duque de Ahumada, op. cit., p. 38. CGC. 27 SALCEDO OLID, M., op. cit., p. 247. La definición de un modelo de liderazgo en la etapa fundacional de la Guardia Civil 172 Narváez quien puso a la firma de Mazarredo la propuesta de su ascenso a capitán general, valiéndose de su ascendencia sobre quien, antes de ser nombrado Ministro de la Guerra, había sido jefe de su Estado Mayor. Según sabemos hoy por las actas que se conservan sobre las deliberaciones del Consejo de Ministros 28 , Mazarredo propuso de palabra en la sesión del 4 de enero de 1844 el ascenso de Narváez a capitán general, frente a Mayans, que sugería otorgarle el marquesado – no ducado- de Valencia. Cuatro días más tarde, tras declinar Narváez el ofrecimiento por escrito, Mazarredo consideró que tal renuncia debía aceptarse, pero otros Ministros y el propio González Bravo se opusieron, una vez que se había tomado la decisión y a la Reina le había parecido oportuno. Y aún se debatirá en la sesión del día 12 una segunda renuncia de Narváez a ser ascendido, que sería rechazada por unanimidad, dejando constancia por escrito a través de una real orden. Al enterarse del ascenso, el duque de Ahumada, que se encontraba de revista de inspección en Barcelona, se dirigió a Narváez por carta el 14 de enero, para felicitarle. En ella, dejaba ya patente el futuro organizador de la Guardia Civil las esperanzas depositadas en el nuevo capitán general: «El alma de esta situación es Vm. justísimo es que le sea agradecida. Con la firmeza de Vm. se dará la paz a la nación, porque se cimentará el orden, y con él la confianza y prosperidad del país, que tantos medios encierra en sí para tenerla» 29 . Ciertamente, resultaban premonitorias aquellas palabras de Ahumada sobre el importante papel que tocaría jugar a Narváez para cimentar el orden, y con él, la confianza y prosperidad del país. Barruntada ya, sin duda, en la cabeza de ambos generales, la creación de un nuevo cuerpo de seguridad, tras aquella expresión asomaba el germen de la Guardia Civil. En cuanto a las supuestas ambiciones de Narváez, otro tanto cabría decir respecto a la que se atribuye al general, de indudable mayor envergadura, para hacerse con las riendas del poder y presidir el Gobierno. A este respecto, es Jesús 28 Actas de las sesiones del Consejo de Ministros de los días 4, 8 y 12 de enero de 1844, pp. 51-53 y 57-60. Actas del Consejo de Ministros, op. cit. 29 Carta del duque de Ahumada al general Narváez, fechada en Barcelona el 14 de enero de 1844. Epistolario del Archivo Narváez, 9/7840, Caja 32. Real Academia de la Historia (en adelante, Archivo Narváez, RAH). CAPÍTULO 3. EL MOMENTO POLÍTICO Y LOS PERSONAJES CLAVE 173 Pabón (1985) quien nos advierte de que asumir el relevo al frente del Gobierno de la Nación no era algo deseado por Narváez, sino impuesto por las peculiares circunstancias del momento, y más concretamente, por lo que ha venido en denominarse «régimen de los generales». Por su interés y por su claridad, reproducimos el texto literal sobre la reflexión que hace el biógrafo de Narváez respecto a la situación existente y el papel que tocaba jugar a los generales más prestigiosos del Ejército en aquel momento político: «En 1844, la sucesión de gobiernos puentes impuso la constitución de un Ministerio moderado para cuya presidencia todos pensaban en Narváez. Nos explicamos el sincerísimo temor de Narváez: carecía de toda experiencia administrativa y política, e iba a iniciar el aprendizaje como jefe de Gobierno. Recurrió a Pidal, pero Pidal se negó; estaba dispuesto –y nada más- a ser ministro bajo la presidencia de Narváez. Narváez acudió a Miraflores, pero Miraflores –lo recuerda en sus Memorias- le hizo ver que sólo él, el general duque de Valencia, podía presidir la situación moderada. Ya era Narváez jefe de gobierno cuando la dimisión del marqués de Viluma llevó a la cartera de Estado a don Francisco Martínez de la Rosa. Narváez le pidió que ocupara la presidencia; él seguiría en el Ministerio de la Guerra; pero Martínez de la Rosa se negó, sumándose al parecer de los otros políticos: un general -el general Narváez en este caso- había de hacer frente a la crítica situación de España. Seamos sinceros y justos. Y repitamos: en el planteamiento no jugaron ni la ambición de los generales ni la habilidad de los políticos: unos y otros –acertando o equivocándose- creyeron necesaria, en el trance, la intervención de los primeros» 30 . En el mismo sentido se ha pronunciado también Seco Serrano (2000) cuando asegura que: «la debilidad de las instituciones representativas convierte en punta de lanza de los partidos a los hombres fuertes del Ejército, exaltados hasta la jefatura de aquéllos; y en que a la dudosa credibilidad de las consultas electorales se sobrepone el pronunciamiento, como clave para los cambios en el poder» 31 . En definitiva, la debilidad y escaso arraigo operativo de que todavía adolecía el liberalismo en España, y la sucesión casi continua de conflictos bélicos, hacía que los políticos se vieran frágiles y buscaran el apoyo de los 30 PABÓN, J. (1985). Narváez y su época, pp. 226-227. 31 SECO SERRANO, C. Historia del conservadurismo, op. cit., p. 89. La definición de un modelo de liderazgo en la etapa fundacional de la Guardia Civil 174 militares. De este modo, Espartero se convirtió en el sostén del progresismo, mientras que los moderados volcaron sus esperanzas en Narváez 32 . Finalmente, el 3 de mayo de 1844, el general Narváez desembarcaba definitivamente en la escena política, al hacerse cargo de la Presidencia del Consejo de Ministros, en sustitución de González Bravo, y reservándose, además, la cartera de Guerra. En el nuevo Gabinete de Narváez tuvieron entrada, entre otros ministros, Pedro José Pidal, juez de profesión y amigo personal del general, que se encargó de Gobernación; y Alejandro Mon, que abordará una reforma fiscal revolucionaria para la época. Además del hito histórico de la organización y puesta en marcha de la Guardia Civil, este primer Gobierno llevó a cabo también importantes medidas de gran calado político. En primer lugar, acometió de forma inmediata la reforma de la Constitución de 1837, a fin de adaptarla a los postulados más conservadores. Esta reforma, no exenta de posturas contrarias o discordantes en el propio seno del moderantismo, dio lugar a la Constitución de 1845, que estuvo vigente durante todo el reinado de Isabel II. La nueva Carta Magna consagró la soberanía compartida entre la Corona y las Cortes –eliminando la referencia a la soberanía nacional-, el nombramiento real de los senadores, la ampliación del periodo de ejercicio de los diputados y, como consecuencia directa de la reciente creación de la Guardia Civil, la supresión de la Milicia Nacional. No obstante, si bien aquella Constitución sirvió de base sólida para conformar el nuevo Estado constitucional, su uso partidista y sectario por los moderados impidió que se convirtiera en un auténtico marco de convivencia política, haciendo crecer el número de sus detractores que, llegado el momento, promoverán su sustitución 33 . Pero la actividad legislativa de este primer Ministerio de Narváez se extendió también a otras normas de gran importancia, haciéndose acreedor a un lugar en la historia jurídico-política. En primer lugar, la reforma tributaria impulsada por Alejandro Mon, como Ministro de Hacienda, cuyas líneas maestras 32 PÉREZ ALONSO, J., op. cit., p. 542. 33 SALCEDO OLID, M., op. cit., p. 273. CAPÍTULO 3. EL MOMENTO POLÍTICO Y LOS PERSONAJES CLAVE 175 pervivirán casi un siglo, y que supusieron la adecuación del sistema impositivo al régimen liberal. En segundo lugar, la aprobación de la primera normativa reguladora de la jurisdicción contencioso-administrativa. Esta regulación se plasmó en dos textos legales: la Ley de 2 de abril de 1845, de Organización y Atribuciones de los Consejos Provinciales; y la Ley de 6 de julio de 1845, de Organización y Atribuciones del Consejo Real. Ambas, plasmaron un sistema de control contencioso interno por la propia Administración, excluyendo el control judicial, que era entonces considerado como integrante del Poder Ejecutivo. Durante este Gobierno, Narváez tendrá que emplear mano dura para sofocar revueltas como la encabezada por el militar progresista Martín Zurbano, que sería fusilado junto a sus dos hijos, en enero de 1845. También condenó a Prim por intrigar contra él, aunque pronto reduciría las penas que le fueron impuestas. El 18 de noviembre de 1845, Isabel II concede a Narváez el título de duque de Valencia, con grandeza de España, como recompensa a su lealtad a la Corona. Al actuar ya abiertamente como gobernante, Narváez revelará de modo más ostensible su personalidad, su modo de entender la política y la forma en que desempeñaba la actividad propia de su cargo, en el nuevo sistema liberal. Entre los aspectos reseñables del carácter y capacidad de Narváez, Salcedo Olid (2012) entresaca lo siguiente: «Entre los negativos, cierta brusquedad y una limitada capacidad de resistencia a la incomprensión de sus situaciones; entre los positivos, la inteligencia, la picardía, la disposición a la conciliación y al entendimiento y su amor a la patria y a sus instituciones, especialmente a la Corona y las personas que la representaban» 34 . Abundando en la personalidad de Narváez, que caracterizará sus actuaciones como político y estadista, es él mismo el que se describe a través de una carta dirigida a Luís Mayans: «Yo riño cuando mi deber o la necesidad me obligan, pero un momento después, amo a aquel con quien me haya dado de estocadas, y muchas veces me han dolido a mí más las que he dado que las que he 34 Ibídem, p. 251. La definición de un modelo de liderazgo en la etapa fundacional de la Guardia Civil 176 recibido. Estos sentimientos se comprenden con dificultad, pero yo los tengo muy profundos en mi alma» 35. Pero no duraría mucho aquel primer Gabinete de Narváez. Existían importantes diferencias en torno al futuro enlace matrimonial de la Reina Isabel, pues Narváez defendía la candidatura del conde de Trápani (tío de Isabel II y hermano de su madre), para la que sólo recibió el apoyo de Martínez de la Rosa, pues ni siquiera la Reina María Cristina se mostró partidaria de esta solución. Con tal motivo, harto de las rencillas entre partidos y de las intrigas internas, Narváez dimitió el 11 de febrero de 1846, dejando en él un poso de amargura aquella primera experiencia gubernamental 36 . Conviene puntualizar, respecto a la relevancia de la figura de Narváez al frente de los liberales moderados, que no fue la única figura, como tampoco fue decisiva en todos los avatares políticos por los que discurrió la vida política del momento. Ciertamente, tanto el moderantismo como el progresismo adolecían de divisiones personalistas notables, que destacaran sobremanera sobre el resto. En este sentido, el partido liberal moderado tenía a Narváez, pero también contaba con un «sector civil» muy relevante, encabezado por políticos como Pedro José Pidal y Alejandro Mon –ambos, cuñados y compañeros de estudios en la Universidad de Oviedo-, que disputarán el poder a Narváez en ocasiones, y aceptarán integrarse en su Gobierno, en otras, pues se necesitarán mutuamente para llevar las riendas del Estado. Después de aquel primer desengaño, la Reina volvió a llamar a Narváez para que encabezara el Gobierno, y los Ministerios de Estado y Guerra, permaneciendo por un corto periodo, entre el 16 de marzo y el 5 de abril de ese mismo año. Tras rechazar el cargo de Embajador en Nápoles, fue nombrado para París. Pero al año siguiente, el 4 de octubre de 1847, Narváez vuelve a ocupar la Presidencia del que se denominará su «gobierno largo», durante casi tres años y 35 PABÓN, J., op. cit., p. 90. 36 SALCEDO OLID, M., op. cit., pp. 290-291. CAPÍTULO 3. EL MOMENTO POLÍTICO Y LOS PERSONAJES CLAVE 177 medio, hasta enero de 1851. Será este periodo el de mayor auge político del general como estadista. En el transcurso de este periodo, tuvo que hacer frente a la serie de revueltas que se produjeron en España, y que Galdós denominó como «tormentas del 48», reflejo aminorado de la Revolución que sacudió de modo irreversible en aquel año a las principales monarquías europeas. Para hacerle frente, Narváez obtuvo del Congreso la autorización para suspender las garantías de los derechos individuales, en caso necesario, lo que le dejaba las manos libres para la prevención y el castigo de cualquier intentona revolucionaria. Esta medida, que posteriormente tendría una fuerte contestación en las Cortes por los progresistas, se mantuvo vigente hasta diciembre de aquel año de 1848. La sofocación de aquellas revueltas en España fue un éxito que, manteniendo a salvo la Monarquía borbónica, constituyó una muestra más del prestigio de Narváez, incluso a nivel internacional; de su capacidad política y de sus dotes de mando. A este logro no fue ajena la concentración en Madrid en muy breve plazo de 4.000 guardias civiles, procedentes de toda España. Aunque con tal medida se resintió durante meses la seguridad de nuestra geografía nacional, cubierta muy deficitariamente, supuso la principal apuesta de Narváez para sofocar la revuelta y la demostración de su absoluta confianza en la nueva Institución, cuya eficacia se puso pronto de manifiesto. Volveremos en el último capítulo sobre las actuaciones más destacadas de la Guardia Civil en la Revolución de 1848. En estos años, tienen lugar también una serie de actuaciones que marcan el talante de Narváez, tanto a la hora de sofocar las revueltas internas como de ejercer la política exterior. Entre ellas, es oportuno destacar la toma de las Islas Chafarinas, con el objeto de terminar con el refugio de los piratas rifeños que amenazaba la seguridad de Melilla 37 . En plano diplomático, también tuvo importante repercusión la expulsión del embajador británico Henry Bulwer- Lytton, por su complicidad en los movimientos insurreccionales que tuvieron lugar en España en 1848, y la advertencia de tomar la misma medida contra 37 SALCEDO OLID, M., op. cit., pp. 337-340. La definición de un modelo de liderazgo en la etapa fundacional de la Guardia Civil 178 aquellos cónsules que ampararan las revueltas 38 ; pese a lo cual, fueron igualmente relevantes sus desvelos posteriores por restañar las relaciones diplomáticas. También se reforzó la posición internacional española a través de la firma de un Concordato con la Santa Sede en 1851, ya bajo la Presidencia de Bravo Murillo, propiciado por Pidal, de acuerdo con las pretensiones de Pío IX para preservar los Estados Pontificios; y después de las gestiones de Alejandro Mon para restituir a la Iglesia sus propiedades desamortizadas que no habían sido aún adquiridas por particulares, a través de la Ley de Donación de Culto y Clero. Por último, se logró el reconocimiento de Isabel II por algunas de las potencias europeas más tradicionalistas, como Austria, Prusia y Rusia. Al hilo de los principales acontecimientos que jalonaron la política internacional de Narváez en esta etapa, parece oportuno resaltar la valoración que, de nuevo, hace Salcedo Olid (2012) sobre su visión al respecto: «Profundamente patriota y convencido de la capacidad y las cualidades de su nación, Narváez se opondría siempre frontalmente a todo intento de injerencia de otros países en los asuntos de aquélla. Lo que, por otra parte, no le impediría considerar lícita y deseable la de su país en otras naciones, en circunstancias determinadas y con el fin de devolver a España su perdida relevancia internacional y el puesto entre las primeras potencias de Europa que consideraba le correspondía» 39 . Como colofón a este año de 1848, lleno de acontecimientos políticos, estuvo la promulgación del nuevo Código Penal el 22 de septiembre, tras concluir sus trabajos la Comisión General de Codificación, y que supondrá un hito trascendental en nuestra historia jurídica. Pero cuando comienza el año 1849, las fuertes críticas del partido progresista a las prerrogativas de que hizo uso el Gobierno de Narváez para neutralizar las revueltas del año anterior, unido a su rechazo a la relación de la reina Isabel con el marqués de Bedmar, hacen que el general presente de nuevo su dimisión, aunque finalmente no se consuma por las fuertes presiones que recibe para que continúe al frente del Gobierno, y especialmente, las del Ministro del 38 Ibídem, p. 356. 39 Ibídem, p. 89. CAPÍTULO 3. EL MOMENTO POLÍTICO Y LOS PERSONAJES CLAVE 179 Interior francés, que reconocía en el general de Loja, no sólo sus dotes de estadista, sino un referente para la seguridad en Europa 40 . Pese a seguir en el poder, la figura de Narváez comienza en 1849 un cierto declive a partir del momento culminante alcanzado en 1848. De ello son responsables las frecuentes crisis internas de la formación moderada y, sobre todo, la monopolización por este partido de la vida política. De este modo, el 2 de agosto de 1849, tras un duro enfrentamiento personal y político con Narváez, Alejandro Mon presentaba su dimisión, el cual fue relevado por Juan Bravo Murillo, a fin de intentar recuperar la cohesión interna. Pero Narváez estaba cansado, y hasta en dos ocasiones más mostró su intención de dimitir. Finalmente, una nueva crisis interna del Gobierno y las dificultades crecientes con el Rey consorte, determinaron su dimisión el 14 de enero de 1851. Le sucedió al frente del Gobierno, Bravo Murillo, que había cesado poco antes como Ministro. Durante cinco años se mantuvo Ramón María Narváez alejado del poder. En 1851 realizó sendos viajes a Gran Bretaña y a Francia, donde fue recibido con grandes honores, como reconocimiento a su pasada labor. En enero de 1852 se trasladó a Loja, donde fallecía su madre a comienzos del mes de marzo, lo que le afectó profundamente. Allí recibirá por carta las condolencias del duque de Ahumada. El Inspector General de la Guardia Civil, en estos años en que Narváez está apartado de las responsabilidades de Gobierno, mantendrá hacia él una completa lealtad, que apreciamos por la fluida correspondencia que intercambiaron ambos generales. En ella, con las fórmulas de respeto, admiración y afecto utilizadas habitualmente por Ahumada, éste firma ya como Javier Girón, en un tono más cercano y de amistad 41 . Con frecuencia, Ahumada se ofrecía a través de aquellas cartas para asegurar los desplazamientos que realizaba el general Narváez en carruaje, cuando tenía noticia de ellos, pasando aviso a los jefes de las líneas de la 40 PÉREZ ALONSO, J., op. cit., p. 547. 41 Cartas de Francisco Javier Girón, duque de Ahumada, al general Narváez en 1851 y 1852. Archivo Narváez, RAH. La definición de un modelo de liderazgo en la etapa fundacional de la Guardia Civil 180 Guardia Civil bajo cuya vigilancia se encontraban los itinerarios. En una de ellas agradece, además, la alta consideración en que Narváez tiene a la Guardia Civil, cuyas principales unidades ha visitado ya, con excepción de las de Galicia y Extremadura 42 . Esta referencia es una muestra más de la estima y reconocimiento que el estadista sentía hacia aquel Cuerpo en cuyo alumbramiento, tanto había tenido que ver. Al finalizar el Bienio Progresista (1854-1856), se confía de nuevo a Narváez la Presidencia del Consejo de Ministros, que asume el 12 de octubre de 1856 y que mantendrá durante un año, hasta el 15 de octubre de 1857. La primera medida que toma Narváez en su nuevo mandato, en la misma fecha en que ocupa el cargo, es reponer al teniente general Francisco Javier Girón, duque de Ahumada, como Inspector General de la Guardia Civil. El cargo se encontraba vacante al dimitir en esa misma fecha el teniente general Mac-Crohon, quien había sido nombrado para el mismo, el 1 de agosto anterior. Ahumada recuperaba, así, aquel honroso puesto del que había sido apartado al final de julio de 1854, tras triunfar la Vicalvarada. En cuanto a los frutos más reseñables que tuvieron lugar durante ese mandato, estuvo la reforma educativa emprendida por el Ministro de Educación, Claudio Moyano. Pero una vez más, los amoríos de la reina Isabel provocaron un nuevo y duro enfrentamiento con el general, que desembocaron en la dimisión de Narváez al frente del Gobierno. En esta ocasión, se trataba de la relación de la Reina con el capitán de ingenieros Enrique Puigmoltó y Mayans, más tarde, tercer conde de Torrefiel y primer vizconde de Miranda. De esta relación Isabel II quedaría embarazada, dando posteriormente a luz a su sucesor al Trono, Alfonso XII, según una versión ampliamente difundida 43 . 42 Carta de Ahumada al general Narváez, de fecha 18 de octubre de 1852. Archivo Narváez, RAH. 43 Carta de fecha 14 de octubre de 1857, que Monseñor Giovanni Simeoni, Encargado interino de Negocios de la Santa Sede en España, dirige al cardenal Antonelli, Secretario de Estado vaticano, sobre enfrentamiento verbal del general Narváez, el día anterior a su dimisión, con la reina Isabel para que ponga fin al escándalo de su relación, mes y medio antes del nacimiento de Alfonso XII, el 28 de noviembre de 1857. CAPÍTULO 3. EL MOMENTO POLÍTICO Y LOS PERSONAJES CLAVE 181 Poco después surgía un nuevo movimiento político regenerador y de consolidación del parlamentarismo. La Unión Liberal, encabezada por el general Leopoldo O’Donnell, nació como un intento de converger los elementos más templados del progresismo con los más avanzados del liberalismo moderado. El Gobierno nacido de esta formación aportó estabilidad durante cinco años, entre 1858 y 1863, pero el proyecto no llegó más allá por convertirse, en la práctica, en un partido más. Nos lo describe con claridad Seco Serrano (2000) cuando afirma: «de hecho, la Unión Liberal abrigaba una vocación de partido único, y sólo consiguió convertirse en un tercer partido, un partido centro, al paso que se robustecieron radicalizándose la derecha moderada y la izquierda progresista, que pronto orientaría Prim hacia una definición democrática» 44 . A partir de ese momento, la defensa de la monarquía isabelina recayó sobre los hombros de los generales O´Donnell y Narváez, representando éste un partido moderado que adoptará posturas cada vez más autoritarias. El 16 de septiembre de 1864, Narváez volvió a ocupar la Presidencia del Gobierno, sucediendo a Mon. Pero este nuevo periodo tampoco superará el año. Los sucesos de la Noche de San Daniel, que tuvieron lugar en la madrileña Puerta del Sol y sus inmediaciones el 10 de abril de 1865, precipitaron el final de este Gobierno, cesando el 21 de junio de ese año. De las circunstancias que rodearon aquel grave incidente y del análisis de la intervención de la Guardia Civil Veterana nos ocuparemos en el Capítulo 6. A Narváez le sucedió O’Donnell, quien ostentará la Presidencia del Consejo de Ministros durante otro año. En este caso, va a ser otro grave incidente, la sublevación del cuartel de San Gil, el 22 de junio de 1866, el que provoque el final del mandato por las desavenencias de O’Donnell con Isabel II en cuanto a la represión de los revoltosos. Se trataba de un conflicto que, a diferencia de otros anteriores, se había dirigido contra la propia existencia de la Monarquía isabelina. Leopoldo O’Donnell abandonaba España exiliándose en Biarritz, donde fallecía el 5 de noviembre de 1867. 44 SECO SERRANO, C. Historia del conservadurismo, op. cit., p. 174. La definición de un modelo de liderazgo en la etapa fundacional de la Guardia Civil 182 Así las cosas, la Reina encarga de nuevo a Narváez la formación de Gobierno, el 10 de julio de 1866. A la muerte de O’Donnell, la dirección de la Unión Liberal recayó sobre el general Serrano, que no se había mostrado tan partidario de Isabel II como su predecesor. De este modo, Narváez se convertía en el único bastión dispuesto a sostener la Monarquía isabelina, vinculada inexorablemente al partido moderado. Pero la muerte sorprendió al duque de Valencia el 23 de abril de 1868, sin que nadie pudiera relevarle al frente del moderantismo. Prim y Serrano, aunque monárquicos, no estaban dispuestos a apoyar a una reina que no había ejercido respecto a las diversas opciones políticas, el poder moderador que demandaban. La desaparición de Narváez, en fin, iba a precipitar los acontecimientos hacia el final del reinado de Isabel II. En torno a la figura de Narváez podemos afirmar con Seco Serrano (1989) que: «de todos los grandes protagonistas del llamado “régimen de los generales” es sin embargo la figura de mayor relieve, puesto que encarna plenamente el “sistema” tan bien descrito por Jover 45 , el duque de Valencia, don Ramón María Narváez; hasta el punto de que resulta muy difícil “penetrar” en determinados aspectos de la época isabelina sin “entender” al personaje» 46 . En resumen, puede decirse que estudiar la figura de Narváez es estudiar el reinado de Isabel II, desde su valerosa actuación con las tropas isabelinas en la guerra Carlista, pasando por las nueve ocasiones en que presidió el Gobierno, hasta su fallecimiento en 1868, que precedió en meses a la propia muerte de la Monarquía isabelina. Parece, realmente, como si ésta hubiera sido incapaz de sobrevivir a la desaparición del estadista, que se había comportado como su principal sostén. Seco Serrano (2000), de nuevo, nos lo resume así: «Con indudables cualidades de estadista, Narváez será durante un cuarto de siglo –de 1843 a 1868- no sólo árbitro indiscutible del estamento militar, sino valedor y 45 Véase la cita anterior en este capítulo correspondiente a: JOVER ZAMORA, J. M., COORD. (1981). Historia de España. Tomo XXXIV. La era isabelina y el Sexenio Democrático (1834-1874), pp. LXXII-LXXIII. 46 SECO SERRANO, C. Narváez y el duque de Ahumada, op. cit., p. 32. CGC. CAPÍTULO 3. EL MOMENTO POLÍTICO Y LOS PERSONAJES CLAVE 183 caudillo del Partido moderado, verdadero protagonista del reinado de Isabel II» 47 . Tras este acercamiento a la perspectiva militar y política del duque de Valencia, hagamos algo parecido con el creador de la Guardia Civil. 3.3 EL DUQUE DE AHUMADA: LA FIGURA SINGULAR DE UN FUNDADOR Francisco Javier Girón y Ezpeleta, segundo duque de Ahumada y quinto Marqués de las Amarillas, nació en Pamplona (Navarra) el 11 de marzo de 1803, en el palacio del Virrey de Navarra, cargo que ejerció su abuelo paterno entre 1798 y 1807. Concebido en el seno de una ilustre familia, era el hijo único del matrimonio formado por el teniente coronel Pedro Agustín Girón y de Las Casas, primer duque de Ahumada y cuarto marqués de las Amarillas, y de Concepción de Ezpeleta y Enrile, hija de los condes de Ezpeleta de Beire. Su padre, perteneciente a la División de Granaderos Provinciales de Andalucía, estaba entonces destinado en Pamplona como Gobernador General de Navarra. Durante su infancia, Francisco Javier tuvo que permanecer durante largos periodos al cuidado de su abuelo, debido a las prolongadas ausencias de su padre, ocupado en la guerra de la Independencia, y también de su madre, que con frecuencia seguía a su marido en sus desplazamientos. A los seis años su familia se trasladó a vivir a Sevilla, donde habían residido sus antepasados y tenían la vivienda familiar. Cuando tenía doce años, en atención a los relevantes méritos de su padre y su condición nobiliaria, siguió la tradición familiar, ingresando el 19 de junio de 1815 en el Regimiento de Milicias Provinciales de Sevilla, en clase de capitán por gracia real, al igual que había hecho su padre diecisiete años antes. En enero de 1820, con el empleo de capitán, participó con su regimiento en las acciones de Torregorda (Cádiz), haciendo frente al ataque marítimo sobre la 47 SECO SERRANO, C. Historia del conservadurismo, op. cit., p. 89. La definición de un modelo de liderazgo en la etapa fundacional de la Guardia Civil 184 batería de la Cantera, y en los sucesos ocurridos en Cádiz el 10 de marzo de ese año, con motivo del pronunciamiento de Rafael del Riego. Por aquella acción le fue concedida más tarde la cruz de la Orden de San Fernando de primera clase. En marzo de ese año de 1820, el teniente general Girón, padre de Francisco Javier, fue nombrado Ministro de la Guerra en el nuevo Gobierno nacido de la revolución de Riego, que daba origen al Trienio Liberal. Detrás de este nombramiento, aceptado sin mucho convencimiento, se escondía el hecho de que Girón, acusado de afrancesado, había caído en desgracia con Fernando VII durante el Sexenio que sucedió a la guerra de la Independencia 48 . Una vez que ocupó el cargo, el general Girón nombró a su hijo como ayudante de campo, quien le acompañó a Madrid para ponerse a sus órdenes. En este periodo, Girón va a desarrollar su proyecto de la Legión de Salvaguardias Nacionales, del que ya nos hemos ocupado en el Capítulo 1, como una de las iniciativas más viables para establecer un auténtico cuerpo de seguridad en España. No obstante, como también sabemos, este proyecto resultó malogrado por la fuerte oposición de las Cortes y una parte importante del propio Gabinete ministerial. Revelando ya su carácter metódico y ordenancista, Francisco Javier Girón auxilió con entusiasmo a su padre en el diseño de este nuevo cuerpo, un esfuerzo que no resultó baldío, pues aquella experiencia será de gran utilidad años más tarde cuando, ya mariscal de campo, Girón acometa la empresa de organizar la Guardia Civil. Pero no duró mucho tiempo aquella etapa en Madrid. Acosado y obligado a dimitir por el sector más radical de los liberales, Pedro Agustín Girón dejaba el Gobierno en agosto de ese mismo año, pasando a ocupar el cargo de Inspector General de Ingenieros. Además, posteriormente fue acusado de participar en la revolución promovida por la Guardia Real el 7 de julio de 1822, por lo que tuvo que huir a Andalucía, donde tenía propiedades en diferentes localidades, y un mes más tarde, a Gibraltar. Cuando Fernando VII fue repuesto en el trono en 1823, al finalizar el Trienio Liberal, regresó Girón con su familia a España, aunque tuvo que mantenerse alejado de la política y la milicia durante casi una década. 48 QUEVEDO, A. y SIDRO, J., op. cit., p. 479. CAPÍTULO 3. EL MOMENTO POLÍTICO Y LOS PERSONAJES CLAVE 185 Su hijo Francisco Javier le acompañó en todas estas vicisitudes, con el temor a ser represaliado por la vinculación que tenía con su padre. Con tal motivo, había cesado en su Regimiento de Milicias en agosto de 1822. Aquel convulso periodo, cuajado de intrigas y deslealtades, propició en Javier Girón un carácter inflexible y un gran desapego hacia la política, que tan injustamente había tratado a su familia 49 . Al regresar de su exilio en Gibraltar, Francisco Javier Girón volvió a su antiguo destino en el Provincial de Sevilla en septiembre de 1823. Pero no habían terminado todavía las intrigas políticas. En noviembre de 1825 se ordenó una investigación contra él por la Junta de Purificaciones sobre su «conducta militar y política» 50 . Tal vez por ello, hastiado de aquella situación, solicitó y obtuvo al mes siguiente la licencia absoluta del Ejército, argumentando en su instancia padecer una grave afección de pecho. Aquel periodo, apartado de la vida militar, residió con sus padres, auxiliándoles en la administración de sus propiedades. No obstante, en julio de 1829 Francisco Javier Girón retornó al servicio activo, incorporándose de nuevo a su Regimiento Provincial de Milicias. Además, conforme al reglamento que regía aquellos cuerpos, regresó como teniente coronel, obteniendo este grado a propuesta del Ayuntamiento de Sevilla. Pero poco tiempo permanecerá en su unidad, porque por Real Orden de 3 de abril de 1830 le fue conferido el mando en comisión del Regimiento Provincial de Plasencia, el cual se hallaba de guarnición en la isla de León; y a partir del 7 de octubre, en la plaza de Tarifa, donde permaneció hasta el 24 de diciembre de ese año. Por su actuación al frente de esta unidad, fue felicitado por escrito por el Inspector General de Milicias Provinciales. El 26 de diciembre de 1830 fue nombrado coronel de Milicias Provinciales y destinado como jefe del Regimiento de Granada, cesando en el mando del de Plasencia. Al frente de este regimiento, que se encontraba de guarnición en Algeciras, tuvo también una muy destacada actuación, lo que le valió el ascenso a 49 AGUADO SÁNCHEZ, F. (1983-1984). Historia de la Guardia Civil, tomo 1, p.197. 50 Expediente personal del duque de Ahumada. CELEB., Caja 67, EXP. 13. AGMS. La definición de un modelo de liderazgo en la etapa fundacional de la Guardia Civil 186 coronel de Infantería en 1831. A partir de aquel momento, pasaba a formar parte de los escalafones del Ejército, y no de las Milicias Provinciales 51 . Desde entonces y hasta la muerte de Fernando VII continuó destinado en tierras andaluzas, con alguna breve misión en la provincia de Badajoz. Así, el 13 de abril de ese año de 1831, por disposición del Capitán General de Andalucía, pasó de guarnición con su regimiento a Cádiz, donde permaneció hasta el 16 de diciembre de 1832. Es entonces nombrado primer comandante del segundo batallón del Regimiento de Granaderos de la Guardia Real Provincial, destino que había solicitado para dar satisfacción a su padre, pero no consigue adaptarse y regresa a su Regimiento Provincial de Granada, apenas un mes más tarde, en enero de 1833 52 . En mayo de 1833, ya de guarnición en Sevilla, se dirigió con su regimiento a Extremadura, flanqueando la marcha del Infante don Carlos hasta su entrada en Portugal. De regreso a Sevilla, formó parte del cordón sanitario establecido a causa de la epidemia de cólera que se produjo en aquellas fechas, siendo nombrado comandante del cantón del centro y encargado de pasar a Carmona a formar la línea exterior. El día 29 de octubre salió nuevamente de Carmona con una columna volante, compuesta de su regimiento, media batería completa y efectivos de Caballería, con órdenes del Capitán General, Miguel Tacón, para desarmar la brigada de Voluntarios Realistas que se había establecido en la provincia de Córdoba. La brigada fue desarmada, el armamento, intervenido y posteriormente trasladado a Sevilla, siendo felicitado a su regreso por el éxito de este servicio 53 . A poco de iniciarse la Regencia de María Cristina, el teniente general Zarco del Valle, entonces Ministro de la Guerra, decidió trasladar a Madrid el Regimiento Provincial de Granada, en noviembre de 1833, con el coronel Girón al frente. Nada extraño si tenemos en cuenta que, siendo mariscal de campo, Zarco del Valle había ofrecido a Francisco Javier, con ocasión de una revista girada a su 51 AGUADO SÁNCHEZ, F. (1969). El Duque de Ahumada, op. cit., p. 117. 52 Ibídem, p. 118. 53 QUEVEDO, A. y SIDRO, J., op. cit., pp. 567-568. CAPÍTULO 3. EL MOMENTO POLÍTICO Y LOS PERSONAJES CLAVE 187 unidad ese mismo año, la primera vacante que se produjera en la Guardia Real 54 , tal era la excelente impresión que le habían causado la unidad y su jefe. Con este traslado, que Francisco Javier no había buscado, Zarco ofrecía también una muestra de agradecimiento hacia su padre, Pedro Agustín Girón, que ya residía en Madrid como Consejero de Gobierno 55 . La unidad llegaba a la Capital el 13 de diciembre, para quedar integrada en la Guardia Real Provincial. El 6 de enero de 1834 Francisco Javier Girón otorgó los poderes necesarios para contraer matrimonio con la jovencísima Nicolasa de Aragón y Arias de Saavedra, natural de Utrera (Sevilla), ante la imposibilidad de hacerlo personalmente. Más tarde, el enlace fue definitivamente ratificado en Aranjuez, donde Francisco Javier se encontraba prestando servicio por aquellas fechas 56 . Fruto de su matrimonio fueron sus catorce hijos 57 , de los que sólo nueve llegaron a la edad adulta: seis varones y tres mujeres, nacidos entre 1835 y 1854. En 21 de marzo de 1834, Francisco Javier Girón fue nombrado primer ayudante general de la plana mayor general de Granaderos y Cazadores de la segunda División de la Guardia Real Provincial permanente, y con la misma fecha fue ascendido a brigadier de Infantería. No obstante, continuó con el mando del provincial de Granada, hasta que el 1 de mayo fue relevado por el marqués de Campo Verde. Al mismo tiempo, el general Pedro Agustín Girón, padre del fundador de la Guardia Civil, había ido ganando prestigio e influencia con la Reina Gobernadora, por lo que se le concedió la Gran Cruz de Carlos III y fue nombrado prócer del Reino. Además, en junio de 1835 María Cristina le concedió el título de duque de Ahumada, con grandeza de España, y ese mismo mes, entró en el Gabinete del Conde de Toreno como Ministro de la Guerra. No obstante, al año siguiente se verá obligado a dimitir, acusado de nepotismo. 54 Ibídem, p. 568. 55 AGUADO SÁNCHEZ, F. (1969). El Duque de Ahumada, op. cit., pp. 134-135. 56 Ibídem. p. 137. 57 MARTÍNEZ GARCÍA, M. (2010). La fundación, op. cit., p. 36. CGC. La definición de un modelo de liderazgo en la etapa fundacional de la Guardia Civil 188 Ese mismo año de 1835, desempeñando el cargo de ayudante general, Francisco Javier Girón fue nombrado jefe de la plana mayor de la Guardia Real exterior. Al otorgarse a su padre el ducado de Ahumada, Pedro Agustín Girón transfirió a su hijo el título de marqués de las Amarillas. En julio de 1836 se encargó al brigadier Girón ponerse al frente de dos batallones de la Guardia Real y un escuadrón de Caballería, para salir al paso de la «División Basilio», unidad carlista que se había aproximado hasta el Real Sitio de San Ildefonso, donde se encontraba la Reina Gobernadora con sus hijas. No mucho más tarde, el 13 de agosto, se producía allí la llamada sublevación de los sargentos de La Granja, pertenecientes al Regimiento de la Guardia Real, que tan importantes consecuencias políticas tendría. El 19 de agosto, Francisco Javier Girón cesaba en su destino a petición propia y solicitaba un puesto en los ejércitos de operaciones que combatían en el conflicto civil. Sin duda, Girón prefería entrar en acción en los frentes de guerra contra los carlistas, en una contienda que iba creciendo en intensidad, antes que verse envuelto en las graves intrigas de aquellos días. Al año siguiente, cuando las tropas del Pretendiente se acercaron peligrosamente a Madrid, enseguida se presentó ante el Capitán General y se puso a sus órdenes para ser empleado donde las circunstancias lo reclamasen. Por fin, el 6 de mayo de 1838 el brigadier Girón fue destinado al Ejército de Reserva de Andalucía. Para este destino había sido reclamado por el general Narváez 58 , que como ya tuvimos ocasión de exponer en el apartado dedicado a la biografía de don Ramón, se había hecho cargo de la organización de estas tropas en el año anterior. Una vez incorporado, Girón asumió el mando de la tercera Brigada, y entre julio y octubre, también de la jefatura del Estado Mayor General, con carácter interino. Narváez pronto reparó en las dotes militares del marqués de las Amarillas, y sobre todo, supo ver en él, como ya apuntamos, el gran 58 Según parece deducirse del contenido de la carta que el duque de Ahumada dirige a Narváez el 27 de septiembre de 1852, con ocasión del fallecimiento del general Castaños, duque de Bailén, Girón recuerda a Narváez que fue su tío abuelo –Castaños- quien le recomendó para que le llevara destinado consigo. Archivo Narváez, RAH. CAPÍTULO 3. EL MOMENTO POLÍTICO Y LOS PERSONAJES CLAVE 189 organizador que necesitaba para llevar a término su empresa. Así se fue estrechando aquella relación de mutua estima y admiración 59 . Posteriormente, el marqués de las Amarillas se hizo cargo del mando de la primera División del Ejército de Reserva a las órdenes directas del general Narváez, participando en todas las operaciones desarrolladas en La Mancha contra las partidas. Además, a partir del 3 de noviembre se hizo cargo Amarillas del mando de todo el Cuerpo de Reserva, con ocasión de retirarse Narváez por un tiempo para restablecerse de sus heridas. Al frente de esta unidad, pasó a desplegar en las provincias de Toledo y Ávila, consiguiendo en poco tiempo dispersar a las partidas carlistas que en ellas operaban. Por los méritos contraídos en la organización del Ejército de Reserva y la pacificación de La Mancha, le fue concedida al brigadier Girón la Gran Cruz de la Orden de Isabel la Católica. Disuelto el Ejército de Reserva, antes de finalizar el año 1838 fue destinado al Ejército del Centro. Una vez allí, se hizo cargo del mando de tres batallones que debían escoltar un convoy de quince mil uniformes que se encontraba retenido en Guadalajara, ante la amenaza de las partidas de los cabecillas «Polo» y «Llangostera», logrando salvarlo al frente de su brigada 60 . A partir de 1839, Francisco Javier Girón desplegará su actividad más destacada en la guerra formando parte del Ejército del Centro, bajo el mando del general Leopoldo O´Donnell. Integrado en sus filas y al frente de sus grandes unidades, el futuro fundador de la Guardia Civil, tomará parte en las principales acciones y en algunos de los más encarnizados combates de aquel conflicto fratricida. A este respecto, es oportuno precisar, como aspecto fundamental en nuestro trabajo, que la guerra Carlista supuso, en gran medida, el semillero del que se nutrió la naciente Guardia Civil de su cuadro de jefes y oficiales en la etapa fundacional, y campo de experiencias del que se valió el propio fundador para la 59 SECO SERRANO, C. Narváez y el duque de Ahumada, op. cit., pp. 32-33. CGC. 60 QUEVEDO, A. y SIDRO, J., op. cit., p. 570. La definición de un modelo de liderazgo en la etapa fundacional de la Guardia Civil 190 selección de sus principales colaboradores y los mandos de las primeras unidades, que hicieron posible la puesta en marcha del Instituto 61 . El 1 de enero de 1839 fue nombrado comandante general de la División de Reserva del Ejército del Centro, al frente de la cual tuvo numerosas intervenciones hasta el fin de la contienda. El 22 de enero intervino con la primera Brigada en la acción y ocupación del pueblo fortificado de Montán (Castellón); el 13 de febrero, en la acción de Alcora y la introducción de un convoy en Lucena del Cid; los días 24 y 25 del mismo mes, en la acción de Yesa y los reconocimientos de los fuertes carlistas de Alpuente y el Collado; el 6 de abril, en el reconocimiento del castillo de Segura y la «acción de la retirada»; y el 1 de mayo, en el levantamiento del bloqueo de Montalván 62 . El 17 de octubre del mismo año se hizo cargo del mando de la 2ª División, compuesta de ocho batallones, cuatro escuadrones, dos baterías -una rodada y otra a lomo-, y una compañía de zapadores. Con estas tropas intervino el 29 del mismo mes en la acción de Miravete, en unión de la cuarta División del Ejército del Norte, desalojando a las fuerzas carlistas de las posiciones que ocupaban. Más tarde, participó en la ocupación del pueblo de la Cañada, y el resto del año permaneció en la línea de Camarillas, cubriendo la vanguardia del Ejército. En febrero de 1840 Espartero inicia una ofensiva sobre todo el frente de El Maestrazgo, y en ella va a participar el brigadier Girón, al frente de su unidad. Fueron éstas algunas de las acciones más destacadas del conflicto carlista, que hicieron que el curso de la guerra, que aún se mantenía en el reducto levantino, comenzara a inclinarse decididamente del lado isabelino. En aquellos hechos de armas tomaría parte activa un importante colectivo de quienes conformarán el primer cuadro de jefes y oficiales de la Guardia Civil, pocos años más tarde. Entre ellos, destacamos al barón de Purgoldt o el coronel graduado Palacios. De este modo, el marqués de las Amarillas participó los días 4, 12 y 16 de abril, al frente de su división, en el reconocimiento, sitio y posterior ocupación del castillo de Aliaga. La dirección de las operaciones para el asalto y ocupación de este 61 De esta misma idea son Quevedo y Sidro (1858), cuando se refieren a la selección que hizo Ahumada de los jefes y oficiales que habrían de integrar el Instituto. Op. cit., p. 576. 62 Expediente personal del duque de Ahumada. CELEB., Caja 67, EXP. 13. AGMS. CAPÍTULO 3. EL MOMENTO POLÍTICO Y LOS PERSONAJES CLAVE 191 importante bastión carlista corrió a cargo de Amarillas, según consta en el parte 63 que el brigadier dirigió al general O´Donnell, Jefe del Ejército del Centro, en el que se ponía de manifiesto la extrema dureza de los combates, el valor personal demostrado por el personal a sus órdenes y la resistencia numantina de los carlistas. Por su participación en estas operaciones, le fue concedida al brigadier Girón la cruz de la Orden de San Fernando de tercera clase en noviembre de ese año. Poco después, el 20 de mayo, también participó Girón en los combates de la acción de la Cenia, en la que conoció el arrojo y valor de algunos de los que años más tarde integrarán las filas de la Guardia Civil. Esta acción supuso una nueva e importante derrota de las tropas del general Cabrera, por el Ejército del Centro. El día 30 de mayo, por último, participó también en la acción de Más de Barberán, tras la cual fue perseguido el ejército carlista hasta franquear el río Ebro. Unas semanas después, el 19 de junio de 1840, Francisco Javier Girón fue ascendido a mariscal de campo por los méritos contraídos en la guerra Carlista, en la cual siguió combatiendo al frente de su unidad. Entre los meses de junio y julio tomó parte en diferentes acciones, flanqueando la marcha de la facción del jefe carlista Balmaseda hasta que, en su huída, cruzó la frontera francesa 64 . Apenas terminada la guerra, se produjeron profundas disensiones políticas en el bando liberal. Además, en septiembre de ese año comenzaron una serie de revueltas protagonizadas por el sector progresista, y Girón fue destinado con la primera brigada a Valencia, donde se encontraba la Reina Gobernadora con sus hijas, la Reina Isabel y la infanta Luisa Fernanda. Después de entregar el poder a Espartero para frenar la revolución, y tras su negativa a ejercer una regencia compartida, María Cristina decidía abandonar España, lo que hizo al mes siguiente, dejando aquí a sus hijas. Girón, con su unidad, contribuyó a que el embarque de la Reina con rumbo a Francia se hiciera en condiciones de seguridad. 63 Parte de la toma de Aliaga que, con fecha 17 de abril de 1840, dirige el brigadier Girón, comandante de la 2ª División, al general O´Donnell, Jefe del Ejército del Centro. Expediente personal del duque de Ahumada. CELEB., Caja 67, EXP. 13. AGMS. 64 QUEVEDO, A. y SIDRO, J., op. cit., p. 571. La definición de un modelo de liderazgo en la etapa fundacional de la Guardia Civil 192 Se presentaba un nuevo periodo de incierto desenlace que se iba a prolongar por tres años, tras el final del largo conflicto carlista, el triunfo del pronunciamiento progresista y el abandono de España por la Reina Gobernadora. El mariscal Girón así lo percibió, ajeno a los tintes políticos que teñían la nueva regencia, por lo que, finalizada la guerra y aquella misión, solicitó y obtuvo licencia a partir del 16 de febrero de 1841 para retirarse por un tiempo en Madrid, permaneciendo ajeno a la vida militar activa hasta 1843. El 17 de mayo de 1842 fallecía su padre, con quien le había unido siempre una gran vinculación, pese a que sus caracteres y su actitud ante los nuevos tiempos que traía el liberalismo se habían revelado, con frecuencia, bien distintos 65 . El mariscal Girón heredó entonces el título de duque de Ahumada, transfiriendo el de marqués de las Amarillas a su hijo primogénito, Pedro Agustín Girón y Aragón. Tras el derrocamiento de la Regencia de Espartero en julio de 1843, en el periodo transitorio que se abría hasta el inicio de la Década Moderada, una de las prioridades del Gobierno de Joaquín María López sería poner orden en un Ejército sobredimensionado y dividido, y que en el trienio esparterista no se había hecho otra cosa que profundizar aquella grieta. La falta de atención a las unidades y acuartelamientos se unía a los frecuentes casos de indisciplina que se producían. Sobre estos aspectos y sus consecuencias profundizaremos en el apartado 4.1 del capítulo siguiente. En aquella situación, el general Serrano, recién nombrado Ministro de la Guerra, propuso al mariscal de campo Francisco Javier Girón –que, como hemos dicho, se encontraba en situación de cuartel en Madrid- para hacerse cargo de la revista de inspección a todas las unidades que se hallaban de guarnición en los Distritos Militares de Cataluña y Levante, encomienda que se formalizó por Real Orden de 15 de agosto de 1843 66 . Para su designación, sin duda influyó decisivamente el general Narváez, en ese momento Capitán General de Madrid, y hombre fuerte en la nueva situación. 65 AGUADO SÁNCHEZ, F. (1969). El Duque de Ahumada, op. cit., pp. 138-139. 66 Expediente personal del duque de Ahumada. CELEB., Caja 67, EXP. 13. AGMS. CAPÍTULO 3. EL MOMENTO POLÍTICO Y LOS PERSONAJES CLAVE 193 Girón fue comisionado para llevar a cabo aquella revista, sin cesar en la situación de cuartel en que se encontraba 67 , precisamente en los Distritos en que abundaban las unidades que se hallaban en peores condiciones y, sobre todo, aquéllas sobre las que habría de recaer el peso de sofocar las revueltas que se estaban fraguando, como las que tendrían lugar en los meses siguientes en Alicante, Cartagena, Barcelona y otras partes de Cataluña. La encomienda, por tanto, era de una gran envergadura, pues en aquellos meses, Ahumada llegó a revistar «con el mayor celo y escrupulosidad», treinta y ocho batallones de Infantería, dieciséis escuadrones y ocho cuerpos de reserva 68 . Para llevar a cabo aquella compleja revista y afrontar las múltiples dificultades con que, estaba seguro, se iba a topar, pensó que debía rodearse de un reducido equipo de jefes y oficiales, buenos profesionales y conocedores de la minuciosidad con que el duque analizaba todas las situaciones, se implicaba en ellas e intentaba buscar soluciones. La forma en que se gestionó supone, sin duda, un buen ejemplo del valor que Ahumada concedió siempre a contar con el personal más idóneo y de su entera confianza a la hora de asumir una empresa importante. Para auxiliarle en aquella revista de inspección, había sido designado por el Ministerio de la Guerra, con fecha 1 de septiembre, el primer comandante José María Casamayor, destinado como jefe del 3º Batallón del Regimiento de Infantería de Valencia. Pero el duque rehusó que se le impusiera un secretario del que, seguramente, no tenía referencias. Además, probablemente suponía para Ahumada un motivo suficiente para rechazarlo el hecho de que estuviera destinado en una unidad perteneciente a uno de los distritos a revistar. Por tanto, solicitó por escrito con fecha 9 de octubre, que aquel comandante fuera relevado por el teniente coronel Carlos María de la Torre y Navacerrada, procedente del Cuerpo de Estado Mayor. Girón conocía muy bien a este jefe, desde que lo tuvo a sus órdenes en el Ejército 67 Girón permanece de cuartel, incluso, cuando en abril de 1844 se le designa Director de Organización de la Guardia Civil. Él mismo solicita la baja en la nómina de generales de cuartel, una vez que ha sido nombrado Inspector General del Cuerpo, el 1 de septiembre de ese año. Escrito de 11 de septiembre de 1844, SEHGC. 68 CHAMORRO BAQUERIZO, PEDRO (1852). Estado Mayor General del Ejército Español. Sección de Tenientes Generales, p. 322. La definición de un modelo de liderazgo en la etapa fundacional de la Guardia Civil 194 de Reserva de Andalucía a partir de octubre de 1838, y más tarde, por su sobresaliente actuación en el Ejército del Centro y la 2ª División durante la guerra Carlista, como veremos en detalle en el Capítulo 5. Tan sólo un par de días más tarde, su propuesta era aceptada 69 . Para completar el equipo que le habría de acompañar en la revista, de modo que ésta fuera realizada con el rigor y capacidad organizativa que le caracterizaban, Ahumada seleccionó, junto con el teniente coronel citado, a otros dos jefes que también había tenido a sus órdenes en mismas unidades que De la Torre. Se trataba de los segundos comandantes Javier de Olmedo y de la Torre, con destino en el Regimiento de Infantería de Albuera, nº 26 70 ; y Luís Casani Cron, destinado como jefe del 3º Batallón del Regimiento de Infantería de Zaragoza 71 . Como ya expusimos en el Capítulo 2, todos ellos formarían parte de su equipo de confianza en la Dirección de Organización de la Guardia Civil desde el primer momento, en abril de 1844 72 . Con aquella elección y la determinación demostrada para su aprobación, el duque de Ahumada era fiel a su forma de actuar en el pasado y, sobre todo, dejaba entrever cómo habría de rodearse de los mejores en un cercano futuro para embarcarse en el gran proyecto de organizar la Guardia Civil. De acuerdo con lo expuesto, cabe puntualizar que no podemos compartir la afirmación de Aguado (1969) 73 de que fueron los coroneles Purgoldt y Palacios quienes acompañaron a Ahumada en la revista de inspección a Cataluña y Levante. Aunque tal vez estuviera guiado por una errónea referencia de Chamorro 69 Expediente personal de Carlos María de la Torre. AGMS/1ª/811T/Exp.0. 70 Expediente personal de Francisco Javier Olmedo y de la Torre. AGMS/1ª/277O/Exp.0. 71 En escrito interno del Ministerio de la Guerra, de fecha 20 de junio de 1844, se solicitan informes sobre gracias concedidas a estos tres jefes. Expediente personal de Carlos María de la Torre. AGMS/1ª/811T/Exp.0. Sin duda, guarda relación con la intercesión que Ahumada solicita de Narváez en carta fechada el 29 de junio de 1844, para que a sus tres colaboradores se les conceda una recompensa. Archivo Narváez, RAH. 72 En la nómina de haberes de la Dirección de Organización de la Guardia Civil que Ahumada confecciona en abril de 1844 para el siguiente mes de mayo, se reclaman las retribuciones para el propio Director, un teniente coronel y dos comandantes, además de un subteniente, jefe del equipo de escribientes. SEHGC. 73 AGUADO SÁNCHEZ, F. (1969). El Duque de Ahumada, op. cit., pp. 286-287. CAPÍTULO 3. EL MOMENTO POLÍTICO Y LOS PERSONAJES CLAVE 195 Baquerizo 74 o por un afán de resaltar la cercanía de estos dos magníficos jefes a la figura del fundador de la Guardia Civil desde el primer momento, lo cierto es que no consta en la hoja de servicios de ninguno de estos coroneles comisión de servicio alguna, ni en esa ni en otras fechas, para participar en una revista de unidades. Por el contrario, sí aparece absolutamente documentado en el expediente personal del teniente coronel de la Torre 75 la propuesta de Ahumada, su designación como secretario de la revista de inspección y la correspondiente comisión en su hoja de servicios. Del mismo modo, se documenta suficientemente en sus hojas de servicio, la comisión que le fue nombrada para este cometido a los comandantes Javier de Olmedo y Luís Casani. Además, el propio Ahumada se dirige por carta 76 a Narváez después de finalizada la revista, cuando está ultimando los informes de la misma, para solicitar que intervenga en propiciar el ascenso de los tres colaboradores que le han acompañado, como se había concedido en inspecciones similares en el pasado. Ahumada cita expresamente a Olmedo y también al más caracterizado de los que le acompañaron, que por las vicisitudes que de él describe, no es otro que Carlos María de la Torre. En la respuesta a esta carta, Narváez accede al ascenso de uno de ellos; y este es, de nuevo, el citado teniente coronel 77 . La revista probablemente dio comienzo a mediados de octubre de 1843 en el 4º Distrito de Valencia, comprendiendo esta región, y las provincias de Albacete y Murcia. En la última semana de diciembre se dirigieron Ahumada y su equipo a Cataluña. Allí prosiguió su labor, al menos, hasta la tercera semana de febrero de 1844 78 , aunque no se dio oficialmente por finalizada hasta abril 79 . Durante su estancia en Cataluña, Ahumada también visitó las unidades de los Mozos de Escuadra (Escuadras de Cataluña), cuerpo al que, como ya apuntamos, el duque 74 Chamorro Baquerizo, Pedro, op. cit., p. 322. 75 Sección 1ª: Personal. AGMS. 76 Carta de Ahumada al general Narváez, fechada en Madrid el 29 de junio de 1844. Archivo Narváez, RAH. 77 Expediente personal de Carlos María de la Torre. AGMS/1ª/811T/Exp.0. 78 Eran las fechas que barajaba Ahumada en su carta a Narváez, fechada en Barcelona, el 11 de enero de 1844. Archivo Narváez, RAH. 79 Expediente personal de Carlos María de la Torre. AGMS/1ª/811T/Exp.0. La definición de un modelo de liderazgo en la etapa fundacional de la Guardia Civil 196 tenía en alto concepto, y del que, sin duda, tomó ideas para organizar la Guardia Civil 80 . En el transcurso de la revista, Ahumada se dirigió por carta a Narváez para adelantarle su impresión sobre el estado de las unidades que, minuciosamente, iba revistando. Además, le mostraba su preocupación por la actitud fría que había detectado hacia el Gobierno por las autoridades y la Milicia Nacional, así como de las ideas revolucionarias que había podido detectar en alguno de los jefes políticos de las provincias que estaba visitando 81 . Narváez es consciente de ello, pero deja entrever que no se adoptarán medidas en aquella situación de interinidad, mientras no sea declarada la mayoría de edad de Isabel II, prevista para el mes siguiente 82 . En otra carta de finales de diciembre, ya en Cataluña, Girón continuaba poniendo a Narváez al corriente sobre el estado en que iba encontrando a las unidades que revista. En alguna de ellas, como el Regimiento de la Reina, había tenido que separar del servicio a un jefe, y una decena oficiales y sargentos. Al mismo tiempo, se queja de que no recibe respuesta a sus demandas y propuestas por parte del Ministerio de la Guerra, al que no parece preocuparle en exceso el resultado de aquella inspección y la implantación de las medidas que estimaba, en aquel momento, tan necesarias 83 . Del resultado de aquella revista, Ahumada confeccionó una completa memoria, que fue presentada al Ministerio de la Guerra. Lamentablemente, no se conserva este interesante documento pues, custodiado en el domicilio familiar de sus descendientes, fue víctima de un saqueo en 1936, al comienzo de la guerra Civil. No obstante, de la profesionalidad y detalle con que fue llevada a cabo aquella revista de inspección nos dan noticia Quevedo y Sidro (1858), cuando afirman: 80 Informe dirigido por el duque de Ahumada al Ministerio de la Guerra, con fecha de 25 de agosto de 1844. SEHGC. 81 Carta de Ahumada al general Narváez, fechada en Cartagena (Murcia) el 30 de octubre de 1843. Archivo Narváez, RAH. 82 Contestación del general Narváez a la carta anterior. Archivo Narváez, RAH. 83 Carta de Ahumada a Narváez, fechada en Tarragona el 26 de diciembre de 1843. Archivo Narváez, RAH. CAPÍTULO 3. EL MOMENTO POLÍTICO Y LOS PERSONAJES CLAVE 197 «Cumplido su encargo, presentó al Gobierno una extensa memoria, resultado de sus observaciones, que da una idea exacta del estado en que se encontraba en aquella época el Ejército español, examinando detenidamente en cada arma el personal y modo de mejorarlo; la organización, vestuario, armamento y equipo; observaciones generales acerca de la contabilidad y modo de simplificarla, con otras muchas notables consideraciones acerca de los oficiales generales, Colegios militares y plazas» 84 . En una carta fechada el 11 de enero de 1844, entre otros aspectos relativos a la revista que estaba realizando, Ahumada recordaba al general Narváez que se estaba formando el Consejo de Estado, y que confía que el Gobierno le tome en consideración para ofrecerle un puesto, teniendo en cuenta su trayectoria profesional y creyéndose con más derecho «que los que nunca han salido de Madrid» 85 . La plaza a que aspira es en su calidad de grande de España, que antes habían ocupado su padre y antepasados, y para su concesión apela a la influencia de Narváez sobre Mazarredo, entonces Ministro de la Guerra. Esta circunstancia de la aspiración de Ahumada a ocupar un puesto en el Consejo de Estado, unida al tiempo dedicado finalmente a la revista, nos hacen pensar que Ahumada era entonces todavía ajeno al proyecto de creación de un nuevo cuerpo de seguridad, que preveía de forma genérica el decreto de 26 de enero que reformaba el ramo de seguridad pública, y que se aprobaría dos semanas más tarde. No tenemos ninguna referencia documental al respecto, pero es muy probable que fuera a mediados de marzo, antes de dar por finalizada la revista de inspección, cuando el mariscal Girón recibiera, directamente de Narváez, la indicación de ponerse a trabajar en un proyecto de cuerpo de seguridad cuyo primer borrador normativo, redactado exclusivamente en Gobernación, fue presentado, como ya sabemos, en el Consejo de Ministros del día 10 de marzo. Desde ese momento se dedicaría a preparar su propuesta sobre la base de aquel borrador de decreto, y partiendo de la abundante documentación que poseía, como eran los antecedentes de la Legión de Salvaguardias Nacionales y, principalmente, de la Gendarmería francesa. 84 QUEVEDO, A. y SIDRO, J., op. cit., p. 572. 85 Carta del duque de Ahumada al general Narváez, fechada en Barcelona, el 11 de enero de 1844. Archivo Narváez, RAH. La definición de un modelo de liderazgo en la etapa fundacional de la Guardia Civil 198 Al mismo tiempo, la larga revista que acababa de realizar a numerosas unidades situaban a Ahumada en una posición privilegiada para partir de un análisis certero y actual de la situación por la que en aquel momento atravesaba la institución militar, el estado de disciplina y funcionamiento de las unidades, y lo que resultaba más útil para poner en marcha aquel proyecto: qué salidas profesionales ofrecía la organización de un nuevo cuerpo para aquellos jefes y oficiales y para la tropa, y cómo podría nutrirse éste de los efectivos que necesitaba con las suficientes garantías de éxito. No obstante, el informe en el que, sin duda, Ahumada se pondría enseguida a trabajar, sólo le podía ser encargado oficialmente después de aprobarse el decreto de 12 de abril de 1844, que abría la puerta de la selección del personal al Ministerio de la Guerra, y a través de la Real Orden de 15 de abril, que le nombraba Director de la Organización de la Guardia Civil. Rodeado de un pequeño equipo de colaboradores, pudo elevar su completo informe el 20 de abril, al que se unieron otros documentos y propuestas de menor alcance en los días siguientes, como ya tuvimos ocasión de analizar. Además, tan sólo cuatro días más tarde eran propuestos para integrar la Secretaría de la Dirección el teniente coronel y los dos comandantes que le habían acompañado en la revista, y un pequeño equipo de escribientes, por lo que aquel personal pasó a ocuparse, sin solución de continuidad, de los informes finales de la revista a las primeras propuestas para la organización de la Guardia Civil. La inicial organización del nuevo Cuerpo, y la selección y formación del primer contingente que habría de integrarlo, fueron llevados a cabo, con notable tenacidad, durante el estío de 1844, sorteando todo tipo de dificultades. Todavía sin solventar numerosos aspectos, los primeros guardias civiles fueron presentados a las autoridades al finalizar aquel verano para iniciar su despliegue, mientras Ahumada era designado como su primer Inspector General por Real Decreto de 1 de septiembre de 1844. El texto del decreto de su nombramiento rezaba así: «Teniendo en consideración los méritos, servicios y circunstancias que concurren en el mariscal de campo Don Francisco Javier Girón, duque de Ahumada, vengo en nombrarle inspector general del cuerpo de guardias CAPÍTULO 3. EL MOMENTO POLÍTICO Y LOS PERSONAJES CLAVE 199 civiles, en atención al celo e inteligencia con que desempeña su organización» 86 . A lo largo de esta tesis tendremos oportunidad de poner de relieve los distintos aspectos que dibujan el perfil humano y profesional del duque de Ahumada: su personalidad, su capacidad organizativa, su estilo de mando y su indiscutible capacidad de liderazgo, que supo poner al servicio de la fundación de la Guardia Civil. De sus muchas cualidades, tal vez fue su capacidad de organización la más elogiada en su tiempo. A este respecto, Quevedo y Sidro nos lo ilustran con un ejemplo de lo que les pareció especialmente relevante: «Pero en donde el Duque de Ahumada ha puesto el sello de estas eminentes dotes ha sido en la organización de la Guardia Civil (…). No contento con la actividad y asiduidad con que dirigía los trabajos de la Inspección, llevaba particularmente un registro, que hemos tenido el gusto de ver, y por el cual se puede conocer desde la creación del Cuerpo, con la mayor exactitud, todas las vicisitudes del mismo hasta en sus menores detalles: con dicho registro, del cual para formarse una idea es necesario verlo y examinarlo detenidamente, el General Duque de Ahumada, desde cualesquiera punto de España podía dirigir la Guardia Civil y dictar con acierto las disposiciones que fuesen necesarias» 87 . Como apunte histórico, ahora únicamente añadiremos a lo expuesto que al teniente general Girón le fue concedida el 27 de noviembre de 1847 la Gran Cruz de Carlos III, como recompensa a los servicios prestados en la organización de la Guardia Civil. Esta condecoración, como no podía ser de otra forma, le fue impuesta personalmente por el propio general Narváez. La gran confianza que en los sucesivos Gobiernos del momento inspiraba el duque de Ahumada; unido a su condición nobiliaria y grande de España, con la fuerte vinculación a la Corona y a la personas de la Reina Madre y la Reina niña, le hicieron acreedor a que se le encomendaran delicadas misiones de seguridad y acompañamiento en diferentes ocasiones. De este modo, el 2 de marzo de 1844, fue designado para mandar las tropas que debían dar seguridad al Real Sitio de Aranjuez ante el inminente regreso de la Reina María Cristina, tras su exilio en 86 Expediente personal del duque de Ahumada. CELEB., Caja 67, EXP. 13. AGMS. Gaceta de Madrid, núm. 3642, 3 de septiembre de 1844. Colección histórica, BOE. 87 QUEVEDO, A. y SIDRO, J., op. cit., pp. 573-574. La definición de un modelo de liderazgo en la etapa fundacional de la Guardia Civil 200 Francia 88 . Allí permaneció hasta la llegada de la Reina, el 21 de marzo, y tras una breve estancia en que fue recibida por las autoridades de la Nación y el Cuerpo Diplomático, entrar finalmente en Madrid el día 23 89 . Según consta en certificación de 23 de marzo de 1846 90 , al duque de Ahumada le fue otorgada en esa fecha la dignidad de grande de España de primera clase, tras celebrarse la solemne ceremonia de cubrirse ante la Reina acompañado de otros grandes de primera clase, y actuando como padrino su tío abuelo, el general Castaños, duque de Bailén. El 25 de septiembre de 1846, ya como Inspector General de la Guardia Civil, Ahumada fue comisionado para trasladarse a la frontera francesa y recibir a los príncipes franceses Enrique y Antonio de Orleans, duques de Aumale y de Montpensier, hijos del rey de Francia, Luís Felipe I, y custodiarlos hasta la Corte. Más tarde, tuvo que acompañar al duque de Aumale de regreso a Francia, siendo recompensado por el Rey de los franceses con el nombramiento de Gran Oficial de la Legión de Honor. En 3 de noviembre de ese año, el mariscal Girón fue promovido al empleo de teniente general, con la antigüedad del 10 de octubre anterior, dentro de la relación de ascensos concedidos con motivo del matrimonio de Isabel II. El 28 de febrero de 1848 fue comisionado para recibir en San Sebastián al barco que, procedente de Inglaterra, conducía a la infanta Luisa Fernanda, hermana de la reina Isabel, y a su esposo, el duque de Montpensier. Ambos habían tenido que huir desde Francia al país anglosajón, con motivo de las grandes revueltas que ese mismo mes pusieron fin al reinado de Luis Felipe I de Orleans. El general Aguado (1969) 91 , tal vez siguiendo a Quevedo y Sidro, nos narra un episodio según el cual, Ahumada tuvo que atravesar Francia y embarcar de incógnito, rumbo a Inglaterra, para acompañar a la Infanta y su esposo vía 88 Ibídem, p. 572. 89 Actas de las sesiones del Consejo de Ministros de 21 y 22 de marzo de 1844, pp. 123-126. Actas del Consejo de Ministros, op. cit. 90 Copia del certificado emitido por el Secretario del Consejo de S. M. el 23 de marzo de 1846. SEHGC. 91 AGUADO SÁNCHEZ, F. (1969). El Duque de Ahumada, op. cit. p. 356. CAPÍTULO 3. EL MOMENTO POLÍTICO Y LOS PERSONAJES CLAVE 201 Portugal, entrando en Madrid el 7 de abril. Lo cierto es que tal vez fuera esa la fecha de llegada a la Corte, pero no desde Lisboa, sino procedentes de San Sebastián, a donde debió arribar el barco el 31 de marzo o el 1 de abril, según refiere el propio Ahumada en sendas cartas dirigidas a Narváez durante su espera en aquella ciudad 92 . En la última de estas cartas –fechada el 30 de marzo-, Ahumada felicita al general Narváez por el éxito alcanzado en la noche del pasado día 26, en que se consiguió abortar el movimiento insurreccional que, a imitación de las revoluciones que habían triunfado en otros países europeos, pretendía derrocar la Monarquía en España. Al mismo tiempo, se lamenta Girón de no haber podido estar en Madrid para, según sus palabras, «poner de mi parte lo que me hubiera mandado», pues el Tercio de la Guardia Civil de Madrid había tenido que emplearse a fondo contra los insurrectos. Pero Ahumada tendrá oportunidad de intervenir no mucho más tarde en una réplica de aquella revolución. El 7 de mayo, se encontraba un grupo de guardias civiles en la madrileña Puerta del Sol, haciendo frente a una nueva revuelta. Cuando Ahumada se dirigía a aquel punto para ponerse al frente de sus hombres, acompañado de una escolta de cuatro guardias, los revoltosos apostados en la calle Mayor abrieron fuego a su paso sobre ellos, resultando Girón herido leve en la cara. Dos de los guardias también resultaron heridos, así como el caballo del general, que recibió otros dos impactos de bala 93 . El 24 de abril de 1849, tras los graves sucesos acaecidos el año anterior, le fue conferido a Ahumada el mando de las tropas de todas las armas que debían reunirse en Aranjuez y, más tarde, también en San Ildefonso (Segovia), para prestar seguridad durante la permanencia de la Reina en aquellos Reales Sitios. No sería esta la última ocasión en que la protección de Isabel II le fuera conferida a Francisco Javier Girón. 92 Cartas del duque de Ahumada al general Narváez, fechadas en San Sebastián, los días 27 y 30 de marzo de 1848. Archivo Narváez, RAH. 93 QUEVEDO, A. y SIDRO, J., op. cit., p. 573. La definición de un modelo de liderazgo en la etapa fundacional de la Guardia Civil 202 Así, cuando se produjo el estallido de la revolución de 1854, una vez más fue confiada a la pericia y lealtad de Ahumada una de las más delicadas misiones, cual era la custodia del Palacio Real, al frente de las tropas de todas las armas que lo guarnecían. El reciento real fue conservado intacto hasta que se constituyó el Gabinete presidido por Espartero, que se hacía de nuevo con las riendas del poder. Pero el resultado que obtuvo el duque de Ahumada fue su cese del cargo de Inspector General de la Guardia Civil, para el cual fue designado el teniente general Facundo Infante Chaves el 1 de agosto de 1854, incorporándose a su nuevo puesto el día 22. Gran defensor de la Guardia Civil y del importante papel que, para la seguridad en España, había jugado durante su primera década de existencia 94 , puede afirmarse que al general Infante se debe, al menos en el plano político, que la Guardia Civil sobreviviera a aquel Bienio y, sin experimentar grandes sobresaltos, pudiera encarar el segundo periodo ahumadiano. No obstante, al cumplirse los dos años de su nombramiento, Infante Chaves cesó en el cargo, siendo nombrado Inspector General, el teniente general José Mac-Crohon y Blake, con fecha 1 de agosto de 1856. Lo ostentará, no obstante, por breve plazo, porque presentará su dimisión el 12 de octubre 95 , con el retorno de Narváez. Como ya hemos dicho en el apartado anterior, en la misma fecha en que Narváez recupera el poder, el 12 de octubre de ese año, nombra nuevamente al duque de Ahumada como Inspector General. Abandonada la presidencia por Narváez en octubre de 1857, y sucedido por Istúriz, Ahumada se mantuvo en el cargo hasta que Leopoldo O´Donnell se hizo con el poder el 30 de junio de 1858. El 1 de julio Ahumada era cesado junto con otros veinticuatro altos mandos del Ejército 96 , y relevado definitivamente al frente de la Guardia Civil por el teniente general Isidoro de Hoyos y Rubín de Celis, que fue nombrado al día siguiente. 94 Ibídem, pp. 538-539. 95 Documento de la Subsecretaría de Guerra comunicando el contenido del real decreto de la misma fecha, con el que la Reina acepta la dimisión. SEHGC. 96 Real orden comunicada de 1 de julio de 1858, con publicación de los correspondientes reales decretos. SEHGC. CAPÍTULO 3. EL MOMENTO POLÍTICO Y LOS PERSONAJES CLAVE 203 Cuando Francisco Javier Girón dejó la dirección del cuerpo de la Guardia Civil, el sentimiento de que el prestigio de esta institución había crecido parejo al de su fundador era prácticamente unánime. De ello nos quieren dejar constancia, una vez más, sus admiradores oficiales Quevedo y Sidro: «El historiador imparcial que examine detenidamente como nosotros lo hemos hecho, todos los documentos relativos á la Guardia Civil desde el decreto de su creación, no podrá menos de conocer y confesar que la nación es deudora al Duque Ahumada de la brillante institución con que en el día se envanece á los ojos de las naciones civilizadas. Séanos lícito (…) consignar en este lugar, el sentimiento de admiración que causa á todo español honrado el nombre del ilustre Duque de Ahumada» 97 . El 24 de mayo de 1859 fallecía en La Granja (Segovia) doña Nicolasa, esposa del duque de Ahumada, con tan solo 42 años de edad. El 3 de junio de 1862 Girón fue nombrado comandante general del Real Cuerpo de Guardias Alabarderos, cargo que habitualmente era ofrecido a prestigiosos generales en la etapa final de su carrera profesional. Al frente de este cuerpo permaneció Ahumada hasta su cese por Real Orden de 15 de julio de 1866, momento en que se retiró definitivamente. Aunque afín al moderantismo, Francisco Javier Girón no se distinguió por sus ambiciones políticas, ni participó en intrigas de ningún género, tan comunes en la época, ni en provecho propio ni de opciones de partido. No obstante, Ahumada obtuvo la condición de senador por la provincia de Córdoba en la legislatura de 1844-1845, y con carácter vitalicio en la de 1845-1846, desempeñando la vicepresidencia de la Alta Cámara, simultáneamente a la Inspección General de la Guardia Civil, lo que era habitual en el siglo XIX. Ahumada mostró con frecuencia un carácter inflexible, a la par que retraído. Muy minucioso y honesto, llegó a ser, en ocasiones, excesivamente ordenancista. Con el tiempo fue evolucionando hacia un comportamiento profundamente humano, y se mostró abiertamente paternalista durante los años que estuvo al frente de la Guardia Civil. Fue, en resumen, un hombre que atesoró fama de justo y prudente en sus decisiones, correcto siempre en el trato e infatigable para el 97 QUEVEDO, A. y SIDRO, J., op. cit., p. 574. La definición de un modelo de liderazgo en la etapa fundacional de la Guardia Civil 204 trabajo, haciendo gala de «ese admirable equilibrio entre el hombre y el militar», como lo definió Seco Serrano (1989) 98 . Francisco Javier Girón, duque de Ahumada, que pasaría a la historia de España como fundador de la Guardia Civil, falleció en su domicilio de Madrid en la madrugada del 18 de diciembre de 1869, a los 66 años de edad. El día 20 fueron conducidos sus restos hasta la Iglesia de Santa María la Real de la Almudena para la celebración del solemne funeral. En sus inmediaciones aguardaba la escolta de ordenanza que habría de acompañar al cadáver, mandada por el general Gobernador Militar, y compuesta de un batallón de Infantería y dos escuadrones del Regimiento de Húsares de Pavía, con sus respectivos coroneles al frente. La comitiva fue presidida por el general Serrano, como Regente del Reino, al que acompañaron el Gobierno en pleno y las correspondientes comisiones de jefes y oficiales 99 . Seguidamente, recibió sepultura en el panteón familiar del cementerio de la Sacramental de San Pedro, San Andrés y San Isidro. Por su expresa voluntad, según consta en su testamento 100 , el duque de Ahumada fue amortajado con el uniforme de Inspector General de la Guardia Civil; y su féretro, portado a hombros de guardias civiles, ese Cuerpo que, según sus propias palabras, «tanto me ha honrado» 101 . 98 SECO SERRANO, C. Narváez y el duque de Ahumada, op. cit., p. 47. CGC. 99 Expediente personal del duque de Ahumada. CELEB., Caja 67, EXP. 13. AGMS. 100 Testamento del duque de Ahumada, otorgado el 8 de junio de 1854, un mes antes de ser cesado en su primer mandato como Inspector General de la Guardia Civil. 101 Ibídem. SEGUNDA PARTE. LA ORGANIZACIÓN DEL CUERPO Y LOS GUARDIAS CIVILES DE LA ETAPA FUNDACIONAL SEGUNDA PARTE LA ORGANIZACIÓN DEL CUERPO Y LOS GUARDIAS CIVILES DE LA ETAPA FUNDACIONAL La definición de un modelo de liderazgo en la etapa fundacional de la Guardia Civil 206 CAPÍTULO 4. ORGANIZACIÓN INICIAL DE LA GUARDIA CIVIL 207 CAPÍTULO 4 ORGANIZACIÓN INICIAL DE LA GUARDIA CIVIL 4.1 EL EJÉRCITO ESPAÑOL EN 1844: MORAL, MOTIVACIÓN Y EXPECTATIVAS PROFESIONALES La situación del Ejército español al finalizar la guerra Carlista resultaba muy poco alentadora para escoger de entre sus filas a quienes pudieran integrar un nuevo cuerpo de seguridad, si se pretendía algo más que la mera colocación de efectivos excedentes. Uno de los principales problemas con que se encontraba el Ejército era, precisamente, el exceso de cuadros de mando procedentes de los pasados conflictos que, como ya tuvimos ocasión de analizar, habían sacudido buena parte de aquellos primeros cuarenta años del siglo XIX. Los escalafones de oficiales se encontraban prácticamente atrofiados, en primer lugar, por los muchos mandos procedentes de la guerra de la Independencia a los que no se había licenciado oportunamente; después, por el regreso de América de las tropas procedentes de los países que se habían emancipado; y ahora, al finalizar el conflicto carlista, había que añadir a los anteriores, no sólo los cuadros de mando del Ejército isabelino, sino también los del bando carlista que se habían acogido al Convenio de Vergara, y que conservaban, por tanto, sus empleos, grados y sueldos, entre otros derechos reconocidos. Estos excedentes provocaban que un buen número de jefes y oficiales, principalmente, no tuvieran posibilidad de obtener un destino, lo que les obligaba a permanecer de cuartel o en otras situaciones sin actividad. Obviamente, esta situación suponía un importante elemento de desmotivación entre este personal, afectaba a su moral profesional y suponía un menoscabo añadido a su situación económica; por lo general, muy ajustada. La definición de un modelo de liderazgo en la etapa fundacional de la Guardia Civil 208 La inflación de mandos llegó a ser tal que el número de generales se aproximaba a los quinientos. Para poder obtener el mando de una unidad, no era infrecuente que mariscales de campo aceptasen ponerse al frente de un regimiento, e incluso de un batallón 1 . En cuanto al factor político, su influencia fue decisiva en la carrera militar de los jefes y oficiales de la época. Durante el reinado de Fernando VII se procedió reiteradamente a la apertura de causas, en múltiples casos por el delito de infidencia, a aquellos que resultaban sospechosos de conspirar contra el Rey absoluto, o no se habían mostrado suficientemente partidarios, a expensas de lo que se determinara en las temibles comisiones militares. Muchos de aquellos jefes y oficiales eran luego rehabilitados, a través de las llamadas purificaciones; pero a costa, con frecuencia, de haber permanecido apartados un largo tiempo de la vida militar. Al mismo tiempo, la guerra Carlista supuso una importante fractura en la sociedad española, y los ideales vinculados, en mayor o menor medida, al tradicionalismo o el liberalismo -ya fueran moderados o progresistas-, calaron de igual modo en los militares, y constituyeron un elemento más en el panorama ideológico del momento, también dentro del Ejército. El coronel Almirante (1869) nos ofrece, en fin, en su Diccionario Militar, una visión descarnada de la situación a que había llegado el Ejército al finalizar la contienda carlista, después de tantos conflictos en que se había visto envuelto: «Debe recordarse que en 1840 –arranque de nuestra regeneración actual- el ejército español era un conjunto incoherente, inorganizable de hombres de la Independencia, de los disturbios civiles del 20 al 23, de la guerra encarnizada del 33 al 40» 2 . Finalizada la guerra, el trienio en que Espartero asumió la Regencia supuso la exclusión mayoritaria de los militares carlistas y liberales moderados, y una vinculación casi absoluta al progresismo y a la órbita de Baldomero Espartero por los militares que ocuparon cargos de mayor responsabilidad: eran los conocidos 1 AGUADO SÁNCHEZ, F. (1983). Historia de la Guardia Civil, tomo 1, p.173. 2 ALMIRANTE, J. (1869). Diccionario Militar etimológico, histórico, tecnológico, p. 106. CAPÍTULO 4. ORGANIZACIÓN INICIAL DE LA GUARDIA CIVIL 209 como ayacuchos, a los que ya nos hemos referido en capítulos anteriores. Ello determinó que los militares liberales moderados más comprometidos y de mayor graduación abandonaran España, y muchos otros se retiraran del servicio activo –a través de licencias, solicitudes de cuartel, reemplazos y otras salidas-, a la espera de la llegada de nuevos tiempos. Aquella importante grieta ideológica que se abría en el seno del Ejército, marcó la trayectoria profesional de muchos de aquellos militares contrarios a las ideas de Espartero, pues vino a determinar que, como tendremos ocasión de analizar más adelante respecto a los primeros jefes de la Guardia Civil, participasen con mayor o menor protagonismo en dos acciones insurreccionales que representaban aquel descontento: el fallido levantamiento de otoño de 1841 y el definitivo pronunciamiento de junio de 1843. La moral del Ejército en aquel momento era muy baja por el hartazgo que había provocado la situación de abandono en que los militares se consideraban, y el hastío de una situación política tan convulsa como inquietante. Resulta muy ilustrativo de esta situación un artículo publicado en el periódico «El Archivo de los militares» correspondiente al 28 de junio de 1843. En plena revuelta de la coalición antiesparterista contra el Regente, el redactor critica abiertamente la postura de Espartero, al que califica de «faccioso», de utilizar al Ejército poniéndose a su frente para marchar hacia Valencia a sofocar la rebelión, pero al mismo tiempo se lamenta del reciente cese como Ministro de la Guerra del general Serrano, en quien habían depositado sus esperanzas. Probablemente, desconocía aún que estaba liderando el levantamiento, con su desembarco en Barcelona el día anterior al de publicación del artículo, pero también que pronto se apartaría de la vida política, a la espera de una mejor oportunidad. Este periódico militar se había refundado con tal nombre, después de que el jefe político de Madrid ordenara el cierre de «El Archivo del Ejército» el día 21 de junio 3 , la misma fecha en que Espartero partía para Valencia. En aquel su primer 3 En el núm. 5 de «El Archivo del Ejército», del 17 de junio de 1843, cuatro días antes de su cierre, se hacía una durísima crítica a la situación del Ejército y, en especial, del Arma de Caballería. Hemeroteca digital, BNE. La definición de un modelo de liderazgo en la etapa fundacional de la Guardia Civil 210 número 4 , el redactor realiza un descarnado alegato sobre la situación en que los gobernantes han dejado al Ejército: «El ejército español (…) jamás a lo que parece mejorará de condición, porque siempre vienen a afligirle nuevas desgracias; y como si no fueran suficientes las infinitas que en la actualidad está sufriendo, se le acaba de privar hasta del último consuelo que los desgraciados alimentan en su corazón: la esperanza. ¿Qué es lo que en España se quiere del ejército? ¿Se quiere averiguar acaso hasta dónde llega el sufrimiento de los hombres? ¿O se pretende saber hasta qué punto ejerce su influencia sobre las masas armadas la fuerza y el prestigio de la autoridad?» 5 Más adelante, insiste el redactor en recalcar los males que vienen aquejando al Ejército, probablemente no exento de cierto victimismo, y con una postura política cercana al progresismo, para incidir en las esperanzas que, infructuosamente, habían depositado en Serrano: «Sin tener en cuenta los hombres de la época lo que el ejército sufrió bajo el imperio del absolutismo, no contentos con lo mucho que en estos últimos años ha padecido, ni satisfechos con lo muchísimo que en el día le están haciendo padecer con todo género de males, de privaciones, de injusticias y de desafueros, le han privado a propósito y deliberadamente de la esperanza que con harto fundamento le hiciera concebir la ascensión al ministerio de la Guerra del general Serrano, a quien se separó de los negocios tan luego como dio a conocer las grandes mejoras que estaba dispuesto a plantear en beneficio de todos los militares» 6 . Duras y sin miramientos son, en fin, las críticas hacia quienes ocupaban los altos cargos en el Gobierno y la milicia, a quienes se refiere el redactor como: «los que para sus miras y fines particulares y ambiciosos sólo desean tenerlo pobre, ignorante, abatido, esperando y deseándolo todo para mejor servirse de él según les parezca, a poco que le amenacen o prometan» 7 . Buena parte de los jefes y oficiales que participaron en aquel pronunciamiento de junio de 1843, formando parte de la coalición antiesparterista, fueron ascendidos al empleo superior con efectividad de 21 de agosto de ese año. No obstante, en algunas unidades como el Regimiento del Príncipe no se produjeron los esperados ascensos, lo que ocasionó fuertes quejas entre los 4 «El Archivo de los militares», núm. 1, de 28 de junio de 1843. Hemeroteca digital, BNE. 5 Ibídem. 6 Ibídem. 7 Ibídem. CAPÍTULO 4. ORGANIZACIÓN INICIAL DE LA GUARDIA CIVIL 211 afectados. En cuanto a la tropa, se les premió con la rebaja de dos años en su servicio militar 8 . Hay que decir que aquellos ascensos generales se añadían a los que, provisionalmente, habían concedido de modo entusiasta a numerosos mandos las juntas revolucionarias que se constituyeron contra Espartero en junio de 1843, ascensos que poco después fueron reconocidos por el nuevo Gobierno. Todas estas medidas, por tanto, venían a agravar e incrementar notablemente la alta inflación que ya sufría el Ejército en los empleos superiores. Superada la Regencia esparterista, con los Gabinetes de transición en el poder y, ya desde 1844, en largo periodo de carácter moderado, se pondría de manifiesto en el plano político –y con repercusión directa en el ámbito militar-, un giro completo con la exclusión total de los progresistas y una condescendencia con los carlistas que se traducirá en la plena integración de los militares convenidos en Vergara. Para intentar paliar la situación del alto nivel de desocupación entre la oficialidad del Ejército, se habían venido dictando diferentes disposiciones –la última, durante la Regencia de Espartero- que pretendían facilitar la ocupación de destinos civiles por los cuadros de mandos excedentes, pero no dieron los resultados esperados. En cuanto a las condiciones económicas en que se desenvolvían aquellos militares, con la excepción de los que ocupaban los más altos empleos, que con frecuencia poseían tierras y gozaban de rentas, eran igualmente muy precarias. Hay que tener en cuenta que los salarios de quienes se encontraban de cuartel –es decir, sin destino- eran mínimos y los que ocupaban un destino no percibían sus haberes con regularidad, de modo que en ocasiones pasaban meses sin recibir su paga. Esta situación de precariedad, no obstante, fue mejorando desde la segunda mitad de 1843, al estabilizarse paulatinamente la situación política y económica, al tiempo que se mantenía el bajo coste de la vida. Además, desde que Narváez 8 AGUADO SÁNCHEZ, F. (1969). El Duque de Ahumada, op. cit., p. 286. La definición de un modelo de liderazgo en la etapa fundacional de la Guardia Civil 212 asumió el poder en mayo de 1844, fue plenamente consciente de que la mejora de la calidad de vida de los militares era elemento esencial para conservar la lealtad del Ejército. Para hacerse una idea de los salarios del personal militar de la época respecto al resto de la población, los sargentos del Ejército cobraban cantidades mensuales inferiores a las de albañiles, tejedores y carpinteros; los tenientes y capitanes superaban por muy estrecho margen el sueldo de los anteriores; y sólo a partir del empleo de comandante, y hasta brigadier, la paga era similar a la de los profesionales de clase media. Los generales, en tanto permanecieran en situación de actividad, se equiparaban económicamente a las clases altas, y cuando dejaban de estar en activo, sus haberes se aproximaban más a los de las clases medias 9 . Por lo que respecta a la situación del reclutamiento y de las clases de tropa, hacía tiempo que se había abandonado ya el concepto y el viejo oficio del soldado profesional, sustituido por el sistema de quintas implantado en toda Europa, por el que buena parte de la población masculina, generalmente la de menor poder adquisitivo y nivel formativo, debía cumplir durante unos años su servicio de armas en el Ejército, licenciándose a su finalización. En el momento de creación de la Guardia Civil, la norma que regulaba la incorporación a filas de los jóvenes españoles y su servicio en el Ejército era la Ley para el Reemplazo del Ejército, de 2 de noviembre de 1837, que entró en vigor en plena guerra Carlista, y que se mantuvo vigente hasta 1851. Se trataba de una de las normas de esta naturaleza de mayor relevancia de todo el siglo XIX, pues supuso una reforma total de todo lo relacionado con el reclutamiento en España hasta ese momento, de acuerdo con la nueva mentalidad liberal. Incorporó aspectos totalmente novedosos para la época, como el tratamiento estadístico de la distribución de los cupos, regulación anual de las operaciones del alistamiento y sorteo, la creación de órganos especializados en la administración y control del reclutamiento, el alistamiento de todos los mozos al alcanzar una determinada edad, el sorteo simultáneo en todo el territorio nacional 9 SECO SERRANO, C. (1984). Militarismo y civilismo en la España contemporánea, p. 243. CAPÍTULO 4. ORGANIZACIÓN INICIAL DE LA GUARDIA CIVIL 213 y las cajas de reclutamiento provinciales 10 . La norma no contemplaba ya la exención estamental para el alistamiento, sino que la amplió como redención en metálico para todo aquel que pudiera sufragar la exención, con independencia de su origen social, como una medida recaudatoria del Estado. También preveía la polémica sustitución del sorteado por otro joven que reuniera determinadas condiciones, medida que, junto con la redención en metálico, instituía un privilegio para que los mozos pertenecientes a las clases más adineradas pudieran resultar exentos del servicio militar. Una norma de estas características se hacía absolutamente necesaria para regular convenientemente la movilización a que obligaba el conflicto civil que sufría España. Para hacerse una idea de su dimensión, baste decir que, sólo en el bando liberal, se decretaron durante la primera guerra Carlista nueve quintas que llamaron a filas a un total de 370.000 hombres, mientras que en la guerra de la Independencia de movilizaron a 250.000 y en todo el siglo XVIII, tan sólo a unos 75.000 efectivos 11 . La edad de los mozos que debían incluirse en el sorteo estaba entre los 18 y los 25 años, distribuidos en cinco grupos, por lo que habitualmente se solía cubrir con los que tenían 18 y 19 años. La talla mínima para ser alistado era de cinco pies menos una pulgada (1,597 metros). Respecto a la duración, en la regencia de Espartero se unificaron los reemplazos del Ejército y las Milicias Provinciales, y se fijó la duración del servicio activo en cinco años para los soldados de Infantería, a cambio de servir tres años más en las Milicias Provinciales. En cuanto a los cupos anuales, la media a partir del final de la guerra Carlista se situó en 25.000 hombres, aunque con una distribución irregular. De este modo, en 1844, año en que se organizó la Guardia Civil, el cupo fue de 50.000 hombres, mientras que en 1845 y 1847 no hubo alistamiento, y en 1848 se elevó a 75.000, lo que generaba importantes desigualdades, que daban lugar a quejas 12 . Estos cupos se establecían también por ayuntamientos, y aquí se 10 PUELL DE LA VILLA, F. (1996). El soldado desconocido: de la leva a la “mili” (1700-1912), p. 190. 11 Ibídem, p. 188. 12 Ibídem, p. 191. La definición de un modelo de liderazgo en la etapa fundacional de la Guardia Civil 214 producían numerosos fraudes, al admitirse reclutas con claras minusvalías, aprovechando el vacío legal existente, que una vez excluidos no eran reemplazados y, cómo no, el efecto negativo de las sustituciones. Todo ello hizo que en abril de 1844 se tuviera que aprobar un real decreto 13 con medidas para acreditar la aptitud de los llamados a filas. También se endurecieron las medidas para evitar las deserciones y las penas con que se castigaba a los prófugos. En definitiva, que la reforma del Ejército era necesaria no suponía ninguna novedad, y continuaba siendo una asignatura pendiente para todos los Gabinetes ministeriales desde hacía mucho tiempo. En una réplica que el propio González Bravo realiza a Mazarredo, Ministro de la Guerra, en una sesión del Consejo de Ministros, ya le advertía que, «siendo muy superior el Ejército de Prusia al de España, costaba lo mismo», aduciendo deficiencias en la gestión y su obsoleta organización 14 . A comienzos de 1844 suponía un motivo de preocupación para el Gobierno el insuficiente número de efectivos con que contaba el Ejército, amenazada como estaba la Nación de nuevas insurrecciones, que podían partir tanto del seno de los carlistas como de los progresistas. De este modo, el Ministro de la Guerra explicaba el 23 de febrero de ese año a los demás miembros del Gabinete que era preciso licenciar a 14.000 hombres de la quinta de 1839, y que se hacía indispensable contar con otros 60.000 efectivos para reponer bajas 15 . Llegados a abril de 1844, la situación se vislumbraba delicada, según exponía el Ministro de la Guerra, que presentaba un proyecto de decreto para aprobar una quinta de 50.000 efectivos. Su análisis, como ya vimos en el Capítulo 2, continuaba siendo que contaba con un Ejército insuficiente, insistía en la necesidad de licenciar a los soldados de la quinta de 1839 y, además, afirmaba que muchos oficiales se encontraban de reemplazo. También anunciaba sus planes 13 Real Decreto de 25 de abril de 1844, aclarando determinados aspectos de la Ley de Reemplazos. Gaceta de Madrid núm 3512, 26 de abril de 1844. Colección histórica, BOE. 14 Acta de la sesión del Consejo de Ministros del 11 de febrero de 1844, p. 98. Actas del Consejo de Ministros, op. cit. 15 Acta de la sesión del 23 de febrero de 1844, pp. 108-110. Actas del Consejo de Ministros, op. cit. CAPÍTULO 4. ORGANIZACIÓN INICIAL DE LA GUARDIA CIVIL 215 organizativos y medidas económicas que estaba adoptando para contener el gasto del Ejército. Mazarredo contaba también con que había de detraer efectivos para el primer contingente de guardias civiles, única forma de que el cuerpo no se viera abocado a la disolución a los pocos meses de su organización, si tan sólo incorporaba a licenciados, como preveía el decreto de 12 de abril. Para ello se comprometía a seleccionar a 10.000 soldados –era la cifra prevista en el decreto de 28 de marzo- de entre los mejores de la quinta de 50.000 que solicitaba 16 . Pero aquel argumento de Mazarredo no parece ser suficiente para Luís Mayans, Ministro de Gracia y Justicia, que pide una mayor justificación ante la elevada cifra que se propone para la próxima quinta, pues según su criterio, bastaría con un ejército de 80.000 hombres. La explicación de Mazarredo hace un repaso de las principales amenazas que se cernían sobre la seguridad y la defensa de España en aquel momento: «A pesar de mantener sobre las armas 95.000 soldados, apenas se ha podido emplear la fuerza suficiente para hacer frente a la rebelión de Cartagena y de Alicante, y se hubiera visto muy comprometido el Gobierno si hubiera estallado un levantamiento en cualquier otro punto de España. La revolución no se da por vencida definitivamente; los carlistas se preparan a probar otra vez fortuna, y la cuestión de Marruecos puede hacer necesario el envío de fuerzas considerables a la parte septentrional de África» 17 . Las argumentaciones de González Bravo, suscribiendo las explicaciones de Mazarredo, consiguieron convencer a todos menos al Ministro de Hacienda, opuesto a un llamamiento de efectivos para el Ejército que resultaba insostenible para las arcas del Estado, todavía muy deficitarias. Además, advertía de una consecuencia sobre la que los demás parecían no haber reparado: un contingente tan elevado de soldados obligaría a volver al servicio activo a un número importante de oficiales que se encontraban de reemplazo, y cuyas ideas políticas no coincidían con las aquel Gobierno moderado, lo que suponía un riesgo adicional para la estabilidad 18 . Finalmente, el decreto de quintas fue presentado 16 Acta de la sesión del 14 de abril de 1844, pp. 151-152. Actas del Consejo de Ministros, op. cit. Recordemos que en esa fecha se publicaba el real decreto que facultaba al Ministerio de la Guerra a reclutar y organizar el primer contingente de guardias civiles, cifrado inicialmente en unos 15.000 efectivos. 17 Ibídem. 18 Ibídem. La definición de un modelo de liderazgo en la etapa fundacional de la Guardia Civil 216 con aquella justificación y, como hemos expuesto, se aprobó la movilización de 50.000 soldados 19 . Que la situación de los reemplazos del Ejército en aquel momento era muy comprometida para asumir la carga adicional de la formación de un nuevo cuerpo de seguridad, resultaba evidente, no sólo para el Gabinete ministerial, sino para la opinión pública del momento. En «El Pensamiento de la Nación» del 8 de mayo de 1844, cuando Ahumada está comenzando la organización de la Guardia Civil, se hace un análisis realista de aquella situación: La precisión en que el gobierno se ha visto de licenciar una parte del ejército, las numerosas plazas perdidas que alguna de las cláusulas del sistema vigente de reemplazo produce en todas las quintas, la deserción que se nota en la clase de sustitutos, las bajas naturales de tiempos ordinarios y las extraordinarias del de guerra, han contribuido á que el ejército quede reducido á una fuerza escasa para satisfacer o llenar sus atenciones. Esta falta ha de hacerse más notable tan luego como el gobierno permita el regreso á sus hogares a los individuos procedentes del reemplazo de 1839, con quienes tiene empeñada su palabra, y cuando para la primera organización del cuerpo de la guardia civil acuda a falta de licenciados a los soldados mas beneméritos del ejército o de la reserva, los cuales por el tiempo que les resta de servicio han de encontrar en este cuerpo un premio á sus fatigas 20 . Cuando el mariscal Girón recibe el encargo de organizar la Guardia Civil y ponerla en marcha, al poco de regresar de la revista a las unidades de los Distritos de Cataluña y Levante, para la que había sido comisionado entre agosto de 1843 y abril de 1844, tiene un conocimiento de primera mano sobre la situación en que se encuentra el Ejército, la moral y motivación de sus hombres, los medios de que disponen y carecen y, en definitiva, qué puede esperar y hasta dónde de muchos de aquellos hombres, a la hora de seleccionar a los cuadros de mando y la tropa del nuevo cuerpo de seguridad. Girón sabía que la indisciplina se había extendido por los cuarteles, por falta de mando y exigencia, y porque las expectativas profesionales, con los escalafones estancados y los bajos salarios, no ayudaban a mantener alta la moral. 19 Por Real Decreto de 26 de abril de 1844, se aprobaba el reemplazo de 50.000 hombres, de los que 36.000 se destinaron a los cuerpos de las Armas del Ejército permanente y los 14.000 restantes, a los del Ejército de reserva y las unidades de Milicias Provinciales. Gaceta de Madrid, núm. 3513, 27 de abril de 1844. Colección histórica, BOE. 20 «El Pensamiento de la Nación», núm. 14, de 8 de mayo de 1844. Hemeroteca digital, BNE. CAPÍTULO 4. ORGANIZACIÓN INICIAL DE LA GUARDIA CIVIL 217 Pero también era conocedor de que había unidades muy bien mandadas, y con excelentes profesionales, a los que era preciso ofrecer oportunidades. En la revista pudo comprobar que había regimientos en malas condiciones, como el Gerona, el América o el de la Reina, pero también otros que le causaron muy buena impresión, como el Provincial de Murcia o el 4º Regimiento ligero, que ya conocía de su etapa en el Ejército de Reserva de Andalucía. Al mismo tiempo, la búsqueda de salidas dignas hacia la Administración para amortizar los excesos de jefes y oficiales se presentaba como una necesidad perentoria. En una interesante carta que el duque de Ahumada dirige al general Narváez en enero de 1844 21 , en el transcurso de aquella revista, pone de relieve la situación que se va encontrando en las unidades, y aporta soluciones para aliviar los excedentes en el Ejército. Concretamente, propone ofrecerles puestos de trabajo en dependencias del Ministerio de Hacienda y en el de Gobernación, y en definitiva, «realizar lo que Espartero prometió y no hizo». En aquella carta, Ahumada informaba también de que había detectado grandes deficiencias en los cuadros intermedios de las unidades, probablemente más proclives a la indisciplina, cuyo estado describe de forma gráfica y aportando soluciones expeditivas: «También necesitamos de grandes colegios baratos para formar subtenientes, los sargentos primeros buenos que hayga (sic), que son poquísimos, ascenderlos, y los demás, echarlos». No salieron mejor paradas de la revista las unidades de Milicias Provinciales, de las que Ahumada afirma que «necesitan muchísima reforma y muy buenos jefes, que pagándolos, se encuentran; lo difícil era cuando servíamos de valde (sic)» 22 . De acuerdo con lo que ya expusimos anteriormente, parece deducirse de esta afirmación del mariscal Girón, por una parte, que los escasos sueldos tenían un importante efecto desincentivador en los cuadros de mando; y por otra, que los haberes del personal militar se abonaban ahora con una mayor regularidad, probablemente con la estabilidad que aportaba el final de la guerra y la nueva etapa política. Sin proponérselo, también estaba apuntando Girón hacia 21 Carta del duque de Ahumada al general Narváez, fechada en Barcelona, el 11 de enero de 1844. Archivo Narváez, RAH. 22 Ibídem. La definición de un modelo de liderazgo en la etapa fundacional de la Guardia Civil 218 uno de los incentivos que tendrá para los jefes y oficiales del Ejército la creación de la Guardia Civil, cual eran los sueldos considerablemente superiores para quienes ingresaran en el Instituto. Las conclusiones de aquella completa revista que realizó Ahumada a numerosas unidades, sin duda fueron tenidas en cuenta por el general Narváez para acometer la profunda reforma del Ejército que puso en marcha poco más tarde. Aquella completa reorganización iba a suponer el abandono definitivo del Antiguo Régimen, también en el campo de la organización militar, hasta el punto de que a través de su implantación se sentaron las bases estructurales del modelo institucional vigente en España hasta el último cuarto del siglo XX. Un aspecto fundamental de aquella reforma fue que el Ejército dejó definitivamente de ser el elemento armado de la Corona para constituirse en un instrumento al servicio del Estado liberal, adquiriendo así la condición de verdadero Ejército nacional 23 . Con aquella reforma, el Ejército abandonaba la tradicional estructura con la triple compartimentación en las tropas de Casa Real, el Ejército permanente y las Milicias Provinciales. Los regimientos de Milicias se integraron en el Ejército y la potentísima fuerza con que contaba la Corona, con entidad de cuerpo de ejército, quedó reducida en la práctica al Cuerpo de Alabarderos. Por su parte, la red de gobiernos y comandancias militares repartidos por toda la geografía, superpuesta a los tradicionales distritos militares o capitanías generales, constituirá una importante mejora para la administración militar. 23 PUELL DE LA VILLA, F. (2006). El Ejército y la España de Isabel II. Aproximación a la Historia Militar de España, tomo 2, p. 433. CAPÍTULO 4. ORGANIZACIÓN INICIAL DE LA GUARDIA CIVIL 219 4.2 EL PRIMER CONTINGENTE DE GUARDIAS CIVILES 4.2.1 El reclutamiento de los primeros guardias civiles. Dificultades y oportunidades Cuando Ahumada se enfrenta a la recluta del primer contingente de guardias civiles, tan pronto es designado organizador del Cuerpo, tiene ante sí una difícil tarea de incierto desenlace. La situación en que entonces se encontraba la tropa en filas hacía presagiar importantes dificultades para reclutar al personal necesario con las condiciones necesarias y un mínimo de garantías. Además, el panorama que presentaba el colectivo de los licenciados, el que más interesaba a la Guardia Civil, era también bastante desalentador. Tras ocho años de servicio militar, los soldados que obtenían su licencia buscaban apartarse por completo de cuanto se relacionase con la milicia, e intentaban reanudar la vida que habían interrumpido al ser llamados a filas. Por otro lado, buena parte de aquellos jóvenes, tenían aún demasiado reciente el recuerdo y las secuelas de haber combatido durante años en una guerra fratricida. Entre estos licenciados se encontraban, como hemos visto, los 14.000 soldados procedentes de la quinta de 1839, a los que, por fin, les había llegado la oportunidad de volver a casa. Ciertamente, de acuerdo con las condiciones exigidas en el real decreto de 13 de mayo, además de licenciados del Ejército, se iban a admitir por excepción, soldados en filas para este primer contingente. Para ello, se había previsto la contribución de las unidades con un número fijo de efectivos por cada regimiento de Infantería y de Caballería, así como por cada uno de los batallones provinciales de Milicias, hasta totalizar 3.205 hombres. Estos soldados debían seleccionarse de entre los más veteranos y experimentados en el uso de las armas; esto es, los pertenecientes a la quinta de 1840, y de no resultar en número suficiente, completar el contingente con los de 1841. Además, como hemos visto, a aquéllos que fueran a integrar el nuevo cuerpo les era exigible una talla ligeramente superior a la mínima para la tropa de reemplazo, debían acreditar buena conducta y –este era el escollo más importante- tenían que saber leer y escribir. El personal que se encontraba prestando servicio en filas, estaba previsto que pudiera ser designado con carácter forzoso para integrarse en el cuerpo, al La definición de un modelo de liderazgo en la etapa fundacional de la Guardia Civil 220 establecerse para ellos un sistema de cupos cuyo objeto era asegurar un mínimo de cobertura. No obstante, se dio preferencia a quienes se ofrecieran voluntarios, con prioridad para sargentos y cabos, y con el aliciente añadido de ir destinados a sus provincias de origen, como ya hemos visto. Más tarde, se detallaron en los tres primeros artículos del capítulo segundo del Reglamento Militar 24 , los requisitos de ingreso, que no diferirán en esencia de los ya recogidos en el decreto de 13 de mayo. Este reglamento, como más tarde veremos, no será aprobado hasta el mes de octubre de 1844, cuando el primer contingente de guardias civiles se encuentre ya en pleno proceso de despliegue en cada uno de los tercios. Ante este panorama, Ahumada comenzó a hacer sus cálculos, siendo plenamente consciente del perfil de militar de tropa –sargentos, cabos y soldados- que necesitaba para su incorporación a la Guardia Civil. Siguiendo a Martínez Ruíz (1973), vemos cómo resume de forma certera ese nuevo perfil militar: «Ahumada se da cuenta de que el Cuerpo de su mando va a encontrar muchos obstáculos a poco de ser creado, una vez superados éstos, los guardias vivirán dispersados por la geografía española sin tener como acicate la persona de un Oficial en el cuartel; las vicisitudes que han de pasar serán numerosas y difíciles y para superarlas se requiere un temple especial. La abundancia de recursos, la iniciativa personal siempre supeditada a las directrices reglamentarias, una preparación cultural mínima, la limpieza personal, el respeto de los determinismos de la convivencia, el compañerismo, la camaradería, etc., son cualidades que los componentes de la Guardia Civil han de poseer irremediablemente para que la institución a que pertenecen se mantenga y perviva» 25 . Por tanto, lo primero que hizo Ahumada, tan pronto se publicó el Real Decreto de 13 de mayo, fue dirigirse por escrito al Ministerio de la Guerra 26 para que por las Armas se facilitara, en lo posible, el enganche. Solicitó que se previniera a los generales Inspectores sobre la colaboración que habían de prestar para la recluta de los cupos de efectivos que correspondían a cada regimiento del 24 Real Decreto de 15 de octubre de 1844, aprobando el Reglamento Militar para la Guardia Civil. Gaceta de Madrid, núm. 3685, 16 de octubre de 1844. Colección histórica, BOE. 25 MARTÍNEZ RUÍZ, E. (1973). Reclutamiento y reemplazo en los orígenes de la Guardia Civil (1844-1868) (I), p. 109. REHGC. 26 Escrito del duque de Ahumada al Ministerio de la Guerra en solicitud de apoyo para la organización del primer contingente de guardias civiles. SEHGC. CAPÍTULO 4. ORGANIZACIÓN INICIAL DE LA GUARDIA CIVIL 221 Ejército –Infantería y Caballería- y cada batallón de Milicias, y que se advirtiera de ello a los jefes de estas unidades. Además de conminar a que llegara a todos los soldados afectados la información necesaria 27 , y promover que se presentaran voluntariamente, Girón recuerda que se les ofrece que cumplan el tiempo de su empeño (el de servicio en filas) en la Guardia Civil y, además, con la posibilidad de hacerlo en la provincia de donde son naturales. En caso de que no hubiera voluntarios, deberían ser los coroneles de cada unidad quienes escogieran a los más adecuados. Sin perder detalle ni las oportunidades que se le presentaban, el duque de Ahumada finalizaba su escrito solicitando que, por real orden, se le concedieran dos millones de reales «para dar principio a la construcción de vestuario, equipo, monturas y compra de caballos». La Real Orden que se dictó al respecto 28 , y que recogía las demandas de Ahumada, establecía que los Inspectores debían dar cuenta los días 10, 20 y 30 de cada mes, de los soldados que pasaran destinados a la Guardia Civil desde sus unidades. Estos candidatos debían reunir, para ello, todos los requisitos exigidos, recordando que los procedentes del Arma de Infantería y de Milicias Provinciales tenían que acudir al acuartelamiento establecido en Leganés para su concentración, equipamiento e instrucción; y los del Arma de Caballería, al ubicado en Vicálvaro. También se prevenía que todos ellos deberían ir provistos de su primera puesta, habiendo percibido el haber que les correspondía hasta el día de su llegada a cada depósito. Por último, se dictaban instrucciones precisas para el acto de entrega de la tropa en los depósitos por parte de los oficiales que fueran comisionados para conducir cada cupo. Cabe decir que, para un mejor desarrollo del periodo de recluta e instrucción, Ahumada puso a un jefe al frente de cada depósito, perteneciente al arma respectiva. De este modo, entre los meses de mayo y junio de 1844, probablemente se hizo cargo el coronel Purgoldt de la organización de la, todavía, 27 Fue difundida mediante circular publicada en el Boletín del Ejército y, posteriormente, en el núm. 3551 de la Gaceta de Madrid, de 04 de junio de 1844. 28 Por Real Orden de 17 de mayo de 1844 se daban las prescripciones oportunas a los Inspectores de Infantería, Caballería y Milicias Provinciales. SEHGC. La definición de un modelo de liderazgo en la etapa fundacional de la Guardia Civil 222 muy escasa fuerza de infantería del Cuerpo de Guardias Civiles en el depósito de instrucción de Leganés, aunque fue relevado en este cometido en el mes de julio por el teniente coronel Hormaechea 29 . El teniente coronel Palacios, por su parte, se hizo cargo desde el primer momento del depósito de caballería de Vicálvaro 30 . De todas formas, pronto se puso de manifiesto que los requisitos de ingreso habrían de adaptarse a la demanda efectiva para formar parte del nuevo cuerpo, y sobre todo, a la realidad del personal de tropa que integraba las unidades del Ejército en aquel momento. El Inspector de Caballería, de quien Ahumada alababa el celo que estaba demostrando en la selección del personal a su cargo, reconocía que, de entre los soldados del Regimiento de Albuera, pertenecientes a las quintas de 1840 y 1841, tan sólo 7 sabían leer y escribir; en el Regimiento de Talavera, 29; y en el de María Cristina, 26. Estas cifras hacían imposible reunir los 35 hombres requeridos por cada regimiento que reunieran esta condición. Con tal motivo, Ahumada propone al Ministerio de la Guerra que se exima a un tercio de la fuerza que ha de aportar cada regimiento, de la exigencia de saber leer y escribir, recibiendo contestación en sentido favorable, siempre que se les enseñe tan pronto ingresen en el Cuerpo 31 . Más drástico se mostraba el Inspector General de Infantería respecto a la selección de sus hombres, de los que afirmaba que ni la décima parte del cupo que se pedía a cada unidad, reunía todos los requisitos exigidos, invitando a Ahumada o a quien éste delegara que lo verificase por sí. El mariscal Girón se lamentaba y daba cuenta al Ministerio de que, mientras se encontraban ya en Vicálvaro 80 hombres de Caballería, de entre todos los regimientos de Infantería con guarnición en Madrid, que debían aportar un total de 300 hombres, tan sólo 11 resultaran aptos 32 . Ante esta situación, Ahumada solicitaba de nuevo con fecha 6 de junio que se permitiera el ingreso en el Instituto con edad inferior a la mínima exigida; esto es, la posibilidad de acceder con 24 años o menos. También recibió su 29 Expediente personal de Martín de Hormaechea Roig. AGMS/1ª/506O/Exp.0. 30 Expediente personal de León Palacios Ortega. AGMS/1ª. 31 Escrito de Ahumada al Ministerio de la Guerra, de fecha 26 de mayo de 1844, y respuesta recibida el 4 de junio. SEHGC. 32 Escrito de Ahumada al Ministerio de la Guerra, de 5 de junio de 1844. SEHGC. CAPÍTULO 4. ORGANIZACIÓN INICIAL DE LA GUARDIA CIVIL 223 propuesta una respuesta favorable, en el sentido de prescindir del requisito de la edad, además del de saber leer y escribir 33 . Ciertamente, parecía existir un contrasentido –o más bien, una errónea interpretación de la norma- en el requisito de la edad de ingreso, fijado en el real decreto entre los 25 y los 45 años; es decir, un rango de edades que estaba claramente dirigido a los licenciados. De ningún modo podían ser aplicables esas edades a los soldados en filas que fueran candidatos a incorporarse a la Guardia Civil, pues los pertenecientes a la quinta más veterana, la de 1840, tan sólo tenían 22 años. Además, quienes habían previsto la preferencia para ingresar en el Instituto de las quintas de 1840 y 1841, pese a ser las que contaban con los soldados más veteranos, parecían no haber advertido que la rebaja de dos años en el empeño de los soldados, decretada para todas las quintas hasta la de 1842, con motivo del triunfo del pronunciamiento contra Espartero 34 , convertiría a estos soldados en licenciados en un plazo sensiblemente inferior al de su compromiso inicial de ocho años. Los pertenecientes a la quinta de 1840 cumplirían con su empeño en 1846; los de la quinta de 1841, en 1847; y los alistados en 1842, en 1848. Esta circunstancia puso en riesgo la necesaria continuidad en las unidades cuando se aproximó la fecha de licenciamiento de los primeros afectados, sobre todo, en los mandos intermedios de tropa. Por ello, en noviembre de 1846 Ahumada tuvo que solicitar un nuevo compromiso de reenganche de dos o tres años, según la quinta, de aquellos sargentos, cabos y guardias de primera clase próximos al ascenso, como condición para concederlo. Era la única forma de aprovechar su veteranía en aquellos difíciles comienzos, y garantizar la continuidad necesaria en el mando de los pequeños puestos de la Guardia Civil, dispersados por toda la geografía nacional. Otro tanto hubo de exigirse a los licenciados de los mismos empleos, próximos al ascenso, debiendo permanecer en 33 Escrito de Ahumada al Ministerio de la Guerra, de 6 de junio de 1844, y respuesta recibida el 19 de junio. SEHGC. 34 Afectaba, de hecho, a todos los filiados antes del 21 de agosto de 1843, fecha de concesión de la gracia. La definición de un modelo de liderazgo en la etapa fundacional de la Guardia Civil 224 el Cuerpo, al menos, para su concesión, siete años desde su compromiso inicial con el Ejército 35 . A partir de ese momento, a fin de optimizar en lo posible el personal de reemplazo que accedía a la Guardia Civil, se buscaron aquellos soldados cuyas quintas estuvieran comprendidas entre la de quienes hubieran cumplido dos años de servicio en filas y la que correspondía su licenciamiento en el año del enganche 36 . Más tarde, se exigirá a los procedentes del Ejército tener más de un año de servicio y menos de cuatro 37 . En escrito de 17 de junio de 1844, el mariscal Girón daba cuenta del estado en que se encontraba la contratación y confección del vestuario, monturas y correajes del personal del 1º Tercio, el que más urgía a Ahumada constituir al completo. En esa fecha, los únicos avances se habían producido en Vicálvaro, donde ya se formaban 138 hombres de Caballería. Unidades como el Regimiento de Cazadores nº 4, de la Constitución, habían aportado sus 35 hombres, de los que la mitad eran cabos, y algunos batidores, ofreciendo buena presencia y habiéndose incorporado en el plazo previsto 38 . En cuanto a las unidades de Milicias, tan sólo 9 hombres se habían incorporado a mediados de junio, y estaban en camino otros 30, procedentes de los Regimientos Provinciales de Cáceres y Badajoz, y otros 5 hombres del de Écija. El Inspector de Milicias intentaba justificar la imposibilidad de enviar más hombres, y era reacio a deshacerse de sargentos y cabos, los empleos que más interesaban a Ahumada, porque estaban llamados a ser piezas clave en la dispersión de las pequeñas unidades en que desplegaría la Guardia Civil. Por ello, el mariscal elevaba su queja, pidiendo que no se les impidiera en ningún caso ingresar en el Cuerpo, si eran voluntarios para ello 39 . 35 Circular de 18 de noviembre de 1846. Recopilación de las reales órdenes y circulares de interés general para la Guardia Civil, tomo I, pp. 435-436. SEHGC. 36 Real Orden de 5 de mayo de 1847. Recopilación, op. cit., tomo II, pp. 24-25. SEHGC. 37 Real Orden de 9 de diciembre de 1847. Recopilación, op. cit., tomo II, pp. 100-101. SEHGC. 38 Escrito del duque de Ahumada al Ministerio de la Guerra, de 17 de junio de 1844. SEHGC. 39 Ibídem. CAPÍTULO 4. ORGANIZACIÓN INICIAL DE LA GUARDIA CIVIL 225 En escrito del 21 de junio, como resultado de la Junta celebrada para la selección de personal, tal y como se había dispuesto por Real Resolución de 10 de junio, era el propio general Inspector de Milicias el que proponía para el alistamiento, tener en cuenta las quintas de procedencia, y no la edad, así como que se eximiera de saber leer y escribir a la mitad de cada cupo que debían proporcionar los batallones. Buscando un equilibrio en la calidad y experiencia de los hombres, también proponía el cupo de tres cabos por batallón para su cesión a la Guardia Civil, de entre los que sabían leer y escribir 40 . Por lo que respecta a la Infantería, en aquellas fechas no se había presentado todavía ningún hombre. Se quejaba el Inspector de Infantería que los soldados del Arma a su cargo eran los de menor estatura 41 , y de que resultaba muy dificultoso encontrar personal que reuniera las condiciones, pero lo cierto es que muchas unidades obstaculizaban el alistamiento de los voluntarios en el nuevo cuerpo de seguridad. Por aquel mes de junio, Ahumada recibió una instancia dirigida a él por tres granaderos del Regimiento de Córdoba, nº 10, que manifestaban su deseo de formar parte de la Guardia Civil, renunciando para ello al tiempo de reenganche que ya habían consumido, pero sus mandos se lo impedían. Enseguida se dirigió al Ministerio de la Guerra para solicitar la admisión de dos de aquellos aspirantes y la amonestación al jefe de su batallón, por haberlo obstaculizado 42 . Buscando la aplicación de criterios más flexibles en la selección de los aspirantes, Ahumada elevó una nueva propuesta, de acuerdo con la cual, se determinó por Real Orden de 4 de julio de 1844 43 , que se permitiera la admisión en el Cuerpo de los sustitutos 44 procedentes de licenciados, siempre que 40 Escrito del general Inspector de Milicias Provinciales al Ministerio de la Guerra, de 21 de junio de 1844. SEHGC. 41 Tenían preferencia para la selección de los mozos los llamados «cuerpos científicos» (o facultativos) -Artillería e Ingenieros-, y se exigía una talla sensiblemente superior para ingresar en Caballería. 42 Escrito de Ahumada al Ministerio de la Guerra, de 11 de junio de 1844, acompañando e informando la instancia. SEHGC. 43 Real Orden de 4 de julio de 1844. Recopilación, op. cit., tomo I, p. 16. SEHGC. 44 Los «sustitutos» eran jóvenes que prestaban el servicio militar en sustitución de otro mozo, una vez realizado el sorteo, el cual pagaba por ello una cantidad y respondía, en cierto modo, por aquél La definición de un modelo de liderazgo en la etapa fundacional de la Guardia Civil 226 acreditaran haber mostrado buena conducta durante su servicio en filas; así como entre los procedentes de la quinta de 1843, pues no resultaba suficiente con las anteriores, tal y como hemos visto. La medida de la reducción de los límites de edad, aplicada por el Gobierno en aquellos comienzos de la organización de la Guardia Civil, supuso una mayor demanda de aspirantes, lo que trajo como consecuencia que la media de edad de los ingresados fuera sensiblemente inferior a la deseada por el Mariscal Girón. Esta circunstancia preocupó siempre al fundador, que veía en la madurez del personal un elemento clave para las funciones que habrían de llevar a cabo los guardias civiles de aquellos primeros años 45 . Lo cierto es que la Guardia Civil fue en sus comienzos muy dependiente de la recluta procedente del Ejército, tónica que se va a repetir prácticamente a lo largo de todo el reinado de Isabel II. La demanda era mayor, lógicamente, cada vez que se aprobaba un incremento importante en la fuerza del Cuerpo, y cuando coincidía el final simultáneo del compromiso de un número importante de guardias civiles, que habían ingresado como licenciados. Esta realidad, motivada por la falta de licenciados voluntarios para ingresar en el Cuerpo, imposibilitó durante todo ese periodo la realización de una de las principales aspiraciones de Ahumada, cual era hacer de la Guardia Civil una auténtica milicia profesional. Para un número importante de efectivos, la prestación de sus servicios en el Instituto suponía, principalmente, el modo de cumplir con su compromiso militar. Por ello, a lo largo de todo ese periodo se arbitraron diferentes medidas para promover en el Cuerpo el reenganche de aquéllos que estaban próximos a su licenciamiento. Esta demanda de efectivos, sobre todo cuando se requerían incorporaciones en un número elevado, provocaba no pocos recelos en las unidades de Infantería y Caballería, que observaban cómo se alistaban en la guardia Civil una buena parte que le sustituía como soldado. Algunos ejercían como sustitutos tras haber sido licenciados previamente de su primer empeño, continuando en filas. 45 Ahumada insiste en su Circular de 8 de marzo de 1845, en la necesidad de que los jefes y oficiales se esmeren en la formación de este personal. Recopilación, op. cit., tomo I, pp. 317-318. SEHGC. CAPÍTULO 4. ORGANIZACIÓN INICIAL DE LA GUARDIA CIVIL 227 de sus mejores hombres. Ante las quejas del Ejército, se dispuso que se limitara a lo necesario el recurso al contingente de las unidades militares, en la medida en que las plazas vacantes no pudieran ser cubiertas con voluntarios licenciados 46 . Al mismo tiempo, frente a los intentos de algunas unidades, con relativa frecuencia, de liberarse de individuos que consideraban no aptos e inadecuados, pasaportándolos para su ingreso en la Guardia Civil, fue preciso recurrir, a través del Real Decreto de 28 de agosto de 1845, a dictar las órdenes oportunas para que todos aquellos individuos procedentes del Ejército que fueran considerados no aptos para el servicio en la Guardia Civil, volvieran a sus unidades de origen para cumplir en ellas el compromiso de reenganche o el tiempo de servicio restante. En el caso de los licenciados que igualmente fueran rechazados por la misma causa, se les expediría la licencia absoluta 47 . Más tarde, se estableció el plazo de seis meses para llevar a cabo todas las devoluciones a las unidades de origen, cuando fuera necesario 48 . En cuanto al requisito de saber leer y escribir, ya hemos visto que muchos de los ingresados procedentes del Ejército y Milicias eran analfabetos, pero se les admitía, por reunir los restantes requisitos. A este personal se le prestaba atención preferente para que pudiera aprender en el menor tiempo posible, pues resultaba una condición fundamental para poder redactar partes e instruir sumarias (atestados o diligencias policiales), desde el momento en que comenzaran su actividad profesional, pocos meses más tarde. No obstante, no fue posible que todo aquel personal pudiera tener las nociones necesarias en tan poco tiempo, por lo que el mariscal Girón estableció un plan intensivo de alfabetización, dictando instrucciones precisas a los tercios para que los jefes de sección comprobaran y supervisaran la formación que debían recibir los guardias por parte de sus cabos y sargentos, y que contaban para ello con el material escolar necesario 49 . De hecho, sólo a partir de 1848 pudo Ahumada determinar que no se aceptase a ningún 46 Real Orden de 31 de octubre de 1851. Recopilación, op. cit., tomo IV, pp. 76-78. SEHGC. 47 Real Decreto de 28 de agosto de 1845. Recopilación, op. cit., tomo I, p. 79. SEHGC. 48 Real Orden de 22 de octubre de 1845, confirmada posteriormente por Real Orden de 4 de agosto de 1847. Recopilación, op. cit., tomo I, p. 94; y tomo II, pp. 54-55. SEHGC. 49 Circular de 8 de enero de 1845. Recopilación, op. cit., tomo I, pp. 281-282. SEHGC. La definición de un modelo de liderazgo en la etapa fundacional de la Guardia Civil 228 licenciado que no supiera leer con corrección y, al menos, se comprometiera a aprender a escribir en el plazo de seis meses, debiendo causar baja en caso de no alcanzar estos niveles 50 . En cuanto a la recluta inicial de la tropa de la Guardia Civil entre los licenciados del Ejército, hay que insistir en que se trataba del colectivo más provechoso para el nuevo cuerpo, tanto por tratarse de personal voluntario que ya había cumplido su empeño en filas, como por su mayor veteranía y experiencia. La primera dificultad para la recluta de este personal estribaba en la dispersión geográfica. Así como los aspirantes a ingreso en la Guardia Civil que se encontraban en filas, eran conducidos con su cupo por unidades reunidas a cargo de algún oficial, los licenciados que quisieran optar al ingreso debían desplazarse por sus medios desde cualquier punto de España a los únicos puntos de enganche establecidos en un primer momento, los depósitos militares de Leganés y Vicálvaro. Muchos de aquellos jóvenes se veían obligados, entonces, a realizar viajes largos e incómodos, disponiendo de escasos recursos, sin tener certeza alguna de ser finalmente seleccionados, tras haber realizado aquel esfuerzo. Esta circunstancia fue puesta de manifiesto por el Jefe Político de Pontevedra, a través del Ministerio de la Gobernación. La solución propuesta por Ahumada 51 , que de ningún modo deseaba renunciar a la recluta de licenciados veteranos y experimentados, fue la de destinar a un oficial de los recién ingresados a cada una de las capitales de los distritos militares, donde se encargaría de comprobar que los aspirantes licenciados reunían los requisitos exigidos y, en este caso, aceptar su ingreso en el Cuerpo. También admitiría Ahumada a aquellos licenciados que remitieran su solicitud por correo, siempre que acreditaran reunir los requisitos exigidos, condicionado a su comprobación posterior, como luego veremos. 50 Circular de 24 de enero de 1848. Recopilación, op. cit., tomo III, p. 268. SEHGC. 51 Informe de Ahumada, de fecha 1 de junio de 1844, en respuesta a la problemática planteada para el enganche de los licenciados. SEHGC. CAPÍTULO 4. ORGANIZACIÓN INICIAL DE LA GUARDIA CIVIL 229 En su escrito de 17 de junio de 1844, Ahumada ya prevé que, una vez se presenten los oficiales que sean admitidos, acudirán a las provincias donde vayan a ser destinados para hacerse cargo de la selección y acogida de los licenciados que soliciten el ingreso como voluntarios, de los que ya se tiene noticia de numerosas solicitudes 52 . Además, Ahumada era consciente de que para aquellos licenciados, desplazarse a la capital de provincia o en la que radicaba la jefatura del tercio para alistarse, suponía, además de un gasto adicional, poner en peligro el puesto de trabajo que ocupaban, por precario o poco atractivo que fuera. Por ello insistió, mediante circular dirigida a los jefes de tercio 53 , en la posibilidad de que los aspirantes licenciados pudieran presentar sus solicitudes desde sus lugares de residencia, con indicación de su edad, estatura y si sabían leer y escribir, junto con la demás documentación prevista. Estas solicitudes debían cursarse ante el Comandante de provincia de la Guardia Civil –el oficial que ya se encontraba a su cargo, y desplazado a estos efectos-, que solicitaría a continuación los prevenidos informe reservados. Estaban exentos de presentarse ante este oficial los que residieran a más de cuatro leguas de la capital. Una vez admitido, el aspirante se debía presentar en la cabecera del tercio correspondiente, donde se le filiaba y se le proporcionaba el vestuario y armamento. No obstante, en caso de que se comprobara que el aspirante no reunía las condiciones exigidas, para aquéllos que no se hubieran presentado previamente ante el jefe de provincia; y en todo caso, si los informes recabados sobre sus antecedentes y conducta eran desfavorables, el licenciado resultaba rechazado. Con aquellas soluciones, en un primer momento pareció que la demanda entre los licenciados iba a ser significativa en muchas provincias. Ahumada se congratulaba en un escrito de que en una semana se habían aprobado 14 52 Escrito de Ahumada al Ministerio de la Guerra, de 17 de junio de 1844. SEHGC. 53 Circular de 24 de agosto de 1844. Recopilación, op. cit., tomo I, pp. 353-354. SEHGC. La definición de un modelo de liderazgo en la etapa fundacional de la Guardia Civil 230 sargentos 54 licenciados para ostentar este empleo en el Cuerpo, «todos con las mejores notas e informes» 55 . Pero a pesar de aquellas primeras impresiones en los comienzos, a medida que pasaban las semanas se ponía de manifiesto que la posibilidad de ingresar en el nuevo cuerpo de seguridad no parecía ofrecer el suficiente atractivo entre los licenciados del Ejército, si tenemos en cuenta el escaso número de aspirantes que se habían presentado cuando avanzaba ya el verano de 1844. Así lo expresaba Ahumada en un escrito 56 , y buscaba la causa en el largo periodo de reenganche que se les exigía, que era de ocho años 57 . Por tanto, solicitó que se disminuyera el tiempo de compromiso. Por Real Orden de 24 de agosto se accedió a su propuesta, estableciendo la posibilidad de reengancharse por periodos entre los tres y los ocho años 58 . No obstante, como ya apuntamos anteriormente, esta medida no llegará a aplicarse totalmente, pues al finalizar el año 1846 se condicionará el ascenso de los sargentos, cabos y guardias de primera clase a su reenganche en el Cuerpo hasta completar, al menos, los siete años en total, una vez cumplido su compromiso inicial 59 . Mientras tanto, la actividad organizativa discurría contra reloj durante aquel verano madrileño, tanto en la sede de la Dirección, en la calle Torija, como en los depósitos de organización, en que se llevaba a cabo la recluta, equipamiento y formación del personal. El duque de Ahumada desplegaba una actividad frenética, alternando sus ocupaciones en la Dirección con las visitas frecuentes a aquellos acuartelamientos de Leganés y Vicálvaro, solventando las muchas cuestiones y problemas que se presentaban. Miguel Gistau (1907) nos refiere de manera gráfica lo que suponía, en aquellos días, todo aquel despliegue de actividad: 54 Ahumada continúa denominando en su escrito cabos mayores a los sargentos. Sabemos que esta denominación que proponía, no prosperará. 55 Escrito de Ahumada al Ministerio de la Guerra, de 17 de junio de 1844. SEHGC. 56 Propuesta de Ahumada al Ministerio de la Guerra, de 2 de agosto de 1844. SEHGC. 57 Este tiempo era equivalente a otro servicio militar completo, incluyendo los periodos de reserva sin servicio efectivo en filas. 58 Real Orden de 24 de agosto de 1844. Recopilación, op. cit., tomo I, pp. 18-19. SEHGC. 59 Circular de 18 de noviembre de 1846. Recopilación, op. cit., tomo I, pp. 435-436. SEHGC. CAPÍTULO 4. ORGANIZACIÓN INICIAL DE LA GUARDIA CIVIL 231 “Se procedió a la compra de caballos domados de seis a diez años, a su designación, tasa y reseña para el individuo que debía corresponderle, verificándolo por su cuenta los jefes y oficiales; construíanse las monturas bajo el mismo modelo usado entonces por la Caballería del Ejército; se sacaba de los almacenes el armamento; elegíanse los jefes y oficiales, cabos y sargentos, que personalmente eran recibidos por el duque de Ahumada, quien hacía minucioso examen personal de todos sin omitir el detalle más insignificante. En Leganés y en Vicálvaro, mientras tanto, los jefes antes citados uniformaban al personal y les daban instrucción teórica y práctica del servicio que iban a prestar. En estos puntos y en la Dirección reinaba febril actividad que, en isócrono movimiento a impulsos del duque, ponía en marcha al futuro Cuerpo” 60 . El personal que recibía formación en aquellos depósitos militares para ingresar en la tropa de la Guardia Civil, era instruido en los nuevos cometidos que le iban a corresponder, tan diferentes, por lo general, a los del Ejército. Además, los que eran analfabetos, recibían una preparación específica intensiva para que aprendieran cuanto antes a leer y escribir. Pero prioritariamente, en la formación de aquel personal resultaba fundamental imbuirle de un mismo espíritu que, por encima de los valores militares, hiciera a aquellos hombres sentirse orgullosos de ser, no ya buenos soldados, sino auténticos guardias civiles. Se enseñaba a aquellos sargentos, cabos y soldados a olvidar, en cierto modo, su vida militar pasada, para asumir un único espíritu de Cuerpo, identificándose con la Guardia Civil hasta sentirla como parte de ellos mismos. Hasta tal punto se consideraba importante esta faceta, que se evitaba que pudieran ostentar insignias de sus unidades de procedencia, tales como divisas de sus antiguos empleos o distintivos de soldado distinguido 61 . Dispuesto a alcanzar este objetivo, Ahumada quiere unificar entre aquellos soldados de diferentes procedencias, aspectos como la instrucción con el armamento, para lo que previene que «es indispensable se dedique de una a dos horas por la tarde, a excepción de los días festivos, para el manejo de la carabina e instrucción de escuadrón a pie, pues aunque son veteranos, todos los soldados 60 GISTAU FERRANDO, M. (1907). La Guardia Civil: Historia de esta Institución…, p. 160. 61 Real Orden de 27 de noviembre de 1844 y de 23 de septiembre de 1847. Recopilación, op. cit., tomo I, p. 36; y tomo II, p. 72. SEHGC. La definición de un modelo de liderazgo en la etapa fundacional de la Guardia Civil 232 recibidos de los regimientos, siempre necesitarán uniformarse en sus movimientos» 62 . Más tarde, también definirá una forma de saludo militar específica y genuina, que contribuiría con toda seguridad a incrementar ese espíritu de cuerpo y a distinguir a los guardias civiles del resto de la milicia. En una circular de noviembre de 1844, Ahumada hace una interesantísima descripción que nos da noticia de cómo realizaban el saludo militar los guardias civiles en la etapa fundacional. Existían, en realidad, dos tipos de saludo con el sombrero 63 del uniforme: el que se realizaba a los jefes y oficiales del Ejército, sin duda el mismo que realizaba el resto del personal militar; y el que se hacía a los oficiales generales, los mandos superiores de la Guardia Civil y las autoridades civiles a las que se debía saludo. Según estaba prescrito, el saludo a los jefes y oficiales del Ejército y la Armada, desde el empleo de subteniente al de coronel –habría que incluir también aquí a los mandos del Cuerpo hasta el empleo de primer capitán-, se hacía llevando la mano derecha con la palma al frente y los dedos unidos, delante del pico derecho del sombrero. El saludo a los generales, brigadieres, jefes de la Guardia Civil, obispos y jefes políticos de las provincias, se realizaba quitándose el sombrero con la mano derecha, asiéndolo por su parte delantera – por el «pico del medio»-, y llevándolo «con aire» al costado del mismo lado 64 . Aquellos hombres debían dedicar una hora diaria «en la lectura de la obligación del soldado, e instrucción práctica en el modo de dar partes verbales y por escrito». Los cabos, además, como elemento fundamental en la cadena de mando, deberán adiestrarse en la redacción de partes y la formación de sumarias. 65 62 Circular de 7 de junio de 1844. Recopilación, op. cit., tomo I, p. 271. Recordemos que en aquella fecha tan sólo estaba recibiendo formación el personal de Caballería. SEHGC. 63 La prenda de cabeza del uniforme de la Guardia Civil se denominó en sus orígenes sombrero de tres picos. Con el tiempo evolucionó en forma y tamaño hasta convertirse en el modelo actual, pero siempre fue denominado en los documentos oficiales como «sombrero», y nunca como «tricornio», pese a que es el nombre por el que, popularmente, se le conoce. 64 Circular de 30 de noviembre de 1844. Recopilación, op. cit., tomo I, p. 38. SEHGC. 65 Circular de 7 de junio de 1844. Recopilación, op. cit., tomo I, p. 271. SEHGC. CAPÍTULO 4. ORGANIZACIÓN INICIAL DE LA GUARDIA CIVIL 233 En cuanto al comportamiento de aquellos aspirantes a guardias civiles, Ahumada insiste en la importancia de inculcarles cuál va a ser su deber, y «que para llenarle cumplidamente han de manejarse siempre, y en todos casos y circunstancias, con la mayor honradez, circunspección y decoro». Otro aspecto que les ha de distinguir de la tropa del Ejército es «que siendo su carácter mucho más grave y distinto que el del soldado, no deberá sentarse en calles ni plazas públicas; nunca acompañarse de otras mujeres que la propia, con la que, como con sus hijos, podrá vivir en las Casas Cuarteles» 66 . Mediado el mes de agosto, la situación en los depósitos de Leganés y Vicálvaro había mejorado ostensiblemente. Para integrar los trece tercios que se habían de constituir, se encontraban en pleno periodo de formación, a fecha 13 de ese mes, un contingente de 758 hombres de Infantería y otros 415 de Caballería 67 . No obstante, aquellas cifras representaban poco más del veinte por ciento del total de efectivos de tropa previstos para el primer despliegue de los tercios. En ese momento, los colectivos de mayor número de efectivos son los de los tercios de Valladolid y Madrid, con más de doscientos guardias, seguidos de los de Sevilla y La Coruña; sin duda, por contar todos ellos con mayor número de aspirantes originarios de aquellos distritos militares, entre licenciados y tropa en filas. De acuerdo con el informe que eleva Ahumada en agosto sobre la situación de la fuerza y sus previsiones, considera que a comienzos de septiembre podrá partir para sus destinos la fuerza del Tercio de Cataluña, a pesar de contar todavía con 43 guardias, pues estima que, como éstos, todos los que allí sean destinados han de hablar catalán, y será más fácil que se alisten los naturales de aquella región cuando los nuevos guardias lleguen a Barcelona para comenzar su servicio. También considera posible cubrir en ese plazo la fuerza de los tercios de Sevilla, Valencia y La Coruña, una vez equipada y dotada de armamento, partiendo a continuación hacia sus destinos 68 . De todas formas, sabemos que aquella previsión de Ahumada resultaba demasiado optimista, puesto que sólo una parte de la fuerza 66 Orden dirigida al coronel jefe del Depósito de Organización, de fecha 3 de septiembre de 1844. Recopilación, op. cit., tomo I, pp. 272-273. SEHGC. 67 Estado que remite Ahumada al Ministerio de la Guerra, el 13 de agosto de 1844. SEHGC. 68 Propuesta de Ahumada al Ministerio de la Guerra, de 13 de agosto de 1844, que fue aprobada el 24 del mismo mes. SEHGC. La definición de un modelo de liderazgo en la etapa fundacional de la Guardia Civil 234 de los tercios –las primeras compañías de los de Barcelona, Sevilla, Valencia, La Coruña y Zaragoza- inició la marcha hacia sus destinos a finales de septiembre 69 , haciéndolo el resto del personal en octubre, una vez aprobados los reglamentos sobre los que más tarde nos centraremos. Entendemos que la fuerza del 1º Tercio de Madrid no se menciona en el escrito anterior por hallarse ya constituida, y continuando su formación y organización de modo independiente. De hecho, Ahumada anuncia a Narváez por carta que «a mediados del mes que viene [por agosto], (…) podrá presentarse corriente por mi parte el primer tercio» 70 . Y a continuación, que: «cuando la Corte trate de volver, si es posible, bueno será que me prevenga Vm. con tiempo para acelerar si posible fuese y presentar siquiera la fuerza de Madrid corriente». A este respecto, refiere Aguado (1969), siguiendo a Jiménez de Sandoval (1858), que con motivo del nombramiento del duque de Ahumada como Inspector General de la Guardia Civil, el 1 de septiembre, momento en que la Corte había regresado ya de Cataluña, en donde la Reina había permanecido una temporada tomando las aguas, se organizó una parada militar frente a la puerta de Atocha, en Madrid, para presentar a la nueva Guardia Civil. Aquella revista fue presidida por el propio Narváez, acompañado del Inspector General, y de un nutrido grupo de generales con residencia en la Capital y de oficiales de Estado Mayor, que habían sido invitados al acto. Pero es probable que en aquella parada participase únicamente la fuerza del 1º Tercio, tanto de infantería como de caballería, con su nueva uniformidad, equipo y monturas. Los 1.500 guardias de infantería –además de otros 370 de caballería- que menciona Aguado 71 , repitiendo la referencia de Jiménez de Sandoval 72 , se nos antojan excesivos, teniendo en cuenta que dos semanas antes – el 13 de agosto- todo el personal de infantería suponía la mitad de esa cifra. 69 Escrito del Coronel Secretario de la Inspección General, encargado del despacho, de 29 de septiembre de 1844. SEHGC. 70 Carta de Ahumada al general Narváez, de fecha 2 de julio de 1844. Archivo Narváez, RAH. 71 AGUADO SÁNCHEZ, F. (1969). El Duque de Ahumada, op. cit., p. 321. 72 JIMÉNEZ DE SANDOVAL, op. cit., p. 174. CAPÍTULO 4. ORGANIZACIÓN INICIAL DE LA GUARDIA CIVIL 235 Además, también resulta llamativo que Quevedo y Sidro no se refieran en ningún momento a esta parada. En cambio, describen con detalle –como también menciona Jiménez de Sandoval- el servicio de cobertura de itinerario de la comitiva real que prestó la Guardia Civil el 10 de octubre siguiente, con motivo de la apertura solemne de las Cortes, indicando que en aquella fecha, «a los dos meses y medio de pasada la primera revista, concurrió la Guardia Civil a la primera formación que con tan fausto motivo se verificó en Madrid, completamente uniformada e instruida» 73 . En cualquier caso, resulta muy destacable la celeridad con que se reclutó y organizó este personal, se diseñaron y confeccionaron los nuevos uniformes 74 y se adquirieron los caballos con las exigencias requeridas, en pleno siglo XIX y con las limitaciones presupuestarias existentes. En ese mes de septiembre, momento en que se procedía a la distribución del vestuario, equipo y, para la fuerza de Caballería, también monturas y caballos, Ahumada proponía hacer frente a estos gastos por adelantado con los haberes que, conforme a la liquidación ordenada, llevaba el personal al incorporarse a los depósitos, procedente de sus unidades 75 . Además, las primeras compañías de guardias civiles que partían en ese mes para sus destinos, pertenecientes a los tercios de Barcelona, Valencia, Sevilla y Granada, lo tuvieron que hacer sin uniformidad y sin los sables reglamentarios. El vestuario se iba a confeccionar finalmente en aquellas provincias, y los sables habían de ser suministrados por los respectivos parques de los distritos militares, al carecer el parque de Madrid de las necesarias existencias. Aquellos sables serían reemplazados por los de nueva factura, tan pronto se dispusiera de ellos, previsión que también pecaba de excesivo optimismo. Las compañías de los tercios que desplegaron en octubre, en 73 QUEVEDO, A. y SIDRO, J., op. cit., p. 577. 74 Debido a la lógica acotación en los contenidos de esta tesis, no nos referimos al diseño del uniforme de la Guardia Civil, en lo que tanto tuvo que ver Ahumada. 75 Propuesta de Ahumada al Ministerio de la Guerra, de 11 de septiembre de 1844. SEHGC. La definición de un modelo de liderazgo en la etapa fundacional de la Guardia Civil 236 cambio, sí fueron equipadas en los depósitos, antes de su partida, al menos en su vestuario y correaje 76 . En lo referente al perfil del aspirante a guardia civil en el momento fundacional, podemos deducir de lo expuesto anteriormente que, para los que están prestando el servicio militar, es el de un joven de entre 19 y 22 años, que goza de buena salud, con estatura ligeramente superior a la media, que en un porcentaje no superior a un tercio de los ingresados sabe leer y escribir, pero con buena conducta y disposición para la vida militar. En cuanto al perfil del otro bloque del que se nutre el nuevo Instituto, el de los licenciados del Ejército, es un hombre que cuenta entre 22 y 30 años; poco más instruido que los anteriores pero, sobre todo, más experimentado para la vida; con buena formación militar; excombatiente de la guerra Carlista, pero que conserva sus buenas disposiciones para continuar en la milicia. Ambos colectivos tienen como denominador común las cualidades humanas y los valores que acreditan su buena conducta; su extracción humilde y su procedencia del ámbito rural; con escasos o limitados recursos económicos; y con ideas conservadoras y tradicionales. Cuando aquellos hombres comiencen a prestar servicio en la Guardia Civil de manera efectiva, aseados y bien vestidos, habiendo alcanzado un nivel aceptable de alfabetización, y con unos haberes que podían considerarse dignos, se situarán por encima de su entorno de origen y del ambiente sociocultural que les rodea, al menos, en el ámbito rural. Esta nueva realidad para aquellos hombres nos la describe Martínez Ruíz (1973) de forma precisa. Con la preparación recibida, se producía una mutación completa en el hombre que había salido del campo para ingresar en el Ejército, que proporcionaba a aquellos campesinos analfabetos, pobres, con escasas miras y grandes limitaciones, la oportunidad de ampliar sus horizontes, desvinculándole por completo de sus hábitos y costumbres durante un tiempo. Toda esta mutación se amplía cuando aquellos hombres pasan a la Guardia Civil, «la cual les educa, 76 Escrito del Coronel Secretario de la Inspección General, encargado del despacho, de 29 de septiembre de 1844. SEHGC. CAPÍTULO 4. ORGANIZACIÓN INICIAL DE LA GUARDIA CIVIL 237 los cultiva, los instruye y les devuelve a su medio de origen con un nivel considerablemente superior al de cuantos en él se hallan». Esta circunstancia es, precisamente, la que convierte al guardia civil en idóneo para cumplir su misión: «Elevado sobre sí mismo, con una evidencia clara de su nueva situación, el guardia es el hombre ideal para patrullar por el campo, al que conoce perfectamente, pues no en vano, procede de él» 77 . Por último, cabe citar que ni el Real Decreto de 13 de mayo de 1844 ni el Reglamento Militar de la Guardia Civil preveían inicialmente la incorporación de paisanos al Instituto, salvo en supuestos excepcionales, que no estuvieran incluidos entre los licenciados del Ejército con menos de 45 años. Esta posibilidad se había abierto únicamente para los tercios del País Vasco y Navarra, por la dificultad en la recluta de personal licenciado. No obstante, durante el Bienio Progresista se extendió esta posibilidad a todos los tercios a partir de 1855, a raíz de una propuesta del entonces Inspector General de la Guardia Civil, Facundo Infante Chaves. En la Real Orden de 3 de abril de ese año se regulaba la incorporación de este personal, que debía tener una edad mínima de 23 años cumplidos, «para hallarse fuera de responsabilidad de reemplazo del Ejército». En cualquier caso, se daba preferencia para la incorporación al Cuerpo en las vacantes que se publicaran, a aquellos licenciados y miembros del Ejército que, reuniendo las condiciones prevenidas, lo solicitaran 78 . La incorporación de paisanos a la Guardia Civil parecía recuperar, en cierto modo, el sistema de recluta de la Milicia Nacional, añorada por los sectores progresistas, ahora imperantes. La circular cursada poco después por Infante Chaves a los jefes de tercio prescribía, además, que la solicitud de cada aspirante debía ser escrita enteramente por él para comprobar que sabía escribir con corrección, no podía superar la edad de treinta y cinco años y debía ser de estado soltero, además de reunir buenos informes de conducta y aportar un certificado médico. Previamente, tenía que haber sido instruido en el uso de las armas y en las obligaciones del soldado, de 77 MARTÍNEZ RUÍZ, E. (1973). Reclutamiento y reemplazo (I), op. cit., p. 127. REHGC. 78 Real Orden de 3 de abril de 1855. Recopilación, op. cit., tomo X, pp. 28-29. SEHGC. La definición de un modelo de liderazgo en la etapa fundacional de la Guardia Civil 238 acuerdo con la certificación que debían emitir los jefes de provincia, y el aspirante asumía un compromiso de enganche de cinco años 79 . Al finalizar el Bienio y volver Ahumada a la Inspección General del Cuerpo, aquella posibilidad de incorporar paisanos volvió a quedar circunscrita a los tercios vasco y navarro. En definitiva, todos estos aspectos relativos a la selección del personal que ingrese en el nuevo cuerpo de seguridad tendrán, como veremos más adelante, una gran relevancia para entender los procedimientos y las singularidades del servicio que comenzó a prestar la Guardia Civil, y cómo se fue adaptando a las circunstancias y necesidades en aquella etapa fundacional. 4.2.2 La selección de los jefes y oficiales. Aspectos fundamentales Ya hemos expuesto al comienzo de este capítulo cuál era la situación del Ejército en el momento fundacional de la Guardia Civil; y en particular, las expectativas poco halagüeñas que se cernían sobre el colectivo de jefes y oficiales, en medio de una encrucijada política incierta, las necesarias reformas aún pendientes en la estructura y organización militar, y con una importante inflación de cuadros de mando en los escalafones. Este último aspecto suponía, como hemos visto, una carga presupuestaria adicional, en un momento delicado para las finanzas del Estado; y en cualquier caso, un factor más de desmotivación para la oficialidad del Ejército. Como colofón de aquella compleja situación, hay que decir que pesaba muy considerablemente el hecho de que unos mil doscientos jefes y oficiales de Infantería habían sido separados del servicio por Narváez, con el fin de sanear el Ejército, a causa de su significación política sospechosa, falta de moralidad y otras conductas contrarias a la disciplina 80 . 79 Circular de 11 de abril de 1855. Recopilación, op. cit., tomo X, pp. 126-127. SEHGC. 80 AGUADO SÁNCHEZ, F. (1969). El Duque de Ahumada, op. cit., pp. 309-310. CAPÍTULO 4. ORGANIZACIÓN INICIAL DE LA GUARDIA CIVIL 239 Ya vimos en el Capítulo 2 que las condiciones para poder optar a una plaza como jefe u oficial en la Guardia Civil se recogían en el artículo 21 del Real Decreto de 13 de mayo, donde se establecían los rangos de edad para acceder en cada empleo, la estatura mínima –ligeramente inferior a la exigida para la tropa-, carecer de notas desfavorables en sus documentaciones personales y haber desempeñado unos tiempos mínimos de servicio y de mando en unidades, según el empleo militar con que se optara al ingreso. La exigencia de haber cumplido un tiempo de mando era relevante en aquel momento, por la situación de exceso de jefes y oficiales que atravesaba el Ejército, como ya expusimos, pues sólo se otorgaba el mando de unidades –al menos, en el plano teórico- a los más capacitados. A este requisito había que unir el de encontrarse, en el momento de la solicitud, en situación de servicio activo en el Ejército y ocupando un destino –figurando como de presente en la revista de sus unidades-, o bien en los depósitos de reemplazo. Aquí se excluían, por tanto, todos los que estuvieran apartados del servicio, cualquiera que fuera la causa, y que suponían un número muy considerable, tras la drástica medida adoptada por Narváez al llegar al poder, a la que antes hicimos referencia. Entre aquellos excluidos se encontraban los jefes y oficiales de marcada significación política contraria al Gobierno liberal moderado, que no habían abandonado España, tanto fervientes progresistas, como aquellos carlistas que, finalizado el conflicto, no se habían acogido al Convenio de Vergara. Ahumada era consciente de que el mayor atractivo que podía ofrecer a aquellos jefes y oficiales que se interesaran por el nuevo cuerpo de seguridad radicaba en los buenos sueldos que ya anunciaba el decreto de 13 de mayo. Pero también sabía que aquel importante foco de atracción no era suficiente para incorporar a los mejores, pues se requerirían cualidades adicionales que estarían por encima de que el número de aspirantes fuera más o menos elevado. Por ello, como primera medida, se hacía necesario escoger a los mejores de entre los que el fundador ya conocía, por la coincidencia en destinos y campañas, a lo largo de su trayectoria profesional, y muy especialmente, durante la pasada guerra civil contra los carlistas. La definición de un modelo de liderazgo en la etapa fundacional de la Guardia Civil 240 Siguiendo esta premisa, sabemos que una de sus primeras actuaciones, cuando Ahumada recibió el encargo de organizar la Guardia Civil, fue la de rodearse de jefes y oficiales de su entera confianza. Así, como ya hemos apuntado y luego analizaremos más en detalle, incorporó a su equipo desde el primer momento, a quienes le habían acompañado en la revista de inspección a las unidades de Cataluña y Levante; y también a buenos jefes de unidad que necesitaba para dirigir los tercios, como los coroneles Purgoldt y Palacios. Pero el mariscal Girón sabía también que el nuevo Cuerpo iba a tener una organización y despliegue muy diferentes a los del Ejército, y por tanto, que no iba a actuar en unidades reunidas, con la estructura de cuadros de mando al completo. De hecho, ni siquiera estaba previsto que actuara en partidas numerosas, a cargo de mandos intermedios, como operaban las unidades del Ejército que recorrían los caminos y campos en busca de las gavillas de bandoleros. Ahumada tenía claro cómo debía realizar su servicio un cuerpo de seguridad moderno, porque se había inspirado para ello en la Gendarmería Real francesa. Sabía que la clave estaba en realizar patrullas que reconocieran todo el territorio sin descanso, con poco personal, y las más de las veces, con tan solo un par de hombres. Además, las unidades tenían que ser pequeñas, para poder desplegar su presencia de forma efectiva en todas las provincias, y llegar a todos los núcleos de población. Y esto obligaba a que estas pequeñas unidades, ubicadas en las genuinas casas-cuarteles, tuvieran un alto grado de autonomía. Para ello, debían estar a cargo de mandos directos, sargentos y cabos, en quienes poder depositar la confianza necesaria, proporcional a su importante nivel de responsabilidad e iniciativa. A Ahumada se le antojaba que aquel despliegue y la forma de llevar a cabo su función policial, hacían que en la Guardia Civil fueran un elemento crítico y esencial, no sólo los jefes superiores de los tercios, sino, y sobre todo, los oficiales –capitanes y subalternos- que debían actuar a modo de nodos en aquel despliegue, siendo directores y controladores del servicio de sus unidades, y auténticos líderes y elementos dinamizadores permanentes para sus hombres. CAPÍTULO 4. ORGANIZACIÓN INICIAL DE LA GUARDIA CIVIL 241 Ahumada necesitaba la incorporación de los oficiales, al menos, al mismo ritmo que la tropa. Por ello, en su primer escrito intentando agilizar la recluta en las unidades, Ahumada solicitaba que se tramitaran con diligencia las instancias de aquellos jefes y oficiales que estuvieran interesados en ingresar en la Guardia Civil, a fin de que una vez recibidas, «recaiga la elección en los que reúnan más brillantes circunstancias» 81 . Además, a Girón le interesaba la máxima difusión posible, sin importar el origen de aquellos oficiales, porque confiaba en una adecuada selección, de acuerdo al perfil militar y los méritos profesionales de cada aspirante. Por ello, también solicitó que por los Capitanes Generales de los distritos militares, se publicara en la orden general el decreto de 13 de mayo, para su máxima difusión; «y muy particularmente en los depósitos de jefes y oficiales de reemplazo a fin de que todos los que aspiren a ingresar en el Cuerpo de la Guardia Civil promuevan sus instancias, debiendo venir informadas las de los depósitos, por los jefes de ellos y remitirse por los Capitanes Generales al Director de organización» 82 . Con un sentido realista, Ahumada pensaba que no podía esperar que sólo se interesaran por el nuevo cuerpo los oficiales que ocupaban un destino en servicio activo, con la estabilidad de unos haberes regulares, por más que las retribuciones que ahora se ofrecían fueran más que tentadoras. Por ello, contaba con el personal que, por diferentes circunstancias, se encontraba de cuartel o en uso de licencias temporales; y sobre todo, ponía su confianza en la recluta de aquel personal que, a la espera de un destino, aguardaba en los depósitos de reemplazo. De todas formas, la realidad en el despliegue inicial de los primeros jefes y oficiales de la Guardia Civil fue que los procedentes de situaciones de reemplazo fueron una excepción. Lo cierto es que, si había algo en común a aquellos jefes y oficiales, aspirantes a mandar unidades de la Guardia Civil, cualquiera que fuera su 81 Escrito del duque de Ahumada al Ministerio de la Guerra en solicitud de apoyo para la organización del primer contingente de guardias civiles, que se traducirá en la Real Orden de 17 de mayo de 1844. SEHGC. 82 Ibídem. La definición de un modelo de liderazgo en la etapa fundacional de la Guardia Civil 242 procedencia, era el riguroso –y a la vez, novedoso- proceso de selección al que habrían de someterse. De acuerdo con Aguado Sánchez (1969), «para seleccionar su cuadro de jefes y oficiales, Ahumada encuentra una solución ajena por entero a la mentalidad de la época» 83 , cual era la de examinar minuciosamente sus hojas de servicios. De hecho, según refería Ahumada por escrito al Ministerio de la Guerra, «las hojas de servicio y notas de concepto son examinadas con la mayor escrupulosidad, no perdonando medio alguno para asegurar la mejor elección en la propuesta» 84 . Aquella documentación tan valiosa no dejaba de ser un elemento razonablemente objetivo, que reflejaba una trayectoria y un desempeño con mayor o menor fiabilidad. Ahumada, no obstante, buscaba algo más, adelantándose claramente a su tiempo. Aguado refleja cuál era el tipo de oficial que buscaba el fundador. De él dice que: «cree con feliz acierto que sus hombres de confianza han de ser el polo opuesto a lo que entonces se entendía por un buen oficial. El duque de Ahumada sólo habla de deberes, de obligaciones, de sacrificios, de entrega total al servicio, y estas hermosas virtudes no eran en aquel tiempo el aglutinante más común ni menos sentido» 85 . Además, y este es tal vez el aspecto más novedoso, Girón prescindía por completo de los antecedentes políticos de aquellos militares. En un momento en que tanto contaba la filiación de partido, aquella actitud suponía «un desafío a los prejuicios imperantes». A Ahumada, en fin, «sólo le interesan hombres de honor y de valor y, sobre todo, de limpia conciencia» 86 . Respecto a aquel cuadro de mandos inicial que formaban los primeros jefes y oficiales del Cuerpo, y con el propósito de resaltar el aspecto de sus inclinaciones políticas, los oficiales Quevedo y Sidro (1858) afirman con rotundidad que: 83 AGUADO SÁNCHEZ, F. (1969). El Duque de Ahumada, op. cit., p. 312. 84 Escrito de Ahumada al Ministerio de la Guerra, de 17 de junio de 1844. SEHGC. 85 AGUADO SÁNCHEZ, F. (1969). El Duque de Ahumada, op. cit., p. 312. 86 Ibídem. CAPÍTULO 4. ORGANIZACIÓN INICIAL DE LA GUARDIA CIVIL 243 «Entre aquellos Jefes y Oficiales los había calificados de acérrimos entusiastas de doctrinas opuestas al Gobierno de entonces; pero las opiniones individuales jamás tuvieron entrada para la calificación de los individuos en el ánimo del justificado General organizador: si eran valientes, pundonorosos, de honradez probada y conducta ejemplar, no necesitaban otra recomendación que su hoja de servicios» 87 . Si bien es cierto que el texto arriba inserto pudiera parecer excesivamente enfático, con la intención de resaltar la actitud de Ahumada a este respecto, tal afirmación estaba sustentada, sin duda, en casos concretos, conocidos de aquellos pioneros en la historiografía de la Guardia Civil. Uno de ellos, tal vez el más llamativo, era el del coronel Carlos María de la Torre Navacerrada, que después de haber sido hombre de entera confianza de Ahumada –e, incluso, de Narváez- en el plano profesional, mientras ocupó el cargo de Secretario de la Dirección de Organización, y a continuación, de la Inspección General de la Guardia Civil, se presentó como diputado a Cortes en varias ocasiones por el partido progresista, conspiró contra la Monarquía desde el extranjero en 1867 –motivo por el que fue condenado a muerte con el Gobierno de Narváez- y participó después en la revolución Gloriosa de 1868, nada menos. Más adelante volveremos sobre este interesante personaje, cuyas relaciones con el fundador fueron fiel reflejo de la clara diferenciación que Ahumada pretendió establecer siempre entre el plano profesional y el político. Evidentemente, pesaba de modo significativo la trayectoria profesional de los oficiales que aspiraban a integrar las filas de la Guardia Civil, y en aquel momento, existía un referente muy claro y cercano para evaluar aspectos como el valor personal, las dotes de mando, y todo el elenco de virtudes militares que cabría apreciar en aquellos hombres. Este referente no era otro que la reciente guerra Carlista, que tendrá una influencia muy notable en la elección de los primeros cuadros de mando, como veremos en el capítulo siguiente. Este aspecto no pasó desapercibido para Quevedo y Sidro (1858), al que se refieren como elemento determinante para la selección: «Los Jefes y Oficiales, con exquisito 87 QUEVEDO, A. y SIDRO, J., op. cit., p. 578. La definición de un modelo de liderazgo en la etapa fundacional de la Guardia Civil 244 esmero buscados de entre los más acreditados en la última guerra civil, eran propuestos por el General encargado de la organización al Gobierno» 88 . Las necesidades de cobertura para nutrir los tercios peninsulares 89 con aquel primer contingente del Cuerpo de Guardias Civiles era de 13 jefes y 217 oficiales –considerando entre éstos a los primeros capitanes, de la clase de comandantes-, de entre los que tuvieran un destino en las unidades de Infantería, Caballería y Milicias Provinciales, o se encontraran de reemplazo en los depósitos del Ejército. Además, debían reunir las restantes condiciones exigidas. Este personal debía solicitar el ingreso con carácter voluntario, pues a diferencia del de tropa, no estaba prevista, obviamente, la incorporación de oficiales a la Guardia Civil con carácter forzoso, ni estaba sujeta su recluta a cupos de las unidades. Como vemos, sólo nos referimos aquí a los jefes y oficiales que iban a formar parte de la plantilla de los tercios, ya que los incorporados a la Secretaría General de la Dirección de Organización –y más tarde, de la Inspección General de la Guardia Civil-, lo hacían en comisión de servicio, sin cesar en los escalafones de sus respectivas Armas del Ejército 90 . Desconocemos la cifra de los aspirantes que se presentaron. Aguado (1969) afirma que el número de los solicitantes fue «varias veces superior» al de las plazas ofertadas 91 . También tenemos alguna información por una carta que Ahumada dirige a Narváez, fechada el 2 de julio de 1844, en plena organización del Cuerpo, en la que le dice que «tengo ya aprobados para ser propuestos a Vm. más jefes que los que se necesitan –Comandantes, 18; Capitanes, 14; Tenientes y Subtenientes, 15; sargentos, 32» 92 . En cuanto a los rangos de edades establecidos para los oficiales subalternos, los más jóvenes y de menor empleo, tampoco se ajustaban al perfil de los 88 Ibídem, p. 576. 89 Se excluye el 13º Tercio de las Islas Baleares, que no se constituyó hasta 1846, y el 14º Tercio de Canarias, cuyo despliegue quedó en suspenso por Real Orden de 30 de julio de 1844. 90 Escrito de la Subsecretaría de Guerra. Expediente personal de Carlos María de la Torre y Navacerrada. AGMS/1ª/811T/Exp.0. 91 AGUADO SÁNCHEZ, F. (1969). El Duque de Ahumada, op. cit., p. 313. 92 Carta de Ahumada al general Narváez, de fecha 2 de julio de 1844. Archivo Narváez, RAH. CAPÍTULO 4. ORGANIZACIÓN INICIAL DE LA GUARDIA CIVIL 245 candidatos, como ya ocurría con el personal de tropa de reemplazo. En este caso, el artículo 21 del Real Decreto de 13 de mayo establecía los límites de edad para estos oficiales entre los 30 y los 40 años, pero Ahumada pronto reparó en que este rango era excesivo, porque «ningún subteniente hay con 30 años de edad, y muy pocos tenientes que no sean de la clase de tropa». Por este motivo, propuso rebajar la edad mínima a los 25 años para los subtenientes, y a los 28, para los tenientes, «sólo para tener subalternos que no sean de clases inferiores» 93 . Parece evidente, por tanto, que Ahumada quería oficiales jóvenes, tal vez con mayores ideales y con mejor formación militar, aunque fueran menos experimentados. Con ello buscará mejores líderes para los nuevos guardias civiles, pero también asegurar una continuidad en el Cuerpo para que aquellos jóvenes oficiales, llamados a ascender hasta los empleos superiores en la carrera militar, pudieran permanecer en la Guardia Civil durante muchos años, si ese era su deseo. Otro tanto cabe decir respecto a los segundos comandantes, de los que 18, la mitad de los ingresados en el Cuerpo, estaban recién ascendidos por el decreto de 21 de agosto de 1843. Aquellos jóvenes oficiales, que hasta hacía poco tiempo mandaban, como capitanes, las compañías de sus batallones, iban a ser en breve plazo los máximos responsables de la fuerza de la Guardia Civil en una provincia. Con las solicitudes de los oficiales interesados, era preceptivo unir copia de las hojas de servicios y de las notas de concepto, estampadas por sus jefes, con independencia de las entrevistas personales que se mantuvieran con los que, condicionalmente, fueran admitidos. Para cada uno de los puestos de trabajo ofertados, se elevaba una terna de candidatos al Ministerio de la Guerra, tal y como preveía el real decreto de mayo. La propuesta priorizada era suscrita por el duque de Ahumada. Una vez que resultaban admitidos, los jefes y oficiales de nuevo ingreso eran recibidos en la Dirección de Organización –o en la Inspección General, a partir del 1 de septiembre-, donde se les impartían las primeras instrucciones, sin duda, recibiendo una formación intensiva en breve tiempo, y se les dotaba del 93 Ibídem. La definición de un modelo de liderazgo en la etapa fundacional de la Guardia Civil 246 equipamiento necesario. A partir de entonces, y de acuerdo con los tercios a los que fueran destinados, eran comisionados a los depósitos de Infantería o Caballería en las proximidades de Madrid, según su Arma de procedencia, o bien directamente a los distritos militares en los que se ubicaría el tercio a que iban destinados, con la finalidad de preparar el aposentamiento en cada una de sus provincias, y hacer la selección previa de aquellos licenciados que se presentaran voluntarios para ingresar en la Guardia Civil. Por tanto, aquellos oficiales que eran admitidos al nuevo cuerpo de seguridad, tenían ante sí una tarea enormemente compleja. Tanto si permanecían en los acuartelamientos de Leganés y Vicálvaro durante el periodo de formación y organización, como si eran comisionados a los distritos, debían interiorizar aquellas enseñanzas recibidas en tan breve tiempo, asumiendo aspectos tan novedosos para la mentalidad común de la época; y sobre todo, con tan alto grado de exigencia para poner en marcha con solvencia el nuevo Instituto, desde el primer momento. Pero además, tenían que inculcar a sus guardias este mismo espíritu de cuerpo, y los valores definitorios de la mejor formación militar, que debían caracterizar al nuevo Instituto. Tenían que vivir todo aquello, y hacerlo sentir y vivir a los que eran ya sus subordinados, de heterogénea procedencia, y muchos de ellos analfabetos. Pronto, aquellos hombres se encontrarían con todo tipo de situaciones complejas e inesperadas en su servicio peculiar, y tendrían que enfrentarse a campo abierto con peligrosas bandas de malhechores. Y sus oficiales, como mandos superiores en sus respectivas casas-cuartel, debían dirigirles, orientarles y recordarles siempre que eran guardias civiles y, como tales, debían comportarse y actuar en todo momento. Aquellos jefes y oficiales, en fin, tenían que convertirse en poco tiempo en ejemplo vivo para unos hombres que estaban llamados a hacer historia. En el capítulo siguiente tendremos la oportunidad de analizar los rasgos más relevantes que rodeaban a los jefes y oficiales seleccionados y los elementos comunes que caracterizaban a los primeros jefes de tercio, el resto de oficiales y los principales colaboradores en la Inspección General. También podremos CAPÍTULO 4. ORGANIZACIÓN INICIAL DE LA GUARDIA CIVIL 247 extraer aquellos elementos definitorios y patrones comunes que pueden identificarse en el perfil humano y profesional de todos ellos, de acuerdo con sus empleos militares y el papel que les tocaba jugar. 4.2.3 Las retribuciones de los primeros guardias civiles Con el fin de completar todos los aspectos previos al despliegue por la geografía nacional del primer contingente de guardias civiles, parece obligado hacer referencia a las retribuciones que iban a comenzar a disfrutar aquellos hombres, porque tal decisión se adoptó durante el periodo de organización y formación de aquel personal, tan sólo unas semanas antes de iniciar la marcha hacia sus destinos. Ya vimos en el Capítulo 2 cómo el duque de Ahumada había hecho constar en su informe de 20 de abril de 1844, tras haber sido nombrado Director de Organización de la Guardia Civil, la escasísima dotación económica que estaba destinada a las retribuciones del personal de tropa. Los importes fijados en el Real Decreto de 28 de marzo habían sido corregidos poco después, como también hemos visto, a través de una circular del Ministerio de la Gobernación, fechada el 1 de abril, al detectar «algunas equivocaciones materiales en las cifras» 94 . Pero aquella modificación, que sí suponía un importante incremento para los oficiales de los empleos de capitán a alférez, que ejercerían el mando de compañía, escuadrón y sección, dejaba fuera prácticamente al personal de tropa. El haber mínimo se ajustaba al de un guardia civil de caballería, establecido en los conocidos 1.460 reales al año –esto es, una peseta diaria-, más la ración de pan. Más tarde, aquellas cuantías para las clases de tropa fueron incrementadas en el artículo 12 del Real Decreto de 13 de mayo, que venía a complementar los aumentos previstos en la norma anterior. Pero Ahumada insistió en aquellos meses para que se aprobaran definitivamente los haberes en la forma prevista, antes de que aquellos hombres 94 Circular del Ministerio de la Gobernación de 1 de abril de 1844. Gaceta de Madrid, núm. 3491, 5 de abril de 1844. Colección histórica, BOE. La definición de un modelo de liderazgo en la etapa fundacional de la Guardia Civil 248 comenzaran a prestar servicio. Sabemos, además, por alguna de las cartas que en esa época dirigía Ahumada al general Narváez, para ponerle al corriente del estado de situación en la organización de la Guardia Civil, que el asunto de los haberes para el nuevo cuerpo de seguridad iba lento, y envuelto en complejos trámites administrativos. En aquella carta 95 aseguraba Girón que «su aclaración [la que habían hecho a Narváez] está indebidamente envuelta por las oficinas en un expediente formado sobre los sueldos del cuerpo, que pasó a informe de la junta consultiva, y ésta ha pasado a los Inspectores de las armas; por consiguiente será de larga resolución». Más adelante, respecto a los haberes que todavía están recibiendo con las cuantías habituales, dice Ahumada que adjunta a la carta «la reclamación de sueldos de la Dirección, entorpecimiento causado por no haberse trasladado las órdenes a la Intendencia General en un principio», lo que denota que los destinos o comisiones de todo el personal a la Dirección de Organización de la Guardia Civil añadía una dificultad adicional a toda la gestión. Ya desde el momento de publicación del real decreto de 13 de mayo, Ahumada quiso aclarar cuanto antes, aspectos como el régimen administrativo por el que se había de regir el Instituto, la cuantía definitiva de los haberes, y el carácter y categoría de la Inspección General del Cuerpo. Para ello, dirigió una consulta al Ministerio de la Guerra el 23 de mayo 96 . En respuesta, se dictó la Real Orden de 30 de agosto de 1844, en la que, entre otras cuestiones, se equiparaba la Inspección General de la Guardia Civil a las demás Inspecciones y Direcciones de las Armas del Ejército, se modificaba la denominación propuesta para algunos empleos 97 y se señalaban los haberes anuales para todo el personal en la nueva Guardia Civil 98 . Los jefes y oficiales apenas sufrían variación respecto a los sueldos ya previstos, mientras que el salario mínimo para un guardia de segunda clase de infantería se establecía en 2.920 reales anuales, equivalentes a dos pesetas 95 Carta de Ahumada al general Narváez, de 2 de julio de 1844. Archivo Narváez, RAH. 96 RIVAS GÓMEZ, F. (1979). Los documentos de la época fundacional (I), p 63. REHGC. 97 Se modificaban las denominaciones propuestas de cabo mayor por la de sargento, y la de alférez por subteniente, en la infantería del Cuerpo. 98 GISTAU FERRANDO, M., op. cit., p. 161. CAPÍTULO 4. ORGANIZACIÓN INICIAL DE LA GUARDIA CIVIL 249 diarias, antes de los descuentos previstos para el equipamiento y los fondos económicos. A estos haberes había que añadir para las clases de tropa, la ración diaria de pan y, para todas las plazas montadas, también la de pienso, que se percibían en especie, como el resto del Ejército. No obstante, la dispersión geográfica de la Guardia Civil, que hacía imposible su distribución, determinó que aquellas raciones se abonaran en metálico a partir de la publicación de la Real Orden de 27 de mayo de 1853 99 , abonando el pan diario a razón de 17 maravedís. En cuanto al pienso para el ganado -cebada y paja-, también se aprobó su abono en metálico por Real Orden de 17 de junio del mismo año 100 , con importe inicial de 94 reales por cada caballo en revista, y más tarde variable, según las oscilaciones del precio de mercado. En 1848 se incrementaron los haberes de las clases de tropa de caballería, si bien el descuento a que se sometían también aumentó para hacer frente al fondo de remonta para la reposición de caballos, y una especie de seguro que cubriera los daños del ganado. En 1856, debido a una mala cosecha de trigo, aumentó mucho el precio del pan durante un tiempo, por lo que a las clases de tropa se les incrementó también el importe de la ración de pan, estimada en 1853 en 17 maravedíes, según el precio alcanzado en cada provincia. Aunque aquellas retribuciones parecían ya estar en consonancia con las importantes expectativas que se habían depositado en el nuevo cuerpo de seguridad, lo cierto es que el personal de tropa en los empleos inferiores nunca pudo vivir con holgura. Aquellos sueldos, que se percibían cada ocho días, eran dignos si se comparaban con el de otros trabajadores con la misma procedencia o extracción social. 99 Recopilación, op. cit., SEHGC. 100 Ibídem. La definición de un modelo de liderazgo en la etapa fundacional de la Guardia Civil 250 Clases Sueldo íntegro anual Reales de vellón Maravedíes Plana Mayor Brigadier o coronel 36.000 - Teniente coronel 30.000 - Capitán ayudante 12.000 - Subayudante del 1º Tercio 10.000 - Cabo de cornetas 3.832 17 Cabo de tambores 3.467 17 Caballería Primer capitán 20.000 - Segundo capitán 14.000 - Teniente 8.000 - Alférez 6.600 - Sargento primero 4.380 - Sargento segundo 4.015 - Cabo primero 3.832 17 Cabo segundo 3.650 - Trompeta 3.285 - Guardia civil de 1ª clase 3.467 17 Guardia civil de 2ª clase 3.285 - Infantería Primer capitán 16.000 - Segundo capitán 12.000 - Teniente 7.300 - Subteniente 6.000 - Sargento primero 3.832 17 Sargento segundo 3.650 - Cabo primero 3.467 17 Cabo segundo 3.285 - Corneta 2.920 - Guardia civil de 1ª clase 3.102 - Guardia civil de 2ª clase 2.920 - Imagen 4.1. Cuadro en que se reflejan las retribuciones iniciales aprobadas por Real Orden de 30 de agosto de 1844 para los miembros de la Guardia Civil. Fuente: Elaboración propia, a partir de la citada Real Orden. Recopilación, op. cit., tomo I, pp. 19 y ss. SEHGC. CAPÍTULO 4. ORGANIZACIÓN INICIAL DE LA GUARDIA CIVIL 251 Para hacerse una idea comparativa de los niveles retributivos de la época, según la ocupación, un médico cirujano podía ganar unos 4.400 reales anuales y un jornalero agrícola, el equivalente a entre media y una peseta. En cuanto al precio de los artículos alimenticios, variaban considerablemente de unas provincias a otras. Los garbanzos costaban entre 13 y 33 reales la arroba; el arroz, entre 20 y 35 reales; el aceite tenía un precio medio de 43 reales la arroba; el vino, entre 3 y 10 reales; la libra de carne, a 10 cuartos la de vaca y a 11 la de ternera; el tocino, a unos 23 cuartos la libra; las patatas, a unos 2 cuartos; y una libra de pan de munición del que se consumía en el Ejército, 3 cuartos 101 . No obstante, aquellos sueldos de los guardias civiles, aunque dignos, se veían considerablemente mermados por los descuentos previstos para resarcir al Estado del anticipo de vestuario, montura y caballos, aunque todo ello pasara a ser propiedad del guardia civil desde el primer momento, como ya vimos en el Capítulo 2. Pero además, también se descontaban las aportaciones al fondo de hombres, previsto en el Real Decreto de 13 de mayo para atender a necesidades económicas urgentes, y los que posteriormente se crearon de multas –que se nutría de las impuestas al personal como castigo-, el de deudas, y el de remonta y montura, para los de caballería, a que antes hicimos referencia. En cuanto a los ingresos, existió durante un tiempo el incentivo del fondo de aprehensiones y, por supuesto, las gratificaciones establecidas para el reenganche de las clases de tropa, que en algunos momentos críticos para el mantenimiento de efectivos en la Institución, como en 1851, podía suponer unos 6.000 reales para un reenganche de ocho años. 101 MARTÍNEZ QUESADA, F. (1974). La economía del guardia civil a través de su historia, pp. 74- 75. REHGC. La definición de un modelo de liderazgo en la etapa fundacional de la Guardia Civil 252 Clases Sueldo íntegro anual en pesetas Ejército Guardia Civil Coronel 5.400 Brigadier/coronel GC 9.000 Teniente coronel 4.050 Teniente coronel GC 7.500 Comandante 3.240 Primer capitán (caballería) GC 5.000 Capitán 2.430 Segundo capitán (infantería) GC 3.000 Primer teniente 1.269 Teniente GC 1.825 Segundo teniente 987 Subteniente/alférez GC 1.500 Imagen 4.2. Cuadro comparativo de las retribuciones aprobadas para los jefes y oficiales de la Guardia Civil y las existentes para los mismos empleos en el Ejército en 1844. Fuente: Elaboración propia, a partir de la Revista Técnica de la Guardia Civil (1910). Núm. de octubre, p. 274. Centrándonos en los aspectos que son principalmente objeto de estudio en nuestro trabajo, resulta muy significativo establecer una comparativa entre las retribuciones aprobadas para los jefes y oficiales de la Guardia Civil, con las que en aquel momento regían para el personal de los mismos empleos en el Ejército. Para el estudio se han considerado las correspondientes equivalencias entre los empleos entonces existentes, según se refleja en el cuadro anterior. En los empleos de primer y segundo capitán de la Guardia Civil, se ha comparado el superior de caballería con el comandante del Ejército, y el inferior de infantería con el empleo de capitán. Las retribuciones anuales para cada empleo están cifradas en pesetas. CAPÍTULO 4. ORGANIZACIÓN INICIAL DE LA GUARDIA CIVIL Imagen 4.3. Gráfico comparativo de las retribuciones la Guardia Civil y del Ejército en 1844. De manera más visual pueden apreciarse las diferencias en sueldos en la gráfica que se incluye. Vemos, además, que los incrementos son más progresivos en la Guardia Civil hacia los empleos superiores en la que para el Ejército, el incremento es más lineal. Aquellas retribuciones, para todos los empleos, se mantuvieron inalterables hasta 1853, ya que el coste de la vida un ejercicio para otro. No obstante, algún tiempo insistiendo haberes. Además, en desabastecimiento de alimentos, debido a una fuerte sequía a que, por Real Orden de 25 de septiembre de incrementos retributivos conforme al cuadro que se incluye a continuación. 102 Recopilación, op. cit., SEHGC. 9000 7500 5400 4050 ORGANIZACIÓN INICIAL DE LA GUARDIA CIVIL Gráfico comparativo de las retribuciones anuales en pesetas de los jefes y oficiales la Guardia Civil y del Ejército en 1844. Fuente: Elaboración propia. De manera más visual pueden apreciarse las diferencias en sueldos en la gráfica que se incluye. Vemos, además, que los incrementos son más progresivos hacia los empleos superiores en la escala jerárquica, mientras , el incremento es más lineal. Aquellas retribuciones, para todos los empleos, se mantuvieron inalterables coste de la vida era muy bajo y sufría escasas variaciones . No obstante, la Inspección General del Cuerpo llevaba algún tiempo insistiendo en la necesidad de la actualización de los importes de en aquel año coincidió una situación general de desabastecimiento de alimentos, debido a una fuerte sequía. Todo ello por Real Orden de 25 de septiembre de aquel año, se concedieran ciertos incrementos retributivos 102 , que fijaron los haberes, en cuanto a jefes y oficiales conforme al cuadro que se incluye a continuación. SEHGC. 5000 3000 1825 1500 3240 2430 1269 987 Guardia Civil Ejército ORGANIZACIÓN INICIAL DE LA GUARDIA CIVIL 253 jefes y oficiales de De manera más visual pueden apreciarse las diferencias en sueldos en la gráfica que se incluye. Vemos, además, que los incrementos son más progresivos escala jerárquica, mientras Aquellas retribuciones, para todos los empleos, se mantuvieron inalterables escasas variaciones de del Cuerpo llevaba en la necesidad de la actualización de los importes de una situación general de . Todo ello contribuyó se concedieran ciertos jefes y oficiales, Guardia Civil Ejército La definición de un modelo de liderazgo en la etapa fundacional de la Guardia Civil 254 Clases Sueldos líquidos en reales Mensual Anual Coronel 2.700 32.400 Teniente coronel 2.250 27.000 1º capitán infantería 1.200 14.400 1º capitán caballería 1.500 18.000 2º capitán infantería 900 10.800 2º capitán caballería 1.050 12.600 Teniente infantería 665 7.980 Teniente caballería 720 8.640 Subteniente 564 6.768 Alférez 614 7.368 Subayudante (1º Tercio) 783 9.396 Imagen 4.4. Cuadro con las retribuciones líquidas que pasaron a percibir los jefes y oficiales de la Guardia Civil desde 1853. Fuente: Elaboración propia, a partir de la Real Orden de 25 de septiembre de 1853. Recopilación, op. cit., SEHGC. 4.3 LOS DOCUMENTOS DOCTRINALES 4.3.1 La dualidad reglamentaria como rasgo singular El Real Decreto de 28 de marzo de 1844 preveía en su artículo 18 que «un reglamento especial determinará el orden y los pormenores del servicio», además de los premios y otro tipo de ventajas que corresponderían al personal por el desempeño de su trabajo y a la finalización de su vida activa en la Guardia Civil. También se remitía en el artículo 13 al desarrollo reglamentario, la forma en que los oficiales que abandonaran el Cuerpo podrían ocupar puestos en la Administración. Por su parte, el Real Decreto de 13 de mayo también derivaba a su desarrollo a través de reglamento, dos aspectos de tanta importancia como el régimen de ascensos en la Guardia Civil (artículo 11) y las obligaciones que correspondían al Cuerpo, en general, y las particulares para cada uno de sus CAPÍTULO 4. ORGANIZACIÓN INICIAL DE LA GUARDIA CIVIL 255 efectivos (artículo 24). Por último, se preveía también la regulación de aspectos económicos y de requisitos como los que habían de reunir los caballos que se utilizaran para el servicio. Esta doble previsión era una de las razones que en el Capítulo 2 nos llevaba a concluir que en modo alguno podía considerarse el Real Decreto de 28 de marzo de 1844, derogado en su totalidad por el de 13 de mayo. Antes al contrario, estas normas tuvieron su proyección en sendas reglamentaciones: el Reglamento para el Servicio y el Reglamento Militar de la Guardia Civil, respectivamente. La naturaleza militar de la Guardia Civil, con la consiguiente vinculación a la jurisdicción castrense; y la prestación de su servicio peculiar a las órdenes de la autoridad civil, condicionaron desde su fundación la normativa por la que había de regirse la Institución. Por tanto, este rasgo singular de la dualidad reglamentaria venía a ser la confirmación de que la Guardia Civil, conforme a su doble naturaleza y a su dependencia de los Ministerios de la Guerra y de Gobernación, debía en aquel momento acomodar su estatuto personal y su regulación para el servicio bajo normas diferentes, pero complementarias entre sí. Esta peculiaridad de la doble reglamentación se verá completada un año más tarde con la célebre «Cartilla del Guardia Civil», conformando la trilogía organizativa del Instituto, que ha perdurado y se ha mantenido vigente hasta la reciente regulación legislativa postconstitucional. En el verano de 1844, los aspirantes a guardias civiles concentrados en los acuartelamientos de Leganés y Vicálvaro recibieron, además de la formación moral a que ya hicimos referencia, enseñanza para adquirir o mejorar su alfabetización, instrucción militar y en el uso de las armas, así como, para quienes resultaba posible, la redacción de partes del servicio y diligencias policiales. Pero existía todavía una gran laguna en la formación de aquellos hombres, debido a la inexistencia de una doctrina para el servicio, e incluso de una definición clara de cuáles serían las competencias del nuevo cuerpo de seguridad. Resultaba cada vez más evidente que, ante la proximidad del despliegue territorial de los tercios por la geografía nacional, era preciso proveer a los nuevos guardias de un reglamento por el que se rigieran sus actuaciones. La definición de un modelo de liderazgo en la etapa fundacional de la Guardia Civil 256 Sobre la base de la encomienda establecida en el primer real decreto –el del 28 de marzo-, a que ya nos hemos referido, se redactó en el Ministerio de la Gobernación un reglamento para la Guardia Civil. Aquella norma se apoyaba en los trabajos ya iniciados por Patricio de la Escosura, hasta su cese con el cambio de Gobierno en el mes de mayo. En el nuevo Gabinete de Narváez, Pedro José Pidal, amigo personal del general, relevó al marqués de Peñaflorida al frente del Ministerio de la Gobernación, mientras que Escosura dimitía el 7 de mayo y cedía el puesto de Subsecretario a Juan Felipe Martínez, que ya lo había ostentado con anterioridad. El Reglamento para el Servicio de la Guardia Civil fue aprobado por Real Decreto de 9 de octubre de 1844, cuando parte de la fuerza de la Guardia Civil se encontraba ya en sus destinos o camino de ellos. No obstante, y al igual que con el Reglamento Militar, se hicieron copias que se distribuyeron en los depósitos de instrucción, para facilitar su aprendizaje por el personal que aún no había partido hacia sus destinos, y posteriormente, también a los tercios. Pasando a analizar el Reglamento, al comienzo del preámbulo del decreto se advertía de que: «para que la Guardia civil, cuya organización se halla muy adelantada, pueda llenar cumplidamente desde los principios el importante objeto de su instituto, es indispensable trazar con exactitud los límites dentro de los cuales ha de obrar una fuerza, que a su carácter especial reúne tan bastas y complicadas relaciones con las diversas dependencias y ramos de la administración del Estado» 103 . A continuación, el preámbulo parecía conferir a este reglamento una cierta provisionalidad, justificando su brevedad como medida de prudencia, hasta que la experiencia permitiera una regulación más precisa. Tal vez influyó en ello que el propio real decreto del que dimanaba esta norma se había visto necesariamente limitado por el del 13 de mayo. Este carácter provisional se deducía del texto siguiente: 103 Preámbulo del Real Decreto de 9 de octubre de 1844, aprobando el Reglamento para el Servicio de la Guardia Civil. Gaceta de Madrid, núm. 3679, 10 de octubre de 1844. Colección histórica, BOE. CAPÍTULO 4. ORGANIZACIÓN INICIAL DE LA GUARDIA CIVIL 257 «acudiendo a lo más preciso, y dejando a las lecciones de la práctica y de la experiencia el ensanche y los pormenores que pueda exigir una obra cumplida en tan delicada materia, ha formado un breve y sencillo reglamento». Seguidamente, en uno de los párrafos del preámbulo parecían querer desmarcarse sus redactores de cualquier atisbo de imitación –sin citarla expresamente- de la Gendarmería Real francesa, probablemente porque sabían que cualquier coincidencia con el cuerpo galo, chocaría con el sistema de relaciones que querían construir, más propio de un cuerpo civil; y por distanciarse de Ahumada, que había ya redactado, probablemente, otro borrador de reglamento con marcado acento francés, como luego veremos. El párrafo a que nos referimos era bastante elocuente: «Sin desconocer el valor ni desaprovechar el auxilio de extraños ejemplos, dignos por cierto de atención y estudio, el que suscribe, absteniéndose muy cuidadosamente de todo espíritu de ciega imitación, ha procurado evitar las aplicaciones impracticables o aventuradas y amoldar las disposiciones del Reglamento al actual estado de nuestra nación, a las circunstancias locales de nuestros pueblos y, a la natural inexperiencia de los individuos que constituyen esta nueva fuerza de protección y seguridad». El final del texto del preámbulo tiene gran interés por lo que representa, pues ya desde sus comienzos, fue uno de los signos distintivos del nuevo cuerpo su carácter benemérito. Insta a que «empiece sin demora llenar su importante encargo, y pueda corresponder bien desde su origen al carácter protector y benéfico de esta institución». Sería, por tanto, injusto atribuir la idea de este carácter y vocación tan propios de la Guardia Civil a una persona en concreto, o incluso a una de las dos inspiraciones creadoras del Cuerpo: la civil o la militar. Su carácter benemérito trasciende a su naturaleza estatutaria, para convertirse desde el primer momento en auténtica seña de identidad del Instituto. En el primer capítulo se recogía cuál era el objeto de la Institución. Su artículo primero marcaba las misiones generales del Cuerpo, en un elenco que no podía ser más amplio: «La Guardia Civil tiene por objeto: 1º. La conservación del orden público. La definición de un modelo de liderazgo en la etapa fundacional de la Guardia Civil 258 2º. La protección de las personas y las propiedades, fuera y dentro de las poblaciones. 3º. El auxilio que reclame la ejecución de las leyes» 104 . Si algún resquicio a la duda quedaba en cuanto a las funciones que se iban a encomendar al nuevo Instituto, el artículo segundo se encargaba de eliminarlo: «Cuando lo permita el servicio de que habla el artículo anterior podrá emplearse la Guardia Civil, como auxiliar, en cualquier otro servicio público que reclame la intervención de la fuerza armada» 105 . El capítulo segundo recogía el sistema de relaciones y dependencias de la Guardia Civil, desde su doble vinculación ministerial –aquí siguiendo al decreto de 13 de mayo, que en este aspecto dejaba sin efecto al de 28 de marzo-, la total dependencia para el servicio del Ministerio de la Gobernación, y la forma en que habrá de relacionarse y colaborar con las autoridades judiciales. En cuanto a su dependencia, la fuerza de cada provincia quedaba a las órdenes del jefe político y, en última instancia, del Ministro de la Gobernación, único conducto por el que debían dictarse las órdenes referentes al servicio. También se establecían las facultades que el Ministro, el jefe político y el comisario de cada distrito, tenían para concentrar la fuerza de la Guardia Civil en sus ámbitos respectivos. El jefe político disponía de la fuerza del Cuerpo en su provincia, mientras el comisario de Protección y Seguridad Pública podría disponer de la fuerza en su correspondiente distrito. A su vez, el comisario podría poner a las órdenes de un celador, la fuerza de la Guardia Civil correspondiente al término de su jurisdicción, de conformidad con las instrucciones que recibiera al respecto. Por último, los alcaldes de los pueblos también podrían recabar el auxilio de la Guardia Civil, siempre que fuera en el ámbito de las competencias de este cuerpo, y dentro de su término municipal. Correspondía al Ministerio de la Gobernación la facultad para separar de su cargo a los jefes de tercio, cuando existieran razones suficientemente justificadas 104 Artículo 1 del Reglamento para el Servicio de la Guardia Civil, aprobado por Real Decreto de 9 de octubre de 1844. 105 Ibídem, artículo 2. CAPÍTULO 4. ORGANIZACIÓN INICIAL DE LA GUARDIA CIVIL 259 para ello. Esta facultad se ampliaba a los jefes políticos, para proceder contra los mandos, a partir de jefe de compañía o escuadrón. En el capítulo tercero se desarrollaban los deberes y facultades de los guardias civiles. Se establecía, en primer lugar, la obligación de auxiliar y obedecer al jefe político de la provincia o a sus delegados cuando requirieran su intervención «para reprimir cualquier tumulto o desorden, sea de la naturaleza que fuere» 106 . Además, en cuanto al sostenimiento del orden público, no sólo debía cooperar a ello y cumplir las instrucciones que recibiera, sino también, «acudir por sí al desempeño de este servicio cuando no se halle presente la autoridad». Se otorgaban, por tanto, amplias facultades para intervenir en restablecimiento del orden, cuando fuera necesario. Además, todos los mandos debían asumir las decisiones oportunas al respecto, lo que entrañaba una considerable responsabilidad, aun cuando contaran con el respaldo necesario de las autoridades: «todo Comandante, Subalterno o individuo de esta fuerza se halla obligado respectivamente a sofocar y reprimir cualquier motín o desorden que ocurra en su presencia, sin que sea necesaria para obrar activamente la orden de la autoridad civil» 107 . Pero esta facultad de los mandos no era ilimitada, y en el artículo siguiente se precisaba cómo había de graduarse el uso proporcional de la fuerza ante las alteraciones del orden por cualquier causa, tan comunes en aquella época. Aquella gradación no sería necesaria, en el caso de que se ejerciera violencia contra los agentes del orden, a las primeras intimaciones: «En estos casos el Jefe de la fuerza procederá del modo siguiente: Se valdrá del medio que le dicte la prudencia para persuadir a los perturbadores a que se dispersen y no continuar alterando el orden. Cuando este medio sea ineficaz, les intimidará el uso de la fuerza. Si a pesar de esta intimación persisten los amotinados en la misma desobediencia, restablecerá a viva fuerza la tranquilidad y el imperio de la ley» 108 . 106 Ibídem, artículo 24. 107 Ibídem, artículo 26. 108 Ibídem, artículo 27. La definición de un modelo de liderazgo en la etapa fundacional de la Guardia Civil 260 Es importante advertir que, en este primer Reglamento para el Servicio, del mismo modo que se establecía en el capítulo segundo la forma de materializar la dependencia de la Guardia Civil del Ministerio de la Gobernación, se fijaba una vinculación directa de las unidades del Cuerpo respecto de las autoridades civiles para la prestación del servicio. Era el jefe político quien disponía «que haya de continuo rondas en los caminos y puntos que ofrezcan habitualmente alguna inseguridad», de forma que «haya dos partidas constantes en el mismo camino, las cuales rondarán en la misma línea, pero en direcciones opuestas» 109 . Además, el jefe de cada partida 110 debía llevar un registro de sus actividades, visado por los alcaldes por donde se llevara a cabo la ronda, y extractado semanalmente para su remisión al comisario del distrito correspondiente, quien debía elevar al jefe político de la provincia, con periodicidad quincenal, un resumen completo de todas las partidas de su área de responsabilidad 111 . A continuación, se recogían en este capítulo del Reglamento todos los supuestos en que debía intervenir la Guardia Civil para el auxilio y protección de las personas, en especial, de los viajeros que lo precisaran. También se prescribía la observancia de las leyes y disposiciones de carácter administrativo; tomar noticia de los delitos cometidos; perseguir y detener a los delincuentes; y entregar a las autoridades competentes a los fugados de las prisiones, prófugos y desertores. Asimismo, se facultaba a los guardias civiles a requerir a los ciudadanos la presentación de los documentos necesarios para acreditar su identidad, o los permisos necesarios para cualquier actividad sujeta a su vigilancia. Se disponía, asimismo, que con ocasión de la celebración de las ferias en los pueblos, la Guardia Civil debía establecer destacamentos, especialmente para 109 Ibídem, artículo 30. 110 El término «partida» aludía a un grupo más o menos nutrido de hombres para patrullar un territorio, heredero de las numerosas patrullas que se establecían por las unidades del Ejército para la persecución de malhechores. 111 Artículo 31 del Reglamento para el Servicio de la Guardia Civil, aprobado por Real Decreto de 9 de octubre de 1844. CAPÍTULO 4. ORGANIZACIÓN INICIAL DE LA GUARDIA CIVIL 261 evitar el acceso a la población desde los caminos adyacentes, de delincuentes y otras personas que pudieran perturbar su normal desarrollo. En cuanto al servicio en el interior de las poblaciones, se debía centrar en el mantenimiento del orden y la protección de las personas durante las reuniones públicas. La vigilancia habitual en las calles, sin embargo, correspondía a los agentes de Protección y Seguridad Pública, bajo la dependencia del celador de barrio y el comisario de distrito respectivo, conforme al Real Decreto de 26 de enero de 1844, y el Reglamento de fecha 30 del mismo mes, que desarrollaba sus funciones y cometidos. A los miembros de la Guardia Civil les competía cooperar con tales agentes en caso de que resultara necesario, o fueran requeridos para ello por el jefe político o, en su ausencia, el comisario del distrito. A esta autoridad debía dar cuenta la fuerza del Cuerpo de todas las actuaciones que llevara a cabo de propia iniciativa en este tipo de servicios, por causa de fuerza mayor, así como cuando fuere preciso entrar en un domicilio privado sin autorización de su propietario. Por último, se establecía la obligación de los miembros de la Guardia Civil de auxiliar a las autoridades judiciales, informándolas de los hechos delictivos que conocieran, remitiéndoles las sumarias que instruyeran y poniendo a su disposición a los delincuentes detenidos. El capítulo cuarto del Reglamento se refería brevemente a los acuartelamientos, indicando que el Ministerio de la Gobernación debía facilitarlo en aquellas poblaciones donde la fuerza del Cuerpo fuera superior a los cincuenta efectivos. En las restantes, de forma provisional, se debía proporcionar el alojamiento en la forma prevista para el Ejército; esto es, mayormente, en propiedades y viviendas particulares. Esta medida tendría una dificultad añadida para aquellos guardias civiles que se presentaran en sus destinos llevando consigo a sus familias. El capítulo quinto, en fin, establecía una serie de disposiciones generales en cuanto a comportamiento, exigencia en el desempeño profesional y recompensas por los servicios extraordinarios que se prestaran. Llama la atención la previsión que se hace en el artículo 54 de que, una vez transcurrido un año desde el La definición de un modelo de liderazgo en la etapa fundacional de la Guardia Civil 262 establecimiento de la Guardia Civil, se destinaría la tercera parte de las Comisarías de Protección y Seguridad para los que se hubiesen distinguido en este servicio por su inteligencia y constante celo. Se trataba de un reconocimiento poco preciso, pues nada decía sobre si aquella posibilidad iba dirigida sólo a los oficiales o podía recaer ese cargo en personal de tropa. Por otra parte, evidenciaba las dificultades que, sin duda, eran ya patentes, para encontrar personal con la cualificación necesaria para desempeñar el puesto de comisario, y de que su despliegue territorial era aún muy incompleto. En cualquier caso, aquella dependencia del Ramo de Protección y Seguridad Pública para el servicio de la Guardia Civil será más teórica que real, y a partir del Reglamento para el Servicio de 1852, aprobado por Real Decreto de 2 de agosto, que sustituirá al anterior, pasará a ejercerse únicamente a través de los gobernadores civiles. En cuanto Ahumada envió al Ministerio de la Guerra su informe del 20 de abril, en el que figuraban buena parte de las pautas que guiaron la redacción del definitivo real decreto de 13 de mayo, comenzó a redactar, probablemente a iniciativa propia, un proyecto de reglamento que desarrollara y complementara el segundo decreto fundacional. Además, debió escribirlo simultáneamente a la redacción de aquel proyecto, pues la fecha del borrador del reglamento y del escrito con que lo elevó, son del 16 de mayo 112 . Parecía evidente que era deseo del fundador disponer cuanto antes de un reglamento, para su pronto aprendizaje por los aspirantes que comenzaban a llegar a los acuartelamientos de instrucción de Leganés y Vicálvaro. Aquel borrador de Ahumada contenía diecinueve capítulos, comprendiendo los aspectos relativos a la organización, disciplina y régimen interior; pero también todo lo referente al servicio que habían de prestar los guardias civiles. Para ello, incluía un capítulo dedicado al «servicio ordinario de las Brigadas o Puestos» 113 , lo que hacía innecesaria la redacción de otro reglamento que lo 112 Expediente personal del duque de Ahumada. CELEB., Caja 67, EXP. 13. AGMS. 113 Ibídem. Es el primer texto en que aparece la denominación de «puesto»; que sin duda, se debe a Ahumada. CAPÍTULO 4. ORGANIZACIÓN INICIAL DE LA GUARDIA CIVIL 263 contemplara, en desarrollo del decreto de 28 de marzo. Aquel borrador no recogía, en cambio, las relaciones con las autoridades, que deberían establecerse en otras disposiciones, según el propio Ahumada reclamaba en el escrito que acompañaba a su proyecto 114 . De hecho, recordemos que el sistema de relaciones que proponía estaba basado en el de la Gendarmería en el país vecino; es decir, una mayor dependencia de Guerra y más protagonismo de las autoridades judiciales 115 . Pero aquel proyecto no se aprobó, ni siquiera con modificaciones de escaso calado, como esperaba el mariscal Girón. El texto fue sometido a examen por parte de una comisión de cuatro oficiales de la Subsecretaría del Ministerio de la Guerra, llamados Cabaleiro, Valiente, Tovar y Paz. Esta comisión propuso al día siguiente que se recabara el parecer del Tribunal Supremo de Guerra y Marina, antes de examinarlo en profundidad. Tras el dictamen del alto Tribunal, emitido el 14 de septiembre, el Ministerio de la Guerra solicitó a los de Gobernación, y de Gracia y Justicia, que nombraran a un oficial de cada una de las Subsecretarías para que, junto con la comisión de Guerra, y teniendo en cuenta las recomendaciones del citado Tribunal, redactaran el texto definitivo. Junto a los cuatro oficiales de la Subsecretaría de Guerra, se unieron al equipo Manuel Bertrán de Lis, por Gobernación; y Anselmo Orra, por Gracia y Justicia 116 . Tras los trabajos llevados a cabo por la comisión, un mes más tarde, el 15 de octubre, era presentado el proyecto a la firma de la Reina. Ante el nombramiento de Bertrán de Lis para la redacción de este reglamento -probablemente con una participación muy activa-, mientras en el seno de su Ministerio se estaba confeccionando el Reglamento para el Servicio, creemos atisbar de nuevo la disociación entre dos concepciones diferentes para la Guardia Civil en el seno de Gobernación, que ya apuntábamos cuando analizamos la redacción del decreto de 28 de marzo: la del recién dimitido Escosura, vinculado a su carácter netamente civil; y la de Bertrán de Lis, autor de un 114 MARTÍNEZ GARCÍA, M. (1994). El primer Reglamento Militar del Cuerpo y sus autores: proceso de elaboración, p. 135. CGC. 115 Informe de Ahumada, previo a la organización de la Guardia Civil, de 20 de abril de 1844. Expediente personal del duque de Ahumada. CELEB., Caja 67, EXP. 13. AGMS. 116 MARTÍNEZ GARCÍA, M. (1994). El primer Reglamento Militar, op. cit., p. 135. CGC. La definición de un modelo de liderazgo en la etapa fundacional de la Guardia Civil 264 borrador de decreto más vinculado a Guerra, y ahora redactor del Reglamento Militar del Cuerpo. En cuanto al proyecto de Ahumada, se había inspirado, en parte, en la Ordenanza de la Gendarmería Real de 29 de octubre de 1820, que se encontraba en vigor para el cuerpo galo en el momento fundacional de la Guardia Civil 117 . Pero lo cierto es que la mayor parte de los artículos de influencia francesa 118 fueron descartados en el texto definitivo, salvo algunos aspectos como la obligación de los mandos de revistar periódicamente sus unidades dependientes – que también se contenía, de manera minuciosa, en el Reglamento de Carabineros del Reino de 1842 y, anteriormente, en el de Carabineros de Costas y Fronteras de 1829-; el sistema mixto de ascensos por antigüedad y elección en algunos empleos; y las normas para el pase de los oficiales y suboficiales del Ejército a la Guardia Civil 119 . Muchos otros aspectos fueron también modificados del proyecto original, redactando de nuevo buena parte del texto, y reduciendo su contenido a 7 capítulos y 75 artículos. Para la nueva redacción de algunos de ellos, además, se optó por adoptar regulaciones similares del Real Decreto fundacional del Cuerpo de Carabineros de Costas y Fronteras, de 9 de marzo de 1829, cuya estructura se reprodujo, en esencia, en el Real Decreto de 11 de noviembre de 1842, de Organización del Cuerpo de Carabineros del Reino. Pero, tal vez, la modificación más relevante fue la de cercenar el nuevo intento de Ahumada por integrar a la Guardia Civil como parte del Ejército, en la redacción del artículo primero, a semejanza de la Gendarmería. La redacción se mantuvo conforme al decreto de 13 de mayo –como no podía ser de otra forma-, estableciendo la dependencia del Instituto, del Ministerio de la Guerra, en lo concerniente a su organización, personal, disciplina, material y percibo de haberes. El resultado final fue fruto de las recomendaciones del Tribunal Supremo de Guerra y Marina; las aportaciones y la nueva redacción llevadas a cabo por la 117 Ibídem. 118 Eran unos 40 los artículos de clara influencia francesa, de un total de 206 con que contaba el texto, aunque aquéllos se referían a algunos de los aspectos más relevantes. 119 MARTÍNEZ GARCÍA, M. (1994). El primer Reglamento Militar, op. cit., p. 136. CGC. CAPÍTULO 4. ORGANIZACIÓN INICIAL DE LA GUARDIA CIVIL 265 comisión mixta de Guerra, Gobernación, y Gracia y Justicia; y las incorporaciones finales realizadas desde el propio Ministerio de la Guerra, probablemente bajo la dirección del Subsecretario, conde de Vistahermosa, y la supervisión del propio Narváez. Por tanto, vemos que, si bien el borrador inicial de este reglamento se escribió de la mano de Ahumada, y pese a que con frecuencia se ha defendido la redacción íntegra de esta norma como procedente de la pluma del fundador, el texto final sufrió modificaciones muy importantes. De hecho, lo que Ahumada había concebido como único reglamento orgánico de la Guardia Civil, se convirtió en la norma destinada a abarcar todos los aspectos de carácter castrense, relativos a la organización del Cuerpo, su estructura territorial y el estatuto personal de sus miembros, pero no las cuestiones relativas al servicio peculiar del Instituto. El Reglamento Militar para la Guardia Civil fue aprobado por Real Decreto de 15 de octubre de 1844, apenas una semana después del Reglamento para el Servicio, al que ya nos hemos referido. En su preámbulo se autodefinía como «complementario» del que acababa de ser publicado, una vez que el Cuerpo «se halla pronto a ejercer las funciones de su instituto conforme al Reglamento de su servicio peculiar» 120 . Además, justificaba su existencia en que, aunque a la Guardia Civil le son «aplicables las Ordenanzas generales del ejército, se hace no obstante indispensable establecer además algunas reglas particulares especiales». En todo caso, como ya vimos que sucedía con el reglamento civil, en la redacción de su preámbulo dejaba traslucir también una cierta idea de provisionalidad, «estableciendo pues lo más preciso y perentorio por ahora, y dejando al tiempo y la experiencia las mejoras y variaciones que convenga adoptar, para la perfección de este instituto» 121 . Todo ello era fruto de la urgencia en la puesta en marcha de los instrumentos normativos necesarios para que la Guardia Civil pudiera comenzar su andadura. 120 Preámbulo del Reglamento Militar para la Guardia Civil, aprobado por Real Decreto de 15 de octubre de 1844. Gaceta de Madrid, núm. 3685, 16 de octubre de 1844. Colección histórica, BOE. 121 Ibídem. La definición de un modelo de liderazgo en la etapa fundacional de la Guardia Civil 266 El capítulo primero de este Reglamento Militar se iniciaba con la referencia a la dependencia del Instituto del Ministerio de la Guerra en la parte que le afecta. También desarrollaba la figura del Inspector General de la Guardia Civil, y establecía la estructura y organización de los tercios, sus cuadros de mando y el total de efectivos de cada unidad, que expondremos con detalle en el Capítulo 6 de esta tesis. A continuación, se regulaba el reclutamiento y reemplazo para ingreso y permanencia en el Cuerpo. Por su parte, el régimen de ascensos en la Guardia Civil, desarrollado en este Reglamento, será analizado en profundidad en el Capítulo 7. Las obligaciones generales militares del guardia civil eran objeto de desarrollo en el capítulo quinto. Aquí se detallaban, para cada empleo militar, cuáles eran sus facultades y cometidos, desde el guardia civil hasta el coronel jefe de tercio; aspecto fundamental de este reglamento, y del que también nos ocuparemos más adelante. En el capítulo dedicado a la disciplina, destacaba el primer artículo, en que se define qué debe suponer esta importante virtud militar para un guardia civil. Su redacción fue igualmente atribuida a Ahumada, y su texto se ha mantenido en el tiempo, sobreviviendo a las diferentes actualizaciones de este reglamento hasta el último, de 1942. Pero realmente estaba inspirado en el artículo 83 del Real Decreto de 11 de noviembre de 1842, de Organización del Cuerpo de Carabineros del Reino; a su vez, basado en los artículos 116 y 117 del Real Decreto de 9 de marzo de 1829, para el establecimiento y organización del Cuerpo de Carabineros de Costas y Fronteras, a que antes hicimos referencia. En cualquier caso, por su relevancia para nuestro estudio, pues refleja fielmente el alto nivel de exigencia que se concebía para la naciente Guardia Civil, lo reproducimos en su integridad: «La disciplina, que es el elemento más principal de todo cuerpo militar, lo es aún y de mayor importancia en la Guardia Civil, puesto que la diseminación en que ordinariamente deben hallarse sus individuos hace más necesario en este cuerpo inculcar el más riguroso cumplimiento de sus deberes, constante emulación, ciega obediencia, amor al servicio, unidad de sentimientos y CAPÍTULO 4. ORGANIZACIÓN INICIAL DE LA GUARDIA CIVIL 267 honor y buen nombre del Cuerpo. Bajo esas consideraciones, ninguna falta es disimulable en los Guardias Civiles» 122 . En este capítulo se ponía de manifiesto el reforzamiento de las ordenanzas militares para el mantenimiento de la disciplina en el Instituto. De este modo, se establecía una serie de reglas de comportamiento que habían de observar los guardias civiles durante el servicio, y de acuerdo con ese nivel de exigencia, una relación de las «faltas especiales de disciplina» que también serán castigadas en los guardias civiles, y de las sanciones extraordinarias que podían imponerse. Por último, se recogían unas disposiciones generales sobre las relaciones en el ámbito de las guarniciones militares en que se ubicara la fuerza del Cuerpo, así como respecto a la tenencia y empleo que habrían de hacer de los caballos, los jefes y oficiales de la Guardia Civil, y las condiciones que habían de reunir los equinos para ser aceptados para el servicio en el Cuerpo. El texto del reglamento finalizaba con una relación, por armas y empleos, de las retribuciones que habrían de percibir los guardias civiles, que era reproducción de la publicada con la Real Orden de 30 de agosto de 1844. Como hemos visto, el Reglamento Militar que finalmente vio la luz contenía poco de aquel proyecto que Ahumada había redactado apresuradamente en el mes de mayo. Por su parte, el Reglamento para el Servicio había sido publicado sin intervención de Ahumada, regulando aspectos referentes a las relaciones y dependencias de las autoridades civiles, que el fundador no compartía en absoluto. Todo ello impulsará al duque de Ahumada, no pasando mucho tiempo, a hacer converger todas aquellas disposiciones en una norma única en la que pudiera dejar su impronta personal. 4.3.2 La Cartilla del Guardia Civil o el sello de Ahumada De acuerdo con lo expuesto en el apartado anterior, aquellos dos reglamentos, civil y militar, que pretendían abarcar, aun provisionalmente, toda la 122 Artículo 1 del capítulo sexto del Reglamento Militar para la Guardia Civil, aprobado por Real Decreto de 15 de octubre de 1844. La definición de un modelo de liderazgo en la etapa fundacional de la Guardia Civil 268 regulación referente a la Guardia Civil, eran tan diferentes como complementarios entre sí. Pero a juicio del mariscal Girón, como hemos visto, no resultaban suficientes y, desde luego, no respondían a sus expectativas. Por ello, tras el proceso de maduración de los primeros meses de andadura del Cuerpo, echaba en falta una mayor regulación de la prestación del servicio –pobre en el primero e inexistente en el segundo de los reglamentos- y un código de conducta que guiara el comportamiento y las actuaciones en el servicio de aquellos hombres, llamados a desempeñar tantas y tan delicadas misiones, investidos de autoridad y portando armas. Fruto de aquella reflexión, Ahumada firmaba una de sus primeras circulares el 16 de enero de 1845 123 , con la que pretendía imbuir a los mandos de la Guardia Civil de las cualidades morales que debían mostrar los guardias civiles, y cómo habrían de ser comprobadas y exigidas en sus revistas periódicas 124 . Su texto evidenciaba que el duque de Ahumada barruntaba ya la redacción de un nuevo texto que viniera a completar la trilogía organizativa iniciada con aquellos dos reglamentos, y en la que, por fin, pudiera marcar su sello inconfundible. Ahumada redactó la Cartilla del Guardia Civil en el verano de 1845, enviando el documento al Gobierno. Pero el texto le fue devuelto con una Real Orden de 26 de octubre, a fin de que se introdujeran «algunos arreglos», cuyo alcance desconocemos. De acuerdo con Fernando Rivas (1980) 125 , las causas de su devolución probablemente haya que buscarlas en algún aspecto que no se adecuaba al Reglamento para el Servicio; pero sin duda, también lo fue por la novedad que suponía contemplar el «puesto» como unidad organizativa con cierto grado de autonomía y, sobre todo, la figura de su comandante, inexistente tanto en los decretos fundacionales como en los reglamentos en que debía apoyarse la 123 Circular de 16 de enero de 1845, que sirvió de base para la redacción de la Cartilla del Guardia Civil. Recopilación, op. cit., tomo I. SEHGC. 124 Manual del Guardia Civil (1923). A modo de preámbulo del texto de la Cartilla, esta circular encabezaba el tomo I del Manual, que todos los guardias civiles debían portar en su cartera de caminos. 125 RIVAS GÓMEZ, F. (1980). Los documentos de la época fundacional (II), p. 40. REHGC. CAPÍTULO 4. ORGANIZACIÓN INICIAL DE LA GUARDIA CIVIL 269 Cartilla. De hecho, en el Reglamento para el Servicio no se mencionaban estas unidades como tales. Sí aparecía esta denominación, por tres veces, en el Reglamento Militar como unidades integradas en las secciones, aunque sin más referencia ni precisión. Aquella denominación, en la práctica, relegaría al olvido la organización en brigadas que preveía el Real Decreto de 13 de mayo. Lo cierto es que el duque de Ahumada remitió de nuevo el texto de la Cartilla, una vez corregido, el 13 de diciembre. Una semana después, recibía la aprobación definitiva mediante la Real Orden de 20 de diciembre de 1845 126 . El resultado fue un magnífico documento que se convertirá en el auténtico código deontológico de la Guardia Civil, más allá de servir como nexo de unión entre ambos reglamentos, y completar el desarrollo de las misiones policiales del Instituto. Como impronta del espíritu ahumadiano, quiso transmitir a los guardias civiles un alto concepto de la dignidad y seriedad en el servicio, además de proporcionarles una formación moral y humana capaz de superar las dificultades que iban a encontrar en el desempeño de sus funciones. La base deontológica sobre la que se había de sustentar es la honradez y, con ella, un profundo sentido del respeto debido a la persona y a sus propiedades. Todos estos postulados, aun siendo elevados y exigentes, podrían constituir el código de conducta de una organización policial actual, con el suficiente calado histórico, profesional y de prestigio social. Pero si esas mismas exigencias las trasladamos a la convulsa España de la primera mitad del siglo XIX, hay que concluir que resultaban absolutamente revolucionarias para la época. La Cartilla comenzaba con su artículo más famoso y que, de alguna forma, resumía aquel espíritu que quería inculcar en los miembros del Cuerpo: “El honor ha de ser la principal divisa del guardia civil; debe, por consiguiente, conservarlo sin mancha. Una vez perdido, no se recobra jamás” 127 . A lo largo del capítulo primero, dedicado a las prevenciones generales para el cumplimiento de sus obligaciones, Ahumada desarrollaba con claridad su idea del guardia civil, 126 Cartilla del Guardia Civil, redactada en la Inspección General del Arma, aprobada por S. M. en Real Orden de 20 de diciembre de 1845. SEHGC. 127 Artículo primero de la Cartilla del Guardia Civil. SEHGC. La definición de un modelo de liderazgo en la etapa fundacional de la Guardia Civil 270 exponiendo con detalle cuál había de ser el comportamiento de los miembros del Cuerpo en toda ocasión, y la prudencia y proporcionalidad que debían presidir su respuesta ante las múltiples situaciones a que habrían de enfrentarse. El capítulo segundo de la Cartilla era el dedicado al servicio en los caminos, de cuya regulación nos ocuparemos en el Capítulo 6 de esta tesis. Los restantes capítulos que completaban el texto son los referidos a la reglamentación sobre armas; pasaportes; caza; pesca; montes y policía rural; la captura de desertores del Ejército, y los prófugos de las quintas y presidios; sobre los juegos prohibidos; la represión del contrabando y los servicios de conducción de presos. Como vemos, se recogían aspectos específicos del servicio peculiar del Cuerpo que se habían obviado en el Reglamento destinado a ello. Ahumada incluyó en el compendio de la primera edición de la Cartilla una segunda parte con 32 artículos independientes, para recoger las funciones del comandante de puesto, elemento fundamental en la prestación del servicio de la Guardia Civil desde sus comienzos. El motivo de incluir esta segunda parte diferenciada estribaba, sin duda, en la gran importancia que para Girón tenía el jefe de estas pequeñas unidades de la estructura territorial. Pero también es probable que la versión oficial de la Cartilla fuera exclusivamente la comprendida en la primera parte, y que esta segunda fuera la segregada del borrador inicial enviado al Gobierno en otoño de 1845, al no haber sido autorizado a incluirla en el texto legitimado por la real orden, por las razones anteriormente expuestas 128 . Quizá por esta falta de apoyatura reglamentaria, el Inspector General utiliza la palabra «destacamento» en todos los comunicados oficiales para referirse a estas pequeñas unidades repartidas por la geografía nacional. No es hasta comienzos de 1848, en que dispone que en lo sucesivo se emplee la denominación de «puesto», suprimiendo la de «destacamento», que denotaba una menor permanencia y un carácter más variable o provisional 129 . Este compendio se completaba con una tercera parte, que incluía modelos de sumarias y formularios de utilización frecuente en el servicio; y una cuarta con 128 RIVAS GÓMEZ, F. (1980). Los documentos (II), op. cit., p. 56. REHGC. 129 Circular a los jefes de tercio de 30 de enero de 1848. Recopilación, op. cit., tomo II. SEHGC. CAPÍTULO 4. ORGANIZACIÓN INICIAL DE LA GUARDIA CIVIL 271 el texto de los Reglamentos Militar y del Servicio –por este orden-, así como de las obligaciones del cabo y el soldado, contenidas en las Ordenanzas. Tras la publicación de la Cartilla, la Guardia Civil se encontraba en condiciones de prestar el servicio con mayor precisión normativa y, sobre todo, con la guía moral que suponía su capítulo primero. Ello implicaba también una exigencia mayor para los cuadros de mando, especialmente para aquellos oficiales jefes de compañía o sección que debían vigilar e impulsar el servicio de los hombres que tenían a su cargo. Vivir y exigir el cumplimiento de aquel código de conducta se convertiría, desde entonces, en su principal cometido. Así comenzaba, de hecho, la repetida circular de 16 de enero de 1845, que sirvió de base para la redacción de la Cartilla: «Las cualidades morales del Guardia Civil deben ser una de las principales atenciones de la Oficialidad». Si fuera preciso resaltar algún aspecto sobresaliente en la etapa fundacional del Instituto, que se incorporara como seña identitaria en el acervo de la cultura institucional de los guardias civiles, éste fue, sin lugar a dudas, la Cartilla del Guardia Civil; auténtico código deontológico cuya redacción ha contribuido a conferir al duque de Ahumada, con todo merecimiento, el título de fundador del Cuerpo. La definición de un modelo de liderazgo en la etapa fundacional de la Guardia Civil 272 CAPÍTULO 5. LOS PRIMEROS JEFES Y OFICIALES DE LA GUARDIA CIVIL 273 CAPÍTULO 5 LOS PRIMEROS JEFES Y OFICIALES DE LA GUARDIA CIVIL 5.1 LOS PRIMEROS JEFES: RASGOS RESEÑABLES Y PATRONES COMUNES Hemos centrado nuestro estudio en esta parte para analizar el perfil de los primeros jefes de la Guardia Civil, en los empleos de teniente coronel a brigadier. Para ello, hemos considerado dos grupos claramente diferenciados, pero que tienen entre sí muchos elementos comunes; y en todo caso, que definen cómo quiso configurar el duque de Ahumada su cuadro superior de mando en la Institución. Estos grupos son el de los jefes de tercio y el de los que ocuparon la jefatura de la Secretaría en la Inspección General del Cuerpo. La diferencia fundamental estriba en que los jefes de los doce tercios constituidos en 1844 ingresaban en la Guardia Civil, aunque en un escalafón específico para ellos –sin diferenciar infantería o caballería-, mientras que el personal de la Secretaría, en todos los empleos de oficial, no causaba baja en sus armas de procedencia, sino que pasaban a la Guardia Civil en comisión de servicio, como ya apuntamos anteriormente. La razón primordial para esta diferencia estaba en permitir que la Secretaría fuera ocupada por jefes y oficiales de Estado Mayor, tanto si continuaban perteneciendo a este Cuerpo, como si pasaban a integrar los escalafones de las Armas de Infantería y Caballería. Este criterio se mantuvo hasta 1869, en que gradualmente fue integrándose personal de la Guardia Civil, hasta completar el proceso en 1875. En cuanto a su perfil profesional, Ahumada también tenía claras sus prioridades. Para el mando de los tercios prefería coroneles y tenientes coroneles de acreditada trayectoria militar, sobre todo, en la reciente guerra Carlista. Para ello, valoraba los combates en que habían participado, si habían resultado heridos La definición de un modelo de liderazgo en la etapa fundacional de la Guardia Civil 274 en los mismos y las recompensas que se les habían concedido 1 . Este criterio también lo mantuvo el fundador para la selección, sobre todo, de los primeros y segundos comandantes para las provincias, acerca de los cuales procuraba tomar, además, suficientes referencias. Para la Secretaría de la Dirección de Organización y, más tarde, la Inspección General, el fundador hacía patentes sus grandes dotes organizadoras. Buscaba oficiales de Estado Mayor que hubieran ejercido como jefes de estos órganos de apoyo al mando, en grandes unidades, y sobre los que él mismo hubiera comprobado personalmente su desempeño durante la guerra. Además, para nuestro análisis nos interesa contemplar en este capítulo la selección de los primeros jefes, precisamente, en el momento fundacional, porque de la evolución y los relevos naturales en este equipo inicial, se configuró la estructura de mando que se asentará en las décadas siguientes. Por ello, circunscribiremos este análisis a los jefes inicialmente nombrados en 1844 para los doce tercios y sus sucesores inmediatos en los primeros años, siguiendo idénticos criterios. Por la misma razón, ceñimos el estudio de los secretarios de la Inspección a los tres que ocuparon este cargo en los periodos en que Ahumada estuvo al frente de la Guardia Civil. Para una mejor sistematización de los aspectos definitorios de patrones comunes, hemos hecho un estudio transversal sobre los dieciséis jefes de tercio que hemos considerado, sin reproducir cronológicamente el contenido sus biografías. De este modo, también evitamos una extensión excesiva de nuestro trabajo y que la lectura de este capítulo resulte más tediosa. Por el contrario, sí hemos considerado oportuno incorporar un resumen de los aspectos más relevantes de la biografía y trayectoria profesional de los tres primeros jefes de la Secretaría de la Inspección General del Cuerpo. 1 Resulta evidente en diversos informes de Ahumada sobre las hojas de servicio de sus subordinados. Entre otros, véanse los expedientes de Carlos Purgoldt y de la Peña, Carlos María de la Torre y Navacerrada, y Francisco Javier de Olmedo y De la Torre. AGMS. CAPÍTULO 5. LOS PRIMEROS JEFES Y OFICIALES DE LA GUARDIA CIVIL 275 NOMBRES Y DESTINOS 1 8 4 5 1 8 4 6 1 8 4 7 1 8 4 8 1 8 4 9 1 8 5 0 1 8 5 1 1 8 5 2 1 8 5 3 1 8 5 4 1 8 5 5 1 8 5 6 1 8 5 7 1 8 5 8 CARLOS PURGOLDT Y DE LA PEÑA, Jefe del 1º Tercio de Madrid, del 3º Tercio de Sevilla y del 2º Tercio de Barcelona 11º 13º 12º FRANCISCO PALMÉS Y DURÁN, Jefe del 2º Tercio de Barcelona 12º JOSÉ MARÍA DE CASTRO, Jefe del 3º Tercio de Sevilla 13º JOSÉ HIDALGO DE CISNEROS Y GAZTAMBIDE, Jefe del 4º Tercio de Valencia 14º JOSÉ RIZO MORENO-BOZA, Jefe del 5º Tercio de La Coruña 15º JOSÉ PARIÁN, Jefe del 6º Tercio de Zaragoza 16º JOSÉ GABARRE Y ZAYAS, Jefe del 7º Tercio de Granada 17º PEDRO ALEJANDRO DE LA BÁRCENA Y PONTE, Jefe del 8º Tercio de Valladolid 18º TOMÁS DE SOTO Y FREIRE, Jefe del 9º Tercio de Badajoz 19º ANTONIO MARÍA DE ALÓS Y LÓPEZ DE HARO, Jefe del 10º Tercio de Pamplona y del 1º Tercio de Madrid 110º 11º LEÓN PALACIOS Y ORTEGA, Jefe del 11º Tercio de Burgos y del 6º Tercio de Zaragoza 111º 16º LUÍS MARÍA SERRANO DEL CASTILLO Y ARANGO, Jefe del 12º Tercio de Vitoria y del 2º Tercio de Barcelona 112º 12º MARTÍN DE HORMAECHEA ROIG, segundo Jefe del 1º Tercio de Madrid y Jefe del 5º Tercio de La Coruña 11º 15º FERNANDO BOVILLE DE LA PUENTE, Jefe del 5º Tercio de La Coruña y del 7º Tercio de Granada 15º 17º MARCELINO PORTA SUARNABAR, segundo Jefe del 1º Tercio de Madrid y Jefe del 5º Tercio de La Coruña 15º MIGUEL SANZ AMIGOT, Jefe del 10º Tercio de Pamplona 110º Imagen 5.1. Cuadro de los brigadieres, coroneles y tenientes coroneles de la Guardia Civil en el momento fundacional y periodos en que ejercieron el mando de los tercios. Fuente: Elaboración propia a partir de los escalafones de jefes y oficiales, y sus expedientes personales. La definición de un modelo de liderazgo en la etapa fundacional de la Guardia Civil 276 Hemos incorporado un cuadro con los primeros jefes de tercio que hemos considerado y los periodos en que mandaron cada una de estas unidades. Hemos acotado el del Bienio Progresista, al que luego nos referiremos. 5.1.1 Perfil humano y profesional: la «calidad» como elemento diferenciador Hemos apuntado cuáles eran las prioridades que, de acuerdo con nuestra investigación, estableció el duque de Ahumada para la selección de los primeros jefes de la Guardia Civil. Vamos ahora a desgranar algunos de los aspectos más relevantes que definieron una serie de patrones comunes, que pudieron ser buscados de forma más o menos consciente. El primero de estos aspectos al que nos tenemos que referir es el del origen familiar de aquellos militares, su procedencia y «limpieza de sangre», y su pertenencia o no a la nobleza. En suma, lo que en la primera mitad del siglo XIX se denominaba su «calidad». Porque este aspecto condicionaba muchos otros parámetros a tener en cuenta en aquellos oficiales. Entre ellos, estaba la tradición militar en sus familias de origen y, por tanto, referencias a lo que podía esperarse profesionalmente de estos militares; o la corta edad de ingreso en el Ejército, que forjaba muy tempranas vocaciones y dilataba las carreras militares, lo que siempre representaba una ventaja organizativa. En cuanto a la edad de ingreso, veremos con más detalle en el Capítulo 7 cómo los méritos contraídos por el padre militar del joven oficial –casi siempre, unidos a su condición de noble-, determinaban que pudiera éste ingresar en el Ejército como cadete especial con disculpa de edad; esto es, con edad inferior a los 12 años, en que comenzaba a contar el tiempo de servicio para aquellos oficiales. Además, también se podía ingresar directamente como oficial por gracia especial, y los nobles, en unidades de la Guardia Real. Entre éstos, el nivel de CAPÍTULO 5. LOS PRIMEROS JEFES Y OFICIALES DE LA GUARDIA CIVIL 277 acceso más alto lo ocupaban las Guardias de Corps y después, los Regimientos de la Guardia; esto es, el Regimiento de Reales Guardias Walonas de Infantería y el de Reales Guardias Españolas. A continuación estaban las demás Tropas de Casa Real: Granaderos; Cazadores de la Guardia y Milicias Provinciales de la Guardia Real, o Guardia Real Provincial. Si examinamos los expedientes de los primeros trece jefes de tercio 2 , vemos cómo, al menos, diez eran de condición –calidad- noble. De ellos, Luís María Serrano ingresó en el servicio como guardia de corps; Carlos Purgoldt, de cadete en las Guardias Walonas; Antonio María de Alós, de cadete en las Guardias Españolas; Francisco Palmés y José de Castro como soldados distinguidos 3 y los demás, en diferentes unidades. Los que ingresaron como cadetes lo fueron en su mayoría como de menor edad por gracia especial –menores de 12 años-, destacando Antonio María de Alós, que ingresó con tan sólo seis meses de edad. Extendiendo el estudio a los primeros secretarios y quienes pasaron a mandar tercio tras los primeros años, el patrón, básicamente, se repite: los tres secretarios eran de origen noble, Carlos María de la Torre ingresó como cadete con apenas dos meses de edad y Fernando Boville, cuando tenía dos años. Aquellas edades de ingreso tan tempranas, unido a carreras que estaban jalonadas por acciones de guerra que, cuando eran suficientemente meritorias, otorgaban ascensos en grados y empleos, propiciaban que se alcanzaran con cierta frecuencia los empleos de comandante o superiores en plena juventud. Y este es el perfil que se encontró Ahumada, cuatro años después de haber finalizado una larga guerra que había durado otros siete. Si analizamos la antigüedad que ostentaban en sus empleos los primeros jefes de tercio en el momento de su incorporación a la Guardia Civil, varían significativamente. Entre los coroneles, oscilan entre 1834, para José Hidalgo de Cisneros y 1843 para José Parián y Carlos Purgoldt. Entre los tenientes coroneles, 2 Aunque, como hemos dicho, se constituyeron doce tercios en el momento fundacional, hemos considerado también en este primer grupo al teniente coronel Martín de Hormaechea pues, pese a ocupar entre 1844 y 1846 la segunda jefatura del 1º Tercio de Madrid, fue escalafonado desde el primer momento entre los jefes de tercio. 3 Los jóvenes de origen noble podían ingresar en el Ejército como «soldados distinguidos», gozando de un estatus similar al oficial. Se expondrá con detalle esta figura en el Capítulo 7. La definición de un modelo de liderazgo en la etapa fundacional de la Guardia Civil 278 oscila entre 1829, para Martín Hormaechea y 1839 para Tomás de Soto y León Palacios. La media de tiempo en el empleo en el momento del ingreso se sitúa en algo más de cinco años. Por otra parte, sabemos que, de acuerdo con el Real Decreto de 13 de mayo de 1844, los tenientes coroneles podían optar al ingreso en el Cuerpo entre los 30 y los 50 años de edad, con un año en este empleo o dos, de comandante de batallón. Los coroneles, por su parte, podían optar hasta los 55 años, debiendo haber mandado cuerpo o pertenecido al Cuerpo de Estado Mayor; y los brigadieres, hasta los 60 años. A este respecto, podemos diferenciar entre los primeros jefes de tercio tres grupos de edades, que guardan relación con su trayectoria profesional y los empleos que ostentaban en el momento de ingresar en la Guardia Civil en 1844. En el primer grupo tenemos los que contaban en aquel momento con 52 años o más; en el segundo, los que tenían entre 47 y 50 años; y en el tercero, los que ingresaron con menos de 47, entre los que se encuentra la mayor parte de los tenientes coroneles. Si nos fijamos en la gráfica que insertamos a continuación, en que diferenciamos los tres grupos de edad, lo primero que salta a la vista es que hubo cierta flexibilidad a la hora de exigir el requisito de edad. Tenemos dos casos en el empleo de teniente coronel, Martín Hormaechea, que ingresó con 53 años –3 más del máximo establecido- y Tomás de Soto, con 28 años, dos menos del mínimo. En el primero de ellos, tal vez fuera dispensado de la edad como reconocimiento a su implicación contra Espartero, que le había llevado a exiliarse a Francia. En el caso de Tomás de Soto, probablemente fuera dispensado por su destacada actuación en el levantamiento de Badajoz contra el Duque de la Victoria en julio de 1843, tras pasar la frontera desde Portugal 4 , y constituir una garantía frente a los progresistas que se habían instalado en el país vecino, en espera de alguna oportunidad. 4 Expediente personal de Tomás de Soto y Freire. AGMS/1ª/3.395S/Exp.0. CAPÍTULO 5. LOS PRIMEROS JEFES Y OFICIALES DE LA GUARDIA CIVIL 279 NOMBRE EMPLEO EDAD AL INGRESO EN LA GUARDIA CIVIL (1844) JOSÉ RIZO MORENO-BOZA Coronel 55 años JOSÉ GABARRE Y ZAYAS Brigadier 54 años MARTÍN DE HORMAECHEA ROIG Teniente coronel 53 años JOSÉ MARÍA DE CASTRO Coronel 52 años FRANCISCO PALMÉS Y DURÁN Coronel 50 años JOSÉ HIDALGO DE CISNEROS Y GAZTAMBIDE Coronel 48 años JOSÉ PARIÁN Coronel 47 años CARLOS PURGOLDT Y DE LA PEÑA Coronel 45 años LEÓN PALACIOS Y ORTEGA Teniente coronel 44 años PEDRO ALEJANDRO DE LA BÁRCENA Y PONTE Coronel 42 años ANTONIO MARÍA DE ALÓS Y LÓPEZ DE HARO Teniente coronel 36 años LUÍS MARÍA SERRANO DEL CASTILLO Y ARANGO Teniente coronel 34 años TOMÁS DE SOTO Y FREIRE Teniente coronel 28 años Imagen 5.2. Edades de ingreso en la Guardia Civil de los primeros jefes de tercio en 1844. Fuente: Elaboración propia a partir de sus expedientes personales. De acuerdo con estos grupos de edad, podemos establecer algunas conclusiones. En primer lugar, que figuran entre los más jóvenes aquéllos que ingresaron en el Ejército con menor edad y además, tuvieron una activa participación en el conflicto carlista y otras acciones con anterioridad, obteniendo diferentes empleos por méritos de guerra. Ya hemos apuntado que Ahumada prefería oficiales jóvenes en todos los empleos, en principio, como garantía de continuidad, y en los empleos superiores, como reflejo de una carrera brillante. En segundo lugar, también podemos afirmar que coinciden en el tercer grupo de edad quienes, a nuestro juicio, fueron especialmente seleccionados por el duque de Ahumada para integrar el primer equipo, puesto que se ajustaban más a su propio perfil profesional –forma ingreso, edad, destinos- y, sobre todo, por su coincidencia previa en unidades y campañas. Cuando en mayo de 1848 Narváez La definición de un modelo de liderazgo en la etapa fundacional de la Guardia Civil 280 se apoye en la Guardia Civil para asegurar la continuidad del Trono de Isabel II, tras superar las primeras revueltas, con la concentración de 4.000 efectivos en Madrid, Ahumada confiará el mando de cada uno de los cuatro grandes batallones en que se organizó aquella fuerza en quienes, sin duda, depositaba una mayor confianza, y que se encuentran en este grupo: los coroneles Carlos Purgoldt, Antonio María de Alós, León Palacios y Luís María Serrano. 5.1.2 El factor político La Guardia Civil nació de la mano del partido liberal moderado y al comienzo de una etapa política con este marcado sesgo ideológico. Ante este evidente punto de partida, también indicábamos en el Capítulo 4 que, entre los primeros jefes y oficiales de la Guardia Civil, no existía uniformidad en cuando a sus ideas políticas, si nos atenemos a la forma en que éstas se habían manifestado o dejado traslucir. Recogíamos allí el texto con que los historiadores del Cuerpo Quevedo y Sidro (1858) querían resaltar, por un lado, esta diversidad y, por otro, la escasa importancia que el fundador de la Guardia Civil concedía a estas posturas, aun a sabiendas de que: «entre aquellos Jefes y Oficiales los había calificados de acérrimos entusiastas de doctrinas opuestas al Gobierno de entonces» 5 . Sólo buscaba que a aquellos hombres les precedieran sus cualidades morales y militares, de modo que sirvieran de garantía en cuanto al exigente desempeño que de ellos se esperaba y, por supuesto, que se comportaran siempre con absoluta imparcialidad. Por razones obvias, la relevancia del grado de compromiso político entre aquellos primeros mandos de la Guardia Civil era mayor cuanto más alto fuera el empleo ostentado y, por tanto, el nivel de responsabilidad y la entidad de la fuerza a sus órdenes. 5 QUEVEDO, A. y SIDRO, J., op. cit., p. 578. CAPÍTULO 5. LOS PRIMEROS JEFES Y OFICIALES DE LA GUARDIA CIVIL 281 Por consiguiente, resulta relevante analizar el factor político en los primeros jefes de tercio y los responsables de la Secretaría de la Inspección General de la Guardia Civil desde la doble vertiente de las implicaciones ideológicas de su proceder y, sobre todo, de cómo les afectaron los acontecimientos de la dinámica política nacional, tanto antes como después de comenzar a prestar servicio en la Guardia Civil. Como también exponíamos en el Capítulo 4, un ejemplo de jefe con ideas claramente progresistas, aunque hizo también sus guiños al carlismo, lo tenemos en el coronel -luego brigadier- Carlos María de la Torre Navacerrada, primer Secretario de la Inspección General hasta 1850 y hombre de confianza de Ahumada, del que nos ocuparemos de forma específica más adelante. En el polo opuesto encontramos al brigadier José Gabarre y Zayas, Jefe del 7º Tercio de Granada hasta 1852, destacado mando carlista acogido al Convenio de Vergara, que combatió entre 1837 y 1839 en el bando contrario a los que ahora eran sus compañeros de armas en la Guardia Civil 6 . También hubo algún otro jefe que simpatizó con los seguidores del Pretendiente Don Carlos, si nos atenemos a sus antecedentes en el periodo de aquellos siete años que duró la primera guerra Carlista. El teniente coronel de Caballería León Palacios y Ortega, otro de los entusiastas seguidores de Ahumada, que se incorporó de los primeros a la Guardia Civil para hacerse cargo del Depósito de instrucción de Vicálvaro en el mismo mes de mayo de 1844, también había sido acusado de carlista. En 1834, cuando era teniente en el Regimiento de Caballería Extremadura, nº 3, fue acusado de haberse fugado con setenta caballos de la unidad en apoyo de la partida del cura Merino, motivo por el que fue separado del servicio. Pero no debió haber pruebas concluyentes sobre esta actuación, ya que después de acudir a la Reina, ésta intervino para reponerlo en su regimiento en diciembre de ese mismo año 7 . Por su parte, alguno con más inquietudes políticas como Pedro Alejandro De la Bárcena, liberal sin orientación muy definida, llegó a ser diputado en las 6 Expediente personal de José Gabarre y Zayas. AGMS/1ª/12G/Exp.0. 7 Expediente personal de León Palacios y Ortega. AGMS/1ª. La definición de un modelo de liderazgo en la etapa fundacional de la Guardia Civil 282 Cortes Constituyentes de 1837, cesado por causas políticas al poco de comenzar el Trienio de Espartero en 1840, y había sido previamente purificado tras por su sospechosa actitud al comienzo del Trienio Liberal en 1820. Aún tenemos a otro jefe cuyas peripecias merecen ser comentadas en este apartado. Un hombre carismático y de gran valía, como era el barón de Purgoldt de Löwenhardt, también de absoluta confianza de Ahumada, que formó parte de su equipo desde el primer momento, y a quien le confió el mando del 1º Tercio de Madrid. Carlos Purgoldt había solicitado la licencia del Ejército en 1816 para trasladarse con su familia a Francia, de donde era originaria, y se alistó en el Ejército francés. Más tarde, según consta en su expediente personal 8 , participó en el bloqueo y ocupación de San Sebastián en 1823, al igual que muchos otros voluntarios españoles, encuadrado en el Regimiento del Príncipe Luís de Hohenlohe, en la expedición de los Cien Mil Hijos de San Luís. Esta circunstancia de su vida militar nunca figurará en su hoja de servicios, que se limita a certificar que permaneció durante catorce años «al servicio de S. M. Cristianísima» de Francia. Pero lo cierto es que este pasado absolutista en modo alguno condicionó el desempeño profesional de Purgoldt. Antes al contrario, merecerá la confianza necesaria para ponerle durante el Bienio Progresista al frente de un tercio de la Guardia Civil tan delicado como el del distrito de Cataluña. En cuanto a los demás jefes, podemos adivinar sus ideas con cierta facilidad en el examen de sus expedientes personales, pero sobre todo, en la forma en que afrontaron los avatares políticos que les tocó vivir desde el Ejército y, más tarde, la Guardia Civil. A fin de encuadrar episodios concretos que contribuyan a la definición de un patrón común en los primeros jefes, pasamos a analizar en qué medida se vieron afectados por aquéllos. Aspecto muy relevante fue el papel jugado por cada uno a raíz del comienzo de la Regencia de Espartero y a lo largo de ese trienio. De los primeros jefes, sólo unos pocos ocuparon un destino en aquel periodo con cierta normalidad, como José Parián, José Hidalgo de Cisneros o Carlos María de la Torre. Respecto a los 8 Expediente personal de Carlos Purgoldt y de la Peña. AGMS/1ª. CAPÍTULO 5. LOS PRIMEROS JEFES Y OFICIALES DE LA GUARDIA CIVIL 283 restantes, José Gabarre, Martín Hormaechea y Francisco Palmés se exiliaron a Francia desde el primer momento. Carlos Purgoldt, León Palacios, Alejandro de la Bárcena, Antonio María de Alós, José Rizo o Tomás de Soto fueron cesados o solicitaron cuartel, cuando había transcurrido el primer año del periodo. Dentro de este trienio, resulta muy interesante analizar qué sucedió con cada uno de aquellos militares que permanecieron en España, a partir del fallido levantamiento moderado del 7 de octubre de 1841, de trágicas consecuencias para alguno de los sublevados. A este respecto, José de Castro fue condenado a seis años de presidio y cumplió condena en la prisión de La Coruña, hasta que fue liberado en 1843, tras haberse sublevado con su regimiento en Vitoria; José Rizo corrió la misma suerte al sublevarse en la misma plaza con el Regimiento de Castilla; Luís María Serrano se sublevó al frente de su batallón en el Regimiento de Zaragoza, por lo que fue condenado a muerte, huyendo a Francia; Tomás de Soto cruzó la frontera de Portugal con su unidad; y Alós fue declarado excedente en la Guardia Real la víspera del pronunciamiento, y apartado hasta el final del trienio esparterista. Recordemos que todos aquellos avatares sufridos por causas políticas y los levantamientos en que participaban los militares de la época, servían como aval para ocupar cargos y destinos, o se alzaban como dedos acusatorios, según el tinte político del Gobierno en cada momento. El triunfo de la revolución de 1854, que desembocó en el Bienio Progresista, será convenientemente analizado en el Capítulo 6 y, en relación con el papel desempeñado por la fuerza del 1º Tercio de Madrid, también en el Capítulo 9. Fue, sin duda, un importante punto de inflexión en la etapa fundacional de la Guardia Civil, cuyas consecuencias no afectaron de modo significativo al funcionamiento de la Institución y, a lo que ahora nos afecta, tampoco en lo referente a la jefatura de los tercios. A este respecto, sólo se produjo un relevo en los jefes de tercio tras el triunfo de la revolución de julio de 1854. Aquella revuelta tuvo una especial virulencia en Cataluña, principalmente en Barcelona, en que se desencadenó el conflicto de las selfactinas, con una huelga de importantes proporciones. El La definición de un modelo de liderazgo en la etapa fundacional de la Guardia Civil 284 Capitán General Ramón de la Rocha, ordenó duras medidas contra los huelguistas, y en el mes de agosto fue relevado por el general Domingo Dulce y Garay. Probablemente por haber apoyado de forma incondicional al anterior capitán general, se decidió relevar al brigadier Luís María Serrano como jefe del 2º Tercio de la Guardia Civil. Con tal motivo, el general Infante Chaves, que había sustituido ese mismo mes al duque de Ahumada al frente de la Guardia Civil, acudió al barón de Purgoldt, que fue destinado por Real Orden de 24 de septiembre al mando del Tercio de Barcelona, aunque no se incorporará hasta diciembre. Cuando se hizo cargo del puesto, el brigadier Serrano cesó y fue destinado a la isla de Cuba. Además, no sería esta la única vez que la firme postura de Serrano frente a las revueltas progresistas le ocasione un destierro, pues en octubre de 1868 fue también destinado; esta vez, a Canarias 9 . A la finalización del Bienio Progresista en 1856, coincidente con el comienzo del segundo periodo de Ahumada, no se produjeron cambios achacables al nuevo giro político, más allá del cese del brigadier Antonio María de Alós al frente del 1º Tercio de Madrid por su ascenso a mariscal de campo. Tal ascenso era consecuencia, precisamente, de su destacada participación en la sofocación de las revueltas en la capital de España en julio de ese año. 5.1.3 Un elemento clave: la participación en la primera guerra Carlista Que los jefes de la Guardia Civil que pasaron a formar parte del contingente inicial hubieran participado en la primera guerra Carlista, al menos en su gran mayoría, no parece que resulte especialmente revelador, teniendo en cuenta que todos ellos se encontraban en servicio activo durante aquel conflicto, y ostentando los empleos entre capitán y teniente coronel, de acuerdo con sus méritos y antigüedad. 9 Expedientes personales de Carlos Purgoldt y de la Peña, y de Luís María Serrano del Castillo y Arango. AGMS. CAPÍTULO 5. LOS PRIMEROS JEFES Y OFICIALES DE LA GUARDIA CIVIL 285 TERCIO GRADO EMPLEO NOMBRE Y APELLIDOS Cruces de San Fernando 1ª clase 2ª clase 4º Coronel JOSÉ HIDALGO DE CISNEROS Y GAZTAMBIDE 5º Coronel JOSÉ RIZO MORENO-BOZA 1 1 2º Coronel FRANCISCO PALMÉS Y DURÁN 1 3º Coronel JOSÉ MARÍA DE CASTRO 1 1 8º Coronel PEDRO ALEJANDRO DE LA BÁRCENA Y PONTE 1 7º Brigadier Coronel JOSÉ GABARRE Y ZAYAS 1 6º Coronel JOSÉ PARIÁN 1 1º Coronel CARLOS PURGOLDT Y DE LA PEÑA 2 1º Coronel Teniente coronel MARTÍN DE HORMAECHEA ROIG 10º Coronel Teniente coronel ANTONIO MARÍA DE ALÓS Y LÓPEZ DE HARO 2 12º Coronel Teniente coronel LUÍS MARÍA SERRANO DEL CASTILLO Y ARANGO 4 9º Teniente coronel TOMÁS DE SOTO Y FREIRE 1 11º Coronel Teniente coronel LEÓN PALACIOS Y ORTEGA 2 Imagen 5.3. Condecoraciones de la Orden de San Fernando que ostentaban los primeros jefes de tercio de la Guardia Civil al ingresar en el Cuerpo en 1844. Fuente: Elaboración propia a partir del Escalafón de antigüedad de jefes y oficiales de 1845. De hecho, sabemos que todos los jefes de tercio, excepto, según parece, y al menos de forma directa, Hidalgo de Cisneros, combatieron en la primera guerra Carlista. También sabemos que el brigadier Gabarre participó en aquella guerra, aunque en el bando carlista. Todos ellos participaron por tiempo diferente y con reconocimientos diversos por su actuación, aunque la mayor parte fueron merecedores de recompensas. En este sentido, al ingresar en el Cuerpo todos ellos tenían concedidas una o dos cruces de San Fernando, de primera o segunda clase, con excepción del propio Hidalgo de Cisneros y Martín Hormaechea. La definición de un modelo de liderazgo en la etapa fundacional de la Guardia Civil 286 En cuanto a los secretarios de la Inspección General de la Guardia Civil, podemos hacer la misma afirmación que respecto a los anteriores. Lo que sí se nos antoja digno de una reflexión es el hecho de que, de los primeros trece jefes de tercio y los tres primeros secretarios de la Inspección General, la mitad coincidieran combatiendo en la batalla de Arlabán, en enero y mayo de 1836 y, al menos, otros seis en la de Mendigorría en julio de 1835, en la que varios resultaron heridos o fueron recompensados por su actuación. En el caso de los tres secretarios que coincidieron con Ahumada en la Inspección General, los tres combatieron en Mendigorría, y De la Torre y Olmedo, además, resultaron heridos en aquella acción. También hay otros frentes donde coincidieron buena parte de aquellos jefes, como el sitio de Bilbao o el que dio lugar a la rendición de Morella. Tampoco parece casualidad que varios coincidieran con Narváez y Ahumada en el Ejército de Reserva de Andalucía en 1838, o en el Ejército del Centro en 1839 y 1840. La primera razón por la que se dan estas coincidencias, a nuestro entender, es porque la mayor parte de aquellos oficiales participaron en las campañas más importantes de la guerra al frente de sus unidades –secciones, compañías o batallones-, que principalmente eran de Granaderos, Cazadores de la Guardia, unidades de la Guardia Real de Infantería o de la Guardia Real Provincial. En todo caso, se trataba de unidades que, por su especial preparación y por estar mejor dotadas en medios humanos y materiales, actuaban en primera línea. Ello explica también el importante número de estos oficiales que resultaron heridos en combate y que fueron recompensados por su actuación en ellos, bien con condecoraciones o concediendo ascensos en empleos y grados. Pero no es la única. Otra razón patente es la coincidencia en los escenarios bélicos de aquellos oficiales entre sí y, principalmente, haber permanecido a las órdenes de quienes años más tarde, recordarán el comportamiento de aquellos valientes oficiales: Ramón Narváez y Francisco Javier Girón, más tarde duque de Ahumada. CAPÍTULO 5. LOS PRIMEROS JEFES Y OFICIALES DE LA GUARDIA CIVIL 287 Ahumada no estuvo presente en el frente norte durante la guerra, pero Narváez sí. Sabemos que el de Loja tuvo una destacada actuación al frente del batallón del Infante en la batalla de Mendigorría, que le valió el ascenso a teniente coronel. Entre los participantes en aquella batalla se encontraban algunos de los que más tarde serían los principales hombres de confianza del fundador de la Guardia Civil, como Antonio Alós, Luís María Serrano, Carlos de la Torre y Javier Olmedo. Posteriormente, Narváez participó en enero de 1836 en la batalla de Arlabán al mando de una brigada, resultando herido y obteniendo el ascenso a brigadier. Allí pudo conocer a todos aquellos oficiales o, al menos, tener referencias sobre su actuación, que fueran relevantes para su elección en 1844. Cuando Narváez organizó el Ejército de Reserva de Andalucía, sabemos que solicitó la presencia de Ahumada. Pero creemos que no fue el único, sino que también lo hizo con otros oficiales. Uno de ellos fue Carlos María de la Torre, que sería luego primer secretario de la Inspección General de la Guardia Civil, destinado en octubre de 1838 a las órdenes directas del general Narváez. Otro fue Luís María Serrano, que mandó un batallón de granaderos, encuadrado en aquella unidad. Este oficial, más tarde comprometido en el levantamiento de 1841, se exilió a Francia y en 1843 desembarcó en Valencia junto a Narváez, participando a las órdenes del general en la batalla de Torrejón de Ardoz. Probablemente fue el propio Narváez quien le reclamó para formar parte de la Guardia Civil, cuando se encontraba ya a punto de embarcar para Filipinas. También Fernando Boville, jefe del Tercio de Galicia desde 1850, y Crispín Jiménez de Sandoval, tercer secretario de la Inspección General, estuvieron encuadrados en una unidad de aquel Ejército de Reserva en 1838. En cuanto a Francisco Javier Girón, pensamos que tuvo una participación directa en la elección de aquellos oficiales que habían coincidido con él en su trayectoria profesional, dejando rastro en aquella mente organizadora y que tanto valoraba un buen equipo a su alrededor. Podemos incluir aquí, en primer lugar, a Francisco Javier de Olmedo, subteniente en el Regimiento Provincial de Granada que Girón comenzó a mandar La definición de un modelo de liderazgo en la etapa fundacional de la Guardia Civil 288 en 1830, cuando ascendió a coronel. Más tarde, a Antonio María de Alós, a quien tuvo a sus órdenes en la Guardia Real en 1836, persiguiendo las partidas carlistas que amenazaban Madrid y los reales sitios. Ya durante la guerra, a Carlos María de la Torre y a Luís Serrano en el Ejército de Reserva, en las operaciones de Toledo y Ávila en 1838; y nuevamente a De la Torre y Olmedo en los estados mayores del Ejército del Centro en 1839. Y finalmente, a Carlos Purgoldt y a León Palacios, ambos en las acciones del Castillo de Aliaga, La Cenia y otras en el frente del Maestrazgo en 1840, el primero combatiendo bravamente al frente de su batallón y el segundo, a las órdenes directas del general Leopoldo O´Donnell, «donde su sable era reputado como el mejor cuando mandaba la escolta» 10 . Por último, también pudieron tener su participación los jefes de las grandes unidades intervinientes en la guerra Carlista, en la selección de los oficiales en ellas encuadrados, para integrar la Guardia Civil. Es el caso del general Fernando Fernández de Córdova, amigo de Ahumada, o del propio general O´Donnell, como jefe del Ejército del Centro. Respecto a los jefes que no podemos encuadrar en los párrafos anteriores, por no haber tenido participación en aquellos escenarios, para ser seleccionados para su ingreso en la Guardia Civil, pudieron haber sido objeto de alguna recomendación en atención a sus relevantes servicios; a haber sido represaliados por su activa participación durante la Regencia esparterista; o simplemente, por resultar los más aptos entre los propuestos para el mando de los tercios que solicitaban. 5.1.4 Destinos y situaciones de procedencia En cuanto a los destinos que ocupaban aquellos primeros jefes en el momento de incorporarse a la Guardia Civil, encontramos una particularidad reseñable, respecto a otros oficiales. A diferencia del personal de otros empleos, en que era muy escaso el que se encontraba sin destino, no ocurre lo mismo en el 10 QUEVEDO, A. y SIDRO, J., op. cit., p. 730. CAPÍTULO 5. LOS PRIMEROS JEFES Y OFICIALES DE LA GUARDIA CIVIL 289 caso de los jefes de tercio. Esta circunstancia es justificable por la difícil situación que atravesaron buena parte de ellos hasta julio de 1843, como hemos visto, además de la fuerte inflación que sufrían los cuadros de mando en estos empleos, de la que también hemos hablado. Si examinamos los escalafones de los coroneles del Ejército en aquel momento, la situación para ocupar un destino de mando era difícil. Al comenzar el año 1843, todavía en el trienio esparterista, en el escalafón de Infantería figuraban 29 coroneles destinados, otros 43 en situación de supernumerario – encuadrados en unidades, pero sin destino efectivo- y 12 excedentes 11 . Pero al comenzar 1845, cuando ya se habían colocado los primeros jefes de tercio de la Guardia Civil, a los 42 coroneles de Infantería con destino en cuerpos y en comisiones de servicio, se oponían otros tantos en situación de reemplazo 12 . Respecto al Arma de Caballería, la situación al comienzo de 1845 era similar, con 25 coroneles destinados o comisionados y otros 33 de reemplazo 13 . A este respecto hay que decir que era únicamente de aquellos coroneles, que figuraban en los escalafones, de los que podía nutrirse la Guardia Civil, de acuerdo con el Real Decreto de 13 de mayo de 1844. En cuanto al primer contingente de jefes que pasó a integrarse en la Guardia Civil, cuatro se encontraban en situación de reemplazo: los coroneles Rizo y Parián, y los tenientes coroneles Alós y Palacios. Además, el brigadier Gabarre se hallaba de cuartel. Los que estaban mandando unidad, sin duda se sintieron atraídos por el nuevo proyecto que suponía la creación de un cuerpo de seguridad y creyeron en sus promotores. Los que no ostentaban mando o se encontraban de reemplazo vieron, además, la oportunidad de un destino novedoso y bien retribuido. 11 Escalafón General de los Jefes y Oficiales de Infantería del año 1842. 12 Escalafón General de los Jefes y Oficiales de Infantería del año 1845. 13 Escalafón General de los Jefes y Oficiales de Caballería del año 1845. La definición de un modelo de liderazgo en la etapa fundacional de la Guardia Civil 290 NOMBRE EMPLEO DESTINOS AL INGRESO EN LA GUARDIA CIVIL CARLOS PURGOLDT Y DE LA PEÑA Coronel Mando regimiento Infantería FRANCISCO PALMÉS Y DURÁN Coronel Comisión de servicio JOSÉ MARÍA DE CASTRO Coronel Mando regimiento Caballería JOSÉ HIDALGO DE CISNEROS Y GAZTAMBIDE Coronel Mando regimiento provincial JOSÉ RIZO MORENO-BOZA Coronel Reemplazo JOSÉ PARIÁN Coronel Reemplazo JOSÉ GABARRE Y ZAYAS Brigadier Cuartel PEDRO ALEJANDRO DE LA BÁRCENA Y PONTE Coronel Mando regimiento provincial TOMÁS DE SOTO Y FREIRE Teniente coronel Mando regimiento Infantería ANTONIO MARÍA DE ALÓS Y LÓPEZ DE HARO Teniente coronel Reemplazo LEÓN PALACIOS Y ORTEGA Teniente coronel Reemplazo LUÍS MARÍA SERRANO DEL CASTILLO Y ARANGO Teniente coronel Destinado a Filipinas MARTÍN DE HORMAECHEA ROIG Teniente coronel Comisión de servicio Imagen 5.4. Destinos y situaciones de procedencia de los primeros jefes de tercio en el momento del ingreso en la Guardia Civil en 1844. Fuente: Elaboración propia a partir de sus expedientes personales. También encontramos dos casos singulares. El de Luís María Serrano, que destinado a las Islas Filipinas, se hallaba en expectativa de buque para zarpar, pero que no dudó en embarcarse en una aventura mayor como era, en aquel momento, la Guardia Civil. Otro caso, bien diferente, es el del coronel Rizo, que se encontraba de reemplazo en expectación de retiro. Pese a su edad y estado de salud, solicitó el ingreso en el Cuerpo, falleciendo dos años más tarde. Este ejemplo nos da idea de que no parece que fueran muchos los coroneles que mostraron un especial entusiasmo o interés por formar parte de un nuevo cuerpo CAPÍTULO 5. LOS PRIMEROS JEFES Y OFICIALES DE LA GUARDIA CIVIL 291 que, no en vano, era visto entonces con cierto escepticismo desde la Institución militar. 5.1.5 Relevos al frente de los tercios Para completar este primer estudio, vamos a analizar brevemente las causas y circunstancias en que se produjeron los relevos al frente de los tercios en aquellos primeros años. Tenemos que decir que la mayor parte de los relevos se produjeron de forma natural, motivados por el ascenso a brigadier o a mariscal de campo de sus titulares, o bien por razones de edad, con frecuencia precedidos de pases a situación de cuartel, cuando la salud se hallaba más quebrantada. También se produjo una baja por el temprano fallecimiento en mayo de 1850 del coronel José María de Castro, jefe del 3º Tercio de Sevilla, justo cuando se disponía a hacerse cargo del tercio de La Coruña. Este cambio se había aprobado por Ahumada tras haber solicitado de mutuo acuerdo una permuta con el coronel Purgoldt, que había sido destinado a Galicia, procedente de cuartel. El tercio gallego había quedado vacante en julio de 1849, al solicitar cuartel el coronel Martín Hormaechea, que lo mandaba, previo a su pase a retiro el año siguiente. En cuanto a circunstancias políticas que provocaran ceses o traslados, sólo contabilizamos dos casos, que deben considerarse excepcionales: el ya apuntado en el 2º Tercio de Cataluña en 1854, en que Purgoldt se hizo cargo de la unidad y Luís María Serrano era enviado a Cuba; y el cese de José Rizo al frente del 5º Tercio de Galicia, con motivo del levantamiento de 1846 en que participó el primer capitán Buceta, jefe de provincia de Pontevedra, en un episodio aislado en la historia del Cuerpo al que nos referiremos al final de este capítulo. En el Capítulo 7 analizaremos la trayectoria general al frente de los tercios en todo el periodo estudiado. De acuerdo con lo expuesto y el resultado de nuestro estudio, podemos definir el perfil de los primeros jefes de la Guardia Civil, en líneas generales, en los términos siguientes: Se trata de un coronel o teniente coronel procedente de las La definición de un modelo de liderazgo en la etapa fundacional de la Guardia Civil 292 Armas de Infantería o Caballería del Ejército, de condición noble, que ingresó en la milicia siendo niño por gracia especial, como cadete u oficial, y que desempeñó buena parte de su carrera en unidades de la Guardia Real. Combatió en la primera guerra Carlista en el bando isabelino, en los empleos de capitán y comandante. Mandando su compañía o batallón de granaderos o cazadores de la Guardia Real, destacó por su valor y abnegación en algunas de las principales batallas del frente norte, como Mendigorría o Arlabán. Como consecuencia de su actuación, resultó herido y fue recompensado con la concesión de una o dos cruces de San Fernando. En 1841 tuvo una activa participación en el levantamiento de octubre de ese año, por lo que hubo de huir o sufrió prisión por ello, al fracasar aquel movimiento. En 1843 volvió a mandar una unidad del Ejército hasta que, atraído por la posibilidad de formar parte de la nueva Guardia Civil, solicitó y obtuvo el ingreso en el Cuerpo en septiembre de 1844. Para ello, fue propuesto previamente por el duque de Ahumada al apreciar sus virtudes militares, bien por conocerlo personalmente, o a través de alguno de sus jefes durante la reciente guerra Carlista. 5.2 LOS PRIMEROS OFICIALES: APROXIMACIÓN A SUS PERFILES 5.2.1 Procedencia y aspectos generales Los primeros jefes y oficiales que se incorporaron a la Guardia Civil, de acuerdo con lo que se exigía en el artículo 21 del Real Decreto de 13 de mayo de 1844, debían encontrarse, para optar a ello, en situación de activo y pasar revista de presente en los regimientos o en los depósitos de reemplazo. Esta medida fue, sin duda, muy acertada, porque aportó calidad a la primera recluta de los cuadros de mando. Pero además, fueron muy escasos los oficiales integrantes del contingente inicial que se encontraban de reemplazo al ingresar en el Cuerpo. Antes al contrario, la mayoría estaban destinados en los regimientos de Infantería y Caballería y en los batallones de Milicias Provinciales. CAPÍTULO 5. LOS PRIMEROS JEFES Y OFICIALES DE LA GUARDIA CIVIL En términos porcentuales, jefes y oficiales que integraron el primer contingente estaban destinados en regimientos de Infantería, mientras que el 26% procedían de batallones de Milicias Provinciales. regimientos de este Arma; y el 1 servicio en diferentes órganos y unidades, y unos pocos en situación de reemplazo. Imagen 5.5. Procedencia de los en 1844, en términos porcentuales. Fue escalafones de jefes y oficiales y expedientes personales. Analizando estos datos, r oficiales procedentes de Milicias, en relación a los del Arma de Infantería del Ejército, teniendo en cuenta que, a priori, deberían ser preferidos éstos en relación a aquéllos. Además, la Guardia Civil tenía consideración de Arma, a efectos de la incorporación desde otros Institutos, de modo que los tenientes de Milicias Provinciales, como analizaremos con más detenimiento en el Capítulo 7, se incorporaban al Cuerpo en el empleo de subteniente. Pero lo cierto es que aquellos oficiales de Milicias que, al margen de las cualidades personales de cada uno, los hacían idóneos para integrar las filas de la Guardia Civil. 26% Procedencia de los primeros jefes y oficiales Rgtos. Infantería Bones. Milicias P. LOS PRIMEROS JEFES Y OFICIALES DE LA GUARDIA CIVIL En términos porcentuales, y sin diferenciar empleos militares, el 43% de los jefes y oficiales que integraron el primer contingente estaban destinados en regimientos de Infantería, mientras que el 26% procedían de batallones de . El 12%, pertenecientes a Caballería, procedían de regimientos de este Arma; y el 19% restante, se encontraban en comisión de servicio en diferentes órganos y unidades, y unos pocos en situación de Procedencia de los primeros jefes y oficiales que pasaron a integrar la Guardia Civil en 1844, en términos porcentuales. Fuente: Elaboración propia a partir de la Gaceta de Madrid escalafones de jefes y oficiales y expedientes personales. Analizando estos datos, resulta llamativo el alto porcentaje de los procedentes de Milicias, en relación a los del Arma de Infantería del , teniendo en cuenta que, a priori, deberían ser preferidos éstos en relación , la Guardia Civil tenía consideración de Arma, a efectos de la incorporación desde otros Institutos, de modo que los tenientes de Milicias Provinciales, como analizaremos con más detenimiento en el Capítulo 7, se incorporaban al Cuerpo en el empleo de subteniente. Pero lo cierto es que aquellos oficiales de Milicias contaban con un perfil que, al margen de las cualidades personales de cada uno, los hacían idóneos para integrar las filas de la Guardia Civil. Los batallones de Milicias 43% 12% 26% 19% Procedencia de los primeros jefes y oficiales Rgtos. Infantería Rgtos. Caballería Bones. Milicias P. Comisiones, reemplazo y otros LOS PRIMEROS JEFES Y OFICIALES DE LA GUARDIA CIVIL 293 diferenciar empleos militares, el 43% de los jefes y oficiales que integraron el primer contingente estaban destinados en regimientos de Infantería, mientras que el 26% procedían de batallones de procedían de se encontraban en comisión de servicio en diferentes órganos y unidades, y unos pocos en situación de la Guardia Civil Gaceta de Madrid, esulta llamativo el alto porcentaje de los jefes y procedentes de Milicias, en relación a los del Arma de Infantería del , teniendo en cuenta que, a priori, deberían ser preferidos éstos en relación , la Guardia Civil tenía consideración de Arma, a efectos de la incorporación desde otros Institutos, de modo que los tenientes de Milicias Provinciales, como analizaremos con más detenimiento en el Capítulo 7, se contaban con un perfil que, al margen de las cualidades personales de cada uno, los hacían idóneos para de Milicias estaban más Comisiones, reemplazo y otros La definición de un modelo de liderazgo en la etapa fundacional de la Guardia Civil 294 habituados que las unidades del Ejército a atender misiones y servicios de seguridad y orden en las provincias en que estaban desplegados; y por ende, también al trato con la población. Además, sus miembros eran, normalmente, naturales de las mismas provincias, e incluso, de las poblaciones en que tenían su sede. Los oficiales de estas unidades, por otra parte, solían proceder de familias influyentes y con buena posición económica en las comarcas donde prestaban servicio, lo que los convertía en personas naturalmente respetables, con capacidad de ejercer esa influencia en la población y perfectos conocedores de la problemática de sus territorios. Sin duda, partían con una importante ventaja al incorporarse a la Guardia Civil. Por último, no olvidemos que el duque de Ahumada tenía una gran confianza –y aprecio personal- hacia las unidades de Milicias Provinciales, ya que él había permanecido destinado como oficial durante toda su juventud en un batallón de la Guardia Real Provincial. Es muy probable, además, que estos oficiales procedieran de las mejores unidades de Milicias. En modo similar a como sucedía en el Ejército, los batallones de Milicias de la Guardia Real reunían a sus mejores hombres en la 1ª compañía de preferencia, integrada por los granaderos, y la 2ª compañía de preferencia, por los cazadores. Ahumada los conocía bien, por lo que es muy probable que los oficiales fueran escogidos entre los que integraban estas unidades, mayoritariamente. Un aspecto relevante para nuestro estudio que afecta a todos los jefes y oficiales es el elevado número de ellos para quienes consta, en los primeros escalafones, la antigüedad de 21 de agosto de 1843 en su último empleo. Esta fue la fecha que se convino para fijar la antigüedad de aquellos jefes y oficiales a los que se les concedió el ascenso al empleo inmediato superior por haber participado activamente en el levantamiento que derribó a Espartero aquel verano, medida de gracia a la que ya nos hemos referido en el Capítulo 4. En todos ellos, se daba una doble circunstancia. La primera de ellas era la de tener, por lo general, una edad sensiblemente inferior a la media en el nuevo CAPÍTULO 5. LOS PRIMEROS JEFES Y OFICIALES DE LA GUARDIA CIVIL 295 empleo obtenido, lo que les permitiría ostentarlo durante un tiempo prolongado y con la suficiente juventud en la Guardia Civil. La segunda, que el reciente ascenso –apenas un año antes de la organización del Cuerpo- había dejado sin destino a la mayor parte de aquellos jefes y oficiales, que vieron en la Guardia Civil una oportunidad para continuar su carrera. Si analizamos el primer contingente, el de mayor graduación con la antigüedad de 21 de agosto de 1843 fue el coronel José Parián, jefe del 6º Tercio de Zaragoza hasta 1850, y que se encontraba de reemplazo al ingresar en el Cuerpo. Entre los primeros capitanes –todos ellos, primeros y segundos comandantes en el Ejército- resulta muy llamativo el hecho de que de los 30 que integraron el primer contingente, procedentes de infantería, 18 de ellos –más de la mitad- ostentaran esa antigüedad de 21 de agosto de 1843. En este caso, no nos consta para buena parte de ellos la unidad de procedencia al ingresar en la Guardia Civil, lo que refuerza la idea de que se hallaban sin destino, al menos, una parte importante de ellos. Respecto a este personal, además, resultaba especialmente útil que tuvieran una larga trayectoria en su empleo recién obtenido, ya que se encontraban, por regla general, entre los más jóvenes. Tal vez este aspecto influyó en el fundador para decantarse por este perfil de oficiales en un empleo clave para la nueva Guardia Civil, como era el de primer capitán; es decir, los llamados a ser jefes de provincia. En cuanto a los 6 primeros capitanes de caballería del contingente inicial, ninguno ostentaba esa antigüedad. En relación a los segundos capitanes, la situación cambia por completo: de los 42 de infantería y 11 de caballería, sólo el capitán Juan Álvarez ostentaba aquella antigüedad de gracia. También son pocos en el empleo de teniente: de los 60 de infantería y 20 de caballería, sólo 7 tenían aquella antigüedad. Por último, de los 29 subtenientes de infantería y los 13 alféreces de caballería, 4 subtenientes y el alférez Francisco Palomo habían ascendido con antigüedad de 21 de agosto de 1843. La definición de un modelo de liderazgo en la etapa fundacional de la Guardia Civil 296 5.2.2 El antecedente común de la guerra Carlista Ya expusimos en el capítulo anterior cómo Quevedo y Sidro (1858) nos aseguraban que el duque de Ahumada había buscado a los jefes y oficiales que debían ocupar los primeros puestos de mando en la Guardia Civil entre los que más habían destacado en la guerra Carlista 14 . También hemos visto que esta afirmación es perfectamente coherente, de acuerdo con el análisis de la trayectoria de los primeros jefes de la Guardia Civil que llevamos a cabo en el apartado 5.1. En cuanto al resto de oficiales, aunque tal afirmación pudiera resultar demasiado generalista, lo cierto es que esta cuestión merece un especial análisis, de gran interés para nuestro estudio. En primer lugar, también parece evidente que la inmensa mayoría –si no todos- los primeros y segundos capitanes, tuvieron su participación en la guerra en los empleos de capitán o teniente. De hecho, la mayor parte de los capitanes obtuvieron su empleo entre 1837 y 1840, en la segunda mitad del conflicto. A este respecto, disponemos de casos documentados en que Ahumada conoció a oficiales que tuvieron actuaciones destacadas en la guerra, y ello fue determinante para que les ofreciera formar parte de la Guardia Civil. Tal es el caso, no sólo de buena parte de los jefes de tercio, como hemos visto, sino también en empleos inferiores, como los comandantes Jiménez Bueno y Cialdini Santián, a los que nos referiremos más adelante. De todas formas, Ahumada pudo conocer el grado de participación y en qué medida destacaron en la guerra Carlista los oficiales que optaron al ingreso en la Guardia Civil, ya que era preceptivo disponer de la hoja de servicios actualizada de todos ellos, antes de formular la propuesta de destino. Por otra parte, como ya expusimos para los jefes, Ahumada contaba también con referentes de primera magnitud para calibrar las cualidades militares de aquellos hombres, como eran los propios generales Narváez, O´Donnell o Fernández de Córdova, a cuyas órdenes habrían servido muchos de ellos. 14 QUEVEDO, A. y SIDRO, J., op. cit., p. 576. CAPÍTULO 5. LOS PRIMEROS JEFES Y OFICIALES DE LA GUARDIA CIVIL 297 Como elemento objetivo, contamos con la referencia de las recompensas que constan a todos ellos en el momento de ingresar en la Guardia Civil, lo que denota, no sólo su participación en la guerra -o, eventualmente, otros hechos de armas-, sino actuaciones muy destacadas. Durante la primera guerra Carlista, era habitual que después de una acción de combate que terminaba con victoria del bando isabelino, el Gobierno ofreciera un número determinado de cruces de San Fernando, en sus diferentes categorías, para recompensar a los más destacados, por cupos de unidades y empleos militares. De este modo, podemos afirmar que, si bien estos cupos, que eran bastante limitados, probablemente atendían a compensar las propuestas de personal participante en diferentes acciones, para no generar malestar, también parece evidente que no se concederían a quien no se hiciera suficientemente acreedor a este reconocimiento. Contabilizadas estas recompensas, resulta que entre los 36 primeros capitanes del contingente inicial, totalizaban 28 cruces de San Fernando de primera clase; y los 53 capitanes, totalizaban 32 condecoraciones de este tipo. Entre los 122 oficiales subalternos –tenientes, subtenientes y alféreces-, tan sólo se contabilizan 21 cruces, pues contaban con menos años de servicio y, sobre todo, apenas coincidieron en activo con el final de la guerra Carlista. La gran mayoría de estas condecoraciones fueron concedidas por acciones meritorias en la primera guerra Carlista. Si analizamos ahora las fechas de concesión y los hechos por los que se hicieron acreedores sus protagonistas, vemos que se concentran en los años más duros de la guerra, entre 1835 y 1839, y en los principales frentes de batalla. En aquellas fechas, estos oficiales ostentaban los empleos entre subteniente y capitán, mandando unidades de la entidad correspondiente a su graduación. Entre estas unidades, predominaban las de granaderos y cazadores, las de mayor prestigio. Hay que precisar, por tanto, que el personal que integró el primer grupo de oficiales de la Guardia Civil no sólo estuvo en su inmensa mayoría entre los que participaron en aquellas acciones de guerra, sino que, además, muchos de ellos se significaron por tener una actuación muy destacada. La definición de un modelo de liderazgo en la etapa fundacional de la Guardia Civil 298 En relación con la participación en la guerra de los primeros jefes y oficiales, también resulta muy interesante analizar cuántos de ellos se habían acogido en su momento al Convenio de Vergara; esto es, quiénes de aquellos mandos habían combatido en el bando carlista y, posteriormente, recuperado sus empleos, honores y distinciones para integrar, en este caso, las filas de la Guardia Civil. A este respecto, ya sabemos que hubo un miembro destacado de los «convenidos» en el primer contingente, como fue el brigadier Gabarre, y que permaneció al frente del 7º Tercio de Granada hasta 1852. Pero pensamos que hubo, al menos, otros dos oficiales carlistas. El primero de ellos fue, probablemente, el segundo comandante Vicente Azcárraga Rementería, que ingresó en el Cuerpo como primer capitán con antigüedad de 21 de agosto de 1843, por lo que fue de los agraciados con el ascenso generalizado concedido por el levantamiento contra Espartero. Pero en el escalafón de 1848 aparece con el reconocimiento de una antigüedad mayor, que es la de 31 de agosto de 1839. Esta era, ni más ni menos, la antigüedad que se reconocía, en cada empleo, a los oficiales acogidos al Convenio de Vergara 15 , firmado en aquella fecha. Además, se da la circunstancia de que el segundo comandante Azcárraga había ingresado en la Guardia Civil por recomendación de Narváez 16 , siendo comisionado para recibir a los licenciados y paisanos que se incorporaban al 10º Tercio de Navarra, y nombrado, seguidamente, jefe de provincia de Pamplona. Su desempeño debió ser más que notable, porque en 1850 ya se le habían concedido dos cruces de San Fernando de 1ª clase. Una de esas condecoraciones, al menos, le fue concedida en 1849, precisamente, por su actuación en la segunda guerra Carlista. El segundo de estos oficiales fue el teniente Juan Argente, ingresado en el Cuerpo probablemente en 1847, a quien le consta en el escalafón de 1848 la antigüedad en su empleo de 31 de agosto de 1839. 15 Escalafón general de los jefes y oficiales de Infantería al comienzo de 1843. 16 Carta de Ahumada al general Narváez, de fecha 2 de julio de 1844. Archivo Narváez, RAH. CAPÍTULO 5. LOS PRIMEROS JEFES Y OFICIALES DE LA GUARDIA CIVIL 299 5.2.3 Perfiles de carrera de los oficiales subalternos Una vez analizados los aspectos generales que definen los rasgos comunes más relevantes de los oficiales, vamos a considerar otros que configuran el perfil específico de cada empleo, hasta donde ha podido alcanzar nuestra investigación. Ya sabemos que los llamados oficiales subalternos; esto es, los subtenientes, alféreces y tenientes que pretendían optar al ingreso en la Guardia Civil, además de carecer de notas desfavorables en su documentación personal, debían contar con una edad comprendida entre los 30 y los 40 años. Aquel margen de edades resultaba excesivo, como ya había denunciado Ahumada, según lo expusimos en el Capítulo 4, porque consideraba que no había subtenientes con esas edades, sino sólo tenientes, y éstos, únicamente los procedentes de las clases de tropa. Por ello, el fundador sugirió rebajar los límites inferiores a 25 años para los subtenientes, y a 28 para los tenientes, porque claramente quería evitar el ingreso de oficiales que procedieran de la clase de sargentos primeros 17 . Como veremos en el Capítulo 7, aquellas prevenciones de Ahumada sobre los sargentos del Ejército, justificadas por su experiencia en las revistas de inspección, y por tanto, respecto a los oficiales procedentes de tropa, se desvanecerán pronto respecto a los sargentos primeros de la Guardia Civil, que ya habían recibido la impronta del Instituto. Además, como ahora veremos, fue importante el número de los oficiales procedentes de sargento que ingresaron en el primer contingente, entre los que se encontrarían, sin duda, los de más acreditada hoja de servicios en el Ejército. Volviendo a los límites de edad, tenemos constancia de que fueron inferiores, incluso, a partir de la Real Orden de 15 de abril de 1858 18 , que modificaba el Reglamento Militar de la Guardia Civil. Esta norma establecía el ingreso en los empleos de subteniente o alférez en la edad mínima de 22 años, siempre que se hubieran desempeñado las funciones de su empleo durante, al menos, un año en un regimiento, y se contara con más de cuatro años de servicio. 17 Carta de Ahumada al general Narváez, de fecha 2 de julio de 1844. Archivo Narváez, RAH. 18 Real Orden de 15 de abril de 1858 y circular de la misma fecha. Recopilación, op. cit., tomo XIII. SEHGC. La definición de un modelo de liderazgo en la etapa fundacional de la Guardia Civil 300 Por tanto, pensamos que fue ésta la edad establecida para estos empleos desde un principio. Respecto a los demás empleos a que se abrió la posibilidad de ingreso a partir de aquel año 1858, se estableció la edad mínima para tenientes en los 25 años y para capitanes, en 26. Si examinamos los escalafones iniciales, podemos afirmar que en torno a las dos terceras partes de los subtenientes y alféreces del primer contingente procedían de colegios militares, y para los ingresados en el Ejército hasta 1842, también procedentes de cadetes de Cuerpo y de soldados distinguidos. El tercio restante correspondía a los oficiales procedentes de la clase de sargento. Este porcentaje, no obstante, bascula hasta igualarse en ambas procedencias para el empleo de tenientes, cuyo colectivo era más numeroso. Aquel perfil no era, probablemente, el que ansiaba el fundador del Cuerpo, pero sin duda era la mejor solución posible en el escenario que se presentaba en 1844, teniendo en cuenta, además, el rigor que se imprimió a la selección de aquellos hombres. Respecto a los subtenientes de infantería, su antigüedad al ingresar en la Guardia Civil va de 1838 a 1844. Sólo hay 3 del primer año, mientras que 8 son de la promoción de 1839 y el resto, de 1840 a 1844. Los de 1838, pese a su antigüedad de 6 años al ingresar en el Cuerpo, proceden de colegios militares. Conocemos el caso, a modo de muestra, del subteniente Vidal Tejerina Pessi, que adquirirá fama años más tarde en su lucha contra el bandolerismo andaluz en la provincia de Málaga, y que había ingresado con tan sólo 13 años de edad en el Colegio de Jóvenes de la Brigada Real de Artillería 19 . Cuando ingresó en la Guardia Civil, como uno de los más veteranos en edad, tenía 31 años. En cuanto a los que tienen antigüedad de 1839, la mayor parte son muy jóvenes. Es el caso de Bernardino Roca de Togores, que fue promovido a subteniente en enero de ese año, tras cursar sus estudios en el Colegio General Militar de Segovia, y que al ingresar en el Cuerpo, junto a otros con la misma antigüedad, contaba tan sólo con 22 años. Un caso llamativo entre los subtenientes de 1839 ingresados en la Guardia Civil es el de Francisco Schlek Cordulé, 19 Borrero González, J. L. (2017). Roa, el guerrillero de Antequera. CAPÍTULO 5. LOS PRIMEROS JEFES Y OFICIALES DE LA GUARDIA CIVIL 301 subteniente del Ejército francés que entró en España en julio de 1835 para combatir a los carlistas con la Legión Auxiliar Francesa, y que se quedó más tarde en España, integrándose en el Ejército con aquella antigüedad. Como tantos otros, fue condecorado por su destacada actuación en diferentes batallas y en otras acciones posteriores. Respecto a los ingresados en 1842, el subteniente Julián Laguardia Cano, que ingresó en el Cuerpo con 31 años y, probablemente, Vicente Torres, ambos con antigüedad de agosto de ese año, procedían de la clase de sargentos primeros. El primero, al menos, fue condecorado. Los 6 subtenientes que tenían antigüedad de 1843 y los 3 de 1844, revelan que se eximió en aquel primer contingente de contar con un tiempo mínimo en el empleo para optar al ingreso en el Cuerpo. De los primeros, 4 tenían antigüedad de 21 de agosto de 1843, y entre ellos los hay procedentes de sargento primero, como José Ezquerra, que ingresó con 33 años; y procedentes de cadete, como Francisco Ladrón de Guevara. Respecto a los 3 subtenientes de 1844, al menos uno de ellos es procedente de sargento primero, contando al ingreso con 33 años, por lo que es muy probable que todos ellos fueran ascendidos ese año con la misma procedencia. En cuanto a los 13 alféreces de caballería, las antigüedades se corresponden con los mismos años, por lo que ofrecen un perfil similar. No obstante, aquí el porcentaje de los procedentes de sargento primero es mayor, y con ello, las edades de ingreso. En todos ellos coincide la circunstancia de haber tenido una destacada actuación en la guerra Carlista. La media de tiempo de servicios, tanto para subtenientes como para alféreces, en el momento de ingresar en la Guardia Civil, era de tres años y medio. En cuanto a la edad media de ingreso, se sitúa en los 22 años para los procedentes de colegios militares y entre 31 y 33 años para los procedentes de sargento primero. Por último, todos ellos estaban destinados en regimientos y batallones en el momento de optar a integrarse en la Guardia Civil. La definición de un modelo de liderazgo en la etapa fundacional de la Guardia Civil 302 Imagen 5.6. Antigüedad en años de servicio de los subtenientes y alféreces que ingresaron en la Guardia Civil en 1844. Se resaltan en negrita los años de mayor presencia. propia a partir del Escalafón de antigüedad de jefes y oficiales de 1845. En lo referente a los tenientes, muy similares en los de infante subtenientes y alféreces. La media de antigüedad ingreso se sitúa en los cuatro años y medio, promociones de 1839 y 1840 de antigüedad, de acuerdo con la gráfica que se incluye a continuación. por tanto, que el perfil de procedencia es aquí más estable antigüedad, pero, como adelantamos, procedentes de las clases de tropa, hasta equilibrarse sensiblemente en torno al 50%. No obstante, entre los oficiales procedentes de las clases de tropa continúan siendo gran mayoría los que recibieron recompensas durante la guerra y resultaron heridos, además de abundar los que habían ingresado en el Ejército en plaza de soldado distinguido. 28% Antigüedad en el servicio de los subtenientes y alféreces al ingresar en la Guardia Civil en 1844 1838 La definición de un modelo de liderazgo en la etapa fundacional de la Guardia Civil en años de servicio de los subtenientes y alféreces que ingresaron en la Se resaltan en negrita los años de mayor presencia. Fuente: propia a partir del Escalafón de antigüedad de jefes y oficiales de 1845. En lo referente a los tenientes, los perfiles de antigüedad en el empleo son muy similares en los de infantería y caballería, y proporcionalmente, a los . La media de antigüedad en el empleo en el momento del os cuatro años y medio, destacando en número las promociones de 1839 y 1840, que se corresponden respectivamente con 5 y 4 años de antigüedad, de acuerdo con la gráfica que se incluye a continuación. por tanto, que el perfil de procedencia es aquí más estable en cuanto a la , como adelantamos, es superior el porcentaje de los oficiales dentes de las clases de tropa, hasta equilibrarse sensiblemente en torno al No obstante, entre los oficiales procedentes de las clases de tropa continúan siendo gran mayoría los que recibieron recompensas durante la guerra y resultaron de abundar los que habían ingresado en el Ejército en plaza de 12% 24% 12% 6% 9% 28% 9% Antigüedad en el servicio de los subtenientes y alféreces al ingresar en la Guardia Civil en 1844 1839 1840 1841 1842 1843 1844 La definición de un modelo de liderazgo en la etapa fundacional de la Guardia Civil en años de servicio de los subtenientes y alféreces que ingresaron en la nte: Elaboración los perfiles de antigüedad en el empleo son , y proporcionalmente, a los en el momento del destacando en número las te con 5 y 4 años de antigüedad, de acuerdo con la gráfica que se incluye a continuación. Vemos, en cuanto a la es superior el porcentaje de los oficiales dentes de las clases de tropa, hasta equilibrarse sensiblemente en torno al No obstante, entre los oficiales procedentes de las clases de tropa continúan siendo gran mayoría los que recibieron recompensas durante la guerra y resultaron de abundar los que habían ingresado en el Ejército en plaza de Antigüedad en el servicio de los subtenientes y alféreces al 1844 CAPÍTULO 5. LOS PRIMEROS JEFES Y OFICIALES DE LA GUARDIA CIVIL Imagen 5.7. Antigüedad en años 1844. Se resaltan en negrita los años de mayor presencia. Escalafón de antigüedad de jefes y oficiales de 1845. 5.2.4 Perfiles de carrera de los primeros y segundos capitanes Aquellos márgenes de edad excesivos para los oficiales subalternos, ingreso previsto para los capitanes hemos encontrado ninguno por debajo de la edad mínima, procedentes de la clase de sargentos que superaban la máxima, ent De nuevo nos hace pensar, bien en unas especiales condiciones en el aspirante a ingreso o en una escasez de candidatos idóneos. También personal una cierta experiencia años ejerciéndolo, y uno, al menos, mandando compañía los empleos anteriores, 1843 y 1844, por lo que, de nuevo, al tiempo de mando. En relación con la sitúa en los cinco años y medio 1840, con lo que se mantiene en cifras proporcionales a los empleos anteriores. cuanto a la procedencia de los capitanes, se mantiene un porcentaje equilibrado 10% 3% Antigüedad en el servicio de los tenientes al ingresar en la 1836 1837 LOS PRIMEROS JEFES Y OFICIALES DE LA GUARDIA CIVIL Antigüedad en años de servicio de los tenientes que ingresaron en la Guardia Civil en Se resaltan en negrita los años de mayor presencia. Fuente: Elaboración propia a partir del Escalafón de antigüedad de jefes y oficiales de 1845. Perfiles de carrera de los primeros y segundos capitanes Aquellos márgenes de edad entre los 30 y los 40 años, que resultaban excesivos para los oficiales subalternos, sí parecían más ajustados para los capitanes y los ayudantes, de la clase de capitán hemos encontrado ninguno por debajo de la edad mínima, pero sí algunos procedentes de la clase de sargentos que superaban la máxima, entre 41 y 47 años. De nuevo nos hace pensar, bien en unas especiales condiciones en el aspirante a ingreso o en una escasez de candidatos idóneos. También se requería una cierta experiencia previa en el empleo, por lo que deber años ejerciéndolo, y uno, al menos, mandando compañía. Pero se repite el ingreso de oficiales con antigüedad en el empleo de , de nuevo, hubo excepciones para los capitanes en cuanto relación con la antigüedad al ingreso en la Guardia Civil, la media se sitúa en los cinco años y medio, destacando en número las promociones de 183 con lo que se mantiene en cifras proporcionales a los empleos anteriores. cuanto a la procedencia de los capitanes, se mantiene un porcentaje equilibrado 3% 5% 18% 22%22% 10% 14% 3% Antigüedad en el servicio de los tenientes al ingresar en la Guardia Civil en 1844 1838 1839 1840 1841 1842 1843 LOS PRIMEROS JEFES Y OFICIALES DE LA GUARDIA CIVIL 303 de servicio de los tenientes que ingresaron en la Guardia Civil en ración propia a partir del , que resultaban más ajustados al perfil de y los ayudantes, de la clase de capitán. No pero sí algunos re 41 y 47 años. De nuevo nos hace pensar, bien en unas especiales condiciones en el aspirante a se requería para este empleo, por lo que deberían llevar dos se repite, como en el ingreso de oficiales con antigüedad en el empleo de para los capitanes en cuanto antigüedad al ingreso en la Guardia Civil, la media se , destacando en número las promociones de 1838 y con lo que se mantiene en cifras proporcionales a los empleos anteriores. En cuanto a la procedencia de los capitanes, se mantiene un porcentaje equilibrado Antigüedad en el servicio de los tenientes al ingresar en la 1844 La definición de un modelo de liderazgo en la etapa fundacional de la Guardia Civil 304 entre los que ingresaron en el Ejército directamente como oficiales y los procedentes de sargento primero, en forma similar a los tenientes. De todas formas, respecto a estos últimos, es mayor la proporción de los que ingresaron en el Ejército en plaza de condición, y por otra, que su edad media fuera En cuanto a la edad de ingreso, para los ofic otras formas de acceso directo a oficial, oscila entre los 31 y los 35 años, situándose la media en 33. Para los procedentes de la clase de sargento, oscilación en edades es mayor, con una horquilla que va de los 31 a los 4 situándose la media en 38. La media, además, es de uno o dos años menos entre los procedentes de soldado distinguido Imagen 5.8. Antigüedad en años de servicio de los capitanes que ingresaron en la Guardia Civil en 1844. Se resaltan en negrita los Escalafón de antigüedad de jefes y oficiales de 1845. Los primeros capitanes de comandantes en el Ejército. De los 36 segundos comandantes salvo 3, que eran primeros comandantes. Los oficiales de este empleo en la Guardia Civil por tanto, a asumir un importante papel y una alta responsabilidad. En cambio, se 4% Antigüedad en el servicio de los capitanes al ingresar en la 1826 1838 La definición de un modelo de liderazgo en la etapa fundacional de la Guardia Civil que ingresaron en el Ejército directamente como oficiales y los procedentes de sargento primero, en forma similar a los tenientes. De todas s últimos, es mayor la proporción de los que ingresaron en el Ejército en plaza de soldado distinguido, lo que denotaba, de una parte, su condición, y por otra, que su edad media fuera, generalmente, inferior. En cuanto a la edad de ingreso, para los oficiales procedentes de cadete y otras formas de acceso directo a oficial, oscila entre los 31 y los 35 años, situándose la media en 33. Para los procedentes de la clase de sargento, oscilación en edades es mayor, con una horquilla que va de los 31 a los 4 situándose la media en 38. La media, además, es de uno o dos años menos entre soldado distinguido. Antigüedad en años de servicio de los capitanes que ingresaron en la Guardia Civil en 1844. Se resaltan en negrita los años de mayor presencia. Fuente: Elaboración propia a partir del Escalafón de antigüedad de jefes y oficiales de 1845. pitanes de la Guardia Civil, como sabemos, eran de la clase de comandantes en el Ejército. De los 36 del contingente inicial, todos eran segundos comandantes salvo 3, que eran primeros comandantes. Los oficiales de este empleo en la Guardia Civil estaban destinados a ser los jefes de provincia y por tanto, a asumir un importante papel y una alta responsabilidad. En cambio, se 2% 2%2% 2% 2% 8% 13% 19%11% 21% 4% 2% 8% 4% Antigüedad en el servicio de los capitanes al ingresar en la Guardia Civil en 1844 1827 1833 1834 1835 1836 1837 1839 1840 1841 1842 1843 1844 La definición de un modelo de liderazgo en la etapa fundacional de la Guardia Civil que ingresaron en el Ejército directamente como oficiales y los procedentes de sargento primero, en forma similar a los tenientes. De todas s últimos, es mayor la proporción de los que ingresaron en , lo que denotaba, de una parte, su inferior. iales procedentes de cadete y otras formas de acceso directo a oficial, oscila entre los 31 y los 35 años, situándose la media en 33. Para los procedentes de la clase de sargento, la oscilación en edades es mayor, con una horquilla que va de los 31 a los 47 años, situándose la media en 38. La media, además, es de uno o dos años menos entre Antigüedad en años de servicio de los capitanes que ingresaron en la Guardia Civil en Elaboración propia a partir del de la Guardia Civil, como sabemos, eran de la clase inicial, todos eran segundos comandantes salvo 3, que eran primeros comandantes. Los oficiales de estinados a ser los jefes de provincia y, por tanto, a asumir un importante papel y una alta responsabilidad. En cambio, se Antigüedad en el servicio de los capitanes al ingresar en la CAPÍTULO 5. LOS PRIMEROS JEFES Y OFICIALES DE LA GUARDIA CIVIL 305 les exigía sólo un año realizando las funciones de comandante, o menos aún, si hubieran ejercido el mando de compañía durante dos años. Con esta condición, parecía querer dar cabida a los muchos segundos comandantes que habían obtenido el empleo graciablemente con antigüedad de 21 de agosto de 1843. Pero además, se rebajaba el límite de edad superior a los 38 años, lo que también pudo tener que ver con aquel ascenso masivo, para facilitar la criba de los de mayor edad, que probablemente eran un año antes capitanes sin muchas opciones profesionales. No obstante, también se vetaba a los comandantes veteranos que superaban esa edad, entre quienes estaban, probablemente, los que no tenían demasiadas opciones de ascender a empleos superiores. Parecía claro que eran preferidos los comandantes jóvenes para mandar las provincias, que tenían más opciones para completar sus carreras profesionales de mayor duración en la Guardia Civil. La antigüedad media en este empleo de los ingresados en la Guardia Civil es muy baja, inferior a los tres años y medio, debido al efecto del ascenso masivo de 1843. En cuanto a la procedencia de estos comandantes, los que ingresaron en clase de cadete o en otras formas de acceso directo a oficial representan las dos terceras partes, correspondiendo la parte restante a los oficiales procedentes de sargento. En relación al importante número de los que tienen antigüedad de 21 de agosto de 1843, como era de esperar, la distribución está equilibrada sensiblemente al 50% entre las dos procedencias. En cuanto a las edades de ingreso en el Cuerpo, las diferencias entre ambas procedencias son mucho menos significativas que en los empleos inferiores. Pero llama sobre todo la atención que, mientras la media para los procedentes de acceso directo a oficial se sitúa en los 39 años, para los procedentes de sargento es de 37; es decir, dos años menos, probablemente como consecuencia del ascenso general de 1843. Entre éstos, además, había oficiales de grandes cualidades militares, como el comandante Toribio Ansótegui Alzaá, que ascendió a oficial desde sargento en el Batallón Franco de Cazadores de Isabel II, y en esta unidad obtuvo hasta tres cruces de San Fernando en la primera guerra Carlista, en los empleos de teniente y capitán; y que una vez en la Guardia Civil, llegaría a La definición de un modelo de liderazgo en la etapa fundacional de la Guardia Civil 306 brigadier. Otro caso similar es el del segundo comandante Antonio Aguado Revestido, que combatió en la guerra civil en la misma unidad, recibiendo una cruz de San Fernando, y que llegaría en el Cuerpo al empleo de co De todas formas, algunos casos, pues hay, al menos, 4 comandantes procedentes de acceso directo a oficial por encima de la misma Imagen 5.9. Antigüedad en años Guardia Civil en 1844. Se Elaboración propia a partir del Escalafón de antigüedad de jefes y oficiales de 1845. De acuerdo con lo expuesto anteriormente, estamos en condiciones de definir, en líneas generales, el perfil de los primeros oficiales de la Guardia Civil En cuanto a los tenientes, subtenientes y alféreces, de Infantería o Caballería muy jóv Colegios Militares; o bien como soldados voluntarios, habitualmente con la condición de distinguido Los subtenientes y alféreces Ejército, ingresaron en la Guardia en su empleo. Respecto a los procedentes de los colegios militares, m 53% Antigüedad en el servicio de los primeros capitanes al ingresar 1829 1840 La definición de un modelo de liderazgo en la etapa fundacional de la Guardia Civil brigadier. Otro caso similar es el del segundo comandante Antonio Aguado Revestido, que combatió en la guerra civil en la misma unidad, recibiendo una cruz de San Fernando, y que llegaría en el Cuerpo al empleo de coronel. De todas formas, aquella edad máxima de 38 años tampoco se respetó en algunos casos, pues hay, al menos, 4 comandantes procedentes de acceso directo a la misma, y otro entre los procedentes de sargento. d en años de servicio de los primeros capitanes que ingresaron en la Guardia Civil en 1844. Se observa la incidencia de quienes ascendieron en 1843. Elaboración propia a partir del Escalafón de antigüedad de jefes y oficiales de 1845. con lo expuesto anteriormente, estamos en condiciones de definir, en líneas generales, el perfil de los primeros oficiales de la Guardia Civil En cuanto a los tenientes, subtenientes y alféreces, ingresaron en las Armas de Infantería o Caballería muy jóvenes, procedentes de la clase de cadete de los ; o bien como soldados voluntarios, habitualmente con la distinguido. Los subtenientes y alféreces, que contaban con el grado de tenientes del ingresaron en la Guardia Civil con unos tres años y medio de antigüedad Respecto a los procedentes de los colegios militares, m 2% 3% 3% 3% 11% 11% 3% 3% 3% 53% 5% Antigüedad en el servicio de los primeros capitanes al ingresar en la Guardia Civil en 1844 1835 1836 1837 1838 1839 1841 1842 1843 1844 La definición de un modelo de liderazgo en la etapa fundacional de la Guardia Civil brigadier. Otro caso similar es el del segundo comandante Antonio Aguado Revestido, que combatió en la guerra civil en la misma unidad, recibiendo una ronel. tampoco se respetó en algunos casos, pues hay, al menos, 4 comandantes procedentes de acceso directo a , y otro entre los procedentes de sargento. capitanes que ingresaron en la observa la incidencia de quienes ascendieron en 1843. Fuente: Elaboración propia a partir del Escalafón de antigüedad de jefes y oficiales de 1845. con lo expuesto anteriormente, estamos en condiciones de definir, en líneas generales, el perfil de los primeros oficiales de la Guardia Civil. ingresaron en las Armas enes, procedentes de la clase de cadete de los ; o bien como soldados voluntarios, habitualmente con la , que contaban con el grado de tenientes del Civil con unos tres años y medio de antigüedad Respecto a los procedentes de los colegios militares, más que Antigüedad en el servicio de los primeros capitanes al ingresar 1839 CAPÍTULO 5. LOS PRIMEROS JEFES Y OFICIALES DE LA GUARDIA CIVIL 307 méritos y experiencia profesional, aquellos oficiales estaban cargados de ilusiones y entusiasmo por formar parte del nuevo cuerpo de seguridad, para lo que contaban con los buenos informes de sus jefes en las unidades de origen. A los procedentes de sargento primero, que constituían en el escalafón inicial uno de cada tres, les precedían las cualidades demostradas como sargentos en la pasada guerra Carlista. Los tenientes, que contaban con el grado de capitán en el Ejército, ingresaron en la Guardia Civil con entre 4 y 5 años de servicios en su empleo. Participaron en los últimos años de la guerra Carlista, por lo que algunos recibieron una cruz de San Fernando por su meritoria participación en acciones de guerra. Dotados del mismo entusiasmo que los oficiales del empleo inferior, contaban con una más acreditada experiencia profesional, lo que los hacía más idóneos para el mando de sección o línea en la Guardia Civil. En cuanto a los primeros y segundos capitanes, su origen era más diverso. Procedían de las clases de comandante y de capitán, con uno o dos grados más en el Ejército, por acciones destacadas. Entre los de clase de comandante eran mayoría los que accedieron al Ejército directamente como oficiales, buena parte de ellos, como cadetes en los colegios militares. Muchos de ellos eran, además, de condición noble. Los que procedían de la clase de sargentos primeros, es porque habían ganado a pulso su reputación y prestigio, fundamentalmente, ascendiendo a oficial durante el transcurso de la guerra, en la que habían destacado de modo notable. Por ello, tanto los de una u otra procedencia, se habían hecho acreedores a la concesión de una cruz de San Fernando, sobre todo, los que ostentaban el empleo de primer capitán, por su mayor antigüedad. Para estos oficiales, los méritos contraídos por su participación en la guerra Carlista fueron determinantes para su ingreso en la Guardia Civil. 5.2.5 Algunos casos singulares entre los primeros oficiales Los primeros oficiales que pasaron a integrar los cuadros de mando de la Guardia Civil en el momento de su creación eran de una talla profesional muy La definición de un modelo de liderazgo en la etapa fundacional de la Guardia Civil 308 relevante, como hemos visto, y tendremos ocasión de corroborar a lo largo de nuestro trabajo. Este relieve se manifestará desde el principio en un excelente desempeño al frente de sus unidades, ya sean compañías, escuadrones, secciones o líneas. Pero también traerá como consecuencia que algunos de ellos destaquen por rasgos singulares, muy diferentes entre sí, pero que aportan el denominador común de constituir un grupo humano con una gran capacidad intelectual e inquietudes que abarcan diferentes aspectos y sensibilidades. Todos ellos, en un principio, tenían cabida en la naciente Guardia Civil. Uno de estos oficiales singulares fue el segundo comandante Enrique Cialdini Santián. Ingresó en la Guardia Civil en el primer contingente en 1844, con el empleo de primer capitán, y como tal, se le destinó al 4º Tercio de Valencia, asignándosele el mando de la 1ª compañía. En este oficial, como tantos otros, se había fijado el duque de Ahumada durante la guerra Carlista, cuando combatía encuadrado en el Ejército del Centro 20 . Pertenecía, además, al grupo de jóvenes segundos comandantes que habían obtenido este empleo en agosto de 1843, tras el levantamiento antiesparterista. Cialdini permaneció en el Cuerpo hasta 1848, año en que solicitó y obtuvo autorización para trasladarse a Italia por un año «con el objeto de arreglar intereses de familia», según rezaba el documento de la real licencia que le fue concedida el 20 de abril de 1848. Pero aquella licencia tenía alguna particularidad, que la diferenciaba de otras. Por una parte, se ordenaba en aquel documento que, de no regresar en el plazo concedido, debía causar baja en el Ejército, lo cual, parecía adelantar acontecimientos. Por otra parte, también se estableció que no se le detrajera parte alguna de su sueldo, lo que era del todo inusual, sobre todo, teniendo en cuenta el motivo invocado para la licencia. Tras su concesión, este oficial pasó a situación de reemplazo y se cubrió su vacante. Transcurrido el año de licencia, el primer capitán Cialdini no regresó, por lo que causó baja en la Guardia Civil y en el Ejército español el 21 de abril de 20 QUEVEDO, A. y SIDRO, J., op. cit., p. 707. CAPÍTULO 5. LOS PRIMEROS JEFES Y OFICIALES DE LA GUARDIA CIVIL 309 1849 21 . La realidad fue que Enrique Cialdini era un noble de origen italiano, que había regresado al Piamonte para combatir contra los austríacos en las guerras de unificación de Italia. Durante el conflicto, alcanzó el empleo mariscal de campo y obtuvo el título de duque de Gaeta 22 , alcanzando notable fama, pues de él aseguran Quevedo y Sidro (1858) que: «hoy es el famoso General piamontés que tan conocido ha hecho su nombre en la última guerra de Italia» 23 . Otro oficial que abandonó la Guardia Civil al poco tiempo de ingresar fue el segundo comandante Manuel Buceta del Villar, pero por una causa bien diferente. También ingresó en el Cuerpo con el primer contingente, procedente del Regimiento de Infantería Mallorca, nº 13, habiendo llegado a oficial desde las clases de tropa. En el Cuerpo fue destinado al 5º Tercio de Galicia, en que se le asignó el mando de la 1ª compañía, que cubría la provincia de Pontevedra. Pero en 1846 estalló una revuelta en Galicia, encabezada por el primer comandante Miguel Solís Cuetos, destinado en el estado mayor de la Capitanía General de La Coruña. Solís se levantó el 2 de abril al frente del Regimiento de Zamora, de guarnición en Lugo, al que se sumaron unidades de Santiago, Vigo y Pontevedra. Solís fue ascendido a mariscal de campo por la constituida Junta de Gobierno de Galicia y erigido como Capitán General del distrito el día 22. Pero al día siguiente fue derrotado junto con sus unidades sublevadas en Cacheiras, cerca de Santiago, por las tropas del general Manuel Gutiérrez de la Concha. Solís se terminó entregando y fue fusilado junto a once de sus oficiales en Carral (La Coruña). El 27 de abril se rendían los sublevados de Lugo y se ponía fin al levantamiento. La fuerza del 5º Tercio de la Guardia Civil no secundó la sublevación, con la excepción del primer capitán Buceta, que se alzó al frente de su compañía. La fuerza a sus órdenes, no obstante, se mantuvo dividida, y sólo una parte de los miembros de su unidad secundaron a su jefe. Tras fracasar la revuelta, Buceta consiguió huir a Portugal, siendo expulsado de la Guardia Civil. Los guardias que le secundaron fueron severamente castigados; mientras el jefe 21 Reales Órdenes de 20 de abril y 14 de mayo de 1848, y de 21 de abril de 1849. Recopilación, op. cit., tomo III, pp. 48, 91-92; y tomo IV, p. 57. SEHGC. 22 AGUADO SÁNCHEZ, F. (1983-1984). Historia, op. cit., tomo 1, p.243. 23 QUEVEDO, A. y SIDRO, J., op. cit., p. 707. La definición de un modelo de liderazgo en la etapa fundacional de la Guardia Civil 310 del tercio, coronel José Rizo, fue cesado de su cargo, como hemos visto, y reemplazado por el coronel Martín Hormaechea. Aquel suceso de 1846 fue el único registrado en todo el siglo XIX, en que un oficial de la Guardia Civil secundaba un levantamiento al frente de su unidad. «Siendo el único ejemplar que en toda la brillante historia del Cuerpo se ofrece de caso tan lamentable» 24 , a decir de Quevedo y Sidro (1858). Desconocemos si Ahumada ignoraba el perfil político progresista y pronto al levantamiento de Manuel Buceta cuando fue admitido a formar parte de la Guardia Civil, o si por el contrario, conocía sus ideas, pero pesaron más las dotes y cualidades militares que le precedían. No en vano, Buceta había combatido en la guerra Carlista como sargento primero, antes de llegar a oficial. Pero allí no terminaría la aventura revolucionaria del antiguo primer capitán del Cuerpo. De hecho, Buceta aún traerá en jaque a la Guardia Civil durante años en diferentes pronunciamientos. Como veremos más adelante, en la revolución de 1848 tuvo Manuel Buceta un importante protagonismo, auxiliando directamente al coronel De la Gándara en su organización y ejecución. Más tarde, en la revuelta de 1854, la fuerza de la Comandancia de Cuenca se afanó en perseguir al ya coronel Buceta, que se había adherido al levantamiento. Según se recogía en El Guía del Guardia Civil por aquellas fechas, respecto al ex capitán Manuel Buceta, que desde que fuera expulsado tras la revuelta de 1846 en Galicia «se ha encontrado en cuantos pronunciamientos han tenido lugar», sugería que estaba detrás de la sustracción de uniformes de la Guardia Civil a fuerza del Cuerpo y en cuarteles, pues se conocía la intención de equipar a una compañía con los sublevados para hacerla pasar por guardias civiles, motivo por el que se prevenía a todo el personal del Cuerpo 25 . Pocos días después, era destruida la partida de Buceta, compuesta de unos 40 hombres, en 24 QUEVEDO, A. y SIDRO, J., op. cit., pp. 716-717. 25 El Guía del Guardia Civil, del 10 de julio de 1854. El artículo fue recogido por «La Esperanza» en su número del día siguiente. CAPÍTULO 5. LOS PRIMEROS JEFES Y OFICIALES DE LA GUARDIA CIVIL 311 Carrascosa de Tajo (Guadalajara) por una columna de la Guardia Civil, hecho del que se hizo eco la prensa durante varios días 26 . Y aún veremos a Buceta actuar en el levantamiento de 1866, encontrándose en prisión cuando estalló la Gloriosa de 1868. Pese a tan abultado expediente revolucionario, Manuel Buceta no sólo no fue expulsado del Ejército, sino que continuó ascendiendo hasta alcanzar el empleo de brigadier, cuando ostentaba el cargo de Gobernador Militar de Melilla. Más tarde, aún ocupará importantes puestos hasta 1879, incluyendo dos destinos en la Isla de Cuba y uno en Santo Domingo, teniendo en todos ellos destacadas actuaciones. El 3 de febrero de 1882, Buceta fallecía en Málaga, lejos de su Galicia natal. Hubo otros primeros capitanes que despuntaron en aquel equipo inicial de oficiales por el buen hacer al frente de sus unidades y como jefes de provincia. El segundo comandante Agustín Jiménez Bueno fue otro de los oficiales de los que Ahumada tomó nota en cuando presenció su comportamiento en el campo de batalla, pero de él y de su actuación en Cuba nos ocuparemos en el Capítulo 9, por ajustarse más al objeto de nuestro estudio. 5.3 LOS JEFES Y OFICIALES DE LA DIRECCIÓN DE ORGANIZACIÓN Y LA INSPECCIÓN GENERAL 5.3.1 Selección inicial y renovación del personal en la Secretaría La constitución de la Secretaría de la Dirección de Organización de la Guardia Civil fue la primera prioridad del duque de Ahumada, en cuanto recibió el encargo de poner en marcha la Institución. Un hombre con la capacidad de organización del mariscal Girón, tan amante del método y el detalle, no podía dejar a la improvisación la selección de sus más directos colaboradores ante una misión de aquella envergadura. Y por ello apostó sobre seguro. Se va a rodear, 26 Noticias publicadas en «La España», el 14 de julio; y «El Heraldo», el 14 y el 16 de julio de 1854. La definición de un modelo de liderazgo en la etapa fundacional de la Guardia Civil 312 como ya hemos visto, de los jefes que le acompañaron en la compleja revista de inspección a las unidades del Ejército, que habían dado ya sobradas muestras de su valía en el campo organizativo e inspector. Los más relevantes para diseñar, crear y poner en funcionamiento un nuevo cuerpo militar, pero sin precedente alguno en España. Como sabemos, de acuerdo con su propuesta de 20 de abril de 1844, fue designado como Secretario el teniente coronel de Infantería Carlos María de la Torre y Navacerrada, que había pertenecido al Cuerpo de Estado Mayor y de absoluta confianza de Ahumada. A él le acompañaron el teniente coronel Felipe Ortuoste y Vidal, y los segundos comandantes Javier de Olmedo y de la Torre, Luís Casani Cron y Juan Manuel de Yébenes. El teniente coronel De la Torre había sido su secretario en la revista de inspección, a la que le habían acompañado también los segundos comandantes Olmedo y Casani. Los tres habían coincidido a sus órdenes en el Ejército de Reserva de Andalucía, y para ellos, como ya expusimos, solicitó Ahumada el ascenso al empleo superior, tras la revista. A De la Torre le fue concedido enseguida, mientras que a los comandantes se les otorgará el ascenso más adelante. Desconocemos la razón de haber escogido al teniente coronel Ortuoste y al comandante Juan Manuel de Yébenes, si bien no hay que descartar algún tipo de recomendación, detrás de la cual estaría su valía. Lo mismo cabe decir respecto a los subalternos elegidos para este primer momento: el subteniente auxiliar Juan Antonio López y el primer escribiente, del mismo empleo, Juan Muro 27 . En este caso, es probable que ya estuvieran en el equipo de redactores de Ahumada, para confeccionar la memoria de inspección al 2º y 4º Distritos Militares. En todo caso, parece haber quedado patente el papel de liderazgo ejercido por Ahumada para saber rodearse desde un principio del personal adecuado y con 27 Propuesta de Ahumada, de 20 de abril de 1844, y autorización de fecha 24. Expediente personal de Carlos María de la Torre y Navacerrada. AGMS/1ª/811T/Exp.0. CAPÍTULO 5. LOS PRIMEROS JEFES Y OFICIALES DE LA GUARDIA CIVIL 313 el entusiasmo necesario, en el lugar donde debía centralizarse la capacidad intelectual y organizativa para la nueva Institución: la Dirección de Organización. El 1 de septiembre de 1844 se creaba la Inspección General de la Guardia Civil. Su estructura inicial era sencilla, aunque debía albergar ya la capacidad de canalizar y perfilar las líneas maestras de la organización y todo lo que ésta conllevaba: reclutamiento, reglamentación, distribución orgánica y adiestramiento. En definitiva, todo aquello que iba a permitir al Cuerpo comenzar a caminar, y además, en un tiempo record y con vocación de actuar en todo el territorio nacional. A las órdenes del Inspector General estaba la Secretaría, a cargo de un brigadier o coronel, que llevaba también la Sección Central. De ésta dependían cuatro Secciones: Jefes y Oficiales, Clases de Tropa; Contabilidad y Material, y Servicios, cada una de ellas a cargo de un jefe. La estructura se completaba con cuatro oficiales auxiliares –uno por cada sección- otro oficial como jefe de los escribientes y encargado del registro, y un oficial habilitado. La Secretaría tenía a su cargo tres caballos, para el Inspector General y dos ayudantes que le acompañaran. No obstante, de acuerdo con el Escalafón de antigüedad de jefes y oficiales de 1845 28 , los cometidos de las secciones pronto se modificaron, pues consta que la Secretaría llevaba la Sección Central, mientras que las cuatro secciones se estructuraban en: Organización de Infantería, Organización de Caballería, Asuntos Generales y Contabilidad. Separadamente, seguía figurando el Registro. Pese a los intentos de que este personal adscrito a la Secretaría pasara a depender definitivamente de la Guardia Civil, todos ellos continuaron en comisión de servicio en la Inspección General, sin cesar en sus unidades de origen en el Ejército, al igual que habían permanecido durante el periodo en que se constituyó la Dirección de Organización 29 . 28 Escalafón general de antigüedad de los señores Jefes y Oficiales en 1 de mayo de 1845, pp. 9- 11. SEHGC. 29 Expediente personal de Carlos María de la Torre y Navacerrada. AGMS/1ª/811T/Exp.0. La definición de un modelo de liderazgo en la etapa fundacional de la Guardia Civil 314 Esta sencilla estructura se incrementó con una quinta sección a partir de 1855 –además de la Sección Central, que se mantenía-, hasta que se formalizó con la reforma de 1871, que redimensionó la Secretaría General. A partir de entonces, el mando lo debía ostentar un brigadier, con un teniente coronel como segundo jefe y dos oficiales –capitanes o tenientes- auxiliares. Los jefes de sección debían ser, al menos, de la categoría de coroneles graduados, siempre que ostentaran el empleo de teniente coronel. Cada sección, además, contaba con un comandante como segundo jefe, y uno o dos oficiales auxiliares. Volviendo al personal integrante de la Secretaría General desde la constitución de la Inspección el 1 de septiembre de 1844, continuó en la misma Luís Casani a cargo de la 3ª Sección y Javier de Olmedo, ya como primer comandante, a cargo de la 4ª. De la 1ª Sección se había hecho cargo el segundo comandante, el barón de Crel; y de la 2º, el teniente coronel Fernando Hermosa 30 . Vemos, por tanto, cómo se mantuvieron en sus puestos los viejos acompañantes de Ahumada en la revista de inspección, a los que se añadieron dos nuevos componentes en sustitución de Urtuoste y Yébenes. En mayo de 1845 se incorporó el primer comandante José Meneses, en junio, el teniente habilitado Pedro Astudillo y desde agosto, el segundo comandante Francisco Miguel de Ferradas. Al año siguiente se incorporó como auxiliar el capitán Bonifacio Pérez y en 1848, también como auxiliares, los tenientes Ángel de la Presa y Juan de Leyva y Ballester, y como jefe de sección, el comandante Francisco Aguirre. Se mantenían, además del coronel De la Torre, los primeros comandantes Javier de Olmedo y Luís Casani, que ya había obtenido este empleo. En 1849 se incorporó el primer comandante José Fernández de Terán y, como auxiliar encargado del registro, el teniente Antonio Quevedo. El 28 de agosto de 1850 se encontraba ya al frente de la Secretaría el teniente coronel, graduado de coronel, Javier de Olmedo, en sustitución del coronel De la Torre. Con la llegada de Infante Chaves en 1854 a la Inspección General de la Guardia Civil, no se produjeron cambios en la dirección de la Secretaría, que 30 Escalafón general de antigüedad de los señores Jefes y Oficiales en 1 de mayo de 1845, p. 13. SEHGC. CAPÍTULO 5. LOS PRIMEROS JEFES Y OFICIALES DE LA GUARDIA CIVIL 315 siguió a cargo del teniente coronel Olmedo, lo que da buena idea de la política continuista que quiso mantener el general progresista. En cuanto a la jefatura de las secciones, sí se registraron algunos cambios, con la incorporación del primer comandante Bonifacio Pérez –que ya había estado como auxiliar- y de los segundos comandantes Antonio Sánchez Valverde, Ignacio María Villaoz y José García Porcel. Luís Casani y Cron causó baja en septiembre de ese año al ascender a coronel, después de una década de absoluta fidelidad al duque de Ahumada, pasando a la situación de reemplazo. Los otros jefes que fueron entonces relevados llevaban ya seis años en sus cargos, por lo que parece normal que causaran baja en el Cuerpo. A este respecto, recordemos que este personal se incorporaba a la Inspección General en comisión de servicio, sin causar baja en su arma de procedencia, lo que era un elemento que podía penalizar el algunos aspectos la permanencia en esos puestos de trabajo durante muchos años. En 1857, de nuevo con Ahumada al frente de la Guardia Civil, se encontraba el brigadier Crispín Jiménez de Sandoval a cargo de la Secretaría, mientras que el resto de los jefes permanecía al frente de sus secciones, con excepción del comandante Sánchez Valverde. Este jefe fue sustituido por el comandante Antonio Ahumada y Tortosa, que se incorporó de nuevo a la Secretaría tras haber permanecido en ella desde su constitución, en la que había causado alta con el empleo de alférez. Permaneció en la Secretaría hasta 1869, y el único periodo en que estuvo ausente coincidió, sensiblemente, con el bienio en que el teniente general Girón estuvo apartado de la Inspección del Cuerpo. Mención aparte merece el análisis de los periodos en que permanecieron los jefes de la Secretaría al frente de la misma en los dos periodos ahumadianos, y cuyos pormenores, ligados a su trayectoria profesional, abordaremos en los apartados siguientes. El primer Secretario, teniente coronel De la Torre, ostentó este cargo hasta agosto de 1850, en que ya con el empleo de brigadier, lo dejó por razones de salud. Su relevo natural lo asumió el teniente coronel Javier de Olmedo y de la Torre, que venía ocupando un puesto en la Secretaría desde el mismo momento de su constitución. La definición de un modelo de liderazgo en la etapa fundacional de la Guardia Civil 316 Javier Olmedo permaneció al frente de la Secretaría desde agosto de 1850 hasta el 21 de julio de 1856. Este periodo comprendía, por tanto, los cuatro años que restaban de la primera etapa de Ahumada y el bienio del mandato de Infante Chaves hasta que dejó el cargo el 19 de julio, siendo más tarde relevado por el general McCohon el 1 de septiembre de 1856. Pero la fecha del cese de Olmedo no parecía ser casual. Es probable que detrás de aquella medida estuviera la sumaria que se instruyó a los oficiales de la Secretaría de la Inspección General «por su conducta en los sucesos de julio último» 31 , en clara alusión a los acontecimientos que dieron lugar al final del Bienio Progresista. Tal vez, de nuevo, la imparcialidad política que siempre profesó la Guardia Civil volvía a ser malinterpretada. Además, pudo influir en su relevo el hecho de que Olmedo ostentara el empleo de coronel, aprovechando la ocasión para poner al frente de la Secretaría a un brigadier. De este modo, se nombraba como tercer Secretario al brigadier de Caballería Crispín Jiménez de Sandoval, que ocupó el cargo por menos de un año. Cuando en octubre de 1856 fue nuevamente nombrado Ahumada al frente de la Guardia Civil, no destituyó a Jiménez de Sandoval, sino que lo mantuvo en el cargo, como Infante había hecho con Olmedo. En marzo de 1857, el propio brigadier Sandoval solicitó el pase a cuartel, propiciando su relevo nuevamente por Javier de Olmedo, que ascendería unos meses más tarde a brigadier. No obstante, Olmedo ocupó el cargo de Secretario por segunda vez sólo hasta principios de julio de 1858, coincidiendo con el cese de Ahumada como Inspector General del Cuerpo. Vamos a completar, a continuación, la relación de Secretarios de la Inspección General de la Guardia Civil en el periodo de nuestro estudio. A la finalización del segundo mandato del duque de Ahumada sobre la Guardia Civil en 1858, el nuevo Inspector General, Isidoro de Hoyos y Rubín de Celis, nombró como Secretario al brigadier Salvador Valdés y Barriuso, que permaneció hasta 1861. 31 Expediente personal de Francisco Javier de Olmedo y De la Torre. AGMS/1ª/277O/Exp.0. CAPÍTULO 5. LOS PRIMEROS JEFES Y OFICIALES DE LA GUARDIA CIVIL 317 A Valdés le sucedió en 1862 el brigadier Miguel Trillo-Figueroa y Fernández Aramburu, que estuvo al frente de la Secretaría hasta 1868, en que tuvo lugar la Revolución Septembrina. Durante todo el Sexenio Democrático ocupó el cargo de Secretario de la Dirección General el brigadier Juan Montero y Gabutí, al tiempo que se sucedieron varios Directores Generales, cesando en 1873. Este año ocupó el cargo de Secretario el brigadier Juan Álvarez y Arnaldo. Es oportuno resaltar, como ya adelantábamos al principio, que todos los oficiales de la Secretaría, tanto los responsables de las secciones como los auxiliares, pertenecieron a las armas del Ejército hasta 1868. A partir de 1869 comenzó a encuadrarse en la Secretaría a personal que previamente se había integrado en la Guardia Civil, conviviendo ambas procedencias de forma transitoria hasta 1875, en que todo el personal pertenecía ya a la Guardia Civil. 5.3.2 Carlos María de la Torre Navacerrada, Secretario entre 1844 y 1850 Carlos María de la Torre y Navacerrada nació en Sevilla el 25 de julio de 1809. Ingresó en el Ejército como cadete de menor edad, cuando aún no tenía 2 años, el 30 de mayo de 1811; y ascendió a teniente por gracia especial el 4 de marzo de 1816. En 1826 ingresó en la Guardia Real, ascendiendo en la misma, sucesivamente, a ayudante en 1831 y a capitán en 1834. Encuadrado en el 1º Regimiento de la Guardia Real, en la primera guerra Carlista se incorporó al Ejército del Norte en 1835, participando en diversas acciones, como el primer sitio de Bilbao. En la batalla de Mendigorría, ese mismo año, tuvo una destacada actuación al frente de su compañía de Cazadores de la Guardia, resultando gravemente herido al recibir un disparo de fusil en una pierna. En noviembre se trasladó a Madrid para restablecerse de sus heridas. Por aquella acción le fue concedido el empleo de comandante el 16 de julio de 1835. El 31 de octubre de 1838 fue destinado al Cuerpo de Ejército de Reserva de Andalucía, a las inmediatas órdenes de su general jefe; esto es, el general Narváez. Al de Loja seguramente lo conocía ya del frente del norte y de la propia La definición de un modelo de liderazgo en la etapa fundacional de la Guardia Civil 318 batalla de Mendigorría, en que el entonces teniente coronel mandaba el batallón del Infante. También es posible que Narváez hubiera reclamado su presencia al hacerse cargo del mando de aquella unidad, como había hecho con Ahumada. Más tarde, De la Torre fue encuadrado en la división que operaba en Castilla la Nueva y participó a partir de noviembre en las operaciones en el Tajo y el Valle del Tiétar, cuando se encontraba el mariscal Girón al frente del Ejército de Reserva en aquella expedición; momento a partir del cual, probablemente, estrecharon su relación.. Allí permaneció hasta finales de diciembre, en que se disolvió esta unidad. Por Real Orden de 15 de enero de 1839 se destinó a De la Torre al Estado Mayor del Ejército del Centro, por lo que acompañó a esta unidad al mariscal Girón. Allí fue comisionado como Gobernador Militar a la fortificación de Cortes, donde obtuvo la cruz de San Fernando de primera clase. En marzo de 1839 fue destinado como jefe del Estado Mayor de la 2ª División, hasta que tuvo que solicitar licencia por su quebrantado estado de salud en el otoño de ese año, justo cuando Ahumada se hacía cargo del mando de esta gran unidad, procedente del mando de la División de Reserva. El 27 de marzo de 1841 ascendió a teniente coronel. Tras solicitar su pase a Infantería, cesó en el Cuerpo de Estado Mayor y fue destinado en abril al 3º Regimiento de la Guardia Real de Infantería, para mandar el 2º Batallón de Granaderos. Pero sólo permaneció en aquella unidad hasta noviembre de ese año, en que quedó como excedente, al reorganizarse varias unidades después del levantamiento de octubre. En aquel levantamiento, De la Torre había sido hecho preso, aunque sin separarle de la Guardia, por lo que solicitó se abriera una causa para que se esclareciera lo improcedente de su detención. Una vez conclusa, se le destinó como supernumerario en el Regimiento de Infantería de Aragón, nº 21. Al comenzar el mes de octubre de 1843, De la Torre pasó a la situación de reemplazo, cesando en su regimiento, y el día 6 solicitó fijar su residencia en Madrid. Pero el 11 de octubre fue nombrado secretario de la revista de inspección CAPÍTULO 5. LOS PRIMEROS JEFES Y OFICIALES DE LA GUARDIA CIVIL 319 que realizó el duque de Ahumada a los distritos militares 2º y 4º, a petición expresa del mariscal Girón, como ya expusimos en los Capítulos 2 y 3. Después de finalizada la revista en abril de 1844, Ahumada se dirigió por carta a Narváez en la que aludía a su «propuesta de final de Revista», como ya convertida «en asunto de amor propio, a más de su justicia» 32 . Se refería a la propuesta que había adjuntado a su memoria de aquella revista de inspección, con la que solicitaba el ascenso de los tres jefes que le habían acompañado. La respuesta recibida del Inspector de Infantería había sido negativa, por lo que Ahumada pedía la intervención de Narváez. Finalmente, fue concedido el ascenso a coronel para De la Torre el 27 de julio de 1844 33 . Como también sabemos, Carlos María de la Torre encabezaba el equipo propuesto por Ahumada para poner en marcha la Dirección de Organización de la Guardia Civil, de la que fue nombrado Secretario por Real Orden de 24 de abril de 1844. Posteriormente, fue confirmado por otra Real Orden de 4 de diciembre de ese mismo año, como Secretario de la Inspección General. Desde este puesto, el coronel De la Torre va a tener un conocimiento cabal sobre el desarrollo de la Guardia Civil en aquellos primeros tiempos, y sin duda ejerció una importante influencia sobre el fundador, además de contar con la autorización para la firma y despacho ordinario en las ausencias de Ahumada. De hecho, se hizo cargo del despacho de la Inspección General en cuatro ocasiones; una de las cuales, durante quince días en septiembre de 1844 34 , por lo que podemos decir que buena parte de la organización del despliegue inicial de los tercios de la Guardia Civil corrió a cargo del coronel De la Torre. Dotado de la experiencia de un veterano militar, miembro del Cuerpo de Estado Mayor del Ejército durante la guerra, además de haber combatido al frente de su unidad, este perfil fue, sin duda, determinante para que el fundador confiara en De la Torre la organización y funcionamiento del órgano central del Cuerpo en los primeros años, los más delicados. 32 Carta del duque de Ahumada al general Narváez, fechada en Madrid el 29 de junio de 1844. Epistolario del Archivo Narváez de la Real Academia de la Historia. 33 Expediente personal de Carlos María de la Torre y Navacerrada. AGMS/1ª/811T/Exp.0. 34 Ibídem. La definición de un modelo de liderazgo en la etapa fundacional de la Guardia Civil 320 En la revuelta de 1848, De la Torre tuvo una destacada participación en los sucesos del 26 de marzo, por lo que se le concedió el ascenso a brigadier, por Real Resolución de 18 de abril. Durante el tiempo que permaneció al frente de la Secretaría, sobre todo entre 1849 y 1850, De la Torre solicitó licencia durante varios meses para tomar los baños y restablecer su salud. A este respecto, Ahumada emitía siempre informes favorables a su concesión, así como para que siguiera percibiendo el sueldo íntegro durante su disfrute, por constarle los padecimientos de aquel jefe. Es probable que aquella herida sufrida en Mendigorría le hubiera dejado importantes secuelas. Por esta causa, en agosto de 1850 solicitaba el pase a la situación de cuartel para la provincia de Cuenca, porque no se consideraba con salud suficiente. En su informe, Ahumada afirmaba que «es sensible la separación de este jefe de un puesto que tan acertada y laboriosamente ha desempeñado, pero exigiéndolo su salud, es su opinión que V. M. se digne concederle el cuartel que solicita mientras aquélla se recupera» 35 . Además, pedía para él que se le recompensara con la placa de San Fernando de 3ª clase, «que estará bien colocada» entre la placa de San Hermenegildo y la cruz de San Fernando ganada en la acción de Cortes y Segura 36 . Desde el 22 de agosto de 1850 al 15 de agosto de 1854, el brigadier De la Torre permaneció de cuartel. El 5 de septiembre de este año ascendió a mariscal de campo, y tras un breve destino como Gobernador Militar de Alicante, continuó en situación de cuartel hasta noviembre de 1859. A partir del momento de pasar a cuartel, De la Torre comenzó a desplegar su actividad política, de marcado carácter progresista. Y este es un aspecto de especial relevancia para nuestro estudio, porque sin duda, el duque de Ahumada era conocedor de las ideas de su principal colaborador, contrarias a las del Gobierno en aquel momento, pero no por ello dejó de apostar por él. El fundador 35 Ibídem. 36 Ibídem. CAPÍTULO 5. LOS PRIMEROS JEFES Y OFICIALES DE LA GUARDIA CIVIL 321 confiaba en el prestigio del oficial de Estado Mayor, en sus dotes organizadoras y en su acreditada lealtad, sin importarle sus ideas políticas, porque sabía que éstas no condicionarían nunca su trabajo. Y así fue. El brigadier De la Torre, por lo que sabemos, se mantuvo absolutamente al margen de la política mientras desempeñó un cargo en la Guardia Civil. Sólo cuando dejó de prestar servicio en este Cuerpo dejó traslucir su ideología, apostando por ella claramente a partir de entonces. A comienzos de 1857, el Ministerio de la Gobernación recibió una comunicación del Gobernador Civil de Toledo en relación con unos incidentes acaecidos en Quintanar de la Orden, en que aseguraba habían sido «producidos por la excitación de las pasiones y avanzadas ideas» 37 del mariscal de campo, por lo que solicitaba se le apartara de aquella región. Puesto en conocimiento del Ministerio de la Guerra por Real Orden de 20 de enero de ese año, se le envía a Vitoria, manteniendo su situación de cuartel. En junio de 1857 se presentó por el Partido Progresista para diputado a Cortes, por el distrito de Tarancón (Cuenca), saliendo elegido. Pero la Comisión de Actas solicitó la anulación, por lo que De la Torre pidió y obtuvo autorización para desplazarse desde Vitoria, al objeto de defenderse. Además, en los periodos en que estuvo de cuartel, Carlos María de la Torre solicitó licencia en varias ocasiones para viajar al extranjero y cuidar de su salud, asistiendo con frecuencia al balneario de Vichy. El carisma del mariscal de campo De la Torre y su capacidad de liderazgo debieron ser muy relevantes, porque tras el tiempo permanecido en Vitoria, por Real Orden de 18 de noviembre de 1859 se le nombraba Comandante General de la División Vascongada, encuadrada en el ejército de operaciones organizado para la guerra de África. Al frente de los Tercios Vascongados, De la Torre combatirá en la batalla de Wad Ras y otras acciones de guerra. Tras la finalización del conflicto, se le concedió en abril de 1860 la cruz de Isabel la Católica, recompensa que rechazó. Una vez que regresó a la Península, volvió a quedar en situación de reemplazo en la provincia de Cuenca. 37 Ibídem. La definición de un modelo de liderazgo en la etapa fundacional de la Guardia Civil 322 La razón por la que este prestigioso general se apartó de la vida militar activa para dedicarse a la política en el partido progresista, y de que lo veamos poco más tarde capitaneando los tradicionales tercios vascos en África es uno de los aspectos más sorprendentes de este enigmático personaje. Pero su actividad política y revolucionaria estaba sólo en sus comienzos. En los años siguientes sus viajes a Francia aumentaron en frecuencia, por lo que hicieron recaer sobre él las sospechas de que estaba participando en alguna actividad conspiratoria. En abril de 1867 se emitieron informes al respecto, se vigiló su casa y se le vio acompañado en varias ocasiones de otra persona, conocido carlista 38 . De nuevo, De la Torre se movía entre el progresismo y el carlismo de modo desconcertante. Convencido el Gobierno de sus actividades subversivas, el 8 de mayo de 1867 se ordenó su detención, pero De la Torre se encontraba ya en Burdeos con licencia de un año para viajar por el extranjero. Ante la orden de presentarse en Madrid, alegó razones de salud para no cumplirla, por lo que el 26 de junio se le dio de baja en el Estado Mayor General del Ejército. El 4 de noviembre de ese año publicó desde Bruselas un «Manifiesto a los españoles» por el que se le instruyó una causa en la Capitanía General de Valencia, a consecuencia de la cual fue condenado a muerte en consejo de guerra, según Real Orden de 17 de febrero de 1868. Con el estallido de la Gloriosa en 1868, regresó a España y tomó parte activa en la revolución. El 10 de octubre, De la Torre fue ascendido a teniente general por el Gobierno Provisional de la Nación «por los servicios prestados a la causa del alzamiento nacional», pese a que ya había causado baja en el Ejército el año anterior. Seguidamente, fue destinado como Capitán General de Valencia. Pero pocos meses más tarde, el 2 de febrero de 1869, cesaba en este cargo para tomar posesión de su acta de diputado a Cortes. No obstante, al mes siguiente dejaba también el Congreso de los Diputados, al ser nombrado el 28 de marzo, Capitán General y Gobernador Superior Civil de 38 Ibídem. CAPÍTULO 5. LOS PRIMEROS JEFES Y OFICIALES DE LA GUARDIA CIVIL 323 las Islas Filipinas, cargo que ocupó hasta el 18 de enero de 1871. Respecto a su actuación en Filipinas, pretendió aplicar una política ampliamente reformista, que le valió el aprecio de los elementos más liberales de las Islas y las críticas de los sectores conservadores, que valoraban su política como «imprudente y peligrosa para el orden público y el dominio español de las islas». Hasta el mismo Prim le recomendó por carta más cautela y prudencia en su proceder 39 . Por ello fue considerado como el capitán general más liberal de toda la dominación española sobre el archipiélago 40 . A su regreso a la Península, tras su cese en 1871, pretendió que el Gobierno saliera en su defensa de manera oficial ante las acusaciones que contra él vertía la prensa en relación con el balance de su mandato en Filipinas, pero no fue escuchado. Carlos María de la Torre Navacerrada, el primer colaborador de Ahumada, fiel y eficaz mientras estuvo a sus órdenes, fallecía en Madrid el 8 de diciembre de 1879. 5.3.3 Francisco Javier de Olmedo y de la Torre, Secretario entre 1850 y 1856, y entre 1857 y 1858 Francisco Javier de Olmedo y de la Torre nació en Vélez-Málaga (Málaga) el 20 de julio de 1807. Ingresó en el servicio el 30 de octubre de 1826 como soldado distinguido de Milicias, de acuerdo con su condición. Al año siguiente fue destinado al Regimiento Provincial de Granada, que se hallaba de guarnición en Murcia, y promovido, como especial reconocimiento, a subteniente de bandera; esto es, el abanderado de la unidad. En este regimiento fue cuando Olmedo conoció al coronel Francisco Javier Girón, a partir de que éste se incorporó al mando de la unidad en diciembre de 1830. Allí, sin duda, el fundador de la Guardia Civil supo apreciar las cualidades profesionales del subteniente Olmedo, que no olvidará cuando coincidan, durante la guerra civil, en el Ejército del Centro. Después, también le acompañará en la revista de inspección de 1843 y, un 39 Ibídem. 40 CAJAL VALERO, ARTURO (2012). La participación de los Tercios Vascongados en la Guerra de África (1859-1860), p. 158. Revista de Historia Militar. La definición de un modelo de liderazgo en la etapa fundacional de la Guardia Civil 324 año más tarde, como uno de sus principales colaboradores en la organización del Cuerpo. En junio de 1831 pasó de guarnición con su regimiento a Cádiz y el 26 de noviembre de ese año ascendió a alférez de la Guardia Real. En febrero de 1833 pasó a la Guardia Real en Madrid, y en 1834 partió con la Guardia Real Provincial a incorporarse al Ejército de Operaciones del Norte, en la primera guerra Carlista. Entre las muchas acciones en que participó en este conflicto, destacamos su participación en la batalla de Mendigorría, los días 15 y 16 de julio de 1835, en que resultó herido. Por aquella acción se le concedió el grado de capitán de Milicias Provinciales y, más tarde, el de comandante. Más tarde participó en la batalla de Arrigorriaga en septiembre de ese año, en que también fue herido, y recompensado con la cruz de San Fernando de primera clase. En otros frentes, participó más tarde en diferentes acciones en la provincia de Ciudad Real en 1837; en el sitio de Morella en agosto de 1838 y posteriormente, en el frente del Maestrazgo entre 1839 y 1840. En este último frente ocupó el cargo de jefe del Estado Mayor de la División de Reserva del Ejército del Centro entre septiembre de 1839 y febrero de 1840. Cuando se incorporó, el brigadier Girón, marqués de las Amarillas, era el jefe de la división, que dejó en octubre para pasar a mandar la 2º División. De nuevo volvían a encontrarse Javier de Olmedo y el futuro fundador de la Guardia Civil. Finalizada la guerra, en octubre de 1841, Olmedo se vio afectado por la reestructuración de la Guardia Real, a raíz del fallido levantamiento, por lo que quedó como excedente. En 1843 estaba nuevamente destinado en Valencia, como capitán en el Regimiento de Infantería de Albuera, nº 26. El 12 de marzo fue nombrado por el Capitán General, fiscal general de la causa de infidencia contra los elementos carlistas en el Maestrazgo. Pero sólo ocupó este cargo hasta el 18 de septiembre de ese año, en que fue designado para acompañar al duque de Ahumada, por indicación de éste, en la revista de inspección a las unidades de los distritos militares de Levante y Cataluña, como bien sabemos. CAPÍTULO 5. LOS PRIMEROS JEFES Y OFICIALES DE LA GUARDIA CIVIL 325 En este tiempo, Olmedo solicitó el ascenso a segundo comandante, por creer reunir los méritos por los que se concedió el ascenso general de 21 de agosto de 1843. Concedido éste, también solicitó más tarde el ascenso a primer comandante por los servicios prestados en el frente del Maestrazgo durante la guerra. Contaba para ello con el informe favorable de Ahumada, quien señalaba «que si obtiene el ascenso que reclama, su batallón será uno de los mejor mandados del Ejército» 41 . Palabras laudatorias y sentidas, sin duda, pero el fundador de la Guardia Civil tenía ya otros planes para Javier Olmedo. El 24 de abril, finalizada la revista, fue comisionado a propuesta de Ahumada para formar parte de la Dirección de Organización de la Guardia Civil. Más tarde, por Real Orden de 4 de diciembre de 1844, fue designado como jefe de sección en la que, desde septiembre, era ya la Inspección General del Cuerpo. En junio de 1847 solicitó el ascenso a teniente coronel por aquella revista de inspección a los distritos 2º y 4º en que había estado comisionado a las órdenes del duque de Ahumada. Sabemos que éste había defendido en su momento este ascenso, que le fue denegado, y que ahora respaldaba la solicitud de su subordinado, resaltando que había «recibido dos heridas en la última guerra» 42 . Finalmente, por Real Orden de 21 de julio de 1848 se le concedió el ascenso a teniente coronel, junto a otro personal de la Inspección General de la Guardia Civil. Al solicitar el brigadier De la Torre Navacerrada el pase a cuartel por razones de salud, Ahumada propuso a Olmedo para Secretario de la Inspección General del Cuerpo, al ser el más antiguo de los allí destinados, siendo nombrado por Real Orden de 28 de agosto de 1850. Pese a ostentar el empleo de teniente coronel, Olmedo ocupó el cargo de Secretario -por primera vez- durante seis años, hasta más allá del cese de Ahumada en 1854. Aquella decisión parecía evidenciar la absoluta confianza del fundador en Javier Olmedo, hasta el punto de no seleccionar a ningún brigadier para el mando de la Secretaría en todo ese tiempo. 41 Expediente personal de Francisco Javier de Olmedo y De la Torre. AGMS/1ª/277O/Exp.0. 42 Ibídem. La definición de un modelo de liderazgo en la etapa fundacional de la Guardia Civil 326 Javier de Olmedo ascendió a coronel con fecha de 14 de enero de 1852, y antigüedad de 20 de diciembre de 1851, con motivo del natalicio de la princesa María Isabel. El 21 de julio de 1856, Javier de Olmedo era cesado como Secretario, en las circunstancias políticas a que ya hemos aludido anteriormente. Respecto a la sumaria que se instruyó a él y otros oficiales de la Inspección General, ésta se resolvió sin responsabilidad y le fue notificada la decisión el 26 de noviembre de 1856, cuando ya llevaba varios meses en situación de reemplazo, habiendo fijado su residencia en Madrid. Tal vez como compensación por aquella causa, se le concedió un mes más tarde la encomienda de Carlos III. Fue relevado al frente de la Secretaría el 23 de julio por el brigadier Crispín Jiménez de Sandoval, aunque por no mucho tiempo, ya que pidió el pase a cuartel en marzo de 1857. Con tal motivo, el duque de Ahumada llamó de nuevo a Olmedo para hacerse cargo de la Secretaría de la Inspección General, que desempeñó hasta el 8 de julio de 1858, días después de ser cesado el duque de Ahumada. Tal vez presintiendo su marcha, Ahumada hizo en febrero de 1858 una propuesta de ascensos entre algunos de los jefes que se habían contado entre sus colaboradores en la Inspección General. Con ello pretendía hacer justicia a la labor desempeñada durante años, y su especial comportamiento en los momentos más comprometidos, y en que la Institución no había obtenido el suficiente reconocimiento, como había sido la revuelta de 1854. Su propuesta contenía los nombres de cuatro coroneles para el ascenso a brigadier y de un comandante, para teniente coronel. En base a aquella propuesta, Francisco Javier de Olmedo fue ascendido a brigadier por Real Orden de 23 de febrero de 1858, aunque con antigüedad de 18 de julio de 1854 43 , en recompensa por los servicios prestados en aquellos acontecimientos. Se restituía así a Javier Olmedo del agravio sufrido en 1854. A propuesta de Ahumada, que tenía a su cargo la defensa del Palacio Real, según las 43 Ibídem. CAPÍTULO 5. LOS PRIMEROS JEFES Y OFICIALES DE LA GUARDIA CIVIL 327 instrucciones del general Fernández de Córdova, se le había concedido el ascenso a brigadier, con aquella misma fecha, por el efímero Gobierno del duque de Rivas, que duró horas. Pero este ascenso, junto a otros, había sido revocado un mes más tarde, al triunfar la revolución. Una vez que dejó la Inspección General de la Guardia Civil en 1858, Francisco Javier de Olmedo no quiso volver a la vida militar activa en el Ejército. Permaneció de cuartel hasta diciembre de 1875, en que solicitó la exención del servicio. Nunca llegó a integrarse en los escalafones de la Guardia Civil, pero sintió el Cuerpo como algo propio que había visto nacer, y es difícil encontrar otro jefe en que Ahumada depositara mayor confianza y aprecio. Francisco Javier de Olmedo fallecía no mucho más tarde, el 20 de julio de 1876, el día en que cumplía los 69 años de edad. 5.3.4 Crispín Jiménez de Sandoval, Secretario entre 1856 y 1857 Crispín Jiménez de Sandoval y Crame nació en Guadalajara (Méjico) el 25 de octubre de 1813. Ingresó en el Colegio General Militar como cadete de Infantería el 17 de marzo de 1826, con 13 años de edad. En enero de 1831 se le concedió el empleo de subteniente, siendo destinado al Regimiento de Infantería nº 6, de línea; y tras ascender a alférez de la Guardia Real en 1834, al 2º Regimiento de la Guardia Real de Infantería. En mayo de 1835 fue encuadrado con el 1º Regimiento de la Guardia Real de Infantería en el Ejército del Norte, unidad en la que también estaba destinado, en el empleo de capitán, Carlos María de la Torre. Entre las acciones en que tomó parte con este regimiento, destacamos la batalla de Mendigorría, el 16 de julio; la de Arlabán en mayo de 1836, por la que obtuvo la cruz de San Fernando de primera clase; y la batalla de Luchana, en diciembre de ese año, en la que resultó herido y se le concedió el grado de comandante y la declaración de Benemérito de la Patria. En diciembre de 1835 había ascendido a teniente. En los años siguientes combatió en diferentes frentes y, por su actuación en la batalla de Guardamino (Cantabria), en mayo de 1839, fue ascendido al empleo La definición de un modelo de liderazgo en la etapa fundacional de la Guardia Civil 328 de capitán. Más tarde, participó en la acción de Morella, y por las del Castillo de Segura y Castellote en 1840, fue ascendido a mayor de regimiento y después, al grado de teniente coronel. En octubre de 1841 fue enviado de nuevo con su unidad a las Provincias Vascongadas, siendo ascendido por su actuación el 25 de noviembre al empleo de primer comandante. También le fue concedida una condecoración en diciembre de ese año por su participación frente al levantamiento moderado de aquellas fechas, lo que lo sitúa en un plano opuesto a la mayor parte de los que, años más tarde, serán los primeros jefes de tercio de la Guardia Civil. En abril de 1842, Jiménez de Sandoval ascendió a segundo comandante del Cuerpo de Estado Mayor. En octubre de ese año fue comisionado para reconocer las tropas que se hallaban desplegadas en las provincias de Toledo y Ciudad Real, «y el despacho de todo lo concerniente al servicio de las distintas columnas organizadas para la persecución de forajidos» 44 . Realizando labores propias de Estado Mayor, el propio Sandoval nos dice que «estuvo en aquella época destinado para organizar y dirigir el servicio de los destacamentos», reuniendo en un solo mando la fuerza desplegada en ambas provincias, y que ascendía a «todo un regimiento de caballería y parte de otro, más un batallón de infantería y la compañía especial de escopeteros que se creó para ese fin» 45 . En aquel cometido tuvo la oportunidad de comprobar la difícil situación en que se encontraba la lucha contra la delincuencia en el ámbito rural en España, la impotencia de las unidades del Ejército para hacerle frente, el estado de indefensión que sufría la población y, sin duda, la necesidad de organizar cuanto antes un cuerpo de seguridad eficaz que terminara con aquella situación. Catorce años más tarde, ocuparía el número dos en aquella ansiada institución, que era la Guardia Civil. 44 Expediente personal de Crispín Jiménez de Sandoval y Crame. AGMS/1ª/415J/Exp.0. 45 JIMÉNEZ DE SANDOVAL, op. cit., pp. 162-163. CAPÍTULO 5. LOS PRIMEROS JEFES Y OFICIALES DE LA GUARDIA CIVIL 329 En 1843 fue encuadrado en el Ejército de Aragón para participar en el sitio de la ciudad de Zaragoza. El 21 de octubre de ese año, tras haber instado el cambio de Instituto, fue promovido a teniente coronel de Caballería. En mayo de 1844, cuando se iniciaban los trabajos para organizar la Guardia Civil, Crispín Jiménez de Sandoval fue comisionado con el Ejército francés a Argel, con el fin de «estudiar la guerra y colonización de los franceses en África así como las organizaciones e instrucciones militares de los Ejércitos» 46 . A su regreso en 1845, después de recorrer diversos territorios del norte de África, presentó un informe sobre sus experiencias, que merecieron se le ofreciera continuar con aquellos estudios. Probablemente dotado de un gran espíritu aventurero y sin cargas familiares –era soltero-, estuvo viajando durante dos años por toda Europa y Oriente Medio, participando en maniobras militares y recabando información de cada país que visitaba, hasta que regresó en noviembre de 1846. El año siguiente se empleó en redactar su extensa memoria sobre la comisión que había realizado, por cuyo resultado se le otorgó el grado de coronel de Caballería. El 19 de junio de 1847 se le destinó a las órdenes del general en jefe del Ejército de Observación en Portugal, como comandante de Estado Mayor, cuando el Gobierno español decidió intervenir en apoyo del país vecino para sofocar las revueltas que lo amenazaban. Es probable que en estas operaciones tuviera su primer contacto con la Guardia Civil, pues en aquel contingente se había integrado un escuadrón del Cuerpo. El 10 de diciembre de ese año era promovido al empleo de coronel. Entre 1848 y 1850 permaneció como Secretario del Gobierno de la Capitanía General de la Isla de Cuba. Ya de regreso en la Península, el Presidente, Bravo Murillo, dirigió una carta al Ministro de la Guerra el 12 de octubre de 1852, recomendando a Sandoval, en nombre de la Reina. En noviembre le ofrecieron un cargo en este Ministerio, pero Sandoval renunció a él. El 18 de diciembre ascendía a brigadier 47 . 46 Expediente personal de Crispín Jiménez de Sandoval y Crame. AGMS/1ª/415J/Exp.0. 47 Ibídem. La definición de un modelo de liderazgo en la etapa fundacional de la Guardia Civil 330 Siendo conocedor el Gobierno de las inquietudes históricas y culturales de Crispín Jiménez de Sandoval, así como de sus dotes literarias, el 20 de marzo de 1853 se le nombró presidente de una Comisión de investigación de documentos históricos militares, en la que también estaban integrados otros dos investigadores. Fruto de sus trabajos durante el tiempo que permaneció en el norte de África en 1844 y 1845, Sandoval publicó su obra «Memorias sobre la Argelia». En julio de 1853 se recomendaba su adquisición, en nombre de la Reina, por el interés de su contenido. En este tiempo, en que se hallaba sin destino, fue diputado a Cortes por la provincia de Jaén en 1853. El 21 de julio de 1856, el brigadier Jiménez de Sandoval fue nombrado Secretario de la Inspección General de la Guardia Civil, en sustitución del coronel Olmedo. Al incorporarse, continuó a cargo del despacho de la Inspección General, que ya ostentaba su antecesor desde el 19 de julio, al cesar el general Infante Chaves. El 1 de septiembre de ese año se hacía cargo de la Inspección General del Cuerpo el teniente general José McCrohon y Blake, y un mes más tarde, el 12 de octubre, era relevado por el teniente general Francisco Javier Girón, duque de Ahumada, que asumía su segundo mandato. Pero el 18 de marzo de 1857, el Subsecretario de Guerra comunicaba la aceptación de la solicitud del brigadier Jiménez de Sandoval para ser relevado del cargo de Secretario de la Inspección General de la Guardia Civil y pasar a cuartel, fijando su residencia en Madrid. A este respecto, no pensamos que Sandoval abandonara la Inspección General por desavenencias con Ahumada. Vemos por su trayectoria profesional que raramente permanecía más de dos años en el mismo destino, sobre todo, en los últimos tiempos de su carrera profesional. Pero sobre todo, por el tono y la forma en que se refiere reiteradamente al duque de Ahumada en su interesantísima obra «Las instituciones de seguridad pública en España y sus dominios de Ultramar», escrita durante su permanencia al frente de la CAPÍTULO 5. LOS PRIMEROS JEFES Y OFICIALES DE LA GUARDIA CIVIL 331 Secretaría y publicada al año siguiente, apreciamos la misma admiración y reconocimiento hacia el fundador que en otras obras coetáneas de personal adscrito a la propia Inspección General. Esta obra ha ocupado un lugar destacado entre la bibliografía consultada para nuestro trabajo. Tras un breve paso como Gobernador Civil de la provincia de Valencia en 1858, Jiménez de Sandoval fue comisionado en octubre de 1859 al mando de la 1ª Brigada del 1º Cuerpo de Ejército, constituido para participar en la guerra de África. Allí destacó en acciones como la de El Serrallo, en noviembre de ese año, por la que se le concedió la cruz de San Fernando de tercera clase; y en la batalla de Los Castillejos en enero de 1860. Por los méritos en esta campaña, se le concedió a su regreso la Gran Cruz de Isabel la Católica. El 14 de octubre de 1863 ascendió a mariscal de campo y fue destinado como jefe del Estado Mayor General del 1º Ejército y Distrito, en el que permaneció sólo un año, por disolución de la unidad. En 1864 y en otras dos ocasiones posteriores, fue designado Vocal de la Junta Consultiva de Guerra, y en los años siguientes ocupó diferentes destinos y comisiones en los que permaneció poco tiempo, incluyendo un periodo de licencia para Francia. Entre sus renuncias a alguno de sus destinos, destacamos una de 1866, en que solicitó ser relevado del mando de la división ligera y que se le concediera el cuartel «para el sosiego que recientes desgracias de familia le hacen necesario» 48 . El 20 de septiembre de 1868, para hacer frente a la revolución que acababa de estallar, fue comisionado a las órdenes del general Pavía y Lacy, marqués de Novaliches, participando en la batalla del puente de Alcolea. En el consejo de guerra de oficiales generales en que resultó condenado el general Manuel Pavía y Lacy, por haberse negado a prestar juramento de fidelidad al Rey Amadeo I, el mariscal de campo Jiménez de Sandoval, que había actuado en el proceso como defensor, fue apercibido en la sentencia de 6 de junio de 1871 48 Ibídem. La definición de un modelo de liderazgo en la etapa fundacional de la Guardia Civil 332 «por haber consignado en su alegato frases inconvenientes» 49 , tal vez llevado por su sentido de la lealtad hacia quien había sido su superior dos años antes. En cualquier caso, no parecía ser Sandoval especialmente comedido en sus expresiones porque un año más tarde, por una carta publicada el 28 de septiembre de 1872 en «El Correo Militar», se le instruyó una sumaria que, finalmente, fue resuelta sin responsabilidad en julio de 1873 50 . Tras permanecer un tiempo en situación de cuartel y en uso de licencias, entre marzo y agosto de 1875 ejerció como comandante general de la División de Vizcaya, siéndole concedida por su actuación al frente de la misma la Gran Cruz del Mérito Militar. En enero de 1876, Jiménez de Sandoval fue nombrado Capitán General de Canarias y el 24 de julio de ese año, ascendió a teniente general. Desde agosto de 1877 a abril de 1878 desempeñó el cargo de Capitán General de Granada y a continuación, el de Director General de Artillería, que ocupó hasta el 31 de marzo de 1879, en que cesó en el servicio activo. Ya hacia el final de su vida, el teniente general Jiménez de Sandoval aún publicó otro libro en 1880 titulado «Guerras de África en la antigüedad». Sobre su contenido, la Real Academia de la Historia emitió en 1881 un elogioso informe y le fue concedida la Gran Cruz al Mérito Militar. Curiosamente, de los 128 ejemplares de esta obra que fueron distribuidos por cortesía, el destinatario del primero de ellos fue el duque de Montpensier 51 . También escribió otras obras de temática histórico-militar que merecieron una favorable acogida de la Real Academia de la Historia, como la publicada por aquellas fechas y que llevaba por título «Aljubarrota». Crispín Jiménez de Sandoval, hombre polifacético y de grandes inquietudes, que vino a aportar una nueva visión como número dos de la Inspección General de la Guardia Civil, fallecía el 30 de diciembre de 1881. 49 Ibídem. 50 Ibídem. 51 Ibídem. CAPÍTULO 6. REALIZACIÓN DEL SERVICIO, EVOLUCIÓN ORGÁNICA Y DINÁMICA POLÍTICA EN LA ETAPA FUNDACIONAL 333 CAPÍTULO 6 REALIZACIÓN DEL SERVICIO, EVOLUCIÓN ORGÁNICA Y DINÁMICA POLÍTICA EN LA ETAPA FUNDACIONAL 6.1 DESPLIEGUE INICIAL DE LOS TERCIOS, PRIMEROS SERVICIOS Y SU IMPACTO EN LA OPINIÓN PÚBLICA 6.1.1 Previsiones y dificultades para el despliegue No es de extrañar que, pese a que instituciones y ciudadanos habían depositado sus esperanzas en el nuevo cuerpo de seguridad que se acababa de crear, existiera también un cierto escepticismo o, al menos, una prudente reserva acerca de su capacidad para atajar los graves problemas de seguridad que aquejaban a España. Eran demasiados los intentos fallidos de establecer aquella fuerza armada, como para pecar de un excesivo optimismo. Una muestra elocuente nos la proporciona el artículo publicado en «El Pensamiento de la Nación» el 3 de abril de 1844, cuando acababa de aparecer el primer real decreto fundacional, el de 28 de marzo, y todavía no se había determinado la forma de constituir el nuevo cuerpo, mediante el de 12 de abril. El prestigioso periódico de Jaime Balmes, conservador y católico, aunque muy crítico con los moderados, cifraba el éxito de la nueva institución en que se diera cumplimiento a su reglamentación, a la rápida consecución de resultados y a respetar sus funciones, sin dedicarla a cometidos ajenos a las razones de su creación: «Los reglamentos contribuyen mucho á la utilidad ó inutilidad de esta clase de instituciones, pero esto depende también en gran parte de la manera con que se los aplica. En España no son buenas leyes lo que nos hace falta, sino un sistema general que garantice su exacta observancia. Por esto, si bien no desconocemos las utilidades que consigo puede traer un cuerpo de esta clase, andamos algo recatados en entregarnos a ilusiones demasiado La definición de un modelo de liderazgo en la etapa fundacional de la Guardia Civil 334 lisonjeras, porque la experiencia nos ha demostrado que pocas veces corresponden los resultados a las esperanzas concebidas cuando los objetos se miran en perspectiva. Convenimos en que la creación de los guardias civiles puede reportar muchos beneficios, pero repetimos que es menester aplazar para más tarde el prodigar al Gobierno los encomios, de que sólo será merecedor cuando no sólo haya concebido sino también ejecutado de una manera ventajosa. Es preciso que la nueva carga que se impone al erario vaya acompañada de resultados positivos e inmediatos; es preciso cuidar que varias causas que no es necesario enumerar no echen a perder la institución, ya sea inutilizándola ya sea haciéndola servir para objeto diferente del a que ha sido destinada» 1 . Mientras tanto, como vimos en el Capítulo 4, la organización y formación del personal que habría de integrar los tercios se desarrolló a buen ritmo a lo largo del verano de 1844; sobre todo, a partir de agosto. Este proceso, como también observamos, estuvo muy condicionado por el estado de la recluta del personal de tropa destinado a cada una de estas unidades, así como de los oficiales que las iban integrando, una vez admitidos en la Guardia Civil. Por los escritos de Ahumada tenemos una idea sobre la evolución que experimentaba el contingente de los tercios, y cuáles eran las previsiones para cada uno de ellos 2 . También sabemos que, probablemente espoleado por las presiones que se empezaron a recibir desde finales de agosto para que las unidades de la Guardia Civil destinadas a cada provincia se constituyeran cuanto antes, se aceleró la formación y despliegue de la fuerza de algunos tercios, que tuvo que partir sin su equipamiento y los sables, para serles proporcionados en las provincias de destino. Así, un primer contingente de personal de los tercios de Barcelona, Sevilla, Valencia, La Coruña y Zaragoza partió para sus destinos a finales de septiembre 3 . De todas formas, la puesta en escena y presentación de la Guardia Civil, mediante la prestación oficial de su primer servicio, tuvo lugar el 10 de octubre de 1844, como adelantábamos en el Capítulo 4, para participar en la cobertura de itinerario de la comitiva real desde Palacio hasta el Senado, con motivo de la 1 «El Pensamiento de la Nación», núm. 9, de 3 de abril de 1844. Hemeroteca digital, BNE. 2 Propuesta de Ahumada al Ministerio de la Guerra, de 13 de agosto de 1844, que fue aprobada el 24 del mismo mes. SEHGC. 3 Escrito del Coronel Secretario de la Inspección General, encargado del despacho, de 29 de septiembre de 1844. SEHGC. CAPÍTULO 6. REALIZACIÓN DEL SERVICIO, EVOLUCIÓN ORGÁNICA Y DINÁMICA POLÍTICA EN LA ETAPA FUNDACIONAL 335 asistencia de la Reina al acto de apertura solemne de las Cortes, coincidiendo con la fecha de su catorce cumpleaños. De acuerdo con la descripción aportada por los capitanes Quevedo y Sidro (1858) 4 , la flamante fuerza de la Guardia Civil que tomó parte en aquel dispositivo estaba integrada por 5 compañías de infantería, con 693 hombres; y 2 escuadrones de caballería, con otros 236, e igual número de caballos. A su vez, estaba mandada por 2 jefes y 27 comandantes, capitanes y subalternos. Aquel dispositivo consiguió llamar la atención del público madrileño que había acudido a presenciar el paso de la comitiva «por su dignidad y vistoso uniforme en aquel día memorable en la historia del Cuerpo». En tono un tanto grandilocuente, pero que intentaba reflejar, en todo caso, el efecto que aquella primera fuerza de la Guardia Civil había causado en la opinión pública, continuaban refiriendo los primeros historiadores del Cuerpo que «el tostado rostro de aquellos veteranos, recién salidos de la guerra civil, su guerrero continente y gallarda estatura, eran objeto de las miradas del público, lo mismo que la alzada y anchura de los soberbios caballos que montaban». En fin, consideraban que el público apreciaba «en esta fuerza escogida mandada por Jefes y Oficiales de tan brillante reputación, una salvaguardia de la sociedad» 5 . De los tercios que constituían la estructura organizativa de la Guardia Civil, de acuerdo con el artículo 3 del Real Decreto de 13 de mayo de 1844, se desplegó en aquella primera organización, la fuerza de los doce tercios peninsulares. En cuanto a los insulares, como ya apuntamos en el Capítulo 2, se constituyó el 13º Tercio de Baleares en agosto de 1846, a cuyo frente se situó a un primer capitán, que ejercería, a su vez, como jefe de provincia. El despliegue de dos compañías de infantería destinadas a las Islas Canarias quedó demorado por Real Orden de 30 de julio de 1844, y aunque existirá una comandancia en Tenerife desde 1898, la constitución del 14º Tercio de Canarias, como tal unidad, se demorará hasta 1936. 4 QUEVEDO, A. y SIDRO, J., op. cit., pp. 577-578. 5 Ibídem. La definición de un modelo de liderazgo en la etapa fundacional de la Guardia Civil 336 Imagen 6.1. Tasa de encuadramiento, en términos porcentuales, de los jefes y oficiales de la Guardia Civil, según los efectivos previstos en el Real Decreto de 13 de mayo resultante del despliegue inicial, al finalizar este año. Fuente: Elaboración propia. Para el despliegue de efectivos se tuvieron en cuenta los informes que los jefes políticos de las provincias emitieron sobre la problemática de la segurid los distritos en que se dividían sus demarcaciones, a efectos de su cobertura. Así, se aprobó una primera distribución territorial con fecha 25 de noviembre, que fue modificada y establecida definitivamente el 20 de diciembre de 1844 obstante, como ya apuntamos y comprobaremos más adelante, la Guardia Civil algunos de los tercios ya de aquella distribución de la fuerza Ciertamente, el despliegue inicial del personal de la Guardia Civil de la geografía nacional no fue simultáneo, y estuvo sujeto a múltiples condicionantes y dificultades, como las infraestructuras, equipamiento y armamento para constituir el contingente destinado a cada tercio, y su posterior proyección a cada provincia. A ello había que añadir el siempre penoso desplazamiento de los guardias civiles hasta sus destinos, que en muchos casos fue realizado junto a sus familias, transportando mobilia 6 MARTÍNEZ RUÍZ, E. (1980). Ubicación geográfica inicial de la Guardia Civil Historia Moderna y Contemporánea 4% 96% Tasa de encuadramiento de jefes y oficiales, según el Real Decreto de 13 de mayo de 1844 Jefes y oficiales Clases de tropa La definición de un modelo de liderazgo en la etapa fundacional de la Guardia Civil de encuadramiento, en términos porcentuales, de los jefes y oficiales de la Guardia Civil, según los efectivos previstos en el Real Decreto de 13 de mayo resultante del despliegue inicial, al finalizar este año. Fuente: Elaboración propia. Para el despliegue de efectivos se tuvieron en cuenta los informes que los jefes políticos de las provincias emitieron sobre la problemática de la segurid los distritos en que se dividían sus demarcaciones, a efectos de su cobertura. Así, se aprobó una primera distribución territorial con fecha 25 de noviembre, que fue modificada y establecida definitivamente el 20 de diciembre de 1844 omo ya apuntamos y comprobaremos más adelante, la Guardia Civil ya había empezado a prestar servicio antes de la aprobación la distribución de la fuerza. l despliegue inicial del personal de la Guardia Civil la geografía nacional no fue simultáneo, y estuvo sujeto a múltiples condicionantes y dificultades, como las infraestructuras, la dotación de armamento y, sobre todo, la disposición del personal necesario tingente destinado a cada tercio, y su posterior proyección a A ello había que añadir el siempre penoso desplazamiento de los guardias civiles hasta sus destinos, que en muchos casos fue realizado junto a sus familias, transportando mobiliario y enseres en medios precarios. No obstante, (1980). Ubicación geográfica inicial de la Guardia Civil, p. 83. Contemporánea. 4% Tasa de encuadramiento de jefes y oficiales, según el Real Decreto de 13 de mayo de 1844 Clases de tropa 6% 94% Encuadramiento de jefes y oficiales en el despliegue inicial, diciembre de 1844 Jefes y oficiales Clases de tropa La definición de un modelo de liderazgo en la etapa fundacional de la Guardia Civil de encuadramiento, en términos porcentuales, de los jefes y oficiales de la Guardia Civil, según los efectivos previstos en el Real Decreto de 13 de mayo de 1844, y la Para el despliegue de efectivos se tuvieron en cuenta los informes que los jefes políticos de las provincias emitieron sobre la problemática de la seguridad en los distritos en que se dividían sus demarcaciones, a efectos de su cobertura. Así, se aprobó una primera distribución territorial con fecha 25 de noviembre, que fue modificada y establecida definitivamente el 20 de diciembre de 1844 6 . No omo ya apuntamos y comprobaremos más adelante, la Guardia Civil de servicio antes de la aprobación l despliegue inicial del personal de la Guardia Civil a lo largo la geografía nacional no fue simultáneo, y estuvo sujeto a múltiples la dotación de y, sobre todo, la disposición del personal necesario tingente destinado a cada tercio, y su posterior proyección a A ello había que añadir el siempre penoso desplazamiento de los guardias civiles hasta sus destinos, que en muchos casos fue realizado junto a sus rio y enseres en medios precarios. No obstante, , p. 83. Cuadernos de Encuadramiento de jefes y oficiales en el despliegue inicial, diciembre de 1844 Clases de tropa CAPÍTULO 6. REALIZACIÓN DEL SERVICIO, EVOLUCIÓN ORGÁNICA Y DINÁMICA POLÍTICA EN LA ETAPA FUNDACIONAL 337 teniendo en cuenta todas estas circunstancias, el estado de las comunicaciones y el escenario económico en que tuvo lugar aquel despliegue, en la España de 1844, hay que considerarlo como muy eficaz y realizado en un breve periodo. La inexistencia de infraestructuras adecuadas fue una las mayores dificultades con que se encontraron la fuerza de la Guardia Civil y sus familias a la llegada a sus destinos. Es muy probable que los oficiales que habían permanecido en las cabeceras de distrito militar para la selección y recepción de los aspirantes a ingreso, procedentes de licenciados del Ejército y Marina, desempeñaran también funciones aposentadoras para aquellos guardias civiles y sus familias, contando con el apoyo de los jefes políticos respectivos. Para ello, seguirían las recomendaciones que ya hacía el organizador del Cuerpo en su escrito de 25 de abril, del que nos ocupamos en el Capítulo 2, a fin de proveerse de instalaciones adecuadas que reunieran unas condiciones mínimas de seguridad y habitabilidad. Ahumada sugería ocupar algunos de los edificios que todavía se encontraban vacíos, sobre todo en las capitales de provincia, tras el reciente proceso desamortizador de propiedades civiles y de instituciones religiosas. Esta solución solventaría, siquiera provisionalmente, el problema en las capitales, y allí donde se concentrara una fuerza superior a cincuenta guardias, donde el Ministerio de la Gobernación debía proporcionar alojamiento, de acuerdo con el artículo 49 del Reglamento para el Servicio. Pero en las demás poblaciones, no se preveía otro cobijo, salvo que el ayuntamiento dispusiera de un edificio adecuado, que utilizar el medio establecido para alojar la tropa del Ejército en operaciones; esto es, requiriendo la acogida en propiedades privadas. Lo cierto fue que la fuerza destinada a las provincias en aquel despliegue, acompañada en muchos casos de sus familias, hubieron de conformarse en un primer momento, por lo general, con ocupar antiguas casonas, viejos cuarteles, o conventos y monasterios abandonados. Respecto a la entrada en servicio de aquellos primeros guardias civiles, se veían urgidos a ello por la impaciencia de los jefes políticos y las grandes expectativas depositadas en aquellos hombres. No obstante, los condicionantes antes expuestos y la necesidad de alcanzar unos niveles mínimos de formación del La definición de un modelo de liderazgo en la etapa fundacional de la Guardia Civil 338 personal, aconsejaban no caer en la precipitación, y determinaron que el servicio se comenzara a prestar de forma desigual y gradual en las diferentes provincias. De este modo, si bien algunos de los guardias civiles comenzaron a prestar servicio desde el mismo mes de septiembre de 1844, como sucedió en la provincia de Barcelona, la mayor parte de las provincias vieron patrullar sus poblaciones, caminos y campos por la Guardia Civil de forma progresiva hasta final de año. Según se recoge en el escalafón de jefes y oficiales de 1845 7 , al comenzar este año ya prestaba servicio la Guardia Civil en todo el territorio peninsular, aunque el despliegue no se había completado todavía en todas las provincias. 6.1.2 Puesta en marcha de los tercios y expectativas sociales En cuanto a la fuerza destinada al 1º Tercio de Castilla la Nueva, con sede en Madrid, al mando del coronel Purgoldt, se dispuso su distribución por Real Orden de 20 de octubre. De acuerdo con ella, se destinó la 1ª compañía de infantería para prestar servicio en la capital madrileña, y la segunda compañía y un escuadrón de caballería, para cubrir la provincia de Madrid. Las demás provincias de Toledo, Ciudad Real, Cuenca y Guadalajara, serían atendidas cada una de ellas por una compañía de infantería y una sección del segundo escuadrón de caballería. Por la entidad de este tercio y la especial sensibilidad por atender al servicio junto a la Corte con la mayor celeridad y eficacia desde el primer momento, fue el único que se cubrió con la totalidad de efectivos previstos; e incluso más tarde, se reforzó con otra compañía 8 . Cada una de estas compañías y escuadrones estaban integradas por 138 efectivos, incluidos los oficiales. Como consecuencia de una reorganización militar, por Real Orden de 12 de julio de 1846 se incorporó a este tercio la demarcación de la provincia de Segovia, procedente del 8º Tercio de Valladolid, con una dotación de una compañía, y asignándosele una sección de caballería. 7 Escalafón general de antigüedad de los señores Jefes y Oficiales en 1 de mayo de 1845, p. 7. SEHGC. 8 AGUADO SÁNCHEZ, F. (1983-1984). Historia, op. cit., tomo 1, p.241. CAPÍTULO 6. REALIZACIÓN DEL SERVICIO, EVOLUCIÓN ORGÁNICA Y DINÁMICA POLÍTICA EN LA ETAPA FUNDACIONAL 339 Los primeros capitanes que se hicieron cargo de las provincias del tercio fueron Manuel de Vegas y Toro, Juan Álvarez de Lara, Cándido Orozco, Reyes Cantorné y Luís Periche, jefe de la provincia de Madrid. Además, por sus características, contaba también con un segundo jefe. En un primer momento, recayó este cargo en el teniente coronel Luís María Serrano, y al ser destinado posteriormente al mando del 12º Tercio, le relevó en aquel puesto en el mes de noviembre de 1844 el teniente coronel Martín de Hormaechea, procedente del depósito de Leganés, como ya expusimos. La fuerza del 1º Tercio prestó su primer servicio relevante de que tenemos noticia el 8 de noviembre de 1844 por el jefe de la línea de Galapagar y la fuerza a sus órdenes, con la captura de tres componentes de una numerosa gavilla que había cometido varios robos ese día, dejando cinco caballos que habían sustraído. Poco después, el día 12, tras la confidencia recibida por un celador de barrio de Madrid, se produjo la captura de otros tres ladrones y la muerte de un tercero en la zona del puente de Navalcarnero, en la carretera de Extremadura, tras sorprender la fuerza del Cuerpo a una partida de ocho individuos armados que acababan de asaltar una diligencia 9 . Los barrancos allí existentes eran el lugar de refugio de aquella banda, que tenía atemorizados a cuantos viajaban por ese lugar, debido a los reiterados robos y asesinatos allí cometidos. Para erradicar aquel foco de delincuencia, tuvieron que intervenir los guardias un mes más tarde, alertados ante el nuevo asalto a una diligencia en el barranco de Arroyomolinos, sorprendiendo a una partida de ocho individuos y entablando un tiroteo. Tan tenaz resistencia ofrecieron que, en la refriega, el jefe de la partida resultó muerto por sus propios compañeros y otros cinco, abatidos por los guardias, haciendo uso de sus bayonetas, mientras los dos restantes conseguían huir por lo escabroso del terreno. Por aquel servicio fue felicitada la fuerza del puesto de Móstoles que lo prestó; el segundo capitán de la provincia, Francisco de Paula Michelena; y el celador de protección y seguridad pública del barrio de las Aguas de Madrid, que les acompañaba y, de nuevo, había 9 Gaceta de Madrid, núm. 3717, 17 de noviembre de 1844. Colección histórica, BOE. La definición de un modelo de liderazgo en la etapa fundacional de la Guardia Civil 340 aportado la valiosa información de que disponía; además de algunos paisanos 10 . Una caseta de vigilancia instalada en aquel punto, utilizada para las entrevistas entre las parejas de servicio, sirvió para asegurar en lo sucesivo aquel lugar 11 . El 2º Tercio de Cataluña, con sede en Barcelona, fue de los que antes comenzó su despliegue. Al frente del mismo fue designado a finales de julio el coronel Palmés, gran conocedor de aquel distrito. Con él fueron destinados, en un primer momento, los primeros capitanes Francisco Batlle y Francisco Arredondo, los segundos capitanes Domingo Roig y Sebastián Senespleda, y los tenientes, Jaime Abelló y Cayetano Sentís. Todos ellos eran igualmente catalanes, perfectos conocedores de la idiosincrasia de aquella región y de su lengua vernácula. Quevedo y Sidro (1858) 12 nos refieren que el primer contingente de 64 guardias civiles con algunos de estos oficiales llegó a Molins de Rey (Barcelona) el 30 de septiembre de 1844; que el 1 de octubre pasó aquella fuerza la primera revista de comisario, ya con 93 efectivos de tropa; y que al finalizar el año totalizaban el mismo número de oficiales, 124 guardias de infantería y otros 30 de caballería. Asimismo, refieren que la primera ubicación en la ciudad condal de aquellos guardias civiles fue en el convento de Jerusalén, y que el 18 de noviembre comenzó a prestar servicio la fuerza de esta primera compañía en Barcelona y sus inmediaciones, una vez que se la dotó de uniformes y equipo. Citan como primer servicio de la Guardia Civil en Cataluña, el auxilio prestado a la población de Barcelona con motivo del fuerte temporal sufrido el 20 de diciembre de ese año, que provocó grandes inundaciones, salvando la vida de varias personas que se veían amenazadas por la crecida de las aguas. Aquel servicio mereció «los elogios del pueblo de Barcelona y de las autoridades que felicitaron al Gobierno de S.M., por el feliz pensamiento de la creación de tan protectora institución» 13 . Pero aunque es muy probable que las primeras intervenciones oficiales de la Guardia Civil lo fueran en la forma descrita, también es cierto que una noticia 10 Gaceta de Madrid, núm. 3739, 9 de diciembre de 1844. Colección histórica, BOE. 11 QUEVEDO, A. y SIDRO, J., op. cit., p. 579. 12 Ibídem, p. 674. 13 Ibídem. CAPÍTULO 6. REALIZACIÓN DEL SERVICIO, EVOLUCIÓN ORGÁNICA Y DINÁMICA POLÍTICA EN LA ETAPA FUNDACIONAL 341 fechada el 10 de septiembre en Barcelona se hacía eco de que: «van a llegar de 200 a 300 individuos del cuerpo de guardia civil destinados a esta provincia» 14 . Aunque la cifra es exagerada y la fecha parece prematura, lo cierto es que al día siguiente, la misma fuente daba noticia de un dispositivo de seguridad en que participó fuerza de la Guardia Civil. Aquel 11 de septiembre tuvo lugar un solemne acto en el monasterio de Montserrat para celebrar el regreso de la imagen de la Virgen a su lugar original, con motivo de la vuelta de la actividad monástica, interrumpida en 1836 con la desamortización. El acto contó con la presencia de la Reina María Cristina y una gran aglomeración de público, lo que obligó a establecer un dispositivo de seguridad en los accesos y en las elevaciones próximas para evitar cualquier emboscada o acción hostil, y en aquel dispositivo participó «un piquete de caballería y una porción de mozos de la escuadra y guardias civiles» 15 . Es probable que, aunque no se había llevado a cabo el despliegue oficialmente, aquellos guardias civiles fueran de los últimos admitidos y se encontraran aguardando en Cataluña, junto a los oficiales allí destacados, al contingente procedente de Madrid, para proseguir su formación y completar su equipamiento 16 . Aquel personal, con sus oficiales al frente, probablemente prestó servicio con sus uniformes y armamento del Ejército de que procedían, en apoyo del dispositivo de tropas y mozos de escuadra. Pero lo hicieron ya como guardias civiles, por haber sido admitidos, y toda vez que se hallaba constituida la Inspección General del Cuerpo desde el día 1 de septiembre. Tan solo dos días más tarde, la prensa de Barcelona volvía a mostrarse expectante ante el próximo despliegue de la Guardia Civil en la ciudad, que cifraba en «un escuadrón y un batallón de la brillante guardia civil» 17 . Reclaman también la atención del redactor «las providencias tomadas por el Sr. de Ahumada, inspector del cuerpo (…) de modo que por un constante movimiento 14 Gaceta de Madrid, núm. 3656, 17 de septiembre de 1844. Colección histórica, BOE. 15 Ibídem. 16 Obsérvese que entre las cifras de personal de tropa que apuntan Quevedo y Sidro como procedentes de Leganés el 30 de septiembre (64) y los que pasan revista el 1 de octubre (93), hay una diferencia de 29 efectivos que, sin duda, se encontraban ya en Cataluña. 17 Noticia del 13 de septiembre. Gaceta de Madrid, núm. 3658, 19 de septiembre de 1844. Colección histórica, BOE. La definición de un modelo de liderazgo en la etapa fundacional de la Guardia Civil 342 combinado recorrerán todas las villas, lugares y caminos dos o más veces al día, a imitación de Francia y Bélgica». Las esperadas expectativas sobre el servicio que habría de prestar la naciente Guardia Civil con el que, de acuerdo con la percepción de la sociedad española, se prestaba por la Gendarmería Real francesa y otras europeas creadas bajo su inspiración, resultaban evidentes. Finalmente, el artículo lanzaba una pregunta hacia aquellos sectores progresistas más radicales que, al igual que habían argumentado frente al malogrado proyecto de Pedro Agustín Girón, marqués de las Amarillas, veían en el reforzamiento de la seguridad una amenaza para las libertades públicas: «¿Todavía habrá quien crea cercenada la libertad porque se aseguren los caminos al ciudadano pacífico, obstruyendo los medios y evitando las ocasiones a los criminales?». De todos modos, no debió ser tan excepcional aquel servicio de la Guardia Civil en Montserrat en el mes de septiembre, pues otro artículo redactado en Barcelona el 1 de octubre, el mismo día en que el primer contingente del Cuerpo reúne sus fuerzas en la región, daba noticia de que «por varios viajeros venidos de la costa hemos oído elogiar el buen comportamiento y fina atención de los agentes de la Guardia Civil» 18 . Por el contenido elogioso sobre el trato dispensado por los nuevos guardias y la ubicación que sitúa en la costa, parece que la fuerza del Cuerpo, con los escasos agentes que se encontraban ya en Cataluña, estaba prestando algún tipo de servicio de cara al ciudadano. Podría, no obstante, tratarse de un error, puesto que junto a los guardias civiles, la noticia cita a las «rondas de seguridad pública», sin duda refiriéndose al Cuerpo de Rondas y Seguridad Pública de Cataluña. En cualquier caso, la entrada oficial de la Guardia Civil en Barcelona; al menos, de la fuerza que iba a prestar servicio en aquella provincia, parece que tuvo lugar el 18 de noviembre de 1844, según publicaba La Verdad y aseguraban, como vimos, Quevedo y Sidro. La prensa, nuevamente, se deshacía en elogios, deslumbrada por el porte de los guardias: 18 Gaceta de Madrid, núm. 3677, 8 de octubre de 1844. Colección histórica, BOE. CAPÍTULO 6. REALIZACIÓN DEL SERVICIO, EVOLUCIÓN ORGÁNICA Y DINÁMICA POLÍTICA EN LA ETAPA FUNDACIONAL 343 «Brillantísimo es este cuerpo por la escogida gente que lo compone, por su elegante uniforme, por su aseo y marcialidad, y por sus modales, pues hemos visto la manera digna con que los individuos saludaban y trataban a sus superiores, lo cual no deja de dar una idea aventajada de la bella organización del cuerpo. Ojalá que los resultados que dé de sí correspondan a tan buenas cualidades» 19 . Cuando ya empiece la fuerza del Cuerpo a prestar su servicio con normalidad, las expectativas depositadas en sus componentes en Cataluña se irán constatando por la opinión pública, tanto por la imagen que transmiten aquellos guardias como por sus resultados. Así parece deducirse de una noticia publicada en Barcelona el 27 de noviembre de 1844, a raíz del servicio prestado por un guardia que detuvo en solitario al autor de una agresión con arma blanca, y evitó posteriormente que fuera liberado, cuando lo conducía, por un grupo de media docena de individuos. El texto, elocuente en sus términos, decía así: «Parece que pasan de 30 las capturas de prófugos v malhechores que ha conseguido la guardia civil en los pocos días que lleva de permanencia en esta ciudad. El porte y conducta de sus individuos revela cierta educación, cierta finura que consideramos indispensable en esa institución por el objeto a que se la destina. Así lo han comprendido sin duda los jefes, a quienes nos complacemos en felicitar por el buen éxito de sus tarcas. Deseando que la guardia civil sea lo que efectivamente debe ser, creemos que sus individuos por su propio honor y por el del cuerpo continuarán siendo tan severos en el cumplimiento de sus deberes como atentos y delicados en el modo de cumplirlos» 20 . Una muestra de la prestación normal del servicio en aquel mes de noviembre, la ofrecía La Gaceta, que publicaba en su edición del 17 de diciembre la relación de los servicios prestados en la segunda quincena de ese mes por la Guardia Civil del 2º Tercio de Cataluña 21 . Además, a lo largo del año siguiente, se duplicaron los efectivos y se completó la dotación de jefes y oficiales de la Guardia Civil en Cataluña. También se constituyeron las tres compañías restantes, se completó el escuadrón de caballería y se distribuyó definitivamente la fuerza en las cuatro provincias, organizándose los puestos. 19 Gaceta de Madrid, núm. 3677, 8 de octubre de 1844. Colección histórica, BOE. 20 Ibídem, núm. 3732, 2 de diciembre de 1844. 21 Ibídem, núm. 3747, 17 de diciembre de 1844. La definición de un modelo de liderazgo en la etapa fundacional de la Guardia Civil 344 En cuanto al recibimiento de la fuerza del Cuerpo a su llegada a las provincias de Lérida y Gerona para iniciar su servicio, en enero de 1845, también tenemos noticia del impacto que causó en la población, a juzgar por los términos en que se pronunció la prensa. De la llegada a Lérida nos dice el cronista lo siguiente: «Ha llegado el destacamento de la guardia civil, cuyos individuos han sido bien recibidos y con general aceptación, tanto por su aseo como por su buen comportamiento en los cuatro o cinco días que están en ésta, y es de esperar que serán apreciados de los hombres honrados y amantes del Gobierno, al paso que temidos de los de mal vivir y perturbadores de la tranquilidad» 22 . Además del impacto inicial causado por el aspecto que presentaban los guardias recién llegados, también era uno de los objetivos de la Guardia Civil en aquellos primeros tiempos hacer notar su presencia, y que se apreciara por la población un nuevo orden, transmitiendo sensación de seguridad, pero también de control. Así, llamó la atención al cronista de Lérida que, recién llegados aquellos guardias civiles, «el domingo se diseminaron por la ciudad persiguiendo los juegos y amonestando con el mayor modo a los jugadores y mirones a que se retiraran» 23 . En términos sumamente elogiosos se pronunciaba la prensa local de Gerona respecto al despliegue de los primeros guardias civiles en su provincia: «Vimos llegar la sección de la guardia civil de infantería destinada a la provincia, y la hemos observado de cerca y con detención los días de su corta permanencia en ésta. Su grave y marcial continente, su talle, esmerado aseo y equipo, su disciplina, actividad y vigilancia, su brillante, serio e imponente uniforme, sus modales y cortesanía (sic), y el fino y atento porte que llevan sus individuos en las casas donde se hallan interinamente alojados, el comedimiento y prudencia que usan en los actos del servicio, y la atención con que se comportan con todos, nos han agradablemente sorprendido y excedido nuestras esperanzas» 24 . A Gerona también habían llegado noticias del servicio que venía prestando la Guardia Civil, probablemente de la vecina provincia de Barcelona: «Muchos 22 Ibídem, núm. 3793, 1 de febrero de 1845. Noticia del 23 de enero. 23 Ibídem. 24 Ibídem, núm. 3793, 1 de febrero de 1845. Noticia del 25 de enero. CAPÍTULO 6. REALIZACIÓN DEL SERVICIO, EVOLUCIÓN ORGÁNICA Y DINÁMICA POLÍTICA EN LA ETAPA FUNDACIONAL 345 elogios habíamos oído de esta sabia y oportuna institución, precisa e indispensable después de tantas revueltas de los vicios y malos hábitos de la anarquía; pero su trato y aplicación práctica los supera». Pero de nuevo llama la atención cómo se da por hecho que aquella nueva institución, que tanto bien estaba aportando para revertir la situación de inseguridad, era consecuencia de importar el modelo francés. Era frecuente en la época achacar muchos de los males que aquejaban a la nación a perniciosas influencias foráneas, pero también existía la conciencia de que del país vecino cabía importar muchas soluciones para la mejora de nuestra Administración, como bien sabemos. Así lo refería el cronista de forma muy gráfica: «Si tantos males, por nuestra desgracia, se han importado del extranjero, hora era que imitásemos algo de lo bueno que tienen, y les ha enseñado la experiencia de pasados trastornos. Lo es sin duda la gendarmería francesa. A la guardia civil y a la cooperación del valiente y leal ejercito deberemos la conservación del orden y de la paz, que después de tanto tiempo y tribulaciones hemos conquistado» 25 . En cuanto a la provincia de Tarragona, fue la última en recibir a los guardias civiles, pues no desplegó en su territorio la 4ª compañía hasta 1846 26 . En cuanto al despliegue inicial de la Guardia Civil en Cataluña hay que concluir diciendo que, si bien fue de los territorios en que tuvo mejor acogida y causó mayor expectación la llegada de aquel escaso grupo de guardias civiles, esta reacción resulta mucho más elocuente si tenemos en cuenta que la creación de la Guardia Civil provocó inicialmente fuertes recelos entre los catalanes, por el temor a que aquel nuevo cuerpo supusiera la extinción de las «Escuadras de Valls», el cuerpo de Mossos tan arraigado en la sociedad catalana 27 . A aquellos recelos y rechazo iniciales se unió el Capitán General del Distrito, que tenía atribuciones, además, sobre las Escuadras de Cataluña. Como hemos visto, las Escuadras compartieron espacio y funciones con la Guardia Civil, que pronto se ganó la confianza y el afecto de los catalanes. 25 Ibídem. 26 AGUADO SÁNCHEZ, F. (1983-1984). Historia, op. cit., tomo 1, p.242. 27 «El Pensamiento de la Nación», núm. 13, de 1 de mayo de 1844. Hemeroteca digital, BNE. La definición de un modelo de liderazgo en la etapa fundacional de la Guardia Civil 346 El 3º Tercio de Sevilla también fue de los primeros en constituirse. Su demarcación, coincidente con la del distrito militar correspondiente, comprendía las provincias de Sevilla, Córdoba, Cádiz y Huelva. Era aquel territorio uno de los que demandaban de forma acuciante la pronta puesta en marcha de un eficaz servicio de seguridad, debido a la lacra del bandolerismo que tenía atemorizada a la población rural, y por tanto, donde la Guardia Civil asumía un reto mayor. Tal vez por ello, Ahumada no dudó en proponer como jefe de este tercio al coronel de Caballería José de Castro, perfecto conocedor del campo andaluz, y que ya había combatido eficazmente a los bandoleros cuando era capitán, entre los años 1826 y 1828. A este tercio se destinaron, en un principio, tres compañías de infantería y un escuadrón de caballería, siendo el contingente de 1 jefe, 21 oficiales y 537 efectivos de tropa. La fuerza inicialmente constituida pasó su primera revista de comisario en el mes de octubre de 1844 en Alcalá de Guadaira, donde se hallaba concentrada. Una noticia del Diario de Sevilla del 29 de septiembre se hacía eco de la llegada de esta fuerza, señalando que «tan luego como reciban el uniforme, harán su entrada en la capital [Sevilla]: nos aseguran que el personal de esta fuerza es excelente» 28 . Tal era el concepto que se tenía de aquellos guardias civiles, considerando la forma en que habían sido seleccionados y su formación inicial. Aquel personal se distribuyó después entre las cuatro provincias del tercio. En una modificación llevada a cabo posteriormente, se incrementó el despliegue en una compañía, quedando distribuidas las unidades en la forma siguiente: el escuadrón de caballería se puso al mando del primer capitán, Pablo Becar; la 1ª compañía, destinada a Córdoba, al mando del primer capitán Alonso Bohoyo Dávila; la 2ª, en Sevilla, a las órdenes del primer capitán Lorenzo Contreras; la 3ª compañía, en Cádiz, al primer capitán José María Cisneros; y la 4ª, de guarnición en Huelva, al mando del capitán José Tuldrá. El capitán José María Losada fue destinado como segundo capitán de la 2ª compañía de Sevilla. 28 Gaceta de Madrid, núm. 3670, 1 de octubre de 1844. Colección histórica, BOE. CAPÍTULO 6. REALIZACIÓN DEL SERVICIO, EVOLUCIÓN ORGÁNICA Y DINÁMICA POLÍTICA EN LA ETAPA FUNDACIONAL 347 La presentación en público de la fuerza del tercio sevillano, no obstante, debió demorarse hasta noviembre, a juzgar por el curioso comentario que se incluye en un artículo publicado por el Diario de Sevilla del día 20 de ese mes, dando noticia de una visita de Isabel II a la capital andaluza. En la parada militar de toda la fuerza de guarnición en Sevilla, que tuvo lugar en el prado de San Sebastián, y «a la que concurrió bastante gente», también participó la de la Guardia Civil. La referencia que a ella hace el cronista resulta ilustrativa: «Ayer vio el público ya uniformada la nueva guardia civil, que como habíamos dicho el personal es arrogante; mas la novedad del uniforme ha causado alguna extrañeza» 29 . Progresivamente, aquella fuerza comenzó a prestar servicio en cada provincia, orientando su principal esfuerzo en combatir el bandolerismo, tan arraigado en aquel territorio, «captándose el aprecio de los hombres honrados y desvaneciendo la desfavorable idea que los enemigos del orden habían conseguido inspirar a la nación acerca de la índole de la institución». 30 De nuevo, se hacía hincapié en que la labor desarrollada por la Guardia Civil en sus primeros pasos había acallado pronto las voces de quienes, desde posiciones políticas opuestas al Gobierno, auguraban su fracaso. Cuando finalizaba aquel año de 1844, una comunicación del Ministerio de la Guerra reflejaba el relevo natural que, en cierto modo, se estaba llevando a cabo entre el Ejército y la Guardia Civil en la lucha contra el bandolerismo. El Capitán General interino de Andalucía se refería al parte del día 3 de diciembre, recibido del comandante general de Córdoba, que participaba la dispersión y huída de la peligrosa partida liderada por «Caparrota» ante la presión a que había sido sometida por fuerzas del Ejército, «visto el sistema de persecución que se ha establecido, la actividad con que se ha ejecutado y se continuará por la guardia civil que ha sido destinada a dicha provincia» 31 . 29 Ibídem, núm. 3726, 26 de noviembre de 1844. 30 QUEVEDO, A. y SIDRO, J., op. cit., p. 688. 31 Gaceta de Madrid, núm. 3747, 17 de diciembre de 1844. Colección histórica, BOE. La definición de un modelo de liderazgo en la etapa fundacional de la Guardia Civil 348 En el año 1845 la fuerza del 3º Tercio se encontraba ya prestando servicio con normalidad, aunque todavía sin cubrir todos sus efectivos. En aquella lucha sin cuartel contra los malhechores en que se embebió, la Guardia Civil practicó más de medio centenar de detenciones, pero pronto tuvo que contar las primeras bajas entre sus filas, pagando su tributo en sangre. El 4º Tercio de Valencia abarcaba las provincias de Valencia, Castellón, Alicante, Albacete y Murcia. Además de combatir un nivel elevado de delincuencia y un número de revueltas considerablemente superior al de otras zonas de España, los guardias civiles destinados a este tercio tendrán que intervenir con mucha frecuencia en auxilio de la población, con motivo de las frecuentes inundaciones producidas, fruto de unas condiciones meteorológicas propicias para ello. Además, en su demarcación se encontraba la sierra del Maestrazgo, centro de operaciones y cobijo de los seguidores carlistas de Cabrera, lo que obligará a la Guardia Civil a prestar una especial atención a esa zona, donde tuvo que intervenir más de una vez para atajar intentonas de levantamientos. Una parte importante de los excombatientes del bando carlista, incapaces de retornar a la vida ordinaria, se dedicaron al pillaje e hicieron del bandolerismo su modo de vida. En un principio, se desplegaron en el 4º Tercio tres compañías de infantería y un escuadrón de caballería. La dotación prevista para esta unidad, de la que partió, entre los primeros, el contingente inicial hacia sus destinos, estaba integrada por 1 jefe, 19 oficiales y 469 efectivos de tropa. Al frente del tercio se destinó al coronel de Milicias Provinciales José Hidalgo de Cisneros, que había desarrollado la mayor parte de su carrera profesional en aquellas tierras. Entre los oficiales, se nombró primer capitán de la 1ª compañía al segundo comandante del Ejército Enrique Cialdini Santián, de origen italiano y a quien el duque de Ahumada había conocido, como a tantos otros, en el Ejército del Centro, cuando combatía en el frente del Maestrazgo en el último periodo de la guerra Carlista 32 . Como primer capitán de la 2ª compañía se designó al segundo comandante 32 QUEVEDO, A. y SIDRO, J., op. cit., p. 707. CAPÍTULO 6. REALIZACIÓN DEL SERVICIO, EVOLUCIÓN ORGÁNICA Y DINÁMICA POLÍTICA EN LA ETAPA FUNDACIONAL 349 Manuel Freijas, que hasta entonces había estado formando a los aspirantes en el depósito de Leganés. La primera sede de este tercio en Valencia se situó en un lugar tan emblemático como las Torres de Quart, que constituyen una de las dos puertas fortificadas de la muralla medieval de Valencia que aún permanecen en pie. Desde el comienzo de la prestación del servicio, la fuerza de este tercio tuvo como prioridad la vigilancia de los caminos reales que conducían a Madrid y a Barcelona 33 , con un gran tráfico de diligencias y sillas-correo, orientando para ello, también, su despliegue. Entre 1845 y 1846, se cubrieron las compañías destinadas a las otras provincias. En años siguientes, la fuerza de este tercio adquirió un notable prestigio con la detención de numerosos y peligrosos delincuentes y la desarticulación de varias partidas carlistas. El 5º Tercio de Galicia, que comprende sus cuatro provincias, también fue dotado de efectivos con cierta celeridad, tanto por lo que respecta a los oficiales como el personal de tropa; y su primera compañía, fue de las que primero partió de los depósitos de Madrid hacia sus destinos. Al frente del tercio se destinó al coronel José Rizo, y pasó su primera revista de comisario en octubre de 1844, contando con 1 jefe, 8 oficiales y 155 efectivos de tropa, que se distribuyeron entre las cuatro provincias, a la espera de la incorporación del restante personal con destino a este tercio. De entre los oficiales, cabe destacar la figura del segundo comandante Manuel Buceta, destinado como primer capitán de la compañía desplegada en la provincia de Pontevedra, y que se unirá, junto a parte de los efectivos de su unidad, a la revuelta de varias unidades militares en Galicia que tuvo lugar en 1846. La adhesión de Buceta a aquella sublevación, además de su expulsión de la Guardia Civil, le costó el cargo al coronel jefe del tercio, José Rizo, que fue cesado y apartado del Cuerpo. Se trataba de un caso absolutamente excepcional en toda la historia de la Guardia Civil, y del que ya nos ocupamos con más extensión en el Capítulo 5. 33 AGUADO SÁNCHEZ, F. (1983-1984). Historia, op. cit., tomo 1, p.243. La definición de un modelo de liderazgo en la etapa fundacional de la Guardia Civil 350 Enseguida comenzó a prestar servicio el personal del tercio gallego con gran eficacia, empleándose contra una delincuencia difícil de combatir, pero que a diferencia de otras regiones, como ya expusimos, no contó en ningún momento con el apoyo de la población rural, apegada a sus pequeñas propiedades. Tal vez por ello, los buenos servicios que comenzó a prestar la Guardia Civil desde un primer momento, gozaron del mayor reconocimiento y simpatía por los ciudadanos de aquella tierra. El 6º Tercio de Aragón comprendía las tres provincias del mismo distrito militar. Trasladada la primera compañía constituida desde Leganés, el tercio pasó su primera revista de comisario en el mes de octubre de 1844 en la localidad de Longares (Zaragoza), donde se había concentrado la fuerza para completar su formación. La unidad contaba entonces con 1 jefe, 11 oficiales y 166 efectivos de tropa, y se constituyó en tres compañías de infantería y un escuadrón de caballería. Fue nombrado jefe del tercio, el coronel José Parián, que como los anteriores, era buen conocedor de su nueva demarcación. Más tarde se fue completando la dotación del tercio, con el objetivo de alcanzar los 21 oficiales y 537 efectivos de tropa. Una vez finalizada la instrucción de la fuerza, emprendió su marcha hacia Zaragoza, a donde llegó el 19 de noviembre. Según refieren los capitanes Quevedo y Sidro (1858), a su llegada a la capital aragonesa, la unidad de la Guardia Civil formó y fue revistada en el paseo de Santa Engracia, ocupando un lugar preferente respecto a los demás cuerpos de guarnición en la plaza, por disposición expresa del general segundo cabo del Distrito Militar 34 . Posteriormente, pasaron a ocupar las instalaciones que, para su alojamiento como casa-cuartel, se habían habilitado en la aduana vieja. El 22 de diciembre de 1844, una vez que se había ido completando el contingente, partieron las compañías destinadas a las provincias de Huesca y Teruel. La tercera compañía, al mando del primer capitán Francisco Delgado, permaneció en Zaragoza para atender a su provincia. 34 QUEVEDO, A. y SIDRO, J., op. cit., p. 726. CAPÍTULO 6. REALIZACIÓN DEL SERVICIO, EVOLUCIÓN ORGÁNICA Y DINÁMICA POLÍTICA EN LA ETAPA FUNDACIONAL 351 La prestación del servicio en Aragón tenía condicionantes de relevancia, que supusieron un importante reto para la fuerza de este tercio, y que debía compaginar con los cometidos de su servicio peculiar. Tal vez el más importante era el del posicionamiento político de una parte de la población: si los pueblos del bajo Aragón eran partidarios de la causa carlista, los del alto Aragón lo eran de la republicana 35 . Además, los valles del Pirineo con pasos naturales hacia Francia, como los de Hecho y Ansó, eran foco permanente de contrabando de todo tipo de géneros con el país vecino, aun cuando esta competencia fuera desempeñada principalmente por el Cuerpo de Carabineros. El 7º Tercio de Granada estaba integrado por las provincias de Granada, Málaga, Jaén y Almería. Al igual que el de Sevilla, el bandolerismo era la gran lacra que se había cebado en este territorio, y combatirlo, el principal reto para los guardias civiles que iban a prestar servicio en él. Según nos refieren Quevedo y Sidro (1858), el 13 de octubre de 1844 partió de Leganés y Vicálvaro la primera fuerza con que empezó a organizarse este tercio, que según la primera revista de comisario que pasó, se componía de 1 jefe, 14 ofíciales y 267 efectivos de tropa, con 58 caballos. El día 30 de ese mes llegó el contingente a La Zubia (Granada), donde se concentró para completar su formación hasta el día 12 de diciembre, fecha en que entró en Granada, pasando a ocupar el cuartel de la Victoria 36 . El tercio se componía inicialmente de tres compañías de infantería y un escuadrón de caballería. Se confirió el mando de la unidad al brigadier José Gabarre, muy bien relacionado en Granada y uno de los oficiales de alto rango que se acogieron en su momento al Convenio de Vergara, para continuar su carrera militar, como ya vimos en el capítulo anterior. Como ayudante del tercio se nombró al capitán Manuel Monet. La 1ª compañía de Granada, una vez que disponía de los efectivos necesarios, desplegó el 21 de diciembre en las vías de comunicación más 35 Ibídem, p. 725. 36 Ibídem, p. 749. La definición de un modelo de liderazgo en la etapa fundacional de la Guardia Civil 352 importantes, constituyendo los destacamentos 37 de Loja, Lachar, Guadix, Venta del Molinillo, Venta del Zegrí, Venta de Mitagalán y Lanjarón. En Granada quedaron su primer capitán, un teniente, un subteniente y 23 efectivos de la clase de tropa. El mismo día, dos secciones de la 2ª compañía de infantería, á las órdenes del segundo capitán Juan Correa y del teniente José Morales, emprendieron la marcha para la ciudad de Jaén. Esta compañía estaría mandada por el primer capitán Juan Álvarez Lara. En cuanto a la fuerza asignada a la 3ª compañía, a las órdenes de su primer capitán Manuel Gómez Rubín, había salido para Málaga el día 11 de diciembre. En la provincia de Almería, no llegó a desplegar la 4ª compañía, con unos 20 efectivos, hasta marzo de 1845 38 . Como podemos deducir por lo tardío de su despliegue, el tercio de Granada no llegó a prestar servicio en 1844, comenzando a realizarlo en enero de 1845. Aquella fuerza tuvo que emplearse a fondo contra las numerosísimas partidas de bandoleros que campaban impunemente por aquellas provincias, cometiendo toda clase de crímenes y provocando gran desasosiego en la población. Especialmente infestadas de malhechores se encontraban los pueblos y comarcas de Campotejar, Montejicar y otros pueblos de la sierra de Granada, Baza, las Alpujarras y especialmente, todas las partidas que actuaban en la serranía de Ronda y en el desfiladero de Despeñaperros. Se llevó a cabo una catalogación de los puntos más peligrosos, sobre los que era necesario redoblar la vigilancia, de modo que para la provincia de Granada se señalaron como tales 45 parajes; en Jaén, 30; en Málaga, 34 –la serranía de Ronda, en conjunto, constituía uno de ellos- y en Almería, 14. Aquella situación, unida a lo escarpado del terreno y la dificultad en los desplazamientos para hacer frente a aquellos delincuentes, confería al servicio de la Guardia Civil un especial riesgo y penosidad, probablemente sin comparación con los demás tercios. A lo largo de 1845, pese a que la fuerza del 7º Tercio no pasaba de 390 efectivos de tropa y 120 caballos, fueron numerosos y relevantes los servicios que 37 En aquel momento, todavía no se había extendido la denominación de «puestos» para estas pequeñas unidades, manteniéndose durante un tiempo el de «destacamentos», a similitud de los constituidos por el Ejército para la persecución de malhechores. 38 AGUADO SÁNCHEZ, F. (1983-1984). Historia, op. cit., tomo 1, p.244. CAPÍTULO 6. REALIZACIÓN DEL SERVICIO, EVOLUCIÓN ORGÁNICA Y DINÁMICA POLÍTICA EN LA ETAPA FUNDACIONAL 353 prestó en la persecución de bandoleros. En la captura de aquellos malhechores destacaron especialmente algunos oficiales, como el teniente José Morales y el subteniente Vicente Torres, que capturó a siete delincuentes, en la provincia de Jaén; y el teniente Juan Espínola, el alférez Melchor Ortiz y el subteniente Vidal Tejerina, que capturó ocho delincuentes, en la provincia de Málaga. Todos ellos, junto al guardia de la 1º compañía Estéfano Asencio, que capturó a otro malhechor, fueron felicitados por el duque de Ahumada por sus brillantes servicios. Al finalizar 1845, quedaba aun mucho por hacer para que la situación de seguridad en aquellas provincias fuera satisfactoria, pero los viajeros y las gentes del campo podían ya desplazarse y trabajar con más confianza «y los guardias civiles, con su brillante comportamiento, habían desvanecido la prevención con que fue recibida la institución a su establecimiento» 39 . El 8º Tercio de Castilla la Vieja comprendía las siete provincias de Valladolid, Palencia, Ávila, León, Zamora, Salamanca y Oviedo. La fuerza con la que pasó la primera revista de comisario, en el mes de octubre de 1844, era de 1 jefe, 16 oficiales y 258 efectivos de tropa, organizados en una compañía de infantería y un escuadrón de caballería. Al final del año, se había conseguido completar una segunda compañía. El mando del tercio fue confiado al coronel Pedro Alejandro de la Bárcena, muy conocido en Castilla, y especialmente en Asturias, de donde era natural; y de gran prestigio por los hechos de armas en que había participado durante la guerra civil, como ya hemos visto. Como ayudante del tercio fue nombrado el capitán José Velasco y Luyando. Para el mando del escuadrón de caballería fue designado el primer capitán Constantino Cardón, una vez que dio por finalizado su cometido de recibir a los aspirantes al Cuerpo, licenciados del Ejército, para la fuerza del 1º Tercio de Madrid. Como segundos capitanes de las 1ª y 2ª compañías fueron nombrados, respectivamente, los capitanes Francisco de Paula Figueroa y Sandalio Conde. 39 QUEVEDO, A. y SIDRO, J., op. cit., p. 743. La definición de un modelo de liderazgo en la etapa fundacional de la Guardia Civil 354 La fuerza del tercio, todavía muy precaria en número, comenzó a prestar servicio en 1845 con siete secciones, una para cada provincia. No obstante, fue incrementándose el número de efectivos a lo largo del año, de modo que al finalizar, la fuerza en revista era de 1 jefe, 26 oficiales y 594 efectivos de tropa. Más tarde, en 1846, se aprobará un nuevo aumento que fijará los efectivos en siete compañías y un escuadrón 40 . El servicio en la demarcación de este tercio no revestía la peligrosidad y penosidad de otros, pero tampoco estaba exento de importantes exigencias. A la delincuencia que se refugiaba en las zonas montañosas y escarpadas existentes hacia el norte y la provincia de Ávila, se unía la proliferación del contrabando de diferentes géneros procedentes de Gran Bretaña en la frontera con Portugal, a través de las provincias de Zamora y Salamanca. Desde el primer momento, la acción de los guardias civiles se hizo sentir en toda la demarcación, y a los progresivos incrementos de fuerza se sucedía una mayor eficacia contra el delito. El 9º Tercio de Extremadura comprendía las provincias de Cáceres y Badajoz. Su fuerza pasó la primera revista de comisario en los dos depósitos de organización, antes de partir hacia sus destinos. La de infantería, el día 4 de octubre en Leganés, estaba constituida por una compañía, con 1 jefe, 4 oficiales y 80 efectivos de tropa; mientras que la de caballería, que revistó en Vicálvaro el 5 de octubre, contaba con 1 oficial y 35 efectivos de tropa. Para el mando del tercio se nombró en un primer momento al teniente coronel Martín de Hormaechea, que no llegaría a incorporarse, y más tarde, al teniente coronel Tomás de Soto. Para el mando de la 1ª compañía se designó inicialmente al capitán Juan Carnicero, y para el mando de la 2ª, fue nombrado como primer capitán Marcelino Álvarez. Todavía lejos de alcanzar los efectivos para cubrir el despliegue previsto de dos compañías de infantería y medio escuadrón de caballería, la fuerza de este tercio comenzó a prestar servicio en un territorio muy necesitado de seguridad, y que a su vez, revestía importantes dificultades. Esto era debido a la gran extensión 40 AGUADO SÁNCHEZ, F. (1983-1984). Historia, op. cit., tomo 1, p.245. CAPÍTULO 6. REALIZACIÓN DEL SERVICIO, EVOLUCIÓN ORGÁNICA Y DINÁMICA POLÍTICA EN LA ETAPA FUNDACIONAL 355 de las dos provincias que debían atenderse, la escasez de vías de comunicación con que contaban y la cría de abundante ganado en sus dehesas. A ello había que unir la extensión de las zonas boscosas y la vecindad, al este, de los montes de Toledo y Andalucía; y al oeste, de la frontera con Portugal, de nuevo, muy proclive al contrabando. Por tanto, la fuerza asignada a este tercio, a pesar de los buenos servicios prestados, siempre se consideró escasa, teniendo en cuenta que sólo al final de 1846 llegó a contar con 2 jefes, 13 oficiales y 314 efectivos de las clases de tropa, así como 72 caballos 41 . El 10º Tercio de Navarra comprendía esta provincia, y su despliegue inicialmente previsto era de una compañía y una sección de caballería. El 7 de noviembre de 1844 partió de Leganés y Vicálvaro la primera fuerza hacia su destino, llegando a la localidad de Burlada el día 18. Allí se dispuso a completar su instrucción hasta el 7 de diciembre, en que se trasladó definitivamente a Pamplona. Ya en la capital, continuó su formación hasta comienzos de 1845. Para mandar este tercio se nombró al teniente coronel Antonio María de Alós, que gozaba de gran reputación en aquella provincia, tanto por su familia como por su actuación en la guerra carlista. El mando de la compañía de infantería se confirió al primer capitán Vicente Escárraga –o Azcárraga-, que había permanecido en Pamplona para seleccionar y recibir a los aspirantes licenciados –y como excepción para este tercio, también paisanos-, mientras que Santiago Puig fue destinado como segundo capitán. El 5 de enero de 1845 comenzó a distribuirse la escasa fuerza del tercio en aquellos puntos que con más urgencia reclamaban su presencia, como Estella, Elizondo, Lacunza, Barásoain, Irurzun y otros varios, hasta totalizar 19 puestos al finalizar el primer semestre. Una vez establecida, comenzó a prestar servicio la fuerza de estas unidades, ganándose enseguida la confianza y aceptación de la población. Especiales condicionantes con que contó la Guardia Civil para la prestación de su servicio peculiar en Navarra eran la orografía del terreno, especialmente favorable a la ocultación en la zona fronteriza con Francia; la proximidad a las poblaciones del alto Aragón, al que ya nos referimos; y la fuerte 41 QUEVEDO, A. y SIDRO, J., op. cit., p. 776. La definición de un modelo de liderazgo en la etapa fundacional de la Guardia Civil 356 adhesión a la causa carlista del pueblo navarro, que suponía un motivo añadido de preocupación para la Guardia Civil, ante el temor de que se produjera algún levantamiento 42 . El 11º Tercio de Burgos desplegó en las provincias de Burgos, Logroño Soria y Santander. La fuerza a él destinada fue de las últimas en abandonar los depósitos de organización, ya que pasó la revista de comisario del mes de octubre en aquella ubicación, totalizando 1 jefe, 5 oficiales y 72 efectivos de las clases de tropa, que integraban una compañía de infantería y medio escuadrón de caballería. Todavía muy lejos, por tanto, de los 14 oficiales y 335 de clases de tropa de ambas armas que estaban previstos, para completar hasta una segunda compañía. Aquella fuerza partió hacia sus destinos, de acuerdo con la Real Orden comunicada por el Ministerio de la Gobernación, de 25 de noviembre de 1844. El mando del tercio se asignó al teniente coronel León Palacios Ortega, uno de los primeros, como sabemos, en que confió Ahumada para integrarse en las filas de la Guardia Civil. Los cinco oficiales, todos tenientes, fueron destinados en septiembre y pasaron a mandar las secciones, los de infantería, y el medio escuadrón, el teniente de caballería Victoriano Velázquez. La distribución de las unidades, adaptadas al reducido número de efectivos, fue de una sección de infantería a cada una de las cuatro provincias, y además, una sección de caballería a las provincias de Burgos y Logroño. Teniendo en cuenta la demora en el despliegue y la limitación de efectivos, la fuerza del tercio no pudo prestar servicio hasta 1845. En este año se constituyó la 2ª compañía, contando en febrero con 33 efectivos de tropa, y en el mes de mayo se inició la constitución de la 3ª compañía, pasando ya la revista de noviembre con 4 oficiales y 52 efectivos de tropa 43 . En cuanto a la 4ª compañía, no se constituyó hasta 1846. Pese a estas dificultades iniciales para disponer de la fuerza suficiente con la que prestar un servicio efectivo, aquellos guardias civiles se emplearon a fondo 42 Ibídem, pp. 785-786. 43 Ibídem, p. 797. CAPÍTULO 6. REALIZACIÓN DEL SERVICIO, EVOLUCIÓN ORGÁNICA Y DINÁMICA POLÍTICA EN LA ETAPA FUNDACIONAL 357 desde el primer momento en una demarcación compleja para garantizar su seguridad, pues buena parte de ella había sido escenario de duros combates durante la guerra carlista, y numerosas gavillas de antiguos combatientes se habían refugiado en los montes para dedicarse al pillaje con gran violencia. Este condicionante contribuyó a que la fuerza de este tercio fuera una de las que realizó servicios más brillantes, sufriendo importantes pérdidas. De hecho, en el periodo que es objeto de estudio en nuestro trabajo, cuatro oficiales –dos capitanes, un teniente y un alférez-, además de una decena de guardias, perdieron la vida en acto de servicio en la provincia de Burgos, a manos de facciones de bandoleros o partidas carlistas. El 12º Tercio de las Provincias Vascongadas atendía a este territorio, constituido también como distrito militar. Como ya hemos visto, las dificultades de recluta para esta parte de España fueron considerables, hasta el punto de que tan solo se constituyó el primer contingente en Leganés con un sargento y cinco guardias procedentes del 9º Tercio de Extremadura, así como de los cupos del Ejército. El primer jefe de este tercio fue el teniente coronel Luís María Serrano, quien se trasladó con aquella escasa fuerza hacia su destino en Vitoria, en noviembre de 1844. Una vez en el País Vasco, se instalaron en el alojamiento previsto en Otazu, a las afueras de Vitoria, donde se comenzó a organizar la primera compañía. Para nutrirla de personal, se admitieron, no sólo voluntarios licenciados del Ejército, sino también paisanos –excepción que estaba prevista- e incluso, a miembros del Cuerpo de Miñones, siempre que reunieran las condiciones establecidas. Allí dio comienzo la formación de aquel personal, para poco después, organizar también la sección de caballería, sobre la base de un sargento, dos guardias de 1ª clase y 8 guardias de 2ª clase. Al finalizar 1844, la fuerza total del tercio, todavía sin oficiales, se componía de 1 jefe, 29 efectivos de tropa y 4 caballos. En vista de la falta de aspirantes, aún más acuciante que en Cataluña, Ahumada optó por una solución similar a la de aquel tercio; es decir, enviar a la escasa fuerza al territorio en que debían prestar servicio, e intentar captar allí voluntarios. No obstante, si bien en Cataluña partieron de los primeros –en La definición de un modelo de liderazgo en la etapa fundacional de la Guardia Civil 358 septiembre- para este menester, para las provincias vascas se retrasó la marcha hasta noviembre, sin duda por no contar con voluntarios en Madrid que, siquiera, pudieran constituir el embrión de aquella fuerza. A lo largo de 1845 se establecieron en las tres provincias un total de 19 puestos y la fuerza del tercio se elevó considerablemente, con 12 oficiales, 167 efectivos de tropa de infantería y otros 26 de caballería. El 28 de enero se comenzó a prestar servicio en el tercio con la escasa fuerza disponible, si bien se obtuvieron pronto resultados relevantes, tanto en la captura de delincuentes, como para abortar alguna intentona de revuelta carlista. En cualquier caso, la conflictividad de las provincias vascas era inferior a la de otros territorios y no existía aquella problemática del bandolerismo que acuciaba a la fuerza de otros tercios. Esta circunstancia, junto a su menor extensión, motivó que la dotación de fuerza prevista fuera sensiblemente inferior a la de otros tercios de entidad similar. No obstante, sí permanecía latente en aquella región, como hemos visto para otros tercios, la posibilidad de levantamientos con vinculaciones carlistas 44 . El 13º Tercio de las Islas Baleares comprendía el territorio de este archipiélago y de su correspondiente distrito militar, pero no estaba prevista su constitución con aquel primer contingente desplegado en 1844. Por Real Orden de 10 de julio de 1846 se dispuso que se organizara la presencia de la Guardia Civil en Baleares con una brigada o sección. Poco más tarde, por Real Orden de 4 de agosto del mismo año, se dispuso el despliegue de una compañía de infantería con dos secciones, a las órdenes de un segundo capitán, y con una fuerza total de 3 oficiales y 70 efectivos de tropa. Provisionalmente, también se disponía que se comenzara a prestar servicio en las islas con una sección, al mando de un teniente, y con 36 efectivos de tropa. Fue a partir de 1847, mediante Real Orden de 1 de noviembre, cuando aquella compañía se constituyó definitivamente en el tercio número 13, destinando para el mando del mismo a un primer capitán. 44 Ibídem, p. 815. CAPÍTULO 6. REALIZACIÓN DEL SERVICIO, EVOLUCIÓN ORGÁNICA Y DINÁMICA POLÍTICA EN LA ETAPA FUNDACIONAL 359 Los servicios prestados por aquel limitado número de guardias civiles fueron, no obstante, muy relevantes y, sobre todo, con su buen hacer se ganaron pronto las simpatías de la población 45 . 6.1.3 Los comienzos y su impacto en la opinión pública En resumen, el despliegue inicial de la Guardia Civil, y a pesar de las dificultades, se llevó a cabo con una considerable celeridad y eficacia, conforme a los hitos temporales que se habían marcado. El patrón seguido por la mayor parte de los tercios fue el de iniciar la marcha del contingente formado en los depósitos de Leganés y Vicálvaro hacia el distrito militar correspondiente a finales del mes de septiembre, para concentrarse en un punto preestablecido de la provincia capital del distrito. En ese lugar se pasó la primera revista de comisario en el mes de octubre, dando por constituida la unidad oficialmente en cada distrito militar. Ese punto de concentración servía, además, como un lugar discreto y alejado de vistas curiosas para completar la formación del personal; recibir, quizá, al resto de los admitidos que se encontraban ya en las provincias del tercio; equipar a todo el contingente, para que pudiera comenzar a prestar servicio; y completar el acondicionamiento de las infraestructuras necesarias, siquiera de forma precaria. Una vez que la unidad se encontraba dispuesta, y siguiendo los cánones habituales de la época, se hacía la entrada con cierta solemnidad, incluso vistiendo el uniforme de gala, en la capital del distrito militar, que sería también la sede del tercio. Si la ocasión era propicia, se aprovechaba alguna parada militar de las unidades de guarnición del Ejército, para revestirla de una mayor solemnidad. El desfile por las calles de la ciudad, luciendo los vistosos uniformes de la Guardia Civil y cuidando el aire marcial en la marcha, representaba, sin duda, un impacto muy positivo en la población que se concentraba para verles pasar. Esto, unido a los comentarios favorables que circulaban respecto al servicio que ya habían comenzado a prestar en otras provincias, causaba la mejor de las impresiones. 45 Ibídem, p. 825. La definición de un modelo de liderazgo en la etapa fundacional de la Guardia Civil 360 Cuando los guardias civiles se hallaban ya instalados en las dependencias acondicionadas para albergarlos, comenzaban sin dilación a prestar servicio, primeramente en la propia capital, y de modo que su presencia fuera apreciable para la población, aunque sin importunar innecesariamente. Este nuevo punto de concentración en la cabecera del tercio servía para iniciar el servicio de modo experimental y completar el contingente necesario, tanto de oficiales como de tropa, para poder desplegar en las restantes provincias del tercio. Una vez se disponía de los efectivos suficientes y del alojamiento adecuado, la fuerza destinada a las otras provincias iniciaba su marcha y hacía su entrada en cada capital, en forma similar. Como hemos visto, una segunda serie de tercios comenzó su despliegue en noviembre, ante las carencias para constituir un núcleo de fuerza suficiente, lo que obligó a mantener activos hasta entonces los depósitos de Leganés y Vicálvaro. En todo caso, la consigna era que todos los tercios y en todas las provincias, por escaso que fuera aún su despliegue, estuvieran ya prestando servicio al comenzar el año 1845. De acuerdo con las cifras apuntadas para cada tercio en su despliegue inicial, en relación con los efectivos previstos para cada uno en el artículo 3 del decreto de 13 de mayo, los porcentajes de cobertura iniciales fueron muy variables, y en todo caso, inferiores a los inicialmente previstos. Este déficit era debido, fundamentalmente, a haber depositado unas expectativas poco realistas en la recluta entre los licenciados del Ejército y Marina, así como por la dificultad añadida por los licenciamientos prematuros de las quintas más antiguas, como tuvimos ocasión de apreciar en el Capítulo 4. Traducido en términos porcentuales, la cobertura media inicial de los tercios se situó en torno al 50%. Dentro de este promedio, la cobertura inicial del tercio de Vitoria superó escasamente el 9% de los efectivos previstos, mientras que el de Barcelona no llegó al 18%. Los que mayor índice de cobertura tuvieron en un principio fueron los tercios de Granada, con algo más de un 57%, y el de Valladolid, con algo más del 63%. En todo caso, en la revista del mes de diciembre de 1844, cuando ya se había completado CAPÍTULO 6. REALIZACIÓN DEL SERVICIO, EVOLUCIÓN ORGÁNICA Y DINÁMICA POLÍTICA EN LA ETAPA FUNDACIONAL básicamente el primer despliegue, que suponía algo menos del 5 Imagen 6.2. Cuadro de la primera dotación de efectivos prevista para la Guardia Civil y de los inicialmente desplegados, por tercios, y nivel de cobertura. Fuente: Elaboración propia. Ciertamente, cabe preguntarse cómo pudo percibirse por la población que aquellos escasos efectivos comenzaran a prestar servicio de forma efectiva aún, cómo es posible que desafiante, se resintiera de forma tan significativa como lo hizo, ya en los primeros meses de actividad de la Guardia Civil. La respuesta tal vez pueda encontrarse en el hecho de que la situación de inoperanc dedicados a la seguridad eran tan ineficaces, los malhech impunidad y la población se encontraba tan impotente, de fuerza y autoridad por parte de los primeros guardias civiles, aunqu fue suficiente para proporcionar una sensación subjetiva de seguridad la que, objetivamente, cabría esperar. 46 AGUADO SÁNCHEZ, F. (1983 REALIZACIÓN DEL SERVICIO, EVOLUCIÓN ORGÁNICA Y DINÁMICA POLÍTICA EN LA ETAPA FUNDACIONAL amente el primer despliegue, la cifra de guardias civiles era de 2.900 que suponía algo menos del 52% de la plantilla inicial prevista. . Cuadro de la primera dotación de efectivos prevista para la Guardia Civil y de los , por tercios, y nivel de cobertura. Fuente: Elaboración propia. Ciertamente, cabe preguntarse cómo pudo percibirse por la población que aquellos escasos efectivos comenzaran a prestar servicio de forma efectiva aún, cómo es posible que aquella delincuencia, habitualmente desafiante, se resintiera de forma tan significativa como lo hizo, ya en los primeros meses de actividad de la Guardia Civil. La respuesta tal vez pueda encontrarse en el hecho de que la situación de inoperancia de los escasos recursos dedicados a la seguridad eran tan ineficaces, los malhechores actuaban con tal y la población se encontraba tan impotente, que aquella por parte de los primeros guardias civiles, aunqu fue suficiente para proporcionar una sensación subjetiva de seguridad la que, objetivamente, cabría esperar. (1983-1984). Historia, op. cit., tomo 1, p.241. REALIZACIÓN DEL SERVICIO, EVOLUCIÓN ORGÁNICA Y 361 la cifra de guardias civiles era de 2.900 46 , lo . Cuadro de la primera dotación de efectivos prevista para la Guardia Civil y de los , por tercios, y nivel de cobertura. Fuente: Elaboración propia. Ciertamente, cabe preguntarse cómo pudo percibirse por la población que aquellos escasos efectivos comenzaran a prestar servicio de forma efectiva; y más abitualmente violenta y desafiante, se resintiera de forma tan significativa como lo hizo, ya en los primeros meses de actividad de la Guardia Civil. La respuesta tal vez pueda ia de los escasos recursos ores actuaban con tal demostración por parte de los primeros guardias civiles, aunque escasos, fue suficiente para proporcionar una sensación subjetiva de seguridad, superior a La definición de un modelo de liderazgo en la etapa fundacional de la Guardia Civil 362 Pero, además, había otro factor muy importante en aquel despliegue en todo el territorio nacional, porque de una u otra forma, la Guardia Civil había conseguido llegar a lugares donde antes no lo había hecho la Administración. Con su proximidad al ciudadano, el Cuerpo se convertía en una fuente de información de formidable valor para el Estado, además de eliminar la sensación de abandono que sentía la población rural. En cualquier caso, el número total de actuaciones con detenidos llevadas a cabo por la Guardia Civil en 1845, su primer año de actividad, se elevó a 6.168, incluyendo delincuentes, prófugos, desertores y por faltas leves; además de otras 701 actuaciones en represión del contrabando. Estos resultados, comunicados por el Inspector General del Cuerpo, merecieron la felicitación de la reina Isabel II 47 . 6.1.4 Una instrucción exigente Cabe ahora hacer una referencia, de nuevo, al esfuerzo dedicado a la formación de aquellos primeros guardias civiles. Cuando a finales de 1844 desplegaba el personal de los últimos tercios constituidos, y se cerraban los depósitos de instrucción y organización de Leganés y Vicálvaro, que habían sido dedicados a ese menester, se presentaba la necesidad, por una parte, de continuar con la formación de aquellos guardias civiles, y por otra, la de establecer un procedimiento que perdurara en el tiempo para garantizar la formación de los licenciados y soldados que se fueran incorporando a la Guardia Civil en los años siguientes. Aquella formación debía ser confiada, necesariamente, a las propias unidades, destinando para ello los recursos necesarios, frente al reto que suponía la dispersión y la falta de contacto directo con la Inspección General del Cuerpo. Para atender a aquella necesidad, Ahumada dictó en 1846 una circular conteniendo el «Método que ha de observarse en todos los Tercios para la instrucción de los Guardias de primera entrada» 48 . Esta circular contenía un minucioso programa y horario lectivo al que debían sujetarse los aspirantes a 47 Real Orden de 20 de enero de 1846. Recopilación, op. cit., tomo I. SEHGC. 48 Circular de 1 de agosto de 1846. Recopilación, op. cit., tomo I, pp. 413-415. SEHGC. CAPÍTULO 6. REALIZACIÓN DEL SERVICIO, EVOLUCIÓN ORGÁNICA Y DINÁMICA POLÍTICA EN LA ETAPA FUNDACIONAL 363 ingreso, con intensas jornadas que daban comienzo a las cinco de la mañana y no finalizaban hasta las nueve de la noche, mediando un descanso de dos horas entre la una y las tres. El periodo de instrucción duraba quince días, de acuerdo con una orden interna dictada posteriormente 49 . Bajo las órdenes de un oficial instructor de la propia unidad, la formación de carácter técnico para la prestación del servicio para aquellos aspirantes se centraba en el aprendizaje de la Cartilla del Guardia Civil, acompañado de la explicación de cada artículo y el análisis de casos prácticos, según la experiencia que el servicio iba dictando; así como el estudio del Reglamento Militar del Cuerpo 50 . También se dedicaba el tiempo necesario a la alfabetización de los nuevos guardias, y en la medida que esta se iba perfeccionando, se empleaba en la redacción de partes y la formación de sumarias, de acuerdo con los casos prácticos que presentaba el oficial instructor. Una vez superado aquel periodo de instrucción, los nuevos guardias civiles eran tutelados por un veterano, y no podían prestar servicio, solos o acompañados de otro de nuevo ingreso, hasta pasados seis meses desde su admisión. Sobre el servicio llevado a cabo por la Guardia Civil en aquellos primeros años contamos, según advertíamos al principio, con la fuente inestimable de las publicaciones periódicas que el Instituto comenzó a editar, no mucho más tarde de su puesta en marcha. Concretamente, fueron publicados de forma sucesiva, a partir de 1851, La Guía del Guardia Civil; desde 1855, El Mentor del Guardia Civil y a partir de 1858, el Boletín Oficial de la Guardia Civil. Como expusimos, estas publicaciones contienen la narración de los servicios más destacados, transcribiendo –cuando existían- los partes correspondientes que daban noticia oficial de los hechos de especial relevancia. Por tanto, recogían todas las dimensiones del servicio prestado y la actuación de los primeros guardias civiles, sin silenciar ningún aspecto. Cuando era preciso corregir algún procedimiento o comportamiento, enseguida se hacía llegar a todas 49 Circular de 13 de agosto de 1846. Recopilación, op. cit., tomo I, pp. 420-421. SEHGC. 50 En la circular se hace referencia únicamente al Reglamento, por lo que entendemos que éste ha de ser el Militar, y la parte relativa al servicio se estudiaba directamente sobre la propia Cartilla. La definición de un modelo de liderazgo en la etapa fundacional de la Guardia Civil 364 las unidades la real orden o circular oportuna para enmendarlos, o bien para prevenir sobre cualquier cuestión relativa al desempeño. No obstante, también es cierto que aquellos documentos nos ofrecen la visión que la Guardia Civil tenía de sí misma, por lo que hemos de acudir, en lo posible, a su contraste con la opinión pública de la época y las reacciones de la clase política, principalmente, de la oposición progresista. En cuanto a la oposición política, hay que decir que no hemos encontrado referencias a la Guardia Civil en el Diario de Sesiones del Congreso de los Diputados en ninguna de las legislaturas de la Década Moderada, periodo coincidente con el primer mandato ahumadiano. Por tanto, o poco interés ofrecían a la clase política el desempeño y los resultados del servicio de los guardias civiles, o nada tenía que achacar la oposición en las Cortes a la nueva Institución y, por ende, al Gobierno moderado. 6.1.5 La imagen de la Guardia Civil En lo referente a la opinión pública, ya hemos tenido ocasión de reproducir algunos testimonios que dan noticia de la gran expectación que, al menos en determinadas regiones, inspiró el despliegue de la Guardia Civil. En los años siguientes, será frecuente que la prensa de la época se haga eco de las actuaciones más destacadas llevadas a cabo por los guardias civiles. A la hora de resaltar aquellas acciones más relevantes, la prensa se mostraba especialmente sensible hacia los servicios humanitarios, que eran los que más prestigio reportaban al Cuerpo, y suscitaban mayor reconocimiento y afecto entre la población; por encima, incluso, de las celebradas intervenciones contra los salteadores de caminos y malhechores, en general. En los servicios de auxilio que la fuerza de la Guardia Civil prestaba a los usuarios de los caminos, sobre todo cuando los carruajes se veían precisados de ayuda para continuar la marcha ante inclemencias meteorológicas importantes u otras vicisitudes, nos han llegado numerosas referencias a través de los viajeros, que expresan sus muestras de gratitud, y de las que se hizo eco la prensa de la CAPÍTULO 6. REALIZACIÓN DEL SERVICIO, EVOLUCIÓN ORGÁNICA Y DINÁMICA POLÍTICA EN LA ETAPA FUNDACIONAL 365 época. El denominador común del testimonio de aquellas personas era el profundo agradecimiento ante una actuación de los guardias civiles que entrañaba gran riesgo o fatiga, y a la que se sucedía la negativa de aquellos esforzados servidores públicos de recibir ningún tipo de demostración material de agradecimiento, por escaso que fuera su valor; e incluso, de negarse a ser resarcidos de los gastos por ellos mismos realizado, o de los bienes propios puestos a disposición y en auxilio de aquellos agradecidos viajeros 51 . En cuanto a los servicios humanitarios sobre los caminos en los primeros años de funcionamiento de la Guardia Civil, destaca sobre todos la conocida tragedia del barranco de Bellver, en Oropesa (Castellón), en 1850. Aquel hecho causó gran consternación en la época, y su reconocimiento ha sido recogido ampliamente por la historiografía del Cuerpo; en particular, en las primeras publicaciones debidas a Sidro y Surga (1858), Díaz Valderrama (1858), Jiménez de Sandoval (1858) y Elisardo Ulloa (1864) 52 . Resumimos, brevemente, aquel suceso. En la noche del 14 de septiembre de 1850, un gran temporal de lluvia y viendo azotaba aquella comarca levantina, mientras el cabo comandante de puesto de Oropesa, Benito Cepa, permanecía alerta en su unidad junto a sus hombres, por si eran requeridos para algún auxilio. Pronto tuvo conocimiento de que la diligencia-correo que hacía la línea de Barcelona a Valencia, se había atascado en el barranco de Chinchilla, por lo se aprestó a dirigirse a ese lugar en compañía de los guardias civiles Antonio Abad y Wenceslao Pérez. Con gran esfuerzo y el agua hasta el pecho, consiguieron sacar a los ocupantes de la diligencia, mientras 51 Ver «El Clamor Público», de 3 de julio de 1852, auxilio prestado a los viajeros de un carruaje en Extremadura; «Diario de Barcelona», de 24 de julio de 1852 auxilio a los ocupantes del coche- correo de Valencia que había sufrido un accidente en la provincia de Castellón, y en que un cabo cedió su vivienda a un viajero enfermo; y «El Estado», de 13 de febrero de 1857, auxilio a cuatro extranjeros que viajaban en una silla-correo y se vieron sorprendidos por una tormenta de nieve en Somosierra. Este último servicio fue prestado por guardias civiles que acababan de ingresar en el Cuerpo, procedentes de los contingentes de tropa del Ejército, lo que demuestra el espíritu que rápidamente era inculcado por sus mandos en aquellos hombres. 52 QUEVEDO, A. y SIDRO, J., op. cit., pp. 708-710. DÍAZ VALDERRAMA, J. (1858). Historia, servicios notables, socorros, comentarios de la Cartilla y reflexiones sobre el Cuerpo de la Guardia Civil, pp. 34-43. JIMÉNEZ DE SANDOVAL, op. cit., p. 198. ULLOA VARELA, E. (1864). Crónicas ilustradas de la Guardia Civil, pp. 5-14. La definición de un modelo de liderazgo en la etapa fundacional de la Guardia Civil 366 con la colaboración de los vecinos que habían acudido en su auxilio con caballerías, desembarrancaron el carruaje, de forma que pudiera continuar la marcha. Mientras tanto, los guardias civiles Pedro Ortega y Antonio Giménez habían partido en dirección opuesta para vigilar el camino y salir al encuentro de la diligencia que procedía de Valencia. Tal era la furia del agua que caía, que el terreno cedió, de nuevo, al paso del carruaje que había sido antes auxiliado, yendo a caer por el barranco de Bellver. Aquellos dos guardias civiles, en cuanto se percataron de lo sucedido, no dudaron un momento. Se despojaron de armamento y equipo y se echaron hacia el fondo del barranco para auxiliar a los infortunados viajeros, aun sabiendo que se trataba de una misión imposible y que iban a una muerte casi segura, pues las aguas arrastraban hacia el mar todo lo que encontraban a su paso. A la mañana siguiente, fueron localizados en la orilla, junto a los escasos restos del carruaje, los cadáveres de los malogrados trece ocupantes de la diligencia y, con ellos, los de los heroicos guardias civiles. Pedro Ortega y Antonio Giménez fueron los dos primeros guardias civiles fallecidos cuando prestaban un servicio humanitario, de los que se tiene conocimiento. La prensa también se hacía eco de los numerosos servicios prestados en la captura de malhechores, siendo especialmente celebrados los que remataban con la captura de asaltantes de diligencias y otros carruajes 53 . También se fue adquiriendo conciencia de que había robos que se podrían evitar con una mayor colaboración con la Guardia Civil, en su incesante labor de vigilancia de los caminos. Y así lo resaltaba la prensa de la época, haciendo una serie de reflexiones ante el asalto durante la noche a la diligencia que cubría el itinerario Madrid-Bayona, a su paso por la provincia de Burgos. Aquel carruaje llevaba en su interior una gran cantidad de dinero que fue sustraída por una banda de malhechores, conocedora de la carga transportaba. A continuación, el redactor elevaba la voz una vez más para que alertara a la Guardia Civil sobre aquellas mercancías de valor relevante que fueran transportadas, a fin de que pudiera 53 Ver «El Heraldo», el 14 de agosto de 1852, sobre la aprehensión de una banda de ladrones con todos los valiosos efectos sustraídos en el asalto a una diligencia; y «El Criterio», el 18 de enero de 1857, sobre la captura en poco tiempo de dos bandas de forajidos que habían asaltado la misma diligencia en breve espacio de tiempo. CAPÍTULO 6. REALIZACIÓN DEL SERVICIO, EVOLUCIÓN ORGÁNICA Y DINÁMICA POLÍTICA EN LA ETAPA FUNDACIONAL 367 orientarse la vigilancia sobre los itinerarios por los que habrían de desplazarse aquellos vulnerables carruajes 54 . Del mismo modo, las propias empresas de diligencias fueron pronto conscientes de la importancia que, para su seguridad, tenía el contar entre sus viajeros con personal de la Guardia Civil. Así lo demostró, al menos, una de aquellas empresas, que dio orden a sus administradores para que se facilitara asiento gratuito, siempre que hubiera disponibilidad de plazas libres, a los jefes y oficiales de la Guardia Civil que se desplazaran con motivo de las revistas reglamentarias y vigilancias del servicio por su demarcación, «según se hace en otros países con los jefes de la gendarmería». De esta novedad se hacía eco el Boletín del Ejército, que puntualizaba acertadamente cómo la empresa que iba a proporcionar «este beneficio a la Guardia Civil y al servicio conoce perfectamente que esta fuerza debe contribuir al fomento de los intereses de las compañías de diligencias, prestando auxilio a los viajeros y guardando los caminos» 55 . En general, el tratamiento que dispensaba la prensa de la época a los servicios prestados por la Guardia Civil, a los resultados en su lucha contra la delincuencia y a la labor humanitaria desarrollada, era siempre de resaltar sus intervenciones en términos elogiosos, de forma prácticamente unánime 56 . Cuando llegamos al Bienio Progresista, periodo difícil para la pervivencia de la Guardia Civil, que ha de demostrar su utilidad para el Estado diez años después de su creación, mientras convive de nuevo con la Milicia Nacional, los servicios prestados por el Cuerpo siguen siendo su mejor valedor. Pero además de aquellas cifras, reflejo de la eficacia en el servicio, el prestigio del Cuerpo vino avalado por haber sabido llenar en una década el gran vacío en el ejercicio de la autoridad que existía en España, gracias a actuaciones 54 Ver «La Nación», el 24 de mayo de 1856. 55 Noticia del Boletín del Ejército. Gaceta de Madrid, núm. 3693, 24 de octubre de 1844. 56 Para un mayor detalle sobre lo expuesto, las noticias publicadas y los medios que las recogen, véase: MARTÍNEZ RUÍZ, E. (1970). Los comienzos de la Guardia Civil y la opinión pública española. REHGC. La definición de un modelo de liderazgo en la etapa fundacional de la Guardia Civil 368 colectivas o conductas individuales, protagonizadas por unos guardias civiles que asimilaron de modo sorprendente las virtudes que se les inculcaron; de unos comandantes de puesto que supieron erigirse en personajes de la vida local y en artífices de la tranquilidad pública; y de unos oficiales que supieron asumir, y luego, inculcar, unos valores institucionales y un nivel de exigencia en el desempeño, hasta entonces desconocidos. También se recibieron por aquellos años numerosos escritos de alcaldes y otras autoridades, así como cartas de particulares, que eran publicados en La Guía del Guardia Civil y, más tarde, en El Mentor del Guardia Civil, manifestando su agradecimiento y reconocimiento por los servicios relevantes prestados por la fuerza de la Guardia Civil en las demarcaciones de su residencia. En estas comunicaciones, una vez más, son frecuentes las muestras de alivio ante la captura de peligrosos delincuentes que tenían atemorizada a la población desde mucho tiempo atrás, así como el reconocimiento y admiración hacia tantos miembros del Cuerpo que demostraron, más allá de lo exigible, su abnegación y espíritu de servicio 57 . La estadística de delincuencia del Instituto correspondiente al año 1855, en pleno Bienio, que fue publicada en el número de El Mentor del Guardia Civil del 16 de febrero de 1856, era reproducida en un periódico progresista como «La Iberia», desde cuyas páginas se había alentado dos años antes la revolución de 1854. Al referirse al Cuerpo, junto con el cuadro estadístico que insertaba, en aquel periódico se afirmaba: «Cada día se aumenta justísimamente el crédito de este simpático Cuerpo, cuyos individuos guiados por una noble emulación rivalizan entre sí por hacerse dignos de conservar el nombre glorioso que han conquistado desde el planteamiento de este utilísimo Instituto. Si al par de los beneficios generales que este Cuerpo se halla prestando a la nación, se tienen presentes los riesgos constantes a que están expuestos, se comprenderá a qué precio tan costoso están alcanzando unas veces el dictado de héroes y otras el de mártires. España está, y debe estarlo, muy satisfecha de la 57 Para el detalle de estas publicaciones, ver: RIVAS GÓMEZ, F. (1980). Los documentos (II), op. cit., p. 56. REHGC. CAPÍTULO 6. REALIZACIÓN DEL SERVICIO, EVOLUCIÓN ORGÁNICA Y DINÁMICA POLÍTICA EN LA ETAPA FUNDACIONAL 369 creación de una Institución que tan dignamente corresponde al objeto para que fue establecida» 58 . En la misma línea, y términos aún más elogiosos, se pronunciaba «El Restaurador» respecto a aquella relación de servicios contra los malhechores prestados por la Guardia Civil en 1855. Al respecto, afirmaba algo especialmente ilustrativo para nuestro trabajo de investigación: «Una de las pocas cosas en que se hallan acordes los periódicos de todos los colores y matices políticos, es en elogiar como se merece la institución de la Guardia Civil» 59 . Respecto a los servicios contenidos en aquella relación, consideraba el redactor de aquel periódico que: «prueban bien que son los civiles la mejor salvaguardia de la inocencia, así como la amenaza más constante para todo criminal. Nada más consolador para el viajero que el encontrar una pareja de guardias, que jamás cuentan los enemigos, sino que se lanzan impávidos contra el crimen, cualquiera que sea la forma bajo que se presente (…). En todas partes la Guardia Civil es una verdadera providencia, y ya salva de las garras de la muerte al que iba a perecer en medio de un voraz incendio o arrebatado por la fuerza de un torrente; ya presta sus auxilios a un enfermo abandonado de todos; ya conduce cadáveres a la sepultura» 60 . A continuación, aquel artículo se lamentaba de que la Guardia Civil no contara todavía con el número de efectivos suficientes para poder desempeñar con más eficacia aún su misión. Al mismo tiempo, y como aspecto a resaltar, prosigue con una velada, pero directa, crítica hacia la Milicia Nacional, restaurada en 1854, pero que ya no es apreciada como alternativa a la Guardia Civil para la seguridad de los españoles: «Y cuenta que los pundonorosos individuos de la Guardia Civil prestan estos inapreciables servicios sin admitir nunca la más leve recompensa, satisfechos solamente con el cumplimiento de su honroso deber (…). A ellos debemos la seguridad de los caminos; a ellos que no se reproduzcan los José María y otros célebres criminales. ¡Cuánto mejor están en sus manos las armas, que en las de tantos otros a quienes indistintamente se entregan, para luego vernos tal vez sumidos en lamentables trastornos!» 61 . 58 Ver «La Iberia», del 18 de febrero de 1856. 59 Ver «El Restaurador», periódico de Pontevedra, el 6 de marzo de 1856. 60 Ibídem. 61 Ibídem. La definición de un modelo de liderazgo en la etapa fundacional de la Guardia Civil 370 En aquellas mismas fechas, se pronunciaba en similares términos un artículo publicado en «El Sur», en el que afirmaba que «por donde quiera, ese bizarro Cuerpo va esparciendo el consuelo y la esperanza, hasta el punto de que los viajeros miran el uniforme de la Guardia Civil como la enseña de su seguridad y el signo de su protección contra toda clase de combates» 62 . Llegados a aquel momento, podemos concluir que ningún servicio de los que prestaba habitualmente la Guardia Civil pasaba inadvertido para la opinión pública. Además, estaba por entonces suficientemente acreditada y valorada en la sociedad la integridad demostrada por los miembros de la Guardia Civil en su desempeño profesional. Aquel reconocimiento lo era también para los desvelos del duque de Ahumada, como fundador del Cuerpo; de sus sucesores y, por supuesto, de todos los cuadros de mando a fin de lograr y mantener ese perfil de hombres íntegros y modélicos. Por ello, no es de extrañar que aquel crédito alcanzado moviera, tanto a particulares como al propio Banco Español de San Fernando (hoy, Banco de España), a ofrecer puestos de trabajo a guardias civiles ya licenciados, por su «acreditado celo, valor y honradez» 63 . 6.2 LA IMPRONTA DE LOS PRIMEROS AÑOS EN LA PRESTACIÓN DEL SERVICIO 6.2.1 El servicio peculiar de la Guardia Civil: patrullas y correrías Como hemos visto, entre el último trimestre de 1844 y enero de 1845, la Guardia Civil comenzó a realizar su servicio ordinario por la mayor parte de la geografía nacional. Aquel servicio, cuya descripción se condensaba de una forma un tanto vaga y genérica en el artículo 1 del Reglamento para el Servicio, intentando abarcarlo en toda su magnitud, comprendía el amplio espectro de la seguridad en su vertiente policial. Propiamente, se identificaba con el que se denominó como 62 Ver «El Sur», periódico de Madrid, el 8 de marzo de 1856. 63 MARTÍNEZ RUÍZ, E. (1970). Los comienzos, op. cit., pp.118-119. REHGC. CAPÍTULO 6. REALIZACIÓN DEL SERVICIO, EVOLUCIÓN ORGÁNICA Y DINÁMICA POLÍTICA EN LA ETAPA FUNDACIONAL 371 «servicio peculiar» en el artículo 1 del real decreto de 13 de mayo, en que se fijaba la doble dependencia civil-militar de la Guardia Civil. Lejos de su acepción más comúnmente utilizada en la actualidad, identificando el término «peculiar» como especial o poco frecuente, el decreto fundacional pretendía calificarlo como el servicio propio o característico de la Guardia Civil. Y así va a ser, hasta el punto de que esa expresión, que aspiraba a abarcar las múltiples misiones encomendadas a la Guardia Civil, se ha ido manteniendo en los documentos oficiales hasta tiempos recientes. Para la prestación de este servicio peculiar, como hemos visto en el reglamento civil, el Cuerpo dependía del Ministerio de la Gobernación, a través del jefe político de cada provincia. Además, también dependía en los primeros tiempos, en los términos expuestos en el Reglamento para el Servicio, de los comisarios de protección y seguridad pública en sus respectivos distritos, y eventualmente de los celadores de barrio y los destinados en las cabezas de partido judicial. También tenían atribuciones los alcaldes de los municipios respecto a las causas penales de escasa entidad y para las primeras diligencias, antes de su remisión al juez letrado de primera instancia 64 ; así como de carácter ejecutivo en diversas denuncias por infracción de reglamentos. Vamos a referirnos en primer término al servicio ordinario o peculiar que comenzó a prestar la Guardia Civil desde sus comienzos. Para ello, hay que precisar, en primer lugar, que el despliegue territorial del nuevo cuerpo iba a suponer una importante novedad, no sólo en lo referente a la seguridad y la protección de las personas y bienes, sino también respecto al mapa administrativo español. Tengamos en cuenta que iba a permitir desplegar a servidores públicos del Estado y acercarlos al ciudadano como nunca antes se había hecho en España, confiriendo ese carácter vertebrador que desde su origen se ha atribuido a la Guardia Civil. Fruto de aquel singular carácter y despliegue fue la específica denominación que recibieron algunas de las nuevas unidades de la Guardia Civil, al margen de la 64 Reglamento Provisional para la Administración de Justicia (1835) y Reglamento de los Juzgados de primera instancia del Reino (1844). La definición de un modelo de liderazgo en la etapa fundacional de la Guardia Civil 372 terminología militar del momento: como hemos visto, el tercio, el puesto y, más adelante, la línea 65 , pasarán pronto al acerbo organizativo de la Institución. Pero no menos revolucionaria iba a ser la forma de prestar el servicio de aquellos hombres, diseminados por la geografía nacional. El Reglamento para el Servicio utilizaba los términos «rondas» y «partidas», en su acepción de gente armada, bien con organización militar o sin ella, para referirse a la forma en que habían de prestar servicio los guardias civiles. Pero sin duda, su redactor pensaba más en la forma de conducirse en despoblado de la Milicia Nacional o de un grupo de soldados tras una banda de malhechores, que lo que habría de ser el servicio peculiar del nuevo Instituto. En aquella época, los caminos reales eran frecuentados por delincuentes que aguardaban al acecho, en lugares favorables del terreno, el paso de las diligencias y otros carruajes. De este modo, como ya vimos, el artículo 30 establecía que el jefe político debía disponer que hubiera rondas permanentes en los caminos y puntos que ofrecieran mayor inseguridad, con dos partidas constantes que, sobre el mismo itinerario, rondaran en direcciones opuestas. El capítulo segundo de la Cartilla, como veíamos en el Capítulo 4, estaba íntegramente referido a la prestación del servicio en los caminos, como elemento preventivo y disuasorio que va a constituir la estructura o armazón del servicio peculiar de la Guardia Civil. En la Cartilla ya no se hablaba de partidas, sino de «parejas», para referirse a la fuerza destinada a prestar el servicio en los caminos, que lo haría en forma de «correrías o patrullas» 66 , en lugar de «rondas». Vemos, por tanto, que desde bien temprano se comenzó a prestar servicio por parejas, como se ponía de manifiesto en tantas circulares referentes al servicio. Se trataba de una forma de prestación netamente policial, tanto en el interior de los núcleos habitados como en despoblado, que ya era utilizada por otros cuerpos como la Gendarmería Real en Francia. No obstante, iba a requerir de una gran preparación, iniciativa y aplomo en aquellos guardias civiles, que 65 Al mando de un oficial subalterno, más adelante describiremos las líneas, y su diferencia organizativa y operativa con las secciones. 66 El artículo 11 del capítulo segundo de la Cartilla mencionaba los términos «correrías» y «patrullas», sin que ello supusiera que fueran utilizados como sinónimos. CAPÍTULO 6. REALIZACIÓN DEL SERVICIO, EVOLUCIÓN ORGÁNICA Y DINÁMICA POLÍTICA EN LA ETAPA FUNDACIONAL 373 deberían decidir por sí mismos ante cualquier eventualidad del servicio, aunque siempre a las órdenes del guardia más caracterizado de los dos. En el otoño de 1852, Ahumada los comparaba con el soldado que actuaba siempre amparado y encuadrado en su unidad, a la vista de sus jefes 67 , y su preocupación estaba entonces justificada por el inminente incremento de efectivos en la Guardia Civil hasta alcanzar los cerca de 11.000 al año siguiente, muchos de los cuales procederían de los cupos de unidades del Ejército. En definitiva, el fundador tenía claro que de la calidad individual de sus hombres dependía la calidad del servicio que prestaría la Guardia Civil. Y este sentimiento era transmitido y asumido por todos los cuadros de mando, especialmente por los jefes y oficiales, sobre los que recaía la responsabilidad de la eficacia y calidad en el servicio que prestaban sus hombres. Como se apuntó anteriormente, el término patrulla se utilizaba para referirse al tipo de servicio a prestar, y fue preferido al de correría por el fundador en sus escritos de los primeros años. La patrulla era una denominación propia del léxico militar y comúnmente empleada: recordemos que España acababa de salir de una guerra irregular en cuanto a las operaciones –la primera guerra Carlista- y estaba a punto de verse afectada por otra –la segunda-, además de tener que combatir con frecuencia a partidas de bandoleros o contrabandistas, empleando unidades militares. Más tarde se popularizó el término de correría, cuyo significado aludía al corto viaje que se realiza recorriendo varios puntos habitados, para regresar al lugar de residencia. Y así eran, en efecto, muchas de las patrullas que realizaban aquellas parejas de la Guardia Civil. Asentada la correría, se identificó esta modalidad de servicio como la prestada por parejas de guardias civiles para su servicio peculiar –no olvidemos sus amplias funciones de policía rural y administrativa-, mientras que la denominación de patrulla pasó a identificarse con un grupo mayor de guardias civiles para actuar, fundamentalmente, en 67 Circular de 31 de octubre de 1852, dirigida a todos los jefes de unidad ante la próxima incorporación de un nuevo contingente de guardias civiles. Recopilación, op. cit., tomo VII. SEHGC. La definición de un modelo de liderazgo en la etapa fundacional de la Guardia Civil 374 despoblado. Ahumada recomendaba que la fuerza se ampliara a tres efectivos cuando el objeto del servicio fuera la persecución de contrabandistas u otras partidas de delincuentes, pero podía ser mayor, si las circunstancias lo demandaban. En las pequeñas unidades del despliegue de la Guardia Civil, el comandante de puesto nombraba todas las noches el servicio de patrullas para el día siguiente, así como aquellos otros que estuvieran previstos, como alguna conducción de presos. El servicio se nombraba por riguroso orden de antigüedad entre todos los componentes del puesto. Si surgían necesidades del servicio imprevistas, no era preciso seguir turno para su nombramiento. Como medida de autoprotección y, sobre todo, para dificultar el movimiento de los delincuentes, se daban instrucciones precisas para no reiterar las cadencias de salida y regreso de las patrullas. Del mismo modo, también se insistía en que los guardias en sus correrías o patrullas, debían regresar al puesto, por regla general, por un camino diferente al utilizado en el inicio; de modo que, al tiempo que se conseguía el efecto anterior, se reconociera un espacio mayor de terreno. Tardaría Ahumada en hacer mención expresa de las correrías. Lo hará en una circular de 1853, en que se refiere a la necesidad de asegurar la tranquilidad de los campos, cuando el objetivo de la seguridad en los caminos era ya una realidad, y pondrá el foco en erradicar la presencia de individuos que habitaban en el monte, robando para subsistir, a través de lo que define como servicios de correrías: «recorrer los caminos, registrar los montes y bosques, visitar las casas de campo…». A modo de exhortación, uno de los apartados de la circular no podía ser más expresivo: «No debe haber sierra ninguna, por fragosa que sea; no debe haber monte, por espeso que parezca, en que no se haya presentado el sombrero del guardia civil» 68 . La orientación preferente del servicio hacia las patrullas o correrías venía derivada, fundamentalmente, de la ubicación y encuadramiento de cada puesto. Así, la división de las compañías –generalmente, a cargo de una provincia- en 68 Circular de 14 de junio de 1853, considerada como la de creación del servicio de correrías en la Guardia Civil. Recopilación, op. cit., tomo VIII. SEHGC. CAPÍTULO 6. REALIZACIÓN DEL SERVICIO, EVOLUCIÓN ORGÁNICA Y DINÁMICA POLÍTICA EN LA ETAPA FUNDACIONAL 375 unidades al mando de oficiales subalternos –tenientes, subtenientes y alféreces (caballería)- se estructuró desde los primeros años en secciones y líneas. Las secciones eran el agrupamiento de varios puestos próximos, al mando de un oficial, para la prestación del servicio en un área determinada. Las líneas, también mandadas por un oficial, agrupaban varios puestos que se disponían sobre el itinerario –la línea- de un camino real, para la vigilancia de éste y de sus caminos transversales. Además, una sección podía incluir, a su vez, puestos pertenecientes a una línea y otros que no. Por tanto, el servicio en los puestos de las secciones era más variado, basado en las correrías que recorrían poblaciones y áreas despobladas, y reservando las patrullas para cometidos de vigilancia específicos o la persecución de partidas de delincuentes. Las líneas, en cambio, orientaban preferentemente sus servicios a patrullar los caminos que discurrían bajo su ámbito de responsabilidad, con especial incidencia en los puntos más vulnerables y sobre los carruajes que los recorrían. Llamamos la atención nuevamente sobre la importancia de la formación y el compromiso de aquellos jóvenes oficiales destinados a mandar las secciones y las líneas, que constituían el alma de la planificación, la eficacia y la dirección del servicio de sus hombres. Además, el hecho de que determinados puestos, por su ubicación estratégica, recayeran en el ámbito de actuación de una sección y una línea, introducía un importante elemento de coordinación que hacía necesarias las entrevistas frecuentes entre todos los oficiales involucrados. A comienzos de 1852 existía ya un puesto de la Guardia Civil en cada uno de los pueblos que constituían cabecera de partido judicial, aunque todavía con una plantilla de no más de cinco o siete efectivos por puesto, como promedio, salvo en las grandes poblaciones. Este nivel de cobertura era una prioridad absoluta del Gobierno –y del propio Ahumada- para ocupar todas las poblaciones de cierta importancia, y garantizar cuanto antes una adecuada colaboración con la Administración de Justicia. A partir de entonces, Ahumada dispuso que todos los núcleos habitados de cada provincia fueran adscritos, para su vigilancia, a un puesto de la Guardia Civil, clarificando las demarcaciones territoriales. Esta distribución de núcleos de La definición de un modelo de liderazgo en la etapa fundacional de la Guardia Civil 376 población por puestos, según la propuesta previamente elevada por cada comandante de provincia, debía afectar únicamente, salvo excepciones, a aquellos puestos que no estuvieran sobre una línea de caminos reales, cuyo objeto prioritario del servicio seguía siendo, precisamente, la atención al tramo de camino asignado. De este modo, los puestos de las líneas continuarían orientando su servicio a las carreteras o caminos encomendados, mientras que los puestos de las secciones –o los demás de cada sección, en su caso- debían enfocarlo a realizar correrías por toda su demarcación, incluyendo la visita obligada a cada uno de los núcleos de población afectados con la periodicidad que se marcaba para cada unidad, así como a la persecución de malhechores. 6.2.2 Otras actuaciones Conviene precisar que, tras una reforma legal de 1850, los enfrentamientos armados en que se vieran envueltos los guardias civiles, como fuerza armada; los delitos de resistencia hacia su autoridad; y los robos y homicidios a mano armada, que comprendían los hechos delictivos más habituales del bandolerismo, pasaron a ser competencia de la jurisdicción militar de Guerra y Marina 69 . En estos casos, las sumarias y detenidos eran puestos a disposición de los Capitanes Generales, para fallarse posteriormente las causas en el correspondiente consejo de guerra. Pero también se preveía en el artículo 2 del Reglamento para el Servicio el empleo de efectivos o unidades de la Guardia Civil para atender a aquel servicio público que requiriera la intervención de la fuerza armada «cuando lo permita el servicio de que habla el artículo anterior». Esta salvedad era necesaria cuando se refería a determinados auxilios solicitados por diferentes autoridades para cuestiones que no eran competencia específica del Cuerpo, como la práctica de notificaciones y citaciones. Pero cuando a requerimiento de las autoridades era preciso o previsible un mayor empleo de la fuerza, aquellas intervenciones se convertían en servicios totalmente ajenos a lo peculiar. Se trataba, realmente, de 69 Por la reforma de 1850 sobre el Código Penal de 1848, la jurisdicción militar pasaba a ser competente sobre los delitos vinculados al bandolerismo, a fin de garantizar una rápida y eficaz acción de la justicia. CAPÍTULO 6. REALIZACIÓN DEL SERVICIO, EVOLUCIÓN ORGÁNICA Y DINÁMICA POLÍTICA EN LA ETAPA FUNDACIONAL 377 servicios que habían de considerarse como extraordinarios, pero que, en realidad, no fueron en absoluto una excepción a lo largo de todo el siglo XIX, sobre todo hasta la Restauración. Aquella previsión iba a suponer, en la práctica, el empleo de la Guardia Civil para sofocar conflictos y algaradas callejeras pero, sobre todo, para poner coto a revueltas, pronunciamientos y asonadas, actuando bajo la autoridad militar, lo cual obligaba a concentrar la fuerza en las capitales, desandando el camino recorrido en la seguridad y tranquilidad del ámbito rural, que era su medio habitual. Más allá, pero tampoco infrecuente en la época, se encontraba el servicio en campaña, requiriendo la participación de la Guardia Civil en operaciones y conflictos armados, en cumplimiento de las misiones específicas que le eran asignadas, y a lo que Ahumada dedicó todo un capítulo en la segunda versión de la Cartilla, aprobada en 1852. Una primera muestra de esta servidumbre que arrastrará la Guardia Civil durante buena parte de su historia se va a producir muy tempranamente, en 1846, con motivo de la segunda guerra Carlista. Otro claro ejemplo tuvo lugar dos años más tarde, tras la decisión de Narváez de disponer en septiembre 1848, y hasta bien entrado el año siguiente, la concentración en Madrid de 4.000 guardias civiles, de los 7.770 efectivos con que contaba el Cuerpo en aquel momento 70 . El motivo era prevenir –como así fue- una nueva revuelta, tras la rápida liquidación de la revolución que había pretendido derrocar la Monarquía. Aunque causó un gran impacto e incrementó el prestigio de la Guardia Civil, aquella medida supuso la desprotección del medio rural y un repunte del asalto a las diligencias, pese a redoblar los esfuerzos en la seguridad de los caminos. Pero la Guardia Civil tenía, además, muchos otros cometidos que prestar. Algunos de los más penosos y que más efectivos consumían, eran las conducciones de presos, a las que había que unir la detección y captura de prófugos y desertores, tan abundantes en la época. 70 ÁLVAREZ ALARCÓN, M. (1883). El Secretario, p. 163. Incremento aprobado por Real Orden de 19 de septiembre de 1848. La definición de un modelo de liderazgo en la etapa fundacional de la Guardia Civil 378 Imagen 6.3. Gráfica con la evol en el periodo de estudio, desde 1857. No existen registros entre 1844 acusado durante el Sexenio. Fuente: Elaboración propia, a partir de (1986). La Guardia Civil del siglo XIX A este respecto, cabe hacer incidencia que las deserciones, tan comunes entre la tropa que prestaba servicio en la milicia durante nuestro toda la etapa considerada para nuestro estudio. Los casos de abandono del servicio en filas en el Cuerpo hay que considerarlos como verdaderamente excepcionales, y tan esporádicos, que no permiten extraer otra conclusión al existían razones que facilitaran la adopción de este tipo de conductas. Antes al contrario, entre las razones que tendían a asegurar la fidelidad a la Institución estaban el espíritu que supieron inculcar en los guardias civiles los jefes superiores y todos los cuadros de mando; la presencia creciente de voluntarios, muchos de ellos, ya licenciados; el trato con los veteranos y las condiciones La definición de un modelo de liderazgo en la etapa fundacional de la Guardia Civil con la evolución de los servicios humanitarios prestados por la Guardia Civil en el periodo de estudio, desde 1857. No existen registros entre 1844 y 1856. El descenso es muy Fuente: Elaboración propia, a partir de: RIVAS GÓMEZ (1986). La Guardia Civil del siglo XIX. REHGC. A este respecto, cabe hacer una especial referencia a la escasísima incidencia que las deserciones, tan comunes entre la tropa que prestaba servicio en la milicia durante nuestro siglo XIX, tuvieron en el cuerpo de la Guardia Civil en toda la etapa considerada para nuestro estudio. Los casos de abandono del servicio en filas en el Cuerpo hay que considerarlos como verdaderamente excepcionales, y tan esporádicos, que no permiten extraer otra conclusión al respecto, que no existían razones que facilitaran la adopción de este tipo de conductas. Antes al contrario, entre las razones que tendían a asegurar la fidelidad a la Institución estaban el espíritu que supieron inculcar en los guardias civiles los jefes superiores y todos los cuadros de mando; la presencia creciente de voluntarios, muchos de ellos, ya licenciados; el trato con los veteranos y las condiciones La definición de un modelo de liderazgo en la etapa fundacional de la Guardia Civil ución de los servicios humanitarios prestados por la Guardia Civil El descenso es muy ÓMEZ, F. y cinco más la escasísima incidencia que las deserciones, tan comunes entre la tropa que prestaba servicio en l cuerpo de la Guardia Civil en toda la etapa considerada para nuestro estudio. Los casos de abandono del servicio en filas en el Cuerpo hay que considerarlos como verdaderamente excepcionales, respecto, que no existían razones que facilitaran la adopción de este tipo de conductas. Antes al contrario, entre las razones que tendían a asegurar la fidelidad a la Institución estaban el espíritu que supieron inculcar en los guardias civiles los jefes superiores y todos los cuadros de mando; la presencia creciente de voluntarios, muchos de ellos, ya licenciados; el trato con los veteranos y las condiciones CAPÍTULO 6. REALIZACIÓN DEL SERVICIO, EVOLUCIÓN ORGÁNICA Y DINÁMICA POLÍTICA EN LA ETAPA FUNDACIONAL 379 favorables que representaban la vida en la Guardia Civil, respecto al resto de la milicia 71 . La fuerza del Cuerpo también había de emplearse en todas las labores de vigilancia en el ámbito administrativo que prescribía el Reglamento para el Servicio y, sobre todo, la Cartilla del Guardia Civil, como el control de las armas, las actividades de caza y pesca, los juegos prohibidos, el control de pasaportes y todos los aspectos relativos a policía rural y forestal. En cuanto a la lucha frente al contrabando, la Cartilla preveía su represión por la Guardia Civil 72 , aunque no estuviera entre sus cometidos específicos. A partir de 1852, la nueva legislación de contrabando amplió el campo de actuación del Cuerpo en este ámbito. Por último, cabe citar las actuaciones de la Guardia Civil frente a incendios, inundaciones, epidemias y, en definitiva, todas aquellas intervenciones en auxilio de la población ante calamidades públicas, actuando siempre con más espíritu de servicio y abnegación que medios materiales y conocimientos para dar respuesta a la emergencia. Ya hemos visto cómo aquellas intervenciones contribuían de forma importante al reconocimiento de la opinión pública, y a que de ello se hiciera eco la prensa del momento. 6.2.3 Primeras directrices e instrucciones para el desempeño del servicio Para la prestación del servicio de forma eficaz y segura, aquellos guardias civiles necesitaban de órdenes claras y precisas, así como el absoluto respaldo de sus superiores sobre el resultado y consecuencias de sus actuaciones, siempre que éstas estuvieran ajustadas a la Ley y conforme a las órdenes recibidas. Suponía, desde el primer momento, un reto importante para el propio organizador del Cuerpo y, siguiendo la cadena, todos los cuadros de mando. Además era, sin duda, 71 MARTÍNEZ RUÍZ, E. (1973). Reclutamiento y reemplazo (I), op. cit., p. 136. REHGC. 72 Capítulo XI de la Cartilla del Guardia Civil, aprobada por Real Orden de 20 de diciembre de 1845. SEHGC. La definición de un modelo de liderazgo en la etapa fundacional de la Guardia Civil 380 un elemento esencial de motivación y para granjearse la confianza de aquellos hombres. Las primeras instrucciones para el servicio impartidas por el duque de Ahumada fueron verbales, y dirigidas a aquellos mandos que, una vez constituidas sus unidades, se aprestaban a emprender el camino a sus nuevos destinos desde los Depósitos de Organización. Aquellos primeros guardias civiles llevaban consigo ejemplares de los dos reglamentos, aunque faltaba un año todavía para disponer del instrumento más preciso y completo que iba a suponer la Cartilla. Pese a la enorme dificultad que suponía la dispersión de la fuerza en las provincias, Ahumada irá completando la instrucción y suplirá estas carencias en los primeros tiempos a través de reales órdenes, que emitía el Gobierno a su propuesta, o con abundantes circulares de su propia mano. Estos documentos se referían a múltiples cuestiones, como la instrucción, el reclutamiento o la uniformidad. Más tarde, también se referirán a la organización y la prestación del servicio, partiendo aún de las disposiciones del primer reglamento, y basadas en la experiencia que la propia ejecución del servicio aportaba, a fin de ir acumulando una sólida base doctrinal. Comenzó el fundador disponiendo lo que llamó el Diario de Servicios 73 , documento en que debían reflejarse fielmente todos los que eran prestados en cada unidad. Copia de aquellos documentos debía ser remitida periódicamente al Inspector General, por conducto de los comandantes de provincia, de los que obtenía información muy valiosa sobre la forma en que se prestaba el servicio en las unidades, su adecuación a lo prescrito en los reglamentos y las novedades surgidas durante el servicio. Además de corregir todo aquello que fuera necesario, Ahumada quería conocer de primera mano, aspectos tales como qué tipo de órdenes recibía la fuerza por parte de los jefes políticos o de los comisarios de protección y seguridad pública, a fin de evitar injerencias y abusos. 73 Aprobado por circular de 6 de febrero de 1845, el Diario de Servicios fue el antecedente del Libro Copiador del Servicio en los puestos y otras unidades de la Guardia Civil, que se mantuvo en uso hasta la implementación de herramientas informáticas para su registro en la pasada década de este siglo. Recopilación, op. cit., tomo I. SEHGC. CAPÍTULO 6. REALIZACIÓN DEL SERVICIO, EVOLUCIÓN ORGÁNICA Y DINÁMICA POLÍTICA EN LA ETAPA FUNDACIONAL 381 La sensibilidad que en el concepto de «novedad» quería transmitir Ahumada desde un principio a los comandantes de provincia caló pronto en todos los cuadros de mando de la Guardia Civil, y será transmitida por generaciones. El Inspector General no sólo quería estar al tanto de aquellos hechos relevantes relativos al servicio, sino también de todos los que pudieran tener transcendencia política o de otro orden, y de aquellas noticias que alertaran sobre algún tipo de malestar o «trastorno político» 74 susceptible de alterar el orden o la tranquilidad pública. Tales informaciones reservadas habían de acompañar en escrito aparte a las relaciones de servicios –copias de los diarios de las unidades-, con periodicidad semanal. Las noticias y novedades relativas a alteraciones de la tranquilidad pública debían transmitirse a todos los escalones de mando, incluyendo al Inspector General. Imagen 6.4. Modelo de Diario de Servicios de un puesto de la Guardia Civil, correspondiente a una semana, implantado a partir de 1850. Fuente: SEHGC. 74 Prevenciones contenidas en la circular de 12 de diciembre de 1845. Recopilación, op. cit., tomo I. SEHGC. La definición de un modelo de liderazgo en la etapa fundacional de la Guardia Civil 382 Aquella preocupación por conocer las previsiones sobre posibles alteraciones del orden venía motivada, principalmente, por su frecuencia y la importante carga de agresividad de que solían ir acompañadas en aquel tiempo. Este fue el motivo de una circular dirigida en abril de 1846 a los jefes de tercio en que se prevenía que, ante amenazas de este tipo, debían ordenar a sus comandantes de provincia que concentraran la fuerza en un único acuartelamiento, con la doble finalidad de asegurar su autodefensa y restablecer el orden público con mayores garantías. Se trataba de una medida excepcional que la Guardia Civil se vería obligada a poner en práctica con alguna frecuencia hasta la Guerra Civil en 1936. Una de las primeras y más importantes instrucciones del organizador de la Guardia Civil fue la contenida en la circular que regulaba las revistas periódicas que los mandos debían girar a sus unidades 75 , y que para los comandantes de provincia, se prescribía con periodicidad cuatrimestral. Además, contenía recomendaciones muy precisas sobre aspectos tales como el vestuario, armamento, instrucción, contabilidad o estado del ganado, que más adelante se iría ampliando también hacia aspectos concretos del servicio. Se trataba de una sabia disposición cuya esencia se ha mantenido hasta nuestros días como garantía de la eficacia en el servicio. Lejos de perder su vigencia, este tipo de medidas ha seguido siendo una herramienta de control de calidad indispensable en cualquier organización para mantener su prestigio y alcanzar sus objetivos. La Guardia Civil debía prestar especial atención a los núcleos de población de toda la geografía nacional, lo que suponía para Ahumada una dualidad del servicio, como expuso en alguna de sus circulares: proteger, por una parte, las vías de comunicación, y por otra, las ciudades y pueblos. Respecto a la seguridad en las ciudades, conviene puntualizar que sólo en Madrid existía una fuerza uniformada de policía capaz de colaborar en la prevención del delito y el 75 Circular de 28 de febrero de 1845, sobre «Revistas de Inspección de los Primeros Capitanes a sus respectivas compañías, y de los Jefes de Tercio a los suyos». Recopilación, op. cit., tomo I. SEHGC. CAPÍTULO 6. REALIZACIÓN DEL SERVICIO, EVOLUCIÓN ORGÁNICA Y DINÁMICA POLÍTICA EN LA ETAPA FUNDACIONAL 383 mantenimiento del orden 76 . Ello, sin embargo, no eximió de reservar en el despliegue del 1º Tercio toda una compañía de infantería a Madrid capital, destinando otra compañía y un escuadrón para atender al resto de la provincia, como vimos en el primer apartado de este capítulo. Ahumada era sensible a la conveniencia de considerar la veteranía y las condiciones físicas de los guardias civiles para adecuar a aquéllas el servicio, siempre duro, que debían prestar. De esta forma, dictó una circular 77 en que diferenciaba, en líneas generales, estos dos tipos de servicio: el que se prestaba en el interior de las grandes poblaciones, y el que se realizaba recorriendo los caminos reales y en la persecución de malhechores. Al primero de estos servicios, menos penoso, debía destinarse a los guardias de primera, que era la clase a la que pertenecían mayoritariamente los licenciados del Ejército y, por tanto, los más veteranos, de mayor edad y dotados de mayor prudencia y tacto para el trato con las autoridades y la población. Los demás guardias debían destinarse al servicio en los caminos reales y, de entre ellos, los más ágiles y jóvenes deberían afrontar las persecuciones que fueran necesarias para la captura de los malhechores. La experiencia iría dictando a los mandos cuál era el servicio más adecuado para cada uno de sus hombres. Para ello, Ahumada quiso imbuirles de la idea de que el nombramiento como guardia de primera clase había de considerarse como un reconocimiento o recompensa por un servicio meritorio. Pero a medida que se empezó a alcanzar mayor experiencia y se incrementó notablemente la calidad y eficacia en el servicio, fue preciso completar aquellas instrucciones. Recordando que el guardia civil obraba solo, «sin más testigo que su compañero de pareja, aunque siempre a las órdenes del más antiguo de los dos que la componen» 78 , el duque de Ahumada estableció que los guardias recién incorporados al Cuerpo debían recibir una adecuada formación teórica en sus destinos, con el estudio de toda la reglamentación y una serie de lecturas 76 Al margen de la estructura de comisarios y celadores en las provincias, funcionarios civiles designados por el jefe político, sólo en Madrid existía personal uniformado, adscrito al Ramo de Protección y Seguridad Pública, que eran llamados agentes y, desde 1848, salvaguardias de Madrid. 77 Circular de 5 de junio de 1845. Recopilación, op. cit., tomo I. SEHGC. 78 Circular de 31 de octubre de 1852. Recopilación, op. cit., tomo VII. SEHGC. La definición de un modelo de liderazgo en la etapa fundacional de la Guardia Civil 384 recomendadas, antes de adquirir «el aplomo y despejo necesarios» para comenzar a prestar servicio, como ya expusimos anteriormente en este capítulo. Tanto la población rural como, en ocasiones, los propios jefes políticos y demás autoridades, debían amoldarse en aquellos comienzos a la nueva realidad que suponía la existencia en su territorio de un cuerpo de seguridad dispuesto a mantener el orden y hacer cumplir las leyes por encima de todo, y no sólo para perseguir a los delincuentes. A este respecto, resulta ilustrativo el panorama que nos presentan Quevedo y Sidro (1858) de la situación de relajación en que se encontraban el cumplimiento de la ley y el orden: «Las costumbres de los pueblos estaban relajadísimas, la autoridad local nacida dentro de ellos y rodeada de sus vecinos que podían ejercerla en el año siguiente, carecía de fuerza moral; y robustecer á ésta y obligar á aquellos á que la miren con el respeto debido, ha sido y es la misión quizá más civilizadora é importante que desde el primer día de su existencia viene desempeñando la Guardia Civil» 79 . Una de las situaciones contra las que parecía colisionar esta realidad era la habitual celebración de ferias, fiestas y romerías, aderezadas frecuentemente con peleas, disputas y riñas, cuando no con enfrentamientos directos entre los mozos de pueblos vecinos. Se trataba de incidentes que eran con frecuencia tolerados y asumidos como inevitables. El Reglamento para el Servicio ordenaba la constitución de un destacamento de la Guardia Civil en las poblaciones mientras tuvieran lugar tales eventos, que a su vez suponían un punto de atracción para todo tipo de delincuentes. Con tal motivo, ante situaciones comprometidas a las que en ocasiones se veía sometida la fuerza del Cuerpo, debiendo hacer frente al acometimiento de grupos de alborotadores superiores en número, fue preciso dictar una circular 80 dirigida a los jefes políticos en que se les recordaba su deber de colaborar con la fuerza pública para el restablecimiento del orden en tales eventos, así como el de cooperación de todos los vecinos cuando fuera necesario. En vista de que la situación no mejoraba, fue necesario dictar posteriormente 79 QUEVEDO, A. y SIDRO, J., op. cit., p. 580. 80 Circular del Ministerio de la Gobernación de la Península de fecha 3 de octubre de 1845, dirigida a los jefes políticos de las provincias. SEHGC. CAPÍTULO 6. REALIZACIÓN DEL SERVICIO, EVOLUCIÓN ORGÁNICA Y DINÁMICA POLÍTICA EN LA ETAPA FUNDACIONAL 385 nuevas instrucciones 81 para asegurar la integridad de la fuerza del Cuerpo encargada de la vigilancia de las ferias, romerías y otros festejos; debiendo los guardias acudir a caballo o, los de infantería, con fusil y cartuchera, además del sable. Mientras tanto, la fuerza franca de servicio debía permanecer en el cuartel o en las inmediaciones del lugar, presta a intervenir si fuera necesario. En cuanto a la adecuación de las autoridades locales al nuevo orden que suponía el despliegue de la Guardia Civil, y los límites de las competencias y atribuciones que tenían sobre la fuerza del nuevo cuerpo, se produjeron en los comienzos algunas tensiones con alcaldes y otros mandatarios públicos, que tendieron a zanjarse con rapidez. Un caso llamativo nos lo ilustran los oficiales de Ahumada, Quevedo y Sidro (1858), que refieren cómo un comisario de policía fue cesado porque, en su afán de ejercer el mando directo sobre la fuerza del puesto de la Guardia Civil de Getafe, había «dado orden para que toda la fuerza se hallase a la puerta de su casa, vestida de gala para revistarla». Los primeros historiadores del Cuerpo concluyen con una tajante afirmación que viene a confirmar lo expuesto: «A no mediar un interés constante y un celo sin ejemplo por parte del General Inspector para cortar abusos de esta especie, la Guardia Civil no se hubiera arraigado en España» 82 . Además de estas medidas para evitar injerencias injustificadas, ya en los primeros tiempos se dictaron instrucciones precisas para definir y limitar las atribuciones de las autoridades civiles sobre la fuerza de las unidades de la Guardia Civil, como la circular de 6 de junio de 1845, dirigida a los jefes políticos 83 . Uno de los servicios tradicionales de la Guardia Civil, directamente vinculado a su doble condición militar y policial, y a la peculiaridad de las casas- cuartel, tuvo su origen en estos primeros tiempos. Se trata del «guardia de 81 Mediante circular de 6 de febrero de 1849, dirigida a los jefes de tercio. Recopilación, op. cit., tomo IV. SEHGC. 82 QUEVEDO, A. y SIDRO, J., op. cit., p. 580. 83 Circular de 6 de junio de 1845, dirigida a los jefes políticos de las provincias, estableciendo prevenciones y aclaraciones referentes a sus atribuciones, y de los comisarios y celadores de protección y seguridad pública, sobre la fuerza de la Guardia Civil. Recopilación, op. cit., tomo I. SEHGC. La definición de un modelo de liderazgo en la etapa fundacional de la Guardia Civil 386 puertas», figura que nació, como tantas otras, de la mentalidad abierta y pragmática del fundador de la Guardia Civil. En el preámbulo de la circular que emitió el 3 de enero de 1846 argumentaba lo innecesario del servicio de centinela en determinados cuarteles: «En varias casas-cuarteles de las capitales de provincia, donde menos fuerza hay, se mantiene a toda costa un centinela, con perjuicio del servicio y molestia innecesaria de los guardias, pues si el servicio se hace como es debido, se emplean ocho hombres lo menos en el mantenimiento del centinela, y con esta fuerza hay suficiente para hacer el servicio en todo un partido, y cuesta demasiado cara al Estado, para que se emplee en objetos de pura ostentación» 84 . De este modo, Ahumada dispuso que se redujera al mínimo el servicio de centinela y, en aquellos cuarteles en que hubiera menos de cuarenta guardias, que tal servicio fuera sustituido por un vigilante que, armado únicamente con el sable, y con el fusil o carabina en el armero, «debe tener muy suficiente fuerza moral para responder de la puerta de la casa-cuartel» 85 . Después de casi tres años desde la organización y despliegue de la Guardia Civil, cuando la fuerza se había completado ya en la mayor parte del territorio peninsular, el duque de Ahumada se sentía urgido a exigir más a sus hombres, tras comprobar que el celo en el servicio no era el esperado en todas las provincias. Insistía en que no bastaba con limitarse a recibir denuncias de particulares o al requerimiento de una autoridad para intervenir, y para ello el Inspector General recordaba el obligado cumplimiento de los artículos 34 y 36 del Reglamento 86 . Era preciso actuar desde el mismo instante en que se tuviera noticia de la perpetración de cualquier hecho delictivo o de la presencia de algún delincuente en la demarcación. Además, la iniciativa no debía partir sólo de los comandantes de las líneas, secciones o puestos, sino de todos los guardias civiles, quienes «no 84 Circular de 3 de enero de 1846. Recopilación, op. cit., tomo I. SEHGC. 85 Ibídem. 86 Los artículos 34 y 36 de la primera versión del Reglamento para el Servicio de la Guardia Civil, establecían las obligaciones de sus componentes de tomar conocimiento de todo hecho contrario a las leyes y de actuar en consecuencia, facultándole para realizar identificaciones y demás actuaciones preventivas necesarias. CAPÍTULO 6. REALIZACIÓN DEL SERVICIO, EVOLUCIÓN ORGÁNICA Y DINÁMICA POLÍTICA EN LA ETAPA FUNDACIONAL 387 deben descansar hasta lograr la captura del criminal» 87 , frase que se haría popular y sería repetida por tantos guardias civiles durante generaciones. 6.2.4 La singularidad del servicio en los caminos reales Ya tuvimos ocasión de exponer en el Capítulo 1 la importancia que fue adquiriendo la red principal de vías de comunicación que constituían los caminos reales para unir las ciudades y poblaciones más importantes de España, gracias a la reactivación económica y social que supuso el fin de la primera guerra Carlista, así como las mejoras que se promovieron desde entonces para su mejora y la construcción de nuevos trazados. También veíamos como fue, precisamente con la Década Moderada, cuando las diligencias se convirtieron definitivamente en el medio habitual para viajar, al tiempo que adquiría mayor relevancia el flujo de la correspondencia, a través de los carruajes-correo y las postas. Esta nueva realidad sobre los caminos obligó a adoptar importantes medidas para mejorar la seguridad, tanto en el control de viajeros y la prevención de la delincuencia, como en las condiciones de los carruajes y la regulación del tráfico por las carreteras. Aquella red de caminos y el tráfico creciente de personas y mercancías se habían convertido en el principal foco de atención de las partidas de bandoleros que actuaban con casi total impunidad, ante la impotencia de las autoridades para atajar este grave problema. El fundador de la Guardia Civil tuvo claro desde el primer momento que la vigilancia de los caminos para asegurar los principales itinerarios y prevenir los asaltos a diligencias y otros carruajes, era el principal objetivo al que debía atender la fuerza del Instituto recién desplegada, siquiera de forma aún precaria, en toda la geografía nacional. En uno de sus primeros informes al Ministerio de la Guerra, en que daba cuenta del estado en que se encontraba el contingente inicial de guardias civiles que se estaba formando y equipando en las cercanías de Madrid, hacía referencia a que la fuerza perteneciente a cuatro tercios se 87 Circular de 25 de agosto de 1847, dirigida a los comandantes de provincia. Recopilación, op. cit., tomo II. SEHGC. La definición de un modelo de liderazgo en la etapa fundacional de la Guardia Civil 388 encontraba ya en condiciones de partir hacia sus destinos para «hacer el servicio en las Capitales de Provincia y Caminos Reales» 88 . A comienzos de 1845, cuando los primeros guardias civiles estaban ya prestando servicio en toda la Península, Ahumada insistía en su propuesta de asumir plenamente la vigilancia de los caminos reales, relevando de este cometido a las partidas del Ejército que todavía patrullaban aquellas rutas. Pero daba un paso más en este esfuerzo, que sería fundamental para la erradicación del bandolerismo de las vías de comunicación: el establecimiento de puestos de la Guardia Civil sobre los caminos reales. Esta propuesta mereció la aprobación de la Reina, encomendando al Ministerio de la Gobernación lo relativo al acondicionamiento de las infraestructuras necesarias 89 . El mariscal Girón sabía que asumiendo aquella difícil misión comprometía su prestigio personal, y más aun, la propia supervivencia de una Guardia Civil recién creada, y cuya eficacia estaba todavía por demostrar. Así lo dejaba entrever a través de una dura circular de julio de 1845, en que calificaba los robos en diligencias como «pública acusación contra la Guardia Civil». Entre las minuciosas prevenciones que se establecían en aquel documento, uno de los primeros dirigidos a impulsar la vigilancia para prevenir los asaltos a diligencias, advertía claramente que: «la primera atención de la Guardia Civil es la continua vigilancia y seguridad en los Caminos Reales» 90 . Para comprender el alcance de la repercusión de aquellos hechos delictivos y su incidencia en la seguridad subjetiva de la población, hay que tener en cuenta, en relación con el importante incremento de los desplazamientos, el momento en que nos encontramos. Las diligencias, con unos treinta años de desarrollo desde el final de la guerra de la Independencia, se encontraban entonces en su máximo apogeo. Se habían convertido en el medio habitual para viajar por España y 88 Propuesta del duque de Ahumada al Ministerio de la Guerra para iniciar el despliegue de los tercios, de fecha 13 de agosto de 1844. SEHGC. 89 Escrito de 17 de febrero de 1845, del Subsecretario de Guerra al Inspector General de la Guardia Civil, trasladando el contenido del dirigido por el Ministro de la Guerra al de Gobernación. SEHGC. 90 Circular de 24 de julio de 1845, dirigida a los comandantes de provincia. Recopilación, op. cit., tomo I. SEHGC. CAPÍTULO 6. REALIZACIÓN DEL SERVICIO, EVOLUCIÓN ORGÁNICA Y DINÁMICA POLÍTICA EN LA ETAPA FUNDACIONAL 389 surcaban las principales carreteras, llegando a recorrer al final de la Década – hacia 1854- hasta doscientos kilómetros diarios, con capacidad para transportar hasta veinte pasajeros de toda condición social, con sus pertenencias y bienes 91 . Los caminos reales que comunicaban las grandes poblaciones eran los más transitados y, por tanto, los más vulnerables y que ofrecían botines más apetecibles para los bandidos. A ello se unía el hecho de que la delincuencia más violenta y organizada actuaba y tenía su cobijo en el entorno rural. Un medio, entonces hostil, en que el servicio prestado en los caminos por los guardias civiles iba a salvar tantas vidas, pero que, al mismo tiempo, iba a acarrear grandes peligros a la fuerza del Cuerpo. La labor preventiva de estos servicios cobraba su mayor importancia al paso de los carruajes. De acuerdo con los horarios previstos, los guardias debían encontrarse sobre el camino al paso de los correos y diligencias, patrullando en ambas direcciones. Además, si se retrasaba algún carruaje, la pareja debía recorrer el camino en dirección contraria para ir a su encuentro, por si había sido asaltado o precisaba su auxilio. Todas estas prevenciones debían ser especialmente observadas cuando los carruajes atravesaban la demarcación durante la noche, al resultar más vulnerables. La fuerza de servicio de caballería también se mantendría patrullando sobre el camino pero, salvo que así se hubiera dispuesto, sin necesidad de acompañar o escoltar a los carruajes, evitando fatigas innecesarias a los animales. Respondían ambas premisas a las instrucciones reiteradas por Ahumada, de exigir que los guardias que los tenían asignados, prestaran su servicio a caballo, por razones de elemental eficiencia. Además, se dictaron instrucciones precisas para optimizar el empleo del caballo en el servicio, al tiempo que se hacía hincapié en la higiene y buena alimentación del ganado 92 . A este respecto, y abundando en lo expuesto anteriormente sobre la falta de sensibilidad en los primeros tiempos para colaborar con la Guardia Civil, resultaba paradójica la inicial resistencia de la Compañía General de Diligencias y 91 URIOL SALCEDO, J. I. (1983). Los transportes de viajeros por carretera en la primera mitad del siglo XIX, pp. 765-778. Revista de Obras Públicas. 92 MARTÍNEZ RUÍZ, E. (1973). Reclutamiento y reemplazo (I), op. cit., p. 132-134. REHGC. La definición de un modelo de liderazgo en la etapa fundacional de la Guardia Civil 390 otras empresas del ramo a las que ya nos referimos en el Capítulo 1 para facilitar algo tan obvio para la labor preventiva como los horarios de paso de todos sus carruajes por las postas y demás lugares de parada previstos en su recorrido. En los años siguientes, como luego veremos, esta actitud cambiará totalmente. Uno de los mayores riesgos que los guardias civiles corrían en este tipo de servicios era el de la sorpresa, cayendo en una emboscada entre varios fuegos, bajo las armas de los malhechores que perseguían, lo que llegó a causar no pocas bajas. Por ello, se dispuso en la propia Cartilla que los componentes de la pareja debían caminar distanciados de diez a doce pasos entre ellos, limitando el riesgo de ser blanco del fuego contrario, sin comprometer la mutua protección y defensa de los guardias. No obstante, cuando se producían encuentros con bandidos, las limitaciones de las armas de fuego de la época –a su escasa puntería había que sumar la servidumbre de cargarla a cada disparo- hacían que no fuera infrecuente llegar a la lucha cuerpo a cuerpo, teniendo el guardia que acometer a la bayoneta, calada en el fusil, o desenvainar su sable para enfrentarse al arma blanca de su violento oponente, con frecuencia del tamaño de machetes. Para facilitar la vigilancia, se construyeron casetas, a modo de lugares para cobijo y vigilancia que protegieran de la intemperie a hombres y caballos 93 , en puntos dominantes sobre los caminos más vulnerables, constituyendo auténticos cordones de seguridad permanentes sobre los itinerarios. Esta medida se completaba con la previsión de que las patrullas de los puestos limítrofes de la misma línea contactaran entre sí durante el servicio, lo que obligaba a realizar largos recorridos a pie, e intensificando la vigilancia en los horarios de paso de los carruajes. Previamente, en aquellas comarcas y regiones en que el bandolerismo se mostraba más activo, llegó a idearse por el duque de Ahumada la constitución de destacamentos que se alojarían en modestas edificaciones a lo largo de los caminos reales 94 . Este asentamiento permitiría prestar un servicio permanente de 93 Circular de 4 de febrero de 1850. Recopilación, op. cit., tomo V. SEHGC. 94 Circular de 17 de julio de 1849, con la que requerían necesidades y se adjuntaba el modelo de edificación. Recopilación, op. cit., tomo IV. SEHGC. CAPÍTULO 6. REALIZACIÓN DEL SERVICIO, EVOLUCIÓN ORGÁNICA Y DINÁMICA POLÍTICA EN LA ETAPA FUNDACIONAL 391 patrulla y apostaderos por parte de la escasa fuerza que los constituían, con escaso tiempo para el descanso, lo cual suponía un paso más en la prevención de los asaltos a diligencias, coches-correo y sillas de posta. Se trataba de casernas de unos sesenta metros cuadrados con un dormitorio común para diez guardias, un cuarto para el comandante de puesto, cocina y calabozo; mientras que las pequeñas ventanas podían utilizarse como aspilleras para la autodefensa, en caso necesario. De todas formas, pronto se abandonó aquel proyecto, que también pretendía paliar las graves carencias de acuartelamiento para la fuerza, bien por falta de presupuesto para acometerlo o por considerar finalmente, que no era la solución adecuada. Más tarde, en un nuevo intento por mejorar la seguridad y prevenir los asaltos, se dispuso que la mayor parte de los transportes de fondos y coches- correo fueran escoltados por fuerzas del Cuerpo. También se facultó a la Guardia Civil para viajar en los carruajes como escolta, cuando así se dispusiera. En las diligencias podían ocupar asiento entre los viajeros, siempre que hubiera alguno libre, pero si viajaban como escolta, lo habitual era que uno de los guardias fuera en el pescante, junto al mayoral, mientras el otro subía al cupé, tras el pescante, desde donde divisaba mejor el terreno que rodeaba el camino. También podían viajar ambos en la rotonda –habitáculo posterior de la diligencia-, desde donde podían vigilar cualquier intentona, e incluso sorprender a los salteadores con el uso de sus armas. Aquellos primeros guardias civiles tuvieron que prestar muchos servicios nocturnos. Como hoy, la delincuencia encontraba amparo e impunidad en la oscuridad de la noche, sobre todo cuando era la propiedad ajena el propósito de sus acciones. Además, en aquella época casi nadie trabajaba ni se desplazaba de noche, si no eran los serenos y otros vigilantes nocturnos en las ciudades. En cuanto al transporte, sí circulaban algunos carruajes, bien en su horario habitual, por el largo recorrido de sus itinerarios; bien debido a algún contratiempo u otras circunstancias que les habían impedido detenerse para descansar en los paradores y postas repartidos por las rutas. Durante el día, en cambio, el reclamo principal eran las diligencias, galeras, sillas de posta y coches-correo que tenían horarios La definición de un modelo de liderazgo en la etapa fundacional de la Guardia Civil 392 diurnos, pero para los bandoleros y partidas de malhechores resultaba cada vez más difícil organizar un asalto de día a estos carruajes, con la Guardia Civil recorriendo incesante los caminos, y con destacamentos y casetas de vigilancia jalonando las rutas más vulnerables a estas acciones. Además, ante la dificultad de localizar a las partidas de malhechores durante el día, normalmente ocultos en abrigos del terreno, Ahumada insistía en la necesidad de reconocer, preferentemente durante la noche, los «hatos, ganaderías, casas de campo y ventorrillos» 95 , a fin de localizar sus lugares de ocultamiento o de sorprender a los delincuentes en su descanso, no sin advertir de la especial peligrosidad que entrañaban estos servicios. El Inspector General tenía claro cuáles eran las horas de mayor actividad delictiva: desde las dos o tres de la madrugada hasta la salida del sol, y desde las cinco o seis de la tarde hasta dos horas después de haber anochecido 96 . Aparentemente, esta apreciación parecía comprender horquillas horarias muy amplias para orientar el esfuerzo del servicio, pero no lo eran tanto. Hay que tener en cuenta que en aquella época, el horario civil –aún no existía uno oficial en España- era el horario solar medio, referido al meridiano de Madrid, por lo que podía variar de una región a otra 97 . Aun tomando esta prevención, puede decirse que en los meses centrales del año amanecía sobre las cinco de la mañana, y la población rural acostumbraba a levantarse al amanecer, e incluso antes, por lo que los delincuentes contarían con dos o tres horas antes del alba para cometer sus fechorías sin poner en grave riesgo su seguridad. Hacia el ocaso, la situación era similar: si anochecía en invierno a partir de las cuatro de la tarde, estamos hablando de otras dos o tres horas de mayor incidencia delictiva. Pese a la dureza que representaba, podemos aventurar, por tanto, que resultaba posible optimizar el esfuerzo de servicio de los puestos durante las horas nocturnas. 95 Artículo 4 del Capítulo II (Servicio en los caminos) de la Cartilla del Guardia Civil, aprobada por Real Orden de 20 de diciembre de 1845. SEHGC. 96 Ibídem, artículo 5. 97 PLANESAS, P. (2013). La hora oficial en España y sus cambios. Anuario del Observatorio Astronómico de Madrid para el año 2013. CAPÍTULO 6. REALIZACIÓN DEL SERVICIO, EVOLUCIÓN ORGÁNICA Y DINÁMICA POLÍTICA EN LA ETAPA FUNDACIONAL 393 En el servicio en los caminos también se velaba por todo lo que en ellos acontecía, y los guardias observaban en su transcurso. Era el caso de los accidentes por salidas de la vía, roturas de ejes o caídas de las caballerías, en que los guardias debían auxiliar a los mayorales o a los dueños de los carros. Esta obligación se extendía, obviamente, al auxilio de todos los usuarios de los caminos que precisaran de su intervención, especialmente para orientar y socorrer a aquellos viajeros extraviados, en medio de la noche o con condiciones meteorológicas adversas. Además, aquellos guardias también tenían que recoger con frecuencia caballerías y ganado suelto, que habían huido de sus propietarios y suponían un riesgo para la circulación por los caminos. En definitiva, el defectuoso firme de los caminos y las inclemencias meteorológicas, causantes de averías y accidentes en los carruajes, con frecuencia en parajes despoblados, constituían un campo enorme para que la Guardia Civil desplegara su espíritu benemérito y se ganara a pulso ese sobrenombre. Los guardias civiles también debían auxiliar a aquellos empleados públicos que reclamaran su intervención para el cumplimiento de sus funciones, como los peones camineros o los encargados de cobrar los portazgos y pontazgos por el paso de personas y mercancías. Además de estas labores de auxilio, estaban entre las funciones de aquellos guardias civiles las relativas a la policía de las carreteras, vigilando que no se causaran daños en la señalización; pretiles; puentes; que no se cegaran las alcantarillas, en evitación de inundaciones y en general, evitar que se causaran daños a los caminos y sus zonas aledañas. A estos cometidos de prevención de daños en las carreteras se unió en 1854 el de vigilancia de la línea eléctrica telegráfica, cuyo tendido se encontraba en plena expansión, auxiliando a los celadores y vigilantes de Telégrafos, cuando fueran requeridos para ello 98 . Como consecuencia de la precariedad de la fuerza necesaria dedicada a este servicio en los años 1848 y 1849, en que buena parte de la misma se encontraba concentrada en Madrid, se produjeron diecinueve asaltos a carruajes públicos en 98 Circular de 9 de mayo de 1854, disponiendo el auxilio al personal de Telégrafos. Recopilación, op. cit., tomo IX. SEHGC. La definición de un modelo de liderazgo en la etapa fundacional de la Guardia Civil 394 el periodo de seis meses, lo que obligó a Ahumada a dar un nuevo impulso a las prevenciones para el servicio 99 . A partir de 1850 se asestaron duros golpes al bandolerismo dedicado al asalto de carruajes, hasta neutralizarlo casi por completo. A ello contribuyó, sin duda, la reforma del Código Penal de 1850, que transfería a la jurisdicción militar los delitos relativos al bandolerismo, lo que supuso un revés importante para aquellos delincuentes. Pero también dieron importantes frutos todos aquellos procedimientos que se habían estado poniendo en práctica, como la vigilancia de los caminos a cada trecho y en puntos vulnerables, las escoltas de carruajes, así como los exhaustivos reconocimientos de los montes que servían de cobijo a los facinerosos, por la fuerza que prestaba las correrías. Tanto fue así que al final de la Década Moderada en 1854, cuando se cumplían los primeros diez años de vida de la Guardia Civil, podía decirse que el asalto a un carruaje público era algo excepcional y causante de una importante conmoción 100 . Ya expusimos con anterioridad cómo a partir de 1856 se produjo el mayor despegue en la ampliación de la red caminera, que comenzó a crecer a partir de entonces a razón de más de seiscientos kilómetros construidos al año. La mayor longitud de la red y la densidad circulatoria hicieron necesario actualizar la normativa. Por ello, supuso un hito importante para la normalización del tráfico por las carreteras y caminos, la aprobación en 1857 del Reglamento para el servicio de los carruajes públicos destinados a la conducción de viajeros 101 , que vino a regular de manera precisa esta actividad y a proporcionar una mayor seguridad, tanto para el transporte de los viajeros como para prevenir y detectar el movimiento de los delincuentes. Simultáneamente a la publicación del reglamento se dictó una Instrucción por el Ministerio de la Gobernación 102 para su aplicación por la Guardia Civil en el servicio de vigilancia en los caminos. Ambos 99 Circular de 14 de julio de 1849. Recopilación, op. cit., tomo V. SEHGC. 100 Circular de 15 de noviembre de 1855, dictada por el segundo Inspector General, Facundo Infante Chaves. Recopilación, op. cit., tomo X. SEHGC. 101 Aprobado por Real Decreto de 13 de mayo de 1857, sustituyó al reglamento de 1826 y se mantuvo en vigor hasta bien entrado el siglo XX. 102 Aprobada por Real Orden de 18 de junio de 1857. CAPÍTULO 6. REALIZACIÓN DEL SERVICIO, EVOLUCIÓN ORGÁNICA Y DINÁMICA POLÍTICA EN LA ETAPA FUNDACIONAL 395 documentos fueron remitidos a los tercios, acompañados de una circular en que el Inspector General impartía consignas para su correcta aplicación. Imagen 6.5. Mapa de despliegue de los puestos de la Guardia Civil y su ubicación respecto a la red de caminos reales y transversales existentes al final del reinado de Isabel II. Fuente: RIVAS GÓMEZ, F. y cinco más (1986). La Guardia Civil del siglo XIX. REHGC. De acuerdo con el Reglamento de carruajes, la Administración se obligaba a llevar un registro con los nombres y destino de los viajeros y bultos conducidos en cada expedición. Además, los conductores y mayorales también debían llevar una hoja de ruta con el registro correspondiente a su viaje, debiendo anotar en ella a los viajeros que recibieran en el camino. Respecto a los horarios de salida y llegada de los carruajes, las empresas debían dar aviso anticipado de aquellas variaciones que se produjeran a los gobernadores civiles y a la Guardia Civil de las provincias de la línea, a fin de facilitar la seguridad durante el itinerario. Como medida adicional para prevenir robos, cuando la empresa o su personal fueran a transportar en los carruajes cantidades de dinero o efectos públicos por un valor La definición de un modelo de liderazgo en la etapa fundacional de la Guardia Civil 396 superior a los veinte mil reales, debían ponerlo en conocimiento de la Guardia Civil o de la autoridad gubernativa con, al menos, veinticuatro horas de antelación. La Guardia Civil debía solicitar la hoja de ruta y demás documentación de los carruajes, y si lo consideraban necesario, identificar a los viajeros y comprobar que aparecían convenientemente registrados. Al mismo tiempo, los guardias debían velar por la observación de las normas de circulación establecidas en las Ordenanzas para la conservación y policía de las carreteras generales, vigentes desde 1842, que prescribían la obligación de circular por la derecha, y marcaban prioridades y prohibiciones de adelantamiento entre carruajes durante la marcha. Las mismas prioridades existían para mudar el tiro en las paradas de postas, según el tipo de carruaje, lo que provocaba algún que otro altercado entre los usuarios. Por estas causas y para mejorar la seguridad, la Guardia Civil extendía su vigilancia a los paradores de diligencias y demás casas de postas, repartidos por las rutas principales. Los esfuerzos, como hemos visto, fueron ímprobos, pero sin una garantía de seguridad, los caminos no servían para una eficaz integración del territorio, función clave del Estado, que la Guardia Civil supo llevar a cabo. La vigencia del Reglamento de carruajes públicos trascendió el propio siglo XIX, tiempo durante el cual acompañó a la instrucción y la circular en las sucesivas versiones de la Cartilla del Guardia Civil. 6.2.5 De los caminos de tierra a los de hierro Algunos años más tarde comenzaba el ocaso de las diligencias para dar paso al ferrocarril, a partir de 1860. Aquel medio revolucionario no iba a suponer una competencia seria durante la primera década, pero terminaría revolucionando el transporte y obligando a la Guardia Civil a adaptarse nuevamente a los tiempos. CAPÍTULO 6. REALIZACIÓN DEL SERVICIO, EVOLUCIÓN ORGÁNICA Y DINÁMICA POLÍTICA EN LA ETAPA FUNDACIONAL 397 Ciertamente, la Institución ya lo había hecho durante el primer mandato de Ahumada. La reforma de la Cartilla del Guardia Civil introducida en 1852 103 ya contemplaba la vigilancia de las vías férreas, la seguridad de los pasajeros en las estaciones y el auxilio a los viajeros que lo precisaran, adelantándose a esta nueva realidad. Recordemos que en aquel momento sólo se encontraban en funcionamiento en la Península los tramos de ferrocarril entre Barcelona y Mataró, desde 1848, y de Madrid a Aranjuez, desde febrero de 1851; sendas líneas que en ningún caso podían entonces considerarse como medios habituales de transporte para personas y mercancías. A las razones de falta de políticas en materia de infraestructuras y a grandes dificultades económicas, que adelantábamos en el Capítulo 1 como causas principales del retraso en la llegada del ferrocarril a España como medio habitual de transporte, aparte del hecho decisivo de la primera guerra Carlista, hay que añadir, como también advertíamos, el problema endémico de la falta de seguridad en nuestra red viaria en el medio rural por otros factores perturbadores, que retraían a los inversores, sobre todo, extranjeros, para financiar cualquier proyecto. Ahora, cuando la Guardia Civil ha cumplido su primera década de existencia y los caminos son mucho más seguros, llegaba la hora, al fin, del ferrocarril. Con la promulgación de la Ley General de Ferrocarriles de 3 de junio de 1855 se abordaba de forma definitiva el tendido de la red ferroviaria española, al tiempo que se complementaba con una serie de reglamentos dirigidos, fundamentalmente, a las empresas concesionarias 104 . El primero de ellos fue el Real Decreto de 15 de febrero de 1856, que ya establecía que los ferrocarriles serían «considerados y guardados como caminos del Estado» 105 . 103 Capítulo III (Protección a las personas y propiedades) de la Cartilla del Guardia Civil, actualizada por Real Orden de 29 de julio de 1852. SEHGC. 104 COSTA, M. T. (1982). La financiación exterior del capitalismo español en el siglo XIX, p. 155. 105 RIVAS GÓMEZ, F. (1973). La Guardia Civil en los ferrocarriles españoles, p. 78. REHGC. La definición de un modelo de liderazgo en la etapa fundacional de la Guardia Civil 398 De este modo la Guardia Civil comenzaba a vigilar los tendidos de vía férrea, en evitación de robos y daños a los raíles, como se encargaba de recordar una real orden de 1858 106 . Imagen 6.6. Mapa de despliegue de los puestos de la Guardia Civil en relación con la red ferroviaria existente en 1861. Fuente: RIVAS GÓMEZ, F. y cinco más (1986). La Guardia Civil del siglo XIX. REHGC. La construcción de la red ferroviaria alcanzó hasta 1866 un importante ritmo de crecimiento, de modo que en 1865 ya se habían tendido 4.835 kilómetros 107 . Este ritmo de crecimiento hizo que la Guardia Civil, pese a lo limitado de sus efectivos, tuviera que emplearse más a fondo en la vigilancia de las líneas férreas. Según se ponía de manifiesto en una real orden de 1860, en que se daban instrucciones a la fuerza del Cuerpo, con alguna frecuencia eran interceptadas las 106 Real Orden de 22 de mayo de 1858. Recopilación, op. cit., tomo XIII, p. 227. SEHGC. 107 RIVAS GÓMEZ, F. (1973). La Guardia Civil en los ferrocarriles, op. cit., p. 79. REHGC. CAPÍTULO 6. REALIZACIÓN DEL SERVICIO, EVOLUCIÓN ORGÁNICA Y DINÁMICA POLÍTICA EN LA ETAPA FUNDACIONAL 399 vías con la intención de causar descarrilamientos, de acuerdo con las denuncias de la compañía del ferrocarril Madrid-Zaragoza-Alicante 108 . Esta real orden fue complementada con otra, dictada días más tarde, en que se exponía la gravedad del problema, y que determinó que la Guardia Civil realizara un sobreesfuerzo adicional en la vigilancia de las vías férreas 109 . Más tarde, se puso de manifiesto la imposibilidad de poder vigilar las líneas férreas recorriéndolas a caballo, debido a que los animales se espantaban. Por ello, era preciso prestar este servicio a pie, salvo aquellos casos en que fuera imprescindible realizarlo por fuerza montada, pero siempre en despoblado y a suficiente distancia 110 . Imagen 6.7. Mapa de cobertura de la red ferroviaria con el despliegue de puestos de la Guardia Civil en 1868 y al final del siglo XIX. Fuente: RIVAS GÓMEZ, F. y cinco más (1986). La Guardia Civil del siglo XIX. REHGC. 108 Real Orden de 30 de marzo de 1860. Recopilación, op. cit., tomo XV, p. 211. SEHGC. 109 Real Orden de 18 de abril de 1860. Recopilación, op. cit., tomo XV, p. 213. SEHGC. 110 De acuerdo con Circular de 2 de octubre de 1861. Recopilación, op. cit., tomo XVI. SEHGC. La definición de un modelo de liderazgo en la etapa fundacional de la Guardia Civil 400 A lo largo de esta década de los sesenta se normalizó el servicio de vigilancia del ferrocarril por la Guardia Civil, que se extendió a las estaciones, el auxilio al personal de las compañías, las conducciones de presos, y la seguridad y escolta de los propios convoyes. Además, este medio de transporte facilitó notablemente los movimientos de la fuerza, de los mandos que debían girar sus revistas periódicas y para la correspondencia oficial entre las unidades. Esta normalización desembocó en que, por Real Decreto de 9 de noviembre de 1864, se autorizara a viajar en ferrocarril de forma gratuita a todos los miembros de la Guardia Civil, siempre que lo hicieran de uniforme, y tras una modificación de un año más tarde, que fueran más de cinco guardias civiles los viajeros, se abonaran las tarifas vigentes para el personal del Ejército. Debido a la extensión que comenzaba a alcanzar la red ferroviaria y el uso creciente de este medio, que provocaron un aumento de los robos y asaltos, se instituyó el servicio de escolta de trenes por Real Orden de 6 de mayo de 1866. Comprendía este servicio la protección de los convoyes de viajeros con dos o tres efectivos a bordo y la vigilancia de las estaciones más importantes, sobre las líneas principales 111 . Aquel servicio fue objeto de nuevas regulaciones a través de sendas reales órdenes de 1868, dirigidas al control y seguridad de los viajeros en las estaciones y a la forma en que debían prestar su servicio las escoltas de los trenes 112 . De nuevo, el resultado de aquellas regulaciones fue la mejora significativa de la seguridad y la detención de un buen número de delincuentes. Más tarde, la publicación de la nueva Ley General de Ferrocarriles de 1877, ya en la Restauración, marcará un nuevo referente en cuanto a este medio de transporte y la seguridad que continuaría confiada a la Guardia Civil. 111 RIVAS GÓMEZ, F. y cinco más (1986). La Guardia Civil del siglo XIX, p. 155. REHGC. 112 Real Orden de 31 de agosto de 1868 y Real Orden de 4 de septiembre de 1868. Recopilación, op. cit., tomo XXIII. SEHGC. CAPÍTULO 6. REALIZACIÓN DEL SERVICIO, EVOLUCIÓN ORGÁNICA Y DINÁMICA POLÍTICA EN LA ETAPA FUNDACIONAL 401 6.2.6 La lucha contra la delincuencia El perfil del delincuente común al que tiene que enfrentarse la Guardia Civil en 1844 es el de un hombre de entre 19 y 25 años de edad; analfabeto; que trabaja en el campo como jornalero, de forma discontinua en muchos casos; y que circunscribe su ámbito de actuación a la misma provincia en que reside, solo o en pequeños grupos de pocos individuos. Pero ya hemos visto también que el objetivo principal de la Guardia Civil en aquel momento era el de combatir una forma de delincuencia mucho más peligrosa y generadora de gran inseguridad, como era el bandolerismo, fenómeno sociológico y criminológico de cuyo análisis ya nos hemos ocupado en este trabajo. Ciertamente, con la entrada en escena de la Guardia Civil habrá un antes y un después en la historia del bandolerismo. Pero para combatirlo, el nuevo cuerpo de seguridad tuvo que hacerle frente adoptando una táctica diferente a la que, hasta entonces, habían llevado a la práctica las unidades del Ejército y otros cuerpos armados, con grandes y ruidosos despliegues. Desde el primer momento, la Guardia Civil tuvo claro que la clave estaba en saber adaptarse al terreno y al tipo de enemigo al que habrían de enfrentarse, la realización de apostaderos y buscar la sorpresa, en un terreno que había que reconocer y patear mediante las correrías y patrullas, así como a través de dispositivos específicos orientados a la persecución de las partidas de malhechores. En aquellos dispositivos, especialmente frecuentes en los primeros años, casi siempre se hallaba al frente un oficial, generalmente el jefe de sección o línea, cuando no alguno de los capitanes. Esta será una de las más significativas señas de identidad de los oficiales de la Guardia Civil en toda la etapa fundacional, como directores e impulsores del servicio, precisamente cuando entraña más riesgo, y por cuyo motivo recibirán el correspondiente reconocimiento 113 . 113 Para profundizar en este aspecto y su alcance, véase: RIVAS GÓMEZ, F. (1981). Los documentos de la época fundacional (III): El bandolerismo. REHGC. La definición de un modelo de liderazgo en la etapa fundacional de la Guardia Civil 402 Pero para combatir eficazmente al bandolerismo, también era necesario poner en marcha procedimientos mucho más sutiles que las incesantes patr reconocimientos del terreno. Era preciso información, complementado con el Precisamente por ello, la permanente obtención y explotación de la información pronto se convirtió en delincuencia, que se ha mantenido a lo largo del tiempo en la esencia del servicio de la Guardia Civil. Por ello, ya en la obtener informes sobre el avistamiento de perso aquellos pobladores que se encontraban en mejores condiciones para su detección: los labradores, transeúntes y, muy particularmente pastores, sin duda por permanecer cada día durante más tiempo sobre l de paso, y con muchas y monótonas horas para observar todo aquello que les rodeaba y podía reclamar su atención. Para proteger su anonimato, desde el primer momento se dictaron instrucciones precisas para no revelar nunca la identificación de los informadores, salvo que se acreditara en los tribunales que la denuncia había sido calumniosa 114 114 Real Orden de 31 de julio de 1851. 0 10000 20000 30000 40000 50000 Número total de detenidos (1845 La definición de un modelo de liderazgo en la etapa fundacional de la Guardia Civil Pero para combatir eficazmente al bandolerismo, también era necesario poner en marcha procedimientos mucho más sutiles que las incesantes patr reconocimientos del terreno. Era preciso hacer un uso abundante y efectivo de la , complementado con el empleo de colaboradores. por ello, la permanente obtención y explotación de la información pronto se convirtió en una faceta importante en la lucha contra delincuencia, que se ha mantenido a lo largo del tiempo en la esencia del servicio de la Guardia Civil. Por ello, ya en la Cartilla se hablaba de la importancia de obtener informes sobre el avistamiento de personas sospechosas, a través de aquellos pobladores que se encontraban en mejores condiciones para su detección: los labradores, transeúntes y, muy particularmente –se puntualizaba pastores, sin duda por permanecer cada día durante más tiempo sobre l de paso, y con muchas y monótonas horas para observar todo aquello que les rodeaba y podía reclamar su atención. Para proteger su anonimato, desde el primer momento se dictaron instrucciones precisas para no revelar nunca la identificación s informadores, salvo que se acreditara en los tribunales que la denuncia 114 . Imagen con la evolución del Guardia Civil entre observa el incremento sostenido hasta 1853, y la caída por el proceso revolucionario de 1854. No existen datos para 1862. Elaboración propia, a GÓMEZ (1986). La Civil del siglo XIX Real Orden de 31 de julio de 1851. Recopilación, op. cit., tomo VI. SEHGC. Número total de detenidos (1845-1868) La definición de un modelo de liderazgo en la etapa fundacional de la Guardia Civil Pero para combatir eficazmente al bandolerismo, también era necesario poner en marcha procedimientos mucho más sutiles que las incesantes patrullas y hacer un uso abundante y efectivo de la por ello, la permanente obtención y explotación de la una faceta importante en la lucha contra la delincuencia, que se ha mantenido a lo largo del tiempo en la esencia del servicio se hablaba de la importancia de nas sospechosas, a través de aquellos pobladores que se encontraban en mejores condiciones para su detección: se puntualizaba-, de los pastores, sin duda por permanecer cada día durante más tiempo sobre los lugares de paso, y con muchas y monótonas horas para observar todo aquello que les rodeaba y podía reclamar su atención. Para proteger su anonimato, desde el primer momento se dictaron instrucciones precisas para no revelar nunca la identificación s informadores, salvo que se acreditara en los tribunales que la denuncia Imagen 6.8. Gráfica con la evolución del número total de detenidos por la Guardia Civil entre 1845 y 1868. Se observa el incremento sostenido hasta 1853, y la caída por el proceso revolucionario de 1854. No existen datos para 1862. Fuente: Elaboración propia, a partir de: RIVAS ÓMEZ, F. y cinco más (1986). La Guardia Civil del siglo XIX. REHGC. CAPÍTULO 6. REALIZACIÓN DEL SERVICIO, EVOLUCIÓN ORGÁNICA Y DINÁMICA POLÍTICA EN LA ETAPA FUNDACIONAL 403 De todas formas, también era aprovechada aquella situación por otro tipo de delincuencia. Con frecuencia se cometían crímenes y robos, de los que luego se cargaban las culpas de su autoría sobre las partidas de bandoleros de la zona, buscando así la impunidad. En otros casos, eran personas aparentemente respetables –en ocasiones, los propios alcaldes- las que apoyaban a las partidas, dándoles cobertura y cobijo. La reforma operada en 1850 sobre el Código Penal de 1848 introdujo importantes modificaciones -algunas de las cuales ya expusimos anteriormente- para atajar el bandolerismo y ofrecer un mayor respaldo a la actuación de los guardias civiles y otros colectivos dedicados a su persecución. De acuerdo con aquella reforma, pasaban a considerarse como delitos de orden público, entre otros, el atentado, desacato y acometimiento a los conductores de correspondencia pública, que directamente afectaba al servicio de los coches-correo. Asimismo, la jurisdicción militar pasaba a ser competente sobre los delitos vinculados al bandolerismo, garantizando una rápida y eficaz acción de la justicia. Como consecuencia, los bandidos comenzaron a cambiar de escenario a partir de 1851, refugiándose en la nocturnidad y la ocultación, y volviéndose mucho más precavidos. Contra lo que pudiera pensarse para la época, la eficacia investigadora era muy elevada, pues se obtenían pruebas y gran cantidad de indicios para llegar al esclarecimiento de la mayor parte de los hechos delictivos, como eran la reiteración de parajes para delinquir, iguales procedimientos, y descripciones físicas de testigos o de los propios guardias. Al mismo tiempo, la Justicia actuaba con una cierta celeridad. Por otro lado, los jueces se mostraban exigentes en cuanto al valor que concedían a las pruebas presentadas, como lo demuestra el número relativamente alto de absoluciones, a la hora de dictar sentencia. En cuanto a la persecución de delincuentes en rebeldía, parece evidente que la Guardia Civil disponía de listados actualizados, pues fueron muchos los prófugos, evadidos, desertores y simples huidos de la Justicia que fueron capturados en aquellos primeros tiempos, alguno de ellos, reclamado desde hacía veinte años. La definición de un modelo de liderazgo en la etapa fundacional de la Guardia Civil 404 Al comienzo del empleo de la Guardia Civil en otros cometidos movimientos sociales recrudecimiento del bandolerismo comenzaron entonces a moverse con cierta impunidad, mejor organizad dispuestas a enfrentarse, las fuerzas de la Guardia Civil, sino que le hacían frente, intentando liberar a los presos que fueran conducidos un bandolerismo que llevaba años en evolucionado hacia un bandolerismo organizado. Aquella incipiente delincuencia organizada vino a marcar una nueva etapa en la historia del crimen. A partir de entonces comenzaro procedimientos casi mafiosos, con jefes que permanecían en la sombra, mientras eran grupos subordinados los que actuaban. Más desalmado, este nuevo bandolerismo hizo que se generalizasen delitos poco usuales con anterioridad, como la tortura, el secuestro o el asesinato; al tiempo que desaparecían definitivamente otros como el asalto a diligencias y caminantes. Los nuevos bandidos ya no se enfrentaban a sus víctimas, sino que empleaban procedimientos más sofisticados que permitieran asegurar l mayor beneficio. Aquellos delincuentes dejaban de vivir marginados para comenzar a moverse en un submundo urbano que, muy pronto, llegaría a ser el 0 10000 20000 30000 1869 1870 Número total de detenidos (1869 La definición de un modelo de liderazgo en la etapa fundacional de la Guardia Civil Al comienzo del Sexenio Revolucionario, la inestabilidad política y el empleo de la Guardia Civil en otros cometidos como el cantonalis y el conflicto carlista, facilitaron un importante recrudecimiento del bandolerismo. Las partidas, sobre todo en Andalucía, a moverse con cierta impunidad, mejor organizad a enfrentarse, más que nunca, a las fuerzas del orden. Ya no huían de las fuerzas de la Guardia Civil, sino que le hacían frente, intentando liberar a los presos que fueran conducidos para su internamiento. Realmente, no un bandolerismo que llevaba años en claro retroceso, sino que lo hacía bandolerismo organizado. Imagen 6.9 evolución del número total de detenidos por la Guardia Civil entre 1869 y 1874. Puede observarse el acusado descenso producido durante el Sexenio Elaboración propia, a partir de F. y cinco más Guardia Civil del siglo Aquella incipiente delincuencia organizada vino a marcar una nueva etapa en la historia del crimen. A partir de entonces comenzaron a emplearse procedimientos casi mafiosos, con jefes que permanecían en la sombra, mientras eran grupos subordinados los que actuaban. Más desalmado, este nuevo bandolerismo hizo que se generalizasen delitos poco usuales con anterioridad, el secuestro o el asesinato; al tiempo que desaparecían definitivamente otros como el asalto a diligencias y caminantes. Los nuevos bandidos ya no se enfrentaban a sus víctimas, sino que empleaban procedimientos que permitieran asegurar las acciones, a cambio de obtener el mayor beneficio. Aquellos delincuentes dejaban de vivir marginados para comenzar a moverse en un submundo urbano que, muy pronto, llegaría a ser el 1871 1872 1873 1874 Número total de detenidos (1869-1874) La definición de un modelo de liderazgo en la etapa fundacional de la Guardia Civil , la inestabilidad política y el como el cantonalismo, algunos un importante , sobre todo en Andalucía, a moverse con cierta impunidad, mejor organizadas y Ya no huían de las fuerzas de la Guardia Civil, sino que le hacían frente, intentando liberar a los . Realmente, no sólo resurgía claro retroceso, sino que lo hacía, 6.9. Gráfica con la evolución del número total de detenidos por la Guardia Civil entre 1869 y 1874. Puede observarse el acusado descenso producido durante el Sexenio. Fuente: Elaboración propia, a partir de: RIVAS GÓMEZ, y cinco más (1986). La Guardia Civil del siglo XIX. REHGC. Aquella incipiente delincuencia organizada vino a marcar una nueva etapa n a emplearse procedimientos casi mafiosos, con jefes que permanecían en la sombra, mientras eran grupos subordinados los que actuaban. Más desalmado, este nuevo bandolerismo hizo que se generalizasen delitos poco usuales con anterioridad, el secuestro o el asesinato; al tiempo que desaparecían definitivamente otros como el asalto a diligencias y caminantes. Los nuevos bandidos ya no se enfrentaban a sus víctimas, sino que empleaban procedimientos as acciones, a cambio de obtener el mayor beneficio. Aquellos delincuentes dejaban de vivir marginados para comenzar a moverse en un submundo urbano que, muy pronto, llegaría a ser el CAPÍTULO 6. REALIZACIÓN DEL SERVICIO, EVOLUCIÓN ORGÁNICA Y DINÁMICA POLÍTICA EN LA ETAPA FUNDACIONAL 405 hervidero de nuevas amenazas para la seguridad. Poco a poco, la delincuencia iba abandonando el campo para hacerse urbana. Ante este panorama, a mediados de 1870 se ordenaba emplear mano dura desde el Gobierno, encabezado por Juan Prim. El general impartía unas instrucciones reservadas a través de Nicolás María Rivero, Ministro de la Gobernación, para que los gobernadores civiles más afectados por aquel repunte delictivo pudieran atajar el problema. A la provincia más afectada, Córdoba, fue destinado Julián Zugasti, quien tomó diferentes medidas para mejorar la eficacia contra el bandolerismo, además de concentrar más fuerza de la Guardia Civil con que hacerle frente. Comenzaba entonces a aplicarse la conocida como Ley de Fugas, sobre cuyos pretendidos excesos hizo duras acusaciones la oposición moderada en las Cortes 115 , costándole el cargo días más tarde al Ministro Rivero. Los resultados en la erradicación de esta amenaza, no obstante, no se hicieron esperar. Esta medida, además, fue refrendada por el Tribunal Supremo el 26 de julio de 1876. La Guardia Civil respondió a aquel repunte con la amplia reforma orgánica de 1871, en que se reconocían ya diferentes niveles de delincuencia por provincias. Esta redistribución de efectivos contribuirá a terminar en los dos años siguientes con aquel importante aumento del bandolerismo, sobre todo en Andalucía, donde había sido más patente. 6.3 EVOLUCIÓN ORGÁNICA DE LA GUARDIA CIVIL 6.3.1 Crecimiento y primeros ajustes Ya hemos visto cómo, una vez completado el despliegue inicial de la Guardia Civil, y después de aquel primer año de servicio en 1845, todavía muy en precario, se llevaron a cabo más de 6.000 actuaciones con detenidos por diferentes 115 Sesión del 20 de diciembre de 1870, nº 321, p. 9.279. El diputado Francisco Silvela aseguraba haber contabilizado «sesenta y tantos» bandoleros muertos a manos de la Guardia Civil entre el 15 de septiembre y el 15 de octubre de 1870, según las distintas reseñas publicadas en «La correspondencia de España». Diario de Sesiones del Congreso de los Diputados. Serie histórica. Legislatura de 1869-1871. La definición de un modelo de liderazgo en la etapa fundacional de la Guardia Civil 406 causas, entre otras intervenciones destacadas. Aquella cifra se triplicó al año siguiente, y cuando llegamos a 1853, después de un crecimiento sostenido, se elevaba ya hasta los 41.180 detenidos 116 . Tan buenos resultados en la lucha contra la delincuencia merecieron, nuevamente, la felicitación de la Reina Isabel 117 . Nos encontramos en un año importante para la Guardia Civil: ante aquellos buenos resultados de 1853, que rubricaban una década de crecimiento y consolidación en el primer periodo de mandato ahumadiano, se unía, como ya expusimos en el Capítulo 4, el primer incremento salarial para las clases de tropa del Cuerpo y un aumento de efectivos. Además, a iniciativa del duque de Ahumada, también tenía lugar la fundación, por Real Orden de 1 de abril de 1853, de una institución tan emblemática para el Cuerpo como la Compañía de Guardias Jóvenes, para acoger a los huérfanos del Instituto. Su objeto era, por un lado, acoger a los hijos del personal de tropa de la Guardia Civil que resultara fallecido, a fin de darles una educación y cobijo; y por otra, disponer de personal que pudiera, una vez alcanzada la edad suficiente, pasar a integrar las filas de la Institución, de modo que, heredando el espíritu de sus padres, complementara la aportación de los licenciados y soldados del Ejército. Con dieciséis años, aquellos adolescentes debían decidir si continuar la carrera de las armas en la Guardia Civil, o elegir otra forma de vida. La Compañía-Colegio se instaló en el Cuartel de San Martín, sede del 1º Tercio de Madrid, de donde pasó el mismo año a Pinto y, en 1856, a Valdemoro. Ciertamente, parecía que la Guardia Civil se preparaba para afrontar la primera gran prueba en su existencia, en vísperas del Bienio Progresista. 116 Escrito del Inspector General de la Guardia Civil, de fecha 21 de enero de 1854, acompañando cuadro estadístico de delincuencia. Recopilación, op. cit., tomo IX. SEHGC. 117 Real Orden de 25 de febrero de 1854. Recopilación, op. cit., tomo IX. SEHGC. CAPÍTULO 6. REALIZACIÓN DEL SERVICIO, EVOLUCIÓN ORGÁNICA Y DINÁMICA POLÍTICA EN LA ETAPA FUNDACIONAL De todas formas, cuando llegamos a 1854, Inspector General, resta realizar un análisis de la situación de la Guardia Civil tras su primera década de existencia, Quevedo y Sidro materia de seguridad que capaz de revertir admirablemente aquella situación. Pero a continuación, también advierten de las necesidades que conti Civil «a su mayor perfección necesidades un importante incremento de efectivos, justificado en el aumento del número de kilómetros transversales, así como los comienzos del tendido de vías férreas, que se había iniciado de forma sostenida desde 1853. Barajan la cifra mínima necesaria de guardias civiles en 16.000, legua cuadrada, y de mil por cada millón de habitantes. En parecidos términos se pronuncia Jiménez de Sandoval (1858) no cree exagerado reclamar un incremento de efectivos de la Guardia Civil hasta alcanzar los 20.000, aunque considera más prudente llegar por 14 o 15.000. Su principal justificación estriba en la comparación con la Gendarmería francesa, que para una extensión en el país vecino de 18.000 leguas cuadradas, cuenta con 24.000 gendarmes; mientras que en España, para 15.000 118 QUEVEDO, A. y SIDRO, J., 119 JIMÉNEZ DE SANDOVAL, op. cit REALIZACIÓN DEL SERVICIO, EVOLUCIÓN ORGÁNICA Y DINÁMICA POLÍTICA EN LA ETAPA FUNDACIONAL Estructura inicial de Guardia Civil en Elaboración De todas formas, cuando llegamos a 1854, con el primer cambio de restaba aún mucho camino por recorrer. Los primeros en un análisis de la situación de la Guardia Civil tras su primera década de Sidro (1858), hacen una glosa sobre la situación de caos en a de seguridad que se vivía en España en 1844, y cómo el Instituto fue de revertir admirablemente aquella situación. Pero a continuación, también advierten de las necesidades que continúan pendientes para elevar a la Guardia a su mayor perfección» 118 . Identifican como la primera de aquellas necesidades un importante incremento de efectivos, justificado en el aumento del número de kilómetros construidos de caminos, tanto principales transversales, así como los comienzos del tendido de vías férreas, que se había iniciado de forma sostenida desde 1853. Barajan la cifra mínima necesaria de guardias civiles en 16.000, de acuerdo con la proporción de un guardia por cada a, y de mil por cada millón de habitantes. En parecidos términos se pronuncia Jiménez de Sandoval (1858) no cree exagerado reclamar un incremento de efectivos de la Guardia Civil hasta alcanzar los 20.000, aunque considera más prudente llegar por el momento a los . Su principal justificación estriba en la comparación con la Gendarmería francesa, que para una extensión en el país vecino de 18.000 leguas cuadradas, cuenta con 24.000 gendarmes; mientras que en España, para 15.000 , op. cit., p. 836. op. cit., pp. 205-207. REALIZACIÓN DEL SERVICIO, EVOLUCIÓN ORGÁNICA Y 407 Imagen 6.10. Estructura inicial de la Inspección General de la Guardia Civil en 1844. Fuente: Elaboración propia. con el primer cambio de recorrer. Los primeros en un análisis de la situación de la Guardia Civil tras su primera década de (1858), hacen una glosa sobre la situación de caos en mo el Instituto fue de revertir admirablemente aquella situación. Pero a continuación, también núan pendientes para elevar a la Guardia . Identifican como la primera de aquellas necesidades un importante incremento de efectivos, justificado en el aumento del , tanto principales como transversales, así como los comienzos del tendido de vías férreas, que se había iniciado de forma sostenida desde 1853. Barajan la cifra mínima necesaria de un guardia por cada En parecidos términos se pronuncia Jiménez de Sandoval (1858) 119 , quien no cree exagerado reclamar un incremento de efectivos de la Guardia Civil hasta el momento a los . Su principal justificación estriba en la comparación con la Gendarmería francesa, que para una extensión en el país vecino de 18.000 leguas cuadradas, cuenta con 24.000 gendarmes; mientras que en España, para 15.000 La definición de un modelo de liderazgo en la etapa fundacional de la Guardia Civil 408 leguas cuadradas, tan sólo hay 10.000 guardias civiles. Además, la situación de inseguridad en España, la necesidad de seguir vigilando estrechamente los caminos y los delitos graves que se continúan produciendo, hacen que esta desigualdad sea aún mayor, y más perentoria la necesidad de aumentar el número de los guardias civiles. Pero lo cierto es que esta cifra no se alcanzará, prácticamente, hasta finalizar el siglo XIX. Ya desde los primeros meses de 1845, cuando aún no se había completado la plantilla inicial, se vio la necesidad de incrementar los efectivos, lo que da idea de la gran demanda existente en las provincias, tras los primeros resultados, aprobándose en mayo de ese año un aumento hasta los 7.750. En 1849 se produjo una ligera reducción, pero en febrero de 1853 se aprobaba un nuevo incremento hasta los 8.855 hombres de infantería y 1.550 de caballería. Al llegar los progresistas al poder determinaron, con fecha 10 de octubre de 1854, una reducción hasta los 9.000 efectivos, pero al finalizar el Bienio, en noviembre de 1856, de nuevo con Ahumada al frente de la Guardia Civil, se recuperaron los efectivos con otro incremento hasta los 10.000. Poco más tarde, por Real Orden de 17 de noviembre de 1856, se hacía un nuevo esfuerzo para alcanzar los 12.000 hombres 120 . Pero no debió cuajar aquel incremento, porque en julio de 1861 se aprobó un aumento de 1.000 nuevas plazas, con lo que la infantería del Cuerpo alcanzaba los 10.060 efectivos, y la caballería, cerca de 1.500 121 . Volviendo al análisis de Quevedo y Sidro sobre la situación en 1854, advierten estos oficiales de la necesidad de dar fin cuanto antes a los cuerpos de seguridad que, con carácter residual, aún pervivían en España. Su argumentación se basa en que «es incuestionable que establecido y perfectamente cimentado en España el sistema representativo, deben desaparecer cuantas fuerzas heterogéneas existan en varias localidades con diferentes denominaciones» 122 . 120 Real Orden de 17 de noviembre de 1856. Recopilación, op. cit., tomo XI, p. 102. SEHGC. 121 MARTÍNEZ RUÍZ, E. (2011). Las primeras décadas, op. cit., p.53. CGC. 122 QUEVEDO, A. y SIDRO, J., op. cit., p. 836. CAPÍTULO 6. REALIZACIÓN DEL SERVICIO, EVOLUCIÓN ORGÁNICA Y DINÁMICA POLÍTICA EN LA ETAPA FUNDACIONAL 409 Más preciso en este aspecto es Jiménez de Sandoval, que en las mismas fechas publica un estudio sobre los efectivos armados que prestaban servicios de guarda y de seguridad en 1856, al margen de la Guardia Civil, y que cifra en un total de 11.677 agentes, incluyendo al batallón de la Guardia Urbana de Madrid. Aquel despliegue, considerado en conjunto, suponía una innecesaria dispersión del gasto público en esta materia, asumida por el Estado, las provincias y los municipios, con un coste total anual estimado de 19.866.948 reales de vellón. De este personal, no obstante, hay que puntualizar que sólo 786 agentes pertenecían a cuerpos de seguridad independientes, repartidos entre las Compañías de Migueletes de Guipúzcoa y Vizcaya, la de Miñones de Álava, la Compañía de Fusileros de Valencia y las Escuadras de Cataluña 123 . Jiménez de Sandoval tampoco duda en afirmar, al tiempo que justifica la pervivencia de las Escuadras de Cataluña, que el principal motivo para ello –que ha de hacerse extensivo, al menos, en parte, a los otros cuerpos mencionados- es que «la nueva institución [la Guardia Civil] no ha podido llegar todavía a la fuerza numérica y al desarrollo necesario para bastar por sí sola a cubrir igualmente con sus servicios el territorio de la Península» 124 . En cualquier caso, la fuerza de aquellos cuerpos de seguridad provinciales, en conjunto, no alcanzaba el 9% de los efectivos de la Guardia Civil en aquel momento, por lo que su incidencia para la seguridad debiera ser bastante limitada. Los capitanes Quevedo y Sidro reproducen a continuación las necesidades identificadas por el duque de Ahumada, cuando se encuentra de nuevo al frente de la Guardia Civil en su segundo mandato, y que guardan relación directa con la situación de los jefes y oficiales en el Cuerpo. Son estas necesidades, la escasez de jefes y oficiales en algunos tercios; la mejora en los sueldos de los primeros capitanes -recordemos, jefes y responsables del servicio del Cuerpo en cada provincia- a pesar de la última modificación de 1857; los haberes de los segundos 123 JIMÉNEZ DE SANDOVAL, op. cit., pp. 66-71. 124 Ibídem, p. 133. La definición de un modelo de liderazgo en la etapa fundacional de la Guardia Civil 410 capitanes; y mejorar las condiciones para ingreso en la Guardia Civil de los capitanes, tenientes y subtenientes del Ejército 125 . La Guardia Civil sufrió en aquellos años dos reformas efímeras, que no cuajaron por resultar poco meditadas e ineficaces para la realidad del servicio policial que correspondía a la Institución. Una de ellas se llevó a cabo a finales de 1853, y consistió en articular los efectivos del Cuerpo en batallones y escuadrones de guerra, para su reagrupamiento y empleo en esta forma, medida que quedaría sin efecto tras la Revolución de 1854. La otra reforma fallida fue la de articular las unidades de la Guardia Civil en cuatro brigadas, repartiendo en el ámbito de cada una de ellas todo el territorio, según la Real Orden de 27 de junio de 1863. Dos años más tarde, por Real Orden de 18 de julio de 1865, se desestimaba esta medida por considerarla innecesaria. En julio de 1858 llegaba el teniente general Isidoro de Hoyos y Rubín de Celis, marqués de Zornoza, a la Inspección General de la Guardia Civil. Más tarde, se creaba la Guardia Civil Veterana por Real Orden de 29 de diciembre de 1858, para prestar servicio en la ciudad de Madrid, sobre la base de la Guardia Urbana que venía actuando en la Capital, y que había sido reorganizada por Real Decreto de 24 de marzo de ese año. Con este nuevo instituto se pretendía dar cabida a los miembros más veteranos de la Guardia Civil, antes de su pase a retiro, así como a los guardias que finalizaran su empeño y desearan reengancharse, y a licenciados del Ejército con buena nota. Se organizó en un batallón de infantería y dos secciones de caballería, con un sistema de dependencias de los Ministerios de Guerra y Gobernación, similar a la Guardia Civil. El 6 de abril de 1859 se aprobaba el Reglamento Militar del nuevo cuerpo, al mando de un teniente coronel e integrado en la Dirección General del Cuerpo de Guardias Civiles y de la Guardia Civil Veterana, como pasaba a denominarse la Institución, a la que correspondía su organización, administración y orden interno. También se aprobaba al mismo tiempo su Reglamento para el Servicio. 125 QUEVEDO, A. y SIDRO, J., op. cit., p. 836. CAPÍTULO 6. REALIZACIÓN DEL SERVICIO, EVOLUCIÓN ORGÁNICA Y DINÁMICA POLÍTICA EN LA ETAPA FUNDACIONAL 411 Más tarde, por Real Decreto de 28 de septiembre de 1862, la unidad pasó a denominarse Tercio Veterano de Madrid, bajo el mando de un coronel del Cuerpo, y organizado en dos comandancias, con una compañía por cada distrito de la Capital, al tiempo que se incrementaban sus efectivos. En 1864 cambió su denominación por la de Tercio de Madrid. A pesar de su buen hacer en la seguridad de la ciudad de Madrid, su intervención en los sucesos de la noche de San Daniel, el 10 de abril de 1865, le granjearon una gran impopularidad entre las filas progresistas, por lo que esta fuerza fue disuelta tras el triunfo de la Gloriosa, por Decreto de 20 de octubre de 1868, pasando su personal, mayoritariamente, a incrementar los efectivos del 1º Tercio. De hecho, se incrementó notablemente la plantilla de efectivos destinada a prestar servicio en Madrid con la creación, días más tarde, del 14º Tercio, destinado fundamentalmente a prestar servicio en los edificios públicos de la Capital 126 . 6.3.2 Dos reformas importantes Tras algunas reformas y las variaciones que hemos visto en la plantilla general de la Guardia Civil, la llevada a cabo por Real Orden de 28 de septiembre de 1861, que fue efectiva a partir del 1 de enero de 1862, trajo consigo la reestructuración de la demarcación por provincias de algunos tercios, y se asignó la jefatura de provincia al empleo de comandante. Aquella medida suponía, en la práctica, la creación de las comandancias –una por cada provincia-, recibiendo el nombre del empleo de quien las mandaba. A su vez, cada comandancia contaría a partir de entonces con varias compañías, subdividida cada una en secciones, y éstas organizadas para el servicio en líneas, al mando de dos o tres tenientes y un subteniente por compañía. Las líneas, a su vez, estarían integradas por un número variable de puestos. Aquel importante redimensionamiento de las unidades de la Guardia Civil suponía un despliegue de unos mil puestos en toda España 127 , de 126 Colección Legislativa, 1868, p. 449. SEHGC. 127 Recopilación, op. cit., tomo XVI, pp. 107-112. SEHGC. La definición de un modelo de liderazgo en la etapa fundacional de la Guardia Civil 412 forma que se sentaban las bases para que el Cuerpo pudiera incrementar sus efectivos hasta los 15.000 128 . Imagen 6.11. Mapa con el despliegue de tercios y las comandancias recién creadas en la Guardia Civil con la reforma de 1861. Fuente: RIVAS GÓMEZ, F. y cinco más (1986). La Guardia Civil del siglo XIX. REHGC. La reforma orgánica de 1871 fue la segunda de gran calado desde la creación de la Guardia Civil. Fue aprobada por Decreto del Regente del Reino el 20 de noviembre de 1870 y entró en vigor el 1 de junio del año siguiente. Entre las medidas que se implantaron, estaba la ampliación de las secciones de la Dirección General, al tiempo que se establecían ciertas modificaciones en los criterios de mando y funcionamiento de las unidades en la estructura jerárquica. En consecuencia, y como aspecto más relevante de la reforma, los jefes de tercio pasaron a tener un papel casi puramente inspector -pasando sus jefes a adoptar la denominación de Coronel Subinspector- de acuerdo con la voluntad del Gobierno 128 MARTÍNEZ RUÍZ, E. (2011). Las primeras décadas, op. cit., p.53. CGC. CAPÍTULO 6. REALIZACIÓN DEL SERVICIO, EVOLUCIÓN ORGÁNICA Y DINÁMICA POLÍTICA EN LA ETAPA FUNDACIONAL de ejercer un mayor control sobre la fuerza del Cuerpo, directamente comandancias. Imagen 6.12. Organigrama de la Dirección General de la Guardia Civil con la reestructuración de 1871. Fuente: Elaboración propia. Al propio tiempo, se reforz jefes de comandancia, c operativas. Las comandancias pasaron a ser mandadas por un teniente coronel como primer jefe y un comandante como segundo, y se diferenciaron en dos categorías: las de primera clase, cuando el número de su superior a tres, y de segunda, las de más. Se incrementaba, de este modo, la estructura de mandos en el Cuerpo, para hacer frente a las nuevas necesidades. Aquella reforma, de hecho, protagonista que van a tener las c orgánica de la Guardia Civil. reforma fue el redimensionamiento del despliegue de efectivos en las comandancias y la distribución de los puestos económica, empleando para ello criterios población, la red de comunicaciones y los delincuencia. REALIZACIÓN DEL SERVICIO, EVOLUCIÓN ORGÁNICA Y DINÁMICA POLÍTICA EN LA ETAPA FUNDACIONAL de ejercer un mayor control sobre la fuerza del Cuerpo, directamente de la Dirección General de la Guardia Civil con la reestructuración de 1871. Fuente: Elaboración propia. Al propio tiempo, se reforzó la capacidad organizativa y de mando de los omandancia, como nexo entre la Dirección General y las unidades Las comandancias pasaron a ser mandadas por un teniente coronel como primer jefe y un comandante como segundo, y se diferenciaron en dos categorías: las de primera clase, cuando el número de sus compañías fuera igual o superior a tres, y de segunda, las de más. Se incrementaba, de este modo, la estructura de mandos en el Cuerpo, para hacer frente a las nuevas necesidades. Aquella reforma, de hecho, puede considerarse como la impulsora del papel otagonista que van a tener las comandancias a partir de entonces en la estructura orgánica de la Guardia Civil. Por último, otro de los aspectos importantes de esta reforma fue el redimensionamiento del despliegue de efectivos en las stribución de los puestos, de acuerdo con la realidad social, económica, empleando para ello criterios como la extensión geográfica, población, la red de comunicaciones y los índices de conflictividad y REALIZACIÓN DEL SERVICIO, EVOLUCIÓN ORGÁNICA Y 413 de ejercer un mayor control sobre la fuerza del Cuerpo, directamente sobre las de la Dirección General de la Guardia Civil con la reestructuración de la capacidad organizativa y de mando de los omo nexo entre la Dirección General y las unidades Las comandancias pasaron a ser mandadas por un teniente coronel como primer jefe y un comandante como segundo, y se diferenciaron en dos s compañías fuera igual o superior a tres, y de segunda, las de más. Se incrementaba, de este modo, la estructura de mandos en el Cuerpo, para hacer frente a las nuevas necesidades. puede considerarse como la impulsora del papel omandancias a partir de entonces en la estructura tro de los aspectos importantes de esta reforma fue el redimensionamiento del despliegue de efectivos en las la realidad social, la extensión geográfica, conflictividad y La definición de un modelo de liderazgo en la etapa fundacional de la Guardia Civil 414 Imagen 6.13. Mapa con la reorganización de tercios y comandancias realizada en 1871. Fuente: RIVAS GÓMEZ, F. y cinco más (1986). La Guardia Civil del siglo XIX. REHGC. 6.3.3 La Guardia Civil en Ultramar El primer despliegue de la Guardia Civil fuera de la Península se remonta a 1851, apenas siete años después de su creación. Tras algunos intentos baldíos con este propósito, como el del general Federico Roncali, conde de Alcoy, el general José Gutiérrez de la Concha –más tarde, marqués de La Habana-, tuvo la decidida intención de crear una unidad de la Guardia Civil cuando fue nombrado Capitán General de Cuba. Para ello, se había llevado consigo toda la normativa hasta entonces existente sobre el Instituto, tras haber tratado el asunto personalmente con el duque de Ahumada 129 . Éste le recomendó que se apoyara para su proyecto en el 2º comandante Agustín Jiménez Bueno, recientemente incorporado a la Isla de Cuba, y en quien tenía plena confianza, pues había servido como capitán en la 129 LUENGO MUÑOZ, M. (1969). La Guardia Civil en las Islas de Cuba y Puerto Rico (I), pp. 68-69. REHGC. CAPÍTULO 6. REALIZACIÓN DEL SERVICIO, EVOLUCIÓN ORGÁNICA Y DINÁMICA POLÍTICA EN LA ETAPA FUNDACIONAL 415 Guardia Civil 130 . De este modo, se organizó en Cuba un tercio en comisión de servicio, constituido por soldados de Infantería y Caballería, escogidos de entre los regimientos de guarnición en la isla caribeña. La constitución singular de aquel tercio, independiente de los peninsulares, y con dependencia directa del Capitán General, no sería aprobada por el Gobierno de forma oficial hasta el 20 de junio de 1854 131 . El tercio fue ampliando sus efectivos y misiones con gran éxito en la reducción de la delincuencia que asolaba Cuba, hasta que en 1862 el Gobierno de O´Donnell le dotó con 892 efectivos, distribuidos en 83 puestos que comprendían el territorio de siete distritos. Al estallar en Cuba la guerra Grande o de los Diez Años (1868-1878) con el Grito de Yara, la Guardia Civil tuvo que intervenir en operaciones armadas –que simultaneó con su incansable lucha contra el bandidaje-, por lo que aquel conflicto supuso el gran impulso al despliegue del Cuerpo en Cuba, al tiempo que forzaba la detracción de numerosos efectivos de los tercios de la Península para refuerzo de la Isla. En 1869 duplicó sus efectivos hasta los 2.000, con la creación del 2º Tercio de Santa Clara; en 1871 se constituyó el 3º Tercio de Sancti Spíritus y en 1873, el 4º Tercio en Puerto Príncipe, llegando a totalizar 3.750 efectivos. Al frente de estas unidades, y como consecuencia de la integración de los tercios en un solo Cuerpo, había ya un coronel Subinspector, que fue pronto promovido a brigadier Subdirector. La isla de Puerto Rico tendrá que esperar a 1869, tras el Grito de Lares del año anterior, para ver la constitución de un tercio de la Guardia Civil. Esta unidad se constituyó siendo Capitán General José Laureano Sanz y Posse, y estaba integrada por dos compañías mixtas de Infantería y Caballería, en comisión de servicio, sobre la base de los batallones de guarnición del Ejército. Los primeros intentos para la organización de una unidad del Cuerpo, que habían sido promovidos por el Capitán General Cotoner y Chacón en 1857, y más tarde en 130 DÍAZ VALDERRAMA, J. (1858). Historia, servicios notables, socorros, comentarios de la Cartilla y reflexiones sobre el Cuerpo de la Guardia Civil, p.153. Analizaremos con más detalle en el Capítulo 8 el papel del comandante Jiménez Bueno en el despliegue de la Guardia Civil en la Isla de Cuba. 131 Real Orden de 20 de junio de 1854. Recopilación, op. cit., tomo IX. SEHGC. La definición de un modelo de liderazgo en la etapa fundacional de la Guardia Civil 416 1864 por el Capitán General Messina, no habían fructificado 132 . No obstante, tanto antes como después de su amalgama –integración- con los tercios peninsulares en 1871, la Guardia Civil de Puerto Rico pudo dedicarse más a su servicio peculiar, con elevado número de acciones humanitarias, sin ser empleada como fuerza combatiente como en su vecina Cuba. En 1868 se creó un tercio de la Guardia Civil con algo más de mil hombres en las Islas Filipinas, con base en su capital, Manila, en la isla de Luzón. Aquel tercio venía a sustituir a los Tercios de Policía y Partidas de Seguridad Publica, que habían resultado poco efectivos. Más tarde, en 1872, se creaba el segundo tercio para la isla de Mindanao, al tiempo que comenzaba a funcionar en Manila un Tercio de Veteranos similar al que había prestado seguridad en la ciudad de Madrid. Las misiones que llevó a cabo la Guardia Civil en Filipinas fueron las de represión de las frecuentes sublevaciones que se registraban y de lucha contra la piratería en las múltiples islas del archipiélago; pero también de tipo humanitario, sobre todo, en terremotos y tifones. Hay que decir que, a diferencia de Cuba y Puerto Rico, el personal de tropa de la Guardia Civil en Filipinas era fundamentalmente indígena, mientras que los jefes y oficiales eran europeos. El 10 de julio de 1871 se publicó la Ley de la Amalgama, cuyo objeto era la integración de las escalas del personal que constituían los tercios de Ultramar en las correspondientes de la Guardia Civil Peninsular, siempre que los llamados a integrarse reunieran una serie de requisitos. Aquella medida, que originó no pocas reticencias entre los afectados, suponía la consolidación definitiva del personal que integraba los tercios de Cuba y Puerto Rico, su plena integración en el Cuerpo, haciendo extensiva las garantías que exigía su pertenencia a la Institución, y la efectiva aplicación de sus reglamentos. Su oportunidad, coincidente con el aumento en intensidad de la guerra de los Diez Años, facilitaba la mayor profesionalización y el reforzamiento de la presencia del cuerpo en Cuba, satisfaciendo con ello las insistentes demandas de los hacendados. 132 HERNÁNDEZ ALONSO, R. (2017). La Guardia Civil en Puerto Rico: creación y organización de la Institución, pp. 37-40. CGC. CAPÍTULO 6. REALIZACIÓN DEL SERVICIO, EVOLUCIÓN ORGÁNICA Y DINÁMICA POLÍTICA EN LA ETAPA FUNDACIONAL 417 Llegamos al final de nuestro periodo de estudio, con el pronunciamiento del general Martínez-Campos en diciembre de 1874. Años más tarde, la Ley Constitutiva del Ejército de 1878, inspirada en el mismo afán unificador que otras leyes nacidas con la Restauración monárquica, determinará la integración plena de la Dirección General de la Guardia Civil en el Ejército, como los demás cuerpos e institutos militares. Imagen 6.14. Gráfica con la evolución de la plantilla de efectivos de la Guardia Civil durante el siglo XIX. Se resalta la situación al final del periodo del estudio. Fuente: Elaboración propia. 6.4 LA DINÁMICA POLÍTICA EN TORNO A LA GUARDIA CIVIL 6.4.1 El periodo isabelino y la prueba del Bienio Progresista Ya hemos expuesto cómo se habían depositado grandes esperanzas en el despliegue de la Guardia Civil como azote del bandolerismo que se había enseñoreado de los montes y caminos de España, y cómo supo estar a la altura de aquellas expectativas, a pesar de los limitados recursos con que todavía contaba 1300 1350 1370 1750 1900 1800 1850 1950 1900 1900 1500 1604 5840 6000 6900 8500 11900 10900 11100 13150 14000 14200 13700 16536 7140 7350 8270 10250 13800 12700 12950 15100 1590016100 15200 18970 0 2000 4000 6000 8000 10000 12000 14000 16000 18000 20000 1845 1850 1855 1860 1865 1870 1875 1880 1885 1890 1895 1900 N º d e e fe c t iv o s Evolución de la plantilla de la Guardia Civil durante el siglo XIX Caballería Infantería Plantilla total La definición de un modelo de liderazgo en la etapa fundacional de la Guardia Civil 418 en los primeros años. Pero la naciente Institución también se vio obligada a intervenir con alguna frecuencia en revueltas y algaradas callejeras protagonizadas por sectores revolucionarios, así como en algunas cuarteladas. No en vano, puede decirse que durante la Década Moderada, la oposición abierta al poder constituido se manifestó en dos direcciones muy marcadas. La primera, con más arraigo en la zona rural, se dirigió contra la monarquía isabelina, y fue protagonizada por la reactivación del conflicto dinástico. La segunda, de carácter más urbano, se orientó contra el partido en el Gobierno y alentada por el progresismo. Pero existía también una tercera vía conspiratoria, todavía con muy poca fuerza pero de mayores pretensiones, dirigida tanto hacia la monarquía como al partido liberal moderado, y que era la protagonizada por los republicanos. Para hacer frente a aquellos movimientos, fue empleada la Guardia Civil como instrumento más eficaz para la defensa del Estado en la contención de esta múltiple oposición, de acuerdo con sus capacidades, que eran aún muy limitadas en aquella primera década. En 1846 daba comienzo la segunda guerra Carlista, o de los Matiners – madrugadores-, como también se la conoció; y que no terminó hasta que el general Cabrera cruzó de nuevo la frontera en mayo de 1849. Aquel conflicto supuso una importante prueba para la Guardia Civil y le proporcionó una gran experiencia en la guerra de guerrillas. Pero, además, su presencia en el entorno rural cambió la fisonomía de la contienda con respecto a la primera guerra Carlista. Los seguidores de don Carlos, acostumbrados a entrar en las poblaciones sin encontrar resistencia, tropezaban ahora con una fuerza disciplinada, aunque exigua, que defendía a todo trance sus casas-cuarteles y el ambicionado armamento que en ellos se custodiaba. De hecho, en todas las provincias donde tuvieron actividad las partidas carlistas, casi siempre se toparon con efectivos de la Guardia Civil, ya fuera constituyendo patrullas independientes, en unidades mixtas con el Ejército o en la defensa a ultranza de un puesto aislado. Mediante la Real Orden de 20 de diciembre de 1848, se dispuso que unidades de la Guardia Civil, principalmente de caballería, se integraran en la fuerza en operaciones. Para ello, la autoridad militar ordenó que las columnas del Ejército fueran precedidas CAPÍTULO 6. REALIZACIÓN DEL SERVICIO, EVOLUCIÓN ORGÁNICA Y DINÁMICA POLÍTICA EN LA ETAPA FUNDACIONAL 419 de secciones de reconocimiento de la Guardia Civil a caballo, como prácticos y conocedores del terreno, lo que contribuyó a aumentar su prestigio. Por tanto, si bien el peso de la Guardia Civil en esta contienda fue escaso, su actuación sirvió para robustecer su espíritu, alcanzar reconocimiento en el seno del Ejército y madurar como institución. No sería únicamente en territorio español donde la Guardia Civil hubo de prestar auxilio a las fuerzas del Ejército. La primera aventura de la Guardia Civil fuera de nuestras fronteras tuvo lugar en 1847, con ocasión de la entrada de un cuerpo de ejército español en Portugal, tras la firma de un tratado internacional para apaciguar una grave revuelta en el país vecino, en apoyo de la reina portuguesa. Una unidad de caballería de la Guardia Civil de 40 hombres con 3 oficiales marchó con el Ejército de operaciones alcanzando notable éxito, y encargándose durante un tiempo de garantizar la seguridad en las calles de la ciudad de Oporto, una vez que fue reconquistada. Pero el principal esfuerzo de la Benemérita, motivado por entonces por la situación política, tuvo lugar en suelo español. En octubre del mismo 1847 corría ya por toda Europa una oleada revolucionaria, que en España pudo ser sofocada sin grandes dificultades, tanto por su escaso nivel de organización, como por la actitud resuelta del Gobierno encabezado por Narváez. En marzo de 1848 estallaba la revuelta en nuestro país, encabezada por los sectores más revolucionarios, al frente de la cual se encontraba el coronel De la Gándara, auxiliado por Manuel Buceta –ex capitán de la Guardia Civil, y expulsado tras el levantamiento de 1846 en Galicia-, a quienes secundaban unos setecientos militares del partido esparterista. La primera revuelta tuvo por escenario las calles de Madrid durante los días 26 y 27 de marzo, en que, junto a las unidades del Ejército, los guardias civiles del 1º Tercio, al mando del brigadier Purgoldt, se convirtieron en blanco preferente de los revolucionarios, que causaron entre sus filas numerosos heridos. Más tarde, el 7 de mayo se reprodujeron graves incidentes en Madrid, que fueron finalmente La definición de un modelo de liderazgo en la etapa fundacional de la Guardia Civil 420 sofocados, en cuyo transcurso, el propio Ahumada salió levemente herido de un ataque con arma de fuego, casi a quemarropa. Para evitar una nueva asonada, Narváez ordenó el 11 de mayo la concentración en Madrid del mayor número posible de efectivos de la Guardia Civil, dejando en cada provincia, únicamente, una sección al mando de un oficial, de las que buena parte de sus efectivos se concentraron también en las capitales respectivas. De este modo, 4.000 guardias civiles fueron desplegados en Madrid, encuadrados en cuatro batallones, para garantizar la seguridad de la Corte, permaneciendo en ella de forma gradual hasta mayo de 1849. En febrero de 1854 estalló una nueva revuelta en Zaragoza, al levantarse el Regimiento de Córdoba, a las órdenes del brigadier Hore, que fue prontamente sofocada. Pero en junio se generalizó la conspiración, de la que Leopoldo O’Donnell, promotor eficaz, luego de la Unión Liberal, aparecía como cabeza visible del grupo de generales implicados. A su vez, Cánovas del Castillo sobresalía como el político más destacado y artífice del Manifiesto de Manzanares del 7 de julio. En prevención, Ahumada ordenó la concentración de la Guardia Civil en las capitales de provincia y en Madrid, siguiendo las prevenciones del Gobierno. El 30 de junio, en las proximidades de Vicálvaro, el general Dulce, seguidor de O´Donnell, hacía frente a las tropas gubernamentales del general Bláser, que contaba con cuatro batallones de los Regimientos de Valencia y Reina Gobernadora, junto a tres baterías, con doce piezas de artillería. Esta fuerza iba precedida en vanguardia por seis escuadrones de cazadores y otro de la Guardia Civil, organizado en tres mitades, que resistió y contraatacó con sucesivas cargas a las fuerzas rebeldes 133 . Pero la Vicalvarada terminó con un resultado incierto y escasas bajas por ambos bandos. El Palacio Real fue protegido eficazmente por la Guardia Civil, a cuyo frente se situó el propio Ahumada. Pero la revuelta posterior, de dimensiones absolutamente imprevistas para los generales pronunciados, se generalizó en Madrid y otras ciudades a lo largo 133 Parte del general Bláser sobre la batalla de Vicálvaro. Revista Técnica de la Guardia Civil, núm. 115, septiembre de 1919, pp. 325-326. CAPÍTULO 6. REALIZACIÓN DEL SERVICIO, EVOLUCIÓN ORGÁNICA Y DINÁMICA POLÍTICA EN LA ETAPA FUNDACIONAL 421 del mes de julio. En la Capital, los graves enfrentamientos que tuvieron lugar en torno a la Plaza Mayor y calles adyacentes los días 17, 18 y 19 de ese mes, supusieron para la Guardia Civil el trágico balance de 7 muertos -entre ellos, el subteniente José Rodrigo Vicente- y 17 heridos, cuando intentaba mantener el orden y evitar ser desarmados por la multitud encrespada. Finalmente, la Reina, para salvar el trono, llamaba de nuevo a Espartero para ponerse al frente del Gobierno. O’Donnell, a su vez, era designado Ministro de la Guerra y Evaristo Fernández San Miguel, Capitán General de Madrid, con el apoyo de la Junta revolucionaria que se había constituido. Tras el triunfo de la Revolución de 1854, la Guardia Civil pasó a mostrar su fidelidad y obediencia al nuevo Gobierno constituido, de acuerdo con su naturaleza, y que iba a caracterizar su trayectoria a lo largo de su historia. Pero la Institución, en cumplimiento estricto de su deber, se había significado especialmente en sofocar aquella rebelión, pues la mayor parte de las unidades del Ejército se habían mostrado remisas ante la confusión reinante 134 . Aquella actitud decidida de los miembros del Instituto provocó que los sectores más radicales reaccionaran violentamente para pedir su disolución, postura que fue secundada por buena parte de la prensa. Como medida provisional, se dispuso la concentración de la fuerza del Cuerpo en Villaviciosa de Odón entre el 22 y el 27 de julio. Al propio tiempo, el duque de Ahumada era destituido el 1 de agosto y relevado por el esparterista teniente general Facundo Infante Chaves, que se hacía cargo de la Inspección General el día 22. Al mismo tiempo, se restablecía la Milicia Nacional, añorada por los sectores progresistas, que era ahora potenciada y reorganizada. Pero fue precisamente a Infante Chaves, que simultaneó la Inspección General del Cuerpo con la presidencia del Congreso de los Diputados, a quien cabe adjudicar el mérito, no sólo de mantener su estructura y su carácter militar, sino de que la Guardia Civil no fuera entonces disuelta. La primera medida que adoptó fue la de exigir del Ministro de la Gobernación que dirigiera un escrito a 134 VALERO CAPILLA, J. (1978). El teniente general don Facundo Infante, segundo Inspector General de la Guardia Civil, p. 89. REHGC. La definición de un modelo de liderazgo en la etapa fundacional de la Guardia Civil 422 todos los gobernadores civiles para que reprimieran sin contemplaciones cualquier concentración que tuviera por objeto mostrar hostilidad hacia la Guardia Civil, y que se entregara a las autoridades judiciales a quien cometiere el menor atentado contra sus agentes 135 . Finalmente, la plantilla del Cuerpo se redujo hasta los 9.000 hombres, pero se evitó su disolución, gracias a la encomiable defensa realizada por Infante Chaves y, por supuesto, por el propio general O`Donnell. Además de la medida anterior, el Gobierno concedió una rebaja de dos años en el empeño de las clases de tropa del Ejército, lo que suponía el licenciamiento de tres quintas en 1854. Con tal motivo, se exhortó al personal de las unidades a que reengancharan por un año más, aunque dejando plena libertad, concediendo otro de abono para el premio a la constancia, además de la gratificación estipulada de 750 reales 136 . Pero entonces se produjo un hecho sorprendente: muchos de los guardias civiles a los que correspondía licenciarse, convinieron en renunciar a los premios de reenganche que les correspondían por prolongar un año su compromiso, a fin de que no supusiera una nueva carga económica para el Estado, recibiendo como única satisfacción que se les permitiera permanecer en la Guardia Civil. Según se recogía en un número del «Guía del Guardia Civil», fueron 1.529 los guardias civiles que optaron por esta solución, dejando de ingresar las gratificaciones que les correspondían, con un ahorro mínimo de 1.146.750 reales de vellón. Pero hubo guardias que reengancharon por más tiempo –por cuatro años suponía un premio de 3.000 reales-, por lo que se estimaba en más de millón y medio de reales el montante total que supuso la renuncia. Aquel gesto de desprendimiento y patriotismo fue ampliamente ensalzado por la propia Reina 137 y el Inspector General del Cuerpo, que no escatimó en elogios, al tiempo que 135 Ibídem. 136 Real Orden de 15 de agosto de 1854. Recopilación, op. cit., tomo IX, pp.35 y 36. SEHGC. 137 Real Orden de 12 de septiembre de 1854. Recopilación, op. cit., tomo IX, pp. 49-50. SEHGC. CAPÍTULO 6. REALIZACIÓN DEL SERVICIO, EVOLUCIÓN ORGÁNICA Y DINÁMICA POLÍTICA EN LA ETAPA FUNDACIONAL 423 exhortaba a sus hombres ante la disminución de efectivos recientemente decretada 138 . Como balance de aquella primera década de andadura para la Guardia Civil, hay que decir, en primer lugar, que supuso un periodo trascendental para que la nueva Institución consolidara su formación y su organización inicial. Favorecida por el fuerte respaldo de los liberados moderados, en el poder, la Guardia Civil nació y creció en un momento de reestructuración administrativa del Estado, con un replanteamiento del concepto de propiedad, con arreglo a unos principios basados en el orden y en un periodo de creciente predominio burgués 139 . Pero la Guardia Civil no nació con vocación de servir a los intereses del moderantismo o sus puntos sociales de apoyo, demostrando en aquellos primeros años haber trabajado en beneficio del Estado y del interés general. Tanto es así que en aquella primera etapa se forjaron una serie de características que acompañaron al Cuerpo desde entonces, de forma más o menos nítida, según el periodo histórico considerado. De este modo, desde su primera andadura quedaron perfilados rasgos como su sentido del deber, honradez, abnegación, disciplina y eficacia 140 . Al mismo tiempo, tampoco había nacido la Guardia Civil como instrumento de represión de la opción política dominante en ese momento, a diferencia de lo ocurrido con otros cuerpos anteriores; al menos, en aquellos primeros años. Y ello fue así, simplemente, porque sus escasos efectivos y la dispersión de sus unidades lo impedía. Una muestra fue la dificultad que supuso concentrar aquel importante contingente de guardias civiles en Madrid tras la Revolución de 1848, y como esta medida afectó a la seguridad en el área rural y al repunte del bandolerismo. Por lo que respecta al Carlismo, asoció a la Guardia Civil con el régimen isabelino, por la determinación con que las fuerzas del Cuerpo le hicieron frente en la segunda guerra contra los partidarios de don Carlos. 138 Circular del Inspector General de la Guardia Civil, de 16 de noviembre de 1854. Recopilación, op. cit., tomo IX, pp. 121-122. SEHGC. 139 SANZ MUÑOZ, J., coord. (1994). La Guardia Civil española, p. 77. 140 Ibídem, p. 78. La definición de un modelo de liderazgo en la etapa fundacional de la Guardia Civil 424 En cuanto a la postura mostrada por los progresistas respecto a la Guardia Civil, fue de oposición durante la Década Moderada, si bien actuaban guiados, más por su procedencia, que vinculaban plenamente con el moderantismo, que por sus actuaciones. La Guardia Civil era, para los progresistas, una fuerza moderada, en contraposición a su institución afín, la Milicia Nacional, cuya extracción social era muy diferente, al estar integrada en su mayoría por artesanos y comerciantes. 6.4.2 Un nuevo tiempo La Guardia Civil había superado su primera prueba de cambio ideológico en el Gobierno, y con ello, su procedencia moderada. Iniciaba el camino que la transformaría de institución de partido en institución nacional. Pero también daba comienzo en 1854 una etapa agitada, calificada como de crisis del régimen isabelino, que se extenderá hasta la Revolución Septembrina de 1868, y que será de gran trascendencia para la Guardia Civil. Si la década anterior había estado marcada por el nacimiento y organización del Cuerpo, en este nuevo periodo tendrá que multiplicarse para hacer frente a todos los escenarios en que se solicitó su presencia 141 . En 1855 tuvieron lugar una serie de intentonas desestabilizadoras de la causa carlista en varias provincias. Por su carácter local, rural y guerrillero, fue la Guardia Civil la que asumió el mayor peso en combatir a las partidas carlistas, concentrando para ello la fuerza de varias unidades. Aquellos penosos despliegues dieron frutos como la desarticulación en la provincia de Burgos de la partida de Los Hierros, la más peligrosa e importante de todas las gavillas carlistas que se alzaron contra Isabel II. Aquel grupo había causado la muerte, al menos, del 2º capitán de la Guardia Civil Miguel Góngora y Ruíz, del 11º Tercio, cuando les sorprendió, dirigiendo a sus guardias, en el asalto a una diligencia en diciembre de 1856. 141 SANZ MUÑOZ, J., op. cit., p. 85. CAPÍTULO 6. REALIZACIÓN DEL SERVICIO, EVOLUCIÓN ORGÁNICA Y DINÁMICA POLÍTICA EN LA ETAPA FUNDACIONAL 425 Tras dos años de Gobierno progresista, el intento fracasado de promulgar una nueva Constitución, el rebrote del conflicto carlista y, sobre todo, la fuerte crisis económica en que derivó el Bienio, agudizada por las continuas revueltas, determinaron que Espartero se viera forzado a dimitir el 14 de julio de 1856 142 . Aquellos conflictos de orden público, sin revestir la gravedad de dos años antes, tuvieron un carácter más periférico y rural, lo que obligó a la Guardia Civil a cubrir áreas muy extensas que apenas podía abarcar para su sofocación, por lo que recibió algunas críticas en aquellas zonas 143 . El detonante fue la carestía y escasez del pan en las provincias castellanas, que provocaron una oleada de incendios provocados en diferentes explotaciones, respondiendo a una consigna revolucionaria de tintes republicanos 144 . Por supuesto, también tuvo que hacer frente la Guardia Civil a nuevas revueltas en Madrid, aunque con menor intensidad que las sufridas dos años antes, en las que tuvo que lamentar varios heridos de gravedad. Una vez que Espartero cedió las riendas del Gobierno a O`Donnell, éste disolvió de nuevo la inoperante Milicia Nacional, mientras Infante Chaves dimitía y era relevado al frente de la Guardia Civil por el general McCrohon, Subsecretario de Guerra hasta entonces. En octubre de ese año volvió Narváez, llamado por la Reina, y restituyó en el cargo al duque de Ahumada, quien permaneció al frente del Cuerpo en su segundo mandato, como ya sabemos, hasta 1858. En junio de ese año 1858 se encargaba de nuevo a Leopoldo O´Donnell formar Gabinete. Se iniciaba el Gobierno largo de la Unión Liberal, un periodo de cinco años de estabilidad y expansión económica, y con una política exterior intervencionista. Enmarcada en la política exterior de guerras de prestigio emprendida por O´Donnell, la Guardia Civil se aprestaba por primera vez a participar en un conflicto fuera de la Península a raíz de la declaración de guerra formulada el 22 142 Ibídem, p. 88. 143 Ibídem, p. 89. 144 MARTÍNEZ RUÍZ, E. (1976). Creación, op. cit., pp. 261-262. La definición de un modelo de liderazgo en la etapa fundacional de la Guardia Civil 426 de octubre de 1859 por el Gobierno español a las autoridades marroquíes, con motivo de las reiteradas acciones hostiles sufridas en nuestras plazas de soberanía. Acompañando a tres cuerpos de ejército más una división de reserva y otra de Caballería, movilizados para la guerra de África, la Guardia Civil desplegó inicialmente con 36 efectivos de infantería y 25 de caballería, al mando de un segundo capitán y dos tenientes; a los que se unieron en octubre otros 39 guardias de infantería y 45 de caballería, con sus correspondientes oficiales, todos ellos al mando de un primer capitán 145 . En aquella contienda, el Instituto prestó servicios de seguridad, orden público y policía militar en los campamentos y poblados españoles, y servicio de campaña, encargándose de la seguridad de los cuarteles generales y de la escolta personal de los jefes de las grandes unidades, como el propio general O’Donnell. La destacada actuación de aquellos escasos efectivos no pasó desapercibida 146 . En abril de 1860, una dotación de la Guardia Civil, dirigida por el teniente coronel Rodríguez Tremens, acompañado del capitán Loeches, consiguió capturar al Pretendiente carlista, don Carlos Luís de Borbón, conde de Montemolín, y a su hermano don Fernando, cuando se hallaban ocultos en una vivienda en San Carlos de la Rápita (Tarragona). Ambos habían desembarcado días atrás en aquella zona junto con el general Ortega, que había sido ya apresado y fusilado, y que dirigía un nutrido grupo de tropas procedentes de Baleares, tras urdir un complot para derrocar a la Reina. En aquellos años, además de luchar contra las partidas carlistas que iban surgiendo, los guardias civiles hubieron de emplearse contra amenazas republicanas de creciente envergadura, como las sufridas en Huesca, la ocupación de Despeñaperros y la conjura de Pérez del Álamo en Loja (Granada). Al frente de los nutridos contingentes de guardias civiles que sofocaron las revueltas 145 Recopilación, op. cit., tomo XIV, p. 120 y tomo XIV, p. 154. SEHGC. 146 Sobre la destacada actuación del comandante Teodoro Camino en esta campaña volveremos en el Capítulo 9. CAPÍTULO 6. REALIZACIÓN DEL SERVICIO, EVOLUCIÓN ORGÁNICA Y DINÁMICA POLÍTICA EN LA ETAPA FUNDACIONAL 427 destacaron el capitán Antonio Pano, así como el 2º capitán Enrique Gallego y el teniente Juan Peral, al mando de sus respectivas líneas 147 . A partir de 1863, con el final del Gobierno largo, fue creciendo entre los progresistas un sentimiento antidinástico, caracterizándose el final del régimen por un permanente clima de sublevación. Además, cuando se apercibieron de las escasas posibilidades de alcanzar el Gobierno en la crisis final del régimen isabelino, aprovecharon para sus fines desestabilizadores las oportunidades que se le presentaban, como los altercados provocados por los estudiantes en la conocida como noche de San Daniel 148 . De hecho, aquellos dramáticos sucesos y la forma en que se reprimió la revuelta fueron el detonante que, en cierto modo, vinieron a suponer el comienzo del final de la monarquía isabelina. Entre los días 8 y 10 de abril -festividad de San Daniel- de 1865 se produjo en Madrid lo que comenzó siendo una algarada estudiantil, organizada en apoyo del rector de la Universidad, Pérez de Montalbán, que a su vez había dimitido como protesta por la apertura de un expediente gubernativo a Emilio Castelar, catedrático de historia, por la publicación en el periódico «La Democracia» de un artículo crítico contra la Reina. El Gobierno presidido entonces por Narváez prohibió la concentración, prevista para la tarde del día 8, al considerar que se había urdido una trama de progresistas y republicanos para unirse a ella y provocar disturbios, rectificando la inicial autorización que se había dado. Para evitar la concentración, se ordenó a la fuerza del Tercio Veterano de Madrid, al mando del coronel Marcelino Álvarez, y otras unidades de la guarnición del Ejército en la Capital, dispersar a los que se estaban concentrando en la plaza de Isabel II, calle del Arenal y la Puerta del Sol, que llegó a ocuparse totalmente por los alborotadores. En su intervención, la Guardia Civil Veterana empleó una contundencia desproporcionada. El día 9, domingo, discurrió con cierta normalidad, y el 10 se ordenó a la Guardia Civil ocupar la Universidad, por ser el día señalado para el nombramiento del nuevo rector, Marqués de Zafra. Aquella medida provocó que la concentración 147 MARTÍNEZ RUÍZ, E. (2011). Las primeras décadas, op. cit., p. 56. CGC. 148 Ibídem, p. 58 La definición de un modelo de liderazgo en la etapa fundacional de la Guardia Civil 428 se incrementara en miles de personas 149 , prorrumpiendo durante horas en insultos y abucheos a los veteranos guardias civiles que custodiaban el edificio, y repartiéndose luego en varios grupos por diferentes calles. La fuerza del Tercio Veterano y la del Ejército que había sido alertada, recibieron de nuevo la orden de disolver a los alborotadores, y al llegar la noche, cargaron sin contemplaciones, haciendo uso de sus sables, y también de sus armas de fuego en algunos casos 150 . El balance de aquella intervención, «que aún hubiera podido ser más sangrienta, sin la prudencia de algunos oficiales de la Guardia Civil y de tropa» 151 , fue de nueve muertos y más de cien heridos entre los alborotadores, según la prensa de la oposición 152 . La fuerza del Cuerpo y, en menor medida, la de guarnición del Ejército, habían cumplido, acaso con excesivo rigor, las órdenes recibidas; pero también se habían tomado previamente decisiones imprudentes por el Ministro de la Gobernación, González Bravo, por no calibrar las posibles consecuencias, como prohibir la concentración del día 8; no aplazar la toma de posesión del nuevo rector, el día 10; y provocar el hartazgo y cansancio de la fuerza, al dejarla sometida durante tres días a burlas, insultos y agresiones. Las críticas de la prensa progresista y de las Cortes cargaron contra el Gobierno, pero también contra la Guardia Civil Veterana, para lo que los progresistas abandonaron por un tiempo su retraimiento a participar en la oposición política. En aquella dura crítica, el mismo Prim llegó a pedir la disolución del Tercio Veterano en una acalorada sesión del Senado 153 . Aquel discurso de Prim fue recriminado por el conde de Vistahermosa, Director General 149 Aunque no hay unanimidad respecto al número de asistentes, el periódico «La Democracia» del 9 de abril de 1865 dio la cifra de 10.000. 150 PIRALA CRIADO, A. (1892-1895). Historia Contemporánea, segunda parte de la guerra civil: anales desde 1843 hasta el fallecimiento de don Alfonso XII, tomo II, p. 47. 151 Ibídem. 152 Ibídem, pp. 46-48. 153 Diario de Sesiones del Senado, de 20 de abril de 1865, p. 67. El general O´Donnell afirmó que quienes se hubieran excedido debían ser castigados (sesión del 12 de abril, p. 709). Calderón Collantes defendió que el exceso de algunos guardias no podía oscurecer el prestigio del Cuerpo (sesión del 19 de abril, p. 673). Con críticas hacia el Gobierno se pronunció Posada Herrera (sesión del 25 de abril, p. 1.841), mientras González Bravo respondió defendiendo la intervención de los guardias (p. 1.848). CAPÍTULO 6. REALIZACIÓN DEL SERVICIO, EVOLUCIÓN ORGÁNICA Y DINÁMICA POLÍTICA EN LA ETAPA FUNDACIONAL 429 de la Guardia Civil, en su comparecencia ante el Senado del 22 de abril 154 . Como contrapunto, también abundaron los elogios –incluido del propio Prim- hacia el papel que venía prestando el Instituto en la España rural, y la prensa conservadora justificó la intervención en las agresiones sufridas por los guardias civiles durante aquellos días 155 . El Gobierno dio explicaciones sobre lo sucedido a través de la Real Orden de 24 de febrero de 1866, una vez instruidas las correspondientes diligencias y recabados todos los informes de los mandos de las unidades intervinientes de la Guardia Civil y el Ejército. En aquel documento se hacía referencia a las conclusiones del fiscal militar, que consideraba la actuación de la fuerza de la Guardia Civil como ajustada a derecho 156 . No obstante, ante la situación provocada por aquellos graves incidentes, fruto, a la postre, de la imprevisión del Gobierno, la Reina se había visto obligada a cesar a Narváez y encargar la formación de un nuevo Gabinete a Leopoldo O´Donnell, que volvía al poder el 21 de junio de 1865. Por su parte, el Tercio Veterano sería disuelto en octubre de 1868, con el general Prim al frente del Ministerio de Guerra, tras el triunfo de la Gloriosa. A este suceso le siguieron otros levantamientos en una escalada que ya no tendría fin. Como en los sucesos de abril de 1865, la Guardia Civil iba a tener un trágico protagonismo, demasiado expuesta a los conflictos socio-políticos del momento histórico. Uno de aquellos levantamientos fue el encabezado por el general Prim en Villarejo de Salvanés, el 3 de enero de 1866, al frente de los regimientos de caballería de Calatrava y Bailén. Tras fracasar en su intento, fue perseguido junto a sus seguidores por las columnas enviadas por O´Donnell, al mando de los generales Zabala y Echagüe; pero el marqués de los Castillejos consiguió con habilidad eludir la persecución, a base de rodeos y de sortear las 154 LÓPEZ CORRAL, M. (1986). La Guardia Civil durante la crisis del régimen isabelino (1865- 1868), pp. 86-89. REHGC. El texto de la comparecencia se reprodujo íntegramente en la recopilación del Boletín Oficial de la Guardia Civil de 1866, pp. 6.728 y ss. 155 Para consultar en detalle lo publicado en la prensa sobre aquellos incidentes, ver: MARTÍNEZ RUÍZ, E. (1971). La Guardia Civil en los sucesos de la noche de San Daniel, pp. 18-23. REHGC. 156 Real Orden de 24 de febrero de 1865. Recopilación, op. cit., tomo XXI, pp. 26-31. SEHGC. La definición de un modelo de liderazgo en la etapa fundacional de la Guardia Civil 430 poblaciones donde hubiera puesto de la Guardia Civil 157 , para alcanzar el 20 de enero la frontera con Portugal por la provincia de Cáceres. Para ello, también tuvo que sortear la población de Fregenal de la Sierra, donde se había concentrado otro grupo de carabineros y guardias civiles 158 . La vanguardia de aquella persecución la constituía un contingente de Caballería en que estaba integrado un grupo de guardias civiles del 1º Tercio, todos ellos a las órdenes del comandante Teodoro Camino, hombre de confianza de O´Donnell 159 . Camino siguió de cerca los pasos de Prim y llegó a hacer ocho prisioneros entre los huidos 160 , consiguiendo con ello el efecto disuasorio que pretendía 161 . Si los sucesos de la noche de San Daniel, a pesar de su nula implicación militar, constituyeron, en cierto sentido, el principio del fin, el pronunciamiento de los sargentos de Artillería del cuartel de San Gil, el 22 de junio de ese mismo año, como detonante de una conspiración de mayor alcance, fue el punto de no retorno hacia el final del régimen isabelino. Los preparativos del levantamiento fueron coordinados en un principio por el general Moriones y, más tarde, por el general Pierrad, ambos estrechamente ligados a Prim, cerebro del levantamiento desde Francia. Pero el complot se precipitó para que tuviera lugar el 22 por la impaciencia de los sargentos, lo que le restó eficacia. Los sublevados, militares y civiles, procedieron a levantar barricadas por las calles de Madrid, haciendo frente a las unidades del Ejército que desplegaron por toda la Capital, así como a la fuerza de la Guardia Civil. La violencia de los enfrentamientos fue brutal, de modo que, según los datos oficiales que cita Pirala (1892) 162 , se registraron 80 muertos, 400 157 LÓPEZ CORRAL, M. (1986). La Guardia Civil durante la crisis, op. cit., p. 98. REHGC. 158 PIRALA CRIADO, A., op. cit., tomo II, p. 74. 159 FERNÁNDEZ DE CÓRDOVA Y VALCÁRCEL, F. (1889). Mis memorias íntimas, tomo III, pp. 489 y ss. Volveremos en el Capítulo 9 sobre la participación del comandante Camino y su singular relación con O´Donnell. 160 PIRALA CRIADO, A., op. cit., tomo II, pp. 68-75. 161 La hipótesis de que el comandante Camino tenía instrucciones de hostigar a la columna de Prim para forzar su huída a Portugal, evitando su captura, es compartida por: AGUADO SÁNCHEZ, F. (1983-1984). Historia, op. cit., tomo 2, pp. 243-244; y LÓPEZ CORRAL, M. (1986). La Guardia Civil durante la crisis, op. cit., pp. 99-102. REHGC. 162 PIRALA CRIADO, A., op. cit., tomo II, pp. 93-95. CAPÍTULO 6. REALIZACIÓN DEL SERVICIO, EVOLUCIÓN ORGÁNICA Y DINÁMICA POLÍTICA EN LA ETAPA FUNDACIONAL 431 heridos y 128 contusos entre las tropas que intervinieron en la represión; así como unos 200 entre muertos y heridos, militares y civiles, entre los sublevados. En cuanto a la Guardia Civil, también sufrió 14 muertos, entre los que se encontraban el comandante José Roure y Fernández, del 11º Tercio; y el teniente Pedro Veraza y Ciriza, del Tercio de Madrid, y al menos 11 heridos 163 . En los días siguientes fueron fusilados a las afueras de la Puerta de Alcalá 66 sargentos, cabos y soldados, un antiguo coronel carlista y un paisano. Ciertamente, aquella trágica jornada del 22 de junio de 1866 había sido el ensayo fallido de algo más que un conato de sublevación militar 164 . Una trama urdida contra O´Donnell tras la sofocación de la revuelta le hizo caer, y provocó que la Reina tuviera que llamar de nuevo a Narváez, su último baluarte. Exiliado a Francia el marqués de Tetuán, y fallecido poco después, aquella medida inclinó definitivamente a la Unión Liberal a unirse a la coalición de progresistas y demócratas en su intención de derribar la monarquía borbónica, de acuerdo con el pacto firmado en Ostende en agosto de aquel año de 1866. Con la muerte de Narváez el 20 de abril de 1868, quedaba abierta la puerta a una Revolución que a nadie sorprendió. Como resumen general, podemos concluir que durante el reinado de Isabel II la Guardia Civil superó con solvencia las pruebas que dificultaban su consolidación en el marco institucional del Estado. El momento clave para su pervivencia, como hemos visto, se produjo con la Revolución de 1854, pero desde entonces se convirtió de forma evidente en la principal protagonista de la lucha por garantizar el orden y la seguridad, ya fuera contra el bandolerismo, las revueltas urbanas y campesinas o las sublevaciones militares y políticas. Desde entonces, y pese a los numerosos vaivenes políticos que se sucederán a lo largo de los años, la Guardia Civil sería considerada por unos y otros como una de las 163 LÓPEZ CORRAL, M. (1986). La Guardia Civil durante la crisis, op. cit., pp. 116-118. REHGC. La relación nominal de los muertos se publicó en el Boletín Oficial de la Guardia Civil del 24 de enero de 1867, pp. 7.876-7.877. 164 DE DIEGO GARCÍA, E., (2014). Prim, mucho más que una espada, pp. 148-150. La definición de un modelo de liderazgo en la etapa fundacional de la Guardia Civil 432 piezas clave –por no decir la fundamental- en la defensa de la seguridad y el orden en España 165 . 6.4.3 El Sexenio Democrático o la prueba definitiva Con el destronamiento de Isabel II tras la Revolución de 1868 se iniciaba un periodo intenso de la historia española, marcado por una gran inestabilidad política y varios cambios de régimen. Probablemente, el periodo más agitado del siglo XIX español. A este difícil momento de nuestra historia llegó la Guardia Civil dotada de un innegable prestigio que había cosechado a lo largo de sus casi veinticinco años de existencia, y aquel nuevo periodo constituía la oportunidad de alcanzar su completa consolidación, superando definitivamente las alternancias políticas. No en vano, iba a continuar siendo el principal punto de apoyo de los distintos gobiernos y regímenes que se sucederán en aquel convulso Sexenio Revolucionario para hacer frente a las numerosas crisis que se presenten. Y ello, contando con que cada uno de aquellos gobiernos iba a tener un concepto diferente sobre la forma en que dirigir y emplear a la Guardia Civil. A partir del momento en que estalló la revolución el 18 de septiembre en la bahía de Cádiz, la Guardia Civil se comportó con la lealtad que la había caracterizado desde su fundación, de lo que había dado ya sobradas muestras. Pero, como en las ocasiones anteriores, también sabrá adaptarse a la realidad, a medida que la situación evolucione. Cumplió lealmente las órdenes recibidas mientras el Gobierno legítimo se mantuvo en el poder y obedeció con disciplina a las autoridades militares insurrectas, a medida que éstas se iban imponiendo. También hay que puntualizar que a esta disposición de la Guardia Civil, sin lugar a dudas, no era ajeno el prestigio de algunos de los generales que se habían levantado, como era el caso de Prim o Serrano. 165 MARTÍNEZ RUÍZ, E. (1994). La Guardia Civil en la época fundacional, p. 35. CGC. CAPÍTULO 6. REALIZACIÓN DEL SERVICIO, EVOLUCIÓN ORGÁNICA Y DINÁMICA POLÍTICA EN LA ETAPA FUNDACIONAL 433 A pesar de su intento de mantenerse lo más equidistante posible entre aquellas dos posturas enfrentadas, la Guardia Civil fue utilizada en algunas ciudades –Santander, Alcoy, Córdoba- a modo de vanguardia frente a los insurrectos, sufriendo, al menos, 11 muertos; entre ellos, el capitán José Diosdado Rojas en Córdoba. Era, como se diría en la prensa de la época, el triste destino de un Cuerpo querido y respetado por su pueblo, pero con la ingrata misión de tener que enfrentarse a él con frecuencia 166 . Finalmente, la batalla de Alcolea inclinó la balanza del lado de los revolucionarios. Serrano, vencedor en aquel enfrentamiento, se haría escoltar por la Guardia Civil hasta su entrada triunfal en la capital de España, lo que suponía un claro respaldo a la Institución, que se vería reforzada en esta nueva etapa en su autoridad y funciones 167 . El Gobierno Provisional de Prim, con tan popularísimo general como máximo exponente del nuevo régimen, tenía una idea clara sobre el nuevo Estado y sobre el papel que, en ese entramado, debía jugar la Guardia Civil, como principal protagonista de la seguridad pública. De esta forma, refrendó la naturaleza militar del Instituto y que, para su servicio peculiar, dependiese de las autoridades civiles, pero sin desligar su organización del Ministerio de la Guerra. Prim prefería una Guardia Civil circunscrita al ámbito rural y fuera de las grandes ciudades, en lo que coincidía con el propio Ahumada. Por ello, fue una de sus primeras medidas la disolución de la recién creada Guardia Rural 168 , devolviendo al Cuerpo sus plenas competencias en ese ámbito territorial. Respecto a las ciudades, la Guardia Civil únicamente pasó a prestar servicio de seguridad en los edificios públicos de Madrid –a través del 14º Tercio, como hemos visto-, 166 «La Abeja Montañesa», del 24 de septiembre de 1868. 167 LÓPEZ CORRAL, M. (1994). La Guardia Civil en el Sexenio Revolucionario (1868-1874), p. 53. CGC. 168 La Guardia Rural había sido creada por el último Gobierno de Narváez en marzo de 1868, para prestar servicio en ese ámbito, y dependiente de la Guardia Civil, en cuyo seno tuvo mala acogida. Pretendía dar ocupación al importante cuadro de oficiales sin destino ni perspectivas de ascenso, y próximos al levantamiento. La definición de un modelo de liderazgo en la etapa fundacional de la Guardia Civil 434 mientras que del mantenimiento del orden en las ciudades se encargarían los Voluntarios de la Libertad, heredero de la Milicia Nacional 169 . Para ese nuevo impulso que se pretendía dar a la Guardia Civil, Prim nombró Director General del Cuerpo al teniente general Serrano Bedoya, hombre próximo y de su entera confianza, a quien encargó la definición del perfil profesional y moral de lo que había de ser un miembro de la Guardia Civil. Sobre esa base y otras cuestiones de tipo organizativo, se aprobó un nuevo Reglamento Militar en 1871. Pero la aplicación de este Reglamento no fue todo lo amplia que hubiera cabido desear, debido a los graves conflictos políticos que se sucedieron. En efecto, en diciembre de 1870 era asesinado el general Prim y, con su muerte, se resentirán de forma importante algunos de los proyectos en marcha; entre ellos, el de profesionalizar completamente la Guardia Civil 170 . No obstante, a lo largo de este Sexenio se introdujeron importantes cambios de tipo organizativo en el Instituto. Precisamente, en aquel año de 1871, ya con Amadeo I de Saboya en el trono de España, se llevó a efecto la importante reforma orgánica que ya indicamos anteriormente. El problema latente de la demanda y selección de personal se vio agravado por el elevado número de efectivos que era preciso enviar a Cuba, con motivo de la guerra de los Diez Años (1868-1878). Pero más desestabilizador para la Institución –y el Gobierno- fue la creciente incertidumbre política generada tras el asesinato de Prim y, con ella, la toma de posiciones cada vez más claras por un republicanismo en alza. Este estado de cosas determinó que un número considerable de guardias civiles, rompiendo con la línea tradicional de lealtad al poder constituido, se pasaran a las filas de la causa carlista cuando comenzó el tercer conflicto dinástico, lo que no había ocurrido en los dos anteriores. Especialmente significativo, y excepcional en la historia de la Guardia Civil, fue 169 FERNÁNDEZ GARCÍA, A. (1994). El Sexenio (1868-1874): modelo democrático y crisis social, pp. 41-42. CGC. 170 Ibídem, p. 56. CAPÍTULO 6. REALIZACIÓN DEL SERVICIO, EVOLUCIÓN ORGÁNICA Y DINÁMICA POLÍTICA EN LA ETAPA FUNDACIONAL 435 el caso del coronel Freixas, que se posicionó con el bando carlista al frente del 3º Tercio, aunque sólo consiguió que le siguiera un puñado de hombres. No obstante, llegado el momento de la verdad, la inmensa mayoría de la Institución se mantuvo del lado del Gobierno, lo que fue decisivo para el resultado de la guerra. Tras la abdicación de Amadeo I el 11 de febrero de 1873 y el advenimiento de la Primera República, se puso de manifiesto esa desconfianza de la Guardia Civil hacia el nuevo régimen. Ello era debido a la concepción antimonárquica, el anticlericalismo, la defensa de una administración descentralizada y la intención de reformar –si no suprimir- el propio Ejército regular; ideas todas ellas de las que hacían gala los republicanos 171 . Pero el nuevo Gobierno mostró su confianza en la Institución, por la que no disimulaba su admiración, manteniendo sus funciones tradicionales –seguridad pública en el ámbito rural-, mientras asignaba inicialmente la vigilancia y el orden de las ciudades al cuerpo de Voluntarios de la República que, por otra parte, supusieron en poco tiempo un rotundo fracaso. Aquella confianza se tradujo en un apoyo absoluto en la Guardia Civil para hacer frente a los graves problemas por los que atravesaba la Nación en aquel momento, como eran la sublevación carlista, el movimiento cantonal y los frecuentes conflictos de orden público, a lo que se sumaban los problemas de indisciplina que habían germinado en el Ejército 172 . Para reforzar aquel apoyo de la Guardia Civil, el Gobierno de Pi y Margall dictó una circular en abril de 1873 por la que se dejaba sin efecto la de 18 de octubre de 1872, que hacía depender a la Guardia Civil de las autoridades militares para facilitar su rápida movilización y despliegue en apoyo del Ejército, con motivo de la guerra Carlista. Además, con aquella circular, la Guardia Civil pasaba a depender totalmente del Ministerio de la Gobernación y, por tanto, de los gobernadores civiles, salvo casos excepcionales en que fuera precisa su 171 LÓPEZ CORRAL, M. (1994). La Guardia Civil en el Sexenio, op. cit., pp. 57-58. CGC. 172 SANZ MUÑOZ, J., op. cit., p. 120. La definición de un modelo de liderazgo en la etapa fundacional de la Guardia Civil 436 dependencia de los capitanes generales. Aquella medida suponía una vuelta, primera vez, al sistema de dependencias previsto en el Real Decreto de 28 de marzo de 1844 173 . Las quejas de las autoridades militares por aquella decisión fueron inmediatas pues suponía, entre otras consecuencias, retirar de los frentes contra los carlistas a un importante contingente de fuerza. Además, en los enfrentamientos subsiguientes entre autoridades civiles y militares por el control de la Guardia Civil quedaron en una difícil posición los mandos del Cuerpo, contribuyendo a su desmotivación. Finalmente, el rebrote del carlismo, los crecientes desórdenes sociales y el estallido del cantonalismo, terminaron por provocar la dimisión de Pi y Margall el 18 de julio de 1873. Así las cosas, el Gobierno de Nicolás Salmerón se vio forzado a dar marcha atrás en aquellas decisiones para recuperar la confianza y apoyo del Ejército y la Guardia Civil, que también recuperó por la vía de los hechos su tradicional doble dependencia. Como medida adicional, Salmerón propuso presentar un proyecto de ley para incrementar la plantilla de la Guardia Civil hasta los 40.000 efectivos 174 , que se plasmaría más tarde en la Ley de 2 de agosto de 1873, limitando esa cifra a los 30.000 hombres. Aquel enorme esfuerzo económico previsto, que no llegaría a ejecutarse, da idea de la confianza que aquel régimen republicano había depositado en la Guardia Civil. De hecho, a partir de ese momento, fue determinante el papel que jugó el Instituto para combatir la insurrección cantonal y el conflicto carlista. Porque con la dimisión de Pi y Margall se habían extendido los cantones autoproclamados independientes, a cuyo sometimiento hubo de emplearse el Ejército, cuyos artífices fueron Pavía y Martínez Campos, y también en primera línea en numerosas poblaciones, la Guardia Civil, que tuvo varias víctimas. Entre finales de julio y septiembre de 1873 cayeron todos los cantones andaluces y levantinos, a excepción de Cartagena, el más resistente, que se ocupó en enero de 173 Circular de 15 de abril de 1873. Recopilación, op. cit., tomo XXVIII, pp. 230-231. SEHGC. 174 Acta del Consejo de Ministros de la sesión del 19 de julio de 1873, p. 281. Actas del Consejo de Ministros, op. cit. CAPÍTULO 6. REALIZACIÓN DEL SERVICIO, EVOLUCIÓN ORGÁNICA Y DINÁMICA POLÍTICA EN LA ETAPA FUNDACIONAL 437 1874. Precisamente en esta actuación, a las órdenes de Martínez Campos, combatió integrado en las fuerzas del Ejército de modo brillante un batallón de la Guardia Civil, con efectivos procedentes de las provincias de Burgos y Valladolid, a las órdenes del coronel Villacampa 175 . En cuanto a la guerra Carlista, su recrudecimiento a partir del otoño de 1872 obligó a la guardia Civil a emplearse más a fondo, siendo habitual que la fuerza se concentrara en cabeceras de línea, compañía o comandancia, para hacer frente a las incursiones de las partidas carlistas en las poblaciones. Más tarde, se llevaron a cabo concentraciones mayores como la llevada a cabo en Pamplona. En aquellas áreas donde el hostigamiento de los carlistas era más esporádico y con gavillas más reducidas, el peso de la contienda la llevaron las unidades de la Guardia Civil, reservando al Ejército para las zonas donde había que combatir a campo abierto. La labor desempeñada por la Guardia Civil con ocasión de aquel conflicto carlista supuso para su personal la concesión de 25 cruces de San Fernando y otras 234 cruces al Mérito Militar 176 . Pero también hubo que registrar un importante número de bajas entre sus filas. Aquí citaremos a los oficiales que cayeron en enfrentamientos con las partidas: el capitán Pedro Soler de Cornellá (Burgos, 1870), alférez José Mena y Mena (Burgos, 1872), teniente Fernando Velasco y Carreras (Vizcaya, 1874) y el coronel José Villas y Gutiérrez (Vizcaya, 1874). Más tarde, con el fin de combatir las partidas dispersas que habían quedado en la zona del Maestrazgo, generando gran inseguridad, en 1875 desplegaron cinco compañías de la Guardia Civil, adscritas a las comandancias de Teruel y Castellón. Como ya adelantamos, en Cataluña se produjo el hecho insólito de la deserción del coronel Cayetano Freixas Puig, jefe del 3º Tercio, al bando carlista. En su acción, que tuvo lugar el 23 de junio de 1873, le siguieron inicialmente unos 150 hombres, incluidos varios oficiales, aunque la parte de ellos regresó cuando conocieron las intenciones de su jefe. En el consejo de guerra celebrado meses más tarde, fueron condenados en rebeldía, además del coronel Freixas, dos 175 SANZ MUÑOZ, J., op. cit., p. 121. 176 Ibídem, p. 122. La definición de un modelo de liderazgo en la etapa fundacional de la Guardia Civil 438 capitanes, un teniente y dos alféreces, además de varios guardias, a penas que no llegarían a cumplirse 177 . Con la llegada de Emilio Castelar al Gobierno en el mes de septiembre de 1873, pretendió dar una nueva vuelta de tuerca y aplicar una política de mano dura que le hizo ganar la confianza del estamento militar. Pero su derrota en la votación llevada a cabo en la Asamblea Nacional en las sesiones del 2 y 3 de enero de 1874, y la elección del diputado Palanca, que abría la puerta de nuevo a los federales, desencadenó la entrada en el Congreso de soldados y guardias civiles a las órdenes del general Pavía –Capitán General de Madrid, y antiguo hombre de confianza de Prim-, con el decidido apoyo del coronel De la Iglesia Tompes, recién cesado como jefe del 14º Tercio de Madrid por un grave desencuentro con el Director General y acusado de conspiración, y de los guardias que prestaban seguridad en el edificio 178 . El resultado de aquel golpe fue el desbaratamiento del retorno de la República federal, para instaurarse otra de carácter presidencialista, de nuevo a cargo del general Serrano Domínguez. A la espera del Rey Pacificador con el pronunciamiento del general Martínez Campos en diciembre de ese mismo año, que daba comienzo a la Restauración Borbónica, la situación retornaba, al menos para la Guardia Civil, a los tiempos del Gobierno de Prim. 177 Ibídem, pp. 122-123. 178 Tendremos ocasión de volver sobre este suceso en el Capítulo 9. TERCERA PARTE. EL PAPEL DE LOS MANDOS EN LA ETAPA FUNDACIONAL TERCERA PARTE EL PAPEL DE LOS MANDOS EN LA ETAPA FUNDACIONAL La definición de un modelo de liderazgo en la etapa fundacional de la Guardia Civil 440 CAPÍTULO 7. CARRERA PROFESIONAL Y TRAYECTORIA DE LOS JEFES Y OFICIALES DE LA GUARDIA CIVIL 441 CAPÍTULO 7 CARRERA PROFESIONAL Y TRAYECTORIA DE LOS JEFES Y OFICIALES DE LA GUARDIA CIVIL 7.1 INGRESO Y FORMACIÓN DEL OFICIAL EN LA GUARDIA CIVIL 7.1.1 El contingente inicial como punto de partida Es sabido el esmero que puso desde los comienzos el duque de Ahumada para la selección del personal, tal y como nos lo recuerdan los capitanes Quevedo y Sidro: «Es sobre todo objeto del mayor cuidado por parte de la Inspección General del Cuerpo, que los individuos que ingresen en él no tengan tacha en su conducta, y que después de haber ingresado se conserven en el mismo grado de pureza y honradez, antes ganando en buena fama que desmereciendo de ella» 1 . Pero muy especialmente, Ahumada tenía clara la importancia de una buena selección de los jefes y oficiales que fueran a formar parte de la Guardia Civil. Y la razón principal estribaba en que, como ya hemos insistido, no bastaba con que aquellos mandos fueran buenos en aspectos estrictamente militares, puesto que no iban a mandar soldados, sino guardias civiles. Así nos lo recuerdan, de nuevo, Quevedo y Sidro, que vivieron aquella experiencia: «tuvo siempre [Ahumada] el celo más eficaz en la elección a su entrada de Jefes y Oficiales dignos del delicado cargo que desempeñan y de mandar hombres de las circunstancias de los Guardias» 2 . En el Capítulo 4 tuvimos ocasión de analizar cómo se llevó a cabo la selección de los primeros jefes y oficiales para organizar y poner en marcha la Guardia Civil. Aquel colectivo procedente del Ejército, y más concretamente, de las Armas de Infantería y Caballería, así como de las Milicias Provinciales, a 1 QUEVEDO, A. y SIDRO, J., op. cit., p. 532. 2 Ibídem, p. 529. La definición de un modelo de liderazgo en la etapa fundacional de la Guardia Civil 442 pesar de sus muchas debilidades, presentaba también un conjunto inescrutable de oportunidades para construir unos excelentes cuadros de mando. En cuanto a las debilidades, ya hemos visto cómo el Ejército se encontraba aquejado de una importante inflación en los empleos superiores, que convertían los sobredimensionados escalafones en inamovibles. Esta misma circunstancia provocaba, por un lado, que muchos jefes mandaran unidades cuya jefatura estaba asignada a personal de empleo inferior, lo que suponía, de por sí, una devaluación de los empleos y del propio ejercicio del mando. Pero también, y más grave aún, era el elevado número de jefes y oficiales que se encontraban de cuartel o adscritos a los depósitos de reemplazo, sin ocupación alguna, y teniendo que subsistir con míseros sueldos. Todo ello, en fin, provocaba una grave desmoralización y falta de motivación en muchos de aquellos militares. Pero en tan lamentable situación se escondían también las grandes oportunidades para el nacimiento de una nueva institución militar. Aquellas oportunidades no debían cifrarse sólo en el alivio que pudiera suponer para los saturados escalafones, en términos de recoger a los excedentes. Antes al contrario, debían ofrecer nuevas posibilidades a aquellos buenos jefes y oficiales que, cargados de honrada ambición y afán de superación, quisieran ejercer su profesión en la milicia asumiendo el nuevo desafío, atraídos por nuevos horizontes y rodeados de un aire renovado y limpio. Y así fue cómo de los jefes y oficiales que ingresaron en el primer contingente de guardias civiles, la gran mayoría procedían de los regimientos de las Armas y de los batallones de Milicias, y no de entre los muchos que se encontraban de reemplazo o supernumerario, aunque revistaran como de presente en las unidades o depósitos, tal y como exigía el artículo 21 del Real Decreto de 13 de mayo de 1844. Además, hay que tener en cuenta que en este mismo artículo se requería que los oficiales hubieran ejercido mando en el empleo en que optaban al ingreso, a partir de capitán, lo que suponía un veto más para el acceso a muchos militares que se habían mantenido durante años en las situaciones de cuartel, reemplazo, supernumerario o con licencias temporales. CAPÍTULO 7. CARRERA PROFESIONAL Y TRAYECTORIA DE LOS JEFES Y OFICIALES DE LA GUARDIA CIVIL 443 En resumen, fueron en su mayoría los jefes y oficiales que disfrutaban de una mayor estabilidad profesional, precisamente, los que optaron por ingresar en la Guardia Civil; conclusión que nos lleva, a efectos de nuestro estudio, a reafirmar lo acertado de exigir aquellas condiciones iniciales. Este mismo perfil, además, se repitió en los empleos de segundo comandante y superiores, como tuvimos ocasión de analizar en el Capítulo 5. En el caso del empleo de segundo comandante, la mayoría de aquéllos sobre los que no nos consta su destino anterior al ingreso en el Cuerpo, es muy probable que sea debido a que buena parte de ellos ascendieron a su actual empleo con antigüedad de 21 de agosto de 1843, por su participación en el levantamiento contra Espartero. Por tanto, existe una alta probabilidad de que se encontraran sin destino desde entonces por esta causa. Sobre este personal ascendido graciablemente, concurría la circunstancia de encontrarse, por lo general, entre los más jóvenes en su empleo, lo que, a priori, les proporcionaba una más larga trayectoria en la Guardia Civil sin tener que cambiar de destino. En el Capítulo 5 también analizamos otros aspectos relevantes, aplicables a los perfiles de los primeros oficiales. Para el que ahora estamos tratando, además, resulta oportuno traer algunas de aquellas conclusiones. En primer lugar, es importante recordar cómo, de entre los subtenientes y alféreces del contingente inicial, unas dos terceras partes procedían de acceso directo a oficial desde los colegios militares o, a lo sumo, desde cadetes de Cuerpo, y el tercio restante, procedían de la clase sargento; proporción que se igualaba sensiblemente para ambas procedencias en los empleos de teniente y capitán. Aunque no era este, como sabemos, el perfil ideal que esperaba el fundador, la respuesta en cuanto al nivel de desempeño de aquellos hombres será satisfactoria, y aun mejorará respecto a los oficiales que asciendan desde las clases de tropa de la Guardia Civil. De acuerdo con aquel análisis, también concluíamos que para quienes ingresaban en el Cuerpo en el empleo de comandante, que pasarían a constituir la importantísima figura de los primeros capitanes en la Guardia Civil, se preferían los comandantes jóvenes para mandar las provincias, de modo que tuvieran más La definición de un modelo de liderazgo en la etapa fundacional de la Guardia Civil 444 opciones para completar sus carreras profesionales, de mayor duración, en la Guardia Civil. Otro aspecto relevante a considerar es el del perfil intelectual de aquellos primeros oficiales que optaban al ingreso en la Guardia Civil. De acuerdo con la situación existente en 1844, los que gozaban de una mayor formación académica, con carácter general, eran los oficiales de los «Cuerpos Facultativos»; esto es, Artillería, Ingenieros y Estado Mayor. Obviamente, por excelente que fuera su preparación profesional, la Guardia Civil no necesitaba artilleros o ingenieros, puesto que, dadas sus funciones, carecía de unidades de estas armas. En cuanto a los oficiales de Estado Mayor, sí tenían acceso a la Guardia Civil a partir del empleo de coronel. A Ahumada le interesaba este perfil para la puesta en marcha y el gobierno del Instituto, primero desde la Dirección de Organización, y luego en la Inspección General. Por ello, tuvo claro que quería a su lado al teniente coronel De la Torre como jefe de su Secretaría y al comandante Olmedo como su segundo jefe, pues ambos habían sido jefes de Estado Mayor de la 2ª División y la División de Reserva del Ejército del Centro, respectivamente, en la guerra Carlista, las dos grandes unidades que había mandado Ahumada en el frente del Maestrazgo. No obstante, estos oficiales permanecieron, como el resto del órgano central, en comisión activa del servicio, sin cesar en sus unidades de destino en su arma. Los demás oficiales, con aquella excepción, que sí se integraron en la Guardia Civil, procedían de Infantería, Caballería y –en el primer contingente, y hasta 1846- de Milicias Provinciales. En el colectivo de jefes y oficiales, el fundador buscaba, sobre todo, cualidades humanas y militares, adecuadas al tipo de hombres a los que habían de mandar; y que se traducían en una probada honradez y en el valor acreditado en hechos de armas constatables en la pasada guerra Carlista. No necesitaba más. Aún así, había otro aspecto importante, sobre todo, porque podía allanar mucho el despliegue de los primeros efectivos de la Guardia Civil en las CAPÍTULO 7. CARRERA PROFESIONAL Y TRAYECTORIA DE LOS JEFES Y OFICIALES DE LA GUARDIA CIVIL 445 provincias, y favorecer el impacto inicial, tanto entre las autoridades locales como en la opinión pública. Este aspecto era el de procurar que los oficiales fueran naturales del territorio al que iban destinados, lo que acarreaba un mejor conocimiento del territorio y de sus habitantes. Como sabemos, esta circunstancia se cuidó especialmente en Cataluña, pero también en las demás regiones. Con ello se conseguía, además, un reclamo para muchos oficiales que veían en el ingreso en el Cuerpo la posibilidad de obtener un destino en aquellas regiones o provincias de las que eran originarios. En cuanto a la importancia que para el origen geográfico y el conocimiento de la población, tenía la procedencia de tantos oficiales de las Milicias Provinciales, ya tuvimos la oportunidad de analizarlo con más profundidad en el Capítulo 5. Constituido aquel primer contingente de guardias civiles con no más de la mitad de los jefes y oficiales necesarios, en los meses siguientes se fue completando la plantilla con un perfil de procedencia similar, y a un ritmo equivalente a las incorporaciones del personal de tropa. 7.1.2 Formas de ingreso como oficial en el Ejército En el momento histórico previo a la creación de la Guardia Civil, existían diferentes vías para ingresar como oficial en el Ejército español, todavía lastrado por normas y prescripciones procedentes del Ejército Real del Antiguo Régimen. Para los afortunados por su cuna y origen, la vía más elitista era el ingreso por gracia real, como recompensa a los méritos de sus padres. Aquel privilegiado acceso a la milicia podía materializarse en la clase de cadete, sin examen previo, en una academia militar; o bien en una unidad de Tropas de Casa Real. También permitía ingresar como guardia real –con el especial estatus del que gozaban-; e incluso directamente como oficial –generalmente, de capitán-, en diferentes unidades de Tropas de la Casa Real. La edad de ingreso solía ser muy temprana, como era el caso de los cadetes de menor edad, pero también entre los que La definición de un modelo de liderazgo en la etapa fundacional de la Guardia Civil 446 ingresaban como oficial 3 . Aquellos niños, procedentes en su mayoría de familias nobiliarias, dedicaban ese periodo inicial a su formación, muchos de ellos, en los reales seminarios de nobles. En todo caso, sólo les comenzaba a contar el tiempo de servicios en la milicia a partir de los 12 años. Otra vía tradicional de acceso para obtener el empleo de subteniente era como cadete de Cuerpo, alistado en un regimiento, en cuyas filas se recibía la formación necesaria, generalmente entre seis meses y dos años. También se podía ascender a oficial a partir de la condición de soldado distinguido, antiguo privilegio del que gozaban los jóvenes de origen noble que entraban en filas en las Armas generales de Infantería y Caballería, con la exención de servicios mecánicos, derecho a ceñir espada y que se asimilaba, en su condición y formación, a los cadetes. Aún existía una tercera vía, destinada a los sargentos primeros que pudieron llegar a subteniente por promoción interna en aquellos periodos en que no se vetaba esta posibilidad para exigir el ingreso a través de un centro docente militar. En 1825 comenzó a funcionar el Colegio General Militar, con sede en el Alcázar de Segovia, para la formación unificada de los oficiales de las cuatro Armas. Pero la creación en los años siguientes de otros centros docentes para los Cuerpos Facultativos y la guerra Carlista, hicieron que decayera en su actividad, volviendo a los sistemas anteriores. En 1842, durante la Regencia de Espartero, se creó el Colegio General de todas las Armas, que en 1844 pasó a denominarse nuevamente Colegio General Militar, instalándose en Toledo. El plan de estudios tenía un sistema mixto, con un primer ciclo para todas las Armas, y un segundo ciclo específico en las Academias de los Cuerpos Facultativos. Con ocasión de la apertura de este centro docente de oficiales, en 1842 se suprimieron los sistemas de ingreso a oficial como cadete de 3 Recordemos que el duque de Ahumada ingresó con 12 años, en el empleo de capitán, en un batallón de la Guardia Real Provincial. El cadete de menor edad recibía también la denominación de cadete especial con disculpa de edad. CAPÍTULO 7. CARRERA PROFESIONAL Y TRAYECTORIA DE LOS JEFES Y OFICIALES DE LA GUARDIA CIVIL 447 Cuerpo y como soldado distinguido 4 . Se mantuvo, no obstante, la posibilidad de ascender a subteniente desde el empleo de sargento primero 5 . Con la reforma de Narváez de 1845, desaparecieron las Tropas de Casa Real y los privilegios por gracia real; y al año siguiente, las Milicias Provinciales. A partir de entonces, quedó suprimida la posibilidad de pasar a los escalafones de oficiales del Ejército desde estos cuerpos, con un empleo menos, como sucedía hasta entonces. Por tanto, las vías posibles para ingresar en el Ejército como oficial de Infantería y Caballería –subteniente o alférez- en el momento fundacional de la Guardia Civil, eran la superación del correspondiente periodo de formación en el Colegio General Militar, así como desde el empleo de sargento primero, con tres años de antigüedad en el mismo. Este tiempo mínimo en el empleo era claramente superado, pues hasta los años sesenta del siglo XIX, el tiempo medio de servicios como sargento primero para alcanzar el empleo de subteniente osciló entre los ocho años y medio, y los doce años 6 . 7.1.3 El ingreso de los oficiales en la Guardia Civil En cuanto al ingreso de los jefes y oficiales para constituir el primer contingente de la Guardia Civil, ya sabemos que las condiciones se establecieron en el artículo 21 del Real Decreto de 13 de mayo de 1844, según se describieron en el Capítulo 2, y hemos tenido también oportunidad de analizar el resultado de su aplicación. Una vez constituido aquel primer contingente, era el Reglamento Militar el que determinaba el régimen de ascensos, en que se incluía la forma de ingreso en 4 Los soldados distinguidos que ingresaron en la tropa de la Guardia Civil no son aquellos jóvenes de la nobleza, sino, en su nueva acepción, los que se habían distinguido en cada compañía por su conducta, aplicación y aseo, y que eran promovidos a soldados de primera clase. 5 SÁNCHEZ ABAL, R. (1989). La formación militar en el reinado de Alfonso XII, p. 36. Tesis doctoral. 6 VERDEJO LUCAS, J. M. (2003). Ejército, política y sociedad en el Reinado de Alfonso XII, p. 170. Tesis doctoral. La definición de un modelo de liderazgo en la etapa fundacional de la Guardia Civil 448 el Cuerpo para los oficiales. De acuerdo con el artículo 6 del capítulo III del citado Reglamento, una vez que finalizara la organización inicial, sólo se podía ingresar en la Guardia Civil, como oficial, en el empleo de subteniente. Lo previsto era que todos los demás empleos, excluyendo el de coronel, se proveyeran a través del régimen de ascensos en el propio escalafón del Cuerpo. Por ello, para los subtenientes del Ejército que lo solicitaran, se reservaban dos vacantes de cada tres previstas, cubriéndose la tercera con sargentos primeros del Cuerpo, por el sistema de antigüedad. Las condiciones para ingresar en la clase de subteniente eran las ya previstas en el Real Decreto de 13 de mayo, con la vaga referencia en el citado artículo 6 del Reglamento, a tener «buena presencia y la robustez y aptitud necesaria». Además, como sabemos, era preciso carecer de notas desfavorables en la hoja de servicios o de filiaciones, y en cuanto a edad, 30 años cumplidos y menos de 40. Ciertamente pensamos que, de acuerdo con la propuesta de Ahumada de reducir la edad mínima a 25 años para los subtenientes que optaran al ingreso, por resultar excesiva la prevista de 30 años, se tuvo aquélla en cuenta, en la práctica, ante la imposibilidad de cubrir las vacantes 7 . Esta suposición se ve reforzada por el hecho de que los más modernos de entre los subtenientes y los alféreces que ingresaron con el primer contingente, tenían antigüedades en el empleo de 1843 y 1844. Esta circunstancia, además, revela que no se exigía un tiempo mínimo en este empleo. También se podía ingresar en la Guardia Civil como oficial procedente de Milicias Provinciales, al igual que se les había permitido formar parte del contingente inicial del Cuerpo. No obstante, el ingreso era en el empleo de subteniente, como para los procedentes del Ejército, y se aplicó el mismo criterio en la Guardia Civil que para el pase desde Milicias a las Armas; esto es, que se perdía un empleo al cambiar de Instituto. De este modo, sólo los subtenientes de Milicias que tenían el carácter de Infantería, así como los pertenecientes a las compañías de granaderos y cazadores, con la misma consideración, podían 7 Carta de Ahumada al general Narváez, de fecha 2 de julio de 1844. Archivo Narváez, RAH. CAPÍTULO 7. CARRERA PROFESIONAL Y TRAYECTORIA DE LOS JEFES Y OFICIALES DE LA GUARDIA CIVIL 449 ingresar en el Cuerpo en ese empleo. Los tenientes «sencillos» de Milicias, en cambio, ingresaban también como subtenientes 8 . 7.1.4 Nuevas exigencias para mejorar la formación y calidad de los oficiales En 1850 comenzó a exigirse la superación de un examen para obtener el empleo de subteniente, como más tarde veremos, y en julio de 1851 se aprobó el nuevo sistema de selección de los subtenientes y alféreces procedentes del Ejército. Consistía en la superación de un examen, que era realizado en la cabecera de cada tercio, y que comprendía las materias de ordenanza, táctica, procedimientos judiciales y contabilidad. El tribunal examinador estaba compuesto por el jefe del tercio, el segundo jefe y el comandante de provincia o el comandante de caballería, según el arma de pertenencia del aspirante a ingreso. Una vez superado este primer examen, los subtenientes y alféreces comenzaban a prestar servicio en prácticas por un periodo de cuarenta días, y a su finalización, volvían a ser examinados de los Reglamentos del Cuerpo por el capitán de la compañía a la que habían sido destinados, quien elevaba la propuesta de su aptitud o no aptitud 9 . A aquellos oficiales que resultaban admitidos se les asignaba el destino definitivo, al que debían incorporarse en el plazo de veinte días. Más tarde, en 1858, se introdujo una condición física adicional para ingresar en el Cuerpo como oficial hasta el empleo de capitán, que era la de contar con una estatura mínima de cinco pies y dos pulgadas. Esta exigencia estaba en consonancia con la prevista para el personal de las clases de tropa y, por tanto, para los oficiales del Cuerpo con aquella procedencia. Tras varios años de aplicación de las reglas de ingreso y de promoción a oficial en la Guardia Civil, surgió la necesidad de actualizarlas. El teniente general Mac-Crohon, durante su corto mandato al frente de la Guardia Civil, elevó una propuesta el 23 de septiembre de 1856 que introducía importantes cambios. Después de completar aquella propuesta, ya durante el segundo periodo 8 Real Orden de 1 de febrero de 1846. Recopilación, op. cit., tomo I, pp. 112-113. SEHGC. 9 Circular de 9 de julio de 1851. Recopilación, op. cit., tomo VI, pp. 110-111. SEHGC. La definición de un modelo de liderazgo en la etapa fundacional de la Guardia Civil 450 ahumadiano, y tras los preceptivos informes de la Dirección General de Infantería y del Consejo Real, se aprobaron mediante Real Orden comunicada de 15 de abril de 1858, las reformas propuestas. Esta modificación se materializó a través de una circular de la misma fecha, que reformaba cinco artículos y añadía otro al capítulo III del Reglamento Militar 10 . De acuerdo con esta reforma, de cada tres nuevas vacantes de subteniente o alférez, sólo se cubriría una con los procedentes del Ejército, reservando las dos restantes a la promoción interna. La exigencia de edad mínima para los primeros se mantuvo en los 22 años, para permitir el ingreso de personal joven y asegurar que pudieran acceder los procedentes de los colegios militares, manteniéndose el límite superior en los 40 años. También se exigía, eso sí, haber desempeñado las funciones de su empleo durante, al menos, un año en un regimiento, y contar con más de cuatro años de servicio. Sigue sorprendiendo esa disparidad en los tiempos, que da idea de que la ocupación de un destino por estos jóvenes oficiales al finalizar su formación en los centros militares no era automática, como cabría esperar. Otra modificación importante en cuanto al ingreso en la Guardia Civil de los oficiales, fue abrir la posibilidad al personal de otros empleos superiores. Probablemente, se tuvo que adoptar esta medida para permitir cubrir las vacantes en todos los empleos con la necesaria agilidad, para respetar los tiempos mínimos en los empleos de los oficiales que ya formaban parte del Cuerpo, y contribuir a paliar un moderado déficit que pudiera venir arrastrado desde el Bienio Progresista. De este modo, se estableció que pudiera ingresarse en la Guardia Civil también en el empleo de teniente, cubriendo una vacante de cada cinco, a partir de los 25 años de edad y habiendo desempeñado sus funciones en un regimiento durante más de un año. Para ingresar como capitán, se reservó una vacante de cada seis, exigiendo como edad mínima la de 26 años, y haber mandado compañía durante más de dos. Se mantenía el ingreso de coroneles en el Cuerpo, pero 10 Real Orden de 15 de abril de 1858 y circular de la misma fecha. Recopilación, op. cit., tomo XIII. SEHGC. CAPÍTULO 7. CARRERA PROFESIONAL Y TRAYECTORIA DE LOS JEFES Y OFICIALES DE LA GUARDIA CIVIL 451 reservando para éstos una vacante de cada cinco, y no una de cada dos, como ocurría hasta entonces, al existir ya en la Guardia Civil un número suficiente de tenientes coroneles para cubrir las restantes. No obstante, siguió manteniéndose vetado el acceso directo para los empleos de comandante y teniente coronel, reservándose la totalidad de estas vacantes a los oficiales que ya formaban parte de la Guardia Civil. Aquel aspecto de la política de ingreso de los oficiales y de ascensos en el Cuerpo era una muestra más de la relevancia que habían adquirido ya entonces las comandancias, a cuyo frente se encontraban los jefes con estos empleos, como base de la estructura organizativa y del servicio de las unidades en la Guardia Civil. Por último, otra innovación relevante llevada a cabo con aquella reforma fue la introducida con el nuevo artículo 18 del capítulo III, que actualizaba la exigencia de superación de un examen previo a todos los oficiales procedentes del Ejército, de cualquier empleo, que quisieran optar al ingreso en el Cuerpo. Como hemos visto hasta ahora y expondremos más adelante, quienes llegaban a ostentar un empleo como oficiales de la Guardia Civil tenían que superar diferentes pruebas de conocimientos, a partir de los primeros años. De acuerdo con su procedencia –clases de tropa del Cuerpo u oficiales del Ejército-, su nivel de formación académica y militar, eran diferentes. No obstante, en el transcurso de las inspecciones anuales y otras revistas periódicas, era habitual que los superiores que las giraban examinaran verbalmente a aquellos oficiales, como un medio más para conocer su inquietud por la formación personal. Pero además, el resultado de aquellos breves exámenes orales era uno de los elementos más objetivos con que contaban los jefes de tercio para calificar a sus oficiales subordinados, tanto para fundamentar la conceptuación anual como para confeccionar la relación de los propuestos de su tercio para el ascenso por elección en el año siguiente. Aquella exigencia de formación y de permanente actualización de conocimientos en los oficiales fue determinante en la primera época. De acuerdo con el régimen de ascensos, se vio complementada al tener que adquirir la capacitación necesaria para enfrentarse a los rigurosos exámenes a que debían La definición de un modelo de liderazgo en la etapa fundacional de la Guardia Civil 452 someterse para obtener el empleo superior, quienes eran convocados en el turno de elección. 7.2 LOS ASCENSOS POR PROMOCIÓN INTERNA 7.2.1 Los ascensos en los primeros escalones Desde los comienzos se valoró especialmente en la Guardia Civil el alistamiento de los sargentos y los cabos, pues eran los mandos inmediatos de los guardias. Además, ejercían la importantísima labor de comandante de puesto en aquellas unidades dispersas en que la figura del jefe era primordial para el mantenimiento del orden y la disciplina en la unidad, así como para la correcta prestación del servicio. De este modo, mediante circular de 22 de abril de 1846 se previno a los jefes de tercio para que hicieran un estudio detenido acerca de la conducta, capacidad, aptitud y disposición de este personal para el desempeño del cargo de comandante de puesto. Según se prescribía, debían unir a «una conducta irreprensible», una «profunda subordinación a todos sus superiores» 11 ; además de saber leer y escribir con corrección, redactar un parte, formar una sumaria y saber bien las primeras reglas de la aritmética. Si no alcanzaban estas destrezas una vez ingresados en el Cuerpo, eran rebajados a aquella clase –cabo o guardia- en que pudieran continuar desempeñando su servicio. De la importancia que se daba a la conceptuación y seguimiento de las clases de tropa respecto a sus cualidades y nivel de desempeño, resulta elocuente una circular de agosto de 1846, que estableció como obligación de los primeros capitanes, llevar un estudio detallado de la evolución de todo el personal de su unidad, y especialmente de «las clases de sargentos y cabos, que deben ser las que den ejemplo en la Guardia Civil por todos estilos (sic), y han de ser muy observadas, para que no adelante de su clase sino el que tenga la aptitud necesaria para el ascenso» 12 . 11 QUEVEDO, A. y SIDRO, J., op. cit., p. 531. 12 Circular de 8 de agosto de 1846. Recopilación, op. cit., tomo I, pp. 418-420. SEHGC. CAPÍTULO 7. CARRERA PROFESIONAL Y TRAYECTORIA DE LOS JEFES Y OFICIALES DE LA GUARDIA CIVIL 453 Además de la selección y formación de estos cuadros de mando de entre el personal de nuevo ingreso en la Guardia Civil, también se comenzó a prestar una especial atención al ascenso en la escala jerárquica de las clases de tropa, como semillero de los mandos futuros. Para ello, ya desde los comienzos se cuidó especialmente la selección del personal a partir del primer peldaño en la escala jerárquica, que era el de guardia primero. Sólo los mejores guardias podían obtener este empleo, que era considerado como el reconocimiento a un desempeño ejemplar del servicio. Así se resaltaba en una temprana circular de julio de 1845, que afirmaba que: «El nombramiento de Guardia de 1ª clase debe mirarse como una recompensa de un servicio especial, o de una buena acción, pues como tal debe reputarse en la Guardia Civil los servicios que se presten a favor de la humanidad» 13 . Abundando en lo anterior, otra circular de julio de 1848 remarcaba el carácter de los guardias primeros como una clase intermedia entre los cabos y los guardias, que eran los llamados a suceder en el mando a sus comandantes de puesto, ante la ausencia de aquéllos, por lo que debían ser nombrados sólo entre los guardias «de idoneidad reconocida para el mando» 14 . No obstante, el fundador quería asegurarse que al nombramiento de guardias de primera clase se daba la importancia debida y se llevaba a cabo con el suficiente rigor, por lo que en una circular de octubre de 1849 se reservaba la competencia para designarlos, detallando los criterios a que debían sujetarse los jefes de los tercios al elevar sus propuestas 15 . El nombramiento de guardia primero, por tanto, no se concebía como una mera recompensa a los servicios prestados, con la realización de otros que resultaran menos penosos, sino que suponía también un primer paso para la selección y formación de los cuadros de mando de la Guardia Civil. Así, dando un paso más en lo expuesto hasta ahora, una circular posterior de 1850 recordaba que, «como en los guardias de dicha clase está el plantel para Cabos», debe 13 Circular de 5 de junio de 1845. Recopilación, op. cit., tomo I, pp. 332-334. SEHGC. 14 Circular de 27 de julio de 1848. Recopilación, op. cit., tomo III, p. 319. SEHGC. 15 Circular de 30 de octubre de 1849. Recopilación, op. cit., tomo IV. SEHGC. La definición de un modelo de liderazgo en la etapa fundacional de la Guardia Civil 454 procurarse que no haya más de uno en cada puesto y «que presten su servicio cerca de los Oficiales para que éstos perfeccionen su instrucción teórica y muy especialmente se dediquen a la segunda parte de la Cartilla, relativa a los Comandantes de Puesto». También completaba aquella formación el mejor conocimiento de la normativa de interés para el servicio recogida en la Recopilación de reales órdenes y circulares, existente en todas las unidades. Los oficiales, además, debían adiestrar en el mando a estos guardias primeros, practicando su ejercicio en la asunción de aquellas funciones de los cabos que los oficiales les encomendaran 16 . Con el transcurso de los años, empezó a haber un número suficientemente importante de guardias segundos veteranos que ofrecían la necesaria confianza para ser promovidos a guardia de primera clase, considerando sólo la antigüedad. Así, mediante una circular de 1857 se dispuso que, de cada cuatro vacantes, tres se dieran al ascenso por el turno de elección y la cuarta, por antigüedad 17 . Del contenido de estas circulares se desprende que la Inspección General de la Guardia Civil veía en los guardias primeros el embrión de toda la estructura de mando por promoción interna en el Cuerpo; pero además, no sólo circunscrita a las clases de tropa, pues la encomienda específica a los oficiales para su capacitación como mandos evidenciaba que también se contaba con ellos para alcanzar las máximas cotas posibles en la escala jerárquica del Instituto. Como podemos apreciar, ya desde este primer escalón se pretendía hacer patente a todos los guardias civiles la dificultad del ascenso y que su concesión era, como consecuencia, una recompensa al esfuerzo 18 . Además del adiestramiento de los cuadros de mando inferiores, también se dictaron en aquellos primeros tiempos múltiples circulares sobre la instrucción de los sargentos, cabos y guardias de primera clase, tendentes a su capacitación para los ascensos a los empleos superiores. Con el fin de documentar convenientemente su trayectoria profesional, de modo que sirviera de elemento de 16 Circular de 13 de diciembre de 1850. Recopilación, op. cit., tomo V, pp. 184-185. SEHGC. 17 Circular de 30 de mayo de 1857. Recopilación, op. cit., tomo XII, pp. 163-164. SEHGC. 18 MARTÍNEZ RUÍZ, E. (1976). Creación, op. cit., p. 99. CAPÍTULO 7. CARRERA PROFESIONAL Y TRAYECTORIA DE LOS JEFES Y OFICIALES DE LA GUARDIA CIVIL 455 juicio para la determinación del orden de ascenso en los escalafones, también se dictaron instrucciones precisas sobre el formato y la información que debían contener las biografías de los sargentos y los cabos. Ya hemos visto que los ascensos en las clases de tropa se iniciaban desde guardia primero. Para obtener el empleo de cabo segundo había que llevar, al menos, seis meses de servicio en el Cuerpo. Este ascenso se obtenía por elección, a propuesta del capitán de la compañía, en terna de candidatos, y con la aprobación del jefe de tercio. Era el mismo sistema empleado en el Ejército, y no se modificó en la Guardia Civil hasta que por la Real Orden de 2 de junio de 1888, empezó a exigirse la superación de un examen para obtener el ascenso a este primer empleo, alternando la antigüedad con la elección. Ciertamente, este sistema suponía una vulnerabilidad en el Cuerpo, pues se vinculaba en exceso el concepto que los capitanes tenían sobre sus guardias primeros para promoverlos a cabo; y ello teniendo en cuenta que era ésta la única vía para llegar a sargento y, más tarde, también a oficial. Para paliarlo, tal vez porque el sistema no estaba dando en todos los casos los resultados apetecidos, se dispuso en las normas para el ascenso de las clases de tropa de 1852 19 que, para las propuestas al ascenso a cabo y a sargento –en este caso, por elección-, no era preciso que el interesado hubiera reenganchado previamente, pero sí llevar, al menos, seis años de servicio en el Cuerpo para ascender a cabo; ocho, a sargento segundo; y diez, a sargento primero. Los cabos tenían que llevar un año en su empleo para ascender a cabo primero. A este empleo se daban dos vacantes por antigüedad y una por elección, a propuesta en terna. Del mismo modo, se requería un año de cabo primero para optar a sargento segundo, empleo del que se daban dos vacantes a la antigüedad y una tercera a la elección. 19 Real Orden de 8 de septiembre de 1852. Recopilación, op. cit., tomo VII. SEHGC. La definición de un modelo de liderazgo en la etapa fundacional de la Guardia Civil 456 Imagen 7.1. Tiempos mínimos para el ascenso entre las clases de tropa y a oficial en la etapa fundacional de la Guardia Civil. Fuen normativa relacionada. SEHGC. 7.2.2 El exigente ascenso a sargento primero Para el ascenso a antesala del acceso a oficial, requerían dos años en el empleo anterior superación de pruebas de conocimientos antigüedad, otra a la elección y una tercera, primeros del Ejército que lo solicitaran. Las condiciones que estos últimos debían reunir eran las de contar con tres años de servicio en este empleo, sin notas desfavorables en su documentación, y si no llevaran ese tiempo en el empleo, contaran con más de doce años de servicio. A partir de 1850 se exigió ser promovidos a sargento primero elección, ante un tribunal formado por el capitán de la compañía y oficiales de la misma. Est por elección, al comprender 0 Hasta 1850 De 1850 a 1852 Desde 1852 Tiempos mínimos para el ascenso a oficial en las clases de Guardia 1º A cabo La definición de un modelo de liderazgo en la etapa fundacional de la Guardia Civil Tiempos mínimos para el ascenso entre las clases de tropa y a oficial en la etapa e la Guardia Civil. Fuente: Elaboración propia a partir de documentación y SEHGC. El exigente ascenso a sargento primero el ascenso a sargento primero, el más alto de las clases de tropa y antesala del acceso a oficial, las condiciones eran ya más estrictas, requerían dos años en el empleo anterior y, como veremos, pronto se exigió la superación de pruebas de conocimientos. De cada tres vacantes se daba una a la antigüedad, otra a la elección y una tercera, se reservaba para los sargentos primeros del Ejército que lo solicitaran. Las condiciones que estos últimos debían reunir eran las de contar con tres años de servicio en este empleo, sin notas desfavorables en su documentación, y si no llevaran ese tiempo en el empleo, contaran con más de doce años de servicio. se exigió a los sargentos la superación de un examen a sargento primero, tanto por antigüedad como en el turno de ante un tribunal formado por el capitán de la compañía y oficiales de la misma. Esta prueba tenía una mayor dificultad para los propuestos por elección, al comprender alguna materia más, que resultaba equiparable a los 2 4 6 8 10 12 Años de servicio desde el ingreso en el Cuerpo Tiempos mínimos para el ascenso a oficial en las clases de tropa de la Guardia Civil A cabo A cabo 1º A sargento 2º A sargento 1º A subteniente La definición de un modelo de liderazgo en la etapa fundacional de la Guardia Civil Tiempos mínimos para el ascenso entre las clases de tropa y a oficial en la etapa Elaboración propia a partir de documentación y el más alto de las clases de tropa y diciones eran ya más estrictas, pues se y, como veremos, pronto se exigió la . De cada tres vacantes se daba una a la para los sargentos primeros del Ejército que lo solicitaran. Las condiciones que estos últimos debían reunir eran las de contar con tres años de servicio en este empleo, sin notas desfavorables en su documentación, y si no llevaran ese tiempo en el empleo, que superación de un examen para en el turno de ante un tribunal formado por el capitán de la compañía y los demás tenía una mayor dificultad para los propuestos equiparable a los 12 14 Tiempos mínimos para el ascenso a oficial en las clases de A subteniente CAPÍTULO 7. CARRERA PROFESIONAL Y TRAYECTORIA DE LOS JEFES Y OFICIALES DE LA GUARDIA CIVIL 457 exámenes que se comenzaron a exigir por las mismas fechas a los sargentos primeros para ser promovidos a oficial. Del resultado de la prueba se levantaba un acta por materias con el resultado de todos los examinados, que se debía custodiar en el tercio respectivo para atender cualquier reclamación, elevando el jefe del mismo su propuesta a la Inspección General 20 . En 1857 se estableció un mayor nivel de exigencia para ser promovido a sargento primero en el turno de elección. El concurrente debía presentarse en la Inspección General en Madrid, para ser examinado por una junta compuesta por tres jefes de la Secretaría General. La materia de examen versaba sobre las obligaciones de ordenanza del empleo, la Cartilla, táctica, contabilidad y, especialmente, la formación de sumarias 21 . Más tarde, en 1861, se constató la necesidad de mejorar la capacitación de los sargentos que optaban al ascenso al empleo superior de las clases de tropa, ya que no estaba alcanzando, en ocasiones, los niveles deseados y con las suficientes garantías. Los exámenes preceptivos, más rigurosos, tendrían lugar ahora en las cabeceras de tercio ante una junta constituida por jefes y oficiales 22 . 7.2.3 Oportunidades de los sargentos primeros para el acceso a oficial en el Ejército y en la Guardia Civil Hay que tener en cuenta que el empleo de sargento primero era preceptivo para alcanzar la categoría de oficial por promoción interna, y por ello se estableció en un principio en la Guardia Civil, hasta contar con el número de efectivos suficiente, la doble entrada a que hemos hecho referencia: desde las clases inferiores del Cuerpo y el acceso desde el Ejército en el mismo empleo. También se cuidaban muy especialmente las cualidades y condiciones de quienes alcanzaban este rango, que estaba constituido, por lo que respecta al Cuerpo, por los comandantes de puesto más veteranos. 20 Circular de 9 de octubre de 1850. Recopilación, op. cit., tomo V, p. 169. SEHGC. 21 Circular de 4 de abril de 1857. Recopilación, op. cit., tomo XII, pp. 153-154. SEHGC. 22 Circular de 11 de noviembre de 1861. Recopilación, op. cit., tomo XVI, 190-191. SEHGC. La definición de un modelo de liderazgo en la etapa fundacional de la Guardia Civil 458 A este respecto, conviene puntualizar que la tradición en el Ejército –y que heredó la Guardia Civil- sobre el empleo de sargento primero en aquella época era que, como superior entre las clases de tropa, quienes lo ostentaban tenían un papel preponderante en sus compañías –normalmente, un sargento primero por cada una-, que lo diferenciaban claramente del sargento segundo. Tanto es así, que a pesar de que la Ley Constitutiva del Ejército, de 29 de noviembre de 1878, mantuvo ambos empleos, la Ley Adicional a la Constitutiva del Ejército, de 19 de julio de 1889, los redujo a una sola clase, debido a «la excesiva preponderancia que dichos Sargentos [primeros] tenían en el régimen de las Compañías» 23 . Pasamos a analizar brevemente el perfil de quienes alcanzaban el empleo de sargento primero en la Guardia Civil, como punto de partida para el acceso a oficial del Cuerpo por promoción interna. En cuanto a su procedencia, los sargentos que llegaban por antigüedad aportaban su importante veteranía y todo el acervo institucional que se les había inculcado desde sus comienzos, y luego reforzado en sus ascensos previos. En lo referente a los promovidos por elección, debían ser los mejores en su empleo, y podían acceder con tan sólo dos años como sargentos segundos. Además, nada obstaba para que hubieran ascendido también por elección a empleos inferiores. De acuerdo con estas reglas, hasta 1852, un guardia primero podía alcanzar el empleo de sargento primero a través de cuatro ascensos por elección en tan sólo cuatro años; y a partir de 1852, en diez años. Por último, los sargentos primeros del Ejército eran seleccionados entre quienes solicitaran el pase a la Guardia Civil, lo que suponía un filtro importante. En cuanto a la extrapolación de estos tiempos de servicio a edades medias, si partimos de una edad de ingreso en la Guardia Civil de 25 años, mínima prevista para los licenciados, resulta que un guardia podía alcanzar el empleo de sargento 1º con 29 o 30 años hasta 1852, y a partir de entonces, por el mayor tiempo previsto para el ascenso a cabo, con unos 35 años. Finalmente, aquel modelo permitía acceder a oficial por promoción interna en la Guardia Civil, como luego veremos, a partir de la edad de unos 38 años. 23 Enciclopedia Universal Ilustrada europeo-americana, tomo 54. Voz «Sargento». CAPÍTULO 7. CARRERA PROFESIONAL Y TRAYECTORIA DE LOS JEFES Y OFICIALES DE LA GUARDIA CIVIL 459 Es preciso detenernos ahora en la relevancia de aquella incorporación de sargentos primeros desde el Ejército. Su objeto no era sólo el de contribuir a ocupar las vacantes de este empleo que se produjeran en el Cuerpo, bien por licenciamiento o ascenso, sino el de aportar un perfil más específico de buenos profesionales procedentes de las Armas, que pudieran alcanzar la categoría de oficial. En este sentido, constituía una vía muy interesante para aquellos sargentos, pues en sus Armas de procedencia –Infantería y Caballería- debían aguardar para ser oficiales en aquella época un periodo variable de entre ocho y doce años, como hemos visto, mientras que para optar a ser oficiales en la Guardia Civil, bastaba con permanecer los tres años preceptivos de antigüedad en el empleo, ingresar en el Cuerpo y posteriormente, optar a las vacantes al ascenso que se ofrecieran al personal en estas clases, bien por antigüedad o -a partir de 1850- también por elección. Además, la situación para los sargentos primeros en el Ejército no mejoró con el tiempo. La Ley de Ascensos de 1867 endureció las condiciones para el ascenso a oficial. Se les ordenó en un solo escalafón para cada Arma o Instituto, pudiendo acceder a una vacante de cada tres producidas en los empleos de subteniente o alférez. El ascenso seguía siendo por antigüedad, pero aumentaron las exigencias, de modo que debían contar con, al menos, ocho años de servicio, reunir las condiciones de idoneidad necesarias y superar un examen de aptitud. Este examen se realizaba ante una junta de jefes, presidida por el Director General del Arma respectiva, y a partir de 1870, ante la Junta de Calificación del Cuerpo correspondiente. Las juntas, además, eran las encargadas de valorar las filiaciones y antecedentes de los candidatos, para comprobar si los aspirantes acreditaban las condiciones para continuar en servicio como oficiales. Superado aquel proceso selectivo, los sargentos primeros eran declarados aptos para el ascenso 24 . Durante el Sexenio Democrático, así como al finalizar la tercera guerra Carlista, las condiciones para la promoción de los sargentos primeros en el 24 BENÍTEZ PARODI, M. (1882). Instrucción necesaria a las clases de tropa para el ascenso a oficial y medios para facilitarla, p. 76. La definición de un modelo de liderazgo en la etapa fundacional de la Guardia Civil 460 Ejército se suavizaron y conllevaron una reducción de los tiempos de servicio para el ascenso, por debajo de los cuatro años y medio. Sentado lo anterior, vamos a completar la perspectiva sobre las posibilidades y las dificultades para el ascenso a oficial desde las clases de tropa en el Ejército, y cómo se gestionó este importante aspecto desde la Guardia Civil. En primer lugar, el acceso a oficial de los sargentos primeros estaba vetado en los Cuerpos Facultativos –al caso que nos afecta, Artillería e Ingenieros-, debido a la especialidad de la formación académica y técnica de los oficiales de estos cuerpos –colegios y escuelas específicos, e incluso academias de matemáticas- y al estricto código a que se aferraba la oficialidad de estos cuerpos para seguir un rígido orden de ascensos, sin solicitar ni permitir saltos en el escalafón 25 . Para estos sargentos, en cambio, sí se permitió durante un tiempo que pudieran optar al ascenso a oficial, pero debiendo pasar para ello a Infantería o a Caballería. En las Armas de Infantería y Caballería, de las que se nutría la Guardia Civil, el ascenso a oficial de los sargentos primeros no estaba tampoco exento de inconvenientes. Las plazas para oficial se distribuían dando dos vacantes a la clase de cadetes y una tercera a los sargentos primeros, que era provista por antigüedad, con los tiempos mínimos de servicios y los periodos de espera a que antes aludimos. Aunque esta proporción de vacantes al ascenso era normalmente respetada, lo cierto en que nunca se dio una auténtica relevancia a la formación de aquellos sargentos para el desempeño de los cometidos de un oficial. La necesidad de aquella formación era evidente, teniendo en cuenta que muy pocos sargentos primeros del Ejército eran realmente buenos profesionales en el momento fundacional, según opinión del propio Ahumada, que también abogaba por la 25 Esta sería una de las causas principales de las sublevaciones de los sargentos de Artillería a lo largo del siglo XIX, siendo la más sangrienta la revuelta del cuartel de San Gil, que ya hemos reseñado en el Capítulo 6. CAPÍTULO 7. CARRERA PROFESIONAL Y TRAYECTORIA DE LOS JEFES Y OFICIALES DE LA GUARDIA CIVIL 461 creación de centros docentes para formar a aquellos sargentos, como ya resaltábamos en el Capítulo 4 26 . A este respecto, en febrero de 1849 hubo una primera propuesta de la Dirección General de Infantería para crear en Leganés –el depósito en que se había constituido el primer contingente de guardias civiles- una Academia de formación de sargentos primeros, a fin de capacitar para el ascenso a los 25 más antiguos del Arma. Pero el Consejo de Estado echó por tierra aquella iniciativa, pues «consideraba estéril e innecesaria la medida propuesta y que no debía adoptarse por inconveniente y extemporánea», porque los sargentos primeros hacían más falta en sus unidades, ocupándose de sus cometidos 27 . Aquella loable iniciativa se intentó implantar en varias ocasiones posteriormente, creando centros docentes en Toledo y Valladolid, entre 1853 y 1873 –dentro de nuestro periodo de estudio-, pero todos ellos de efímera vida. Con carácter general, la oficialidad veía con disgusto el ascenso a oficial de sargentos que venían a ocupar escalafones, ya de por sí desbordados. Pero además, hay que tener en cuenta que en el Ejército se seguía viviendo en aquella época un clasismo muy acusado, por lo que un sector importante de aquella oficialidad miraba con recelo a estos nuevos oficiales procedentes de sargento. Su acceso al selecto grupo de los oficiales procedentes de cadete, algunos de ellos por gracia real, implicaba una aceptación e integración a regañadientes. Además, cuando obtenían el empleo de capitán, aquellos recién llegados accedían al estatus superior que constituían los oficiales a partir de este empleo. Pero no sólo ellos, sino también, sus mujeres e hijos, que pasaban a alternar en un ambiente social muy diferente al de su procedencia en el mundo de las clases de tropa. Por otra parte, entre aquellos prejuicios que reflejaban el sentir de buena parte de la oficialidad de la época, afloraba también el sentimiento, no disimulado, de que la promoción de los sargentos a oficial no sólo no era necesaria, sino que resultaba perjudicial para el Ejército y para la propia clase de oficiales. Años más 26 Carta del duque de Ahumada al general Narváez, fechada en Barcelona, el 11 de enero de 1844. Archivo Narváez, RAH. 27 BENÍTEZ PARODI, M. Op. cit., pp. 65-89. La definición de un modelo de liderazgo en la etapa fundacional de la Guardia Civil 462 tarde, ya durante la Restauración, se aprobaba la creación de una Academia Especial de Sargentos a través del Real Decreto de 20 de julio de 1885, que también modificaba la organización, reenganches, ascensos y otros aspectos relativos a las clases de tropa 28 . Pero aquel centro docente se creaba a regañadientes, casi, como gracia especial, para que los sargentos pudieran ser «dignos Oficiales del Ejército, aun sin necesitarlos, y sólo como una ventaja exclusiva en su favor», ya que con su promoción «se amengua en cierto modo la importancia y el carácter de que debe hallarse revestido el Oficial, y el mayor prestigio de la carrera de las armas». Se tildaba además, a aquel sistema de ascenso, de «un principio vicioso de organización militar». Por todas estas razones, «debería desecharse la idea de conservar en las filas y recompensar los servicios de las clases de tropa con la esperanza de su ascenso a Oficiales» 29 . Pero también era cierto que el nivel de capacitación de buena parte de aquellos sargentos dejaba mucho que desear, como lo reconocía el comandante Benítez Parodi (1882), que volcó sus esfuerzos en dignificar la formación de aquellos mandos intermedios, al afirmar que cuando los sargentos primeros ascendían, «el nivel intelectual de la oficialidad se veía mermado, además de haber heterogeneidad en su procedencia y la elevada edad a la que accedían a determinados empleos en los que el vigor físico todavía era un factor importante» 30 . Además, aquellos sargentos tenían dificultades para adaptarse a su nueva condición de oficiales y para desenvolverse en el ambiente social que les tocaba vivir desde entonces, hasta el punto de que el mismo Benítez Parodi advertía que si no conseguían adaptarse, cada uno de aquellos sargentos «podrá obtener el despacho y llevar las insignias de la nueva jerarquía a que pertenece, pero en general, y salvo muy raras excepciones, seguirá siendo sargento por su porte, en sus maneras, en su instrucción y en su conducta» 31 . Podemos concluir que las mayores debilidades que ofrecía el ascenso a oficial en el Ejército desde la clase de sargentos eran la escasa preparación 28 Real Decreto de 20 de julio de 1885. Colección Legislativa del Ejército, núm. 284, pp. 581‐612. 29 Preámbulo del Real Decreto de 20 de julio de 1885. 30 BENÍTEZ PARODI, M. Op. cit., pp. 88-89. 31 Ibídem, p. 140. CAPÍTULO 7. CARRERA PROFESIONAL Y TRAYECTORIA DE LOS JEFES Y OFICIALES DE LA GUARDIA CIVIL 463 profesional de este personal, su deficiente adaptación a los requerimientos militares y sociales de la nueva escala a la que accedían y la elevada edad en que llegaban a obtener el empleo de subteniente. El coronel Almirante (1869) centraba sus críticas sobre todos estos males, en el sistema de antigüedad previsto para el ascenso a oficial desde sargento primero, y que cuando se abrió parcialmente a la elección, ésta no se basó en un sistema riguroso de concurso y oposición 32 . En el caso de la Guardia Civil, la situación era muy distinta. A diferencia del Ejército –y aquí radica lo fundamental-, en el Cuerpo sí se consideraba muy necesaria la promoción de los sargentos primeros a oficial. Y ello era así, no sólo para poder cubrir todas las vacantes de subteniente y alférez que se producían, pues los escalafones estaban tasados, y no sobredimensionados, sino porque el sistema de acceso garantizaba que –con todas las reservas que se quieran- sólo llegaran a oficial buenos profesionales y con una edad que les permitía un desarrollo de carrera suficiente. Los oficiales de la Guardia Civil procedentes de las clases de tropa, en fin, aportaban el acervo corporativo y la experiencia, necesarios para mantener el espíritu de cuerpo enraizado desde los primeros años. Por otra parte, estamos seguros de que, tanto el duque de Ahumada como sus sucesores, en sus muchos escritos y circulares exhortando al cumplimiento de las obligaciones de los mandos y al mejor funcionamiento de la Institución, habrían dejado constancia de las deficiencias de los sargentos que llegaban a oficial, si éstas fueran relevantes, para ponerles pronto remedio. 7.2.4 El acceso a oficial por promoción interna en la Guardia Civil Veamos a continuación como se configuró el acceso a oficial por promoción interna en el Cuerpo. Para el ascenso a subteniente de infantería o a alférez de caballería dentro de la Guardia Civil, se reservaba, como hemos dicho, una vacante de cada tres a los sargentos primeros del Cuerpo, de acuerdo con lo previsto en el artículo 6 del capítulo III del Reglamento Militar. Esta vacante se 32 ALMIRANTE TORROELLA, J. (1869). Diccionario Militar, op. cit., p. 993. La definición de un modelo de liderazgo en la etapa fundacional de la Guardia Civil 464 cubría en un principio por antigüedad, tras haber permanecido un tiempo mínimo de tres años en el empleo de sargento primero. Las otras dos vacantes de la terna se ofrecían a subtenientes del Ejército. Pronto se vio la necesidad de cubrir por el sistema de elección las vacantes de oficial reservadas para las clases de tropa del Cuerpo, separándose en este aspecto de la norma en el Ejército, en que regía sólo la antigüedad. Las razones estribaban en mantener el afán de superación entre los sargentos primeros, contar con la posibilidad de seleccionar a los mejores y permitir que disminuyera la edad media de quienes llegaban a subteniente o alférez desde las clases de tropa, optimizando su desempeño como oficial. Por ello, Ahumada propuso al Ministerio de la Guerra la creación del turno de elección para el ascenso de los sargentos primeros a subteniente y alférez, propuesta que fue aceptada por Real Orden de 7 de junio de 1850. No obstante, se impusieron como condiciones que los concurrentes, además de contar, al menos, con dos años de servicio en sus empleos, estuvieran situados en la primera mitad de su escalafón y que, entre los seleccionados, se siguiera un orden de antigüedad 33 . Esto suponía unir la posibilidad de ascender por elección desde los primeros empleos de las clases de tropa hasta oficial, abriendo una posibilidad que había permanecido vetada para estas clases, precisamente, cuando llegaba la promoción a subteniente o alférez. Teniendo en cuenta la relevancia que se concedió al acceso a la categoría de oficial, desde el mismo momento en que se dictó aquella real orden, se planteó que aquellos ascensos por elección tenían que venir precedidos de una valoración más rigurosa y objetiva que la conceptuación periódica por la que los aspirantes se habían hecho acreedores a este turno. Por lo tanto, se definió un proceso de selección y de exámenes a superar para los aspirantes a oficial, que se estableció mediante la circular de 1 de octubre de 1850. El tribunal examinador estaba constituido por el jefe del tercio, como presidente; del segundo jefe y el comandante de la provincia, como vocales; y el subteniente de la compañía de la capital, como secretario. La prueba consistía en 33 Real Orden de 7 de junio de 1850. Recopilación, op. cit., tomo V, pp. 32-33. SEHGC. Los escalafones de los sargentos primeros en la Guardia Civil eran únicos para este empleo, y se circunscribían a cada tercio. CAPÍTULO 7. CARRERA PROFESIONAL Y TRAYECTORIA DE LOS JEFES Y OFICIALES DE LA GUARDIA CIVIL 465 una serie de preguntas sobre todas las materias contenidas en el formulario que acompañaba a aquella circular, que comprendía las materias de ordenanzas militares, táctica, aritmética, contabilidad, los Reglamentos y Cartilla del Cuerpo, y la formación de sumarias. La decisión propuesta sobre la aptitud o no del aspirante se acordaba por mayoría de votos del tribunal, teniendo el presidente, voto de calidad. Pero no era suficiente con la aptitud en aquella prueba para admitir al aspirante a oficial. Su calificación, junto con la conceptuación realizada sobre la hoja de servicios del interesado, debía remitirse a la Inspección General 34 . No obstante, según nos dicen Quevedo y Sidro (1858), el Inspector General tenía también la potestad, a la vista de los antecedentes recibidos, para hacer desplazarse hasta Madrid al aspirante propuesto, a fin de ser nuevamente examinado. De acuerdo con la información recabada, y en su caso, tras la realización de esta segunda prueba, el Inspector General adoptaba la decisión definitiva sobre elevar o no la propuesta de ascenso al Ministerio de la Guerra 35 . Por la misma época, se acometió desde la Inspección General la labor de confeccionar las biografías de las clases de tropa, comenzando por las de los sargentos primeros, por la relevancia que tenía la conceptuación de este personal para su promoción a oficial. Para 1849 ya se había completado la de todos los jefes y oficiales. Mediante la circular de 25 de julio de 1850, Ahumada reconocía que estaban también finalizadas las biografías de los sargentos primeros, consistentes en la recopilación en un expediente de las hojas de filiación, los informes de la revista de inspección y las notas que tenían estampadas en sus libros de hechos. Por tanto, parece que se dio casi tanta importancia al personal de este empleo como a los oficiales, confeccionándose una parte de los expedientes de forma simultánea. En 1857 se estableció un mayor nivel de exigencia en las pruebas para obtener el ascenso a subteniente, igual que se había previsto para el examen de ascenso a sargento primero por elección. Como sabemos, en aquel periodo se 34 Circular de 1 de octubre de 1850. Recopilación, op. cit., tomo V, pp. 167-168. SEHGC. 35 QUEVEDO, A. y SIDRO, J., op. cit., p. 531. La definición de un modelo de liderazgo en la etapa fundacional de la Guardia Civil 466 dispuso que los aspirantes se presentaran para ser examinados ante una junta de jefes constituida en la Secretaría General de la Inspección 36 . En 1858, durante el segundo periodo ahumadiano, se identificó la necesidad de introducir algunos cambios de importancia, como ya vimos anteriormente, que en el aspecto que ahora tratamos, se tradujo en la modificación del artículo 7 del capítulo III del Reglamento Militar. De acuerdo con esta reforma, pasaron a reservarse, de cada tres vacantes producidas en los empleos de subteniente y alférez, dos para ser provistas por promoción interna, y sólo una al personal de estos empleos en el Ejército, que quisieran solicitarla 37 . Las vacantes ofrecidas a los sargentos primeros del Cuerpo se proveerían a su vez, de cada tres, dos por antigüedad y una por elección. Con esta medida se introducían dos importantes novedades en el acceso de las clases de tropa a la categoría de oficiales. De un lado, se duplicaba el número de vacantes que se ofrecían para el acceso a oficial por promoción interna. Por otro lado, tras los primeros años de crecimiento orgánico, se primaba más el acceso a oficial en el turno de antigüedad, frente al de elección. Como hemos visto, desde que se comenzó a exigir en 1850 la superación de un examen para poder optar al ascenso, fue pareja la regulación de las pruebas, tanto para los sargentos que pretendían ascender a sargento primero, como para éstos, en el acceso a oficial. Asimismo, fue creciente la importancia que se dio a la necesaria capacitación de los aspirantes y al rigor en las pruebas que debían acreditar estar en posesión de los conocimientos y la aptitud necesarios. Esta relevancia, como es lógico, fue mayor aún respecto al ascenso a subteniente. 36 Circular de 4 de abril de 1857. Recopilación, op. cit., tomo XII, pp. 153-154. SEHGC. 37 Modificación del artículo 7, capítulo III, del Reglamento Militar de la Guardia Civil, por Real Orden de 15 de abril de 1858 y circular de la misma fecha. Recopilación, op. cit., tomo XIII. SEHGC. CAPÍTULO 7. CARRERA PROFESIONAL Y TRAYECTORIA DE LOS JEFES Y OFICIALES DE LA GUARDIA CIVIL 467 7.2.5 El equilibrio adecuado de la doble procedencia de los oficiales Una vez vista la incorporación al Cuerpo a través de la promoción interna, vamos ahora a completar el análisis sobre la configuración del cuadro de oficiales en la Guardia Civil de la época, a la luz de su doble procedencia. En cuanto a los oficiales del Ejército que ingresaban en el Cuerpo en la clase de subtenientes –y a partir de 1858, ampliado a otros empleos-, que pasaban a ocupar una determinada proporción de las vacantes producidas, hay que decir que aportaban todo el conocimiento, valores militares y habilidades sociales en que se habían desenvuelto. Además, en el caso de los subtenientes, también aportaban, a falta de experiencia, la ilusión de los primeros años y su reciente formación en el Colegio General Militar. Todo aquel aporte resultaba imprescindible para la Guardia Civil, por la gran importancia que revestía el mantenimiento de la disciplina y la calidad en el servicio; el prestigio y ejemplo de los oficiales, en que siempre se miraban las clases de tropa; el trato y el tacto necesarios en las relaciones con las autoridades civiles y militares en las demarcaciones respectivas; y la necesidad de contar con un cuadro de mandos excelente, que fuera alcanzando los empleos superiores en la Institución. En este análisis, se hace preciso referirnos a la convivencia entre aquellos oficiales de distintas procedencias en la Guardia Civil. Paradójicamente, la misma necesidad que se hacía notar para contar con cuadros de oficiales ascendidos desde la propia Institución, en lo que tenía mucho que ver la dispersión de unidades, iba a permitir que aquella convivencia no se viera resentida ni repercutiera negativamente en el servicio. Por el contrario, la cohesión interna que aportaba el espíritu de cuerpo pronto se transmitía a los nuevos oficiales con lazos mucho más fuertes que los que les unían a sus Armas de procedencia o a los antiguos compañeros. Aquellos nuevos oficiales procedentes del Ejército cambiaban la sala de banderas de su regimiento por el patio de una casa-cuartel. Allí, los oficiales pasaban a ser la máxima autoridad, no sólo respecto al servicio de su unidad, sino también en cuanto al gobierno y a la convivencia vecinal y La definición de un modelo de liderazgo en la etapa fundacional de la Guardia Civil 468 familiar en aquellas instalaciones. Además, también debían ejercer su autoridad, aun desde la distancia, en las restantes unidades y acuartelamientos de su demarcación. En definitiva, cada oficial era responsable de la dirección y gobierno de su unidad, de sus hombres, y de las instalaciones y medios puestos a su disposición, sin perder de vista la necesaria atención a la armonía y la convivencia entre los grupos familiares que compartían vidas en los acuartelamientos que tenía a su cargo. Y esta responsabilidad era igualmente exigible a todos los oficiales subalternos, y en el plano superior, a los capitanes, con independencia de su procedencia. Así fue siempre en la Guardia Civil, y este relevante aspecto, junto con el fuerte espíritu de cuerpo, fueron claves para asegurar una convivencia estable. 7.3 RÉGIMEN DE ASCENSOS DE LOS OFICIALES 7.3.1 Los ascensos de los jefes y oficiales Sabido es que el régimen de ascensos en la institución militar, unido a la posibilidad de promoción profesional desde los niveles inferiores en la escala jerárquica, constituye un importante factor de motivación en la carrera de las armas. Esta proyección supone, a la vez, un reconocimiento por la trayectoria pasada, estímulo para el desempeño futuro y una mejora progresiva en las retribuciones. Por todas estas razones, la salud de la satisfacción del personal, y el clima profesional y humano en las organizaciones militares, tienen mucho que ver con una adecuada política de promoción vertical, basada en un régimen de tiempos en los diferentes empleos y en un sistema de ascensos que sean estables y coherentes. El esquema se completa con unas tasas de encuadramiento de los diferentes niveles de mando que se adecúen a la estructura y a las necesidades de la organización. En la época de nuestro estudio, además, la obtención de empleos superiores en la escala jerárquica suponía también, sobre todo, a partir de capitán, un ascenso en la posición social, con lo que ello suponía en cuanto a las relaciones internas y CAPÍTULO 7. CARRERA PROFESIONAL Y TRAYECTORIA DE LOS JEFES Y OFICIALES DE LA GUARDIA CIVIL 469 externas, y el acceso a una clase media, todavía incipiente. Para un militar, situarse en aquella posición social tenía diferentes implicaciones, según obtuviera la categoría de oficial en un centro docente militar reservado a este personal, o procediera de las clases de tropa, según hemos visto respecto a la promoción interna. En cuanto al punto de partida para la Guardia Civil en este importante factor humano y profesional, hay que decir que el escenario circundante distaba mucho de ser el adecuado. Por una parte, el nuevo cuerpo debía conducirse por el régimen de ascensos previsto para el Ejército, que adolecía de falta de previsión y regulación, respecto a las vacantes que, en cada empleo, debían darse al ascenso. Por otro lado, elementos como la concesión graciable de grados por encima de los empleos militares y los ascensos masivos con ocasión de diferentes efemérides, venían a añadir complejidad e incertidumbre a unos escalafones, ya de por sí, hipertrofiados. La Guardia Civil, no obstante, contaba a su favor con un elemento muy favorable para construir un sistema de ascensos y de promoción estable y ágil, como era que se trataba de un cuerpo de nueva creación. Como tal, estaba llamado a crecer de forma progresiva, con una estructura estable de cuadros de mando, y con un importante factor de selección, en cuanto que recibía oficiales del Ejército, además de los procedentes del Cuerpo. En este aspecto, el sistema de ingreso era similar al que ya existía para otros institutos, como el Cuerpo de Carabineros del Reino o el Real Cuerpo de Guardias de Alabarderos. El Real Decreto de 13 de mayo de 1844, que dio pie a la puesta en marcha del Cuerpo, preveía en su artículo 11 que los ascensos en la Guardia Civil se regirían por lo dispuesto en su Reglamento Militar 38 . El capítulo III de este Reglamento, distribuido inicialmente en 15 artículos, recogía el régimen de ascensos. En cuanto a las prescripciones generales, se establecía ya un límite que preveía que los ascensos sólo eran posibles desde un empleo al inmediato superior, sin permitir saltos en ningún caso. También, en 38 Reglamento Militar de la Guardia Civil, aprobado por Real Decreto de 15 de octubre de 1844. La definición de un modelo de liderazgo en la etapa fundacional de la Guardia Civil 470 cuanto a que sólo se concederían con ocasión de vacante, sin permitir la existencia de personal excedente o como supernumerario 39 . En lo referente a los sistemas de ascenso a cada empleo, eran los mismos que para el Ejército; esto es, por antigüedad, por elección y, sólo en casos excepcionales –al menos, teóricamente-, por hechos de armas muy meritorios o en conflictos armados. El ascenso por antigüedad se concedía siguiendo este orden, de acuerdo con el escalafonamiento para cada Arma, escala y empleo militar. En cuanto al ascenso por elección, pretendía premiar las acciones muy destacadas y meritorias, el celo en el servicio y las especiales condiciones que concurrían en el desempeño de los agraciados con esta ventaja. Podían optar al ascenso con independencia del lugar que ocuparan en el escalafón, o según se regulara, en la franja superior del mismo. A fin de atender convenientemente a los ascensos por antigüedad, se empleaba el escalafón de jefes y oficiales que, para cada año, se confeccionaba con fecha de 1 de enero, y se publicaba y difundía a las unidades 40 . Para el ascenso en el turno de elección, se cursaba anualmente por cada jefe de tercio a la Inspección General una relación, por empleos, con los oficiales que se habían considerado más aptos para ello, con ocasión de la revista de inspección que aquel jefe giraba a sus unidades 41 . La relación definitiva, validada por el Inspector General, se elevaba al Ministerio de la Guerra. Ya hemos visto que el acceso a la Guardia Civil en la categoría de oficial, durante los primeros catorce años, sólo fue posible desde la base; es decir, en el empleo de subteniente. Una vez incorporados a la Guardia Civil, estaba previsto que los subtenientes y los alféreces -como pasaban a denominarse los de caballería- ascendieran a teniente después de llevar un mínimo de dos años en su empleo. Los 39 Artículos 1 y 13 del Capítulo III, Reglamento Militar de la Guardia Civil. 40 El escalafón de las clases de tropa hasta sargento se confeccionaba por compañías; el de los sargentos primeros, por cada tercio; el de oficiales, desde subteniente y alférez a primer capitán, será general para todo el Cuerpo, separando la procedencia de arma de infantería y caballería; y el de tenientes coroneles y coroneles, también general, pero sin diferenciar el arma. Recopilación, op. cit., tomo I, pp. 23-36. SEHGC. 41 Artículo 14 del Capítulo III, Reglamento Militar de la Guardia Civil. CAPÍTULO 7. CARRERA PROFESIONAL Y TRAYECTORIA DE LOS JEFES Y OFICIALES DE LA GUARDIA CIVIL 471 tenientes, a su vez, ascendían a capitán después de haber permanecido el mismo tiempo en el empleo. De las vacantes a ocupar, en ambos casos, se cubrían dos por antigüedad y una por elección. Los segundos capitanes ascendían a primeros capitanes de la Guardia Civil –de la clase de segundos comandantes- en la misma proporción de vacantes; esto es, dos por antigüedad y una por elección. Para el ascenso a primer comandante, se requerían seis años de servicio en el empleo anterior, y para este nivel de mando se daba una vacante a la antigüedad y otra a la elección. Al mismo tiempo, los primeros capitanes que procedían de segundos comandantes del Ejército, en el momento de la primera organización del Cuerpo, podían ascender a teniente coronel a los seis años de su incorporación a la Guardia Civil, si existiera vacante que les correspondiese por escala. En este caso, se invertía el sistema, pues se cubrirían dos vacantes por elección y la tercera, por antigüedad. Como ya expusimos anteriormente, se ponía de manifiesto una vez más el especial interés de la Institución por cuidar la forma de seleccionar a quienes iban a tener la responsabilidad de mandar las comandancias. En cuanto a las vacantes de coronel, se cubrían ofreciendo una de cada dos vacantes a los coroneles del Ejército que lo solicitaran, y la segunda, a los tenientes coroneles de la Guardia Civil que ascendieran. Estos coroneles depositaban ciertas expectativas, con carácter general, en el ascenso al empleo de brigadier, como antesala de los oficiales generales. Por ello, el artículo 12 del capítulo III establecía al respecto que «S.M. se reserva recompensar de la manera que considere conveniente a los coroneles de la Guardia Civil cuya antigüedad, inteligencia y celo por el servicio los haga dignos de su Real munificencia» 42 . La Real Orden de 17 de noviembre de 1852 43 eliminaba el empleo de segundo comandante, criticado desde hacía tiempo por su falta de utilidad, concediendo a quienes lo ostentaban, el grado de primer comandante. En la Guardia Civil, esta simplificación de empleos tuvo sus últimas consecuencias en 1857, cuando la Real Orden de 4 de marzo de este año trató de resolver la 42 Artículo 12 del Capítulo III, Reglamento Militar de la Guardia Civil. 43 Real Orden de 17 de noviembre de 1852. Recopilación, op. cit., tomo VII, pp. 63-64. SEHGC. La definición de un modelo de liderazgo en la etapa fundacional de la Guardia Civil 472 situación de un modo definitivo 44 . Para ello, se dispuso que los primeros capitanes de la Guardia Civil percibieran los haberes de segundo comandante hasta que asciendan a primero; y tras una posterior consulta, se precisó con fecha de 30 de marzo que los haberes de segundo comandante se percibieran sólo hasta que llevaran seis años en el Cuerpo, y a partir de entonces, como primeros comandantes 45 . Con la reforma llevada a cabo sobre el Reglamento Militar de la Guardia Civil, a la que ya nos hemos referido, mediante la Real Orden de 15 de abril de 1858, se alteraba la proporción de vacantes al ascenso entre los empleos de oficial. De este modo, cuatro de cada cinco vacantes de teniente pasaban a ofrecerse a los subtenientes y alféreces del Cuerpo con un mínimo de dos años de servicio, de las que tres se cubrían por antigüedad y la cuarta, por elección. Para ascender a segundo capitán, se cubrían cinco de cada seis vacantes por tenientes del Cuerpo, de las cuales, cuatro por antigüedad y una por elección. En cuanto al ascenso a comandante y a teniente coronel, no se introdujeron modificaciones en la norma. En cambio, también varió para el ascenso a coronel, de modo que cuatro de cada cinco vacantes se ofrecían a los tenientes coroneles del Cuerpo para ser cubiertas, dos por elección y dos por antigüedad. Hay que decir que el ritmo de ascensos a los diferentes empleos de jefes y oficiales de la Guardia Civil durante el periodo a estudio se mantuvo razonablemente estable, sin grandes demoras, lo que permitió desarrollar trayectorias profesionales adecuadas a las expectativas que, razonablemente, se habían planteado aquellos hombres al ser promovidos desde las clases de tropa del Cuerpo, o ingresar como oficiales en la Guardia Civil. Los aspectos destacables de los ritmos de ascenso y sus peculiaridades en este periodo serán analizados más adelante. 44 MARTÍNEZ RUÍZ, E. (1976). Obligaciones, ascensos y oficialidad de la Guardia Civil en el reinado de Isabel II, pp. 89-90. REHGC. 45 Recopilación, op. cit., tomo XII, pp. 36-37. SEHGC. CAPÍTULO 7. CARRERA PROFESIONAL Y TRAYECTORIA DE LOS JEFES Y OFICIALES DE LA GUARDIA CIVIL 473 7.3.2 Preocupación constante por la justicia en los ascensos Si se tienen en cuenta las muchas exigencias que la normativa y las órdenes de régimen interno imponían a los jefes y oficiales de la Guardia Civil, del profundo grado de conocimiento que todos los mandos debían tener de sus subordinados y del alto valor que, por estas razones, se confería a las cualidades personales y desempeño profesional de todos, puede entenderse con mayor facilidad la importancia que se daba a la elección de los más capacitados para el ascenso a cada empleo. Por tanto, el ascenso por el sistema de elección en la Guardia Civil revistió siempre una especial importancia, y la selección de los más capacitados fue objeto del mayor rigor. En enero de 1848 se dictaban las primeras instrucciones sobre los aspectos a valorar para proponer la inclusión de los jefes, oficiales y clases de tropa en las relaciones anuales para el ascenso por el turno de elección, y en las que se apelaba finalmente a «la rectitud e imparcialidad de los jefes» a la hora de calificar y relacionar a los propuestos 46 . Resulta muy interesante la forma en que se determinan quiénes son los superiores jerárquicos que han de emitir los preceptivos informes sobre sus oficiales subordinados en cada tercio, como valiosa información adicional con que ha de contar el jefe de tercio para confeccionar su relación. Aquellas primeras instrucciones se vieron complementadas con una nueva circular en 1852, con la que Ahumada pretendía «asegurar la más estricta justicia en los ascensos de jefes y oficiales en los turnos de elección, y a fin de que éstos influyan en beneficio del servicio y de los individuos que por su instrucción, apego a la carrera y ejemplar conducta se hagan acreedores a ser propuestos por los jefes de los Tercios para esta preferencia». De nuevo, insistía en la absoluta necesidad de no generar susceptibilidades o malestar con aquellas propuestas, para lo que era preciso «que en todos los casos se obre con la legalidad e imparcialidad que se requiere» 47 . 46 Circular de 14 de enero de 1848. Recopilación, op. cit., tomo III, pp. 263-265. SEHGC. 47 Circular de 21 de septiembre de 1852. Recopilación, op. cit., tomo VII, pp. 120-122. SEHGC. La definición de un modelo de liderazgo en la etapa fundacional de la Guardia Civil 474 De acuerdo con aquella circular, que debía entra en vigor al comienzo de 1853, los jefes y oficiales que fueran propuestos para ascender por elección debían ser previamente examinados en Madrid ante una junta calificadora compuesta por el Secretario de la Inspección General, cuatro jefes de sección de la misma, el jefe y segundo jefe del 1º Tercio, un primer capitán de infantería y otro de caballería. Según los candidatos fueran de infantería o caballería, se incorporaban al tribunal otros jefes u oficiales de la Secretaría y el 1º Tercio. Seguidamente, a la circular se acompañaba un formulario para consignar las propuestas de aquellos jefes y oficiales que se incluyeran en el turno de ascenso por elección, y que debían remitir los jefes de tercio el 10 de enero de cada año. En cuanto a las condiciones de los propuestos, debían ostentar, al menos, tres años en su empleo y estar escalafonados en la mitad superior de su escala. Los cambios significativos sobre la conceptuación de algún oficial de un año para otro, debían ser motivados por escrito. Junto con la relación de los propuestos para el ascenso por elección, era preceptivo remitir otra –si la hubiera-, comprensiva de los jefes y oficiales para los que se proponía su postergación –no aptitud para el ascenso- por su «mala conducta o comportamiento», de acuerdo con una serie de supuestos, y que permanecería vigente mientras los afectados no se hicieran acreedores a poder ascender 48 . En 1854, tras la primera experiencia sobre este sistema, se precisaron estas instrucciones, estabilizando un procedimiento que llegó a permanecer en vigor durante tres décadas. De acuerdo con estas nuevas normas 49 , la junta calificadora que debía examinar a los jefes y oficiales estaba compuesta por el Secretario General, tres jefes de sección de la misma, el jefe del 1º Tercio y dos jefes del mismo. Según los candidatos fueran de infantería o caballería, se incorporaban al tribunal otros jefes u oficiales de la Secretaría y el 1º Tercio. Quedaban exentos de realizar el examen los jefes y oficiales que fueran propuestos al ascenso por su participación en un hecho de armas. 48 Ibídem. 49 Circular de 21 de marzo de 1854. Recopilación, op. cit., tomo IX, pp. 89-90. SEHGC. CAPÍTULO 7. CARRERA PROFESIONAL Y TRAYECTORIA DE LOS JEFES Y OFICIALES DE LA GUARDIA CIVIL 475 En cuanto a la configuración del examen, muy exigente, consistía en una prueba de conocimientos que tenía una duración total de seis horas, a lo largo de tres días. En la primera jornada, las dos horas se dedicaban a las materias de ordenanza, Reglamentos y Cartilla. El segundo día comprendía las materias de táctica de línea y ligera. Las dos horas del tercero se dedicaban a comprobar la capacidad del examinando en procedimientos militares y en la contabilidad especial del Cuerpo. Una vez realizada aquella prueba, se pasaba a revisar el expediente personal, incluyendo la biografía, hoja de servicios, conceptuación y demás antecedentes documentales. Su valoración servía para determinar, junto con la puntuación del examen, la calificación final. Este resultado se reflejaba por escrito, pero no se dejaba constancia del sentido de los votos emitidos por los miembros del tribunal. Por supuesto, aquel sistema de elección se complementaba de modo armónico con el ascenso en paralelo de los más veteranos, a través del sistema de antigüedad pura, de acuerdo con el orden de escalafón. Además, si ascendían dos con la misma fecha por sistemas diferentes, se daba preferencia en el escalafón a quien ascendiera por antigüedad 50 . En cualquier caso, tenían preferencia en cuanto a la antigüedad, quienes ascendieran por méritos de guerra 51 . Un aspecto fundamental para valorar las cualidades y el nivel de desempeño profesional de los jefes y oficiales era el de la conceptuación que había de realizarse periódicamente, y estamparse o anexarse en una papeleta a la hoja de servicios de los afectados. Se trataba de un sistema de evaluación existente en el Ejército español y tradicionalmente unido a la institución militar, que en la Guardia Civil adquirió desde sus comienzos una importancia trascendental. Ya vimos cómo valoraba el duque de Ahumada estas conceptuaciones y las propias hojas de servicio a la hora de seleccionar a los jefes y oficiales que optaron a formar parte del primer contingente de guardias civiles. También sabemos que aquella información, junto con otra complementaria disponible, 50 Real Orden de 9 de abril de 1855. Recopilación, op. cit., tomo X, pp. 30-31. SEHGC. 51 Real Orden de 27 de agosto de 1855. Recopilación, op. cit., tomo X, p. 66. SEHGC. La definición de un modelo de liderazgo en la etapa fundacional de la Guardia Civil 476 siguió constituyendo una herramienta fundamental para la selección de los oficiales que quisieran ingresar en el Cuerpo, y para definir los ascensos a cada empleo en la Institución. Una vez completada la primera organización, se continuó llevando con el mayor rigor aquel sistema de evaluación del desempeño que, sin duda, fue uno de los elementos clave en el éxito de la Institución desde los comienzos, porque suponía una garantía de eficacia de sus cuadros de mando. Los jefes de tercio tenían entre sus principales cometidos, el de calificar anualmente a los jefes y oficiales bajo su mando. En la circular de 7 de marzo de 1845, el duque de Ahumada reflejaba de forma muy gráfica la importancia que revestía aquel sensible cometido y la responsabilidad que asumía quien lo realizaba, pues en su cumplimentación, estaba en juego «el honor del oficial, su reputación y la suerte de su familia» 52 . Aquella circular establecía también el método de calificación y unas pautas para realizarla respecto a cada uno de los conceptos. De acuerdo con la circular de 20 de marzo de 1847, los conceptos a evaluar en los oficiales eran los de «aplicación», «valor», «capacidad», «disposición para el servicio», «conducta» y «estado». Para cada uno de estos conceptos, la calificación respondía a cinco grados diferentes: «mucha», «tiene», «mediana», «poca» y «ninguna». Aquellas calificaciones se hacían constar en una nota que acompañaba siempre a la hoja de servicios del interesado en sus cambios de destino o por otras causas, pero sobre su resultado había que guardar secreto 53 . Pero aquel sistema de calificaciones, que era el imperante en el Ejército, no satisfacía las necesidades de conocimiento de Ahumada acerca de la aptitud, cualidades y, sobre todo, nivel de desempeño de sus jefes y oficiales. Nuevamente, y en relación con los del Ejército, diferenciaba las cualidades superiores que debían regir la actuación de los oficiales en la Guardia Civil, los cuales «deben reunir mucha circunspección, experiencia o conocimiento de la sociedad, idoneidad y el despojo necesario para estar por sí en contacto con todas las autoridades, y dar directamente a ellas cuenta de sus operaciones». Por 52 Circular de 7 de marzo de 1845. Recopilación, op. cit., tomo I, pp. 316-317. SEHGC. 53 Circular de 20 de marzo de 1847. Recopilación, op. cit., tomo II, pp. 147-148. SEHGC. CAPÍTULO 7. CARRERA PROFESIONAL Y TRAYECTORIA DE LOS JEFES Y OFICIALES DE LA GUARDIA CIVIL 477 esta razón, en 1849 introdujo un nuevo modelo de formulario para las calificaciones de los oficiales que iba, en sus apreciaciones, mucho más allá, pues debía ir acompañado de una valoración acerca de la idoneidad del calificado en los diferentes campos de actividad como la actuación en el servicio peculiar, labores administrativas o de contabilidad, de cuyo resultado debía informarse al interesado 54 . En 1850, Ahumada llevó a cabo una comprobación sobre las notas de concepto de un grupo de oficiales, examinándolos y evaluándolos personalmente, y llegó a la conclusión de que muchas de aquellas calificaciones eran demasiado benévolas, por lo que, de nuevo, exigió imparcialidad y rigor en su cumplimentación 55 . A partir de 1851 se comenzó a aplicar en la Guardia Civil el requerimiento de remitir cada tres años al Ministerio de la Guerra, duplicada hoja de servicios de todos los jefes, oficiales y sargentos primeros, y en los años que no correspondía enviar aquéllas, debía remitirse, por duplicado, la conceptuación del mismo personal, así como las hojas de servicio de los oficiales subalternos y sargentos primeros que hubieran causado alta en el Cuerpo en ese año 56 . Ese mismo año se definió la forma de calificar el valor para todos los militares, de acuerdo con la propuesta de la Junta de Ordenanzas y Secciones de Guerra del Consejo Real. Según aquellas instrucciones, se calificaría con «valor distinguido» a quienes poseyeran la Cruz de San Fernando de segunda clase; con «valor acreditado» a los que participaron en acciones de guerra, sin más repercusión en su hoja de servicios; y «valor se le supone», a los que no hubieran tenido ocasión de demostrarlo 57 . A partir de 1853, los formularios para la calificación incluyeron un nuevo apartado referente al estado de salud. Los niveles de valoración, según la que 54 Circular de 29 de marzo de 1849. Recopilación, op. cit., tomo IV, pp. 223-225. SEHGC. 55 Circular de 2 de abril de 1850. Recopilación, op. cit., tomo V, pp. 113-114. SEHGC. 56 Circular de 11 de abril de 1851. Recopilación, op. cit., tomo VI, pp. 101-103. SEHGC. Con ella se daba cumplimiento a la Real Orden de 18 de junio de 1846. 57 Recopilación, op. cit., tomo VI, p. 18. SEHGC. La definición de un modelo de liderazgo en la etapa fundacional de la Guardia Civil 478 presentara el interesado, a juicio del calificador, eran los de: «salud buena», «salud regular» y «salud quebrantada». En los dos últimos casos, para una mejor valoración, debía especificarse la edad del afectado y si su estado de salud era consecuencia de accidente o herida durante la prestación del servicio. Aquella información se completaba con indicación de las licencias concedidas al calificado. En 1856 fue preciso dictar instrucciones para que el necesario rigor en las calificaciones se tradujera también en emplear los mismos términos, conceptos y notas, sin alterar su denominación, a fin de evitar imprecisiones y dudas al respecto. También se estableció ese año un nuevo modelo de relación de conceptuaciones de jefes, oficiales y sargentos primeros a remitir anualmente a la Inspección General. Este formato incluía un apartado que permitía expresar, con texto libre, la valoración del calificador acerca del desempeño del calificado, y en particular, sobre «su don de mando, tino para el servicio particular del Cuerpo y aptitud para el desempeño de comisiones extraordinarias» 58 . Con nuevas instrucciones en 1864 se expondrá, de forma muy elocuente, la injusticia que suponía calificar por igual a los oficiales, con el ánimo de ser condescendientes con todos. Aquel trato -decía la circular-, «si favorece al negligente y flojo, lastima al aplicado y laborioso, el cual no tiene ni puede esperar de su Jefe otra recompensa a sus desvelos, y cuyo ánimo decaerá si no se ve reconocido su celo, sino para recurrir a él cuando llegan lances y momentos difíciles» 59 . Se insistirá más adelante en el rigor e imparcialidad que debían presidir las calificaciones, de modo que a través de la Real Orden de 23 de enero de 1867, se recordaba que la conceptuación que se haga constar en las hojas de servicios de los oficiales debía estar acorde con los méritos, servicios y vicisitudes que constaran en su historial. 58 Circular de 27 de noviembre de 1856. Recopilación, op. cit., tomo XI, pp. 166-167. SEHGC. 59 RUBIO E ISERN, L. (1916). Diccionario de Legislación de la Guardia Civil, p. 136. Circular de 11 de mayo de 1864. Recopilación, op. cit., tomo XIX. SEHGC. CAPÍTULO 7. CARRERA PROFESIONAL Y TRAYECTORIA DE LOS JEFES Y OFICIALES DE LA GUARDIA CIVIL 479 7.3.3 La postergación como forma de reprensión a los menos aptos Para finalizar nuestro estudio a este respecto, también es importante hacer referencia al concepto de aptitud o no aptitud para el ascenso, cuando por turno correspondía a un jefe, oficial o un sargento primero, ya fuera por el sistema de antigüedad o el de elección. Se consideraban no aptos para el ascenso a aquéllos a quienes les constaban notas desfavorables u otras circunstancias que hacían desaconsejable su ascenso. El afectado quedaba, entonces, postergado para el ascenso, que no podía obtener hasta que desaparecieran aquellas causas. A fin de clarificar los motivos que podían dar lugar a la postergación para el ascenso, se remitió por la Inspección General en 1852 un modelo de propuesta a los jefes de tercio conteniendo un elenco de circunstancias que se consideraban causa suficiente para su motivación. Entre aquellos motivos, se citaban importantes defectos de conducta que no habían sido corregidos, pese a las advertencias de que había sido objeto el afectado en las revistas periódicas; la no superación de los exámenes orales a que eran sometidos los oficiales sobre sus obligaciones y los reglamentos del Cuerpo; el descuido en el pago y demás deberes como administrador, en cuanto a los intereses de sus subordinados; la falta de rectitud en el servicio, carácter díscolo o trato incorrecto con las autoridades de la provincia; el descuido en la instrucción y policía de sus subordinados, el trato incorrecto a los mismos o disimular sus faltas, mostrando una actitud «nada paternal»; el incremento de la delincuencia en la demarcación, debida a la dejadez y descuido en la dirección del servicio, o a entregarse al juego y otras distracciones que afecten al celo en su desempeño; y por último, abarcando un motivo más genérico, el abandono en exigir a sus subordinados un adecuado estado de policía, de modo que «la fuerza de su mando desdiga del brillo con que en todas partes se presenta la demás del Cuerpo» 60 . Como podemos deducir de estos supuestos, era muy exigente la reglamentación interna en el Cuerpo en cuanto a la determinación de la aptitud o 60 Modelo de propuesta, de fecha 21 de septiembre de 1852, remitido por la Inspección General de la Guardia Civil a los jefes de tercio, exponiendo una serie de causas para motivar la postergación para el ascenso. SEHGC. La definición de un modelo de liderazgo en la etapa fundacional de la Guardia Civil 480 la no aptitud para el ascenso. De acuerdo con aquellos criterios, se podía dejar postergado a un sargento primero o a un oficial que descuidara, al menos de forma reincidente, la preparación de las revistas periódicas a que debía someterse su unidad, al margen de mostrar conductas o comportamientos inadecuados de forma reiterada o grave. A este respecto, en alguna ocasión posterior fue preciso recordar a los jefes del Cuerpo la obligación de proponer para ser postergados en el ascenso a quienes no observaran buena conducta 61 . 7.3.4 El turno de elección, debate resuelto en la Guardia Civil El 30 de julio de 1866 se firmaba el esperado Real Decreto de ascensos, con la ambición, según rezaba el preámbulo de la norma, de «consignar los principios invariables a que debe sujetarse la carrera militar», y poner orden en aquel sistema caduco. Entre otros aspectos, declaraba que no podía concederse ascenso alguno sin que existiera vacante en el empleo, con la sola excepción de los cadetes y alumnos que hubieran finalizado su formación militar. También se completaba la supresión definitiva de la concesión de grados por encima de los empleos efectivos, al ampliarlo a los supuestos en tiempo de guerra 62 . Pero uno de los aspectos más llamativos para nuestro estudio, de los contemplados en aquel reglamento, fue el de la supresión del turno de elección para los ascensos, dando cabida únicamente a la antigüedad sin defectos. Se mantenía, no obstante, como herramienta de control, la figura de la postergación para aquéllos que no fueran considerados aptos para el ascenso. De aquella medida se exceptuaban las propuestas para ascender por méritos de guerra o con ocasión de hechos de armas, que continuaban en vigor. Y decimos que resulta especialmente relevante para nuestra tesis por la justificación sobre las debilidades de la elección, de que nos da noticia el propio preámbulo del real decreto. La afirmación era tajante: «Los turnos de elección 61 Real Orden de 7 de noviembre de 1864. Recopilación, op. cit., tomo XIX. SEHGC. 62 ALMIRANTE TORROELLA, J. (1869). Diccionario Militar, op. cit., pp. 106-108. CAPÍTULO 7. CARRERA PROFESIONAL Y TRAYECTORIA DE LOS JEFES Y OFICIALES DE LA GUARDIA CIVIL 481 para el ascenso, que en el día se conservan en algunas clases de las armas e institutos del ejército, no han respondido al objeto para que fueron establecidos». Y las razones esgrimidas a continuación, que se hacían eco de un clamor cada vez mayor en el Ejército, fácilmente comprensibles. Resultaba muy difícil, en la práctica, que aquel sistema de ascensos resultara imparcial y no cayera en la arbitrariedad ante la ausencia de criterios uniformes entre los jefes y oficiales que debían realizar las conceptuaciones de sus subordinados; documentos, como sabemos, que servían de base para confeccionar los turnos de elección anuales. De todas formas, detrás de aquella medida para intentar garantizar todos los ascensos por rigurosa antigüedad subyacía, sobre todo, el temor a que una nueva revuelta en el ya muy débil reinado de Isabel II, trajera consigo ascensos masivos e indiscriminados que hicieran tambalearse aún más la Monarquía 63 . De acuerdo con el análisis que hemos venido realizando, también sabemos que en la Guardia Civil el resultado fue muy distinto. A diferencia del Ejército, desde el primer momento se impartieron criterios por los Inspectores Generales del Cuerpo para confeccionar las conceptuaciones anuales. Pero además, para la inclusión de los propuestos en las relaciones para el ascenso por elección, cuya valoración se centralizaba en los jefes de tercio, se tenían en cuenta muchos otros aspectos, como el resultado de las revistas de inspección semestrales y anuales; las evaluaciones periódicas, a modo de exámenes verbales, sobre la actualización de conocimientos; y una observancia directa sobre el nivel de desempeño y la consecución de resultados. Obviamente, ninguna connotación política era admisible para legitimar la inclusión o exclusión de algún oficial en las relaciones del turno de elección, y pensamos que aquella circunstancia no llegó a producirse en la Guardia Civil. Pero aun todo esto se reveló insuficiente en los primeros años, motivo por el que a partir de 1850 se generalizaron en la Guardia Civil las pruebas de conocimientos para todos los que aspiraban al ascenso por elección. Unas pruebas 63 Una propuesta similar, sin éxito, había sido ya planteada por O´Donnell tras el Bienio Progresista, a través del Real Decreto de 26 de septiembre de 1854. La definición de un modelo de liderazgo en la etapa fundacional de la Guardia Civil 482 cada vez más exigentes y ante un tribunal al más alto nivel, de acuerdo con el empleo. Ahí estuvo la clave del éxito de la elección en la Guardia Civil. Aquel breve reglamento necesitó al poco tiempo de una real orden que lo completara a lo largo de 36 artículos, hasta el punto de que también recibió la denominación de Reglamento de ascensos 64 . Pero lo cierto es que las medidas más importantes que aportaba aquel real decreto de 1866 no llegarán a aplicarse en la práctica. Con el estallido de la Revolución de septiembre de 1868 se concedió en el Ejército un grado superior con carácter general, ascensos a quienes más tiempo llevaban en sus empleos, otros por elección saltando más de un empleo 65 y la vuelta al servicio activo de muchos postergados. En definitiva, habrá que esperar a la Ley Adicional a la Constitutiva del Ejército, de 1889, para que se implante la unidad de procedencia de toda la oficialidad, el ascenso por antigüedad hasta coronel y la supresión definitiva de la dualidad empleo-grado 66 . Nuevas e importantes dificultades se cernían a partir de entonces sobre el régimen de ascensos y de promoción interna en la Guardia Civil, pero quedan fuera de nuestro periodo de estudio. 7.4 TRAYECTORIA DE LOS JEFES Y OFICIALES EN LA ETAPA FUNDACIONAL 7.4.1 Evolución en la jefatura de los tercios En el Capítulo 5 tuvimos oportunidad de aportar información sobre los primeros jefes de tercio de la Guardia Civil, y exponer algunos aspectos sobre su perfil humano y profesional, que nos permitieron identificar patrones comunes. Ahora pretendemos dar continuidad a aquel análisis, valorando la trayectoria 64 Real Orden de 31 de agosto de 1866, aprobando el Reglamento de ascensos. Recopilación, op. cit., tomo XXI. SEHGC. 65 ALMIRANTE TORROELLA, J. (1869). Diccionario Militar, op. cit., p. 108. 66 ALBALADEJO ASENSIO, M. I. (2015). La evolución de los sistemas de ascenso y de provisión de destinos en el Ejército, p. 3. Tesis doctoral. CAPÍTULO 7. CARRERA PROFESIONAL Y TRAYECTORIA DE LOS JEFES Y OFICIALES DE LA GUARDIA CIVIL 483 profesional de aquellos jefes y sus sucesores al frente de las principales unidades territoriales de la Guardia Civil a lo largo de nuestro periodo de estudio. En primer lugar, es importante resaltar que de aquellos 16 primeros jefes de tercio que consideramos en el Capítulo 5, 10 de ellos pasaron más tarde al Estado Mayor General tras haber ascendido a los empleos de oficial general o brigadier. En concreto, Alós, Serrano y Boville llegaron a teniente general; Palmés, Gabarre y De la Bárcena alcanzaron el empleo de mariscal de campo; y Purgoldt, Palacios, Hidalgo de Cisneros y Porta, el de brigadier. Por su parte, en cuanto a los primeros Secretarios de la Inspección General, De la Torre llegó a mariscal de campo, Olmedo alcanzó el empleo de brigadier y Jiménez de Sandoval, el de teniente general. A este respecto, podemos concluir que los seleccionados más jóvenes de entre aquellos primeros jefes, no sólo tuvieron un brillante desempeño al frente de sus unidades en la Guardia Civil, sino que ello fue considerado como un indudable mérito profesional para ser promovidos a los mayores empleos militares. Respecto al conjunto de los jefes de tercio a lo largo del periodo de estudio, y en la misma línea, podemos decir que 30 de ellos alcanzaron al final de sus vidas militares los empleos de brigadier, mariscal de campo o teniente general. GENERALES Y BRIGADIERES QUE PASARON AL ESTADO MAYOR GENERAL DEL EJÉRCITO HASTA 1874, TRAS HABER PRESTADO SERVICIO EN LA GUARDIA CIVIL Empleo Nombre y apellidos Empleos y destinos en la Guardia Civil Mariscal de campo JOSÉ GABARRE Y ZAYAS Coronel Jefe del 7º Tercio Mariscal de campo PEDRO ALEJANDRO DE LA BÁRCENA Y PONTE Coronel Jefe del 8º Tercio Mariscal de campo ANTONIO MARÍA DE ALÓS Y LÓPEZ DE HARO TCol. Jefe del 10º Tercio Coronel Jefe del 1º Tercio La definición de un modelo de liderazgo en la etapa fundacional de la Guardia Civil 484 Mariscal de campo FERNANDO BOVILLE Coronel Jefe del 5º Tercio Coronel Jefe del 7º Tercio Mariscal de campo LUÍS MARÍA SERRANO TCol. en el 1º Tercio TCol. Jefe del 12º Tercio Coronel Jefe del 2º Tercio Mariscal de campo REMIGIO MOLTÓ Y DÍAZ-BERRIO Coronel Jefe del 1º Tercio Mariscal de campo JOSÉ MERELO Y CALVO Coronel Jefe del 14º Tercio Brigadier Infantería JOSÉ HIDALGO DE CISNEROS Y GAZTAMBIDE Coronel Jefe del 4º Tercio Brigadier Infantería MARCELINO PORTA SUARNABAR 1º capitán en el 6º Tercio TCol. en el 1º Tercio Coronel Jefe del 5º Tercio Brigadier Caballería LEÓN PALACIOS Y ORTEGA TCol. Jefe del Depósito de Caballería de Vicálvaro TCol. Jefe del 11º Tercio Coronel Jefe del 6º Tercio Brigadier Jefe del 7º Tercio Brigadier Jefe de la 2ª Brigada (1864-1865) Brigadier Infantería FRANCISCO PALMÉS Y DURÁN Coronel Jefe del 2º Tercio Brigadier Infantería CARLOS PURGOLDT Y DE LA PEÑA Coronel Jefe del 1º Tercio Coronel Jefe del 2º Tercio Coronel Jefe del 3º Tercio Brigadier Caballería JOSÉ FERNÁNDEZ USLENGO 1º capitán en el 3º Tercio Coronel Jefe del 1º Tercio Coronel Jefe del 3º Tercio Brigadier Jefe de la 3ª Brigada (1864-1865) Brigadier Infantería JUAN DE TERÁN Y ARMERIGO Coronel Jefe del 4º Tercio Brigadier Jefe del 5º Tercio Brigadier Jefe de la 4ª Brigada (1864-1865) Brigadier Infantería MARCELINO CLOS EGUIZÁBAL Coronel Jefe del 13º Tercio Coronel Jefe del 1º Tercio Brigadier Infantería JUAN CARNICERO Y SAN ROMÁN TCol. 2º Jefe del 2º Tercio Coronel Jefe del 1º Tercio Brigadier Infantería MANUEL FREIXAS Y GASSET Coronel Jefe del 2º Tercio Coronel Jefe del 3º Tercio Brigadier Infantería JOSÉ VILLANUEVA E ÍÑIGUEZ TCol. 2º Jefe del 13º Tercio Coronel Jefe del 9º Tercio CAPÍTULO 7. CARRERA PROFESIONAL Y TRAYECTORIA DE LOS JEFES Y OFICIALES DE LA GUARDIA CIVIL 485 Brigadier Infantería CARLOS MONDELLY Y BERNARDINI TCol. 2º Jefe del 3º Tercio Coronel Jefe del 5º Tercio Coronel Jefe del 12º Tercio Brigadier Infantería FELIPE DOLSA Y VILADEMUNT Coronel Jefe del 3º Tercio Brigadier Infantería JAVIER SAN MARTÍN Y RIOBOÓ TCol. 2º Jefe del 4º Tercio Coronel Jefe del 13º Tercio Brigadier Infantería JOSÉ VILLACAMPA Y DEL CASTILLO TCol. segundo Jefe del 7º Tercio Coronel Subinspector del 7º Tercio Coronel Jefe del 2º Tercio Coronel Jefe del 5º Tercio Brigadier Infantería CARLOS GARDYN Y ALAÑÁ TCol. segundo Jefe del 12º Tercio Coronel Subinspector del 12º Tercio Coronel Jefe del 8º Tercio Brigadier Infantería JUAN ÁLVAREZ Y ARNALDO TCol. 2º Jefe del 5º Tercio Coronel Subinspector del 1º Tercio Coronel Jefe del 8º Tercio Brigadier Infantería MANUEL VILLACAMPA Y DEL CASTILLO Comandante en el 8º Tercio TCol. 1º Jefe de provincia de Valencia Brigadier Infantería PEDRO ANCA Y MANJÓN TCol. 2º Jefe del 8º Tercio TCol. 2º Jefe del 4º Tercio Coronel Subinspector del 9º Tercio Brigadier Infantería JOSÉ GARCÍA Y LÓPEZ DE SIGÜENZA TCol. 2º Jefe del 1º Tercio Coronel Subinspector del 2º Tercio Brigadier Infantería MIGUEL GUZMÁN Y CUMPLIDO Comandante en el 8º Tercio Coronel Subinspector del 12º Tercio Brigadier Infantería JOSÉ DE LA IGLESIA Y TOMPES Comandante 2º Jefe del 11º Tercio Coronel Subinspector del 14º Tercio Brigadier Infantería JUAN DELATRE Y LECARNELLE Comandante 1º Jefe de provincia de Huesca Brigadier Infantería MANUEL TRAVESÍ Y PÉREZ Comandante en el 14º Tercio Imagen 7.2. Generales y brigadieres que pasaron al Estado Mayor General del Ejército hasta 1874, tras su paso por la Guardia Civil. Fuente: Escalafón general de antigüedad de jefes y oficiales de la Guardia Civil en 1 de enero de 1875. SEHGC. En el periodo entre 1844 y 1874, ocuparon el cargo de jefe de tercio 73 miembros de la Guardia Civil, en los empleos de brigadier, coronel o teniente coronel. La definición de un modelo de liderazgo en la etapa fundacional de la Guardia Civil 486 A partir de los primeros 13 jefes de tercio, que llegaron a la Guardia Civil con aquellos empleos, un total de 20 primeros capitanes del Cuerpo ocuparon años más tarde, puestos de jefes de tercio. De ellos, 8 ingresaron en la Guardia Civil en este empleo con el primer contingente en 1844, permaneciendo en el Cuerpo una media de 21 años. Otros 7 de aquellos primeros capitanes habían ingresado entre 1846 y 1847, permaneciendo una media desde entonces de 15 años en el Cuerpo. Por último, los 5 restantes habían ingresado entre 1857 y 1858, permaneciendo en el Cuerpo unos 14 años, de promedio. En cuanto a los segundos capitanes, 16 llegaron a ostentar el cargo de jefe de tercio, de los que 10 correspondían al primer contingente de 1844. Estos oficiales ocuparon los escalafones del Cuerpo una media muy superior, de 27 años y medio, y 4 de ellos abarcaron los treinta años de todo nuestro periodo de estudio, pues causaron baja en la Guardia Civil en 1874. Por último, los 6 capitanes restantes ingresaron entre 1846 y 1847, salvo uno, que lo hizo en 1855. Éstos permanecieron en el Cuerpo una media de 26 años. Si consideramos a los que ingresaron en la Guardia Civil como oficiales subalternos, en los empleos de teniente, subteniente y alférez, resulta que encontramos otros 11 que llegaron a jefes de tercio. De ellos, tres tenientes que ingresaron en el primer contingente, y que causaron baja, después de haber ocupado ese cargo, en 1870 y 1871. Los 8 restantes, entre los que hay un alférez y un subteniente, ingresaron entre 1846 y 1855, y su media de permanencia en la Guardia Civil fue de 23 años. Las cifras expuestas apuntan a que 47 jefes de tercio llegaron a este cargo desde los empleos inferiores en el Cuerpo, y casi todos ellos habían ingresado en los periodos en que el duque de Ahumada dirigía la Guardia Civil. Si descontamos a los primeros 13, resulta que otros 13 jefes se incorporaron al Cuerpo en el empleo de coronel. De ellos, 10 se incorporaron al Cuerpo directamente como jefes de tercio entre 1852 y 1874, ocupando este cargo durante un promedio de 5 años. Por último, los tres restantes son Manuel Villacampa, que había ingresado como capitán en 1855, procedente de auxiliar en la Secretaría, y Manuel de Vegas CAPÍTULO 7. CARRERA PROFESIONAL Y TRAYECTORIA DE LOS JEFES Y OFICIALES DE LA GUARDIA CIVIL 487 y Mariano Supervía, ambos procedentes de reemplazo, que retornaron en 1850 y 1858 respectivamente, pues ya habían formado parte del Cuerpo. Estas proporciones refuerzan la idea de que la selección inicial de los jefes y oficiales de la Guardia Civil en los primeros años fundacionales fue muy determinante, pues los más altos cargos de la Institución llegaron a estar ocupados por buena parte de aquellos hombres durante un periodo, incluso, superior al que abarca nuestro estudio. De hecho, de los 18 coroneles que figuran en el escalafón de la Guardia Civil de 1875, 12 proceden de los periodos ahumadianos, de los que la mitad pertenecían a la promoción de primeros capitanes que ascendió a ese empleo en 1858. Respecto al resto, habían ingresado en el Cuerpo en empleos inferiores, destacando 3 que lo hicieron como tenientes. En cuanto a la edad media de aquellos coroneles al comenzar 1875, se situaba entre los 55 y los 57 años, con una antigüedad en el empleo de 4 o 5 años 67 . 7.4.2 Permanencia en la Guardia Civil y ritmo de ascensos De igual modo que hemos analizado los tiempos medios que permanecieron los diferentes jefes y oficiales de la Guardia Civil que, a partir de sus empleos al ingresar en el Cuerpo, llegaron a jefes de tercio, haremos ahora un estudio similar de conjunto que nos permita tener idea de la capacidad de fidelización que generó la Guardia Civil respecto de los cuadros de mando que accedían a sus filas. La plantilla de jefes y oficiales de la Guardia Civil fue creciendo desde su fundación, pero no de una forma progresiva que favoreciera una cadencia regular en el ritmo de ascensos y en la incorporación de personal del Ejército para satisfacer aquella demanda. Ciñéndonos a nuestro periodo de estudio, se produjo un sensible incremento de oficiales en 1853; en primer lugar, de coroneles para el mando de los batallones orgánicos en que se había organizado el Cuerpo, aunque aquella 67 Escalafón general de Jefes y Oficiales en 1 de enero de 1875. SEHGC. La definición de un modelo de liderazgo en la etapa fundacional de la Guardia Civil 488 medida duró poco tiempo. También se incrementó en 10 la dotación de primeros capitanes, que habrían de cubrirse, como siempre en este empleo, con los capitanes de la Guardia Civil a los que les correspondiera ascender. Pero el aumento cuantitativo más relevante en este año fue el de 49 tenientes, de los que 24 se dieron al ascenso en el Cuerpo, y el resto, para acceso directo desde la Infantería del Ejército. En 1854, como sabemos, se produjo una sensible disminución en la tropa, que posteriormente se incrementó a partir de 1856, aunque el cuadro de oficiales no sufrió alteraciones reseñables. El regreso de Ahumada a la Inspección General de la Guardia Civil en 1856 vino acompañada de una dinamización del ritmo de ascensos en todos los empleos. Además, en 1857 se incrementó la plantilla de oficiales en un teniente coronel, como segundo jefe del 3º Tercio, y en 9 primeros capitanes 68 . A partir de entonces, se producirá un incremento progresivo de la plantilla de la Guardia Civil, más tímido al principio, hasta 1867, en que se mantendrá hasta el nuevo incremento de 1871. A este respecto hay que resaltar que los aumentos de plantilla en los diferentes empleos se cubrían siempre dando cabida al personal del Ejército. De este modo, se conseguía que el incremento fuera efectivo para la Guardia Civil, sin detraer personal de sus propias filas, y sin alterar el régimen normal de ascensos y el sistema de promoción interna. 68 QUEVEDO, A. y SIDRO, J., op. cit., p. 668. CAPÍTULO 7. CARRERA PROFESIONAL Y TRAYECTORIA DE LOS JEFES Y OFICIALES DE LA GUARDIA CIVIL 489 Imagen 7.3. Cobertura de las vacantes puras y por aumento de plantilla en los diferentes empleos de jefes y oficiales de la Guardia Civil hasta 1856, con indicación de las vacantes que se cubrieron por ascenso desde las propias filas del Cuerpo y por acceso directo desde el Ejército, para satisfacer vacantes e incrementos de plantilla. Fuente: Elaboración propia, a partir de: JIMÉNEZ DE SANDOVAL, op. cit., p. 188. Pero volviendo a 1857, el nivel de cobertura de los oficiales todavía se resentía. El escalafón de aquel año revela que existía un total de 411 vacantes de oficiales, de las que sólo se habían cubierto 353. En esta situación, la tasa de encuadramiento de jefes y oficiales respecto a las clases de tropa había descendido por primera vez del 4%. Tal vez haya que buscar las causas de aquellas dificultades, al menos en parte, en la delicada situación en que había quedado la Guardia Civil tras su actuación frente a la revuelta de 1854 y el Bienio Progresista, lo que pudo generar incertidumbre acerca de la pervivencia del Cuerpo. Pero por lo que hemos visto, también influyó de forma importante la ralentización durante el Bienio en los procesos de promoción interna en el propio seno de la Guardia Civil. Fue entonces cuando tuvo lugar en la Guardia Civil la reforma del sistema de ascensos de abril de 1858, a la que ya nos hemos referido. Hasta entonces, el ascenso a los diferentes empleos en el Cuerpo se realizaba sólo por promoción 9 10 49 59 20 104 33 113 50 9 0 0 0 0 0 0 37 00 0 12 12 0 49 12 0 12 Coronel TCol. 1º cap. 2º cap. inf. 2º cap. cab. Tte. inf Tte. cab. Subtte. Alférez Vacantes puras y por aumento de plantilla de jefes y oficiales cubiertas en la Guardia Civil entre 1844 y 1856 Vacantes desde Gua. Civil Vacantes desde Ejército Aumento desde Ejército La definición de un modelo de liderazgo en la etapa fundacional de la Guardia Civil 490 interna, reservándose el acceso directo desde el Ejército sólo en el primer y el último empleo; esto es, el de subteniente y el de coronel. Con aquel aporte externo se pretendía asegurar la cobertura de los oficiales subalternos en las líneas y secciones, así como en la jefatura de los tercios. A partir de 1858 se ofertaban plazas para la Guardia Civil en todos los empleos de jefes y oficiales, en una proporción determinada, salvo para los primeros y segundos comandantes del Ejército, pues los empleos correspondientes en la Guardia Civil se siguieron cubriendo sólo con personal de los escalafones del Cuerpo. A raíz de la importante reorganización territorial de 1861, se incrementó considerablemente la plantilla de oficiales hasta elevarse la tasa de encuadramiento al 4,6%. Con aquella reforma se incrementaron en 3 los coroneles, para el mando de los tercios 2º, 12º y 13º; así como en 7 tenientes coroneles, de los cuales, 6 como segundos jefes y 1 como jefe del 10 Tercio, de nueva creación. También aumentó considerablemente el número de capitanes, para dotar de mandos a las 38 compañías de nueva creación, y consecuentemente, el proporcional incremento de tenientes, hasta 103 en dos años, además de 49 subtenientes. En junio de 1863, con la efímera constitución de cuatro brigadas para encuadrar a todas las unidades de la Guardia Civil, se destinaron otros tantos brigadieres hasta junio de 1865. Al desecharse aquel proyecto, dos de aquellos brigadieres permanecieron en la Guardia Civil, uno como Secretario y el otro como Subinspector. En 1867 se suprimieron por Real Orden de 9 de noviembre, las 12 plazas de comandante de caballería con que contaba la Guardia Civil, que ejercían el mando de estas unidades específicas en el Cuerpo, y que pasaron a ser mandadas por los comandantes de las provincias 69 . Durante el Sexenio Democrático aumentó la tasa de encuadramiento de los oficiales en el total de la plantilla del Cuerpo, hasta alcanzar el 5% en 1872, como consecuencia de la reorganización de 1871, y que se mantendrá hasta el final del 69 Real Orden de 9 de noviembre de 1867. Recopilación, op. cit., tomo XXII, pp. 169-170. SEHGC. CAPÍTULO 7. CARRERA PROFESIONAL Y TRAYECTORIA DE LOS JEFES Y OFICIALES DE LA GUARDIA CIVIL 491 siglo. Aquella segunda importante reforma desde la fundación del Cuerpo trajo consigo una nueva necesidad de tenientes, al colocar ayudantes de este empleo como secretarios de los tercios, además de un cajero en cada comandancia y un habilitado por tercio. Las comandancias de primera categoría pasaron a ser mandadas por tenientes coroneles, con comandantes como segundos jefes; y las de segunda, por comandantes, con un capitán como segundo. En total, la reforma de 1871 supuso un incremento de 2 coroneles; 5 tenientes coroneles; 20 capitanes, para jefes de detall, y otros 13 para el mando de las nuevas compañías; 15 tenientes y 7 alféreces 70 para aquellas compañías y como ayudantes secretarios; y otros 5 tenientes y 3 alféreces para las unidades de caballería. Por último, a lo largo de 1874 se produjo un nuevo incremento en el número de los oficiales, de 23 capitanes y 16 tenientes. Respecto al personal de este empleo, hay que decir que suponía el 40% del total de los oficiales, lo que da idea de la importancia del despliegue territorial de las líneas en las comandancias, y del papel que estos oficiales jugaban en la dirección del servicio y en el liderazgo efectivo sobre los hombres que se encontraban a sus órdenes. Pasemos ahora a analizar el ritmo efectivo de ascensos que se produjo en aquellos años. En primer lugar, hay que resaltar que en la plantilla inicial tan sólo había 13 jefes de tercio, para los empleos, principalmente, de coronel, y en menor medida, de teniente coronel y brigadier. Los jefes de provincia iniciales, con el empleo de primer capitán en la Guardia Civil, fueron 36, y los segundos capitanes, 53. Con independencia de los progresivos incrementos que tuvieron lugar posteriormente, a los que ya hemos hecho referencia, lo cierto es que la estructura de cuadros de mando de la Guardia Civil estaba muy condicionada por el propio despliegue territorial, y no admitía, como es lógico, personal excedente en sus filas. La consecuencia fue que en la Guardia Civil había posibilidades de hacer brillantes carreras, pero no para todos, porque la propia pirámide de empleos, muy orientada a la misión del Cuerpo, lo impedía. 70 En 1867 desapareció el empleo de subteniente para los oficiales subalternos, adoptándose el de alférez, tanto para Infantería como Caballería. La definición de un modelo de liderazgo en la etapa fundacional de la Guardia Civil 492 Imagen 7.4. Evolución de la plantilla de jefes y oficiales de la Guardia Civil entre 1845 y 1874. Fuente: Elaboración propia, a partir de: RIVAS GÓMEZ, F. y cinco más (1986). La Guardia Civil del siglo XIX. REHGC. Si analizamos el conjunto de los que ingresaron en el empleo de primer capitán en la Guardia Civil, vemos que, de entre los que continuaron su carrera profesional en el Cuerpo hasta llegar a jefe de tercio, podemos distinguir tres grupos de 8, 7 y 5 oficiales, respectivamente, que se corresponden con sus años de ingreso en el Cuerpo: 1844, 1848 y 1858. Con toda seguridad, eran los mejor situados en el escalafón, en términos de oportunidad, para ocupar los puestos de jefe de tercio en aquellos momentos en que se produjo mayor número de vacantes. Las demás plazas, como sabemos, se cubrieron con coroneles procedentes del Ejército. 0 100 200 300 400 500 600 700 800 1 8 4 5 1 8 4 6 1 8 4 7 1 8 4 8 1 8 4 9 1 8 5 0 1 8 5 1 1 8 5 2 1 8 5 3 1 8 5 4 1 8 5 5 1 8 5 6 1 8 5 7 1 8 5 8 1 8 5 9 1 8 6 0 1 8 6 1 1 8 6 2 1 8 6 3 1 8 6 4 1 8 6 5 1 8 6 6 1 8 6 7 1 8 6 8 1 8 6 9 1 8 7 0 1 8 7 1 1 8 7 2 1 8 7 3 1 8 7 4 Evolución de la plantilla de jefes y oficiales de la Guardia Civil entre 1844 y 1874 Coronel Tte. Coronel Cte. o 1º capitán Capitán Teniente Subtte. y alférez TOTAL CAPÍTULO 7. CARRERA PROFESIONAL Y TRAYECTORIA DE LOS JEFES Y OFICIALES DE LA GUARDIA CIVIL 493 Por lo tanto, todos los demás primeros capitanes permanecieron unos años en el Cuerpo hasta que volvieron a sus armas de origen, bien porque esta era su intención desde el primer momento, bien por no alcanzar sus expectativas de promocionar profesionalmente en la Guardia Civil. La media de permanencia en el Cuerpo de los primeros capitanes que ingresaron en 1844 y volvieron al Ejército en el mismo empleo fue de 8 años; mientras que para los ingresados en años posteriores, fue de unos 10 años. No olvidemos, además, que todos ellos tenían concedidos los grados de teniente coronel o de coronel en el Ejército, en el momento de dejar la Guardia Civil. En el caso de los ingresados como segundos capitanes en 1844 y 1848, llegaron a jefes de tercio, como sabemos, 16. Otros 19 ascendieron a primeros capitanes, empleo en el que dejaron la Guardia Civil tras haber permanecido una media de 12 años en los escalafones del Cuerpo. También hay otros 28 capitanes que abandonaron el Cuerpo en este empleo, tras haber permanecido unos 8 o 9 años. En los empleos de teniente, subteniente y alférez, se producen perfiles mucho más diversos, pues su procedencia está más repartida entre los procedentes de promoción interna y del Ejército, por lo que la permanencia en el Cuerpo es muy variada. Mientras unos pocos llegaron a ser jefes de tercio, permaneciendo en la Guardia Civil toda su carrera, la mayor parte pertenecieron al Cuerpo hasta los empleos de capitán y de comandante. Un número importante, en cambio, dejaron la Guardia Civil en el empleo de teniente, tras haber ascendido desde el anterior, o en el mismo empleo de subteniente, tras haber permanecido tiempos de entre 1 y 5 años. Esta circunstancia se produce más en la última etapa del estudio, y pudiera deberse a la necesidad de cubrir un importante número de vacantes, dando opción a oficiales del Ejército en momentos de mayor dificultad para la provisión de vacantes de forma puntual. En todo caso, hemos detectado casos como los 8 alféreces que ingresaron en 1869, y que al año siguiente se pasaron a Carabineros. También es muy posible que algunos de los oficiales más jóvenes se solicitaran pasar a las escalas de candidatos para ser comisionados a Ultramar, tanto para participar en la guerra cubana como para ir a Filipinas. La definición de un modelo de liderazgo en la etapa fundacional de la Guardia Civil 494 De todos modos, el análisis del comportamiento de los oficiales en estos empleos inferiores nos permite trazar la trayectoria tipo y el ritmo normal de ascensos en la Guardia Civil en nuestro periodo de estudio. A este respecto, lo primero que llama la atención es la estabilidad a lo largo de los años del periodo, en cuanto al tiempo medio en los empleos, tal vez modulado por los ascensos por elección. De este modo, los subtenientes que ingresaban en la Guardia Civil tardaban entre 5 y 7 años de media en ascender a teniente, y los que accedían en este empleo, esperaban entre 3 y 7 años para ascender a capitán, a lo que había que sumar el tiempo permanecido en el Ejército en el empleo anterior. En los primeros años no era infrecuente, al llegar al empleo de capitán, causar baja en los escalafones del Cuerpo y volver a ingresar al año siguiente con el nuevo empleo. Aunque no estaba reglamentada esta práctica, probablemente se hizo para optimizar al personal de los primeros contingentes que ascendían al empleo superior y porque no existía la posibilidad del reemplazo, a diferencia de las Armas de Infantería y Caballería. También es probable que hubiera un impedimento importante para contar con personal suficiente por promoción interna, que en esa época tan sólo ostentarían los empleos de subteniente o alférez. Una vez obtenido el empleo de segundo capitán en la Guardia Civil, el ritmo de ascensos a primer capitán –y, más tarde, a comandante- era estable, oscilando el tiempo necesario entre 4 y 6 años. Entre los que abandonaban el Cuerpo en este empleo, lo hacían tras haber permanecido tiempos muy variables, por lo que probablemente condicionaban más las perspectivas en el Ejército u otros intereses, a la hora de retornar. Los que permanecieron en la Guardia Civil por disponer de vacante, seguían un ritmo de entre 3 y 4 años para el ascenso a teniente coronel y a coronel. CAPÍTULO 7. CARRERA PROFESIONAL Y TRAYECTORIA DE LOS JEFES Y OFICIALES DE LA GUARDIA CIVIL Imagen 7.5. Tiempos medios para el ascenso de los jefes y oficiales en la etapa fundacional de la Guardia Civil. Fuente: Elaboración propia a partir de Guardia Civil 1845-1875. SEHGC. Los oficiales que procedían de la Guardia Civil tenían, lógicamente, una trayectoria diferente. No les era aplicable la posibilidad de cambio de Instituto, y además, llegaban con una edad a los diferentes empleos de oficial sensiblemente procedentes del Ejército. Civil hasta su baja definitiva en el servicio. No obstante, aquéllos que ascendieron a oficial en edades que aún les permitían una proyección profe ritmo similar al expuesto para los procedentes del Ejército tres de los primeros y segundos procedentes de la clase de sargento, como Manue Hilario Chapado, llegaron a ascender a coronel y ejercer el mando de un tercio, algo impensable en las armas del Ejército CARRERA PROFESIONAL Y TRAYECTORIA DE LOS JEFES Y OFICIALES DE LA GUARDIA CIVIL Imagen 7.5. Tiempos medios para el ascenso de los jefes y oficiales en la etapa fundacional de la Guardia Civil. Fuente: Elaboración propia a partir de los Escalafones de jefes y oficiales de la . SEHGC. Los oficiales que procedían de promoción interna desde las clases de tropa de la Guardia Civil tenían, lógicamente, una trayectoria diferente. No les era aplicable la posibilidad de cambio de Instituto, y además, llegaban con una edad a los diferentes empleos de oficial sensiblemente superior que sus compañeros procedentes del Ejército. Por tanto, estos oficiales permanecían en la Guardia Civil hasta su baja definitiva en el servicio. No obstante, aquéllos que ascendieron a oficial en edades que aún les permitían una proyección profesional en el Cuerpo, continuaron ascendiendo a un ritmo similar al expuesto para los procedentes del Ejército. De hecho, y segundos capitanes ingresados en el primer contingente, procedentes de la clase de sargento, como Manuel Gómez Rubín, José Arellano , llegaron a ascender a coronel y ejercer el mando de un tercio, algo impensable en las armas del Ejército para los oficiales de esta procedencia CARRERA PROFESIONAL Y TRAYECTORIA DE LOS JEFES Y 495 Imagen 7.5. Tiempos medios para el ascenso de los jefes y oficiales en la etapa fundacional de la scalafones de jefes y oficiales de la de promoción interna desde las clases de tropa de la Guardia Civil tenían, lógicamente, una trayectoria diferente. No les era aplicable la posibilidad de cambio de Instituto, y además, llegaban con una edad a superior que sus compañeros Por tanto, estos oficiales permanecían en la Guardia No obstante, aquéllos que ascendieron a oficial en edades que aún les sional en el Cuerpo, continuaron ascendiendo a un . De hecho, al menos capitanes ingresados en el primer contingente, José Arellano o , llegaron a ascender a coronel y ejercer el mando de un tercio, para los oficiales de esta procedencia. La definición de un modelo de liderazgo en la etapa fundacional de la Guardia Civil 496 También llegó a jefe de tercio Antonio Palma y Carrasco, que había ascendido a teniente en 1842, procedente de sargento primero de Caballería, y que se retiró de teniente coronel de la Guardia Civil en 1871. 7.4.3 Aspectos diferenciales con el Ejército y el Cuerpo de Carabineros: ascensos, destinos y política premial Sobre la aplicación de la antigüedad y el turno de elección en el régimen de ascensos, así como el requisito de superación de pruebas previas para la promoción al empleo superior, ya nos hemos extendido suficientemente en este Capítulo. También hemos analizado las diferencias existentes en su aplicación en el Ejército y en la Guardia Civil. Otro valor importante del régimen de ascensos en la Guardia Civil era el riguroso criterio de no conceder ascensos sin que existiera vacante en los escalafones del Cuerpo, con las únicas excepciones reglamentarias para la concesión de empleos por hechos de armas. Como consecuencia, no se consideraba la situación de reemplazo en los escalafones de la Guardia Civil, a diferencia de los de las Armas de Infantería y Caballería, que contaban con numeroso personal en esta situación. También el Escalafón de jefes y oficiales del Cuerpo de Carabineros contenía relaciones con el personal que se encontraba de reemplazo, sin abandonar aquel Instituto. Ya adelantábamos que la plantilla de la Guardia Civil estaba claramente orientada al cumplimiento de su misión específica, y ello hacía que a partir de los últimos empleos en la escala jerárquica no fuera posible para todos continuar ocupando los escalafones. La plantilla de la Guardia Civil, al igual que sucedía con la del Cuerpo de Carabineros –y a mucha menor escala, el Real Cuerpo de Alabarderos- estaba concebida para dar cabida al personal procedente de sus mismas filas por promoción interna, y complementar la estructura de mando con el aporte de jefes y oficiales del Ejército, conforme a unas proporciones y unas reglas preestablecidas. CAPÍTULO 7. CARRERA PROFESIONAL Y TRAYECTORIA DE LOS JEFES Y OFICIALES DE LA GUARDIA CIVIL 497 Esta peculiaridad de la Guardia Civil no le restaba calidad profesional entre los mandos que se incorporaban a sus filas durante una serie de años. Antes al contrario, contribuía a dar flexibilidad al movimiento de los escalafones y aportaba frescura a la escala jerárquica, con un adecuado caudal de renovado entusiasmo. Además, la larga permanencia de muchos de los mandos, como hemos visto, y el aporte de los oficiales de promoción interna, aseguraban que se mantuviera intacto el espíritu de cuerpo y su especial idiosincrasia. Expuesto lo anterior, se entiende que resulte muy compleja cualquier aproximación comparativa de los escalafones de la Guardia Civil con los de las Armas de Infantería y Caballería, muy diferentes en su dinámica y funcionamiento, de los que proceden sus cuadros de mando de mayor nivel. Incluso el Escalafón de Carabineros parece guardar más parecido, en cuanto reflejo del régimen de ascensos, con los del Ejército que con el de la Guardia Civil. Por lo tanto, hemos hecho un análisis de aquellos escalafones, pero huyendo de comparativas que puedan inducir a error y de buscar conclusiones no suficientemente contrastadas. Para ello, hemos buscado perfiles concretos que nos aporten información fiable sobre cómo se comportaba el régimen de ascensos en cada Instituto, a la luz de sus escalafones. Partiendo del Escalafón del Arma de Infantería, son patentes numerosos ascensos masivos en determinadas fechas, que dan idea de que no se tenían en cuenta –al menos, de forma rigurosa- las vacantes en el Arma para su concesión. Además, era muy numeroso el personal que se encontraba de reemplazo, y continuamente había movimientos de altas y bajas en relación con la incorporación o retorno desde la Guardia Civil, Carabineros, las escalas de candidatos para los Ejércitos de Ultramar y otras vicisitudes. Las diferencias mayores respecto a los escalafones de la Guardia Civil parecen estar en los empleos inferiores, mientras que para los coroneles que cuentan con destino, no se observan importantes diferencias respecto a los coroneles de la Guardia Civil. Por citar un caso relevante, los centenares de tenientes que contaban con antigüedad de 21 de agosto de 1843, aun con efectividades posteriores, La definición de un modelo de liderazgo en la etapa fundacional de la Guardia Civil 498 continuaban así reflejados en el Escalafón de Infantería de 1855, mientras que en el de la Guardia Civil correspondiente al mismo, prácticamente a todos les constaba esa misma antigüedad, pero como capitanes efectivos. Analizando el Escalafón del Arma de Caballería, hemos considerado la situación de Antonio Ahumada y Tortosa, que permaneció durante casi 25 años en comisión de servicio en la Secretaría de la Inspección y, luego, Dirección General de la Guardia Civil. Se incorporó como alférez en 1844 y, tras una breve ausencia en 1855, causó baja en el Cuerpo con el empleo de comandante en 1869, tras permanecer ostentándolo durante 12 años. Respecto a sus compañeros de armas en Caballería con la misma antigüedad, se encontraban en una situación similar. Sin duda alguna, si este oficial hubiera estado integrado en el escalafón del Cuerpo, es muy probable que hubiera ascendido por el sistema de elección, una vez cumplidos los requisitos para ello, y hubiera alcanzado un empleo superior al de comandante, en el que se retiró, pese a gozar del grado de coronel. Por lo que hemos podido constatar, el ritmo de ascensos en el Cuerpo de Carabineros era significativamente más lento que en la Guardia Civil, probablemente equiparable a las armas de procedencia de aquellos oficiales. Muchos tenientes con antigüedad de 1851 y 1853, consta que ascendieron a capitán con antigüedad de junio de 1864, en una fecha en que se llevaron a cabo ascensos masivos, por lo que permanecieron, al menos, 11 años en el empleo de teniente. Del mismo modo, se observan capitanes con antigüedad de 1850 que ascendieron a comandante en aquella misma fecha de 1864, por lo que permanecieron 14 años en el empleo de capitán. Vamos ahora a hacer una reflexión sobre el efecto de los destinos en la Guardia Civil, y sus peculiaridades respecto al Ejército. Uno de los mayores valores en que cifraba Ahumada la permanencia en la Guardia Civil para el personal de todos los empleos era el de la posibilidad de permanecer en los destinos por largo tiempo y en las áreas geográficas de naturaleza de cada uno, como recordaba en una circular de los primeros tiempos 71 . Esta ventaja era 71 Recopilación, op. cit., tomo I, pp. 393-394. SEHGC. CAPÍTULO 7. CARRERA PROFESIONAL Y TRAYECTORIA DE LOS JEFES Y OFICIALES DE LA GUARDIA CIVIL 499 aplicable también a los oficiales y fue, como sabemos, uno de los reclamos utilizados por el fundador para la recluta de los primeros mandos. Pero desde el punto de vista profesional, para los jefes, y sobre todo, los oficiales de la Guardia Civil, el mayor atractivo de los destinos estribaba en poder ejercer el mando sobre unidades que estaban permanentemente en acción, con una gran capacidad de iniciativa y decisión, y contando para ello con hombres comprometidos con su labor. Desde el jefe de línea recién ascendido hasta el jefe de tercio más veterano, todos los oficiales de la Guardia Civil estaban llamados a mandar y a tomar decisiones continuamente, como analizaremos con más detalle en el Capítulo 8. Las unidades del Cuerpo, en fin, eran auténticas escuelas de mando y liderazgo, y esta peculiaridad tenía un enorme atractivo para muchos de los oficiales que se decantaban, en algún momento de su vida profesional, por pasar a formar parte de la Guardia Civil. En cuanto a la política premial en la Guardia Civil; esto es, los criterios generales aplicados para la concesión de recompensas, siguió una línea paralela a la de los ascensos, en el sentido de que se procuró evitar excesos y, sobre todo, diferencias injustificadas que dieran lugar a malestar en los posibles afectados. En cuanto a las recompensas que premiaban la conducta intachable y la constancia en el servicio, como eran las de la Orden de San Hermenegildo, se concedían a los jefes y oficiales en las categorías de cruz, placa y gran cruz, de acuerdo con su normativa específica, por lo que no se diferenciaba su concesión en el Ejército, el Cuerpo de Carabineros y la Guardia Civil. En este sentido, los oficiales que ingresaron en la Guardia Civil en el primer contingente en 1844 totalizaban 22 cruces de San Hermenegildo, y en el momento de dejar de prestar servicio en la Guardia Civil, las que ostentaban ascendían a 134 cruces y 21 placas. Respecto a las condecoraciones de la Orden de San Fernando, se prodigaron mucho durante la primera guerra Carlista y en los años siguientes, hasta la reforma que llevó a cabo O´Donnell para restablecer su prestigio y el rigor en su concesión, a través del Real Decreto de 14 de julio de 1856. No obstante, durante La definición de un modelo de liderazgo en la etapa fundacional de la Guardia Civil 500 la guerra de África, entre 1859 y 1860, también se concedió un número muy elevado de estas recompensas, en sus diferentes categorías. Si tomamos como referencia los mismos oficiales y en los mismos periodos que para la recompensa anterior, resulta que de 80 cruces de primera clase en 1844 se pasó a 164. Se concedieron al mismo personal, además, otras 24 cruces del Mérito Militar. Vemos, por tanto, que las recompensas militares al valor se concedieron en forma notable. Respecto a las condecoraciones civiles, y más concretamente, de las Reales Órdenes de Carlos III y de Isabel la Católica, se concedían mayoritariamente en empleos superiores por acciones o trayectorias muy meritorias, y eran mucho menos frecuentes que las militares. No obstante, en la Guardia Civil fue habitual que se concedieran también en empleos inferiores. De 1 cruz de la Orden Americana de Isabel la Católica en 1844 se pasó, para el mismo personal, a 27 cruces y 9 encomiendas de esta Orden, y a 6 cruces y 5 encomiendas de la Orden de Carlos III. Otro aspecto que incluimos en la política premial es el de la concesión de empleos y grados; que en ocasiones, además, eran permutables tras la concesión de determinadas condecoraciones. Ya hemos analizado las disfunciones que creaba la concesión de grados por encima de los empleos que se ostentaban, así como la confusión y el malestar que generaba con frecuencia entre el personal militar. Aquellas medidas estaban mucho más limitadas en la Guardia Civil, y ello se puso claramente de manifiesto con ocasión de la guerra de África. Muchos de los oficiales del Cuerpo recibieron en aquel conflicto no sólo grados, sino también empleos, en sus armas de origen, que no eran reconocidos en la Guardia Civil. La razón era evitar la alteración del sistema establecido y respetar el criterio general de no conceder ascensos, si no era con ocasión de vacante. El resultado fue que algunos de aquellos oficiales, al terminar la guerra – o el hecho de armas por el que se le concediera-, volvieron al Ejército para poder hacer uso de su nuevo empleo, privando a la Guardia Civil de grandes profesionales. El efecto positivo, en cambio, fue que siguió manteniéndose el criterio seguido en el ascenso por elección de no causar perjuicios a terceros que CAPÍTULO 7. CARRERA PROFESIONAL Y TRAYECTORIA DE LOS JEFES Y OFICIALES DE LA GUARDIA CIVIL 501 se vieran adelantados en el escalafón sin justificación ni motivación suficiente para ello. 7.4.4 Las contribuciones culturales como elemento destacable Para finalizar nuestro estudio específico sobre la trayectoria profesional de los jefes y oficiales de la Guardia Civil en la etapa fundacional, vamos a considerar un elemento nada desdeñable, como es el de las contribuciones culturales de estos hombres al acervo institucional e histórico del Cuerpo, y que abarca otros aspectos colaterales, como ahora veremos. Este análisis resulta especialmente relevante, no ya sólo porque da noticia de las inquietudes culturales y literarias de aquellos oficiales, sino porque transmite, en cierto modo, la necesidad que sentían de dar a conocer aquella Institución que se había convertido en el centro de sus vidas, los logros conseguidos desde el momento fundacional y los valores transmitidos. En suma, pretendían transmitir –y de aquí la importancia para nuestro estudio- la asunción de un auténtico espíritu de cuerpo a partir de un marcado sentido de pertenencia. Sobre este interesante aspecto volveremos en el Capítulo 8, para ponerlo en relación con el modelo de liderazgo institucional que, de acuerdo con nuestra hipótesis, se fue forjando a lo largo de aquellos años. La primera publicación que salió a la luz sobre la Guardia Civil de la que tenemos constancia, en 1851, fue un periódico titulado El Guía del Guardia Civil, a imagen de El Guía del Carabinero, que ya se publicaba con anterioridad, y con contenidos de carácter formativo y divulgativos similares. Pero probablemente, al mismo tiempo se publicó también El Mentor del Guardia Civil, en principio como obra única, que pretendía ser una guía de conducta a la luz de los Reglamentos institucionales y, sobre todo, de la Cartilla del Guardia Civil. La publicación de El Mentor da idea de la importancia que se dio a la difusión de la deontología profesional en el Cuerpo desde sus comienzos. Pero además, resulta especialmente llamativo que su autor fuera un sargento, La definición de un modelo de liderazgo en la etapa fundacional de la Guardia Civil 502 Tomás María Pérez Rodríguez, quien recibió todo el apoyo del general Girón, Inspector General del Cuerpo, para que aquella obra viera la luz 72 . Este sargento, impulsado por la buena acogida que había tenido su primera publicación, se decidió a escribir una segunda obra de contenido deontológico y moral, que pretendía ser complementaria de la anterior. Aquel nuevo texto venía a actualizar los comentarios sobre los preceptos de la Cartilla, de acuerdo con la nueva versión aprobada por Real Orden de 29 de julio de 1852. De este modo, en 1853 se publicaba el libro Premio y Castigo o Los dos Guardias Civiles, que con un tono de cierta ingenuidad, propio de la época, ejemplificaba de forma novelada, a través de las conversaciones entre un guardia civil veterano y otro de nuevo ingreso, las enseñanzas morales que pretendía extraer. Además, el sargento Pérez Rodríguez, destinado en el 8º Tercio cuando escribió su obra, pasó a ser en 1853 uno de los primeros educadores de la recién creada Compañía-Colegio de Guardias Jóvenes, por lo que aquel libro pasó a ser utilizado, sin duda, como manual de conducta para aquellos adolescentes. Pero Quevedo y Sidro (1858) nos dan noticia de otras publicaciones más tempranas, orientadas al servicio en la Guardia Civil, que «cuenta en sus filas un personal tan selecto que difícilmente podrán, no aventajarle, sino igualarle el de las Gendarmerías de las naciones más adelantadas». Según sus elogiosas palabras, «no contentos con cumplir con la mayor eficacia y celo cuanto el Reglamento les ordena, aprovechando los escasos momentos de ocio que la ruda tarea del servicio les dejara libres, han escrito memorias y hecho trabajos muy apreciables en utilidad del Cuerpo a que pertenecen» 73 . De acuerdo con estos autores 74 , el teniente del 1º Tercio Juan Moreno y Tamayo escribió en 1845 una memoria muy notable sobre organización y servicio del Cuerpo, y en 1847, otra pequeña obra sobre organización de la Guardia Civil; el coronel Félix Fernández Soto, que aparecerá en varios episodios en el Capítulo 9, hizo en 1846 un completo itinerario de la provincia de Guadalajara; y el 72 PÉREZ Y RODRÍGUEZ, T. M. (1853). Premio y Castigo o Los dos Guardias Civiles. Cita en prólogo del autor. 73 QUEVEDO, A. y SIDRO, J., op. cit., p. 829. 74 Ibídem, pp. 829-830. CAPÍTULO 7. CARRERA PROFESIONAL Y TRAYECTORIA DE LOS JEFES Y OFICIALES DE LA GUARDIA CIVIL 503 teniente Mariano Supervía redactó una extensa memoria sobre el servicio de la Guardia Civil en el Tercio de Aragón. También destacamos al conocido coronel León Palacios, que escribió una memoria sobre el servicio de la Guardia Civil en las poblaciones y sobre la incorporación al Cuerpo de las fuerzas que prestaban servicios de seguridad pública en algunas provincias; el comandante Mateo Vérgez, que presentó un amplio informe sobre el servicio de la Guardia Civil, posteriormente publicado; o el capitán Cayetano González Chamorro, que hizo un informe para el Inspector General sobre la aplicación de los turnos de elección para el ascenso, que sirvió de base para la emisión de una circular sobre la misma materia. Por último, se relacionaba un largo etcétera de oficiales que confeccionaron documentos y planos cartográficos con la descripción de las demarcaciones de sus provincias, la división de los partidos judiciales, distancias entre poblaciones y la ubicación de los puestos de la Guardia Civil. En 1858, cuando el duque de Ahumada finalizaba su segundo mandato, se editaron simultáneamente tres importantes obras sobre la historia de la Guardia Civil, como si pretendieran hacer balance de un ciclo que tocaba a su fin. Con distintas estructuras y diferente grado de detalle, aquellos libros recogían la todavía corta historia de la Institución, los principales servicios realizados por los tercios, una descripción y evolución de las fuerzas de seguridad que la habían precedido, y amplias referencias, tanto a la Santa Hermandad como a la Gendarmería francesa, intentando analizar paralelismos, con más romanticismo que rigurosidad. Estas obras fueron La Guardia Civil: historia de esta institución… de los capitanes Antonio Quevedo y Donis y José Sidro y Surga, que según aseguran, fue en su época la única historia escrita sobre una institución de seguridad pública en Europa; Historia, servicios notables, socorros, comentarios de la Cartilla y reflexiones sobre el Cuerpo de la Guardia Civil, de José Díaz Valderrama; y por último, Las instituciones de seguridad pública en España y sus dominios de Ultramar, del brigadier Crispín Jiménez de Sandoval, Secretario de la Inspección General entre 1856 y 1857, y autor de otras obras literarias de contenido militar, como ya expusimos en el Capítulo 5. La definición de un modelo de liderazgo en la etapa fundacional de la Guardia Civil 504 Según parece, la aparición de aquellas tres obras históricas sobre la Guardia Civil en el mismo año no fue del todo pacífica, y dio lugar a importantes fricciones y algunas acusaciones. De ello se lamentan de forma expresa Quevedo y Sidro en el epílogo de su libro, quienes estuvieron a punto de desistir de la continuación de una obra que tuvieron que sufragar por sí mismos y recuperar lo invertido con la venta de algunos ejemplares 75 . Otra obra interesante sobre el devenir institucional de los primeros tiempos fue el Compendio de actuaciones peculiares a la Guardia Civil, que se debió a Antonio Ahumada y Tortosa, comisionado durante largos años, entre los empleos de alférez y comandante, en la Secretaría de la Inspección General del Cuerpo. Aquel libro, «arreglado al espíritu de las ordenanzas generales del ejército, disposiciones aclaratorias y tratados de justicia militar más modernos, con advertencias y anotaciones sacadas del texto de las leyes», tal y como rezaba el subtítulo, fue publicado en 1863 y, por su interés y utilidad para el servicio, declarado como texto oficial para las academias 76 de los tercios. En la misma línea, se publicó en 1868 el Manual del Guardia Civil y Rural, importante compendio normativo escrito por el capitán de Caballería Luís García Martín, que estuvo comisionado como auxiliar en la Dirección General de la Guardia Civil. Llama la atención que buena parte de las obras publicadas en este tiempo sobre la Guardia Civil hayan sido escritas, más que por miembros del Cuerpo, por oficiales del Ejército que se hallaban comisionados en la Inspección o Dirección General. Ello es comprensible porque, probablemente, disponían de más recursos, acceso a la información necesaria y tiempo para afrontar aquellos proyectos. Pero también da idea de que aquellos hombres, pese a no integrarse plenamente en el Cuerpo, lo sintieron como algo propio. 75 Ibídem, p. 840. 76 El término «academias» en la Guardia Civil se refería a las sesiones formativas que, bajo la dirección de un mando, se impartían a los subordinados como método habitual de formación continua en las unidades. CAPÍTULO 7. CARRERA PROFESIONAL Y TRAYECTORIA DE LOS JEFES Y OFICIALES DE LA GUARDIA CIVIL 505 Además, a estas obras hay que añadir las múltiples colaboraciones de miembros del Cuerpo en las publicaciones periódicas de la Guardia Civil –El Guía y El Mentor, fundamentalmente- y otras de carácter militar. Con posterioridad a nuestro periodo de estudio, continuará la tónica de escribir manuales de contenido profesional y la propia historia de la Institución, con mayor o menor originalidad y detalle, aunque apoyándose con frecuencia en las obras precedentes. Es el caso del teniente de la Guardia Civil Manuel Álvarez Alarcón, que escribió el compendio normativo y profesional titulado El Secretario (1883), y Eugenio de la Iglesia y Carnicero, que tras permanecer en el Cuerpo durante una década, publicó Reseña histórica de la Guardia Civil desde la creación del Cuerpo hasta la Revolución de 1868 (1898). Ya en los comienzos del siglo XX, Miguel Gistau Ferrando, oficial del Cuerpo, escribió La Guardia Civil: Historia de esta Institución… (1907), fue periodista colaborador militar en el Diario Universal, y fundador de la revista ilustrada El Mundo Militar y, en 1910, de la Revista Técnica de la Guardia Civil. La definición de un modelo de liderazgo en la etapa fundacional de la Guardia Civil 506 CAPÍTULO 8. EL EJERCICIO DEL MANDO EN LA ETAPA FUNDACIONAL 507 CAPÍTULO 8 EL EJERCICIO DEL MANDO EN LA ETAPA FUNDACIONAL 8.1 LAS FUNCIONES DE MANDO 8.1.1 Funciones de mando en las clases de tropa: el comandante de puesto Todos los guardias civiles, en su condición de militares, tenían una serie de obligaciones generales recogidas en las Ordenanzas, además de las prevenciones y funciones específicas incluidas en los Reglamentos y en la Cartilla. Por su parte, los cuadros de mando tenían también las obligaciones propias de sus correspondientes empleos en el Ejército, además de las recogidas en la normativa interna, para el desempeño del servicio en el Cuerpo. Estas funciones específicas de los cuadros de mando se incluían, fundamentalmente, en el capítulo V del Reglamento Militar. Para los cabos, primer escalón de mando, se prescribía que debían saber cumplir y hacer observar a sus subordinados las obligaciones generales recogidas en las Reales Ordenanzas, así como las órdenes que reciban de sus jefes, cuidando muy especialmente de su aseo, buen porte y conducta 1 . Para los sargentos, a su vez, se prescribía la obligación de observar las Ordenanzas en la forma establecida para el personal del mismo empleo en el Ejército. Además, son los principales responsables del estado de policía y la disciplina de sus subordinados, así como de la dirección inmediata del servicio y de la exacta ejecución de todas las órdenes 2 . 1 Artículo 3 del capítulo V del Reglamento Militar de la Guardia Civil, aprobado por Real Decreto de 15 de octubre de 1844. Gaceta de Madrid, núm. 3685, 16 de octubre de 1844. Colección histórica, BOE. 2 Ibídem, artículos 4 y 5. La definición de un modelo de liderazgo en la etapa fundacional de la Guardia Civil 508 Por las funciones asignadas a los sargentos, en contraposición a los cabos, parece claro que la idea originaria respecto al mando de los puestos de la Guardia Civil era que debía recaer en aquéllos. Para los cabos se preveía, únicamente, el mando de las brigadas, estructura militar contemplada en los comienzos, pero que apenas tuvo aplicación práctica en la Guardia Civil, por lo que esta función quedó sin contenido. La realidad, en cambio, determinó que muchos puestos pequeños, con apenas cuatro efectivos, tuvieran que ser mandados por cabos primeros y segundos, con toda la responsabilidad inherente al cargo. Eran los puestos de mayor entidad los que serían mandados por sargentos. Por lo tanto, aquella función orientada a la dirección inmediata del servicio había que centrarla en la figura del comandante de puesto, ya fuera sargento o cabo. Además, como ya expusimos en el Capítulo 7, los empleos de sargento y cabo constituían la cuidada cantera de la que se extraerían más tarde, por promoción interna, una parte importante de los oficiales de la Guardia Civil. Precisamente, los que aportarían la experiencia desde la base del funcionamiento de los puestos y de la cobertura del servicio en las demarcaciones territoriales. Lo cierto es que el cargo de comandante de puesto constituyó desde la creación del Cuerpo un elemento fundamental sobre el que pivotaba la ejecución de los servicios de las unidades en cada provincia. Para el correcto desempeño de sus cometidos, Ahumada dedicó toda una segunda parte de la Cartilla 3 , tal era la importancia que revestía este cargo trascendental para la Institución. En la Cartilla se hacía responsables a estos mandos de la instrucción teórica y práctica de sus subordinados, tanto en el aspecto humano como profesional, por lo que tenían que comprobar permanentemente su grado de instrucción. También debían prohibir que sus subordinados llevaran a cabo actos que no estuvieran en consonancia con la gravedad y mesura del Cuerpo, los juegos de azar y las conversaciones indecorosas entre ellos, así como tener al día los formularios, relaciones y documentos que les corresponden, y que han de fijarse en la tablilla 3 En la versión inicial, aprobada por Real Orden de 20 de diciembre de 1845. En el texto de la Cartilla actualizado en 1852, las funciones del comandante de puesto se recogían en el capítulo XI, distribuido en 47 artículos. CAPÍTULO 8. EL EJERCICIO DEL MANDO EN LA ETAPA FUNDACIONAL 509 del puesto. Por las noches, los comandantes de puesto han de nombrar el servicio que corresponde para el día siguiente a cada uno de los componentes de su unidad, por riguroso orden de antigüedad, y estando la fuerza presente. Previamente, habían de visitar al alcalde de la localidad para informarse de las novedades que hubiere, y conocer las órdenes que pudieran recibirse a través del Boletín Oficial de la Provincia. De estas autoridades recabarían también la información que tuvieran sobre aquellos habitantes que fueran considerados como delincuentes habituales, o que por su modo de vida o ambientes que frecuentaran, debieran ser objeto de especial atención. También debían solicitar de los alcaldes, los listados que existieran de prófugos y desertores del municipio; y de los Jueces de Primera Instancia de su partido, la relación y filiación de los criminales prófugos que le afectaran. En base a ello, proporcionaban a sus subordinados copia de las requisitorias que recibieran sobre las personas que debían ser detenidas, a fin de que pudieran ejecutar la orden durante el servicio, cuando fueren halladas. Los comandantes de puesto tenían que acudir a las ferias, mercados, fiestas o romerías que tuvieran lugar en los pueblos de su demarcación, acompañados de la fuerza necesaria de su unidad, para garantizar el orden y la seguridad de todos los concurrentes y hacer cumplir las leyes. Respecto a la demarcación que tenían a su cargo, los comandantes de puesto debían procurar conocer a todos los vecinos de los pueblos que comprendía, en especial, a los propietarios, arrendatarios o encargados de cortijos, posadas y bodegones; así como a los guardias de bosques, campos y haciendas particulares. En cuanto al terreno, debían tener un estudio actualizado sobre todas las carreteras, trochas, barrancos y montes de su demarcación. El perfecto conocimiento que debían tener del territorio a su cargo, habían de exigirlo, a su vez, de sus subordinados. Al igual que la fuerza de su puesto, tenía la obligación de recorrer, al menos, cada dos meses, todos los pueblos, caseríos y casas aisladas de su demarcación, obteniendo en estas visitas la información operativa necesaria para prevenir delitos o, en su caso, capturar a sus autores. Asimismo, tenía que entrevistarse periódicamente con los comandantes de los puestos colindantes, a fin La definición de un modelo de liderazgo en la etapa fundacional de la Guardia Civil 510 de intercambiar información relevante para el servicio, especialmente, cuando era preciso recabar su apoyo en persecución de los autores de algún robo u otro delito. Como ya expusimos en el Capítulo 6, uno de los aspectos críticos sobre los que la información debía fluir con rapidez y precisión por la cadena de mando hasta el mismo Inspector General, así como hacia las autoridades políticas, era el relativo a la previsión de alteraciones del orden público, en cualquiera de sus formas. Ante estos supuestos, el propio comandante de puesto era responsable de hacer llegar la información necesaria a los escalones indicados, de manera que la información disponible fuese de primera mano y que pudieran adoptarse cuanto antes las medidas necesarias, que con frecuencia pasaban por la concentración de fuerza del Cuerpo procedente de otras unidades cercanas. 8.1.2 Funciones de los oficiales subalternos: jefe de línea y jefe de sección Centrándonos en los oficiales subalternos, los tenientes, subtenientes y alféreces debían cumplir con lo previsto para sus compañeros del Ejército; y en el ámbito interno del Cuerpo, su principal función se orientaba a la vigilancia del servicio prestado por sus subordinados «tanto de día como de noche», y a la observación permanente de su conducta y comportamiento, para lo que tenían detalladas instrucciones. A fin de llevar a cabo eficazmente esa labor impulsora, como garantía de la calidad del servicio prestado por los guardias civiles puestos bajo sus órdenes, estos oficiales deben vigilar la prestación del servicio de la fuerza a sus órdenes, así como visitar y recorrer con suma frecuencia los puestos de su línea o sección, corrigiendo o dando parte a sus superiores sobre las faltas que observen e informándose sobre la conducta y exactitud en el servicio de sus subordinados, para asegurarse de su mejor desempeño 4 . Junto con los comandantes de puesto, los jefes de línea y sección eran elementos clave en la estructura de mando de la Guardia Civil para asegurar la calidad y eficacia en el servicio, como principales impulsores del mismo, y 4 Artículos 6, 7 y 8 del capítulo V del Reglamento Militar de la Guardia Civil. CAPÍTULO 8. EL EJERCICIO DEL MANDO EN LA ETAPA FUNDACIONAL 511 garantes del espíritu y moral de sus hombres. Para estos oficiales, dada la importancia de sus cometidos, también se recogen minuciosas prevenciones en la Cartilla del Guardia Civil. Debían conservar actualizado un estado de todos los puestos de su línea o sección, con especificación de las demarcaciones respectivas, el nombre de sus comandantes y los efectos de utensilio existentes en cada cuartel. En cuanto a su demarcación, debían tener una relación con todos los caminos transversales que convergen en la línea de su cargo; esto es, en el camino real que recorre la demarcación. También estarán relacionados los pueblos, edificaciones y construcciones de todo tipo, pero no sólo en el territorio de su responsabilidad, sino también los pueblos y caseríos que se encontraran en una franja de dos leguas en torno a los límites de su demarcación. Aquellos oficiales debían recorrer los núcleos de población y todos los puntos clave de su demarcación, al menos, cada tres meses. Además, una vez transcurridos seis meses desde la ocupación de sus destinos, tenían que ser capaces de recorrer todos los caminos de su demarcación, de día y de noche, sin valerse de ninguna ayuda. La documentación operativa sobre su territorio se completaba con las relaciones de todos los carruajes públicos que recorrían la demarcación y sus horarios de paso, así como de los parajes más peligrosos donde aquellos carruajes corrían mayor riesgo de ser asaltados, para volcar sobre ellos el mayor esfuerzo en la seguridad de los caminos. Los oficiales jefes de línea y de sección tenían la obligación de presentarse en el lugar donde se hubiera cometido un robo, para dirigir e impulsar los dispositivos que se establecieran para la captura de sus autores. Esta exigencia trajo consigo, como ya expusimos anteriormente, que aquellos tenientes, subtenientes y alféreces se pusieran al frente de la fuerza de sus unidades en la persecución de malhechores, fueran artífices de la captura de buena parte de ellos, en circunstancias difíciles y arriesgadas, y se convirtieran en acicate, estímulo y ejemplo para unos hombres que no dudaban en seguirles hasta la muerte, si era preciso. Por la prudencia y equidad que requería el caso, también debían presentarse estos oficiales cuando alguno de sus subordinados sufría vejaciones por parte de La definición de un modelo de liderazgo en la etapa fundacional de la Guardia Civil 512 paisanos, o éstos ofrecían resistencia a sus requerimientos, a fin de instruir la correspondiente sumaria, y de acuerdo con la gravedad del suceso, detener a los autores y dar los partes correspondientes. Por último, los jefes de línea y sección tenían que estar atentos al trato que recibían los guardias de sus comandantes de puesto, para evitar excesos y abusos, salvaguardando la dignidad del guardia civil, como siempre preconizó el fundador del Cuerpo. Ya expusimos en el Capítulo 6 la diferencia que existía entre las secciones, como unidades organizativas y operativas, dependientes de las compañías; y las líneas, que eran agrupamientos meramente operativos, con una finalidad concreta. Aquella dualidad de la figura del jefe de sección, superpuesta a la del jefe de línea, se mantuvo hasta la importante reforma de 1861. Por lo tanto, los jefes de sección tenían, además, una serie de cometidos de carácter administrativo respecto al personal de los puestos que abarcaban. Eran éstos los de la distribución de haberes y todo lo relacionado con el vestuario, armamento y equipo del personal, estado del ganado y mantenimiento del utensilio, para lo que se entenderían con la Compañía de que dependen. Además, los subtenientes jefes de sección de la capital de la provincia tenían a su cargo la instrucción del personal de nuevo ingreso en el Cuerpo, integrándolos durante un tiempo en su sección para completar el aprendizaje, antes de destinarlos a los puestos. Estos oficiales, cuyo puesto de trabajo se instituyó en 1854 5 , también debían auxiliar al comandante de provincia en la administración y dirección que, desde aquella comandancia, se ejercía sobre las unidades dependientes, a fin de que fuera adquiriendo los conocimientos y experiencias necesarios en estas materias, de cara a sus futuros ascensos. Por último, en cuanto a la figura de los ayudantes, eran los auxiliares de los primeros jefes de los tercios, especialmente en cuanto a la labor administrativa. Por tanto, recaía en ellos el cargo de cajero o depositario. También podían 5 Circular de 18 de febrero de 1854. Recopilación, op. cit., tomo IX, p. 89. SEHGC. CAPÍTULO 8. EL EJERCICIO DEL MANDO EN LA ETAPA FUNDACIONAL 513 acompañar al jefe de tercio en sus salidas fuera de la capital en que radicaba su cabecera, por lo que eran plazas montadas. 8.1.3 Funciones de los primeros y segundos capitanes, y papel del comandante de provincia Los segundos capitanes –del empleo de capitán, en el Ejército- son mandos eminentemente operativos, para auxiliar al primer capitán de la compañía en el mando de la fuerza de la provincia, y teniendo a su cargo la primera sección. La vigilancia e impulso del servicio cobran en este mando, por tanto, una gran relevancia, pues se extienden a todo el territorio de una provincia. En cuanto a los primeros capitanes –segundos comandantes, en el Ejército-, son los jefes de las compañías, «y como tales tienen el mando y vigilancia sobre el servicio, la instrucción, administración, policía y disciplina». Al constituirse en los comandantes de provincia, dependientes del respectivo jefe de tercio, los primeros capitanes asumen la alta responsabilidad de todo el servicio que se presta en su amplia demarcación y de que todos sus subordinados desempeñen sus cometidos con la mayor exactitud. Por esta repercusión del servicio que presta su unidad, se les hace también responsables del «honor y buen nombre del Cuerpo» 6 . Esta expresión da idea del prestigio y alto nivel de desempeño que se exigía a los comandantes de provincia, exigencia que será mayor en el futuro, cuando aquellas compañías se conviertan en comandancias con la reforma de 1861, y a partir de 1871, cuando mantengan relaciones directas referentes al servicio con la Inspección General del Cuerpo. Para la configuración de su unidad, los comandantes de provincia han de tener en cuenta las consideraciones y sugerencias del jefe político –desde 1847, gobernador civil-, en cuanto al despliegue de efectivos en las unidades y posibles variaciones en la demarcación de los puestos. Respecto sus unidades dependientes, debe transmitir las órdenes oportunas a los jefes de línea y sección referentes al servicio, policía, régimen interior y 6 Artículo 11 del capítulo V del Reglamento Militar de la Guardia Civil. La definición de un modelo de liderazgo en la etapa fundacional de la Guardia Civil 514 conservación del utensilio. También ha de procurar constantemente la mejora de las condiciones de las casas-cuartel, así como proponer la construcción de casetas para utilización por la fuerza del Cuerpo en aquellos puntos estratégicos que la práctica del servicio recomiende. A los primeros capitanes también se les exige un profundo conocimiento acerca de todos sus subordinados, haciéndolo, no sólo personalmente, sino en relación con su nivel de competencia profesional para el servicio. Para alcanzar ese alto grado de conocimiento de sus subordinados, los primeros capitanes han de llevar un registro de vida y costumbres de cada uno de ellos, donde anotarán todos los hechos y servicios relevantes en que participen, así como las faltas en que incurran. Toda esta información permite a los comandantes de provincia proponer los ascensos del personal, especialmente, de las clases de tropa, y también ejercer la facultad de plantear la separación del servicio de aquellos subordinados que juzguen incorregibles 7 . También deben ser impulsores de la buena práctica del servicio de todos sus subordinados, tanto en la labor preventiva y de persecución de la delincuencia, como en la vertiente más benéfica y humanitaria. Para ello resultaban fundamentales las revistas ordinarias que, cada cuatro meses, debían girar todos los comandantes de provincia a sus unidades subordinadas, que abarcaban hasta los menores detalles, con especial detenimiento en el equipo de los guardias, y en su grado de instrucción y adiestramiento. A partir de 1850, las revistas cuatrienales pasaron a ser semestrales. En todo caso, podían complementarse, si era preciso, con aquellas otras que se consideraran necesarias para asegurar el buen estado de las unidades. En cuanto a los primeros capitanes de los escuadrones, también tenían la obligación de revistar sus unidades de caballería con la misma periodicidad, aunque con algunas particularidades concernientes a su arma, como eran las de atender a la instrucción a caballo y el cuidado del ganado 8 . 7 Ibídem, artículo 14. 8 Circular de 22 de junio de 1846. Recopilación, op. cit., tomo I, pp. 408-409. SEHGC. CAPÍTULO 8. EL EJERCICIO DEL MANDO EN LA ETAPA FUNDACIONAL 515 El afán por conseguir el mayor control sobre el estado de la fuerza, dado su grado de dispersión, hizo que en la propia Cartilla se facultara a todos los capitanes, tanto primeros como segundos, para revistar los puestos que se encontrara a su paso, aun cuando no pertenecieran a su provincia de destino. Del resultado de la revista y de las providencias adoptadas, en su caso, estos oficiales debían dar cuenta al correspondiente comandante de provincia. Este mando, en fin, es el auténtico inspector del estado de preparación de su fuerza para el servicio, pues es también quien preside los exámenes para promocionar en la escala jerárquica dentro de su unidad, como vimos en el Capítulo 7. Por último, teniendo en cuenta la entidad de su unidad, tenían a su cargo la administración de toda la compañía, las altas y bajas, formalización de ajustes y las relaciones de personal para la revista de comisario. Para sacar adelante toda esta labor administrativa contaban, únicamente, con un escribiente de la clase de guardia. Cuando ostentaba el cargo de comandante de provincia, como máxima autoridad del Cuerpo en su territorio –con independencia del jefe de tercio, en aquellas plazas en que coincidían ambos mandos- tenía como principales atribuciones las relaciones con las autoridades civiles de ámbito provincial y la conveniente distribución de la fuerza a sus órdenes en las unidades de su demarcación. En relación con el mando de esta fuerza, se apoyaba principalmente en sus oficiales, tanto jefes de sección como de línea. 8.1.4 Funciones de los jefes de tercio A las funciones de los jefes de tercio dedica el Reglamento siete artículos. Eran los mandos de las mayores unidades territoriales de la Guardia Civil, desplegadas en demarcaciones coincidentes con las de los distritos militares, de cuyos capitanes generales tenían determinadas dependencias, en cuanto que formaban parte de la guarnición militar de su territorio. Pero sobre todo, eran el eslabón entre las directrices y la acción de mando directo de la Inspección General, y su puesta en práctica para el régimen del personal y la ejecución del La definición de un modelo de liderazgo en la etapa fundacional de la Guardia Civil 516 servicio de sus unidades dependientes, así como la permanente inspección sobre el cumplimiento de todas las órdenes y circulares dictadas al efecto. Así lo resume el artículo 19 del Reglamento cuando, en las funciones que corresponden a los primeros jefes de tercio, «además de las obligaciones generales propias del mando, dirección del servicio activo, vigilancia de la instrucción, administración y disciplina de las compañías dependientes de su tercio, desempeñaran las funciones de inspectores de la fuerza y puestos que aquéllas ocupan» 9 . Los jefes de tercio debían revistar todos los puestos o destacamentos de sus compañías semestralmente, comenzando en abril y octubre, lo que suponía en aquella época un importante esfuerzo, por las largas distancias que habían de recorrer. A partir de 1850, se redujeron a una revista anual, que debía comenzar en la primera quincena de mayo. Además, si en alguna de sus compañías surgía una novedad que por su gravedad requiriera su presencia, debería presentarse en el lugar para adoptar o proponer las resoluciones que procedan. Esta máxima era extensible a todos los jefes y oficiales, cada uno, en referencia a la demarcación de la que fueran responsables, y así se inculcará con frecuencia. Otras funciones propias de los jefes de tercio eran las de mantener relaciones directas con la Inspección General del Cuerpo para todo lo referente al servicio y al detall de la unidad. En cuanto al personal y el funcionamiento del tercio, debían remitir mensualmente a la Inspección General un estado de fuerza y de situación del personal de su tercio, así como un parte con los hechos notables que hubieren tenido lugar en el mismo. El estado de fuerza y situación del personal también debía remitirse al Capitán General del distrito. Por último, también el jefe de tercio debía conservar la primera llave de la caja de su unidad, como primer responsable de su contabilidad y administración. 9 Artículo 19 del capítulo V del Reglamento Militar de la Guardia Civil. CAPÍTULO 8. EL EJERCICIO DEL MANDO EN LA ETAPA FUNDACIONAL 517 8.1.5 Medidas para la coordinación y delimitación de competencias Un aspecto de gran importancia para el ejercicio de las funciones de mando en la Guardia Civil fue el de la clara delimitación de las competencias atribuidas a cada escalón jerárquico. En un nuevo cuerpo de seguridad con misiones diferentes a las del Ejército, del que provenían sus cuadros de mando, era, sin duda, el mejor medio para que cada uno adquiriera conciencia de su cargo, de las funciones asignadas al mismo, y para asumir y exigir las debidas responsabilidades. Como consecuencia, se ponía coto desde el primer momento al posible encubrimiento de omisiones y a eludir obligaciones 10 . En este sentido, ya expusimos las diferencias entre las funciones de los oficiales subalternos que ejercían el mando de sección y el mando de línea, hasta que se redujeron las unidades a las segundas, en cuanto a distribución territorial. No obstante, como las líneas requerían de una mayor presencia del oficial sobre las vías de comunicación, se dispuso por una circular en 1846 que las líneas ubicadas sobre los caminos reales fueran mandadas por oficiales de caballería o plazas montadas de Infantería. Por el contrario, los subtenientes de infantería –en un principio, no plazas montadas- prestarían su servicio en las capitales de provincia o en aquellas unidades reunidas, en que la fuerza a su cargo estuviera en una única localidad 11 . Otro motivo de posibles disfunciones podía surgir de la diferenciación de unidades de infantería –sobre las que se sustentaba la organización territorial- y de caballería, con un despliegue más funcional y orientado al refuerzo de aquéllas. A este respecto, también se delimitaron tempranamente las competencias y el sistema de relaciones. Los primeros capitanes de los escuadrones se entenderían con sus unidades de caballería dependientes –secciones o mitades- en lo concerniente a régimen interno y contabilidad. Si tenían desplegadas sus unidades en varias provincias –que era lo habitual en los primeros años-, tenían atribuciones para desplazar de una a otra, hombres y caballos, cuando fuera necesario, pero debían comunicarlo al comandante de provincia. Este comandante, 10 MARTÍNEZ RUÍZ, E. (1976). Creación, op. cit., p. 101. 11 Circular de 4 de agosto de 1846. Recopilación, op. cit., tomo I, p. 417. SEHGC. La definición de un modelo de liderazgo en la etapa fundacional de la Guardia Civil 518 en cualquier caso, era el responsable de la planificación y ejecución del servicio en su demarcación provincial. En caso de surgir discrepancias al respecto, eran resueltas por el jefe de tercio, como superior jerárquico común. Además, también estaba previsto que los jefes de los escuadrones, en cuanto que afectos a las planas mayores de los tercios, sucedieran a los jefes de estas unidades superiores, de acuerdo con el principio de empleo y antigüedad, con preferencia a los comandantes de provincia 12 . Más tarde, con ocasión del incremento de efectivos y los cambios organizativos en la Guardia Civil tras la reforma de 1861, se fijaron las atribuciones de los capitanes para el servicio y para girar las revistas a sus unidades, armonizándolas con las de otros mandos. De acuerdo con estas normas 13 , los comandantes de provincia –de empleo de comandante, con carácter general- debían dictar las órdenes para el servicio, acuartelamiento y utensilio de su competencia, y remitirlas directamente a los comandantes de línea, quienes debían participar a los capitanes de sus respectivas compañías los servicios a prestar por sus subordinados. Además, a los capitanes correspondía el mando de las líneas ubicadas en la residencia de su compañía, habiéndose dispuesto que ninguno de los oficiales jefes de línea residiera en la misma localidad que su capitán. Su finalidad era lograr que el conjunto de los oficiales en cada compañía pudiera abarcar una mayor presencia en los acuartelamientos y poblaciones de mayor entidad, y sobre la línea de servicio 14 , alcanzando de este modo una mayor eficacia y racionalizando los esfuerzos. En cuanto a la periodicidad de las revistas, en aquellas provincias con una fuerza de entidad superior a una compañía, los jefes de éstas debían pasar dos revistas anuales, con excepción del más antiguo que, como ha de suceder en el mando al comandante de provincia en sus ausencias, pasaría sólo una revista. Esta 12 Circular de 22 de junio de 1846. Recopilación, op. cit., tomo I, pp. 408-409. SEHGC. 13 Circular de 18 de marzo de 1862. Recopilación, op. cit., tomo XVII, p. 160. SEHGC. 14 Circular de 7 de marzo de 1862. Recopilación, op. cit., tomo XVII, p. 159. SEHGC. CAPÍTULO 8. EL EJERCICIO DEL MANDO EN LA ETAPA FUNDACIONAL 519 previsión era aplicable también a los capitanes que mandaban la única compañía de la provincia. De cada una de estas revistas debía confeccionarse una memoria, que tenía que ser remitida a los comandantes de provincia para que las tuvieran en cuenta cuando pasaran sus revistas semestrales a las unidades de su mando. Las fechas de las revistas se fijaban en abril y noviembre, cuando fueran bianuales, y en el primero de los meses citados, si anuales. En cuanto a las sucesiones del mando en la provincia, hay que tener en cuenta que las causas para su nombramiento estaban muy tasadas. Sólo procedía cuando el cargo se encontraba vacante, cuando el comandante se ausentaba fuera de la provincia o cuando permanecía enfermo por un periodo superior a dos meses, o bien si quedaban incapaces para desempeñar el cargo antes de transcurrir ese tiempo. Al comandante le sucedía el capitán más antiguo, aunque no cesaba por ello en el mando de su compañía. Sí, en cambio, entregaba el mando de la línea de su residencia al sargento primero que le correspondiese 15 , pues no existía allí oficial, como hemos visto. Por último, en cuanto a los relevos y entregas de mando, se estableció la forma de realizarlas mediante la circular de 11 de octubre de 1850. Tales entregas se hacían con todo rigor y siguiendo un minucioso procedimiento, a la vista de los inventarios sobre toda la documentación, material y efectos de la unidad, y haciendo constar el estado de conservación en que se entregaban y recibían 16 . 8.2 EL ESTILO DE MANDO AHUMADIANO 8.2.1 Un completo corpus normativo para un modelo de guardia civil Los Reglamentos –Militar y para el Servicio- aprobados para la Guardia Civil constituyeron el punto de partida normativo en un entramado que aglutinaba el régimen y estatuto personal con las directrices para la prestación del servicio. Un año más tarde, como hemos visto, la pluma de Ahumada perfilaba en la 15 Circular de 12 de abril de 1862. Recopilación, op. cit., tomo XVII. SEHGC. 16 Circular de 11 de octubre de 1850. Recopilación, op. cit., tomo V, p. 170. SEHGC. La definición de un modelo de liderazgo en la etapa fundacional de la Guardia Civil 520 Cartilla del Guardia Civil el código deontológico de la Institución, y las normas y procedimientos para el desempeño y la ejecución del servicio, hasta el punto de desdibujar el papel de los propios reglamentos. Pero aún existió una herramienta más eficaz, si cabe, para regular las actuaciones y comportamientos en el Instituto, y que definirá la auténtica personalidad y estilo de mando de Ahumada, que fueron las circulares 17 . Estos documentos, junto con las reales órdenes que, en nombre de la Reina, dictaba el Gobierno a propuesta del fundador del Cuerpo, constituyen un corpus normativo de primera magnitud para entender la forma en que se transmitían las órdenes por la cadena de mando. Pero más aún, también la manera en que se plasmaba la política de comunicación interna institucional en la etapa fundacional. Y hablamos de política de comunicación porque aquellos documentos eran, con frecuencia, fruto de las novedades, propuestas, partes del servicio o notas informativas que se recibían en la Inspección General –más tarde, Dirección General- de todas las unidades del Cuerpo. Buena parte de aquel flujo informativo se volcaba luego en las publicaciones periódicas que ya conocemos -La Guía del Guardia Civil, El Mentor del Guardia Civil y el Boletín Oficial de la Guardia Civil-, que junto con la Recopilación de reales órdenes y circulares de interés, pronto comenzó a editar el Instituto. Ahumada gustaba de escribir, como él mismo aseguró en alguna ocasión 18 , y así nos lo demuestra el voluminoso archivo epistolar que aún se conserva –una buena parte fue destruida, como anunciábamos al principio de nuestro trabajo en el apartado de Fuentes-, y era un gran narrador, que reparaba especialmente en los detalles. Todo ello contribuyó a que el fundador se encontrara cómodo escribiendo aquellas circulares que lo regulaban casi todo. Además, aquella línea por él iniciada se siguió en las décadas siguientes, y se ha mantenido, con otros formatos, hasta fechas aún recientes, como método habitual para la dirección y el control de las unidades desde el órgano central del Cuerpo. 17 RUÍZ-FORNELLS SILVERDE, J. (1990). El estilo de mando de Ahumada, p. 131. CGC. 18 Carta dirigida por Francisco Javier Girón a sus padres. SEHGC. CAPÍTULO 8. EL EJERCICIO DEL MANDO EN LA ETAPA FUNDACIONAL 521 Todas las circulares mantienen una estructura similar, con una primera parte expositiva, en que el autor explica las razones de su emisión y su motivación; y una parte dispositiva, articulada, bien en párrafos que recogen cada concepto, o a través de un articulado, cuando la complejidad y extensión del contenido lo requieren. Como sabemos, las circulares inciden con detalle e insistencia en aspectos relativos a la prestación del servicio, pero es muy relevante el número de las que están orientadas al factor humano, ya sean referidas a normas de comportamiento, el ejercicio del mando o el régimen interior en las unidades. En una de aquellas primeras circulares, Ahumada se adelantaba de modo sorprendente a las actuales teorías sobre el rendimiento, la motivación y el compromiso en las organizaciones. Inculcó en los oficiales desde el principio la necesidad de lograr el convencimiento de sus subordinados en el cumplimiento de las órdenes recibidas, al tiempo que se iba formando, humana y profesionalmente, a aquellos hombres, muchos de los cuales apenas sabían leer y escribir. Así se deduce de esta circular de diciembre de 1844, en que advierte de que «debe ser un principio de todos los Jefes y Oficiales del Cuerpo, que a los Guardias Civiles no basta mandarlos, es menester convencerlos y educarlos» 19 . Todo un reto para aquellos mandos, pero también, una eficacísima herramienta de liderazgo que calará en la Institución desde sus comienzos. Cuando todavía se encuentra en periodo de formación buena parte del personal ingresado en la Guardia Civil, en los depósitos cercanos a Madrid, y el perteneciente a otros tercios está iniciando su marcha hacia las provincias de su destino, el Inspector General hace ya una clara advertencia sobre las reglas de comportamiento que han de seguir los guardias civiles. Quiere que sean muy tenidas en cuenta las normas de conducta que se les han inculcado a aquellos hombres desde el mismo momento en que comiencen a prestar servicio y, por tanto, empiecen a ser observados por aquella sociedad a la que van a servir. Ahumada está convencido, y así lo transmite, de que el comportamiento de los primeros días en que presten servicio aquellos hombres, será luego determinante para la imagen de conducta de los guardias civiles y el prestigio del 19 Circular de 20 de diciembre de 1844. Recopilación, op. cit., tomo I, p. 279. SEHGC. La definición de un modelo de liderazgo en la etapa fundacional de la Guardia Civil 522 Cuerpo. Por ello se les va a exigir que sean cuidadosos del decoro en los actos y en el vestir, y que tengan mesura en el trato con los demás y en su comportamiento. En todos ellos –y aquí se refiere también a los mandos- ha de exigirse que den buen ejemplo a sus subordinados y compañeros. Pensando en la imagen y dignidad de todos y cada uno de sus subordinados, advierte a los mandos de todos los empleos de que «jamás y por ninguna circunstancia habrá amonestaciones ni reconvenciones en público», pero también recuerda que el que no observe buena conducta será expulsado. Por último, apela el duque de Ahumada, de manera expresa, a «la paternidad que debe caracterizar al Cuerpo», para que todas estas directrices se transmitan bajo esta premisa a los «subordinados, y especialmente a la clase de tropa, en los principios que llevo expresados, y vuelvo a repetir, que la formalidad y gravedad deben caracterizar a toda la Guardia Civil» 20 . Con estas prevenciones y otras similares, que reitera periódicamente, Ahumada enlaza sus exigencias sobre el comportamiento y actitud con que deben conducirse los guardias civiles, con aquella premisa de la actuación por el convencimiento, generando un compromiso institucional. Pretende que los guardias sientan auténtico orgullo de serlo, de saberse miembros de la Institución a la que pertenecen, e imbuidos de la alta misión que se les ha confiado. Con ello, el fundador quiere transmitir los rasgos de personalidad que le han caracterizado siempre en el ámbito profesional, orientado al logro de la misión asignada, con el más alto sentido de la responsabilidad, y muy consciente de su posición y de su linaje. Se ha resaltado con frecuencia el sentido de paternalismo con que Ahumada quiso dirigir la Guardia Civil. También se ha debatido mucho sobre la conveniencia de esta forma de mandar para la dirección de personas, de acuerdo con su finalidad última. 20 Orden dirigida por el Inspector General al coronel jefe del Depósito de Organización, de fecha 5 de octubre de 1844. Recopilación, op. cit., tomo I, pp. 273-274. SEHGC. CAPÍTULO 8. EL EJERCICIO DEL MANDO EN LA ETAPA FUNDACIONAL 523 Actualmente se encuentra denostado el paternalismo como forma de dirección, pero nada tiene que ver la madurez de las personas que actualmente integran las organizaciones, con la realidad cultural y social de mediados del siglo XIX en España. Cierto es que las formas de dirigir paternalistas estuvieron más vinculadas, históricamente, a la institución militar. Pero además, Ahumada manifestaba de este modo una de las facetas de su personalidad más características, cual era su profundo sentido de la familia, la añoranza del hogar en las largas campañas, y una gran sensibilidad sobre la preservación de los valores y los sentimientos compartidos. Una sensibilidad, en fin, de la que una vez más, salía a relucir el linaje secular de una de las familias de mayor abolengo de España. Abiertamente se manifiesta Ahumada en estos términos en un buen número de sus circulares, como ya hemos visto, y en alguna justifica directamente esta actitud paternalista en relación con el desempeño del servicio: «uno de los medios más eficaces de poder exigir en el servicio de la Guardia Civil la mayor puntualidad es que el arma esté regida bajo las bases más paternales posibles, en cuanto conciliable sea con el servicio» 21 . Por tanto, tenemos que identificar aquí el término «paternal» como sinónimo de cercano; inspirador de mutua confianza y aprecio; de respeto y admiración hacia el superior, y de comprensión y preocupación por el subordinado. Se trata, en fin, de una actitud que favorezca la prestación del servicio desde la motivación, el compromiso y la satisfacción de quienes han de desempeñarlo. De todas formas, este estilo de mando de corte proteccionista hacia el subordinado no se manifestó por parte de Ahumada en la misma forma desde los comienzos. En los primeros años, en que resultaba especialmente dificultosa y compleja la organización de todo el entramado institucional y humano para la puesta en marcha de la Guardia Civil, el fundador se mostraba, por lo general, más áspero y autoritario; a veces, incluso, amenazador. Eran demasiados los retos que tenía enfrente, y enorme la responsabilidad asumida ante el Gobierno que había confiado en él, y frente una sociedad ávida de seguridad y tranquilidad. 21 Circular de 4 de abril de 1846. Recopilación, op. cit., tomo I. SEHGC. La definición de un modelo de liderazgo en la etapa fundacional de la Guardia Civil 524 En cambio, a partir de la circular de 13 de noviembre de 1849, relativa a la formación de los guardias 22 , podemos apreciar un giro llamativo en el tono de las órdenes e instrucciones que transmite a las unidades 23 . En ese año empieza a reconducirse el repunte del bandolerismo experimentado en 1848; pero sobre todo, Ahumada es consciente de los importantes esfuerzos que se están haciendo en las unidades, también en el plano humano, dando prioridad a la alfabetización y formación de los guardias civiles menos aventajados. Es este un aspecto que, por el tenor de las expresiones empleadas, parecen llegar a conmover al Inspector General, que dará un giro muy marcado en el tono a emplear a partir de entonces. De acuerdo con Martínez Ruíz (1976), podemos resumir cuáles fueron las directrices generales de la formación humana y profesional que se transmitió a los guardias civiles para el cumplimiento de su misión: buena educación, corrección en el trato, pulcritud en el vestir, fuerte sentido de pertenencia, exacto cumplimiento de su deber y unas relaciones internas militares presididas por el paternalismo 24 . 8.2.2 Ejercicio de la autoridad vs paternalismo Los oficiales Quevedo y Sidro definen al fundador de la Guardia Civil con una expresión que, tal vez, sea fruto de la admiración que sienten por el que fue su jefe y auténtico guía durante tantos años, pero que resulta muy elocuente sobre los rasgos del general Girón que aquí estamos analizando. Mientras se refieren a una serie de circulares dictadas, que ponen de relieve cómo mandaba, premiaba y castigaba, dicen de él que era: «al mismo tiempo jefe rígido, inflexible y severo, y padre amoroso y solícito de sus subordinados» 25 . Porque aquella actitud paternal que Ahumada preconizaba, en ningún caso venía acompañada de posturas débiles a la hora de adoptar decisiones, o de cierta 22 Circular de 13 de noviembre de 1848. Recopilación, op. cit., tomo III. SEHGC. 23 RIVAS GÓMEZ, F. (1979). Los documentos (I), op. cit., p. 115. REHGC. 24 MARTÍNEZ RUÍZ, E. (1973). Reclutamiento y reemplazo (I), op. cit., p. 127. REHGC. 25 QUEVEDO, A. y SIDRO, J., op. cit., p. 529. CAPÍTULO 8. EL EJERCICIO DEL MANDO EN LA ETAPA FUNDACIONAL 525 condescendencia con el error. Antes al contrario, significaba el ejercicio de la autoridad patriarcal de la época, con finalidad educadora, y dispuesta siempre a socorrer con toda la solicitud que resultara necesaria. De acuerdo con lo anterior, estos historiadores afirman que: «Pocos Jefes tendrán la gloria del ilustre organizador y primer Inspector General de la Guardia Civil de haber hecho más beneficios a sus subordinados, y de haberse esforzado más por asegurarles, no solamente todo el posible bienestar durante su permanencia en el Cuerpo, sino un porvenir descansado y al abrigo de la miseria para después que dejaran de pertenecer a las filas de la institución» 26 . Ciertamente, era una preocupación de Ahumada el estado en que quedaban muchos miembros del Cuerpo cuando se veían obligados a licenciarse por diferentes razones. Así, se dispuso que los guardias que resultaran inutilizados en el servicio, podían optar a plazas de mozos de telégrafos 27 . Además, cuando algún guardia se encontrara en estas circunstancias, se le concedería una licencia de, al menos, cuarenta días, para que se procurara su subsistencia, bien obteniendo colocación en algún puesto de trabajo de la Administración, o en una propiedad particular 28 . También se determinaron por Real Decreto de 22 de agosto de 1847 los puestos de trabajo a los que podían optar los jefes, oficiales y personal de tropa del Cuerpo que, después de haber servido cierto número de años, quisieran abandonar el servicio militar, o bien por haberse inutilizado en el transcurso del servicio. En atención al personal de mayor edad y veteranía en el Cuerpo, con el que siempre se tuvo una especial deferencia, Ahumada previno a todos los jefes de unidad sobre las consideraciones que debían tener con aquellos guardias veteranos, cuando adquirían la condición de edad avanzada 29 . Especial objeto de atención por parte del fundador del Cuerpo fueron las familias de los guardias civiles, por las que siempre mostró una gran sensibilidad. 26 Ibíbem, p. 533. 27 Circular de 30 de agosto de 1847. Recopilación, op. cit., tomo II. SEHGC. 28 Circular de 4 de agosto de 1848. Recopilación, op. cit., tomo III. SEHGC. 29 Circular de 20 de julio de 1848. Recopilación, op. cit., tomo III. SEHGC. La definición de un modelo de liderazgo en la etapa fundacional de la Guardia Civil 526 Todas las disposiciones que dictó, y que se fueron actualizando y extendiendo en las décadas siguientes, constituyen un auténtico elenco normativo de atención y protección a la familia, único en la Administración y el estamento militar en el siglo XIX. En cuanto a los enlaces matrimoniales, Ahumada quería que fueran un factor más de estabilidad, de buena armonía y que contribuyeran al prestigio del Cuerpo, cifrado en la satisfacción emocional de sus miembros. Por eso, además de los preceptivos informes de buena conducta acerca de la contrayente para documentar el expediente matrimonial previo a la concesión de la licencia, se exigía al guardia civil tener cumplidos veintiocho años de edad y que pudiera formar una familia en condiciones económicas dignas, y para el personal de empleo inferior a sargento, «procurando que éstas [las esposas] tengan algunos bienes de fortuna con que poder sostenerse» 30 . Cuando en mayo de 1848 se dispuso la concentración en Madrid de 4.000 guardias civiles, que habían de trasladarse a la mayor urgencia, se determinó por Ahumada el personal que debía incorporarse desde cada tercio y cómo tenía que articularse el servicio en las provincias con la escasa fuerza que permanecería en ellas. Pero también dispuso el fundador que el personal que debía acudir a Madrid se seleccionara entre los solteros, y «que a los casados y sus familias se les atendiese por el Oficial que quedaba encargado, con igual esmero que lo estaban de ordinario» 31 , tal era su preocupación por el personal que pudiera quedar desatendido por la dispersión de algunas casas-cuartel, y al mismo tiempo, su confianza absoluta en el buen hacer de los oficiales. También nos refieren Quevedo y Sidro una particular visión de la preocupación de Ahumada por los guardias casados y con hijos. Buscaba de todos sus subordinados que fueran excelentes guardias civiles, no sólo por el bien del servicio, sino también, para poder premiarlos como se merecían y evitar vicios e inexactitudes en el servicio que exigieran un castigo severo. Su objetivo era que 30 Circular de 25 de septiembre de 1845, sobre autorizaciones para contraer matrimonio. Recopilación, op. cit., tomo I, pp. 365-366. SEHGC. 31 QUEVEDO, A. y SIDRO, J., op. cit., p. 591. CAPÍTULO 8. EL EJERCICIO DEL MANDO EN LA ETAPA FUNDACIONAL 527 ningún guardia con familiares a cargo se viera obligado a licenciarse mientras estuviera apto para el servicio y con buena salud. Sin duda, el fundador pretendía evitar que aquellos guardias pusieran en riesgo o perdieran su estabilidad económica y familiar 32 . Más tarde, en un nuevo gesto de sensibilidad, también dispuso que los guardias casados que tuvieran a cargo hijos de siete años o más, fueran destinados a poblaciones que contaran con escuelas de instrucción primaria, a fin de que tuvieran oportunidad de formarse 33 . El razonamiento de Ahumada para adoptar esta medida atendía, por una parte, a que habiendo transcurrido seis años desde la creación del Cuerpo, muchos guardias que habían contraído matrimonio al ingresar, o que llevaban poco tiempo casados cuando entraron a formar parte de la Guardia Civil, tenían ya hijos en edad de ir a la escuela. Pero además, Ahumada desvelaba uno de los aspectos que definían su visión de la Guardia Civil en el futuro, que era verla integrada, en buena parte, por los hijos y descendientes de aquellos primeros guardias civiles, como una garantía de perdurabilidad y de perpetuar un auténtico espíritu de cuerpo. Ahumada, en fin, «teniendo presente que ha de llegar un día en que los hijos de los mismos Guardias a su vez serán Guardias, Sargentos, y aun Oficiales y Jefes de los que en lo sucesivo pueda tener el Cuerpo» 34 veía en aquellos niños a los futuros guardias civiles de todos los empleos, del mismo modo que lo institucionalizará pocos años más tarde para los huérfanos, creando la Compañía-Colegio de Guardias Jóvenes en 1853. A fin de tener presentes todas estas necesidades familiares, Ahumada dispuso en 1849 que en los cuadros de fuerza que los jefes de tercio remitían periódicamente, se hiciera constar el número de los casados y el de los hijos que tuvieran a su cargo 35 . La preocupación por la situación de las familias y el estado de los guardias, llegaba al extremo de que cuando se licenciaban siendo solteros, se les expedía un 32 Ibíbem, pp. 528-529. 33 Circular de 2 de diciembre de 1850. Recopilación, op. cit., tomo V. SEHGC. 34 Ibídem. 35 Circular de 30 de noviembre de 1849. Recopilación, op. cit., tomo IV. SEHGC. La definición de un modelo de liderazgo en la etapa fundacional de la Guardia Civil 528 documento por el capitán de la compañía, refrendado por el segundo jefe de tercio, que acreditaba su estado civil. Ello era debido a que, con relativa frecuencia, aquel personal tenía dificultades para conseguir una fe de soltería, necesaria para contraer matrimonio 36 . También fue preocupación constante evitar que los guardias contrajeran deudas injustificadas, pues ello era síntoma de desorden en la economía personal o familiar, y podía esconder diferentes vicios. Por tanto, si debían contraerlas a causa de necesidades familiares graves, estaba previsto que se les pudiera adelantar la cantidad que necesitaran de los importes que cada uno tenía en depósito para atender a los diferentes fondos 37 . Otras tantas minuciosas prevenciones fueron dictadas por Ahumada en aquellos primeros años sobre múltiples aspectos que podían suponer un quebranto económico para aquellos guardias civiles, nunca holgados económicamente. Tales son los referentes a su atención médica y hospitalización; e incluso para su digna sepultura, en caso de fallecimiento, cuyos gastos eran cargados al fondo de la compañía. A continuación, se hacía un minucioso seguimiento sobre la entrega de los bienes del difunto a los legítimos herederos, o confeccionando un completo inventario de aquéllos, en caso de abintestato 38 . También se logró el reconocimiento del derecho a pensión de las viudas de los sargentos que fallecían en acción de guerra o en acto de servicio 39 . Una de las preocupaciones cuando a algún guardia le llegaba la hora del licenciamiento, era la de reintegrarle el alcance que hubiera traído de su unidad del Ejército, en su caso, y ajustar el abono del salario que se le debiera, a fin de que no pasara necesidad en el momento de cambiar de vida. Al mismo tiempo, se comprobaba que no dejara deudas pendientes, ni con la Institución ni con particulares. No obstante, si alguno de estos guardias decidía reenganchar, se le 36 Circular de 3 de abril de 1849. Recopilación, op. cit., tomo IV, pp. 127-129. SEHGC. 37 Circular de 28 de febrero de 1849. Recopilación, op. cit., tomo IV. SEHGC. 38 MARTÍNEZ RUÍZ, E. (1976). Creación, op. cit., pp. 70-72. 39 Circular de 23 de mayo de 1846. Recopilación, op. cit., tomo I. SEHGC. CAPÍTULO 8. EL EJERCICIO DEL MANDO EN LA ETAPA FUNDACIONAL 529 concedía una licencia temporal de cuarenta días para ir a sus casas 40 , antes de iniciar su nuevo compromiso. 8.2.3 Disciplina y cortesía militar, como signos distintivos Este entramado corporativo, además, había de sustentarse en un elemento constitutivo de la naturaleza militar del Cuerpo, al que ya nos hemos referido, que es la disciplina. Su relevancia y exigencia en la Institución se ponía de manifiesto en el capítulo VI del Reglamento Militar, como ya vimos, de modo que además de las faltas disciplinarias comunes a todos los Institutos militares, los guardias civiles debían observar unas reglas adicionales de conducta, tendentes a asegurar un comportamiento ejemplar en todos los órdenes. Del mismo modo, también se preveían algunas sanciones adicionales respecto a las del Ejército 41 . Ciertamente, el general Girón tenía el convencimiento de que la disciplina era uno de los pilares en que había de sustentarse la nueva Institución. Sabía que el Ejército dejaba bastante que desear en este aspecto en aquel momento, y que asegurar la disciplina en la Guardia Civil suponía una auténtica necesidad; teniendo en cuenta, además, la dispersión de las unidades y de la fuerza que prestaba servicio en ellas. Por tanto, más allá de un signo distintivo de eficacia y de cohesión interna, la permanente atención al mantenimiento de la disciplina era una necesidad vital para asegurar la pervivencia de la Institución. Además del exacto cumplimiento de las órdenes recibidas y de todas las disposiciones de aplicación en el servicio, y en el comportamiento en general de los guardias civiles, también sabía Ahumada que el mayor signo distintivo de la disciplina era su manifestación externa a través de la corrección en el trato y el saludo militar. Por ello, pronto tuvo que advertir por escrito a sus hombres sobre la expresión de las muestras de disciplina, recordando la corrección en el saludo. En una circular dirigida a los jefes de tercio y fechada el 30 de noviembre de 40 Circular de 18 de septiembre de 1847. Recopilación, op. cit., tomo II, p. 187. SEHGC. 41 Capítulo VI del Reglamento Militar para la Guardia Civil, aprobado por Real Decreto de 15 de octubre de 1844. La definición de un modelo de liderazgo en la etapa fundacional de la Guardia Civil 530 1844, Ahumada comenzaba exponiendo, con un cierto tono irónico, que algunos guardias civiles, «sin duda alguna por mala inteligencia de la última parte de la designación del Cuerpo» -esto es, «Civil»-, no saludaban a algunos oficiales de los no pertenecientes al Cuerpo, por lo que prescribía que los capitanes de las compañías debían instruir personalmente a todos sus subordinados en su deber militar «de saludar a cuantos oficiales del Ejército y Armada pasen por su inmediación», castigando a aquéllos que descuidaran esta obligación. También advertía de la importancia de que los guardias civiles «se distingan por su educación, tanto en el modo de hacer el servicio, cuanto en su atención constante con el público en todas ocasiones» 42 . Ahumada insistía en aquella circular en la observancia rigurosa de las dos formas reglamentarias de saludo existentes en el Cuerpo, según la autoridad de que se tratara, y recordaba de manera didáctica, cómo efectuarlo. Recordemos, tal y como ya apuntamos en el Capítulo 4, que la primera de las formas consistía en llevar la mano derecha delante del correspondiente pico del sombrero, con la palma abierta hacia el frente; y la segunda, en descubrirse con la mano derecha, asiendo el sombrero por su frente o pico central, hasta llevarlo al costado 43 . Esta norma se recordará y perfeccionará tiempo después, también a propuesta de Ahumada. El primer tipo de saludo correspondía dirigirlo a todos los oficiales, de subteniente a coronel; mientras que el segundo quedaba reservado a los oficiales generales, brigadieres y jefes de su tercio respectivo, de modo que al descender el sombrero, «la escarapela quede tocando el vivo del pantalón» 44 . Más tarde, Ahumada reconoció que se había enterado «con disgusto que algunos guardias pasan al lado de los Jueces de Primera Instancia y alcaldes de los pueblos sin dar cumplimiento a esta parte [la referida al saludo militar] de las ordenanzas y de la Cartilla». Por ello, remite una circular directamente a los comandantes de provincia para que el personal se distinga por su respeto y 42 Circular de 30 de noviembre de 1844. Recopilación, op. cit., tomo I, p. 38. SEHGC. 43 Ibídem. 44 Real Orden de 5 de junio de 1846. Recopilación, op. cit., tomo I. SEHGC. CAPÍTULO 8. EL EJERCICIO DEL MANDO EN LA ETAPA FUNDACIONAL 531 consideración a todas las autoridades, debiendo saludarlas en la forma prevenida 45 . Con independencia del saludo, Ahumada exigía una esmerada observancia de las normas de cortesía militar en todas las ocasiones en que hubiera lugar a ello. Así, son abundantes las circulares recordando la obligación de los jefes, oficiales y comandantes de puesto de presentarse a los oficiales generales que llegaran a su demarcación; a realizar los oficiales las presentaciones correspondientes al incorporarse o cesar en un destino, tanto a las autoridades militares como a las civiles; y en aquellos puntos en que tales oficiales pernocten, cuando se hallen en tránsito 46 . Vamos a finalizar con la reseña de un episodio entrañable, que en cierto modo, aglutina todo lo referido hasta ahora respecto a la figura de Ahumada. Cuando el teniente general Girón volvió a hacerse cargo de la Inspección General de la Guardia Civil en octubre de 1856, emitió una circular en la primera semana tras su incorporación, para intentar recuperar a los guardias que se habían licenciado por el exceso de efectivos decretado en 1854, además de aquéllos que les había correspondido su licenciamiento antes de lo previsto, por la medida de gracia adoptada tras el triunfo de la Revolución. En aquella circular, el fundador prometía ciertas ventajas a aquellos antiguos subordinados, mostrándose «solícito cual tierno padre» 47 . Entre otras medidas incentivadoras, los licenciados que optaran por reingresar y hubieran permanecido en filas por cuatro años, tendrían derecho a incorporarse como guardias primeros. El resultado no se hizo esperar, si nos atenemos a cómo describen la situación Quevedo y Sidro 48 . Según afirman aquellos leales capitanes, con la vuelta del duque de Ahumada al frente de la Institución en octubre de 1856, «empezó la Guardia Civil a recibir un impulso notable así en sus clases como en 45 Circular de 22 de febrero de 1848. Recopilación, op. cit., tomo III, pp. 281-282. SEHGC. 46 Entre otras, la circular de 12 de noviembre de 1846. Recopilación, op. cit., tomo I, p. 434. SEHGC. 47 Circular de 17 de octubre de 1856. Recopilación, op. cit., tomo XI, pp. 177-178. SEHGC. 48 QUEVEDO, A. y SIDRO, J., op. cit., p. 668. La definición de un modelo de liderazgo en la etapa fundacional de la Guardia Civil 532 su fuerza». En relación con los cuadros de mando, parecen dejar entrever que había cierta parálisis en los ascensos o en el proceso de promoción interna, cuando afirman que «algunas clases se renovaron por completo en la escala por ascenso reglamentario»; así como que «se aumentaron nueve primeros Capitanes, y un Teniente Coronel para segundo Jefe del tercer Tercio». En cuanto a las clases de tropa, los resultados parecían ser todavía más llamativos, cuando afirman que «la fuerza empezó a recibir voluntarios procedentes de la clase de licenciados del Cuerpo, habiendo algunos que renunciaron destinos de diez y doce reales diarios tan pronto como tuvieron conocimiento del nombramiento del ilustre organizador, sólo por volver a servir a sus órdenes». El resultado final de aquellas medidas, en el escaso periodo de dos meses que transcurrió desde el nombramiento de Ahumada hasta el final de 1856, fue que «elevó la fuerza de todo el Cuerpo considerablemente, figurando la del primer Tercio en la revista de enero del año actual [1857] con 1.716 hombres de ambas armas» 49 . El efecto que causó en sus antiguos subordinados el nuevo nombramiento de Ahumada al frente de la Guardia Civil, tras un incierto periodo de dos años, revela bien a las claras la imagen de un líder carismático que dejará, cuando abandone el cargo nuevamente en 1858, una impronta que perdurará, y que el tiempo convertirá en indeleble. 8.3 FACTORES CLAVE EN EL EJERCICIO DEL MANDO 8.3.1 Relaciones basadas en la dignidad personal, el respeto y el ejemplo permanente de los oficiales Hemos visto en el apartado anterior cómo el propio Ahumada definía su estilo de mando como paternalista, y los elementos constitutivos de esta forma de dirección en la sociedad decimonónica, que delimitan y encuadran esta afirmación. 49 Ibídem. CAPÍTULO 8. EL EJERCICIO DEL MANDO EN LA ETAPA FUNDACIONAL 533 Uno de los objetivos principales a alcanzar con aquella forma de mandar era conseguir que los guardias confiaran plenamente en sus oficiales. Y esta compenetración entre mandos y subordinados, tal y como afirma Martínez Ruíz (1976), daba una gran cohesión interna a la Guardia Civil y la hacía poco permeable a influencias extrañas. Además, unida a la gran integridad colectiva e individual del Cuerpo, hizo que se diferenciara de los demás Institutos por su constante adhesión al régimen político establecido, constituyendo una garantía para su continuidad 50 . Otro aspecto a que debían atender los jefes y oficiales, de acuerdo con el espíritu que habían recibido, era la necesidad de constituirse en ejemplo para sus subordinados, ganándose su aprecio, y aplicando el sentido de la autoridad paternalista, enraizada en las virtudes familiares imperantes en la época: el padre que educa y actúa con justicia y firmeza. Vemos claramente este enfoque en el texto de una circular del periodo final de Infante Chaves, dirigida a los comandantes de provincia, en que les exhortaba a «procurar por medio de un estímulo honroso y paternal granjearse el aprecio de sus subordinados en términos de que miren a V. más bien que al que manda, al padre que educa y hace justicia a sus administrados». En esta dimensión familiar de las relaciones entre el comandante de provincia y sus subordinados, era necesario que toda la escala de mando fuera espejo y modelo, por lo que exhortaba a continuación a «que las demás clases de esta Compañía, tomándolo de V. que como jefe debe ser el primero, den ejemplo a sus inferiores de subordinación, perfecta disciplina, atentos modales y suma urbanidad» 51 . Pero además, esta compenetración y relación estrecha entre mandos y subordinados tenía sus propias reglas, que lejos de ser contradictorias con su objeto, venían a robustecer aquel sistema de relaciones humanas y profesionales, sin descuidar la vertiente de la imagen pública hacia el exterior. En primer lugar, aquella misma circular de Infante Chaves ofrecía la clave de las relaciones interpersonales y de reconocimiento personal en el Cuerpo, cuando afirmaba que 50 MARTÍNEZ RUÍZ, E. (1976). Creación, op. cit., p. 68. 51 Circular de 11 de marzo de 1856. Recopilación, op. cit., tomo XI, pp. 130-132. SEHGC. La definición de un modelo de liderazgo en la etapa fundacional de la Guardia Civil 534 «la dignidad en el guardia es la primera cualidad de su modo de ser, la honrosa ambición en la carrera» 52 . Basado en aquellos principios, un postulado claro que se estableció desde el primer momento fue que se había de dar a cada nivel jerárquico el lugar y consideración que merecía, en relación con los demás. Por ello, se rodeó a la oficialidad de gran respeto y deferencia, se la dotó de los atributos de la subordinación y estima de sus inferiores, y se la presentó como un estrato modélico 53 . La consecuencia es que uno de los mayores aciertos en la concepción de la Guardia Civil fue dotarla de una sólida organización interna, que se sustentó en saber dar a cada uno de sus componentes, de acuerdo con su empleo, el lugar que le correspondía en la Institución. Para ello, se subordinaron unas clases a otras en la escala jerárquica de modo natural, sin olvidar la dignidad y la autoestima de las inferiores, y sin que la acción de mando de unos y otros hiciera odiosas las órdenes para quien había de cumplirlas. Este esquema, como vemos, encajaba perfectamente con la interiorización de las órdenes y el grado de compromiso en el personal del Cuerpo a que Ahumada exhortaba desde la organización del primer contingente. Un elemento clave para conseguir una perfecta adecuación entre los distintos niveles de la escala jerárquica era el respeto de las clases superiores sobre las atribuciones de las inferiores, sin invadir sus competencias, pero sin que estas clases más cercanas al guardia perdieran la referencia del límite de aquéllas. En la medida en que se desciende en la escala, el componente humano iba adquiriendo, si cabe, mayor relevancia, hasta desembocar en los escalones más básicos de las clases de tropa, y en las relaciones con el guardia en aquel auténtico paternalismo al que ya nos hemos referido. Encontrar el adecuado equilibrio en todos aquellos postulados, y que todo el personal fuera capaz de interiorizar con naturalidad los estrictos principios del 52 Ibídem. 53 MARTÍNEZ RUÍZ, E. (1976). Creación, op. cit., p. 101. CAPÍTULO 8. EL EJERCICIO DEL MANDO EN LA ETAPA FUNDACIONAL 535 mutuo respeto, la disciplina, y la cercanía en la confianza y el trato, no resultaba tarea fácil en aquellos comienzos, aunque sí se fue logrando a medida que la Guardia Civil fue adquiriendo la necesaria madurez. Una muestra de aquella dificultad se nos ofrece a través de una circular de 1849, con la que se pretendía cortar de raíz el número elevado de comunicados anónimos que, procedentes de algunos guardias civiles que no habían sido capaces de comprender los límites de aquel equilibrio, se quejaban del trato recibido de sus superiores. Se tuvo que requerir, por tanto, que aunque «por fortuna no pasan de ser un reducido número», aquellas quejas fueran firmadas en lo sucesivo, y cursadas y resueltas por la cadena de mando hasta llegar, si fuera preciso, hasta la Inspección General, previendo el castigo para los autores de aquellas demandas que carecieran de fundamento 54 . En todo caso, podemos concluir que fue clave para el buen funcionamiento de aquella estructura jerárquica, la capacidad de lograr una perfecta armonía en las relaciones internas, basada en el respeto, la dignidad y la ausencia de servilismo 55 . 8.3.2 Responsabilidad e iniciativa, esenciales frente a la dispersión Todos aquellos aspectos que conformaban las relaciones jerárquicas y personales en la Guardia Civil, buscando unidad de espíritu, autodisciplina y una gran cohesión interna, resultaban fundamentales para la ejecución del servicio peculiar del Instituto. A la dispersión de las unidades en el mapa rural español se unían la forma de prestación del servicio, a pie o a caballo, en parejas o reducidos grupos; y la incertidumbre permanente acerca de dónde iba a acechar el peligro o cuándo se iba a presentar una situación que requiriera de la inmediata intervención de aquellos guardias civiles. Por tanto, tuvieron que acostumbrarse a tomar decisiones y a resolver las mil cuestiones que podían presentarse durante la 54 Circular de 8 de marzo de 1849. Recopilación, op. cit., tomo IV, pp. 213-214. SEHGC. 55 MARTÍNEZ RUÍZ, E. (1976). Creación, op. cit., p. 101. La definición de un modelo de liderazgo en la etapa fundacional de la Guardia Civil 536 prestación del servicio; y con frecuencia, sin tener a quién acudir para resolver una duda o recibir indicaciones sobre la forma de actuar. De este modo, todos aprendieron en la Guardia Civil a actuar y a decidir, conforme a sus atribuciones, y de acuerdo con la situación a que tenían que enfrentarse, asumiendo su personal responsabilidad. En este sentido, los jefes de pareja asumían con naturalidad su papel de directores del servicio que prestaban. Los comandantes de puesto tenían un papel fundamental en la formación de sus hombres, imprescindible para que actuaran con la necesaria seguridad, además de apoyarles para que se sintieran respaldados en su forma de proceder en cada momento. Por su parte, los oficiales asumían el reto de dirigir aquellos servicios que, a priori, revistieran una mayor complejidad, peligrosidad o precisaran de más personal para prestarlo. Además, debían interiorizar su disponibilidad permanente para acudir a aquellos lugares que el servicio de sus hombres le reclamara, aportando siempre seguridad a sus subordinados, tomando las decisiones oportunas con celeridad e informando a sus superiores de lo sucedido. Como consecuencia, también resultaba fundamental el trato con la población y con las autoridades locales, actuando siempre con tacto y corrección. Este trato debía basarse en alcanzar el equilibrio entre transmitirles confianza y disponibilidad permanentes, pero evitando siempre cualquier favoritismo o contravención de la norma. Se trataba, en fin, de buscar la cercanía, sin perder la independencia. Todas estas exigencias derivadas del servicio encomendado a la Guardia Civil, fueron puestas de manifiesto por el duque de Ahumada, como ya vimos en el Capítulo 7, para hacer ver la diferencia en el desempeño profesional de los oficiales de la Guardia Civil respecto a los del Ejército, y adaptar a estas peculiaridades el formulario para su calificación anual 56 . 56 Circular de 29 de marzo de 1849. Recopilación, op. cit., tomo IV, pp. 223-225. SEHGC. CAPÍTULO 8. EL EJERCICIO DEL MANDO EN LA ETAPA FUNDACIONAL 537 8.3.3 Las revistas, instrumento de cohesión y espíritu de cuerpo Sabemos que otra peculiaridad destacable del estilo de mando heredado del duque de Ahumada fue su marcado carácter organizador y ordenancista, hasta en los más mínimos detalles, y de cómo se exigía y controlaba la observancia de lo regulado a través de aquella prodigalidad de circulares y órdenes escritas. Y a este respecto, una eficaz herramienta de control y unificación fue la realización de las revistas e inspecciones periódicas, que se regularon meticulosamente desde el primer momento. Si en todos los ejércitos tenían gran importancia para conocer de modo cabal el estado de instrucción, funcionamiento, orden y moral de las unidades, en la Guardia Civil adquiría aún más relevancia, por la vulnerabilidad que suponía la dispersión y la falta de contacto directo de los oficiales con las unidades más pequeñas. Además, la regulación minuciosa de aquellas revistas, pronto se convirtió en un elemento más de disciplina, cohesión, unidad de acción en el servicio y espíritu de cuerpo, por lo que calaron como tal en la cultura corporativa. Mantener las unidades y la propia presencia personal en permanente estado de revista será la tónica de la Institución desde entonces, y se vivirá con naturalidad. De este modo, las revistas van a ser un medio más con que contarán los oficiales para ejercer el mando de sus dispersas unidades. Para ello, gozarán de amplias facultades de dirección y ejecución, rodeados del necesario prestigio y consideración, y dotándolos de una dimensión nueva, paternal, para tener mayor ascendiente sobre el guardia 57 . Las revistas abarcaban todos los aspectos de las unidades y de su personal, desde los más importantes a los detalles más pequeños, así como los problemas de toda índole, ya sean grandes o pequeños, que se plantean en su transcurso. La conducta de los guardias, su aseo, el estado del armamento, el equipo, el caballo y su trato, la documentación de los puestos, los libros de contabilidad o la 57 MARTÍNEZ RUÍZ, E. (1976). Creación, op. cit., p. 115. La definición de un modelo de liderazgo en la etapa fundacional de la Guardia Civil 538 conceptuación para los ascensos son, todos ellos, aspectos que sobresalían en las revistas 58 . Pero además, las revistas en la Guardia Civil se concebían también como garantía de eficacia y buen funcionamiento de cara a los ciudadanos, que podían comprobar la vigilancia y atención que se ejercía sobre las unidades y su personal, pese a su dispersión. Al mismo tiempo, eran un medio para elevar la moral de los guardias civiles, que veían como sus mandos se preocupaban de conocerles, les atendían, y formaban un concepto de ellos por observación directa 59 . Partiendo desde los comienzos, la circular de 12 de septiembre de 1845, sobre «Método para las revistas de policía en todos los puestos de la Guardia Civil» 60 , nos ofrece una muestra elocuente del detalle con que el duque de Ahumada exigía que fueran pasadas las revistas en las unidades. Con sus siete artículos, esta disposición simbolizaba aquella minuciosidad y espíritu ordenancista con que siempre se conducía el fundador, pero también dejaba traslucir una gran exigencia en la prestación del servicio, que demandará con la misma exactitud. Aquella circular prescribía las revistas diarias que debían realizar los comandantes de puesto –o, donde había oficial, también el jefe de sección o de línea- sobre el vestuario, correaje, armamento y equipo de todos los guardias de la unidad, cuando se encontraren de servicio a las horas fijadas para este acto. Porque en primer término, se fijaba la hora para su celebración: a las 7 de la mañana entre el 15 de abril y el 15 de septiembre, y a las 8 horas, en los otros seis meses del año. Además, se establecía para cada uno de los días de la semana, qué parte del material asignado debía ser objeto de revista. En el transcurso de la misma, el mando correspondiente debía examinar también el estado de policía – uniformidad y aseo personal- de la fuerza. También se prescribía el material de repuesto que debían conservar los guardias, ante la dificultad para su adquisición frecuente, desde el número de botones grandes y pequeños, hasta las piedras de 58 Ibídem. 59 Circular de 10 de febrero de 1863. Recopilación, op. cit., tomo XVIII, pp. 182-186. SEHGC. 60 Circular de 12 de septiembre de 1845. Recopilación, op. cit., tomo I, pp. 361-363. SEHGC. CAPÍTULO 8. EL EJERCICIO DEL MANDO EN LA ETAPA FUNDACIONAL 539 chispa para los fusiles o los pistones para las carabinas. De que los guardias dispusieran de este material de repuesto responsabilizaba el Inspector General a toda la cadena jerárquica, hasta el jefe de tercio. En abril de 1857 se precisaron más los aspectos que debían ser objeto de las revistas mensuales de los jefes de línea, diferenciando el examen de la documentación, el modo de prestar el servicio, y la instrucción teórica y práctica de todo el personal, diferenciando a los comandantes de puesto y a los guardias 61 . El plan de revistas se completaba con las que debían llevar a cabo los comandantes de provincia, los restantes jefes de compañía y los jefes de tercio, recorriendo sus respectivas demarcaciones, con la periodicidad y particularidades que ya apuntamos en el primer apartado de este capítulo. Otro aspecto que revelaba la preocupación del fundador por la imagen de pulcritud y corrección que debían transmitir los guardias, lo apreciamos en los consejos que vertía en aquella circular de 1846, sobre el cuidado de las prendas de uniformidad. A modo de ejemplo, prescribía que el corbatín debía sobresalir, al menos, un dedo sobre el cuello de la levita, no sólo para ofrecer mejor aspecto, sino para evitar que se engrasara éste con el sudor del cuello y se deteriorara la prenda. Del mismo modo, establecía que debían conservarse prendas –sombrero, levita, pantalón- en mejor estado para cuando fueran más visibles por la población, y utilizar las más desgastadas en servicios nocturnos, con mal tiempo o cuando fueran cubiertos con la prenda de abrigo; y el sombrero, con su funda. Un ejemplo del sentido de la dignidad que Ahumada exigía para sus guardias, aplicado al modo de vestir el uniforme, nos lo ofrece el hecho de que hacía prohibir terminantemente el uso de alpargatas para el servicio, algo que era absolutamente habitual en la época en otros institutos del Ejército. Por último, en una prevención muy propia de Ahumada, hacía responsables del exacto cumplimiento de aquellas normas a los oficiales subalternos, jefes de línea y sección, como principales ejecutores de las revistas, junto con los comandantes de puesto. 61 Circular de 26 de abril de 1857. Recopilación, op. cit., tomo XII, pp. 157-158. SEHGC. La definición de un modelo de liderazgo en la etapa fundacional de la Guardia Civil 540 La uniformidad y policía del personal era uno de los aspectos que más acaparaba la atención del duque de Ahumada, y sobre el que redactó más disposiciones. En un breve pero rotundo escrito de 4 de enero de 1849, Ahumada se dirigía al brigadier Gabarre, jefe del 7º Tercio de Granada, participándole que había llegado a su conocimiento que algunos oficiales vestían de paisano por la ciudad, y advirtiéndole de que «castigue ejemplarmente al primer contraventor» 62 . Tratándose de un escrito reservado, el Inspector General parecía dar a entender que el jefe de tercio era conocedor de aquella práctica y no había tomado medidas para evitarlo. En 1847, cuando Ahumada consideró que las unidades de la Guardia Civil se hallaban totalmente constituidas y a pleno rendimiento, solicitó que los tercios del Cuerpo pasaran las mismas revistas de inspección que las unidades de Infantería y Caballería del Ejército, petición que fue aceptada por Real Orden de 21 de marzo de ese año 63 . Se trataba de las revistas reglamentarias que pasaban anualmente todas las unidades de las Armas y Cuerpos, y que se realizaban por un oficial general del Ejército, comisionado para este cometido. El fundador tenía especial interés en estas inspecciones, por lo que dictó unas instrucciones detalladas sobre la forma de realizarlas. Consideraba que eran un medio eficaz para pulsar la valoración que hacía de cada tercio un observador ajeno; y para dar a conocer el estado en que se encontraban las unidades del Cuerpo, tanto a las autoridades militares como al propio Ministerio de la Guerra, que recibía las memorias de aquellas revistas. Más tarde, ya cercano el momento de dejar el cargo de Inspector General en su primer mandato, el duque de Ahumada dictó, en abril de 1854, unas «Instrucciones para las revistas anuales de inspección» 64 , que actualizaban las existentes y regulaban con mayor detalle y amplitud todos los aspectos que debían ser objeto de revista, y la forma de cumplimentarla en todos los tercios de la Guardia Civil. Resulta sorprendente el detalle con que se describía la forma de 62 Escrito del Inspector General al jefe del 7º Tercio. SEHGC. 63 Real Orden de 21 de marzo de 1847. Recopilación, op. cit., tomo II, p. 15. SEHGC. 64 «Instrucciones para las revistas anuales de inspección», de 29 de abril de 1854. SEHGC. CAPÍTULO 8. EL EJERCICIO DEL MANDO EN LA ETAPA FUNDACIONAL 541 pasar aquellas inspecciones, mediante unas instrucciones que eran de obligado cumplimiento, no sólo para la fuerza del Cuerpo, sino también, para los oficiales generales que las giraban. Como secretario para auxiliarles, se debía nombrar a un jefe de la Guardia Civil, perteneciente a un tercio diferente al revistado. Para llevar a cabo la inspección, se ordenaba la concentración de todo el personal del tercio, por secciones, en la capital del distrito militar. En la parte que afectaba a los oficiales, se atendían sus inquietudes, prestando especial atención a su estado de salud y a las licencias por enfermo que se les hubieran concedido, disponiendo reconocimientos médicos extraordinarios, si era necesario. También se analizaban sus calificaciones, se consignaban las conceptuaciones que habían merecido en el acto de la revista y, por supuesto, eran examinados oralmente, del mismo modo que el resto del personal. 8.3.4 La casa-cuartel, como base de un modelo familiar y de identidad corporativa Un aspecto claramente definitorio del peculiar perfil profesional y militar del guardia civil, de la estrecha relación e interactuación con sus mandos inmediatos e intermedios, así como de sus implicaciones familiares, lo encontramos en la figura de las casas-cuartel. Este nuevo concepto de edificio, mitad, instalación militar y mitad, conjunto de viviendas familiares, vino a descomponer por completo los moldes clásicos de la sociedad y convivencia militar hasta aquella fecha 65 . Ciertamente, aquella nueva figura en el panorama sociológico militar y en el mundo rural, suponía un riesgo en cuanto a la novedad que representaba. Y era un riesgo por su posible afectación a la convivencia entre las familias de los guardias civiles, la desvinculación de los problemas vecinales con el ámbito estrictamente profesional y, sobre todo, la posible afectación a la disciplina, a la hora de extrapolar esa convivencia a las relaciones con los cuadros de mando. De todas formas, Ahumada confiaba plenamente en el éxito de aquella solución, pues 65 MARTÍNEZ RUÍZ, E. (1976). Creación, op. cit., p. 76. La definición de un modelo de liderazgo en la etapa fundacional de la Guardia Civil 542 conocía los buenos resultados que había reportado su implantación en la Gendarmería francesa, como bien sabemos 66 . Para el alojamiento en la parte reservada a vivienda de las casas-cuartel, tenía preferencia la clase de tropa, con absoluta separación entre los guardias solteros y los casados, de modo que éstos pudieran vivir con sus familias con la necesaria intimidad. En cuanto a los oficiales subalternos –jefes de línea y de sección-, se dictó una circular en 1857 con normas de régimen interior para su alojamiento en los cuarteles, que sólo sería posible si existía espacio suficiente para los guardias. Para evitar algunos abusos que se cometieron al principio en cuanto a la disposición de espacio por algunos comandantes de línea y sección, se dispuso que fueran los jefes de tercio quienes fijaran los pabellones de los oficiales y el número de habitaciones que les correspondían 67 . Además, también se recomendaba a los oficiales que no pretendieran hacer vida en común con sus subordinados, más allá de lo que recomendaba la natural convivencia. La razón era evitar que los guardias se sintieran cohibidos para manifestarse y comportarse libremente con sus compañeros y familias, sin sentir necesariamente la presencia del superior en los momentos de ocio, en que no se encontraban de servicio. El resultado de la implantación de las casas-cuartel, como sabemos, fue plenamente satisfactorio. Por una parte, ofrecía alojamiento a los guardias civiles y sus familias, que no perdían el arraigo y la conexión familiar. Por otra, suponía una escuela permanente para cuidar las formas externas de educación y disciplina, en aras de mantener siempre la necesaria armonía. Pero además, la convivencia en las casas-cuartel de mandos y subordinados, de compañeros, era origen y fuente de fuertes lazos de camaradería entre todos, de espíritu de cuerpo, de defensa a ultranza de lo propio. «En último extremo -tal y 66 Escrito de 25 de abril de 1844, firmado por Ahumada. Expediente personal del duque de Ahumada. CELEB., Caja 67, EXP. 13. AGMS. 67 Circular de 6 de agosto de 1857. Recopilación, op. cit., tomo XII, pp. 168-169. SEHGC. CAPÍTULO 8. EL EJERCICIO DEL MANDO EN LA ETAPA FUNDACIONAL 543 como llega a afirmar Martínez Ruíz (1976)-, la Benemérita sería una organización militar basada y fundamentada en la familia», de lo que concluye que, para un miembro del Cuerpo, «defender la Guardia Civil es defender, por lo tanto, a su propia familia» 68 . Si analizamos la función desempeñada por las casas-cuartel de la Guardia Civil, a la luz de las políticas sociales de nuestro tiempo, ¿no es, acaso, uno de sus objetos, el de alcanzar una adecuada conciliación de la vida personal, familiar y laboral de los guardias civiles? Pero además, este fuerte componente familiar, presente en los acuartelamientos de la Guardia Civil, va a tener repercusiones aún más profundas en el devenir de la Institución, hasta conformarla como esa gran familia. Las esposas de los guardias civiles aprendían a sufrir en silencio la ausencia del marido, expuesto a penalidades y peligros inciertos; guardaban la necesaria discreción sobre los asuntos del servicio que llegaban a sus oídos; y contribuían a la convivencia y armonía de todos en el recinto del cuartel. Las hijas, aprendían de sus madres la forma de comportarse en el futuro, si llegaban a casarse con un miembro del Cuerpo; y los hijos varones, siguiendo lo que Ahumada tanto anhelaba, alimentaban día a día su vocación de guardia civil. Por último, y ciñéndonos al aspecto que pretendemos reflejar en este apartado, podemos concluir que las casas-cuartel jugaron un papel fundamental en el refuerzo de la identidad corporativa y de la cohesión interna en el seno de las unidades de la Guardia Civil. Mucho más que dependencias policiales, cuartel militar o conjunto de viviendas, aquellos variopintos edificios eran auténticas escuelas de vida, en que todo era compartido entre los guardias y sus seres más próximos. Además, podemos concluir que constituían un elemento clave para el ejercicio del mando; de permanente desarrollo de liderazgo, basado en el ejemplo y el prestigio personal; y para la forja de un espíritu corporativo propio e inconfundible. 68 MARTÍNEZ RUÍZ, E. (1976). Creación, op. cit., p. 77. La definición de un modelo de liderazgo en la etapa fundacional de la Guardia Civil 544 8.3.5 La consolidación de un estilo de mando Es oportuno resaltar que todos los aspectos fundamentales que fueron clave para perfilar un estilo de mando genuino en la Guardia Civil, sobrevivieron a los dos periodos ahumadianos, y consiguieron afianzarlo y robustecerlo en las décadas siguientes, hasta alcanzar la completa consolidación del Cuerpo en el ámbito de la Administración y en el panorama de la seguridad en España. Podemos ver una prueba de ello en la línea continuista de la etapa de Ahumada que siguió a su segundo mandato. En julio de 1858 se hacía cargo de la Inspección General del Cuerpo el teniente general Isidoro de Hoyos y Rubín de Celis, marqués de Zornoza y vizconde de Manzanera. Para entonces, la Guardia Civil y el estilo de mando impuesto desde su fundación se hallaban lo suficientemente asentados como para que la Institución prosiguiera la senda emprendida sin alteraciones ni cambios de rumbo que la apartaran de su trayectoria. Siguiendo esta línea, en el mismo verano en que tomó posesión de su cargo, Hoyos dictaba dos circulares que pretendían reconducir situaciones que afectaban directamente a la disciplina. En la primera de ellas, dictada en julio, apelaba a «cimentar el concepto del Cuerpo» para recordar la obligación de los comandantes de puesto de presentarse a los generales que llegaran a su demarcación 69 . En la segunda, del mes de agosto, Hoyos recriminaba con dureza que en ocasiones se respondiera en términos desconsiderados por algún subordinado a sus superiores inmediatos, o se le pidieran explicaciones por asuntos del servicio, o ante la imposición de un castigo. Disponía que aquellas conductas debían ser castigadas como actos de insubordinación, y no con meras multas, al tiempo que prohibía el tuteo en asuntos del servicio y entre los miembros de diferentes clases. Además, recomendaba que no se empleara nunca el tuteo entre los componentes del Cuerpo, como muestra de respeto, que en nada debía afectar a la buena armonía entre ellos 70 . Por último, requería que los jefes de 69 Circular de 31 de julio de 1858. Recopilación, op. cit., tomo XIII, p. 290. SEHGC. 70 Respecto al tuteo, resulta obvio recordar que el grado de confianza en cuanto a los tratamientos en aquella época era muy diferente a la actualidad. CAPÍTULO 8. EL EJERCICIO DEL MANDO EN LA ETAPA FUNDACIONAL 545 línea y comandantes de puesto explicaran a sus subordinados el contenido de la circular, «inculcándoles en su espíritu, que es el de que todos los individuos del Cuerpo se miren como hermanos» 71 . Un nuevo ejemplo lo encontramos en otra disposición del general Hoyos de octubre de 1858, con la que se actualizaban las normas sobre el saludo militar del personal del Cuerpo. Se incluía a los gobernadores civiles de la respectiva provincia entre las autoridades a las que se debía el saludo en la forma de descubrir el sombrero –siempre que el guardia marchara sin arma larga- y parándose dos pasos antes de llegar a la autoridad a saludar. La forma de saludo a los jefes y oficiales –sin armas- se haría «con la palma de la mano hacia dentro» y parándose ante el mando para realizarlo, mientras que a las autoridades civiles, el saludo se debía hacer sobre la marcha. Si se llevaba fusil –la fuerza de infantería-, debía terciarse el arma para saludar, y si el arma iba envainada o colgada –los guardias de caballería-, el saludo se realizaba descubriéndose o llevando la mando al pico del sombrero, según a quien se dirigiera. También se detallaba la forma del saludo de los centinelas y cuando marchaban varios guardias, como fuerza armada 72 . Queda patente, por tanto, a la luz de estas y muchas otras disposiciones posteriores, la relevancia que para la Guardia Civil tuvo siempre el mantenimiento de la disciplina, su interiorización por todos los miembros del Cuerpo y la importancia de sus muestras externas, a través de la corrección en el trato y el saludo militar. Con ello, se quería resaltar el espíritu de cuerpo que transmitían. Pero también era una forma de marcar la diferencia con el Ejército, sobre todo en aquellos primeros tiempos, en cuyas filas se advertía con frecuencia un preocupante relajamiento. Así lo demostraban las reales órdenes que tenían que recordar periódicamente la obligación de practicar y exigir el saludo militar 73 . 71 Circular de 9 de agosto de 1858. Recopilación, op. cit., tomo XIII, pp. 291-293. SEHGC. 72 Circular de 2 de octubre de 1858. Recopilación, op. cit., tomo XIII, pp. 295-297. SEHGC. 73 Entre otras, la Real Orden de 31 de agosto de 1866. Recopilación, op. cit., tomo XXI, pp. 255- 256. SEHGC. La definición de un modelo de liderazgo en la etapa fundacional de la Guardia Civil 546 Aquella convicción trascendió netamente los periodos ahumadianos, de modo que pasó a formar parte de la esencia del Cuerpo y del propio estilo de mando institucional. Pero también se mantuvo inalterable la sensibilidad por todo lo que afectaba al crecimiento humano y las condiciones de vida de los guardias civiles. Veamos un ejemplo de la continuidad que se dio a este aspecto, partiendo de la etapa ahumadiana. Mediante la circular de 19 de abril de 1848, Ahumada daba muestras de su sensibilidad para mejorar la instrucción primaria de los guardias civiles, poniendo especial empeño en la enseñanza de los más atrasados, en cuanto a su alfabetización. Para ello, previno a los jefes de tercio de que este personal debía ser examinado mensualmente por sus jefes de sección o línea, dando cuenta del resultado a los capitanes de sus compañías. Si alguno de aquellos guardias no lograra avances significativos en el periodo de dos meses, debería contratarse un profesor de primeras letras para que le enseñara, cuyos honorarios debían ser satisfechos por el guardia educando 74 . Más tarde, siendo el general Hoyos Inspector General, también manifestó su deseo de incrementar el nivel cultural de los guardias civiles, mediante la circular de 6 de julio de 1859. En ella, comunicaba a todos los componentes del Cuerpo que la Reina había accedido a una petición suya, cursada para su cumplimiento al Director General de Instrucción Pública, para que autorizara a los guardias a asistir a las escuelas de adultos, y a sus hijos a las escuelas elementales y superiores de primera enseñanza, sitas en los pueblos donde desempeñaran su servicio. La asistencia sería gratis «teniendo en consideración los importantes servicios que presta el instituto y el corto sueldo de la clase de tropa del mismo» 75 . En cuanto a las condiciones de vida, se dio un impulso muy importante durante el mandato del teniente general Hoyos en 1861, al conseguir que, a diferencia del personal del Ejército, no se detrajera importe alguno de los sueldos 74 Circular de 19 de abril de 1848. Recopilación, op. cit., tomo III, p. 301. SEHGC. 75 Circular de 6 de julio de 1859. Recopilación, op. cit., tomo XIV, p. 244. SEHGC. CAPÍTULO 8. EL EJERCICIO DEL MANDO EN LA ETAPA FUNDACIONAL 547 de los guardias civiles cuando se vieran obligados a hacer uso de alguna licencia temporal, bien por razones de salud, o por interés particular para resolver asuntos personales. Hoyos había argumentado frente al Director General de la Administración General, la justificación de esta excepción para los guardias civiles y su diferenciación del Ejército, «toda vez que se les debe considerar como de servicio, sea cualquiera la situación en que se encuentren» 76 . En definitiva, esta línea continuista que acabamos de esbozar supuso el punto de partida para el afianzamiento de la cultura institucional iniciada por el fundador del Cuerpo, y de los elementos definitorios de un estilo de mando propio y genuino en la Guardia Civil. RELACIÓN DE INSPECTORES Y DIRECTORES GENERALES DE LA GUARDIA CIVIL DESDE SU FUNDACIÓN HASTA 1875 Nº de orden Empleo Nombre Cargo y fecha de los nombramientos 1 Mariscal de campo FRANCISCO JAVIER GIRÓN Y EZPELETA Director de Organización. 15 de abril de 1844 Inspector General. 1 de septiembre de 1844 2 Teniente general FACUNDO INFANTE Y CHAVES Inspector General. 1 de agosto de 1854 3 Teniente general JOSÉ MCCROHON Y BLAKE Inspector General. 1 de septiembre de 1856 4 Teniente general FRANCISCO JAVIER GIRÓN Y EZPELETA Inspector General. 12 de octubre de 1856 5 Teniente general ISIDORO DE HOYOS Y RUBÍN DE CELIS Inspector General. 2 de julio de 1858 Director General. 6 de abril de 1859 6 Teniente general GENARO DE QUESADA Y MATEWS Director General. 21 de noviembre de 1863 7 Teniente general ÁNGEL GARCÍA Y GARCÍA-LOYGORRI Director General. 29 de septiembre de 1864 8 Teniente general ISIDORO DE HOYOS Y RUBÍN DE CELIS Director General. 25 de junio de 1865 76 Circular de 30 de octubre de 1861. Recopilación, op. cit., tomo XVI, p. 138. SEHGC. La definición de un modelo de liderazgo en la etapa fundacional de la Guardia Civil 548 9 Mariscal de campo FRANCISCO SERRANO Y BEDOYA Director General. 28 de diciembre de 1865 10 Teniente general RAFAEL ACEDO RICO Y AMAT Director General. 11 de julio de 1866 11 Teniente general JOSÉ TURÓN Y PRATS Director General. 11 de marzo de 1867 12 Teniente general ANSELMO BLÁSER Y SAN MARTÍN Director General. 16 de septiembre de 1868 13 Teniente general JUAN DE ZARIATEGUI Director General. 27 de septiembre de 1868 14 Teniente general FRANCISCO SERRANO Y BEDOYA Director General. 25 de octubre de 1868 15 Teniente general CÁNDIDO PIELTAIN Y JOVE-HUERGO Director General. 19 de junio de 1872 16 Teniente general MARIANO SOCÍAS DEL FANGAR Y LLEDÓ Director General. 5 de julio de 1873 17 Teniente general JUAN ACOSTA Y MUÑOZ Director General. 19 de septiembre de 1873 18 Mariscal de campo SEGUNDO DE LA PORTILLA Y GUTIÉRREZ Director General. 10 de octubre de 1873 19 Teniente general JOSÉ TURÓN Y PRATS Director General. 18 de enero de 1874 20 Teniente general FERNANDO COTONER Y CHACÓN Director General. 28 de septiembre de 1874 Imagen 8.1. Relación de Inspectores y Directores Generales de la Guardia Civil desde su fundación hasta 1875. Fuente: Escalafón general de antigüedad de jefes y oficiales de la Guardia Civil en 1 de enero de 1875. SEHGC. 8.4 EL ORIGEN DE UN MODELO DE LIDERAZGO INSTITUCIONAL A lo largo de nuestro trabajo hemos ido poniendo de manifiesto cuáles han sido los rasgos singulares que caracterizaron desde sus inicios a la Guardia Civil como Institución. También hemos analizado cómo fue capaz de crecer, de sostenerse por encima de ideologías políticas y regímenes diferentes, y de alcanzar las altas cotas de prestigio que determinaron su definitiva consolidación en el mapa institucional español. CAPÍTULO 8. EL EJERCICIO DEL MANDO EN LA ETAPA FUNDACIONAL 549 Pero analizado desde el factor humano, este resultado ha de estar directamente vinculado a la actitud y al desempeño profesional de los hombres que integraron la Guardia Civil en aquella etapa fundacional. De acuerdo con nuestra hipótesis de trabajo, aquel éxito fue fruto de las cualidades humanas y profesionales desplegadas por los guardias civiles en el cumplimiento de su función, inculcadas y sostenidas por unos cuadros de mando fuera de lo común, que ejercieron un liderazgo muy eficaz sobre la fuerza a sus órdenes. La importancia del factor humano para el éxito de la Guardia Civil pretendía ser el contrapunto a tantos fracasos previos en el afán de constituir una fuerza de seguridad eficaz en España, y en salvaguardar a sus miembros de los vicios y conductas abusivas de un pasado con el que se quería romper. El cuadro de valores con que debía revestirse la Institución adquiría, así, una importancia capital. Por ello, la Guardia Civil se configuró como un modelo antropológico de organización, y como tal, su finalidad era, no sólo conseguir la eficacia y la atractividad, sino también la unidad o identificación de sus miembros con la Institución y sus objetivos 77 . Una organización, en fin, que encarna unos valores concretos que han de impregnar todo su operar. Lo que importa, al fin, es lo que se hace, no lo que se dice que ha de hacerse 78 . A este respecto, hemos visto el cuidado con que se seleccionó a los primeros miembros de la Guardia Civil, especialmente, a los oficiales; y la importancia que se dio desde los comienzos a la formación humana, profesional y en valores de los primeros guardias civiles. También vimos cómo se dio un paso más, respecto al Ejército, en cuanto a la selección y formación de los cuadros de mando, así como para fortalecer y establecer controles de calidad en los procesos de promoción interna y en el régimen de ascensos a oficial. Esta acertada política de personal en la Guardia Civil se vio fortalecida y respaldada por un estilo de mando absolutamente coherente con aquella línea 77 ÁLVAREZ DE MON, S.; CARDONA, P.; CHINCHILLA, Mª. N.; MILLER, P.; PÉREZ, J. A.; PIN, J. R. Y OTROS (2001). Paradigmas del liderazgo: claves en la dirección de personas, pp. 6 y 7. 78 Ibídem. La definición de un modelo de liderazgo en la etapa fundacional de la Guardia Civil 550 institucional, cuyos principales rasgos definitorios hemos tenido oportunidad de desgranar, fundamentalmente, a lo largo del presente capítulo. Este estilo de mando propio se fraguó en la Guardia Civil, primero de la mano de Ahumada, y luego, de todos los mandos que se incorporaban al Instituto o ascendían entre sus filas, y de los sucesivos Inspectores y Directores Generales. Además, vino a dar cohesión a la Institución y a fortalecer su espíritu de cuerpo. Por todo ello, fue determinante para su pervivencia y para la consolidación de su prestigio. El estilo de mando en la Guardia Civil, en fin, abarcó toda la esfera de las relaciones humanas, y dentro de la estructura jerárquica en particular, tanto en sentido ascendente como descendente. Por ello, hemos percibido entre los rasgos de aquel estilo de mando, los elementos definitorios de un auténtico modelo de liderazgo, aun cuando con las limitaciones psicológicas y sociológicas que imponían la mentalidad y las formas de relación propias del siglo XIX en España 79 . Pasamos, a continuación, a desarrollar cuáles son, a nuestro juicio, estos elementos. 8.4.1 Las bases de un liderazgo ético: moralidad, honradez y rectitud como principios de conducta Hoy sabemos que el logro de los comportamientos éticos necesarios para el buen funcionamiento de cualquier organización no es viable sin el aprendizaje y el enraizamiento ético de las personas; esto es, sin la interiorización de los valores morales necesarios en quienes han de ponerlos en práctica. No basta con considerar esas virtudes o valores, sino que ha de vivirse de acuerdo con ellas, y 79 En aquella época existían grandes diferencias sociales y una importante carga de prejuicios de todo tipo, comúnmente aceptados, pero que hoy serían inasumibles. CAPÍTULO 8. EL EJERCICIO DEL MANDO EN LA ETAPA FUNDACIONAL 551 para esto es necesario un aprendizaje 80 . Dicho de otro modo, no hay atajos para un auténtico liderazgo ético. El duque de Ahumada fue consciente de ello, y sabía que la formación en virtudes humanas de aquellos hombres era esencial. Como ya hemos expuesto de forma reiterada, se propuso desde el primer momento, no sólo conseguir unos guardias civiles expertos en el desempeño del servicio que debían prestar, sino también, formar humana y moralmente a sus subordinados. El soporte normativo que daba cabida a aquellos postulados éticos y debía servir de referente en la Institución fue la Cartilla del Guardia Civil. Además de completar la normativa por la que había de regirse el servicio del Cuerpo, el capítulo I de la Cartilla recogía, como hemos visto en el Capítulo 4 de este trabajo, el auténtico código de conducta del guardia civil. El aprendizaje de aquel elenco deontológico era exigido de memoria, y permanentemente se procuraba por los mandos su completa interiorización, a través de las revistas, las vigilancias del servicio y siempre que se presentaba ocasión para ello. Esta exigencia ética generó pronto una particular autoexigencia que definió el perfil profesional de los guardias civiles. Los mandos, además, tenían la responsabilidad de adquirir una autoridad natural que fuera fácilmente reconocida por sus subordinados, y ésta sólo podía lograrse viviendo las virtudes y valores que pretendían transmitirles y exigirles 81 . Como ya adelantábamos en el Capítulo 4 en nuestro análisis de la Cartilla, este fuerte componente ético puede parecer evidente si lo consideramos entre los parámetros deontológicos en que se desenvuelve en la actualidad un cuerpo de seguridad con prestigio, al menos, en los países de nuestro entorno geográfico y cultural. Pero en la sociedad de mediado el siglo XIX, con una concepción todavía poco asentada de la propiedad privada, en un estado liberal aún muy incipiente, resultaba absolutamente revolucionaria, y muestra de una alta excelencia profesional y humana. Probablemente, sólo podían equipararse en aquel momento 80 SONNENFELD, A. (2013). El nuevo liderazgo ético: la responsabilidad de ser libres, p. 114. 81 Ibídem. La definición de un modelo de liderazgo en la etapa fundacional de la Guardia Civil 552 el código deontológico de la policía británica organizada por Robert Peel 82 y el recogido en la ordenanza de la Gendarmería francesa. Por estas razones, alcanzar aquellas cualidades morales para unos jóvenes procedentes de las zonas rurales o de entre las filas del Ejército –y en buena parte, analfabetos-, suponía el reto más alto a cuyo logro se volcó el duque de Ahumada. Pero este análisis sobre el liderazgo ético como signo distintivo de la Guardia Civil estaría huérfano si no consideráramos el valor añadido de su naturaleza militar. Hemos insistido en el Capítulo 2 en demostrar el origen netamente castrense de la Guardia Civil desde su misma concepción, también con el modelo del decreto de 28 de marzo; y por supuesto, en el momento de su puesta en marcha. Este carácter militar que le acompañó siempre, fue garantía de eficacia desde su misma fundación. Pero para nuestro estudio esta afirmación se revela más importante aún, porque permite establecer una trabazón entre las cualidades antes descritas y los valores propiamente militares. De este modo, la disciplina, la lealtad, el espíritu de sacrificio o la disposición permanente para el servicio venían a completar un elenco de competencias, cualidades y valores que, fuertemente cohesionados, definieron el modelo profesional del guardia civil. Procede, ahora, hacer una referencia a la importante labor humanitaria desplegada por la Guardia Civil desde su misma fundación. En primer lugar, hay que decir que pecaríamos de injustos si pretendiéramos adscribir en exclusiva el espíritu benemérito al patrimonio institucional de la Guardia Civil. El término «benemérito» era en el siglo XIX mucho más utilizado que en nuestros días, que apenas se encuentra limitado para referirnos a la Guardia Civil de forma más o menos elogiosa o cercana, con la denominación de Benemérita. En el periodo de nuestro estudio, benemérito era un calificativo con 82 Con frecuencia se han identificado como pertenecientes a los «principios policiales de Peel», aspectos deontológicos no sólo recogidos en aquel momento, sino en décadas posteriores, y casi hasta nuestros días. CAPÍTULO 8. EL EJERCICIO DEL MANDO EN LA ETAPA FUNDACIONAL 553 que se señalaba con cierta frecuencia a quienes habían destacado por participar en acciones meritorias de esta naturaleza, y se dirigía tanto a personas como a instituciones. De hecho, a la Milicia Nacional se la calificó con frecuencia de benemérita en su tiempo 83 . Lo cierto es que la Guardia Civil nació con esta clara vocación benefactora, tal y como ya establecían el Reglamento para el Servicio 84 de 1844 y la Cartilla del Guardia Civil 85 de 1845. Pero como decíamos en el Capítulo 4, este carácter benefactor trascendió a la naturaleza estatutaria de la Institución, para convertirse desde el primer momento en auténtica seña de identidad. A ser «pronóstico feliz para el afligido» 86 orientó la Guardia Civil su servicio siempre que fue necesario, y así lo atestiguan las numerosas muestras de reconocimiento público y de hechos reseñables, e incluso, heroicos, a que nos hemos referido a lo largo de nuestro trabajo. El calificativo de Benemérita para la Guardia Civil, ganado con todo merecimiento, era una muestra más de ese liderazgo ético que se asentó en la Institución desde su fundación. 8.4.2 Fuerte sentido de pertenencia, cohesión interna y espíritu de cuerpo Los guardias civiles alcanzaron pronto un fuerte sentido de pertenencia, al que no era ajena la dispersión de las unidades y tener que afrontar frecuentemente situaciones complejas con escasos recursos. Este sentimiento facilitó que se lograra una necesaria cohesión interna y un auténtico espíritu de cuerpo. Ejemplos que denotan estos importantes valores institucionales pueden extraerse con facilidad, en sus diferentes manifestaciones y facetas, en los episodios singulares que se narran en el apartado 9.4. 83 Son numerosas las referencias bibliográficas al respecto. Entre otras: PÉREZ GARZÓN, J. S. (1978). Milicia Nacional, op. cit., p. 158. Edicto del Ayuntamiento de Madrid de 8 de junio de 1821. 84 Reglamento para el Servicio de la Guardia Civil, aprobado por Real Decreto de 9 de octubre de 1844. 85 Cartilla del Guardia Civil, aprobada por Real Orden de 20 de diciembre de 1845. 86 Artículo 6 del Capítulo I de la Cartilla del Guardia Civil. La definición de un modelo de liderazgo en la etapa fundacional de la Guardia Civil 554 Para interiorizar estos sentimientos resultaba esencial un adecuado equilibrio entre la orientación a los objetivos de la Institución, con el convencimiento de que el servicio era lo primero en el orden de prioridades; y la sensibilidad y atención hacia quienes han de prestarlo, los guardias civiles, tanto en su ámbito personal como familiar. La situación del personal, la mentalidad de la época, la formación y la dispersión de los efectivos, acentuaron en la Guardia Civil un liderazgo basado en la orientación equilibrada, tanto hacia las personas como hacia la tarea u objetivos a alcanzar. Esta doble orientación se materializó, entre otros aspectos, en las exigentes revistas periódicas a las que ya nos hemos referido. En su afán omnicomprensivo, se atendía en aquellas revistas al estado de la fuerza en sus aspectos más personales y humanos, además de a la prestación efectiva del servicio y sus resultados policiales. También revestía gran importancia el conocimiento de la documentación y el cumplimiento de reglamentos, órdenes y circulares, que se difundían con absoluta eficacia y celeridad para que llegaran al último puesto. A este peculiar estilo de liderazgo, equilibrado entre la persona y la tarea, entre el guardia civil y el servicio peculiar que se le encomendaba, no era ajena la realidad sociológica de las casas-cuartel, ya analizada. Aquella solución fue consecuencia de la dispersión geográfica en la necesaria eficacia del servicio, y pronto se convirtió en fuerte factor de cohesión interna en la Institución. A aquella cohesión interna contribuía de forma decisiva la cercanía física y emocional entre todos los guardias civiles, y entre mandos y subordinados. Pero también había que añadir el efecto –y el ejemplo- que causaba aquel modo de vida y de relaciones humanas en los hijos de los miembros del Cuerpo, muchos de los cuales seguían la senda de sus padres, de quienes aprendían, antes de vestir el uniforme, los rigores del servicio, las reglas de comportamiento y las principales señas de identidad corporativa. CAPÍTULO 8. EL EJERCICIO DEL MANDO EN LA ETAPA FUNDACIONAL 555 8.4.3 Motivación, compromiso y lealtad institucional Ya tuvimos ocasión de comprobar en la narración de la primera organización de la Guardia Civil, en los Capítulos 2 y 5, cómo Francisco Javier Girón apuró los tiempos de tal forma que tenía confeccionado un completo informe pocos días después de su nombramiento. Estamos seguros de que se había puesto a ello en cuanto recibió un encargo que, sin duda, fue especialmente ilusionante para él. Por ello, lo primero que hizo fue rodearse de colaboradores de su entera confianza, a los que pronto transmitiría aquella ilusión. Para ello, basta con echar un vistazo a las fechas en que propone el nombramiento de su equipo de colaboradores en la Dirección de Organización, como De la Torre, Olmedo y Casani; y la solicitud de algunos de los primeros jefes para mandar un tercio de la Guardia Civil, como Purgoldt o Palacios. Parece haber quedado patente, por tanto, el papel de liderazgo ejercido por Ahumada para saber rodearse desde un principio del personal adecuado y con el entusiasmo necesario, en el lugar donde debía centralizarse la capacidad intelectual y organizativa para la nueva Institución: la Dirección de Organización. Ciertamente, la capacidad de entusiasmar es una de las principales cualidades de un buen líder, y Ahumada la tuvo desde el primer momento. Pero aquella cualidad de líder se transmitió mucho más allá, porque llegó y fue asumida, sobre todo, por los primeros jefes y oficiales, que fueron capaces de contagiarlo a sus subordinados. Sólo así se explica la rapidez del despliegue por el territorio nacional, del comienzo en la prestación del servicio por aquellos hombres y de la eficacia que denotan los primeros resultados. Más tarde, la continua y eficaz acción de mando y la línea continuista en la dirección del Cuerpo, contribuyeron a transmitir ilusión a sus componentes y a generar entusiasmo ante los nuevos retos. Nos hemos referido a ejemplos palpables de esta actitud, que engarzan con el sentimiento de un alto nivel de compromiso y de lealtad institucional. Citaremos de nuevo la referencia que hacíamos en el Capítulo 6 a la renuncia de más de mil quinientos guardias civiles en 1854 a los premios de reenganche que les correspondían por su licenciamiento, para prolongar su compromiso en el La definición de un modelo de liderazgo en la etapa fundacional de la Guardia Civil 556 Cuerpo y aliviar las cargas económicas del Estado. Y otra buena muestra nos la ofrece la reincorporación de licenciados a la Guardia Civil, algunos dejando trabajos con buenos sueldos, entre octubre y diciembre de 1856, para volver a servir a las órdenes de su fundador, cuando se hizo cargo de la Inspección General en su segundo mandato. Volvamos ahora al nivel de exigencia que se requería de los primeros guardias civiles en su desempeño profesional. Para mantener este nivel y que pudiera ser exigido por sus superiores, lo primero que hizo el fundador del Cuerpo fue revestir a aquellos hombres de una gran dignidad y conseguir que fueran conscientes del importante papel que les había tocado jugar. De este modo, el alto sentido de la dignidad y la plena conciencia de poseerla acentuaron un peculiar sentimiento de amor propio y se tradujo en el principal factor de motivación en el quehacer profesional de los guardias civiles, que se manifestó en un gran afán de superación 87 . Además, este sentimiento se debía traducir en la insistencia de que «los Guardias se hagan siempre respetar por su porte decoroso y grave, no mezclándose nunca con los paisanos de los pueblos en que han de ser los primeros ejecutores de la Ley» 88 . Con esta prevención, se fomentaba el compañerismo entre los miembros del Cuerpo y se evitaba que surgieran intereses comunes con los paisanos o lazos especiales de afinidad, que pudieran condicionar o comprometer el proceder de los guardias civiles, más allá de la estricta aplicación de la norma. Ese profundo sentido de la dignidad hizo comprender al guardia el importante papel que desempeñaba en la sociedad, y le llevó a sentirse como su auténtico protector. Por ello, su moral se asentó en la honradez, llevándole a experimentar un profundo sentido de la propiedad, y de que cada persona tiene derecho al respeto y protección de sus posesiones, de aquello que le pertenece, por 87 MARTÍNEZ RUÍZ, E. (1976). Creación, op. cit., p. 66. 88 Circular de 8 de agosto de 1846. Recopilación, op. cit., tomo I, pp. 418-420. SEHGC. CAPÍTULO 8. EL EJERCICIO DEL MANDO EN LA ETAPA FUNDACIONAL 557 parte de los demás. Y este sentimiento le llevaría a perseguir, con tanto denuedo como convencimiento, cualquier ataque contra la propiedad 89 . A aquella acrisolada honradez que se exigía a los guardias civiles, como dechado de moralidad, era preciso unir, como parte del sentimiento de dignidad, la necesaria autosuficiencia para intervenir en cualquier situación del servicio. No en vano, aquellos guardias eran instruidos desde su ingreso en el Cuerpo para actuar en reducidos grupos o por parejas, sin apenas posibilidad del apoyo cercano o la consulta a cualquier autoridad o mando 90 . La capacidad de decisión del jefe de pareja era, las más de las veces, casi absoluta. La autoestima, el autodominio, la iniciativa, la capacidad de resolución de problemas o el compañerismo se convertían, entonces, en competencias y cualidades exigibles de modo óptimo a todo guardia civil, y propias de un excelente desempeño. Centrándonos en la motivación y la asunción de compromiso por los primeros integrantes del Cuerpo, también Ahumada supo inculcar en los jefes y oficiales la necesidad de lograr el convencimiento de sus subordinados en el cumplimiento de las órdenes recibidas, como veíamos en aquella temprana circular de diciembre de 1844 91 , haciéndoles partícipes de los objetivos a alcanzar en cada momento. 8.4.4 Liderazgo ejemplar En el caso de los jefes y oficiales que ingresaban en la Guardia Civil, su formación humana, intelectual y militar, unida a su experiencia profesional, su valor en combate y a que eran escogidos entre los mejores, suponía un punto de partida de primera magnitud. 89 MARTÍNEZ RUÍZ, E. (1976). Creación, op. cit., p. 66. 90 En este sentido, resulta especialmente elocuente la circular del Inspector General de 31 de octubre de 1852, dirigida a todos los jefes de unidad ante la próxima incorporación de un nuevo contingente de guardias civiles, y a la que ya hemos hecho referencia en capítulos anteriores. Recopilación, op. cit., tomo VII, pp. 125-126. SEHGC. 91 Circular de 20 de diciembre de 1844. Recopilación, op. cit., tomo I, p. 279. SEHGC. La definición de un modelo de liderazgo en la etapa fundacional de la Guardia Civil 558 Al mismo tiempo, las misiones que se encomendaban a aquel Cuerpo recién creado, la gran dispersión de las unidades y las fuertes expectativas que había generado la Guardia Civil en la sociedad de la época, hacían que también requiriera de ellos un importante esfuerzo de adaptación y aprendizaje, como ya exponíamos en el Capítulo 4. Pero el gran reto para aquellos jefes y oficiales, más que asumir e interiorizar el nuevo espíritu, era contar con la capacidad, influencia y autoridad natural suficientes para transmitirlo e inculcarlo en sus subordinados. Para ello, a todas las demás cualidades que hemos desgranado había que unir un fuerte compromiso y una resuelta orientación al logro, de acuerdo con las consignas que recibían. Además, para que aquellos jefes y oficiales pudieran liderar a sus hombres sin ser cuestionados, resultaba fundamental el ejemplo, que era tanto como esmerarse en el comportamiento ante sus subordinados, la gravedad en todas sus manifestaciones y, por supuesto, ponerse sin titubeos al frente de sus guardias cuando el deber lo reclamara, máxime si el riesgo era elevado, y anteponiendo siempre el cumplimiento de la misión. Y aquí entra de lleno, una vez más, la autoridad natural de los mandos. Cuando su reconocimiento por los subordinados es consecuencia de la percepción de la excelencia en quien la ejerce, produce una dirección afectiva que facilita la transmisión de la virtud, su contagio. Esas virtudes, además, serán asumidas y vividas en la medida en que se sepa crear un clima de confianza recíproca 92 . Ese espíritu de cuerpo del que ya hemos hablado. Como un eslabón más del liderazgo ejemplar, hemos esbozado en los Capítulos 5 y 8 cómo se materializó la política premial en la Guardia Civil; esto es, las condecoraciones y otros reconocimientos a la labor profesional de los guardias civiles, en paz y en guerra. Hemos visto que en la Guardia Civil no se abusaba de las recompensas, pero no por parquedad o estrechez en el reconocimiento al trabajo bien hecho. Antes al contrario, se pretendía que tales 92 SONNENFELD, A. (2013). El nuevo liderazgo ético, op. cit., pp. 115-116. CAPÍTULO 8. EL EJERCICIO DEL MANDO EN LA ETAPA FUNDACIONAL 559 reconocimientos fueran justos, adecuados al mérito que deseaban premiar, e igualmente equiparables a los reproches que, cuando era menester, se dirigían también a los que lo merecían. Fue obsesión de todos los Inspectores y Directores Generales actuar siempre con justicia, para premiar y para castigar, de modo que la adopción de estas medidas tuviera también un efecto ejemplificador, sin distorsionar la realidad. Conviene puntualizar, no obstante, que el concepto que hoy tenemos de un liderazgo ejemplar no coincide plenamente con el que cabía esperar a mediados del siglo XIX. En aquella época, esta actitud ejemplar de los mandos buscaba obtener la autoridad natural sobre sus subordinados y ejercer una notable influencia sobre su actitud y compromiso, igual que en nuestros días, pero de una forma mucho más directa, más simple. De acuerdo con los postulados de la época, se basaba principalmente en actuaciones concretas para afrontar situaciones críticas y, sobre todo, desde un alto sentimiento del honor, como guía de comportamiento en todas las decisiones. En este sentido, ya tuvimos ocasión a lo largo de nuestro trabajo, y consideraremos expresamente en el Capítulo 9 la exposición de algunos episodios sobre la actuación singular de los mandos de la Guardia Civil en los momentos clave, y en los que se puso de manifiesto este incomparable ejercicio de liderazgo. Como veremos en aquellos episodios, observamos claras muestras de liderazgo ejemplar en el coronel Purgoldt, el brigadier Alós, el comandante Camino y tantos otros jefes y oficiales de la Guardia Civil. Pero lo apreciamos también en la guerra de África, como un arquetipo de este modelo decimonónico de liderazgo, con el marqués de los Castillejos llamando a sus hombres a seguirle en una carga suicida, y a quien secundan sin dudarlo, entre otros, la media docena de guardias civiles de su escolta. La definición de un modelo de liderazgo en la etapa fundacional de la Guardia Civil 560 CAPÍTULO 9. INTERVENCIONES SINGULARES DE LOS MANDOS EN LOS ACONTECIMIENTOS DE MAYOR REPERCUSIÓN PÚBLICA 561 CAPÍTULO 9 INTERVENCIONES SINGULARES DE LOS MANDOS EN LOS ACONTECIMIENTOS DE MAYOR REPERCUSIÓN PÚBLICA En este último capítulo pretendemos introducir una serie de episodios y acontecimientos históricos correspondientes a nuestro periodo de estudio, en cuyo desarrollo tuvo la Guardia Civil una actuación destacada o un protagonismo muy relevante, bien a través de algunos de sus jefes y oficiales más brillantes, o del conjunto de cuadros de mando de una unidad. En la exposición, saldrá a relucir la actuación de la Guardia Civil frente a la práctica totalidad de los pronunciamientos y revueltas que tuvieron lugar en el periodo, correspondiente a los años 1848, 1854, 1856, 1866 y 1874. Puede decirse que la intervención de la Benemérita en todos los episodios que tuvieron lugar esos años, fue determinante para el resultado posterior y, en última instancia, para el devenir de la Historia. Excluimos, no obstante, aquéllos en que la Guardia Civil, si no se mantuvo plenamente al margen, sí estuvo en un prudente segundo plano, como fue el caso de la Gloriosa de 1868, o en la proclamación de la Primera República. No se trata, en fin, de valorar únicamente en qué medida la intervención de la Guardia Civil fue determinante en aquellos sucesos, sino de cómo se ejerció el mando y de qué manera se condujo a los guardias civiles para el logro que se pretendía. También se incluyen episodios singulares, que aunque muy diferentes entre sí, tienen que ver con la presencia de la Guardia Civil en la política de Estado, fuera de la Península Ibérica. La destacada y singular participación en la guerra de África, como prólogo de otras actuaciones relevantes posteriores, o el despliegue del Cuerpo en Ultramar, nos parecen buenos ejemplos de ello. La definición de un modelo de liderazgo en la etapa fundacional de la Guardia Civil 562 RELACIÓN DE JEFES Y OFICIALES DE LA GUARDIA CIVIL CAÍDOS EN ACCIÓN ENTRE 1844 Y 1874 Tercio Empleo Nombre y apellidos Lugar, fecha y extracto de la acción en la que resultó fallecido 1º. Madrid Subteniente JOSÉ RODRIGO Y VICENTE Madrid, 20 de julio de 1854. Durante la revuelta recibe heridas por arma de fuego en un enfrentamiento en la Plaza Mayor. 11º. Burgos Teniente ANTONIO VENERO Y DE LA MAZA Villasandino (Burgos), 30 de octubre de 1855. Recibe un disparo de trabuco cuando intentaba detener a un grupo de bandoleros que se habían fortificado en una casa. 11º. Burgos 2º Capitán MIGUEL GÓNGORA Y RUÍZ Cubillo del César (Burgos), 5 de diciembre de 1856. Recibe en la cabeza un impacto de bala de fusil durante un enfrentamiento con la facción de Los Hierros. 1º. Madrid Comandante JOSÉ ROURE Y FERNÁNDEZ Madrid, 22 de junio de 1866. Durante la sublevación del cuartel de San Gil, recibe una herida en la cabeza en un enfrentamiento en la calle de la Luna. Tercio de Madrid (Vet.) Teniente PEDRO VERAZA Y CIRIZA Madrid, 22 de junio de 1866. Durante la sublevación del cuartel de San Gil, recibe heridas de arma de fuego y bayoneta en un enfrentamiento. 4º. Córdoba Capitán JOSÉ DIOSDADO Y ROJAS Córdoba, 20 de septiembre de 1868. Recibe heridas por arma de fuego a quemarropa en un enfrentamiento con un grupo de paisanos armados, durante la Revolución de ese año. 3º. Barcelona Alférez JOAQUÍN ROIG Y CALDUCH Villafranca del Penedés (Barcelona), 30 de septiembre de 1869. Recibe heridas en un enfrentamiento con una partida republicana. 12º. Burgos Capitán PEDRO SOLER DE CORNELLÁ Revilla (Burgos), 13 de septiembre de 1870. Recibe heridas por arma de fuego en el vientre y pie izquierdo durante un enfrentamiento con una facción el día 9 anterior. 12º. Burgos Alférez JOSÉ MENA Y MENA Salas de los Infantes (Burgos), 9 de septiembre de 1872. En un enfrentamiento con una partida carlista, al hacerse fuerte en el cuartel cuando eran atacados. 2º. Toledo Teniente FERNANDO VELASCO Y CARRERAS Las Muñecas (Vizcaya), 28 de abril de 1874. En un enfrentamiento con una partida carlista en la ruptura del cerco a Bilbao. 11º. Badajoz Coronel JOSÉ VILLAS Y GUTIÉRREZ Vizcaya, 7 de junio de 1874. Recibe una herida en una pierna en enfrentamiento con una partida carlista en la acción de Las Muñecas, el 28 de abril, en la ruptura del cerco a Bilbao. Imagen 9.1. Relación de jefes y oficiales de la Guardia Civil caídos en acto de servicio entre 1844 y 1874. Fuente: Escalafón general de antigüedad en 1 de enero de 1875. SEHGC. CAPÍTULO 9. INTERVENCIONES SINGULARES DE LOS MANDOS EN LOS ACONTECIMIENTOS DE MAYOR REPERCUSIÓN PÚBLICA 563 Por último, somos conscientes de que omitiremos innumerables pasajes que, si bien son muy ilustrativos para documentar nuestra tesis, resulta imposible su inclusión en estas líneas por razones de espacio. Nos referimos a las muchas intervenciones de patrullas o unidades reunidas de la Guardia Civil que, bajo la eficacísima dirección de sus mandos, combatieron en las guerras Carlistas. También hemos tenido que obviar los innumerables episodios de lucha contra el bandolerismo y otras formas de delincuencia, casi siempre en dispositivos a cuyo frente, arrostrando con frecuencia los mayores peligros, se hallaba un joven oficial de la Guardia Civil. Siguiendo nuestra línea argumental para este capítulo, en cuanto a la reseña del golpe de 1874, que evitó la República federal, no valoramos las motivaciones políticas –e, incluso, personales- del hecho, sino el desarrollo de la acción; el peso de un jefe de la Guardia Civil para llevar tras de sí a unos incondicionales subordinados, dispuestos a seguirlo hasta el final. Hasta el punto de que el éxito del pronunciamiento militar se apoyara, precisamente, en ese sentimiento de lealtad colectiva. 9.1 EL CORONEL PURGOLDT, EL HOMBRE «SERENO EN EL PELIGRO» EN LA REVOLUCIÓN DE 1848 Ya hemos analizado las principales vicisitudes profesionales del coronel Carlos Purgoldt y de la Peña, que figura entre los primeros jefes en quien se fijó el duque de Ahumada para conferirle el mando de uno de los tercios de la Guardia Civil. Además, su gran confianza en el barón de Purgoldt le llevó a ofrecerle, precisamente, la jefatura del tercio de mayor envergadura y complejidad, cuyos servicios iban a tener una tremenda visibilidad para la Corte y el Gobierno, como era el 1º Tercio de Madrid. Pero también era la unidad que, potencialmente, estaba más expuesta a tener que intervenir ante asonadas o revueltas de todo tipo, por lo que eficacia y prudencia debían ir unidas, como rasgos distintivos de su jefe. Y el coronel Purgoldt reunía, a juicio del fundador, aquellas cualidades en el grado idóneo. La definición de un modelo de liderazgo en la etapa fundacional de la Guardia Civil 564 Precisamente, aquella ocasión en que los desórdenes públicos aparecían y se extendían por las calles de la capital del Reino, no tardó en llegar. La revolución que recorrió Europa en 1848, y que supuso el derrocamiento en Francia de Luís Felipe de Orleans, amenazaba también la Monarquía española, aunque con menos virulencia que en otros países de nuestro entorno. Los tímidos levantamientos de los sectores más radicales del progresismo, especialmente en Aragón y Cataluña, se simultanearon con las intentonas carlistas. Ante aquella situación, el Gobierno tomó una serie de medidas extraordinarias, como la suspensión de las garantías constitucionales y de la actividad parlamentaria 1 . Pero en la tarde del 26 de marzo, de acuerdo con la consigna difundida por los revolucionarios, se produjo el levantamiento general en las calles de Madrid. El Gobierno era conocedor de los planes, y había ordenado el acuartelamiento de las fuerzas de guarnición en la Corte, previendo su necesaria intervención para neutralizar la revuelta. Por su parte, la fuerza del 1º Tercio de la Guardia Civil estaba, también, reunida y atenta en el acuartelamiento de San Martín, a la espera de acontecimientos. A media tarde comenzó a notarse un cierto movimiento de agitación en algunos barrios, y al atardecer, las calles céntricas de Madrid se llenaron de alborotadores, que armados y lanzando proclamas revolucionarias, ocuparon los puntos neurálgicos que previamente se habían convenido. El coronel Purgoldt sabía que, en aquel momento, estaba sólo en la Guardia Civil para resolver aquella situación. Ahumada se encontraba desde hacía un mes en San Sebastián, comisionado para recibir a la Infanta Luisa Fernanda y al duque de Montpensier, que regresaban en barco para refugiarse en España de la ola revolucionaria. Purgoldt decidió, entonces, que los dos ayudantes del tercio, Fernando Delgado y Ramón Boch, tomaran sus caballos y se dirigieran a la cercana Puerta del Sol. Allí debían recibir instrucciones del general Fernández de Córdova, quien se había hecho cargo de la seguridad de este punto neurálgico, de habitual concentración en todas las asonadas y revueltas. La muchedumbre se agolpaba ya 1 QUEVEDO, A. y SIDRO, J., op. cit., pp. 586-592. CAPÍTULO 9. INTERVENCIONES SINGULARES DE LOS MANDOS EN LOS ACONTECIMIENTOS DE MAYOR REPERCUSIÓN PÚBLICA 565 en las inmediaciones, por lo que tuvieron que regresar con el refuerzo de cuatro guardias. Una vez que consiguieron contactar, recibieron la orden de que se trasladara toda la fuerza disponible hasta la Puerta del Sol. Enseguida, se puso Purgoldt al frente de la fuerza a sus órdenes, embocando la calle de las Hileras para enfilar la calle Mayor. Con su mayor anchura, y lejos aún de los concentrados, pudo preparar allí el dispositivo de aproximación. Los 150 guardias civiles de infantería formaron por cuartas en columna, mandando cada mitad el 1º capitán Luís Periche, comandante de provincia de Madrid, y el teniente Juan Antonio Moreno y Tamayo, respectivamente. A retaguardia, progresaban los 40 jinetes de caballería y, al frente del dispositivo, el coronel Purgoldt, acompañado del comandante Manuel Gómez de Barreda y los dos oficiales ayudantes. Al llegar a la altura de la calle de Boteros, que da acceso a la Plaza Mayor, un grupo de individuos ocultos tras la empalizada de una obra abrió fuego sobre la formación al paso de la cabeza. La descarga provocó una herida de bala al coronel Purgoldt en el brazo izquierdo 2 , hiriendo igualmente a un guardia. Al verse atacados, el jefe de tercio dispuso al momento que el comandante Gómez de Barreda continuara con la fuerza hacia el lugar convenido; mientras él, pese a estar herido, se lanzó al galope sobre la plaza, seguido del 1º capitán Periche y algunos guardias. Tras ellos, entró también en la plaza el teniente Moreno con una de las mitades de infantería, y después de hacer fuego, consiguieron despejarla. Acto seguido, Purgoldt se dirigió a la Puerta del Sol para contactar con el general Córdova. Mientras tanto, el teniente Moreno reconocía los soportales, con la fuerza a sus órdenes, para la total limpieza de la plaza. Tras una de las columnas, amparado por la oscuridad de la noche, un individuo salió de las sombras y apoyó la boca del cañón de su trabuco sobre el pecho del teniente. Reaccionando rápidamente, el oficial apartó el arma con su sable, abalanzándose a continuación 2 Expediente personal de Carlos Purgoldt y de la Peña. AGMS/1ª. La definición de un modelo de liderazgo en la etapa fundacional de la Guardia Civil 566 sobre su oponente y haciéndolo prisionero. Una vez despejada la plaza, Moreno situó centinelas en todos los accesos, para asegurarla. A la una de la madrugada regresó Purgoldt a la Plaza Mayor, acompañado de un grupo de carabineros para que se hicieran cargo de la vigilancia de aquel punto. Reagrupada la fuerza del tercio de la Guardia Civil, se incorporaron al dispositivo dos compañías del Regimiento de América, y se dirigieron a continuación a la plaza de la Cebada, donde los revolucionarios estaban haciendo fuego sobre las tropas del Ejército que habían acudido a ese punto. Enfilaron la calle de Toledo, pero cuando se encontraban próximos a la aquella plaza, cesó el fuego y se dispersaron los alborotadores, permaneciendo en aquella zona en evitación de nuevos incidentes. Más tarde, se incorporó también el general Córdova a la plaza de la Cebada, escoltado por la fuerza de caballería de la Guardia Civil. Finalmente, a las tres de la madrugada del día 27 se dio por sofocada la revuelta, retornando la fuerza de la Guardia Civil a su acuartelamiento. En el balance de la refriega hubo que lamentar, además del coronel Purgoldt, seis guardias heridos, tres de ellos, de suma gravedad. En los días siguientes, la fuerza del tercio permaneció de guarnición en Madrid, sin atender a su servicio ordinario. Al igual que las tropas del Ejército, el personal se mantenía acuartelado, sobre las armas, en prevención de nuevas intentonas de levantamiento. La situación en el resto de España y en otros países europeos no hacía presagiar que el final de la revolución estuviera próximo. Como cabía esperar, el 7 de mayo estalló una nueva revuelta. Por la noche, las patrullas de reconocimiento de la Guardia Civil detectaron movimientos. La que se encontraba al mando del subteniente Mariano Julve informó a su regreso de que el Regimiento de Infantería España, nº 30, se había unido a los revoltosos y se dirigía junto a ellos hacia la Plaza Mayor. Inmediatamente, Purgoldt ordenó formar a toda la fuerza y se dirigió con ella a la Puerta del Sol, punto convenido de concentración de las unidades de Madrid, en caso de revuelta. A aquel lugar se habían ido incorporando, además de las unidades de guarnición, los militares no acuartelados que habían sido alertados CAPÍTULO 9. INTERVENCIONES SINGULARES DE LOS MANDOS EN LOS ACONTECIMIENTOS DE MAYOR REPERCUSIÓN PÚBLICA 567 para ello. De repente, sonó, como un trueno, una cerrada descarga de varias armas de fuego que procedía de la calle Mayor. Cuando se disipó el humo, los militares concentrados pudieron ver que los disparos se habían dirigido, casi a quemarropa, contra un grupo de jinetes que había sido objeto de una emboscada cuando se dirigía a la Puerta del Sol. En el grupo atacado se encontraba el duque de Ahumada, que se dirigía al punto de reunión, acompañado de su escolta de cuatro guardias civiles. Al llegar a la altura de la calle del Triunfo, los asaltantes salieron a su encuentro y se hicieron con las bridas de su caballo, a lo que el duque reaccionó empuñando la pistola que portaba en el arzón de la silla de montar. Pero no pudo utilizarla porque, en ese momento, los revolucionarios abrieron fuego sobre ellos. La descarga fue tan nutrida que dos guardias cayeron heridos, mientras Ahumada recibía una herida de posta en su ceja derecha, y su caballo y montura sufrían el impacto de varios proyectiles. A pesar del ataque, el Inspector General pudo salir de aquella situación e incorporarse al dispositivo, al frente de sus hombres. Una vez reunidas las tropas en la Puerta del Sol, se dispuso atacar la Plaza Mayor, en la que se había concentrado, junto a un importante número de revoltosos, casi toda la fuerza del Regimiento España, con sus sargentos y alguno de sus jefes. Mientras tanto, la Guardia Civil pasó a ocupar posiciones en las Casas de Cordero, desde cuyas alturas se podía proteger y vigilar la Puerta del Sol, y en la casa de Pedro de Astrearena (en la actual Gran Vía), para controlar cualquier incursión desde las calles de Hortaleza y de Fuencarral. Después de sofocada la revuelta, la Guardia Civil permaneció aún un tiempo en la Puerta del Sol hasta que, finalmente, recibió la orden de retirarse a sus cuarteles 3 . Narváez no quiso correr nuevos riesgos y tres días más tarde, ordenó concentrar en Madrid una fuerza de 4.000 guardias civiles de toda España. Como ya apuntábamos en el Capítulo 5, se distribuyó aquel contingente para su empleo en cuatro batallones, al frente de los cuáles, Ahumada situó a los cuatro jefes de tercio que, sin duda, consideraba más capacitados para aquella tarea, y que habían 3 QUEVEDO, A. Y SIDRO, J., op. cit., p. 590. La definición de un modelo de liderazgo en la etapa fundacional de la Guardia Civil 568 probado sobradamente su valor en la reciente guerra civil. Estamos hablando del barón de Purgoldt, y de los coroneles Alós, Palacios y Serrano. La revista de aquella fuerza, formada en el Salón del Prado, y su posterior desfile por la calle de Alcalá, causaron el impacto que se buscaba para lograr un efecto disuasorio. Aquel despliegue, tras prestar servicio de guarnición en Madrid durante un tiempo, propició que no se registraran nuevas intentonas revolucionarias, regresando la fuerza a sus unidades de origen de forma gradual. Vuelta la calma, parte de aquella fuerza del 1º Tercio tuvo que ocuparse de la conducción de largas cadenas de presos, a consecuencia de aquella revuelta, con rumbo a los penales de Cádiz y Algeciras, como punto de tránsito para su deportación a Filipinas. Por la destacada labor realizada por el coronel Carlos Purgoldt al frente de sus guardias civiles para neutralizar la revuelta del 26 de marzo, le fue concedido el ascenso a brigadier por Real Orden de 18 de abril. Aquel prestigioso militar, cuya fama le precedía, había sabido mantenerse «sereno en el peligro» en los momentos difíciles de la guerra Carlista 4 . Ahora, de nuevo había tenido ocasión de demostrarlo, fiel a los postulados de la Cartilla del Guardia Civil 5 , y siendo vivo ejemplo para sus hombres. 9.2 EL 1º TERCIO DE LA GUARDIA CIVIL EN LA REVOLUCIÓN DE 1854 Como ya hemos visto, poco después de restablecerse la normalidad tras las «tormentas del 48», a decir de Galdós, el recién ascendido brigadier Purgoldt dejó paso en el mando del 1º Tercio de Madrid al, no menos prestigioso, coronel Antonio María de Alós, que estaba al frente del tercio de Navarra desde su creación. 4 Ibídem, p. 577. 5 «Siempre fiel a su deber, sereno en el peligro, y desempeñando sus funciones con dignidad, prudencia y firmeza…». Artículo 4 del capítulo I de la Cartilla del Guardia Civil, aprobada por Real Orden de 20 de diciembre de 1845. SEHGC. CAPÍTULO 9. INTERVENCIONES SINGULARES DE LOS MANDOS EN LOS ACONTECIMIENTOS DE MAYOR REPERCUSIÓN PÚBLICA 569 Como en la pasada revolución, la fuerza del 1º Tercio de la Guardia Civil iba a adquirir, de nuevo, un protagonismo fundamental en las tres jornadas sangrientas que discurrieron por las calles de Madrid entre el 17 y el 19 de julio de 1854. Aquella revuelta venía a ser, en cierto sentido, continuación de la fallida intentona de 1848 6 , y los revoltosos tenían claro que aquella demostración de fuerza de la Benemérita, con la concentración de cuatro batallones, había sido una clara advertencia ante cualquier nuevo levantamiento. Ahora, los guardias civiles del tercio de Madrid pasaban a ser objetivo primordial. Y para defender el orden establecido, tras haber dispuesto el general Bláser la concentración de la fuerza del tercio en la Capital, en ningún momento contó la Guardia Civil en Madrid con más de 600 hombres para el mantenimiento del orden, una vez descontados los servicios fijos de guardia y refuerzos de seguridad 7 . Pero conviene diferenciar previamente el pronunciamiento que dio lugar a la Vicalvarada a finales de junio de 1854, de las revueltas sangrientas de aquellos tres días de julio, pues de ningún modo éstas fueron la continuación de aquél, ni buscaban el mismo objetivo 8 . Comenzando por la batalla de Vicálvaro, que terminó en poco más que un tanteo de fuerzas, de un lado se enfrentaron las fuerzas movilizadas, fundamentalmente, por Domingo Dulce y Garay, como Director General de Caballería, bajo la dirección de O´Donnell, y con el apoyo de otros generales como Ros de Olano, Messina y, algo más tarde, Serrano, para derribar el Gobierno de Sartorius. Del otro lado se encontraban las fuerzas gubernamentales capitaneadas por el general Bláser, Ministro de la Guerra. En aquel breve combate y sus prolegómenos, ya se puso de manifiesto la valía y arrojo del brigadier 9 Alós, jefe del 1º Tercio de la Guardia Civil, como nos 6 BÁRCENA GUZMÁN, J. (1969). La Guardia Civil en la revolución de julio de 1854, pp. 81-82. REHGC. 7 QUEVEDO, A. y SIDRO, J., op. cit., p. 609. 8 BÁRCENA GUZMÁN, J. (1969). La Guardia Civil en la revolución, op. cit., p. 86. 9 Alós había ascendido a brigadier por Real Orden de 14 de enero de 1852. La definición de un modelo de liderazgo en la etapa fundacional de la Guardia Civil 570 muestra la prensa de la época. En una noticia publicada en «La España», se hacía eco de la presencia en Aranjuez de este brigadier, al frente de una columna de infantería y caballería para proteger a los trabajadores que iban a reparar los destrozos provocados en la línea del ferrocarril. De allí pasó a Villasequilla, como avanzada de la división de operaciones que había salido al encuentro de las tropas sublevadas, en las proximidades de Vicálvaro. Como sabemos, aquella vanguardia estaba constituida por seis escuadrones de cazadores y tres mitades de caballería de la Guardia Civil, que tendrían una destacadísima actuación para contener a las fuerzas rebeldes 10 . Estando en aquella posición, Alós recibió una comunicación de las fuerzas destacadas de los sublevados, que estaban en Tembleque, para que trabara combate y rindiera sus armas. La respuesta de Alós cabe deducirse, de acuerdo con la referencia del artículo: «fue la que debía esperarse de un militar bizarro, observador fiel y escrupuloso de los graves deberes que le impone su cargo. Sabido es que en estas críticas circunstancias la Guardia Civil ha dado una prueba de la excelencia de esta Institución, y de lo bien organizada y disciplinada que se encuentra en España» 11 . O´Donnell se había retirado con sus tropas hacia el sur de Madrid, perseguido por las de Bláser, mientras Cánovas redactaba el Manifiesto de Manzanares, el 7 de julio. El brigadier Alós, previsoramente, había regresado a Madrid para ponerse al frente del tercio de la Guardia Civil. Aquella situación motivó que la ciudad de Madrid quedara casi desguarnecida. La dotación total de efectivos de las unidades militares que habían permanecido en la capital de España no pasaba de los 2.300. Además, cerca de 500 de aquellos soldados eran quintos recién incorporados a filas, sin instrucción ni equipamiento 12 . En aquella cifra estaban incluidos 764 guardias civiles, tras haber completado la concentración del tercio el 12 de julio, lo que suponía la tercera 10 Parte del general Bláser sobre la batalla de Vicálvaro. Revista Técnica de la Guardia Civil, núm. 115, septiembre de 1919, pp. 325-326. 11 Noticia publicada en «La España», recogida posteriormente en el número de «La Esperanza» del 7 de julio de 1854. 12 Fernández de Córdova y Valcárcel, F., op. cit., tomo II, p. 278. CAPÍTULO 9. INTERVENCIONES SINGULARES DE LOS MANDOS EN LOS ACONTECIMIENTOS DE MAYOR REPERCUSIÓN PÚBLICA 571 parte de toda la guarnición disponible en Madrid. Sólo había permanecido en sus unidades la fuerza del Cuerpo en las provincias de Ciudad Real –probablemente, para cubrir una previsible huída de los pronunciados hacia el sur- y la de Cuenca, para salir en persecución del coronel Buceta, unido a la revuelta. Además, era preciso detraer 194 guardias civiles para prestar los servicios habituales de seguridad de instalaciones en Madrid y vigilar los accesos por carretera a la Capital, que corrían riesgo de ser copados por el bandolerismo. Por último, sólo disponía el tercio de 74 caballos, pues el primer escuadrón completo se había integrado en la expedición del general Bláser. La fuerza disponible del Cuerpo, por tanto, rondaba los 570 hombres 13 . Entretanto, la situación se había ido tensando en toda España, mientras triunfaban los pronunciamientos de Barcelona y Valladolid. Ante aquella situación, el Gobierno de Sartorius dimitió en la misma mañana del 17 de julio. Llamado a Palacio el general Fernández de Córdova, se le encargó formar Gobierno, buscando una solución pactada. Al mismo tiempo, el general confirmaba a Ahumada al frente de las fuerzas que debían defender el Palacio Real, en caso de que estallara la revuelta. Pero la situación se precipitó en cuestión de horas, y aquella misma tarde del 17 de julio, tras la celebración de una corrida de toros, partía de la Puerta de Alcalá –junto a la que se situaba, entonces, la plaza- una manifestación que fue creciendo en asistentes y en agresividad hasta llegar a la Puerta del Sol. Replegada al interior la fuerza que custodiaba la sede del Ministerio de la Gobernación, un grupo de agitadores se dirigió por la calle Mayor al Gobierno Civil, apoderándose de unos 400 fusiles y otras armas. La fuerza del tercio de la Guardia Civil se hallaba concentrada en sus instalaciones de los cuarteles de San Martín y el antiguo de los guardias de corps, junto al del Conde-duque, constituyendo dos batallones provisionales. En aquel momento, se encontraban en el cuartel de San Martín 272 guardias de infantería y 32 de caballería; mientras que en el de guardias de corps, se encontraban 323 de 13 QUEVEDO, A. y SIDRO, J., op. cit., p. 608. La definición de un modelo de liderazgo en la etapa fundacional de la Guardia Civil 572 infantería y 43 de caballería. La distancia entre ambas instalaciones y el fraccionamiento excesivo de la fuerza, por los muchos cometidos a atender, iban a impedir actuar reunida a toda la unidad de la Guardia Civil bajo la dirección única del brigadier Alós, jefe del tercio, como estaba previsto 14 . Al tiempo que aquel piquete de apoderaba del armamento del Gobierno Civil, otro nutrido grupo se concentraba en la plaza de las Descalzas, frente al cuartel de San Martín, ovacionando a la Guardia Civil y pidiendo confraternizar. En medio de la confusión, buscando el contacto directo, intentaron algunos de los concentrados, entre abrazos, apoderarse de las espadas de los oficiales que se habían situado frente al edificio. La intención última de aquella turba era la de hacerse con el armamento que se custodiaba en aquel edificio. Mientras tanto, el teniente Ramos, que prestaba servicio en la cárcel con 30 guardias, informó de que los presos se estaban amotinando, y que grupos desde el exterior pretendían liberarlos, por lo que le fueron enviados 50 guardias de refuerzo, al mando de un capitán y un teniente. Para evitar tensiones mayores, fueron liberados los presos que se hallaban recluidos por causas políticas. En torno a las nueve de la noche, se recibió la orden en el cuartel de San Martín para ocupar las dependencias del Gobierno Civil, que al igual que el ayuntamiento, habían sido desalojadas por fuerzas del Ejército. Poco después, el edificio era ocupado por un centenar de guardias civiles, a las órdenes del comandante Félix Hernández Soto, el capitán Antonio Gimeno Ostaló y el teniente Fernando Moreno. Más tarde, otro nutrido grupo de agitadores se presentó de nuevo ante el cuartel de San Martín, pidiendo armas. Ante la negativa y el cierre del edificio, se dirigieron a la Inspección General de la Guardia Civil, ubicada en un edificio contiguo, consiguiendo derribar la puerta de entrada. Pero un grupo de guardias civiles, siguiendo las órdenes del brigadier Alós, que había intentado dialogar en vano con los alborotadores, dispararon sus armas con fines intimidatorios desde el interior del edificio, sin causar heridos. Los asaltantes abandonaron el lugar 14 Ibídem. CAPÍTULO 9. INTERVENCIONES SINGULARES DE LOS MANDOS EN LOS ACONTECIMIENTOS DE MAYOR REPERCUSIÓN PÚBLICA 573 precipitadamente, aunque pronto volverían. Las puertas del Ministerio de la Gobernación, en cambio, cedieron al fin ante las turbas, apoderándose de las armas que allí se custodiaban. Asimismo, algunos pequeños destacamentos de la Guardia Civil en diversos edificios de Madrid, fueron asaltados, sin que los escasos agentes que los custodiaban pudieran impedir que los alborotadores, muy superiores en número, se hicieran con las armas. Sobre las diez de la noche, un oficial de Estado Mayor se presentó en el cuartel de guardias de corps con órdenes del general Fernández de Córdova para que la fuerza del Cuerpo disponible tomara posiciones en las proximidades de la Puerta del Sol. Unos 150 guardias civiles, al mando del comandante Olalla, partieron por las calles de La Palma y Fuencarral hacia la de Montera; hasta que dos horas más tarde, se concentraron en el palacio de Buenavista, sede del Ministerio de la Guerra. En torno a las diez y media, un importante grupo de revoltosos se dirigió desde la Plaza Mayor con dirección al Palacio Real, por lo que el comandante Hernández Soto, que con sus guardias civiles custodiaba el Gobierno Civil, se interpuso formando una barrera, con apoyo de dos compañías del Ejército. Recabadas instrucciones, Fernández de Córdova dispuso que se abriera fuego y se hiciera uso de las bayonetas contra las turbas, si intentaban por la fuerza sobrepasar la línea 15 . Pero conminados los concentrados a deponer su actitud, se dispersaron sin que fuera preciso hacer uso de las armas. Entrada ya la noche, la fuerza de la Guardia Civil se encontraba en grupos más o menos nutridos, pero dispersos para guarnecer las diferentes posiciones que se le habían confiado. Además, tenía ya varios heridos entre sus filas, aunque todavía no habían hecho uso de sus armas contra los revoltosos. De madrugada, se constituyó al fin el nuevo Gabinete, con el duque de Rivas a su frente, Fernández de Córdova como Ministro de la Guerra y varios 15 GISTAU FERRANDO, M. (1907), op. cit., p. 355. La definición de un modelo de liderazgo en la etapa fundacional de la Guardia Civil 574 Ministros progresistas en el equipo. Pero aquella medida no pareció calmar los ánimos, ya demasiado excitado Imagen 9.2. Plano del itinerario seguido por los comandantes Olalla y Hernández Soto al frente de sus hombres durante las revueltas que tuvieron lugar en Madrid los días 17, 18 y 19 de julio de 1854. Fuente: BÁRCENA GUZMÁN REHGC. Cuando amaneció el día 18, el comandante Olalla recibió la orden de dirigirse desde Buenavista a comunicaciones del Ministerio con Palacio. Más tarde se dispuso que todos los efectivos de caballería de la Guardia Civil, que totalizaban 74 hombres, se dirigieran a Palacio, a las órdenes del teniente Palomino. Desde allí, escoltaron hasta Buenavista una colum luego de retén en el Prad Al mediodía la situación empeoró, al concentrarse un importante número de paisanos armados en la calle de Toledo, si bi Mayor, tras ser conminados por el comandante Olalla. Pero lo peor estaba por llegar. Garrigó, antiguo jefe del Regimiento Farnesio La definición de un modelo de liderazgo en la etapa fundacional de la Guardia Civil Ministros progresistas en el equipo. Pero aquella medida no pareció calmar los ánimos, ya demasiado excitados. el itinerario seguido por los comandantes Olalla y Hernández Soto al frente de sus hombres durante las revueltas que tuvieron lugar en Madrid los días 17, 18 y 19 de julio de UZMÁN, J. (1969). La Guardia Civil en la revolución de julio de 1854 Cuando amaneció el día 18, el comandante Olalla recibió la orden de dirigirse desde Buenavista a ocupar la Plaza Mayor, y asegurar las comunicaciones del Ministerio con Palacio. Más tarde se dispuso que todos los efectivos de caballería de la Guardia Civil, que totalizaban 74 hombres, se a las órdenes del teniente Palomino. Desde allí, escoltaron hasta Buenavista una columna mandada por el general Mata, permaneciendo luego de retén en el Prado. la situación empeoró, al concentrarse un importante número de paisanos armados en la calle de Toledo, si bien desistieron de entrar en la P Mayor, tras ser conminados por el comandante Olalla. Pero lo peor estaba por llegar. La solicitud de intermediación del coronel Garrigó, antiguo jefe del Regimiento Farnesio, y designado ahora por el Gobierno La definición de un modelo de liderazgo en la etapa fundacional de la Guardia Civil Ministros progresistas en el equipo. Pero aquella medida no pareció calmar los el itinerario seguido por los comandantes Olalla y Hernández Soto al frente de sus hombres durante las revueltas que tuvieron lugar en Madrid los días 17, 18 y 19 de julio de en la revolución de julio de 1854. Cuando amaneció el día 18, el comandante Olalla recibió la orden de laza Mayor, y asegurar las comunicaciones del Ministerio con Palacio. Más tarde se dispuso que todos los efectivos de caballería de la Guardia Civil, que totalizaban 74 hombres, se a las órdenes del teniente Palomino. Desde allí, escoltaron na mandada por el general Mata, permaneciendo la situación empeoró, al concentrarse un importante número de en desistieron de entrar en la Plaza La solicitud de intermediación del coronel por el Gobierno CAPÍTULO 9. INTERVENCIONES SINGULARES DE LOS MANDOS EN LOS ACONTECIMIENTOS DE MAYOR REPERCUSIÓN PÚBLICA 575 al frente de la Caballería, fue la peor de las soluciones a aquella difícil situación. Garrigó, que fue ascendido a brigadier para llevar a cabo aquella labor de apaciguamiento, entró en la Plaza Mayor acompañado de un numeroso grupo de hombres armados, procedentes de la Puerta del Sol. El coronel, rodeado de sus acompañantes, requirió del comandante Olalla que les permitiera el acceso a la plaza. Éste se opuso, aduciendo que cumplía órdenes del general Córdova. Pero el grupo oponente era mucho más numeroso, y pronto llenó la plaza, lo que motivó que aquellos 150 guardias se vieran pronto rodeados y fraccionados en pequeños grupos. Al más nutrido de ellos, de unos 30 guardias, al mando del comandante Olalla, se les pidió que abandonaran la plaza con las culatas de sus armas hacia arriba, en señal de paz. Ante aquella masa violenta y armada, nada podían hacer, sin provocar una sangría de la que llevarían, sin duda, la peor parte. Pero cuando estaban disponiendo sus armas en aquella forma, fueron atacados sorpresivamente. Reaccionando con pericia, consiguieron repeler con sus armas la agresión, haciendo huir a sus oponentes 16 . Seguidamente, el propio Garrigó se hizo acompañar por otros 20 guardias civiles que se encontraban aislados, con el capitán López Espinosa y el teniente Roure 17 , hasta el Gobierno Civil, a fin de escenificar una salida similar de los guardias que lo custodiaban. Pero de nuevo fueron atacados en su salida, teniendo que retroceder y resultando herido el capitán López Espinosa. Tomada nuevamente la Plaza Mayor por los insurgentes, se dio orden de recuperarla por la fuerza, desplazándose desde Palacio una columna con dos compañías del Regimiento de Extremadura y dos piezas de artillería, y recibiendo el refuerzo de unos 120 guardias civiles, al mando del comandante Hernández Soto y el capitán López Espinosa. El acceso a la Plaza Mayor desde la calle de Ciudad Rodrigo se había convertido en un infierno, recibiendo fuego de los revolucionarios desde la barricada que habían levantado, los edificios y las calles adyacentes. La columna que progresaba sufrió numerosas bajas. Entre los 16 QUEVEDO, A. y SIDRO, J., op. cit., pp. 618-619. 17 Siendo comandante, Roure morirá valientemente en 1866, al frente de sus guardias, durante la revuelta del cuartel de San Gil. La definición de un modelo de liderazgo en la etapa fundacional de la Guardia Civil 576 guardias civiles se registraron varios muertos y heridos. Entre ellos resultaron gravemente heridos el subteniente Rodrigo Vicente, fallecido poco después, y el propio comandante Hernández Soto, en la calle Platerías, siendo relevado en el mando por el capitán Jimeno Ostaló. Finalmente, la plaza fue reconquistada, aunque para ello tuvo que ser ocupada palmo a palmo, por la resistencia encontrada. En aquel enfrentamiento tuvo una actuación muy destacada el teniente Moreno. Por su parte, la sección que acompañaba a las dos compañías de Infantería los dejó para refuerzo del Ministerio de la Gobernación, en la Puerta del Sol, antes de regresar a Palacio. En la tarde del día 18, dos secciones montadas de la Guardia Civil recibieron la orden de escoltar una columna mandada por el general Mata para limpiar de insurrectos una zona de callejuelas. En su aproximación recibieron nutrido fuego, hasta llegar a la Puerta del Sol por la calle Montera. Una vez allí, comprobaron que la calle Mayor se encontraba también ocupada, por lo que las secciones de caballería de la Guardia Civil cargaron calle abajo para despejarla, sufriendo sensibles bajas. La tercera sección salió del palacio de Buenavista escoltando una columna de soldados y artillería, al mando del coronel de la Gándara, consiguiendo limpiar de insurgentes la zona de la plaza del Ángel, Antón Martín y la parte baja de Atocha. La intervención de las fuerzas del Gobierno en aquella tarde había sido radicalmente distinta que en la desafortunada intervención del coronel Garrigó 18 . El día 19 se fragmentó aún más la fuerza de la Guardia Civil, sensiblemente diezmada por las bajas. Una parte fue destinada a Palacio y la otra, con el capitán López Espinosa al frente, recibió la orden de ocupar los edificios de la Carrera de San Jerónimo, sin que llegaran a producirse enfrentamientos graves. El cuartel de guardias de corps, ocupado por apenas medio centenar de guardias civiles, comenzó a ser atacado por los insurrectos, llegando a penetrar en el edificio. Pero a primeras horas del día 19 recibió el refuerzo de 100 guardias civiles, a las órdenes del coronel Javier San Martín, que acababan de llegar a Madrid por ferrocarril, procedentes de la división de Bláser, en su retorno urgente 18 QUEVEDO, A. y SIDRO, J., op. cit., p. 624. CAPÍTULO 9. INTERVENCIONES SINGULARES DE LOS MANDOS EN LOS ACONTECIMIENTOS DE MAYOR REPERCUSIÓN PÚBLICA 577 a la capital. No obstante, allí tuvieron que hacerse fuertes hasta el día 22. Una vez levantado el asedio, la fuerza de la Guardia Civil recibió la indicación de dirigirse a Villaviciosa de Odón, a la espera de órdenes. Por su parte, el cuartel de San Martín continuó siendo asediado hasta el día 21, rodeado de barricadas por los amotinados, que llegaron a cortar el suministro de agua, aunque no se atrevieron a atacarlo abiertamente. Algunos guardias, no obstante, fueron rodeados por la masa y sometidos a todo tipo de vejaciones, hasta que pudieron ser liberados. Al fin, pudo salir la fuerza del Cuerpo que había estado acuartelada, al mando del brigadier Alós, para dirigirse también a Villaviciosa de Odón. A aquella localidad se encaminaron también los guardias civiles que permanecían en Palacio y otros puntos de la ciudad, permaneciendo toda la fuerza del 1º Tercio concentrada en aquel lugar hasta que se normalizó la situación. El balance de bajas de aquella revuelta para la Guardia Civil, como ya hemos apuntado, fue de 7 muertos, 17 heridos graves y otro buen número de heridos leves. Además, y como puede deducirse del relato, el papel de la Guardia Civil para contener la revolución fue muy relevante, por lo que los amotinados volcaron toda su furia contra la fuerza del Cuerpo. Como ya sabemos, aquel protagonismo impuesto había estado a punto de costar a la Guardia Civil su disolución. Ahumada fue cesado de su cargo, por lo que el brigadier Alós se hizo cargo del mando de la Guardia Civil interinamente, al ser designado como encargado del despacho de la Inspección General por Real Orden comunicada de 2 de agosto de 1854 19 . Hasta la incorporación de Facundo Infante Chaves, nombrado Inspector General por Real Decreto de 1 de agosto de 1854, pero que se hallaba en Baleares, al brigadier tocó la difícil misión de recomponer su unidad. Tuvo que enviar de nuevo a los hombres a sus puestos de destino, sin la certeza de que fuera posible tornar a la normalidad, con los virulentos ataques que la prensa revolucionaria, vencedora en aquel trance, vertía sobre la Guardia Civil y su 19 Escrito del Subsecretario de Guerra trasladando la Real Orden comunicada de 2 de agosto de 1854. SEHGC. La definición de un modelo de liderazgo en la etapa fundacional de la Guardia Civil 578 actuación en la revuelta. Se cernían sobre la pervivencia del Cuerpo y el destino de sus miembros todo tipo de amenazas, como penas de muerte para los oficiales y otros castigos para los guardias, por lo que Alós intentó desesperadamente salvar a sus hombres, sin obtener un compromiso claro de las autoridades 20 . También tuvo que defender particularmente a algunos de sus subordinados, acusados falsamente, pues toda la actuación del Cuerpo en aquellos días fue salpicada de graves calumnias, difundidas tanto por la prensa como por el populacho. Pero finalmente, cuando los guardias civiles abandonaron Villaviciosa de Odón y regresaron a sus puestos, fueron recibidos con cariño en las poblaciones y la situación volvió, poco a poco, a la normalidad 21 . Por último, es oportuno hacer un breve balance de la participación de los jefes y oficiales de la Guardia Civil en el conjunto del conflicto. La situación, como hemos visto, reunía todos los ingredientes de la incertidumbre permanente, con la ausencia de directrices claras por parte del Gobierno y de las autoridades superiores militares. A ello había que añadir la improvisación subsiguiente a una muy deficiente planificación previa ante una revuelta que, si bien era previsible, no de las dimensiones que luego tuvo. Por tanto, todos aquellos mandos tuvieron que actuar, en los primeros momentos, con gran prudencia para evitar un uso indiscriminado de la fuerza, con organización y cautela para no perder a ninguno de sus hombres y, finalmente, con el arrojo y valor que la situación requería. Además, denominador común a toda la actuación de la Guardia Civil en aquellas jornadas fue la gran iniciativa y capacidad de decisión que hubieron de arrostrar aquellos oficiales, en ocasiones abandonados a su suerte y la de sus hombres. No hay constancia de que, ante aquella situación insostenible, ningún guardia civil se excediera o dejara de cumplir alguna de las órdenes impartidas, que comportaban en muchos casos, grave riesgo para sus vidas. Los graves sucesos de julio de 1854 en Madrid supusieron, a nuestro juicio, un ejemplo palpable de buen ejercicio del mando y liderazgo por los jefes y oficiales del 1º Tercio de Madrid. 20 MARTÍNEZ RUÍZ, E. (1976). Creación, op. cit., p. 223. 21 BÁRCENA GUZMÁN, J., op. cit., p. 108.REHGC. CAPÍTULO 9. INTERVENCIONES SINGULARES DE LOS MANDOS EN LOS ACONTECIMIENTOS DE MAYOR REPERCUSIÓN PÚBLICA 579 9.3 EL BRIGADIER ALÓS Y LA REVUELTA DE 1856 La dimisión de Espartero el 14 de julio de 1856 fue causa de un levantamiento en diferentes ciudades de España, siendo especialmente graves los disturbios ocasionados en Barcelona y Zaragoza. Era el comienzo del fin del Bienio Progresista. La Guardia Civil estuvo de nuevo presente para combatir la revuelta, como hemos visto, aunque de un modo diferente a la revolución de 1854. Además, centrándonos en el caso de Madrid, la actuación del Cuerpo no iba a ser tan significativa como dos años antes. Ello fue debido, por un lado, a que la situación de inestabilidad en las calles no afectó tan directamente a la Guardia Civil, tal vez, porque aún se mantenía reciente el recuerdo de los graves sucesos de 1854; y por otro, a que la guarnición estaba, prácticamente en su totalidad, de parte del Gobierno 22 . La Guardia Civil va a estar ahora de parte de los vencedores, y va a vivir unas jornadas que son el reverso de las sufridas dos años atrás 23 . De todas formas, se dispuso que la fuerza de la Guardia Civil de la provincia de Madrid se concentrara en la capital en la tarde del 15 de julio, para hacer frente a los incidentes que se produjeran. De nuevo, encontramos al brigadier Alós al frente de los guardias civiles del tercio de su mando. A diferencia de 1854, ahora sí pudo llevar directamente la dirección de la fuerza a sus órdenes, logrando restablecer la normalidad con rapidez y eficacia. La «Gaceta» del día 16 refería que «algunos destacamentos, principalmente de la Guardia Civil al mando del brigadier Alós, jefe de este Tercio, recorrieron las calles donde se hacían disparos sueltos, restableciendo pronto la tranquilidad» 24 . 22 MARTÍNEZ RUÍZ, E. (1976). Creación, op. cit., p. 236. 23 Ibídem, p. 241. 24 Gaceta de Madrid del 26 de julio de 1856. La definición de un modelo de liderazgo en la etapa fundacional de la Guardia Civil 580 En el mismo sentido elogioso se pronunciaba «El Diario Español» cuando se refería a la actuación de la Guardia Civil y de efectivos del Ejército en algunos barrios de Madrid en los que aún se ofrecía resistencia, con el resultado de un soldado muerto, seis guardias heridos graves –algunos de los cuales fallecieron en el hospital- y once muertos entre los revoltosos. Aquella reseña terminaba reconociendo, nuevamente, la labor del jefe del tercio: «El brigadier Alós, cuyas grandes dotes militares son apreciadas en el Ejército, concentró inmediatamente en Madrid todas las fuerzas de la Guardia Civil esparcidas por la provincia y logró reunir unos 270 hombres de infantería y cerca de un escuadrón de caballería» 25 . Como ya habíamos puesto de manifiesto en la revuelta de 1854, en que Antonio María de Alós tuvo que ponerse al frente de una Guardia Civil al borde de la disolución, vemos de nuevo en Alós a un jefe comprometido, siempre al frente de sus hombres cuando la situación se presentaba más difícil, dirigiéndolos y liderándolos con su ejemplo. Una actitud visible y que produce una natural atracción, y por eso a la prensa le cautiva y lo recoge con admiración. El mismo día 16 de julio de 1856, el Gobierno concedió un gran número de recompensas y diferentes gracias como reconocimiento a la guarnición de Madrid que había participado en la derrota de los revoltosos durante los días 15, 16 y 17. A diferencia de lo ocurrido en 1854, en que la Guardia Civil había sido la gran ausente en el reparto de premios y gracias tras el triunfo de la revolución, ahora se veía recompensada con ascensos, grados, condecoraciones y otros reconocimientos 26 . Antonio María de Alós, por los méritos contraídos en la liquidación de aquella revuelta, fue ascendido a mariscal de campo. Al cesar en su cargo tras el ascenso, la fuerza del tercio que mandaba sintió «que perdía al que siendo modelo 25 «El Diario Español», 22 de julio de 1856. También en «La Época», el 20 de julio, en su Reseña circunstanciada de los combates de Madrid. 26 MARTÍNEZ RUÍZ, E. (1976). Creación, op. cit., pp. 241-243. CAPÍTULO 9. INTERVENCIONES SINGULARES DE LOS MANDOS EN LOS ACONTECIMIENTOS DE MAYOR REPERCUSIÓN PÚBLICA 581 de Guardia Civil, había contribuido por espacio de ocho años a conducirlo por la senda del honor, de la gloria y del deber» 27 . 9.4 EL COMANDANTE JIMÉNEZ BUENO Y EL DESPLIEGUE DE LA GUARDIA CIVIL EN CUBA El estado de seguridad en la Isla de Cuba se había ido deteriorando con el tiempo, de modo que a mediados del siglo XIX se había convertido en un problema de grave y urgente solución. Aquella situación se había agravado, fundamentalmente, por el aumento de la población negra, como consecuencia de la arribada desde Puerto Rico de un importante número de desocupados de esta etnia. Además, se venía detectando un alarmante crecimiento de los ñáñigos, sociedades secretas afroamericanas, de extraños rituales, que llevaban a cabo acciones criminales a sueldo y extorsionaban a la población. Además, habían llegado a tramar una conspiración para provocar una matanza entre los blancos 28 . Por último, también había aumentado la actividad insurgente, de la mano de Narciso López, y financiada desde Nueva York. Hasta ese momento, habían sido numerosas las iniciativas promovidas por los sucesivos capitanes generales de la Isla de Cuba, desde la segunda mitad del siglo XVIII, para mejorar la seguridad en su territorio, aunque con desigual éxito. Con este propósito, se sucedieron cuerpos como las Milicias Urbanas, las Compañías de Facción o los Voluntarios de Mérito. En 1834 se hizo cargo de la Capitanía General de Cuba Miguel Tacón Rosique, más tarde, duque de la Unión de Cuba y marqués de Bayazo. Hombre enérgico, se empleó a fondo en dar un vuelco a la situación de caos, inseguridad y corrupción que se había apoderado de la sociedad cubana a comienzos de los años treinta del siglo XIX. Por entonces, toda clase de delincuentes deambulaban por las calles de la capital robando e, incluso, matando a la luz del día y en pleno 27 QUEVEDO, A. y SIDRO, J., op. cit., pp. 666-667. 28 LUENGO MUÑOZ, M. (1969). La Guardia Civil en las Islas, op. cit., (II), p. 110. REHGC. La definición de un modelo de liderazgo en la etapa fundacional de la Guardia Civil 582 centro. El temor creció de tal modo que los comerciantes no se atrevían a realizar cobros si no iban escoltados por guardias armados. Las venganzas estaban a la orden del día y nunca faltaban voluntarios que, por poco dinero, se prestaban a realizar ajustes de cuentas sin el menor escrúpulo. Las frecuentes casas de juego, donde probaba fortuna gente blanca y de color sin oficio conocido, estaban siempre llenas 29 . El panorama era desolador. Para intentar revertir aquella situación, el general Tacón organizó el Cuerpo de Serenos, integrado por licenciados del Ejército escogidos, al que se dio una estructura militar y una rígida disciplina. Al mando de un comandante, se crearon cuatro brigadas de diez hombres cada una, mandadas por un cabo celador; ampliándose posteriormente a nueve brigadas. No obstante, su ámbito de actuación de circunscribió, casi en exclusiva, a la seguridad del centro urbano y el área extramuros de La Habana. En cambio, por lo que respecta a la zona rural, la seguridad seguía encomendada a los jueces pedáneos o capitanes de partido, al frente de patrullas encabezadas por tenientes y cabos de ronda. Su ámbito resultaba excesivamente grande, debiendo recorrer los escasos caminos, los extensos campos y las espesas zonas forestales. Además, los resultados de aquella vigilancia distaban mucho de ser los esperados, y acabaron salpicados de diversas corruptelas 30 . En 1838 sucedió a Tacón el general Joaquín Ezpeleta, tío político del duque de Ahumada, pero durante su mandato y el de sus sucesores, no mejoró la situación. Cuando se incorporó a Cuba Federico Roncali, conde de Alcoy, a comienzos de 1848, comprobó el estado lamentable de seguridad en que se hallaba la Isla. Por ello, en 1849 elevó al Gobierno un detallado informe recomendando la instauración de la Guardia Civil en Cuba. En respuesta, fue nombrada una comisión que, dirigida por el conde de Mirasol, y después de 29 LUENGO MUÑOZ, M. (1969). La Guardia Civil en las Islas, op. cit., (I), pp. 64-65. REHGC. 30 Ibídem, p. 67. CAPÍTULO 9. INTERVENCIONES SINGULARES DE LOS MANDOS EN LOS ACONTECIMIENTOS DE MAYOR REPERCUSIÓN PÚBLICA 583 recorrer Cuba durante tres meses, llegó a la misma conclusión, pero sin que se adoptara resolución alguna 31 . En octubre de 1850 fue designado el teniente general José Gutiérrez de la Concha como Capitán General de Cuba, relevando en el cargo al conde de Alcoy. Siendo pleno conocedor del panorama que se iba a encontrar en la Isla y del intento fallido de su antecesor, el general Concha se puso en contacto con el duque de Ahumada, a quien conocía bien, y le participó su intención de desplegar en la isla caribeña un contingente de la Guardia Civil, para que llevara a cabo las misiones que, con éxito ya acreditado, realizaba en la Península. Ahumada animó a su interlocutor y le facilitó copia de los reglamentos y demás normativa del Cuerpo, para llevar a cabo su implantación. Además, y este es el aspecto más destacable para nuestro estudio, no dudó en sugerir a Gutiérrez de la Concha que contactara a su llegada a Cuba con el segundo comandante Agustín Jiménez Bueno, que había sido capitán en la Guardia Civil, y le confiara la organización del nuevo tercio 32 . El Inspector General demostraba así, la gran confianza que seguía depositando en aquel, su antiguo oficial. Según sabemos por Quevedo y Sidro (1858) 33 , el capitán Agustín Jiménez Bueno había sido de los primeros oficiales en ingresar en la Guardia Civil, pasando a ejercer como segundo jefe de la 1ª compañía de Granada, y más tarde, de la 4ª compañía de Almería, ambas del 7º Tercio. En el segundo destino fue recompensado en 1847 con la Cruz de San Fernando de segunda clase, con motivo de la captura de una peligrosa banda de malhechores. También sabemos por Díaz Valderrama (1858) 34 que el capitán Jiménez Bueno había combatido durante la primera guerra Carlista en el 1º Batallón de Infantería del Rey, encuadrado en la 2ª División del Ejército del Centro, que entonces mandaba el fundador de la Guardia Civil. En el transcurso de aquellas acciones de guerra entre 1839 y 1840, fue ascendido a capitán, combatiendo 31 Ibídem, p. 68. 32 DÍAZ VALDERRAMA, J., op. cit., p. 153. 33 QUEVEDO, A. y SIDRO, J., op. cit., p. 746. 34 DÍAZ VALDERRAMA, J., op. cit., pp. 153-154. La definición de un modelo de liderazgo en la etapa fundacional de la Guardia Civil 584 valerosamente en la acción de La Cenia, en la que conquistó una posición enemiga al frente de una compañía de granaderos. Girón estaba allí, y tomó nota de aquel oficial –como haría de tantos otros durante aquel periodo- para proponerle formar parte de la Guardia Civil, unos años más tarde. Pero después de haber permanecido durante un tiempo en el Cuerpo, «asuntos particulares de grande interés», según nos dice Valderrama, obligaron al comandante a solicitar su pase a Ultramar, «con apoyo de sus jefes en la Guardia Civil, a pesar de lo que sentían perder tan distinguido oficial» 35 . Cuando Gutiérrez de la Concha arribó a La Habana, la situación que le describieron sobre el estado de la Isla era muy preocupante. La población tenía miedo a los continuos robos y otros atropellos, mientras la seguridad estaba en manos de grupos de voluntarios y vecinos por turno, capitaneados por los alcaldes de cada municipio, con no más formación que aquéllos. Además, desde hacía algún tiempo se había adoptado la costumbre de pagar la realización de los turnos de servicio por aquellos vecinos que no querían prestarlos, por lo que las labores de seguridad quedaban en manos de unos pocos, que cobraban por ello, y que veían en que la inseguridad se perpetuara, un medio seguro de subsistencia. De este modo, el nuevo Capitán General llamó a su presencia en el mes de diciembre al comandante Jiménez, con el encargo de que elaborara la propuesta de organización de un tercio de la Guardia Civil, con despliegue y ámbito de actuación en toda la Isla. La idea era desplegar hasta 1.500 hombres en las principales ciudades y poblaciones de Cuba, con una estructura territorial similar a la de la Guardia Civil en la Península. El personal necesario se detraería de las unidades del Ejército de guarnición en Cuba, que pasarían a integrar la unidad en comisión de servicio, sin cesar en las suyas de origen. Además, también debía proponer una adaptación de los reglamentos del Cuerpo a las singularidades de la isla caribeña. Tan sólo un mes más tarde, en enero de 1851, el comandante Jiménez presentaba su informe al Capitán General. Con sentido realista, y perfecto conocedor de las dificultades en que se había constituido el primer contingente de 35 Ibídem. CAPÍTULO 9. INTERVENCIONES SINGULARES DE LOS MANDOS EN LOS ACONTECIMIENTOS DE MAYOR REPERCUSIÓN PÚBLICA 585 la Guardia Civil en 1844, elaboró una propuesta de mínimos, en cuanto al número de efectivos. De acuerdo con aquel documento, la plana mayor del tercio y una de sus compañías tendrían su base en La Habana; la segunda compañía, en Santiago de Cuba y la tercera, en Puerto Príncipe. Además, se organizaba un escuadrón de caballería, con sede en La Habana, y una sección en cada provincia. En total, 5 capitanes, 16 oficiales subalternos, 22 sargentos y 359 cabos y guardias: apenas unos 400 hombres para cubrir toda la Isla. Ante aquella propuesta, Gutiérrez de la Concha estaba dispuesto a iniciar la constitución de la unidad, sin esperar a la confirmación de su propuesta en España. Por ello, mediante Orden de 24 de enero de 1851 dispuso la creación de la unidad, que estaría al mando del comandante Jiménez. Recibida la orden, el comandante se instaló en el Castillo del Príncipe, donde se asentaban varias unidades del Ejército de La Habana, y seleccionó a los cuatro primeros oficiales para que le auxiliaran en la constitución del tercio. Sabía, por propia experiencia, que esta era cuestión clave para asegurar el éxito de aquella nueva unidad. Después, continuó también con la tropa, entre los regimientos y batallones de guarnición. Quería guardias como los que había tenido el privilegio de mandar en Granada y, después, en Almería, primando la calidad humana y profesional sobre el número. Por eso no tuvo prisas en aquella selección. Pasados unos dos meses, tan sólo había podido constituirse una compañía mixta de infantería y caballería con unos 170 hombres. A partir de entonces, tocaba imbuir a todos aquellos hombres, empezando por los oficiales, del espíritu del Cuerpo, asegurándose de que aprendían los reglamentos y, sobre todo, la Cartilla del Guardia Civil. Terminada la formación de la unidad, fue presentada al Capitán General de Cuba el 6 de abril de 1851 en una parada militar en el Campo de Marte, junto a otras unidades del Ejército, como era habitual. Apenas un mes más tarde, completada la formación, comenzaban a patrullar por La Habana las primeras parejas, a pie o a caballo, de aquel embrión experimental de la Guardia Civil. Pronto se ganaron a la población por su porte y rectitud, aumentando la sensación de seguridad. Además, entre los muchos La definición de un modelo de liderazgo en la etapa fundacional de la Guardia Civil 586 maleantes que vagaban por las calles, capturaron a numerosos delincuentes, prófugos, desertores e, incluso, presos fugados de prisión. Cerca de novecientos fueron detenidos y puestos a disposición de la justicia en tan sólo ocho meses, hasta el final de aquel año; no obstante prestar sus servicios, fundamentalmente, en las afueras de la ciudad de La Habana y parte de su distrito 36 . Empleos PLM. Tercio La Habana 1ª Compañía La Habana 2ª Compañía Santiago de Cuba 3ª Compañía Puerto Príncipe TOTAL Infantería Infantería Caballería Infantería Caballería Infantería Caballería Comandante 1 1 Ayudante 1 1 Capitán 1 1 1 1 1 5 Teniente 1 2 1 2 1 1 8 Subtte./Alférez 3 2 1 2 8 Sargento 1º 1 1 1 1 4 Sargento 2º 5 2 4 1 4 2 18 Corneta/Tromp. 2 1 1 1 1 1 7 Cabo 10 5 8 4 6 4 37 Guardia 1º 25 10 16 6 12 8 77 Guardia 2º 75 32 50 18 36 25 236 402 Imagen 9.3. Despliegue propuesto por el comandante Jiménez Bueno para constituir el tercio en comisión de la Guardia Civil en Cuba en 1851. Fuente: Elaboración propia, a partir de: DÍAZ VALDERRAMA, J., op. cit., p. 154. La comisión del tercio se aprobó por Real Orden de 20 de junio de 1854, aunque no con la composición propuesta, sino reducido; es decir, como ya estaba funcionando en la práctica con carácter provisional, aunque incrementado en una sección de caballería. Gutiérrez de la Concha se encontraba de nuevo en la Península desde el año anterior, pero regresó a Cuba en ese año de 1854. Con tal motivo, incrementó los efectivos del tercio hasta los 600, constituyendo un batallón y agregando dos escuadrones, detraídos de otros cuatro, disminuidos, de cazadores del Ejército. 36 DÍAZ VALDERRAMA, J., op. cit., p. 71. CAPÍTULO 9. INTERVENCIONES SINGULARES DE LOS MANDOS EN LOS ACONTECIMIENTOS DE MAYOR REPERCUSIÓN PÚBLICA 587 Cuando Narváez volvió a ocupar el poder y Ahumada fue repuesto como Inspector General del Cuerpo, por Real Orden de 1 de marzo de 1857 se aprobaba el incremento propuesto por el general Concha –que ya había puesto en marcha, junto con otras reformas de unidades- y se disponía expresamente que se duplicaran los sueldos de los nuevos guardias civiles en la Isla, en relación con los de la Península. En 1862, el tercio contaba ya con casi 900 efectivos, al mando de un coronel, y con un despliegue de 38 puestos, para hacer frente al creciente bandolerismo. Desgraciadamente, la llegada de la guerra en 1868 truncaría, de alguna forma, el desempeño de esa función peculiar de la Guardia Civil en Cuba, aunque el conflicto iba a permitir también a la Institución escribir páginas de valor y abnegación. La Ley de la Amalgama de 1871, como expusimos en el Capítulo 6, vino a integrar a aquellos guardias civiles de Cuba en los escalafones de la Guardia Civil peninsular. Pero al comandante Agustín Jiménez Bueno cupo el privilegio de ser el organizador y el alma de la Guardia Civil en Cuba, además de su primer jefe. Ahumada sabía que no se equivocaría recomendando para tamaña tarea a uno de sus antiguos oficiales. 9.5 EL COMANDANTE CAMINO Y LA ACTUACIÓN DE LA GUARDIA CIVIL EN LA GUERRA DE ÁFRICA Nos referiremos ahora a un personaje singular de la etapa fundacional de la Guardia Civil, como fue Teodoro Camino Alcobendas. Nacido en Azuqueca de Henares (Guadalajara) el 26 de marzo de 1822, ingresó en la milicia en 1841 como soldado de Caballería, adquiriendo la consideración de distinguido. Partiendo de tal distinción, en 1844 ingresó en la Guardia Civil directamente como guardia primero, y por su bravura y arrojo fue logrando ascender por el mérito de sus acciones, hasta llegar a brigadier del Ejército, al final de su carrera La definición de un modelo de liderazgo en la etapa fundacional de la Guardia Civil 588 militar. Un personaje, en fin, que merece unas líneas para reflejar el papel de un oficial absolutamente carismático. Encontramos una primera referencia de Teodoro Camino combatiendo sable en mano contra una facción carlista entre Toledo y Guadalajara en 1849, ostentando ya el empleo de cabo y encuadrado en una sección de caballería. La fuerza de ambas armas estaba mandada por el capitán Félix Fernández Soto, que resultó gravemente herido, y que hemos seguido ya al frente de sus guardias contra las barricadas de la Plaza Mayor en la revolución de 1854, donde también estuvo a punto de perder la vida. Aquella sección, que no llegaba a 40 guardias, consiguió poner fuera de combate a la peligrosa facción de «Pimentero» y «San Juan», recibiendo el capitán, el ascenso a segundo comandante y el cabo Camino, la Cruz de Plata de San Fernando 37 . Más tarde, siendo ya teniente jefe de línea de Alcalá de Henares en 1858, vemos de nuevo a Camino al frente de los guardias del puesto de Torrejón de Ardoz, que habían dado muerte a un peligroso delincuente, y detenido a otro 38 . Obsérvese cómo en nueve años, Camino pasó del empleo de cabo al de teniente, lo que teniendo en cuenta los tiempos mínimos previstos para cada empleo, parece denotar que todos los ascensos logrados hasta el actual lo habían sido por hechos de armas o, al menos, por elección. Pero lo que haría granjear a Teodoro Camino su fama de hombre valeroso y resolutivo fue su actuación en la guerra de África, sobresaliente, junto a otros oficiales y demás personal del Cuerpo. Como sabemos, el Gobierno desplegó un importante ejército de operaciones en aquel territorio, al que se incorporó un contingente de la Guardia Civil que llegó a alcanzar los 178 efectivos, entre los meses de septiembre y octubre de 1859. Hay que decir que se presentaron muchos más guardias civiles voluntarios que las plazas previstas para la comisión, por lo que tuvo que acudirse a la selección personal, cuando no al sorteo. Incluso hubo algún sargento que 37 QUEVEDO, A. y SIDRO, J., op. cit., pp. 594-595. 38 Ibídem, p. 670. CAPÍTULO 9. INTERVENCIONES SINGULARES DE LOS MANDOS EN LOS ACONTECIMIENTOS DE MAYOR REPERCUSIÓN PÚBLICA 589 pretendió alistarse como guardia para tener alguna opción, y también quienes se presentaron en África como voluntarios, tras haber sido licenciados del Cuerpo 39 . En cuanto a los oficiales comisionados, se designó como jefe del contingente al primer capitán Antonio Armijo Ibáñez. La infantería del Cuerpo estuvo mandada por el segundo capitán Enrique Gallego y Villegas, junto con los tenientes Ricardo Rada Martín y Juan Troyano Mata; y el escuadrón de caballería quedó a cargo del capitán Juan Rabadán Miranda, con el teniente Teodoro Camino Alcobendas y el alférez Eustasio López de Letona. Ya en noviembre, se incorporó el teniente Francisco Díaz Iglesias 40 . Aquel contingente se distribuyó asignando 15 guardias civiles de cada arma a los tres cuerpos de ejército, así como a la división de reserva y la de caballería. El resto del personal se integró en el cuartel general del general en jefe, Leopoldo O´Donnell. Hemos descrito en el Capítulo 6 las misiones que se asignaron inicialmente a este colectivo, todas ellas relacionadas con funciones propias de policía militar en campaña. A este respecto, Gaspar Núñez de Arce relataba, como corresponsal de «Las Novedades», el papel que tocaba jugar a la Guardia Civil en el desempeño de aquellas funciones, y cuál era la imagen que transmitía: «En los llanos de Tetuán se ha improvisado una verdadera ciudad con sus casas, sus calles, sus plazas, su palacio —la tienda del General en Jefe— , su Iglesia, sus mercados y hasta su guardia urbana que, a decir verdad, llena mejor su cometido que la que estamos acostumbrados a ver en nuestras capitales. Es ciertamente curioso ver como estos guardias civiles, hechos en los despoblados a la persecución de criminales, aquí, después de batirse bravamente al lado de sus compañeros del Ejército en los días de combate, distribuidos por parejas, ponen orden en los mercados, mantienen a raya a los vivanderos, impidiendo todo abuso y desempeñan los servicios de vigilancia y policía en el campamento» 41 . También la conducción y custodia de prisioneros era una ingrata labor que les estaba encomendada, como nos lo recuerda en su crónica Pedro Antonio de 39 Revista Técnica de la Guardia Civil, núm. 17, de 31 de mayo de 1911, p. 350. 40 Recopilación, op. cit., tomo XIV, p. 120 y tomo XIV, p. 154. SEHGC. 41 Citado en: RAMÍREZ RODRÍGUEZ, M. (2017). El estatuto jurídico de la Guardia Civil, p. 28. Discurso de ingreso en la Real Academia de Jurisprudencia y Legislación. La definición de un modelo de liderazgo en la etapa fundacional de la Guardia Civil 590 Alarcón, en una escena al final de la batalla de Los Castillejos: «Mezclados entre los nuestros, me encontré también hasta cinco moros heridos, escoltados por guardias civiles, que los defendían de la cólera de algunos soldados rencorosos» 42 . Hay que decir que, pese a su irrelevancia numérica, comparando este pequeño contingente con el total del ejército de operaciones, aquel grupo de guardias civiles llevó a cabo una labor muy destacada, que mereció numerosos reconocimientos. Pero además, la relevancia de su actuación no sólo fue valorada por el desempeño de las funciones inicialmente asignadas, sino también, en acciones de combate, bien siguiendo a los generales a quienes se daba escolta, o luchando cuerpo a cuerpo con las unidades del Ejército. Aquellos guardias civiles tuvieron oportunidad de demostrar su valor y disciplina en varios episodios de la que se ha considerado como «la última guerra romántica». La primera actuación especialmente destacada de la Guardia Civil, y de la que se hizo eco la prensa 43 , fue en los combates del 9 de diciembre en las proximidades de Ceuta, en que cargó a la bayoneta una sección de infantería del Cuerpo, a los que dirigió, espada en mano, el capitán Gallego. Por esta acción recibió este oficial el grado de teniente coronel. Unos días más tarde, el 15 de diciembre, otra destacada actuación de la caballería de la Guardia Civil mereció para el teniente Teodoro Camino el grado de comandante, además de varios empleos, grados y recompensas a otro personal del Cuerpo. En otra acción durante el avance hacia Tetuán, el 20 de diciembre, se concedió al comandante Armijo el grado de coronel, por su persecución del enemigo al frente de la escolta de O´Donnell. Tal vez una de las escenas más conocidas de aquella guerra sea la protagonizada por el general Prim, al frente de su división, en la batalla de Los Castillejos. La caballería enemiga, mucho más numerosa, hacía retroceder a las tropas españolas, incapaces de reconquistar la colina que les daría la ventaja en la batalla, quedando diezmado el Regimiento de la Princesa. La vanguardia de los 42 DE ALARCÓN, P. A. (1859). Diario de un testigo de la guerra de África, p. 60. 43 «La Correspondencia», del 9 de diciembre de 1859. CAPÍTULO 9. INTERVENCIONES SINGULARES DE LOS MANDOS EN LOS ACONTECIMIENTOS DE MAYOR REPERCUSIÓN PÚBLICA 591 refuerzos que llegaban de Ceuta iba encabezada por el Regimiento de Córdoba. Al llegar, aquellos hombres recibieron la orden de dejar en tierra sus mochilas para ganar en agilidad, intentando de nuevo el ataque. Pero todo resultaba inútil. Fue entonces cuando el general Prim, arrebatando la bandera del Regimiento de Córdoba de las manos del portaestandarte, la enarboló y, al tiempo que se lanzaba contra el enemigo, pronunció aquella famosa arenga a sus agotados soldados: «¡Soldados! Vosotros podéis abandonar esas mochilas, porque son vuestras; pero no podéis abandonar esta bandera, porque es de la patria. Yo voy a meterme con ella en las filas enemigas... ¿Permitiréis que el estandarte de España caiga en poder de los moros? ¿Dejareis morir solo a vuestro general? Soldados... ¡Viva la reina!» 44 . Los primeros en seguir a su general, ante aquel acto de bravura, fueron sus ayudantes y su escolta de guardias civiles 45 . Fue la primera gran victoria de la guerra. Tal vez, el máximo exponente de la intervención de aquellos guardias civiles en combate fue la carga llevada a cabo el 23 de enero de 1860 por las reservas de la caballería del general Alcalá Galiano para liberar al Batallón de Cazadores de Cantabria, que se hallaba cercado por la caballería mora en una zona pantanosa. En aquel combate intervino la caballería de la Guardia Civil del cuartel general de O´Donnell, que acudió a apoyar la acción con el capitán Gallego, el teniente Camino y el Alférez Letona, junto a 15 guardias civiles. Esta pequeña fuerza se unió a dos escuadrones de Lanceros del Regimiento Farnesio, una sección del Regimiento de Cazadores de Albuera y varios carabineros a caballo, también de la escolta de O´Donnell. Por esta acción, se concedió al capitán Gallego el grado de coronel. El día 4 de febrero tuvo lugar la batalla de más envergadura de toda la guerra, en la que 25.000 soldados españoles se midieron a una masa de 35.000 combatientes marroquíes que se habían hecho fuertes para defender la plaza de Tetuán. La lucha fue breve, pero de una tremenda contundencia, arrollando los regimientos españoles las líneas enemigas, a las que causaron numerosas bajas, y 44 DE ALARCÓN, P. A., op. cit., p. 66. 45 Revista Técnica de la Guardia Civil, núm. 20, de 31 de agosto de 1911, p. 137. La definición de un modelo de liderazgo en la etapa fundacional de la Guardia Civil 592 ocupando el campamento que se alzaba frente a la ciudad. En aquel combate se distinguió especialmente una sección de la Guardia Civil, que cargó en varias ocasiones a las órdenes del general García. Además, fueron recompensados, el teniente Camino, con el ascenso a capitán de Caballería; y el teniente Troyano, a capitán de Infantería; así como con el grado de comandante el capitán Díaz. Dos días más tarde, caía la ciudad de Tetuán en poder de las tropas españolas, proporcionando un giro decisivo a la campaña marroquí. Una vez ocupada la ciudad, el servicio de orden y seguridad corrió a cargo de la Guardia Civil 46 . Volviendo al teniente Camino, tenemos la reseña de Pedro Antonio de Alarcón, testigo de excepción de aquella guerra, sobre este oficial. En su Diario de un testigo de la guerra de África, hace referencia a la celeridad y precisión con que se llevó a cabo el desplazamiento de la división del general Echagüe desde las posiciones que ocupaba en El Serrallo hasta la plaza de Tetuán. La razón de tan eficaz trayecto estaba en que «venía de práctico el bizarrísimo comandante de la Guardia Civil D. Teodoro Camino», al frente de su sección. Pero lo que más sorprende al lector del citado texto es el comentario posterior sobre este oficial: «de quien me atrevo a asegurar que es el jefe nuestro que más enemigos ha matado por su propia mano en esta guerra» 47 . Casi nada. Se cita a continuación que fue el propio O´Donnell, general en jefe del ejército de operaciones, quien encargó personalmente al teniente Camino aquella misión, por lo que ya era conocedor de sus cualidades. Tanto es así que, según parece, Teodoro Camino fue conocido entre los militares españoles en África como «el león de O’Donnell» 48 . Ciertamente, sí debió obtener fama este oficial de la Guardia Civil, por su valentía frente al enemigo y por la forma de conducir a sus hombres en la batalla. En otra reseña contenida en uno de los artículos de Alarcón, se asegura que: «sobresalió por su arrojo el teniente de la Guardia Civil don Teodoro Camino, 46 Revista Técnica de la Guardia Civil, núm. 22, de 30 de octubre de 1911, p. 10. 47 DE ALARCÓN, P. A., op. cit., p. 270. 48 AGUADO SÁNCHEZ, F. (1983). Historia, op. cit., (tomo II), p. 182. CAPÍTULO 9. INTERVENCIONES SINGULARES DE LOS MANDOS EN LOS ACONTECIMIENTOS DE MAYOR REPERCUSIÓN PÚBLICA 593 que en la batalla de Wad-Ras cargaría una docena de veces al frente de sus guardias civiles contra numerosas partidas de jinetes marroquíes» 49 . Fue aquel el último gran enfrentamiento de esta guerra, y en que obtuvo Camino el empleo de comandante de Caballería, por su destacadísima actuación. Efectivamente, después de un parón de casi siete semanas, tras ocupar la plaza de Tetuán, y rotas las negociaciones de paz, tuvo lugar el 23 de marzo la cruenta batalla de Wad Ras, en las proximidades de Tetuán y en la progresión de las tropas españolas hacia la ciudad de Tánger. Dos día más tarde, se concertaban las bases para la paz, acordando un armisticio. El Ejército español había resultado bastante maltrecho de los últimos combates y había pagado en la guerra un alto coste en vidas, aunque más por el cólera y otras enfermedades que por la acción del enemigo. Finalmente, el 26 de abril de 1860 se firmaba el Tratado de Wad Ras, que ponía fin a la contienda. Tetuán permaneció ocupado temporalmente por las fuerzas españolas, formando parte del contingente 40 guardias civiles de infantería y 25 de caballería, al mando de dos tenientes 50 . El reconocimiento a la labor desarrollada por los guardias civiles en África fue unánime, y de ello se hizo eco el general Hoyos, Director General del Cuerpo, en una circular laudatoria que dirigió al comandante Antonio Armijo, como jefe del contingente de guardias civiles. El precio en sangre que tributó la Institución fue de 9 muertos de clases de tropa y 14 heridos; de los cuales, 1 alférez y 13 de clases de tropa 51 . Al finalizar la contienda se concedieron numerosos ascensos, grados y recompensas a los miembros del ejército de operaciones que intervino. En cuanto a la Guardia Civil, se concedió al capitán Rabadán el ascenso a comandante por méritos de guerra, y a los tenientes Troyano y Díaz, a capitán de Infantería; 49 Citado en: LÓPEZ CORRAL, M. (1994). Creación y configuración de la Guardia Civil (1844- 1868), pp. 104-105. Boletín de la Real Academia de la Historia. 50 Revista Técnica de la Guardia Civil, núm. 23, de 30 de noviembre de 1911, p. 35. 51 Ibídem, pp. 36-40. La definición de un modelo de liderazgo en la etapa fundacional de la Guardia Civil 594 además de los dos ascensos que obtuvo Teodoro Camino. Cuatro sargentos ascendieron a sargento primero y uno de ellos, además, también a alférez. En cuanto a los grados, se concedió el de coronel al comandante Armijo, y el de teniente coronel y de coronel, al capitán Gallego. También alcanzaron el grado de comandante tres tenientes, y el de teniente, un alférez. Seis oficiales fueron recompensados con la Cruz de San Fernando, y el comandante Armijo, con la encomienda de Carlos III. En resumen, se otorgaron a los miembros de la Guardia Civil participantes en la contienda un total de 18 empleos, 21 grados, 13 cruces de San Fernando y 150 cruces de María Isabel Luisa, de ellas, 18 pensionadas y 132 sencillas; además de la expresada de Carlos III 52 . Aquellas concesiones a los participantes en el conflicto, sobre todo, los ascensos, no estuvieron exentas de críticas por considerar desmedida, en ocasiones, la promoción a dos empleos superiores, sin haber ejercido el mando entre ellos, aunque fuera consecuencia de un hecho heroico, y porque suponía «grandes perjuicios a los tácita y verdaderamente postergados» 53 . La Guardia Civil, no obstante, no fue de los Institutos más favorecidos con aquellas medidas de gracia. Además, algunos de los ascensos se concedieron en empleos de las Armas de Infantería y Caballería, como hemos visto, lo que suponía un reclamo para que aquellos brillantes y valerosos oficiales volvieran a sus Armas de origen para poder ejercer los empleos alcanzados, abandonando para ello la Guardia Civil, como sucederá con Teodoro Camino. Al finalizar la guerra, el comandante Camino –pero teniente de la Guardia Civil- retornó el 30 de abril de 1860, volviendo a hacerse cargo del mando de su antigua línea de Alcalá de Henares. Al poco de regresar tuvo que dirigir, al frente de sus guardias, la sofocación de un grave motín en la prisión de Alcalá. Aquel 52 Ibídem, pp. 41-42. 53 Ibídem, p. 43. CAPÍTULO 9. INTERVENCIONES SINGULARES DE LOS MANDOS EN LOS ACONTECIMIENTOS DE MAYOR REPERCUSIÓN PÚBLICA 595 suceso fue resuelto de modo expeditivo en muy poco tiempo, pero con gran contundencia, al causar entre los amotinados 5 muertos y 42 heridos 54 . Como adelantábamos, en 1861 Camino solicitó y obtuvo el pase al Arma de Caballería, para poder ejercer el empleo de comandante. De todas formas, no cabe duda de que el espíritu de la Guardia Civil había calado hondo en aquel valeroso oficial, porque aún lo veremos más tarde interviniendo en relevantes episodios, al frente de núcleos más o menos numerosos de guardias civiles. Sin duda, en aquellas situaciones mediaba, de una parte, la absoluta confianza que el comandante de Caballería depositaba en los miembros del Cuerpo al que había pertenecido dieciséis años, y que era recíproca por parte de aquellos guardias civiles, conocedores de sus hazañas pasadas y de su prestigio. Como ya apuntábamos en el Capítulo 6, el comandante Teodoro Camino mandaba la vanguardia de las fuerzas enviadas por O´Donnell en persecución de Prim y los Regimientos de Calatrava y Bailén, que con él se habían alzado en Villarejo en enero de 1866. Y aquella avanzada estaba constituida por efectivos del Regimiento de Albuera y una sección de caballería del 1º Tercio de la Guardia Civil, al que Camino había pertenecido cinco años atrás. No nos cabe duda de que integrar aquella fuerza del Cuerpo en su unidad de persecución fue decisión suya. Se le había encomendado una difícil misión y no podía fallar. Fernández de Córdova (1889) se refiere en sus Memorias a la sección de guardias civiles enviada por el Gobierno en persecución de Prim y cómo se hallaba a su frente Teodoro Camino 55 . Y De la Iglesia Carnicero (1898) apostilla al respeto que era «hombre de confianza de O´Donnell desde su participación conjunta en la guerra de África» 56 . Porque después de haber merecido durante el conflicto aquel apelativo de «el león de O’Donnell», el duque de Tetuán volvía a confiar en Teodoro Camino 54 Revista Técnica de la Guardia Civil, núm. 22, de 30 de octubre de 1911, p. 14. 55 FERNÁNDEZ DE CÓRDOVA Y VALCÁRCEL, F. (1889). Mis memorias íntimas, tomo III, pp. 489 y ss. 56 DE LA IGLESIA Y CARNICERO, E. (1898). Reseña histórica de la Guardia Civil desde la creación del Cuerpo hasta la Revolución de 1868, p. 181. La definición de un modelo de liderazgo en la etapa fundacional de la Guardia Civil 596 un cometido que requería tanto arrojo como tacto y discreción. La expedición que debía perseguir a Prim hasta hacer apresarlo ni causar bajas entre la fuerza que lo acompañaba, dos columnas encabezada O´Donnell, viejos colaboradores inmediatos en la guerra de África Zabala y Echagüe. Pero ambos del comandante Camino Finalmente, la misión se cumplió como estaba prevista, y tras reunir Prim a los hombres que le habían acompañado aquellas tres semanas de marchas forzadas, antes de cruzar la frontera portuguesa llegó a entrevistarse Ca Por aquella actuación, el comandante Imagen 9.4. Recorrido que siguió el general Prim al frente de los regimientos sublevados hasta la frontera portuguesa en enero de 1866, perseguido por el comandante Camino DE CÓRDOVA Y VALCÁRCEL, 57 Revista Técnica de la Guardia Civil La definición de un modelo de liderazgo en la etapa fundacional de la Guardia Civil que requería tanto arrojo como tacto y discreción. La expedición que debía perseguir a Prim hasta hacerle cruzar la frontera portuguesa, pero sin apresarlo ni causar bajas entre la fuerza que lo acompañaba, estaba constituida por encabezadas por sendos generales de la máxima confianza de O´Donnell, viejos colaboradores inmediatos en la guerra de África Zabala y Echagüe. Pero ambos también habían sido testigos de las capacidades del comandante Camino, y de su actuación en aquel conflicto. Finalmente, la misión se cumplió como estaba prevista, y tras reunir Prim a los hombres que le habían acompañado aquellas tres semanas de marchas forzadas, antes de cruzar la frontera portuguesa el 20 de enero, parece que aún Camino con él sobre la entrega de caballos y armamento Por aquella actuación, el comandante Camino fue ascendido a teniente coronel. Recorrido que siguió el general Prim al frente de los regimientos sublevados hasta la frontera portuguesa en enero de 1866, perseguido por el comandante Camino. Fuente: F. (1889). Mis memorias íntimas, tomo III. Revista Técnica de la Guardia Civil, núm. 22, de 30 de octubre de 1911, p. 14. La definición de un modelo de liderazgo en la etapa fundacional de la Guardia Civil que requería tanto arrojo como tacto y discreción. La expedición que e cruzar la frontera portuguesa, pero sin estaba constituida por generales de la máxima confianza de O´Donnell, viejos colaboradores inmediatos en la guerra de África, como eran las capacidades Finalmente, la misión se cumplió como estaba prevista, y tras reunir Prim a los hombres que le habían acompañado aquellas tres semanas de marchas , parece que aún con él sobre la entrega de caballos y armamento 57 . amino fue ascendido a teniente coronel. Recorrido que siguió el general Prim al frente de los regimientos sublevados hasta la Fuente: FERNÁNDEZ CAPÍTULO 9. INTERVENCIONES SINGULARES DE LOS MANDOS EN LOS ACONTECIMIENTOS DE MAYOR REPERCUSIÓN PÚBLICA 597 Una vez que triunfó la Revolución de 1868, el propio general Prim llamó a su presencia al teniente coronel Camino para felicitarle personalmente por la tenaz persecución que le hiciera durante su huida a Portugal en enero de 1866 58 . Dos militares que habían brillado en África por su valentía y que se habían vuelto a ver las caras tras el levantamiento de Villarejo, se encontraban ahora otra vez, rodeados nuevamente de un halo de complicidad. En el verano de 1866 volveremos a encontrar a Teodoro Camino en primera línea, combatiendo al mando de un grupo de guardias civiles frente a las barricadas del 22 de junio de 1866, con ocasión de la revuelta del cuartel de San Gil. Según nos refiere De la Iglesia Carnicero (1898) 59 , el teniente coronel Camino acudió en aquella fecha al frente de treinta guardias de caballería a la Puerta del Sol, donde un nutrido grupo de artilleros ocupaba totalmente la calle Preciados. El general O´Donnell le ordenó cargar, lo que hizo con tal contundencia que consiguió dispersar a los concentrados, haciéndoles cincuenta prisioneros y ocupando dos piezas de artillería. Posteriormente, en aquella misma fecha se confió a la Guardia Civil la ocupación de la calle de la Luna, atravesada por una barricada bien defendida, y hostigando los sublevados desde las casas, a derecha e izquierda. Para dirigir aquella acción fue designado personalmente por O´Donnell el coronel Juan Carnicero San Román, Jefe del 1º Tercio, «un antiguo oficial de la Guardia Real que se había batido bravamente durante la guerra civil de los siete años» 60 , y que como vimos en el Capítulo 6, había ingresado en el Cuerpo desde el comienzo, al mando de la 1º Compañía del 9º Tercio de Extremadura. Para conseguir reducir a los insurrectos, Carnicero diseñó un plan para progresar por las calles adyacentes y caer sobre los flancos, mientras otro contingente entretenía con fuego frontal a los sublevados. Finalmente, fue ocupada la posición, pero a un alto precio en sangre. Resultaron muertos el jefe de la Comandancia de Madrid, José Roure y Fernández, al recibir un disparo en la cabeza; y el teniente Pedro Veraza y Ciriza, 58 LÓPEZ CORRAL, M. (1986). La Guardia Civil durante la crisis, op. cit., p. 97. REHGC. 59 DE LA IGLESIA Y CARNICERO, E., op. cit., pp. 183 y ss. 60 Ibídem. La definición de un modelo de liderazgo en la etapa fundacional de la Guardia Civil 598 del Tercio de Madrid, por las heridas recibidas por arma de fuego y bayoneta en un enfrentamiento. Además, también resultó herido de gravedad el capitán Gregorio Valencia, lo que evidencia que aquellos jefes y oficiales progresaron con decisión delante de sus guardias, ante el evidente riesgo de aquella situación, convertida en una auténtica encerrona. Pero no olvidemos que la cifra total de bajas mortales que sufrió la Guardia Civil en esta revuelta se elevó a 14, además de un importante número de heridos. En 1868 Camino ascendió a coronel, siéndole asignado el mando del Regimiento Montesa. Durante la guerra de los Diez Años fue comisionado a Cuba, donde participó activamente en la derrota y captura de peligrosos dirigentes mambises como Varona, Agramonte y Durán. Allí ascendió a brigadier en septiembre de 1876. En 1877 regresó el brigadier Camino a la Península. Fue nombrado Gobernador Militar de Albacete, cargo que ocupó entre 1882 y 1886, teniendo una activa intervención para atajar la virulenta epidemia de cólera que tuvo lugar en aquella ciudad en 1885. Pero en aquella ocasión quien destacó de forma especial fue su hijo Teodoro, oficial del Ejército y ayudante de su padre, que parecía haber heredado todas sus virtudes castrenses. De hecho, sus tres hijos varones fueron militares. Más tarde, Camino fue nombrado Gobernador Militar de Melilla y, finalmente, jefe de la Brigada de las Provincias Vascongadas. En 1887 dejó la vida militar activa por su estado de salud. El 13 de febrero de 1889 fallecía un militar, un guardia civil, absolutamente singular y que fue un ejemplo viviente para sus hombres a lo largo de su dilatada e intensa carrera profesional. 9.6 EL CORONEL DE LA IGLESIA TOMPES EN EL GOLPE DE ENERO DE 1874 Analizaremos ahora otra figura singular entre los jefes de la Guardia Civil que dejaron impronta en el periodo que estudiamos del siglo XIX, pero no ya sólo en la Guardia Civil, sino en la propia historia de España. Nos referimos al coronel CAPÍTULO 9. INTERVENCIONES SINGULARES DE LOS MANDOS EN LOS ACONTECIMIENTOS DE MAYOR REPERCUSIÓN PÚBLICA 599 De la Iglesia Tompes, hombre clave y principal ejecutor del conocido como «Golpe de Pavía», que revirtió de forma incruenta un proceso revolucionario de incalculables consecuencias para nuestra nación 61 . José de la Iglesia Tompes había nacido en Santoña (Cantabria) el 19 de marzo de 1822, y era hijo de un teniente coronel de Ingenieros. Ingresó en 1835 como cadete por gracia real, con tan sólo 13 años, en el Colegio General Militar, obteniendo el empleo de subteniente al año siguiente. En 1837, cuando aún no había cumplido los 15 años, obtuvo la primera recompensa por su actuación frente a la sublevación de los sargentos de La Granja. En 1847 ascendió a capitán y en 1851, obtuvo el empleo de comandante, ambos por acciones meritorias. Con el incremento de efectivos del empleo de primer capitán en la Guardia Civil en 1857, De la Iglesia ingresó en el Cuerpo en este empleo, siendo destinado al 9º Tercio, en la provincia de Cáceres. En 1861 pasó destinado al 11º Tercio de Burgos. En 1868, unos meses antes de estallar la revolución de septiembre, ascendió a teniente coronel, teniendo que hacer frente a las numerosas revueltas que se sucedieron en aquellas fechas. Tan sólo año y medio más tarde, en octubre de 1869, ascendía De la Iglesia a coronel, y en marzo de 1872, pasó a ocupar un cargo en la Dirección General de la Guardia Civil 62 . Más tarde, en marzo de 1873, fue nombrado jefe del 14º Tercio de la Guardia Civil, cargo en el que fue cesado en el mes de septiembre de ese año, como luego veremos, y repuesto tras el «golpe de Pavía» el 3 de enero de 1874. En el mes de abril de 1874, De la Iglesia fue promovido a brigadier, dejando la Guardia Civil. En este empleo pasó a ocupar los cargos de Gobernador Militar de Cuenca, Toledo y Mindanao (Filipinas). Más tarde, en octubre de 1875, fue designado como primer director de la Academia de Infantería, que reabría sus puertas en el Alcázar de Toledo, de la que fue su organizador 63 . 61 BÁRCENA GUZMÁN, J. (1969). La Guardia Civil y la Primera República: El coronel De la Iglesia, eminencia gris del «Golpe de Pavía», p. 51. REHGC. 62 Expediente personal de José De la Iglesia Tompes. AGMS/1ª. 63 BÁRCENA GUZMÁN, J. (1969). La Guardia Civil y la Primera República, op. cit., p. 52. REHGC. La definición de un modelo de liderazgo en la etapa fundacional de la Guardia Civil 600 En 1881, el brigadier De la Iglesia fijaba su residencia en Valdemoro (Madrid), donde pasó los últimos años de su vida. Falleció el 11 de agosto de 1885. Pero vayamos a los antecedentes de la situación política y social que desembocó en aquella respuesta del mes de enero de 1874. El 24 de febrero de 1873, apenas dos semanas después de proclamarse la Primera República, el 11 de febrero, Cristino Martos intentaba hacerse con el poder desde la Asamblea Nacional para desalojar a los republicanos federales, siendo abortado el intento por la rápida actuación de Pi y Margall al frente del Ministerio de Gobernación. El general Manuel Pavía y Rodríguez de Alburquerque era nombrado Capitán General de Madrid, y se ordenaba que efectivos de la Guardia Civil y algunos soldados ocuparan las sedes ministeriales –sobre todo, Gobernación y Hacienda- y las inmediaciones del Congreso, en evitación de graves incidentes 64 . Poco después, el coronel De la Iglesia asumía el mando del 14º Tercio de Madrid, que tenía a su cargo la seguridad de los edificios públicos de la Capital. Sin duda, detrás de su nombramiento estaba la confianza depositada en un jefe de prestigio, capaz de mantener la disciplina interna y de cortar cualquier intento de deserción en pro de la causa carlista, pero también de asegurar el mantenimiento del orden público. Llegaba nuestro personaje, en fin, en un momento en que la situación política y social se había tornado ya muy delicada. Al mismo tiempo, la Guardia Civil estaba siendo muy cuestionada y atacada por diferentes sectores, principalmente por los más revolucionarios. De la situación de indefinición e inestabilidad que se vivía también en el Cuerpo, da noticia el hecho de que se sucedieran hasta cinco directores generales en el periodo que media entre febrero de 1873 y septiembre de 1874, como hemos podido apreciar anteriormente en la Imagen 9.1. Una nueva intentona golpista se desató en Madrid el 23 de abril, otra vez de la mano del ala radical de los republicanos, a los que se unieron algunos sectores 64 OPISSO Y VIÑAS, A. (1914). La Guardia Civil y su tiempo, tomo I, p. 462. CAPÍTULO 9. INTERVENCIONES SINGULARES DE LOS MANDOS EN LOS ACONTECIMIENTOS DE MAYOR REPERCUSIÓN PÚBLICA 601 militares, con el general Serrano como cabeza visible. Para fraguar aquella adhesión, muy probablemente se vieron espoleados los militares por la decisión de Pi y Margall de hacer depender a la Guardia Civil exclusivamente del Ministerio de la Gobernación y los gobernadores civiles, decretada el 15 de abril, que desoía la realidad del despliegue del Cuerpo con motivo de la guerra Carlista 65 . En aquella jornada, la Guardia Civil tuvo que intervenir para evitar graves incidentes entre los republicanos radicales y los federales frente al palacio de las Cortes 66 . El resultado fallido de aquel intento de sublevación, que supuso el fortalecimiento de los federales, trajo consigo el cese de Acosta como Ministro de la Guerra, el de Pavía como Capitán General de Madrid y el relevo de un nutrido grupo de jefes de la guarnición de la Capital, mientras Serrano y algunos de los más comprometidos partían al destierro en Francia. Al propio tiempo, la disciplina se debilitaba cada vez más en las unidades del Ejército 67 . El coronel De la Iglesia, cada vez más cuestionado por los sectores revolucionarios, se mantenía, pese a todo, en su puesto. Para minar la cohesión interna del 14º Tercio de la Guardia Civil, el general Pierrad, Subsecretario de Guerra –no se había nombrado nuevo Ministro-, llegó a disponer por Orden del 24 de mayo, el relevo de todos los oficiales de la unidad en Madrid por otros procedentes de diferentes tercios de España, pues no consideraba a aquéllos, comprometidos con la causa republicana. Pero unos no cedieron ante la amenaza de cese y los otros rehusaron aceptar los cargos que se les ofrecían 68 . La apertura de las Cortes Constituyentes el 1 de junio de 1873 daba inicio a una nueva etapa. Pi y Margall intentó formar gobierno, pero carecía de apoyos, por lo que dejó esta tarea en manos de Estanislao Figueras, Presidente de la República. Incapaz de asumirlo, Figueras adoptó la insólita decisión de abandonar España en la noche del 10 de junio, permaneciendo en Francia por unas semanas. 65 LÓPEZ CORRAL, M. (1993). La Guardia Civil en el Golpe de Pavía, p. 154. CGC. 66 OPISSO Y VIÑAS, A., op. cit., p. 490. 67 BÁRCENA GUZMÁN, J. (1969). La Guardia Civil y la Primera República, op. cit., p. 62. REHGC. 68 GISTAU FERRANDO, M., op. cit., p. 482. La definición de un modelo de liderazgo en la etapa fundacional de la Guardia Civil 602 Ante aquella situación de vacío de poder, se constituyeron en varias ciudades los «Comités de Salud Pública». En aquella situación de caos se desataron las intrigas y maniobras para alcanzar un cargo en el Gobierno que, de nuevo, tocaba formar a Pi y Margall. Fue el caso del general Socías del Fangar, nombrado Capitán General de Madrid, en sustitución de Pavía; y de Nicolás Estébanez, militar retirado que había desertado en Cuba y Gobernador Civil de Madrid, pues ambos ansiaban ocupar la cartera de Guerra. El mismo día 11 de junio, y en medio de aquella confusión, Socías ordenó al coronel De la Iglesia que concentrara en Madrid toda la fuerza de los puestos de la Guardia Civil de la provincia, lo que iba contra el decreto de 15 de abril. Enterado por el coronel, el Gobernador Civil lo rechazó tajantemente. Ante el cariz que tomaban los acontecimientos, De la Iglesia optó por desplegar sus efectivos en los puntos neurálgicos de Madrid, en prevención de desórdenes, y se dirigió al Capitán General y al Gobernador Civil para advertirles de que, ante aquellas posturas contradictorias, no acataría otra orden que no le viniera dada desde la propia Asamblea, máximo órgano de poder en aquel momento 69 . Esa misma mañana, Pierrad citaba en el Ministerio de la Guerra, como Subsecretario a cargo del mismo, al brigadier Juan Álvarez Arnaldo, Secretario de la Director General, y que se encontraba al frente de la Guardia Civil tras el cese del general Pieltain el 26 de marzo; así como los coroneles jefes del 1º y el 14º Tercio de Madrid. A su llegada fueron retenidos contra su voluntad. Enterados los oficiales del 14º Tercio, se presentaron resueltamente en el Ministerio, encabezados por el ayudante del coronel, y al percatarse de la situación, advirtieron de que se movilizaría toda la fuerza del tercio para acudir a liberar a sus jefes, e insistieron en que no acatarían más órdenes que las del Gobierno que resultara de la Asamblea. Poco después, el brigadier y los coroneles de la Guardia Civil eran liberados 70 . A su regreso a la unidad, el coronel De la Iglesia dispuso la fuerza del tercio para la defensa, pues se temía el ataque de las milicias republicanas, los 69 LÓPEZ CORRAL, M. (1993). La Guardia Civil en el Golpe, op. cit., p. 156. CGC. 70 GISTAU FERRANDO, M., op. cit., p. 482. CAPÍTULO 9. INTERVENCIONES SINGULARES DE LOS MANDOS EN LOS ACONTECIMIENTOS DE MAYOR REPERCUSIÓN PÚBLICA 603 Voluntarios de la República 71 , con el fin de desarmar a los guardias civiles, aunque aquella acción no llegó a producirse. Al mismo tiempo, parece que hubo conversaciones entre el coronel del 14º Tercio y la Asamblea Nacional para exigir la formación de un nuevo Gobierno que restañara la situación de vacío de poder, así como la supresión de los Comités de Salud Pública 72 . Fuera debido o no a la presión del coronel, lo cierto es que Pi conseguía formar un Gabinete de conciliación. La incertidumbre sobre las posibles repercusiones de los sucesos del día 11 fue pronto despejada por el mismo Pi, que continuaba a cargo de Gobernación, respaldando y alabando la trayectoria de la Guardia Civil 73 . El 5 de julio fue nombrado el general Socías como Director General de la Guardia Civil, lo que generó un profundo malestar en la Institución. La actitud a partir de ese momento fue derivando en una apatía creciente para el servicio y en un incremento desmesurado de las licencias por enfermedad y su duración, incluidas las de jefes y oficiales. Poco tiempo después, el 18 de julio, caía el Gobierno de Pi y Margall, acosado por la rebelión cantonal y muchos otros frentes abiertos. Nicolás Salmerón accedía a la Presidencia de la República y del Gobierno, mientras Emilio Castelar hacía lo propio con la Asamblea, haciéndose ambos con las riendas del poder. Pavía volvía al servicio activo, siendo nombrado Capitán General de Andalucía y, ya con Castelar, de Castilla la Nueva. Mientras, Martínez Campos se encargaba de combatir el cantonalismo en la región valenciana. A pesar del descontento existente en el seno de la Guardia Civil, la situación de creciente indisciplina de la tropa en las unidades del Ejército y la degradación a que habían llegado los Voluntarios de la Libertad, hicieron que las autoridades republicanas se apoyaran de modo muy especial en el Instituto, que se había 71 Los Voluntarios de la República, inicialmente denominados como Voluntarios de la Libertad, eran los herederos republicanos de la Milicia Nacional. 72 Se ha afirmado que el coronel De la Iglesia se presentó entonces en el Congreso con un grupo de guardias civiles para exigir la formación de Gobierno, pero nada se ha acreditado al respecto. 73 A través de la Orden circular de 18 de junio de 1873. La definición de un modelo de liderazgo en la etapa fundacional de la Guardia Civil 604 convertido en la única fuerza capaz de responder con garantías a los muchos y graves problemas de seguridad que acuciaban al país. Por esta razón, el 2 de agosto de 1873, tras el dictamen de una comisión al efecto, se aprobaba en las Cortes el proyectado incremento para alcanzar los 30.000 efectivos en la Guardia Civil, duplicando su plantilla. No obstante, aquel proyecto resultaba irrealizable, tanto por la escasez de recluta como por las dificultades económicas, por lo que no llegaría a aplicarse. Antes al contrario, las polémicas y desafortunadas medidas para favorecer la recluta en el Cuerpo, unidas a los recortes presupuestarios, terminaron por distanciar aún más a la Guardia Civil de los postulados republicanos. El 6 de septiembre de 1873 accedía Emilio Castelar a la Presidencia del Gobierno, sucediendo a Salmerón. Se abría una oportunidad para restaurar la paz pública en el giro de acercamiento de Castelar hacia la institución militar, encontrando en el general Pavía uno de sus principales aliados. Pero el riesgo estaba en que el apoyo de la Cámara era muy precario y se suspendieron el 20 de septiembre las sesiones de la legislatura, acordando que no se reanudarían hasta el 2 de enero de 1874 74 . En esa fecha, era más que previsible que tuviera lugar una votación, promovida por los federales intransigentes, para desbancar a Castelar, como así ocurrió. Por entonces, el coronel De la Iglesia seguía en el punto de mira de algunos sectores republicanos y de la prensa más radical. Pero un hecho lamentable vino a agravar la situación de modo irreversible. En la madrugada del 9 de septiembre, el Gobernador Civil de Madrid, Hidalgo Caballero, había dado orden al coronel De la Iglesia, como jefe del 14º Tercio, para que dispusiera que efectivos de la Guardia Civil se dirigieran a la Puerta de Toledo. Según las fuentes, en sus inmediaciones se iba a concentrar un grupo de carlistas para cometer un acto de agresión en Madrid, disponiendo de armas y caballos en un lugar oculto de la 74 Sesión del 20 de septiembre de 1873, nº 98, p. 2.451. Diario de Sesiones del Congreso de los Diputados. Serie histórica. Legislatura de 1873-1874. CAPÍTULO 9. INTERVENCIONES SINGULARES DE LOS MANDOS EN LOS ACONTECIMIENTOS DE MAYOR REPERCUSIÓN PÚBLICA 605 carretera de Carabanchel 75 . Allí se presentó a las tres de la madrugada el coronel De la Iglesia con 300 guardias civiles de su unidad, pero nada ocurrió. El jefe de tercio, probablemente por las tensas relaciones previas, no avisó de la salida de la fuerza al Director General, que se enteró por el Ministro de la Gobernación. Socías vio la oportunidad de devolver al coronel la afrenta del 11 de junio, disponiendo su arresto domiciliario, así como el de los comandantes de su unidad. Además, se le acusó de tramar una conspiración, según la cual, Martínez Campos, el conde de Valmaseda y otros generales se habrían reunido en su pabellón para organizar la venida de Alfonso XII y restaurar la Monarquía 76 . De la Iglesia fue cesado en el mando del tercio y se dispuso poco después su ingreso en prisión. Incluso se ordenó que su familia abandonara la vivienda oficial que ocupaba, comisionando para ello al teniente Fajardo, quien se negó a acatar la orden 77 . De la Iglesia había sido utilizado en maniobras políticas que terminaron por predisponerle frente a aquella situación, que se había mostrado tan injusta con él. Socías compareció en las Cortes para explicar lo sucedido, pero no convenció, por lo que fue cesado y destinado a la Dirección General de Carabineros el 19 de septiembre. El general Acosta, que mandaba aquel cuerpo, pasó a la Guardia Civil, siendo recibido con el mismo rechazo que antes lo había sido en Carabineros, por lo que regresó tras el nuevo cese de Socías en este Instituto. Le relevó en la Guardia Civil el mariscal de campo Portilla, hombre sin relieve, pero políticamente discreto. Dos meses más tarde, el coronel De la Iglesia fue puesto en libertad, se archivó la causa y se dispuso que le fuera abonado el sueldo íntegro, pero sin reponerle en el mando del tercio ni asignarle destino. Nos centraremos ahora en las circunstancias que desembocaron en el golpe del 2 de enero de 1874 y su desarrollo. Para ello, es preciso tener en cuenta cuanto 75 La orden fue publicada el mismo 11 de septiembre de 1873 en «El Diario Español». 76 BÁRCENA GUZMÁN, J. (1969). La Guardia Civil y la Primera República, op. cit., p. 67. REHGC. 77 Ibídem. La definición de un modelo de liderazgo en la etapa fundacional de la Guardia Civil 606 hemos expuesto para entender que, más que un pronunciamiento contra el régimen republicano en sí mismo, esta acción de fuerza se dirigió contra la Asamblea Nacional, como otros golpes anteriores desde el comienzo de la Primera República. La deriva federal de la Cámara se apartaba de la línea más moderada del Gobierno de Castelar, que intentaba reconducir por cauces de estabilidad la situación política y social del país, por lo que suponía una seria amenaza para lograrlo. Por tanto, aquella acción estaba planeada únicamente para el supuesto de que Castelar fuera derrotado en las Cortes, tal y como le había ofrecido Pavía, hombre de confianza del político gaditano. No obstante, aquella opción no había sido aprobada por Emilio Castelar, pese al riesgo que suponía perder la votación. De todos modos, sí es evidente que el golpe supuso el final de la primera experiencia republicana federal en España, y que abrió las puertas a la restauración de la Monarquía. Pero también conviene recordar que, frente a esta trama, se alzaba otro golpe promovido por el sector cantonalista, que surgiría precisamente tras aquella sesión del 2 de enero. Parar un golpe con otro se repetirá en la historia de España en no pocas ocasiones, como sabemos. No está del todo claro cómo se trabó el desarrollo de la acción para dar el golpe, ni dónde y cómo acordaron el general Pavía y el coronel De la Iglesia Tompes llevarlo a cabo. Tan sólo tenemos la escueta conversación entre ambos que nos transmite Gistau (1907) 78 , en que Pavía da instrucciones a De la Iglesia, y le pide garantías de que la fuerza que custodia el Palacio de las Cortes le secundará. Se había situado al coronel De la Iglesia el 12 de diciembre en una reunión entre militares encabezada por el general Serrano Domínguez para preparar un golpe de efecto. Sin duda, su actitud resolutiva terminó por convencer al general Pavía de que el coronel de la Guardia Civil era el hombre idóneo para poner el plan en marcha. El concepto que de él tenía era una buena descripción del coronel De la Iglesia: «un hombre de orden, firme, resuelto y muy querido por sus hombres» 79 . Ciertamente, en aquel momento, con la experiencia de los meses 78 GISTAU FERRANDO, M., op. cit., p. 483. 79 LÓPEZ CORRAL, M. (1993). La Guardia Civil en el Golpe, op. cit., p. 166. CGC. CAPÍTULO 9. INTERVENCIONES SINGULARES DE LOS MANDOS EN LOS ACONTECIMIENTOS DE MAYOR REPERCUSIÓN PÚBLICA 607 anteriores y el enorme ascendiente que tenía sobre los que habían sido sus subordinados, sólo aquel coronel de la Guardia Civil era capaz de llevar a cabo aquella acción con éxito y sin derramamiento de sangre 80 . Y además, sabía que toda la Guardia Civil de Madrid acataría el resultado. Comenzaba la sesión en la Asamblea Nacional aquel 2 de enero. Tras pedir cuentas al Gobierno sobre su gestión, se planteó lo que hoy denominaríamos una moción de censura 81 contra Castelar. El propio Salmerón, Presidente de la Cámara, arremetió contra el que fuera su aliado, desde su puesto de diputado. Ya en la madrugada del 3 de enero, caía derrotado en segunda votación el cuarto Presidente de la República por los votos de la Asamblea. Tras un breve receso, se eligió como sucesor de Castelar a Eduardo Palanca. Luego, se dispusieron a elegir a cada uno de los ministros. La noche del 2 al 3 de enero de 1874, el edificio del Congreso se hallaba custodiado por fuerza del 14º Tercio de la Guardia Civil, al mando del capitán Manuel García Kaggen. Era evidente que aquellos hombres no darían un paso hacia ninguna acción como la que se avecinaba si no reconocían la autoridad superior de quien les diera la orden. Además, el general Pavía no podía contar con la restante fuerza del 1º y 14º Tercio de la Guardia Civil de Madrid, por cuanto el Presidente de la República no respaldaba aquella acción, el Gobernador Civil se opondría y suponía comprometer a toda la fuerza del Cuerpo. Por otra parte, Pavía era consciente de que intentar acceder al Congreso sin contar con la Guardia Civil que lo custodiaba supondría un derramamiento de sangre inasumible; pero también sabía que bastaba el coronel De la Iglesia para asumir el mando de aquellos guardias que lo reverenciaban. Sobre las 7 de la mañana del día 3, una compañía del Regimiento de Cazadores de Mérida se hallaba situada en torno al Congreso, además de la fuerza de la compañía de la Guardia Civil que custodiaba el edificio. Conocido el 80 BÁRCENA GUZMÁN, J. (1969). La Guardia Civil y la Primera República, op. cit., p. 72. REHGC. 81 La Constitución de 1869 no contemplaba la moción de censura como hoy la entendemos, considerando la responsabilidad solidaria del Gobierno ante el Congreso de los Diputados, de acuerdo con el artículo 108 de la Constitución de 1978. La definición de un modelo de liderazgo en la etapa fundacional de la Guardia Civil 608 resultado de la votación, adverso para Castelar, aquella fuerza recibió la orden de entrar en las Cortes. Previamente, Pavía había impartido instrucciones a las fuerzas que guarnecían Madrid para que ocuparan los puntos sensibles de la ciudad, ante la posibilidad de incidentes. El coronel De la Iglesia Tompes entró en el Congreso acompañado de dos ayudantes del general Pavía. Los guardias civiles que se encontraban en la entrada le reconocieron y permitieron el paso. El capitán García Kaggen se puso a sus órdenes. Ninguno de aquellos hombres ponía en duda la autoridad y superioridad moral del que, no sólo había sido un gran jefe, sino además, injustamente acusado y apartado de su cargo. Estaban los diputados eligiendo a los ministros del nuevo Gobierno cuando la fuerza entró en el edificio. Siguiendo las instrucciones recibidas, los guardias civiles se dirigieron a la biblioteca, mientras que una sección de cazadores hacía entrada en el hemiciclo. Ante las protestas y advertencias acaloradas de los políticos, aquellos soldados se mostraron indecisos. A pesar de ello, y sabiendo lo que ponía en juego, De la Iglesia penetró también en la estancia. De acuerdo con Pavía, el coronel sólo pretendía que Castelar continuara como Presidente del Gobierno. En caso contrario, las órdenes eran las de disolver la Asamblea. Al acceder al hemiciclo, De la Iglesia fue interceptado por el general Sánchez Bregua, Ministro de la Guerra, quien le ordenó que cumplimentara al Presidente de la Cámara. El coronel respondió que sólo recibía órdenes del Capitán General, y se dirigió al estrado del Presidente, donde aguardaba Salmerón, escoltado por soldados. En la breve y fría conversación que mantuvieron Salmerón y De la Iglesia, aquél advirtió que el general Pavía, de quien el coronel decía recibir las órdenes, había sido ya destituido por el Ministro de la Guerra. El coronel se limitó a decir que ya era tarde para eso 82 . Ante la negativa a disolver la Asamblea, a la que era conminado Salmerón por el coronel De la Iglesia, algunos diputados propusieron otorgar un voto de confianza a Castelar, lo que fue rechazado por éste, «para que 82 OPISSO Y VIÑAS, A., op. cit., p. 495. CAPÍTULO 9. INTERVENCIONES SINGULARES DE LOS MANDOS EN LOS ACONTECIMIENTOS DE MAYOR REPERCUSIÓN PÚBLICA 609 no se dijera nunca que había impuesto por el temor de las armas a una Asamblea soberana» 83 . El ambiente se fue crispando más, acompañado de algunos forcejeos con los soldados que ocupaban el hemiciclo, pero aquella situación pronto fue rota por el sonido de algunos disparos al aire en los pasillos de la Cámara, efectuados por el grupo de guardias civiles y soldados que habían accedido al interior. Este hecho provocó que todos los diputados fueran saliendo del hemiciclo a través del pasillo que formaban los soldados del Regimiento de Cazadores, con órdenes estrictas de no emplear la fuerza. Uno de los últimos en abandonar el edificio fue Emilio Castelar. Poco después, llegaban al Congreso de los Diputados fuerzas de las dos comandancias del 14º Tercio de la Guardia Civil. La Comandancia Sur se presentó de propia iniciativa, al mando del comandante Manuel Travesí, poniéndose a las órdenes de Pavía. La Comandancia Norte, cuando recibió la contraorden de Pavía, encontrándose en la calle de Alcalá, tras haber recibido instrucciones para ponerse a disposición del Gobernador Civil 84 . Aquel mismo día, el coronel De la Iglesia fue repuesto por Pavía al frente del 14º Tercio de Madrid, cargo que ocupó hasta su ascenso a brigadier, el 15 de abril de aquel año. Podemos apreciar en lo expuesto dos elementos clave que inciden de forma directa en la tradición de funcionamiento orgánico y de disciplina en la Guardia Civil, y que son, en fin, facetas distintas de un mismo modelo de mando institucional: el seguimiento incondicional de los guardias civiles a sus jefes, cuando reconocen en ellos la autoridad que ha de guiarles; y el profundo desconcierto y desmotivación que causa en los miembros de la Institución la ausencia de directrices claras y de mando efectivo para conducirse en el servicio, por parte de las autoridades superiores, ya sean políticas o militares. 83 Sesión del 2 de enero de 1874, nº 99, p. 2518. Diario de Sesiones del Congreso de los Diputados. Serie histórica. Legislatura de 1873-1874. 84 BÁRCENA GUZMÁN, J. (1969). La Guardia Civil y la Primera República, op. cit., p. 76. REHGC. La definición de un modelo de liderazgo en la etapa fundacional de la Guardia Civil 610 Además, existía también otra cuestión de fondo de gran calado y de carácter institucional: aquellos guardias civiles sentían gran temor a que una República federal rompiera el espíritu de cuerpo, si llegaba a descentralizarse su dependencia, su organización y su funcionamiento. En el transcurso de una sesión de las Cortes en 1876, en la que Pavía explicaba su actuación dos años atrás, el propio Emilio Castelar justificó el papel que había tocado jugar a aquellos guardias civiles en el pronunciamiento: «aquellos hombres podrían tal vez estar extraviados, pero aquellos hombres eran todos honrados; y sobre todo, eran la representación augusta de la Nación española» 85 . El coronel De la Iglesia, actor principal en la ejecución del pronunciamiento del 3 de enero de 1874, había contado para ello con la lealtad de los guardias civiles que habían sido sus subordinados. Primero, los que custodiaban el edificio de las Cortes y, más tarde, toda la fuerza del tercio que había mandado. Previamente, había sido también leal a sus propios principios y a su sentido del deber, frente a la ausencia del principio de autoridad y de justicia de los que había sido víctima. Sus subordinados supieron apreciarlo. 85 Sesión del 17 de marzo de 1876, nº 25, p. 485. Diario de Sesiones del Congreso de los Diputados. Serie histórica. Legislatura de 1876-1877. CONCLUSIONES 611 CONCLUSIONES 1. LA CREACIÓN DE LA GUARDIA CIVIL: NECESIDAD Y OPORTUNIDAD Los intentos fallidos para poner en marcha un cuerpo de seguridad Desde la guerra de la Independencia se habían llevado a cabo varios intentos para constituir en España un cuerpo de seguridad eficaz y de ámbito nacional, pero todos ellos habían resultado fallidos. Se insistía una y otra vez en proyectos que adolecían de errores estructurales en su concepción, y que carecían de los recursos necesarios para su implantación. La Milicia Nacional y su contrapunto, los Voluntarios Realistas, eran fuerzas estrechamente vinculadas al poder constituido y, sobre todo, no tenían un carácter permanente, por lo que adolecían de importantes carencias como elemento fundamental de un modelo policial. Del mismo modo, tampoco podemos considerar al Ejército, aun en colaboración con la Milicia, como parte de un modelo de seguridad pública, sino más bien, como la solución necesaria y transitoria ante la inexistencia, o cuando menos, las grandes carencias, de tal modelo. Por tanto, al margen de las consideraciones anteriores, los proyectos específicos sobre los que se actuó para crear una fuerza de seguridad pública, pivotaron básicamente sobre dos concepciones diferentes. La primera de ellas consistía en un modelo policial mixto, procedente del Antiguo Régimen francés, pero adaptado a nuestro país. Fue diseñado y puesto en marcha en 1809 durante el mandato de José I, y consistía en una organización policial civil basada en intendencias y comisarios, y con el apoyo de una fuerza armada, necesariamente de impronta militar. Aquel primer modelo, inicialmente diseñado para la ciudad de Madrid, se intentó extender al año siguiente a las provincias, creando unidades de infantería y La definición de un modelo de liderazgo en la etapa fundacional de la Guardia Civil 612 caballería para la persecución de malhechores, pero no fructificó. Mientras, en 1811 se organizaba en Madrid la Compañía de Gendarmería Real a caballo, que pretendía seguir el modelo de la institución homónima francesa. Aunque este proyecto tampoco prosperó, podía considerarse el primer intento formal de crear en España un cuerpo especial de vigilancia y seguridad pública, de ámbito nacional y a estilo francés. A diferencia del anterior modelo mixto, sobre la base de un reducido cuerpo policial civil, al que se subordinaba una fuerza militar, se concibió años más tarde en España un segundo modelo, constituido por un cuerpo de seguridad autónomo de carácter militar, con mando único y dependencia directa del Gobierno. Este modelo, mucho más parecido a lo que en Francia representaba la Gendarmería, su naturaleza y su sistema de dependencias, fue diseñado por el teniente general Pedro Agustín Girón, marqués de las Amarillas y, posteriormente, primer duque de Ahumada, cuando fue nombrado Ministro de la Guerra en 1820. La Legión de Salvaguardias Nacionales, de acuerdo con el proyecto del teniente general Girón, tendría ámbito nacional y fuero castrense, dependiente de la autoridad militar para todo lo concerniente a su organización, inspección y reemplazo, pero totalmente a las órdenes de los jefes políticos para la prestación de su servicio específico. Estaría al mando de un Inspector General y le sería de aplicación el mismo estatuto personal que a los demás cuerpos o armas del Ejército. Su plantilla inicial era de algo más de cinco mil hombres, de los que los jefes y oficiales serían reclutados del Ejército, y las clases de tropa, entre los licenciados. Su despliegue territorial se había concebido en base a los distritos militares, y se encuadraba en cuatro subinspecciones y doce comandancias. Pero aquella iniciativa tampoco salió adelante por la oposición del propio Gobierno. El proyecto que más se había acercado a lo que necesitaba España, quedaba definitivamente archivado, aunque no olvidado: algunas de las soluciones que aportaba serán retomadas por Francisco Javier Girón, entonces ayudante de campo de su padre, Pedro Agustín Girón, en su concepción de la Guardia Civil. Al comienzo de la década absolutista, Fernando VII organizaba en 1824 la Policía del Reino. Para ello, partía de un modelo de inspiración francesa, por lo CONCLUSIONES 613 que, más que la creación de un nuevo cuerpo, se trataba de reorganizar las fuerzas existentes en materia de policía, determinar sus funciones y poner al frente de la institución a un Superintendente General. Estaban previstas una reglamentación específica para Madrid y otra para las provincias. En cuanto a la Policía de Madrid, no resultaba novedosa, pues se basaba en una Instrucción General de 1768, que establecía y regulaba las funciones de policía que correspondían a los alcaldes de barrio, y que ahora pasaban a ejercer como auxiliares para su desempeño. En lo referente a la Policía de las Provincias, se establecía el despliegue territorial en treinta y dos Intendencias de Policía. Pero aquel cuerpo no disponía del personal necesario para llevar a cabo las funciones que se le asignaban, al carecer de una fuerza profesional propia, más allá de los celadores y alguaciles, debiendo recabar el auxilio de los Capitanes Generales, en tanto no se constituyera el cuerpo militar encargado de la seguridad, según estaba previsto. Los intentos en los años siguientes para constituir esa fuerza armada de infantería y caballería a la que se pudiera encomendar la persecución de los malhechores y la seguridad de los caminos, como fueron el Cuerpo de Celadores Reales en 1825 y el Cuerpo de Salvaguardias Reales en 1833, resultaron baldíos o contaron con una efímera vida. Por lo tanto, el peso de la seguridad en los caminos y en las áreas rurales durante todo aquel tiempo, así como la lucha contra los malhechores, había recaído en unidades del Ejército que eran desplegadas con este objeto, así como de forma no permanente, por la Milicia Nacional. El resultado había sido claramente ineficaz, además de suponer una carga que perjudicaba a las unidades militares, no concebidas para este fin. Tras la llegada de la Regencia de Espartero en octubre de 1840, quedaba formalmente disuelta un mes más tarde la Policía que se había recuperado en 1833, por sospechar de su inclinación ideológica, al haber pasado a depender de los jefes políticos. La definición de un modelo de liderazgo en la etapa fundacional de la Guardia Civil 614 Con la vuelta a la normalidad en el segundo semestre de 1843, se retomarán los esfuerzos para reorganizar el Ramo de Protección y Seguridad Pública, punto de partida para la creación de la Guardia Civil. El agravamiento de la situación y las nuevas demandas de seguridad La situación en que se encontraba España al desembocar en los años cuarenta del siglo XIX era de una gran inseguridad, debido a múltiples factores. En primer lugar, estaban las secuelas de todo tipo que habían dejado los conflictos armados. Tanto la guerra de la Independencia como la primera guerra Carlista, aunque muy diferentes entre sí, habían contribuido directa y decisivamente a la situación de inestabilidad que venía arrastrando España. Entre ambas, además, había tenido lugar en 1823 la intervención francesa de los Cien Mil Hijos de San Luís, en favor de la causa absolutista. Aquellos conflictos acarrearon, como una de sus principales consecuencias, el auge del bandolerismo. La situación creada determinó que volvieran a constituirse antiguas fuerzas de orden en algunas provincias y el despliegue de unidades del Ejército en las zonas más castigadas. Pero los resultados de aquel despliegue de fuerza no fueron los esperados, por la incapacidad para combatir a los malhechores con la necesaria eficacia e intensidad. El bandolerismo, considerado entonces como un mal endémico en algunas regiones españolas, campaba sin freno. Mientras tanto, la población que era víctima de sus excesos se desesperaba, sobre todo en el ámbito rural, ante lo que suponía un elemento constatable de la falta de seguridad reinante y una cierta sensación de impunidad. Pero además, este fenómeno del bandidaje estaba íntimamente relacionado con la inestabilidad política, pues aquél siempre ha obtenido de la incertidumbre, el desorden y la falta de autoridad de un Gobierno, el caldo de cultivo necesario para garantizar su impunidad. CONCLUSIONES 615 Para dar una idea de aquella situación, y de cuál era la escena política en España en la década que precedió a la creación de la Guardia Civil, baste decir que en los diez años que median entre la proclamación de Isabel II como Reina, en septiembre de 1833, y su prematura mayoría de edad en noviembre de 1843, cuando comenzaba su reinado personal, se sucedieron un total de veintidós jefes de Gobierno, con sus correspondientes gabinetes. De ellos, dieciséis se relevaron durante la regencia de María Cristina de Borbón y otros seis, en la que encabezó Baldomero Espartero. Aquella inestabilidad política dio lugar a que, durante todo este tiempo, la seguridad pública permaneciera en segundo plano, y contribuyó, además, a imposibilitar el desarrollo de cualquier proyecto viable de crear una institución que tuviera como finalidad el mantenimiento de la seguridad y el orden público en todo el territorio nacional. Por otra parte, España estaba experimentando ya una serie de transformaciones que generarán nuevas demandas de seguridad, hasta entonces desconocidas; hasta el punto de que van a suponer, a nuestro juicio, un reto sin precedentes para la seguridad pública en España. El liberalismo que afloraba en nuestro país se materializó en un periodo inicial de convivencia entre la nueva burguesía y la antigua nobleza; y en ese escenario se produjo el definitivo nacimiento del nuevo concepto de la «propiedad privada». Las reformas legales necesarias para configurar el nuevo orden de la propiedad, tuvieron como principal objetivo la transformación del régimen jurídico de la propiedad agraria. Los consiguientes procesos desamortizadores pretendían crear un régimen de propiedad ajustado al sistema político liberal; es decir, una propiedad libre y plena que permitiera el despegue del capitalismo agrario. Con ello, se fraccionaron e incrementaron notablemente los bienes y propiedades que, junto a sus nuevos propietarios, debían ser objeto de protección, y que fueron origen de grandes fortunas. Frente a este nuevo escenario, la misión principal de la Guardia Civil, de proteger a las personas y sus propiedades, cobrará pleno protagonismo desde el mismo momento de su fundación. La definición de un modelo de liderazgo en la etapa fundacional de la Guardia Civil 616 El importante aumento demográfico y la reactivación económica que comenzó a experimentar España con el final de la primera guerra Carlista en 1840, con el consiguiente impulso de la actividad comercial, incentivaron de forma significativa los desplazamientos, y el transporte de personas y mercancías por la geografía nacional, aunque todavía incapaces de articular un auténtico intercambio comercial entre el interior y la periferia. Aquella realidad entraba en confrontación con una red caminera todavía muy precaria, y sobre todo, con las condiciones de gran inseguridad que había que lamentar en todo su trazado. Por su parte, el retraso en el desarrollo del ferrocarril en España vino determinado, además de por los problemas estructurales y económicos que lastraron su despegue, por la convulsa situación provocada por la guerra Carlista y, posteriormente, la falta de seguridad para el tendido de la infraestructura necesaria en el entorno rural. El momento oportuno Hacia finales de 1843, una vez superado el trienio esparterista, al proclamarse la mayoría de edad de Isabel II y comenzar su reinado personal, se abría la oportunidad de superar una situación política convulsa e incierta, de lucha constante o intermitente entre españoles, que había desembocado irremediablemente en el lamentable estado en que se encontraba la seguridad pública en España. Ante aquella nueva coyuntura sociopolítica se abría un esperanzador periodo que se iba a prolongar por más de dos décadas, con algunas breves excepciones, con sus luces y sombras, y a pesar de que los gobiernos se siguieron sucediendo con excesiva frecuencia. De todas formas, el naciente Estado liberal era todavía muy débil, y sólo se irá modernizando y vertebrando con la aplicación de profundas medidas, que hagan salir a España definitivamente del Antiguo Régimen, y que se irán implantando en los años siguientes. CONCLUSIONES 617 Al mismo tiempo, la estabilidad institucional y el control político y administrativo, resultaban esenciales en aquel nuevo Estado. Para ello, el modelo territorial provincial, de acuerdo con el proyecto iniciado en 1833, seguido del judicial en 1834, con la creación de las audiencias territoriales en el ámbito supraprovincial y los partidos judiciales en las cabeceras de comarca, venía a constituir un elemento más en el proceso normalizador y centralizador de la Administración del Estado. Uno de los grandes factores de debilidad del nuevo Estado liberal, y cuya reversión será objetivo prioritario del Gobierno moderado, fue la imperiosa necesidad de integración del territorio, en una España en la que cinco mil pueblos se encontraban todavía unidos por caminos de herradura. Siguiendo este modelo, a modo de eficaz instrumento centralizador e integrador, la Guardia Civil va a basar su despliegue territorial en los distritos militares, pero también en las provincias, al frente de cada cual situará a un jefe que se entenderá con el respectivo jefe político. De este modo, podrá proporcionar seguridad a las vías de comunicación que unían las poblaciones y llevar la Administración a puntos habitados donde nunca lo había hecho antes. Resulta innegable la influencia francesa en la configuración de la nueva Administración y la visión centralista del Estado, tomando como punto de partida el modelo territorial. Y en esta nueva configuración, de nuevo encajaba plenamente la Guardia Civil, con el claro referente de la Gendarmería en el país vecino. En aquel escenario que se abría en 1844 con el comienzo de la Década Moderada, la Guardia Civil tuvo a su favor el propio impulso político moderado y el clima de tranquilidad social que ansiaban los españoles, y para lo que habían depositado una gran confianza en la nueva Institución. En contra, las naturales resistencias locales al ejercicio de la autoridad, al respeto a la Ley y a dejar atrás injerencias y actitudes caciquiles, tan asentadas en la sociedad de entonces. Pero ante todo, la Guardia Civil tuvo ante sí la oportunidad de abrirse un espacio definitivo y único en el terreno de la seguridad en España, que supo aprovechar, alcanzándolo con la primera década de funcionamiento, cuando La definición de un modelo de liderazgo en la etapa fundacional de la Guardia Civil 618 consiga reducir a mínimos la grave lacra que suponía el bandolerismo, y consolidando este espacio en las décadas siguientes. Las personas adecuadas para la concepción y organización de un nuevo cuerpo Expuesta la oportunidad del periodo concreto en que se puso en marcha la Guardia Civil, hay que hacer referencia al acierto, visión y lucidez de sus principales artífices, aquéllos que movieron los hilos necesarios para que la Institución fuera una realidad. Ciertamente, la adecuada concepción y posterior organización del nuevo cuerpo de seguridad requerían de las personas adecuadas que, por una parte, dirigieran y respaldaran su actuación con el suficiente peso político, y por otra, contaran con las dotes organizativas y estuvieran animados del entusiasmo necesario para llevar a cabo la tarea. En este sentido, nuestro trabajo de investigación ha venido a corroborar que, además de los gobernantes de la época y otros personajes que participaron con innegable resolución, en la medida en que les correspondió hacerlo, y de todos los miembros del Cuerpo que hicieron posible su nacimiento y consolidación, las dos figuras que destacan de modo sobresaliente en la creación de la Guardia Civil son Ramón María Narváez y Francisco Javier Girón, duque de Ahumada. Como hombre fuerte del moderantismo, hemos tenido oportunidad de constatar la gran influencia que ejerció Narváez sobre el Gobierno de González Bravo, autor del primer decreto fundacional de la Guardia Civil, el 28 de marzo de 1844, y de la designación del duque de Ahumada para su organización. No en vano, todos los ministros –incluyendo a González Bravo- que intervinieron en los debates previos y en las decisiones que llevaron al primer decreto fundacional fueron nombrados bajo la inspiración del propio Narváez. Además, fue el general de Loja quien, una vez que se hizo cargo del Gobierno y el Ministerio de la Guerra, propuso a la Reina la publicación del definitivo decreto fundacional de 13 de mayo de ese año, después de una más CONCLUSIONES 619 reposada reflexión, tras la publicación de los anteriores, y a partir de los propios informes de Ahumada. Por otra parte, también hemos podido poner de manifiesto hasta qué punto existía un alto grado de confianza entre Narváez y Girón, al menos desde que fue llamado por aquél en 1838 para auxiliarle en la organización del Ejército de Reserva de Andalucía, durante la guerra Carlista. Francisco Javier Girón había ya participado con su padre en el diseño de la Legión de Salvaguardias Nacionales, y ahora se disponía a afrontar este nuevo reto, pero con el apoyo incondicional del nuevo Gobierno. La personalidad del duque de Ahumada, unida a sus cualidades humanas y militares, fueron determinantes para que la Guardia Civil fuera creada con un sello característico, fruto de su gran influencia y capacidad de liderazgo. 2. EL ACIERTO EN LA CONCEPCIÓN Y LA ORGANIZACIÓN INICIAL PARA UN EXITOSO DESARROLLO Equilibrio en el alumbramiento de un cuerpo militar con funciones civiles Una de las primeras iniciativas legislativas que adoptó el Gobierno de González Bravo tras su constitución en diciembre de 1843, consciente de que había llegado el momento de afrontar el problema de la seguridad en España, fue la de reorganizar el Ramo de Protección y Seguridad Pública y, con ello, la Policía; cuestión que había quedado pendiente desde el comienzo de la Regencia de Espartero. Con aquel objeto, se promulgó el Real Decreto de 26 de enero de 1844, cuyo redactor fue Patricio de la Escosura y Morrogh, Subsecretario de Gobernación, cargo que ostentó únicamente durante unos meses. Para la redacción del real decreto, Escosura siguió básicamente el modelo policial mixto previsto por Pablo de Arribas en 1809, al que ya nos hemos referido. El artículo 10 del decreto establecía que el Ministro de la Gobernación debía proponer la organización de una fuerza especial «destinada a proteger La definición de un modelo de liderazgo en la etapa fundacional de la Guardia Civil 620 eficazmente las personas y las propiedades, cuyo amparo es el principal objeto del ramo de protección y seguridad». Aquel artículo se desarrolló a través del Real Decreto de 28 de marzo de 1844, que creaba el Cuerpo de la Guardia Civil. Respecto a esta norma, pensamos que el preámbulo fue escrito también por Escosura, siguiendo la línea del decreto de enero, pero la redacción de su articulado hemos podido comprobar que se debió a Manuel Bertrán de Lis, subordinado de Escosura en el Ministerio. El resultado fue la creación de un cuerpo que se apartaba del modelo mixto que defendía Escosura para adoptar uno mucho más afín a la Gendarmería francesa; es decir, el segundo modelo con el que identificábamos a la malograda Legión de Salvaguardias Nacionales. Este cambio entre los dos modelos que, básicamente, se habían seguido para la creación de un nuevo cuerpo de seguridad desde principios del siglo XIX se daba, precisamente, en el seno del Ministerio de la Gobernación. Pero además, el primer giro en cuanto a la naturaleza del Cuerpo, tal vez el más trascendental, aunque oculto y desapercibido, se dio también en el propio Ministerio de Gobernación y sobre el propio borrador del decreto de 28 de marzo, dando cabida a la jurisdicción y administración militar de un modo que sólo podía desembocar en el resultado final. Era una vuelta más al incierto proyecto al que apuntaba el decreto de enero. No obstante, el real decreto de marzo, fruto, tal vez, de cierta improvisación, adolecía de muchos defectos. Para su puesta en marcha, otro real decreto de 12 de abril preveía que la organización de la fuerza que integraría el nuevo cuerpo corriera a cargo del Ministerio de la Guerra. Este cometido se asignó oficialmente al duque de Ahumada, aunque ya llevaba semanas trabajando en el proyecto, probablemente por indicación directa de Narváez. Su informe de 20 de abril fue determinante para que se publicara un nuevo real decreto el 13 de mayo, ya con Narváez en el poder, con el que se completaba la creación del Cuerpo y se posibilitaba su organización. La Guardia Civil que surgió del decreto de 13 de mayo tenía un inequívoco carácter militar, frente a la que se organizaba en el decreto de marzo, de carácter CONCLUSIONES 621 civil-militar, pues reconocía su organización y disciplina castrense. El cambio de uno a otro fue fruto, a nuestro juicio, de una evolución lógica hasta lograr el modelo idóneo para la realidad española, equidistante entre las dos concepciones iniciales. No en vano, durante la Regencia de Espartero se había acometido una reorganización similar con el Cuerpo de Carabineros para dotarlo de organización militar. En definitiva, la Guardia Civil que desplegó y echó a andar en el otoño de 1844 en nada se parecía a aquella fuerza especial de protección y seguridad que preveía el real decreto de 26 de enero, ni es el mismo modelo descentralizado, con dependencia civil y organización militar, que se concibió más tarde en el Ministerio de Gobernación, como signo inequívoco de las discrepancias existentes en este Departamento. Pero tampoco coincide con la institución que barruntaba Ahumada cuando redactó su informe de 20 de abril, como un arma más del Ejército, a la que quería llegar algún sector en el Ministerio de la Guerra, al modo de la Gendarmería francesa. El resultado, en fin, fue el de una institución con lógicas similitudes a la que prestaba servicio en el país galo, pero genuina y diferente. Más tarde, el propio carácter nacional y, sobre todo, la impronta transmitida por su fundador a partir de que su funcionamiento comenzara a ser eficaz en 1845, el papel impulsor y el compromiso de los cuadros de mando, y el profundo espíritu de servicio inculcado y asumido por los guardias civiles, terminaron por configurar un cuerpo diferente, singular, enormemente eficaz para el Estado y profundamente enraizado en el pueblo español. En resumen, de acuerdo con el planteamiento del estado de la cuestión en este aspecto, creemos estar en condiciones de afirmar que detrás de esta configuración y naturaleza de la Guardia Civil no se encontraban más que la realidad social de la época en España y razones de pura eficacia, tanto organizativas como de funcionamiento, que el tiempo y la Historia han revelado una y otra vez como acertadas, y desmentido a quienes las pudieran tachar de anacrónicas o superadas. La definición de un modelo de liderazgo en la etapa fundacional de la Guardia Civil 622 Superación de las dificultades en la recluta de los primeros guardias civiles La formación del primer contingente de guardias civiles, a partir de mayo de 1844, se vio afectada por numerosos problemas para la recluta del personal de tropa. Es probable que se sobreestimaran las perspectivas de cubrir todas las plazas con personal licenciado del Ejército, que era la previsión inicial. El nuevo cuerpo no ofrecía para ellos el atractivo esperado, previsiblemente, porque muchos rechazaban volver a filas, después de haber participado recientemente en una larga guerra, y teniendo que abandonar sus trabajos con la incertidumbre de si aquella institución perviviría. Por ello, fue preciso acudir en gran medida a la tropa de reemplazo y rebajar considerablemente la edad de ingreso. El equilibrio entre quintas, excluyendo a los más bisoños y los próximos a licenciarse, se vio alterado por los dos años de rebaja en el servicio en filas, decretado para los filiados antes del 21 de agosto de 1843, fecha en que se concedió esta gracia por el triunfo del alzamiento contra Espartero. También fue preciso eximir temporalmente de la exigencia de saber leer y escribir. Aquella traba determinó que la Guardia Civil llevara a cabo un importante esfuerzo de alfabetización, tanto en los depósitos de instrucción como, posteriormente, en los tercios, siguiendo para ello planes específicos. Además, fue preciso establecer cupos en las unidades de Infantería y Caballería para satisfacer las necesidades de cobertura iniciales, y enfrentarse en ocasiones con las trabas de los jefes de las unidades del Ejército, recelosos de dejar marchar a sus mejores hombres. En lo referente al perfil del aspirante a guardia civil en el momento fundacional, podemos deducir, de acuerdo con nuestro estudio, que para los que estaban prestando el servicio militar, era el de un joven de entre 19 y 22 años, que gozaba de buena salud, con estatura ligeramente superior a la media, que en un porcentaje no superior a un tercio de los ingresados sabía leer y escribir, pero con buena conducta y disposición para la vida militar. En cuanto al perfil del otro bloque del que se nutrió el nuevo Instituto, el de los licenciados del Ejército, era un hombre que contaba entre 22 y 30 años; poco CONCLUSIONES 623 más instruido que los anteriores pero, sobre todo, más experimentado para la vida; con buena formación militar; excombatiente de la guerra Carlista, pero que conservaba sus buenas disposiciones para continuar en la milicia. Ambos colectivos tenían como denominador común las cualidades humanas y los valores que acreditaban su buena conducta, su extracción humilde y su procedencia del ámbito rural, con escasos o limitados recursos económicos, y con ideas conservadoras y tradicionales. Podemos asegurar que, cuando aquellos hombres comenzaron a prestar servicio en la Guardia Civil de manera efectiva, aseados y bien vestidos, habiendo alcanzado un nivel aceptable de alfabetización, y con unos haberes que podían considerarse dignos, se situaron por encima de su entorno de origen y del ambiente sociocultural que les rodeaba, al menos, en el ámbito rural. La elección de los primeros jefes y oficiales Ahumada era consciente de que el mayor atractivo que podía ofrecer a los jefes y oficiales que se interesaran por el nuevo cuerpo de seguridad radicaba en los buenos sueldos que ya anunciaba el decreto de 13 de mayo. Pero también sabía que aquello no era suficiente para incorporar a los mejores, pues se requerirían cualidades adicionales que estarían por encima de que el número de aspirantes fuera más o menos elevado. Por ello, como primera medida, se hacía necesario escoger a los más capaces de entre los que el fundador ya conocía, por la coincidencia en destinos y campañas, a lo largo de su trayectoria profesional, y muy especialmente, durante la pasada guerra civil contra los carlistas. Siguiendo esta premisa, sabemos que una de sus primeras actuaciones, cuando Ahumada recibió el encargo de organizar la Guardia Civil, fue la de rodearse de jefes y oficiales de su entera confianza. Así, incorporó a su equipo inicial al teniente coronel De la Torre y los comandantes Olmedo y Casani; todos ellos, oficiales de Estado Mayor y procedentes de la Guardia Real. Estos tres oficiales habían sido destinados entre 1837 y 1838 para participar expresamente La definición de un modelo de liderazgo en la etapa fundacional de la Guardia Civil 624 en la organización del Ejército de Reserva de Andalucía, que debía combatir a las partidas carlistas que actuaban por la Meseta. Para ello, actuaron directamente a las órdenes de Narváez y, más tarde, del propio general Girón, a su vez, colaborador estrecho de Narváez para aquella empresa. La buena organización y funcionamiento de aquella unidad fueron determinantes para que estos oficiales fueran elegidos por Ahumada en 1843 para acompañarle en la revista de inspección a las unidades de Cataluña y Levante, y a continuación, para organizar la Guardia Civil. También incorporó el fundador a buenos jefes de unidad que necesitaba para dirigir los tercios, y de los que le constaba su capacidad y sus cualidades profesionales acreditados en hechos de armas, como el coronel Purgoldt y el teniente coronel Palacios. De acuerdo con nuestro estudio, hemos podido comprobar que de los jefes y oficiales que ingresaron en el primer contingente de guardias civiles, la gran mayoría procedían de los regimientos de las Armas y de los batallones de Milicias, y no de entre los muchos que se encontraban de reemplazo o supernumerario, aunque revistaran como de presente en las unidades o depósitos, tal y como exigía el artículo 21 del Real Decreto de 13 de mayo de 1844. En resumen, fueron en su mayoría los jefes y oficiales que disfrutaban de una mayor estabilidad profesional, precisamente, los que optaron por ingresar en la Guardia Civil. La organización inicial, determinante para un eficaz desempeño, el crecimiento organizativo y la superación de las dinámicas políticas La sorprendente rapidez con que el duque de Ahumada presentó el informe con su parecer y propuestas respecto a la organización de la Guardia Civil, así como la celeridad con que propuso la designación de su equipo de colaboradores, parecen haber dejado patente el papel de liderazgo que ejerció para saber rodearse desde un principio del personal adecuado y con el entusiasmo necesario, en el lugar donde debía centralizarse la capacidad intelectual y organizativa para la CONCLUSIONES 625 nueva Institución: la Dirección de Organización. Aquella capacidad de entusiasmar, característica de todo buen líder, fue transmitida eficazmente por Ahumada, de modo que, asumida por los primeros jefes y oficiales, éstos fueron capaces de contagiarlo a sus subordinados. Sólo así se explica la rapidez y precisión del despliegue por el territorio nacional, del impulso inicial al comenzar la prestación del servicio por aquellos hombres y de la eficacia que denotan los primeros resultados. Más tarde, la continua y eficaz acción de mando y la línea continuista en la dirección del Cuerpo, contribuyeron a mantener la ilusión en la tarea de sus componentes y para afrontar los nuevos retos. Los resultados no se hicieron esperar, y los primeros guardias civiles fueron capaces de responder a las grandes expectativas depositadas en el Cuerpo por la sociedad y los gobernantes, con el espejo comparativo de la Gendarmería en el país vecino. La eficacia en la lucha contra el bandolerismo, la garantía del mantenimiento del orden y el imprescindible instrumento en que se convirtió la Guardia Civil para cada Gobierno, fueron determinantes para que la Institución saliera fortalecida de las grandes pruebas a que fue sometida en el periodo: el Bienio Progresista (1854-1856) y el Sexenio Democrático (1868-1874). Todo ello fue, también, acompañado de un necesario y eficaz crecimiento orgánico, que supo adaptarse a los cambios y a las nuevas necesidades. 3. EL FACTOR HUMANO: ASPECTOS RELEVANTES Y PATRONES COMUNES EN LOS PRIMEROS JEFES Y OFICIALES De acuerdo con el estado de la cuestión, considerábamos que era preciso analizar un aspecto tan relevante para el éxito de la Guardia Civil desde sus mismos comienzos como fue el factor humano, y que para abordar este análisis en su conjunto, nos habíamos centrado en los jefes y oficiales que pasaron a integrarse en la Guardia Civil o que ascendieron desde sus filas, dentro del periodo analizado. De acuerdo con lo que expondremos a continuación, creemos estar en condiciones de poder reafirmarnos en que la selección de aquellos La definición de un modelo de liderazgo en la etapa fundacional de la Guardia Civil 626 mandos y su posterior desempeño profesional resultaron especialmente relevantes para que la Guardia Civil alcanzara su prestigio en poco tiempo. Los primeros jefes Hemos centrado nuestro estudio en esta parte para analizar el perfil de los primeros jefes de la Guardia Civil, en los empleos de teniente coronel a brigadier. Para ello, hemos considerado dos grupos claramente diferenciados, pero que tienen entre sí muchos elementos comunes; y en todo caso, que definen cómo quiso configurar el duque de Ahumada su cuadro superior de mando en la Institución. Estos grupos son el de los jefes de tercio y el de los que ocuparon la jefatura de la Secretaría en la Inspección General del Cuerpo. Nos hemos centrado en la selección de los primeros jefes, precisamente, en el momento fundacional, porque de la evolución y los relevos naturales en este equipo inicial, se configuró la estructura de mando que se asentará en las décadas siguientes. Si examinamos los expedientes de los primeros jefes de tercio, vemos cómo, al menos, diez eran de condición –calidad- noble. De ellos, Luís María Serrano ingresó en el servicio como guardia de corps; Carlos Purgoldt, de cadete en las Guardias Walonas; Antonio María de Alós, de cadete en las Guardias Españolas; Francisco Palmés y José de Castro como soldados distinguidos y los demás, en diferentes unidades. Los que ingresaron como cadetes lo fueron en su mayoría como de menor edad por gracia especial –menores de 12 años-, destacando Antonio María de Alós, que ingresó con tan sólo seis meses de edad. Extendiendo el estudio a los primeros secretarios y quienes pasaron a mandar tercio tras los primeros años, el patrón, básicamente, se repite: los tres secretarios eran de origen noble, Carlos María de la Torre ingresó como cadete con apenas dos meses de edad y Fernando Boville, cuando tenía dos años. Aquellas edades de ingreso tan tempranas, unido a carreras que estaban jalonadas por acciones de guerra que, cuando eran suficientemente meritorias, otorgaban ascensos en grados y empleos, propiciaban que se alcanzaran con cierta frecuencia los empleos de comandante o superiores en plena juventud. Y este es el CONCLUSIONES 627 perfil que se encontró Ahumada, cuatro años después de haber finalizado una larga guerra que había durado otros siete. Hemos identificado tres grupos de edad que nos permiten extraer algunas conclusiones. En primer lugar, que figuran entre los más jóvenes aquéllos que ingresaron en el Ejército con menor edad y además, tuvieron una activa participación en el conflicto carlista y otras acciones con anterioridad, obteniendo diferentes empleos por méritos de guerra. Sabemos que Ahumada prefería oficiales jóvenes en todos los empleos, en principio, como garantía de continuidad, y en los empleos superiores, como reflejo de una carrera brillante. En segundo lugar, también podemos afirmar que coinciden en el tercer grupo de edad –los más jóvenes- quienes, a nuestro juicio, fueron especialmente seleccionados por el duque de Ahumada para integrar el primer equipo, puesto que se ajustaban más a su propio perfil profesional –forma de ingreso, edad, destinos- y, sobre todo, por su coincidencia previa en unidades y campañas. En este grupo se encontraban los seleccionados para mandar los cuatro batallones de guardias civiles concentrados en Madrid por orden de Narváez en mayo de 1848 para asegurar la continuidad del Trono de Isabel II, tras superar las primeras revueltas: Carlos Purgoldt, Antonio María de Alós, León Palacios y Luís María Serrano. En cuanto al factor político, sabemos que Ahumada se fijaba en las cualidades humanas y profesionales, sin importarle en exceso las ideas políticas. En aquel primer equipo de jefes tenemos un reconocido progresista, un carlista convenido en Vergara, alguno más simpatizante de los seguidores de don Carlos, e incluso uno con claros antecedentes absolutistas. La mayor parte, no obstante, sufrieron los avatares propios de una postura contraria, respecto al reciente trienio esparterista, en que abundaron entre ellos el cumplimiento de prisión, condenas a muerte, huídas a Francia o, cuando menos, ceses en los destinos. La participación en la primera guerra carlista de aquellos jefes, entre los empleos de capitán y teniente coronel, fue un elemento clave para nuestro estudio. Hemos comprobado que de los primeros trece jefes de tercio y los tres primeros secretarios de la Inspección General, la mitad coincidieron combatiendo La definición de un modelo de liderazgo en la etapa fundacional de la Guardia Civil 628 en la batalla de Arlabán, en enero y mayo de 1836 y, al menos, otros seis en la de Mendigorría en julio de 1835, en la que varios resultaron heridos o fueron recompensados por su actuación. En el caso de los tres secretarios que coincidieron con Ahumada en la Inspección General, los tres combatieron en Mendigorría y dos resultaron heridos en combate. No olvidemos que en aquellas acciones no se encontraba Ahumada, pero sí Narváez, en primera línea. Tampoco parece casualidad que varios coincidieran con Narváez y Ahumada en el Ejército de Reserva de Andalucía en 1838, o en el Ejército del Centro en 1839 y 1840. La primera razón por la que se dan estas coincidencias, a nuestro entender, es porque la mayor parte de aquellos oficiales participaron en las campañas más importantes de la guerra al frente de sus unidades –secciones, compañías o batallones-, que principalmente eran de Granaderos, Cazadores de la Guardia, unidades de la Guardia Real de Infantería o de la Guardia Real Provincial. En todo caso, se trataba de unidades que, por su especial preparación y por estar mejor dotadas en medios humanos y materiales, actuaban en primera línea. Ello explica también el importante número de estos oficiales que resultaron heridos en combate y que fueron recompensados por su actuación en ellos, bien con condecoraciones o concediendo ascensos en empleos y grados. Pero no es la única. Otra razón patente es la coincidencia en los escenarios bélicos de aquellos oficiales entre sí y, principalmente, haber permanecido a las órdenes de quienes, años más tarde, recordarán el comportamiento de aquellos valientes oficiales: Ramón Narváez y Francisco Javier Girón, más tarde duque de Ahumada. Pensamos fundadamente, después de seguir la trayectoria de aquellos hombres, que no sólo Ahumada, sino también Narváez, eligió personalmente a algunos de los principales colaboradores. De acuerdo con el resultado de nuestro estudio, podemos definir el perfil de los primeros jefes de la Guardia Civil, en líneas generales, en los términos siguientes: Se trataba de un coronel o teniente coronel procedente de las Armas de Infantería o Caballería del Ejército, de condición noble, que ingresó en la milicia siendo niño por gracia especial, como cadete u oficial, y que desempeñó buena CONCLUSIONES 629 parte de su carrera en unidades de la Guardia Real. Combatió en la primera guerra Carlista en el bando isabelino, en los empleos de capitán y comandante. Mandando su compañía o batallón de granaderos o cazadores de la Guardia Real, destacó por su valor y abnegación en algunas de las principales batallas del frente norte, como Mendigorría o Arlabán. Como consecuencia de su actuación, resultó herido y fue recompensado con la concesión de una o dos cruces de San Fernando. En 1841 tuvo una activa participación en el levantamiento de octubre de ese año, por lo que hubo de huir o sufrió prisión por ello, al fracasar aquel movimiento. En 1843 volvió a mandar una unidad del Ejército hasta que, atraído por la posibilidad de formar parte de la nueva Guardia Civil, solicitó y obtuvo el ingreso en el Cuerpo en septiembre de 1844. Para ello, fue propuesto previamente por el duque de Ahumada al apreciar sus virtudes militares, bien por conocerlo personalmente, o a través de alguno de sus jefes durante la reciente guerra Carlista. Los primeros oficiales En términos porcentuales, y sin diferenciar empleos militares, el 43% de los jefes y oficiales que integraron el primer contingente de la Guardia Civil estaban destinados en regimientos de Infantería, mientras que el 26% procedían de batallones de Milicias Provinciales. El 12%, pertenecientes a Caballería, procedían de regimientos de este Arma; y el 19% restante, se encontraban en comisión de servicio en diferentes órganos y unidades, y unos pocos en situación de reemplazo. De acuerdo con estos resultados, resulta llamativo el elevado número de jefes y oficiales procedentes de Milicias Provinciales, pero lo cierto es que contaban con un perfil que los hacían idóneos para integrar las filas de la Guardia Civil. Los batallones de Milicias estaban más habituados que las unidades del Ejército a atender servicios de seguridad y orden en las provincias en que estaban desplegados; y por ende, también al trato con la población. Además, sus miembros eran, normalmente, naturales de las mismas provincias, e incluso, de las La definición de un modelo de liderazgo en la etapa fundacional de la Guardia Civil 630 poblaciones en que tenían su sede. Los oficiales de estas unidades, por otra parte, solían proceder de familias influyentes y con buena posición económica en las comarcas donde prestaban servicio, lo que los convertía en personas naturalmente respetables, con capacidad de ejercer esa influencia en la población y perfectos conocedores de la problemática de sus territorios. Por último, no olvidemos que el duque de Ahumada tenía una gran confianza hacia las unidades de Milicias Provinciales, ya que él había permanecido destinado como oficial durante toda su juventud en un batallón de la Guardia Real Provincial. La afirmación apuntada en la bibliografía de la época consultada, respecto a que el duque de Ahumada había buscado a los jefes y oficiales que debían ocupar los primeros puestos de mando en la Guardia Civil entre los que más habían destacado en la guerra Carlista, resulta totalmente coherente, de acuerdo con el análisis de la trayectoria de los primeros jefes. Parece evidente que la inmensa mayoría –si no todos- los primeros y segundos capitanes, tuvieron su participación en la guerra en los empleos de capitán o teniente. De hecho, la mayor parte de los capitanes obtuvieron su empleo entre 1837 y 1840, en la segunda mitad del conflicto. A este respecto, disponemos de casos documentados en que Ahumada conoció a oficiales que tuvieron actuaciones destacadas en la guerra, y que ello fue determinante para que les ofreciera formar parte de la Guardia Civil. De todas formas, Ahumada pudo conocer el grado de participación y en qué medida destacaron en la guerra Carlista los oficiales que optaron al ingreso en la Guardia Civil, ya que era preceptivo disponer de la hoja de servicios actualizada de todos ellos, antes de formular la propuesta de destino. En este sentido, son elocuentes las numerosas cruces de San Fernando concedidas a este personal, así como las acciones que las motivaron. Por otra parte, al igual que en el caso de los jefes, Ahumada contaba también con referentes de primera magnitud para calibrar las cualidades militares de aquellos hombres, como eran los propios generales Narváez, O´Donnell o Fernández de Córdova, a cuyas órdenes habrían servido muchos de ellos. En el plano político, lo más relevante es que hemos identificado, al menos, dos oficiales carlistas entre el primer contingente. CONCLUSIONES 631 Como resumen, de acuerdo con nuestro estudio, podemos definir, en líneas generales, el perfil de los primeros oficiales de la Guardia Civil. En cuanto a los tenientes, subtenientes y alféreces, ingresaron muy jóvenes en las Armas de Infantería o Caballería, procedentes de la clase de cadete de los Colegios Militares; o bien como soldados voluntarios, habitualmente con la condición de distinguido. Los subtenientes y alféreces, que contaban con el grado de tenientes del Ejército, ingresaron en la Guardia Civil con unos tres años y medio de antigüedad en su empleo. Respecto a los procedentes de los colegios militares, más que méritos y experiencia profesional, a aquellos oficiales les alentaba su ilusión y entusiasmo para formar parte del nuevo cuerpo de seguridad, contando para ello con los buenos informes de sus jefes en las unidades de origen. A los procedentes de sargento primero, que constituían uno de cada tres en el escalafón inicial, les precedían las cualidades demostradas como sargentos en la pasada guerra Carlista. Los tenientes, que contaban con el grado de capitán en el Ejército, ingresaron en la Guardia Civil con entre 4 y 5 años de servicios en su empleo. Participaron en los últimos años de la guerra Carlista, por lo que algunos recibieron una cruz de San Fernando por su meritoria participación en acciones de guerra. Dotados del mismo entusiasmo que los oficiales del empleo inferior, contaban con una más acreditada experiencia profesional, lo que los hacía más idóneos para el mando de sección o línea en la Guardia Civil. En cuanto a los primeros y segundos capitanes, su origen era más diverso. Procedían de las clases de comandante y de capitán, con uno o dos grados más en el Ejército, por acciones destacadas. Entre los de la clase de comandante, eran mayoría los que accedieron al Ejército directamente como oficiales, buena parte de ellos, como cadetes en los colegios militares. Una buena parte de éstos, son de condición noble. Los que procedían de la clase de sargentos primeros, es porque habían ganado a pulso su reputación y prestigio, fundamentalmente, ascendiendo a oficial durante el transcurso de la guerra, en la que habían destacado de modo notable. Por ello, tanto los de una u otra procedencia, habían sido acreedores a la concesión de una cruz de San Fernando, sobre todo, los que ostentaban el empleo La definición de un modelo de liderazgo en la etapa fundacional de la Guardia Civil 632 de primer capitán, por su mayor antigüedad. Para estos oficiales, los méritos contraídos por su participación en la guerra Carlista fueron determinantes para su ingreso en la Guardia Civil. 4. UN MODELO DE CARRERA ATRACTIVO Y EXIGENTE Ingreso de los oficiales en la Guardia Civil, promoción interna y régimen de ascensos El acceso de los oficiales a la Guardia Civil estaba reservado inicialmente a los subtenientes y alféreces, en los niveles inferiores, para garantizar las posibilidades de carrera de oficiales jóvenes en la Institución, y en el empleo de coronel, para asegurar el mando de los tercios sin tener que acudir a los procedentes del Cuerpo. En 1858 se abrió la posibilidad de acceder desde todos los empleos de oficial, con excepción de los de comandante y teniente coronel, que continuaron reservándose para los que procedían de empleos inferiores en la propia Guardia Civil. Las condiciones para ascender eran rigurosas, porque la concesión del empleo superior estaba siempre condicionada a la superación de una exigente prueba de conocimientos. Además, en la Guardia Civil se utilizó el sistema de elección para el ascenso, de acuerdo con la normativa que lo regulaba, pero con el necesario rigor y basado en las conceptuaciones anuales y otros informes, como podemos deducir de la abundante normativa que lo regulaba y de la insistencia en la objetividad a la hora de su aplicación. La otra vía de acceso a oficial era por promoción interna, desde el empleo de sargento primero. También aquí la selección de los mejores era muy minuciosa y las pruebas a superar, muy exigentes. Además, estos sargentos habían alcanzado ese empleo pasando por los inferiores, con una específica formación y selección de aquellos hombres desde su nombramiento como guardias primeros, escalón inferior en que comenzaba la escala jerárquica en las clases de tropa. De este CONCLUSIONES 633 modo, se aseguraba la calidad de los oficiales procedentes de las propias filas del Cuerpo. Merece una especial referencia el modo en que la Guardia Civil, de acuerdo con la documentación que hemos manejado, solventó la problemática de los ascensos por elección, tan denostados en el Ejército, para convertirlos en herramienta de auténtica selección de los mejores. De acuerdo con nuestro análisis, desde el primer momento se impartieron criterios por los Inspectores Generales del Cuerpo para confeccionar las conceptuaciones anuales. Pero además, para la inclusión de los propuestos en las relaciones para el ascenso por elección, cuya valoración se centralizaba en los jefes de tercio, se tenían en cuenta muchos otros aspectos, como el resultado de las revistas de inspección semestrales y anuales; las evaluaciones periódicas, a modo de exámenes verbales, sobre la actualización de conocimientos; y una observancia directa sobre el nivel de desempeño y la consecución de resultados. Obviamente, ninguna connotación política era admisible para legitimar la inclusión o exclusión de algún oficial en las relaciones del turno de elección, y pensamos que aquella circunstancia no llegó a producirse en la Guardia Civil. Pero aun todo esto se reveló insuficiente en los primeros años, motivo por el que, a partir de 1850, se generalizaron en la Guardia Civil las pruebas de conocimientos para todos los que aspiraban al ascenso por elección. Unas pruebas cada vez más exigentes y ante un tribunal al más alto nivel, de acuerdo con el empleo. Ahí estuvo la clave del éxito de la elección en la Guardia Civil. Un aspecto muy interesante para nuestro estudio es el del aporte a la Guardia Civil y la convivencia de los oficiales de ambas procedencias. En cuanto a los oficiales del Ejército que ingresaban en el Cuerpo, aportaban todo el conocimiento, valores militares y habilidades sociales en que se habían desenvuelto. Además, en el caso de los subtenientes, también aportaban, a falta de experiencia, la ilusión de los primeros años y su reciente formación en el Colegio General Militar. Todo aquel aporte resultaba imprescindible para la Guardia Civil, por la gran importancia que revestía el mantenimiento de la disciplina y la calidad en el servicio; el prestigio y ejemplo de los oficiales, en que La definición de un modelo de liderazgo en la etapa fundacional de la Guardia Civil 634 siempre se miraban las clases de tropa; el trato y el tacto necesarios en las relaciones con las autoridades civiles y militares en las demarcaciones respectivas; y la necesidad de contar con un cuadro de mandos excelente, que fuera alcanzando los empleos superiores en la Institución. Los oficiales procedentes de las clases de tropa, proporcionaban la experiencia y el perfecto conocimiento del servicio en las unidades, lo que permitía dar continuidad a importantes aspectos corporativos y de desempeño profesional. En cuanto a la convivencia entre aquellos oficiales de distintas procedencias, la misma necesidad que se hacía notar para contar con cuadros de oficiales ascendidos desde la propia Institución, en lo que tenía mucho que ver la dispersión de unidades, iba a permitir que aquella convivencia no se viera resentida ni repercutiera negativamente en el servicio. Por el contrario, la cohesión interna que aportaba el espíritu de cuerpo pronto se transmitía a los nuevos oficiales con lazos mucho más fuertes que los que les unían a sus Armas de procedencia o a los antiguos compañeros. Aquellos nuevos oficiales procedentes del Ejército cambiaban la sala de banderas de su regimiento por el patio de una casa-cuartel. Allí, los oficiales pasaban a ser la máxima autoridad, no sólo respecto al servicio de su unidad, sino también en cuanto al gobierno y a la convivencia vecinal y familiar en aquellas instalaciones. Además, también debían ejercer su autoridad, aun desde la distancia, en las restantes unidades y acuartelamientos de su demarcación. Trayectoria de los jefes y oficiales en la etapa fundacional En cuanto a la evolución en la jefatura de los tercios, la proyección de los primeros jefes respondió a las expectativas sobre los cargos que ocupaban, ya que de los 16 primeros, 10 pasaron más tarde al Estado Mayor General, tras haber ascendido a los empleos de oficial general o a brigadier. Esta cifra se elevó a 30, de entre los 73 jefes de tercio en nuestro periodo de estudio. CONCLUSIONES 635 Entre los que llegaron a jefe de tercio en todo el periodo, la mayor parte lo fueron por ascenso entre los procedentes de la filas del Cuerpo, habiendo ingresado en la Guardia Civil en todos los empleos. También hemos registrado entre los que llegaron a jefes de tercio, a algunos oficiales procedentes de promoción interna. Estos datos refuerzan la idea de que la selección inicial de los jefes y oficiales de la Guardia Civil en los primeros años fundacionales fue muy determinante, pues los más altos cargos de la Institución llegaron a estar ocupados por buena parte de aquellos hombres durante un periodo, incluso, superior al que abarca nuestro estudio. De hecho, de los 18 coroneles que figuraban en el escalafón de la Guardia Civil de 1875, 12 procedían de los periodos ahumadianos, de los que la mitad pertenecían a la promoción de primeros capitanes que ascendió a ese empleo en 1858. Respecto al resto, habían ingresado en el Cuerpo en empleos inferiores, destacando 3 que lo hicieron como tenientes. En cuanto a la edad media de aquellos coroneles al comenzar 1875, se situaba entre los 55 y los 57 años, con una antigüedad en el empleo de 4 o 5 años. En cuanto a la permanencia en los escalafones de la Guardia Civil, de los que ingresaron en el empleo de primer capitán, 21 llegaron a jefe de tercio, mientras que las demás plazas se cubrieron con coroneles procedentes del Ejército. Todos los demás permanecieron unos años en el Cuerpo hasta que volvieron a sus armas de origen, bien porque esta era su intención desde el primer momento, bien por no alcanzar sus expectativas de promocionar profesionalmente en la Guardia Civil. La media de permanencia en el Cuerpo de los primeros capitanes que ingresaron en 1844 y volvieron al Ejército en el mismo empleo fue de 8 años; mientras que para los ingresados en años posteriores, fue de unos 10 años. En el caso de los ingresados como segundos capitanes en 1844 y 1848, llegaron a jefes de tercio, 16. Otros 19 ascendieron a primeros capitanes, empleo en el que dejaron la Guardia Civil tras haber permanecido una media de 12 años La definición de un modelo de liderazgo en la etapa fundacional de la Guardia Civil 636 en los escalafones del Cuerpo. También hay otros 28 capitanes que abandonaron el Cuerpo en este empleo, tras haber permanecido unos 8 o 9 años. En los empleos de teniente, subteniente y alférez, se producen perfiles mucho más diversos. Su procedencia estaba más repartida entre los de promoción interna y los del Ejército, por lo que la permanencia en el Cuerpo era muy variada. Mientras unos pocos llegaron a ser jefes de tercio, permaneciendo en la Guardia Civil toda su carrera, la mayor parte pertenecieron al Cuerpo hasta los empleos de capitán y de comandante. Un número importante, en cambio, dejaron la Guardia Civil en el empleo de teniente, tras haber ascendido desde el anterior, o en el mismo empleo de subteniente, tras haber permanecido poco tiempo, lo que se repite más en los últimos años. De todas formas, el análisis del comportamiento de los oficiales en estos empleos inferiores nos permite trazar la trayectoria tipo y el ritmo normal de ascensos en la Guardia Civil en nuestro periodo de estudio. A este respecto, lo primero que llama la atención es la estabilidad a lo largo de los años del periodo, en cuanto al tiempo medio en los empleos, tal vez modulado por los ascensos por elección. De este modo, los subtenientes que ingresaban en la Guardia Civil tardaban entre 5 y 7 años de media en ascender a teniente, y los que accedían en este empleo, esperaban entre 3 y 7 años para ascender a capitán, a lo que había que sumar el tiempo permanecido en el Ejército en el empleo anterior. En los primeros años no era infrecuente, al llegar al empleo de capitán, causar baja en los escalafones del Cuerpo y volver a ingresar al año siguiente con el nuevo empleo. Aunque no estaba reglamentada esta práctica, probablemente se hizo para optimizar al personal de los primeros contingentes que ascendían al empleo superior y porque no existía la posibilidad del reemplazo, a diferencia de las Armas de Infantería y Caballería. También es probable que hubiera un impedimento importante para contar con personal suficiente por promoción interna, que en esa época tan sólo ostentarían los empleos de subteniente o alférez. CONCLUSIONES 637 Una vez obtenido el empleo de segundo capitán en la Guardia Civil, el ritmo de ascensos a primer capitán –y, más tarde, a comandante- era estable, oscilando el tiempo necesario entre 4 y 6 años. Entre los que abandonaban el Cuerpo en este empleo, lo hacían tras haber permanecido tiempos muy variables, por lo que probablemente condicionaban más las perspectivas en el Ejército u otros intereses, a la hora de retornar. Los que permanecieron en la Guardia Civil por disponer de vacante, seguían un ritmo de entre 3 y 4 años para el ascenso a teniente coronel y a coronel. Los oficiales que procedían de promoción interna desde las clases de tropa de la Guardia Civil tenían, lógicamente, una trayectoria diferente. No les era aplicable la posibilidad de cambio de Instituto, y además, llegaban con una edad a los diferentes empleos de oficial sensiblemente superior que sus compañeros procedentes del Ejército. Por tanto, estos oficiales permanecían en la Guardia Civil hasta su baja definitiva en el servicio. No obstante, aquéllos que ascendieron a oficial en edades que aún les permitían una proyección profesional en el Cuerpo, continuaron ascendiendo a un ritmo similar al expuesto para los procedentes del Ejército. Aspectos diferenciales con el Ejército La plantilla de la Guardia Civil estaba claramente orientada al cumplimiento de su misión específica, y ello hacía que a partir de los últimos empleos en la escala jerárquica, no fuera posible para todos continuar ocupando los escalafones. Al igual que sucedía con la del Cuerpo de Carabineros –y a mucha menor escala, el Real Cuerpo de Alabarderos-, estaba concebida para dar cabida al personal procedente de sus mismas filas por promoción interna, y complementar la estructura de mando con el aporte de jefes y oficiales del Ejército, conforme a unas proporciones y unas reglas preestablecidas. Esta peculiaridad de la Guardia Civil no le restaba calidad profesional entre los mandos que se incorporaban a sus filas durante una serie de años. Antes al contrario, contribuía a dar flexibilidad al movimiento de los escalafones y La definición de un modelo de liderazgo en la etapa fundacional de la Guardia Civil 638 aportaba frescura a la escala jerárquica, con un adecuado caudal de renovado entusiasmo. Además, la larga permanencia de muchos de los mandos, como hemos visto, y el aporte de los oficiales de promoción interna, aseguraban que se mantuviera intacto el espíritu de cuerpo y su especial idiosincrasia. Expuesto lo anterior, se entiende que resulte muy compleja cualquier aproximación comparativa de los escalafones de la Guardia Civil con los de las Armas de Infantería y Caballería, muy diferentes en su dinámica y funcionamiento, de los que procedían sus cuadros de mando de mayor nivel. Incluso el Escalafón de Carabineros parece guardar más parecido con los del Ejército que con el de la Guardia Civil, en cuanto reflejo del régimen de ascensos. Por lo tanto, hemos hecho un análisis de aquellos escalafones, pero huyendo de comparativas que puedan inducir a error y de buscar conclusiones no suficientemente contrastadas. Para ello, hemos buscado perfiles concretos que nos aporten información fiable sobre cómo se comportaba el régimen de ascensos en cada Instituto, a la luz de sus escalafones. El resultado, de acuerdo con aquellos perfiles concretos es que, por lo que parece, se ascendía más rápido en los escalafones de la Guardia Civil que en los de Infantería, Caballería y Carabineros, sobre todo, en los empleos inferiores. Este ritmo, no obstante, fue ralentizándose hacia el final de nuestro periodo de estudio. En cuanto al efecto de los destinos en la Guardia Civil, y sus peculiaridades respecto al Ejército, uno de los mayores valores en que cifraba Ahumada la permanencia en la Guardia Civil para el personal de todos los empleos era el de la posibilidad de permanecer en los destinos por largo tiempo y en las áreas geográficas de naturaleza de cada uno. Esta ventaja era aplicable también a los oficiales, y fue uno de los reclamos utilizados por el fundador para la recluta de los primeros mandos. Pero desde el punto de vista profesional, para los jefes, y sobre todo, los oficiales de la Guardia Civil, el mayor atractivo de los destinos estribaba en poder ejercer el mando sobre unidades que estaban permanentemente en acción, con una gran capacidad de iniciativa y decisión, y contando para ello con hombres comprometidos con su labor. Desde el jefe de línea recién ascendido hasta el jefe de tercio más veterano, todos los oficiales de la Guardia Civil estaban CONCLUSIONES 639 llamados a mandar y a tomar decisiones continuamente. Las unidades del Cuerpo, en fin, eran auténticas escuelas de mando y liderazgo, y esta peculiaridad tenía un enorme atractivo para muchos de los oficiales que se decantaban, en algún momento de su vida profesional, por pasar a formar parte de la Guardia Civil. 5. LA DEFINICIÓN DE UN MODELO DE LIDERAZGO INSTITUCIONAL Hemos venido defendiendo, de acuerdo con nuestra hipótesis de trabajo, que la clave del éxito de la Guardia Civil en la etapa fundacional que hemos considerado para nuestro estudio, de su consolidación definitiva y el afianzamiento de su prestigio, estuvo en la impronta que supo transmitir desde un principio el duque de Ahumada, organizador y primer Inspector General de la Guardia Civil, apoyada en una adecuada selección de los jefes y oficiales, en una minuciosa regulación interna del Instituto y en los elementos motivadores necesarios para la promoción profesional. Asimismo, la continuidad de esta línea institucional permitió alumbrar un estilo de mando genuino en la Guardia Civil, perdurable en el tiempo, y que fue decisivo para consolidar su prestigio. Este éxito institucional, basado en la calidad del personal y en la interiorización de buenas pautas de conducta, nos llevan a concluir que, a nuestro juicio, se fraguó en aquel periodo un auténtico y eficaz modelo de liderazgo institucional. Desglosamos, a continuación, los aspectos considerados para su definición. Factores clave en el ejercicio del mando Partiendo del estilo de mando ejercido e impulsado por el duque de Ahumada, de acuerdo con su personalidad y cualidades, hemos identificado y desarrollado en el Capítulo 8 los aspectos que nos han parecido más característicos, a la luz de la documentación de que disponemos. Resaltamos en primer lugar, el completo elenco normativo, compuesto principalmente de reales órdenes y circulares para la organización y el buen funcionamiento de la Guardia Civil. La definición de un modelo de liderazgo en la etapa fundacional de la Guardia Civil 640 También analizamos el ejercicio de la autoridad por Ahumada y los primeros mandos del Cuerpo, en contraste con las muestras de paternalismo de las que hizo gala con frecuencia, y sobre todo, en su segundo periodo de mando. Aquel estilo de mando era más habitual en la institución militar en el siglo XIX, y estaba basado en la autoridad paterno-filial de la época, con todos sus matices. Por último, consideramos la especial preocupación de Ahumada por la disciplina y sus muestras externas, como demostración de cortesía militar y signo distintivo en la Guardia Civil. Contemplamos a continuación una serie de aspectos que fueron claves para forjar, por sí solos y en conjunto, un estilo de mando característico. En primer lugar, consideramos un aspecto clave en el factor humano, como son las relaciones profesionales entre los miembros del Cuerpo, y que se basaron siempre, de acuerdo con la normativa interna, en la dignidad personal, el respeto y el ejemplo permanente de los oficiales. Otro aspecto a destacar respecto al ejercicio del mando es el efecto de la dispersión de las unidades y la prestación del servicio peculiar de la Guardia Civil. Desde los primeros escalones se imbuía a todos de la necesidad de contar con la suficiente iniciativa para la adopción de decisiones y la resolución de incidencias, y de la consiguiente responsabilidad. Esta circunstancia pondrá aún más en valor el ejercicio del mando en la Guardia Civil. También se contemplan aspectos como las revistas reglamentarias, y su efecto potenciador de la acción de mando y como contribución a la cohesión interna; así como el importantísimo papel desempeñado por la existencia de las casas-cuartel, auténticas escuelas de relaciones humanas, que exigirán de continuo el máximo respeto entre todos y la ejemplaridad de los mandos, contribuyendo de forma decisiva a crear y sostener un sentido de pertenencia y espíritu de cuerpo. Todo ello, en fin, permitió consolidar un estilo de mando que trascendió los periodos ahumadianos, como lo atestiguan el propio devenir del Cuerpo y la normativa interna de la época. CONCLUSIONES 641 El origen de un modelo de liderazgo Todo lo desarrollado hasta ahora nos permite, completando nuestra hipótesis de trabajo, llegar a esbozar lo que consideramos las grandes líneas en que se asentó un modelo de liderazgo genuino y eficaz en la etapa fundacional de la Guardia Civil. Este modelo de liderazgo es, en esencia, un liderazgo ético que se basa en la moralidad, la honradez y la rectitud de comportamiento de todos los miembros de la Guardia Civil. La Cartilla del Guardia Civil, como código de conducta institucional redactado por Ahumada en los comienzos, es su máximo exponente. Además, se generan de forma natural en la Guardia Civil tres sentimientos interrelacionados entre sí, y que tienen que ver con todos los elementos clave que hemos considerado anteriormente. Son éstos los de un fuerte sentido de pertenencia, la cohesión interna y un acendrado espíritu de cuerpo. También se promueven unas actitudes que tienden hacia un excelente desempeño, y con una vinculación estrecha entre ellas. Se trata de la motivación, el compromiso y la lealtad institucional. Por último, el ejercicio de un liderazgo ejemplar que lo impregna todo, herramienta muy eficaz, pero de enorme responsabilidad para los cuadros de mando. En este sentido, hay que precisar que en el siglo XIX, la actitud ejemplar de los mandos buscaba obtener la autoridad natural sobre sus subordinados y ejercer una notable influencia sobre su actitud y compromiso, igual que en nuestros días, pero de una forma mucho más directa y simple. De acuerdo con los postulados de la época, se basaba principalmente en actuaciones concretas para afrontar situaciones críticas y, sobre todo, desde un alto sentimiento del honor, como guía de comportamiento en todas las decisiones y actuaciones. Por último, y enlazando con lo anterior, se han introducido en el Capítulo 9 una serie de episodios y acontecimientos históricos correspondientes a nuestro periodo de estudio, en cuyo desarrollo tuvo la Guardia Civil una actuación destacada o un protagonismo muy relevante, bien a través de algunos de sus jefes y oficiales más brillantes, o del conjunto de cuadros de mando de una unidad. La definición de un modelo de liderazgo en la etapa fundacional de la Guardia Civil 642 En la exposición, sale a relucir la actuación de la Guardia Civil frente a la práctica totalidad de los pronunciamientos y revueltas más relevantes que tuvieron lugar en el periodo. Puede decirse que la intervención de la Benemérita en todos los episodios que tuvieron lugar esos años, fue determinante para el resultado posterior y, en última instancia, para el devenir de la Historia. No se trata, en fin, de valorar únicamente en qué medida la intervención de la Guardia Civil fue determinante en aquellos sucesos, sino de cómo se ejerció el mando y de qué manera se condujo a los guardias civiles para el logro que se pretendía. También se incluyen episodios singulares, que aunque muy diferentes entre sí, tienen que ver con la presencia de la Guardia Civil en la política de Estado, fuera de la Península Ibérica. La destacada y singular participación en la guerra de África, como prólogo de otras actuaciones relevantes posteriores, o el despliegue del Cuerpo en Ultramar, nos han parecido buenos ejemplos de ello. En todos estos episodios y actuaciones se repite el denominador común de una dirección eficaz de hombres, de un liderazgo ejemplar y, a la postre, de un ejercicio del mando genuino en la Guardia Civil. Hemos tenido que omitir innumerables pasajes que, si bien serían muy ilustrativos para documentar nuestra tesis, resulta imposible su inclusión en estas líneas por razones de espacio. Nos referimos a las muchas intervenciones de patrullas o unidades reunidas de la Guardia Civil que, bajo la eficacísima dirección de sus mandos, combatieron en las guerras Carlistas; o los innumerables episodios de lucha contra el bandolerismo y otras formas de delincuencia, casi siempre en dispositivos a cuyo frente, arrostrando con frecuencia los mayores peligros, se hallaba un joven oficial de la Guardia Civil. A modo de conclusión general Como conclusión general, a lo largo de nuestro trabajo hemos ido poniendo de manifiesto cuáles han sido los rasgos singulares que caracterizaron desde sus inicios a la Guardia Civil como Institución. También hemos analizado cómo fue CONCLUSIONES 643 capaz de crecer, de sostenerse por encima de ideologías políticas y regímenes diferentes, y de alcanzar las altas cotas de prestigio que determinaron su definitiva consolidación en el mapa institucional español. Pero analizado desde el factor humano, este resultado ha de estar directamente vinculado a la actitud y al desempeño profesional de los hombres que integraron la Guardia Civil en aquella etapa fundacional. De acuerdo con nuestra hipótesis de trabajo, aquel éxito fue fruto de las cualidades humanas y profesionales desplegadas por los guardias civiles en el cumplimiento de su función, inculcadas y sostenidas por unos cuadros de mando fuera de lo común, que ejercieron un liderazgo muy eficaz sobre la fuerza a sus órdenes. La importancia del factor humano para el éxito de la Guardia Civil pretendía ser el contrapunto a tantos fracasos previos en el afán de constituir una fuerza de seguridad eficaz en España, y en salvaguardar a sus miembros de los vicios y conductas abusivas de un pasado con el que se quería romper. El cuadro de valores con que debía revestirse la Institución adquiría, así, una importancia capital. Por ello, la Guardia Civil se configuró como un modelo antropológico de organización, y como tal, su finalidad era, no sólo conseguir la eficacia y la atractividad, sino también la unidad o identificación de sus miembros con la Institución y sus objetivos. Una organización, en fin, que encarna unos valores concretos que han de impregnar toda su actuación. A este respecto, hemos visto el cuidado con que se seleccionó a los primeros miembros de la Guardia Civil, especialmente, a los oficiales; y la importancia que se dio desde los comienzos a la formación humana, profesional y en valores de los primeros guardias civiles. También vimos cómo se dio un paso más, respecto al Ejército, en cuanto a la selección y formación de los cuadros de mando, así como para fortalecer y establecer controles de calidad en los procesos de promoción interna y en el régimen de ascensos a oficial. Esta acertada política de personal en la Guardia Civil se vio fortalecida y respaldada por un estilo de mando absolutamente coherente con aquella línea La definición de un modelo de liderazgo en la etapa fundacional de la Guardia Civil 644 institucional, cuyos principales rasgos definitorios hemos tenido oportunidad de desgranar. Este estilo de mando propio se fraguó en la Guardia Civil, primero de la mano de Ahumada, y luego, de todos los mandos que se incorporaban al Instituto o ascendían entre sus filas, y de los sucesivos Inspectores y Directores Generales. Además, vino a dar cohesión a la Institución y a fortalecer su espíritu de cuerpo. Por todo ello, fue determinante para su pervivencia y para la consolidación de su prestigio. El estilo de mando en la Guardia Civil, en fin, abarcó toda la esfera de las relaciones humanas, y dentro de la estructura jerárquica en particular, tanto en sentido ascendente como descendente. Por ello, hemos percibido entre los rasgos de aquel estilo de mando, los elementos definitorios de un auténtico modelo de liderazgo, aun cuando con las limitaciones psicológicas y sociológicas que imponían la mentalidad y las formas de relación propias del siglo XIX en España. Finalizamos nuestras conclusiones con una cita que, a nuestro entender, resume cuanto hemos venido exponiendo: «Entre los muchos pequeños misterios que componen juntos el gran misterio institucional y sociológico de la Guardia Civil, el historiador que observa desapasionadamente su actuación en medio de los conflictos de miseria y de egoísmo entre los que se mueve el Instituto tiene que destacar este: cómo puede la Guardia Civil mantener su equilibrio, la rectitud de su camino, la enorme ilusión colectiva y vocacional de sus (…) hombres con un porcentaje mínimo de defecciones y de caídas, con una visión a la vez idealista y realista, sin más norte que el servicio caballeroso y sacrificado a España en medio de los caminos y los problemas encontrados por los que circula, bajo su mirada atenta, la vida española de cada día y cada noche, y cada mes, y cada año, y cada gobierno, y cada régimen» 1 . Con nuestro trabajo, confiamos humildemente en haber contribuido a desentrañar algunos de esos pequeños misterios. 1 DE LA CIERVA, R. (1969). La Guardia Civil española en el corazón de la dialéctica Ejército- pueblo: un problema urgente de análisis institucional, p. 26. REHGC. Referencias archivísticas y documentales xxvii REFERENCIAS ARCHIVÍSTICAS Y DOCUMENTALES REFERENCIAS NORMATIVAS Prontuario de las leyes y decretos del Rey, N. S. don José Napoleón I desde el año de 1808. Tomo I. 2ª ed. Madrid: Imprenta Real. 1810. ESPAÑA. Decreto de 16 de febrero de 1809, para la formación de un Batallón de Infantería ligera para la Policía de Madrid. ESPAÑA. Reglamento de Policía, de 17 de febrero de 1809, para la entrada, salida y circulación de las personas por Madrid. ESPAÑA. Decreto de 18 de febrero de 1809, por el que se crea un Intendente general y diez Comisarios de Policía. ESPAÑA. Constitución Política de la Monarquía Española, promulgada en Cádiz el 19 de marzo de 1812. ESPAÑA. Decreto de las Cortes Generales y extraordinarias de 23 de junio de 1813, aprobando la Instrucción para el gobierno económico-político de las provincias. ESPAÑA. Real Cédula de 22 de agosto de 1814, por la que se mandan guardar y cumplir las Instrucciones insertas para la persecución y castigo de los malhechores que infestan los caminos del Reino. ESPAÑA. Decreto de las Cortes extraordinarias de 6 de diciembre de 1822, aprobando el Reglamento provisional de Policía. ESPAÑA. Decreto de las Cortes extraordinarias de 3 de febrero de 1823, aprobando la Instrucción para el gobierno económico-político de las provincias. ESPAÑA. Reglamento interno de 14 de mayo de 1823, de la Junta Provisional de Gobierno, para los Cuerpos de Voluntarios Realistas. ESPAÑA. Real Decreto de 26 de noviembre de 1823, por el que se crea la Superintendencia de Vigilancia Pública, publicado por Real Cédula de 26 de noviembre de 1823. ESPAÑA. Real Decreto de 8 de enero de 1824, por el que se dictan las reglas que han de observarse en el establecimiento de la Superintendencia General de la Policía del Reino, publicado por Real Cédula de 13 de enero de 1824. ESPAÑA. Reglamento provisional de 26 de febrero de 1824, para los Cuerpos de Voluntarios Realistas. ESPAÑA. Reglamento de 8 de junio de 1826, para los Cuerpos de Voluntarios Realistas. ESPAÑA. Real Decreto de 9 de marzo de 1829, para el establecimiento y organización del Cuerpo de Carabineros de Costas y Fronteras. Gaceta de Madrid, de núm. 39, 31 de marzo de 1829; a núm. 55, 7 de mayo de 1829. La definición de un modelo de liderazgo en la etapa fundacional de la Guardia Civil xxviii ESPAÑA. Real Decreto del 23 de octubre de 1833 en que se establece la figura del subdelegado de fomento. ESPAÑA. Real Decreto de 30 de noviembre de 1833 sobre la división civil de territorio español en la Península e islas adyacentes en 49 provincias. Gaceta de Madrid núm. 154, 3 de diciembre de 1833. ESPAÑA. Real Decreto de 7 de mayo de 1835, sobre la extinción de las hermandades santas, reales y viejas de Ciudad Real, Toledo y Talavera, y de los tribunales privilegiados de las mismas. ESPAÑA. Ley por la que se sanciona la Ordenanza para el Reemplazo del Ejército, de 2 de noviembre de 1837. Gaceta de Madrid, núm. 1129, 1 de enero de 1838. ESPAÑA. Real Decreto de 11 de noviembre de 1842, de Organización del Cuerpo de Carabineros del Reino. Gaceta de Madrid, de núm. 2985, 9 de diciembre de 1842; a núm. 2989, 13 de diciembre de 1842. ESPAÑA. Real Decreto de 26 de enero de 1844, de organización del Ramo de Protección y Seguridad Pública. Gaceta de Madrid, núm. 3422, 27 de enero de 1844. ESPAÑA. Real Decreto de 28 de marzo de 1844, por el que se crea un cuerpo especial de fuerza armada de infantería y caballería, bajo la dependencia del Ministerio de la Gobernación de la Península, y con la denominación de Guardias Civiles. 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La definición de un modelo de liderazgo en la etapa fundacional de la Guardia Civil xxx Recopilación de las reales órdenes y circulares de interés general para la Guardia Civil expedidas desde su creación hasta fin de 1884 por los Ministerios de la Guerra y Gobernación y por el Inspector o Director General de la misma; arreglada de su orden en la Secretaría de la Dirección General (39 volúmenes). (1845-1884). Madrid: Secretaría de la Inspección/Dirección General de la Guardia Civil. Manual del Guardia Civil (4ª ed., 1923). Tomo I. Madrid: Imprenta y encuadernación de la Guardia Civil. Recopilación de documentos oficiales de la época fundacional de la Guardia Civil. Servicio de Estudios Históricos de la Guardia Civil. ANUARIOS OFICIALES MILITARES Estado militar de España (e Indias) (1824-1863). Madrid: Ministerio de la Guerra. Imprenta Nacional. Organización y Estado militar de España y Ultramar (1869). Madrid: Ministerio de la Guerra. Imprenta y Litografía del Depósito de la Guerra. 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La definición de un modelo de liderazgo en la etapa fundacional de la Guardia Civil xl Tesis Eduardo Martínez Viqueira 0.0_Portada.pdf 0.1_Título 0.2_Dedicatoria 0.3_Agradecimientos 0.4_Resumen 0.5_Abstract 0.6_Tabla de abreviaturas 0.7_Índice 0.8_Índice de cuadros, tablas, gráficos y figuras 1.0.1_Introducción 1.0.2_Fuentes 1.0.3_Metodología 1.1_PRIMERA PARTE, Capítulo 1, Necesidad cuerpo 1.2_Capítulo 2, Decretos fundacionales 1.3_Capítulo 3, Momento político y personajes 2.4_SEGUNDA PARTE, Capítulo 4, Organización inicial 2.5_Capítulo 5, Los primeros jefes y oficiales 2.6_Capítulo 6, Estructura organizativa y servicio 3.7_TERCERA PARTE, Capítulo 7, Carrera y trayectoria profesional 3.8_Capítulo 8, Ejercicio del mando 3.9_Capítulo 9, Intervenciones singulares 4.0_Conclusiones 5.1_Referencias archivísticas y documentales 5.2_Referencias bibliográficas