JOAQUÍN MARÍA DE NAVASCUÉS OBRA EPIGRÁFICA Vol. II Javier de Santiago Fernández José María de Francisco Olmos Elisabeth Menor Natal Editores JOAQUÍN MARÍA DE NAVASCUÉS OBRA EPIGRÁFICA Javier de Santiago Fernández José María de Francisco Olmos Elisabeth Menor Natal (Editores) Madrid 2019 Vol. II © Los autores Esta publicación se realiza dentro de los trabajos financiados por el Proyecto de Investigación DOCEMUS-CM (S2015-HUM3377) de la Comunidad de Madrid / Fondos Feder ISBN: 978-84-09-09953-5 Depósito Legal: M-11811-2019 Impreso en España / Printed in Spain Edita: Grupo de Investigación-UCM: NUMISDOC, Numismática e Investigación documental con la colaboración del Corpus Inscriptionum Hispaniae Mediaevalium Maqueta: Elisabeth Menor Natal Imagen contraportada: Losa sepulcral de Quinigia Queda prohibida, salvo excepción prevista por Ley, cualquier forma de distribución, comunicación pública y transformación de esta obra sin contar con la autorización del titular. La infracción de los derechos mencionados puede ser constitutiva de delito contra la propiedad intelectual (arts. 270 y siguientes del Código penal). Índice Introducción ................................................................................................................................................................... 7 Joaquín María de Navascués y de Juan. Trayectoria vital .............................................................................. 9 José María Francisco de Olmos Joaquín Mª de Navascués y la Epigrafía ............................................................................................................ 29 Javier de Santiago Fernández Recuerdos de una clase de Don Joaquín María de Navascués ................................................................... 63 José Manuel Ruiz Asencio Obras conceptuales Memoria sobre el concepto, método y fuentes de la Epigrafía .............................................................. 67 El Concepto de la Epigrafía. Consideraciones sobre la necesidad de su ampliación ..................141 Obras de Epigrafía Antigua Inscripciones hispano-romanas........................................................................................................................179 Plomos romanos con inscripción mágica, hallados en Córdoba .........................................................195 Sucaelo ........................................................................................................................................................................205 Nuevo epígrafe hispano-romano de Galicia .................................................................................................213 Las inscripciones de Roda de Eresma ............................................................................................................215 El mapa de los hallazgos de epígrafes romanos con nombres de divinidades indígenas en la Península Ibérica ..........................................................................................................................................225 La placa de Alcalá de Henares ...........................................................................................................................231 Manuscritos en barro del Museo Arqueológico Nacional ......................................................................233 El ladrillo de Aceuchal ..........................................................................................................................................249 Los epitafios hispano-romanos de Antonia Festa y Clodia Lupa ........................................................251 Nueva inscripción de los Orgenomesci ..........................................................................................................267 Caracteres externos de las antiguas inscripciones salmantinas. Los epitafios de la zona occidental ...................................................................................................................................................................269 Informe de la colaboración española al CIL vol II .....................................................................................317 Onomástica salmantina de época romana ....................................................................................................321 La estela funeraria de Cármenes ......................................................................................................................353 Trío de estelas ..........................................................................................................................................................367 Las inscripciones vadinienses ...........................................................................................................................389 VOLUMEN I Obras de Epigrafía Tardoantigua Colección de antigüedades que pertenecieron al Sr. Marqués de Monsalud ................................ 635 Nuevas inscripciones de San Pedro de la Nave (Zamora) ..................................................................... 645 De epigrafía cristiana extremeña: novedades y rectificaciones.......................................................... 657 Los epígrafes cristianos latinos de Mérida. Tesis Doctoral................................................................... 693 Epígrafes sobre bronces visigodos ................................................................................................................. 853 La dedicación de la iglesia de Santa María y de todas las vírgenes de Mérida ............................. 863 Losas y coronas sepulcrales de Mérida. Ensayo sobre algunos de los caracteres externos de los epitafios de los siglos V al VII ............................................................................................ 895 La fecha del epígrafe emeritense de la mártir Eulalia ............................................................................ 927 Importante recuperación epigráfica .............................................................................................................. 945 La era “…As” ............................................................................................................................................................. 947 La dedicación de San Juan de Baños............................................................................................................... 981 Obras de Epigrafía Medieval Nueva inscripción mozárabe de la Alhambra........................................................................................... 1009 El pedestal de Oliva de la Frontera ............................................................................................................... 1015 El epitafio latino del Rebbi Jacob hijo del Rebbi Senior ....................................................................... 1023 VOLUMEN II 635 Colección de antigüedades que pertenecieron al Sr. Marqués de Monsalud en Museo Arqueológico Nacional. Adquisiciones en 1930, Madrid, 1931. El Excelentísimo Señor Don Mariano Carlos Solano y Gálvez, Marqués de Monsalud, Académico de Número de la A. de la Historia, fallecido en Madrid a 11 de Febrero de 1910, fue entusiasta buscador de antigüedades de la provincia de Badajoz. Logró reunir en su casa de Almendralejo (Badajoz) una notable serie de ella, entre las que destacaban importantísimas piezas romanas y visigodas. El mismo Marqués publicó gran número de inscripciones de la provincia, y entre ellas las que recogía para su colección. Su discurso de ingreso en la A. de la Historia, el 8 de Junio de 1900, lo dedicó a la Arqueología romana y visigótica de Extremadura, demostrando en el más entusiasmo por la conservación de las antigüedades, que conocimiento de su valor. Falleció el Marqués cuando se dedicaba a organizar su colección. Un anticuario de Barcelona tuvo ocasión de adquirir de la testamentaría del Marqués gran número de piezas, entre las que figuraban las más notables de la colección, ofreciéndolas en venta al Estado. Siendo Director General de Bellas Artes Don Manuel Gómez-Moreno, el Estado compró primero, una magnífica estatua romana de un togado, que se adquirió, por precio de 41.000 pesetas, con destino al Museo Arqueológico Nacional por R. O. de I de Julio de 1930. La estatua ingresó en el Museo en la misma fecha. Poco después, por R. O. de 29 de Octubre del mismo año, adquirió el Estado un lote importantísimo, por precio de 35.000 pesetas, que ingresó en el Museo el 10 de Noviembre siguiente. El total de las piezas procedentes de la colección Monsalud ingresadas en el Museo, suma ciento cuarenta y tres, y se distribuye en las siguientes series: PREHISTORIA. N.º 1421. Piedra de cuarcita, que se utilizó para moler. Mide 0,45 m. de larga por 0,23 m. de larga por 0,23 m. de ancha. Tipo argárico. Procede, seguramente, del yacimiento de la Vega de Harnina, en Almendralejo, que exploró y publicó el Marqués2, fechable del Eneolítico a los primeros tiempos de la Edad del Bronce. ANTIGÜEDADES ROMANAS. Arquitectura. N.º 106. Capitel corintio, de pilastra, labrado en mármol. Alt., 0,75 m. Procede de Mérida. Es un soberbio ejemplar de tipo completamente romano, lo que unido a su excelente estado de conservación, le hace ser el mejor ejemplar de su clase que conserva el Museo. Completan el lote cuatro capiteles y fragmentos de basas, arquitrabe, cornisas y un tablero decorativo, todos ellos en mármol, procedentes probablemente de Mérida. Escultura. Se destaca en primer lugar la estatua, n. º 148, de un togado. Labrada en mármol, de tamaño algo mayor que el natural, descabezada y sin brazos, fue descubierta, en 1881, en la calle del Portillo, en Mérida. La adquirió un vecino de Almendralejo, de quien pasaría a la colección de Monsalud. El tipo escultórico es el corriente en estas estatuas; pero es de un arte muy superior a la generalidad de ellas. Su sorprende realismo, la riqueza de pliegues, habilísimamente distribuidos y entonados con la luz, y la transparencia de las ropas, hacen pensar en un artista griego. Otra particularidad excepcional de la estatua es el estar firmada con una inscripción que reproducimos en la figura I. La inscripción también hace sospechar un autor griego por el uso que en ella se hace de dos prenombres romanos antes del nombre propio, según costumbre de griegos. Esta estatua forma serie con otras dos que se conservan en el Museo de Mérida, de las que tenemos vaciados en el zaguán del Museo, y que aparecieron años más tarde en el mismo lugar. Una de ellas es otro torso de togado con firma también, en 1Los números se refieren al inventario de las piezas de la Colección Monsalud ingresadas en el Museo. 2Prehistoria de Extremadura. La Vega de Hamina en Almendralejo. <>. T. II, 1900; pág. 193. Museo Arqueológico Nacional. Adquisiciones en 1930. Madrid, 1931. 636 la pierna derecha, repitiendo el nombre del mismo artista. La otra es un torso que pasa por ser el de Agripa, según inscripción que tiene en el plinto, y de arte mejor, aunque de la misma esquela que los togados. Las tres han sido muy divulgadas en repertorios de escultura3. Fig. 1.- Inscripción en la estatua de togado n. º 148. N.º 147. Estatua, en mármol, representando a Diana cazadora. Faltan la cabeza, el brazo izquierdo, parte del derecho y parte del manto. Altura, 1,20 m. Por su porte hay que suponerla de Mérida o, por lo menos, de Extremadura, porque Monsalud la reprodujo en su discurso de ingreso en la Academia de la Historia. Es quizá una reproducción, muy bonita y graciosa, de un tipo que puede datar de escuela griega del siglo IV a. de J. C. Ingresó también en el Museo con una cabeza postiza de mujer4. N.º 149. Cabeza de mujer, en mármol, en pieza aparte del torso a que perteneció. Tamaño mayor del natural. Tocada con diadema real y el cabello recogido en trenza, doblada, sobre la nuca; por debajo de la diadema caen unos rizos de pelo en los que se ha dejado intacta la huella del trépano. Aun faltándole la nariz y estando muy picado el mármol, es un ejemplar muy bello del siglo I. Esta cabeza es la que estaba colocada en el torso del togado n.º 148. Ingresaron, además, un genio funerario (Hypnos), la cabeza de mujer que estaba colocada en el torso de Diana, siete fragmentos escultóricos y una estela funeraria con un busto de mujer en relieve e inscripción. Todo labrado en mármol. Epigrafía. Es un lote muy nutrido, en el que la mayoría de los ejemplares proceden de Mérida. Entre los de esta procedencia figuran: N.º 115. Ara consagrada a Juno. N.º 104. Ara consagrada a la diosa Atecina de Turóbriga, cuyo nombre esta consignado en esta forma: DEAE ATAECI/ NAE TVROBRIGA(E)/… N. º 96. Ara consagrada a las Fuentes. N.º 51. Lápida fragmentada que hace referencia a la Colonia Augusta Emérita y a la Provincia Lusitana. Aparte de una inscripción conmemorativa de una obra, las demás procedentes de Mérida son funerarias, más algunos fragmentos que no dan indicación alguna. Del resto del lote proceden: una de Villagordo, otra de Valverde de Burgillos, otra de Savaleón, las tres funerarias, y otra, sin datos, de Solana pertenecientes a la Bética durante la dominación romana. Otra inscripción hay procedentes de Itálica (Santiponce, Sevilla) y cinco de procedencia desconocida. Todo este material proporciona un abundante repertorio de nombres personales, que es lo que lo avalora. Salvo las inscripciones n.º 16, 101, 102, 122 y 127, las demás han sido publicadas por el P. Fita, Hübner y Monsalud5. Las nuevas lecturas rectifican algunas de las ya 3 R. Lantier. Inventaire des monuments sculptés pré-chrétiens de la péninsule ibérique. Première partie. París, 1918. Nos 22, 23 y 24. Contiene la bibliografía hasta la fecha. J. R. Mélida. «Cat. Mon. de E.» Provincia de Badajoz. Madrid, 1925, T. 4, nos 1037, 1038 y 1480. Láms. XCV, XCVI y CXXV.E. Tormo. La escultura española en la antigüedad. Madrid, 1926. Pág. 23. 4 S. Remach. Repertoire de la satuaire grecque et romaine. T. II, pág. 95. M. de Monsalud. Arqueología romana y visigótica de Extremadura. Madrid, 1900. R. Lantier. Ob. cit. n. 4. 5 M. de Monsalud. «Bol. de la A. de la Historia» T. XXX, 1897. T. I. III, 1908. E. Hübner. C. I. L. II, n. 541 y 567. Colección de antigüedades que pertenecieron al Sr. Marqués de Monsalud 637 hechas; solamente consignaremos la rectificación más notable referente a la lectura que de la inscripción n.º 107 hizo Monsalud6. Nosotros leemos: D M/CORNELI(A)/VITALIS/AN ∙ XXXV ∙ H ∙ S ∙ E ∙ S ∙ T ∙ (T ∙ L ∙)/MISERA MATE(R)/F ∙ PIISIMAE ∙ FEC(IT). Marcas de alfarero hay dos en sendos fragmentos de ladrillo. Otras piezas. Son tres pequeños fragmentos de ladrillo, dos urnas cinerarias, vulgares; un pequeño pedestal, de mármol; un ara anepígrafica, y otra, procedente de Mérida, con una inscripción árabe, cúfica, falsa, de la que dio referencia el P. Fita7. Período constantiniano. N.º 46. Losa de mármol, fragmentada. Mide 0,55 x 0,44x0,02 m. Decorada con acantos y cintas, grabados a cincel con surco suave y poco profundo. (Figura 2.) N.º 85. Losa de mármol africano; fragmento. Mide 0,22x0,24x0,03 m. Decorado con hojas grabadas a cincel con surco profundo (Fig. 3). Los dos ejemplares son de grandísimo interés por sus motivos decorativos y por la técnica, que los relacionan con los restos decorativos descubiertos en las ruinas de Gabia la Grande (Granada) por el Sr. Cabré8. N. 148. Estatua de togado. Mármol. Romana. Procede de Mérida. F. Fita. «Bol. de la A. de la Historia». T. XXVIII, 1896 págs. 351. T. XXIX, 1896, pág. 256. T. XXX, 1897, pág. 378. 6 M. de Monsalud. «Bol. de la A. de la Historia». T. XXXVII, 1900, pág. 488. 7 F. Fita. Discursos leídos ante la R. A. de la Historia en la recepción del…Marqués de Monsalud. Madrid, 1900, pág. 97. 8 J. Cabrer. Monumento cristiano-bizantino de Gabra la Grande (Granada). <>. Madrid, 1923. Museo Arqueológico Nacional. Adquisiciones en 1930. Madrid, 1931. 638 N. 147. Estatua de Diana cazadora. Mármol. Altura: 1, 20 m. Greco-romana. N. 147. Cabeza femenina. N. 106. Capitel de pilastra. Mármol. Altura: 0,75 m. Mármol. Romana. Romana. Procede de Mérida. Colección de antigüedades que pertenecieron al Sr. Marqués de Monsalud 639 N. 53 N. 34. N. 80. N. 53. Fragmento de pilastra, de mármol. Alt., 0,63 m. Visigodo. Procede de Mérida. N. 43. Fragmento de columna de mármol. Alt., 0,34 m. Visigodo. N. 80. Fragmento decorativo. Mármol (0,67 x 0,66). Visigodo. Procede de Mérida. N.87 N. 13. N. 90. N. 13. Cimacio. Mármol. Alt., 0, 12 m. Visigodo. N. 87. Capitel. Mármol. Alt., 0,30 m. Visigodo. N. 90. Capitel. Alt., 0,45 m. Visigodo. Museo Arqueológico Nacional. Adquisiciones en 1930. Madrid, 1931. 640 N. 30. N. 88. A. N. 88. B. N. 30. Inscripción de Eugenia. Visigoda. Procede de Mérida. N. 88, A y B. Los dos frentes de una losa de mármol. Long., 0.97 m. Visigoda. Procede de Mérida. La soltura de su ejecución y su finura hacen de las dos piezas dos bellos ejemplares de arte y su rareza aumenta su interés arqueológico. La procedencia es hoy desconocida. Colección de antigüedades que pertenecieron al Sr. Marqués de Monsalud 641 ANTIGÜEDADES VISIGODAS. Arquitectura. N.º 60. Columna de mármol, en una sola pieza con cimacio. Altura, 0,83 m. Curiosísima por su cimacio troncónico, su capitel con cuatro pencas determinadas por su contorno rehundido y su basa con tres escotaduras triangulares, que determinan una pieza rarísima (Fig. 4). N.º 34. Columna de mármol, en una sola pieza. Faltan el tercio inferior, aproximadamente, del fuste y la basa. Altura del fragmento, 0,31 m. El fuste, con estrías retorcidas y un globulillo entre los remates de las estrías. El capitel, con ocho hojas aplastadas y con ligera indicación del nervio central y de las escotaduras periféricas, acercan esta pieza y la relacionan con cosas asturianas del siglo IX. Tres columnas más, en una sola pieza, hay en la colección, de formas corrientes. La procedencia de las cinco es desconocida. N.º 55. Pilastra, de mármol, fragmentada. Altura del fragmento, 0,63 m. Procede de Mérida. De forma ligeramente piramidal, de base rectangular. Decorada con florones inscritos en círculos en los frentes anchos, y con las hojas clásicas visigodas en los frentes estrechos. Todo labrado a bisel conforme a la técnica normal visigoda. Un detalle curioso son las hojitas que ocupan los espacios interciculares de los frentes anchos, que arrancan de un doble tallo. N.º 66. Fragmento de pilastra, en mármol. Altura, 0,29 m. Corresponde al tipo normal de las pilastras emeritenses. Fue aprovechada para labrar una basa gótica. Ejemplar completamente nuevo en el Museo. (Fig. 5.) N.º 87. Capitel, en mármol, corintio, con una sola serie de hojas, labrado a base de estrías biseladas. Altura 0,30 m. N.º 50. Capitel, en mármol, corintio, de tipo visigodo sevillano, con pencas, caulículos y volutas lisas, dando la impresión de estar hecho con superficies recortadas y superpuestas. Altura, 0,45 m. Los dos de procedencia hoy desconocida. N.º 90. Capitel, en mármol, corintio, de tipo visigodo sevillano, con pencas, caulículos y volutas lisos, dando la impresión de estar hecho con superficies recortadas y superpuestas. Altura 0,45 m. Los dos de procedencia hoy desconocida. N.º 43. Cimacio, en mármol con vetas azuladas. Altura 0,12 m. Muy curioso por las imbricaciones que le adornan, con la particularidad de estar hendidos a bisel los arquitos del frente principal. La misma decoración hay en otros cimacios de Mérida y de Sevilla. Hay otro cimacio, con cruces, de carácter más vulgar en este lote. Los dos son hoy de procedencia desconocida. Las piezas más extraordinarias de la serie son las dos losas de mármol n.os 88 y 89. Fig. 3. Fragmento de losa de mármol con decoración grabada. (0, 22 x 0, 24 x 0,03 m.) Período constantiniano. Fig. 2. N. 46. Losa de mármol con decoración grabada (0,55 x 0,44 x 0,02 m.) Período constantiniano. Museo Arqueológico Nacional. Adquisiciones en 1930. Madrid, 1931. 642 N.º 88. Losa de mármol, fragmentada. Mide 0,97 m. de longitud. Procede de Mérida. La decoración es muy típica de Mérida en la época visigoda: arquillos de medio punto, alternando con frontispicios triangulares sostenidos por columnitas, o pilastras, como en este caso. Los huecos están ocupados en esta pieza por el Crismón, cuyas letras, con rombos, rectángulos y circulitos, figuran ser de orfebrería cuajadas de cabujones. El Crismón cobijado por el arco, tienen en el centro un circulito con el Agnus Dei. Una supervivencia clásica se observa en el contrario del arco. Esta decoración se repite exactamente en las dos caras de la losa, lo que hace suponer que perteneció al pretil de algún iconostasis, coro o parte análoga de alguna basílica emeritense. Esta circunstancia y su aspecto artístico hacen de este ejemplar una pieza muy excepcional y nueva en la colección del Museo9. N.º 89. Fragmento de losa, de mármol. Mide 0,67x0,66 m. Procede de Mérida. Decorada con un rectángulo ocupado por tres series de círculos que encierran hojas y racimos de vid alternados, cobijado por un frontispicio triangular sostenido por columnitas de las que sólo queda una. En el frontispicio un triángulo gallonado limitado los lados por sogas. Todo labrado según la técnica corriente visigoda. Esta pieza perteneció a otra más larga en la que alternaban arcos de medio punto y frontispicios triangulares sostenidos por columnas y ocupados por conchas cobijando rectángulos decorados con cuadrículas, aves y roleos con hojas y racimos de vid. Esta pieza se conserva en el Museo de Mérida10, y la nuestra corresponde a un extremo de la decoración total. Amador de los Ríos la dio como procedente del atrio metropolitano11. Forma serie con otras piezas semejantes del Museo de Mérida y con otras publicadas por Amador de los Ríos12. Sus elementos decorativos están relacionados con cosas bizantinas; su abundancia relativa en España, principalmente en Mérida, puede ser precedente de cosas parecidas posteriores hispano-árabes. El fragmento de Arqueológico Nacional fue aprovechado para labrar en su cara posterior un escudo de armas. Otros tres fragmentos, en mármol, completan este lote; uno de ellos perteneció a una celosía con imbricaciones. Epigrafía. Las inscripciones visigodas son veinte, que se reparten entre las siguientes procedencias: de Mérida, doce; de Salvatierra de los Barros, tres; de Alange, una; de Ferie, una; de la Torre de Miguel Sexmero, una; de la Puebla de Sancho Pérez, una; localidades todas de la provincia de Badajoz, de Itálica (Santiponce, Sevilla) hay otra inscripción. Casi todas ellas son funerarias y se publicaron por el P. Fita, Monsalud y Hübner 13. De ellas sólo haremos mención de tres que tienen gran interés. N.º 30. Inscripción de Eugenia, en mármol. Procede de Mérida. En ella se menciona al Obispo de Mérida, Oroncio. La publicaron Fita y Hübner14. Su interés estriba en que da la última fecha conocida para el pontificado de Oroncio: año 661, correspondiente a la era 699, rectificando las lecturas de Fita, que leyó era 689, y de Hübner, que leyó era 679, sin tener en cuenta que la cifra que sigue a la L es una X con trazo caído a la derecha, nexo de XL, que le da valor de 40. Esta circunstancia, y la de no haber noticia del sucesor de Oroncio, Proficio, hasta el año 66615, corroboran la nueva fecha que hallamos para el pontificado de Oroncio. 9 M. de Monsalud. «Bol. de la A. de la Historia». T. XXXVI, 1900, pág. 519. 10 J. Amador de los Ríos. Monumentos latino-bizantinos de Mérida, en «Mon. de Arq. de E.». Madrid, 1877. Lám. V, n. 35. 11 Ob. cit., lugar citado. 12 Amador de los Ríos y Mélida: Obs. cits. 13 F. Fita. «Bol. de la A. de la Historia.» T. XXX, 1894, pág. 83. XXX, 1897, pág. 353. M. de Monsalud. «Bol. de la A. de la Historia» T. XXX, 1897, a T. L, 1907. E. Hübner: I. H. C. supplementum. Berlín, 1900. 14 F. Fita. «Bol. de la A. de la Historia» T. XXV, 1894, pág. 83. E. Hübner: I. H. C. supplementum. N. 333. 15 E. Flórez. España Sagrada. T. XII, pág. 217. Colección de antigüedades que pertenecieron al Sr. Marqués de Monsalud 643 N.º 29. Inscripción de Marcela, en piedra caliza azulada. Procede de Mérida. Tiene la particularidad de leerse después de la fecha las letras AS, cuyo significado trató de interpretar Hübner sin resultado satisfactorio. La era debe leerse 590 (año 552), por la misma razón epigráfica que en la inscripción de Eugenia16. N. º 53. Fragmento de inscripción, en mármol. Procede de la Puebla de Sancho Pérez (Badajoz). Debe corregirse la lectura de la fecha, era 668, hecha por Hübner, por era 698, por la misma razón, aquí más clara, que en las dos inscripciones anteriores. El interés principal estriba en la belleza de las letras y en la rareza de sus nexos, circunstancias que ya hizo notar Hübner17. De las restantes piezas de la colección de Monsalud, a excepción de tres capiteles, las demás no tienen más valor que el de haber pertenecido a la colección del Marqués, y todas ellas son modernas. Los capiteles son: el n.º 91 de portada, siglo XIII, de arte muy malo, pero de sabor muy popular: el n.º 39, gótico, y el n.º 41, de clasificación difícil, aunque no puede ser posterior al siglo XVI probablemente. 16 E. Hübner: I. H. C. supplementum. N. 340. 17 E. Hübner: I. H.C. supplementum. N. 358. Fig. 4. N. 60. Columna de mármol. Alt., 0,83 m. Visigoda. Fig. 5. N.º 66. Fragmento de pilastra. Mármol. Alt., 0,29 m. Visigodo. 645 Nuevas inscripciones de San Pedro de la Nave (Zamora) en Archivo Español de Arte y Arquitectura, 13 (1937). Págs. 61-71. La iglesia de San Pedro de la Nave, cuyo origen visigótico dio a conocer el Sr. Gómez Moreno1, hubo de ser trasladada del lugar en que fue erigida a otro próximo, por haber de quedar aquél sumergido en las aguas de un embalse que allí construían los «Saltos del Duero»2. El traslado, que se hizo en los años 1930 a 1932, ocasionó el descubrimiento de algunas novedades epigráficas que voy a reseñar aquí3. Inscripciones hispano-romanas Al desmontar la fábrica de la iglesia, aparecieron varias estelas funerarias utilizadas como material de construcción, rotas e incompletas las más de ellas, que unidas a otros pedazos encontrados en la casa del párroco4 suman veinte, cinco de ellas con inscripción. En idénticas circunstancias aparecieron dos piedras más con sus correspondientes epígrafes. Las estelas contienen los elementos corrientes y típicos de este género de monumentos en el valle del Duero: ruedas de radios curvos, en número de seis o de doce, y estrías o arquitos dobles. I.-Estela, de 34 cm. de ancha (Lám. I, I). En la fotografía está cubierto con tierra el cuarto renglón. E M I L I A N O A N ILIAII Emiliano Aniliani(?), omitida la palabra filius como es frecuente entre españoles. Gómez-Moreno, que vio el original, lee Aniliani o Anili an(ni) I. De todos modos, ni uno ni otro nombre aparece hasta ahora en nuestra onomástica. 2.- Gran estela, casi completa, de 54 cm. de ancha (Lámina I, 2). Su epígrafe dice: D O C I O M G I L O N I S F AI L X V H·S·E S · T · T · L · 1GÓMEZ MORENO, Manuel: «Cat. Mon. de España». Zamora, Madrid, 1927, ps. 59 y sigts. Y antes: San Pedro de Nave, iglesia visigoda, en el «Bol. De la Soc. Castellana de Excursiones», 1906, p. 365. 2 El traslado corrió a cargo del arquitecto D. Alejandro Ferrant. Sobre ello, consúltese la tesis doctoral de Emilio CAMPS, titulada El arte hispano-visigodo, próxima a salir a luz. En ella se encontrará también la bibliografía del monumento. 3 La epigrafía anterior al traslado está en GÓMEZ-MORENO: Zamora, ps. 66 y 67. 4 GÖMEZ-MORENO: Ob.cit., p. 18. Archivo Español de Arte y Arquitectura, 13 (1937). Págs. 61-71. 646 Docio Magilonis f(ilius) an(orum) LXV. H(ic) s(itus) e(st). S(it) t(ibi) t(erra) l(evis). De otros Docios hay memoria en Trujillo y en Astorga5. Magilones hay varios, correspondiendo su mayor densidad a las regiones leonesa y extremeña, y llegan, hacia Levante, hasta Navarra. 3.-Estela completa, de 70 cm. de alta (Lám. I, 3). La inscripción queda casi totalmente ilegible: . . . . . . . . O R C · ALPI . . . . F · AI X V 4.- Estela, de 50 cm, de ancha (Lám. IV, 4). Rota por el segundo renglón del epígrafe, que dice: Q · DOMIT IO 5.- Estela, de 50 cm. de ancha (Lám. IV). Rota por debajo del segundo renglón de su letrero. Dice: PRCVL O C A E N . . . . . . . . . Proculo Caen[i f(lio)…]. Caeno es nombre indígena conocido en el valle del Duero y en el valle bajo del Tajo, extendiéndose hasta Cartagena y Celsa. 6.-Piedra, de 56 cm. (Lám. IC, 6), rota por el tercer renglón de su letrero, que dice: ARQVIO i A LA A I F a N X X X Arquio [T]alai f(ilius) [a](norum) XXX. Arquio, español, hay uno de Tarazona6. Arquius lo hay en Trujillo, Braga, Valença do Minho, Astorga y Numancia7. Una Arquia aparece en Conínbriga8. Talaus aparece segunda vez aquí; la primera fue en Idanha-a-Velha, en donde consta un Cumelius Talai filius9 5 C. I. L., II, 628 y 2633. 6 C. I. L., II, 2990. 7 C. I. L., II, 632, 2433, 2435, 2458, 2465, 2633 y 2834. 8 C. I. L, II, 377. 9 <>, t. XV, p. 44. Nuevas inscripciones de San Pedro de la Nave (Zamora) 647 7.-Piedra, de 70 cm. de ancha (Lámina IV, 7), con epígrafe incompleto y de lectura muy incierta: …. O ………………. A L V I I O A R I A.. ..A I I V I I C I V… …A D V M V …….. ..ѓ ……….M/ ……... Inscripciones cristianas Las tres inscripciones que vienen a continuación están grabadas en los sillares del monumento, en el interior del templo; se descubrieron al raspar la cal, que cubría las paredes, con motivo del traslado de la iglesia. I.-Inscripción en el sillar que hay debajo de la imposta del arco de ingreso a la capilla mayor, al lado del Evangelio, en su cara que mira a la nave central. Es muy importante, no sólo por su contenido, un horologio solar según el estilo clásico de los pies de sombra, sino por constituir un nuevo elemento de juicio para acreditar la fecha asignada al monumento. Doy la fotografía y un dibujo hecho sobre calco, que pretender sustituir con ventaja, creo, las acostumbradas transcripciones tipográficas, pues he querido que en él quedase señalado lo mejor posible el carácter epigráfico, dato por donde se puede llegar a fechar este interesante documento (Láms. II y III). Dice: + Ianuarius et dicember. (H)o(ra) I et XI, p(edes) XXVIII. (H)o(ra) II et X, p(edes) XVIII. (H)o(ra) III et VIIII, p(edes) XIIII. (H)o(ra) IIII et VIII, p(edes) XI. (H)o(ra) V et VII, p(edes) VIIII. (H)o(ra) VI et VI, p(edes) VIII. F(e)br(uarius) et nobember. (H)o(ra) I et XI, p(edes) XXVII. (H)o(ra) II et X, p(edes) XVII. (H)o(ra) III et VIIII, p(edes) XIII. (H)o(ra) IIII et VIII, p(edes) X. (H)o(ra) V et VII, p(edes)VIII. (H)o(ra) VI et VI, p(edes) VII. Martius… La cara del sillar en que está grabada la inscripción es irregular; mide 72 cm. a lo ancho y 43 a lo alto. La superficie que ocupa la escritura, sin contar la palabra martius, es de 207 mm. en ancho por 302 en alto, casi la tercera parte de la superficie de la piedra; y teniendo en cuenta que lo escrito está en el tercio izquierdo de ella, se entiende que los meses que faltan, distribuidos en idéntica forma, cabían en los otros dos tercios; pero el horologio quedó interrumpido en la palabra martius, someramente escrita, que iniciaba el segundo grupo de meses. Las letras de los nombres de los meses oscilan alrededor de los 15 mm. de alturas; las demás no pasan de los 10. El carácter epigráfico de la escritura encaja de lleno en el siglo VII, observándose la ausencia de tipos posteriores, como para las inscripciones de los capiteles de la misma iglesia hizo observar al señor Gómez Moreno10. Entre lo poquísimo que de epigrafía cristiana del siglo VIII tenemos en España, vemos introducirse, con carácter definitivo y como evolución final de la escritura visigótica, ya en el cuarto decenio del siglo, las formas típicas de nuestra letra capital en los siglos IX y X. La inscripción de Cangas de Onís11, del año 737, en donde alternan las formas y , entre otras, es un buen ejemplo de ello. Si el epígrafe de Lucena12 puede ser atribuido al siglo VIII, y no a otro posterior como parece, tendríamos fijadas definitivamente, a partir del año 762 como fecha más antigua, las formas que han de dar el tipo corriente de la escritura posterior con la proporción y trazado que no tenían en la época visigoda, en la que si se encuentran algunas veces es por excepción y como ensayos que no lograron éxito. Dicho 10 Zamora, p. 60. 11 HÜBNER: I. H. C., 384. 12 HÜBNER: I. H. C., 128. Archivo Español de Arte y Arquitectura, 13 (1937). Págs. 61-71. 648 esto, por consiguiente, que la comparación con los epígrafes del IX y del X, y con la capital manuscrita de esta época, hace rechazar toda posibilidad de haber sido escrito en ese tiempo el horologio, ya que, dominando en las referidas centurias las formas entre otras, sobre las C, E, T, es inverosímil que se escribiera el horologio con tanta abundancia de E y de T, sin que no sólo no haya vacilación de forma, sino que se advierte en todo momento un seguro clasicismo que desdice de todo lo mozárabe y cristiano de aquellos siglos y armoniza, en cambio, muy bien con la tradición clásica de los siglos anteriores. Si con lo posterior a la conquista árabe no es posible la relación, hay, por el contrario, grandes semejanzas con los epígrafes del siglo VII, y aun con algunos del VI, no precisamente por la forma de la letra, anárquica durante todo este período, sino por cierto carácter propio del tiempo, que da sabor común a las inscripciones a él correspondientes. Tal es la terminación de los trazos rectos ensanchados en trapecio, figura en la que también se transforman los ápices clásicos de la A, M y N y el ángulo de la V, rasgos que igualmente aparecen, con gran regularidad y perfección de grabado, en los letreros de los capiteles del mismo templo. Son también típicos los ápices de la B, D, P y R prolongados hacia arriba y a la izquierda con igual grueso que los trazos. En cuanto a la forma de las letras, la primera A de Ianuarius se encuentra repetida varias veces en una inscripción del año 68213, con la única diferencia de curvarse el travesaño hacia arriba en San Pedro de la Nave, y hacia abajo, sin llegar a resolverse tanto, en el ejemplo propuesto; caprichos más raros en la A ofrece el ara de Zambra en el año 66014. La M, con la reunión de sus trazos centrales en uno solo, se da en epígrafes de los años 632, 641, 645, en dos del 649, 655, 661 y 662, también en dos15. La O, cerrada en punta por abajo, se usa en los años 632, 661, 662 y 68216. Y en los mismos tiempos capiteles de San Pedro de la Nave, que añaden remates triangulares y se usan además las formas rombales, corrientes en lo visigótico, juntamente con las redondas y ovaladas. La R abierta de Martius se repite en inscripciones de los años 618, 649, 650, 655, 660, 661, en dos del 662, 662, 665 y 68217. Otra característica interesante de visigotismo en el horologio de San Pedro de la Nave lo encuentro en el uso de letras enlazadas por superposición coincidente de los trazos iguales, raro en tiempos posteriores a la conquista, cuando lo corriente es colocar letras unas encima de otras, sin enlace o uniendo sus trazos o uno vertical de algunas de ellas. Los enlaces de MA y ET del horologio, usados frecuentemente en lo clásico, perduran constantemente, así como en epígrafes fechados del siglo VII; los de VA y VS los he visto en letreros de los años 630 y 64918, el primero, y del 67919, el segundo; también he encontrado el de U uncial con S, en forma análoga, en epígrafe del año 64120en otra parte; y, finalmente, las dos XX empleadas para cifrar el numeral viginti, unidas entre sí, son corrientes entre visigodos. 13 «Bol. de la A. de la Historia», t. LIII, p. 141.-Hübner: I. H. C., 378. 14 HÜBNER: I. H. C., 100. 15 Los epígrafes del 649, en «Bol. de la A. de la Historia», t. LIII p. 382 y t. LXV, p. 567. Los demás, en HÜBNER: I. H. C., 2, 65, 82, 175, 333, 31 y 99, respectivamente. 16 La inscripción del 682, en <>, t. LIII, p. 141, y en HÜBNER: I. H. C., 378. Las demás, en HÜBNER: I. H. C., 2. 333 y 31, respectivamente. 17 La de los años 649, 662, una de ellas, y 682, en «Bol. de la A. de la Historia», t. LIII, ps. 382, 517 y 141, respectivamente; la última, también en Hübner: I. H. C., 378. Las otras, en HÜBNER: I. H. C., 380, 117, 175, 358, 31 y 325, respectivamente. 18 HÜBNER: I. H. C., 142, y «Bol. de la A. de la H.», t. LIII, p. 382, respectivamente. 19 HÜBNER: I. H. C., 299. Esta inscripción ofrece algunas anomalías; pero sólo quiero anotar las más interesantes: una, la de la fecha, en la que Hübner lee [era] DXXLXVIII, ignoro con qué fundamento, pues la X con dos trazos curvos descendentes de lo alto de sus travesaños, por cada lado, más parece un capricho que complemento de la cifra; por ello creo, debe leerse [era] DCCXVII (año de Cristo 679) 20 HÜBNER: I. H. C., 65. En el facsímil que reproduce no se hace constar este detalle existente en la palabra idus. Lo he reconocido muy bien en una buena fotografía recogida por Sr. Gómez-Moreno. Nuevas inscripciones de San Pedro de la Nave (Zamora) 649 Quiero volver ahora sobre el enlace VS, que me sugiere alguna consideración útil para fijar más concretamente la fecha del horologio. La forma en que aparece la S, como prolongación recta del trazo derecho de la V, es igual a aquella en que he encontrado enlazada la S con la N en dos epígrafes de los años 641 y 65021, y con la A, dos veces, en este último año. Se me ocurre que esta forma de enlace se deriva, probablemente, de la adaptación del trazo vertical de la S cursiva a los trazos de la V y de la N; en la A, donde esa adaptación ha sido colocada sobre el punto de unión del travesaño del trazo derecho. Abona este juicio el uso de la S cursiva en epígrafes de los años 660, 662 y 67922. Considerado todo esto, y unidos a ello los datos cronológicos arriba referidos, me inclino a fechar el horologio de San Pedro de la Nave en la segunda mitad del siglo VII. Respecto al horologio en sí, consiste en una tabla a dos columnas, con las horas en una de ellas, y en la otra las longitudes de las sombras que el cuerpo humano proyecta al sol en cada una de las horas de día, medidas en pies. Como esta longitud de la sombra varía en cada mes, se repiten las columnas de horas y pies de sombra para cada dos meses, reuniendo éstos por la igualdad de las longitudes de sombra, al modo como lo hacían los agrónomos romanos23. Medida, pues, la sombra en un momento preciso del día, consultando la cifra resultante en la columna de pies del mes en curso, se obtiene horizontalmente en la columna de las horas la correspondiente al instante en que se hizo la observación. El procedimiento se remonta a la antigüedad clásica, en donde la observación de la sombra del gnomon, cuya altura equivaldría a la estatura media del hombre24, llevaría al vulgo a hacer la observación con la sombra del propio cuerpo, y así se transmitiría en forma de costumbre a los tiempos sucesivos. Plinio, en su Historia natural, según cita de Ardaillón25, dice que para conocer la hora es preciso medir la longitud de la sombra humana, y esta receta la recoge, en el siglo IX, el monje Waldalberto de Prün, el cual compuso un Horologium26 en forma poética precedido de un prólogo en el que dice: Horarum iam texemus in ordine metas, Humane ignari monstrat quas corporis umbra. Entre Plinio y Wandalberto tenemos hoy el horologio de San Pedro de la Nave, atestiguando la aplicación del principio y su continuidad a través de la época visigótica en España, y resultando las tablas cristianas más antiguas de las conocidas, según los datos publicados y recogidos por Ferotin27. Queda fuera el fragmento marmóreo de Itálica que trae Hübner28, donde apenas se lee la palabra horologium, y nada más, referente a estos indicadores horarios. Ferotin publicó tres, sacados de otros tantos manuscritos españoles, procedentes de Silos, de los años 1051, 10667 y 107229; y hace referencia al de Wandalberto y a otros tres anglosajones de los siglos X, XI y XII30. 21 HÜBNER: I. H. C., 65 y 117, respectivamente. 22 Los epígrafes del 660 y 679, en HÜBNER: I. H. C., 100 y 299, respectivamente. El del 662, en «Bol. de la A. de la Historia», t. LIII, p. 517. 23 ARDAILLON, E., en el art. Horologium, del <>, de Daremberg 24 ARDAILLON, E., en el mismo artículo. 25 En el mismo artículo. 26 Horologium per duodecim mensium punctos. Lo publica MIGNE en su Patrologie latine, t. CXXI, col. 631- 634. 27 «Mon. Ecc. liturg.»: Le liber ordinum, París, 1904, apéndice V. 28 I. H. C., 63. 29 Ms. B: Ritual de Silos, del año 1052. Ms E: Comes de París, del 1067, antes de Silos. Ms F: Etimologías de París, del 1072, antes de Silos. 30 FEROTIN: Ob. cit., col. 532-533. Archivo Español de Arte y Arquitectura, 13 (1937). Págs. 61-71. 650 El de San Pedro de la Nave y los Silenses constituyen un grupo homogéneo, sin diferencias esenciales: la misma agrupación de meses, según la igualdad de la longitud de sombras en ellos, comenzando las tablas por los de sombras más largas: Enero y Diciembre31. Dentro de cada grupo bimensual, la misma abreviatura de la palabra hora: una O con un punto dentro. En la columna de las horas se agrupan éstas de dos en dos, por la igualdad de sus pies: I y XI, II y X, y así hasta la VI, que en San Pedro de la Nave, por razones, caso, de simetría, se repite de este modo: VI et VI. Esta es una de las diferencias con los silenses; otra está en la abreviatura de la palabra pedes, hecha con una P y S sobrepuesta en los horologios mozárabes y con una P con punto dentro del ojo en el de San Pedro de la Nave. Estas pequeñas diferencias, insignificantes al parecer, las considero de gran importancia para reforzar los argumentos epigráficos, antes expuestos, que me han llevado a fechar la inscripción en época visigótica, pues en el uso armónico de las abreviaturas de hora y pedes, empleadas más que como tales, como signos convencionales propios de las tablas, y en la simétrica repetición de la hora VI, en el horologio visigótico, veo un sentido artístico diferente del que acusan los de los códices y del que éstos se apartan tan por completo, que aún se excluye toda posibilidad de copia directa, lo que separa, por consiguiente, su cronología. A ello añadiré todavía una razón más: según datos proporcionados por los mismos códices, el horologio de San Pedro de la Nave es perfecto, al paso que los de Silos están hechos con descuido o con inexperiencia. El horologio que trae el Comes contiene distribuida al pie de cada grupo de meses, la siguiente fórmula: Tolle decem, tolle I I I I or, tolle I I I, tolle duos, tolle unas, et inuenies oraroum rationem32, lo cual no es sino la proporción matemática en que de hora en hora disminuyen y aumentan los pasos de sombra en el transcurso del día. A esta proporción, cuya fórmula se distribuye caprichosamente en el horologio del Comes, no se ajusta ninguno de los tres silenses, observándose, en cambio, escrupulosamente en los meses que nos ha legado el epígrafe de San Pedro de la Nave; coinciden, además, aquellos en un mismo error que no se da en éste: los de los códices marcan para la hora II y X de los meses de Enero y Diciembre, XVII pies, mientras el de San Pedro marca correctamente, según la fórmula, XVIII. Si las fechas de la confección de todos ellos fuera próxima, o si estuvieran copiados, sería natural que no se observaran estas diferencias y se cayera en los mismos errores. En relación con el horologio de Wandalberto, también resulta más perfecto el visigótico, pues en aquél, parecido en su hechura a los españoles, la proporción entre los pasos de sombra resulta de 11, 2, 2, 2, más apartada de la realidad que le España, 20, 4, 3, 2, 1. Los anglosajones difieren en su hechura de los españoles, porque sólo consigan las horas III y IX, y VI con sus pies correspondientes; en cambio, y a pesar de alguna inexactitud, corresponde su proporción u horarum ratio a la fórmula española. Uno de ellos, el de la abadía de Jumieges, hace constar en cada grupo de meses las horas de duración de la noche y del día. Finalmente, desde el punto de vista gramatical hay que señalar el uso de Dicember y Nobember por December y November. 2.-En el ángulo izquierdo del crucero, en la tercera hilada, al lado izquierdo, en letras de 12 a 22 cm. de alto, se lee: Martinu(s), en donde no hay otra particularidad que anotar que el uso de la T uncial y la supresión de la S final. El letrero está enmarcado con dos rayas, la una por encima, y la otra por el lado derecho cayendo de la V. 3.-En la cuarta hilada a la derecha del arco toral, hay otro letrero escrito en dos renglones, del que doy este calco, hecho fielmente sobre una buena fotografía, aunque mala para reproducir: 31Wandalberto, en el prólogo de su Horologium, explica la organización de estas tablas y comienza diciendo así respecto a la agrupación de los meses: Janua nunca anni est Janus, finisque December, hos menses pariter solis rotat orbita punctos… Luego se ocupa de las horas: Mense omni prima undécimae conjugitur horae… 32 FEROTIN: Ob. cit., col. 532. Nuevas inscripciones de San Pedro de la Nave (Zamora) 651 La longitud del primer renglón es de 14 cm. El letrero resulta de interpretación oscura y difícil; la lectura Iacobi abba está clara, pero no así su sentido, no sólo por la falta de reglas gramaticales que relacionen una con otra palabra y que podrían ser explicadas por el desconocimiento o el descuido de ellas, como en tantos otros epígrafes, sino por la dificultad de lectura que entraña el segundo renglón, en el que no llego a leer cosa razonable; empieza la duda ya con las primeras letras, en las que no acierto a distinguir cual sea la que hay enlazada con la I que hay sobre la A, y no sé si se trata de In o Ih; aumenta la dificultad en el grupo siguiente, que queda indescifrable para mí; luego no sé si la O está enlazada con N, por ser dudoso el trazo transversal, o, más bien, seguida de I; termina el renglón con otro de tres letras, una gran F y sobrepuestas a ella y R de igual tipo que las restantes del letrero, de las cuales no cabe seguridad de que hayan de leerse juntas, pues la F, dadas sus proporciones, pudo ser trazada con independencia del resto de la inscripción y aun quizá antes. En estas condiciones no sé que explicación dar de todo ello, al Sr. Gómez-Moreno se le ocurre si será, acaso, un texto enigmático semejante a algunos que él ha visto en códices de la época. Los dos letreros últimos son contemporáneos de los que con los números 141, 142 y 143 publicó el señor Gómez-Moreno en su Catálogo de la Provincia de Zamora33, fechables en los siglos X al XI, acreditando documentalmente en la misma iglesia el carácter epigráfico tan diferente que se reconoce entre ellos y los epígrafes de los capiteles y del horologio antes estudiado. 33 V. nota (1). Archivo Español de Arte y Arquitectura, 13 (1937). Págs. 61-71. 652 Estelas hispano-romanas de San Pedro de la Nave (Fotos Ferrant) Nuevas inscripciones de San Pedro de la Nave (Zamora) 653 Horologio visigótico de San Pedro de la Nave (Zamora) (Fot. Camps) Archivo Español de Arte y Arquitectura, 13 (1937). Págs. 61-71. 654 Horologio visigótico de San Pedro de la Nave (Zamora). Dibujo sobre calco. Nuevas inscripciones de San Pedro de la Nave (Zamora) 655 Estelas e inscripciones hispano-romanas de San Pedro de la Nave (Zamora) (Fotos Ferrant.) 657 De epigrafía cristiana extremeña Novedades y rectificaciones en Archivo Español de Arqueología, tomo XX, 69 (1947). Págs. 265-309. Por iniciativa de nuestro Director, el Excmo. Sr. Marqués de Lozoya, he emprendido la revisión de los epígrafes hispano-cristianos anteriores a la introducción de la escritura francesa en las inscripciones. La utilidad de esta tarea es enorme, pues al Corpus de HÜBNER hay mucho que agregar y el reciente libre del doctor VIVES es muy limitado en cuanto al tiempo y muy particular en su contenido, circunscrito exclusivamente a las finalidades que se propuso el editor. Pero entre tanto se realiza esta labor preparatoria de la publicación de un nuevo corpus, que es la finalidad del trabajo comenzado, creo conveniente ir dando a conocer las observaciones más notables que el estudio de los epígrafes me sugiere, incluyendo las inscripciones nuevas y las novedades que ofrecen las ya publicadas y no anotadas por sus editores. De paso también se harán las rectificaciones más interesantes, sin otro ánimo que el de contribuir con mis antecesores en estas publicaciones al mejor conocimiento de nuestra epigrafía cristiana con el cariño y la devoción que sus autores me merecen. He aquí, pues, en este artículo un primer lote de inscripciones extremeñas, que estimo conveniente dar a conocer por primera vez o reeditarlas de acuerdo con su notoriedad. Para la preparación de este trabajo debo algunas facilidades a don Manuel Gómez- Moreno, quien además me ha estimulado y animado a emprender la tarea encargada, y a los señores D. Antonio Floriano Cumbreño, D. Manuel García Gil y D. José Álvarez y Sáenz de Buruaga, a quienes me complazco en agradecer sus deferencias y atenciones. Antes de comenzar el estudio de los epígrafes quiero hacer unas observaciones. La primera, que las inscripciones las he consulado directamente sobre los originales en los Museos en donde se conservan, obteniendo además improntas que guardo en mi poder. Otra se refiere al método de la presentación tipográfica de los letreros. Hasta el límite de lo posible o de lo conveniente, deben publicarse las inscripciones acompañadas siempre de fotografías, documentando así las transcripciones, lecturas y comentarios con un dato gráfico estrictamente objetivo. Pero muchas veces las fotografías son imperfectas y por ello será buena acompañarlas de una transcripción literal de los epígrafes que reproducen. Por esta razón no prescindo de la mera transcripción literal, seguida de una lectura, o transcripción explicada, y de una traducción. La transcripción literal es un grandísimo problema cuando ha de hacerse por medio de la tipografía. Conocidísimo es el convencionalismo tipográfico tradicional de las transcripciones epigráficas, el cual tiene su más amplia y brillante aplicación en el Corpus Inscriptionum Latinarum. Y sabido es también que ese convencionalismo ha conducido a graves errores y desvíos paleográficos, como lo tiene probado recientemente M. Jean MALLON en su interesantísimo estudio, modestamente titulado Notes paléographiques à propos de CIL II 5411. Esto es natural, porque no es posible con la tipografía disponer de los elementos precisos para hacer una reproducción de epígrafes. Quienes lo hemos hecho sabemos cuán difícil es lograr de los cajistas un acierto. Ellos se esfuerzan por complacer y conseguir un trabajo perfecto a costa de paciencia y de reiteración de pruebas. Después el resultado no satisface ni responde a la realidad, porque es imposible reproducir con los tipos de imprenta los caracteres escritos o grabados a mano en las inscripciones. El sentido de una y otra escritura es completamente distinto. Si en la reproducción tipográfica grabados regularmente, con letras clásicas cuadradas, corrientes, se encuentran tales dificultades, ¿cuáles no serán las que se han de presentar en la transcripción tipográfica de unas inscripciones cristianas en las que la Archivo español de Arqueología, tomo XX, 69 (1947). Págs. 265-309. 658 irregularidad en todos los órdenes constituye la normalidad de ellas? ¿Cómo reproducir tipográficamente, sin inducir a error, los epígrafes que publico a continuación? ¿Cómo presentar una composición tipográfica clara y diáfana, con interpunciones, signos diversos de abreviatura, adornos, y con la diversidad de tamaños, formas y tipos de los signos alfabéticos? En un principio pensé en resolver el problema suprimiendo la transcripción literal. La fotografía es un medio excelente y satisfactorio objetivo, por lo que aquélla la juzgaba innecesaria. Pero después observé que la transcripción tipográfica es imprescindible, porque es preciso dar una interpretación textual de los epígrafes tal como están escritos, pues la lectura de ellos es ya algo más que esa simple transcripción; es una explicación en la que se pierde gráficamente el epígrafe entre los signos ortográficos, la resolución de abreviaturas, la representación de los renglones por medio de rayas que cortan el texto y la variedad de convencionalismos representativos de otra serie de circunstancias. Después de algún ensayo, una conversación con M. Mallon me sacó de dudas, y aceptando sus razones y argumentos he adoptado el método que sigo aquí. Doy de los epígrafes una transcripción literal que de ningún modo significa un intento de reproducción, sino una simple identificación fonética de las inscripciones tal como están escritas. Los caracteres tipográficos representan sólo los sonidos figurados por las letras que hay en los epígrafes, de ningún modo la forma de éstas, conservando la distribución del texto en aquéllos. Lo que falta o no está en la inscripción, lo suplo con letras o puntos entre corchetes. Las abreviaturas, cuando en el epígrafe están marcadas con un signo de abreviación, sea el que sea, lo marco también con un puntito al final de la palabra abreviada, junto al pie de la última letra. Si no hay signo de abreviación tampoco pongo el punto. Las interpunciones de cualquier forma, o los adornos que se intercalan en los renglones o se ponen al final de ellos, los represento por un asterisco. Las letras inciertas o notablemente mutiladas las señalo con un punto debajo de ellas. De todo lo demás se da cuenta en el comentario. En cuanto a los caracteres he elegido los mayúsculos, no por semejanza con los tipos capitales epigráficos, sino porque me parecen más claros y asequibles a la vista que los minúsculos, con los cuales podría obtenerse el mismo resultado y lograr el completo alejamiento de todo sentido de reproducción tipográfica. Finalmente, he de advertir que para ilustrar el comentario y para dar una forma más concreta de las formas de las letras doy dibujos de ellas tomados del natural, aunque sin guardar escala, salvo en los casos que se especifican particularmente, porque una misma letra tiene en un mismo epígrafe dimensión y proporción distinta. Pero esto, que podrá ser acaso una conclusión general en su día, al menos para los epígrafes de época visigoda, queda pendiente de comprobación. Por eso aquí me limito a dar una silueta de la forma. He pretendido poner los alfabetos completos de cada epígrafe, con el fin de que pueda apreciarse la relación de formas de las distintas letras. De algunas de ellas van consignados los diferentes tipos o variantes, pero ateniéndome a los que he juzgado más interesantes y demostrativos. De la fidelidad del dibujo podrán dar garantía las fotografías, y éstas quedarán aclaradas por los dibujos. Lo mejor sería obtener fotografías de cada una de las letras interesadas; pero ello es empeño considerable en todos los órdenes, y especialmente en el económico, lo que impide por el momento acudir a este sistema más indudable para todos. I. Se conserva en el Museo de Mérida. No aparece en el Inventario de MACÍAS1. FLORIANO, cuya actuación en el Museo corresponde al período de 1934 a 1939, la tiene registrada entre los epígrafes allí conservados, pero sin indicación de procedencia, ni fecha, ni forma de ingreso. Aparecería en la ciudad o en sus alrededores entre los años 1910 y 1916 (fig. 6). La publicaron: SMIT p. 135 n. 9, según VIVES. VIVES 24 y corrección a dicho número. 1 Al final del artículo se encontrará la bibliografía a que me refiero en el texto del mismo. De epigrafía cristiana extremeña. Novedades y rectificaciones. 659 Es una lápida de mármol gris, partido en dos pedazos. Le falta un fragmento. Mide 0,60 metros de alto, 0,39 de ancho y 0,40 a 0,45 de grueso. El fragmento superior se aprovechó quizá para sumidero o finalidad análoga, a juzgar por los agujeros que en él se abrieron; aún se pensó perforarlo con otros dos que quedaron marcados por la cara posterior de la piedra. El epitafio está entero. VIVES dice que falta ya la última línea; acaso no reparó en que los dos pedazos se conservaban separados en el Museo; pero ya se han unido como muestra la fotografía. Está encabezado el letrero con la cruz monogramática acompañada ciertamente de α y ω, por lo que es improcedente la corrección de VIVES; la cruz está grabada con dobles trazos, todo dentro de una corona de 0,117 m. de diámetro. La corona representa seguramente una láurea estilizada. El letrero está grabado debajo, en cinco renglones que no se ajustan a la pauta que se trazó previamente, en la cual se marcan dos renglones, de 0,034 m. de alto el superior y 0,032 el inferior. Otra línea se marcó a 0,088 m. del último. Se trazaron también las líneas marginales, con un ancho entre ellas de 0,312 m., señalándose, además, con otra paralela, la mitad aproximada del ancho, a 0,157 m. de la línea marginal de la izquierda. Pero después, el monograma de Cristo con su adorno se grabó, en parte, sobre los dos primeros renglones marcados, y el texto del epígrafe, que no guarda horizontalidad, se comenzó a grabar en el primer espacio de 0,088 m., que lo ocupan los renglones 1 y 2. Debajo se escribieron los demás. El letrero contiene el siguiente epitafio: OCTAVIA DEVOTA VIXIT [A]ṆS. XVIIII M. X 3 RECEP̣ṬA IN PAC. * D X KA. MAIAS 22 de abril ERA CCCCLXXX 442 de C. Octavia devota / vixit [a]n(no)s XVIIII m(enses) X. / Recepta in pac(e) / d(ie) X ka(lendas) maias / era CCCCLXXX. “La devota Octavia vivió diecinueve años y diez meses. Fue recibida en paz el día 10 de las calendas de mayo de la era 480 (22 de abril del año 442)”. Las letras (fig. 1) son de altura regular, que varía solamente entre 0,028 m. y 0,030, salvo las pequeñas intercaladas en los renglones 2 y 4, que llegan a 0,015 en el primero y sólo a 0,010 en el segundo. La A es constante es su forma, con el trazo transversal inclinado de izquierda a derecha y hacia arriba; pero sus trazos fundamentales se juntan en ángulo o están distanciados y unidos por un trazo horizontal. En la K los trazos oblicuos son de longitud desigual, más corto el de arriba, y se juntan al vertical con independencia el uno del otro. En la M los trazos segundo y tercero se reúnen en un apéndice común y no llegan hasta la línea inferior del renglón. La O es abierta. En la R el tercer trazo parte de la curva del segundo, a cierta distancia del vertical. Archivo español de Arqueología, tomo XX, 69 (1947). Págs. 265-309. 660 Fig. 1.- Forma de las letras del epitafio de Octavia (fig. 6). Año 442. Mérida. La V es de forma capital lapidaria, clásica, bien unidos sus trazos en ángulos, bien reunidos en un pie común. Todas las letras están grabadas con finura, tendiendo a formar ensanchamiento trapezoides en los extremos de los trazos. En ocasiones, y en ciertas letras, los apéndices de los extremos altos se prolongan hacia la derecha, como en las AA últimas de los renglones 1 y 4. Otras veces es hacia la izquierda y vuelto hacia abajo, como en la A de pac(e) o en la primera de maias. En la A de devota se advierte, además, que en el pie del segundo trazo se prolonga también hacia la derecha. Estas observaciones me parecen de interés en cuanto a la paleografía del epitafio, pues de una parte parece que hay una vacilación y la forma que advertimos en las inscripciones visigodas. De otra parte cabe sospechar cierta influencia cursiva que explicaría la tendencia a los alargamientos terminales hacia la derecha, influencia que debió ser grande en la epigrafía cristiana de las centurias V, VI y VII, según lo haré notar en los epígrafes que siguen, en algunos de manera indudable. En éste de Octavia se advierten algunas abreviaturas: [a]n(no)s, cuya S, pequeñita, han omitidos los editores, al menos VIVES; m(enses), pac(e) y ka(lendas), en la cual también omiten la A pequeña que acompaña a la K. Estas abreviaturas están indicadas con una rayita horizontal sobrepuesta. Además, está abreviada d(ie), con la D sola, cuyo trazo curvo está cruzado por una raya oblicua que va a tocar el trazo vertical. Están enlazadas las N-P de in pace y las X-X-X del numeral de la era, tocándose con los extremos de sus trazos, al menos por abajo, pues la parte de arriba se ha perdido con la fractura de la piedra. Al final del tercer renglón hay una interpunción de tipo clásico triangular, dentro de la C. En cuanto al formulario nótese el adjetivo devota, que habrá de ser interpretado como consagrada a Cristo en una acepción muy general, equivalente a fidelis, o a famula Dei de época posterior, en sentido de fiel cristiana. No creo, sin embargo, inadmisible una acepción más restringida en el sentido haberse consagrado la difunta a Cristo con votos especiales, puesto que la edad de Octavia permite optar también por esta posibilidad. El epitafio es el más antiguo de los que conservamos fechados entre los cristianos de Mérida. La mayor antigüedad del de Bracarius (HÜBNER 331, VIVES 18), de la era 419 (381 de C.), habrá que confiarla a la buena fe y competencia de quienes lo leyeron; pero la imposibilidad de consultar el original no me permite garantizarla. HÜBNER dudó del número de la era, sin De epigrafía cristiana extremeña. Novedades y rectificaciones. 661 explicar la causa de su recelo, a no ser que fuera la de una fecha tan remota. VIVES anota que leyeron annos LLL en la edad del difunto, detalle bien raro, salvo que fuera errata de imprenta. Subsiste, pues, por el momento, la seguridad respecto al epitafio de Octavia. Sobre la mayor antigüedad de este epitafio entre todos los conservados, véase VIVES página 177 y siguientes. 2. ROMERO DE CASTILLA da amplias referencias acerca del hallazgo de dos epígrafes en la ciudad de Mérida en el año 1884. Tuvo lugar en un corralón sito en las inmediaciones de la carretera que une la ciudad con la estación del ferrocarril. Por noticia directa del Secretario de la Comisión de Monumentos, que tuvo la oportunidad de ver in situ los hallazgos recién descubiertos, sabemos que allí aparecieron varios sepulcros, a dos de los cuales corresponden este epígrafe de Florentia y otro de Fortuna2. Los sepulcros eran de ladrillo y cemento, y encima estaban las lápidas en posición horizontal. La de Florencia (fig. 7, I) fue a parar a manos de D. Antonio Corvasi, vecino de Badajoz, a quien lo compró la Comisión de Monumentos, de la que pasó al Museo Provincial, por donde hoy se conserva en el Museo Arqueológico de aquella provincia, no en el de Mérida, como se corrige VIVES. Dentro del sepulcro se encontró un jarrito con asa, de barro cocido, rojo, de un decilitro y ocho centilitros de capacidad, el cual pasó también al Museo (fig. 7, 2). La publicaron: FITA V, 1888, pág. 329, y IX, págs. 398-99; PLANO Ampliaciones, pág. 42; ROMERO DE CASTILLA núms. 18 y 62, y págs. 66 y 238 HÜBNER 337; MÉLIDA 2038; DIEHL 1437 A; RODRÍGUEZ MOÑINO Observaciones pág. 15; VIVES 25 y 478. El epígrafe está grabado en una lápida de mármol blanco, a la que debe faltar un buen fragmento por la parte inferior, por donde está rota. En su estado actual mide 0,98 m. de alto, 0,61 de ancho y 0,05 de grueso. El epitafio está escrito dentro de una corona de laurel estilizada, la cual mide 0,425 m. de diámetro. Debajo de la corona se ven ciertos adornos que omiten todos los autores. Inmediata a aquélla aparece una combinación de seis círculos, puestos dos concéntricos, en el centro de la piedra, y cuatro exteriores, secantes del mayor, formando cruz. Ignoro si esta combinación es un mero adorno o entraña algún simbolismo. Debajo de dichos círculos esta la cabecera de un recuadro grabado con líneas, en cuyos vértices superiores, único que se conservan, hay unos circulitos muy pequeños. Este recuadro aparece en otros epígrafes emeritenses, con o sin circulitos, que son: el de Sthefanus, del año 552, inédito, que aquí se publica por vez primera bajo el número 4; de Marcella, del año 552 (HÜBNER 340, VIVES 31); un fragmento con dos epitafios, del Museo Arqueológico Nacional (HÜBNER 342, VIVES 45), y el de Fortuna, del año 601 (núm. 5 de este artículo), de todos los cuales es, hoy por hoy, éste de Florentia cabeza de la serie. Este recuadro hace pensar en que la longitud total de la piedra sería la del sepulcro sobre el que estaba colocada como lauda. El recuadro contendría quizá el crismón, que echa de menos VIVES, algún símbolo cristiano u otro epígrafe. Acaso el recuadro fuera un mero adorno de la piedra; pero su semejanza con el de Marcella garantiza su forma. El epitafio (fig. 8) es el siguiente: * FLORENTIA FAMULA DI. VIX. * 3 ANN. XXV M. V D. * XVI. REQUIT. * IN PACE D. II IDUS MARTI. * 14 de marzo 6 * ERA DIII 465 de C. 2 Núm. 5 de este artículo. Archivo español de Arqueología, tomo XX, 69 (1947). Págs. 265-309. 662 Florentia, / famula D(e)i, vix(it) / ann(os) XXV, m(enses) V, d(ies) XVI. / Requi(evit) in pace / d(ie) II idus marti(as) / era DIII. “Florencia, sierva de Dios, vivió veinticinco años, cinco meses y dieciséis días. Descansó en paz el día 2 de los idus de marzo de la era 503 (14 de marzo del año 465).” Los editores leyeron el nombre del mes así: martii; Hübner dudándolo y advirtiendo que todavía no ha logrado un calco. Sólo ROMERO DE CASTILLA lo trae bien. De él lo copió MÉLIDA. En el numeral de la era leyeron todos, mal, DLII, incluso VIVES, que se corrigió en el número 478; pero ya antes, en 1896, había aparecido la lectura correcta y buena del epitafio, debida al inglés Dogdson, el amigo y corresponsal de Hübner, la cual fue publicada por el propio ROMERO DE CASTILLA en su Catálogo; pero esta corrección pasó inadvertida para todos los posteriores a 1896. En DIEHL está además mal leído dii, que es con toda certeza D(ie) II. La paleografía es interesantísima, y nada se ha dicho acerca de ella (fig. 2). Las letras son de altura regular en cada renglón, variando muy poco en cada uno, observándose la mayor diferencia en el tercero, que es de 0,004 m.; en el primero es sólo de 0,001. El alto de los caracteres aumenta de 0,028 a 0,029 m. en el renglón primero a 0,035 en el cuarto y en el quinto. En el sexto la diferencia es mucho mayor, de 0,031 a 0,042, por haber adaptados las letras, por debajo, a la curva de la corona que rodea el epitafio. Fig. 2- Forma de las letras del epitafio de Florencia (fig. 8). Año 405. Mérida. Entre las letras hay intercaladas algunas de mucho menor tamaño: la E en el renglón 1, que alcanza, 0,019 metros de alto y está puesta hacia la parte superior; la I de XVI en el 3.º, con 0,018; la segunda I de II y la de marti en el 5.º, con 0,014 y 0,016 m., respectivamente; y las íes segunda y tercera de DIII en el sexto, que son de 0,017 y 0,014 m. La A está formada por cuatro trazos: los dos oblicuos, uno horizontal encima y el transversal en ángulos de lados curvos; los trazos oblicuos están más o menos separados por arriba o unidos en ángulo. Esta forma, con sus variantes, parece una concreción caligráfica de la A del epitafio anterior; pero para este tipo de A, en cuanto a su origen, acaso podría aclararse algo con los dos casos de A del epígrafe de Eulalia mártir (HÜBNER 334, VIVES 348), en el que los trazos oblicuos parece que se cruzan en su unión, doblándose el uno hacia la derecha y el otro hacia la izquierda (fig. 3, I). En el de Florentia, el cuidado y pulcritud del grabador no permiten apreciar detalles a este respecto. La C es una curva bien trazada, con su extremo inferior un poquito vuelto hacia arriba y terminado en punta. De epigrafía cristiana extremeña. Novedades y rectificaciones. 663 La D, como letra, tiene la forma tradicional epigráfica, cuadrada, pero el trazo curvo comienza un poquito más de lo acostumbrado a la izquierda del vertical, como trazado con independencia de éste, y rodeando su cabeza en curva, lo que se advierte muy bien en la palabra IDVS. Fig. 3.- I, A del epígrafe de Eulalia mártir, de Mérida; 2 V del mismo epígrafe; 3, cifra numeral en el epitafio de Ugnerico, de Alcaracejos (Córdoba); 4, cifra numeral en el epitafio de Saturnino penitente, del año 588, de Mérida; 5, cifra numeral en el epitafio de Octavio, del año 532 (?), de Sevilla. Calcos sobre la impronta. Mitad del natural. La D numeral tiene la forma cursiva clásica que los paleógrafos han señalado hasta ahora como típica de la escritura uncial. (Consúltese J. MALLON: Notes paléographiques à propos de CIL II 5411). Y es notar que dicha forma aparece por primera vez, en las inscripciones emeritenses, con fecha cierta y segura, en este epígrafe del año 465. Creo que la transcripción que de esta D hacen algunos editores (DIEHL, VIVES), por δ griega minúscula, es desvirtuar la escritura latina. Esta misma forma es la que pasó a la escritura minúscula visigoda, por lo que cabe dudar si en este epígrafe fue usada como minúscula o como cursiva. Pero dado que en otros epígrafes que pongo después aparecen letras del alfabeto latino cursivo, tengo para mí que esta letra D, en la forma que aparece en el epígrafe de Florencia, usada como numeral, está deliberadamente escrita para diferenciar bien la letra del número, ya que en lo sucesivo aparece constantemente en los epígrafes dicha forma numeral. La introducción de estos caracteres en las inscripciones puede ser una consecuencia de la influencia que la cursiva pudo tener en el grabado de los epígrafes (V. J. MALLON: obra citada), influencia que creo percibir en los letreros españoles grabados en piedra en los siglos V a VII y cada vez con mayor fuerza. La E es de cuatro trazos; pero los horizontales de los extremos se unen al vertical por debajo de su cabeza y por encima del pie. En la F el segundo trazo comienza grueso, a la izquierda del vertical, y sigue en dirección oblicua hacia arriba y a la derecha, tangente al vertical, terminando en finísima punta; el pie de la letra es ancho, prolongado a uno y otro lado, como si fuera un trazo más y no la terminación inferior del vertical. El segundo trazo de la L comienza a la izquierda del primero, grueso, como en la F, y se prolonga a la derecha, ondulado, terminando en finísima punta; ello determina que, de no poner gran atención, quede casi inadvertido. Los cuatro trazos de la M son oblicuos; los del centro reunidos en uno solo al pie; en la palabra MARTI. el cuarto trazo se inicia por encima y a la izquierda del tercero, volteando sobre él; en los demás casos no es posible apreciar bien este extremo. La P es abierta. La Q, como la O, es francamente redonda, y su apéndice característico es brevísimo y agudo, partiendo de la misma curva hacia el promedio de su cuadrante inferior derecho. La R es también abierta, y el tercer trazo se inicia en la curva del segundo, antes de su terminación. La Archivo español de Arqueología, tomo XX, 69 (1947). Págs. 265-309. 664 V tiene la forma capital cuadrada, reunidos sus trazos en un solo pie o quedando sólo tangentes. En los numerales la V ofrece una forma curiosa: la segunda rama es vertical y corta, como medio renglón de alta, detalle que quizá tenga relación con el empleo en este epígrafe de la I pequeña en los propios números cuando ocupa segundo y tercer lugar. Aparte de la forma en que se inicia el trazo curvo de la D y el cuarto de la M, los cuales pueden delatar una influencia de la escritura cursiva, es de señalar en la A y en la M que los pies de los trazos tienden a prolongarse hacia la derecha en trazos muy agudos. Las letras están muy cuidadas y finalmente grabadas y su traza es elegante y hermosa, deslucido todo hoy por estar muy erosionada la superficie de la piedra. El característico grabado visigodo se acentúa mucho, acusándose los ensanchamientos terminales con bastante nitidez, los cuales ofrecen contraste con el surco fino de los trazos. Adviértense relativamente abundantes abreviaturas: d(ie), vix(it), ann(os), m(enses), d(ies), requi(evit), marti(as), todas ellas marcadas con una rayita sobrepuesta, y d(ie), marcada con un trazo oblicuo que cruza los trazos curvo y vertical de la D. Hay interpunciones de forma variada. La primera, iniciando el renglón I, es de forma de corazón. Al final del 2 hay otra, consistente en un punto triangular, con la base arriba, y sobre ella un tracito, imitando una hojita con su pecíolo. En el 3, entre D. y XVI, hay un punto triangular. En el 4, detrás de requit., hay dos trazos curvos unidos en un vértice muy agudo y prolongado hacia la izquierda y hacia abajo. Al final del 5 hay un punto triangular, hacia abajo, prolongado el vértice hacia la izquierda. En el 6, delante de era, hay otro punto triangular con la base arriba, prolongada hacia la izquierda con un trazo curvado hacia abajo. Todas están grabadas profundamente. Al principio del renglón 2 parece haber otra interpunción, pero es tan amorfa que dudo si lo es o si se trata de una erosión de la piedra. En cuanto a fórmulas, obsérvese la aparición de famulus Dei, el cómputo de la edad haciendo constar todavía los meses y los días, y el empleo de requievit in pace, todo ello de gran interés por estar ciertamente fechado en el año 465. Anótese, además, el empleo de d(ie) II idus por pridie idus. Por todas sus circunstancias epigráficas, es ésta una de las más bellas e interesantes inscripciones visigodas y una de las más importantes por su cronología. 3. Se conserva en el Museo Arqueológico Provincial de Badajoz, inventariada con el número 579. Su procedencia y la fecha de su ingreso son desconocidas. Esta pueda calcularse entre la publicación del inventario de ROMERO DE CASTILLA, año 1896, y el comienzo de la dirección de D. Antonio del Solar, año 1916, quien ya la encontró en el establecimiento. RODRIGO MOÑINO la supone de Badajoz, aunque la da de procedencia ignorada. Pero, desde luego, puede darse como seguro su hallazgo en la región extremeña (fig. 9). La publicaron: RODRÍGUEZ MOÑINO Observaciones págs. 16-18. VIVES 484. La inscripción está grabada en una tabla de mármol blanco, sacada de un cipo o ara romana que fue aserrada al efecto de adelante a atrás. El tablero obtenido conserva el perfil de la sección de monumento primitivo. Otras dos tablas iguales, sacadas de la misma pieza, se conservan en el Museo, inventariadas con los números 584 y 585; la primera de estas dos pertenece al costado de la pátera, cuyo relieve aun ostenta, como las molduraciones correspondientes (fig. 10). Su procedencia y circunstancias de ingreso son igualmente desconocidas; pero por la forma de las tres tablas cabe suponer verosímilmente que se aprovecharon en la misma sepultura a la que perteneció el epígrafe. La que contiene el letrero mide 0,98 m. de alto, 0,44 de ancho arriba, 0,43 abajo y 0,35 en el cuerpo. El grueso es de 0,065 m. El epígrafe se inicia con la cruz monogramática, de brazos iguales, acompañada del α y de la ω. La P griega tiene la forma de R latina. Todo está encerrado dentro de dos círculos concéntricos que forman una corona lisa alrededor del monograma, de 0,12 m. de diámetro. De epigrafía cristiana extremeña. Novedades y rectificaciones. 665 Debajo se lee: NICO FAMULUS DEI QUI VIXIT 3 ANNOS PLUS MENU S LXV REQUIEVIT IN PA CE ERA DLϛ 518 de C. 6 ACELLEUS FAMU LUS DEI QUI VIX ANNOS XXXII RE 9 QUIIIIΛ PACE ERA DXLII (?) 504 ? de C. Nico, famulus / Dei, qui vixit / annos plus menu / s LXV, requievit in pa / ce era DLs. / Acelleus, famu/lus Dei, qui vixi[i] / annos XXXII, re / qui[evit in] pace era / DXLII (?). “Nico, siervo de Dios, que vivió sesenta y cinco años poco más o menos, descansó en paz en la era 556. (Año 518). Acelleus, siervo de Dios, que vivió treinta y dos años, descansó en paz en la era 542 (?). (Año 504?)”. Las letras (fig. 4) son de altura muy irregular, la cual varía entre 0,015 m. y 0,050, mezcladas indistintamente en cada uno de los renglones. Fig. 4. – Forma de las letras del epitafio de Nico y de Acelleus (fig. 9). Año 518. Extremadura. La cifra 642? es errata, que debe leerse 542? Archivo español de Arqueología, tomo XX, 69 (1947). Págs. 265-309. 666 Las más pequeñas son las oes y algunas ues. La A es de forma constante, con el trazo transversal, con el trazo transversal oblicuo de izquierda a derecha y hacia abajo; pero su trazado es irregular y a veces de palos curvos. En la de famulus del renglón 1 el segundo trazo continua más arriba del primero. En el A del monograma de Cristo el trazo transversal está en ángulo. La D está hecha con tres trazos, bien manifiestos en la del renglón 7, lo que le da cierto aspecto de Δ griega (?), cuya forma nada tiene que ver, sin embargo, con aquella letra helénica y sí con la cursiva latina (V. J. MALLON págs. 240 y 250). Esta forma cursiva de la D aparece en los epígrafes emeritenses desde el año 517 en el epitafio de Cantonus (HÜBNER 332, VIVES 27); pero ha sido transcrita generalmente por los editores por delta griega, transcripción que, a mi juicio, mixtifica la escritura latina. La D numeral es de forma cursiva. La F es de cuatro trazos, partiendo el de arriba de un poquito más debajo de la cabeza del vertical, en dirección oblicua hacia lo alto, en recta un ondulado; los otros dos trazos, corto relativamente, son también algo oblicuos. La L tiene el segundo trazo iniciado a la izquierda del vertical y varía de la posición horizontal a la oblicua, recto o ligeramente curvo. La L numeral tiene forma cursiva, ondulada, tal como ha de perdurar en los números de nuestra epigrafía durante algunos siglos. La M es muy abierta, o cerrada; sus trazos intermedios son cortos llegando hasta la mitad de la altura de la letra, o poco más. La N varía solamente en la mayor o menor proximidad en mayor o menor proximidad de sus trazos verticales; pero su forma es constante, uniéndose el trazo oblicuo con el segundo vertical hacia la mitad de su altura. La P inicia su trazo curvo a la izquierda del vertical, lo mismo que la R, cuyo tercer trazo forma ángulo con el segundo, tocando el palo de la letra, excepto en un caso, renglón 9, en que aquel parte de la curva del segundo. En la cruz monogramática, la P griega tiene forma de R latina, muy abierta, como en el epitafio de Cantonus ya mencionado, que es donde por primera vez aparece así en Mérida. La Q es la letra más curiosa, quizá, de esta inscripción, por ser de tipo cursivo abierto, el cual se repite en otro epitafio de Mérida (número 7), y aparece también en uno de Tarragona (VIVES 9), sin que los editores hayan hecho resaltar la importancia de estas formas, aunque RODRÍGUEZ MOÑINO reparó en ellas, o la hayan confundido con otro signo. En este extremeño añádase el interés de la fecha. La V tiene dos formas: la capital y la cursiva, tendiendo ésta al parecer como hecha de una sola vez, redondeando la unión de sus dos trazos. Es curioso observar que esta U sólo se usa asociada con la Q de igual tipo en la sílaba qui. Un signo ϛ, el episemon, parece estar puesto en lugar del numeral VI (V. VIVES pág. 190). El grabado de las letras tiene ya las características propias de la época visigoda, con los ensanchamientos terminales de los trazos. Todavía en alguna A y en la M del renglón 1 se observa la tendencia a prolongar estas terminaciones hacia la derecha. Abreviaturas propiamente tales no hay en este epígrafe, pues el vix[it] del renglón 7 más parece olvido del lapicida que palabra deliberadamente abreviada. Desde luego no está acompañada de signo alguno de abreviación. Enlazadas sólo están las X-X-X del numeral XXXII en la forma corriente en estos casos. En cuanto al numeral de la era del renglón 10, que los editores dan como DXLII, creyendo ver una X con nexo de L, lo tengo por dudoso fundándome, lo primero, en que en el enlace típico de X-L = 40, la segunda letra es una prolongación del trazo correspondiente de la X sin solución de continuidad hasta formar el segundo trazo de la L; lo segundo, en que no sólo hay nexo de la X con la L en los numerales sino que hemos registrado también el enlace de X-V en la cifra XVI en el epitafio de Saturninus penitens (HÜBNER 33, VIVES 42), en el cual el trazo de X se redondea por arriba, sin solución de continuidad, para bajar hacia la derecha hasta llegar al pie del segundo trazo de la V, no habiendo confusión posible en este caso por tratarse del día 16 de las calendas (fig. 3, 4). También existe el enlace de X-I en el numeral XXI, referido a los años del difunto, en el epitafio que pongo bajo el número 8, y en el hispalense de Octavia (HÜBNER 365, VIVES 109), en el cual el día de las calendas es XIIII, enlazada la X con la primera I (fig. 3, 5). El enlace de dos o tres equis es corriente en los epígrafes de la época. Por otra parte, en un epitafio cordubense, en el de Ugnericus (VIVES 170), la edad del difunto está cifrada con De epigrafía cristiana extremeña. Novedades y rectificaciones. 667 una X enlazada con un trazo oblicuo, recto, cuyo surco en bisel, por la izquierda y hacia su mitad, se ensancha como en semicírculo (fig. 3, 3). Este numeral ha sido interpretado también por XL = 40, siendo ello muy dudoso, dada la forma del nexo, en ángulo, y la protuberancia del trazo, del que me parece excesivo considerarlo como representativo de la L. Con estos antecedentes, y volviendo al epígrafe que me ocupa, no sé cómo interpretar el numeral de la era en cuestión. Desde luego, el trazo enlazado a la X es recto y oblicuo, y sale de ella muy poco más debajo de la cabeza de su segundo trazo; es decir, que no sólo hay solución de continuidad, sino que el trazo en cuestión se grabó con independencia del de la X. Para tomarlo por I parece que debería estar en una posición más o menos vertical, aunque esto no pasa de ser un parecer. ¿Habría que tomarlo por el primer trazo de una V? En tal caso está desligado del segundo. De no ser una de estas dos cosas, ¿qué podría ser? De intento he dejado para este lugar la anomalía que se advierte en el renglón noveno, escrito así en su principio QUIIIIΛ, en donde por la forma de los trazos no se puede leer nada, y de donde sólo por el contexto podemos leer quievit in. Hay aquí, seguramente, un descuido del cuadratario, ante el cual no sería difícil de explicar, y resulta menos arbitrario, que habiendo sido proyectado un enlace de X-V, en el numeral de la era, como en la piedra de Saturninus, quedasen desligados los dos trazos de la V. Claro está que el mismo argumento serviría para sospechar que la arbitrariedad del cuadratario estuvo en no atenerse a la delineación previa del enlace X-L; mas es indudable que existe enlace de X-V para el valor 15, como queda consignado que lo hay de X-I para 11, y que existe un enlace de X con un signo oblicuo, cuidadosamente grabado y enlazado en ángulo perfecto, cuyo valor 40 es dudoso. Por el momento, y no encontrando para todo esto explicación satisfactoria, me limito a llamar la atención sobre este particular, dando por dudosa la lectura de Era DXLII = Año 504. Los nombres Nico y Acelleus son únicos en los epígrafes españoles conocidos, y seguramente de procedencia griega. El Nico de Itálica a que se refiere VIVES (121) me parece incierto, pues no está la N y es necesario revisar además la lectura del epígrafe, que se conserva en el Museo Arqueológico Nacional. Es muy importante la forma menus por minus, por quedar fechada una grafía de la fonética indígena tal como pasó al castellano. De otras particularidades formularias, como la falta del día y del mes en la fecha, se ocuparon ya los editores. 4. La conserva en su casa de Mérida, conocida con el nombre de “Chalet de San Lázaro”, D. José Pérez del Bosque. Apareció, según referencias de este señor, por los años 1928 ó 1929, en un olivar a espaldas del “chalet”. El Comisario local de Excavaciones, D. Manuel García Gil, la entregó en el Museo Arqueológico de aquella ciudad en el año 1943. Allí se guarda al presente (fig. 11). Está inédita. Es una lápida de mármol blanco, de 0,605 m. de alto, 0,430 de ancho y 0,060 de grueso en su estado actual, pues le faltan importantes fragmentos que han dejado mutilado el epitafio por arriba y al costado derecho; aun lo que hoy se conserva está partido en dos pedazos. Se encontró entera y así se conservó durante algunos años, y según referencia del Director del Museo, Sr. Álvarez, no hace mucho todavía estaba completa; luego, en el transcurso de un mes, la rompieron. La inscripción se contiene dentro de un recuadro grabado, como fue cierta moda en los epígrafes emeritenses desde mediados del siglo V a los primeros años del VII, según parece por los epitafios de Florentia, del año 465, el de Marcella, del 552, y el de Fortuna, del 601, citados ya más arriba (núm. 2). Este fragmento dice: Archivo español de Arqueología, tomo XX, 69 (1947). Págs. 265-309. 668 ST]ḤẸFANUS PRE]SB. FAMUL. 3 DEI] VIXIT ANN. .….] III REQ. IN PA]C̣E SUB D. 6 … K]ẠL. AUG. julio ERA D]LXL NUN. 552 de C. [St]hefanus / [pre]sb(iter), famul(us) / [Dei], vixit ann(os) / […] III. Req(uievit) in / [pa]ce sub d(ie) / […k]al(endas) aug(ustas) / [era D]LXL nun(cupata ?). “El presbítero Esteban, siervo de Dios, vivió…tres años. Descansó en paz el día…de las calendas de agosto de la era llamada, ó contada (?), 590. (Julio del año 552)”. En el renglón 4, delante de III, se ve el trazo terminal de una letra, muy prolongado; pero la falta de otro u otros trazos esenciales deja completamente incierta la letra a que pertenecía. Las letras (fig. 5) son altas, de 0,035 m. en general; algunas, las menos, varían entre 0,025 y 0,035; sólo una, la R del renglón 4, alcanza 0,05 m. La A tiene el trazo transversal en ángulo. La B es de cuatro trazos, recto el segundo y grabado independientemente del cuarto en la del renglón 2 de forma indudable. La C es muy abierta, según lo que de ella queda en el renglón 5. La D es evidentemente de tres trazos. La F es de cuatro, el tercero curvado. La G está hecha en tres veces. El segundo trazo de la L es ondulado; el primero es vertical u oblicuo. La Q es una curva cerrada hecha, probablemente, en dos tiempos y en otro el apéndice, que ondulado, nace en el interior de la curva. La R está trazada en dos veces, con el ángulo en los últimos trazos separado del vertical. La V es capital cuadrada. Característica común a las B, F y R es que la cabeza del trazo vertical queda destacada de los demás que forman las letras. Hay gran cantidad de abreviaturas en proporción a la brevedad del texto, marcadas con un ángulo de trazos ondulados, con el vértice abajo y los lados revueltos hacia el interior, esquematización acaso de la clásica hoja de hiedra o interpretación epigráfica de algún signo de la escritura cursiva. No hay otro nexo que el de X-L en el numeral de la era, mostrando evidentemente el enlace típico de la X con la L en un trazo curvo que une a aquella cifra el trazo ondulado terminal de la última letra. En cuanto al contenido, creo indudables los suplementos propuestos: [pre]sb., [Dei], [pa]ce, [k]al. y [era D]LXL. El formulario es, de consiguiente, el normal de la época, con el empleo de sub die, forma propia ya de mediados del siglo VI, por lo que puede tenerse éste por el primer epígrafe emeritense que la contiene. De epigrafía cristiana extremeña. Novedades y rectificaciones. 669 Fig. 5.- Forma de las letras del epitafio de Sthefanus (fig. 11). Año 601. Mérida. Una novedad interesantísima hay que señalar, la cual se encuentra aquí por primera vez, que yo sepa, en un epígrafe español. Me refiero a la abreviatura nun., puesta detrás del numeral de la era. Ya en otros ha aparecido el grupo as en el mismo lugar que ahora el nun. Así se ve en el epitafio de Marcella, del año 552 (HÜBNER 340, VIVES 31), y en un fragmento del año 572 (VIVES 31), ambos de Mérida, y en lápida de Orania, de Mértola, del año 502 (HÜBNER 302, VIVES 89). Del grupo as no he logrado explicación alguna; pero creo posible la que doy de la abreviatura nun. Parece lógico que esta palabra no esté aislada, sino relacionada con la era, a la que indudablemente se refiere. Una referencia a la era, completamente clara, aparece en los epígrafes cordubenses de Eustadia, del año 649 (VIVES 172), y de Anerius, del año 682 (HÜBNER 378, VIVES 163), y en el asturiano Cangas de Onís, del año 737 (HÜBNER 384, VIVES 315), en los que se dice de la era que es la corriente: currente. Así, el nun. podría ser nuncupata, o sea la era llamada, nombrada, enumerada o contada [D]LXL, que equivale más o menos a la era…currente de los otros epígrafes. Por lo expuesto, y por la forma y trazado de las letras, coincidentes con un epitafio emeritense el año 559, el de Arestula (HÜBNER 26, VIVES 479), y diferentes de los de los epígrafes de mediados del siglo VII, la fecha de esta inscripción creo que no puede ser otra que la era 590, o sea el año 552. Otra particularidad notable de esta piedra es la de contener el nombre de un presbítero español, el segundo de los conocidos en Mérida por sus inscripciones: Sthefanus, según aparece escrito en el letrero. El otro es Orbanus, cuyo epitafio está fechado en el año 518 (VIVES 28). La grafía es anómala; pero EFANVS es absolutamente cierto, y delante de la E se ven en la piedra las mitades inferiores de dos trazos verticales paralelos, que pueden ser los de una H. Si esto no fuera así ignoro qué otro nombre se pudiera haber grabado. Por otra parte, el nombre Stephanus es bastante abundante en la epigrafía cristiana antigua de España, y su grafía muy variada. Así, encontramos Stephano en las coronas votivas de Guarrazar (HÜBNER 162, VIVES Archivo español de Arqueología, tomo XX, 69 (1947). Págs. 265-309. 670 377); Estepha(ni ?), en La Morena, cerca de Zafra (HÜBNER 57, VIVES 328); Stefani, en Granada y en Medina Sidonia (HÜBNER 115 y 85, VIVES 303 y 304): Stefani, en Itálica (HÜBNER 63, VIVES, 334); Istefani en Los Villares de Hortichuela, cerca de Loja (HÜBNER 374, VIVES 316). Ante esta falta de fijeza en la escritura, nada tendría de particular que en Mérida, y en este epitafio, se hubiera escrito Sthefanus, bien por razón de la inseguridad de la grafía, bien por una explicable errata, debida a la lucha entre la tendencia erudita a escribir el latín correctamente y la tendencia a escribirlo según el habla vulgar de la época, lo que, en resumidas cuentas, es lo que produciría las variantes en la escritura. Sin embargo, de ello, y confirmando mi lectura, en un epitafio de Chiusi, Italia, del año 455, BORMANN (2583) leyó también Sthefanus (V. también DIEHL, 3137 D), lo que acredita que esta inseguridad de grafías era corriente en aquellas centurias. Fig. 6. – Epitafio de Octavia, del año 442. Mérida. En el Museo de Mérida (Fot. Barrera.) De epigrafía cristiana extremeña. Novedades y rectificaciones. 671 Fig. 8.- Epitafio sepulcral de Florentia, del año 405. Mérida. En el Museo Arqueológico Provincial de Badajoz. (Fot. “Pepe”). Fig. 7.- 1 y 2. Lápida sepulcral de Florentia, del año 465, y vasija de barro encontrada dentro del sepulcro. Mérida. En el Museo Arqueológico Provincial de Badajoz. (Fot. “`Pepe”) Archivo español de Arqueología, tomo XX, 69 (1947). Págs. 265-309. 672 Fig.9.- Epitafio de Nico y de Acelleus, año 518. Extremadura. En el Museo Arqueológico Provincial de Badajoz. (Fot. “Pepe”). De epigrafía cristiana extremeña. Novedades y rectificaciones. 673 Fig. 11. – Epitafio de Sthefanus, del año 552. Mérida. En el Museo de Mérida (Fot. Barrera) 5. Esta lápida se encontró en Mérida el año 1884, juntamente con la de Florentia, estudiada más arriba. La regaló al Museo Arqueológico de Badajoz el propietario del corralón en que fue descubierta, quien donó además un jarro de barro cocido que se halló dentro de la sepultura, y cuya capacidad es de dos decilitros. Ambas piezas se conservan en aquel Museo, por donde se corrige lo dicho por VIVES de estar en el Museo de Mérida. La publicaron: FITA V, 1884, pág. 329, y IX, 1886, pág. 399; PLANO Ampliaciones, pág. 42; ROMERO DE CASTILLA núms. 17 y 61, y págs. 237-38; HÜBNER 338; MÉLIDA 2037; DIEHL 1441 C; RODRÍGUEZ MOÑINO Observaciones, pág. 15; VIVES 35. No obstante esta bien leída por todos los editores, salvo detalles, creo, ya que se ofrece la ocasión, que no debo dejar de incluirla en este artículo para puntualizar algunos extremos Archivo español de Arqueología, tomo XX, 69 (1947). Págs. 265-309. 674 muy interesantes que no se han tratado por aquéllos o que han sido desvirtuados en su interpretación, sobre todo por lo que a paleografía se refiere. La piedra es de mármol blanco, de 0,67 m. de alto, 0,062 de ancho y 0,02 de grueso. No está completa. Contiene dos letreros, cuyo texto es exactamente igual, escritos cada uno en cada una de las caras de la lápida (fig. 17). El letrero A está encuadrado en un rectángulo marcado con líneas grabadas, al estilo de la serie de epitafios emeritenses referidos al describir los de Florentia y Sthefanus. Este de ahora resulta, por el momento, el más moderno de todos. Antes de comenzar el texto hay una crucecita de brazos iguales con una paloma a cada lado. A seguidas, inicia el epígrafe una cruz monogramática con la P griega en forma de R latina abierta, y dice así: FORTUNA FAMU LA DEI VIXIT 3 ANNOS XXV REQUIEVIT IN PACE SU 6 B DIE XIIII 16 febrero KALENDAS MARTIAS 9 ERA DCXXXVIIII 601 de C Fortuna, famu/la Dei, vixit / annos XXV. / Requievit / in pace su/b die XIIII / kalendas / martias / era DCXXXVIIII. “La sierva de Dios, Fortuna vivió veinticinco años. Descansó en paz el día 14 de las calendas de marzo de la era 639 (16 de febrero del año 601)”. El letrero B está escrito por el dorso del anterior. El primer renglón empieza con la cruz monogramática y termina con una cruz simple. Dice: FURTUNA FAMULA DEI VIXIT ANNOS XXV R[EQUIEVIT] IN 5 PACE DIE XIIII KA 16 febrero LENDAS MARTIAS ERA DCXXXVIIII 601 de C. Furtuna, / famula Dei vixit / annos XXV. / R[equievit] in / pace die XIIII ka / lendas martias / era DCXXXVIIII. De epigrafía cristiana extremeña. Novedades y rectificaciones. 675 “Fortuna, sierva de Dios, vivió veinticinco años. Descansó en paz el día 14 de las calendas de marzo de la era 639 (16 de febrero del año 601). Los dos textos coinciden en absoluto y se refieren exactamente a la misma persona. Las variantes son puramente accidentales: FORTUNA, en el texto A y FURTUNA en el B; SUB DIE en el A y DIE solamente en el B. La edad de la difunta es de XXV años en uno y en otro, y lo mismo la fecha de la defunción: XIIII KALENDAS MARTIAS ERA DCXXXVIIII. Los numerales XX y XXX están igualmente enlazados en los dos textos. Se trata, por consiguiente, de un solo epitafio repetido dos veces. ¿Por qué? Más adelante trataré de explicarlo. Veamos ahora las características paleográficas. Fig. 11.- Forma de las letras del lado A del epitafio de Fortuna (fig. 17). Año 601. Mérida. En el letrero A, las letras (fig. 11) oscilan en altura de 0,028 m. a 0,050 m., mezcladas indistintamente en cada uno de los renglones, no advirtiéndose en la piedra señales de haberse trazado previamente falsilla alguna. En el letrero B se trazó la falsilla de los renglones con punzón, e igualmente las líneas marginales. En éste la altura de los renglones es regular, de 0,055 m. en cada uno; la distancia entre los renglones es de 0,013 m.; otro espacio de 0,013 m. quedó marcado debajo del renglón 7; el ancho de los renglones, de margen a margen, (es Archivo español de Arqueología, tomo XX, 69 (1947). Págs. 265-309. 676 Fig. 12.- Forma de las letras del lado B del epitafio de Fortuna (fig. 17). Año 601. Mérida. de 0,49 m; las letras (fig. 12), dentro de cada renglón, oscilan entre los 0,045 m. y los 0,055 de altas, salvo tres, que no llegan a los 0,045, que son la T de vixit y la T y la S de martias. En la inscripción A, la A es de cuatro formas: con el trazo transversal en ángulo, que es el tipo corriente en el epígrafe; con el trazo transversal recto y oblicuo desde el promedio del trazo primero hasta tocar el pie del segundo, en famu; recto y oblicuo desde la izquierda hacia arriba, en annos; y recto y oblicuo desde la izquierda hacia abajo, en la primera vocal de martias. En la inscripción B, la A corriente tiene el trazo transversal horizontal; con dicho trazo en ángulo sólo hay dos casos; oblicuo desde la izquierda hacia abajo y a la derecha, en Furtuna; en lendas, por la erosión de la piedra no es posible precisar la forma del trazo transversal. La B sólo existe en el texto de A, en donde está hecha con cuatro trazos, en forma muy original, pero muy explicable después de conocer el trabajo de M. MALLON y de existir otros casos muy claros en los epígrafes de la época. Véase lo dicho en el epitafio de Sthefanus (número 4). Aquí se hizo la B con un trazo vertical, otro horizontal y otro oblicuo desde debajo de la cabeza del primero hasta juntarse con el extremo libre del segundo; finalmente, un cuarto trazo en semicírculo peraltado, se grabó sobre el oblicuo, resultando un tipo de B anómalo según la concepción corriente y vulgar que tenemos de esta letra, pero que en el caso del epitafio es posible que ocurriera lo contrario, respondiendo su forma en él a un tipo vulgar y corriente en la escritura cursiva. Esta forma de B equivocó la lectura de FITA, de HÜBNER (quien sólo dispuso de un calco que le envió Monsalud) y de quienes les siguieron, los cuales leyeron SVΔ, dando a la B forma de delta griega y valor de D: sud. VIVES se apercibió de la B, a la que llama especial y de la que dice que parece una corrección de la Δ griega, observando a continuación que forma parecida tiene la R del v. 53, observación atinada, pero que demuestra no haber tal corrección de la Δ griega, la cual, además, no existe en el epígrafe. Antes que VIVES, ya ROMERO DE CASTILLA, en sus rectificaciones, que han pasado inadvertidas para todos los editores posteriores a 1896, había aclarado que la delta (Δ) que aparece como última letra de la palabra SVB al principio del séptimo renglón está puesta con el intento de figurarla tal como está grabada en la piedra, intento que no pudo realizarse con exactitud, no quedando impreso un trazo 3 Incluye entre los versos o renglones del epitafio la cruz y palomas que hay encima del epígrafe. Ese verso 5 corresponde al 4 mío. De epigrafía cristiana extremeña. Novedades y rectificaciones. 677 curvilíneo que tiene la letra de la inscripción sobre el lado derecho del triángulo con el que se la figura. La C, en el epígrafe A, parece estar grabada descuidadamente desde el punto de vista epigráfico, acusando estar hecha en dos trazos, como cursiva. En el B, en cambio, es mucho más redondeada y no se aperciben tanto dichos dos trazos. La D es igual en los dos textos: triangular, es decir, hecha en tres veces, con los trazos primero y segundo rectos, éste, salvo un solo caso, muy alargado, y el tercero curvo, excepto en die del texto A, que es también recto. Ya queda registrada en otros epitafios esta forma de la D, que es la forma cursiva latina, no existiendo, por tanto, las deltas griegas que VIVES señala en la corrección a su número 35, ni las que transcriben los demás editores. La D numeral es cursiva, según su uso tradicional. Un caso particular es el de la D de kalendas en el letrero A, en el cual se grabaron sólo, quizá, los trazos primeros y tercero de intención; luego, al repasar el grabado, se confundió acaso la D con la A y se observó que le faltaba el trazo transversal, el cual se grabó entonces, quedando la D con la forma de aquella vocal. La omisión, al parecer, de grabar el segundo trazo de la D cursiva se da en el fragmento de un epígrafe de Mérida, que dice: d(ie) VIIII kal(endas) fervari[as] era DCX as (hojita final) (VIVES 31 a). En este fragmento, en la D de d(ie), sólo están grabados los trazos primero y tercero, y como la parte superior de la letra ha desaparecido con la fractura de la piedra y el primer trazo está cruzado con la rayita indicadora de la abreviatura, MÉLIDA (2031) se confundió, leyendo XI en lugar de D(ie). En cuanto a la F, igual en los dos epígrafes, es de tres trazos, el segundo curvo, partiendo de debajo de la cabeza del vertical, y éste cruzado por el tercero, lo que proviene indudablemente de un tipo cursivo, como aparece la escritura llamada visigoda (véanse tablas de MILLARES). La L tiene el segundo trazo horizontal en los dos epígrafes; pero en el A, en kalendas, es oblicuo, cruzando el pie del primero. M y N son iguales en las dos inscripciones, con las diferencias consiguientes al grabado sobrepuesto, o más o menos próximo, de las cabezas y pies de los trazos. La O es ovalada, con eje mayor inclinado, como hecho en dos trazos cursivos, o redondeada. La Q sólo existe en el A, muy redondeada, con su trazo típico, recto y oblicuo, partiendo del centro de la curva. La P es abierta en los dos, pero en A el trazo curvo sale de la cabeza del vertical, y en B de debajo de ella. La R del texto A está hecha con el trazo oblicuo partiendo del vertical a variable altura; el trazo curvo arranca de la cabeza, o de poco más abajo, del vertical y se prolonga hacia la derecha en curva más o menos abierta, sin tocar al oblicuo, o bien se voltea en curva sobre el oblicuo, partiendo del ángulo que forma éste con el vertical, en martias, en forma equivalente en su hechura a la de la B de este mismo lado, mejor que la del renglón 4 que señala VIVES, forma muy normal dentro del tipo y que explica muy bien la originaria de la B, en la que realmente su anormalidad o especialidad consistirá en que, por efecto de haberse separado del trazo vertical el arranque del trazo curvo, le da un aspecto desusado; pero ello mismo da mayor fuerza o argumento al prototipo cursivo de esta letra, el cual consistirá, en esencia, en un número determinado de trazos, que responden a los tiempos en que está hecha la letra, pero cuyas formas, por efecto de la rapidez de la escritura, lo mismo que el nexo o enlace de unos y otros trazos, han de tener infinidad limitada de variantes. Esta circunstancia en el tamaño de la escritura podrá pasar inadvertida; mas ampliada al tamaño de la escritura en piedra, ha de acusar forzosamente grandes diferencias. Viniendo ahora al lado B, la R la encontramos más adaptada a la forma epigráfica cuadrada, con el trazo curvo sin cerrar y doblándose hacia abajo y a la derecha para formar el oblicuo; en dos casos dicho trazo curvo sale directamente la de la cabeza del vertical; en otro, de debajo de ella. Pero en este mismo lado B, en martias otra vez, se halla repetida la forma de la R de martias del lado A, aquí todavía con mayor claridad. Las demás letras no ofrecen singularidades notables. Hay en los dos epígrafes letras enlazadas. En A, lo están: las M-A de martias, coincidente la A con los dos últimos trazos de la M; las X-X de XXV y las X-X-X de la era. En el B están enlazadas las M-V-L-A de famula, las X-X del número de los años de la difunta y las tres de la Archivo español de Arqueología, tomo XX, 69 (1947). Págs. 265-309. 678 era. Ahora bien, los numerales XX y XXX, enlazados en ambos letreros, en el A tienen un aspecto de trazos ligeros, someramente grabados en la era. En el B, en cambio, aparecen bien grabados, como el resto de las letras. Aparte de las cruces, monogramas y palomas, en el letrero A, detrás de martias, hay un signo grabado como una C muy abierta seguida de un rasgo, algo curvo, tendido hacia la derecha. ¿Se trata de algún signo o abreviatura en relación con el texto? ¿Tiene algún valor simbólico? ¿Es un mero adorno? Lo mismo ocurre en el letrero B, en donde al final del renglón 3 hay un signo iniciado con dos líneas curvas encima una de otra, de cuya unión sale hacia la derecha un rasgo que termina revuelto hacia abajo y a la izquierda, formando otra curva. Otro trazo, igualmente curvo, como C, corta el anterior. FITA cree ver el áncora en el signo del lado B, VIVES cree verla, en cambio, en el signo del lado A, el cual FITA transcribió así: C…, sin enfrentarse con su significado; HÜBNER lo transcribió también por C… y declaró que ignoraba su significado, conjeturando si sería c(urrente). ROMERO DE CASTILLA y MÉLIDA, que le copia, transcribieron c seguida de un signo tipográfico en ángulo agudo. DIEHL mantiene la lectura c. Respecto al del lado B, FITA se limitó a transcribirlo tipográficamente por un signo en curva cruzado por una raya horizontal, y no hizo comentario; PLANO transcribió en forma análoga. ROMERO DE CASTILLA dice de él que es un signo cuya figura es muy semejante a la del calderón que comenzó a usarse en el siglo XIV. HÜBNER lo transcribe por la ε griega, y VIVES, igualmente, como ε, pero diciendo este último que la interpretación que hace del áncora en el otro lado parece confirmarla la ε del reverso de la lápida, la cual incorpora a la lectura del epitafio. Qué puedan ser estos signos lo ignoro, y por tanto si son meros símbolos u ornatos ajenos al texto, o si tienen algún significado relacionado con él. En el lado B ¿será un nexo procedente de la escritura cursiva? ¿Será acaso un enlace de e-t? Pero esta partícula no se usa en los epígrafes en este lugar. Por otra parte, el grabado está hecho muy someramente, como en las tres equis del numeral de la era en el lado A. ¿Habrá de pensarse en el áncora como símbolo cristiano todavía en el siglo VII? En el lado A ¿estaremos ante una C seguida de un signo de abreviación y entonces podrá ser lo que apenas se atrevió a conjeturar Hübner? Acaso doy excesiva importancia a tales signos; pero siempre la tiene lo que no sabemos explicar y, al menos, queda planteada la cuestión que acaso otros puedan resolver. El suplemento r[equievit], en el renglón 4 del lado B, es indudable; pero lo cierto es que quedó la palabra, salvo su inicial, sin grabar. No obstante, creo advertir en el claro de ese renglón las huellas de las letras EQVIE grabadas con un punzón muy fino, como las rayas de la falsilla, y como si antes de abrir los surcos de los trazos se hubieran estos marcados así previamente. Dejar letras sin grabar no es nuevo en los epígrafes españoles. En el sevillano de Fundanianes (HÜBNER 533 a, VIVES 14) quedó también sin grabar la A de m[a]ritu, estando en blanco el espacio correspondiente a la letra. Expuesto todo lo anterior, creo indudable que los letreros se trazaron por una misma mano y sin diferencia sensible de tiempo. Pero se observa que en el lado A hay menor cuidado en la hechura monumental del epitafio, lo cual acredita, de una parte, la falta de la falsilla y la consiguiente diferencia en el alto de las letras; de otra parte, se observa una mayor influencia de la cursiva, el descuido de la de D de kalendas, y finalmente, el débil grabado y el trazado ligero de las XXX del numeral de la era. Todo ello, a pesar del recuadro y de las palomitas, es posible que no satisficiera a los interesados en la sepultura de Fortuna, y que obligara al cuadratario a repetir el epitafio con algún mayor cuidado epigráfico por el otro lado; no obstante, si fue así, que quién sabe cuántas cosas pudieron suceder, no consiguieron sus deseos de un letrero sin defectos, pues, aparte de haber puesto Furtuna por Fortuna, quedó el renglón 4 sin terminar. Es posible, sin embargo, que la alteración gráfica del nombre no tuviera entonces mayor importancia y que la simetría de la R con el IN del renglón 4 dejara satisfechos a los familiares. Los testigos del descubrimiento hubieran podido aportar mucha luz sobre este detalle si hubieran observado y hecho constar la forma en que estaba la lápida en el momento del hallazgo. Lo que sí me parece inadmisible es que se hubiera grabado la lápida para leer el De epigrafía cristiana extremeña. Novedades y rectificaciones. 679 epitafio por los dos lados, pues a ello se opone el haber aparecido la lápida en posición horizontal. 6. Fue encontrada en sus trabajos arqueológicos, en la ciudad de Mérida, por D. Antonio Floriano Cumbreño, durante los años 1934 a 1936. Se conserva en un almacén de antigüedades que hay en las excavaciones a espaldas de la escena del teatro (fig. 18). Allí está, inédita, y ahora la publico con la venia amable y cariñosa de su descubridor. Son cinco fragmentos, que unen entre sí, de una lápida de mármol blanco de forma irregular, más ancha en la parte alta que abajo. Desde el renglón 7, por la derecha, el corte de la lápida venía oblicuo hacia el borde inferior. Las dimensiones actuales son de 0,46 m. de alto, 0,41 de ancho y 0,03 de grueso. El epitafio que contiene está también incompleto. Lo que de él resta es lo siguiente: …..]ṂISER[……. ..]ḶONGINQUA PAṚ[..? 3 SUBSTULIT ORTIM * MEQ. SUA PIETAS SEṆ CEṂ PRODUXIṬ ỊN[… 6 TU. * VIXITQ. L[… XVI LONGA P. TEPO RA. VITE * RQUEVT * IN PACE 9 D. VI KLD. SPTBR. ER DC 27 agosto LXXXVI 648 de C. …] miser [… / ..] longinqua par [..?] / substuli ortim, / meq(ue) sua pietas sen/cem (?) produxit in […] / tu(m). Vixitq(ue) L [ ..] / XVI longa p(er) te(m)po/ra vite. R(e)qu(i)ev(i)t in pace / d(ie) VI k(a)l(en)d(as) s(e)pt(em)br(es) er(a) DC / LXXXVI. Con todo lo fragmentado del texto me es imposible dar una traducción. Pero resulta evidente que es un fragmento del epitafio de un difunto fallecido el día 6 de las calendas de septiembre de la era 686 (27 de agosto del año 648). Precede a la fecha del fallecimiento la fórmula de la edad, cuyo numeral resulta incierto. Esta, a su vez, tiene por delante una composición métrica, en la que algún pariente, quizá, expresa el dolor que le produjo la muerte del ser querido. A la lectura debo hacer las siguientes observaciones: Renglón 1: la M es segura, aunque está rota; detrás de la E se ve un trazo vertical, y por la fractura de la piedra parece rastrearse el tercero de una R, pero queda muy incierto. Renglón 2: las L O iniciales están rotas por la fractura de la piedra, pero son seguras, por quedar de ellas lo suficiente para definir su forma, aparte de que las requiere la palabra que pertenecen; la R final es incierta. Renglón 3: la S inicial está rota y no queda de ella más que la convexidad de la curva inferior; no creo que pueda ser Archivo español de Arqueología, tomo XX, 69 (1947). Págs. 265-309. 680 otra letra, además la requiere la palabra substulit. Renglón 4: la identificación de los trazos rotos siguientes a la E final es para mi incierta; ¿son una N? Renglón 5: las letras tercera y cuarta no sé si son N P sueltas o M P enlazadas; el posible nexo coincide con la fractura de la piedra; no obstante, el primer trazo de la P está muy oblicuo, como para formar el cuarto de la M; pero por la cabeza, aun que están tangentes el tercero de la supuesta M y el de la P, no puedo cerciorarme de que formen efectivamente el nexo M-P, mas así me inclino a creerlo. La penúltima letra no puedo determinar si es L o I como más parece. Renglón 6: al final es seguro la L; después ya no puedo precisar más. Los cuatro últimos renglones no ofrecen ya dificultad. Las letras (fig. 13) son de muy variada altura, siendo, en conjunto, mucho más pequeñas las de los tres últimos renglones. En los siete primeros oscila el alto entre 0,022 m. y 0,045, observándose la menor diferencia en el 3.º, en donde sólo es de 0,040 a 0,043 m. En este mismo renglón hay una letra de 0,035 m. y otras dos de 0,025. Otra de 0,025 hay entre las del renglón 4.º, que varían entre 0,030 y 0,040. Las letras de los renglones 8.º y 9.º son de 0,015 a 0,029. En el 10.º son de 0,015 m. Fig. 13.- Forma de las letras de un epitafio métrico (Fig. 18). Año 648. Mérida. En cuanto a formas, la A tiene el trazo transversal oblicuo, ya hacia la derecha y hacia abajo, que es el tipo corriente, ya en sentido contrario en un solo caso, en pietas, o bien horizontal en otro: pace. La B en un caso tiene los trazos curvos separados, en substulit, y juntos, pero saliendo por debajo el pie del vertical, en sptbr. La C es de forma variable, pero nunca francamente redonda. La D es forma claramente cursiva, hecha con tres trazos y relativamente estrecha, sobresaliendo hacia arriba y a la izquierda del vertical el tercero. La D numeral es de tipo cursivo. En la E, la forma es corriente, o bien sobresale por debajo el pie del brazo vertical. La G, espiral, muy abierta. Los trazos oblicuos de la K son cortísimos. En la L, el trazo inferior se une al vertical por encima del pie, o forma ángulo con él; en el numeral de la era, el trazo horizontal se prolonga muchísimo, recogiendo encima la cifra XXX. M y N ofrecen De epigrafía cristiana extremeña. Novedades y rectificaciones. 681 particularidades. La O es mucho más alta que ancha, con su eje mayor perpendicular a la línea del renglón. La P es cerrada. La Q es de forma muy notable y característica. Parece estar hecha en dos trazos, uno a la izquierda, curvo prolongado largamente hacia la derecha al llegar a la línea inferior del renglón, y otro a la derecha, también curvo, que cierra generalmente el ojo de la letra. Sin cerrarla está en vixitq. Así, resulta que una curva cerrada, ovalada, inclinada hacia la izquierda, prolongada por debajo con un largo trazo horizontal, que recoge encima las letras que le siguen, o las enlaza con ella. Este tipo lo encontramos en otros epígrafes emeritenses de la época, como en el de Iohannes, del año 657, y en el de Quinigia, del 662 (HÜBNER 29 y 31, VIVES 44 y 46); en este último con el trazo terminal más corto. La R ofrece dos tipos. En el uno es cerrada, con el trazo curvo juntándose al vertical con independencia del oblicuo; a este tipo pertenece la inicial del renglón 8, cuyo trazo curvo, al juntarse con el vertical no termina allí, sino que lo rebasa, cruzándolo. El otro tipo de dicha letra es abierto, separada del vertical la unión de los trazos segundo y tercero. Las variantes anotadas se observan precisamente en los tres últimos renglones, en los que es notaria la falta de pulcritud del grabado y, por consiguiente, mayor la espontaneidad de la escritura. Los trazos curvos de la S son bastante abiertos. La V es siempre capital cuadrada, unidos sus dos trazos por el pie o a diferente altura el uno del otro. Los trazos de la X son curvos u ondulados, cruzados con otro recto. En el renglón 10, en el numeral casi parece cruz más que aspa. Se advierten algunas abreviaturas, con variedad de signos que las indican: …tu(m), te(m)pora, están indicadas por una rayita horizontal sobrepuesta; q(ue) está indicada por una virgulita muy curvada a la derecha de la Q; p(er) por una rayita que cruza el trazo vertical de la P; k(a)l(en)d(a)s, s(e)pt(em)br(es), por un trazo que cruza la L y la D, en el primer caso, y las B R en el segundo; d(ie), por un trazo oblicuo que cruza la D en la forma acostumbrada; y r(e)qu(i)ev(i)t y er(a), por un tracito cruzado en aspa con el tercero de la R. Los enlaces o nexos de letras son abundantes: V-A, en sua; A-S, en pietas; O-D-V, en produxit; O-N, en longa; Q-V-E-V-T, en r(e)qu(i)ev(i)t, y P-A, en pace. Sobre el posible enlace M- P del renglón 5, véase lo que dije arriba. En cuanto al enlace A-S de pietas, es curioso señalar que la S se adaptó al segundo trazo de la A aprovechando su época, en los cuales la S, cursiva evidentemente, se adapta a varias letras. De ellos me ocupé al tratar de fechar el horologio de San Pedro de la Nave (Archivo Español de Arte y Arqueología, núm. 37, páginas 66, 67), y este nuevo epígrafe de Mérida confirma lo que allí dije. Una novedad ofrece, sin embargo, este nuevo epitafio a este propósito, y es que dicho nexo A-S parece estar hecho, como los otros, con la S cursiva; pero a la izquierda del primer trazo de la A y como a un tercio de su altura carga un trazo, como una vírgula, que seguramente quiere representar el trazo final de la S, como para aproximar su forma a la capital epigráfica, o como para evitar la confusión que pudiera producir el enlace. Alguna otra diferencia hay entre éste y los otros ya conocidos de A-S. En éstos la S nace en el punto de unión del trazo transversal de la A con el segundo oblicuo, mientras que en éste de Mérida la S se marca a partir del vértice de la A. Hay interpunciones triangulares al final del renglón 3.º, detrás de tu(m) en el 6.º y después de vite y de r(e)qu(i)ev(i)t en el 8.º En cuanto a la métrica de la composición elegíaca, nada sé precisar a derechas. Acaso sólo que las interpunciones marcan el final de los versos y que tempora vite parece el final de un hexámetro. Quizá hay cierto ritmo en los acentos y no en la cantidad: substuli órtim-tempora vite. Nada es esto; pero los entendidos podrán discernir acerca de ello, a los cuales brindo también el estudio métrico de la siguiente inscripción. 7. En el término de Alburquerque (Badajoz) hay unas ruinas en el lugar llamado Benavente, las cuales describe MADOZ en su Diccionario. Allí fue descubierto este epígrafe Archivo español de Arqueología, tomo XX, 69 (1947). Págs. 265-309. 682 (FITA) en el año 1915 (MOÑINO). Mi buen amigo el erudito extremeño e historiador D. Lino Duarte Insúa me comunicó que el descubrimiento se hizo en la ermita de Santiago, a siete kilómetros al este de Alburquerque. No obstante, FITA distingue bien los dos lugares y asigna el hallazgo al de Benavente. No fue, pues, encontrado en Alburquerque, sino en su término. Lo recogió en su colección D. Aurelio Cabrera y Gallardo y estuvo en la iglesia del Castillo de aquella villa. Recientemente, por gestiones de don Lino Duarte, fue trasladado el año 1943 al Museo Arqueológico Provincial de Badajoz, donde se conserva inventariado con el número 771 (fig. 19, I). Lo publicaron: FITA LXVII, 1915, 493-95, quien trabajó sobre una fotografía remitida por Cabrera, la cual no se atrevió a publicar; MÉLIDA 2138; DIEHL 4834; R. MOÑINO Historia literaria (solamente traducción y comentarios) p. 167; VIVES 290; ALVAREZ Y SÁENZ DE BURUAGA pág. 43 y lám. II, I. Todos los editores incurrieron en el error de considerar el epígrafe como casi completo, a falta de las letras iniciales de los versos, y reprodujeron las transcripciones o traducciones de FITA y sus comentarios, sin tener en cuenta que éste, al publicar el epitafio, quedó aguardando un ejemplar fotográfico menos imperfecto. Sólo ALVAREZ observó que FITA lo transcribe imperfectamente, pero no da la transcripción ni lectura alguna. La inscripción, incompleta, está grabada en un fragmento de una losa de mármol blanco, el cual mide 0,50 m. de ancho, 1,02 de largo y 0,13 de grueso. De estas dimensiones y del carácter funerario del epígrafe deduzco que la losa era la cubierta de un sepulcro y que su longitud total sería, aproximadamente, de cerca de dos metros. El epitafio está grabado en el sentido de la longitud de la piedra, y calculando que podría estar distribuido, simétricamente en ella, en razón de lo fragmentario su contexto, puede conjeturarse que falta la mitad de lo mismo, poco más o menos. FITA creyó que el epitafio es del siglo VII. Lo mismo opino, y aunque hacia mediados de la centuria, pues encuentro semejanzas entre éste y el anterior, del año 648, y todavía con otros dos emeritenses de los años 657 y 662 (HÜBNER 29 y 31, VIVES 44 y 46). Lo que resta de la inscripción es lo siguiente: …]ST RESOLUTAQ. MEMBRA IACENT * …]X SUIS FLUXUSQ. PER ARTUS * 3 …]ENDENT VINCULA NERVIS * …]URGUNT IN TEMPORE OMNES * …]RBUNDIO NOBILE CONIUGIUS * 6 …]ERUNT VITAM ET HIC IN PACE QUIESCUNT …]st resolutaq(ue) membra iacent, / […]x suis fluxusq(ue) per artus, / […]endent vincula nervis, / […]urgunt in tempore omnes. / […]rbundio nobile coniungius / […]erunt vitam et hic in pace quiescunt. Cuya traducción podría intentarse así: “…y el cuerpo inerte yace…y desarticulado…cuelgan las ligaduras de los músculos…se levantarán todos con el tiempo…con el noble…rbundio unida en matrimonio…terminaron la vida y aquí descansan en paz”. Actualmente los renglones conservan un ancho de 0,80 a 0,82 m. Las letras (fig. 14) están grabadas con mucha regularidad de altura, la cual oscila entre 0,50 y 0,055 m. Por excepción alguna letra llega hasta los 0,060 m. Los renglones están marcados con rayas grabadas a punzón, cuyos trazos se ven bien, aunque débilmente. En general, todas las letras se mantienen dentro de los límites de la caja, pero algunas lo rebasan por debajo. De epigrafía cristiana extremeña. Novedades y rectificaciones. 683 La A es de dos tipos: uno con el trazo transversal curvado en sus dos extremos, rebasando los trazos fundamentales de la letra; el otro tipo es sin trazo transversal, usado dos veces en el último verso y al final del mismo, donde todas las letras hubieron de comprimirse o apretarse un tanto. La A del tercer renglón acaba por arriba el segundo trazo oblicuo, prolongado hacia la izquierda y curvado hacia abajo; por abajo se prolonga definitivamente hacia la derecha con un trazo bien marcado. La B tiene tres tipos: en el renglón primero está hecha con un trazo vertical, otro horizontal arriba y dos trazos curvos; en el quinto renglón tiene la forma corriente, la cual no define bien los trazos con que está hecha; pero a continuación se ve claramente hecha con cuatro trazos: el vertical, uno horizontal abajo y los consabidos curvos. La D es muy curiosa en este epitafio; de ella hay dos ejemplares en el tercer renglón; el primero fue debido quizá a una equivocación del lapidario, que grabó una T, enmendada luego en D, o caso es una nueva modalidad de la D del epitafio de Sthefanus; en el segundo, la letra está hecha manifiestamente con tres trazos. La F es de cuatro trazos; de ellos el tercero curvado y atravesando el primero por cerca de su extremo alto. Esta circunstancia es la que pudo dar lugar a una de las confusiones de FITA, tomándola por E final de la palabra anterior, por falta de claridad en la fotografía, leyendo luxus, anómalo además, por fluxus, que es lo que se lee en la piedra. Fig. 14.- Forma de las letras del epitafio de …rbundio y de su esposa (fig. 19). Siglo VII. Alburquerque (Badajoz). La G es de forma espiral más o menos abierta. La H tiene el trazo transversal, como la A, curvando en sus dos extremos y cruzando los otros dos. En la L, o bien los dos trazos coinciden en ángulo recto, como en los renglones 1 y 2, o bien el segundo empieza un poquito Archivo español de Arqueología, tomo XX, 69 (1947). Págs. 265-309. 684 más a la izquierda del primero, como en los renglones 3 y 5. En las M M del cuarto renglón, sobre todo en la primera, se observa que el segundo trazo se inicia volteando un poquito sobre el primero; en la segunda del primer renglón, el mismo segundo trazo termina prolongándose hacia la derecha; en otros casos es hacia la izquierda. Igual observación hay que hacer al iniciarse el segundo trazo de la N en algunas del tercero, cuarto y quinto renglones. La O parece hecha claramente con dos trazos, con tendencia a la forma ovalada. La P está hecha en tres veces, con un primer trazo vertical, el segundo horizontal y el tercero curvo. La Q, la letra más curiosa quizá de este epígrafe por su trazado y por su amplitud en los dos renglones primeros, está formada de dos trazos curvos y de otro horizontal recto, el cual comienza notablemente más a la izquierda del primero de aquéllos, prolongándose mucho hacia la derecha. Esta circunstancia, en la fotografía deficiente que utilizó FITA, pudo dar lugar a su confusión con una Ω, confusión que no tiene disculpa, pues si bien pudo ocurrir en los dos primeros renglones, quedaba desvanecida con la lectura correcta que hizo del último, en el que la Q de quiescunt es exactamente igual a las anteriores. La R es una de las letras de forma aparentemente menos precisa; pero, en realidad, pueden señalarse tres tipos: uno con el trazo oblicuo junto al vertical y el curvo uniéndose con aquél, que es recto; otro en el que el oblicuo parte de la curva del segundo trazo, y un tercero en el que la letra parece estar hecha de un solo trazo que, partiendo de abajo, forma arriba una curva, que al descender se quiebra en ángulo para formar el trazo terminal oblicuo sin formar cierre alguno, por lo que podemos confirmar la existencia aquí de una R que parece francamente cursivo. Las segundas RR de los renglones 2 y 4 tienen el tercer trazo prolongado hacia la derecha. La V tampoco tiene forma precisa, sino variable, pero siempre de tipo cursivo, salvo un solo caso. La imprecisión se debe principalmente a la forma e inclinación del primer trazo. Son quince veces las que se emplea esta letra en el epitafio y no pueden señalarse dos iguales. El trazo en cuestión, si empieza en sentido vertical, vuelve entonces en curva larga y pronunciada, para que se junte con él el segundo; si comienza en sentido oblicuo, la curva es muy corta o casi imperceptible. El segundo trazo es siempre vertical o ligeramente oblicuo; en algunos casos se prolonga más debajo de su unión con el primero, y entonces, algunas veces, ese apéndice se vuelve hacia la izquierda o se retuerce en curva. Dentro de estas observaciones generales cabe señalar algunas formas anómalas, debidas quizá a la impericia o caprichos del grabador; tales son la U del primer renglón, cuyo primer trazo es vertical y vuelto en ángulo recto para establecer contacto con el segundo; la primera del segundo, cuyos trazos casi paralelos se quiebran hacia adentro para unirse a un tercer trazo horizontal; y la del cuarto, cuyo primer trazo es una curva espiral hacia la derecha, muy abierta, en cuya vuelta la cruza el segundo trazo. La V pequeña de coniugius, en el quinto renglón, tiene la forma capital lapidaria clásica. La X también prolonga su segundo trazo hacia la derecha y hacia arriba. Hay algunos enlaces de letras: Q-M y N-T, en el primer renglón; Q-U y N-T, en el sexto. Encajadas están la I en la G de coniugius, la V entre la G y la S de la misma palabra, la E en la C de pace y la U en la C de quiescunt, de todo lo cual nada dicen FITA y los demás. No hay más abreviaturas que las de la conjunción enclítica que en los dos primeros versos, por medio de una virgulita muy curvada, signo procedente quizá de la escritura cursiva, que no fue observado por FITA, o que no pudo observar en la fotografía de que dispuso. Los versos terminan todos, salvo el último, con una hojita esquemática hecha con dos trazos unidos en ángulo agudo, de entre los cuales sale otro, más fino, en dirección contraria, circunstancia también omitida por FITA y por quienes le siguieron. He aquí ahora las rectificaciones de los errores de la lectura de FITA, repetidos por los demás: r. 1…N. No hay tal letra, sino T precedida de una curva que corresponde a la letra S. RESOLUTA Ω es…SUIS FLUXUSQ. Acaso delante de suis parece quedar vestigios de una X; pero ello queda incierto. r. 5 … BVNDIO tiene clarísima una R por delante, por lo que resulta … RBUNDIO con toda seguridad. CONIVGI SE se ha de corregir CONIUGIVS. El epitafio está compuesto en forma poética, con figuras referentes a la inaminidad del cuerpo, circunstanciando diversos aspectos de la misma, para terminar con una alusión a la De epigrafía cristiana extremeña. Novedades y rectificaciones. 685 resurrección de la carne. Después vendrían las referencias de los nombres de los difuntos; al menos así parece del renglón 5, en el que se nombra al noble …rbundio. Posiblemente, en lo que falta de él estaría el nombre de la esposa. Finalmente, se dice que terminaron o acabaron sus días, y que reposan allí, en el sepulcro. Esto en cuanto se deduce del fragmento, cuyo complemento original puede esperarse que aparezca algún día, a no ser que haya sido destruido sin que alguien interesado en las antigüedades lo hubiera visto. La métrica del epitafio la encuentro muy arbitraria, tanto en cuanto a la cantidad silábica como al acento, el cual parece que le impone a aquélla, como observó ya FITA. Hay que borrar en las nóminas correspondientes el nombre Surisca, que no existe en esta lápida. Abundio tampoco está en ella. En cambio, hay que consignar como de esta procedencia el de Arbundio o Erbundio, o alguno semejante. En cuanto a las observaciones fonéticas de FITA, queda desechada, por inexistente, la forma luxus por luxos. Subsiste, en cambio, la de nobile por nobili. Muy interesante es la forma de coniungius por coiniugium o por conjux. 8. Fragmentos conservados en el Museo de Mérida. No figuran en el Inventario de MACÍAS, pero aparecen registrados por FLORIANO, aunque sin ilusión al lugar de su hallazgo, el cual ocurrió, seguramente, en la ciudad o en sus alrededores (fig. 20, 1). Los publicó como independientes, VIVES 481 y 483. Los fragmentos son tres y estaban separados en el Museo uno y dos. Los reconocí como pertenecientes a una sola lápida y están ya juntos. Son de mármol cremoso, unen entre sí y dan hoy, en junto, un alto de 0,23 m. y un acho igual; el grueso es de 0,02 m. El epígrafe que contienen está incompleto, pero conserva los elementos suficientes para calcular que falta muy poco de él. Al margen izquierdo y a la altura de los cuatro últimos renglones hay un trazo grueso, grabado a bisel como las letras, cortado por la fractura de la piedra, el cual debería seguir hasta la altura del ángulo superior izquierdo del epígrafe. Encima del renglón primero y en sentido horizontal se ve el fragmento de otro trazo igual, que formaría quizá ángulo con el anterior, orlando el epitafio y componiendo entre los dos algún símbolo o adorno. El trazo marginal izquierdo termina la altura del renglón séptimo, lo que hace pensar que en dicho renglón acabaría, seguramente, el epígrafe. Lo que de éste se conserva dice lo siguiente: …]ỊA FAMULUS D]EI FILIVS DOMỤ[S? 3 .]C[.]Ị ET RẸ[……... VIXIT AN[NOS… XXI ET PAUSẠ[VIT 6 IN REQE ET […. BONA [……… […]ia, famulus / [D]ei, filius domu[s ? / …]c[.]I et re[…] / Vixit an[nos…] / XXI et pausa[vit] / in req(ui)e et[…] / bona […] Archivo español de Arqueología, tomo XX, 69 (1947). Págs. 265-309. 686 “…ia, siervo de Dios, hijo de la casa…y…Vivió veintiún años (o más de veintiuno), y reposó en el descanso y…buena…” Las letras (fig. 15) son altas, de 0,012 m. a 0,024. Por su forma y grabado son del siglo VI al VII. La A tiene el trazo transversal en ángulo. La D es de tres trazos. En la E, el trazo inferior parte de encima del pie del vertical. La F está hecha con cuatro trazos, el de abajo cruzando el vertical por encima del pie, o sobre él, en dirección oblicua de izquierda a derecha. La P es abierta. La Q es de tipo cursivo, abierta, como en el epígrafe de Nico, el cual garantiza mi lectura y desecha toda duda. La R es también abierta, y en el tercer renglón se ve voltear el trazo curvo sobre la cabeza del vertical. Fig. 15.- Forma de las letras de un epitafio (fig. 20). Siglo al VI al VII. Mérida. La S está trazada siempre al revés. La V es de forma capital clásica lapidaria; pero en famulus la primera de las dos tiene un apéndice horizontal, que parte del pie de la letra hacia la derecha, al cual no le encuentro explicación; pero no afecta a la lectura de la palabra, que no puede ser otra y está escrita con todas sus letras. Otro apéndice igual se encuentra en el famoso epígrafe de Eulalia mártir (HÜBNER 334, VIVES 348), en la V de domum (fig. 3, 2), cuya lectura es también incuestionable. Finalmente, la X termina sus trazos en punta aguda, lo que no es corriente en el grabado de las inscripciones de la época visigoda. En cuanto a enlaces, aparte del de las tres letras que componen el número XXI, señalaré el de L-I en filius, notable por su rareza, pues la L se enlaza con la I por medio de un trazo horizontal, que duplica los que corresponden a aquella letra, quedando el otro en dirección oblicua. ¿Podría ser un capricho del grabador? A mi lectura debo añadir algunas observaciones …]IA, en el renglón, primero es, indudablemente, el final del nombre del difunto; pero la I queda incierta, porque la fractura de la piedra corresponde a la mitad de su altura y falta la parte superior; pudiera haber habido allí una T. Por delante de estas dos letras se ve el trazo terminal de otra que para mí que completamente incierta entre L, N o V. En el renglón segundo, la última letra conservada es V; pero en tal caso le falta la segunda rama. De no ser V, habría de ser I; pero la forma del trazo y su curvatura me deciden por la V. En caso de I habría de leerse domi[ni], variando De epigrafía cristiana extremeña. Novedades y rectificaciones. 687 accidentalmente la filiación. El renglón tercero no lo consignó VIVES. En él debía estar el nombre de la casa o familia del difunto, del que no quedan apreciables más que la mitad inferior de una C, un vestigio de otra letra y una I final. Sigue después la conjunción et y la sílaba RE. Lo demás se ha perdido todo con la fractura de la piedra, que afectó a la lápida a lo ancho de este renglón. En el quinto, VIVES omitió la edad del difunto: XXI años, si al final del renglón anterior no había alguna cifra. La segunda A de pausa[vit] falta, pero queda de ella, muy clara y segura, la mitad inferior de su primer trazo. En el renglón sexto tengo mi lectura por segura. VIVES leyó IN PEϛEEI…que, interpretó así: in p(ace) ϛ fe/ria? Pero la R existe con absoluta certeza, coincidiendo otra fractura de la piedra con el trazo oblicuo de la letra, cuyos biseles se conservan a uno y otro lado de la línea de aquélla. La Q es igualmente cierta, y su lectura está garantizada por la susodicha inscripción de Nico del Museo de Badajoz, en la cual está siempre empleada en grafía de la sílaba qui en requievit y en el relativo qui. Finalmente, no hay F, sino E, detrás de la q; ya queda consignada la forma de la F en este epígrafe, y la última letra, incompleta, que resta de este renglón es una T indudable y clarísima. De ello resulta que la lectura del renglón es como la doy, y que, por tanto, REQE ha de interpretarse como abreviatura de requie, no habiéndose escrito las ui si bien por considerarlas implícitas en el ojo abierto de la q y en su trazo vertical, bien por estimar que el sentido era tan claro que no precisaba indicar la abreviatura. Así queda expresada la fórmula et pausavit in requie, que no sólo no ofrece dificultad alguna, sino que es de sentirlo naturalísimo y llano. Todo lo dicho determina con una cierta importancia para este epígrafe, la cual se acreciente porque seguramente es un epitafio judío, como lo sospechó VIVES, judaísmo que puede estar garantizado por la terminación del nombre del difunto; por consignarse su filiación, como en otros epitafios hebreos de Tortosa (HÜBNER 186, VIVES 428), de Pallaresos (VIVES 430) y de la misma Mérida (HÜBNER 34); por el uso del verbo pausare, que se encuentra igualmente en los susodichos epígrafes de Pallaresos y de Mérida; y por el adjetivo bona, que pudiera referirse a memoria o a recordatio, como en los dos primeros referidos. 9. Se conserva en el Museo Arqueológico de Mérida, y está inédita según creo. No figura en el Inventario de MACÍAS, pero sí la tiene incluida FLORIANO en sus notas, aunque no le asigna procedencia. Seguramente apareció en la ciudad o en sus alrededores (figs. 19, 2, y 20, 2). Es un tablero de mármol blanco de 0,69 m. de alto, 0,33 de ancho y 0,55 de grueso. Contiene en relieve un árbol y encima un haz de espigas atado con una soga. En lo más del tablero se lee: A E S T A S Aestas. “El estío”. Las letras (fig. 16) son de 0,025 m. de alto. Por su grabado pueden fecharse en la primera mitad del siglo V o en los últimos años del VI. Una raya horizontal, grabada con punzón, marca la línea inferior del renglón. La A tiene el trazo transversal en ángulo; pero obsérvese en ella que el segundo trazo oblicuo voltea un largo ápice hacia la izquierda por encima del primero, y que en la primera A dicho segundo trazo se termina al pie por una prolongación aguda hacia la derecha, circunstancia que se ha hecho observar en otros epígrafes incluidos en Archivo español de Arqueología, tomo XX, 69 (1947). Págs. 265-309. 688 este artículo. También son de notar las largas prolongaciones terminales del trazo horizontal de la T hacia abajo. Lado A Lado B Fig. 17. 1-2.- Epitafio de Fortuna, del año 601, Mérida. En el Museo Arqueológico Provincial de Badajoz. (Fots. “Pepe”). De epigrafía cristiana extremeña. Novedades y rectificaciones. 689 Fig. 18.- Epitafio métrico del año 648. Mérida. En el Museo de Mérida. (Fot. Barrera) Archivo español de Arqueología, tomo XX, 69 (1947). Págs. 265-309. 690 1 2 Fig. 19.- 1, Epitafio métrico del siglo VII. Alburquerque (Badajoz). En el Museo Arqueológico Provincial de Badajoz. (Fot. “Pepe”). – 2, Epígrafe del tablero decorativo de la figura 20, 2. (Fot. “Barrera”). De epigrafía cristiana extremeña. Novedades y rectificaciones. 691 1 Fig. 20.- 1, Epitafio judío del siglo VI o VII. Mérida. En el Museo de Mérida. (Fot. Barrera). 2. Tablero decorativo, de mármol del siglo V al VI. Mérida. En el Museo de Mérida. (Fot. Boconi) 2 Archivo español de Arqueología, tomo XX, 69 (1947). Págs. 265-309. 692 Fig. 16.- Forma de las letras de un tablero decorativo (fig. 20, 2). Siglo V al VI. Mérida. Por el asunto decorativo y por el epígrafe que lo aclara puede juzgarse este tablero como parte de una serie en la que figuraban las cuatro estaciones, la cual decoraría algún edificio visigodo de Mérida. Madrid, enero de 1947.- BIBLIOGRAFÍA Álvarez y Sáenz de Buruaga: “Museo Arqueológico de Badajoz”. Memorias de los Museos Arqueológicos Provinciales. 1943. Madrid, 1944. Bormann: Inscriptiones Aemiliae, Etruriae, Umbriae latinae. Berlín, 1888-1926 (C.I.L., XI). Diehl: Inscriptiones latinas christianae veteres. Leipzig. 1925-1931. Fita: Boletín de la Real Academia de la Historia. Floriano: Notas manuscritas existentes en el Museo de Mérida. Hübner: Inscriptiones Hispaniae christianae. Berlín, 1971. Supplementum. Berlín, 1900. Macías: Inventario del Museo de Mérida, 1910. Manuscrito conservado en el Museo. Mallon: Notes paléographiques à propos de CIL II 5411. Madrid, 1945. Miscelánea Nebrija. Revista de Filología Española, t. XXIX, 1945. De Emérita v. XIII, 1945. 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Barcelona, 1942. 693 Los epígrafes cristianos latinos de Mérida Tesis Doctoral PRELIMINAR El trabajo que tengo el honor de presentar en estas páginas es fruto de mis investigaciones más recientes en el ámbito de la epigrafía hispánica, en el cual hay todavía mucha tierra virgen por cultivar, a pesar de las múltiples publicaciones que en el curso del tiempo han florecido en ella. Aún queda mucha tarea, tanta que es inasequible a las fuerzas y a la vida de un solo individuo. En el terreno inculto hay una parcela más limitada a cuya explotación he querido consagrar mis esfuerzos en estos años de mi vida. Pero he tenido que atemperar mis ambiciones a la realidad que imponía la investigación. Las inscripciones cristianas de la vieja Hispana, aún después de su última publicación por el Dr. D. José Vives, no están todas reunidas en un solo cuerpo o colección ni han sido jamás editadas íntegramente. Vives dejó de incluir muchas. Otras han salido después de que su libro vio la luz. Este último no es censurable, pues esta especie de libros se hacen viejos con gran facilidad apenas salidos de la prensa. La cuestión está en que aun siendo viejos sean útiles. Estas inscripciones cristianas hispánicas no han sido bien publicadas ni en conjunto ni en detalle, como le expongo en el primer capítulo de esta introducción dedicado a la bibliografía. Por esto proyecté la redacción de un nuevo “Corpus” con arreglo a las más modernas exigencias de la crítica. Mas tan pronto como me adentré en el trabajo vi no solo que no estaban bien publicadas, ni completas las colecciones, unas por demasiadas anticuadas y por desdén de fragmentos otras, sino que la publicación proyectada planteaba grandes problemas que estaban sin resolver. En estas circunstancias era inútil empañarse en el intento, porque la nueva edición hubiera sido una más y esto no conducía a finalidad práctica alguna. Había que preparar una nueva edición, sí; pero cimentada en un estudio serio y formal de las inscripciones que, en definitiva, no se había hecho jamás. Como la nueva edición exigía emprender un trabajo de conjunto, esto no podía hacerse sin la debida preparación de estudios parciales que condujeran a la síntesis general. La nueva edición en proyecto había de abarcar todos los epígrafes cristianos hispánicos, desde los más remotos tiempos hasta los más modernos que se pudieran encontrar, trazados conforme a los sistemas de escritura latina anteriores a la reforma carolingia o desde la época todavía romana hasta las inmediaciones del año 1100, es decir: hasta la introducción de la letra francesa en los epígrafes. Del año 1120 es aún el más moderno de los epitafios mozárabes andaluces. Estos epígrafes correspondes, pues, a la época visigoda y a los primeros siglos de la reconquista, todos caracterizados por la unidad de su paleografía y por su unidad religiosa. Este “Corpus” había de contener todos los epígrafes cristianos y por tanto a los latinos debían agregarse los griegos y alguno en hebreo. Se coleccionaría allí no solo las inscripciones monumentales grabadas en piedra, sino las que no tuvieran aquel carácter y estuvieran inscritas sobre igual materia o sobre cualquier otra, siempre que estuvieran labradas en la Península y fueran producto de la antigua cultura cristiana. Pero los problemas que surgían por todas partes se oponían a la ejecución del proyecto y me obligaron a dedicar previamente a ellos mi atención. El más grave y dificultoso era el que proponía la clasificación cronológica de aquellos epígrafes que no tienen consignada la fecha o que la perdieron en la mutilación sufrida. Los editores bien decían que tal inscripción estaba grabada con bellísimas letras de tal o cual siglo. Para establecer esta conclusión habían de tener indudablemente sus razones, y me afanaba y esforzaba por encontrarlas: más todo inútil, porque aquellas razones no aparecían por parte alguna y hubo de sacar la conclusión de que tales atribuciones cronológicas se habían hecho a tientas, sin fundamento científico alguno, sin método y hasta con el desconocimiento más absoluto de los términos del problema. Para encontrar la solución no tuve más remedio que prescindir de los autores y buscarla por mi cuenta. Me puse a ello y se me fueron presentando nuevos problemas de orden material. No era posible estudiar epígrafes al azar. Era imposible metodizar, sistematizar la investigación y Tesis Doctoral 694 no había precedente de ello. Mas la oportunidad de contar entre los materiales que iba reuniendo con todos los precedentes de la ciudad de Mérida me encaminó hacia la solución. Observé en ellos coincidencias, diferencias, variantes, modalidades de los caracteres externos acerca de las cuales nada habían dicho jamás los editores. La existencia en la serie de inscripciones emeritenses de un nutrido lote de ellas fechadas me decidió a limitar en principio la investigación a los epígrafes de Mérida solamente, y exclusivamente a los latinos, ya que los griegos son poquísimos y precisaba afrontar una cuestión y resolver sus problemas particulares para encararse después con la otra. Me dediqué intensamente al estudio de los susodichos epígrafes según el método que expongo en el capítulo I de esta introducción y presumo haber llegado a un excelente resultado que centra y sistematiza el estudio de las antiguas inscripciones latinas de Mérida. Así, hoy puedo ofrecer un trabajo sabio y científico, original e inédito, en el que quedan depuradas las transcripciones y lecturas de los epígrafes publicados anteriormente, y de los inéditos que ahora se incorporan. Presento, pues, una colección completa al día, de las susodichas inscripciones latinas emeritenses, fechando las que carecían de este dato cronológico, estudiadas desde puntos de vista completamente nuevos, con la añadidura de notables descubrimientos, como el de la cursiva monumental, la influencia de la letra manuscrita en las inscripciones, la aparición esporádica de aquella en los epígrafes, modelos de letras manuscritas en la época visigoda no conocidos en España en manuscritos, la evolución vital de la escritura epigráfica, y de una porción de hechos que dan extraordinaria luz a los estudios epigráficos en general. A más de ello, he resulto enigmas que parecían indescifrables, como el de las A S escritas en algunos epitafios detrás del numeral de la era, al que añaden seis unidades más y muchas más cosas en el orden de las características externas, que permiten establecer un importante sistema cronológico, en virtud del cual los trabajos sucesivos se podrán hacer con mayor facilidad y con seguridad de éxito, pudiéndose prever nuevos e interesantes hallazgos que harán progresar la ciencia epigráfica. Si todo esto ha sido logrado, se debe al análisis minucioso de los caracteres externos de las inscripciones latinas emeritenses, elementos de juicio de primer orden que sistemáticamente han sido desdeñados o preteridos por los editores como cosa de poca monta y de menos interés junto a los textos, a los cuales aquellos, sin embargo, dan forma y expresión. Los editores han procedido precisamente al revés, porque no son los textos de los epígrafes los que dan forma a los letreros, sino la escritura con todos sus elementos, los adornos y hasta la misma materia en que están escritos, los que forman el letrero y los que, por consiguiente, pueden conducir a la mejor inteligencia de los textos. El avance que todo esto representa es extraordinario, porque evidencia la posibilidad de llegar a idénticos resultados en la investigación de los epígrafes de toda la Península, y, en definitiva, a conseguir la ejecución del acariciado proyecto sobre bases firmes y ciertas. Pero entre tanto, es útil dar a conocer el método y los resultados con él obtenidos, y ofrecer la primera edición depurada y corregida de los Antiguos epígrafes cristianos y latinos de Mérida, la cual tantos adelantos contiene en esta rama de los estudios históricos. Por eso doy forma publicable a esta memoria, cuyos materiales, en su mayor parte ya publicados aparecen ahora como inéditos estudiados desde nuevos puntos de vista y precedidos de una introducción que alumbra la investigación epigráfica con nuevas luces y también la historia de la escritura española en épocas en la que es casi desconocida, a la que aporta nuevos e interesantísimos datos. Es la primera vez que se presenta un estudio de conjunto, sistematizado y metódico de epígrafes españoles. El método seguido es tan nuevo que no se ha practicado nunca en España ni fuera de ella. Esta originalidad fue reconocida por el célebre paleógrafo francés Sr. Mallon, públicamente a raíz de una conferencia que sobre este tema pronuncié en el curso de Arqueología celebrado en Ampurias en el verano de 1947. Por otra parte, el tema no solo tiene interés general en su aspecto epigráfico, sino también por afectar al mejor conocimiento histórico de una ciudad afamada en la antigüedad, capital administrativa y luego metrópoli eclesiástica de la provincia de Lusitana, lo que resulta de gran interés para la historia de España. Los epígrafes cristianos latinos de Mérida 695 En la organización del libro distingo dos partes: La primera es la introducción dividida en cinco capítulos; el primero lo dedico a la bibliografía de las ediciones en que han sido publicados los epígrafes emeritenses en tiempos modernos; en el segundo expongo el método de investigación y de publicación; en el tercero recojo cuantas novedades han dado el examen de los caracteres externos con la edición de las tablas que contienen los gráficos evolutivos de los susodichos caracteres en los epígrafes fechados; el cuarto es una exposición de los caracteres internos de los letreros según la cronología y la razón que proporcionan los externos; finalmente, el quinto es una visión general de problema del nuevo “Corpus” y un argumento a favor de su necesidad, deducido de las relaciones que se vislumbran entre los epígrafes emeritenses y los del resto de la Península. La segunda parte, en cinco secciones contiene el estudio en particular de cada uno de los epígrafes en la siguiente forma. I Los epígrafes en piedra fechados cuya lectura es cierta e indudable y que aprovechan para la investigación. II Los epígrafes en piedra fechados cuya lectura no ofrece garantías de seguridad. III Los epígrafes en piedra que han perdido la fecha o no la tuvieron. IV Los epígrafes sobre metal. V Los epígrafes cuya atribución a Mérida es falsa o incierta. Madrid, octubre de 1948 Joaquín María de Navascués Tesis Doctoral 696 PRIMERA PARTE INTRODUCCIÓN I-BIBLIOGRAFÍA De las inscripciones emeritenses recogidas en esta colección 14 están inéditas y aunque entre ellas hay algunos fragmentos de muy escaso interés, aunque nunca despreciables, hay otras en cambio, que son de extraordinario valor epigráfico, las cuales que o bien han sido descubiertas recientemente o bien se conservaban ignoradas en lugares no visibles o, a pesar de estar a la vista de todos nadie había reparado en ellas. Las más notables de estas inéditas son la antiquísima de Asteria (29), que me comunicó Floriano; la cruz monogramática (46) en una mesa del altar, que estaba de muy antiguo en el Museo de Mérida y que nadie vio, no obstante es el ara pieza de gran interés científico y litúrgico; el interesantísimo mármol decorativo (52), que estaba en lugar público; la extraordinaria dedicación litúrgica de la iglesia de Santa María (53); el notabilísimo fragmento (54) que contiene una T trazada y grabada según el sistema de la nueva cursiva romana; y finalmente, el anillo (73) en cuyo chatón están grabadas varias letras cursivas, del mismo sistema, entre las que se reconoce una A. Los demás epígrafes todos han sido publicados, con mayor o menor extensión, en colecciones, libros, y artículos, por cuyos autores los cito en el artículo particular de cada una de las inscripciones. Rodrigo AMADOR DE LOS RIOS. “Monumentos arquitectónicos de España”. Monumentos latinos bizantinos de la monarquía visigoda (Mérida). En esta obra solo fueron publicadas tres inscripciones con criterio puramente informativo dando apenas cuenta de su existencia, y nada más. Las transcripciones son arbitrarias y defectuosas. DIEHL. Inscriptiones latinae christianas veteres. Leipzig 1925-31. En este gigantesco y utilísimo repertorio solo figuran veintiséis epígrafes emeritenses, diseminados en toda la obra y perdidos en ella. Resulta, pues, una colección incompleta por lo que a Mérida se refiere. Diehl no vio directamente los epígrafes emeritenses que publicó, y los tomó de Hübner. Mas queriendo huir del sistema de transcripción que utilizaron los editores del Corpus Inscriptionum Latinarum estableció otro en el que se dan las inscripciones en minúsculas tipográficas, y a línea seguida, distinguiendo la separación de renglones por el sistema tan usual de intercalar rayitas divisorias. Desde el punto de vista de la transcripción, sistemáticamente pone la delta griega por la D cursiva de tres trazos o por la usada en los numerales: la U cursiva de algunos epígrafes la transcribe por Y minúscula. Así, entre una y otra cosa, los epígrafes quedan totalmente desfigurados y desvirtuados. Sus noticias son incompletas, pues solo da las transcripciones sin añadir más comentario que alguno sobre alguna fórmula o palabra. He decir: que omite cuanto se refiere a los caracteres externos, a las circunstancias y lugar del hallazgo y al paradero actual de las piezas. Las transcripciones suelen contener los mismos defectos que en Hübner, a quien siguió. Sería inútil pensar que por esta colección se puede hacer una investigación epigráfica, ni siquiera conocer las características de los epígrafes. No obstante, como instrumento auxiliar de trabajo tiene un valor de primer orden. Fidel FITA. Artículos varios en el “Boletín de la Real Academia de la Historia”. El mayor inconveniente de las publicaciones epigráficas del P. Fita es el encontrarse dispersas en el Boletín Académico. De las inscripciones emeritenses solo publicó diecisiete, por lo que es, naturalmente incompletísimo. Incurre en errores de transcripción, en la que sigue el método del C.I.L. No se ocupa, sino de pasada y pocas veces, del estudio de los caracteres externos y va siempre, o casi siempre, derecho a la restitución de los epígrafes, cuando están mutilados, y al comentario erudito, de su texto, lanzándose muchas veces a aventuradas conjeturas que le hacen incurrir en inexactitudes. Sus trabajos epigráficos son, sin embargo, interesantes, y su consulta se hace indispensable. El P. Fita tiene el mérito de haber sido desde fines del pasado siglo hasta el presente el único epigrafista que ha tenido España, sosteniendo puntos de vista Los epígrafes cristianos latinos de Mérida 697 sobre cuestiones muy importantes de la epigrafía española frente al mismo Hübner, a quien repetidas veces discute. En algunas de ellas el tiempo ha dado la razón al sabio jesuita. Quede constancia de esto para honrar con este recuerdo su memoria. Emilio HÜBNER. Inscriptiones Hispaniae Christianae, Berlín 1871. Suplementum, Berlín 1900. Fue el primero que reunió en un corpus todas las inscripciones cristianas antiguas. En él recogió cuarenta y un epígrafes emeritenses; pero la mayoría de ellos no los conoció directamente, sino a través de las improntas, muy defectuosas casi siempre, que el enviaban el P. Fita y el Marqués de Monsalud. Por eso las transcripciones y lecciones de Hübner no son siempre seguras. Se preocupa, más que ningún otro editor de los caracteres externos; pero con ligereza. Hace atribuciones cronológicas que no explica. Mas, a pesar de ello, es imposible dar un paso en la epigrafía española sin consultarlo, aunque con todas las precauciones. En cuanto a tiempo, incluye todas las inscripciones cristianas hasta los comienzos del siglo XII. Pero con todos los méritos del sabio alemán resulta la obra muy anticuada por el tiempo en que se publicó y por los métodos. Maximiliano MACIAS. Mérida monumental y artística. Barcelona 1913. Trae solo cuatro epígrafes con transcripciones defectuosas, y eso contando que tenía las piedras a su disposición como director encargado del Museo. En lo demás se atiene a las lecturas e interpretaciones de Fita y contiene erratas. José Ramón MELIDA. Catálogo monumental de España. Provincia de Badajoz. Madrid, 1925. Publica en él veintiséis de las inscripciones emeritenses. Contiene muchas erratas y errores de transcripción. Su trabajo consiste, casi solamente, en meras referencias a Fita y a Monsalud. Da como emeritenses las inscripciones números 75 y 76. Marqués de MONSALUD (Mariano Carlos Solano y Gálvez). Publicó muchos artículos en el “Boletín de la Real Academia de la Historia”, entre los cuales dio diecinueve epígrafes emeritenses y además el del número 76, que dijo haber aparecido en Mérida y transcribió según calco que le enviaron de Sevilla. Fue un simple aficionado y coleccionista, más interesante en este aspecto que en el primero. Sus transcripciones son discretas, pero con defectos. Salvo las noticias que aporta acerca del descubrimiento de los epígrafes, lo demás no tiene interés mayor general. Joaquín M.ª de NAVASCUES. Colección de antigüedades que pertenecieron al Sr. Marqués de Monsalud. “Museo Arqueológico Nacional. Adquisiciones en 1930”. Madrid, 1931. Corregí en esta nota la fecha que se había dado a los epígrafes números 11 y 20, aunque respecto al primero no la entendí completa como ahora la he descubierto. – De epigrafía cristiana extremeña. Novedades y rectificaciones. “Archivo español de Arqueología”. n 69, Madrid 1947, p 264. Publiqué allí solo seis epígrafes emeritenses, aparte de otros extremeños; entre aquellos, tres estaban inéditos ya antes de la publicación de Vives. Este artículo es un avance elemental del método que entiendo debe seguirse en la publicación de los epígrafes. Pedro María PLANO y García. Ampliaciones a la Historia de Mérida de Moreno de Vargas, Forner y Fernández. Mérida 1894. Se encuentran allí solo trece epígrafes emeritenses, algunos publicados por el autor, y los más en un artículo del P. Fita que salió a luz en el “Boletín de la Real Academia de la Historia” el mismo año, artículo que reproduce el autor en sus Ampliaciones. Willian REINHART. Los anillos hispano-visigodos. Artículo en “Archivo Español de Arte y Arqueología”, n 68 Madrid 1947 p 167. Más bien que publicar, reproduce o menciona cuatro de los anillos con epígrafe de Mérida, aunque uno lo da como de Castiltierra. En esta publicación no entra el autor en los estudios epigráficos. “Revista Histórica latina”, vol. II, Barcelona 1874 p 355. Publica solamente la transcripción y traducción, mala ésta y dudosa aquella del epitafio de Bracarius. En el vol. III p 68, que cito Hübner, no hay referencia alguna a dicho epitafio. A.R. RODRIGUEZ MOÑINO. Observaciones de epigrafía extremeña romana y visigoda. Centro de Estudios Extremeños. Badajoz. 1941. Publica aquí el autor no más que la noticia de los epígrafes 2 y 17. – Historia Literaria de Extremadura. “Revista del Centro de Estudios Tesis Doctoral 698 Extremeños” t XV, 1942. Publica allí, los epígrafes números 20, 24 y 25, dando cuenta de las últimas novedades. Desde el punto de vista epigráfico y especialmente de los caracteres externos, carece de interés. Tomás ROMERO DE CASTILLA. Inventario de los objetos recogidos en el Museo Arqueológico de la Comisión Provincial de Monumentos de Badajoz. Badajoz 1896. Publica solo los cuatro epígrafes que allí hay de Mérida, incluyendo interesantes rectificaciones a sus primeras transcripciones y lecturas que pasaron desapercibidas para los editores posteriores. García de SALCEDO CORONET. Inscripción del sepulcro de Saturnino Benitente, que se halló en la ciudad de Mérida año M.D.C.L. Reimpresión del duque de T. Serclaes. Sevilla 1890. Hübner no pudo ver este libro que yo he conocido por la reimpresión citada. Es interesante para conocer el estado en que se halló el epígrafe n 15. La obra contiene un largo y erudito discurso sobre el texto del epígrafe. E.L. SMIT. Oud-christlijke Monumentem van Spanie. La Haya, 1916. No he podido consultar la obra, que, según referencias de Vives, solo trae dos epígrafes emeritenses que publicó por primera vez. Mal leídos según la transcripción de Vives, de quien este editor las tomaría. José VIVES. Inscripciones romanas de la España romana y visigótica. Barcelona, 1942. Es la novísima y completa colección de inscripciones cristianas hispánicas, pero limitada en cuanto al tiempo, año 711 y en cuanto al asunto, pues solo publica los textos y se preocupa de las fórmulas. Omite todo cuanto afecta a los caracteres externos; da mal muchas procedencias; no dice donde se encuentras las inscripciones; sus lecturas o transcripciones contienen errores y erratas. El libro se preparó en Friburgo sin ver un solo ejemplar al natural, utilizando los facsímiles y fotograbados de Hübner y de Fita y siguiendo el método de Diehl, sobre todo en el sistema de transcripción, incluidas las de la D latina por delta griega y por V las ues cursivas. A pesar del límite del año 711 incluye muchas inscripciones de época posterior, o da como posteriores algunas que no lo son. De las emeritenses incluye solo 45, dando además como tales las de los números 75 y 76, no siéndolo la primera y no habiendo por ahora seguridad respecto a la segunda. Después de compuesto el libro hizo el editor un viaje a Mérida con lo que añadió, mal estudiadas, algunas que estaban inéditas, y corrigió algunas de las que ya tenía incluidas en la colección, incurriendo en algunos casos, en nuevos errores. Contienen algunas noticias, principalmente sobre hallazgos, de los epígrafes emeritenses: Maximiliano MACIAS. Inventario del Museo de Mérida, 1910. Manuscrito conservado en el Museo. Son referencias muy sucintas que en algún caso pueden ser interesantes. Antonio FLORIANO tomó muchas transcripciones de epígrafes emeritenses, las cuales se conservan, manuscritas, en el Museo. No tienen mayor utilidad que las de poder calcular las fechas del hallazgo de los ejemplares o de su ingreso en el Museo. II- EL MÉTODO ADOPTADO PARA LA INVESTIGACIÓN Y PUBLICACIÓN DE LOS EPIGRAFES EMERITENSES El método que he seguido en estos epígrafes es el siguiente. He reunido lo primero todos los antiguos epígrafes cristianos latinos subsistentes y con ellos he formado dos grandes grupos. En uno he puesto todos aquellos que conservan la fecha. En el otro los que la habían perdido o no la tuvieron consignada. Hecha esta distinción he estudiado uno por uno todos los fechados, investigando minuciosamente todos sus caracteres externos, procurando no omitir alguno. El resultado de este estudio fueron las tablas que presento en esta tesis, las cuales son mi clave y el fundamento de todo el método. Las tablas pusieron en evidencia una evolución de los susodichos caracteres en el transcurso del tiempo. Es cierto que todo está hecho sobre veintiún ejemplares. Pero su distribución cronológica es tal, que dan a conocer los estados de esa evolución en poco más de la segunda mitad del siglo V y en todo el siglo VI. Del siglo VII no facilitan datos más que del año 601 y de los años 648 al 662. De desear hubiera sido disponer de más ejemplares correspondientes a la primera y a la segunda mitad de la séptima centuria; pero faltan y la evolución hay que suplirla con el ingenio Los epígrafes cristianos latinos de Mérida 699 actuando con los datos conocidos. Afortunadamente la parte conocida del siglo V desde el año 442 y todo el siglo VI se manifiestan con características bien definidas y de evolución continua, sin grandes intermitencias. La evolución se corta bruscamente en el siglo VII por el salto del año 601 al 648 y por la falta de datos posteriores al 662. De consiguiente, cuantos epígrafes contengan características del VI y de los años 648 al 662 es lógico que han de pertenecer a la fecha intermedia. Igualmente, todos aquellos epígrafes que contengan características no conocidas antes del 648 han de ser de esa fecha, o posteriores si las que ostentan ofrecen un estado evolutivo más avanzado. Todos aquellos otros epígrafes no fechados que presenten características no conocidas después del año 442 y en estado de evolución no coincidente con las posteriores, ha de ser forzosamente anteriores a dicho año. Establecidas estas conclusiones estudié entonces, uno por uno, muy minuciosamente, cada ejemplar no fechado o que perdió la fecha. Fue esta una labor de estudio comparativo, en el que después de los resultados obtenidos por el examen de los elementos externos, intervino el cotejo de los formularios, o sea su contenido interno. Como al mismo tiempo que los epígrafes emeritenses he ido estudiando las inscripciones de otras localidades de la Península, no me he limitado al estudio comparativo de las emeritenses entre sí, sino que he acudido a los epígrafes fechados de otras partes, obteniendo de este modo resultados positivos y definitivos que me han conducido a fechar con seguridad los epígrafes a los que les falta este dato conforme luego los doy en la segunda parte de esta tesis. No me ha satisfecho nunca el principio de autoridad no explicado en materias científicas. Hübner y Fita clasifican cronológicamente los epígrafes sin razonamiento alguno. Ninguno de ellos explica el por qué las letras dicen que son de tal siglo o de cual otro. Vives incurre en contradicciones y errores por la misma razón, pero sirviéndose no de las letras, aunque alguna vez lo hace sin haberlas estudiado, sino de las fórmulas, siendo el caso más peregrino el del n 57, que solo porque emplea la fórmula hic requiescit dice que es probablemente del siglo VIII o posterior, “pues no se encuentra antes en Mérida”. Y yo pregunto ¿en cuántos epígrafes emeritenses del siglo VIII o posteriores la ha encontrado el doctor Vives? Porque da la coincidencia de que no se conoce otro epígrafe cristiano emeritense posterior al año 700 que el hebreo del n 64 el cual, por cierto, no contiene tal fórmula. He aquí el error de Vives y el error de todos los que han dicho que un epitafio está escrito en bellísimas letras del siglo V, o del VI, o del VII sin haber estudiado ni unas ni otras, ni preveer que los epígrafes como toda producción humana, están sometidos al cambio de los tiempos, y de las circunstancias históricas en que se produjeron. Lo que sucede es que ninguno de los editores se ha tomado el trabajo de estudiar a fondo las inscripciones, ni de sistematizar la investigación. Esta es en cambio la novedad fundamental y clave de esta tesis, que es en resumidas cuentas, lo mismo que haber descubierto el Mediterráneo. Mas lo cierto es que los editores han tenido el Mediterráneo ante los ojos y no lo han visto. Por esta razón tanto los materiales de la tesis, como los resultados que recojo en la introducción son completamente inéditos. Detalles del método han sido el estudio directo y personal de los ejemplares, tomando transcripción y notas de cada uno, sin tener a la vista lo que los demás han dicho cuándo se ha tratado de inscripciones publicadas anteriormente. La obtención de improntas de todos ellos, trabajo personal del más alto interés, porque el procedimiento de la reproducción exige al tiempo de su ejecución una atentísima observación, la cual en muchos casos es muy provechosa para la investigación. El trabajo con las improntas a la vista, el análisis del grabado de cada letra averiguando su trazado. La obtención de calcos y dibujos. En suma, agotar todos los recursos de la observación directa por procedimientos objetivos. Todos los ejemplares emeritenses que actualmente se conservan y figuran en la colección han sido vistos y examinados por mí directamente. Salvo de muy pocos, de los cuales hago la referencia oportuna, de todos he obtenido las improntas personalmente, y si no, las ha sacado persona adiestrada por mí en el procedimiento y de absoluta garantía. Todas las improntas las conservo en mi poder, porque son motivo de constante consulta y proporciona gran provecho y utilidad tenerlas a la vista al tiempo que se trabaja. Sin ellas, creo que la investigación epigráfica ofrece graves y series Tesis Doctoral 700 dificultades. La fotografía es elemento de investigación muy deficiente, salvo que no quepa otro recurso. La mejor fotografía de una inscripción es la que puede obtenerse después de estudiada esta para tomar aquella con las máximas garantías de acierto, bajo la dirección del investigador. Una fotografía “a priori” puede ser causa de confusión y de errores. Una vez estudiados los epígrafes, ha venido la consulta de los editores anteriores, si los han tenido. Entonces ha sido el momento de las correcciones, rectificaciones y adiciones. De acuerdo con el método del estudio de los epígrafes debe estar el de mi publicación, el cual debe ajustarse al que señalo en esta colección, consistente en un estudio crítico, completo, de cada uno, acompañado de los gráficos más convenientes para su mejor inteligencia. Al menos, ese estudio completo, integral, ha debido hacerse en la mesa de trabajo y ser la publicación una síntesis de aquel. Para ordenar los epígrafes en la colección debe seguirse un criterio cronológico y un orden geográfico, el cual aquí no tiene razón de ser a causa de no proceder todos los letreros de la misma localidad. Acerca de este punto estimo desacertado dar la procedencia de un epígrafe con el nombre de la localidad más próxima al del lugar del hallazgo. Hay que dar esto forzosamente, aunque a continuación se haya de dar el otro como referencia. Tampoco se comparte el criterio de la presentación de las inscripciones clasificadas por su contenido. El contenido puede ordenarse en índices adecuados. El más riguroso orden cronológico garantiza la mejor utilización de los epígrafes, pues se advierte mejor la evolución que razona por sí misma la clasificación cronológica, ya que en la explotación de los epígrafes como documentos históricos interesa sobre todo su fecha, y es preciso que los investigadores encuentren fácilmente la razón de la que se les atribuye para evitarles que se vean en la precisión de averiguarla por su cuenta. En los ejemplares reunidos en esta colección he conservado la separación entre los epígrafes fechados y los que no lo están, por razón de una mayor claridad en la presentación del trabajo y como estado intermedio entre su estudio y su publicación. Para ordenarlos definitivamente en esta, será suficiente fundir en una de las secciones de las inscripciones en piedra, intercalando unas entre otras por orden rigurosamente cronológico según la fecha que conservan y la que se les atribuye. Lo que sí es fundamental, tanto en el método de la investigación como en el de la publicación, es distinguir y separar los epígrafes por las materias que están grabados. La materia en que está grabada una inscripción no es indiferente al estudio de esta. No se graba lo mismo la piedra que el metal, ni estos igual que otra materia. Tampoco es lo mismo grabar con un instrumento de boca que con instrumento de punta. Esta última circunstancia llevará a separar en el estudio y en la publicación, si han de ser metódicos, los mismos epígrafes inscritos en piedra. Tratándose de metal, no se graba lo mismo ni con la misma facilidad, el oro, la plata y el bronce o el plomo. Tampoco es igual la ejecución de un letrero hundido en la superficie de la materia que la de otro labrado o moldeado en relieve. Todas estas circunstancias han de tenerse muy presentes, pues el método de labrar el epígrafe es sustancia para su compresión e inteligencia. Por estas razones presento en sección aparte de los epígrafes en piedra los labrados en metal, diferenciando en esta los que lo están en oro, en planta, en bronce y en plomo, único ejemplar emeritense este último que contiene el epígrafe en relieve fundido. Ya Hübner estableció dos secciones, una para los epígrafes en piedra y otra los labrados en “instrumenti domestici”, pero el criterio es bien distinto, porque el sabio alemán no hace más que esta distinción por el uso que tuvieron los objetos con letreros, lo cual no tiene relación inmediata con la epigrafía. Mi criterio es completamente diferente, orientado hacia la manera de labrar un epígrafe sobre una materia dada, no sobre un objeto. No es la misma cosa. Finalmente diré algo sobre el método de transcripción. Sigo el sistema original que ensayé, razoné y expliqué en mi artículo De epigrafía. Doy de los epígrafes una transcripción literal que de ningún modo significa un intento de reproducción de los letreros, sino una simple identificación fonética de las inscripciones tal como están escritas. Los caracteres representan solo los sonidos figurados por las letras que hay en los epígrafes, de ningún modo la forma de ellas. Conservó en la composición la distribución del texto en renglones y lo escribo con Los epígrafes cristianos latinos de Mérida 701 mayúsculas, cosas ambas que faciliten una visión clara. Lo que falta, o no está en la inscripción, lo suplo con letras o puntos entre corchetes. Las abreviaturas las conservo seguidas de un punto cuando en el epígrafe hay signo de abreviación, cualquiera que sea la forma de éste; si no hubiera signo de abreviación tampoco pongo el punto. Las interpunciones de cualquier clase, hojitas o adornos distinguentes los represento, cualquiera sea su forma en la piedra por un asterisco puesto en el lugar que corresponde a dichos signos. Las letras inciertas, o mutiladas, las marco con un punto debajo de ellas. De todo lo demás se da cuenta en el comentario. A la transcripción acompaño la correspondiente lección. Con este sistema se obvian multitud de inconvenientes fuentes de grandes errores, que se encuentran en las transcripciones tipográficas al uso. Como ilustración del método de investigación aquí expuesto y propagado, y seguido por mí en este trabajo, pongo como remate de este capítulo el estudio del epígrafe número 55. Es un artículo que estaba ya compuesto en la imprenta para publicarlo. Pero lo he retirado de allí y lo incorporo inédito a la tesis como ejemplo completísimo de trabajo que ha requerido cada epígrafe de los que forman la colección. El no tener fecha el letrero completa útilmente la ejemplaridad del caso. EL EPIGRAFE EMERITENSE DE LA MARTIR EULALIA (H. 334, V. 348) El epígrafe y sus editores. Una de las inscripciones visigodas más interesantes de las aparecidas en Mérida, conservada en el Museo Arqueológico de la ciudad, dice lo siguiente: HANC DOMUM IU RIS TUI PLACATA POSSIDE MARTIR EULALIA * UT COGNOSCENS INIMICUS CONFUSUS ABSCEDAT * UT DOMUS HEC CUM HABI TATORIBUS TE PROPITIANTE FLORESCANT AMEN Hanc domum iuris tui placata posside, mártir Eulalia, ut cognoscens inimicus confusus abscedat, ut domus hec cum habitatoribus, te propitiante, florescant. Amen. Oh mártir Eulalia: posee pacífica esta casa de tu propiedad, a fin de que, sabiéndolo, el enemigo huya confundido, para que bajo tu favor prospere esta casa con los que la habitan. Así sea. Tesis Doctoral 702 Lo publicaron: Fita XXV 1894 P 79; Plano Ampliaciones p 40; Fita en Plano p 138; Hübner 335; Macías Mérida p 149; Mélida Badajoz 2033; Diehl 1900; Vives 348. Fita trae una lección correcta en el Boletín y en las Ampliaciones de Plano. Pero la transcripción es falsa en algunos detalles, por haber pretendido reproducir el letrero con la tipografía, pasando del convencionalismo a la arbitrariedad, al poner en cuerpos pequeños las letras que en el original están encajadas en las mayores o intercaladas entre ellas, porque ni las puso todas, ni lo son algunas de las que así figuran. Consigné como más pequeñas las oes de domum (r. 1), domus (r. 6) y propitiante (r. 7), las cuales son del mismo tamaño que las mayores. No dio como pequeñas las últimas íes de las palabras iuris (r. 1-2), martir, Eulalia (r. 6) e inimicus (r. 4); ni las ues de tui (r. 2) y de cum (r. 6); ni las de propitiante (r. 7). Estos errores tampoco están subsanados en el comentario, en el que hizo constar que la primera I de habitatoribus (r. 6-7) está dentro del “bucle” inferior a la B, no advirtiendo en cambio el enlace A-N que hay en propitiante (r. 7). Marca bien en la transcripción la existencia del adornito final del renglón tercero, pero omite el del quinto. En cuanto a la fecha juzga que las letras “bellísimas” son “de la segunda mitad del siglo VI”. Creo que el diácono Paulo “alude visiblemente” al texto de la inscripción al describir (IX 22) las calamidades que afligieron a Mérida durante el pontificado de Masona, alejadas milagrosamente de la ciudad por las oraciones del obispo y la mediación de Santa Eulalia; y al referir (IX 23) la fundación del famosísimo xenodoquio, hecho que el propio Fita relaciona con el anterior sin que así aparezca en el libro De vita et miraculia emeritensium. Con estos fundamentos, que solo emitieron en su imaginación, el sabio jesuita opina que la domus del epígrafe fue el “hospicio labrado por Masona hacia el año 572”. Plano no da lección: solo la transcripción correcta, aunque distribuidos los renglones con simetría que no existe en el original, y sin establecer diferencia entre el cuerpo de las letras. Omite los signos o adornos de los renglones tercero y quinto, y silencia el encaje de las vocales en las consonantes y el enlace A-N en propitiante. Dice que no ofrece duda que el letrero es la “dedicatoria” de un templo a la “Mártir Santa Eulalia”, y sospecha si habría algún otro dedicado a la patrona emeritense, aparte del que hoy tiene. Los epígrafes cristianos latinos de Mérida 703 Hübner publica una buena lección. La transcripción adolece de defectos análogos a los de Fita, porque quiso reproducir con la imprenta los caracteres y sus tamaños relativos. En efecto, no puso más pequeñas las íes últimas de las palabras iuris (r. 1-2), Eulalia (r. 3) e inimicus (r. 4) ni la E de propitiante (r. 7). En cambio, señala el enlace A-N en el reglón séptimo, el cual no anotaron los anteriores, y marca el adornito del quinto, aunque lo diferencia del tercero siendo iguales. El ilustre epigrafista alemán dispuso solo de una impronta muy floja que reprodujo en su libro. En cuanto a fechas opina que las letras son del siglo VI y recoge la hipótesis de Fita sobre la atribución del letrero al hospicio de Masona. Macías, sin lección, da una transcripción manuscrita, con un error en el renglón cuarto, en donde pone cognoscenst por cognoscens. Esta transcripción también contiene arbitrariedades, y eso que el editor reprodujo una copia manuscrita y pudo contar con la consulta del original sin limitaciones. Da como más pequeñas la C de hanc (r. 1), la I de domum (r. 1) y la S de inimicus (r. 4), las cuales alcanzan el alto general de las demás letras. En cum (r. 6) parece que también la C la pone como pequeña. Marca el adorno del reglón quinto: pero omite el del tercero. Se limita a recoger la opinión de Fita sobre la fecha, añadiendo que corresponde “a las postrimerías” del siglo VI, aunque escribió IV por errata. Mélida copia la lección de Fita, en la que trae la errata inumicus por inimicus. La transcripción es igualmente arbitraria. Pone como más pequeñas las oes de domum (r. 1) y domus (r. 6), que no lo son. En cambio, da como mayores las últimas de iuris (r. 1-2), martir, Eulalia (r. 3), la última I y la U de iminicus (r. 4), y la U de cum (r. 6), que son pequeñas. De la primera I de habitatoribus (r. 6-7) no dice nada de estar encajada en la B que le precede y la pone de igual tamaño. En propitiante (r. 7) no marca el enlace A-N ni lo explica después, ni de la E final como letra pequeña. Omite el adorno del reglón quinto, y en el sexto pone una interpunción, que no existe, detrás de ut. Finalmente, en la ordenación tipográfica de los renglones aparecen estos con una distribución simétrica completamente falsa, y sin la cruz inicial. No dice nada de la fecha, y al recoger la hipótesis de Fita sobre el hospicio de Masona, salva su criterio limitándose a decir “al que cree alude Paulo diácono”. Diehl trae una lección correcta; pero no advierte nada acerca de las letras, ni de los adornitos finales de los renglones tercero y quinto, detrás de florescent (r.8) añade un signo de admiración que no existe en la piedra. Recoge la afirmación de ser las letras del siglo VI y repite, atribuyéndola a los editores, la hipótesis del hospicio fundado por Masona, obispo de Mérida, hacia el año 572. Vives da también una lección correcta: incluye en su lugar el adorno del renglón tercero y omite el del quinto. Por su cuenta no dice nada acerca de la fecha, pero recoge también la atribución de Fita al hospital de Masona fundado hacia el año 572, y añade que la inscripción estaría a la puerta de la iglesia, creyendo que domus está aquí por basílica (Índice pp 276 y 283) o por iglesia (Ind. p 206), incluyendo la inscripción entre las correspondientes a edificios sagrados. Salvo el error de Macías y la errata de Mélida, la inscripción ha sido leída por todos los demás sin discrepancias y bien, lo que es natural por no haber dificultad en el letrero. En cambio, quedan patentes el descuido por los editores, de una porción de detalles del mayor valor epigráfico, y la misión de muchos datos que proporcionan elementos de juicios fundamentales para discriminar la época de la inscripción. Estos efectos son, sin embargo, disculpables, porque ninguno de los editores invirtió el tiempo preciso en la observación atenta de este y de los demás epígrafes emeritenses, sin lo cual no era fácil encontrar los datos que pueden justificar la atribución del letrero a una época determinada. Subsanar estas faltas con la aportación de mis observaciones y rectificar la fecha asignada a esta inscripción es el motivo de este artículo. Al rectificar la fecha quedará también rectificada la atribución del epígrafe al xenodoquio de Masona hecho por Fita y recogida luego son objeción por casi todos los editores como queda expuesto, Por lo demás, acerca del carácter del edificio en que estuvo originariamente colocada la inscripción, se verá por su contexto que no hay posibilidad de Tesis Doctoral 704 conjeturas sobre si era un templo, iglesia o basílica, y que del propio epígrafe se deduce más bien otra cosa. La piedra y su hallazgo. - De éste se sabe muy poco. Solo parece seguro que fue encontrada casualmente en una excavación en la calle de Forner, a espaldas del Calvario. Desde allí, hacia la estación del ferrocarril y hasta los alrededores de la basílica de Santa Eulalia no hay más antecedentes arqueológicos que numerosos hallazgos fortuitos delatores de la existencia en aquella zona de una densa necrópolis de las épocas romana y visigoda. De estas circunstancias no es posible deducir consecuencias, porque si la piedra pertenecía, como es de presumir, al material de la necrópolis, hay que considerarla con relación al lugar de su hallazgo como material aprovechado, lo cual acredita además lo que enseguida diré. Perteneció a Don José Pí y Caner, quien le entregó al Museo de Mérida según el Inventario de Macías, en el que figura con el número 489. Allí la he visto y estudiado y saqué una impronta que guardo en mi poder. La entrega ya estaba hecha en 1894, en cuyo año la refirió también Fita. El letrero está grabado en una tabla de mármol cremoso, ahora de 0,54 m. de alto según la dirección de la escritura, 0,615 de ancho y o,055 de grueso. Los costados de la lápida conservan su labra primitiva, pero los cantos superior e inferior, especialmente éste, fueron relabrados a golpes fuertes, como para reducir la altura primera de la piedra, a fin de ajustarla a las dimensiones convenientes a su aprovechamiento posterior, lo cual demuestra que el lugar del hallazgo no debe ser estimado según los únicos antecedentes que hoy tenemos, como el del emplazamiento del edificio para el que fue grabada la inscripción. Los golpes que recibió el canto inferior hicieron saltar la superficie antigua del mármol hasta tocar la línea inferior del ultimo reglón, por lo que a pesar de estar entero el epígrafe, no hay garantía de que debajo de él no hubiera algo más. Aspecto general del epígrafe. - Está muy bien conservado, distribuido en nueve renglones de anchura desigual. Los renglones primero a quinto y al séptimo comienza en la misma línea marginal, pero al sexto está sangrado, y lo mismo los octavo y noveno. Solo llegan hasta la línea marginal derecha los renglones segundo, cuarto, sexto y séptimo, el primero queda un poco corto, mucho más el tercero y no tanto el quinto, alargados estos dos últimos con sendos adornitos, o interpunciones, hacia la derecha. Los renglones octavo y noveno también quedaron muy distantes de la línea marginal derecha, por lo que parecen escritos en el centro del letrero. Esta asimetría no deja de tener su encanto. Antes de grabar las letras se marcaron los renglones con rayas hechas a punzón, se señalaron así mismo las líneas marginales que limitaron el ancho del epígrafe, las cuales cortan las horizontales cerca de sus extremos. Por encima de la línea superior del renglón primero se marcó otra raya a una distancia de 9 milímetros, hecho que habrá de ser explicado después de algunas observaciones que están por hacer. Las rayas horizontales están repetidas en algunos sitios, como para rectificar las trazadas de primera intención. Las alturas de los renglones y de los espacios intermedios, en milímetros, son las siguientes: Espacio 1º ………….. 9 1 Renglón …………… 42 Espacio 2º ……………. 12 2º Renglón …………… 42 Espacio 3º ………….. 10 a 9, de izquierda a derecha 3º Renglón ……………. 41 Espacio 4º ……………… 11 4º Renglón ……………..... 42 a 41, id. id. Los epígrafes cristianos latinos de Mérida 705 Espacio 5º …………… 10 5º Renglón …………….. 41 a 42, id. id. Espacio 6º ………….. 11 a 13, id. id. 6º Renglón ……………. 41 a 40, id. id. Espacio 7º …………. 11 a 12, id. id. 7º Renglón ………………. 42 Espacio 8º …………… 11 8º Renglón ………………. 41 Espacio 9º ………………. 12 9º Renglón ........................... 42 Las rayas marginales marcan un ancho de 525 milímetros en el renglón primero, y de 530 en el noveno, diferencia producida por la mayor oblicuidad de la línea de la derecha. Trazada aquella pauta se abrieron las letras en el mármol con una altura aparente igual para todas, salvo para las pequeñas intercaladas entre las mayores o encajadas en ellas. Pero en realidad la altura de todas no es la misma, ni aún dentro del mismo renglón, carácter común a los epígrafes visigodos. Esta diferencia de alturas es, por renglón y milímetros, la siguiente: 1-6 7-10 11-15 16-19 20-33 24-29 30-33 34-36 37-40 Fig. 1. Dibujo del autor Tesis Doctoral 706 Renglón 1º ……….. 39 a 47 = 3 “ 2º ……….. 37 a 42 = 5 “ 3º ……….. 38 a 41 = 3 “ 4º ……….. 35 a 42 = 7 “ 5º ……….. 38 a 40 = 2 “ 6º ……….. 36 a 43 = 7 “ 7º ……….. 37 a 43 = 6 “ 8º ……….. 37 a 42 = 5 “ 9º ……….. 42 = 0 Pero la mayor parte de ellas tiene una altura regular de 41 a 43 milímetros. La altura de las letras menores intercaladas o encajadas varía de los 12 a los 24 milímetros. Intermedia entre las mayores y las menores es la U de tui (r. 2), con 34 milímetros, la cual tiene el trazo izquierdo cobijado en la T que le precede. Las letras están grabadas a biseles, pero observarse que unas lo están profundamente con los biseles muy abiertos, mientras otras son más someras con los biseles más cerrados. Aún en una misma letra adviértanse estas diferencias. Detalles, por cierto, no de poca importancia, para fijar la fecha del letrero. El símbolo cristiano. - Está representado por la crucecita inicial puesta al comienzo del renglón primero, cuyo trazo vertical, más largo que el horizontal, remata con unos tracitos rectos. Este termina en otros formando ángulo. El cruce de los dos trazos principales está poco más arriba de la mitad del vertical. El alfabeto. - Las formas y características más notables de las letras están recogidas en la figura 1. A. Las aes son en total doce, todas iguales, con el trazo transversal recto y horizontal. Las variantes más notables, recogidas en las figuras 1 y 2, son solo accidentales, según sea la unión de sus trazos oblicuos por simple contacto de los extremos o por cruzamiento. En la figura 2 ha intentado dar una explicación de estas variantes, entre ellas las dos más singulares del epígrafe. Fig. 2. Dibujos del autor. Los epígrafes cristianos latinos de Mérida 707 En la línea superior aparecen las letras con la forma que debió darles probablemente el trazador, marcada con líneas gruesas, a manera de esquema, ya que por ahora no es posible precisar cómo serían esos trazos. Con líneas de puntos marcó el perfil teórico de los que abriría en el mármol el escultor, el cual les daba la forma que por lo común tiene la I, ensanchados sus extremos. Tal era, sin duda, la interpretación grabada de los trazos rectos. En la A, los extremos altos de aquellos se juntaban o se superponían más o menos, y hasta llegaban a cruzarse. El grabador fundía en uno solo ambos extremos y por eso resultaban más o menos anchas las terminaciones superiores de las aes, en las que se reúnen los biseles de los trazos con uno triangular, o trapezoide, que remata lo alto de la letra. Así se observa en las aes segunda y tercera de la figura 2 las cuales, grabadas, quedaron con el aspecto que se ofrece en la línea inferior de la figura. En la segunda A, los extremos superiores de los trazos solo se superponían en parte, a causa de que en la traza primitiva se juntaban en ángulo, por lo que la figura general de la letra grabada tiene un aspecto ancho y remata arriba con un bisel trapezoide, que da la falsa impresión de formar en aquella parte dos ángulos en lugar de uno solo, lo cual equivaldría a un trazo previo en tres tiempos correspondientes a un trazo oblicuo, otro horizontal y otro segundo oblicuo. La tercera A se trazó precisamente con los trazos oblicuos, cruzados; al abrirlos el escultor se habían de superponer en parte, pero rebasándose los ápices de uno y otro, dando lugar en el grabado a su unión en un bisel triangular y al aspecto general estrecho que ofrece definitivamente. Estas observaciones pueden ser válidas para explicar la forma variable de esta letra en la mayor parte de los epígrafes de época visigoda, y las uniones altas de los trazos de la M. Invertidos los ángulos, valdrían también para explicar el grabado y forma de la U e V capital clásica. La A de hanc en el r. 1 Las AA de habitatoribus (r.7) y de amen (r.9) Tesis Doctoral 708 Pero las letras de las inscripciones no se dibujaban ni se sometían a cánones o proporciones, sino que el trazador las hacía espontáneamente, quizá deprisa y adaptándolas al espacio disponible, sin hacer una distribución de ellas conforme a un cálculo anterior. Buen ejemplo es la distribución de los renglones en este epígrafe, de carácter monumental no solo por la materia, sino por su destino y contenido. El trazador no dibujaba las letras. Las hacía espontáneamente, como escribiéndolas; es decir: hacía una escritura monumental cursiva, que en ocasiones copiaba las formas cursivas de los escribas o se inspiraba en ellas. Así me explico las anomalías y rarezas de las aes primera y última de las figuras 1 y 2, que en la inscripción son las de la palabra hanc (r.1) y la segunda de habitatoribus (r. 6-7). En la primera, el trazo de la derecha se iniciaba, probablemente, en lo alto del renglón, prologándose desde la izquierda en dirección casi horizontal, doblándose rápidamente hacia abajo oblicuamente. El otro comenzaría a trazarse desde la línea inferior del renglón hasta tocar el primero en su tramo superior. Guiado por este trazado el escultor abriría los biseles de los dos, que por la distancia entre sus extremos superiores apenas tendrían superposición en sus perfiles; pero como el trazo grabado de la izquierda no llegaba a incluir en el ápice superior de ese costado el comienzo del trazo derecho, hubo de prolongarlo hacia la izquierda abriendo en el mármol lo marcado por el trazador. De este modo pudo quedar definitivamente la forma de la A que vemos en el epígrafe, y explicado así el apéndice de la izquierda en lo alto de la letra. Prolongaciones o apéndices semejantes hice notas en las aes, emes y enes del fragmento del epitafio de Alburquerque (De epigrafía p 301 fig 14), y en el emeritense de Octavia (Ibid. P 270 fig 1), los cuales pueden tener parecida explicación. La última forma de la A que doy en las figuras 1 y 2 se repite dos veces, la segunda en amen (r. 9). Su explicación me parece muy clara si se acepta como buena la de las anteriores. Por consiguiente, el trazo que hay en lo alto de la letra no es más que la reunión de uno solo, hecha por el grabador, de las prolongaciones que hizo el trazador más allá del ángulo. Suponer que aquél hizo un cuarto trazo sobre el ángulo superior de la A me parece un despropósito. Otra cosa será que esta forma epigráfica o monumental engendrara el tipo de A con un trazo horizontal superpuesto; pero en el caso presente, dada la fidelidad con que el escultor debió interpretar la figura del trazador, según la curvatura de los trazos grabados, me parece que por estos ejemplares se puede explicar aquel tipo monumental, que en lo visigodo solo recuerdo en el epitafio emeritense de Florentia, como ya lo hice notar (De epigrafía p 275 fig 2 y 3). Es posible que, en esta última inscripción, en la que el grabador puso extraordinario esmero en su arte, igualara las irregularidades cometidas por la mano del trazador, o que éste intentase hacer letras caligráficas, y a que una de estas dos causas se deba la regularidad con que está ejecutado el letrero. Por otra parte, la A cursiva con sus trazos oblicuos cruzados no es novedad de la escritura de época visigoda, porque su antigüedad se remonta a la escritura parietaria pintada de Pompeya (Zangemeister forma 4 de la tabla II). B. En las tres que están grabadas se ha perdido el rastro de su hechura en cuatro tiempos. Aparece formada con un trazo vertical y dos curvos que se cierran sobre el primero guardando cierta distancia entre sí. Las tres son iguales, salvo diferencias de proporción, tal como las doy en la figura 1. La segunda del dibujo ofrece la particularidad de la parte alta del trazo vertical, un poco inclinada hacia la izquierda. C. Examinada atentamente, en las diez veces que está grabada, ofrece cierta novedad dentro de la epigrafía visigoda. La novedad estriba en sus terminaciones, que abandonan en absoluto los clásicos ensanchamientos trapeciales y acaban en punta aguda o roma. Las tres formas de la letra, según esas terminaciones, las he recogido en la figura 1, en donde se verá que la primera C termina en puntas agudas en sus dos extremos, la segunda es roma por el extremo superior y aguda por el inferior; y la tercera, al revés. Todas las demás se ajustan más o menos a estos tres ejemplos y ese más o menos depende de la habilidad con que fue manejado el cincel para lograr las terminaciones. D. Todavía acusa algo su hechura en tres tiempos; pero obsérvese, como en la B, la tendencia a fundir en uno solo los trazos segundo y último. En los cuatro ejemplares que hay Los epígrafes cristianos latinos de Mérida 709 en la piedra adviértase claramente el afán de buscar la apariencia lapidaria clásica romana de esta letra, como hecha con solo dos trazos: uno recto y otro curvo uniendo los extremos de aquél. La proporción varía entra la de los dos ejemplares recogidos en la figura 1. E. No ofrece cosa notable alguna. F. Es de tres trazos, el segundo formando ángulo con el vertical o cruzándolo por encima. No hay en el letrero más que las dos que he dibujado en la figura 1. G. Solo hay un ejemplar, en el que el segundo trazo cae recto sobre el extremo del primero, o bien parte de él hacia arriba, formando ángulo, lo cual podría provenir de una simplificación de la G de forma espiral. H e I. No tienen características particulares. L. Solo se cuentan cuatro ejemplares en la inscripción, en los cuales el segundo trazo se une en ángulo con el vertical formando un ápice más o menos prolongado, o sin él. M. Entre los siete ejemplares del epígrafe no hay diferencia sustancial. La unión de los trazos centrales llega hasta la línea inferior del renglón y solo la unión más o menos próxima o superpuesta de los trazos en lo alto de la letra produce algunas variantes accidentales. Entre estos ejemplares hay uno, el primero de la figura 1 correspondiente a la primera M de la palabra domum (r. 1) en el que se advierte que la unión de los trazos centrales se prolonga ostensiblemente hacia la derecha. Fig. 3. Dibujo del autor Esta prolongación creo explicarla en la figura 3, en la que he intentado reproducir a la izquierda la forma posible del trazador, y a la derecha, la forma definitiva del escultor. Nuevamente tropezamos en este epígrafe con el problema de las dos manos que sucesivamente intervenían en la labra de las inscripciones, y por tanto con la parte que en el trazado definitivo corresponde a cada una. Creo, por el momento, que en esta M de domus el segundo trazo se prolongó excesivamente hacia la derecha por su extremo inferior en la forma aproximada que le doy en la figura 3; esta prolongación no fue, seguramente, caprichosa sino espontánea, debido, por las razones antes expuestas, a la mano del trazador. Al tocarlo su vez el escultor, se guió, sin mayor preocupación, por la forma que se la había dado previamente, procurando nada más que aplicarle el arte de su cincel, y así quedo marcada definitivamente la prolongación de la unión de los trazos centrales. No puedo garantizar la exactitud de la explicación, pero no se me ocurre otra por ahora. Pensar en que simplemente pudo escapársele el cincel al grabador es más sencillo; pero en tal caso hay que convenir en que era muy poco hábil y los clientes poco exigentes. Pero esto aparte, hay detalles en esta, y en otras piedras, en los que no cabe esta elemental explicación; y tales coincidencias, como señalaré después, que forzosamente plantean la cuestión de la forma de las letras hechas por el trazador. Puede no ser cierta mi Tesis Doctoral 710 explicación, pero no encuentro otra por ahora y creo indudable que la que se intente habrá de buscarse por este camino. N. Acusa dos formas según la manera de ligarse el segundo trazo con los otros dos. En una de ellas, la primera del dibujo de la figura 1, el segundo trazo sale del trazo superior del primero y enlaza con el tercero poco más arriba del pie. Así solo hay una. En las demás, hasta siete, el trazo segundo enlaza la cabeza del primero con el pie del tercero. Una de estas siete es la N enlazada con la A que le precede en la palabra propitiante (r.7). O. Hasta nueve veces que aparece en la inscripción es siempre ovalada, acusando su hechura en dos tiempos y tendiendo al apuntamiento hacia la línea inferior del renglón en algún caso, afecto de la unión menos redondeada de los susodichos trazos. P. Es siempre cerrada. De los cuatro ejemplares hay que anotar uno hecho con tres trazos: el vertical, uno horizontal formando ángulo con aquél, arriba, y otro curvo que une el extremo libre del segundo con el vertical. Así es la primera P de propitiante (r. 7). La segunda de esta misma palabra está caracterizada por la inclinación hacia la izquierda de la porción superior del trazo vertical, como la B antes anotada. Como la primera P de propitiante, anoté ya otras del fragmento del epitafio de Alburquerque (De epigrafía p 302 fig 14). R. Hay seis ejemplares de esta letra en la inscripción. Cuatro de ellos son cerrados, con el tercer trazo saliendo de la curva del segundo a corta distancia del vertical, o de la misma unión del primero con el segundo. Del primer tipo solo hay una letra, la de iuris (r. 1-2, fig 1, 26) en la que, por cierto, se advierte además una ligera inclinación en la porción alta del trazo vertical, como en la B y en la P antes aludidas. Detalle interesante del mismo ejemplar es que el tercer trazo, al llegar a la línea inferior del renglón, no se abre en terminación trapezoide, sino que se prolonga horizontalmente y se acaba sin ensanchamiento alguno. Este final no es otra cosa que la prolongación que hizo el trazador en forma análoga a la del tercer trazo de la M, interpretada por el escultor de igual manera. Otros dos ejemplares hay muy interesantes. Las erres de las palabras propitiante (r. 7) y florescant (r. 8), las dos del mismo tipo, caracterizado porque el segundo trazo se une al vertical cerrando la curva o porque desligado Las M y U de domum en el r. 1 Fig. 4. Dibujo del autor. de él y revuelto en su extremo inferior, la deja abierta, saliendo el tercero del vertical, con absoluta independencia del segundo, y quedando entre ellos notable separación, en forma análoga a la de la B, tal como se representa en la figura 1. S y T. No ofrecen particularidades de interés. U. Está grabada siempre, doce veces, en la forma capital clásica. Pero hay un ejemplar curioso en la palabra domum (r. 1), caracterizado porque la unión de los trazos se prolonga Los epígrafes cristianos latinos de Mérida 711 horizontalmente hacia la derecha. Esta prolongación creo que no es un capricho del escultor ni una incorreción del grabado, sino que fue vaciada según lo marcaba el trazo previo de la letra en la forma que supongo en la figura 4. Aquí la cuestión está en sí la letra trazada previamente debió su forma a la prolongación eventual del primer trazo, o si ese trazado marcaba la forma cursiva de la letra. Las dos hipótesis son probables, porque esta forma cursiva epigráfica pudo ser igual a la de la U de sub del letrero de la dedicación de la iglesia de la Madre de Dios y de todas las Vírgenes encontrada recientemente en Mérida, la cual doy a conocer en un artículo que tengo entregado para “Archivo Español de Arqueología”. Dicha U, que reproduzco aquí en la figura 3, puede muy bien haber dado lugar a la forma de la U de domum. Más me inclino hacia esta conjetura, porque el caso de esta U no es único; se encuentra también en la primera U de famulus, en un epitafio fragmentado de Mérida (De epigrafía p 306 fig 15). He aquí, pues, algunos interesantísimos detalles y coincidencias, a los que antes he aludido, por lo que no creo ni en esta U, ni en las A, M y R antes comentadas, estemos en presencia de simples escapes del cincel. La singularidad de estos detalles la estimo precisamente como argumento a mi favor. En el epígrafe de la dedicación, la forma de U que aquí reproduzco es única, sin embargo, de estar repetida la letra en la inscripción hasta veinte veces. En el fragmento emeritense antes citado es también forma excepcional la U con su apéndice inferior hacia la derecha. Y más aún esta última hace desechar la hipótesis de todo escape del cincel, porque el apéndice no sale del mismo ángulo de la letra, sino de un poquito más arriba, y esta rematado con sus correspondientes terminaciones trapezoidales. Téngase presente para juzgar de esto, que en el epígrafe de la mártir Eulalia que comento, se advierte en la C la desaparición de dichas terminaciones, y que estas, en general, no son tan amplias en las demás letras como en otros epígrafes. Por otro lado, solo una A, una M, una R y una U de la inscripción ofrecen esta característica, y no las demás, ni las otras letras, lo que a mi entender significa que todo responde a la forma previa que les dio el trazador. Sería raro la coincidencia de los escapes del cincel en cuatro letras cuya forma previa ha podido originar la que tienen definitivamente, y no en otras, estando todas pulcramente grabadas de acuerdo con el estilo de la época. Enlaces y letras intercaladas y encajadas. - No hay una sola abreviatura en el epígrafe; pero en cambio hay dos letras enlazadas, las A-N de propitiante (r. 7), y son relativamente abundantes las más pequeñas intercaladas o encajadas en las mayores. Estas son siempre aquí las vocales E, I, O y U. En cuanto a la E está incluido en el ángulo derecho de la T de propitiante (r. 7), y no cabe considerarla más que como encajada por no tener detrás ninguna otra letra, aunque rebasa la longitud del trazo que la cobija. Respecto a la I sería difícil distinguir los casos en que puede considerarse como intercalada o encajada. Esta intercalada entre la R y la S de iuris (r. 12), y este porque parece que la R no se presta a encajar ninguna letra a la derecha de sus trazos, aunque aquí, la prolongación de la R permita considerarla como encajada, si como tal se piensa que está incluida bajo el ángulo derecho de la T de martir (r. 3) o de propitiante (r. 7), o en el de la L de Eulalia (r. 3) o bajo la curva de la P en la misma palabra propitiante. Evidentemente intercalada está entre la M y la C de inimicus (r. 4), en la mitad superior del renglón, y encajada dentro de la segunda curva de la B en habitatoribus (r. 6). La O está dos Tesis Doctoral 712 veces incluida dentro de la C que le precede, en cognoscens (r. 4) y confusus (r. 5). Igualmente está incluida la U en la C en inimicus (r. 4) y en cum (r. 6). En tui (r. 2) es desde luego de menor altura que las otras dos letras, y el primer trazo se cobija en el ángulo derecho de la T, por lo que resulta medio intercalada, medio encajada. Del tamaño de estas letras ya he dicho antes. Interpunciones o adornos. - No sé definir exactamente la función de los signos o adornos que se ven al final de los renglones tercero y cuarto. Los dos son como las interpunciones triangulares clásicas; pero muy alargada la base, especialmente al final del segundo renglón. Del vértice, o ápice, superior parte hacia arriba y hacia la derecha un rasgo ondulado. En esencia son exactamente iguales variando su proporción, la forma del triángulo, la longitud del rango terminar y su ondulación. Pero estos signos o adornos ¿tienen una función gramatical? ¿o son simples elementos decorativos? Evidentemente los renglones a los que corresponden se quedaron cortos, y se ve que la proporción de los adornitos trató de aminorar el espacio vacío de letras. Mas por otra parte estos signos coinciden entre las tres clausulas principales del epígrafe. Acaso su función sea doble y complementaria la una de la otra. El contenido de la inscripción. - Es tan sencillo que no necesita, a mi juicio, amplias aclaraciones. Como el texto está entero, y su lectura no ofrece dificultad, no da lugar a la explicación e interpretación de fórmulas dudosas. Las cláusulas son cuatro. En la primera se expresa la entrega de la domus al patronato de Santa Eulalia con una fórmula de transmisión de dominio que reviste cierto aire jurídico: HANC DOMUM TUI PLACATA POSSIDE MARTIR EULALIA, la cual quizá podría también traducida así: posee esta casa, mártir Eulalia, segura de tu derecho, es decir: sin contradicción de él, términos todos muy diferentes de los usuales en las dedicaciones litúrgicas. Las cláusulas siguientes expresan la finalidad del patrocinio: UT COGNOSCENS INIMICUS CONFUSUS ABSCEDAT, dice la primera: para que el diablo, el enemigo por antonomasia del cristiano, conociendo los derechos de Santa Eulalia sobre la casa, hulla, se marche avergonzado. Hübner comenta que los peritos en materia cristiana, a los que consultó, no dudaron en que aquí el enemigo era el diablo; y Diehl compara el texto de la cláusula con este otro: ut lastetur deus … et confundatur diabolus. No parece que sea necesario, aunque si útil, agotar los argumentos; pero ahora basta con lo más elemental del catecismo para garantizar que el enemigo aludido en el epígrafe es el diablo. La otra cláusula dice: UT DOMUS HEC CUM HABITATORIBUS TE PROPITIANS FLORESCANT, manifestando el deseo de que el patrocinio de la virgen mártir sea causa de prosperidad para la casa y para sus habitantes, deseo que acusa bien la anomalía de la construcción con el sujeto en singular y en el verbo en plural, porque acaso en la mente del redactor bullía la idea de que la prosperidad deseada era no solo para la casa, sino también para cada uno de los que la habitaban. Estas dos cláusulas adquieren cierto aire de ruego o de súplica que se confirma con la fórmula final AMEN: así sea. Nada permite hacer conjeturas acerca del carácter de la domus aludida en el letrero. Tampoco hallo conexión entre los pasajes de Paulo citados por Fita y el texto de la inscripción. Quien quiera comprobarlo espero que sacará conclusiones análogas, aparte de que, como voy a probar enseguida, la inscripción es posterior al pontificado de Masona (desde antes del 573 hasta el 606. Flores XIII p 180). Domus podría ser iglesia, basílica; pero da la circunstancia de que entre nuestros epígrafes visigodos no se encuentra otra inscripción en la que aquella palabra está empleada con estas acepciones. Vives no recoge en sus índices otro letrero que éste. Si a esa observación se añade que en la inscripción se implora la prosperidad para la casa y para los que la habitan, cum habitatoribus, creo innecesario alambicar los argumentos para demostrar que no siendo la iglesia lugar de habitación, el letrero no se refiere a templo alguno, que no hay fundamento para interpretarlo como se ha hecho, sin otros datos, siendo sencillo y evidente el sentido. La devoción a Santa Eulalia debió ser populosísima en Mérida, como es natural, y cualquier persona privada pudo poner su habitación bajo el patrocinio de la mártir. Pero si se tiene en cuenta el carácter monumental del epígrafe podrá llegar a sospecharse, y no Los epígrafes cristianos latinos de Mérida 713 es poco, que la domus fuera la residencia de alguna comunidad religiosa, o la sede de alguna institución de carácter eclesiástico o simplemente social, la cual podía haber tenido anejo un templo o capilla; pero ante esta posibilidad es necesario aclarar que la inscripción alude precisamente a la institución en general y a su edificio como lugar de habitación, no a una parte de él, y mucho menos a la que no podía ser habitada. En tal sentido precisa conocer que si Fita erró en la atribución, acertó muy bien en la interpretación. Observaciones gramaticales.- Apenas hay que señalar la escritura de martir por martyr, en el renglón 3, y de hec por haec en el renglón 6, grafía la última corriente en los letreros de época visigoda. La rara construcción de la tercera cláusula ya la hizo notar Hübner, quien sospechó si hec se había escrito por hae, en cuyo caso habría de traducirse: para que estas casas con los que las habitan prosperen bajo tu favor. Mas esto produciría cierta contradicción con la primera cláusula, que se refiere a una sola casa. Opte por la explicación que antes he dado, debiendo entender que domus hec cum habitatoribus tiene sentido de sujeto en plural, con el que está concertado el verbo. Así lo entendió también Hübner. Los especialistas aclararán la cuestión gramatical y su valor histórico, porque la lectura es indudable y el sentido sencillísimo y claro. La fecha del epígrafe. - Del análisis anterior se puede deducir con absoluta garantía la época en que la inscripción fue grabada, con la circunstancia favorable de la coincidencia absoluta de todos los caracteres dentro de unos mismos términos cronológicos. Para fechar los externos me sirvo de su comparación con los letreros fechados en Mérida que se conservan y con algunos de la ciudad que, no estándolo, poseen caracteres bien manifiestos de la época a que pertenecen1. Falta aún comprobar los resultados obtenidos del estudio de todos los epígrafes emeritenses con los de otras localidades, por lo que las referencias a las inscripciones de fuera de Mérida no tienen carácter exhaustivo; pero aquello se va haciendo y no creo que las conclusiones a que pueda llegarse alteren el proceso que, con los datos hasta ahora conocidos, acusa la evolución local de la metrópoli lusitana. El aspecto general de la inscripción es por sí solo un indicio de haber sido grabada en el siglo VII y no en el VI. La traza a punzón de las líneas que marcan la caja de los renglones no sé si se hizo en Mérida durante la época visigoda en todos los epígrafes. Si tal sucedió hubieron de ocurrir una de estas dos cosas. O después de grabado el letrero se afinaba la superficie de la piedra y desaparecían las rayas, o la erosión de los agentes naturales se encargó de borrar su huella. Me parece que la segunda hipótesis, aunque posible, hay que descartarla de la cuestión, porque lo que hasta ahora se observa a este respecto es que tienen marcada con punzón las susodichas líneas los epígrafes de Octavia, del año 442, de Fortuna, del 601, por el lado B, de Iohannes, del 657, y de Quinigia, del 662. Entre los no fechados, tiene marcadas las rayas el epitafio de medicus, que es del siglo VII como en otro lugar probaré. Por tanto, los agentes naturales no han podido ser la causa de la desaparición sistemática de las rayas en todos los letreros desde el año 465 (epitafio de Octavia) hasta el 588 (de Saturninus), ni elegir unos del siglo VII y dejar otros de la misma centuria. Es preciso convenir en que, si todos los epígrafes eran rayados previamente, hubo una época, desde mediados del siglo V hasta fines del VI, en la que se hacía desaparecer deliberadamente el rayado; o en que durante dicha época se grababan 1 Epígrafes fechados en Mérida que se conservan: Octavia año 442 (Vives, 24, Navascués, De epigrafía, p 268). Florentia a. 465 (Hübner 337, V 478, N p 272). Fragmento de epitafio, a. 482 al 501 (H 343, V 38). Hippoliti a. 508 (V 41). Valentinus a. 514 (V 26). Cantonus a. 517 (H 332, V 27 y correcciones). Maria, a. 518 (H 341, y Supp p XVI, V 30 y correcciones). Orbanus a. 520 al 535 (V 28). Sthefanus a. 552 (N p 282). Marcella, a. 558 (H 340, V 31). Arestula a. 559 (H 26, V 479). Fragmento de epitafio, a. 578 (V 31 a y correcciones). Saturninus, a 588 (H 33 y Supp p 19, V 480). Fortuna, a. 601 (H 338, V 35 y correcciones, N p 286). Fragmento métrico, a 648 (N p 294). Iohannes a. 657 (H 29 y Supp p 10, V 44 y correcciones). Eugenia, a. 661 (H 333. V 358). Quinigia, a 662 (H 31 y Supp p 19, V 46). Epígrafes de Mérida sin fecha, citados aquí: Fragmento métrico (V 506). Fragmento de epitafio de un medicus (H 526, V 288). Eolalii (H 336, V 47). Fragmentos de epitafios (H 342, V 45). Tesis Doctoral 714 los letreros sin el trazado a punzón de aquellas líneas auxiliares. En cualquiera de estas dos hipótesis resulta que el epígrafe de la mártir Eulalia se nos viene al siglo VII, ya que no puede ser de la primera mitad del V, coincidiendo aquello con los demás caracteres que iré puntualizando. Ni esta analogía de caracteres entre aquellos más remotos tiempos y éstos más modernos representa otra cosa que ciertos arcaísmos puestos de moda, o a un renacimiento de costumbre ya olvidadas, conocidas al remover, seguramente, el material funerario de los cementerios en su periódico aprovechamiento. Ya en otra ocasión (La dedicación de la iglesia de Santa María) he aludido al hecho de la reposición de caracteres antiguos en los epígrafes más de una vez, lo cual garantiza más los datos que aporto para fechar este letrero. Otro tema de su aspecto general es la desigualdad en la profundidad del grabado y en la abertura de los biseles entre las letras del centro de la inscripción y las de alrededor, siendo aquellas más hondas y más anchas que éstos. Este aspecto se observa también en el fragmento métrico del año 648, y en el más moderno de los dos fragmentos de epitafios, conservados en un trozo de losa funeraria, que guarda el Museo Arqueológico Nacional. En el más antiguo de ellos restan solo las últimas cifras del numeral de la era: XXXII, el cual, según los caracteres de las pocas letras que quedan y el recuadro que lo enmarcaba, podía haber sido DLXXXII o DCXXXII, años 544 o 594. Si se toman como base de cálculo el tiempo que había de transcurrir para aprovechar una losa sepulcral, y hasta quizá la misma sepultura, según datos que daré a conocer en otro artículo por ser demasiado para este lugar, se puede presumir un período de unos 75 a 100 años entre los dos epitafios, que dan para el más moderno una fecha incluida en el siglo VII, con lo que convienen la forman de las letras y la desigualdad del grabado anotada. Las formas alfabéticas proporcionan los siguientes datos cronológicos. La A con travesaño recto se usó en Mérida en el año 442 (Octavia) y no vuelve a encontrarse como forma única hasta el año 648 (fragmento métrico). La B de la inscripción es una novedad en la epigrafía emeritense en el año 648 (fragmento métrico), en el que aparece asociada a otras formas. Se encuentran nuevamente en el epitafio del clérigo Eolalius, que es seguramente de la segunda mitad del siglo VII y quizá de sus últimos decenios. En este aparece la B en proceso de franca evolución hacia las formas mozárabes andaluzas. Con los dos trazos curvos sueltos y desligados del centro del vertical, bien el superior, o solo el inferior, conservándose únicamente ligados a los extremos del primero. Corrobora las fechas de Mérida el epitafio del obispo Honorato (H 65 y Supp 41, V 273), sevillano, del año 641, que contiene análogas formas de B. Y también el cordobés de Anerius (H 378, V 163), del 682. Todavía no se podrían aducir más testimonios, como el de otro epígrafe cordobés del año 649 o 651, inédito, que pienso publicar pronto; y la inscripción de San Juan de Baños (H 143 y Supp p 68, V 314), del 661, en la que en nobem me parece ver una B semejante, según la fotografía que poseo. La C de extremos puntiagudos o romos se encuentra en el año 662 (Quinigia) y en los epígrafes sin fecha del fragmento métrico, del medicus y de Eolalius. Aparte del siglo VII, solo se halla la C terminada en punto por abajo en el epitafio de Florentia, del año 465, circunstancia que puede estar en relación con los arcaísmos antes aludidos. En otras localidades se encuentra también la C terminada en punta. Esta forma ostenta en el letrero de la consagración de la basílica de los tres santos hermanos cordobeses, labrado entre los años 636 y 641 (H 363, V 313), y en el epitafio del propio obispo consagrante de aquella, del 641, ya citado, inscripciones ambas hispalenses; además, según el facsímil que reproduce Hübner también se vio en el epígrafe del abad Vicente, leonés, del año 630 (H 142, y Supp p 68, V 285) y en la misma dedicación de San Juan de Baños del 661. La tendencia de la D a recuperar la forma clásica lapidaria romana, perdiendo la claridad de su trazado en tres tiempos, típica del siglo VI y aún en la primera mitad del VII, se advierte en el epígrafe de Eugenia, del 661, y en el de Quinigia, del 662, en los cuales se anota, además, como en este de la mártir Eulalia, que la letra empieza a recibir una proporción estrecha. Los epígrafes cristianos latinos de Mérida 715 De las formas de la E, la primera parece fijarse en la epigrafía emeritense a partir del año 661 (Eugenia). La segunda se encuentra en el año 657 (Iohannes). La G de forma espiral comienza el año 588 (Saturninus) y así se mantiene definitivamente en todos los epígrafes posteriores. La G de la inscripción que no es exactamente espiral, pero creo que procede de ella, pudiendo ser una forma más intencionadamente grabada de las ges de virgo y virginum del epígrafe de Eugenia (r. 5), del año 661. También la forma de L, especialmente la segunda de la figura 1, es típica de los letreros de Eugenia y de Quinigia, años 661 y 662, respectivamente, y de los epígrafes sin fecha antes citados. La O, más o menos elíptica u ovalada, y en algún caso con tendencia al apuntamiento por abajo, se encuentra en los años 648, 661 y 662, en los epígrafes de medicus y del clérigo Eolalius. La P, con la forma y proporción con que aparece en el letrero se inicia igualmente en el año 648. La forma en tres tiempos, con el segundo trazo, se encuentra en el epitafio tardío de Eolalius, y fuera de Mérida en el fragmento de Alburqueque, de hacia mediados del siglo VII indudablemente, como lo probé (De epigrafía, p 299), pudiendo añadir ahora nuevos testimonios que garantizan la fecha asignada. Las formas de la R que pueden servir para el intento de atribuir el epígrafe a una época concreta son las dos últimas de la figura 1. La primera de ellas aparece excepcionalmente en el año 578 (fragmento de epitafio). De la segunda pueden ser precedente las erres del lado A del epitafio de Fortuna, del 601. Después síguese encontrando en los años 648 y 661. Anótese, pues que si bien hay un caso excepcional en el siglo VI, que es en cambio forma corriente en el VI. Y esto lo abona no solo el ser el precedente de la escritura libraría y monumental mozárabe, sino el hecho de que fuera de la lusitana la encontramos en el epitafio ya citado de Honorato, en Sevilla, el año 641; en Utrera, en el año 640, según el facsímil que trae Hübner (H 82, V 130), en el epitafio métrico de Medina Sidonia, del 649 (H 86 y Supp 42, V 280); en la piedra de consagración de Cabra, del 660 (H 100 y Supp 54, V 308 y correcciones, según el facsímil de Hübner en la otra inédita cordobesa del año 649 o 651; y en el epígrafe de San Juan de Baños de 661). Finalmente, el trazado previo de la U de domus, ha de considerarse una consecuencia de la introducción de la forma cursiva como letra normal y corriente en el epígrafe, lo cual empieza para Mérida en el año 657. Todavía queda por precisar un detalle de no escaso interés. La B y la R adquieren en la epigrafía y en la escritura capital libraría mozárabe cierta semejanza, a la cual se asimila también la P. Esta uniformidad ha de tener su precedente en la época visigoda, y en el proceso evolutivo pueden representar los epígrafes que contienen asociadas las formas de la B y las dos últimas de la R de nuestra inscripción. Esta asociación está fechada en Mérida el año 648 (fragmento métrico). Fuera de la metrópoli lusitana, en Sevilla, el año 641, en el epitafio de Honorio ya citado; en territorio cordobés en el epitafio inédito del año 649 o 651; y en tierra de Cerrato en la dedicación de San Juan de Baños, del 661. La ausencia de abreviaturas es una singularidad de este letrero, y no sirve, por ahora, como dato cronológico. Entre los epígrafes fechados, carece de abreviaturas, según lo dan los editores, el de Bracarius, que atribuyen al año 381 (H 331, V 18), sobre lo que es muy difícil discernir por falta del original; y el de Arestula, del año 559. En el de Fortuna, del 601, cabe la duda de si en el lado B hay una abreviatura; en el lado A no las hay. Entre los no fechados no tienen abreviaturas los de Bonifati (H 330, V 23), Lupercus (H 339, V 21) y Proiectus (V 17), que parecen antiquísimos. Por los fragmentos no hay garantías de pronunciarse con seguridad. Un solo enlace de letras tampoco permite formar juicio. Pero en cambio, la abundancia y variedad de las vocales intercaladas y encajadas si es, a mi parecer, una característica muy particular de mediadas del siglo VII, según lo acusan el fragmento del epitafio métrico del 648, y sobre todo la inscripción de Eugenia, del 661. Tesis Doctoral 716 Las interpunciones estuvieron en uso en los epígrafes fechados de Mérida entre los años 442 y 514. Después desaparecen de los letreros. Solo en el año 578 y en el 601 se observan ciertos signos raros, especialmente en el último, que no es posible definir exactamente. Pero el año 648 volvemos a encontrar el punto clásico triangular, y en los años 661 y 662 hojitas adornos que también se encuentran en otras inscripciones del siglo VII fuera de Mérida. Respecto a la función de estos adornitos, en el año 648 parece que separan los versos, lo mismo que en la inscripción de Eugenia del 661, igual que en este letrero separan sus cláusulas fundamentales. Pero en el epitafio de Quinigia, del 662, los adornitos están al final de los renglones, más cortos unos que otros, sin que se pueda precisar si son simples ornamentos o están también, como parece, separando las cláusulas más importantes. He aquí, pues, un conjunto de coincidencias que traen también la inscripción hacia los años 661 y 662. Hacia el año 572, fecha que el atribuyó Fita no se estilaban ni adornos ni interpunciones. El uso de la cruz al principio del renglón primero es costumbre emeritense a partir del año 588 (Baturninus); pero más concretamente del siglo VII. Finalmente, viniendo al contenido del epígrafe, constituye en el fondo una nota excepcional, pues no hay término de comparación y por tanto nada puede deducirse en cuanto a fecha. Pero en la expresión es tal su semejanza con la dedicación con la basílica de San Juan de Baños, ya citada antes por otras coincidencias, que resulta extraño no haber dado hasta ahora con este importantísimo y, a mi juicio, definitivo dato cronológico. He aquí el texto de cada una de las dos inscripciones subrayados los elementos comunes que contienen. Hanc domun iu/ris tui Precursor D(omini), martir placata posside./martir Baptista Iohannes, /posside Eulalia./ut cognoscen ini- construstom in eterno munere micus/confusus abscedat./ sede(m),/quam devotus ego ut donmo hec cum habi/tato- rex Reccesvinthus, amator/ ribus, te propitiante, / nominis ipse tui, proprio de florescant./Amen. iure dicavi. /… (sigue la fecha) Salvo ser métrico el de Baños, y ello viene en refuerzo de mi tesis, la construcción es la misma en lo fundamental: sujeto en vocativo, verbo en imperativo y complemento directo. He decir: que el verso no modificó la fórmula en prosa. Además, en los dos epígrafes, San Juan y Santa Eulalia son llamados martires, no sancti. El verbo es el mismo en ambas dedicaciones: posside. Por último, en el lugar preciso y conveniente a la construcción, en genitivo en un letrero y en ablativo en el otro, figura la palabra ius, la cual parece haber sido imprescindible en ambos textos como si obedecieran a un formulario al que ajustaron sus redacciones. La igualdad de la grafía mártir en las dos inscripciones las delata como contemporáneas, porque aunque no son muchos los testimonios que se conocen, fechados, para establecer una cronología definitiva en la manera de escribir la susodicha palabra en nuestros letreros visigodos, lo cierto es que martyr se encuentra escrito en la piedra de las tres consagraciones conservada en Granada, grabada en el año 607 (H 11 y Supp p 58, V 303 y correcciones), y que en los años 630 (H 85 y Supp 42, 142 y Supp 68, V, 304, 285), 644 (H 11 y Supp p 56, V 305), 629 al 662 (H 80 y 89, V 306) y 662 (H 88 y Supp p 42, V 309), aparece escrita la forma martir en distintos casos de su flexión. Señaladas todas estas coincidencias entre los dos letreros recordemos por último que la fecha del letrero de San Juan de Baños, según la interpretación de Fita (XLI p 491), que me parece la más lógica, es el año 661. Con todo, lo cual resulta probado, a mi juicio, que el letrero de la mártir Eulalia, tiene, en general, los caracteres epigráficos propios de las inscripciones emeritenses del siglo VII, y Los epígrafes cristianos latinos de Mérida 717 que en particular ostenta modalidades que permiten concretar la fecha de su redacción y labra entre fines de la quinta década y principios de la séptima de aquella centuria, de donde resulta imposible la hipótesis de Fita acerca del hospicio de Masona. Lo más probable es que la domus se pusiera bajo la protección de Santa Eulalia durante el pontificado de Oroncio (desde antes del 638 hasta el 661 por lo menos. Flores p 214. Navascués Colección Monsalud p 10), contemporáneo en gran parte de los reinados de Chindasvinto (642-653) y de Recesvinto (653-672) con las circunstancias que subrayó en el artículo sobre La dedicación de la iglesia de Santa María. Bibliografía Diehl: Inscripciones latinae chirstianae vateres. Leipzig, 1925-1931. Fita: “Boletín de la Real Academia de la Historia”. Flores: España Sagrada. T. XIII. Madrid, 1816. Hübner: Inscripciones Hispanias christianas. Berlín, 1871. Macías: Inventario del Museo de Mérida. 1910. Manuscrito conservado en el Museo. Mérida monumental y artística. Barcelona, 1913. Mélida: Catálogo monumental de España. Provincia de Badajoz. Madrid, 1925. Navascués: “Museo Arqueológico Nacional. Adquisiciones en 1930”. Colección de antigüedades que pertenecieron al Marqués de Monsalud. Madrid, 1931. De epigrafía cristiana extremeña. Novedades y rectificaciones “Archivo Español de Arqueología”. Núm. 69. Madrid, 1947. ps 265-309. La dedicación de la iglesia de Santa María y de todas las Vírgenes, de Mérida. Aparecerá en “Archivo Español de Arqueología. Paulo Diácono: De vita èt mircaculis patrum emeritensium. “España Sagrada”. T. XIII. Madrid, 1816, ps 335-386. Plano: Ampliaciones a la Historia de Mérida de Moreno de Vargas, Forner y Fernández, Mérida 1894. Vives: Inscripciones cristianas de la España romana y visigoda. Barcelona 1942. Zangemeister: Inscripciones paristariae pompeianse. “Corpus inscriptionum latinaturm”. Vol. IV. Berlín, 1871. III-LOS CARACTERES EXTERNOS DE LOS EPIGRAFES El nervio de esta tesis, su más absoluta originalidad, su más interesante novedad, estriba en los resultados del estudio de los caracteres externos que recojo en este capítulo y que explico gráficamente en las adjuntas tablas. Las tablas contienen el análisis de los elementos gráficos y decorativos de los epígrafes fechados subsistentes que he conocido directamente. En columnas verticales he puesto los ejemplos de cada letra, única o en sus variantes, correspondiente al epígrafe del año que figura en lo alto de la columna. Dentro de lo posible, he procurado que en columnas horizontales resultara la evolución continua, discontinua o truncada de la evolución de una traza determinada. A las tablas correspondientes al alfabeto (1 al 11), sigue una tabla, la 12, con todas las abreviaturas de cada epígrafe de los analizados en columnas verticales, de modo que horizontalmente se pueda ver la transformación de una abreviatura determinada, a través de Tesis Doctoral 718 los años; en la primera columna vertical pongo por orden alfabético la lista de las abreviaturas que se encuentran en los susodichos epígrafes. La tabla 13 contiene los enlaces de letras, con el total, abajo del número que se encuentran en cada inscripción, y en la primera columna vertical, un índice alfabético de las letras enlazadas. Entre los enlaces de letras se incluyen los de los numerales. En la tabla 14 figuran en primer lugar las letras más pequeñas que se usan intercaladas entre las mayores o encajadas en ellas con una indicación numérica de las veces que está usada así cada una de ellas y con el total de veces usadas todas las de un epígrafe. Debajo están las formas de los numerales. La tabla 15 recoge la evolución de los símbolos, de las interpunciones y signos distinguentes, de las indicaciones de las abreviaturas, de los elementos decorativos y de la disposición de los epígrafes en las piedras y las formas de éstas. Lo sustancial del intento era averiguar si en las inscripciones emeritenses se podía investigar una evolución de sus caracteres externos y, particularmente, de su alfabeto. El resultado ha sido mucho más sorprendente del éxito que cabía esperar. De las inscripciones fechadas emeritenses, solo las dieciocho que se conservan eran útiles para este trabajo; pero su excelente estado de conservación me han permitido establecer conclusiones del más alto interés al efecto, obteniendo una clarísima evolución de las formas alfabéticas que me ha permitido fechar las inscripciones que carecían de tan importante dato cronológico, o lo habían perdido. Pero esto no era todo. Esa evolución había de ir contrastada con otra semejante de los demás caracteres. Este estudio detallado y detenido da conjuntos de características externas que aseguran las fechas asignadas a los epígrafes que carecen de ellas: pero además me ha conducido a resultados imprevistos, entre los que mencionaré, como el más importante la diferencia del grabado a través del tiempo y aún dentro del mismo, el cual deja entrever estilos y escuelas que nada tiene de particular que se manifiesta en una obra de arte al fin y al cabo, porque aunque la inscripción no tenga una finalidad artística, es evidente que su ejecución es un arte como otro cualquiera, en el que cada grabador pone su personalidad y su espíritu. Para fechar, por consiguiente, un epígrafe que carecer de la indicación del tiempo en que se grabó, habrán de tenerse en cuenta los caracteres externos; pero habrá de penetrarse necesariamente también en el modo, en el arte del grabado, imponderable que hay que adivinar a través de la forma plástica. La evolución alfabética. - Con estos antecedentes veamos ahora como se manifiesta la evolución de algunas formas alfabéticas y háblese en lo sucesivo con fundamento cuando se quiera decir que las letras parecen de tal o de cual fecha, porque lo mismo que sucede en Mérida ha de ocurrir con los epígrafes del resto de la Península. Pero considero necesaria una explicación previa sobre la manera de grabar las letras antes de penetrar en el análisis de la evolución. El grabado de un epígrafe requería dos operaciones con la intervención de dos personas. La primera operación consistía en trazar las letras con una sustancia colorante sobre la piedra, probablemente carbón o tiza. Sobre el letrero así trazado actuaba ya el cincel del grabador. Estos dos operarios, o artistas, los cita una inscripción romana, que los llama respectivamente ordinator y sculptor2. El escultor, por consiguiente, se limitaba a seguir las huellas del ordinator. Por tanto, las formas de las letras las daba el trazador. El grabador es posible que no supiera ni escribir. Para su oficio era suficiente hendir la piedra por donde indicaba los trazos y darles un grabado a su manera y estilo. El trazador tendría formularios manuscritos que le servirían para ordenar cualquier letrero que se le encargara; al formulario adecuado se agregarían los datos particulares aportados por el interesado en nota manuscrita. En ocasiones, algún erudito, o persona culta daría al trazador una nota escrita del epígrafe compuesto por él. De cualquier forma, las letras que el ordinator trazaba sobre la piedra estaban tomadas del formulario de que disponía o de la nota que se le facilitaba. Esta costumbre 2 Referencia facilitada por el Sr. D. Juan Mallon que me mostró el texto del epígrafe. Los epígrafes cristianos latinos de Mérida 719 que forzosamente había de practicarse así en la época romana subsistió después sin interrupción y hasta nuestros días. En la antigua época cristiana, al menos así lo compruebo en los epígrafes de Mérida, esto sucedía lo mismo, pero con una diferencia. En la buena época pagana el trazado de las letras está sometido a un cierto canon, a una cierta proporción, en virtud de los cuales las letras son iguales, mejor dicho, regulares en su forma, sometidas al dibujo más que a la escritura. En los últimos siglos de la época romana debieron caer en desuso esos cánones y proporciones, y las letras comenzaron a trazarse sobre la piedra con espontaneidad y libertad y a la vista de los formularios o notas manuscritas. He aquí una sugerencia que estimo trascendental para renovar las clasificaciones y cronologías de los epígrafes paganos, los cuales, sometidos a un estudio semejante, han de dar todavía puntos de vista totalmente inéditos en su estudio. A esta nueva modalidad han de corresponder multitud de inscripciones paganas que se llaman de baja época, cuyas letras no obedecen a los tipos y formas de la época clásica. Hasta tal punto hubo de suceder así, que alguna piedra se llegó a trazar y grabar en la escritura cursiva vulgar. El Sr. Mallon ha dado a conocer la inscripción romana de Morón como ejemplo español de tal sistema de escritura (“Emérita”, XIII, 1945 p 213). Así enlazamos con la época de los epígrafes emeritenses de esta colección: fines del siglo IV a los siglos VIII-X. En cualquiera de ellos, es inútil buscar una letra que tenga la misma altura que otra. Una misma letra no solo es diferente en su altura y proporción, sino también en su forma, y a veces, hasta en su trazado. La altura de las letras varía notablemente no sólo en el epígrafe en general, sino dentro de un mismo renglón. La verticalidad y la horizontalidad del trazado son factores que no cuentan. Es decir: el aspecto de un letrero cristiano antiguo, y concretamente emeritense es de absoluto desorden y anarquía en la forma, tamaño y proporción de las letras. Pero esta anarquía no es más aparente. Lo que ocurre es que el trazador, inspirado en los modelos alfabéticos de los formularios o de las notas manuscritas que le daban, recaba su libertad, se rebela contra toda regla y caligrafía y traza los letreros con absoluta espontaneidad, produciendo una cursiva lapidaria, monumental, que está inspirada, y a veces copiada, de la corriente manuscrita. Sólo así se explica el fenómeno y sólo así se justifica que de vez en cuando salgan en las inscripciones letras como la Q del epitafio judío número 50, o la H del epígrafe número 57, o, ya sobre otra materia, sobre un anillo de bronce, y por consiguiente interpretada o copiada la nota directamente por el grabador, la A y otros signos del número 73, todas cursivas como las empleadas en cualquier manuscrito corriente. Acerca de la teoría de la escritura cursiva monumental y de su interpretación por el grabador, remito a las explicaciones que doy en el estudio que incluyo del epígrafe de la mártir Eulalia. He aquí ahora la evolución del trazado de la A. Es de tipo capital lapidaria en el resultado, que es la letra grabada; pero el trazador escribió la A como capital cursiva antigua. En el año 442 tiene recto el trazo transversal; más su oblicuidad y la mayor o menor aproximación de los extremos altos de sus trazos oblicuos acusan la tendencia cursiva de la mano del trazador. Este trazado recibe una alteración en el año 465, consistente en doblar en ángulo el trazo transversal, trazado conocido ya que el mundo romano y en fecha tan remota como la de la ciudad de Pompeya, donde se encuentra pintado (Zangemeister CIL IV, I, I 2). Pero ahora es cuando se introduce en las inscripciones de Mérida y llega a constituir un carácter típico de los epígrafes de la ciudad hasta el año 601. Este trazado de la A en el epitafio del año 465 tiene la novedad de su trazo superior horizontal, que no se repite después; pero es el resultado accidental de la interpretación por el grabador del cruce de los extremos superiores de los trazos oblicuos de la letra (Véase el estudio del epígrafe de la “mártir Eulalia”). Otra interpretación del grabador es el trazo transversal convertido en dos trazos oblicuos cuyos extremos se cruzan en una de las aes del año 514. Más estos hechos accidentales no definen tiempo, y esto es lo que hay que determinar y distinguir. El trazado sustancial de la letra es el mismo. Claro está que la A de trazo transversal angular no podría desplazar en absoluto a la A con el trazo recto, ni tampoco a la otra que se escribía sin él, y así vemos estos dos trazados asociados al tiempo clásico del siglo VI en la inscripción del año 514, y el segundo en la otra del 517. Pero estos tres casos resultan no sólo esporádicos, como aparece en la tabla, sino que, Tesis Doctoral 720 además, en los respectivos epígrafes están en proporción muy minoritaria, lo que demuestra el predomino del tipo característico de la época con el trazo angular. Hasta el año 559 no volvemos a encontrar otro hecho semejante y en la misma proporción. En el 578 se asocia la A de trazo recto con la típica de la época, y al llegar al año 588 nos encontramos en lucha el trazado de la A ya tradicional con los otros dos trazados postergados durante el siglo VI. Más observase que la A de trazo recto no tiene un trazado fijo, pues tanto ese trazo es oblicuo contenido dentro de los otros dos, como los cruza y aún se curva en unos de sus extremos, es decir, que no hay fijeza en el trazado efectivo de la letra por dos razones: la una, por la espontaneidad de la mano del trazador. La otra, quizá, por haber sido un trazado preterido que ahora se quiere resucitar y con el que no se atina exactamente. Junto a estos dos está la A sin trazo transversal. Así se llega al año 601, con idénticas vacilaciones, con idéntica desorientación. La inscripción del 601 es interesantísima a este respecto, porque se repitió en las dos caras de la piedra. ¿Qué razón hubo para ello? Es un problema interesantísimo. No se grabó por las dos caras para leerse por cualquiera de ellas. El mármol es una tapa sepulcral y había de tener una cara oculta. Si se examina la cara A se observará que las aes son diez, de las cuales sólo hay tres con el trazo recto, siendo angular en los siete restantes. Examinando el lado B se contarán allí otras diez aes, porque la inscripción está literalmente repetida. Pero de las diez, salvo una mutilada, siete tienen el trazo recto y dos angular. Si a esto se añade la observación de ciertos caracteres más arcaicos por el lado A que por el lado B, se podrá pensar en que se quiso poner en la sepultura un epígrafe a la moda, por lo que se repetiría el epitafio en el lado B con arreglo a los gustos más modernos. Si esto no fue así, no sé qué explicación pueda tener el caso. Lo cierto es que la que doy responde a la lógica del estudio, y que, prescindiendo de todo subjetivismo, en un lado domina un trazado de la A y en el otro el contrario, de donde saco mi deducción. Otro hecho cierto que se ve gráficamente en la tabla 1 es que la A de trazo angular ya no aparece en los epígrafes de fecha posterior, en los que se advierte una mayor variedad, caprichosa o espontánea, del trazado de la letra, con el trazo transversal recto, y la subsistencia de la A sin el susodicho trazo. Esto significa, evidentemente, que la A de trazo angular desapareció de los epígrafes emeritenses en el tiempo que media entre los años 601 y 648. Un epígrafe que ha perdido la fecha de la era, correspondiente al tiempo comprendido entre esos dos años, la dedicación del templo de la Madre de Dios tiene todas las aes con el trazo angular y puede representar en la epigrafía emeritense el enlace entre el estilo del siglo VI y el de mediados del VIII, cuyas características también ostenta. En realidad, este proceso evolutivo de la A es el mismo que se advierte en otras muchas letras y caracteres externos de los epígrafes emeritenses, en el que se manifiesta un renacimiento o vuelta al estilo anterior al siglo VI y el abandono del de esta centuria, aunque interpretado todo con distinto sentido y con gran impulso renovador. Este ejemplo de la A se repite en otras letras, variadas como es natural sus características morfológicas. La D sufre una evolución análoga. (Tabla 4). En el año 442 tiene todas las características de la capital lapidaria, características aparentes, que le dan el aspecto de un arco cuyos extremos liga una línea recta, siendo el arco la suma en una misma línea, sin solución de continuidad, de los trazos segundo y tercero de la letra. El trazado clásico de esta letra se ejecuta en estos tres tiempos. 1º el trazo vertical, de arriba abajo; 2º el trazo horizontal iniciado en el pie del primero y prolongado hacia la derecha formando un ángulo teóricamente recto; 3º el trazo que, más o menos curvado, liga el extremo superior del primero y el extremo derecho del segundo. (Véanse las Notes paléographiques a propos de CIL II 5411 de J. Mallon en “Emérita” antes citado). Pues bien: los trazos segundo y tercero son los que funde la capital lapidaria clásica en una sola curva, por lo que son inapreciables en la epigrafía clásica, sobre todo después de la intervención del grabador que perfila y desfigura las ligaduras de los trazos. Así vemos la D en las inscripciones emeritenses de los años 442 al 514, aunque siempre un poco acusado el segundo trazo en la base de la letra, más larga y más recta que la parte alta; pero sin dejar adivinar que efectivamente hay allí dos trazos. En el 517 la letra, toma su aspecto cursivo, aún después de la intervención del grabador, lo que significa que el trazador lo Los epígrafes cristianos latinos de Mérida 721 intensificó también, según uno de los de los modelos de la antigua capital cursiva romana bien claras en los más modernos letreros pintados en Pompeya (Zangemeister, obra citada lám. I, tabla II, 1, 2 y 3). Y he aquí que el trazador del año 517 no sabía quizá que había existido Pompeya ni tenía noción de la escritura romana de aquella época. Él había recibido en el aprendizaje de su oficio una tradición epigráfica; pero las letras que veía en los escritos de su época, o en las notas que lo entregaban los clientes, o en los formularios que se reproducirían de tiempo en tiempo, influirían más o menos conscientemente en su ánimo en tiempo, influirían más o menos conscientemente en su ánimo y llevaba los modelos a las lápidas. Esta es, seguramente, la razón de esta influencia cursiva tan fuerte y acusada en los epígrafes; así se pudo introducir esta forma de la D en las inscripciones de Mérida y llegarse a los modelos que acusan los epitafios de la mitad de la centuria sexta, que parecen grabadas intencionadamente para facilitar la prueba de la teoría que expongo. Así la D tomó esta forma triangular que los epigrafistas han transcrito y tomado por la delta griega que nada tiene que ver con esta evolución morfológica de la escritura latina que ellos no han sabido entender, mixtificándola y desvirtuando en riqueza y su fuerza evolutiva con la injerencia de los caracteres griegos. A este trazado de la D le sucede lo que al de la A de trazo angular, que se mantiene durante el siglo VI y llega incluso hasta más allá de mediado el VII, pero observase en el gráfico que, ya en el 588, junto a este trazado típico cursivo aparece otra vez el de tendencia clásica y que este se acentúa en el 666 al mismo tiempo que ya en el 661 la letra se va estrechando y va perdiendo también dicho aspecto. Es decir: que se anota el mismo retroceso a lo anterior al siglo VI, pero con un aire evolutivo que determina que la D llegue a adquirir la forma cuadrilátera que se observa en el epitafio del clérigo Eolalio, de los últimos decenios del siglo VII y que se inicia, en lo conocido, en el fragmento del número 56, de hacia mediados de la centuria. Todavía hay que hacer una observación respecto al trazado de la D referente a esta letra como numeral. En la era, invariablemente desde el año 465 al 662, la D tiene la forma que los paleógrafos han llamado “uncial”, que en realidad no es más antigua capital cursiva que se usó en las paredes de Pompeya (V. Zangemeister, obra 100 cit.). Es de un gran interés la distribución que en los epígrafes se hace en el trazado de la D como letra y como número, y la evolución de aquel mientras este permanece estacionario; esto significa que en la escritura corriente había logrado cristalizar como cifra representativa del número 500 el susodicho trazado segundo de la letra, el cual sin embargo, se estereotipa en una forma convencional que la libertad del trazador interpreta a su manera, con las diferencias de ejecución que hay en el trazado de una misma letra por personas distintas. Otra letra que ofrece evolución análoga a las anteriores es la F (tabla 5), la cual, comenzando en los epígrafes emeritenses con un trazado capital lapidario escrito como cursiva, en el año 514 se convierte francamente en el tipo cursivo de cuatro trazos procedente de la antigua capital romana; y así se mantiene hasta los últimos decenios del siglo. En el año 601 aparece un tipo nuevo, igualmente cursivo, pero inspirado ahora por la nueva cursiva romana, la que produce más tarde las llamadas escrituras nacionales y entre ellas la conocida con el nombre de visigoda usada en los primeros siglos de la reconquista. He aquí otro de los resultados más interesantes del estudio de esta evolución de las letras epigráficas, el cual nos lleva a la inteligencia y compresión de la evolución de la escritura de los manuscritos en España en fechas de las que no tenemos ejemplares bibliográficos ni documentales, puesto que en definitiva, la fuente de inspiración para el proceso epigráfico fue el proceso de la evolución delas letras de los manuscritos, aunque conservando los epígrafes sus características específicas y sus modalidades peculiares al arte de su ejecución. Pero lo mismo que en los ejemplos anteriores la F, hacia mediados del siglo VII, vuelve a la forma lapidaria en ese renacer de los tipos anteriores al siglo VI. Nótese el mismo fenómeno en la V, tabla 11, en donde, aunque parezca otra cosa la V de trazado cursivo de los años 657, 661 y 662 es una vuelta al modelo usado en el epitafio de Ursella (n 28). Tesis Doctoral 722 Otras letras cuya evolución determina la creación de un tipo epigráfico que ha de ser paralelo forzosamente a la evolución de las capitales empleadas en los manuscritos, lo que se acredita con el cotejo de los manuscritos y de las inscripciones mozárabes. Una de estas letras es la B que sigue una evolución paralela a la D. Compárense las tablas 2 y 4 y se tendrá la evidencia de ello, hasta llegar al extremo que se advierte en el año 601, que llevó a tanta equivocación de los editores, el último de los cuales dijo que esa B era especial, y que parecía una corrección de la delta griega, siendo así que es una B latina de lo más vulgar que se podía trazar en aquellos tiempos. Claro está que para llegar a esta comprensión era preciso haberse tomado el trabajo de investigar, que es lo que a mí me ha traído a estos novísimos puntos de vista. Poco antes de este estadio de evolución en el año 588, la D tiende a recuperar el aspecto antiguo de su trazado, pero desligada la unión de los trazos tercero y cuarto del primero, tipo que tuvo cierta aceptación y que llega más allá de mediados de la centuria séptima; pero en el año 548 encontramos otro trazado de la B en los que el tercero y cuarto trazo se ligan con el vertical independientemente el uno del otro y a cierta distancia entre sí. Esta evolución de la B observada en la epigrafía emeritense es de gran interés, porque del ultimo estadio del proceso ha de salir el trazado de la B típica de los epígrafes mozárabes, la cual se produce ya en el epitafio de Eolalius (61). La B del año 662, que se muestra en la tabla 2, es sencillamente una traza muy cursiva en la que quedaron desligados del primer trazo los demás de la letra, en pleno período en que ella va sufriendo esa evolución en su traza. La R es una de las letras más sometidas a la influencia cursiva; de una parte, por la espontaneidad de las trazas y de otra por la imitación en los manuscritos (Véase la tabla 10). Otra letra de evolución sin retroceso es la Q (tabla 9), cuyos sucesivos estadios están muy claros en el gráfico de la tabla 7, siendo los modelos de los años 601 en adelante los que prevalecerán en los primeros siglos siguientes a la invasión musulmana tanto en los códices como en los epígrafes. La G ofrece igualmente otro proceso de transformación análogo a estos últimos (tabla 5), y la O lo mismo (tabla 7). Con estas explicaciones creo innecesario insistir en ellas acerca de otras letras, puesto que el análisis más objetivo es el que se anota en los gráficos de las tablas. Las abreviaturas.- Si se tiene en cuenta la brevedad de los epígrafes, sobre todo de los epitafios anteriores al año 588, resulta que aun siendo en realidad muy pocas, en proporción son muchas, particularmente en el epitafio de Florentia, acaso el más bello y cuidadosamente labrado de todos los emeritenses, del año 465. Si se compara la longitud de la inscripción de Eugenia, del 661, con la de Florentia, siendo aquella muchísima mayor que ésta, podría establecer que, en proporción, el uso de abreviaturas es más frecuente en el siglo V que en el siglo VII. Pero me parece prematuro llegar a semejante conclusión. En orden a evolución solo dos abreviaturas permiten alguna explicación, lo cual ya es bastante, aunque no lo que se deseara. La palabra die se abrevia siempre por suspensión, no escribiendo más que la letra inicial, hasta el año 559 en que esporádicamente se escribió la palabra completa. Volvemos a encontrarla nuevamente abreviada en los años 578, 588 y 648, pero completa en el 601, y abreviada en la inscripción número 53, que es de la primera mitad del VII. Más en el 657 y en 662 está escrita con todas sus letras. ¿Hubo en la segunda mitad del siglo VI un afán de no usar la abreviatura que llegó a cuajar a mediados del VII? Es difícil dictaminar la cuestión. La otra palabra que ofrece alguna evolución apreciable en su abreviatura es kalendas, que en 442 se escribe ks.; del 508 al 588 la encontramos escrita kal., y lo mismo en el epígrafe n 53. Esporádicamente encontramos la forma klend. en 517. En los años 648 y 657 hallamos las formas klds. y kalds respectivamente. Aquí la cosa parece más clara que en die pero, en un cierto modo paralelo. ¿Podría inferirse que la abreviatura kal. es típica del siglo VI y de la primera mitad del VII en tanto que a mediados de esta centuria se usaron ya las formas contractas klds. y kalds.? Provisionalmente puede responderse afirmativamente, con tal de que se tenga cuidado de poner mayor esmero en la investigación de los nuevos casos que se puedan ofrecer Los epígrafes cristianos latinos de Mérida 723 para poder llegar a una conclusión definitiva. Por ahora estas observaciones pueden dar una orientación, pero nada más. Letras enlazadas. - Si del análisis de las abreviaturas no pueden sacarse conclusiones definitivas, sí que creo, en cambio, las ofrece el de los enlaces de letras. La tabla 13 ofrece elementos de juicio suficiente. Los años 588 y 601, parecen críticos a este respecto, como sucede en la evolución de las trazas alfabéticas. El mayor número de letras enlazadas corresponde a epígrafes de los años 588, 601, 648 y 661, mientras en los demás son muy escasas o nulas en el texto y solo utilizadas en los numerales, detalle por cierto de no poca importancia para el estudio de la influencia de la escritura cursiva manuscrita en la monumental epigráfica. Letras intercaladas y encajadas. - Tanto las abreviaturas, como las letras enlazadas intercaladas y encajadas son del mayor interés en la investigación epigráfica, pues tanto como la traza de las letras, o mejor, pueden dar a conocer cuánto la escritura de los epígrafes debe a la escritura de libros y documentos. Pero limitándome ahora a las características evolutivas de las letras a que se refiere este párrafo en los epígrafes emeritenses subrayaré el resultado que se desprende del examen de la tabla 14. En el año 442 se intercalan con tamaño menor las letras A, M, S y el numeral X. En el año 465 la E, la I y el numeral I. En el 508 sólo la letra I por tres veces. Del 482-501 sólo se intercala el numeral I, con excepción de algunos años intermedios; pero nada más en el siglo VI hasta el año 588, en el que volvemos a encontrar intercalada la I como letra y como numeral. Así se llega al 648, en el que se intercalan o encajan las letras A, I, O, S y V y el numeral X, con un total de trece intercalaciones o encajes. El 657 sólo acusa dos letras, la D y la S; pero en el 661 se cuentan hasta treinta las veces que están intercaladas en total las cinco vocales. Con esto volvemos a encontrarnos nuevamente con el proceso de regresión en la evolución epigráfica emeritense antes anotado en el estudio de las formas alfabéticas. Más esta regresión es un reconocimiento del estilo; pero renacimiento vital que no se limita a la copia ni a la limitación y que vivifica la producción epigráfica de los cristianos sometidos a los árabes en los tres primeros siglos de la dominación musulmana. En los letreros mozárabes volverán a encontrarse las letras intercaladas. El epitafio del clérigo Eolalio (61) puede representar en Mérida, por sus letras intercaladas el eslabón entre lo cristiano de época visigoda y lo posterior de época musulmana. Los numerales. Acaso ningún otro elemento pueda acusar tanto, ya no la influencia, sino la efectiva injerencia de la letra manuscrita en los epígrafes. El numeral era aquel elemento de los epitafios que era forzosamente necesario comunicar al trazador de las inscripciones. El formulario podía estar provisto de antemano en escritos adecuados, pero esos formularios no podían contener el nombre. La edad y la fecha de la deposición de cada uno de los fallecidos o de cualquiera otro acontecimiento que se había de conmemorar en la piedra, aunque para estos casos se darían siempre los textos compuestos por personas competentes. Los formularios habían de traer en blanco los numerales y éstos los darían manuscritos los interesados al ordinator. Probablemente la composición de un número en cifra romana era cosa complicada para gente de mediana o ínfima cultura, como sería el público en general y quizá el mismo ordinator. Se acudiría a los escribas, y éstos darían los números escritos en una nota que se entregaría al trazador, quien quizá sin comprender bien los signos se limitaría a copiarlos buenamente sin saber exactamente lo que escribía, y así pudieron transportarse a las piedras los mismos signos numerales de los manuscritos. Esta hipótesis se apoya en lo que muestra la tabla 14. En ella vemos que en el año 442 las cifras romanas son normales, salvo el XXX cuyas equis están enlazadas. En el año 465 se observa que los numerales II y III tienen más pequeña las íes que siguen a las primeras; que la V tiene el segundo trazo más corto y vertical, igual en altura a las segundas íes de los numerales anteriores y que así se compone con cierta igualdad el numeral VI. Vemos en el mismo año aparecer la D cursiva romana, ya anotada antes al trazador de la forma de esta letra, forma numeral típica de los siglos VI y VII que algunos epigrafistas modernos con terquedad rayana en la ceguera han transcrito por delta griega Tesis Doctoral 724 minúscula llevados de un afán de dar con los tipos de imprenta una reproducción fiel de los manuscritos; afán imposible del que han sido víctimas los propios editores y sus propias obras (V. Mallon ob. Cit.). Vemos en la misma tabla mantenerse el enlace de los numerales XX y XXX. La L cursiva empleada como numeral a partir del año 518. Aparece el típico enlace X-L (-40) en el año 552 y sucesivos el cual da lugar también al L-X-L (-90) interpretado falsamente en ocasiones como 100, y así una porción de detalles más que se van acentuando a medida que avanza la centuria VI y que no han podido tener su origen en el grabado de las inscripciones, sino en el trazado previo de las mismas que copiaba las formas manuscritas. A propósito de los numerales he de advertir que falta en la tabla 14 la C (=VI) del epígrafe n 53, la cual no puse porque en el gráfico solo están los datos tomados de las inscripciones que conservan la fecha del año. Falta también la S (=VI) de los epitafios números 11 y 14 porque el descubrimiento de su significado lo hice con posterioridad a los gráficos; pero con esta mención y cuanto se dice en el estudio de los respectivos epígrafes, queda completa esta síntesis sobre los numerales de los epígrafes emeritenses, y todavía aporta una prueba más a favor de mi tesis. Signos de abreviación y distinguentes. No voy a insistir y volver sobre conceptos ya reiteradamente expuestos. Basta repasar el gráfico de la tabla 15 para comprender cuanto queda expuesto, probado sobradamente con la visión en serie de los signos utilizados en los epígrafes emeritenses. La evidencia de la influencia de la escritura cursiva en las inscripciones la acreditan sobradamente las indicaciones de las abreviaturas del año 648; el renacimiento del estilo anterior al siglo VI, de principios de la centuria, la interpunción y signos distinguentes de los años 648, 661 y 662. El monograma de Cristo y la Cruz. Contra lo que parece a primera vista, escasea el uso del monograma de Cristo en los epígrafes emeritenses. Entre los fechados aparece lo primero la cruz monogramática con alpha y omega, dentro de una corona, en el año 442, en el cual la rho tiene su propia forma sin llegar a cerrarse. El primer monograma fechado posterior corresponde al año 517. Ya no tiene corona, adorno o emblema accidental y que en esta inscripción sería una redundancia decorativa, puesto que la corona encierra todo el epitafio y dentro de ella está incluido el crismón. Su forma es la cruz monogramática con alpha y omega; más acusa una transcendental diferencia con la de 444, que es el tener la rho forma de erre latina abierta. Otra diferencia es que en el 442 el símbolo está encima del letrero y en el 517 debajo. Después hay que pasar todos los años siguientes sin encontrar el crismón, que queda completamente incierto si estuvo grabado o no en las partes que faltan de las lápidas. Lo volvemos a encontrar en el año 588, y otra vez aparece este año como año que jalona el estilo epigráfico emeritenese de aquellas centurias. El crismón sigue siendo la cruz monogramática, y como en el año 442 tiene la forma de rho griega, abierta. Pero esta piedra ostenta, además del crismón una simple cruz que inicia el primer renglón del epitafio. Esta dualidad de símbolos se ostenta también en el año 601, en el integrante epitafio repetido por las dos caras de la losa. En la cara A, encima del letrero hay una cruz monogramática y otra iniciando el primer renglón, las dos con la rho en forma de erre abierta y sin alpha ni omega. En la cara B, al principio del primer renglón hay una cruz monogramática con la rho normal, pero más abierta, y al final una cruz sencilla. Nuevamente volvemos a enfrentarnos con el enigma de estos epitafios repetidos. Se advierte que los dos están grabados el mismo año, lo que acredita la duplicidad de los símbolos anotada en el año 588. Pero los símbolos de la cara A con su rho abierta y en forma de erre latina son indicio de antigüedad según la cruz monogramática del año 517. En tanto que en la otra cara el crismón con su rho en forma griega, aunque abierta y la adición de una cruz sencilla nos dan no solo la duplicidad de símbolos del 588, sino el afán renacentista iniciado en esta fecha no solo con la forma de la rho del crismón, sino con los demás caracteres del epitafio. Por tanto, como dije antes, tengo para mí que el epitafio posterior de la piedra del año 661 es de la cara B. La cruz sencilla la encontramos en lo sucesivo en los años 657 y 662, entre los que se intercala en 661 un crismón bárbaramente trazado, compuesto por la cruz Los epígrafes cristianos latinos de Mérida 725 monogramática, teniendo la rho forma de erre abierta, acompañada del alpha y omega. El año 514 nos muestra una composición originalísima y caprichosa de las letras alpha y omega, debajo de la corona que encierra el epitafio, que no puede ser norma cronológica. Si ahora examinamos los epígrafes conservados que no tienen fecha, nos encontramos con lo siguiente. Un crismón constantiniano, magnifico (n 27) encerrado en la corona, que por su estilo y sentido artístico y por la circunstancia de su hallazgo no puede ser posterior al año 350. Dos crismones constantinianos y dos cruces monogramáticas, aquellos con la rho cerrada y otras características que los acreditan de muy antiguos, y éstas del tipo y forma más primitivo, con las rhos cerradas y el trazo transversal cruzado junto al segundo trazo de la rho, todo lo que no permite fechar el epígrafe, junto con otros caracteres externos e internos del letrero más que en los alrededores del año 400. Un crismón de tipo constantiniano, con la rho abierta, en el epitafio de Bonifatia, que no puede ser anterior al año 400 ni posterior al 440. El crismón de los epígrafes números 35 y 36, más o menos coetáneos, de tipo constantiniano pero modificada la abertura de la ji con la rho, en el segundo, en forma de erre abierta. Una cruz iniciando el primer renglón en el epitafio incompleto de María (37) que es del segundo decenio del VI. Una cruz iniciando el primer renglón en los epígrafes números 53, 55, 57 y 61, los cuatro del siglo VII indiscutiblemente. La conclusión es clara. El uso de la cruz sola como símbolo cristiano es muy reciente y reemplaza al crismón en los epígrafes emeritenses del siglo VII en los cuales, sin embargo, se usó por excepción en el año 661. Por el contrario, antes del año 588, el símbolo usual es el crismón ya en su forma constantiniana ya como cruz monogramática, encontrándose por excepción el uso de la cruz en un epitafio de los años 510 al 520. Una etapa intermedia entre las dos la representan los años 588 al 601 con la dualidad de símbolos puede estar en relación con el renacimiento observado en otros caracteres, ya que hay antecedentes de esa multiplicad en el remoto epitafio de Ursella (38). Otros símbolos. Aparte de los que acabo de exponer, en los epígrafes fechados solo están la pareja de palomas a los lados de la cruz primera del lado A de la lápida de Fortuna (17). Palomas hay también, una pareja, según Floriano, en el epitafio de Asteria (29) que no he logrado ver, y otra, la de la derecha en el fragmento número 35, estos entre los epígrafes no tienen fecha o no la conservan. Y ya que me refiero ahora a los animales simbólicos, citaré finalmente el delfín del epitafio número 30, que omitió Vives al publicarlo. Símbolo o simple adorno, no lo sé, será la combinación de círculos concéntricos y secantes grabado debajo de la corona del epitafio de Florentia, del año 465 (2) y la paloma que hay debajo del de Marcella, fechado en 552 (11). La corona. Otro símbolo, o simple adorno es la corona, la cual adquiere tanta importancia en Mérida que llega a constituir una característica de los epígrafes de la ciudad. De fuera de Mérida tengo noticia de que existe aún una piedra con corona en la provincia de Badajoz, la cual refirió ya Hübner, pero con la leyenda borrada. Otra corona hay en un epitafio de Mértola conservado en el Museo Etnológico de Lisboa, el cual, además de este contacto con el estilo emeritense ofrece el de estar fechado con las A S finales que tienen los epígrafes de los números 11 y 14. Fuera de esto no conozco más. Por tanto, hay que tomar la corona como una característica netamente de la epigrafía de la metrópoli lusitana, cuyo prestigio en la antigüedad pudo constituirla en el foco cultural de la provincia. Entre los ejemplares fechados se encuentran ocho orlados con corona, de los años 465, 482 al 501, 508, 514, 517, 518 y 525 al 533, este último con dos coronas, de las cuales una corresponde al epitafio de la fecha y la otra a otro anterior. Las características de ellas se dibujan en la tabla puesta en el centro, en mayor tamaño, la forma de las hojas vegetales que la componen. Los epígrafes sin fecha que se conservan no añaden novedad ni en tipo ni en cronología a los tipos de las inscripciones fechadas. ¿Cuándo y por qué se impuso esta moda en Mérida? El crismón dentro de una corona ya bien dibujada o simplemente marcada con dos o con una sola línea concéntrica es frecuente Tesis Doctoral 726 en los antiguos epígrafes cristianos. En España tenemos varios ejemplares distribuidos por el territorio. En la propia Mérida el ejemplar más antiguo, el crismón de la inscripción número 27 está encerrado en una corona. Lo mismo había, indudablemente en el fragmento número 30, en éste el crismón fue destruido al vaciar el hueco en la superficie circular que ocupaba; pero dejaron la corona sogueada. Indicios de corona sobre el epitafio hay en el fragmento número 33; allí debió haber forzosamente un crismón dentro, por lo menos de un círculo limitado por una sola línea grabada. Finalmente, el crismón del año 442 está cercado por una corona bien detallada en un dibujo grabado. El primer epitafio inscrito en una corona es del año 465. Luego la corona debió empezar a utilizarse así entre los años del 442 al 465. Esto resulta evidente. ¿Por qué? Me parece hipótesis muy aventurada; pero fundada sobre datos objetivos puede ser emitida, aunque sujeta a ulteriores comprobaciones cuando sea posible. El epitafio de Florentia, el primero que se inscribe en la corona no contiene símbolo alguno cristiano. Solo el famula Dei significa que la difunta profesaba la fe de Cristo. Esto era suficiente; pero acaso por haberse considerado la corona una parte del emblema cristiano en los crismones que la tenían pudo pasar la parte a significar el todo, y el hecho de ostentar la corona en el epitafio esa podía ser una gráfica manifestación de la fe cristiana. (LXIV 1914 p 312) Fita conjeturó que la corona de estas inscripciones estaba en relación con el pasaje de San Pablo (2 Timoteo, II, 5) Nam et cui certat in agone, non coronatur nisi legitime certaverit. Es posible también. Pero todo debe quedar en el terreno de la conjetura. Lo que es cierto es que estas coronas son un elemento cronológico de gran interés. Observase en ellas un proceso de convencionalismo que va desde la interpretación más o menos naturalista a la esquemática y desde la realización realista a la geométrica y simétrica. La más vieja corona, la del 465 quiere ser una corona vegetal, una láurea. Para corregir el efecto, las hojas no están perfiladas con contornos grabados, sino hechas a dos biseles profundamente hundidos en la piedra con un perfil fitomórfico terminado en puntas retorcidas como sin con ellas se quisiera imitar los peciclos y las puntas de las hojas. Esta interpretación es de un riquísimo efecto decorativo. Las hojas están organizadas en dos ramas que partiendo en dirección contraria de lo alto del circulo descienden por cada lado para reunir sus extremos en lo más bajo de aquél. Un grupo puestas en forma de estrella a los lados y de cruz arriba y abajo adornan los cuatro puntos cardinales de la corona. La fina sensibilidad del artista que la ejecutó, la dulzura y suavidad de trabajo, el virtuosismo, digamos, del mismo todo parece que inclina a sospechar que si este ejemplar no es la cabeza de la serie está muy próximo a ella. Esta finura de trabajo, este virtuosismo se va perdiendo poco a poco para transformarse en los años 525 al 533, en el epitafio del presbítero Orbanus en un trabajo de compromiso y convencionalismo en el que las hojas están interpretadas con grupos de tres surcos o trazos paralelos, sin sentido alguno del natural, que en dos direcciones parten de lo alto del círculo por cada lado para reunirse en la parte más baja, la cual ya no se ve por estar fracturada la piedra. Pero esta corona, la última fechada, aún conserva a través de su esquematización, cierto sentido del natural. Antes, la corona del epitafio de Maria del 518 había entrado ya en los límites del geometrismo. Está hecha con dos circunferencias concéntricas, grabadas, que limitan el ancho de la corona, el cual está relleno de líneas paralelas dobladas en ángulo y distribuidas en cuatro ramas, al parecer, correspondiente cada una a cada cuadrante del círculo y en dirección encontrada. Y así termina la serie de estas coronas emeritenses en el año 533 lo más tarde y según los ejemplares conocidos. El rectángulo. Las coronas de los epitafios se acabaron por desmayo de los grabadores o por falta de gusto. Quizá los clientes habían visto con agrado que los epitafios de sus deudos difuntos estuvieran cercados por aquel adorno. Quizá entre clientes y artistas surgiera el afán renovador de la novedad. Lo cierto es que los epitafios emeritenses que hasta el 533 aparecen dentro del marco circular de la corona, desde 552 aparecen algunos encerrados dentro de un cuadrilátero rectangular. Los epígrafes cristianos latinos de Mérida 727 Así está el epitafio de Sthefanus, el primero de la serie del rectángulo y el de Marcella, del año 558, y el de Fortuna del año 601, por el lado A; y el fragmento número 49 de los años 554, 594 o 604. Quizá pudieran relacionarse con este recuadro las líneas grabadas que se ven a izquierda y encima del epitafio judío número 50; pero las figuras que formasen esas líneas quedan inciertas por no conservase más que fragmentos. La forma de las piedras. Es éste el elemento más despreciado por los epigrafistas y al que menos importancia se le ha concedido. Realmente, el examen y juicio de este elemento no es ajeno a las inscripciones mismas, puesto que se trata en primer y fundamental lugar nada menos que de la materia que ha de recibir y conservar la escritura monumental. De otra parte, está en relación con el uso y finalidad de los epígrafes. Si los epigrafistas hubieran tenido en cuenta este elemento fundamental de las inscripciones, no hubieran ido tan lejos en sus suplementos y conjeturas para la reconstrucción de los letreros. Ante una seria inmensa y rica como la que estudiamos a nadie se le ha ocurrido hacerse esta pregunta ¿Cómo eran las piedras? Si tenemos en cuenta la mayor parte de los epígrafes emeritenses conservados y grabados en piedra con epitafios no es de extrañar que sean las lápidas que los contienen las que sean el motivo fundamental de los párrafos dedicados a este asunto. Fragmentadas y rotas todas las lápidas funerarias por el continuo aprovechamiento de los materiales funerarios y por las destrucciones históricas y por la de la ruina producida por el tiempo, no era posible contestar a aquella pregunta sin tener en cuenta en la investigación no olvidar este detalle. Las inscripciones fechadas, desde el año 442 al 601 permiten reconstruir con seguridad la forma de la lápida en que estaban grabadas y el destino que dichas lápidas tuvieron. La clave la da el estudio de los epitafios de Florentia y de Marcella, que se permitió averiguar que las piedras que los contienen eran pedazos de una misma losa. Hechas las comprobaciones convenientes, aun estando una piedra en Badajoz y otra en Madrid, más el lugar en que fueron encontradas las dos, pude reconstruir con toda seguridad la pieza entera en que estuvieron grabados los dos epígrafes (Véase el n 2), dibujándola íntegra y demostrando la veracidad del hecho. A esta comprobación llegué después de estar publicado mi trabajo De epigrafía (1947), por lo que allí no pude incluir el resultado de esta investigación. Después de obtenido aquél resulta que la piedra era una losa de mármol de 2 o 3 m. de largo y 0,60 de ancho y 0,035 de grueso, la cual tapaba la sepultura de Florentia cuyas características se recogen en el n 2. En esta losa, y a la parte de la cabecera se grabó el epitafio encerrado en la corona y debajo de los círculos concéntricos y secantes referidos. Al cabo de noventa y tres años se depositó en esta misma sepultura el cadáver de Marcella y se grabó su epitafio en la misma losa y debajo del anterior, inscrito dentro de un rectángulo, según la moda y acompañado de una palma, igualmente grabada, sin otro símbolo o emblema alguno cristiano. He aquí en este hecho un punto para meditar y deducir consecuencias muy interesantes de orden arqueológico o histórico cuyo enunciado se viene a los puntos de pluma pero que exponerlo aquí sería rebasar los límites de este trabajo. Basta a los efectos de esta tesis demostrar la necesidad de aquilatar en el estudio de cada epígrafe todos los elementos de juicios que aparte. Aclarada la forma de la piedra en que estaba grabada el epitafio de Florentia, queda enseguida evidente que los epitafios del 482 al 501, 514, 517, 518 y 525 al 533, estaban todos grabados en las correspondientes losas sepulcrales y en las cabeceras de ellas, disposición lógica por otra parte si se piensa en el efecto estético de la losa con el epitafio así grabado, como lo indico, más o menos en la tabla 15. La piedra en la que está grabado el epitafio de Orbanus, 525 al 533, ostenta junto a la fractura aguda de la parte superior los restos de una corona de tipo antiguo semejante a la de Florentia. La piedra del epitafio de Valentinus se conserva más completa; pero aun así hay que pensar que fue recortada por los lados, como lo indican los desconchones que tiene a uno y otro costado, y fracturada por abajo. Tesis Doctoral 728 Esta forma de las losas sepulcrales no empezó con la serie de las coronas. El epitafio de Bonifatia, anterior al año 440 está grabado sobre una losa semejante con el epitafio en la cabecera y debajo de el crismón. También está rota por la parte de los pies. De consiguiente no fueron los epitafios con corona los que se grabaron así, sino también los que no las tenían, y entre ellos seguramente el de Octavia, que correspondería a una tapa sepulcral de análogas dimensiones de la cual solo nos ha quedado el fragmento que tiene el epitafio. Y si esto se hizo antes de la serie de las coronas, si el epitafio de Marcella está grabado sobre una losa de ese género, y si el de Saturninus todavía se empleó en la cubierta del sepulcro del clérigo Bazago en 1855, los epitafios de Sthefanus, Arestula, el fragmento del 578 y el de Fortuna estaban indudablemente grabados en losas análogas. La seguridad para el de Fortuna nos la da precisamente Romero de Castilla que describe los sepulcros que vio y que refiere que precisamente el de Fortuna estaba contiguo al de Florentia. Aún quedan otros detalles importantes que anotar. En la piedra del epitafio de Arestula ya hice notar que debajo de su epitafio hay un signo grabado como letra, del cual ahora digo que podrá haber pertenecido a un segundo epitafio de fecha más tardía, para lo cual hacía falta que la piedra fuera más larga. Debajo del epitafio de Cantonus (508) se ven los ápices superiores de un renglón, por donde no cabe duda de que la piedra se prolongaba hacia abajo largamente. Pero en el caso de la piedra de Cantonus tenemos la evidencia porque por detrás tiene rebajados los bordes para encajar en el hueco rectangular del sepulcro, y el grueso del canto derecho, de 0,115 m., está labrado con una cenefa de ornamentación vegetal en relieve para verla de frente. La cuestión está, a mi juicio, completamente clara para los epitafios de Bonifatia, antes del año 440 hasta el de Fortuna del 601. Ahora surge otra cuestión. ¿Todos los sepulcros estaban cubiertos con tan magnificas tapas con esplendidos epitafios? He de suponer que no. Es conjeturable que la zona a la que pertenecían los sepulcros y sus losas y epitafios era la zona más rica del cementerio y que de esta zona, muy extensa, porque en Mérida había de abundar la gente pudiente, proceden los epitafios. En efecto: las procedencias conocidas de estas inscripciones dan un área de hallazgos limitada y reducida al Norte de la ciudad entre la muralla romana a la que tocaban y la estación del ferrocarril. Es posible que algunos de los fragmentos de esta época (antes del 440 al 601) procedan de otro tipo de sepulturas, o de otras más modestas. Algunos, de letras muy pequeñas pudieron ser de gente más humilde. Pero por ahora no es posible obtener mayores precisiones sobre este particular dado lo fragmentario de su estado de conservación. Persistiendo en el estudio y esperando la luz de nuevos descubrimientos podrán aclararse las dudas. Lo mismo cabe decir de los epitafios anteriores y de los posteriores, salvo, quizá, el de Quinigia, cuya piedra, evidentemente reducida de sus primitivas dimensiones tiene el aire de ser una tapa sepulcral como las de los siglos V y VI. Por lo que se refiere a la forma de las piedras en que están labradas las inscripciones conmemorativas y las decorativas, queda explicada bajo los números correspondientes en la colección (20, 27, 34, 36, 46, 52, 53, 55 y 62). IV-EL CONTENIDO DE LOS EPIGRAFES Llego aquí al último capítulo de la tesis en el que está el límite del epigrafista. En la depuración del contenido de las inscripciones, para lo cual, y para el mejor aprovechamiento de los textos para los respectivos especialistas, se ha de tener en cuenta el estudio de los caracteres externos. Es decir: que procedo en sentido contrario al que han seguido hasta la fecha nuestros epigrafistas, y aún los de fuera de España, de lo que es magnífica prueba en mi favor el monumental Corpus Inscriptionum Latinarum. Así ha resultado que todos ellos han ido derechos al contenido, sin tener en cuenta, en general, los caracteres externos y así han llenado de errores los índices de sus obras, magnificas siempre, sin embargo, por el trabajo que representan y porque son un instrumento precioso para ulteriores investigaciones. En cuanto a las inscripciones emeritenses, el estudio de su contenido está realmente inédito. Vives lo intentó en forma tan sumaria que nada queda razonado (pp. 17-18), ni Los epígrafes cristianos latinos de Mérida 729 probado. Se limitó a fijar unas características elementales y no penetró en la esencia de la cuestión, andando a tientas entre cosas dichas y repetidas y entre el riquísimo caudal de las propias inscripciones. De los 76 epígrafes que incluyo en esta colección, descarté los números 22 a 26 y 75 y 76 por las razones que doy en la crítica y estudio particular de cada uno, pues por incertidumbre de lectura, o por no ser emeritenses, no permiten establecer conclusiones. Me atengo pues a los letreros bien leídos e indudablemente encontrados en la antigua Metrópoli lusitana. Son éstos en total 69, riquísimos en contenido, que se clasifican así: Epitafios, 47 (nn. 1 a 19, 21, 28 a 33, 35, 37 a 45, 48 a 51, 56 a 59, 61, 63 y 64). Inscripciones conmemorativas, 3 (nn. 20, 53 y 55). Inscripciones decorativas, 15 (nn. 27, 34, 36, 46, 52, 62 y 66 a 74). Inscripciones inclasificables, 4 (nn. 47, 54, 60 y 65). Los epitafios. - Su contenido general es el nombre del difunto, la expresión de su fe cristiana, su edad y la fecha en que murió. Este contenido evoluciona con el tiempo agrandándole algunos elementos o substituyendo fórmulas ya viejas por otras más modernas. Este proceso evolutivo se advierte en Mérida con una claridad extraordinaria después del estudio externo de las inscripciones fechadas y de la fecha asignada, como consecuencia de aquél, a los que no la conservan o a los que no la tuvieron. Con este método ha sido posible rectificar crasos errores, siendo uno de los más elementales el de la fecha asignada al epígrafe de la “mártir Eulalia”, cuyo estudio he incluido antes aquí como modelo del método adoptado para el estudio de las inscripciones. Podría decirse que este método solo consiste en dejarse llevar por los epígrafes. Así resulta en realidad y esa es la única manera de ponerse en el camino de llegar al acierto. Todos los epígrafes emeritenses contienen el nombre personal del difunto, designado por uno solo, por lo que es sospechosa de error las lecturas y suplementos Iulias Creacens e Isidorus Ursicinus dadas a los epígrafes nn. 33 y 42. Este nombre es el elemento fundamental del epígrafe, que siempre es individual. Es el sujeto del epitafio, y por tanto, lo es también gramatical, encontrándose siempre en nominativo. Hay, sin embargo, un epitafio en el que se encuentra en dativo, por figurar el nombre del marido como dedicante de la sepultura o del propio epitafio: Proiectus memoriam pesuit coniugi suas Ursellas; pero esta forma es anterior al año 400 o de muy poco después y conserva en la epigrafía cristiana de Mérida el recuerdo de la epigrafía pagana (n 28). Otros casos hay en que el nombre del difunto está en genitivo. El más antiguo será el … memii pueri, si ha de leerse así, como parece, el cual estaría precedido de algún nombre referente a la sepultura y del que dependería, epígrafe también antiquísimo, de hacia el año 400 (n 30). Los demás ejemplares del nombre en genitivo los encontramos ya en fecha muy tardía, en la segunda mitad del siglo VII, cuando el formulario clásico, que pudiéramos decir de la época visigoda desparece. Esos ejemplares son los epitafios de Quinigia y de Eolalius (nn. 21 y 61). Solo en el siglo V se da un caso del nombre en genitivo en el epitafio del diácono Hippolitus, por referirse en él la fecha de la depositio y no de la defunción (n. 4); pero aun así este epígrafe es del año 508. La filiación del difunto no se encuentra más que en dos epitafios emeritenses; pero es interesante anotar que los interesados eran hebreos. En uno de ellos, del siglo V al VII, parece leerse filius domus (?) …et rabbi...(n 50) dando seguramente el nombre de la familia o tribu y después el del padre. En el otro, del siglo VIII al X, se lee claramente filius de rebbi…(n 64). La presencia de la filiación en estos dos ejemplares es natural. El estado de casado se expresa solo en ejemplares muy antiguos. En el epitafio de Ursella aparece no solo como dedicante el marido, sino que cuenta los años de vida conyugal: quae vixit cum illo annos XII (n 28). En el de Bonifatia de hacia los años 400 a 440, se expresa su estado social coniux añadiendo el nombre del marido Silvani (n. 31). La infancia aparece también en un epitafio muy viejo, el de … menii pueri (n 30) antes mencionado. Estas fórmulas no se encuentran ya después, ni otras semejantes. El estado clerical lo encontramos referido cuatro veces en ejemplares de los siglos VI y VII, en los que encontramos dos presbyteri, Orbanus y Sthefanus (años 525 al 533 y 552, nn 9 y 10 Tesis Doctoral 730 respectivamente), un diaconus Hippolitus (años 508, n 4) y un clericus confessor Eolalius (últimos decenios del s. VII, n 61). Los epitafios nn 15 y 19 se refieren a dos penitens Saturninus y Iohannes, fallecidos en los años 588 y 657 respectivamente, los cuales hicieron vida de penitencia voluntaria lejos del mundo. La ocupación social está referida solamente en el epitafio n 59, que se refiere a un medicus, de hacia el año 660. Las fórmulas que quedan consignadas en los dos párrafos anteriores pueden ser circunstanciales; pero no ocurre lo mismo con la fórmula que había de indicar la profesión cristiana del difunto. Esto era sustancial. En un principio es un sencillo adjetivo: fidelis (n 32, del año 400 al 440), devota (n 1, año 442), o bien una fórmula que significa que el difunto vivió en la fe cristiana: qui vixit in nomine Xpisti (n 30, de hacia el año 400) o sencillamente in nomine Xpisti α ω (n. 31, del año 400 al 440), ambas muy antiguas y consignadas al final del epitafio. Que estas dos últimas tienen tal significado lo acreditan por sí y por no leerse en el texto cualquiera otra que excluyese el de éstas e implicara redundancia. Pero a partir del año 465 (n 2) aparece en los epitafios emeritenses la fórmula famulus-a Dei, que se mantiene constante hasta el año 657 (n 19). Los epitafios no fechados, o que han perdido la fecha no alteran el resultado de los fechados, pues el fragmento n 56 no puede fecharse más que hacia los alrededores del año 650. Por otra parte, en el año 662 (n 21) encontramos la fórmula Xpisti, aunque de manera ampulosa: Domine Ihesu Xpiste : famule iuse Quinigiae…; luego hacia los años 650 al 660 sería reemplazada la antigua fórmula famulus-a Dei por esta otra más moderna, que en epígrafe no funerario la encontramos el año 661 en la inscripción de Eugenia famula Xpisti (n 20). Ni antes se encuentra ésta en Mérida, ni después, salvo el epitafio susodicho de Quinigia, ninguna de las dos. Otro de los elementos importantes de los epitafios emeritenses es la indicación de la edad de los difuntos, expresada por el verbo vixit, que forma, al menos en los más sencillos, la primera oración del epígrafe concertado con el nombre del interesado. Siguen al verbo los años que vivió el muerto y a veces los meses y aún los días, puestos en acusativo y con el numeral en cifras. El verbo solo está abreviado en dos epitafios, uno del año 465 (2) y otro del 518 (8), así: vix. annos está indiscutiblemente abreviado (ann. ans. an.) o entero, aunque hasta después del año 510 (n 37) parece ser que prefirió exclusivamente la forma abreviada, lo cual se conserva hasta el año 594 con seguridad. En el siglo VII, en los epígrafes en que se conserva íntegra la palabra, está sin abreviar. A principios del siglo V (n 31 y 33) parece que se estiló la forma del ablativo: vixit annis, y la del genitivo: annorum. En el año 648 encontramos esta fórmula métrica: vixit…longa per tempora vite (n 18). Es la época de la transformación literaria de la antigua tradición. Y más adelante, en relación con esta moda, leemos probablemente, en el epitafio hebreo del s. VIII al X, así: V[ixit…] LXIII repletus sa[pientis…(64). Pero la antigua fórmula no vuelve a aparecer desde mediados del siglo VII. De entonces hay un epitafio que no la tiene (57), como tampoco el de Eclalius (61). Cuando la edad del difunto no se podía determinar exactamente se acude a la fórmula plus minus, que se encuentra en los años 568 (11), 588 (15) y 667 (19). Para dar la edad aproximada de un médico, hacia el año 660, se consignó esta fórmula en su epitafio: vixisse fertur fere … (59). Es de anotar que la edad del diácono Hippolitus no consta en el epígrafe de su depositio, ocurrida el año 508 (n 4). En el epitafio se hace constar, corrientemente, la defunción, indicándose el día del mes y la era en que ocurrió. En los epígrafes emeritenses que conocemos, este hecho se consigna a partir del siglo V, al principio sin indicación de fecha, al menos del año. El verbo empleado en los primeros monumentos en recipio en su forma de pretérito, seguido del ablativo in pace. Así encontramos receptus-a in pace, sin indicación de fecha en el epitafio de Lupercus (32), y con la fecha del día y del mes en el de Bonifatia (31), ambos del 400 al 440. Pero enseguida se agrega a esta fórmula la fecha completa del fallecimiento: recepta in pac(e) d. X ks. maias era CCCCLXXXX (= 442 de C.) (n1). Entre tanto, se estila también el verbo recedo en su forma de pretérito (?) recess[it ? ], de la que tenemos un solo ejemplo en el epitafio n 33. En un fragmento de hacia el año 588 se ha leído, supliendo, receptus in pace; pero aunque ello no sería imposible como caso esporádico, ya he razonado las dudas que ofrecen la lectura y el suplemento (43), Los epígrafes cristianos latinos de Mérida 731 aumentadas por esta no pequeña cuestión cronológica. A partir del año 465, con el epitafio de Florentia (2) se encuentra siempre el verbo requiesco, en su forma de pretérito, por hacer alusión a un suceso pasado: requievit in pace. Este es el estilo hasta el año 657 (epígrafe n 19), a cuya fórmula sigue la fecha expresando el día del mes y la era con las palabras dies y era en ablativo. En los epígrafes conocidos die está casi siempre abreviado durante los siglos V y VI, salvo en los epitafios de Valeria, del 518 (7), y de Arestula, del 559 (12). También dieron la palabra entera en el epitafio de Aurelius, que ha de ser de la primera mitad del siglo VI. En cambio, de los epitafios conocidos del siglo VII, que no son más que cuatro, en tres, die está escrito con todas sus letras (17, 19, 21); en el del 648 aparece abreviado. El numeral del día está escrito con cifras siempre, salvo en el epitafio de Orbanus, del 518, que lo dice con palabras: die septimo (9). Kalendas e idus está también casi siempre abreviado, de nonas no hay más ejemplo que el de María, del 518 (8), y está escrita la palabra entera. Los nombres de los meses están en plural femenino, concertado con kalendas, nonas o idus. Era también está abreviado en un solo epitafio del siglo VII (18). Su numeral está escrito con cifras; pero hay dos casos en los que las unidades están escritas con palabras: era DL quin(us) en el epitafio de Cantonus, del 517 (6), y era DL sexsis en el de Valeria, del 518 (7). Son extraordinariamente curiosos los dos casos en que el numeral de la era está escrito así: era DLXLª. S y era DCXª. S, siendo la S una forma corrompida del signo especial de VI (Véase nn 11 y 14). A partir del año 552, juntamente con el anterior, encontramos otro estilo, que antepone a la palabra die la preposición sub (10). Esta forma se repite en los años 588 (15), 594 (16) y en los tres epígrafes fechados del siglo VII (17, 19, 21); pero no en el del 648 (18). El epitafio de Baseilla, del año 567, lo dieron sin die ni sub die, diciendo simplemente requievit in pace XI kal. mais (13). Entre tanto estuvo en uso la fórmula requievit in pace, en el epitafio hebreo del siglo VI al VII (59) se usó la formula pausavit in requie, cuyo sentido es el mismo; pero en cambio no está acompañada de fecha alguna, pues no parece que hubiera lugar para ella ni el et que continua procedería gramaticalmente si la hubiera habido. La fecha más próxima del uso de requievit in pace seguido de la fecha, en el año 662 (21), y ya después no se vuelve a encontrar. Hay un epígrafe, el de Gratianus, de los alrededores del año 650 (56), que abandona el estilo tradicional de expresar en los epitafios la fórmula de la función, por lo que se emplea el tiempo adecuado del mismo verbo y no se determina fecha. El uso de hic requiescit no significa en Mérida que los epitafios sean posteriores al siglo VII, o de época incierta por no encontrarse antes del siglo VIII en la ciudad (Vives 49), porque aparte de este epitafio de Gratianus, el mismo epitafio de Quinigia, del 662 (21) la contiene también al mismo tiempo que emplea el requievit in pace. In hoc loco quiescenti que se lee en el susodicho epitafio es exactamente igual a hic requiescit, y significa en el letrero de Quinigia, junto al estilo antiguo, que precisamente antes del año 662 se había introducido la nueva fórmula en las inscripciones emeritenses. El autor de este epitafio se sintió ecléctico y usó de los dos estilos. Además, el epitafio de medicus (59), que podía estar labrado incluso por la misma mano que grabó el de Quinigia, contiene igual fórmula: hoc in sepulcro quiescit. Fuera de éstos, si no fórmulas iguales, tienen al menos el mismo sentido la del fragmento métrico, de mediados del VII (58), y la del epitafio del clérigo Eolalius, de los últimos decimos de la centuria (61), que son respectivamente: … hic intra digne, debiendo ser lo que falta descansa, reposa, quiencit, más o menos con la palabra y forma que exigiera el verso; y hoc sepulture opus, que está ya muy distante de la anterior y de las otras. Parece, antes bien, que a fines del siglo VII hubieran desaparecido ya tanto el requiescit como el viejo requievit. No obstante, hay que esperar nuevos y abundantes hallazgos que puedan aclarar la fecha final de ambas fórmulas. En la inscripción de Asteria, de hacia el año 400 (29), y en la del diácono Hippolitus, del 508 (4), se emplea una fórmula distinta de lo demás que acabo de exponer. No señalan la fecha de la defunción, sino la de la inhumación, utilizando el verso depono, en participio pasado la primera, deposita, y en sustantivo la segunda, depositio. En la más antigua se añade al participio el día del mes solamente, y el día del mes y la era en la del diácono, cuyo nombre está en genitivo, naturalmente, dependiendo de depositio. Los elementos que componen la fecha en ambas inscripciones no difieren de los empleados en las demás. Tesis Doctoral 732 En general, y no antes de los últimos decenios del siglo VII, los epitafios son de una gran sencillez de acuerdo con lo que queda expuesto. Mas en el año 588 la cosa empieza a complicarse en el epitafio de Saturninus penitens (15), en el que aparece la fórmula del elogio qui in hoc seculo mundam transegit vitam, la cual parece repetirse en el fragmento del número 43, labrado en el mismo taller que el anterior seguramente. Luego, encontramos un largo elogio, desdichadamente incompleto, en el epitafio hebreo del siglo VIII al X, como se acostumbraba en los epitafios mozárabes andaluces. En la misma piedra aparece la novedad de la fórmula accepta penitentia, que viene a significar sencillamente el “habiendo recibido los Santos Sacramentos” de nuestras esquelas de defunción. Otra fórmula referente a la penitencia, en forma de súplica o ruego, volvemos a encontrarla el año 662 en el epitafio de Luinigia (21): Domine Ihesu Xpiste: famule tuae Quinigiae …omnia peccata dimitte. Las cláusulas referentes a la inviolabilidad de la sepultura se encuentran tarde: pax quicumque huis sepulc[cri iura non violaverit] o suplemento parecido, en el epitafio de Iohannes penitens, del 657 (19): en los últimos decenios del siglo VII, en el de Eolalius, se lee aquella larga conminación sed si quis vero hoc monumentum meum inquietare voluerit, sit anatema percussus, lebra Gezie perfruatur, et cum Iuda traditore abeat portionem, etr a leminibus solesis separetur, et a communionem sanctan sec[lusus…], que después ha de tener tanto uso, aunque con variantes, en nuestros diplomas medievales. Las aclamaciones al difunto pueden ser el bona memoria o recordatio, o cosa semejante, cuyo adjetivo soles en el epitafio hebreo número 50, del siglo VI al VII. Una aclamación funeraria será el beatus, si así debe leerse, del epitafio número 57 de mediados del VII. En el epitafio más antiguo emeritense, el de Proiectus (28) se nombra a la sepultura o al epígrafe llamándole memoria: Proiectus memoriam posuit, con fórmula de sabor romano. Palabra relacionada con la sepultura o con el fallecimiento es depund que Pérez Báyer leyó al final de la inscripción de Aurilius (40) y a la que me refiero en el respectivo estudio del epígrafe; su significado es oscurísimo y la explicación de Vives no es satisfactoria. Finalmente, hay dos epitafios métricos desdichadamente incompletos. Son los números 18 y 58 de la colección. El primero de ellos, fechado en el año 648, parece una composición elegiaca en la que el pariente del difunto expresa el dolor de la separación. El otro, sin fecha, pero de mediados del siglo VII parece el relato de una muerte violenta. Las inscripciones conmemorativas. No son más que tres; pero de un interés extraordinario. La primera es la que conmemora la dedicación del templo a la Madre de Dios y a todas las Vírgenes. Sus fórmulas están explicadas en su lugar correspondiente, siendo afines a las de otros monumentos semejantes españoles y a propias de la primera mitad del siglo VII. La segunda es el epígrafe número 20, fechado en el 661, que conmemora una fundación piadosa, quizá un monasterio o convento de mujeres por Eugenia, a la que se le dan los apelativos de felix y de Xpi famula, coincidiendo el uso de este último en esta fecha con lo que he dicho de ella acerca de su uso en los epitafios. Felix es la única vez que aparece en los epígrafes de Mérida, salvo en el de Bracarius (22), excluido de esta colección por no poder comprobar la lectura dudosa que de él se ha dado. También se le llama virgo virginum mater, como abadesa, dicen los comentaristas. La inscripción, cuyo texto está verificado, está fechado bajo el pontificado de Oroncio y en la era DCLXVIIII. La fórmula de la fecha en ambos letreros se inicia con la preposición sub, como la transcribo en los lugares respectivos. Finalmente, la tercera es la que incluyo con el número 56, que conmemora la dedicación no litúrgica de una domus a Santa Eulalia, bajo cuyo patrocinio se pone aquella. Sus fórmulas las explico y comento por extenso en el capítulo aparte que le dedico en esta tesis como ejemplo de método. Las inscripciones decorativas. Son aquellas en los que los letreros constituyen un elemento decorativo con mayor o menor importancia por su contenido, pero sin formar nunca un texto. Unas veces la inscripción tiene un valor simbólico. Otras veces es una explicación. En Los epígrafes cristianos latinos de Mérida 733 el primer caso están los crismones y cruces monogramáticas y aún las leyendas de los anillos de uso personal. En el segundo caso los letreros que explican más o menos brevemente el significado de una figura plástica. El monograma de Cristo, como emblema cristiano, es susceptible de recibir una forma plástica con valor decorativo, y de ahí su utilización en la arquitectura. Era preciso definir los edificios cristianos de algún relieve urbano o de importante significación religiosa. Allí se ponía el monograma de Cristo con la debida preminencia y se repetía por doquier. El monograma de Cristo más antiguo de Mérida, grabado en piedra, es el del número 27 de la colección, de forma y proporción constantiniana, con la rho cerrada, acompañado del alpha y la omega e inscrito en una corona, de la primera mitad del siglo XIV. El tablero de mármol perteneció al chapado de algún edificio que ostentaría este emblema. De fines del V o del siglo VI es el que está grabado en el centro de un dintel (n 36). Del siglo VI más bien hacia la segunda mitad, es la cruz monogramática grabada en el ara que describo en el número 46. De época indeterminada, pero visigoda son las alphas y omegas grabadas en un cimacio (n 62). La transformación del grabado del símbolo cristiano en modelado se da en la propia Mérida en ostentosos relieves decorativos que por su ejecución no he creído que debía incluir ahora aquí, en donde me limito a las inscripciones exclusivamente grabadas. Como símbolo o emblemas de Cristo han de tomarse también los monogramas grabados en la piedra que incluyo aquí con el número 52, del siglo VI al VII. Son monogramas de composición muy sencilla y cuyo valor decorativo reside precisamente en la combinación de las letras. Anillos con leyendas, casi siempre indescifrables, bien en combinaciones monogramáticas, se han encontrado en Mérida los que incluyo aquí con los números 66 al 74, todos del siglo VI o del VII. Son un adorno de los mismos anillos; pero por otra parte son como el emblema personal de los individuos que los usaban. De ellos el más notable por su valor paleográfico es el que describo en el n 73. La inscripción número 34, aestas, es la explicación del relieve de las espigas y la planta que hay debajo de ellas como emblema del verano. Su fecha la fijo hacia la segunda mitad del siglo V o principios del VI. Las inscripciones inclasificables. Son fragmentos tan extraordinariamente pequeños, o de transcripción tan incierta que no es posible determinar en qué clase de epígrafes deben ser incluidos. No obstante, ninguno de ellos deja de tener su interés epigráfico, y especialmente el del número 54 que añade a aquél un subidísimo valor paleográfico. V- LOS EPIGRAFES EMERITENSES EN LA EPIGRAFÍA HISPÁNICA Los antiguos epígrafes latinos cristianos de Mérida no son los únicos de la Península. Su producción no se verificó aislada. Mérida fue un foco de cultura que había de irradiarla a toda la provincia de que era capital; pero a su vez había de recibir reflejos del exterior que matizaran su ser con la unidad y la universalidad latina y cristiana. En esta tesis se muestra la evolución epigráfica emeritense en los tiempos a que aquella se contrae; pero esta evolución que evidentemente tiene características propias responde a una tónica general de la cultura hispánica, la cual se echa de menos en este estudio. Pero vuelvo a insistir en que la razón del estudio de los epígrafes de Mérida ha sido una necesidad metódica. Sin embargo, no he dejado de tener en cuenta las relaciones de la producción epigráfica emeritense con la de las otras localidades de la Península. Ya al hablar del método seguido, he dicho que todo se ha contrastado con lo de fuera de Mérida. Ejemplo de ello lo ofrezco en el trabajo que presento en el segundo capítulo de esta introducción. Mas ahora es imposible llegar a conclusiones de orden superior a lo monográfico. Como se han estudiado aquí las inscripciones emeritenses se han de estudiar las de la antigua Myrtilis, importante ciudad de la Lusitania que ha proporcionado también abundante e interesante material epigráfico correspondiente a esta Tesis Doctoral 734 época. Ya antes he aludido a una cierta relación que se apunta entre la epigrafía de Mérida y la mirtilense. El hecho de la aparición en Mértola de un ejemplar con corona de laurel y la coincidencia de leerse al final del epitafio las mismas letras A S, hasta ahora misteriosas, elementos encontrados solo en Mérida, relacionan indudablemente los usos epigráficos de una y otra ciudad; pero en qué consiste esta relación es cuestión que por este momento tiene que permanecer incógnita. Solo se resolverá cuando los epígrafes mirtilenses sean estudiados como ahora los de Mérida. El uso en las inscripciones de la Bética, y más concretamente en el territorio cordobés, de caracteres monumentales muy semejantes a los de la metrópoli lusitana, demuestra la unidad de la escritura monumental entre Mérida y la región andaluza. Es más: ciertos tipos andaluces parecen más tempranos que los emeritenses. La F de la nueva escritura cursiva latina, del epígrafe n 17, se encuentra en el espacio cordubense con algunos años de superior y en mayor número de ejemplares. La A del anillo número 73 está grabada en el epitafio cordobés de Calamarius, el cual publicó Vives sin ver aquella, que está inédita. Los caracteres de la inscripción de Eolalis (n 61) se encuentran en territorio cordubense a fines del siglo VII y en la primera mitad de la centuria en el hispalense. Esto prescindiendo de letras de uso más corriente y común como la D de tres trazos y el numeral cursivo, que se encuentran por toda la Península. En Tarragona aparece el signo especial de VI que en Mérida adopta forma de S y de C, el cual llega también hasta Portugal. Pero en cambio, el aspecto general de los letreros es diferente. El epígrafe de la dedicación de San Juan de Baños ofrece analogías con los usos epigráficos de Mérida en el siglo VII, el cual, en cuanto a formulario ya lo tengo cotejado que concuerda con el del epígrafe emeritense n 55. En el aspecto de los caracteres internos ya señaló Vives notables e importantes diferencias y semejanzas entre Mérida, el territorio lusitano y el resto de España, delimitando lo primero de todo las dos grandes áreas en los que se usó fechar los epígrafes por la era hispánica y los que conservaron el uso de la datación por el año consular. Y dentro de la zona de la era, los territorios que usaron en los epitafios las fórmulas recessit y requievit, distintas a su vez del hic quiescit o hic requiescit de la zona oriental y del hic quiescib de Galicia. Pero todo esto no son sino vagas diferencias o semejanzas cuya razón interesa penetrar por el estudio detenido y concreto de cada epígrafe, de cada ciudad, de cada región, pues junto a la diferencia de los usos funerarios en los epitafios entre Mérida y la Bética, por ejemplo, se encuentran íntimas semejanzas en las piedras conmemorativas de consagraciones o dedicaciones litúrgicas de iglesias. Pero hay más: la diferencia del formulario funerario no es exactamente como la señala Vives, pues ya queda explicado cómo a mediados del siglo VII se introduce una novedad que parecía exclusiva de la Tarraconense, y cómo antes del uso del requievit lusitano se usó el recessit bético. Es decir: que tanto en los caracteres externos como en los internos se vislumbra una íntima relación y compenetración entre todos los cristianos de Hispana; pero esta relación es dinámica; actúa en direcciones recíprocas, seguramente, bajo una cultura homogénea. Mas en el estado actual de los estudios epigráficos no es posible apreciar estas cuestiones en su aspecto general por falta de sistematización y de método. Hasta que no se llegue a la ejecución del proyecto a que me he referido en el capítulo preliminar, hasta que no logramos tener el “Corpus” de nuestras inscripciones cristianas, será inútil querer dominar el paisaje de aquellas centurias. Únicamente cuando se haya llegado a aquella cumbre será el momento de establecer conclusiones de origen general y señalar las particularidades y la personalidad que en él corresponden a las ciudades o a los núcleos regionales. A ese término es forzoso llegar y la empresa del “Corpus” es necesaria e imprescindible; pero antes hay que proceder por partes, hay que ir dominando la materia en estudios locales y monográficos. Cada uno de ellos era un paso firme y seguro hacia el dominio del problema. Difícil es en estas circunstancias determinar la importancia que esta colección de inscripciones emeritenses tiene en la epigrafía hispánica. Sin embargo, es por de pronto la Los epígrafes cristianos latinos de Mérida 735 primera vez que aparecen estudiadas en conjunto deducidas de ellas consecuencias de interés general. Esta orientación de estudio que señala este trabajo los da ya una importancia subidísima. Pero además es que los epígrafes emeritenses tienen la ventaja sobre los de otras partes de que buena cantidad de ellos están fechados con absoluta seguridad, y esas fechas han permitido establecer la evolución de los caracteres epigráficos. La evolución emeritense puede completarse incorporando a ella la evolución del resto de la Lusitania, y particularmente de la de Mértola. Si a esto se llega se habrá dado un paso gigantesco en la sistematización del estudio y tendremos fijados con toda seguridad los caracteres de una extensa zona hispánica. La agregación de estudios sucesivos de núcleos geográficos, la Bética y Galicia, la Cartaginense, Tarragona y la Tarraconense, completarán el trabajo y entonces será la ocasión de acometer la gran empresa del “Corpus”. Mas entre tanto marcará la ruta a seguir esta colección de los epígrafes emeritenses y ésta es la trascendencia que por el momento se les puedo asignar dentro de la antigua epigrafía cristiana Hispánica. SEGUNDA PARTE LOS EPIGRAFES I EPIGRAFES EN PIEDRA FECHADOS Números 1 a 21 1 Se encontraría en la ciudad o en sus alrededores antes de 1916, en cuya fecha la publicó Smit. Se conserva en el Museo Arqueológico de Mérida, donde ingresó después de 1910, pues no se encuentra en el Inventario de Macías, y antes de 1939, porque ya la registra Floriano, director del establecimiento de 1934 a 1939; pero no da noticia ni de la procedencia exacta, ni de la fecha del hallazgo, ni de la forma de ingreso en el Museo. La publicaron Smit p 135 n 9, según Vives. Vives 24 y corrección a este número. Navascués De epigrafía n 1. No me ha sido posible conocer la obra de Smit; pero su transcripción debe ser la misma que trae Vives en el número 24. Este editor, que no conocía la piedra cuando compuso su libro, debió copiar lo que traía Smit. Terminado el libro, Vives conoció la piedra y entonces agregó su corrección improcedente. Los errores de Vives son: decir que el crismón ha de ser la cruz monogramática simple, y no con alpha y omega; dar como existente la A de an(no)s, perdida, en el reglón 2; la omisión de la S final en la misma palabra; la omisión de la A de ka(lendas) en el renglón 4, y el asegurar que ya se ha perdido el último renglón, lo que no es cierto, como prueba la fotografía n 1. El epígrafe está labrado en una lápida de mármol gris, partida en dos pedazos que estaban separados y que hice unir en el Museo. Mide 0,60 m. de alto, y 0,39 de ancho y 0,40 a Tesis Doctoral 736 0,45 de grueso. El fragmento superior, separado ya del otro, se utilizó para sumidero, o servicio análogo, y entonces se perforó la piedra con los cuatro agujeros que ostenta, de los cuales uno afectó al crismón y otro al renglón 2 principalmente. Por lo demás se conserva bien. La inscripción está encabezada por el crismón compuesto por la cruz monogramática grabada con dobles trazos y la P abierta, acompañada por el alpha y la omega, encerrado todo en una laurea esquematizada. Debajo del crismón se grabó el letrero en cinco renglones, para el cual se trazó previamente una pauta marcando las líneas horizontales para los renglones y las marginales. Otra vertical señala la mitad, aproximada de los renglones. Pero luego el epígrafe no se ajustó exactamente a la pauta. La lectura definitiva es la siguiente: OCTAVIA DEVOTA VIXIT [A]ṆS. XVIIII M. X RECEP̣ṬA IN PAC. * D. X KA. MAIAS 22 abril 5 ERA CCCLXXX 442 de C . Octavia devota/vixit [a]n(no)s XVIIII m(enses) X. / Recepta in pac(e) / di(e) X ka(lendas) maias / era CCCCLXXX. Las letras son de altura regular, de 0,028 a 0,030 m. salvo las pequeñas intercaladas entre los renglones 2 y, que son de 0,015 a 0,010 m. Estas letras más pequeñas son las S, M y X del r. 2 y la A de ka(lendas) en el 4. En cuanto a la forma de las letras es de observar su clasicismo epigráfico. No obstante, observase alguna tendencia cursiva en el arrastre hacia la derecha de la terminación de algunos trazos, como en la A de devota; o en la unión de los trazos oblicuos de las aes, no formando ángulo, sino unidos por otro tracito horizontal prolongado hacia la derecha o hacia la izquierda y en ocasiones revuelto hacia abajo. Otra característica, general, es la de la tendencia a ensanchar las terminaciones de los trazos entre la manera clásica romana y la propia de nuestros epígrafes de época visigoda. Es de notar que la A tiene el trazo transversal recto y oblicuo elevándose de izquierda a derecha. Hay una abreviatura por contracción: an(no)s. Las demás son por suspensión: m(enses), pac(e), d(ie) y ka(lendas). Todas salvo d(ie), están indicadas por una rayita horizontal sobrepuesta. La exceptuada está marcada con una raya oblicua que cruza la curva de la D hasta tocar el primer trazo. Están enlazadas las N-P de in pace y las X-X-X del numeral de la era. Una interpunción, o adornito triangular, de tipo clásico pagano está incluida en la C final del r. 3. En cuanto a fórmulas obsérvase el apelativo devoto, que empleado así es por ahora único en la Península, y que puede estar simplemente empleado como sinónimo, cristiano, como luego el famulus Dei, aunque la edad de la difunta no excluye la hipótesis de que signifique el haber estado consagrada a Cristo con votos especiales. Recepta en vez de requievit tan usado en epígrafes posteriores de la ciudad. Es la más antigua de Mérida y de la Península fechada con seguridad por la Era Hispánica. Otras dos emeritenses que pudieran ser más antiguas no ofrecen garantías de seguridad. Los epígrafes cristianos latinos de Mérida 737 N. 1. 2 Las referencias del hallazgo las trae Romero de Castilla. Se encontró en Mérida el año 1884, en un corralón sito en las inmediaciones de la carretera que une la ciudad con la estación del ferrocarril. El propio Romero vio in situ los hallazgos recién descubiertos. Eran varios sepulcros, a dos de los cuales correspondía esta inscripción de Florentia y la de Fortuna inserta aquí con el número 18. Encima de los sepulcros estaban las lápidas en posición horizontal. La de Florentia pasó a manos de don Antonio Covarsi de Badajoz, de quien la adquirió la Comisión de Monumentos que la puso en su Museo, por donde hoy se conserva en el Arqueológico Tesis Doctoral 738 Provincial de Badajoz, no en el de Mérida como dice Vives. Juntamente con la inscripción se conserva un jarrito pequeño, de barro, encontrado en el interior de la sepultura. Publicaron el epígrafe: Fita V 1888 p 329; IX 1886 p 398. Plano Ampliaciones p 42. Romero de Castilla nn 18 y 62 y pp 66 y 328. Hübner 337. Mélida 2038. Diehl 1437. A. Rodríguez Moñino Observaciones p 15. Vives 25 y 478. Navascués De epigrafía 2. Después de publicado mi artículo encontré otra interesante novedad acerca de esta piedra. Para explicarla es necesario traer aquí a colación la inscripción que incluyo después con el número 11. Fue descubierta, según Monsalud en el corral de la llamada casa de Perero, calle de Moreno de Vargas, en la misma ciudad de Mérida. No dice la fecha, pero el hallazgo fue publicado por el marqués en 1897. La piedra pasó a su colección particular en Almendralejo. Adquirida por el Estado en 1930 se conserva ahora en el Museo Arqueológico Nacional. Las dos piedras a pesar de haber aparecido, aunque no en lugares distantes más bien muy próximas como piezas independientes y de haberse conservado como tales hasta el presente, están tan íntimamente relacionadas entre sí que ambas constituyen los dos fragmentos en que se partió una misma tapa sepulcral en la forma que he reconstruido en el dibujo de la fotografía, reconstrucción fácilmente obtenida juntando las fracturas de los pedazos. El resultado es que hoy poseemos una excepcional lauda sepulcral de época visigoda con un subidísimo valor arqueológico como pieza única. Por otra parte, es un documento de gran valor histórico para la antigua cristiandad emeritense aportando interesantísimos datos para explicar la densidad y aprovechamiento periódico de los cementerios, ya que el epitafio más antiguo se refiere a Florentia, fallecida en 465, y el más moderno a Marcella, que falleció cerca de un siglo después, en 558, ambas enterradas en el mismo sepulcro. Como se verá más adelante no es este el único testimonio de tal aprovechamiento; pero los demás son tan fragmentarios, que este los explica y los ilustra espléndidamente, al tiempo que da la forma de las tapas sepulcrales a las que pertenecieron, seguramente, no pocos de los epígrafes emeritenses y especialmente los de la serie de las coronas. La reconstrucción de esta piedra plantea un problema acerca de si el jarrito corresponde a la primera o a la segunda inhumación; pero es una cuestión arqueológica que por el momento consideramos ajena al asunto de esta tesis. Volviendo al epitafio de Florentia está grabado en la parte alta de la losa, que es de mármol y mide 2,03 m. de alto, 0,60 de ancho medio y alrededor de 0,05 de grueso. Está inscrito dentro de una corona de laurel cuyas hojas, sueltas, están convencionalmente grabadas a biseles, pero con exquisita gracia y suavidad. La láurea mide 0,465 m. de diámetro. Debajo de la corona hay seis círculos combinados cuya existencia omiten todos los editores. Están puestos dos concéntricos, en el eje mayor de la losa, y cuatro exteriores, secantes del mayor, formando cruz. La dulzura y suavidad del grabado de estos círculos los ponen en relación con el epitafio, como adorno o simbolismo. Los editores dicen mal el mes, que leyeron martii, salvo Homero de Castilla que lo trae bien y de quien lo copió Mélida. El numeral de la era lo leyeron mal, DLII, incluso Vives que se corrigió después en el número 478. Antes de 1896, sin embargo, había aparecido la lectura correcta debida a Dogdson, el amigo y corresponsal de Hübner, la cual incluyó Romero en su Catálogo; pero la corrección de Dogdson pasó inadvertida para todos los editores posteriores a 1895. En Diehl está mal leído dii, que es d(ie) II con absoluta certeza. Los epígrafes cristianos latinos de Mérida 739 Reconstrucción de la losa que contiene los epitafios nn. 2 y 11. Dibujo del autor. Tesis Doctoral 740 N. 2 Fotografía de la impronta. El epitafio dice así: FLORENTIA FAMULA DI. VIX. ANN. XXV M. V D. XVI REQUIT. IN PACE 5 D. II IDUS MARTI. 14 marzo ERA DIII 465 de C. Los epígrafes cristianos latinos de Mérida 741 Florentia. / famula D(ei). vix(it) / ann(os) XXV. m(enses) V. d(ies) XVI. / Requi(evi)t in pace / d(ie) II idus marti(as) / era DIII. La paleografía es interesantísima y nada se ha dicho de ella. Las letras son de altura regular en cada renglón, alcanzando de 0,028 a 0,029 m. en el 1º y 0,035 m. en los 4 y 5. En el 6 la diferencia es de 0,031 a 0,042 m., por haber adaptado las letras, por debajo, a la curva de la corona. Hay otras intercaladas muy pequeñas: la E en el r. 1, la I de XVI en el 3, la segunda de II y la de marti. en el 5 y la segunda y tercera de DIII en el 6; todas ellas tienen un alto comprendido entre los 0,014 y los 0,019 m. Se advierte en general la tendencia a prolongar los ápices o a curvarse los extremos de los trazos apuntada en el epígrafe anterior, especialmente en la A, D y M. Las letras están grabadas con cuidado y finura y su traza es elegante y hermosa, deslucido todo un poco por la erosión. Los ensanchamientos terminales de los trazos, característicos de época visigoda, se acentúan mucho, contrastando con la delgadez de estos. En cuanto a formas obsérvese la aparición de la A con el trazo transversal quebrado en ángulo, y esta letra cruzada sobre el ángulo superior por un trazo horizontal que puede ser una concreción caligráfica de la A cursiva capital en la que sus trazos primero y segundo se cruzan doblando a la izquierda y derecha sus extremos superiores. Esta forma es excepcional en los letreros emeritenses, y aún en los hispánicos de la época. En otro de Mérida, número 55 de esta tesis, se encuentra la misma forma que allí queda mejor explicada. En la C es curioso notar que su extremo inferior termina en punta aguda, un poquito vuelto hacia arriba. La D, como letra tiene la forma tradicional epigráfica; pero la numeral es la forma cursiva latina que aparece en esta piedra empleada así por primera vez por requerirla la cifra de la era. Algunos editores (Diehl, Vives) la transcriben, erróneamente por δ griega, desvirtuando la escritura latina y restando interés al epitafio, pues nos muestra claramente la injerencia directa de la escritura cursiva en los letreros de la época. La E es de cuatro trazos con el segundo y tercero unidos al vertical dejando libres los extremos de este, primer caso fechado en la Península que yo sepa, y desde luego con seguridad para la Hispania Occidental y meridional, que usó de la Era. Son curiosos las F y L, que delatan precedentes cursivos. La P y la R son abiertas. Las O y Q muy redondeadas y esta con el apéndice característico muy corto. La V tiene siempre la forma capital lapidaria, pero en los numerales, el segundo trazo es vertical y corto, detalle acaso relacionado con el menor tamaño de la I en los números cuando ocupa segundo y tercer lugar. Estas formas serían adoptadas como parece evidentemente para diferenciar letras y numerales, y en este epitafio se advierte por primera vez en Mérida. En relación con la longitud del texto hay abundantes abreviaturas, por suspensión: vix(it), ann(os), m(enses), d(ies), d(ie), y por contracción, las menos: D(e)i y requi(evi)t. Todas estas indicadas por una rayita sobrepuesta, excepto d(ie), marcada con un tracito oblicuo que cruza los trazos de la letra diagonalmente. Las interpunciones son variadas, situadas en los lugares que marcan los asteriscos. Son puntos triangulares a la manera clásica, más o menos grandes. Alguno de ellos prolonga algunos de sus ápices en un tracito curvo, como en el r. 5, o en el 6. Al final del segundo sale un tracito de uno de los lados del triángulo, formando como una hojita con su peciolo. La que inicia el r. 1 es diferente a las demás, grabada en forma de corazón. En el 4 consiste en dos tracitos curvos que se unen por abajo y se prolongan en punta agudísima. Todas están grabadas profundamente. En cuanto a fórmulas hallamos fechado por primera vez en este epígrafe el famulus Dei y el requievit in pace. Dice d(ie) II idus por pridie idus. Es una de las más interesantes inscripciones hispánicas por su belleza y una de las más importantes por su contenido y cronología. Tesis Doctoral 742 3 Según Monsalud fue “hallada en el paseo de Arrabal, en una de las últimas casas a la salida de la población” de Mérida. El año del descubrimiento sería el 1898, o anterior, pues en aquél la dio a conocer el marqués, quien la incorporó a su colección el Almendralejo. En 1930 la adquirió el Estado y pasó al Museo Arqueológico Nacional donde se conserva. La publicaron: Monsalud XXXII 1898 p 433. Hübner 342. Mélida 2034. Vives 38. Monsalud dio por cierta la existencia de una L en el primer renglón de este fragmento, leyendo no sé por qué, [famu]l[a]. Hübner añadió una V precediendo a la L y dice que Fita suplió [fam]ul[a]. Vives dio por buena la transcripción de Hübner, leyendo [famu]ul[us], y dio como existente la A de [a]nn(os), que no se conserva. Mélida no hace sino copiar de Monsalud. La inscripción es un fragmento de epitafio conservado en un pedazo irregular de una lápida de mármol blanco, resto, seguramente, de una losa sepulcral en cuya cabecera estaría grabado el epígrafe, orlado éste con una corona de laurel del estilo de la del número anterior. El fragmento de la piedra mide 0,290 m. de alto, 0,245 de ancho y 0,035 de grueso. Del epitafio solo quedan restos de los tres últimos renglones y vestigios de otro anterior que no son posible referir a unas letras determinadas como han hecho los editores viendo una L o una VL. Yo veo solo lo siguiente: […………………] [A]ṆN. X̣ […………..] IN P. D. III IḌ. [……] ERA DXX̣ […………] …[a]nno(os) X [……] / in p(ace) d(ie) III id(us) [……] / era DXX […..] La fecha queda completamente incierta en cuanto al año exacto de la Era que hubo grabada; pero las cifras que restan del numeral permiten conjeturar que este no podría ser superior a la era DXXXVIIII ni inferior a la DXX, por lo que lo atribuyo a cualquiera de los años de C. que median el 482 al 501, o sea a los últimos del siglo V, con lo que coinciden los caracteres externos de la inscripción. Monsalud se limitó a decir que no es posterior al año 501 (dice 511 por errata). Hübner y Vives fijaron el año 482? Es preciso concretar que la ejecución del letrero debe colocarse entre esas dos fechas. Las letras de las que nada dicen los editores son extraordinariamente interesantes, pues con las dos inscripciones anteriores marca los caracteres de los epígrafes del siglo V en Mérida a partir del año 442. Estos datos evolutivos no son despreciables y el fragmento cobra así el gran valor que debe dársele dentro de la epigrafía hispánica de la época visigoda. Las letras son altas de 0,042 m. en todos los renglones y las terminaciones de sus trazos son unos rasgos finísimos, horizontales, de izquierda a derecha, hacia cuyo lado se alargan. Solo hay dos letras pequeñas, casi enanas junto a las demás: las íes segunda y tercera del numeral III. En cuanto a la forma es la de la capital clásica lapidaria, interpretada con cierta libertad de precisión. Nótese la A con el trazo transversal angular, la R muy abierta, como dominada por cierta tendencia cursiva y el numeral D netamente cursivo como en el epitafio anterior y como en los posteriores, por lo que ya me abstendré de señalarlo en lo sucesivo. Abreviaturas hay abundantes a pesar de lo poco que ha quedado del epitafio, todas por suspensión: [a]nn(os), p(ace), d(ie), id(us), indicadas por un tracito oblicuo puesto detrás de la última letra en las dos primeras, o cruzando el vertical de la D en las dos últimas. Enlazadas están las N-P de in p(ace). Los epígrafes cristianos latinos de Mérida 743 4 Se encontró en Mérida, en las excavaciones de 1914 (Mélida). Se conserva en el Museo Arqueológico de la ciudad. La publicaron Fita LXIV 1914 p 312. Mélida 2030. Diehl 1226. Vives 41 y corrección al mismo número. Fita leyó en el r. 3 diac(o)n(i), pero la abreviatura es diac(o)ni, y no se dio cuenta de las hojitas que se ven en los rr. 4 o 6, las cuales tampoco consigna Diehl y ninguno de los editores hace referencia a los caracteres externos del epígrafe. Este grabado en un fragmento de lápida, posiblemente de una losa sepulcral, de mármol blanco, cuyo alto es 0,52 m., su ancho 0,56 y 0,05 el grueso. La inscripción es un epitafio de una corona de laurel, semejante a las anteriores, pero obsérvese que las hojitas están un poquito más sueltas y separadas unas de otras. El epígrafe, en seis renglones dice: DEPOSI TIO HIPPO D. XIII KAL* 5 APRIL*ERA D. 20 marzo XLVI* 508 de C. Deposi / tio Hippo / liti diac(o)ni / d(ie) XIII kal(endas) / april(es) era D / XLVI. Las letras oscilan entre los 0,040 y 0,035 m. de altura. Solo son más pequeñas las íes finales de los rr 1 y 3 y la de april. La forma conserva el tipo clásico lapidario, en general. La A es de travesaño angular en todos los casos. La O es redonda, pero la última de depositio manifiesta un aspecto cuadranguliforme que acusa una hechura espontánea en dos tiempos, como cursiva. La P y la R son muy abiertas, la segunda con cierto aspecto muy cursivo. Las abreviaturas son una por contracción: diac(o)ni, y las demás por suspensión: d(ie), kal(endas) y april(es). La primera está indicada por una rayita ondulada sobre las ON, más la O no es más pequeña que las demás letras como aparece en Mélida ni la rayita indicadora es como él la marca. La D de d(ie) está cruzada diagonalmente por un trazo que empieza abajo y a la izquierda de la letra y termina en lo alto y a la derecha, ductus bien típico de una escritura cursiva. KAL y APRIL aparecen así, sin indicación de la abreviatura, como no hagan este oficio, más que el de interpunciones o distinguentes las hojitas que tienen detrás. Bien pudiera ser ello así ya que en el epígrafe anterior se han señalado unos trazos oblicuos como indicadores de la abreviación de la palabra que le precede. Esto mismo parece confirmase en este epígrafe, en donde la hojita final pudiera indicar que el numeral, cifrado, debiera tomarse como una abreviatura del ordinal correspondiente. Esta conjetura se apoya en el que numeral D, en la forma cursiva ya señalada y escrito al final del r. 5, separado por consiguiente de las demás cifras, está cruzado de abajo arriba y de izquierda a derecha por un trazo recto. No creo que esta circunstancia sea un mero capricho, sino la indicación de que había de leerse quingentésima, como si se tratara de una palabra abreviada y no de un número. En tal caso, el resto del numeral habría de leerse lo mismo: quadragesimo sexta. Otro tanto podría sostenerse acerca de la lectura como cardinal; pero lo que otros epígrafes indican me inclinan a la primera conjetura. En tal caso estas hojitas son signos de abreviación en este epígrafe. Es interesante la fórmula de la deposición del difunto, cuya fecha se señala, en vez de la usual y corriente de la defunción. Tesis Doctoral 744 5 Se encontró en Mérida, en 1906 o poco antes, en cuya fecha la publicó Monsalud, quien no da detalles del hallazgo. El Marqués la recogió en su palacio de Almendralejo donde al presente se conserva incrustada en una pared detrás de una columna. El Sr. Álvarez, director del Museo de Mérida me remitió una buena impronta y magnifica fotografías, dándome en carta de 17 de abril de 1946 las dimensiones de la piedra. La publicaron: Monsalud XLVIII 1906 p 487. Mélida 2044. Vives 26. Monsalud omitió las hojitas finales de los rr. 2 y 3, y la indicación de las abreviaturas de ann(os), que leyó ann(is), d(eis) e id(us). Mélida conserva las mismas omisiones reproduciendo a Monsalud. Vives omite las hojitas finales de los rr. 2 y 3 y marca abreviaturas en famul y en p que no están indicadas en el original, como no sean los signos correspondientes las hojitas que siguen detrás de las palabras. Observaciones paleográficas y decorativas, y otras sobre la piedra no se encuentran en ninguno de los editores. La inscripción está grabada en la parte alta de una losa sepulcral, a la que probablemente, según la fractura que se advierte hacia los pies, le faltan unos 0,90 m. conservando hoy la altura 1,125 m. El ancho de 0,435 m. El grueso no se ha podido medir por estar embutido en el muro. La piedra es de mármol blanco y color amarillento. El epígrafe está encerrado en una corona de laurel, cuya ejecución convencional difiere notablemente de las anteriores, pues las hojitas están interpretadas por simples trazos rectos en grupos de tres, puestas a manera de palma o espina de pez que dan la vuelta en una sola dirección a partir del costado izquierdo donde se reúne uno con otro extremo. Es interesante señalar que esta corona corresponde ya al año 514. Fuera de la corona y debajo de ella, como un colgante de la misma, están grabadas el alpha y el omega formando un curiosísimo enlace que contribuye a la decoración del epitafio. El enlace tiene la forma que se ve en la fotografía. El letrero tiene encima una hojita como las que se distribuyen entre las palabras del texto, y en seis reglones dice: VALENTI NUS*FAMUL* DE.VIXIT ANN.* XXXVII RECUIS 5 VIT IN P*D. II ID. 14 de julio IULI* ERA DLII 514 de C. Valenti / nus famu(us) / De(i) vixit ann(os) / XXLVII recuis / vit in p(ace) II id(us) / iuli(as) era DLII. Los epígrafes cristianos latinos de Mérida 745 N. 5. Monsalud fechó el 17 de julio, y Mélida lo copió. Vives trae bien la fecha. Las letras varían de altura en cada renglón, oscilando entre las 0,033 y las 0,045 m. en los rr. 1 a 5, y de 0,018 a 0,044 m. en el sexto, por la necesidad en este de adaptarse a la curvatura inferior de la corona. Entre las letras de los rr. 4 y 5 son mucho más pequeñas que Tesis Doctoral 746 las demás íes del numeral II, diferencia de tamaño relacionada con la función aritmética de dichas letras. En general sigue observándose su aspecto clásico lapidario: pero hay notables circunstancias que anotar. La A es de tres tipos: con el trazo transversal angular, con el susodicho trazo recto, y sin él, pero de las cuatro aes que hay, dos pertenecen al primer tipo y una a cada uno de los otros dos. La F es de cuatro trazos, con el tercero tangente al primero, curvo y alargado hacia la derecha, cuya procedencia de la antigua cursiva romana y no de la clásica capital lapidaria es evidente; es la primera vez que aparece en Mérida. La P es abierta, lo mismo que la R, cuyo tercer trazo cae coincidiendo con el primero o suelto, como trazado con espontaneidad de manuscrito y no con cánones o normas de dibujo. Las abreviaturas son todas por suspensión. De ellas, De(i) y ann(os) están indicadas con rayitas onduladas sobrepuestas. D(ie), id(us) con trazos cruzando diagonalmente las des. Famul(us), p(ace) y iuli(as) carecen de signo de abreviación, como no se tengan por tales las hojitas que vienen detrás de las palabras a tener de la conjetura expuesta en el comentario del número anterior. En todo caso, en este epígrafe de Valentinus cabe dudar de si dichas hojitas son interpunciones o adornos ya que encima del epígrafe nada tiene que abreviar la que allí se ve, ni la que hay detrás de Valentinus, ni tampoco parece que tenga función braquigráfica detrás de ann(os) cuya suspensión está indicada por el signo antes explicado. Enlaces de letras se advierten en la X-X-X del numeral de la edad del difunto. 6 Estaban en la basílica de Santa Eulalia en Mérida, puesta en el pavimento, entre la capilla mayor y la sacristía. El cura vicario Sr. Villarroya, vocal de la Subcomisión de Monumentos la mandó al Museo (Amador de los Ríos, Plano, Macías, Mélida), antes de 1894, fecha de las Ampliaciones de Plano. Se conserva en el Museo Arqueológico de Mérida. Amador de los Ríos Monumentos p 53 1 VI 53. Fita XXV 1894 p 78. Plano Ampliaciones p 39 y p 137 en la que reproduce a Fita. Hübner 382. Macías Mérida p 150. Mélida 2020. Diehl 1424 D adn. Vives 27 y corrección a ese número. Amador dio una transcripción arbitraria, descomponiendo el nombre del difunto e inventándolo así: C. Antonius; puso interpunciones que no existen entre todas las palabras y al final de los rr., salvo en los 3 y 5; puso X por XI en la fecha del día y, finalmente desenvolvió las abreviaturas sin indicarlas. Fita transcribió la D latina por Δ griega en los rr. 4 y 5, y puso una R pequeñita al final de quinc., la cual no existe sino que es un signo indicador de la abreviatura. Plano en la p 39 transcribe Cantonus traduciendo Catonio, rec/uievit, in pace, mar / cias y al, final cui nol, haciendo una lectura disparatada. En la p 137 repite lo dicho por Fita en el Boletín. Hübner transcribe kalend., suponiendo una pequeña pegada a la K, vocal que no existe; y puso una R al final de quinc. en vez del signo de abreviación. Macías dibuja la transcripción y pone una D con una A sobrepuesta en el r. 4, en vez de D., y una rayita horizontal y una A encima al final de klend en el 5, repitiendo la E después de quinc. Además, da una forma extraña a la D del numeral de la era. Cantonus lo traduce Cantonio. Mélida repite los errores de Fita, pero sin cruzar las delta con la rayita indicadora de la abreviatura. Diehl sugestionado por la transcripción de Fita, transcribe la D de d(ie) en el r. 4 por δ griega por D latina cursiva, en el numeral de la era cuyas unidades transcribe quinqe en vez de quinq. Vives consigna una A inexistente en klend. y dio la forma falsa tradicional quinqe que corrigió después por quinq sin explicación. El epígrafe está grabado en un fragmento de una losa de mármol blanco. Mide lo que queda 0,55 m. de alto, 0,75 de ancho y 0,115 de grueso. La piedra era la tapa monumental de un sepulcro, correspondiendo el fragmento a la parte de la cabecera. Por la otra cara tiene la Los epígrafes cristianos latinos de Mérida 747 piedra un rebajo periférico a lo largo de los lados, de 0,035 m. de ancho en los costados y 0,095 en la cabecera, rebajo que serviría para encajar la losa en el sepulcro. Este debía ser rico y adornado al menos por el costado izquierdo, correspondiente al lado derecho de la inscripción, por donde sería visible, porque el costado de la piedra está adornado con una cenefa, labrada en relieve, de ornamentación vegetal, con un ancho de 0,09 m. Este sepulcro debió aprovecharse después de la inhumación de Cantonus para enterrar otro cristiano, pues junto al borde inferior del fragmento se advierten parte de los trazos de unas letras que forraban el primer renglón de otro epígrafe. De aquellas letras apenas es identificable la última, una T (?). De la existencia de este fragmento de otra inscripción en la misma piedra solo dio cuenta Amador de los Ríos; pero ninguno de los editores publica las demás observaciones que ahora hago, las cuales son por cierto de gran interés. El letrero está inscrito en una láurea convencionalmente ejecutada, del tipo artístico de la del número anterior, pero en esta de Cantonus, en el semicírculo superior, las series de tres trazos puestos en forma de espiga viene de arriba hacia abajo por cada uno de los cuadrantes, y en el semicírculo inferior de izquierda a derecha sin variar la dirección. El epitafio está distribuido en seis renglones; pero entre el último y la corona queda campo libre, en cuyo centro se grabó un crismón con la cruz monogramática, cuya P griega tiene forma de R latina, observación de gran interés puesto que en el epígrafe número 1 del año 442 conserva su forma helénica, aunque abierta. Completan el símbolo cristiano el alpha y la omega. El epitafio dice: CANTONUS FAMULUS DEI VIXIT ANNOS LXXXVII REQ. UISVIT IN PACE D. 5 XI KLEND. IANUAR 22 diciembre IAS ERA DL QUINQ. 517 de C. Cantonus, / famulus Dei, vixit / annos LXXXVII. Req/ uievit in pace d(ie) / XI k(a)lend(as) ianuar /ias era D quinq(ue). Las letras son de muy desigual altura, la cual varía entre 0,020 y 0,038 m., pero por renglón la diferencia entre unas y otras es de 6 milímetros en el primero a 11 en segundo. Estas diferencias que se acusan ya en el epígrafe anterior y se acentúan en este, han de caracterizar a los de fechas posteriores, ejecutados sin normas de ninguna clase y trazados con espontánea libertad sobre la piedra. La A es de dos tipos: con travesaño angular y sin él, cinco del primero contra tres del segundo. En la D aparece ahora claramente el antiguo trazado capital cursivo romano, hecha en tres tiempos, con el segundo trazo recto y horizontal, o tendiendo a él, trazado que dio lugar a la confusión de Fita la Δ griega. La E es del tipo clásico lapidario o de aquel otro que caracteriza a estos epígrafes en el que los trazos segundo y tercero dejan libres los extremos del primero. La F es solo de dos trazos, el vertical y tangente a su extremo superior, otro oblicuo en dirección de izquierda a derecha, de influencia cursiva seguramente. Esta influencia se magnifica abiertamente en la L inclinada, o con el segundo trazo oblicuo u ondulado y muy prolongado, especialmente en la L numeral. La M y la N son inclinadas, la O se hace más ovalada e inclinada, la P es cerrada, la R abierta con el tercer trazo desligado de los Tesis Doctoral 748 otros dos. La X desproporcionada pierde el clásico trazado recto y los trazos se curvan y se cruzan por donde bien le ha venido al trazador. Las abreviaturas son reducidas en proporción a la extensión del texto, advirtiéndose dos suspensiones en d(ie) y en quinq(ue), indicada la primera por un trazo que cruza oblicuamente la D, y la segunda por un tracito vertical en lo alto y a la derecha de la letra final, cuyo extremo inferior se prolonga rápida y finalmente hacia la derecha y hacia arriba como en un escape del instrumento. Contracción y suspensión hay en k(a)lend(as) indicada la abreviatura por un trazo oblicuo que cruza la D, como d(ie). Enlazadas están las L-E de klend. y las XXX del numeral de los años del difunto. El formulario no ofrece novedades no consignadas por otros. Pero sí merece la pena señalarse el estar escritas las unidades del numeral de la era con la palabra correspondiente al cardinal, de los que hay otros ejemplos de Mérida (número siguiente) en Mértola (epitafio de Andreas) y en Córdoba (epitafio de Felix). 7 Se halló en Mérida (Moreno de Vargas) y se puso en el convento de San Francisco sobre la puerta que da a la cocina dentro de la pieza “de Profundis” (Moreno de Vargas), o sobre la puerta de la cocina (Pérez Báyer). Lo cierto es que allí estaba y la copiaron directamente eruditos de toda confianza como Velázquez y Pérez Báyer. Hübner la buscó en vano, pues el convento desapareció y el solar se convirtió en la actual plaza de Abastos. Ahora de nuevo he tratado inútilmente de encontrarla. La publicaron: Hübner 35, que recoge toda la bibliografía anterior. Diehl 1439 A. Vives 29. De los antiguos que vieron la piedra, los más dignos de fe son Velázquez y Pérez Báyer quienes además la copiaron como la vieron, o como creyeron verla. Ambos coinciden en lo fundamental, pero a Pérez Báyer le copiaron el original, que éñ tomó en lápiz, resultando una copia más convencional que la de Velázquez, por lo que Hübner debió también darle preferencia. En el dibujo de Velázquez se aprecian los caracteres externos, según los cuales el epígrafe estaba encerrado en una corona, encima de la cual pusieron el crismón constantiniano y sendas palomitas a cada lado, posadas sobre la corona. En esto coinciden exactamente uno y otro; pero las coronas son puramente convencionales. La que pone Pérez Báyer se repite igual en otros epígrafes. La de Velázquez me parece imposible tomarla como copia fiel del original. Su forma es incompatible con la de las coronas que conocemos en los originales conservados. Moreno de Vargas pone el crismón y las palomitas; pero nada dice de la corona. Fesarre dice que la repite con más exactitud y fidelidad que Moreno, y pone el crismón, las palomitas y la corona, pero no dice de donde copió todo. Su corona es distinta también de la de Velázquez, y nada tiene de semejanza con las originales conocidas, Viu no alude ni a crismón, ni a palomas ni a corona. Yo me atengo a Velázquez y a Pérez Báyer y creó que hubo cuantos ellos consignan, aunque queda incierta la forma de todo, pero de acuerdo con la fecha y con los ejemplares conocidos. Por esta razón doy también más crédito a la versión gráfica de Velázquez, según el cual el epitafio dice: VALERIA FAMULA DEI VIX IT ANNOS IIII MEN Los epígrafes cristianos latinos de Mérida 749 SES VIIII REQEIVI IN PA 5 CE DIE X KL. FEBRUARI 23 febrero AS ERA DL SEXSIS 518 de C. Valeria / famula Dei vix/it annos IIII mes/ses VIIII. Reqeivi(t) in pa/ce die X k(a)l(endas) februari/as era DL sexsis. Moreno de Vargas distribuye los renglones de distinta manera. En el r. 4 pone III. En el 5 requievit n. Está conforme en la lectura de la fecha. Nasarre distribuye los renglones de otra forma y le sale uno más. En el r. 4 pone reqeivit in. Conforme en la lectura de la era Pérez Báyer da la misma distribución de renglones que Velázquez. Solo difiere en el 4, que dice reqevi in. Coincide la lectura de la fecha. De los modernos editores, Hübner aceptó la versión de Velázquez, dudando de la era. Diehl la aceptó igualmente, pero sin dudar de la lectura del numeral de la era, aunque luego lo reduce a la nuestra con interrogante, a pesar de citar a continuación el epitafio cordobés de Felix en el que las unidades están escritas así: SSXS, lo que ha de dar sex(is) como en la inscripción de Valeria, y como trisis en el epitafio mirtilense de Andreas. Vives también acepta la versión de Velázquez e incluso la lectura de la era y su reducción al año 518 de C. Pero en el r. 5 pone kld. Porque dice que en el facsímil se ven restos de otra letra, cuando lo que allí hay es un signo de abreviación parecido al de quinq. del epígrafe anterior. Todos los pronunciamientos son favorables a la versión de Velázquez, y en cuanto al numeral de la era creo no haber dificultad alguna. Sexis se encuentra en Capella, escritor latino V. El grupo XS por X sola es vulgar en epígrafes ya en la época romana. No puede haber reparo en admitir la lectura de la era DL SEXBIS. Por tanto, podemos señalar algunas observaciones paleográficas que, apoyadas en la seguridad de la fecha, son útiles a mi tesis, y que, a su vez, confirman aquella. La A es siempre de travesaño angular. Podría haber sucedido que hubiera alguna que no lo tuviera y el dibujante la hubiera igualado con las demás; pero esto no es lo más probable. La D está claramente trazada con los tres tiempos propios de la antigua cursiva romana. La E tiene la forma clásica lapidaria, pero en die le falta el tercer trazo, cosa rara que no sería aconsejable tomarla como segura sin otros antecedentes. La F es de cuatro trazos con el tercero muy largo y oblicuo hacia arriba y a la derecha. Reqeivi no tenemos prueba de que esté bien leído, pero en tal supuesto es una forma anómala en la que podría suponerse que falta la T por abreviación. Yo la suplo y lo mismo hizo Hübner; pero el dibujante no tiene consignada indicación de ello. Enlazadas están las M-V de famula y las A-R-I de februarias. La I de die está encajada en la D. El formulario no ofrece novedad y de sexis ya he dicho antes (V. el número anterior). 8 Encontrada en la rambla de Santa Eulalia, en Mérida, frente a la iglesia de la santa en 1897, o poco antes, pues fue entonces publicada por Monsalud, quien la llevó a su palacio de Almendralejo y de allí, juntamente con otras adquiridas por el Estado, en 1930, pasó al Museo Arqueológico Nacional, donde hoy se conserva. La publicaron: Monsalud XXI 1897 p 400. Hübner 341. Diehl 1439 adn. Vives 30 y corrección a este número. Tesis Doctoral 750 Monsalud transcribió bien; pero en la lección pone [v]ixit, sin salvar la última I que no está en la piedra; suple annos [LX ?]XVIIII en la edad del difunto; escribe i[n] por [i]n. Hübner leyó también [v]ixit, suplió los años de la edad [X]XVIII, y pone, por errata nonas antes de requievit. Diehl sigue poniendo [u]ixit y supliendo [X]XVIIII. Vives pone por delante una cruz monogramática ignoro por qué; también puso el [u]ixit, que luego corrigio [u]ixt, y suplió [X]XVIIII. Todos los editores aluden a la corona, pero no señalan su interés. Todos apuntan a confrontar esta inscripción con el número 30 de Hübner que es un dibujo de Velázquez. No pueden confundirse dos inscripciones que son evidentemente distintas, ni Velázquez hubiera copiado un fragmento de ésta, puesto que está entera prácticamente. La del número 30 es otra inscripción que luego se estudiará aquí. El epígrafe está grabado en un fragmento de una tabla de mármol blanco, con fracturas de contorno muy irregular. Mide 0,410 m. de alto, 0,320 de ancho y 0,025 de grueso. Está inscrito el letrero en una corona formada por dos círculos concéntricos entre los cuales se grabaron líneas paralelas en ángulo, con direcciones opuestas en los cuadrantes, imitando las antiguas coronas que se han descrito en números anteriores. El epitafio en siete renglones dice: MARIA F̣AMULA DEI [V]IXT ANNOS [..]XVIIII REQUIEVIT 5 [I]N PACE D. III NO ṆAS FEBRUARIAS 3 febrero ERA DLVI 518 d C. Maria / famula Dei / [v]ixit (sic) annos / [..]XVIIII requievit / [i]n pace d(ie) III no/nas februarias / era DLVI. Las letras, en general, son de 0,020 m. a 0,035 de altas. Por excepción hay algunas más pequeñas en los numerales de la edad y del día. En cuanto a las formas, la A es de travesaño angular constantemente. En la D se advierten los tres tiempos de su trazado, aunque el segundo trazo se eleva muy oblicuo, lo que da un aspecto estrecho a la letra. La F es de cuatro trazos. La L con el segundo trazo oblicuo. La V numeral tiene el segundo trazo corto. No hay más abreviatura que la de d(ie) indicada en la forma acostumbrada. Se ha de notar que la D cursiva numeral de la era está cruzada por un trazo oblicuo a propósito del cual recuerdo lo dicho en el número 4. Los epígrafes cristianos latinos de Mérida 751 N. 8 9 Hallada en Mérida, en la casa número 10 del paseo del Arrabal, en 1904, o antes, porque en ese año fue dada a conocer por el Marqués de Monsalud, quien la reunió con otras en su palacio de Almendralejo, pasando de allí al Museo Arqueológico Nacional, en donde ahora está, en 1930 por adquisición del Estado. Publicada por: Monsalud XLV 1904 p 447. Mélida 2043. Diehl 1177. Vives 28. Monsalud no marca en la transcripción la abreviatura d(ie) que está marcada en el epígrafe. En el r. 6 transcribe bien SEX. pero en la lección pone VI. Transcribe y lee era DLXVI (= 518 de C.) Mélida copia a Monsalud con sus mismos errores y erratas. Diehl no menciona la corona y mantiene la lectura de la era dada por Monsalud y lo mismo Vives. Es un epitafio grabado en un fragmento de losa de mármol blanco de 0,085 m. de alto, 0,060 de ancho y 0,035 a 0,020 de grueso. Originariamente la piedra tendría una longitud de poco más de 2 m. y cubriría un sepulcro en el que se enterró el cadáver del presbítero Orbanus, segundo que allí se depositó. En efecto, sobre el epitafio del presbítero, encerrado en una corona, se ven en lo alto del fragmento los restos de otra corona que encerraría el epitafio de un cristiano enterrado bajo aquella piedra antes que Orbanus. Esto lo acredita al estar el epitafio del anterior más hacia la cabecera de la piedra, como el primero que se labró; y además la manera de ejecutar la corona es más antigua, al estilo del siglo V, mientras la corona de Orbanus es una etapa final de aquél. Tesis Doctoral 752 N. 9 En efecto, la láurea está aquí interpretada por grupos aislados de tres rayas paralelas que del centro y de lo alto descienden en dos ramas siguiendo la semicircunferencia de uno y otro lado. He aquí detalles de gran interés arqueológico y epigráfico omitidos por los editores. El epígrafe, distribuido en ocho renglones dice así: ORBANUS PRS. FAMULUS DI. VIXIT ANNOS LXXV MENSES SEX 5 REQUIEVIT IN PACE D. SEPTIMO IDUS AUGUSTAS 7 agosto ERA DLX̣[..]Ị 525 al 533 de C. Orbanus / pr(e)s(byter), famulus D(e)i / vixit annos LXXV / menses sex. / Requievit in / pace d(ie) septimo / idus augustas / era DLX[..]I Los epígrafes cristianos latinos de Mérida 753 La era queda incierta entre dos años posibles. Todos los editores leyeron DLVI (= 818 de C.). Pero se ha de advertir que precisamente entre la L y la I saltó una lasca de la piedra, dejándola mutilada, pero bien visible. El desconchón pude ser posterior a la lectura que hizo Monsalud; pero esto no es verosímil, porque no es probable que en su colección sufriera menoscabo la piedra. Ese desconchón, reciente al parecer, debió ocurrir al extraer la piedra, daño frecuente al sacarse las antigüedades marmóreas por manos ignorantes. El marqués debió ver la piedra como está. Esto la acredita el hecho de que en el borde del desconchón hay un trazo oblicuo que puede corresponder a una V, pero más bien a una X por lo tendido de su oblicuidad. Más entre la L y la I queda tanto espacio que no podía ocupar una sola cifra, particularmente estando esta contigua a la L. Contando con la seguridad de la L y de la I, y con la mayor probabilidad a favor de la X, calculando por lo más bajo pudo haberse escrito DLXIII (= 525 de C.), y por lo más alto DLXXI (=535 de C.). Estos años marcan, pues, los términos aproximados del tiempo en que pudo haberse ejecutado el letrero, que es improcedente asignarlo con seguridad a la era DLVI (=518 de C.). Las letras varían de altura entre los 0,025 m. y los 0,050 y sugieren algunos comentarios. La A es de travesaño angular. La B ofrece un trazado anormal que ha de estar en relación con un trazado cursivo. La D acuna variantes dentro del tipo cursivo antiguo en tres tiempos. La F es de tres trazos, pero oblicuo el primero. La L tiene el segundo trazo oblicuo y por primera vez aparece aquí iniciado a la izquierda el pie del primero. En la M, los trazos centrales se juntan hacia la mitad del renglón o más arriba, partiendo no de los extremos altos de los trazos primero y cuarto, sino más debajo de ellos, trazado relacionado con la capital cursiva, no con la epigráfica romana. Lo mismo se advierte en la M, cuyo trazo medio liga los otros dos no por los extremos, sino por más bajo del primero y más alto del segundo. La O es francamente cursiva, con el eje mayor horizontal, o con el eje oblicuo. La P es abierta y en un caso, en pr(e)s(byter) no advierte estar hecha según un modelo cursivo. La R es abierta. En la S aparece la forma ganchuda típica de epígrafes posteriores del siglo VI. Abreviadas están las palabras pr(e)s(byter) y D(e)i, indicadas por rayitas sobrepuestas, y d(ie), en la forma tan repetida. Enlazadas están la A-U de Augustas. No deja de añadir interés al epígrafe el pertenecer a un presbítero emeritense que falleció hacia la tercera o cuarta década del siglo VI, el cual era el único conocido por los epígrafes, hasta que recientemente se supo de otro presbítero por la inscripción aquí inserta con el número 11. 10 La conservaba en su casa de Mérida, conocida por “Chalet de San Lázaro”, Don José Pérez del Bosque. Apareció, según referencia de este señor, por los años 1926 o 1929, en un olivar a espaldas del “chalet”, Don Manuel García Gil, como Comisario local de excavaciones la entregó en el Museo de aquella ciudad, donde se conserva, en 1943. La publiqué en mi artículo De epigrafía n 4. Es una lápida de mármol blanco, de 0,606 m. de alto, 0,430 de ancho y 0,060 de grueso en su estado actual, pues le faltan importantes fragmentos por arriba y por el costado izquierdo. Lo subsistente está partido en dos trozos. Según referencias del Director del Museo, Sr. Alvarez, apareció entera y la rompieron en el transcurso de un mes. La inscripción es un epitafio enmarcado en un recuadro rectangular, formado con cuatro rayas grabadas, ornamento que parece sustituir a las coronas en las inscripciones emeritenses y cuyo primer ejemplo es el presente. (V. más adelante las inscripciones de Marcella y de Fortuna, de los años 558 y 601 respectivamente, con idéntico adorno). El epitafio dice: Tesis Doctoral 754 [ST]ḤẸFANUS [PRE]SB. FAMUL. [DEI] VIXIT ANN. [….]III REQ. IN 5 [PA]C̣E SUB D. […. K]ẠL. AUG. julio [ERA D]LXL NUN. 552 de C. [St]hefanus / [pre]sb(yter), famul(us) / [Dei], vixit ann(os)/ [….] III. Req(uievit) in / [pa]ce sub d(ie) / […. k]al (endas) aug(ustas)/ [era] DLXL nun(cupata). En el r. 4 se ve el trazo final de una letra junto a la fractura; pero queda completamente inidentificable. Las letras son de altura irregular, que varía en general entre los 0,035 m. y los 0,045. Las menos son más bajas, entre 0,025 y 0,035. Por excepción, la R del r. 4 llega a 0,050 m. El aire de todas ellas corresponde a un trazado previo espontáneo. La A es de travesaño angular. La B es de cuatro trazos, de tipo cursiva capital, bien manifiesto, sobre todo en el r. 2. La D de tres trazos; la F de cuatro; la G bien claramente hecha en tres tiempos; la L con segundo trazo ondulado iniciado a la izquierda del primero; en la Q el apéndice cruza por primera vez en Mérida la curva de la letra, iniciado en su anterior; la R es abierta y el segundo trazo se inicia más debajo de la cabeza del primero; la S es de curvas muy cerradas; y, finalmente, la I tiene el segundo trazo muy alargado. Las abreviaturas, muy abundantes son todas por suspensión y están indicadas por un signo angular, con el vértice abajo y los trazos ondulados y revueltos hacia adentro, ni hay otro nexo que el de las XL de 40 en el numeral de la era, que aparece en este epígrafe con fecha segura por primera vez en Mérida. En el formulario se ha de notar la aparición de la preposición sub delante del día del mes: sub die…Igualmente se ha de subrayar la novedad de la fórmula era nuncupata, era computada, no registrada en los epígrafes hispánicos hasta ahora. Otra nota importante del epitafio es aportar el nombre de otro presbítero emeritense, Sthefanus, según aparece escrito, el segundo de los conocidos por las inscripciones (Véase el núm. 9). Los epígrafes cristianos latinos de Mérida 755 N. 10. 11 Respecto al hallazgo e historia de esta inscripción y su relación con la de Florentia, véase cuanto queda dicho en el número 2. Publicaron el epígrafe: Monsalud XXXI 1897 p 399. Hübner 340. Diehl 1436 adn. Navascués Adquisiciones p 10. Vives 31. Monsalud transcribió y leyó bien, salvo la era, que dio así DLXXXV AS en la transcripción, y DLXXV (=537 de C.) en la lectura. Respecto a las As finales opinó que eran repetición de las del renglón anterior, aludiendo a otros casos semejantes que no aparecen. Hübner leyó era DLXX (=532 de C.) as, tratando de interpretar las letras finales sin resultado satisfactorio. Diehl transcribió amula, creyendo error del lapicida la forma de la F de cuatro trazos, y en cuanto a la era siguió a Hübner, más sin tratar del enigma planteado por las AS finales. En mis Tesis Doctoral 756 Adquisiciones corregí la lectura de las decenas del numeral de la era: DLXL (=552 de C.) por existir el nexo evidente X-L y eludí a los intentos, no satisfactorios, de Hübner para descifrar el significado de las As. Vives dijo que en la piedra está escrito eamula por famula, desconociendo la figura de la F en cuatro trazos. Pasó por mi lectura de la era y aceptó mi fecha, creyendo que en la piedra está la X “aspada”, denominación impropia, puesto que no hay X “aspada” sino nexo de X-L. Pone, además, por delante del texto un crismón que no ha existido nunca. El epígrafe está encuadrado por un rectángulo hecho con cuatro líneas grabadas, como en el número anterior, más la adición de unos circulitos de adorno en los ángulos. La raya superior del rectángulo quedó con los circulitos de las esquinas en el fragmento de la tapa sepulcral que contiene el epitafio de Florentia. Debajo del epitafio y en el centro del campo que queda libre entre el último renglón y la línea inferior del rectángulo, se grabó una palma vertical y muy abierta, puesta como sobre un trípode. N. 11 El letrero, en siete renglones dice: MARCELLA FAMULA DEI VI XIT ANNOS PLUS MINUS XXXV RE 5 QUIEVIT IN PACE Los epígrafes cristianos latinos de Mérida 757 D. IIII KAL. IULIAS 28 junio ERA DLXLA S 558 de C. Marcella. / famula Dei. vi/xit annos plus / minus XXXV. Re/quievit in pace /d(ie) IIII kal(endas) iulias / era DLXLª . Doy la más nueva lectura de este epitafio con la interpretación de las AS finales y la lectura definitiva y completa de la era. Sobre las decenas ya dije que detrás de la L sigue el nexo X-L (=40). Ahora añadiré que la A es la indicación de la lectura como ordinal del número que le precede, al menos las decenas, y que la S es una forma degenerada de la cifra que incluía en un solo signo las grafías. Este descubrimiento no deja de tener una amplia explicación que no cabe en esta tesis y que motivará el asunto de un trabajo aparte en el que quedarán aclaradas muchas incógnitas epigráficas, como se verá en su tiempo. El hecho es que queda rectificado cuanto atañe a la fecha del epitafio y una vez más puesta de manifiesto la influencia de la escritura cursiva de los libros y documentos en el trazado y grabado de las inscripciones de esta época, de lo que es ejemplo elocuente no solo enlace de las L-X-L del numeral, sino la adición de la A y la forma del signo VI, que no se explica sin acudir a los manuscritos. Las letras tienen en general una altura que varía entre los 0,019 m. y los 0,055. En el r. 5 las tres íes últimas del numeral IIII son enanas, las de en medio de 0,006 m., y la última de 0,014. El aspecto general de las letras es en lo sucesivo típico de las inscripciones de época visigoda, abiertas aquellas en la piedra con profundos biseles y terminados los trazos en amplios ensanchamientos trapeciales. En cuanto a formas son de notar las de la A con el trazo transversal siempre en ángulo; la D de tres trazos bien ostensibles; la F de cuatro tiempos; la L con el segundo trazo iniciado más arriba del pie del primero e inclinado, o iniciado a la izquierda del pie; las M y N como las número 9; la P cerrada o abierta, pero destacada de la letra la terminación superior del primer trazo, lo mismo que la R, que es abierta; y la S, ganchuda. Todo de una gran influencia de la cursiva corriente. No hay más abreviatura que d(ie), indicada en la forma tradicional, y kal(endas), notada con un trazo oblicuo que cruza el vertical de la L. En cuanto a fórmulas, obsérvase cierto arcaísmo al no emplear la forma sub die iniciada en los epígrafes emeritenses fechados y conocidos en el número anterior del año 552. 12 “En marzo de 1829 ocupándose algunos vecinos de esta ciudad (Mérida) en buscar y extraer piedras para venderlas, y poder sacar algún recurso con que mantenerse durante el riguroso, y continuado temporal de aguas, parecieron también en diferentes puntos sepulcros de godos formados de baldosas, y ladrillos como los anteriores (los descubiertos junto a Santa Eulalia), y uno había contiguo al muro de los romanos por la parte exterior, y junto por donde entraba la cañería del norte a desaguar en la Neumaquia, lo cubría una losa, o lápida de lio romano que tenía esta inscripción”. “Cuya lápida compró Dn. Manuel Terón, Capitán de granaderos provinciales en la Guardia Real” (Fernández Pérez a la H. A. de la Historia en 5 febrero 1833. Biblioteca, 18 40 57). Hübner la dio por perdida, pero, no se sabe ni cuando pasó al Museo Arqueológico de Mérida donde se conserva actualmente. La publicaron Hübner 26. Diehl 1441 A. Vives 479-32. Hübner omitió la S de annos en el r. 3, la tercera I de VIII en el 4, y dio la era DLXVII (=529 de C.) no sé por qué, pues la transcripción de Fernández está bien hecha. Diehl enmendó Tesis Doctoral 758 la transcripción de Hübner añadiendo la S de annos, pero lo demás conserva los errores del primero. Vives, la publicó bien en su corrección. La inscripción está grabada en una pieza arquitectónica romana, de mármol blanco. Las dimensiones actuales, pues está rota, son de 0,73 m. de alto, 0,54 de ancho y 0,065 de grueso. La pieza está moldurada por uno de sus lados estrechos, doblándose la moldura por los costados de la piedra hasta 0,035 m. Esta piedra serviría de cimacio para alguna columna adosa metiéndose al tizón en el muro. En la época del epitafio se aprovechó esta piedra para labrar aquél en la cara superior de esta. Por encima del letrero está labrado un baquetón que no es posible definir ni perteneció a la época romana o sirvió para ornamentar la piedra cuando se destinó a la sepultura. Acaso pudo tener una utilización intermedia entre la obra romana y la ejecución del letrero. Este, en seis renglones dice: ARESTULA FAMU LA DEI VIXIT ANN OS XXVII REQUIS VIT IN PACE DIE VIII KA 5 LANEDAS AUGUSTAS ERA 25 julio DLXLVII 559 de C. Las letras varían en altura de 0,045 a 0,055 m. Son más pequeñas las íes del numeral VIII, de 0,036 m. y la X del numeral de la era, de 0,030. En las aes, que en total son diez, adviértanse tres tipos: con travesaño angular (siete) con travesaño recto (una), y sin travesaño (dos), debiendo anotarse el mayor número del primer tipo. Han de observarse así mismo las formas de las D, F (de cuatro trazos), L, M, N, P y R, de procedencia cursiva. La Q tiene el apéndice ondulado e iniciado dentro de la letra. En la V se anuncia ya la entrada del tipo cursivo en la unión de sus trazos, que da lugar a que vaya tomando el aspecto aparente de Y, y tanto que algunos editores han llegado a transcribirla falsamente por dicha letra, sin tener en cuenta el fenómeno de la influencia de la escritura manuscrita en la monumental de la época. Sin embargo, el tipo de esta V sigue siendo capital. No hay abreviaturas, ni más enlace que el de X-X del numeral de los años de la difunta. El formulario es el corriente y antiguo, sin el empleo de sub die registrado ya en el año 552. En los más bajo de la piedra, sobre el borde la fractura se ostenta, grabado con una letra este signo aislado cuyo significado queda por ahora incierto: Su altura es de 0,030 m. No lo registra ninguno de los editores. Los epígrafes cristianos latinos de Mérida 759 13 Moreno de Vargas y Pérez Báyer la vieron y copiaron en el convento de San Francisco, de Mérida, donde estaba en uno de los “postes” frente al De profundis. La piedra se perdió con la ruina del convento. He tratado en vano de encontrarla. La publicaron: Hübner 20. Diehl 1441 A adn. Vives 33. Hübner sigue a Pérez Báyer, pero encabeza el epígrafe con un crismón y pone era DCIIIII (= 567 de C.). Lo mismo hacen Diehl y Vives, aunque el último pone un interrogante al año correspondiente a la era, dudando si en vez de DCIIIII sería DCLIIII. Sin embargo, el dibujo de Pérez Báyer está muy claro. Según él, la inscripción estaba encerrada en una corona, cuya ejecución no puede conocerse por no haber sido copiada. El epitafio está distribuido en siete renglones, de los cuales el último queda debajo y fuera de la corona. No trae crismón y dice así: “BASSILLA FAMULA DEI VIXIT ANNOS XXIII REQUIEVIT IN 5 PACE XI KAL. MA IAS 21 abril ERA DCIIII ,, 566 de C. Bassilla / famula Dei. / vixit annos XXIII. / Requievit in pace kal(endas) ma/ias / era DCIIII. No hay dificultad en admitir íntegra la versión de Pérez Báyer, pues por una parte está en absoluto de acuerdo, salvo la corona, con la versión de Moreno de Vargas. Por otra parte, el intento de copia de los caracteres externos, aunque no es fiable para obtener nuevos datos aprovechables a mi tesis, si es bastante para acreditar que el epígrafe puede ser de la fecha que se le asigna, la cual no hay fundamento para rechazar. Ignoro de donde han podido salir los errores de Hübner, como no sean erratas o los tomara de cualquiera de los demás que cita. En el dibujo de Báyer, la L tiene forma, quizá exagerada, de la época. Lo mismo la N, la P, y aún la K. Curioso que la Q ofrezca una forma semejante a la que luego anotaré en el epígrafe del número 16 del año 588. La abreviatura kal(endas) está escrita o indicada en la misma forma anotada en el número 12, del año 558. El hecho de faltar en el formulario la palabra die, o la más nueva forma sub die, nada significa contra la legitimidad de la versión. Puede ser una anomalía, como la de estar la era y su numeral fuera de la corona. 14 Se encontró en 1919, a 2 km. Al N. de Mérida, en una tierra de labor de la propiedad de don Guillermo Nogales, quien la regaló al Museo Arqueológico de la ciudad, donde se conserva. Tesis Doctoral 760 A la noticia del hallazgo, que da Mélida, ha de agregarse que el Inventario de Macías dice que cerca del depósito de Rabo de Buey. La publicaron Smit p 136 n 11, según Vives. Mélida 2031. Vives 31a y corrección a dicho número. No he podido ver la transcripción de Smit, pero supongo que es la que trae Vives, luego corregida cuando vio la piedra después de tener compuesto el libro. Mélida transcribió XIVIII Fax̍ PERVAR / ERA DCXAS / , y leyó XVIII Kal(endas) Fe(bruar(i) (sic) Era DCX as (= 21 de enero de 572). Vives se corrigió bien; pero no habrá de ser Feruar., sino feruar[ias]. Dio la era DCX, mas no descifró, como ningunos de los anteriores, el grupo de letras AS escrito al final como en el número 11. Yo mismo lo tengo citado como de la era DCX (= 572 de C.) antes de haber descifrado el significado de las AS, a cuyo descubrimiento he llegado en este año de 1948. El epígrafe no es más que los restos de un epitafio, los dos últimos renglones, y aún el penúltimo incompleto, grabados en el fragmento de una losa de mármol blanco cremoso, que conserva, al parecer, el ancho original. El fragmento de mármol mide 0,47 m. de alto, 0,50 de ancho y 0,05 de grueso. Por su parte media lo atraviesa un baquetón rebajado en la piedra, y otro, igual, debía correr por el costado derecho según lo que de él queda. Los restos del epitafio dicen: D. VIIII KAL. FERUAṚ[IAS] 24 enero ERA DCXA S * 578 de C. […]/d(ie) VIIII kal(endas) feruar[ias] / era DCXª. . Por las razones aludidas en el número 11 es indiscutible que la verdadera lectura de la era es la que doy, como en su día razonaré más largamente. Las letras son de gran interés, aun siendo tan pocas. Su altura es de 0,039 m. a 0,043. Están excelentemente grabadas. En cuanto a formas debe anotarse que la A es de dos tipos: con travesaño angular (tres) y con travesaño recto (una). La D como letra está abierta por abajo como si hubiera habido olvido de labrar el segundo trazo recto. La D numeral es una espiral cuyos cabos se tocan casi. En la E se anota aquella en que los extremos del trazo vertical sobresalen de la letra, y en otra que solo sobresale el extremo inferior. La F es extraordinariamente cursiva, pues obedece en su forma general a la de la nueva cursiva romana, pero se le añade, sobre el pie del trazo vertical, el segundo trazo que le correspondía en la forma de la antigua cursiva capital. La K tiene sus segundos trazos brevísimos. La L está toda inclinada, como cursiva. La R es de tipo cursivo cerrando el segundo trazo sobre el tercero, o sobre el primero. En este caso, unidos los trazos segundo y tercero al vertical, con independencia el uno del otro, dan lugar a que quede fechado en Mérida el prototipo epigráfico de la H que ha de ser característica de epígrafes de época visigoda y más aún de los mozárabes, en las capitales de cuyos libros se encuentran también. En cuanto a abreviaturas, d(ie) está indicada por un tracito oblicuo que cruza solamente el primer trazo de la D; y kal(endas) se marca por un trazo que cruza el segundo de la L. Hay un enlace de letras, las R-A de la era, por reunión del tercer trazo de la primera con el primero de la segunda. Finalmente, debe señalarse el adornito del final del epitafio, a manera de una hoja triangular apuntando a la base de la última letra y prolongado el lado de arriba hacia la derecha, como lo pongo en la tabla 15. Obsérvese la forma feruarias, por februarias, por omisión de la B, seguramente. Los epígrafes cristianos latinos de Mérida 761 15 Se encontró en Mérida, en 1650, en un sepulcro que se descubrió junto al convento de Santa Eulalia. El sepulcro tenía forma de arca, y estaba fabricado de cantos y ladrillos grandes. A la cabecera tenía una losa de mármol blanco y otra a los pies, cada una de dos tercios de largo y media de ancho. Encima estaba otra losa del mismo mármol que lo cubría todo, de siete cuartas de largo, tres de ancho y cuatro dedos de grueso, en la que estaba grabada esta inscripción (Salcedo). Pasó la piedra a la propiedad de la familia Pérez Bazago en poder de la cual se conservó hasta que falleció el sacerdote Don Francisco de Borja Bazago en 1885, su hermana doña Fernando de Bazago de Melgares con sus hijos, la hicieron labrar por detrás, ostentosamente, para cubrir la sepultura de su deudo. Así quedó oculta en el sepulcro del clérigo la inscripción antigua y así Hübner no pudo verla. Decretada la clausura del cementario de Santa María y expirado el plazo para la traslación de los restos al cementario general, el ayuntamiento procedió a demoler los panteones, cuyos interesados no se presentaron, bajo la dirección del concejal don Manuel Gutierrez, quien al levantar la lápida del sacerdote Bazago observó la inscripción antigua por la otra cara y dispuso que se mandara al Museo (Plano), lo que debió ocurrir antes de 1894 fecha en que Fita y Plano volvieron a publicarla. La publicaron: Salcedo fol. 1. Hübner 33 supp p 19. Fita XXV 1894 p 86. Plano pp 36 y 143 en la que reproduce a Fita. Macías Inventario 486; Mélida 2025. Diehl 1554. Vives 480=42. La transcripción de Salcedo hecha a raíz del descubrimiento, la cual no pudo consultar Hübner y que yo he tomado de la reimpresión del Duque de Tª Serolaes, es así: “Cruz monogramática con alpha y omega + SATVRNINVS PENITENS FAMVLVS DEI QVI IN HOC SECVLO MVNDAM TRAN SEGIT VITAM VIXIT AN 󰈾N 5 PLVS MINVS LXVIII ACCEP TA POENITENTIA REQVI EVIT IN PACE SVB D XVII KAL IANVARIAS ERA 16 diciembre DCXXVI ,, 588 de C. A esta transcripción he de hacer las siguientes observaciones. El cómputo de los renglones y la reducción de la fecha están añadidos por mí. r. 1 omite el enlace T-E de penitens. r. 2 omite el enlace M-V de famulus; las O C finales las pone de menor tamaño. r. 3 omite los enlaces M-V y A-M de mundam. r. 4 la G tiene la forma espiral del original; omite el enlace A-M de vitam. r. 5 dibuja un enlace L-X semejante al del original y las dos íes finales las pone más pequeñas como allí están. r. 6 omite el enlace T-A de accep/ta; pone más pequeña la O de poenitentia, que así es en el original, lo mismo que la última I de la susodicha palabra; la Q de requi la dibuja con la forma del original, y la I, más pequeña, la encaja en la V como allí debió estar. r. 7 la I de in la pone pequeña como en el epígrafe; lo dibuja, más o menos, como allí está; Tesis Doctoral 762 pero en el XVII siguiente hace una X caprichosa sin enlazar con la V, contra lo que se ve en el original. r. 9 la D está dibujada como espiral, tratando de imitar la que hay en el letrero; el numero XX enlaza las equis por abajo, pero omite el enlace de arriba que también está en el epígrafe. Hübner dio una reproducción del dibujo de Velázquez que tiene algunas incorrecciones de detalle, pero cuya lectura garantiza la transcripción dada por Salcedo. La lectura de Hübner es correcta; pero interpreta la era DCXVI (= 578 de C.). Fita dio una lección incorrecta, salvo en el día del mes, que puso XVI kalendas ianuarias (= 17 de diciembre); y pone al principio el crismón compuesto por P y X. Plano dio una lección buena copiada seguramente de Barrantes a quien cita; en el r. 4 hay una V por G acaso errata. Las transcripciones de Macías y Mélida son defectuosas y de segunda mano. Diehl se guió por el facsímil de Velazquez, y así pone en el r. 5 sobre plus una rayita de abreviación que no existe en el original; y en el numeral de la era siguió a Hübner en su error. Además, tiene un grave defecto de transcripción en Ianuarias, poniendo Y por V latina. Omitió la O de poenitentia. Vives, antes de ver la piedra en el n 42 copió a Diehl con sus errores, y corrigió en el 482 las transcripciones y la lectura de la era dadas mal anteriormente, salvo en los antiguos a quienes he aludido. Intentó dar una idea de lo que hoy falta; pero dio como existentes las P e I finales de los rr. 5 y 6, que se han perdido. Mantiene además la falsa transcripción de Ianyarias. Hoy la piedra es una losa de mármol blanco, de 1,23 m. de alto, 0,043 de ancho y 0,55 de grueso. El alto y anchos antiguos que midió Salcedo los perdió al utilizarse la piedra para labrar por la otra cara las inscripciones y adornos funerarios del sepulcro del clérigo Bazago. Entonces se perdió al costado derecho del epitafio antiguo desapareciendo algunas letras finales de los renglones y quedando otras mutiladas. El corte de la losa por la parte superior del epitafio afectó también a la porción superior de la P del crismón. El epitafio tiene encima el crismón de la cruz monogramática con el alpha y la omega todo en gran tamaño. El renglón 1 se inicia con una cruz, siendo éste el epígrafe fechado emeritense en que aparece por primera vez dicho signo en tal lugar. La cruz es de brazos muy desiguales, cruzados poco más arriba de la mitad del vertical. El letrero dice así tal como hoy se ve: SATURNINUS PENITEṆ[S] FAMULUS DEI QUIN IN HỌ[C] SECULO MUNDAM TRAN SẸGIT VITAM VIXIT AṆ[N.] 5 PLUS MINUS LXVIII ACCẸ[P] TA POENITENTIA REQỤ[I] EVIT IN PACE SUB D. XVI [I] KAL. IANUARIAS ERA 16 de diciembre DCXXVI 588 de C. Saturninus peniten[s] / famulus Dei, qui in ho[c]/seculo mundam tran/segit vita, vixit an[n](os) / plus minus LXVIII. Acce[p]ta/ poenitentia. requ[i]/evit in pace sub d(ie) XVI[I] kal(endas) ianuarias era/ DCXXVX. El aspecto general del letrero es un tanto descuidado en cuanto a la inclinación de los renglones, que descienden hacia la derecha. La altura de las letras es de 0,037 a 0,045 m. Entre ellas hay otras intercaladas más pequeñas: la O final del r. 2, las dos íes finales del numeral VIII en el r. 5, la O y la I segunda de poenitentia en el 6, la I de in en el 7 y los numerales XXVI en el Los epígrafes cristianos latinos de Mérida 763 9, cuyas alturas oscilan entre los 0,023 y los 0,031 m. En cuanto a formas, se cuentan dos aes con el travesaño angular, cuatro con el travesaño recto, seis con el travesaño ondulado cruzando los dos trazos de la letra, novedad que presenta este epígrafe en Mérida y dos sin travesaño alguno. En la B no se cruza con el vertical la unión de los trazos curvos. La F es de tres trazos, pero el tercero cruza el vertical. Los trazos verticales de la H están cruzados por el tercer trazo. La L tiene muy oblicuo el primer trazo, especialmente en el numeral LXVIII, y en sentido contrario, formando ángulo obtuso, en kal(endas). La M y la N son como las anotadas en la inscripción número 12. La O es de forma irregular. La P es abierta, lo mismo que la R. La Q ofrece dos formas muy curiosas: en el r. 2 es una de tres trazos al parecer, uno formando la base de la letra en sentido horizontal, otro iniciado a la izquierda del primero formando ángulo hacia arriba y curvado hacia la derecha, y un tercero que cae del extremo del exterior hacia abajo tocando el otro extremo del primero y formando apéndice que se revuelve al cabo hacia la derecha. En el r. 6 tiene forma semejante a un 2 arábigo. N.15 Tesis Doctoral 764 Finalmente se ha de notar que la V es siempre de forma lapidaria, pero con un trazado espontáneo que determina que unas veces los extremos inferiores de los trazos se unan un poquito distanciados, otras forman la unión sobreponiéndose dichos extremos, y, finalmente otras veces el segundo trazo se prolonga más debajo de su unión con el primero o viceversa. Esto es normal en la unión de todos los trazos que deben formar, teórica o geométricamente un ángulo perfecto. Pero no es prácticamente posible si el trazado de las letras no se somete al dibujo, por lo que en las inscripciones de época visigoda se repite el hecho apuntado en las aes, emes, enes y ues lapidarias, principalmente. Esta es la razón por la que la V de ianuarias ha sido tomada por Y; pero también podía haber sido transcrita así la V de vitam en el r. 4, y sin embargo no lo han hecho así ni Diehl ni Vives. También es de notar la forma de la X por su labor cursiva. Las abreviaturas son las de ann(os), marcada con una rayita sobrepuesta, de d(ie) señalada en la forma tradicional, y de kal(endas) indicada por un trazo que cruza el segundo de la L. Los enlaces son abundantes: r. 1 T-E aprovechando el trazo vertical para las dos letras y formando el horizontal de la T el tercero de la E. r. 2 M-V en famulus. R. 3 M-V y A M en mundam; E-A en tran, r. 4 A-M en vitam. r. 6 T-A en el ta inicial. Todos estos están formados por la reunión en uno solo de los pies de los trazos inmediatos de cada dos letras. En el r. 5 hay un enlace de los numerales L-X, en el que el segundo trazo de esta letra forma la bisectriz del ángulo de aquella, y el primero une los extremos de los trazos de la L; en el r. 7 en el numeral X-V, el primer trazo de la X se prolonga sin solución de continuidad, curvándose, para formar el primero de la V; finalmente, están enlazadas las XX del numeral de la era por dos trazos angulares contrapuestos y cruzados. Hay letras pequeñas intercaladas que son la O y la I, pero con este carácter propiamente lo es solo la segunda, que como letra intercalada o encajada está cobijada por la T que le precede en los rr. 6 y 7, incluida en la V que también le precede en el r. 6. También es más pequeña como numeral en el de la edad del difunto. El formulario es curioso e interesante, pero sencillo a mi juicio. Penitens significaría que Saturninus se apartó de la vida mundana y vivía retirado en oración y penitencia más o menos como lo apuntó el licenciado Tamayo de Salazar en Salcedo. En Mérida hubo de haber quien llevara este género de vida, porque el diácono Paulo alude alguna vez a ello en su libro De vita et miraculis. No hay por consiguiente contradicción, como apunta Vives, con la fórmula mundam transegit vitam, pues viviría santamente en la opinión común por sus virtudes, y esta cláusula, que él no se pondría sería una consecuencia de aquella estimación. La otra fórmula, accepta poenitentia, nueva también en los epígrafes emeritenses, no es nueva sin embargo en la literatura emeritense. En el mismo libro de Paulo leemos estas palabras refiriéndose a un moribundo: Nam mox coepit animus ejus flagrare desidario percipiendas poenitentia. Qua confestius accepta (Cap I A Ed España Sagrada, Madrid 1816 XIII p 329). Por tanto, habremos de entender que Saturnino, retirado del mundo, llevó una vida limpia en la pública opinión y que recibido el sacramento de la penitencia, murió en las demás circunstancias que refiere el epitafio. A otro penitente de Mérida se refiere el epitafio del número 19. Ha de notar también que volvemos a encontrar aquí la fórmula sub die. Desde el punto de vista gramatical ha de observase la corrección con que está escrita la palabra poenitentia, cuando lo usual y corriente es la ausencia gráfica de los diptongos. 16 Apareció en 1820 en el corral de una casa de Mérida y la guardó el Gobernador de la ciudad. Después se perdió. Hübner ya no la pudo ver. En éstos últimos años la he buscado Los epígrafes cristianos latinos de Mérida 765 inútilmente. Lo único que de ella queda es la copia directa que Fernández Pérez remitió a la R.A. de la Historia en 1831 (Biblioteca Est 18 4ª 57). La publicaron Hübner 32. Diehl 1429. A. Vives 34. Hübner tomó la transcripción de Fernández Pérez, limitándose a comprobarla con la de Juan Fernández, coincidiendo ambas. Diehl lo siguió, pero puso reqit, sin indicación de abreviatura, y er., con indicación que no existe. Vives siguió a Diehl y escribió req deformando la transcripción de Fernández Pérez y er. Según este último, el epitafio estaba precedido de una cruz en el primer renglón, y, en cinco renglones decía: SANCTUS FAMLS. DI VIXIT ANN XVIII REQI. IN PACE SUB D. VIII KAL. IANUARIAS 25 diciembre 5 ER DCXXXII 594 de C. Sanctus, fam(u)l(u)s D(e)i, / vixit ann(os) XVIII. / Req(uiev)i(t) in pace sub d(ie) / VIII kal(endas) ianuarias er(a) DCXXXII. La transcripción de Fernández Pérez es digna de fe, no solo porque coincide con la de Juan Fernández (Hübner), sino porque la que dio del epitafio de Arestula (n. 12) se comprueba estar bien. Además, si bien la presente permite conocer en general la forma de las letras, hay algunas de estas que coinciden con las de la fecha del letrero, lo mismo que en otros detalles externos y las fórmulas. En cuanto a las formas de las letras, las des son de tres trazos y la K con los oblicuos muy cortos. Estan abreviadas, con indicación fam(u)l(u)s, con una rayita sobrepuesta; req(uiev)i(t) con un tracito que cruza la I por su parte superior; d(ie), ann(os) ni er(a). Enlazadas están las M-L de fam(u)l(u)s, si no está incluida también en el enlace la primera V. Aunque en la transcripción de Fernández Pérez no se ve, cabría pensar, porque luego existe, que había enlace R-A en la palabra er(a), habiendo podido pasar desapercibido para el copista el travesaño de la A entre el trazo vertical y el tercero de la R; pero, en fin, queda incierto. Letras más pequeñas encajadas entre las mayores, son la S de famls., puesta dentro del ángulo de la L; y la I de D(e)i, puesta dentro de la D. Pequeña intercalada es la V de sub, puesto entre la S y la B. Las observaciones expuestas, la cruz del primer renglón y la fórmula sub die acreditan la calidad de la copia de Fernández Pérez y la legitimidad del epígrafe. 17 Se encontró en Mérida, en 1884, juntamente con la de Florentia (V. n. 2). El dueño del corralón la regaló al Museo Arqueológico de Badajoz, donde se conserva juntamente con un jarrito de barro que se encontró dentro de la sepultura y que cedió también el propietario. La publicaron: Fita V 1884 p 329; IX 1886 p 399. Plano Ampliaciones p 42. Romero de Castilla nn 17 y 61 pp 237-38. Hübner 338. Mélida 2037. Diehl 1441 C. Rodriguez Moñino Observaciones p 15. Vives 35 y corrección a dicho número. Navascués De epigrafía 5. Tesis Doctoral 766 Alterando por esta vez el orden propuesto diré que la piedra es una losa de mármol blanco, de 0,67 m. de alto, 0,62 de ancho y 0,02 de grueso. No está completa y originariamente fue mayor. Contiene dos letreros iguales, salvos pequeñas diferencias, que contienen repetido el mismo epitafio, distinguiéndolas con las denominaciones letrero A y letrero B. Letrero A. Fita, Plano, Hübner, Mélida y Diehl. Transcribieron sin ningún fundamento, suδ. Vives lo dio bien en la lectura; pero en el comentario dice que se ve una B especial que parece una corrección de la Δ griega. Mélida, por errata copiada de Romero, sin advertir su corrección, dio kalenudas. Hübner pone el crismón constantiniano mal, y omite la cruz monogramática que inicia el primer renglón. Diehl pone cruz sencilla entre palomas sobre el letrero, y omite la cruz monogramática del primer renglón. Vives repite errores de Diehl; en la corrección asegura que las des de Dei y kalendas son deltas griegas que no existen; pero en este error incurrieron todos los editores, salvo R. Moñino que se limita a dar la traducción castellana, tanto en este lado A como en el siguiente. Fotografías de las improntas Lado A Los epígrafes cristianos latinos de Mérida 767 Lado B El letrero A está encuadrado en un rectángulo, como en los nn 10 y 11. Este sencillo adorno es por ahora el más moderno de la serie. Entre la línea superior del rectángulo y el primer renglón hay una cruz monogramática con una paloma a cada lado. Otra cruz igual inicia el primer renglón. Las rhos de una y otra cruz son abiertas y con forma de R latina. El epígrafe, en nueve renglones, dice: FORTUNA FAMU LA DEI VIXIT ANNOS XXV REQUIEVIT 5 IN PACE SU B DIE XIIII KALENDAS MARTIAS * 16 febrero ERA DCXXXVIIII 681 de C. Fortuna, famu/la Dei, vixit/annos XXV. / Requievit / in pace su/b die XIIII / kalendas / martias / era DCXXXVIIII. Al final del r. 8 está grabado un signo semejante a un 0 seguido de una raya horizontal curvada hacia arriba (V. tabla 15). Las letras oscilan en altura entre los 0,035 y 0,050 m. Tesis Doctoral 768 Hay una de 0,028 m., la O del r.1, y otra que llega hasta los 0,053 m., la L inicial del r. 2. Es interesantísimo anotar que la A tiene el travesaño angular en siete casos, y recto en tres, en uno de los cuales desciende oblicuo desde el promedio del primer trazo hasta tocar el pie del segundo. La B es de cuatro tiempos, con los trazos primero y segundo rectos y en ángulo de 90º; el cuatro trazo, recto también, cierra el ángulo formando un triángulo; sobre el tercero voltea en arco el tercer trazo. La D es de tres trazos, casi rectos formando un triángulo, salvo en kalendas, en donde el segundo trazo se grabó como si se tratara del travesaño de la A, pero rebasando el tercer trazo. La F es extraordinariamente interesante, de tres trazos, pero de procedencia indudablemente de la nueva cursiva latina de los manuscritos. La L es también de tipo cursivo, especialmente aquella en que el segundo trazo, oblicuo, se inicia a la izquierda del primero. La P es abierta. La Q es redonda y su apéndice, recto y corto se inicia en el centro de la curva. La R ofrece variantes de un tipo cursivo en el que el segundo trazo queda libre por su extremo final e independiente del tercero, que se inicia junto al vertical a una altura variable; el segundo trazo, al quedar libre del tercero se curva más o menos. No hay abreviaturas. No hay más enlaces que los de M-A en martias y las equis de los numerales XX y XXX, en los que propiamente no son letras aisladas que se tocan por los extremos comunes, sino dos líneas angulares, o mixtas de ángulos y curvas que se cruzan dos o tres veces. El significado del signo anotado en el r. 8 queda incierto por ahora, sin que ninguno de los editores lo haya tampoco explicado. Acaso sea un simple adorno, o algún signo procedente de la escritura cursiva manuscrita con alguna función distinguente, ya que por el lugar en que está colocado no parece tener relación con el texto directamente. En cuanto a fórmulas se anota el uso de sub die. Letrero B. Salvo Diehl y R. Moñino que no lo traen, los demás, lo transcriben bien. Pero omiten observaciones de gran interés. El primer renglón está iniciado por una cruz monogramática y terminado por una cruz sencilla. Los siete renglones del epitafio dicen lo siguiente: FURTUNA FAMULA DEI VIXIT ANNOS XXV * R(EQUIEVIT) IN 5 PACE DIE XIIII KA LENDAS MARTIAS 16 febrero ERA DCXXXVIIII 601 de C. Fortuna, / famula Dei, vixit / annos XXV. / R[equievit] in / pace die XIIII ka/lendas martias / era DCXXXVIIII. En el r. 4 solo está grabada la R inicial de requievit, pero queda el espacio suficiente para grabar la palabra entera. No obstante, creo advertir en el claro de ese renglón las letras EQVIE, débilmente grabadas con un punzón muy fino, como las rayas de la pauta, y como si antes de abrir los biseles de los trazos se hubieran marcado así previamente. Al final del r. 3 hay un signo de descripción difícil, cuya figura reproduzco en la tabla 15. Las letras varían de altura entre los 0,040 y los 0,055 m. Para trazar los renglones se sirvió el artífice de una pauta, grabando finamente las líneas horizontales de la caja y las Los epígrafes cristianos latinos de Mérida 769 marginales que limitan la longitud. Este detalle se anota ahora por primera vez después del año 442 entre los epígrafes fechados de Mérida (Véase n. 1). Entre las líneas así marcadas se trazaron y grabaron las letras con mayor profundidad y esmero que en el letrero A. En cuanto a la forma, la A, que se repite diez veces, es generalmente con travesaño recto (siete); solo hay dos casos de A con travesaño angular, en la otra A, la segunda de kalendas, no se puede ver la forma del travesaño a causa de la erosión que lo ha hecho desaparecer. La D y la B son como en el lado A. La P es abierta con el segundo trazo iniciado un poco más abajo del extremo superior del primero. La R es abierta, dejando libre, o no, el extremo del vertical; en martias, sin embargo, vuelve a repetirse el modelo del lado A, pero ligado el segundo trazo al tercero. En general adviértase una mayor tendencia a conservar los clásicos caracteres epigráficos, salvo en los casos apuntados, y salvo en la X, que como en el lado A es de trazos curvos, como muy rápida y espontáneamente trazados. No hay abreviaturas, pero hay enlaces de M-V-L-A en famula de M-A-R en martias, y de las equis de los numerales XX y XXX, en el primero como en el lado A, y en el segundo unidas las equis por los extremos contiguos de sus trazos. Acerca del significado del signo del r. 3 he de reiterar lo dicho al tratar del signo del lado A. Sobre el formulario anótese la falta de la preposición sub. Igualmente debe anotarse la forma Furtuna por Fortuna. Tengo esta piedra como uno de los más importantes ejemplares de la epigrafía cristiana antigua y como una de las clases de los letreros de la época visigoda. Evidentemente los epitafios son una repetición el uno del otro con variantes accidentalísimas; Fortuna y Furtuna, sub die y die. Pero si en el texto estas diferencias no tienen mayor importancia, las variantes externas de las inscripciones son tan grandes que bien merece la pena dejarlas bien anotadas ya que no se puede dar una explicación satisfactoria por el momento, para su mejor explicación científica. ¿Por qué se repitió el epitafio por una y por otra cara no habiendo de estar visible más que uno? ¿Cuál se grabó primero? He aquí dos cuestiones del mayor interés ya que es indudable que los dos epitafios se trazaron y grabaron por una misma mano que dio un sentido distinto a cada uno de ellos dos. ¿Qué razón hubo para ello? He pensado, con el estudio previo de todos los epígrafes subsistentes de la época visigoda en Mérida, que el lado A se grabó primero, y que el exceso de la influencia cursiva, pegada a la tradición (recuadro, cruces monogramáticas, palomitas, aes de travesaño angular) no satisficiera a los familiares de la difunta que costearían la sepultura. La lectura de la era, aunque no es difícil, acaso resultara para ellos un conjunto de garabatos, pues quizá no sabrían escribir ni apenas leer. Entonces encargarían de nuevo otra lectura de aspecto más monumental y más moderno, y como convenía aprovechar el mármol, que no debían andar por entonces muy abundante, se dio vuelta a la pieza y se grabó nuevamente con mayor cuidado y pulcritud, trazando la pauta de los renglones para regularizar la altura de las letras y procurando que estas tuvieran menos aspecto cursivo y más moderno, y sobre todo que los numerales se pudieran ver, si no leer, con mayor claridad. Y así pudo complacerse a los familiares con un epitafio más moderno, en el que dominan las aes de travesaño recto, y más monumental, a pesar del Furtuna y del blanco del r. 4, defecto que a la vista quedaría compensado con la simetría de la R con el IN. Mas esta explicación no es posible probarla y todo queda incierto. Los testigos del descubrimiento hubieran podido aclarar la cuestión si hubieran anotado la forma exacta en que se encontró la piedra. Tesis Doctoral 770 18 Encontrada en Mérida por don Antonio Floriano Cumbreño en sus trabajos arqueológicos en la ciudad practicados de 1934 a 1936. Se guardó en su almacén del teatro romano, donde la vi en diciembre de 1946. Por concesión del Sr. Floriano la publiqué en mi artículo De epigrafía, 6. Es un epitafio métrico, fragmentado, conservado en los pedazos de una lápida de mármol, de forma irregular, que mide en su estado actual 0,46 m. de alto, 0,41 de ancho y 0,030 de grueso. Del epitafio quedan solo diez renglones, algunos mutilados por las fracturas, que dicen: [……] ṂISEṚ [……] [..]ḶỌNGINQUA PAṚ[..?] ṢUBSTULIT ORTIM* MEQ. SUA PISTAS SEṆ 5 CEṂ PRODUXIṬ ỊṆ […] TU*. VIXITQ. L […] XVI LONGA P. TEPỌ RA. VITE*RQUEVT.*IN PACE D.VI KLD.SPTBR. ER. DC 27 agosto 10 LXXXVI 648 de C. […] miser [… / …] longinqua par [..?] / substulit ortim. / meq(ue) sua pietas sen/cem (?) produxit in […] / tu(m). Vixitq(ue) L […] / XVI longa p(er) te(m)po/ra vite. R(e)qu(ie)v(i)t in pace / d(ie) VI k(a)l(en)d(as) s(e)pt(em)br(es) er(a) DC/LXXXVI. Observaciones: r. 1 la M mutilada; la R incierta. r. 2 L O iniciales, rotas; R final, incierta. r. 3 S inicial rota. 4 N final incierta. r. 5 las letras tercera y cuarta no se si son M-P enlazadas o N-P sueltas; el posible nexo coincide con la fractura de la piedra; pero me inclino más a que sean M-P enlazadas; la penúltima letra no se si es L, o I como más parece. El letrero, por el margen izquierdo conserva el principio de los rr. 3 a 9. Los rr. 3 y 4 terminan claramente con la última letra transcrita. El final de los rr. 6 a 10 es seguro también, y el principio del último. Los renglones se adaptaron por la derecha a la configuración de la lápida por ese costado, que bajaba algo oblicuo y hacia adentro, oblicuidad que se pronuncia todavía más desde el r. 7 al final. Tampoco el borde inferior de la piedra es normal al costado izquierdo, sino un tanto oblicuo formando ángulo obtuso con aquél, por lo que el último renglón, que contiene solo las decenas y unidades de la era, está grabado a la derecha por no haber sitio a la izquierda. Como el ancho de la piedra quedaba tan reducido por lo bajo de ella, los tres últimos renglones se escribieron con letras mucho más pequeñas que los demás. La altura de las letras en los siete primeros renglones oscila entre 0,022 y 0,042 m. Las de los tres últimos son de 0,015 a 0,029. En cuanto a formas, la A es siempre de travesaño recto y oblicuo. La B tiene los trazos curvos separados en su unión con el vertical, tipo muy interesante que alcanza después ulterior desarrollo y aparece aquí en Mérida por primera vez con fecha cierta y un solo caso. El otro tipo de B es el que pudiéramos llamar corriente, pero con los extremos del primer trazo Los epígrafes cristianos latinos de Mérida 771 destacados del resto de la letra. La D es de tres trazos. La G es espiral. La K de trazos oblicuos cortísimos. La L denota formas cursivas con la inclinación de su segundo trazo, que acusa algunas variantes; en el numeral, ese segundo trazo es larguísimo y recoge encima los otros numerales. La O es ovalada con el eje mayor vertical, tipo nuevo en los epígrafes emeritenses registrado aquí por vez primera. La P es cerrada y de tipo clásico lapidario. La R acusa, con algunas variantes la forma anotada en el número 14; pero también la hay de tipo cursivo abierta. La X está compuesta de un trazo recto y otro ondulado. La letra más interesante quizá, y de mayor novedad es la Q, de tipo francamente cursivo trazada probablemente en dos tiempos; en el primero la porción curva de la izquierda que al llegar a la línea inferior del renglón se prolonga largamente en sentido horizontal; en el segundo la curva de la derecha, que baja hasta tocar el otro trazo, o no llega a él. Las abreviaturas son abundantes: q(ue) enolítico, marcado con una virgulita, muy curvada, a la derecha de la Q; p(er), indicada con un tracito corto horizontal que cruza el primer trazo de la letra; te(m)pora, señalada con una rayita horizontal sobre la A, lo mismo que tu(m), con otra rayita sobre la V; la R con un tracito que cruza el tercero de la letra abrevia la palabra r(e)qu(i)ev(i)t, y la letra A en er(a); d(ie) está abreviado en la forma tradicional; una rayita más o menos inclinada atravesando la L y la D en k(a)l(en)d(as) y la B y la R en s(e)pt(em)br(es) indica la abreviación de estas palabras. Creo innecesario subrayar la importancia de la observación de esos signos braquigráficos y su interés para la historia de la escritura en España y como comprobación de la gran influencia ejercida por la escritura cursiva de libros y documentos en esta escritura monumental. Enlaces de letras también abundan. V-A en sua; A-S en pietas, muy curioso, por cierto; O-D-V en produxit; O-N en longa; Q-E-V-T en r(e)q(ui)v(i)t y el posible M-P antes anotado. Hay interpunciones, un tipo triangular de tipo clásico romano, en los lugares que indican los asteriscos. En el texto se advierte una elegía o lamentación por la pérdida del ser querido, la cual precede a las fórmulas de la edad del difunto y de la fecha del fallecimiento. En cuanto a la métrica poco se puede precisar por lo fragmentado del epitafio. Acaso las interpunciones separan o distinguen los versos. Tempora vite aparece el final de un hexámetro. Pero quizá hay una métrica de acentos y no de cantidad: substulit ortim-tempora vite. Pero todo esto excede de los límites de la especialidad. Tesis Doctoral 772 Dibujo del autor 19 Conservada de antiguo en Mérida, en el jardín del Hospital de Jesús, luego cárcel y hoy Parador Nacional del Turismo. Está en el Museo Arqueológico de aquella ciudad en cuyo Inventario apuntó Macías, en el lugar de la procedencia “Iglesia de Santa Eulalia; antes del Hospital de Jesús”. La publicaron: Hübner 29. Fita XXV 1894 p 85. Plano Ampliaciones p 143 reproduciendo a Fita. Mélida 2022. Diehl 3880. Vives 44 y corrección a dicho número. Hübner vio la piedra en el Hospital, siendo ya cárcel. Inicia el primer renglón con dos cruces y un punto, no habiendo más que una sola y sin existir ésta. Seguramente cuando él la estudió todavía se conservaba la silaba cum en el último renglón, la cual se ha perdido con un fragmento de la piedra. Lee mal, era DCLXV (= 627 de C.). Suplió sepul[crum non violaverit…]. Fita dio kalendas, cuincumque, sin marcar las abreviaturas. Leyó, mal, augustas y era DCLXXXV (= 647 de C.) . Suplió sepul[cri / non violaverit locum]. Mélida copió a Fita y repite sus errores. Diehl copió a Hübner y añadió una indicación de abreviatura que no existe, en Dei. Puso un interrogante al suplido de Hübner y añadió “debuit utique sepulcri, dein de irua sim”. Vives dio una lectura correcta y se enmendó las dos cruces que había puesto por una sola. Leyó bien la era, δ CLXLV (= 657 de C.) aunque, como siempre, confundiendo la letra latina con la griega. Resolvió el suplemento conforme a las indicaciones de Diehl: sepul[cri]/ iura non uiolauerit]. Los epígrafes cristianos latinos de Mérida 773 N. 19 El epitafio está incompleto, pues le falta, por lo menos un renglón por la fractura de la piedra. Esta es hoy una loseta de mármol blanco, aparentemente rectangular, cuyas dimensiones son 0,39 m. de alto, 0,53 de ancho y 0,025 de grueso. Está partida en dos pedazos a lo ancho, casi por la mitad, y cada uno de ellos, a su vez roto en varios fragmentos, de los que falta uno, el correspondiente a la silaba cum del último renglón antes aludido. Es curioso anotar que la cruz inicial está picada, como así mismo lo están las eles y las equis de la mitad superior; es decir: que el destructor de la cruz inicial no supo distinguir entre el símbolo cristiano y las letras, tomando las que tenían trazos cruzados como cruces auténticas. En cambio, subsisten íntegras las eles y las equis de la mitad inferior. Las letras finales del último verso están mutiladas por la fractura. Son siete renglones que se conservan del epitafio, después de la cruz que encabeza el primero, dicen: IOHANNES PENI TENS FAMUḶUS DEI VIX̣IT ẠNNOS X̣X̣X̣II PḶUS MINUS REQUIEVIT 5 IN PACE SUB DIE X KALDS. AUGUSTAS ERA DCLXLV PAX 23 julio QUIC̣[UM]Q. HUIS ṢẸP̣ỤḶ[CRI] 657 de C. Tesis Doctoral 774 Iohannes peni/tens, famulus Dei, / vixit annos XXXII / plus minus. Requievit / in pace sub die X kal(en)d(as) / augustas era DCLLXLV. Pax / quic[um]q(ue) huius sepul[cri / …] Las letras están profundamente grabadas a biseles, entre las líneas marcadas a punzón para señalar la caja de los renglones. Su altura es, en general de 0,025 a 0,035 m. Únicamente son más pequeñas, de 0,020, las D S finales de kalds. La A es de travesaño recto (seis) o sin él (dos); en un solo caso no es posible ver su forma (annos). La B ofrece el trazado clásico lapidario, pero separada del vertical la unión de los trazos curvos. La D es de tres trazos según el antiguo modelo de estos epígrafes. La F de tres, pero el segundo iniciado a la izquierda del vertical. La G es espiral. La L tiene sus trazos cruzados, motivo por el que fue picada confundida con una cruz; el numeral, sin embargo, ostenta el tipo clásico, pero formando ángulo obtuso. La P es cerrada y también la R. La Q es del tipo de la del epígrafe anterior. En la S se observa una tendencia a ensanchar excesivamente sus terminaciones. La novedad más interesante del epígrafe es la de alternar el uso de la U cursiva con la V capital, usadas indistintamente como vocales y consonantes. Es ésta la primera vez que aparece en Mérida dicha U en epígrafe fechado. El numeral V conserva la forma clásica romana. Finalmente, la X es de trazos curvados. Apenas hay abreviaturas. Die, que siempre lo hemos visto abreviado, aquí está escrito entero. No hay más que kal(en)d(a)s, indicada con una raya horizontal puesta sobre las D S finales, y el quicumq(ue) del último renglón, indicado por un punto triangular a la izquierda de la Q. Enlazadas solo están las R-A de era y las L X L del numeral, formando las dos últimas el característico nexo de 40. En el formulario vuelve a aparecer el penitens del epígrafe número 15. Es interesante anotar que por primera vez y en esta fecha nos encontramos con la fórmula concerniente a la inviolabilidad de la sepultura: pax cuincumque huis sepul[cri iura non violaverit], según el suplemento indicado por Diehl y propuesto por Vives. 20 Apareció en Mérida, pocos años antes de 1894, en el subsuelo de una casa frontera a la entrada de la iglesia parroquial de Santa Eulalia. Luego estuvo en una pared, debajo de una reja en la casa de don Joaquín Rodríguez Márquez, calle de Cardero n 1. La lápida la compro el Sr. Rodríguez (Fita). En 1906 estaba ya en poder del Marqués de Monsalud, en su colección de Almendralejo (Monsalud). En 1930 fue adquirida por el Estado e ingresó en el Museo Arqueológico Nacional, donde hasta la fecha se conserva. La publicaron: Fita XXV 1894 p 83. Plano Ampliaciones p 141 reproduciendo a Fita. Hübner 333. Monsalud XLVIII 1906 p 491. Diehl 1845. Navascués Adquisiciones p 10. Vives 358. Rodríguez Moñino Historia literaria p 166. Fita leyó era DCLXXXVIIII (= 651 de C.). Hübner interpretó era DCLXXVIIII (= 641 de C.). Diehl omitió las hojitas distinguentes y dio la misma lectura de Hübner para la era. En mis adquisiciones corregí las fechas dadas por Fita y Hübner dando su verdadero valor al nexo X-X y por tanto la era 699 (= 661 de C.). Vives acepta mi lectura de la era, pero añade un interrogante resultante de C. El letrero se contiene en una losa rectangular de mármol blanco, de 0,320 m. de alto, 0,725 de ancho y 0,060 de grueso. La cara donde está grabada la inscripción está adornada en los cantos, salvo en el superior, por un contrario que parece romano. Falta el esquinazo inferior de la derecha, con fractura suavizada por largo desgaste, a cuyo perfil parece ser que se ajustó el trazado de las últimas cifras del último renglón, lo que parece acreditar la mayor antigüedad de la piedra sobre la inscripción. El primer renglón está iniciado por un crismón compuesto Los epígrafes cristianos latinos de Mérida 775 con la cruz monogramática, cuya rho tiene forma de R latina abierta, y el alpha y la omega pendiente de los brazos de la cruz. El epígrafe, dispuesto en seis renglones, dice así: N. 20 *FELIX EUGENIA XPI. FAMULA NOVA. CONSTRUXIT IANUE PORTAM * CUIUS DEDICATIO CLAUSTRỊ CONTINET VIR GINUM VOTA* PATEBUNT LIMINUM ADITA 5 CREATURE FIDELI ATRIA DNI.* HEC VIRGO VIRGINUM MATER SACRO CONPLEVIT OPERE SUB HORONTIO VATE* ERA DCLXLVIIII 661 de C. Felix Eugenia, Xpi(siti) famula, / nova(m) construxit ianue portam, / cuius dedicatio claustri continet vir/ginum vota. / Patebunt liminum adita / creatura fideli. Atria D(omi)ni hec virgo virginum mater,/ sacro conplevit opere sub Horontio vate. Era DCLXLVIIII. El grabado de las letras es profundo y están más apretadas en los últimos renglones para dar cabida al texto. La altura de ellas oscila entre los 0,030 y los 0,040 m. Entre las de esta talla hay intercaladas muchas más pequeñas, cuyas alturas varían entre los 0,010 y los 0,025. Las formas son variadísimas aparentemente, pues la rapidez del trazado y la necesidad de estrechar los caracteres para hacerlos caber en los renglones determinaron numerosas variantes de tipos muy claros. La A es siempre con travesaño recto que unas veces cruza los trazos oblicuos, otras solo el de la derecha, otras el de la izquierda y otras no cruza ninguno. La B es parecida a la capital lapidaria antigua, pero hay un tipo en el que la unión de los trazos curvos se liga al vertical y otro en que no se liga, este último como lo hice notar en el epitafio Tesis Doctoral 776 del número anterior. La D se estrecha mucho, y el segundo trazo se levanta inclinado para reunirse con el tercero. En la E se notan tres tipos: el clásico lapidario; otro, propio de los epígrafes de la época, en el que los extremos del primer trazo sobresalen de la unión con los trazos segundo y tercero en el que solo sobresale de la unión con el segundo trazo el extremo inferior del primero. Este último tipo tiene una variante que carece del cuarto trazo. La G es espiral. El trazo transversal de la H es angular. La L es del tipo cursivo corriente; en el numeral, el primer trazo es muy corto y el segundo muy largo y oblicuo. En la O se advierte la tendencia a la forma ovalada. La P es cerrada o abierta indistintamente; es muy curiosa la de opere en el último renglón. La rho tiene forma de P abierta. La R es cerrada y abierta, y, además se da también la firma en la que el extremo del segundo trazo queda libre o se une con el vertical con independencia del tercero. En cuanto a la S hay que anotar el tipo cursivo aprovechando en el enlace N-S de construxit. Entre las formas de V abundan el tipo cursivo U junto con el capital clásico. La X cruza un trazo recto, el primero, con otro curvado. La abreviatura Xpi(sti), primera vez que aparece en Mérida, está indicada con una rayita sobrepuesta, algo deteriorada por las fracturas del borde superior de la piedra. Con el mismo signo están notadas las abreviaturas nova(m), D(omi)ni, primera vez que sale también fechada en la epigrafía emeritense, y virginu(m). Los enlaces los hizo notar Fita, aunque omitió tres, por lo que creo conveniente hacer un repaso de ellos por el orden con que se leen en cada uno de los renglones. R. 1 N-V famula. 2 N-S y R-V construxit, A-N y V-E ianus, O-R y A-M portam. 3 R-A claustra, pero por la forma en que está atravesada la R por un trazo horizontal, como los de la A, sobresaliendo de los de la primera letra, sospecho si debiera leerse claustra, más claustri parece que es lo que pide el sentido, por lo que limito a dejar el asunto por incierto puntuando la I por debajo. N-T y N-E continet. 4. N-T patebunt, T-A adita. 5 T-R atria, H-E hec, M-A y T-E pater. 6 N-T Horontio, T-E vate. Además, están enlazadas las L X L de las decenas del numeral de la era. Abundan las letras pequeñas intercaladas entre las mayores, puestas así hasta treinta veces; pero no se intercalan más que las cinco vocales, con un gran predominio de la I sobre las demás. Las interpunciones, o signos distinguentes, son hojitas de hiedra puestas de punta, o inclinadas, situadas en los rr. 1, 2, 4 y 5 donde lo marcan los asteriscos. En el r. 6, entre vate y ara hay una interpunción triangular. Es interesantísimo anotar la formula Xpi famula, que aparece ahora en Mérida, fechada con seguridad, por primera vez, en lugar de la habitual hasta aquí famulus-a Dei. También ha de ser registrada la fórmula de la fecha, semejante, por la preposición, a la usual en los epitafios, sub Horontio, etc. Obsérvese además el nombre vates que se da al obispo. El texto parece una composición métrica de difícil inteligencia. Las susodichas hojitas parecen marcar los versos, que serían cuatro, de los que el último terminaría en vate, quedando la era fuera de los versos. El epígrafe es de gran valor histórico, no solo por la fundación que conmemora, sino mucho más por la fecha máxima conocida por el pontificado del obispo Oroncio, que desde el 653 se prolonga ahora, por lo menos, hasta el 661. 21 Según consta en la misma piedra en que está grabado el letrero, se halló en el año 1718 por don Francisco Antonio de Atienda, en Mérida, en la calle del Salvador al reedificarse la casa n. 5 (Amador de los Ríos). Estuvo en la casa de don José Moreno, conde de Fuentablanca (Fita), siendo al fin donada por su propietario (Macías Inventario) al Museo Arqueológico de la ciudad, donde actualmente se conserva. La publicaron: Hübner 31. Amador de los Ríos Monumentos p 33. Fita XXV 1894 p. 86. Plano Ampliaciones p 143 reproduciendo a Fita. Mélida 2024. Diehl 2367. Vives 46. Los epígrafes cristianos latinos de Mérida 777 Hübner en el r. 3 pone un nexo I-A que no existe. Amador no marca las abreviaturas del r. 1. Da famulae, Quiniciae y aera con enlace A-E todo mal. No marca los adornos finales de los rr. 6, 7 y 10, ni la interpunción que hay en el 8. Acaso por errata pone la era DC. Fita no anota las abreviaturas del r.1, ni los adonos finales de los rr. 6, 7 y 10, ni las interpunciones de los 8 y 9. Mélida como Fita. Diehl hace una transcripción errónea de las ues por Y, y de la h de Ihu. por ή. Omite los adornos e interpunciones, salvo el del r. 6, Vives tiene los mismos errores de transcripción que Diehl, aunque los explica diciendo que representa por “y la forma especial de la U del facsímil”, cuando lo más llano hubiera sido poner una u. Escribe Qyuigie, sin diptongo, por errata. Omite las interpunciones de los rr. 8 y 9. La piedra es una losa de mármol blanco, de 0,81 m. de alto, 0,45 de ancho y 0,05 de grueso. El estado de conservación es excelente y también el del epígrafe, por encima del cual se puso esta inscripción referente al hallazgo de la piedra ESTA PIRA SE ALLO (sic) EL Aº / DE 1718 POR DN. FCO. ANTº. DE / ATZA. Y por debajo esta otra: REDIFICOSE Aº DE 1738, aludiendo a la reedificación de la casa aludida. Al margen del epígrafe y a la altura del primer renglón hay grabada una cruz de brazos desiguales. El epitafio, en diez renglones, dice: DNE. IHU. XPE. FAMULE TUAE QUINIGIAE IN HOC LOCO QUIESCENTIS 5 OMNIA PECCATA DIMITTE * VIXIT ANNOS XXX * REQUIEVIT * IN PACE SUB DIE VI * IDUS 10 marzo 10 MARTIAS ERA DCC * 662 de C. D(omi)ne Ih(es)u Xp(ist)e: / famule tuae / Quinigiae, in hoc / loco quiescentis, / omnia peccata / dimitte. / Vixit annos XXX. / Requievit in pace / sub die VI idus / martias era DCC. Las letras se grabaron entre las líneas que marcaban la caja de los renglones, según parece de los débiles vestigios que de ellas quedan. Su altura varía de 0,040 a 0,050 m. En cuanto a formas, la A es de travesaño recto. La B es extraordinariamente rara y curiosa, como aparece en la tabla 2. La C ofrece la particularidad de terminar su extremo inferior en punta aguda en algún caso, carácter común a otras inscripciones no emeritenses de la época. La D recupera su trazado clásico lapidario o se estrecha mucho formando un arco de poca altura, con sus trazos segundo y tercero, sobre el primero; aquellos dos trazos se pierden bajo el grabado, que hace de los dos uno solo. La E y la F son de tipo clásico lapidario. La G sigue siendo espiral. La H tiene su segundo trazo más alto que el primero. La L se escuadra bien. En la M se advierte la prolongación hacia la izquierda del extremo superior del segundo trazo. Esto mismo sucede en algunas enes, al paso que en otras el tercer trazo se termina en punta aguda por abajo. La O es completamente ovalada y vertical. La P cerrada. La Q mantiene la forma del epígrafe del n 18. La R es abierta y el segundo trazo se inicia a la izquierda del vertical. En un caso tiende a perfilar sus trazos con gruesos y magros. La V, vocal o consonante, es de forma cursiva con el primer trazo redondeado para ligar con el segundo; éste se prolonga hacia abajo romo, o en punta aguda; en algún caso Tesis Doctoral 778 los dos trazos se unen exactamente como la U actual, que nada tiene de especial, ni relación alguna con la forma de la Y. Solo en el numeral se conserva la forma clásica lapidaria de la V. La X recupera también la rectitud de sus trazos. Abreviaturas solo hay tres: las de los nombres sagrados Dne. Ihu. Xpe., indicadas las tres por rayas horizontales superpuestas, en el segundo cruzando lo alto del segundo trazo de hache, que exactamente igual a la de hoc en r. 3. Es la primera vez que aparece fechado en Mérida el nombre Ihesus y con esta forma. Enlaces solo hay en el numeral de los años de la difunta X-X-X. Los adornitos finales de los rr. 6, 7 y 10 son unos ramitos esquemáticos, como palmas rudimentarias. Las interpunciones que hay en los rr. 8 y 9 son unos signos caprichosos relativamente pequeños. En cuanto a fórmulas obsérvese el carácter deprecatorio de la primera cláusula implorando el perdón de los pecados, para la sierva de Cristo, como el epígrafe anterior se llame Eugenia, indicando el lugar de la sepultura. La fórmula de la edad es aquí independiente. Todo lo cual supone una novedad y una complicación sobre lo anotado hasta fecha en los epitafios. El resto ya es la fórmula corriente de la fecha del fallecimiento con el empleo de la preposición sub. Die esta sin abreviar, como se observó ya en el epitafio n 19. Respecto a la gramática hay un mayor cuidado en éste que en otros epígrafes en la observancia de la escritura de los diptongos, que no es precisamente lo normal en las inscripciones de estos siglos. Los epígrafes cristianos latinos de Mérida 779 LOS EPIGRAFES II EPIGRAFES EN PIEDRA FECHADOS INCIERTOS Números 22 a 26 22 Encontrada en Mérida, en unas excavaciones “últimamente” practicadas en relación con el 1º de noviembre de 1875 (Revista Histórica). Yo la he buscado inútilmente. La publicaron: Revista histórica latina II n XI 18 nov. 1875 p 355. Hübner 331. Diehl 2832. Vives 18. La Revista se limitó a dar noticia del hallazgo y esta transcripción: “ BRACARIVS FELEX VIXIT AN NOS LLL RECES IT NONAS APRIL 5 ES ERA CCCCX 5 abril VIII “. 381 de C. ? Que tradujo así: “El sastre Felix vivió 50 años y murió en las nonas de abril, año 419”. Hübner corrigió el r. 3 LIII recess, pero aún así tuvo por inciertos los numerales de la edad y de la era, dudando de si el primero podría ser también III. Diehl se limitó a transcribir así los años de la edad L II, aceptando la era CCCCXVIIII ( = 381 de C.) y teniendo el epígrafe como el más antiguo de los cristianos descubiertos en Hispania. Vives transcribe la edad LII y acepta la era. Del numeral de los años comenta que podría ser “III o LII, o cifra parecida”. Para mí todo resulta incierto, pues se ignora en qué excavaciones apareció el letrero y la autoridad de la persona que la copió y hasta las erratas que con relación a la copia pudo introducir la imprenta. Es evidente la contradicción entre la transcripción LLL y la traducción 50. En estas condiciones no hay más remedio que tener la fecha por dudosa. El formulario, en Mérida, no parece posterior al año 465 (epitafio de Octavia, n 2). Pero dicha incertidumbre y la imposibilidad de conocer las características de la inscripción, la hacen inútil para esta tesis. Tesis Doctoral 780 23 Se encontró en Mérida, en 1900 o poco antes, al reconstruirse la casa n 2 y 4 de la calle de San Salvador, propiedad de don Fernando Pérez de la Cruz (Monsalud). No he logrado averiguar su paradero de haberla buscado con el mayor interés. La publicaron: Monsalud XXXVI 1900 p 518. Hübner 534. Vives 19. Según Monsalud la inscripción estaba grabada en “una pequeña lápida de mármol blanco, de 0,25 m. de altura por 0,40 m. de ancho, en que se ve trazada una cruz de 0,10 m. de altura, que ostenta el alpha y omega a uno y otro lado respectivamente, y por bajo la era”. “CCCCXXVI” 388 de C. ? Hübner vio el calco que le envió Monsalud; pero apenas distinguió nada en él. Por errata transcribió CCCCXXXI; pero dudó de la antigüedad de la inscripción. Vives aceptó la lectura de Monsalud y tiene a la inscripción por una de las cristianas “ciertamente” datada por la era. Para mí es posible que la inscripción fuera leída correctamente por Monsalud, pero hay que convenir en que, siendo tan rara la composición epigráfica y no pudiendo comprobarla, se impone la cautela de no darla por segura. Por otra parte, de la transcripción tipográfica de Monsalud y de los datos que aporta el editor no es posible deducir conclusiones de interés a la finalidad de este trabajo. Por lo cual me abstengo de incluir el epígrafe entre los fechados con seguridad. 24 Según el códice toledano de Dracontino, conservado en la Biblioteca Nacional, en el puente de Mérida había estos versos (fol. 51 v.). La composición métrica tiene este título: Incipiunt versi in po[n]te emeritensi conscripti. Solberat antiquas. moles. ruinosa uetustas. Lapsum et senio. ruptum pendebat opus. Perdiderat husum. suspensa uia p(er) amnem. Et liber(um) pontis. casus negabat iter. 5 Nunc tempore potentis. getarum. eruigii regis. Quo deditas sibi. precepti excoli terras. Studuit magnanimus. factis extendere n(o)m(e)n. Ueterum et titulis. addit salla suum. Nam postaquam eximiis. nobabit moenib(us) urbem. 10 Hoc magis miraculum. patrate non destitit. Construxit arcos. penitus fundavibit in undis. Et mirum auctoris. imitans uicit opus. Nec non et patrie. tatum orare munimen. Los epígrafes cristianos latinos de Mérida 781 Sumi sacerdotis. zenonis suasit amor. 15 Urbs augusta felix. mansura p(er) s(ae)c(u)la longa. Nobate studio. ducis et pontificis. era dxxia. 483 de C. ? Doy la transcripción que precede tomada directamente del original, conservando en distribución, grafías y puntuación, resueltas, únicamente, las abreviaturas. Publicaron este epígrafe, del que no hay más noticia que la del códice, Hübner 23 p 120 Supp p 19. Bücheler 900. Diehl 777. Vives 363. Revista del Centro de Estudios Extremeños XIII 1939 p 1. Die Inhischrift an der Brücke von Mérida en “Sonderabdruck aus der Röm”. 46 I-II p 57. Esta desaparecida inscripción, inútil para la investigación epigráfica, no puede dejar de figurar en una colección emeritense, ya que ha figurado en las generales hispánicas y aún en las latinas. Pero hoy por hoy no ofrece interés mayor para mi tesis. Únicamente quiero puntualizar una lectura que hasta ahora no se ha hecho debidamente: la de la era. Hübner leyó era DCCI (= 663 de C.) con dudas, pensando que los dos elementos que siguen a la D no pueden ser dos XX, ni CX, por lo que se puede juzgar más probablemente que indican CC y, según lo que le parecen los últimos elementos que hay detrás, concluye que se podría pensar tanto de DCCI, como de DCCIV (= 666 de C.) o de DCCLIV (= 716 de C.) Bücheler y Diehl se atuvieron al criterio de Hübner dando como seguros los números DXX: “y únicamente como dudoso el uno”. La fecha que aparece escrita en el códice es absolutamente segura como la transcribo; una d dos xx enlazadas indudablemente, una i certísima y finalmente una a cursiva indicando la lectura ordinal del numeral. Luego sigue un punto y un signo con los que terminan todos los versos. Es, pues, incuestionable que en códice se escribió era DXXI y siendo también incuestionable que en el verso 5 está escrito eruigii regis, resulta tan enorme anacronismo que no hay más solución que dar el epígrafe como de fecha incierta. Es posible, que, como propone Vives, se escribiera eruigii, por error del copista, en vez de surici. Pero es igualmente posible que se escribiera una fecha equivocada, y aún está equivocación la tengo por más probable si, suponiendo que la inscripción hubiera existido realmente, la fecha estaba consignada con enlaces de cifras que no hubieran leído bien. 25 Según Moreno de Vargas estaba esta inscripción en la “Iglesia de Santa Eulalia en la sepultura de Diego Hernández Peñasco, padre de Francisco Mateos Peñasco, Recetor del Santo Oficio de la Inquisición de Llorona”. Nadie fuera de este autor, ha visto allí el epígrafe. Lo he buscado inútilmente y ningún amigo me ha sabido dar noticia de él ni de la sepultura de Hernández Peñasco. La autoridad de Moreno es dudosa, lo que ya advirtió Hübner. El letrero es, pues, sospechoso; pero como ha sido aceptado como legítimo lo incluyo aquí como emeritense, sin entrar en la cuestión de autenticidad para la que faltan elementos de juicio desde el punto de vista epigráfico. Lo traen Hübner 34 a y Supp p 19. Diehl 4362. Vives 289 (consúltense en ellos otros editores). La versión de Moreno es: Tesis Doctoral 782 “Lux mihi Siricia diuina rapta flagello, Te matremo; tuam tempus enorme tulit. Nec dum ter binos crecens attigeras annos Liquisti moesto vulnera dira patri, 5 Flectibus ecce tuis renouasti funus opertum, Quod matris tumulo iungeris ipsa cito. AERA DLXXXVII “ 549 de C. ? Inútil este epígrafe para la ciencia epigráfica y para mi tesis, remito a los editores para la crítica del mismo. 26 Según noticias de los autores antiguos recogidas por Hübner, estaba en Mérida, en casa de don Fernando de Vera. La publicó Hübner 24. Según el editor, es un fragmento cuya transcripción trae así: “chi N D A S V I N T V S REX PI …. …. S(palma) IN ENPERIO (palma) c H I N D A S V I N T V S ………… “ 641-652 de C. (?) La inscripción no ha llegado hasta nosotros y no hay manera de comprobarla. Parece que el r. 1 fue leído de otra manera, y lo mismo el 2, según anota el propio Hübner, lo que hace todo muy poco seguro e incierto para incluirla entre las fechadas con seguridad. A la finalidad de mi tesis es además inútil y su valor científico muy escaso, pues no es indiscutible su contenido. Los epígrafes cristianos latinos de Mérida 783 LOS EPIGRAFES III EPIGRAFES EN PIEDRA SIN FECHA Números 27 a 65 27 En Mérida, al abrir los cimientos de una casa en el Arrabal, próxima al “Hornillo u Hornito de Santa Eulalia”, apareció un sarcófago de mármol. Una de las losas de la cubierta ostentaba la inscripción que corresponde incluir aquí. Contenía el sepulcro dos esqueletos puesto de manera que los pies del uno se correspondían con la cabeza del otro. Se halló, además, dentro de la sepultura una moneda de bronce de Magnencio (350-353). La Comisión Provincial de Monumentos lo adquirió todo al sujeto que lo encontró, en 10 de agosto de 1948 (Romero de Castilla) y se llevó al Museo Arqueológico de Badajoz donde se conserva. La publicaron: Plano Ampliaciones p 71. Romero de Castilla p 55 n 9. Mélida 2133. La fuente de Plano y de Mélida fue Romero, pero ninguno da detalles, ni la reproduce, ni la fecha, así que se puede tener como inédita. La inscripción está grabada en una losa de mármol blanco, de forma rectangular, bien cortada. Mide 0,55 m. de alto, 0,61 de ancho y 0,035 de grueso. Esta piedra formaría parte de la cubierta del sarcófago, que no sería enteriza, según la referencia de Romero, sino de piezas. En esa losa, desviada hacia la izquierda, está grabado el crismón del tipo llamado “constantiniano”, grande, con la X y la P de la misma altura 0, 11 m. Los extremos de la X ocupan un ancho de 0,135 m. La P es cerrada. Los ángulos laterales de la X están ocupados por el alpha, de tipo capital, y la omega, de tipo cursivo. Todo está encerrado dentro de una corona, o láurea esquemática, de 0,22 m. de diámetro y 0,02 m. de ancho, figurando abajo atada con un lazo cuyos cabos ondean hacia los lados. El grabado es finísimo y de extraordinaria dulzura, pero el mármol esta desgastado y muy arañado por la parte superior y hacia la derecha. La corona ha desaparecido. Sin embargo, tan sencillos elementos constituyen un bellísimo elemento decorativo. Para juzgar la fecha del monumento se ha de tener en cuenta que no parece labrado para el sarcófago cuyo ancho es de 0,595 m. en la cabecera y 0,575 en los pies. Por tanto, la losa, a lo ancho, rebasaba la latitud del sepulcro; y a lo alto no llegaba a cubrirlo por los lados. El hecho de estar el crismón descentrado del eje de la piedra parece indicar que este tuvo antes otro destino, siendo mayor, y que luego fue aprovechada y adaptada para cubrir el sarcófago, el cual, como se desprende de Romero, estaba tapado con varias losas, lo que significa que todas serían material de aprovechamiento. Por consiguiente, tengo el grabado por anterior a la moneda de Magnencio (330-353) y labrado en la primera mitad del siglo IV, lo que concuerda con la finura de la ejecución, que recuerda la época constantiniana. Tesis Doctoral 784 N. 27. 28 Se halló en abril de 1913, cerca de la muralla romana, a la parte meridional de la ciudad y pasó a enriquecer la colección del Museo Arqueológico de Mérida, donde se conserva. La publicaron: Macías Mérida p 151. Fita LXXV 1914 p 213. Mélida 2029. Diehl 4557 A. Vives 17. Macías lee Proietus por errata. Fita la cree del primer tercio del siglo VI comparándola por la fórmula vixit cum marite con otras fechadas en el año 515. Vives la cree de fines del IV a primera mitad del V. Es una lápida de mármol blanco, de 0,32 m. de alto, 0,46 de ancho y 0,015 de grueso. Su forma es rectangular, pero le faltan pedazos por la parte inferior y lo que queda está partido en tres fragmentos que contiene, en cuatro renglones, está entero. Una de las fracturas determinó la pérdida de la O de annos de la que sin embargo quedan huellas. El letrero tiene encima, ordenados en línea horizontal, una cruz monogramática, dos crismones “constantinianos” con alpha y omega y otra cruz monogramática. Dice así: PROIECTUS MEMORIAM POSUIT CONIUGI SUAE URSELLAE QUAE UIXIT Fines del siglo IV a CUM ILLO ANNỌS XII principios del V Los epígrafes cristianos latinos de Mérida 785 Proiectus memoriam/posuit coniugi suae / Ursellae, quae vixit / cum illo annos XII. Los crismones presentan forma muy antigua y las cruces un trazado muy primitivo, que debe estar muy próximo del principio de su divulgación entre la cristiandad. El figurar el nombre del marido como dedicante, el de la difunta en dativo y la fórmula memoriam posuit me determinan a considerar este monumento como muy próximo a los formularios clásicos paganos. Es también de notar la corrección gráfica del diptongo ae. Sin omitirlo en ninguna de las palabras que lo deben llevar. Por otra parte, el grabado de las letras no tiene nada que ver con el que conozco a través de todos los epígrafes emeritenses del año 442 hacia acá. Estas razones me determinan a fechar el monumento a fines del siglo IV a lo más, a principios del V. El trazado de las letras merece comentario particular, pues su aspecto cursivo tiene gran interés para esta tesis. El alto de los caracteres varía entre los 0,015 y los 0,22 m. Las aes carecen de trazo transversal. El segundo trazo de la G vuelve rápidamente hacia abajo y hacia la izquierda. El segundo de las eles es también inclinado y muy breve, o casi carecen de él. En la O se advierte con nitidez un trazado en dos tiempos, lo mismo que la Q, en la cual su apéndice está hecho en un solo tiempo con el primer trazo. Finalmente, la V es de forma cursiva evidente. En las demás letras, todas de tipo capital, se observa la espontaneidad de trazado propia de una mano no sujeta a normas ni proporciones. Los modelos de la cursiva de este epígrafe parecen proceder de la antigua cursiva romana. N.28. 29 Me comunicó su existencia don Antonio Floriano Cumbreño, en febrero de 1947, diciéndome que procede de la necrópolis de Mérida y que “está en el suelo de una casa en una Tesis Doctoral 786 de las calles que dan al Teatro Romano”, y que no consiguió del dueño que se la cediera. La he buscado, y la he hecho buscar, inútilmente hasta ahora. El Sr. Floriano tuvo conocimiento de esta inscripción durante su mandato arqueológico en la ciudad de 1934 a 1939. Está inédita. En cuanto a sus características me dijo que era de “mármol blanco. Forma irregular en su estado actual. Altura 0,431 anchura 0,68. Por la disposición y por la paleografía epigráfica se la puede situar cronológicamente entre los siglos IV y V, desde luego antes de la época visigoda”. Me la describió y transcribió así: “Chrismon ASTERIA VIXI T. AN. XXI (Paloma) DEPOSITA. D (Chrismon) VII. IDVS. SETE (Paloma)” Alrededor del 400 de C. Sin juzgar de las letras, que no he podido conocer, por el texto y por la disposición de los símbolos es aceptable la fecha que asigna por el Sr. Floriano a la inscripción. 30 Se ignora la fecha en que apareció y el lugar de la ciudad en el que se encontró. Está en el Museo Arqueológico de Mérida, en cuyo Inventario de Macías no figura, ni tampoco la trae Mélida. En cambio sí aparece en las notas de Floriano. Debió hallarse pues entre 1925 y 1934, o entre este año y el 1939. La publicó Vives 482, quien la transcribe y suple así: “ […] menii pue / […]pi qui uix / 3 [...i]n nom. ☧ en corona” “[dep. P1) menii pue[ri, fam. X]pi, cui uix [it ann…]”. Dice que el r.2 pone pi cui uix y que el 3 sería seguramente in nomine ☧ (Christi). Ni da cuenta de algún detalle interesante ni la fecha. La inscripción está grabada en una loseta de mármol blanco, de 0,23 m. de alto, 0,305 de ancho y 0,05 de grueso. Está rota por los cuatro lados; pero por el costado derecho conserva un poco del corte primitivo. La inscripción no está entera. Es un fragmento de epitafio al que le falta, por lo menos, el primer renglón y la margen izquierda con alguna letra, de los renglones restantes, que son tres, que transcribe así: MENII PỤẸ RI QUI VIX [I]Ṇ NOM Hacia el 400 de C. En el ángulo inferior derecho y ocupando el espacio libre al final del r. 3 y debajo del 2 está grabada una corona de 0,11 m. de diámetro, formada por una soga de 0,015 m. de ancho. El círculo interior se vació en época posterior para utilizar quizá la piedra como gorronado, según está rozadado. Seguramente tuvo grabado en la época de la inscripción el crismón. Debajo del último renglón ostenta la piedra un delfín grabado, del que solo queda la cabeza, la Los epígrafes cristianos latinos de Mérida 787 cola y el perfil del lomo, lo demás desapareció en un desconchón que sufrió allí el mármol. Las dos letras finales del último renglón están mutiladas por otro desconchón, pero son ciertas. Puede leerse así: …/ menii pue/ri qui vix(it)/ in nom(ine) [Xp(isti)] N. 30. Las letras son de 0,30 a 0,35 de altas. La O del último renglón solo de 0,022. Están grabadas con trazos finos ensanchados en los extremos libres. Son de tipo capital todas, trazadas espontáneamente. Son de notar la P del r. 1, de tipo cursivo, sin cerrar, y la R del 2, que, por carecer del último trazo, a causa seguramente de un trazado inspirado en algún modelo cursivo, quedó grabada como una P abierta, sin que se observe diferencia con la P del r. 1. La Q carece del apéndice, de forma que podría tomarse por O, a no ser aquel un brevísimo trazo que malamente se quiere ver hacia la mitad del cuadrante inferior de la curva. Más bien creo que no lo tiene, lo que no es cosa de particular en los epígrafes. Uno cristiano, muy antiguo, se conserva en el Museo Lateranense en el que el segundo renglón está escrito así: IN PACE QVI VIXI ANOS (Maruchi: Epigrafía cristiana, lam. XV, 4), cuya lectura es evidente que debe ser qui en el relativo. Entre los cristianos españoles hay uno cordobés del año 608 (Vives 166 a), que tiene escrita así la palabra cuinquaginta: QVINOVA/GINTA. Las abreviaturas vix(it) y nom(ine) no están señaladas con indicación alguna. De los suplementos de Vives solo es aceptable el primero, que puede ser depositio Pimenii, o casa análoga. Fam. Xpi no es aconsejable porque el apelativo famulus no aparece por primera vez hasta el año 465 y en la propia Mérida. La forma Xpi. no aparece con seguridad hasta el año 465 en Mértola. En Mérida, la forma Xpi no aparece en los epígrafes hasta el siglo VII, y la fórmula famula Xpi hasta el año 661 (Véase el n 20). Además, el famulus Xpi sería una redundancia en el epitafio ya que la última fórmula qui vixit in nomine Xp(isti), sí es como la leo puede ser la expresión de la profesión cristiana del difunto. Por las razones expuestas y por la paleografía, creo que el epígrafe puede fecharse hacia el año 400. Tesis Doctoral 788 31 Descubierta en Mérida, en el corralón de Don Juan Grajera (Hübner), en el que se encontraron los epígrafes incluidos aquí con los nn 2 y 17. Don Joaquín López de Letona la regaló a don Eduardo Saavedra antes de 1886, o hacia ese año. Actualmente se desconoce su paradero; pero se conserva una buena reproducción fotográfica en Fita. La publicaron: Fita IX 1886 p 396. Hübner 330. Vives 23. Fita la leyó bien; pero no se da cuenta de algunos detalles y la fecha en el siglo V. Hübner la fecha en el siglo VI. Vives cree mejor atribuirla a la primera mitad del siglo V por el recepta, por el crismón y por la falta de la era y del famulus. Está grabada la inscripción en una losa de 1 m. de alto y 0,50 de ancho (Hübner), cubierta de un sepulcro, a la que le falta una parte de la cabecera y otra de los pies. Hacia la parte de la cabecera está grabado el epígrafe, como en los ejemplares de la segunda mitad del siglo V y del VI que ostentan las coronas encerrando el epitafio, y aún como alguna otra que no tiene aquel ornamento. El letrero, en cinco renglones, está escrito así: BONIFATIA CONIUN X SILVANI * VIXIT AN NIS XVIIII RECEPTA IN P ACE* DIAE II IDUS FEBR Del 400 5 URIAS IN NOMINE al 440 de C. Debajo está el crismón constantiniano, muy grande, con la rho abierta, y en los ángulos laterales de la X el alpha y omega, aquella de la forma cursiva latina llamada “uncial”, muy aguda. Debe leerse así: Bonifatia, coniun/x Silvania, vixit an/nis XVIII. Recepta in p/ace diae II dius febr/uarias in nomine Xp(isti). Las letras son de tipo capital clásico, con D de trazado cursivo en tres tiempos; y aún la última de februarias, en cuanto puede apreciarse en el fotograbado, tiene también el mismo aspecto cursivo, que en general, y dentro del trazo normal de las demás letras, también se advierte en la inclinación de la escritura. Respecto al alpha ya queda dicho que la A latina cursiva antigua, acentuando y exagerando su trazado como en el ladrillo de Aceuchal, y como en algunos otros crismones emeritenses grabados en piedra, (Véanse nn 36, 47, 62) que pueden tener su precedente en estos tan primitivos. La rho del crismón también es como R latina cursiva, abierta, con el segundo trazo iniciado a la izquierda del primero. La ejecución del grabado difiere en absoluto de lo conocido del año 442 en adelante. Son de notar las hojitas intercaladas en los rr. 2 y 4, y las formas coniunx por coniux y dias por die. Vixit annis en vez del vixit annos tan vulgar y corriente cuando aparece escrito sin abreviatura. Recepta in pace como el epitafio de Octavia del 442 (Véase n 1). También es interesante la mención del nombre del marido. Con todos estos datos creo que puede precisarse la fecha del monumento como anterior al año 442, pues si bien aparece en él la fórmula recepta in pace, que la relaciona con el epitafio de Octavia, tiene características que han de ser anteriores: la ejecución del grabado de las letras, la mención del nombre del marido, la ausencia de la era y, finalmente, la fórmula in nomine seguida del crismón, por lo que estimo el epígrafe labrado entre el 400 y el 440 a lo sumo. Los epígrafes cristianos latinos de Mérida 789 32 Hacia 1895 o 1986 se descubrió este epígrafe al N. E. de la ciudad, en el sitio llamado “Siete Lechos”, suerte de “Los Caminillos”, en una tierra propiedad de don Urbano Fernández Montenegro, quien la regaló al Museo Arqueológico de Mérida (Macías Inventario), donde se conserva. La publicaron: Fita XXIX 1896 p 259. Hübner 339. Mélida 2028. Diehl 1379. Vives 21. Fita transcribe bien; pero pone sobre el epitafio un crismón y añade una hojita al final de los rr. 1 y 2, intercalando interpunciones en los tres últimos, no existiendo ni uno ni otras en la piedra. Fecha el epígrafe en el siglo V. Hübner estima las letras del siglo IV avanzado. Mélida copia a Fita. Diehl omite el crismón y se atiene a la fecha dice Hübner. Vives suple el crismón, del que dice que hay indicios, y se aviene con la fecha de Hübner. El epitafio está grabado en una losa de mármol blanco, veteado de gris, de 0,465 de alto, 0,37 de ancho y 0,025 de grueso, de forma irregular por las roturas que redujeron su tamaño primitivo. El letrero ocupa la mitad superior de la piedra, por lo que Fita supuso que la parte no escrita sería destinada a clavar la piedra en el suelo, cuando en realidad habrá de verse en el mármol un fragmento de una tapa sepulcral análoga a la del número anterior. He tratado de encontrar los vestigios del crismón que había encima del letrero; mas por mucho cuidado que he puesto en observar la fractura superior de la lápida, no he hallado de él, y he de advertir que la piedra está en el mismo estado de conservación que tenía cuando la publicó Fita según la fotografía que entonces se sacó del letrero. Este, en cuatro renglones dice: LUPERCUS FIDELIS RE CEPTUS IN PACE Del 400 VIXIT AN XXX al 440 de C. Lupercus, / fidelis, re/ceptus in pace, / vixit an(nos) XXX. Las letras están grabadas sin biseles, con cierta sencillez de ejecución. Su altura varía entre los 0,030 m. y los 0,045. Su trazado es de tipo capital y se advierte la influencia de la antigua cursiva romana en la D, en la que se acusan los tres tiempos, en la P, de cuatro trazos, pero el segundo iniciado muy izquierda del vertical, con cierta inclinación que responde a la del modelo cursivo, y aún el tercero se inicia también a la izquierda de aquél. Fita hizo observar ya esta forma. Al mismo sistema cursivo se ajusta el trazado de la L, y el de la P, cuyo pie se prolonga hacia la derecha en Lupercus. La abreviatura an(nos) o an(nis) no tiene signo que la indique. No hay hojitas ni interpunciones. El apelativo fidelis no puede dar al epígrafe mayor antigüedad que la que prudentemente puede asignársele por el empleo de la fórmula receptus in pace, que en Mérida llega, por lo menos, hasta el año 442 (Véase n 1) en el epitafio de Octavia, cuyo apelativo devota ha de ser equivalente al que se da a Lupercus. Con todos estos antecedentes creo aconsejable fechar por ahora la inscripción entre los años 400 y 440. Tesis Doctoral 790 N. 32. 33 No sabemos más que fue encontrada en Mérida y que en 1906 estaba ya en la colección del marqués de Monsalud en Almendralejo. Juntamente con otras fue adquirida por el Estado en 1930 y pasó al Museo Arqueológico Nacional, en donde hoy está. La publicaron: Monsalud XLVIII 1906 p 487. Mélida 2040. Vives 20. Monsalud leyó bien y propuso estos suplementos [Ju?]lius Cr[escens…fideli ? ]s. Recess[it in pace…anno?]rum XXX. Mélida siguió en todo a Monsalud dio por seguro el suplemento [Ju]lius. Vives da por seguros estos otros sobre los de Monsalud: [Iul]ius Cr[escen]/s recess/[it anno]/rum XXX, dando una distribución de cuatro renglones, aunque numera tres. La cree probablemente anterior al año 450. Es un fragmento de epitafio grabado en un pedazo de losa sepulcral, de mármol amarillento, roto por todos sus lados, aunque parece conservar por el borde inferior parte del corte antiguo. Mide la piedra hoy 0,320 m. de alto, 0,245 de ancho y 0,040 de grueso. Encima del primer renglón, junto a la fractura se conserva un arco de circunferencia grabada como las letras, la cual formaría una corona en la que seguramente estaría incluido el monograma de Cristo, circunstancia omitida por todos los autores. Debajo solo hay los restos de tres renglones, en los que se ve esto: Los epígrafes cristianos latinos de Mérida 791 [..]ỊUS CṚ S RECESṢ RVM XXX̣ alrededor del 440 de C. Delante del primer signo del r. 1 se ve un trazo horizontal, que puede ser L o E, e incluso F de cuatro trazos. El primer signo es incierto, por haber desaparecido en su porción superior; puede ser I; pero también podría ser T, sin razón para optar por una u otra lectura. La R final es cierta, aunque mutilada, como lo están la S y la X finales de los rr 2 y 3 respectivamente. Ha de leerse pues: [……]us cr[……]s recess [it ….. / …anno]rum XXX[…..] Los suplementos propuestos por los editores son inaceptables por temerarios sobre datos tan escasos y algunos completamente inciertos. Los editores no han tenido en cuenta que el crismón, o adorno que había sobre el epitafio estaría más o menos centrado con éste, y que calculada la longitud de los renglones por el eje de la circunferencia, por la izquierda queda más de la mitad del epitafio, y por la derecha falta algo también. La edad del difunto podría ser más de XXX años. Lo único cierto es el recessit y el annorum, éste, por cierto, bien raro en la epigrafía emeritense. Las letras están grabadas con surcos finos y delgados que se ensanchan paulatinamente hacia los extremos de los trazos. Su trazado es suelto, libre e inclinado. Su altura varía de los 0,040 a los 0,040 m. La R es abierta. La posición del crismón que hubo seguramente sobre el letrero, y el uso del verbo reccesit aproximan esta inscripción a la de Octavia (n. 1), por lo que estimo que la piedra pudo labrarse alrededor del año 400. 34 Se conserva en el Museo Arqueológico de Mérida. No figura en el Inventario de Macías, pero sí en las notas de Floriano (1934-1939). Ingresó, pues, allí después de 1910 y antes de 1939. Se encontraría en la ciudad o en sus alrededores. Estaba inédita y la publiqué en mi artículo “De epigrafía”, n. 9. Por errata puse allí “en la primera mitad del siglo V o en los últimos años del VI”. Está grabada en lo alto de un tablero decorativo de mármol blanco, de 0,69 m. de alto, 0,33 de ancho y 0,035 de grueso. Contiene en muy bajo y dulce relieve un haz de trigo en alto; debajo una planta, con pretensiones de árbol, que no es sino una mata de calabazas o melones, todo como símbolo de estación que indica la leyenda en un solo renglón y muy distanciadas las dos sílabas de la única palabra que lo compone: A E S T A S 2ª mitad del s. V a principios del VI. Tesis Doctoral 792 N. 34. Las letras son 0,025 m. de alto. La A es de travesaño angular; pero las prolongaciones de los ápices, de su segundo trazo oblicuo en la inicial, y el arrastre de los del trazo horizontal de la T hacia abajo, unido al suave modelado del relieve me determina a fechar este epígrafe en la segunda mitad del siglo V, aunque pudiera alcanzar, quizá, los primeros años del VI. 35 Fragmento hallado en Mérida en 1907 o poco antes. En esa fecha estaba en la colección Monsalud, en Almendralejo. De ella lo adquirió el Estado en 1930 y pasó al Museo Arqueológico Nacional donde se conserva. Lo publicaron: Monsalud L 1907 p 249. Mélida 2042. Los epígrafes cristianos latinos de Mérida 793 Monsalud lo reconstruye así después de dar una composición tipográfica del fragmento con medio crismón y una palomita a la derecha. [Mari?]a [famula D]ei vi[xit annos…]. Menciona la corona; pero no saca más consecuencias, ni fecha la inscripción. Mélida se limita a copiar a Monsalud. Está grabada en un pedazo de una losa mármol amarillento, de 0,240 m. de alto, 0,0190 de ancho y 0,040 de grueso. Se ve, no muy bien, pero cierto el trazo vertical de la P del crismón “constantiano”, y el ángulo derecho de la X. A la derecha, mirando al símbolo, una paloma. Debajo un trazo de la corona de laurel que encerraba el epitafio, y de éste se conservan las siguientes letras finales de los renglones primeros: [……]A […..D]EI * VI Del 470 al 510 de C. …a / …….. Dei vi/xit …… Del final del renglón siguiente se ven algunos trazos inidentificables. Las letras, de 0,022 m. a 0,025 de altas no ofrecen particularidad alguna. La ejecución de las hojitas de la corona autoriza a fijar la fecha que doy. La interpunción del r. 2 es incierta, aunque parece haberla; sería un punto redondo, lo que parece muy raro, si no es una erosión de la piedra como hay otras. 36 Estaba en Mérida, en la fachada de la casa del Duque de la Roca, debajo de la ventana que mira al convento de Santa Clara, cuya iglesia es hoy Museo Arqueológico, a la izquierda de la puerta. Pasó a dicho establecimiento y allí se conserva. La publicaron Hübner 23. Amador de los Ríos Monumentos 1 IV 24. Fita XXV 1894 p 85. Plano Ampliaciones p 143 reproduciendo a Fita. Mélida 2054. Todos los editores, salvo Mélida, dan un crismón formado por un trazo vertical, el trazo que indique la rho, cruzado con la X, el alpha y la omega. Mélida indicó ostensiblemente la rho; pero con un tracito curvo sobre el extremo del trazo vertical. Ninguno, salvo Fita, dijo nada de la edad del grabado, el cual la conjeturó del siglo V con interrogación. El símbolo cristiano está grabado en el frente de un monolito de mármol blanco, prismático, de 1,63 de largo, 0,25 de ancho y 0,30 de grueso. Fue, seguramente el dintel de una puerta de algún edificio emeritense de la época visigoda. De entonces, o posteriores, serán los agujeros que están abiertos por la cara inferior de la piedra, como para servir de quicialeras. La sospecha de que puedan ser posteriores es un poco vana, pues la fundo en la distribución irregular de los agujeros respecto de los extremos del dintel, y esa distribución aritmética pudo ser también de la época del primitivo edificio; pero tantos aprovechamientos han tenido los antiguos materiales de construcción que en casos como el presente no se puede dictaminar con seguridad. En el centro de la piedra está el crismón, formado con la rho, trazada y grabada como R latina y abierta, sin que tenga nada de particular que los editores no hayan tenido en cuenta este detalle porque apenas es visible. Cruzada con la rho está la ji de tipo ya de la época visigoda, es decir: formando ángulos obtusos muy abiertos arriba y abajo, y cuando muchos los laterales sin que los extremos de los trazos de cada lado alcancen la rho. Dicho de otra manera, Tesis Doctoral 794 como diámetros de un mismo círculo con la rho. La altura de esta letra es de 0,18 m. El ancho de la ji, de extremo a extremo es de 0,155 m. Sus trazos son como los de la rho, de 0,18 m. de longitud. El alpha tiene forma de a cursiva antigua, como la del epitafio de Bonifatia (n 31); pues es de trazos rectos, como interpretada con un sentido puramente decorativo. Su altura es como la de la rho; su ancho, abajo, de 0,20 m. La omega tiene la forma minúscula griega, con un alto de 0,095 m. y su ancho de 0,17. El grabado del símbolo y de las letras es a biseles profundos muy ensanchados en los extremos de los cabos. Las características expuestas, y el no disponer de más elementos de juicio no me permiten fechar la ejecución de este grabado con una aproximación más concreta que en los fines del siglo V o en el siglo VI, aunque apurando la precisión pudiera pensarse en la primera mitad de la sexta centuria. 37 Hallada en Mérida en 1907 o poco antes. En esa fecha la tenía ya en su poder el Marqués de Monsalud en Almendralejo. La adquirió el Estado en 1930 y se conserva en el Museo Arqueológico Nacional. La publicaron: Monsalud L 1907 p 248. Mélida 2041. Vives 30. Vives al reconocer que es diferente de la que aquí se inserta con el n 8 piensa que quizá es el n 30 de Hübner que incluye después y probaré que es otra inscripción diferente. (Véase n 38) El epígrafe está escrito en el fragmento de una losa de mármol blanco, roto en cinco pedazos, que en conjunto dan un alto de 0,365 m., 0,440 de ancho y 0,045 de grueso. Del epígrafe solo quedan los cuatro primeros renglones. Era un epitafio encerrado en una láurea formada con grupos de tres hojas puestos en una sola dirección en cuanto se ve por encima y a la izquierda del letrero. Esto se inicia con una cruz sencilla que encabeza el r. 1. Aunque sin fecha segura es incuestionable que es el ejemplar más antiguo de Mérida en que se da este caso, que no vuelve a repetirse hasta el año 588 y que caracteriza a los epígrafes del siglo VII. Los renglones conservados dicen: MARIA FA MU[L]A DEI VIXIT ANNOS XXVII RE Hacia el 510 QUIEVIT IN PACE Ḍ[…] al 520 de C. María fa/mu[l]a Dei, vixit / annos XXVII. Re/quievit in pace d[(ie)…] La L del r. 2 se ha perdido con la fractura. La D final es incierta, aunque parece pedirla el formulario. Las letras son altas de 0,021 a 0,035 m. El aspecto de ellas es el de haber sido trazadas con mano suelta, ejecutadas con trazos finos y ensanchados los extremos. La A es siempre de travesaño angular. La D de forma cursiva antigua, en tres tiempos, como la F en cuatro. La M y la N tienen el mismo aspecto cursivo. La P es abierta, lo mismo que la R, cuyo segundo trazo se inicia más abajo del extremo del primero. Las M-A de Maria están enlazadas, y la I de vixit dentro de la V que le precede. El formulario, en cuanto se ve, es el normal del siglo VI. Los epígrafes cristianos latinos de Mérida 795 Por la organización de las hojas de la corona, por su ejecución y por la forma y hechura de las letras alrededor del año 510 al 520. 38 Hallada en Mérida al final de la calle de Vespasiano, cerca del acueducto de los Milagros, de Albarrejas, a su entrada en la población, en el mismo sitio en el que halló en 1829 (Monsalud) la incluida en el n 12 de esta colección. En 15 de octubre de 1897 la tenía ya en su palacio de Almendralejo el Marqués de Monsalud. En 1930 la adquirió el Estado y pasó al Museo Arqueológico Nacional donde se conserva. La publicaron: Monsalud XXX 1897 401. Hübner 344. Vives 39. Monsalud la leyó bien; pero creyó que era un fragmento de la de Arestula, que Hübner había dado por perdida. Hübner hizo notar el error del primer editor. Vives completa el fragmento con el formulario general, distribuyéndolo en cuatro renglones, y la cree posterior al 462. Es un fragmento de epitafio conservado en un pedazo de losa sepulcral, cuyas dimensiones son 0,265 de alto, 0,135 de ancho y 0,035 de grueso. Por debajo del último renglón se conserva una parte de la corona de laurel que rodeaba el letrero, del que quedan cuatro renglones incompletos en los que se lee: […VIX]IT Ạ[N…] […RE]Q̣UIEVỊ[T…] […]D. VII KAḶ[…] Hacia el 510 […]ERA D[…] al 520 de C. […vix]it a[nnos … / …re]quievi[t…/ …] d(ie) VII kalendas … / …]era D […] Las letras son de 0,30 a 0,037 de alto en los rr. 1 a 3, y de 0,029 a 0,046 en el último renglón. En el 3, la altura de los numerales es de 0,22, y la de K siguiente de 0,022. La A es de travesaño angular. La D ofrece manifiestos sus tres trazos. La E del r. 2 inicia su tercer trazo muy a la izquierda del primero. La K es de cuatro trazos, el segundo iniciado en el pie del primero y seguido horizontal y hacia la derecha. La R es abierta. En el numeral, la V tiene la segunda rama vertical, de la misma altura que las dos íes que siguen. D(ie) está abreviado en la forma normal en el siglo VI. Las características paleográficas, el grabado de las letras y la ejecución y organización de las hojas de la corona inducen a fechar este epígrafe hacia los años 510 al 520. 39 De Mérida según Velázquez, de quien la reprodujo Hübner 30 Supp p XVI. Hübner en el Supplementum dijo que esta era la misma que dio en el número 341, refiriéndose al epitafio de María, que doy aquí con el n 8. Monsalud (XXXI 1897 p 400) dice lo Tesis Doctoral 796 mismo teniendo la de Velázquez por un fragmento de esta. Vives (30) sospecha que la de Velázquez es el n 36 de esta colección. Yo la tengo por diferente de la una y de la otra, y basta ver que en todos sus detalles difieren las tres para darlo por seguro. El dibujo de Velázquez es bastante fiel según la forma de las letras, que no pudo inventarse el dibujante, y la de la corona. El letrero no es más que un fragmento de epitafio, los tres primeros renglones, mutilado, quizá el 3, rodeado de una corona estilizada, de la que solo resta un arco a la parte superior derecha. El primer renglón está iniciado por la cruz monogramática, abierta, y juntamente con las otros dos dice: MAṚIA FAMULA DEI Hacia el 515 VIXIT ANNO […] al 520 de C. María, / famula Dei, / vixit anno […] La R del primer renglón aparece en el dibujo con un trazo horizontal sobre el vertical, de modo que podía parecer un enlace de T-R y podía leerse Matria; pero este enlace sería rarísimo en el tiempo al que pertenece el letrero, como puede verse en la tabla 13. Por otro lado, es posible que dicho trazo horizontal sea una interpretación de la terminación ensanchada del cabo superior del trazo vertical de la R, que sobresale del arranque del segundo, como es corriente en el siglo VI a partir del año 552. A esta segunda hipótesis me atengo y leo Maria, nombre que debió abundar en la ciudad, mientras que Matria sería rarísimo como nombre propio. Las aes son de travesaño angular. La D es extraordinariamente cursiva, sino es una interpretación como creo más posible. La F es de cuatro trazos. La corona está compuesta con dos círculos concéntricos cuyo anillo llenan líneas pareadas en ángulo, variante, o interpretación por el dibujante de un tipo de corona análogo a la de Maria (Véase n 8). Por la corona y por su composición, por el detalle anotado de la R y por la forma de las demás letras esta inscripción debió grabarse hacia los años 515 al 550. 40 Se cita por eruditos antiguos como existente en Mérida, conservada en la pared del jardín del Hospital de Jesús, hoy Parador Nacional del Turismo. Hübner la da como perdida. Yo la he buscado inútilmente en el Parador y en la ciudad. La publicaron: Hübner 27. Diehl 1429. Vives 40. El epitafio estaba encerrado en una corona y sobre el primer renglón el crismón de tipo constantiniano en la transcripción de Hübner, el cual la da así: “AVRILIVS FAMV DEI VIXIT ANN //// XXXIIII REQVIEV //// Los epígrafes cristianos latinos de Mérida 797 IN PACE DIE X K ///// 5 IVLIAS ERA //////// DEFVNC //// “ 1ª mitad del s. VI Ponz leyó Aurelius en el r. 1, y Báyer Depund en el último. Diehl se conforma con Hübner. Vives se conforma con la transcripción de Hübner, pero da un renglón menos y al final lee dep. und[ecimo…], interpretando dep(ositus) und. y alegando un epígrafe de Zahara (Vives 145) en cuyo último renglón se lee DEPVND… que también interpretó como dep(ositus) und[ecimo kl…]. El mismo Vives en el suplemento y en el epígrafe de Vetaliana (485) leyó depundtus, que según él viene a confirmar la lectura propuesta por Hübner en el epitafio de Aurilius, aunque en la piedra dice depundius. Nada es posible ahora definir en esta cuestión. Basta por el momento, y ya es mucho, fijar la lectura del letrero en su último renglón así: depund…, como la dio Pérez Báyer, y como aparece la palabra, igualmente mutilada, en el epitafio de Zahara y corrobora el depundius o depundtus que se lee también al final del epitafio de Vetaliana, aquí entera, aún con la incertidumbre de si hay I o T. Lo que no puede ser la palabra defunctus, pues en el caso del epitafio de Vetaliana debería ser femenina, defuncta y es masculino; y esto sobre tener que explicar la corrección de la F por P y de la C por D. De la transcripción dada solo puedo deducir la fecha del epígrafe, por la corona que lo encerraba, en la primera mitad del siglo VI, fecha que por otra parte coincide con el uso de la fórmula depundius o depundtus en los epígrafes de Badajoz y Zahara (años 522 y 552 de C., respectivamente). 41 Se encontró en Mérida, en la estación del ferrocarril, juntamente con dos fragmentos de inscripciones romanas. En 1900 estaba ya en la colección Monsalud, en Almendralejo, y allí se ha debido perder o habrá ido a parar a un lugar desconocido. Se ha buscado y no se ha encontrado. La publicaron: Monsalud XXXVI 1900 p 518. Hübner 532. Vives 37. Monsalud dice que era un “fragmento de mármol blanco, de 0,14 m. de ancho por 23 de alto” y da esta transcripción, que es un fragmento de epitafio: “RNINVS AMVLV T ANN E ////// “ 1ª mitad del s. VI Y la suplió así: “[Satu]rninus [f]amulu[s Dei vixi]t ann(os) …” Hübner, que vio el calco que le envió Monsalud, transcribe solo los tres primeros renglones, la R del r. 1 la pone rota y acepta los suplementos del primer editor. Añade que las letras son elegantes, juzgándolas del siglo VI, y que son de 0,03 de altas. Finalmente, dice que está dentro de una corona vegetal. Acepta los suplementos de Monsalud. Vives no dice más. Tesis Doctoral 798 Por la corona que rodeaba el epitafio, y cuyos restos reconocería Hübner en el calco, creo que esta inscripción pudo labrarse en la primera mitad del siglo VI. 42 De Mérida. Pasó a la colección del Marqués de Monsalud, donde ya estaba en 1899. Allí, en el palacio de Almendralejo, se ha buscado inútilmente estos últimos años, sin lograr tampoco averiguar su paradero. Lo publicaron: Monsalud XXXV 1899 p 222. Hübner 524. Monsalud da esta transcripción, sin indicar suplemento ni circunstancia alguna del estado de conservación del epígrafe: Isidorus/Ursicinus. Únicamente añade que es el principio de una “inscripción fúnebre que ocupa el centro de una corona de laurel de 0,30 m. de diámetro cuya mitad inferior ha desaparecido”. Hübner recibió la impronta que le envió el marqués y de ella sacó la transcripción que publicó haciendo observar que no aparecía en la impronta más de lo que él da, diciendo que las letras parecen del siglo VI. El letrero estaba grabado en una “laja de pizarra, de la que el pedazo que perteneció a Monsalud medía “0,34 m. de alto por 0,42 de ancho”. Las letras enteras y los renglones que vio Hübner son los siguientes: “…DORVS V…CỊNVS” 1ª mitad del s. VI Entre la V y la C del r. 2 solo pone el arco superior de una letra. De la I siguiente a la C solo pone la mitad inferior. La D la da como delta griega, por lo que evidentemente tenía la forma cursiva de tres trazos tan usual en los epígrafes emeritenses de la época y que los editores acostumbraron a transcribir por la susodicha letra helénica. Isidorus Ursicinus, dos nombres en el mismo epitafio, correspondientes a un solo difunto, es cosa tan rara en estas inscripciones que no se puede aceptar sin comprobación, la cual por hoy es imposible. La láurea que encerraba el epígrafe es indicio de que se grabaría en la primera mitad del siglo VI. 43 Hübner la vio y la copió estando puesta en la pared del jardín del Hospital de Jesús, siendo ya cárcel el edificio y hoy Parador Nacional del Turismo. Luego pasó al Museo Arqueológico de Mérida donde ahora se guarda. La publicaron: Hübner 36, Fita XXV 1884 p 86. Plano Ampliaciones p 142 reproduciendo a Fita. Melida 2026. Vives 43. Hübner en el facsímil que publicó omitió la rayita horizontal sobre SCLO en el r. 1; el enlace M-E y la N finales del 2; la E final en el 3; dio como R la penúltima letra del 4 y como I la última, no viéndose ésta, sino un trazo horizontal en lo alto del r. Fita dio como V la última letra del 5 de las tres que le preceden, dando como I la penúltima. Leyó y completó así: [… penitens, famulus Dei cui in hoc] seculo mu[ndam transegit vitam, dignus Deo] suum comen[davit apiritum. Vixit annos…Re]ceptus in [pace sub die IIII] non(as) ianuari[as, era DC…In celo regna]nti sancti Los epígrafes cristianos latinos de Mérida 799 o[courrite angeli. Amen.].Dice del epígrafe que es tipo del siglo VII. Mélida copió a Fita. Vives omite la rayita horizontal sobre SCLO en el r. 1, y da por V la última letra. En lo demás copia el facsímil de Hübner, suprimiendo las tres últimas letras que éste da como mutiladas. El letrero está fragmentado en un pedazo de mármol blanco, reliquia de una losa mayor. Mide actualmente 0,290 m. de alto, 0,225 de ancho y 0,060 de grueso. El epígrafe sería, pues, mucho mayor, y dado lo excepcional del texto que había de contener, no es posible calcular cuánto le falta. Lo cierto es que el renglón inferior está lamido por la fractura, y que a los costados debía de haber muchas letras y aún palabras. Solo parece que por arriba no había más; pero aún esto incierto. Los restos que nos han llegado, que son de cinco renglones, dicen así: [……]SCLO. Ṃ[…….] [….]SUU. CONMEṆ […..] [….]CEPTUS IN [……] [….]Ṇ IANUAṚ […….] 5 [….]NTIN SC̣ḶỌ [……] Alrededor del año 588 de C. […….]s(e)c(u)lo m[…… / ……] suu(m) conmen[davit …… / ……]ceptus in […… / ……]n ianua r (?) [….. / …..]nti s(e)c(u)lo [………] Al final del primer renglón se ve en la piedra el ápice de un trazo que resulta inidentificable; podría ser de una V; pero también podría serlo de una I o de una A. En el primer caso podría tener razón Fita en proponer el suplemento conforme a la fórmula que se lee en el epitafio de Saturninus (Véase n 15); pero todo queda incertísimo. La N final del r. 2 está mutilada, mas es segura. Por delante de ceptus se ve en el pie de un trazo oblicuo que no parece de la E, y por consiguiente [re]ceptus no parece probable, de no suponer que se hubiera omitido la vocal y se hubiera escrito RCEPTVS, o que se hubiera abreviado con una rayita sobre la R o cruzando alguno de sus trazos. Por la preposición que viene detrás parece la lectura y suplemento [re]ceptus in [pace] son lógicos y llanos; pero son inciertos. Detrás de la última A del r. 4 se ve una letra que los editores han dado por R; pero no está completa y podrá ser también B. Detrás de ella ya no hay ninguna letra, sino un trazo horizontal, incompleto, en lo alto del renglón. Por tanto, no puede leerse con seguridad ianuari[as], de no ser que detrás de la R hubiera de suponerse una S pequeña, posible, o cualquiera de las otras dos, I o A, que, con la rayita encima, hubieran de leerse ianuar(is). Pudiendo leerse además ianua, con significado propio, queda todo en la mayor incertidumbre. Finalmente, en el r. 5 son seguras todas las letras que transcribió; las C, O mutiladas por la fractura, pero ciertas; de la L solo se ve el trazo primero, vertical; más basta comparar estas cuatro letras con su rayita sobrepuesta con la abreviatura sclo.; del primer renglón para convencerse de que es la primera palabra igualmente abreviada. Ha de leerse, pues, como la doy y con ella se derrumba el suplemento de Fita. Las letras son altas de 0,023 a 0,040 en general. Hay otras más pequeñas intercaladas, de 0,018 y de 0,016 m. Los surcos son delgados y los ensanchamientos terminales triangulares y pronunciados. En cuanto a formas, la A es de travesaño recto y oblicuo; la L con el primer trazo inclinado a la derecha, o vertical; la unión de los trazos medios de la M no llega a la línea inferior del renglón. La P es abierta. Abreviaturas se cuentan las dos de s(e)c(u)lo y la de suu(m), indicadas por rayitas horizontales superpuestas. Tesis Doctoral 800 Están enlazadas las M-E del r. 2 en conmen…Letras intercaladas son la O de la susodicha palabra puesta en lo alto del renglón y la I de nti, cobijada a la derecha de la T que le precede. Si con lo dicho acerca de las características de la escritura de este letrero se compara su ejecución con la del de Saturninus, (n 15) se observará no solo que coinciden aquellas, sino que parecen trazados y grabados por una misma mano, por lo que creo que el fragmento del que trato aquí pudo labrase por el mismo escultor que labró el anterior y en los alrededores del año 588 que es la fecha del otro. 44 Se halló en el mismo paraje y tiempo que la inserta aquí con el n 55 (Fita), o sea en una excavación de la calle de Forner, que está a espaldas del Calvario y fuera del circuito de la muralla. Era propiedad del Sr. Plano en 1894. Luego pasó al Museo Arqueológico de Mérida, donde hasta la fecha se conserva. La publicaron Fita XXV 1894 p 85. Plano Ampliaciones p 143 reproduciendo a Fita. Hübner 347, Mélida 2021. Vives 36. Fita, en el r. 1, puso una S que no existe. Dice que las letras son del siglo VI. Lo mismo hizo Hübner, quien dice que la Δ que hay en el r. 4 puede haber pertenecido a la palabra kal(endas). Transforma la D latina en la letra griega, y en este caso por prejuicio, más que por evidencia de una forma que no está completa por haberse roto la piedra. Añade que juzga ser las letras del siglo VI. Mélida añade al error o errata de Fita otro nuevo: la A inicial del r. 2, leyendo como el primer editor. Vives suprimió la S inicial que sobraba en la transcripción de Fita. La piedra en que está escrito el letrero es una loseta de mármol blanco de 0,305 m. de alto, 0,110 de ancho y 0,050 de grueso. Está partida por la mitad de su altura. La piedra sepulcral se aprovechó en época posterior como material de construcción. Entonces se cortó dándole el ancho que hoy tiene, y, por detrás, se labró una entrecalle de trifolios superpuestos, para la ornamentación de algún edificio. Del letrero quedan cinco renglones, cortados a uno y otro lado, en los que se lee: […]F A Ṃ[…] […]ṆNOṢ[…] […]R E Q […] […]ḲAL. Ḍ […] 5 […]ṚẠ Ḍ […] Hacia el 560 al 600 de C. […]fam[ulus… / … a]nnos [… / …]req[uievit … / …] kal(endas) d[ecembres / … e]ra D[…] Las letras puntuadas están rotas por los cortes y fracturas de la piedra; pero son absolutamente seguras, y no hay más. La altura de todas oscila entre los 0,040 y los 0,050 m. Solo la O del r. 2 alcanza 0,033 m. Están grabadas con cuidado y sus terminaciones se ensanchan conforme al estilo más típico de los epígrafes de la época visigoda. En cuanto a formas está la A de travesaño recto y la de travesaño angular. La D es rectangular, la F de dos trazos y la L con el segundo oblicuo e iniciado Los epígrafes cristianos latinos de Mérida 801 a la izquierda del vertical. La unión de los trazos centrales de la M no llega a la línea inferior del renglón. La Q es ovalada y su apéndice cruza la curva recta y partiendo del interior de ella. La R es cerrada y el tercer trazo se inicia en el segundo, a distancia del vertical, con el extremo alto de éste sobresaliendo por encima del segundo. La S es ganchuda. Lógicamente kal(endas) está abreviada con solo kal, indicada la abreviación con un tracito oblicuo que cruza el vertical de la L. Por todo lo cual creo que la inscripción puede fecharse, más concretamente que lo hicieron Fita y Hübner hacia los años 560 al 600. 45 Fragmento diminuto que está guardado en un almacén de restos arqueológicos, detrás de la escena del teatro romano. Está inédito. El mármol, blanco, es un pedazo de lápida de 0,070 m. de alto, 0,050 de ancho y 0,020 de grueso. Del epitafio a que perteneció se conservan solo estas letras en tres renglones: DEI ṾṂ X̣ 2ª mitad del siglo VI La V queda incierta por la fractura; la M y la X son seguras, aunque mutiladas. Las letras son muy pequeñas, de 0,018 m. de alto. La D es de tres trazos. La unión de los trazos centrales de la M no desciende hasta la línea inferior del renglón. El nombre Dei parece indicar que el letrero correspondía a un epitafio, labrado en la segunda mitad del siglo VI. 46 En el Inventario del Museo Arqueológico de Mérida, redactado por Macías se registra con el n 139 una pieza de mármol cuya procedencia exacta de la ciudad se ignora. Es un gran paralepípedo de mármol blanco, cuyas dimensiones son 0,26 m. de alto, 0,58 de frente y 0,555 de lado. Este bloque marmóreo, encuadra por una sencilla moldura, lleva en su frente en letras muy grandes esta inscripción: AVG. SACR Aug(usto) sacr(um) Esta piedra no se si es la que trae Mélida con el n 704 (d). Desde luego dice este autor: “Inscripción. Museo de Mérida, 139.”. Pero escribe, tomándolo todo de Fita (XXV 1894 p 95), que es una laja cuadrilonga de mármol de 0,16 m. de alto y 0,48 de ancho, que tiene el epígrafe transcrito, que también publico Hübner (CIL II 471). Añade que estuvo en poder de don Juan Tesis Doctoral 802 Fernández, que la adquirió don Manuel Gutiérrez, y que está en el Museo. Pero el Sr. Fernández no acertó a decir en qué paraje se descubrió la inscripción. Coincide, pues, el número del Inventario y la ignorancia de la procedencia con lo consignado por Macías. Coincide también el texto del epígrafe; pero el desacuerdo, y la duda, por consiguiente, surgen al considerar que una laja de mármol no es un bloque prismático y al observar que las dimensiones no son las mismas, ni siquiera aproximadas. En cambio, Mélida, en el n 712 consigna entre las inscripciones del teatro cinco pedestales de mármol blanco, cuadrados, en cuyo frente se ve grabada, en todo el mismo epígrafe dedicatorio. Dice que estos pedestales muestran en su cara superior abiertos para sujeción de lo que sostuvieran. De estos pedestales se hallaron, según el autor, tres en el teatro, otro en el anfiteatro y el quinto al exterior del último edificio. Estos pedestales coinciden con el del Museo no solo en la inscripción sino también en la moldura que la enmarca y en el hueco de la parte superior. Pero todos son de procedencia conocidas, aunque son más aproximadas. Por otra parte, estas cinco inscripciones debieron ser descubiertas por Mélida en sus excavaciones, iniciadas en 1910, y la piedra que hay en Museo estaba ya allí cuando en 1894 se ocupó de ella el P. Fita. Quizá la piedra no estaba en las condiciones de visualidad en que ahora se encuentra y acaso, además, las notas tomadas rápidamente resultaran inexactas. Lo cierto es que allí existe la piedra que he comenzado a descubrir y que tiene dicho número 139. Sea de lo demás lo que se quiera, esa piedra era conocida en su aspecto romano e imperial. Pero es curioso que nadie haya visto que sobre ese aspecto pagano tiene la pieza un aspecto cristiano del más alto valor y totalmente inédito. Por la cara superior de la piedra se abrió en ella un hueco profundo, rectangular, cuyas dimensiones medias, pues está labrado con mucha irregularidad, son 0,178 m. de hondo y 0,440 por 0,255 m. de abertura en la superficie de la piedra, donde la forma del hueco es rectangular. A los 0,045 m. más abajo, se reduce esta abertura en todo su perímetro, formando un escaloncillo. 0,023 m. más abajo se forma otro segundo escaloncito, reduciendo todavía más la superficie del hueco, que aquí es de 0,298 por 0,151 m. con una profundidad de 0,110. Esta cavidad en sus testeros está redondeada como solían estarlo algunos sarcófagos antiguos y constituía la sección más importante y notable del hueco y éste era, en efecto, un tal sepulcro, pero de reliquias de santos, para celebrar sobre él el Santo Sacrificio de la Misa. Los escaloncitos servirían para encajar y ajustar la loseta de la cubierta, con la que quedaría igualdad la superficie de la mesa de altar. Y para que el destino que la piedra pagana tuvo entre la antigua cristiandad emeritense no quedara en duda, he aquí el testimonio fehaciente de carácter epigráfico, por el que esta pieza queda incluida en esta colección. El sepulcro de las reliquias tiene un eje mayor paralelo al frente en el que se ostenta el epígrafe pagano y entre los bordes de la cavidad y del susodicho frente vertical a éste y en el centro está grabado una cruz latina monogramática, con la rho muy abierta y en forma de R latina. El trazo mayor mide 0,090 m. y el menor 0,045. Está grabada a biseles profundos y muy ensanchados los extremos, dando por su forma y por su ejecución un tipo del siglo VI, en cuya cronología no caben mayores precisiones ahora por la escasez de elementos de juicio que proporciona el monumento. No es el único altar que se conserva de la época visigoda en España. En Andalucía, cerca de Loja, apareció un ara, romana en su origen, con epígrafe de consagración de la basílica de San Pedro y San Pablo, la nómina de las reliquias y la cavidad para guardalas abierta en el “focus” ejemplar recogido en la obra del P. Brann (Der cristliche Alter, Munich 1924). En Son Peretó, Monacor, se encontró un altar, muy semejante a este de Mérida, por la organización del sepulcro. El nuevo, aunque antiquísimo, altar emeritense es un documento de primer orden para la historia de la liturgia y para la arqueología cristiana. Los epígrafes cristianos latinos de Mérida 803 N. 46. 47 Pequeñísimo fragmento que he visto en el almacén de antigüedades que hay detrás de la escena del Teatro romano. Está inédito. Grabados en un pedacito de lápida, de mármol blanco, de 0,075 m. de alto, 0,062 de ancho y 0,033 de grueso, se ven alpha en forma de A latina cursiva, como la de los nn 31 y 44, y, debajo, medio trazo de una letra que podría ser una X (?) La altura total de estas letras no puede apreciarse por estar mutiladas. La forma del alpha y el grabado de los trazos visibles permiten fecharlas en el siglo VI. 48 Hallada en Mérida, en la calle de Alfonso IX, frente a la Iglesia de Santa Eulalia (Monsalud). En 15 de enero de 1897 estaba ya en la colección del mencionado autor, en Almendralejo. Allí se ha buscado recientemente sin encontrarla. Por ahora no hay más rastro de ella que el fotograbado de la impronta que el marqués remitió a Hübner y que éste reproduce en su libro. La publicarion: Monsalud XXXI 1897 p 402. Hübner 345. Monsalud leyó y suplió así: [Brac?]arius [fideli]ie Dei…, poniendo encima de los renglones los restos que se ven del crismón. Creyó el marqués que se trataba de un fragmento de la inscripción de Bracarius (Véase n 22), pero ya Hübner, que se limita a reproducir la impronta, refutó lo dicho por Monsalud. Tesis Doctoral 804 La piedra es un “fragmento de losa sepulcral de mármol blanco”. “Sus dimensiones: alto, 0,44 m.; ancho, 0,24 m.; grueso 0,05 m. “ (Monsalud). En la impronta se ve el brazo derecho de una cruz, que estaba grabada sobre el letrero, junto a la fractura del lado izquierdo. Debajo se lee malamente por lo deficiente de la impronta: R[I]ṾS ṾS DEI s. VI [……]r[i]us / […… famul]us Dei / [……] La I que pone Monsalud en el r. 1 no se ve en la impronta; pero no hay seguridad de que no estuviera. De la V siguiente no se ve más que el segundo trazo, y lo mismo en la V del r. 2, que desde luego no es I como dio el marqués. Por la disposición general de epígrafe y por la forma de la D, de tres trazos evidentes, se trata de un fragmento de epitafio labrado en el siglo VI. 49 Fragmento hallado en las afueras de Mérida, “al E., detrás del Conventual”, dice Monsalud, referencia topográfica muy rara por cierto, porque el Conventual está al Oeste de la ciudad y bañado por el Guadiana en sus cimientos. No sé si quiere decir “detrás”, como no sea las calles o manzanas de casas que hay al sur de la Alcazaba. La procedencia de la pieza queda, pues, incierta dentro de la ciudad o en sus alrededores. En 15 de octubre de 1897 lo tenía recogido el marqués en su colección de Almendralejo y en 1930 lo adquirió el Estado, pasando entonces al Museo Arqueológico Nacional donde se conserva. La publicaron: Monsalud XXXI 1897 p 401. Hübner 342. Vives 45. Aquí conviene ante todo decir que el fragmento de que me ocupo bajo este número está grabado en un pedazo de mármol, de 0,450 m. de alto, 0,300 de ancho y 0,065 de grueso, que corresponde a una losa sepulcral de la que no nos ha quedado más que la presente reliquia. Del susodicho epitafio solo restan el final de los dos últimos renglones. A la izquierda y debajo de ellos se ven dos rayas en ángulo, que formaban un recuadro alrededor del letrero como en los números 10, 11 y 17 antes estudiados. Esta inscripción, con su marco, estaban grabados en la mitad superior de la losa, mas tarde, ya en el siglo VIII, se utilizó la sepultura para depositar otro cadáver, y entonces se grabó en la tapa sepulcral un segundo epitafio debajo del primero, el cual se incluye también aquí en el lugar que le corresponde bajo el número. Monsalud leyó el epitafio antiguo así: “[… Ianu]rias era [DL]XXXII” ( = 544 de C.). En la transcripción no puso la A de era. No se dio cuenta de la existencia de dos epitafios distintos y adjudicó al segundo difunto el año de la muerte del primero. Hübner dio reproducción de la impronta que le envió Monsalud y advirtió que parece haber los epitafios de dos hombres, reunidos en una sola piedra. Lee así el primero: “…die…Ianua]rias (si ve Februarias] [era DC]XXXII (= 594 ? de C.)”. Más en el segundo epitafio leyó al fin: “….req]uievit in pa[ce die illa rensis illius] era…”, como si la muerte del segundo hubiera ocurrido en el mismo día que la del primero. Dice que las letras son acaso del siglo VII y que da el año 594 ? de C. para toda la inscripción. Vives suplió la A de era en el r. 1. Advirtió que “hay dos epitafios del siglo VI-VII”. Así es en efecto; pero son de fecha bien distinta el uno del otro y sus características bien diferentes. Los epígrafes cristianos latinos de Mérida 805 Del más antiguo solo quedan los susodichos dos renglones en los que se lee: […] Ṛ Ị A Ṣ Ẹ Ṛ A […] X̣ X X I I 554, 594, ó 604 de C. […..ianua]rias (o [februa]rias) era / [……..] XXXII. Las letras del r. 1, salvo la primera A, están mutiladas, pero son ciertas. En el r. 2 está mutilada la primera X, más también es segura. El alto de ellas solo es posible apreciarlo en la primera A que es de 0,041 m., en las equis, que son altas de 0,017, y en las íes finales, que lo son de 0,031. Las aes son de travesaño angular. Las equis forman el típico enlace, de indudable procedencia cursiva, con líneas quebradas cruzadas. La segunda A del r. 1 está enlazada o con la R entre su trazo primero y segundo. Según los epígrafes emeritenses fechados, la A con travesaño angular es típica en ellos desde el siglo V al año 601. Los enlaces de letras son raros antes del 588. Y, finalmente, el recuadro ornamental aparece por primera vez en el año 552 y la última en el 601. Estos datos coinciden con los de las fechas posibles del epitafio. Del numeral quedan las cifras XXXII. Pero no es forzoso que el numeral completo fuera DLXXXII (= 544 de C.), ni DCXXXII (= 594 de C.), como lo proponen respectivamente Monsalud y Hübner. Podría ser igualmente DXXXII (= 494 de C.), DXXXXII ( = 504), DLXXXII ( =554), DCXXXXI ( = 604) y todavía, DCLXXXII ( = 664) y DCLXXXXII (654). Más de los años 648 al 662 conocemos epígrafes suficientes y tan próximos los unos a los otros en el tiempo, que sus características obliga a rechazar la hipótesis de los años 644 y 654 para éste ahora en cuestión. Otro tanto ocurre respecto a la hipótesis de los años 494 y 504, quedando únicamente como posibles los años 544, 554, 594 y 604, fechas que están alrededor y muy próximas a las que resultan de los caracteres externos del fragmento, por lo que creo puede ser discretamente fechado entre los años 554, 594 o 604, siendo quizá la última fecha el límite preciso para que se utilizara nuevamente la sepultura al cabo de medio siglo por lo menos. 50 Fragmento aparecido en Mérida e ingresado en el Museo Arqueológico de la ciudad después de 1910 y antes de 1939, pues no aparece en el Inventario de Macías y si en las notas de Floriano (1934-1939). Allí se conserva. Lo publicaron: Vives 481, 483. Navascués De epigrafía n 8. Vives en el 481 dio la transcripción del pedazo superior que estaba separado del otro, leyendo domi en el r. 2 y omitiendo el 3. En el n 482 puso puntos suspensivos en el primer renglón, donde están los restos de las letras que coinciden con el 3 del fragmento anterior. Omitió la edad del difunto y la A final en el 3. El 4 lo transcribió así: IN PEϛEEI…y leyó: in p(ac)e ϛ fe/ria ? dudando la lectura y añadiendo un renglón en ella. El último renglón lo dio terminado en BONA. De la piedra se conservan tres pedazos que ajustan entre sí; pero faltan trozos que han dejado el epígrafe incompleto y en partes interesantísimas del mismo. El mármol es cremoso y la lápida mide actualmente 0,23 m. de alto, 0,23 de ancho y 0,02 de grueso. Los renglones que se conservan son siete, todos mutilados. Por la margen izquierda y a la altura de los rr 4 a 6 corre un surco vertical, abierto a biseles muy anchos, que comienza al nivel de la línea inferior del último renglón. Seguiría hacia lo alto de la piedra, y allí se enlazaría con otro surco igual que corre por encima del primer renglón. Por el costado izquierdo y por el borde superior conserva el mármol su corte antiguo. El fragmento del epitafio lo leo así: Tesis Doctoral 806 […] ỊA FAMULUS [D]EI FILIUS DOMỤ[S ?] [.] C̣ [.] Ị ET RE[BBI….] ṾIXIT AN[NOS .……] 5 XXI ET PAUSẠ[VIT] IN REQE ET[…..] BONA [……..] s. VI al VII […]ia, famulus / [D]ei, filius domu[s ? / …] c [.] i et re[bbi…] / Vixit an[nos …] / XXI et pausa[vit] / in req(ui)e et […] / bona […] El suplemento que propongo lo acredita el epitafio n 64. En tal caso la filiación estaría dada por el nombre de la tribu (domus ?) y del padre. Las letras son altas de 0,12 m. a 0,24, abiertas a biseles anchos. La A es de travesaño angular. La D trazada en tres tiempos bien marcados por el grabador. En la E, el segundo trazo se inicia más arriba del pie del vertical. La F es de cuatro trazos, el segundo cruza el primero de izquierda a derecha y de arriba abajo ligeramente. La P es abierta. La Q copiada de un modelo cursivo, que Vives confundió con el episemon, dando lugar el error a su lectura anómala. La R abierta y en el r.3 se inicia el segundo trazo a la izquierda del vertical, volteando por encima de su extremo superior. Las eses están todas al revés, caso no único en los epígrafes contemporáneos hispánicos; pero sí en los de Mérida. La V es de forma clásica lapidaria; pero la primera de famulus tiene al pie un apéndice que se prolonga hacia la derecha, como en la inscripción que incluyo con el número 55, interpretación lapidaria, seguramente, de un tipo cursivo. Finalmente, la X termina sus trazos en punta aguda. La palabra req(ui)e está abreviada sin signo que lo indique. Acaso la Q cursiva era suficiente para el significado por considerar incluida en ella la U y la I, o bien el trazador del epitafio no entendió bien el modelo manuscrito que lo daban y lo puse así. Enlazadas están las L-I de filius más bien ligadas como en la escritura cursiva sobre libros o documentos. Este es un caso bien raro y una de las circunstancias epigráficas que avaloran el interés de la inscripción. El epitafio ha de corresponder a las últimas décadas del siglo VI o a las primeras del VII. Los epígrafes cristianos latinos de Mérida 807 N. 50. 51 Fragmento diminuto que he visto en un almacén de antigüedades que hay detrás de la escena del teatro romano, en Mérida. Está inédito. Es un trocito de una lápida de mármol blanco, de 0,075 m. de alto, 0,095 de ancho y 0,018 de grueso, están los restos de tres renglones, de los que solo se pueden transcribir las letras del segundo: […]Ạ R I O Ṇ […] s. VI al VII en las que no leo nada. Son de 0,019 a 0,025 m. La A de travesaño recto. Grabadas a biseles muy anchos. Son del siglo VI al VII. 52 Estaba en Mérida, puesta en el pavimento del pórtico descubierto del Hornito de Santa Eulalia, en el ángulo de la derecha, entre el pilar y la verja. Me dio noticia de ella don José de C. Berra Rafols, quien la vio en 1947. En primeros de noviembre de dicho año la vi en el sitio que estaba y en enero de este año de 1948 ingreso en el Museo Arqueológico de la ciudad, donde se conserva. Está inédita. Tesis Doctoral 808 La inscripción está grabada en un fragmento de tablero de mármol blanco, de 0,045 m de alto, 0,330 de ancho y 0,100 de grueso. Consiste el grabado en el fragmento de una cruz decorativa, de tipo visigoda, grabada en la piedra con surcos finos. No queda allí más que poco menos de la mitad izquierda la cabecera del palo vertical y la parte superior del brazo izquierda. Los ángulos extremos de la cruz terminaban en sendos círculos de los que no quedan más que los dos superiores de la izquierda, en cuyo interior hay un monograma. Según lo que se ve en la piedra, sobre la cabecera de la cruz habría otro del que no se ve más que la letra de la izquierda. Todo estaba orlado por un ancho surco, abierto a biseles anchos, que siguiendo los lados del rectángulo de la losa enmarcaba la cruz, según copió y reconstruyó en el dibujo. Los monogramas contienen estas leyendas: A) 1º de la izquierda V I A B) 2º de la izquierda s. VI al VII S P E S C) En el centro, sobre la cruz V [….] En el monograma A) las letras están unidas por un trazo horizontal que va desde el centro del segundo trazo de la V, que está a la izquierda, a la mitad del primero de la A, que está a la derecha, cruzando la I por el centro. La V es de 0,031 m. de alto y la A de 0,034, diferencia apenas perceptible a la vista. La I en el centro, es de 0,058 m. de altura. La V es de forma capital lapidaria y la A carece de travesaño. En el monograma B) las cuatro letras están puestas en los extremos de dos trazos cruzados perpendicularmente; las eses están a los lados del brazo horizontal, que las liga, la P en el extremo superior del palo vertical, que le sirve de primer trazo; la E en el extremo inferior de dicho palo, del que salen a la derecha los trazos segundo a cuarto de la letra. La S de la izquierda es de 0,037 m. de alta y de 0,029 la de la derecha. La altura del palo en el que están la O y la E es de 0,076 m. La P es cerrada. En el monograma C) solo se ve la V, de 0,037 m. de alto, la cual se liga por un trazo horizontal, que parte de la mitad del segundo hacia la derecha, con las demás letras, en cruz como en los anteriores. Del palo vertical de esta cruz solo se ve algo más de su mitad superior; pero queda roto por la derecha y no es posible saber qué letras se formaban hacia esa parte. Deduciendo la forma de la cruz por el resto descrito, cabe suponer con fundamento que el número de monogramas inscritos en círculos serían nueve, dos por cada extremo de la cruz y otro en el centro, según la forma de estas cruces observadas en otras piezas visigodas. A esos nueve podrían añadirse uno, que existió encima de la cruz. Podría haber habido debajo de ella otro. Lo que no parece probable es que los hubiera junto a los extremos del palo transversal, pues algo del de la izquierda se hubiera conservado en el fragmento. Es esta piedra un monumento interesantísimo desde el punto de vista epigráfico por los monogramas, de composición muy sencilla; y también desde el punto de vista arqueológico por la pieza en sí misma, por su aspecto decorativo y por la finalidad que pudo tener, la cual no es fácil, deducirla del fragmento, dado el grueso del cual no es presumible que sirviera simplemente de ornamento arquitectónico. Mas en el aspecto religioso el interés sube de punto, pues parece haber representado esta cruz como un compendio ascético del cristianismo. Via parece hacer alusión a Jesús, que es el Camino, la Verdad y la Vida (San Juan, XIV, 6). En tal caso ¿el monograma C) podría haber sido Veritas, o Vita, dado que comienza por V? Spes parece aludir también a Jesús, manantial de promesas para el que le sigue. En el mismo sentido puede aludir el pasaje de San Pablo “et rursus Iasias sit: Erit radix Jesse, et qui exurge regere Gentes, Los epígrafes cristianos latinos de Mérida 809 in eum Gentes sperabunt”. (Romanos XV, 12). Los competentes podrán aquilatar este valor cristiano del monumento y deducir consecuencias. La ejecución del grabado de esta piedra puede ser obra del siglo VI al VII, según las características de los surcos y la forma de las letras. Reconstrucción y dibujo del autor, sobre la impronta. 53 Salió de la construcción de la Alcazaba emeritense, en donde estaba empleada la piedra como material de construcción en la fábrica árabe. Su hallazgo y extracción los hizo don José de C. Serra Ráfols, en el otoño de 1947. Se conserva todavía en la Alcazaba al pie del arco de la puerta de entrada, en el que se había autorizado por los constructores musulmanes para imposta de aquél. El Sr. Serra se comunicó la noticia de la aparición de este monumento insigne. Está inédita. Tesis Doctoral 810 La piedra en que está labrado el letrero en un monolito de mármol blanco, de 1,98 m. de longitud, 0,56 de ancho y 0,23 a 0,29 de grueso. En él, en la época romana, se labró una moldura. Fue utilizado como corona del podio de algún edificio monumental. La longitud de la piedra, calculada por lo que falta del epígrafe sería originariamente de cerca de 3m. En la época visigoda se aprovechó este bloque gigantesco para labrar la inscripción que contiene aprovechando para el grabado de las letras la cara superior, y así se pondría en la pared del templo cuya dedicación conmemora. Mas adelante, cuando Mérida cayó en poder de los musulmanes, la piedra se sacó de la construcción visigoda o se cayó al arruinarse el edificio. Entonces se rompería, si no lo hicieron de intento los propios musulmanes al adaptarla al ancho de la muralla de la Alcazaba. Con ello se perdió gran parte de la inscripción una de las más interesantes de la misma, quedando reducida a sus dimensiones actuales. Una vez dentro de la fábrica de la Alcazaba y por efectos del asiento que con el tiempo ha hecho, la piedra se partió en dos trazos, a lo ancho, como ha aparecido. El epígrafe, conmemorativo, se grabó en el sentido de la longitud del bloque. El r. 1 está iniciado por una cruz sencillo, de palos iguales, cruzados a la latina. El texto distribuido en ocho renglones, dice como sigue: Los epígrafes cristianos latinos de Mérida 811 DEDICATA EST HAC AULA AD NOMEṆ [SCE. MARIE VIRGINIE ET GLO] RIOSISSIME MATRI DOMINI NOSTRI ḤI[SU. XPI. AC SALVATORIS SECUN] DUM CARNEM OMNIUMQUE VIRGINUM PRINC̣[IPE …………. IN NOMI] NE CUNCTORUM POPULORUM CATOLICE FIDẸỊ [ ……………………………] 5 IUSSA CREARE SUNT RELIQUAE RECONDITẸ [………………………………] * DE CRUCE DNI. NI.* SCI. * IOHANNI BAPTISTE SCI. S[TEFANI …] * SCI.* PAULI * SCI.* IOHANNI EVANGELISTE SCI. * IACOBI * SCI. * IULI[ANI?......] ṢCE.*EULALIAE*SCI.* TIRSI SCI.* GENESI*SCE. MARCILLE*SUB D. CII KAL.FEBRU[ARIAS /ERA …….] Dedicata est hac aula ad nomen [s(an)c(t)e Marie Virginis et glo]riosissome Matri Domini Nostri Hi[(e)su Xpi(ist)i ac Salvatoris secun]/dum carnem omniunmque virginum, princ[ipe….. in nomi/ne cunctorum populorum catolice fidei [……] / iussa creare. Sunt reliquieae recondite [……] / de cruce D(omi)ni N(ostr)i, s(an)c(t)i Iohanni Baptiste, s(an)c(t)i S[tefani……] / s(an)c(t)i Pauli, s(an)c(t)i Iohanni Evangeliste, s(an)c(t)I Iacobi, s(an)c(t)I Iuli[ani ? ……] / s(an)c(t)e Eulaliae, s(an)c(t)I Genesi, s(an)c(t)e Marcille, sub d(ie) II kal(endas) febru[arias era ……] Para proponer los suplementos he tenido en cuenta la posible longitud de la piedra y la del último renglón. Con arreglo a este cálculo, epigráficamente, son posibles los suplementos que doy, los cuales están además acreditados en la literatura de la antigua liturgia española por lo que se refiere a los dos primeros (Ferotin Le liber ordinum cel. 518 y nota 5, col. 519). La lectura y suplemento Hi[(e)su Xpi(ist)i], además de por el sentido está garantizada por otras inscripciones de la época (pedestal de Loja, piedra de Vejer de la Frontera). Diehl cita las formas abreviadas His. Hsu., y la completa Hiesum (3395, 1586, 4677). Por otra parte, el orden de las dos primeras letras en este epígrafe es así evidentemente: HI. El suplemento del tercer renglón princ[ipe], es más problemático y conjetural: pero es posible que el rey fundara una iglesia. Conservamos el epígrafe de la fundación de San Juan de Baños por Recesvinto (Hübner 143, Vives 314), y el de los tres santos templos edificados por el ilustre Gudiliu[va ?] a sus expensas (Hübner 115, Vives 303). S[tefani] me parece lógico detrás del nombre del Precursor como protomártir. En España, en aquella época estaba difundido su culto o se le dedicaban basílicas, o figuraba, como aquí en las nóminas de reliquias (V. Vives pp. 100 110). Iuli[ani]si no seguro es al menos muy probable. En el numeral de las kalendas leo II, pues la C no es aquí una letra, sino una forma corrompida del signo cursivo que representaba el número VI. La C = VI es la composición paralela a la del mismo signo en S, sobre la que llamé la atención en el epígrafe de Marcella (n 11). Las letras de los renglones 1 a 6 serían de 0,040 a 0,070 m. de altura. Las del r.7 son, en general, más pequeñas, variando entre 0,030 y 0,065 de alto. Las del último son todavía más chicas, entre 0,015 a 0,065, debiéndose esta mayor diferencia a que el borde inferior de la piedra es muy irregular, y el tamaño de los caracteres hubo de acomodarse al espacio disponible entre el renglón 7 y la desigualdad de la piedra por abajo. Los brazos son anchos y grabados a biseles muy abiertos, y sus terminaciones amplísimas en general. La A es de forma única, con travesaño angular. La B es de cuatro trazos, con la unión de los curvos separada del vertical o ligada con él. La D manifiesta visiblemente su hechura en tres tiempos. La E cinco tipos: el corriente, otro con el segundo trazo iniciado a la izquierda del vertical, otro en el que es el tercero, otro en el que segundo y tercero comenzaron a trazarse de la izquierda del primero, y otro, finalmente, en el que el vertical se quiebra en ángulo. La F es Tesis Doctoral 812 de tres trazos, el segundo comenzado a la izquierda del primero. En la G, el segundo trazo, recto y oblicuo, está desligado del primero. En la L, los dos trazos forman cruz cerca del pie del primero; en Marcille carece del segundo trazo, o bien se grabaron sobre modelos cursivos en los que éste era brevísimo o muy oblicuo. La unión de los trazos medios de la M no llega a la línea inferior del renglón. En la N el segundo trazo se liga con el tercero a la mitad de la altura de éste, o poco más abajo. La P es abierta. La Q redonda y con el ápice recto, oblicuo y cruzando la curva desde el interior. La V es siempre de forma capital lapidaria; pero en sub tiene una forma cursiva de gran interés, en la que el primer trazo, iniciado en lo alto desciende en curva muy abierta hacia la derecha, y, al llegar a la línea inferior del renglón se redondea o prolonga un poco sobre ella; el segundo trazo incide recto y oblicuo sobre el primero dejando a la derecha la prolongación terminal de éste, trazado que estuvo relacionado con el de las ues con apéndices de los epígrafes nn 50 y 55. Respecto a numerales ya he anotado la forma C= VI. Las abreviaturas que constan en el epígrafe son las siguientes: D(omi)ni N(ostr)i en el r. 6, siendo aquí la primera vez que se encuentran en Mérida: s(an)c(t)i y s(an)c(t)e repetidas invariablemente en los rr 6 a 8, no conocidas tampoco en Mérida antes del siglo VII. Las cuatro abreviaturas están indicadas por una rayita horizontal sobrepuesta. En el último renglón se encuentran además d(is), abreviadas en la forma tradicional, y kal(endas), notada por un trazo oblicuo que se cruza por la intersección de sus dos trazos, formando con ellos seis ángulos. Enlazadas, solo están las letras A-R en el r.8 en Marcille, siendo común a las letras el trazo segundo de la A. Encajada solo está la I, metida en el ángulo de la L, en las palabras reliquiae, Pauli, Evangeliste, Iuli…y Eulaliae. La O de populorum y la primera A de Eulalias parecen ostentar cierta tendencia a encajarse en la L; es decir, que las vocales no llegan a estar dentro de la consonante. Hay en la inscripción varias interpunciones, puestas entre las palabras en los rr 6 a 8. Son puntos triangulares de tradición clásica romana. Las fórmulas son interesantes y corrientes en esta clase de monumentos. Son las siguientes: 1ª La que expresa el hecho de la dedicación litúrgica: Dedicata est hac aula, en la que encontramos la palabra aula empleada por vez única en los epígrafes cristianos españoles anteriores al año 711, como sinónimo de templo, siendo hasta ahora las conocidas en ellos ecclesia, basilica y aedes. La misma palabra aula con idéntico significado se halla en epígrafes mozárabes. 2ª La de la advocación que se dio al tempo: ad nomen [sce. Marie Virginis et glo]riossime Matri Domini Nostri Hi[su Xpi ac Salvatoris secun]dum carnem omniunque virginum. Las fórmulas corrientes de la advocación conocidas hasta ahora son sencillamente el nombre de titulas en genitivo precedido de los adjetivos sanotus o domnus. En este epígrafe emeritense la advocación se expresa terminantemente: dedicata est…ad nomen. 3ª Mención de la persona que fundó o costeó la erección del templo: princ[ipe…in nomi]ne cunctorum populorum catolice fidei […]iusse creare. En textos literarios de la época, al rey se le llama a veces el título de príncipe, y al rey católico conviene también el actuar en nombre del pueblo católico. Esto, aquí, no es sino conjetura; pero en otros epígrafes de dedicación o consagración litúrgica encontramos la mención de esta persona que costeó la erección del templo: adificata sunt…ad inl. Gudilius…cum operarios vernolos et sumptu propio (Granada); fundavit sum Altissimus per Eulaliam et filium sius Paulom monacu. (Cabra); Locuber ac si indignus abba. fecit et duos coros ic construxit (Bailén); fundavit som. hoc Xpi. et verabalis templum antiste Honoratus (Dos Hermanas). En otros epígrafes de dedicación no litúrgica se encuentran estas cosas: posside construstam in eterno numere sede, cuam devotus ego rex Reccesvinthus…proprio de iure dicavi (San Juan de Baños); hoc fundavit ipse (Córdoba, inédita); fundata (?) a Sixerio (Antequera, inédita); Cepriano episcopo ordinante edificat[a] (Martos); oc exiguum exigua off(ert) D(e)c Fammola votum d. (Quintanilla de las Viñas); Offeret Flainus abba (Santa Cristina de Lena). Con esto vemos que expresamente se hacía constar en estos epígrafes Los epígrafes cristianos latinos de Mérida 813 el nombre del fundador del templo, por lo que creo posible que princ[ipe] sea el sujeto de iussa creare y que detrás del título vendría el nombre del personaje. 4ª La característica fórmula para expresa la deposición de las reliquias de los santos es el acto litúrgico: sunt reliquiae recondite [……], que es igual a la general en estos epígrafes, aunque ofrecen todas ligeras variantes. 5ª La nómina de los santos cuyas reliquias fueron depositadas, que aquí comienza con las del Señor y luego sigue un cierto orden: el Precursor, el protomártir, los apóstoles y otros mártires finalmente. Las reliquias mencionadas son once en lo que se conserva del epígrafe; pero fueron más. Las reliquias del Señor se mencionan también en otros epígrafes de la época. Es la primera vez que en los epígrafes antiguos españoles aparece la mención de las reliquias de San Juan Evangelista; el nombre del Santo Apóstol figura en los calendarios de Itálica y Carmona, en los que se le llama apóstol, no evangelista. También es la más antigua mención epigráfica española del culto al apóstol Santiago el Mayor, ya que el venir su nombre junto al de San Juan Evangelista y el apellidarse el Menor Alfei en otro epígrafe de la época (Hübner 353. Vives 373), da lugar a que en este caso no haya confusión posible. Sci Iuli[ani?] ha de ser la lectura completa del nombre del mártir de las Galias, mencionado también en otras nóminas españolas de reliquias de la época (Vejer de la Frontera, Los Villares de Hortichuela). De San Tirno no hay más mencion antes del 711 que la que trae esta piedra, lo mismo que de San Ginés, que ha de referirse también al mártir de las Galias. El nombre Sce. Marcille es completamente nuevo y extraordinario, y la forma en que está escrito es del más alto interés hagiográfico. Marcillae figura en el Martyrologium Hier. el día 10 de mayo (n 149), mártir en África. El mismo nombre y en la misma forma figura el 2 de junio (n 86), en Roma. El comentarista dice acerca de la primera que “corruptum videtur (el nombre) ex ancillae, et cum Matrona (n 50) copulandum, ita ut legatur; Matronae ancillae (V. Acta Sanctorum novembris t II pars. post.). El epígrafe de Mérida viene a aclarar la cuestion que siempre es de subidísimo interés al tratarse de los mártires de la antigüedad. 6ª La fecha, la cual vemos expresada en la forma normal y tradicional en lo que de ella queda, con el empleo de la preposición sub. Gramaticalmente, se ha de anotar el empleo corriente de e por ae, aunque lo más notable del letrero es encontrar escrita correctamente la desinencia ae en reliquiae y en Eulaliae por excepción; en cambio aparece la a por ae en hac aula. T por th se escribe en catolice. El genitivo de la tercera está terminado en i, no en is: matri, Iohanni. En cuanto a la fecha, el epígrafe, por sus características externas, no puede ser anterior al año 601, ni posterior al 648. En cuanto al contenido, no puede ser anterior al año 607, pues ni en las consagraciones de Granada, la última de esa fecha, ni la de Jérez de los Caballeros, más vieja todavía, consignan las fórmulas de la deposición de reliquias, las cuales aparecen por primera vez, con fecha cierta, en la consagración de Medina Sidonia, del año 630. Puede, no obstante, ser la de Mérida anterior a la de Medina Sidonia; pero una elemental prudencia aconseja no juzgarla por ahora anterior al 607. Si la consagración se celebró en domingo, lo que no es forzoso antes del 691, fecha del Concilio de Zaragoza (Vives p 99), el 25 de enero fue domingo durante la séptima centuria en lo saños 610, 616, 621, 638, 644, 649, 655, 666, 672, 677, 683 y 694. Pero como la inscripción, por sus caracteres externos no puede traerse mucho más acá del año 648, se han de descartar las posibilidades del año 655 y posteriores, con lo que el supuesto de la consagración en la fiesta dominical, esta puedo celebrarse en cualquiera de los años mencionados del 610 al 649, lo que no aclara la cuestión más de lo que se deduce del estudio de los caracteres de la inscripción. Hemos, pues, de conformarnos con asignar la piedra a la primera mitad del siglo VII. Tesis Doctoral 814 54 Fragmento pequeño; pero de un gran interés paleográfico. Se conserva en Mérida, en un almacén de antigüedades que hay detrás de la escena del teatro romano. Esta inédito. Se grabo el epígrafe en una tabla de mármol blanco, de la que no queda más que un fragmento de la parte inferior, según parece, que mide 0,235 m. de alto, 0,175 de ancho y 0,030 de grueso. En él se leen estas letras: […]Ṛ E P E T […] 2ª cuarto del s. VII que están pulcramente grabadas a biseles, de lo mejor y más cuidadoso que conozco procedente de la ciudad. Son de 0,042 a 0,045 m. de altas. La R está mutilada y es incierta. La P es cerrada. La T es la letra verdaderamente interesante, puesto que es un modelo del sistema de la nueva cursiva romana interpretado fielmente por el grabador. La forma de las letras, salvo la de la T, que por insólita no sirve para fechar, y la ejecución del grabado, creo que el epígrafe al que perteneció este fragmento pudo labrarse hacia el segundo cuarto del siglo VII. N. 54. Los epígrafes cristianos latinos de Mérida 815 55 HANC DOMUM IU RIS TUI PLACATA POSSIDE MARTIR EULALIA * UT COGNOSCENS INIMICUS 5 CONFUSUS ABSCEDAT * UT DOMUS HEC CUM HABI TATORIBUS TE PROPITIANTE FLORESCANT AMEN Hacia el 648 al 662 de C. Véase en la introducción el estudio detallado de este epígrafe. 56 Es el epitafio más moderno de los dos a que me referí en el n 49. Ya he dicho allí de su hallazgo y de su conservación, y también de sus editores y de los equívocos a que dio lugar y cómo Vives vio dos epígrafes distintos del siglo VI-VII. Por ser dos epígrafes distintos y de fechas muy alejadas, los separó el uno del otro, pues al hallarse los dos en una misma piedra, los relaciona históricamente en cuanto a las inhumaciones; pero como epígrafes tienen los dos su propia personalidad. Monsalud leyó y suplió [Maur ?]usus en el r. 1; [confit]one en el 2; mens(es) en el 3, in pa[ce] era en los 4 y 5. Hübner leyó… usus y d(e)i en el 1; [fid]ens en el 2, VIII en el 3, in pa[ce die illa mensis illius]era en los 4 y 5. Vives dio nsus o usus inseguro en el 1, en el que omitió la abreviatura D(e)[i] y la indicación de la de famul(us); en el 3 creyó mejor penit]ens, Di(e); en el 4 transcribió Pa[ce]diferenciando la A de las demás letras, acaso por errata tipográfica. En el 5 puso …]era… El epitafio no contenía más de cinco renglones, según parece por venir en el 5 la palabra era y quedar sitio detrás para el numeral; pero están mutilados todos al principio y al final, y del 5 solo queda la parte superior de cuatro letras. En ellos se lee: […..]ỤSUS FAMUL. Ḍ[I]. […..]Ṇ S DNO. VIXỊṬ […] [….M]ẸNS. VIIII D. X̣[..] [REQ]ỤIEVIT IN PA[CE…..] 5 [……..] Ṣ ẸṚẠ[….] Mediados del siglo VII Tesis Doctoral 816 […]usus (o nsus), famul(us) D(e)[i, / …]ns (o ius) D(omi)no, vixit[…. / …m]ens(es) VIIII, d(ies) X[… / req]uievit in pa[ce … / …]s era… La U inicial del r. 1, mutilada, es absolutamente incierta; podría ser N. Al, principio del renglón 2 se ve el trazo horizontal de una E o de una L, y la N es incierta por rozar la fractura el enlace de los trazos primeros y segundo; podría ser también IV, en cuyo caso podría leerse. …ens … eius, o …lius. La S que pongo delante de era está mutilada como las tres letras restantes, pero es cierta y correspondería al nombre del mes en que ocurrió la defunción. El letrero está grabado a biseles con profundidad y aberturas desiguales, repartida esta desigualdad en zonas distintas de la inscripción, detalle que junto con otras circunstancias, es un dato cronológico de interés, solo anotado hasta ahora en éste y en el anterior epígrafe (n 55). La altura de las letras varía entre los 0,040 y los 0,049 n. La D de D(omi)no es solo de 0,037 y la segunda I de uievit, incluida en la V que le precede, de 0,025. En cuanto a formas, la A es de travesaño recto, la D tiende a recobrar su forma lapidaria, o bien es cuadrilátera, como en domino, cuyo trazo horizontal superior se inicia la izquierda del primero. Esta forma de la D, no registrado hasta la fecha de este epígrafe, volveremos a encontrarla en otro de fecha posterior (n 61). La F es de tres trazos. La L tiene forma lapidaria. La unión de los trazos medios de la M llega hasta la línea inferior del renglón. La O es ovalada. La P cerrada. La V acusa la forma capital lapidaria; pero obsérvase cierta vacilación de trazado que tiende a la cursiva. Hay abreviaturas: famul(us), indicada por un tracito horizontal que corta el vertical de la L: d(e)i, d(omi)no y mens(es), marcadas con una rayita horizontal sobrepuesta; y d(ies), abreviada con solo la D atravesada horizontalmente por un trazo largo. Letras más pequeñas con la D de Dno. y la segunda I de [req]uievit, que está incluida en la V que le precede. Quizá era también más pequeña la I que seguía a la D en la abreviatura final del r. 1. De propósito he señalado todas las características externas que razonan la asignación de este epitafio a mediados del siglo VII. La introducción de la fórmula confitens Dno. o fidens Dno. o penitens, u otra semejante, porque no han de ser éstas, que además tienen reparos, acreditan estar labrado el epitafio a mediados de la séptima centuria. 57 Estaba en Mérida, formando parte del enlosado del portal de la casa n 2 de la calle de San Andrés, en 1900 (Monsalud). El marqués quiso adquirirla pero no lo consiguió, sino más tarde, y la llevó a su palacio de Almendralejo, de donde en 1930, por adquisición del Estado pasó al Museo Arqueológico Nacional que la conserva. La publicaron: Monsalud XXXVII 1900 p 489. Mélida 2032. Vives 9. Monsalud la leyó así: “hic Gra[tia]nus req[uies]cit bea[tus]”. Sospechó si sería algún santo de Mérida. Mélida copió lo de Monsalud. Vives la transcribe igual, pero refuta la sospecha de Monsalud por el beatus y la cree del siglo VIII o posterior. Es una loseta de mármol rosado, de 0,235 de alto, 0,255 de ancho y 0,030 de grueso. Está recortada por el lado derecho y por debajo. Acaso se recortaron también los otros dos lados al ajustarla al pavimento en el que estuvo puesta; pero no sería mucho más ancha, pues a los renglones no les falta más que una o dos letras por la derecha. Si había más de los tres que hoy se ven es cosa que queda incierta. El primero está iniciado por una cruz de brazos iguales pero cruzados desigualmente. La leo así: Los epígrafes cristianos latinos de Mérida 817 H I C G R A T Ị [A] Ṇ U S * R E Q U Ị [E S] C I T * B E A T Ọ [?] Mediados del s. VII Hic grati[a]/nus requi[es]/cit. Beato[….?](o beatu[s].) Las letras son altas de 0,035 a 0,042 m. Están grabadas a biseles, más anchos y profundos en unas letras que en otras. La A carece de trazo transversal. La C es muy abierta. La G de forma espiral. La H por primera vez en Mérida tiene forma minúscula, introducida en la inscripción por influencia cursiva. La Q tiene la forma típica de las inscripciones fechadas emeritenses del 648 al 662. La V, finalmente, es de forma capital lapidaria. En el r. 2 hay una interpunción triangular, y en el 3 una hojita distinguente. En cuanto a fórmulas encontramos la novedad en Mérida del hic requiescit, por lo que Vives opina que el epitafio es del siglo VIII o posterior; pero téngase presente que el último epitafio fechado que conocemos, que emplea el pretérito es el de Iohannes penitens, del año 657 (n 19); y que en el epitafio de Quinigia del 662 (n 21) se halla la fórmula in hoc loco quiscentis, que es igual en el sentido a la de Gratianus, junto al clásico requievit. Anótese pues el hecho y obsérvese que esto significa que llegó un momento en Mérida en que empezó a fijarse en los epitafios no la fecha de la defunción, como hasta ahora se había acostumbrado, y por eso la necesidad del verbo en pretérito, sino la indicación de que en aquella sepultura descansan los restos mortales del difunto, y de ahí el uso del adverbio hic y del tiempo presente. En cuanto a beato ha de observarse que en el borde de la piedra se ve claramente el arco lateral de una O, de no ser que hubiera una U cursiva muy redondeada en un primer trazo, cosa muy verosímil según el epígrafe que sigue. Queda pues la lectura incierta. Si fuera beatus el sentido el clarísimo y llano sin echar la imaginación a volar y allí acabaría probablemente el epitafio. Si fuera beato sospecho que habría de continuar con una frase que se ha perdido. Los caracteres externos del letrero permiten fechar el epígrafe a mediados del siglo VII, y con ello no está en contradicción el formulario como he probado. Obsérvese el texto de la siguiente inscripción que Vives da como visigótica y se verá que no hay imposibilidad de que la otra lo sea. 58 No se sabe cuando se encontró. Ingresó en el Museo Arqueológico de Mérida, donde se conserva, en época posterior a Mélida, quien no la consigna. La registra Floriano en sus notas (1934 1939). La publicó Vives 506. El editor omite una C, que aún se ve, al final del primer renglón. Señala como letras notables la A sin travesaño y la V como la cual no se parece en nada. La clasifica como tardía, pero es visigótica. El letrero incompleto, está escrito en un fragmento de una losa de mármol blanco, rebordeado por el costado derecho, el cual mide 0,028 m. de alto, 0,255 de ancho y 0,050 de grueso. Era un epitafio métrico del cual queda lo siguiente: Tesis Doctoral 818 [….. I]ẠCTA PETRA C̣[….] […. ] ALI CALLE IACEBAT * […. ]ỊDIUM LAUDABILE FUIT * 4 [….. HI]C INTRA DIGNE Mediados del s. VII. [… i]acta petra c[…/ …]ali calle iacebat. / [… i]dium laudabile fuit, / […hi]c intra digne. Detrás de la C última del r. 1 se ven los trazos de una letra que podría ser una R (?). Delante de la primera A del r. 2 se ve en la parte superior del renglón el final de un trazo de T?, C?, G?. La I primera del r. 3 sólo conserva la mitad superior del trazo y queda incierta. Fuit está claramente interlineado entre los rr 3 y 4. Delante de la I primera del r 4 hay una C mutilada, pero cierta, que da por seguro lo que suplo. La irregularidad de la altura de las letras llega en este epitafio a un grado máximo, desde lo 0,020 a los 0,035 en general. El interlineado fuit es de 0,013 a 0,019, y las eles, que descuellan por su extraordinaria altura entre las demás letras, llegan de los 0,040 a los 0,045 m. Esta irregularidad no puede ser casual, sino debida claramente, más que en ningún otro epígrafe, a la mano del trazador, que escribió aquí las letras casi como si estuviera escribiendo un libro o documento. La A es, como lo anotó Vives sin trazo transversal. En la B, de tendencia lapidaria clásica, la unión de los trazos curvos se junta o no al trazo vertical. La C es muy abierta y termina en punta aguda su extremo inferior, detalle muy interesante para fechar el letrero. La G es de forma espiral. La I de iacebat termina en punta aguda su extremo superior. La L se distingue como he anotado por su proporción altísima. La P es cerrada. La V es de forma cursiva, con el primer trazo muy redondeado y el segundo recto, prolongado por debajo. Al final del r 2 hay un ramito como signo distinguente, y al final del 3 hay una hojita con su peciclo hendido y curvados los extremos en que está partido. Es una pena no poder conocer íntegra la composición métrica de este epitafio, cuyo carácter está garantizado por el final del último verso: …. hic intra digne (aquí dentro descansa, reposa, dignamente). El iacta petra y el calle iacebat parecen dejar entrever la muerte violenta del interesado. En cuanto al vocabulario anótese el empleo de la palabra calle. Los caracteres de la inscripción y particularmente los paleográficos, permiten fechar el letrero hacia mediados del siglo VII. (Véase lo que hay de la C terminada en punta en el estudio que incluyo del epígrafe de la mártir Eulalia). 59 Hallada en Mérida en la calle de Alfonso IX, en las inmediaciones del templo de Santa Eulalia (Monsalud). En 1989 estaba ya en Almendralejo, en la colección Monsalud, en cuyo palacio se conserva actualmente embutida en un muro. La publicaron: Monsalud XXXV 1899 p 223. Hübner 526. Diehl 613. Vives 288. Monsalud leyó y suplió así: [Recar ?]edus medicus debito [funct]us hoc in sepulcro quisscit [resurrect]urus. Vixisse fertur fere [annos virgin]ti n[ovem]. Hübner cree que el nombre parece terminar en edus por el pie que hay delante de la D, que apenas puede ser de otra letra, Los epígrafes cristianos latinos de Mérida 819 dice. Señala la forma particular de la U en medicus y en la primera del r 2. Cree probables los suplementos del primer editor a los rr. 2 y 3, aunque se puede pensar, dice, en otros muchos. Cree ver solamente los ápices superiores de letras del último renglón, que suplió Monsalud y sospecha que el autor del epitafio quiso escribir estos versos: Reccaredus medicus, debito [quem tempore vitae Protexit domin]us, hoc in sepulcro quiescit Sec]urus Finalmente, juzga que las letras son del siglo VI. Diehl acepta el [resurrect]urus de Monsalud. Vives recoge el [Reccar]edus sin duda. Acepta sólo [funct]us rechazando por lo largo el suplemento de Hübner y pone [sec]urus, como el sabio epigrafista alemán comparándolo con su n 222. Acepta el cuarto renglón que dio Monsalud abreviando ann. y cree, finalmente que es posterior “quizá” al siglo VI. Es un fragmento de epitafio conservado en un trozo de la lápida sepulcral, de mármol blanco, el cual mide actualmente 0,150 m. de alto y 0,037 de ancho (datos remitidos por el Director del Museo de Mérida, quien me envía además una buena fotografía y una excelente impronta. N. 59. De la inscripción queda solo la parte derecha de los tres primeros renglones, que son así: […]ḌUS MEDICUS DEBITO […]ỤS HOC IN SEPULCRO QUIESCIT […]ỤṚUS VIXISSE FERTUR FERE Hacia el 660 de C. […]dus medicus, debito/ […]us, hoc in sepulcro quiescit/ […]urus. Vixisse fertur fere/ […] Del cuarto renglón que da Monsalud no se ve nada, ni aún los ápices que creyó ver Hübner. Tesis Doctoral 820 En el renglón primero, delante de la D se ve trazo horizontal de una letra, que puede ser E y también L, que daría un nombre, muy visigodo, terminado en -idus. El suplemento del nombre es, pues, de lo más incierto. No es forzoso que sólo falten al principio, tan pocas letras, podían faltar muchas más, por lo que tampoco pueden darse los demás suplementos propuestos más que con grandes reservas. Las letras están trazadas y dibujadas con gran cuidado, habiéndose marcado previamente la caja de los renglones con una pauta o falsilla de líneas horizontales grabadas ligeramente a punzón; esta falsilla ofrece la particularidad de tener una raya intermedia entre cada dos o de las que marcan la caja. La altura de las letras es de gran regularidad dentro de cada renglón, variando, en general, de 0,030 a 0,035 m., contándose solo dos que llegan a 0,038 m. La B con la unión de sus trazos curvos separados del vertical, está ya muy lejos de su aspector anterior, volviendo a disimular su trazado. La C es abierta, y alguna terminada en punta aguda por abajo. La D tiende a la forma cuadrilátera o a estrecharse mucho. La E de sepulcro carece de trazo horizontal inferior o segundo. La terminación inferior del tercer trazo de la N se prolonga en punta aguda. La C es ovalada. La P cerrada. La Q tiene la forma de los epígrafes nn 18, 19 y 21 (años 648, 657, y 662). La R en algún caso es exactamente igual de su trazo y grabado a la de los del epitafio de Luinigia (n 21), del 662, marcando diferencias de ancho y grueso en un mismo trazo y como aquellas más o menos abierta. La V es de forma capital lapidaria, o cursiva. En este segundo caso el primer trazo tiene dos secciones curvas, forma que llamó la atención a Hübner sin explicarla. La primera sección, la más alta, es puramente caprichosa o decorativa. Es interesante la profesión del difunto: medicus. La fórmula de la defunción expresa con la fórmula debito….. Este epígrafe, también anterior al año 700, ostenta la cláusula hoc in sepulcro quiescit …, sin que aparezca el requievit. También se emplea en lugar de plus minus, antes utilizado cuando la edad del difunto no se conocía exactamente, ésta otra fórmula vixisse fertur fere … Claro que todo ello será debido a la elevación del lenguaje poético; pero es evidente que por la razón que sea han desparecido ya las formularios antiguos y tradicionales en Mérida en pleno siglo VII, pues este epitafio hay que fecharlo alrededor del año 660. 60 Fragmento conservado en un almacén de antigüedades que hay detrás del teatro romano. Está inédito. Son solo cuatro letras correspondientes a tres renglones conservados en un pedazo de mármol alargado, de sección oblonga, que mide 0,215 m. de alto, 0,090 de ancho y 0,080 de grueso. La losa que contuvo la inscripción entera se rompería y se aprovecharía para cualquier uso este pedazo por si nada ilustra. Las letras que se ven él son: R C Ṇ S Hacia el 3er cuarto del s. VII La B tiene separada del primer trazo la unión de los curvos, el trazo curvo superior es mucho más amplio que el inferior, con el cual se confunde el segundo de la letra, aparentando no estar trazado más que en tres tiempos, como las clásicas epigráficas. Su altura es de 0,05 m. Los epígrafes cristianos latinos de Mérida 821 La S tiene esa misma altura, y las letras del renglón intermedio solo 0,035 m. La forma de la B razona la fecha que asigno a este fragmento. 61 Se halló en el subsuelo del corral de la casa número 18 de la calle de Alfonso XI por el propietario de la finca don Francisco Ríos, quien la puso tendida en el suelo al aire libre y junto a la puerta interior del corral. Así estaba en 1897 (Fita). La vio el marqués de Monsalud y la consiguió para su palacio de Almendralejo, en donde la puso cogida en una pared del patio. Allí se conserva hasta ahora. De ella me dio datos, fotografía muy buena y magnífica impronta don José Alvarez y Sáena de Buruaga, Director del Museo Arqueológico de Mérida, a donde debería ser trasladada esta pieza justamente con las excelentes y de primer orden que allí se conservan. La publicaron: Fita XXX 1897 p 497. Hübner 366. Mélida 2033. Diehl 1292. Vives 47. Fita, aparte de algún detalle insignificante de transcripción, leyó en el r. 5-6 anathema(te). En el 6 Gezi et, que es Gezie. En el 8 omitió un signo de abreviación que se ve en la piedra. En el 10 transcribió separetur, que por errata, no dio en la lectura. En el 11 puso sobre scm uya rayita de abreviación que no existe. Del 10 en adelante suplió así: et a communionem s(an)c(ta)m sec[lusus eter]nis [suppliciis condemetur cum diabolo et angelis suis]. Comenta largamente la cláusula conminatoria en relación con la inviolabilidad de la sepultura según las disposiciones canónicas de los concilios. Comenta también el significado de confessor en el epígrafe. Hübner da una transcripción y una lectura más correctas según la piedra y salvo pequeñas erratas en la transcripción referentes al tamaño de las letras intercaladas. Comenta el latín del epígrafe, refiere los comentarios de Fita sobre confessori. Comenta también la forma Gezie y recoge en el último suplemento de Fita. Observa las formas de la A y de la V distinguiendo en la transcripción la forma cursiva de la capital, y atribuye las letras al siglo VI. Mélida copia a Fita. Vives pone confesori, con una S, por errata. No marca la rayita que hay sobre traditore en el r 8 e indica la abreviatura de scm, que no lo está en la piedra. La inscripción, a la que falta un renglón por lo menos, está grabada en una losa de mármol blanco, algo pardusco, de 0,565 m. de alto y 0,600 de ancho actualmente. El primer renglón está iniciado por una cruz latina y el epitafio dice lo siguiente: QUISQUIS CONSPICIS HOC SEPUL TURE OPUS EOLALII CLERICI CONFESSORI ABTUS EST LOCUS * SED SI QUIS VERO HOC MONUMENTUM MEUM 5 INQUIETARE VOLUERIT SIT ANATHE MA PERCUSSUS LEBRA GEZIE PERFRUTATUR ET CUM IUDA TRADITORE. ABEAT PORTIO NEM ET A LEMINIBUS ECLESIE 10 SEPARETUR ET A COMMUNI ỌṆẸṂ ṢC̣Ṃ ṢẸC̣ [ …….. ] Ṣ Últimos decenios del s. VII Tesis Doctoral 822 N. 61. Quisquis conspicis hoc sepul/ture opus, Eolalii clerici confessori / abtus est locus. Sed si quis / vero hoc monumentum meum / inquietare voluerit, sit anathe/ma percussus, lebra Gezie / perfruatur, et cum Iuda / traditore abeat portio/nem, et a leminibus eclesie / separetur et a communi/onem s(an)c(ta)m sec[……] s / [……] Las letras están trazadas con gran irregularidad y grabadas con diferencias de grueso y profundidad. La altura varía entre 0,032 y 0,050 m. La altura de las pequeñas intercaladas es de 0,019 a 0,032. En la A se ven tres tipos: uno sin trazo transversal, otro con el trazo transversal recto y oblicuo; el tercero con el trazo transversal prolongado hacia la izquierda de la letra, rebasándola largamente y formando una voluntad hacia abajo. En la B, los trazos curvos se han desligado el uno del otro, y los extremos libres quedan sueltos, más o menos revueltos, o bien ligado el superior al vertical y el inferior suelto, o bien a la inversa. La C es muy abierta, alguna vez terminada en punta aguda. La D es cuadrilátera, o tiene la forma clásica lapidaria, pero muy estrecha. La E de et en el r. 9 carece del tercer trazo. La G es de forma espiral. La unión de los trazos centrales de la M llega hasta el pie del renglón. La O es muy estrecha. La P cerrada; en dos casos está hecha en tres tiempos, el trazo vertical, primero, el segundo trazo recto, horizontal, y un tercero curvo que liga el segundo con el primero. La Q tiene invariablemente la forma que venimos observando desde el año 648 (epitafio métrico n 18). La R tiene infinidad de variantes sobre un tipo cursivo antiguo, habiendo ejemplares cerrados y abiertos. De las muchísimas veces que está escrita la V sin distinguir la vocal de la consonante, tiene en la mayor parte de los casos formas cursivas variadísimas, siendo las menos de la forma capital clásica Los epígrafes cristianos latinos de Mérida 823 lapidaria. En éste el único ejemplar de época visigoda y emeritense que nos da la Z, formada por un trazo arqueado de izquierda a derecha vuelto rápidamente y derecho hacia abajo y a la izquierda; un tercer trazo se inicia poco más arriba del extremo del segundo y sale recto y horizontal hacia la derecha. Hay alguna abreviatura, la de s(an)c(ta)m, que en lo que de ella queda no se ve que esté indicada con signo alguno. En cambio, traditore tiene una rayita encima de la E, como signo de abreviación, que no puede estimarse como tal por el ablativo que pide la oración, en cuyo caso está escrita la palabra. Las letras intercaladas más pequeñas son las cinco vocales. En el r. 1 están intercaladas O, I, I de conspicis. 2 V, E de sepulture; A y primera I de Eolalii; E, I, I de clerici; O, E, I de confessori. 3 V de abtus; O, V de locus. 4 O de vero; segunda V de monumentum. 5 segunda E de inquietare; V vocal de voluerit. 6 E de lebra. 9 E de leminibus. 10 segunda E, V de separetur; O de communionem. En cuanto a interpunciones o adornitos distinguentes, ostenta el epígrafe una hojita en el r. 3 separando el principio del epitafio de toda la extensa cláusula conminatoria que sigue después. Es de notar en el epígrafe lo rebuscado de la frase para decir que en la sepultura está enterrado el clérigo, complicación que contrasta con los epitafios del tiempo anterior. A ello añádase la extensión de la fórmula conminatoria referente a la inviolabilidad de la sepultura, cláusula que, en otro sentido amable, aparece ya en el epitafio de Iohannes penitens del año 647 (n 19). No cabe duda de que este epitafio representa el ejemplo final de toda la serie epigráfica cristiana anterior al año 711. Por si hubiera alguna duda, compárense las aes y las bes, que asociadas con las mismas ues y con otras formas iguales de las demás letras y signos aparecen en el epitafio cordobés de Anerius, del año 682 (Gübner 378, Vives 163) y en otro de Villanueva de Córdoba, inédito, del año 649, por lo que creo que este epitafio pudo en Mérida grabarse hacia las últimas décadas del siglo VII. 62 Encontrada en Mérida. En 1901 estaba ya en la colección del marqués de Monsalud, en su palacio de Almendralejo, donde actualmente se conserva. La publicaron: Monsalud XXXVIII 1901 p 476. Mélida 2039. Monsalud se refiere a una imposta y Mélida, que le sigue, a mármol epigráfico. El primero hace una descripción somerísima y llama la atención sobre la forma triangular del alpha que hay grabada. La pieza es un cimacio de columna, de arte visigodo, de forma troncopiramidal invertida, como todos estos elementos arquitectónicos. Mide de alto 0,175 m. Su superficie horizontal mayor es un rectángulo por 0,590 por 0,540 m. Es de mármol oscuro y está puesto sobre una columna junto a la pared, de modo que solo son visibles tres de sus caras. La que se ve en el frente está ornamentada en el centro con una cruz formada con un cuadrifolio en aspa, vaciado en la piedra, de modo que la cruz queda formada por los perfiles de las hojas y acentuada la silueta con un trazo curvo, grabado, en cada uno de los extremos de la cruz. A cada lado tiene una ornamentación de imbricaciones. En los costados se repite en el centro la cruz formada con los mismos recursos decorativos que la anterior, y a la izquierda de ella el alpha, y a la derecha la omega, iguales con el vértice a la izquierda, unidos los extremos de aquellos con otro vertical que se prolonga hacia arriba y hacia abajo. Esta es el alpha sobre la que Monsalud llama la atención por su forma triangular, que no es otra cosa que una interpretación geométrica y decorativa de la A cursiva que se ve en otros crismones antiguos (Véanse nn 31 y Tesis Doctoral 824 44), con una posición anómala que puede significar el desconocimiento del valor y significado del signo. La altura de estas letras es de 0,115 m. La omega tiene su forma normal minúscula, pero excesivamente prolongados hacia arriba sus trazos, que alcanzan un alto de 0,100 m. El grabado está hecho a biseles; pero es tosco, como toda la decoración de la pieza en general, por lo que unido esto a la anomalía de la posición del alpha, a las exageradas proporciones de la omega y a la falta de otros elementos de juicio no es posible precisar la fecha de las letras, sino asignarla vagamente a los siglos VI y VII como producto de un arte mediocre, pero indiscutiblemente visigodo. 63 Estaba en el jardín del Hospital de Jesús, donde lo vio y copió Pérez Bóyer. Se había perdido ya cuando Hübner preparó sus I. H. C. quien lo publicó allí bajo el número 37. Es un fragmento que transcribe así: “au G V S T A S X VIIII “ s. VI o VII. Hübner completó la era dándola 619 ? (= 581 de C.). Con solo los datos que tenemos solo es posible rectificar la lectura de las decenas, que es 40; por tanto ha de leerse lo que queda del numeral así … XLVIIII con enlace de X-L. 64 Apareció en Mérida y lo tuvo en su casa don Juan Fernández; pero hacia los años 1890 a 1894 Fita lo daba por perdido. No se sabe cómo, se encuentra ahora en el Museo de Arte de la ciudad de Barcelona. Lo publicaron: Hübner 34. Fita XVI 1890 p 447. Plano Ampliaciones p 140, reproduciendo a Fita. Hübner, en el facsímil, en el r. 2 pone una V inicial distinta de las demás, que no existe, y añade una interpunción que no está en la piedra. En el 5 pone una rayita sobre las V P de suporans, que tampoco está. Otra interpunción en el r. 7 que no existe. Al final del 8 pone media V. En el 9 pone el numeral LX desligadas las letras, que están enlazadas. Al final del 10 pone I, que parece debe ser A. A la penúltima letra del 11 le da cierta forma ondulada, y es recta, como I indudable. No pone el último renglón. La H inicial, cursiva minúscula,la interpreta Ih, como monograma de Iehova ? El r. 1 lo suple [benedictum quod ?] El 2, mor[tem. En el 3 leyó pausat por errata, y suplió sepulc[ro ….. Simeon fi]/lius. En el 5 suplió sor[te … En el 6 leyó inligatorium. En el 7 [in paradisi ? … En el 8, al final, lo que en el facsímil dió como media V, lo lee como m … En el 9, sa[pientia ? … . El 12 lo leyó … missam pax … Dice que la literatura parece ser del siglo VIII ya entrado. Fita opina que es el epitafio de un sabio hebreo del siglo VII u VIII. Fita al principio del r.1 dice: (monograma ?), y suple: nome[n Domini benedictum qui ?]. El r. 2 mor[tificat …]. El 3, sepulc[ro… Simeon fi[/lius. El 4, Se[muel …]. El 5, sort[e …]. En el 6 lee inligatorium y suple […… in]/cisa. En el 7 suple port[s paradisi …]. En el 8 leyó y suplió V[ixit plus minus annos]. En el 9, sa[pientia ……]. Al final del 10 leyó i[……]. En el 11 Sa[muel ……]. En el 12 [pro?] missam pax[……]. Dice que el monograma, o símbolo, que encabeza el epígrafe es Los epígrafes cristianos latinos de Mérida 825 comparable a los de la inscripción trilingüe de Tortosa. Comenta el contenido en relación con la Biblia. El epitafio estuvo grabado en un cimacio de mármol blanco, del que falta la mitad o poco menos. Lo cortado del sentido de la inscripción hace sospechar que también cerca de la mitad del texto. El cimacio era de columna, tronco piramidal que se acostumbró entre los visigodos, a cuyo arte pertenece. Sus caras visibles en la construcción están decoradas con ruedas de radios curvos, tangentes, labradas elementalmente en dos planos. Esta pieza, después de la destrucción del edificio a que perteneció, se aprovechó para grabar el epitafio del docto hebreo; pero del cimacio no queda más que la mitad. La altura del cimacio son 0,10 m. El frente completo mide 0,46 de ancho, y lo que resta de los costados 0,15 m. por un lado y 0,28 m. por otro. La inscripción se grabó en la cara más ancha de la piedra, cuya superficie restante da por consiguiente según el sentido de la inscripción, 0,46 m. de alto, 0,15 de ancho arriba y 0,28 abajo, ofreciéndose rota por la derecha por una fractura oblicuo. Así que no queda, más o menos, sino la primera mitad aproximada de cada renglón. Lo que hoy se lee es lo siguiente: H SIT NOMEN [……] VIVIF̣CAT ET MOR [……] PAUSET IN SEPULC̣[RO …… FI] LIUS DE REBBI SE[……] 5 SUPORANS IN SOR[……] TUS IN LIGATORIUM [……] CISA PERITI PORTA[……] INGREDE CUM PACE * V[…..] LXIII REPLETUS SẠ[PIENTIA …] 10 PREDUCENS ARTEM Ạ[……] [E]GO SIMEON FILIUS DE REBBI IA[……] [……]ṂỊ[.]ṢẠṂ P̣ẠX̣ I(e)h(ova) ? sit nomen[……]/ vivif(i)cat et mor[……]/ Pauset in sepulcr[ro ……fi]/lius de rebbi Se[…..]/ suporans in sor[……]/ tus in ligatorium [……]/ cisa periti. Porta[……] / ingrede cum pace. V[…..]/ LXIII repletus sa[pientia ……]/ preducens artem a [……]/ [E]go Simeon filius de rebbi Ia[……]/ [pro ?] mi[s]sam pax. La H inicial del primer renglón es de forma cursiva o minúscula, e indudablemente entraña un simbolismo, que pudiera ser el monograma que resuelve Hübner o el de Ih(esus). Esto plantea un problema difícil por el carácter hebraico de la inscripción. Desde luego no veo relación alguna forma, ni simbólico, de este signo con los emblemas de la inscripción trilingüe de Tortosa. La última N del r. 1 es cierta, aunque mutilada. En el r. 2 la F de vivif(i)cat pudiera ser una F cuyos trazos característicos, por lo menos el segundo, fuera elementalísimo, como ocurre son alguna E; pero del trazo primero, único de la letra fuertemente grabado, de poco más debajo de la mitad de su altura, sale hacia abajo y hacia la derecha un tracito muy fino, como añadido, que pudiera representar el tercer trazo de la letra, o la I siguiente. También pudiera suceder que este trazo fuera accidental, por haberse escapado el cincel, y que sea la I la que se grabó y no la F. De cualquier forma, parece que la palabra debe leerse como se ha dado. En el r. 3 la C de sepulc[ro] está mutilado, pero es seguro. En el r. 4, detrás de la última Tesis Doctoral 826 sílaba, Se, se ve un tracito vertical que pudiera ser de M, pero no es nada seguro. En el 5, detrás de sor. no queda ninguna letra. En el 8, detrás de la interpunción no se puede precisar lo que hay. Está desde luego la interpunción, poco más arriba de la mitad del renglón; debajo hay un punto profundamente grabado, que parece otra interpunción; después viene un trazo oblicuo de arriba abajo, como el primero de la V de forma capital lapidaria; pero este trazo está grabado bien, como las demás letras; pero el punto dudoso y el extremo superior del susodicho trazo están ligados por otro, que no está abierto como los demás. Si este trazo es original del grabador, pudiera ser la letra una M; pero lo dudo, por lo que me inclino a la V. Hübner en el facsímil lo dio como media V, pero no puso la interpunción inferior; luego, en la lectura dio M, lo que da la incertidumbre del caso. Al final del r. 10 pusieron los editores una I, pero no hay tal letra, sino una A mutilada, u otras más no aquella. En el 11, la E de ego se ha perdido por desgaste y erosión de la piedra. Al final no hay SA; sino IA, la última mutilada, pero cierto. En el 12 no se ven más letras que las que transcribe, todas desgastadas por el roce de la piedra y ciertas solamente las seis últimas. El aspecto general del letrero es absolutamente distinto de todo lo anterior, aunque tenga relación con ello, como perteneciente a un estado muy avanzado de una misma evolución. Las letras están grabadas con surcos profundos; pero no a biseles como los de los siglos VI y VII. La altura de ellas es aparentemente muy regular. En efecto, en los rr 1 a 10 varían todas entre 0,025 y 0,030 en cada uno, salvo en el 5, que llegan como máximo a 0,029, y en el 6 que alcanza, a lo más, 0,027. Lius en el r 4 son las únicas más grandes de todo el epitafio, de 0,032 a 0,035 m. de alto. Son más pequeñas las del r 11, entre 0,015 y 0,020 m. de altas. Las del r 12 eran todavía más pequeñas. Observase además cierta tendencia al adorno de los trazos, como en las aes, en las ces y en las eses. En cuanto a trazado, las aes tienen el trazo transversal en ángulo, cuyo vértice, si queda alto, se prolonga con un tracito vertical, el cual, a veces, llega hasta la línea inferior del renglón. La adición caprichosa de esta tracita es una alteración de la forma tradicional de la letra que indica la vuelta al trazado de los epígrafes con afán rebuscado de ajustarse a modelos espontáneo, sino caligráficos. La C es muy abierta como en el siglo VII. Pero siempre su extremo superior se retuerce en curva hacia adentro, prolongándose a veces tanto, que vuelve a curvarse en sentido contrario paralelamente al trazo fundamental de la letra, ni más ni menos que en los epígrafes mozárabes andaluces del siglo X. La D está trazada conforme al modelo en tres tiempos; pero el tercer trazo sufre ondulaciones que separan mucho el sentido de esta letra de sus iguales de época anterior. La G conserva la tradición de la forma espiral, pero el extremo inferior de la letra se retuerce en forma y proporción semejante a las que se acaba de anotar en la C. De la H ya se ha anotado antes su forma minúscula usual en los epígrafes mozárabes andaluces. La O es muy estrecha redondeada por arriba y abajo o apuntada por ambas partes. La P es cerrada como la R, en la que se anota un gran número de variantes que se advierte en los epígrafes de los años 650 al 700. Los extremos de la S se hienden como cálices de flor, o forman triángulo; por lo menos se rematan con tracitos rectos muy largos. En la T encontramos el clásico trazado mozárabe, divulgadísimo por la escritura cursiva corriente y que no se encuentra en otros epígrafes emeritenses de los conocidos. La U tiene la forma cursiva y su primer trazo es paralelo, más o menos al segundo, con el que se liga formando una curva abajo o doblándose en ángulo recto; el segundo trazo se prolonga siempre hacia abajo, tal como puede verse esta letra en los títulos de los manuscritos de los primeros siglos de la reconquista. También se halla la V de forma clásica lapidaria, pero trazada con tal sentido cursivo que a veces el segundo trazo rebasa por debajo su ligadura con el primero. El numeral de la edad del difunto, que es seguramente tal el que se ve al principio del renglón 9 es extraordinariamente interesante y de procedencia manuscrita. La L está hecha de una sola vez, iniciada arriba, siguiendo el trazo único hacia la derecha hacia abajo y a la izquierda, formando una curva semejante a la del número arábigo 2. Al llegar a la línea inferior del renglón, sin solución de continuidad en breve espacio, se retuerce hacia arriba y rápidamente hacia la derecha cruzando la curva anteriormente trazada y prolongándose largamente hacia la derecha y hacia abajo. Con la L se enlaza la X, que no se ve bien por estar Los epígrafes cristianos latinos de Mérida 827 erosionada; su primer trazo se inició a la izquierda de la L hacia la derecha, cruzando la primera sección de su trazado y prolongándose más allá, o sea hacia la derecha y hacia abajo; el segundo trazo, iniciado debajo de la L, se dirigió hacia arriba cruzando la segunda sección del trazo de aquella letra y luego el primero suyo para formar el aspa. La teoría de este enlace es, en realidad la del mismo enlace en la época anterior con la adición del cruce de los trazos primeros de ambas letras. Que la tradición se mantiene, y que este epígrafe no es sino un monumento del proceso evolutivo que se desenvuelve en la época anterior lo acredita el enlace R-E de repletus, que podría ser igual en cualquier epígrafe de la época visigoda. Antes de la última e incierta letra que se ve en el r.8 hay una interpunción formada por un punto triangular, al estilo clásico romano. Debajo parece haber otra igual. De ésta ya he dicho arriba. A la singularidad de las formas externas del letrero dentro de la epigrafía emeritense, únese la de su texto, en el que se alude a algún famoso hebreo cuya memoria se conservó en el epitafio compuesto con una serie de fórmula completamente extrañas a las usuales en todo lo conocido de la ciudad, y que suplieron Hübner y Fita cada uno según su criterio. Yo no creo posibles más que los suplementos que he dado en mi transcripción y en mi lectura. Lo demás es todo muy incierto y excesivamente conjetural para tomarlo con alguna garantía de verosimilitud, pues ya he dicho que solo conservamos la mitad del letrero. En Mérida se conserva la memoria de otro judío cuyo epitafio está incluido por aquí en el n 50. Por todo lo expuesto creo posible fijar la fecha del epitafio del siglo VIII al X, sin que, por falta de más elementos de juicio, pueda concretar más. 65 Otro fragmento vieron en el mismo sitio Pérez Báyer y Córnide. Se ha perdido como el anterior. Hübner ya no lo vió. Yo no he logrado encontrarlo. Lo publicó Hübner 38, así: “R E N H I X X NI “ ? encerrando las letras en un filete rectangular con el que quiso marcar los límites y forma del fragmento. Dentro del ángulo inferior izquierdo incluyó un signo formado por medio círculo sobre una línea horizontal que rebasa el diámetro de aquél por dos extremos. En el r. 2 Pérez Báyer puso un enlace muy raro que dice in mense, lo aumenta la rareza y la incertidumbre. No es posible, con solo estos datos, aprovechar el letrero para la investigación. Tesis Doctoral 828 LOS EPIGRAFES IV EPIGRAFES EN METAL Oro.-Número 66 Plata.-Número 67 Bronce.-Números 68 a 73 Plomo.-Número 74 66 Es un anillo de oro que poseía en su casa de Almendralejo don Antonio Martínez. Lo he buscado inútilmente. Lo publicaron Hübner 425. Reinhart Los anillos pp 170, 177 y f 3 n 50. Hübner lo dio según la impronta que le envió Monsalud. Reinhart lo trae dibujado; pero no dice de donde sacó el diseño. Lo clasifica como hispano-visigodo y lo relaciona con su tipo decorativo con algunas fíbulas y hebillas godas de los siglos V y VI. Contiene una fila de seis eses invertidas que tienen encima dos circulitos con punto central, en línea horizontal, y otros dos debajo, iguales y en la misma disposición. Aquí ya, propiamente, no hay epígrafe, aunque las aes, que pudieran ser un simple ornamento, pudieran tener algún interés paleográfico. Nótese que en el epígrafe del n 50 están las eses invertidas (Véase el n 72). Solo con los elementos que portan los editores no es posible calcular la edad del anillo, que habrá de tenerse únicamente como de época visigoda. 67 Monograma en un anillo de plata que tenía en su casa de Almendralejo don Antonio Martínez. Lo he buscado inútilmente. Lo publicaron: Hübner 423. Reinhart, Los anillos p 170. El editor lo dió, tomándolo de la impronta que le envió Monsalud, reproduciéndolo así: s. VII (?) Los epígrafes cristianos latinos de Mérida 829 Junto a la reproducción trae el fotograbado de la impronta, que se ve muy mal, salvo las líneas generales del monograma, que parecen coincidir con el diseño de Hübner. Solo es posible apreciar un monograma enrevesado, difícil de desentrañar, que correspondería al siglo VII (?). El editor interpretó Pumoni ? inaceptable, pues no se ve la M. Reinhart no hace más que citarlo en general. 68 En el Museo Arqueológico de Badajoz, sin procedencia, se conserva un anillo de bronce que contiene la inscripción correspondiente a este número. Hübner y Mélida lo dan como emeritense. El primero dice que lo conservaba en su casa de Almendralejo el Marqués de Monsalud, que le envió la impronta y seguramente la noticia. El segundo dice que está en el Museo de Mérida inventariado del Museo de Badajoz con el número 25, pero no de procedencia. Las dimensiones que da Mélida coinciden con las que yo he tomado de este anillo en el Museo de Badajoz. Todos, con diferencia nimia, lo transcriben igual, y su contenido es igual al que yo he visto. Es evidente que se trata de la misma pieza. Si Hübner lo dio como de Mérida creo que es la mejor fuente, pues se lo comunicó el Marqués de Monsalud. Pudo haber error por parte de Hübner en entender que el anillo estaba en su colección, así que estaría en Badajoz. La falta de la indicación de la procedencia por parte de Romero de Castilla es favorable a la proveniencia emeritense, la que apoyan los distintos restos que allí fueron a parar de la antigua capital de la Lusitania. Mélida sufriría confusión en lo del Museo de Mérida, tomando por tal el de Badajoz, pues no ha aparecido en aquél ni responde al n 25, que habría de ser del Inventario de Macías; pero apareciendo con el n 25 en Romero de Castilla queda todo explicado. Es, pues, muy probable que el anillo en cuestión apareció en Mérida y pasó al Museo de Badajoz donde al presente se guarda. La publicaron: Hübner 422. Romero de Castilla p 181 n 25 Mélida 2152. Vives 296. Reinhart Los anillos p 170. Hübner declara que no lo entiende, a no ser que sea un nombre extraño, o e(s) sanu(s)? Únicamente trae mal la cruz final del r. 1 y la inicial del segundo, que son simples guioncitos. Romero, Mélida y Vives lo traen bien. Reinhart se limita a mencionarlo. El chatón, ovalado, de 0,016 de alto y 0,019 m. de ancho, según el sentido de las letras, contiene en dos líneas separadas por una raya horizontal las siguientes letras: N U E S A s. VI ? Delante de la N hay una crucecita y detrás de la U un guioncito. La U está inclinada hacia la derecha. Delante de la E hay otro guioncito, y detrás de la A otra cruz. Estas letras están grabadas a golpes de buril, para leerlas directamente, cuya lectura parece lógica debe empezar por la primera cruz y acabar en la última. La última sería, por tanto, Nuesa; pero ésto no tiene sentido. La U tiene forma capital lapidaria. La S acusa sus tres trazos muy bien marcados, acaso por comodidad del artífice dado lo rudimentario del grabado. La A de travesaño angular. El anillo y la leyenda podrían ser del siglo VI. Tesis Doctoral 830 69 Es un anillo de bronce que está en el Museo Arqueológico de Mérida, cuyo ingreso en el establecimiento no puede precisarse. Está inédito. En el chatón ovalado, con los bordes muy gastados, de 0,009 m. de alto y 0,006 de ancho en el sentido de las letras, se ven estas con la misma distribución que les doy: D [.] L U [.] V [.] Del s. VI al VII Están en relieve, sobre el fondo groseramente rebajado. La D es de tres trazos, muy clara. La letra que hay junto a ella no puedo identificarla. La L tiene el trazo horizontal muy largo, recogiendo encima a la U, que tiene forma capital, como la que está debajo, delante y detrás de la cual se ven otras letras que no logro identificar. Puede ser fechado del siglo VI al VII. N. 69. 70 Es un anillo de bronce. En el Museo Arqueológico de Mérida, en el que ingresó antes de 1910, pues está incluido con el n 222 en el Inventario de Macías. Está inédito. El chatón, ovalado, tiene una base hexagonal. Es de 0,009 m. de alto y 0,008 de ancho según la posición de las letras. En el se ven enlazadas las letras: MU del s. VI al VII Los epígrafes cristianos latinos de Mérida 831 entre dos cruces, una encima y otra debajo, de brazos desiguales, más largo el horizontal. La U es de forma capital lapidaria. Su primer trazo coincide con el cuarto de la M. Están grabadas al revés, de no ser que hubiera de leerse UM o VM, lo que no creo probable. Las letras por sí mismas poco dicen para la fecha; pero según la forma del enlace y de las cruces puede ser contemporáneo el anillo del incluido con el número siguiente. N. 70. 71 Es un anillo de bronce, conservado en el Museo Arqueológico de Mérida, donde ingresaría antes de 1925. Lo publicaron Mélida 2115. Vives 394. Mélida dijo: “Anillo, de cobre, en cuyo chatón circular se lee grabado y repetido, con enlace de las tres primeras letras en el primer nombre, el siguiente: IVSTA”, el cual transcribió poniéndole una cruz encima. Vives repitió la cruz y la leyenda Iusta y añadió: “en el chatón de un anillo de cobre; las tres primeras letras en nexo”. Yo no he encontrado otro anillo que pueda ser el que refieren los editores que uno de bronce, en cuyo chatón ovalado, casi circular, de 0,008 m. de alto y 0,009 de ancho según la posición de las letras, se ve en la parte superior una cruz de brazos desiguales; con el transversal más largo, y debajo de ella grabadas para leerlas directamente. U S T A del s. VI al VII La A es de trazo transversal angular y la U de forma capital lapidaria. V-S están más que enlazadas, grabada la curva superior de la S sobre el extremo superior del segundo trazo de la V. No veo razón para asegurar que la I esté enlazada con estas letras, de no ser que se tome por I el primer trazo de la V para leer Iusta. Para lograr este resultado sería suficiente, aunque anómalo si bien admisible como trazado caprichoso, tomar por I el trazo horizontal que hay debajo de las letras, el cual omiten los editores si es este el anillo a que se refieren. Por la forma de las letras, por su grabado y terminaciones parece el epígrafe ejecutado del siglo VI al siglo VII. Tesis Doctoral 832 N. 71. 72 Es un anillo de bronce del Museo de Mérida, donde se conserva. Esta inédita. Son seis letras grabadas en el chatón, ovalado con base rectangular, que mide 0,008 de alto y 0,010 de ancho según la posición de la leyenda, la cual es ésta: S I S I S I Del s. VI al VII Las letras están grabadas para leerlas directamente, a buril. Pueden ser del siglo VI al VII según la anchura y forma de los surcos y sus terminaciones. ¿Podría interpretarse como genitivo de Sisisus? Si solo fue gobernador asistente a los concilios sevillanos (Flores II 285). Siseberto fue un obispo de Sevilla. Sisebuto es nombre bien conocido en la época visigoda, Sisenando, etc. ¿Pudo existir Sisisus? En relación con la leyenda de este anillo han de mencionarse uno de bronce, de Castiltierra (Segovia) según Reinhart (Los anillos p 176 y f 2 n 24) en el que se repite SISISI exactamente igual que en el emeritense; otro del Museo Arqueológico Nacional (expediente 9 de 1943) en el que más como garabatos que como letras están grabadas tres eses alternadas con tres íes, que se leen lo mismo, y están puestas de costado al lado de una E; un tercero parecido a éste trae Reinhart (Los anillos p 176 y f 2 a 22); y un cuarto, también del Museo Arqueológico Nacional y procedente de Sierra Elvira (Granada), en el que solo se lee ISISI. Con estos ejemplares pierde valor mi dudosa conjetura antes expuesta y lo gana en cambio la de que se trate de meros elementos decorativos, valor que refuerzan las eses solas del anillo incluido aquí con el número 66. Los epígrafes cristianos latinos de Mérida 833 N. 72. 73 Es un anillo de bronce, en el Museo Arqueológico de Mérida. Está inédito. El chatón del anillo no es más que un ensanchamiento de la lámina que forma la pieza, con un ancho máximo de 0,009 m. Allí se ven grabados a buril varios trazos, son sus terminaciones, y algunos puntos, todo muy difícil de identificar y comprender, salvo una letra que da la clave para saber que se trazaron letras cursivas según el sistema de la nueva cursiva romana. Esa letra es una A manifiestamente cursiva que da inestimable valor a este insignificante objeto da adorno personal, cuya fecha se puede precisarse, aunque sí asignada a la época visigoda, y más concretamente, quizá, a los siglos VI o VII. N. 73. Tesis Doctoral 834 74 Es un anillo de plomo, en la colección de Gómez-Moreno, quien me dio nota autógrafa suya en la que consta ser de Mérida, adquirido en 1935. Reinhart lo dio, no obstante, como de la necrópoli de Castiltierra (Segovia). Según me comunicó el Sr. Gómez-Moreno se recogieron otro como éste en excavaciones o exploraciones de los columbarios. Lo publicó Reinhart Los anillos p 176 y f 2 n 29. Reinhart se limitó a clasificarlo como hispano-visigodo y a dar fotograbado de la impronta. La inscripción consiste en un monograma que contiene el chatón, de forma rectangular, de 0,008 m. de alto y 0,010 de ancho según el sentido de las letras. El monograma, indescifrable por ahora para mí, es así: 2ª mitad del s. VI El monograma, y el recuadro que lo enmarca, está fundido, en relieve. Está invertido. Las letras acusan formas epigráficas de la segunda mitad del siglo VI. LOS EPIGRAFES V EPIGRAFES NO EMERITENSES O DE PROCEDENCIA INCIERTA ATRIBUIDOS A MÉRIDA Números 75 y 76 75 Este epígrafe lo dio Hübner como ciertamente portugués, con lo que se conformó Fita: pero Mélida lo dio como emeritense, y lo mismo Vives, aunque entre paréntesis dice “de procedencia incierta”. Lo publicaron: Hübner 7. Fita XXIX 1896 p 260. Mélida 2035. Diehl 1377. Vives 22. Su texto, según lo trae Hübner, debajo del crismón, dice: Los epígrafes cristianos latinos de Mérida 835 “A R M I G E R. F I D A N N X V I I I I. M. V I I S E U E RA M A . F I L I O P I E N T I S S I M O . L O C O. P E R E G [R I NO ] 5 M E M O R [I A M F C]” Las M-A iniciales del r. 3 las pone enlazadas. Hay que desecharlo definitivamente de la colección emeritense. 76 Monsalud dice que apareció poco antes de 1898 en Mérida, y que con otras paganas que salieron juntas fue a parar al Museo Provincial de Sevilla, Mélida acepta la procedencia emeritense de este epígrafe; pero no dice donde está. Vives dice “De Sevilla ? (en Museo Mérida)”. Con esto y con no aparecer por más que se ha buscado en uno y otro Museo hay que tomar la procedencia emeritense con muchísima reserva. Claro está que aunque Vives no explica ni su duda ni su afirmación, aquella está aclarada por su sospecha de que el Emeretensis que leen en r. 4 indica que en el epitafio no es de Mérida. Puede tener razón ¿Pero la ha visto él en el Museo de Mérida? Allí no la ha visto nadie, ni tampoco en el de Sevilla. Su lectura es muy incierta y el calco sobre el que trabajó Monsalud lo sacó un excelente artista que de estas cosas no parece que hubiera de entender mucho. La publicaron: Monsalud XXXII 1898 p 8. Mélida 2036. Vives 113. Según el primer editor, el texto, después del crismón, que tenía a su lado, decía: “ … N … NO …… G I S V I F R O N …… SISSDENIS … A N N I S EMERETENSIS Q … R E C E S S I T 5 C U A T R O KLNDS DICEMBRIS E R A D O C X X I I * QE MER … F … NUS VIR SUUS SE E QUAMVIS AEGER IN PACE” IS de annis las pone pequeñas, las primeras encima de la segunda junto a la N anterior. Las ues de suus las pone lo mismo. Las A-E de aeger, enlazadas. Creo lo más prudente reservar todo juicio tanto acerca de la procedencia como de la lectura de la inscripción, por lo que la incluyo aquí como de procedencia dudosa y de transcripción no utilizable para mi tesis. Tesis Doctoral 836 TABLAS Los epígrafes cristianos latinos de Mérida 837 Tesis Doctoral 838 Los epígrafes cristianos latinos de Mérida 839 Tesis Doctoral 840 Los epígrafes cristianos latinos de Mérida 841 Tesis Doctoral 842 Los epígrafes cristianos latinos de Mérida 843 Tesis Doctoral 844 Los epígrafes cristianos latinos de Mérida 845 Tesis Doctoral 846 Los epígrafes cristianos latinos de Mérida 847 Tesis Doctoral 848 Los epígrafes cristianos latinos de Mérida 849 Tesis Doctoral 850 Los epígrafes cristianos latinos de Mérida 851 853 Epigrafes sobre bronces visigodos en Boletín del Seminarios de Estudios de Arte y Arqueología, XIV, (1947-1948). Págs. 119-127. I. EL JARRO DE LA COLECCIÓN MIRO Don Ciriaco Miguel VIGIL publicaba en 1887 su importantísimo libro Asturias Monumental. En la página 198 y en la lámina K, XIX, dio a conocer un ánfora de bronce, propiedad del magistrado de la Audiencia Territorial D. Remigio Saimón, Presidente que fue de la Comisión Provincial de Monumentos. El autor se limita a decir de este jarrito que la inscripción latina que corre alrededor del cuello, con entrelazadas letras de cincelado fino, no se ha interpretado. No obstante, la inscripción fue reproducida en la lámina correspondiente con bastante fidelidad, aunque omitiendo algo sustancial como luego diré. Finalmente, justifica la inclusión de esta pieza en aquel famoso cuerpo de antigüedades asturianas por ser ejemplar muy notable, aunque no procedía de la provincia. Este vaso de bronce no volvió a aparecer, que yo sepa, en la bibliografía arqueológica española hasta el año 1940, en que salió a luz el tomo III de la Historia de España, dirigida por D. Ramón MENÉNDEZ PIDAL, en cuyo capítulo sobre las Artes decorativas visigodas, original de D. José FERRANDIS TORRES (pág. 640), se dice que la leyenda se ha interpretado G I V E L D I V I T A L I. Últimamente, el doctor VIVES lo ha incluido en sus Inscripciones cristianas con el número 517 y ha interpretado así el letrero: G i u e l d i v i t a l i… El jarrito en cuestión pasó a la antigua colección Miró y de ella al Museo Arqueológico Nacional, en donde, con motivo de la guerra de Liberación, se ha extraviado. Más antes de la guerra lo había fotografiado y estudiado en su tesis doctoral, sobre el arte visigodo, inédita en la parte de artes industriales, D. Emilio CAMPS CAZARLA, quien entregó a D. Manuel Gómez- Moreno dos fotografías obtenidas por él, un dibujo del letrero y una impronta del mismo en papel. Según el dibujo, el señor CAMPS leía: G I U E L D I … A L N I. Y el señor Gómez-Moreno intentó esta otra lectura: G I U E L D I T A C N I, dando como dudosa la T, o signo parecido. El señor Gómez-Moreno me cedió sus notas epigráficas para los trabajos que sobre las inscripciones cristianas llevo entre manos, y con ellas los gráficos e impronta del señor Camps. La impronta está muy bien sacada y conservada, y ella me ha servido magníficamente para estudiar la inscripción del vaso. Es éste un jarrito, o botellita, de bronce, de panza bulbosa y largo gollete de perfil curvo y cóncavo (Lám. I, 1 y 2), que mide, según VIGIL, 155 milímetros de alto y 65 de diámetro. El borde de la boca está ordenado con cuatro estrías anulares grabadas a punzón. En el arranque del cuello hay una zona anular, limitada por dos verdugoncitos, de once milímetros y medio de alto, en la que se grabó el letrero que, después de la cruz inicial, leo así: G I V E L D I D I A C N I . 1 Giveldi diac(o)ni Del diácono Giveldo 1Sobre el método de transcripción véase mi artículo De epigrafía cristiana extremeña. Boletín del Seminario de Estudios de Arte y Arqueología, XIV, (1947-1948). Págs. 119-127 854 Este letrero, cuyo sentido está clarísimo, aludiendo a la propiedad del jarro, de lo que indudablemente han de sacarse interesantes y positivas conclusiones sobre el carácter y uso de estos vasos de bronce de época visigoda y posterior (?), pudiera ser que en cierta ocasión, por dejar de pertenecer a Giveldo, o porque al propio diácono le interesara borrar su nombre de la vasija, se tachó la inscripción y se desfiguró con numerosos tracitos grabados, dejando el epígrafe tan confuso que a primera vista parece un indescifrable laberinto. Mas examinándolo con calma se observa que las letras están grabadas según el procedimiento advertido en otros bronces, con trazos cincelados, cuyas terminaciones son unos triangulitos hechos quizás con el mismo instrumento, mordiendo de lado, oblicuamente y a golpe. Este procedimiento, que tengo en observación, lo doy por el momento como provisional, a reserva de establecer oportunamente una conclusión definitiva. Quizá la dificultad de escribir o dibujar previamente el letrero sobre el metal llevara a los grabadores a marcar los extremos de los trazos con dichos triangulitos para después guiarse por éstos y grabar aquellos. El hecho de que en algunas leyendas, entre las cuales se cuenta ésta, se vean algunos de estos triangulitos puestos al revés indica, a mi juicio, que desde luego están grabados con independencia de los trazos. También pudiera ocurrir que dichos triangulitos terminales quisieran dar a las letras aspectos semejante al de los ápices más o menos trapeciales que tienen en los epígrafes en piedra. Pero todo esto es materia sujeta todavía a observación. Por el contrario, las rayas con que se desfiguraron las letras carecen de dichos triangulitos terminales en sus extremos libres. Todavía, para distinguir los trazos grabados de las letras de las rayas posteriores cabía una observación que sólo podría hacerse sobre el original. Es la del aspecto de los surcos, que ha de ser distinto, probablemente, en unos y en otras. Pero este aspecto es imposible apreciarlo en la impronta, único elemento de estudio más fiel al original de que en estos momentos se dispone. En la lámina I.3 doy una fotografía de la impronta; pero por no parecerme suficiente como complemento gráfico de mi estudio, por lo reducido de su tamaño, natural, he añadido los dibujos de las figuras 1 y 2, hechos directamente sobre ampliaciones de la fotografía anterior. En el de la figura 1 doy el dibujo del letrero con las rayas y trazos que lo desfiguran. En el de la figura 2 he pretendido restituir el letrero a su aspecto primitivo suprimiendo las tachaduras y dejando solas las letras, estimando conseguido mi propósito, salvo la impericia de mi mano y la solución dada a la segunda D en su parte superior izquierda, porque en la impronta no es posible precisar si los trazos lateral izquierda y superior son una solo, o si son dos distintos, detalle que, como otros de menos importancia, podrá quedar aclarado cuando aparezca el jarrito en el Museo Arqueológico Nacional. El letrero se inicia con una cruz latina, con triángulos terminales, rebasado el interior por la prolongación hacia abajo del trazo vertical. La cruz se puede reconocer muy fácilmente y, desde luego, todos la han visto. Sigue después el nombre GIVELDI, leído también por todos, menos por VIGIL. La G es espiral. La I es evidente. La V es de forma cursiva, con el primer trazo muy redondeado, que le da aspecto de U de imprenta; pero el segundo trazo, vertical, está marcado en su terminación inferior con el correspondiente triángulo, aunque suelto. El cuarto trazo de la E que viene después atraviesa el vertical de la letra. La L tiene el vertical trazo oblicuo, saliendo de poco más arriba del pie del vertical, como en tantos epígrafes visigodos. En esta letra, el triángulo terminal inferior del primer trazo quedó suelto, por ponerlo fuera de sitio, o porque se desviara la mano del grabador hacia la derecha, según se ve torcido el final del trazo. La D es de forma cursiva, como en los numerales de la era en los letreros sobre piedra, ligada al trazo vertical de la L por debajo de su ápice superior. Finalmente, la I está determinado por un trazo cuyo remate superior está algo inclinado hacia la derecha Este nombre quedó bastante claro a través de los tachones pues parece como si a partir de la cruz hasta la U, inclusive, se hubiera considerado suficiente al efecto cruzar las letras con Epígrafes sobre bronces visigodos 855 rayas oblicuas en dos direcciones. Acaso la G, que se resistía más a confundirse entre las rayas, fue motivo de otra tachadura, casi vertical, que desde la concavidad de la curva superior pasa sobre la curva inferior de la espiral. Quizás se observó que con este método quedaban demasiado legibles las letras, y se abandonó para adoptar otro que tendía decididamente a desfigurarlas. A partir de la E se inicia este procedimiento uniendo los trazos tercero y cuarto de la E. El cuarto de esta letra se prolonga con otro que, en sentido horizontal, atraviesa la D terminado en la curva derecha de esta letra. Los ápices terminales superiores de la L u la Y última se unen por un trazo curvo. Otro trazo, curvo también, une la vuelta inferior de la D con el extremo inferior de la I, prolongándose un poquito más a la derecha. El extremo libre de la curva de la D se alarga en el mismo sentido, atraviesa la I y va a enlazar con la primera letra de la palabra siguiente. Esta comienza con una de D de forma cuadrilátera, al parecer. El aspecto de la D invertida que tiene en la figura 2 no es seguro, pues no puedo garantizar la reconstrucción de la letra, como antes he dicho a causa de no poder obtener mayor precisión en el estudio de la impronta. Con la parte superior izquierda de esta letra coincide un trazo posterior que no deja ver con claridad si efectivamente existió allí una curva o si había la intersección o encuentro de dos trazos. La supuesta D invertida sería muy rara. No la he visto en ningún epígrafe de los que conozco. En cambio, la D cuadrilátera existe un fragmento epigráfico, en mármol, emeritense, conservado en el Museo Arqueológico Nacional (Hübner 342. Vives 45), y en el epígrafe de Mérida, hoy en Almendralejo, que comienza: Quisquis conspicis…(Hübner 336, Vives 47) (fig. 3) y en otro de Montoro del año 643 (Hübner 120, Vives 174)2. Sigue a la D una I, con los triángulos terminales invertidos, es decir, con los vértices hacia afuera, unidas las bases por el trazo de la letra. Este detalle es al que antes he aludido acerca del procedimiento que pudo seguirse por los grabadores de letreros sobre bronce, el cual se observa con mayor claridad en el plato de la colección Vives conservado en el Museo Arqueológico Nacional. Vienen después: la A, sin trazo transversal, como es frecuente en la epigrafía visigoda y aun en la posterior mozárabe, cuyo trazo derecho termina también con un triángulo invertido. Figura 1.- Dibujo del letrero del jarrito de la colección Miró. Sobre una ampliación fotográfica de la impronta del Sr. Camps. 2Doy sólo el dibujo de las letras de los epígrafes emeritenses. Del de Montoro sólo poseo una fotografía que no me permite obtener un dibujo bueno. Boletín del Seminario de Estudios de Arte y Arqueología, XIV, (1947-1948). Págs. 119-127 856 Figura 2.- Reconstrucción del letrero de la figura anterior. Dibujo sobre una ampliación fotográfica de la impronta del Sr. Camps. Figura 3.- D D cuadriláteras en dos epígrafes emeritenses (Hübner, 342 y 336. Vives, 46 y 47). En el Museo Arqueológico Nacional y en Almendralejo, respectivamente. La C de tres trazos, uno vertical y dos horizontales, como se acostumbra en los letreros cristianos de las primeras centurias posteriores a la invasión árabe; la N, de forma normal, y una I pequeña al final, con su triángulo terminal superior en punta, y el de abajo en forma normal. Sobre esta palabra, desde el trazo derecho de la D hasta el primero de la N, se grabó una raya horizontal, con sus triángulos terminales atravesados por los extremos de aquella. Esta raya es un signo vulgarísimo, indicador de la abreviatura DIACNI, que no puede ser sino la de la palabra diaconi. En esta segunda parte del letrero es donde el método seguido para desfigurar las letras alcanzó su máxima eficacia, como la prueba el hecho de las vacilaciones y diferencias de las interpretaciones dadas hasta ahora. El trazo que procedente de la D de Giveldi atraviesa la última I por su mitad cruza también el primer trazo de la D siguiente por su parte baja y va a morir en el trazo inferior horizontal de esta última letra. Casi paralelo a la última I de Giveldi, por la derecha, se grabó otra raya que, arqueándose por arriba, va a unirse con el extremo izquierdo de la raya de la abreviación. Otro trazo curvo enlaza el vértice terminal derecho del triángulo superior de la I última de Giveldi con el primero de aquella misma raya, que desfigura la parte superior izquierda de la D de diaconi. El trazo superior horizontal de esta D se prolonga hacia la derecha hasta tocar casi la terminación superior de la I siguiente. El inferior horizontal se alarga en forma análoga, pero la prolongación ofrece una solución de continuidad partiendo de un poquito más arriba. Entre estas dos prolongaciones se grabó otro trazo paralelo a la I. Otro trazo curvado se puso entre la cabeza de dicha I y el triángulo derecho del signo de abreviación. El vértice de la A se ligó con el trazo horizontal superior de la C, y el primero de la A con el pie del segundo, a partir del cual se grabó arriba otro trazo entre estas dos letras. Los extremos de los trazos horizontales de la C se unieron con una línea curva. El extremo libre del tercer trazo de la N hasta tocar el que une los dos extremos de la C. Un largo y derecho trazo unió el vértice de la A con el pie del tercer trazo de la N atravesando la C y pareciendo prolongarse más allá de la A hasta tocar la I anterior. Finalmente, los ápices de la última I se ligaron con dos trazos a la N anterior. Epígrafes sobre bronces visigodos 857 De lo cual resulta un verdadero jeroglífico, que, de no insistir en su interpretación, no hubiera sido fácil desentrañarlo, por lo que es explicable que quienes han intentado anteriormente su lectura no lo hayan logrado, al menos íntegramente. Vigil no dio lectura alguna, como queda dicho; pero en el dibujo que incluyó en la lámina K, XIX, hecho seguramente a la vista del original, interpretó fielmente los signos alfabéticos, como puede probarse cotejándolo con la fotografía de la lámina I, 3, omitiendo sólo algún detalle de poquísima monta, como el triangulito inferior del primer trazo de la L, por lo que a las letras afecta, habiendo dejado también sin resolver la parte dudosa de la D de diaconi. Cosa sustancial no hay olvidada alguna en el dibujo de Vigil, con excepción del signo que indica la abreviatura. La lectura que consigna FERRANDIS, quien sólo usa de la expresión se ha interpretado, y la que trae Vives son inaceptables en lo que se refiere a la segunda palabra del epígrafe. Camps acertó más, y su lectura, aunque incompleta, garantiza la mía, aunque no llegó a leer las dos primeras letras de DIACNI; pero las dejó en blanco. La A la vio bien y sólo en parte la C, que tomó por L no advirtiendo la presencia del tercer trazo de la letra. En las dos finales coincide en absoluto. Pero quien más atinó fue D. Manuel Gómez-Moreno, quien vio incluso la raya de la abreviación. Únicamente quedó dudosa para él la primera letra y no llegó a distinguir la I siguiente, dando sólo por cierto…ACNI, que con la lectura de CAMPS y con mis razones estimo que son suficiente argumento para ratificarme en la que doy. Cuando aparezca el original en el Museo Arqueológico Nacional, lo que es de esperar y de desear, es posible que puedan añadirse a lo dicho algunas observaciones interesantes de detalle; pero no espero que se modifique la lectura y la sustancia de cuanto queda expuesto, estudiadas sobre la magnífica impronta de CAMPS; antes al contrario, estimo que se confirmará todo y quedará aclarada la forma dudosa de la segunda D. Por otra parte, el dibujo de VIGIL, asegura también lo que he visto en la impronta y reproduzco gráficamente. En cuanto a la fecha, es muy aventurado precisarla. Acaso más adelante pueda concretarse más este extremo, cuando esté mejor conocida la paleografía de nuevas inscripciones, pues acaso este asunto esté relacionado con la procedencia de la pieza, desconocida, salvo el no ser asturiana según VIGIL. No obstante, me aventuraría por el momento a considerar el epígrafe como del siglo VII, admitiendo un margen que lo adentrara en los tiempos subsiguientes a la conquista árabe, según la forma de la C, contra lo cual me parece estar el visigotismo de las demás letras. Más que fechar el epígrafe me interesaba anticipar por ahora su lectura cierta. II. LA PLACA DE CINTURON DE HINOJAR DEL REY (BURGOS) Una de las más esplendidas piezas visigodas que se conservan en el Museo Arqueológico Nacional es esta placa de cinturón, de bronce, encontrada por D. Julio Martínez Santa-Olalla en el cementerio visigodo del Barranco, en Hijojar del Rey (Burgos). De sus excavaciones oficiales dio cuenta en IPEK el año 1931, donde publicó la placa y donde hizo notar que contenía un epígrafe que leyó así: E V Δ E N I C I V A, lectura que repitió Hans Zeiss en la página 44 de su libro Die Grabfunde, tomándola de Santa-Olalla. Posteriormente, el señor Ferrandis Torres, en el trabajo citado antes, incluyó un fotograbado reproduciendo la placa en la figura 435, ocupándose de ella en la página 651, pero sin decir nada del letrero. La placa es de bronce, como queda dicho, de forma alargada y silueta ajustada al contorno de la ornamentación que la decora, según el tipo hispánico de estos objetos. Los adornos, en relieve, con cabezas de animales, grifos y aves, al parecer, combinadas con follajes estilizados, están distribuidos en cuatro grupos enmarcados en los cuatro compartimentos que forman el esquema vegetal que constituye la organización decorativa (Lám. II, 1). La base de la placa es recta y en ella sobresalen, casi en los extremos, las hembrillas en donde se ajustaba el Boletín del Seminario de Estudios de Arte y Arqueología, XIV, (1947-1948). Págs. 119-127 858 eje para el juego de charnela de la hebilla. Del lado opuesto, redondeado, sale un botón pequeño. Por el reverso hay cinco orejetas perforadas que servirían para sujetar y ajustar la placa al cuero del cinturón. La longitud de la placa, sin contar las hembrillas ni el apéndice del extremo opuesto es de 140 milímetros. El ancho en el centro de la pieza es de 46. En la base alcanza hasta 55, y allí, entre dos cruces, hay este letrero (Lám. II, 2): E U D E R I C I V A. Euderici v(it)a Por la vida de Euderico Las letras, como las cruces, están grabadas con punzón muy fino. Son altas de 4 milímetros. La A tiene el trazo transversal en ángulo. La D tiene la forma triangular típica de esta letra latina en muchos epígrafes visigodos, mal transcrita por Martínez Santa-Olalla como delta griega. La R ofrece alguna dificultad para la determinación exacta de su forma, porque el borde de la placa está allí muy gastado por el uso, roce que afecta también a la parte alta de la E. Pero del aspecto que ofrece aquella saco en conclusión que o bien es una R procedente del tipo cursivo número 2 de la tabla IIII de ZANGEMEISTES, correspondiente a la escritura parietaria Pompeya trazada con almagre, carbón o creta, el cual consiste en un primer trazo vertical y otro segundo oblicuo desde lo alto del primero hacia abajo y a la derecha, o bien es una R semejante a las del lado A de la lápida emeritense de Fortuna (De epigrafía emeritense p. 288 fig. 11, primera R). Más me inclino al segundo parecer, porque entre la R y la I se advierte un puntito triangular con el vértice hacia lo alto de la R, y prolongado débilmente hacia él. Es muy verosímil que este punto, grabado como las letras, el cual no tiene significado ni misión alguna, sea la terminación del segundo trazo de la R, perdido con el desgaste del bronce en aquella parte al usar la hebilla del cinturón, articulada allí sobre la placa. Esta opinión se refuerza con que precisamente entre mozárabes se usó la R de este tipo, consistente, en esencia, en que el segundo trazo de la letra ni se cierra sobre el vertical, ni toca al tercero, quedando libre su extremidad, tipo que entre los epígrafes visigodos sólo he visto hasta ahora en el de Fortuna y en el de Utrera, según el facsímil de Hübner (82), a los que ha de añadirse este de la placa de Hinojar del Rey. Las demás letras del epígrafe no ofrecen particularidad alguna. Hay un enlace de V A, al final. Sobre él hay una rayita marcando una abreviatura. La propia lectura del señor Martínez Santa-Olalla, aparte de lo expuesto, da seguridad absoluta a la mía; pero sólo en la identificación de las grafías, salvo lo dicho acerca de la D y lo concerniente a su N, cuya existencia no he de esforzarme en negarla; ello es evidente, pues no es posible, en un letrero concienzudamente grabado, admitir como parte integrante de la N la I que está delante de la C, aislada y trazada con absoluta nitidez. Y en cuanto a la R, además de lo apuntado, cabe agregar que no puede ser ninguna otra letra del alfabeto latino. En cuanto al sentido, Euderici es el genitivo de Eudericus, con cuyo nombre se enriquece ahora nuestra onomástica visigoda, y, por consiguiente, la abreviatura VA. ha de ser vita, como en otros epígrafes de época visigoda, constituyendo una forma corriente de aclamación al propietario de los objetos en los que se escribía, y de los que pienso ocuparme alguna otra vez. Por el momento, vaya por delante esta rectificación que representa la incorporación de un nombre nuevo para nosotros, la posible vulgaridad de una aclamación, la conformación de la fuerte influencia de la letra cursiva en los epígrafes visigodos, y además, seguramente la prueba de la existencia en la época visigoda de un tipo corriente de R, ya que de Utrera y Mérida a Hinojar del Rey hay mucha distancia y mucha geografía por medio, que engendró, acaso, el tipo de R muy usado en los epígrafes mozárabes. En cuanto a la fecha del letrero me inclino a pensar en el siglo VI por la forma de la A y de la D, o en la primera mitad del VII. La forma de la R no creo que sirva por ahora para Epígrafes sobre bronces visigodos 859 determinar el tiempo de este letrero, pues sólo la he reconocido en el susodicho epígrafe emeritense del año 601. La inscripción de Utrera que trae Hübner en facsímil es del año 640 (?). Madrid, octubre de 1947. BIBLIOGRAFÍA CAMPS: Tesis doctoral sobre el arte visigodo. Sólo publicada la parte monumental en el tomo III de la «Historia de España» dirigida por MENÉNDEZ PIDAL. Madrid, 1940. FERRANDIS TORRES: Artes decorativas visigodas, en la «Historia de España» dirigida por MENÉNDEZ PIDAL. Tomo III. Madrid, 1940. HÜBNER: Inscriptiones Hispaniae Christianae. Berlín, 1871. Supp., Berlín, 1900. MARTÍNEZ SANTA-OLALLA: Sobre algunos hallazgos de bronces visigóticos en España. «IPEK», 1931, p. 57. NAVASCUÉS: De epigrafía cristiana extremeña. <>. Núm. 69. Madrid, 1947, p. 265. VIGIL: Asturias monumental, epigráfica y diplomática. Oviedo, 1887. VIVES: Inscripciones cristianas de la España romana y visigoda. Barcelona, 1942. ZANGEMEISTER: Inscriptiones parietariae pompeianae. «Corpus inscriptionum latinarum». Vol. V, Berlín, 1871. ZEISS: Die Grabfunde ais dem spanischem Westgotenreich. Berlín, 1934. Boletín del Seminario de Estudios de Arte y Arqueología, XIV, (1947-1948). Págs. 119-127 860 La placa de cinturón, de bronce visigoda de Hinojar del Rey (Burgos). Museo Arqueológico Nacional. - Detalle muy ampliado del letrero. Fots. Museo Arq. Nacional. Epígrafes sobre bronces visigodos 861 1 2 3 1 y 2. Dos aspectos del jarrito de bronce, visigodo, de la colección Miró, en el Museo Arqueológico Nacional (Fot. Camps).- 3. Letrero del jarrito, reproducido de la impronta del Sr. Camps. (Fot. Prast). 863 La dedicación de la iglesia de Santa María y de todas las vírgenes de Mérida en Archivo Español de Arqueología, tomo XXI, (1948). Págs., 309-359. EL HALLAZGO. – Fue descubierto este epígrafe en la Alcazaba de Mérida durante los trabajos practicados en su recinto por la Comisaría General de Excavaciones Arqueológicas, subvencionados por el ilustre patricio D. José Fernández López, en el otoño de 1947. La inscripción no ha salido, sin embargo, en las excavaciones. Su hallazgo se debe a la iniciativa personal del Comisario director D. José de C. Serra Ráfols, quien, al margen de la investigación del subsuelo, decidió extraer de la muralla algunas piedras de mármol empleadas allí como sillares. Entre ellas había una muy grande que servía de imposta en el arco de entrada a la Alcazaba desde el recinto fortificado de la Puerta del Puente. El resultado ha sido espléndido, porque, aparte del interés de las demás piezas extraídas, la susodicha contiene, incompleto, el epígrafe de la dedicación de la iglesia de Santa María y de todas las Vírgenes, de época visigoda, aprovechado por los musulmanes en la construcción de la fortaleza. Allí estaba la piedra, tendida, ocupando toda la anchura o espesor del muro, con el letrero hacia arriba, recibiendo la carga del arco al lado derecho según se entra al recinto. El Sr. Serra tuvo la deferencia de enseñarme la piedra todavía “in situ”. Después, cuando la hubo sacado, la calcó y me entregó la impronta cediéndome el estudio y publicación del monumento, por lo que me complazco en hacerlo constar así y manifestaré mi gratitud. No obstante, antes que el Sr. Serra, había anotado la existencia de este epígrafe D. Manuel Gómez-Moreno, quien copió algunas palabras que se dejaban ver en el esquinazo más saliente de la imposta. LA PIEDRA. - La he visto y examinado directamente. Es un monolito de mármol blanco, fragmento de una moldura clásica que coronó el pódium o basamento de un edificio romano. Su perfil es el de la figura 1, y su aspecto parcial se reproduce en la figura 2. Mide el bloque 1,98 metros de longitud, 0,56 de ancho y 0,23 a 0,29 de grueso. El vuelo de la moldura es de 13,85 centímetros. La cara superior de la piedra, que hoy contiene la inscripción (fig. 3), estuvo a la intemperie y seguramente fue hollada de continuo, pues ofrece el aspecto de una superficie pétrea desgastada por frecuentes pisadas y por la erosión de los agentes atmosféricos, lo que puede ir de acuerdo con el uso inicial antes indicado. Esa erosión continua ocasionó la formación de algunos hoyuelos, que se perciben bien en la figura 3, de los cuales los más característicos son los que afectan a las palabras cunctorum, iussa y catolice, a cuyas oquedades se adaptó el grabador al abrir las letras al epígrafe. La cara opuesta a la inscripción, al reducir el grueso del monolito para un aprovechamiento posterior, fue desbastada a golpes, sin labra alguna, dando lugar a la diferencia de grueso arriba apuntada de un lado al otro, de modo que la pieza no podía hacer buen asiento en una obra de sillería regular y perfecta1. En cambio, en la época visigoda esa cara pudo servir muy bien para recibir la piedra en el muro de la fábrica del templo a cuya dedicación se refiere el letrero, de no ser que fuera cortada por los musulmanes al utilizarla en su fortificación en el lugar y forma que he dicho. El letrero (fig. 3) no está completo. Por su costado derecho está rota la piedra, y perdido el final, o algo más, de todos los renglones, y con ellos datos interesantísimos del hecho histórico que conmemora. Ni aun siquiera el bloque subsistente está entero, pues, quizá por el asiento o movimiento que hizo la construcción árabe, se quebró la piedra casi en dos mitades en el sentido de lo ancho, saliendo en dos pedazos del sitio en que la pusieron, pero la fractura apenas afecta casi íntegramente a un par de letras. Un golpe inevitable que, al extraerla, recibió uno de los fragmentos hizo saltar una lasca y mutiló dos letras del primer renglón, las HA de hac, junto a la fractura; pero los pedazos fueron cuidadosamente recogidos para su 1El Sr. Serra me comunicó esta misma observación, creyendo en dos utilizaciones diferentes de la piedra anteriores al grabado del epígrafe visigoda. Archivo Español de Arqueología, tomo XXI (1948). Págs. 309-359. 864 restauración. Por lo demás, el letrero se conserva bien, aunque la superficie de la piedra recibió, además de las erosiones antes referidas, las que se produjeron por la presión de la fábrica árabe. Últimamente, el humo y los gases de una fragua instalada bajo la bóveda que forma el arco inferior de la piedra. El borde superior de la inscripción también está ennegrecido por la misma causa. EL EPÍGRAFE. – Está grabado con cuidado y con bastante regularidad para su época, salvadas las erosiones distanciando más o menos algunas letras o grabándolas en lo profundo de las oquedades. El texto se contiene en ocho líneas, la última de las cuales se encajó malamente, por no haber quedado altura suficiente ni regular entre el renglón séptimo y el borde inferior de la piedra, a cuyo contorno se adaptó la escritura. Comienza el letrero con una cruz de brazos iguales, que inicia el primer renglón, y dice así (figs. 3, 4 y 5)2: DEDICATA EST HAC AULA AD NOMEṆ [... GLO-] RIOSISSIME MATRỊ DOMINI NOSTRI HỊ [SU. (?) XPI. …SECUN-] DUM CARNEM OMNIUMQUE VIRGINUM PRINC̣[IPE … IN NOMI-] NE CUNCTORUM POPULORUM CATOLICE FIDẸỊ […] 3IVSSA CREARE SUNT RELIQUIAE RECONDITẸ […] * DE CRUCE. DNI. * SCI. * IOHANNI BAPTISTE SCI. S[TEFANI (?)…] * SCI. * PAULI * SCI. * IOHANNI EVANGELISTE SCI. * IACOBI * SCI. IVLI[ANO (?)…] SCE. * EULIALIAE * SCI. * TIRSI SCI. * GENESI * SCE. MARCILLE * SUB D. II KAL. FEBRU[ARIAS …] 1Dedicata est aula ad nomen […glo]2riossime Matri Domini Nostri Hi[(e) (?) Xpi(sti)…secun]3dum carnem omniunque Virginum, princ[ipe…in nomi]4ne cunctorum populorum catolice fidei […] 5 iussa creare. Sunt reliquiae recondite […]6 de cruce D(omi)ni N(ostr)i, s(an)c(t)I Iohanni Baptiste, s(an)c(t)I S[fani (?)…]7 s(an)c(t)I Pauli, s(an)c(t)I Iohanni Evangeliste, s(an)c(t)I Iacobi, s(an)c(t)I Iuli[ani (?)…]8 s(an)c(t)e Eulaliae, s(an)c(t)i Tirsi, s(an)c(t)I Genesi, s(an)c(t)e Marcille, sub d(ie) II kal(endas) febru[arias…] (25 de enero) La fractura que ha partido la piedra atraviesa el letrero de arriba abajo, desde la A de hac, en el primer renglón, hasta la primera E de Genesi, en el último. La A está partida por mitad, con su primer trazo en el fragmento de la izquierda, y el derecho con parte del transversal en el de la derecha; pero aunque mutilada, su forma está completa. En el reglón segundo casi ha desaparecido la I de Matri, pero aún queda marcada en el fragmento de la izquierda, lo que, unido al sentido, hace indudable su lectura. En los renglones tercero, cuarto y quinto, la fractura afectó a la segunda M de omniumque, a la primera U de populorum y a la N de sunt, respectivamente, letras que quedaron rotas sin pérdida de sus trazos. En los renglones seis y siete la fractura pasó rozando las letras entre las IO de Iohanni y las EV de Evangeliste. En el 2Respecto al método de transcripción, véase mi artículo De epigrafía, págs. 266 y siguientes (v. Bibliografía al fin). La dedicación de la iglesia de Santa María y de todas las vírgenes de Mérida 865 renglón ocho quedó partida de arriba abajo la primera E de Genesi; pero entre los dos fragmentos se conserva completa la letra. La esquina inferior del lado izquierdo está rota de antiguo y por ello mutilada la S inicial del renglón octavo, letra incierta por lo que de ella queda y por el sentido: sce. La fractura del lado derecho es oblicua, desde la N segunda de nomen, en el primer renglón, hasta la E de recondite, en el quinto. Desde aquí sigue en sentido vertical por la derecha de la S y de la I, finales hoy de los renglones seis y siete, hasta encima de la U de febru[arias], en el último, en donde forma ángulo hacia la derecha para doblarse nuevamente hacia abajo. Esta fractura mutiló, además de la susodicha N, las HI de Hi[su.?], en el renglón segundo; la C de princ[ipe], en el tercero, y las EI finales de fidei y la E última de recondite, en el quinto. El epígrafe ha quedado incompleto por la derecha, aunque sólo en cuanto a detalles, siquiera éstos de suma importancia, porque el sentido general puede considerarse completo con las cláusulas fundamentales del acto conmemorado. No obstante, los detalles perdidos son de gran interés y hubieran aclarado extremos fundamentales de orden histórico y eclesiásticos, y quizá religiosos, cuya conjetura es aventurada y difícil, al menos para mí. ¿Cuánto falta del epígrafe? No creo posible definirlo con absoluta certeza, sino probablemente. Estudiando el asunto con datos del último renglón, en el que faltan con seguridad las cinco letras finales de februarias, las de la palabra era y el numeral correspondiente, que entre los posibles, suponiendo que la dedicación fuera en domingo, se puede proponer como más corto y sólo por vía de ensayo el DCLXV, resulta que este renglón tenía por lo menos un total de trece letras más, que lo alargarían en unos 38 centímetros sobre los 187, que actualmente mide, sin contar la S inicial fuera de la línea marginal, dando un total de 2,25 metros. En este supuesto no cuento con que la fecha tuviera más datos que los del día, mes y año de era, y calculo que en la última cifra terminara el epígrafe. Presumiendo que los renglones de encima tuvieran una anchura mínima igual a la del renglón octavo, que no es forzoso, faltarían del renglón primeros unos 68 centímetros, de los que descontados unos 20 que se repartirían entre cuatro letras, la N final de nomem y las G L O iniciales de gloriosissime, quedarían entre las susodichas palabras unos 48 centímetros, espacio que ocuparían unas nueve o diez letras de 48 milímetros de ancho por término medio. Según el mismo cálculo, al renglón segundo le faltarían unos 64 centímetros, espacio que ocuparían las letras S U de Hisu., S E C U N, de secundum, y otras seis o siete más que llenarían el espacio de 30 centímetros intermedios. Al tercero le faltan unos 56 centímetros, de los que descontados unos 15, que podrían corresponder al posible suplemento PRINC[IPE], y otros 30, que pertenecían al final [IN NOMI-]/NE, quedaría entre ellos un espacio para unas dos o tres letras. En el renglón cuarto, después de fidei vendrían unas diez letras en un espacio de unos 49 centímetros. En el sexto, el posible suplemento S[TEFANI] ocuparía unos 30 centímetros, y aun sobrarían otros 13 para otras letras más. En el séptimo, a las tres letras del posible IVLI[ANI] corresponderían unos 15 centímetros, y todavía quedarían otros 29 para unas seis letras. Según este cálculo mínimo, faltaría en cada renglón cuanto queda dicho; pero, por lo que después comentaré, es necesario suponer que los renglones serán más largos. Una longitud mayor no sería exagerada para la piedra, porque según el cálculo mínimo el bloque de mármol podría medir, de un extremo al otro, 2,47 metros, prácticamente unos 2,50 metros, y sin ninguna dificultad podría admitirse que llegara hasta los tres, puesto que las pilastras, monolitos de mármol que emplearon los visigodos en sus construcciones emeritenses, miden muy bien esa longitud. Esos tres metros añadirían al cálculo anterior unos 39 centímetros por renglón, o sean unas ocho letras más por cada uno de los siete primeros, que unidas a las anteriores podrían contener íntegro el texto del epígrafe, del cual falta todo lo que pudiera contenerse entre estos cálculos mínimo y máximo. El renglón octavo podría ser sin dificultad más corto que los demás, suponiendo que no tuviera más elementos después del numeral de la era. Pero en el cálculo más amplio podría haber contenido datos que se echan de menos, aunque no sean imprescindibles. Lo que creo que no podría admitirse es que los demás renglones, no siendo Archivo Español de Arqueología, tomo XXI (1948). Págs. 309-359. 866 métrico el texto, fueran de distinta anchura, salvo alguna posible y corta diferencia prácticamente nula. LOS SUPLEMENTOS. - Tenidos en cuenta estos cálculos examinemos la certeza o la probabilidad de los suplementos que doy más arriba y la posibilidad de otros que me ocurren como tanteo. Es indiscutible el suplemento GLO en el renglón primero, por pedirlo el principio RIOSISSIME del segundo. Pero ¿qué había en el espacio intermedio entre las palabras NOMEN y GLORIOSSISIME? Ferotin3, que extrajo los anuncios de las festividades que encontró en los viejos libros de la antigua liturgia hispánica, añadidos en un apéndice a su Liber Ordinum, consigna así el referente a la fiesta de Nuestra Señora el 8 de diciembre: Adveniente die illo, solemnitas erit sancte Marie, virginis et genitricis Domini nostri Ihesu Christi…En nota dice que los manuscritos de León y de París añaden secundum carnem (col. 518 y nota 5). En otros epígrafes de época visigoda, a los cuales me refiero según estas publicados sin haberlos estudiado directamente todavía, se menciona el nombre de Santa María en las dedicaciones y consagraciones de sus iglesias o basílicas (H4357, 100, 376. V 301, 308, 323). Por consiguiente, podría completarse este renglón así: AD NOMEN SCE. MARIE VIRGINIS ET GLO/RIOSISSIME. Las dieciocho letras comprendidas entre las palabras segunda y última llenarían justamente el espacio según el cálculo máximo. Solas las palabras SCE. MARIE serían, probablemente, insuficientes para llenar el espacio perdido según el cálculo mínimo, pues se precisarían nueve y son ocho. Mas no queda seguro, sin embargo, sino el suplemento [GLO-] / RIOSISSIME. En el segundo renglón es probable el suplemento HI[SV.], Hi(e)su, en cuanto a la forma, porque en cuanto al sentido es indudable. Aparecen evidentemente trocadas las letras H I, mutiladas por la fractura, que afectó levemente a la H, la cual se conserva íntegra en lo esencial de su forma, y gravemente a la I, de la que quedó, no obstante, el pie de su trazo. Este cambio de letras en su nombre sagrado no supone novedad en la epigrafía de la época, pues aparece también en la inscripción de la consagración de la basílica de San Pedro y San Pablo, grabada en el pedestal de los Villares de Hortichuela (Fernández Guerra: Arqueología cristiana pág. 406, H 374, V 316), donde leen: In nomine Dni. Hisu Xpi; y en la piedra de la consagración del año 644, de Vejer de la Frontera, donde, según lo que dice Romero de Torres, y a la vista del fotograbado que trae (LIV 1909 págs. 99-100, y Catálogo página 272 lám. CXIX), hay que transcribir HSU. Y leer H(ie)su, y no Ih(e)su, como Hübner (III), que transcribe bien sin embargo, ni como el propio Romero de Torres, que transcribe IHSV y lee Ih(e)su, ni como Vives (305), que transcribe, [I]ηsu, supliendo una I inexistente. Sólo Diehl (2107), que siguió la transcripción de Hübner seguramente lo puso así: Hsu y de esta forma lo consignó en el índice5.También es seguro el suplemento XPI., y probablemente también su forma. 3 Véanse al final las referencias bibliográficas completas. 4 Hübner y Vives se citan H y V para sus respectivas colecciones. 5 Fuera de España se encuentran las formas His, Hsū, abreviadas (Diehl, 3.399 y 1.586), y la completa Hiesum en el año 529 (Diehl, 4.677). Todo lo cual se garantiza recíprocamente y asegura la transcripción y lectura que doy del nuevo letrero de Mérida. Por otra parte, en un manuscrito del siglo VIII se encuentra la forma Hiesus filius Sirach, consignada en el Nouveau traité de diplomatique, según cita de Leclerq (t. I col. I. 179). Floriano (pág. 114), tratando de la cuestión de la manera de escribir el nombre de Jesús en la antigüedad latina, dice: Lo que pasó con la H de IHS es que perdió para el escriba su significado y sonido originario como letra griega y pasó al de una H muda latina, CON EL QUE SE CONSERVÓ A TRAVÉS DE TODA PALEOGRAFÍA MEDIEVAL, que en adelante escribirá Ihesus el nombre del Salvador, cosa tanto más fácil de explicar si se tiene en cuenta que la forma normal y más antigua del nombre de Jesús en latín parece haber sido Hiesus, lo que va de acuerdo con los datos epigráficos referidos. Esto quiere decir, a mi juicio, que en la forma abreviada IHS no puede transcribirse la hache latina por la eta griega, pues si bien puede haber para ello una justificada razón erudita, es lo cierto que en los epígrafes, en los españoles al menos, no hay diferencia gráfica alguna entre la H de IHS y la de otras palabras, y aún se da la circunstancia de que si en estas últimas ofrece la letra latina alguna originalidad, se repite igual en la del nombre sagrado. Es más: siendo la hache latina en su forma minúscula la que prevaleció en definitiva en nuestros epígrafes, como en los mozárabes por ejemplo, y también en la escritura corriente, como hace observar La dedicación de la iglesia de Santa María y de todas las vírgenes de Mérida 867 El suplemento [SECUN-]/DUM es indudable, pues la fórmula dogmática a la que pertenece es bien conocida y está repetida en el Calendario visigodo de Carmona, en el que el día VIII de las calendas de enero han leído: [Nativi]tas Dni. [nsi. Ihs.] Xpi. secund[um] car[ne]m (V 333). ¿Qué había entre los suplementos HI[SU.XPI. …SECUN-]/DUM en este segundo renglón? Según el cálculo mínimo, quedaría un espacio intermedio para unas tres o cuatro letras, que no sé qué podrían decir en tan corta palabra. Acaso los anuncios de las festividades de Ferotin podrían aclarar algo la cuestión, porque las formas mozárabes tienen su precedente, sin duda, en las visigodas, como lo vemos en este caso. La fiesta de Navidad (col. 519) se anuncia así: Adveniente die illo, solemnitas erit Nativitatis Domini nostri Ihesu Christi ac Salvatoris secundum carnem. Y la de la Circuncisión (Col. 19): Circuncisio Domini nostri Ihesu Christi ac Salvatoris secundum carnem. Si la anchura del renglón fuera la correspondiente al cálculo máximo, las palabras ac Salvatoris llenarían justamente el espacio entre aquellos dos suplementos, y los dos primeros resultarían con la misma anchura: renglón 1 …NSCEMARIEVIRGINISETGLO (21 letras desde la N) renglón 2 …HISUXPIACSALVATORISSECUN (22 letras desde HI) No obstante, sólo resultan seguros los suplementos HI[SU. XPI.] y [SECUN-]/DUM, con las salvedades expuestas acerca del primero. En el tercer renglón he propuesto los suplementos PRINC[IPE] e [IN NOMI]/NE, pues así parecen lógicos y naturales. Nada más propio del príncipe católico en aquellos tiempos que ordenar o tener la iniciativa de la creación o fundación de una iglesia. Luego me ocuparé de comprobarla. Pueda caber la duda si el príncipe era uno solo o más; pero no sé que podía haber entre los dos suplementos, como no fuera el nombre del fundador o fundadores, acaso una solo, según el espacio disponible en el cálculo máximo hecho anteriormente para la anchura del renglón. En el cálculo mínimo, le faltan cerca de unos 50 centímetros, que dan espacio para unas diez letras. Sólo los suplementos propuestos contienen nueve. Leclerq (t. I cols. 178 y 179) citando el ejemplo de algunos diplomas del siglo VIII y el testimonio de Cavedoni, quien sostiene que los manuscritos escriturarios latinos contienen las formas Ihs̄, Ihū, Ihm̄, con la h latina desde el siglo VI, la transcripción de la H por η es dar por resuelta una cuestión en litigio desvirtuando precisamente el valor de los documentos que pueden servir para juzgarla, en este caso los propios epígrafes, transcripción que sólo estaría justificada ante la evidencia, pero nunca ante la duda y con tantos testimonios a favor de la letra latina. Fig. 1.- Sección de la piedra en que está grabado el epígrafe de la dedicación de la iglesia de la Madre de Dios, de Mérida. Archivo Español de Arqueología, tomo XXI (1948). Págs. 309-359. 868 Fig. 2.- Aspecto de la moldura romana. Fig. 3.- Aspecto general del epígrafe. Figs. 4 y 5.- Detalles del epígrafe. La dedicación de la iglesia de Santa María y de todas las vírgenes de Mérida 869 No había lugar, pues, para consignar el nombre del príncipe. Con el cálculo máximo quedaría un espacio intermedio para unas doce letras más, que podían dar el nombre del príncipe y aclarar su personalidad. Por esta razón es por la que me inclino a estimar como más probable el cálculo máximo expuesto sobre la anchura del letrero, pues no se explicaría el anonimato del príncipe, lo cual estaría de acuerdo con la anchura máxima de los renglones 1 y 2. No sé qué podría haber en lo que falta de los renglones cuarto y quinto, si no era en el último la mención del lugar en el que fueron depositadas las reliquias, cuya relación sigue después en el renglón seis, a no ser que esta lista comenzara ya en el renglón cinco nombrando otras reliquias de Nuestro Señor Jesucristo, según es la de Santa Cruz la que se nombre en primer lugar en lo que resta del epígrafe; tales podrían ser de cruore Domini, de pane u otras inscripciones de época posterior a la invasión árabe. Mas todo es de conjetura problemática y aventurada. El suplemento S[TEFANI], S[TEPHANI] o S[THEFANI] (vid. mi art. De epigrafía pág. 285) me parece más verosímil que el de S[EBASTIANI], por cuanto en nuestras nóminas de reliquias de época visigoda es frecuente encontrar las de San Esteban protomártir (H 85, 175 (?), 110, 374, 115. V 304, 307 (?), 310, 316, 303). Además, parece que en la lista de Mérida se ha guardado cierto orden poniendo en primer lugar la reliquia de la Cruz de Nuestro Señor, a la que sigue la del Precursor. Después del nombre suplido vienen las de los Apóstoles, y finalmente las de las demás Santos. Por consiguiente, es lógico pensar que la inicial S, con la que termina el renglón sexto, corresponde a San Esteban, citado como protomártir entre el Precursor y los Apóstoles. Supuesto que la piedra de Mérida tuviera la anchura máxima calculada, sobraría espacio en este sexto renglón. ¿Estaría también explícitamente expresa la condición del Protomártir? En una piedra de Granada se le llama primi martyris (H 115, V 303). Parecen demasiadas letras para el espacio sobrante según tal cálculo. ¿Pudo figurar en el final de este renglón el nombre SCI. PETRI? Alguno más hubo de haber en el caso de que la anchura de la piedra fuera la que parece que precisaban los tres primeros renglones. Estaría a favor de San Pedro el hecho de ser el de San Pablo el primer nombre que encabeza el renglón siguiente; pero es forzoso que ello quede dentro de la más absoluta reserva, y sólo como probable el suplemento S[TEFANI]. En cuanto al suplemento del séptimo renglón, el propuesto, IVLI[ANI], me parece casi seguro. Detrás terminaría con el nombre de otro santo o santa, o más de uno, según consistiera el espacio disponible. Finalmente, es indudable el suplemente FEBRU[ARIAS], detrás del cual vendría la era, o la fecha del reino del pontificado entre medias. Este final queda absolutamente incierto. LECTURA DEL NUMERAL DE LAS KALENDAS. – La tengo por segura, porque la C que hay delante de la II no puede tomarse más que por episemon, sobre el cual mi buen amigo y sagaz paleógrafo M. Jean Mallon prepara un artículo en el que dará a conocer el resultado interesantísimo de sus investigaciones acerca de este valor numeral. Este signo, sobre el que llamó la atención. Vives en los epígrafes españoles, tiene efectivamente el valor 6, que para el del día de la fecha de este nuevo epígrafe, sumando al 2 que le sigue, da el 8 de las kalendas de febrero (25 de enero). Otra cosa no creo que pueda ser por razón de su proximidad a la cifra II. Exigiría en otro caso ser una sigla, pues el numeral C = 100 sería absurdo para el día del mes. Para ser abreviatura de palabra me parece que habría de tener algún signo que la indicara, y no lo tiene. Además había de referirse a die, habiéndose de pensar en tal caso en currente o en término parecido; no debería pensarse en die católico, porque el precedente (H 155, V 302) se señaló como falso y exige una severa crítica y revisión. ¿Clarissimo? Hay que decidirse en favor del significado numeral VI6. 6 Redactando este artículo creo haber encontrado el mismo signo en forma de S, lo que dejará aclarados algunos epígrafes inexplicables hasta ahora. Si en unos epígrafes pudo corromperse la forma del Archivo Español de Arqueología, tomo XXI (1948). Págs. 309-359. 870 EL SÍMBOLO CRISTIANO. – Inicia el epígrafe una cruz que encabeza el primer renglón, la cual parece querer ser del tipo llamado latino, según el cruce de sus trazos. Estos terminan con amplios ensanchamientos. La cruz inicial del texto en los epígrafes en piedra aparece por primera vez, en Mérida, entre los ejemplares conocidos y fechados, en el de Saturnino, del año 588 (H 33, supp. p. 19. V 480). Parece ser que la época comprendida entre dicho año y el 601 es un tiempo crítico para la epigrafía emeritense. Así, entre otras observaciones, se advierte que la inscripción de Saturnino comienza con el crismón, compuesto por la llamada cruz monogramática con alpha y omega. Pero el primer renglón se inicia con una simple cruz hecha de trazos desiguales. El siguiente epígrafe fechado es el duplicado de Fortuna, del 601 (v. mi artículo De epigrafía, pág. 286), en cuyo lado A, en cabeza de la inscripción, ha una cruz entre palomas; pero el primer renglón se inicia con una cruz monogramática, sin alpha y omega, y detrás una simple cruz. Parece que estos dos epígrafes demuestran una lucha entre el tradicional empleo del crismón y una nueva tendencia a sustituirlo por una sencilla cruz. Lo cierto es que en el año 657, el epitafio de Juan (H 29, supp. p. 19 V 44) está iniciado con una simple cruz, como el de Quinigia (H 31, supp. p. 19, V 46), del año 662. El año anterior, en cambio, el epígrafe de Eugenia (H 333, V 358) se inició con una cruz monogramática con alpha y omega, la cual podría ser calificada de bárbaramente trazada. Entre los epígrafes fechados y extraviados se inicia con una cruz, según lo traen los editores, el de Sanctus, del año 594 (H 32, V 34). Entre los conservados y no fechados, cuyo carácter epigráfico, los pone indudablemente entre los del siglo VII, se inician con una cruz los de la mártir Eulalia (H 334. V 348), el de Grati[a]nus (V 49) y el del clérigo Eulalius (H 336. V 47). Con estos datos parece indudable que el uso de la inicial como símbolo cristiano se usa corrientemente en las inscripciones emeritenses desde el año 588 en adelante. Sin embargo, como excepción, debe añadirse el dato de la inscripción de María (Monsalud: L 1907 p. 248. V 30), la cual, circunscrita en una corona, se inicia también con una cruz. No obstante, esta excepción nada significa contra la costumbre general, ya que he señalado el caso del epígrafe de Eugenia, que contiene un crismón en época en que parece estar generalizado el uso de la cruz. Respecto al nuevo epígrafe emeritense, cuya fecha se ha perdido, el hecho de iniciarse con una cruz ha de tomarse, en principio, como indicio de su fecha a fines del siglo VI o en el VII, lo que confirmarán y aun concretarán más otros caracteres, principalmente los alfabéticos. EL ALFABETO (v. fig. 6).- La altura de las letras, como en casi todos los epígrafes visigodos, es irregular aun dentro de un mismo renglón. La altura de los signos alfabéticos en cada uno es la siguiente: Renglón 1.º ………………………………………De 50 a 70 milímetros. “ 2.º ……………………………………… De 40 a 60 “ “ 3.º ……………………………………… De 45 a 65 “ “ 4.º ……………………………………… De 40 a 60 “ “ 5.º ……………………………………… De 40 a 60 “ “ 6.º ……………………………………… De 40 a 70 “ “ 7.º ……………………………………… De 30 a 65 “ “ 8.º. ………………………………………De 15 a 55 “ originario en S, en otros pudo corromperse lógicamente en C. Sobre esto daré otro artículo en el cual recogeré también la sugerencia que me ha hecho M. Mallon sobre la razonable posibilidad de que el numeral CII que figura en este epígrafe fuera VII y no VIII, es decir: que hubiera de leerse 6 + I, formando el “episemon” la C y la primera I. Por el momento me atengo a mi primera lectura, que podrá ser rectificado si un detenido examen de la de la cuestión lo aconseja así. La dedicación de la iglesia de Santa María y de todas las vírgenes de Mérida 871 Fig. 6.- Formas alfabéticas del epígrafe de la dedicación de la iglesia de la Madre de Dios de Mérida. (I) 1.ª línea: dedicAta.- (2) 6.ª : ioHanni.- (3) 7.ª: Pauli.- (4) 6.ª: Baptiste.- (5) 7.ª: iacoBi.- (6) 8.ª: suB.- (7) 8.ª: feBru…-(8) 1.ª: dedIcata.- (9) 2.ª …riosIssime.- (10) 3.ª omniunQue.- (11) 1.ª dediCata.- (12) 1.ª: haC.- (13) 5.ª: Creare.- (14) 8.ª: Kal.- (15) 3.ª: pRinc…- (16) 5.ª: creaRe.- (17) 1.ª: Dedicata.- (18) 1.ª : deDicata.- (19) 1.ª: aD.- (20) 3.ª …Dum.- (21) 6.ª: De.- (22) 5.ª: reLiquiae.- (23) 1.ª: eSt.- (24) 6.ª: Sci. iohanni.- (25) 6.ª: Sci. s…- (26) 8.ª: geneSi.- (27) 1.ª dEdicata.- (28) 3.ª carnEm.- (29) 4.ª: …nE.- (30) 6.ª: de.- (31) 7.ª: evangelistE.- (32) 3.ª: …duM.-(33) 2.ª: nosTri.-(34) 4.ª: Fide.- (35) 3.ª: carNem.- (36) 6.ª: dNi.- (37) 3.ª: omniUm,- (38) 4.ª: populorUm.- (39) 8.ª: sUb.- (40) 3.ª: virGinum.- (41) 3.ª Omnium.- (42) 2.ª: …riOssisime, En el renglón cuarto hay una sola letra, la O de catolice, que sólo alcanza 30 milímetros de alto. En el último renglón la mayor parte de las letras oscilan alrededor de los 30 milímetros de alto. Los trazos son de ancho muy variable, y sus terminaciones amplísimas en general. Los biseles del grabado son muy abiertos, carácter común a los epígrafes emeritenses del siglo VI al VII. El tamaño y la proporción de una misma letra varía en cada ejemplar, de modo que no se encuentran en dos iguales aunque se adapten a una misma forma, carácter general a casi todos los epígrafes visigodos, como grabados siguiendo un trazado previo sobre la piedra no sometido al dibujo, sino espontáneo, aun con la intención deliberada de dar a la escritura un carácter monumental. A.- Es de forma única y constante en los veintitrés ejemplares que hay en el letrero, con el travesaño angular. B.- Sólo hay cuatro, cuyas formas copio en la figura 6. Dan dos tipos. En el uno, la unión de los trazos curvos no toca el vertical; en el otro, sí. Es de observar que en los modelos primero y tercero, especialmente en aquél, se advierte muy bien el trazado en cuatro tiempos, con el segundo trazo recto y horizontal, cuya unión con el cuarto dejó el grabador bien manifiesta. C.- Está usada veinticinco veces. Su forma denota su hechura en dos trazos, cuyo grabado se une a veces con imperfección, como se ve en los dibujos primero y tercero de la figura 6. La única diferencia entre los veinticinco ejemplares es la proporción de la letra, mostrando algunos la forma más alta que ancha. Archivo Español de Arqueología, tomo XXI (1948). Págs. 309-359. 872 D.- En las diez veces que está grabada adopta un trazado poco preciso, cuyas variantes más notables pueden ser las de la figura 6. En ellas se observará que no hay diferencia esencial. Las que se advierten son debidas a la escritura espontánea del letrero por el amanuense antes de intervenir el grabador delatando su trazado en tres tiempos, el cual se manifiesta algo menos en el ejemplar tercero, que tiende, acaso sin propósito deliberado, a dar a la letra una figura más próxima a la tradicional de los buenos epígrafes romanos, siendo en ad, en el renglón primero, el único caso en que tiene esa figura. Igualmente es caso único en el epígrafe la D del modelo quinto, cuyo trazo vertical rebasa por ambos extremos el cuerpo de la letra. E.- Su forma general es la corriente; pero entre las veintinueve que se cuentan se reconocen los cinco tipos de la figura 6, que en realidad no representan sino formas extremas de su irregularidad, debida a la espontaneidad de su trazado previo. El primer ejemplo del dibujo es el más corriente; pero junto a él aparecen los cuatro siguientes, en el primero de los cuales el segundo trazo comienza ostensiblemente a la izquierda del vertical; esta forma se encuentra como modelo único en carnem (renglón tercero). En el segundo es el tercer trazo el que comienza la izquierda del primero, siendo el caso más típico el de la silaba ne (principio del renglón cuarto), pues el segundo caso, la segunda E de creare (renglón quinto), no es muy claro. En el tercero, los trazos segundo y tercero comienzan a la izquierda del vertical, como en las primeras vocales de creare y reliquiae (renglón quinto), y especialmente en de (renglón sexto). En cuanto al último ejemplo, en el que el trazo vertical se quiebra en ángulo, se observa principalmente en la última E de Evangeliste (renglón séptimo) y en sce. Marcille y febru[arias] (renglón octavo). Esta quinta variante, observada en otros epígrafes, como luego se dirá, es indudablemente la consecuencia de la curvatura del primer trazo de la E, abundante en este letrero, acentuada por el grabador sobre la letra trazada previamente por el amanuense; pero acaso más bien acuse una forma espontánea de la E, puesto que hay que suponer tres grabadores distintos para los tres epígrafes en los que la susodicha forma se encuentra, y es raro que los tres coincidieran en una misma interpretación de la letra. En cambio, es más verosímil que tres amanuenses distintos usaran el mismo tipo de una misma letra. Los tres tipos intermedios resultan hasta ahora exclusivos de este nuevo título en la epigrafía emeritense. F.- Es de tres trazos en las dos únicas veces en que está escrita, con el segundo iniciado a la izquierda del vertical. G.- Sólo hay tres en el letrero, iguales, con el tercer trazo inclinado, partiendo del interior de la letra y separado, no mucho, del extremo inferior de aquélla. H.- Es siempre, las cuatro veces que está grabada, de trazos paralelos, con el transversal más o menos horizontal, no apreciándose diferencia entre la de HI[SU.] y las demás. I.- No ofrece particularidad alguna. K.- La única vez que está grabada es de trazos oblicuos y largos y un poco distanciados entre sí en su unión con el vertical. L.- De las doce veces que aparece en el letrero, en tres carece del segundo trazo. Salvo en estos tres últimos casos, el segundo cruza oblicuamente el vertical por un poco más arriba del pie, en la forma que se ve en la figura 6. En las palabras Evangeliste (renglón séptimo) y Marcille (renglón octavo) no tiene dicho segundo trazo. En la primera de ellas parece ser un olvido del grabador, o del amanuense, porque la I es pequeña y está puesta en lo alto del renglón para encajarla en la L que le precede (fig. 7), como en reliquiae (renglón quinto), Pauli, Iuli[ani ?] (renglón séptimo) y Eulaliae (renglón octavo). En Marcille es posible que no se grabara el segundo trazo de las eles porque no había espacio para él, pero más sencillo parece explicar este caso por el anterior, como olvido del grabador u omisión del amanuense. La lectura resulta cierta y la acredita el Martyrologium Hieronymianum, en donde por dos veces se encuentra escrito el nombre Marcillae (10 de mayo, núm. 149, y 2 de junio, núm. 86). M.- Es de forma constante las doce veces que está empleada. Tiene los trazos primero y cuarto paralelos y más o menos verticales. El segundo y el tercero están unidos hacia la mitad del alto de la caja del renglón, sin descender más abajo. La dedicación de la iglesia de Santa María y de todas las vírgenes de Mérida 873 N.- Aparenta tener dos formas en las veinte veces que está grabada. Están en la figura 6; pero se verá que entre ellas no hay más diferencia que la altura del punto de contacto entre los trazos segundos y tercero. La unión del primero con el segundo es siempre en el extremo superior de aquél. O.- Entre los once ejemplares que hay en el letrero se advierten las dos formas de la figura 6; más propiamente, las variantes extremas de una sola forma hecha en dos tiempos, cuyos trazos, según la mayor o menor espontaneidad de la escritura previa al grabado, formaron una curva cerrada oblonga con el eje mayor inclinado, o redonda. Entre estos dos tipos hay otros varios intermedios. P.- Cinco ejemplares hay en el epígrafe, siempre abierta. Q.- Dos veces se encuentra en este título, en forma de curva cerrada, redonda, cruzada hacia la mitad del cuadrante inferior derecho por un trazo recto y oblicuo que forma su apéndice típico. R.- Ofrece dos formas: cerrada y abierta, según que la unión del segundo trazo con el tercero se junte o no con el primero. La abierta se cuenta hasta diez veces, y seis la cerrada; pero en cuanto a la última, he de hacer observar que parece obtenida circunstancialmente por el grabador al ensanchar la terminación superior del tercer trazo hasta tocar el primero. Así creo verlo en carnem (renglón tercero), creare, recondite (renglón quinto) y febru[arias] (renglón octavo). Dos observaciones más he de hacer: que salvo la segunda R de creare, cuya forma es la segunda de la figura 6, las demás es dudoso que sean absolutamente cerradas; y que si en los casos anteriores el cerramiento de la R pudiera ser accidental, no lo es en la R de Marcille (renglón octavo), en nexo con la A que le precede, cerrada con absoluta certeza (figura 7). S.- Empleada veinticuatro veces, nada de particular ofrece, en general. Salvo la diferencia de tamaños y la exagerada amplitud de las terminaciones, tiene una relativa igualdad en su trazado. Pero hay tres ejemplares curiosos en el renglón octavo, en las palabras Genesi, sce…que le sigue, y sub, con los trazos rectos formando una línea quebrada, como Z invertida, forma anómala que no he visto en otros epígrafes, debida, posiblemente, a la necesidad de ceñirse a una superficie que no permitía quizá dar a la letra su amplio trazado normal. En todo caso es curioso anotar la evidente hechura de esta letra en tres tiempos, bien acusados en estos tres ejemplares. T.- No ofrece particularidad alguna, como no sea la tendencia de prolongar su ápice inferior derecho. U y V.- Con forma única, de V epigráfica clásica, se emplean veinte veces. Sus variantes se deben simplemente a la unión de los dos trazos, según que el ángulo se forme junto al pie del primero o un poco más arriba. En la última línea, en la palabra sub, se ofrece un trazado excepcional en el epígrafe, no circunstancial, sino natural, según creo, manifestando una forma cursiva que preludia su empleo en Mérida como forma monumental epigráfica. El primer trazo es oblicuo, pero se redondea insensiblemente, alargando su extremo inferior en dirección casi horizontal al llegar a la línea baja del renglón; sobre este alargamiento incide, recto, el segundo trazo, como lo copió en la figura 6. Su aspecto general es el corriente; pero obsérvase muy bien la forma anotada, que diferencia notablemente este ejemplar de los demás del epígrafe, y delata el tipo cursivo. FECHA DEL EPÍGRAFE SEGÚN LAS FORMAS ALFABÉTICAS. – Para fijarla son de gran utilidad los epígrafes fechados emeritenses hoy conocidos por sus originales, porque acusan una evidente evolución en la forma de las letras, en la que puede ser encajado el nuevo letrero con bastantes posibilidades de acierto. Los susodichos epígrafes, dieciocho en total, son los siguientes: La susodicha evolución se sigue en ellos con seguridad a través del siglo VI, y después, si bien faltan epígrafes de casi toda la primera mitad del siglo VII, se cuentan cuatro hacia mediados de la centuria. Parece que hacían falta muchos epígrafes, y así es, en efecto; pero no Archivo Español de Arqueología, tomo XXI (1948). Págs. 309-359. 874 contando más que con los relacionados a ellos nos hemos de atener, conformándonos con los datos que aportan, que no son pocos, para estudiar la paleografía de las inscripciones visigodas de Mérida, cuyos resultados, unidos a los que se desprenden de igual estudio en los epígrafes no fechados, pienso publicar si Dios quiere. Para intentar asignar una fecha al nuevo epígrafe emeritense interesa fijar la atención en las letras A, E en su forma quinta (fig. 6), F, G, K, L, M, Q y V, puesto que todas las demás no ofrecen características particulares. La A con el travesaño angular se usa en todos los epígrafes emeritenses hasta el año 601 como forma típica del siglo VI, la cual se encuentra por primera vez en el año 465. En los letreros de los años 648 al 662 no aparece la susodicha forma. Obsérvese además que en el año 559 alterna con las del travesaño recto, grabado dos veces, y otras dos sin travesaño, contra siete aes de travesaño angular. En el epitafio del 588 dominan sobre la A de travesaño angular, escrita dos veces, doce formas sin él. Finalmente, el epitafio del 601, repetido en las dos caras de la piedra, contiene diez aes en lado a, de las que siete tienen travesaño angular; en el lado b son otras diez, y, salvo una dudosa, las de travesaño angular son sólo dos. Cabe, pues, presumir que durante la segunda mitad del siglo VI comienza a ser disputada la hegemonía epigráfica que en Mérida le correspondía a la A de travesaño angular, lucha cada vez más intensa y que aun a principios del siglo VII era sostenida. Pero no encontrando la susodicha A de travesaño angular en los epígrafes de mediados de esta centuria, hemos de suponer que despareció de los letreros emeritenses entre los años 601 y 648. En el epitafio de Valeria, del año 518, perdido, la A es también siempre de travesaño angular, según el facsímil reproducido por Hübner (35). De los letreros sin fecha, los que por sus editores han sido atribuidos al siglo VI contienen también la A de travesaño angular, con excepción del epígrafe de la mártir Eulalia, atribuido por Fita (XXV 1894 pág. 79) al hospital fundado por Masona; yo lo creo del siglo VII muy entrado, según pienso probar en otra ocasión. Epígrafes7 Años de C. Hübner Vives8 Navascués Siglo V: Octavia 402 24 p. 268 Florentia 465 337 25 p. 272 …ann. X… 482 al 501 343 38 Siglo VI: …Hippoli[t]i 508 41 Valentinus 514 26 Cantonus 517 332 27 Maria 518 341 30 Orbanus 520 al 535 28 [St]hefanus 552 p. 282 Marcella 558 340 31 7 Los años los doy conforme a las rectificaciones resultantes de la revisión que tengo hecha de cada uno. Los de Marcella y el fragmento …d.VIIII…, que los di últimamente (De epigrafía…, págs. 273, 283, 285 y 291) como de los años 552 y 572, he visto que son de los años 558 y 578, respectivamente. La explicación, que estimo de gran interés, la daré en nota aparte. 8 Véanse también supplementum y correcciones, respectivamente. La dedicación de la iglesia de Santa María y de todas las vírgenes de Mérida 875 Arestula 559 26 32 …d.VIIII… 578 31a Saturninus 558 33 480 Siglo VII: Fortuna 601 338 35 …miser… 648 p. 294 Iohannes 657 29 44 Eugenia 661 333 358 Quinigia 662 31 46 En cuanto a la E con el primer trazo angular por primera vez en el lado b del epitafio del año 601, en el último renglón, en la palabra era. Después, en el fragmento del año 648, en la palabra te(m)/po/ra, en el renglón séptimo. Estas observaciones, que no anoté en mi artículo De epigrafía, aunque reproduje las figuras de las letras, las he hecho posteriormente con motivo del estudio de este nuevo epígrafe, que presenta el tercer ejemplar. Por esto creo que no puede dudarse de que la susodicha forma es un tipo epigráfico raro, quizá debido a una exageración del trazado, algo curvo, que el palo vertical suele tener en los letreros; pero es curioso anotar la reiteración de estos ejemplares, cuyos límites temporales aparecen ahora entre los años 601 y 648. Por lo que atañe al epitafio de Fortuna, debo añadir esta otra observación: que el lado b, en el que está grabada la E en cuestión, es aquel en que predomina la A de tipo “moderno” sobre el tradicional con travesaño angular. La F de tres trazos se usa en el siglo V en los epígrafes emeritenses. En el año 514 se encuentra la de cuatro, que se repite en los años 518, 552, 559 y 578. Entre estos años, sólo en el epitafio del 520 al 535 se encuentra la de tres. En el epitafio del 558 reaparece nuevamente el trazado en tres tiempos, que perdura hasta el año 662, último epígrafe fechado, sin que a partir de la primera fecha aparezca más el de cuatro. En cuanto al comienzo del segundo trazo a la izquierda del vertical, se encuentra en el año 657, pero también en el siglo V, y en una F, de dos solamente, del año 517. Sólo en los años 588 y 601 el tercer trazo es el que se inicia a la izquierda del primero. La G nos lleva muy atrás del siglo VI, al epitafio del año 529 al 535, en el que el último trazo de la letra es recto y oblicuo, como en el nuevo epígrafe, pero tangente al extremo inferior de la curva fundamental de la letra. En el epígrafe del 552 parece que la G inicia su forma posterior, espiral; pero de la vuelta retorcida de su extremo inferior parte recto y oblicuo el apéndice típico de la letra. En el año 559 ese último trazo, separado del extremo de la curva, se dobla sobre ella. Luego, a partir del 588, hasta el año 662, la G es siempre espiral más o menos cerrada. La K de trazos oblicuos largos se observa en los años 601 y 657. Durante el siglo VI esos trazos son cortos. Pero la separación de la unión de los susodichos trazos con el vertical es característica del siglo VI y se encuentra también en el epitafio del año 442. Los trazos oblicuos se juntan reunidos en el vertical en los años 508 y 559 solamente. La L con sus trazos cruzados no se encuentran en Mérida más que en el epitafio del año 657, y más imperceptiblemente en el del 661. Pero el segundo trazo oblicuo, cruzando el primero sobre el pie, formando sólo dos ángulos a uno y otro lado del vertical, se encuentra en epitafios del 520 al 535, 552, 558, 578 y 601, alternando con otros tipos. La M es tipo del VI, del año 520 al 588. Antes y después de esas fechas la unión de los trazos segundo y tercero desciende hasta la línea inferior del renglón, o queda muy poco distante de ella. Archivo Español de Arqueología, tomo XXI (1948). Págs. 309-359. 876 La Q vuelve a ponernos en contacto con el siglo VI. Su forma, redonda, desfigurada más o menos por el trazo espontáneo de la letra, aparece en Mérida desde el año 465, y se conserva en los epígrafes hasta el 601. El trazo de su apéndice, oblicuo, partiendo de la mitad aproximada en Mérida desde el año 465 y se conserva en los epígrafes hasta el 601. El trazo de su apéndice, oblicuo, partiendo de la mitad aproximada del cuadrante inferior derecho, es un principio muy corto, como en los años 465 y 514. En los años 517, 518, 520 al 535 y 558, se alarga mucho. Pero en el año 552 el apéndice no parte de la misma curva, sino del interior de ella y cruzando su trazo por el mismo sitio. Así se repite en los años 559 y 601, con la diferencia de que en el último el apéndice es más corto y recto, y en los anteriores largo y ondulado. El epígrafe de Saturninus ostenta tres formas de Q extraordinariamente interesantes, pero no usadas antes ni repetidas después, ni reconocidas tampoco en los epígrafes no fechados. Los epígrafes de los años 648 al 662 tienen una forma de Q distinta de la del siglo VI, en la que el cuerpo de la letra es una curva oval, casi siempre cerrada y algunas veces inclinada. El apéndice está trazado en un solo tiempo con el primer trazo de la letra, el cual se prolonga a la derecha al llegar a la línea inferior del renglón. La forma cursiva de la V no se encuentra en los epígrafes fechados emeritenses hasta el año 657, continuando su uso en los años 661 y 662. Pero obsérvese que en los epígrafes de Iohannes y de Eugenia aparece asociada a la forma capital lapidaria clásica, más en proporción interesante. En el 657 se cuentan cinco cursivas contra ocho lapidarias. En la 661 la proporción es de diez por diez. En el del 662 son todas de forma cursiva. En este nuevo letrero de Mérida la proporción es de diecinueve lapidarias por una cursiva. De estas observaciones resulta que el nuevo letrero de Mérida ostenta cuatro formas alfabéticas desaparecidas en los epígrafes emeritenses a partir del año 648, a saber: la A, la G, la M y la Q. Otra que sólo se encuentra en los epígrafes del año 601 y 648: la E con el primer trazo quebrado. Otra que se encuentra en los años 601 y 657: la K de trazos oblicuos. Y tres que aparecen el año 657: la F, la L y la U cursiva, las dos primeras no repetidas en letreros posteriores. Añádanse las observaciones de que la distancia entre los puntos de unión de los trazos oblicuos de la K con el vertical es propia del siglo VI, que la F de tres trazos se usa también en aquella centuria, y que el comienzo del segundo trazo de esta letra a la izquierda del vertical fue usado en el siglo V y también en el VI, y tendremos el siguiente resumen: características comunes del epígrafe de la de dedicación con los letreros emeritenses más antiguos hasta el año 601, nueve; con los epígrafes del año 648 en adelante, cinco. Creo, pues, que del estudio del alfabeto puede deducirse para el nuevo letrero de Mérida una fecha comprendida entre los años 601 y 648; pero estimo que no se puede pasar de aquí, ni es posible precisar más. LETRAS NUMERALES. – No hay otras en el nuevo epígrafe emeritense que las que corresponden al día de las kalendas en el que se celebró la dedicación del templo. El día 8 está escrito con la forma expresiva del número 6, seguida de dos íes pequeñitas. Aquella forma es como la de C latina, igual a las demás ces del texto de la inscripción. Yo no encuentro diferencia. Y aunque es verdad que el extremo inferior del signo toca el borde de la piedra, puedo garantizar que no ha tenido un apéndice hacia abajo, porque es igualmente cierto que la irregularidad del borde inferior de la piedra, como se aprecia bien en la fotografía, es anterior a la escritura del epígrafe, la cual adoptó el trazado de su último renglón no sólo a la desigualdad del perfil, sino a la de la superficie. Podría ser, como sugirió M. Mallon, que la forma del “episemon” se completara en este letrero con la primera I que le sigue; pero de esto me ocuparé en otra ocasión. Nada más diré ahora acerca de esta forma, puesto que M. Mallon, con su especial preparación y acreditada competencia, publicará el resultado de sus investigaciones acerca de este signo. Sólo añadiré que esta forma numeral aparece en otras inscripciones españolas, en los siglos VI y VII, en la Bética, en la Lusitania, en la Gallaecia y en la Tarraconense, en los numerales de la edad de los difuntos, en los del día del mes y en los de la era. El mismo del día del mes, VIII de las kalendas, cifrado exactamente igual que en la piedra La dedicación de la iglesia de Santa María y de todas las vírgenes de Mérida 877 de Mérida, se encuentra en una inscripción de Manacor (V 270), según la transcriben. El día 9 de las kalendas se escribió con la misma forma 6 y con tres íes seguidas en otro epígrafe de Zafra del año 516 (H 56, V 60)9. Los ocho meses más de los cinco años que vivió Ringilio se escribieron en su epitafio, sin fecha, encontrado en Tarragona, en la misma forma que en este nuevo letrero emeritense el día de las kalendas. En Mérida es la primera vez que aparece esta forma de valor 6. Ya dije en otra ocasión (De epigrafía, pág. 307) que en otro epígrafe emeritense (V 481 y 483), en el que editor conjeturaba leer dicho signo, no existe una Q cursiva. ABREVIATURAS. – HI[SU.]. En los cinco primeros renglones no hay más palabras abreviadas que ésta, aunque he de darla como abreviatura con las debidas salvedades, porque no hay manera de garantizarla. Si me inclino a considerar que estuvo contraído este nombre sagrado es porque otros se emplearon también abreviados, y por existir, según los autores antes citados, la palabra completa Hiesus. De ésta será abreviatura la forma Hisu que han transcrito los editores del epígrafe de Los Villares de Hortichuela, aunque sin indicación alguna de contracción; en el de Vejer aparece evidentemente abreviada. Desde luego, el nombre de Jesús, en su forma latina Ihesus, está abreviado en los escasos epígrafes de época visigoda que lo contienen. Así, Ihs. Aparece en Mértola el año 489 (H 312, V 87), en Granada el 607 (H 115 supp. p. 58. V 303), y nuevamente en Mértola en 706 (H 302, V 100). Ihe, se lee en la propia Mérida el año 662 (H 31 supp. p. 19 V 46) y en Córdoba en un epígrafe sin fecha (H 126 supp. p. 58 V 324). De estas formas tengo comprobadas directamente las de Granada y Mérida. El nombre de Jesús pide a continuación el de Cristo, suponiéndolo grabado en la forma XPI. Me parece ocioso insistir en ello. Prescindiendo de algún epígrafe de fecha dudosa, y a reserva de precisiones ulteriores, la primera vez que aparece la forma Xpi. en nuestra epigrafía de época visigoda es del año 485, en Cazalla de la Sierra (H 46, V 115), siendo del año 706 la última inscripción fechada que lo contiene, aparecida en Mértola (H 302, V 100). Es curioso observar que de los 46 epígrafes que contienen el nombre de Cristo, 25 corresponden a la Bética, 12 a la Lusitania y tres a cada una de las restantes provincias. Uno de ellos es precisamente emeritense: el de Eugenia, del año 661. En Mérida también se da la forma del vocativo Xpe. el año 662. No es, pues, temeraria mi hipótesis. DNI. NI. Están en el renglón sexto. El genitivo de Dominus, como nombre del Señor, abreviado así, es frecuente en los epígrafes visigodos, apareciendo por primera vez en Mértola el año 514 (H 306, V 90). En Galisteo, también en la Lusitania, salió otro letrero en el que leyeron era Dni. DXLVIII (H 25, V 51), fecha tan insólita que hay que poner en entredicho, y que ni admite reducción al año de Cristo 510, como hacen los editores, ni, si estuviera mal leída como es probable, puede contener la palabra Dni., subsistiendo con certeza la mayor antigüedad de esta abreviatura a favor de Mértola, que durante el siglo VI mantiene la exclusiva en cuatro epitafios de los años 518, 537, 544 y 546 (H 316 313 303 305, V 91 94 95 96), en la fórmula in pace Domini. El año 584 la encontramos en Beja (H 3 supp. p. 3. V 80) en la misma cláusula y en inscripción sepulcral, sin trascender de los límites del convento Pacense hasta el año 589, en el que aparece en lugar muy distante de la Bética, en Villarrubio (antes Asquerosa), en un epígrafe funerario, pero en fórmula inicial de invocación: in nomine Dni. (H 116 supp. p. 58. V 117). Mas esta invocación, con el nombre Domini entero, se encuentra en la piedra de Alcalá de Guadaira (H 76 supp. p. 41 V 364), cuya inscripción se grabó en el segundo año del reinado de San Hermenegildo, detalles muy curiosos, de los que creo prematura sacar consecuencias. En la Bética se encuentra la abreviatura Dni. en epígrafes de consagración o dedicación de iglesias y de deposición de reliquias, en la cláusula invocatoria in nomine Domini, o en otras fórmulas, entre los años 603 y 674 (?) (H 115 111 100 88 110. V 303 305 308 309 310), y en uno solo sepulcral determinando el día (?) in Cena Dni. (V 142). 9 Al corregir estas pruebas, tengo ya hecho el estudio del valor numeral VI de la S y de la C en los epígrafes hispánicos, donde se puntualizan y rectifican muchas cuestiones sobre estos letreros. En este de Zafra no hay C, sino S. Archivo Español de Arqueología, tomo XXI (1948). Págs. 309-359. 878 Fig. 7.- Abreviaturas y letras enlazadas y encajadas del epígrafe de la dedicación de la Madre de Dios, de Mérida. Fuera de la Bética, en la propia Lusitania, en Mérida, sólo hay un epígrafe, el de Eugenia, del año 661, en el que se habla de los atria Domini. También aparece en el siglo VII la forma abreviada Dni. entre los astures, en León, el año 630 (H 142, V 285): sps. Adveniens Dni. cuo tempore scs. En la misma centuria se encuentra en San Juan de Baños, en el reinado de Recesvinto, en el epígrafe de la dedicación de la obra, donde se lee Precursor Dni. refiriéndose al Bautista (H 143, V 314); en Guadix, año 652, y en Bailén, año 691, epígrafes ambos no sepulcrales (H 175 172. V 307 312). En el epígrafe de Guadix, que es de consagración de basílica, figura la abreviatura en la invocación, pero se encuentra repetida en la relación de las reliquias del Señor que allí figuran: cruore Dni., pane Dni., cruce Dni., de sepulcro Dni., veste Dni. Aparte de estos epígrafes fechados, hay hasta otros ocho sin fecha en los que se encuentra la misma abreviatura, de los cuales tres pertenecen a la Bética: el de consagración de Los Villares y los calendarios litúrgicos de Carmona e Itálica (H 374 63. V 316 334 333); en la Lusitania aparece en Évora (H 325. V 371); en la Cartaginense, en Cehegín y Játiva (H 407. V 318 317), en Santo Domingo de Silos (V 342) y en un jarrito de bronce, sin procedencia exacta, pero de tierra de Palencia, del Museo de León (V 515. Gómez-Moreno: Catálogo, pág. 145). En todos los epígrafes, salvo en los calendarios andaluces, la abreviatura aparece en la invocación in nomine Dni.? Tiene su foco casi exclusivo en el siglo VI en Mértola, y a, finales del mismo se traslada a la Bética, de donde irradia hacia otras localidades en el siglo VII. La abreviatura del posesivo nostri en la forma correcta NI es muy rara en los letreros visigodos. Sólo hay uno: el epitafio del presbítero Satirio, de la forma de esta abreviatura NSI. en la Bética y en la Cartaginense entre los años 589 y 691 (H 111 115 116 172. V 305 303 177 312), en el convento Pacense, en el año 706, aparece la forma N, única hasta también en el epígrafe de Granátula conmemorativo de la construcción un horreus (H 399. V 367) para designar al Emperador Valentiniano II, que figura en la inscripción como cónsul. Este grupo de siglas D.N., Dominus Noster, es de tradición romana, como título del Emperador, conservado en los epígrafes y monedas de época visigoda como título real. En algunos de los epígrafes mencionados y en otros figuran algunos reyes así llamados; pero yo me he referido ahora solamente a dicho título dado a Nuestro Señor Jesucristo, y más especialmente a la grafía de sus abreviaturas, las cuales creo que algo significan y representan en nuestra epigrafía, siquiera sea asunto que está por estudiar. Por de pronto, puede observarse que las formas NI. Y N. sólo se han encontrado en la Lusitania. El nuevo epígrafe emeritense que motivas estos comentarios ofrece la misma forma NI. Usada en La dedicación de la iglesia de Santa María y de todas las vírgenes de Mérida 879 Mértola ya en el año 489. El título Dominus Noster aplicado a los reyes no ha salido hasta ahora en los epígrafes fuera de la Bética y de la Cartaginense. SCI. y SCE. Se repiten hasta ocho veces la primera y dos la segunda, invariables en la forma, en los tres últimos renglones. Una revisión del uso de esta abreviatura en las inscripciones visigodas es interesante. No aparece escrita la palabra entera sino en diez renglones de los cincuenta que la contienen. En los demás está siempre abreviada. La abreviatura más corriente es la de contracción del vocablo, vulgarísima en la escritura antigua, en las letras S y C del radical seguidas de la desinencia casual correspondiente. De la flexión de sce., en 28 epígrafes, 25 en realidad, pues los tres restantes son copias conservadas en códices antiguos. De estas formas el mayor número corresponde a la Bética, en cuyos letreros se cuentan hasta doce, entre los años 546 (H 357, V 301) y 660 (H 100, V 308). Es de advertir, por lo que concierne a estos epígrafes de la Bética, que los letreros son quince y que sólo están fechados cinco, uno en el siglo VI y los demás en el VII, al que verosímilmente pertenecen todos los no fechados, y al que corresponden también los fechados de la Cartaginense. En la Lusitania sólo hay una de aquellas quince formas, la forma scm., que aparece en Mérida en el epitafio, sin fecha, pero del siglo VII, y muy tardío probablemente, del clérigo Eulalio (H 336, V 47), a la que hay que agregar las dos que se encuentran en este nuevo epígrafe, no registradas en aquella provincia hasta ahora. De aquellas quince formas, seis se encuentran en la Cartaginense, sólo dos en Tarragona a través de copias en códices antiguos, una en Baleares y otras dos en Gallaecia. Cabe, pues, pensar provisionalmente que la mayor difusión de esta abreviatura tuvo lugar en Andalucía. Las abreviaturas DNI., NI., SCI. y SCE. Están todas indicadas en el letrero por una rayita sobrepuesta, signo que se encuentra en Mérida en epígrafes de los años 442, 465, 520-35, 588, 648, 657, 661 y 662. D. En el renglón octavo está abreviada la palabra die con una D atravesada oblicuamente por un trazo recto (fig. 7), como en los epígrafes emeritenses de los años 465, 508, 514, 517, 518, 520-35. 558, 588 y 648. Con solo la D, atravesada por un tracito oblicuo que no cruza toda la letra, se encuentra en los años 442, 482 al 501 y 559. En otro epígrafe del año 552 la D está seguida de un signo particular de abreviación (De epigrafía, pág. 284). La palabra DIE está escrita entera, en la fecha, en los 559, 601, 657 y 662. KAL. Finalmente, la palabra kalendas está abreviada con sólo las tres primeras letras, como se usó en Mérida en letreros de los años 508, 552, 558, 578 y 588, coincidiendo el nuevo letrero con los tres últimos en marcar la abreviatura cruzando con un tracito oblicuo la L (fig. 7); pero en este nuevo epígrafe ese tracito no cruza la letra por su primera trazo, como en el epitafio de Marcella, de 558, ni por su segundo trazo, como en los años 578 y 588, sino por el cruce de los que forman la L. En los años 648 y 657 está abreviada esta palabra KLDS., KALDS., cambiando la forma apocopada por la contraída. Después del 657 no se encuentra dicha palabra, y antes del. 648 se encuentra abreviada siempre por apócope. De este cotejo y repaso de las abreviaturas y sus formas se infiere que ninguna de ellas se opone a la fecha que por el estudio del alfabeto se deduce para el epígrafe. Más aún, se confirma la que antes asignamos, pues en los letreros españoles la forma DNI. aplicada al Señor no aparece fuera del convento Pacense antes del año 589, ni en epígrafes no funerarios antes del año 607. La forma NI. no se encuentra ahora fuera de Mértola, en el año 489, pero su carácter excepcional no es útil para deducir conclusiones; la forma abreviada del genitivo nsi. aplicado al Señor y a los reyes es corriente en el siglo VII en la Bética, donde aparece por primera vez en el año 589 como ejemplo único del siglo VI. Fuera de la Bética no se encuentra más que un solo caso en la Cartaginense, y por cierto en Bailén, situada en los linderos de aquélla, en epígrafe fechado en el año 691. ¿Podría ser la forma NI. típica de la Lusitana? Las abreviaturas SCI. y SCE. aparecen indudablemente fechadas en la Bética y en la Cartaginense en el siglo VII. De antes hay dos epígrafes: el más antiguo, de Manacor, en las Baleares (V 268) del año 493; pero es de advertir que las centenas del año están suplidas por Fita (LXVI 1914 p. 537), y no puede tomarse como dato indiscutible un suplemento de esta naturaleza, porque ni Archivo Español de Arqueología, tomo XXI (1948). Págs. 309-359. 880 aun el suplemento [p(ost) c(ons,) Anastas]i tiene fundamento seguro, aunque sea probable. El otro epígrafe es la dedicación de una basílica en Jerez de los Caballeros, del año 546 (H 357. V 301). De la propia Mérida se conserva el epitafio del clérigo Eulalio, que ha perdido la fecha si la tuvo, en el que existe la abreviatura SCM., y que tanto por sus caracteres paleográficos como por su contexto es fechable en la segunda mitad del siglo VII o más adelante. En cuanto a las abreviaturas D. y KAL., ya queda expuesto que la primera alcanza hasta el año 648, y la segunda coincidente con la forma del siglo VI, ofrece alguna singularidad, que podría representar una fecha de este nuevo epígrafe en la centuria VII. Las abreviaturas, pues, no se oponen a que el nuevo letrero emeritense fuera grabado entre los años 601 y 648, y su estudio aconseja también proponerlo así. ENLACES Y LETRAS ENCAJADAS. – Están enlazadas en el renglón octavo en las letras A R de Marcille, siendo común a las dos el segundo trazo de la A (figs. 5 y 7). Encajada está en la I y en la L en las palabras reliquiae, en el renglón quinto; en Pauli, Evangeliste y Iuli…, en el séptimo, y en Eulaliae, en el octavo (figs. 5 y 7). Las inscripciones fechadas de Mérida también proporcionan elementos de juicio a este respecto, observándose que desde el año 442 al 578, aparte de los enlaces de las letras numerales, que por cierto en doce epígrafes sólo hay seis casos, en cuanto a las letras sólo se cuentan hasta tres enlaces en los epitafios en los años 442, 482 al 501 y 520 al 535. De estos tres casos, los dos primeros son el enlace de las letras N P en las palabras in pace. El tercero es el de las dos letras iniciales de la palabra augustas. En cambio, desde el año 588 al 662, en seis epígrafes se cuentan diez enlaces de letras numerales y treinta entre las letras del texto de las inscripciones. Estos treinta enlaces se cuentan más bien en sólo quince inscripciones. Estos treinta enlaces se cuentan más bien en sólo quinces inscripciones. Estos treinta enlaces se cuentan más bien en sólo quince inscripciones, pues la sexta, la última fechada, sólo contiene un enlace en el numeral de la era. Sólo el epígrafe de Eugenia, del año 661, contiene hasta dieciséis enlaces, mientras el de Iohannes, del 657, contiene dos solamente; el fragmento métrico del 648, siete; el doble epitafio de Fortuna contiene dos enlaces numerales y uno entre las demás letras, en el lado A, y dos numerales y otros dos de las demás letras en el lado B; y el de Saturninus, del año 588, contiene tres enlaces numerales y cuatro entre las demás letras. Es decir, que aparece que mientras en los siglos V y VI, hasta el año 578, los enlaces de las letras, aun de los numerales, son raros; a partir del año 588, los enlaces de las letras, aun de los numerales, son raros; a partir del año 588 al 662, los enlaces son de uso frecuente. De esta observación saco la consecuencia de que la existencia del enlace A-R en la piedra de la dedicación armoniza con los usos epigráficos emeritenses de fines del siglo VI a mediados del VII, de los que no ha de ser más moderno. De los años 442 al 578 no se encuentran letras encajadas. No las hay tampoco en el año 601. En los epígrafes de Octavia, Florentia e Hippolitus, años 442 al 508, aparecen letras pequeñas intercaladas entre las mayores, ya sean numerales o no. En los numerales, este tamaño pequeño, en el caso de la I, parece tener por fundamento la distinción de las cifras, y este uso se mantiene más o menos hasta el año 558; pero en el epitafio de Saturninus vemos ya a la I vocal cobijarse dos veces en el ángulo derecho de la T en las palabras poenitentia y requievit in. En el año 648, en el fragmento métrico se encuentra sólo la I, sino también las letras A, O, S y V y el numeral X encajados entre el cuerpo de la letra y su trazo terminal hacia la derecha, o la I bajo la T. En el año 657, en la abreviatura kalds., la D y la S son más pequeñas a causa de haber escrito la D dentro de la L. Y finalmente en el año 661 aparecen intercaladas y algunas veces encajadas las cinco vocales, hechos que hacen pensar fundamentalmente en que no siendo más que la I de la letra del nuevo epígrafe emeritense encajada en la L (fig. 7), no parece deba considerarse posterior al año 648, y que por el precedente citado del 588 todo coincide con las conclusiones que respecto a cronología se deducen del estudio alfabético. La inclusión del letrero en el siglo VII podía acreditarla la tendencia a encajar la A y la O en la L, que se advierte, en el primer renglón, en aula, y en el cuarto, en populorum (fig. 7). Estos dos casos, digo, con una tendencia solamente, pues la posición de las vocales con relación a la consonante es más alejada que en el caso de la I. La dedicación de la iglesia de Santa María y de todas las vírgenes de Mérida 881 INTERPUNCIONES. – Son en forma de punto triangular más o menos a la manera clásica (fig. 7). En los epitafios de los años 517 al 601 no se encuentran interpunciones. Pero hay que hacer una observación curiosísima, la cual, si coincide con otras que se vislumbra, ha de ser de un gran interés. Es ésta: en el año 442, el epitafio de Octavia tiene interpunciones de punto triangular. El de Florentia, del 465, transforma los puntos triangulares prolongando caprichosamente sus terminaciones. En el año 508 y 514 las interpunciones son hojitas. Pasado el largo período del siglo VI sin poner interpunciones en los letreros, vuelven aquéllas a aparecer en el año 648, en la forma de simple punto triangular, que en el año 657 sirve para marcar la abreviatura. Pero, finalmente en los años 661 y 662 se vuelve al uso de hojitas y ramitos caprichosos. ¿Es todo esto una simple casualidad? Creo que no, y que es un detalle más que confirma la fecha que a la dedicación de la iglesia de la Madre de Dios y de todas las Vírgenes le asignan los caracteres alfabéticos. LAS FÓRMULAS Y LOS SANTOS. – El nuevo epígrafe de Mérida es la inscripción conmemorativa de la dedicación o consagración litúrgica de la iglesia visigoda de Santa María y de todas las Vírgenes. Contiene cuatro cláusulas: dedicación, fundación, deposición de reliquias y fecha. Mas antes de examinarlas creo necesario recordar aquí, en brevísimo resumen, los demás epígrafes visigodos y agruparlos (págs- 98-112 y núms. 510-13); pero según el contexto. A. Dedicaciones o consagraciones de iglesias. 1. (H 357. V 301). De Jerez de los Caballeros (Badajoz). Grabado en un fuste de columna. La fecha, según el calco que reproduce Hübner, no puede leerse de otra manera que ésta: die VIIII kalendas ianuarias era DLXXXIIII. Lunes 24 de diciembre de 546. No debe haber reparo en admitir esta fecha. “Sabemos-dice Vives (pág. 99), hablando de las consagraciones de las iglesias en domingo-que en efecto hubo alguna excepción, pues el Concilio de Zaragoza del año 691 se queja de ello”. Por tanto, suscitar cuestión en las fechas de las consagraciones de las iglesias visigodas, por lo menos en las anteriores al año 691, para hacerlas recaer forzosamente en domingo, desvirtuando lo que se lea correctamente en los epígrafes, está fuera de lugar. Las consagraciones de iglesias debieron ser abundantes en la época visigoda, especialmente en el siglo VII, y la inobservancia del domingo no debió ser excepcional, pues es lógico pensar que una excepción no hubiera preocupado al Concilio. 2. (H 115 supp. p. 58. Gómez-Moreno: Monumentos, pág. 9. V 303 y Cuestiones pág. 15). De Granada. En una lápida empotrada en la pared. Contiene tres consagraciones y dos fechas. La más antigua es del 14 de enero al 1 de febrero de 594; del 22, según Gómez-Moreno. La más moderna, a la que pertenece el epígrafe, es de la era DCXLV, en cuyo numeral está claro el enlace de XL, o sea del año 60710. 3. (H 85 supp. p. 42. V 304). De Medina Sidonia (Cádiz). Grabado en un pedestal o cipo romano. Fechado en el domingo 16 de diciembre del 630. 4. (H 363. V 313). De Dos Hermanas (Sevilla). Grabado en una lápida. La era está incompleta por fractura de la piedra. No se pueden hacer conjeturas, sino contentarse con las fechas límites conocidas del pontificado de Honorato (636-641). En la piedra, que he reconocido, no queda más que esto: DCLX. Lo demás se perdió con la fractura; pero la X parece ser que enlazaba el segundo trazo con otra letra numeral. 5. (H 111 supp. p. 56. V 305). De Vejer de la Frontera (Cádiz). En un fuste de columna de 75 centímetros de alto. Fechado en el domingo 14 de noviembre de 644. 6. (H 80 89. V 306). De Salpensa (Sevilla). Grabado en un mármol arquitectónico aprovechado para mesa de altar. La era, incierta. Vives propuso DCLXXX, creyendo que al 10 En otra ocasión me ocuparé de esta piedra, cuyo facsímil dado por Hübner es inexacto, lo que hizo notar Gómez-Moreno. La X de la primera era es una de las incorrecciones. Desde luego hubo no sólo raspaduras, sino hasta conatos de falsificación o al menos de alteración, en el renglón sexto. El asunto bien merece la pena de más extensa aclaración. Archivo Español de Arqueología, tomo XXI (1948). Págs. 309-359. 882 final era posiblemente el signo numeral de 6. Domingo, 25 de mayo del 648? Lo seguro es que pertenece al pontificado del obispo consagrante, Pimenio (629-662 por lo menos). 7. (H 175 supp. 74. V 307). De Guadix (Granada). Grabada en un ara romana o pedestal. Fita (XXVIII 1896 p. 403-12) interpretó la fecha resultándole el domingo 13 de mayo del 652. 8. (H 100 supp. p. 54. V 308). De Cabra (Córdoba). Grabado en un pedestal romano. Del domingo 31 de mayo del 660. 9. (H 401. V 312). De Bailén (Jaén). Grabado en una lápida. Del domingo 14 de mayo del 691. 10. (H 374. V 316). De los Villares de Hortichuela (Loja, Granada). Grabada en un ara romana, ahuecada en su parte superior contener las reliquias del altar cristiano en que fue transformada. Sin fecha. 11. (H 407 supp. p. XVI. V 318). De Cehegín (Murcia). Grabado en una piedra opuesta en una pared. Sin fecha. 12. (H 406. V 319). De Cehegín (Murcia). Grabado en una mesa de Mérida. De los epígrafes que Vives reúne en su primer grupo separo el 302, de Toledo, por falso, o sospechoso al menos, necesitado de una minuciosa revisión crítica que decida la cuestión de autenticidad. Los 309 y 310, que no hacen alusión alguna a la dedicación o consagración de la Iglesia, sino sólo a deposición de reliquias, sin que esta exclusión vaya más allá de una simple clasificación de los epígrafes por su contenido, no prejuzgando cuestiones litúrgicas, a las que mi clasificación es indiferente, o en todo caso más clara para ellas. Dejo fuera también el 311, por sospechoso; el 314, del que luego diré; el 315, posterior a la época visigoda; el 317, que conmemora sólo la erección de un altar sin decir nada de su consagración ni de la iglesia; el 320, que contiene únicamente un nombre repetido tres veces, elemento muy escaso para juzgar el carácter del epígrafe; el 321, fragmento que no es forzoso que correspondiera a un letrero de consagración de iglesia, ni aun de deposición de reliquia; el 322 que no contiene alusión alguna a dedicación o consagración de iglesia, mal leído además, y del que me ocuparé en otro lugar; y el 323, que es un fragmento que incluiré en su grupo correspondiente. Todos los números susodichos están agrupados por Vives en las páginas 100 a 109, en cuyas cabeceras se lee: Inscr. no sepulcrales: monumentales. Dedicaciones de Basílicas datadas y no datadas. En la página 109 aun entra el número 324, que es una deposición de reliquias. Con esta organización del libro resulta oscura la separación de los distintos grupos de epígrafes; pero parece que el número 324 está incluido en el siguiente: Deposiciones de reliquias, páginas 110 a 112. B. Deposiciones de reliquias. – Agrupo bajo este epígrafe aquellos letreros que sólo aluden explícitamente a este hecho y los fragmentos que posiblemente corresponden a inscripciones del mismo género. 1. (H 88 supp. p. 42. V 309). De Alcalá de los Gazules (Cádiz). Grabado en un pedestal romano. Su fecha, el domingo 5 de junio del 662. 2. (H 110 supp. p. 56. V 310). De Vejer de la Frontera (Cádiz). Grabado en un ara o cipo romano. La fecha es incierta. Fita (XXVIII 1896 págs. 416-19) calculó el domingo 15 de enero del 674. Pero todo es conjetura, puesto que de la era no se lee, al parecer, sino DC…(Fita: XXIX 1896 págs. 455-56). Lo cierto es que la deposición de las reliquias tuvo lugar el año VII del pontificado de Theoderaco, que asistió a los Concilios XII, XIII y XV de Toledo, celebrados en los años 681, 683 y 688, y que parece ser el sucesor de Pimenio, fallecido después del 5 de junio del 662, en cuya fecha contaba el XXXIII año de su pontificado. 3. (H 376. V 323). De Porcuna (Jaén). Fragmento grabado en un resto de ornamentación de muy viejo edificio; la piedra hubo de aprovecharse después para esculpir…el escudo…de Calatrava (Fernández Guerra: XI 1888 p. 170-73). La palabra RECONDIT…, que contiene el primer renglón del fragmento, hace presumir que se refería al epígrafe a una deposición de reliquias; pero no hay otros datos para considerarlo como consagración de iglesia. Sin fecha. 4. (H 126 supp. p. 58. V 324). De Córdoba. Grabado en una base redonda. Sin fecha. 5. (H 90. V 325). De las ruinas de Carija (Cádiz). Grabado en una lápida. Sin fecha. La dedicación de la iglesia de Santa María y de todas las vírgenes de Mérida 883 6. (H 368. V 326). De Algondonales (Cádiz). Fragmento sin fecha. 7. (H 411. V 327). De Denia (Alicante). Fragmento grabado un pedazo de lápida. Sin fecha. Dejo sin incluir en este grupo el número 328 de Vives, por ser probablemente de fecha posterior a la época visigoda, como los números 329, 330, 331 con seguridad. Los números 332, 332 a y 332 b, de los cuales tengo en estudio el segundo, nada tienen que ver con las deposiciones de reliquias. (Véase Le Blant: II número 609 págs. 428 y siguientes)11. Fig. 8.- Distribución geográfica de los epígrafes de consagración y fundación de templos, de deposición de reliquias y de erección de altar, de época visigoda, encontrados en España hasta la fecha. C. Fundaciones de iglesias. – Bajo este concepto reúno aquellos ejemplares que se refieren expresamente a la dedicación no litúrgica, fundación o construcción de iglesias, actos que los epígrafes expresan sin relacionarlos con la consagración o dedicación litúrgica. En algunos epígrafes o consagración litúrgica se añade el dato de la fundación o construcción del templo, luego son actos distintos e independientes. 1. Inédito. De Córdoba. Fragmento grabado en el fuste de la columna de un edificio. En los primeros renglones se lee: Hoc fundavit ipse. Fechado en 657. Pienso publicarlo con otros epígrafes inéditos cordobeses. 2. (H 143. V 314). De Juan de Baños (Palencia). Grabado en una lápida. La fecha está oscura, pero me atengo a la explicación de Fita (XLI, 1902, p. 491) por más sencilla. Además, en el año 651 reinaba todavía Chindasvisto, a quien en el epígrafe parece que se le trata como a 11 En el momento de corregir estas pruebas acabo de recibir una fotografía de una piedra análoga de San Lorenzo dels Mòrunys (Obispado de Solsona), cuajada de letreros, la cual me remite mi buen amigo el Dr. D. Juan Serra Vilaró. Archivo Español de Arqueología, tomo XXI (1948). Págs. 309-359. 884 rey difunto, sin el honor que se le daría estando vivo. Pienso, como Fita, que la fecha debe ser el año 661. 3. Inédito, aunque publicada su reproducción con alguna referencia. (Fernández: p. 15. I. I; Giménez Reyuna: p. 105 I. LV I). No la conozco directamente, sino por sus reproducciones muy flojas, por una fotografía muy mala para leerla, y por una nota de Gómez-Moreno. Con las debidas reservas, parece leerse más o menos: In nomine dni. hec eclesia sci…fundata a Sixerio…Dios mediante, pienso verla pronto y estudiarla. Está grabada en un bloque de piedra monumental con adornos labrados. Sin fecha (?). 4. (H 109. V 354). De Martos (Jaén). Fragmento grabado en un trozo de piedra monumental, con adornos por encima y por debajo de la escritura. Estas características se parecen a las de la piedra de Antequera. La palabra edificat…acaso se refiere, verosímilmente, a una iglesia que mandaría construir el obispo Cipriano. Sin fecha. 5. (V 511). De Quintanilla de las Viñas (Burgos). Esculpido en relieve sobre un tablero decorativo. Sin fecha. 6. (H 146 supp. ps. 68 133. V 513). De Santa Cristina de Lena (Asturias). Grabado en lo alto del cancel de piedra que cierra el arco central del iconostasis. Sin fecha. D. Erección de altar. – Entre las dedicaciones de basílicas no datadas trae Vives el número 317, de Játiva (Valencia), cuyo epígrafe está grabado en un pedestal romano, en el cual no consta otro hecho que el de la erección del altar. De estos cuatro grupos sólo los tres primeros tienen relación directa con el nuevo epígrafe emeritense. La distribución geográfica de los epígrafes clasificados, dentro de las demarcaciones de las antiguas provincias eclesiásticas, la doy en el mapa de la figura 8. Volvamos ahora a la nueva inscripción de Mérida. La primera de sus fórmulas menciona el hecho de la dedicación litúrgica, añadiendo la advocación bajo la cual se puso el templo: DEDICATA EST HAC AULA AD NOMEN [¿SCE. MARIE VIRGINIS ET? GLO]RIOSSIME MATRI DOMINI NOSTRI HI[SU. XPI. ¿AC SALVATORIS? SECUN]DUM CARNEM OMNIUMQUE VIRGINUM. En época visigoda, la forma dedicata está en los epígrafes de consagraciones de Jerez de los Caballeros, Medina Sidonia y Salpensa; dedicatio se encuentra en el de Vejer, y dedicavit, en el de Dos Hermanas. En las demás piedras de consagración aparecen las formas consacrata, consecratio, sacrata y sacravit, epígrafes todos de la Bética oriental y de la Cartaginense. En Cabra, sin embargo, se dan las dos formas, dedicavit y consacrata, como si se juntaran allí los términos que parecen propios de la región occidental con los de la oriental. ¿Hay alguna razón geográfica para esta diferencia? La nueva piedra de Mérida así inclina a sospecharlo. Es de observar la singularidad epigráfica del vocablo aula como sinónimo de iglesia en los epígrafes españoles coetáneos, pues los términos corrientes en las consagraciones de época visigoda son ecclesia, escrito en formas vulgares, y basilica, también escrito bárbaramente algunas veces. Se encuentra, además, la palabra Aedes en Dos Hermanas y en Cabra. ¿Tienen alguna relación estos diferentes vocablos con la categoría o importancia de los templos a que se refieren? El tiempo y la geografía parece que nada tienen que ver con ello. Pero si aula es excepcional en los epígrafes visigodos de consagración de iglesias, no es nuevo en nuestra epigrafía de entonces, porque lo leemos en el calendario de Carmona (V 333) y en el epitafio de San Martín Dumiense (+ 580), conocido a través de copias manuscritas antiguas (H 379. V 275). En la propia Mérida, el diácono Paulo usa alguna vez este mismo término: Ad aulam almae virginis Eulaliae (XIX, 45). En los epígrafes posteriores a la conquista árabe, el término aula, sinónimo de tempo, es más frecuente. Se encuentra en Asturias, el año 737, en la piedra de consagración de Cangas (H 384. V 315), y más tarde entre los mozárabes cordobeses, como el epitafio del abad Samson (H 219) o el otro de Dominicus, sacerdote, que sirvió annis hic in aula modicis (Santos Gener pp. 85 86 I.XII, 2). Ignoro la importancia de la siguiente observación, pero no deja de ser curiosa: en el introito de la Misa propia de la dedicación de la iglesia hay esta antífona: et vocabitur aula Dei. Otros vocablos sinónimos de templo o iglesia en otros epígrafes los ha recogido Vives en sus índices. La dedicación de la iglesia de Santa María y de todas las vírgenes de Mérida 885 La advocación de la iglesia no siempre se hace constar en los epígrafes de consagración que conocemos de la época visigoda. No la consignan las inscripciones de Medina Sidonia, Vejer, Salpensa y una de los de Cehegín. En los demás, detrás de la palabra usada para designar el templo se pone en genitivo, precedido del adjetivo sanctus o dommus, el nombre de los Santos titulares: eclesia sce. Marie (Jerez de los Caballeros), baselicam sci. Vincenti (Cehegín), y así otras. En algún caso el hiperbatón separa estas palabras: aedem deinde trium sanctorum (Dos Hermanas), o bien se hallan en oraciones distintas: consecratio domnorum Petri et Pauli…in quorum basilica (Los Villares de Hortichuela). En este punto la piedra de Mérida ofrece alguna novedad: la de manifestar expresamente que la iglesia fue dedicada AD NOMEN, es decir: que se puso bajo la advocación de la Madre de Dios y de todas las Vírgenes. Es lástima que tan importante monumento no sólo por su contenido, sino por la forma de su expresión, nos haya llegado incompleto. No es posible asegurar que el nombre de la Virgen viniera consignado en la forma que lo sospecho. Pero aún queda algo digno de ser señalado: el superlativo gloriossisime calificando la Maternidad de María, adjetivo sólo conocido hasta ahora en los epígrafes visigodos como título real. La amplísima fórmula que en esta nueva inscripción se empleó para el nombre de la Virgen denota una solemnidad poco corriente, o al menos contrasta con la sobriedad con que aparece el nombre de Santa María en otros letreros análogos. ¿Esa solemnidad fue una consecuencia de la importancia de la sede metropolitana en la que radicaba el templo? ¿Es un indicio por el que se puede presumir la alta consideración de aquella iglesia? La dedicación de templos bajo la advocación de Santa María, según los epígrafes, tuvo lugar en la época visigoda en Jerez de los Caballeros y en Cabra. La advocación de todas las Vírgenes es desconocida hasta ahora. La segunda fórmula contenía probablemente el nombre y la dignidad de la persona que fundó el templo: PRINCIPE…IN NOMINE CUNCTORUM POPULORUM FIDEI CATOLICE…IVSSA CREARE. El príncipe pudo ser el rey. En los textos literarios de la época se le deba a veces aquel título, y de esto convence, por lo que a la piedra se refiere, el hecho de actuar en nombre del pueblo católico. Esto no es sino una conjetura, pero muy interesante para limitar el tiempo más remoto en el que pudo labrarse el epígrafe, pues no es creíble que antes de Recadero actuara el Rey en nombre del pueblo católico. Mas de la simple sospecha no se pueden extraer conclusiones que, además, en el caso presente, pueden deducirse de otros datos seguros. Que la susodicha cláusula tiene el carácter que le asigno lo acreditan las análogas que se leen en algunos de los epígrafes del grupo I: Hec sancta tria tabernacula in gloriam Trinitatis…cohoperantis scis. EDIFICATA SUNT ab inl. Gudiliu…cum operarios vernolos et SUMPTU PROPIO (Granada); FUNDAVIT eam Altissimus per Eulaliam et filium eius Paulum monacu., según la restitución de Pérez Bayer (Cabra); Locuber ac si indignus abba. FECIT et duos coros ic CONSTRUXIT (Bailén); FUNDAVIT scm. Hoc Xpi. et venerabile templum-antistes Honoratus, honor de nomine cuius-pollet in aeternum et factis celebratur in istis (Dos Hermanas). Los epígrafes del grupo C hacen de esta cláusula su asunto único: martir Babtista Iohannes, posside CONSTRUCTAM in eterno munere sede.- quam devotus ego rex Reccesvinthus, amator- nominis ipse tui, proprio de iure DICAVI (San Juan de Baños); hoc FUNDAVIT ipse (Córdoba); FUNDATA (?) a Sixerio (Antequera); Cepriano episcupo ordinante EDIFICAT[A] (Martos); oc exiguum exigua OFF(ERT)do. Fammola votum D. (Quintanilla de las Viñas); OFFERET Flainus abba (Santa Cristina de Lena). No es que dos epígrafes emeritenses, el de Eugenia (H 333, V 358) y el de la Mártir Eulalia, se refieren a iglesias; por el contexto más bien parece que no, aunque sí a edificios de carácter religioso, siendo análogos por su contenido a los incluidos en el grupo C. La cláusula del nuevo letrero de Mérida está caracterizada por los verbos IUSSA CREARE, de los que ha de entenderse que el príncipe, desconocido, mandó fundar el templo, concepto más amplio que el de la simple edificación, pues entraña además, probablemente, una dotación de bienes. La tercera cláusula consigna la deposición de las reliquias en el acto de la consagración y la relación de los Santos a los que pertenecían. La fórmula es: SUNT RELIQUIAE RECONDITE. Quizá nada más, o a lo sumo una alusión al altar que las contenía. El formulario usual en los Archivo Español de Arqueología, tomo XXI (1948). Págs. 309-359. 886 epígrafes visigodos es este mismo con muy pocas variantes. La más importante es aquella que se encabeza con el verbo Hic, como en las consagraciones de Medina Sidonia, Vejer y Guadix, y como en los epígrafes del grupo B encontrados en Vejer y en Alcalá de los Gazules. En todos estos casos, como el epígrafe está grabado sobre la misma piedra que sirvió de altar, el adverbio hic es una precisión lógica, innecesaria cuando la deposición y la consagración se hacían constar en un epígrafe grabado en una piedra distinta de la del altar, para colocarla, lo más seguro, en los muros del templo. Por eso, la inscripción de Dos Hermanas dice que no allí, sino altare recondit tres fratres sanctos, porque la deposición de sus reliquias se hizo en aquél y no en la lápida que contiene el letrero. Algo así pudo haber en el letrero de Mérida en la parte que falta después del recondite, aunque no es forzoso. Por el contrario, en la piedra de Los Villares, que es indudablemente un altar cristiano aprovechando un aria o cipo romano, con la cavidad o sepulcro para las reliquias, dice in quorum (los Santos Pedro y Pablo) basilica requiescunt reliquiae sanctorum; pero se sobrentiende con claridad que en el lugar de la basílica en que estaban las reliquias era precisamente aquel altar. Este ejemplo no parece excepcional, pues en el epígrafe de Porcuna, del grupo B, dice: Recondit(e) in fundun Valles, suburbio obolconense, cella sce. Marie. Tampoco es posible saber si el epígrafe de Mérida contenía las palabras id est (esto es, a saber), que se leen en algunos letreros con deposición de reliquias (Medina Sidonia, Los Villares de Hortichuela); pero las palabras que hoy se leen son las rituales en casi todos los epígrafes. Finalmente, anotaré que la más antigua deposición de reliquias que conocemos es la que figura en el epígrafe de la dedicación de Medina Sidonia, fechado en el año 630, lo que hizo notar Vives (p. 99). Falta en los epígrafes anteriores de Jerez de los Caballeros y de Granada. Entre los posteriores tampoco consta en los de Cabra, Bailén y los de Cehegín, al menos en el que más completo de ellos. En cuanto a la nómina de los Santos que figuran en la piedra de Mérida se observa cierta rareza en la forma. Lo corriente en estas listas es que los nombres figuren en genitivo, precedidos colectivamente del adjetivo sanctorum. Sólo en las piedras de Guadix y Denia los nombres van precedidos individualmente del adjetivo sancti o sancte, y en Los Villares de Hortichuela, de domni o domne. En la nueva piedra de Mérida los nombres de los Santos figuran de la misma manera que en el epígrafe de Guadix. Otra particularidad común a estas dos piedras es la mención de las reliquias del Señor, que no se encuentra en otros epígrafes de la época, aunque si en posteriores al año 711. Dichas reliquias figuran en uno y otro epígrafe en ablativo precedido de la preposición de: de cruce Dni. ni., de cruore Dni. ¿Será la mención de estas reliquias en primer lugar la que determina la particular de nombrar los demás Santos en ambas inscripciones? El número de reliquias que figuran actualmente en el epígrafe de Mérida es once. Es de presumir que faltan algunos nombres, como he dicho al tratar de los suplementos; pero no debieron pasar de unos quince. La más antigua de las deposiciones de reliquias, la de Medina Sidonia, menciona trece. Algunas nóminas son muy reducidas; el epígrafe de Dos Hermanas consiga sólo tres. En cambio, en Guadix alcanzan hasta treinta y seis. Las del epígrafe de Mérida, por su orden, son las siguientes: De Cruce Dni. ni. Ya he dicho que las reliquias de Nuestro Señor sólo aparecen en las consagraciones de Guadix y en ésta de Mérida durante la época visigoda. No sabemos si al final del renglón anterior habría alguna otra, pero ésta de la Cruz es la única que hoy se lee allí, mientras en Guadix se leen varias: de cruore, de pane, de cruce, de veste, como en otros epígrafes de reliquias de fecha posterior a la invasión musulmana, de los cuales es más exacto precedente el de Guadix que el de Mérida. Sci. Iohanni Baptiste. Durante la época visigoda constan también sus reliquias en las deposiciones de Salpensa y Alcalá de los Gazules. Se consagró bajo su advocación una basílica, según la inscripción de Granada, el año 594 probablemente, ya que, como supone Vives, esta basílica pudo ser un baptisterio. Pienso, por esto, que se consagraría al mismo tiempo que la basílica de San Vicente, a la cual estaría adjunta aquélla. Este argumento lo abona la organización del baptisterio de la catedral de Mérida según el testimonio de Paulo diácono: La dedicación de la iglesia de Santa María y de todas las vírgenes de Mérida 887 Pervenerunt ab ecclesia Sanctae Mariae ad basilicae pariete tantum interposito, et utraque unius tecti tegmine contegitur (VIII, 19), pasaje que a su vez acredita el culto al Santo Precursor en la propia Mérida. La fiesta de San Juan Bautista la trae el calendario visigodo de Carmona el VIII de las kalendas de julio (24 de junio). Sci.S[tephani?]. Insisto en el argumento que antes he dado respecto a la posibilidad de este suplemento. Es lógico que entre San Juan Bautista y los Apóstoles figurase el nombre del Protomártir. De su culto durante la época visigoda, según los testimonios epigráficos, hay los siguientes datos: reliquias en las inscripciones de Medina Sidonia, Vejer y Loja. Su mención en la nómina de Guadix es probable, pero no menos que en esta otra de Mérida. Tuvo basílica en el lugar llamado Nativola, consagrada el año 667, reinando Viterico, según la piedra de Granada. Su fiesta se anuncia en el calendaria de Carmona el VII de las kalendas de enero (26 de diciembre), y figuraba igualmente en el otro calendario de Itálica, del que no se conoce más que un pequeño fragmento, donde figura el nombre del Santo (H 63. V 334). Finalmente, en Guarrazar, el abad Teodosio le ofrecía una corona votiva (H 162. V 337). Sci. Pauli. Habremos de entender que es el apóstol, aunque no se diga, por el hecho de venir nombrado detrás de los anteriores y antes de San Juan Evangelista. En Los Villarés de Hortichuela, o en sus inmediaciones, tuvo basílica en la época visigoda, según consta en el epígrafe de la consagración, y era su titular juntamente con San Pedro. Otro templo, cuyos restos decorativos se aprovecharon en la iglesia de Santa Cristina de Lena, dedicó a los dos Apóstoles el abad Flaino. Y no hay más referencias epigráficas de aquellos tiempos, que yo sepa. Pero de reliquias no encuentro nada, y este epígrafe estimo ser el primero que las menciona en España, lo que aumenta el interés que por tantos otros motivos tiene. Sci. Iohanni Evangeliste. Otro tanto cabe decir de sus reliquias por lo que respecta a este letrero. Epigráficamente no sabemos por ahora, con referencia a la época visigoda, otra cosa sobre el culto del Santo Apóstol que lo que dice este letrero, y que su fiesta figuraba en los calendarios de Carmona y de Itálica; en aquél, el día VI de las kalendas siguiente al de la fiesta de San Esteban (27 de diciembre). En ambos se le llamo apóstol en vez de evangelista; de modo que por aquí resulta una nueva singularidad para la piedra de Mérida. Sci Iacobi. Entiendo que se mencionan aquí las reliquias de Santiago el Mayor, y creo que no le faltaba a la piedra otra cosa que decirlo para dejarlo absolutamente acreditado. Desde luego, es uno de los apóstoles de este nombre, pues viene a seguidas del de San Juan Evangelista y antes de los demás mártires. El hecho mismo de nombrarlo junto a San Juan está delatando ya que se pusieron junto los nombres de los hijos de Zebedeo, ambos discípulos especialmente predilectos del Salvador. En este aspecto, la piedra cobra un relieve excepcional, porque testifica que Santiago fue venerado en Mérida en época visigoda. El sarcófago de Talavera nada significa en cuanto al culto de los apóstoles cuyas imágenes ostenta, porque su representación no tiene otro valor que el puramente decorativo. Sus letreros (H 353, V 373) no están completos, faltando precisamente el nombre de Santiago el Mayor; pero el otro Santiago está nombrado así: Iacobus Alfei, con lo que cabe añadir una razón más a favor del Mayor en la piedra de Mérida, porque es posible que distinguieran a los dos apóstoles por el nombre de sus padres, o que sólo se apellidara con él a Menor, por ser bastante su nombre propio para referirse al Mayor, como en resumidas cuentas acostumbramos a llamarlos nosotros con los susodichos adjetivos, pero entendiendo generalmente por Santiago, a secas, nuestro Santo Patrono. Para encontrar nuevos testimonios epigráficos hay que venirse a fechas posteriores al reinado de Alfonso II, y además, como es lógico, circunscribir las más antiguas a la zona peninsular de allende el Duero, y más concretamente al antiguo territorio de los astures. El año 689 se consagraba una iglesia in honore sci. Iacobi apli., según una nota recogida como procedente del monasterio de Santo Domingo de Silos, la cual me dio D. Manuel Gómez- Moreno. En la misma fecha se depositaba la reliquia sci, Iacobi fai. Dni. en la consagración de un templo en Arnedillo (Logroño) (H 282, de Tamayo y Velázquez, según el dibujo del párroco del lugar D. Jacinto López de Briñas). El rey Alfonso III con su esposa ofrecieron al Santo una cruz de oro en el año 874 (H 465), conservada en Santiago hasta 1906 en que desapareció. En Archivo Español de Arqueología, tomo XXI (1948). Págs. 309-359. 888 el monasterio de Santa Cruz, en Asturias, un epígrafe de 902 conserva el recuero de haberse edificado o dedicado la iglesia en honor sci. Iacobi y de otros Santos (H 246). Del reinado de Alfonso III es San Salvador de Valdediós, en donde en el dintel de la capilla del lado del Evangelio se lee así: sci. Iacobi Zebedei, aludiendo a su advocación o a sus reliquias seguramente, según notas que tengo de D. Manuel Gómez-Moreno confirmadas por el Sr. Camps. Del 912 se conservan fragmentos de la consagración, al parecer, de la iglesia de San Salvador de Priesca, en los que se lee dos veces sci. Iacobi (H 272). De hacia 980, o algo posterior, es la mención de la reliquia sci. Iacobi apsli. frtr. Sci. Ioannis en San Miguel de Escalada (Gómez-Moreno: Iglesias, pág. 160). De hacia el siglo X, o muy poco posteriores, son las piedras de San Miguel de Quiloño, de la ermita de San Cristóbal, junto a Otero, y de San Pedro de Mestallón (Vigil: págs. 336, 229 y 199), que mencionan reliquias del apóstol. Y por aducir un testimonio más de estas centurias, sin avanzar más allá de la décima, citaré una diminuta cajita de reliquias que, juntamente con otras cuatro en un todo semejante, forman una colección curiosa en el Museo de la Colegiata de Covarrubias. Dicha cajita, de madera, contiene, manuscrita con tinta, en letra “visigoda”, la leyenda repetida sci. Iacobi. Las cinco están inéditas y pienso darlas a conocer en otro artículo. Son del tipo de la de Astorga, pero sin decoración, y como las que permanecen habitualmente en los altares primitivos leoneses (Gómez-Moreno: Iglesias, pág. 377). Otro u otros ejemplares semejantes se conservan en el Museo Arqueológico Nacional, e indudablemente son piezas mozárabes. Tengo, pues, para mí, según los datos que he podido inquirir, que la piedra de Mérida es el testimonio epigráfico más antiguo del culto al Apóstol Santiago en España, con anterioridad de algunos siglos al milagroso hallazgo de su cuerpo y a las primeras menciones epigráficas conocidas hasta ahora referentes a sus templos y a sus reliquias. Sci. Iulia[ni?]. Seguramente el mártir de las Galias, que figura también en la nómina de Media Sidonia con el nombre incompleto Iulia[ni], que restituyen así, y que está entero en las de Vejer y Los Villares de Hortichuela. En la piedra de Guadix unos leen Iu[liani] por dos veces (H, V), mientras Fita (XXVIII 1896 pág. 404) leyó Iu[sti] y Iu[stini?]. Sce. Eulaliae. Es la segunda vez que sale su nombre en los epígrafes antiguos de la ciudad de su martirio. El nuevo letrero la llama sancta y hace mención de sus reliquias. En el otro, conocido ya de antiguo, se la llama mártir, dedicándole una domus que Fita (XXV 1894 pág. 79) cree que fue el hospital fundado por Masona en 572. Vives cree que sería su casa iglesia (pág. 208) o a su basílica (pág. 270). No creo lo primero, pues pienso probar que la piedra es mucho más moderna, del siglo VII; ni lo segundo me parece probable. Se mencionan también reliquias de Santa Eulalia en las listas de Salpensa, de Guadix y de Loja. Aparecen también en menciones de época posterior a la invasión árabe. Sci. Tirsi. Mártir en Oriente. No hay otras menciones epigráficas de sus reliquias en España antes de la invasión de los árabes que ésta del nuevo epígrafe emeritense. Se encuentran mencionadas en la piedra de La Morera (H 57 supp. p. 41. V 328), mozárabe probablemente, como lo fue el templo de San Tirso, fundado quizá por el obispo Cixila entre los años 774 a 753 (Gómez-Moreno: Iglesias, pág. 11). Lo encontramos mencionado además en una lista de reliquias en San Martín de Salas (Asturias), en el año 952 (H 495); pero antes del 711 no hay más rastro que el que aparece ahora en Mérida. Sci. Genesi. El mártir de las Galias seguramente. Es ésta la primera mención de sus reliquias en España. Su nombre, en genitivo, está grabado en la columnita de una ventana gemela, que procede de la antigua iglesia de su advocación en Toledo, demolida en 1840, conservada en el Museo Arqueológico Nacional. Dicha inscripción tiene los caracteres de mozarabismo que le asigna D. Manuel Gómez-Moreno (Iglesias, págs. 11 y 12). Sce. Marcille. Así está escrito este nombre que por primera vez sale en los epígrafes españoles. En el Martyrologium Hieronymianum (ed. Acta Sanctorum Novembris t. II pars post.) figura una mártir de este nombre en el día 10 de mayo, en África (núm. 149), en esta forma: Marcillae. El mismo nombre y en la misma forma se repite el día 2 junio (núm. 86) con referencia a una mártir romana. El comentarista dice acerca de la primera que corruptum La dedicación de la iglesia de Santa María y de todas las vírgenes de Mérida 889 videtur ex ancillae, et cum Matrona (n. 150) copulandum, ita legatur: Matronae ancillae. El texto que fijan los editores conserva la forma Marcillae, que consigna también el epígrafe de Mérida, Marcille. Creo, por consiguiente, que unos y otros testimonios se garantizan mutuamente, y que la Marcilla del día 10 de mayo no tiene por qué ser corrupción de ancilla, sin que pueda ni deba meterme en más averiguaciones, que otros harán con la debida competencia en esta materia. A mi intento basta con señalar el hecho y garantizar la lectura de la nueva piedra de Mérida12. La última cláusula es la fecha: SUB D. II KAL. FEBRU[ARIAS]. La preposición sub se introduce en los epígrafes funerarios hacia la primera mitad del siglo VI (V. p. 9). En Mérida aparece por primera vez en el epitafio de [St]hefanus, del 552, y continúa encontrándose en los del 558, del 594 (H 32. V 34), lado A del 601, del 657 y del 661. El epígrafe de Eugenia, también emeritense, fechado por el nombre del obispo y por el año de la era, dice: Sub Horontio vate era DCLXLVIIII (661 de C.). En los epígrafes de consagración la forma sub die está en minoría; sólo la contienen las piedras de Vejer y de Salpensa. Respecto a la de Mérida, queda en mayor en la mayor incógnita si añadía el año del reinado, o el del pontificado del obispo, que en otros letreros de consagración se suele intercalar entre el mes y la era (Granada, Medina Sidonia, Vejer y Alcalá de los Gazules), o bien detrás del numeral de ésta (Guadix, Bailén, Vejer). Así puedo estar en Mérida, pues había en la piedra espacio para ello, según el cálculo máximo; aunque si el príncipe arriba nombrado era rey, es posible que en la fecha no se repitiera y sólo figurase el obispo. Pero no es forzoso nada de ello, pues otros epígrafes de consagración no consignan el año del rey ni del obispo (Jerez de los Caballeros, Salpensa, Cabra, Dos Hermanas, Los Villares de Hortichuela). No hay, pues, al parecer, norma fija en este asunto. Lo único que pudiera haber a favor de que existiera la fecha por el pontificado en la dedicación de Mérida es el epígrafe emeritense de Eugenia, que la contiene. Finalmente, observando en conjunto las dedicaciones o consagraciones de iglesias de época visigoda se encuentran en ellas las cláusulas siguientes: invocación, dedicación o consagración litúrgica, deposición de reliquias, fundación, indicación del lugar, obispo consagrante, fecha por el día del mes y año de la era, fecha por el año del pontificado y fecha por el año del reinado. En el epígrafe de Mérida faltan la invocación, que tampoco la tienen todos; la indicación del lugar, que sólo se encuentra en uno, in locom Nativola (Granada), y en el posible epígrafe de deposición de reliquias de Porcuna, in fundum Valles suburbio abolconense; la mención del obispo consagrante, que pudo estar al final del último renglón, aunque no es fórmula imprescindible en estas inscripciones, pues falta en las consagraciones de Jerez de los Caballeros, Medina Sidonia, Vejer, Guadix, Bailén y Loja; y las fechas del pontificado y del reinado, que tampoco aparecen en todas las dedicaciones o consagraciones. De modo que, según lo que conserva el nuevo epígrafe, no falta nada fundamental: dedicación con advocación, fundación, deposición de reliquias y fecha. OBSERVACIONES GRAMATICALES. – Las anomalías de orden gramatical son las corrientes en la época: e por ae en los genitivos de la primera declinación: gloriosissime, catolice, Baptiste, Evangeliste, sce. y Marcille; en cambio, está escrito Eulaliae. La misma advertencia hay que hacer respecto al nominativo del plural recondite, junto a la forma reliquiae. La t por th se encuentra en catolice. En el genitivo de la tercera declinación falta la s: matri, Iohanni, dos veces el último. Finalmente, obsérvase la forma hac por haec, o hec, según la grafía corriente en la época, en el nominativo hac aula. CONJETURAS. – Después de cuanto dejo expuesto, ¿puede concretarse más la fecha del epígrafe? Suponiendo que la consagración se celebrara en domingo, lo que es probable, pero no forzoso antes del año 691, fecha del Concilio de Zaragoza alegado por Vives, no se saca más luz para aclarar la cuestión. En la centuria VII, el 25 de enero fue domingo en los años 610, 616, 621, 627, 638, 644, 649, 655, 666, 672, 677, 683 y 694. Del análisis de los caracteres externos 12 Acerca de este asunto debo una grata correspondencia al Rvdo. P. B de Gaiffier, de la Société des Bollandistes. Archivo Español de Arqueología, tomo XXI (1948). Págs. 309-359. 890 se saca la consecuencia de que el epígrafe no parece posterior al año 648. Por consiguiente, hay que descartar los años enumerados a partir del 655. Por su contenido, la dedicación no parece ser anterior al año 607, pues ni la consagración de Granada, celebrada en esa fecha, ni la de Jerez de los Caballeros, más vieja todavía, consignan deposición de reliquias, que consta por primera vez en la consagración de Medina Sidonia, del 630. Puede pensarse lógicamente que la consagración de Mérida sea anterior a la de Medina Sidonia; pero una precaución elemental requiere no juzgarla, por ahora, anterior al año 607, lo cual coincide, poco más o menos, con el resultado del análisis del alfabeto. Podemos, pues, calcular que la consagración pudo celebrarse el 25 de enero de cualquiera de los años en que fue domingo, desde el 610 al 649. Pero esto deja el problema en el mismo estado. Cabe examinar la cuestión por las posibles obispos consagrantes, los ordinarios de Mérida; pero apenas sabemos algo de los del siglo VII. Masona, que alcanzó los primeros años de la centuria, estaba ya viejo y agotado después de un glorioso pontificado. Es más: según Flórez (XIII págs. 205 206) Masona falleció el año 606, y acabo de indicar lo aventurado que sería suponer esta inscripción más vieja del año 607. Descartado Masona, nos encontramos con que de sus tres primeros sucesores: Inocencio (del 606 hasta cerca del 616), Renovato (desde cerca del 616 hasta antes del 632) y Esteban (desde cerca del 632 hasta cerca del 637) nada sabemos. Paulo Diácono (XXI) no dice cosa alguna de Inocencio y Renovato, sino ensalzar sus virtudes. Flórez (XIII, páginas 206-213) aporta muy poco más: la asistencia de Inocencio al Concilio de Toledo del 610 y la de Esteban al de 633, añadiendo que su pontificado fue muy corto, porque ya en 638 su sucesor Oroncio asistía al VI Concilio toledano. Relacionando estos pontificados con la teoría de la consagración en día dominical, hay una probabilidad a favor de Inocencio, el año 610; dos para Renovato, los años 621 y 627, y ninguna para Esteban, durante cuyo episcopado para ningún año en que el 25 de enero fuera domingo. El año 616, que cae entre Inocencio y Renovato, parece que por esta razón debería descartarse como posible año de la consagración. Por este camino se presenta la cuestión más favorable para el episcopado de Oroncio. Este prelado era ya obispo el año 637 (Flórez XIII p. 214) y su pontificado alcanzó, por lo menos, hasta el año 661. Sub Horontio vate. Era DCLXLVIIII, está fechada con absoluta seguridad la inscripción de Eugenia, que corresponde al año 661 de Cristo, como ya dije en 1931 (Colección Monsalud página 10). En el numeral hay un enlace evidente de X-L igual 40, por lo que está demás la interrogación que junto al año pone Vives (358). Esta fecha de 661 alarga el tiempo de Oroncio en cinco años más sobre los dieciocho que por lo menos le asignó Flórez (XIII, p. 215). Con ello resultan para su pontificado unos veinticuatro años, por lo menos. De este prelado sabemos que asistió a los Concilios VI, VII, VIIII y IX de Toledo, y que restauró los antiguos límites de su provincia. Fue contemporáneo de Chindasvisto y de Recesvinto, circunstancia que me parece interesante subrayar a propósito del contenido del epígrafe. El letrero de Eugenia, antes aludido, es la piedra conmemorativa de la fundación de una casa religiosa cuya construcción se terminó bajo el pontificado de Oroncio. La domus dedicada a Santa Eulalia, a juzgar por los caracteres epigráficos de la inscripción (H 334. V 349), creo que también pertenece al tiempo de este prelado, y no al de Masona, como sospechó Fita13. Cuatro años en los que el 25 de enero fue domingo caen dentro del mismo pontificado: 638, 644, 649 y 655, aunque no creo que pueda corresponder el epígrafe al último. Parece ser, pues, que el pontificado de Oroncio es el que tiene más probabilidades de que le corresponda la nueva dedicación. Mas, desgraciadamente, los fundamentos son tan débiles que todo queda por resolver en cuanto a la fecha sin precisar más de lo que permiten las características epigráficas del letrero14. 13 He llegado a este convencimiento por razones largas para explicarlas aquí. Pero sea suficiente para los curiosos cotejar su contenido con el del epígrafe de San Juan de Baños (H. 143. V 314). 14 Si la sugerencia de J. Mallon antes anotada dejara definitivamente incierta la lectura VIII kalendas februarias, y pudiera leerse también VII kalendas, o sea 26 de enero, según la teoría de la consagración en domingo, ni se obtienen resultados más satisfactorios para precisar el año en que tuviera lugar la La dedicación de la iglesia de Santa María y de todas las vírgenes de Mérida 891 Por el opúsculo del diácono Paulo conocemos algunas de las iglesias que existían en Mérida en el siglo VII, de las cuales se ocupó Flórez (XIII págs. 229-241). Entre ellas se nombran dos con la advocación de Santa María: la catedral y otra que había fuera de la ciudad. La primera es indudable que estaba bajo la advocación de la Virgen: Ingressus est Ecclesiam Sanctae mariae, quae Sancta Hierusalem nunc usque vocatur (Paulo VIII 19), y que era la iglesia más antigua o la mayor: ecclesiae senioris, que vocatur Sancta Hierusalem (Paulo XII 30). Esta iglesia era la catedral, porque en ella se celebraban las grandes solemnidades eclesiásticas con asistencia del prelado: ex more in Pascha Misam celebraveritis in ecclesia seniore (Paulo XVIII 40). Es la que muchas veces llama simplemente ecclesia: quodam igitur dominico die, dum in Atrio cum multis filiis Ecclesiae: resideret ut mos est, Archidiaconus cum omni clero in albis ab Ecclesia venientes coram eo astiterunt. Moxque ille consurgens Diaconibus ex more thuribula gestantibus atque eum precedentibus cum universis, qui aderant ad Ecclesiam perrexit, qualiter Deo adjuvante Missarum sollemnia celebrarent (Paulo VI 15); ut in die sanctisissimo Pasche cum ad Ecclesiam procederat (Paulo IX 24). Esta iglesia mayor o catedral no sabemos dónde estaba. Se quiere identificar con el lugar de su emplazamiento el que ahora ocupa la iglesia parroquial de Santa María, en cuya fábrica se reconocieron restos de construcciones godas (Moreno de Vargas, página 133 González pág. 12), aunque este último argumento para un edificio de Mérida es poco convincente, pues en cualquiera de los dos de la ciudad pueden reconocerse restos de edificaciones antiguas. La otra iglesia de Santa María estaba extramuros de la ciudad: atque ad Basilicam Santcae Mariae semper Virginis, quae quinque millibus ab urbe Emeritensi distat, gratia orationis properassem, quam etiam Basilicam vulgus Sanctam Quintilianam hactenus vocitat (Paulo I 4). Flórez (XIII pág. 241) da una explicación del título vulgar de Santa Quintiliana. Pero la iglesia a la que se refiere la dedicación recientemente descubierta no creo que sólo con estos datos pueda identificarse con ninguna de las dos. Para identificarla con la catedral habría de suponerse una reconstrucción tan sustancial del templo que hubiera precisado una segunda consagración. Mas este hecho, si se admite como verosímil, no hubiera podido ocurrir antes del episcopado de Esteban, porque probablemente Paulo hubiera hecho alusión a él en cualquiera de las innumerables citas y explicaciones que da acerca de la susodicha iglesia, y el acontecimiento de la consagración seguramente no le hubiera pasado inadvertido. Por otra parte, la acepción de los verbos iussa creare parece referirse a una fundación absoluta, es decir, sin nada preexistente, lo que no conviene a la catedral, la iglesia mayor o más antigua de Mérida, al menos por tradición. La identificación con la otra de las afueras tampoco es probable, pues no es verosímil que la piedra del epígrafe se llevase de tan lejos para utilizarla en la construcción de la Alcazaba. El empleo de una piedra de tan grandes dimensiones en la fábrica de la fortaleza árabe parece indicar que se aprovechó de algún edificio del interior de la ciudad. Con los datos que poseemos hoy no veo razones para garantizar con alguna verosimilitud la identificación del templo del epígrafe con cualquiera de aquellos dos. Es más: la existencia de dos iglesias en Mérida bajo la advocación de Santa María inclina a seguir el camino más llano, el de admitir un tercer templo de Santa María específicamente destinado al culto de todas las Vírgenes, bajo cuya segunda advocación pudo ser conocido vulgarmente en la ciudad para distinguirlo de los otros dos, así como al segundo le llamaban de Santa Quintiliana para no equivocarlo, seguramente, con la catedral. CONCLUSIONES. – De todo cuanto dejo dicho saco únicamente las siguientes consecuencias: 1.ª El aspecto externo del letrero tiene más coincidencias con los epígrafes emeritenses del siglo VI que con los de mediados de la centuria VII, con los que sin embargo ostenta algunos dedicación, ni se alteran sensiblemente las probabilidades para cada uno de los pontificados de Inocencio a Oroncio. Archivo Español de Arqueología, tomo XXI (1948). Págs. 309-359. 892 caracteres comunes. Por tanto, este epígrafe puede representar los caracteres epigráficos externos de las inscripciones de Mérida en la primera mitad del siglo VII, las cuales faltan en absoluto con fecha cierta, y pudo ser labrado entre los años 601 y 648. 2.ª Por sus caracteres internos ofrece analogías con los epígrafes visigodos de dedicación o consagración de iglesias, con los de deposición de reliquias y con los de dedicaciones no litúrgicas, sin que desdiga de ninguno de ellos, y aun con circunstancias muy particulares comunes con algunos. Del estudio y comparación de estos caracteres se deduce que la dedicación no se celebró, probablemente, antes del año 607. 3.ª Que en Mérida hubo una iglesia bajo la advocación de la Madre de Dios y de todas las Vírgenes15, de fundación real posiblemente, cuya dedicación litúrgica y solemne tuvo lugar entre los años 607 y 648 el día 25 de enero. 4.ª Que no veo posibilidad de identificar, por ahora, esta iglesia con las otras del título de Santa María, de las que habla el diácono Paulo. 5.ª Que, aparte del interés epigráfico muy notable de esta dedicación, contiene además testimonios importantísimos acerca de la antigüedad además y novedad del culto en España a los Santos que figuran en la nómina de la deposición de las reliquias, especialmente por lo que se refiere a los Santos Santiago, Tirso, Ginés y Marcilla. BIBLIOGRAFÍA Diehl: Inscriptiones latinae christianae veteres. Leipzig, 1925-1931. Fernández, José María: Las iglesias de Antequera. Málaga, 1943. 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La dedicación de la iglesia de Santa María y de todas las vírgenes de Mérida 893 Martyrologium Hieronymianum. “Acta Sanctorum Novembris”, t. II pars posterior. Bruselas, 1931. Consúltese también t. II para prior. Bruselas, 1894. Monsalud, Marqués de: “Boletín de la Real Academia de la Historia” Moreno de Vargas: Historia de la ciudad de Mérida. Mérida, 1892. Navascués: De epigrafía cristiana extremeña. Novedades y rectificaciones. Archivo Español de Arqueología, Núm. 69, pág. 265. Madrid, 1947. -“Museo Arqueológico Nacional. Adquisiciones en 1930”. Colecciones de antigüedades que pertenecieron al Sr. Marqués de Monsalud. Madrid, 1931. Paulo, diácono: De vita et miraculis Patrum emeritenstum. “España Sagrada”, t. XIII, páginas 335-386. Madrid, 1816. Romero de Torres: “Boletín de la Real Academia de la Historia”. -Catálogo monumental de España. Provincia de Cádiz. Madrid, 1934. Santos Gener: Museo Arqueológico de Córdoba. En “Memorias de los Museos Arqueológicos Provinciales 1944”. 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Pero algunas merecen más amplia exposición de la que en ella tienen, a veces somera y sin detalle, pues el carácter general de aquel trabajo limitaba y sin la extensión de los diversos temas estudiados. Allí queda demostrada la importancia vital de los caracteres externos para la crítica epigráfica, porque en ellos puede seguirse una evolución que permite incluso atribuir una fecha a los epígrafes que no la tuvieron consignada o que la perdieron por rotura de la pieza. Entre aquellas particularidades externas de los epígrafes emeritenses quiero destacar en este artículo las que se refieren a la forma de una serie de losas sepulcrales de los siglos V al VII y al adorno de la corona de muchos epitafios de los siglos V al VI en la ilustre metrópoli lusitana. El punto de partida de esta exposición es un elocuente argumento del cuidado que ha de ponerse en el estudio de los susodichos caracteres. Lo demás es una prueba del interés que para la crítica epigráfica contienen caracteres tan accesorios a simple vista como la forma de la materia o los ornamentos de la expresión literaria1, y de los numerosos y diversos datos que las inscripciones pueden aportar a la Historia a través de su forma externa. Reconstrucción de la losa sepulcral de Florentia y de Marcella. En 1884 se descubrían en Mérida algunos sepulcros antiguos, en el llamado «corralón de Gragera», situado en las inmediaciones de la carretera que va desde la ciudad a la estación del ferrocarril, según ROMERO DE CASTILLA2. Por el mismo autor sabemos que estaban 1 Parecidos estudios en otras partes podrían remozar y dar nuevo impulso a la Epigrafía, donde no todo es rutinario y simple fórmula árida y aburrida. Hay en la Epigrafía una vitalidad humana riquísima e interesante, cuya investigación ofrece el mayor atractivo y el más alto interés. Mas para ponerse en camino de esa investigación es necesario ver en cada epígrafe una íntima relación entre su contenido textual y su expresión, y entre éstos y la materia que los contiene; porque aun teniendo siempre en cuenta que lo esencial de la inscripción es su contenido interno, no es posible llegar a comprenderlo sin penetrar en él precisamente a través de la forma expresiva. Es decir, hay que proceder en sentido inverso a la producción del epígrafe en la cual, en general, lo primero es una elaboración intelectual; lo segundo, una forma literaria, y lo tercero, una forma material. Sin ésta no hay hecho epigráfico. En la investigación epigráfica habrá de procederse necesariamente en este orden: 1.º, estudio de la forma o expresión material; 2.º estudio de la forma o expresión literaria; 3.º estudio de la elaboración intelectual. De consiguiente, es imposible llegar a una síntesis integral en esta materia sin tenerlos en cuenta, como es imposible publicar una colección epigráfica sin acompañar a los textos los datos de los caracteres externos de las inscripciones, imprescindibles para la mayor utilidad de aquellos. 2 TOMÁS ROMERO DE CASTILLA: Inventario de los objetos recogidos en el Museo Arqueológico de la Comisión Provincial de Monumentos de Badajoz. Badajoz, 1896, p. 67. Boletín del Seminario de Estudios de Arte y Arqueología, XV (1948-1949). Págs. 103-144. 896 construidos con ladrillos y cemento y que encima de dos de ellos había sendas lápidas colocadas en posición horizontal3. Dentro de estas de dos sepulturas se encontraron algunos huesos humanos, los más sólidos del esqueleto; pero no conservaban su relación natural y estaban revueltos con la tierra. Además, dentro de cada uno de los dos había un jarrito de barro. Lápidas y jarritos fueron a parar al Museo Arqueológico de Badajoz, donde todavía se conservan. Las lápidas son las de Florentia y Fortuna4. Aquí sólo me interesa la primera. Su inscripción está repartida en seis renglones adaptados al círculo interior de la corona de laurel que decora el epitafio. Inmediatamente debajo de la corona y en eje con ella hay un adorno de círculos, puestos dos concéntricos y cuatro exteriores secantes del mayor en forma de cruz. Debajo de los círculos está grabada una línea recta con pretensiones de horizontal, lado superior restante de un rectángulo perdido al romperse por allí la piedra. Aún quedan vestigios de los lados contiguos, que forman los ángulos superiores del cuadrilátero guarnecidos éstos con unos circulitos muy pequeños, de los cuales el de la derecha se ha perdido casi por la erosión (lám. I). Salta a la vista que el epitafio, la corona y la combinación circular están grabados por un mismo escultor; y que los restos del rectángulo son de otra mano. La losa está rota evidentemente por su parte inferior. Los costados parecen intactos, salvo superficiales erosiones. Por la cabecera presenta un corte ligeramente oblicuo, con algunas mellas, que bien puede ser el primitivo. En este estado mide la losa 0,98 m. de alto, 0,61 de ancho y 0,05 de grueso. Su calidad es caliza marmórea, de color gris y azulado con vetas blanquecinas. La fecha del letrero es la Era DIII (465 de C.). Años después, en 1897, el marqués de Monsalud publicó el epitafio de Marcella, descubierto también en Mérida, en el corral de la «casa de Perero» sita en la calle Moreno de Vargas. El letrero está escrito en la parte superior de una losa, distribuido en siete renglones dentro de un rectángulo grabado sencillamente con líneas. Del rectángulo falta el lado superior, perdido al romperse por allí la piedra, fractura que afectó también en parte a la M inicial del primer renglón y a las A R siguientes. Los vértices inferiores del cuadrilátero están adornados con un circulito pequeño. Debajo del último renglón y dentro del rectángulo hay una palma grabada en posición vertical. Los costados de la losa, aunque rozados y erosionados, parecen los primitivos. Más gastado aparece el borde inferior, donde falta el esquinazo de la derecha. Sus dimensiones actuales son: 1,45 m. de alto, 0,595 de ancho y 0,06 de grueso. La piedra es caliza marmórea, gris azulada y veteada de blanco (lám. II). El letrero está fechado en la Era DLXLVI (558 de C.)5. Las dos piedras fueron, pues, encontradas en fechas distintas y conservadas en colecciones diferentes. No hubo ocasión, por tanto, de comprobar que eran los fragmentos de una misma losa sepulcral, a pesar de ser la misma clase de piedra y de haber aparecido en lugares tan próximos como el «corralón de Gragera» y el corral de la «casa de Perero». 3 Ob. cit., p. 68. 4 Al fin doy la lista de los epígrafes que cito en este trabajo, acompañados de la bibliografía imprescindible donde se encontrará lo demás. 5 El numeral está escrito así: DLXLAS, con nexo X-L = 40. Su lectura es: quingentum (o quingenti, o quingentésima) nonagesima sex, siendo la A la indicación del ordinal femenino y la S una corrupción del signo o nexo de ui(= VI), tenido hasta ahora por el numero griego ϛ y conocido con el nombre de «episemon». El Sr. MALLON acaba de demostrar en su interesantísimo estudio Pour une nouvelle critique des chiffres dans les inscriptions latines gravées sur pierre («Emerita», vol. XVI, pp. 14-15. Madrid, 1948) que dicho signo no es la cifra griega, sino que tiene su origen en el enlace de las letras ui en la antigua cursiva romana. Sobre la explicación del numeral de la Era de este epígrafe, de otros dos en los que aparece escrita en la misma forma, y de la corrupción del nexo originario ui en S y en C, tengo redactado un trabajo titulado La función numeral VI de la S y de la C en los epígrafes hispánicos, el cual verá la luz oportunamente. Losas y coronas sepulcrales en Mérida 897 Tampoco yo di con ello6 hasta después de haber hecho el estudio de las coronas, rectángulos y otros ornamentos que ostentan las inscripciones emeritenses. Al examinar los recuadros rectangulares que enmarcan algunos epitafios fue cuando me apercibí que las rayas y circulitos inferiores de la piedra de Badajoz estaban grabadas con el mismo arte seco y rudo que el rectángulo de la losa de Madrid; que la calidad de la piedra era la misma: que sus vetas seguían igual dirección; y, sobre todo, que las fracturas de ambas piezas coincidían en absoluto, completando exactamente el rectángulo del epitafio de Marcella los restos que quedan en la losa de Florentia. La imposibilidad de hacer una comprobación material directa me obligó a conformarme con la de las improntas. La sencillísima operación dio un resultado tan evidente7 que, unidas a él las observaciones anteriores, dejó fuera de toda duda que las dos piezas eran los fragmentos de una misma losa sepulcral; entonces saqué a escala el dibujo de la figura 1, el cual da idea del aspecto integro de la pieza. De la reconstrucción obtenida se deduce que la tapa del sepulcro de Florentia era una losa de muy poco más de 2 m. de largo8 con un ancho de 0,595 a 0,610 y un grueso de 0,05 a 0,069. Cerrado el sepulcro después de la primera inhumación en el año 465, la tapa no tenía grabados más que el epitafio de la difunta, inscrito en la cabecera de la losa, guarnecido con la láurea y adornado con la combinación circular, de carácter simplemente ornamental o simbólico, duda que por ahora no logro disipar. El resto de la losa estaba listo. El grabado del epitafio es delicadísimo y muy fino, tanto que lo tengo por el más bello de los epígrafes emeritenses conocidos. Los surcos de las letras son dulces y poco profundos, ofreciendo notable diferencia con el letrero de Marcella, de ejecución más dura y áspera. El follaje de la corona está interpretado con tres series concéntricas de trazos breves, de forma de hoja, abiertos a bíseles profundos, en busca de un fuerte contraste de luces, suavizado en los extremos por trazos superficiales, ondulados o retorcidos, que prolongan las puntas agudas de aquellos. El diámetro de la corona es de 0,465 m. Por la misma mano están ejecutados los círculos que completan la ornamentación o el simbolismo del epígrafe. Toda la composición está descentrada del eje de la losa, hacia la derecha. Casi un siglo después que la joven Florentia, en el año 558, murió Marcella y su cadáver fue depositado en el sepulcro de la primera. Para el nuevo epitafio se aprovechó el espacio libre de la losa debajo de la inscripción anterior. Pero las modas habían cambiado en aquel momento del siglo VI y parece ser que las coronas eran ya cosa anticuada. Se estilaba adornar el epitafio 6 De epigrafía cristiana extremeña. Novedades y rectificaciones. «Archivo español de Arqueología», t. XX, pp. 272 y 283, Madrid, 1947. Allí considero los recuadros de las piedras de Badajoz y de Madrid como pertenecientes a piezas distintas, si bien llamo la atención sobre la semejanza del recuadro de la piedra de Florentia con el epitafio de Marcella. Añado que la inscripción de [St]hefanus se contiene dentro de un recuadro grabado, «como fue cierta moda en los epígrafes emeritenses desde mediados del siglo V», afirmación que he de rectificar ahora retrotrayendo dicha moda a mediados del siglo VI. Todo tuvo por fundamento el no haber visto entonces que no había dos recuadros diferentes, sino uno solo. Pruébase una vez más con cuánto cuidado han de ser examinados los caracteres externos de los epígrafes, aun cuando éstos aparezcan íntegros. 7 A esta evidencia llegué el día 20 de diciembre de 1947, fecha en la que confronté las improntas. 8 Como la losa había de estar tendida, en posición horizontal, no cabe hablar de una medida de altura, sino de longitud. Epigráficamente, la determinación de la altura de las piedras que contienen las inscripciones es puramente convencional, relacionando aquella dimensión con el ato de las letras. Pero convendría aclararlo en cada caso, o de una vez para todas, porque puede inducir a error cuando las lápidas, como en el caso actual, no estaban en posición vertical. Sin esa aclaración podría pensarse que las piedras habrían estado derechas. La posición de las piedras no sólo no es indiferente para la crítica de las inscripciones que contienen, sino que es un dato utilísimo para ella. 9 Las diferencias de ancho y de grueso son debidas a la irregularidad de la labra de la losa. Por otra parte son tan pequeñas e insignificantes em proporción al tamaño de la piedra que no son para tenidas en cuenta. Boletín del Seminario de Estudios de Arte y Arqueología, XV (1948-1949). Págs. 103-144. 898 con un sencillo rectángulo que lo encuadrara, grabado simplemente con cuatro rayas, cuyos vértices se adornaron aquí con sendos circulitos muy pequeños. Como simple ornamento, o como símbolo, se puso la palma del letrero y dentro del rectángulo10. En realidad, la nueva inscripción contiene los mismos elementos y con la misma organización que la primera: el epitafio, la orla y un simple motivo ornamental o simbólico. Lo diferente es la forma; pero sobre todo la ejecución. El resultado tiene, sin embargo, tal ritmo de composición que da gracia y encanto singulares al conjunto logrado con tan sencillos recursos. Anótese también en el segundo epitafio se respetó la asimetría del primero respecto al eje de la losa. La reconstrucción expuesta tiene a mi juicio gran interés. En el aspecto arqueológico proporciona un ejemplar español de gran novedad y nos garantiza la forma de otros emeritenses que ahora constituyen una serie perfectamente explicada y de que esta es la pieza más completa e importante. Históricamente plantea problemas acerca de los usos y costumbres funerarios de la gran metrópoli lusitana y suscita cuestiones económicas insospechadas relativas al aprovechamiento de los cementerios. En cuanto al arte, es cabeza de una serie de epitafios orlados de coronas, característicos hasta ahora de Mérida, la cual ostenta una evolución interesantísima en la interpretación de la láurea. Finalmente, todos los intereses expuestos se reúnen y concentran en el epigráfico, porque esta reconstrucción proporciona elementos de crítica preciosos para la atribución cronológica de las inscripciones funerarias emeritenses que carecen de fecha. La forma de las losas sepulcrales emeritenses con epitafio Sería de suma importancia para la crítica epigráfica determinar la forma de las piedras de todas las inscripciones sepulcrales que se conservan fragmentadas. Por lo que atañe a las emeritenses de los siglos V al VII, creo haber encontrado datos suficientes para definir la forma de la mayor parte, especialmente después de la reconstrucción de la que doy cuenta en el capítulo anterior. Entre ella y las escasas indicaciones de ROMERO DE CASTILLA11 podemos suponer que había un tipo de sepulcros abiertos en el suelo, revestidas las paredes de la fosa con muros de ladrillo y argamasa. Se cubrían con una tapa de piedra, enteriza, en cuya cabecera, en relación con la posición del cadáver, se grababa el epitafio. Es necesario suponer además que este tipo de sepultura más modestas y algunas otras quizá de mayor categoría. Pero ahora me referiré exclusivamente a las primeras, cuyo tipo representa completa la losa de Florentia. Según antes he dicho, tiene poco más de 2 m. de largo, unos 0,60 m. de ancho y un grueso medio 10 Aclarado que en la misma sepultura hubo dos inhumaciones surge un pequeño problema, que no es por eso indiferente o menos importante. Dentro del sepulcro se encontró un jarrito de barro (ROMERO DE CASTILLA: ob. cit., páginas 68 y 95. NAVASCUÉS, De epigrafía. p. 272 y f. 7.2) que ahora es difícil asegurar cuando se metió allí, si en el año 465 o en el 558. La cuestión no es baladí para la arqueología habida cuenta de que entre una y otra fecha medió casi un siglo, tiempo más que suficiente para una evolución o un cambio radical en los usos y costumbres. Las circunstancias históricas eran también muy diferentes, pues en 465 los visigodos no se habían apoderado definitivamente de Mérida y rondaban por ella los suevos disputándose con aquellos el dominio de la ciudad. No creo fácil decir; pero a juzgar por un hallazgo semejante en el sepulcro en el que estaba puesto la lápida de Fortuna, fechada, en 601, me inclino por el momento a pensar como más probable que la vasija en cuestión es contemporánea del sepelio de Marcella en 558, y que con tal ocasión fue introducida en el sepulcro. Este problema está en relación con otro que consiste en si al ser enterrada Marcella se conservaron en la sepultura los restos de Florentia, o no. La sepultura fue indudablemente violada de antiguo, intencionada o accidentalmente, antes de su descubrimiento en 1884. Lo demuestra la aparición de los fragmentos de la losa en lugares distintos. Por esta razón ROMERO DE CASTILLA no podía ver los restos óseos en su debido orden: pero sí pudo haber agotado los recursos para examinar si los huesos pertenecían a más de un esqueleto. Sin embargo, es justo reconocer que gracias a él tenemos una noticia no exenta de gran interés. Esta observación que echo de menos hubiera sido muy importante para tenerla en cuenta en la cuestión que plantea el tercer capítulo de este artículo. 11 Ob. cit., lugares cits. Losas y coronas sepulcrales en Mérida 899 de 0,055, dimensiones bastantes para cubrir el hueco normal de una fosa y para no quebrarse con facilidad la piedra, sin necesidad de travesaños de hierro como antaño se usarán para reforzar la delgada cubierta de mármol y evitar su fractura. El letrero grabado en la cabecera, en el sentido de lo ancho, parece indicar que los sepulcros se alzaban muy poco del suelo, pues sólo así podían ser leídos cómodamente los epitafios aún por el costado de las sepulturas12. Viniendo ahora a los datos concretos y objetivos e investigando el tema en las inscripciones conservadas, no aparece ninguna losa sepulcral completa, salvo la de Florentia; pero con este antecedente, se observan elementos suficientes en el material conocido para formar la serie y determinar su evolución cronológica, en la que creo reconocer los cinco modelos siguientes: Modelo 1. Representada por la losa de Bonifatia, del año 400 al 44013. Ignoro su actual paradero; pero a estos efectos es suficiente la reproducción fotográfica que trae FITA en el «Boletín de la Real Academia de la Historia». La piedra midió, según Hübner, 1 m. de alto y 0,50 de ancho. Por lo que se ve en la susodicha reproducción es aproximadamente la mitad de la tapa, de la que falta la parte correspondiente a los pies de la sepultura. La fractura se aprecia muy bien en la fotografía. Los costados aparecen rectos, con algunas rozaduras o mellas el de la izquierda. El lado superior está algo maltratado. En la cabecera se escribió el epitafio en el sentido de lo ancho de la piedra, distribuido en cinco renglones iguales, sin orla ni decoración alguna que lo encuadre. Debajo ostenta el crismón con α y ω. La inscripción está algo descentrada hacia la derecha (fig. 2). Esta losa se ha de tener, por ahora, como la más antigua conocida de la serie, y como el prototipo del que derivan las demás. En punto a evolución, es probablemente el modelo más sencillo, correspondiente a las cuatro primeras décadas del siglo V, sobre el cual se hicieron las modificaciones posteriores. Acaso se ajustaría a este modelo primitivo la losa de Octavia, según la gran superficie lisa de la piedra que queda por debajo del letrero. El epitafio es del año 442. Pero nada más hay que pueda justificar esta sospecha que queda en la más absoluta duda. Modelo 2. El único ejemplar completo es el de Florentia (fig. 1 y láms. I y II), y el más antiguo de este grupo, caracterizado por el nuevo estilo de la corona conforme a las particularidades expuestas. No obstante, las innovaciones que introduce en el modelo anterior no alteran sustancialmente el tipo primitivo que señala la losa de Bonifatia. Sigue este segundo modelo la losa de Valentinus, fallecido el año 514. Está rota también por la mitad o poco más, faltando la parte de los pies. El epitafio, distribuido en seis renglones, está rodeado por la corona. Debajo de ésta hay un caprichoso enlace de α y ω con el mismo valor decorativo que los círculos combinados del epitafio de Florentia. Sus dimensiones actuales son 1,125 m. de alto, o largo y 0,435 de ancho, por lo que parece que pueden faltar unos 0,90 m. El ancho parece poco para cubrir la sepultura; pero no se aprecian datos por los que pueda inferirse que fue recortada por los lados, como no se hiciera con mucho cuidado en tiempos del Marqués de Monsalud al empotrarla en un pilar del edificio de su palacio de Almendralejo, en donde todavía se conserva. 12 Estas conjeturas me parecen lógicas; pero no pueden tomarse por definitivas hasta comprobarlas materialmente. La riqueza de antigüedades que guarda el suelo de Mérida, la moderna vitalidad de la ciudad y su espléndido porvenir hacen esperar que llegará un día en que metódicamente se vayan encontrando las soluciones de tantos problemas científicos que hoy plantea la arqueología emeritense. La gran profundidad de los estratos arqueológicos permite suponer un gran éxito en la investigación del subsuelo. 13 El epitafio no tiene fecha alguna. FITA (BRAH OX 1886 p. 396) la atribuyó al siglo V. HÜBNER la puso en el VI. VIVES cree que corresponde a la primera mitad del siglo V. Me parece que se puede precisar todavía más porque los caracteres externos e internos de la inscripción no autorizan a traerla más acá del año 440. Boletín del Seminario de Estudios de Arte y Arqueología, XV (1948-1949). Págs. 103-144. 900 Otra tercera pieza de este grupo es el fragmento de lápida en el que está grabado el epitafio del diácono Orbanus, del año 525 al 53314; pero no es este el letrero primitivo de la losa, sino añadido bajo otro anterior como en el caso del de Marcella. Del primer epitafio sólo quedan vestigios de la parte baja de la corona. El ancho de la piedra, de mármol blanco, da 0,56 metros, medida muy aproximada a la de la losa de Florentia. Los costados primitivos se conservan bien. Todavía hay otro ejemplar que ha de ser agrupado con absoluta seguridad en el modelo 2. Es el fragmento de la losa de Cantonus, reducido casi exclusivamente a la superficie de la corona. No obstante ofrece datos abundantes y definitivos para considerar esta piedra como del tipo y modelos descritos. Conserva el lado de la cabecera, el costado derecho en toda la altura de la corona y un poco del izquierdo. Hay por tanto un ancho primitivo seguro: 0,57 m. Fig. 1.- Reconstrucción de la losa sepul- Fig. 2.- Losa sepulcral de Bonifatia cral de Florentia, del año 465m con los del año 440. Hallada en Mérida. Fragmentos de Badajoz y Madrid. Dibujo Perdida. Calco sobre la reproducción del autor. de Fita. 14 El numeral de la era está mutilado, y ha de reconstruirse DLXXI, como mínimo, o DLXXI como máximo. Más detalles en mi tesis doctoral, inédita, Los epígrafes cristianos latinos de Mérida, n.º 9 (Madrid, 1948). Losas y coronas sepulcrales en Mérida 901 Además, por debajo de la corona, junto a la fractura transversal, quedan los extremos superiores de las letras del primer renglón de un segundo epitafio grabado posteriormente sobre la misma losa. Por la cara posterior ostenta el fragmento un rebajo periférico, a lo largo de los costados y cabecera, el cual serviría para encajarla en el hueco del sepulcro y ajustar mejor la tapa. Finalmente, en lo que queda del canto del costado derecho, de 0,09 m. de grueso, hay una cenefa decorativa de follajes labrados en relieve, detalle relacionado quizá con la mayor calidad social del difunto, aunque no puedo precisar si la cenefa se labró con ocasión del difunto, aunque no puedo precisar si la cenefa se labró con ocasión del segundo enterramiento o si pertenece al año 517, fecha de la defunción de Cantonus. De cualquier forma todos estos datos atestiguan con la mayor claridad cómo fue la losa sepulcral y garantizan la clasificación. Fuera de los ejemplares referidos quedan fragmentos más o menos grandes y completos de epitafios con coronas, de los cuales sólo algunos conservan la fecha. Queda expuesto que la losa de Florentia es la más antigua de la serie de las coronas, año 465; y que las más moderna es la de Orbanus, del 525 al 533; pero como voy a probar en seguida este tipo de losa se mantiene durante el siglo VI. Por consiguiente, cabe pensar con fundamento que los aludidos fragmentos grandes y pequeños son todos restos de losas sepulcrales del tipo en cuestión y del modelo segundo. Estos fragmentos son los siguientes: Fragmento de epitafio con el numeral de la era incompleto; ERA DXX…, y restos de corona. Años 482 al 50115. Fragmento de losa con el epitafio completo del diácono Hippolitus, enterrado el año 508. Fragmento de lápida con el epitafio incompleto de María, fallecida el día 3 de las nonas de febrero de la era DLVI (518 de C.) Fragmento de epitafio, …A / …EI VI/, con corona, crismón y paloma. Sin fecha. Del año 470 al 510. Fragmento de epitafio de María, fallecida a los 27 años. Sin fecha. Del año 510 al 520. Fragmento de epitafio, de la ERA D…Del año 510 al 520. Fragmento de epitafio griego, del diácono Σάνβ[ατιος]. Sin fecha. Del año 510 al 52016. De los ejemplares sólo conocidos por referencias literarias pueden incluirse las losas de los epitafios de Valeria, del año 518, y de Bassilla, del 566. Y además los siguientes fragmentos sin fecha. El de Maria, de hacia los años 515 al 520, según el tipo de la corona y otros caracteres externos; y los de Aurilius, …RNINUS y …DORUS, los tres de la primera mitad del siglo VI. De todo lo cual resulta que la época de la mayor difusión del modelo 2, fue el año 465 al 533 poco más o menos. Es muy raro el ejemplar de Bassilla, cuando ya imperaban otras modas; pero no sabemos como era la corona; por otro lado nada tendría de extraño que el modelo fuera extinguiéndose lentamente, o que por simple capricho se copiase el adorno de una losa antigua. Modelo 3. Sobre el mismo tipo se abandona el modelo de la corona, los renglones vuelven a escribirse con la misma longitud y el epígrafe se encierra en un rectángulo grabado con rayas sencillas. Alguna vez acompaña al letrero algún adorno o símbolo. Es el modelo de inscripción al que se ajustó el epitafio de Marcella en el año 558. Pero otro ejemplar más antiguo es el epígrafe del presbítero [St]hefanus, fechado seis años antes, en 552. Otro mucho más moderno, del año 601, es el epitafio de Fortuna. Las tres piezas nos enseñan como eran estos rectángulos; pero ni la de [St]hefanus ni la de Fortuna acreditan por si que este nuevo fuera una innovación integral del anterior; es decir: que el recuadro sustituyera a la corona. Mas hay afortunadamente un pedazo de losa sepulcral que a su vez contiene dos fragmentos 15 La restitución máxima de este numeral habría de ser DXXXVIIII; la mínima DXX. Me ocupo más detenidamente de esta cuestión en Los epígrafes n. º 3. 16 La fecha de este epitafio y de los tres anteriores está deducida del conjunto de los caracteres externos, coincidentes con el tiempo que para ellos se deduce del estilo de las coronas. Boletín del Seminario de Estudios de Arte y Arqueología, XV (1948-1949). Págs. 103-144. 902 de epitafios distintos, grabado el uno debajo del otro, como en la que motiva este trabajo. En este fragmento de ahora el epitafio superior, el más antiguo, está grabado dentro de un recuadro de líneas sencillas, del que no queda más que el ángulo inferior derecho con un largo segmento de la línea de la base y otro muy corto del lado de la derecha. El vértice del ángulo inferior derecho con un largo segmento de la línea de la base y otro muy corto del lado de la derecha. El vértice del ángulo está ensanchado como si así se hubiera pretendido animar la sequedad de la figura geométrica, al modo como la decoran los anillitos del recuadro de Marcella (Lám. III). Del epitafio queda sólo no más que el final de los últimos renglones, en los que se lee…RIAS ERA / … XXXII. Las últimas cifras del numeral, el estilo de las letras e incluso el recuadro, hacen posible referir el epígrafe a los años 554, 594 ó 60417, fechas que coinciden con las del modelo de losa sepulcral al que ahora me refiero. De consiguiente, puede suponerse que esta losa contenía escrito en la cabecera el primer epitafio dentro del recuadro, puesto que así obliga a pensarlo el hecho del segundo epígrafe. Por tanto, puede admitirse con toda seguridad la existencia de este tercer modelo desde mediados del siglo VI hasta principios del VII. Cabe sin embargo una dificultad: que en la losa últimamente expuesta no fueran dos los epígrafes, sino tres, cosa no inverosímil; pero con los antecedentes que hasta ahora existen no sólo no hay motivo para rechazar la certeza del modelo 3, sino al contrario para aceptarla como la más natural. Modelo 4. En el año 588 seguiase usando todavía en Mérida el mismo tipo de losa sepulcral, según se demuestra con la lápida del penitente Saturninus. Sus dimensiones actuales son 1,23 m. de alto, 0,435 de ancho y 0,055 de grueso, las dos primeras evidentemente reducidas al labrar por el reverso de losa funeraria del presbítero D. Francisco de Borja Bazago, fallecido en 185518. La novedad de este modelo sobre los anteriores estriba en la supresión de 17 Las letras del penúltimo renglón están todas mutiladas, salvo la primera A; pero son seguras. La A de era está encajada en la R que le precede. En el último renglón, las equis están enlazadas según la costumbre usada en los numerales cuando intervienen dos o más de estos signos. Aquí las equis están formadas por dos líneas quebradas en tres trazos visibles que cruzados entre sí forman tres equis ciertas, aunque la primera quedó fuera del fragmento al romperse la losa. No es forzoso que el numeral completo fuera DLXXXII (= 554), ni DCXXXII (= 594) como proponen respectivamente MONSALUD (BRAH XXX. 1897, p. 401) y Hübner. Podría ser igualmente DXXXII (= 494), DXXXXII (= 504), DLXXXXII (= 604), DCLXXXII (= 644) y DCLXXXXII (= 654). Mas de los años 648 al 662 se conocen epígrafes suficientes y tan próximos cronológicamente unos a otros, que las características de éste obligan a rechazar la hipótesis de los años 644 y 654. Otro tanto ocurre respecto a la hipótesis de los años 494 y 504. Otro tanto ocurre respecto a la hipótesis de los años 494 y 504. Quedan, pues, como posibles los de 544, 554, 594 y 604 fechas que incluyen con términos muy próximos, las que corresponden a los caracteres externos del fragmento: segunda mitad del siglo VI, por lo que creo que deben preferirse discretamente los años señalados en el texto. Por otra parte, el epitafio más moderno confirma por su fecha, como se expondrá en el capítulo siguiente, que el primer epitafio no puede ser más moderno del año 604. 18 Esta losa tiene una curiosísima historia que se relaciona con uno de los aspectos del tema de este artículo: el aprovechamiento del material funerario. La losa se encontró en el siglo XVII, y su interesante epitafio mereció un opúsculo del erudito García de Salcedo Coronel. La lápida descubierta pasó a poder del abogado don Juan Pérez Bazago. Estuvo en poder de su familia hasta el año 1855, en cuya fecha se utilizó para labrar por el dorso del epitafio la losa sepulcral de don Francisco de Borja Bazago, presbítero, fallecido aquel año. Con esto quedó oculto el epígrafe del año 588, el cual reapareció después de clausurado el cementerio de Santa María, al desmontar los panteones de los interesados que no se presentaron a hacerlo por su cuenta. Entonces la encontró el concejal don Manuel Gutiérrez y dispuso que se enviara al Museo. Así lo relata PLANO en sus Ampliaciones a la Historia de Mérida, Mérida, 1894, p. 36. Incluyo aquí en la lámina V una fotografía de la losa del señor Bazago, porque aunque artísticamente no tiene interés alguno no deja de ser una curiosidad propia de este lugar. Ella explicará gráficamente las mutilaciones de la losa antigua y la pérdida de algunas letras del epitafio de Saturninus, las cuales vio Salcedo Coronel y que hoy ya no están. Los epígrafes referentes al clérigo Bazago dicen así: en el sarcófago que se representa debajo de la figura del sacerdote que está celebrando la Santa Misa. R I. P.: en el epitafio, AQUI YACE EL PRO. D. FRANCISCO DE/ BORJA BAZAGO Y MONTENEGO. / NACIO EL DIA 7 DE OCTUBRE DE 1780 / Y MURIO EL 26 DE SEPTIEMBRE DE / 1855 A LOS 75 AÑOS DE EDAD // Losas y coronas sepulcrales en Mérida 903 todo marco o encuadramiento del epitafio, escrito según costumbre tradicional a lo ancho de la piedra. Sobre el epitafio se puso el crismón α y ω (Lám. IV). En verdad, no hay novedad alguna, sino una regresión al modelo más viejo. Es muy curioso observar en la epigrafía emeritense que al finalizar el siglo VI se vuelve a los modos y estilos del V, lo que en pleno siglo VII es, por lo visto, la norma del buen gusto. En casi todos los caracteres externos se advierte este renacimiento. Podría pensarse, por lo que afecta a la losa, que el modelo hubiera estado en uso constante desde la primera mitad de la quinta centuria; pero no deja de ser muy significativo el hecho de que sólo hasta la segunda mitad del VI, y ya muy tarde, desde la primera mitad del V no se conoce otro ejemplar que éste y dos fragmentos, los cuales ofrecen algunas dudas respecto a la pura observancia del tipo y del modelo. Uno es el de Arestula, cuyo epitafio está labrado en la cara superior de una pieza arquitectónica, cimacio o plinto de pilastra o de media columna según parece por su moldura, labrada en el frente con 0,54 m. de ancho, y 0,065 de alto, y doblada por cada costado en una longitud de 0,45 m; el tizón se prolonga actualmente en 0,48 m. más, lo que a la piedra una longitud total de 0,83 m. El epígrafe está distribuido en seis renglones, a lo ancho y en lo alto de la piedra, ocupando algo más de los dos tercios de ella; los cinco primeros son de igual longitud; el sexto, que contiene sólo el numeral de la era, es mucho más corto y está puesto en el centro, como en el epitafio de Saturninus, lo cual es indicio seguro de ser ambos de un mismo estilo. Sobre el letrero, a lo ancho y junto al borde de la piedra, corre un baquetón cuyo modelado se hizo rehundiéndolo en la superficie. Debajo del epitafio queda la piedra lisa, cortada oblicuamente por una fractura que va desde el costado izquierdo, a la altura del quinto renglón, hasta cerca del esquinazo inferior derecho, el cual también presenta golpes y rozaduras que no permiten garantizar que la longitud actual de la piedra sea la primitiva. En la parte más baja de la cara de la inscripción hay un signo, grabado como letra, que ignoro qué puede ser y significar. La piedra fue encontrada sobre una sepultura, en el área de la necrópolis, según el testimonio de FERNÁNDEZ PÉREZ, de donde resulta seguro que la pieza arquitectónica es anterior a la inscripción. Por consiguiente la losa no era una piedra como las de esta serie, porque es absurdo atribuir al tizón de la piedra arquitectónica una longitud de unos 2 metros. De todas maneras el estilo del epígrafe lo agrupa con el de Saturninus. La otra pieza es un fragmento de epitafio en un pedazo de lápida que conserva buena parte de los costados, con un ancho de 0,58 m. Del epitafio quedan los dos últimos renglones con la fecha en la ERA DCXAS (578 de C.)19. Parece que el letrero estaba grabado como los anteriores; pero por debajo de él y al costado derecho corren unos baquetones como el indicado en la lápida anterior y otro lado que no era la lápida anterior. Mas falta tanto por uno y por otro que no creo prudente formar juicio definitivo sobre la inclusión de este fragmento en un grupo determinado, aunque tiene el aspecto de haber pertenecido a una gran losa sepulcral del tipo que aquí me ocupa. Posterior a lo losa de Saturninus es la de Fortuna, del año 601. Ya antes he aludido a ella como perteneciente al grupo del modelo 3. Pero el epitafio está repetido por la cara opuesta, sin recuadro que lo enmarque y sin crismón ni palomas, sino escrito en siete renglones de igual longitud y sin guarnición alguna. Este contraste, unido al que ofrecen los demás caracteres externos de los epitafios en cada una de las caras de la piedra, me ha inclinado a sospechar que el epígrafe del rectángulo se grabó primero, y que acaso por su carácter anticuado no satisfizo estilo más moderno. De todos modos queda la cuestión muy incierta, a mi juicio, y de explicación muy difícil; pero estando ambos epígrafes grabados exactamente el uno por el reverso del otro cabe pensar que los dos estaban en la cabecera de una losa del tipo de la de Florentia, según el modelo 3 por una cara y según el modelo 4 por la otra. SU HERMANA Dª FERNANDA / BAZAGO DE MELGARES E HIJOS/ EN PRUEVA DE AMOR Y GRATITUD / DEDICAN A SU MEMORIA / ESTE TRISTE RECUERDO. 19 Véase la nota 1 de la p. 106. Es uno de los tres epígrafes allí aludidos. Boletín del Seminario de Estudios de Arte y Arqueología, XV (1948-1949). Págs. 103-144. 904 Modelo 5 (?). Hasta el año 601 se puede seguir muy bien la evolución continua de los epígrafes cristianos emeritenses en todos sus aspectos. Pero la serie se corta bruscamente entonces y ya no se conocen ejemplares fechados hasta el año 648, interrumpiéndose nuevamente la cronología del 662 en adelante. Al año 648 corresponde un fragmento de epitafio métrico grabado en una losa de forma irregular que no tiene nada que ver con la serie que aquí expongo. Luego sigue el de Iohannes, del 667, del que no cabe otra cosa que presumir si se grabó en una losa según el modelo 4. Y finalmente el de Quinigia, del 662, el cual está distribuido en diez renglones de longitud desigual, pero comienzan todos en la misma línea marginal. Fuera del texto, a la altura del renglón primero está grabada una cruz. La lápida es actualmente una losa de 0,81 m. de alto o largo, 0,45 de ancho y 0,05 de grueso. No hay manera de saber si la losa fue de mayor longitud. A estos efectos es muy sospechosa la historia de la piedra después de su descubrimiento, porque encontrada en 1718 por D. Francisco Atienza en la casa número 5 de la calle de San Salvador, se puso en la pared del edificio al ser reedificada la finca en 173820. Fuera de una erosión o roce profundo en el costado derecho, a la altura de los renglones seis y siete, todos los lados de la piedra están recortados y tan escuadrados los ángulos, que parece que hubieron de ser igualados en 1738 al aprovechar la piedra para conmemorar la fecha de su hallazgo y la reedificación de la casa en que apareció. Pero la invención de la piedra dentro de la ciudad obliga también a pensar que fue recogida en el cementerio y aplicada a otra utilidad antes de 1738. Quedan pues inciertas las dimensiones primitivas de la losa; pero sus proporciones las delata el mismo epitafio, que parece ajustado cuidadosamente a una superficie rectangular muy alargada. La distribución del texto y su organización pide un gran espacio liso por debajo del último renglón, y a poco que se le quiera dar nos acercamos en seguida a las proporciones de la losa típica. Mas dejando esta cuestión en simple conjetura, la misma distribución del texto acusa una novedad sobre lo antes acostumbrado, por lo que el epígrafe puede proponerse, por si mismo, como un nuevo modelo de la serie, si bien no puede garantizarse que el tipo de la losa fuera el correspondiente a aquella. (Lám. VI). En resumen, estos cincos modelos de losas sepulcrales se irían imponiendo en las costumbres funerarias por el orden siguiente. En la primera mitad del siglo V se estilaría el modelo 1. Las coronas del modelo 2 se introducirían entrada ya la segunda mitad de aquella centuria. Con una evidente evolución artística, de la que luego me ocuparé, se mantuvieron en uso, según los datos conocidos, en las tres primeras décadas del siglo VI, a juzgar por el carácter decadente del último ejemplar llegado a nosotros. No sería improbable que esporádicamente persistiera la costumbra de adornar el epitafio con la corona, según la fecha que dan al ejemplar de Bassilla. Pero ya a mediados del siglo VI se había impuesto un nuevo estilo: el del rectángulo, modelo 3, que pudo durar hasta principios del VII. En la segunda mitad de la centuria sexta se puso en boga el modelo 4, el cual, en pleno siglo VII encontramos ligeramente transformado en el supuesto modelo 5. El estado de conservación de las demás lápidas con inscripciones funerarias nada permite deducir por el momento acerca de las formas que tuvieran. Pero ha de suponerse, como antes he dicho, que el tipo de lápida sepulcral estaría en relación con la condición social del difunto, y si parece haber una serie correspondiente a personas de calidad, como la estudiada aquí, forzosamente ha de haber otra de menos categoría de la que pueden existir algunos ejemplares entre los conocidos. A juzgar un poco por las apariencias, hay algunos, muy fragmentados, de lápidas delgadas y letras diminutas. Estas lápidas habían de ser de mucho menos precio, ya que por su grueso no podían ser de gran superficie; otra economía representa la menor cantidad de mano de obra en la ejecución del epígrafe. De consiguiente estas losetas 20 Estos datos constan en las inscripciones modernas con tal motivo se añadieron encima y debajo del epígrafe antiguo. La inscripción de la parte superior dice: ESTA PIRA. SE ALLO EL AO./ DE 1718 POR DN. FCO. ANTO. DE/ATZA. La de abajo, REDIFICOSE AO. DE 1738. Las dos inscripciones son de la época de la reedificación y están labradas por la misma mano. Losas y coronas sepulcrales en Mérida 905 no podían cubrir grandes sepulturas y habían de responder a un tipo de enterramiento más modesto. Sirva de ejemplo la lápida de Proiectus, que por sus caracteres es de fines del siglo IV o de principios del V. Su grueso es de 15 milímetros que no admitiría para la piedra una superficie mucho mayor de la que hoy tiene: 0,32 por 0,46 m. Por los lados que se conservan se puede calcular que era un rectángulo apaisado, o a lo sumo un cuadrado aproximadamente. El epitafio, completo, está escrito con letras de 15 a 22 milímetros de alto. Otro ejemplar más moderno, de un par de signos después aproximadamente, es la lápida de un hebreo, cuyo epitafio, incompleto, comienza …IA FAMULUS. Está rota en dos pedazos y faltan fragmentos. Sus dimensiones actuales son 0,23 m. de alto, o,23 de ancho y 0,02 de grueso. La hoja de mármol sería poco más grande de aquellas dos primeras medidas. El epígrafe no tenía más de siete renglones y las letras son de un alto medio de 18 milímetros. Y ya no me es posible apurar el tema. Si la cuestión no queda resulta, a lo menos está propuesta y orientada, y sucesivas investigaciones pueden proporcionar mejores y más definitivos resultados. Creo que estudiados los epígrafes de baja época desde este punto de vista pueden dar a la historia mucha más luz de la que puede obtenerse con el exclusivo estudio de su contenido interno. El capítulo siguiente demostrará esta tesis. Losas sepulcrales con dos epitafios No son más que cuatro entre la cincuentena de lápidas funerarias emeritenses del siglo V al VII inventariadas hasta ahora21. La proporción no es mucho para probar una costumbre: la del aprovechamiento de las sepulturas. Pero si se piensa en la gran extensión del área de la necrópolis de la antigua Mérida y en la superposición de sus estratos, según los hallazgos que he tenido ocasión de ver y a tenor de las referencias bibliográficas y verbales, ha de suponerse que la densidad de la población era extraordinaria. De consiguiente, conocer y poseer solamente cerca de medio centenar de lápidas con epitafio es disponer de una proporción muy exigua de datos en relación con la enorme cantidad de enterramientos, aún circunscritos éstos solamente a las tres centurias a que me refiero. Pero ello no significa, sin embargo, que cada sepultura hubiera de darnos un epitafio. Antes al contrario, creo que el epitafio grabado sobre una lápida, cualquiera que fuera la firma y dimensiones de ésta, debía ser un lujo que no todos los ciudadanos podrían permitirse, y que aún dentro de ese lujo habría una graduación según lo apunto en el capítulo anterior. Mas si ese medio centenar de epitafios sirve para deducir algunas consecuencias de carácter general en el orden epigráfico, en el arqueológico y el artístico, la reducídisima proporción de los cuatro ejemplares de que me voy a ocupar aquí, tampoco es escasa para atisbar, al menos, datos de gran interés histórico: Los cuatro ejemplares son: 1.º La losa de Florentia, en cuyos dos epitafios que consta, como queda expuesto, que esta joven falleció de 25 años el día 14 de marzo de 465; y que Marcella, murió a los 35, poco más o menos, en 28 de junio de 558. 2.º La losa de Orbanus, diácono, cuyo epitafio nos refiere que murió de 75 años un día 7 de agosto entre el año 525 y el 533. Del otro epitafio, anterior, grabado en la misma piedra 21 En el Museo de Mérida hay un fragmento de lápida que a su vez contiene otros dos epitafios griegos, pero grabados uno en cada lado de la piedra. Los restos de los epitafios dan muy poca cosa por su pequeñez. Antes de utilizarse es preciso estudiarlos bien, precisamente por la susodicha razón. Por lo cual, y por no responder al tipo de losa del que aquí me ocupo, prescindo de ellos en este lugar. No obstante cabe presumir que se trata de los fragmentos de dos epitafios correspondientes a dos difuntos; pues el grabado del uno parece mucho más moderno que el del otro. Sin embargo, todo hay que tomarlo con gran precaución, pues no sería nuevo el caso de un mismo epitafio repetido con caracteres de distinto tiempo en cada una de las caras de la lápida. Recuérdese el caso de la losa de Fortuna. En estas condiciones sólo más adelante incluiré aquí esta pieza al ocuparme de las coronas, por la que tiene adornando uno de los letreros, el que precisamente parece más antiguo y de la primera mitad del siglo VI. Boletín del Seminario de Estudios de Arte y Arqueología, XV (1948-1949). Págs. 103-144. 906 no quedan más que rastros de una parte insignificante de la láurea que lo adornaba, cuyo estilo, de fines del siglo V o principios del VI, permite fijar el espacio de unos treinta años entre la defunción del interesado y la de Orbanus. 3.º La losa de Cantanus, muerto también de mucha edad, 87 años, el 22 de diciembre de 515. Su epitafio fue el primero de los dos que se grabaron en la misma losa. De la segunda inscripción no quedan sino vestigios de las letras finales del primer renglón; pero las huellas restantes acreditan un grabado del siglo VI al VII y un epígrafe, sin rectángulo ni corona, que debió ser semejante al del modelo 4 referido en el capítulo anterior. Su prototipo es hoy la losa de Saturninus, del 588, o si se prefiere, como epígrafe solamente, el de Arestula, del 559. 4.º El fragmento señalado como típico del modelo 3, de cuyos dos epitafios, el más antiguo puede ser fechado en los años 554, 594 ó 604. El más moderno puede atribuirse por sus características externas a mediados del siglo VII. Los epitafios de estas losas, según la costumbre tradicional, no dan más detalles que la edad de los difuntos al morir y la fecha por el día del mes y el año de la Era. Nada hay en ellos que haga relación con el hecho del enterramiento, y mucho menos alusión a las circunstancias que motivaron el grabado de los epitafios en la misma losa. De consiguiente, ha de suponerse sencillamente que los dos epitafios respondían a dos inhumaciones en la misma sepultura. El caso no es nuevo un extraño. No creo lógico pensar que se aprovechara la tapa de un sepulcro, ya utilizado, para cubrir de nuevo otra sepultura. Dos observaciones se deducen, pues, de lo expuesto. La primera, que las distancias temporales mínimas entre dos enterramientos, en una misma sepultura son de treinta años, o más, en el sepulcro de Orbanus, de unos cuarenta en el Cantonus, de otros tantos en el del ejemplar último; y de noventa y tres en el de Florentia. La otra, que la repetición de inhumaciones en una misma sepultura se practicaba desde los años 535 al 533 hasta mediados del siglo VII, según los datos conocidos, por donde se puede suponer que era una costumbre normal durante las centurias sextas y séptimas. Lo que es difícil conjeturar es la razón de la repetición de los enterramientos en el mismo sepulcro. De las cuatro losas referidas sólo la de Florentia y Marcella pueden quizá ilustrar un poco la cuestión. Florencia murió de 25 años el 465; Marcela de unos 35 el 558. Por tanto, Marcela nació más o menos 58 años después de muerta Florencia. Ninguna razón íntima podía existir para reposar sus restos mortales en una sepultura común. Podía haber habido una relación de parentesco, pero parece demasiado violento admitirla al cabo de los 93 años que mediaron entre las defunciones de las dos. Acaso es más sencillo proponer llanamente una razón económica de aprovechamiento de sepulturas. Los otros tres casos dejan la cuestión en la mayor incertidumbre por falta de datos en los respectivos epígrafes. Mas a juzgar por el ejemplar de Florentia habremos de atenernos a la misma conjetura: un aprovechamiento de los sepulcros, con independencia de la relación que pudo ligar en vida a los difuntos. Mas ésta se atisba tan incierta y tan débil, que el aprovechamiento más parece ser una necesidad de carácter general que obedecer a razones de índole particular y familiar. Fuera de Mérida, de la época a que me refiero, se conocen dos lápidas con dos epitafios cada una. La más antigua es extremeña y se conserva en el Museo Arqueológico de Badajoz; sus epitafios se refieren a Nico y Acelleus. Que los dos estuvieron encerrados en la misma sepultura se desprende del hecho de haberse conservado tres losas sacadas de un ara o cipo romano, en una de las cuales estaban grabados los epitafios, que con algunas más, quizá, sirvieron para la construcción del sepulcro. Pero el epitafio de Nico, que murió el año 518, precede al de Aceleo, fallecido catorce años antes, en 504, de lo que resulta evidente, sin que tampoco aludan a ello los letreros, que Nico dispuso ser enterrado en la misma sepultura de Aceleo, o bien que los restos de Aceleo se unieron a los suyos en un nuevo enterramiento. Si a éstos se añaden los datos biográficos, que prueban la coincidencia de la vida de los interesados durante toda la de Aceleus, cabe presumir que una razón familiar, o al menos de nacionalidad común, justificaría compartir la misma sepultura. Losas y coronas sepulcrales en Mérida 907 La otra lápida aludida es una cordobesa, la que contiene los epitafios de Calamarius y de Acantia. En esta losa es más convincente todavía el enterramiento común. Ella murió el año 596 a los 23 y medio de edad. Fue sepultada y se grabó su epitafio en la piedra. Calamario falleció de 50 años el 608, y cuando lo enterraron dieron la vuelta a la piedra donde estaba el epitafio de Acancia y grabaron en su reverso el de Calamario, repitiendo debajo el de aquella para que no quedase oculto. El hecho y el orden son los mismos que se advierten en la piedra de Nico y obedecen indudablemente a las mismas razones, quizá exclusivamente familiares en este segundo caso. Por otra parte, la distancia geográfica y la diferencia de tiempo prueban, a mi juicio, que éstos no fueron hechos insólitos y aislados, aunque hoy no conozcamos más testimonios, y por consiguiente acreditan usos y costumbres constantes dentro de un amplio territorio. Mas todo ello es completamente diferente de cuanto se observa en la losa de Florentia y Marcella, cuyas vidas estuvieron separadas por más de medio siglo «plus minus». Y esta losa sirve para sospechar que los casos de Orbanus, de Cantonus y de los difuntos a los que se referían los epitafios del cuarto ejemplar fueron semejantes. De todos modos faltan datos para llegar a conclusiones seguras; pero no así en lo que concierne a los enterramientos de Florentia y de Marcella, cuyas noticias biográficas son concretas. A la losa de su sepulcro se asemejan las otras tres, y todas son diferentes de las lápidas anotadas de Córdoba y Extremadura. Es lógico, pues, suponer, por los indicios, un aprovechamiento sistemático de sepulturas en el cementerio emeritense durante los siglos VI al VII, debido quizá a la escasez del área de la necrópolis en relación con la densidad de la población; y acaso también en una ordenación de ese aprovechamiento que determinara el tiempo mínimo que había de transcurrir entre uno y otro enterramiento y regulara el régimen de propiedad o posesión de los sepulcros. Quede la cuestión solo planteada. A pesar de todo, los datos son pocos y débiles. Sólo los indicios no son suficientes para resolver; pero sí para proponer este nuevo tema que ofrece a la investigación la epigrafía cristiana de Mérida. Conocer la organización de los cementerios en su aspecto administrativo y jurídico sería conocer un capítulo interesantísimo de la historia de la ciudad. Muy indirectos son los testimonios; pero son fuentes de primera mano y aumentando las observaciones creo que puede llegarse a resultados muy satisfactorios22. Como conclusión, me limito a subrayar el interés de los caracteres externos de los epígrafes y, concretamente, la importancia de la reconstrucción de la losa de Florentia, sin la cual no hubiera atisbado quizá la existencia de la cuestión, al menos con la amplitud que abarca según parece. Las coronas de los epitafios emeritenses. La costumbre o estilo epigráfico de adornar los epitafios grabándolos dentro de una corona es, hasta ahora, típica de las lápidas sepulcrales de Mérida durante los siglos V al VI. Los ejemplares hoy conocidos y existentes son trece. Por noticias literarias sabemos de hasta seis más, aunque la vaguedad de las noticas, salvo algunas excepciones, no permite aprovecharlos aquí. Fuera de Mérida, pero dentro de la antigua Lusitania, o en sus inmediaciones, se conocen otros ejemplares más, aunque son siempre esporádicos y excepcionales. En Portugal hay uno de Mértola, caso extraordinario dentro del estilo epigráfico de la ciudad, otro de Chellas y un 22 Capítulos o párrafos enteros de la vida antigua se han escrito deducidos de los más humildes ajuares sepulcrales sin testimonio escrito alguno. Si científicamente ha sido admitido y reconocido como eficaz este método, que intuye la vida de los pueblos a través del contenido de sus sepulturas, es porque al fin y a la postre el instante supremo de la muerte es la proyección de toda la vida. No puede producir, pues, extrañeza de los epígrafes funerarios, cuando son tan lacónicos como los de la época a que me refiero, puedan deducirse más consecuencias que las elementales biografías de los difuntos o exclusivos datos cronológicos. La cuestión está en saber extraer esa sustancia histórica de interés general. No quiero presumir de hacerlo yo. Únicamente quiero justificar estos apuntamientos. Boletín del Seminario de Estudios de Arte y Arqueología, XV (1948-1949). Págs. 103-144. 908 tercero, de procedencia desconocida, en el Museo etnológico de Lisboa. Otros dos son extremeños, uno en el museo de Badajoz y otro de Zafra, éste perdido23. Entre los trece epígrafes emeritenses seis están fechados. Son: 1.º El epitafio de Florentia, del año 465. 2.º Un fragmento de otro, de la ERA DXX…, que ha de corresponder a los años 482 al 501. 3.º El epitafio de Hippolitus, del 508. 4.º El de Valentinus, del 514. 5.º El de Cantonus, del 517. 6.º El de Maria, del 518. 7.º El de Orbanus, del 525 al 533. Según estos epitafios el adorno de la corona24 estuvo en uso durante unos sesenta y cinco años. No es extraño, pues, que un elemento decorativo de tan larga duración evolucionara degenerando paulatinamente hasta el extremo de que el ejemplar de Orbanus no se parezca en nada al de Florentia. La degeneración es lógica ya que el motivo ornamental no admitía variaciones en un arte puramente industrial, en el que los escultores se contentaban con copiar 23 Hübner (357 a) trae otro ejemplar tomado de Martínez (Inscripciones romanas de Burguillos, «Bol. R. A. H., XXXI», 1898, p. 189). Pero las noticias de este autor son concluyentes para desecharlo de la serie. Dice que la piedra es «como de 0,60 m. de ancho, 0,50 de alto y otro tanto de grueso». Añade que «debe ser base de estatua, pues en esta cara superior tiene un taladro cuadrado, como para embutir en él la peana. De frente presenta en forma circular una corona de alto relieve, tan gastada en su dibujo, que no he podido apreciar los detalles de su follaje. Más estragada está la inscripción que está dentro de la corona, hasta el punto de no atreverme a estampar letra alguna. Sospecho que sea visigótica, por la semejanza de la corona a la que puso el Padre Flórez en el tomo XIII de su España Sagrada, de la emeritense Valeria». No sabemos cómo era la corona de Valeria pues el dibujo que repiten los editores da un tipo de corona interpretado libremente por el dibujante, sin relación alguna con todo lo conocido emeritense; pero no podía apartarse de lo corriente en la ciudad, que no tiene que ver con una corona en alto relieve, de época pagana indudablemente pues conocemos cuanto se usaron coronas y guirnaldas relevadas en las aras, cipos y pedestales. El modelado en alto relieve es ajeno al estilo cristiano de las centurias a que me refiero. Las dimensiones de la piedra y su descripción coinciden con un monumento pagano, pero no con una lápida de sepultura cristiana. La piedra estaba todavía en las inmediaciones de la derruida ermita de San Vicente en junio de 1948. Allí la vio por encargo mío mi buen amigo y distinguido erudito de Oliva de la Frontera, don José González Pellecín, profundo conocedor de la comarca. Me comunicó noticias coincidentes con la de Martínez, pero lo que este autor llama taladro mi amigo dice «pila de unos cinco centímetros de profundidad». Esto me hace pensar si se trata de algún monumento romano aprovechado para altar cristiano, como tantos casos conocidos, y como lo he encontrado también en una piedra pagana de Mérida, en el Museo, publicada sin hacer mención de esta curiosa e interesantísima particularidad que pienso dar a conocer y que tengo incluida en mi tesis doctoral (Los epígrafes, n.º 46). 24 Fita («Bol. R. A. H.», LXIV, 1914, 312) cree ver en la corona una alusión al texto de San Pablo (2 Timoteo, II, 5) «nam et qui certat in agone, non coronatur nisi legitime certaverit». Sin negar la posibilidad de tal alusión creo prematuro aceptarla indiscutiblemente. Más adelante intentaré explicar mi preferencia por la hipótesis de un simple adorno, o a lo sumo por un adorno simbólico procedente del crismón sin relación con el texto de San Pablo. (Véase p. 138, y n. 1, p. 141). En relación con la hipótesis del P. Fita sería interesante averiguar si hay alguna remota conexión entre las coronas de los epitafios emeritenses y las que se labraban en las inscripciones griegas por los agraciados nombres de los interesados o el motivo de su concesión. El cristiano podía considerar su triunfo en la muerta que le abría las puertas del Cielo después de su vida conforme a la doctrina de Cristo. Podía, pues, hacer labrar su epitafio dentro de una corona. Esta investigación sería de un gran interés histórico. Pero antes de hacerla no creo deban presumirse conclusiones que pueden atisbarse como de gran importancia. Para ilustrar más esta cuestión conviene tener presente la costumbre griega de coronar a los muertos, grabando la corona con la dedicatoria en los monumentos funerarios. En Esmirna este uso fue muy frecuente (V. Th. REINACH: Traité d’epographie grecque. París, 1886. P. 380). Losas y coronas sepulcrales en Mérida 909 el modelo simplificando su ejecución cada vez más. Sin embargo, en el año 518, la corona del epitafio de Maria rompe con el modelo tradicional y crea un nuevo tipo que parece repetirse en Mérida y fuera de la ciudad; pero este nuevo modelo es precisamente la huida de la ejecución clásica de la corona, acudiendo al geometrismo que daba mayor simplicidad al trabajo, coincidiendo esta nueva tendencia con el período decadente de la láurea tradicional. Quedan así definidos dos modelos de coronas. El que pudiera llamarse de tipo naturalista, cuyo ejemplar más antiguo es el de Florentia, y el de tipo geométrico, representado en el epitafio de Maria. La corona del primer modelo va descrita en el primer capítulo. Su evolución no afecta a la estructura u organización de la láurea, la cual mantiene siempre las tres series concéntricas de trazos representativos del follaje (figs. 1 y 3, 1), sino a la ejecución de los mismos trazos. En el año 465 están grabados primorosamente a dos biseles con gran delicadeza y exquisita sensibilidad. El perfil tiene forma lanceolada, prolongadas las puntas con unos finísimos trazos más o menos largos y ondulados para lograr el efecto del follaje (fig. 3,1), efecto al que contribuye también el virtuosismo del escultor. En los años 482 al 501 los trazos conservaron el perfil lanceolado; pero sólo se alarga en punta agudísima uno de los extremos (fig. 3,2), prolongación que ya no se encuentra en el año 508 en el que los trazos son simplemente lanceolados (fig. 3,3). En el año 514 los trazos dejan de ser foliformes o lanceolados, para convertirse en unos trazos rectos, rematados en punta aguda por uno de sus extremos y abiertos toscamente con el cincel, sin preocupación alguna de modelado ni de obtener la impresión del follaje con los efectos de la luz en los biseles (fig. 3,4). En la corona de Cantonus, del 517, encontramos una interpretación ecléctica del follaje; es difícil precisar la forma del perfil de los trazos, porque todos son desiguales; aunque pueden reducirse a las dos formas que doy en el dibujo de la fig. 3,5. Sustancialmente son como los de la corona de Valentinus; pero los de la mitad superior tienden a terminar en punta por los extremos y a dar forma convexa a sus lados, tendiendo a la imitación de los trazos antiguos, más sin saberlo hacer; los de la mitad inferior, en cambio, son como los de Valentinus, aunque de ejecución todavía menos esmerada. Parece como si la mitad superior se hubiera querido grabar con mayor cuidado y que cansado el artista de la ejecución al trabajo, esculpiera el resto con absoluta despreocupación. Finalmente, en la corona de Orbanus del 525 al 533, se simplifican todas las dificultades reduciendo la interpretación del follaje a simples trazos alargados y delgados, más o menos curvos, que dan idea de la láurea por conservar únicamente su organización en tres círculos concéntricos y su agrupación de tres en tres (fig. 3, 6). Creo, pues, que el proceso de degeneración explicado es evidente y que sus fechas no sólo lo alteran, sino que lo acreditan. No es ya tan fácil determinar si en la disposición de las ramas que componen las coronas hay también una efectiva evolución. En el ejemplar del año 465 la corona está formada por dos ramas descendentes del extremo superior del diámetro vertical, según la dirección del follaje, y reunidas en el extremo inferior. En los cuatro puntos cardinales de la circunferencia hay cuatro trazos en cruz, arriba y abajo, y ocho en estrella, en los laterales (fig. 3, 1). Estos trazos difieren de los demás en el perfil, porque son de base redonda y punta aguda. Por consiguiente, estas cruces y estrellas no interpretan follaje, sino quizá los lazos que sujetaban las ramas de la corona25. En la corona de Hippolitus, año 508, las ramas son cuatro, descendentes y ascendentes de los extremos del diámetro vertical, y reunidas en los extremos del horizontal 25 FITA (lugar cit.) dice al hablar de la corona del epitafio de Hippolitus que en ella se «distinguen sendas cruces, marcadas en las extremidades de los dos ejes, horizontal y vertical de la corona». Ya se verá en seguida como es la corona de Hippolitus; pero el término cruces ha de aceptarse con precaución. Las de Hippolitus son en todo caso una copla o continuidad del modelo que por ahora representa la de Florentia, y no hay cruces sino trazos puestos en cruz como forma geométrica, no como símbolo cristiano, y los hay además en estrella. No puede admitirse tomar como cruz simbólica el cruce eventual de cualesquiera elementos que responden a la interpretación del natural y están puestos en lugares secundarios. No veo razón para atribuir a estas cruces y estrellas un significado distinto del que aquí les doy, o al menos para interpretarlas como símbolos. Boletín del Seminario de Estudios de Arte y Arqueología, XV (1948-1949). Págs. 103-144. 910 (fig. 3, 3). Esta disposición es evidente y representa una novedad sobre el ejemplar anterior, novedad que debió darse ya en el ejemplar de los años 482 al 501, según el fragmento restante (fig. 3,2), en cuyo caso hay que llevarla al mismo siglo V. Adviértese en la corona de Hippolitus que las cruces y estrellas del ejemplar de Florentia han desaparecido aquí para convertirse en dos trazos en línea recta que marcan los cuatro puntos cardinales de la corona. Sería muy difícil precisar que haya cruces como dijo el P. Fita26; en todo caso podrían admitirse cruces y estrellas, pero la forma y disposición de los trazos no permiten garantizarlo como en el ejemplar anterior; lo único seguro son los trazos en línea recta como en la siguiente corona de Valentinus. En esta, del 514, la corona está formada con una sola rama, que ya no parece de laurel, la cual parte del extremo del diámetro horizontal y vuelve a juntarse en el mismo sitio (fig. 3, 4). Hasta aquí todo parece una evolución continuada; mas la corona de Cantonus desconcierta esta evolución con sus tres ramas, dos formando la mitad superior, descendentes por cada lado hasta los extremos del diámetro horizontal; la tercera forma ella sola toda la mitad inferior, saliendo del extremo derecho del diámetro horizontal hasta el izquierdo, donde se reúne con la descendente de aquel lado (fig. 3, 5). Vuelve a parecer esta corona como una vacilación en el proceso evolutivo, como si hubiera pretendido seguir los modelos antiguos que quisiera restaurar y se decidiera al fin por el más reciente de Valentinus. En cuanto a las cruces o estrellas, aquí han desaparecido y quedan sólo dos trazos en línea recta como antes he señalado en la corona de Hippolitus. La corona de Orbanus, del 525 al 533, vuelve a estar hecha como la de Florentia, con dos ramas descendentes por cada lado (fig. 3, 6); pero no marca lazos algunos en los puntos cardinales, es decir, no hay trazos en cruz, ni en estrellas, ni en línea recta como en los ejemplares anteriores. Los ejemplares sin fecha, todos fragmentados, no alteran el proceso evolutivo expuesto ni ofrecen novedad alguna, en cambio quedan fechados dentro de las etapas establecidas. El fragmento …A/ …EI VI/ … y los restos de la corona antigua de la losa de Orbanus se atribuyen sin dificultad a fines del siglo V o principios del VI; los fragmentos de Maria y de la ERA D… hacia el 510; y el griego Σανβ[ατιοϛ] hacia el 520. Estas atribuciones las garantizan, por otra parte, los demás caracteres de las inscripciones. 26 Véase la nota precedente. Losas y coronas sepulcrales en Mérida 911 1 4 2 5 3 6 Fig. 3.- 1. Corona del epitafio de Florentia, del año 465. 2. Corona del fragmento de la Era DXX…, años 482 al 501. 3. Corona del epitafio de Hippolitus, del año 508. 4. Corona del de Valentinus, del 514. 5. Corona del de Cantonus, del 517. 6. Corona del de Orbanus, del 525 al 533. Dibujos del autor. Boletín del Seminario de Estudios de Arte y Arqueología, XV (1948-1949). Págs. 103-144. 912 De fuera de Mérida, pertenece al modelo de corona naturalista del epitafio mirtilense de Oronia, fechado en 50827. Es una de las tantas singularidades que reúne este ejemplar portugués, el cual, por la láurea, es extraño en Mértola y se enlaza al estilo emeritense28. Sin embargo, la interpretación es de un arte diferente y resulta un conjunto menos rígido que los modelos de Mérida, con un estilo más suelto y libre. Esta diferencia conviene subrayarla por cuanto el adorno por sí mismo parece establecer una relación entre los talleres lapidarios de una y otra ciudad. Tampoco resultará ocioso llamar la atención sobre la ausencia de cruces y la presencia en cambio de estrellas en los puntos cardinales de la circunferencia; pero los trazos que las forman no difieren de los que representan el follaje (fig. 4). Acaso podría haber pertenecido a la misma serie la lápida de Zafra, del año 516, cuyo epitafio, de ¿…?29, estaba guarnecido por una corona de laurel según expresión literal de Xaraquemada, quien vio el letrero y remitió copia a la R. Academia de la Historia; parece según dicha expresión que quiso referirse a una corona de tipo naturalista. Por la fecha del epitafio es muy verosímil y ello no trastorna la cronología resultante de los ejemplares antes expuestos. De las coronas emeritenses consignadas sólo en noticias literarias puede aprovecharse en este trabajo, salvo el número de ejemplares que añaden a la serie conocida. De entre ellas cabe destacar sin embargo la del epitafio de Valeria, que vio y copió VELÁZQUEZ en Mérida. El dibujo original no se conoce; pero entre sus papeles de la Real Academia de la Historia30, se conserva una prueba de un grabado en madera, en el que la corona está interpretada convencionalmente; más por la organización de las hojas parece que estaba formada como la de Valentinus, lo cual no va mal con las fechas, porque ésta es del 514 y del 518 la de Valeria. 27 La fecha por la era está escrita así: DXLAS, con enlace de XL = 40. Por lo demás, véase la nota 1 de la p.106. Es una de las otras dos inscripciones aludidas en ella. 28 Es de tener muy cuenta para el estudio de conjunto y para las mutuas relaciones entre unos y otros centros epigráficos este detalle, que, unido al de la forma en que está escrito el numeral de la era, igual al de los otros dos indicios que puede dar lugar a la investigación de una más fuerte corriente de influjos culturales entre las dos ciudades lusitanas. 29 El nombre del difunto ha sido leído por los editores Iulius y Iustus; pero en la copia original de Xaraquemada, única reproducción por donde pudieron estudiar el epitafio, no se ven tales nombres ni se ven razones que justifican dichas lecturas. Para mí queda el nombre completamente incierto. De este asunto, y de otros concernientes a la misma inscripción, me he ocupado extensamente en mi trabajo La función numeral VI de la S y de la C en los epígrafes hispanos. La lápida estaba expuesta en el pavimento de la iglesia de San Francisco. De consiguiente, fue llevada allí de otra parte, que pudo ser de la misma Zafra; pero pienso que también pudo llevarse de Mérida y ser esta su procedencia, como la de la lápida de Vetaliana que está en el Museo de Badajoz sin procedencia conocida y que cito más adelante. 30 Ms. T. 13, 52. N. 518. Fig. 4.- Corona del epitafio de Oronia, de Mértola (Portugal), del año 508. Dibujo del autor. Losas y coronas sepulcrales en Mérida 913 Fig. 5.- 1. Corona del epitafio de Maria, del año 518. 2. Fragmento del epitafio de Maria (o Matria ?). 3. Fragmento de epitafio griego. 4. Corona del de Vetaliana, del año 522. Dibujos del autor. Del tipo de corona geométrica es el ejemplar del epitafio de Maria, del año 518. La corona consiste en dos circunstancias concéntricas toscamente grabadas, cuyo anillo lo llenan trazos angulares paralelos, dispuestos en espina. Como no está completa no suele precisarse su organización. Se ve entero el cuadrante inferior derecho, por el que los trazos angulares descienden hasta encontrarse abajo con los que en dirección con los que en dirección opuesta vienen del cuadrante inferior izquierdo, que no está completo, formando allí un rombo los dos últimos trazos de cada serie. Entre los cuadrantes de la derecha, otro rombo enlaza las dos series de trazos. La del cuadrante superior se inicia en dirección ascendente; pero ya no se ve más, sino que en lo poco que queda de lo más alto de la corona no hay rombo, que debería haberlo si la simetría se hubiera observado de acuerdo con los ejes horizontal y vertical. Allí, en cambio, se ven los trazos angulares en dirección contraria a los de dicho cuadrante. No hay, pues, manera de garantizar la organización de la corona, ni de conjeturarla por causa de la falta de exactitud geométrica (fig. 5, 1). Fuera de este ejemplar sólo hay otros dos fragmentos de muchísima menor importancia, pero suficientes para acreditar el estilo dentro de la ciudad. Uno de ellos se conoce Boletín del Seminario de Estudios de Arte y Arqueología, XV (1948-1949). Págs. 103-144. 914 por una reproducción de Velázquez repetida por Hübner. Es el fragmento del epitafio de Maria31 con un sector del cuadrante superior izquierdo de la corona, hecha lo que la del epitafio anterior y con los mismos trazos angulares, pero agrupados por parejas según parece del dibujo que copio aquí en la figura 5, 2. Tanto por la corona, como por las formas alfabéticas y otros detalles32, este fragmento encaja perfectamente como coetáneo más o menos del anterior, pudiendo suponérsele una fecha de hacia el 515 al 520. El otro es un fragmento de epitafio griego que conserva parte de la corona, de estilo geométrico también, pero diferente en su ejecución a los dos anteriores (fig. 5, 3). Esta lápida, que tuvo también grabado otro letrero por la cara opuesta, la tengo todavía sin estudiar, por lo que no quiero pronunciarme ahora acerca de sus fechas, aunque sin embargo la del epitafio de la corona de caer muy próxima a las que me refiero, según la mayor modernidad del estilo de las letras del fragmento del otro lado33. Con esto y algo más que le queda por observar acerca de la piedra de Bassilla, se acabó la serie de las coronas emeritenses; pero del estilo geométrico hay otra muy interesante adornando el epitafio de Vetaliana, cuya procedencia se ignora, en el Museo Arqueológico de Badajoz. Esta tiene la ventaja sobre las anteriores de ofrecernos un modelo completo, siendo su fecha del año 522. En el anillo de la corona se distribuyen los trazos angulares en nueve 31 Hay tres epitafios emeritenses que se refieren a tres Marías distintas a saber: A. Fragmento en el que se lee: M A R I A F A M U L A D E I V I X I T A N N O El primer renglón lo inicia la cruz monogramática. En la parte superior derecha se conserva un sector de la corona, de estilo geométrica. Es el que ahora me refiero en el texto y reproduzco en la figura 5.3. Cuando Hübner publicó sus inscripciones se había ya perdido. B. Fragmento en pedazos en los que se lee: MARIA FA MU[L]A DEI VIXIT ANNOS XXVII RE QUIEVIT IN PACE D[…] El primer renglón lo inicia una cruz sencilla. Conserva el cuadrante superior izquierdo de la corona, o poco más, de estilo naturalista. Es a la que me refiero en la p. 131. Fue encontrada en 1907 o poco antes. C. Epitafio casi completo que dice: MARIA FAMULA DEI [V]IXIT ANNOS […]XVIIII REQUIEVIT [I]N PACE D. III NO NAS FEBRUARIAS ERA DLVI No tiene el principio ni cruz monogramática ni cruz sencilla. Está encerrado dentro de una corona de estilo geométrico, que acabo de dar aquí como su modelo, y que reproduzco sin el epitafio en la fig. 5, 1. Apareció en 1897 o poco antes. Los epitafios B y C se conservan actualmente en el Museo Arqueológico Nacional. El epitafio A sólo se conoce por la reproducción de Velázquez; pero suponiendo todas las alteraciones de copia que puedan caber en un hombre tan cuidadoso como el célebre Académico de la Historia, nunca pudieron llegar a confundirse los epitafios B y C con el A, como lo han hecho algunos editores. Del asunto me he ocupado en mi tesis doctoral citado. 32 De alguna pequeña cuestión de lectura que contiene la copia original del letrero no debe juzgarse por mi dibujo, en el que me han salido imperfectas las letras; pero no he querido prescindir de ellas por dar idea más completa del conjunto de tan pequeño fragmento. 33 Véase la nota de la página 19. Losas y coronas sepulcrales en Mérida 915 series, entre los cuales están intercalados unos circulitos pequeños. Cada dos series tienen sus ángulos opuestos; pero como son impares, los trazos y ángulos de la novena son paralelos a los de la octava (fig. 5, 4). La irregularidad y asimetría de esta corona, que es en lo fundamental igual a la emeritense de Maria (fig. 5, 1), podría justificar la observada en ésta. Por último, el epitafio de Marturius, de Chellas (Portugal), según el fotograbado que trae Hübner conserva vestigios de una corona que podría haber sido de este estilo geométrico según el único resto perceptible en la reproducción: la circunferencia interior. Su fecha es el año 57134. El fragmento que con el número 500 trae Vives, de la ERA DLX, no lo describe el autor y yo no lo conozco, no pudiendo utilizarlo aquí ni adjudicarlo a uno u otro estilo. Únicamente lo que cabe hacer ahora es subrayar su fecha: año 522. En resumen, y según los datos de los epígrafes, la costumbre de adornar los epitafios con coronas grabadas a su alrededor se inició en Mérida hacia el año 465. El epitafio inmediato anterior en fecha del 442, no la tiene. La moda se mantuvo hasta el año 533 o poco menos, según los ejemplares conocidos. Todos los epitafios fechados atribuibles a ese tiempo por otros caracteres ya internos ya externos, todos tienen la corona. El primer epitafio fechado después del 533 es el de [St]hefanus, que corresponde al año 552 y aparece orlado ya con el rectángulo, que persiste en el de Marcella, del 558 y llega hasta el 601. Parece, pues, que a mediados del siglo se había impuesto otro gusto decorativo y se abandonaron las clásicas coronas. No obstante, queda en pie la corona del epitafio de Bassilla, con su fecha de 569. Vio y copió la inscripción de Pérez Báyer; pero su dibujante interpretó a su antojo estas y otras coronas dando a todas la misma figura arbitraria, con lo que es imposible juzgar de su estilo. Moreno de Vargas, que trae el epitafio, nada advierte de la corona, y lo da sin ella. ¿Pudo añadirla inadvertidamente el amanuense de Pérez Báyer? La cuestión queda en la mayor incertidumbre; pero en el caso de que este epitafio hubiera estado decorado con dicho adorno resultaría por hoy un hecho esporádico que podría tener una explicación, como antes he dicho, y no altera ni destruye las conclusiones a que este respecto se puede llegar con el conocimiento que tenemos actualmente de los epígrafes de Mérida y que quedan propuestas. El adorno de la corona en los epitafios parece, pues, por ahora, privativo de la ciudad de Mérida. La existencia de ejemplares aislados fuera de la ciudad, pero todos dentro de la antigua procedencia lusitana, pueden ser un testimonio expresivo de una serie de influencias que la metrópoli había de ejercer sobre el territorio provincial. Incluso la fecha tardía de la posible corona de Chellas tendría así su explicación como cosa pueblerina. Pero este tema plantea cuestiones desconocidas en absoluto y no es posible, de momento, más que apuntarlas. Es lógico y natural que ni Mérida ni las demás poblaciones de la Lusitana vivieran en un profundo aislamiento sin contactos ni relaciones culturales. Sin desmerecer la personalidad de las demás ciudades lusitanas, el foco cultural emeritense debió ejercer un positivo influjo, que ahora se atisba con motivo de este estudio, sobre ellas, aunque con las graduaciones que la distancia y las circunstancias históricas habían de imponer. En el aspecto exclusivamente epigráfico, en la época referida, lo mirtilense y lo emeritense difieren en absoluto a primera vista; pero la piedra de Orania aproxima ambas ciudades y las relaciona a través de un sencillo adorno y la forma de escribir un numeral. No serán éstos los únicos puntos de contacto que se podrán ir anotando. La investigación irá abriendo nuevos horizontes y he aquí una vez más probada la necesidad de no despreciar el estudio de los caracteres externos de los epígrafes. Otras dos cuestiones, relacionadas quizá entre sí, son la de si las coronas tienen algún significado más que el de simple motivo ornamental y la del origen o precedentes del adorno mismo. Para esclarecer la primera es preciso ocuparse antes de la segunda. La corona la vemos aparecer repentinamente el año 465 en el epitafio de Florentia. El ejemplar es el más espléndido de todos y el más clásico. Su modelo es indudablemente la láurea romana. El 34 El numeral de la era está escrito así: DC III, ligadas las VI formando el nexo procedente de la antigua cursiva romana. (Véase nota 1 de la p. 106). La rectificación de las lecturas anteriores está hecha detalladamente en mi trabajo citado La función del numeral VI, etc. Boletín del Seminario de Estudios de Arte y Arqueología, XV (1948-1949). Págs. 103-144. 916 precedente, pues, no ofrece problema en lo remoto. En el repertorio decorativo de los tiempos romanos clásicos coronas y guirnaldas vegetales ocupan un lugar preeminente. En los monumentos romanos los escultores romanos cristianos encontrarían fuentes de inspiración. Es más: en los mismos monumentos funerarios encontrarían con profusión el tema vegetal que nos interesa. La cuestión no está pues aquí, sino en el precedente inmediato. Este podría explicarse del siguiente modo: En los epígrafes cristianos fue costumbre adornar el monograma de Cristo inscribiéndolo dentro de una corona o circunferencia. Basta repasar nuestros más completos repertorios hispánicos para convencerse de ello. Pero como la mayor parte está por comprobar y estudiar, me limitaré aquí a los de la ciudad de Mérida solamente, en la que por otra parte se produjo el fenómeno artístico que ahora me ocupa. De antes del año 465 se conocen ocho inscripciones cristianas, las más antiguas de la ciudad. Una de ellas es un monograma de Cristo de tipo con α y ω, dentro de una láurea con su lazo y cabos pendientes. Las otras son epitafios, todos con el crismón, a veces repetido, salvo uno, el de Lupercus, que si lo tuvo lo ha perdido. En tres de ellos está el monograma cristiano dentro de la corona, los cuales, con el referido antes, hacen cuatro las anteriores a la fecha del epitafio de Florentia. A partir de este no vuelve a encontrarse el crismón con la corona en las inscripciones emeritenses; pero sí siempre, hasta el año 533, la corona rodeando el epitafio. En todo este tiempo el crismón se encuentra raras veces, bien sin corona encima de la del epitafio, o dentro de ella juntamente con el letrero. En el epitafio de Florentia, primero hoy conocido de la serie, hay epitafio y corona; pero no crismón. En el inmediato anterior, el de Octavia, del 442, el crismón está dentro de una corona encima del epitafio (Lám. VII). Pudo pues ocurrir que a mediados del siglo V se considerase la corona como parte del símbolo cristiano que adornaba, y que extendiendo el valor simbólico del monograma al propio adorno se tomara éste por aquél y se tuviese a la corona por sí misma como emblema de la fe cristiana, escribiendo entonces los epitafios en su interior. De esta forma quedarían explicados la ausencia del monograma de Cristo en casi todos los epitafios de la serie y el origen de la costumbre aquí estudiada, pudiendo ser ésta la solución a las dos cuestiones planteadas. La corona podría tener así un valor superior al simplemente ornamental y ser las coronas del monograma de Cristo el antecedente inmediato de las coronas de los epitafios. Toda esta explicación debe quedar, sin embargo, dentro del estado de hipótesis sujeta a las comprobaciones y rectificaciones que sean precisas. Para terminar, dejaré iniciadas las comprobaciones con la siguiente, hecha con datos de la propia Mérida. Cabe examinar si artísticamente las coronas del crismón pudieron dar origen a las de los epitafios. La diferencia de diámetros, pequeños en los crismones, grandes en los epígrafes, no hace al caso. En el aspecto técnico encontramos la primera semejanza, pues unas y otras están grabadas y pudieron significar una continuidad; pero esto tampoco es suficiente. Veamos ahora los ejemplares y sus características: 1.º La corona del crismón constantiniano en un tablero de mármol, de la primera mitad del siglo IV (fig. 6, 1). Su grabado, muy dulce y poco profundo, ha desaparecido en su mayor parte; pero se conservan bien las huellas del conjunto y todavía algunos trazos que permiten apreciar su organización general, la cual responde a un tipo de corona estilizada bien conocido en la arqueología, con dos ramas de hojas en posición opuesta, o sea dos por nudo, marcadas éstas con trazos más o menos ondulados formando ángulo. Las dos ramas, ascendentes por cada lado, según la dirección de las hojas, están atadas abajo con una cinta de cuyo nudo prenden largamente los cabos. 2.º La corona del fragmento de epitafio…MENII PUER/RI…El interior fue vaciado posteriormente y entonces desparecería al monograma de Cristo, quedando sólo el anillo sogueado que lo circundaba (fig. 6, 2). Su fecha es hacia el año 400. 3.º La que había encima del fragmento de epitafio…IUS CR/…, que estaría formada por una sola, o por dos circunferencias concéntricas, según el arco que de ella queda, grabado como las letras. Puede ser fechado hacia el año 440. Losas y coronas sepulcrales en Mérida 917 4.º La del epitafio de Octavia (Lám. VII y fig. 6, 3), del año 442, del mismo estilo que la primera, aunque algo más convencional. El follaje está interpretado de la misma manera, aunque sin aquella dulzura y suavidad que se advierte en aquel ejemplar. Fig. 6.- 1. Corona de un crismón de la primera mitad del siglo IV. 2. Corona del crismón del epitafio de …MENII. 3. Corona del crismón del epitafio de Octavia, del año 442. Dibujos del autor. En la parte inferior unos trazos rectos representan las cintas que ligaban las dos ramas, las cuales se juntan en lo alto enlazadas por un circulito o anillo. De estos cuatro ejemplares sólo aprovechan en esta comprobación el primero y el cuarto, porque son con evidencia el procedente inmediato de las coronas de los dos epitafios de las dos Marias y del de Vetaliana (fig. 5, 1 2 y 4). Los rombos y círculos que hay en dos de ellas, así como la interpretación geométrica del follaje con trazos angulares tienen su antecedente en estas dos coronas del monograma de Cristo, sin necesidad de buscarlo fuera de la ciudad ni en un tiempo más remoto. Falta, sin embargo, enlazar en el tiempo unos y otros ejemplares; pero de la misma manera que entre la corona del monograma de la lápida de Octavia, del 442, y la de Maria, de 518, con setenta y seis años de distancia. Sin embargo, las diferencias de época están bien manifiestas en todos los ejemplares acusando una larguísima evolución, de modo que sin los antecedentes expuestos sería difícil reconocer una corona vegetal en los epitafios de Maria y Vetaliana. Boletín del Seminario de Estudios de Arte y Arqueología, XV (1948-1949). Págs. 103-144. 918 Con esto parece comprobado, a mi juicio, el precedente de las coronas de estilo geométrico del siglo VI y argumentada mi hipótesis de que la corona de los epitafios se tomó de la del monograma de Cristo, por lo que, quizá, al mismo tiempo que un adorno pudo tener un cierto valor simbólico35. Queda únicamente por averiguar el antecedente artístico inmediato de las coronas de estilo naturalista, que, según los ejemplares conocidos, se usaron en los epitafios mucho antes. Dentro de lo hispánico creo agotado el tema según mis conocimientos. Habrá de examinarse la cuestión con los datos del resto del mundo latino. Mi intento ha sido únicamente dar a conocer por menudo, tanto como me ha sido posible, estas interesantes manifestaciones de la epigrafía emeritense, de los siglos V al VII. Algunas otras quedan pendientes que serán recogidas. Dios mediante, en otro artículo. Madrid, 30 de marzo de 1949. JOAQUÍN M.ª DE NAVASCUÉS Y DE JUAN EPÍGRAFES UTILIZADOS Y REFERIDOS EN ESTE TRABAJO Referencias bibliográficas: H = HÜBNER: Inscriptiones Hispaniae christianae y Supplementum. Berlín, 1871 y 1900. De epigrafía = NAVASCUÉS: De epigrafía cristiana extremeña. Novedades y rectificaciones. «Archivo Español de Arqueología», t. XX, pp. 265-309. Madrid, 1947. Epígrafes = NAVASCUÉS: Los epígrafes cristianos latinos de Mérida. Tesis doctoral inédita, Madrid, 1948. V = VIVES: Inscripciones de la España romana y visigoda. Barcelona. Epitafios latinos: …A/…EI/V…-De Mérida-Sin fecha. -Del año 470 al 510.-Mus. Arq. Nacional. -Monsalud. <ml. di, vixit / ann tes requievit / in pace d. idus / Novemb. er/a δXas. Salvo el método de transcripción, no ofrece novedad alguna. OLIVEIRA incluye el letrero en su colección divulgadora, dando un nuevo dibujo que no difiere de los anteriores. Repite la lectura de Hübner sin indicar las abreviaturas, todo sin novedad y sin comentario. VIVES estuvo en Portugal en 1941 (pg.161) y visitó el Museo Etnológico, lo que permitió al editor La era “…AS” 949 A pesar de los años transcurridos desde que Veiga la publicó por primera vez, nadie da cuenta después de las características de la piedra. Según el primer editor es una tabla de mármol blanco que muestra haber tenido una anterior aplicación, habiendo sido muy probablemente arrancada de algún edificio romano. Según HÜBNER mide 0,27 m. de alto y 0,294 m. de ancho. En cuanto puede apreciarse en la fotografía, se trata del fragmento de una losa sepulcral del tipo de las emeritenses de la serie de las coronas, en las que el epitafio, encerrado dentro de una láurea, estaba grabado en la parte correspondiente a la cabecera de la sepultura8. El fragmento de Mértola conserva la corona, salvo la parte baja, rota por la fractura que llegó a rozar la línea inferior del último renglón. La corona tiene un aspecto muy particular comparada con las emeritenses9 . Fuera de ella, en el ángulo superior izquierdo del fragmento, está grabado un crismón constantiniano, con la ji formando arriba y abajo ángulos muy obtusos y con la rho abierta, sin alpha ni omega. En el ángulo superior derecho, en posición simétrica al crismón, hay una cruz de brazos iguales. Dentro de la corona el epitafio está distribuido en seis renglones. Las letras son de 0,03 m. de alto según HÜBNER. Su transcripción10, según la fotografía, es la siguiente: ORANI A PML. DI. VIXIT ANN. TES REQUIEVIT IN PACE D. IDUS 5 NOVEMB. ER A DXLAS 11 B) Epitafio de Marcella (lám.II). Se encontró en Mérida. Lo estudié bajo el número 13 en Epígrafes, a los cuales me remito para cuanto se refiere a su hallazgo, publicación y comentarios. Allí hice notar el descubrimiento del significado de las letras A S; pero me limité a un simple y elemental enunciado, ofreciendo su explicación y razonamiento en trabajo aparte para dar al asunto la importancia que merece. La publicaron: MONSALUD XXXI 1897 p.399. añadir a su colección algún epígrafe más y corregir y rectificar algunas lecturas que tenía ya dadas. Pero nada dice de haber visto allí el epitafio de Orania y queda por tanto en duda si confrontó con el original la lectura que ya tenía hecha. Incluye en el r.1 el crismón y la cruz, que están grabados fuera de la corona que encierra el letrero, el cual transcribe así: Orani/3a, fml. Di, vixit / ann tes requievit / in pace d. idus /6 Novemb. er/a δX˜as. Insiste en la cuestión de la confusión de la F del r.2, que "parece o es una P"; en el "tes=tres" del r.3; y lee "era 540 = a.502 (13 de nov.)" rechazando la era leída por Húbner "por no aceptar ni ver la X aspada". 8 Epígrafe, cap. III. Losas y coronas, p. 109. 9 Epígrafe, cap. III, La corona. Losas y coronas, p. 125. 10 Sobre el método de transcripción veáse De epigrafía, p.267, Epígrafes, cap.II. 11 En el r.2 aparece indiscutible la P en PML, y asimismo el enlace M-L, con una rayita sobrepuesta indicando la abreviatura. Sobre el uso de la P por F en éste y en otros epígrafes pienso publicar algunas observaciones, tema del mayor interés. D(e)i está abreviado e indicado de la misma manera. La primera I de vixit está incluída en la V precedente. En el r.3, ann. tiene indicada la abreviatura por una rayita sobrepuesta; la A y la primera N están enlazadas. Tes aparece escrito así, sin que se vea indicación alguna que aluda a la R. Requievit tiene incluída la U en la Q, y la primera I dentro de aquella vocal. En el r.4 las P A de pace están enlazadas. la abreviatura d(ie) la indica un trazo oblicuo que cruza la D. En el r.5 están enlazadas las V M de novemb., con la E incluída en la V; la abreviatura la marca un trazo oblicuo que cruza la B. En el r.6 hay enlace de X-L formando el típico nexo del número XL, como lo advirtió Vives, aunque llamándolo "X aspada". Scripturae. Monumenta et Studia, I, Madrid, 1951. 950 HÜBNER 340. DIEHL 1436 adn. VIVES 31. Además, en Adquisiciones p.10 y en Losas y coronas p.104. La finalidad de este trabajo requiere reproducir nuevamente la transcripción, que es como sigue: MARCELLA FAMULA DEI VI XIT ANNOS PLUS MINUS XXXV RE 5 QUIEVIT IN PACE D. IIII KAL. IULIAS ERA DLXLAS C) Fragmento de epígrafe (lám.III.1). Se encontró en Mérida. Lo estudié detenidamente bajo el número 14 en Epígrafes, dando las noticias y haciendo los comentarios pertinentes. Lo publicaron: SMIT p.136 n.11 según VIVES. MELIDA 2031. VIVES 31a y corrección. Se transcribe así: D. VIIII KAL. FERUARI[AS] ERA DCXAS * 2. El enigma. Los tres epígrafes están caracterizados por un elemento común: las letras A S puestas detrás del numeral de la era. He aquí los datos que en cada una de las inscripciones son el fundamento de este trabajo: A ER/A DXLAS B ERA DLXLAS C ERA DCXAS Lo primero de todo interesa garantizar la lectura de los grupos numerales anteriores a las A S. En el epitafio A VEIGA leyó DXI, dando valor de I al trazo recto que desciende oblicuo del segundo de la X. HÜBNER insistió en que la era es DX, no DXL ni DXI, y así la leyó reduciéndola al año 472 de C., negando todo valor expresivo al trazo descendente de la X, que repitió sin embargo muy claro en el dibujo. DIEHL y OLIVEIRA aceptaron la tesis de HÜBNER. VIVES en cambio dio la lectura correcta DXL, aunque poniendo la delta griega por D latina y anotando la existencia de la "X aspada". Esta es la verdadera lectura del grupo numeral, por La era “…AS” 951 contener el nexo X-L representativo del número 40, acerca del cual ha de observarse que, como procedente de la escritura cursiva corriente, el trazo descendente que figura la L adopta la forma que le dio el amanuense según su manera personal de escribir, sin sujeción a un modelo caligráfico. Por tanto, el susodicho grupo numeral, integrado por centenas y decenas, ha de ser leído DXL. Otra nota digna de tenerse en cuenta es que el nexo numeral X-L de este epígrafe es el más antiguo conocido en la Península. En el epitafio B, las centenas y decenas representadas por el grupo numeral anterior a las letras A S fueron mal leídas por MONSALUD, quien dio DLXXV, tomando el cruce de los segundos trazos de la primera L y de la X, única que allí se ve, por su primera X. La cifra V la sacó de la nada. HÜBNER señaló esta mala lectura del primer editor, pero no la mejoró, limitándose a darla sin el V, leyendo DLXX e incurriendo en el mismo error que el erudito marqués. DIEHL aceptó la fecha que leyó el epigrafista alemán, cuyo error anoté y corregí en Adquisiciones, por existir con toda evidencia el nexo numeral X-L y no tener valor alguno el cruce de la X con la L precedente. El trazado de este numeral es clarísimo. Se escribió la primera L con el segundo trazo oblicuo, como cursiva; después la X, con su primer trazo muy tendido de izquierda a derecha, corto y más o menos paralelo al segundo de la L; el segundo de la X se inició por debajo de la L, en dirección de abajo arriba y de izquierda a derecha, cruzando en el recorrido el segundo trazo de la L y el primero de la X, cruce este último necesario para formar la letra. Al llegar el segundo trazo de la X al límite superior se arqueó sin solución de continuidad hacia la derecha y hacia abajo, doblándose después rápidamente y formando un trazo recto y oblicuo en la misma dirección, con el que queda marcado el nexo X-L. El esquema de este trazado puede representarse como lo doy en la figura 1. El trazador del letrero copió el numeral tal como estaba manuscrito en la nota que le entregó el cliente, o quizá lo escribió directamente sobre la piedra. Luego, el grabador hizo lo demás, uniendo el extremo del trazo 3 con el ángulo de los 4 y 5 al abrir los biseles en la piedra, de no ser que esa unión la hubiese hecho ya el trazador. Fig.1.- Esquema del trazado del numeral LXL en el epitafio de Marcella Esta explicación acredita mi lectura DLXL (500 + 50 + 40 = 590). La lectura DLXXL (500 + 60 + 40 = 600), dando valor X al cruce de los trazos 2 y 4 es absurda materialmente, porque hubiera sido mucho más breve, sencillo y claro haber puesto DC; aritméticamente es demasiado confusa para expresar una cantidad cuya grafía se despachaba con la representación del número ciento por su cifra usual, corriente y de rapidísimo trazado. VIVES aceptó mi lectura con alguna reserva a la que desde luego no ha lugar. La lectura de las centenas y decenas del fragmento C no ha ofrecido discrepancias por la claridad de su expresión DCX. Establecida definitivamente la lectura de las centenas y decenas de los numerales, vengamos ahora al problema. ¿Qué significan las A S puestas después? ¿Qué relación tienen con la totalidad del epígrafe o con alguna de sus partes? Ni VEIGA, ni OLIVEIRA, ni SMIT, ni MELIDA se encararon con el problema. VIVES, ene l comentario de la inscripción B se limitó a señalar que "la misma terminación -as, no explicada" en encuentra en los epígrafes A y C. En la pg. 280 Scripturae. Monumenta et Studia, I, Madrid, 1951. 952 vuelve a referirse a la "terminación -AS, no explicada". MONSALUD dió una peregrina interpretación del letrero B. "Creo - dijo - que las dos letras que dan remate al renglón postrero son repetición de las del anterior, como acontece no raras veces en otros epígrafes, y particularmente en el de Zafra, I.H.C. 12." Pero ni el de Zafra es el número 12 de HÜBNER, ni en éste ni en aquél, suponiendo que se refiera al 56, hay tal repetición, ni recuerdo haberla anotado alguna vez en otras inscripciones. Además, en el caso del epígrafe A fallaba tan fantástica explicación. No comprendo qué quiso decir el marqués. HÜBNER afrontó la cuestión en el comentario de los epígrafes A y B. En cuanto al primero reconoció que ignoraba qué significaran las A S finales, y conjeturó "a s(alute?)", "(decim)as?". A este propósito llamó la atención sobre las formas trisis y quattas (debió querer decir quattus) de los números 304 y 22 a y b de su colección, y sobre la forma sexsis de los números 35 y 339, este último citado por errata. En el comentario del letrero B remitió al del A; pero en la lección supuso "quingentesimas septuagenas ?". Mas ninguna de sus conjeturas es satisfactoria. En efecto: a s(alute) sería una especie de aclamación funeraria; pero rarísima y desde luego no se ha encontrado en ningún otro epígrafe peninsular. Mas no se puede tomar el de la rareza por argumento definitivo; su falta de sentido cristiano podría acaso reforzarlo. Lo decisivo es el descubrimiento del verdadero significado de las letras en cuestión. Era... decimas es inadmisible e igualmente era quingentesimas septuagenas. Trisis, quattus, no tienen que ver con la cuestión. FITA, comentando la forma sexsis del epitafio cordobés de Felix (LXV 1914 p.472), dice que el epitafio A escribe así su era "DXAS", en cuya decena - añade - resalta la forma griega δεx, lo que tampoco resuelve el problema; además, siguiendo a HÜBNER, se funda en una falsa lectura, porque no se trata de una decena sino de cuatro; como en el epitafio B tampoco es una, sino nueve. En lo que sí anduvieron acertados tanto HÜBNER como FITA fue en buscar la solución relacionando el grupo A S con la lectura del numeral de la era. En mis Adquisiciones no hice más que limitarme a señalar que el problema estaba por resolver. Más tarde, en 1947, en mi artículo De epigrafía volví a citar las inscripciones B y C por las fechas resultantes de la lectura de sus centenas y decenas, tal como la doy más arriba. Así estaba la cuestión a principios de 1948. Por mi parte no salía del empeño de ver una íntima relación entre el numeral y el grupo AS. Reforzaba poco a poco este criterio el hecho de tres epígrafes españoles que detrás del numeral tienen escrita una palabra referente a la era. Son el epitafio de Anerius12, en cuya fecha se lee DCCªXXª currente; el de Eustadia, en el que se leía, pues ya se han perdido fragmentos, era DCLXXXVII curr[e]nte; y el de [St]hefanus, cuya fecha dice [era D]LXL nun(cupata). Todavía sería posible añadir el epitafio de Ilpericus, mal leído, que tengo en estudio, en el cual, después de la era hay otra palabra que los editores han dado como nombre propio, Teatix, que no se explica en tal lugar de la inscripción13 . Pero ninguno de estos antecedentes daba luz para aclarar el asunto, salvo el de Anerius, que tenía resuelto uno de los términos del problema sin que nadie hubiéramos reparado en ello. 3. La explicación. En el otoño del pasado año de 1947 se descubrió en Mérida un insigne monumento epigráfico, la inscripción conmemorativa de la dedicación litúrgica de la iglesia de Santa María, que publiqué bajo el título La dedicación de la iglesia de Santa María y de todas las Vírgenes, de Mérida. Está incluida también en Epígrafes con el número 53. La fecha de la dedicación está desdichadamente incompleta; pero conserva el día del mes en que se celebró la fiesta litúrgica. 12 Véanse al final las referencias de los epígrafes citados en el texto. 13 VIVES lee el final así: "e(r)a δCCIII. Teatix". Según una fotografía que poseo, aunque insuficiente para ultimar el estudio, hay que leer er(a) D??III terti?, lectura que doy como simplemente tanteada y que sólo consigno aquí a título de información. VIVES, o el primer editor más bien, tomó por A la R cursiva de era, la cual se repite en la palabra final, que volvieron a transcribir como A. Mis variantes de lectura modifican sustancialmente el sentido y descartan el nombre Teatix. La era “…AS” 953 Dice así: sub d(ie) CII kal(endas) febru[arias ...]. Es evidente que el número del día no puede ser 102. La C no podía tener por sí misma otro valor numeral que 100; pero podía estar escrita en el lugar del nexo numeral VI, de forma muy semejante a la letra C por poco que se alterase reduciendo la última sección del enlace correspondiente a la I. Entonces sí, dando a la C el valor de seis resultaba un número aceptable y compatible con el número de las calendas en el que se celebró la dedicación, el VIII, lo que era una solución posible y satisfactoria. De aquí resultaba que el nexo VI tenía la forma aparente de la C en un epígrafe español (lám.III.2). Esto no es extraño, pues como luego expondré ocurre lo mismo en otras inscripciones hispánicas, aunque no se haya observado hasta ahora, y en otras extranjeras recogidas en el Corpus Inscriptionum Latinarum sobre las que luego he de volver. Ocupado en el estudio de la inscripción de Mérida a principios de 1948, tuve una conversación con el Sr. Mallon, en la que me comunicó el resultado de sus investigaciones sobre el verdadero origen del "episemon". Con tal motivo comentamos los ejemplares españoles de este signo, y como consecuencia repasé todos los recogidos por VIVES (p.280) y y cuanto dice sobre el tema (p.190). De esta forma pude atar los cabos sueltos y descifrar el enigma de las A S. En el repaso de los epígrafes que contenían el "episemon" estaba el de Zafra, desgraciadamente perdido. Los que lo copiaron y publicaron pusieron dos eses que VIVES (60) atribuye al desconocimiento del "episemon" por HÜBNER (56), diciendo que "seguramente en ambos casos la S es una transcripción defectuosa del episemon". Creyéndolo así puso el susodicho signo en su transcripción. Luego volveré sobre esto y quedará aclarada la verdad del caso. Lo cierto es que yo pensé al revés de VIVES, o sea: que el llamado "episemon" podía tener en la piedra de Zafra forma de S, y que los transcriptores anteriores a VIVES lo habían copiado bien, porque si el signo podía adoptar forma de C en algunos casos, en otros podía tener la de S. Esta fue la clave que me llevó automáticamente al descubrimiento. En efecto: procedí a descomponer el grupo examinando si cada letra podía tener una función distinta e independiente, pues, ignoro por qué, lo cierto es que todos buscábamos su significado asociándolas como si forzosamente hubieran de formar parte de una misma palabra, o como si las dos letras estuvieran puestas por un solo vocablo. La S, separada de la A, podía representar seis unidades que completaran el número de la era en cada uno de los tres epígrafes, unidades que los tres numerales admitían por terminar en decenas. Entonces el significado de la A resultaba evidente ligada al grupo numeral que le precede para indicar su lectura como ordinal concertado con el sustantivo era. Esto proponía una nueva cuestión, la de cómo se leían los numerales en las inscripciones. Limitando su examen a los antiguos epígrafes latinos de la Península, encontré alguna luz que permite deducir una conclusión casi segura, al menos para las decenas. En primer lugar, citaré el referido de Anerius, cuyos últimos renglones están escritos así: 10 ERA DCCA XXA CURREN TE 682 de C. En estos renglones no está la A indicadora del ordinal femenino detrás de las decenas solamente, sino también de las centenas, debiendo leerse con absoluta seguridad era septingentesima vicesima currente. En el epitafio de Oppila, en el que el numeral de la era está escrito con palabras, dice según sus lectores era sescentesima et octagensima, coincidiendo expresamente con el estilo de la anterior. En cuanto a los dos epígrafes ha de observarse que tienen de común el área geográfica en la que fueron encontrados, el primero en Linares, término inmediato a Córdoba, y el otro en Villafranca de Córdoba. A estos dos se ha de añadir la inscripción de San Juan de Baños, comarca muy lejana a la anterior, en cuya fecha se lee Scripturae. Monumenta et Studia, I, Madrid, 1951. 954 sexcentum decies era nonagesima nobem (sic), donde las centenas están puestas como cardinal, y aunque aquí podría pensarse si el metro en que está compuesto el epígrafe obligó al uso de aquel numeral, tal duda no cabe en los epitafios de Florentius y de Florentia, los dos de Montijo, que traen los editores tomados de los antiguos, cuyas fechas las dan así: era sisccens quattus y era siscens qattus, sin razones métricas para el uso del cardinal14 . Estos antecedentes son muy escasos ciertamente, pero no hay más y los creo decisivos para garantizar la función de la A en los tres epígrafes en cuestión, al menos como indicación de que la lectura de las decenas había de hacerse como ordinal femenino, debiendo por tanto leerse el grupo de centenas y decenas de las tres inscripciones así: A era quingentesima, o quingenti, o quingentum quadragesima. B era quingentesima, o quingenti, o quingentum nonagesima. C era sexcentesima, o sexcenti, o sexcentum decima. La escritura de los numerales de las eras con cifras indicando su lectura como ordinales mediante la adición de una A se usó profusamente, como es notorio, en nuestros epígrafes posteriores al año 711. Es lo mismo que aún se acostumbra con la escritura de nuestros días, en la cual solemos poner los numerales ordinales expresados con cifras e indicados con la terminación del género que les corresponde según el del sustantivo al que se refieren. Pero esta forma de escribir los numerales no era privativa de los epígrafes hispánicos en las centurias que precedieron al año 711. De fuera de la Península tiene recogidos DIEHL en el índice correspondiente (págs. 309-310) hasta una docena de ejemplos de las Galias los más, de Italia, de Germania y de Mauritania. En ellos constan las terminaciones -o, -mo, -a, -ma, -e (?) y -das concertadas con el sustantivo. En esta misma relación incluye DIEHL como ejemplos de ordinales indicados los numerales de los epitafios A y B con su terminación -as, y el de Flavianus, de Tarifa, del año 636, en el que los editores han leído IIItio. Klδ. Apriles. Con todo lo cual se garantiza y corrobora la función de la A en las inscripciones objeto de este estudio. De esta forma la significación de la S aparece clarísima. Con esta letra se representaron seis unidades agregadas al grupo numeral de cada epígrafe. Ahora bien: suscitase en seguida la cuestión de si la S representa las seis unidades como sigla de la palabra sexta o sex, o como signo con valor numérico VI. El hecho de ser la S una letra por su figura podría inclinar a los dos primeros supuestos. Pero se ha de observar que en tal caso habría de ser una abreviatura, lo que no pude suceder en ninguno de los tres epígrafes, ya que no lleva signo indicador de tal, que no había de faltar según el uso normal en las inscripciones de la época. Cabría el olvido del trazador, o del escultor, ya que se encuentran abreviaturas no indicadas, incluso en el mismo epígrafe A según parece; pero esta hipótesis hay que rechazarla, pues podía haber ocurrido el olvido en uno de los casos, no en los tres, en los que la S con la A por delante parece obedecer fielmente a un sistema de escritura, al cual hemos visto que responde la función de la A. Por otra parte, no cabe pensar en sexta, porque el uso del ordinal o del cardinal no ha de ser indiferente al estilo de la época, el cual, juzgado a través de las inscripciones hispánicas, da el siguiente resultado. Hay siete epígrafes en los que las unidades están escritas con palabras y siempre están expresadas como cardinales, no como ordinales. Son: 14 Se ha de advertir que estos dos epitafios de Montijo han de aceptarse con grandísima reserva, pues sus lecturas son raras e incomprobables con las inscripciones de donde se tomaron. La era “…AS” 955 1º. Epitafio de Cantonus, de Mérida (517 de C.) ERA DL QUINQ. 2º. Epitafio de Valeria, de Mérida (518 de C.) ERA DL SEXSIS 3º. Epitafio de Andreas, de Mértola (525 de C.) ERA DL TRI/SIS 4º y 5º. Epitafios de Florentius y de Florentia, de Montijo (566 de C.) ERA SISCCENS / QUATTUS ERA S/ISCENS QATTUS 6º. Epitafio de Felix, de Córdoba (628 de C.) ERA DCLX SEXS. 7º. Fundación de San Juan de Baños (661 de C.) SEXCENTUM DECIES ERA NONAGESIMA NOBEM Parece, pues, que se puede sacar cierta conclusión provisional acerca de la manera de leer las unidades y, por consiguiente, de expresarlas escritas con cifras; y esto aunque se desechen de la serie los epitafios 4º y 5º por la reserva con que hay que acoger su lectura. Mas esta conclusión provisional en lo que concierne a Mérida y a Mértola puede aceptarse como definitiva con relación a la época a la que pertenecen los tres epígrafes en cuestión. La S, pues, de que ahora me ocupo representa las unidades de aquellos numerales como cardinal: sex o sexsis 15. Mas no pudiendo ser la S una abreviatura en ninguno de los tres casos es forzoso convenir en que no está escrita como letra, sino como signo numeral. Y como no existe ninguna cifra numeral latina que tenga esa forma, es necesario concluir que la S responde a una variante del nexo numeral VI. Ya expondré en el capítulo tercero cómo la forma del nexo pudo 15 Veáse FORCELLINI: Lexicon totius latinitatis. Scripturae. Monumenta et Studia, I, Madrid, 1951. 956 transformarse en las variantes S y C. Ahora interesa garantizar que la S de los tres epígrafes es un signo numeral y no una letra. La S, como numeral con valor seis, se encuentra en un epígrafe español de Zafra, en tres italianos y en uno francés. A mediados del siglo XVIII D. José de XARAQUEMADA vio y copió el epígrafe de Zafra, comunicándolo a la Real Academia de la Historia, en cuya biblioteca he visto y consultado la nota autógrafa. Según ella, la inscripción estaba en el convento de San Francisco, a la salida de una puerta que comunicaba la sacristía con el claustro, en el suelo. El convento fue demolido después y de él sólo queda en pie la torre. La inscripción se ha perdido16. Nos queda de ella, sin embargo, la copia de XARAQUEMADA, con lo que este documento (lám.IV.1) adquiere subidísimo interés. Publicaron la inscripción: Memorias de la RAH I p. XLVIII. HÜBNER 56. VIVAS p.107. VIVES 60 y corrección17. 16 Mi buen amigo y erudito extremeño D. José González Pellecín la ha buscado sin resultado positivo. 17 Las Memorias sólo mencionan la existencia del epígrafe y la comunicación de Xaraquemada. HÜBNER la tomó del original del comunicante transcribiéndolo como la reproduce la lam.IV.2. En el comentario dice que el nombre fué acaso Iulius y que los rr. 4 a 7 se leen "dies (an die s(ub) ? III Kal(enda)s Februarias era DLIIII", agregando que quizá el número de la era fué añadido después fuera de su lugar. VIVAS transcribió lo que reproduce la lam.IV.3. Lo cual lee "Justus famulus Dei vixit a(n)nos LXXX s(ex); requievit in pace die III kal(enda)s Februarias era DLIV". El editor se refiere solamente a las Memorias, que no traen más que la mención susodicha. Sospecho que su transcripción, arreglada a su gusto, la tomó directamente de HÜBNER, a quien silencia. No deja de ser curioso que en la edad del difunto leyera LXXX s(ex), lo que no hubiera podido hacer sobre el autógrafo de XARAQUEMADA; pero aun así es interesante la interpretación de la S, lo que no se le ocurrió a HÜBNER. Sin embargo, esta interpretación representa más agudeza de ingenio que deducción científica. VIVES transcribe así: "Iulius fa/mulus Dei, vixit / annos LXXXÇ requi/euit in pace die III / kals Februari/as era / LIIII." Después comenta que HÜBNER puso LXXXS por desconocer el "episemon" y DIES III por igual motivo, agregando que "seguramente en ambos casos la S es una transcripción defectuosa del episemon". Sobre esta afirmación del Dr.Vives hay que decir que HÜBNER conocía el "episemon" y su valor. En sus Exempla (p.LXX) dice: ", sex numeri nota in titulis christianis non rara, estare iam dicitur in titulo aliquo parietario pompeiano (CIL, IV, 3043); neque videtur certa esse". Si no vió o no reconoció el "episemon" en algunos epitafios españoles sería por alguna razón, aunque fuera equivocada; no por ignorancia. HÜBNER recoge lo dicho por XARAQUEMADA acerca de que el epitafio estaba dentro de una corona sobre la cual había una cabeza humana entre dos palomas. VIVES aceptó lo de la cabeza, pero suprimió la corona. Para mí, según la comunicación de XARAQUEMADA, no hay seguridad de que la piedra fuera de Zafra. El estar puesta en el suelo del convento indica que se llevó allí de otra parte, ya fuera de la misma Zafra o de sus alrededores, ya de la propia Mérida a juzgar por la corona. Por la misma comunicación sabemos que la piedra era de mármol, de una vara de larga y más de media de ancho, o sean: unos 0,85 m. y algo más de 0,47 m. respectivamente; que el epitafio estaba orlado por una corona y que sobre ella estaba el crismón flanqueado por palomas, más o menos como en el epitafio emeritense de Valeria, no una cabeza humana. XARAQUEMADA no debía ser muy erudito; la figura del crismón estaría muy erosianada o gastada por las pisadas y la confundió con la cabeza. Es difícil dar una transcripción completa del letrero, por lo que me limito a reproducir en la lám.IV.1 la fotografia del original manuscrito, único testimonio que hoy tenemos, el cual, comprobado con las transcripciones anteriores, demostrará cuántos errores contienen éstas. En el r.1 no veo posibilidad de leer Iulius ni Justus, ni me ocurre por ahora qué pueda decir allí, salvo que se trata del nombre del difunto. En el r.6 no sé cómo leer la edad del difunto; allí no se ve LXXXS, sino detrás del numeral un signo muy parecido al que está en el nombre del r.1. No es S, ni dada la circunstancia anotada parece probable que se trate del "episemon". Lo demás del epitafio parece claro y no ofrece dificultades. Es anómala la situación del numeral de la era, que así debía estar en la piedra, como lo advirtió y anotó XARAQUEMADA, quien a este propósito dice: "El número de la era juzgo le pusieron fuera de su lugar, por tener ya escrito todo el ámbito de la corona; y, en efecto, está en letras menores, como añadido". La copia de XARAQUEMADA está bien observada. Midió las letras, de las que dice: "serán del tamaño de una pulgada"; copió bien las que estaban grabadas La era “…AS” 957 La transcripción del epitafio en la copia de XARAQUEMADA ofrecen serias dificultades que requieren particular estudio. Pero sólo interesa anotar aquí que en el numeral de la edad del difunto ni hay S ni tampoco el "episemon", según parece, y que sólo al final del renglón 6 se lee: DIE SIII o sea die III, con S, como lo puso HÜBNER, aunque la tomó por letra, y no con ς, como lo trae VIVES por no haber tenido en cuenta el valor numeral de la forma S. Comprobado, a mi juicio, que en el epígrafe de Zafra estaba escrito el nexo VI en forma de S en el numeral del día de la defunción, tal como aparece grabado en las inscripciones A, B y C, queda garantizada mi interpretación, la cual tengo por seguro tanto más cuanto que se refuerza el argumento con las inscripciones de fuera de la Península. No habían de ser los letreros hispánicos un hecho aislado dentro de la cultura latina y, por consiguiente, los únicos que tuvieran escrito el nexo VI como S. He aquí estas inscripciones en cuanto de ellas interesa hacer constar a mi propósito. a) Epitafio de Euticius, confessor, en Corneto. DEPOSITUS SII / KAL SEPTEMBRIS b) Epitafio de Agnellus, de la comarca de Milán. DP EST SU. D. S * ID. APRIL. c) Epitafio de Iohannes y de su mujer, en el Museo Giovio, en Como. La deposición de la esposa. S. D. S IDUS / NOVERS d) Epitafio de Innocentia, de la Côte-de-la-Croix-Meurtra, Trancault que vivió ANNOS XX SIII LECLERQ (V c 239) hace observar que la forma ς tiende a transformarse en S, aludiendo a las monedas merovingias y diciendo que siendo éstas una simple falsificación de las en formas monumentales, e igualmente los enlaces de ellas. Las que eran de tipo cursivo las copió como las veía, quizá sin entenderlas y acaso con alguna interpretación personal. En el nombre del difunto (r.1) observó un enlace que no supo discernir, y lo redujo a una serie de trazos oblicuos ligados por sus extremos, de no ser que ahora parezcan así por el corrimiento de la tinta. La misma fidelidad de la copia garantiza los signos de los rr. 1 y 3. Por todo resulta un epígrafe interesantísimo; pero necesita un estudio muy detenido que no es de este lugar y que está por hacer. Scripturae. Monumenta et Studia, I, Madrid, 1951. 958 acuñaciones imperiales sería legítima investigar el "episemon" en las monedas bizantinas; pero que no se reproducían más que dos tipos de áureos en los cuales no figura el "episemon". En conclusión, por lo que concierne al significado de la S del grupo A S en los epígrafes A, B y C, queda probado y garantizado que es una forma del nexo numeral VI. Con lo que puede darse el problema por resuelto y explicado, y leer así definitivamente las eras en cuestión: A ER/A DXLA S era DXLª 508 de C. B ERA DLXLA S era DLXLª 558 de C. C ERA DCXA S era DCXª 578 de C. La explicación determina que las fechas de las defunciones de Orania y de Marcella hay que fijarlas seis años más tarde de lo que se había dicho, y otros tantos la fecha del fragmento C. Esto tiene en realidad muy escasa importancia desde el punto de visto histórico, pues da lo mismo que aquellas criaturas fallecieran seis años antes o seis años después. Pero desde el punto de vista epigráfico la importancia se valora en sentido contrario, porque aparte de tener la certeza de que ahora están íntegramente leídos los tres epígrafes, se acredita la función numeral de la forma S, con lo que si en alguna nueva inscripción de mayor trascendencia histórica volviera a aparecer la S sola, o bien el grupo A S, podríamos ya interpretar la fecha con absoluta seguridad. Además, para la epigrafía es de capital interés disponer de inscripciones terminantemente fechadas, puesto que sus caracteres pueden servir de norma muy eficaz para las atribuciones cronológicas de las que no lo están18. Fuera de la Península no se conoce otro caso de inscripción, que yo sepa, en la que figure el grupo A S, lo que es lógico, pues el cómputo por la era hispánica es característica natural y exclusiva de las inscripciones peninsulares limitada a las regiones del Sur y del Oeste. En la Mauritania se usó profusamente el estilo de fechar las inscripciones por el año de la provincia; pero tampoco allí se encuentra el grupo O S, que sería el análogo al A S de la Península. Abunda sin embargo en esos epígrafes africanos el nexo numeral VI. Sólo en Roma he encontrado algo que ignoro su significado y si tiene alguna relación, aunque parece que no, con el grupo A S. Tratase de una losa de mármol de la que dan cuenta las Notizie degli scavi (1887 p.405 n.811). Es de forma oblonga y perteneció probablemente a un nicho de algún cementerio cristiano subterráneo19. No creo que las letras A G del último renglón puedan tener un significado 18 El estudio de una veintena de epígrafes emeritenses fechados con toda seguridad me ha permitido fijar la cronología de los que no han tenido fecha o la han perdido y establecer una evolcuión del estilo epigráfico dentro de la ciudad de Mérida. Tal ha sido el tema expuesto en mi tesis doctoral (Epígrafes, cap.II, El método). 19 Tiene grabado, en letras de baja época, este fragmento de inscripción: " VSCIANVS VM  C  ROMAM S  ANN  AG  XXIII  H  S  " La era “…AS” 959 análogo al del grupo A S de nuestros epitafios, los cuales hasta ahora ostentan esta singularidad y son los ejemplares hispánicos más antiguos de la expresión escrita de los numerales ordinales con cifras y con la indicación del género que les corresponde. Lo expuesto es una muestra importantísima del interés extraordinario que nuestras antiguas inscripciones latinas de época visigoda tienen dentro de la epigrafía. Exigen por lo mismo un minucioso y delicado estudio y reclaman una edición esmeradísima y cuidadosa. Estas inscripciones tienen para nosotros el natural interés histórico; pero este interés sube en ellas de punto al considerarlas como piezas del sistema epigráfico latino universal, el cual pueden ayudar a comprender y a explicar, por ser el dato cronológico fundamental en la investigación de las inscripciones y estar fechadas una gran parte de las nuestras. II C = VI EN LOS EPIGRAFES HISPANICOS Resuelta la cuestión anterior queda probado que la S no es letra, sino una forma del nexo numeral VI. Ahora probaré que la C que se escribió en algunos numerales es a su vez otra forma del mismo enlace utilizada igualmente en nuestras inscripciones. Ya he dicho antes como la causa de la investigación del significado de las A S fue la C que leí en el día de la fecha de la dedicación litúrgica de la Iglesia de la Madre de Dios en Mérida. En ella se lee: SUB D. CII KAL. FEBRU[ARIAS ...] sub d(ie) II kal(endas) febru[arias ...] Me parece inútil insistir en los argumentos que acreditan mi lectura. Mejor me parece aportar los testimonios de fuera de la Península. He aquí las inscripciones en las que aparece escrita la forma C en grupos numerales en los que no puede tener valor 100. a) Epitafio bilingüe de Theodoracis, en Salona (Dalmacia), que falleció "DIE XXCIIII MENSI / AVGVSTI" El grupo A G no puede ser, desde luego, igual al grupo A S, porque en éste su función se relaciona con la lectura del numeral de la era, y como en el epígrafe romano no hay numeral alguno por delante de la A su significación ha de ser completamente distinta. Sólo la G puediera tener cierta relación con el nexo numeral VI y en tal caso ser semejante al signo S; pero tanto la palabra ann. que está delante, como el numeral que sigue después, tampoco parecen estar muy de acuerdo con la significación numeral de la G, que el editor da tipográficamente en forma un tanto confusa entre G y el nexo VI. Habría de consultarse el original para decidir. DIEHL incluyó este letrero en su colección (4431 A) y declara que no entiende las A G, como no sean aetati]s ann. ag(gens). Las XX del numeral XXIII están enlazadas en la transcripción original. Scripturae. Monumenta et Studia, I, Madrid, 1951. 960 Día que no fue el XXX, sino el XXIX, pues en el epitafio griego, del que es una repetición el latino, lo expresa así claramente: KΘ, por lo que el editor sospecha que debe ser el número romano XXCIII. Luego me ocuparé de la nueva cuestión que plantea esta anomalía. b) Epitafio de Ioannes, de Terracina, que fue "DP IN · PACE · uiII · IDVS FE/BR · " 548 de C. Comenta el editor que se transcribía C · III por ςII, de donde sacó la suya uiII, deducción muy lógica porque según el cómputo clásico los idus no podían pasar de VIII20 . c) Epitafio de Rusticus en Capua, que vivió "AN PM · XLCIII / MENS · C · D · XXIIII" 552 de C. El editor anota que en los números se puso C por ς. d) Epitafio de Constantinus, en la basílica de San Pablo, en Roma el cual " VISET PM · AN · XLCII DIPOS[I]TVS EST CII · KA / DEC" 530 de C.. El editor advierte que los numerales se lean XLVIII y VIII. Aparte de estas inscripciones de fuera de Hispania, el ejemplar emeritense no constituye excepción dentro del territorio peninsular. Es curioso observar, por el contrario, que si en el mundo latino encontramos cuatro inscripciones en las que se escribió C por el nexo VI, dentro de la Península existen tres, de las cuales una es la de Mérida recientemente descubierta; las otras dos habían sido publicadas sin que hasta ahora se anotara en ellas la existencia de tal nexo. Una es el epitafio de Rielves, encontrado en el término de aquella villa toledana en 1780, al ponerse al descubierto por el director de Arquitectura de la Real Academia de San Fernando, D. Pedro Arnal, unos espléndidos mosaicos romanos. El paradero actual del epígrafe lo desconozco. Lo publicaron: ARNAL fol.2. LABORDE p.101. ASSAS p.286. HÜBNER 157 y Supp. p.74. DIEHL 1302. VIVES 67. ARNAL, no citado por HÜBNER ni por LABORDE, ni menos por DIEHL y VIVES, fue el descubridor del epígrafe, del que sin comentario alguno da esta transcripción: 20 Pero se da el caso de que DIEHL (Indices, p.306) recoge una serie de epígrafes en los que el día de los idus está expresado en cualquiera de estas tres formas: VIIII, III y nono. Esto significa que existió la costumbre de computar el día de las nonas como el IX de los idus, acreditada por los casos en los que el numeral aparece escrito no con cifras, sino con las palabras nono y nonu. Todavía más se garantiza esa costumbre por computar como día X de los idus el día anterior a las nonas, ejemplo que incluye DIEHL en el mismo lugar. Estas formas se reparten por el mundo latino desde la Germania hasta el Africa, incluyendo la propia Roma y con excepción de Hispania, correspondiendo las inscripciones fechadas en que aparecen a los años 241, 429 ó 428 y 579. Por tanto, ignoro por qué razón el editor de la piedra de Terracina corrigió C.III, y transcribió uiII, pues toda la lógica del cómputo clásico de los idus cae por tierra con todos esos ejemplos. C.III pudo estar, pues, ecrito, III sin inconveniente alguno. La era “…AS” 961 "L · ET Cii VS ARCADIVS VIXIT ANNOS · SEPTE ET RE QVIEVERVNT IN PA CE IIII · NONAS DECEMBc ET FVERVNT SERVI SANC VINCENTI MARTERIS" 21 Tengo por digna de toda fe, en general, la transcripción de ARNAL. Acredita la buena observación de este editor el haber puesto CII con las íes pequeñitas, como se usaba con frecuencia en los numerales, y como está escrito este mismo número en la piedra de Mérida. Para mí, el renglón 1 ha de leerse: L ET II porque la C no es allí letra, sino el nexo numeral VI como en la dedicación emeritense y en los otros epígrafes extranjeros. En dicho renglón está pues completo el numeral de la edad del primer difunto que figuraba en el epitafio. La conjunción et liga las decenas con las unidades al estilo de algún otro epígrafe español de la época, el de Evasius por ejemplo, de Zahara, en el que se lee: 21 No consta si LABORDE vió el letrero original, pues no lo dice. Sospecho que no, y que sin decirlo aprovechó la benemeritísima y magnífica obra de ARNAL, de quien tomaría la transcripción adobándola y alterándola a su gusto. Lo sospecho porque evidentemente le faltan a la inscripción los primeros renglones, estando incompleto el primero de los que se conservan, lo que no advirtió LABORDE, y les dió una distribución simétrica incompatible con los usos de la época visigoda; reiteró las interpunciones poniéndolas entre cada dos palabras, salvo alguna excepción; e hizo tres de los cuatro últimos renglones. Prescindiendo de los demás dió así los dos primeros "L . ET . C . II . VS . ARCADIVS . VIXIT" ASSAS siguió la transcripción de ARNAL; pero los cinco últimos renglones los compuso con caracteres más pequeños. En los demás no hay diferencia. HÜBNER, en 1871, sólo conocía el epitafio a través de LABORDE; pero desconfió de la distribución y simetría de los renglones dadas por el francés e igualó el ancho de todos, mas conservando los seis que éste puso, dejando el primero en el centro. Suprimió muchas interpunciones, conservó algunas y añadió por su cuenta dos que no están en ARNAL. En el comentario advirtió que la inscripción era antigua sin duda, "sed neglegenter excerpta". En 1900 (Supp.) tampoco conocía el trabajo de ARNAL; pero sí da cuenta del de ASSAS publicado en 1877. La restitución de los rr 1 y 2 la conjeturó así: " ... vixit annos] L et [d(ies)] II [Flavi]us Arcadius", etc. DIEHL se conformó con todo lo de HÜBNER, dando el mismo número de renglones y restituyendo así los dos primeros: "... vixit annos] L et II, [et ... i]/us Arcadius", etc. VIVES trae los mismos renglones que dió LABORDE, transcribiendo los dos primeros de esta forma: "[... / vixit annos] L et C. II ? [...] / us Arcadius", etc. Luego comenta que el r.1 es del todo inseguro; que mejor suplemento que el de DIEHL será "annos L et C[laudi]us Arcadius", y que HÜBNER sospecha que sea del siglo VI, pero que es más probable que sea del V por la ausencia de la era y porque el Arcadius iba sin duda precedido del "nomen". Scripturae. Monumenta et Studia, I, Madrid, 1951. 962 VIXIT / ANNIS P. M. LX / ET III 609 de C. o en el portugués de Paulus, de Evora ?, en el que pone: VIXSIT / ANNOS L E/T UNO 544 de C. o como tantísimos epígrafes mauritanos (DIEHL, índice)22. El otro epitafio es el de Optatus. Se encontró en Aramenha, cerca de Marvao, Portugal, en las paredes de una antigua ciudad que se cree fue Medobriga, según referencias de los antiguos recogidas por HÜBNER. Lo publicaron: HÜBNER 13 y Supp. p.3. DIEHL 1424 D. OLIVEIRA 9. VIVES 75. HÜBNER dio así los dos primeros renglones: "OPTATVS FAMVLVS DEI VIXIT ANOS CiI sic"23 que evidentemente han de leerse Optatus, famulus / Dei, vixit annos II, correspondiendo el epitafio a la era DLI (= 513 de C.). Con todo esto queda patente que la forma C del nexo numeral VI se usó en Hispania lo mismo que en otras partes del mundo latino, acreditando con ello mi lectura del numeral de la dedicación litúrgica de la iglesia emeritense y quedando explicados los epitafios de Rielves y de Aramenha. 22 De lo que resulta que, según la transcripción de ARNAL, el letrero ha de restituirse así: [... VIXIT ANNOS] L ET CII [ET FILI] US ARCADIUS VIXIT ANNOS SEPTE etc. siendo, por tanto, el epitafio de un difunto, cuyo nombre se ha perdido, que vivió 58 años, y de Arcadio, muerto a los siete, probablemente padre e hijo, según las edades de ambos y el us con que empieza el r.2 de los que conserva la transcripción del primer editor. La inscripción añade al interés de su contenido, en el que aquí no entró, el de tener escrito el nexo VI bajo la forma C, anotado ahora por primera vez. 23DIEHL introdujo en ellos esta variante: "Optatus, famulus / dei, vixit anos C[I]I", creyendo probablemente que la i minúscula que puso HÜBNER era porque faltaba en el letrero. OLIVEIRA los dió como HÜBNER, e interpretó que el difunto había vivido ciento dos años, aunque agregó una interrogación pareciéndole quizá una excesiva longevidad. VIVES trae así los dos renglones: "Optatus, famulus / Dei, vixit anos CII ?" y comenta que hay varios detalles inciertos, especialmente el CII. Pero ninguno de los editores observó que la forma que copió HÜBNER respondía al estilo de escribir las íes de los numerales en aquella época, teniendo seguramente la primera del epitafio de Optatus menor tamaño que la segunda, por lo que HÜBNER o alguno de los eruditos antiguos tomó la primera por minúscula y así la pusieron. Tampoco observaron que aquí la C no es letra, sino el nexo numeral VI. Cabría que tuviera su auténtico valor como cifra romana y que Optatus hubiera vivido efectivamente ciento dos años. Es muy verosímil, pero el uso de la forma C en los números VI a VIIII inclina a pensar en VIII mejor que en CII (=102), que sería, aunque posible, muy raro. La era “…AS” 963 Pero lo expuesto plantea una cuestión de no escaso interés. ¿La C constituye por sí sola la forma del nexo VI? ¿O necesita la primera I que le sigue para formarlo? En este segundo caso las lecturas de los grupos numerales que acabo de dar deberían ser reducidas en una unidad, de modo que el día de la dedicación de la iglesia emeritense sería el I; la edad del presunto padre de Arcadius, al morir, L et I años, y la de Optatus I años. Esta cuestión la suscitan los epitafios de Salona y Terracina alegados más arriba bajo las letras a) y b). En el primero es evidente que no es posible leer el día del mes XXIIII (= 30); hubiera sido más práctico escribir XXX. Además, estaría en contradicción con el número griego KΘ, el cual obliga a leer XXIII en el latino. En el epitafio de Terracina tampoco parece que se puede leer el numeral del día III, sino II, porque los idus, según el estilo clásico, no contaban más de ocho días; pero téngase presente mi comentario (nota 1 p.22 - en esta edición la nota 20 -) para estimar el valor de este raciocinio. Discutiendo esta anomalía con el Sr.MALLON formuló la hipótesis de que estos dos casos no excluyen que en la inscripción de Mérida se puediera leer VII en vez de VIII componiendo la C y la primera I el nexo VI, el cual habría sido dado así al ordinator o trazador del letrero: lo que el ordinator habría puesto en la piedra de esta otra manera: creyendo que fuera lo primero un error de la nota manuscrita. Tal hipótesis, con tales antecedentes, es muy verosímil y lógica, y puede ser la explicación de lo ocurrido en el epitafio de Salona, no en el de Terracina. En mi opinión no puede aceptarse esta hipótesis con carácter general, ya que la forma C se encuentra aislada, como cifra única, en el número de meses que Rusticus vivió más de los XLCIII años, según su epitafio encontrado en Capua alegado más arriba bajo la letra c). Allí consta que este sujeto vivió XLCIII (=XLVIIII=49) años, C (=VI=6) meses y XXIIII (=24) días, de donde se desprende que la forma C tiene en este epígrafe, por sí sola, el valor numeral completo de VI. LECLERQ (III c 1338) refiere el caso de Corsini, quien sobre una lámina de plomo leyó LC (100-50=50), mientras que la cifra era 56 = Lς, lectura en la que volvemos a encontrar la forma C, que LECLERQ convierte en ς, completamente aislada y con la plenitud de su valor numeral. Sin desdeñar la hipótesis del Sr. MALLON, pienso que la forma C representaba por sí sola, normalmente, el valor de VI, y que en algún caso puso haber error en el trazado epigráfico del nexo en la forma supuesta por el Sr. MALLON. Creo también que un error pudo ser fuente de una costumbre. pero creo igualmente que el error mismo no pudo repetirse sistemáticamente en el tiempo y en el espacio, es decir, que todos los trazadores incurriesen en idéntico error. En el supuesto del Sr. MALLON, el error de Salona y el de Terracina podría haber creado la costumbre de escribir CI por el nexo VI en los epígrafes. Mas el error de Terracina es del año Scripturae. Monumenta et Studia, I, Madrid, 1951. 964 548, y ya en el 530 estaba escrita la C en el epitafio de Roma. Por otro lado, esta cuestión está íntimamente ligada con los usos y costumbres de la escritura cursiva corriente, a la que consciente o inconscientemente está atenta la escritura monumental, siendo más sencilla por tanto la explicación que doy en el capítulo siguiente que la de la comisión de un mismo error en todos los letreros. Si el nexo VI pudo transformarse en S, lo mismo pudo transformarse en C, y no es extraño por consiguiente que ambas formas conservaran en sí mismas la plenitud del valor numeral seis. El error de Salona y el supuesto de Terracina pueden tener una explicación distinta a la que me manifestó el Sr. MALLON. Pudo ser puesta de más una I, errata de comisión muy fácil. Todos sabemos cuánto lo es deslizar inadvertidamente en los números romanos una C de más, una X, o una I sobre todo; lo mismo que ponerlas de menos. Este error pudo repetirse varias veces, y contenerlo acaso la inscripción de Salona, y particularmente el epígrafe mauritano de Averenia Ianuaria, en el que el numeral X está escrito de esta manera: ?IIII, absurda por lo más sencillo y menos confuso que resultaba haber puesto una simple X. Haría falta ver el original para saber si se puso CIIII o ςIIII, pues si está escrito como lo da el editor, mi hipótesis raya en la seguridad. Claro que también sería preciso ver los originales de Salona y Terracina, que sólo conozco a través del Corpus, aunque el prestigio de los editores garantice las transcripciones. Mas he de insistir en que el supuesto error de Terracina es muy discutible como "lapsus ordinatoris" o "sculptoris", porque CIII idus es igual a VIIII idus, a ςIII id. y a nono ids., formas las tres que DIEHL exhibe en sus índices. Antes de dar la forma de Terracina como errónea habrá de tenerse en cuenta esa colección de ejemplos, que se convertirían en el índice del error VIIII por VIII si se mantuviera como tal el de Terracina, lo cual no puede ser con las expresiones nono ids. y nonu idus, la primera germánica y la segunda númida. En estas circunstancias, la razonable hipótesis del Sr. MALLON tendría explicación en todo caso en el ejemplo de Salona, excepcional; pero aun así el error podría estar en la última I y no en el trazado de la forma C. Concluiré, pues, teniendo por seguro que la forma C tenía el valor numérico VI por sí sola. Algún caso anómalo podrá explicarse por la hipótesis del Sr. MALLON. Sin embargo, las mismas anomalías podrían explicarse también por mi hipótesis. De todos modos, el Corpus Inscriptionum Latinarum no nos brinda para la investigación más que unas reproducciones tipográficas de los letreros, que aunque responden a la realidad conteniendo una auténtica transcripción morfológica de los signos ocultan una infinidad de detalles que se escapan a la observación, por lo que no es posible sin consultar los originales llegar a una conclusión definitiva con los datos que aportan aquellas transcripciones cuando se trata de sopesar elementos de juicio tan sutiles como los que serían necesarios para definir esta cuestión en cada caso particular, porque repito que el caso general está resuelto, a mi juicio con la C aislada y sola del epitafio de Capua. III TRANSFORMACION DEL NEXO NUMERAL VI EN C Y EN S Esta es otra importantísima cuestión que plantea la explicación del grupo A S. ¿Cómo la S pudo llegar a ser una forma numeral igual a VI con independencia de su significado literal como inicial de la palabra sex? Y en consecuencia, ¿por qué pudo ocurrir otro tanto con la C, que como cifra romana nada tiene que ver con el valor VI y como letra tampoco con la palabra sex? ¿Cómo dos formas tan diferentes pudieron ostentar el valor numérico del nexo VI? Limitando la investigación de estas cuestiones a los epígrafes hispánicos reúno en este capítulo sus consecuencias. Las primeras averiguaciones han de encaminarse a encontrar una forma concreta del nexo numeral VI en las inscripciones. Para ello precisa repasar y valorar los ejemplos del La era “…AS” 965 "episemon" reunidos por VIVES (pg.190), en cuya colección se citan los existentes en estos epígrafes. 1. Epitafio de Zafra. 2. Epitafio de Eugamia (H 79. V 127). 3. Epitafio de Istorna (H 82. V 130). 4. Epitafio de Eulalia (H 101 y Supp p.54 V 156). 5. Epitafio de Alepius (H 136 y Supp p.67 V 185). 6. Dedicación litúrgica de Salpensa (H 80 y 89. V 306). 7. Epitafio de Paulinus. 8. Epitafio de Ringilio. 9. Epitafio de [H]o[n]oria. 10. Epitafio de Nico. 11. Epitafio de Exuperius. 12. Fragmento de epitafio en Mérida. De esta lista hay que desechar las siguientes inscripciones: 1. Por contener el nexo VI bajo la forma S, como he demostrado en el capítulo anterior. 2. Por incierta, o por imposibilidad de comprobación. Parece que el nexo se transcribió por G. 3. Por pérdida del original, aunque en el facsímil parecía estar el nexo VI en forma semejante a un 9 arábigo. No es posible comprobarla. 4. Por lectura general incierta y no poder comprobarla. Quizá el nexo VI se transcribió por G. 5. Por ser incierta la forma del signo en la transcripción y no poder comprobar el original. 6. Interpretación de VIVES sobre datos incertísimos. 9. Por estar en un mosaico muy destrozado; parece que allí el nexo VI tiene esta forma: 11. Porque no dispongo de otros elementos gráficos en este momento más que del fotograbado que trae VIVES, insuficiente para establecer consecuencias. Allí parece verse trazado así, con las debidas reservas, el nexo VI: Scripturae. Monumenta et Studia, I, Madrid, 1951. 966 12. Porque el signo que transcribe VIVES es una Q cursiva. De toda la lista de VIVES sólo quedan pues como documentos seguros para la investigación, en este momento, las inscripciones 7, 8 y 10, cuyas fotografías doy en las láminas V. 1 y 2, y VI.1. A estos tres ha de agregarse también el epígrafe de Chellas (lám. VI.2), en el que no reparó VIVES y del que HÜBNER trae un buen grabado reproduciendo la impronta que le mandó Leite de Vasconcellos, único documento objetivo que resta de la inscripción según parece. Estaba en el monasterio de San Félix, en Chellas (Portugal). Lo publicaron: FIGUEIREDO p.2 según HÜBNER. HÜBNER 325 (=18). OLIVEIRA 39. VIVES 7124 . 24 FIGUEIREDO lo tomó de algunos autores más antiguos, según HÜBNER. HÜBNER describe la piedra como una lápida de mármol de 0,56 m. de alto y 0,47 m. de ancho. Según él las letras son de 0,04 m. de altas. Dice que el letrero está dentro de una corona. Publica el susodicho fotograbado. En el r.2 transcribe: BONEMEMORI; en el último, DCCIII (=665 de C.). Todo el epitafio lo leyó así: "Depositio bonememori Marturi d(ie) felicis decem idibus era DCCIII". En el comentario dice que Marturius, llamado bonememorius, parece que fué sepultado a la usanza griega feliciter die idibus Decembribus, lo cual fué vulgarmente expresado con las palabras del epitafio. Rechaza la lectura "bonememori martyr(is) i(n) d(eo) felicis Decem(bribus) idibus", que dió Leite de Vasconcellos, por ser contra el uso. OLIVEIRA aceptó la lectura de HÜBNER y la fecha; pero interpretó que la deposición tuvo lugar "no feliz día 10 dos idus (de...)" tomando decem(bribus) por 10. VIVES modifica solamente el r.2 donde lee así: "bonememori[ae]". A decem le añade un punto indicando el signo de abreviación que no existe en el epígrafe. Finalmente da también la era DCCIII (=665 de C.). Afortunadamente, la reproducción de HÜBNER es excelente, reproduciéndola aquí en la lámina VI.2. Aunque sobre el fotograbado no es posible estudiar el letrero con la debidad minuciosidad, se ve en él lo suficiente para garantizar una transcripción y para formar un concepto general del epígrafe, que es interesantísimo y extraordinario por muchos aspectos. El letrero está encerrado en una corona que, según los vestigios de la circunferencia exterior, parece del estilo de la emeritense del epitafio de María, o muy semejante. Sobre el letrero y dentro de la corona está el crismón, de tipo constantiniano, pero ya de época visigoda, con la rho cerrada y acompañado de alpha y omega, aquélla como A latina de trazo transversal en ángulo. El epitafio, en seis renglones, dice: DEPOSITIO BONE MEMORI * MARTURI D. FELICIS DECEM 5 IDIBUS ERA 13 diciembre DC III 571 de C. Depositio bone memori(ae) Marturi d(ie) felicis decem(bribus, o -bris) idibus era DCIII. En el r.2 la N está mutilada por la erosión profunda que cruza la piedra, o al menos el letrero, de arriba abajo y de izquierda a derecha, hasta la S del r.5. Al final del 2 hay un trazo oblicuo, ligeramente ondulado, que por su semejanza con el signo indicador de la abreviatura d(ie) podía marcar la de memori(ae). En el r.3 la A está afectada por la susodicha erosión. En el r.6 el numeral de la era contiene evidente y clarísimo el enlace numeral VI. La era “…AS” 967 La era ha de leerse: ERA / DCIII 571 de C. Con éste se cuentan pues cuatro ejemplares seguros del nexo numeral VI. Sus formas las copio en la figura 2. En la parte superior he puesto los perfiles del grabado; debajo, el esquema de la forma que pudo darles el trazador al preparar el letrero para que lo grabara el escultor. Las dos primeras formas no están fechadas, por carecer de este dato los respectivos epitafios. No he estudiado todavía las inscripciones de Tarragona según el método con que he trabajado en las emeritenses25 . Pero tengo ya emprendido el estudio de ellas y, a reserva de mayores precisiones, los epígrafes de Paulinus y Ringilius podrían asignarse al siglo V, o quizá a fines del IV; no creo que se puedan fechar en el VI. La forma del epitafio de Nico, número 3, es del año 518; y del 571 la de la inscripción de Marturius, número 4. Además de estos cuatro signos, escritos y grabados en Hispania y correspondientes a inscripciones redactadas en latín, poseemos otro signo de importación bizantina, según parece, en un juego de ponderales hallado en la Alcazaba de Málaga y conservado en el Museo Arqueológico de Sevilla. Lo ha estudiado recientemente la doctora FERNANDEZ-CHICARRO, quien resume su estudio conjeturando que sería introducido por los imperiales hacia los años 555-57526 . Para los caracteres externos poco más se puede deducir del fotograbado. Las letras, a pesar de lo dicho por HÜBNER, no son de la misma altura; sobre todo las oes son más pequeñas que las demás, y muy particularmente son más chicas las íes primera y segunda del numeral. La traza general es de tendencia monumental muy clásica por la regularidad de las formas, especialmente en la D, letra que como numeral es de la misma forma, dato éste el más curioso del epígrafe en cuanto a lo externo, por ser caso extraordinario en las inscripciones de la época. La A es de trazo transversal en ángulo; la P, cerrada. El grabado es cuidadoso y fino. Respecto a las abreviaturas, cuéntese la de memori(ae), que parece indicada por el tracito antes aludido, el cual recuerda los signos de abreviación del epitafio emeritense de [St]hefanus. D(ie) está indicada por un tracito semejante al anterior, pero mucho más corto, que cruza solamente el tercer trazo de la D. Decem(bribus, o -bris) carece de signo indicador, lo que no es raro en los epígrafes del tiempo. En cuanto a las fórmulas es ya rara la de la deposición, poco usada en las inscripciones hispánicas de la época. Sólo es conocida la del diácono Hippolitus, de Mérida del año 508, y la del siervo de Dios Paulus, de Evora, del 544. Hay además un fragmento en el que sólo se lee depos... / domini I ..., de Beja. Finalmente, se señala también en Chellas la existencia de un fragmento de otro epitafio que empezaba como éste, con la palabra depositio, el cual no deja de ofrecer ciertas dudas acerca de su individualidad. La mención de la deposición parece pues propia de la Lusitania y dentro de ella muy rara. El elogio bone memori(ae) debe anotarse por su singularidad. Sólo es conocido en dos epitafios del antiguo cementerio de Tarragona, uno el de Leucadius, primicerius domesticorum; el otro el de la supuesta Ele[utheria], cuyo elogio está restituído [bone me]/morie. Es curioso que se encuentra la misma fórmula, o muy semejante en epitafios hebreos. Bonememoria en el de Meliosa, de Tortosa; bone recordationis en el de Isidora, de Pallaresos, en el cuals e llama a su padre benememorius. En un fragmento de epitafio de un judío de Mérida se lee al final bone ... La misma fórmula bone memoriae se repetía también en el otro epitafio de Chellas aludido. Parece pues que este elogio se encontraba hasta ahora solamente en Tarragona y entre judíos. De aquí el interés que en orden al contenido adquiere también el epitafio de Marturius, interés que se acrece sobremanera con la expresión die felicis que comentó HÜBNER. Estas singularidades de la inscripción de Chellas la convierten en una pieza excepcional de la epigrafía hispánica. Interesa subrayarlas con ocasión de la rectificación de su fecha y de la anotación del nexo numeral VI que en ella se encuentra. 25 Epígrafes, cap. II: El método. 26 Páginas 369 y 374. Además PALOL, p. 134. Scripturae. Monumenta et Studia, I, Madrid, 1951. 968 Fig.2.- Formas del nexo VI en los epitafios hispánicos de Paulinus (1), Ringilio (2), Nico (3) y Marturius (4). Cada una de las piezas contiene la indicación de su nombre y el signo de su valor con letras y cifras griegas de plata embutidas en el bronce. El semis, equivalente a seis onzas, está marcado con la inicial de la palabra o γχία y con la cifra (= VI). Es seguro que estos signos están trazados en los ponderales con un cierto sentido decorativo o caligráfico, en virtud del cual ς difiere de los grabados en las piedras anteriores (lám. VI.3). Pero esto conduce a la cuestión del origen del signo en la escritura latina puesto ya en claro por las investigaciones del Sr. MALLON. La cuestión estriba ahora en saber si el enlace numeral VI, al pasar de la antigua cursiva romana a la nueva, adquirió una forma concreta en virtud del uso, al menos en las inscripciones en piedra. Teóricamente parece que la forma o trazado de este signo tenía dos secciones. Una superior, convexa a la izquierda, y otra inferior, recta, descendente del extremo de la anterior. Pero en lo poco que puede deducirse de los ejemplos hispánicos, únicos de los que puedo disponer para este trabajo, parece ser que aquel enlace no tenía una forma fija, sino más bien obedecía a la que los amanuenses escribieran en las notas que se entregaban a los lapidarios para que los trazadores ordenasen los textos sobre las piedras. Los trazadores copiarían los datos tal como se les daban y al propio tiempo las formas de los numerales. Los escultores harían lo demás. Suponiendo que el nexo VI hubiera llegado a tener una forma teórica, cada amanuense la escribiría a su manera según su temperamento y la rapidez de su escritura, y esto determinaría que en la escritura de cada mano se modificase notablemente la forma y proporción del trazado del nexo, el cual habría adquirido así infinidad de variantes. Esta hipótesis explicaría las diferencias que se observan en cada una de las cuatro formas que doy en la figura 2. La primera forma podría representar más o menos la forma teórica del nexo; en ella las dos secciones, curva y recta, tienen una importancia equivalente. El escultor no habría hecho otra cosa que guiarse por la figura previa que escribiera el trazador, el cual a su vez habría copiado la figura del nexo de la nota manuscrita que le entregara el cliente, en la que tendría más o menos la que pongo debajo del perfil que resultó después de grabada; es decir, que la figura del enlace VI en el epitafio de Paulinus fue quizá copiada de la que trazó el amanuense en la nota que tuvo a la vista el trazador, hecho que puede testimoniar una vez más la injerencia de la cursiva corriente en la escritura monumental27 . 27 Los lapidarios dispondrían de formularios; pero en cada epitafio había una serie de datos: nombre del difunto, años de su edad, fecha de la defunción y algunos más, que habían de darles los familiares o La era “…AS” 969 La forma 2, comparada con la anterior, conserva el equilibrio o proporción entre las dos secciones; pero acusa cierta inclinación y sus extremos son agudos como si se hubiera trazado con gran rapidez sin cuidarse de la caligrafía. El escultor, por su parte, no modificó las terminaciones y respetó la figura previa del trazador. El aspecto de la forma 3 es más "veloz". Su trazado acusa una excesiva rapidez que dio extraordinario desarrollo a la sección curva, con menoscabo de la importancia de la sección recta, que se reduce a un simple apéndice terminal del primer trazo, revuelto hacia abajo rápidamente. La forma 4 está trazada con la misma importancia para la sección curva que el anterior; la sección recta no se omitió en cambio, pero se trazó tan breve que en la práctica resulta casi como nula. Tan es así que los editores, y particularmente VIVAS que tan a la caza anduvo de estos ejemplares epigráficos, lo transcribieron por C (= 100). Con el orden de esta descripción no he pretendido demostrar una evolución de la forma, sino ofrecer cuatro tipos diversos del nexo VI, bien definidos, que nos enseñan que la forma del uno no es evolución de la del otro, porque cada uno representa por sí una copia de los modelos cursivos manuscritos que los clientes entregaban con sus notas a los lapidarios. Son cuatro variantes, diferentes en la apariencia, del mismo nexo. Si ahora, aunque con la debida precaución, se agregan las posibles variantes que figuran en los epígrafes antes desechados, especialmente las de los epitafios 9 y 11, la diversidad aumenta de tal manera que será preciso reconocer una variante manuscrita personalísima en cada ejemplar, de donde se deduce el carácter eminentemente cursivo del nexo, porque sólo en la escritura cursiva corriente se pudieron producir las variantes formales anotadas en virtud del temperamento y rapidez de la escritura de cada amanuense. Ahora bien; en este trazado cursivo del nexo pudo llegarse a dos extremos lógicos que el uso consolidaría como formas esenciales, al menos en la escritura monumental, y ser por tanto indiferente el significado a la morfología. Uno de los extremos lo delatan las formas 3 y 4 de la figura 2. Tan breve, tan insignificante pudo llegar a ser la sección recta del nexo, y tan importante la curva, que el propio amanuense lo escribiría en forma de C, o bien el trazador del epitafio lo copiaría como tal sin advertir la insignificancia de la sección recta. Ya he anotado cómo personas sabias y eruditas, conocedoras del signo y de su valor, tomaron el nexo VI de la piedra de Marturius por C. En cualquiera de aquellas dos hipótesis el escultor pondría en la piedra una C, o perfeccionó por su cuenta la forma. Pudo ocurrir también que fuera el propio escultor el que no pudiera abrir en la piedra la forma brevísima del trazo final, que quedaría entonces embebido en los biseles del grabado. Lo cierto es que de las formas 3 y 4 a la figura de una C hay muy corto espacio y que así se explica cómo el nexo VI pudo tener la apariencia de aquella letra con el valor numérico que correspondía a éste. El fenómeno no habría estado sometido a una evolución cronológica y lenta del sistema de la escritura. El nexo VI se transformaría en C, o en las formas 3 y 4 de la figura 2, en la mano de cada escriba según su temperamento y según la velocidad de su escritura. A título de información, no como datos que puedan justificar una correspondencia de cada signo con una etapa de evolución cronológica, he de anotar que los epígrafes que contienen grabado el signo C, aludidos o estudiados en este trabajo, son: el de Roma, del año 530; del 548 el de Terracina, y del 552 el de Capua. Los hispánicos son del 513 el de Aramenha, y de la primera mitad del siglo VII el de la dedicación de Mérida; el de Rielves carece de fecha o la perdió. Junto a ellos, las formas 3 y 4 son, respectivamente, de los años 518 y 571. es pues evidente que no hay correspondencia entre la forma y la cronología, y que el proceso de transformación no puede ser otro que el explicado, no desvirtuado por la hipótesis del amigos del interesado que encargaban la lápida. Estos darían los datos como es lógico por escrito. El trazador no tenía otra cosa que hacer que copiarlos. Este proceso es del más alto interés para esta explicación, porque así se razona la multitud de variantes morfológicas que de un mismo signo, alfabético o numeral, encontramos en los epígrafes de la época, y la evolución de la escritura monumental no sujeta a los cánones del trazado clásico del Imperio. Scripturae. Monumenta et Studia, I, Madrid, 1951. 970 Sr.MALLON, la cual sólo podría ser de aplicación en algún caso particular, explicable sin embargo por el error de la adición de una I de más. En general, salvo indicios muy vehementes de duda, que no se encuentran en los epígrafes de Aramenha, Rielves y Mérida, tal forma C ha de leerse VI, como variante accidental de aquel enlace numeral en las inscripciones. La forma S procede indudablemente del uso cursivo del mismo nexo por un fenómeno análogo al que produjo la forma C. Observada atentamente la forma 2 de la figura 2, se ve que la sección curva se inclina hacia la derecha, doblándose ligeramente por arriba en sentido horizontal, como acusando más la hechura del trazo alto. La sección inferior ostenta en cambio una ligera inclinación en dirección contraria. Este mismo signo trazado con mayor oblicuidad podría ser el germen de la forma S, la cual sería definitiva si la sección inferior curvara su extremidad. Insisto en que este proceso no era evolutivo. Dos manos distintas podían dar apariencia diversa al mismo signo en un mismo tiempo. Si el signo del mosaico de Manacor ofreciera garantías de no haber sido alterado, podría completar perfectamente la explicación de este fenómeno. El sincronismo de unas y otras formas lo prueba la cronología de las inscripciones. Los epígrafes italianos y francés que antes he referido carecen de fecha; pero más o menos son de la época de los hispánicos, todos fechados: del año 508 es el de Mértola; del 516 el de Zafra, y de los años 558 y 578 los de Mérida. En estas circunstancias no hay posibilidad de otra explicación que la expuesta, la cual por cierto refuerza mi tesis sobre la importante influencia de la escritura cursiva corriente en la monumental durante las centurias V, VI y VII, y aun en las posteriores, porque los trazadores de los letreros, al desentenderse de los cánones tradicionales de la letra monumental del Imperio, escribirían sobre las piedras con una absoluta libertad, dando paso libre en las inscripciones al trazado de una escritura monumental espontánea, entre cuyos caracteres no desdicen aquellos que por descuido, por ignorancia o ya por costumbre, se trazaron y se grabaron según la figura que tenían en las notas manuscritas entregadas por los clientes. En conclusión, la S y la C que figuran en los numerales de las inscripciones latinas hispánicas de los siglos VI y VII, no representando centenas la segunda, no son letras, sino variantes cursivas y espontáneas del nexo numeral VI procedentes de la escritura manuscrita corriente. Las que aparecen en las inscripciones de otras provincias del antiguo Imperio romano de Occidente han de tener seguramente el mismo carácter; pero su estudio queda pendiente de una investigación que está por hacer. El presente trabajo no es más que una contribución española que se avanza como resultado de esa investigación en los epígrafes hispánicos. Madrid, 24 de abril de 1950 La era “…AS” 971 EPIGRAFES UTILIZADOS EN ESTE TRABAJO A) HISPANICOS EPITAFIOS DE Andreas.- Año 525 de C.- De Mértola (Portugal).- Está en Lisboa, en el Museo Etnológico.- (H 304. V 93.).- Hübner trae un espléndido fotograbado de una buena impronta de Leite de Vasconcelos.- P.16 Anerius.- Año 682.- Del término de Linares, Córdoba.- Está en la ciudad, en la colección Romero de Torres.- (H 378. V 163.).- Poseo una copia fotográfica de un excelente negativo del Dr.Schlunck.- Pp. 12, 14. Arcadius.- Sin fecha.- Del término de Rielves (Toledo).- Perdido (?).- (H 157 y Supp. p.74. V 67.).- El único testimonio de primera mano es la reproducción tipográfica de D.Pedro Arnal.- Pp. 22, 24, 25, 35. Cantonus.- Año 517.- De Mérida.- Está en la ciudad, en el Museo Arqueológico (Epígrafes, 6.).- Tengo impronta y fotografía.- P. 16. .../ d. VIIII. Año 578.- De Mérida.- Está en la ciudad, en el Museo Arqueológico (Epígrafes, 14.).- Tengo impronta y fotografía.- Pp. 9, 11, 15, 19, 35. depos.../domni.- Sin fecha.- De Beja (Portugal).- Está en la ciudad, en el Museo Regional.- (H 300. V 82. Viana p.238.).- Hübner trae un dibujo digno de fe, acreditado por Viana.- P. 32. depo/sitio.- Sin fecha.- En 1864 estaba en el monasterio de Chellas (Portugal). Ignoro su paradero.- (H 326. V 72.).- Reproducción tipográfica en Hübner.- Habría de comprobarse escrupulosamente si en Chellas había dos epitafios que comenzaban lo mismo. (Vid. Marturius).- P. 32. Ele[utheria].- Sin fecha.- De Tarragona.- Está en la ciudad, en el Museo Paleocristiano.- (V 225.).- Allí lo he visto.- P. 32. Eustadia.- Año 649.- Del Cerro del Germo, Alcaracejos (Córdoba).- El Museo Arqueológico de Córdoba conserva cinco fragmentos. Los demás ignoro donde están. - (V 172.).- Poseo fotografía de la lápida, anterior a la dispersión de los fragmentos, y calco de ella. Tengo fotografía de los fragmentos del Museo e impronta de ellos. - P. 12. Evasius.- Año 609, indudable.- Del término de Zahara (Cádiz).- La conservaba el vecino de la villa D.Fernando Jiménez. Ignoro su paradero actual. - (V 146).- Poseo buena fotografía.- P. 24. Exuperius.- Año 528.- De Mértola (Portugal).- Esta en Lisboa, en el Museo Etnológico.- (V 489).- No he podido disponer más que del fotograbado deficiente de Vives.- P. 29. Felix.- Año 628.- De Córdoba.- Está en la ciudad, en la colección Romero de Torres.- (V 162).- Poseo fotografía.- Pp. 12, 16. Flavianus.- Año 636.- Del término de Tarifa (Cádiz).- En 1908 lo poseía D.Francisco de P. Santos Moreno. Ignoro su paradero. - (V 142, corrección y erratas).- Sólo conozco las transcripciones de los editores y la reproducción de Fita (LIII 1908 346).- P. 15. Scripturae. Monumenta et Studia, I, Madrid, 1951. 972 Florentia.- Año 566 (?).- Estaba en la iglesia de San Isidoro, ya derruida, en Montijo. Perdida. - (H 22 b. V 52 b.).- Sigo la transcripción de Hübner tomada de los antiguos, con las reservas que exige su extraña lectura.- pp. 14, 16. Florentius.- Año 566 (?).- Estaba en el mismo sitio que la anterior. Perdida. - (H 22 a. V 52 a.).- Sigo la transcripción de Hübner con las mismas reservas que en la anterior.-Pp. 14, 16. Hippolitus.- Año 508.- De Mérida.- Está en la ciudad, en el Museo Arqueológico.- (Epígrafes, 4.).- Tengo impronta sacada personalmente y fotografía.- P. 32. [H]o[n]oria (?).- Sin fecha.- De Manacor (Mallorca).- Está en la ciudad, en el Museo Arqueológico.- (V 270.).- Sigo la restitución de Rubió y Bellver en Anuari de l`Institut d`Estudis Catalans. Año III, Barcelona, 1911, p.373. El mosaico apareció muy destrozado y cabe dudar de la lectura dada. - Pp. 29, 35. ...ia famulus.- Sin fecha (s.VI al VII).- De Mérida.- Está en la ciudad, en el Museo Arqueológico.- (Epígrafes, 50.).- Tengo impronta sacada personalmente y fotografía.- Pp. 29, 32. Ilpericus.- Año 703 (?).- Del término de Villanueva de Córdoba.- Ignoro su paradero.- (V 176 y corrección.).- Tengo buena fotografía.- P. 12. Isidora.- Sin fecha.- De Pallaresos (Tarragona).- Está en la ciudad, en el Museo Diocesano.- (V 430.).- Allí la he visto.- P. 32. Leucadius.- Sin fecha.- De Tarragona.- Esta en la ciudad, en el Museo Paleocristiano.- (V 205.).- Tengo impronta.- P. 32. Marcella.- Año 558.- De Mérida.- Está en Madrid, en el Museo Arqueológico Nacional.- (Epígrafes, 11.).- Tengo impronta y fotografía.- Pp. 9, 10, 15, 19, 35. Maria. Año 518.- De Mérida. - Está en Madrid, en el Museo Arqueológico Nacional. - (Epígrafes, 8.).- Tengo impronta y fotografía.- P. 31. Marturius.- Año 571.- Estaba en el monasterio de San Félix, en Chellas (Portugal).- Se ignora su actual paradero.- (H 325 = 18. V 71.).- Fotograbado de la impronta de Leite de Vasconcellos en Hübner.- Pp. 30, 31, 32. Meliosa.- Sin fecha.- De Tortosa.- Estaba en la ciudad, en una casa de la calle de Santa Ana. Ignoro si aún esta allí.- (H 186 y Supp. p. 82 V.428.).- He utilizado la transcripción de Hübner cotejada con el fotograbado de Ballesteros, Historia de España, tomo I, p.520.- P. 32. Nico.- Año 518.- De Extremadura. Está en Badajoz, en el Museo Arqueológico.-(De epigrafía, 3.).- Tengo impronta y fotografías.- Pp. 29, 32, 32. Oppila.- Año 642.- De Villafranca de Córdoba.- Ignoro su paradero.- (H 123 y Supp. p.58. V 287 y corrección.).- En Hübner composición tipográfica según Pedro Miguel Zamora la comunicó a la Real Academia de la Historia.- P. 14. Optatus.- Año 513.- De Aramenha (Portugal).- Ignoro su paradero.- (H 13 y Supp. p.3. V.75.).- Sólo he visto transcripciones tipográficas. La de Hübner es la primera, tomada de un manuscrito del año 1619.- Pp. 24, 25, 35. Orania.- Año 508.- De Mértola (Portugal).- Está en Lisboa, en el Museo Etnológico.- (H 310. V.89.).- He trabajado sobre excelente fotografía.- pp. 7, 10, 15, 19, 35 Paulinus.- Sin fecha.- De Tarragona.- Está en la ciudad, en el Museo Paleocristiano.- (V 198.).- Tengo impronta. Acompaño una fotografía a este trabajo.- Pp. 29, 31, 32. Paulus.- Año 544.- De Evora (?).- Está en la ciudad, en el Museo.- (H 11 y Supp. p.3. V 83.).- Hübner la vio y sacó impronta. Dió el facsímil de ella. - Pp. 24, 32. La era “…AS” 973 Ringilio.- Sin fecha.- De Tarragona.- Está en la ciudad, en el Museo Paleocristiano.- (V 214.).- Tengo impronta.- Acompaño fotografía a este trabajo.- Pp. 29, 31, 32. [St]hefanus.- Año 552.- De Mérida.- Está en la ciudad, en el Museo Arqueológico.- (De epigrafía, 4., Epígrafes, 10.).- Tengo impronta y fotografía.- Pp. 12, 32. Valeria.- Año 518.- De Mérida.- Perdida.- (Epígrafes, 7.).- La copia más autorizada es, para mí, el dibujo grabado de Velázquez conservado en la Biblioteca de la Real Academia de la Historia.- Pp. 16, 17. ¿......?.- Año 516.- De Zafra (?) (Badajoz).- Perdida.- (H 56. V 60.).- El único testimonio de primera mano es la copia de Xaraquemada que se conserva en la Biblioteca de la Real Academia de la Historia.- Pp. 13, 17, 29, 35. CONMEMORATIVOS Dedicación litúrgica de la iglesia de Santa María. - Sin fecha. (1ª mitad del s.VII).- De Mérida.- Está en la ciudad, en la Alcazaba. (La dedicación. Epígrafes 53.).- Lo he estudiado directamente. Tengo impronta sacada por D.José de C. Serra Rafols y fotografías.- Pp. 13, 21, 25, 35. Fundación de la iglesia de San Juan Bautista. - Año 661.- Está en la iglesia de San Juan, en Baños de Cerrato (Palencia).- (H 143 y Supp. p.68 V 314.).- Tengo buena fotografía.- Pp. 14, 16. B) EXTRANJEROS EPITAFIOS DE Agnellus.- Sin fecha.- De la comarca de Milán.- (Mommsen V 5592).- Pp. 18, 35. Averenia Ianuaria.- Año 428 ó 429.- De la antigua Altava (Mauritania).- (Diehl 2862 A).- P.26. Constantinus.- Año 530.- De Roma.- (Bormann VI 9461).- Pp. 22, 35. Euticius.- Sin fecha.- De Corneto (Italia).- (Bormann XI 3516).- Pp. 18, 35 Innocentia.- Sin fecha.- Del lugar llamado Côte-de-la-Croix-Meurtra, Trancault (Francia).- (Hirschfeld XIII 3021).- Pp. 18, 35. Ioannes.- Año 548.- De Terracina (Italia).- (Mommsen X 6421).- Pp. 22, 25, 26, 35. Iohannes.- Sin fecha.- De Como (Italia).- (Mommsen V 5416).- Pp. 18, 35. Rusticus.- Año 552.- De Capua (Italia).- (Mommsen X 4502).- Pp. 22, 25, 27, 35 Theodororacis.- Sin fecha.- De Salona (Dalmacia).- (Hirschfeld III 9534).- Pp. 21, 25, 26. ...uscianus.- Sin fecha.- De Roma.- (Diehl 4431 A.).- P. 20. PONDERALES O?.- Sin fecha (s.VI).- Bizantino.- Aparecido en la Alcazaba de Málaga y conservado en el Museo Arqueológico de Sevilla.- (Fernández-Chicarro).- P.32. Scripturae. Monumenta et Studia, I, Madrid, 1951. 974 BIBLIOGRAFIA ARNAL, Pedro: Pavimentos de mosaicos encontrados en la villa de Rielves. Madrid, 1788. Album de los mosaicos, dibujados y coloreados a mano, precedidos de unas hojas impresas. Biblioteca Nacional, B.A. 22 (Citado por el autor y por el folio) ASSAS, Manuel de: "Mosaico descubierto en Mallorca en 1833". Museo Español de antigüedades, tomo VIII. Madrid, 1877, pp.259-289 (Citado por el autor y por la página) BARCELOS: Historia de Portugal, tomo I (Citado por el autor y por la página, según OLIVEIRA 2). BORMANN, E.: Inscriptiones urbis Romae latinae. "CIL", vol.VI, pars II. Berlín, 1882 (Citado por el editor, volumen y número del epígrafe) -----------: Inscriptiones Aemiliae. Etruriae, Umbriae latinae. "CIL", vol.XI, pars I. Berlín, 1888 (Citado como el anterior). DIEHL, E.: Inscriptiones latinae christianae veteres. Leipzig, 1925-1931 (Citado por el editor y el número del epígrafe; alguna vez por la página) FERNANDEZ-CHICARRO, Concepción: "La colección de pesas en bronce (exagia), de época bizantina, del Museo Arqueológico Provincial de Sevilla". En Revista de Archivos, Bibliotecas y Museos, cuarta época, tomo LIII. Madrid, 1947, pp.360-374. (Citado por la autora y la página) FIGUEIREDO: En Revista archeologica, tomo IV, 1890 (Citado según las referencias de HÜBNER 325 y OLIVEIRA 30). FITA, Fidel: En Boletín de la Real Academia de la Historia (Citado por el autor, tomo, año y página) HIRSCHFELD, O.: Inscriptionum Orientis et Illyrici latinarum supplementum. "CIL", vol.III. Berlín, 1891 (Citado por el editor, volumen y número del epígrafe). --------------: Inscriptiones Aquitaniae et Lugdunensis. "CIL", vol. XIII, pars I, fasc.I. Berlín, 1899 (Citado como el anterior). HÜBNER, E.: Inscriptiones Hispaniae christianae. Berlín, 1871. Supplementum.Berlín, 1900 (Citado por el editor, número del epígrafe y página del Supp.) ----------: Exempla scripturae epigraphicae latinae. Berlín, 1885 (Citado por Exempla y página). LABORDE, Alexandre: Description d`une pavé en mosaique découvert dans l`ancienne ville d`Italica. París, 1802 (Citado por el autor y la página). LECLERQ, H.: Dictionnaire d`archeologie chrétienne et de liturgie. 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(Citado por Adquisiciones y página). ----------: "De epigrafía cristiana extremeña: novedades y rectificaciones". En Archivo Español de Arqueología, tomo XX, Madrid, 1947, pp.265-309 (Citado De epigrafía y el número de epígrafe) ----------: "La dedicación de la Iglesia de Santa María y de todas las vírgenes de Mérida". En Archivo Español de Arqueología, tomo XXI, Madrid, 1948, pp.309-359 (Citado La dedicación y página). ----------: Epígrafes cristianos latinos de Mérida, Tesis doctoral. Inédita (Citado Epígrafes y por el número de la inscripción o del capítulo correspondiente de la introducción). ----------: "Losas y coronas sepulcrales en Mérida". En Boletín del Seminario de Estudios de Arte y Arqueología, Fascículo XLIX-L, Valladolid, 1949, pp.103-144 (Citado por Losas y coronas y página). Notizie degli scavi, 1887. OLIVEIRA, Manuel de: Epigrafía crista em Portugal. Lisboa, 1941 (Citado por el editor y el número del epígrafe). PALOL, Pedro de: "Ponderales y exagia romanobizantinos en España". En Ampurias, XI, Barcelona, 1949, pp.127-150 (Citado por el autor y la página). SMIT, E.L.: Oud-christlijke Monumenten van Spanien. La Haya, 1916 (Citado por el autor, página y número según las citas de VIVES). VEIGA, Estacio da: Memorias das antiguidades de Mértola. Lisboa, 1880 (Citado VEIGA y por la página) VIANA, Abel: "Museu Regional de Beja. Secçao lapidar". En Arquivo de Beja, II. Beja, 1945 (Citado por el autor y por la página). VIVAS TABERO, Manuel: Glorias de Zafra. Madrid, 1901 (Citado por VIVES y página) VIVES, José: Inscripciones cristianas de la España romana y visigoda. Barcelona, 1942. XARAQUEMADA, José de: Comunicación manuscrita conservada en la Biblioteca de la Real Academia de la Historia (Ms.Est.18, 57). Y Colección de varias inscripciones, ms. de la misma Biblioteca (Est.23, gr. 2ª A, nº 24, fol.9) (Citado por el autor). Scripturae. Monumenta et Studia, I, Madrid, 1951. 976 Lámina I.- Epitafio de Orania Lámina II.- Epitafio de Marcella La era “…AS” 977 Lámina III.1- Fragmento de Epitafio de la era 616 Lámina III.2- Detalle de la dedicación de Mérida Scripturae. Monumenta et Studia, I, Madrid, 1951. 978 Lámina IV.1- El Epitafio de Zafra, según Xaraquemada. Lámina IV.2 Transcripción del manuscrito de Xaraquemada, según Hübner Lámina IV.3- Transcripción del epígrafe de Zafra, según Vivas Tabero. La era “…AS” 979 Lámina V.1- Epitafio de Paulino Lámina V.2- Epitafio de Ringilio Scripturae. Monumenta et Studia, I, Madrid, 1951. 980 Lámina VI.2- Epitafio de Marturius Lámina VI.1- Epitafios de Nico y Acelleus Lámina VI.3- Semis del juego de pesas de la Alcazaba de Málaga. 981 La dedicacion de San Juan de Baños Palencia, Diputación Provincial, 1961 Corre en este año de 1961 el décimo tercer centenario de la dedicación de la iglesia de San Juan Bautista en Baños de Cerrato (Palencia) por el Rey Recesvinto en 661. La fecha fundacional consta en el letrero conmemorativo del histórico acontecimiento, en el cual se atestigua el origen de tan insigne monumento de nuestro arte hispano-visigodo. Por consiguiente es esta ocasión muy propicia para volver sobre tan notorio epígrafe de nuestro siglo VII. Y no estará ello de más, porque a pesar de haber sido copiado y comentado reiteradamente, ya desde la décima centuria, no existe todavía una transcripción exacta y explicada. Esto significa que el aspecto epigráfico de la inscripción no ha merecido la atención debida, por lo que acaso ha sido gratuita y esporádicamente atribuido también al siglo XII. A llenar este vacío, como pueda, tiende en parte este trabajo, y además a recoger y a puntualizar las cuestiones planteadas por el texto. Bien lo merece epígrafe tan eximio no solo por su procedencia áulica y por su importancia histórica y literaria, sino además porque el estar fechado le confiere categoría de modelo de referencia para fechar aquellos otros que por cualquier circunstancia no lo están y son contemporáneos. 1.- Situación de la lápida y su texto Hállase la piedra en el interior del templo, en lo alto del testero de la nave central, frente a la puerta de entrada, por encima del arco de la capilla mayor, en el lugar en que originariamente se puso, sin vestigio de que jamás haya sido removida de allí. Esto añade interés al que por sí solo tiene el epígrafe, porque conserva la forma de su instalación original en la fábrica del edificio al que se refiere. La piedra es rectangular, de 98 centímetros de ancha y 73 de alta, por lo que resulta apaisada. Se colocó en el centro del testero susodicho, inmediatamente debajo del friso ornamental que a un mismo nivel corre por los muros de la nave, por encima de las ventanas laterales; dos ménsulas o canecillos sostienen la lápida por debajo, junto a los ángulos, y otras dos, metidos sus tizones en el mismo friso, la sujetan por arriba y junto a las esquinas también. Las cuatro ménsulas, de voladizo cúbico, tienen decoradas sus caras con aves, palmetas y ruedas de radios curvos, todo del mismo arte que el de la ornamentación esculpida del templo, como producto todo de una misma fecha. Queda vinculada así la piedra no solo a la fábrica del edificio, sino a su decoración también, recabando por su colocación intencionada la preeminencia debida a su contenido; pero está tan alta que la lectura del epígrafe desde el suelo y a simple vista resulta difícil y penosa, lo que se agrava con la escasez de la luz. Esto hace pensar en que quizá estuvieran coloreadas las letras para hacerlas más legibles desde abajo, pues no es de creer que se pusiera la piedra donde está inutilizando con la distancia la pulcra caligrafía y la métrica y contenido del texto. QUADRADO1 dice que "ya no brillan sobre el mármol sus caracteres de oro tal como lo representan algunas relaciones", pero no cita ninguna de éstas. RADA2 manifiesta que la inscripción "debió estar dorada en su origen". NAVARRO3 repite que la lápida "tuvo primitivamente las letras inscripcionales suntuosamente doradas". Mas ninguno de los tres ha visto vestigio alguno de dorado en la piedra, y probablemente los dos últimos tienen por antecedentes la referencia anónima de QUADRADO, resultando así una circunstancia que queda por comprobar; pero en 1 Recuerdos y bellezas, p.236. España. Sus monumentos, p.335 2 Basílica de San Juan, p.567. 3 Catálogo monumental de Palencia, p.21. Palencia, Diputación Provincial, 1961. 982 todo caso con la necesidad de hacer legible la inscripción por medio del colorido de las letras. Quizá si éstas estuvieron doradas, habría de haber estado pintado la superficie de la lápida para que el oro de lo escrito destacara del fondo, pues en otro caso se confundiría el dorado con el amarillo natural de la piedra. Aspecto general de la dedicación de San Juan de Baños Es ésta una tabla rectangular como queda dicho, de 98 centímetros de ancha y 73 de alta, muy aproximadamente4; del grueso no tengo medida. Es de una especie caliza de grano fino y color amarillo, como la empleada en la construcción antigua del templo. Según don Amando Salas5 esta caliza procede de una cantera del Páramo de los Infantes, en el término de Dueñas (Palencia), y de otra situada en Las Eras, en término de Valoria (Valladolid), municipios los dos al mediodía y muy próximos de Baños. El material, dice el Sr. Salas, es blando y fácil de labrar cuando sale de la cantera, pero con el tiempo se endurece. El letrero ocupa una superficie de 86 centímetros a lo ancho y de 57 a lo alto, quedando fuera de esta caja de escritura la cruz inicial de la primera línea. Está ordenado en seis renglones, correspondiendo cada uno con los seis versos en que está compuesto el texto de la dedicación. Copiadas exactamente sus grafías y separando sus palabras dice: + PRECURSOR  DNI MARTIR BABTISTA IOHANNES POSSIDE CONSTRUCTAM  IN ETERNO MUNERE SEDE 3 QUAM DEUOTUS EGO REX RECCESUINTHUS AMATOR 4 RADA, Basílica de San Juan, p.567, la dió como cuadrada, con 68 centímetros de lado. 5 FITA, Inscripciones visigóticas, p.495. La dedicación de San Juan de Baños 983 NOMINIS IPSE TUI  PROPIO DE IURE DICAUI TERTII POST DECM  REGNI COMES INCLITUS ANNO 6 SEXCENTUM DECIES  ERA NONAGESIMA NOBEM Las NE de Iohannes en el renglón 1 y las UN de munere en el r.2 están enlazadas. Las interpunciones son triangulares, a estilo muy clásico, y pequeñas. Como documentación de mi copia acompaño las correspondientes fotografías. La del letrero sólo está tomada de la reproducción en yeso que ha obtenido la Excma. Diputación Provincial de Palencia y que ha regalado al Museo Arqueológico Nacional. 2.- Copias y ediciones. Es natural que desde muy antiguo este letrero haya llamado la atención de los curiosos, eruditos y sabios, y que se hayan multiplicado sus copias y lecturas. He aquí por orden cronológico las que conozco6. Siglo X. La copia más antigua se halla en el Códice de Azagra, en el folio 69`, y dice así UERSI DE ECCLESI SCI IOHANNIS Precursor dni martir.` babtista iohannes. Posside constructam.` In eterno munere sede 3 Quam deuotus ego rex.`recesuintus amator. Nominis Ipse tui.`pro pio de Iure dicaui. Tertii.` post decimum regni comes inclitus anno. 6 Sexcentum decies.` era LXL uiiiia En esta transcripción he procurado guardar en lo posible la distribución del original, que mejor se verá en su reproducción fotográfica. En mi copia he subrayado las variantes que ofrece respecto de la piedra. La puntuación del manuscrito no existe en el original; el colon que el amanuense puso en cada verso parece relacionado con las interpunciones del epígrafe, pero solo coincide con las de los renglones 2, 4 y 6. Los versos del códice están separados por su mitad aproximadamente, pero no parece que esta distribución del manuscrito obedezca a la medida de aquellos. Los guioncitos que marcan la segunda mitad de los versos no están escritos, sino abiertos en la piel; pero afectan a todo el folio y a todo el cuaderno al que pertenece, como se estila en muchos del mismo códice. Es de advertir que el último verso prescinde de la división a la que fueron sometidos los anteriores. Acaso lo más notable de esta copia es que las decenas y unidades de la era están escritas en cifras, el numeral LXL con el típico enlace X-L, y el uiiii seguido de una a para leerlo 6 No he podido consultar la Anthologia de Pedro Burmann (1775) que a propósito de esta inscripción cita HÜBNER en el Supp. a sus IHC, p.68 (n.143. Gregorius Mayans in epistula ad P.Burmannum Anthologia veterum epigrammatum Latinorum, vol.III, p.IV). Palencia, Diputación Provincial, 1961. 984 como ordinal, con lo que resulta interesante para la medida del último verso, por prestarse mejor que nobem al último pie. Por último, de notar que en el verso 2 parece que el amanuense escribió constructum y luego se corrigió -am haciendo un tracito oblicuo sobre la u. Acaso la corrección sea posterior al códice y debida a la confusión de la a abierta del manuscrito con la u, que prácticamente resultan casi iguales. Folio 69` del Códice de Azagra Año 1577. Ambrosio de Morales en su Coronica (2, f.153) dió una copia en versales. Sus diferencias con el original son: r.1 PRAECVRSOR DOMINI MARTYR BAPTISTA IOANNES, r.2 AETERNO, r.5 TERTIO INCLYTVS, r.6 NOVEM. De la cruz inicial no dice nada. En realidad esta transcripción es buena como lectura; pero se apartó del original al enmendarlo, y así podrá comprobarse que casi todas las variantes son correcciones de ortografía, las cuales debían hacerse a juicio del editor y según los puntos de vista de su época sobre estas cuestiones. Con el mismo espíritu corrector quizá modificó la grafía de la u, siempre minúscula en el original tanto para la vocal como para la consonante, sustituyéndola por la forma capital para todos los La dedicación de San Juan de Baños 985 casos, corrección que aunque no modifica el sentido textual altera profundamente el carácter epigráfico del letrero. Conforme a su costumbre, como ya sospechó HÜBNER7, deshizo los enlaces de las letras y las abreviaturas sin hacer la observación e que los había. Las interpunciones están omitidas. La puntuación de la copia es subjetiva. La única alteración sustancial es la de TERTIO por TERTII en el r.5, debida seguramente al mismo ánimo corrector con que procedió en lo demás. Año 1601. SANDOVAL en sus Fundaciones (3, f.41`) copia el letrero con tipos de caja baja, y versales para las iniciales de cada verso y de algunos nombres, alterando el carácter gráfico del original, lo que se acentúa con la introducción de muchas abreviaturas que no existen en la piedra y con el cambio o supresión de algunas palabras. Por otra parte mantiene, como es natural, el mismo espíritu corrector de MORALES. Sus variantes son: r.1 Praecursor Martyr Baptista Ioannes, r.2 constructa (omite IN) aeterno sedem, r.3 Qua.deuot.Recesuinth., r.5 dece. inclytus, r.6 Sexcentum.nona. La cruz inicial queda también omitida. Año 1615. YEPES trae una nueva versión en su Coronica (IV, f.205), compuesta con tipos como los de SANDOVAL, al que probablemente siguió, manteniendo sus errores y añadiendo alguno más, pero sin conservar sus abreviaturas. Sus variantes del original son: r.1 Praecursor Domini Martyr Baptista Ioannes, r.2 Omite IN sedem, r.3 Quam tibi deuotus Rex Recesuintus, r.5 decemum inclytus, r.6 Sexagies nona. Persiste la omisión de la cruz inicial. Año 1679. PULGAR, en su Historia de Palencia (I, página 621), siguió la transcripción de YEPES, pero de su cuenta introdujo en ella las siguientes variantes: r.3 Cindasuintus, r.5 inclitus como está en el original, r.6 Aera. La cruz inicial continúa omitida. Año 1782. LORENZANA dió otra copia en sus PP.toletanorum opera (I, p.79), pero tomándola probablemente del Códice de Azagra, cuyo contenido vió para editar las obras de San Eugenio. No hay de consiguiente cruz inicial. El texto está compuesto como los anteriores, con caja baja y versales. Sus respectivas variantes de la piedra son: r.1 Praecursor Domini martyr Baptista Ioannes, r.2 aeterno marmore (en el códice munere muy claro) sedem, r.5 decimum inclytus, r.6 aera nona (en el códice uiiiia). Año 1787. POZ en su Viage (XI, p.280) trajo una copia a la vista de PULGAR, al que corrige, y del original según su expresión "que está en la piedra". Continuó con el uso de componer en caja baja y versales. Omiyió también la cruz inicial. Sus variantes on: r.1 Praecursor Martyr Baptista Johannes, r.2 Poside (errata quizá) omite IN aeterno nomine sedem, r.3 Recesvinthus, r.6 novem. El Nomine del r.2 puede obedecer a una lectura equivocada del original, y quizá sería un testimonio de que el editor hubiera visto directamente la piedra, porque en ella pudo hacer tal lectura, aunque errónea. Año 1791. MASDEU incluyó una copia en su Historia (IX, p.28) tomándola seguramente de Morales, si bien con estas dos diferencias: r.1 MARTIR, r.5 INLCYTVS, pero manteniendo en lo demás su transcripción, incluso sin decir nada de la cruz inicial. Siglo XVIII. VELAZQUEZ recogió la inscripción y la incluyó entre sus copias manuscritas. En su Colección (t.34) está escrita con minúsculas con algunas iniciales mayúsculas, sin la cruz del primer verso y siguiendo en todo a MORALES, al que se refiere. También alude al mismo editor en una referencia al propio letrero, la cual he encontrado en el tomo 13 (Sección III) de la Colección8. Año 1851. En este año aparecía en la Patr.lat. de MIGNE (t.LXXXVII, col.402) una segunda edición de la copia de LORENZANA. Año 1865. QUADRADO en sus Recuerdos y bellezas (Palencia, p.236), dio una copia a la vista de MORALES y de YEPES, y acaso también del original. No puso la cruz inicial y compuso el texto con tipos de caja baja y versales para las iniciales de los versos y de algunos nombres. 7 IHC, 143. 8 No he logrado encontrar la copia referida por HÜBNER, IHC 143, con la signatura "Est.12,18". A pesar de la diligencia y buen deseo de las Srtas.Bibliotecarias de la Real Academia de la Historia ha sido imposible identificarla. Palencia, Diputación Provincial, 1961. 986 Sus variantes son: r.1 Praecursor Domini Baptista Joannes, r.2 aeterno sedem, r.3 Recesvinthus, r.5 Tertio decimum, r.6 nona. Año 1871. HÜBNER en sus IHC (143) reprodujo la copia de MORALES, pero sospechó que el original contendría abreviaturas y enlaces, como es en efecto, pero que el editor los resolvería sin decir nada como acostumbraba. Año 1872. El primer intento de una transcripción directa de la piedra, aunque sin éxito, paraece deberse a RADA, quien su Basílica de San Juan (p.567) la compuso en letras versales, procurando atenerse a las grafías del original y poniendo la cruz, aunque de brazos iguales, al comienzo. Insistió en el uso en el letrero de U por V, de I pot Y y de B por V. Sin embargo tiene variantes, que son: r.1. PRAECURSOR, r.2 AETERNO SEDEM, r.4 omite la interpunción DICAUIT, r.5 TERTIO, r.6 omite la interpunción. Es también el primero que llamó la atención sobre el enlace de las NE de IOHANNES, pero no vió el UN de MUNERE, o al menos no lo consignó. Año 1874. La copia de BECERRO en El libro de Palencia (p.195), que mereció juicio bastante favorable de HÜBNER9, sigue a mi parecer la de RADA, pues aunque quizá vió la piedra mantiene algunos de los errores de éste. Sus variantes son: r.1. IOANNES, r.2 AETERNO SEDEM, r.3 DEVOTUS RECCESVINTUS, r.4 IURI DICAVIT, r.5 TERTIO. Omitió además la cruz inicial y las interpunciones, y añadió un signo raro detrás de DECM. No indicó tampoco los enlaces de letras. Año 1885. Apareció en este año una segunda edición de la copia de QUADRADO en su obra España. Sus monumentos (Palencia, p.335), igual en todo a la primera. Año 1893. RADA, en su Templo de San Juan (p.54), repitió la copia de 1872, sin más novedad que escribir INCLITVS en el r.5. Año 1895. Publicose entonces la versión de BÜCHELER (CLE, 322) aceptando íntegra la copia de HÜBNER, sin otra diferencia que la composición del texto con tipos de caja baja, sin que en este caso, como en el de otros editores, el uso indistinto de u por u y por v represente más que un método de la escritura moderna del latín de los textos antiguos, particularmente discutible cuando se trata de textos monumentales. Año 1900. HÜBNER se limitó entonces (IHC Supp., p.68, 143) a anotar que se dice haber en la piedra dos abreviaturas: DNI, en el r.1, y DECM, en el 5, a la vista probablemente de la copia de BECERRO, al que cita. En el mismo año se presentaron all Segundo Congreso Internacional de Arqueología Cristiana, en Roma, las comunicaciones de Fray Tomás RODRIGUEZ y Francisco SIMON Y NIETO, publicadas en Palencia en 1904. Allí (p.7) aparece la copia del Padre RODRIGUEZ, hecha a la vista del calco que obtuvo SIMON. La da con versales, pero escribe IOANNES en el r.1 y DEI IVRE, quizá por errata, en el 4. Omite además las interpunciones de los renglones 1 y 4, falta la indicación de los enlaces y pone sistemáticamente la V por la U que hay siempre en el original. Año 1902. Corresponde al Padre FITA la primera lectura justa y exacta del letrero, publicada en su artículo Inscripciones visigóticas (p.491), puntualizando algunas características de la escritura y fijando el texto. Nada advirtió sin embargo de los enlaces de las letras ni de otros detalles gráficos. No vio directamente la piedra, pero se sirvió de los buenos oficios de su amigo don Amado Salas, de la fotografía que éste obtuvo y de otros detalles que le comunicó. Publicó la fotografía, pero la desmereció seguramente su reproducción fotograbada. En el mismo año también, AGAPITO publicaba en su trabajo La basílica visigoda de San Juan (p.10) otra copia, tomada exactamente de la de QUADRADO, y la repitió en un artículo, igualmente titulado, aparecido en la revista "Arquitectura y construcción" (1902, p.66), en el cual se advierten dos erratas, Rescinvintus y regia en los renglones 3 y 5 respectivamente. Año 1905. VOLLMER (MGH.Auct.ant.XIV, p.280, n.xlviii) publicó otra copia que parece tomada del Códice de Azagra, pero enmendada, y así resultan las siguientes variantes con la piedra: 9 IHC Supp., p.68, n.143. La dedicación de San Juan de Baños 987 r.1 Praecursor domini martyr baptista, r.2. aeterno sedem, r.5 tertio decimum, r.6 aera nona. El texto, que es lo único que da el editor, está colacionado con el Códice, con LORENZANA y con MORALES. No pone por consiguiente la cruz inicial. Año 1908. Apareció entonces la Historia de la Arquitectura, en donde (I, p.65) LAMPEREZ, su autor, dió una copia compuesta en versales, pero mal ordenada, sin cruz inicial y cuajada de erratas que no merece la pena recoger. Año 1925. DIEHL incluyó en sus Inscriptiones (n.1819) el letrero de Baños, siguiendo la versión de MORALES a través de BÜCHELER y de HÜBNER, pero puso bien dni en el r.1, y anotando solamente que en el 5 la piedra dice decm. Salvo ésto mantiene las demás inexactitudes, y en su composición desfigura por completa la escritura del original. En el mismo año apareció una transcripción de LECLERCQ en Baños (c.196) copia de la de RADA, sin trascendencia y con la desviación cronológica que luego referiré. Año 1940. CAMPS vió la piedra y la fotografió, publicando la copia y la reproducción, desmerecida ésta por el fotograbado en su Arte Hispanovisigodo (pp.510-511). La transcripción la dió en versales, conservando exactamente las grafías del original, desenvueltas las abreviaturas con cursivas; pero faltan la cruz inicial, los enlaces de letras y las interpunciones; más aun así es la copia más correcta de las publicadas hasta ahora. Año 1942. VIVES publicó una lectura correcta del texto en sus Inscripciones (n.314), precedida incluso de la cruz inicial, pero desvirtuando el aspecto de la escritura original y con alguna incongruencia, seguramente por errata de imprenta, en el uso de u por v. Parece que se sirvió de una buena fotografía que DIEHL tuvo a su disposición a última hora. Año 1946. Todavía continúa, en esta fecha y en años ulteriores, la edición de copias incorrectas. Así apareció la de NAVARRO en el Catálogo monumental de Palencia (fasc.4, p.21), que copia del Padre RODRIGUEZ, incluso con su errata del r.4 DEI, a la que añade otra, PROPIO, en el mismo renglón. Año 1947. Roberto GROSSE, en su Fuentes (p.320), copió la transcripción de RADA en el Templo de San Juan, atribuyéndola erróneamente a Fernández Guerra. Compuso la copia en tipos cursivos de caja baja con iniciales versales en cada palabra, suprimiendo la cruz inicial y las interpunciones, añadiendo a todo dos erratas: Praecursur en el r.1 y Contructam en el 2. Año 1959. DIAZ incluyó la dedicación de Baños en su Index (p.99) con el n.376, pero solo dió el principio del primer verso. Praecursor domoni martyr..., como BÜCHELER, a quien cita, y otros; las demás referencias son a VOLLMER, al Códice de Azagra y a VIVES. Año 1960. Por último, la transcripción más moderna que conozco es la de Fray María Pablo GARCIA en su Basílica visigótica (p.32), en la que faltan las interpunciones, la indicación de la abreviatura en SEDE, en el r.2, los enlaces de las letras y la cruz inicial. Está compuesta en versalitas y sin criterio fijo respecto al uso de la u y v por la u constante del original, y sacada de fotografía. Dedúcese de este repaso que no se ha dado hasta ahora una copia del original ilustrada debidamente; que los fotograbados no son satisfactorios y que solo hay dos lecturas correctas, siendo incomprensible cómo después de la de FITA, publicada en 1902, no se editó ni una a derechas, salvo la de VIVES, y por qué las transcripciones, excepto la de CAMPS, son malas. De las anteriores a FITA resulta teóricamente buena sin embargo la de MORALES, y seguramente acertada; pero es inaceptable por las correcciones que la separan del original. Pudiera parecer superflua y exagerada la crítica y la exposición que preceden; pero pienso todo lo contrario. La omisión de los accidentes característicos de la escritura y la alteración de las grafías de los sonidos del lenguaje constituyen un atentando contra la mejor inteligencia de un texto. Es posible que el desconocimiento del significado de muchos hechos impida dar una explicación a los mismos; pero no debe padecer por ello el rigor de la observación, hasta de los detalles más insignificantes; antes al contrario ese rigor ha de ser severo. Con este método debe ser tratada cualquier inscripción, pero mucho más un epígrafe tan importante como el de la dedicación de San Juan de Baños, en el que todos los accidentes gráficos, particularmente los relacionados con la fonética, adquieren la máxima importancia, Palencia, Diputación Provincial, 1961. 988 porque conciernen a una composición versificada que tiene por fundamento, o parece tenerlo, la cantidad silábica. Fotografía del vaciado en yeso de la Dedicación de San Juan de Baños (MAN) 3.- Caracteres generales de la inscripción Queda dicho que la caja de la escritura ocupa una superficie de 86 centímetros de ancho y 57 de alto. El margen izquierdo, irregular por los defectos del canto de la lápida, tiene unos 9 centímetros de ancho. El derecho es desigual por la distinta longitud de los renglones, de los cuales el primero termina a unos 2 centímetros del costado correspondiente, y el cuarto, el más corto de los seis, a unos 16 centímetros del mismo costado. Por encima del primer renglón queda una cabecera de unos 5 centímetros, y por debajo del último queda un espacio de unos 11. Los renglones comienzan a la izquierda partiendo de la misma línea marginal, salvo el 3 y el 5 que comienzan un poco antes. La cruz inicial del letrero queda también fuera, a la izquierda de aquella línea. La longitud de cada renglón es la siguiente: renglón 1, 86 cm. (descontada la cruz) renglón 2, 84,5 cm. renglón 3, 86,3 cm. renglón 4, 72,6 cm. renglón 5, 83,8 cm. renglón 6, 85,2 cm. La dedicación de San Juan de Baños 989 Como nota característica de este epígrafe destácase la amplísima separación de los renglones, solo usada en contadísimas inscripciones de época visigoda, aunque ésta supera a las demás por la altura de los espacios interlineares, igual a la de los renglones en alguno y superior en los demás. El trazado general hubo de ser esmeradísimo buscando una regularidad absoluta, que si no se logró matemáticamente se consiguió con éxito en la apariencia. No es posible garantizar a la vista de la reproducción se la traza de los renglones se hizo sobre pauta grabada en la piedra, como se estiló en otras inscripciones. Parece que no, pero es necesario comprobarlo en el original, lo que tantas dificultades ofrece. De todos modos la regularidad de la caja de los renglones y de los propios espacios interlineares hubo de requerir por lo menos el trazado de una pauta con alguna materia colorante. Esta regularidad resalta más todavía por ser los espacios interlineares tan altos o más que los propios renglones. Las letras se acomodan, en cuanto fue posible prácticamente, a aquella regularidad; pero ajustadas unas a las líneas de la pauta, quedando otras dentro de ellas o rebasándolas, las letras tienen alturas distintas, aunque en relación con la longitud de los renglones y con los amplios espacios que los separan las diferencias son imperceptibles, como por otra parte lo prueban las siguientes medidas. Milímetros Diferencia Renglón 1, Letras de 48 a 52 4 Espacio 1. Alto de 52 a 57 5 Renglón 2, Letras de 45 a 50 5 Espacio 2. Alto de 51 a 55 4 Renglón 3, Letras de 46 a 50 4 Espacio 3. Alto de 53 a 59 6 Renglón 4, Letras de 45 a 52 7 Espacio 4. Alto de 55 - Renglón 5, Letras de 46 a 50 4 Espacio 5. Alto de 50 a 55 5 Renglón 6, Letras de 47 a 54 7 Sin embargo a las alturas más corrientes en todo el epígrafe son las de 48 a 50 milímetros. Esto es lo normal. En cambio el ancho de las letras es muy variable. Obsérvese, particularmente en los renglones 1 y 2, que se comenzó a escribir cada verso con letras anchas y espaciadas; pero el calígrafo trazó la escritura con el propósito de ajustar el número de los renglones al de los versos, por lo que vióse obligado a adelgazar y apretar las letras al promedio y al final de los mismos. De esta suerte las letras acentúan su proporción general muchísimo más alta que ancha. Por la misma razón seguramente, ante el temor de que los renglones 3 y 5 no pudieran ajustarse enteros al largo previsto para la escritura de los versos, fueron comenzados un poco más afuera de la línea marginal izquierda. La consecuencia de estas observaciones lleva a definir la escritura de la dedicación de Baños como natural, pero caligráfica, sin más artificio que la sujeción a la altura del renglón previamente determinada, y aun así con alguna libertad. Por eso resultan tan variados en su proporción, y aún en los detalles del trazado o del adorno, los distintos ejemplares de una misma letra. Palencia, Diputación Provincial, 1961. 990 Las letras están abiertas a biseles, de acuerdo con la tradición epigráfica, rematando los extremos de los trazos y de los ángulos en amplios ensanchamientos tan característicos de la época visigoda. No obstante, todo queda encajado en el estilo de esculpir las letras en los decenios medios del siglo VII, abriendo profunda y ampliamente los trazos de unas letras y haciendo finos y someros los de otras. La piedra era seguramente de mala calidad para esculpir la escritura, quizá por ser muy tierna, y así se ven muchas letras con los labios de sus biseles saltados. A veces ha desaparecido por el mismo efecto el interior de algunas letras. Cuando algunas letras se ejecutaron demasiado juntas no pudieron esculpirse individualmente sus trazos contiguos sin que forzosamente saltara el brevísimo o ningún espacio que quedaba entre ellos. Los ejemplos más evidentes son los de las NO de eterno, en el r.2, y OB en nobem, en el r.6. Estos defectos no pudieron ser corregidos por el escultor, y aunque desmerecen la ejecución del letrero no le restan la gracia que ostenta el conjunto del epígrafe, debida precisamente a las desigualdades del trazado de las letras y de su escultura, las cuales anulan el hieratismo y la sequedad de los mejores ejemplares clásicos y aún de algunos de la propia época visigoda, como el de la dedicación de la basílica de los tres mártires cordobeses por el obispo Honoratus (m.641?)10, letrero que, como luego veremos, tiene muchos puntos de contacto con el de Baños y cuya esmeradísima ejecución produjo una inscripción magistral hispano-visigoda, pero de una gran frialdad precisamente por su notable pulcritud. 4.- El símbolo cristiano. Muchísimas inscripciones de la época hispano-visigoda inician con él, a manera de invocación, su contenido. En muchas el símbolo es la cruz monogramática, y aquí en Baños, conforme a moda que comienza hacia fines del siglo VI y que se va consolidando en el VII, una cruz sencilla, latina, sin que los ensanchamientos terminales y exagerados de sus trazos autoricen a asimilarla con formas posteriores que han recibido nombres eruditos11. Tales ensanchamientos no tienen otra razón de ser que la de rematar ambos trazos de la cruz de la misma manera que los de las letras. En todo caso la forma resultante en esta inscripción podría compararse con las cruces conocidas en nuestros contemporáneos tesoros de orfebrería. Pero tal aspecto ha de tenerse por casual, no intencionado, pues parece el resultado de exagerar la escultura normal de las cruces de otras inscripciones. 5.- Las formas alfabéticas. La A es exactamente igual en los trece ejemplares que se hallan en el letrero, siendo su característica el apego a la tradición de la época visigoda, que se abandonaba ya desde comienzos del siglo VII. Consiste aquella en la persistencia del trazo transversal en ángulo, con la nota particular en este letrero de que el vértice se prolonga con un breve, finísimo y agudo tracito hacia la base de la letra. La B se aparta del trazado clásico, novedad caligráfica que se divulga poco después de mediada la primera cincuentena del siglo VII y que constituye el preludio de la subsiguiente caligrafía mozárabe. Las del letrero de Baños son tres, advirtiéndose en ellas la falta de la concreción de un trazado fijo, como es usual en las inscripciones más o menos contemporáneas, en las que no se fija todavía el tipo definitivo. Las bes de Babtista rematan su tercer trazo separado del vertical y del cuarto, pero éste continúa ligado al segundo. La de nobem tiene en cambio desligados del centro de su primer trazo el tercero y el cuarto. Estos dos mismos trazados se hallan exactamente en el epitafio sevillano del obispo Honoratus (?) del año 641, y en dos de las tres bes que contiene el epitafio emeritense del clérigo Eolalius, sin fecha, pero que por todos sus caracteres ha de ser obra de las últimas décadas del siglo VII. 10 Las inscripciones que se citan se encontrarán con sus referencias al final de este trabajo. 11 El P.FITA, Inscripciones visigóticas, p.489, dice que es ligeramente potenzada. La dedicación de San Juan de Baños 991 La C es estrecha en relación con su altura. Su ejecución es una de las más notables. El extremo inferior de la letra es siempre agudo, sin discrepancia en los once ejemplares del letrero. Este remate es un detalle que tengo por muy caligráfico dentro de la epigrafía hispano- visigoda, y se halla en otras, muy pocas, inscripciones. Así lo acreditan el epígrafe leonés del Abad Vincentius, según el facsímil de HÜBNER, del año 630; los susodichos hispalenses del obispo Honoratus y el emeritense de Quinigia, del año 662. Encuéntrase además esta C puntiaguda en un fragmento de epitafio métrico, que ha de ser de mediados del siglo VII, en otro epitafio de un medicus, de hacia 660, y en el ya referido de Eolalius, emeritenses los tres. Pero el remate agudo de la C, aunque aceptado en la caligrafía monumental del siglo VII no es novedad de la centuria, porque se halla también, como excepcional, en el epitafio emeritense de Florentia, muy exquisito de caligrafía, del año 465. La C de la dedicación de Baños ofrece además como nota singular, en siete de sus once ejemplares, la ornamentación del extremo superior, hendido en dos puntas, la una retorcida hacia abajo, la otra dirigida hacia la derecha y hacia arriba, caligrafía que afecta también, como luego expondré, a la S. Las letras D y E no ofrecen aspecto particular alguno. La estrechez de su proporción pudiera estar relacionada con otros ejemplares de este tiempo; pero esta proporción habría dependido quizá de la necesidad de apretar las letras para llenar un renglón con un solo verso. No obstante la E de precursor, no sometida a forzosa estrechez, podría inclinar a admitir que la proporción de estas letras está en relación con la época más que con la necesidad de ganar espacio. La G, en su forma espiral, es común en los epígrafes del siglo VII, y desde luego es la usada en las inscripciones ya mencionadas de la dedicación de Honoratus y de su presunto epitafio. La H ofrece en sus dos ejemplares dos modelos iguales en su trazado aunque diferentes en su ejecución. El uno conserva la tradición clásica en Reccesvinthus; el otro, el de Iohannes, tiene su trazo transversal revuelto hacia la izquierda y hacia abajo como adorno del mismo. Parece que esta ejecución de la H comenzó hacia el tiempo del epitafio de Saturninus, del año 588, y perdura hasta el año 682 por lo menos, según la inscripción cordobesa de Anerius, de esa fecha. Regístrase también en la piedra de la consagración de la basílica de Santa María, de Cabra, del 660. Poco es ésto para explicar la razón de esta caligrafía y su posible aceptación en otras inscripciones. Pero algo puede ayudar a ello el hecho de encontrar varias aes caligrafiadas igualmente, es decir, con su trazo transversal recto según lo usual en el siglo VII, pero comenzando a la izquierda de la letra, de modo que cruzando el primer trazo termina tocando o rebasando el segundo. Esta es la característica esencial, como en la H de Iohannes del letrero de Baños. Lo otro, el curvar la sección exterior del trazo como está en nuestro letrero, o ejecutarlo recto como en muchas de las aes susodichas, o como en la H del epitafio de Anerius y de la consagración de Cabra, es cuestión accidental; mas en otras de esas aes esa sección del trazo transversal es también curvo, como aparece por primera vez, que yo sepa, en el mismo epitafio de Saturninus, del año 588; la tiene también el epitafio inédito de Basilia, de Villanueva de Córdoba, fechado en 649 a 651, y también el de Anerius, apareciendo finalmente en el emeritense de Eolalius, sin fecha, pero de las últimas décadas de la séptima centuria. Las aes con la sección exterior de su travesaño recta se encuentran en el epitafio mencionado de Saturninus, de 588, en la consagración de Cabra, del 660, en la inscripción de Eugenia, de 661, y en la referida de Quinigia, más en la de Anerius también. Podría estimarse como arbitraria la comparación de la H de Iohannes de la piedra de Baños con las aes referidas. pero contra ello conviene advertir que parece como si el trazado de muchas letras que requerían ejecución semejante hubiera sido objeto de ciertas asimilaciones, y así en el caso de la H y de la A encontramos dos aspectos de este fenómeno en el mismo siglo VII. Las haches de Eugenia, Quinigia y Anerius ostentan en ángulo, con el vértice hacia abajo, su trazo transversal, lo que fué característico de la A monumental hispano-visigoda durante los siglos V y VI. Este es uno de aquellos aspectos. Pero es el otro el que tiene más relación con mi tema y lo justifica mejor; la asimilación de los trazos transversales de ambas letras en una misma inscripción, en cuyo Palencia, Diputación Provincial, 1961. 992 caso están las aes y las haches del epitafio de Saturninus, del año 588, de la consagración de Cabra, del 660, y de las del epitafio de Anerius, del 682. De suerte que tal asimilación puede darse por probada razonadamente y por consecuencia la explicación de la caligrafía de la H de Iohannes en la dedicación de Baños y su encaje en el siglo VII. I y L no ofrecen particularidades, salvo acaso la brevedad del segundo trazo de la última, semejante al de la E y debido a idénticas razones. Más interesante y más particular del epígrafe de Baños es la caligrafía de la M, de cuya letra se cuentan once ejemplares, todos de acuerdo con un trazado muy propio de nuestras inscripciones hispano-visigodas, cuyo antecedente podría encontrarse en la ejecución espontánea de la M capital clásica en epígrafes monumentales. las emes de Baños están ejecutadas de modo que el segundo trazo se inicia no en el extremo superior del primero, sino más abajo y a veces en su mitad; el tercero tampoco comienza por encima del cuarto, ni en su extremo superior, sino también más abajo, y se reúne con el segundo formando una prolongación como apéndice del ángulo resultante de su ligadura; la longitud de ese apéndice es variable y alcanza a veces la línea inferior del renglón y aún la rebasa en algunos ejemplares. Esta caligrafía no es original sin embargo de la dedicación de Baños, puesto que aparece también, aunque con ejecución más artificiosa, en la dedicación del obispo Honoratus, y más espontánea, como en Baños, en el epitafio del mismo prelado (?). Más toscas de ejecución, es decir, sin la finura de Baños, se encuentran emes semejantes en los epígrafes emeritenses de Eugenia, de 661, y de Quinigia, de 662. Parecidas a las emes de éstos podrían agregarse otras, pero por final de todas, pueden añadirse las del epitafio de Quistricia (?), de Osuna, del año 708, y de poco antes las del epitafio de Eolalius, sin fecha. Quda acreditada así esta caligrafía como hispano-visigoda; pero trascendió a la mozárabe, probándolo las inscripciones granadinas de Floresindus, de los años 852 al 886, y de Maria, del año 1120. La ejecución de los ejemplares de Baños los acredita como modelos caligráficos, los cuales se mantuvieron en la escritura libraria como base de la monumental mozárabe12. La N de la dedicación de Baños está ejecutada también con exquisito refinamiento. Se cuentan en el letrero hasta dieciocho ejemplares, de los que ocho podrían estimarse como de más vulgar ejecución. Sus trazos primero y tercero son iguales y paralelos, ligados por el segundo en su parte media, pero no en horizontal, sino en posición oblicua, de modo que no cabe confusión posible con la H. El otro modelo ostenta el primer trazo normal podría decirse; el segundo se inicia algo más arriba de la mitad del anterior y sigue oblicuo hacia abajo; por fin el tercero, comenzando arriba, cae derecho sobre la terminación del segundo y rebasa la línea inferior del renglón prolongado en agudo y finísimo remate. Este último modelo, precedente quizá de la típica N mozárabe cuyo tercer trazo termina al ligarse con el segundo, tiene sus antecedentes sevillanos en las referidas inscripciones del obispo Honoratus, en la cuarta década de la centuria, y por su rareza parece una caligrafía propia de inscripciones selectísimas. Su uso en la escritura libraria puede acreditarse también como el de la M13. O y P, la primera ovalada y estrecha, y la segunda abierta, apenas ofrecen aspectos particulares, como no sea la coincidencia una vez más de la dedicación de Baños con los epígrafes sevillanos del obispo Honoratus tantas veces citados aquí, cuyas pes son abiertas también. Es quizá la Q la letra más extraordinaria y singular de todo el epígrafe de Baños, de modo que su trazado resulta extraño a primera vista. Pero quizá no lo es tanto si pensamos en la forma de ejecutar la Q minúscula, haciendo de un golpe el trazo curvo de la izquierda, y de otro solo el de la derecha, que aquí se quiebra en vez de hacerlo recto. El trazado de la Q de 12 LOPEZ DE TORO en sus Abreviaturas reprodujo las láminas de la Polygraphia gothica-española de Palomares, y del Ensayo diplomático de Abad y Lasierra. En todas ellas, y particularmente en la III, se hallan testimonios de lo que expongo. Lo que no se puede hacer es referir los modelos de estas láminas a los códices o a las inscripciones de donde están tomados, y así resultan poco aprovechables para establecer paralelos cronológicos; pero tienen gran valor ilustrativo en general. 13 Vid. la nota anterior. La dedicación de San Juan de Baños 993 Baños nada tiene que ver con el capital clásico. En nuestra epigrafía hispano-cristiana pueden recogerse hasta cinco ejemplares de esta letra que por su ejecución se relacionan de seguro con el de la dedicación. En esquema, incluido el de Baños, son éstos: Los dos primeros háyanse respectivamente en los epitafios de Fundanianes, de Sevilla, y de Volusianus, de Mértola en Portugal. Los dos han de ser muy viejos, como del siglo IV a principios del V. Sigue otro que aparece en un fragmento de epitafio, myrtylense también, del 462 como lo más viejo posible. El cuarto y quinto son del epitafio de Saturninus, de Mérida, de 588. El último es el de Baños. En los seis ejemplares comparados se observa que el trazado es el mismo y que las diferencias son accidentales, representando únicamente variantes de ejecución debidas a la personalidad del scriba o calígrafo que trazó cada una. Este trazado de la Q resulta excepcional en los epígrafes y muy interesante, porque aunque a primera vista no lo parezca pudieran ser el precedente de las más bellas y típicas caligrafías mozárabes de esta misma letra, en cuyo caso le correspondería a la dedicación de Baños encadenar los modelos más antiguos con los del siglo X. De la R cuéntanse hasta diecisiete ejemplares. Cuatro de ellos ostentan el cabo final del segundo trazo desligado de los otros dos; el tercero, ligado al primero, arranca de éste formando una primera sección ligeramente arqueada para continuarse hasta la línea inferior del renglón con tendencia a guardar paralelismo con el primero. Es el modelo típico de la ejecución de esta letra en la más refinada caligrafía monumental de los mozárabes y en los códices, alcanzando en fecha hasta el año 1120 en el epitafio granadino de Maria, el más moderno mozárabe que yo sepa. Mas los antecedentes de este trazado encuéntranse en la epigrafía hispano-visigoda desde 601, en el epitafio de Fortuna, y después en muy escasas inscripciones: en el epitafio de Istorna (?), de Utrera, del año 640, en el tantas veces referido del obispo Honoratus, del 641, y en la fundación emeritense de Eugenia, del 661; por fin hállase también en el de la dedicación a Santa Eulalia, también de Mérida, sin fecha, pero que hubo de labrarse entre fines de la quinta década y principios de la séptima del siglo VII. Otros diez ejemplares singularizan sin embargo el letrero, pues son los más, y su ejecución se caracteriza porque el tercer trazo está desligado por completo de los otros dos, permaneciendo suelto también el final del segundo. No hallo precedentes ni encuentro tampoco ejemplares contemporáneos ni posteriores, como no sean las erres de los epitafios de Valentinus y Cantonus, de los años 514 y 517, respectivamente; de modo que, salvo desconocimiento mío, podría ser esta otra de las características particulares de la piedra de Baños. Quedan otros tres ejemplares que parecen regulares según el trazado clásico de la R capital monumental, es decir, con su segundo trazo cerrado sobre el primero y el tercero iniciado en esa ligadura; son las erres de amator, primera de proprio y de regni, cuya ejecución parece la que digo, pero el saltado de los labios de los biseles en los lugares críticos no permite afirmarlo. Las pocas particularidades ofrece salvo su ornamentación. En cuanto a su trazado solo cabe observar que es de ejecución más clásica, abandonada aquí la ganchuda de tantos letreros hispano-visigodos. En punto al adorno se manifiesta éste similar al de la X; se encuentran solo en doce de los dieciocho ejemplares que se cuentan en el letrero, pero no con uniformidad, pues mientras unos ejemplares, seis, son bífidos en sus dos extremos, otros seis lo son solo en el de arriba, y uno en el de abajo. La ejecución huye de toda monotonía geométrica; y como Palencia, Diputación Provincial, 1961. 994 consecuencia de su naturalidad la proporción de la hendedura, la de las dos puntas resultantes y la de sus perfiles difiere de unos a otros ejemplares. La T no ofrece interés particular. Su segundo trazo es muy corto por las mismas razones que otras letras son estrechas; a partir de la inicial del r.5 el segundo trazo es un poquito más largo. La U es siempre de trazado minúsculo, monumentalizado, y está empleada como grafía única para los sonidos vocal y consonante, sin que ni por descuido se deslizara una forma capital, demostrando así el cuidado exquisito con que el escriba o calígrafo ejecutó el letrero. La escritura nobem, por novem como hubiera correspondido, no implica fallo del sistema. La ejecución es uniforme, salvo para la segunda U de deuotus. El primer trazo, con tendencia constante a la verticalidad, se curva más o menos en la línea inferior del renglón, en donde su extremo final se liga con el segundo, que guarda paralelismo con el anterior y que, rebasándolo por debajo, termina en fina y aguda prolongación más o menos larga, torcida o derecha. La U de trazado minúsculo se disputa en las inscripciones hispano-visigodas la primacía sobre la capital durante el siglo VII. Pero hay algún epígrafe, el de la dedicación del obispo Honoratus, en el que la minúsucula es la grafía única del letrero para los dos sonidos que representa. La segunda U de deuotus carece de la prolongación del segundo trazo, por lo que parece como si el segundo trazo fuera continuación del primero sin solución de continuidad. No es posible asegurar que tal trazado represente un modelo caligráfico distinto del anterior, porque podría haber ocurrido que el escultor hubiera prescindido de abrir en la piedra la terminación aguda del segundo trazo. Podría acreditar quizá el nuevo modelo una U semejante del epitafio emeritense de Quinigia, que no debe olvidarse que está fechado en 662 y que, salvo para el numeral, emplea siempre el trazado minúsculo de esa letra con la prolongación aguda o roma de su segundo trazo. Y también otra U del epitafio del clérigo Eolalius, de las últimas décadas del siglo VII como queda dicho, en el que se utilizan indistintamente las formas capital y minúscula, ésta en general con la prolongación inferior del segundo trazo. Mas en ambos letreros, en las ues en las que falla aquella prolongación, podría haber tenido el escultor el mismo descuido, o haber sucedido que su brevedad no hubiera podido abrirla en la piedra por quedar embebida en el grueso de los biseles. El trazado de la X no ofrece nota particular y es común a las inscripciones de toda la época; pero los dos ejemplares del letrero difieren entre sí por la ejecución del segundo trazo, ensanchado en su comienzo en el de rex, y comenzando agudo en el de sexcentum. 6.- Enlaces, abreviaturas e interpunciones. Los enlaces de letras son dos: Uno es en Iohannes, al terminar el primer renglón, donde ya no le quedaba espacio al trazador y hubo de acudir a enlazar las NE de aquella palabra. El agobio de espacio fue seguramente mayor en el renglón 2, en donde el trazador tuvo la cautela de enlazar las UN de munere; más aun así no resolvió el problema y remató el verso con la abreviatura sede. Las abreviaturas son tres. Dos de ellas por contracción: la de d(omi)ni y la de dec(imu)m en los renglones 1 y 5, respectivamente. La primera es normal, pues el nombre del Señor, Dominus, aparece generalmente contraído en su escritura. La otra fue debida seguramente a la necesidad de garantizar el trazado del verso entero en un solo renglón. La razón de ser de la tercera abreviatura, sede(m), por suspensión, la declara muy bien no solo la forma de abreviar sino el hallarse al final del renglón 2 y no quedar sitio para escribir la M. Las tres abreviaturas están indicadas con una rayita horizontal sobrepuesta, abierta en la piedra lo mismo que los trazos de las letras. Las interpunciones, contra la moda que se establece en la época de la dedicación, en la cual van apareciendo ya hojitas o figuras muy variadas, conservan el clasicismo de su figura triangular y de su ejecución en tres biseles. Su función no parece clara. El profesor Mariner, con quien he consultado los problemas métricos de la dedicación, me ha comunicado su opinión de La dedicación de San Juan de Baños 995 que "las interpunciones parecen señalar el límite de hemistiquio, con la sola excepción del r.1, donde en lugar de preceder a Dni. debía seguirle; y admitiendo que realmente sea punto - y no defecto de la piedra o fotografía - lo que en el r.3 parece haber después de ego". A mi juicio es de tener muy en cuenta tan autorizado parecer. Ello implicaría el cambio de lugar de la interpunción del r.1 y su omisión en el r.3, donde detrás de ego no hay nada. La puntuación de la copia del Códice de Azagra, que por su proximidad cronológica y cultural a la dedicación de Baños podría ilustrarnos algo quizá sobre este asunto, no nos sirve para nada, porque ni guarda relación con el original ni con la opinión de Mariner, según su aparente arbitrariedad. Figura 4: Alfabeto enlaces de la dedicación de Baños. 1. dicAui, r.4. - 2. incLitus, r.5. - 3. consTructam, r.2. - 4. Tertii, r.5. - 5. Babtista, r.1. - 6. noBem, r.6. - 7. constructaM, r.2. - 8. noMinis, r.4. - 9. nonagesiMa, r.6.- 10. precUrsor, r.1. - 11. deuotUs, r.3. - 12. construCtam, r.2. - 13. deCies, r.6. - 14. iNclitus, r.5. - 15. iN, r.2. - 16. reX, r.3. - 17. seXcentum, r.6. - 18. possiDe, r.2. - 19. Dicaui, r.4. - 20. precursOr, r.1. - 21. cOnstructam, r.2. - 22. iohanNEs, r.1. - 23. mUNere, r.2. - 24. prEcursor, r.1. - 25. Proprio, r.4. - 26. Quam, r.3. - 27. nonaGesima, r.6. - 28. eteRno, r.2. - 29. maRtir, r.1. - 30. reccesuintHus, r.3. - 31. ioHannes, r.1. - 32. precurSor, r.1. - 33. nominiS, r.4. - 34. poSside, r.2. - 35. decieS, r.6. Palencia, Diputación Provincial, 1961. 996 7.- Observaciones gramaticales. Son de notar principalmente las alteraciones ortográficas, las cuales, tan frecuentes y comunes en los epígrafes hispano-visigodos, no han de entenderse como defectos o errores, sino acaso como una tendencia, en general, a adaptar la escritura a una determinada fonética del bajo latín indígena. Notemos en primer lugar la escritura de e por el diptongo ae en precursor, eterno y era, cambio que es normal en las desinencias correspondientes de la primera dedicación, y que, según lo observa el índice correspondiente de HÜBNER14, afecta también a la terminación de los nombres en -aeus. Aparte de ello el mismo índice recoge hasta unas sesenta y seis palabras en las que el diptongo ae fué sustituído por la e sola, entre las cuales se encuentra una docena de ejemplos en los que en la composición de la palabra interviene la preposición prae, escrita siempre pre, como en el caso de precursor. Aparte de ello, la escritura era referida al cómputo temporal es tan universal en nuestra epigrafía cristiana antigua que ni siquiera se recoge en el índice susodicho. Lo excepcional hubiera sido escribir aera. El uso de la b por p en babtista se repite en la dedicación de una basílica por el obispo Pimenius, hacia la mitad de siglo VII; en un epígrafe de deposición de reliquias, de Alcalá de los Gazules, del año 662; finalmente un tercer ejemplo lo proporciona la consagración de la iglesia de San Juan Bautista, en Iliberis, del año 607, con lo que son tres los ejemplos del siglo VII, entre los que se intercala el de Baños. Escribir b por v, resulta bastante frecuente según las observaciones del índice de HÜBNER, donde además de señalarse el cambio de la terminación del perfecto, -bit por -vit, se recogen hasta unos dieciocho ejemplos más, ante los cuales no supone novedad la escritura nobem de Baños. Tampoco es novedad ni desusado escribir i por y. En el índice de HÜBNER cuento hasta una treintena de casos, y dos en Baños: martir e inclitus. Pero casi la mitad de aquel número concierne a la palabra martir, más el ejemplo de martirium. Acerca del uso de u por v cabe únicamente reiterar cuanto antes queda dicho al explicar el trazado de aquella letra. Cabría añadir aquí algunas consideraciones sobre la concordancia tertii anno en el quinto verso, y asimismo sobre el enigmático decies del sexto; pero de todo ello me ocuparé al exponer las cuestiones de la fecha del letrero. 8.- El texto y su forma literaria. El texto de la inscripción es en la realidad el testimonio de la entrega de la iglesia a su santo titular por Recesvinto. Es un acta de la dedicación real. En ella el rey, en primera persona, de modo imperativo, posside, invoca a Juan Bautista, precursor del Señor y mártir, para que reciba el templo, sede(m), construído como ofrenda perpetua, constructam in eterno munere. Queda formulada así la cláusula esencial del acto. Luego el rey manifiesta ser él quien costeó la construcción. Nombrándose a sí propio, titulándose rey devoto, deuotus ego rex Reccesuinthus, y declarándose a sí mismo enamorado del nombre del santo Precursor, amator nominis ipse tui, manifiesta que dedicó la iglesia de su propio derecho, proprio de iure dicaui, es decir, de lo suyo propio, a sus expensas. Sigue después la fecha del acto por los años del reinado del monarca y por el de la era hispánica correspondiente, con las cuestiones que luego expondré. Ya en otra ocasión15 expuse que parece como si para estos actos hubiera existido un formulario al que fuera sometida su redacción. Me lo hizo pensar así el letrero de la dedicación de una domus a Santa Eulalia, en Mérida, cuyo letrero, tiene, aparte de otras, notables coincidencias textuales con el de Baños. Pese a la diferencia de su composición literaria, 14 IHC, Supp. Index XV (compuesto por Regling), pp.153 ss. 15 La fecha del epígrafe, p.170. El concepto de la Epigrafía, p.61. La dedicación de San Juan de Baños 997 métrica éste, en prosa el otro, en ambos lo esencial de la dedicación es el verbo, posside, empleado en las dos inscripciones para formular el hecho de la entrega de la sedes o de la domus. Todo ello con otras coincidencias secundarias que puse de manifiesto y que son el llamar mártires a los dos santos, poner sus nombres en vocativo, y el uso del término ius para expresar seguramente la propiedad o pertenencia, porque la domus dedicada a Santa Eulalia se le entrega como iuris tui, y la sedes entregada a San Juan la dedicó el rey proprio de iure. Todo ello, unido a otros aspectos de la inscripción emeritense, me condujo a establecer el paralelo entre los dos textos y a estimar que el letrero de Santa Eulalia, que no tiene fecha, había de ser de un tiempo muy próximo a la dedicación de Baños. De todos modos resulta el epígrafe de Mérida el único hispano-visigodo en el que se encuentra tal semejanza textual y formularia con la piedra de Baños; por ello pensé que ambas respondieran a un modelo fijado para la redacción de estos letreros. Pero hoy, después de volver sobre esta cuestión, me inclino a preferir la hipótesis más verosímil y muy posible de que los textos de las dos inscripciones fueran redactados por un mismo autor. Las coincidencias textuales que me inclinaron antes a pensar en la existencia de un formulario, me sugieren hoy la idea de que pueden responder al estilo personal de un literato, del que no desdeciría en nada la redacción del epígrafe emeritense. Este no tiene fecha, pero el análisis de todos sus caracteres internos y externos lo atribuye a un período de una veintena de años comprendidos entre fines de la quinta década y principios de la séptima del siglo VII, teniéndolo por contemporáneo de los reinados de Chindasvinto y Recesvinto y del pontificado de Oroncio de Mérida, desde antes del 638 hasta el 661 por lo menos. Esta atribución cronológica no es incompatible con la paternidad literaria en la que ahora prefiero pensar; antes al contrario podría ser un elemento de juicio más para precisar mejor la fecha del letrero emeritense en el reinado de Recesvinto. Con esta posibilidad sube más todavía de punto no solo la importancia literaria del epígrafe de Mérida, sino paralelamente también la del de Baños, estableciéndose así una contraprueba más del visigotismo de la dedicación de Recesvinto, afirmando el que se deduce del análisis de todos los caracteres externos hecho antes. Más remota podría ser la semejanza textual de la inscripción de Baños con el letrero fundacional del templo de los tres santos hermanos cordobeses por el obispo Honoratus, en cuyo penúltimo verso encontramos también la fórmula iure dicauit, en fecha que ha de recaer dentro de los años del pontificado de aquel prelado: 636-641 ? Cabe todavía anotar que es la única inscripción en la que con seguridad se denomina sedes al templo. VIVES16 añade también algunas inscripciones de Tarragona y de Sevilla, en las que cree que sedes es sinónimo del mismo vocablo. Es posible que tenga razón, pero puede caber duda de si en los letreros señalados por él la palabra sedes tiene un sentido metafórico o si se refiere concretamente al templo material, lo que es incuestionable en la inscripción de Baños, la cual ostenta aquel término frente a otras denominaciones de la época, princcipalmente a la de basílica, la cual no aparece en la dedicación de Recesvinto. El texto está redactado en versos hexámetros, de diferente calidad a tenor de las reglas clásicas de la métrica. Los versos 1 y 4 se miden muy bien y resultan correctos; los restantes, particularmente el sexto, salvo lo que luego diré al tratar de las fechas, no hay manera de medirlos, es decir, resultan incorrectos, a no ser que se alteren en la cantidad y en el número de las sílabas. Solo mediante aparentes arbitrariedades, y aun así con dificultades, pueden acomodarse a la medida del hexámetro. Estos resultados aconsejaron consultar la cuestión con el Prof. Mariner, quien en su Tesis doctoral habíase manifestado ya como buen conocedor de la métrica antigua, y concretamente de los letreros versificados hispánicos. Me dio su parecer sobre la medida de estos versos, en la que él encuentra también dificultades, solo soslayadas relativamente mediante explicaciones y conjeturas. Su opinión, razonada y razonable, se resume en la comunicación que tuvo la amabilidad de enviarme, en la que dice: "En conjunto, pues, se trata como ya usted sospecha, de una composición intencionalmente en hexámetros 16 Inscripciones, p.270. Palencia, Diputación Provincial, 1961. 998 cuantitativos, con algunos errores prosódicos para casi todos los cuales puede encontrarse una motivación en el hecho de tratarse de una métrica puramente escolástica, aprendida, no vía; donde falla la memoria o la comprensión de lo aprendido, surge la incorrección". No obstante tratase de una composición poética excelente, como ideada para solemnizar un acto real. De consiguiente hubo de ser encargada a algún poeta de la Corte, o que estuviera muy cerca de ella. Naturalmente su autor es desconocido. Pero hay una sospecha interesante que conviene recoger también aquí. Los versos están copiados, como queda dicho, en el Códice de Azagra; en él aparecen mezclados con otros de San Eugenio de Toledo. LORENZANA17, al publicar las obras del ilustre obispo, separó en un apéndice las apócrifas, y entre ellas los versos de la dedicación de Baños, razonando que habiéndose dedicado la iglesia de San Juan Bautista el año 661, o era 699, no podrían ser éstos de San Eugenio, que había muerto en 657. VOLLMER18 sostuvo la misma argumentación; pero, y ésto es lo interesante, se preguntó si San Ildefonso sería el autor de los versos de Baños, lo cual, en último término, viene a ser igual que estimar la dedicación de Recesvinto como la obra de alguno de los más famosos poetas contemporáneos del rey y relacionados estrechamente con su Corte. 9.- La fecha de la dedicación. Queda por exponer finalmente la cuestión cronológica que entraña la redacción poética de los dos últimos versos. En ellos el ordinal tertii, en genitivo, que no concierta con anno, y el adverbio decies, que nada significa allí, son la causa del problema, obligando a explicar y aclarar lo que sin embargo parece llano y fácil. La fecha es doble, por los años de reinado de Recesvinto y por el año correspondiente de la era hispánica. Por lo que toca a los años del reinado parece ser que MORALES19 entendió que tertii debía concertarse con anno, pensando que el poeta se refería al año tercero después del décimo, o sea, al décimo tercero, del rey. No dió explicación alguna, pero es suficiente para comprenderlo así el hecho de haber transcrito tertio en su edición, como una de tantas correcciones que hizo del original. Los editores que han seguido la copia de MORALES ninguno ha puesto reparos y todos han entendido lo mismo: el año XIII del rey. De los que han dado la escritura exacta del letrero, tertii, solo LORENZANA20 manifestó lo que entendía, a saber: que Recesvinto dedicó praedictam ecclesiam sancto Joanni Baptistae anno decimo tertio, postquam una cum patre Chindasvinto regni habenas acceperat anno 649. Por lo que está de acuerdo en interpretar tertii como tertio. Y así los demás que nada explicaron ni contradijeron, salvo FITA, cuya explicación es muy complicada e inverosímil, y VIVES21, quien al dudar de la era 699 duda implícitamente del año décimotercio del reinado. El Padre FITA22 supone que el adverbio decies estaba intercalado en el último verso por razones estrictamente métricas, pero que no está demás, sino que tiene su función numeral. Después de hacer algunas consideraciones históricas y cronológicas, dice que con lo expuesto "se explica muy bien que el vocablo tertii no concierte con anno", y que "el sentido recto parece ser anno decies post decimum (patris), tertii (participem quo fui) regni comes". Esta interpretación da sin embargo el mismo resultado, que obtienen los que corrigen tertio, porque conduce igualmente al año tercero después del décimo en el que Recesvinto fue colega de su padre en el gobierno del reino, o sea, el décimo tercero de Recesvinto sin tan innecesaria 17 PP.toletanorum opera, I, p.79. Véase tambien MIGNE, Patr.lat., LXXXVII, c.402. 18 Die Gedichtsammlung des Eugenius von Toledo, p.406. 19 Coronica, 2, f.153. 20 PP.toletanorum opera, I, p.79. 21 Inscripciones, 314. 22 Inscripciones visigóticas, pp.491 ss. La dedicación de San Juan de Baños 999 complicación. Y ello es raro, porque el mismo P. FITA reconoce poco antes23 que tertii se presta mejor que tertio a la rapidez del pie dáctilo, de modo que tuvo la explicación a su alcance, pues la razón métrica pudiera ser siempre, si no la única, más sencilla que las eruditas elucubraciones del ilustre epigrafista. Pero en resumen todos los comentaristas entienden que en la fecha por los años del reinado se expresa el XIII de Recesvinto. Solo VIVES24 duda, como queda dicho, de ese año y admite como posible la primera parte de la explicación de FITA, es decir, que se trate solamente del año décimo de Chindasvinto y del tercero de Recesvinto, y por consiguiente del año 651 de la era vulgar, hipótesis apoyada en su personal explicación del error decies en el último verso, la cual le da la era 689. El argumento del P. FITA, compartido en parte por VIVES, se funda, entre otros muy subjetivos y sutiles, en la forma de la fecha de la consagración de una iglesia, de Guadix, en las que se expresan los años undécimo y cuarto de Chindasvinto y Recesvinto, correspondientes al 652 de la era vulgar. Pero en aquella fecha vivía el padre, y por eso se habla de los dos reyes, nombrándolos individualmente y tratándolos como a tales reyes gloriosissimi domini nostri. A la anterior añadiré yo el epitafio de Maria, de Arjona, fechado secundo Reccesvinti regna(nti)s c(um) patr(e) pr(in)cipis anno, 650 de nuestra era, en cuya fórmula, aunque no se nombre a Chindasvinto ni se cuente el año de su reinado, se advierte expresamente la asociación de los dos reyes, porque naturalmente Chindasvinto vivía entonces. Por tanto cuando se redactó la dedicación de Baños había ya muerto el rey padre, pues de otro modo es completamente improbable la ausencia de una mención personal suya en la inscripción. De otra parte la falta de una alusión directa a Chindasvinto en el letrero no es inconveniente para que el hijo contara los años de su reinado desde el primero en que fué colega de su padre en el trono. Esto lo explicó y entendió muy bien LORENZANA, porque Recesvinto, después de muerto su padre, tuvo por costumbre contar los años de su reinado desde el primero en que fué asociado al trono, y no desde aquél en que quedó huérfano, como lo prueban las fechas de los concilios25. El VIII de Toledo fué celebratum die XVII calendarum januarium, era DCXCI. Anno quinto... Reccesvinthi regis. La alocución real en el mismo concilio está fechada sub die XVII calendarum januarium anno feliciter quinto gloriae regno nostri. La fecha del IX fué anno feliciter VII regni... Reccesvinthi regis. Era DCXCIII; en el preámbulo se repite la fecha por el mismo sistema: post diem calendarum novembrium anno septimo Reccesvinthi... El X concilio toledano fué habitum die calendarum decembrium anno VIII... Reccesvinthi principis, era DCXCIV. El decreto pro Potamio, aprobado en el mismo concilio, fue fechado anno feliciter octavo regni... Reccesvinthi regis. Y otro decreto del propio concilio tiene igual fecha. Por último el concilio emeritense fue habitum die VIII Iduum novembris anno XVIII... Reccesvinthi regis, era DCCIV. ZEUMER26 es de esta opinión, y exponde que Chindasvinto empezó a reinar en el año 642; que Recesvinto fue asociado al trono el 20 de enero de 649; y que después de la muerte de Chindasvinto se cuentan los años de Recesvinto desde 649, según prueban las fechas de los concilios. Y luego27 añade que era de antemano verosímil que el propio Recesvinto contase más tarde los años de su reinado desde su elevación en 649, y que ésto lo confirma expresamente la dedicación de Baños, en donde cuenta el año 661 como su décimo tercero. Por mi parte creo que las cosas no pueden ser de otra manera, y que sin necesidad de descomponer las fórmulas cronológicas de la dedicación se entiende todo con claridad. Lo único que sucede es que en tertii parece verse un enigma indescifrable, cuando en realidad solo hay un error. Admito que éste podría cargársele en cuenta al poeta, pero en tal caso es necesario pensar que obtendría de ello alguna ventaja para el verso; sin embargo no parece 23 p.490. 24 Inscripciones, 314. 25 Collectio canonum, cs.421, 426, 447, 454, 455, 665. 26 Die Chronologie, p.434. 27 p.436. Palencia, Diputación Provincial, 1961. 1000 que tertii pueda dar un pie dáctilo mejor que tertio. Acerca del primero me expuso las dificultades Mariner, y a mi parecer no son más favorables para el caso que las del segundo. Además, si la métrica no se beneficiaba con tertii la gramática se perjudicaba enormemente, y mucho más la inteligencia del verso. Paréceme sin embargo que hay una explicación más natural y sencilla, que es a la que me inclino: un error del trazador del letrero. Andaba éste por el quinto renglón, cansado por cuanto llevaba escrito, forzando ya la atención y el cálculo del espacio por lo que es muy verosímil que, preocupado por meter todas las letras del verso en el quinto renglón, el cual ya comenzó a escribir fuera de la línea marginal, nos e diera cuenta de lo que hacía y repitiera la I. Es un error tan fácil de cometer que parece la razón más corta y llana para explicarlo, y por eso, y no por otra causa, quedaría quizá esculpido tertii para siempre y entregado a nuestras discusiones. Junto a la unanimidad de pareceres acerca del año del reinado, con las salvedades que quedan expuestas, los comentaristas mantienen igual conformidad en cuanto al año de la era, con excepción de VIVES, el cual se muestra cauteloso en asegurar que se trate de la era 699 y año 661 de C. Esta común opinión se muestra sin embargo diversa ante la explicación del significado y valor de la palabra decies, la cual, tal como está redactado el verso, no puede tener función numeral alguna. MORALES28 y LORENZANA29 consideran que decies es ocioso para la cuenta y sin ningún sentido, y que no sirve para nada más que para henchir el verso, introducido quizá por el poeta por la integridad de aquél. Otros ven en sexcentum decies una alteración del numeral. YEPES30, sin explicación alguna, corrigió sexagies decies. MASDEU31 pensó que se quiso decir decies novena por nonagésima, pero acepta también la corrección de YEPES. HÜBNER32 estima que pudo querer ser sexies centum. VOLLMER33 cree que la era debería ser mejor sexies centesima nonagesima nona y que solo por hacer sonar el verso resultó tan estrafalaria. BÜCHELER34 orientó la solución estimando que decies pudo escribirse por otra palabra, y sospecha que esta pudiera ser dege(n)s. FITA35 se apartó de todo propiniendo que decies corresponde a la fecha anterior, lo que dió lugar a su enredada explicación; pero así suprimía toda la relación de la palabra con la expresión del año de la era hispánica. DIEHL36 vió la explicación del problema desde un nuevo aspecto, el de un error por mala lectura del numeral DCXCVIIII, entendiéndolo por 600 + 10 + 99. Finalmente VIVES37 desenvuelve más la explicación anterior y piensa que la fecha le fue entregada al poeta así: CCCCCC XXC VIIII, que transcribiría sexcentum (CCCCCC) decies (X) nonagesima (XC) nobem (VIIII), en vez de sexcentum octogesima nobem, es decir el año 651. Añade que posiblemente no hubo más que "una confusión del versificador por el prurito de dar la datación en forma cabalística, cosa corriente en su tiempo. ZEUMER38, que estudió bien la cronología de los reyes visigodos del reino de Toledo, admite de plano la era 699 de la dedicación, la cual le sirve precisamente para confirmar que Recesvinto contó los años de su reinado, aún después de muerto Chindasvinto, desde el año de la asociación al trono con su padre en 649. 28 Coronica, 2, f.153. 29 PP.toletanorum opera, I, p.79. Repetido por MIGNR, Patr.lat., LXXXVII, c.402. 30 Coronica, IV, f.205. 31 Historia, IX, pp.28-29. 32 IHC, nº.143. 33 Die Gedichtsammlung, p.406. 34 CLE, 322. 35 Inscripciones visigóticas, p.493. 36 Inscripciones, Indices, p.275. 37 Inscripciones, n.314. 38 Die Chronologie, p.436. La dedicación de San Juan de Baños 1001 Frente a este parecer unánime, aún con las diferentes explicaciones y contando con las cautelas de VIVES, hay una estridencia de LECLERQ39, quien en 1925 sostiene que la dedicación de Baños suscita reservas; que su inserción en la colección de HÜBNER no ha tenido la virtud de conferirle una antigüedad que quizá no le pertenece; y que, en fin, la forma de las letras, el tipo de la escritura, la fórmula ego rex y el tipo mismo invitan a hacer descender la fecha de la inscripción hasta alrededor del siglo XII. Esta opinión paréceme que queda completamente refutada no solo por la contraria, sostenida por tantas autoridades, sino por el análisis de los caracteres externos e internos de la dedicación hecho a lo largo de este trabajo. Nadie, que yo sepa, ha discutido la época hispano-visigoda del letrero de Baños, y lo único sobre lo que ha recaído la controversia no es tampoco la fecha de la era, sino la función que en ella puede corresponder a la palabra decies. Volviendo a esta cuestión creo inadmisible que el poeta, que había de ser persona erudita, alterase los numerales ni aún como licencia poética. Es seguro que la composición no es un modelo de versificación cuantitativa, afirmación relativa únicamente a las normas clásicas tan distantes ya del siglo VII, en cuyo tiempo los versos de baños no desdicen de los más excelentes de la época. Una prueba de ello puede ser que merecieron su inserción en el Códice de Azagra. Por otra parte es lógico suponer que los versos no se encargarían a un poeta cualquiera, y que puesto que se trataba de un acto real y solemne se encomendarían a un versificador o literato de prestigio, lo cual parece incompatible con la idea de que confundiera los numerales del año hasta el punto que suponen los comentaristas. Por eso no estimo probables las correcciones tanteadas por YEPES, MASDEU, HÜBNER y VOLLMER. Tampoco parece admisible que un poeta de tal categoría introdujera en el verso una palabra sin sentido alguno, como creen MORALES, LORENZANA y aun el propio VOLLMER. No creo aceptable tampoco la retorcidísima construcción que supone FITA para justificar el valor numeral de decies, y menos aún las explicaciones de DIEHL y VIVES. En cuanto a estas últimas no cabe admitir en el poeta una mala lectura del numeral escrito en cifras romanas, ni parece probable que necesitara que se le pasara nota escrita de aquél. Por otra parte no parece tampoco viable la escritura DCXCVIIII o CCCCCCXXCVIIII que respectivamente proponen, pues según los testimonios de que disponemos referentes a la escritura cifrada de los numerales romanos en la época visigoda parece ser que nonaginta se escribió entre nosotros así: LXL, enlazadas las dos últimas cifras, según la mayoría de los ejemplos; o así, LXXXX, según un ejemplo único. Lo que no aparece nunca en la escritura es XC. En cuanto a la octoginta se encuentra siempre LXXX, y nunca XXC. Los testimonios que así lo acreditan están recogidos precisamente en las colecciones de inscripciones cristianas de ambos editores, en sus índices respectivos40. Es cierto, sin embargo que todos esos testimonios proceden de la escritura monumental en piedra; pero es igualmente cierto que aquella dependía directamente de la común o vulgar. No niego que el poeta pudiera cometer errores y que a él se pueda atribuir la introducción del decies. Lo que creo es que se necesita dar una explicación que satisfaga por su sencillez y de consiguiente por su viabilidad. Tal explicación puede ser la de atribuir el error al trazador o calígrafo de la inscripción. Ello no entraña novedad, pues sabemos muy bien cuánto se han corrompido los textos antiguos en manos de los escribas. El decies de la dedicación podría ser uno más de tantos casos. El punto de partida de esta explicación se halla en la sospecha de que decies fuera dege(n)s, según el parecer de BÜCHELER. Ignoro por qué VIVES41 dice que tal conjetura ya no es admisible cuando en realidad es la más verosímil de todas. Desde el punto de vista métrico no ofrece dificultad, porque sexcentum degens era podría dar dos espondeos y un dáctilo, pues según me ha explicado Mariner era puede admitirse como nominativo paralelo al de título, y la 39 "Baños (San Juan Bautista en)", en Dictionnaire, II, c.196. 40 DIEHL, Inscriptiones, III, pp.274-375. VIVES, Inscripciones, pp.258-260. Debe tenerse además en cuenta que VIVES fue muy escrupuloso en la depuración de las fechas y de su escritura. 41 Inscripciones, n.314 Palencia, Diputación Provincial, 1961. 1002 e, por tratarse de una palabra que no era bien relacionada etimológicamente, debió parecer breve por su timbre. Mas junto a la explicación de Mariner ha de ser considerada la conclusión de VAANANEN42 acerca de los resultados de su estudio del latín vulgar de las inscripciones pompeyanas. Según este autor, "la pérdida de las oposiciones cuantitativas de las vocales, en favor de las oposiciones de los timbres, y la acción creciente del acento de intensidad, revelan las dos tendencias capitales del latín vulgar; la confusión de ae con e (corta) más con e (larga) denota que el timbre prevalece sobre la cantidad". Tal conclusión probaría no solo la explicación de Mariner, sino la razón de la imposibilidad de medir estos versos según las normas clásicas, porque penden seguramente de una fonética cuya raíz se pierde en el latín vulgar de tiempos remotísimos. En cuanto a gramática, es curioso que BÜCHELER propusiera un nominativo y que Mariner haya considerado admisible que era fuera sentido en el mismo caso; no creo, pues, que repugne admitirlo así, porque ésto sí sería un artificio del poeta. Mas nótese sobre todo que BÜCHELER propuso dege(n)s, con abreviatura de la n, lo que es extraordinariamente interesante para explicar el error. Dege(n)s, se daría escrito así, más o menos, en letra común de la época: lo que el trazador del letrero, que acababa de escribir sexcentum pudo leer, equivocada pero naturalemente, decies, tomando la g por el grupo ci y bajo el influjo psicológico de que había llegado el momento de transcribir en letras monumentales los numerales del manuscrito. Esto por lo menos, porque también pudo suceder que pretenciosamente creyera que el autor del manuscrito no había sabido escribir decies y aún había indicado una abreviatura que estaba de más. El fenómeno ocurrió en la antigüedad exactamente igual que en nuestros días. La explicación que acabo de dar es paralela a la de un caso análogo en una inscripción de Sevilla, la de Ermenegildus rex, cuyas palabras finales ispa ducti aione, leídas así más o menos por todos, dieron lugar a una extensa serie de interpretaciones insatisfactorias, con las que acabó MALLON43 explicando cómo el manuscrito que se entregó al trazador decía ispali inditione, y cómo se produjo el error al trasladar la escritura común a la escritura monumental, explicación que concuerda con la interpretación anterior de Pérez Bayer, quien propuso que en las palabras finales quería decir indictione44. Los casos de ambas inscripciones son evidentemente semejantes tanto en la historia de sus comentarios como en el fenómeno en ellas registrado. Tampoco el significado de degens era, la era que pasa, que transcurre, en la que actualmente se vive, es inconveniente. Ni tampoco es único en nuestra epigrafía hispano- visigoda, en la que se registra era DCXXXVII curr(e)nte, en el epitafio de Eustadia, cordobés, del año 649; y era DCCª.XXª. curriente, en el ya citado de Anerius, del 682. Y aún cabe añadir, aunque con significado diferente pero con análogo construcción gramatical, la [era D]LXL nun(cupata?) según parece muy probable, que se lee en el epitafio emeritense de Stefanus. Por consiguiente tanto desde el punto de vista literario, como del textual y del epigráfico, las mayores probabilidades y la explicación más sencilla están a favor de la sospecha de BÜCHELER, que es la solución más lógica del problema que plantea la inserción de decies en el último verso de la dedicación. Según todo lo expuesto y mi opinión, los dos últimos versos hay que leerlos así: 42 Le latin vulgaire, p.128. 43 Paléographie, pp.144-152. 44 VIVES, Inscripciones, p.128. La dedicación de San Juan de Baños 1003 terti post dec(imu)m regni comes inclitus anno. sexcentum era nonagesima nobem. Esta lectura nos da indiscutiblemente el año XIII del reinado de Recesvinto y el 699 de la era hispánica, el 661 de la vulgar, coincidiendo el cómputo de Baños con el estilo de fechar y con la cronología de los concilios, y con todos los caracteres epigráficos de la inscripción, sin que se manifieste entre ellos anacronismo alguno que pudiera contradecir lo que está escrito en la piedra, solucionando satisfactoriamente todos los problemas que artificialmente han planteado la mayoría de los comentaristas acerca de lo que se quiso escribir a propósito de ambas fechas. Queda pues resuelto a mi juicio, el enigma; pero falta averiguar una cuestión interesante. Siguiendo a ZEUMER45, Recesvinto fue asociado al trono el 20 de enero del año 649. Ahora el problema consiste en saber si el rey contó los años de su gobierno ateniéndose a los naturales o por años efectivos de reinado; es decir, si consideró terminado su primer año en 31 de diciembre del 649 o el 19 de enero del 650. En el primer caso la iglesia pudo celebrar su consagración o dedicación litúrgica en cualquier día hábil para ello en el transcurso del 661; en el segundo quedarían excluidos de esa posibilidad los días 1 al 19 de enero del mismo año, los cuales corresponderían al año XII de Recesvinto. En cualquiera de los dos casos el día más probable de la celebración de aquella solemnidad sería alguno de los domingos anteriores inmediatos a la fiesta de la Natividad de San Juan, si no fue en el mismo día de esta festividad46. La inscripción no ilustra sin embargo nada acerca de este problema. Por fin y resumen de todo doy la traducción del epígrafe, en el que en castellano, según creo, dice lo siguiente: Oh Juan Bautista mártir, precursor del Señor: posee como obsequio eterno este templo edificado para ti, el cual yo mismo, el devoto rey Recesvinto, adorador de tu nombre, te dediqué de lo mío propio en el año tercero después del décimo en que fui compañero ínclito del reino. Transcurriendo la era seiscientos noventa y nueve. Madrid, 24 de junio de 1961. INSCRIPCIONES CITADAS EN EL TEXTO Anerius. Epitafio, año 682. De Córdoba. HÜBNER 378. VIVES 163. Basilia. Epitafio, años 649 a 651. De Villanueva de Córdoba. Fotografía en CARBONELL, Notas sueltas, p.2. Inédito en realidad Cantonus. Epitafio, año 517. De Mérida. Museo de Mérida. HÜBNER 382.DIEHL 1424 D. VIVES 27 y corrección. NAVASCUES, Tesis 6. 45 Die Chronologie, p.434. 46 FITA (Inscripciones visigóticas, pp.492-493) cree que la fecha de la consagración pudo ser el 3 de enero del 661, domingo; pero parte del supuesto de que el año X de Recesvinto terminó el 20 de enero de aquel año y no había más tiempo del 661 que los veinte primeros días del mes. Mas todo no tiene otro fundamento que las complicadas elucubraciones del autor. No se explica este comentario que está en contradicción con lo que antes dice (p.491) acerca de que la era 699 es indubitable y que con ella se ajusta el año 13 de Recesvinto, desde el 21 enero 661 al 20 enero 662. Palencia, Diputación Provincial, 1961. 1004 Consagración de la iglesia de San Juan Bautista, año 607. De Iliberis (Granada). Museo Arqueológico de la Alhambra de Granada. HÜBNER 115, supp. p.58. GOMEZ-MORENO, Monumentos, p.9. DIEHL 1815. VIVES 303, Cuestiones p.15. NAVASCUES, La dedicación, p.338. VEGA, De la iglesia de Iliberis, p.129 Consagración de una iglesia, año 652. De Guadix (Granada). HÜBNER 175, supp. p.74. DIEHL 1817. VIVES 307. Deposición de reliquias, año 662. De Alcalá de los Gazules (Cádiz). HÜBNER 88, supp. p.42. DIEHL 2109. VIVES 309. Eolalius. Epitafio, sin fecha, últimas décadas del siglo VII. Hallado en Mérida. En el palacio de Monsalud, en Almendralejo (Badajoz). HÜBNER 336. DIEHL 1293. VIVES 47. NAVASCUES, Tesis 61. Erminigildus rex. Epígrafe conmemorativo, años 580 al 582. De Alcalá de Guadaira (Sevilla). Museo Arqueológico de Sevilla. HÜBNER 76, supp. p.49. DIEHL 50. VIVES 364. MALLON Palégraphie, pp.144-152. Epitafio. Fragmento, año 462 por lo menos. De Mértola (Portugal). HÜBNER 322. Epitafio de un medicus. Fragmento, sin fecha, de hacia el año 660. De Mérida. En el palacio de Monsalud, en Almendralejo (Badajoz). HÜBNER 526. DIEHL 613. VIVES 288. NAVASCUES, Tesis 59. Epitafio métrico. Fragmento, sin fecha, de mediados del siglo VII. De Mérida. Museo de Mérida. VIVES 506. NAVASCUES, Tesis 58. Eugenia. Dedicación de edificio, año 661. De Mérida. Museo Arqueológico Nacional, Madrid. HÜBNER 333. DIEHL 1845. NAVASCUES, Colección de antigüedades, p.10. VIVES 358. NAVASCUES, Tesis 20. Eulalia. Dedicación de una "domus" a la santa, sin fecha, hacia 648-662. De Mérida. Museo Arqueológico de Mérida. HÜBNER 334. DIEHL 1900. VIVES 348. NAVASCUES, La fecha del epígrafe. Eustadia. Epitafio, año 649. De Alcaracejos (Córdoba). Museo Arqueológico de Córdoba. DIEHL 3414. VIVES 172. Florentia. Epitafio, año 465. De Mérida. En el Museo Arqueológico Nacional, Madrid. HÜBNER 337. DIEHL 1437 A. VIVES 478 (=25). NAVASCUES, De Epigrafía 2, Tesis 2. Floresindus. Epígrafe incompleto, segunda mitad del siglo IX. De Trévelez (Granada). Museo Arqueológico de la Alhambra, Granada. HÜBNER 454 (=292). GOMEZ-MORENO Iglesias mozárabes, p.365. Fortuna. Epitafio, año 601. De Mérida. Museo Arqueológico de Badajoz. HÜBNER 338. DIEHL 1441 C. VIVES 35 y corrección. NAVASCUES, De Epigrafía 5 Tesis 17. Fundanianes. Epitafio, sin fecha, siglos IV-V. Procedencia incierta. Museo Arqueológico de Sevilla. HÜBNER 533a. DIEHL 3614. VIVES 14. Honoratus. Dedicación de templo, años 636-641? Procede de Dos Hermanas (Sevilla). En la Biblioteca Colombina, Sevilla. HÜBNER 363. VIVES 313. Honoratus (?). Epitafio, año 641. Hallado en Sevilla. En la Biblioteca Colombina, Sevilla. HÜBNER 65, supp. p.49. DIEHL 1096. VIVES 273. Istorna. Epitafio, año 649. De Utrera (Sevilla). HÜBNER 82. VIVES 130. María. Epitafio, año 650. De Arjona (Jaén). HÜBNER 117, supp. p.58. VIVES 178. La dedicación de San Juan de Baños 1005 María. Epitafio, año 1120. De la Alhambra de Granada. Museo de la Alhambra. NAVASCUES, Nueva inscripción. Pimenius. Dedicación de una basílica, hacia mediados del siglo VII. De Salpensa (Sevilla). HÜBNER 80 y 89. DIEHL 2108. VIVES 306. Quinigia. Epitafio, año 662. Hallado en Mérida. Museo de Mérida. HÜBNER 31. DIEHL 2367. VIVES 46. 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La inscripción está grabada en una piedra de arenisca pizarrosa, a modo de estela, de 48 x 30 x 4 centímetros. Distribuida en seis renglones, ocupa los dos tercios superiores y está completa. Dice así: + I(n) n(o)m(in)e d(omin)i n(o)s(tr)i Ih(es)u Xp(ist)i. Obiit famula D(e)i Maria in me(n)se agustus in era m(i)l(esim)a CLVIII. O sea: En el nombre de nuestro Señor Jesucristo. Murió la sierva de Dios María en el mes de agosto en la era 1158 (año 1120). Nos proporciona este epígrafe el ejemplar mozárabe más moderno de los conocidos, fechado a los veinte años justos del siglo XII, pues aunque en Peñalba reconoció el Sr. Gómez- Moreno1 el epitafio de un abad llamado Stéfano, que murió en la era 1170, éste sólo aventaja en doce años al de María, y ni es seguro que se trate de un mozárabe, ni en las tierras mozárabes del Norte fue donde los caracteres epigráficos conservaron la pureza de tipo que permaneció, en cambio, corrector en las tierras del Sur, en forma tan pura como se observa en el nuevo letrero granadino en la Alhambra. Añade interés a la nueva inscripción de María al ser también la comarca granadina la que ha dado el ejemplar más viejo de toda la serie epigráfico mozárabe2. Me refiero al epitafio de Floresindo, 1 Gómez-Moreno: Iglesias Mozárabes. Madrid, 1919, pág. 238. 2Me interesa reproducir aquí, por haber de aludir constantemente a las inscripciones mozárabes granadinas, los textos de ellas, tomados de las Inscriptiones Hispaniae Christianae, de Hübner, quien tuvo en cuenta y publicó estos epitafios a la vista de las lecturas, datos, calcos y dibujos que le facilitaron los Gómez-Moreno, padre e hijo, con quienes alguna vez se manifiesta en desacuerdo. En el lugar correspondiente de aquel repertorio se encontrará sobre cada caso hay. Es utilísimo también el inventario de inscripciones del “Museo Mozárabe” que en sus Iglesias publicó D. Manuel Gómez-Moreno. He aquí los textos: Archivo Español de Arqueología, Tomo XIV (1941). Págs. 268-276. 1010 hecho durante el reinado de Mohamed, rey de los sarracenos (852 a 886), en la que ya se hizo notar el Sr. Gómez-Moreno los resabios semiunciales de las eses3, que no se repiten en los ejemplares posteriores. Sigue al de Floresindo, dentro del área granadina y en orden cronológico, el epígrafe de Cipriano, del año 1002, con su texto rimado en versos acrósticos, con la hechura de sus letras, con el uso de pequeñas entre las grandes para ganar espacio y con su gran orla decorativa, todo de estilo cordobés del siglo X; sin embargo, un examen atento y un estudio detenido acusarán diferencias con este estilo ya en los caracteres accidentales de las letras, ya en la decoración de las mismas. Las AA, por ejemplo, tienen doble travesaño; los ojos de la B no se cierran; la C y la G tienen un ensanchamiento convexo en la parte central por el interior de la curva; la cola de la Q tiene un gran desarrollo y es ondulada; y así, apurando, se llegaría a reunir un conjunto de características que pondrían de relieve la personalidad granadina dentro de la corriente artística cordobesa. Al epitafio de Cipriano, sigue el originalísimo de Florite, del Padul, en el que, perdido ya el influjo cordobés, reaparecen vigorosas las originalidades granadinas, con una gran libertad de expresión y de interpretación de los signos de la escritura, aunque sin desviarse de la forma esencial de las letras. Acaso el único resabio cordobés pudiera ser el sencillísimo festón que encuadra el letrero. Es del año 1051 probablemente. Quedan otros dos epitafios, desdichadamente sin fecha. Uno es el de Dominicus, cuyo original se perdió quizá, y de él dice el Sr. Gómez-Moreno que ni vio sino vaciados en yeso, ni consta su procedencia, seguramente andaluza4. Sin embargo, la circunstancia de haber vaciado la inscripción Góngora, el célebre erudito y arqueólogo granadino; el iniciarse la inscripción con la fórmula Obiit Dei fa(o)mulus; la fórmula dive m(em)orie; la misma abreviatura de esta palabra, morie; la libertad de interpretación de las letras dentro de formas netamente granadinas, como la Q, muy semejante a la del epígrafe de Anni, del que ahora se dirá; el uso exclusiva de la a y u; y hasta la orla ornamental, son argumentos que convencen de la estirpe granadina de este ejemplar y de su proximidad en fecha al anterior, y quizá algo más viejo que él. El otro es el epitafio de Anni, descubierto en la misma Granada, cuyo mozarabismo pone en duda el Sr. Gómez-Moreno, quien lo fecha, con reservas, en el siglo IX5; pero el mozarabismo en cuestión creo encontrarlo garantizado por el alfabeto, el cual tiene comitancias con el de Floresindo en la forma y proporción de la A sin travesaño, en la de sus enes y aun en las de sus tes, que aunque carecen del retorcido del trazo horizontal, cabe indicar a este respecto que la inscripción de Cipriano contiene tipos de T en los que tampoco existe, como sucede también en Inscripción de Trévelez: …reg/nante Mammet re/geni sarracenoru(m)/ Floresindus d(ia)c(o)nus / fecit hanc / seribia(m). Hübner, núm. 454. Inscripción de Elvira: Cubat nunc camp] is – Ciprionus in celestibus almis. / Is nobilis mundoque purus – et natus Elianis, / Pacificus dulcis – genius parentibus altis. / Rore celi finctus, - Xp(ist)i Iaticibus amnis. / Iovis enimque die – hic sivit corpora arvis, / Aier quinque Ioni – diebus quoque mense dic[tis] / Nam quadrageni in milleni – tempo[ris era] / Is mundi vixit ter denis – bis quater annis. Hübner, núm. 456. Inscripción de Padul: + Obiit fa/ mula De/ i Florite / dive m(em)ori / e, era (mili)les(ima) LXXXVIIII…/ M(ar)t(as). Lectura de Gómez-Moreno. Hübner, núm. 458. Inscripción de procedencia desconocida: Obiit D(e)i fa(o)mulus D(omi)nicus dive m(em)morie et beale requie(vit) subsenie(n)te etate depos(itus) ter qu(i)ntibus [K]alend(is) febru[ariis?]…Hübner, núm. 459. Inscripción del Albaicín: + Hic req / (uiev)it Anni / qui visquit / annos sex / quin menses / que in pace. Hübner, núm. 453. Inscripción de la Zubia: + Pauperes vobiscum / abebitis, me autem senper vo / biscum non avebitis. Tu qui le / gis intellige. Hübner, núm. 375. 3 Ob. cit., pág. 365. 4 Ob. cit., pág. 369. 5 Ob. cit., pág. 369. Nueva inscripción mozárabe de la Alhambra 1011 alguna malagueña6; la C, en cambio, ofrece los dos tipos del modelo cordobés del X, el curvo y el angular; la E es de proporción cordobesa e igualmente la forma de la H y las de la N; entre las formas Q cabe señalar una muy semejante a la anotada más arriba en el epitafio de Dominicus; la U es de tipo capital, empleado también en las inscripciones del X. Se despegan, por el contrario, de todo lo demás la redondez de la O y la inversión de las eses. La R queda dudosa; pero su cola también difiere de lo corriente entre lo mozárabe. De todos modos, aparte de que pueda tratarse de un ejemplar primitivo y acaso anterior al epígrafe de Floresindo, las diferencias apuntadas puedan ser atribuidas a la originalidad característica de lo granadino, lo cual, unido a la rudeza del trazado, da una primera impresión distinta de lo mozárabe. Más difícil sería explicar el mozarabismo de la inscripción de La Zubia, no sólo por su alfabeto, sino por lo excepcional de su texto. No obstante, no dejan de encontrarse analogías que, aunque no puedan ser concluyentes, pueden servir de momento para consignarla en esta serie y acaso como anterior al siglo X, según lo propone el señor Gómez-Moreno7. En ella podrían señalarse elementos de escritura en plena evolución quizás, manifestando formas que luego llegaron a fijarse en lo cordobés. Así la B, la cual tiene los ojos muy separados en un caso, en un caso, en otro tiene sólo uno, el de abajo, como en el epitafio cordobés de la mártir Eugenia, del año 923, según los dibujos que de él quedan8; la C parece tender a la forma angular; la G es semejante a la del epitafio de Floresindo; la N tiene el trazado variado y normal de lo mozárabe, con excepción de las formas que a la derecha sólo tienen medio palo; en la T hay variedad de tipos: uno solo de ellos tiene el trazo horizontal curvado por la izquierda y otro únicamente doblado hacia abajo en ángulo casi recto; la U, en cambio, no denota vacilación alguna; de las siete veces que se emplea, seis tiene la forma de la U uncial más o menos bien hecha; la séptima es una V unida a la E. Viniendo ahora al examen de la inscripción de María, se encuentra una correcta ortodoxia mozárabe en su paleografía, la cual se conserva sin mixtificación ni corrupción alguna, como por lo avanzado de su fecha pudiera haber sucedido, dados además los extraños precedentes de los epígrafes de Dominicus y de Florite, los cuales, sin este de María, podrían tomarse como etapas de un proceso de descomposición caligráfica, que en el siglo XII debería lógicamente haber llegado al extremo de su degeneración. Más la piedra de la Alhambra no sólo hace ver lo contrario, sino que prueba la continuidad de una evolución muy original, dentro de un proceso artístico independiente desarrollado por los mozárabes granadinos. El trazado de las letras de la nueva inscripción es sencillo, sin el adorno y pureza de líneas típicos del siglo X. La A tiene dos formas: la capital, sin travesaño, vacilando entre el tipo de brazos en ángulo y el de brazos casi paralelos unidos arriba por un corto trazo horizontal. Esta vacilación es propia, no sólo de los epígrafes granadinos, entre los cuales se encuentra ya en el de Floresindo, sino también de los mejores ejemplares cordobeses del X; aun podría añadirse que el prescindir aquí del travesaño horizontal, que en el de Cipriano se encuentra doble, es indicio de una hechura tradicional y más pura. El otro tipo de A es el uncial, empleado únicamente en la abreviatura millesima en la era; en la palabra era aparece idéntico tipo en la inscripción de Florite y en el letrero del aguamanil del Museo del Louvre, lo cual puede indicar cierta preferencia del uso de tal tipo de letra para esa parte del epígrafe. En el de Dominicus se escribe como forma única. En los epitafios cordobeses de Martino y de Aglobasto9 y en otro malacitano10, coetáneo de lo cordobés, también se empleó igual forma de A. La B única que hay en el epitafio de María conserva la tendencia granadina a no cerrar los ojos de la letra, carácter que alcanza su máxima expresión en el epígrafe de Cipriano y que se observa ya en el de Floresindo. La B de los distintos ejemplares granadinos conserva, no 6 Hübner: I. H. C., núm. 457. Gómez-Moreno: Ob. cit. pág. 368, lám. CXXXI. 7 Ob. cit., pág. 369. 8 Hübner: I. H. C., núm. 220. 9 Hübner: I. H. C., núms. 463 y 228, respectivamente. 10 Hübner: I. H. C., núm. 457, y Gómez-Moreno: Ob. cit., lám. CXXXI. Archivo Español de Arqueología, Tomo XIV (1941). Págs. 268-276. 1012 obstante, y con excepción del de Cipriano, el más influido por el estilo cordobés, una proporción y hechura general más próximas a las clásicas. Una sola C contiene la inscripción de María, con trazado muy cercano a lo clásico, sin relación con lo cordobés, ni aun con lo mozárabe del Norte; en este sentido se ve enlazar el moderno epígrafe de María con el antiguo de Floresindo. Los demás ejemplares granadinos denotan vacilación entre el tipo curvo y el angular del siglo X. La D también manifiesta mozarabismo al rebasar el trazo curvo la cabeza del vertical hacia la izquierda y hacia arriba, como las de Cipriano, con tipo capital derivado acaso del uncial, no del capital clásico. La E adopta definitivamente la forma redondeada, tendiendo a una proporción equilibrada entre lo alto y lo ancho de la letra; los tipos altos y estrechos de esta misma inscripción fueron debidos a la falta de espacio. La F conserva su trazado capital clásico, que no tiene en los ejemplares de Floresindo y de Florite, en los que el trazo horizontal alto se prolonga y redondea hacia la izquierda, con una libertad y originalidad que no se advierte en otras inscripciones. La G concuerda, sin particularidad alguna, con todo lo usual mozárabe andaluz a partir del epígrafe de Floresindo. En la H, de tipo uncial, volvemos a encontrar otro punto de contacto con el letrero del siglo IX. Podría pensarse, si no fuera por el epígrafe del Floresindo, que el trazo horizontal que tiene la H del epitafio de María fuera simplemente una rayita indicadora de la abreviatura de la palabra Ihesu, a la que corresponde la letra; nada se objetaría en contrario, ya que en todo el texto se repiten las abreviaturas y se marcan con digno signo; pero aparte de las diferencias de longitud y de su posición sobre la palabra, una H del susodicho epitafio de Floresindo tiene la misma hechura en la palabra hanc, sin abreviar, y de tal manera son iguales la de una y otra inscripción que, a encontrarse separadas de sus textos, podría juzgarse escritas por una misma mano, a pesar de la diferencia de tres siglos que media entre las dos. La L tiene dos formas en el epitafio de María: la corriente, procedente de la capital antigua, con su trazo horizontal corto y poco profundizado, acaso por razones de economía de espacio, y otro, muy original, que se presenta en el valor numeral de la letra, esta forma aparece también en la fecha del epitafio de Florite y puede tener su precedente en el de Floresindo, cabeza hoy de la serie: en éste, el palo vertical se dobla por arriba hacia la izquierda formando ángulo recto. Esta forma se repite, utilizada como letra, el año 940 en la cruz de Peñalba11, en 979, menos desarrollada, en el epitafio de Damián, también de Peñalba12, y en 1051? en el propio de Florite, donde adquiere la originalidad de trazado que afecta a todas sus letras. De este tipo ha podido derivarse como numeral el que acusan los epitafios de Florite y de María, consistente en un largo trazo horizontal en cuyo centro se alza otro revuelto hacia la izquierda por arriba, encorvado en el caso de Florite y escasamente curvado en el caso de María. Ambos pueden tener un precedente intermedio en las eles numerales de las inscripciones de Lourosa, del año 91213, y de la campana del abad Samson, del año 955. La M no ofrece novedades. Tiende a cierto clasicismo de proporción, pero guarda con regularidad la hechura mozárabe conservando la prolongación vertical del ángulo de los trazos oblicuos14. En la palabra MLa se utilizó la que se halla también en los epitafios de Cipriano y de Florite, en este último bárbaramente interpretada en las palabras famula y marie; en lo cordobés aparece también en la inscripción es de Eugenia, del año 82315. La N recobra la proporción y forma del epígrafe de Floresindo, igual a una H, tipo que se encuentra vacilante en la inscripción de Anni, apartándose en esto de lo clásico cordobés, lo mismo que la O, de 11 Gómez-Moreno: Ob. cit., pág. 385. 12 Gómez-Moreno: Ob. cit., pág. 237. 13 Gómez-Moreno: Ob. cit., pág. 104. 14 La M de la palabra fámula parece a simple vista en la fotografía como hecha con un trazo horizontal y tres verticales. Le da esta apariencia una rozadura que sufrió la piedra, la cual coincidió exactamente con la parte alta de la letra. Dos rozaduras iguales, paralelas y más largas, tienen el segundo y el tercer renglón del letrero. La M en cuestión es cómo se reproduce en el dibujo que doy del letrero. 15 Hübner: I. C. H., núm. 220. Nueva inscripción mozárabe de la Alhambra 1013 forma elíptica, que parece querer mantenerse en lo granadino, a excepción del epígrafe de Cipriano. Igualmente la P se aparta de lo usual en el siglo X, por su proporción, que le da aspecto diferente del estrecho y alargado que tuvo en aquella época. La R conserva en cambio la tradición cordobesa; en la palabra era no está tan bien formada como en la de María, por no quedar espacio bastante para trazarla con corrección. Igual sucede con la S, de aspecto estrecho y alto. La T conserva su trazo horizontal revuelto hacia la izquierda y hacia abajo, característica que en lo granadino se pierde, por excepción, en el epígrafe de Anni. La V, consonante o vocal, es acaso la letra que más vacila en cuanto a trazado, aunque dentro siempre de su carácter uncial, usado también en lo cordobés, pero fijado como exclusivo en los epígrafes granadinos, a excepción de los de Cipriano y de Anni, los cuales tienen el tipo califal solamente. En el de Floresindo adopta la forma de U; pero en el de Florite, en el de Dominicus y en el texto de La Zubia y en este de María se usa únicamente el susodicho uncial, salvo en un solo caso de la baldosa de La Zubia, que ya queda anotado arriba. Finalmente, la X, usada como letra griega en la palabra XPI, aunque de forma incorrecta, se parece a la empleada en la inscripción de Cipriano. En el epígrafe de María, como en los demás granadinos a partir de Cipriano, es normal el uso de palabras abreviadas marcadas con un guioncito sobre la palabra y del que ya se ha hecho mérito antes. Queda por saber, para completar el cuadro de las características mozárabes de la inscripción de la Alhambra, si el letrero estaba exornado con orla decorativo, como los de Cipriano, Florite y Dominicus. Cabe pensar que no, porque si bien la piedra estaba rota por arriba y por los costados, lamiendo las fracturas las orillas del letrero, éste está intacto por debajo, y no hay tales adornos, sino una sencilla raya que circundaba la inscripción. Sin embargo, la cuestión queda dudosa, porque en la inscripción es de Florite la orla está hecha precisamente en los costados y en lo alto del letrero, y no por debajo. Quizá bastó, a los efectos decorativos, la línea grabada alrededor del letrero y las dos que encajan el cuarto renglón, en el que se lee precisamente el nombre de la difunta, por lo que acaso se quiso destacar el resto del texto. Todos los renglones del epitafio de Dominicus están separados por rayas. En cuanto al contenido del texto, poco se puede anotar, como sea su concisión y sencillez: la cruz, la invocación del nombre de Jesucristo, el nombre de la difunta con el título fámulas Dei y finalmente la fecha del mes y del año por la era hispánica. Se halla muy lejos este contenido del ampuloso y poético de Cipriano, concordando en cambio por completo con los de Florite y Dominicus. Conserva la cruz inicial como aquél y como los de Anni y de La Zubia; ofrece como novedad la fórmula de la invocación y no contiene, como aquéllos, la formula dive memorie, pero sí el título de siervo de Dios dado al difunto. Queda con este epígrafe extendido el tiempo y fijados los límites actuales de la epigrafía mozárabe andaluza, y concretamente de la granadina, entre la fecha del reinado de Mohamed (852-886) y el año 1120. Y no se deja de ser curioso observar a este propósito que, dentro de la serie de los letreros granadinos, sólo uno, el de Cipriano, el más próximo en edad al esplendor cordobés, encaja totalmente en el estilo epigráfico de los cristianos de la ciudad califal, sin dejar por ello de notarse en él detalles de originalidad que realzan su belleza y le hacen más estimable que los propios cordobeses. Los demás acentúan su originalidad hasta el punto de ser todos diferentes, pudiendo ser considerados hoy como un grupo aparte e independiente dentro del mozarabismo meridional, ofreciéndose lo cordobés junto a ello como mera etapa de predominio sostenida únicamente al calor del brillo político y cultural de Córdoba en el siglo décimo. 1015 El pedestal de Oliva de la Frontera en Archivo Español de Arqueología, n.º 51 (1942). Págs. 171-180. El año 1940 ingresó en el Museo Arqueológico de Badajoz un pedestal de mármol, adornado con un Agnus Dei en una de sus caras y en las demás cubierto con una inscripción de letras góticas. Procedía de Oliva de la Frontera (Badajoz), en donde estaba próximo a la ermita de Nuestra Señora de la Gracia. Me enteré de ello al recibir la Memoria anual del Museo, redactada por su director, D. Tomás Gómez Infante, quien decía en ella, como luego se publicó1: el único objeto de interés es el cipo procedente de Oliva de la Frontera, de gran valor artístico y gran interés histórico. Se trata de un bloque de mármol de poco más de un metro de altura, noventa centímetros de ancho y cincuenta centímetros de profundidad. Está rematado por un espigón, que sostenía una cruz de hierro. La inscripción, en letras góticas de difícil interpretación, está adornada con flores de lis y hojas de cardo. En un medallón tiene en relieve el Cordero Pascual con la cruz de San Juan. El interés histórico de este cipo estriba en ser el documento en que funda el historiador local, D. Adrián Sánchez Serrano, la nacionalidad extremeña de Colón. Al darme cuenta de la importancia que este ingreso tenía para el Museo de Badajoz, quise que la publicación de la noticia fuera más completa, poniéndome en relación con el señor Gómez- Infante, encomiándole la necesidad de hacer una lectura de la inscripción y darla al público juntamente con la noticia de la entrada del pedestal en el Museo. El Sr. Gómez Infante trató de cumplimentar mis indicaciones; pero me informó de que era una inscripción de difícil lectura, y que era fama de que lo habían intentado notables paleógrafos y eruditos y habían fracasado en la empresa. Traté entonces de leer sobre las fotografías que había recibido, más el empeño fue inútil porque no se prestaban a ello. Hube de resignarme a prescindir de la lectura, y se publicaron la noticia y las fotografías sin aquélla. No obstante, era muy sugestivo hacerla. De una parte, lo urgía el interés histórico atribuido al epígrafe, y de otra, las dificultades que entrañaba la propia lectura. En el pasado mes de septiembre estuve en Badajoz visitando el Museo, y con ello tuve ocasión de examinar el curioso pedestal. Mas debo confesar que, a pesar de mi empeño, me fue imposible leerlo; no sé si influido por el prejuicio de la dificultad que otros habían encontrado y por su fracaso, o porque yo quería rastrear en el epígrafe alguna palabra alusiva o referente a Colón. Lo cierto es que el fracaso de la lectura directa fue definitivo. Hice fotografías que salieron mal. Pero, afortunadamente, tuve la precaución de hacer calcos, que me traje a Madrid, sobre los que he trabajado, esta vez con pleno éxito. Los calcos son buenos, pues las letras, bien conservadas y muy profundas, me permitieron obtenerlos muy bien. Las fotografías del epígrafe reproducidas aquí están sacadas de los calcos. Al tratar de leer en ellos por primera vez, y aun repetidas veces después, tampoco logré poner nada en claro, por lo que me decidí a ir dibujando las letras una por una, y sólo después, cuando tenía dibujada casi toda la inscripción, fue cuando pude hacer la lectura, ya de corrido, de todo el epígrafe, salvo el final de la penúltima línea, que me costó bastante trabajo aclararlo. El resultado de mi lectura es tan diferente y distinto de lo que acerca del epígrafe de este pedestal se ha dicho, que he creído que debía hacerla pública para desvanecer los errores de importancia histórica que de él se han divulgado. Debo también decir, porque es sabido, que el P. Naval intentó leer la inscripción sobre fotografías que le enviaron, y que ni él, ni las personas entendidas a quienes consultó, lograron desentrañar el contenido del epígrafe. A pesar de ello, sé que el P. Naval sacó algunas conclusiones erróneas, pero salvando siempre su responsabilidad, por haber trabajado sobre fotografías no buenas, y diciendo que su interpretación no carecía de dificultades, pero que todas las que se habían dado las tenían aún mayores, y alguna de ellas era del todo improbable y aun falsa. Veamos ahora lo que hay acerca de la tesis que sostiene el origen extremeño de Cristóbal Colón en relación con el contenido epigráfico del pedestal de Oliva de la Frontera. 1Memorias de los Museos Arqueológicos Provinciales. 1940 (Extractos). Madrid, 1941, pág. 25, lám. 1. Archivo Español de Arqueología, n.º 51 (1942). Págs. 171-180. 1016 Desde hace años, D. Adrián Sánchez Serrano viene publicando unas hojitas tituladas Gracia y Colón, en las cuales insiste, con admirable constancia, en los argumentos de su tesis. De estas hojitas conozco solamente tres: una del año 19322, en la que dice: Colón es extremeño. Colón nació, murió y reposan sus restos en Oliva de la Frontera (Badajoz), antigua Valoliva. En la Fiesta de la Raza conforme usted su pensamiento a este ideario. Lo dice taxativamente la Stela en Oliva encontrada: Cristóbal de Henríquez Sánchez Tovar Aldea Valoliva, Nombrado General primer nauta Almirante Mayor, Gobernador nel Océano General Gobernador de Indias y Tierras no descubiertas y Vixorrey. Nació, murió aquí. A I0 de Julio y año M y CCCC XL y I años. En la misma hojita trae cinco grabados, reproduciendo en uno el pedestal de la ermita de Nuestra Señora de Gracia con este título: Stela. Más abajo añade: Estos grabados reproducen monumentos de Oliva ( A ) La Stela del año 1513 y debajo una copia de los símbolos y claves de Colón. Otra de las hojitas es ya del año 19493. En ella el Sr. Sánchez Serrano alude así a sus publicaciones anteriores: En nuestros números anteriores se insertaron las elocuentes inscripciones de las “Cadenas de Colón” y de la “Stela”. Entre los grabados que la ilustran figura también la reproducción del pedestal de Oliva, con este rótulo al pie: Stela. La tercera hojita es del año 19414. En ella el propio autor hace una recensión de sus actividades y escritos, encaminados a divulgar y fomentar su tesis, y, entre cosas dice: El número 1-refiriéndose a los de sus hojitas-inserta algunos motivos pictóricos de Oliva y la transcripción de la “Stela de Colón” y de las cadenas…El número 2 inserta el informe favorable de Silvagni sobre la “Stela” y dos escritos laudatorios sobre ella, y los hallazgos en Oliva, de los PP. Postius y Ardales, entre otros, que visitaron aquellos lugares con el P. Pueyo, Obispo de Pasto (Colombia). Más adelante repite la transcripción, o interpretación de la stela, que reproduzca íntegra por traer algunas variantes sobre la primera versión. Dice así: Quede como testimonio la “stela”, que dice: Cristóbal de Henriz. Sánchez Tovar Aldea Volaliva. Nombrado General primer nauta Almirante Mayor (aquí las flámulas de sus cargos), Gobernador nel Océano, General Gobernador de Indias y Tierras no descubiertas y Vaxurrey. Nació e morió aquí. A 10 de julio anno M e CCX XL e I annos. Luego añade: De Colón ya están claros y ciertos: I.º Su nacimiento, muerte y reposo de sus restos en Oliva. Entre los grabados se reproduce otra vez el pedestal de Oliva, con este letrero debajo: Stela de Colón. Nació el 10 de julio de 1441. La hoja número 2 no me ha sido posible encontrarla, con lo que quedan desconocidos para mí el informe de Silvagni y los dos escritos laudatorios a que se refiere el Sr. Sánchez Serrano. La stela en cuestión no es otra que el pedestal ingresado en el Museo Arqueológico Nacional de Badajoz, publicado en la Memoria anual de aquel establecimiento por D. Tomás Gómez Infante, y el mismo que yo he estudiado. El pedestal estaba situado en las inmediaciones de la ermita de Nuestra Señora de Gracia, sosteniendo un fuste de piedra, funiculado, y encima una cruz de hierra, tal como aparece en las reproducciones que trae en sus hojas Gracia y Colón el Sr. Sánchez Serrano. (Lámina I, 4). Entre fuste y cruz no llegaban a alcanzar en altura la del pedestal. En el Museo entró ya sin la cruz. El Pedestal es un bloque de mármol blanco. Mide 1 metro 11 centímetros de alto, y 0,90 x 50 centímetros en la base. El cuerpo del pedestal es troncocónico, de base rectangular; su altura, de 85 centímetros; el ancho de los frentes, abajo, 59 centímetros, y arriba, 55; el ancho de los costados, abajo 31 centímetros, y arriba, 29 centímetros. La base está constituida por un plinto y una moldura de tipo y hechura clásicos. En uno de los frentes tiene, dentro de un círculo, un Agnus Dei y unas hojitas de adorno por fuera de aquél. El otro frente y los costados están ocupados por la inscripción. (Lám. I, 1, 2 y 3). La conservación es relativamente buena; las aristas del cuerpo del pedestal están bastante rozadas y desgastadas, sobre todo en la parte superior, en donde ha perdido la línea de sus aristas y de sus ángulos. 2 Año I, núm. I. Oliva de la Frontera, 7 octubre 1932. Impresa en Zafra por E. Morera. 3 Año V, núm. 5. Oliva de la Frontera, 27 de octubre 1940. Impresa en Zaragoza por Octavio y Félez. 4 Año VI, núm. 6. Oliva de la Frontera, 10 de julio de 1941. Impresa en Madrid por Gráficas Ibarra. El pedestal de Oliva de la Frontera 1017 Lo primero que se advierte en el pedestal es que fue una pieza antigua, ara o cipo romano, conservando de entonces la base con su moldura. La forma troncocónica que hoy tiene la recibiría posteriormente probablemente al picar la inscripción o emblemas paganos que quizá contuvo. Entonces perdería también las molduras de remate en lo alto. El primer aprovechamiento ocurriría cuando se esculpió en uno de sus frentes el Agnus Dei y adornos que le circundan. Y aquí es preciso, detenernos para examinar los relieves. El corderito está ejecutado en relieve, muy bajo, marcada su lana convencionalmente con finas incisiones que no llegan a modelar los rizos sino por impresión. Con la mano delantera derecha, doblada hacia atrás, sostiene un varal rematado en una cruz. Toda la figura del cordero está inscrita en un círculo de relieve plano y hendido con biseles. El diámetro del círculo alcanza todo el ancho del pedestal, enmarcado por los lados con sendos filetes. Los espacios libres de encima y debajo del círculo contienen cada uno cinco hojitas trífidas, labradas y modeladas a bisel. Las de arriba están muy maltratadas por las grandes rozaduras que sufrió el pedestal en aquella parte, sobre todo junto a los ángulos. La actitud del cordero sosteniendo la cruz, la forma de ésta, el bajorrelieve de toda la figura, los dos planos de los adornos y el modelado a bisel denotan una fecha muy remota, que alcanza a los comienzos del arte románico. Basta, en cuanto a la actitud del simbólico cordero, compararlos con los relieves de marfil del cielo leonés de mediados del siglo XI5; lo mismo que la forma de la cruz, que aparece idéntica en las placas de marfil de la Cogolla6. Los Agnus Dei de los marfiles leoneses tienen, sin embargo, algunas diferencias con el del pedestal de Oliva, porque aquéllos vuelven la cabeza hacia atrás, mientras éste la mantiene hacia adelante, ladeada a la derecha. Los corderitos leoneses sostienen la cruz con la mano delantera izquierda, salvo en la cruz de Fernando y Sancha, de la que no puedo asegurar, por estar muy rota la figura del cordero; pero desde luego tiene la cabeza vuelta atrás, como sus compañeros de León y de París. La técnica escultórica encuadra también dentro de ese tiempo. Cabe, sin embargo, apreciar quizá un tanto de visigotismo o de cordobesismo. En Quintanilla de las Viñas se encuentra la cruz de forma semejante y también en códices mozárabes toledanos. Las hojitas de adorno recuerdan mucho lo cordobés. Unos y otros resabios nada tendrían de particular en un artista extremeño del siglo XI; pero lo que queda sin explicación posible es el hallazgo de una pieza románica tan antigua en un rincón de Extremadura, donde la dominación de los cristianos no se consolido hasta mediados del siglo XIII. Si tenemos en cuenta que la disposición de los elementos decorativos en el pedestal de Oliva es muy simple y rudimentaria, su recuerdo de lo cordobés y la fuerte tradición visigótica del país, acusada en la misma pieza, podríamos aventurar la opinión de considerarlo como una rara muestra de mozarabismo extremeño o simplemente visigótica. Tiempo habrá para aquilatar todo ello. Mientras tanto, quede aquí consignado el valor que el pedestal de Oliva alcanza como documento artístico por lo que a su decoración escultórico atañe. Y quede aclarado también que esta parte del pedestal no guarda relación alguna con el epígrafe que contiene, ni en cuanto a arte ni en cuanto tiempo. El pedestal pudo servir en su primer aprovechamiento acaso de ara o soporte de altar. Luego quedaría quizá arrinconado o inservible, y a principios del siglo XVI se le utilizó nuevamente como base de una cruz monumental, que, a juzgar por la inscripción con que mereció ser recordada la fecha de su terminación, año de 1512, por la mención del nombre del mayor A. Gil, y el del artista que la labró, D. de Olmedo, debió de ser obra de consideración, y no la vulgar y mediocre que llegó hasta nuestros días, la cual se reproduce en las hojas de D. Adrián Sánchez Serrano. Quizá el trozo del fuste funiculado que se conserva sea un resto de la primera. La inscripción ocupa el frente del pedestal opuesto al del Agnus Dei y los dos costados. 5Caja de San Isidoro de León, de 1059. Cruz de Fernando y Sancha, de 1063, en el Museo Arqueológico Nacional. Cubierta de libro, en el Museo del Louvre. Cf. Gómez-Moreno, El arte románico español. Madrid, 1934, láms. XVII, XIX, XX y XXI. 6 Placas del Arca de San Millán, de 1053 a 1056. Cf.: ib., lám. XXVIII, y Camps Cazorla, Los marfiles de San Millán de la Cogolla. Madrid, 1933, lám. VI. Archivo Español de Arqueología, n.º 51 (1942). Págs. 171-180. 1018 Está distribuida en cinco renglones de desigual extensión. Comienza el epígrafe junto al ángulo superior izquierdo del frente, y el primer renglón, para continuar por el costado derecho y seguir ya el siguiente renglón por el izquierdo en la misma forma, y así los demás hasta el último, que comienza junto al ángulo inferior izquierdo para doblarse por el costado derecho, donde termina. Las letras son de desigual altura. Las de las tres primeras líneas alcanzan de los 18 a los 20 centímetros; las de las dos últimas tienen de 8 a 10 centímetros de alta. Son de traza gótica, mezcladas mayúsculas y minúsculas, los palos anchos, los perfiles fines y ensanchados en el centro, unos y otros profundamente hundidos en el mármol a bisel; los ápices, los salientes del abultamiento hundidos en el mármol a bisel; los ápices, los salientes del abultamiento de los perfiles o de los trazos, y el interior de éstos están adornados con glóbulos hundidos o en relieve, según estén situados fuera o dentro de los trazos, y el interior de éstos están adornados con glóbulos hundidos o en relieve, según estén situados fuera o dentro de los trazos. En el costado izquierdo, en el espacio correspondiente al primer renglón del frente, hay una hermosa cardina ornamental. Intercaladas entre las letras se cuentan hasta cinco hojas de cardo: una en el primer renglón y cuatro en el tercero. En el primero y segundo hay unos adornos, como grandes puntos cuadrados, unidos entre sí por trazos ondulados, lo que juntamente con el complicado dibujo y adorno de las letras contribuye a confundir la lectura. Tanto las hojas como estos puntos no tienen otra finalidad que la de rellenar la superficie lisa que quedaba entre las letras, cumpliendo una misión puramente decorativa. El conjunto resulta de una gran belleza y originalidad paleográfica (Lám. II). Haciendo una transcripción equivalente al original en caracteres actuales, dice así el epígrafe: Esta cruz se acabó an(n) o de nacimiento del Sen(n)or d(e m)ill d xii seyendo m(ay)or A. Gil. D. d(e) Olmedo me fezid. Todas las letras son indudables, y sus formas normales en los alfabetos mayúsculo y minúsculo empleados indistintamente en el epígrafe, pero con constancia. De aquí otra de las dificultades que a primera vista se encuentra en la lectura, por la desorientación que causa la mezcla de alfabetos, aumentada con el trazado de las minúsculas con valor de mayúsculas, no sometiéndose a la regla de ser sus cuerpos de altura menor, ni sobresalir de las líneas de su caja los trazos rectos altos o bajos. Pero analizando la forma de cada una de las letras desaparece la confusión y queda sencilla y claramente legible el epígrafe sin dificultad alguna. Son mayúsculas, de forma usual y corriente en el alfabeto gótica, las letras A, N, O, R, U y Z de toda la inscripción. Mayúsculas y minúsculas, indistintamente, son la M y la I. Minúsculas, de forma normal, sin dar lugar a confusión, son las F, G, X e Y. Las restantes letras tampoco ofrecen duda por su trazado. Además, por el sentido ni pueden ser otras que las leídas. Lo que ocurre es que, alguna por capricho y otras por la desproporción y desfiguración de su valor de minúsculas, a primera vista parecen letras distintas de las que son en realidad. Esto sucede con la C, mayúscula siempre y gótica, sin diferencia esencial con lo corriente; pero que por estar trazada con inversión de los valores de sus rasgos hace el efecto de estar vuelta, y ello determina que en un principio pudiera tomarse por D en cuanto a su forma periférica, o por E El pedestal de Oliva de la Frontera 1019 o B, debido al trazo horizontal que la cruza por en medio; en las palabras cruz, acauo y nacimiento no puede ser otra cosa, ni si fuera otra letra podrían leerse esas palabras. La D es siempre minúscula, tomada del alfabeto cursivo, que dobla su trazo alto hacia la izquierda para formar un ojo en la parte superior de la letra y enlazarla a la siguiente; en el epígrafe este trazo se prolonga, rebasando el vertical, en los tres primeros renglones; no lo rebasa en los dos últimos. La E es siempre minúscula, y en casi todos los casos de trazado correcto; pero es quizás más desproporcionada, y en algún caso podría confundirse con la P mayúscula, como en se de la primera línea, si el sentido no fuera suficiente para no confundirla. La inicial es la que acaso podría motivar mayor desorientación por faltarle la prolongación de su trazo vertical por debajo, hacia la derecha. La S es mayúscula en todo caso; no tiene anormalidad sino en la palabra Se(n)or de la tercera línea, en donde el grabador se equivocó, probablemente, y para remediar el error, sobre el trazado de la izquierda marcó más profundamente la terminación de la rama ascendente de la S. La T es la más desconcertante; en las distintas palabras que está usada repite su forma con toda igualdad; está tomada del alfabeto minúsculo, prolongando su trazo horizontal hacia abajo, dotándole en su terminación de un caprichoso adorno, al que no encuentro explicación, que contribuye a confundirla, a primer avista, con la F. Por lo demás apenas hay que notar particularidad alguna, excepto de la palabra (m)ill, que, según la forma de las letras empleadas en el epígrafe, se escribió así: ill, suprimiendo la M y enlazando las ll; a no ser que al escribir la M el propio grabador se confundiera, y en vez de emplear los trazos minúsculos, que se usan luego en las palabras m(ai)or, dolmedo y me, después de trazado el primero de ellos, trazó los dos siguientes en la forma que los vemos; pero más me inclino a la primera explicación, por parecer la más objetiva. El empleo de d por te en fecid, u por b en acauo y las pocas abreviaturas que se encuentran en el epígrafe no tienen diferencia con lo acostumbrado en la paleografía de la época. Tal ha sido el resultado de la lectura hecha y del estudio del famoso pedestal de Oliva de la Frontera, cuyo epígrafe nada tiene que ver con Cristóbal Colón, según su contenido, y en el que no puede apreciarse sino una pieza de gran interés arqueológico y artístico por los relieves con que está adornada y por la belleza, elegancia y originalidad paleográfica de la inscripción en ella grabada, en la que se nos lega el nombre de D. de Olmedo, artista del siglo XVI, seguramente escultor o cantero. Únicamente queda como punto de coincidencia con el Sr. Sánchez Serrano la lectura del año 1513, que yo leo 1512, porque entre las dos II numerales no parece que cupo una tercera. Madrid, febrero 1942. Archivo Español de Arqueología, n.º 51 (1942). Págs. 171-180. 1020 El pedestal de Oliva de la Frontera 1021 1, 2 y 3.- Aspectos del pedestal de Oliva de la Frontera (Badajoz), hoy en el Museo Arqueológico de Badajoz. 4.- El mismo pedestal, según lo publica D. Adrián Sánchez Serrano en sus hojitas Gracia y Colón. Archivo Español de Arqueología, n.º 51 (1942). Págs. 171-180. 1022 El epígrafe del pedestal de Oliva de la Frontera. Fotografía del calco. 1023 El Epitafio latino del Rebbi Jacob hijo del Rebbi Senior en Atti del III Congresso Internazionale di Epigrafía Greca e Latina, Roma (1959). Págs 29-46. Tan curiosa inscripción latina solo era conocida muy fragmentariamente hasta ahora. Hübner la publicó primero en sus Inscriptiones Hispaniae Christianae (Berlín, 1871). Luego la estudiaron sucesivamente varios especialistas1 y por fin, que yo sepa, la han incluido los Doctores Millás y Cantera en sus Inscripciones Hebraicas de España. Pero acaba de aparecer muy de reciente el fragmento que completa la inscripción, por lo que la lectura del epitafio puede hacerse con seguridad y restituir el texto a su verdadero y casi total sentido. El interés de este epitafio radica en todos sus aspectos, particularmente en su fecha y procedencia en relación con su contenido, del que el Sr.Roth2 deduce consecuencias referentes al momento de la introducción de la tradición babilónica en España. Desdichadamente la fecha no está expresa; pero un conjunto de circunstancias coincidentes permite deducirla con seguridad. Así se hizo ya sobre el primer fragmento3, el cual ofrecía los datos suficientes para atribuirla al siglo VIII como la fecha más remota posible. Pero el Sr.Roth la atribuye a época visigoda4, planteando un problema cronológico que no existía. Por esta razón me ha parecido conveniente, ahora que se puede estudiar el epitafio completo, volver sobre él para dar a conocer la novedad y precisar y razonar hasta donde es posible su cronología. Por ello, al coincidir el descubrimiento con la preparación de la comunicación que proyectaba someter a la consideración de este III Congreso Internacional de Epigrafía, dejo aquella a un lado y tengo el honor de ofrecer a los colegas en esta otra las primicias del resultado de este nuevo hallazgo, por tantos conceptos curioso para la Epigrafía latina, si bien solo como avance de un estudio más detenido para el que ahora no dispongo de tiempo. El primer fragmento, el publicado por Hübner, apareció en Mérida, sin que se sepa cuándo ni cómo. El sabio epigrafista alemán lo copió y lo calcó en aquella ciudad en casa de Don Juan Fernández; pero, según testimonio del Padre Fita, había desaparecido ya en 1894 después del fallecimiento de su propietario5. No volvió a saberse más de él hasta que entre 1939 y 1945, al inventariarse los fondos del Museo de Arte de Barcelona, donde hoy se guarda, reapareció allí sin antecedentes de su ingreso en la institución6. Hace escasamente un mes, mi buen amigo el profesor Almagro, que dirige las excavaciones arqueológicas reanudas en la antigua capital de la Lusitana, me comunicó la aparición del segundo fragmento que completa el epitafio; poco después lo depositaba en el Museo Arqueológico Nacional, donde en estos momentos se conserva y donde es de desear que se vean reunidos y juntos los dos pedazos. Apremios de tiempo para remitir esta comunicación al Congreso me impiden esperar la nota prometida por el Dr. Almagro acerca de las circunstancias en las que fue encontrado este segundo fragmento; pero al notificarme el hallazgo me dijo que había aparecido sobre una sepultura con esqueleto, sin ajuar, rodeada de fragmentos de piedra decorados, de arte visigodo, dato único, pero de importancia extraordinaria, que puedo ahora consignar. 1La bibliografía en F.CANTERA y J.Mª.MILLAS: Las inscripciones hebraicas de España, Madrid, 1956. Añádanse Pedro María PLANO: Ampliaciones a la Historia de Mérida, 1894; Joaquín Mª. de NAVASCUES: Los epígrafes latinos de Mérida, Tesis doctoral inédita, Madrid, 1948. 2 Cecil ROTH: "The judaeo-latin inscription of Mérida". En Sefarad, VIII, 1948, p.5 de la tirada aparte. 3 IHE p.415. 4 ROTH: ob.cit. p.6, n.10. 5 PLANO: ob.cit., p.140. 6 José Mª.MILLAS: "Epigrafía hebraico-española". En Sefarad, V, 1945, p.300. Atti del III Congresso Internazionale di Epigrafía Greca e Latina, Roma, (1959). Págs. 29-46. 1024 El epitafio está esculpido en la base mayor de un cimacio de columna, de mármol blanco. Su forma es troncopiramidal cuadrada, invertida, con seis centímetros y medio de altura, prolongada su base mayor en un prisma de dos centímetros y medio de alto, de lo que resultan diez centímetros para la altura total de la pieza. La base mayor del cimacio, o plano superior, mide cuarenta y siete centímetros de lado; la menor, o plano inferior, treinta y tres, quedando siete por lado para el vuelo de las caras oblicuas. Estas están adornadas con ruedas, casi tangentes, de radios curvos, labradas en dos planos, acusando todo el arte visigodo muy tardío del siglo VII. Mostrábase ello evidente en solo el fragmento conocido, sin que pieza tan característica pudiera confundirse jamás con el costado o parte de un arco, ni tampoco con una imposta; ni podía atribuirse al bajo Imperio ni a la época clásica7. La rectificación de estos últimos extremos la considero tan de sumo interés como luego se verá. Arruinado el edificio visigodo en el que estaba puesto el cimacio, se aprovecharon sus materiales y escombros en usos posteriores; así fué como sobre la cara superior de aquella pieza se vino a labrar el epitafio del Rebbí Jacob. Luego, en fecha completamente imprecisable, se rompió el cimacio casi por mitad en dos pedazos. El conocido de antiguo debió aparecer mucho antes de pasar a la colección de don Juan Fernández, según el desgaste que ostenta la piedra por el roce continuo y por la multitud de erosiones sufridas precisamente en la cara del letrero. En cambio el fragmento desenterrado ahora está en muy buen estado de conservación, salvo los golpes recibidos en el momento de romperse la piedra y algunos recientes que no afectan al epígrafe. El epitafio, distribuído en doce renglones, ocupa toda la cara mayor del cimacio. La fractura de la piedra se produjo un tanto oblicua, de arriba abajo y de izquierda a derecha según la dirección de la escritura. Arriba saltaron lascas con las que se perdieron algunas letras del centro de los dos primeros renglones; otra lasca desprendida abajo causó la desaparición de un par de letras del penúltimo. El resto de la fractura no ha producido daño mayor en el letrero, pues solo han quedado mutilados de una a dos letras por renglón y una totalmente desaparecida en el séptimo. Peor que el daño de la fractura ha sido el desgaste de la parte baja del fragmento antiguo, el de la izquierda, que ha hecho casi desaparecer la última línea. La transcripción del epitafio, conservadas en ellas las grafías del original, punteadas debajo las letras mutiladas y puestas entre paréntesis cuadrados las suplidas que faltan, es como sigue. Inicia el primer renglón un signo o símbolo que tiene la figura de una hache minúscula. A continuación dice: SIT NOMEṆ [DNI.BEN]ẸDICTVM QUI BI UIUIICAT ET MOṚ[TIUI]C̣AT BENIAT PAX ET 3 PAVSET IN SEPVLC̣ṚO TVO: EGO IACOB FI LIVS DE REBBI SEṆIORI PAVSO ANIMO SVPORANS IN SORṬE IVSTORVM ABLIGA 6 TVS IN LIGATORIVM VITE ANGELI PA CIS APERITI PORTA[S] PACIS DICITI ILLI INGREDE CVM PACE: ṾIXI ANNOS 9 LXIII REPLETVS SẠPIENTIAM PREDVCENS ARTEM ẠRTIVICVM: [E]GO SIMEON FILIUS DE REBBI IẠ[CO]Ḅ EDIUICABI DO. 7 ROTH: ob.cit., p.1. MILLAS: ob.cit., p.300. El epitafio latino del Rebbi Jacob hijo del Rebbi Senior 1025 12 ...]ṂỊ[.]ṢẠṂ P̣ẠX̣. En cuanto a las letras suplidas y mutiladas me parece ocioso hacer comentario. Pero puntualizaré que lo suplido en el primer renglón es evidente por el sentido, y que la abreviatura de la palabra domini es obligada por no haber espacio para haberla escrito entera. En el renglón 2 lo suplido TIUI es de tal manera seguro, que así lo entendieron los editores del primer fragmento, por ser frase inspirada en el libro I de Samuel, 2, 6; he puesto U por F porque así parece usual en el epígrafe, como BIUIUIICAT delante, y EDIUICABI en el renglón 11; además ante los restos de la C vénse los remates inferiores del segundo trazo de la U, el cual no creo que pueda ser el de la F por su forma y la escasa distancia al siguiente, que ha de ser I, si bien oblicua ésta, como lo están los trazos de muchas letras que habían de ser verticales. También debo aclarar que en el renglón 5 suporans no es sup(er)orans, pues contra lo que se ha dicho8 no hay signo de abreviatura alguno sobre SVP que autorice a transcribir y a leer de aquel modo. Es evidente que en el renglón 8, detrás de pace, hay dos puntos superpuestos, como detrás de tuo en el 3 y de artificum en el 10; el punto inferior está unido al primer trazo de la V siguiente por un profundo arañazo casual o intencionado, pero ajeno a la escritura primitiva9. Finalmente, respecto al renglón 12 he de decir que apenas veo más letras que las transcritas, muy rozadas y erosianadas como antes queda dicho; para mí solo pueden darse como posibles las seis últimas. Los siete primeros renglones dejan a la izquierda un margen regular de unos dos centímetros por término medio, y acaban en el costado derecho más o menos junto al borde de la piedra. Los renglones 8 a 10 reducen el ancho del margen izquierdo y dejan a la derecha un espacio de unos tres centímetros y medio. El renglón 11 ocupa prácticamente todo el ancho de la piedra. El 12 en cambio parece no ocupar una longitud mayor de diecisiete centímetros, a lo sumo, desde el costado izquierdo. Los renglones carecen de horizontalidad. Las letras varían notablemente de altura en cada uno, si bien el alto mínimo y máximo viene a ser el mismo en la totalidad de la inscripción, salvo en los dos últimos renglones. Los altos de las letras por renglón son los siguientes: Renglón 1.- De 25 a 34 mm. Renglón 2.- De 25 a 30 mm. Renglón 3.- De 25 a 30 mm. Renglón 4.- De 25 a 35 mm. Renglón 5.- De 25 a 30 mm. Renglón 6.- De 25 a 30 mm. Renglón 7.- De 25 a 34 mm. Renglón 8.- De 25 a 31 mm. Renglón 9.- De 25 a 31 mm. Renglón 10.- De 25 a 30 mm. Renglón 11.- De 15 a 20 mm. 8 IHE pp.413-414, IHC 34, dió el facsímil equivocado, poniendo una rayita de abreviación encima de SVP, pero leyó bien suporans y lo interpretó rectamente por soporans en el índice VIII, u por o. 9 IHC 34, vió bien la V mutilada y la copio así en el facsímil; pero luego leyó M, lectura que ha prevalecido y que rechacé en mi tesis doctoral. Atti del III Congresso Internazionale di Epigrafía Greca e Latina, Roma, (1959). Págs. 29-46. 1026 Renglón 12.- Hasta 10 mm. (?) como máximo. Sin embargo hay en todo un evidente propósito de regularidad. Las letras están esculpidas en surcos profundos no biselados, contra lo usual y corriente en los epígrafes emeritenses de época visigoda, ostentando en el epitafio de Jacob falta de habilidad y gusto de escuela o taller. Frente a tales características anótese en cambio una caligrafía definida, aunque ejecutada con espontaneidad en el trazado previo a la escultura, sin sumisión a canón ni pauta alguna, por lo que los trazos dan a cada letra proporción y figuras diferentes. En lo tocante a formas gráficas úsase el viejo sistema capital latino, con el que se emparejan valoradas como monumentales algunas formas minúsculas. Son estas algunas ues, la te siempre, y la hache que encabeza el renglón 1, si es un signo literario, que en tal caso podría ser también un enlace de I + h. Podría añadirse a estas formas minúsculas la efe del renglón 3. El trazado de la A paréceme original de este letrero. En realidad es muy viejo dentro de la epigrafía emeritense, fechado por primera vez en el epitafio de Florentia, del año 46510, y perdura hasta el 601 en el epitafio de Fortuna11. Su característica es el trazo transversal en ángulo. La originalidad del epitafio de Jacob estriba en la prolongación de aquel ángulo en un trazo vertical hasta la línea inferior del renglón, caligrafía artificiosa que no conozco en los epígrafes emeritenses de época visigoda ni en lo demás español de aquel tiempo. De las formas de la B solo merece comentario la del renglón 1, que ostenta la separación de los trazos curvos en su reunión con el vertical. Esta forma es esporádica hasta ahora en las inscripciones de Mérida. La tengo registrada en un fragmento de epitafio del año 64812, y en el del clérigo Eulalius13, sin fecha, pero de la segunda mitad del VII con seguridad. En este último aparecen además otras dos formas intermedias que delatan un momento crítico para la caligrafía de esta letra, la cual prevaleció definitivamente en libros y epígrafes mozárabes. La C, multiforme en lo accidental a causa de la espontaneidad del trazado, es muy estrecha en relación con su altura, su eje algo inclinado de izquierda a derecha, semejándose en proporción a lo mozárabe; pero aún afirma esta semejanza con la abertura de los trazos. Agregándose los adornos en la terminación del trazo superior, que se revuelve hacia la concavidad de la letra; en algunos casos remata en un tracito transversal; en otro se prolonga en curva más o menos paralela a la de la propia letra, todo muy apartado de lo emeritense anterior al siglo VIII. La figura de la D conserva en cambio el trazado triangular de las inscripciones de Mérida del siglo VI y de la primera mitad del VII. La E está caracterizada por la brevedad de sus trazos horizontales de forma que llevaría a buscar su paralelo en ciertas inscripciones de la época clásica; pero en el caso presente hay que atenerse al trazado semejante que ostenta en libros mozárabes. La F del renglón 3 tiene curvados hacia abajo sus trazos horizontales. La curva del superior podría provenir de una interpretación monumental de la minúscula; la del inferior parece un trazado simplemente ornamental. La F del renglón 11 se diferencia de la anterior, al parecer, en la rectitud e inclinación de su trazo tercero. La Q se advierte en lo emeritense desde el año 648, en el fragmento de un epitafio métrico14; igual a la del hebreo aparece en oro fragmento del epitafio de un médico15, de hacia el año 660. Mas es forma que sobrevive en lo mozárabe. 10 IHC, Supp.337. La fecha debe corregirse en aera 503-465 de C. Véase mi artículo "De epigrafía cristiana extremeña. Novedades y rectificaciones" en Archivo Español de Arqueología, XX, 1947, p.272 y ss. En mi tesis doctoral, núm.17. 11 IHC, Supp. 338. En mi tesis doctoral, núm.17 12 NAVASCUES: "De epigrafía... pp.294 y ss. y Tesis doctoral, núm.18. 13 IHC, Supp. 336. En mi tesis doctoral, núm.61. 14 Vid. n.12. 15 IHC, Supp. 526. En mi tesis doctoral, nº 59. El epitafio latino del Rebbi Jacob hijo del Rebbi Senior 1027 El afán ornamental del "ordinator" calígrafo de este epitafio muéstrase más patente en la S, cuyos trazos se rematan de diversa manera. Unas veces se abren los de arriba en forma de hojas vegetales, que recuerdan las terminaciones decorativas de algunas letras árabes. Otras veces se terminan abajo en triángulo, o con un grueso apéndice como en la primera S del renglón 4, cuyo remate inferior podría explicar la confusión con la pretendida abreviatura sup(er). Todo ello es completamente desconocido para mí en la epigrafía de época visigoda. La T ofrece constantemente el trazado típico que ostenta la letra en las llamadas "escrituras nacionales", que para España es la denominada "visigoda". Su característica es la curva cerrada, o casi cerrada, que forma con el primer trazo la primera sección del segundo. En la escritura monumental española no es conocido tal trazado hasta los epígrafes mozárabes, de los que es característico. La U minúscula, usada indistintamente como vocal o consonante, se divulga en lo monumental de Mérida en la segunda mitad del siglo VII, a partir del epitafio de Iohannes16, del año 657, y lo mismo en otros centros epigráficos de la época; pero se mantiene con la forma usada en el epitafio de Jacob en todo lo mozárabe. Las demás letras no ofrecen particularidad digna de notarse, en mi opinión. Pero sí cabe añadir que la forma del numeral L, de tradición muy antigua, se mantiene después de la conquista árabe. Se registra en el año 81217 y sobrevive hasta el año 1120 en el epitafio granadino de Maria18. No hay en el epitafio más que una sola abreviatura, la de do(mum) al final del renglón 11. Está marcada junto a la o con un tracito horizontal grueso, doblado a la derecha por otro fino y oblicuo, ensanchado un poquito al final, probablemente el diple o positura isidorianos, reconocidos en algunos códices de El Escorial por Abad y Lasierra en su Ensayo diplomático19bis. Acaso habría de contarse además la abreviatura d(omi)ni en el renglón 1. De lo que a este respecto pudiera anotarse en el último renglón nada puedo decir por mi parte, pues salvo la palabra final pax, nada leo. Hay dos enlaces de letras. Las R-E de repletus y las T-I de sapientiam en el renglón 9, en el que se cuenta además el enlace numeral de L-X. Muy interesante es el segundo, igual al de la letra corriente, aunque monumentalizado, probando una vez más el trazado espontáneo de la escritura del epitafio. Aquí cabría añadir el signo o símbolo inicial, si en efecto fuera el enlace antes aludido, según la interpretación de Hübner20. Las interpunciones son dos puntos triangulares, uno encima del otro. Marcan, al parecer, ciertas pausas principales en los renglones 3, 8 y 10. Por varios conceptos es interesantísimo el latín de esta inscripción. Lo primero que salta a la vista es la ortografía, la cual representa un compendio abundante de fenómenos bien conocidos en nuestros epígrafes cristianos a través de las Inscriptiones Hispaniae Christianae. Sin embargo el fragmento ahora encontrado modifica y añade novedades a los vistos por Hübner. La palabra BIUIUIICAT en los renglones 1 y 2 resuelve de manera definitiva el problema de la F que se buscaba en la segunda de las ies que preceden a la C, siendo de notar ahora la duplicación de la i después de la segunda U, sin que tal hecho pueda definirse a mi juicio como error del "ordinator", pues sería posible que respondiera a la grafía de una pronunciación determinada, como sin duda lo prueba toda la ortografía registrada en el epitafio. En este sentido es muy lamentable la mutilación de la palabra mortificat, pues quizá ella hubiera aclarado algo la duda expuesta. La forma EDIUICABI en el renglón 11, por aedificavi, es igualmente curiosa. ARTIVICVM en el renglón 10 es un segundo ejemplo del 16 IHC. 29. En mi tesis doctoral, nº 19. 17 M.GOMEZ-MORENO: Iglesias mozárabes, Madrid, 1919, p.104 18 NAVASCUES: "Nueva inscripción mozárabe de la Alhambra (Granada)". En Archivo Español de Arqueología, nº 43, 1941, p.268. 19bis Vd. José LOPEZ DE TORO: Abreviaturas hispánicas. Madrid, 1957, Lám. XXXV. 20 IHC, 34. Atti del III Congresso Internazionale di Epigrafía Greca e Latina, Roma, (1959). Págs. 29-46. 1028 empleo de la v por la f, reconocido ya por Hübner en [po]ntivicatus, en una consagración21 de Acci (Guadix) del año 655 (?). Han de anotarse las palabras obligatus y ligatorium o inligatorium, propias al parecer del bajo latín o del medieval. Abligatus, tal como viene escrita en la piedra, está inserta en Du Cange como ablegatus, proscriptus. Ligatorium no parece tener antecedentes en aquella latinidad; pero inligatorium pudiera tenerlos como sustantivo de inligare, verbo que, según el Glossarium, es para los franceses enloyer, por lier, obliger, igual a obligare, adstringere, de donde el sustantivo ha de ser lo que está atado formando un todo con sus ligaduras, como nuestro español envoltorio es lo que está envuelto juntamente con la envoltura. Así puede admitirse también ligatorium en el epitafio, como sustantivo de ligare, con el mismo sentido, y no hay dificultad en ello porque de este modo está escrito en la piedra y lo requiere la construcción; en todo caso quedaría documentada la palabra por primera vez en este letrero22. Es muy interesante la construcción de la filiación, tan lejana de lo antiguo, con el ablativo y la preposición: Iacob filius de Rebbi Seniori. Y aún es de señalar la inestabilidad de la flexión, pues Simeon es filius de Rebbi Iacob. Otros detalles respecto al latín son obvios, salvo alguno que me pase desapercibido en este momento, reflejando todo una latinidad incompatible con la de la epigrafía anterior al siglo VIII. Componen el epitafio una serie de fórmulas muy completas caracterizadas por la acentuación del sentido poético de esta literatura judía, como derivada en parte de las Sagradas Escrituras en las que está inspirada, y en los gustos tradicionales del pueblo hebreo, si no se trata en este caso de una adaptación funeraria de una antiquísima traducción de la Biblia hebrea por los hebreos españoles, como supuso el P.Fita23bis. Todo ello está en contradicción con la sencillez de los poquísimos epitafios hebraicos de época visigoda que conocemos y enlaza perfectamente con todo lo medieval. Encabeza la inscripción el signo inicial que Hübner entendió como posible monograma de Iehowah?24 Esta posibilidad la admiten tambien los señores Cantera y Millás25. De no tener tal significado no atino con darle otro. Pero es indudable que forma parte del letrero y que lo empieza en el sentido invocatorio que la cruz o el monograma de Cristo tiene al iniciar las inscripciones cristianas. Podría garantizar tal sentido la primera fórmula del epitafio. Lo que no veo es semejanza alguna entre el susodicho signo y el candelabro y estrellas de la inscripción trilingüe de Tortosa26. Respecto a la eulogia inicial, ahora completa, sit nomen [Domini ben]edictum, qui vivificat et mor[tifi]cat, ya los editores no solo supieron bien lo que faltaba, salvo accidentes materiales, sino que la colacionaron con los respectivos pasajes bíblicos27, Veniat pax et pauset in sepulcro tuo resulta ahora nueva, sin relación con el epitafio de Isidora28 ni con el fragmento emeritense29, en los que el sujeto de pausare es el difunto. Este texto parece inspirado literalmente en la primera parte del de Isaías (LVII,2) "veniat pax, requiescat in cubili suo qui ambulavit in directione sua", ya relacionado por los señores Cantera y Millás con la fórmula entra en paz, reposen sobre sus lechos quienes han seguido un recto camino, leída en dos epitafios 21 IHC, 175. 22 Albert BLAISE en su Dictionnaire latin-français des auteurs chrétiens (Strasbourg, 1954), recoge esta palabra, documentada por esta sola inscripción, bajo la forma illigatorium; pero posiblemente no hay razón para ello, por parecer claro el carácter regido de la preposición. 23bis Boletín de la Real Academia de la Historia, XVI, 1890, p.447. 24 IHC, 34. 25 Ob.cit., p.414. 26 FITA, loc.cit. 27 IHE, p.414. 28 IHE, 290. 29 IHE, 287-288. El epitafio latino del Rebbi Jacob hijo del Rebbi Senior 1029 toledanos del siglo XIV30. Si es imposible hallar relación alguna con lo anterior al siglo VIII, en cambio sí se encuentra con lo posterior a través de diversas variantes más o menos explícitas. Hélas aquí a través de las versiones castellanas de los señores Cantera y Millás, más cercanas al latín que las originales hebreas; sobre su lecho haya paz, que se lee en dos epitafios toledanos del siglo X? el uno y de 1354 el otro31; repose sobre él la paz, en otro toledano de 135532; haya paz, en cinco letreros gerundenses de los siglos XIII al XV o XV33; y habrá paz en otro de Tarragona del año 130034. Luego, el propio difunto nos relata su biografía con su correspondiente elogio: Ego Iacob, filius de Rebbi Seniori, pauso animo suporans in sorte iustorum, abligatus in ligatorium vite, ... vixi annos LXIII repletus sapientiam, preducens artem artificum. Resulta muy interesante el nombre del padre de Jacob, Senior, el cual registran los doctores Cantera y Millás en un sello bilingüe del siglo XIV, a cuyo propósito hacen las referencias a otros judíos del mismo nombre conocidos en la Historia de España35. Teniendo en cuenta que suporans está escrito por soporans y los comentarios acerca de abligatus e in ligatorium, creo que puede ser ensayada esta traducción: descansando (dormitando) con ánimo tranquilo en la suerte de los justos, vinculado (confinado) al haz36 de la vida, de lo que resulta una alusión evidente al descanso eterno del alma de Jacob en la gloria del Cielo. Todo ello está de acuerdo con lo usual en los epitafios hebreos españoles de la Edad Media. Suporans in sorte iustorum se rastrea en de parte con los justos, que se lee en tres epitafios de los siglos XI al XII37; en permanezca en su SUERTE al fin de los días, que consta en letreros del siglo XIII38; en permanecerá en su SUERTE hasta el fin de los días, leida en otros del XIV39; y en [descansó en] su SUERTE, que aparece en un epitafio atribuido al siglo XIII40. La traducción, o al menos la interpretación de la frase, abligatus in ligatorium vive está acreditada por estas variantes: ligada en el haz de los vivientes, de dos epitafios del siglo XII41, y en el haz de los vivientes, registrada en una docena de ellos de los siglos X al XIV42. El sentido de la palabra vita, como sinónimo de la vida gloriosa ultraterrena, también queda garantizado por las siguientes fórmulas: lo resucite a la vida, despierte a la vida, en las regiones de la vida, con los elegidos inscritos para la vida, la luz de la vida, con todos los inscritos para la vida, la vida perdurable, recogidas de otros tantos epitafios hebreos de los siglos XII al XIV43. El texto hebreo del epitafio trilingüe de Tortosa, de indudable época visigoda también contiene las fórmulas repose el alma de ella en el haz de los vivientes y su espíritu para la vida eterna44, que confirman las garantías expuestas, procedentes ahora de testimonio de época anterior. Refiérenos después Jacob los años que vivió, cuánta fue su sabiduría y cuál su profesión: preducens artem artificum, que sospecho si aludirá al ejercicio de la medicina, ya que en un epitafio toledano del siglo XIII (?), se llama a Abraham b.Ishac, según la traducción de los 30 IHE, 57. 31 IHE, 15 y 23. 32 IHE, 94. 33 IHE, 166, 169, 171, 176 y 185. 34 IHE, 196. 35 IHE, 251. 36 Los señores Roth, ob.cit., p.2. y Cantera-Millás, IHE, p.414, aluden a la versión que del texto del libro I de Samuel, XXV, 29, da la Biblia de Ferrara, que es en ligadero de las vidas. La Vulgata traduce el mismo pasaje in fasciculo viventium. Pero aunque seguramente pueda ser más literal ligadero, lo que prueba quizá el ligatorium del epitafio, prefiero la versión latina de la Vulgata porque me parece actualmente más concreta. 37 IHE, 2, 5 y 6. 38 IHE, 123, 167 y 176. 39 IHE, 169, 190 y 192. 40 IHE, 139. 41 IHE, 5 y 6. 42 IHE, 1, 36, 41, 45, 48, 51, 99, 168, 199 y 205. 43 IHE, 4, 5, 21, 68, 69, 99 y 185, respectivamente. 44 IHE, p.271. Atti del III Congresso Internazionale di Epigrafía Greca e Latina, Roma, (1959). Págs. 29-46. 1030 señores Cantera y Millás, artesano experto, artista, o sangrador, aclara la traducción, médico acreditado45. En el relato biográfico se intercala esta deprecación: Angeli pacis: aperiti portas pacis; diciti illis: ingrede cum pace. El interés de su contendio y redacción ya lo subrayó atinadamente el Sr.Roth, si bien refiriéndose solo al fragmento, y estableció su paralelo con otra semejante en el epitafio de Leah, hija de Iefeh-Mazzal, aparecido en Brindisi y fechado en el año 83246. Pero la comparación sube de punto con el hallazgo de ahora, porque completa ya la fórmula puede colacionarse en todas sus partes con la italiana. En efecto, los guardianes de los tesoros del jardín del Edén del epitafio de Leah, a los que se endereza la deprecación, son los angeles de la paz del de Jacob. A unos y a otros se les pide lo mismo: abridle las puertas del jardín del Edén, para Leah; abrid las puertas de la paz, para Jacob. En la segunda parte de la petición se altera el orden y un poco el sentido en ambos epígrafes; pero éste es esencialmente el mismo y hasta se sirve de los mismos verbos, por lo que la variante resulta estrictamente accidental y más larga en el de Leah. El epitafio italiano dice: y Leah ENTRARÁ en el jardín del Edén. Abridle las puertas del jardín del Edén, objetos preciosos en su mano derecha y dulces prendas en su mano izquierda. Una le responderá y le DIRÁ «Esta es mi amada y esta es mi amiga». En el epitafio de Jacob, menos ampuloso y muy breve se lee: DICITI illi: INGREDE cum pace47. Al final de la inscripción aparece Simeón, hijo del difunto, posiblemente el sujeto que hizo construir la tumba y labrar el epitafio. Mas lo único que dice Simeón, declarada su filiación, es edificavi do(mum). ¿Pero que quiere decir el hijo de Jacob? ¿Podría referirse a la domum del sepulcro? Parece ser, a reserva de más exacatas referencias, que el segundo fragmento de la inscripción apareció sobre una sepultura que contenía un esqueleto; estaba formada por unos «canceles»48 de piedra aprovechados de la ruina de un edificio visigodo. De consiguiente cabe pensar en que la sepultura de Jacob era una construcción funeraria de alguna importancia, y que a ella se refiere la frase edificavi do(mum). Por otra parte la abreviatura do, precedida de aquel verbo parece natural interpretarla como lo hago. No puedo dar seguridad de que el texto del renglón 11 termine en la palabra do(mum) y no continúe en el siguiente, cuya palabra pax se rastrea por fin de todo el epitafio, sin que de lo anterior se haya logrado hasta ahora explicación alguna. Hübner dió el facsímil de todo el fragmento sin el renglón 12; pero leyó missam49. Fita leyó [pro?] missam50 sobre la lectura de Hübner, sin haber visto la piedra. El Dr.Millás, que la vió, lee también missam, como Hübner51. La palabra final pax fue ya debidamente comentada por el Dr.Roth52 como salutación de despedida, compendiando la fórmula paz con Israel, usual en los epitafios hebreos de los primeros siglos. De ella se ocupan también los doctores Cantera y Millás53. Paréceme conveniente dar por final de estos comentarios una traducción del epitafio que deje aclarada mi modesta interpretación, apoyada en las razones susodichas. Jehova (?) Bendito sea el nombre del Señor el cual da la vida y la muerte. Venga la paz y repose en tu sepulcro. Yo, Jacob hijo del Rebbí Senior, descansando con ánimo tranquilo en la suerte de los justos, vinculados al haz de la vida, - ¡oh Angeles de la paz!, - viví sesenta y tres años 45 IHE, p.73. 46 ROTH: ob.cit., p.3. 47 Es de notar que las alusiones al Jardín del Edén, o simplemente al Edén, son numerosas en los epitafios hebraicos españoles medievales a partir del siglo X (?), como lo observan Cantera y Millás (pp.414-415), en cuya colección (IHE) existen los ejemplos que proporcionan las inscripciones 14, 29, 42, 59, 69, 73, 85, 92 a 97, 103, 175, 177 y 240 a 242. 48 Termino que me refirió exactamente el Sr. Almagro en su comunicación verbal. 49 IHC, 34. 50 Loc.cit. 51 Epigrafía hebraicoespañola, p.301 e IHE, p.413. 52 Ob.cit., p.4 53 IHE, p.415. El epitafio latino del Rebbi Jacob hijo del Rebbi Senior 1031 lleno de sabiduría, ejerciendo la habilidad de los artistas (¿la medicina?). Yo, Simeón, hijo del Rebbí Jacob, edifiqué la casa... ¡Paz! Corresponde ahora resolver la cuestión cronológica planteada por el Sr.Roth. Los doctores Cantera y Millás recogen la atribución general del epitafio al siglo VIII54. Quizá ha pesado en la de casi todos la primera opinión, autorizadísima, del insigne epigrafista Hübner: litteratura videtur esse seaculi fere octavi exeuntis. El P.Fita55 pensó en los siglos VII u VIII. Por mi parte lo atribuí a los siglos VIII al X, sin precisión mayor por falta de elementos de juicio56. Al mismo tiempo el Sr.Roth lo atribuyó a la época visigoda57. Este autor funda su opinión en tres argumentos concretos. En el uso del latín; en los elementos palestinenses que descubre en el himo funerario recogido en el epitafio, los cuales dice no aparecen en el rito sefardí; y en la procedencia también palestinense de la palabra rebbí usada dos veces en la inscripción. Por mi parte, dejando a un lado todas las cuestiones hebraicas, en las que no estoy versado, me atengo a los datos objetivos que para fechar el epitafio se deducen del mismo. Lo primero de todo es que el epitafio está escrito en una pieza arquitectónica del siglo VII. La escritura se esculpió en la cara superior del cimacio, receptora directamente de la carga de los arcos que se juntaban sobre la columna. De consiguiente solo pudo escribirse el cimacio después de la ruina del edificio. Según el testimonio del Dr.Almagro, la tumba donde apareció el segundo fragmento estaba flanqueada por otras piezas arquitectónicas de arte visigodo. Es forzoso pues entender que la sepultura se construyó con materiales aprovechados de edificios derruidos, entre ellos la piedra del epitafio. Tal aprovechamiento solo pudo hacerse, según ésta y otras muestras emeritenses58, después de la destrucción de la ciudad visigoda como consecuencia de la conquista árabe. El término después del cual pudo labrarse el epitafio es teóricamente el 30 de junio del año 713, fecha de la ocupación de Mérida por los musulmanes al cabo de un año de tenaz resistencia. El trazado y escultura de las letras, entre otras características de menor cuantía de la escritura de epitafio, delatan una fecha de ejecución posterior a la conquista árabe. Si bien es cierto que en Mérida, en los letreros visigodos de la segunda mitad de la séptima centuria sobre todo, aparecen algunas letras minúsculas usadas con valor de capitales y mezcladas entre ellas, y que en este epitafio de Jacob quedan registradas formas gráficas que aparecen en inscripciones de aquella época, no deja de ser igualmente cierto que ni la escultura de las letras, sin biseles, ni la caligrafía de las aes, ues, efe y eses, ni la forma tan típica de la te, se encuentran en las inscripciones emeritenses anteriores al siglo VIII. Todo ello no acusa otra cosa que un grado de evolución en la escritura monumental de Mérida posterior al fin del siglo VII, y paralelo al que la misma escritura alcanzó en los principales focos epigráficos de la Bética, particularmente de Córdoba. Otro tanto cabe decir de las características del latín del epitafio, de su fonética posiblemente deducida de la ortografía, de su léxico y de su construcción, acentuando características que si aparecen en epígrafes de época visigoda solo esporádicamente, mientras en el epitafio de Jacob son su tónica general. Por otra parte, el hecho de estar escrito en latín no significa argumento a favor de una época visigoda, pues de una parte si bien parece que los 54 IHE, p.415. 55 Loc.cit. 56 Tesis Doctoral, núm.64 57 Ob.cit., p.6, n.10. 58 Una, entre otras muy elocuentes, es el fragmento del epígrafe conmemorativo de la dedicación de la iglesia visigoda de Santa María, utilizado por los musulmanes como imposta de uno de los arcos de la entrada de la alcazaba. Lo publiqué en Archivo Español de Arqueología, XXI, 1948, pp.309-359. El monolito que conserva el fragmento mide actualmente 1,98 m. de largo, 0,56 m. de ancho y de 0,23 a 0,29 m. de grueso. Su longitud total puede calcularse en 2,25 metros. La rotura de esta piedra y su utilización en la construcción árabe puede dar una idea de la destrucción tan tremenda a la que fué sometida la vieja metrópoli lusitana al ser conquistada por los musulmanes después de un año de asedio. Atti del III Congresso Internazionale di Epigrafía Greca e Latina, Roma, (1959). Págs. 29-46. 1032 hebreos españoles prefirieron el latín para sus inscripciones anteriores al siglo VIII, no fué sin compartir su uso con el griego y con el hebreo, ni de ello puede sacarse consecuencia para suponer que ya no emplearon el latín después de la conquista árabe. Y en cuanto al latín no basta considerarlo en abstracto, sino en su relación con una época, y la que delata el epitafio me parece bien clara, posterior precisamente a la conquista árabe. Por último, en cuanto al contenido del epitafio, él mismo proporciona un argumento muy favorable a la fecha que se deduce de la lengua y de los caracteres externos de la inscripción; su evidente paralelo con el epitafio italiano de Leah del año 832. Sobre ello quedan registrados la multitud de contactos del epitafio de Jacob con los medievales del siglo X en adelante; obsérvanse aquellos como muy estrechos a través de sus variantes, mientras no pueden registrarse igualmente con los de la época visigoda, los cuales por otra parte son muy escasas. Solo tres de ellos son aprovechables a este propósito: el trilingüe de Tortosa59 y los dos latinos de Mérida60 y Pallaresos61, los tres de época visigoda indiscutible, atestiguada particularmente por la escritura y su letra. Los textos latinos no tienen nada que ver ni en su contenido ni en su escritura con el epitafio de Jacob. Solo puede establecerse como nexo entre éste y aquéllos el uso del verbo pausare, frente a diferencias absolutas en todo lo demás, y alguna tan notable como la construcción de la filiación, que puede servir de elemento decisivo de diferenciación y a favor de la menor antigüedad de nuestro epitafio. El texto hebreo del epitafio trilingüe tortosí, muy sobrio, solo ofrece como paralelos con el latino de Jacob las dos fórmulas apuntadas y la cláusula final pax, bien poco y bien común a través de todos los epitafios hebreos españoles, y de consiguiente inútil para deducir resultados cronológicos que destruyan los anteriores. En cambio, todo ello viene muy bien para estimar el epitafio de Jacob como contemporáneo más o menos del epitafio de Leah y como enlace en el tiempo entre los anteriores al siglo VIII y los medievales del siglo X en adelante. En conclusión de cuanto queda expuesto, creo que el epitafio de Jacob hubo de escribirse entre los siglos VIII al X, sin que su misma originalidad, que hoy por hoy lo erige en monumento único de aquellas centurias en Mérida, pueda dar lugar a una atribución cronológica más concreta. Esperemos que nuevos hallazgos puedan dar más luz, o que otros, con el ingenio a que a mí me falta, precisen mejor la cuestión. Madrid, mayo de 1957. 59 IHE, 198. 60 IHE, 287-288. 61 IHE, 290. El epitafio latino del Rebbi Jacob hijo del Rebbi Senior 1033 El epitafio de Rebbi Jacob Este libro se terminó de imprimir en Madrid en enero de 2019, coincidiendo con el 70 aniversario de la lectura de la Tesis Doctoral y el 66 aniversario de la publicación del Discurso de ingreso en la Real Academia de la Historia de don Joaquín María de Navascués y de Juan.