UNIVERSIDAD COMPLUTENSE DE MADRID FACULTAD DE GEOGRAFÍA E HISTORIA TESIS DOCTORAL La idea de nación en el pensamiento y la acción política de José Ortega y Gasset MEMORIA PARA OPTAR AL GRADO DE DOCTOR PRESENTADA POR Juan Bagur Taltavull Directores Juan Pablo Fusi Aizpurúa Antonio López Vega Madrid, 2019 © Juan Bagur Taltavull, 2018 UNIVERSIDAD COMPLUTENSE DE MADRID Facultad de Geografía e Historia TESIS DOCTORAL La idea de nación en el pensamiento y la acción política de José Ortega y Gasset Memoria para optar al grado de doctor presentada por Juan Bagur Taltavull Directores Juan Pablo Fusi Aizpurúa Antonio López Vega Madrid, 2018 UNIVERSIDAD COMPLUTENSE DE MADRID Facultad de Geografía e Historia TESIS DOCTORAL La idea de nación en el pensamiento y la acción política de José Ortega y Gasset Memoria para optar al grado de doctor presentada por Juan Bagur Taltavull Directores Juan Pablo Fusi Aizpurúa Antonio López Vega Madrid, 2018 © Juan Bagur Taltavull 3 A mis padres, Juan y Kety; y a “concu” Diego, que en paz descanse 4 AGRADECIMIENTOS En cierta ocasión un hombre sabio me dijo que “las tesis se imprimen, pero nunca se acaban”, dándome a entender, si capté bien su ironía, que la redacción de una de ellas me dejaría abiertas preguntas que tardaría toda la vida en responder. No es algo que me preocupe en demasía, porque una de las cosas que ya intuía antes de leer a Ortega es, precisamente, que la propia vida es un problema a resolver. Entre tanto, y habiendo logrado en estos años algunas ideas para avanzar en tan ardua tarea, me contento con haber “impreso” esta investigación. Al hacerlo, es imperativo hacer caso a otra de las convicciones que también me guían: la de que la vida es gracia y, como reza el refrán, “es de bien nacidos ser agradecidos”. Mi circusntancia se ha nutrido de muchas personas que la han alimentado, tanto en aspectos que no concierne narrar ahora, como en la redacción de esta tesis doctoral. En lo que podría ser una breve egohistoria intelectual, citaré a continuación a algunas de ellas. Para empezar, a mis directores de tesis Juan Pablo Fusi Aizpurúa y Antonio López Vega, dos historiadores de los que he aprendido mucho, ya antes de conocerles y habiendo leído sus libros. Además del magisterio intelectual, he de agradecer la enorme libertad con la que me han permitido realizar este trabajo. También querría citar a otros profesores, de cuya sabiduría me he nutrido en los másteres que he cursado y en la carrera de Historia. Son muchos, y únicamente haré mención explícita a algunos. Primero, a Carlos Díaz, fundador del Intituto Enmanuel Mounier. Gracias a una asignatura de libre configuración en segundo de carrera, me permitió descubrir mi interés por la Filosofía, además de influir decisivamente en mi concepción del mundo y de la persona. En segundo lugar, he de aludir a los profesores que tuve durante el Máster en Pensamiento Español e Iberoamericano: algunos de ellos en particular –como Javier Zamora, José Luis Villacañas, y Jaime de Salas– porque siendo expertos en Ortega, me ayudaron a profundizar en él; pero también a todos en general, dado que me permitieron enlazar sus asignaturas con el contenido de mi tesis. Igualmente he de referirme a los maestros con los que tuve oportunidad de trabajar en el Centre for Idealism and the New Liberalism, en la Universidad de Hull (UK): gracias a Colin Tyler y James Connelly conocí mejor tanto el contexto histórico e intelectual británico como el liberalismo; y con Noël O'Sullivan, descubrí las interesantes reflexiones de su maestro Michael Oaekeshott. Por otro lado, me parece esencial referirme no únicamente a la Universidad (Complutense de Madrid, aunque también me he formado en la Rey Juan Carlos y, brevemente, la Autónoma de Madrid), sino también al Colegio Virgen del Remedio, donde mis profesoras de Historia me ayudaron a descubrir mi vocación en este campo: Mercedes do Rego, y Charo Recuero, que en paz descanse. Ellas, y las personas que me acompañaron en el club juvenil CYARA durante mi adolescencia, fueron las únicas que me animaron a seguir mi vocación profesional: recuerdo especialmente una conversación que, en un día de desánimo, tuve con Felipe Álvarez, en la que me ayudó a ver, contra lo que prácticamente me decía todo el mundo obsesionado con las “salidas”, que para ser feliz es más importante buscar la sabiduría que el dinero. Ya se lo decía García Morente a sus alumnos: quien se dedica a las Humanidades hace voto de pobreza. Y aunque yo he tenido la suerte de disfrutar de dos becas para llevar a cabo esta investigación –una FPU del Minsiterio de Educación y, antes, otra de la Fundación Oriol-Uquijo, entidades a las 5 que también reconzoco mi gratitud–, ha sido también un estímulo para dedicar estos años de mi vida a estudiar a Ortega la creencia de que no solo de pan vive el hombre. Son muchas las personas que me ayudaron a descubrir valores como estos, y también querría citar a Concha Novoa, directora de mi colegio, y Juanjo Muñoz, con quien he pasado horas y horas hablando de filosofía (y de cosas más importantes). Pero no únicamente es importante la relación con los maestros, también con los amigos y compañeros, puesto que Clío, musa de la disciplina histórica, muchas veces se me han aparecido en torno a una cerveza o una taza de café. De entre ellos sobretodo he aprendido de Miguel Jorquera, murciano hoy “transterrado” en un hospital de Southhampton, y Álvaro de la Reina, vallecano que lidia con adolescentes mientras redacta su tesis. Fue durante el Máster de Historia Contemporánea cuando nos conocimos, y desde entonces hemos mantenido interesantes y fructíferas reflexiones en torno a Ortega, Unamuno, el liberalismo, el nacionalismo, el catolicismo, España… que implícitamente aparecen en esta investigación. También sobre estas cuestiones he aprendido de Benjamín Larrión, que ahora comienza desde París la aventura de su doctorado. Por su parte, la Fundación Ortega-Marañón ha sido otro espacio fundamental. En ella he conocido a otros estudiosos de Ortega como Marcos Alonso o Rodolfo Gutíerrez, y he pasado innumerables horas leyendo y releyendo en su Biblioteca y Archivo.Todo el personal ha sido muy amable y me ha ayudado en el trabajo, y los seminarios y conferencias a los que he asistido han permitido que mejorara mi formación. Por último, y en lo que supone el elemento fundamental de mi circunstancia vital, he de referirme a mi familia. A mis hermanos, Carlos, María y Daniel, si he de darles las gracias es, más que por ayudarme, por aguantarme. Reflexionar en voz alta sobre Ortega me ha resultado útil muchas veces, aunque sé que otras tantas ha supuesto algo exasperante para ellos. Igualmente, llenar la casa de libros y de humo de pipa son dos acciones plancenteras para mí, pero no sé si tanto para los trillizos y mis padres. A ellos, Juan y Kety, he de darles los mayores agradecimientos, y brindarles esta faena que ha durado tantos años. Gracias al esfuerzo de ambos; y particularmente a las horas extra en el trabajo, los turnos de noche, y los veranos que mi padre tuvo que pasar en las playas de Menorca –de donde siempre me he sentido, a pesar de haber nacido en Madrid, puesto que mi casa ha sido una isla menorquina en la capital del Reino–, no para descansar, sino para trabajar más; gracias a esto he podido estudiar. No hubiera realizado una tesis doctoral sin haber tenido una educación antes, como la que me han dado los dos desde pequeño. Y tampoco la habría terminado si no me hubieran transmitido valores como el esfuerzo, la disciplina, y el cumplimiento del deber. ÍNDICE Resumen…………………………………………………………………....9 Summary…………………………………………………………………. 12 1. Introducción y justificación………………………………………….... 15 2. Metodología…………………………………………………………….18 2.1. Marco teórico…………………………………………………………18 2.2. Técnicas de investigación…………………………………………….20 2.3. Categorías analíticas………………………………………………….21 2.4. Hipótesis de partida…………………………………………………...23 2.5. Fuentes………………………………………………………………..24 3. Estado de la cuestión……………………………………………………27 3.1. Características de la evolución de los estudios sobre la nación en Ortega…………………………………………………27 3.2. Monografías…………………………………………………………..33 3.2.1. Obras de 1978 a 1998……………………………………………….33 3.2.2. Obras de 1998 hasta la actualidad…………………………………..39 3.3. Otras obras importantes para el estudio de la nación en Ortega………48 3.3.1. Obras sobre la idea de España………………………………………48 3.3.2. Obras que tratan tangencialmente la idea de nación orteguiana…….52 3.4. Conclusiones………………………………………………………….59 4. La idea de nación en el joven Ortega (1883-1905)……………………..65 4.1. La idea de nación en Europa a comienzos del siglo XX………………71 4.1.1. Francia y la moral de la ciencia: ¿una religión de sustitución?...........72 4.1.2. El "patriotismo nihilista" y la primera percepción orteguiana del nacionalismo alemán...……………………………………………….84 4.2. La idea de España al comienzo del siglo XX…………………………93 4.2.1. El regeneracionismo y la "idea viva de Costa"……………………..95 4.2.2. La Generación del 98 y el III Centenario del Quijote entre Nietzsche y el casticismo.........................................................................100 4.3. Conclusión…………………………………………………………..126 5. El patriotismo utópico de raíz neokantiana (1905-1912)………………128 5.1. Alemania como referente de la moral de la ciencia………………….128 5.1.1. El carácter alemán y el carácter español…………………………...129 5.1.2. Las dos Alemanias: cultura socialista frente a materialismo conservador…………………....140 5.2. Alemania como referente de la moral socialista……………………..150 5.2.1. El influjo del socialismo neokantiano……………………………..150 5.2.2. La pedagogía social………………………………………………..164 7 5.3. El papel de la religión en la nación socialista………………………...173 5.3.1. La kulturkampf española: un referente alemán para un modelo francés………...………………….173 5.3.2. La religión laica como ingrediente de la educación nacional………179 5.4. El patriotismo utópico ante el nacionalismo catalán: materialismo y cultura en la periferia de España……...………………...188 5.5. Europa como horizonte de la moral de la ciencia……………………205 5.6. Conclusión…………………………………………………………..213 6. El desarrollo del patriotismo fenomenológico: la idea de nación desde la Razón vital (1912-1922)..................................215 6.1. Las consecuencias políticas del "giro fenomenológico" de Ortega: realidad frente a utopía.............................................................................215 6.2. Cervantes como paradigma de la España posible……………………223 6.3. El Partido Reformista: posibilidad para España desde un modelo británico………………...…..231 6.4. El primer gran instrumento de nacionalización de Ortega: la Liga de Educación Política Española como proyección del patriotismo fenomenológico……………………………………….242 6.5. Argentina como referente y experiencia de nación en 1916………….260 6.6. La evolución del patriotismo fenomenológico desde 1917: entre el optimismo y el pesimismo………………………………...........264 6.6.1. Las "Ligas" y revistas de inspiración orteguiana…………………..267 6.6.2. La invertebración regional y social de España……………………..271 6.6.3. El regionalismo orteguiano………………………………………. 279 6.6.4. El impacto de la Gran Guerra en la idea de nación de Ortega………301 6.6.4.1. Liberalismo, socialismo, y nación……………………………….301 6.6.4.2. El despertar de las nacionalidades……………………………….308 6.6.4.3. El internacionalismo, el europeísmo, y la Liga de Naciones……..314 6.7. Conclusión…………………………………………………………..327 7. La evolución del patriotismo fenomenológico: concreción teórica e intento de puesta en práctica (1922-1932)….……329 7.1. El patriotismo fenomenológico en España invertebrada (1922): ¿etnicismo o liberalismo?........................................................................330 7.1.1. La vertebración de España como construcción de un proyecto común liberal………………………...…………………………………332 7.1.2. Feudalismo y germanismo (pre)liberal.............................................342 7.1.3. El papel de lo femenino dentro de la sociedad "festiva": la teoría orteguiana de la mujer y su papel nacionalizador………………346 8 7.1.4. Comentarios suscitados por España invertebrada………………...355 7.2. Ortega ante la crisis del liberalismo: el Parlamento nacional como manifestación del proyecto común……..360 7.3. La redención de las provincias…………………………………...…372 7.4. El patriotismo fenomenológico en la práctica: Ortega y la II República………..………………………………………394 7.4.1. La organización de las minorías directoras………………..……...394 7.4.2. Ortega ante el Estado integral………………………………….....401 7.4.2.1. La idea de nación y la estructuración del Estado en las Cortes Constituyentes de 1931…………………………………...402 7.4.2.2. El Estatuto de Cataluña de 1932…………………………………421 7.4.3. Hacia el naufragio republicano: la idea de nación orteguiana entre el conservadurismo liberal y el falangismo……………………………...………….………………...…441 7.5. Conclusión………………………………………………………......457 8. Epílogo desde la Razón histórica: la idea de ultra-nación (1932-1955)………………………………...…459 8.1. La "segunda navegación": una nueva perspectiva ante el fenómeno (histórico) de España……....459 8.2. Entre la ultra-nación y los Estados Unidos de Europa……………..464 8.3. Las últimas iniciativas nacionalizadoras de Ortega: Institutos de Humanidades entre Europa y las dos Américas………….473 8.4. Conclusión…………………………………………………………..480 Conclusiones…………………………………………………………….483 Conclusions……………………………………………………………...492 Fuentes y bibliografía……………………………………………………501 Apéndice………………………………………………………………....552 Índice onomástico……….…………………………………………….....554 Resumen 9 RESUMEN Esta tesis estudia la idea de nación José Ortega y Gasset, centrándose tanto en su dimensión teórica, como en la puesta en práctica en el foro público. Parte de la historia intelectual contextualista y de las tesis sobre la nacionalización centradas en el sujeto, tratando de responder a tres cuestiones: el motivo que tuvo para buscar una definición de la nación, la adscripción de su teoría a la idea de Kulturnation o a la de la Staatsnation, y la existencia o no de fases en sus respuestas. Para ello, se plantea como hipótesis que Ortega configuró su idea de nación para reslver su crisis existencial, respondiendo a la realidad que le rodeaba a partir de la aplicación de la filosofía, y proponiendo como respuesta una actuación nacionalizadora que hizo de la intelectualidad su base. Las fuentes esenciales han sido las Obras Completas, analizadas en su conjunto y no únicamente en los textos que hablan directamente de la nación, y asimismo se ha recurrido a las cartas privadas que permiten reconstruir la experiencia personal, y a fuentes hemerográficas. En cuanto a la estructuración, se ha realizado siguiendo los diversos compartimentos de la biografía del protagonista, que vivió entre 1883 y 1955, utilizándose como criterio la evolución de su filosofía, y dándose una especial atención a las etapas que discurren entre 1905 y 1932. Desde esta base, se han escrito nueve capítulos. El primero es la “Introducción y justificación”, el segundo la “Metodología”, el tercero el “Estado de la cuestión”, y el noveno, las “Conclusiones”. Los restantes, que componen el cuerpo de la investigación, son los siguientes: “La idea de nación en el joven Ortega (1883-1955)”, “El patriotismo utópico de raíz neokantiana (1905-1912)”, “El desarrollo del patriotismo fenomenológico: la idea de nación desde la Razón vital (1912- 1922)”, “La evolución del patriotismo fenomenológico: concreción teórica e intento de puesta en práctica (1922-1932)”, y “Epílogo desde la Razón histórica: la idea de ultra- nación (1932-1955)”. En cada uno se ha aplicado el mismo método: el objetivo ha sido el de determinar la naturaleza del pensamiento orteguiano y ver cómo se proyecta en su análisis de la nación. Para ello, se ha tenido en cuenta el contexto ideológico y político, estudiándose tanto su influjo en el filósofo, como el de Ortega en su circunstancia. Cada etapa se ha finalizado con unas conclusiones, para facilitar después la comparación de todas ellas en las finales. De esta manera, el capítulo cuarto, “La idea de nación en el joven Ortega (1833-1905)”, se ha centrado en aspectos que son fundamentales porque constituyen el sedimento sobre el que se irán depositando los aluviones de experiencias e ideas que configuran el conjunto. Para empezar, el Desastre del 98, que siempre le acompañará como punto de partida de su reflexión sobre el ser de España, como una preocupación que es tanto personal como generacional. También se estudia en este lugar su ambiente familiar, de carácter intelectual y liberal, y el influjo de dos personas: Francisco Navarro Ledesma y Ángel Ganivet. De ellos, y otros autores como Ramiro de Maeztu, Ernest Renan, Friedrich Nietzsche o Marcellin Berthelot, asumió una idea de nación basada en aspectos como la división de la nación entre masas y élites; y también la identificación del carácter español con el individualismo. Este capítulo concluye mostrando que Ortega plantea un patriotismo ambiguo, entre el casticismo y el vitalismo. Resumen 10 A continuación, en el espacio de tiempo tratado en el capítulo quinto, “El patriotismo utópico de raíz neokantiana (1905-1912)”, se analiza el gran cambio supuesto por el viaje de Ortega a Alemania, siguiendo las referencias de la moral de la ciencia. A nivel intelectual, el neokantismo le lleva a asumir una visión ética de la sociedad que se traduce en lo que se ha llamado, en base a su autocrítica postrera, “patriotismo utópico”. Ortega defiende un ideal de nación perfecta ante el que debe de adaptarse la España real, mediante un Estado que imponga el socialismo ético. Mantiene así su elitismo de la etapa anterior, pero definido desde las ideas de Hermann Cohen o Paul Natorp. Alemania es también para el filósofo un referente de nación que le permite encontrar un modelo de socialismo nacionalizador que quiere exportar a España, y que verá encarnado en el movimiento populista de Alejandro Lerroux. Esta fase, si bien tiene ambigüedad terminológica (confundiéndose a veces las idas de nación, pueblo, nacionalismo…), es más precisa en tanto que Ortega se asemeja mucho más a la idea de Staatsnation. Los capítulos seis y siete forman en realidad parte de una misma etapa, que se ha identificado con una forma de concebir la nación denominada “patriotismo fenomenológico”. El primero, “El desarrollo del patriotismo fenomenológico: la idea de nación desde la Razón vital (1912-1922)”, se centra en el nacimiento de esta actitud, y sus primeras manifestaciones prácticas. El segundo, “La evolución del patriotismo fenomenológico: concreción teórica e intento de puesta en práctica (1922-1932)”, en su desarrollo a partir de la elaboración más precisa, y el intento de nacionalización de España más importante de todos en los que logró participar Ortega. Se estudia cómo asume una forma de analizar la nación que es consecuencia de su filosofía particular, la Razón vital, que hace de la circunstancia una clave básica. Frente a la imposición de utopías defenderá la reforma a partir de la realidad dada, lo que le lleva a buscar qué es lo concreto. Llegará a ver que, en el caso de la nación española, esto se encuentra en la región, y desarrollará un importante regionalismo que será fundamental durante todos estos años. En estos dos capítulos se estudian también acontecimientos clave como la Gran Guerra, los sucesos de verano de 1917 en España, la dictadura de Primo de Rivera, y la II República. Son experiencias de nación que sirven a Ortega para varias cosas: por un lado, esbozar una teoría del Estado basada en la organización social y la redención de las provincias, y por otro, ir percibiendo con pesimismo lo que llamará la rebelión del hombre-masa. En el capítulo sexto se estudia el surgimiento de estas ideas, y en el séptimo, su plasmación más concreta en tres libros fundamentales: España invertebrada (1922), La rebelión de las masas (1930), y La redención de las provincias y la decencia nacional (1931). Por otro lado, en estos dos capítulos se analizan los instrumentos de nacionalización más ambiciosos de Ortega, la Liga de Educación Política de 1913, y la Agrupación al Servicio de la República de 1931. En relación con el segundo, se da una gran importancia al papel del filósofo en la II República, dado que es el escenario donde concluye su actuación política (aunque no pública, que volverá tras la Guerra civil), y se analiza con profundidad el debate constitucional en el que participó. También se trata en estos dos capítulos el influjo de personas como Miguel de Unamuno, Menéndez Pelayo, o Gumersindo de Azcárate, que le sirven para definir su idea de nación frente al casticismo y el nacionalcatolicismo los primeros, y en continuidad con el liberalismo el segundo. De todo ello se desprende una idea de nación con elementos de Kulturnation y de Staatsnation, pero donde priman mucho más los segundos. Resumen 11 El octavo capítulo, “Epílogo desde la Razón histórica: la idea de ultra-nación (1932- 1955)”, se centra en el Ortega que, desde su decepción con la II República en 1932, se retrae de la actividad pública, regresando a la misma después de la Guerra civil, pero desde un instrumento de nacionalización semi-público y no político como es el Instituto de Humanidades. Es una época de gran elaboración teórica, donde configura la Razón histórica, cuya principal consecuencia para la idea de nación es volver a equilibrar la teoría de la nación cívica y la nación cultural, debido al peso que da al pretérito. Este capítulo es más breve que los anteriores porque, como se ha avanzado más arriba, el objetivo de la tesis es estudiar la idea de nación de Ortega y su dimensión política. Ocurre que la teoría ya está prácticamente elaborada en 1932, con todos sus elementos clave (división entre masa y minoría selecta, defensa del proyecto colectivo frente al particularismo, regionalismo, y europeísmo). Desde entonces, su nueva sociología le llevará a cambiar algunos significantes, y el afianzamiento del europeísmo a elaborar la idea de ultra-nación. La Guerra civil, la dictadura de Francisco Franco, y la Guerra Fría, son las principales experiencias que influyen en el filósofo, llevándole a enfatizar su anticomunismo, y también su oposición al particularismo. En este Epílogo, se muestra que Ortega sigue analizando a España desde el patriotismo fenomenológico, esto es, partiendo de la base de que el elemento fundamental para comprender qué es la nación es partir de su realidad dada, que ahora identifica con la historia. En cuanto a las conclusiones, responden a las preguntas que plantea la hipótesis. Para empezar, se demuestra que existen varias fases, en concreto cuatro: la del joven Ortega, la del filósofo neokantiano, la del que desarrolla la Razón vital, y, aunque también podemos considerarlo más una derivación de lo anterior que una nueva fase, la del Ortega de la Razón histórica. El cambio en la perspectiva intelectual es por tanto lo que justifica la existencia de varias etapas. Otra conclusión es la de que el pensamiento de Ortega incluye ingredientes de la teoría de la Staatsnation y de la Kulturnation, en cantidades que difieren según la etapa: en la fase neokantiana prima mucho más la primera y la fenomenológica prima, aunque por motivos distintos, la idea de nación cívica. En la fase juvenil y en la de la Razón histórica, la idea de nación cultural. Por tanto, se ha visto también que la idea de nación de Ortega no es contradictoria, sino coherente porque sigue una lógica: la evolución de su pensamiento. En este sentido, la última conclusión general es la de que la intención del filósofo a la hora de construir su idea de nación es la misma por la que comenzó a filosofar: para resolver su crisis existencial, dese la convicción de que España era la circunstancia que tenía que salvar para salvar también su yo. Summary 12 SUMMARY This thesis studies José Ortega y Gasset’s idea of nation, focusing on both its theoretical dimension, and its practical application in the public forum. It is based on contextualist intellectual history and on the theses on nationalisation centred on the subject, in an attempt to answer three questions: his reasons for seeking a definition of nation, the ascription of his theory to the idea of Kulturnation or to that of Staatsnation, and the existence or not of phases in his answers. To this end, the hypothesis presented is that Ortega formed his idea of nation in order to resolve his existential crisis, responding to the reality surrounding him by means of the application of philosophy, and proposing as a solution a nationalising action/attitude based on intellectuality. The fundamental sources were his Complete Works, analysed as a whole and not only the texts that refer directly to nation, and also consulted was the private correspondence that makes it possible to reconstruct his personal experience, and hemerographic sources. In terms of structure, this follows the various periods of Ortega’s life, between 1883 and 1955, employing as criterion the evolution of his philosophy, and paying particular attention to the stages between 1905 and 1932. This is the basis for the book’s nine chapters. The first is the “Introduction and justification”, the second the “Methodology”, the third the “State of the question”, and the ninth, the “Conclusions”. The remaining chapters, which form the body of research, are as follows: “The idea of nation in the young Ortega (1883-1955)”, “Utopian patriotism rooted in neo-Kantianism (1905- 1912)”, “The development of phenomenological patriotism: the idea of nation based on vital reason (1912-1922)”, “The evolution of phenomenological patriotism: theoretical definition and attempted implementation (1922-1932)”, and “Epilogue via historical reason: the idea of ultra-nation (1932-1955)”. In each of these the same method was applied: the objective was to determine the nature of Ortegan thought and see how this is projected in his in his analysis of the nation. To do so, the ideological and political context was taken into account, studying both its influence on the philosopher, and vice versa. Each stage ends with some conclusions, to facilitate comparison between them all in the final thoughts. Thus, chapter four, “The idea of nation in the young Ortega (1833-1905)”, focuses on aspects that were fundamental because they constitute the sediment upon which would be deposited the floods of experiences and ideas that form the whole. To begin with, the Disaster of 98, which would always accompany him as point of departure for his reflection upon the essence of Spain as a concern that was both personal and generational. There is also analysis here of his family background, intellectual and liberal, and the influence of two people: Francisco Navarro Ledesma and Ángel Ganivet. From these, and other authors like Ramiro de Maeztu, Ernest Renan, Friedrich Nietzsche or Marcellin Berthelot, he acquired an idea of nation based on aspects like the division of the nation between masses and elites; and also the identification of the Spanish character with individualism. This chapter concludes by showing that Ortega contemplates an ambiguous patriotism, between purity and vitalism. Next, in the period of time covered in the fifth chapter, “Utopian patriotism rooted in neo-Kantianism (1905-1912)”, is analysis of the great change resulting from Ortega’s visit to Germany, following the references of the morals of science. At an intellectual Summary 13 level, neo-Kantianism led him to adopt an ethical vision of society that translates into what has been called, on the basis of his final self-criticism, “utopian patriotism”. Ortega defends an ideal of perfect nation to which the real Spain must adapt, via a State that imposes ethical socialism. Thus, he maintains the elitism of his previous stage, but defined via the ideas of Hermann Cohen or Paul Natorp. For the philosopher Germany is also a reference nation that enables him to find a model of nationalizing socialism that he wants to export to Spain, and that will be embodied in the populist movement of Alejandro Lerroux. This phase, whilst terminologically ambiguous (on occasions mixing the ideas of nation, people, nationalism…), is more precise as Ortega comes much closer to the idea of Staatsnation. Chapters six and seven really form part of the same stage, which has been identified as a form of conceiving the nation known as “phenomenological patriotism”. The former, “The development of phenomenological patriotism: the idea of nation based on vital reason (1912-1922)”, focuses on the birth of this attitude, and its first practical manifestations. The second, “The evolution of phenomenological patriotism: theoretical definition and attempted implementation (1922-1932)”, in its development on the basis of more precise elaboration, and the most important attempt at nationalisation of Spain of all those in which Ortega managed to participate. It considers how he assumes a form of analyzing the nation that is the consequence of his particular philosophy, Vital Reason, for which circumstance is crucial. Rather than the imposition of utopias he would defend reform based on the given reality, which leads him to seek what is specific. He will come to see that, in the case of the Spanish nation, this is to be found in the region, and will develop an important regionalism that will be fundamental throughout these years. These two chapters also study key events such as the Great War, the events of the summer of 1917 in Spain, Primo de Rivera’s dictatorship, and the Second Republic. These are experiences of nation that help Ortega to do various things: on the one hand, outline a theory of the State based on social organisation and the redemption of the provinces, and on the other, perceive with pessimism what he will call the rebellion of the mass-man. Chapter six analyses the emergence of these ideas, and seven, their more specific materialisation in three fundamental books: España invertebrada (1922), La rebelión de las masas (1930), and La redención de las provincias y la decencia nacional (1931). In addition, these two chapters analyse Ortega’s most ambitious instruments of nationalisation, the Political Education League of 1913, and the Group in the Service of the Republic of 1931. With regard to the latter, considerable importance is attached to the philosopher’s role in the Second Republic, given that this is the scenario where he concludes his political activity (though not the public facet, which will return after the Civil War), and there is in-depth analysis of the constitutional debate in which he participated. These two chapters also address the influence of people like Miguel de Unamuno, Menéndez Pelayo, or Gumersindo de Azcárate, who helped him to define his idea of nation: the first two, as opposed to casticism and national Catholicism, and the latter as continuity of liberalism. All this results in an idea of idea of nation with elements of Kulturnation and of Staatsnation, but where the latter are much more in evidence. Chapter eight, “Epilogue via historical reason: the idea of ultra-nation (1932-1955)”, focuses on the Ortega who, manifesting his disappointment with the Second Republic in Summary 14 1932, retires from public activity, returning after the Civil War, but via a semi-public and non-political instrument of nationalisation in the form of the Institute of Humanities. This is a period of great theoretical elaboration, when he develops historical reason, the main consequence of which for the idea of nation is to again balance the theory of the civic nation and the cultural nation, given the importance he attaches to the past. This chapter is shorter than the previous ones because, as mentioned earlier, the objective of the thesis is to study Ortega’s idea of nation and its political dimension. The fact is that the theory was almost completely formulated in 1932, with all its key elements (division between mass and select minority, defence of the collective project as opposed to particularism, regionalism, and Europeanism). Henceforth, his new sociology would lead him to change some signifiers, and the consolidation of Europeanism to elaborate the idea of ultra- nation. The Civil War, Francisco Franco’s dictatorship, and the Cold War, were the major experiences that influenced the philosopher, leading him to emphasise his anti- communism, and also his opposition to particularism. In this Epilogue, we see that Ortega continued to analyse Spain via phenomenological patriotism, that is, on the basis that, in order to understand what the nation is, the fundamental element is to begin with its given reality, which he now identified with history. With regard to the conclusions, they respond to the questions raised by the hypothesis. To begin with, there are shown to be several phases, four to be precise: the young Ortega, the neo-Kantian philosopher, that of the developer of vital Reason, and, though we might also consider it more a derivation of the previous one than a new phase, the Ortega of Historical Reason. The change in intellectual perspective is therefore what justifies the existence of various stages. Another conclusion is that Ortega’s thinking includes ingredients of the theories of Staatsnation and Kulturnation, in different quantities depending on the stage: in the neo-Kantian stage the former is much more dominant and the phenomenological period, although for different reasons, the idea of civic nation prevails. In the Young phase and in that of Historical Reason, the idea of Cultural Reason. So, it is apparent that Ortega’s idea of nation is not contradictory, but coherent, because it obeys a logic: the evolution of his thinking/thought. In this sense, the final general conclusion is that the philosopher’s intention when building his idea of nation is the same with which he began to philosophise: to resolve his existential crisis, based on the conviction that Spain was the circumstance he had to save in order to save himself. Introducción y justificación 15 1. INTRODUCCIÓN Y JUSTIFICACIÓN El objetivo de la presente tesis doctoral es estudiar la idea de nación en el pensamiento y la acción política de José Ortega y Gasset (1883-1955). La tarea es por tanto doble: investigar el pensamiento de este filósofo español en relación con la cuestión nacional, y ver cómo dicha concepción se proyectó en la esfera pública. A lo largo de las páginas que siguen trataremos de relacionar ambos elementos siguiendo un criterio cronológico, con varias fases que más abajo justificaremos. Pero antes de alcanzar este destino es necesario exponer el camino –el methodus– que seguiremos, con los pasos que lo componen, y justificar su pertinencia. En relación con esto último se han de responder dos preguntas: ¿Por qué estudiar la idea de nación de Ortega? y, dado que haya que hacerlo, ¿por qué estudiarla una vez más, existiendo hasta la fecha casi una veintena de libros y artículos que ya lo han tratado? En lo que respecta a la primera cuestión se ha de indicar que, como dijera María Zambrano, Ortega asumió la vocación de “ser filósofo por ser y para ser español”1. Es decir, su filosofía política no únicamente trató de responder a la cuestión “¿Dios mío, qué es España?”2, y por tanto a la renaniana “¿qué es una nación?”3; sino que además el mismo ejercicio de la filosofía general tiene en Ortega una dimensión nacional. La famosa sentencia “yo soy yo y mi circunstancia y si no la salvo a ella no me salvo yo”4 expresa una concepción del quehacer filosófico que por “circunstancia” entiende “España”, “Alemania”, “Argentina”...y otros contextos que tuvo presente para filosofar. Y aunque hasta 1914 no acuñaría esta expresión, en potencia se encuentra desde el principio y permanecerá siempre en su concepción de la realidad. Además, y esto es importante para entender la segunda parte del título de la tesis doctoral (la idea de nación en la acción política), Ortega abogó siempre por una concepción práctica de la filosofía, que no había de encerrar al erudito en la torre de marfil sino sacarle, como expresó varias veces, a la plazuela pública. Instituciones como la Liga de Educación Política Española de 1913, la Agrupación al Servicio de la República de 1930, o periódicos del estilo de España (1915) y El Sol (1917), se comprenden mejor teniendo en cuenta la idea de nación que quiso difundir a través de ellas. Finalmente, la primera de las dos preguntas planteadas se ha de responder también señalando que estudiar la idea de nación de Ortega y Gasset es importante para comprender gran parte del debate identitario en la España del siglo XX, dado el magisterio que ejerció, de forma voluntaria o involuntaria, en amplios sectores de la intelectualidad y la sociedad de su época. Por ejemplo, el republicanismo reformista –en cuyo Partido 1 ZAMBRANO, María: “Ortega y Gasset, filósofo español” (1949), en María ZAMBRANO: Escritos sobre Ortega. Edición, introducción y notas de Ricardo Tejada, Madrid, Trotta, 2011, pp. 87-107, p. 90. 2 ORTEGA Y GASSET, José: “Meditaciones del Quijote” (1914), en José ORTEGA Y GASSET: Obras completas. Tomo I (1902-1915), Madrid, Taurus: Fundación José Ortega y Gasset, 2004, pp. 747-825, p. 791. 3 Ernest Renan trató de responder a esta pregunta en el contexto del debate suscitado entre Francia y Alemania por el control de Alsacia y Lorena. Para ver la influencia de este pensador galo en Ortega, y asimismo accede al discurso de 1882 “¿Qué es una nación?”, vid.: ACEVEDO, Jorge: Ortega, Renan y la idea de nación, Santiago de Chile, Editorial Universitaria, 2014. 4 ORTEGA Y GASSET, José: “Meditaciones del Quijote”..., p. 757. Introducción y justificación 16 Ortega estuvo comprometido entre 1912 y 1917– asumió parte de sus tesis, y el Estado integral desarrollado en la Constitución de 1931 estuvo influido por su planteamiento. Todavía más, el Estado de las Autonomías de 1978 es, según dijeron abiertamente algunos de sus promotores como Julián Marías5, una plasmación de la propuesta esbozada desde La redención de las provincias y la decencia nacional (1931)6. Y anteriormente, el influjo orteguiano se ve en una ideología que nunca aceptó, como es el falangismo. Entrando ahora en la razón de estudiar de nuevo la idea de nación de Ortega y Gasset, lo primero que se ha de decir es que es consecuencia de una serie de deficiencias detectadas en la mayoría de los trabajos realizados hasta la fecha. Más abajo se expondrá el estado de la cuestión, por ahora únicamente señalaremos que los estudios existentes presentan dos aspectos en los que el trabajo de un historiador posibilita una nueva aproximación: la perspectiva y las fuentes. Es decir, por un lado la inmensa mayoría de los investigadores que han abordado el tema lo han hecho como filósofos, utilizando una metodología que, siendo apropiada e iluminadora, puede no obstante ser complementada desde otras disciplinas. Existen también aproximaciones a partir de ciencias sociales como la politología o el derecho, pero en todo caso pocos trabajos han superado una historia de las ideas en el sentido tradicional del término. Así, casi todos los estudios se limitan a seleccionar algunos de los escritos principales de Ortega –básicamente España invertebrada (1922), La rebelión de las masas (1930), o Europa y la idea de nación (1949)– y compararlos entre sí de forma descontextualizada, ateniendo únicamente al fluir autónomo de las ideas. Conectando con el otro aspecto, se olvida que Ortega expone su idea de nación en otros muchos textos, aunque no sea el motivo principal de su reflexión en ellos, e igualmente pocos autores incluyen el riquísimo epistolario personal del filósofo. Por último, antes de terminar con la justificación de la tesis doctoral, se ha de resaltar la pertinencia que puede tener para el debate sociopolítico en que se ha enmarcado su redacción, que comenzó en 2014 y termina en 2018. Según afirmaba el recientemente fallecido Edward H. Carr, “la obra del historiador refleja la sociedad en que trabaja”7. Esto es, la historia tiene un carácter social porque ha de contribuir a la edificación de la ciudadanía iluminando desde la ciencia, y no la ideología, las cuestiones de su tiempo. En este sentido, desde hace décadas se viene hablando de la vuelta del nacionalismo o de las naciones al centro de la política, y los últimos años son buen ejemplo de ello. En España existen varios aspectos que muestran la actualidad del debate nacional: el movimiento separatista en Cataluña, el cuestionamiento que algunos actores políticos hacen de la Constitución de 1978, el choque entre diversas concepciones de la soberanía –radicada según algunos en España, según otros en sus Comunidades Autónomas–, las propuestas sobre la organización del Estado –desde el federalismo simétrico o asimétrico al aumento 5 En sus memorias narra este discípulo de Ortega cómo la discusión sobre la idea de nación proyectada en la Constitución de 1978 fue uno de los aspectos que más le preocuparon como senador y como periodista. Vid: MARÍAS, Julián: Una vida presente: memorias, Madrid, Páginas de Espuma, 2008, pp. 660-664. 6 Este libro se publicó en 1931 con este título, añadiéndose La decencia nacional a La redención de las provincias que apareció en 1930. A lo largo de esta tesis, para abreviar, citaremos La redención de las provincias, pero incluyendo la fecha 1931 porque es la de su redacción definitiva. 7 CARR, Edward H.: ¿Qué es la historia?: conferencias “George Macaulay Trevylan” dictadas en la Universidad de Cambridge en enero-marzo de 1961, Barcelona, Ariel, (1961)1991, p. 56. Introducción y justificación 17 de la centralización. Si volvemos la mirada hacia Europa, gran cantidad de partidos políticos esgrimen la causa nacional, y surgen populismos de derecha e izquierda –el populismo puede ser considerado un nuevo nacionalismo8–, que amenazan la integración europea, todavía muy lejana de los Estados Unidos de Europa que Ortega defendió al menos desde los años treinta. También la crisis de los refugiados, la relación con Turquía, las relaciones entre laicidad, cristianismo e islam...son aspectos que apelan directamente a una u otra visión de la nación. Ortega y Gasset escribió sobre muchos de estos temas, y comprender bien su visión de la nación, así como las experiencias históricas que la motivaron, pueden ofrecer argumentos objetivos –se acepte o no su pensamiento– para iluminar la interpretación del presente. 8 Coincidiendo con el ascenso de partidos del estilo de Syriza, Podemos, el Frente Nacional, la Alt-Right norteamericana… muchos hablan de una nueva “renacionalización” del mundo. Con todo, autores como José Luis Villacañas oponen precisamente el populismo a la idea de nación. Vid: VILLACAÑAS BERLANGA: José Luis: Populismo, Madrid, La Huerta Grande, 2015, pp. 55-63. Metodología 18 2. METODOLOGÍA 2.1.Marco teórico El marco teórico que sustenta la tesis tiene dos pilares: la historia intelectual y la historia del nacionalismo en su versión “antropológica”. La primera constituye una tendencia historiográfica desarrollada con fuerza en las últimas décadas, pero algo compleja de definir por ser “eclectic in both method and subject matter”. En todo caso, como dice Peter E. Gordon, “intellectual history is the study of intellectuals, ideas and intellectual patterns over time”9. Así, pueden distinguirse variantes. Una de ellas más centrada en el pensamiento político, pero que se diferencia de la antigua historia de las ideas –emanada del idealismo hegeliano y el neoidealismo, e incluso del platonismo– en que no las contempla como fuerzas autónomas y abstractas, sino encarnadas en una realidad concreta. Aunque pueda ser simplista, puede hablarse de una escuela británica dado que sus principales focos han estado en Oxford, con Isaiah Berlin, y Cambridge, con Quentin Skinner. Especialmente este último, creador de la Escuela de Cambridge, es considerado el máximo exponente de la historia intelectual contextualista10. No obstante, se trata de una corriente que algunos han considerado reduccionista, puesto que, según Gordon, es el suyo un “concept-contextualism” limitado otras ideas y nociones que acompañan a la que se estudia11. Se excluye así la circunstancia sociopolítica y económica, de suerte que en las últimas décadas ha surgido desde Francia otra vertiente de la historia intelectual que matiza la propuesta anterior. Pacal Ory y Jean- François Sirinelli propusieron así en libros como Les intellectuels en France. De l´Affaire Dreyfus à nos jours (1986) un estudio de carácter sociológico, centrado más que en las ideas en los intelectuales en tanto que grupo social. Así, desarrollaron como herramienta metodológica la noción de las “redes” intelectuales, rompiendo con la rigidez del concepto de “generación”, que más abajo discutiremos. No obstante, el método que vertebrará esta investigación parte de la propuesta de Carl Emil Schorske, que permite aunar las dos interpretaciones arriba señaladas. El autor de la famosa Fin-De-Siècle Vienna: Politics and Culture (1980), ganadora del Premio Pulitzer en 1981, propone considerar todo objeto intelectual –en el caso de esta investigación la idea de nación de Ortega– como fruto del entrecruzamiento entre dos ejes: el eje vertical- diacrónico y el eje horizontal-sincrónico12. Pero a su vez, para facilitar la estructuración de la tesis distinguiremos –tomando como punto de intersección a Ortega– dentro del primero un eje vertical interno y otro externo, y en el segundo el correspondiente eje horizontal interno y el externo. A continuación se expondrá su significado. 9 GORDON, Peter E.: “What is Intellectual History? A frankly partisan introduction to a frequently misunderstood field”, The Harvard Colloquium for Intellectual History, disponible en: http://projects.iq.harvard.edu/harvardcolloquium/pages/what-intellectual-history [13/01/2017], p.1. 10 HERNÁNDEZ SANDOICA, Elena: Tendencias historiográficas actuales: escribir historia hoy, Tres Cantos, Akal, 2004, p. 117. 11 GORDON, Peter E.: “What is Intellectual History?..., p. 2. 12 SCHORSKE, Carl Emil: La Viena de fin de siglo: política y cultura, Buenos Aires, Siglo XXI, (1980) 2011, p. 16. http://projects.iq.harvard.edu/harvardcolloquium/pages/what-intellectual-history Metodología 19 El eje vertical interno se refiere a cómo ha ido evolucionando la idea de nación de Ortega y Gasset a lo largo de su biografía y su quehacer político, pasando por diversas fases que se tratarán de definir. El eje vertical externo alude a la evolución que la idea de nación en sentido amplio ha tenido a lo largo del tiempo, a los diversos debates entre ideólogos, intelectuales, historiadores o políticos que han querido responder a la pregunta de qué es una nación, estableciendo una serie de respuestas al respecto que Ortega tendrá presente, ya sea para refutarlas o tomarlas. Por su parte, el eje horizontal interno hace mención al conjunto de categorías del pensamiento de Ortega en el mismo momento en que propone cada idea de nación, tales como Estado, persona, circunstancia...y otras que se irán indicando. Por último, el eje horizontal externo está constituido por el conjunto de debates existentes al mismo tiempo que Ortega estuvo escribiendo, tanto los que tuvo presentes por incluirse en ellos, como los que no conoció pero que forman parte del mismo contexto histórico que él. Asimismo, los ejes externos, tanto el vertical como el horizontal, incluyen el contexto sociopolítico que condiciona la emergencia de las diversas ideas sobre la nación, o las que trataron de modificar Ortega y otros intelectuales. En cuanto al segundo pilar del marco teórico, el de la historia del nacionalismo en su versión antropológica, parte de una renovación historiográfica que también se ha dado en las últimas décadas, cuya comprensión requiere de una breve reseña de la evolución de los estudios sobre el nacionalismo. Los primeros se centraron en definir qué era la nación, enzarzándose los diversos intelectuales en la discusión acerca de la determinación de los elementos clave de su ethos. Un momento clave fue el debate iniciado entre Francia y Alemania a raíz de la incorporación prusiana de Alsacia y Lorena, al que más abajo se hace mención con mayor profundidad. Aunque el desarrollo de la sociología y la politología –después de una etapa de fuerte relación con el nacionalismo eurocéntrico13– , y de escuelas historiográficas como Annales modificaron parte de este planteamiento, una segunda fase sobre los estudios de nacionalismo no comenzaría hasta el fin de la II Guerra Mundial, terminando según Fernando Molina en los años sesenta. Desde entonces quedó desprestigiado el nacionalismo como teoría política, pero además se produjo un giro semántico cuando Rupert Emerson teorizó que la nación es “un conjunto de personas que se considera una nación” 14. En esta línea, estudiosos como Hans Kohn introdujeron el constructivismo, preparando la base para la tercera fase en los estudios del nacionalismo. Esta se inició con la renovación epistemológica vivida por las ciencias sociales desde los años setenta, cuando el linguistic turn desplazó a la economía y la sociología en favor de la antropología, haciendo del sujeto la clave de la investigación15. Si hasta entonces el nacionalismo se había estudiado desde una perspectiva jurídica o reducida a la historia de las ideas, a partir de entonces cobraron importancia los trabajos relacionados con el nation-building, la construcción de la nación, entendiéndose esta como parte de una identidad que se configura desde procesos de diverso tipo. En este sentido Ernest Gellner polemizó con 13 ÁLVAREZ GALLEGO, Alejandro: Formación de la nación y educación, Bogotá, Siglo del Hombre Editores, 2010, p. 35. 14 MOLINA, Fernando: “La nación desde abajo. Nacionalización, individuo e identidad nacional”, Ayer, nº90, 2013, pp. 39-63, p. 42. 15 HERNÁNDEZ SANDOICA, Elena: Tendencias historiográficas actuales..., p. 139. Metodología 20 Elie Kedourie en 1964 señalando que el nacionalismo es previo a la nación16; e ideas como el “nacionalismo banal” de Michael Billig en 1995, o la “invención de la tradición” de Eric Hobsbawm siguieron al planteamiento revolucionario que hizo Benedict Anderson en 1983 con su archiconocida teoría de las naciones como “comunidades imaginadas”, esto es, “artefactos culturales” que por ser “modulares” pueden ser proyectados por multitud de ideologías17. En este proceso ha tenido una gran importancia el “giro antropológico” de las ciencias sociales18, y particularmente los trabajos de Clifford Geertz. Este profesor californiano autor de The Interpretation of Cultures (1973) definió la cultura como una maraña de elementos de significación que es necesario desentrañar. Desde Max Weber expuso que “el hombre es un ser inmerso en tramas de significación que él mismo ha tejido” conformando la cultura como urdimbre. Al hablar del nacionalismo, señala que toda idea de nación es consecuencia de la confluencia de dos referentes: los “esencialistas”, que construyen el nosotros buscando elementos de la tradición, y los “epocalistas´”, que miran a modelos del contexto19. Como puede verse, estas dos categorías se pueden integrar fáclilmente en el paradigma de la historia intelectual de Schorske, dado que los referentes esencialistas formarían parte del eje vertical externo y los referentes epocalistas del eje horizontal externo. Teniendo como referencia a Geertz se comprende una definición de la categoría de nación que se tomará como punto de referencia en esta investigación, y que ofrece Ferrán Archilés al decir que es un “marco cognitivo básico”20, una ventana desde la que mira al mundo un individuo concreto tanto para extraer los elementos de significación con los que construir su teoría como para interpretarlo desde la perspectiva que le ofrece. A partir de esta concepción se han venido dando una serie de investigaciones centradas en la “personalización de la nación” o el “nacionalismo personal”, la reconstrucción del proceso que lleva a que una persona determinada lo asuma a partir de una serie de experiencias y referentes21. 2.2.Técnicas de investigación Del doble marco teórico se deriva la existencia de dos técnicas de investigación básicas: la hermenéutica y la comparación. Por un lado se analiza el contenido de las obras de Ortega y de otros autores que sean necesarios para conocerlo, extrayendo sus tesis principales teniendo siempre en cuenta la importancia que al respecto tiene el contexto concreto de su redacción. Por tanto, está presente como referencia metodológica el “círculo hermenéutico” de Wilhelm Dilthey, en función del que debe contemplarse cómo 16 MOLINA, Fernando: “La nación desde abajo..., p.43. 17ANDERSON, Benedict: Comunidades imaginadas: reflexiones sobre el origen y la difusión del nacionalismo, México, Fondo de Cultura Económica, (1983) 2013, p. 21. 18 HERNÁNDEZ SANDOICA, Elena: Tendencias historiográficas..., p. 323ss. 19 GEERTZ, Clifford: La interpretación de las culturas, Barcelona, Gedisa, (1973) 1998, pp. 20 y 209. 20 ARCHILÉS I CARDONA, Ferrán: “La nación de las mocedades de José Ortega y Gasset y el discurso del nacionalismo español (1906-1914)”, en Carlos FORCADELL ÁLVAREZ, Pilar SALOMÓN CHÉLIZ, e Ismael SAZ CAMPOS (Coords.): Discursos de España en el siglo XX, Valencia, Universidad de Valencia, 2009, pp. 65-122, p. 73. 21 MOLINA, Fernando: “La nación desde abajo..., p. 53. Metodología 21 el texto refleja la situación sociohistórica en que se inscribe y también cómo esta a su vez influye en aquel22. Al mismo tiempo, se recurre a la comparación en tres niveles que se identifican con los cuatro ejes arriba indicados: primero, se comparará para comprender mejor la idea de nación en Ortega al identificarla con otros elementos de su pensamiento (por ejemplo, Estado, sociedad, persona... y otros aspectos del eje horizontal interno); segundo, al contraponer dicha concepción con la de otros autores que se estudian en la tesis (es decir, de los dos ejes externos); y finalmente, al comparar la evolución de la idea de nación en Ortega dentro de las distintas fases en que se compartimenta su pensamiento (por tanto, del eje horizontal interno). 2.3.Categorías analíticas Escribió Cicerón hace dos mil años una regla que todavía sigue vigente: que todo discurso desenvuelto según un método racional debe comenzar estableciendo su objetivo –cuestión ya expuesta en las páginas precedentes– y seguir con lo que es su consecuencia inmediata: aclarar los conceptos que se utilizarán para alcanzarlo. Es decir, antes de seguir es esencial exponer las categorías analíticas que utilizaremos para que no exista confusión23. Las primeras de ellas son las relativas al nacionalismo, que se suman a la que ya se ha presentado de la nación como marco cognitivo básico. En primer lugar, se hará mención a la Staatsnation o nación cívica, y la Kulturnation o nación cultural. Son dos modelos antiguos, expuestos por Meinecke en 1907, y que son por ello cuestionados una vez que han sido superados por nuevas corrientes de estudio del nacionalismo. Esto es así básicamente porque no existe un modelo puro de nación cívica o cultural, sino que en gran medida todos son una combinación de ambos. Sin embargo, es pertinente tener presente el modelo en esta investigación, dado que Ortega lo conoció y utilizó. Aunque no suele citar a menudo la dicotomía, existe constancia de su interés por la misma24. Con todo, en esta tesis doctoral la oposición entre Staatsnation y Kulturnation se tomará en sentido de tipos ideales tal y como los definió Max Weber, es decir, esquemas abstractos que permiten comprender por comparación la visión, en este caso, de Ortega25. De esta manera, la Staatsnation, también conocida como nación subjetivista, voluntarista, o proyectiva, se refiere a los criterios sustentados en el derecho para definirse. Por su parte, la Kulturnation, o nación étnica, objetivista, apela a criterios “objetivos” como la tradición, la lengua, la raza...a la hora de justificarse. 22 DILTHEY, Wilhelm: Dos escritos sobre hermenéutica: el surgimiento de la hermenéutica y los esbozos para una crítica de la razón histórica. Edición de Antonio Gómez Ramos, Madrid, Itsmo, 2000, p. 79. 23 CICERÓN, Marco Tulio: Del supremo bien y del supremo mal. Disputaciones tusculanas. Estudio introductorio de David Morán, Madrid, Gredos, (45) 2015, pp. 36-37. 24 La edición de 1928 de Weltbürgertum und Nationalstaat es uno de los libros más subrayados y anotados de entre los que se han estudiado para esta investigación dentro del Archivo de la Fundación Ortega- Marañón. Entre otras, Ortega marca las nociones de Kulturnationen y Staatsnationen que aparecen en la página 3, cuando Meinecke establece esta distinción, una vez hechos los matices correspondientes. Vid.: MEINECKE, Friederich: Weltbürgertum und Nationalstaat: Studien zur Genesis des deutschen Nationalstaates, München, R. Oldenbourg, (1907) 1928, p. 3. 25 WEBER, Max: Economía y sociedad. Esbozo de sociología comprensiva. Edición de Johannes Winckelmann, Madrid, Fondo de Cultura Económica, (1922) 2002, pp.9 y17. Metodología 22 Otras categorías son las emanadas de los estudios vinculados a la personalización de la nación, básicamente tres. El primero, las “experiencias de nación”, que son todas las vivencias personales que llevan a un sujeto determinado a concebir de una determinada manera la nación y a proponer una visión al respecto. El segundo, los “referentes de nación”, que son todos los modelos emanados tanto del pasado como del presente –los referentes esencialistas y epocalistas arriba indicados– que tiene en cuenta dicho individuo para desarrollar su idea. Por último, las “instituciones de nación” apelan a todos los métodos de intervención sobre la sociedad que son utilizados para nacionalizar a sus integrantes en una dirección determinada, actuando tanto en la esfera pública como la privada y la semipública26. Otro conjunto de categorías analíticas son las que se derivan más propiamente de la historia intelectual. Primero habría que definir lo que es propiamente un intelectual. Algunos autores han hablado de la existencia de intelectuales durante toda la historia, identificándolos con cualquier productor de ideas. La mayoría por el contrario circunscribe la noción a una categoría social muy concreta que se da en Europa desde finales del siglo XIX, cuando las condiciones políticas y sociales permitieron su diferenciación como grupo27. Desde esta base, este trabajo recurre a la definición que ofrece Santos Juliá, al señalar que los intelectuales son personas que aparecen en la esfera pública como –siguiendo a Pierre Bourdieu– “especialistas en el trato con bienes simbólicos”, esto es, creadores de un “metarrelato” 28 alternativo al oficial que pretenden difundir influyendo en la opinión pública. El intelectual apela a un “lenguaje de persuasión que busca la adhesión de oyentes y lectores y les incita a algún tipo de acción”. Uno de los “bienes simbólicos” que permiten dicha movilización es precisamente la nación29. Por tanto, siguiendo esta vez a Gramsci, se puede afirmar que es la misión específica que tienen estas personas dentro del sistema social lo que les dota de una categorización propia: “todos los hombres son intelectuales, podríamos decir, pero no todos los hombres tienen en la sociedad la función de intelectuales”30. Pero con el importante matiz de que esta misión siempre es activa, pues según recuerdan Ory y Sirinelli el intelectual “no se define por lo que es –una función, un estatuto– sino por lo que hace, por su intervención en el terreno de la política” entendida como “debate sobre la «ciudad»”31. La noción de intelectual tiene por tanto mucho que ver con la cultura y con la política. De ahí que la segunda categoría analítica a aclarar en relación con esta corriente 26 Para ver una exposición de estas nociones, vid. ARCHILÉS I CARDONA, Ferrán: “Lenguajes de nación. Las «experiencias de nación» y los procesos de nacionalización: propuestas para un debate”, Ayer, nº 90, 2013, pp. 91-114. 27 PROCHASSON, Christophe: “Sobre el concepto de intelectual”, Historia contemporánea, nº27, 2003, pp. 799-812, p. 803. 28 El concepto de “metarrelato” o “narrativa maestra” se refiere a la categoría analítica que define las ideologías o creencias como tramas narrativas elaboradas con el objetivo de dotar de sentido al presente y configurar las acciones del futuro. 29 JULIÁ, Santos: Historia de las dos Españas, Madrid, Taurus, 2004, pp. 10-17. 30 GRAMSCI, Antonio: “La formación de los intelectuales” (1932), en Antonio GRAMSCI: Los intelectuales y la organización de la cultura, Buenos Aires, Nueva Visión, 2000, pp. 9-25, p. 14. 31 ORY, Pascal, y SIRINELLI, Jean-François: Los intelectuales en Francia: del caso Dreyfus a nuestros días, Valencia, Universitat de València, (1986) 2007, p. 19. Metodología 23 historiográfica sea precisamente la de cultura política. La llamada nueva historia política ha recurrido a esta idea para renovar sus investigaciones, ofreciendo como en el caso de la historia intelectual y la del nacionalismo diversas interpretaciones. Siguiendo a Formisano, la noción a la que se adscribe esta tesis es la que incluye no únicamente la participación activa en el foro social dentro de una lucha de poder, sino también al conjunto de creencias, actitudes, valores, mentalidades, y otros elementos de carácter espiritual o simbólico que condicionan esa dialéctica y tienen una dimensión que también es privada32. La última categoría de este grupo es la de red intelectual. Procede según avanzábamos de la historia intelectual francesa, de autores como Ory y Sirinelli que han visto la estrechez de la noción de generación: los intelectuales están ciertamente influidos por sus coetáneos, pero se inscriben dentro de ámbitos de sociabilidad intergeneracionales, creándose ámbitos de relación e intercambio que vinculan por igual a integrantes de distintas generaciones33. Con todo, no desecharemos en este trabajo la idea de generación, dado que es una expresión que formaba parte de la autocomprensión de los intelectuales del siglo XX –y Ortega teorizó bastante acerca de ella34–, y es necesario atender por lo menos a lo que percibían quienes la utilizaban. Antes de pasar al siguiente punto conviene aclarar que existen algunas nociones que se utilizarán bastante a lo largo de todo el trabajo que también podríamos considerar categorías analíticas: entre ellas, las de “masa” y “élite”, que no definimos aquí porque la exposición de su significado en el sentido que le da Ortega, con la evolución que va siguiendo, forma parte del trabajo de investigación que se irá presentando. 2.4.Hipótesis de partida La hipótesis propuesta se deriva directamente de las características ofrecidas por el estado de la cuestión, que se analiza más abajo. En este punto es necesario avanzar que existe una gran divergencia en torno a cuál es la idea de nación de Ortega, y que las contradicciones entre los estudiosos pueden reducirse a tres cuestiones: la primera, si Ortega se adscribe a la teoría de la Kulturnation o a la de la Staatsnation; la segunda, si existen fases o no en su pensamiento al respecto y con ello una coherencia; y por último, a qué responde la intención del filósofo a la hora de construir su teoría. Partiendo de aquí, el objetivo de la tesis doctoral se hace más explícito al señalarse que tratará de ofrecer una respuesta a las tres preguntas. Para guiar la investigación recurrimos a la siguiente hipótesis de partida: la idea de nación formulada por Ortega y Gasset responde a su voluntad de dotar de sentido a la realidad que le rodea, la cual concibe desde la aplicación de su filosofía a la situación política española y ante la que propone 32 FORMISANO, Ronald P.: “The Concept of Political Culture”, The Journal Interdisciplinary History, vol. 31, nº3, 2001, pp. 393-426, pp. 425-426. 33 ORY, Pascal, y SIRINELLI, Jean-François: Los intelectuales en Francia..., pp. 21 y 41. 34 Uno de sus discípulos en Argentina, Francisco Romero, vio con acierto el problema de la teoría de las generaciones, mostrando la necesidad de problematizarlo desde las situaciones de anterioridad/simultaneidad/ posterioridad. Más que la generación, influye muchas veces, señala Romero, el estilo y la circunstancia. Vid: ROMERO, Francisco: La estructura de la historia de la filosofía y otros ensayos, Buenos Aires, Losada, 1967, pp. 139-141. Metodología 24 como solución una ampliación del “círculo nacional” 35 a través de la actuación de la intelectualidad, de suerte que su propuesta supone un entroncamiento con la tradición cívico-liberal pero adaptándola a la sociedad de masas. Englobamos así tres hipótesis menores: 1. La evolución de la filosofía orteguiana es la clave para entender su percepción de la realidad nacional. 2. Hecha la propedéutica social, las “minorías directoras” son la categoría básica para responder a los problemas identificados. 3. Existe por tanto una evolución en el planteamiento orteguiano que responde a la distinta percepción de la realidad que tiene en cada momento, configurándose distintas fases que siguen una lógica marcada por la relación dialógica entre los dos elementos anteriores. 2.5.Fuentes Ensanchar el abanico de fuentes es un elemento clave de la tesis doctoral, dado que su escasez en otros trabajos es una de las principales deficiencias identificadas en el estado de la cuestión que pronto se expondrá. Esta ampliación tiene dos direcciones, una cuantitativa y otra cualitativa. La primera, al abarcarse todo el conjunto de escritos de Ortega y Gasset, no únicamente los que se centran de forma directa en su idea de nación (básicamente, “Vieja y nueva política” de 1914, España invertebrada. Bosquejo de algunos pensamientos históricos de 1922, La rebelión de las masas de 1930, La redención de las provincias de 1931, y “De Europa Meditatio Quaedam”, de 1949). Las aproximadamente diez mil páginas que componen los diez tomos de las Obras Completas de Ortega y Gasset –en la edición de la Fundación Taurus, más actualizada que la anterior de Revista de Occidente– han sido objeto por nuestra parte de un estudio minucioso cuyo objetivo ha sido detectar todo lo que Ortega expusiera en relación directa o indirecta con la idea de nación. Para ello se ha partido de la base de que, como dice Antoine Prost, “son las preguntas las que construyen el objeto histórico”36. Esto es, cuando Ortega habla de arte, de política, de historia... nos da pistas sobre su concepto de nación si logramos interpretar correctamente su pensamiento y sus referencias. En este sentido es importante comparar su pensamiento con el de otros autores, y para ello no únicamente es menester acudir a las citas directas que hace en sus libros y cartas sino también a las obras conservadas en su biblioteca personal, que se ubica en la Fundación Ortega y Gasset. Autores como Vicente Cacho ya se dieron cuenta de la importancia de esta fuente documental tan grande, que es interesante especialmente porque Ortega en muchas ocasiones señalaba y anotaba los libros que utilizaba, de manera que es más fácil reconstruir su interpretación. Los estudiosos de Ortega le han achacado 35 El concepto de “círculo nacional” está tomado del de “círculo moral”, con el que el neo-utilitarista Peter Singer alude al proceso histórico de ampliación del número de sujetos y grupos sociales susceptibles de ser objeto de una consideración moral. Vid: SINGER, Peter: The Expanding Circle: Ethics, Evolution, and Moral Progress, Princeton, Princeton Universtiy Press, (1981) 2011, p.139. 36 PROST, Antoine. Doce lecciones sobre la historia. Valencia: Cátedra/Universidad de Valencia, (1996) 2001, p. 90. Metodología 25 con razón que citara pocas veces sus fuentes: acudir a las de la Fundación Ortega permite tratar de solventar el problema. Con respecto a los libros conservados en la Fundación Ortega, debe aclararse una cuestión relacionada con su utilidad en tanto que fuente. El hecho de que un libro haya sido publicado en una fecha determinada no implica que se haya leído entonces: pudo haber sido comprado mucho después del momento de su publicación, o haber permanecido en la biblioteca durante décadas hasta que Ortega lo leyó. Además, existe la duda de si fue Ortega padre o hijo el que lo trabajó, y a veces incluso de quién hizo las anotaciones o marcas en el mismo. Por esto en todas las citas relativas a libros consultados en la Fundación Ortega se seguirá el criterio de falsación de Karl Popper, en virtud del que el método de investigación se puede considerar científico si existe la posibilidad de refutar sus resultados. Esto es, según este teórico de la ciencia, se han de aportar datos que sustenten la hipótesis, pero dejando abierta la posibilidad de modificarla si se dan nuevos experimentos –o aparecen más evidencias históricas, en nuestro caso37. Por ello, y de acuerdo a la historia intelectual contextualista, los libros que se consulten se pondrán en relación con aspectos del contexto biográfico e intelectual de Ortega, y especialmente con artículos y libros escritos por él, que justifiquen la posibilidad de que el recurso a los mismos sea veraz. La segunda ampliación se refiere a la naturaleza de las fuentes, pues junto a los libros se tienen en cuenta las de carácter epistolar y hemerográfico. El Archivo de la Fundación Ortega y Gasset tiene varios miles de cartas que también están siendo objeto de un estudio y análisis, dado que en muchas de ellas habla y debate sobre la idea de nación, y en otras donde no lo hace de forma directa es posible, como en sus Obras Completas, preguntar en el sentido que Prost señala. Incluimos igualmente los epistolarios que han sido editados, como los que mantuvo con Unamuno38, con Gregorio Marañón, con Alfonso Reyes, o con todas las personas de la época que discurre entre 1891 y 1908, a través de las 1000 páginas de Cartas de un joven español39. En general todas las cartas inéditas se conservan en la Fundación Ortega y Gasset, pero en otros lugares como la Real Academia de la Historia se mantienen algunas otras. Por último, y dado que se pretende estudiar no únicamente la dimensión teórica de la idea de nación en Ortega sino también la práctica, la prensa es esencial porque permite ver cómo se difunde o percibe su planteamiento. Gracias a la digitalización de los fondos 37 “Falsabilidad”, en José FERRATER MORA: Diccionario de filosofía de bolsillo, Madrid, Alianza Editorial, (1983) 1995, pp. 314-316. 38 Agradezco al profesor Octavio Ruiz Manjón sus indicaciones con respecto a la existencia de algunos errores en el epistolario editado de Ortega y Unamuno. Siguiendo su consejo, he comprobado que las cartas citadas están bien transcritas con respecto a la fuente original. 39 Desde hace aproximadamente un año, la Fundación Ortega-Marañón está impulsando la publicación de los epistolarios de Ortega. Hasta la fecha, estos son los que se han editado: Epistolario completo Ortega- Unamuno. Edición de Laureano Robles, Madrid, El Arquero, 1987; Cartas de un joven español (1891- 1908). Edición de Soledad Ortega, Madrid, El Arquero, 1991; Epistolario inédito: Marañón, Ortega, Unamuno. Edición de Antonio López Vega, Madrid, Espasa, 2008; Correspondencia: José Ortega y Gasset, Helene Weyl. Edición de Gesine Märtens, Madrid, Biblioteca Nueva: Fundación Ortega y Gasset, 2008; y “José Ortega y Gasset-Coriolano Alberini. Epistolario (1916-1948). Edición de Roberto E. Aras”, Revista de Estudios Orteguianos, nº30 (2015), pp. 31-76. Metodología 26 de la Hemeroteca Digital de España es posible encontrar todas las referencias que la prensa allí conservada incluye sobre Ortega y Gasset, y rastrear de esta manera la percepción que periódicos de todo tipo han tenido de él. ABC, El Imparcial, El Heraldo de Madrid, La Correspondencia de España... permiten conocer la integración de Ortega en la esfera pública española. No únicamente al ver lo que se decía de él y de sus ideas, sino también la manera en que empresas periodísticas como España, que impulsó en 1915, o El Sol, en 1917, difundían desde sus páginas una determinada idea de nación. Por otro lado, es pertinente indicar que el mismo proceso que se ha realizado con la prensa nacional de la Hemeroteca Digital se ha repetido con la Biblioteca Virtual de Prensa Histórica, que incluye una gran cantidad de periódicos de provincias: esto es muy importante para el caso de Ortega, porque en su concepto de nación española es básica la voluntad de revitalizar las regiones, considerando la provincia como la piedra angular de la nacionalidad. A través de periódicos como El Orzán de La Coruña, La Crónica Meridional de Almería, o La Voz de Soria, podemos rastrear parte de su influjo en este sentido. Estado de la cuestión 27 3. ESTADO DE LA CUESTIÓN40 La idea de nación goza de una notable presencia en el conjunto de los escritos de José Ortega y Gasset, constituyendo una categoría fundamental en su filosofía política. Sin embargo, ocurre al mismo tiempo una paradoja que descansa sobre dos supuestos: primero, que de entre las miles de páginas que se han escrito sobre el pensamiento orteguiano, apenas una veintena de textos se centran de forma monográfica o relativa en este tema. Además, sus resultados ofrecen conclusiones que, trascendiendo la diversidad de interpretación, alcanzan una contradicción que dificulta su comprensión. En segundo lugar, se da el hecho de que si bien es evidentemente cierto que el pensador madrileño reflexionó y escribió con profusión sobre la idea nacional, pocos son los libros donde lo hizo de forma exclusiva. Básicamente, España invertebrada (1922) y Europa y la idea de nación (de publicación póstuma en 1960). Por si fuera poco, las conclusiones de ambos textos, y de estos dos en comparación con otros trabajos donde analizó la nación, se contradicen entre sí por lo menos aparentemente. 3.1.Características de la evolución de los estudios sobre la nación en Ortega Siendo fundamental el concepto de nación en Ortega, cabría esperar que hubiera planteado una descripción rigurosa y detallada acerca de esta cuestión. Si fuera así bastaría con acudir a sus escritos políticos para encontrar alguna categorización del hecho nacional, lo que no debería ser difícil si tenemos en cuenta que, como señala Andrés de Blas Guerrero, los escritos de naturaleza política son los que ocupan un mayor espacio dentro de sus obras completas41. Sin embargo, los dos elementos arriba indicados dificultan la labor. En relación con la bibliografía producida por los estudiosos orteguianos, De Blas Guerrero presenta en Nación y nacionalismo en la obra de Ortega y Gasset (1991) un estado de la cuestión sobre el estudio de lo político en el pensador madrileño, y demuestra como principal conclusión el hecho llamativo de que, a pesar de la centralidad de la política en sus escritos, no exista mucha bibliografía al respecto, y ello en claro contraste con la proliferación de estudios referidos a otros aspectos de su vida y obra. Según este autor, la deficiencia tiene una raíz muy clara, pues está originada por el propio modo que tuvo Ortega de referirse a la política, y que él explica desde una “ley de hierro intelectual” que consiste en que “a medida que aumenta el caudal de la palabra impresa, pierden rigor los juicios y las ideas”42. Aunque Ortega escribió una enorme cantidad de artículos y libros siguiendo una actitud de publicista, al tiempo que difundía su pensamiento creaba sin embargo una enorme confusión. Por ello ha sido difícil estudiar la política en nuestro 40 El presente epígrafe está basado un artículo centrado en el estado de la cuestión de la idea de nación de Ortega. No obstante, el presente capítulo está ampliado en tanto que se han añadido textos posteriores a la fecha de redacción de este, y otros que no fueron incluidos. Vid. BAGUR TALTAVULL, Juan: “La idea de nación en Ortega y Gasset: estado de la cuestión”, Ab initio: Revista digital para estudiantes de Historia, nº7 (2013), pp. 125-160. 41 BLAS GUERRERO, Andrés de: “Nación y nacionalismo en la obra de Ortega y Gasset”, en Fernando LLANO ALONSO, y Alfonso CASTRO SÁENZ (Coords.): Meditaciones sobre Ortega y Gasset, Madrid, Tébar, 2005, pp.647-670, p. 648. 42 Idem. Estado de la cuestión 28 autor, y de ahí que De Blas únicamente haya logrado señalar una decena de obras, escritas todas ellas en los años setenta y ochenta. Desde esta base, el autor presenta un estado de la cuestión compuesto por dos tipos de libros. En primer lugar, los pocos que pueden considerarse totalmente relacionados con la idea de la política en Ortega, y que son: Las empresas políticas de José Ortega y Gasset: “El Sol”, “Crisol”, “Luz” (1917-1934) (1970), de Gonzalo Redondo, a quien atribuye una gran pretensión teórica; El idealismo político de Ortega y Gasset (1974), de Javier F. Lacolma y José Ortega y Gasset, publicista (1976), de Vicente Romano, más sencillos. En la siguiente década destaca La razón y la sombra. Una lectura política de Ortega y Gasset (1984), de Antonio Elorza, un libro esclarecedor al que sin embargo recrimina enfoque marxista; lo mismo que señala en relación a Historia e ilegitimidad del poder. La quiebra del Estado liberal en Ortega. Fragmentos de una sociología del poder (1984), de Fernando Ariel del Val. También en los ochenta se publicaron Ética y política: en torno al pensamiento de Ortega y Gasset (1985), de Francisco López Frías, y An introduction to the Politics and Philosophy of Ortega y Gasset (1989), de Andrew Dobson. Finalmente, dentro de este primer grupo que señala De Blas se encuentran dos obras colectivas dirigidas por Mª Teresa López de la Vieja: Política de la vitalidad (1996), y Política y sociedad en José Ortega y Gasset. En torno a “Vieja y nueva política” (1997). Además de todos estos trabajos, que como puede verse son muy pocos, De Blas se refiere a un segundo conjunto que permite categorizar la concepción de la política en Ortega. Hace referencia a libros que también han sido publicados en las últimas décadas del siglo XX o en el XXI, pero en esta ocasión se trata de monografías, memorias, y un conjunto de libros centrados en cuestiones de otro tipo que cuentan con referencias importantes al tema político. En este conjunto incluye obras como las de Vicente Cacho Viu Repensar el 98 (1997) y Los intelectuales y la política. Perfil público de Ortega y Gasset (2000); las biografías escritas por Javier Zamora Bonilla, Ortega y Gasset (2002) y José Lasaga Medina, Ortega y Gasset (1883-1963) (1997); los recuerdos reunidos por José Ortega Spottorno en Los Ortega (2002); o las dos obras que sobre su maestro escribió uno de los principales discípulos de Ortega y Gasset, Julián Marías: Ortega. Circunstancia y vocación (1960), y Ortega. Las trayectorias (1983)43. Por tanto, apenas una página sirve como marco para incluir la mayoría de los títulos que han sacado a la luz reflexiones o investigaciones sobre el tema de la política, y todos ellos son posteriores a los años setenta. Entrando de lleno en el tema de la nación, los autores que lo han investigado llaman la atención acerca de la escasa atención de la que ha sido objeto a pesar de su centralidad. Así lo señalan varios investigadores antes de adentrarse en sus libros, como Fernando H. Llano44 o el propio Andrés de Blas45. La lectura de los diversos trabajos muestra que la interpretación que se da de este fenómeno se explica desde dos elementos, que en relación al filósofo madrileño pueden definirse como externo e interno. El elemento externo se refiere al contexto histórico en 43 Ibid., p. 652. 44 LLANO ALONSO, Fernando H.: El Estado en Ortega y Gasset, Madrid, Dykinson, 2010, p. 123. 45 BLAS GUERRERO, Andrés de: “Nación y nacionalismo en la obra…, p. 652. Estado de la cuestión 29 el que se iniciaron los estudios orteguianos, mientras que el elemento interno es la propia aproximación que hizo Ortega. El contexto histórico que siguió a la muerte del filósofo madrileño en 1955 dificultó notablemente el desarrollo de una teorización o investigación de su pensamiento. Los pilares ideológicos del régimen franquista ejercieron dos tipos de presión en cuanto a la lectura de su pensamiento: una de limitación y negación, y otra de desarrollo y afirmación en una dirección determinada. En relación con lo primero, algunos destacados discípulos del pensador madrileño tomaron parte activa en la configuración de la ideología del franquismo e incluso colaboraron con el Régimen, como es el caso del segundo Manuel García Morente, autor de Idea de la Hispanidad (1938), Alfonso García-Valdecasas, José Antonio Maravall, Salvador Lissarrague, Pedro Laín, y el fundador de las JONS Ramiro Ledesma Ramos. Sin embargo, la mayoría se opuso al régimen, como Julián Marías o María Zambrano, y además el nacionalcatolicismo impidió el desarrollo objetivo de la filosofía orteguiana dentro de España. Es necesario aclarar algunas cuestiones en relación con el nacionalcatolicismo46. La primera es que Ortega y Gasset no era católico. Bien es verdad que algunos de sus discípulos, entre ellos Marías y Zambrano, sí que lo fueron y desarrollaron su filosofía en coalición con el cristianismo; y que algunos de los autores arriba citados, “cristianizaron” la filosofía de Ortega. No obstante, el pensamiento orteguiano se caracteriza precisamente por su carácter laico y de ahí que entre los años cuarenta y setenta no pudiera ser, a no ser que entrara en una contradicción, uno de los pilares intelectuales del nacionalcatolicismo. Así, la propia Iglesia católica española nunca vio con buenos ojos que se exaltara a un filósofo que no únicamente no era fiel a la religión oficial del Estado, sino que además desarrollaba una filosofía que seguía una dirección opuesta. Siguiendo a Ferrater Mora en la categorización de la historia de la filosofía entre las que lo son del “ser” y las del “devenir”47, habría que incluir el neotomismo impulsado por muchos intelectuales franquistas en el primer grupo48. Frente a ello, la filosofía de Ortega, de raíz vitalista, encajaría más bien en el segundo grupo, y de ahí que se formara también en este aspecto una notable dicotomía entre la filosofía de uno de los pilares intelectuales del franquismo y la de Ortega. No en vano, una gran cantidad de bibliografía de postguerra centrada en el filósofo madrileño tuvo por objeto exponer el contenido 46 Al hablar de nacionalcatolicismo nos referimos a la definición de Alfonso Botti, quien lo describe como una corriente de pensamiento, teología y cultura política desarrollada desde finales del siglo XIX. Une elementos modernos y antimodernos, y no es por tanto algo exclusivo del franquismo aunque en él se desarrollara con fuerza. Más abajo volveremos sobre este tema. Vid: BOTTI, Alfonso: Cielo y dinero: el nacionalcatolicismo en España, 1881-1975, Madrid, Alianza Editorial, (1992) 2008. 47 NIETO BLANCO, Carlos: La filosofía en la encrucijada. Perfiles del pensamiento de José Ferrater Mora, Barcelona, Universidad Autónoma de Barcelona, 1986, p. 106. 48 El neotomismo fue la filosofía oficial del franquismo, pero es una escuela teológica con diversas corrientes. Aquí nos referimos al “tomismo del ser”, una de las bases del nacionalcatolicismo, opuesto al “tomismo del devenir”, abierto a la modernidad y defendido por filósofos liberales y antifranquistas como Jacques Maritain. Sobre este tema, vid: BAGUR TALTAVULL, Juan: “La «nueva Cristiandad» maritainiana en la «Nueva España» franquista: el nacionalcatolicismo ante el personalismo neotomista (1930-1953)”, en CD-ROM adjunto en GÓMEZ BRAVO, Gutmaro y PALLOL, Ruben (Eds.): Actas del Congreso Posguerras. 75 aniversario del fin de la guerra civil española, Madrid, Editorial Pablo Iglesias, 2015. Estado de la cuestión 30 anticatólico de sus ideas. Ejemplo de ello son Ortega y Gasset. Su persona y su doctrina (1942), del jesuita Joaquín Iriarte; Pensamiento y trayectoria de José Ortega y Gasset (1943), del también jesuita José Sánchez Villaseñor; o Antología teofánica de textos de Ortega y Gasset (1953), del balmesiano Joan Roig Gironella49. Con todo, es importante el hecho de que al tiempo que existía esta condena, algunos de los elementos que componían la reflexión orteguiana fueron incluidos dentro del pensamiento de autores entre los que destacaron los falangistas50. Ya el propio José Antonio Primo de Rivera había manifestado su simpatía por el autor madrileño, y como se ha dicho, Ramiro Ledesma fue su discípulo. Sin embargo, esto no significa que la filosofía orteguiana fuera autoritaria o totalitaria, sino que ocurrió lo que señala Santos Juliá al definir la creación de la percepción nacional: partiendo de la idea de la nación como relato, ocurre que en este símbolo los significantes se mantienen pero cambian los significados, y así se tomaron conceptos de la idea de nación en Ortega pero integrados en una nueva red de elementos de significación51. Esto implicó dos cosas: primero, que la aproximación a la idea de nación de Ortega en el franquismo se hiciera desde planteamientos filosóficos y políticos autoritarios, sin que por ello lo hubiera sido Ortega. Y segundo, que durante décadas se difundiera una lectura de Ortega en clave antidemocrática, que han mantenido, total o parcialmente, autores que luego veremos, como Antonio Elorza o Xacobe Bastida52. No obstante, Elorza denuncia la excesiva vinculación entre el pensador madrileño y el autoritarismo, que explicaría según él el escaso tratamiento del que ha sido objeto por parte de la historiografía marxista o filo-marxista. Ya en los treinta Luis Araquistáin mostraría el distanciamiento de un sector de la izquierda ante él debido a su desafección hacia la República; y luego en los cincuenta Jorge Semprún contribuiría a mantenerle en el ostracismo debido a que la difusión de su supuesto irracionalismo en los medios universitarios dificultaría la estrategia de alianza propugnada por el PCE. Finalmente, Elorza mantiene que todavía en la actualidad un sector de la intelectualidad sería contrario al pensamiento orteguiano debido a su noción tecnocrática y nacional del socialismo, lo que tendría su proyección en cuanto a la escasa atención historiográfica dada a partir de segmentos de este sector político53. En efecto, si el clima intelectual del franquismo era contrario a las nociones filosóficas de Ortega, también el marxismo se mostraba reticente a definir el pensamiento orteguiano, en parte por la lectura falangista que de él se había hecho. Elorza juzga que 49 ZAMORA BONILLA, Javier: Ortega y Gasset, Barcelona, Plaza & Janés, 2002, p. 611. 50 Villacañas sostiene que durante el franquismo el conflicto entre falangistas y católicos conservadores puede entenderse como una oposición entre los discípulos o seguidores de Ortega y los de Maeztu. Vid.: VILLACAÑAS BERLANGA, José Luis: Ramiro de Maeztu y el ideal de la burguesía en España, Madrid, Espasa-Calpe, 2000, pp. 414 y ss. 51 JULIÁ, Santos, Historias..., pp. 10 y 15. 52 BOLADO OCHOA, Gerardo: “La renovación institucional de la filosofía en España después de Ortega”, en Javier SAN MARTÍN, y Javier LASAGA (Eds.): Ortega en circunstancia: una filosofía del siglo XX para el siglo XXI, Madrid, Biblioteca Nueva, Fundación Ortega y Gasset, 2005, pp. 15-42, p. 28. 53 ELORZA DOMÍNGEZ, Antonio: La razón y la sombra: una lectura política de Ortega y Gasset, Barcelona, Anagrama, (1984) 2002, p. 10. Estado de la cuestión 31 “por muy legítimas que fueran tales desconfianzas, sus efectos historiográficos no han podido ser más negativos”54 . Esto explica en parte que la bibliografía acerca de la política y la nación en Ortega únicamente comenzara a desarrollarse en la etapa democrática que siguió a 1978. Tal y como muestra Fernando Llano, después de una etapa de éxodo de los discípulos de Ortega, desde 1978 se produjo un “renacimiento” de los estudios orteguianos que tuvieron su primer impulso con la creación en ese mismo año de la Fundación Ortega y Gasset55.Podemos ir un paso más allá y afirmar, con Andrés de Blas que la estructura que ha tomado la España de la Constitución de 1978 está influida por las tesis de Ortega sobre la nación y su proyección política en un Estado “integral”. Según este doctor en ciencias políticas la organización territorial desarrollada a finales de los años setenta supuso el triunfo póstumo de Ortega56. En términos parecidos lo definen también Fernando Llano, Anselmo Sanjuán o Salgado Arribas; pues consideran que es imposible comprender el Estado de las Autonomías si no se hace partiendo de la lectura de La redención de las provincias (1931), conjunto de artículos que constituyen una de las más claras proyecciones prácticas de la teoría de la nación que hizo el pensador madrileño. Finalmente, otro elemento del contexto histórico a considerar es el de la celebración del centenario de Ortega en 1983. Muchos de los libros que se tratarán en este ensayo se han publicado después de esta fecha, que supuso según Gerardo Bolado el punto de inflexión para desmitificar a Ortega, haciéndolo patrimonio de todos y no ya de quienes aprovechaban ciertos elementos aislados de su teoría para constituir interpretaciones autoritarias de su pensamiento. Además, este autor llama la atención acerca de un hecho relevante, que Ortega y Gasset fuera uno de los autores más editados en España entre 1975 y 1985, periodo cuyo contexto cultural era democrático, lo que vendría a demostrar que también se percibía como tal la filosofía de nuestro autor57. Pasemos ahora a ocuparnos del elemento que hemos denominado interno: la presentación que hizo Ortega de la idea de nación en sus textos. Como se ha dicho, se trata de un concepto muy recurrente a lo largo de toda su producción intelectual, presente en libros y artículos, pero también en conferencias y cursos. Tanto es así que Fernando Llano considera que es un tema que “ocupa un lugar preferente” entre todas las demás nociones que pueden ponerse en relación con la política o la filosofía de Ortega58. Por su parte, dice Polakovic que es un tema que “atormenta” al filósofo, pero no es capaz de llegar a expresarlo claramente, pues como indica el propio madrileño, “sabido es que todavía no se ha logrado decir en qué consiste una nación, si damos a este vocablo una acepción moderna”59. Por su parte, Xacobe Bastida asegura que a pesar de la centralidad que la nación ocupa en el pensamiento orteguiano, no existe ninguna coherencia en cuanto al método de estudio de la misma, ni tampoco una perspectiva uniforme de análisis 54 Idem. 55 LLANO ALONSO, Fernando H.: El Estado…, p. 114. 56 Ibid., p. 190. 57 BOLODO OCHOA, Gerardo: “La renovación institucional…, p. 31. 58 LLANO ALONSO, Fernando H.: El Estado…, p. 132. 59 POLAKOVIC, Esteban: Teoría de la nación: nacionología de J. Ortega y Gasset, E. Renan y L. Stur, Madrid, [s.n], 1983, p. 11. Estado de la cuestión 32 conceptual60. Algo parecido ocurre según Andrés De Blas, para quien, si bien en La rebelión de las masas (1930) existe una cierta clarificación del tema, que es por cierto la primera que hace en su producción filosófica, se da también una “irritante” confusión en otros escritos, entre los que lamentablemente se encuentra uno que debería ser fundamental para el tema: España invertebrada (1922)61. No obstante estas manifestaciones pesimistas, es necesario tener en cuenta que la indefinición es un componente sustancial de todo el pensamiento orteguiano, y que no afecta solo a la idea de nación. Aunque De Blas Guerrero lo achacara a la ya presentada “ley de hierro intelectual”, Julián Marías señala que Ortega siempre escribió bajo una “deliberada circunstancialidad”. Su objetivo era el de orientar al lector concreto, no el de elaborar grandes sistemas de composición perfecta pero abstracta, y de ahí que sus obras fueran como “icebergs” que mostraban “el diez por ciento de su realidad”, quedando el resto “oculto bajo las aguas” y exigiendo un trabajo de buceo hermenéutico62. Por ello Fernando Llano, que también se lamenta de que no exista un libro en el que Ortega trate monográficamente su idea de nación, reconoce que por el contrario sí existen muchas referencias sueltas en relación con este tema. Todas ellas permiten superar la deficiencia señalada, aunque al mismo tiempo implican la necesidad de realizar un análisis de todos los textos, con las dificultades de interpretación que ello implica63. Existe un conjunto de libros importantes en los que el pensador trata la cuestión, de entre los cuales la mayoría de los autores coinciden en señalar dos como fundamentales. El primero es España invertebrada (1922), donde la reflexión acerca de la esencia de una España que considera enferma le llevará a plantear la idea de nación en conexión con el diagnóstico que realiza. El segundo, la que probablemente es su obra más famosa, La rebelión de las masas (1930), un análisis de la sociedad que desarrolla algunos de los elementos planteados en el libro anterior, y que vuelve por tanto a tomar el concepto de nación como base de algunas de sus reflexiones. Sin embargo, a pesar del protagonismo que cobra en ambos libros, en ninguno de los dos el objetivo es el de definir lo que significa el hecho nacional, y de ahí que muchas veces aparezca implícito lo que atribuye Ortega a esta idea. Por eso se explica la contradicción entre los intérpretes de ambos escritos. Finalmente, la idea de nación es referida en otros muchos libros y artículos, entre los que se encuentran “Vieja y nueva política” (1914), Meditaciones del Quijote (1914), la ya citada La redención de las provincias (1931), o El hombre y la gente (1957). Por lo tanto, el estado de la cuestión nos muestra que existe una gran variedad de interpretaciones en torno a un tema que a primera vista podría parecer sencillo, pues la 60 BASTIDA FREIXEDO, Xacobe: “En búsqueda del grial: la teoría de la Nación en Ortega”, Revista de estudios políticos, nº 96, 1997, pp. 43-76, p. 43. 61 BLAS GUERRERO, Andrés de: “Nación y nacionalismo en Ortega y Gasset”, en Justo BERAMENDI GONZÁLEZ (Comp.): Los nacionalismos en la España de la II República, Madrid, Siglo XXI, 1991, pp. 27-38, p. 30. 62 MARÍAS, Julián: Ortega: circunstancia y vocación, Madrid, Revista de Occidente, (1960) 1973, pp. 291-293. 63 LLANO ALONSO, Fernando H.: “El Estado y la idea orteguiana de nación. España y Europa como circunstancias”, Revista Digital Facultad de Derecho, nº.1, 2009, p.3. Disponible en: http://e- spacio.uned.es/fez/view.php?pid=bibliuned:revistaDFD-2010-2-5010 [23/01/2017]. http://e-spacio.uned.es/fez/view.php?pid=bibliuned:revistaDFD-2010-2-5010 http://e-spacio.uned.es/fez/view.php?pid=bibliuned:revistaDFD-2010-2-5010 Estado de la cuestión 33 constante indefinición de Ortega en ciertos aspectos significa que los investigadores tengan que hacer un trabajo hermenéutico constante, cuyos resultados no siempre son coincidentes. Sin embargo, esta diversidad de visiones está recogida en un número mínimo de libros y artículos. No sobrepasan la veintena, y ello facilita el objetivo de este estado de la cuestión en tanto que es posible presentarlos sin que sea necesario realizar antes un filtro para determinar los trabajos más pertinentes y susceptibles de ser incorporados en el análisis. Debido a esta característica, el estudio de la bibliografía se realizará a partir del análisis de una serie de elementos que permitirán ver cómo cada autor plantea una visión concreta de la idea nacional en Ortega, y que permitirán realizar una clasificación de las diversas interpretaciones. Para ello, en cada libro comenzaremos presentando el método empleado por el autor, así como la bibliografía consultada, y para ver la categorización que realiza cada uno, se responderá a tres preguntas: primero, si considera que la idea de nación en Ortega pasa por diversas fases o por el contrario es unitaria a lo largo de toda la proyección de su pensamiento. Segundo, si la naturaleza nacional es definida desde parámetros objetivistas o subjetivistas, esto es, si se acerca más a la teoría de la Staatsnation o a la de la Kulturnation. Finalmente, en base a todo lo anterior, se aludirá a si el autor en cuestión considera que la idea de nación en Ortega es contradictoria o unitaria en su definición final. 3.2.Monografías A continuación se realizará una presentación de los libros que de forma monográfica han tenido como objetivo principal definir la idea nacional según el pensamiento de Ortega y Gasset. Aunque son pocos los que existen, se clasificarán en dos grupos que tienen en cuenta lo expuesto en el apartado anterior: la repercusión historiográfica de la fecha de 1978 y la de 1998, esto es, aquella que da pie a un análisis objetivo del orteguianismo, y la que impulsa la historia intelectual después del Centenario del Desastre del 98. Así, el primer grupo comprende desde inicios de los ochenta, cuando se publica la primera monografía, hasta fines del siglo XX, y el segundo desde entonces hasta la actualidad. 3.2.1. Obras de 1978 a 1998 El primer libro importante en esta primera fase, y uno de los más curiosos en cuanto a su planteamiento, es Teoría de la nación: Nacionología de J. Ortega y Gasset, E. Renan y L. Stur, publicado en 1983 por Esteban Polakovic. Se trata de un filósofo eslovaco especializado en el estudio del fenómeno nacional, un tema que ha tratado en libros como ¿Qué es una nación? (1976) o Pensando la nación (1986), además del que ahora nos ocupa. El método que emplea se relaciona estrechamente con su formación de filósofo, ya que plantea un modo de aproximación al hecho nacional basado en la metafísica. Según afirma en la introducción de este libro, en el sistema internacional actual es fundamental el fenómeno nacionalista, y de ahí que sea de enorme importancia el estudio objetivo de una cuestión que forma parte de la vida cotidiana de las personas. Para salvar las deficiencias de un estudio que, siendo importante, está poco desarrollado y es difícil, propone un método, la “nacionología”, que como indica la propia palabra, es un intento de aproximación objetiva a la esencia de la nación. Pretende realizar una reducción Estado de la cuestión 34 fenomenológica que, mediante una interdisciplinariedad que incluye ciencias como la historia, la economía o la antropología, permita exponer lo definitorio de este elemento sin confundirlo con cuestiones como el Estado. Busca así en definitiva una “ontología de las naciones”64. Por ello, Polakovic parte de la base de que la nación existe, es un ente real y fundamental, con un método de análisis propio, una afirmación que tendrá dos críticas fundamentales. Primero, una de carácter epistemológico, en autores que consideran que la nación no es objetivable, por ser una “comunidad imaginada” como afirma Benedict Anderson, o un “metarrelato”, según Santos Juliá. Pero además, las concepciones que consideran que es un fenómeno político, económico o social, dudan de que la metafísica sea una aproximación válida al objeto de estudio. En todo caso, esta es la base de la tesis del autor eslovaco, y sus técnicas de investigación pasan por dos fases. Una primera en la que se refiere a la idea de nación en Ortega y Gasset, para lo cual hace la referida reducción fenomenológica aplicando la hermenéutica en las cuatro obras que considera fundamentales para el tema propuesto: “La guerra, los pueblos y los dioses”, artículo publicado en 1915; y las ya mencionadas España invertebrada, La rebelión de las masas y Europa y la idea de nación. Así, el autor muestra las ideas básicas que incluye cada uno de los libros y los compara entre sí para ver la evolución y presentación final de la teoría orteguiana de la nación. Finalizado este primer paso, después emplea la comparación una vez más, pero esta vez en relación con lo que acaba de definir y los planteamientos de otros dos intelectuales, Ernest Renan y Ludovit Stur. De este modo, muestra las diferencias entre los tres autores, y ello le permite una aproximación a la propuesta de Ortega después de contrastarlo con eruditos a los que abiertamente considera mejores en cuanto a su aproximación a la cuestión. Polakovic plantea que la nación en Ortega vive una “progresiva evolución”65. Pero se trata de un cambio que es contemplado de modo distinto a como lo hacen otros autores partidarios de esta concepción, en tanto que el autor eslovaco entra en la valoración y considera que es un camino degenerativo. Cuando Ortega se separa de su concepción esencialista, la idea de nación queda viciada. Considera que en “La guerra…” su visión es esencialista en tanto que parte de la identificación de la nación con elementos idealistas como la mitología y la lengua. Sin embargo, después cometería el error de mezclar la idea de nación con la de Estado, un elemento construido y ligado al cambio, por lo tanto incompatible con la verdadera idea nacional. Así, en España invertebrada erraría de nuevo al mezclar la etnogénesis con la historia política, error que prolongaría en La rebelión de las masas al eliminar totalmente la noción objetivista de la nación en favor del constructivismo de futuro. Finalmente, en Europa y la idea de nación terminará cayendo en una enorme contradicción al hablar de la ultra-nación europea, un oxímoron resultante de confundir una construcción política con la Kulturnation. En esta breve muestra de la justificación que da Polakovic a la interpretación de la idea nacional de Ortega como compuesta por fases, se ha avanzado también la respuesta al segundo elemento de análisis que se planteaba más arriba, esto es, el de la definición en términos objetivistas o subjetivistas. En la propia noción de Polakovic, el objetivismo es lo que 64 POLAKOVIC, Esteban: Teoría de la nación…, p. 16. 65 Ibid., p. 50. Estado de la cuestión 35 define a la nación, y de ahí que sea posible la nacionología. Sin embargo, puesto que afirma que Ortega combina, según él sin saber que cae en una contradicción, la nación- esencia con la política-construcción, cabe pensar que achaca a Ortega una noción subjetivista, en tanto que consideraría que la nación es construida por los sujetos políticos. Por último, Polakovic también se basa en esta hipótesis de la confusión que hace el pensador madrileño para llegar a la conclusión de que su concepción de la nación es contradictoria, y eso le lleva a plantear una serie de “teorías forzadas”66. Casi una década después del libro de Polakovic, en 1991 apareció “Nación y nacionalismo en Ortega y Gasset”, un breve artículo escrito por Andrés de Blas Guerrero e incluido en Los nacionalismos de España en la II República, obra compilada por Justo G. Beramendi y Ramón Máiz. Sin embargo, el análisis de esta obra se realizará más adelante porque otro libro del mismo autor publicado en fechas más recientes incorpora las tesis de este artículo y las desarrolla más. Así, el próximo trabajo que encontramos siguiendo la cronología de publicación, es “Nacionalidad y cuerpo político”, un artículo de 1996 en el que María Teresa López de la Vieja se refiere al tema de este trabajo dentro de un libro, editado por ella misma, y denominado Política de la vitalidad. “España invertebrada” de José Ortega y Gasset. La autora trata de definir el concepto de nación a partir de un único libro de Ortega, que tal y como muestra el título de la obra es España invertebrada. Por ello, es un artículo que si bien es importante, únicamente ayuda a comprender la idea nacional en una etapa del pensamiento del filósofo madrileño. López de la Vieja utiliza el libro publicado en 1922 como fuente directa fundamental, pero además recurre a otros escritos de Ortega que le permiten apoyar su lectura de este, como son Meditación de Europa, Ni racionalismo ni vitalismo, o El tema de nuestro tiempo. La hipótesis que presenta es muy diferente a la que señala Polakovic, pues afirma que la idea de nación en España invertebrada es de carácter cultural, por lo tanto ubicable dentro del paradigma objetivo o de la Kulturnation. Esta conclusión es defendida por De la Vieja porque afirma, al contrario que otros muchos estudiosos de Ortega, que el organicismo del que hace gala no es metafórico, sino real, y le lleva a hablar de lo político como ente orgánico. De ahí que las nociones de “cuerpo político”, “cuerpo social” y “cuerpo nacional” no sean dicotómicas, sino equivalentes, lo que lleva a la autora a resaltar la influencia de Spencer junto con la de Renan67. Estas mismas ideas las mantiene María Teresa López de la Vieja en “Élites sin privilegio”, incluido en un libro editado también por ella misma y denominado Política y sociedad en José Ortega y Gasset: en torno a Vieja y nueva política (1997). Aquí habla del “difuso darwinismo” que se aprecia en nociones como “raza” o “sustancia nacional” que Ortega vincula a la nación, y desarrolla la idea de que Ortega pretende devolver el protagonismo a la sociedad civil frente al Estado. Para mostrar todo ello, centrándose esta vez en “Vieja y nueva política”, la autora utiliza un método que recurre a la sociología, 66 Ibid., p. 83. 67 LÓPEZ DE LA VIEJA, María Teresa: “Nacionalidad y cuerpo político”, en María Teresa LÓPEZ DE LA VIEJA (Ed.): Política de la vitalidad: España invertebrada de José Ortega y Gasset, Madrid, Tecnos, 1996, pp. 133-150, p. 133, y 140. Estado de la cuestión 36 pues compara las tesis orteguianas con planteamientos de autores como Jürgen Habermas, Ulrich Beck, Richard S. Peters o Ernesto Laclau; ya que quiere estudiar la noción de “identidad” en Ortega para ver cómo puede enmarcarse dentro de las actuales “esferas públicas”68. En cuanto a las tres preguntas que se están haciendo en este epígrafe, sobre la primera, esto es, si existe una concepción unitaria o por fases, no existe una respuesta. Esto es así porque, como se ha indicado, los artículos de López de la Vieja abarcan únicamente una etapa del pensamiento orteguiano y no menciona las demás. En cuanto a plantear una interpretación cercana al objetivismo o el subjetivismo, ya se ha avanzado que es totalmente partidaria de lo primero. Finalmente, como consecuencia de lo anterior, la autora no considera que Ortega se contradiga en su lectura del hecho nacional, y precisamente gracias a que presenta de un modo tan claro lo que entiende al respecto, es posible que realice una definición totalmente alejada del nacionalismo. En relación con ello, establece que en la noción del filósofo madrileño prima el elemento de proyección en el futuro, porque considera que lo definitorio del nacionalismo es la autodeterminación política, y el concepto de Ortega es el del hecho nacional como masa organizada por élites, con dirección al futuro. En el mismo libro colectivo aparece “Experimentos de nueva España” de Pedro Cerezo Galán, quien es uno de los principales estudiosos del pensamiento orteguiano. Así lo demostró en un libro clásico para los estudios orteguianos como fue La voluntad de aventura: aproximamiento crítico al pensamiento de Ortega y Gasset (1984) o José Ortega y Gasset y la razón práctica (2011). Es también autor de “Ideología y mito en España invertebrada” (1996), incluido en el mencionado libro editado por María Teresa López de la Vieja Política de la vitalidad. Pedro Cerezo, catedrático de filosofía, da una gran importancia al pensamiento general de Ortega como requisito para comprender su pensamiento político y también su actuación pública. Así, es partidario de estudiar el contenido de la filosofía a la que se adscribe con el objetivo de lograr comprender correctamente la evolución no únicamente de sus ideas sino también de su compromiso con la política. Por ello analiza el paso del utopismo neokantiano de su juventud al desarrollo de lo que llama “política de base fenomenológica”69, que se desarrollaría en torno a 1914 a partir de la creación de la Razón vital. Es esta una idea que se encuentra en el fondo de la presente tesis doctoral, a través de conceptos que más abajo se irán desarrollando como los de “patriotismo utópico” y “patriotismo fenomenológico”. Metodológicamente, implica reconstruir las fuentes filosóficas de Ortega para ver su proyección en todos los aspectos de su actividad pública. Pedro Cerezo habla abiertamente de varias fases, como la que supone el “libro de frontera” Meditaciones del Quijote (1914). Sostiene también que para Ortega la nación, al menos en este estadio, existe pero está mal articulada, y es así necesario que las 68 LÓPEZ DE LA VIEJA, María Teresa: “Élites sin privilegio”, en María Teresa LÓPEZ DE LA VIEJA (Ed.): Política y sociedad en José Ortega y Gasset: en torno a Vieja y nueva política, Barcelona, Anthropos, 1997, pp.141-160, pp. 142, 149, y 163. 69 CEREZO GALÁN, Pedro: La voluntad de aventura: aproximamiento crítico al pensamiento de Ortega y Gasset, Barcelona, Ariel, 1994, p. 62. Estado de la cuestión 37 minorías extraigan la potencialidad latente en el “alma colectiva” desde una pedagogía que integre a los sujetos. El objetivo de la política orteguiana sería precisamente una nacionalización en este sentido, que por tanto le vincula a la teoría de la Staatsnation70. De los trabajos de Pedro Cerezo se intuye también que no cree en la existencia de contradicción en el pensamiento orteguiano, sino de una lógica seguida por las diversas fases que va desarrollando. En estas mismas fechas, en 1997 Xacobe Bastida Freixedo publicó “La búsqueda del Grial. La teoría de la nación en Ortega”, incluido en el número 96 de la Revista de estudios políticos. Este profesor de la Universidad de Oviedo es jurista, y sus líneas de investigación se centran en la teoría y la filosofía del Derecho. Dentro de esta corriente, ha tratado ampliamente el estudio de la nación y el nacionalismo, en libros como La nación española y el nacionalismo constitucional (1998) o La identidad nacional y los derechos humanos (2002). Además de ser experto en el estudio de la nación, también se ha centrado en la investigación del pensamiento de Ortega y Gasset en trabajos como Ortega y el Estado (1998), La resurrección de Ortega: acerca de la casquería constitucional (2004), y antes de ellos, el que ahora nos ocupa. En este libro, Bastida Freixedo parte de un método idéntico al que se ha tomado como base para realizar este estado de la cuestión, pues a partir de la distinción que hace Meinecke entre “nación política” y “nación cultural”, establece dos vectores idealtípicos a partir de los cuales disecciona la concepción teórica orteguiana, y que son el “paradigma subjetivo” y el “paradigma objetivo”71. Del mismo modo que la mayoría de los estudiosos del tema al que se refiere este trabajo, el autor de En busca del Grial se basa en los tres libros principales para abordar la cuestión: España invertebrada (1922), La rebelión de las masas (1930), y Europa y la idea de nación (1949). Además de estas fuentes primarias, parte de la crítica a los ya citados libros de De Blas Guerrero y Polakovic, y a otros autores como Elorza o Maravall. También recurre a estudiosos de la nación como Meinecke o Anderson, y a pensadores como Antonio García-Trevijano o Georg Lukács; además de a otras fuentes directas como Hegel y Renan. La técnica que utiliza el autor consiste en analizar cada uno de los tres libros de Ortega arriba citados y extraer sus ideas principales, para después ponerlos en comparación con los dos vectores idealtípicos, y así determinar la naturaleza de la cuestión estudiada; siendo su principal conclusión que no es posible apreciar en el pensador madrileño un conjunto de fases en cuanto a su concepción. Esta afirmación le separa de los autores que se han mostrado previamente, pues considera que si en Ortega es posible encontrar expresiones que hacen mención a la Kulturnation o a la Staatsnation en unos libros u otros, no es porque existan etapas, sino por contradicción e indefinición. Según afirma Bastida Freixedo, el filósofo madrileño se mueve siempre dentro de los parámetros del nacionalismo cultural, esto es, el paradigma objetivo. Resalta el factor volitivo de la construcción del Estado, la “totalización” que aparece en España invertebrada. Pero al contario que López de la Vieja, no considera que esto permita hablar del paradigma subjetivo, porque es un elemento que se encuentra 70 CEREZO GALÁN, Pedro: “Experimentos de nueva España”, en María Teresa LÓPEZ DE LA VIEJA (Ed.): Política y sociedad…, pp. 101-120, pp. 101, 111 y 112. 71 BASTIDA FREIXEDO, Xacobe: “En búsqueda…, p. 44. Estado de la cuestión 38 en función de un concepto que considera central: el “destino”. Por esta razón, el autor afirma también que los referentes intelectuales de Ortega no se encuentran en Renan y el nacionalismo republicano, sino en la tradición conservadora, en Edmund Burke, Juan Donoso Cortés y Antonio Cánovas; y sobretodo en Hegel y su “Idea”. Además, el “proyecto”, tan recurrente a lo largo de todos los libros y artículos en los que Ortega se refiere a la nación, y que es lo que permite a algunos autores hablar del factor volitivo en su concepción de la misma, es minusvalorado porque también está en función del destino. Por otro lado, existe otro planteamiento interesante en Bastida Freixedo, que tomarán otros estudiosos de la nación en Ortega, y que se asemeja a lo que más tarde Santos Juliá definirá como “metarrelato” nacional. Esto es, Ortega utilizaría su concepción al respecto para dotar de sentido a la realidad, y en ello se aprecian dos fases. Una primera en la que su objetivo es contestar al separatismo periférico, lo que le llevaría a no poder aceptar una noción constructivista-volitiva de la nación, porque implicaría darles cierta legitimidad. Y una segunda que le llevará a hablar de la ultra-nación, y que es su temor al comunismo, que únicamente podría frenarse con la unidad de las naciones europeas. Según Bastida Freixedo, Ortega percibió que no era posible construir la unidad europea desde el objetivismo, y la planteó a partir del subjetivismo: pero esto fue así porque ya existían un conjunto de elementos objetivos, que eran las naciones europeas72. En conclusión, el autor de En busca del Grial, considera que el pensamiento de Ortega no tiene fases en cuanto a su construcción del concepto nacional, que lo contempla siempre desde el objetivismo, y, por último, que no existe una contradicción, pues aunque recurra a conceptos que llevan a la confusión, siempre están en relación con la defensa de una noción anti-subjetiva del hecho nacional. Casi en la misma cronología que el libro anterior, en 1998, se publicó Nación y Estado en el pensamiento de Ortega y Gasset, de Enrique Aguilar. Este politólogo es especialista en el pensamiento político del filósofo, que ha tratado en textos como “Ortega y la tradición liberal” (1992), y como indica este artículo, en el estudio del liberalismo en general. Así, también es autor de “Sobre los orígenes del liberalismo político” (1996), o “Raymond Aron, veinte años después” (2005). Como consecuencia de su línea de investigación, y tal y como avanza el título del libro que ahora nos ocupa, la aproximación a la idea de nación en Ortega se realiza en comparación con un elemento político como es el Estado. El método empleado parte de la dicotomía expresada por Ortega en trabajos como “Vieja y nueva política”, que Aguilar pone en relación con la distinción que hace Jacques Maritain entre “sustancialismo” e “instrumentalismo”73. Esta es la clave interpretativa de la obra orteguiana, una doble visión que trata de encontrar en los escritos que considera más representativos, y entre los que destaca, junto a la siempre presente España invertebrada, el artículo “El origen deportivo del Estado”, publicado en 1924. En la primera parte del libro analiza el Estado, para demostrar que se trata de un elemento adjetivo a la nación, centrándose tanto en su origen como en el contenido sociológico que presenta, esto es, en su configuración desde un “mando” ejercido en la “opinión pública”. En la segunda parte del libro se refiere a la nación, y 72 Ibid., p. 60. 73 AGUILAR, Enrique: Nación y estado en el pensamiento de Ortega y Gasset, Buenos Aires, Ciudad Argentina, 1998, p. 28. Estado de la cuestión 39 también analiza sus orígenes y desarrollo, que vincula a la existencia de un poder que permita el desarrollo de un proyecto de futuro. Por tanto, la clave de la interpretación es doble: primero, la separación entre la construcción política que es el Estado y la nación; y segundo, la importancia que en ambos casos tiene la proyección de futuro. El primer elemento le lleva a incluir a Ortega en la tradición intelectual liberal, anti-estatalista y cercana por tanto no a Burke, sino a Benjamin Constant, Tocqueville, Madison o Hayek; y el segundo, a Nietzsche y su vitalismo. Por lo tanto, se encuentra en la línea de quienes consideran que Ortega forma parte de los partidarios de una definición subjetivista del hecho nacional, en la que su carácter como construcción es lo esencial. En cuanto a la cuestión de si considera que existen fases en su pensamiento, no responde a la pregunta en el libro, pero cabría pensar que no lo cree porque toma todas las obras en conjunto, sin discriminar etapas en las mismas. En tercer lugar, también debido a este elemento, Enrique Aguilar no habla en ningún momento de una contradicción en el pensamiento orteguiano, porque su visión es muy simple, ya que únicamente se basa en la vis proiectiva. Por último, una idea interesante que plantea el autor es la de introducir la reflexión orteguiana de la nación en un marco europeo y cronológicamente radicado en 1870, en el debate desarrollado en torno a la cuestión de Alsacia y Lorena. Ortega tomaría conceptos tanto de Mommsen como de Renan; pero sin decantarse totalmente por ninguno de ellos, pues su percepción se asemejaría más a una combinación de ambas posturas, cercana a la propuesta anteriormente por Mazzini74. 3.2.2. Obras de 1998 hasta la actualidad Después de estos libros, una vez celebrado el Centenario del 98, que como se ha indicado supuso en cierto modo un impulso para el estudio de la historia intelectual y del nacionalismo, el estudio de la obra de Ortega y Gasset entró en una nueva fase. Aunque sigan sin ser numerosos los libros relacionados con su visión de la nación, es desde entonces cuando encontramos algunos de los más originales y mejor documentados. Ejemplo de ello es el trabajo de Andrés de Blas Guerrero, que en el año 2005 dotó de una nueva lectura al artículo que, como se ha señalado, escribió en la década anterior. El texto en cuestión es “Nación y nacionalismo en la obra de Ortega y Gasset”, incluido junto con otros artículos en Meditaciones sobre Ortega y Gasset, obra coordinada por Fernando Llano y Alfonso Castro. El autor, politólogo y catedrático de la UNED, es experto en el estudio de la nación; y así lo ha mostrado en obras como El problema Nacional Español en el inicio de la Transición (1994), Enciclopedia del nacionalismo (1999) o Poder, Estado y Nación en la España contemporánea (2007). En el trabajo sobre Ortega, De Blas Guerrero es uno de los autores que más resaltan la dificultad de realizar una categorización de la idea nacional en este pensador. Para solventarlo y mostrar dicha complejidad, utiliza un método similar al de otros estudiosos que se han visto más arriba, recurriendo a las tres obras más importantes para aplicar un análisis hermenéutico que muestre el modo en que se presenta el concepto. Dichos libros son de nuevo España invertebrada, La rebelión de las masas, y Meditación de Europa; pero además existe, a diferencia de lo que ocurre en otros trabajos, un gran recurso a otros 74 Ibid., pp. 78 y 115. Estado de la cuestión 40 textos orteguianos como son El tema de nuestro tiempo, El hombre y la gente, y diversos artículos. Para mostrar mejor la evolución del concepto de nación y la forma final que adopta el concepto, o la contradicción que presenta, en cada momento compara los elementos constitutivos del hecho nacional de una fase con los que se destacarán en otra, y también los pone en “relación horizontal”, como diría Schorske, con otros conceptos como “nacionalismo” o “federalismo”. Además, junto a estas fuentes primarias, De Blas utiliza prácticamente todos los trabajos que se han señalado en este estado de la cuestión, incluyendo así a Bastida, Polakovic y Aguilar; y también a otros expertos en los estudios orteguianos como son Lasaga Medina, Maravall, Zamora Bonilla o Elorza. Por tanto, es uno de los autores que más en profundidad estudian el tema que nos ocupa, porque si bien su texto es muy breve, tiene en cuenta las tesis de casi todos los autores que han escrito antes de la fecha de publicación de este artículo. La hermenéutica de los diversos textos lleva a De Blas a afirmar que existen tres fases en la concreción de la visión de la nación. Así, en España invertebrada, se da la influencia de Mommsen, pero mejorando su percepción al desarrollar el concepto de “incorporación”, que puesto en relación con las tesis de Renan, significa una primacía del elemento subjetivista. Por otro lado, está entre quienes afirman que en este libro existe un componente metafórico enorme, que no identifica únicamente con el organicismo, sino también con el castellanismo mismo. El problema de este libro viene dado precisamente por la confusión que genera su carácter literario; pero este “componente retórico”75 se solventará en La rebelión de las masas. En este otro texto, Ortega teoriza mejor la idea nacional, y da un cambio motivado por dos cosas. Primero, por incluir un análisis más fuerte del Estado, lo que le acercará a la noción política y voluntarista de nación; y segundo, como indica Elorza, por un giro conservador que implican que pase desde el intento de comprensión histórica a un irracionalismo motivado por el antimarxismo. Finalmente, en Meditación de Europa, la inclusión de un nuevo análisis social se traduce en una pérdida definitiva del voluntarismo, lo que acerca más a Ortega a la teoría cultural. Sin embargo, esto no llega a ser claro porque introduce conceptos como el de “pueblo” que se diferencia de la nación precisamente en que carece al contrario de esta del componente proyectivo. Por tanto, el concepto de Estado juega a juicio de De Blas un papel fundamental, porque desde él construye Ortega su percepción de la nación, comenzando por considerarlo culmen del proceso de creación nacional y terminando por defender la “nacionalización” del mismo, y ello dentro de la estrategia de combate al separatismo periférico. Realizada esta descripción, el autor pasa a realizar una categorización de los elementos esenciales para definir cuáles son las claves de la evolución de la idea nacional en Ortega y Gasset, llegando a la conclusión de que existe una triple influencia que explica la contradicción señalada. En primer lugar, la “tentación esencialista”, un giro conservador que le lleva a desconfiar del voluntarismo en los años treinta, al mismo tiempo que se opone al nacionalismo como ideología76. En segundo lugar, la intensificación del europeísmo, que especialmente después de la Segunda Guerra Mundial hará todavía más compleja la idea de nación al incluir la de “ultra-nación”. Finalmente, el intento de 75 BLAS GUERRERO, Andrés de: “Nación y nacionalismo en Ortega…, p. 30. 76 BLAS GUERRERO, Andrés de: “Nación y nacionalismo en la obra…, p. 657. Estado de la cuestión 41 rectificación de la noción voluntarista que da en La rebelión de las masas a partir de la introducción de elementos culturalistas, que no terminan de resolver la dicotomía entre las dos percepciones posibles del hecho nacional. En conclusión, la interpretación que hace De Blas Guerrero de la idea nacional en Ortega acepta la existencia de fases en la misma, aunque de una forma matizable con respecto a otras visiones similares. Esto es, existe una evolución porque trata de resolver nuevas cuestiones que irrumpen en su circunstancia vital, como es la valoración negativa del separatismo periférico o el desplazamiento hacia posturas conservadoras; pero al tiempo trata de mantener una noción culturalista durante toda esta trayectoria, y esta dicotomía entre el movimiento y el estatismo implica la contradicción. Así, la idea de nación orteguiana presenta una incongruencia, precisamente por el hecho que acabamos de señalar. Finalmente, y también en relación con estos dos elementos, existe una antítesis entre la noción objetivista y la subjetivista, aunque parece que prima la percepción culturalista. El siguiente trabajo que existe cronológicamente es un artículo de Ramiro Trullén Floria titulado “Aspectos en común en la idea de nación española de Ortega y José Antonio Primo de Rivera”, una comunicación presentada en el año 2007 en el I Encuentro de Jóvenes Historiadores en Historia Contemporánea de la AHC. Se trata de un texto cuyo objetivo es presentar las similitudes y diferencias existentes entre las concepciones de la nación que tuvieron los dos personajes señalados en el título. Para ello, el autor emplea como fuentes directas obras de los dos: para Ortega España invertebrada y La rebelión de las masas, y para José Antonio Primo de Rivera una serie de artículos entre los que destacan los reunidos bajo el libro Textos de doctrina política (1959). Además, recurre también a libros de autores que han estudiado el tema en el que se centra, como Ismael Saz o Gregorio Morán. El marco teórico del que parte el autor es similar al que veremos con Santos Juliá, esto es, el de la concepción de la nación como “metarrelato” que busca dar un sentido a la realidad. Desde allí, el método es el de interpretar los textos de los dos autores indicados para definir su idea de nación, y después de ello compararlos entre sí para ver la influencia orteguiana en José Antonio Primo de Rivera. Trullén Floria afirma que Ortega se inscribe dentro de la tradición ideológica del liberalismo conservador, y que, acorde con la actitud de este sector político en Entreguerras, el miedo a la revolución le lleva a ver con buenos ojos al fascismo en tanto que elemento de contención. Vinculando esto a la visión de la nación arriba señalada, considera que desde esa perspectiva Ortega asume una visión de España a modo de ideal- tipo weberiano, y que a su consecución debe adecuarse la vida nacional. Esa idea perfecta sería el destino, porque la concepción proyectiva de la realidad es lo que más bien define para Ortega su esencia. Al contrario, lengua, raza o historia son elementos estáticos y por ello secundarios; y de ahí que el particularismo catalán o vasco no sea en ningún caso definitorio para considerarlo germen de una nacionalidad. El fundador de Falange acepta también esa noción, pero la desplaza hasta el esencialismo porque si bien rechaza el sentimentalismo hacia la tierra o las costumbres, conduce la visión objetiva hacia una Estado de la cuestión 42 misión que forma parte del ethos nacional. De ahí que afirme el autor que Ortega no fue “ni fascista ni prefascista, pero inspirardor y maestro de muchos de ellos”77. Por lo tanto, Trullén Floria niega que Ortega tenga una visión esencialista, y afirma que por el contrario su percepción, por el hecho de resaltar el destino como vis proiectiva, se vincula a la idea de Staatsnation. Además, no habla en ningún momento de la existencia de fases en su visión, porque su artículo se centra exclusivamente en mostrar una idea de nación que ya está construida en los años treinta. No hace referencia a las bases de las que proviene, ni tampoco a más libros de Ortega fuera de los dos citados, ya que su objetivo es compararlo con José Antonio Primo de Rivera y por ello no abarca la totalidad de la vida intelectual de Ortega y Gasset. Finalmente, no menciona la existencia o no de coherencia, pues expone una idea que tendría el pensador madrileño categorizando, como se ha visto, sus elementos, sin referir una evolución que pueda llevar a errores interpretativos. Un año después, en 2008, Francisco Javier Salgado Arribas publicó un pequeño artículo relacionado con el tema de este trabajo: “Ortega, Marías y la nación”. Se trata de apenas ocho páginas en las que este documentalista compara el pensamiento acerca de la nación en el polígrafo madrileño con el de su discípulo Julián Marías. Debido a la brevedad del artículo, únicamente realiza una exposición rápida, con poco desarrollo o justificación de las ideas que plantea; y sin citar bibliografía. El método que emplea es el de exponer acontecimientos históricos y después ver cómo repercuten en el desarrollo por parte de Ortega y Gasset de una visión de la nación; para después comparar dicha situación con la de Julián Marías. El detonante del inicio de la reflexión sobre el ser de España en Ortega se vincula según Salgado Arribas a la reacción contra el nacionalismo periférico, al que considera uno de los problemas más graves de la España del siglo XX. Esta situación fue percibida por numerosos intelectuales, entre los que destaca el autor a Menéndez Pidal y Menéndez Pelayo, que en su búsqueda de una “verdad histórica” llegarían a la valoración del castellanismo como componente fundamental de la esencia nacional de España78. Por ello considera que la defensa de la unidad nacional es la clave de la comprensión de la idea nacional en Ortega; y como ocurre en casi todos los libros que se han venido exponiendo en este estado de la cuestión, España invertebrada es la principal proyección de esta concepción. El texto no menciona la existencia o no de fases, tratando la cuestión como un todo compacto. Si bien se establecen las causas que llevan a definir una determinada visión del hecho nacional, no se muestran distintas etapas en su creación. Por otro lado, Salgado Arribas se incluye entre los autores que consideran que la visión de la nación que da Ortega es objetiva, pues como él mismo indica, recurre a la historia para contrarrestar las falsificaciones del separatismo periférico. Finalmente, como consecuencia de estas dos 77 TRULLEN FLORÍA, Ramiro: “Aspectos en común en la idea de nación española de Ortega y José Antonio Primo de Rivera”, en Óscar ALDUANTE LEÓN, e Iván HEREDIA URZÁIZ (Coords.): I Encuentro de Jóvenes Investigadores en Historia Contemporánea de la Asociación de Historia Contemporánea: Zaragoza, 26, 27 y 28 de septiembre de 2007. Disponible en: http://ifc.dpz.es/recursos/publicaciones/27/15/26.ramirotrullen.pdf [16/4/2012]. 78 SALGADO ARRIBAS, Francisco Javier: “Ortega, Marías y la nación”, Altar Mayor, nº 125-2, 2008, pp. 313-320, p. 314. http://ifc.dpz.es/recursos/publicaciones/27/15/26.ramirotrullen.pdf Estado de la cuestión 43 interpretaciones, no considera que exista ninguna contradicción en cuanto a la visión que tiene el pensador madrileño, pues siempre trataría de buscar su verdadera esencia, creyendo encontrarla de manera efectiva. Después de estos dos breves estudios, una nueva investigación apareció en 2009, cuando Ferran Archilés publicó “La nación de las mocedades de José Ortega y Gasset y el discurso del nacionalismo español (1906-1914)”, incluido en la obra colectiva Discursos de España en el siglo XX. El autor es historiador y su línea de investigación principal está relacionada con el nacionalismo y las identidades regionales, particularmente de Valencia, temas tratados en obras como La construcción de la nación española durante el siglo XIX (1999), ¿Quién necesita una nación débil? La débil nacionalización española y los historiadores (2002), o El país de Blasco Ibáñez (2005). En el artículo mencionado, su objetivo principal es el de tratar de demostrar que Ortega y Gasset fue un pensador nacionalista, al contrario de lo que se ha dicho tradicionalmente. Para mostrarlo parte de la antropología simbólica y la historia sociocultural, señalando en la misma línea que Santos Juliá, y apoyado en autores como Todorov o Bourdieu, que la nación es un “marco cognitivo básico” para entender el mundo79. De ahí que el método empleado sea el de analizar una serie de obras de Ortega para ver cómo las utiliza para dar un sentido a la circunstancia en la que vive. Las fuentes que emplea para ello cuentan con una originalidad, porque es de los pocos autores que recurre a libros y artículos que no se refieren directamente a la idea nacional, sino a aspectos filosóficos o políticos que sin embargo sí que incluyen una filosofía que puede ponerse en relación con el nacionalismo. Desde esta premisa analiza Meditaciones del Quijote y “Vieja y nueva política”, ambos de 1914, así como la conferencia de 1910 “La pedagogía social como programa político”, o “Prólogo para alemanes”, de 1934. Además es significativo que recurra a investigaciones sobre el nacionalismo publicadas en años cercanos al de la fecha de su artículo, pues la lectura de autores como Rogers Brubaker, Mark Hewitson o Taras Kuzio le permiten enriquecer su crítica e interpretación de los diversos elementos que pueden verse en el estudio de la idea nacional en Ortega. Un segundo factor que diferencia a Archilés de otros autores es que establece un estrecho vínculo entre el pensador madrileño y la Restauración al afirmar que en aquella época existía un nacionalismo liberal español, fuertemente edificado, y que desde allí inició Ortega la construcción de su planteamiento. En relación con ello, llama la atención acerca de que Alemania y Francia sean las naciones cuyo pensamiento más influye en su percepción filosófica, en tanto que su cultura era fuertemente nacionalista, y un sedimento de esta situación quedó en Ortega. Precisamente por esta realidad, el autor considera que la elaboración de su proyecto nacional se hizo tomando como elementos de significación las nociones psicologistas de dicho nacionalismo, lo que implica que la idea de destino sea fundamental en sus planteamientos. De ahí que concluya el profesor valenciano que la idea orteguiana de nación tiene dos características básicas: primero, la de que se construyera, en contra de lo que dice Santos Juliá, como continuación de la tradición liberal del 98; y segundo, que se hiciera proyectando sobre esta base un nacionalismo de carácter psicologista. 79 ARCHILÉS I CARDONA, Ferrán: “La nación de las mocedades…, p. 73. Estado de la cuestión 44 Como consecuencia de esta interpretación del pensamiento de Ortega acerca de la nación, Archilés afirma que su visión es cultural-objetiva, en tanto que es totalmente identificable con el Volkgeist alemán. Una característica que se deriva de ello es que llame la atención acerca de la influencia de Hegel, Fichte, Schelling y otros representantes del romanticismo alemán; y también de un Renan cuya ideología es percibida también como fuertemente nacionalista. No obstante, aunque en todo momento parece ser muy claro en cuanto a su visión de la filosofía de Ortega, asegura también que cae en una ambigüedad terminológica. Esto es, existió una contradicción no en cuanto a lo que consideraba que era una nación, sino acerca de cómo se refirió a la misma porque todo intento de categorización de un nacionalismo, como el galo o el teutón, es una construcción idealtípica que inevitablemente conlleva la confusión. Finalmente, en cuanto a la constatación o no de fases en la visión de Ortega sobre el hecho nacional, afirma Archilés que siempre es constante en cuanto a su visión esencialista de la misma. Sin embargo, su artículo se refiere exclusivamente, como dice el título, a las “mocedades” del autor estudiado, y por esto no se define en ningún momento si desde 1914 existe un cambio o se mantiene todo lo expuesto hasta ahora. Un año después, en 2010, aparece otra monografía, esta vez un libro, que resulta también de enorme importancia, aunque planteando el tema desde otra perspectiva de estudio. Se trata de El Estado en Ortega y Gasset, de Fernando H. Llano Alonso, un trabajo que desarrolla las tesis que el mismo autor planteó en su artículo “El Estado y la idea orteguiana de nación. España y Europa como circunstancias”, editado en el mismo año. Como en el artículo anterior, al ser uno de los libros más recientes el autor incluye entre sus referencias a la práctica totalidad de los distintos libros y artículos que se han venido comentando en este estado de la cuestión. Llano Alonso es doctor en Derecho, especializado en la rama de la filosofía del Derecho, y ha publicado trabajos como “La influencia de Kant en el universo actual” (2005) o “La experiencia constitucional en la Italia del Risorgimento” (2007); y otros relativos al nacionalismo, como “El nacionalismo y los derechos humanos” (2007) o “¿Fue Kant un verdadero profeta del nacionalismo? Crítica a las lecturas pronacionalistas de Kedourie y Berlin”. Además, ha tratado el pensamiento de Ortega y Gasset en numerosos trabajos, como “Las glosas de José Ortega y Gasset a Hans Kelsen” (2006), “Reforma territorial y política nacional desde la perspectiva de José Ortega y Gasset” (2006) y “El Derecho y la idea de estado en José Ortega y Gasset” (2009). Por tanto, se trata de un investigador que ha tratado profundamente el pensamiento de Ortega y Gasset y que, tal y como se puede ver en los títulos arriba citados, lo ha hecho desde una perspectiva acorde con su formación académica y sus otras líneas de investigación: el Derecho. De ahí que el libro al que ahora se está aludiendo se centre en el Estado y no en la nación, pues se refiere al primero como proyección jurídica de lo segundo. Por ello es una obra pertinente en cuanto a la definición de la idea de nación orteguiana, pues se acerca a la misma desde una perspectiva original; y además incluye un capítulo del libro centrado exclusivamente a ella. Las fuentes que emplea incluyen entre las de carácter directo a expertos en Ortega como Elorza, De Blas Guerrero, Abellán, Polakovic o Garagorri; y también a estudiosos del nacionalismo como Kohn o Santos Juliá. En cuanto a las obras escritas por el propio pensador madrileño, recurre a los tres grandes libros del tema que nos ocupa: España invertebrada, La rebelión de las masas y Estado de la cuestión 45 Europa y la idea de nación. Pero además, complementa la visión que ofrecen estos tres libros con la de otros textos que también considera importantes en ciertos aspectos, como son El origen deportivo del Estado y El hombre y la gente, este último debido a su trascendencia para comprender el pensamiento jurídico de Ortega. En base a todo ello, Llano Alonso plantea que la idea de nación tiene dos características fundamentales en el pensador madrileño. Primero, que no existe una teoría acerca de la misma, sino que es una idea en evolución; y segundo, que dicha teoría está siempre en relación al Estado. Afirma que este se caracteriza por el dinamismo, la vitalidad ligada a un personaje similar al líder carismático de Weber80, y que únicamente es comprensible en el marco de la teoría de los “usos” sociales. Contra el contractualismo y el idealismo racionalista, afirma que la “opinión pública” asume irracionalmente esas “creencias” por considerarlas “ejemplares”, y que el poder estatal tiene la función de racionalizarlo. Por su parte, la nación también se caracteriza por la irracionalidad y el dinamismo, derivadas ambas de su espontaneidad. Esto es así, en relación con lo primero, porque es previa a cualquier acción voluntaria humana; y en cuanto a lo segundo, porque el movimiento que viene de atrás (vis a tergo) se dirige también hacia adelante (vis proiectiva). De aquí se deriva la respuesta a una de las cuestiones que se están determinando en cada libro, en tanto que implica que la idea orteguiana de la nación se vincule a la Staatsnation. No obstante, el autor matiza que es únicamente una aproximación porque, aunque prima este elemento, se combina junto al del subjetivismo. Pero la definición hecha por Ortega no es en ningún caso unitaria, sino fruto de toda su vida intelectual de meditación. Precisamente el carácter dinámico del concepto evita que exista una teoría homogeneizada, y que aparezcan distintas percepciones en sus artículos y libros. Así, el autor categoriza tres modos de configuración de las relaciones entre la nación y el Estado en el pensamiento orteguiano: primero, la nación frente al Estado, que se ve en la etapa de mayor acercamiento a tesis neokantianas; después, el Estado en la nación, perceptible en los textos de los años treinta, cuando asume tesis esencialistas; y finalmente, la nación en el Estado, momento en que se han combinado las nociones objetivistas y las subjetivistas llegándose a un planteamiento ecléctico en Europa y la idea de nación, donde la concepción de armonía entre los dos conceptos lleva a resaltar la pretensión de “nacionalizar” al Estado imponiéndole vitalidad, pues considera que lo segundo debe adaptarse a lo primero. De esta manera, existe para Llano Alonso una “equivocidad semántica”81, lo cual permite contestar afirmativamente a la cuestión de si existe o no una contradicción en cuanto al pensamiento de Ortega sobre la nación. Por otro lado, la categorización señalada no implica la existencia de fases en cuanto al desarrollo de esta idea, y de esta manera el autor se aleja de otros planteamientos que consideran que la evolución en la filosofía orteguiana permite dividirla en etapas. Al contrario, para Llano esta idea debe desecharse en tanto que es posible aplicar a Ortega el propio método de la Razón histórica por él creado, que permite hablar de la existencia de un movimiento de integración. El paso del objetivismo al subjetivismo, y de este a una propuesta ecléctica, no significaría así la 80 LLANO ALONSO, Fernando H.: El Estado…, p. 47. 81 Ibid., p. 150. Estado de la cuestión 46 existencia de tres compartimentos estancos, sino de uno solo en el que existe una armonía comprendida desde el raciovitalismo dentro de la esencia dinámica del hombre. Por otro lado, es importante señalar la importancia que da el autor al europeísmo de Ortega, refutando a quienes consideran que es algo accesorio en su pensamiento y relativo a su voluntad de deslegitimar el separatismo periférico. Al contrario, Llano demuestra su existencia desde épocas muy tempranas, y cómo evoluciona en consonancia con su idea de nación, hasta llegar a una identificación entre la faceta proyectiva de la nación y la ultra-nación europea. Finalmente, al mismo tiempo es cierto que existió un marcado combate contra el separatismo, también fue perceptible un declarado antinacionalismo; elementos que trata el autor en un apéndice final del libro donde presenta la actitud de Ortega ante el Estatuto catalán de 1931. Siguiendo con estudios monográficos sobre la nación en Ortega, se ha de señalar el trabajo del director de esta tesis doctoral. Su publicación data del año 2011 y se titula “Ortega y España”, y fue escrito por Juan Pablo Fusi Aizpurúa en el marco de la Cátedra Cantabria 2009 Provincia, región y nación en la España contemporánea. La línea de investigación del autor está centrada en el estudio de la historia contemporánea y del nacionalismo, tratados en libros como España: la evolución de la identidad nacional (1999), La patria lejana: el nacionalismo en el siglo XX (2003), o El malestar de la modernidad. Cuatro ensayos sobre historia y cultura (2004). En consonancia con esta proyección de su investigación, presenta el tema de la nación en Ortega dentro del marco de la constitución de la identidad nacional de España al comenzar el siglo XX. Así, el método del artículo es el de poner en relación la circunstancia histórica e intelectual en la que vive Ortega con la proyección de su propio pensamiento, para definir así cómo elabora su visión de España. Por ello este artículo se refiere, más que a la idea de nación en Ortega, a su idea de España, un elemento más concreto que sin embargo es pertinente en tanto que incluye los elementos que el pensador madrileño proyectará también en su idea de nación en el sentido más amplio. En cuanto a las fuentes citadas, se circunscriben por lógica al periodo de la vida intelectual de Ortega en el que se centra el trabajo, que es el de las tres primeras décadas del siglo XX. Así, se incluyen “Vieja y nueva política” (1914), Meditaciones del Quijote (1914), Personas, obras, cosas (1916), España invertebrada (1922) y La redención de las provincias (1931). Además, son citados otros libros de pensamiento importantes tanto para ver la evolución del pensamiento de Ortega, ejemplo de lo cual es Reconstitución y europeización de España (1900) de Costa; como para analizar el clima intelectual del que participa, señalándose al respecto La voluntad (1902) de Azorín, o Camino de perfección (1902), de Baroja. En base a todo ello, el autor aplica el método de la Razón histórica, viendo cómo el “yo” existencial de Ortega despierta en torno al 98, enlazándose de esta manera la pregunta por su dimensión personal con la del ser de España. Desde este marco, confluyen una serie de elementos intelectuales, como el regeneracionismo, y políticos, como el desarrollo del republicanismo y el auge del separatismo periférico, que llevarán al joven Ortega a responder a su pregunta desde una serie de elementos incluidos en estas dos corrientes. Así, parte del pesimismo costista para ver como él una problemática en España radicada en un atraso con respecto a Europa, y una desarticulación generada por ello. De ahí que la solución sea de europeización, extensión del liberalismo, y Estado de la cuestión 47 nacionalización; tres elementos que en realidad forman parte de un mismo proyecto de “reforma liberal de España”82. Todo ello es presentado en la primera parte del artículo, “España como problema”, y después se pasa a definir la respuesta que da el pensador madrileño a su circunstancia en el segundo apartado, llamado “España invertebrada”. Aquí se menciona que al ver la desarticulación y el caos que imperan en la sociedad y la política, Ortega evoluciona hacia un planteamiento de España en términos históricos, como un problema no inmediato, sino radicado en una serie de elementos que trata de buscar en España invertebrada. En continuidad con lo que ya planteaba anteriormente, Ortega vincula la existencia de una nación a un proyecto de futuro, que debe canalizarse hacia la forja de un “hombre nuevo”. Además constata la inexistencia de una “emoción nacional” y considera que ello se debe al localismo en que se mueve la vida de los españoles. Desde esta percepción, Juan Pablo Fusi muestra la veracidad de este análisis en el último epígrafe del artículo, La reorganización de España, porque describe cómo se han desarrollado desde el Estado- nación los elementos que configuran el patriotismo contemporáneo, como el sistema educativo común, la integración de regiones, etc. Sin embargo, frente a estas actuaciones iniciadas desde el siglo XIX, se sobrepone el mantenimiento de la provincia como ámbito de percepción territorial. Esta dicotomía, presentada en La redención de las provincias, es una proyección de la tesis de “Vieja y nueva política”, pues refleja a una “España oficial” centralista enfrentada a otra “España real” cuyo horizonte es provinciano. De ahí que sea necesaria una reforma que parta desde el segundo lugar para salvar las distancias. El autor defiende la interpretación en clave subjetivista, entendido por ello que se de gran importancia a su faceta proyectiva. Además considera que existe una evolución que indica un cambio, pero el artículo no abarca la integridad de la vida de Ortega y por lo tanto no responde totalmente a esta pregunta en los términos en los que lo plantea este trabajo. Finalmente, acerca de la posible contradicción en el pensamiento orteguiano sobre el hecho nacional, no se contempla esta situación porque, relacionándolo con la circunstancia concreta, se ve una coherencia en cuanto a lo que afirma el pensador madrileño. Estas mismas ideas son las que mantiene en un trabajo de 2013 donde también resalta la habilidad de Ortega a la hora de intuir aspectos que la historiografía desarrollaría para comprender la realidad española, como el ver que “la España del siglo XIX es un país de centralismo oficial pero de localismo real”83. Poco después Jorge Acevedo escribió un libro llamado Ortega, Renan y la idea de nación (2014). Este filósofo chileno es especialista en Heidegger y Ortega, sobre quienes ha publicado además del libro mencionado La sociedad como proyecto. En la perspectiva de Ortega (1994), y Heidegger y la época técnica (1999). El libro de 2014, tal y como avanza con su título, trata de mostrar la influencia trascendental de Renan sobre Ortega, y además desarrolla ampliamente la relación entre este y Chile. Esto lo hace en dos 82 FUSI AIZPURÚA, Juan Pablo: “Ortega y España”, en Ángeles BARRIO ALONOSO, y Aurora GARRIDO MARTÍN (Dirs.): Provincia, región y nación en la España contemporánea, Santander, Ediciones de la Universidad de Cantabria, 2011, pp. 29-40, p. 34. 83 FUSI AIZPURÚA, Juan Pablo: “Ortega y España”, en Antonio MORALES MOYA, Juan Pablo FUSI AIZPURÚA, y Andrés DE BLAS GUERRERO (Dirs.): Historia de la nación y del nacionalismo español, Barcelona, Galaxia Gutenberg, 2013, pp. 638-650, p. 648. Estado de la cuestión 48 sentidos: por un lado, reconstruyendo el influjo que el madrileño tuvo en filósofos como Francisco Soler Grima, y por otro, mostrando en el Bicentenario de la independencia de Chile qué enseñanzas se pueden desprender del autor de Meditaciones del Quijote para dicho país. Acevedo parte de una perspectiva filosófica que le lleva, en consonancia con la evolución de esta disciplina a la altura del siglo XXI, a rechazar la noción de sustancia para estudiar la nación. En su lugar, habla de la estructura histórica en la que se integra toda nación, y recurre a Ortega para exponer cómo se proyectaría en el caso chileno esta situación. Da mucha importancia a la concepción de la vida del madrileño, que resalta el futuro como dimensión temporal, y vinculándolo con el concepto de nación de Renan, sostiene una interpretación subjetivista. Escribe así que “La dimensión más importante de una nación es su futuro”, aunque los factores históricos pueden influir a la hora de consolidar la unidad nacional. Por otro lado, Acevedo no se detiene en el análisis de diversas fases en la idea de nación de Ortega, centrándose especialmente en analizar España invertebrada (1922) y La rebelión de las masas (1930)84. En cuanto a la lógica subyacente a la pretensión de Ortega, vincula su meditación sobre España al ejercicio de la filosofía, que le llevaría a no aceptar la visión estática de la nación y, por el contrario, a vincular esta noción con la de persona. Un resumen de la tesis de Acevedo sería el de que “tal vez la interpretación dinámica de la nación propia de Ortega era susceptible de ser inferida a priori de su tesis fundamental, «yo soy yo y mi circunstancia»”. Según el profesor chileno, a esta base se añadiría la fundamentación empírica aportada por Renan y otros autores como Eduard Meyer85. 3.3.Otras obras importantes para el estudio de la nación en Ortega Los libros y artículos presentados en el epígrafe anterior son los más importantes para estudiar la idea de nación en Ortega en tanto que son los que han tenido como objeto exclusivo de estudio esta temática. Pero siendo su número muy escaso, es necesario recurrir a otra bibliografía para comprender mejor el tema. Así, a continuación se presentarán libros y artículos que han definido la idea de España –incluyendo en este proceso referencias a Ortega–, o que tratan aspectos del pensamiento orteguiano que permiten aclarar su idea de nación. Si para el epígrafe anterior no ha sido necesaria una selección, para las páginas que siguen se ha recurrido necesariamente a ella. Existen muchos libros sobre la idea de España y sobre el pensamiento orteguiano: se comentan a continuación los que se han considerado más relevantes por su influencia en la historiografía o por haber sido más citados entre los estudiosos de la nación en Ortega. 3.3.1. Obras sobre la idea de España Destaca dentro de este epígrafe Vicente Cacho Viu, autor de dos obras que serán tomadas en su conjunto por incluir ideas muy similares: Repensar el 98 (1997), y Los intelectuales y la política: perfil público de Ortega y Gasset (2000). Su autor fue especialista en historia intelectual, destacando entre sus libros –además de los dos 84 ACEVEDO, Jorge: Ortega, Renan…, pp. 74-76. 85 Ibid., p. 85. Estado de la cuestión 49 señalados– La Institución Libre de Enseñanza (1962) y El nacionalismo catalán como factor de modernización (1998). Entre sus interesantes labores está la de haber reivindicado la importancia del pensamiento francés –especialmente de Renan– en la configuración de la idea de nación orteguiana, y asimismo encuadrar a Ortega dentro de una tradición de pensamiento liberal que le conecta con el institucionismo. Respecto a la idea de nación, resalta frente a quienes le consideran continuador del conservadurismo canovista que fue autor de un “nuevo patriotismo” que buscó la regeneración de España a través de la aplicación de la “moral de la ciencia”. Vicente Cacho distingue la existencia de diversas etapas en la vida política de Ortega, pero no menciona la existencia de una evolución en su concepto de nación. Más bien parece sostener que en todo momento su teoría se supedita a la labor pedagógica mediante la que pretendió lograr la regeneración de España, en una defensa de la intervención del Estado que integraría a Ortega en la tesis de la Staatsnation. Tampoco menciona la existencia o no de una contradicción, pero cabría interpretar que no la encuentra dado que el nacionalismo orteguiano sigue siempre la lógica de regenerar moralmente a España86. Metodológicamente, el trabajo de Vicente Cacho es muy interesante y más apropiado que el de muchos de los estudiosos que le han seguido: su abanico de fuentes es grande, dado que trabajó en la Fundación Ortega-Marañón e incluyó el análisis de los libros conservados en la misma que fueron parte de la biblioteca personal de Ortega. Asimismo, Cacho se preocupó de contextualizar el pensamiento orteguiano a nivel tanto español –en tanto que sucesor de pensadores liberales anteriores a él– como europeo, mostrando en este último sentido la necesidad de contemplar el 98 español a la luz de otros “desastres” nacionales. Siguiendo en parte la propuesta de Vicente Cacho, en 2002 publicó Juan Carlos Sánchez Illán La nación inacabada: los intelectuales y el proceso de construcción nacional, donde incluye un capítulo para Ortega. Sánchez Illán, procedente del área de Ciencias de la Información y ofreciendo así en sus trabajos un enfoque que tiene en cuenta la configuración de los discursos y el papel de los intelectuales en su construcción, es especialista en la historia del periodismo y ha escrito sobre la familia de Ortega. Destacan entre las suyos artículos como “Rafael Gasset y la política hidráulica de la Restauración, 1900-1923” (1997), o “Ortega y Azaña frente a la España de las Autonomías: de la Ley de Mancomunidades al Estatuto de Cataluña, 1914-1932” (2002). En el libro arriba citado enfatiza el influjo de Renan, dentro de un contexto más general de desdén por la cultura francesa, y cómo lleva a que desde 1908 Ortega impulse una construcción nacional que entiende como configuración de la sociedad civil dentro del Estado. Según el autor, la del madrileño es una idea de nación fundamentalmente renaniana, y de ahí se desprenden tanto la visión europeizante como la opción por la renovación cultural y científica. Por tanto, defendería con su proyecto liberal una visión cívica de la nación. No habla de contradicción o incoherencia, ni tampoco de fases, pero 86 CACHO VIU, Vicente: Los intelectuales y la política: perfil público de Ortega y Gasset, Madrid, Biblioteca Nueva, 2000, p. 53. Estado de la cuestión 50 se infiere que éstas no existen –o por lo menos no se adentra en ellas– porque Renan es el fundamento tanto en 1914 como en los años veinte87. Tan solo un año después encontramos España contra España: los nacionalismos franquistas, del año 2003. Se trata de una obra de Isamel Saz Campos, un historiador especializado en la historia del franquismo y del fascismo español, temas que ha tratado en libros como La peculiaritat del feixisme español (1996) o El primer franquismo (1999). En la línea de esta proyección historiográfica, este profesor de la Universidad de Valencia ha publicado el libro que nos ocupa para tratar de definir la constitución del discurso sobre el ser de España dentro de la ideología franquista, incluyendo un capítulo dedicado a Ortega y Gasset porque una de sus tesis es precisamente la de que su concepción influyó notablemente en el desarrollo del falangismo. Por tanto, aporta una perspectiva novedosa, pero al tiempo muy vinculada a la de Xacobe Bastida, autor al que reivindica abiertamente88. No obstante, debido precisamente a que únicamente pretende destacar una parte de la percepción orteguiana del hecho nacional, el libro de Saz no analiza en totalidad su evolución y desarrollo, pues el objetivo es categorizar los elementos constitutivos que permitirán un enlace con las teorías fascistas. Una consecuencia de esta perspectiva de análisis es que la fuente directa principal a la que recurre sea España invertebrada, definida como “libro mito”89. Es por tanto más cercano a las tesis de Santos Juliá, a quien luego se verá, que a historiadores como López de la Vieja. El método que utiliza es el de comparar el pensamiento de Ortega con el de otros autores nacionales y europeos con el objetivo de determinar cuáles son las fuentes de las que bebió su pensamiento, y así llega a la conclusión de que existen dos referentes fundamentales. Primero, el del regeneracionismo y la Generación del 98, de quienes toma la visión europeísta y también el esencialismo castellanista; y segundo, las tesis europeas del decadentismo occidental y del vitalismo nietzscheano. Afirma, como Antonio Elorza, que la I Guerra Mundial y la Revolución bolchevique provocaron en él una evolución a posturas conservadoras y pesimistas, que culminarían en cuanto a su plasmación intelectual en el libro publicado en 1922. En base a estos tres elementos de análisis, Saz llega a la conclusión de que la noción orteguiana del hecho nacional es de carácter subjetivo. Aunque considere que el castellanismo es esencial, resalta mucho la impronta de Nietzsche, y afirma que para Ortega la guerra es un elemento fundamental de la construcción nacional. Por otro lado, no considera en ningún momento si existen o no etapas en cuanto al a idea orteguiana de nación, aunque de forma implícita cabría considerar que es partidario de esta tesis en tanto que la brecha de 1917 es considerada fundamental. No entra en análisis de la posible evolución, porque lo que le interesa es ver los elementos que podrán ser aprovechados por los falangistas, y estos se dan desde la fase voluntarista. En cuanto a la cuestión de si cree que Ortega se contradice o no, tampoco lo afirma o niega de manera directa, pero el libro parece indicar que no. Esto es así porque, siguiendo la postura de Bastida Freixedo, 87 SÁNCHEZ ILLÁN, Juan Carlos: La nación inacabada: los intelectuales y el proceso de construcción nacional, Madrid, Biblioteca Nueva, 2000, pp. 78 y 89. 88 SAZ CAMPOS, Ismael: España contra España: los nacionalismos franquistas, Madrid, Marcial Pons, 2003, p. 91. 89 Ibid., p. 89. Estado de la cuestión 51 afirma que el pensador madrileño tenía un objetivo muy claro al definir la nación, el de combatir al separatismo periférico, y de ahí que exista una racionalidad destinada a sustentar dicha percepción. Finalmente, como tesis ya mencionada y que es característica de España contra España…, es importante la consistente en resaltar la visión orteguiana de España como base de la que tendrá el falangismo. El segundo libro de este grupo se publicó en el año 2004 y fue ganador del Premio Nacional de Historia en el año siguiente. Se trata de Historias de las dos Españas, de Santos Juliá; una monografía cuyo objetivo es el de analizar la percepción de la idea de España que ha existido en los dos últimos siglos, para definir su evolución y configuración. Incluye también en un capítulo a Ortega y Gasset, mostrando su visión y aportando reflexiones interesantes y novedosas, lo que hace del libro uno de los más citados entre todos aquellos que se han publicado desde 2004. El autor es doctor en sociología, y fruto de esta formación es su aproximación a la historia desde unos planteamientos que le incluyen dentro de la nouvelle histoire que desde los años setenta configuró la historia sociocultural. Desde aquí ha tratado temas como la historia política, ejemplo de lo cual es Madrid, 1931-1934. De la fiesta popular a la lucha de clases (1984), de la historia del socialismo, como Los socialistas en la política española. 1879-1972 (1997); y la historia intelectual. En esta última línea de investigación destaca el estudio de Manuel Azaña, presentada en biografías como Vida y tiempo de Manuel Azaña (2008), y el libro al que ahora se refiere el presente estado de la cuestión. El marco teórico del que parte está influido por el linguistic turn, que le lleva a plantear la idea de nación como un “metarrelato” 90 que, siguiendo a Weber, considera que se elabora para dotar de sentido a la realidad. En Historias de las dos Españas, trata de definir, desde los planteamientos de Habermas, su construcción desde la interactuación de una serie de intelectuales en el marco de una “esfera pública” de donde toman elementos de significación y hacia donde proyectan otros tantos que circularán entre la sociedad. Centrándonos ya en Ortega, categoriza su pensamiento incluyéndolo dentro del conjunto de intelectuales que al comienzo del siglo XX toman conciencia de su diferenciación con respecto a la masa y se presentan como sus guías. El pensador madrileño al construir el “símbolo” de la nación española, mantiene el significante de esta como un cuerpo muerto que espera la resurrección; pero considera que la muerte se debe a un factor interno, el aislamiento secular ante Europa, y no a una supuesta extranjerización de España. Además, se aleja de la Generación del 98 y su fatalismo, en tanto que radica en la cultura la raíz de la crisis y por ello considera que la “resurrección” vendrá de una reforma. Desde esta visión, opone la “vieja política” a la “nueva política”, caracterizando la segunda desde el “patriotismo dinámico”, que según Cacho Viu significaría el recurso para lograr superar la paradoja de la vida que nace de la muerte91. Por otro lado, puesto que la base del cambio está en Europa, que es ciencia, quienes están llamados a salvar a España son los integrantes de la minoría de intelectuales capaces de educarla. De ahí que la nación se contemple como conjunto de masas guiadas por una 90 GARCÍA, Leonor: “Entrevista a Santos Juliá en la página web de la UNED”. Disponible en: http://portal.uned.es/portal/page?_pageid=93,540478&_dad=portal&_schema=PORTAL[19/3/2013]. 91 JULIÁ, Santos: Historias…, p. 147. http://portal.uned.es/portal/page?_pageid=93,540478&_dad=portal&_schema=PORTAL Estado de la cuestión 52 élite intelectual, una sociedad viva opuesta a una política moribunda. Desde estas premisas, la visión que de la nación tendría Ortega según el planteamiento de Santos Juliá sería cercana a la Staatsnation, al subjetivismo, en tanto que el leitmotiv del pensador madrileño es la imposición de una educación con proyección de futuro, deslegitimando las percepciones esencialistas. Por su parte, Juliá no muestra la existencia de fases en la visión de España de Ortega, y por ello también se desprende que de su percepción de la nación no las haya, debido a la misma cuestión señalada anteriormente. Es decir, desde el principio Ortega busca la reforma de la vieja política, y su idea de la nación está siempre en función de ello; pues las consideraciones filosóficas que va tomando para elaborar el “metarrelato” son simples medios para el fin que persigue. Finalmente, en ningún momento se desprende de la visión de Juliá una denuncia de la contradicción en la que cae Ortega según otros autores, pero esto también puede deberse a que el autor no trata de categorizar la idea de nación en su pensamiento más que de forma indirecta, y por ello no entra en un estudio más profundo que indicaría las posibles incongruencias. 3.3.2. Obras que tratan tangencialmente la idea de nación orteguiana Entre los libros no centrados directamente en el estudio de la idea de nación orteguiana, pero que son interesantes para comprenderla mejor, se encuentra La razón y la sombra: una lectura política de Ortega y Gasset. Este trabajo de Antonio Elorza ha sido escogido por dos cosas: primero, porque aporta una visión bastante novedosa para los estudios orteguianos, abriendo una línea de interpretación que han seguido varios de los libros referidos más arriba; y segundo, porque se publicó en 1984, por lo tanto poco después de que se iniciara el desarrollo de los estudios sobre la nación en Ortega. Esto determina que haya estado presente, precisamente por su concepción original, en todos los libros analizados en este estado de la cuestión, ya sea porque se siga su planteamiento o porque se reaccione en su contra. Además, el hecho nacional está estrechamente relacionado con la concepción de la política, y de ahí que un libro que trate este segundo elemento deba incluir como parte casi central de sus reflexiones a lo primero. El autor se ha centrado en la historia intelectual española, tratada en trabajos como Socialismo utópico español (1970) o Arcaísmo y modernidad: pensamiento político en España, siglos XIX-XX (2006); y también en el nacionalismo, ejemplo de lo cual son Ideologías del nacionalismo vasco (1978) o Luz de tinieblas: nación, independencia y libertad en 1808 (2011). Por tanto, es especialista en dos líneas de investigación muy pertinentes para tratar a Ortega, y más en concreto, a la cuestión que trata de definir el presente trabajo. La razón y la sombra consta de seis capítulos, en los que el objetivo es el de definir la trayectoria ideológica de Ortega aplicando un método de hermenéutica de sus textos y refiriéndolos al contexto en el que vivió. Al contrario de la mayoría de los demás estudiosos, Elorza hace especial hincapié al respecto en la circunstancia económica, lo que le acerca a planteamientos filo-marxistas. Así, su tesis en relación con la idea de nación es la de que, como el resto de los componentes del pensamiento político de Ortega, se integra en su percepción del capitalismo nacional. Para mostrar todo ello, emplea como fuentes una gran cantidad de obras como “Vieja y nueva política”, España invertebrada o La rebelión de las masas; y también otras de carácter hemerográfico, Estado de la cuestión 53 extraídas de periódicos como El Imparcial, El Sol o El heraldo de Madrid. Además de ello, también recurre a fuentes secundarias, de autores que, como Maravall o Romano, se han adentrado antes que él al estudio del pensamiento político orteguiano. Desde esta base, Elorza considera que el pensador madrileño parte de una noción de sujeto individual que requiere su inserción en un medio social, y en este marco recurre a la noción de “nacionalización”. Es una percepción en la que encuentra el historiador dos referentes principales: uno intelectual, de Nietzsche, que le lleva a diferenciar a élites y masas; y otro político-económico, la proyección de lo anterior dentro de una “organización”. Este concepto es de los que más resalta el autor, ligándolo directamente a la burguesía y considerando que Ortega, al asumirlo, se convierte en un auténtico “filósofo del capitalismo”92. Precisamente la evolución de la economía española marcaría según Elorza los cambios en la percepción de la política, y con ella de la nación, en el pensador madrileño. Así, primero admiraría el gran desarrollo de Barcelona y Bilbao y desde el voluntarismo llamaría a que el resto de España lo aplicara, contraponiendo esa situación ideal a la realidad nacional. Después, durante la I Guerra Mundial parece consolidarse la producción económica, y al darse la nacionalización económica, Ortega pretendería, por un lado, integrar a los obreros en esa organización nacionalizada; y por otro, defender el orden a toda costa. De ahí que inicie una “redefinición conservadora”93 que se traduzca en proyectar la idea de nacionalización en la lucha contra el particularismo de clase y de región, y en una valoración positiva del Estado en tanto que agente para lograr las dos cosas. En este proceso, Ortega asume una concepción irracionalista y biologista de la nación, que emplea para justificar el proyecto de racionalización capitalista. De ahí que hable continuamente del destino nacional, lo que le permite excluir al gran peligro del separatismo periférico. Además, con esta misma voluntad de debilitar y deslegitimar al catalanismo y el nacionalismo vasco, Ortega asume el europeísmo, elemento clave en el proceso de organización ante el cual los dos movimientos señalados aparecen como obstáculos arcaizantes. Con estas premisas, el autor plantea que Ortega iría modificando su visión de España según las circunstancias. Es una idea que aparece con mucha recurrencia en otros libros, pero lo original y distintivo en Elorza es que, al contrario que otros autores, no identifica dicha distinción con etapas de pensamiento, sino con dos circunstancias: una, la percepción de la evolución económica de España, y dos, el miedo a la revolución que tiene desde 1919. Por su parte, es partidario de que la visión de Ortega se asemeja más a la Staatsnation. Esto es, aunque defiende que Ortega utiliza el biologismo, y esto le lleva a hablar de un esencialismo, sería siempre como medio para disfrazar la que sería su verdadera visión, la de la nación como una empresa que, como las de carácter económico, debe construirse para proyectarse en el futuro. De ahí que el paso desde el neokantismo al raciovitalismo signifique una modificación en cuanto a la visión de la nación, pero únicamente en cuanto a la vinculación de su carácter subjetivista al pasar desde el idealismo hasta una percepción más materialista. Finalmente, el autor de La razón y la sombra no señala en ningún momento que existiera contradicción en la idea de nación orteguiana, antes bien, muestra cómo las distintas visiones responden a una evolución 92 ELORZA DOMÍNGEZ, Antonio: La razón…, p. 192. 93 Ibid., p. 171. Estado de la cuestión 54 lógica, en la que está bien definida la visión de la nación porque lo irracional, que podría llevar a la confusión, es una mera tapadera de algo subyacente a ello. Dos décadas después se publicó un artículo que aporta también algunos elementos novedosos y originales para estudiar el tema que nos ocupa. Este texto es del año 2004 y fue escrito por Juan Pablo Camazón Linacero, titulándose “La percepción de la realidad internacional en el joven Ortega (1883-1907)” e incluido en la revista Espacio, Tiempo y Forma. Serie V, Historia Contemporánea. El autor es politólogo y sociólogo, además de licenciado en Derecho, y desde la perspectiva de análisis que aporta dicha formación se ha centrado en el estudio de Ortega y Gasset en obras como “La crisis europea en Revista de Occidente” (2000) y “Ortega y Gasset, ¿antiamericano?” (2003). El objetivo del texto es presentar el pensamiento internacional del filósofo madrileño durante su juventud, y el método que utiliza es el de analizar diversos escritos suyos con la intención de ver si existe una coherencia. Así, recurre a artículos publicados en El Imparcial, y a cartas dirigidas tanto a su padre y a su novia como a Unamuno. Además, para apoyarse en sus afirmaciones, utiliza otras fuentes bibliográficas relacionadas con expertos en temas que tratan dichas cartas, como la socialdemocracia en el libro de Fernando Vallespín, o la política exterior española en otros de Jover Zamora o Calduch Cervera. Sin embargo, las fuentes secundarias son escasas, la mayor parte de las numerosas citas se refieren a textos escritos por Ortega. Además existe un aspecto particularmente importante, y es que Camazón se basa en el epistolario del pensador madrileño. Entre las tesis que incluye este artículo se encuentran las relacionadas con la adopción de una percepción de la nación en la juventud de Ortega en base a tres elementos. Primero, al estudio de la disciplina histórica, dentro de la cual los jesuitas con los que se formó dieron mucha importancia a la nacionalidad española desde su oposición a Francia y Gran Bretaña, y al componente decadentista ligado al siglo XVIII. Después, durante sus viajes a Alemania en 1905 y 1907 percibió el nacionalismo y, comparándolo con una España decaída, valoró el vigor que reflejaba y lo ligó al peso de la educación. Pero al mismo tiempo, también en este viaje, el acercamiento al socialismo le llevó a rechazar el nacionalismo como ideología y a defender el cosmopolitismo. El resultado de todo ello es una visión de la nación desde el prisma liberal y elitista, deudor de Benjamin Constant, y que consideraba como Ganivet que la decadencia española no era foránea en cuanto a sus causas, sino debida a la deficiente educación. Camazón afirma que la idea orteguiana de nación no es objetiva, pero tampoco la define como subjetiva, sino en los términos kantianos de “intimidad” 94. Por tanto, más bien en el segundo paradigma, pues significaría, como diría Constant, la construcción resultante de proyectar la “perfectibilidad interna” sobre la “perfectibilidad externa”95. En cuanto a la definición o no de fases, el autor no habla de las mismas, ya que únicamente se centra en una etapa de la vida de Ortega y Gasset. Es cierto que presenta una evolución, desde el estudio con los jesuitas al contacto con el neokantismo, pero no se pueden señalar “sub- fases” porque hasta el final de este proceso no existe una construcción bien definida de la 94 CAMAZÓN LINACERO, Juan Pablo: “La percepción de la realidad nacional en el joven Ortega (1883- 1907)”, Espacio, tiempo y forma. Serie V, Historia contemporánea, nº16, 2005, pp. 149-168, p. 162. 95 Sobre esta cuestión, vid.: MARICHAL, Juan: El secreto de España: ensayos de historia intelectual y política, Madrid, Taurus, (1995) 1996, p. 57. Estado de la cuestión 55 percepción orteguiana de la nación. Por otro lado, el autor es claramente partidario de la existencia de una contradicción. Esto es así porque nunca plantea de modo concreto y objetivo lo que piensa, sino en pequeñas frases y textos fruto de una circunstancia concreta, que no llega a objetivar poniendo en relación con otras. Sin embargo, esta realidad debe de matizarse desde lo afirmado anteriormente, pues en efecto una explicación de esta indefinición es precisamente que Ortega está elaborando una idea que no será homogénea hasta bien definida la primera etapa de su pensamiento. Recientemente, en el año 2016 Juan Pablo Camazón ha defendido su tesis doctoral El pensamiento político internacional de Ortega y Gasset en el periodo de entreguerras (1919-1939), donde incluye todas estas ideas en diversos apartados. Se trata de un trabajo muy interesante que, como pretende hacer nuestra tesis doctoral, investiga no únicamente las ideas del filósofo sino también su difusión a partir de medios como España o El Sol que le permitieron formar la opinión pública. Una de las hipótesis más importantes de las que sostiene Camazón es la de que existe una relación entre nacionalismo e internacionalismo que lleva a Ortega a corregir el primero desde el segundo, manifestado desde el europeísmo y el cosmpolitismo. Así existiría una evolución de sucesivas ideas de nación según las circunstancias, como la “Patria fallida”, la “España posible”, o la “nación pensante”96. Anteriormente, en el año 2005 se publicó Ortega y Gasset, F. Cambó y la “cuestión catalana”, (1905-1931), escrito por Anselmo Sanjuán. Tal y como indica el título, es una monografía cuyo objetivo es definir el pensamiento de los dos autores acerca de la problemática creada en torno a Cataluña en las primeras décadas del siglo XX. Por tanto, el método es comparativo, de contraposición entre los dos pensadores para categorizar su percepción al respecto. Para ello, emplea como técnica el análisis de sus principales textos y libros, que para el caso del pensador madrileño son especialmente los diversos artículos publicados en el tiempo comprendido entre las dos fechas que indica el título y, como siempre, España invertebrada; además de otros textos como Meditaciones del Quijote, Mirabeau o el político y El tema de nuestro tiempo. También recurre a bibliografía de autores expertos en temas de historia intelectual, como Vicente Cacho Viu o Álvarez Junco; en el análisis de Ortega y Gasset, destacando Javier Zamora y Antonio Elorza; y el estudio del catalanismo, siendo en este aspecto Jesús Pabón uno de los autores más citados. Finalmente, dentro de las fuentes a las que recurre Sanjuán cabe destacar también los libros de intelectuales catalanistas, ampliamente tratados, como son Valentí Almirall o Enric Prat de la Riba; y de otros a los que contrapone el pensamiento orteguiano, como ocurre con José Antonio Primo de Rivera. Sanjuán está entre los estudiosos que subrayan la influencia de Nietzsche en Ortega, y desde esta base plantea que su concepción de la nación es totalmente vitalista. Junto a ello, destaca que el inicio de sus reflexiones se inició desde la circunstancia del 98, que le incluye dentro de un marco de castellanismo anticatalanista. Estos dos influjos significaron que Ortega diera una gran importancia al Estado, como elemento de proyección de la espontaneidad, oponiéndola al tradicionalismo catalán. Sin embargo, 96 CAMAZÓN LINACERO, Juan Pablo: El pensamiento político internacional de Ortega y Gasset en el periodo de entreguerras (1919-1939), Tesis doctoral inédita dirigida por María de los Ángeles EGIDO LEÓN, UNED, 2016, p. 283. Estado de la cuestión 56 precisamente desde esa exaltación de la vitalidad evolucionó hacia una valoración positiva del catalanismo, en tanto que exponente político de la misma, y de ahí que pasara a plantear su reforma para combinarlo con el socialismo y aprovechar el empuje de ambos. Por esta actitud destaca Sanjuán que, contra lo que dicen muchos autores, Ortega no fue reaccionario, sino que estuvo en la vanguardia del reformismo97. De este modo se llegó a una coincidencia entre los dos autores en tanto que consideraron que la reforma de la administración local era la base de una futura reforma del Estado. Sin embargo, en la II República, cuando se dio la oportunidad de la colaboración entre Ortega y Cambó, el empuje del catalanismo de izquierdas y la noción orteguiana del Estado frustraron dicha acción conjunta. Por lo tanto, para Anselmo Sanjuán la idea orteguiana de nación es de carácter subjetivo, cercano a la Staatsnation. Esto es así porque, aunque recurre a justificaciones biológicas y organicistas, los criterios naturales siempre están por debajo del factor de “desiderátum” de la nación, que se justifican por el papel fundamental que da al Estado en este proceso. En relación con esta confluencia de elementos que podrían llevar a la idea de Kulturnation, junto con los de la percepción que presenta Ortega finalmente, se encuentra la cuestión de la existencia de fases en cuanto al tema que nos ocupa. Así, según Sanjuán existen tres etapas dentro de este periodo de la vida intelectual de Ortega. Una primera de nacionalismo esencialista, ligado intelectualmente al idealismo y con gran influjo regeneracionista; y que podría conducir a una visión objetiva del hecho nacional. Pero esta cuestión entró en crisis cuando Ortega sustituye el neokantismo por el vitalismo, que le llevará a percibir con mayor interés el papel del Estado dentro de un marco de esencialismo etnicista, que debido a este estatalismo no llevaría a mantener la visión anterior. Finalmente, después de aceptar al catalanismo junto al socialismo como elemento de reforma potencial, llega a una fase final en la que también contempla al Estado como agente de una “gran reforma” dirigida al “hombre medio”98. Sin embargo, Anselmo Sanjuán cubre en su libro únicamente una parte de la vida intelectual de Ortega, terminando en la II República, y por tanto excluyendo la “segunda navegación”, en la que su idea de nación sufre un cambio según distintos autores. Finalmente, para el autor catalán, Ortega y Gasset no presenta una contradicción en cuanto a su definición de la idea de nación. Es fácil ver su categorización, se desprende del análisis de su libro, en tanto que debe contemplarse siempre desde la perspectiva del Estado, que sería más fácil de estudiar. En el año 2016 aparecieron varios trabajos –además del mencionado de Juan Pablo Camazón. Entre ellos la tesis doctoral de Enrique Cabrero Blasco, quien ha incluido el capítulo “el concepto de nación” dentro de esta investigación llamada Cultura política y filosofía del Estado en Ortega y Gasset (1905-1932). El autor es especialista en Ortega, según se ve en textos como “1912-1916: la conferencia Vieja y nueva política en el contexto del Partido Reformista” (2012), o el prólogo –escrito junto a Andrea Donofrio– del libro de Monica Simeoni Una democracia morbosa. Viejos y nuevos populismos (2016). En el capítulo citado estudia tres cosas: el concepto de nación fundado en su 97 SANJUÁN, Anselmo: Ortega y Gasset, F. Cambó y la “cuestión catalana”, (1905-1931), Zaragoza, Yalde, 2005, p. 249. 98 Ibid., p. 270. Estado de la cuestión 57 distinción del Estado, la importancia del programa educativo para la construcción de la nación, y la moderación del Estado para que tenga lugar la vida en libertad del individuo dentro del proyecto nacional. El presupuesto del que parte el autor es el de que el centro de la filosofía orteguiana reside en la vida, de la que la libertad es su máxima proyección; y que la nación es de esta suerte una de las muchas empresas en las que se organizan los individuos para mejorar su existencia. Contra lo que dicen autores que identifican al filósofo con el nacionalismo conservador o autoritario, sostiene Cabrero que no se entiende la idea de nación orteguiana si no es partiendo de que “la vida como libertad es la raíz principal de la filosofía de Ortega”99. Afirmación esta que permite ver la lógica que subyace a la propuesta orteguiana en todas sus fases, cuya existencia reconoce el autor siguiendo a Fernando Llano. Enrique Cabrero encuadra históricamente la meditación de Ortega sobre la idea de nación, deudora de la revisión del noventaiochismo, y resalta la influencia siempre presente de Renan. Como Acevedo subraya la dimensión de futuro de la nacionalidad, y precisamente radica en ello su diferencia con los autores de la generación del 98: “esta es la novedad que Ortega presenta en 1913: ruptura con la visión del 98 y programa para una España nueva”. Partiendo de su concepción de la vida, habla de que la suya es una “nación liberal” cuyo fundamento es la construcción. Para ello la educación es clave, y un aspecto interesante de esta tesis es que estudia la visión de la educación de Ortega y su desarrollo en personas que compartieron su cultura política, como Lorenzo Luzuriaga y Luis de Zulueta. Finalmente, un aspecto muy a destacar del trabajo de Enrique Cabrero, que nuestro trabajo pretende imitar y que gran parte de los otros autores no han hecho, es el de estudiar documentos del archivo de la Fundación Ortega-Marañón como las notas de trabajo de Ortega y su biblioteca personal100. También de 2016 es “Sobre la recepción de Max Weber y Friedrich Meinecke”, capítulo escrito por Joaquín Abellán en el libro La brújula hacia el sur. Estudios sobre filosofía meridional. El autor es politólogo y experto en los autores que cita, pues además de editar libros de Weber como Conceptos sociológicos fundamentales (2014) o La ética protestante y el “espíritu” del capitalismo (2015), ha escrito artículos como “La ambivalencia de la modernidad: Isaiah Berlin en la estela de Max Weber” (2009), o “Max Weber en la evolución del liberalismo alemán” (1990). Además es especialista en la política y el pensamiento alemán, habiendo traducido y estudiado a autores como Lutero o Humboldt. En el capítulo incluye un epígrafe sobre “la recepción de Friedrich Meinecke en relación con el concepto de nación”, donde llama la atención sobre un hecho que, como indica, es digno de notar: los estudiosos de la idea de nación orteguiana han descrito sus fases, contradicciones..., pero ninguno menciona el libro fundamental Weltbürgertum und Nationalstaat (1908). Abellán ve la influencia de este libro en “De Europa Meditatio Quaedam” (1949), y se marca como objetivo demostrar que Ortega realizó una lectura equivocada del mismo debido a algunos errores histórico-políticos que le dejaron sin un fundamento apropiado. Así, Ortega confundiría nación y Estado, cuestión muy 99 CABRERO BLASCO, Enrique: Cultura política y filosofía del Estado en Ortega y Gasset (1905-1932), Tesis doctoral inédita dirigida por Javier ZAMORA BONILLA, UCM, 2016, p. 363 y 419. 100 Ibid., pp. 375, 394 y 397. Estado de la cuestión 58 diferenciada en el alemán, y traduce erróneamente “elementos comunes de carácter supranacional” por “comunidades internacionales”, lo que le llevaría a malinterpretar su visión de Europa. El trabajo de Abellán se centra por tanto en una sola fase del pensamiento de Ortega, y parece indicar que el madrileño sería defensor de la Staatsnation dado que le atribuye una confusión entre nación y Estado que implica la importancia esencial del segundo para la configuración de la primera101. Un último libro de 2016 es España. En busca de un relato, del filósofo Manuel Artime Omil. Este autor especializado en cuestiontes de historiografía y relatos nacionales, ha publicado textos como “Los movimientos por la memoria o cómo seguir narrando después de los metarrelatos” (2013), o “Sobre las complejas relaciones de democracia, autoritarismo y memoria. Consideraciones al hilo del relato liberal español” (2013). Precisamente el objetivo del libro, derivado de su tesis doctoral, es el de tratar de deconstruir lo que considera un relato historiográfico que se habría impuesto en España durante la Transición. Según Artime, personas como Santos Juliá o Juan Pablo Fusi, habrían desarrollado durante las últimas décadas una forma de hacer historia que primaba la perspectiva liberal, entendida como la creencia en un progreso constante que habría hecho de España una nación moderna. Esta tendencia sería una justificación teórica e intelectual de la Transición española, destinada a esconder sus fracasos y a imponer una visión hegemónica del nacionalismo español, que entre otras cosas permite hablar de la “normalización” de España y del cierre de las heridas del pasado. Artime considera que, frente a este relato, sería necesaria una historiografía que él llama “crítica”, porque buscaría en la deconstrucción de la historiografía “oficialista” las herramientas teóricas necesarias para superar la crisis memorialista, regeneracionista y soberanista vivida por España102. Esta historiografía “crítica” tendría que hacer una nueva lectura del pasado contemporáneo, según Artime más objetiva y no supeditada al liberalismo. Él pretende hacerlo revistando a los grandes hitos de la intelectualidad española, e incluye un capítulo dedicado a Ortega. Afirma, en parte como Xacobe Bastida, que el nacionalismo español actual es en gran medida deudor del filósofo madrileño, porque tanto derecha modernizadora como izquierda moderada aceptarían su discurso. Analizando su pensamiento, sostiene que un punto clave que existe en él es la constante exigencia de una organización comunitaria, cambiando epocalmente el principio que atribuye al problema de la organización social. Un segundo elemento que vertebraría la visión de Ortega sería la “particular ontología organicista”, basada en su concepción hegeliana y unitaria del proceso nacionalizador103. Desde esta percepción, podemos ver que Artime considera que la idea del filósofo se asemeja más a la de la Kulturnation, puesto que también incide en que para el filósofo la política está supeditada a la sociedad, entendida como anterior ontológicamente. También habla de fases, aunque están determinadas por 101 ABELLÁN, Joaquín: “Sobre la recepción de Max Weber y Friedrich Meinecke”, en Pablo BADILLO O´FARRELL, y José M. SEVILLA FERNÁNDEZ (Eds.): La brújula hacia el sur: estudios sobre filosofía meridional, Madrid, Biblioteca Nueva, 2016, pp. 17-40, pp. 23-30. 102 ARTIME OMIL, Manuel: España. En busca de un relato, Madrid, Dykinson, 2016, pp. 15-33. 103 Ibid., pp. 111 y 118. Estado de la cuestión 59 la respuesta que da en cada momento al problema de la organización social, y por ello, no ve una contradicción en el pensamiento del filósofo porque siempre existe esta lógica. Antes de terminar es necesario indicar que el autor de estas líneas ha publicado algunos trabajos sobre la idea de nación en Ortega, entre los que se encuentran el breve libro La idea de nación en la nueva política orteguiana: desarrollo y crisis del patriotismo fenomenológico (1909-1916) (2016), el mencionado estado de la cuestión en Ab Initio (2013), o “El «nuevo Fichte español»: Ortega y Gasset y la influencia del pensador alemán en su idea de nación” (2016) en la Revista de Estudios Orteguianos. No se incluye el resumen ni análisis de su contenido porque forman parte de la investigación que se ha venido desarrollando en los últimos años, y cuyas conclusiones se detallarán más profundamente a lo largo de esta tesis doctoral. 3.4.Conclusiones Para terminar este capítulo se expondrán las principales conclusiones que se derivan del mismo, mostrando para ello una clasificación de los autores que se han tratado para ver cuál es su visión de la idea de nación en Ortega y determinar, como consecuencia de ello, cuáles son las posibles maneras de aproximación a esta temática ateniéndonos a lo que se ha escrito hasta la fecha. En primer lugar, puede comprobarse que hay una dicotomía entre los autores que afirman que la visión de Ortega es esencialista y objetivista, y entre quienes señalan por el contrario que es constructivista y subjetivista. Entre los primeros se encuentran Polakovic, López de la Vieja, Bastida, Camazón, Salgado, Artime, y Archilés; y entre lo segundos Abellán, Acevedo, Cabrero, Cacho, Elorza, Aguilar, Saz Campos, Juliá, Sanjuán, Trullén, Fusi, Sánchez Illán, Cerezo, y en parte De Blas y Llano Alonso. En segundo lugar, también se ha presentado a lo largo de las páginas que anteceden a la presente que existen dos visiones en cuanto a la existencia o no de fases en el pensamiento que tuvo Ortega sobre la idea de nación. Por un lado, son partidarios de esto Polakovic, Artime, De Blas, Elorza, Sanjuán, Cerezo y tal vez Saz; y por otro, se oponen Cacho, Bastida, Juliá, Llano, Sánchez Illán, y probablemente también Aguilar. Además, no permiten responder a esta cuestión los trabajos de Abellán, Acevedo, de la Vieja, Camazón, Trullén, Salgado, Archilés y Fusi, en la mayoría de los casos porque se centran únicamente en un momento concreto de la vida de Ortega. Finalmente, ateniéndonos a las tres cuestiones que de forma individual se ha planteado a los diversos libros y artículos que se han visto, pueden verse una división entre la percepción de la idea de nación en Ortega como algo totalmente contradictorio en su pensamiento, o bien señalarse una coherencia en su presentación. Polakovic, Camazón, De Blas, Llano y en cierto modo Archilés, son partidarios de lo primero; mientras que Cerezo, Cabrero, Elorza, de la Vieja, Artime, Bastida, Aguilar, Saz, Juliá, Sanjuán, Trullén, Salgado, Sánchez Arribas y Fusi defienden lo segundo. De esta manera, si ordenamos por orden alfabético a los autores vistos, el cuadro que podemos realizar para clasificar la respuesta a estas tres cuestiones es el siguiente: Estado de la cuestión 60 Autor Concepción esencialista Existencia de fases Contradicción en la definición Abellán, Joaquín No No lo trata No lo trata Acevedo, Jorge No No lo trata No Aguilar, Enrique No En parte No Archilés, Ferrán Sí No lo estudia En parte Artime, Manuel Sí Sí No Bastida, Xacobe Sí No No Cabrero, Enrique No Sí No Cacho, Vicente No No No Camazón, Juan Pablo Sí Sí Sí Cerezo, Pedro No Sí No De Blas, Andrés En parte Sí Sí Elorza, Antonio No Sí No Fusi, Juan Pablo No No lo estudia No Juliá, Santos No No No Llano, Fernando En parte No Sí López de la Vieja, María Teresa Sí No lo estudia No Polakovic, Esteban Sí Sí Sí Salgado, Francisco Javier Sí No lo estudia No Sanjuán, Anselmo No Sí No Sánchez, Juan Carlos No No No Saz, Ismael No En parte No Trullén, Ramiro No No lo estudia No De esta clasificación es posible desprender dos lecturas, relacionada la primera con la concepción general que puede existir entre los estudiosos de Ortega acerca de su idea de nación; y de la conexión que individualmente puedan tener los tres elementos entre sí la segunda. En relación con esto último, es manifiesto que la única conexión clara se da entre quienes señalan que la visión orteguiana es subjetiva-constructivista y al tiempo niegan que existan fases en su definición de la nación. La razón de ello radica en que los autores señalados parten de la base de que Ortega elabora su visión para salvar una circunstancia concreta, y siempre que realiza un cambio en su significante es en función de aquel significado que siempre se mantiene, por lo que existe así una coherencia. Sin embargo, no hay un consenso tan claro en cuanto a que estos dos elementos impliquen o no la existencia correlativa de fases en cuanto a la definición del problema. Por su parte, quienes defienden que la visión orteguiana es esencialista, también muestran una contradicción en su pensamiento, sean o no partidarios de que hay fases en su percepción del hecho nacional. Por otro lado, acerca de la visión general que podría desprenderse del análisis, vemos que no existe un consenso bien definido. En cuanto a si su percepción es esencialista o constructivista, el número de partidarios de una u otra postura es prácticamente idéntico. En segundo lugar, parece que existen más autores partidarios de la existencia de fases, o cercanos a esta interpretación, que aquellos que lo niegan categóricamente. Pero sobre todo hay que tener en cuenta para contestar a esta cuestión, que un importante número de Estado de la cuestión 61 investigadores no lo estudian. Finalmente, el único consenso claro se da en cuanto a que una mayoría de investigadores orteguianos afirman que su visión del hecho nacional no es contradictoria, sino que, sea por unas razones u otras, existe una coherencia en su construcción de dicha noción. Por lo tanto, el cuadro que se ha elaborado indica que la mayoría de los estudios realizados en los últimos treinta años vienen a coincidir en que Ortega tuvo una visión coherente de la idea de nación, y que esto se debe a que su percepción sería constructivista. Sin embargo, es necesario hacer dos matizaciones a esta conclusión. Primero, que esta “mayoría” de investigadores es muy relativa, porque por razones señaladas al comenzar este trabajo, existen muy pocos estudios centrados en esta faceta del pensamiento orteguiano. Y en segundo lugar, que si bien las conclusiones son unitarias entre estos investigadores, no lo es en ningún modo el elemento en virtud del que afirman que Ortega tiene su visión concreta. Para comprenderlo mejor, es posible atenerse a otro conjunto de conclusiones que, fuera de estas tres que se han presentado, también pueden deducirse del estado de la cuestión. En primer lugar, se ha señalado a lo largo de estas páginas que la interpretación de la idea de nación en Ortega se ha realizado partiendo de diferentes marcos teóricos. Esto es, la consideración de lo que es una nación, o el ideal-tipo constituido para categorizarla, puede ser diverso. De forma aislada, Polakovic afirma que se trata de un ente existente en sí, al que Ortega, como cualquier estudioso, únicamente puede acercarse desde fuera para comprenderlo104. Por otro lado, Elorza inicia una concepción cercana al marxismo, que afirma que la idea de nación tiene un origen económico, en tanto que se constituye como respuesta a los cambios de la estructura de este orden. De forma menos radical, así lo señalan también en parte Bastida y Trullén. Por su parte, lo que Santos Juliá llama “metarrelato”, es decir, un marco cognitivo para salvar la circunstancia vital y social, es defendido también claramente por Bastida, Saz Campos, Artime, Trullén y Archilés; y también en parte por Sanjuán y Fusi. Por último, otro conjunto de investigadores parte de la consideración de la nación como un elemento accesorio o complementario del Estado, que elevan a categoría fundamental, como son Aguilar y Llano. Aunque las fronteras entre una visión u otra no sean siempre claras, al menos para estudiar mejor la cuestión que nos ocupa es importante esta clasificación, y de ella se desprende que la mayoría de los estudiosos son partidarios de lo que, siguiendo a Juliá, se ha convenido en llamar “metarrelato”. Pero también deben señalarse dos cosas al respecto: por un lado, que de nuevo nos encontramos ante una “mayoría” que lo es en tanto que existen pocos estudios sobre la nación en Ortega; y segundo, que los estudios sobre el nacionalismo en general son en gran medida partidarios de esta percepción en la actualidad. Esto es así como consecuencia de la historiografía derivada de tendencias cercanas a la historia sociocultural y marcos como el del giro lingüístico. 104 Por lo tanto, Polakovic caería según el propio Ortega y Gasset en un error interpretativo, pues no estaría en “la altura de los tiempos” desde el mismo momento en el que aplica una visión de la filosofía que se mueve dentro del marco de la “primera metáfora” en la que categoriza la historia de la filosofía. Es decir, dentro de una metafísica realista que, junto con la idealista o de la “segunda metáfora”, precisamente trata de superar el pensador madrileño. Estado de la cuestión 62 En relación con este aspecto, se ha mostrado a lo largo de estas páginas que el estudio de la nación en el pensador madrileño se ha hecho abordándose desde distintas perspectivas, que si bien tienen que tener en cuenta a la historia, no siempre parten de ella como base del estudio. Así, Polakovic o Artime lo hacen con la filosofía, y Aguilar, Llano y Camazón desde el derecho. Esto explica en parte el porqué de las conclusiones anteriores, pues, por un lado, los juristas parten de una visión de la nación relacionada con un instrumento como el Estado; y por otro, el autor que apela a la filosofía parte de una visión metafísica de la nación. En cuanto a los historiadores, recurren a las diversas tendencias existentes en su época, como en el caso de la historia sociocultural y su influencia en la historia intelectual. De esta manera, el origen de que una mayoría de estudiosos, dentro de los límites señalados, defiendan que la visión de Ortega es constructivista, y por ende carente de contradicciones, se puede poner en relación directa con una aproximación desde el marco teórico de la nación como “metarrelato”. Existe otra conclusión que puede extraerse del estado de la cuestión, y es la diversidad de opiniones que también existe acerca de las fuentes intelectuales de las que bebe la idea de nación en Ortega. Encontramos así a estudiosos que resaltan el influjo de Nietzsche, como hacen Cerezo, Elorza o Saz; o –sin minusvalorar necesariamente la del pensador anterior– la de Renan. Este pensador francés es señalado por todos los autores, dado que es evidente su repercusión. La diferencia está en que algunos como Acevedo sostienen que permite a Ortega llegar a la idea de la Staatsnation, y otros como Archilés o López de la Vieja, que le conduce a la Kulturnation. Algo parecido ocurre con Mommsen, autor igualmente básico en Ortega cuyo influjo reconstruyen Aguilar, de Blas… y que la mayoría también menciona. Sin embargo, la divergencia más interesante es la que separa a quienes incluyen a Ortega dentro de una tradición de pensamiento liberal, y la de quienes lo hacen en otra de carácter conservador. De esta suerte, Bastida le vincula a Burke, Donoso Cortés o Cánovas, y Archilés a Barrès o Meinecke. Por el contrario, Aguilar enfatiza el pensamiento liberal, con Tocqueville o Constant; Cacho el krauso-institucionismo español, y en esta línea, Cabrero a Azcárate, Zulueta o Luzuriaga. Esta disputa es interesante para los historiadores, y por tanto para esta tesis, porque se trata de comprender a Ortega en la circunstancia concreta de comienzos del siglo XX: la pregunta de fondo, que algunos de los trabajos estudiados responden abiertamente, es la de definir si Ortega es continuador del nacionalismo de la Restauración, o si por el contrario ofrece una propuesta alternativa. En este sentido, autores como Juliá, Saz y Fusi se encuentran entre los segundos, al enfatizar el influjo del regeneracionismo de Costa. La conexión que existe entre quienes consideran que Ortega continúa el nacionalismo de la Restauración y los tres elementos analizados más arriba consiste en que defienden que el madrileño apuesta por una concepción esencialista de España. Por su parte, entre aquellos que sostienen que su planteamiento es reactivo al del régimen de Cánovas, encontramos a investigadores que lo identifican con la Kulturnation, pero priman más los que lo hacen con la Staatsnation105. 105 Una muestra más de la divergencia de interpretaciones que sugiere el pensamiento de Ortega en nuestros días lo encontramos en el último libro publicado, hasta la fecha, por Mario Vargas Llosa. No es el suyo un libro de investigación, sino de divulgación; pero es pertinente señalar que en el capítulo que dedica a Ortega Estado de la cuestión 63 Existe una última cuestión que es importante extraer como conclusión para el objetivo de este trabajo, que partiendo de la idea de la personalización de la nación pretende responder a los motivos que a nivel subjetivo llevaron a Ortega a teorizar de un modo u otro su visión. Algunos de los autores que se han indicado dicen que es por reacción al nacionalismo periférico, como Archilés, Bastida, de Blas, Salgado, Saz o Trullén. Otros como Elorza, y en menor medida Bastida, plantean que la razón es la reacción al socialismo o el comunismo. Según varios autores, la nación sería elaborada como teoría que permitiera a Ortega llevar a cabo su proyecto de reforma pedagógica y cultural, como dicen –desde planteamientos divergentes– Acevedo, Aguilar, Artime, Camazón, Cabrero, Cacho, Sánchez Illán o Juliá. Finalmente, un conjunto de trabajos atribuye a Ortega una voluntad más existencial en su intento de dar significado a la nación, al entender que pretende responder a su crisis de identidad. De una forma más o menos evidente así lo indican Acevedo o Fusi. De nuevo no existe un vínculo directo entre la motivación orteguiana y su adscripción a la teoría de la Kulturnation o la Staatsnation. Además se ha de aclarar que en este punto pueden existir combinaciones porque se pueden señalar varios motivos en la búsqueda por parte de Ortega de ofrecer una teoría de la nación. Únicamente se han indicado los más importantes en cada autor, y no hemos incluido a todos porque no todos responden a la pregunta en su trabajo. Con todo, el cuadro –del que se excluyen los autores que no responden a la cuestión– sería el siguiente: ¿Cuál es la motivación de Ortega a la hora de buscar la definición de la idea de nación? Motivación negativa (combatir el nacionalismo periférico, el comunismo…) Motivación positiva (reforma cultural, respuesta al yo existencial…) Archilés, Ferrán Acevedo, Jorge Bastida, Xacobe Aguilar, Enrique De Blas, Andrés Artime, Manuel Elorza, Antonio Cabrero, Enrique Salgado, Francisco Javier Cacho, Vicente Saz, Ismael Camazón, Juan Pablo Trullén, Ramiro Cerezo, Pedro Fusi, Juan Pablo Juliá, Santos Llano, Fernando López, María Teresa Polakovic, Esteban Sánchez, Juan Carlos Sanjuán, Anselmo Existe como se ve una primacía de quienes consideran que el planteamiento orteguiano no es puramente reactivo, ya sea por un motivo u otro. Pero si comparamos este cuadro con el anterior tampoco encontramos un vínculo entre una de estas dos opciones y la adscripción de Ortega a una teoría u otra de nación. Además, autores como Elorza o de Blas enfatizan el deseo por parte de Ortega de combatir el nacionalismo separatista, pero al mismo tiempo incluyen en él otros móviles. En todo caso, es significativo que una se opone a las interpretaciones conservadoras de su pensamiento y no duda en afirmar que “desarrolló un discurso inequívocamente liberal”. Vid.: VARGAS LLOSA, Mario: La llamada de la tribu, Barcelona, Alfaguara, 2018, p.69. Estado de la cuestión 64 cantidad considerable de estudiosos consideren que el catalanismo y el nacionalismo vasco son factores importantes a la hora de comprender la idea de nación de Ortega. Como conclusión final se ha de indicar que a lo largo de las páginas que anteceden a esta se ha visto que los estudios sobre la idea de nación en Ortega son muy heterogéneos. Según se decía al principio, la hipótesis de la tesis doctoral está directamente vinculada a la pretensión de responder a las distintas contradicciones detectadas. A continuación se tratará de hacerlo. La idea de nación en el joven Ortega 65 4. LA IDEA DE NACIÓN EN EL JOVEN ORTEGA (1883-1905) La primera etapa que hay que cubrir para recorrer el camino que condujo a la creación de la idea de nación orteguiana comienza en su adolescencia. Este epígrafe incluye los primeros veintidós años de la vida del que sería catedrático de la Universidad central poco después. Se ha escogido el año 1905 como límite por ser el momento en el que Ortega viaja a Alemania por vez primera, situación que será determinante en su vida, en su filosofía, y en su concepto de nación. Pero es necesario aclarar que en algunas ocasiones se analizarán textos correspondientes a la parte del año 1905 en la que el joven estudiante ya estaba en el país germano, dado que todavía tenía el background de la etapa previa, y todo cambio –de pensamiento en este caso– se da en transiciones que aconsejan no tomar las fechas como compartimentos estancos. En todo caso se ha de atender primero a su formación en España, pues es el sedimento que permite la comprensión de lo que ocurrirá después. Para ello se analizará tanto su circunstancia vital como la histórica, en los cuatro ejes, utilizando como fuente básica el conjunto de epístolas editadas en Cartas de un joven español (1991). Los investigadores del pensamiento de Ortega han hablado en diversas ocasiones de sus “mocedades”, desde que Fernando Salmerón utilizara esta expresión en un famoso libro y con ello lo hiciera de uso corriente106. En el caso de la nación orteguiana, Ferrán Archilés titula así su trabajo, aunque desplazando el marco cronológico hasta 1914; y Juan Pablo Camazón extiende hasta 1907 su trabajo sobre la percepción internacional del joven Ortega107. Tampoco han faltado quienes, como Jordi Gracia, han negado la legitimidad de hablar de una “mocedad” orteguiana, por un carácter supuestamente precoz del madrileño108. Algo así había señalado en 1916 José María Salaverría, al decir con ocasión de la publicación de Personas, obras, cosas, que la calidad de este libro que recopilaba trabajos escritos desde 1904 era de tal calidad que demostraba que Ortega no tuvo juventud, pues “todo lo tenía hecho, hasta la gloria”109. Pero en cualquier caso, es importante tratar brevemente algunos aspectos de su vivencia juvenil por las repercusiones que tuvieron en el desarrollo de su idea de nación. En este sentido, los estudios sobre el nacionalismo de los últimos años han destacado el hecho de que la primera idea de nación que asumen los individuos se da en su niñez y juventud, y que esta es determinante. La pedagogía constructivista de Jean Piaget abrió las puertas para esta corriente, que parte de la base de que “la representación del propio país y la formación de la identidad nacional son fruto de un proceso de elaboración que dura años y que no está plenamente concluido en todos sus aspectos hasta los 14 años”110. 106 SALMERÓN, Fernando: Las mocedades de Ortega, México, Universidad Nacional Autónoma de México, (1959) 1993. 107 Ver los ya citados: ARCHILÉS I CARDONA, Ferrán: “La nación en las mocedades de José Ortega y Gasset…; y CAMAZÓN LINACERO, Juan Pablo: “La percepción de la realidad internacional en el joven Ortega… 108 GRACIA, Jordi: José Ortega y Gasset, Madrid, Santillana, 2014, p. 14. 109 SALAVERRÍA, José María: “Dos libros”, ABC, 30 de abril de 1916. 110 MOLERO OTERO, Begoña, y MORENO HERNÁNDEZ, Amparo: “La comprensión infantil del a identidad nacional en el País Vasco: el conocimiento del propio país”, en Jesús ESTEPA GIMÉNEZ, Florencia FRIERA SUÁREZ, y María del Rosario PIÑEIRO PELETEIRO (Eds.): Identidades y territorios: un reto para la didáctica de las Ciencias Sociales, Oviedo, KRK Ediciones, 2001, pp. 373-384, p. 374. La idea de nación en el joven Ortega 66 Así, se ha hablado del “national enculturation”, diferenciado de la “socialization” porque, como indica la palabra, matiza que el niño y adolescente, al tiempo que se integra en una sociedad, lo hace en una cultura nacional111. Pero no es una acción unidireccional – impuesta al infante desde arriba–, sino un proceso abierto en el que el sujeto interacciona –construye su conocimiento, según escribiría Piaget– a partir de los distintos referentes que encuentra. Según recuerda Ferrán Archilés –y en una línea que se asemeja a la crítica de la pedagogía piagetiana al transmisionismo de la escuela tradicional–en todo proceso de nacionalización se ha de partir de que las personas no son “recipientes vacíos” sino que se enmarcan en “procesos de negociación”112. Conocer la familia de Ortega, el primer lugar donde comenzó su educación, es por tanto importante. Su padre José Ortega Munilla, nacido en 1856, fue un importante periodista, miembro de la RAE y director de El Imparcial desde 1900. Fue además diputado por Padrón (Galicia) entre 1898 y 1918. Entre 1858 y 1884 había sido Eduardo Gasset, abuelo materno de José, el que fue diputado por el mismo lugar; y además quien fundó en 1865 el famoso periódico. Era un hombre de gran prestigio, hasta el punto de que, cuenta Miguel Ortega, incluso la Reina María Cristina le llamó varias veces a Palacio para pedirle consejo113. En base a esta red, puede hablarse de una de las “familias parlamentarias” de la Restauración en sentido casi estricto, puesto que no únicamente Padrón, sino también Noya y Arzúa (también en Galicia) fueron distritos dominados electoralmente durante décadas por la familia, por vía de la rama masculina de los Gasset –la madre de Ortega fue Dolores Gasset, nacida en 1860. Otros ejemplos de la conexión de la familia de Ortega con la política están en su hermano Eduardo, diputado romanonista entre 1910 y 1923, y radical-socialista en 1931; o su tío Rafael Gasset, ministro con los conservadores Silvela y Villaverde, y con los liberales Moret, Canalejas, Romanones y García Prieto. Suya fue la Ley Gasset de 1907, que dio cuerpo a la política hidráulica de inspiración costiana114. La “enculturación nacional” y la vivencia del 98 orteguianos se produjeron de esta suerte en un contexto donde la política y el periodismo eran omnipresentes. En su discurso de ingreso en la Real Academia Española, Ortega Munilla resaltó esta situación, afirmando que en la redacción de El Imparcial “he pasado la mayor y la mejor parte de mi existencia”115. En términos parecidos, sería su hijo el que diría en 1920 que “aunque 111 Esta es la definición que ofrece Martyn Barrett: “the extended developmental process through which children are gradually inducted into the heritage, history, representations, values, institutions, traditions, customs and practises of their own national and state group, and through which they acquire an emotional attachment to their own nation and state”. Vid: BARRETT, Martyn: Children´s Knowledge, Beliefs and Feelings about Nations and National Groups: Essays in Developmental Psychology, New York, Psychology Press, 2007, p. 16. 112 ARCHILÉS I CARDONA, Ferrán: “Lenguajes de nación…, p. 97. 113 ORTEGA, Miguel: Ortega y Gasset, mi padre, Barcelona, Planeta, 1983, p. 22. 114 VALERO LUMBRERAS, Ángel: José Ortega y Gasset, diputado, Madrid, Congreso de los diputados D.L., 2013, pp. 10-13. 115 ORTEGA MUNILLA, José: Discursos leídos ante la Real Academia Española en la recepción pública del señor D. José Ortega Munilla, Madrid, Est. Tipográfico “Sucesores de Rivadeneyra”, 1902, pp. 6 y 7. La idea de nación en el joven Ortega 67 soy poco periodista, nací sobre una rotativa”116. Por su casa pasaban además literatos e intelectuales, por lo que es seguro que escuchaba conversaciones de todo tipo, y podía además acceder a una buena biblioteca. Dice Jordi Gracia que “Ortega desde luego no era normal, pero su casa tampoco”117. Era un ambiente donde, salvo contadas excepciones como la de un tío carlista118, se respiraban el liberalismo y en gran medida el espíritu institucionista, defensores ambos de la moral de la ciencia y todo lo que ello implicaba: una idea cívica de la nación que hacía de la pedagogía un elemento clave en la regeneración. En este sentido es conveniente señalar que desde su niñez Ortega participó –se entiende que en calidad de oyente– de una de las instituciones más importantes a la hora de crear redes intelectuales en el Madrid finisecular: las tertulias. Así se desprende de un texto de 1922 donde, describiendo la relación entre liberalismo y nación, recuerda que de niño acudía al café Pombo –el mismo que desde 1912 acogería la tertulia de Ramón Gómez de la Serna –, escuchando a integrantes de una generación que por entonces consideraba vieja119. Calificativo este que coincide con el de un cronista de su niñez, quien describe en 1893 a un esparterista y antiguo integrante de la milicia nacional, último representante de la tertulia que allí se reunía todas las noches120. Pero en el café Pombo también se veían personas que con el tiempo pasarían a formar parte de los proyectos culturales y nacionalizadores de Ortega. Es el caso de Mariano de Cavia, que escribía entonces para El Imparcial, y que luego pasaría a El Sol. En un texto escrito durante la juventud del filósofo, se refiere a la “honrada y clásica tertulia del café Pombo”, señalando que la frecuentaba para protagonizar una “chácara de rigor acerca de los sucesos del día”121. En resumen, por sus relaciones familiares Ortega asumió una cultura política liberal en la que nación era contemplada en clave regeneracionista, y donde el diálogo y la discusión para resolver los problemas nacionales eran un método corriente. No obstante, Ortega se alejaría del liberalismo dinástico en favor de otra vertiente política liberal. Por otro lado, es pertinente tener presente que la enculturación nacional se refiere también a otro proceso, que es el del desarrollo de una forma de pensar en el propio joven. Desde hace algunos años la neurolingüística ha venido tratando de estudiar las ideas 116 ORTEGA Y GASSET, José: “El señor Dato, responsable de un atropello contra la Constitución” (1920), en José ORTEGA Y GASSET: Obras completas. Tomo III (1917-1925), Madrid, Taurus: Fundación José Ortega y Gasset, 2012, pp. 342-346, p. 345. 117 GRACIA, Jordi: José Ortega y Gasset…, p. 17. 118 En 1905 Ortega menciona a este tío muy anciano que había sido coronel en la última guerra carlista, y señala la influencia que tuvo en él para la elaboración de uno de los conceptos que décadas más tarde sería más importante en su filosofía: el “ensimismamiento”, condición que, escribe, comenzó a respetar desde que la vio encarnada en su familiar. Vid.: ORTEGA Y GASSET, José: “Ásperos ardores. –Alrededor de un libro. –Conversación apócrifa con el señor France” (1905), en José ORTEGA Y GASSET: Obras completas. Tomo VII (1902-1925): obra póstuma, Madrid, Taurus: Fundación José Ortega y Gasset, 2007, pp. 21-22, p. 22. 119 ORTEGA Y GASSET, José: “Brindis en un banquete en su honor en «Pombo»” (1922), en José ORTEGA Y GASSET: Obras completas. Tomo III…, pp. 405-408, p. 405. 120 CHAVES, Angel R.: “El del café del Pombo”, Los Lunes de El Imparcial, 2 de enero de 1893. 121 CAVIA, Mariano de: “Los ausentes de Ceuta”, El Imparcial, 4 de mayo de 1904. La idea de nación en el joven Ortega 68 políticas desde la relación dialógica entre las condiciones físicas del cerebro y el desarrollo del lenguaje. No siendo este el tema de una tesis de historia, no se entrará en él; pero sí se expondrán brevemente algunas ideas, dado que si la nación es un marco cognitivo básico –según se expone en la hipótesis–, puede ser de ayuda conocerlo. George Lakoff planea que el pensamiento humano –no solamente en su contenido, sino también en su proceso– se da en metáforas, que construyen desde experiencias. Entre ellas, destaca las que ocurren en la niñez, por ser especialmente maleable entonces el cerebro, y darse las primeras conexiones sinápticas que lo configuran, uniendo de una forma u otra sus diversas partes y generando un razonamiento concreto desde las imágenes correspondientemente establecidas. Según el investigador norteamericano, la situación familiar es clave, estableciéndose dos modelos en función de la educación recibida: el del Strict Father, y el del Nurturant Parent122. El modelo del padre estricto generaría un modo de razonar y de percibir el mundo como un lugar competitivo, donde es necesario impulsar el desarrollo personal al máximo, siendo el esfuerzo un valor clave. Consecuentemente, se critica al niño mimado como paradigma de la inmoralidad, en la que la familia excesivamente cuidadora evita la capacidad de que se valga por sí mismo. Al razonarse en metáforas, la nación –comunidad imaginada–, se piensa desde estas claves. Según Lakoff, existen dos formas de razonamiento básicas: la metáfora de la Nation as a Family (se ve en conceptos como el hablar de los “padres fundadores”, la “madre patria”, los “hijos” que van a la guerra…) y la de la Nations are Persons (las naciones “hablan”, tienen “vecinos”, son “amigas”…)123. Lo que plantea este investigador es que, en función de la idea de persona y de familia que se asuma, se desarrollará una determinada idea de nación. Ortega utilizará a lo largo de su trayectoria algunas metáforas de este tipo: la nación como una persona, la idea de la “patria de los hijos”, la nación desestructurada por causa de los niños mimados…A continuación se expondrá brevemente cómo fue el ambiente educativo del madrileño para ver si, siguiendo la teoría de Lakoff, es posible encontrar en su mocedad el origen de algunas de sus metáforas más recurrentes. Lo primero a señalar es que Ortega Munilla fue exigente con su hijo, según se desprende de una carta de agosto de 1902. En ella se quejaba José Ortega de que su padre únicamente le escribiera para tratar de los exámenes, y le decía que “lo que hoy haya de ser lo seré con o sin títulos”124. Sin embargo, los orígenes de la metáfora del padre estricto deben extenderse, puesto que la educación “autoritaria” la recibió Ortega por vía de otras fuentes, entre las que destacan dos “padres” más: los jesuitas, y él mismo –quién con su autodisciplinamiento asumiría con Cervantes que cada uno “es hijo de sus obras”. En efecto, en los textos de Ortega hay referencias a la educación estricta que vivió con la Compañía. Se formó con ella desde que fue internado en 1891 en el Colegio San Estanislao de Kostka, en El Palo (Málaga), y a partir de 1897 en el Colegio y la 122 LAKOFF, George, and WEHLING, Elisabeth: Your Brain´s Politics. How the Science of Mind Explain the Political Divide, Exeter, Societas, (2008) 2016, pp. 26-59. 123 Ibid., pp. 10 y 30. 124 ORTEGA Y GASSET, José: “Carta a sus padres. Vigo, 9 de agosto de 1902”, en José ORTEGA Y GASSET: Cartas de un joven español..., pp. 89-90, p. 90. La idea de nación en el joven Ortega 69 Universidad de Deusto. La disciplina del primer lugar es descrita así por Jordi Gracia: “Horarios estrictos, uniforme de traje y corbata, disciplina religiosa y un calendario densísimo de devociones, alejamiento de la familia y dogmas de fe”125. Las cartas de aquel momento no lo reflejan, pero sí textos posteriores entre los que destaca su comentario de 1910 al libro de Ramón Pérez de Ayala A.M.D.G.: La vida en los colegios jesuitas. Critica en este texto su “infancia sometida a la pedagogía jesuítica”, señalando entre otras cosas el excesivo elitismo de su sistema educativo. Aunque condena ampliamente este método, tuvo que asumirlo, y él mismo fue durante los años que estuvo allí “emperador” de la clase. Esto es, uno de los alumnos aventajados, colocado como recompensa en un lugar más elevado y especial del aula126. Su hijo José Ortega Spottorno recuerda que el expediente evidencia que tenía muy buenas notas, con numerosas matrículas127. Aunque Ortega dijera no ser amigo del elitismo educativo de los jesuitas, sí que aprendió durante aquellos años a constituirse él mismo en élite, según la norma que más tarde definiera: la de que su base es el esfuerzo, porque cada uno “se selecciona a sí mismo”128. Entre las cartas donde Ortega evidencia esta concepción de la existencia destaca una de 1902 a su padre, ya mencionada y sobre la que se volverá al tratar la relación con Maeztu. Desde Vigo, le detallaba un programa estoico de formación que no vacilaba en llamar “proyecto magno, tal vez, heroico”129. Se trata de un principio educativo que también mantendría durante su viaje a Alemania, donde son constantes las alusiones al sacrificio por dominar el idioma y obtener buenas notas. En 1905 además criticaba que su padre le dijera que el esfuerzo comenzaba a pagarse en España. Según José Ortega lo único bueno del trabajo esforzado “es que en sí mismo tiene su satisfacción y su merced”, como una droga que hace de él “el mejor opio para irse fumando la vida”130. De este año es también otra referencia, en la que expresaba la disciplina que había alcanzado diciendo que había adoptado como régimen interior “el sistema militar prusiano” 131. Por otro lado, la enculturación nacional del joven Ortega está condicionada, junto por su ambiente familiar y escolar, por el proceso de descomposición que culminó en el Desastre del 98. Cuando este ocurrió, el joven madrileño tenía dieciséis años, era un “teenager del Desastre” según la expresión que utilizó Vicente Cacho132. Fue, por la magnitud del acontecimiento y por la edad con la que lo vivió, la experiencia de nación 125 GRACIA, Jordi: José Ortega y Gasset…, p. 20. 126 ORTEGA Y GASSET, José: “Al margen del libro AMDG” (1910), en José ORTEGA Y GASSET: Obras completas. Tomo II (1916), Madrid, Taurus: Fundación José Ortega y Gasset, 2004, pp. 112-115, p. 112. 127 ORTEGA SPOTTORNO, José: Los Ortega: una saga intelectual en la España del siglo XX, Madrid, Taurus, 2002, p.137. 128 Lo explicitará así, por ejemplo, en 1923. Vid.: ORTEGA Y GASSET, José: “(Mi artículo «Sobre la vieja política»…)” (1923), en José ORTEGA Y GASSET: Obras completas. Tomo VII (1902-1925), Madrid, Taurus: Fundación José Ortega y Gasset, 2007, pp. 807-810, p. 807. 129 ORTEGA Y GASSET, José: “Carta a sus padres. Vigo, 9 de agosto de 1902”..., p. 90. 130 ORTEGA Y GASSET, José: “Carta a sus padres. Leipzig, 28 de noviembre de 1905”, en José ORTEGA Y GASSET: Cartas de un joven español…, pp.177-178, p. 177. 131 ORTEGA Y GASSET, José: “Carta a sus padres. Leipzig, 19 de octubre de 1905”, en Ibid., pp. 205- 210, p. 206. 132 CACHO VIU, Vicente: Los intelectuales y la política…, p. 50. La idea de nación en el joven Ortega 70 más importante de su vida, que le integraría dentro del conjunto de pensadores que a partir del mismo quisieron resolver el problema de España. Para quienes lo vivieron, el 98 fue en palabras de Julián Marías “el factor condicionante de sus proyectos vitales”133. El propio Ortega confesaría a Unamuno esta situación al aludir al “estado mental de un muchacho de veinte años, que abrió los ojos de la curiosidad razonadora al tiempo de la gran caída de las hojas de la leyenda patria”134. Se trata de una frase reveladora para entender la personalización de la nación, en tanto que indica, primero, que la derrota ante Estados Unidos y los rebeldes cubanos y filipinos fue el punto de arranque de su meditación; y, segundo, que dicha reflexión se dirigió contra el nacionalismo que construía una utopía en el pasado. Es la base del “patriotismo del dolor”, una expresión que empleará Ortega en 1911 y que estará siempre presente en su actitud135. Por otro lado, se ha de mencionar otro vector condicionante del nacionalismo que asumió el joven Ortega: África. Antes de percibir la decadencia de España como consecuencia de la pérdida de Cuba y Filipinas, el joven madrileño lo hizo a partir de la situación española en el norte de África. Juan Pablo Camazón señala que en 1928 recordaría Ortega el impacto que le produjo, en 1890, la visión de las tropas españolas partiendo desde Málaga para combatir en Melilla; y luego la noticia de la muerte del general Juan García y Margallo después de que un familiar le enseñara un ros con su imagen, ensangrentada y llena de perforaciones136: “atada al horror quedó para siempre en los sótanos de mi memoria la palabra Melilla”. De modo similar a lo ocurrido luego en Cuba, este acontecimiento marcó a sus congéneres: “es desmesurada, es irritante la influencia que sobre mi generación ha tenido el vocablo Melilla”. Camazón también indica que en el colegio de los jesuitas se afianzaría su interés, dado que en 1896 estaban leyéndoles con entusiasmo el Diario de un testigo de la guerra de África (1859)137. El africanismo fue un ingrediente importante del nacionalismo español del siglo XX, con manifestaciones muy diversas que Ortega vivió de una forma u otra. Existió una versión conservadora que con el tiempo llevaría al nacionalismo autoritario de Francisco Franco y otros de los militares forjados en las guerras del norte de África; e igualmente la concepción del africano como un ser semisalvaje al que España debía civilizar. Por el contrario, autores de corte liberal como Unamuno y Ángel Ganivet defenderían una visión más positiva de la condición africana, y de la relación de España con el continente138. 133 MARÍAS, Julián: Ortega: circunstancia y vocación…, p. 71. 134 ORTEGA Y GASSET, José: “Carta II. Madrid, 1904”, en José ORTEGA Y GASSET, y Miguel de UNAMUNO: Epistolario completo Ortega-Unamuno. Introducción de Soledad Ortega Spottorno; edición y notas de Laureano Robles Carcedo, Madrid, El Arquero, 1987, pp. 33-36, p. 33. 135 ORTEGA Y GASSET, José: “La herencia viva de Costa” (1911), en José ORTEGA Y GASSET: Obras completas. Tomo I…, pp. 401-404, p. 404. 136 España y Marruecos habían firmado el tratado de Wad-Ras después de la guerra de 1859. Este nuevo conflicto se desencadenó cuando España decidió mejorar las defensas de Melilla, conforme a lo estipulado en el tratado, pero destruyendo un santuario de la población indígena. 137 CAMAZÓN LINACERO, Juan Pablo: El pensamiento político internacional…, p. 30. El testimonio de Ortega en: ORTEGA Y GASSET, José: “Abenjaldún nos revela un secreto (pensamientos sobre África menor)” (1928), en José ORTEGA Y GASSET: Obras completas. Tomo II…, pp. 759-775, p. 768-769. 138 Unamuno defendió el “africanismo” de España, frente a un Ortega que apelaba a su condición europea; y Ángel Ganivet consideró que el carácter nacional español estaba directamente influido por la herencia africana. Ambos aspectos se analizan más abajo. La idea de nación en el joven Ortega 71 Ortega comenzó a desarrollar su visión particular a raíz de las diversas catástrofes vividas por el ejército en África. En 1928 escribe que tras el desastre del Barranco del Lobo en 1909 comenzó a leer mucho sobre el continente vecino, culminando el proceso de reflexión iniciado en 1890 con esta aseveración: “Para mí no hay duda: una de las grandes claves del arcano español está enterrada en África y hay que exhumarla allí”139. No obstante, antes de llegar a esta convicción, el africanismo orteguiano se vincula al patriotismo del dolor, siendo la catástrofe melillense un paso más del camino que culminaría en Cuba en 1898, evidenciando la decadencia de España. Por esto lo que se ha de reconstruir es la respuesta orteguiana a la pérdida de las últimas colonias, realizada a partir de varios referentes epocalistas. Constituyen dos ejes externos que a continuación se presentarán: la idea de nación en Europa y en España a la altura de la circunstancia de Ortega. 4.1.La idea de nación en Europa a comienzos del siglo XX Lo correcto sería hablar de “ideas de nación”, puesto que el debate acerca de la misma fue muy grande en el siglo que precisamente se ha llamado “del nacionalismo” por ser esta ideología desarrollada en el siglo XIX una de sus ideas-fuerza dominantes. Las discusiones no fueron una mera oposición de ideas entre eruditos, sino que partían de realidades históricas y sociales muy concretas, integrándose también los políticos y agentes sociales en la problemática. Los intelectuales españoles tenían en concreto tres referentes básicos a la hora de analizar la situación de España: Francia, Alemania y, en menor medida, Gran Bretaña; y se movían además dentro de un contexto cultural e intelectual que condicionó su percepción. Como es conocido, a lo largo del siglo XIX se forman los Estados-nacionales en Europa. Existe discusión acerca de si las naciones surgieron en épocas lejanas –teoría primorodialista–, o en la Edad contemporánea –teoría modernista–140, pero no hay duda de que al ir perdiéndose desde el siglo XVIII la religión como vía de cohesión social (por lo menos entre los ideólogos e intelectuales, aunque todavía no en el resto de la sociedad), se desarrollaron teorías que fundamentaban en la nación la nueva re-ligio social. Aunque existirían también nacionalismos religiosos, el principio nacional apareció como una “religión de sustitución”, y así Ernest Gellner habló del nacionalismo como “religión de la modernidad”141. Es una tesis que planteó Benedict Anderson, justificándola al señalar que “la magia del nacionalismo es la conversión del azar en destino”, y destacando que no es casualidad que fuera desde la Ilustración del XVIII cuando, a medida que se fue secularizando la teoría política, se desarrollara el nacionalismo142. Más abajo se verá que 139 ORTEGA Y GASSET, José: “Abenjaldún…, p. 770. 140 Anthony D. Smith dividió entre modernistas, primordialistas y perennialistas las diferentes teorías de nación en Los orígenes étnicos de la nación (1986), añadiendo la visión postmoderna en “¿Más allá de la modernidad?” (2000). Vid.: MÁRQUEZ RESTREPO, Martha Lucía: “Perspectivas teóricas para abordar la nación y el nacionalismo”, Papel Político, vol. 16, nº2, 2011, pp. 567-595. 141 Citado en SANTIAGO, José: Siete lecciones de sociología de la religión y del nacionalismo, Madrid, Anthropos, 2015, pp. 11 y 13. 142 ANDERSON, Benedict R. O´G.: Comunidades imaginadas…, p. 29. La idea de nación en el joven Ortega 72 el destino es concepto importante de la idea de nación de Ortega, y que en gran medida su meditación sobre España radica en su deseo de comprenderse. Utilizando una metáfora, puede decirse que comenzó una “mercantilización de la nación”, en tanto que el “proceso de consumo de nación” se deriva de la oferta de distintas propuestas para llenar el vacío identitario143. Dentro de cada uno de los tres países indicados ocurrió el proceso, al enfrentarse concepciones que tuvieron como punto de partida los “desastres nacionales”. La historia comparada llevó a historiadores como Jesús Pabón o José María Jover a ver que el Desastre del 98 no fue un hecho aislado sino, en palabras del primero, un “acontecimiento internacional”144. Así, González Cuevas habla, empleando como referencia el ejemplo español, de un “98 portugués” –dado con la crisis del mapa cor-de-rosa de Serpa Pinto en 1890 y el ultimátum británico–, un “98 italiano” –la derrota de Adua en 1896 ante los etíopes–, un “98 francés” –cuando en 1898 el incidente de Fashoda pone fin al proyecto que rivalizaba con el del imperio británico145. También podría añadirse el “98 británico” –la Guerra anglo-boer de 1899-1902, a pesar de la aparente victoria–, o el “98 ruso” –la humillación ante Japón en 1905. Se trata de derrotas militares muy diferentes en sus causas y efectos, pero que tienen en común el haber impulsado reacciones intelectuales dentro de cada uno de los países implicados. Conforman así el eje epocalista que se ha de tener presente para comprender el 98 español, puesto que los intelectuales que meditaron acerca de la decadencia española recurrieron a estos referentes como modelos de actuación. Especialmente fue importante en este sentido Francia, dado que el ámbito cultural en el que se incluían los pensadores y políticos españoles fue el de la nación de más allá de los Pirineos. Vicente Cacho afirma que existió una “proximidad psicológica” que conllevó el recurso a un lenguaje y un diagnóstico muy parecido146. Así, la “enculturación nacional” de Ortega quedó condicionada desde la escuela, al aprender según era usual en su época un idioma que posibilitaría la asunción de la percepción francesa. Con doce años escribe en este sentido a sus padres mientras estaba estudiando en Málaga: “el francés147 es muy fácil y ya vamos bastante adelantados”148. 4.1.1. Francia y la moral de la ciencia: ¿una religión de sustitución? Pero Francia no fue un modelo por la reacción ante el incidente de Fashoda, sino que –tal y como González Cuevas matiza en el artículo arriba citado– fue la derrota de Sedán lo que verdaderamente marcó el debate identitario que los españoles tuvieron en mente. En efecto, la victoria de Sir Herbert Kitchener sobre Jean-Baptiste Marchand no supuso 143 QUIROGA FERNÁNDEZ DE SOTO, Alejandro: “La nacionalización en España. Una propuesta teórica”, Ayer, nº90, 2013, pp.17-38, p. 36. 144 Así lo denominó en una famosa conferencia dada en 1952 en la Escuela Diplomática. Vid.: PABÓN, Jesús: Días de ayer: historias e historiadores contemporáneos, Barcelona, Alpha, 1963, pp. 137-195. 145 GONZÁLEZ CUEVAS, Pedro Carlos: “Las derechas españolas ante la crisis del 98”, Studia Historica. Historia Contemporánea, nº15, 2010, pp.93-219, p.194. 146 CACHO VIU, Vicente: Repensar el 98, Madrid, Biblioteca Nueva, 1997, p. 77. 147 En la carta original Ortega escribe “frances” sin acento y en mayúscula. Esta y todas las epístolas que aparecerán a lo largo del trabajo se transcribirán según las normas ortográficas de la RAE. 148 ORTEGA Y GASSET, José: “Carta a sus padres. Málaga, 18 de noviembre de 1894”, en José ORTEGA Y GASSET: Cartas de un joven español…, p. 57, p. 57. La idea de nación en el joven Ortega 73 un revulsivo político y moral. Por el contrario, la humillación de Napoleón III ante las tropas de Guillermo I, la caída del Imperio francés y el nacimiento del II Reich alemán, sí que generaron una serie de acontecimientos que los españoles tendrían muy en cuenta. En concreto, el desarrollo de una República moderna y basada en la moral de la ciencia que hizo de un país en decadencia una potencia cultural y política a pesar del aislamiento al que fue sometida por los sistemas bismarckianos. La III República supuso la victoria de una de las “dos Francias” en pugna durante el siglo XIX: la del republicanismo laico frente a la del tradicionalismo monárquico, esto es, la Staatsnation sobre la Kulturnation149. Se trata de un enfrentamiento entre dos cosmovisiones que se cerraría precisamente a raíz de la intervención de los intelectuales en el Affaire Dreyfus en el mismo año de 1898, siendo un episodio clave la separación Iglesia-Estado de 1905. Por tanto, Francia es importante porque la III República supuso el triunfo de un ideal nacional opuesto al que defendía, por un lado, un agente externo como Prusia y, por otro, uno interno como la Francia católica. Ambas cuestiones se entienden desde la figura de Ernest Renan. Este intelectual galo nacido en 1823 y fallecido en 1892 tuvo una gran repercusión entre los intelectuales españoles liberales. Según Francisco Pérez, es 1863 el año en el que comenzó a difundirse su pensamiento en España, dentro de una década de “auténtico despertar ante el pensamiento moderno”, según dijera Francisco Giner de los Ríos150. Integrantes de la cultura política krausista como Gumersindo de Azcárate o Fernando de Castro, vieron en el positivista francés un referente. En el caso de Ortega, sería uno de los pensadores más trascendentales para comprender su pensamiento general y su idea de nación en particular. Numerosas evidencias lo demuestran: el propio filósofo escribe en 1909 que “los libros de Renan me acompañan desde niño”, siendo “santo de nuestra particular devoción”151. Le dedicó artículos como “Renan” (1909) o la “Teología de Renan” (1910), y los libros conservados en su biblioteca personal son numerosos152. Renan publicó dos obras que influyeron notablemente en él y que se corresponden con las dos cuestiones indicadas en el párrafo anterior: el ensayo La Réforme intellectuelle et morale (1871), y el discurso Qu´est-ce qu´une nation (1882). El segundo de estos trabajos es el más conocido del pensador francés, y aquel cuya influencia sobre Ortega más se resalta. Fue una conferencia que pronunció en el marco de la discusión acerca de la identidad de Alsacia y Lorena, regiones que a raíz de la Dèbâcle y del Tratado de Fráncfort de 1871 se incorporaron a Alemania. Los intelectuales partidarios de esta situación defendieron la inclusión argumentando cuestiones culturales e históricas, mientras que los que apelaron a la vuelta de estas a Francia ofrecieron justificaciones voluntaristas. Por tanto, fue un momento en el que se enfrentaron los 149 Recordamos que tomamos como ideal-tipo estos conceptos, puesto que en la práctica la III República también nacionalizó culturalmente al Estado, entre otras cosas, imponiendo el francés sobre lenguas y dialectos como el catalán o el bretón. 150 PÉREZ GUTIÉRREZ, Francisco: Renan en España (Religión, ética y política), Taurus, 1988, p. 72. 151 ORTEGA Y GASSET, José: “Renan” (1909), en José ORTEGA Y GASSET: Obras completas. Tomo II…, pp. 31-52, p. 31. 152 Entre ellos, la mayoría con marcas y algunas anotaciones como es el caso de los siguientes: Essais de morale et de critique (1860), Lettres Intimes 1842-1845 (1896), Feuilles détachées, Correspondance 1847- 1892 (1898), o Nouveaux cahiers de jeunesse (1907). La idea de nación en el joven Ortega 74 paradigmas de la Kulturnation y la Staatsnation, aunque como indica Ismael Saz los argumentos estaban supeditados a la intención política: Alemania quería desarrollar una nacionalización incipiente, y Francia renacionalizar un país fracasado153. Von Treitschke o Theodor Mommsen –otro de los autores esenciales para entender a Ortega– propusieron el primer paradigma, defendiendo en la línea del idealismo alemán y el romanticismo la existencia de un Volkgeist o espíritu del pueblo como fundamento de la nación. Defendían que la nación precede al Estado, dado que es la unidad cultural, de lenguaje y de etnia, lo que justifica su existencia. Por el contrario, Renan apelaba a la existencia de un proyecto unitivo que debía refrendar la unidad dada en el pasado. Según él, la historia, la etnia, la cultura o la religión podían ser importantes, pero únicamente si servían para reforzar el proyecto de futuro. Renan partía de una concepción antropológica individualista, totalmente opuesta a la del nacionalismo romántico. La identidad según él no se derivaba de caracteres étnicos: “el hombre no pertenece ni a su lengua ni a su raza; no se pertenece más que a sí mismo, pues es un ser libre, un ser moral”. Haciendo una analogía, proyectando sobre la comunidad esta idea, escribía también que “para nosotros una nación es un alma, un espíritu, una familia espiritual” que parte de un pasado común pero que se proyecta en el “deseo de continuar viviendo juntos”. Su propuesta se resume con la famosa sentencia: “la existencia de una nación es (perdonadme esta metáfora) un plebiscito de todos los días, como la existencia de un individuo es una afirmación perpetua de la vida”154. En este breve párrafo encontramos varias cosas importantes. Primero, el vínculo entre antropología y nación que establece Renan, dado que proyecta en la segunda su concepción de la persona. No en vano, la ideología política, como los sistemas de valores, de educación y de economía, se deriva según recuerda el neurocientífico Steven Pinker de la teoría de la naturaleza humana que se asuma, dado que el ser humano está predeterminado para prever la conducta de los demás, y desde esa concepción fundamenta sus acciones155. O como dirá el propio Ortega en 1910: “la historia entera, señores, la historia política especialmente, no es otra cosa en su última sustancia que la serie de luchas y de esfuerzos por la definición del hombre”156. La respuesta de Renan a la pregunta de cómo es la naturaleza humana es doble: que la persona es un ser moral, y que afirma su vida perpetuamente, esto es, que el futuro es una dimensión esencial para entenderle. Proyecta en la nación ambas ideas, del mismo modo que hará Ortega cuando desarrolle su filosofía particular. Además, insiste en la convivencia, supeditando a ella una gran cantidad de elementos, incluso la verdad157. 153 SAZ CAMPOS, Ismael: España contra España…, p. 63. 154 RENAN, Ernest: ¿Qué es una nación? Traducción y estudio preliminar de Rodrigo Fernández-Carvajal, Madrid, Centro de Estudios Constitucionales, (1882) 1983, pp. 4-5 y 38. 155, PINKER, Steven: La tabla rasa. La negación moderna de la naturaleza humana, Barcelona, Paidós, (2002) 2004, p. 21. 156 ORTEGA Y GASSET, José: “La pedagogía social como programa político” (1910), en José ORTEGA Y GASSET: Obras completas. Tomo II…, pp. 86-102, p.92. 157 En unas aseveraciones que podrían trasladarse a debate actuales sobre la “memoria histórica”, escribe que “la esencia de una nación es que todos los individuos tengan muchas cosas en común, y también que La idea de nación en el joven Ortega 75 Todavía falta un tiempo para que Ortega lo defina, pero de su concepción moral de la persona humana se deriva también el imperativo de compatibilizar el individualismo con la convivencia. Finalmente, la apelación que hace Renan al deseo nos recuerda que también las emociones son importantes en la teoría política, y por eso Ortega hablará del entusiasmo o el amor. Por su parte, La reforma intelectual y moral es un libro trascendental en Ortega. No se conserva en su biblioteca, pero existen citas en varios lugares: en una fecha tan temprana como 1908 se hace implícita su presencia en “La cuestión moral”, y como veremos, también en la época que estudia este epígrafe. Fue un texto publicado por Renan nada más consumarse la derrota ante Prusia, en 1871. De entre las ideas que más aparecerán en los textos de Ortega hay que destacar tres: la crítica al utopismo intelectual, la defensa de la historia como disciplina para comprender la nación –y como proyección concreta de la misma, la valoración del feudalismo medieval–, y la apuesta por una regeneración basada en la moral de la ciencia en los términos que, en aquellos momentos, representaba Alemania. Renan se presentaba como un mediador entre las dos Francias: la católica y la republicana. Se oponía a la “clerecía católica, que predecía muy alto la inferioridad de las naciones protestantes”, pero también al “partido republicano” que, anclado en 1789 “tomaba sus sueños por realidades”. En contra de ambos escribía: “intentemos, mediante un análisis tan exacto como sea posible, darnos cuenta del mal de Francia, para tratar de descubrir el remedio que conviene aplicarle”. Aunque no lo llamara así, estaba arremetiendo contra la “Francia oficial”, que en la arena política asumía un metarrelato sin base empírica. Frente a eso, los problemas de la “Francia real” eran otros, y únicamente se podrían comprender aplicando procedimientos científicos. De entre ellos, el privilegiado era la historia: “la historia de Francia es un todo tan bien trabado en sus partes que no podemos comprender ni uno solo de sus lutos contemporáneos sin buscar la causa en el pasado”. Por eso apelaba a su libro de 1869, La Monarchie constitutionelle para decir que el feudalismo había hecho surgir las naciones modernas y era unos de los elementos a estudiar158. En este sentido es destacable que en un libro conservado en su biblioteca, Ortega demostró este interés por la historia cuando marcó el siguiente párrafo: “Tous les siècles d´une nation sont les feuilles d´un même libre. Les vrais hommes de progrés sont ceux qui ont pour point de départ un respect profond du passé. Tout ce que nous faison, tout ce que nous sommes, est l´aboutissant d´un travail séculaire. Pour moi, je ne suis jamais plus ferme en ma foi libérale que quand je songe aux miracles de la foi antique”159. No únicamente la valoración de la historia, sino la interpretación que de la misma hace Ortega es un aspecto en el que se ve la presencia de Renan. Por ejemplo, en Los terrores del año mil. Crítica de una leyenda, tesis que publicó en 1909 pero que comenzó a escribir en 1904. En ella se ve que asumió la concepción del feudalismo de Renan, que tiene todos hayan olvidado muchas cosas”, y que “bueno es para todos saber olvidar”. Vid.: RENAN, Ernest: ¿Qué es una nación?..., pp. 15 y 28. 158 RENAN, Ernest: La reforma intelectual y moral, Barcelona, Península, (1871) 1972, pp. 11 y 13. 159 RENAN, Ernest: Souvenirs d´enfance et de jeunesse, Paris, Nelson, (1892) 19--, pp. XXII-XXIII. La idea de nación en el joven Ortega 76 mucho que ver con la idea de nación y sobre la que se volverá al estudiar España invertebrada. Conviene detenerse en este trabajo, generalmente pasado por alto tal vez porque trata cuestiones que, aparentemente, poco tienen que ver con los temas importantes en la filosofía política de Ortega. Sin embargo, la reflexión sobre la Edad Media aparecerá muchas veces a lo largo de la obra del pensador, tanto a la hora de buscar el origen de los males de España, como en su intento de explicar los orígenes del liberalismo. Esto último lo hará de forma explícita en “Ideas de los castillos”, publicado en 1927, pero en 1904 aparecen algunas de las ideas básicas de esta curiosa concepción que se verá en el capítulo correspondiente, lo que evidencia la continuidad del pensamiento orteguiano en este aspecto, y también que tomó de fuentes francesas su clave interpretativa. Así, cita a Taine, y continuamente a Michelet, pero es Renan el que más fuertemente resuena en su descripción del feudalismo. Ortega escribe que el hombre “es la tierra personificada”, en tanto que en aquel sistema la valía de un hombre se basaba en su esfuerzo, en su capacidad para conquistar un terreno y defenderlo frene a los demás. Existió en aquella época un principio diferenciador de los hombres, que es el “músculo”: “el más esforzado se hace dueño de las grandes propiedades”, y así “hay los musculosos y los anémicos; nada más”. Desde este principio, sigue Ortega, surgieron los Estados modernos, en tanto que “ellos (los señores feudales) han creado con su espada el Estado: diariamente tienen que combatir para engrandecerlo y defenderlo”. Como Renan con la idea del plebiscito cotidiano, señala que estas entidades soberanas –que todavía no llama naciones en este texto– se definen por la reivindicación diaria de su existencia. De acuerdo a Ortega, los campesinos se reunirían en torno a los señores feudales buscando protección, y esto, la defensa frente a agentes externos, generaría la cohesión social. Avanzando lo que dirá algunas décadas más tarde cuando haga del castillo la metáfora del liberalismo, escribe en 1904 que la soberanía se ejerce desde las fortalezas: “entre los recios muros de su torre medita (el señor feudal) constantemente nuevas campañas”160. Esta concepción se acerca totalmente a la de Renan, tal y como se ve en este texto: “Una de las características de la raza germánica ha sido siempre hacer ir unidas la idea de conquista y la idea de garantía; en otros términos, hacer que domine el hecho material y brutal de la propiedad que resulta de la conquista sobre todas las consideraciones de los derechos del hombre y sobre las teorías abstractas del contrato social” 161. Renan consideraba que el feudalismo, que es a la vez base de las naciones y del liberalismo, se identificaba con la noción de esfuerzo, y de la voluntad de conquistar y mantener lo alcanzado frente a poderes exteriores. Escribía en esta línea que “hay mucho de cierto, en efecto, en el principio germánico de que una sociedad solo tiene pleno derecho a su patrimonio mientras pueda garantizarlo”162. En el párrafo arriba citado 160 ORTEGA Y GASSET, José: “Los terrores del año mil. Crítica de una leyenda” (1909), en José ORTEGA Y GASSET: Obras completas. Tomo I…, pp. 263-314, pp. 267 y 271. 161 RENAN, Ernest: La reforma…, p. 33. 162 Ibid., p. 37. La idea de nación en el joven Ortega 77 Renan es más explícitamente político de lo que será Ortega en su tesis, dado que utiliza abiertamente la meditación sobre el pasado galo para criticar la situación que vive, en la que el principio liberal queda subyugado por el democrático, y donde arremete abiertamente contra el socialismo. En su momento se verá que Ortega reivindica exactamente la misma dicotomía. Pero existe otro elemento muy importante, y es que Renan considera que el principio de selección de élites que hizo grande a Francia está vinculado al espíritu germano; y de esta manera justifica desde la historia –en tanto que achaca a la pérdida del mismo la derrota francesa– su proyecto de una reforma que imite a Alemania. Escribía el pensador francés que “la Francia de la Edad Media es una construcción germánica, levantada por una aristocracia militar germánica con materiales galorromanos”, y también que si dicha nación fue grande, “lo fue por selección”, porque el sistema feudal se basaba en el “privilegio del espíritu”163. En España invertebrada Ortega hará una exposición similar sobre el componente étnico de las naciones europeas. Sin embargo, en estos primeros años de su quehacer intelectual, lo que retuvo fue la valoración positiva del componente germánico. En su obra, Renan hacía mención al elemento teutónico no únicamente en tanto que elemento del pretérito francés, sino especialmente como un referente epocalista. Escribió ampliamente acerca de la Alemania que había humillado a Napoleón III un año antes. Se preguntaba por qué una nación todavía en proceso de parto había sido capaz de vencerles y, fiel a su método, acudió a la historia. Sostuvo así tras su análisis que la supremacía alemana no se debía a cuestiones étnicas sino científicas. En efecto, Alemania también había sido humillada un siglo antes, pero en vez de acudir a un nacionalismo esencialista –o en la práctica, a la par que aquel– había hecho de la moral científica su fundamento. “La Universidad de Berlín fue el centro de la regeneración de Alemania”, dado que frente a la “vanidad patriótica” promovió la organización de los recursos materiales y humanos desde una “base moral”164. La creación de una élite intelectual fue así básica en la estructuración de la nación. Los intelectuales españoles que contemplaron la humillación de 1898 vieron también que Francia había logrado superar su propia decadencia siguiendo en parte el programa de Renan. Por esto establecieron una analogía entre ambos Estados. De esta manera aludían directamente a un esquema que ha sido muy recurrente en la historia del nacionalismo: la analogía con una persona que nace, se desarrolla, muere, y –desde la cosmovisión cristiana– resucita165. La pasión española y su resurrección podrían venir de manos de Estados Unidos, como de Alemania lo hizo la de Francia, dado que las naciones vencedoras eran como un Judas cuya felix culpa posibilitaría la redención. Ramiro de 163 Ibid., pp. 31 y 32. 164 Ibid., pp. 65-66. 165 Las historias de la nación escritas durante el siglo XIX, pero también en épocas como el medioevo que todavía no eran nacionalistas, establecieron un mitologema triple –paraíso, caída, redención– que la versión liberal de la leyenda nacional desarrollada desde el siglo XVIII también asumió. Vid.: ÁLVAREZ JUNCO, José: Mater Dolorosa: la idea de España en el siglo XIX, Madrid, Turus, 2001, pp. 214-226. La idea de nación en el joven Ortega 78 Maeztu, en quien nos detendremos luego, ejemplifica esta situación, y por medio de él la asumió Ortega. En su libro Hacia otra España (1899), publicado –a partir de artículos previos– en un contexto idéntico al de La reforma intelectual y moral, esto es, un año después de la catástrofe nacional correspondiente, no duda en señalar su ejemplo: “Júzgase por muchos semejante la situación actual de España a la de Francia de 1870” 166. En esta línea, en 1897, por lo tanto antes de que ocurriera el Desastre, a Maeztu le llamó la atención un joven que se suicidó con el objetivo de no ser enviado a filas. En él percibía el estado de una España que era moribunda hasta tal punto que quienes habían de defenderla no lo hacían por carecer de esperanza. Decía en “Un suicidio” que triste era la ensoñación en un Imperio pasado, pero que más lo era que “coronemos el fracaso de cuatro siglos con el suicidio” de la nación. “Pero el Sedán en lejanas posesiones no es la muerte; ese Sedán pudiera ser la vida”. Afirmaba esto porque consideraba que era un acontecimiento triste, pero que tal vez por ello podría servir a España como incitación para regenerarse. Si así fuera se podría exclamar: “¡bienvenido el Sedán doloroso!”167. Maeztu apostaba por una regeneración que tuviera como base la intervención científica, que posibilitara una renovación material fundamentada en la técnica. Existe una carta muy relevante que durante las vacaciones de 1902 envió Ortega a sus padres desde Vigo, precisamente en el mismo año y lugar donde conoció al autor de Hacia otra España. En ella asumía la dicotomía de las dos Españas, defendiendo contra lo viejo lo vital, y diciendo que “hoy el movimiento humano es científico”. Se lamentaba de que los científicos carecieran del “talento sintético” que personas como él tenían gracias a la filosofía y el arte, y exhortaba a remediarlo desde la formación. No únicamente optaba por la moral de la ciencia, sino que en aras de obtenerla apostaba por una educación integral opuesta a lo que en La rebelión de las masas (1930) llamará los “bárbaros especialistas”, que son precisamente quienes tienen conocimientos no sintéticos168. Lo que llamaría la barbarie del especialismo también pudo diagnosticarlo leyendo a Renan. En su biblioteca personal se conserva un ejemplar de Essais de mroale et de critique (1859) donde, entre otros párrafos, tiene marcado a lápiz el siguiente: “Le mème erreur que notre siècle commet dans la théorie de l´éducation en refusant de voir que´au dessus des connaisances spéciales, qui seules ont une application positive, il y a une culture générale qui ne sert qu´à former l´homme intellectuel et moral, il la commet dans les théories sociales”169. En el mismo libro, señala también Ortega el siguiente texto: 166MAEZTU, Ramiro de: “Lo que nos queda” (1899), en Ramiro de MAEZTU: Hacia otra España, Madrid, Biblioteca Nueva, (1899) 2007, pp. 147-150, p. 147. 167MAEZTU, Ramiro de: “Un suicidio” (1897), en Ibid., pp. 105-108, p. 107. 168 ORTEGA Y GASSET, José: “Carta a sus padres. Vigo, 14 de agosto de 1902”, en José ORTEGA Y GASSET: Cartas de un joven…, pp. 92-96, p. 95. 169 RENAN, Ernest: Essais de morale et de critique, Paris, Michel Lévy, 1860, p. 26. La idea de nación en el joven Ortega 79 “La philosophie est un côté de la vie, une façon de prendre les choses, non un étude exclusive. Si on la prend comme une spécialité, c´est la plus étroite et la moins fécunde de toutes les spécialités”170. Para Ortega la filosofía tendrá una dimensión política, en tanto que a partir de ella estudiará la realidad y tratará también de definir la nación. El segundo de los textos citados puede encuadrarse muy bien dentro de la Razón vital, que hasta 1912 no comenzará a desarrollar. Pero también en la primera etapa formativa, donde establece con Renan la necesidad de que la reforma intelectual y moral de la nación parta de la creación de una cultura fecunda que, por propia definición, no puede ser especialista. Con ocasión del comentario que habrá de hacerse más adelante a La rebelión de las masas, profundizaremos en esta cuestión, que se comprende desde la concepción de la modernidad de Ortega. Volviendo a la última de las cartas señaladas, es interesante detenernos más en su análisis por que nos ofrece una pista interesante de la formación francesa de Ortega, puesto que una vez que expone su concepción de la minoría y la cultura, menciona a su padre las fuentes de las que ha bebido para sostener su postura: el francés Jean Izoulet, autor de La Cité Moderne: Metaphysique De la Sociologie (1894), el ruso Jacques Novicow, sociólogo autor de Conscience et volonté sociales (1897), y Marcélin Berthelot, químico y defensor de la moral de la ciencia durante la III República171. En el Archivo de la Fundación Ortega no se conservan estos libros, pero la carta evidencia que Ortega los leyó. Elitismo y moral de la ciencia son los dos elementos que unen a los tres autores, siendo Jean Izoulet (1854-1929) uno de los más interesantes. Este sociólogo había sido nombrado en 1897 catedrático de Filosofía Social en el Colegio de Francia, en un acto que se vio como el cenit de la crítica al método de Durkheim entre los intelectuales galos172. El libro que le había hecho famoso, desde una propuesta muy distinta a la del fundador de Année Sociologique, es el que versaba sobre la ciudad moderna. En él afirmaba que el gran problema social era el de “d´equilibrer justement l´Élite et la Foule dans la Cité”, y que existían al respecto dos problemas: el más usual, “l´éviction de la Foule par l´Élite”, y el que preveía que podría acaecer en el futuro, “l´éviction de l´Élite par la Foule”. Frente a estas dos reacciones excesivas, el gran objetivo del sociólogo era lograr “l´admission loyale et cordiale de la Foule dans la Cité, conjurer ce crime et cette folie, l´éviction de l´Élite”173. En este mismo sentido, para Ortega la nación es una masa organizada por una élite o minoría directora, y el gran peligro que analiza en su obra magna La rebelión de las masas y otros muchos textos, es el de la marginación de las minorías. En este punto conviene hacer una precisión terminológica: la del concepto de élite. Ortega y Gasset no siempre utilizó este término, pues especialmente al ir avanzando su 170 Ibid., p. 96. 171 ORTEGA Y GASSET, José: “Carta a sus padres. Vigo, 14 de agosto de 1902”…, p. 95. 172 GANE, Mike: On Durkheim´s Rules of Sociological Method, London and New York, Routledge, (1988) 2011, p.52. 173 IZOULET, Jean Bernard J. : La cité moderne. Métaphysique de la sociologie, Paris, Félix Alcan, (1895) 1908, p. VIII. La idea de nación en el joven Ortega 80 quehacer filosófico e intelectual prefirió hablar de “minoría directora” o “minoría de hombres selectos”. Sin embargo, se trata de conceptos que son intercambiables si atenemos a dos elementos. Primero, la etimología: élite viene del latín eligere, seleccionar o elegir: aquello que enfatizará Ortega la hablar de “hombres selectos”. Segundo, la sociología elitista con todas sus variantes es, según recuerda Sánchez Cámara, muy heterogénea, pero tiene siempre como fundamento la división de la sociedad entre los peor y mejor preparados, siendo los primeros maleables para los segundos. Esta característica de la noción de élite es la que expresa Ortega al hablar de “minoría directora”174. Puesto que en el futuro combinará ambas expresiones con indiferencia, no es posible ver más que la voluntad de mostrar uno u otro de los dos matices. Además existen dos hechos importantes del libro de Izoulet. Primero, vincula el elitismo a la selección e insiste en algo que también Ortega defenderá como forma de explicar el hecho de que las personas más incapacitadas sean las que dirijan la sociedad: la selección inversa, una noción de reminiscencia nietzscheanas y renanianas. Escribió así el francés que los dirigentes habían asumido “non-valeurs” porque “la sélection avait été fauseée”. En este punto asume la dicotomía entre verdad y falsedad que Ortega también empleará como punto básico de reconocimiento de la idoneidad de una política, pues habla de “élite véritable” y “fausse élite”, siendo necesaria una “sélection plus rigoureuse et plus intense” para obtener la primera. Por otro lado, Izoulet describe la relación entre élite y dirección más claramente cuando dice que la sociedad y la nación se fundamentan desde una “minorité dirigeanet et una majorité dirigée”175. Así, la primera vez que aparece documentada en una de sus lecturas la que será una de las nociones más recurrentes de Ortega –la de “minoría directora”–, es aquí. También es importante indicar que Renan defendió el elitismo, con otra dicotomía que Ortega asumirá igualmente. Aunque sea posterior a la fecha que estamos estudiando, de 1907 es un libro de la biblioteca de Ortega donde este marca la dicotomía entre “esprits durs”, que identifica con el escepticismo, y “les supérieurs”, que aspiran al ideal. En este sentido, en el contexto que luego analizaremos donde el neokantismo le vincula al idealismo, a Ortega también le interesó la oposición entre religión e ideal que hizo Renan desde esta base. En el mismo libro también marca el párrafo: “les nations chrétienes leur sont bien inférieures (…) porque “elles scindent l´idéal” entre el profano y el sobrenatural (Los dos subrayados son de Ortega)176. La re-ligio laica buscaba una comunión que vinculara desde el ideal nacional dentro del Estado. En esto incidió Marcellin Berthelot, un químico e historiador que vivió entre 1827 y 1907. Considerado uno de los fundadores de la termoquímica, es conocido también por haber sido miembro activo de la política de la III República: en 1881 fue elegido senador, entre 1886 y 1887 ocupó el cargo de ministro de Instrucción Pública con el radical- socialista René Goblet, y entre 1895 y 1896 el de Negocios Extranjeros. Fue además amigo personal de Ernest Renan, y compartió con él algunos temas de reflexión que le integran en la cultura política de los defensores de la moral de la ciencia. Así lo expresa 174 SÁNCHEZ CÁMARA, Ignacio: La teoría de la minoría selecta en el pensamiento de Ortega y Gasset, Madrid, Tecnos, 1986, p. 106. 175 IZOULET, Jena Bernard J. : La cité moderne…, pp. XXII y XXIV. 176 RENAN, Ernest: Nouveaux cahiers de jeunesse. 1846, Paris, Calmann-Lévy, 1907, pp. 42 y 118. La idea de nación en el joven Ortega 81 en una de sus obras más conocidas, Science et libre pensé (1905), cuando comienza su exposición declarando que se encuentra entre “des personnes qui croient à la prépondérance nécessaire de la science, de la solidarité laïque et de la libre pensé dans la direction intellectuelle, morale et politique des sociétés humaines”177. Laicismo y ciencia como base de la organización social fueron las bases del modelo de nación francesa que en aquellos momentos se estaba tratando de imponer frente a la Francia católica. Antes del “triunfo” de la primera sobre la segunda en 1905 existió un conflicto que llevó al final del galicanismo concordatario de Napoleón, vigente desde 1801, a través de un largo proceso donde la cuestión educativa fue básica. Se trató de un proyecto apetecido por los fundadores de la III República, incluido ya en el “programa de Belleville” de León Gambetta, expuesto en 1869 y que inspiró las leyes educativas de Jules Ferry en 1881 y 1882. La impronta de éstas fue tan grande que se ha hablado del “julesferrismo” para designar a la “ideología escolar francesa” 178. En 1886 Goblet lo tuvo presente cuando en la Ley que lleva su nombre impuso la necesidad de que el profesorado de las escuelas públicas fuera laico. De esta manera se produjo lo que Alejandro Torres llama una “emancipación laica”, que es consecuencia de un “régimen laico” que siguió al “espíritu laico” de autores como Montesquieu y Condorcet179, y de entre los cuales Berthelot también jugó un papel importante. En un texto donde elogia a Renan, expone su filosofía de la historia, consistente en un combate contra el dogmatismo que busca el “perfectionnement de nos concitoyens”. Poco después, esta vez como miembro de la Asociación Nacional de Librepensadores de Francia, se oponía abiertamente a la Iglesia romana y supeditaba la voluntad de toda política a “fonder la Cité Laïque”. Berthelot quería sustituir la religión por la ciencia como fundamento de la sociedad, y decía que “la sicence est la véritable école morale”. Desde su racionalismo, consideraba que la universalidad de este podría llevar a la hermandad de todas las naciones, apelando a “la libre fédération des États civilisés d´Europe et d´Amerique” 180. El laicismo como elemento de la idea de nación de Ortega estaría siempre presente, aunque con mayor o menor virulencia según la época. Además de sus lecturas, lo que le llevó a esta idea pudo ser también su experiencia personal, dado que siempre manifestó, según se ha visto, su desacuerdo con la pedagogía de los jesuitas. No obstante, las cartas a sus padres no muestran un especial rechazo a los miembros de la Compañía. Ciertamente la correspondencia estaría vigilada, pero con todo Ortega manifestó su aprecio por los padres Dorero y Coloma. Este último habría sido además muy apreciado dado que antes de la expulsión de los jesuitas durante la II República fue a visitarle, según cuenta su hija Soledad181. 177 BERTHELOT, Marcellin: Science et libre pensée, Paris, Calman-Lévy, 1905, p. I. 178 DARCOS, Xavier: La escuela republicana en Francia: obligatoria, gratuita y laica. La escuela de Jules Ferry, 1880-1905, Zaragoza, Prensas Universitarias de Zaragoza, 2008, pp. 198-201. 179 TORRES GUTIÉRERZ, Alejandro: La Ley de Separación de 1905 y la Génesis de la idea de Laicidad en Francia, Madrid, Dykinson, 2014, p. 21. 180 BERTHELOT, Marcellin: Science et libre pensée…, pp. 17, 40 y 182. 181 ORTEGA SPOTTORNO, Soledad: “Introducción”, en Cartas de un joven español..., p. 70, p. 70. La idea de nación en el joven Ortega 82 Sin embargo las cartas a su novia, algo posteriores, sí que critican abiertamente a los “malditos jesuitas”182 y su influjo educativo. Ortega había conocido a Rosa Spottorno en 1904, según cuenta el hijo de ambos precisamente en uno de los paseos que daba por el Retiro de Madrid mientras descansaba durante la redacción de Los terrores del año mil183. No sabemos si comentaría con ella estas cuestiones al tiempo que estaba escribiendo bajo el influjo del anticlerical Renan, pero sí que es seguro que lo haría al año siguiente. En varias ocasiones arremete contra los ejercicios espirituales, indicando que, como todo en la educación española, están destinados a “podar todo lo personal y distintivo”, y a convertir a las mujeres especialmente en seres “antihumanos”184. En varias epístolas de 1905 insiste sobre ello, y además muestra la asunción de una concepción de la religión y la feminidad que evidencia también en este punto el influjo de la Francia republicana. En efecto, a finales del siglo XIX se consolidó un fenómeno socio-religioso que hoy en día está siendo bastante estudiado, el de la “feminización de la religión”. Fue un proceso complejo y variado, que se refiere a hechos tan dispares como el desarrollo de advocaciones y formas de piedad femeninas, o el desarrollo de una identificación de lo religioso con lo femenino y lo laico con lo masculino. En Francia fue especialmente importante, y no se puede separar del conflicto entre la Francia católica y la Francia laica que se ha expuesto más arriba. Inmaculada Blasco señala que autores que han profundizado en el tema como Gibson han visto que el republicanismo francés establecía una dicotomía entre los hombres –autónomos–, y las mujeres –sujetas a otras instancias– , y que al mismo tiempo los primeros criticaban los efectos políticos del control de las mujeres por parte del clero185. En esta línea, Ortega está entre quienes sostienen que los jesuitas debilitan la voluntad de la mujer a través de la conciencia de pecado. Desde Alemania exponía a Rosa Spottorno una de las causas que explicaba la “vida española”: la “vida donde los curas más necios mandan y las mujeres más necias todavía dan el tono de la moral”186.Una carta de marzo de 1905 es muy ilustrativa al respecto, cuando define así los ejercicios espirituales: “Una táctica ideada con tremenda habilidad por San Ignacio, hombre tan genial que todavía después de casi cuatro siglos viven de su talento; viven con poderío -¡ay, demasiado!– estos barbarotes, ignorantes y fantasiosos de jesuitas. Los ejercicios son una combinación absolutamente humana, nada tienen de divino; hasta emplean esos medios escénicos tan baratos de que en otra carta te hablaba, la oscuridad del recinto, las hachas ardientes 182 ORTEGA Y GASSET, José: “Carta a Rosa Spottorno. Berlín, 27 de diciembre de 1905, en José ORTEGA Y GASSET: Cartas de un joven español…, pp. 418-428, p. 421. 183 ORTEGA, Miguel: Ortega y Gasset…, p. 35. 184 ORTEGA Y GASSET, José: “Carta a Rosa Spottorno. Leipzig, 15 de marzo de 1905”, en José ORTEGA Y GASSET: Cartas de un joven…, pp.316-323, pp. 318 y 323. 185 BLASCO HERRANZ, Inmaculada: “Género y religión: de la feminización de la religión a la movilización católica femenina. Una revisión crítica”, Historia Social, nº53, 2005, pp. 119-136, pp. 122- 123. 186 ORTEGA Y GASSET, José: “Carta a Rosa Spottorno. Leipzig, 26 de abril de 1905, en José ORTEGA Y GASSET: Cartas de un joven…, pp. 351-357, p.355. La idea de nación en el joven Ortega 83 (…). Para que veas que si te hablo de esto es porque lo conozco muy bien”187. Es una descripción que recuerda mucho a la que más de un siglo antes hizo alguien que también vivió desde dentro los ejercicios ignacianos, y que como Ortega, aunque en unos términos diferentes, defendió el liberalismo oponiéndolo al catolicismo ultramontano: José María Blanco White. Este exsacerdote católico, que después fue anglicano, y luego unitario, hablaba también de cómo los jesuitas utilizaban medios que él –como Ortega– consideraba humanos y con el objetivo de penetrar en las conciencias para sustentar así la unidad católica de España. “El sistema de Ejercicios es una obra maestra de la máquina clerical”, escribe, hablando de cómo lograban modificar los sentimientos humanos hasta el punto de moverlos a voluntad del sacerdote, quien desde un lugar oscuro podía pasar de “sentimientos de profunda alegría”, a “gemidos compulsivos” que apagaban incluso la música188. No se conservan obras de Blanco White en la biblioteca de Ortega, y si se ha introducido aquí la referencia anterior no es para señalar su influjo en el madrileño, sino para mostrar que los dos se integran dentro de una tradición liberal que en parte ha construido su identidad de nación frente a la del catolicismo, haciendo de la educación moral e intelectual un medio para obtenerla. En esta tradición liberal, el antijesuitismo ha sido un elemento importante, pues simbólicamente los miembros de la Compañía se percibieron como uno de los principales agentes de la nacionalización católica. Esto se comprende dentro de un proceso de debate sobre la identidad nacional española, o de su construcción, que comenzó en el siglo XIX y se mantenía vigente a comienzos del siglo XX. Según ha escrito González Cuevas, lo que marcó el debate sobre las ideas políticas en la España contemporánea es en una medida muy grande la “mentalidad católica”189. Existieron durante este tiempo, si atenemos a la cuestión religiosa, dos grandes metarrelatos: el de la nación liberal laica y el de la nación católica. El nacionalismo comenzó siendo una ideología liberal, incluso revolucionaria, pero a fines del XIX se produjo un giro autoritario que dio lugar en la Francia posterior a 1870 a un “nacionalismo de la revancha”190. Siguieron existiendo teorías compatibles con el liberalismo –como muestra el proceso de nacionalización de la III República–, pero no eran las únicas. El nacionalismo conservador no era necesariamente religioso, pero una de sus vertientes hizo de la identidad católica, tanto en Francia como en España, una de sus bases. El concepto de nación había sido aborrecido por los tradicionalistas, pero al finalizar el XIX un conjunto de autores conservadores quisieron incorporar principios de la modernidad como la organización capitalista o el mismo concepto de nación. Esta es la tesis de Alfonso Botti para definir el nacionalcatolicismo, concepto que utilizaremos 187 ORTEGA Y GASSET, José: “Carta a Rosa Spottorno. Leipzig, 18 de marzo de 1905”, en Ibid., pp. 324- 333, p. 329. 188 BLANCO WHITE, José: Autobiografía. Edición, traducción, introducción y notas de Antonio Garnica, Sevilla, Universidad de Sevilla, (1845)1988, pp. 52 y 59. 189 GONZÁLEZ CUEVAS, Pedro Carlos: “A modo de introducción”, en Pedro Carlos GONZÁLEZ CUEVAS: Historia del pensamiento político español: del Renacimiento a nuestros días, Madrid, UNED, 2006, pp. 11-16, p.15. 190 FUSI AIZPURÚA, Juan Pablo: La patria lejana: el nacionalismo en el siglo XX, Madrid, Taurus, (2003) 2016, p. 15. La idea de nación en el joven Ortega 84 para definir a la ideología y teología políticas que incorporaron el concepto de nación dentro del conservadurismo católico, y que es por ello distinta del tradicionalismo de comienzos del XIX, aunque tuviera puntos en común. Alfonso Botti señala que el nacionalcatolicismo propuso, como todo nacionalismo, una interpretación del pasado que generó “mitos historiográficos”191. De entre ellos, fue primordial el de la España de Trento, donde los jesuitas tuvieron un papel fundamental, y se consagró a una serie de historiadores que alimentaron la interpretación. Entre ellos destaca Marcelino Menéndez Pelayo, no en vano considerado el “abuelo de la derecha española”. Una de sus frases más famosas es aquella en la que en su por otro lado erudita Historia de los heterodoxos españoles (1880-82) resume la gloria de su patria al decir: “España, evangelizadora de la mitad del orbe; España martillo de herejes, luz de Trento, espada de Roma, cuna de San Ignacio”192. El nacionalcatolicismo desarrolló el mito de la Anti-España, dentro de la que incluían a todos los que no identificaran nación y catolicismo. Pero también la propuesta de nación liberal estableció una dicotomía en la que el enemigo era el catolicismo. Dentro de este proceso el antijesuitismo fue un elemento importante del relato, y por ello Ortega lo asumió en su juventud. No fue algo asilado en su persona, sino que está presente en diversos integrantes de la red intelectual en la que se integró. Así, se desarrolló una literatura antijesuítica y anticlerical que incluye Electra (1901) de Pérez Galdós, Mis jesuitas (1903) de Luis Ruiz Contreras; El Intruso (1904) de Blasco Ibáñez; AMDG (1910) de Pérez de Ayala; Mirando a Loyola (1913) de Julio Cejador; o El jardín de los frailes (1927) de Manuel Azaña. Finalmente, también se ha de indicar que Ortega pudo haber asumido esta visión no únicamente por su experiencia educativa con los jesuitas, sino desde su ambiente familiar. Lógicamente, lo que transmitirían unos padres que le mandaron a estudiar con los padres de la Compañía no sería una postura contraria a ellos, o al catolicismo, pero sí opuesta a una religiosidad tradicionalista. Esta es la visión que transmite Ortega Munilla en una crónica sobre Bilbao, donde habla de la Universidad Católica en construcción. Afirmaba el padre del filósofo que dicho centro podría ser bueno, pero que temía que “ha de contribuir a conservar esta raza en el fanatismo de los antiguos ideales y en las supersticiones de una religión mal entendida”193. 4.1.2. El “patriotismo nihilista” y la primera percepción orteguiana del nacionalismo alemán El contexto cultural más determinante en Ortega fue Alemania, a donde acudió a estudiar en 1905 y 1906, primero a Leipzig y Berlín, y luego a Marburgo. Pero ya en la etapa previa existe influencia del país germano, por vía de uno de sus filósofos más importantes: Friedrich Nietzsche. Aunque se ha discutido la intensidad de la admiración de Ortega por él, lo que es cierto es que en su mocedad estuvo presente, y que diversos 191 BOTTI, Alfonso: Cielo y dinero…, p. 19. 192 MENÉNDEZ PELAYO, Marcelino: Historia de los heterodoxos españoles. Vol. 2, Madrid, Homo Legens, (1882) 2007, p. 907. 193 ORTEGA MUNILLA, José: Mares y montañas, Madrid, Imprenta de Fortanet, 1887, p. 199. La idea de nación en el joven Ortega 85 testimonios de la etapa neokantiana lo evidencian cuando, distanciándose de él, confiesan su antigua afinidad. Así en 1908 confesó que el idealismo germano le había permitido abandonar la “zona tórrida de Nietzsche”194, y en 1906 animaba a Unamuno a seguir esta misma vía al gritarle: “¡guárdese V. también de Nietzsche!”195. Para entonces Ortega había asumido con el kantismo que la moral de la ciencia no era compatible con el vitalismo, y le aseguraba que las ideas de Nietzsche “son de todo menos profundas”, e iba más lejos aconsejándole que “lo lea para huir de él”196. Con todo, incluso durante esta etapa existió influencia del alemán. Esto indica el título del primer artículo arriba mencionado, “El sobrehombre”, y también en esta línea un texto que muestra la interpretación que daría del Übermensch desde el neokantismo: en 1907, en carta que escribió, aunque no llegó a enviar, a Unamuno, le decía que “Alemania me ha hecho sobrepasar a Nietzsche, siguiendo su consejo. Nietzsche soll auch überwunden werden. Por supuesto después de haberlo entendido”. Así escribía porque criticaba a la “España oficial”, identificada con la que dirigen “abogados y articulistas”. Estos son al decir de Ortega “seres formales” que realizaban la operación “España=mentira”, frente a los “creadores” de un verdadero ideal197. Por lo tanto, esta carta indica que Ortega aún en la época en la que su filosofía –el neokantismo– fue por definición más contraria al vitalismo, mantuvo influjo nietzscheano. Aunque no fuera siempre con la misma fuerza, el pensador alemán estuvo siempre presente en él, con mayor o menor evidencia según el contexto y demostrando según Pedro Cerezo la existencia en Ortega de una tensión entre razón e instinto a lo largo de toda su trayectoria198. En relación con esta presencia, la noción de “superación” es importante, pero también todos los conceptos relacionados con la idea de nación que en las páginas siguientes se expondrán. Por eso tiene sentido la expresión que ha escrito Jordi Gracia, aunque en términos irónicos, de que Ortega fue un “drogodependiente de Nietzsche”199. La repercusión fue directa en los años que coinciden con los que trata este capítulo, según indican otros textos de 1905. Recién llegado a Leipzig le escribió Ortega a su padre contándole que su proyecto era formarse en filosofía, siendo su objetivo asistir a clases sobre Nietzsche y Kant200. En poco tiempo se decantará por el segundo, siguiendo la lógica que le llevó hasta Alemania. En este sentido, es muy ilustrativa una confesión que hizo a su amigo Francisco Navarro Ledesma en mayo de 1905. Criticaba el carácter supuestamente moral del vitalista alemán, justificando su aseveración al decir “ya sabe 194 ORTEGA Y GASSET, José: “El sobrehombre” (1908), en José ORTEGA Y GASSET: Obras completas. Tomo I…, pp. 176-179, p. 176. 195 ORTEGA Y GASSET, José: “Carta VIII. Marburgo, 30 de diciembre de 1906”, en José ORTEGA Y GASSET, y Miguel de UNAMUNO: Epistolario completo…, pp. 55-61, p. 60. 196 ORTEGA Y GASSET, José: “Carta IX. Marburgo, 3 de enero de 1907”, en Ibid., pp. 62-64, p. 63. 197 ORTEGA Y GASSET, José: “Carta III (Adenda). Berlín, 1 de marzo de 1907”, en Ibid., pp. 171-174, pp. 173-174. 198 CEREZO GALÁN, Pedro: José Ortega y Gasset y la razón práctica, Madrid, Biblioteca Nueva, /Fundación José Ortega y Gasset-Gregorio Marañón, 2011, p. 139. 199 GRACIA, Jordi: José Ortega y Gasset…, p. 26. 200 ORTEGA Y GASSET, José: “Carta a sus padres. Leipzig, 13 de marzo de 1905”, en José ORTEGA Y GASSET: Cartas de un joven…, pp. 111-115, p. 114. La idea de nación en el joven Ortega 86 cómo he mamado a Nietzsche”, y decía que el objetivo que le llevó a Leipzig era saber que “lo primero que tengo que hacerme es una moralidad”201. Esto es, trascender el nihilismo desde el método propuesto por el autor del Zaratustra cuando apelaba a la creación de valores. Ortega llegó a Alemania siendo admirador de Nietzsche, y esta situación se explica desde dos factores: uno social, relativo al contexto cultural, y otro personal, debido a su relación con Maeztu. El primer punto se refiere a que la llegada del pensamiento nietzscheano a España se comprende desde la otra crisis finisecular que coincidió con el Desastre: la del positivismo. Según escribió Julián Marías, la gran pugna que se dio en la filosofía a finales del XIX y comienzos del XX fue la de oposición entre las categorías de razón y vida202. Cuestión esta que se puede comprender recordando de nuevo la oposición entre filosofías del ser y del devenir que hizo Ferrater Mora. A la altura de la época que nos ocupa, el universo mental de los filósofos e intelectuales percibió la dimensión estática de la razón y la dinámica de la vida, optando una gran cantidad de ellos por privilegiar la segunda dado que la forma de entender el significado de estos dos significantes era excluyente. Así, William James o Henri Bergson203 desarrollaron teorías como el pragmatismo y el vitalismo que tenían en común el hecho de evidenciar la “crisis de la razón”, como dice el libro de John Burrow204. Es decir, desde el Renacimiento comenzó a gestarse la llamada “modernidad”, que de forma simple podemos definir como una mentalidad, cultura y filosofía que –desde unos u otros presupuestos– confiaba en la razón como herramienta ordenadora de la historia y la sociedad. Actualmente se habla de la “condición postmoderna” –por expresar el célebre libro de Lyotard205– como paradigma para explicar el sistema cultural e intelectual en que vivimos, lo que supone el triunfo de una filosofía del devenir y en gran medida de la categoría de la vida. Pero tal y como señaló Ismael Saz, el de los años setenta del siglo XX es un segundo movimiento, que vendría después del “primer postmodernismo”: el que coincide con la etapa finisecular206. Para entender a Ortega, la meditación acerca de la relación entre la razón y la vida es de lo más importante que hay que tener presente. Entre fines del XIX y 1914 fue pasando sucesivamente por tres paradigmas: el vitalista, el racionalista, y el raciovitalista. El primero, en que ahora nos centramos, duró precisamente hasta su viaje a Alemania en 1905. El vitalismo está representado especialmente por Nietzsche, de enorme trascendencia tanto en Europa como en España. Según Vicente Cacho, desde que en 1893 se publicaron dos tomos de las Ouvres complètes del alemán, se produjo una “primera ola 201 ORTEGA Y GASSET, José: “Carta a Francisco Navarro Ledesma. Leipzig, 30 de mayo de 1905”, en Ibid., pp.615-620, p. 616. 202 MARÍAS, Julián: Acerca de Ortega, Madrid, Espasa-Calpe, (1971) 1991, p. 33. 203 Ortega conoció muy bien la filosofía de Bergson, sobre el que escribió algunos textos. Además, le invitó a visitar España en 1916, y en una de sus conferencias en Madrid confesó implícitamente que gracias a Ortega se había difundido su pensamiento entre los españoles. Vid.: GONZÁLEZ-BLANCO, Andrés: “La filosofía de Bergson”, Nuestro Tiempo, nº 210, junio de 1916, pp. 289-303, pp. 289-290. 204 BURROW, John W.: La crisis de la razón: el pensamiento europeo, 1848-1914, Barcelona, Crítica, (2000) 2001. 205 Cristianismo, Ilustración y Marxismo son las tres narrativas cuya crisis señala. Vid.: LYOTARD, Jean- François: La condición postmoderna: informe sobre el saber, Madrid, Cátedra, (1979) 2014. 206 SAZ CAMPOS, Ismael: España contra España…, p. 62. La idea de nación en el joven Ortega 87 de nietzschemanía”, que se amplió cuando se publicaron once tomos más entre 1899 y 1903207. En este sentido, es importante señalar que Francia fue mediadora en la recepción orteguiana del filósofo vitalista no únicamente por su idioma, sino también por sus autores. Algunos de los que leía en su juventud filo-francesa estuvieron fuertemente influidos por él, como es el caso de Izoulet, quien en su voluntad de equilibrar el influjo de las élites y el de las masas, reivindicó a Nietzsche frente al excesivo poder de los seguidores de Tolstói208. Pero existe otra fuente que es más importante, por el hecho de proceder de una de las personas más trascendentales para entender la idea de nación orteguiana: Ramiro de Maeztu, precisamente a través de quien leyó al alemán según algunos estudiosos209. Este periodista de origen vasco vivió una evolución que seguiremos a lo largo de esta tesis porque fue siempre un “otro” importante para conocer a Ortega. Pero antes es menester una breve reflexión sobre la otredad. Es una categoría importante para comprender la identidad en general y la de la nación en particular, pues tal y como afirma Samuel Huntington, “sabemos quiénes somos solo cuando sabemos quiénes no somos, y con frecuencia solo cuando sabemos contra quienes estamos”210. Esto es, la identidad forma un proceso configurado por la percepción del opuesto, tanto del “otro interno” como del “otro externo”211, de los enemigos del contexto nacional dentro del que se vive y también de los de fuera. Pero también existe una otredad que no es dialéctica sino dialógica212: un referente que ayuda a tomar conciencia de la propia identidad –o a construirla– por comparación sin que eso implique la conversión del contrario en enemigo. Esta es la dimensión que adoptó Ramiro de Maeztu para Ortega, y también la propia generación de 98 durante cierto tiempo. Ramiro de Maeztu se introdujo pronto en las redes de sociabilidad de la familia de Ortega. Intimó con el padre del filósofo, José Ortega Munilla, desde que entró en la redacción de El Imparcial, que él dirigía. Al hijo lo conoció en 1902 en Vigo, cuando asistió el joven madrileño a unas conferencias que ofreció Maeztu en la Escuela Industrial de la que era director Ramón Gasset213. En estas charlas Maeztu habló de ciencias sociales, desde una perspectiva darwinista que impresionó al joven madrileño214. Según muestra Madrid Científico al indicar el “repentino viaje a Vigo” del que era colaborador 207 CACHO VIU, Vicente: Los intelectuales…, p. 74. 208 Además de en el texto arriba mencionado, le cita en un artículo que en gran parte incluye en el libro que leyó Ortega. Vid.: IZOULET, Jean: “Le suicide des démocraties”, Revue de Paris, T.III, 1895, pp.147-161 p.147. 209 Así lo sostiene José Varela, y parece evidente dada la identidad de los temas que trataron desde que se conocieron. Vid.: VARELA ORTEGA, José: “Introducción”, en Ramiro de MAEZTU: Hacia otra España…, pp. 9-39, p. 34. 210 HUNTINGTON: Samuel P.: El choque de civilizaciones y la reconfiguración del orden mundial, Barcelona, Paidós, (1996) 2009, p. 22. 211 QUIROGA FERNÁNDEZ DE SOTO, Alejandro: “La nacionalización en España… p. 29. 212 DÍAZ, Carlos: Cuando la razón se hace palabra, Móstoles, Madre Tierra, 1992, p. 69. 213 GONZÁLEZ CUEVAS, Pedro Carlos: Maeztu: biografía de un nacionalista español, Madrid, Marcial Pons, 2003, pp. 78-79. 214 Siguiendo a la prensa, se anunciaban siete conferencias bajo el título “Ensayo sobre las condiciones que determinan el reinado del trabajo”. Vid.: El Noroeste, 12 de junio de 1902. La idea de nación en el joven Ortega 88 habitual del medio, por entonces Maeztu estaba realizando una serie de estudios sobre los “ingenieros como clase social”, en un momento en que los ingenieros civiles españoles pensaban formar una Asociación215. No es casual que este medio de comunicación fuera uno de los que gozaron de la colaboración de Maeztu, ya que se centraba en “Ciencias e Industrias” según rezaba su cabecera, ni tampoco que el lugar donde habló Maeztu fuera una Escuela industrial. Su idea de nación era regeneracionista, poco preocupada en la definición metafísica de España, y hacía de la ciencia y la técnica un elemento clave de la vertebración nacional. Ortega asumirá también estos principios, según se ve claramente en una carta enviada a sus padres donde establece un vínculo entre vitalidad y ciencia. En agosto de 1902, sugestionado por Izoulet, Berthelot y Novicow –pero probablemente también por las conferencias de Maeztu o conversaciones que habrían mantenido–, sostiene que la regeneración de su patria no será causada por “los eruditos, artistas ni políticos”, sino que “si España mejora ese movimiento progresivo será manejado y debido a los ingenieros”. A esta convicción une otra que también Maeztu sostenía, el elitismo: “la casi totalidad de los científicos españoles es tonta o si no, le falta grandeza de miras” y, como indicamos más arriba, “talento sintético”. Escribía Ortega que los ingenieros “necesitarán directores”, y él se presentaba a sí mismo con la “ambición magnífica” y “lógica” de ser uno de ellos. El futuro filósofo resume con estas ideas dos puntos que aparecerán continuamente en sus meditaciones sobre la realidad nacional: la necesidad de organizarla y vertebrarla a partir de una élite; y la aspiración de ver su nación no tanto definida en términos metafísicos –aunque también lo hará muchas veces– sino encarnada en condiciones materiales óptimas. Esta razón es la que lleva a Ortega, que se despide firmando como “Tirteo de los ingenieros”, a hacer una elegía de los artefactos industriales. Escribe que “hoy lo más importante y mañana lo único, son las máquinas”, y que el progreso se vincularía a ellas, tal y como demuestra su propio padre al hacer “cada día más máquina” el periódico familiar216. No era mera palabrería, sino que en una carta anterior pormenorizaba su camino de conversión en un futuro miembro de la minoría directora. Detallaba a sus padres un plan “heroico” de formación sugerido por las conferencias, que le llevaría a ser –les dice– uno de “los españoles con más puntos de vista”217. Aunque renunció a este ambicioso plan, que pasaría por ser ingeniero industrial a los 22 años, filósofo a los 24, abogado..., comenzó con Maeztu una relación cuyas consecuencias a nivel intelectual se perciben incluso después de la ruptura de los dos, hacia el final de la Gran Guerra. La admiración de Ortega por el periodista vasco se ve en detalles como una carta de 1905 a su novia Rosa Spottorno, en la que le dice con cierta soberbia que en España solamente existen tres personas inteligentes: Unamuno, Maeztu, y él mismo218. Lo que nos interesa en este epígrafe es que Maeztu fue seguidor del pensamiento de Nietzsche. Tenía formación autodidacta, y fueron los libros del alemán algunos de los que 215 F.G.: “Apuntes”, Madrid Científico, nº 381, 1902, p. 34. 216 ORTEGA Y GASSET, José: “Carta a sus padres. Vigo, 14 de agosto de1902…, pp. 94-96. 217 ORTEGA Y GASSET, José: “Carta a sus padres. Vigo, 9 de agosto de 1902…, p. 90. 218 ORTEGA Y GASSET, José: “Carta a Rosa Spottorno. Marburgo, 25 de noviembre de 1906”, en José ORTEGA Y GASSET: Cartas de un joven español..., pp. 482-484, p. 483. La idea de nación en el joven Ortega 89 leyó y que más repercutieron en él. Esto se ve claramente en Hacia otra España, obra que publicó en 1899 a partir de artículos que fue dando a conocer anteriormente. Entre ellos se ven temas típicamente nietzscheanos como son el individualismo, el vitalismo y la oposición entre la patria de los padres y la de los hijos. En la introducción resume su pensamiento al oponer a la “España vieja” y “muerta” su anhelo de que “viva y se a grande”. Sostiene que si España es pasiva desaparecerá, y que necesita “una grande y necesaria lucha de capitales”. Además, afirma que “la cuestión es más individual que colectiva”219. El día 21 de marzo de 1902 en el Ateneo participó en la discusión de una Memoria elaborada por Práxedes Zancada acerca de la cuestión obrera, y la prensa resumió su propuesta al indicar que apelaba a la evolución, que daría lugar a un régimen “socialista, que en su determinación última llevará a proclamar las ideas individualistas”220. Por otro lado, existe un referente de nación importante al respecto para Maeztu: Gran Bretaña, cuyo “desastre” fue la Guerra de Sudáfrica de comienzos del siglo XX. Más abajo se volverá sobre ella, por ahora únicamente es necesario avanzar que en la cuestión sudafricana vio encarnado su ideal del superhombre-empresario en Cecil Rhodes. Frente a la cortedad de miras que a su juicio existía entre los holandeses de Transvaal y los little englanders opuestos a la expansión territorial, defendía la labor del imperialista y empresario en África. Habla de él como “el hombre enérgico y el estadista de mirada previsora” que intervino en Sudáfrica “con el solo propósito de evitar que el más bajo materialismo fuera el único propulsor de la civilización africana”. Esto escribía con ocasión de su fallecimiento, hablando de su biografía como “el mejor tónico de la voluntad individual”, y elogiando la fracasada incursión de Jameson en 1895 en tanto que ejemplo de una rebelión justa, hecha contra los privilegios que a cambio de comisiones se habrían ofrecido a las compañías de ferrocarriles221. Maeztu era partidario de abandonar Cuba, pero porque la conquista española allí no se había hecho, como la británica, en nombre de los principios de la organización técnica e industrial. El paradigma que defenderá Maeztu es el de un superhombre burgués, que busca regenerar a España materialmente a través de su esfuerzo individual y con ello, la expansión de su vitalidad. Existe un capitulo muy interesante que escribió para el libro de 1899 llamado “Cómo trabajan los pensadores nuevos”, y que dedicó a refutar la idea del republicano y anticlerical José Nakens, quien sostuvo que la juventud española estaba perdida. Él afirma lo contrario, puesto que la juventud muestra algo que a los mayores les faltaba: la vida como un valor en sí misma, un ideal inmanente. Siguiendo al “gran Nietzsche”, opone justicia y vida, diciendo que “la finalidad de la naturaleza consiste en la producción de unas cuantas individualidades poderosas”. No existe una armonía social, como planteaba el krausismo –en cuyo entorno se movía Nakens–, sino un combate perpetuo que hace a la vida desarrollarse. Este estado de naturaleza es el que haría surgir las nacionalidades, para canalizar el ímpetu. Escribe así que “un estado es un compuesto en el que entran por partes desiguales el fantasma libresco de la historia y el instinto de 219 MAEZTU, Ramiro de: “Dos palabras” (1899), en Ramiro de MAEZTU: Hacia otra España…, p. 47- 49, p.49 220 “El problema obrero en el Ateneo”, La Época, 22 de marzo de 1902. 221 MAEZTU, Ramiro de: “Cecil Rhodes”, Madrid Científico, nº 374, pp. 97-98. La idea de nación en el joven Ortega 90 asociación, de defensa y de empresa”. Luego sigue afirmando que según qué prime existen “naciones jóvenes” donde la razón histórica apenas influye, y “naciones viejas”, donde el espectro de recuerdos ahoga el pasado. Por fortuna, escribe tras el 98, la “España histórica” ha caído y es la hora de la nueva España222. En otra ocasión, 1902, se mostrará mucho más pesimista al señalar que la organización del Estado fagocita la emergencia de los mozos. Sin embargo, mantiene la misma dicotomía al decir que “frente a la realidad del Estado-asilo, nace el ideal del Estado- servicio”. Considera que “para asentar sólidamente el Estado sobre la conciencia nacional” es menester acabar con el funcionariado excesivo e invertir en sectores como la industria, facilitando la actuación de la juventud223. Aunque Maeztu combina las ideas de nación, nacionalidad y Estado –solo distingue la de pueblo, que vincula a la juventud de las naciones–, da tres claves que Ortega desarrollará más adelante: Vitalidad y empresa, como dos características de la nación; la compatibilidad entre el individualismo y la nación; y la oposición entre la nación vieja y nueva. Este último elemento es el que se corresponde con dos oposiciones que hizo Nietzsche: la Kinderland y la Vaterland, y la res facta y la res nata, todas ellas utilizadas por Ortega en algún momento de su vida. Nietzsche vivió en un contexto histórico donde Alemania estaba recién nacida, precisamente tras lo que para ella fue una victoria: la de Sedán. Como en todo proceso de génesis de un Estado-nación, existieron debates identitarios, que prolongaron los que venían desde el romanticismo y la reacción ante Napoleón. De forma muy simplista, muchas veces se ha hablado del nacionalismo alemán por oposición al francés, como si el segundo fuera paradigma de la Staatsnation y el primero de la Kulturntion, pero dentro del II Reich (1871-1918) –y de los Estados independientes previos al mismo–existieron diversas propuestas. También existe un nacionalismo cívico en Alemania, que incluye el nacionalismo socialista que veremos en el Ortega neokantiano. Para comprender el nacionalismo alemán existe una figura esencial, Johan G. Fichte, trascendental también en Ortega224. El romanticismo que le siguió, y asimismo la Escuela Historicista, contribuyeron a desarrollar la idea de Volkgeist o espíritu del pueblo, vinculado a veces a la raza, otras a la lengua, y algunas a la religión. El problema es que, en palabras de Habermas, “una idea que mira hacia el pasado” como la de quienes buscaban la esencia del país, “pone en dificultades las intenciones liberales dirigidas hacia el futuro”225. Pero esto no implicaba necesariamente la apuesta por un nacionalismo autoritario, pues de hecho Herder, creador del concepto de Volkgeist, era un ilustrado opuesto no únicamente a la creación de un Estado fuerte, sino también a la propia 222 MAEZTU, Ramiro de: “Contra la noción de justicia. I. Cómo trabajan los pensadores nuevos” (1899), en Ramiro de MAEZTU: Hacia otra España…, pp. 199-208, pp. 202-205. 223 MAEZTU, Ramiro de: “¿Qué hacer de los jóvenes?”, Cartas cantan: epistolario edificante, nº28, 20 de diciembre de 1902. 224 Acerca de este tema, vid.: BAGUR TALTAVULL, Juan: “El «nuevo Fichte español»: Ortega y Gasset y la influencia del pensador alemán en su idea de nación”, Revista de Estudios Orteguianos, nº 33, 2016, pp. 169-196. 225 HABERMAS, Jürgen: La constelación posnacional: Ensayos políticos, Buenos Aires, Paidós, (1998) 2000, p. 32. La idea de nación en el joven Ortega 91 unificación alemana. Del mismo modo otros autores que de una u otra forma contribuyeron a reforzar el nacionalismo germánico eran contrarios al autoritarismo, como Leopold von Ranke o Heinrich von Treitschke, que eran liberal-conservadores defensores del parlamentarismo226. Con un carácter todavía más cercano al nacionalismo cívico, encontramos a personas como Georg G. Gervinus, que concilió la idea Volkish con el universalismo liberal, o a Julius Fröbel. Anticipándose a Renan, escribió en System der Sozialen Politik (1847) que la lengua era importante en la formación del pueblo, pero que podía ser aprendida por extranjeros y por ello no era un criterio excluyente, de suerte que lo “propiamente político en el ser del pueblo es el de la unidad fraterna basada en la libre decisión”. Habermas estudia también cómo en este sentido, el estudio de la lengua tuvo diversas aplicaciones políticas, desde la mencionada en las líneas anteriores, hasta la “imaginaria unidad de la nación lingüística” de los hermanos Grimm227. El caso de Nietzsche, que Habermas no incluye, es también interesante en este sentido, dado que para él lenguaje es un instrumento privilegiado de aprehensión de la realidad. Pero no porque muestre unas esencias, sino todo lo contrario: porque permite reconstruir el proceso de invención de la tradición, como diría Hobsbawm, a partir de la genealogía, el método que privilegia en su quehacer filosófico. La distinción entre la Kinderland y la Vaterland, que Ortega citaría abiertamene en “La pedagogía social como programa político” (1910), provine de Así habló Zaratustra, publicado en 1891. Allí el enigmático protagonista decía verse desterrado del “país de mis padres y de mis madres”, y que por ello “amo yo tan solo el país de mis hijos”228. Pero las reflexiones más interesanes del pensador alemán acerca de la nación se encuentran en Más allá del bien y del mal (1886). Por un lado, por su visión vitalista y contraria a la noción objetiva de justicia y de bien –en lo que se basa el artículo de Maeztu contra Nakens–, pero también porque trata la cuestión judía. Frente a los defensores de la homogeneización racial de Alemania, sostiene que no existe un ethos nacional, como no lo hay en nada. El nihilismo moral se traduce en Nietzsche en un nihilismo nacional, en el sentido de que apela a hacer la nación del mismo modo que anima a crear valores nuevos. Así se expresa en un párrafo: “Lo que hoy en Europa se denomina “nación”, y que en realidad es más una res facta [cosa hecha] que nata [cosa nacida] (incluso se asemeja a veces, hasta confundirse con ella, a una res ficta et picta [cosa fingida y pintada] –), es en todo caso algo que está en devenir, una cosa joven, fácil de desplazar, no es todavía una raza y mucho menos es algo aere perennius [más perenne que el bronce], como lo es la raza judía”229. Sigue Nietzsche desde sus peculiares reflexiones, afirmando que podría ser beneficioso para Alemania –además de “desterrar a todos los voceadores antisemitas del país”– 226 FUSI AIZPURÚA, Juan Pablo: La patria lejana…, p. 24. 227 HABERMAS, Jürgen: La constelación posnacional..., pp. 32 y 21. 228 NIETZSCHE, Friedrich: Así habló Zaratustra. Un libro para todos y para nadie, Madrid, Alianza Editorial, (1891) 2003, pp. 184-185. 229 NIETZSCHE, Friedrich: Más allá del bien y del mal, Madrid, Alianza Editorial, (1886) 2003, p. 219. La idea de nación en el joven Ortega 92 integrar a los judíos después de hacer una “selección” similar a la de la nobleza británica. Es decir, escoger a los mejores para hacer un “injerto” o al menos un “cruce” entre el “arte heredado de mandar y obedecer” –que prima en la “nueva germanidad” de Prusia–, y el “genio del dinero y de la paciencia”, de los judíos. Con ello alude a una “nueva casta”, con lo que expresa también una idea elitista de la nación230. Además la relación entre lengua y nación según Nietzsche no seguía los derroteros marcados por el nacionalismo Volkish. Existe al respecto un artículo interesante escrito por Ortega, que envió a su padre desde Leipzig en 1905. Lo tituló “Notas alemanas. El filósofo y la mujer, apólogo, fábula o patraña”, pero no se publicó en ningún periódico. En él reseñaba la correspondencia entre Nietzsche y Malvida de Meysemburgo que la hermana del primero publicó. Había dado “disgustos a los alemanes” porque “el antigermanismo del «inmoralista» llega a la exaltación” por su “desdén hacia la sabiduría germana y principalmente hacia el espíritu de la cultura tudesca”. A los alemanes les irritó, dice Ortega, que cuando la interlocutora le preguntó qué pensaba sobre la educación idiomática de los niños, le contestó que aconsejaba que los niños alemanes aprendieran el estilo del latín y el francés para auxiliar “la bárbara lengua materna”. Nietzsche, frente a Fichte y otros filósofos que exaltaban el alemán y glosaban su superioridad, lo situaba por debajo de idiomas como el griego o el francés, llegando a decir que para los niños de estos dos países era inútil hacer como los infantes alemanes y estudiar una segunda lengua231. En estos años, Ortega conocía plenamente a Nietzsche, hasta el punto de que La Lectura habría aceptado que escribiera una biografía suya, que tampoco llegó a hacer232. Para terminar, una carta a Francisco Navarro Ledesma de agosto de 1905 es ilustrativa como resumen de lo señalado en este epígrafe. Le dice: “yo, criatura del siglo XX, luego de haber sudado lo indecible en la zona tórrida del Nietzsche tirano, recojo mis trastos y voy a secarme el sudor al Pórtico cuya moral (confieso)”. Esto es, Ortega siguió la filosofía del gran pensador cuya vigencia era evidente al cambio de siglo, pero asumió que la regeneración de España requería un patriotismo moralizante, no nihilista. “Los españoles tenemos so pena de muerte que remoralizarnos”, frente a la “atmósfera falsificadora” que representaban entonces no únicamente los políticos –como dirá por ejemplo en 1914 cuando vuelva a utilizar este calificativo–, sino también de los intelectuales: Echegaray, Azorín, Valle y Bueno encarnaban según Ortega la mentira, por ser la “única y suprema inmoralidad” 233. Pero hay algo significativo en la epístola, y es que a pesar de que, bajo la intención de defender la verdad en contra del nihilismo, arremeta contra el autor de Más allá del bien y del mal, también le cita. Señala a Paco Navarro que de Nietzsche aprendió algo que servía para comprender la vida: que la máxima “virilidad” esta no en contentarse con 230 Ibid., p. 220. 231 ORTEGA Y GASSET, José: “Carta a sus padres. Leipzig, 11 de octubre de 1905”, en José ORTEGA Y GASSET: Cartas de un joven…, pp. 190-196, pp. 192-193. 232 ORTEGA Y GASSET, José: “Carta a sus padres. Leipzig, 15 de octubre de 1905”, en Ibid., pp. 197- 199, p. 197. 233 ORTEGA Y GASSET, José: “Carta a Francisco Navarro Ledesma. Leipzig, 4 de agosto de 1905”, en Ibid., pp. 638-647, pp. 639, 643 y 644. La idea de nación en el joven Ortega 93 poseer a una mujer, ni en hacerlo evitando que los demás la posean incluso en pensamiento, sino en mantenerla sin permitir un amor falseado, aceptándola “por lo que realmente es”, con sus defectos234. En relación con la idea de nación, Ortega criticará siempre a las personas que idealizan el pasado nacional. La mentira se proyecta según él de dos maneras en este sentido: falsificando la estructura política –como hacía la Restauración–, y falsificando su historia –al modo de los intelectuales citados. 4.2.La idea de España al comienzo del siglo XX En las páginas anteriores se ha mencionado en diversas ocasiones a intelectuales españoles. Su idea de nación está fuertemente influenciada por la que existía en Europa, ya que España es, frente a los que han dicho muchos tópicos e interpretaciones ideologizadas, una “variable europea”235. Pero la integración en un contexto mayor no elimina el hecho de que existieron circunstancias particulares que hicieron germinar un debate propio, del que emanaron diversas concepciones a las que ahora se hará referencia. Estas interpretaciones están muchas veces vinculadas a cada una de las generaciones intelectuales que se han desarrollado. La idea de generación, hoy matizada historiográficamente por la de red, forma parte del vocabulario con el que se definían los europeos del momento, y por eso es menester traerla a colación añadiendo algunas reflexiones a las que se han ofrecido al exponerla como categoría analítica. Ortega, que sería uno de los principales teóricos de las generaciones, ofrecería una definición interesante: la generación es “un círculo de sensibilidad”, una perspectiva ante el mundo fruto de vivencias personales236. Concepción esta que recuerda a la que Archilés da de la idea de nación –un “marco cognitivo”–, y asimismo a una de las definiciones que Ortega expondrá en 1916: un pueblo es una “manera de sentir la existencia”237. La similitud entre ambos conceptos –generación y nación– nos indica dos cosas. Primero, que las dos son construcciones intelectuales, lo que justifica una relación directa; y segundo, es un indicio, no siempre confirmado, de que a cada generación corresponde una idea de nación. Siguiendo con este tema, si a cada concepto de nación corresponden una o varias “experiencias de nación”, en cada generación encontraríamos lo que podríamos llamar “experiencia de generación”. El motor que pone en marcha el proceso de configuración de una autopercepción grupal es un acontecimiento existencial. Desde la historia de las emociones se puede estudiar este complejo proceso, cómo se crea un “régimen emocional” a partir de vivencias comunes, que se traducen en una serie de valores y 234 Ibid., p. 645. 235 FUSI AIZPURÚA, Juan Pablo: España: la evolución de la identidad nacional, Madrid, Temas de hoy, 2000, p. 32. 236 La gran obra de Ortega sobre las generaciones es “En torno a Galileo” (1949, aunque basado en un curso de los años treinta). Pero es un tema que le interesó desde el principio, y la definición expuesta más arriba la ofreció durante la primera reunión de la Liga de Educación Política. Vid.: ORTEGA Y GASSET, José: “Conversaciones de la Liga de Educación Política Española. 1913”, en Fundación Ortega-Marañón, Fondo JOG, B-84/3, ID: 5995. 237 ORTEGA Y GASSET, José: “Introducción a los problemas actuales de la filosofía” (1916), en José ORTEGA Y GASSET: Meditación de nuestro tiempo: las conferencias de Buenos Aires, 1916-1928. Edición de José Luis Molinuevo, Fondo de Cultura Económica, Madrid, 2006, pp.37-193, p.36. La idea de nación en el joven Ortega 94 actitudes determinadas238. “Emoción” es también una palabra que encontramos muchas veces en las reflexiones de Ortega, y toda percepción –generacional o nacional– es un proceso emotivo además de racional. No existe una teoría puramente intelectual ni de la nación ni de la generación, dado que el ser humano es, como dijera Unamuno y la psicología cognitiva demostrara después, un “ser afectivo o sentimental” antes que racional, de suerte que los sistemas de pensamiento se derivan muchas veces del temperamento del autor239. El Desastre del 98 es un claro ejemplo de estas experiencias de generación, dado que emociones como el dolor por la patria mutilada, la humillación, el odio…son las que acompañan a lo que fue, en la línea de lo ya expuesto, el acontecimiento vital más importante de Ortega. Pero ¿qué es una generación? Manteniendo la comparación es, como la nación, un concepto debatido y no reductible a una definición aceptada por todos. Sin embargo, existen algunos puntos que suelen resaltar muchos de los que han utilizado la noción. Robert Wohl expuso una categorización interesante al decir que la idea “came to imply a unity of experience, feeling and fate that transcended national borders”, teniendo en cuenta que “historical generations are not born; they are made. They are device by which people conceptualize society and seek to transform it”240. Aquí añade algo interesante a lo ya comentado: la generación no únicamente es construida y tiene la intención de comprender el mundo, sino que además es transnacional. Existen generaciones, como la del 14, que teniendo peculiaridades nacionales y proyectos nacionalizadores, no se comprenden sin la historia comparada. Por su parte, Samper escribe que una generación se define por cinco elementos: “Podemos hablar de un hecho en torno al cual se agrupan los miembros de la generación, un hecho que a la fuerza se sitúa en una fecha concreta que es la que da nombre a la generación; unas ideas similares dentro del grupo, cuanto menos unas preocupaciones o líneas comunes de actuación; un hecho puntual por el cual asumen su carácter de grupo; una figura próxima en el tiempo en la que se fijan como modelo o maestro; y una persona o grupo reducido de personas que llevan la voz cantante y dirigen las acciones conjuntas del grupo”241. En las siguientes páginas se estudiará la idea de nación de la generación del 98, pero también la del regeneracionismo, ya que este movimiento sociopolítico coincidió en gran medida con el noventayochismo, según se ve claramente en personas como Ramiro de Maeztu. Para entender la idea de España vigente a la altura de los tiempos del primer Ortega habría que atender también a otras generaciones, subgrupos generacionales, y culturas políticas. Entre ellas destacan el institucionismo y el nacionalismo periférico – especialmente catalanista–, e incluso el nacionalismo conservador. Sin embargo, la 238 PLAMPER, Jan: “Historia de las emociones: caminos y retos”, Cuadernos de Historia Contemporánea, nº36, 2014, pp. 17-29, p. 24. 239 UNAMUNO, Miguel de: Del sentimiento trágico de la vida en los hombres y en los pueblos. Edición de Antonio M. López Molina, Madrid, Biblioteca Nueva, (1912) 2006, p. 80. 240 WOHL, Robert: The Generation of 1914, London, Weidenfeld and Nicolson, 1980, pp. 3 y 5. 241 PFLÜGER SAMPER, Juan Ernesto: “La generación política de 1914”, Revista de Estudios Políticos, nº 112, 2001, pp. 179-198, pp. 183-184. La idea de nación en el joven Ortega 95 descripción de estas tres tendencias se hará más adelante, cuando su repercusión en Ortega sea más directa de lo que es en esta primera etapa. 4.2.1. El regeneracionismo y la “idea viva de Costa” El regeneracionismo es una de las propuestas más importantes en Ortega, al que incluso se ha definido a veces como integrante de este movimiento. Se trata de un planteamiento que efectivamente Ortega asumiría en sus dos puntos básicos: la consideración de que los problemas vividos por España a nivel político y social provenían del sistema creado por Antonio Cánovas –encarnado en la Constitución de 1876–, y plantear la europeización como alternativa242. Entre los escritores partidarios de esta propuesta encontramos a Matías Picavea, autor de El problema nacional (1899), Luis Morote, que escribió La moral de la derrota (1900), o Rafael Altamira, estudioso de Psicología del pueblo español (1901). Por otro lado, es importante indicar que el regeneracionismo tiene mucho que ver con el Desastre del 98, pero no es su consecuencia. Tal y como vimos con Maeztu –a quien también se puede incluir dentro del grupo de los regeneracionistas–, algunos de ellos comenzaron a escribir sus propuestas antes de que la flota española fuera destruida en Cavite, previendo que esto podría llegar a ocurrir. Así, otros libros regeneracionistas fueron Heregías (1886) de Pompeu Gener, L´Espagne telle qu´elle est (1886) de Valentí Almirall, Los males de la patria (1890) de Lucas Mallada, o Idearium español (1897) de Ángel Ganivet. Con todo, el Desastre supuso un importante punto de referencia, y lo que caracteriza al regeneracionismo es su actitud ante el mismo. Aunque la Débâcle francesa había dado lugar al reformismo de Renan, también había provocado un fuerte sentimiento de oposición a los alemanes y a la élite política francesa, que se traduciría en movimientos nacionalistas del último tercio del siglo XX243. Según José Varela, frente al modelo francés de la revanché, en España se impuso el de la regeneración porque –como Renan– este país “hizo de quien le castigaba, valor paradigmático: el mundo euroatlántico se convirtió en el modelo a seguir”. Esto fue así porque los regeneracionistas atribuyeron la culpa de lo sucedido no al gobierno, sino a la nación entera244. Paradigma de esta actitud fue Joaquín Costa, quien escribió que “queremos un gobierno de la revancha, pero de la revancha contra los Moltkes y los Bismarcks interiores, que son quienes nos han vencido”245. Precisamente con ocasión de su muerte en 1911 confesó Ortega: “apenas si he escrito una página alguna vez en que no apareciera el nombre de Costa como fondo resonante y 242 FUSI AIZPURÚA, Juan Pablo: “La Cultura”, en Santos JULIÁ, José Luis GARCÍA DELGADO, Juan Carlos JIMÉNEZ, y Juan Pablo FUSI: La España del siglo XX, Madrid, Marcial Pons Historia, (2003) 2007, pp.531-722, p. 545. 243 Entre ellos, la Liga de Patriotas de Déroulède, con 180000 afiliados y fundada en 1882, o el boulangerismo que en 1888 puso en peligro la estabilidad de la III República. Vid.: FUSI AIZPURÚA, Juan Pablo: La patria lejana…, p. 16. 244 VARELA ORTEGA, José: “Introducción”, en Joaquín COSTA: Oligarquía y caciquismo como la forma actual del gobierno en España, urgencia y modo de cambiarla. Introducción de José Varela Ortega, Madrid, Biblioteca Nueva, (1901)1998, pp. 19-50, p. 34. 245 Citado en: VARELA ORTEGA, José: Los señores del poder y la democracia en España: entre la exclusión y la integración, Barcelona, Galaxia Gutenberg-Círculo de lectores, 2013, p. 300. La idea de nación en el joven Ortega 96 ennoblecedor que yo buscara para la silueta de mis pensamientos”. Especialmente fue su concepción de España lo que más quedó grabado en él, puesto que, sigue en el artículo, de Costa aprendería una dicotomía que se sumaría a la de la Kinderland y la Vaterland y la vieja y la nueva política: la del “necio patriotismo” y la del “patriotismo del dolor”246. El primero era el de los que exaltaban utópicamente el pasado, es decir, quienes se adscribían a la Vaterland por creerla perfecta y a la vieja política por no querer aceptar la realidad. El segundo, el de los que asumían la necesidad de impulsar una nueva política que se desembarazara de los tópicos del pasado y construyera un futuro mejor. La idea de nación de Joaquín Costa tiene otras dualidades que serán permanentes en Ortega: entre los dos componentes sociales de la nación –élite y masa–, entre la política de hecho y la de derecho. Todas ellas aparecen expuestas y comentadas en Oligarquía y caciquismo, libro publicado en 1901 que es esencial para comprender el Zeitgeist regeneracionista, ya que se basa en el análisis que Costa hizo de respuestas que los principales hombres de su tiempo dieron a preguntas de una macroencuesta que elaboró. Joaquín Costa defendió también una sociología elitista, con términos similares a los demás autores que leyó Ortega y que él mismo utilizaría. Hablaba de “minorías directoras” y, como Renan, denunciaba una “selección al revés” o “selección invertida” que imposibilitaba la emergencia de una “aristocracia natural”, de suerte que se colocaba en el poder a “los peores”247. A su juicio, la política española no era nacional, sino que pertenecía a un conjunto de personajes poderosos que falseaban la realidad, constituyendo un “feudalismo inorgánico”, y este era uno de los principales problemas detectados: Picavea, Salillas, Nogales, Pidal o Silvela lo indicaron248. Es la base de la metáfora de la falsificación, que también estaba muy presente en Ramiro de Maeztu. El aragonés hablaba simplemente de oligarquía, mientras que el vasco sería más concreto al definir quiénes eran los “pocos” que monopolizaban el poder: militares, clérigos y políticos. Especialmente será en los años diez y veinte cuando insista en la expresión, pero ya en 1897 utilizaba la oposición entre soberanía nacional y derecho “burocrático-teocrático- militar”249. Esta errónea selección de élites se proyectaba a entender de Costa en la falsificación de la política, donde veía, siguiendo a otros regeneracionistas como Picavea o Silvela, un “estado de derecho” opuesto a un “estado de hecho”. El Estado era liberal en la teoría, pero no en la práctica, porque “la libertad se había hecho papel, sí, pero no se había hecho carne”. Escribía esto criticando la idealización que se había difundido de la Revolución de 1868, que al no acabar con los caciques supuso la “superposición de dos Estados, uno legal, otro consuetudinario”. Pero además existe una cuestión muy importante, y es que Costa no habla de un Estado enfermo, sino de un “estado social enfermo”. El mal está, como dirá Ortega, no en abusos sino en los usos normales de la nación, de suerte que el remedio estaba en la rectificación de cada individuo: “los males nacidos de torcimiento o 246 ORTEGA Y GASSET, José: “La herencia viva de Costa”..., pp. 401-404. 247 COSTA, Joaquín: Oligarquía y caciquismo…, pp. 80 y 85. 248 Ibid., pp. 67 y 85. 249 MAEZTU, Ramiro: “La inferioridad del indio” (1896), en Ramiro de MAEZTU: Hacia otra España…, pp. 99-100, p. 100. La idea de nación en el joven Ortega 97 deficiencias de la voluntad, solo se remedian sanando o educando la voluntad”250. El resumen de esta idea la dará en 1902, al ampliar Oligarquía y caciquismo y hablar de que es el espíritu de las personas y no la ley lo que falla: “¡por eso entre el Pirineo y las Columnas no alienta más que una gran ficción histórica, una apariencia de nación!”, o como dice en otro lugar, una “ficción política” con un “disfraz constitucional”251. Como hará Ortega más adelante, habla así de la “España legal” frente a la “España real y viva”252. Pero no es una metáfora exclusiva del regeneracionismo español, sino que está también presente en el ámbito francés. En concreto, en alguien que también es famoso por haber hecho una encuesta entre los intelectuales de su contexto, la Enquête sur la monarchie (1900): Charles Maurras, fundador del nacionalismo integral, también oponía en Francia el “pays légal” y el “pays réel”253. Más abajo, al hablar de Vieja y nueva política (1914) se volverá sobre este tema. Además Costa, como era usual entre los regeneracionistas, empleaba la metáfora del cuerpo enfermo para definir la situación de la nación. Se refería así a la enfermedad del “organismo entero de la nación”, y citando la respuesta que a su macroencuesta dio Álvaro Figueroa y Torres (Conde de Romanones y autor de Biología de los partidos políticos, 1882), hablaba de los caciques como “microbios”. La diferencia entre “las dos Españas” era entre la España “viva” y la moribunda que la subyugaba evitando su ingreso en “el régimen fisiológico de los pueblos sanos de nuestro continente” 254. Las metáforas anteriores se comprenden dentro de un conjunto de redes de significación que conforman la estructura mental de los europeos del fin de siglo. El elitismo era una forma de categorización de la realidad totalmente arraigado. También lo era el recurso a las imágenes de la vida, la juventud, o la biología. Igualmente lo es la solución ofrecida, basada en una renovación de la ideología política que había de organizar a las naciones. Costa la llama “neoliberalismo”, y alude al self-government como su principal característica255. Costa vincula también la solución a la europeización de España: “Europa nos invade de todos lados; y fatalmente, necesariamente, con o contra su voluntad, los españoles se harán europeos, porque no puede ser otra cosa”256. Uno de sus trabajos más importantes es Reconstitución y europeización de España (1900), un libro cuya trascendencia en Ortega se aprecia en sus apelaciones constantes a europeizar a su nación, y que reconoció públicamente al decir en 1910 que dicho libro “ha orientado durante doce años nuestra voluntad”257. 250 COSTA, Joaquín: Oligarquía y caciquismo…, pp. 65-67 y 110. 251 Ibid., pp. 169 y 187. 252 Ibid., p. 116. 253 JENNINGS, Jeremy: Revolution and Republic: a History of Political Thought in France since the Eighteenth Century, Oxford, Oxford University Press, 2011, p. 369. 254 COSTA, Joaquín: Oligarquía y caciquismo…, pp. 66, 80, y 110-113. 255 Ibid., pp. 104 y 107. 256 Ibid., p. 205. 257 ORTEGA Y GASSET, José: “La pedagogía social…, p. 102. La idea de nación en el joven Ortega 98 Para entender el concepto de europeización costista se ha de partir de que asumía, como hombre del siglo XIX, una filosofía de la historia de corte positivista, que creía en la existencia de varios estadios evolutivos que estaban fuertemente jerarquizados. España se había quedado en la Edad Media, y por ello en la barbarie, frente a los pueblos civilizados que dirigían Europa. Desde una perspectiva eurocentrista, Oligarquía y caciquismo está lleno de oposiciones entre Europa y África (a veces también Asia) que se vinculan a la oposición entre civilización y barbarie. Existía la idea, muy propia del contexto, de que era imposible alcanzar el bien absoluto que suponía la civilización manteniéndose en un estado “africano” –que Ortega también rechazará en algunos artículos. Y para justificarlo aludía Costa al ejemplo de otros países, de entre los cuales China es un paradigma por oposición a Japón. China había sido dominada por diversas potencias europeas durante el siglo XIX, habiéndose perdido su milenario imperio a partir de la imposición de los conocidos como Tratados Desiguales. La dinastía Quing tuvo que ceder ante británicos y otros europeos después de la Primera Guerra del Opio (1839-1842), cuando el Tratado de Nankín de 1842 fue el primero de una serie de acuerdos que humillaron al viejo imperio. Se cedieron territorios como Hong Kong o Kowllon y fue inevitable la consolidación de la explotación europea de enormes recursos. Por el contrario, Japón a la altura de 1901 era un país geográficamente asiático, pero culturalmente europeo, y gracias a eso era una potencia militar y económica admirada. La Restauración Meiji iniciada en 1868 fue la respuesta a la injerencia occidental, dada desde que el comodoro Perry al mando de la Armada estadounidense exigió un tratado de comercio en 1853. Japón no únicamente no perdió territorios, sino que ganó la hegemonía sobre Corea y el dominio directo de zonas como Taiwán tras vencer a China en 1895, y en 1905 humillaría a Rusia ganando la influencia sobre Manchukuo. Japón era una auténtica potencia porque, sin renunciar a su identidad, había sustituido al Shogún y la economía feudal por la Constitución de 1889 y la industrialización. China por el contrario no era más que una colonia, y la razón era según Costa que en vez de europeizarse se enseñoreó con su pasado dorado. El aragonés lo definía así: “la primera creyó a una buena madre: la segunda no, y tiene que creer a una mala madrastra”258. Los referentes epocalistas de Asia mostraban dos cosas. Primero, que Europa era sinónimo de éxito y civilización; y segundo, que Europa era una expresión cultural y no una realidad geográfica: Japón había sido europeizado, mientras que dentro del continente europeo existían estados bárbaros. Costa cita a Lord Salisbury –el mismo que justificó la conquista estadounidense de Cuba y Filipinas tras oponer a las “naciones vivas” y las “naciones moribundas” en su famoso discurso del Albert Hall de 1898– para hablar de las “Polonias en amago” que se veían en el viejo continente. Polonia era el clásico ejemplo de un país dominado, que durante siglos era objetivo de la codicia de sus vecinos y que, por incapacidad para desarrollarse como ellos, era constantemente ocupado. Según se expuso más arriba, Francia era un ejemplo opuesto, que ante la derrota ante Alemania en 1870 se “europeizó” en tanto que asumió la técnica y la ciencia germano-anglosajona. En este sentido, el aragonés era muy claro: “somos la China de Occidente, y nos hallamos en 258 COSTA, Joaquín: Oligarquía y caciquismo…, pp. 208 y 211. La idea de nación en el joven Ortega 99 el instante decisivo de nuestra historia”, únicamente salvable desde la imitación del referente nipón, esto es, lograr una “autoeuropeización”259. El otro regeneracionista que influyó en Ortega en un grado no despreciable, Ramiro de Maeztu, escribía también notas de admiración por la revolución Meiji. En 1896 comentaba la situación de los filipinos y veía como algo normal el que volvieran hacia el Imperio del Sol naciente su mirada. “Japoneses y filipinos pertenecen a la misma raza: la malaya: ¿Es inferior el pueblo que consigue en cincuenta años hacer propios los progresos que otros han alcanzado en treinta centurias?”260. Más adelante, hablaría de la moral del samurái como ejemplo para los españoles, en un sentido similar al que Millán Astray, fundador de la Legión Española en 1920, también emplearía, aunque fuera en su caso en un sentido estrictamente militar261. La oposición de Japón y China como referentes de nación para entender la experiencia española fueron por tanto entendidas desde la europeización. Cuestión que en la primera década del siglo XX igualmente viviría Turquía. Un país que, como España aunque en unos términos bastante distintos, pasaría tras la I Guerra Mundial y la revolución de Kemal Ataturk de ser un viejo imperio a constituirse en un Estado-nación. De esta manera entró en la modernidad, entendiendo por tal la organización de la política desde el modelo de la nación, y siendo Europa el ejemplo, significó un cambio de civilización. El caso de Turquía fue tan paradigmático que Huntington habló de “kemalismo” para definir, junto al rechazo a ultranza y el reformismo, una de las tres reacciones posibles ante la occidentalización de las sociedades no occidentales262. En el caso que estudiamos habría que hablar de europeización y no de occidentalización, dado que Estados Unidos no se veía todavía como referente. E indicar que es posible hacer la comparación debido, si no a la realidad de España, al menos a la autopercepción de sus intelectuales. El debate acerca de la europeización española parte en gran medida de la imagen creada durante la Ilustración y el siglo XIX del español como un país exótico, susceptible de ensoñaciones orientalistas263. La comparación de España con Japón es posible porque en el marco mental que tenían muchos regeneracionistas y noventayochitas, existían más similitudes entre estas dos naciones que entre la primera y Europa. Por otro lado, se ha de indicar que Ortega no escribió sobre Turquía –cuyo proceso de modernización fue posterior en el tiempo–, y tampoco fue admirador de Japón como 259 Idem. 260 MAEZTU, Ramiro de: “La inferioridad del indio”…, p. 99. 261 No solamente hubo europeos que admiraron a Japón y el código samurái como un ejemplo para la regeneración occidental. En 1900 Inazō Nitobe, japonés convertido al cristianismo, publicó su célebre libro Bushido: The Soul of Japan, en el que además de explicar a los occidentales el secreto del ethos nipón, trataba de mostrar su compatibilidad con el cristianismo. En este sentido, Millán Astray admiró desde la primera década del siglo XX el código bushido, y en 1941 tradujo la obra al catellano. Vid.: BEEVY LONSDALE, Allison: “Millán-Astray's Translation of Nitobe's Bushido: The Soul of Japan”, Meta: Journal des traducteurs = translators´journal, nº2, 2009, pp. 218-232. 262 HUNTINGTON, Samuel P.: El choque de civilizaciones…, pp. 92-93. 263 VARELA ORTEGA, José: “La mirada del otro. La imagen de España en el extranjero: introducción y esquema para la historia de un estereotipo”, en Antonio MORALES MOYA, Juan Pablo FUSI AIZPURÚA, y Andrés DE BLAS GUERRERO (Dirs.): Historia de la nación…, pp. 1089-1112, p. 1091. La idea de nación en el joven Ortega 100 Costa y Maeztu, aunque alguna vez se refirió al modelo nipón como ejemplo de un patriotismo nuevo basado en la renovación cultural264. Pero es importante traer a colación estos ejemplos porque permiten no únicamente conocer mejor a los dos regeneracionistas y por tanto indirectamente también a Ortega, sino que además muestran un esquema histórico compartido: Japón, Turquía y España pasaron de ser imperios a Estados-nación entre los siglos XIX y XX, aunque fuera con ritmos y características particulares. Los tres ejemplifican la oposición costiana y orteguiana que exponíamos al comenzar este epígrafe, entre el “necio patriotismo” que se adscribía al imperio fenecido, y el “patriotismo del dolor” que lo asumía y buscaba una modernización. 4.2.2. La Generación del 98 y el III Centenario del Quijote: entre Nietzsche y el casticismo Se ha visto que la generación se autoconstruye a partir de una experiencia compartida, y que esta se analiza a partir de un utillaje intelectual concreto. La generación de Ortega, la de 14, comparte con la del 98 la experiencia del Desastre, pero fue su perspectiva interpretativa la que las diferenció. Con todo, Ortega también es deudor de pensadores como Unamuno, y además no es posible entender el debate identitario en la España de comienzos del siglo XX sin hacer mención a los noventayochistas. En concreto, nos referiremos en este epígrafe a tres de ellos: Ángel Ganivet, Francisco Navarro Ledesma, y Miguel de Unamuno. Ramiro de Maeztu también es relevante, pero dado que se ha tenido en cuenta más arriba, no volverá a repetirse la exposición de su pensamiento. Sin embargo se ha de indicar que, si toda generación es problemática, mucho más lo es la del 98. Julián Marías no dudó en afirmar que la Generación del 98 es una “abstracción”, puesto que sus efectos se vieron en el pensamiento y la actitud vital de personas muy heterogéneas y de muchas edades265. Pero hay algunos puntos en común que permiten que podamos hablar de generación, aunque sea como un ideal-tipo que facilite el análisis. Para empezar, la cuestión del irracionalismo intelectual es un elemento importante. Si gran parte de los intelectuales del siglo XIX acudían a la historia positiva con objeto de encontrar en ella los orígenes del mal de España, muchos de los que vivieron el fin de siglo recurrieron a la nueva ciencia de moda: la psicología. Si el XIX es el siglo de la historia, cuando se impone como disciplina modelo en todas las Universidades y se emplea como medio de nacionalización, la crisis del positivismo dio lugar a una nueva autocomprensión del ser humano, en la que no se buscaba una lógica de sucesión de hechos, sino que se analizaban unos componentes psíquicos muchas veces en contradicción. Es un cambio de mentalidad que Schorske llamó pasar del “pensar con la historia” al “pensar sin la historia”266, y que dio lugar a los trabajos de Sigmund Freud – por ejemplo en 1895 publicó Estudios sobre la histeria y en 1899 el famoso La interpretación de los sueños– y sus discípulos. 264 ORTEGA Y GASSET, José: “Carta a Francisco Navarro Ledesma. Leipzig, 27 de agosto de 1905”, en José ORTEGA Y GASSET: Cartas de un joven…, pp. 658-669, p. 659. 265 MARÍAS, Julián: Ortega. Circunstancia y vocación…, p. 71. 266 SCHORSKE, Carl Emil.: Pensar con la historia: ensayos sobre la transición a la modernidad, Madrid, Taurus, (1998) 2001, p. 20. La idea de nación en el joven Ortega 101 Este medio de comprensión de la realidad tuvo su proyección en el nacionalismo, dado que se tradujo en un reforzamiento de la ideología Volkish. Una gran cantidad de autores nacionalistas trataron de buscar la clave de la psicología de sus respectivos pueblos, aunque en la práctica siguieran recurriendo a la historia dado que buscaban el momento en el que dicha psicología se habría desarrollado. En el caso de la Generación del 98 se ha hablado de un “nacionalismo literario”267, consistente en que para comprender la situación de España no se recurría al análisis de datos positivos, sino a una “meditación psicológica”268. Esta cuestión enlaza con un segundo factor que se ha considerado mucho tiempo definitorio de los noventayochistas, que es su método de actuación: aislado y no tendente a colaborar con los demás. Es decir, la definición de la existencia de una psicología enferma llevaría a los intelectuales españoles a desarrollar, como diría Nietzsche y por tanto también ellos en tanto que seguidores suyos en su mayoría, un “pathos de la distancia”269. Consiste esto en una autocomprensión que se deriva de la comparación con una masa considerada inferior, que en el caso de autores del 98 daría lugar no al intento de regenerarla, sino muchas veces, a la asunción de un auténtico “anarco- aristocratismo”270. No es ni mucho menos una cuestión particular de España, y ni siquiera derivada del Desastre nacional. Es de nuevo un elemento propio del Zeitgeist europeo del momento. Factores de todo tipo, que van desde el asombroso crecimiento de las ciudades hasta la popularización del arte y el ocio, hicieron que grandes grupos de la sociedad entraran en el centro de la vida pública, desplazando a los intelectuales. Estos reaccionaron construyendo el concepto de “masa” como algo despectivo, opuesto a la “élite” que ellos formaban271. No es que el elitismo fuera algo nuevo, aparecido en la Europa finisecular –Renan o Berthelot lo defendía, según se ha visto–, pero desde entonces se reforzaría como consecuencia de las nuevas condiciones culturales y materiales. Precisamente aquí encontramos uno de los puntos donde el concepto de generación del 98 comienza a hacer aguas. El supuesto aislacionismo no fue tal, o al menos lo rompieron diversas iniciativas. Destaca entre ellas la que protagonizaron Pío Baroja, José Martínez Ruiz Azorín y Ramiro de Maeztu –quien siendo denominado a la vez regeneracionista y noventayochista nos muestra también en este sentido lo difuso del término. Los tres tuvieron relación directa con Ortega y por ello es interesante una breve exposición de su iniciativa. En diciembre de 1901 conformaron el llamado “Grupo de los tres”, uno de los primeros intentos de creación de una falange de intelectuales. La revista La Escuela Moderna contaba en enero del año siguiente que “dos escritores jóvenes y talentados le expusieron la idea (a Maeztu), recientemente concebida, de fundar una Asociación con cuantos han demostrado su capacidad intelectual y sus deseos de cambio y mejora”. 267 SAZ, Ismael: España contra España…, p. 73. 268 CACHO VIU, Vicente: Los intelectuales y la política…, p. 112. 269 NIETZSCHE, Friedrich: La genealogía de la moral. Un escrito polémico, Madrid, Alianza Editorial, (1887) 2005, p. 161. 270 SAZ, Ismael: España contra España…, p. 77. 271 CAREY, John: Los intelectuales y las masas: orgullo y prejuicio de la intelectualidad literaria, 1880- 1930, Madrid, Siglo XXI, (1992) 2007, p. 19. La idea de nación en el joven Ortega 102 Deberían dejar de lado “las cuestiones metafísicas y centrarse en “la acción pedagógica” y la “política educativa, inteligente y honrada, inmune a toda clase de prejuicios”272. De este modo, no únicamente querían unir a las minorías directoras, sino que además asumían una regeneración nacional basada en la reforma pedagógica y no en la exposición de teorías nacionalistas. Con todo, el propio número de La Escuela Moderna reconocía la dificultad del proyecto, pues a su juicio era difícil en España la unión de intelectuales de diversas tendencias sin la tentación de caer bajo una politización que destruyera sus objetivos. Se quedó por tanto en un grupo de tres personas, con algunas actuaciones esporádicas pero de contenido interesante de analizar. En un artículo Azorín, exponía algunas de las ideas fuerza del grupo, diciendo para empezar que su unión se comprendía dentro de un contexto donde en “Nirvania” –se entiende, España, de la que habla irónicamente– “todos los habitantes se sintieron tocados de un grande y ferviente deseo de regeneración nacional. ¡Regeneración nacional!”; y viendo que todos contribuían a la causa, él y sus dos compañeros se dijeron: “vamos nosotros, ante este caso, a iniciar una serie de protestas concretas, definidas, prácticas; y vamos a intentar que bajen ya a la realidad, que al fin encarnen, las bellas generalizaciones de monografías y discursos”273. Por esto la primera de sus iniciativas fue un “meeting de protesta contra la tolerancia del juego en Málaga y otras capitales”274. Por lo tanto, para el Grupo de los tres había que huir de lo abstracto y metafísico en dos sentidos: el de la teoría, y el de la acción política: partían de una concepción “científica” de la nación y la proyectaban en acciones concretas y reales. Ortega será heredero de todo este “imperativo de realidad”, como a veces lo llamó, y por tanto la conexión de estos miembros de la Generación del 98 no fue tan ajena a su modo de actuación y comprensión de España. En este sentido, conviene recordar que 1902 no es únicamente el año en el que el Grupo de los tres comenzó sus andanzas, sino también en el que Ortega conoció a Maeztu y comenzó el influjo mutuo. Sin embargo, el joven madrileño asumiría la concepción del noventayochismo que pasó después a la memoria colectiva, la de la misma como un conjunto de individuos aislados. Ciertamente el Grupo de los tres fue un fracaso, si es cierto como decía el artículo de La Escuela Moderna que su objetivo era integrar a los demás intelectuales275; y esto es algo que Ortega trataría de solventar en el futuro, puesto que su concepción práctica de la nación, el afán de nacionalización, pasaba por la vertebración del núcleo de la misma, los intelectuales. Por otro lado, la Generación del 98 tiene otra dimensión, más relevante por su trascendencia, que es la que compone el ya mencionado “nacionalismo literario”. De nuevo 1902 es una fecha clave, puesto que es el año en el que aparecieron varias de las 272 “Asociación en proyecto”, La Escuela Moderna. Revista pedagógica hispano-americana, nº1, enero de 1902, pp. 68-69, p.68. 273 AZORÍN: “La protesta”, El Correo Español, 7 de febrero de 1902. 274 “El juego en Málaga”, La Época, 9 de febrero de 1902. 275 González Cuevas señala que el Grupo de los Tres trató de integrar a personajes tan dispares como el federalista Francisco Pi y Margall, el republicano Nicolás Salmerón, y el conservador Antonio Maura. También les apoyó el general regeneracionista Camilo G. de Polavieja, quien erigió una estatua para los combatientes de Cuba y Filipinas tras una iniciativa suya. Pero el grupo duró poco, y algunos como Miguel de Unamuno o José María Salaverría desde el principio los vieron poco plausible. Vid.: GONZÁLEZ CUEVAS, Pedro Carlos: Maeztu: biografía…, pp. 104-105. La idea de nación en el joven Ortega 103 obras más representativas del movimiento, y por ello para algunos investigadores el verdadero punto de referencia para comprender a la generación. En efecto, además de Oligarquía y caciquismo de Costa, se publicaron Camino de perfección de Pío Baroja, La Voluntad de Azorín, En torno al casticismo, Paisajes y Amor y pedagogía de Unamuno, Sonata de otoño de Valle Inclán, y Cañas y barro de Blasco Ibáñez276. Aunque sea de forma indirecta, estos libros tratan la cuestión nacional, y la mayoría coinciden en evidenciar la crisis del racionalismo europeo adscribiéndose al voluntarismo de Schopenhauer y al irracionalismo de Nietzsche. Ortega tendrá a lo largo de su vida un diálogo fructífero con Baroja, Unamuno y Azorín, pero en estos años no les seguía del todo. De esta manera, en 1905 era muy claro con su amigo Francisco Navarro, criticando ampliamente al autor de La Voluntad en una carta no enviada pero cuyos argumentos repetiría poco después. Desde su nietzsceheanismo, Ortega oponía acción y falsa moralidad –aduciendo que, según señalaba el pensador alemán, la moral por ser relativa se podía construir de diversas maneras–, diciendo que “en los momentos de acutización de patriotismo que a solas conmigo paso, lo que más me azora –créalo– es la convicción de que soy hijo de una raza de defraudadores”. Hablaba de que Don Quijote solamente podía ser hijo de una “raza de embusteros” dado que, como el hidalgo de la Mancha, “hemos llegado a creer en las mentiras en que entreteníamos nuestros ocios de hidalgos”. Frente a esto apelaba Ortega a impulsar una moral capaz de regenerar la nación, y citaba a Azorín en dos ocasiones. Primero, porque veía en él –y también en Valle Inclán, Echegaray y Manuel Bueno, esto es, la generación de sus mayores–, el paradigma de la inmoralidad. Y segundo, porque citaba una conversación con el autor de La Voluntad en la que este, como en su novela, decía que “hay que dejarse llevar” por imposibilidad de hacer otra cosa. Frente a eso, Ortega proponía la acción, y además decía que Azorín era hipócrita porque él mismo había asumido la actitud que ahora parecía rechazar277. En este sentido, en la carta que sí envió a Navarro basándose en la anterior, decía que el libro más representativo para entender la situación de España se debería llamar Indigestiones de Juan Mentiras. La falsificación de la realidad, omnipresente por una u otra cuestión en las meditaciones de Ortega sobre España, en aquellos momentos la asumía con más fuerza por comparación con Alemania: en la carta explica detalladamente que lo más impresionante del país teutón era su veracidad, que se podía atisbar en ejemplos que iban desde la limpieza de las calles hasta la libertad de prensa278. Acerca de Baroja no comentaba nada en sus cartas previas a 1905, y de Unamuno tampoco demasiado. Los dos serán importantes en el futuro para entender la idea de nación orteguiana, especialmente el segundo. La ambivalencia con la que pareció tratar al autor de Vida de Don Quijote y Sancho (1905) desde los años diez aparece prefigurada en una carta donde comenta este libro. Afirma en ella que coincide con él en casi todas sus ideas, pero encuentra algunos fallos que le llevan a afirmar que “es la obra de un energúmeno” porque con su poca claridad ha hecho sobre el libro más “simpático” el 276 FUSI AIZPURÚA, Juan Pablo: “La cultura”…, p. 538. 277 ORTEGA Y GASSET, José: “Carta a Francisco Navarro Ledesma. Leipzig, 2 de agosto de 1905”, en José ORTEGA Y GASSET: Cartas de un joven…, pp. 627-637, pp. 632-635. 278 ORTEGA Y GASSET, José: “Carta a Francisco Navarro Ledesma. Leipzig, 4 de agosto de 1905”…, pp. 645-646. La idea de nación en el joven Ortega 104 “libro más antipático y repelente de la tierra”. Le compara a Renan y Taine porque, según afirma, ellos también escribieron cosas valientes pero sin gritar “ni hacer en público sus necesidades”279. En esta epístola Ortega hacía mención a un libro centrado en la reflexión sobre Don Quijote, y reconocía que él mismo había escrito un pequeño texto que no llegó a publicar (“El manifiesto de Marcela”, 1905). Las dos publicaciones se comprenden desde un acontecimiento histórico que se produjo en 1905: el III Centenario de la publicación de El Quijote de Cervantes. Se trata de un acontecimiento que influyó en Ortega no únicamente porque su celebración partiera de la red intelectual en la que se movía, sino todavía más, porque la iniciativa emanó de su red familiar. Tal y como confesaba una reseña, “En las columnas de El Imparcial nació la idea de ese Centenario”. Mariano de Cavia, colaborador habitual, lo propuso a las “muchedumbres”, y tuvo gran acogida. Entre otros, por Antonio Maura –presidente de los Consejos de la Corona–, a quien le correspondió hacer llegar la iniciativa a la esfera política y lograr un decreto que lo formalizara280. Comentando el éxito del acontecimiento, Francisco de P. Flaquer escribía que “todas las clases sociales han tomado parte en el homenaje a Cervantes; todos a porfía, sin distinción política, se han asociado a las fiestas”; y exponía a continuación una muestra de los sectores que tomaron parte: desde el Ateneo y las Universidades, hasta el Instituto de San Isidro y el Centro Instructivo del Obrero, pasando por la Escuela Normal Central de Maestras o la Iglesia católica281. El propio Ortega Munilla participó con una conferencia en el Ateneo, que no se ha conservado pero que estimuló a su hijo para escribir sobre el tema282. No fue una celebración simplemente literaria, sino que tuvo proyecciones políticas importantes que se entienden desde el proceso de nacionalización iniciado en el siglo anterior. El nacionalismo Volkish desarrollado en Alemania durante el siglo XIX de la mano de autores como Johan G. Fichte o Friedrich Schlegel estableció la existencia de una relación directa entre la lengua y la nación, y consecuentemente también con la literatura en tanto que expresión cultural de la segunda. Si a esto se añade la difusión del pensamiento irracional y del psicologismo se comprenderá la importancia que asumieron –como había ocurrido ya en el XIX– los arquetipos literarios en tanto que expresión del ethos de un pueblo. Una gran cantidad de pensadores trataron de encontrar los problemas de España rastreando en las principales obras del arte y la literatura que se habían creado. Muchos de los que se han mencionado más arriba –como Unamuno, Maeztu, Navarro Ledesma, y por su puesto Ortega– compartieron el interés por el estudio de figuras como la del ingenioso hidalgo manchego. Según José Montero, en este proceso tuvo mucho que ver la experiencia del 98, pues “supuso una nueva «canonización» de Don Quijote” que provocó la “adhesión unánime de quienes vieron en él un paradigma de la regeneración 279 ORTEGA Y GASSET, José: “Carta a Francisco Navarro Ledesma. Leipzig, 18 de abril de 1905”, en José ORTEGA Y GASSET: Cartas de un joven…, pp. 591-593, p.592. 280 “Los lunes en el Centenario”, El Imparcial, 1 de abril de 1905. 281 FLAQUER, Francisco de P.: “Crónica del Centenario”, El Álbum Ibero-Americano, nº 18, 14 de mayo de 1905, p. 206. 282 Así lo indica en una carta que le mandó desde Alemania. Vid.: ORTEGA Y GASSET, José: “Carta a sus padres. Leipzig, 28 de abril de 1905”, en José ORTEGA Y GASSET: Cartas de un joven español…, pp. 134-142, p. 137. La idea de nación en el joven Ortega 105 nacional”. Personajes dispares y de diversas generaciones tuvieron en esta exégesis su “centro de convergencia”283. Lo interesante es que, aunque mantuvieron el significante, cambiaron los significados atribuidos, de suerte que es posible encontrar tantas visiones del Quijote como ideas de nación y de España. Un ejemplo lo vemos en relación con la religión, centro de disputas en torno a la identidad nacional española durante la época que nos ocupa. Por un lado, los defensores de la identificación de la nación española con un ethos católico vieron en Cervantes un referente de su modelo conservador. Así, con motivo del festejo, el Obispo de Madrid- Alcalá Victoriano Guisasola afirmó que todas las corrientes ideológicas se disputaban la obra, pero que no había duda: “Cervantes no es de esta o aquella escuela, es de España, de la España católica y castiza; Cervantes es de nuestra Santa Madre Iglesia”284. Por el contrario, Cervantes y el Quijote eran contemplados como paradigma de una idea laica de nación –sustentada en la lengua, la cultura, o filosofías distintas del catolicismo– por otros personajes. Por ello, se preguntaba un periódico tradicionalista: “¿Quién nos iba a decir a nosotros que ahora, con ocasión del centenario de Cervantes, iban los anticlericales a aprovechar el Quijote para atacar y maldecir la historia española del siglo de oro?”285. Este era el caso de Navarro Ledesma, según otro periódico conservador. El Siglo Futuro no dudó en llamarle “cervantifobo manifiesto” con ocasión de un discurso del 11 de mayo en Alcalá: este estuvo “lleno de rudos ataques a la Religión y a la Moral católicas”, presentando al escritor como un “escritor racionalista, enemigo de Dios y de la Iglesia” en medio de una sociedad de frailes y monjas ignorantes. Según el cronista, también arremetió contra Santa Teresa y San Ignacio de Loyola, dos grandes símbolos del esplendor de la España católica286. Esta disputa que giró sobre el significado de Cervantes y su relación con la construcción nacional se entiende también desde el contexto de 1905, cuando el conflicto entre la Iglesia y el Estado, y con ello entre las dos ideas de España, se fue afianzando hasta culminar en 1910. En este año el católico liberal José Canalejas, quien también participó en el ciclo de conferencias del Ateneo con la ponencia “El Quijote y el Derecho”, aprobaría la Ley del Candado, cerrando el paso a la creación de nuevas órdenes religiosas. Éstas habían proliferado en España desde que muchos de sus integrantes se exiliaran desde Francia, que en 1905 culminó el ya mencionado proceso de laicización de su Estado. En el transcurso de dicho conflicto también se habían enfrentado dos ideas de nación, que igualmente hicieron de símbolos como Juana de Arco (que sería canonizada en 1920), el centro de una disputa por el control de los imaginarios nacionales. Por su parte, la interpretación de Ortega en esta primera etapa está muy influida por el pensamiento de Nietzsche. Pero también, aunque pueda parecer contradictorio a primera vista, por un patriotismo etnicista que dentro del debate entre europeización y casticismo a veces parece inclinarse por el segundo. En gran medida, por influencia de su gran amigo 283 MONTERO REGUERA, José: Cervantismos de ayer y de hoy: capítulos de historia cultural hispánica, San Vicente del Raspeig, Publicaciones de la Universidad de Alicante, 2011, p. 121. 284 LÓPEZ CENTENO, B.: “El III Centenario del «Quijote»”, Revista católica de las cuestiones sociales, nº 125, mayo de 1905, pp.313-319, p. 313. 285 ENEAS: “Cargando bombas”, El Correo Español, 5 de junio de 1905. 286 MARÍN, V.: “El discurso de Navarro Ledesma”, El Siglo Futuro, 16 de mayo de 1905. La idea de nación en el joven Ortega 106 Navarro Ledesma, a quien consideró la persona que había estado más cerca del “corazón castizo de España”287. Diversas cartas del periodo lo evidencian, como una de septiembre de 1905 a su padre escrita precisamente a raíz de la muerte de Navarro, en lo que fue uno de los momentos más duros de la vida de Ortega. Dice en ella que “no creo que nunca haya España estado en tan apropiadas disposiciones para volver los ojos a sí misma, a lo castizo, única fragua de espadas duraderas”. Sigue lamentándose de la “pérdida absoluta del olfato étnico que es el resultado de una discontinuidad en la tradición”. Se refiere a la literatura, y dice que los representantes principales de ese “alma castiza” son dos personas que en aquella fecha ya habían fallecido: Francisco Navarro y Ángel Ganivet. A continuación expone, desde estos dos autores, cuál sería a su juicio el camino para alcanzar la “España sana”; un camino que puede sorprender a aquellos que únicamente conozcan al Ortega europeísta: “La «Europeización de España» es una burrada que solo se le ocurre a los horteras que se metieron a sociólogos y a un Alba (…). Lo que hace falta es la «españolización de España»”. Citando a Navarro Ledesma, Ortega apela a una “«guerra de independencia del pensamiento español» contra el protegido extranjerismo”. Añade además un comentario muy interesante al indicar que su viejo amigo había pensado en escribir un libro titulado “En qué consiste la inferioridad de los anglosajones”. Finalmente, pide a su padre Los trabajos de Pío Cid (1898) de Ángel Ganivet, lo que nos da una pista acerca de lo que podría entender Ortega por lo castizo español288. Esta epístola es de las que pueden ser de más ayuda para interpretar la idea de nación del joven Ortega. La referencia al libro que pensaba escribir Navarro es una referencia evidente a Edmond Demolins y su famosa obra A quoi tient la supériorité des ango- saxons (1897). Es una alusión que se comprende trascendiendo el debate entre casticismo y europeísmo, e introduciéndonos de nuevo en el marco europeo. Durante el siglo XIX, a la par que se fueron consolidando los Estados-nación europeos y americanos, se fueron creando diversas imágenes al calor de la expansión del concepto de raza. No desde un punto de vista biológico –aunque en ocasiones sí que lo fuera–, sino étnico, enlazando muchas veces dentro de la idea del Volkgeist con las concepciones de la lengua y la tradición como definitorias de una psicología nacional. En este marco se desarrolló la teoría de la existencia de dos razas o ámbitos raciales europeos: el anglosajón –o germánico, teutón– y el latino. Diversos factores llevaron a esta idea, como fueron la emergencia de Gran Bretaña y de las nuevas naciones alemana y estadounidense, al tiempo que decaían otras como Francia. De nuevo la guerra franco-prusiana de 1870 fue un acontecimiento clave al respecto, e igualmente las victorias anglosajonas en Fashoda y la crisis del Mapa color de rosa. Pero también, la expansión de la historiografía positivista de Leopold Ranke y otros autores –como el historiador y padre del sistema de la Restauración Antonio Cánovas en 287 ORTEGA Y GASSET, José: “Carta a sus padres. Leipzig, 25 de septiembre de 1905”, en José ORTEGA Y GASSET: Cartas de un joven español…, p.172, p. 172. 288 ORTEGA Y GASSET, José: “Carta a sus padres. Leipzig, 27 de septiembre de 1905”, en Ibid., pp. 173- 176, pp. 175-176. La idea de nación en el joven Ortega 107 el caso de España, y también de Hippolyte Taine– que organizaron la historia desde la oposición entre estos dos ámbitos culturales289. Como ocurre ante todo referente de nación “superior”, en un principio existieron intelectuales que admiraron el modelo triunfante –que para el contexto de Ortega incluye ya a Francia, en parte vista por él y otros autores como una nación germanizada– y quisieron imitarlo. Pero frente a la europeización, según se llamó muchas veces a la imitación de la Europa anglosajona y germana, se desarrolló también a comienzos del siglo XX un latinismo que reivindicaba la propia identidad de las naciones del sur. También a nivel filosófico ocurriría este proceso, del que Ortega tomaría parte activa en el futuro, y que en Iberoamérica dio lugar al llamado “pensamiento de la liberación”: después de imitar el modelo estadounidense se extendió la idea de que era menester pensar el Sur de América desde ese mismo Sur, y desarrollar unos valores que se consideraban propios frente a los del Norte. El “latinismo” o “hispanoamericanismo” de autores como el del uruguayo José Enrique Rodó en Ariel (1900) o el poeta Rubén Darío – a quien no casualmente cita Ortega con elogios en la carta expuesta más arriba, dado que publicó en El Imparcial una poesía en honor de Francisco Navarro– forman parte de este proceso histórico. La propuesta orteguiana, que dice seguir la de Navarro y Ganivet, de hacer una españolización del pensamiento español frente a la homogeneización europeísta, esto es, crear una moral y un pensamiento desde la propia circunstancia, es lo que define al pensamiento de la liberación. Este concepto es muy amplio –y no se ha de confundir con la teología de la liberación o con el pensamiento de Leopoldo Zea– y lo empleamos aquí en el sentido indicado al comenzar este párrafo. Es como todo pensamiento –concepto que excede al de la filosofía–, un marco cognitivo desde el que se analiza la realidad a partir de una perspectiva concreta, que en este caso es la que pretende emanar de una experiencia propia y no analizada desde el extranjero290. Desde aquí puede aventurarse que la conciliación que parece complicada entre el patriotismo nietzscheano y el patriotismo castizo de Ortega –este último por ser latinista habría de ser en esencia contrario al Norte– se puede entender desde el marco del pensamiento de la liberación. Es decir, la teoría de Nietzsche permite con su vitalismo y antiobjetivismo huir, primero, del positivismo con el que se identificó al norte de Europa; y segundo, de una visión uniforme del continente, dado que la Kinderland apela a la creación de valores desde la dimensión subjetiva. Para Ortega, esa realidad subjetiva es España y pretende que el pensamiento y la moral españolas no sean fruto de la imitación de lo que sería una verdad objetiva y válida para todos, sino de una creación propia, emanada de una casta adormecida pero con componentes vitales como el que refleja el mito de Don Quijote. En este sentido, Ganivet es como se ha visto en la última carta citada uno de los referentes que tendría en mente Ortega, y aunque no fuera así es necesaria una exposición 289 Sobre la creación de este imaginario, vid.: JIMÉNEZ TORRES, David: Ramiro de Maeztu and England. Imaginaries, Realities, and Repercussions of a Cultural Encounter, Woodbridge, Boydell & Brewer, 2016, pp. 28-33. 290 Sobre este concepto y asimismo la influencia de Ortega y sus discípulos en su desarrollo, vid.: GÓMEZ- MARTÍNEZ, José Luis: Pensamiento de la liberación: proyección de Ortega en Iberoamérica, Madrid, EGE Ediciones, 1995. La idea de nación en el joven Ortega 108 de su teoría de España porque fue un destacado intelectual del fin del siglo español. Ortega no pudo conocerlo, pues se suicidó en Riga en 1898. Pero sí leerlo, tal y como demuestran junto a las referencias epistolares los ejemplares conservados en el Archivo de la Fundación Ortega-Marañón. Además, según recuerda Jordi Gracia, Ortega leyó la correspondencia cruzada entre Ganivet y Navarro Ledesma, gracias a que este se la había prestado291. Cuantitativamente hablando, supuso una fuente importante, pues según dijera Navarro, fueron “las cartas que me escribió tan extensas, frecuentes y numerosas, que impresas, formarían seis o siete volúmenes”292. Pero también cualitativamente, por la importancia que tenían para desentrañar la maraña de los pensamientos ganivetianos. Francisco Navarro era consciente de la necesidad de que los españoles profundizaran en su pensamiento, y por ello impulsó a su muerte un homenaje en el Ateneo que, desde El Imparcial unos años después, se reconocería como un acontecimiento que “supo poner a plena luz el poco conocido imperio” del pensamiento del granadino293. En el mismo año del Desastre tenía fama Francisco Navarro de ser el mayor experto en el granadino, pues había penetrado en lo más profundo de su alma. Así lo indicaba en un prólogo al epistolario –escrito a partir del texto que leyó en el homenaje ateneísta–, donde se definía como “el amigo más íntimo de aquel grande hombre”, con quien había vivido en “estrechísima convivencia” e “íntima comunión”294. Así, un cronista decía que Francisco Navarro “le conocía íntimamente y ha venido asistiendo a la formación de aquella personalidad tan castiza y original”295. Él mismo, en un extenso artículo publicado en El Globo se refería a él como “mi hermano del alma” y “el hombre de inteligencia más elevada y comprensiva” que había conocido, y también se describía a sí mismo como “su amigo predilecto desde hace bastantes años y su confidente más íntimo”. Señalaba allí que la pérdida tenían que lamentarla “los buenos patriotas” además de los amantes de la literatura, dado que ensayistas como Ganivet eran los que “producen las regeneraciones de los pueblos”. Al propio ensayista lo definía como “Español por carácter y afición”, que supo conciliar esta virtud con la buena educación y tolerancia “que solo se adquiere en los países adelantados”296. Reconocía por tanto que, junto a la faceta de Ganivet como estudioso de la esencia española, existía la del mismo como regeneracionista que buscaba referentes extranjeros para llevar a cabo su obra297. Este es un elemento importante, que responde a una lógica que en Ortega aparecerá con ocasión de su viaje a Alemania: la de abandonar España por una cuestión de 291 GRACIA, Jordi: José Ortega y Gasset…, p. 34. 292 NAVARRO LEDESMA, Francisco: “Ganivet. Rasgos de su vida”, Los Lunes de El Imparcial, 30 de noviembre de 1903. 293 “Un ejemplo”, El Imparcial, 22 de septiembre de 1905. 294 NAVARRO LEDESMA, Francisco: “Prólogo”, en Ángel GANIVET: Epistolario. Prólogo de Francisco Navarro Ledesma, Madrid, Librería General de Victoriano Suárez, (1904) 1919, pp. 5-30, p. 9. 295 “Ángel Ganivet”, El Globo, 1 de diciembre de 1898. 296 NAVARRO LEDESMA, Francisco: “Ángel Ganivet y García”, El Globo, 5 de diciembre de 1898. 297 Otro ejemplo más de la existencia de una red intelectual en torno a Ganivet con la que contactó Ortega se ve en el homenaje que en 1903 Francisco Navarro, Unamuno, Maeztu y Azorín tributaron al granadino. También participó en ella, según El Globo, Ortega Gasset, quien puede ser el hermano mayor de José, Eduardo. Vid.: F.S.P.: “Homenaje a Ganivet”, El Globo, 30 de noviembre de 1903. La idea de nación en el joven Ortega 109 patriotismo –aunque también se añadieran consideraciones prácticas de carácter laboral, pues Ganviet vivió en Amberes, Helsingfors, Finlandia o Riga debido a su carrera consular–, desde la idea de que era necesario comprender el éxito de los países más adelantados. Escribía Francisco Navarro sobre Ganivet que “tan español era, tan castellano de raza y de solar”, que “no pudo vivir en España, en esta España derrotada, desfigurada y contrahecha”, de modo que “para mejor amar a la patria sin ventura, vivió lejos de ella”298. Se trata de una respuesta al “patriotismo del dolor”, que busca resolver los problemas nacionales desde referentes epocalistas. El hecho de que buscara referentes implica que asumía la existencia de diversos modelos de nación. Esto se aprecia en una carta de 1894, donde escribe a Francisco Navarro que “dos profundos errores han traído estos tiempos desastrosos”, que son “el deseo de unificar y centralizar; la creación de las grandes nacionalidades y la exaltación de la competencia”. Frente a ellos exaltaba la armonía y cercanía de las polis griegas, y decía que ante “las ideas de engrandecimiento nacional, de unificación, de asimilación”, había que oponer la de “individualismo radical” 299. En otra epístola del año anterior, Ganivet era más explícito en su postura anti-jacobina, diciendo que fue un gran error histórico “anular la acción preponderante individual y sustituirla por el poder anónimo, la soberanía nacional”. Su postura es muy acorde con la del elitismo finisecular, y no en vano cita a Henrik Ibsen en El enemigo del pueblo (1883): “estando compuesta de imbéciles la mayoría, la minoría es la que debe gobernar”. Sostiene en esta misiva el granadino que las grandes individualidades son las que hacen la historia, y que la homogeneización implantada en los Estados-nación no hace sino ahogarla. A su entender, implanta un “colectivismo” que se explica desde el mecanismo nietzscheano del resentimiento (aunque no cita a este autor): los individuos que no son nada llegan a sentirse algo gracias a convertirse en parte del “pueblo soberano”, bajo teorías como la de Rousseau que atribuyen a la “masa” un protagonismo histórico exagerado. Desde su individualismo, afirma que “lo más doloroso es que cada día escasean más los redentores” y que si las cosas siguen así, el “socialismo” se hará cargo de todo en el futuro300. El individualismo ganivetiano no se traduce en la defensa del anarquismo, sino de un “régimen federativo” en el que, frente al colectivismo, sería posible un “socialismo práctico”. No apostaba por la vuelta a la vieja división peninsular, pero sí por la ruptura de los vínculos artificiales que ahogaban la vida de las regiones: “¡Abajo, pues, esta centralización que convierte en ridiculez el pronvincianismo! Como el ideal de hoy es ensanchar la nación a costa de 298 NAVARO LEDESMA, Francisco: “Prólogo” …, p. 20. 299 GANIVET, Ángel: “Carta a Francisco Navarro Ledesma. 19 de febrero de 1894, en Ángel GANIVET: Epistolario…, pp. 227-238, p. 231. 300 GANIVET, Ángel: “Carta a Francisco Navarro Ledesma. 27 de noviembre de 1893, en Ibid., pp.184- 189, pp. 184-188. La idea de nación en el joven Ortega 110 Portugal o Marruecos, sea el ideal de mañana crear en cada ciudad la polis autónoma, donde los ciudadanos puedan vivir en familia”301. Se trata de una reflexión que recuerda mucho a las que hará Ortega, influido también por personajes como Maeztu o Azcárate que, al igual que Ganivet, llegaron a ver en el centralismo oficial de España la implantación de una idea artificial de la nación y, con ello, una rémora para su regeneración. Estas reflexiones acerca de la relación entre individuo y Estado forman parte de las discusiones abiertas en torno al regionalismo y la centralización en la España del momento, y conviene una breve aclaración al respecto. Erróneamente, muchas veces se ha vinculado la defensa del regionalismo en la España finisecular y de comienzos del siglo XX con la emergencia del catalanismo y otros nacionalismos periféricos – separatistas o no. Sin embargo, muchas culturas políticas, tanto conservadoras como liberales, defendieron el empoderamiento de las regiones como una vía de regeneración de España. Vieron en ellas, en palabras de Vicente Cacho302, una auténtica “moral colectiva”, una forma de cohesionar a los españoles a partir del cambio en la estructura estatal. Los autores liberales partieron de la base de que el individuo quedaba anulado dentro de la masa derivada de la centralización política, y defendieron diversas formas de autonomía. Esto tuvo dos consecuencias: una de interpretación histórica, al considerar que la Revolución francesa había fracasado al homogeneizar y centralizar el Estado (crítica que se hacía extensible a la España decimonónica que –especialmente desde la década Moderada de 1844 a 1854– imitó la estructuración gala)303. El otro efecto es de interpretación simbólica, dado que se creó un campo metafórico que identificó lo natural con lo regional, y lo artificial con la centralización. Al tratar a Gumersindo de Azcárate profundizaremos algo más en este aspecto tan importante para encuadrar a Ortega en la cultura política liberal española, pero volviendo con Ganivet y su idea de nación es necesario estudiar ahora otro aspecto. El motivo por el que es más conocido no es el de su defensa de la federación de las regiones de España, sino por su teoría acerca de la esencia nacional. Entre los libros que se conservan en la Fundación Ortega se encuentra una primera edición del texto más importante al respecto: Idearium español (1897), dedicada por el autor a José Ortega Munilla304. En este ensayo, el autor granadino describe diversas ideas 301 GANIVET, Ángel: “Carta a Francisco Navarro Ledesma. 19 de febrero de 1894, en Ibid., pp. 227-238, pp. 237-238. 302 CACHO VIU, Vicente: Repensar el 98…, p. 23. 303 No obstante, más que a la Revolución francesa, a lo que achaca Ganivet el problema es a la continuación que de la misma hizo Napoleón: “La revolución, siguiendo su curso natural, hubiese creado una forma de existencia política tan perfecta como la piel que cubre cada cuerpo humano, perfecta, no en sí, sino por acomodarse a la estructura”. Lo que ocurrió es que “Napoleón cortó como buen sastre un traje a la medida, que después ha servido de modelo para que nos vistamos todos”. Vid: GANIVET, Ángel: “Carta a Francisco Navarro Ledesma. 23 de agosto de 1894”, en Ángel GANIVET: Epistolario…, pp. 264-272, p.270. 304 GANIVET, Ángel: Idearium español, Granada, s.n., 1897. Se Trata de un ejemplar muy subrayado y con numerosas marcas. A pesar de haber sido dedicado a Ortega Munilla, podemos aventurar –aunque no asegurar– que fue su hijo el que llenó de señales el libro, ya que la letra se parece más a la suya. La idea de nación en el joven Ortega 111 que permiten integrarle dentro de los defensores del casticismo y la Europa mediterránea, a partir de un texto que apuesta por el individuo en dos sentidos: en tanto que le considera el cimiento de la nación, y porque pretende hacer una propedéutica de España a partir del estudio de su psicología. Siendo el XX el siglo de la psicología, también en las reflexiones sobre la nación y el nacionalismo esta disciplina tuvo su importancia. El desarrollo de la ciencia de la psique significó según Roland N. Stromberg el comienzo de una “era del espíritu” impulsada como reacción al positivismo, y esto enlazó con las teorías del nacionalismo seguidor de la noción del Volkgeist305. Gran parte de los autores regeneracionistas y noventayochistas asumieron de uno u otro modo esta concepción. En 1911, durante su época netamente neokantiana, Ortega criticará precisamente en Costa un único elemento: creer en “esas presuntas psicologías de los pueblos” que hicieron del aragonés un “símbolo del pensar romántico”306. Con todo, el propio filósofo en algunas ocasiones dio muestras de su voluntad de estudiar los rasgos del carácter español, desde una visión que en parte –por su individualismo metodológico y circunstancialidad– recuerda a Ganivet. En una carta a Navarro Ledesma, define Ganivet su idea de patriotismo: “la cantidad de medio que de pequeños nos hemos asimilado y que forma parte latente de nuestro ser físico y de casi todo nuestro ser psicológico”307. Dicho “ser psicológico” es el que en gran medida describe en el Idearium español. En concreto, vincula el carácter español con la existencia de unos parámetros de carácter que denomina “senequismo”, por ser Lucio Anneo Séneca el primero de los habitantes de Hispania que construyó un sistema filosófico a partir de ahí. Ganivet incorpora plenamente el paradigma de la Kulturnation en su concepción, en tanto que habla de un carácter étnico que le lleva a “españolizar” a un autor de la época romana, siguiendo así una actitud muy presente en gran parte de los nacionalismos: la imaginación de la historia de una comunidad naturalizando a los antepasados del espacio físico del Estado-nación acerca del que se escribe. Habla así el autor granadino de que “Séneca no es un español, hijo de España por azar: es español por esencia”308. El senequismo español se encuentra desde la perspectiva de Ganivet en todas las manifestaciones de la vida española, pues esta se sustentaría desde la existencia de un “eje diamantino” que en el centro de todo hombre le lleva a permanecer impasible ante la adversidad. Es su “constitución ideal” y “el elemento moral y en cierto modo religioso más profundo”, que conforma la ciencia, el arte, los proverbios, las máximas, e incluso el derecho de España. El senequismo es la justificación –evidentemente de raíces estoicas– de que el individualismo es la base del carácter de los españoles y, por ello, también de la de su regeneración. Considera Ganivet como Maeztu que existe un “individualismo 305 STROMBERG, Roland N.: Historia intelectual europea desde 1789, Madrid, Debate, (1975) 1995, p. 283. 306 ORTEGA Y GASSET, José: “Observaciones” (1911), en José ORTEGA Y GASSET: Obras completas. Tomo I…, pp. 405-409, pp. 407 y 409. 307 GANIVET, Ángel: “Carta a Francisco Navarro Ledesma. 21 de octubre de 1893, en Ángel GANIVET: Epistolario…, pp. 159-169, p. 162. 308 GANIVET, Ángel: Idearium español, seguido de El Porvenir de España, Barcelona, Biblioteca de Autores Andaluces, (1897) 2004, p. 6. La idea de nación en el joven Ortega 112 indisciplinado” que aboca a los españoles al fracaso, pero también un “individualismo interno y creador” que es el que hay que impulsar. Dentro del mito de las dos Europas, opta totalmente por la Mediterránea, hasta el punto de defender como punto básico en la creación del carácter español, la fuerza psicológica introducida por semitas y árabes309. Es necesario subrayar que en el ejemplar conservado en la Fundación Ortega las primeras páginas donde Ganivet expone su teoría del carácter español se encuentran muy marcadas. En lo que parece mostrar la intención por resaltar el punto central del ensayo, Ortega –padre o hijo– escribió “Senequismo” a lápiz para resaltarlas, y poco después de la mención al “eje diamantino”310, una interesante reflexión al margen: “¿No es esto una idea puramente mística? ¿No engendra esta fe un misticismo en círculo vicioso? ¿La gran meseta castellana después de la reconquista, no vive en perpetua exaltación mística?¿Su literatura no es una (ilegible) de místicos si se exceptúa la novela picaresca?311. Con esta anotación intuye el lector que Ganivet identifica el estoicismo y la mística, como dos dimensiones del carácter español. En las Cartas finlandesas (1898) desarrollaría el tema, hablando de la creación de un “misticismo” de la acción que sería fruto del cruce de los “africanos” con el cristianismo y que llevaría el senequismo a sus principales consecuencias históricas. A partir de esta interpretación, Ganivet se introducía en el debate sobre la ciencia española en unos términos contrarios a los que veremos en Ortega, pero algo similares a los de Unamuno: el carácter español no había dado lugar a científicos, pero sí a aventureros que en épocas de paz se recreaban con la sabiduría mística y el arte de los toros, y esto era tan digno como lo otro312. La anotación del libro conservado en la Fundación Ortega, fuera o no de Ortega hijo, avanza la idea de este cuando en su época neokantina se encuentra totalmente distanciado de la valoración ganivetiana y unamuniana de la mística. Más reveladora es en este sentido la interjección “Bah!” que escribe a lápiz al margen de una línea de Ganivet que también se encuentra en esta línea: “Nuestra «Summa» teológica y filosófica, está en nuestro Romancero”313. Pero es en Don Quijote donde ve Ganivet la encarnación del senequismo. Cervantes fue según él “el entendimiento que más hondo ha penetrado en el alma de nuestra nación”, y muestra en la dualidad entre el ingenioso hidalgo y su escudero Sancho la oposición entre la España real y la oficial. Así, frente a la experiencia como gobernador del segundo en la ínsula, describe la liberación de los galeotes protagonizada por Don Quijote como expresión de “la rebelión del espíritu español contra la justicia positiva”, esto es, del individualismo moral frente a la moral externa314. En la edición de Los trabajos de Pío Cid de la Fundación aparece también subrayado otro párrafo que expone la esencia 309 Ibid., pp. 6 y 131. 310 Este párrafo no únicamente resume el planteamiento ganivetiano, sino que precisamente por ello es el más conocido de la obra. Mucho después, Ramiro de Maeztu lo citará para introducir su propia definición de la esencia española. Vid.: MAEZTU, Ramiro de: Defensa de la Hispanidad, Madrid, Homo Legens, (1934) 2005, p. 37. 311 GANIVET, Angel: Idearium español (1897)…, p. 6 312 GANIVET, Ángel: “El carácter español”, El Globo, 5 de diciembre de 1898 (publicado póstumamente). 313 GANIVET, Ángel: Idearium español (1897)…, p. 22. 314 GANIVET, Ángel: Idearium español (2004)..., p. 51. La idea de nación en el joven Ortega 113 española en esta misma dirección: “lo único que hoy tenemos en España es ignorancia y orgullo”, y el segundo de estos dos principios es bueno y además necesario si se utiliza en “trabajar para que España se levante”315. Don Quijote es paradigma de este tipo de acción capaz de aprovechar el orgullo español, y a quien habría que imitar frente a la situación que diagnostica en España. Ganivet considera que existe una patología de la acción de los españoles que se explica desde su teoría individualista de la nación. Distanciándose en este caso de gran parte del nacionalismo Volkish, niega que pueda compararse a la sociedad con un organismo, señalando por el contrario que “la sociedad es solo una resultante de las fuerzas de sus individuos”, los cuáles a su vez combinan su “energía interna” con “las fuerzas exteriores absorbidas y asimiladas”. El problema español es que existe una “abulia colectiva”, porque lo único que es posible encontrar son “muchos enfermos de la voluntad”. No existe un ideal que una en una empresa común a los españoles y les permita extraer su potencia interna, dado que reinan “los intereses parciales” que “no se sintetizan en un interés común”. Esto coincide con descripciones como las de Azorín, pero también con las que hará Ortega durante algunos momentos de su labor periodística y filosófica. Igualmente, hay un aspecto de la patología de la voluntad que asumirá el filósofo madrileño: Ganivet dice que “el origen de nuestra decadencia y actual postración se halla en nuestro exceso de acción, en haber acometido empresas enormemente desproporcionadas con nuestro poder”. La abulia nacional es compatible con esta situación –el exceso de acción que en 1915 Ortega verá reflejado en El Escorial, y que el granadino encuentra en la expansión por América– porque se refiere a un esfuerzo por el esfuerzo, sin ideal que lo nutra316. En el libro que perteneció a los Ortega, está marcada la interpretación de la historia de España que se deriva de esta visión. Escribió el granadino que “España, como nación, no ha podido crear un ambiente común y regulador, porque sus mayores y mejores energías se han gastado en empresas heroicas”317. El esfuerzo por el esfuerzo habría sido una de las causas de la decadencia de España, y además esto habría sido generado por la situación particular de Castilla. Las reflexiones de la Generación del 98 se caracterizaron por el castellanismo, por una meditación sobre el papel histórico de este viejo reino y su identificación con la esencia de España a través del mito318. Pero Ganivet nos ofrece una visión ambigua, dado que si bien exalta a Don Quijote y valores asociados a Castilla como la austeridad –aunque él, con su senequismo, los derive más bien de Andalucía–, al mismo tiempo identifica la actuación histórica de los castellanos con la perversión del individualismo español al convertirlo en un esfuerzo sin ideal. Pero no únicamente critica el carácter de los castellanos, sino la relación que estableció su reino con el de los demás peninsulares, puesto que generaría durante la Edad Media una estructura cuyas deficiencias se harían notar con el paso del tiempo. Así, el libro que pudo leer Ortega tiene marcado un párrafo donde Ganivet, mientras se prepara para hablar 315 GANIVET, Ángel: Los trabajos del infatigable creador Pío Cid, Madrid, Rivadeneyra, 1898, p.195. 316 GANIVET, Ángel: Idearium español… (2004), pp. 118-124. 317 GANIVET, Ángel: Idearium español… (1897), p. 75. 318 VARELA, Javier: “Crisis de la conciencia nacional en torno al 98”, en Antonio MORALES MOYA, Juan Pablo FUSI AIZPURÚA, y Andrés DE BLAS GUERRERO: Historia de la nación…, pp. 543-562, p. 547. La idea de nación en el joven Ortega 114 ampliamente acerca de la conquista y la colonización, reflexiona sobre la ruptura del balance de poder entre los reinos peninsulares, cuando en mitad de la Reconquista Portugal y la Corona de Aragón vieron que “la preponderancia futura de Castilla era un amago contra la independencia de los demás” y por ello nació en ellas el deseo de contrarrestar el poder territorial castellano con el de ultramar319. Durante los años diez y veinte, y con España invertebrada (1922) como culmen, Ortega desarrollará algunas ideas que en parte se parecen a éstas, por lo menos en tres sentidos. Primero, el de atribuir al protagonismo de Castilla y su esfuerzo excesivo la causa de la débil nacionalización. Segundo, el reflexionar sobre el papel de la política exterior –castellana y de los demás reinos– como explicación de la nacionalización de un territorio. Y tercero, aunque sea en un sentido diferente de Ganivet, como él reflexiona sobre el equilibrio de poderes y la necesidad de que, frente a una tendencia particularista que también considere innata, se establezca un balance entre ellos. Volviendo a la crítica del esfuerzo sin sentido, es una concepción que sería resumida en 1903 por Unamuno cuando, en un homenaje dedicado a Ganivet, hizo una comparación entre el autor del Pío Cid y don Quijote. Afirmó entonces que “fue, como buen español, un realista, pero realista completo, con realismo idealista”. Identificándose con él, dice que “mi realismo es sanchopanzesco, y solo de él, de este realismo ingenuo y de primera mano, premetafísico, puede uno ascender al idealismo quijotesco” de la filosofía. “Pío Cid tenía raíces sanchopancescas y flores quijotescas”. De esta suerte Unamuno se distanciaba, junto con Ganivet, del cientificismo y lo abstracto, apelando a entrar en “las entrañas del pueblo mismo” como había hecho el alter ego de Pío Cid con su interpretación de España320. Esto nos muestra su visión de la idea de nación ganivetiana, pero también avanza la de Unamuno y su sentimiento trágico de la vida de los pueblos. El propio Ganivet lo había expuesto en el libro que Ortega pidió a su padre desde Alemania, y cuyo ejemplar conservado en la Fundación tiene marcado y subrayado un párrafo que lo sintetiza en la máxima “Idealismo y fuerza”, indicando que habría de ser este el lema de la juventud porque apelaba a compatibilizar los “vínculos comunes” con la acción de cada uno, y que al mismo tiempo emanaba de “la tradición intelectual que a todos nos ha amamantado”. Esto es, individualismo y senequismo son propuestos como programa de regeneración321. Los investigadores orteguianos no suelen incidir en Ganivet, pero las ideas expuestas más arriba las tenía presentes el joven madrileño durante su etapa formativa. Al respecto existe una carta muy interesante de 1905 (que ya se ha citado) donde aparecen cruzados algunos de los nombres más importantes que hemos visto hasta aquí: Maeztu, Ganivet y Navarro Ledesma. Ortega escribe a este último exponiendo una idea de nación que opone verdad y mentira: “creo que los españoles tenemos so pena de muerte que remoralizarnos”, y denuncia que frente a esta situación se padece una “atmósfera falsificadora” cuyos principales creadores son “los intelectuales que se creen más puros y más heroicos que los demás”. A continuación cuenta una anécdota: 319 GANIVET, Ángel: Idearium español… (1897)…, p. 38. 320 UNAMUNO, Miguel de: “Ganivet filósofo”, Los Lunes de El Imparcial, 30 de noviembre de 1905. 321 GANIVET, Ángel: Los trabajos del infatigable…, p.210. La idea de nación en el joven Ortega 115 “Maeztu y yo presentamos a discusión en el Ateneo –primera majadería mía– el asunto de la influencia extranjera –segunda ridiculez. Yo –sin embargo– iba a hablarle con franqueza. Pongo, como ejemplo, el caso de Ganivet. Se levanta V. querido Paco, y empieza por decir que en Ganivet no han influido los extranjeros. Y, sin embargo, a V. le constaba y le consta que no es así: que Ganivet se ha infiltrado muchas cosas inglesas y alemanas; que el Ideario como factura de libro está aprendido en los libros alemanes de fin y principio de siglo; que las ideas capitales del mismo libro son inglesas y francesas; que hasta con excesiva buena fe, había incorporado el psicologismo ribotesco, etc., y bastantes cosas de Barrès. Claro que del Ateneo solo se pueden esperar ridiculeces sin más consecuencias”322. Varios aspectos son reveladores de la actitud orteguiana: primero, el ya señalado desdén de Ortega por los intelectuales de su época, del que pocos como Maeztu podría salvar. Segundo, que era conocedor del Idearium español, pues estaba en condiciones incluso de reconocer sus fuentes. Como no podía ser de otra manera en el contexto español, son europeas por vía francesa, concretamente de Theodule Ribot, profesor de la Sorbona que defendía una psicología de bases fisiológicas, opuesta totalmente al idealismo que Ortega desde 1905 desarrollaría; y Maurice Barrès, quien también influirá en el madrileño. Y por último, aunque no conocemos por desgracia el contenido de la discusión del Ateneo, en estas fechas la interpretación que tenía Ortega de Ganivet ya podía ser algo ambigua, puesto que si bien en una misiva del mismo año hablaba de él con elogios, en esta existe algo de distanciamiento. Este cambio en favor del idealismo neokantiano que se estaba desarrollando desde la estancia de Ortega en Alemania en 1905 será evidente en 1908, en un artículo de Faro (8 de agosto) que conviene traer a colación –aunque esto suponga un adelanto del capítulo siguiente de la tesis– porque sirve por su contenido como nexo de todos los aspectos comentados en los párrafos anteriores. Polemizando con Maeztu, y sosteniendo que España tiene una enfermedad de origen intelectual, afirma: “Ganivet –del cual tengo una opinión muy distinta de la común entre los jóvenes, pero que me callo por no desentonar inútilmente– leyó un librito muy malo por cierto, de Th. Ribot, a la moda entonces, se entusiasmó y soltó la especie de la abulia española. Ahora bien: de abulia no cabe hablar sino cuando se ha demostrado la normalidad de las funciones representativas. Un pueblo que no es inteligente no tiene ocasión de ser abúlico”323. Aquí se evidencia otra vez que ciertamente Ortega se oponía a la psicología de los pueblos que fue tan propia de la Generación del 98. Pero además, en relación a Ganivet, muestra que al menos desde 1908 –y por los indicios de la carta de 1905, tal vez desde 322 ORTEGA Y GASSET, José: “Carta a Francisco Navarro Ledesma. 4 de agosto de 1905”…, pp.643- 644. 323 ORTEGA Y GASSET, José: “Algunas notas” (1908), en José ORTEGA Y GASSET: Obras completas. Tomo I…, pp. 198-292, p. 200. La idea de nación en el joven Ortega 116 entonces– se opone a una de las ideas clave del nacionalismo del granadino: según Ortega el origen de la decadencia española está en la inteligencia, en los intelectuales que han fracasado en la misión de vertebración de la sociedad. También hay que indicar de nuevo que este artículo de Faro nos presenta a Maeztu como un “otro interno” importante para Ortega, dado que en polémica con él expone estas ideas, del mismo modo que en 1905 las avanzaban al alimón en el Ateneo. La tesis de la abulia española es uno de los tropos más importantes dentro del Idearium español. Por tanto, Ortega, distanciándose de la tesis del libro, lo hace también del granadino. Una prueba más de que en 1905 la cercanía era mayor, es que en este año lo elogiaba de forma indirecta. En carta a Francisco Navarro se refiere al libro El ingenioso hidalgo Don Miguel de Cervantes Saavedra como “lo mejor que se ha publicado desde que murió Ganivet”324. Francisco Navarro Ledesma es otra persona que conviene tener presente para comprender el pensamiento del Ortega previo al viaje a Alemania. Aunque había nacido en 1869, fue un gran amigo suyo, y le impactó mucho su muerte en 1905. Fue periodista, archivero, catedrático de Literatura del Colegio de San Isidro, colaborador en ABC y Gedeón, y autor de la mencionada biografía de Cervantes325. Su labor parece haber quedado en un segundo plano, tal vez por su prematuro fallecimiento, pero a la altura de 1905 era percibido como uno de los principales intelectuales de España326. Con ocasión de su muerte, Ortega aseguró que escribiría una serie de artículos acerca de él, comenzando por uno sobre el “sentido histórico” dado que lo que le caracterizaba era el haberse acercado como nadie al “corazón castizo de España”327. Estos textos habrían sido muy interesantes para conocer la interpretación de Ortega, pero por desgracia únicamente redactó uno (“Canto a los muertos, a los deberes y a los ideales”, de 1906 y que analizaremos más abajo porque es más un reflejo del idealismo neokantiano que del casticismo). No obstante, es una evidencia más de que Navarro Ledesma influyó en su idea de España, dado que las reflexiones sobre lo castizo arriba expuestas son de los mismos días en los que Ortega establecía esta identificación con su amigo. El futuro filósofo pudo comenzar a leer a Francisco Navarro en 1901, año en el que están fechados dos libros conservados en la Biblioteca de la Fundación con dedicatoria a José Ortega Munilla: Nociones de gramática práctica de la lengua castellana y Lecturas literarias. Son textos que por su intencionalidad poco interesan para comprender las reflexiones sobre el ser de España, pero donde hay algunos indicios que al respecto son interesantes. En el primero de ellos dice que debe darse una gran importancia “al estudio 324 ORTEGA Y GASSET, José: “Carta a Francisco Navarro Ledesma. Leipzig, 16 de mayo de 1905”, en José ORTEGA Y GASSET: Cartas de un joven…, pp. 596-608, p. 602. 325 Una descripción de su biografía puede verse en El Imparcial con ocasión de su fallecimiento. Vid.: “Un ejemplo”… 326 Como muestra de ello se puede traer a colación la descripción de La Lectura, revista de ciencias y artes dirigida por Francisco Acebal en la que se citaba como figura de prestigio a Navarro Ledesma junto a Unamuno, Pardo Bazán, Posada o Buylla cuando justificó su recurso a “escritores de reconocida competencia”. Vid: “La Lectura”, en Almanaque Bailly-Baillere, o sea Pequeña enciclopedia popular de la vida práctica, Madrid, Bailly-Bailliere e hijos, 1905, s.p. 327 ORTEGA Y GASSET, José: “Carta a sus padres. Leipzig, 25 de septiembre de 1905”…, p. 172. La idea de nación en el joven Ortega 117 del idioma patrio, base de toda cultura nacional, según el sapientísimo dictamen de la conferencia convocada en Berlín en 1890 por el actual Emperador de Alemania”328. Con ello expone a la vez Francisco Navarro su planteamiento coincidente con el del nacionalismo literario del lenguaje castellano como base de la identidad nacional, y evidencia que Alemania es un referente de nación que tiene en mente. En cuanto al Ingenioso hidalgo don Miguel de Cervantes Saavedra, es un libro que Ortega no podría haber dejado de conocer porque se insertó en su red familiar. Navarro dedicó el libro a Ortega Munilla, al que llama “amparador generoso de todo esfuerzo intelectual”329, y además apareció como folletín en los prestigiosos “Lunes de El Imparcial”, dentro de una sección que se llamó “Los Lunes en el Centenario”330. Además es importante tener presente que Ortega conocía el libro desde los manuscritos que le fue enviando Francisco Navarro, y que en sus cartas no escatima elogios al mismo. Lo consideraba “admirable” y de lo mejor que se publicaría sobre “el hombre manteado eternamente por los eruditos españoles”331. Cuando ya estaba publicado, le confesó además que “he sentido una impresión hondísima leyendo el libro”332. Se trata de un libro biográfico, muy distinto de otros que se publicaron en torno al centenario como el de Unamuno, o de las reflexiones que había hecho Ganivet. La obra de Francisco Navarro no es de búsqueda del ser metafísico de España, sino de análisis de su principal figura literaria, dado que es un autor que “ha empleado toda su existencia en el estudio de la persona y de las obras del sublime glorificador del pensamiento y el habla españoles” 333. Lo cual no quiere decir que no tenga un carácter nacional, en tanto que forma parte del proceso de creación del mito cervantino que protagonizó la España de comienzos del siglo XX, y dentro de la que el tricentenario fue una pieza importante. Conviene al respecto tener presente que las efemérides y aniversarios han sido siempre para los nacionalismos un medio de creación de la memoria colectiva, de invención de la tradición334. Además el propio Francisco Navarro tuvo un papel importante en el 328 NAVARRO LEDESMA, Francisco: Nociones de gramática práctica de la lengua castellana, Madrid, Imprenta Moderna, 1901, p.7 329 NAVARRO LEDESMA, Francisco: El ingenioso hidalgo don Miguel de Cervantes Saavedra: sucesos de su vida, Madrid, Imprenta Alemana, 1905, s.p. 330 Francisco Navarro y Ortega Munilla pertenecían por tanto a la misma red intelectual, que incluía la participación en el Ateneo y El Imparcial. También se manifestó esta integración en actividades más particulares como el formar parte en 1905 de un tribunal destinado a premiar un trabajo sobre un tema del que José Ortega escribirá más adelante, el “valor educativo del Quijote en la escuela”. Vid.: “Premio desierto”, Diario oficial de avisos de Madrid, 29 de agosto de 1905. 331 ORTEGA Y GASSET, José: “Carta a Francisco Navarro Ledesma. Sin fecha”, en José ORTEGA Y GASSET: Cartas de un joven…, pp. 582-583, p. 582. 332 ORTEGA Y GASSET, José: “Carta a Francisco Navarro Ledesma. Leipzig, 5 de abril de 1905”, en José ORTEGA Y GASSET: Cartas de un joven…, p.590, p. 590. 333 “Los lunes en el Centenario”… 334 No únicamente las efemérides y aniversarios. También las acciones “litúrgicas” inspiradas en las prácticas religiosas se emplearon con objeto de crear una comunión nacional entre los asistentes a las mismas. En este sentido, durante el tricentenario Francisco Navarro participó en una “procesión cívica” en Alcalá de Henares, que comenzó en el Archivo y terminó ante la estatua de Cervantes en la Plaza que lleva su nombre, donde se hizo una ofrenda de seis coronas de laurel. Como en las procesiones religiosas, la que se hizo en honor a Cervantes iba escoltada por un piquete de la Guardia civil a caballo, estudiantes, bandas La idea de nación en el joven Ortega 118 tricentenario, coordinando un ciclo de conferencias como presidente de la Sección de Literatura del Ateneo335. Él ofreció dos ponencias, el 28 y el 30 de abril, que trazaron el perfil de la biografía de Cervantes. En la primera expuso su intención de honrar al ingenioso hidalgo, y avanzó su interpretación del mismo como antítesis de la decadencia de España que comenzaba en el siglo XVII: Don Quijote era inmortal porque gozaba de la vida “del ideal que toma carne” y “de la ficción que a la sangrante realidad se impone”336. Un ideal que consideraba válido para la España del siglo XX, según dijera ante los alumnos del Instituto de San Isidro en un concurso que formó parte de las celebraciones del tricentenario. Estos niños, “ara verdadera de la patria”, eran descritos por el cronista de El Imparcial como “piedras del cimiento del nuevo edificio patrio (…) que con sus últimas palabras acabó de abrillantar el maestro”, refiriendo así el papel nacionalizador que a través de la escuela tenía el estudio de la obra cervantina337. Volviendo a las conferencias, en la del 29 de abril hacía una apología del casticismo frente a la imitación del extranjero, diciendo que era menester venerar al ingenioso hidalgo para que “no vayamos a buscar a luengas tierras superhombres de trastrigo cuando tenemos al mayor de todos en casa”338. El libro de Cervantes permitía según Navarro comprender la causa de la decadencia de España, dado que había surgido la idea de escribirlo cuando, estando Cervantes en la cárcel de Sevilla, comprendió que toda la nación estaba sometida. “Para el pensar libre, toda España era ya cárcel”, porque fue al morir Felipe II y ascender Felipe III el momento en que “comenzaron a turbarse las conciencias y cuando la Iglesia, y más particularmente los frailes, principiaron, apoderándose de las casas, conquistando todos los castillos interiores” de suerte que Dios negó la ayuda “al individuo que en sí propio tiene fe, sin valerse de intermediarios ni correveidiles”. Frente a esto, Cervantes vería la necesidad de “las personalidades superiores, las individualidades poderosas, absorbentes, capaces de conducir a los hombres (…) y de guiar las ideas”; y también recordaría que los libros de caballerías eran tratados morales de conquistas interiores339. Esta descripción indica tres elementos interpretativos: primero, el de radicar la decadencia de España en la contrarreforma y el influjo de la Iglesia; segundo, la apelación al individualismo y la libertad interior; y tercero, una concepción elitista de la sociedad que apela a lo que Ortega llamará ejemplaridad como mecanismo de socialización. Como Ganivet, hablaba Navarro de la vida activa, pero también de la necesidad de equilibrarla musicales, representantes del ejército, el clero, la política y la industria Vid.: “El centenario en Alcalá de Henares”, La Época, 12 de mayo de 1905; “En Alcalá de Henares”, El Imparcial, 12 de mayo de 1905. 335 Ortega se refiere a este hecho al comienzo de una carta: ORTEGA Y GASSET, José: “Carta a Francisco Navarro Ledesma. Leipzig, 18 de abril de 1905”…, p. 591. En este ciclo de conferencias participaron personas que formaron parte de la red intelectual en la que se integró Ortega, como Benito Pérez Galdós, Gumersindo de Azcárate, José Ortega Munilla, Azorín, Pérez de Ayala…Vid. “Centenario del Quijote”, El Globo, 25 de abril de 1905. 336 “El Centenario del Quijote. En el Ateneo”, El Imparcial, 29 de abril de 1905. 337 “En el Instituto de San Isidro”, El Imparcial, 10 de mayo de 1905. 338 NAVARRO LEDESMA, Francisco: “Cómo se hizo el Quijote”, en El Ateneo de Madrid en el III Centenario de la publicación de El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha, Madrid, Imprenta de Bernardo Rodríguez, 1905, pp. 2-83, p.3. 339 Ibid., pp. 38-39. La idea de nación en el joven Ortega 119 parar que fuera fecunda. Retrataba el “divorcio pura y netamente español de la teoría y de la práctica, que nos conduce o a la utopía del caballero andante o a la rutina del panzudo escudero”. En este sentido, aprovechaba también su interpretación de la obra cervantina parar denunciar –condenando al racionalista Sansón Carrasco340– la convicción a la que “debemos el rebajamiento del carácter y de la intelectualidad en España”, que habrían formulado periodistas, gobernantes y oradores hasta haber “formado costra en millones de cerebros: que la teoría es una cosa y la práctica otra muy distinta”341. Don Quijote y Sancho ejemplificarían la solución, encarnando lo que Ortega definirá mucho más tarde como la acción basada en un correcto equilibrio entre ensimismamiento y alteración. Entrando de lleno en el libro, a lo largo del mismo repite estas mismas ideas y otras que conviene resaltar. El ingenioso hidalgo don Miguel de Cervantes Saavedra comienza de forma explícita estableciendo un vínculo entre el conocimiento de la obra cervantina y el patriotismo español: es bueno leer el libro (escribe dirigiéndose al lector en primera persona) “si te contentas con amar a Cervantes y a la patria”, y es su objetivo “avivar en tu ánimo el efecto que todo buen español debe sentir por el Ingenioso hidalgo Miguel de Cervantes Saavedra”342. Si nos centramos en el análisis de algunas de las expresiones que utiliza en su biografía, vemos que en algunas coincide con Ganivet. Así, establece una oposición entre acción y pasividad, que identifica no únicamente con el carácter personal, sino también con el desarrollo de la nación. Es revelador que describa a Cervantes como un hombre de acción, pero a la vez atribuyéndole cierta contemplación: “sus meditaciones fueron activas y afanosas (…). No se contaminó, en ningún respecto, del genio pasivo y quieto que engendró el misticismo estático y tras él la decadencia de España”.343 Misticismo que, se recordará, Ortega achacaba a la interpretación de Ganivet. En esta línea, Navarro opone a la acción meditativa la acción por la acción, que ve encarnada en la Armada Invencible, más que por su destrucción ante las costas inglesas en 1588, por la intención con que fue creada y cuyo nombre refleja: “Con toda verdad y precisión puede marcarse este por el primer día de la decadencia española. Ese petulante, ese fachendoso adjetivo, nos perdió” al “ir pregonando hazañas antes de emprenderlas”344. Al exponer más abajo las meditaciones de Ortega sobre El Escorial y el Quijote se verá que dará una importancia importante a la reflexión sobre la idea de “hazaña”, y asimismo que la soberbia es para él una de las fuentes de los males del carácter español. Otro punto que permite establecer una conexión entre la imagen transmitida por Francisco Navarro y la de Ángel Ganivet, es la relativa al senequismo del carácter español. Comentando la actitud de Juan de Cervantes, obispo, cardenal, y abuelo de Miguel, ve en ella lo que considera un elemento básico que reaparecerá en este a lo largo 340 Significativo es que Navarro Ledesma identifique a Don Quijote con Nietzsche, y vincule la locura de ambos al ideal, y a Sansón Carrasco con Mefistófeles y la “razón seca”, que se considera poseedora de la verdad absoluta y con su sentido práctico cae en la mediocridad antiheorica que distingue a Felipe II y Felipe III. En el fondo del análisis puede por tanto verse no únicamente la crisis nacional de España, sino también la crisis de la razón positivista y la necesidad de reformularla. Vid.: Ibid., pp.44 y 68-69. 341 Ibid., pp. 42 y 68. 342 NAVARRO LEDESMA, Francisco: El ingenioso hidalgo…, p. I. 343 Ibid., p. 110. 344 Ibid., p. 305. La idea de nación en el joven Ortega 120 de toda su vida: “el sustine y el abstine que gobiernan la vida española: los dos impulsos que aprovechaba Nuestro Padre Séneca, el Cordobés”345. Además de “españolizar” al filósofo estoico, es significativa su identificación con la paternidad de los españoles, puesto que aunque no insiste en este punto tanto como Ganivet, coincide en su definición del Volkgeist español. Siguiendo con la creación de los mitos, Navarro también españoliza a Cervantes en tanto que hace de él el primer creador de la épica española, aspecto que también es importante porque la asunción de un canon de literatura es básico en todo proyecto nacional, tal y como también evidenciaba la celebración del tricentenario y todo lo que lo rodeó. Escribe Navarro que “este concepto amado como un sentimiento íntimo, esta imaginaria y querida figura que llamamos España, nadie antes que Miguel se atrevió a hacerla andar y hablar. En la Numancia se resume y compendia con fuerza épica irresistible la eterna historia del heroísmo español” que es precedente de la de Gerona, Zaragoza y Bilbao346. Por otro lado, junto a Ganivet y Navarro Ledesma, es importante tener presente la interpretación de Unamuno, otro de los intelectuales cuya valía reconocía admitir Ortega. Nacido en 1864, se encuentra entre los integrantes de la Generación del 98 que formó parte de su red intelectual. Especialmente será importante como un “otro interno” en los años diez, pero también ahora influye en la idea de nación del joven filósofo. El pensamiento unamuniano es complejo y con varios giros a lo largo de su biografía, siendo entre ellos el más importante el de la crisis espiritual que vivió hacia 1897. A partir de ella comenzó a desarrollar un talante anticientificista que no es únicamente expresión de su situación existencial, sino también del antipositivismo finisecular. Si el gran tema de Ortega será el de reconciliar Razón y vida, el de Unamuno será el de mostrar la incompatibilidad entre ambas, y también aprovechó el III Centenario del Quijote para publicar en 1905 un libro escrito un año antes: Vida de Don Quijote y Sancho. Ortega lo conocía, como no podía ser de otra manera en un español que siguiera de cerca la producción cultural, y la actitud que refleja ante él es ambigua. En abril de 1905 le decía a Navarro Ledesma que “casi todas las ideas de dicha obra me parecen bien”, tanto que las incluía en “El manifiesto de Marcela” que él mismo había escrito. Pero al tiempo reconocía, según se avanzaba más arriba, que es “la obra de un energúmeno” que cometía dos grandes errores: el primero, “suponer que solo mueve al hombre el ansia de gloria al querer hacer algo más que lo vulgar”, y segundo, “el desconsiderar a Cervantes, cuando acaso no existirá otra obra (…) que sean más obra y carne y sangre de su autor que esta”347. Todavía más duro es en una carta a su padre, donde habla de Unamuno y “su molesto comentario al Quijote”. Como en la otra epístola, lo que critica es que la exégesis unamuniana hace del “ansia de gloria centro y eje de la vida”. Frente a ello, el joven Ortega habla de la certidumbre y el “anhelo infinito de verdad” como centros de la existencia, pero cuidándose de distinguir el alcance del conocimiento con el supuesto 345 Ibid., p. 13. 346 Ibid., p. 256. 347 ORTEGA Y GASSET, José: “Carta a Francisco Navarro Ledesma. 18 de abril de 1905”…, pp. 592-593. La idea de nación en el joven Ortega 121 descubrimiento de la realidad. Todavía es claro el influjo nietzscheano que le lleva a negar la posibilidad de la verdad absoluta y a vincular su obtención con la tiranía. Este habría sido el caso de España, donde tanto la ciencia como la religión se habrían convertido en una “sociedad anónima cuyos accionistas se llaman sacerdotes”348. Ortega plantea la existencia de un ideal –individual o colectivo– como motor de la vida, que en su relación con la meditación acerca del mito quijotesco le conduce a la interpretación de Navarro, es decir, a identificar la regeneración con lo que él considera un ideal anclado en la realidad. Se alejaba tanto del objetivismo cientificista como del objetivismo idealista, siguiendo la crítica que hizo del “misticismo español-clásico” en una carta enviada a Unamuno en 1904349. Ortega reconocía en una carta a sus padres de abril de 1905 que llevaba un tiempo meditando acerca del Quijote, y que estaba escribiendo algunas cosas acerca de él. Es un escrito muy interesante del que se desprende no solamente que recurriera al libro cervantino porque fuera el que estaba en mente de los escritores de aquel año, sino también por una cuestión individual. De la epístola se deduce que el texto que daría a conocer más tarde estaba motivado por su estado anímico, dado que establecía un vínculo entre sus emociones y la situación de España. Es decir, reconocía que necesitaba crearse a sí mismo un ideal, porque decía “sentir un ansia infinita, vital por buscar la verdad”. Pero ocurría que frente a su existencia encontraba dos problemas: el “escepticismo” y el “faquirismo”350. Se trata de dos reacciones a la crisis del positivismo finisecular, esto es, a la pérdida de la fe en una verdad común. Lo primero era según Ortega “la enfermedad de los españoles nuevos”, y lo identificaba con la “cobardía” porque consistía en rehuir la tarea de encontrar una nueva fe. El faquirismo era el nombre irónico que daba al individualismo, esto es, a la “manía de mirarse el ombligo” siguiendo la interpretación que muchos hacían del vitalismo nietzscheano como una apelación a crearse valores personales. El “ideal yoísta” también era un error, porque la “necesidad de salvación” no podía ser cubierta sin la sociedad351. Todavía en 1907 se expresaría en términos casi idénticos al decir que “el estado actual del alma española” era “el yoísmo”, castigo de “los pueblos sin ideas”352. En este sentido, Ortega no únicamente criticaba constantemente el individualismo, sino que también y achacaba a sus mayores que no hicieran nada al respecto. En una carta a Francisco Navarro le reprochaba que no quisiera aprovechar el Centenario para realizar una obra común, animándole a huir de la “religión del individualismo” y del “anarquismo intelectual” en favor del “apostolado” y la labor del “educador españolizante”353. A su parecer, la solución de la doble crisis –personal y nacional, indisolubles porque ya intuye 348 ORTEGA Y GASSET, José: “Carta a sus padres. Leipzig, 21 de mayo de 1905”, en José ORTEGA Y GASSET: Cartas de un joven español…, pp. 146-150, pp. 147-148. 349 ORTEGA Y GASSET, José: “Carta I. Madrid, 6 de enero de 1904”, en José ORTEGA Y GASSET, y Miguel de UNAMUNO: Epistolario completo…, pp. 29-32, p. 31. 350 ORTEGA Y GASSET, José: “Carta a sus padres. Leipzig, 28 de abril de 1905”…, pp. 135-142. 351 Ibid., pp. 140-141. 352 ORTEGA Y GASSET, José: “Carta a sus padres. Marburgo, 4 de julio de 1907”, en José ORTEGA Y GASSET: Cartas de un joven español…, pp. 277-280, p. 278. 353 ORTEGA Y GASSET, Jose: “Carta a Francisco Navarro Ledesma. Leipzig, 28 de mayo de 1905”, en Ibid., pp.609-620, pp. 617 y 619. La idea de nación en el joven Ortega 122 en esta época que la salvación individual va pareja de la social– se podía encontrar en el personaje creado por Cervantes: “el modelo es D. Quijote: fue bueno y fue caballero andante de Dulcinea; seamos buenos y seamos caballeros andantes de esta angustiada Dulcinea de nuestra Patria”354. En esta línea, y según se ha avanzado, el texto donde expuso su primera interpretación del aporte de Cervantes a la reflexión sobre la sociedad humana es “Ideología Quijotesca. El manifiesto de Marcela”. Es un texto que escribió en Leipizig el 24 de marzo, el primero que realizó por entero allí mismo, y que es importante tener presente ahora porque en él cristaliza el diálogo orteguiano con los autores que se han descrito. Contrapone con él el libro de Unamuno, y por esto es imprescindible una comparación entre ambos. Además en este artículo Ortega incluye referencias más o menos explícitas a las ideas fuerza de Ganivet y Navarro Ledesma, entre ellas la crítica a la acción por la acción, o la necesidad de equilibrar ideal y realidad; al tiempo que avanza en la noción de ejemplaridad y la meditación que desarrollará algunas décadas después en torno a la relación entre sexualidad y nación. Ortega emplea la obra cervantina para exponer una perspectiva acerca de la condición humana y social que parte de una dualidad. Pero esta vez, no es como en el caso de sus predecesores entre Don Quijote y Sancho, según él mismo hará en su libro de 1914, sino entre Crisóstomo y Marcela. La mayoría de los estudios que han hecho cervantistas de todo tipo acerca de este episodio han partido de la perspectiva de género, buscando en Cervantes a un defensor del feminismo. En este sentido, Raquel Serrano señala que algunos de ellos han visto en Marcela un símbolo de la crítica hacia el orden social establecido, mientras que otros han resaltado su capacidad para subvertir el rol atribuido a la mujer355. En el año 1905 encontramos un trabajo en esta línea, obra de la prestigiosa pedagoga y profesora del Instituto para la Enseñanza de la Mujer, María Carbonell (1852- 1926). Con ocasión del tricentenario ofreció en su Valencia natal una conferencia en la que hacía de Marcela un ejemplo frente a la violencia doméstica y los “crímenes pasionales”, mostrándola como una mujer fuerte que no logró ser conquistada por la violencia de los varones. La comparaba a las “Marcelas de nuestra ápoca”, que pagaban caramente su negativa a ser presa fácil de la “presunción masculina”356. El texto de Ortega, escrito en el mismo año y en el mismo contexto celebrativo, es muy distinto. A pesar de que compartía con María Carbonell, si bien no el formar parte de una misma red intelectual directa, sí el pertenecer a la misma cultura política liberal e institucionista; sus temas de reflexión son otros. El recurso a esta historia de amor le permitió exponer las nociones de aventura, autenticidad e ideal, acercándose de esta 354 ORTEGA Y GASSET, José: “Leipzig, 28 de abril de 1905”..., p. 141. 355 SERRANO GONZÁLEZ, Raquel: “La recepción de Marcela en The Comical History of Don Quixote”, en Emilio MARTÍNEZ MATA, y María FERNÁNDEZ FERREIRO: Actas selectas del VIII Congreso Internacional de la Asociación de Cervantistas, Oviedo, Fundación María Cristina Masaveu Peterson, 2014, pp. 815-824, p.815. 356 CARBONELL SÁNCHEZ, María: Las mujeres del Quijote: discurso leído por María Carbonell profesora de la Escuela Normal de Maestros y de la Institución para la Enseñanza de la Mujer, en la velada que celebró este último centro de enseñanza el día 7 de mayo de 1905 para conmemorar el tercer centenario de la publicación de la inmortal obra de Cervantes El Ingenioso hidalgo D. Quijote de la Mancha, Valencia, Imp. de Domenech y Taroncher, 1905, p. 7. La idea de nación en el joven Ortega 123 manera al tema principal de los trabajos del tricentenario: la identidad española y la regeneración nacional. Esta característica se comprende como consecuencia de un campo metafórico presente en los procesos de nacionalización de la edad contemporánea: la descripción de la comunidad a partir de las comparaciones entre género y nación. Tal y como escribe Xavier Andreu, “el nacionalismo imaginó y forjó naciones cuyo corazón estaba atravesado, desde el principio, por una diferenciación de género”, dado que “los nuevos discursos de género y de nación se articularon conjuntamente y se reforzaron el uno al otro”357. Desde hace dos décadas, los historiadores han venido tratando esta situación, tanto en sus dimensiones prácticas como en las simbólicas358. De la participación de Ortega en la primera faceta del proceso, es un ejemplo su creencia arriba señalada de que las mujeres tendían a identificarse con la nación católica. De su contribución al otro aspecto, es su meditación sobre el hecho nacional a través de metáforas que apelan a la diferencia entre los sexos, como en el caso que ahora nos ocupa y otros más que se verán a lo largo de esta tesis doctoral. Un elemento importante del cruce de discursos de género y nación se da con la identificación de la mujer y lo femenino con lo pasivo, y la del hombre y lo masculino con lo activo. Esto además conecta con el contexto de crisis del positivismo de finales del XIX, en cuyo marco se comprende el pensamiento orteguiano, ya que la pérdida de la fe en los valores racionalistas fue abordada por muchos autores a partir de una reflexión filosófica que ponía en primera línea el papel del varón. Se trata de un proceso que Harvey Mansfield llama “manly nihilism”, haciéndose eco de uno de los autores de cabecera del joven Ortega. Según este politólogo, la crisis de la razón implicó desde la perspectiva que Nietzsche abanderó –haciéndose eco del Zeitgeist de su época–, que se tomara conciencia de que “nothing else has meaning unless the man supplies it”. Este elemento básico del pensamiento nietzscheano engarza con el de la concepción de la masculinidad que, según Mansfield, ha estado en boga en Occidente desde la época homérica, todavía con gran fuerza a comienzos del siglo XX: la del hombre como un ser al que lo que le define es el valor de la asertividad. Esto es, ante el nihilismo, el hombre debía crear y defender sus propios ideales. Repasando la historia anglosajona, sostiene que este principio está detrás de toda suerte de autores, progresistas como Herbert Croly y William James, e imperialitas como Theodore Roosevelt, Rudyard Kipling, y Henry Rider Haggard359. Con ciertos matices, detrás de las reflexiones orteguianas sobre la sociedad y la nación a partir del campo metafórico de género, encontramos este sustrato intelectual. No obstante, Ortega no comienza su artículo introduciendo su teoría de los sexos, sino la relativa al ser humano en general. En base a ella, la vida auténtica se contempla en clave de aventura360, y por ello afirma que Don Quijote se interesó por la historia de la muerte de Cristóstomo y la suerte de Marcela cuando vio que el episodio encarnaba una proeza. 357 ANDREU MIRALLES, Xavier: “Presentación”, Ayer, nº106, 2017, pp. 13-19, p. 14. 358 Un balance historiográfico al respecto puede verse en: ANDREU MIRALLES, Xavier: “El género de las naciones. Un balance y cuatro propuestas”, en Ibid., pp. 21-46. 359 MANSFIELD, Harvey C.: Manliness, New Haven and London, Yale University Press, 2006, pp. 82-83. 360 La importancia de este concepto en la ética orteguiana se ve en la obra esencial de Pedro Cerezo, precisamente titulada La voluntad de aventura. La idea de nación en el joven Ortega 124 Sabía que “un hombre para quien todo en la vida es aventura es un grande hombre; para él cada rostro, cada palabra, cada rumor, es una ventana que se abre sobre lo maravilloso”. Dos grandes hombres que encarnan esta idea según el filósofo son Napoleón y Newton, pues el primero “siendo muchacho, soñó una vez con el 18 brumario, y el 18 brumario fue”, mientras que el segundo vio caer una manzana y convirtió este hecho en otra aventura361. Esto es, en la ética orteguiana el elemento clave no es el cumplimiento de un deber, sino lo que más tarde –después de que en su época neokantiana esta interpretación sea en parte matizada– llamará ilusión y, ahora también, incitación. En este sentido, si asumimos el paradigma del filósofo británico Michael Oakeshott, podemos distinguir dos ideales tipo en cuanto a la fundamentación del vínculo entre los seres humanos: la “societas” y la “universitas”, siendo la primera aquella en la que el vínculo entre los seres humanos se basa en el respeto a la ley que garantiza la búsqueda de objetivos individuales, y el segundo en la que la unión entre los mismos se da al compartir un “common substantive purpose”362. Desde esta base, puede afirmarse que el origen de la sociedad y el Estado se encuentra según Ortega en el segundo paradigma, dado que se opuso a las teorías contractualistas y utilitaristas de la sociedad en tanto que no consideraba el interés, sino la aventura, lo que daba sentido a la acción humana. Así, en “El Manifiesto de Marcela” describe el desarrollo de una asociación entre hombres que buscan un objetivo común: Marcela, a la que descubren como un ideal. Para los mozos, “la recia voluntad de la cerrera virgen había sido aguijón y sacudida para la modorra de sus espíritus”, y al despertarse las pasiones de todos los varones, la mujer que encarna la perfección incitadora “mantuvo al pueblo entero en un estado de alma heroico y vibrante”, todo porque la pastora “se convirtió en el ideal de todos estos mancebos”363. El artículo no tiene una lectura política directa. Únicamente cabría interpretarlo así si se tiene presente el contexto que se ha descrito, en el que la meditación sobre don Quijote en el marco de la España de 1905 supone un acto ideológico en tanto que se vincula con la meditación sobre España y su regeneración. Pero en todo caso, los temas que Ortega expone, en torno al móvil de la vida humana y de su conexión en una asociación mayor –como la nación–, son los que de forma más explícitamente política teorizará en los años veinte en textos como España invertebrada (1922) y “El origen deportivo del Estado” (1924). Lo importante ahora es que este texto muestra que las ideas que empleará cuando escriba sobre la idea de nación son de su etapa formativa, y en parte coinciden con la de sus maestros. Por otro lado, el carácter del artículo se aprecia mejor comparándolo con Unamuno, en su comentario sobre el mismo episodio. En su libro de 1905 dedica algunas páginas a los capítulos XII y XIII del libro de Cervantes, y trata algunos temas similares a los de Ortega. Entre ellos, el de la vida como una hazaña cuyo paradigma es el amor hacia la feminidad. Según Unamuno, “del amor a mujer brota todo heroísmo”, “los más fecundos y nobles 361 ORTEGA Y GASSET José: “El manifiesto de Marcela” (1905), en José ORTEGA Y GASSET: Para la cultura del amor. Introducción de Soledad Ortega Spottorno, Madrid, El Arquero, 1988, pp. 25-33, p. 27. 362 OAKESHOTT, Michael: On Human Conduct, Oxford, Clarendon Press, 1975, pp. 199-201. 363 ORTEGA Y GASSET, José: “El manifiesto de Marcela”…, p. 31. La idea de nación en el joven Ortega 125 ideales”, y también “el ansia de inmortalidad”. Utilizando conceptos similares a los de Ortega en su artículo, contrapone al ingenioso hidalgo con otro arquetipo literario, Don Juan, que amaba a las mujeres para utilizarlas, y no para servirlas como el anterior. Con esto se opone también a la ética utilitarista, y en términos cercanos a Ortega, a la ética del deber: Don Quijote amó a Dulcinea “no por ser fuerza que los caballeros andantes tengan dama a quien rendir su amor (…) por cumplir el rito”, sino por amor a la “Gloria”364. En estas reflexiones se ven dos grandes diferencias con Ortega. La primera se encuentra en los sujetos que protagonizan el esfuerzo por alcanzar el ideal encarnado por la mujer: en el joven madrileño es un pueblo entero movilizado por una misma beldad; en el profesor de Salamanca, es un único personaje el que se siente apelado por una mujer a la que diviniza. Por esto, aunque reflexionen sobre el mismo tema utilizando como pretexto el mismo capítulo del Quijote, Ortega recurre a la dicotomía Marcela-pastores (no, como podría haber sido, Marcela-Crisóstomo), y Unamuno a la de Don Quijote-Dulcinea. El segundo tiene una visión más individualista de la realidad, coincidente con el “anarquismo” que Ortega criticó siempre en los integrantes de la generación del 98. Aunque su texto pueda parecer más relacionado con la condición espiritual del ser humano, y menos con la idea de nación, se aprecia la conexión entre ambos temas si se tiene en cuenta que no únicamente los tópicos, sino las expresiones utilizadas, avanzan el libro donde Unamuno se adentrará más en el estudio de la idea de España: Del sentimiento trágico de la vida (1912). En concreto, afirma el filósofo vasco que una de las razones principales por las que busca el hombre a la mujer, es su “instinto de perpetuación”, que brotaba de “las íntimas entrañas de la carne”365, y le llevan a querer inmortalizarse a través de ella366. No únicamente en hijos, sino especialmente a partir de hazañas espirituales que son ofrecidas en este caso a Dulcinea. Mientras que Ortega apela mucho más directamente a la sexualidad carnal –de forma más latente en “El manifiesto de Marcela” que en el futuro “El origen deportivo del Estado”, pero con todo, ya de esta manera–, Unamuno se dirige al amor platónico de Don Quijote. Esta es la segunda gran diferencia del texto unamuniano: el ideal incitador no crea comunión entre los hombres, sino que salva espiritualmente a uno de ellos. El amor orteguiano redime a la persona permitiendo que se trascienda a través de los demás. El amor unamuniano salva al individuo resolviendo el conflicto entre razón y vida. La lectura en clave nacional de estas dos visiones divergentes es la siguiente: Ortega se preocupa por la creación de un ideal que establezca una re-ligio entre los seres humanos, incitándoles a actuar juntos. Unamuno se interesa por la definición metafísica de España, busca las notas principales del carácter español, y las ve en el combate entre fe y razón y el ansia de inmortalidad. El dialogo entre ambos se traducirá en Del sentimiento trágico de la vida (1912) y Meditaciones del Quijote (1914), dos textos que trataron de definir el problema de España desde una perspectiva filosófica. Pero aunque Ortega comenzara su meditación al respecto en las fechas que se han analizado en este capítulo, hay que tener 364 UNAMUNO, Miguel de: Vida de Don Quijote y Sancho. Introducción de Ricardo Gullón, Madrid, Alianza Editorial, (1905) 2015, pp. 109-112. 365 Tanto el concepto de “instinto de perpetuación” como el de las “entrañas de la carne” son clave en Del sentimiento trágico de la vida (1912), tal y como veremos al analizar la influencia de este libro en Ortega y sus Meditaciones del Quijote (1914). 366 UNAMUNO, Miguel de: Vida de Don Quijote…, pp. 111 y 116. La idea de nación en el joven Ortega 126 en cuenta más ingredientes que se comprenden desde su viaje a Alemania y su etapa neo- kantiana. 4.3. Conclusión La idea de nación del joven Ortega y Gasset (1883-1905) es de las más difíciles de reconstruir, dado que sus escritos eran todavía escasos. Si a lo largo de esta tesis se pretende estudiar la relación entre lo producido por Ortega y lo que escribieron otros autores con los que dialogaron sus trabajos, en esta primera parte se ha investigado especialmente lo segundo. No únicamente por conformar el Zeitgeist o contexto cultural del primer Ortega, sino también por suponer el sedimento sobre el que se irán depositando otras reflexiones y experiencias a lo largo del tiempo, sin quedar destruidas las primeras. Según se ha visto, existen algunas experiencias de nación importantes: la más importante el Desastre del 98, que vivió siendo adolescente. En menor medida, también estuvo presente el conflicto en Marruecos, especialmente en la niñez. Finalmente, es necesario tener en cuenta el III Centenario del Quijote de 1905, esencial porque fue un acontecimiento que impulsó el debate acerca de este arquetipo literario que personas cercanas a Ortega tuvieron en mente a la hora de analizar la realidad de España. Francisco Navarro Ledesma y Miguel de Unamuno son ejemplo de ello; y habría que añadir también a Ángel Ganivet, quien aunque no vivía durante la efeméride estuvo presente en la mente de Ortega por vía de Navarro Ledesma. Estos componentes forman parte del eje horizontal externo. Si nos atenemos a los del interno, Ortega fue desarrollando en esta etapa una serie de nociones y metáforas para analizar la idea de nación, entre las que destacan: primero, su división entre masas y élites, cuestión que asumió desde lecturas de autores como Ramiro de Maeztu, Friedrich Nietzsche, Ernest Renan, o Marcellin Berthelot; y probablemente también como consecuencia de la educación basada en el esfuerzo con la que se formó. Segundo, la compatibilidad de la defensa de un espíritu nacional con la del individualismo o subjetivismo; tema con el que tiene mucho que ver –junto a la mencionada pedagogía del esfuerzo–, las meditaciones sobre la identidad española vinculadas al Quijote y, de nuevo, Nietzsche y Renan. Pero es importante tener presente que no es un individualismo radical, sino todo lo contrario, uno compatible con la integración del ser humano en la sociedad a través de ideales compartidos. Finalmente, Ortega asume también la visión regeneracionista que hace de la búsqueda de una solución material a los problemas de España un tema más importante que la discusión sobre su ser nacional. Costa es importante en este sentido, pero también Maeztu y la reflexión sobre la figura del ingeniero. En cuanto al eje vertical externo, la propuesta Orteguiana bebe de diversos debates históricos que tienen su centro en la idea de nación. Dentro de España, a los referidos al papel del catolicismo, a las características de la esencia nacional, o a la necesidad de europeizar a España como requisito para modernizarla. Fuera de su patria, Ortega lee cuestiones relativas al debate vivido en la Francia del último tercio del XIX, cuando la “moral de la ciencia” se impone como base de un modelo de nación opuesto al nacionalismo germano y al nacionalismo católico. En menor medida, Ortega también La idea de nación en el joven Ortega 127 comienza a tener presente el debate identitario alemán, optando por la propuesta de Nietzsche. Además existe cierta ambivalencia en Ortega, repartiéndose su actitud entre dos percepciones que pueden identificarse con un “patriotismo castizo” y un “patriotismo nihilista”. El primero tiene que ver especialmente con la influencia de Ganivet, Maeztu, Navarro Ledesma y Unamuno, en tanto que en muchas ocasiones buscaron el ser de España y Ortega muestra su voluntad de participar de esta indagación. Lo segundo, se refiere a la necesidad de crear un patriotismo dinámico que no tenga en cuenta el pasado, sino que busque la creación de valores nuevos basados en el individualismo y la moral de la ciencia. Por último, si respondemos a algunas de las preguntas hechas al inicio de esta tesis, hay que indicar varias cosas. Por un lado, que en esta primera fase la visión orteguiana mezcla componentes de la idea de Staatsnation y de la Kulturnation, aunque priman más los segundos. Esto es así porque, especialmente en torno a 1905, Ortega escribe acerca del casticismo español, y si bien asume nociones como individualismo, subjetivismo, etc. que podrían formar parte del nacionalismo cívico, les da un sentido que lo vincula al de carácter cultural. Esto es, aunque apela a un proyecto de futuro que parta de los individuos, lo quiere hacer desde valores que considera que forman parte de lo castizo español. Por otro, es importante indicar que su motivación a la hora de proponer una idea de nación es positiva-afirmativa, en tanto que trata de responder a su crisis existencial y reformar a la sociedad para regenerarla (y no, como sería en el caso de que fuera negativa- reactiva, combatir alguna amenaza). El patriotismo utópico de raíz neokantiana 128 5. EL PATRIOTISMO UTÓPICO DE RAÍZ NEOKANTIANA (1905- 1912) En 1905 Ortega viajó a Alemania, donde permaneció hasta avanzado 1906 para estudiar en Leipzig, Berlín, y Marburgo. Se trata de un momento determinante en su biografía, porque allí aprendió alemán y se introdujo en la filosofía germana, asumiendo primero el neokantismo y después otros sistemas que, como la fenomenología, sentarían las bases de la creación hacia 1914 de su filosofía propia. Esto es importante porque, partiendo en la perspectiva de esta tesis de la nación como un marco de análisis, la filosofía impone una forma de pensar y, con ello, también una manera de teorizar sobre la nación y aprehender la situación de España. Pero además, la estancia en Alemania supone una experiencia importante porque permitió a Ortega tener un referente desde el que analizar las características de un Estado muy distinto al suyo. Pudo separarse de su lugar de nacimiento, viviendo un “destete de la casa y de la patria”367, que le posibilitó tener un modelo comparativo y también integrarse en nuevos debates sobre la identidad. Así, en este capítulo se analizará tanto el proceso de adquisición de referentes y perspectivas en Alemania, como su plasmación en algunos debates dado en España en torno a la nación. 5.1.Alemania como referente de la moral de la ciencia Antes que nada hay que explicar porqué Ortega decidió viajar a Alemania. El ámbito cultural más cercano para los intelectuales españoles era el francés, y es esto precisamente lo que justifica que el joven estudiante decidiera visitar el país germano. Tal y como se indicó en el epígrafe correspondiente, Renan fue una de sus lecturas de cabecera, y este autor era admirador de Alemania porque la veía como un ejemplo para que la Francia derrotada en Sedán se repusiera de sus heridas. Del mismo modo que los intelectuales españoles miraron a Francia en 1898 para tener un referente exitoso a la hora de salir de un desastre nacional; algunos franceses como Renan habían hecho lo mismo con respecto a Alemania en 1870. La derrota de Sedán se analizó a la luz de la que el II Reich había sufrido ante Napoleón en Jena en 1806. Según los franceses que construyeron la III República, Alemania era el ejemplo a seguir, y para Ortega más importante que acudir a Francia, fue hacerlo a la fuente del éxito de su modelo de nación. Su perspectiva era la de Renan en La reforma intelectual y moral, cuando escribió que la Universidad de Berlín había sido la base de la regeneración de Alemania. Ortega viajó al país germano no únicamente para encontrar un programa de regeneración de España, sino también para superar su crisis existencial. Tal y como se expuso en el capítulo anterior, reconocía la identificación entre el yo personal y la circunstancia nacional, y asumió como su tarea la de formarse intelectual y moralmente con el objetivo de encontrar al mismo tiempo una solución para su patria. En la primera carta que escribió recién establecido en Alemania a su novia Rosa era muy explícito en este aspecto, al decirle que se sentía lleno, en su interior, de zonas oscuras y rebeldes, pero “espero traerlas a sentimientos patrióticos y reconstruir mi yo”. Su vocación, que 367 ORTEGA Y GASSET, José: “Carta a sus padres. Leipzig, 27 de febrero de 1905”, en José ORTEGA Y GASSET: Cartas de un joven español…, pp. 99-105, p. 99. El patriotismo utópico de raíz neokantiana 129 podría darle la felicidad, era la de forjarse como minoría selecta, y de esta manera encontrar en el servicio a España un sentido para su vida. Decía a Rosa que le costaba mucho trabajo integrase en su país de acogida, pero que cada día era más consciente de la importancia que ese trabajo tendría en sus días “y acaso en los de mi patria”368. También a su amada le confesaba en un momento de angustia, tras la muerte de su gran amigo Francisco Navarro, cuál era el objetivo de su existencia: haber dejado a su muerte un “fecundo surco en la historia de España”, no por gloria o vanidad, sino por necesidad de su ser369. Con expresiones como éstas, Ortega confesaba a su novia que veía en sí mismo a una persona llamada a jugar un papel importante en la organización de la futura España, llegando a calificar su vocación como la de “creador de un pueblo”. Pero aunque en las cartas anteriores se mostraba seguro en el proyecto de salvación personal desechando motivos egoístas, aquí reconocía que tenía la tentación de tomar la vida más fácil del “hombre privado”. Para evitarlo apelaba también al apoyo de su novia, y hacía una confesión que de nuevo conecta nación y género: escribía que es “el Hombre un fin, la mujer un medio, el medio para ese fin” 370. Como Marcela o Dulcinea, para Crióstomo y Don Quijote, Ortega decía necesitar el apoyo de una mujer que le animara en su vocación. Ahora no empleaba como metáfora la condición femenina, sino que apelaba a uno de los papeles concretos de las integrantes de este sexo. Desde su experiencia personal sienta así las bases para otras meditaciones que realizará en el futuro (integradas en Estudios sobre el amor (1939), que veremos en su momento) en torno al papel nacionalizador de la mujer, en tanto que sostendrá que de la constitución de las mismas como estímulo para los varones depende el éxito en la selección de las élites. 5.1.1. El carácter alemán y el carácter español Por otro lado, y expuesta la situación anímica de Ortega, es importante atender ahora a la percepción que tuvo de Alemania, dado que a partir de ella asumió una serie de estereotipos que le sirvieron como referente para analizar España. Esta es la consecuencia que se derivó según los integrantes de la Generación del 14 del hecho de que hubieran viajado al extranjero. Lo definirá muy bien el socialista Luis Araquistáin en 1915, al decir que la Generación del 98 “contribuyó evidentemente a enriquecer la historia de la literatura española, pero a la historia de España la dejó exactamente donde estaba”. Frente a esto, la “novísima generación” estuvo marcada por la emigración, y aunque se les hubiera acusado de “antiespañolismo”, “ese momentáneo alejamiento de España constituía en realidad un esfuerzo de aproximación. Buscaban distancia para ver con mayor claridad”. De esta manera, concluía Araquistáin, “al retornar estos hombres al solar patrio, traían en su espíritu una España ideal formada por visiones reales”. Así, “tenían el 368 ORTEGA Y GASSET, José: “Carta a Rosa Spottorno. Leipzig, 4 de marzo de 1905”, en José ORTEGA Y GASET: Cartas de un joven español…, pp. 297-301, pp. 297 y 300. 369 ORTEGA Y GASSET, José: “Carta a Rosa Spottorno. Berlín, 8 de diciembre de 1905”, en Ibid., pp. 409-417, p. 417. 370 ORTEGA Y GASSET, José: “Carta a Rosa Spottorno. Marburgo, 20 de octubre de 1906”, en Ibid., pp. 453-455., p. 454. El patriotismo utópico de raíz neokantiana 130 arquetipo; el problema inmediato era y sigue siendo modelar en él la confusa y varia realidad española”371. En el caso del Ortega de 1905 y los años inmediatos, destaca ante todo la valoración del país germano como un lugar donde la cultura estaba muy presente, en claro contraste con la analfabeta España. Así, decía a sus padres que, aunque todo fuera muy caro y se comiera poco, “para estudiar es un sitio admirable”, y que “aquí todo el mundo lee de un modo atroz”. Le llamaba la atención que los cafés fueran similares a bibliotecas, y que esta actitud no se limitara a un grupo social, sino que pareciera formar parte del carácter de los alemanes: “hombres, niños, mujeres se agarran al papel impreso como monomaniacos”372. En otra ocasión, escribió a sus padres otra carta muy interesante donde expuso su percepción de la “superioridad” de los alemanes: “Los alemanes no son una raza superior ni quien tal dijo: tienen mucho menos, pero mucho menos talento que nosotros los españoles. Lo que ocurre es que es una raza superiormente aprovechada y nosotros, por el contrario, una raza inconcebiblemente disipada, pródiga. El secreto alemán está en aprovechar y hacer fecundos a los tontos; lo mismo pasa –en cierta manera- con los jesuitas y esa es su fuerza”373. Ortega escribía esto después de contar a sus padres la determinación de su amigo Max Funke, alguien que hay que tener presente a la hora de reconstruir cómo Ortega penetró en la psicología alemana –o así creyó hacerlo–, dado que fue uno de sus amigos durante su viaje de 1905. Compartieron muchos paseos y conversaciones, que permitieron al madrileño comprender el carácter de este alemán en un momento en el que las dificultades del idioma le obligaban a relacionarse poco con otras personas374. Lo que recuerda de él en varios lugares Ortega es que Funke tenía desde los 15 años un único objetivo en la vida: organizar una expedición científica al Tibet. Es un hecho anecdótico e incluso divertido, pero que a Ortega le sirvió como ejemplo de dos cosas. Primero, de la importancia de desarrollar una voluntad firme, que persiguiera un ideal concreto –temática sobre la que, según vimos, estaba meditando en este año con ocasión del Quijote, y que también forma parte de las reflexiones de autores noventayochistas como Ganivet o Azorín. Al madrileño le impresionó esta actitud de los alemanes, y por ello la comentó también en otras epístolas: es “la característica de los alemanes llegar en cuanto se proponen a profundidades insondables”375. También hablando sobre Max Funke con su novia, se lamentaba Ortega de que en España frente al 371 ARAQUISTÁIN, Luis: “La nueva generación”, España, 29 de julio de 1915. 372 ORTEGA Y GASSET, José: “Carta a sus padres. Lepizig, 27 de febrero de 1905”… , p. 104. 373 ORTEGA Y GASSET, José: “Carta a sus padres. Leipzig, 21 de marzo de 1905”, en José ORTEGA Y GASSET: Cartas de un joven español…, 116-122, p. 118. 374 En 1910 Ortega recordaba a su amigo y daba testimonio de esta situación al escribir: “¡Cómo te he de olvidar, Max Funke! ¡Cómo he de olvidar los paseos que dábamos, en las frígidas siestas de invierno, por el Rosenthal, el Valle de las Rosas, aquel parque enorme, donde había largas praderas de grama verdinegra, unas sendas de tierra oscura, árboles altos y dormidos, con troncos verdosos de humedad, bandadas de cuervos que graznaban, y ni una sola rosa!”. Vid.: ORTEGA Y GASSET, José: “Una primera vista sobre Baroja” (1910), en José ORTEGA Y GASSET: Obras completas. Tomo II…, pp. 242-261, p.255. 375 ORTEGA Y GASSET, José: “Carta a sus padres. Leipzig, 28 de abril de 1905”…, p. 134. El patriotismo utópico de raíz neokantiana 131 idealismo aventurero existiera solamente una mentalidad de ser prácticos, y volvía a citar a Don Quijote como el paradigma a seguir: lo que había matado a España era que la mayoría de las personas “han sido más Sanchos que Sancho Panza”, entendiendo por tal la voluntad de tener una vida cómoda y fácil; y no el exceso de ideales como algunos decían376. El segundo factor derivado del análisis que hizo Ortega de las intenciones de su amigo, es el de la importancia de la pedagogía como una vía para la mejora de la raza latina, pues vio confirmado que la superioridad de las naciones del norte no se encontraba en la biología, sino en factores culturales que podían ser exportados al sur. Y además, una pedagogía dirigida a los “tontos”, a toda la población y no exclusivamente a una élite minoritaria. En este sentido, también contaba a su novia otra anécdota referente a la distinta situación de la educación de españoles y alemanes. Le decía que su patrona entendía las bromas cultas que le hacía, añadiendo que “aquí hasta los barrenderos saben cosas que ahí ignoran los ministros”377. Al parecer de Ortega, en España la vulgaridad y la adulación a los peores era lo más común, de manera que la acción pedagógica que tenían que desarrollar los creadores de opinión únicamente servía para mantener al pueblo en la ignorancia. Incluso el periódico familiar era culpable, según una carta escrita a su padre donde criticaba a Cavia: “su arte consiste en halagar las opiniones vulgares”, sin ponerse nunca en contra de ellas o por lo menos en una situación neutral. Según Ortega, la actitud loable era la de ir como un esturión contra la corriente, pues “ser halagador del más apestoso de todos los Segismundos que es Juan Vulgar es una inmoralidad”. En esta misiva, el joven estudiante animaba a su padre a reconstruir El Imparcial y convertirlo en un instrumento de pedagogía, desde la base de que era necesario que difundiera un “credo político” a través de él378. En definitiva, en Ortega se fue acrecentando el patriotismo del dolor durante su estancia en Alemania. Esto percibió su amigo Maeztu, que en una carta de 1908 le reprochará un cambio de actitud ante su percepción de España: “usted solía decirme en Vigo y luego en Madrid que (…) hasta ahora se habían dedicado todos los españoles cultos a hablar mal de España, y se dolía fuertemente de ello”. Años después, era evidente “el hecho de irrumpir Vd. en los periódicos con un pesimismo que supera al de todos sus antecesores”379. Entre 1902 y 1908 la experiencia de nación en Alemania fue convenciendo al madrileño de la inferioridad de su país. Esto se traducía en que, partiendo de la clave interpretativa de La reforma intelectual y moral, Ortega establecía una dicotomía que coincidía con su interpretación de la situación de España y Alemania. Por un lado, la falta de esfuerzo y de un ideal, 376 ORTEGA Y GASSET, José: “Carta a Rosa Spottorno. Leipzig, 11 de marzo de 1905”, en José ORTEGA Y GASSET: Cartas de un joven español…, pp. 307-315, p. 312. 377 Ibid., p. 308. 378 ORTEGA Y GASSET, José: “Carta a sus padres. Leipzig, 18 de octubre de 1905”, en José ORTEGA Y GASSET: Cartas de un joven español…, pp.200-204, pp. 202-203. 379 MAEZTU, Ramiro de: “Carta a José Ortega y Gasset. Londres, 14 de julio de 1908”, en Fundación Ortega-Marañón, Fondo JOG, C-28/2, ID: 59. El patriotismo utópico de raíz neokantiana 132 característica de su país, y por otro, la existencia de una moral colectiva que apelaba al desarrollo de cada persona. En este sentido, son constantes las apelaciones de Ortega al desarrollo de un nuevo código ético en España. En otra carta de 1905 también decía a sus padres que los españoles nacían con una “desorientación” que era “más bien moral que intelectual”, y que “casi todos los hombres de hoy deben sus penas a una escuela moral que viene a ser un Manchester ético”380. Esto es, dejarse llevar –como debía hacer la economía según la escuela a la que hacía referencia como metáfora– en lugar de seguir un credo concreto como el que podía ayudar a construir su padre partiendo de la empresa periodística familiar. Al decir de Ortega, la pedagogía necesaria para la reforma de España debía crear un sentimiento de comunidad antes que aportar conocimientos científicos o técnicos, y por ello incluía al periódico junto con la escuela. Sin embargo, el libro de Renan apelaba también a la reforma intelectual, y Ortega había acudido a Alemania siguiendo la propuesta de la moral de la ciencia. Aunque en las cartas arriba señaladas estableciera una especie de dicotomía entre ambos aspectos, en otras los mostraba unidos, y por esto también prestó mucha atención a la Universidad germana. Precisamente desde la de Berlín, que según Renan había sido la base de la regeneración alemana, definía a su país de acogida como una “máquina intelectual”, y profundizaba en el esquema de las dos Europas escribiendo una extensa carta sobre el espíritu alemán y su comparación con el español. Decía que el primero era propio de “un pueblo moral y organizado, un pueblo optimista y creyente”, frente al “pueblo inmoral, descompuesto como un cadáver, pesimista y chabacanamente escéptico”. La razón de esto se encontraba en la cultura, dado que las bibliotecas alemanas estaban llenas de todo tipo de libros, mientras que las de Madrid estaban vacías381. Esta es la razón por la que un año después exponía a su padre el proyecto de crear una “«biblioteca filosófica» semipopular de obras alemanas e inglesas”, con ediciones baratas y asequibles al pueblo que habrían sido traducidas por él mismo o por autores como Azcárate, Giner y Cossío –todos ellos personajes del entorno institucionista y liberal. Este proyecto no se llevaría a cabo hasta décadas más tarde, pero es significativo que lo propusiera como vía de regeneración de España, afirmando que “no es asunto de ganancia sino patriótico”382. Volviendo a la carta anterior, es reseñable que su valoración del espíritu germano es incluso exagerado, al decir que la “perfección de la vida alemana” es casi total, y que “me considero un prusiano honorario y particular defensor de los Hohenzollern”. Pero es también indicativa de su confianza en la pedagogía y la posibilidad de extender la moral germánica a España, recordando una vez más que las características de los alemanes no se debían a factores raciales o biológicos, y por ello el mismo se consideraba impregnado del espíritu alemán. Esperaba volver a España “incorporado lo suficiente de germanismo” para que su labor de reforma fuera más fecunda, y declaraba su confianza en el papel de las minorías directoras formadas bajo este mismo paradigma: “¡Ojalá que unos cuantos cientos de españoles inteligentes pudieran hacer lo que yo he hecho!”. Además, en su germanofilia llegaba en esta carta incluso a menospreciar a Francia, diciendo que “con 380 ORTEGA Y GASSET, José: “Carta a sus padres. Leipzig, 19 de octubre de 1905”…, pp. 205-207. 381 ORTEGA Y GASSET, José: “Carta a sus padres. Berlín, 29 de noviembre de 1905”, en José ORTEGA Y GASSET: Cartas de un joven español…, pp. 200-204, pp. 27-28. 382 ORTEGA Y GASSET, José: “Carta a sus padres. Berlín, 18 de febrero de 1906”, en Ibid., pp. 255-257, p. 256. El patriotismo utópico de raíz neokantiana 133 libros franceses no se entera uno de nada con precisión”, y que por tanto era al país del Rin a donde debían acudir quienes quisieran formarse en el extranjero383. Sin embargo, Ortega no apostaba por una germanización de España, una destrucción de su identidad inculta. En varias cartas que comienzan en 1906, se refiere a la “moral celtibérica” como la propia de España, identificando sus características con algunas que el casticismo atribuía a Don Quijote y lo castellano: los deberes de energía, personalismo, originalidad y religiosidad384. Pero añadía en sus reflexiones que la vida española estaba algo viciada, porque veía un “síntoma de extrema degeneración y vicio espiritual de la raza española”: el creer que todo lo extraordinario era un sueño irrealizable, lo que eximía del esfuerzo a sus compatriotas. En la carta donde decía esto a su novia, indicaba también que por celtíbero entendía el desarrollo de una vida austera, basada en el esfuerzo; y daba a entender que los valores que representaba Don Quijote se mantenían de algún modo en el fondo de la casta española aunque no imperaran en la organización social: “España tiene que morir como pueblo para sobrevivir como cultura”385. Al mismo tiempo, también hablaba en varias ocasiones de la decadencia española, indicando que si la “moral alemana” se identificaba con la ciencia, la de España era todo lo contrario a ella. A su novia Rosa le decía que “como España está tres siglos atrás de esta ciencia, lo español y lo científico son contradictorios”. Pero esperaba a través de su estancia en Alemania encontrar el modo de coordinar las dos tendencias que apreciaba: la celtíbera y la germana, pues “si la encuentro habrá inventado el secreto mágico que re- cree el pueblo español”386. Por lo tanto hay que indicar dos cosas de estos años. Primero, que Ortega establece un esquema en el que Alemania se identifica con el esfuerzo, la voluntad firme y la ciencia; mientras que España se caracteriza por la desmoralización. Pero además, el joven estudiante recurre a dos percepciones contradictorias: habla de lo alemán como una serie de principios que pueden enseñarse, mientras que presenta lo español o celtíbero como una realidad objetiva. Con todo, considera que es posible rectificar lo segundo, y a tal efecto apela a diversas iniciativas pedagógicas. La primera de ellas, la Universidad, sobre la que escribió en “La Universidad española y alemana” (1905). Se trata de una serie de seis entregas que aparecieron en El Imparcial entre el 16 de enero de 1906 y el 28 de febrero del mismo año, donde planteaba en la línea de lo recién señalado la situación de España en relación con la educación. Afirmaba que existía un desdén enorme por la pedagogía, y que esto no era algo circunstancial sino enraizado en la situación española: “no son nuevas posiciones del alma española, sino antes bien, viejas y añejas, y de luengos siglos entrañadas en nosotros”. El problema de que así fuera lo veía Ortega en un carácter basado en el “corazón escolástico”, que definía como la oposición a la “idea de devenir”. Por lo tanto, Ortega se hacía eco de la distinción 383 ORTEGA Y GASSET, José: “Carta a sus padres. Berlín, 29 de noviembre de 1905”…, pp. 228-229. 384 ORTEGA Y GASSET, José: “Carta a Rosa Spottorno. Marburgo, 28 de octubre de 1906”, en José ORTEGA Y GASSET: Cartas de un joven español…, pp. 461-463, p. 460. 385 ORTEGA Y GASSET, José: “Carta a Rosa Spottorno. Marburgo, 4 de diciembre de 1906”, en Ibid., pp. 485-488, p. 485-487. 386 ORTEGA Y GASSET, José: “Carta a Rosa Spottorno. Marburgo, 28 de octubre de 1906”…, p. 462 El patriotismo utópico de raíz neokantiana 134 entre las filosofías del ser y del devenir –tal y como Ferrater Mora las llamará– con el objetivo de explicar la decadencia de la situación española y preparando el terreno a la definición del patriotismo dinámico. Además, en este artículo se ve un elemento característico de las descripciones noventayochistas, al que también recurrirá el propio Ortega más adelante, que es el de la meditación acerca de España recurriendo a su paisaje. Esto es, para ilustrar su oposición entre la España estática y la Alemania dinámica, caracteres ambos que explicarían la situación educativa, contrapone los crepúsculos que se aprecian en el norte de Europa con la brusquedad que separan en el Mediterráneo a la noche y el día387. Pero dejando aparte las metáforas, el quid de la cuestión consistía en que España llevaba siglos sin cambiar su método de enseñanza universitaria, y apelaba al ejemplo alemán. Con esta intención, exponía diversos aspectos de la enseñanza superior en ambos países, como la libertad de los estudiantes alemanes, la formación preuniversitaria con la que ya entraban en ella, o el sueldo de los profesores. Como no podía ser de otro modo, exponía el esfuerzo como una de las notas de la educación de los alemanes, y en concreto de los catedráticos: frente a una España donde bastaba con querer serlo para lograrlo, allí había que recorrer un “vía-crucis doloroso y tenaz”388. Sin embargo, Ortega no definía la Universidad alemana como un sistema abstracto que fuera posible trasplantar a cualquier lugar, sino en tanto que referente para adaptar a la situación española: “solo españolizando lo europeo, quilificándolo según la fórmula étnica nuestra, se nos tornará en sangre corredora y viviente” 389. Esta concepción la repite Ortega en varios lugares por estos años, como cuando hizo de corresponsal para El Imparcial ante la visita del rey Alfonso XIII a Alemania: “Por otra parte, el viaje de don Alfonso a esta nación debe ser motivo de comentarios muy otros que los que ordinariamente motiva un viaje regio al extranjero. Alemania no puede representar para nosotros una dirección política; de otras partes somos requeridos. Pero en cambio Alemania es precisamente la nación cuya influencia en la dirección moral e intelectual nuestra habrá de sernos más fecunda (…). He aquí lo que nosotros tenemos que aprender en Alemania y solo aprenderemos en ella: el modo de hacernos españoles en poco tiempo, el gran secreto alemán, el método. La instrucción pública es el resorte de este secreto”390. Conviene detenerse ahora en este episodio. Alfonso XIII no únicamente visitó Alemania, sino que en este mismo viaje pasó por Francia, Reino Unido y el Imperio Austrohúngaro. El objetivo era presentarse después de haber asumido la corona en 1902, e igualmente encontrar una consorte –cosa que hizo al casarse con Victoria Eugenia de Battenberg. Pero existía al mismo tiempo, como indica Ortega en el fragmento citado, 387 ORTEGA Y GASSET, José: “La Universidad española y la Universidad alemana” (1906), en José ORTEGA Y GASSET: Obras completas. Tomo I…, pp. 63-86, pp. 63-64. 388 Ibid., pp.73-77. 389 Ibid., p.69. 390 ORTEGA Y GASSET, José: “Notas de Berlín” (1905), en José ORTEGA Y GASSET: Obras completas. Tomo I…, pp. 44-55, p. 51. El patriotismo utópico de raíz neokantiana 135 una cuestión política. Después de la derrota del 98 España trató de encontrar aliados exteriores e integrarse en el orden europeo, que comenzó a conformar en 1904 el sistema internacional conocido como el de “la paz armada”. Esto ocurrió cuando a la existente Triple Alianza –de Alemania, Austria-Hungría e Italia–, se opuso la Entente Cordiale de Gran Bretaña y Francia, a la que en 1907 se uniría Rusia en la Triple Entente. España no consiguió entrar en igualdad de condiciones dentro de ninguna de las dos, pero el problema de Marruecos explica que se alineara con la segunda: mientras que el Káiser desembarcó en Tánger en marzo de 1905 y apeló a su soberanía libre, el país galo afianzó su presencia en Marruecos y junto a Gran Bretaña comenzó una serie de iniciativas que llevaron en 1907 a las Declaraciones de Cartagena. Con ellas, España conseguía respaldo internacional para garantizar la integridad de su territorio, incluidas las posesiones en el del Norte de África. Además hay que indicar, para enmarcar bien la visita del Rey a Berlín, que gozaba de un papel importante en la política exterior española, debido a la existencia de facto de una “Internacional de los Monarcas” a nivel europeo391. Sin embargo, aunque los intereses geoestratégicos llevaran a España a alinearse con el bloque franco-británico, muchos veían en Alemania un modelo, por su potencial militar e industrial. En este sentido son interesantes los artículos publicados por La Correspondencia Militar, órgano en el que se expresaban algunas voces que defendían la identificación de la nación con el ejército, o por lo menos la importancia del segundo para crear a la primera. La edición del 2 de noviembre se habría resaltando el hecho de que, entre los actos programados, “predominan los de carácter militar”, como juras de bandera o visitas a regimientos. El cronista señalaba que esta forma de agasajar al rey español no era caprichosa, sino consecuencia lógica de “un sistema de vida nacional, en el que se funda y afirma más cada día la grandeza de aquel imperio”. Hablaba de una relación de “especialísima preferencia” entre las instituciones militares y el Káiser, que se traducía en el respeto que los alemanes sentían por las fuerzas armadas hasta el punto de que el “ambiente militar” es “el verdadero elemento vital del pueblo alemán”392. También en esta línea, el mismo medio exponía en otra ocasión que Alemania podía “servir de modelo” por “la orientación acertadísima de sus emperadores” y “la seriedad y el patriotismo de los hombres políticos”; y que “la gran masa de la nacionalidad española” esperaba que Alfonso XIII tomara nota. El articulista recurría a la comparación entre el Desastre del 98 y la derrota de Jena de 1806, al decir “que más postrada que se encuentra hoy España, lo estuvo Prusia en otro tiempo”, y que “lo que hicieron los germanos, pueden hacerlo los españoles” a condición del cambio de su política393. En otra ocasión, era La Correspondencia de España el medio que dedicaba páginas enteras al acontecimiento, congratulándose el articulista del gran recibimiento otorgado por la que consideraba “la más grande nación quizá de Europa”394. Por el contrario, la prensa liberal analizó de otra manera las muestras de militarismo que Alfonso XIII apreció en Alemania. Gómez Carrillo, hacía para El Liberal una crónica 391 NIÑO, Antonio: “Política de alianzas y compromisos coloniales para la «Regeneración» internacional de España, 1898-1914”, en Javier TUSELL, Juan AVILÉS, y Rosa PARDO: La política exterior de España en el siglo XX, Madrid, Biblioteca Nueva, 2000, pp. 31-94, pp. 34, 40 y 70. 392 “Ejemplo que imitar”, La Correspondencia Militar, 2 de noviembre de 1905. 393 “Los viajes del Rey”, La Correspondencia Militar, 3 de noviembre de 1905. 394 “El viaje regio”, La Correspondencia de España, 7 de noviembre de 1905. El patriotismo utópico de raíz neokantiana 136 donde irónicamente se refería al respeto que los civiles mostraban por los militares como algo donde “hay algo de religioso, con todo el miedo, con toda la superstición, con todo el éxtasis de la religiosidad”. Además, frente a lo que indicaban La Correspondencia Militar y otros medios, negaba la existencia de un ambiente festivo en toda Alemania, señalando que la mayoría cumplían con su deber de trabajar y las calles no estaban atestadas salvo cerca de los lugares donde se llevaban a cabo las ceremonias395. Por su parte, El Universo ponía a Alemania como ejemplo de regeneración, pero no por su potencial militar, sino porque evidenciaba que la mejora de la situación de España dependía de que el monarca se rodeara, como su homólogo alemán, de “hombres de inteligencia y buena voluntad”396. El órgano liberal por excelencia, El Imparcial, se limitaba por medio de las crónicas de Ortega a describir la visita. El joven madrileño exponía –al contrario que el corresponsal de El Liberal– que las calles estaban llenas de personas, y que “hay un aire de fiesta por todas partes”. Describe además a Alfonso XIII en unos términos muy elogiosos, resaltando su majestuosidad y la admiración que recibiría por parte de los germanos. Además, Ortega criticaba abiertamente a la presa francesa, que probablemente influida por la política internacional, indicaba que el pueblo alemán recibía con frialdad al Rey. Pero sus crónicas en ningún modo pueden calificarse de pro-militaristas. Todo lo contrario, en la última de ellas se hacía eco de las críticas que el Tageblatt hacía de aquello que La Correspondencia Militar elogiaba: el carácter casi exclusivamente militar de los actos oficiales. Ortega se preguntaba: “¿Han de reducirse los viajes regios a una ostentación de uniformes militares?” 397, y según se avanzaba más arriba, consideraba que era la reforma pedagógica lo que tenía que exportarse a España. Con todo es importante señalar que Ortega tenía una postura más contraria a la persona de Alfonso XIII de lo que sus crónicas mostraban. Cumpliendo en ellas con un trabajo de información objetiva, son escasas las líneas detectables donde se vierten opiniones; pero esto puede suplirse recurriendo al epistolario: en una carta a su madre habla del “majadero del rey”398, y otras referencias que se verán en el epígrafe siguiente son anti-militaristas. Por otro lado, junto a la Universidad Ortega contemplaba el desarrollo de otras instituciones de nacionalización a través de la cultura, entre ellas la mencionada propuesta de creación de una biblioteca asequible al pueblo, y también la organización de conferencias. Pretendía utilizar para estos dos fines a la Sociedad Editorial de España, conocida popularmente como “el Trust”. Esta entidad nació en junio de 1906 como una “alianza de autoprotección liberal” que, según Jordi Gracia, respondía a dos iniciativas pro-conservadoras. Por un lado, el éxito que en 1905 había adquirido el diario ABC y, por otro, el control que sobre los precios de la materia prima ejercía La Papelera Española. Este segundo factor amenazaba a los periódicos liberales en tanto que dificultaba la difusión de su ideario al encarecerse la producción. Al mismo tiempo, El Imparcial había 395 “Entusiasmos berlineses”, El Liberal, 12 de noviembre de 1905. 396 Citado en La Correspondencia de Valencia, 17 de noviembre de 1905. 397 ORTEGA Y GASSET, José: “Notas de Berlín”…, pp. 47 y 54. 398 ORTEGA Y GASSET, José: “Carta a sus padres. Berlín, 17 de noviembre de 1905”, en José ORTEGA Y GASSET: Cartas de un joven…, p. 219, p. 219. El patriotismo utópico de raíz neokantiana 137 decaído bajo la dirección de Ortega Munilla en 1904-1905, que ahora dejaba la dirección aunque se establecía como uno de los tres responsables del Trust399. La propuesta que quería hacer Ortega a su padre era la de que el Trust dispusiera de una sala de conferencias, detallándole un programa con la duración y pagos generados por los encuentros. Aseguraba además que los conferenciantes debían de ser especialistas, y citaba a prohombres de la cultura política liberal como Giner de los Ríos, Gumersindo de Azcárate, Ramón y Cajal…, pero también a conservadores como Menéndez Pelayo. Después, reconocía que en España no se había intentado nunca hacer nada parecido, y tampoco en Alemania, “pero creo que en Inglaterra y en los Estados Unidos es frecuente”, y que la Sociedad “está obligada a intentar sin cesar cosas nuevas y europeas”. Con esto, se hacía eco de la llamada regeneracionista en favor de la europeización, e incorporaba un referente epocalista de nación importante: Inglaterra. Según se desprende de la carta, poco conocía Ortega de este contexto, pero gracias a Ramiro de Maeztu entre otros iría interesándose por este marco donde, efectivamente, la Sociedad Fabiana venía desarrollando una intensa actividad de pedagogía social400. Además, este plan tenía un pilar importante, y es que Ortega decía que las conferencias no debían limitarse a Madrid. Planteaba que se desarrollaran también en Barcelona y Sevilla, y una vez arraigado el proyecto, a otros rincones de España401. Esta es una de las constantes de la propuesta de regeneración orteguiana, dado que siempre apostó por la incorporación de las distintas provincias españolas a su proyecto de nacionalización. Por otro lado, es importante indicar que Ortega ciertamente asumió una idea de la identidad nacional alemana y de su historia como consecuencia de su experiencia directa, pero que la mediación francesa siguió teniendo importancia. Por lo menos, esto es así en relación con la historia del proceso de génesis del II Reich, tal y como indica una carta de 1906 en la que aconseja Ortega a su padre la lectura de La fondation de l´Empire allemand (1852-1871), que dice haber comprado en París. No cita al autor ni se conserva en la Fundación, pero con toda seguridad se trata del libro publicado en ese mismo año por Ernest Denis. Este historiador nacido en 1849 era profesor de la Universidad de París en el momento de aparición del libro, y con su ideología republicana formaba parte de la cultura política en la que se venía moviendo Ortega. La importancia del libro radica en que en él descubrió el filósofo un ejemplo del recurso a instituciones de nacionalización que la Sociedad que proyectaba para el Trust podría tener en cuenta, y por ello se lo enviaba a Ortega Munilla402. Aunque no conservemos el documento personal con las marcas de lo que interesó a Ortega, conviene detenerse en el libro por la seguridad con que puede afirmarse la lectura del mismo. Una de las ideas principales del libro es precisamente la importancia de los intelectuales como creadores de la nación alemana. Denis no defiende una interpretación de la historia basada en un único factor –político, económico, social–, pero incluyéndolos todos, se 399 GRACIA, Jordi: José Ortega y Gasset…, pp. 60-61. 400 ORTEGA Y GASSET, José: “Carta a sus padres. Marburgo, 18 de diciembre de 1906”…, pp. 266-267. 401 Ibid., p. 267. 402 ORTEGA Y GASSET, José: “Carta a sus padres. Marburgo, 23 de diciembre de 1906”, en José ORTEGA Y GASSET: Cartas de un joven…, pp. 268-272, p. 269. El patriotismo utópico de raíz neokantiana 138 asegura de aclarar que atribuye una gran importancia al “mouvement intellectuel”, y con ello, que no cree en los héroes ni los accidentes. Denis se adelanta por tanto a Fernand Braudel y la longue durée, al definir que todo proceso histórico es consecuencia de un “long développment antérieur”403. A su juicio, como en el de Renan, la victoria de los alemanes en 1870 se debía a las “robustes qualités intellecuteles et morales”404. Junto a los intelectuales, Denis contempla su influjo a través de la educación, planteando que autores de la época ilustrada que serán muy leídos por Ortega, como Goethe, Kant, o Lessing, contribuyeron a crear el sentimiento de nación sin preocuparse por la unificación política: “ils enveloppent tous ses enfants d´une même atmosphère intellectuelle, ils réveillent le sentiment de l´unité d´origine et ils soufflent une âme à leur peuple”. A su juicio, existen dos elementos que contribuyeron a mejorar a lo largo del tiempo el carácter de los alemanes “l´organisation de l´enseignement supérieur” y “l´influence extraordinaire que les Universités ont toujours exercée sur la vie publique”. Como otros autores preferidos de Ortega –Fichte y Renan entre ellos– plantea que la Universidad es un instrumento básico en la regeneración política y la creación de la identidad nacional, pero no por buscar una nacionalización cultural concreta, sino por difundir el pensamiento libre basado en un credo: “la conviction de la supériorité de la vertu et de la science germaniques”. Denis no niega que los educadores también inculcaran voluntad de dominación, pero junto a ello incluía la defensa de la moral de la ciencia, y esto es lo que a Ortega más le quedó del libro según se desprende de los textos que por estos años escribe sobre la Universidad alemana y otros elementos educativos405. En este sentido es un tema relevante del libro la relación que establece Denis entre los intelectuales y los políticos, otro de los puntos sobre los que Ortega escribirá muchas veces a lo largo de su vida –por ejemplo, en el debate sostenido con Maeztu acerca de los hombres y las ideas pocos años después. En un momento en el que muchos autores exaltaban y admiraban la superioridad de Bismarck, apelando en el caso español algunos como Costa o Maeztu a la importancia de que apareciera alguien similar; Denis relativizaba su importancia. No la negaba, pero indicaba que no hizo sino canalizar una serie de ideas ya desarrolladas previamente, y también sostenía que el Canciller de Hierro era producto de las ideas difundidas por los intelectuales que le precedieron. Hablando del poder de la por entonces joven nación, afirmaba en unos términos que recuerdan a Antonio Gramsci que “son hégémonie actuelle” no era sino la transposición de “l´hégémonie que ses philosophes et ses poètes” habían impuesto en el pueblo, de modo que sin ellos la empresa de Bismarck ni siquiera podría haber sido ensayada406. Este es el marco explicativo que presenta Ortega en algunos de sus comentarios sobre la creación del II Reich, y se aprecia muy claramente en un texto publicado en El Imparcial en 1910. Allí el madrileño muestra sus diferencias de interpretación con 403 Fernand Braudel (1902-1985) ha pasado a la historia como el creador del concepto de “larga duración”, que empleó en obras como la famosa La Méditerranée et le monde méditerranéen à l´époque de Philippe II (1949). 404 DENIS, Ernest: La fondation de l´Empire Allemand. 1852-1871, Paris, Librairie Armand Colin, 1906, pp. I, II, y V. 405 Ibid., pp. 3, 126, y 471. 406 Ibid., pp. 521-522. El patriotismo utópico de raíz neokantiana 139 respecto a Costa, ya que frente al cirujano de hierro él plantea que lo necesario era la llegada de un padre o generador. La primera metáfora se deriva de la idea de la España enferma; la segunda, la de la nación muerta. Al decir de Ortega, había que distinguir dos tiempos: “Primero hay que constituir la nación muerta o nonnata, dotar a la raza de órganos de comunidad, y entonces vienen gentes como Stein y Humboldt, almas finas, severas, eruditas, educadas en alguna filosofía enérgica, humana, organizadora. Luego es, a veces, forzoso poner en juego esos órganos de una manera nerviosa y violenta: para esto basta un Bismarck”407. Es decir, el Canciller de hierro jugó un papel importante en la creación de la nacionalidad alemana, pero es la moral de la ciencia lo que organizó primero a los alemanes para convertirles en nación. En este sentido, no es baladí que el madrileño hablara de Karl von Stein y Wihelm von Humboldt. Además de ser intelectuales –el segundo de ellos fundador de su admirada Universidad de Berlín–, aplicaron sus conocimientos para reorganizar al Estado prusiano en las conocidas como Preußische Reformen entre 1807 y 1819408. Ortega vio en estas reformas liberales aplicadas en Prusia después de la humillación de Jena, un ejemplo a seguir tras la derrota del 98. En este sentido, es importante el hecho de que Denis no dio importancia únicamente a las condiciones intelectuales. Para él también eran esenciales las de carácter económico, precisamente, entre otras cosas porque explicaban el salto desde el localismo hasta el nacionalismo. En términos que recuerdan a los que Ortega empleará más tarde al hablar de la redención de las provincias, planteaba que el logro de la evolución económica fue el “d´affaiblir le particularisme local et de lui substituer un patriotisme plus large. Elle rendit aussi plus tangibles et plus intolérables les mille inconvénients matériels qui résultaient dur régime politique”409. El ser conscientes de las necesidades económicas que unen a los individuos de un territorio les llevaría a apostar por un cambio en la organización política acorde a sus intereses. Ortega en estos momentos no da mucha importancia al paso desde el localismo al patriotismo nacional a partir de las condiciones económicas, pero sí a la necesidad de que la estructura política se reforme de acuerdo a las condiciones reales de la vida del país. Por tanto, Ortega aconseja a su padre establecer un programa de reforma del carácter español siguiendo, entre otros, los principios del libro de Denis, que son básicamente tres si nos atenemos más que al contenido del libro –que tiene muchos temas– a los escritos del joven filósofo por estas fechas: primero, partir de la base de que los cambios políticos y sociales ocurren en términos de larga duración; segundo, ver que las condiciones que los sustentan son de todo tipo y por ello deben incluirse especialistas de todas las 407 ORTEGA Y GASSET, José: “Sencillas reflexiones” (1910), en José ORTEGA Y GASSET: Obras completas. Tomo I…, pp. 375-381, p. 378. 408 Este proceso puede estudiarse desde el capítulo “The Prussian Reform Movement” del libro de Koch. Vid.: KOCH, Hannsjoachim W.: A History of Prusia, New York, Routledge (1978) 2014, pp. 163-187. 409 DENIS, Ernest: La fondation…, p. 227. El patriotismo utópico de raíz neokantiana 140 disciplinas en la reforma; y tercero, asumir la importancia de la reforma intelectual y cultural en este proceso. 5.1.2. Las dos Alemanias: cultura socialista frente al materialismo conservador Aunque Ortega, especialmente en sus primeros años, exaltara lo germánico como algo opuesto y superior a lo hispánico, pronto se dio cuenta de que también existían elementos negativos en su país de acogida. Tal y como se indicó más arriba, en Alemania, como en otros países del entorno europeo, existió un conflicto entre los partidarios de un nacionalismo cívico y los que apostaron por otro vinculado al esencialismo. Un ingrediente importante de este segundo planteamiento, que se añadió a la defensa del Volkgeist, fue el militarismo, una de los elementos que caracterizaron a los movimientos nacionalistas que desde finales del siglo XIX despojaron a esta ideología de su primitivo carácter liberal. Además el II Reich había desarrollado un fuerte programa de nacionalización de las masas, acompañado del prestigio de teorías racistas y pangermanistas que en el siglo XIX se consideraban totalmente científicas. Existía una auténtica “moral de la ciencia”, pero es sentido muy distinto a la que buscaban los intelectuales españoles y que definió Vicente Cacho, porque no se vinculaba a la modernización sino a lo que podemos definir como la “esencialización” del Estado. De esta manera, autores como Paul de Lagarde, Julius Langbehn o Houston Stewart Chamberlain tuvieron una gran difusión, y se crearon instituciones de nacionalización como la Federación Anti-Semita de 1879 o la Sociedad Colonial Alemana de 1882410. Ortega fue testigo de este proceso, y por ello escribió textos donde al nacionalismo de carácter militarista opuso no únicamente el de la regeneración pedagógica, sino también una moral socialista que entendía como apuesta por el idealismo frente al materialismo. En un texto de 1908 publicado en El Imparcial resumió la situación política que justificaba la imagen negativa que se había creado después de tres años de su primer contacto directo con el II Reich: “Veía el canciller alzarse amenazadora por Oriente la emergencia magnífica del socialismo, a la vez que del Sur la compacta grey católica y ultramontana avanzaba con graves exigencias sobre la triste estepa de la marca prusiana. Desde lejos miraba envidiosa Inglaterra el henchido puerto de Hamburgo y Francia repetía el tópico de la revancha con más gusto literario que convencimiento. Había que demandar presupuestos enormes para Marina, había que dar el golpe de gracia a la perenne revuelta de los polacos, había que embarcar al pueblo en una política colonial para la que faltaba todo impulso de tradición y sobraban escándalos recientes. La patria, como se ve, estaba en peligro, si por patria se entiende la utilidad de unos cuantos banqueros y la mayor gloria del Emperador”411. Sintetiza aquí algunos de los elementos que explicaban a su juicio la noción de patriotismo de los conservadores: la política exterior agresiva, la homogeneidad religiosa, 410 FUSI AIZPURÚA, Juan Pablo: La patria lejana…, pp. 27-28. 411 ORTEGA Y GASSET, José: “La solidaridad alemana” (1908), en José ORTEGA Y GASSET: Obras completas. Tomo I…, pp. 136-139, p. 137. El patriotismo utópico de raíz neokantiana 141 y la emergencia del socialismo. También citaba otros aspectos como la cuestión polaca, muy vinculada al segundo factor, pero lo que es más importante para entender su oposición entre dos Alemanias es la diferencia que existía con respeto a las relaciones internacionales entre nacionalistas conservadores y socialistas. En lo que respecta a la política exterior de la Alemania que visitó Ortega, se define por la Weltpolitik. Con este nombre se conoce a la política mundial con la que Guillermo II desplazó a fines del XIX a la Realpolitik de Bismarck, de manera que el Káiser buscó la expansión internacional en lugar del equilibrio de poder. Las dos nociones son importantes en Ortega, no únicamente porque en sus artículos sobre relaciones internacionales las incluyera, sino especialmente en tanto que su idea de nación atribuye en algunos momentos de su pensamiento una importancia muy grande a los proyectos exteriores, tanto en su dimensión expansiva como de búsqueda de un balance de poder. Esto será muy claro en España invertebrada o Europa y la idea de nación, pero en esta primera década es donde comienzan sus reflexiones al respecto. En una carta de septiembre de 1905 dice a su padre que está escribiendo sobre lo que más le va interesando de Alemania, y que procurará hacerlo sobre Weltpolitik, pues “es asunto este en que quiero irme orientando para futuros proyectos”412. Con esta intención redactó en 1905 un artículo titulado “La política de Guillermo II”. No llegó a publicarse, pero en él y la carta correspondiente que mandó a su padre bajo la esperanza de que El Imparcial lo diera a la luz, expone lo que considera el leitmotiv de los discursos del Káiser y su canciller Bülow, personaje este que impulsó la Weltpolitik entre 1900 y 1909 y con quien además intercambió algunas palabras con ocasión de la recepción del rey Alfonso XIII413. Al parecer de Bülow, “Alemania es una avenida de paz gracias al poder estático de los ejércitos alemanes”, y aunque decía que la política que seguían era la de alcanzar la paz universal, Ortega veía que pretendían lograrla únicamente a través de la militarización. El joven estudiante mandó en una carta a su padre varios discursos al respecto, y daba cuenta de cómo los súbditos del Rey estaban fuertemente alineados con su visión: “Las palabras de Guillermo son en extremo pintorescas y los alemanes empapan en sus sueños las frases heroicas de su guía” 414. Ortega da cuenta, al copiar a su padre un discurso dado por el Káiser en Bremen, de que los gobernantes de su país de acogida aspiraban a constituir un “imperio mundial alemán”. Pero este no se lograría por la fuerza, sino por la “mutua confianza de naciones que a un análogo fin tienden”415. Esta definición de la política exterior es similar a la que en España invertebrada dará de la nación como un “proyecto sugestivo de vida en común”, logrado históricamente en España al compartir Castilla y Aragón una misma orientación exterior. Sin embargo, aunque ahora fuera meditando, como él dijera, acerca 412 ORTEGA Y GASSET, José: “Carta a sus padres. Leipzig, 29 de septiembre de 1905”, en José ORTEGA Y GASSET: Cartas de un joven…, pp. 179-181, p. 179. 413 Ortega actuó como corresponsal de El Imparcial durante la visita de Alfonxo XIII a Alemania. Vid.: ORTEGA Y GASSET, José: “Carta a sus padres. Berlín, 11 de noviembre de 1905”, en José ORTEGA Y GASSET: Cartas de un joven español…, pp. 215-216, p. 215. 414 ORTEGA Y GASSET, José: “Carta a sus padres. Leipzig, 28 de marzo de 1905”, en Ibid., pp. 123-127, pp. 125-127. 415 Ibid., p. 126. El patriotismo utópico de raíz neokantiana 142 del papel de la política internacional, lo que le importa de su descripción de Guillermo II y Bülow es lo que la define por oposición al modelo al que él se adscribe. Esto es, ellos querían que Alemania fuera un referente para las demás naciones porque sería un ejemplo de paz sustentada por las armas. Ortega por el contrario sigue viendo en ella un referente por la cultura que le habría dado forma. Con todo, describe la situación de Alemania en varios artículos. Una de las obsesiones de Bülow fue la construcción de una armada para su Estado, que pudiera rivalizar con la de Gran Bretaña y fundamentara el imperio de ultramar. En El Imparcial, Ortega expuso en enero de 1906 los efectos que este proyecto tenían en la sociedad: “el entusiasmo y la unanimidad del pueblo alemán” les llevó a alzarse “como un solo Bismarck” cuando se anunció el proyecto naval, de suerte que “la disciplina de una nación entera no ha llegado nunca a parecida perfección”. Expone Ortega cómo en todas las esquinas se aprecia el entusiasmo popular, celebrándose “reuniones flotófilas” y pegadas de carteles416. No obstante, Ortega no siempre considera que la exaltación del carácter guerrero sea una rémora. En otra ocasión hizo una comparación entre el carácter alemán y el español poniendo en relación la Puerta de Brademburgo con la Puerta del Sol. De nuevo en un artículo que no llegó a publicarse, describe sus sensaciones al contemplar la cuadriga del famoso monumento de Berlín: “Deutschland es esta figura triunfante y estos caballos que piafan sobre una nueve blanca. España…España es una pobre vieja que vive emparedada en el Reloj de la Puerta del Sol”417. Ortega afirmaba que en Alemania la patria no era una entidad abstracta, sino real y corpórea, que incluso podía ser besada. Aunque fuera a través de un monumento militar, veía que se había hecho un esfuerzo de nacionalización importante, mientras que en España el tiempo pasaba sin que se tratara de organizar a la sociedad de ningún modo. Con este pequeño artículo intuía un elemento que muchos investigadores han visto como determinante del nacionalismo de los siglos XIX y XX: el monumentalismo. Precisamente para el caso alemán, Mosse estudió en un trabajo clásico cómo la erección de arcos de triunfo, estatuas…fue importante para la nacionalización de Alemania no únicamente por su dimensión simbólica –de eternizar lo que se representaba–, sino también práctica, al dotar a la sociedad de masas de espacios donde representar la liturgia del nacionalismo418. Ortega tendrá muy en cuenta la relación entre monumentos y nación, pero en un sentido distinto al que Mosse expresaba. Cuando escriba sobre El Escorial, y en otras ocasiones acerca de ciertas ermitas o monumentos del campo castellano, no será por la cuestión práctica, sino la ideológica: pero con una voluntad también diferente a la que analiza Mosse, porque no era para difundir una idea de nación sino, en los términos del casticismo y el noventayochismo, por ver cómo en los monumentos españoles quedaba reflejado el carácter español. Con todo, el artículo de 1905 es interesante también porque nos permite 416 ORTEGA Y GASSET, José: “Notas de Berlín. Escuadra y bendición de San Pedro” (1906), en José ORTEGA Y GASSET: Obras completas. Tomo I…, pp. 59-62, p. 60. 417 ORTEGA Y GASSET, José: “Notas de andar y ver. Berlín-Balada Marcial” (1905), en Ibid., pp. 160- 166, p. 162. 418 MOSSE, George L.: La nacionalización de las masas. Simbolismo político y movimientos en Alemania desde las Guerras Napoleónicas al Tercer Reich, Madrid, Marcial Pons Historia, (1975) 2005, pp. 50-51 y ss. El patriotismo utópico de raíz neokantiana 143 ver que Ortega percibía el carácter escasamente nacionalizado de España, pues según varios intelectuales e investigadores una prueba de la escasa nacionalización alcanzada por el Estado español habría sido la ausencia de grandes monumentos similares a los de países como Francia, Gran Bretaña o Alemania419. Así, Ortega describía como una nota característica del país germánico el que fuera un país donde el sentimiento de pertenencia se había conseguido inculcar fuertemente. Desde esta base explicaba un suceso que también le llamaba la atención, la Dieta de Señoritas progresistas que se había reunido en la Sala del Palacio de los Arquitectos con el objetivo de tratar el tema de la reforma del matrimonio. Tampoco llegó a publicar este texto, pero en él indica que es la “jocundia pangermánica” lo que explica que “en Alemania se toma todo en serio, principando por tomarse en serio a sí mismo cada ciudadano imperial”. Aunque terminara su texto comparando el debate entre Maria Lischnewska y Catalanina Schirmarcher con el “circo de Price”, con este texto daba a entender que percibía la nacionalización alcanzada por los alemanes, pues incluso las mujeres luchaban por sus derechos desde esta perspectiva420. En todo caso, el nacionalismo alemán es descrito en términos negativos por Ortega en diversos lugares, destacando al respecto varias cartas que escribió con ocasión de las elecciones parlamentarias de 1907. En la que mandó a su novia se lamentaba de la derrota de los socialistas, y achacaba la situación al fanatismo de las gentes: “el orgullo nacional embrutece a estas gentes”. Ortega comparaba las manifestaciones patrioteras con los fanatismos religiosos, y se declaraba totalmente contrario a ellos: “cada vez odio más el nacionalismo que me parece una forma nueva de religión nacionalista” 421. A su modo de ver, y como plantea la tesis de Benedict Anderson arriba señalada, el nacionalismo era una nueva religión, que podía decaer en un integrismo que nublara la razón. En la carta que mandó a Unamuno comentando el mismo fenómeno, era más explícito en esta comparación, al contar su experiencia: los señores en cuya casa se hospedaba, perteneciente al Director de un Gimnasio –esto es, una escuela de formación media y por tanto uno de los pilares de la nacionalización–, le odiaban por ser socialista: “son los mismos odios bestiados e irrazonados de las señoras españolas contra los que ellas llaman positivistas, ateos, etc.”422. Las elecciones que menciona Ortega fueron muy importantes para la autorreflexión del socialismo alemán, pues fueron efectivamente celebradas en medio de un “resurgir de los sentimientos nacionalistas” motivados según Margaret MacMillan por la represión 419 En este sentido, el fracaso en el intento de crear un auténtico Panteón de Hombres Ilustres en Madrid refleja la situación. En 1833 Mesonero Romanos instaba a que Madrid imitara a París o Londres llenando sus calles de referencias a la grandeza nacional, y el liberal Fernández de los Ríos proponía tras la Gloriosa de 1868 una planificación urbana para Madrid que girara en torno al Panteón nacional. Vid.: BOYD, Carolyn P.: “Un lugar de memoria olvidado: el Panteón de Hombres Ilustres en Madrid”, Historia y política, nº11, 2004, pp. 15-40, pp. 17 y 19. 420 ORTEGA Y GASSET, José: “Notas alemanas. –Congreso de Walkyrias” (1905), en José ORTEGA Y GASSET: Obras completas. Tomo VII…, pp. 46-48, pp. 46 y 47. 421 ORTEGA Y GASSET, José: “Carta a Rosa Spottorno. Marburgo, 28 de enero de 1907”, en José ORTEGA Y GASSET: Cartas de un joven…, pp. 515-517, p. 515. 422 ORTEGA Y GASSET, José: “Carta X. Marburgo, 27 de enero de 1907”, en José ORTEGA Y GASSET, y Miguel de UNAMUNO: Epistolario completo…, pp. 66-69, p. 66. El patriotismo utópico de raíz neokantiana 144 efectuada por Alemania ante una revuelta en sus colonias del África sudoccidental. El nacionalismo conservador tachó a los socialistas de falta de patriotismo, y perdieron cuarenta de los ochenta y tres escaños que tenían en el Reichstag423. En este sentido es interesante comparar la percepción que tuvo Ortega del acontecimiento con el de una de las principales figuras del socialismo germano, Rosa Luxemburgo. Esta intelectual y militante comunista formó parte de una corriente del socialismo muy opuesta a aquella con la que simpatizaba Ortega, de carácter marxista y no neokantiano, y encuadrada por ello en el Partido Comunista (KPD). No obstante, coincide con él al describir las elecciones parlamentarias de 1907, aunque lo hiciera en un libro escrito durante sus temporadas en la cárcel entre 1915 y 1918. Afirmará en La crisis de la socialdemocracia que la derrota socialista en las que llamaba “elecciones de los hotentotes” fueron causadas por la exaltación nacionalista, que llevó entre otras cosas a supeditar la producción industrial a la construcción de la nueva armada. Así, las elecciones “encontraron a toda Alemania en un paroxismo de entusiasmo imperialista, firmemente unida bajo una sola bandera, la de la Alemania de von Bülow”. También en términos de metáfora de fanatismo religioso, se refería al ambiente en que se celebraron las mismas como al propio de una “atmósfera de pogromo espiritual”424. Por otro lado, el año 1907 fue importante para el socialismo europeo porque a lo largo de él se produjeron algunos hechos importantes para la definición de su relación con el nacionalismo. Por un lado, la II Internacional celebró el Congreso de Stuttgart, donde tuvo un papel destacado el SPD, y se trató el tema del colonialismo y la actitud de los socialistas ante el mismo. Los participantes condenaron el imperialismo y el nacionalismo que lo generó, y apostaron, como dijera en su intervención Émile Vandervelde, por la unión de todos los pueblos bajo la bandera de la paz socialista. Aunque se centró especialmente en el análisis de las condiciones materiales y cómo provocaban el dominio del más fuerte, también hablaron del desarrollo cultural de los pueblos, que únicamente podría darse desde el socialismo425. También en 1907 vio la luz el famoso libro de Otto Bauer La cuestión de las nacionalidades y la socialdemocracia. Este austromarxista426 escribió su obra desde el Imperio Austrohúngaro, una entidad multinacional que algunos autores –especialmente catalanistas– compararon con España. Ortega no lo cita en ningún momento, pero según 423 MACMILLAN, Margaret: 1914. De la paz a la guerra, Madrid, Turner, 2013, p. 381. Sin embargo hay que matizar que, aunque se percibió como una derrota, los socialistas alemanes en realidad aumentaron su número de votos aunque el sistema electoral les llevó a obtener menos parlamentarios. Por esto, August Bebel, uno de los fundadores del SPD y cercano al revisionismo de Eduard Bernstein, afirmó al tomar la palabra en el Congreso de Stuttgart de 1907 que la derrota “era aparente y no real”. Vid.: Congresos Sociales en 1907, Madrid, Imprenta de la Suc. de M. Minuesa de los Ríos, 1908, p. 20. 424 LUXEMBURGO, Rosa: La crisis de la socialdemocracia, Madrid, Akal, (1916) 2017, p. 57. 425 Congresos Sociales en 1907…, pp. 20 y 22. 426 El austromarxismo fue no tanto un descriptor geográfico como una escuela de pensamiento, de la que se pude hablar desde 1904. Sus integrantes escribieron en Der Kampf, Marx-Studien, o Blätter zur Theorie und Politik des Wissenschaftlichen Sozialismus, incluyendo junto a Bauer, a personas como Karl Renner, Max Adler o Rudolf Hilferding. Vid.: NAGEL, Klaus-Jürgen: “Estudi introductori”, en Otto BAUER, y Karl RENNER: Escrits sobre nació y federalisme. Selecció de textos d´autors austromarxistes. Estudi introductori de Klaus-Jürgen Nagel, Barcelona, Generalitat de Catalunya, 2016, pp. 9-51, p. 10. El patriotismo utópico de raíz neokantiana 145 Andrés de Blas existe un “más que posible influjo” de Bauer en la definición de la nación como comunidad de destino identificada con un carácter nacional427. El concepto de historische Schicksalsgemeinschaft (comunidad o unidad de destino histórica) es de los más interesantes del pensamiento del austromarxista, e introduce un muy matiz importante en la teoría sobre la idea de nación hecha en lengua alemana. Frente al planteamiento estrictamente liberal que ve la nación como una mera agregación de individuos, acepta la existencia de un carácter compartido. Pero al mismo tiempo se opone a la ideología Volkish, porque considera que es desde la unidad de destino a partir de donde se construye históricamente el Volkgeist o carácter nacional, y no al revés428. Tal y como se ha visto, en el joven Ortega está muy presente la idea de nación como proyecto. Sin embargo, en estos momentos todavía no asume la idea de comunidad de destino. La razón por la que es importante traer a colación a Bauer en el año 1907, es para ver cómo desde una cultura política socialista y en el marco de un contexto cultural germánico –en sentido amplio, que incluye la Austria de Bauer cuyo Anschluss o incorporación a Alemania defendió tras la I Guerra Mundial– responden a la cuestión de la identidad nacional a partir de vías distintas. Por otro lado, Bauer inauguró, según Ana María Rivadeo, una nueva forma de definir las relaciones entre socialismo y nación porque, distanciándose entre otros de Lenin, planteó que no únicamente las revoluciones burguesas eran nacionales: también las revoluciones proletarias podían serlo. Frente al internacionalismo radical, consideraba que todas las acciones políticas tenían que partir de la existencia de naciones, y que por tanto la alianza entre socialismo y nación no era transitoria o instrumental, sino estratégica. Así, la lucha nacional no debía contemplarse como la lucha separatista de una nación oprimida dentro de un Estado, sino el combate por una “conformación democrática interna dentro de la nación”429. En el libro de 1907 aparecen otros temas sobre los que Ortega escribió y leyó durante su estancia en Alemania. También él se irá oponiendo con cada vez más persistencia al “internacionalismo ingenuo”, y apostará por la cultura como base de la nacionalización. Pero existen grandes diferencias: en relación con este segundo tema, hay que diferenciar dos nociones de cultura: Kultur y Bildung430, siendo la primera “populista” y la segunda más elitista y espiritualista al decir de Bauer431. Según algunos investigadores, uno de los tres niveles de la idea de nación de Bauer –intermedio a la comunidad lingüística y la comunidad de destino– es la Kulturgemeinschaft o “comunidad cultural”, que el socialismo lograría extender más allá del nivel de las élites432. En el proceso de formación histórica de las naciones, el capitalismo hizo que las clases populares quedaran excluidas del proceso de creación de una comunidad cultural: a partir de la reforma socialista, se 427 BLAS GUERRERO, Andrés de: “Nación y nacionalismo en la obra…, p. 653. 428 NAGEL, Klaus-Jürgen: “Estudi introductori”..., p. 34. 429 Citado en: RIVADEO, Ana María: El marxismo y la cuestión nacional, México, Universidad Nacional Autónoma de México, 1994, pp. 99-100. 430 En este contexto, el concepto de Kultur se refiere a la cultura popular –tradiciones, lengua, mitos…–, y la Bildung a la cultura entendida como formación de carácter. En cierto sentido, se puede identificar a lo primero con la idea de la Kulturnation, y a lo segundo, con la Staatsnation. 431 Citado en: BUENO, Gustavo: El mito de la cultura, Oviedo, Pentalfa (1996) 2016, p. 39. 432 QUIROGA RIVIERE, Martha Lucía: “Las concepciones centrales del liberalismo y del socialismo sobre la nación en Europa: 1850-1914”, Revista Derecho del Estado, nº 34, Universidad Externado de Colombia, 2015, pp.255-287, p. 282. El patriotismo utópico de raíz neokantiana 146 lograría su nacionalización, y esto llevaría finalmente a la Charaktergemeinschaft o “comunidad de carácter”433. El filósofo madrileño, con su insistencia en la reforma pedagógica, también plantea la ampliación del círculo nacional hacia toda la sociedad, pero existen diferencias. Aunque Ortega también tiene presente el concepto de Kultur, especialmente debido al casticismo que vimos en el capítulo anterior, durante su estancia en Alemania se acercará más a la idea de Bildung, y esto se debe al influjo del neokantismo. También a esta filosofía se debe su actitud ante el otro tema, pues el Ortega de 1907 presenta otra gran diferencia con respecto al pensador austriaco, que es su visión mucho más centralista del Estado. Con todo, ante la dificultad teórica que encontraba el socialismo –en todas sus vertientes– de compatibilizar nación y ciudadanía universal, optó por rechazar el concepto de nación y recurrir a otro que consideraba compatible con el segundo: el pueblo, concepto recurrente tanto en la tradición liberal y republicana española, como en la del socialismo, según se vio por ejemplo en el Congreso de Stuttgart. En este sentido, en una carta a su novia encontramos una de las primeras definiciones que ofreció sobre la idea de nación: “la Nación es una concepción política que se basa en el supuesto de que el resto de los hombres son enemigos y hay que odiarlos”. Por el contrario, el pueblo “es una concepción basada en el supuesto de que todos los hombres son parientes o deben serlo”, pero que hay “grados” y el más próximo es el familiar. Por esto, planteaba que había que acabar con el nacionalismo y sus efectos políticos, y, como decía en otras expresiones ya expuestas, “hacer pueblos”434. Ortega reconocía en la carta a Unamuno que en ocasiones había utilizado el término nación en un sentido positivo, dando a entender que existía una versión buena del mismo y otra mala. Pero ahora abandonaba esta distinción, señalando que el comprobar los efectos del fanatismo alemán “contribuye a apearme cada vez más de la dirección nacionalista”, llagando así a asumir que “el prejuicio nación es un octavo pecado capital” 435. Ortega en estos años fue creando una dicotomía entre nación y pueblo, y con ello entre nacionalismo y patriotismo. Se trata de una distinción polémica en algunos aspectos, y que se comprende dentro del contexto de las culturas políticas de comienzos del siglo XX. Varios autores han estudiado el proceso por el que durante el siglo XIX y comienzos del XX se fueron construyendo algunas propuestas que recurrían al concepto de pueblo, que Rafael Cruz define –en base a Álvarez Junco– como “una comunidad imaginada, en la que se reconocen integrantes de ella diferentes grupos sociales para luchar contra la exclusión de la vida política, al carecer de derechos de ciudadanía fundamentales”. Liberales, republicanos, socialistas, y otros grupos políticos configuraron el populismo, caracterizado –según Rafael Cruz– por atribuir al pueblo una superioridad moral436. 433 NAGEL, Klaus-Jürgen: “Estudi introductori”…, p. 34. 434 ORTEGA Y GASSET, José: “Carta a Rosa Spottorno. Marburgo, 28 de enero de 1907”…, p. 516. 435 ORTEGA Y GASSET, José: “Carta X. Marburgo, 27 de enero de 1907”…, p. 66. 436 CRUZ, Rafael: “Pueblo, Parapueblo y Contrapueblo en 1931”, en Javier MORENO LUZÓN, y Fernando DEL REY (Eds.): Pueblo y nación. Homenaje a José Álvarez Junco, Madrid, Taurus, 2013, pp. 109-125, p.113. El patriotismo utópico de raíz neokantiana 147 El populismo –que entendemos aquí como la teoría política que construye su propuesta a partir de la categoría de pueblo–, se basa así en una oposición, que a diferencia de lo que suele hacer el nacionalismo, establece la otredad en el interior de la sociedad: el no pueblo es una élite o casta, o una oligarquía según el lenguaje regeneracionista de Costa y Maeztu, que se opone al desarrollo de la gran parte de la sociedad. En los últimos años, a raíz de los acontecimientos políticos que se indican en la introducción de esta tesis doctoral, han aparecido muchos estudios sobre la naturaleza del populismo. Entre ellos, el ya mencionado de Villacañas, que exponiendo a Ernesto Laclau da importancia a un hecho interesante: “la naturaleza identitaria del pueblo es actualista”. Esto es, se diferencia del nacionalismo en tanto que no busca legitimarse en el pasado, sino en la solución aportada a problemas del presente437. Esta concepción, que es bastante común a los autores neokantianos, es una de las diferencias más notables que en estos momentos presenta Ortega con respecto a Bauer, que si bien quiere responder también a los problemas de su tiempo y a la vez criticar el esencialismo, mantiene la idea de nación y con ello la defensa –aunque no esencialista– de la historia. Ortega se introduciría por estos años de lleno en la cultura política populista según estas dos ideas –superioridad moral y lógica actualista–, y por tanto frente al nacionalismo. Con todo, la idea de la Kinderland y el patriotismo que mira al futuro estaban como vimos muchas veces matizadas por propuestas etnicistas. Un ejemplo, también de 1907, es un artículo donde Ortega volvía a loar al pueblo español, pero lo definía como “lo castizo en cada casta” que “como la madre de los vinos nobles en el fondo de los toneles, yaciendo en el fondo de las razas, les de sabor, dignidad y equilibrio”. En todo caso, la lógica populista se percibe –junto con el concepto empleado– en que defiende tanto la superioridad moral del pueblo –cuya “alma sagrada milenaria” no se dejaba cortejar por las “masas periféricas” de aristócratas y políticos–, como su supeditación a una reforma de futuro438. Por otro lado, las diferencias entre nacionalismo y populismo, y los recursos retóricos a la nación y la patria, son según otros teóricos más cercanos de lo que parecen. Mikel Aizpuru indica que el recurso a uno u otro concepto obedece a intenciones ideológicas, ya que el nacionalismo ha sido denigrado durante el siglo XX debido a los conflictos que ha provocado, y se recurre a la noción de patriotismo para distinguir entre distintos tipos de nacionalismos439. Esta es la actitud de Ortega cuando teoriza sobre la nación y el pueblo en estos momentos, cuando antes de las Guerras Mundiales que justifican la acción señalada por Aizpuru, ve en el militarismo alemán una propuesta de nación contraria a la que él defiende. Sin embargo, más adelante abandonaría esta distinción, no teniendo problemas en defender la idea de nación. Lo que vendría a demostrar la opción orteguiana por el pueblo y la patria frente a la nación en estos años es lo relativo y dificultoso de definir ambos conceptos, y el hecho de que las culturas políticas liberales o socialistas han 437 VILLACAÑAS BERLANGA, José Luis: Populismo…, p. 73. 438 ORTEGA Y GASSET, José: “Reforma del carácter, no reforma de las costumbres” (1907), en José ORTEGA Y GASSET: Obras completas. Tomo I…, pp. 111-115, p. 113. 439 AIZPURU, Mikel: “Sobre la astenia del nacionalismo español a finales del siglo XIX y comienzos del siglo XX”, Historia contemporánea, nº23, 2001, pp.811-849, p. 830. El patriotismo utópico de raíz neokantiana 148 tendido históricamente a optar por lo primero, y las más conservadoras, en el siglo XX, por lo segundo. Ortega no siempre utilizó en estos años la dicotomía entre nación y pueblo para explicar las dos formas de patriotismo que percibió en Alemania. Pero en todo caso, el significado que atribuyó a esos dos significantes en la carta de 1907 sí que lo mantuvo, hablando de la existencia de dos Alemanias. Con esta referencia recurría a una metáfora existente en el contexto cultural europeo, que él mismo volvería a utilizar en textos como “Vieja y nueva política” (1914) para referirse a España, o en aquellos donde defendería la cultura alemana frente al militarismo de su política durante la I Guerra Mundial. Según señaló Vicente Cacho, la imagen de las dos naciones fue “un lugar común del lenguaje culto europeo para referirse a cualquier tipo de seccionalismo”440. El texto donde Ortega empleó de forma más directa la imagen es “Las dos Alemanias”, publicado en El Imparcial en 1908. Se trata de un artículo que sintetiza gran parte de lo expuesto hasta aquí, puesto que por un lado exalta a Alemania como “la nación que envía al sur de Europa la corriente científica más poderosa que haya existido nunca”, al tiempo que criticaba su situación política. En apenas tres páginas, hace una breve exposición del desarrollo histórico de Alemania, en términos que en cierto sentido recuerdan a Otto Bauer cuando afirma que “Alemania ha mostrado al través de toda su historia la incapacidad para formar una unidad cultural”. Al decir de Ortega, Alemania formaba en 1908 una realidad heterogénea, de grupos sociales no integrados y sumidos en la desarmonía. Frente a la Grecia clásica y el Renacimiento, su modelo era la Edad Media, donde el elemento característico fue la dispersión441. Pero Ortega se distancia claramente de Bauer en tanto que explica desde el neokantismo, y no el marxismo, la causa de la falta de unidad cultural en Alemania. El idealismo es su propuesta, recuerda que “yo fui a Alemania para henchir de idealismo algunos tonelillos”, y se refiere a la “moralidad ideal” como la que es necesario alcanzar. Desde esta base se explica la dicotomía con la que identifica a cada una de las dos Alemanias: la “Alemania del filósofo”, y la “Alemania del filisteo, del burgués”. El primero es el que ha creado el sistema filosófico capaz de dar unidad a Alemania, y el segundo el que con su materialismo impide que aquella se alcance442. Constantemente apela a la unidad, diciendo en el artículo anterior que “la acción humana por excelencia es la unificación”. Pero no se refiere meramente a la unidad nacional, sino que apela antes que nada a la recomposición de la unidad interior del hombre: “¿Quién es el hombre digno? El hombre de ánimo armonioso, unificado; el hombre hecho de fragmentos nos parece de poco precio”443. Con esto, está jugando con otro de los ingredientes característicos del pensamiento europeo del momento, donde la noción antropológica en boga era la del ser humano como un conjunto de pasiones y 440 CACHO VIU, Vicente: “La imagen de las dos Españas”, Revista de Occidente, nº60, 1986, pp. 49-77, p. 52. 441 ORTEGA Y GASSET, José: “Las dos Alemanias” (1908), en José ORTEGA Y GASSET: Obras completas. Tomo I…, pp. 133-135, pp. 133-134. 442 Ibid., pp. 134-135. 443 Ibid., p. 134. El patriotismo utópico de raíz neokantiana 149 elementos psíquicos desbordados, que era necesario unificar de alguna manera. Desde el neokantismo, para Ortega esto debía hacerse a partir de la Idea, que el socialismo lograría implementar. La unificación que buscaba Ortega, la expuso de forma más explícita en cuanto a su dimensión política en “La solidaridad alemana” (1908), donde en términos netamente kantianos vinculaba lo que había llamado antes la Alemania del filósofo con el “idealismo social”, y la definida como Alemania del burgués con el “materialismo conservador”. Se trataba de dos actitudes que generaban una re-ligio entre los seres humanos, pero sustentada en dos principios contrapuestos: la primera, en la apuesta por el “deber político ideal”, y la segunda, por el “materialismo egoísta”. Según su percepción de Ortega, Alemania se encontraba en un momento retroceso de la cultura, en tanto que los socialistas que la encarnaban estaban siendo acorralados por una alianza entre nacionalistas y viejos liberales. Afirmaba que “el nacionalismo significa la reaparición en atmósferas modernas de la «razón de Estado», y ambas cosas suponen la barbarie y la incultura políticas”444. Frente a esta Alemania, Ortega encontraba otras dos: primero, la de los católicos que volvían a presionar al Káiser, y que defendían una patria celestial que desde la tierra podía atisbarse a partir de la “influencia de los jesuitas”. Pero especialmente encontraba la patria de la Alemania del filósofo y el deber ideal, que definía en términos antimaquiavélicos: “Para los socialistas la patria no es un fin que justifique los medios, es una porción del planeta que favorece la sentimentalidad individual, que enjuga ciertos afectos estéticos del corazón, pero nunca un nombre en el cual pueda apoyarse la injusticia y el daño a otras naciones: su patria última es asimismo una idea, la humanidad que gana un jornal”445. Tal y como se avanzaba al comenzar este epígrafe, la diferencia entre el nacionalismo conservador y el patriotismo socialista se apreciaba en cuanto a sus efectos en las relaciones internacionales. Según planteó en 1907 el Congreso de Stuttgart, el antiimperialismo y la defensa de la comunidad humana eran elementos irrenunciables. Pero en este breve párrafo se ve también otro componente importante de la idea de nación del joven Ortega: la defensa del individualismo, en el sentido de que el socialismo orteguiano se oponía a la disolución de la personalidad dentro de un Volkgeist, estableciendo por contra un vínculo entre patriotismo y sentimiento individual. Esto además le distanciaba de la noción de Kultur en favor de la de Bildung, la formación personal como base de la cultura creadora de la sociedad. De nuevo aparece la opción por un socialismo de base neokantaina, y con ello una percepción socialista de la nacionalidad que se opone a la de otras corrientes como el marxismo de Bauer. A continuación se analizará el carácter de esta ideología en Ortega. 444 ORTEGA Y GASSET, José: “La solidaridad alemana”…, p. 138. 445 Ibid., p. 137. El patriotismo utópico de raíz neokantiana 150 5.2. Alemania como referente de la moral socialista 5.2.1. El influjo del socialismo neokantiano Según se ha visto, Ortega fue desarrollando una serie de percepciones duales con respecto a Alemania, y junto a su experiencia personal, lo que explica esta situación es la asunción del socialismo. Consideraba necesario organizar a la sociedad española bajo un nuevo credo, haciendo de ella un pueblo unido por un ideal, y vio en el socialismo una herramienta muy útil para lograrlo. Alemania no fue para él únicamente el lugar donde se había hecho real la moral de la ciencia, sino en parte también otra que Vicente Cacho también identificó como propia de comienzos del siglo XX: la moral socialista446. Pero para entender esta situación, hay que partir de otro fenómeno acontecido en el paso del siglo XIX al XX, que es la crisis del liberalismo. En efecto, en el fin de siglo comenzó a entrar en decadencia una de las grandes ideologías del siglo XIX, que precisamente había desarrollado una alianza con el nacionalismo que permitió la erección del Estado-nación bajo su paraguas teórico. Los cambios políticos y sociales provocaron sin embargo que desde muchos sectores se contemplara como incapaz de adaptarse a la naciente sociedad de masas. De esta manera, entre 1875 y 1914 se produjo a nivel europeo lo que Bernaldo de Quirós llama una “quiebra intelectual del liberalismo”, y surgieron diversas corrientes que trataron de redefinir los ideales liberales a partir de un principio común, que Francis Charles Montague identifica con la “revuelta contra la libertad negativa” 447. Esto es, no se resignaban a que el liberalismo se definiera como la mera oposición a que el Estado fagocitara al individuo con su poder, y apostaban por que interviniera para posibilitarle su desarrollo. La opción por el intervencionismo acercó al “nuevo liberalismo” con el socialismo, pues se vio en él una doctrina que podría ayudar a rectificar el liberalismo siendo fiel a su espíritu. A la par de la indefinición ideológica, el liberalismo vivía en gran parte de Europa una crisis motivada por su posición en el juego de poder. En España, debido a la incapacidad del Partido Liberal para convertirse en una alternativa al sistema de la Restauración – papel que jugaría el republicanismo en todas sus vertientes–; y en Alemania por una nueva alianza cimentada desde 1906 entre un sector del liberalismo y el sistema que Ortega identificaba con la nación del filisteo y el burgués materialista. En realidad, el liberalismo germano se había escindido en dos grupos desde la época de Bismarck, entre los “liberales nacionales” y los “liberales radicales”, puesto que en el equilibrio de poder del II Reich el Canciller de hierro tuvo que contar con miembros de esta ideología para contrapesar el influjo de los conservadores. Lo que ocurrió desde el ascenso de Bülow es que se creó 446 CACHO VIU, Vicente: Los intelectuales y la política…, pp. 91-92. 447 BERNALDO DE QUIRÓS, Lorenzo: “La decadencia del liberalismo, 1902-1931”, en José María MARCO (Coord.): Genealogía del liberalismo español, 1759-1931, Madrid, FAES, 1998, pp.265-328, p. 275. El patriotismo utópico de raíz neokantiana 151 una nueva unión cimentada por el temor al socialismo y que era defensora del imperialismo y los intereses industriales448. Esta situación es en gran medida la que tenía Ortega presente cuando definía la dualidad de las naciones alemanas, y la expuso para El Imparcial en “La solidaridad alemana”. Allí definía el intento por parte de Bülow de “restaurar el bloque liberal” con el que Bismarck logró dar “cohesión a la nacionalidad alemana”, haciendo con ellos un programa político antisocialista. El problema era que ya no quedaban liberales como los de la época del Canciller de hierro, esto es, con altura de miras y un programa acorde a su tiempo. Todo lo contrario, en su fervor antisocialista llegaron a aceptar la exclusión de gran parte del pueblo por defender los intereses del Káiser: “salvo algunos díscolos, los liberales han renunciado al sufragio universal y prosiguen fomentando la mayor gloria del Emperador”, y la razón era “el engaño nacionalista”. Fruto del maquiavelismo y el materialismo de esta ideología, los liberales alemanes “están decididos a votar las leyes que arrojan a los polacos de Polonia y la repueblan con hombres de Prusia”, y se preguntaba si los liberales españoles se indignarían o no con esta actitud449. De esta manera, cuando Ortega hablaba de la necesidad de crear una nueva teoría que uniera a la sociedad, se refería a la crisis del liberalismo en sus vertientes intelectual y práctica. La solución para resolver el problema común a España y Alemania comenzaba a atisbarla en el segundo lugar, donde el socialismo se configuraba a sus ojos como la panacea que galvanizaría las ideas anticuadas. Lo resumió al escribir en 1906 que “yo no creo en el liberalismo, creo que esto fue una cosa en su tiempo pero hoy es solo una palabra”. Por el contrario, “hoy el liberal tiene que ser más que liberal, mucho más: por ej. Socialista”450. Dos años después decía que en Alemania –e Inglaterra– hacía tiempo que el socialismo preparaba su reemplazo al liberalismo, presentándose como una ideología nacional y no clasista: “cuando comenzaron a marchitarse las intenciones, a embotarse los programas y a disminuir las energías de los partidos liberales clásicos – progresistas y republicanos– había madurado el socialismo en la conciencia nacional”. En España no había ocurrido así, pero en todo caso Ortega veía que la supervivencia del Partido Liberal dependía de que “el señor Álvarez o el señor Canalejas fueran a buscar a los socialistas”, pues “ellos son los guardadores del Santo Grial de la política futura”451. Melquíades Álvarez y José Canalejas representaban dos tendencias del liberalismo reformista en España. El segundo, desde dentro del Partido Liberal, consiguiendo acabar momentáneamente con la división política del partido al unificar en 1910 sus diversas corrientes. Esto le permitió gobernar entre 1910 y 1912, llevando a cabo reformas como la abolición de la Contribución de Consumos, el establecimiento del servicio militar obligatorio, o la ya mentada Ley del candado. A raíz de su asesinato en 1912 es 448 VILLACAÑAS BERLANGA, José Luis: “Estudio introductorio”, en Karl VORLÄNDER: Kant, Fichte, Hegel y el socialismo. Estudio introductorio de José Luis Villacañas, Valencia, Natán (1920) 2007, pp. 5- 97, pp. 12-13. 449 ORTEGA Y GASSET, José: “La solidaridad alemana”…, pp. 137-139. 450 ORTEGA Y GASSET, José: “Carta a Rosa Spottorno. Marburgo, 11 de noviembre de 1906”, en José ORTEGA Y GASSET: Cartas de un joven…, pp. 475-477, p. 476. 451 ORTEGA Y GASSET, José: “El recato socialista” (1908), en José ORTEGA Y GASSET: Obras completas. Tomo I…, pp. 214-216, pp. 214-215. El patriotismo utópico de raíz neokantiana 152 precisamente cuando entró en juego Melquíades Álvarez, defensor de un reformismo ajeno al Partido Liberal que analizaremos más abajo porque Ortega participó en él, en cierta medida porque creía que el consejo que daba en el artículo de 1908 había sido escuchado. Volviendo al socialismo alemán que Ortega ponía como ejemplo, debe aclararse que no era ni mucho menos uniforme. Muy por el contrario, se trataba de una ideología que también se encontraba en medio de un intenso debate teórico y táctico a comienzos del siglo XX. Alemania fue la patria de Karl Marx, pero también de algunas de las corrientes más influyentes del socialismo reformista y democrático. Para entenderlo hay que retrotraerse a la década de 1870, cuando una crisis dentro movimiento llevó a sus integrantes a dividirse entre una tendencia reformista seguidora de Eduard Bernstein, y otra revolucionaria basada en Karl Kautsky. El motivo de que los primeros hubieran aceptado el compromiso con el sistema se debía entre otras cosas a que la política bismarckiana había integrado poco a poco a los obreros dentro del sistema del II Reich. Esto, unido a las mejoras económicas derivadas de la acción del Estado, provocó según Zeev Sternhell una pérdida de la conciencia de clase que fue pareja a la adquisición de una conciencia nacional452. Al mismo tiempo, se ha de tener presente que una de las causas del declive del liberalismo alemán se debe en gran medida según Quirós a estos acontecimientos, puesto que el estatalismo bismarckiano y el nacionalismo unificador se impusieron dentro del liberalismo como la norma práctica453. Por otro lado, tanto Bernstein como Kautsky tenían una orientación marxista, siendo esta la tendencia dominante del SPD (Sozialdemokratische Partei Deutschlands) desde que así se aceptó en el Congreso de Erfurt de 1891. Sin embargo, existían otras corrientes dentro del partido que neutralizaban el marxismo, como la eisenchiana y la lasalliana, influidas ambas por el socialismo utópico de Pierre-Joseph Proudhon. Precisamente Ferdinand Lasalle fue uno de los intelectuales socialistas más admirados por Ortega, influido como él por Fichte, y al que citó en diversas ocasiones como ejemplo de conciliación entre nación y socialismo. En concreto, al filósofo español le interesaron dos conceptos que veía encarnados en la figura del socialista germano: cultura y organización, pues solamente a partir de ellas veía posible la nacionalización del socialismo. En este sentido, Lasalle había fundado en 1863 la Asociación General de Trabajadores Alemanes, organizada como un movimiento de masas que contribuyó a la nacionalización de las mismas y a su integración en el II Reich454. Esta faceta que resalta Mosse en su famoso libro es la Ortega destacó siempre que habló de él. Así, en 1912 planteará desde su teoría que la táctica socialista debía de partir del ámbito nacional. Si el “nacionalista” es un personaje agresivo que se centra en las naciones ajenas, el “nacional” es el que se preocupa de la “labor constructora dentro del ámbito político en que vive”. Es decir, la nación –como se ve, a la altura de 1912 ya no opone nación y pueblo, sino nacionalismo y condición nacional– es un ámbito a defender no por cuestiones identitarias sino tácticas. En base a este principio, Lasalle defendió como política “la conquista de las aspiraciones proletarias al través de la construcción nacional y nunca le parecieron cosas distintas 452 STERNHELL, Zeev: El nacimiento de la ideología fascista, Madrid, Siglo Veintiuno, (1989) 1994, p.17 453 BERNALDO DE QUIRÓS, Lorenzo: “La decadencia del liberalismo…, p. 280. 454 MOSSE, George L.: La nacionalización de las masas…, pp. 209-210. El patriotismo utópico de raíz neokantiana 153 socialismo alemán y unidad del Imperio alemán”455. El padre del socialismo alemán era desde este esquema interpretativo identificable con el de la nación alemana, Fichte, y así también en 1912 les identifica, junto a Napoleón, con tres de los grandes triunfadores del siglo XIX: “el uno hizo un Imperio, el otro una Alemania, el tercero el partido socialista”456. Estos textos son de la época de transición hacia la época de influencia de la fenomenología en Ortega, y de acercamiento a un republicanismo liberal y reformista que también explica una mayor afinidad con Lasalle que con socialistas como Marx. Pero años antes se expresaba en términos muy parecidos. Por ejemplo en 1910, cuando finalizaba un artículo publicado en Vida Socialista con una apelación a Lasalle, “gigante socializador que comenzó la organización del pueblo alemán”457. En este texto Ortega hablaba de uno de los temas que separaron al socialismo revolucionario del reformista: el de las revoluciones, y adelantándose a Albert Camus en su definición de la rebelión como creadora de valores, decía que había que distinguir dos facetas en dicho fenómeno: la revolución como acción violenta, y la misma en tanto que portadora de un sentido que en ella se descubre458. Distanciándose de lo primero, apelaba al talante lasalliano –y a las palabras del socialista neokantiano Cohen– para hablar de la necesidad de organizar al pueblo español a partir de ideales políticos. Según el juicio de Ortega, para ello era necesaria la europeización, entendida bajo la idea de que “Europa, señores, es ciencia antes que nada”. Esto es, el socialismo entendido como ética experimental o cultura que los jóvenes debían buscar en referentes extranjeros como Lasalle porque no existían en España. Ortega veía que el fracaso de las huelgas en España era consecuencia de una falta de organización que se apreciaba no únicamente entre los obreros, sino también en el pueblo en general y en la humanidad: “la unidad de los hombres está en formación, no existe aún”, y su enemigo era la barbarie –que en otros textos identifica con el nacionalismo excluyente o el materialismo burgués–, dado que “solo la cultura los hace amigos (a los hombres)”459. Lasalle era un referente porque, como estudió mucho después Mosse, fue capaz de organizar a los obreros y con ello contribuir a hacer lo mismo con el pueblo alemán. Por otro lado, en 1908 se había referido en un texto, publicado esta vez en El Imparcial, al vínculo entre cultura y socialismo en relación con la falta de minorías selectas en el PSOE. Con ocasión del Congreso que habían celebrado, señalaba que la excepcionalidad del socialismo español –que le diferenciaba del alemán y el inglés– era “la falta de una minoría cultural”. En los referentes extranjeros, el socialismo había penetrado primero en las mentes de los ciudadanos cultos y los intelectuales, y después se había extendido su credo a las capas populares. Comparando a Lasalle con Pablo Iglesias, y a Largo 455 ORTEGA Y GASSET, José: “Miscelánea socialista” (1912), en José ORTEGA Y GASSET: Obras completas. Tomo II…, pp. 564-570, p. 567. 456 ORTEGA Y GASSET, José: “De puerta de tierra” (1912), en José ORTEGA Y GASSET: Obras completas. Tomo I…, pp. 545-558, p. 552 457 ORTEGA Y GASSET, José: “Las revoluciones” (1910), en Ibid., pp. 321-325, p. 325. 458 Así lo analiza, en términos que recuerdan a Ortega pero de forma mucho más detallada, y refiriéndose a la rebelión y no a la revolución, en “El hombre en rebeldía”. Vid.: CAMUS, Albert: El hombre rebelde, Madrid, Alianza Editorial, (1951) 2005, pp.19-31. 459 ORTEGA Y GASSET, José: “Las revoluciones”…, pp. 321 y 325. El patriotismo utópico de raíz neokantiana 154 Caballero con Bernstein, afirmaba Ortega que esto no había ocurrido en España. Pero no lo consideraba el problema principal, porque a su juicio la verdadera rémora no era que los intelectuales no fueran socialistas, sino que ni siquiera existieran verdaderos intelectuales en España460. Finalmente, con respecto a la profunda admiración que Ortega sentía por Ferdinand Lasalle y la interpretación que hizo del mismo, un extenso artículo que publicó en 1911 en el diario bonaerense La Prensa, menciona algunas de las ideas arriba expuestas. Especialmente, el filósofo madrileño valora, en la línea del artículo de Vida Socialista, el influjo que tuvo en la creación del II Reich, contando la anécdota en virtud de la cual Bismarck afirmó que el príncipe “tal vez llegó a dudar si el imperio alemán habría de formarse bajo la dinastía Hohenzollern o bajo la dinastía Lasalle”. Además, resalta que hubiera sido capaz de plantear para la nación unificada una organización acorde con los nuevos tiempos, que no se consiguió establecer del todo pero que Ortega considera un ejemplo para la época en que está escribiendo: el “nuevo Estado socializado que ha de venir a superar no solo el Estado antiguo patrimonial sino el actual Estado individualista”461. Por otro lado, existe un tema interesante, significativo en una reflexión sobre la nación alemana hecha en 1911: el origen judío de Lasalle, que Ortega resalta en el artículo. De nuevo, recurre a un esquema dual para exponer un tema identitario, sosteniendo que un judío “no puede ser espiritualmente completo”, pues vive una “interna escisión” porque “los judíos son un pueblo asiático inscrito en el ambiente europeo”. Esto es, procedentes de una cultura asiática, los judíos están condenados a “vivir transplantados” en otro continente y con ello en otra cultura462. Desde un punto de vista etnicista, partidario de la teoría de la Kulturnation, esto implicaría excluir a los judíos de la nacionalidad alemana, como de hecho defendieron muchos integrantes del nacionalismo en la época. A continuación se dedicarán unas páginas a esta cuestión, dado que es importante para estudiar el nacionalismo alemán y también la idea de nación de los socialistas que influyeron en Ortega. El antisemitismo fue un factor importante dentro del II Reich, impulsado por autores como Wilhelm Marr (autor de La victoria del judaísmo sobre el germanismo, 1879), Karl Eugen Dühring (La cuestión judía, 1888), o el propio von Treitschke, que también en 1879 había escrito que “los judíos son nuestra desgracia”. No únicamente en lo teórico, también en lo práctico los antisemitas crearon instituciones de nacionalización como la Liga Antisemita de Marr en 1879 o el Partido Popular Antisemita en 1890, que en las ya comentadas elecciones de 1907 consiguió veintiún diputados463. Desde argumentos a veces religiosos, y especialmente racistas y “científicos” a medida que avanzaba el siglo XIX, estos personajes definieron a los judíos como un grupo por esencia incompatible con el Volkgeist. Sus argumentos eran muchas veces similares a los que Ortega menciona en su artículo –esto es, identidad asiática, pueblo transplantado…–, pero lo que era un 460 ORTEGA Y GASSET, José: “El recato socialista”…, p. 215. 461 ORTEGA Y GASSET, José: “En torno a un héroe moderno” (1911), en José ORTEGA Y GASSET: Obras completas. Tomo I…, pp. 506-513, pp. 509-512. 462 Ibid., p. 508. 463 FUSI AIZPURÚA, Juan Pablo: La patria lejana…, pp. 27-28. El patriotismo utópico de raíz neokantiana 155 impedimento para los partidarios de la Kulturnation no lo fue para quien apostó por la Staatsnation. Ortega hablaba en su texto de Lasalle como un judío que contribuyó a organizar a la sociedad alemana apostando por un Estado socializador, que como indica el nombre, no se definía por la capacidad para encarnar el espíritu del pueblo, sino en tanto que posibilitador del desarrollo humano. Ortega resaltaba la condición judía de Lasalle porque comprobó durante su estancia las dificultades vividas por la raza de su admirado referente socialista. En algunos textos muestra su preocupación por “una de las más grandes lacras de la historia: el antisemitismo”. Esta frase escribía utilizando como pretexto una reflexión sobre El mercader de Venecia, que había visto hacía poco en julio de 1910, y que le ayudó a meditar acerca del modo en que “los demás pueblos han ido destilando gota a gota sobre el judío todo su poder de odiar”. No lo decía por mera palabrería, sino que según su confesión en este artículo, fue su experiencia como estudiante en Alemania lo que le demostraba cotidianamente las desventuras eternas del “pobre judío errante”. Afirma Ortega que lo veía sufrir en el Brühl de Leipzig, en el Zeil de Frankfurt…, y sobretodo en una anécdota que cuenta. Una vez, en un vagón de tercera comenzó a hablar con una persona, y cuando esta se declaró israelita ocurrió lo siguiente: “el vagón se había llenado de hombres alemanes, de comisionistas, de estudiantes, de soldados; apenas oyeron la palabra israelita, comenzaron a caer chanzas y groserías sobre el menudo viajero”. Confiesa Ortega que se avergonzó, y que incluso tuvo miedo de que por sus rasgos mediterráneos le confundieran con un semita; y también que por esta razón no hizo nada. Pero la visión de la obra de teatro le hizo recordar con dolor el suceso464. Frente a sus acompañantes de tren, Ortega consideraba que el hecho de que convivieran dos culturas –europea y asiática– en el germen de una nación no era una rémora. Según vimos, Nietzsche también hablaba de los judíos como un grupo trasplantado, que invitaba a injertar en la nueva casta dominante. Pero porque su genio económico sería beneficioso al integrarse con el genio político prusiano. En el caso de Ortega, la valoración positiva del judaísmo europeo como dualidad escindida se debía a una dimensión psicológica que en parte avanza la idea de Spaltung465: la sensibilidad especial ante la injusticia, que Lasalle encarnaba. En su reflexión sobre Shylock avanza la idea de que el dolor es un “divino pedagogo” para los semitas, llenándoles de una “energía psíquica” que hacía que por sus venas fluyeran filosofía y “revolucionarismo” 466. En esta línea, Ortega sintetiza su concepción de la identidad judía hacia 1911 con estas palabras del texto sobre Lasalle: “(…) El sentido de la justicia en la historia es un rasgo muy característico de la raza judaica. Los pueblos europeos, sometiendo a esta raza perennes 464 ORTEGA Y GASSET, José: “Shylock” (1910), en José ORTEGA Y GASSET: Obras completas. Tomo II…, pp. 103-107, p. 105. 465 El Spaltung –desgarramiento de conciencia– es un concepto con el que Carl Gebhardt inauguró en los años veinte un modo de tratar la cuestión judía a partir del análisis de una identidad psicológica escindida. Según este autor, los “marranos” o judíos sefardíes que vivían en Europa tradujeron su situación interior en la apuesta por una subjetividad ilustrada y preliberal. Vid.: LOMBA FALCÓN, Pedro: “Marranismo y disidencia. Un origen hispánico de la crítica moderna”, Daimón. Revista Internacional de Filosofía, nº57, 2012, pp. 67-80. 466 ORTEGA Y GASSET, José: “Shylock”…, p. 106. El patriotismo utópico de raíz neokantiana 156 tormentos, aherrojándola en las ghetti inmundas y en las excéntricas juderías, diezmándola de tiempo en tiempo, como en holocausto al Dios continental, la han educado para que se convierta en un órgano exquisito de reacción contra la injusticia. Y esta reacción es el radicalismo. Los judíos son revolucionarios natos(…). Con mucho acierto dice Ferrero que los judíos viven hoy entre nosotros como un fermento y un reactivo”467. Esta percepción se opone a la del nacionalismo antisemita germano, pero también al español. Aunque en prácticamente toda Europa el rechazo a los judíos se basaba en nuevas teorías racistas, en España los brotes del mismo seguían vinculados en gran medida a una interpretación religiosa de la historia de España. Por ejemplo, Menéndez Pelayo justificaba acontecimientos como la expulsión de los judíos en 1492 por considerarlos un impedimento para la unidad nacional. En su obra magna, escribía que la división religiosa implicó una “interna lucha de razas, causa principal de decadencia para la Península”468. Frente a ello, la tradición liberal de la que Ortega formaba parte no veía en la diferencia religiosa un problema para fundamentar la unión social y política. No escribió mucho sobre el tema, pero por las referencias que encontramos en sus textos parece que el filósofo madrileño era partidario del asimilacionismo, y esto conecta otra vez la cuestión judía con el socialismo. El asimilacionismo es junto al sionismo una de las dos propuestas con las que los integrantes del pueblo hebreo trataron de solventar el problema de su integración en los Estados-nación del siglo XIX. Frente a Theodor Herzl y su defensa de la creación de un Estado judío para la nación judía, otros muchos intelectuales planteaban la posibilidad de que los hebreos se insertaran en las naciones políticas existentes. Por tanto, en el interior del judaísmo político existió también un debate entre las teorías de la Kulturnation y la Staatsnation. Dentro de los partidarios del segundo planteamiento encontramos a Hermann Cohen, profesor de filosofía que ejerció una gran influencia en Ortega. En 1910 le definió desde Vida socialista como el “más grande filosofo actual”469, y en otros momentos indicó que también el maestro tenía predilección por su discípulo: en 1907, después de haber sido su profesor, Cohen le insistió para que se quedara más en Alemania durante uno de sus paseos470; y todavía en su época post-neokantiana, conversaba con él al redactar uno de sus principales libros, la Estética471. Aunque uno de los temas principales de la reflexión de Cohen fue el judaísmo, no es esto lo que más influyó en Ortega. Con todo, es importante detenerse en ello por dos cosas. Primero, porque el madrileño era consciente de la condición hebrea del maestro, al 467 ORTEGA Y GASSET, José: “En torno a un héroe…, p. 509. 468 MENÉNDEZ PELAYO, Marcelino: Historia de los heterodoxos españoles. Vol. 1…, p. 612. 469 ORTEGA Y GASSET, José: “Las revoluciones”…, p. 323. 470 ORTEGA Y GASSET, José: “Carta a Rosa Spottorno. Marburgo, 30 de julio de 1907”, en José ORTEGA Y GASSET: Cartas de un joven…, pp. 284-285, p. 285. 471 Ortega indicó que mientras escribía este libro publicado en 1912 –pues se refiere probablemente a Estética del sentimiento puro–, discutió con él acerca del Quijote, libro que por entonces él tenía muy en mente porque estaba preparando Meditaciones del Quijote (1914). Vid.: ORTEGA Y GASSET, José: “Meditación de El Escorial” (1915), en José ORTEGA Y GASSET: Obras completas. Tomo II…, pp. 658- 664, p. 663. El patriotismo utópico de raíz neokantiana 157 que no en vano llama “judío de la judería”472. No se conservan libros sobre judaísmo de Cohen en la Fundación Ortega –exceptuando Religion der Vernunft aus den Quellen des Judentums (1929)–, pero partiendo de la base de su cercanía con él y de que la cuestión semita era importante en el debate identitario alemán, con toda seguridad los leyó o conoció sus ideas. Por otro lado, la interpretación que hizo del judaísmo es esencial para comprender su posición ante el neokantismo y la idea de nación socialista que defenderá, y por ello también conviene una breve presentación de esta cuestión. Hermann Cohen entabló una importante polémica con Treitschke, defendiendo contra él la plena integración de los judíos dentro de la nacionalidad alemana. Escribió varias cartas al historiador después de que expusiera públicamente su teoría antisemita, y en 1880 un ensayo llamado Ein Bekenntnis in der Judenfrage (Una declaración pública sobre la cuestión judía). Su argumento principal era que la cuestión judía era ante todo religiosa, y que el monoteísmo que le identificaba con el cristianismo permitía que compartiera una serie de ideas con los alemanes de este otro credo. Los valores de estas dos religiones del Libro podían justificar plenamente que los hebreos se integraran en la nación alemana, porque “the nation is an ethical fact and belonging to it is measured by actual, individual co-operation in the buliding of the national idea”473. El socialismo ético de base neokantiana era la propuesta moderna para construir una identidad nacional alejada de la noción racista o biologicista de la Kulturnation, y que apostaba por una noción de cultura más acorde con la Bildung ilustrada. En este sentido, es significativo que al escribir sobre la educación enfatizara no la enseñanza de la historia –como gran parte de los autores nacionalistas–, sino de las matemáticas como base de una madurez que permitiría desde la lógica adquirir la autoconciencia de la moral individual, y así integrar a las personas en el Estado ético474. Con todo, podría matizarse que Cohen en cierto modo también defendía la existencia de una nación alemana cultural. Después de la polémica con Treitschke siguió meditando y escribiendo acerca de este tema, culminando en 1915 con una de sus principales obras, Deutschtum und Judentum (Germanismo y Judaísmo). En este libro, y sus obras anteriores, mantenía la idea de que existía un carácter cultural alemán que definía desde el idealismo, que el judaísmo también había ayudado a construir. Por tanto, la unidad cultural que planteaba partía de una ética universal, y no de la ideología Volkish. La cultura entendida como conjunto de costumbres, lengua, etc., la consideraba importante pero no identificable con el concepto de nación, y en este sentido recurrió a la distinción entre “nacionalidad” y “pueblo” por un lado, y “nación” y “Estado” por otro: los dos primeros los definía en términos naturalistas, y los segundos, puramente éticos. Además, la “germanidad” como encarnación del humanismo idealista era según Cohen la base para la construcción de la federación de los Estados del mundo y alcanzar una paz universal, que identificaba tanto con el kantismo como el Reino del Dios judío y el cristiano475. 472 ORTEGA Y GASSET, José: “Carta a Rosa Spottorno. Marburgo, 30 de julio de 1907”…, p. 285. 473 POMA, Andrea: Yearning for Form and Other Essays on Hermann Cohen´s Thought, Dordrecht, Springer, 2006, p. 5. 474 WIEDEBACH, Hartwig: The National Element in Herman Cohen´s Philosophy and Religion, Leiden, Brill, (1997) 2012, p. 120. 475 POMA, Andrea: Yearning for Form…, pp. 13 y 19. El patriotismo utópico de raíz neokantiana 158 Por tanto, existen varios elementos de la idea de nación de Cohen, derivados de su interpretación del judaísmo, que también encontramos en Ortega. Primero, su identificación con una comunidad ética, y no con aspectos de lengua o Kultur; y con esto la oposición entre la nación y la nacionalidad (región en el caso orteguiano). Segundo, y derivado de lo anterior, la tendencia a la unidad del género humano como consecuencia de la universalidad de la ética definida en términos neokantianos, dentro de un proceso en el que la nación es un paso más. Finalmente, la identificación de la “germanidad” con el idealismo, que Ortega igualmente defenderá tanto en esta etapa neokantiana como en la que comenzará en 1912. Por tanto, en relación con el judaísmo son más los significados que los significantes lo que toma Ortega de su interpretación. Con todo, Cohen puede ser considerado importante en la percepción beneficiosa que hizo el madrileño de la raza hebrea porque formando parte de su red intelectual, la experiencia personal condicionaría su visión. Además, se integra como socialista en una cultura política cuya teoría asimilacionista se opone al exclusivismo de otros autores. Esta breve reflexión en torno a la cuestión judía nos conduce hacia la tendencia del socialismo alemán que más influyó en Ortega: la del “Socialismo de cátedra” en su vertiente neokantiana. El Kathedersozialismus fue una forma de socialismo que se desarrolló en Alemania a fines del XIX, llamado así precisamente porque sus impulsores eran profesores universitarios. Defendieron la intervención del Estado, concebido desde presupuestos idealistas y resaltando su dimensión ética, frente a planteamientos anti- intervencionistas como los del liberalismo de la Escuela de Manchester. Una de sus características es que defendieron, siguiendo a Lasalle, la unificación bismarckiana y el papel del Estado como una vía para garantizar la reforma social. En este sentido, lograron influir en la política de Bismarck, que desactivó el potencial revolucionario del socialismo a través de lo que se conoció como “Socialismo de Estado” 476. Para Ortega, y otros autores que buscaban a comienzos del siglo XX una nueva teoría política, era un referente que había sido capaz de conciliar socialismo y nación bajo la acción del Estado. Dentro de las corrientes del socialismo de cátedra, se encuentra la del neokantismo, conformada por profesores que dieron a la reforma intelectual y moral una importancia capital, y con los que Ortega contactó al llegar a Alemania. Para entender bien el planteamiento que asumió Ortega, ante todo hay que indicar que el kantismo fue concebido por muchos intelectuales del socialismo alemán como un ingrediente ideológico de gran calidad, como fue el caso de Bernstein. Sin desechar el marxismo, apelaba a la posibilidad de conciliarlo con las ideas del pensador de Königsberg, dado que, en su deseo de integrar a los proletarios en una alianza con la burguesía radical, encontraba en Kant la base intelectual para esta. Planteaba frente a Kautsky la necesidad no de proletarizar a los ciudadanos, sino “hacer del obrero un ciudadano” permitiendo que alcanzara la autonomía moral gracias a la elevación de su nivel cultural477. Sin embargo, fueron los neokantianos desde sus cátedras universitarias quienes más se destacaron en su empeño por conciliar la filosofía kantiana y el socialismo. 476 LAIDLER, Harry W.: History of Socialism, Oxon, Routledge (1969) 2007, pp. 738-739 477 VILLACAÑAS BERLANGA, José Luis: “Estudio introductorio”…, p. 55. El patriotismo utópico de raíz neokantiana 159 El neokantismo fue una corriente intelectual que vivió su edad de oro entre 1860 y 1914. Según Frederick C. Beiser, esta hegemonía se explica en gran medida por dos tendencias culturales: el nacionalismo y el historicismo, planteamientos que llevaron al desarrollo de un gran interés por Kant, ya antes de la unificación, porque se reivindicó su figura desde el orgullo patrio y la necesidad de incluirle como un episodio fundamental de la historia de la filosofía alemana y mundial. A pesar de sus puntos en común, el neokantismo se dividió en tres escuelas: la de Marburgo, liderada por el ya citado Hermann Cohen, por Paul Natorp, y Ernst Cassirer; la de Baden (o de Heidelberg, o del Sudoeste), con Heinrich Rickert y Wilhelm Windelband; y la neo-friesiana de Gotinga, con Leonard Nelson478. Más abajo se estudiarán los aspectos filosóficos que la asunción por parte de Ortega del neokantismo tuvo para su idea de nación. Siguiendo ahora con la cuestión del socialismo, lo importante a destacar es que esta corriente intelectual fue impregnando los sectores más liberales del SPD. Según Carl Schmitt, algunos neokantianos como Cohen llegaron a ser “semioficiall philosophers of the revisionist wing of the SPD, led by Eduard Bernstein”. Además de oponerse a la lucha de clases, lo que definía a esta corriente según Schmitt es, aunque no lo llame así, la opción por la idea de la Staatsnation, derivada de su apuesta por la interpretación “jurídica” de la sociedad. Esto es, entendían que el telos de la formación social era la creación de “legal communities” bajo el supuesto de que los problemas sociales podían solucionarse desde la regulación479. Así el Estado constitucional representaba la plena realización de la capacidad humana de auto- legislación480. Los neokantianos por tanto eran firme partidarios del paradigma que Oakeshott define como “societas”. Ortega estuvo influido especialmente por la escuela de Marburgo, ciudad a la que llama en diversas ocasiones “ciudadela del neokantismo” recordando sus estancias entre 1907 y 1911481. Aunque había tenido noticias de ellos antes, fue entre octubre de 1906 y marzo de 1907 cuando siguió los cursos de “Sistema kantiano”, “Ética y estética” y un “Seminario de Filosofía” con Natorp; y en verano de 1907 siguió el curso de “Historia de la Filosofía Moderna” de Cohen. A juicio de José Antonio Rodríguez, Ortega sumió dos cosas de estos cursos, que tienen que ver mucho con la meditación sobre el problema de España: el idealismo ético y objetivo, con el que se podría superar el tradicional subjetivismo español, y la pedagogía social, que era la vía para alcanzarlo desde la voluntad de dar una dimensión práctica a su teoría482. 478 BEISER, Frederick C.: The Genesis of Neo-Kantianism, Oxford, Oxford University Press, 2014, pp. 2 y 4. 479 SCHMITT, Carl: Constitutional Theory, Duram and London, Duke University Press, (1928) 2008, p.5. 480 Incluso más que de Staatsnation podríamos hablar del “patriotismo constitucional” de Jürgen Habermas, autor actual influido por el neokantismo, pues es una noción que ayuda a entender la idea de “comunidad ideal” como creadora de una identidad basada en la autonomía ética. Vid.: HABERMAS, Jürgen: ¡Ay Europa! Pequeños escritos políticos XI, Madrid, Trotta, (2008) 2009, pp. 91 y 124. 481 ORTEGA Y GASSET, José: “Prólogo para alemanes” (1934), en José ORTEGA Y GASSET: Obras completas. Tomo IX (1939-1948): obra póstuma, Madrid, Taurus: Fundación José Ortega y Gasset, 2017, pp. 125-165, p.136. 482 RODRÍGUEZ RODRÍGUEZ, José Antonio: Las tareas de la Razón vital. Tesis doctoral dirigida por el Dr. Cayetano Aranda Torres, Almería, Universidad de Almería, 2004, p. 53. El patriotismo utópico de raíz neokantiana 160 Estos dos elementos serán analizados en el epígrafe siguiente. Antes de eso es necesario incidir en el hecho de que Ortega también conoció el pensamiento de otros neokantianos que tenían una postura bastante diferente a la de Cohen y Natorp, como es el caso de Karl Vorländer. Junto al austromarxista Max Adler, es considerado el principal exponente del neokantismo que trató de integrar a Kant en el sistema marxista. Para ello redujo las ideas de Marx a un conjunto de categorías historicoeconómicas, al tiempo que hacía de una ética kantiano-fichteana la base de la política483. Ortega conocía esta propuesta, según muestra el hecho de que pidiera a su padre Gechichte de Philosophie (Historia de la filosofía, 1902)484. Este libro se conserva en la Biblioteca de la Fundación Ortega, así como otras obras como Kant und Marx: Ein Beitrag zur Philosophie des Sozialismus (1911) o Inmanuel Kants Leben (1911). Conviene por esto referir brevemente las tesis principales del autor, pues es seguro que Ortega las tuvo en mente, y para ello nos basaremos en Kant, Fichte, Hegelun der Sozialismus (1920), pues si bien es posterior a la época de este epígrafe, sus ideas son las que desarrolló entonces y sirven como herramienta comparativa. Lo primero que hay que indicar es que en su interpretación de Kant, Vörlander sostenía que existía un concepto clave que le unía con Marx (y que Ortega resalta en su interpretación de Lasalle): el de “organización”, manifestado en que uno de sus principios era el de la construcción social del Estado como vía de superación del Estado de derecho. Kant podía ofrecer al marxismo una ética desde la que lograr la organización por la que también clamaban Marx y Engels, puesto que su teoría basada en la consideración de los individuos como personas y no cosas, podía fundamentar una jerarquía que ordenara los fines personales. El imperativo categórico podía llevar así al objetivo del socialismo: la creación de una “comunidad de las personas libres”485. La organización en tanto que acción complementaria a la fundamentación de la sociedad como una comunión de personas basada en la ética, es un aspecto que también se entiende desde la quiebra intelectual el liberalismo y del socialismo, dado que uno de los principales problemas de ambos era el de compatibilizar el individuo y la sociedad. Las ideologías más radicalmente individualistas –anarquismo, por ejemplo– o societarias –cierto nacionalismo, comunismo– plantearon la imposibilidad de sintetizarlas. La cultura política socialista y kantiana de la que Ortega formó parte se encuentra entre las que buscaban su compatibilidad486. Vorländer escribió sobre esto que “un socialismo correctamente entendido y un auténtico individualismo no son contrarios, sino que a la inversa, se condicionan y se exigen recíprocamente”. En lo teórico, esto significaba aceptar el liberalismo: “El camino del liberalismo, en el verdadero sentido de la palabra, no conduce solo históricamente, 483 VILLACAÑAS BERLANGA, José Luis: “Estudio introductorio”…, p. 65. 484 ORTEGA Y GASSET, José: “Carta a sus padres. Marburgo, 23 de diciembre de 1906”…, p. 268. 485 VORLÄNDER, Karl: Kant, Fichte, Hegel…, pp.123 y 127. 486 Al respecto, Habermas señala también que el liberalismo tuvo que hacer frente a la tensión entre particularismo nacional por un lado, y orientaciones universalistas de valor del Estado de Derecho por otro. Vid: HABERMAS, Jürgen: Identidades nacionales y postnacionales, Madrid, Tecnos, (1994) 2002, p. 90. El patriotismo utópico de raíz neokantiana 161 sino también lógicamente, desde Kant a Marx”487. La agrupación no sería una limitación del yo, sino la ampliación del mismo, porque lo único que podía permitir la creación de una comunidad de hombres libres y autónomos era la independencia económica. También Ortega en 1910 escribía acerca del vínculo entre organización y ética, diciendo que “cuando la sociedad en que uno vive no es tal sociedad; cuando el medio moral que nos rodea se halla inorganizado y roto el instinto de conservación de la individualidad humana” nos lleva a pugnar “por la organización de la sociedad”, y este es según el filósofo el principal problema de España a la altura en que escribía488. Pero precisamente en este texto vemos una diferencia con respecto a Vorländer, y que le acerca más a Cohen y Natorp: si bien él también daba mucha importancia a la creación de unas condiciones económicas óptimas para los obreros, enfatizará mucho más el aspecto ético en sí, y se referirá más a la organización desde un punto de vista intelectual y moral que económico y material. Uno de los textos donde se aprecia esta idea es en “Sencillas reflexiones”, también de 1910, donde se refiere esta vez al liberalismo como la única fuerza capaz de regenerar España: “esa labor de construir una nación sobre las ruinas de otra se halla encomendada al liberalismo”, siendo la “misión nacional” de esta ideología que entiende como precedente del socialismo la que resume en la sentencia: “la organización de España será liberal o seguirá no siendo”489. De forma más explícita, un año antes hablaba de una “nueva organización política y moral del mundo” que se estaba produciendo por Europa, bajo la premisa de que existe un “ideal armonioso” para las “multitudes étnicas”. Este principio era universal, puesto que la cultura es según afirma una “obra común” en la que trabajan conjuntamente todas las naciones. Sin embargo, Alemania era el referente que tenía en mente, y citando el esquema de las Europas del norte y el sur, señalaba que “lo más probable es que el mundo se ordene nuevamente según el compás germánico”. No cita en ningún momento el socialismo –ni el liberalismo– en este proceso, pero sabiendo que en esta época vincula la ética al neokantismo, y este con el socialismo, sería lo que tendría en mente490. Más arriba se indicó que en “Sencillas reflexiones” Ortega apelaba al ejemplo de organización de Alemania que se había logrado con las “reformas prusianas”, esto es, a la construcción de la nación desde la reforma de los diversos campos que componían la sociedad. Esto coincide con lo que planteaba Vorländer, puesto que para él a nivel práctico había que solventar los problemas derivados de la economía, el derecho y la educación, y “la palabra mágica de todas estas esferas se llama organización”. Significativo es, porque vincula a los dos autores en una misma red, que además recurriera 487 VORLÄNDER, Karl: Kant, Fichte, Hegel…, p. 130. 488 Este texto fue escrito en 1910, pero no se publicó hasta 1915 y 1928. Vid.: ORTEGA Y GASSET, José: “Una primera vista sobre Baroja”…, p. 254. 489 ORTEGA Y GASSET, José: “Sencillas reflexiones”…, p. 379. 490 ORTEGA Y GASSET, José: “Al margen del libro Colette Baudoche, de Maurice Barrès” (1909), en José ORTEGA Y GASSET: Obras completas. Tomo II…, pp. 53-58, p. 54. El patriotismo utópico de raíz neokantiana 162 al que fue junto a Cohen el gran maestro del madrileño en Marburgo: Paul Natorp, definido como uno de los principales defensores de la idea de organización491. En el caso del neokantiano de Marburgo, la organización se manifestaba a través de la Sozialpädagogik (pedagogía social), que se tratará posteriormente. Vorländer lo extiende a los sindicatos en el caso del trabajo, las cooperativas en la economía, o la cultura del pueblo. En este sentido, entendía la nación como el conjunto de estas personas educadas, que se supeditaban al Estado. Atacaba a los nacionalistas que leían a Fichte en discontinuidad con Kant, planteando que el “genio” alemán se identificaba con algo parecido a lo que señalaba Cohen: la creencia en el perfeccionamiento ilimitado de lo originario del hombre mismo, la libertad. El Estado jugaba un papel fundamental porque para perpetuar la existencia de ese carácter era necesario un sistema educativo nuevo, lo que le llevaba a concluir que la “la nación tiene que ser educada y formada para este Estado”. Además, dado que desde la ética se fundamentaba el concepto de “nación”, animaba Vorländer a reivindicarlo, no dejándolo en manos de los reaccionarios492. Además de basarse en Fichte y Kant, Vorländer también reivindicaba a Lasalle, y desde ellos escribía: “El concepto de Unidad del Pueblo Alemán (en negrita en el original) no es en absoluto real; es un postulado general del futuro”. Estas palabras se acentúan a nuestra más inmediata actualidad (…) (porque la unidad) “no hará valer una peculiaridad concreta de un pueblo, sino que hará nacer a los ciudadanos de la libertad”. El autor afirmaba por tanto que la unidad del pueblo no se basaba en un carácter racial o cultural compartido, sino en una comunión cimentada en la ciudadanía ética. Además en este párrafo indicaba algo que Ortega también escribió en algunos textos que hemos visto y en otros que veremos: la supeditación de la nación y el pueblo al futuro, esto es, a un proyecto a construir. Pero no únicamente porque, en términos renanianos, hubiera que mantener lo logrado; sino todavía más, porque la unidad todavía no se había alcanzado. Y esto es así porque la cohesión no se basaba en compartir leyes y ni siquiera un Estado, sino una ética común, según indicó Ortega en términos muy similares en “Las revoluciones” (1910). El filósofo español planteaba que únicamente el socialismo sería capaz de despertar “la conciencia nacional de España” en unos términos acordes con el viejo liberalismo pero adaptados a la nueva sociedad. Cuando utilizaba este concepto en 1905 se distanciaba de otros textos del mismo año donde, como vimos, su talante era más etnicista, porque se refiere a la necesidad de una educación en valores. Como ejemplo manifiesto de su postura, criticaba el homenaje rendido por España a José Echegaray, e introducía un concepto que luego retomaría con mucha fuerza y que va unido al de organización: el de jerarquía. Esto es, la conciencia española estaba dañada porque era incapaz de valorar el verdadero papel de cada uno de los ciudadanos e intelectuales y les trataba por igual. Echegaray no había producido, a juicio de Ortega, nada que tratara los problemas 491 VORLÄNDER, Karl: Kant, Fichte, Hegel…, pp. 193 y 200. 492 Ibid., pp. 142 y 147. El patriotismo utópico de raíz neokantiana 163 nacionales, y aun así se le premiaba. Él afirmaba que para que los ciudadanos fueran capaces de establecer una jerarquía de valores necesitaban el socialismo, única idea política capaz de ser “agrupadora de hombres”493. Por otro lado es importante destacar que el filósofo madrileño no únicamente leyó a los neokantianos y a Lasalle, sino que además conoció de cerca las actividades del SPD. Su primer artículo de 1905 se centró precisamente en la reunión del Partido Social- democrático en Jena. Es un artículo breve, donde un Ortega que todavía no había conocido a los neokantianos resaltaba que a pesar de su fuerza numérica, los socialistas se encontraban divididos en diversas tendencias, de las que “han aflorado hondos odios”. Todavía no percibía la organización socialista que luego loará, y por el contrario sí que reconocía entre líneas el poder de un imperio alemán “en cuyos confines no se pone el káiser”494. Además, él mismo se implicó en la causa socialista, por lo menos en 1906 tuvo contacto con algunos integrantes del SPD. En una carta a Rosa Spottorno habla de Michel, un doctor de ideología socialista que le había invitado a comer junto con otros miembros del partido, incluido el nuevo jefe495. En otra misiva el madrileño hacía referencia a la oposición que tenían sus camaradas ante el nacionalismo, pues tenían “un hondísimo desprecio por todo lo alemán, entiende bien, por todo alemanismo, por el káiser”. Decía sentirse muy unido a ellos, porque eran espíritus libres del “horrendo prejuicio nacional, del horrendo prejuicio de las religiones positivas” 496. Sin embargo, Ortega nunca militó en el PSOE. Sí que publicó en revistas del socialismo español (como Vida Socialista), expresó su admiración por personas como Pablo Iglesias, y dio conferencias en entidades como la Casa del Pueblo. Pero existen dos cuestiones que impidieron que Ortega viera en el partido fundado en 1879 una agrupación idónea para su proyecto político, y las dos tienen que ver con su concepto de la nación. En primer lugar, porque el PSOE tenía una orientación marxista contraria a la definición ética del socialismo defendida por él, que veía en la pedagogía política una forma de organizar a la sociedad en forma de nación. Ligado a esto se encontraba el hecho de que no hubiera, a juicio de Ortega, un compromiso de las minorías intelectuales con el partido, lo que impedía una efectiva organización de la nación. En segundo lugar, Ortega no aceptaba el internacionalismo según lo entendía el socialismo español. Ciertamente, para él la humanidad era el fin último de la organización social. Pero esta debía partir de una pedagogía social que tenía en el Estado nacional una de sus vías fundamentales. En 1912 fue muy claro al respecto: “lo internacional no excluye lo nacional, lo incluye”, aunque los socialistas españoles no lo entendieran y le llevaran a decir que “hay un elemento, sobre todo, que cierra para mí y creo que para 493 ORTEGA Y GASSSET, José: “Carta a Rosa Spottorno. Leipzig, 24 de marzo de 1905”, en José ORTEGA Y GASSSET: Cartas de un joven…, pp. 334-339, pp. 337-339. 494 ORTEGA Y GASSET, José: “Babel, Bibel y Bebel” (1905), en José ORTEGA Y GASSET: Obras completas. Tomo I…, pp. 41-43, p. 41. 495 ORTEGA Y GASSET, José: “Carta a Rosa Spottorno. Marburgo, 12 de febrero de 1907”, en José ORTEGA Y GASSET: Cartas de un joven…, pp.522-524, p. 522. 496 ORTEGA Y GASSET, José: “Carta a Rosa Spottorno. Marburgo, 10 de febrero de 1907”, en Ibid., pp. 518-521, p. 519. El patriotismo utópico de raíz neokantiana 164 muchos, las puertas de la comunión socialista. Me refiero a la interpretación que se da al internacionalismo”497. Tampoco en el convencimiento de esta idea hablaba Ortega basado únicamente en lo que leía. Su idea de que los socialistas españoles no veían con buenos ojos la idea de nación se debe también a una experiencia que narra, acontecida en el curso de la conferencia que ofreció en la Casa del Pueblo sobre Lasalle. Al hablar allí del “socialismo nacional” vio que sus oyentes hicieron muecas de escepticismo, evidenciando su internacionalismo mal entendido. Citando también al sociólogo alemán Werner Sombart o al austromarxista Adler, trató de hacerles comprender que debían partir del contexto nacional por cuestiones de método, y no de fines, lo cual hacía compatible nación e internacionalismo498. En el artículo publicado en El Imparcial concluía diciendo que “el día que los obreros españoles abandonaran las palabras abstractas y reconocieran que padecen, no solo como proletarios, sino como españoles, harían del partido socialista el partido más fuerte de España. De paso harían España. Esto sería la nacionalización del socialismo; quiero decir, el socialismo concreto frente a un socialismo abstracto que solo es eficaz cuando se confunde con los confusos movimientos radicales”499. De nuevo debe indicarse que la perspectiva desde la que escribe Ortega este texto, por sus referencias a lo concreto y lo abstracto, es en esta época de transición más cercana a la etapa en que se desembarazó del neokantismo. Con todo, a pesar del vocabulario, esta visión de 1912 es la que desarrolló en sus escritos sobre Lasalle de los años anteriores. Para entenderlos bien, es necesario analizar con más detenimiento otro aspecto del socialismo alemán, tomado de nuevo del neokantiano. 5.2.2. La pedagogía social El concepto de Sozialpädagogik meerce un epígrafe aparte dentro de la comprensión de las ideas clave del socialismo orteguiano, porque es uno de sus pilares fundamentales y además permanecerá presente en su teoría política incluso cuando se haya distanciado tanto de la ideología socialista como de la filosofía neokantiana. La pedagogía social constituye una corriente filosófico-pedagógica que Alireza Moula define como “a form of knowledge where good judgment is allowed to prevail. It is knowledge based on the idea of beginning with the individual, an action-oriented form of knowledge where the situation determines the response”. De acuerdo con este investigador, lo característico de la pedagogía social es que entiende el aprendizaje desde la inclusión del individuo a través de la interacción con otros, y esto con el objetivo de convertirle en un buen ciudadano500. Por tanto, es un planteamiento que conecta con la voluntad orteguiana, común a su tiempo, de integrar liberalismo y socialismo desde un concepto de nación de ciudadanos. 497 ORTEGA Y GASSET, José: “Miscelánea socialista” (1912), en José ORTEGA Y GASSET: Obras completas. Tomo I…, pp. 564-570, pp. 565 y 570. 498 Ibid., pp. 567-568. 499 Ibid., p. 570. 500 MOULA, Alireza: Brain, School and Society. The Neuropsychosocial Preparation Theory, Cham, Springer International Publishing, 2017, p. 141. El patriotismo utópico de raíz neokantiana 165 La pedagogía social surgió en Alemania, y su vínculo con el proceso de construcción de una nación socialista –o liberal-socialista– se ve en el hecho de que sus orígenes se unen al movimiento de Volksbildung (educación popular), al que pertenecieron personas como Paul Bergemann, autor de Volksbildung (1904). Johannes Tews. o el propio Paul Natorp501. Tal y como indica el concepto utilizado, los integrantes de esta corriente apostaban por la nacionalización a partir de la cultura entendida como formación del carácter individual (Bildung, noción utilizada también por Natorp en los textos que abajo se presentan). Al mismo tiempo, el contexto cultural en el que se comprende este fenómeno parte de los análisis sobre la evolución de las relaciones entre individuo y sociedad durante la modernidad. Sociólogos como Ferdinand Tönies, Max Weber o Georg Simmel, también profesor de Ortega, estudiaron el proceso de despersonalización del individuo a partir de la conversión de la comunidad (Gemeinschaft) en asociación (Gesellschaft). Otros como Karl Marx, o fuera del ámbito alemán Émile Durkheim, lo expresaron con los conceptos de alienación y anomia. En el contexto de la unificación alemana, Natorp planteó la necesidad de organizar a la nueva nación desde la comunidad, para evitar que Alemania fuera una mera asociación de individuos. Como neokantiano, partía de la autonomía moral del individuo como meta para su desarrollo, capaz de conectarle con unos universales manifestados en la Humanitätsidee (“idea de la Humanidad”) 502. Estas dos nociones, comunidad organizada e Idea, son básicas para entender a Ortega, y ahora nos detendremos en ellas. La noción antropológica de Natorp se resume en una sola frase: “el hombre solo se hace hombre mediante la comunidad humana”. No únicamente ocurre según su teoría que el ser humano asocial sea imposible, sino todavía más, que la propia noción de hombre ha de entenderse como un proceso de formación. Esto es así porque la conciencia humana, de la que parte todo proceso educativo, está condicionada por la comunidad y en ella se manifiesta. En este sentido, otra de sus frases más conocidas es aquella en la que afirma que “exaltación a la comunidad es ensanchamiento del sí mismo”, una fórmula que Ortega retomará en sus reflexiones sobre el amor y en Meditaciones del Quijote503. Por otro lado, la relación entre individuo y comunidad según Natorp tenía varias dimensiones, dado que la comunidad humana se constituye desde distintas formas, “desde la familia hasta el Municipio y el Estado, y finalmente, la humanidad”. Como células en un organismo mostraban a su juicio que “ningún particular ni grupo de particulares tiene su existencia ni su manera de funcionar completamente para sí”, sino en relación con “la más amplia totalidad”, la humanidad en última instancia504. Aquí es donde entra en juego 501 LEES, Andrew: Cities, Sin, and Social Reform in Imperial Germany, Michigan, The University of Michigan Press, (2002) 2005, p. 246. 502 VILANOU TORRANO, Conrad: “Introducción”, en Pablo NATORP: Pedagogía Social. Teoría de la educación de la voluntad sobre la base de la comunidad. Introducción de Conrad Vilanou, Madrid, Biblioteca Nueva, (1899) 2001, pp. 11-61, pp. 43 y 45 503 NATORP, Pablo: Pedagogía Social…, pp. 169-171. 504 Ibid., p. 177. El patriotismo utópico de raíz neokantiana 166 el importante concepto de “organización”, que permite a Natorp –como a Vorländer y Ortega– integrar las diversas facetas de la humanidad. Según el filósofo de Marburgo, “el medio esencial para la educación de la voluntad es la organización de la comunidad”. No se trata de una planificación, que implica imponer un thelos a los individuos, al modo de los Estados totalitarios y de la actitud de quienes más tarde llamará Ortega las masas rebeladas. La organización sigue un camino inverso, pues es una “técnica subordinada de modo aún más inmediato y patente al conocimiento y al acto voluntario del hombre”. Se trataba de establecer las condiciones materiales y culturales óptimas para la educación de la voluntad humana, que como neokantiano y socialista de tendencia liberal, creía que era el fundamento de la condición humana. Así, “la comunidad organizada es esencialmente la que educa”505. De forma práctica, Natorp planteaba que las organizaciones educadoras eran varias. La primera, la familia. La segunda, más importante, la escuela. Retomando a Fichte, hablaba de que “la idea de la escuela nacional es inseparable de la evolución democrática de los pueblos modernos: por ella, en suma, es solo posible un pueblo en sentido moderno”. Reivindicaba en este sentido a los reformistas del Estado prusiano, que “pensaron neutralizar la «guerra interior» de clases y estados, mediante la fundamentación uniforme de una instrucción «nacional», es decir, comprensiva de toda la nación”506. Aunque la humanidad era el fin último, la nación se concebía como uno de los espacios intermedios, donde la organización de los individuos no debía basarse en diferencias de clase o región, sino en la asunción de una idea de comunidad ética. En cuanto a la noción de “Idea”, tan utilizada por el Ortega neokantiano, también Natorp escribió sobre ella porque la vinculaba estrechamente con la educación. Educar es cultivar, y esto es sacar del caos, perfeccionar. En otras palabras, “se dice perfecto lo que es como debe ser”, y este deber ser (Sollen) o fin es lo que indica la palabra Idea: “expresa la forma de una cosa que tenemos en el pensamiento como la que debe ser, y a la cual la materia dada debe ser conformada”. Según Natorp, este fin no se puede deducir de la naturaleza, donde las cosas son sin más, pues no tiene cabida el deber ser; y para resaltar su importancia dedica los primeros capítulos de su libro sobre pedagogía social a exponer su concepción de la Idea. Afirma que es “sobretemporal, sobre la naturaleza y la matemática misma”, pues la verdad es universal y no depende de circunstancias particulares. No obstante, se manifiesta en ellas, según afirma al decir que “la dirección del progreso en lo condicionado de la experiencia está determinada por la perspectiva hacia lo absoluto”. La experiencia ayuda al ser humano a encontrar la Idea, siendo el único fin lo “absolutamente verdadero”507. Por tanto, Natorp da en su teoría una importancia muy grande a tres conceptos: comunidad, organización e Idea. Sobre ellos hay que decir para concluir esta breve exposición dos cosas. Primero, que están estrechamente relacionados desde la educación: la comunidad se organiza conforme a un fin (la idea de la Humanidad). Segundo, que están presentes en Ortega, aunque en diverso grado: el concepto de organización es muy 505 Ibid., pp. 183-185. 506 Ibid., pp. 198-199. 507 Ibid., pp. 87, 108 y 119. El patriotismo utópico de raíz neokantiana 167 recurrente, también en su etapa posterior; el de Idea (o idea de la humanidad), únicamente en su etapa neokantiana. En cuanto al concepto de comunidad, no es el que emplea literalmente Ortega, pero equivale a sus ideas de pueblo o nación: como la Gemeinschaft, es una agrupación de individuos cuya dimensión social se reconoce, y no una mera agregación de átomos. La idea de nación de Natorp se entiende por tanto en relación a la pedagogía social, que Sharon Guillerman define al escribir que “a pedagogic programm directed toward social goals could help reconstitute the nation´s inner unity”. Natorp y los demás integrantes de la Volksbildung veían la existencia de una crisis de identidad nacional, motivada no por el alejamiento de un supuesto Volkgesit ancestral, sino como consecuencia de un individualismo excesivo. La pedagogía social debía solventar este problema de desunión sin caer en lo que Ortega llamaba el “pecado” del nacionalismo. En otras palabras, construir una Staatsnation como alternativa tanto a la disolución nacional como a la Kulturnation. Por retomar un tema expuesto más arriba, se ha de aclarar que los intelectuales judíos liberales –entre ellos los maestros de Ortega– vieron en la pedagogía social una respuesta al problema de su integración en la nación alemana508. Por lo que respecta al conocimiento de la pedagogía social en España, su llegada aconteció a comienzos del siglo XX. Existe un precedente en Concepción Arenal, pero la mayoría de las personas que escribieron sobre este tema pertenecieron a la época de Ortega. Algunos de ellos formaron parte de su red intelectual, como María de Maeztu, Lorenzo Luzuriaga, Francisco Giner los Ríos, o Fernando de los Ríos. En la década de los diez publicaron diversas obras que acreditan su conocimiento de la filosofía de Natorp: María de Maeztu al traducir el Curso de pedagogía (1915), y Fernando de los Ríos El fundamento científico de la Pedagogía Social de Natorp (1911), una memoria derivada precisamente de su estancia en Alemania (En Jena, Greisfwald, Berlín y Marburgo) entre diciembre d 1908 y marzo de 1910509. En el caso de Ortega, el influjo de Natorp es muy claro en gran parte de sus textos públicos y privados. Con Unamuno por ejemplo discutió sobre sus ideas. En 1906 ya le trataba de hacer comprender que “la Humanidad es la Idea”, y que la tragedia española provenía del hecho de que, siendo incultos los españoles, fueran a la par enemigos de las ideas y de la humanidad510. También en los textos destinados a ver la luz: en el texto arriba citado de “La solidaridad alemana”, lo que hacía Ortega era resumir la idea de nación socialista desde los principios de Natorp arriba expuestos. Por tanto, aunque algunas reflexiones privadas dan a entender que no era un admirador y seguidor incondicional de su maestro –en concreto, en una carta de 1907 a Unamuno dice que carece de originalidad511–, es innegable su influencia. Una gran cantidad de 508 GUILLERMAN, Sharon: Germans into Jews. Remaking the Jewish Social Body in the Weimar Republic, Stanford, Stanford University Press, 2009, p.138. 509 TORÍO-LÓPEZ, Susana: “Evolución y desarrollo de la pedagogía social en España”, Estudios sobre Educación, nº10, 2006, pp.37-54, p. 40. 510 ORTEGA Y GASSET, José: “Carta VIII. Marburgo, 30 de diciembre de 1906”…, pp. 57-58. 511 ORTEGA Y GASSET, José: “Carta X. Marburgo, 27 de enero de 1907”…, p. 68. El patriotismo utópico de raíz neokantiana 168 libros suyos se encuentran en la Fundación, entre ellos Gesammelte Abhandlungen zur Sozialpädagogik (1907), Volkskultur und Persönlichkeitskultur (1911), o Philosophie und Pädagogik: Untersuchungen auf ihrem Grezgebiet (1909). Además, no existió únicamente una relación intelectual, sino que Ortega se integró también en las redes de sociabilidad de Natorp. Además de asistir a sus clases, situaciones como el hecho de que en 1907 fuera a comer a su casa con otros alumnos aventajados muestran que tuvieron bastante relación. Él mismo era consciente de una cierta predilección por parte del maestro –al igual que vimos que ocurría con Cohen–, puesto que comentó a su novia que durante la velada “ignoro por qué razón me sentaron en la presidencia de la mesa a mano derecha de Frau Natorp” 512. Por otro lado, las iniciativas orteguianas de esta época muestran las ideas del profesor de Marburgo. Con objeto de nacionalizar a España en el sentido neokantiano, Ortega fundó en 1908 Faro, un periódico que no por casualidad define ante Miguel de Unamuno como “ensayo de pedagogía política”. Y en lo términos de su ambigüedad ideológica, pero de seguridad filosófica, aclara que “política en mi vocabulario ya sabe que es liberalismo y revolución, cultura contra materia”513. Poco después, Ortega contesta a una misiva de Unamuno en la que criticaba el “acamellamiento” de la publicación, que lo que pretendía era “dar un tono social al semanario”514. Sin embargo, el lugar donde se aprecia de forma más clara y evidente el influjo de Natorp en Ortega y en su idea de nación es en “La pedagogía social como programa político”. Se trata de una conferencia que pronunció el 22 de marzo de 1910 en El Sitio, un escenario que ya es indicativo del pensamiento orteguiano, porque era “una institución que puede y debe ser considerada como un templo del liberalismo español”515. Esto es así porque se había fundado para conmemorar la lucha de los liberales contra el asedio carlista, y simbólicamente quienes acudían a ella –como hizo también Unamuno varias veces– mostraban su opción por una idea de nación que resistía a dos cosas: primero, a la incultura, con la que vinculaban a la España de la Restauración; y segundo, al nacionalismo conservador, pues ellos se presentaban como herederos de los liberales del siglo XIX. En el caso de Ortega, desde una ideología socialista que consideraba su reemplazo para el siglo XX. El contenido de la conferencia queda resumido desde una perspectiva conservadora por el periódico La Época, que en su noticia al respecto indicó que Ortega “elogió las doctrinas de Costa sobre la regeneración nacional, y defendió la enseñanza laica”516. Por su parte, El Imparcial, liberal, enfatizaba que acudieron a escucharla “representaciones de todos los Centros democráticos”, además de un “público numerosísimo, en el que había 512 ORTEGA Y GASSET, José: “Carta a Rosa Spottorno. Marburgo, 30 de julio de 1907”…, p. 285. 513 ORTEGA Y GASSET, José: “Carta XII. Madrid, 8 de marzo de 1908”, en José ORTEGA Y GASSET, y Miguel de UNAMUNO: Epistolario completo…, pp. 72-73, p. 73. 514 ORTEGA Y GASSET, José: “Carta XIII. Madrid, 8 de marzo de 1908”, en Ibid., pp. 74-75, p. 74. 515 ARIAS ARGÜELLES-MERES, Luis Arias: Buscando un Ortega desde dentro: una nueva biografía sobre el filósofo que fue “un acontecimiento”, Oviedo, Septem Ediciones, 2014, p. 77. Para conocer más acerca de la Sociedad bilbaína, vid.: AZCONA PASTOR, José Manuel, y TALASAC HERNÁNDEZ, Ramón: La Tribuna de “El Sitio”: 125 años de expresión libre en Bilbao (1875-2000), Bilbao, Sociedad El Sitio, 2001. 516 “Conferencia del señor Ortega y Gasset”, La Época, 13 de marzo de 1910. El patriotismo utópico de raíz neokantiana 169 no pocas señoritas”. Este último aspecto será una constante en casi todas las conferencias de Ortega, que trataremos más adelante. No obstante, podemos avanzar que muestra el papel del filósofo como “nacionalizador” de la mujer española, esto es, el atribuirle un papel importante en el proceso de construcción de España. Además es necesario indicar también que la reseña de El Imparcial enfatiza el hecho de que al hablar de la enseñanza laica del Estado –recordemos que 1910 es el año de la Ley del candado–, ofreció “párrafos valientes que arrancaron salvas de aplausos”517. En su conferencia Ortega comenzó apelando al patriotismo del dolor en nombre de la verdad, es decir, a no glorificar el pasado español sino a partir de la constatación de su situación decadente. Partiendo como Natorp de la definición de la nación como una sociedad organizada en términos éticos, afirmaba que “España no existe como nación”, pues se encontraba sumida en la decadencia desde hacía tres siglos. Por esto apelaba en términos similares a su maestro a lo siguiente: “Construyamos España, que nuestras voluntades haciéndose rectas, sólidas, clarividentes, golpeen como cinceles el bloque de amargura y labren la estatua, la futura España magnifica en virtudes, la alegría española”518. Como su maestro neokantiano, afirmaba que el proyecto nacionalizador se había de basar en la reforma de la voluntad de cada individuo. Pero no se apoyaba únicamente en él. Algo muy interesante de este texto es que Ortega mostraba en él que había desarrollado una idea de nación propia, que bebía de dos fuentes en apariencia antagónicas y que sintetizan todo el influjo del pensamiento alemán antes de 1912: Nietzsche y los neokantianos. El vitalismo y el idealismo son efectivamente dos propuestas muy distintas a la crisis de la razón del fin de siglo. Desde la Razón vital, Ortega tratará de sintetizarlas, mientras que en su etapa juvenil había optado por la primera, y durante su estancia en Marburgo por la segunda. En la conferencia de 1910 ya concilia a Nietzsche y Natorp, pero lo hace desde un elemento que, dentro del debate identitario alemán, les unía: la opción por la Staatsnation. Así, habla de la existencia de dos patriotismos, uno materialista y otro idealista o utópico519. El patriotismo materialista era el que miraba a la realidad, mientras que el otro se volvía hacia la Idea. Esto es, el primero se deleitaba en la “masa de realidades”, que era lo que se apreciaba al mirar a la España de 1910 y que se manifestaba en la identificación de la nación con la Virgen del Pilar, la belleza de las mujeres o el vino de Jerez. Lo segundo partía de otra actitud, la de que España se presentaba como “algo que no debe ser cual es, que debe ser de otra manera: España es, pues, un problema”. Desde unos términos que recuerdan al Sollen de Natorp, afirma como consecuencia que al plantear a España como problema, se busca lo que “debería ser España”; o lo que es lo mismo que la resolución de la incógnita consiste en buscar el modo de supeditar la praxis política a la “España ideal”520. Estas expresiones son de base neokantiana no únicamente 517 “La Pedagogía Social”, El Imparcial, 13 de marzo de 1910. 518 ORTEGA Y GASSET, José: “La pedagogía social…, p.87. 519 Ortega no emplea el concepto de utopía para describir su actitud neokantiana hasta que, desembarazándose de esta, la sustituya por otra al conocer la fenomenología. Pero emplearemos desde este punto el concepto de “patriotismo utópico” porque permite comprender bien su propuesta, especialmente al compararla con la que tendrá después. 520 ORTEGA Y GASSET, José: “La pedagogía social..., pp. 87 y 90. El patriotismo utópico de raíz neokantiana 170 por apelar al imperativo categórico, sino también a la lógica, la disciplina filosófica que se encarga de la resolución de problemas: recordemos en este punto que para Cohen la lógica era base de la nacionalización en tanto que la educación ética debía de partir de ella, y no de otras disciplinas como la imposición del fervor nacionalista desde las emociones. Aquí es donde entra en juego Nietzsche junto a Cohen y Natorp, porque Ortega defiende que el patriotismo idealista es un patriotismo activo y de futuro, como él planteó con su noción de Kinderland. Los conservadores que ven la patria como “la condensación del pasado”, apuestan por un “patriotismo inactivo, espectacular, extático”, donde las personas se limitan a ver lo que “un hado venturoso le puso delante”. Por el contrario, la idea de Nietzsche es la de que la patria es “algo que todavía no existe, más aún, que no podrá existir como no pugnemos enérgicamente para realizarlo nosotros mismos”. Ortega apela a la ética de la acción, y viendo que “la patria es una tarea a cumplir, un problema a resolver, un deber”, define esta actitud como de “patriotismo dinámico” o, con Gabriel Alomar, “futurista”521. Este patriotismo, esta actitud ante la patria o nación, parte de una definición del hecho nacional que, como vimos con Natorp (y otros autores mencionados) se distancia tanto de la visión individualista de cierto individualismo, como de la totalizadora del esencialismo. Por un lado, Ortega afirma que la nación no puede basarse en una comunidad de sentimientos y aficiones como plantea en gran medida la teoría de la Kulturnation, pues “las comunidades de sentimiento están fabricadas en el aire”. Pero el hecho de que no exista un sentir colectivo no implica según el madrileño que se tenga que optar por una visión atomizadora de la sociedad, como se ve en la España que él contempla: está “nuestra nación en la actualidad disgregada en átomos: nuestra actividad se reduce a negarse unas personalidades a otras, unos grupos a otros, unas regiones a otras”. Frente a ello, se trataba de organizar una colectividad basada en la “comunidad de espíritus”, esto es, en la cultura que identifica con la Idea de la humanidad522. Esta interpretación se asemeja bastante a la que recogió en el mismo año el socialista Fernando de los Ríos en su memoria: las comunidades primitivas se basan en “sentimientos de unidad de sangre o atracciones meramente sensibles”, lo que supone una “vida semianimal”. Frente a ello, es necesario aplicar la razón para alcanzar la “Comunidad jurídica”, que también se llama “sociedad”, y que no es sino la “comunidad de voluntades”. De los Ríos no apela a la construcción nacional en este texto – probablemente porque no tenía una intención política inmediata como Ortega–, pero en todo caso también hace de la pedagogía social un método para alcanzar la Staatsnation. Afirma así que la “actividad radical del Estado” es la pedagogía social, porque la comunidad se manifiesta en él en tanto que “sujeto histórico”523. 521 Ibid., pp. 87-89. 522 Ibid., pp. 97-98. 523 RÍOS URRUTI, Fernando de los: “Fundamento científico de la pedagogía social de Natorp” (1910), en Fernando de los RÍOS URRUTI: Obras completas. Tomo III: escritos breves. Edición de Teresa Rodríguez de Lecea. Barcelona, Anthropos; Madrid: Fundación Caja de Madrid, 1997, pp. 44-79, pp. 45, 67 y 71. El patriotismo utópico de raíz neokantiana 171 Ortega apela mucho más a lo racional-volitivo que a lo jurídico, y por ello más a la idea de nación que a la del Estado. En este sentido, habla de la educación como una de las herramientas destinadas a organizar a España como nación. De nuevo utiliza las expresiones neokantianas sobre la “Idea” y el “deber ser”, afirmando que la ciencia educativa ha de presentarse como “determinación científica del ideal pedagógico, de los fines educativos”, para pasar a continuación a definir el medio de alcanzarlos. En este sentido, el patriotismo utópico está identificado con lo que también puede definirse como “pedagogía utópica” porque según Ortega la ciencia educativa “anticipa lo que el hombre debe ser, y después busca los instrumentos para hacer que el hombre llegue a ser lo que debe”524. Para argumentar su postura, Ortega cita a Natorp diciendo que el ser humano ideal ha de partir del real, que es aquel que se comprende como una parte de la sociedad. Únicamente puede hablarse del “individuo socializado”, pues “solo existe real y concretamente la humanidad, la muchedumbre de individuos influyéndose mutuamente”. También como Natorp en los párrafos arriba extraídos de La pedagogía social, sostiene que la pedagogía que integra al individuo en los diferentes contextos donde vive se manifiesta en los círculos familiar, escolar y nacional. Con respecto a este último, afirma que siendo la pedagogía la “ciencia de transformar las sociedades”, se ha de concluir que “el problema español es un problema pedagógico”525. En conclusión, según este discurso para Ortega la pedagogía debía emplearse para nacionalizar a España desde una perspectiva científica. Esto desembocaba a nivel político en el socialismo, en un sentido contrario al marxismo pero acore al de carácter ético de los neokantianos. Un elemento importante para lograrlo era la imposición de una educación laica, que Ortega derivaba de su noción de religión y de Dios. Pero este aspecto se analizará más abajo, porque para comprenderlo hay que tener presente la interesante discusión que tuvo por estos años con Unamuno. Lo que sí que conviene señalar en las siguientes páginas es que la pedagogía social fue asumida por Ortega desde que llegó a Alemania. En 1907 participó en un debate que muestra la aplicación de su idea de la pedagogía social a un hecho concreto de la política española. Se trata de un episodio en el que Juan de la Cierva, ministro conservador de Gobernación, inició un programa de reforma de las costumbres de los españoles. Como consecuencia del mismo obligó a los teatros a cerrar a medianoche, y después restringió el uso de armas blancas e impuso la obligación de que tabernas y cafés cerraran antes de lo habitual. Es un hecho que causó gran polémica y discusión, y donde de fondo existía, según analizó un cronista de La época, una disputa en torno al papel del Estado en su relación con la población y cómo educarlo. De un lado, existía “la teoría intervencionista, que hace del Estado un propulsor del progreso y una especie de tutor de la sociedad”; y del otro, “la teoría abstencionista, del Estado jurídico” que quiere que el Estado se limite a mantener el Derecho para que la sociedad actúe de acuerdo a su libre iniciativa526. 524 ORTEGA Y GASSET, José: “La pedagogía social…, p. 91. 525 Ibid., pp. 95-97. 526 GÓMEZ DE BAQUERO, R.: “Intervencionismo”, La Época, 2 de octubre de 1907. El patriotismo utópico de raíz neokantiana 172 Según este periódico, el intervencionismo en materia de legislación laboral implicaba que “el Estado procure hacer costumbres” como complemento de lo anterior y de una forma temporal, hasta que la iniciativa privada hiciera innecesaria la intervención estatal527. En esta misma línea, la prensa conservadora veía con buenos ojos las iniciativas de La Cierva. La Época elogiaba al ministro por limitar el uso de navajas, argumentando que “en un pueblo violento y valeroso, pronto a la ira”, suprimir la posibilidad de llevar un arma en el bolsillo evitaría las peleas528. También esto defendía La Lectura Dominical, que aplaudía las nuevas leyes y afirmaba que únicamente podían oponerse a las medidas “los que en el desenfreno del vicio ven la manifestación más cumplida de las libertades individuales”529. Lo contrario se apreciaba en las filas liberales. Desde el senado, Juan Navarro Reverter resaltaba lo ridículo de “moralizar las costumbres con unos renglones en la Gaceta”530. Por su parte, El Globo condenaba la actitud de La Cierva –y leyes como la del descanso dominical– porque suponían la vuelta al paternalismo real que buscaba la “suma tutela de los ciudadanos”. Este periódico criticaba el intervencionismo del Estado en las costumbres, pero apelaba a su actuación contra los especuladores y monopolizadores531. Las dos tesis recogía El Imparcial, al afirmar por un lado que “los conservadores persisten en su intención de modificar las costumbres desde la Gaceta”, y por otro, que mientras algunos miembros del gobierno no eran intervencionistas en economía, La Cierva es “intervencionista decidido” en materia social. El carácter nacionalizador de la propuesta se ve en el hecho de que, según este periódico, La Cierva afirmara que a las iniciativas reformadoras tendían “las disposiciones uniformistas, reguladoras y coercitivas de usos y costumbres en España entera”532. En este sentido, es relevante que La Cierva apostara por una revolución desde arriba y centralizada políticamente. Según El Imparcial, el ministro envió a fines de septiembre a los gobernadores de todas las provincias su orden para el cierre de cafés y tabernas, apelándoles a que tomaran las medidas oportunas para que no fuera letra muerta533. Pero la actuación de La Cierva no se limitó a la acción legislativa, como muestra el hecho de que el 20 de diciembre de 1907 tomara entre grandes elogios la palabra durante la inauguración del Congreso de la Sociedad Española de Higiene. Allí afirmó que su actuación se debía a dos cosas: primero, al hecho de que elevar el nivel de higiene de las personas llevaría a España al nivel de “los pueblos cultos”; y segundo, al de entender que “la paz social será un hecho” cuando se mejore la salubridad de las grandes urbes. Además, el ministro de Gobernación elogiaba el papel que “en bien de la cultura patria” había ejercido la Sociedad, “preparando a la opinión, educándola” para que las medidas políticas fueran bien acogidas534. 527 Idem. 528 “La navaja”, La Época, 24 de diciembre de 1907. 529 MÁXIMO: “Crónica semanal”, La Lectura Dominical, 5 de octubre de 1907. 530 Discurso íntegro en: “Senado”, El País, 29 de octubre de 1907. 531 “Sociología barata”, El Globo, 3 de octubre de 1907. 532 “La reforma de las costumbres. Nuestra consulta al vecindario”, El Imparcial, 1 de octubre de 1907. 533 Idem. 534 “La Sociedad Española de Higiene”, La Época, 21 de diciembre de 1907. El patriotismo utópico de raíz neokantiana 173 La postura de Ortega se aprecia en un artículo que publicó el 5 de octubre en El Imparcial: el ya mencionado “Reforma del carácter, no reforma de las costumbres”. Aquí establecía un matiz muy importante, porque optar por el carácter frente a la costumbre implicaba partir del individuo y no de la masa social. Pero no porque, al modo de los viejos liberales, consideraba que la nación era un conjunto de átomos desconectados que buscaban su interés personal. Al contrario, la nación estaba formada por individuos re- ligados por la cultura, y por tanto para cambiar las características de la sociedad había que incidir en la persona. Según Ortega, la costumbre era lo peculiar de cada pueblo, y la cultura lo universal, y lo importante era encontrar un equilibrio entre ambos. Para ello había que partir de la base de que la inmoralidad –alcoholismo y violencia en este caso– se debía a la carencia de una cultura óptima que hubiera afianzado el carácter de los individuos, no a costumbres seculares que únicamente expresaban lo peculiar de cada pueblo535. Con este texto, mostraba Ortega su confianza en la pedagogía social según los términos neokantianos y la tradición de la Bildung, y se distanciaba de dos aspectos que La Cierva representaba. El primero, su revolución política desde arriba, porque Ortega apelaba a la educación de todo individuo, impulsada por el Estado, pero para lograr la autonomía moral y no la asunción de unas costumbres o principios. Segundo, según dijo el ministro en su discurso ante la Sociedad Española de Higiene, los cambios tenían una dimensión patriótica porque garantizarían la paz social. Para Ortega esto es un ejemplo de lo que llama en otros lugares “materialismo conservador”, despreocupado de la necesidad de nacionalizar a partir de una cultura compartida, y no únicamente desde intereses económicos. 5.3.El papel de la religión en la nación socialista El episodio anterior refleja el interés por parte de Ortega de establecer una nueva moral colectiva que cimentara la unidad de la nación. Esta moral nacional sintetizaba otras tres: la de la ciencia, la socialista, y la catalanista, que se verá más abajo. Con ello, apostaba por una idea de nación alternativa a la católica, como venía haciendo desde su etapa de primera juventud. El neokantismo fue en este aspecto importante, porque en Alemania la cuestión religiosa también fue esencial a la hora de cimentar la unidad del II Reich, y las teorías de los maestros de Ortega influyeron en su forma de plantear el problema religioso español. Pero como no podía ser de otro modo, la formación francesa siguió pesando en su interpretación de la cuestión. A continuación se tratarán todos estos elementos. 5.3.1. La Kulturkampf española: un referente alemán para un modelo francés. En la Alemania donde escribía Ortega el cristianismo seguía teniendo un papel importante. Por lo que respecta al catolicismo político, se había agrupado en 1871 bajo el Zentrum, que gozaba del apoyo de los obreros católicos de Renania, Westfalia y Silesia; así como de muchos integrantes de la pequeña nobleza y de minorías como la polaca. No únicamente defendía los intereses y derechos de los católicos, sino que además refleja la opción por una idea de nación opuesta a la defendida por Bismarck, ya que frente al 535 ORTEGA Y GASSET, José: “Reforma del carácter…, pp. 113-114. El patriotismo utópico de raíz neokantiana 174 centralismo prusiano apostaba por el particularismo regional536. El canciller alemán había desarrollado una “lucha cultural” o Kulturkampf que trató de imponer la homogeneidad educativa en el nuevo Estado, y que había derivado en un ataque al catolicismo. No obstante, su partido liberal-nacional acabó pactando con el partido católico que se había fundado por reacción a la Kulturkampf, dado que era un hombre de carácter pragmático; al tiempo que introducía reformas sociales que contrarrestaran la fuerza del socialismo537. También hay que tener presente que el papel del catolicismo en la Alemania bismarckiana tuvo mucha influencia en la España de la Restauración, y por ello estuvo presente en sus debates desde 1876. Tal y como indica el nombre del partido fundado por Ludwig Windthorst, el Zentrum fue un partido que se definía de centro porque quería ser una tercera vía, integrada dentro del sistema del II Reich. Un sector del catolicismo español vio esto como un ejemplo a imitar –siguiendo también el modelo francés de ralliement impulsado por León XIII–, y trató de integrarse en el sistema canovista distanciándose del insurreccionalismo carlista y del boicot de la Unión Católica538. Con todo, el concepto de la “lucha cultural” entró a formar parte del vocabulario de los intelectuales españoles539, quedando en su imaginario como la apuesta por una idea laica de nación, e incluso como ejemplo de la europeización540. Esto nos debe llevar a introducir a otra de las culturas políticas fundamentales para entender a Ortega, y también para comprender el debate identitario en la España de comienzos del siglo XX: la krausista. Se trata de un grupo de personas con los que Ortega guarda una gran continuidad, ya que aparecieron como disidentes de la Restauración utilizando los requisitos que esta le dejaba –los “espacios de libertad”, si salvando las distancias recurrimos al concepto con el que Juan Pablo Fusi se refiere a los liberales españoles durante el franquismo541– para influir en la sociedad. Avanzando lo que hará luego Ortega, y aunque fuera por otros motivos, los primeros institucionistas como Julián Sanz del Río acudieron a Alemania, encontrando en la filosofía organicista de Karl C.F. Krause una alternativa al catolicismo español y su escolástica. La Institución Libre de Enseñanza se fundó en 1876 con el objetivo de posibilitar una enseñanza basada en la moral de la ciencia, independiente tanto del Estado como de la Iglesia. Con ello, se apostaba por una visión de la nación diferente de la que la Restauración había hecho 536 HEFFER, Jean, y SERMAN, William: Historia Contemporánea I. El Siglo XIX. De las revoluciones a los imperios, Madrid, Akal, (1973) 1989, p. 193. 537 COMELLAS, José Luis: Historia breve del mundo contemporáneo (1776-1945), Madrid, Rialp, (1998) 2004, p. 168. 538 CUENCA TORIBIO, José Manuel: Catolicismo contemporáneo de España y Europa. Encuentros y divergencias, Madrid, Encuentro, 1999, pp. 78-84. 539 Dionisio Pérez, describiendo en 1905 el ambiente literario de Madrid, lo da a entender así, al hablar con nostalgia de una época en la que “todavía no habíamos acoplado a nuestro decir esa ruda voz «Kulturkampf», que parece que va a zarandear los cerebros y los pueblos con empellones de dómine iracundo”. Vid: PÉREZ, Dionisio: “Madrid”, Nuevo Mundo, 14 de diciembre de 1905. 540 Una ilustración de esta actitud la encontramos en el siguiente párrafo: “El Kulturkampf o la lucha por el progreso de mala ley, la europeización que dirían los anticlericales españoles, presentó a los católicos de Alemania una lucha tan encarnizada, que bien puede colocarse el nombre de Kulturkampf junto al de Las Navas o Lepanto. Más temible era el Canciller de Hierro que el Miramamolín y Selín”. Vid.: MANJÓN, Andrés: “La mala y la mala prensa”, El Correo Español, 18 de agosto de 1905. 541 FUSI AIZPURÚA, Juan Pablo: Espacios de libertad: la cultura española bajo el franquismo y la reinvención de la democracia (1960-1990), Barcelona, Galaxia Gutenberg, 2017. El patriotismo utópico de raíz neokantiana 175 hegemónica, con distintas vertientes, pero ninguna de ellas basada en la europeización y la creencia de que la ciencia podía regenerar a España. Además, los institucionistas compartían con los conservadores católicos la creencia en un Volkgeist, y hacían de la nación una realidad natural comparable a la familiar, con un carácter que impregnaba a todos sus integrantes. Pero a diferencia de ellos, consideraban que la decadencia en dicho carácter provenía de la postración intelectual y el alejamiento con respecto a la evolución científica europea; un tema que también aparece en Ortega542. Por otro lado, la idea de nación de los institucionistas estaba fuertemente influida por el organicismo, lo que se tradujo en varios aspectos. Por un lado, la definición de una humanidad unitaria, donde la nación se armonizaba con las regiones, los municipios y Europa. Algo que en estas fechas Ortega matizaba desde el neokantismo (que con su Idea de la humanidad se diferenciaba del panenteísmo de Krause). Pero además, tal y como señala Manuel Artime, el organicismo tomó una forma casi religiosa, que puede llevarnos a hablar del krausismo como una “religión de sustitución” en sentido casi literal. No en vano, dio lugar a una serie de “santos”, como llamaría Ortega a Sanz del Río (y al socialista Pablo Iglesias), y a una ascética vital manifestada en la sanción de costumbres –como el tabaco o los toros, aunque Ortega fue amante de ambos– y la promoción de otras como el amor a la ciencia y los viajes dominicales a la sierra. Muchas personas que hemos visto, e iremos viendo en las páginas que quedan, formaron parte de la cultura política institucionista, como los socialistas Fernando de los Ríos y Julián Besteiro; el republicano Nicolás Salmerón, Joaquín Costa, y el anarquista Ferrer i Guardia. Al mismo tiempo, instituciones que aprovechó Ortega como la Junta para Ampliación de Estudios, o que él mismo promovió como la Residencia de Estudiantes, están influidas por este movimiento543. Volviendo al papel de la religión en Alemania, Ortega acudió a dicho país en un momento en el que la Kulturkampf contra la Iglesia católica había sido dejada atrás hacía tiempo, en lo que constituye un claro contraste con la república francesa, que a comienzos del siglo XX estaba sumida de lleno en el conflicto entre laicismo y catolicismo. Tal vez por el peso de su formación francesa, y el papel de la III República en la creación de su imaginario, Ortega contemplaba sin embargo la situación de Alemania en unos términos más similares a los del país galo, es decir, como escenario de un conflicto contra el catolicismo. No tanto en sus textos públicos, pero sí en su fuero interno tal y como se desprende de las cartas donde habla del tema, especialmente con su novia católica. Además, el seguimiento que se hacía desde España del conflicto eclesiástico en Francia muchas veces se definía con este concepto. Por ejemplo, en 1905 el diario republicano El País anunciaba la preparación por parte de Pío X de una encíclica referida al “Kulturkampf francés”544, mientras que desde una perspectiva contraria La Lectura 542 CASTRO, Demetrio, y MORALES MOYA, Antonio: “Patriotismo institucionista. La idea de España en la Institución Libre de Enseñanza”, en Antonio MORALES MOYA, Juan Pablo FUSI AIZPURÚA, y Andrés DE BLAS GUERRERO (Dirs.): Historia…, pp. 347-363, pp. 347-352. 543 ARTIME OMIL, Manuel: España…, pp. 95-96. 544 RICARDO: “Francia y el Vaticano”, El País, 7 de marzo de 1905. El patriotismo utópico de raíz neokantiana 176 Dominical se refería a que “Francia se halla en pleno Kulturkampf, es decir, en plena persecución contra la Iglesia”545. Como Berthelot y Renan, Ortega oponía cultura y religión, y apostaba por una lucha cultural que desplazara a la segunda en tanto que base de la sociedad constituida en nación. En la última carta que envió a Francisco Navarro antes de que falleciera, le animaba a ser él quien la dirigiera: “la campaña del Kulturkampf está por hacer, ahí tiene una tarea. Una predicación de cultura con sabias porciones de libertad de conciencia y socialismo”. En base a estas dos ideas que veía intrínsecamente relacionadas –lucha cultural y socialismo–, creía posible el nacimiento de un “credo cuyo fondo es la renovación y exaltación de una forma de patriotismo nuevo en España”. Es interesante además que Ortega en esta misiva opone su proyecto de socialismo cultural al materialismo de los regeneracionistas, distanciándose de otros textos de la época donde es más cercano a ellos. A pesar de su admiración por Joaquín Costa, no duda en decir que se equivocan los “hidráulicos” al no aceptar esta tesis, en lo que es una referencia a los programas de mejora de España basados en la creación de un suelo más fértil basado en la política hidráulica546. Aunque Ortega no suele emplear el concepto de Kulturkampf, en sus continuos ataques al catolicismo se aprecia que veía en Alemania el ejemplo del país que logró hacer efectivo el imperio de la cultura sobre el de la religión. En 1906 decía a Rosa que “ha aumentado mi antipatía hacia los curas y cuanto con ellos se relaciona, porque he visto como es y cómo vive un pueblo sin ellos”. Da a entender que a la reducción de su influjo social se debe gran parte de la grandeza de su país de acogida, pues afirma que “el día que aumenten en Alemania la ahogarán, porque son eso, ahogadores”547. En este sentido, se autodefine más tarde como profundamente “anticatólico”, afirmando en la línea del metarrelato histórico de muchos liberales que al influjo del catolicismo en España se debe su decadencia. Se congratulaba del desarrollo de manifestaciones anticlericales en España y defendía el socialismo y la adscripción a la “Idea” como una forma de contrarrestar el “daño horrible, mortal acaso que ha hecho a España el catolicismo”548. En este sentido, se ha de recordar que, como dice Ferrán Archilés, “el anticlericalismo formaba parte de un tipo nuevo de nacionalismo que hacía de la crítica al caciquismo y a la España de la Restauración (…) el eje de su propuesta”. Esta actitud se reactivó a raíz del 98, constituyéndose el anticlericalismo en “proveedor de un mapa cognitivo” para culturas políticas como la anarquista o la republicana y la socialista, en torno a las que se movía Ortega. Recuerda también Archilés que, en la línea de lo escrito por el filósofo en los textos arriba mencionados, el anticlericalismo se vinculaba también al degeneracionismo, esto es, la idea de que la nación había decaído por el influjo ejercido 545 Fr. B.D.: “Crónica”, La Lectura Dominical, 25 de marzo de 1905. 546 ORTEGA Y GASSET, José: “Carta a Francisco Navarro Ledesma. Leipzig, 27 de agosto de 1905”…, p. 659. 547 ORTEGA Y GASSET, José: “Carta a Rosa Spottorno. Berlín, 5 de febrero de 1906”, en José ORTEGA Y GASSET: Cartas de un joven…, pp. 433-437, p. 436. 548 ORTEGA Y GASSET, José: “Carta a Rosa Spottorno. Marburgo, 11 de noviembre de 1906”…, p. 476. El patriotismo utópico de raíz neokantiana 177 durante siglos por la Iglesia549. En este marco algunos intelectuales o políticos eran anticlericales, pero no anticatólicos, como es el caso de José Canalejas –quien tenía un oratorio privado en casa. Pero no es el caso de Ortega, en quien es significativo que utilice, en una carta no destinada al público, el concepto de “anticatólico” para definir con más fuerza su interpretación. El degeneracionismo de raíz liberal vinculado al anticatolicismo se ve muy bien en otra carta de 1907. En el día de San Juan vuelve a escribir a su novia sobre el papel del catolicismo en la forja de la nacionalidad española, diciendo que “acaso nada más ha sido el esquilmador de nuestra raza”, porque “nuestro apocamiento actual –y en tres siglos– no ha sido ni es político ni económico”. En su interpretación de la historia de España, recuerda Ortega que España tuvo colonias, pero lo que no tuvo es independencia espiritual, y esto se debió especialmente a la Inquisición. Como consecuencia de su influjo, se produjo un fenómeno que denomina en términos renanianos como de “selección al revés”, puesto que frente a la evolución de las ideas y la emergencia de mentes brillantes, el catolicismo habría promovido la mediocridad y la incompetencia550. También en 1910, en la conferencia de El Sitio, había hecho referencia a la situación de que “gravitan sobre nosotros tres siglos de error y dolor”551. En este esquema interpretativo, Ortega recurre a dos elementos de significación claves, que le integran como ya se avanzó al hablar del antijesuitismo dentro de una cultura política anticlerical: el siglo XVIII y la Inquisición. Para el metarrelato del nacionalismo católico, el XVIII era el origen de la decadencia de España, dado que los Borbones habrían traído las ideas ilustradas y europeas y con ello apartaron al reino católico de su misión histórica. Los autores integrados en el nacionalismo liberal invirtieron totalmente la interpretación, señalando que la pervivencia del poder eclesiástico y del influjo del catolicismo en España explicaban precisamente que el país hubiera quedado aislado, navegando en solitario sin seguir las corrientes del progreso europeo. En este sentido, si Ortega es paradigma del segundo planteamiento, Menéndez Pelayo lo es del primero. El joven filósofo mostró desde el principio cierta ambivalencia ante el polígrafo santanderino. Por un lado, reconoce su valía –según se desprende del hecho de que en 1906 recomendara a su padre que fuera uno de los integrantes de la Sociedad educativa que proyectaba–, pero al tiempo le critica ampliamente. Es también en 1906 cuando reprochó a su padre que hubiera votado a favor de él como director de la RAE. “He leído todo M. Pelayo”, le dice, y meditado mucho acerca de su aportación a la cultura, y por ello se siente en condiciones de atacarle552. Pero también critica a Alejandro Pidal y Mon, que fue quien ganó la votación, porque considera que representan a la misma España. 549 ARCHILÉS I CARDONA, Ferrán: “Vivir la comunidad imaginada. Nacionalismo español e identidades en la España de la Restauración”, Historia de la educación. Revista interuniversitaria, nº27, 2008, pp. 57- 85, p. 65. 550 ORTEGA Y GASSET, José: “Carta a Rosa Spottorno. Marburgo, 24 de junio de 1907”, en José ORTEGA Y GASSET: Cartas de un joven…, pp. 566-569, p. 567. 551 ORTEGA Y GASSET, José: “La pedagogía social…, p. 87. 552 ORTEGA Y GASSET, José: “Carta a sus padres. Marburgo, 12 de diciembre de 1906”, en José ORTEGA Y GASSET: Cartas de un joven…, pp. 260-265, p. 262. El patriotismo utópico de raíz neokantiana 178 Los dos en efecto tenían mucho en común, pues eran intelectuales católicos y conservadores, plenamente integrados en el sistema de la Restauración. Frente a los tradicionalistas y carlistas, Menéndez Pelayo aceptó ser diputado a Cortes entre 1884 y 1892; mientras que Pidal y Mon fue nombrado ministro de Fomento en el gobierno de Cánovas de 1884 y gozó de otros cargos políticos como embajador ante la Santa Sede. La importancia de ambos radica –especialmente la del segundo, que había fundado la Unión Católica en 1881 para canalizar la acción política del catolicismo– en que representan la integración de la Iglesia católica dentro del sistema de la Restauración. Con matices puede decirse que Cánovas evitó una lucha cultural contra el catolicismo que podría haber estallado de haberse vinculado la Iglesia al tradicionalismo, del mismo modo que Bismarck terminó con la Kulturkampf al integrar también al Zentrum en el II Reich. En unos momentos en los que Ortega está apostando por una lucha cultural del socialismo contra el catolicismo, su oposición a ambos personajes es una crítica a la Restauración, y a la idea de España a ella vinculada. Además, Menéndez Pelayo y Alejandro Pidal y Mon no únicamente participaron políticamente en el sistema que Ortega quería regenerar, sino que especialmente fueron importantes por fundamentar intelectualmente parte de la interpretación de la historia de España que asumió la vertiente conservadora del sistema. Volviendo al tema escogido por Ortega en la carta del 24 de junio a su novia, es relevante que Menéndez Pelayo radicara en el XVIII la causa de la decadencia en España, que se habría apartado de su misión histórica como nación católica. Y también, que el mismo autor se opusiera a la interpretación liberal de la Inquisición como una casusa de la decadencia española, afirmando que el desarrollo de la cultura española había sido más fuerte precisamente en los años en los que el Santo Oficio tuvo más poderío social. A su juicio, “es caso no solo de amor patrio, sino de conciencia histórica, el deshacer esa leyenda progresista, brutalmente iniciada por los legisladores de Cádiz”553. Ortega afirma sobre los dos que “ni de uno ni de otro sale una gota de cultura”, y cita como prueba el hecho de que carecieran de discípulos. Dice también que quienes firmaron una carta de apoyo al santanderino actuaban como un “rebaño” de cobardes intelectuales, y les hacía directamente responsables de la incultura de la sociedad por premiar a personas que no lo merecían. No ataca directamente el catolicismo, pero sí que enarbola de nuevo la bandera de la “Idea”, y hace de ella la base de la cultura. Esta no es representada por Menéndez Pelayo no por el hecho de que fuera católico, sino porque su único mérito era el de haber leído muchos libros, acumulando conocimientos, pero no cimentándolos en un saber. La cultura como elemento capaz de religar a los españoles tenía dos dimensiones que el autor de la Historia de los heterodoxos españoles no tenía: basarse en la moral de la ciencia –contraria al catolicismo–, y en la integración de saberes –opuesta a lo que luego llamará especialismo. Finalmente, de esta interesante carta hay que destacar que Ortega se autodefine generacionalmente, al oponerse a los dos candidatos a presidir la RAE cuando dice pertenecer a “una nueva casta de hombres” que va naciendo en España y que es minoritaria554. 553 MENÉNDEZ PELAYO, Marcelino: Historia de los heterodoxos españoles. Vol. 2…, p. 177. 554 ORTEGA Y GASSET, José: “Carta a sus padres. Marburgo, 12 de diciembre de 1906”…, pp. 262-264. El patriotismo utópico de raíz neokantiana 179 En la carta del 24 de junio a Rosa, Ortega también se pregunta por los orígenes históricos de la decadencia española, vinculada según él al catolicismo. Para Menéndez Pelayo y otros conservadores y tradicionalistas, la causa de la degeneración era fácilmente fechable: el siglo XVIII, el de la Ilustración. Pero el joven madrileño en su interpretación del problema de España no lo tenía tan claro. Decía a Rosa que para él era seguro el papel corruptor de la Iglesia, pero cabía preguntarse “¿por qué España fue la nación católica?” “¿y por qué el catolicismo cuajó así en España y no en otras partes?”. Los historiadores debían hacerse esta pregunta, y él mismo sin serlo señalaba que era “uno de los estudios que dentro de dos años comenzaré” 555. Esto nos da un nuevo indicio del valor enorme que Ortega atribuía a la historia, como una fuente de conocimiento de la realidad nacional con vistas a rectificarla. Sin embargo, no llegó a hacer este estudio, y cuando publique su primer libro acerca del origen histórico de la decadencia de su patria (España invertebrada), ya habrá abandonado el anticatolicismo –aunque no el anticlericalismo–, y radicará en otros acontecimiento intelectuales e ideológicos el inicio de la decadencia española. Por otro lado, llama bastante la atención el contraste entre los textos orteguianos de carácter privado y los de carácter público en esta época. Es únicamente en los primeros donde se ven continuamente las reflexiones sobre el catolicismo, y en concreto en los que escribió para su novia. Tal vez esta sea la clave: según se ha indicado, ella era católica, y en muchas cartas le habla de temas como la asistencia a ejercicios espirituales. Probablemente, Ortega se centraba en el papel del catolicismo en la historia de España con más fuerza en las epístolas escritas a Rosa porque era el tema de conversación que muchas veces tenían, y no porque realmente fuera para él la clave de todo lo demás. En todo caso, Ortega y Gasset establecía una dicotomía en la que socialismo y catolicismo se oponían como dos alternativas que pujaban por dominar el espíritu, decantándose por el primero. También a Rosa le decía que el “socialismo moral maniatará a los católicos”, y que pare ello era necesaria la formación de los jóvenes como él. Recurriendo otra vez a una referencia al pasado católico, donde apreciamos de nuevo el valor existencial y vocacional que para Ortega tenía el problema de España, decía que quería estudiar para limar la “cadena de barbarie que ha atado mi raza a mi espíritu y así poder algún día libertarles”556. 5.3.2. La religión laica como ingrediente de la educación nacional Aunque Ortega tuviera en lo práctico un influjo más evidente del modelo francés que del alemán, en lo teórico es más importante la formación en Alemania. Es decir, Ortega apostaba por establecer una educación laica como en el país galo, pero concebía la nación como una re-ligio moral y en este sentido Cohen y Natorp fueron sus modelos. Ya se ha indicado que Cohen hablaba de sintetizar los valores judíos y cristianos dentro de la apuesta por el humanismo que a su juicio identificaba la historia alemana. Natorp apostaba por algo parecido. Recordemos que el fin último de la organización social –y nacional– según su propuesta es la Humanidad (la Idea de Humanidad). Al respecto 555 ORTEGA Y GASSET, José: “Carta a Rosa Spottorno. Marburgo, 24 de junio de 1907”…, p. 567. 556 ORTEGA Y GASSET, José: “Carta a Rosa Spottorno. Marburgo, 17 de diciembre de 1906”, en José ORTEGA Y GASSET: Cartas de un joven…, pp. 496-497, p. 497. El patriotismo utópico de raíz neokantiana 180 escribió Religion innerhalb der Grenzen der Humanität: Ein Kapitel zur Grundlegung der Sozialpädagogit, conservado en la Fundación Ortega en su edición original de 1894 y en la de 1908. Este libro, traducido por María de Maeztu como La religión dentro de los límites de la humanidad en 1914 incluye una serie de ideas que Natorp sintetizó en su obra magna, terminándola precisamente con este tema. Según Natorp, era posible asumir una religión sin trascendencia, que no arrancara la fuerza y la verdad de las religiones con trascendencia. Partía de las bases que a su juicio poseía el sentimiento religioso para defender esta forma de religiosidad que tenía como primera consecuencia la “supresión de toda dogmática” y de pretensión de encontrar una forma verdadera de expresión de Dios. De esta manera, conectaba su teoría de la religión con la de la ética: “¿Puede pensarse, en la palabra de Dios, otra cosa que la humanidad, el «espíritu» que solo conocemos como humano, convertido en Idea?”. Dios era la Idea de la humanidad, su perfección última sublimada en una instancia a la que tenía que tender el ser humano imperfecto557. Desde esta definición, Natorp planteaba que en la educación común no se debía imponer una religión trascendente (Esto es, confesional), pero sí la de carácter intrascendente (la religión como símbolo de la Idea), y que esto hacía compatible la separación entre Iglesias y Estado sin violentar los derechos de las personas que querían una educación religiosa: “al abrirse para nosotros una posibilidad de conservar el núcleo humano de la Religión, apartando tan solo la insostenible pretensión de la trascendencia, el problema resulta soluble”. En términos similares a Cohen, sostenía por tanto la posibilidad de identificar los valores cristianos –o judíos– con el humanismo puramente laico; dado que ambas propuestas tendían a un mismo fin. Así la educación pública tenía como misión nacionalizar no en el sentido de cimentar a la sociedad desde valores exclusivistas, sino universales. No obstante, esto no excluía la posibilidad de que se enseñara religión confesional en las escuelas, como complemento de la no confesional, si así lo decidía la patria potestad, porque “la coexistencia es una condición demasiado esencial de la educación nacional” y podía quedar dañada si se imponía una parte558. Ortega aceptó en parte estas ideas, tal y como se ve en su intervención en el debate abierto en 1910 con ocasión de la cuestión de las escuelas laicas. En este año no únicamente se aprobó la Ley del Candado, sino que el conflicto entre clericalismo y anticlericalismo se tradujo en la interpretación de la Semana trágica. Entre el 26 de julio y el 2 de agosto de 1909 se produjeron disturbios en Barcelona que muchos atribuyeron a Francisco Ferrer i Guardia y el influjo de su pedagogía anarquista. Como consecuencia de su apresamiento –que terminaría en fusilamiento– existió una gran movilización que algunos comparan con el Caso Dreyfus francés porque, como equivalente del mismo, supondría la organización de muchos intelectuales en España559 (y en Europa560). En este 557 NATORP, Pablo: Pedagogía social…, pp. 333-334. 558 Ibid., pp. 341 y 345. 559 FOX, E. Inman: “Azorín: periodista político”, en Patrick COLLARD, y Eric STORM (Dirs.): Cambio de siglo. Ideas, mentalidades, sensibilidades en España hacia 1900, Ámsterdam, Editions Rodopi, 2000, pp. 71-79, p. 74. 560 En este sentido, Maeztu, envió a Ortega un recorte sobre el mitin Pro-Ferrer celebrado en Trafalgar Square, acompañado de un artículo suyo sobre “La Iglesia en España”. Vid.: MAEZTU, Ramiro de: “Carta El patriotismo utópico de raíz neokantiana 181 sentido, también se produjo una movilización de sectores del catolicismo conservador que atribuyó a la pedagogía laica la disolución de los lazos sociales, de suerte que como en Francia existió también una oposición entre la España conservadora y la liberal debido a su interpretación del papel de la religión. En concreto, la Asociación Católica de Propagandistas se había fundado en 1909 con el objetivo de integrar a los seglares en la vida social y política, y organizó varios actos dentro de una campaña destinada a evitar la reapertura de las escuelas laicas. Convocaron un enorme mitin en frontón madrileño de Jai-Alai, con miles de asistentes según los cronistas, y donde tomaron la palabra conservadores e integristas (esto es, miembros de la facción del tradicionalismo que recibía este nombre). El resumen de sus intervenciones fue el demostrar que “las escuelas laicas son viveros de donde no pueden salir más que el terrorismo de Barcelona y Zaragoza”, que diluía la nación española. En el mitin de Jai- Alai se leyó una carta del gran intelectual católico, Menéndez Pelayo, donde exigía el cierre de las escuelas laicas, no únicamente como católico, sino también en nombre de la cultura porque identificaba la “escuela sin Dios” con la disolución nacional. A su juicio, de la educación católica se derivaba una recta conciencia que, entre otras cosas, cimentaba la “confederación moral de los pueblos cristianos” y evitaba que existieran gentes sin “sentimientos de la Patria”. Menéndez Pelayo en definitiva vinculaba educación católica y nación porque veía en la primera el poder espiritual que permitía la cohesión de la segunda. Por eso definía el mitin como una “protesta cristiana y española”561. A juicio de los defensores de este paradigma, la decadencia se vinculaba a la descristianización: la escuela laica “solo da al pueblo la muerte”, al “desplazar a Cristo del Estado”562. Como consecuencia de la “campaña sin tregua”, que tuvo otros episodios en mítines similares como el de Vich, se habían cerrado las escuelas, pero volvieron a abrirse. El gobierno liberal de Segismundo Moret estableció una distinción entre escuelas laicas y escuelas anarquistas, permitiendo las primeras mientras no atentaran contra la “moral, la patria, y las leyes”. Esto era una derrota según ciertos católicos, que arremetían contra muchos elementos que no en vano formaban parte de la red cultural e intelectual de Ortega: Moret, afirmaba el Padre Negret, era “traído y llevado por El Imparcial de Gasset”, mientras robustecía a Lerroux y a Melquíades Álvarez, e impulsaba a políticos anticlericales “porque así lo demandaba el trust y los republicanos563. En la prensa republicana en efecto se apoyaba la medida de Moret. En un artículo de El País por ejemplo se arremetía contra Menéndez Pelayo, desde la acusación de mezclar religión y nación: “se da el caso estupendo de que en un mitin de católicos se vitoree a la patria, y que en una reunión de cristianos se aclame al ejército”564. Esta identificación entre identidad nacional y catolicismo se apreció también en el mitin que organizaron en Zaragoza, donde según El Imparcial los asistentes se levantaron y descubrieron cuando a José Ortega y Gasset. Londres, 18 de octubre de 1909”, en Fundación Ortega-Marañón, Fondo JOG, C- 28/5, ID: 62. 561 NEGRETE, Padre E.: “Crónica de la quincena”, España y América, Tomo I, 1 de enero a 31 de marzo de 1910, pp.367-370, pp. 368-369. 562 “Contra la reapertura de las escuelas laicas”, El Correo Español, 3 de febrero de 1910. 563 NEGRETE, Padre E.: “Crónica de la quincena…, pp. 369-370. 564 “Postdata a una carta”, El País, 6 de febrero de 1910. El patriotismo utópico de raíz neokantiana 182 escucharon la Marcha Real, que sonaba fuera del teatro donde se habían reunido debido a una jura de bandera, y se insistió en la identificación entre laicismo y disolución social565. Además, los partidarios de la escuela laica también realizaron movilizaciones. En la misma Zaragoza se realizó un acto al que se adhirieron Alejandro Lerroux o Benito Pérez Galdós. Allí tomó la palabra Álvaro de Albornoz, quien apostó por la escuela laica en nombre del principio nacional: “nos llaman enemigos de la patria quienes carecen de nacionalidad, quienes reconocen una majestad extranjera” (el papado)”, y yendo todavía más lejos, apelaba a diluir las órdenes religiosas y todo tipo de educación católica, llamando a los seminarios “mataderos de la nación”. El criminólogo Rafael Salillas por su parte, achacaba al influjo de la Iglesia desde el siglo XVI “la descomposición del cuerpo de la nación”, y apostaba también por la escuela laica como vía de nacionalización566. Ortega tomó parte activa en este debate, a través de un artículo que publicó en El Imparcial el 10 de febrero. En él contestaba a la carta de Menéndez Pelayo, y lo hacía en unos términos que recuerdan a Natorp. Escribía que “la escuela laica ni teóricamente pretende excluir, ni en la mayor parte de los casos excluye la enseñanza religiosa”. A lo que se opone es a la educación desde “la dogmática de una escuela determinada”. Como su maestro, afirmaba Ortega que la “pedagogía científica” no podía excluir la enseñanza religiosa, pero que ella debía determinarla “científicamente”. Utilizando una distinción similar a la que empleaba en sus cartas con Rosa Spottorno, afirmaba que “jamás laico se opuso a religioso, sino a eclesiástico. Escuela laica es escuela sin Iglesia”. Citando a Johan H. Pestalozzi también de gran influencia en Natorp (y en Fichte) escribía Ortega una definición idealista de Dios, como “sentimiento de relación ética entre los hombres”567. Sobre este mismo tema reflexionó en la conferencia que dio en El Sitio. En esta charla que ha de entenderse desde el contexto político del debate sobre las escuelas laicas, volvió a mostrar algo que hemos visto con ocasión de la Kulturkampf: empleó una noción alemana –en este caso la Sozialpädagogik–, pero imitando el caso de Francia. Como Natorp, apostaba por la “moral pública” y la necesidad de que el Estado la impulsara para crear comunidad, socializando a los individuos. También en su línea, aunque en unos términos más combativos –en parte porque su texto es un discurso político y el de Natorp un libro científico– identificaba la religión confesional con lo particular y la aconfesional con lo público: “lo que ciertamente es antisocial es la iglesia, la religión particularista”. Pero en este punto se alejaba del maestro y se acercaba más a Berthelot, al negar a la familia el “presunto derecho de educar a los hijos”, dado que a su juicio “la sociedad es la única educadora, como es la sociedad único fin de la educación”. Frente al talante conciliador que se apreciaba en las reflexiones de su profesor, Ortega arremetió contra los “anarquistas conservadores”, término con el que calificaba a los defensores de la educación católica porque “la escuela confesional frente a la laica, es un principio de anarquía, porque es pedagogía disociadora”568. 565 “Las escuelas laicas”, El Imparcial, 14 de marzo de 1910. 566 “El mitin de Zaragoza”, El País, 4 de abril de 1910. 567 ORTEGA Y GASSET, José: “Catecismo para la lectura de una carta” (1910), en José ORTEGA Y GASSET: Obras completas. Tomo I…, pp. 326-331, pp. 328 y 339. 568 ORTEGA Y GASSET, José: “La pedagogía social…, pp. 100-101. El patriotismo utópico de raíz neokantiana 183 Es el mismo argumento que emplearon durante la Kulturkampf de Bismarck quienes decían que el catolicismo, en su dependencia de Roma, evitaba la creación de un Estado- nación; pero también el planteamiento que parte de la tradición liberal e ilustrada había defendido en España, por ejemplo Carlos III para expulsar a los jesuitas en 1767; o en otros países como la Francia revolucionaria al tratar de convertir en funcionarios a los clérigos. Lo que nos indica esta interpretación es algo mucho más profundo: la relación compleja entre nación y religión durante la edad contemporánea, cuando el principio nacionalista o nacionalizador chocó muchas veces con el católico, y los intereses del Estado también con los de la Iglesia católica (universal). Algunos investigadores como Álvarez Junco o José Luis Villacañas precisamente achacan a esta dicotomía una de las causas de la débil nacionalización de la España contemporánea, donde en vez de imponerse una idea laica de nación, se mantuvo una identidad católica y con ello una dicotomía entre la nación laica y la religiosa569. Ortega en su proyecto de resolución del problema de España, quería precisamente acabar con esta situación. Por otro lado, el concepto con el que sintetiza en 1910 su visión de los defensores de la educación católica en España representa su interpretación del conservadurismo en estos años, que identifica siempre con un carácter antisocial y, con ello, antinacional. En 1908 había empleado un calificativo similar, el del “cabilismo conservador”. De nuevo recurría a la idea de que “de tres siglos acá” existía una situación deficiente en España, para afirmar que la sociedad española ni era individualista ni colectivista, sino propia de una “raza banderista”. A juicio de Ortega, los españoles demostraban su falta de organización, su estructura más cercana a la “política africana” que a la europea, por esta anarquía. En lugar de moverse en torno a ideas, los españoles se agrupaban en bandos, como el maurista y el moretista, y esto les acercaba a los africanos570. Otra forma de expresar esta situación, que llevará a Ortega años después a acuñar una de las interpretaciones sobre la situación de España que más famoso le hicieron, la expresó en 1910 con ocasión de la Ley del candado: “España es hoy invertebrada”. La ausencia de una cultura integradora se manifestaba en los “materialismos clericales”, que no limitaban su aparición en las órdenes religiosas. Muy por el contrario, su sectarismo se manifestaba en todos los ámbitos de la vida española, hasta el punto de afirmar que como su consecuencia que “España, esto es, una nación, no existe sobre la tierra de los españoles”, o con otras palabras, que “¡la patria no existe!”571. Aunque aquí esté empleando unas expresiones más exageradas de lo habitual, vuelve a optar por una definición de la nación como proyecto de futuro, a la idea de que la religión laica es necesaria para construirla. Tal y como se ha indicado, el elemento que socializa a los 569 Álvarez Junco sostiene esta idea en Mater Dolorosa (2011), ya mencionado más arriba. Villacañas, que en la actualidad está escribiendo una serie de libros sobre la identidad de España, en obras como ¿Qué Imperio?: un ensayo polémico sobre Carlos V y la España imperial, Córdoba, Almuzara, 2008; o Historia el poder político en España, Barcelona, RBA, 2014. En el caso del segundo autor, más que al catolicismo, a lo que opone la idea de Estado-nación moderno es a la idea de Imperio, que no obstante está identificada con el catolicismo político. Para explicar el peso de la tradición imperial-católica en España, recurre al concepto de “nación tardía”. 570 ORTEGA Y GASSET, José: “El cabilismo, teoría conservadora” (1908), en José ORTEGA Y GASSET: Obras completas. Tomo I…, pp. 173-175, pp. 174-175. 571 ORTEGA Y GASSET, José: “Sencillas reflexiones” (1910)…, pp. 378 y 380. El patriotismo utópico de raíz neokantiana 184 individuos y les integra en una nación es según Ortega la cultura integradora, sabiendo que la religión católica que los conservadores defendían era particularista. Para comprender bien esta situación, hay que entender la interpretación que Ortega hizo del hecho religioso, donde vemos de nuevo unirse las referencias alemana y francesa. En concreto, esta vez por Renan. Un texto muy importante al respecto es “La teología de Renan”, donde en 1910 explicaba las ideas religiosas del francés, que coinciden plenamente con las que también Natorp había expuesto: “Dios es la categoría de la dignidad humana”, o lo que es lo mismo, “Dios es lo mejor del hombre, lo que le enorgullece, lo que intensifica su energía espiritual, la herencia científica y moral acumulada lentamente en la historia”. Es el thelos de la humanidad del que hablaba Natorp, una manifestación de la religión no trascendente que todos los seres humanos que componen la sociedad habrían de asumir. “Dios, en una palabra, es la cultura”, escribe para sintetizar su visión572. Desde esta base, teniendo en cuenta que Ortega –como neokantiano–, identifica cultura y socialismo, se entiende que haga lo propio con la religión. No en vano, partiendo de la base de que la religión nacional habría de ser el socialismo –recordemos, socialismo nacional– habla del PSOE en estos términos. Aunque era crítico con el socialismo español, vio un rasgo de esperanza en uno de los acontecimientos más importante de la política española de comienzos del siglo XX: la elección de Pablo Iglesias como primer diputado socialista en 1910. Comentando para El Imparcial este acontecimiento, hablaba de lo que entendía por religión: un “principio de unidad”, un “poder organizador” o pouvoir sprituel según lo llamara el conde de Saint-Simon. Avanzando la tesis de Anderson y de la nación como “religión de sustitución”, en este texto decía Ortega que a toda sociedad bien construida corresponde un principio espiritual organizador, y que agotándose en el siglo XVIII la religión tradicional, hacía falta encontrar uno nuevo573. Desde esta perspectiva había tratado de convencer a su novia de que el catolicismo era erróneo, pero veía lo mismo de la religión en general, y le había dicho en 1907 que “la verdadera Iglesia es la ciencia” 574. No lo creía en sentido literal, al modo de Auguste Comte, pero sí desde la metáfora del socialista utópico. En diversas ocasiones cita Ortega a Saint-Simon, siempre desde el concepto arriba indicado, apelando a una visión elitista de la nación que hará de la cultura y la moral de la ciencia su base. Ortega también escribió sobre esta identificación de la cultura y la nación frente al cabilismo con ocasión del lugar de donde había extraído la metáfora que aplicaba a los conservadores materialistas: Marruecos. La guerra que tanto le había impactado de pequeño continuaba en 1911, y comentando la campaña del Rif decía que lo que presenciaba al leer sobre ella era una nacionalidad en potencia. El artículo “El problema de Marruecos” es muy interesante para ver cómo recurre a un referente epocalista que le 572 ORTEGA Y GASSET, José: “La teología de Renan” (1910), en José ORTEGA Y GASSET: Obras completas. Tomo I…, pp. 332-335, pp. 333-334. 573 ORTEGA Y GASSET, José: “Pablo Iglesias” (1910), en Ibid., pp. 345-347, p. 347. 574 ORTEGA Y GASSET, José: “Carta a Rosa Spottorno. Marburgo, 17 de junio de 1907”, en José ORTEGA Y GASSET: Cartas de un joven…, pp. 560-562, p. 561. El patriotismo utópico de raíz neokantiana 185 permite exponer su idea de nación. Señala que Marruecos en tanto que “unidad geográfica y política” no es sino un mito, como lo es también el “mito de la sangre”. Ni una cosa ni la otra habían logrado dotar a esta zona norteafricana de unidad, sometida a unas cabilas que representaban la vida “centrífuga en perpetua negación del vecino”. Frente a ello, la religión islámica generó una “unidad radical” que a la altura en la que escribe se constituía en “pretexto para una unidad nacional”575. Lógicamente, un Ortega que se declaraba anticatólico no se estaba manifestando islámico con estas reflexiones. La referencia explícita que hacía al concepto de pouvoir spirituel y a Saint-Simon muestran que se refería a que una organización de la sociedad, su re-ligio, era imprescindible para evitar el faccionalismo y posibilitar la construcción nacional. El papel que el cristianismo había jugado en Europa en el pasado, y que el Islam representaba entonces en África – continente que identificaba con la barbarie, y por tanto con un estadio de desarrollo equivalente a aquel en el que Europa se había encontrado en el Medioevo cristiano–, lo reivindicaba entonces para el socialismo. Por otro lado, Ortega recordaba en estos años que su idea de socialismo, como buen discípulo de Natorp, era la del mismo como un medio para el fin de la Idea. Escribió por ello que la importancia de un poder espiritual, del que carecían las cabilas materialistas, era la movilización, pues los votantes socialistas reflejaban “el poder de las ideas para conducir las acciones de los hombres”. En este sentido, la “transubstanciación de la idea socialista” había ido posible porque los 40000 votantes de Pablo Iglesias eran virtuosos – asumían, aunque esto contradiga otras reflexiones de Ortega sobre el PSOE, un socialismo ético–, y no existe a su juicio virtud sin santos. Decía así que “Pablo Iglesias es un santo”, como lo era también una persona que coincidía en la interpretación religioso- humanitaria de la política: Francisco Giner de los Ríos576. Esta interpretación se asemeja mucho a la de Ramiro de Maeztu, que en 1911 dirá que la “nueva Iglesia católica que llamamos socialismo es también una idea, una emoción y un método”, y que el concepto de socialismo se podía identificar con el de “Ciudad del Buen Acuerdo, Reino de Cristo o República de Platón” 577. Para afirmar etas cosas, se remitía a los fabianos ingleses, pero teniendo en cuenta que Ortega le había animado a leer a Kant, puede que también el madrileño le hubiera ayudado a entenderlo así. Sin embargo, es con otro escritor vasco con quien hay que contraponer la percepción de Ortega si queremos entenderla bien, con la de su “otro interno” por excelencia, Miguel de Unamuno. Desde 1905 vivieron una polémica continua que tenía en la interpretación de la religión uno de sus centros, y comprenderla es importante no únicamente para entender la idea de nación de esta etapa en Ortega, sino también la que tendrá más adelante. Esto es así porque en estas fechas Unamuno se encontraba redactando lo que será en 1912 Del sentimiento trágico de la vida, libro sobre la identidad nacional española que estimulará a Ortega a 575 ORTEGA Y GASSET, José: “El problema de Marruecos” (1911), en José ORTEGA Y GASSET: Obras completas. Tomo I…, pp. 424-433, pp. 425-432. 576 ORTEGA Y GASSET, José: “Pablo Iglesias”…, p. 346. 577 MAEZTU, Ramiro de: “Obreros e intelectuales” (1911), en Ramiro de MAEZTU: Liberalismo y socialismo (textos fabianos de 1909-1911). Selección y estudio preliminar de E. Inman Fox, Madrid, Centro de Estudios Constitucionales, 1984, pp. 86-11, p. 87. El patriotismo utópico de raíz neokantiana 186 publicar Meditaciones del Quijote dos años después. Las reflexiones de los dos intelectuales recurrieron a un campo metafórico en el que se interpretaba la figura de Jesucristo desde las dos radicalizaciones de su figura que, según John Burrow, han existido a lo largo de la historia: la que potenciaba su dimensión divina, y la que hacía lo propio con la humana, cuyos paradigmas son respectivamente en el siglo XIX David F. Strauss y Ernest Renan578. Aunque Ortega asumiera la idea de Dios de Renan, en relación con Jesucristo su interpretación sigue la estela de Strauss, más cercana a la de los neokantianos: el Hijo de Dios sería un símbolo o mito. Por el contrario, Unamuno en 1911 criticaba lo que Ortega había escrito sobre la idea de Dios de Renan en 1910 al tiempo que hacía suya la interpretación que el francés hizo de Jesús. El cristianismo, dice a Ortega, es “el culto a una persona, a la persona, no a una idea. No hay más teología que Cristo mismo, el que sufrió, murió y resucitó”. Unamuno empleaba la religión para meditar sobre la idea de nación como Ortega, pero no porque la identificara al modo neokantiano con la cultura y la idea de la Humanidad, sino porque quería encontrar lo que llama en esta epístola el “cristianismo originario español”. Por esta razón, Unamuno arremetía contra la posibilidad de encontrar una verdad y un thelos definitivos y científicamente demostrables, y apelaba a Ortega a abandonar los “pseudo-objetivismos”. La resolución del problema de España radicaba al parecer de Unamuno en lo que llamará intrahistoria, el espíritu real de los españoles que vivían y morían, y no en su adaptación a una utopía objetiva. Por ello, decía al madrileño que “no sirve la ciencia de la serpiente saducea”579. Los saduceos eran la secta judía que no creía en la resurrección de los muertos, y que aquí empleaba Unamuno como metáfora de los defensores de la moral de la ciencia como Ortega. Esta era en efecto su concepción de la religión objetiva, según había escrito ya en 1908: el “pecado secular español” era el “pecado contra el Espíritu Santo, el horror a la ciencia”580. Para el Ortega neokantiano la religión era una metáfora de la ciencia objetiva, la cultura, en base a la que la nación tenía que organizarse. Por el contrario, en Unamuno la religión era un aspecto subjetivo que explicaba la identidad nacional de España. Por eso en sus epístolas, Ortega defiende la ciencia y Unamuno la minusvalora. En 1906 decía el profesor de Salamanca que “mi vieja desconfianza hacia la ciencia va pasando a odio”581, mientras que el madrileño no concebía una regeneración española que no se basara en ella. Sin embargo, Ortega sí que coincidía con algo en Unamuno en sus meditaciones sobre la religión y su relación con España: su crítica al catolicismo y afinidad con el protestantismo. Muchos autores han resaltado el papel de la Reforma como creadora del Estado-nación europeo, ya fuera por la creación de una comunidad espiritual a través de iglesias nacionales que sustituían a la universal, o por el impulso a las lenguas vernáculas derivado del precepto de la sola scriptura. Pero no es esto lo que interesaba a los dos españoles, sino la interpretación que hicieron de su relación con el espíritu científico. En 578 BURROW, John W: La crisis de la razón…, p. 263. 579 UNAMUNO, Miguel de: “Carta XXVI. Bilbao, 2 de noviembre de 1911”, en José ORTEGA Y GASSET, y Miguel de UNAMUNO: Epistolario completo…, pp. 100-103, pp. 101-102. 580 ORTEGA Y GASSET, José: “Carta XV. Madrid, marzo de 1908”, en Ibid., pp. 78-79, p. 79. 581 UNAMUNO, Miguel de: “Carta III. Salamanca, 17 de mayo de 1906”, en Ibid., pp. 37-40, p. 38. El patriotismo utópico de raíz neokantiana 187 el caso de Unamuno, porque lo veía similar a su postura anticientífica, y en el de Ortega todo lo contrario, porque lo identificaba con ella. En este sentido, Unamuno defendía un catolicismo castizo, pero era opuesto a una Iglesia que consideraba desapegada de la religión existencial precisamente porque quería convertir el espíritu en ciencia a través el dogma. Ortega, también defendía lo que en carta a Unamuno de 1907 llamaba un necesario “protestantismo español”, pero porque creía que podría dar lugar a una Kultukampf después de que se hubiera desarrollado una teología apropiada582. Si a Unamuno le interesaba el protestantismo porque creía que la religiosidad castiza española se asemejaba al existencialismo de autores como Søren Kierkegaard, en Ortega la razón era muy distinta: le interesaba la sección del protestantismo que había sentado las bases de la filosofía idealista. En una carta a su novia lo definía claramente, al indicar que no era lo mismo religión e Iglesia. España era ejemplo de un pueblo “pobre y enteco”, consecuencia del dominio católico. Desde su neokantismo decía que las iglesias eran el “satán del materialismo”, mientras que los viejos herejes eran los “santos del idealismo” 583. Frente a la nacionalización católica, Ortega no optaba por una nacionalización protestante, sino idealista-neokantiana. Pero interpretaba el cristianismo protestante como una faceta del mismo, en tanto que la noción idealista de Dios las unía. Es muy interesante al respecto la interpretación radicalmente contradictoria que Unamuno y Ortega hicieron de El Santo, novela publicada por el católico modernista Antonio Fogazzaro en 1905. Narraba una crisis de fe, que sirvió a Unamuno como ejemplo del talante protestante –de apuesta por el hombre sufriente de carne y hueso frente a los intentos de racionalización–, publicando mucho después San Manuel Bueno, mártir (1931) como versión propia del libro italiano. Sin embargo, para Ortega el libro encarnaba el afán modernista de hacer científica la teología católica, que define como “la virtud moderna de la veracidad, el deber de la ciencia”. Actitud esta que, aunque brotaba de un espíritu católico que identifica con el socialismo y oponía a los jesuitas, no le parecía en todo caso identificable con el espíritu de la Iglesia (no en vano, el libro fue incluido en el Índice de libros prohibidos en 1906). No llega en el artículo que escribió en 1908 a decir que es un libro protestante, pero sí que era una forma de religiosidad distinta a la que percibía en su ambiente, y que le podría conducir a aceptar la religión católica de nuevo: “si fuera tal el catolicismo, ¿no podríamos nosotros ser también algún día católicos?”584. También en 1908 desde El Imparcial oponía catolicismo y protestantismo desde una concepción neokantiana: Kant había sentado las bases de la democracia al identificarla con la “moral autonómica”. El catolicismo era incompatible con él por su “moral heteronómica”, y tanto es así que la democracia moral “históricamente viene a ser la flor del «cactus» luterano abierta al cabo de tres siglos de gestación”585. De nuevo hay que 582 ORTEGA y GASSET, José: “Carta a Unamuno. Marburgo, 3 de enero de 1907”…, p. 63. 583 ORTEGA Y GASSET, José: “Carta a Rosa Spottorno. Marburgo, 10 de junio de 1907”, en José ORTEGA Y GASSET: Cartas de un joven…, pp. 553-554, pp. 553 y 554. 584 ORTEGA Y GASSET, José: “Sobre El Santo” (1908), en José ORTEGA Y GASSET: Obras completas. Tomo II…, pp. 19-26, pp. 19, 21-22. 585 ORTEGA Y GASSET, José: “Sobre la pequeña filosofía” (1908), en Ibid., pp. 162-165, p. 165. El patriotismo utópico de raíz neokantiana 188 indicar, como en el caso de la identificación del catolicismo con la imposibilidad de crear un Estado-nación, que esta crítica a la compatibilidad de la religión romana con un sistema liberal o democrático sustentado en la ciudadanía consciente, es común a una parte de la tradición liberal y republicana española y europea, que vio en el dogma de la infalibilidad papal proclamado en 1870 por Pío IX un impedimento para ello. Por ejemplo en los krausistas, que precisamente en los años setenta del XIX arreciaron sus escritos contra este carácter del catolicismo586 587. En el contexto que nos ocupa, con ocasión del debate sobre las escuelas laicas, Álvaro de Albornoz escribió en El País un extenso artículo dedicado a mostrar cómo históricamente la Iglesia había impedido la aceptación del liberalismo porque la soberanía popular chocaba en teoría con el origen divino del poder, cuestión que a su juicio escondía una mala interpretación de lo que era el liberalismo realmente588. En resumen, Ortega era anticlerical y crítico con el papel que la Iglesia católica había desarrollado en España. Pero defendía la necesidad de que existiera un poder espiritual que impusiera una moral colectiva, esto es, que la nación se organizara a través de la cultura. A partir de su formación neokantiana, hablaba de una religión no trascendente que definía como la Humanidad sublimada, siendo la nación una herramienta supeditada a ella. Esta perspectiva puede llamarse patriotismo utópico, porque concebía la realidad social a partir de un modelo ideal ante el que debía adaptarse. Desde esta tesis, cuya definición se entenderá mejor con las reflexiones del Ortega posterior acerca de la utopía, se comprende también la actitud del filósofo ante una cuestión que todavía no se ha tratado, pero que es trascendental: el nacionalismo catalán. 5.4.El patriotismo utópico ante el nacionalismo catalán: materialismo y cultura en la periferia de España El nacionalismo catalán es uno de los factores más importantes para entender la política española y los debates sobre su identidad nacional a partir del siglo XX. Como consecuencia de la crisis del 98, los nacionalismos periféricos, en Cataluña y País Vasco especialmente, se afianzaron como propuestas nacionales alternativas a la identidad española. No era únicamente una respuesta a la derrota de Cuba, pues otros factores como 586 SUÁREZ CORTINA, Manuel: Entre cirios y garrotes. Política y religión en la España contemporánea, 1808-1936, Santander, Ediciones de la Universidad de Cantabria; Cuenca, Ediciones de la UCLM, 2014, p., 112. 587 En Inglaterra se desarrolló un importante debate sobre esta cuestión, y existieron importantes intelectuales católicos que defendieron la compatibilidad del dogma de la infalibilidad papal con la libertad de conciencia, y con ello la posibilidad de que los católicos fueran súbditos leales y ciudadanos fieles a la nación británica. Si Blanco White se había opuesto a la emancipación de los católicos irlandeses, y William Gladstone criticó la decisión del Concilio Vaticano I; Lord Acton o el cardenal John Henry Newman defendieron la posibilidad de conciliar el dogma de 1870 con la libertad de conciencia. Vid.: MORALES, José, y GARCÍA RUIZ, Víctor: “Newman ante lo invisible”, en NEWMAN, John Henry: Carta al Duque de Norfolk, Madrid, Rialp, (1874) 2013, pp. 9-24. Sobre la interpretación del catolicismo y su relación con la identidad nacional según Blanco White, vid.: BAGUR TALTAVULL, Juan: “Del Spaltung a la libertad de conciencia: el liberalismo de José María Blanco White”, en Jorge NOVELLA, José Luis MORA, y Xavier AGENJO (Eds.): Laberintos del liberalismo. Libro de las XII Jornadas Internacionales de Hispanismo Filosófico. Universidad de Murcia, 11-13 de marzo de 2015, Madrid, Fundación Ignacio Larramendi, 2017, pp.35-52. 588 ALBORNOZ, Álvaro de: “Liberalismo y religión”, El País, 5 de febrero de 1910. El patriotismo utópico de raíz neokantiana 189 el proceso de recuperación de la identidad lingüística (la Renaixença catalana), o los problemas sociales (la reacción en el País Vasco ante los despectivamente llamados maketos del sur) explican desde antes de 1898 el desarrollo paulatino de estos movimientos. Además, en las últimas décadas la historiografía ha estudiado el influjo de la nacionalización española realizada desde el ámbito estatal: algunos autores han sostenido que fue muy débil, y que el vacío explica la emergencia de las identidades catalana y vasca (en menor medida gallega); mientras que otros plantean que es por su fortaleza por lo que se provocó una “nacionalización negativa” como reacción589. En todo caso, lo que es evidente es que los nacionalismos catalán y vasco fueron esenciales en el desarrollo de la política española desde el siglo XX. Según Juan Pablo Fusi, el triunfo en 1901 de la Lliga Regionalista en Barcelona significó la “irrupción irreversible de los nacionalismos en la política española”590. A partir de entonces, todo debate sobre la identidad española, y toda pretensión de nacionalizar a España en una dirección determinada, tuvo que hacer frente a lo que también se ha llamado “cuestión catalana” (y “vasca”, pero en el caso de Ortega fue más importante la primera). El filósofo madrileño no pudo ser ajeno a la problemática, y más que su experiencia directa, es el análisis que hizo desde su perspectiva filosófica lo que permite entender su concepción. Esta se entiende desde las características de la Lliga, un partido fundado en 1901 bajo el impulso, entre otros, de Enric Prat de la Riba y Francesc Cambó. El primero, autor de La nacionalitat catalana (1906), defendía una idea de nación (catalana, aunque siempre compatibilizándola con la identidad española) identificable con la Kulturnation. En sus teorías desembocaban las visiones románticas de Cataluña, que buscaban los orígenes medievales y enfatizaban sus valores y carácter, manifestado en las leyes propias y la lengua. Por tanto, aquí encontramos un primer punto de fricción con Ortega, que, a pesar de cierta tendencia culturalista, defendía en su etapa neokantiana la Staatsnation porque su idea de cultura tenía mucho más que ver con la Bildung que con la tradición. Pero hay otro elemento más, y es que la Lliga era, como gran parte de los impulsores del nacionalismo catalán, un movimiento burgués que temía el socialismo. Ortega valoró el carácter dinámico de la industria catalana, como su admirado Ramiro de Maeztu, pero en los primeros años de su adscripción al idealismo socialista, pesaba mucho más su postura antiburguesa. Las dos cuestiones explican que en los primeros textos donde Ortega hable del nacionalismo catalán, lo haga en términos despectivos, identificándolo con el nacionalismo del káiser y su carácter materialista. De hecho, algunos de los textos arriba citados para mostrar el desprecio de Ortega ante el nacionalismo conservador alemán, están escritos con ocasión de su análisis del catalanismo. Esto se ve por ejemplo en “La solidaridad alemana” (1908), un texto que se comprende como parte del posicionamiento 589 En el número monográfico de la revista Ayer (nº 90, 2013) dedicado a la nacionalización española, mencionado varias veces a lo largo de esta tesis doctoral, se resumen estas cuestiones. El artículo de Alejandro Quiroga presenta el concepto de “nacionalización negativa”, y tanto él como Joseba Louzao critican la tesis de la débil nacionalización. También sobre este tema, vid.: AIZPURU, Mikel: “Sobre la astenia del nacionalismo español…, pp. 814 y 828. 590 FUSI AIPURÚA, Juan Pablo: España. La evolución de la identidad nacional…, p. 230. El patriotismo utópico de raíz neokantiana 190 político de Ortega dentro de uno de los debates del republicanismo español de la época: la actitud ante Solidaritat Catalana. Este movimiento político se había formado en 1906 como reacción a la Ley de Jurisdicciones –a su vez, promulgada después del asalto de varios militares a la revista satírica ¡Cut-Cut!–, e integraba a carlistas, republicanos federalistas y los nacionalistas conservadores de la Lliga. A pesar de su heterogeneidad, consiguió 41 de los 44 escaños catalanes de las elecciones de 1907, aunque se diluiría después de la Semana Trágica de 1909. Frente a republicanos afines como Luis de Zulueta o Nicolás Salmerón, Alejandro Lerroux lideró una escisión del antimonarquismo que dio lugar en 1908 al Partido Republicano Radical. De esta manera, los republicanos españoles quedaron divididos entre “solidarios” y “antisolidarios”591. Ortega se definió abiertamente como integrante del segundo grupo el 21 de febrero de 1909, en un artículo donde ofrece varias claves sobre su concepto de nación neokantiana. En “Pidiendo una Biblioteca”, habla de la Solidaritat como “iniciación del separatismo” y de un movimiento que “solo favorecerá a los curas y a los ricos”. Desde el esquema dual que emplea en la retórica de estos años (materalismo y nacionalismo excluyente por un lado, y cultura y patriotismo por otro), afirma que el problema de los nacionalistas catalanes –y cita entre ellos a Cambó y Vallés y Ribot–, está en su “interpretación materialista de la historia”, manifestada en considerar que el problema catalán es un problema “administrativo” 592. Al parecer de Ortega, no existía una mala administración en España, sino que “la sustancia española está enferma desde hace siglos”. En este punto, muestra que analiza la decadencia española desde el patriotismo utópico de raíz neokantiana: afirma que la sustancia española no radica en la sangre y la raza, como decía Gobineau; sino en la cultura. Los solidarios y republicanos como Azcárate se equivocaban, porque creían como los viejos liberales que eliminado las leyes inorgánicas, brotaría el pueblo sano. Como socialista y neokantiano, él sostiene que “el problema español es un problema educativo”, y que “el verdadero nacionalismo, en lugar de aferrarse a lo espontáneo y castizo, procura nacionalizar lo europeo”593. El análisis del nacionalismo catalán comparándolo con el de los conservadores alemanes también es evidente en “La solidaridad alemana”, publicado un año antes en El Imparcial. Según vimos al comentar este artículo más arriba, Ortega sostenía que la defensa de intereses económicos como móvil de la acción política suponía una postura conservadora, opuesta al idealismo derivado del patriotismo utópico. Existía así una explicación muy clara al porqué de la unión entre carlistas, nacionalistas y republicanos: todos ellos coincidían en el hecho de haber dejado a un lado los ideales, pues “solidaridad 591 SUÁREZ CORTINA, Manuel: El reformismo en España: Republicanos y reformistas bajo la monarquía de Alfonso XIII, Madrid, Siglo XXI, 1986, p. 15. 592 ORTEGA Y GASSET, José: “Pidiendo una Biblioteca” (1909), en José ORTEGA Y GASSET: Obras completas. Tomo I…, pp.235-239, p. 235. 593 Ibid., pp. 236 y 238. El patriotismo utópico de raíz neokantiana 191 es toda agrupación política de ciudadanos que renuncian a sus divergencias ideales para defender sus conveniencias económicas comunes”594. Por otro lado, las definiciones que identificaban al catalanismo con el capitalismo burgués, no eran exclusivas de Ortega. La prensa de la época refleja que era una crítica común dentro de la cultura política republicana. Así, El País con ocasión de la derrota solidaria en las elecciones de 1908 –en las que obtuvieron una gran victoria los republicanos– se alegraba de la victoria de la “Cataluña víctima de la oligarquía barcelonesa” y los industriales “que quieren devorar a toda Cataluña sin más diques que su egoísmo”595. La diferencia es que en Ortega no se trataba de la lucha de clases, esto es, de simplificar la cuestión catalana dentro de un conflicto entre solidarios-ricos y antisolidarios-pobres. Su antisolidarismo se derivaba de su percepción neokantiana del problema nacional de España, y del recurso a Alemania como referente de nación. Tampoco por tanto a cuestiones de identidad cultural, pues como siempre, es la Bildung y no la Kultur lo que le interesaba. El tema de la lengua catalana o la recuperación de la cultura propia de Cataluña no formaba parte de sus reflexiones sobre el problema, y siempre permanecerán como un aspecto secundario en sus escritos al respecto. Su postura puede ponerse de nuevo en relación con la de Unamuno, para quien la cuestión de la lengua sí fue más importante. De hecho, lo comentaron por carta en 1906. Unamuno hablaba de que los catalanes vivían en un “faquirismo colectivo”, esto es, una vida política autorreferencial que recuerda a lo que Ortega llamará particularismo más tarde. Después dice Unamuno que habría mucho que decir del catalán, que es una lengua que “se pierde, digan lo que quieran”. No sabemos qué respondería Ortega a estas ideas, pero sí que Unamuno afirmaba que “el resurgimiento de España vendrá del litoral cantábrico, y no del mediterráneo”596. Con todo, algo más tarde (en 1912) Unamuno mostraba a Ortega una posición similar a la que este expresaba en su artículo antisolidario: las reformas administrativas no resolverían el problema de los “pedantes catalanes”597. Por otro lado, la postura antisolidaria de Ortega se explica desde el patriotismo utópico no únicamente en negativo, sino también en positivo. Esto es, el socialismo neokantiano le llevó a rechazar a los solidarios por materialistas, pero también a comprometerse con los antisolidarios en tanto que idealistas. A su juicio, Alejandro Lerroux encarnaba los principios del nuevo liberalismo socialista, y por tanto la idea de patria frente al nacionalismo excluyente. La dualidad entre el nacionalismo catalán y del Káiser por un lado, y el patriotismo socialista por otro (según define especialmente en “La solidaridad alemana”) corresponde también de esta manera a las dos ideas de nación puestas en juego dentro del republicanismo con ocasión de la cuestión catalana. Esto es, el problema no únicamente implicó la oposición entre un nacionalismo catalán y otro español, sino también varios paradigmas dentro del segundo (aunque también del primero). Entre ellos, un federalismo culturalista como el de Pi y Margall, pero también un nacionalismo populista. Ortega puede ser considerado integrante de esta cultura política por estos años, 594 ORTEGA Y GASSET, José: “La solidaridad alemana”…, p. 137. 595 “El derecho del pataleo”, El País, 18 de diciembre de 1908. 596 UNAMUNO, Miguel de: “Carta VI. Salamanca, 2 de noviembre de 1906”, en José ORTEGA Y GASSET, y Miguel de UNAMUNO: Epistolario completo…, pp. 45-48, pp. 46-47. 597 UNAMUNO, Miguel de: “Carta XXIX. Salamanca, 21 de noviembre de 1912”, en Ibid., pp.106-112, p. 109. El patriotismo utópico de raíz neokantiana 192 según vimos más arriba, y esto explica que se comprometiera con el político que no en vano es definido siempre como el principal exponente del populismo republicano. Alejandro Lerroux no era catalán, sino de origen andaluz, pero se había afincado en Barcelona y llegó a ser “emperador del paralelo”. Su idea de nación hacia 1908 es definida por unas palabras que recoge Jesús Pabón, quien lo vincula al federalismo republicano: “La nación dividida en regiones ya delimitadas por la Naturaleza y por la Historia. La región dividida en municipalidades. Autónomas las tres entidades”598. Es una concepción que efectivamente bebe de la tradición republicana, no únicamente federalista, sino también de la de raíz institucionista de personas como Gumersindo de Azcárate. Ortega en estos momentos no se alineaba con este concepto de nación, que reivindicaba la diversidad regional desde el historicismo. Su concepción socialista le acercaba a una visión idealista que miraba más al futuro. Por ello, hay que buscar en otros lugares las causas de la adscripción orteguiana al lerrouxismo. No es la idea de nación, sino el método de nacionalización lo que veía Ortega. Lerroux fue capaz de movilizar a las masas obreras de Barcelona, obteniendo de los 6000 votos en las elecciones de 1901, a 35000 en 1903. Tal y como decía el madrileño en sus textos, el líder radical –desde 1908– emocionaba a las masas, y les hablaba de “organización” y “república” según recoge también Pabón en su libro. Además, Lerroux coincidía con Ortega en una cosa: no era del PSOE, pero sí que consideraba indispensable organizar a los obreros. Con este objetivo colocó simbólicamente en 1906 la primera piedra de la Casa del Pueblo en Barcelona599. Un año después, un republicano italiano cifraba en esto el éxito del lerrouxismo, también a nivel estatal porque decía que Cataluña “es el cerebro del republicanismo español”: frente a Nicolás Salmerón y su apuesta por la Solidaritat, Lerroux había conseguido “despertar al pueblo” gracias a sus mítines y especialmente a esas casas del pueblo que eran un “centro de educación física y moral”600. En torno a iniciativas como esta fue calando en un sector importante de los obreros barceloneses, uniéndolos para su causa. Cuando anunció la fundación del Partido Republicano Radical en un mitin dado en Santander el 6 de enero de 1908, el cronista de El País señala que precisamente hizo valer como prueba de su éxito “la labor revolucionaria y de organización que en Cataluña hizo”601. Por otro lado, el nacionalismo lerrouxista tenía algo de patriotismo ético, en tanto que para él la patria se identificaba con la República, y esta con la modernización y la europeización de España. Lerroux carecía de formación universitaria y para nada era la suya una visión comparable al socialismo ético y neokantiano de Ortega, pero como él identificaba patriotismo español y anticlericalismo. Esto demuestra cómo definía El País su victoria en 1908: “ha sido el triunfo de España, de la libertad y de la República y la derrota del separatismo vergonzante, del nacionalismo y del catalanismo; de la reacción clerical y de los enemigos de la República”602. También afirmaba en otro artículo que este 598 PABÓN, Jesús: Cambó. 1876-1947, Barcelona, Editorial Alpha, (1952) 1999, p. 180. 599 Idem. 600 MARINELLI, Oddo: “Salmerón y Lerroux”, El País, 12 de octubre de 1908. 601 “Lerroux en Santander”, El País, 7 de enero de 1908. 602 Este factor es señalado por Javier Moreno, y era común a otros anticlericales como Canalejas. Vid.: MORENO LUZÓN, Javier: “El españolismo de los liberales monárquicos en el reinado constitucional de El patriotismo utópico de raíz neokantiana 193 triunfo lo era de la libertad porque “la Solidaridad es jesuítica, porque la Solidaridad dio vida al carlismo agonizante, porque la Solidaridad es Maura, y Maura es la encarnación y verbo de la España negra y medioeval”603. Finalmente, la propuesta de nación de Lerroux apelaba a los obreros barceloneses no únicamente por aportarles una alternativa al conservadurismo económico y moral que representaban los catalanistas, sino también porque reivindicaba la identidad lingüístico- cultural de los obreros de origen no catalán604. La apuesta filo-federalista que señalaba Pabón debe por tanto ser matizada por este compromiso con un concepto de nación que no hacía del patriotismo en Cataluña una apuesta por la Kultur catalana, sino por construir la Staatsnation a un nivel superior. Por lo tanto, Lerroux representaba un concepto de nación con cuatro aspectos (además de un cierto culturalismo de raíz federalista): republicana, laicista, castellanoparlante, y basada en la organización obrera. Aunque ya se han avanzado los aspectos que interesaban a Ortega de esta imagen, para comprenderlo bien del todo es importante volver a traer a colación a Ramiro de Maeztu, porque en polémica con su antiguo maestro expuso Ortega las razones por las que veía en el líder radical un equivalente de Lasalle o los políticos que organizaron a los alemanes en una nación. Se trata del debate conocido como de “los hombres o las ideas”, que mantuvieron en 1908, unos meses antes de las famosas elecciones de ese año. La polémica se inició cuando Ortega publicó el ya mencionado artículo “El cabilismo, teoría conservadora”, el 20 de mayo de 1908. En este texto donde, recordemos, identificaba el conservadurismo con las cabilas africanas reunidas en torno a caudillos y lo oponía a la política cimentada en ideas, hacía de Azorín un ejemplo de su crítica. Terciando en la disputa, Maeztu decía que la política no era ni de una ni de otra cosa, sino de las dos: “de la idea-hombre y del hombre-idea”. Criticaba a Ortega, señalando que el “ideolatrismo” llevaba a la inacción y con ello a la decadencia nacional: esto mostraba el caso de la India, donde sus místicos eran conquistados por un puñado de ingleses menos inteligentes que ellos. Pero también arremetía contra Azorín, porque el “personalismo” ciertamente generaba kabilas. Frente a ambas situaciones, Gran Bretaña era su referente de nación, puesto que su política exitosa demostraba que las masas seguían a los políticos por una mezcla de admiración a sus personas y a sus ideas, esto es, porque sabían que las segundas valían si se encarnaban en hombres605. Ortega se defendía con un artículo del 28 de junio, donde negaba la acusación de haber apostado por un fluir autónomo de las ideas. Planteaba que, lógicamente, éstas necesitaban encarnarse en hombres. Pero existía una cuestión de fondo, de filosofía de la historia que era necesario aclarar para actuar tanto en política como en educación. Ortega negaba que fueran –como decía Nietzsche, o Carlyle y Emerson– las “individualidades Alfonso XIII”, en Antonio MORALES MOYA, Juan PABLO FUSI AIZPURÚA, y Andrés DE BLAS GUERRERO (Dirs.): Historia de la nación…, pp. 582-595, p.589. 603 “El derecho del pataleo”… 604 SEPÚLVEDA MUÑOZ, Isidro: El sueño de la Madre Patria: Hispanoamericanismo y nacionalismo, Madrid, Marcial Pons Historia, 2005, p. 49. 605 MAEZTU, Ramiro de: “Hombres, Ideas, Obras”, Nuevo Mundo, 18 de junio de 1908. El patriotismo utópico de raíz neokantiana 194 prodigiosas” las que hacían la historia; y planteaba que era “la realización progresiva de la moralidad: es decir, de las ideas”. Esto implicaba una especie de método de selección para optar por una u otra política: primero había que discernir dónde estaba la cultura, y segundo, qué político la representaba más. Además en este texto vemos que el referente de nación principal de Ortega sigue siendo Alemania: si Maeztu ponía a Gran Bretaña como ejemplo a imitar, el madrileño hablaba de cómo las luchas entre Bismarck y los socialistas mostraban que al final eran las ideas las que acababan triunfando606. En estas fechas la relación entre ambos se había enfriado un poco. Maeztu le tenía un gran aprecio, y le decía que “no me conformo con admirarle y quererle yo. Quiero que le quieran y le admiren los demás”. Le animaba en esta epístola de julio de 1908 a intervenir en la vida pública española, aun sabiendo que, como creía haber descubierto Ortega desde que salió de España, el carácter español era, frente al alemán, reacio a la “superioridad intelectual”. Se despedía además como “hermano mayor”607. Pero en una carta de unos días después hace evidente que los dos “hermanos” se habían distanciado bastante: “Estoy seguro de que seremos dentro de diez años tan buenos amigos como lo éramos hace siete”608. Le escribía esto una vez que en “¿Hombres o ideas?” Ortega le hubiera reprochado precisamente –y en público– que hubieran terminado los años en los que caminaban como hermano mayor y pequeño por Madrid. Tal y como señalaba en esta epístola al decir que entonces compartían ideales, la separación entre Maeztu y Ortega no únicamente había sido afectiva, sino especialmente intelectual: si en 1902 los dos eran nietzscheanos, ahora Ortega era neokantiano, ya no se reconocía en aquellos dos amigos que “gustábamos de dejarnos abrasada la fantasía sobre una página de Nietzsche” 609. Esta situación dispar se aprecia en las ideas de nación de los dos personajes, que Maeztu define en la interesante epístola del 2 de julio. El escritor vasco reprochaba a Ortega el vínculo que establecía entre objetivismo filosófico y regeneración nacional, esto es, se oponía a la idea de nación del socialismo neokantiano. En una carta no conservada, Ortega le reprochó su falta de patriotismo, derivada de la no aceptación de la alta cultura. Maeztu se defendía en estos términos: “Porque yo creo en la necesidad del alta cultura (…). En qué plano me coloca Vd. entonces? ¡Mi patriotismo! ¿Pero qué es mi patriotismo sino deseo de que España sirva610 al mundo, de que deje de ser parasitaria en la obra común de la cultura, de que viva de prestado, de que contribuya a la progresiva ampliación en espíritu de las almas humanas, a la espiritualización de la materia” 611. 606 ORTEGA Y GASSET, José: “¿Hombres o Ideas?” (1908), en José ORTEGA Y GASSET: Obras completas. Tomo II…, pp. 27-30, pp. 27-29. 607 MAEZTU, Ramiro de: “Carta a José Ortega y Gasset. Londres, 2 de julio de 1908”, en Fundación Ortega-Marañón, Fondo JOG, C-28/1, ID: 58. 608 MAEZTU, Ramiro de: “Carta a José Ortega y Gasset. Londres, 14 de julio de 1908”… 609 ORTEGA Y GASSET, José: “’Hombres o ideas?”…, pp. 27 y 28. 610 Todos los subrayados en las cartas citadas que se incluyen en esta tesis se han transcrito así del documento original. 611 MAEZTU, Ramiro de: “Carta a José Ortega y Gasset. Londres, 14 de julio de 1908”… El patriotismo utópico de raíz neokantiana 195 Maeztu coincidía con Ortega en identificar a España con un país atrasado con respecto a Europa, y defendía la educación cultural como una manifestación de patriotismo. Sin embargo, lo que entendía por cultura y espíritu era algo muy diferente, según se aprecia en esta misma carta cuando reprocha a Ortega su postura ante la cuestión catalana: “Cambó, en España, es el síntoma de un enorme progreso”. La espiritualización de la materia era para Maeztu una forma de hablar de esforzarse en el trabajo, pues como persona influida por el regeneracionismo seguía pensando que era la industrialización de España lo que la redimiría. Sus tesis de Hacia otra España seguían vigentes, y poco a poco se irá acercando a lo que en los años veinte llamará “sentido reverencial del dinero”. Todavía estaba lejos de comprender esta idea que será también fruto de su conversión al catolicismo durante la Gran Guerra. Pero su apelación a la espiritualización del trabajo va en este camino, así como su confesión a Ortega de que su apuesta por la defensa de los aranceles se debía a este hecho612. La sublimación espiritual se explica todavía más en esta carta, desde una profunda crítica que hace Maeztu a la defensa orteguiana del neokantismo. Arremete contra su “objetivismo doctrinal” y el elitismo, que considera una falta de madurez, tal vez influjo de su antigua amistad porque él también lo vivió: “empiezo a ver claro en Vd., a pesar de su empeño en ocultarse tras ese condenado objetivismo”. Más adelante, da algunas pistas de qué sería el origen según Maeztu esta “petulancia” orteguiana que le llevaba a defender las Ideas: el “brahmismo intelectual”. Ortega, según Maeztu, no se daba cuenta de que junto a la alta cultura hacía falta formar a obreros y clases humildes: “lo importante es ensanchar el alma individual en alma colectiva, de metafísica o de párvulos, de correos o de periodismo”. Tal vez Ortega lo viera, pero le preguntaba: “¿Cree Vd. que los tendría si empieza por hacerles sentir su inferioridad?”613. Maeztu indica dos cosas con estas reflexiones. Primero, que una de las razones por las que en el debate sobre los hombres y las ideas se aleja de las segundas, es por el elitismo, a su juicio extremo, de Ortega. Aunque este quisiera organizar a la nación en un sentido socialista, lo hacía dando el protagonismo primero a los intelectuales y, dentro de la cultura, a la Universidad. Maeztu se asemejaba más a Costa, y en su carta de julio ponía como ejemplo de “revolución pedagógica” a su hermana María de Maeztu. Ella era, sostenía, “odiada y anatematizada por los jesuitas” y “bendecida por los socialistas y los republicanos” como consecuencia de su labor de maestra614. Con todo, se ha de indicar que aunque Ortega era ciertamente elitista, esta referencia a María muestra el límite de la crítica de Ramiro. No únicamente porque fue muy amiga del primero, sino también porque precisamente un año después (en 1909) Ortega se comprometería directamente en la nacionalización cultural de España como profesor de la Escuela Superior de Magisterio. Por otro lado, Ramiro de Maeztu señalaba un aspecto interesante, que es el de identificar unas raíces psicológicas en la propuesta política de Ortega. Si su idea de nación se vincula a la alta cultura, es por un elitismo del que Maeztu dice haberse desembarazado. Esto coincide con las tesis de John Carey acerca del desarrollo del concepto de masa, como un mecanismo de reacción de las minorías selectas amenazadas por la nueva 612 Idem. 613 Idem. 614 Idem. El patriotismo utópico de raíz neokantiana 196 sociedad de comienzos del siglo XX. Siendo la nación un marco cognitivo basado en metáforas que son fruto de la experiencia personal (según se ha sostenido en páginas anteriores), esto tendría sentido, pues Ortega muestra efectivamente un talante pesimista en sus reflexiones sobre España, una gran impotencia al compararla con los elementos buenos que había visto en Alemania. Poco después, Maeztu envió a Ortega otra carta en la que le hablaba más concretamente del catalanismo y el nacionalismo periférico, y donde aceptaba el punto de vista de Ortega, que este explicitará unos meses después en “Pidiendo una Biblioteca” (lo que nos indica que antes habría debatido con Maeztu su contenido, en cartas no conservadas). También Maeztu critica ahora a los solidarios, a Costa y a los krausistas, por coincidir todos ellos en tener “fe en la espontaneidad de las razas”, creyendo así que cambiando la estructura administrativa se solventaría el problema catalán. Identifica a los solidarios con el adversario, y sostiene que “si el catalanismo les ha hecho salir de su modorra (a los intelectuales de Madrid), ante la perspectiva del peligro, yo estaré con ellos”. Además Maeztu avanza la tesis de la débil nacionalización española, porque sostiene que “los catalanes y vascos han levantado una mentira nueva” por “horror vacui”, esto es, por ausencia de un proyecto nacional español una vez mostrado el fracaso del Estado en el 98615. En esta carta Maeztu además se defendía de los ataques de Ortega contra su generación, planteados desde El Imparcial el 13 de julio. En “El Sobrehombre” el joven filósofo les acusaba de haber actuado anárquicamente, movidos por el orgullo y pensando que “España nacía con ellos”, y de nuevo achacaba al influjo de Nietzsche esta situación. El debate entre los hombres y las ideas daba un paso más, y se convertía en un debate acerca de la “definición del hombre”, cuestión que era a la vez “verdadero y único problema de la Ética”, y problema de las “revoluciones políticas”, en última instancia conflictos pro la definición del hombre. No obstante, si los noventayochistas eran individualistas, era por una mala interpretación de Nietzsche. Ortega apelaba a otro de sus maestros, George Simmel, quien interpretaba al autor del Zarathustra en clave socialista, siendo el nihilismo –la lucha por nuevos valores– un equivalente al socialismo616. En la carta, donde por otro lado dice que “de la polémica sale cimentada mejor que antes nuestra amistad”, que “ha logrado Vd. modificar mi punto de vista”, y que acepta que europeización es “hacer cultura”; Maeztu se defendía porque su generación había evitado que el País Vasco acabara como Cataluña. Los integrantes de la generación del 98 “hemos sido principalmente vascongados”, y de haberse unido a los bizkaitarras, “seríamos los amos de las cuatro provincias, como lo son ahora los intelectuales catalanes en la solidaridad”. Maeztu afirmaba que, frene a los krausistas que eran los que realmente no habían hecho nada, “nuestra actitud ha salvado el honor del país vasco” y “el bizkaitarrismo ha quedado descabezado para siempre”. Habían sido “iconoclastas”, y la 615 MAEZTU, Ramiro de: “Carta a José Ortega y Gasset. Londres, septiembre de 1908”, en Fundación Ortega-Marañón, Fondo JOG, C-28/4, ID: 61. 616 ORTEGA Y GASSET, José: “El sobrehombre”…, pp. 176-178. El patriotismo utópico de raíz neokantiana 197 misión de la generación de Ortega era la de llenar el vacío con, lo que ahora sí aceptaba Maeztu, eran las ideas organizadoras del socialismo nacional617. Esta carta muestra que el escritor vasco, efectivamente aceptaba la crítica hecha por Ortega en “El sobrehombre”, en virtud de la que su actitud anárquica evitó la emergencia de ideas nuevas. Pero al tiempo, lo justificaba porque había sido beneficioso para el País Vasco y para acabar con las ideas viejas, dado que habían conseguido que los intelectuales no se hubieran comprometido con la identidad particular. Oponía así el caso vasco con el catalán, donde los solidarios sí que tenían un gran apoyo entre los integrantes de la alta cultura. Esto es un factor importante, porque tal y como señaló Juan Pablo Fusi, un elemento diferenciador entre los dos nacionalismos periféricos es que, mientras que el catalán fue cohesionador de la sociedad, el vasco “fue desde su nacimiento un elemento de división, no de integración, de la sociedad vasca”618. Para Maeztu este hecho –que intelectuales como él mismo, Unamuno o Baroja fueran no nacionalistas– era bueno porque debilitaba al enemigo. Para Ortega, probablemente también lo era en estos momentos. Pero poco después –a raíz de Zulueta en 1910– comenzó a ver en el catalanismo un elemento de reforma de España, y es entonces cuando le pareció una rémora. Entre tanto Ortega se había acercado al populismo de Lerroux, pues veía que su persona era eficaz para lograr la implantación de las ideas, ya que se oponía al materialismo solidario y al de los partidos dinásticos en el resto de España. En 1910 lo define de forma explícita, al decir que Lerroux no traía ninguna idea nueva, ni ningún principio novedoso. Era liberal como muchos otros. Pero frene al “liberalismo de los ineficaces”, al “humilde liberalismo”, él representaba un “liberalismo agresivo”, en el sentido de que era movilizador. Igual que se veía con Lasalle, según define en textos del mismo año, lo que le hacía a un político eficaz era su capacidad organizativa: “es un formidable arquitecto de pasiones colectivas”. Esto es, un líder carismático, y por tanto poseedor de una de las virtudes básicas en todo movimiento populista. Además, Ortega veía encarnado en él uno de sus conceptos clave: “la organización del pueblo”, que implicaba que “un pueblo organizado es un pueblo casi gobernado”619. Ortega había convencido incluso a Maeztu de que Lerroux era el principal agente nacionalizador en España. Aunque le decía por carta que este artículo no le convencía, también reconocía que admiraba al líder del Partido Radical por “organizador y agitador popular”. Le comparaba a Pablo Iglesias, diciendo que era pronto para saber si se podía confiar en él, pero que entre tanto era bueno apoyarles620: este “entretanto” refleja la plena asunción de las tesis vertidas dos años antes por Ortega en “¿Hombres o ideas?”, en virtud de la que el “hombre” se tenía que valorar en virtud de su acercamiento a la “idea”. Hasta 617 MAEZTU, Ramiro de: “Carta a José Ortega y Gasset. Londres, septiembre de 1908”… 618 FUSI AIZPURÚA, Juan Pablo: Identidades proscritas: el no nacionalismo en las sociedades nacionalistas, Barcelona, Seix Barral, 2006, p. 34. 619 ORTEGA Y GASSET, José: “Lerroux, o la eficacia” (1910), en José ORTEGA Y GASSET: Obras completas. Tomo I…, pp. 361-364, pp. 361-362. 620 MAEZTU, Ramiro de: “Carta a José Ortega y Gasset. Londres, 25 de julio de 1910”, en Fundación Ortega-Marañón, Fondo JOG, C-28/8, ID: 106. El patriotismo utópico de raíz neokantiana 198 que apareciera otro mejor, venía a decir ahora Maeztu como en 1908 Ortega, era el candidato mejor situado. Pero esto cambió cuando el filósofo percibió que otra persona encarnaba mejor las ideas. Según se ha visto, Ortega y Gasset era contrario al nacionalismo catalán porque lo veía vinculado al materialismo conservador, identificado políticamente con la Solidaritat. Desde este esquema, es comprensible que una vez percibiera que catalanismo y anticultura eran dos cosas distintas, su idealismo socialista habría roto la principal barrera que le separaba de aquel. Es una situación que en su época más combativa contra los solidarios, 1908, mostraba como plausible en un artículo: “(…) Quitada esta mala inteligencia (la Solidaridad), iríamos a Barcelona los restantes españoles de buena voluntad y confraternaríamos con las nuevas generaciones catalanas en un ideal universal, discreto, moral y científico. Reunidos en torno a ese centro radiante de energía, convendríamos en que era preciso romper la inercia intelectual de nuestra raza, y que era necesario insertar su acción dentro de la armonía cultural europea. Nadie más convencido que yo de que ha de salir de Barcelona – aunque no solo de los barceloneses– la anhelada restauración española. ¿Cómo no, si este resurgimiento solo puede venir de la idea socialista, y solo en Barcelona puede comenzar su cristalización?”621. Se trata de una cita muy extensa, pero que vale la pena reproducir por todo lo que contiene para entender la idea de nación orteguiana y su relación con Cataluña. Como hombre culto que era, Ortega no podía dejar de sentirse sorprendido por el hecho de que el paradigma en España del materialismo conservador estuviera en Cataluña, cuya capital era una de las ciudades más avanzadas del país en todos los sentidos. La energía cultural y europeizante era un hecho, a raíz del desarrollo de movimientos como el Modernismo catalán en la década de los ochenta del XIX. Personajes como Joan Maragall, Ramón Casas, y Santiago Rusiñol; publicaciones como la revista L´Avenç (1889), los ciento cincuenta edificios modernistas del Eixample y la arquitectura de Gaudí, Puig i Cadafalch; o las pinturas de Casas y Rusiñol lo evidenciaban622. Tal y como señaló Vicente Cacho, Madrid y Barcelona compartían una “bicapitalidad” cultural, dependiendo por igual del influjo europeizante de París. Existía una relación cultural que había hecho de la ciudad condal una “capital autónoma de cultura” 623. Esto era así porque el catalanismo que encarnaban los integrantes del modernismo catalán tenía una fuerte inspiración romántica y buscaban la revitalización de la lengua propia. Pero no era un planteamiento excluyente con lo europeo, sino convergente con ello. Barcelona representaba la moral de la ciencia, pero también la socialista. Siendo una de las pocas ciudades industrializadas de España, el movimiento obrero era importante en ella, comenzaba a cristalizar como decía el filósofo. El PSOE no tenía mucha fuerza, pero eso no le debía importar demasiado a un Ortega que, como hemos visto, simpatizaba con 621 ORTEGA Y GASSET, José: “Sobre el proceso Rull” (1908), en José ORTEGA Y GASSET: Obras completas. Tomo I…, pp. 158-161, p. 160. 622 FUSI AIZPURÚA, Juan Pablo: “La Cultura”…, p. 554. 623 CACHO VIU, Vicente: Repensar el 98…, pp. 17 y 21-23. El patriotismo utópico de raíz neokantiana 199 este partido, pero desconfiaba de su materialismo. Por el contrario, el Partido Radical de Lerroux se nutría de obreros barceloneses, muchos de ellos inmigrantes. Y este partido sí que satisfacía el ansia orteguiana de encontrar un movimiento obrero que pudiera organizar a la nación socialista. Con todo, aunque encarnaba el idealismo, no era un partido de intelectuales. La moral científica y la moral socialista estaban separadas, con la moral catalanista decantada del lado de la primera. Sin embargo, esto cambió en 1910, en un momento en el que Ortega vio cumplido su anhelo de 1908 y con ello la posibilidad de unir las tres morales definidas por Vicente Cacho. En este año, Luis de Zulueta fue elegido diputado. Luis de Zulueta era un pedagogo catalán, con formación en las Universidades de París y Berlín. Su tesis, presentada también en 1910 versó sobre La pedagogía de Rousseau, y le permitió asumir el cargo de profesor en la Escuela de Estudios Superiores de Magisterio. Ortega había ganado la cátedra de Psicología, Lógica y Ética en este lugar dos años antes, de manera que los dos personajes compartían el formar parte de una red intelectual basada en una institución educativa y el interés por la pedagogía social, sobre la que habían estudiado en Alemania (y Francia, en el caso de Zulueta). Aunque el madrileño se había unido, por “posibilismo” a Lerroux, otros intelectuales españoles republicanos apostaban por otras fórmulas. Desde 1909 se había organizado la Conjunción Republicano-Socialista para canalizar el anti-maurismo, y en Barcelona esto se tradujo en la Unión Nacional Federalista Republicana. Se trataba de un catalanismo de izquierda, cuya personificación en Zulueta Ortega percibía como proyección de una idea de nación similar a la suya: es “sumamente significativo que sea elevado a representante del nuevo nacionalismo un hombre cuyo sistema de ideas gravita sobre el concepto de cultura”. Frente a todos sus ataques anteriores al materialismo de los solidarios, ahora Ortega veía que “el nacionalismo se purifica y se transforma en un partido promotor de la cultura”. Lo importante de este acontecimiento era que los catalanes se habían organizado en torno al “liberalismo extremo”, y que ahora “se hacen solidarios de una cosa: cultura, es decir pedagogía y justicia”624. En su artículo, Ortega planteaba dos cosas a los catalanes, que creía posibles gracias al cambio operado en el catalanismo según su percepción: construir a España mirando a su porvenir, y hacerlo en base a la cultura. De esta manera, recurría a la nación renanian y nietzscheana, esto es, aquella que frente al pasado apelaba al plebiscito cotidiano y la Kinderland. La “reaparición enfermiza del pasado” apelaba siempre al instinto y a la decadencia; mientras que el porvenir podía cimentar la unión. “Supuesto que no tuviésemos la misma historia, el mismo pasado, ¿por qué no hemos de tener el mismo porvenir?”. Desde su idealismo neokantiano, a Ortega no le interesaba en este momento de su biografía intelectual definir en qué medida Cataluña y Castilla habían estado unidas, sino establecer las condiciones de su comunión futura. Para ello apelaba a la “religión de la cultura”, que como socialista, seguía cifrando en la humanidad. Así preguntaba a los catalanes: “¿por qué dividir la humanidad y encerrar las porciones en compartimentos estancos, de ambiente hermético? ¿No es la 624 ORTEGA Y GASSET, José: “Diputado por la cultura” (1910), en José ORTEGA Y GASSET: Obras completas. Tomo I…, pp. 349-352, pp. 349-350. El patriotismo utópico de raíz neokantiana 200 cultura el rompimiento doloroso de todos los muros fatales que mantienen la desintegración humana?”625. Es articulo donde, desde El Imparcial el 28 de mayo, Ortega se felicitaba por la victoria de Zulueta es también importante por otro aspecto: el elitismo. En el párrafo anterior empleaba un concepto que más adelante le dará mucho juego: “compartimentos estancos”, y ofrecía la alternativa a que España se desintegrara en ellos: la colaboración justificada por la existencia de “ideales unificadores”626. Para que estos fueran posibles, era imprescindible la existencia de minorías bien formadas, de diputados pedagogos como Zulueta que fueran capaces de hacer que las ideas tomaran forma en hombres. En este sentido, también en 1910 había publicado Ortega un interesante artículo donde retomaba la polémica de 1908: “Imperialismo y democracia”, que dedicaba a Maeztu. En este texto avanzaba lo que diría después de las elecciones generales de mayo, esta vez con ocasión de las municipales de diciembre de 1909, donde el descalabro de la Lliga –que quedó en tercer lugar, tras los radicales y Esquerra627– avanzaba el cambio de signo del catalanismo que Ortega consideró tan importante meses después. Por ahora veía que las elecciones demostraban que tenía razón dos años antes en la polémica, al indicar que las ideas eran esenciales en política: “el pueblo, los muchos sin los pocos, sin la minoría cultural, no puede cumplir ninguna labor histórica que merezca la pena”. Esto era así porque la “masa popular” era “materia”, y necesitaba un “mediador plástico”. Este había de ser dirigido por una minoría cultural porque la democracia “es idealismo”, esto es, “construcción de lo bien ideado”, y un pueblo que gastaba su dinero en toros y otras diversiones “carece de sistema nervioso para la política”628. En términos prácticamente idénticos se refería Ortega a la situación política de España en una carta escrita a Zulueta en 1911. En ella decía “con el pueblo ni se ha hecho jamás política ni se hará nunca. El pueblo es solo un arma en una mano. Falta la mano”. Por esto le contaba su proyecto de crear una unión de intelectuales, de una “élite” como paso indispensable para la nacionalización de España629. Estas expresiones muestran claramente la desafección de Ortega con respecto al concepto populista de nación por dos cosas: Primero, porque ahora no identifica al pueblo con la nación, sino que avanza la definición que ofrecerá más delante de la segunda como la suma del primero y la élite. En segundo lugar, dado que frente a lo que es usual en el populismo, aquí no asumía la superioridad moral del pueblo, sino todo lo contrario. Sin embargo, hay que recordar que Ortega no seguía a Lerroux por una cuestión de contenido de su discurso (populista), sino por su método (organización). Dentro del Partido Radical, Ortega no hacía de agitador de las masas, sino que se organizaba con sus intelectuales. Esto se aprecia en el hecho de que en enero de 1910 participó en la inauguración del 625 Ibid., pp. 350 y 351. 626 Ibid., p. 351. 627 PABÓN, Jesús: Cambó…, p. 297. 628 ORTEGA Y GASSET, José: “Imperialismo y democracia” (1910), en José ORTEGA Y GASSET: Obras completas. Tomo I…, pp. 317-320, p. 318. 629 ORTEGA Y GASSET, José: “Carta a Luis de Zulueta. Marburgo, 15 de noviembre de 1911”, en Fundación Ortega-Marañón, Fondo JOG, CD-Z/9, ID: 10418. El patriotismo utópico de raíz neokantiana 201 Centro radical de Madrid, pero lo hizo en calidad de intelectual, junto a Giner de los Ríos o Pío Baroja630. Por tanto, Ortega cambió su perspectiva del catalanismo como consecuencia de su amistad con Luis de Zulueta. Pero para comprender su interpretación también fue importante el diálogo con otros intelectuales catalanistas, entre los que destaca Joan Maragall. Este poeta fue uno de los artífices de aquello que interesaba a Ortega de Cataluña, la identificación de Barcelona con la vanguardia cultural europea. Maragall fue uno de los intelectuales más notables de la Renaixença, y tradujo a pensadores alemanes como Goethe y Nietzsche, muy del gusto de Ortega. Aunque no se comprometió directamente en política, sí que fue un importante creador de opinión a través de periódicos como Diario de Barcelona o La Veu de Catalunya, y además uno de los difusores de una idea de nación española basada en el iberismo y el federalismo. Maragall por otro lado no era un poeta que viviera ensimismado en Cataluña, sino que estaba plenamente integrado en la red intelectual de la que Ortega formaba parte. Ramiro de Maeztu en 1909 recordaba que esto era así gracias a Unamuno, quien diez años antes recitaba “La vaca cega” y lo descubría a los no catalanes. Una de las cuestiones que a Maeztu le interesaban era precisamente que Maragall se preguntara “¿Qué es España?”. A juicio del catalán, existían dos preguntas que pugnaban por identificarse con la anterior: “¿Es un solo pueblo o es una unión de pueblos? ¿Es un círculo con un centro o es un centro de atracciones de centros diferentes?”. Al parecer de Maeztu, existían “dos Españas, la solidaria o la antisolidaria”, que se habían puesto de manifiesto con ocasión del problema catalán. Pero él, que ya muestra con evidencia el influjo de Ortega, le contesta que es el “sueño de la Ciudad Ideal” lo verdaderamente importante para contestar a la pregunta del ser de España631. Ortega no respondió públicamente a Maragall, pero sí por privado, y en unos términos que recuerdan al análisis de Maeztu. Pero si este había halbado después de un artículo de Maragall, el catalán lo hizo tras uno de Ortega, el que en 1910 versaba sobre Zulueta. Escribió el 29 de junio a Ortega, pues “Diputado por la cultura” había trascendido los límites de El Imparcial y fue publicado en La Cataluña “por la importancia que tiene para nuestra política y la imparcialidad que revela632. Allí lo leyó Maragall, y precisamente es la “moderación” de Ortega lo que le parece que le lleva a simplificar la cuestión. Al parecer del poeta, el análisis se equivocaba por dos cosas: el papel que daba a la cultura, y la supeditación del pasado histórico al presente. Maragall contestaba a ambas cuestiones desde una visión historicista que se traducía en el federalismo iberista, esto es, en la apuesta por España como conjunto de pueblos. Comenzaba diciendo que “la cuestión catalana es la cuestión ibérica y mientras no se trate paralelamente la relación entre la España castellana y Cataluña, con la relación entre la España castellana y Portugal, no creo que se pueda decir cosa de algún fundamento”, y que en base a ello, “no hay más que una sola cuestión española, fundamental, previa, perentoria, que domina todas las demás nuestras, siglos hace”. Si en el siglo XVII se hubiera independizado Cataluña y Portugal no, España seguiría teniendo el mismo problema, porque constituía unan entidad 630 “El Centro radical”, El Heraldo de Madrid, 28 de enero de 1910. 631 MAEZTU, Ramiro de: “La esencia y los fantasmas”, Nuevo Mundo, 14 de enero de 1909. 632 “Opiniones ajenas”, La Cataluña, 11 de junio de 1910. El patriotismo utópico de raíz neokantiana 202 única: “hay un alma celtíbera en el fondo de la naturaleza peninsular: mientras no le demos un cuerpo celtíbero, todo será nada”. Por tanto, empleaba el mismo concepto al que Ortega había recurrido en su etapa más casticista, pero le daba un significado distinto. Para el madrileño, según vimos, lo celtíbero se identificaba con un carácter austero y quijotesco. Para el catalán, con un “genio particular” que se manifestaba en las lenguas de España, definidas como poros de unos labios comunes633. Maragall asumía la teoría de la Kulturnation, y en base a ella consideraba que Ortega se equivocaba en su interpretación del problema catalán: “esta es la verdadera cuestión previa; no la cultura, no la economía, no la política, no nada más que la integración de toda la España en sí misma del modo adecuado a su naturaleza, del modo más adecuado a la formación de una civilización”. El Estado no debía construir la nación con vistas al futuro, como planteaba el madrileño, sino adaptarse a la realidad natural de la nación, preexistente a ella. Antes de que brotara la cultura universal, como creía ver Ortega en Zulueta, y también previamente al desarrollo económico, España –incluyendo a Portugal en ella– tenía que organizarse federalmente. Sin una Cataluña y una Portugal establecidas al mismo nivel que Castilla, esta se encontraba en una situación de desventaja para responder a los retos de todos, porque caminaba con un pie y veía con un ojo en lugar de hacerlo con dos634. Ortega contestó agradecido a la carta de Maragall, en otra carta, mucho más breve que la suya donde mencionaba tres cosas. Primero, recordaba entre líneas que para él lo importante no eran las cuestiones étnicas y culturalistas, sino aquello en lo que incidió en su artículo: ver en Cataluña un principio de reorganización para toda España. Por eso confesaba a Maragall que “he de repasar su punto de vista que por el momento me cae un poco extraño a mis preocupaciones habituales”. No obstante aunque la reconstrucción del fondo celtibérico fuera lo que importaba al poeta catalán, y la organización de España desde la religión de la cultura lo que atraía la atención del filósofo madrileño, veía este un punto en común entre los dos: el haber entrado en la cuestión catalana “por una unidad superior que Vd. llama cuestión ibérica”. Esto es, establecer un vínculo irrompible entre la resolución del problema de Cataluña y el problema de España635. El segundo aspecto tiene que ver con el anterior: a pesar de la disparidad del análisis, Ortega animaba a un diálogo que creía que podría ser fructífero. Consideraba que este intercambio podría iniciar un proceso de comprensión mutua, y por ello se comprometía a guardar las cuartillas “como recuerdo de esta primera comunión con el enorme corazón catalán del cual espero tanto para Iberia”. Decía también que pronto contestaría, publicando un ensayo sobre la cuestión catalana, que como tantos otros anuncios que 633 MARAGALL, Joan: “Carta a José Ortega y Gasset. Barcelona, 29 de junio de 1910”, en “Aplec de correspondencia a José Ortega y Gasset de 4 cartes compreses entre els anys [18--,] a 1910”, en Biblioteca de Catalunya, Fons Personal de Joan Maragall, CDU: 929 Maragall, Joan(044). También en Fundación Ortega y Gasset, Fondo JOG, C-29/1, ID: 108. 634 Idem. 635 ORTEGA Y GASSET, José: “Carta a Joan Maragall. Madrid, 15 de julio de 1910”, en Biblioteca de Catalunya, Fons Personal de Joan Maragall, CDU: 929 Maragall, Joan (044). También en Fundación Ortega y Gasset, Fondo JOG, CD-M/24, ID:9438. El patriotismo utópico de raíz neokantiana 203 hizo, no llegó a materializar. Pero anunciaba algo sobre lo que sí que volvería más adelante, lo que llamará “conllevancia” durante la II República: “(No entiende bien el problema y) por eso no puedo hacer más que lo que hago: ir hasta el Ebro que es la mitad del camino y esperar a que Vds., como ahora Vd., desciendan a la otra orilla y nos pongamos a hablar con íntimo deseo de comprendernos mutuamente. ¡Pobre España, ya que no podamos vivir fuerte y concordemente vivamos comprensivamente!636 Por último, Ortega volvía a indicar entre líneas el motivo por el que se había interesado por Cataluña en tanto que referente para toda España. Vislumbraba en Maragall un ejemplo del dinamismo cultural de Barcelona, un dinamismo que a pesar de los tintes etnicistas de la Renaixença era de carácter europeo y cosmopolita, hasta el punto de hacer de Barcelona, según vimos más arriba, una capital intelectual establecida al mismo nivel que Madrid. Desde esta situación que hacía de Cataluña un punto de avanzada en España, veía en el catalanismo un punto de partida para la construcción de la Kinderland, aunque en este texto –probablemente por lo circunstancial de constituir un diálogo con un catalanista– apele a una idea más cercana a la Kulturnation que a la Staatsnation, frente a lo que es habitual en otros textos de la época: “Leo sus versos de altísima pureza y energía poéticas y hallo en ellos un síntoma egregio de que una nueva España germina en el cadáver de la vieja: ese síntoma, característico de la edad moderna es lo que yo llamaría lirismo cósmico de que carecía nuestra literatura, toda ella bárbara y medioeval. Ese lirismo debe ser el sentimiento difuso, aun no reflexivo de las estrellas cuando ser forman”637. No hay más intercambios entre Ortega y Maragall. Pero con ocasión del artículo sobre Zulueta, otros intelectuales escribieron reflexiones interesantes en el mismo periódico que había llevado a Maragall a contactar con Ortega: La Cataluña. Concretamente, Ramiro de Maeztu y Josep María Tallada. El primero publicó “Interinidad” el 18 de junio, donde planteaba que “las izquierdas españolas” se estaban aunando a pesar de las divisiones. Esto era posible desde la creencia común de que representaban al pueblo –referencia esta que sí que puede oponerse a la del elitista ortega– frente al conjunto de oligarquías que tenían controlada la política. Veía como Ortega que tanto en Madrid como en Barcelona existían movimientos que, a pesar de aparentes diferencias, coincidían en lo fundamental: “En realidad, la juventud novísima marcha substancialmente de acuerdo en Barcelona y en Madrid, y consiguientemente en toda España. Su ideario es esencialmente el del liberalismo europeo, que es ya el liberalismo intervencionista. El que Zulueta se llame republicano catalanista, y Ortega y Gasset, socialista, y Almagro, socialista gubernamental, y el cronista, liberal a secas, solo es síntoma de la interinidad de nuestras clasificaciones (…). En el fondo, todos comulgamos en el mismo ideal; el del imperio de 636 Idem. 637 Idem. El patriotismo utópico de raíz neokantiana 204 la ley común, en el que hallamos la realización de la doctrina liberal y democrática”638. Al igual que Ortega, Ramiro de Maeztu concebía unidas la moral catalanista, la moral socialista, y la moral de la ciencia. Socialistas, catalanistas y liberales coincidían en una misma definición de España como espacio donde había de darse una regeneración basada en la europeización, que él cifraba en la salida de la crisis del liberalismo a través de su rectificación con el socialismo. Si Ortega influyó en él para que viera desde 1908 la necesidad de asumir la importancia de los ideales de la pedagogía social; Maeztu repercutirá a la hora de definir la táctica concreta a emplear, que ya anunciaba en este texto y que desarrollará en otros que serán muy leídos por Ortega. Lo veremos al analizar el influjo de Maeztu en la configuración de la Liga de Educación Política de 1913. Por su parte, José María Tallada era cercano a la Lliga, y por tanto representante de la versión del catalanismo que Ortega no veía con buenos ojos. Con todo, apelaba también a la unión de la juventud intelectual catalana y madrileña, y para ello comentaba el texto de Ortega desde la crítica a su opción exclusiva por el catalanismo de izquierdas. Partía de la base de que el “nuevo nacionalismo” también aparecía en la derecha. Ortega en su artículo decía que un ejemplo del desarrollo cultural de Cataluña se veía en el presupuesto dedicado a la misma, y Tallada sostenía que la Lliga tuvo un papel importante en la misma. Aconsejaba a Ortega la lectura de una conferencia de Pedro Corominas donde, a su juicio se demostraba que el nuevo nacionalismo se desarrollaba tanto a derecha como a izquierda; y también ponía como ejemplo a Prat de la Riba y sus iniciativas en la Diputación provincial. Lo que venía a decir en definitiva es que el nuevo catalanismo era “la incorporación del problema catalán a la serie de problemas españoles y como planteamiento serio como problemas españoles de los de cultura y de miseria”639. Ortega habría aceptado la segunda idea, pero no la primera, porque Tallada consideraba que el problema catalán era el de la identidad cultural propia, y a su juicio desde Madrid no se entendía. Reivindicaba la tesis de Maeztu, en virtud de la que los jóvenes catalanes y madrileños se movían hacia un mismo lugar ideológico. Pero existía un impedimento que hacía de la unión entre ambos, un escollo mucho más difícil de superar de lo que creía Ortega: el “factor lerrouxismo”, que evitaba la comprensión madrileña de los catalanes640. El madrileño era efectivamente en el año 1910 ferviente admirador del líder radical, según confesará precisamente el 22 de julio en “Lerroux o la eficacia”. Pero al mismo tiempo decía a Maragall que estaba interesado en comprender el problema catalán. La cuestión de nuevo es que para Ortega la cultura se vinculaba a la Bildung y no a la Kultur, y su interpretación del nuevo nacionalismo catalán –como vía a una religión de la cultura universal– le acercaba paradójicamente al republicanismo anticatalanista de Lerroux. Esta es seguramente la razón por la que dejó de lado su promesa a Maragall de penetrar en el problema catalán desde la perspectiva culturalista: era un tema menor, comparado con el de la cultura universal, que era la Idea neokantiana. 638 MAEZTU, Ramiro de: “Interinidad”, La Cataluña, 18 de junio de 1910. 639 TALLADA, José María: “Los jóvenes regionalistas”, La Cataluña, 25 de junio de 1910. 640 Idem. El patriotismo utópico de raíz neokantiana 205 Con respecto a esta cuestión existe un comentario interesante de Ramiro de Maeztu, que desde El Heraldo de Madrid se congratulaba públicamente de que su amigo –también en esta ocasión emplea este calificativo– hubiera ganado la Cátedra de Metafísica de la Universidad Central. Al parecer de Maeztu, un intelectual que tanta tinta dedicó al problema nacionalista, este nombramiento suponía un acto regenerador porque “el mayor de los pecados españoles no es tanto el separatismo regional cuanto el separatismo cultural”. Esto es, más que la amenaza de bizkaitarras o solidarios, la rémora de que los intelectuales especialistas carecieran de una filosofía común, que diera unidad a sus proyectos y les pusiera al servicio de la nación. El periodista vasco se congratulaba de que llegara a la Universidad Central una persona que, con la ayuda de un sistema filosófico a la altura de los tiempos, pudiera colaborar en la organización futura de España: “El significado del triunfo de Pepe Ortega consiste en que en lo sucesivo no podrá ser doctor en Filosofía ningún español que no haya estudiado a Kant”. Por tanto, ninguno que no conocería el socialismo (o liberalismo) ético necesario para la construcción de una España moderna, del mismo modo que habría ido ocurriendo gracias a su trabajo anterior: “de sus discípulas y discípulos de la Escuela Superior de Magisterio puede ya anunciarse que saldrán los futuros organizadores de la enseñanza elemental en España”641. En definitiva, para Maeztu, como para Ortega, la vertebración de España dependía de la cultura en todos sus niveles. 5.5.Europa como horizonte de la moral de la ciencia Según se ha visto, en todas las reflexiones de Ortega sobre la nación, ya sea por su posición ante el socialismo, el catalanismo, o la educación, acaban apareciendo referencias a la cultura. Del mismo modo que en estos años utiliza indistintamente los conceptos de socialismo, liberalismo, liberalismo socialista…, o incluso a veces los de nación y pueblo; hace lo propio con la Idea, la cultura y la ciencia. Lo que en todo caso mantiene siempre es el significado que atribuye al significante empleado: una referencia a la universalidad, manifestada en la humanidad (identificada generalmente con la Idea), la religión laica (con la cultura), o la sociedad organizada (desde la ciencia). Las tres nociones se manifiestan a nivel político en la idea de Europa. Para comprender bien la visión orteguiana de Europa y su relación con la idea de nación hay que tener presentes dos de las nociones recurrentes en las páginas anteriores: la nación como espacio de la moral de la ciencia, y como patria de los hijos. Con respecto al segundo elemento, se ha de indicar que en casi todos los textos donde Ortega cita abiertamente a Nietzsche y la Kinderland, y emplea las nociones de patriotismo dinámico, futurista…introduce otro concepto que también es fundamental: el de “España como posibilidad”. En estos textos, la mayoría de 1910, y en el que utilizó para presentar su nueva revista Europa, Ortega sostenía que “los patriotas españoles serán los que opongan a la realidad nacional presente más profundas negaciones”. Pero con ello no planteaba una simple destrucción de lo existente –algo que achaca a personas como Ramiro de Maeztu, según se ha visto–, sino también –en el sentido de Camus– a crear una nueva España como consecuencia del acto de rebelión. Ortega defendía que el hecho de que la 641 MAEZTU, Ramiro de: “La cátedra de Metafísica”, El Heraldo de Madrid, 19 de noviembre de 1910. El patriotismo utópico de raíz neokantiana 206 nación se construyera con vistas al futuro permitía definirla como una posibilidad, cuyo alcance estaba sometido a la organización642. Pero, ¿qué era lo posible en España? Según el parecer de Ortega, dos cosas que se corresponden con las últimas frases del artículo donde trata este tema por vez primera: “España es una posibilidad europea” y “solo mirada desde Europa es posible España”. Es un binomio que avanza en muchos años la teoría de Europa como una dualidad entre la nación y el continente (tema principal de Meditación de Europa, en 1949), dado que indica, ahora desde una postura idealista, que España requiere de Europa y Europa de España. Esta es solamente posible desde el continente porque, siendo la nación un proyecto de futuro que mira a la ciencia, y constituyendo esta realidad la esencia de Europa, decir España organizada desde la moral de la ciencia es lo mismo que plantear una España europeizada. Por esto aclara Ortega que europeizar no implica traer “la serie de formas étnicas, históricas que pueda tomar la cultura en otras partes”. Al mismo tiempo –y aquí cita a Meier-Graefe, cuyo libro Viaje de España (1910) le sugiere por vez primera esta definición–, España es una posibilidad europea dado que este continente puede también regenerarse desde el aporte español: “Europa, cansada en Francia, agotada en Alemania, débil en Inglaterra, tendrá una nueva juventud bajo el sol poderoso de nuestra tierra”643. Por tanto, aunque Ortega recurriera a Alemania y Francia como modelos para la construcción de su proyecto de nación, en ningún momento apelaba a la destrucción de la particularidad de España: “hoy –escribe también en 1910– estamos afrancesados, anglizados, alemanizados: trozos exánimes de otras civilizaciones van siendo traídos a nuestro cuerpo por un fatal aluvión de inconsciencia”. Frente a ello, cabían dos alternativas: el casticismo, o la europeización. Abandonada una primera etapa de alineación con lo primero, Ortega apelaba a lo segundo, y esto desde una perspectiva españolizadora y nacionalizadora: “la europeización es el método para hacer esa España, para purificarla de todo exotismo, de toda imitación. Europa ha de salvarnos del extranjero”. Para justificar su postura en este artículo de El Imparcial, Ortega apelaba tanto al patriotismo nietzscheano como al neokantiano, desde la misma combinación que vimos más arriba. Citaba la kinderland como horizonte, y le daba un contenido al indicar que se manifestaba en construir la nación española a partir de “sustancias humanas, de significado universal”644. Expresiones como esta son muy comunes en Ortega durante estos años. En 1911 publicó un artículo en el que merece la pena detenerse porque en él reflexiona sobre la idea de nación y su relación con la europeización. Se trata de “Observaciones”, ya mencionado, en el que Ortega responde a un texto donde su antiguo maestro Julio Cejador había polemizado con Ramiro de Maeztu con ocasión de la interpretación que ambos tenían de Costa. El filósofo madrileño reprocha a Cejador que este no entienda la oposición entre “reconstitución” y “europeización”, y definía el primer concepto como una vuelta a lo espontáneo y particular de cada nación. Partía de la base de que “en cada 642 ORTEGA Y GASSET, José: “Nueva revista” (1910), en José ORTEGA Y GASSET: Obras completas. Tomo I..., pp. 338-341, pp. 339-340. 643 ORTEGA Y GASSET, José: “España como posibilidad” (1910), en Ibid., pp. 336-337, pp. 336-337. 644 ORTEGA Y GASSET, José: “Nueva revista” (1910)…., p. 340. El patriotismo utópico de raíz neokantiana 207 pueblo hay una minoría reflexiva y una muchedumbre espontánea”, y que el problema de los historicistas y partidarios de la idea del Volkgeist era centrarse en lo segundo. Frente a eso, Costa apelaba a una organización que combinara los dos elementos: “el error histórico nuestro no consiste en el desequilibrio de España entera con Europa, sino en la inadecuación de los gobernados y de los gobernantes dentro de la vida española”. Aunque en otros textos apele Ortega solamente al futuro, aquí plantea la necesidad de tener presente también el pasado, y considera que la europeización requiere partir de lo particular español645. Cejador le contestó señalando que en realidad los dos coincidían, y se oponían a Maeztu, puesto que para este “debemos olvidarnos de toda la historia y poner la mira solo en el supremo ideal, allá en lo porvenir”646. Realmente, esta es una concepción que Ortega repite más asiduamente, y que había definido en polémica con el escritor vasco unos años antes. Probablemente, el peso a lo castizo que da Ortega en este año se deba a un hecho circunstancial, que es la reivindicación de la figura de Costa tras su muerte, a modo de homenaje por su gran influjo en él. En todo caso, el madrileño coincidía con él en considerar que la europeización no implicaba la destrucción de la identidad española, y que las élites –la parte reflexiva– tenían un papel fundamental en la organización nacinal. La idea de España como posibilidad conecta por tanto con la de España organizada desde la moral científica: Europeizar significaba españolizar porque el problema de la patria era un problema de disolución que–desde su formación regeneracionista y neokantiana– Ortega identificaba con la ausencia de este principio, que era según él la base de la identidad europea. Una de sus frases más conocidas, que pronunció por vez primera en julio de 1908, es la de que “Europa=ciencia; todo lo demás le es común con el resto del planeta”. Así lo sostuvo al dar la bienvenida desde El Imparcial a la Asamblea que la Asociación para el progreso de las Ciencias reunió en Zaragoza a partir de otoño, y donde él mismo participo con la comunicación “Descartes y el método trascendental”. Se trata de una iniciativa que podemos considerar un precedente de la Liga de Educación Política de 1912 por lo menos en dos aspectos: primero, el de ser una institución de nacionalización, considerada por Ortega como una vía para regenerar a España desde su concepción europeísta (=científica); y segundo, en tanto que partía de una concepción elitista de la sociedad que hacía de la “minoría cultural” y de la educación de “unos pocos hombres de ciencia” el requisito para la organización del cuerpo español. También aquí emplea el concepto de “pueblo” en sentido despectivo, no como base de la nación populista, sino en tanto que ingrediente de la nación organizada por una élite. Avanzando las metáforas organicistas que serán comunes unos años después, no habla todavía de la misma como columna vertebral, pero sí de “corteza cerebral”647. Este “cerebro” de España estaba constituido por personas que formarán parte fundamental del entorno de la Liga. Entre ellas el doctor Luis Simarro, líder de la masonería española que según la prensa fue el iniciador de la Asamblea, y también 645 ORTEGA Y GASSET, José: “Observaciones” (1911)…, pp. 407-408. 646 CEJADOR, Julio: “Costa y España”, Heraldo, 29 de marzo de 1911. 647 ORTEGA Y GASSET, José: “Asamblea para el progreso de las ciencias” (1908), en José ORTEGA Y GASSET: Obras completas. Tomo I..., pp. 183-192, pp. 186-189. El patriotismo utópico de raíz neokantiana 208 Gumersindo de Azcárate y Santiago Ramón y Cajal648. Pero hay diferencias importantes entre el proyecto de estas personas y lo que pretendía Ortega en 1908, siendo el patriotismo utópico lo que en gran medida explica la imposibilidad de que el filósofo se comprometiera de lleno con el acontecimiento. Se ve ante todo en el posibilismo: los científicos arriba citados estaban alineados con liberales dinásticos como Segismundo Moret y José Canalejas, que presentaron ante el Congreso la iniciativa. Además, el propio rey Alfonso XIII inauguró la reunión y fue nombrado presidente de honor649. Ortega en estos años era cercano al lerrouxismo, y su idealismo filosófico le impedía aceptar un planteamiento reformista y moderado. Cuando se inauguró el acontecimiento, importantes personajes de la España oficial como el Arzobispo de Zaragoza y el Capitán General de la región participaron de la ceremonia; y esto es algo que no podía ver con gusto el filósofo650. La cuestión del posibilismo monárquico conecta con otro factor importante, que es el de los referentes de nación que tiene en estos años Ortega para hablar de Europa como paradigma de la ciencia. Son según se ha visto Francia y Alemania, pero no Inglaterra. Más adelante Ortega sí que estará influido por el contexto británico, por vía de Maeztu y de Azcárate, y acepará la “táctica liberal” presentada por el primero. Pero no en estos momentos, en los que la iniciativa de Simarro se creó a imagen de la Asociación Británica para el progreso de las ciencias. En 1908 llevaba esta entidad setentaisiete años de vida, y tal y como afirmaba el periódico de la familia de Ortega, de sus reuniones anuales se derivó la mejora de la nación británica no únicamente en lo que estrictamente era el campo científico, sino en toda la vida general. La pedagogía social también estaba presente en ella, pues su labor era “científica, educativa y social”. Desde El Imparcial se hacían eco del comentario de Ortega, afirmándose que el ejemplo británico debía servir a la iniciativa española porque “europeizarse es marchar en fila y al compás de la ciencia europea”651. No obstante, Francia también estuvo presente, dado que en el Congreso, celebrado entre el 22 y 29 de septiembre, se dio un papel importante al doctor Arturo Chervin, nombrado por la Asociación Francesa para el progreso de las ciencias652. Con todo, si era la concepción política y filosófica de Ortega lo que le separaba de la Asamblea, la razón concreta que le llevaba a desconfiar de la misma era la de la ausencia, según su parecer, de verdaderos científicos en España. En el congreso tomó la palabra Echegaray, que según vimos era poco apreciado por él en tanto que no representaba una actividad científica de dimensión nacionalizadora653. Y Ramón y Cajal era una realidad aislada que evidenciaba la inexistencia de una verdadera conciencia nacional. Por eso, Ortega consideraba más importante crear la minoría intelectual antes que organizar desde 648 “Información política”, El Siglo Futuro, 11 de mayo de 1908. 649 “Notas palatinas”, La Correspondencia de España, 20 de mayo de 1908. 650 “Congreso científico”, El Correo Español, 26 de octubre de 1908. 651 VERA, Vicente: “Asociaciones para el progreso de las ciencias”, El Imparcial, 10 de agosto de 1908. 652 “El congreso científico de Zaragoza”, La Época, 6 de octubre de 1908; “El congreso científico de Zaragoza”, El día de Madrid, 8 de octubre de 1908. 653 “Clausura del Congreso de Ciencias”, El Correo Español, 30 de octubre de 1908. El patriotismo utópico de raíz neokantiana 209 ella a la nación, y en este sentido lo único que veía con esperanza era la existencia de jóvenes que potencialmente pudieran constituirse en minoría científica654. Por otro lado, la cuestión de la no existencia de científicos españoles nos remite a otro debate identitario en España, que es el de la polémica sobre la ciencia española, relacionada con aquella mencionada más arriba cuando se trató la discusión sobre el origen de la decadencia de España y su relación con la religión. Fue un debate con varias fases históricas, la primera de ellas originada cuando Masson de Morvilliers se preguntaba en 1782 qué había aportado España a la humanidad, y respondiéndose que nada, argumentaba que “África empieza en los Pirineos”. Aunque no era un intelectual de primera fila, su aseveración en la entrada “Espagna” de la Encyclopédie méthodique fue empleada como piedra de toque por los intelectuales españoles, que lo tomaron como referencia para defender la identidad española en contra de la aseveración, o aceptándolo como evidencia. Durante la Restauración, Menéndez Pelayo y los krausistas se enfrentaron por esta cosmovisión, que en última instancia escondía el debate acerca de la influencia del catolicismo en la configuración de España como nación. Por esto, algunos autores lo han visto como un equivalente español a la Kulturkampf alemana655. Ortega, en tanto que integrante de la cultura política en la que también se incluía el krausismo, se sentía apelado por la pregunta del ilustrado francés, y como ellos respondía desde el “patriotismo del dolor”, es decir, reconociendo la necesidad de no dulcificar el pasado español. La ciencia española (1879) de Menéndez Pelayo representaba según escribió ya en 1906 la muestra evidente de que no existía ciencia española, aunque sí científicos españoles656. Pero junto al escritor santanderino, quien se constituyó en un “otro interno” fundamental para Ortega en esta polémica de trasfondo nacionalista fue Unamuno. En su caso, no se alineaba con la concepción nacionalcatólica de la historia de España. Unamuno no daba una respuesta nueva, sino que cambiaba la pregunta, y por tanto establecía –según diría Isaiah Berlin657– un nuevo paradigma: la cuestión no era si España había hecho ciencia o no, sino si la ciencia como tal era fundamental o prescindible para hablar de una nación útil para la humanidad. De esta manera, pretendía desactivar la crítica de Morvilliers: “Para enfrentarnos y rebajarnos se inventó aquella frase de que el África empieza en los Pirineos y aquí nos hemos pasado los años procurando borrarla y citándola como un bochorno. Día llegará –tengo en ello fe y esperanza– en que repitamos con orgullo esa frase y digamos a nuestra vez 654 ORTEGA Y GASSET, José: “Asamblea…, pp. 191-192. 655 ARTIME OMIL, Manuel: España…, p.91. 656 ORTEGA Y GASSET, José: “La ciencia romántica” (1906), en José ORTEGA Y GASSET: Obras completas. Tomo I…, pp. 87-91, p. 90 657 BERLIN, Isaiah: El sentido de la realidad: sobre las ideas y su historia. Edición de Henry Hardy, Madrid, Taurus, (1996) 2017, p. 247 El patriotismo utópico de raíz neokantiana 210 mirando allende nuestros montes linderos «Europa empieza en los Pirineos»”658. En esta reflexión Unamuno, como Ortega, identificaba ciencia y Europa. En este sentido, ya en 1906 le señalaba que defendía una idea de nación totalmente opuesta a la que él planteaba desde su estancia germánica: “yo me voy sintiendo furiosamente aniteuropeo. ¿Qué ellos inventan cosas? ¡Invéntelas! La luz eléctrica alumbra aquí tan bien como donde se inventó”659. Mientras Costa y los regeneracionistas hacían de la europeización de España su meta, un Unamuno al que le interesaba más encontrar el arcano de la casta española que modernizarla, depreciaba la modernización técnica. En esta carta decía que adjuntaba un artículo llamado “Ciencia y sabiduría”: no se ha localizado dicho artículo, pero con mucha probabilidad podemos aventurar que se trata de “Sobre la europeización”, o un borrador del mismo, porque esta dualidad es la que vertebra gran parte del texto. En el artículo, el profesor de Salamanca arremetía contra lo que consideraba dos tópicos: el de la modernización y el de la europeización. Vinculándolos con la ciencia, aseguraba que esta no podía curar el problema de España, que para él no era educativo como en Costa u Ortega, sino “espiritual”. La obsesión de Unamuno desde su crisis religiosa era la muerte, y dado que la ciencia hablaba de la vida, no podía resolver una cuestión que a su parecer podría llegar a comprender a partir de la casta española. En esta línea, el anticientífico Unamuno establecía un relato de la historia de España en estos términos: “Se ha dicho que con los Reyes Católicos y la unidad nacional se torció acaso el curso de nuestra historia. Lo cierto es que desde ellos, y mejor aún después de ellos, con el descubrimiento de América y nuestro entrometimiento en los negocios europeos, nos vimos arrastrados en la corriente de los demás pueblos. Y entró en España la poderosa corriente del Renacimiento y nos fue borrando el alma medieval. Y el Renacimiento era en el fondo todo eso: ciencia, en forma sobre todo de Humanidades, y vida. Y se pensó menos en la muerte y se fue disipando la sabiduría mística”660. Más arriba se ha indicado que para Ortega el origen de la decadencia española se encontraba en el siglo XVIII, al separare España del camino ilustrado y científico europeo. Para Unamuno, hay que remontarse hasta el fin del Medioevo como hacían otros liberales españoles. Pero si para algunos los Reyes Católicos y sus sucesores trajeron la decadencia nacional porque la Inquisición se estableció entonces, o porque la empresa americana separara a España de su destino africano –como decía Ganivet–, en Unamuno era por otra razón totalmente distinta: debido a que la ciencia no había aparecido en la 658 UNAMUNO, Miguel de: “Sobre la independencia patria” (1908), Miguel de UNAMUNO: El porvenir de España y los españoles, Madrid, Espasa-Calpe, 1973, pp. 124-126, p. 125. 659 UNAMUNO, Miguel de: “Carta IV. 30 de mayo de 1906”, en José ORTEGA Y GASSET, y Miguel de UNAMUNO: Epistolario completo…, pp. 41-42, p. 42. 660 UNAMUNO, Miguel de: “Sobre la europeización (arbitrariedades)” (1906), en Miguel de UNAMUNO: Ensayos. VII, Madrid, Publicaciones de la Residencia de Estudiantes, 1918, pp. 157-189, pp.165-166. El patriotismo utópico de raíz neokantiana 211 Ilustración, sino en el Renacimiento, del que no se podía decir que España no hubiera participado. Empleando el concepto que mostró a Ortega en una carta, y por tanto refiriéndose a él implícitamente a la vez que a otros autores, critica a los “saduceos y fariseos del intelectualismo”, y reivindica la “sabiduría popular” española, que también llama “nuestra vieja sabiduría africana”661. Unamuno no pretendía la vuelta a la barbarie, sino que indicaba, como teorizará más adelante María Zambrano, que existen “otras maneras de pensar” además de la científica y filosófica, que son tan ricas como las que eran definitorias de lo europeo662. En su esquema dual, si Europa es igual a la ciencia que sirve a la vida, África es igual a sabiduría popular que medita sobre la muerte. Reivindica en este sentido a San Agustín y sus Confesiones, que precisamente son según Zambrano uno de los principales ejemplos de aquel otro modo de acercarse a la pregunta de qué es España. Con las referencias al continente africano Unamuno también respondía implícitamente a Morvilliers, señalando que la condición española no era europea si por Europa se entendía únicamente la moral de la ciencia. Desde este esquema (Europa=ciencia, África=no ciencia, esto es, barbarie para Ortega y sabiduría para Unamuno), Ortega también asumía en 1906 la condición africana de España, pero como causa de la decadencia nacional: “En algunos momentos siento vergüenza étnica; vergüenza de pensar que desde hace siglos mi raza vive sin contribuir lo más mínimo a la tarea humana. Africanos somos, Don Miguel; y lo que es lo mismo enemigos de la humanidad y de la cultura, odiadores de la Idea. Por eso en nosotros perdura Aristóteles y nadie ha comprendido a Platón; por eso somos católicos y por eso el catolicismo odia a Platón”663. Ortega seguía el programa de su admirado Costa, que ya apelaba a la “desafricanización de España” como expresión complementaria de la “europeización de España”664. Concepto contrario al de Unamuno, apelaba a “africanizarse a la antigua” porque los españoles son “irreductibles a la europeización”665. San Agustín era también allí su paradigma, del cristianismo trágico que constituía según él la esencia de España y que la tiranía de la ciencia europea amenazaba con erradicar. Por otro lado, la carta en la que Unamuno mencionaba a Ortega “Sobre la europeización” también nos indica un aspecto interesante: que no únicamente el profesor 661 Ibid., pp. 168-169. 662 ZAMBRANO, María: “La confesión: género literario y método” (1943), en María ZAMBRANO: Confesiones y guías. Edición de Pedro Chacón, Madrid, Eutelequia, 2011, pp.37-96. 663 ORTEGA Y GASSET, José: “Carta VIII. Marburgo, 30 de diciembre de 1906”…, p. 58. En esta carta, también arremete contra el “prejuicio nacional” de Menéndez Pelayo. Además se ha de indicar que Ortega habla de Aristóteles y Platón, probablemente, porque en última instancia del primero se deriva la filosofía escolástica, y del segundo el neokantismo. Dos sistemas filosóficos a los que corresponden dos interpretaciones del hecho nacional. 664 COSTA, Joaquín: Oligarquía y caciquismo…, p. 104. 665 UNAMUNO, Miguel de: “Sobre la europeización…, p. 161, El patriotismo utópico de raíz neokantiana 212 de Salamanca era un “otro interno” para el de Madrid, sino que al revés, también Unamuno construía su teoría de España gracias al diálogo con Ortega. La expresión “que inventen ellos”, que utilizaba en privado en mayo, la vertía dos meses después al publicar “El pórtico del templo” (1906), texto donde continuaba su meditación sobre el problema de la ciencia en España. Paralelamente, durante estos años estaba redactando lo que será en 1912 Del sentimiento trágico de la vida, cuyos primeros borradores conocía Ortega desde 1906666. Cuando analicemos Meditaciones del Quijote (1914) volveremos sobre este libro y su influjo en Ortega. Por ahora hay que señalar que una de las interpretaciones que se han de hacer sobre él se relaciona con la polémica de la ciencia, y que en ella Unamuno hace mención a la generación de Ortega. Terminaba el texto criticando a los “bachilleres Carrascos del regeneracionismo europeizante”, esto es, los “jóvenes que trabajáis a la europea”, porque consideraba que traduciendo la “Kultura” mataban la vida y la muerte. Unas páginas atrás era más explícito, al contestar a la pregunta de Masson de Morvilliers con una respuesta que también se dirigía implícitamente a Ortega: “otros pueblos nos han dejado sobre todo instituciones, libros; nosotros hemos dejado almas. Santa Teresa vale por cualquier instituto, por cualquier Crítica de la razón pura”667. Una prueba de que tenía en mente a Ortega cuando escribía uno de sus libros más importantes, es que en términos muy similares habían polemizado en 1909. Ocurrió cuando el periódico conservador ABC publicó el 15 de septiembre una carta que Unamuno había mandado a Azorín, donde criticaba a “los papanatas” seducidos por Europa y felicitaba a Martínez Ruiz por su Colección de farsantes. Se congratulaba de que ambos coincidieran en la necesidad de reivindicar el valor de la cultura española, y sostenía que los “hispanistas” poco aportaban porque “España es víctima de una sistemática campaña de difamación” (idea esta que en 1914 desarrollará Julián Juderías en su libro La Leyenda negra). De nuevo repetía Unamuno la frase “inventen ellos, y lo sabremos luego y lo aplicaremos”; y negando que España se hubiera distanciado en el siglo XVI del curso civilizado de la historia, escribía una frase que indignó a Ortega y le forzó a contestarle desde Faro: “si fuera imposible que un pueblo de a Descartes y a San Juan de la Cruz, yo me quedaría con este”668. El madrileño replicó algunos días después, tratando de mostrar que la supuesta ciencia española estaba atrasada incluso en el estudio de la lengua española –que Unamuno citaba como ejemplo de una de las potencialidades de la nación, dado que se estaba convirtiendo en una de las lenguas principales del mundo–, pues habían sido extranjeros quienes había permitido avanzar en ese aspecto669. Por lo tanto, según la interpretación de Ortega, Unamuno quedaba en el mismo lado que Menéndez Pelayo, pues a pesar de su ideología liberal no era capaz de asumir el 666 En diciembre le pidió Ortega el borrador del “Tratado de Amor de Dios”, que según Laureano Robles es lo que aparecerá en 1912 como Del sentimiento trágico de la vida. Vid: ORTEGA Y GASSET, José: “Carta VIII. Marburgo, 30 de diciembre de 1906”…, p. 60. 667 UNAMUNO, Miguel de: Del sentimiento trágico…, pp. 283 y 286. 668 UNAMUNO, Miguel de: “Carta a Azorín. Bilbao, 1 de septiembre de 1909”, publicada en ABC, 15 de septiembre de 1909. 669 ORTEGA Y GASSET, José: “Unamuno y Europa, fábula” (1909), en José ORTEGA Y GASSET: Obras completas. Tomo I…, pp. 256-259, pp. 258-259. El patriotismo utópico de raíz neokantiana 213 patriotismo trágico, y mucho menos el utópico que consideraba imprescindible el desarrollo de la ciencia. El regeneracionismo tal y como lo entendía Ortega era impracticable para Unamuno, y le distanciaba del otro bando en liza: el que representaba Joaquín Costa. Por esto no es de extrañar que, en una carta que en 1906 escribió a Ortega contestando a otra no conservada en la que este le preguntaba su opinión sobre el escritor aragonés, le dijera que “las cosas de Costa me parecen, en gral., ataques epilépticos; no hay gran consecución entre ellas”670. Al contrario, la consigna costista de europeización fue uno de los elementos clave del proyecto nacionalizador orteguiano, que sintetizaba todos los ingredientes de su idea de nación en tanto que aunaba la moral de la ciencia con la pedagogía social, y de esta manera daba sentido a conceptos como el de minoría selecta o pueblo, y a su actitud ante acontecimientos como el desarrollo del nacionalismo periférico. En 1911 Ramiro de Maeztu resumirá bien el papel de Costa en la formación de la concepción orteguiana de Europa como realidad definida por la ciencia, cuando hace de él un puente entre la “España pasada o celtibérica” y la “España futura o europea”. La historia mostraba “el ser de España”, la materia, sobre la que Europa mostraba el “deber ser”, la forma671. 5.6.Conclusión La idea de nación de Ortega entre 1905 y 1912 está determinada especialmente por Alemania, que juega un papel que se puede analizar desde las diversas categorías analíticas propuestas en la introducción de esta tesis. Para empezar, supone una experiencia de nación para el joven Ortega, que fruto de su vivencia en ella ve elementos positivos como un carácter basado en el esfuerzo y el interés por la ciencia, y negativos como el militarismo y el nacionalismo exacerbado. Además, Alemania es un referente epocalista importante, que utiliza continuamente para comparar con España tanto en lo positivo como en lo negativo. Esto es, viéndola como ejemplo de una nación organizada desde el socialismo y la ciencia, al contrario de la España materialista; pero a la vez como lugar donde también existe un materialismo que vincula con el conservadurismo español y, hasta 1910, con el catalanismo. Asume Ortega en definitiva un esquema de “dos Alemanias” que le servirán como marco interpretativo de España. Alemania es también un referente esencialista, en tanto que Ortega busca los orígenes de su grandeza y los encuentra en la Universidad –como ya decía antes por influjo de Renan–, y la organización socialista. Estos elementos forman parte del eje horizontal externo. Si nos centramos en el interno, Ortega asume una serie de nociones del pensamiento neokantiano que serán básicas en su idea de nación, como su definición de la cultura, de la “Idea”, o la organización. Comparándolo con el eje vertical interno, vemos que la idea de nación de Ortega cambia sustancialmente, porque asume un patriotismo utópico que considera que la labor de la política es organizar a la sociedad en base a una cultura universal, que hace de la nación una vía hacia la humanidad. También hay que incidir en que el filósofo compatibiliza su socialismo nacional con el elitismo, apostando por los intelectuales como creadores de la nación a través de la pedagogía social. Además, en el eje vertical interno, con vistas a lo 670 UNAMUNO, Miguel de: “Carta VI. Salamanca, 2 de noviembre de 1906”…., p. 45. 671 MAEZTU, Ramiro de: “Obreros e intelectuales”…, p. 107. El patriotismo utópico de raíz neokantiana 214 que se analizará luego, se ha de indicar que algunas nociones claves como patriotismo “futurista”, “organización”, “compartimento estanco”, o incluso la “conllevancia” catalana, se originan en esta etapa. Son significantes cuy significado cambiará cuando lo haga su perspectiva. En el eje horizontal externo vemos que Ortega entra en debates como el del catalanismo y la europeización, y ambos se entienden desde su perspectiva neokantiana, esto es, define desde el patriotismo utópico la inclusión de ambos temas en el de la nación. Para Ortega Europa significa moral de la ciencia, y defiende re-ligar u organizar a España desde la misma. El catalanismo es valorado por él desde que en 1910 lo entiende como una vía para desarrollar en toda España esta nueva religión. Por otro lado, es importante resaltar la ambigüedad terminológica de Ortega en torno al concepto de nación. A veces es abiertamente contrario a él, otras veces matiza que es el nacionalismo y no la nación lo que rechaza; y en otros momentos, opone la nación al pueblo. Existe un elemento circunstancial que explica el recurso a uno u otro concepto: es más contrario al concepto de nación y al nacionalismo en general cuando analiza o experimenta acontecimientos como el militarismo germano; y defensor de la idea de pueblo cuando se vincula a movimientos populistas como el lerrouxismo. Precisamente, cuando hacia 1911 se aprecia un refuerzo de su elitismo, es cuando recurre más a la idea de nación, avanzando la definición que dará más tarde de la misma como una unión de élite y pueblo (luego dirá masa). Finalmente, responderemos a algunas de las cuestiones planteadas al comenzar el trabajo. En torno al debate entre la Staatsnation y la Kulturnation, se invierte la conclusión a la que habíamos llegado en el capítulo anterior: existen elementos de las dos, pero priman mucho más los de la primera idea. Aunque a veces hable Ortega de un carácter nacional español, pesa muchísimo más su voluntad de que la nación se organice en un Estado que imponga la moral científica. En cuanto a la intención de Ortega, sigue siendo la de responder a su crisis existencial, y abiertamente vincula su vocación personal con la respuesta al problema de España. Además, ya podemos avanzar que se aprecia una nueva fase en cuanto a la idea que tiene Ortega de la nación, con elementos de continuidad y de ruptura, siendo básicamente estos los que se derivan de la perspectiva de análisis que aporta el neokantismo. El desarrollo del patriotismo fenomenológico: la idea de nación desde la Razón vital 215 6. EL DESARROLLO DEL PATRIOTISMO FENOMENOLÓGICO: LA IDEA DE NACIÓN DESDE LA RAZÓN VITAL (1912-1922) Partiendo de la base de que la nación es un marco cognitivo, según el planteamiento de Ferrán Archilés que seguimos en este trabajo, el cambio en la perspectiva filosófica de Ortega es determinante a la hora de definir una nueva concepción de la nación. La tercera etapa al respecto comenzó su desarrollo entre 1912 y 1914, al ir elaborando el pensamiento propio que le llevaría a publicar en 1914 Meditaciones del Quijote. Desde entonces, la Razón vital desplaza a la Razón utópica neokantiana, que a su vez había venido después de la (no)Razón vitalista nietzscheana. Correlativamente, el patriotismo fenomenológico se impone sobre el patriotismo utópico, con el que Ortega había dado por superado el patriotismo nietzscheano mezclado de casticismo de su primera fase. La evolución de las ideas es lo que tenemos como referente para establecer distintas etapas en la biografía nacional de Ortega, y no tanto su compromiso o retracción con respecto a la política. Así, los años que discurren entre 1912 y 1932 guardan una gran continuidad, derivada de la aplicación de la Razón vital al problema de España. Pero al mismo tiempo, acontecimientos ocurridos en España y en Europa dan lugar a matices en el planteamiento del filósofo, y que resalte unos u otros aspectos de la idea de nación. Esto es, la perspectiva de análisis es similar, pero las experiencias y referencias cambian, y con ello también la interpretación de la idea de nación. En este sentido, una fecha clave por su simbolismo es 1922, cuando publica España invertebrada, que tomaremos como límite de este capítulo. Aunque sus temas vienen de antes y el propio libro se da a conocer por entregas desde 1921, inicia una fase que se traducirá en otros libros esenciales sobre su idea de nación, igualmente esbozados desde la etapa que ahora trataremos. De esta manera, este capítulo tendrá dos partes. La primera se referirá al desarrollo del patriotismo fenomenológico en Ortega, y la segunda al influjo de la I Guerra Mundial y los sucesos españoles de 1917 en su pensamiento. Trataremos de mostrar cómo la confluencia de ambos vectores se traducirá a lo largo de los años veinte en la teoría de la nación expuesta en España invertebrada, La rebelión de las masas, y La redención de las provincias, que se comentarán en el siguiente capítulo. Pero antes de nada, es necesario comenzar con la fecha simbólica de 1912, esencial no únicamente en la vida de Ortega, sino también en gran medida en la de toda España. 6.1.Las consecuencias políticas del “giro fenomenológico” de Ortega: realidad frente a utopía En 1912 ocurrieron dos cosas que fueron determinantes al confluir en la persona de Ortega: el desarrollo del reformismo político en España, y la publicación del libro de Unamuno Del sentimiento trágico de la vida. El nexo entre ambos acontecimientos se da gracias a la evolución de la filosofía de Ortega entre 1911 y 1914, cuando la asunción de lo que luego llamará Razón vital le llevó a comprometerse con lo primero, y a contestar a lo segundo a través de Meditaciones del Quijote. Por otro lado, se trata de dos hechos donde la idea de nación se manifiesta en su dimensión práctica-nacionalizadora (en el caso del compromiso con el reformismo) y teórica (al contestar a la idea de España de Unamuno), y que no pueden entenderse si antes no exponemos, si quiera someramente, El desarrollo del patriotismo fenomenológico: la idea de nación desde la Razón vital 216 el significado que tuvo el abandono del neokantismo gracias al “giro fenomenológico” 672. El cambio no fue instantáneo, y por eso en 1912 Ortega todavía participó en un homenaje a Cohen. Pero su neokantismo había comenzado a derrumbarse desde que hubiera pasado el año anterior en Marburgo. En un texto que probablemente es la memoria que escribió para la Junta para Ampliación de Estudios al volver de la “ciudadela”, ve Jordi Gracia una “inmersión en la fenomenología” mucho más evidente que en ningún otro texto anterior673. Ya había conocido en su estancia de años atrás a Nicolai Hartmann, y leído a Edmunnd Husserl, pero es 1913 cuando se afianza el interés por la fenomenología que había madurado el año anterior. En 1934 reconocerá la gran impresión que en ese año le produjo la lectura de un Jahrbuch fenomenológico en el que aparecían las ideas de Husserl y Max Scheler674. Además, es entonces cuando ven la luz por vez primera una serie de textos acerca de la fenomenología: “Sobre el concepto de sensación”, entre junio y septiembre en la Revista de Libros675. Como consecuencia de la asunción por parte de Ortega de principios fenomenológicos, comenzó a desarrollar la Razón vital, que se tradujo según Pedro Cerezo en la defensa de un “ideal de salud” como vía media entre trascendentalismo y realismo676. Esto es, Ortega se dará cuenta, dentro del debate existente en la filosofía de comienzos del siglo XX en torno a la relación entre sujeto y objeto, que el neokantismo le había llevado demasiado lejos. La defensa a ultranza de la verdad objetiva y trascendental a la vida del sujeto implicó el olvido de este. Haciendo memoria de su evolución intelectual, lo definirá muy bien en 1916, en el prólogo de un libro que recoge los textos de la etapa inmediatamente anterior a la que nos ocupa (esto es, la de 1904-1912), que él identifica con su juventud: “Hoy más que nunca tengo la convicción de haber sido el subjetivismo la enfermedad del siglo XIX, y en grado superlativo, la enfermedad de España. Pero el ardor polémico me ha hecho cometer frecuentemente un error de táctica, que es a la vez un error substancial. Para mover guerra al subjetivismo negaba al sujeto, a lo personal, a lo individual todos sus derechos”677. De este texto, y otros similares, podemos deducir dos cosas que caracterizan a la política orteguiana desde el giro fenomenológico: la defensa del reformismo (entendido no como opción por el partido de dicho nombre, aunque así sea durante un tiempo también, sino en tanto que aceptación de la realidad dada), y la opción por un nuevo metarrelato histórico de la identidad de España. Lo primero se une a diversas ideas, como 672 MENÉNDEZ ALZAMORA, Manuel: La Generación del 14: una aventura intelectual, Madrid, Siglo XXI, 2006, p. 7. 673 GRACIA, Jordi: José Ortega y Gasset…, p. 131. 674 Citado en ORRINGER, Nelson R.: Nuevas fuentes germánicas de ¿Qué es filosofía?, Madrid, CSIC, Instituto de Filosofía “Luis Vives”, 1984, pp. 11 y 12. 675 ORTEGA Y GASSET, José: “Sobre el concepto de sensación” (1913), en José ORTEGA Y GASSET: Obras completas. Tomo I…, pp. 624-638. 676 CEREZO GALÁN, Pedro: La voluntad de aventura…, pp. 26-29. 677 ORTEGA Y GASSET, José: “Personas, obras, cosas” (1916), en José ORTEGA Y GASSET: Obras completas. Tomo II…, pp. 9-150, p. 9. El desarrollo del patriotismo fenomenológico: la idea de nación desde la Razón vital 217 la de circunstancia, o la historicidad del hombre, y es consecuencia de una actitud política que en lugar de radicalizar el subjetivismo o el objetivismo, los equilibra desde la Razón vital y la fenomenología. La fase “yo soy yo y mi circunstancia, y si no la salvo a ella, no me salvo yo”, encarna esta vía media en virtud de la que no existe sujeto sin objetivo y viceversa678. Y además, la convicción de que no se pueden hacer abstracciones idealistas del mismo modo que tampoco es posible partir de deducciones materialistas, sino que siempre se ha de considerar la realidad dada y circundante a la hora de resolver cualquier pregunta, incluida la de qué es una nación. Por eso, dice Pedro Cerezo que la nueva actitud orteguiana “afectó también a su posición política; más aún, se incubó en el orden de la política” y su deseo de responder al problema de España desde la realidad. La fenomenología apostaba por estudiar los fenómenos reales desde el sujeto, sin tratar de violentar la realidad al imponerle prejuicios: se trataba de una “política de realidades y no simplemente de ideales”, de minorías intelectuales bien formadas y no de políticos con fórmulas mágicas, “una política, en suma de base objetiva, fenomenológica, y no doctrinaria”679. A partir de estos momentos, Ortega será muy crítico con su antiguo idealismo. Aunque entonces lo identificara con un cierto objetivismo, ahora lo define como subjetivismo, porque considera que el neokantismo caía en la falacia de imponer una verdad que, pretendiendo ser universal, en realidad partía de una construcción del sujeto. La política de base fenomenológica es en gran medida consecuencia de la nueva idea de verdad de Ortega: ya no es un “deber ser” a construir, sino un “ser” a analizar, del que extraer los elementos de reforma potencial. Aunque suponga adelantar acontecimientos, se puede indicar que esta crítica que desde ahora acompañará siempre a Ortega es la que sintetizará en los años veinte al hablar de la “magia del deber ser”. Diagnosticará así una de las causas de la rebelión de las masas, a las que considerará incapaces de distinguir su voluntad ideal de la realidad fáctica, y frente a ello dirá que “solo debe ser lo que puede ser, y solo puede ser lo que se mueve dentro de las condiciones de lo que es”680. Un texto interesante donde desarrolla estas ideas aplicándolas a la nación es de 1915. En “Nueva España contra vieja España” escribía que “la política no es una labor de magia encargada de crear cosas de la nada. Toda alta política ha consistido en dar un sesgo tal a las fuerzas aparentemente perniciosas que las torne en benéficas”. Al proclamarlo, no criticaba únicamente a los revolucionarios, sino también a los integrantes de la España oficial: frente al “inepto patriotismo de la época de la Restauración”, animaba a que “incitemos un nuevo patriotismo más severo y eficaz para quien la patria no es una gloria de que se goza, sino una obra difícil que hay que cumplir”681. Por tanto, Ortega y Gasset se mostrará contrario a las utopías, una forma de pensar la política que identificará tanto con el conservadurismo incapaz de aceptar la realidad, como con las ideologías radicales que también pretendían actuar sin tenerla en cuenta. En 678 ORTEGA Y GASSET, José: “Meditaciones del Quijote”…, p. 757. 679 CEREZO GALÁN, Pedro: La voluntad de aventura…, p. 39. 680 ORTEGA Y GASSET, José: “España invertebrada” (1922), en José ORTEGA Y GASSET: Obras completas. Tomo III…, pp. 421-512, p. 487. 681 ORTEGA Y GASSET, José: “Nueva España contra vieja España” (1915), en José ORTEGA Y GASSET: Obras completas. Tomo I…, pp. 839-840, pp. 839 y 840. El desarrollo del patriotismo fenomenológico: la idea de nación desde la Razón vital 218 1927 lo llamara el “utopismo como método intelectual”, consistente en que “en vez de ajustar el pensamiento a lo que son las cosas, el utopismo supone que la realidad se ajusta al perfil abstracto”682. De nuevo nos encontramos en esta crítica con una consecuencia de la epistemología derivada del giro fenomenológico, cuya traducción es el perspectivismo. En los años diez irá desarrollando esta teoría, que alcanzará su definición más directa en “Verdad y perspectiva” (1916), y un año después cuando escriba: “Ved al reaccionario que trae el pasado sobre el presente con ánimo de desalojar este; ved al radical y utopista que se obstina en hacer sobre la escena de la actualidad los gestos que corresponden al porvenir. Así no poseemos ni pasado ni futuro, y vueltos hacia el uno o hacia el otro, damos siempre la espalda al presente”683. Ortega se comprometió con un liberalismo reformista desde 1912 porque asumió que si España era una posibilidad, era porque en su presente, y no en idealizaciones del pasado o en proyectos de futuro despegados de la vida, existía un espacio para experimentar684. Mostrando la base filosófica de esta actitud, José Lasaga ha calificado de “liberalismo reformista y fenomenológico” al planteamiento político de Ortega en torno a 1914685. En esta tesis llamaremos “patriotismo fenomenológico” al mismo hecho, pero en su dimensión de actitud ante la nación. Es una forma de aproximarse al hecho nacional español que Ortega inició desde su estancia en Alemania de 1911, según vemos en una interesante carta que envió a Zulueta. Defendía en ella la necesidad de “ir formando la ciencia del fenómeno España”, lo que requería no únicamente partir de una perspectiva histórica, sino de la perspectiva general entendida como unión de la de los intelectuales particulares. Juntos podrían “intuir España, irla construyendo como una física”, y de esta manera dar solución al problema nacional. Una de las primeras consecuencias de la política fenomenológica la manifiesta también en esta misiva, al preguntarse: “¿Qué cosa es España? Mirémosla cara a cara”: la mitad “sinvergüenzas” sin honor, y la otra, personas “moral e intelectualmente inertes” 686. El patriotismo fenomenológico mantiene el del dolor, que no mira esperanzado a España. Pero frente al patriotismo utópico, no apela a implantar un ideal universal, sino a partir de los intelectuales españoles para que juntos estudien la realidad española y, habiéndola comprendido, puedan actuar sobre ella. Conviene además hacer referencia a uno de los principales representantes de la fenomenología, Max Scheler, porque una carta suya muestra que no es equivocado el recurrir al concepto de patriotismo fenomenológico. En 1923 –unos diez años después 682 ORTEGA Y GASSET, José: “Fraseología y sinceridad” (1927), en José ORTEGA Y GASSET: Obras completas. Tomo II…, pp. 593-601, p. 595. 683 ORTEGA Y GASSET, José: “Para la cultura del amor” (1917), en Ibid…, pp. 276-280, p. 277. 684 Según Pedro Cerezo, concepto clave que se refiere a la necesidad de aplicar la razón en la política, desde una postura intermedia entre lo revolucionario y lo conservador. Vid.: CEREZO GALÁN, Pedro: “Experimentos de nueva España”, en José ORTEGA Y GASSET: Vieja y nueva política y otros escritos programáticos. Edición de Pedro Cerezo Galán. Introducción de Pedro Cerezo, Madrid, Biblioteca Nueva, 2007, p.14. 685 LASAGA MEDINA, José: “EL liberalismo itinerante de Ortega y Gasset”, en José LASAGA MEDINA, y Antonio LÓPEZ VEGA: Ortega y Marañón ante la crisis del liberalismo, Madrid, Editorial Cinca, 2017, pp. 13-78, p. 29. 686 ORTEGA Y GASSET, José: “Carta a Luis de Zulueta. Marburgo, 15 de noviembre de 1911”… El desarrollo del patriotismo fenomenológico: la idea de nación desde la Razón vital 219 del momento en que se produce el “giro”, pero que sigue siendo una etapa del pensamiento orteguiano derivada de entonces– al tiempo que mostraba a Ortega su interés por conocerle, contestaba a una epístola del español en la que este le había dicho que el modo de pensar de los españoles era más bien “fenomenológico” que “idealístico”. Scheler se congratulaba de esta situación, que nos indica al oponer estos dos conceptos que Ortega seguía en 1923 defendiendo una forma de aproximación a la realidad política basada no en el utopismo, sino en la “ciencia del fenómeno España” que había definido años atrás687. Por otro lado, Ortega cambia a la altura de 1914 su esquema interpretativo de la historia de España. En la etapa neokantiana y nietzscheana consideraba que España como nación había comenzado a decaer en los siglos XVII y XVIII, debido al influjo del catolicismo que separó a España de la Ilustración. Ahora considerará que la decadencia fue motivada por el subjetivismo, esto es, una enfermedad intelectual. Desde esta clave apelará en 1912 a estudiar el pasado nacional: haciéndose eco del patriotismo del dolor, habla de que la historia es “terapéutica”, y en este sentido se había de ver “la historia de España como la historia de una enfermedad”688. En textos como estos, Ortega está empleando un vocabulario organicista, común al discurso político de su época. Los metarrelatos nacionalistas que apelaban a la metáfora orgánica, esto es, a hablar de la nación como una entidad que nació, se desarrolló, murió y que estaba llamada a resucitar, se complementaron desde fines del XIX con un concepto de tientes biologicistas que impulsó las metáforas de este tipo. Con ello, según Paul Herman, la idea de decadencia se convirtió en “la ruina del liberalismo”, dado que una de sus ideas fetiche, la del progreso, entró en crisis. Así lo señalaron intelectuales como Edwin Lankester (Degeneración un capítulo de Darwinismo, 1880) o el famoso Max Nordau (Degeneración, 1895), novelas como Drácula de Bram Stoker (1897) o La llamada de lo salvaje de Jack London (1903), y filósofos como Nietzsche. Todos ellos estaban influidos por el darwinismo social, y planteaban que la sociedad industrial, al imponer condiciones de vida lamentables a las personas, las hacía degenerar extrayendo de ellas al “bárbaro interior”. Pero no todos fueron antiliberales, ya que atribuyendo al progreso económico la culpabilidad, conectaban con el liberalismo renovado y simpatizaban con él o con el socialismo689. En España también se difundieron estos paradigmas, que desde la biología matizaron aspectos del metarrelato nacional ya existente, y apelaron a la eugenesia como vía de regeneración de España. Nicolás Salmerón, por ejemplo, fue el traductor del libro de Nordau. Por su parte, Ortega coindice con las características que Herman señala como propias de los liberales que temieron la degeneración de la raza humana: consideraba que el progreso era un mito, hablaba de la existencia de bárbaros dentro de la sociedad española y europea, y se inspiraba en la biología para dar una solución. Pero aquí está la 687 SCHELER, Max: “Carta a José Ortega y Gasset. Colonia, 8 de noviembre de 1923”, en Fundación Ortega-Marañón, Fondo JOG, C-45/30, ID: 10477. 688 ORTEGA Y GASSET, José: “Nuevo libro de Azorín” (1912), en José ORTEGA Y GASSET: Obras completas. Tomo I…, pp. 535-539, p. 538. 689 HERMAN, L. Arthur: La idea de decadencia en la historia occidental, Santiago de Chile-Barcelona, Editorial Andrés bello, (1997) 1998, pp. 115-117. El desarrollo del patriotismo fenomenológico: la idea de nación desde la Razón vital 220 gran diferencia, puesto que la corriente biológica a la que se adscribió Ortega no era darwinista, y las consecuencias de su aplicación a la filosofía y, con ello al problema de España, son muy distintas. Para entenderlo hay que volver al tema que nos llevó a este capítulo: el subjetivismo y su relación con el objetivismo. Según Julián Marías, la idea de “circunstancia” que su maestro constituyó desde 1914 en una de las nociones clave de su filosofía, procede de uno de los autores que más influyeron en él: Jacob Johann von Uexküll. Su planteamiento formaba parte de la “nueva biología”, que aspiraba a superar el darwinismo, y hacia 1913 Ortega habría leído sus obras. De este año es el ejemplar de Bausteine zu einer biologischen Weltanschauung (traducido en 1921 a iniciativa de Ortega como Ideas para una concepción biológica del mundo) conservado en la Fundación Ortega, y sobre la que reconoció que “debo declarar que sobre mí han ejercido, desde 1913, gran influencia estas meditaciones biológicas”, y que no conocía sugestiones más eficaces “para poner orden, serenidad y optimismo sobre el desarreglo del alma contemporánea”690. En libros como este partía von Uexküll de la categoría de Umwelt, opuesta al darwiniano enviroment, definiéndolo como relación del Innenwelt o mundo interno del ser vivo relacionado con el Bauplan o plan estructural que dominaba todo. Al parecer de Marías, esto es lo que en lo filosófico afirma Ortega con el “yo soy yo y mi circunstancia”, donde la relación entre mundo interno y externo se reconfigura: no es el animal el que se adapta al medio, sino el medio el que se adapta a él691. El sujeto deja de ser un mero elemento reactivo ante su circunstancia, para constituirse en una realidad que es por esencia dialógica con ella. Ortega estuvo siempre interesado en von Uexküll, y cuando pudo –especialmente desde que fundó en 1923 Revista de Occidente – trató de difundir sus ideas por España. En ese año le envió una carta, no conservada, pero en la que a juzgar por la contestación del biólogo, le habría dicho que era un entusiasta de todos sus trabajos692. Un año después, otra misiva vuelve a mostrar la admiración orteguiana en el mismo sentido, y también el agradecimiento de un von Uexküll que dice esperar conocerle pronto693. La razón por la que el filósofo estaba al día con la biología es doble. Primero, porque consideraba que la vida era la categoría esencial del pensamiento, y siempre le interesó conocer lo que disciplinas distinta a la suya propia tenían que decir al respecto. No en vano, en 1922 señalará que existe una equivalencia entre su filosofía, la biología de Uexküll, o la física de Einstein, puesto que todas ellas representaban un cambio de mentalidad en el que el sujeto –equilibrado con el objeto– volvía al centro. Pero además, los fenomenólogos miraron a la ciencia biológica como lo hizo Ortega. Existió, en palabras de Kim Rogers, 690 ORTEGA Y GASSET, José: “Prólogo a la Biblioteca de ideas del siglo XX” (1922), en José ORTEGA Y GASSET: Obras completas. Tomo III…, pp. 411-420, p. 415. 691 MARÍAS, Julián: Ortega. Circunstancia y vocación…, pp. 151-155. 692 VON UEXKÜLL, Jacob Johann: “Carta a José Ortega y Gasset. 13 de noviembre de 1923”, en Fundación Ortega-Marañón, Fondo JOG, C-74/1a, ID: 171. 693 VON UEXKÜLL, Jacob Johann: “Carta a José Ortega y Gasset. Schwerimburg, 3 de febrero de 1924”, en Fundación Ortega-Marañón, Fondo JOG, C-74/1b, ID: 1470. El desarrollo del patriotismo fenomenológico: la idea de nación desde la Razón vital 221 un “Ecological Approach in Philosophy” que partía de la ecología como “the scientific study of the interactions between organisms and their enviroments”694. Las consecuencias políticas de esta visión, por lo menos en Ortega, son muy distintas de las derivadas de otros planteamientos biológicos. El darwinismo social dio lugar a la eugenesia, que en 1912 reunió en Londres su I Congreso Internacional. En España también tuvo manifestaciones, y el propio Ortega defendió algunos aspectos relacionados con ella, según se desprende de una carta de 1925 donde el musicólogo John Brande Trend trata uno de los temas estrella de la Sociedad de la Eugenesia Británica y sus equivalentes en otros países: el control de la natalidad, destinado a la mejora de la raza. Aunque no se cite que fuera esta la voluntad de Ortega, y probablemente no sea lo que le interesaba, la carta indica que habría pedido a Brande (en una fecha pasada que no dice, pero seguramente sería en torno a la fundación de la Revista de Occidente en 1923) que el deán William Inge escribiera sobre la materia. En su lugar le propone a otro famoso eugenesista, Julián Huxley695. Pero lo anecdótico de esta carta queda mostrado por el hecho de que el concepto de “eugenesia” ni siquiera aparezca en los índices de las Obras Completas. Es así porque la degeneración que condenaba Ortega no era biológica, sino intelectual; puesto que para él la relación entre biología y política se manifestaba no en la supeditación de la segunda ante la primera, sino en la consideración de que ambas habían superado el subjetivismo a comienzos del siglo XX. En un texto muy interesante, “La guerra, los pueblos, y los dioses”, lo definió muy claramente, después de indicar, mientras criticaba el nacionalismo romántico, que “lo más importante en un hombre es su concepción del universo”: “(…) La última fuente de los actos de un pueblo consiste en su ideario. No hemos de buscar las razas humanas, las razas históricas en los cajones de la antropología, sino en la historia misma. Una raza de hombres es una clase de productos culturales, de ideas, de acciones, de sentimientos. Y originalmente y sobre todo, una raza es una manera de pensar” 696. Ortega se oponía, como en su etapa neokantiana, al nacionalismo Volkish, puesto que para él la raza no era biológica, ni identificable con un carácter inmutable. Era una construcción de la historia, y por ello la biología no le servía para explicar la política, pero sí para comprenderla al partir de la base de que todas las ciencias coincidían con la filosofía en devolver al sujeto su importancia sin quitársela al contexto. Desde esta perspectiva, el subjetivismo explicaba la decadencia de España. Sin embargo, Ortega es ambiguo a la hora de definir quién y cuándo encarnó este subjetivismo. Algunas páginas atrás se ha señalado un texto en el que indicaba que la 694 ROGERS, Kim W.: “On the Mode of Being of Living Beings and their Environment. Preliminary Ideas for an Ecological Approach in Philosophy”, en Anna-Teresa TYMIENIECKA (Ed.): Phenomenology of Life and the Human Creative Condition. Book I: Laying Down the Cornerstones of the Field, Dordrecht, Netherlands, 1998, pp. 531-549, p. 531. 695 BRANDE TREND, John: “Carta a José Ortega y Gasset. Londres, 15 de noviembre de 1925”, en Fundación Ortega-Marañón, Fondo JOG, C-73/9a, ID: 1543. 696 ORTEGA Y GASSET, José: “La guerra, los pueblos, y los dioses” (1915), en José ORTEGA Y GASSET: Obras Completas. Tomo I…, pp. 914-918, p. 915. El desarrollo del patriotismo fenomenológico: la idea de nación desde la Razón vital 222 decadencia comenzó en el siglo XIX. Pero en “Ensayo de estética a manera de prólogo” (1914) afirma que esta actitud intelectual fue “la enfermedad mental de la Edad que comienza con el Renacimiento”, que habiendo generado todas las formas de pensar en Europa desde entonces, no duda en calificar como el “pecado original de la época moderna”697. En este texto hizo de Fichte –a quien por otro lado considera en el mismo año 1914 un ejemplo en “Vieja y nueva política”698– el paradigma de la enfermedad anti- objetivista, en lo que es una interpretación de la persona del nacionalista alemán que aparecerá de nuevo en otras ocasiones. En 1927 por ejemplo, dirá que fue una de las personas que erigieron a la razón, falsamente entendida, como “piedra filosofal” de la modernidad, bajo el falso presupuesto de que su labor no era comprender la realidad, sino conducirla en base a modelos prefabricados. Se trataba de un “misticismo de la razón” que la Razón vital reformista quería superar, frente a la Razón utópica revolucionaria699. La misma a la que él se había adscrito durante su etapa neokantiana, y que desde 1912 trató de superar en lo político comprometiéndose con movimientos reformistas. De esta manera, Ortega desarrolló una interpretación de la historia de Europa en clave filosófica desde un esquema que comenzó a esbozar en 1912, y que veremos más detallado en 1932. En “Goethe desde dentro” hablará de cómo la degeneración comenzó en el Renacimiento, con el pecado de la soberbia de una razón que trató de construir el mundo a su imagen y semejanza, provocando con ello la reducción de la historia de Europa a la historia de las revoluciones entre 1750 y 1900. Especialmente desde 1800, los intelectuales ascendieron a los primeros puestos de la sociedad e iniciaron un ensayo de imperialismo, que había dejado sumida a Europa en una crisis. A juicio de Ortega, “Europa necesita curarse de su Idealismo”, manifestado también en el “utopismo”700. Entre ambos textos se encuentra España invertebrada (1922), donde el filósofo habló de la degeneración en un sentido político. Pero en realidad, el “particularismo” que describe entonces también se deriva del subjetivismo, según veremos al analizar el libro. A pesar de las contradicciones que pueda haber en la explicación de la degeneración en clave subjetivista, vemos dos cosas que contrastan vivamente con la etapa neokantiana. Lo primero, una visión crítica de la modernidad: aunque Ortega la valora, también plantea que en ella se encuentran algunos elementos que explican la no organización nacional de España. Por eso, no defenderá una simple imitación de la modernidad europea como solución al problema de España, sino una rectificación de la misma que influya en los dos lugares. En 1916 lo expresará de forma muy clara al definirse como “nada moderno; pero muy siglo XX”: en este caso identifica lo moderno con el siglo XIX, manifestado en el 697 ORTEGA Y GASSET, José: “Ensayo de estética a manera de prólogo” (1914), en Ibid., pp. 664-680, p.669. 698 Las contradicciones en la interpretación orteguiana de Fichte pueden verse en el artículo ya citado: BAGUR TALTAVULL, Juan: “El «nuevo Fichte español»… 699 ORTEGA Y GASSET, José: “Ni vitalismo ni racionalismo” (1927), en José ORTEGA Y GASSET: Obras completas. Tomo III…, pp. 715-724, p. 724. 700 ORTEGA Y GASSET, José: “Pidiendo un Goethe desde dentro” (1932), en José ORTEGA Y GASSET: Obras completas. Tomo V (1932-1940), Madrid, Taurus: Fundación José Ortega y Gasset, 2006, pp. 120- 142, p. 139. El desarrollo del patriotismo fenomenológico: la idea de nación desde la Razón vital 223 progresismo y el positivismo, y considera que es el raciovitalismo que en 1914 definió lo que permitirá superarlo701. El segundo elemento es el que poco a poco le irá llevando a identificar el problema de España con el problema de Europa. Esto es, criticando la modernidad subjetivista, no ve de forma tan literal como antes que Europa sea la solución de España. Especialmente será en los años treinta cuando así lo defina –no únicamente por su filosofía, sino también al ver que efectivamente el totalitarismo y autoritarismo distanciaban al viejo continente de ser la panacea española–, viendo por el contrario que existía un problema común a las dos entidades. 6.2. Cervantes como paradigma de la España posible Gran parte de las nociones arriba expuestas fueron desarrolladas por Ortega en su obra magna Meditaciones del Quijote (1914). Un libro en el que proyectó su sistema filosófico, pero que guarda una gran relación con la idea de nación y la reflexión sobre el ser de España, precisamente porque en Ortega –según vimos con María Zambrano en la primera página de esta tesis– la condición de filósofo y de español estuvieron unidas. Resumiendo brevemente lo ya indicado, en su etapa de formación interpretó la obra de Cervantes influido por autores como Ganivet y Navarro Ledesma, y las vertió en “El manifiesto de Marcela”. En 1914 vio la luz un libro que Ortega había escrito como reacción a Del sentimiento trágico de la vida en los hombres y en los pueblos, con el que Unamuno en 1912 también expuso su planteamiento filosófico y su reflexión sobre el ser de España, y cuyos borradores, tal y como expusimos, conocía Ortega desde 1906. Pero si entonces, y en el debate privado con Unamuno sobre la naturaleza de la religión, Ortega daba una réplica neokantiana, ahora lo hará por vez primera desde una filosofía particular. Este epígrafe se centrará en la comparación entre los aspectos más importantes de los dos libros. Para empezar, ambos tenían una visión similar de la filosofía, disciplina a partir de la que se acercaban a la cuestión nacional. Siguiendo su postura en el debate sobre la ciencia, Unamuno decía que el pensar filosófico era una “obra de integración, de cocinación”, y arremetía de esta manera contra quienes la reducían al nivel de “especialización diferenciada” de las ciencias702. La aplicación concreta a la reflexión sobre España de esta integración le llevaba a descubrir un carácter propio que denominaba “sentimiento trágico de la vida”, consistente en una actitud donde combatían perpetuamente razón y vida. La intrahistoria española se caracterizaba por un “cristianismo trágico” opuesto a la racionalización que Iglesia y Estado habían tratado de llevar a cabo, y que él quería utilizar como base para solucionar el problema de España. Ortega por su parte, también dedicaba una sección de su libro a hablar de la filosofía como integración, diciendo que era una “ciencia general del amor” relacionada con una “moral integral”. Con ello se refería a que el filósofo tenía que mirar a la realidad sin tratar de violentarla imponiendo 701 ORTEGA Y GASSET, José: “Nada moderno y muy siglo XX” (1916), en José ORTEGA Y GASSET: Obras completas. Tomo II…, pp. 165-167, pp. 166-167. 702 UNAMUNO, Miguel de: Del sentimiento trágico…, pp. 84 y 88. El desarrollo del patriotismo fenomenológico: la idea de nación desde la Razón vital 224 esquemas preconcebidos (esto es, utopías), sino aplicando un “imperativo de comprensión” cuyo prerrequisito era partir de la circunstancia real703. Esta es la base de la política fenomenológica, y de su derivado patriotismo fenomenológico. Pero además, el amor jugaba un papel más importante en la definición nacional de los dos autores. No lo utilizaban únicamente como metáfora para explicitar su método de aproximación filosófica. También para definir las relaciones humanas que conformaban la nación. De esta suerte, Unamuno partía de la base de que el pueblo –pues prefería este concepto al de nación, seguramente porque la intrahistoria implica una condición populista en la que son los de abajo quienes encarnan la moral y el carácter nacionales–, es “en cierto sentido, un hombre”, y se explica por principios complementarios de los que dirigen a este. Si el individuo se comporta conforme al “instinto de conservación” (el hambre), al pueblo le define el “instinto de perpetuación” (el amor). Pero se refiere a la comunión en el sufrimiento que, frente al placer, une los espíritus de los hombres. Es un “amor espiritual”, contrapuesto al “gozar erótico”, y que identifica con el sentimiento trágico de la vida704. Ortega, que también establecerá más adelante comparaciones entre la persona y la nación (desde Buenos Aires dirá en 1916 dijo que cada pueblo es “el ensayo de una nueva manera de vivir, es decir, de una nueva manera de sentir la existencia” 705, y en 1912 había sostenido desde un medio argentino que era una “genuina manera de pensar”706), en Meditaciones del Quijote y otros textos da una importancia capital al amor. Pero en un sentido totalmente distinto al de Unamuno, porque habla del mismo como un orgasmo intelectual, refiriéndose desde Nietzsche y Simmel al “erotismo universal” como principio unificador. Si en Unamuno razón y amor están opuestos, en Ortega se unen en el platónico “amor intellectualis” que une sujeto y objeto707. Y esto tiene una importante dimensión política, porque el subjetivismo europeo y español es en gran medida consecuencia del desconocimiento de esta situación. Por un lado, porque históricamente se había idolatrado a la Razón pura. Pero al mismo tiempo, porque otras personas, Unamuno entre ellas, habían reaccionado con el desamor a la Razón. En este sentido, en 1912 recogía Ortega una conversación con Rubín de Cendoya –su alter ego, aunque identificado normalmente por los estudiosos orteguianos con Giner de los Ríos–, en la que hace este una interpretación de la Europa del momento como un lugar donde el “desamor a la razón” es lo definitorio. En política esto se veía tanto en el protofascismo como en el “sindicalismo”, un movimiento utópico que pretendía destruir el Estado porque encarnaba la razón y se oponía a la libre expansión de la vida. Él en cambio defendía entonces un socialismo que entiende como principio organizador que quería “someter lo real a lo racional”: concepto que escribe en un momento de transición en su pensamiento, dado que en 1914 lo hubiera tachado de política utópica708. No es 703 ORTEGA Y GASSET, José: “Meditaciones del Quijote”…, pp. 751-742. 704 UNAMUNO, Miguel de: Del sentimiento trágico…, pp. 84, 94-96 y 167. 705 ORTEGA Y GASSET, José: “Introducción a los problemas actuales de la filosofía”…, p.36. 706 ORTEGA Y GASSET, José: “Calma política” (1912), en José ORTEGA Y GASSET: Obras Completas. Tomo I…, pp. 540-544, p.543. 707 ORTEGA Y GASSET, José: “Meditaciones del Quijote”…, pp. 747, 749, y 753. 708 ORTEGA Y GASSET, José: “De puerta de tierra”…, pp. 554-558. El desarrollo del patriotismo fenomenológico: la idea de nación desde la Razón vital 225 casual que Ortega criticara el sindicalismo en esta fecha, pues en 1911 había nacido la CNT (Confederación Nacional del Trabajo), y la organización al año siguiente del Partido Reformista fue en parte una respuesta a la conflictividad anarquista709. La violencia fue también para Ortega una “experiencia de nación”, que le llevará a reforzar el vínculo que había establecido con el concepto de organización, apostando por la inclusión de los obreros dentro de la nación a partir de instituciones liberales. Más adelante, acontecimientos como la Revolución Rusa de 1917, o su vivencia personal de algunas huelgas le llevaron a afianzar en este sentido su cosmovisión. Por otro lado, si el amor era en Ortega un ingrediente importante de la nación, su contrapartida, el odio, era lo que en gran medida explicaba su disolución. En Meditaciones del Quijote dice Ortega que “yo sospecho que, merced a causas desconocidas, la morada íntima de los españoles fue tomada tiempo hace por el odio”, y que “los españoles ofrecemos a la vida un corazón blindado de rencor”. No lo llama subjetivismo, pero se entiende que a eso se refiere, dado que plantea que provoca en los españoles la cerrazón en sí mismos y la incapacidad para tener valores710. También un año antes, mientras estaba inmerso en la contestación al libro de Unamuno, había definido en términos similares el carácter español, y lo vinculaba a la decadencia de España en la línea arriba indicada: la situación de España era una “tragedia de secular desarrollo”, originada en la psicología de los españoles. El país era una “turbera de detritus históricos”, una anti-sociedad que era imprescindible “organizar en nación”. La raíz de esta actitud se encontraba en que la “última realidad del alma española” era la “histeria”, un odio que impedía la “energía para solidaridades fecundas” y que tenía su origen en el hecho de que cada español fuera un “hombre roto”711. Un año después de la publicación del libro, habiendo estallado ya la Gran Guerra, seguía Ortega con este esquema interpretativo, lamentándose de que “la enfermedad mayor que padece España” es la “discordia, la terrible secesión de los corazones, el odio omnímodo, el rencor”712. Es un tema sobre el que continuará meditando, tras experiencias como los sucesos revolucionarios en la España de 1917 o la crisis de la Monarquía, que engarza con la condena al “kabilismo” y que culminará con la acuñación del concepto de “particularismo” en España invertebrada. También se deriva de este análisis la recuperación en la misma obra de la ya señalada idea de “compartimento estanco”, o años más tarde, la definición del “hombre-masa”. Su alternativa, que es una relectura del poder espiritual del socialismo de su primera etapa a la luz del patriotismo fenomenológico, la definirá en 1917 como “cultura del amor”. El “yo soy yo y mi circunstancia y si no la salvo a ella no me salvo yo”, implica también a nivel político la necesidad de integrar a los demás miembros de la sociedad dentro del proyecto de salvación de cada uno. En La redención de las provincias (1931) lo desarrollará en cuanto a la identidad regional, pero ya en Meditaciones del Quijote lo plantea en la relación entre individuos. Sostiene Ortega desde el concepto de pleonexia 709 SUÁREZ CORTINA, Manuel: El reformismo en España…, p. 67. 710 ORTEGA Y GASSET, José: “Meditaciones del Quijote”…, p. 748. 711 ORTEGA Y GASSET, José: “Sencillas reflexiones” (1913), en José ORTEGA Y GASSET: Obras completas. Tomo I…, pp. 591-601, pp. 596-597. 712 ORTEGA Y GASSET, José: “Una manera de pensar” (1915), en Ibid., pp. 906-913, p. 909. El desarrollo del patriotismo fenomenológico: la idea de nación desde la Razón vital 226 que “lo amado es, por lo pronto, lo que nos parece imprescindible”, mientras que “la inconexión es el aniquilamiento”713. En definitiva, la dimensión circunstancializada de la persona implica descubrir el otro a una parte imprescindible del proyecto personal, y por tanto la posibilidad de construir un proyecto común, que es el nombre que dará a la nación. Esta visión se diferencia bastante de la de Unamuno, que desde su talante contradictorio y su escepticismo ante la posibilidad de conciliación entre razón y vida, se opone a la noción orteguiana de cultura del amor. Desde una metáfora darwinista, él planteaba en su libro que el factor de progreso, no únicamente en los individuos, sino también en los pueblos, era la darwiniana “struggle for life”. En una frase que contrasta con lo que escribirá Ortega sobre el origen deportivo del Estado años después, llega a decir que este nació del fratricidio de Caín714. Lógicamente, no lo decía en sentido literal, sino metafórico, proyectando como hará Ortega su noción antropológica sobre la idea de nación. Para el madrileño, la voluntad de organización a la que lleva la integración del yo en la circunstancia se traduce en su cultura del amor. En Unamuno, el sufrimiento, el sentimiento trágico de la vida como Volkgeist, son derivación de su tesis de que la contraposición y la tragedia constituyen la realidad vital, que el Estado y la Iglesia habrían tratado históricamente de diluir en el pueblo español. En el contexto ya reiterado a lo largo de estas páginas, de una Kulturkampf española desarrollada en los años en que Unamuno escribe su libro, propone este el cristianismo esencial español como vía de reforma nacional. Con él pretendía derruir el catolicismo establecido, apelando a un Estado que diera vía libre al desarrollo de un carácter fundamentado en el combate fe- razón, y para ello había que “civilizar el cristianismo” deseclesiastizándolo715. Por otro lado, las meditaciones de los dos autores coinciden en la figura del Quijote, que como en 1905, sigue siendo en la España de la época el mito por excelencia y seguía sirviendo a los intelectuales para resolver la cuestión nacional al tratar de ver en él planteados sus problemas. Unamuno vuelve a incluir al ingenioso hidalgo en su libro de 1912, ya que lo considera exponente de la “religión nacional” –esto es, de la re-ligio trágica y combativa que une al pueblo intrahistórico– y lo establece como paradigma de dos elementos de la nación. Primero, de sus orígenes, que cifra en una época de transición entre el Medioevo y el Renacimiento: “es medieval el alma de mi patria”, escribe, para a continuación añadir que “el quijotismo no es sino lo más desesperado de la lucha de la Edad Media contra el Renacimiento que salió de ella”. Personas que admira Unamuno, y que encarnan la identidad española, como San Juan de la Cruz o Santa Teresa, representan esta situación, frente a los filósofos racionalizadores. En segundo lugar, emplea a Don Quijote como paradigma de la intrahistoria frente a Europa, en los términos citados más arriba, donde retomando la dualidad Quijote-Carrasco de Navarro Ledesma, identifica a los defensores de la modernización (europeización) de España como Ortega con el segundo716. El madrileño por su parte, para contestar a Unamuno y, a la vez, al problema de España, se basa en Cervantes y en otra dualidad que también le permite meditar acerca de la 713 ORTEGA Y GASSET, José: “Meditaciones del Quijote”…, pp. 748-749. 714 UNAMUNO, Miguel de: Del sentimiento trágico…, pp. 152 y 257. 715 Ibid., p. 251. 716 Ibid., pp. 275-277, y 282-284. El desarrollo del patriotismo fenomenológico: la idea de nación desde la Razón vital 227 tensión entre Europa y España. Pero no es la de Don Quijote y Sancho Panza o el bachiller Carrasco, ni tampoco la que ya había utilizado de Crisóstomo y Marcela. No se trata de un esquema dual extraído de los personajes de la obra, puesto que recurre al propio Cervantes como paradigma de lo que expondrá. La dicotomía que utiliza Ortega, retomándola de su etapa formativa, es la de las dos Europas, pero ahora busca un mayor equilibrio entre ambas. En parte porque la percepción política fenomenológica le lleva a tener que aceptar la situación de partida de su España del sur. Pero también porque, como vimos, Ortega pronto se dio cuenta de que Alemania (paradigma de la Europa del norte) no era la utopía que algunos pensaban, sino que también allí existían elementos poco recomendables. Para ello retoma una oposición que expresó Giambattista Vico al oponer los dos caracteres de Europa717. Pero especialmente, el contenido que Ortega da en Meditaciones al carácter de cada una de las dos Europas está mediatizado por un autor sobre el que escribió en 1911, en un texto que reeditó en 1916 indicándonos la importancia que le daba: Gerhart Hauptmann, nobel de literatura que tras visitar Grecia publicó Griechischer Frühling (Primavera griega) en 1908, cuya edición de un año después se conserva en la Fundación. Gracias este texto, Ortega medita sobre el “pathos del sur”, que llama también “mediterranismo”, y que se caracteriza por el gesto grácil, expresivo, el ocio, la energía, y otros elementos sensuales. Pero después añade que no es esto lo que identifica a Grecia, entidad espiritual y no étnica que se encontraba mucho más cerca de Alemania que de España. Lo que define al país heleno es la cultura, de la que carece su patria. Ortega dice que no existe una “sabiduría conceptual de los germanos” opuesta a la “sabiduría meridional de mi corazón”, que supuestamente identificaría a España con la Hélade. Después habla de un tema que retoma con ocasión del libro sobre el Quijote: la actitud amorosa, de patriotismo fenomenológico: para aceptar la realidad se ha de huir de las utopías, porque “la mejor manera de salvarse es abrir bien los ojos para ver las cosas claras”. Concluye diciendo que europeizar significa crear una “cultura española”, opuesta al bárbaro pathos del Sur que Unamuno defiende718. También en 1911 hablaba de los dos polos del hombre europeo: “el pathos materialista o del Sur” y “el pathos trascendental o del Norte”, utilizando la catedral de Sigüenza para meditar sobre este tema desde la perspectiva de que la arquitectura es un “arte étnico”, que permite meditar acerca del carácter de un pueblo. En estos momentos en los que Ortega comenzaba a valorar la historia como disciplina para resolver el problema de España, se refería a Wihelm Worringer y sus reflexiones sobre el arte gótico (el del norte europeo), frente al mediterráneo (del sur). El paradigma de la segunda Europa era el español, un “materialista extremo”. Frente a él, defendía un ideal de “salud”, un equilibrio 717 CASTRO SÁENZ, Alfonso: “La idea de «romanitas» y de «ius Romanum» en Ortega: germanismo, helenismo y mediterraneidad en las «Meditaciones del Quijote»”, en Fernando LLANO ALONSO, y Alfonso CASTRO SÁENZ (Coords.): Meditaciones sobre Ortega…, pp. 344-364, p. 354. 718 ORTEGA Y GASSET, José: “El pathos del Sur” (1911), en José ORTEGA Y GASSET: Obras completas. Tomo II…, pp. 82-85, pp. 82-84. El desarrollo del patriotismo fenomenológico: la idea de nación desde la Razón vital 228 que diera lugar a una síntesis del “hombre mediterráneo” y del “hombre gótico”719. En 1914 hará de Cervantes paradigma de este ideal de salud. Por otro lado, Ortega no solamente se oponía a Unamuno en su idealización del sur. En Meditaciones del Quijote describe en términos similares las dos Europas y se opone al otro modelo de anti-europeización, el que representa no la vuelta a la intrahistoria castiza, sino a la España católica: Menéndez Pelayo. En su interpretación de la historia de España, él había afirmado que una de las razones de la pretendida grandeza de la nación se debía a que después de la caída del Imperio romano, fueron pocos los visigodos que llegaron a España, y por ende escaso el influjo germánico. En España invertebrada Ortega responderá a esto desde una tesis historicista, pero en 1914 lo hace a partir de la filosofía, y da la vuelta al argumento del santanderino. Este “otro interno” orteguiano se congratulaba en su obra magna de 1882 de la ausencia de “nieblas germánicas” en Hispania: “la civilización peninsular es romana de pies a cabeza, con algo de semitismo; nada tenemos de teutónicos, a Dios gracias”720. El madrileño, como hará en su libro de 1922, también acepta la falta de germanización de España, pero le parece una rémora. En su época anterior meditaba sobre lo germánico en términos estrictamente culturales, como un conjunto de principios, una moral de la ciencia, que podía aplicarse a España. Pero el patriotismo fenomenológico le lleva a analizar a España en términos historicistas, a descubrir las razones históricas por las que la nación a la que mira con dolor se encuentra en una situación deficiente, y así retoma la tesis de Renan acerca del origen germánico de las naciones europeas. Sostuvo también en 1911 que “la germanización de la Europa meridional es el hecho básico de la historia moderna”, añadiendo que no fue una mera destrucción de las identidades pre-germánicas latinas: los bárbaros “germanizaron fisiológicamente a los latinos”, pero “fueron latinizados culturalmente por estos. Surgió así una cultura nueva, ante cuya decadencia ofrece Ortega una solución: “acabar de reabsorber el germanismo, transustanciarse”721. En el libro de 1914 desarrolla más estas ideas, donde frente a Menéndez Pelayo niega que exista una “claridad latina” opuesta a las “nieblas germánicas”. Primero, en tanto que las dos son claridades; y segundo, porque desde la interpretación histórica del origen de las naciones europeas, habla de “cultura mediterránea” y no latina (esto es, fruto de la unión de las otras dos). De esta manera, las dos claridades se manifiestan en otras tantas formas de pensar (y recordemos que para Ortega un pueblo o nación es una forma de pensar, según definiciones que da en otras fechas): la “cultura de las realidades profundas”, caracterizada por enfatizar la “forma” de las cosas; y la “cultura de las superficies” centrada en la “materia”. La primera implicaría formas de pensamiento que priman el “concepto”, mientras que la segunda se traduciría en la “impresión”, y el objetivo de Ortega es lograr un equilibrio722. De esta manera, da un sentido más concreto 719 ORTEGA Y GASSET, José: “Arte de este mundo y del otro” (1911), en José ORTEGA Y GASSET: Obras completas. Tomo I…, pp.434-450, pp. 436, y 447-450. 720 MENÉNDEZ PELAYO, Marcelino: Historia de los heterodoxos españoles. Vol. 1, Madrid, Homo Legens, (1882) 2007, p. 238. 721 ORTEGA Y GASSET, José: “Problemas culturales” (1911), en José ORTEGA Y GASSSET: Obras completas. Tomo I…, pp. 465-472, pp. 467-468. 722 ORTEGA Y GASSSET, José: “Meditaciones del Quijote”…, pp. 773, 774, y 784. El desarrollo del patriotismo fenomenológico: la idea de nación desde la Razón vital 229 a su idea de europeizar (germanizar) a España: aprovechar la cultura que representa, la moral de la ciencia adaptándola o reinterpretándola desde la circunstancia española. Relacionada con esta cuestión existe una carta interesante de 1924, enviada por el romanista Ernst R. Curtius. En ella decía a Ortega que para entonces, por influjo de la Gran Guerra y la Revolución, Alemania parecía inclinarse hacia las influencias asiáticas y rusas, y frente a ello “es necesario volver a enfrentar a estas tendencias la forma clara de la cultura latino-mediterránea. Y se me antoja que con respecto a esto, España es actualmente más importante que Italia”. Así lo decía porque la filosofía italiana, encarnada en Benedetto Croce, era egocéntrica, doctrinaria y de “formalismo”; frente al “objetivismo de los valores al que tendemos,Vds. en España y nosotros en Alemania”723. Así, coincide con la idea orteguiana de lo latino-mediterráneo como una forma de pensar, que asimismo califica de claridad, pero invierte el análisis en tanto que plantea que es Alemania la que debe equilibrase desde lo que España le ofrece. Lo que es interesante de la epístola es que mostraría que para 1922 Ortega había logrado parte de su objetivo, de renovar la filosofía española porque, al menos desde el punto de vista de Curtius, se hablaba de todo el pensamiento español como equivalente al alemán, y por oposición al de una Italia donde el ideal de salud no se había alcanzado por exceso de idealismo. Además, Curtius escribe en un contexto muy diferente, donde tras la crisis de 1914-1918 Alemania y Europa ya no son un ejemplo tan claro para Ortega, y como su homólogo germano, ve en la amenaza rusa una forma de pensar que amenaza a toda Europa: el mencionado subjetivismo, ante el que el ideal de salud de la Razón vital es también una alternativa. Por otro lado, el libro de Meditaciones del Quijote se ha de leer en relación con “Vieja y nueva política”, y “Ensayo de estética a manera de prólogo”. Los tres se publicaron en 1914 como la respuesta que da Ortega desde los ámbitos filosófico, político y estético al problema de España. En este sentido, en los tres se critica abiertamente el régimen de la Restauración, paradigma de la España vieja que Ortega quería derrocar. Si el libro del Quijote encarnaba la España posible, la Restauración era anti-quijotesca porque negaba el ideal de salud por el que Ortega apostaba. En su libro de 1914 dice que “ha habido una época de la vida española en que no se quería reconocer la profundidad del Quijote. Esta época queda recogida en la historia con el nombre de Restauración”. No es casual que en este punto Ortega copie unos párrafos de “Vieja y nueva política”, y diga que “La Restauración significa la detención de la vida nacional”, pues “no ha habido en los españoles durante los primeros cincuenta años del siglo XIX complejidad, reflexión, plenitud de intelecto, pero había habido coraje, esfuerzo, dinamismo”. Por el contrario, Cánovas del Castillo inició una etapa en la que no existía ni lo uno ni lo otro, donde todo era ficción, de suerte que “la Restauración, señores, fue un panorama de fantasmas, y Cánovas el gran empresario de la fantasmagoría”724. Cervantes para Ortega representa el equilibrio de los dos caracteres europeos, que había negado la Restauración y que también desechaban tanto Unamuno como Menéndez Pelayo. No defendía a Don Quijote como paradigma de la España trágica en la línea del 723 CURTIUS, Ernst R.: “Carta a José Ortega y Gasset. Marburgo, 12 de marzo de 1924”, en Fundación Ortega-Marañón, Fondo JOG, C-9/4, ID: 1406. 724 ORTEGA Y GASSET, José: “Meditaciones del Quijote”..., pp. 770-772. El desarrollo del patriotismo fenomenológico: la idea de nación desde la Razón vital 230 primero, ni de la España católica como el segundo; sino al autor del libro en tanto que encarnación del espíritu del ideal equilibrado. El madrileño no habla en su libro únicamente de la decadencia de España iniciada en 1876 o durante la Edad Media, sino que vuelve a incidir en el siglo XVIII, y por tanto en el subjetivismo filosófico entones naciente: “la realidad tradicional de España ha consistido precisamente en el aniquilamiento progresivo de la realidad de España”725. Frente a ello, la nación posible se manifiesta hacia 1914, debido a los cambios políticos que ocurren en España desde 1912. Estos llevaron a Ortega a percibir que era factible una reforma que partiera desde la inteligencia, esto es, que hubiera asumido el pathos del norte –literalmente, pues muchos jóvenes españoles se habían formado fuera de España– y se propusiera organizar al pueblo español en nación. Pero antes de verlo hay que hacer mención a un intercambio espistolar que, también en 1912, tuvo Ortega con otro insigne miembro de la Generación del 98: Antonio Machado. El año 1912 fue muy productivo para las letras españolas, puesto que además del libro de Unamuno, vieron la luz Lecturas españolas de Azorín, y Campos de Castilla, de Machado. Este poeta desarrolló una idea de nación que tenía tres elementos: la exaltación de Castilla como elemento de la identidad española; la defensa del pueblo como lugar donde quedaba encarnada la esencia nacional; y la apuesta por la poesía como vía de comprensión de dicha intrahistoria, por llamarla al modo de Unamuno. En una carta de julio de 1912 evidencia la diferencia que tenía con respecto a Ortega, al decirle que no creía que fuera la Universidad el elemento fundamental para regenerar la nación, sino que eran el café, el teatro, la calle, y los lugares donde habitaba el pueblo. En este sentido, afirmaba que hasta que los intelectuales, doctores y sabios no estudiaran la “vida campesina”, no se podría afrontar con precisión el “problema de nuestra regeneración”. Pero a pesar de la diferencia entre sus postulados, Machado reconocía el magisterio orteguiano, y le animaba a que lo desarrollara. Le consideraba más joven, maduro y fuerte que otros miembros de la su generación, y le aseguraba que no olvidara la influencia que tenía “sobre los que quedamos algo atrás”726. La siguiente carta de Machado fue una adhesión a un artículo que acababa de publicar Ortega: “Nuevo libro de Azorín”, referido a Lecturas españolas. El filósofo se sumaba a las dos cosas que proponía el autor: hacer una verdadera historia de España, y partir de sus defectos para mejorarla. Desde aquí se podría construir el futuro, y así decía que “para mí eso es patria: lo que por la mañana pensamos que tenemos que hacer por la tarde”727. Esta es la expresión que gustó a Machado: “muy sinceramente le digo a V. que me encanta eso de que la patria sea lo que se tiene que hacer. No lo hubiera yo mismo formulado de un modo tan sencillo y admirable; pero esa patria la he sentido muchas veces con todo mi corazón”. No así la de “nuestros ridículos tradicionalistas” y de los “ridículos positivistas de la tradición”, que siempre le dejaron frío. Machado intuye bien que la idea de nación como proyecto se opone tanto a las ideologías conservadoras como a las cientificistas. 725 Ibid., p, 793. 726 MACHADO, Antonio: “Carta a José Ortega y Gasset. Soria, 9 de julio de 1912”, en Fundación Ortega- Marañón, Fondo JOG, C-25/1, ID: 182. 727 ORTEGA Y GASSET, José: “Nuevo libro de Azorín…, p. 539. El desarrollo del patriotismo fenomenológico: la idea de nación desde la Razón vital 231 Pero al contrario de Ortega, defiende a Menéndez Pelayo, no por su ideología conservadora, sino como estudioso de la literatura española728. Esta es una cuestión importante en Machado, que según se ha indicado, veía en la lírica una vía de nacionalización. Pero no solamente como una forma de comprender la realidad de España, sino también de construirla. Adaptando a su propia intención la definición de Ortega, seguía diciendo que “yo veo también la poesía como algo que es preciso hacer”, puesto que salvo Jorge Manrique, todo valía muy poco en este campo. Además decía que esto no era una impresión, sino una “opinión madura” fruto de años de estudio. Machado era optimista, y creía que había llegado el momento de impulsar la lírica española. Para ello daba a conocer a Ortega unos puntos a seguir, que incluían cosas que coincidían con él: desechar la tradición y la historia, porque el secreto estaba en la vida y para conocerla había que interrogar a los hombres729. La diferencia, aunque aquí no la diga, es que esa vida era esencialmente la del pueblo, que en Ortega es tema secundario, porque en su teoría la nacionalización la protagonizan la minoría selectas. Después de que Ortega contestara a Machado reprochándole su aversión a la Universidad, y que le llamara maestro, este le escribía de nuevo el 20 de julio. Se reafirmaba en las dos cosas, y hablaba también de otros temas interesantes. Decía que, a pesar de que Ortega fuera más joven, “somos de la misma generación, pero de dos promociones distintas”. Cronológicamente no es así, pero es significativo que se definiera como integrante de la generación orteguiana, precisamente porque esto muestra lo complejo del concepto. La Generación del 14 se opone a la del 98, básicamente por su talante europeísta. Pero las relaciones trascendieron etiquetas, lo que muestra que la idea de red intelectual es más apropiada. Un ejemplo, es que el propio Machado se adhirió a la Liga que Ortega fundó en 1913. Por otro lado, en la carta Machado exalta a Pío Baroja, oponiéndolo a Juan Valera: si el segundo representa a la “España abominable” sofocada por la tradición; el primero encarna la “España actual”, que en sus libros contacta con la vida española. Por último, Machado completaba la definición de la patria de Ortega añadiendo que “el ideal es crear a la par que destruimos” 730. Esta consigna es también aceptada por el filósofo, quien según vimos comentó con Maeztu que achacaba a los noventayochistas que solamente se hubieran dedicado a destrozar sin erigir nada nuevo. 6.3. El Partido Reformista: posibilidad para España desde un modelo británico Centrándonos ya en la acción política, hay que comenzar indicando que el reformismo fue, junto al radicalismo, la otra gran vertiente del republicanismo español de comienzos del siglo XX. Frente al Partido Radical de Lerroux, encarnaba tres cosas que en Ortega serán importantes: el elitismo (contra el populismo del primero), el posibilismo monárquico (frente al radicalismo republicano), y la anglofilia (siendo Lerroux más cercano al modelo de Francia). 728 MACHADO, Antonio: “Carta a José Ortega y Gasset. Soria, 17 de julio de 1912”, en Fundación Ortega- Marañón, Fondo JOG, C-25/2, ID: 183. 729 Idem. 730 MACHADO, Antonio: “Carta a José Ortega y Gasset. Soria, 20 de julio de 1912”, en Fundación Ortega- Marañón, Fondo JOG, C-25/3, ID: 184. El desarrollo del patriotismo fenomenológico: la idea de nación desde la Razón vital 232 Con respecto al primer factor, se ha de indicar que el reformismo estuvo desde sus orígenes vinculado al mundo universitario. Su primer acto organizativo se dio significativamente en la Universidad de Salamanca, cuando el 23 de noviembre de 1910 una Agrupación Republicana Gubernamental se separó de la Unión Republicana, bajo la presidencia del catedrático y decano de Filosofía y Letras Timoteo Muñoz Orea. Según García Venero, se trató de “el primer acto público y decisivo, en el siglo XX, de la incorporación de los nuevos intelectuales españoles a la vida política”731. Probablemente es exagerada esta aseveración, dado que muchos de ellos se habían comprometido de una forma u otra en la vida de España –por ejemplo, a través de la ya mencionada Asociación para el progreso de las ciencias, o con el Grupo de los Tres–, pero en todo caso sí que fue un acto determinante en cuanto al compromiso de estos dentro de un partido político. Dos años después, el 7 de abril de 1912 ocurrió un hecho más relevante: la creación del Partido Reformista, dado a conocer en un banquete celebrado en el Palacio de Industrias del Retiro. Ortega asistió al mismo, así como otros muchos intelectuales, y su presencia es sin duda una muestra de su compromiso con el movimiento porque la mera asistencia era considerada como un “voto favorable a la organización del llamado partido republicano gubernamental o reformista”732. El nuevo partido político encarnaba a una vertiente de la cultura política liberal, formada por un conjunto de personas cuya idea de nación se caracteriza por tres elementos. En primer lugar, una visión cívica que apelaba a la organización de la sociedad desde la cultura, y que en este sentido se oponía a la idea de nación católica. La publicación jesuita La lectura dominical fue muy clara al señalar que Melquíades Álvarez consideraba que “España tiene solo apariencias de nación: carecemos de cultura y de sentimiento de justicia” porque en las Universidades no se formaban hombres sino esclavos del dogma733. En esta línea, los agustinos de España y América resaltaron que según “el divo”, “todo está putrefacto: magistratura, ejército, política, administración…, y todo por culpa del clero”, de suerte que la solución era la “secularización de todo, hasta del aire que respiramos”734. Estas críticas muestran que los reformistas, como Ortega, querían construir a España como nación desde la religión de la cultura y la moral de la ciencia, y esto nos lleva al segundo aspecto: el elitismo. El medio era vertebrar a la nación a partir las élites, y por ello Álvarez arremetió contra “los antojos liberticidas de la masa” y, afirmando que “el derecho es orden”, apeló a “inspirar confianza a las clases conservadoras, con objeto de asociarlas a las populares”735. En esta línea incidió El Heraldo de Madrid al indicar que “el nuevo partido reformista acogerá en su seno nutrida y valiosa representación de las 731 GARCÍA VENERO, Maximiano: Melquíades Álvarez: Historia de un liberal, Madrid, Tebas, 1974, pp. 258-259. 732 “Homenaje a Melquíades Álvarez”, El Heraldo de Madrid, 7 de abril de 1912. 733 Máximo: “Crónica semanal”, La Lectura Dominical, 6 de abril de 1912. 734 NEGRETE, E.: “Crónica de la quincena”, España y América, Tomo II, 1 de abril al 30 de junio de 1912, p. 181. 735 SOLDEVILLA, Fernando: El año político. Año XVIII (1912), Madrid, Imprenta de Ricardo F. de Rojas, 1913, p. 152. El desarrollo del patriotismo fenomenológico: la idea de nación desde la Razón vital 233 clases pudientes e ilustradas: abogados, médicos, catedráticos, hombres de todas las profesiones científicas y liberales, propietarios, industriales y comerciantes”736. En este sentido, la organización nacional que planteaban los reformistas se basaba también en la moral socialista. La ampliación del círculo nacional era el objeto de Melquíades Álvarez, que quería evitar que la sociedad degenerara en masa anárquica. Señaló por ello que “no somos colectivistas, aunque sí socialistas”737, definición que acertadamente comparan diversos periódicos con los planteamientos de Lloyd George738. Coincidía así con Ortega, que como vimos en el mismo 1912 defendía un lasalliano “socialismo nacional” afirmando que “los partidos socialistas tienen que ser tanto más nacionales cuanto menos construidas estén sus respectivas naciones”739. Un año después, escribió un artículo muy interesante, donde unía las dos morales indicadas a partir de una visión elitista del socialismo, defendiendo una aristocracia que definía como el “estado social donde influyen decisivamente los mejores”740. Tanto la negación de un nacionalismo esencialista como la defensa de un socialismo identificado con la cultura, se proyectaban en una idea del Derecho de carácter dinámico, que “va cambiando de posición” bajo la premisa de que “las necesidades que engendran factores nuevos” son “renovadores inconscientes de la fisonomía de las naciones” 741. El Heraldo de Madrid resaltó que Melquíades Álvarez apelara a combinar “los remotos ideales” con la práctica, buscando “el enlace de la tradición en lo que tiene de vivo con las necesidades modernas”; y enlazándolo con una crítica al militarismo, afirmaba que “la nación tiene por órgano de sus relaciones exteriores y de su fuerza coactiva el Estado”742. Esto es significativo en el contexto de la guerra de Marruecos, alimentadora de un nacionalismo militarista que veía en el Acuerdo hispano-francés sobre Marruecos de noviembre de 1912 una oportunidad para desquitarse por la humillación de 1898. Alfonso XIII se encontraba entre los partidarios de esta concepción, y ello acentuó el monarquismo de los militares. Tal vez por esto El Heraldo Militar dedicó atención al acto del día 7 de abril únicamente para denunciar a Álvarez por haberse “ungido a sí mismo” en un acto de odio personal hacia Canalejas y de ambición por ocupar una cartera en la Monarquía743. Precisamente es el asesinato de este último lo que, junto a otros factores, explica que el Rey se acercara a los reformistas. El sistema se había mantenido, después de las crisis de liderazgo dentro de los dos partidos dinásticos, con el “pacto tácito” entre Canalejas y Antonio Maura. Sin embargo, al ser asesinado el primero en noviembre de 1912, el pie izquierdo del régimen quedó quebrantado, y arrastró con ello al derecho debido a que el líder conservador dimitió cuando Alfonso XIII dio el poder al liberal Conde de 736 “Homenaje a Melquíades Álvarez”… 737 SOLDEVILLA, Fernando: El año político. Año XVIII (1912)…, p. 152 738 “La perorata de ayer”, La Época, 8 de abril de 1912; también en.: “La significación revolucionaria”, El País, 9 de abril de 1912. 739 ORTEGA Y GASSET, José: “Miscelánea socialista”…,pp. 568-569 740 ORTEGA Y GASSET, José: “Socialismo y aristocracia” (1913), en José ORTEGA Y GASSET: Obras completas. Tomo I (1902-1915)…, pp. 621-633, pp. 622-623. 741 “Lo que importa a los monárquicos”, El Heraldo de Madrid, 7 de abril de 1912. 742 “Después del discurso”, El Heraldo de Madrid, 8 de abril de 1912. 743 El Heraldo Militar, 8 de abril de 1912. El desarrollo del patriotismo fenomenológico: la idea de nación desde la Razón vital 234 Romanones. En apenas dos meses, el sistema se había desestabilizado, y esto es lo que impulsó una apertura hacia el republicanismo moderado. En este contexto, ocurrieron dos hechos importantes. Primero, Ortega apeló desde El Imparcial a aprovechar la circunstancia, desde la base de que “hay que hacer la experiencia monárquica”. Además, Alfonso XIII recibió en Palacio a tres personas de la red intelectual de Ortega: Gumersindo de Azcárate, Manuel Bartolomé Cossío, y Santiago Ramón y Cajal. Se extendió una gran “expectativa”744 que llevó a gran parte de los intelectuales, comprometidos con el Partido Reformista, a aceptar el ofrecimiento de un Rey que era contemplado no como paradigma de la nación conservadora y militarista, sino posibilidad de la modernizadora y liberal. Ahora Ortega veía posible desarrollar su proyecto a través de los reformistas, y retomó el mismo utilitarismo político que vimos con Lerroux y que, con respecto a Melquíades Álvarez había planteado en fecha tan temprana como 1908: comentaba con Unamuno un “trait d´union” con él, diciendo que “pensamos lo mismo de esta pobre criatura: sin embargo insisto ¿sería útil?”745. En relación con la apuesta por un modelo de nación liberal, existía un referente epocalista muy claro: Gran Bretaña. Cuando se fundó el Partido Reformista, El Heraldo de Madrid intuía que el ejemplo de Melquíades Álvarez era el país británico, definido como “República coronada”746. No es una afirmación baladí o circunstancial, puesto que este era un contexto que había influido bastante en el Grupo de Oviedo. Personas como Adolfo González-Posada, Adolfo Álvarez-Buylla, Rafael Altamira, o José Manuel Piernas Hurtado tradujeron y difundieron el pensamiento da autores como Thomas Hill Green, John A. Hobson o Leonard T. Hobhouse. Conformaban así una cultura krauso- positivista que se proyectó en el “republicanismo de cátedra” que encarnaba Gumersindo de Azcárate”747. Este también había contribuido a la difusión de nociones del pensamiento político inglés, a través de libros como El self-government y la monarquía doctrinaria (1877), un libro muy apropiado para el contexto de 1912, ya que apostaba por una visión orgánica de la nación en la que la Monarquía era un instrumento de nacionalización, y no una entidad co-soberana como establecía la vigente Constitución de 1876. Un planteamiento que Ortega asumirá, tanto en la idea de la autonomía regional, como en la de la monarquía liberal. Es posible establecer una relación entre los personajes del Grupo de Oviedo, y personas afines como Ortega, y los intelectuales ingleses arriba citados, puesto que ambos forman parte de un movimiento que trató de responder a la decadencia del liberalismo influido por varias crisis políticas entre las que juega un papel no desdeñable el debate identitario motivado por desastres nacionales. Previamente al mismo –en Gran Bretaña manifestado en amarga victoria contra los Boers en 1902–, ya había existido un proceso de renovación intelectual del liberalismo entre 1870 y 1880. El último Stuart Mill o Arnold Toynbee – 744 JULIÁ DÍAZ, Santos: “Los intelectuales y el rey”, en Javier MORENO LUZÓN (Coord.): Alfonso XIII: un político en el trono, Madrid, Marcial Pons, 2003, pp. 307-336, p. 310. 745 ORTEGA Y GASSET, José: “Carta XIV. 17 de marzo de 1908”, en José ORTEGA Y GASSET, y Miguel de UNAMUNO: Epistolario completo…, pp. 76-77, p. 77. 746 “Después del discurso”… 747 SUÁREZ CORTINA, Manuel: “Melquíades Álvarez y la democracia liberal en España”, en Javier MORENO LUZÓN (Coord.): Progresistas: biografías de reformistas españoles (1808-1939), Madrid, Taurus, 2005, pp. 233-270, pp. 240-242. El desarrollo del patriotismo fenomenológico: la idea de nación desde la Razón vital 235 los dos leídos por Ortega–, y especialmente T.H. Green, plantearon una nueva aproximación filosófica ante la necesidad de justificar un Estado intervencionista. Frente al liberalismo clásico, Green planteó una idea orgánica de sociedad –y de nación–, basada en la capacidad moral del individuo para desarrollar su libertad positiva748. Rompiendo con la tradición empirista, y trayendo una filosofía idealista, en parte puede considerarse un equivalente a los krausistas españoles, que también optaron por el idealismo alemán como base para construir una justificación teórica para un modelo de nación que también era organicista. Además, a pesar de tener un planteamiento fuertemente filosófico, los renovadores decimonónicos del liberalismo inglés escribían teniendo muy en cuenta la realidad política sobre la que querían intervenir. Se aplicó la sociología y la economía para realizar estudios objetivos, entre los que destacó el de Charles Booth sobre la pobreza en el East London en 1889, o el de Henry George, cuyo libro Progress and Poverty de 1881 fue un best-seller749. Esta característica, del recurso a ciencias sociales y no únicamente a la filosofía como parte de la aproximación a la realidad política, estuvo muy presente en el Grupo de Oviedo, y también en el Ortega que fundó en 1914 la Liga de Educación Política. El movimiento del nuevo liberalismo británico tuvo un punto de inflexión a comienzos del siglo XX, coincidiendo con una crisis de identidad nacional derivada de la Guerra Boer. Mientras que para los liberales vieron en las grandes ciudades y la revolución industrial un problema social a resolver, grupos conservadores –aunque también de cierto liberalismo– lo que apreciaron fue la degeneración de la raza británica, también en lo biológico, que habría provocado el sobreesfuerzo en Sudáfrica750. Se publicaron obras como Islanders (1902) de Rudyard Kipling, donde abandonaba su optimismo imperialista, el panfleto The Decline and Fall of the British Empire de Elliott Mills, que comparando la decadencia británica con la romana impulsaba en 1908 a Baden-Powell la creación de los Boy Scouts. Todo esto mostraba unas “tory anxieties”, de las que emergió un proyecto nacionalista –e imperialista– conservador751. Se puede decir que este proyecto optaba por un planteamiento que contemplaba la salida a la crisis británica desde el refuerzo de la Kulturnation. Pero también fue un punto de inflexión para la alternativa liberal, pues como escribió Hobhouse, “La guerra sostenida con África del Sur fue la que obligó al Liberalismo a estudiar su posición ante el nuevo desarrollo de la política conservadora” 752. La idea de Staatsnation se manifestó en libros como Imperalism: a study (1902) y The Crisis of Liberalism (1909), de John A. Hobson, o Liberalism (1911) y The metaphisical theory of the State (1918), de Hobhouse. Ninguno de ellos se conserva en el Archivo de Ortega, ni consta que los haya leído. Pero 748 WEILER, Peter Hanan: The new Liberalism: Liberal social theory in Great Britain, New York, Garland, 1982, p. 31-35. 749 Ibid., p. 31. 750 BLOM, Philipp: Años de vértigo: cultura y cambio en Occidente, 1900-1914, Barcelona, Anagrama, (2008) 2010, p. 492 751 HYNES, Samuel Lynn: The Edwardian Turn of Mind, Princeton, Princeton University Press, 1968, p. 25. 752 HOBHOUSE, Leonard Trelawny: Liberalismo, Granada, Comares, (1911) 2007, p.108. El desarrollo del patriotismo fenomenológico: la idea de nación desde la Razón vital 236 la afinidad que podemos encontrar con sus ideas y el hecho de que por vía del intercambio intelectual con Maeztu sí que pudiera haberlos conocido, justifican que nos detengamos ahora, aunque sea brevemente. Los “Hobs” son considerados los principales exponentes del nuevo liberalismo británico. Hobson consideraba que la Guerra Boer era en parte consecuencia de la debilidad ideológica y política del liberalismo, que ante su profunda crisis se dejó arrastrar por el militarismo y el imperialismo. En lugar de readaptarse a las nuevas circunstancias sociales se había insertado en un sistema que describe en unos términos que recuerdan a la oligarquía plutocrática-militar-eclesiástica de Maeztu y la España oficial de Ortega: “(…) The bureaucracy, the Court, the electoral machinery (…), the secret unrepresentative character and working of Cabinet Government, the manipulation of electoral opinion though the public house, the Press, the pulpit, and those other instruments of popular instruction which depend for their financial support upon the charity of the propertied classes”753. El sistema político británico, con su liberalismo parlamentario que alternaba en el poder a tories y whigs, no se diferenciaba demasiado del de la Restauración española, y por ello encontramos críticas muy similares entre los partidarios de un nuevo liberalismo o social- liberalismo que, de forma explícita o no, reivindicaba la representación de la nación real frente a la oficial. Las citas mencionadas a lo largo de las páginas dedicadas al Ortega neokantiano donde apelaba a la necesidad de crear una nueva teoría política, tienen su equivalente en Hobson. Utilizando el vocabulario renaniano, decía que el Partido Liberal necesitaba una “intellectual and moral re-orientation” que debía combinar la apuesta por el “self-development” personal con una nueva organización económica754. Desde esta base, optaba por una postura cercana a la Staatsnation, en la que el instinto de “self-government” se demostraba recurriendo, de nuevo, a la biología. Como Ortega, Hobson apelaba a la de carácter post-darwinista, y aunque no mencionaba a Uexküll, sí que sustentaba su tesis desde otro biólogo al que Ortega también pudo haber leído: Rudolf Virchow, en base al que se podía afirmar que “the organism is not an individual but a social mechanism”, dado que cada célula tenía libertad y autonomía. Según su planteamiento, los seres humanos individualmente no podían existir, dado que la sociedad es un “moral rational organism” que se une desde una “common psychic life, character and purpose”; y en este sentido recurre a una metáfora que también conocía Ortega, y que empleará en “De Europa Meditatio Quaedam” (1949): el “Spirit of the Hive”, el ejemplo de las abejas que físicamente son individuales, pero viven bajo un “common purpose”, esto es, “a single unity of purpose in the communtiy”. La nación es definida por este autor como la manifestación moderna de esta situación, en la que las masas (the “crowd”) quedan organizadas por la voluntad común755. 753 HOBSON, John Atkinson: The crisis of liberalism: new issues of democracy, London, P.S. King & Son, 1909, p. XI. 754 Ibid., pp. XI-XII. 755 Ibid., pp. 72-76. El desarrollo del patriotismo fenomenológico: la idea de nación desde la Razón vital 237 Términos muy similares a estos son los que Ortega va desarrollando durante su etapa post neokantiana, e incluso ya en ella, donde de cada vez es más importante la definición de la nación como comunidad de destino, compatible, y de hecho basada, en la autonomía individual. La diferencia principal es que Hobson insiste mucho más en la cuestión económica, planteando la colectivización de la industria, y dando importancia a nociones como la igualdad de oportunidades que Ortega –aunque las mantenga de forma implícita en su pensamiento educativo, basado en el esfuerzo personal– no desarrolla tanto. Hobhouse por su parte planteaba en su principal obra, Liberalismo, una visión de la historia de este que podemos considerar muy similar, con matices, a la interpretación hegemónica en el XIX español. Según vimos más arriba, una consecuencia fundamental del patriotismo fenomenológico es la crítica a la utopía, y esto conecta con la existencia de dos grandes paradigmas interpretativos del liberalismo. Existe un modelo jacobino, que pretendía construir la nueva sociedad desde cero y se basaba en derechos abstractos y universales. Frente a esto, el liberalismo de matriz británica trató de legitimar sus aspiraciones desde el recurso a la historia, en parte como consecuencia de su opción por el reformismo y su rechazo a la revolución. Según Varela Ortega, este es el modelo hegemónico en el liberalismo español, un “historicismo nacionalista”756 que vemos en la cultura política krauso-positivista y en la del nuevo liberalismo británico. En efecto, este es un punto en común entre Hobhouse, Ortega, y Azcarate, a quienes une la reivindicación de Edmund Burke. Si el segundo criticaba las utopías y el idealismo –definidos ambos como subjetivismo-, el primero ya en su libro de 1877 arremetía contra la Revolución francesa por su “utopía idealista”. Mientras que Ortega con su política fenomenológica defendería el contenido político de la circunstancia, su maestro le precedía con la crítica a un Estado artificial que se había construido aplicando un “sentido abstracto, unitario y simétrico” durante la modernidad757. Ciertamente, el autonomismo orteguiano no era del todo historicista, aunque radicaba en la Edad Media el origen del liberalismo. Pero, en la línea de su tesis de Los terrores del año mil, lo veía en el feudalismo, mientras que Azcárate lo vinculaba a la autonomía de los municipios ante los reyes y señores. Lo mismo que Hobhouse, para quien “el Estado moderno nace, pues, sobre una base autocrática, y la protesta contra este espíritu autocrático, protesta religiosa, política, económica, social y ética representa el comienzo histórico del Liberalismo”758. Esto distancia a Ortega de una gran parte del liberalismo español, que desde las Cortes de Cádiz había tratado de utilizar como referente esencialisa el Medioevo. Personas tan diversas ideológicamente como Martínez de la Rosa, Muñoz-Torrero o Blanco White, plantearon que con su reunión en la Isla de León en 1810 estaban retomando una parte de la historia de España que había fenecido con el autoritarismo de los reyes renacentistas, según en parte también Azcárate escribiría. Ortega en algún momento de su biografía intelectual también hará reflexiones similares, por ejemplo en 1919 al decir que “yo no he aprendido a conmoverme por esta libertad en los discursos de Robespierre, sino en las Crónicas más viejas de nuestra tierra, donde la he oído bramar entre los vagidos natales 756 VARELA ORTEGA, José: Los señores del poder…, p. 237. 757 AZCÁRATE, Gumersindo: El self-government y la monarquía doctrinaria, Madrid, Centro de Estudios Políticos y Constitucionales, (1877) 2008, pp. 5 y 32. 758 HOBHOUSE, Leonard Trelawny: Liberalismo…, p.6. El desarrollo del patriotismo fenomenológico: la idea de nación desde la Razón vital 238 del habla castellana”759. Pero su interpretación historicista del liberalismo, que se une a una visión derivada de la noción antropológica de la Razón vital, se identifica más con el feudalismo. Por otro lado, Hobhouse hace como Hobson, aunque su argumento sea historicista y no biologicista, del self-government la base de una propuesta contraria a la abstracción: “está fuera de duda que la tendencia del Liberalismo es favorecer la autonomía”, expone en sus reflexiones sobre el concepto de nación, y sostiene que no es la religión, la raza o la lengua lo que ha de definirla. Decía que no era la historia la que determinaba el devenir de los pueblos, pero que ofrecía modelos concretos con su experiencia, para que las ideas fueran efectivas y no cayeran en las “reflexiones abstractas”, criticando tanto el “liberalismo abstracto” como el “socialismo abstracto”. Además, introducía un concepto que recuerda al Ortega neokantiano, pero que también está presente en el de la Razón vital: la armonía, que sustenta la nación, no es natural: no existe una “armonía espontanea”, pero sí una “armonía ética”, derivada de la educación760. Otro aspecto en común con la cultura política krauso-positivista, y mucho más con Ortega, es el elitismo. Al parecer de Hobhouse, el progreso es siempre obra de una “minoría que piensa”, y el interés por la cosa pública “no es peculiar de la masa, sino de los selectos, siendo estos los que salvan a la nación. Pero para que sus esfuerzos sean verdaderamente útiles, deben hallar en la nación el deseo de ser bien gobernada”. De esta manera, plantea una visión de la nación similar a la orteguiana, no únicamente por la división de esta entre minoría directora y masa, sino también por introducir el concepto de organización: para lograr que la masa sea dócil –en el vocabulario orteguiano de los años veinte–, debe sentirse parte de un “cuerpo organizado”, en el que el interés manifestado en el ámbito local de la vida le lleve a tomar parte activa de la política, descubriendo los intereses generales que le unen al resto de la sociedad. Frente al “centralismo burocrático”, defiende así el “renacimiento del régimen local”, empleando por tanto unos argumentos que veremos en Ortega en La rebelión de las masas (1930) y La redención de las provincias (1931). En definitiva, reivindicaba un “patriotismo cívico” que veía florecer ya en el ámbito local, y que quería trasladar al nivel nacional y al imperial761. Por tanto, existe una gran afinidad temática y analítica entre Ortega y los “Hobs”, que comparte con Azcárate, Maeztu, y el Grupo de Oviedo. Ahora se tratará la cuestión de si es posible ver no únicamente sintonía, sino influencia, aunque ya se ha avanzado algo al respecto. Lo primero a tener en cuenta es que en el imaginario orteguiano Alemania y Francia siguieron siendo sus referentes epocalistas principales, pero que también conocía Gran Bretaña (o mejor dicho, su pensamiento, pues no la pisaría hasta décadas después). En 1906 había confesado a Rosa, a quien animaba a estudiar la lengua de Shakespeare, que “yo estoy deseando soltar los andadores de Alemania para entrarme por libros y almas 759 ORTEGA Y GASSET, José: “La postrera libertad” (1919), en José ORTEGA Y GASSET: Obras completas. Tomo III…, pp. 251-253, p. 251. 760 HOBHOUSE, Leonard Trelawny: Liberalismo..., pp. 20, 25, 67, y 103. 761 Ibid., pp. 112-113 y 115. El desarrollo del patriotismo fenomenológico: la idea de nación desde la Razón vital 239 inglesas”762. Unos años después, en 1911, cuando ya dominaba el alemán había podido desarrollar este proyecto, y en una carta a José Castillejo –otro institucionista, presidente de la Junta para Ampliación de Estudios– le decía: “desde hace tiempo vengo leyendo cosas sobre Inglaterra. Voy imaginando algo lo que será”763. Por desgracia no cita los libros ingleses concretos que había leído, y es difícil deducir cuáles fueron debido a su escasa tendencia a citar fuentes. Pero siendo los nuevos liberales británicos algunos de los personajes más difundidos entonces, es plausible aventurar como hipótesis que fueran ellos. Por lo menos, lo que es seguro es que de forma indirecta sí que les conocía, porque un año antes felicitaba (en una carta no enviada) a Ramiro de Maeztu –según Inman Fox alguien que tuvo una “ascendencia espiritual” sobre él764– por una de las series de artículos donde el escritor vasco explicaba a los españoles el desarrollo del nuevo liberalismo británico y del fabianismo. Ortega, que tal vez intercedió para su publicación en El Heraldo dado que Maeztu se lo pidió765, estaba interesado en la creación de un partido liberal para regenerar España, y veía en los textos de “La táctica liberal” un ejemplo de construcción de un “partido liberal nuevo y enérgico”766. Así, reconocía coincidir con Maeztu en la respuesta ofrecida a una pregunta que lanzaría ese mismo año: “¿Cómo demonios construimos en España un partido realmente liberal?”767. Maeztu arremetía contra el régimen “teocrático-plutocrático-terrateniente- burocrático”, planteando que allí, y no en el pueblo o el rey, residía de facto la soberanía de la nación. Frente a ello, apostaba por aprovechar la Monarquía en aras de someterles a la ley, como ocurría en Gran Bretaña, hacer de ella un “instrumento” contra la situación establecida768. Según el escritor vasco, la disputa sobre la “forma” de gobierno era secundaria, pues lo verdaderamente importante para enjuiciarlo había de ser la “substancia”. Esto es, si el sistema, fuera como fuera, estaba al servicio de la nación. Para lograrlo, la prueba de fuego era la posibilidad de que se desarrollara un partido político liberal, del estilo europeo, sabiendo que el liberalismo europeo es el “liberalismo intervencionista”769. También con Ortega discutía sobre este tema en privado. A juicio del escritor vasco, el republicanismo español caía en tres “perezas”: una práctica, que le llevaba a decir que nada se arreglaría sin revolución; otra moral, careciendo de ideas; y una tercera, 762 ORTEGA Y GASSET, José: “Carta a Rosa Spottorno. Marburgo, 19 de octubre de 1906”, en José ORTEGA Y GASSET: Cartas de un joven español…, pp. 450-452, p. 451. 763 ORTEGA Y GASSET, José: “Carta a José Castillejo. Marburgo, 18 de noviembre de 1911”, en Expediente de José Ortega y Gasset, Archivo de la Residencia de Estudiantes, Fondo de la JPAE, serie de Expedientes personales, p. 11. 764 FOX, Edward Inman: “Sobre el liberalismo socialista: cartas inéditas de Maeztu a Ortega, 1908-1915”, en David A. KOSSOF, y José AMOR Y VÁZQUEZ (Coords.): Homenaje a Juan López Morillas: de Cadalso a Aleixandre, Madrid, Castalia, 1982, pp. 220-236, p. 222. 765 MAEZTU, Ramiro de: “Carta a José Ortega y Gasset. Londres, 25 de julio de 1910”… 766 ORTEGA Y GASSET, José: “Carta a Ramiro de Maeztu. Madrid, 14 de julio de 1910”, en Fundación Ortega-Marañón, Fondo JOG, CD-M/4, ID: 9416. 767 MAEZTU, Ramiro de: “Carta a José Ortega y Gasset. Londres, octubre de 1910”, en Fundación Ortega- Marañón, Fondo JOG, C-28/9, ID: 107. 768 MAEZTU, Ramiro de: “La táctica liberal. II” (1910), en Ramiro de MAEZTU: Liberalismo y socialismo…, pp. 41-44, p. 44. 769 MAEZTU, Ramiro de: “La táctica liberal. VI y último” (1910), en Ibid., pp. 58-60, p. 58. El desarrollo del patriotismo fenomenológico: la idea de nación desde la Razón vital 240 intelectual, que era la que llevaba a pensar que todos los problemas venían de que mandaba el rey, cuando no era esta la realidad770. Un año después, también le decía que lo que inutilizaba a los integrantes de la Conjunción era el republicanismo, ese considerar prioritario un tema que el ejemplo inglés demostraba ser secundario771. El concepto de “liberalismo intervencionista” hacía referencia al nuevo liberalismo británico, el que él mejor conocía, y sobre el que también había escrito en otras series de artículos que Ortega con toda seguridad leyó. Unos meses antes de la serie anterior, en diciembre de 1909, Maeztu publicó en El Heraldo un conjunto de artículos en los que describía las características del movimiento. Allí comenzaba estableciendo la similitud de los contextos políticos de España y Gran Bretaña: en la primera se había organizado desde 1909 –con ocasión de las reacciones a la guerra de Marruecos manifestadas en la Semana trágica de Barcelona – una comunión entre las izquierdas. Pero era únicamente en negativo, un “sentimiento colectivo” que era menester “fundamentar racionalmente”, como se había hecho en Gran Bretaña. Allí la “entente electoral” había funcionado porque se fundamentó a partir de una “entente ideológica”, dirigida desde el lado liberal por David Lloyd George o Winston Churchill, y por el socialista, Philip Snowden o Ramsay MacDonald772. Todos ellos coincidían en la necesidad de armonizar libertad individual y justicia social, desde una nación entendida como Estado organizado. Además, Maeztu se retrotraía hasta Hobhouse para señalarle como uno de los ideólogos fundamentales que condujeron hacia la formación del nuevo liberalismo. Tal y como avanzamos algunas páginas más arriba, la ocasión fue la guerra de Transvaal, donde el “canibalismo imperialista” de Kipling y Chamberlain –que compara Maeztu con la guerra del norte de África– fue contestado tanto por liberales como socialistas. Hobhouse se dio cuenta de que no era una alianza accidental, sino que escondía una afinidad más profunda, de suerte que los socialistas eran quienes mejor podían llevar a su realidad fáctica los principios liberales. Maeztu oponía el “Gobierno oligárquico” al que era “órgano de la sociedad en conjunto”, y sostenía que la alianza liberal-socialista representaba al segundo porque era capaz de identificar la democracia con el Estado773. En el siguiente artículo, seguía Maeztu Con Hobhouse, mostrando que este apelaba a la edificación de la Staatsnation. Veía que los individuos tenían que guiarse por la “colaboración armónica en una sociedad ordenada”, y con ello introducía dos conceptos fundamentales: la “organización” y la “solidaridad social”. Lo reivindicaban respectivamente liberales y socialistas, que en el comienzo del siglo XX se habían dado cuenta de que eran complementarios. A la altura de 1909 y 1910, Ortega como vimos también estaba escribiendo sobre la idea de organización, y cuando se acercó desde 1912 al reformismo siguió reivindicando el concepto. Además, el planteamiento de Maeztu 770 MAEZTU, Ramiro de: “Carta a José Ortega y Gasset. Londres, septiembre de 1910”, en Fundación Ortega-Marañón, Fondo JOG, C-28/9, ID: 107. 771 MAEZTU, Ramiro de: “Carta a José Ortega y Gasset. Berlín, 16 de octubre de 1911”, en Fundación Ortega-Marañón, Fondo JOG, C-28/11, ID: 127. 772 MAEZTU, Ramiro de: “El liberalismo socialista. I. Votos e ideas” (1909), en Ramiro de MAEZTU: Liberalismo y socialismo…, pp. 1-5, pp. 3 y 5. 773 MAEZTU, Ramiro de: “El liberalismo socialista. II. Del antiguo al moderno” (1909), en Ibid., pp. 6-9, pp. 7-9. El desarrollo del patriotismo fenomenológico: la idea de nación desde la Razón vital 241 coincidía con el suyo en el hecho de que apostaba por la pedagogía social. Reivindicaba a los fabianos para defender el papel de los intelectuales y su función organizadora: gracias a la Sociedad Fabiana “los «expertos» dejan de ser burócratas para convertirse en pedagogos, en agitadores y en educadores del pueblo”. Concluía Maeztu diciendo que Hobhouse era quien había descubierto el “idearium” común a socialistas y liberales, en un momento en el que Ortega –tanto en 1909, como en 1912– buscaba el que hacía falta en España, y que verá encarnado en el Partido Reformista774. No obstante, Ortega no aceptaba del todo las tesis de Maeztu a la altura de 1910. Aunque valoraba mucho lo que decía en “La táctica liberal”, todavía faltaban tres años para que estuviera dispuesto a transigir con Alfonso XIII. Por carta criticaba la oposición entre la Monarquía y la triple oligarquía, puesto que la primera era el “nombre único, simbólico” de la segunda. Escribía que desde la Restauración tanto liberales como conservadores estaban unidos por la defensa del Rey, y que nada había cambiado: “¿No es lo característico de la España de hoy ser la misma España de ayer, y de anteayer? ¿Y quién fue la España de anteayer, de ayer y de hoy, no como causa sino como phainomenon, como manifestación? Yo no hallo otra palabra que monarquía”775. Esto es, si para el régimen de la Restauración y el conservadurismo español, la institución monárquica era consustancial a la nación española, y en Ramiro de Maeztu algo relativo; según Ortega también era una entidad identificable con la realidad de España, pero porque era el nombre de la oligarquía que impedía el desarrollo de la nación. Así seguía en su epístola: “Querido Ramiro: las instituciones –¡y el problema español es un problema de instituciones y España no se arregla con menos que con nuevas instituciones de todo orden!– son de dos clases. Constitutivas (organizadoras de lo material, del automatismo social) o pedagógicas, es decir, constructoras del ambiente, de clima político, que posibilitan o dificultan tales o cuales germinaciones de porvenir. (…) La república para mí es una idea pedagógica: ¡hoy! Después del 98. La nueva España que de aquella conmoción nació no tiene tejido entre su estructura psicológica ningún hilo que directa o asociativamente pase por palacio”776. Continuaba luego citando el ejemplo inglés y diciendo que la pregunta no era “¿Cabe la reorganización de España en la monarquía?”, sino “¿sirve la monarquía, como instrumento capital para hacer una nueva España?”777. En esta fecha Ortega todavía era partidario del socialismo utópico neokantiano, lo que en la teoría le distanciaba de la institución monárquica –que identificaba con el materialismo, el militarismo, y otros elementos contrarios al concepto de nación que defendía. Pero también en la práctica 774 MAEZTU, Ramiro de: “El liberalismo socialista. III. El ideario común” (1909), en Ibid., pp. 11-15, pp. 11-13. 775 ORTEGA Y GASSET, José: “Carta a Ramiro de Maeztu. Madrid, 14 de julio de 1910”… 776 Idem. 777 Idem. El desarrollo del patriotismo fenomenológico: la idea de nación desde la Razón vital 242 Alfonso XIII parecía efectivamente vinculado a las oligarquías que los regeneracionistas detestaban. A la altura de 1912 Ortega sigue apostando por la pedagogía social, pero comienzan a cambiar dos cosas: en lo teórico la asunción de la política fenomenológica, y en lo práctico el acercamiento del rey a los intelectuales y la posibilidad abierta para el Partido Reformista. Desde entonces Ortega podía estar en disposición de aceptar plenamente las tesis de Ramiro de Maeztu, y aplicar parte de ellas a la Liga de Educación Política. 6.4. El primer gran instrumento de nacionalización de Ortega: la Liga de Educación Política Española como proyección del patriotismo fenomenológico Como consecuencia del cambio de Ortega en su aproximación al problema de España, se modificó también su intervención en la nacionalización de la misma, que se manifestaría a través de la Liga de Educación Política fundada en 1913. Fue una entidad que podemos comprender como un ejemplo de lo que Alejandro Quiroga llama una “institución propagadora” de una idea de nación en la “esfera semipública”778. Es decir, fue una entidad que intervino en el debate público de España con el objeto de difundir el concepto de nación liberal que hemos señalado, ofreciéndose como una alternativa a la idea de nación de la Restauración difundida oficialmente (y al de otros modelos como pueden ser los del catalanismo conservador, el carlismo, etc., que pugnaban con el modelo orteguiano dentro de una suerte de “mercado de nación”, del que también habla Quiroga). Ya existían en España otras entidades creadas para nacionalizar en sentido cívico al país, como la Liga Española para la Defensa de los Derechos del Hombre y del Ciudadano, que Luis Simarro (impulsor de la Asociación para el Progreso de las Ciencias, y miembro del Partido Reformista) había fundado el 23 de noviembre de 1913 en el Ateneo779. Pero especialmente es la inclusión de Ortega en la cultura política de su época lo que explica su iniciativa, dado que las Ligas jugaron un papel importante en la movilización de los intelectuales. Se caracterizaban por defender aspectos muy concretos y actuar en el ámbito de la opinión pública, no directamente en la política. En el caso de Francia, se desarrollaron después del caso Dreyfus, como muestran en 1898 la Liga para la Defensa de los Derechos del Hombre y del Ciudadano y, su contraria, Liga de la Patria Francesa. Fue tal la influencia de los intelectuales así organizados que se ha hablado de “la república de las ligas”780. Otros ejemplos son la Liga Internacional contra el Antisemitismo, o la Liga para la Defensa de la Lengua y la Cultura Francesas, a la que Ortega hizo referencia en un artículo781. También desde el contexto político británico, que en estos años se va convirtiendo poco a poco en el modelo político de Ortega, existieron iniciativas similares. Entre ellas la mencionada Asociación Británica para el Progreso de las Ciencias, o la Liga de Representación Laboral de 1869, creada en el entorno idealista de T.H. Green. Mientras 778 QUIROGA FERNÁNDEZ DE SOTO, Alejandro: “La nacionalización en España…, pp. 21 y 25. 779 VIDAL PARELLADA, Assumpció: Luis Simarro y su tiempo, Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, 2007, p. 191. 780 ORY, Pascal, y SIRINELLI, Jean-François: Los intelectuales en Francia…, p. 35. 781 ORTEGA Y GASSET, José: “Alemán, latín y griego” (1911), en José ORTEGA Y GASSET: Obras completas. Tomo I…, pp. 451-454. El desarrollo del patriotismo fenomenológico: la idea de nación desde la Razón vital 243 que la primera se centraba en la labor de los científicos e intelectuales, la segunda tenía más que ver con la formación de la voluntad ciudadana de los individuos, esto es, un equivalente de la pedagogía social. Existían también otras iniciativas como la Sociedad Ética de Londres o la Extensión Universitaria, desde las que liberales y socialistas reformistas trataron de influir en la política en la transición del siglo XIX al XX782. Pero existe una entidad más importante que todas éstas, que fue la Sociedad Fabiana. La Fabian Society había nacido en 1884 en Londres, fundada por el matrimonio compuesto por Sidney y Beatrice Webb. Además, formaron parte de ella personajes como Georg Bernard Shaw o H.G. Wells, y Ramiro de Maeztu durante su estancia inglesa constituyó parte de su red intelectual durante un tiempo. De hecho, según se desprende de la tesis de Inman Fox, es por vía de Maeztu como Ortega conoció esta entidad, precedente según él de la Liga fundada en 1914, pues Maeztu expuso en algunos artículos publicados entre 1909 y 1912 las ideas fabianas en la prensa española783. En ellos, los mismos señalados más arriba donde también habla del nuevo liberalismo, define como característicos del movimiento algunos elementos que efectivamente veremos en la Liga: la pedagogía social, el elitismo político, y la actuación local. Maeztu parte de la necesidad de que la élite intelectual dirija la acción política, pero no gobernando directamente, sino creando opinión entre la sociedad. Las minorías debían poner su sabiduría al servicio de la nacionalización del país, entendiendo por tal la incorporación de los ciudadanos al proyecto común del Estado. Así, decía que los Webb “se han lanzado a una campaña propagandística de mítines, folletos y organizaciones”, y que de este modo los “«expertos» dejan de ser burócratas para convertirse en pedagogos, en agitadores y en educadores del pueblo”784. Emplea también continuamente el concepto de “organización”, tan importante en Ortega, apelando a que la muchedumbre entre en política por esta vía785. Relacionado con esto está la cuestión de las élites, y el papel que les da Maeztu en la nueva sociedad de masas. Según él, como teorizará Ortega especialmente en los años treinta, “el rasgo principal de la actual transformación española consiste en la entrada de las muchedumbres en la vida pública”. Pero frente al populismo democrático, plantea, con unos conceptos también muy similares a los del Ortega post-kantiano, que “el ritmo de trabajo en una sociedad humana no lo determina el pueblo, sino las clases directivas”, pues donde son laboriosas, también la masa lo es786. El madrileño lo llamará al teorizar sobre esto “ejemplaridad social”, tal y como veremos en su momento. Además, en el mismo 1910 habla de otro gran tema de la política española, en un análisis que coincide plenamente con el del filósofo: “el problema inmediato de España consiste en crear una aristocracia del entendimiento y de la cultura, que sea verdaderamente aristocrática”, frente al “separatismo profesional”, tan peligroso para un pueblo como el “separatismo 782 TYLER, Colin: Idealist Political Philosophy. Pluralism and Conflict in the Absolute Idealist Tradition, London, Bloomsbury Group, 2008, pp. 75-79. 783 FOX, Edward Inman: “Sobre el liberalismo socialista…, p. 228. 784 MAEZTU, Ramiro de: “El liberalismo socialista. III…”, p. 12. 785 MAEZTU, Ramiro de: “Primero política. I. Para tener escuelas” (1910), en Ramiro de Maeztu: Liberalismo y socialismo…, pp. 22-25, pp. 23-25. 786 MAEZTU, Ramiro de: “Primero política. II. Para crear riqueza” (1910), en Ibid., pp. 26-28, p. 27. El desarrollo del patriotismo fenomenológico: la idea de nación desde la Razón vital 244 regional”. Según Maeztu –que en esta ocasión estaba hablando desde El Sitio– el problema español era la desvertebración, antes que entre regiones, entre los dos componentes que componían la sociedad: la masa y la élite787. Problema que Ortega precisamente quiso solventar con la Liga, destinada en palabras de Juliá a convertir a los “intelectuales” en “intelectualidad”788. En este texto no cita el ejemplo inglés, aunque es el que tendría en mente dada su formación, pero sí en otros del mismo año como “La revolución y los intelectuales”, en el que se refiere a los Webb, Bernard Shaw, Lloyd George o Winston Churchill como ejemplos de lo que le falta a España: una “aristocracia orgánica” centrada en la “dirección de la sociedad” gracias a su “cultura moral e intelectual”789. Igualmente, es muy claro en el ya referido “Obreros e Intelectuales”, donde en 1911 dice que la Sociedad Fabiana se creó con el “doble objeto de depurar la dogmática socialista y de constituir una minoría intelectual que fuera preparando administrativamente el triunfo de la idea” 790. También en este texto habla del tema del localismo, importante en los fabianos. Aunque defendían la creación de un Estado interventor, lo compatibilizaban con la descentralización, e impulsaban los trabajos en la pequeña escala. Uno de los documentos de la Sociedad Fabiana que exponía sus ideas-fuerza, decía que los integrantes se dividían en en “local groups”, y “are pledged to take part according to their abilities and opportunities in the general work of the Society, especially as regards their own localities”. En este sentido, según hará también la Liga, los miembros se reunían periodicamente para discutir distintos aspectos (en el prospecto de 1890 se decía que los primeros y terceros viernes de cada mes a las 20.00)791. A Maeztu, que desde su época de Hacia otra España defendía la reforma española a partir de sus regiones, le interesaba esta cuestión, y señalaba como una de las consecuencias de la acción de los Webb que, con su táctica municipal, “estimularon el orgullo y patriotismo locales”. Consideraba que el hecho de partir de las reformas locales dio un “carácter administrativo al patriotismo inglés”, de suerte que se lograba, como decía Wells, que los británicos vieran la nación y el Estado no como algo sobre su cabeza, sino inserto en sus intereses792. También esto forma parte de la percepción Orteguiana, cuya teorización más acabada llegará con La redención de las provincias. El filósofo sin embargo conocía desde antes de los años de estos textos el fabianismo inglés, según se desprende del hecho de que en 1907 participara en la fundación de una Sociedad Fabiana en el Ateneo de Madrid. Participaron en ella Luis del Valle, Nuñez de 787 MAEZTU, Ramiro de: “La libertad y sus enemigos” (1910), en Ibid., pp. 61-62, p. 61. 788 JULIÁ DÍAZ, Santos: Historias…, p. 161. 789 MAEZTU, Ramiro de: “La revolución y los intelectuales” (1910), en Ramiro de MAEZTU: Liberalismo y socialismo…, pp. 63-85, pp. 72 Y 74. 790 MAEZTU, Ramiro de: “Obreros e intelectuales” …, p. 95. 791 “Basis of the Fabian Society” (1890), en Fabian Society. Annual Reports I. 1890-1919, Nendelen/Liechtenstien, Kraus Reprint, 1973, pp.4-5, pp. 4 y 5. Para evitar errores de interpretación a la hora de citar las páginas de este libro, se ha de indicar que es una mera recopilación de los documentos de la Sociedad Fabiana tal y como fueron impresos, pegados y sin que se les haya añadido ninguna paginación en conjunto. 792 Ibid., pp. 97 y 104. El desarrollo del patriotismo fenomenológico: la idea de nación desde la Razón vital 245 Arenas, y un total de doce personas793. El movimiento no tuvo recorrido, probablemente porque existían dos tendencias muy marcadas: una partidaria de la acción política, y otra conformada por los defensores de un modelo más intelectual. Ortega estaba entre los segundos, y mientras que Nuñez de Arenas formó en 1910 la Escuela Nueva, Ortega dio salida a su interpretación a partir de la Liga en 1913. Esto nos indica que incluso en la época más populista de Ortega, planteaba que la nación requería de los intelectuales como elemento vertebrador. Pero esto no significa que desechara los ideales fabianos, puesto que la Sociedad era un grupo muy heterogéneo, y algunos de sus integrantes compartían un elitismo similar al suyo. Uno de sus artículos más importantes acerca del tema es “Socialismo y aristocracia”, publicado en El Socialista en 1913. Aquí dice que “yo soy socialista por amor a la aristocracia”, entendiendo por tal el sistema donde “influyen decisivamente los mejores”. Es una época de transición hacia la política fenomenológica, donde avanza la idea de nación como masa estructurada por una minoría, compuesta no por los mejores en sentido político sino intelectual794. Es interesante que desde la Sociedad Fabiana inglesa se indicaran cosas parecidas, como en 1910 en un Tract titulado “The Point of Honour: a Correspondence on Aristocracy and Socialism”. En este texto (que es un intercambio de dos cartas entre aristócratas fabianos) se habla de que el éxito del socialismo presupone el “improvement and elevation in human nature”, y de que las virtudes de la aristocracia son compatibles con el socialismo se ponen a su servicio795. Aquí se defiende literalmente la aristocracia de la sangre, cosa que no hace Ortega, pero como él se define como verdadera aristocracia la que está al servicio del socialismo. También hay que señalar que Maeztu en sus textos fabianos no únicamente defendía a la aristocracia intelectual y moral, sino que también señalaba que parte de la “aristocracia del dinero” (Bernard Shaw y los Webb) y de la sangre (lord Randolph Churchill) servía al socialismo liberal796. Por otro lado, la Sociedad Fabiana se había creado con el objetivo, entre otros, de influir sobre el Partido Liberal y el Laborista, siendo una suerte de think tank y lobby para ellos. Ya en 1890 se congratulaban de que “considerable influence was exerted by members of the Society in the revision of the programme of the Liberal party”, y animaban a seguir con “this pressure on the Liberal Party”797. En esta línea, en el año 1913 la Sociedad Fabiana también se alegraba de la creación un año antes de un “Joint Committee” con el Partido Laborista y las Trade Unions, donde también canalizaban la acción de los intelectuales en el socialismo reformista798. 793 CAPITÁN DÍAZ, Alfonso: “Intenciones pedagógicas del reformismo en España (1903-1919)”, Revista de educación, nº Extra 1, 2000, p. 263. 794 ORTEGA Y GASSET, José: “Socialismo y aristocracia”…, pp. 622-623. 795 CAVENDISH BENTICK, Ruth: The Point of Honour: a Correspondence on Aristocracy and Socialism, London, The Fabian Society, (1910) 1928, pp. 4 y 8. 796 MAEZTU, Ramiro de: “La revolución…, p. 72. 797 “Seventh Annual Report, Laid Before the Society at the General Meeting. March 28th, 1890”, en Fabian Society. Annual Reports I…, pp. 7-13, p. 11. 798 “Thirtieth Annual Report of the Executive Committe for the Year Ending. 31st March, 1913, en Ibid., pp. 1-28, p. 3. El desarrollo del patriotismo fenomenológico: la idea de nación desde la Razón vital 246 Ortega estableció una relación similar entre la Liga de Educación Política y el Partido Reformista. Existen referencias por parte de Ortega para crear una agrupación de intelectuales desde 1908, pero es en 1911, fecha en la que comienza a desarrollar su filosofía propia, cuando propone a Zulueta la formación de lo que será la Liga. Decía en ella que su objetivo principal era unir a los intelectuales, la columna vertebral de la nación. Era necesario construir “un núcleo energético, una convivencia omnímoda, una fraternidad, casi un falansterio, para en mutua sustentación formar la tortuga como soldados romanos, contra el ambiente”. Es interesante que utilice estos conceptos que, en la línea del contenido de Meditaciones del Quijote, apelan tanto al amor como a la circunstancia (la “fraternidad” y el “ambiente”), y que apueste por el patriotismo fenomenológico como actitud del grupo (Según se vio más arriba, en esta misma misiva apela a hacer la “ciencia del fenómeno España”). Además en esta carta se avanza la idea de nación como futurición, criticando desde el patriotismo del dolor a la España oficial: “ni vd. ni yo tenemos una fe política actual: a lo sumo tenemos proyectos para una política futura”, que se irá construyendo desde la organización del pueblo (aquí cita la también referida idea del pueblo como un arma que la élite ha de dirigir). En este sentido, la Liga tendrá como función organizar a los intelectuales, pero para poder organizar después a la nación, según se avanza también aquí: “nuestras cátedras latiendo como corazones que envíen su potencia a un cuerpo cada vez más amplio y a la vez nos impongan a nosotros mismos, la perseverancia en un régimen trascendental de vida”799. En este marco, en 1913, teniendo en mente el modelo político británico, y bajo la pretensión de liderar a los intelectuales, Ortega aprovechó para difundir el prospecto de la Liga de Educación Política Española en el transcurso de un mitin del Partido Reformista celebrado en el Hotel Palace el 23 de octubre. Según Fernando Soldevilla, acudieron más de dos mil comensales con la intención de agasajar al líder reformista y evidenciar la “consagración de su jefatura”800. Tomó la palabra Rodríguez Méndez, Rector de la Universidad de Barcelona, en lo que representaba la inclusión en el proyecto nacional reformista del mundo intelectual catalán. También habló Azcárate, que haciendo memoria de su entrevista con Alfonso XIII, exponía la visión reformista de la Monarquía: “así como hay monárquicos que creen que las familias reales son superiores a todos los demás seres, hay también republicanos que las creen inferiores al resto de los hombres, y es preciso ponerse en un término medio”801. Veía en la institución real no un componente de la Kulturnation, sino un instrumento para edificar la Staatsnation, y por ello en su discurso Álvarez decía que “las formas de gobierno son accidentales y transitorias” y que suscitado un signo de esperanza con la reciente “metamorfosis en la política nacional”, “nosotros gobernaremos con la Monarquía, porque tenemos el interés supremo del bien público”802. Al acto se adhirió también el histórico Pérez Galdós, y estuvieron presentes en él Ortega, Manuel García Morente, Fernando de los Ríos, Manuel Azaña, Rafael María de Labra, Federico de Onís, Adolfo Posada… y muchos más. Con este público tan selecto, 799 ORTEGA Y GASSET, José: “Carta a Luis de Zulueta. Marburgo, 15 de noviembre de 1911… 800 SOLDEVILLA, Fernando: El año político. Año XIX (1913), Madrid, Imprenta de Ricardo F. de Rojas, 1914, pp. 435-436. 801 Ibid., p. 436. 802 Ibid., pp. 437-439. El desarrollo del patriotismo fenomenológico: la idea de nación desde la Razón vital 247 se procedió a repartir un conjunto de octavillas que anunciaban la constitución de la Liga de Educación Política Española, en un prospecto que exponía su naturaleza, objetivos y modo de actuación803. Decenas de intelectuales estamparon su firma en el instrumento que por fin Ortega había decidido constituir para desarrollar su proyecto de nueva política, como oficialmente lo llamará unos meses después. Es seguro que él mismo redactó el texto, pues un manuscrito con el título Sociedad de Educación Política se conserva en el Archivo de la Fundación Ortega-Marañón804. Este nombre primigenio podría indicar que la Sociedad Fabiana en la que había participado algunos años antes era lo que tenía en mente. El Prospecto exponía públicamente lo que la carta a Zulueta de 1911 había expresado en privado. Comenzaba apelando a crear una “agrupación de enérgica solidaridad” con el objetivo de “investigar la realidad de la vida patria”. También defendía la idea cívica de nación, asegurando que la pervivencia de España se ligaba al “avance del liberalismo”, ideología que había de ser la “emoción radical” que, haciendo las veces de nueva religión, lograra la unidad de los españoles. Criticando abiertamente al socialismo dogmático, afirmaba que la “cuestión obrera” se unía al “problema nacional”; mostrando así un talante reformista, de socialismo aristocrático, en el que la defensa de la nación no se confundía con el “nacionalismo”. Una vez más, la definía como suma del pueblo y la minoría directora: “los pueblos renacen y se constituyen cuando tienen de ello la indómita voluntad”, y la situación de España era la de que los nuevos actores sociales que irrumpieron en la esfera pública, las “masas nacionales”, eran inactivas. España sería nación al encontrarse “vertebrada y en pie”, y esto significaba que la “minoría entusiasta” había de operar sobre el pueblo “con tenacidad, con energía, con eficacia”. Frente a una sociedad anarquizada, descompuesta por el pathos materialista, el pathos trascendental de los intelectuales lograría quijotescamente que un ideal incorporara a los españoles a la vida pública, convirtiéndolos en ciudadanos desde la adhesión afectivo-volitiva a la vida política. Planteaba en definitiva, aunque dando al significante que utilizó en El Sitio en 1910 un significado fenomenológico, “fomentar la organización de una minoría encargada de la educación política de las masas”805. Lo que trató de ser la Liga se expuso en la única circular que llegó a imprimir para sus miembros, mecanografiada en 1913 y que es una de las fuentes del Prospecto: frente a una “corrompida política profesional” que provocaba la “selección a la inversa”, y constatando con ello que “España no existe”, planteaba “hacer patria”; y establecía así dos metas. Una primera y más general era “convertir hombres en ciudadanos”, lo que suponía una clara opción por la teoría de la Staatsnation. Y junto a ello, aplicando la fenomenología desveladora de las deficiencias existentes, “el fin inmediato de la Liga de Educación Política Española es por tanto el estudio de tales problemas”806. El acto fundacional de la misma fue un té ofrecido a Ortega, en el trascurso del cual dijo, “declaro 803 REDONDO, Gonzalo: Las empresas políticas de José Ortega y Gasset: “El Sol”, “Crisol”, “Luz” (1917-1934), Madrid, Rialp, 1970, p. 86. 804 VV.AA.: “Notas a la edición”, en José ORTEGA Y GASSET: Obras completas. Tomo I…p. 941. 805 ORTEGA Y GASSET, José: “Prospecto de la «Liga de Educación Política Española»” (1914), en José ORTEGA Y GASSET: Obras completas. Tomo I…, pp. 738-744, pp. 738 y 740-742. 806 ORTEGA Y GASSET, José: “Liga de Educación Política Española Española. 1913”, en Fundación Ortega-Marañón, Fondo JOG, B-84/4, ID: 5996. El desarrollo del patriotismo fenomenológico: la idea de nación desde la Razón vital 248 constituida la «Liga»”; y acto seguido expuso sus intenciones. Entre otras cosas declaraba allí lo que supone, junto al estudio de la realidad, el segundo objetivo: organizar a la intelectualidad, pues los integrantes, “hasta hace poco vivíamos ajenos unos de otros”807. La Liga no llegó a reunirse más de dos veces, en 1913, según se desprende del hecho de que únicamente se conserven dos documentos relativos a ella808. Pero no es porque hubiera fracasado –todavía al menos–, sino por los sucesos ocurridos entre 1914 y 1915. Antes de mostrarlos, es obligado detenerse en la conferencia “Vieja y nueva Política”, ofrecida por Ortega el 23 de marzo de 1914 para manifestar, como anunciaba El Imparcial, “a la vida pública la «Liga de Educación Política Española»”809. El objetivo, tal y como anunciaba El Liberal, era la “presentación de dicho organismo recién venido a la arena para fomentar el ejercicio de la ciudadanía”810. En este marco, según Pedro Cerezo, la conferencia supone para Ortega la exposición de “su plan de construcción de la nación española, siguiendo el ejemplo de Johann Gottlieb Fichte en sus Discursos a la nación alemana”811. No únicamente lo define así este autor, sino que ya en la misma época Hipólito González Rebollar se refiere al conferenciante como “un nuevo Fichte español”812, en cuartilla que le manda en 1915. Este intelectual canario publicó en el mismo año de 1914 un libro con el significativo título La nueva política, que a pesar de su escasa trascendencia refleja con su título la incorporación del lenguaje orteguiano en la vida intelectual. En él se refiere a “ese núcleo de fuerzas que a la voz del nuevo Fichte han de ponerse en movimiento para vertebrar a España”813. La conferencia tiene en efecto un doble contenido fichteano, con significantes que ya exponía en su época de formación en Marburgo, pero con otros que son obra del giro fenomenológico. En relación con este segundo punto se enmarca la cita que hace Ortega del pensador alemán, diciendo con él que la política es el arte de “declarar lo que es”, no una construcción del deber ser814. Desde esta perspectiva, y desechando en aras del ideal de salud el idealismo fichteano, juzga un elemento retórico muy importante en Los discursos a la nación alemana, que es la oposición entre la vieja y la nueva educación. La dicotomía entre las dos Españas se refiere a la distinción renaniana entre las “dos Alemanias” que señaló Vicente Cacho, y la separación nietzscheana entre las Españas del pasado y del porvenir. Pero teniendo presente la vinculación estrecha que hace Ortega entre política y educación, y su conocimiento del pensamiento fichteano, también hemos de contemplar su influjo en este esquema. 807 ORTEGA Y GASSET, José: “Conversaciones de la Liga de Educación Política Española” … 808 También podría deberse a que en las otras reuniones los oradores hubieran sido, tal y como propone Ortega en el té que se le ofreció, otras personas distintas a él, que por tanto serían las que conservarían la documentación. 809 El Imparcial, 20 de marzo de 1914. 810 El Liberal, 20 de marzo de 1914. 811 CEREZO GALÁN, Pedro: “Experimentos de nueva España”…, p. 94. 812 GONZÁLEZ REBOLLAR, Hipólito: “Carta a José Ortega y Gasset. La Laguna, 22 de julio de 1915”, en Fundación Ortega-Marañón, Fondo JOG, C-62bis/8d, ID: 492. 813 GONZÁLEZ REBOLLAR, Hipólito: La nueva política: críticas de actualidad. Primera Parte. El ambiente, Laguna de Tenerife, Imp. de Sucesor de M. Curbelo, 1914, p. LIII. 814 ORTEGA Y GASSET, José: “Vieja y nueva política” en José ORTEGA Y GASSET: Obras completas. Tomo I…, pp. 710-737, p. 711. El desarrollo del patriotismo fenomenológico: la idea de nación desde la Razón vital 249 Hablaba el autor de los Discursos a la nación alemana de una “vieja educación” que adormecía la “vida real”; y en su contra, una “nueva educación” que canalizaba los “impulsos vitales”815. Igualmente, para Ortega la “vieja política” es la que encorseta a la “España real”; mientras que la “nueva política” ha de aumentar la vitalidad de España816. Esto es, gracias a unos intelectuales bien formados, desde instrumentos como la Liga de Educación Política, la Residencia de Estudiantes o la Junta para Ampliación de Estudios; el círculo nacional había de expandirse a costa del Estado inerte. Política y educación son así dos caras de una misma moneda, que es la nación cívica. En este marco, también coincide con Fichte al radicar en el hombre medio el objetivo de la pedagogía nacional. Si la vieja educación crea un espíritu materialista, con un egoísmo que únicamente acepta utilitariamente la unidad nacional; la nueva educación ha de buscar la adhesión volitiva de los ciudadanos, y por tanto basarse en el amor817. Ortega apelará también a vertebrar a España desde “lazos de solidaridad”, aplicando en su discurso la defensa del amor que expuso en Meditaciones del Quijote818. Pero Fichte no es el único referente importante en la construcción de la visión dual de España, ya que los autores franceses están presentes. El primero sirve a Ortega para exponer su visión de la educación nacional, cambiando el significado en tanto que su planteamiento es más elitista. Los segundos son más relevantes a la hora de justificar la aceptación de la Monarquía, de la que distingue dos versiones citando a Renan: la “Monarquía lealista y extranacional”, y la que tiene un carácter nacional. Deshecha la Constitución de 1876, que equipara principio monárquico y nacional, pues el círculo nacional no ha de expandirse únicamente hacia pueblo, sino también sobre las instituciones, y dirá que “necesario es nacionalizar la Monarquía”819. En este argumento tiene probablemente presente a Charles Maurras, pues la “España oficial” y la “España real” de Ortega se parecen mucho al “pays légal” y el “pays réel” que defendía el autor galo. No fueron categorías creadas por él, pero las puso en circulación para oponer a los políticos y la nación, siendo los primeros “an inert mass of individuals” que debían erradicarse820. Ortega no defiende ni mucho menos su sentido, pero recurre al mismo significante, no para restaurar el principio legitimista, sino buscando sustituirlo por el nacional. Quiere acabar con la inercia de los políticos oficiales, y por ello el principio de nacionalización se vincula al “principio de organización de España”, destino al que debe conducir el influjo pedagógico de las élites821. En este sentido también conviene indicar que Ortega coincide en su planteamiento con el de Gumersindo de Azcárate, que en su libro El self-government y la monarquía doctrinaria (1877) había establecido una oposición entre la monarquía que supeditaba la nación a sus intereses, y la que, como en el caso británico, estaba al servicio de la nación. La Constitución de 1876 había coronado la co-soberanía entre Monarquía y nación, siguiendo los planteamientos historicistas de Cánovas del Castillo y del liberalismo 815 FICHTE, Johann Gottlieb: Discursos a la nación alemana, Madrid, Tecnos, (1808) 1988, p. 30. 816 ORTEGA Y GASSET, José: “Vieja y nueva política”…, p. 717. 817 FICHTE, Johann Gottlieb: Discursos a la nación alemana…, pp. 20 y 32. 818 ORTEGA Y GASSET, José: “Vieja y nueva política”…, p. 725. 819 Ibid., pp.729-730 820 JENNINGS, Jeremy: Revolution and the Republic…, p.369. 821 ORTEGA Y GASSET, José: “Vieja y nueva política”…, p. 732. El desarrollo del patriotismo fenomenológico: la idea de nación desde la Razón vital 250 doctrinario en general. Al parecer de Azcárate, frente a la “monarquía doctrinaria” había que alzar el principio de la “monarquía democrática”, que contra las utopías que creían en la inmutabilidad de la tradición, aceptaba la adaptación a los nuevos tiempos. Coincidiendo con lo que dirá Ortega cincuenta años después de la publicación de este libro, Azcárate planteaba que el error de la Restauración estaba en unir la “soberanía de la nación” y la “legitimidad”, cuando la primera había de fundamentarse en la autonomía política y únicamente así justificar la existencia del sistema monárquico822. Azcárate y Ortega, como miembros de una cultura política liberal, se introducían de esta manera dentro de un proceso histórico que los historiadores vienen tratando desde hace años: el de “nacionalización” de las monarquías. Benedict Anderson fue uno de los pioneros en la exposición de este acontecimiento, que llevó desde el siglo XIX a los reyes europeos a buscar una nueva legitimidad para justificar su presencia en unos Estados donde el principio nacional se imponía como base de la comunión social. Las dinastías y las naciones no siempre coincidían en las “comunidades imaginadas” (los Hannover alemanes gobernaban en Gran Bretaña, los Hohenzollern en Prusia y Rumanía, los Romanov sobre muchas nacionalidades, y los Borbón sobre España y la Francia pre- revolucionaria), y por ello se dio un fenómeno de “naturalización”823. Quienes defendían una idea de nación basada en la Kulturnation se manifestaron en este proceso, para el caso español, tratando de esconder el origen francés de los reyes, creando una línea de continuidad con los monarcas anteriores que se remontaba hasta los visigodos824. Pero Ortega tenía una visión en la línea de la Staatsnation, y como hemos visto, para él la nación se definía por el proyecto de fuuro, no la herencia del pasado. De ahí que nacionalizar la monarquía tenga en él un sentido muy distinto, y signifique la eliminación de su particularismo y la supeditación al proyecto de organización liberal. Precisamente la incapacidad manifestada por Alfonso XIII de insertarse en este nuevo marco de legitimidad es lo que explicará la evolución de Ortega hacia el republicanismo, cuando la dictadura de Primo de Rivera evidencie a su parecer que la Monarquía era irrevocablemente particularista (Según el concepto que desarrolla en España invertebrada para definir esta situación). Por otro lado, y volviendo al análisis de esta conferencia cuyo programa se resumió con la consigna “liberalismo y nacionalización”825, los protagonistas del proyecto orteguiano no son ni el Rey ni el pueblo, sino las minorías directoras. Por ello no es de extrañar que la prensa reseñara el acto del 23 de octubre resaltando la presencia de intelectuales: la conferencia, “la escuchó un público muy selecto, intelectual y político”826, según El Globo, o “un público numerosísimo y distinguido”, en palabras de El Heraldo de Madrid827. Entre los asistentes estaban institucionistas como el propio 822 AZCÁRATE, Gumersindo de: El self-government…, pp. 16 y 67. 823 ANDERSON, Benedict R. O´G: Comunidades imaginadas…, p. 137. 824 Algo que ya había ocurrido, cuando los reyes medievales asumieron el “neo-goticismo”, y en el Renacimiento se estableció también la continuidad entre los Austria y el reino visigodo. La diferencia es que desde el siglo XIX esto se hizo para resaltar la identificación de la Monarquía con la España eterna. 825 ORTEGA Y GASSET, José: “Vieja y nueva política”…, p. 736. 826 “Oyendo a Ortega y Gasset”, El Globo, 24 de marzo de 1914. También se habla de “público selecto” en: “Conferencia de Ortega y Gasset”, La correspondencia de España, 25 de marzo de 1914. 827 “Conferencia política”, El Heraldo de Madrid, 24 de marzo de 1914. El desarrollo del patriotismo fenomenológico: la idea de nación desde la Razón vital 251 Azcárate o Giner de los Ríos828. Lo primero no es extraño teniendo en cuenta su proyección política, pero la asistencia del segundo, mucho más reacio a la acción política, suponía una adhesión simbólica del institucionismo a una generación que aspiraba a heredar su liberalismo. Significativamente, así lo vería en 1915 La lectura dominical, al atacar el “cómico engendro de Ortega”, la Liga, en un artículo que arremetía contra la ILE829; o al día siguiente del discurso, cuando diversos periódicos aluden a la continuidad de la generación del 14 –que llaman entonces “generación del 98” o “generación de 1909”830–, con la tradición positivista. Roberto Castrovido destaca que la que viene no es una generación “dogmática”, sino basada en “programas apriorísticos” y en la “observación experimental”831; y El Heraldo afirma que los “jóvenes ligueros” están “empachados de filosofía neokantiana” y “ahítos de ciencia”, y que no aportan nada nuevo que no dijera Costa832. No es Ortega neokantiano, pero esta percepción de izquierdistas y conservadores evidencia que la Generación del 14 irrumpe en la vida política tratando de superar a los noventayochistas y enlazar con la tradición racionalista. Finalmente, una interesante cuestión expuesta por la prensa (que ya hemos visto en otras ocasiones) es la presencia de mujeres en la conferencia: La Correspondencia Militar resalta la asistencia de una “distinguida representación del sexo femenino”833; La Correspondencia de España se refería a un público “entre el que descollaban bellas y elegantes damas”834; y El Imparcial decía que “daba realce la presencia de no pocas bellas y distinguidas señoras”835. Ocurre que la sociedad de masas que emerge en Europa a fines del XIX trajo consigo la irrupción de la cuestión femenina, pues al “nuevo periodismo”, al “nuevo sindicalismo”, al “nuevo liberalismo”… acompaña también la “nueva mujer”; y tal y como indica Ledger para el contexto inglés, la “crisis in gender definitions” coincidió con una “crisis within the politics of empire”. Allí, Sarah Grand unía la cuestión femenina con el nacionalismo, defendiendo la eugenesia en el contexto de la Guerra Bóer836. En España el feminismo no era tan importante, y tampoco fue un punto que se tratara en el programa reformista o de la Liga; pero el apoyo aparentemente significativo de grupos de mujeres a Ortega viene a mostrarnos que su nacionalización también contemplaba ampliar el círculo nacional hacia la mujer, o por lo menos que ella al salir del ámbito doméstico querían insertarse allí. Como en el caso de la nacionalización de la Monarquía, la de las mujeres se entiende en el caso de Ortega desde su inclusión en la ciudadanía nacional, dentro del proyecto nacionalizador con el que quería dar solución definitiva al 98 español. En 1914 no es uno de sus temas principales, pero veremos que en los años treinta está más presente en él. 828 Así lo resalta también La correspondencia de España del 25 de marzo. 829 GER: “Fuego graneado”, La lectura dominical, 16 de octubre de 1915. 830 El primer calificativo aparece en El Heraldo de Madrid del 24 de marzo, y el segundo en El País del día siguiente. 831 SANZ, T.: “Tres generaciones. 1884-1898-1909”, El País, 25 de marzo de 1914. 832 “Los guías, extraviados”, El Heraldo de Madrid, 24 de marzo de 1914. 833 “Conferencia de D. José Ortega y Gasset”, La Correspondencia Militar, 24 de marzo de 1914. 834 “Conferencia de Ortega y Gasset”, La Correspondencia de España… 835 “La conferencia de Ortega y Gasset”, El Imparcial, 24 de marzo de 1914. 836 LEDGER, Sally: “The New Woman and the crisis of Victorianism”, en Sally LEDGER y Scott McCracken: Cultural Politics at the Fin de Siècle, Cambridge, Cambridge University Press, 1995, pp.22- 44, pp. 22-31. El desarrollo del patriotismo fenomenológico: la idea de nación desde la Razón vital 252 Sin embargo, la conferencia a raíz de la que la Liga tenía que comenzar su andadura, fue precisamente lo que explica su disolución. Esto es así por dos cosas: primero, porque es probablemente por el éxito del filósofo por lo que se propuso a Ortega como miembro de la Junta Nacional del Partido Reformista. Un objetivo de Melquíades Álvarez fue siempre el de la integración de los intelectuales en su proyecto político, de constituirlo en “partido de la intelectualidad”837. El 15 de marzo una carta de Álvarez da a entender que todavía no se le había propuesto para la Junta, pero que Ortega ya está comprometido con el reformismo: “conoce Vd. perfectamente, porque colabora a ellos, los trabajos que estamos realizando para la organización del Partido Reformista”838. Será el 28 de abril cuando se le nombre formalmente, según carta de Zulueta839. En segundo lugar, fue durante la conferencia cuando conoció Ortega a Luis García Bilbao, quien financiaría la revista España, que sería “el órgano de los intelectuales reformistas”840, o según dijera un comentario de la época, el “órgano de la intelectualidad española”841. Según el planteamiento nacional de Ortega, la Liga se había fundado para organizar a los intelectuales y difundir luego su pensamiento entre los españoles, esto es, para forjar la columna vertebral de la nación y después construir el cuerpo en base a ella. Lo primero podía hacerlo desde su puesto de autoridad en el Partido reformista, y lo segundo desde España, por lo que no era necesario mantener la Liga. Un breve análisis del semanario durante el año en el que Ortega lo dirigió, 1915, nos mostrará dos cosas: esta continuidad en su actividad pública, y la asunción entre medios liberales de su planteamiento. El carácter orteguiano de la publicación se ve en primer lugar en la retórica empleada, donde continuamente se hace mención de la dicotomía entre la España oficial y la España real. Por ejemplo, en una de las numerosas e interesantes portadas de Luis Bagaría, la del número 48 (23 de diciembre de 1915), lo vemos de forma gráfica (ver la Figura I en el Apéndice). Aparecen allí las dos Españas: arriba, la oficial, y debajo, la real. La primera es calificada como “La Santísima trinidad española”, y está compuesta por tres representantes de la España criticada por Ortega y los orteguianos: un torero, un “gordo” que representa al juego sublimado, y un político que, con una corona, un chorizo y un puchero de “empleos”, encarna a los políticos de la Monarquía, corruptos y caciquiles. Frente a ello, la España real son dos hombres, un campesino y un pequeño burgués, que les rezan y por tanto muestran la aceptación por su parte de la circunstancia. Mientras que Ortega hablaba de la nación como masa estructurada por la minoría, Bagaría denuncia una anti-nación donde la masa está manipulada por los políticos, y en vez de comprometerse con la solución de sus problemas reales, se evade con el juego y los toros. El análisis de la España real es uno de los objetivos de la revista, y así se ve en una de sus secciones titulada “La vida real de España”. En el primer número, del 29 de enero de 1915, se afirma al presentarla que pretende mostrar los “fenómenos vitales” de la nación, 837 SUÁREZ CORTINA, Manuel: El reformismo en España…, p. 81. 838 ÁLVAREZ, Melquíades: “Carta a José Ortega y Gasset. Madrid 15 de abril de 1914”, en Fundación Ortega-Marañón, Fondo JOG, C-55/34a, ID: 325. 839 ZULUETA, Luis de: “Carta a José Ortega y Gasset. Madrid, 26 de abril de 1914”, en Fundación Ortega- Marañón, Fondo JOG, C-54/3, ID: 439. 840 REDONDO, Gonzalo: Las empresas políticas …, p.96. 841 “El ABC y Barcia”, El Pueblo, 22 de marzo de 1916. El desarrollo del patriotismo fenomenológico: la idea de nación desde la Razón vital 253 sean buenos o malos. Así, junto a los textos de intelectuales reconocidos, en esta sección que pretendía ser “la más nutrida y vivaz de nuestro semanario”, se demandaba la colaboración de personas de todo el país. Pero no en un sentido de mera crítica abstracta, sino fundamentada en el estudio real de la situación. Se apelaba a las personas con “datos” que pudieran iluminar la situación y facilitar su estudio842. En la conferencia Vieja y nueva política, se había planteado la necesidad de ir a cada pueblo a difundir el mensaje, con el objeto de organizar desde allí la renovación de la España oficial. Como los fabianos ingleses, la propuesta tenía por escenario el ámbito local, y por protagonistas a los intelectuales (en sentido amplio, incluyendo a cualquiera de estas personas con “datos”). Por ello se aspiraba a que en cada localidad de España existiera un grupo de colaboradores del semanario. Se apostaba así por a la organización en cada pueblo de la nación de un “núcleo de colaboración”. Además, igual que en marzo de 1914, y como Melquíades Álvarez aseguraba en su programa, se hacía un llamamiento a las clases medias comerciales e industriales. Aquellos sectores que encarnaban a la España real protagonizaban gran parte de las secciones de España, y así el primer debate que aparece en “La vida real de España” es en torno a las zonas francas, siendo la Cámara de Oficial del Comercio y de la Industria de Zaragoza la que lo protagoniza843. Los colaboradores no se limitaban a especular, sino que se hacían presentaciones muy concretas de los problemas de la nación. Por ejemplo, el 12 de febrero de 1915 se ponen casos específicos del hambre que asola al país, citándose al vecindario de Almuñecar en Granada y su carencia de víveres, o a los 12000 vecinos de Castellón que acuden al comedor para pobres844; y el 26 de marzo se denuncia el estado de abandono intelectual cuando Piñol y Miranda indica la inexistencia de instalaciones en Lérida para colocar una colección regalada por el pintor Morera845. A lo largo de su primer año y medio de vida, el semanario constituyó un foro para el debate de cuestiones de todo tipo, desde la filosofía a la economía. Entre otros muchos ejemplos que podríamos poner, Luis Olariaga inició en el segundo número un conjunto de estudios que “constituyen un ensayo de educación política popular”, titulados “El Banco de España, plaga nacional”, apelando abiertamente a Gran Bretaña como maestra de la democracia846. Junto a ello, en prácticamente todos los números el pedagogo Lorenzo Luzuriaga expuso análisis detallados y llenos de estadísticas acerca de la situación de la escuela en España. Partía como Ortega de la dicotomía fichteana entre las dos Españas, denunciando al Partido Liberal porque en enseñanza “el programa oficial no es un programa real”847, y apelaba como él a construir desde el socialismo una “escuela de unidad” opuesta a la desvertebración nacional generada por la enseñanza religiosa848. 842 J.G.: “La vida real de España”, España, 29 de enero de 1915. 843 Idem. 844 J.G.: “La vida real de España. La queja nacional”, España, 19 de febrero de 1915. 845 J.G.: “La vida real de España”, España, 26 de marzo de 1915. 846 OLARIAGA, Luis: “El Banco de España, plaga nacional”, España, 5 de febrero de 1915. 847 LUZURIAGA, Lorenzo: “Al pueblo no se le educa. 3. La enseñanza es deficiente”, España, 26 de marzo de 1915. 848 LUZURIAGA, Lorenzo: “El socialismo y la escuela”, España, 30 de abril de 1915. El desarrollo del patriotismo fenomenológico: la idea de nación desde la Razón vital 254 Otra sección muy interesante que apareció en los primeros números se denomina “Idea de un príncipe político-español en 1915”, donde se establece un diálogo metafórico entre un príncipe y “la voz de la plazuela”; esto es, entre Alfonso XIII y la España real. En el primer número dice “la voz” que están desapareciendo los republicanos, pero también los monárquicos, en tanto que el principio nacional sustituye al dinástico: pero esto afianza la Monarquía, pues los “signos de vida” que ofrece el Rey desde la “organización nacional” que promueve, le reconcilian con el pueblo849. En otro diálogo similar, se reafirma esta idea de nación en la que la fe en la Monarquía se sustituye por la “fe dinámica” en la política, en la idea renaniana de una unidad basada en la conciencia de “tarea histórica” no entre los políticos sino en el pueblo850. Muestran así los antiguos ligueros que la Monarquía es un instrumento al servicio del pueblo, única fuente de soberanía y por ello “príncipe de los príncipes”851. Frente a esto, la revista critica la visión de la Monarquía contraria al self-government de Azcárate, o lo que es lo mismo, la que Ortega llamaba extranacional y legitimista. De nuevo, las caricaturas de Bagaría son interesantes, y en concreto una del número 25, del 16 de julio de 1915 (ver la Figura 2). Se trata de una portada en la que el papa Benedicto XV dialoga con Felipe II, negándose a aceptar la oferta de exilio en España. Es una imagen circunstancial, derivado de la propuesta hecha durante la I Guerra Mundial de ofrecer al Papa su establecimiento en El Escorial, para garantizar su seguridad durante el conflicto. Pero también refleja la percepción orteguiana de la relación entre Monarquía y nación. Es una crítica a quienes querían identificar a Alfonso XIII con Felipe II y la Iglesia, esto es, legitimar la institución que representaba al vincularla con la España católica del siglo XVII. El Escorial no fue escogido por casualidad en la propuesta a Benedicto XV, ya que era la encarnación de la Monarquía católica, panteón de los Reyes de España y símbolo del Imperio donde no se ponía el Sol. El semanario criticaba esta concepción con su portada. Pero además es interesante detenerse en la lectura que tenía Ortega de El Escorial, porque refleja su visión de la identidad española durante el mismo 1915 y en unos términos totalmente diferentes que sintetizan gran parte de la idea de nación que desarrolló en esta etapa. Ortega no se desembarazó de los planteamientos noventayochistas que buscaban en el paisaje castellano la resolución del problema de España, a partir de ver en él sus manifestaciones. Aunque tenía una idea de España proyectada hacia el futuro, el hecho de considerar la circunstancia como ingrediente fundamental de la vida humana le llevó a tratar de definirla. El paisaje era otra forma de mencionar la circunstancia, y de hecho el libro donde define esta categoría filosófica se inició, según reconoce el propio Ortega, desde las meditaciones que le sugirió la contemplación del bosque que rodeaba “nuestra gran piedra lírica”, El Escorial852. La diferencia con respecto a personas como Unamuno es que al buscar la esencia de España Ortega no quería restaurar un carácter intrahistórico, sino conocerlo para poder reformarlo. En este sentido, decía en 1915 que “mejor que en parte alguna aprendemos aquí cuál es la sustancia española, cuál es el manantial 849 “Idea de un príncipe político-español en 1915”, España, 29 de enero de 1915. 850 “Idea de un príncipe político-español en 1915”, España, 5 de febrero de 1915. 851 “Idea de un príncipe político-español en 1915”, España, 26 de febrero de 1915. 852 ORTEGA Y GASSET, José: “Meditaciones del Quijote”…, p. 794. El desarrollo del patriotismo fenomenológico: la idea de nación desde la Razón vital 255 subterráneo de donde ha salido borboteando la historia del pueblo más anormal de Europa”853. El Escorial no representaba una identidad española eterna, sino el carácter de Felipe II y sus súbditos. Al parecer de Ortega, todo templo se construye en base a la idea que se tiene de Dios y la religión, y El Escorial reflejaba un alma “toda voluntad, todo esfuerzo, mas exenta de ideas y de sensibilidad”. Era “un esfuerzo consagrado al esfuerzo”, a un delirio de grandeza de España en el que el sacrificio no se supeditaba a ningún ideal, sino que era un fin en sí mismo. De nuevo volvía a hablar del subjetivismo como causa de la decadencia de España, aunque ahora lo identificaba con la voluntad no supeditada a un principio. El ideal de salud que había defendido en Meditaciones del Quijote seguía siendo la alternativa, puesto que decía que Cervantes también quiso con el Quijote hacer “crítica del esfuerzo puro”854. Retomando la metáfora del primer texto de Ortega sobre Cervantes, habría que decir que España se encontraba en una situación deplorable porque actuaba como si Crisóstomo y los jóvenes se movieran sin sentido, y frente a ello hacía falta que se erigiera una Marcela que diera sentido a sus esfuerzos. O en términos más políticos, la España posible, manifestada en los brotes de vitalidad diseminados por la nación, requería de una minoría directora que la organizara desde un proyecto común. No obstante, la razón principal por la que Ortega utilizó El Escorial como excusa para escribir sobre la identidad española en 1915 no fue porque lo considerara su paradigma, sino por el hecho circunstancial de ser un monumento que veía todos los días desde su casa. Ortega, como filósofo que era, se sentía espoleado para filosofar con elementos que otros muchos considerarían banales: un tranvía, la belleza de una mujer, un toro bravo olisqueando sangre, una catedral, la sierra de Guadarrama…A lo largo de sus páginas se ven muchos ejemplos de este estilo, y precisamente El Escorial le sirvió para meditar sobre otros aspectos: en 1914, el bosque que rodeaba a la “gran piedra lírica” le sugirió pensamientos sobre la claridad y profundidad que le llevarían a escribir sobre Cervantes855; y en 1916, el “rigoroso imperio de la piedra y la geometría” le permitió reflexionar sobre el perspectivismo856. Por tanto, el paisaje (incluido El Escorial) es utilizado por Ortega como metáfora a la hora de reflexionar sobre temas que muchas veces estudia de forma más profunda en otros lugares, dado que se adelantó a Lakoff (aunque en otro sentido) al considerar la metáfora como un “instrumento mental imprescindible” y una “forma de pensamiento científico”857. Esto también le distanciaba de otros autores, especialmente noventayochistas, que al hablar de la nación y su paisaje lo hacían desde la convicción de que aspectos como el clima, la orografía…incidían no metafóricamente, sino realmente, en el carácter de los españoles858. 853 ORTEGA Y GASSET, José: “Meditación del Escorial”..., p. 662. 854 Ibid., pp. 662-664. 855 ORTEGA Y GASSET, José: “Meditaciones del Quijote”… p. 794. 856 ORTEGA Y GASSET, José: “Verdad y perspectiva” (1916), en José Ortega y Gasset: Obras Completas. Tomo II… pp. 159-164, p.162. 857 MARÍAS, Julián: Ortega. Circunstancia y vocación…, p. 16. 858 Así se ve en estudios como Nueva Geografía Universal (1876) de Élisée Reclus, que influyó mucho entre liberales y reformistas de fines del XIX y comienzos del XX. Vid.: ORTEGA CANTERO, Nicolás: “La visión geográfica de España”, en Antonio MORALES MOYA, Juan Pablo FUSI AIZPURÚA, y Andrés DE BLAS GUERRERO (Dirs.): Historia de la nación…, pp. 874-885, p. 876. El desarrollo del patriotismo fenomenológico: la idea de nación desde la Razón vital 256 Volviendo a España, un último ejemplo muy significativo acerca de la idea de nación que expone se encuentra en las constantes críticas al “flamenquismo”, encarnado en la tauromaquia, o mejor dicho, en la pasión desmesurada ante la misma. Ortega, como muchos intelectuales de la época, fue un gran aficionado a los toros. Pero esto no implicó que desde España se arremetiera contra ciertas interpretaciones del espectáculo. Para entenderlo hay que partir de la base de que en el proceso de configuración de la sociedad de masas a fines del XIX, este espectáculo emergió con gran fuerza, y tanto es así que el austriaco Elias Canetti definió a los toros como “el símbolo nacional de masas español, la representación colectiva de la nación”859. Es un claro ejemplo de “nacionalismo banal” 860, promovido por las élites políticas para lograr la adhesión emocional de las masas y permitir que así “imaginaran” la nación. Para 1900 existían 303 revistas taurinas, que junto a la zarzuela desarrollaron un patriotismo popular que en 1911 definía Unamuno como una plaga demencial861. En este sentido, Ortega y los intelectuales de España criticaban una nacionalización basada en la Kultur. Era la razón –manifestada en una cultura entendida desde la Bildung– , la que había de constituir la base de la nacionalidad, y por ello, contra periódicos como ABC que incluían numerosas crónicas taurinas, todas las referencias que encontramos en el semanario son despectivas. Eugenio Noel, habla del “flamenquismo” como “gran vicio” de los españoles862; y un comentario anónimo establece una correlación entre los toros y el conservadurismo: critica que Ciudadanía únicamente hable de Maura y del toreo, y que don Luis Aragón justifique desde el tomismo esta fiesta que identifica con la España de Carlos V y Felipe II863. En otro lugar, J.G. Acuña afirma que “la prensa es el índice de la mentalidad de un pueblo”, y se escandaliza de que se trate de crear una religión nacional dese estos “héroes coletudos” a los que se nombra cada día “pontífice” o “todopoderoso”864. De nuevo, las ilustraciones de la revista son interesantes para verlo de forma más gráfica, y así el número 14 ofrece la imagen de Juan Belmonte865 llevado a hombros por dos señoritos, al tiempo que un sacerdote y un militar se inclinan ante él. 859 AIZPURU, Mikel: “Sobre la astenia del nacionalismo español…, p. 833. 860 Sobre este concepto, vid: BILLIG, Michael: Banal Nationalism, London, Sage, 1995. 861 FUSI AIZPURÚA, Juan Pablo: España. La evolución de la identidad nacional…, pp. 193-195. 862 NOEL, Eugenio: “El presupuesto del flamenquismo”, España, 9 de abril de 1915. 863 “El gallo, los señoritos, santo Tomás y Felipe II”, España, 9 de julio de 1915. 864 ACUÑA, J.G.: “La Guerra, la prensa y los toros”, España, 22 de julio de 1915. 865 Durante estos años España estaba inmersa en la llamada “Edad de oro del toreo”, que se dio entre 1913 y 1920. Precisamente había sido Juan Belmonte el que la inauguró el 11 de abril de 1913 toreando en Madrid. Se inició una rivalidad con Joselito “el Gallo” a la que solamente puso fin la muerte de este durante una corrida en Talavera de la Reina. Pero lo más importante, para la intelecutalidad española, fue que, en aquella corrida de abril de 1913, Belmonte inició una nueva fase de la tauromaquia al encadenar cinco verónicas sin enmerdarse. Con ello, comenzó una forma de torear que llevó a personas como Valle Inclán y Ramón Pérez de Ayala (autor en 1913 de Política y toros) a proponer la elevación del toreo a la categoría de arte. Ortega y Gasset también fue amigo de Belmonte, y compartía la misma interpretación de la fiesta brava como una pieza que configuraba un arte, debido precisamente a esa técnica de dominio de la embestida que inauguró Belmonte. Aunque España criticaba el fervor excesivo por la tauromaquia, negando que encarnese la identidad nacional de España, en un contexto en el que además los espectáculos de masas eran instrumentos de nacionalización esenciales, su director fue un gran aficionado. Sobre su concepción de la tauromaquia, la misma décadas después, vid.: ORTEGA, Domingo; y ORTEGA Y GASSET, José: El arte del toreo: conferencia dada en el Ateneo de Madrid, el día 29 de marzo de 1950, Diputación de Valencia, (1950) 1985. El desarrollo del patriotismo fenomenológico: la idea de nación desde la Razón vital 257 Esto es, el torero como encarnación de España, a la que sirven políticos, Iglesia y Ejército (Ver Figura 3). En 1917 Ortega fundará, junto con Nicolás María de Urgoiti, El Sol, que es según recuerda Jordi Gracia el periódico en el que tendrá un compromiso más directo. Es heredero de España, y con ello también del espíritu de la Liga, y al aparecer en él por entregas las obras clave de Ortega (España invertebrada, La rebelión de las masas, y La redención de las provincias), también se puede sostener que marca una cierta continuidad hasta la II República. Por esto escribe Gracia que, con El Sol, Ortega buscaba “poner en marcha un programa político que retoma el suyo de 1913 y que mantendrá sustancialmente igual hasta 1931”866. En este sentido, el periódico asumió la necesidad de nacionalizar a las masas a través de la cultura, y se planificó una forma de hacerlo de manera racionalizada. En el número seis, del 6 de diciembre, incluyeron un breve recuadro en el que mostraban al público lo temas sobre los que se escribiría: los domingos, “Agricultura y Ganadería”, por el catedrático de la Escuela Superior de Magisterio Luis de Hoyos y Sáinz; los lunes, “Pedagogía e Instrucción Pública”, por Lorenzo Luzuriaga; los martes, “Biología y Medicina”, por Rodríguez Lafora; los miércoles, “Ciencias sociales y económicas”, por Luis Olariaga; los jueves, “Historia y Geografía”, por el mexicano Alfonso Reyes; los viernes, “Ingeniería y arquitectura”, por Federico de la Fuente; y los viernes, “Derecho y Legislación”, por Fernando de los Ríos.867 Al presentar Rodríguez Lafora –discípulo de Simarro y Ramón y Cajal– la sección sobre biología y medicina, decía que la pretensión era hacer llegar noticias al respecto “al público general” y a los médicos del “apartado distrito rural”. Para ello, los primeros tenían una “sección de divulgación”, y los segundos artículos más técnicos, porque el objetivo era mandar “un mensaje de aliento y confraternidad para el colega, que, lejos, en los apartados rincones rurales de nuestras provincias, sufre la inclemencia de la soledad espiritual, del caciquismo y de la estrechez económica”868. Esto es, tanto esta sección como las demás se incluían no únicamente para divulgar conocimiento, sino especialmente para nacionalizar a través de la cultura. Ortega, y sus colaboradores, partían de la base de que había que emprender la reforma de España redimiendo las provincias, y para ello la divulgación de la moral de la ciencia, en todos sus aspectos, era fundamental. Si en secciones como “La vida real de España” (en España) la relación entre provincia y Estado se buscaba a partir del conocimiento objetivo de la primera para recabar datos y luego impulsar la reforma; con estas secciones de El Sol se invertía la actuación, en el sentido de que se aportaban los datos a las provincias para que éstas pudieran reformarse. La prensa en definitiva fue vista por Ortega como una forma de difundir su idea de nación, pero esto para nada es algo peculiar de su pensamiento. Los intelectuales de todas las tendencias fueron conscientes del papel socializador de los periódicos, y en este sentido conviene citar una interesante reflexión publicada por el poeta catalán José María López-Picó en 1916. Se refería al intelectual galo Gabriel Arbouin y su artículo “Les nations d´après leurs jornaux”, y también al libro La nacionalització de Catalunya del historiador federalista Antoni Rovira i Virgili, pues ambos coincidían en señalar la 866 GRACIA, Jordi: José Ortega y Gasset…, p. 270. 867 “En esta página de El Sol publicaremos”, El Sol, 6 de diciembre de 1917. 868 RODRÍGUEZ LAFORA, Gonzalo: “Biología y Medicina”, El Sol, 4 de diciembre de 1917. El desarrollo del patriotismo fenomenológico: la idea de nación desde la Razón vital 258 importancia de la prensa a la hora de crear una nación. El francés señalaba en su texto la superioridad de la prensa catalana sobre la madrileña, y que incluso la de Argentina era de mejor calidad. Según López-Picó, la inferioridad se derivaba de “falta de nacionalització literaria (és dir espiritual) de la prensa”, pero era algo que estaba cambiando gracias a Ortega, Azorín y algunos “nuclis selectes” como la Residencia de Estudiantes869. Esta situación era una manifestación más del hecho ya señalado en virtud del que Barcelona había logrado desde comienzos del siglo XX una suerte de “independencia cultural”, y Ortega lo que pretendía era actuar en consecuencia. No eliminando la fortaleza de la cultura catalana, sino desarrollando otra análoga en el resto de España. Lo peculiar de su interpretación del papel de la prensa en tanto que nacionalizadora era el contenido de su idea de nación, que es el expuesto en las páginas precedentes. Por otro lado, existe un elemento importante del proyecto político orteguiano iniciado en 1914 que también justifica la comparación con los fabianos, aunque Ortega tenga una respuesta ambigua ante el mismo: la creación de una cierta afinidad entre liberales y algunos conservadores. Dentro del complejo mundo de la Sociedad Fabiana, aunque es cierto que se estableció y buscó una alianza de facto con el Partido Liberal y el Laborista, también se trató de influir entre los conservadores. La justificación teórica de esta actitud es la llamada “permeation”, cuya definición suele identificarse con la idea de David Ritchie870 en virtud de la que “each of them (conservatives, liberals, radicals, socialists) represents some aspect of political truth neglected by others”871. Este planteamiento es perspectivista, en el sentido que Ortega desarrollará más tarde, y tal vez porque todavía no lo había teorizado demasiado es por lo que no llegaba tan lejos como Ritchie, y negándose a incluir en su proyecto a personas que no fueran reformistas de izquierda hasta los años treinta. Pero en todo caso, es interesante que algunas personas sí que vieran que la propuesta orteguiana de nacionalización a través de la educación política podía ser un elemento de unión entre conservadores y liberales reformistas. Maeztu en sus textos fabianos tenía en mente la “permeation”. No la citaba con este nombre, pero tal y como indica Fox, es a lo que se refería cuando hablaba de hacer política a partir de la propaganda, la conferencia y el folleto entendidos como una herramienta elaborada científicamente y destinada a impregnar el discurso de los diversos partidos y grupos872. Pero paradójicamente, esto criticaba en el prospecto de la Liga, que le parecía muy impreciso porque “la declaración principal sobre liberalismo puede suscribirla un conservador”. Veía que el manifiesto podía ser base tanto de un “futuro conservatismo” 869 LÓPEZ-PICÓ, José María: “Nacionalització de la nostra prensa”, La Revista, 30 de mayo de 1916. 870 Para Ritchie la “permeation” era esencial, y por eso se dio de baja de la Sociedad Fabiana cuando en 1893 los Webb atacaron al Partido Liberal y aportaron por un socialismo enfrentado al mismo. No obstante, pronto se retractaron y volvieron a impulsar la cercanía Lib-Lab, eso sí, sin incluir nunca a los conservadores en su táctica. Vid.: TYLER, Colin: “D.G. Ritchie on Socialism, History and Locke”, Journal of Political Ideologies, 17, nº3, 2012, pp. 259-280, pp. 266 y 271. 871 RITCHIE, David George: “Preface to the first edition”, in Natural Rights: a Criticism of Some Political and Ethical Conceptions, London, Swan Sonnenschein, (1894) 1903, s.p. 872 FOX, E. Inman: “Estudio preliminar”, en Ramiro de MAEZTU: Liberalismo y socialismo…, pp. V-XX, p. XII. El desarrollo del patriotismo fenomenológico: la idea de nación desde la Razón vital 259 como de un “futuro liberalismo”873. Y él no era el único que señalaba la penetración de ideas orteguianas en medios conservadores. Desde dentro de este movimiento también se reconocía. Gabriel Maura, hijo del gran líder conservador, le escribía en 1914 sosteniendo que “las coincidencias entre Vds y nosotros son más y mayores de lo que superficialmente pudiera parecer”, y planteaba que el “interés patriótico de marchar unidos nos es común”. A los dos les unía el “juzgar el fracaso de los partidos históricos restauradores”, y proponía el ejemplo de su padre, que habría tratado de renovar sin éxito al Partido Conservador desde dentro. Ortega había criticado siempre a Antonio Maura por representar el conservadurismo contra el que él se había comprometido especialmente en la época neokantiana, pero poco a poco fue cambiando su percepción y valoró su capacidad para buscar la regeneración de España a partir de la descentralización. En la misiva de 1914 Gabriel Maura animaba a Ortega a no dejar que la “plana mayor” de los reformistas se acercaran al Partido Liberal, y profetizaba el hecho que llevó a Ortega en 1915 a comenzar su distanciamiento de Melquíades Álvarez: aliarse a los romanonistas874. Otro conservador afín a Ortega, pero que como en el caso de Maura este no veía como un aliado, fue Gabino Bugallal Araujo, Conde de Bugallal. Después de que Ortega condenara su gestión al frente del Ministerio de Hacienda durante la I Guerra Mundial, le escribió para salir al paso de la crítica, señalando que “leo con atención sus escritos y me preocupan sus juicios”875. Poco después trataba de convencerle de que Cánovas del Castillo no había sido tan ajeno a la necesidad de adaptar la política a las preocupaciones intelectuales, y que por ello en 1881 después de su primer gobierno promovió su presidencia en el Ateneo, a Romero Robledo en la Academia de Jurisprudencia, y a Saturnino Bugallal al Colegio de Abogados. Como pedía Ortega en 1914, Cánovas ya procuraba que “la juventud fuese estimulada”, y él en tanto que conservador del siglo XX también condenaba la “disgregación actual” entre intelectuales y políticos y apostaba por que los primeros fueran estímulos y propulsores de los segundos”876. Entre estas dos cartas, la de Ortega, que contestaba a la primera y era respondida por la segunda, muestra un tono más conciliador que en el artículo que lo había provocado, pero también marcaba distancias con los conservadores. Decía a Bugallal que existía una “escisión profunda en el cuerpo social”, en virtud de la que existían “dos Españas incomunicantes”. Por eso le parecía que no era relevante que desde el Ministerio de Hacienda se hubieran realizado cambios, porque “leyes y reglamentos son admirables y forzosos cauces para que el torrente avance fecundo”, pero “¿cuando no hay torrente, cuando la nación yace inerte sin músculos y sin nervios, de qué sirven las leyes y 873 MAEZTU, Ramiro de: “Carta a José Ortega y Gasset. Londres, 23 de octubre de 1913”, en Fundación Ortega-Marañón, Fondo JOG, C-28/15, ID: 287. 874 MAURA, Gabriel: “Carta a José Ortega y Gasset. 15 de mayo de 1914”, en Fundación Ortega-Marañón, Fondo JOG, C. 875 BUGALLAL ARAUJO, Gabino: “Carta a José Ortega y Gasset. Madrid, 4 de enero de 1916”, en Fundación Ortega-Marañón, Fondo JOG, C-56/37, ID: 604. 876 BUGALLAL ARAUJO, Gabino: “Carta a José Ortega y Gasset. Madrid, 9 de marzo de 1916”, en Fundación Ortega-Marañón, Fondo JOG, C-89/7, ID: 605. El desarrollo del patriotismo fenomenológico: la idea de nación desde la Razón vital 260 reglamentos?”877. La España vital y la España oficial, la de los intelectuales y la de los políticos, estaban incomunicadas porque la primera era minoritaria, y para solventarlo había tratado de crear la Liga. En los años treinta veremos a un Ortega más proclive a aceptar al conservadurismo liberal, pues no en vano él es según González Cuevas un personaje clave en la configuración de una vertiente del conservadurismo español no basada en el principio “teológico-político” (o nacionalcatólico, según la expresión que se ha utilizado en capítulos anteriores)878. Aunque a la altura de 1914 y los años siguientes se proclamara abiertamente de izquierdas (y de hecho, en 1920 se refiere a Bugallal como el “melifluo celta879”), la “permeation” había comenzado. Podemos calificar la situación con este nombre porque, como señala Fox en su cita arriba indicada, es una actitud que se basaba en considerar que existía un estudio objetivo y científico previo a la política, que podían asumir diversas ideologías, también conservadoras. Es por tanto una consecuencia más del patriotismo fenomenológico, de la actitud ante la nación que buscaba estudiarla tal cuál era sin partir de un deber ser ideológico. En relación con el conservadurismo español, esto significaría que podría construir su propia ideología reformista si lo hacía desde la situación real de España, y no la religión entendida dogmáticamente, que según Ortega era otra proyección de la política utópica. 6.5.Argentina como referente y experiencia de nación en 1916 Un escenario muy importante para Ortega fue Argentina, país que visitó en 1916, en 1928, y cuando se exilió entre agosto de 1939 y febrero de 1942. Especialmente después de la primera visita, se convirtió en un autor fundamental de la cultura de esta y otras Repúblicas sudamericanas. Pero no actuaba aisladamente, puesto que desde comienzos del siglo XX, el Grupo de Oviedo, con Rafael Altamira y Adolfo Posada, ejerció un gran influjo entre los intelectuales de la Universidad de La Plata. Aplicando las ciencias sociales, avanzaron la idea que luego Ortega tomará de convertir a los intelectuales en el fundamento de las políticas reformistas, y crearon lazos directos con integrantes de la Universidad bonaerense. Entre otros, así asumieron las tesis del Grupo de Oviedo personas como Joaquín V. González o Marco M. Avellaneda. Pero además del factor intelectual, existía en Argentina un lazo físico debido a la creciente inmigración española, manifestada a la altura de 1914 en 250 asociaciones de españoles, entre las que se incluía la que invitó en 1916 a Ortega: la Institución Cultural Española880. A todo ello hay que añadir un tercer factor, que es la rectificación del antiespañolismo derivado de la independencia del siglo XIX, que se estaba manifestado tanto en lo político como en lo intelectual: con respecto a este segundo factor, en toda la América del Sur se desarrolló desde fines del XIX un proceso de recuperación del legado hispánico, frente al 877 ORTEGA Y GASSET, José: “Carta a Gabino Bugallal. Madrid, 27 de febrero de 1916”, en Fundación Ortega-Marañón, Fondo JOG, CD-B/92, ID: 8767. 878 GONZÁLEZ CUEVAS, Pedro Carlos: Historia de las derechas españolas: de la Ilustración a nuestros días, Madrid, Biblioteca Nueva, 2000, pp. 13, 49 y 244-245. 879 ORTEGA Y GASSET, José: “Pascua y Calvario” (1920), en José ORTEGA Y GASSET: Obras completas. Tomo III…, pp. 325-326, p. 326. 880 ZIMMERMANN, Eduardo: “Algunas consideraciones sobre la influencia intelectual española en la Argentina de comienzos de siglo”, en José Luis MOLINUEVO (Coord.): Ortega y la Argentina, Madrid, Fondo de Cultura Económica, 1997, pp. 61-68, pp. 62 y 67. El desarrollo del patriotismo fenomenológico: la idea de nación desde la Razón vital 261 positivismo de raíz francesa que había imperado en los gobiernos decimonónicos: es el ya mencionado desarrollo del “pensamiento de la liberación”, con el que entroncarán, en México, discípulos directos de Ortega como José Gaos, e indirectos como Leopoldo Zea881. A nivel político, la Argentina que visitó Ortega en 1916 (así como la que volverá a encontrar en 1928), estaba gobernada por Hipólito Yrigoyen. Su Unión Cívica Nacional desarrolló una política que en cierto sentido era el ejemplo de lo que Ortega había buscado, tratando de integrar a las masas en un Estado fuerte. Su proyecto de nación miraba al futuro, abandonando los resentimientos del pasado, y en este sentido destaca el hecho de que en 1916 culminó el proceso que había llevado a España y Argentina a elevar sus representaciones diplomáticas a la categoría de embajadas. No es baladí que Ortega visitara en ese mismo año por vez primera la República de ultramar. Existían motivos personales, por la decepción que vivió en España con el fracaso del proyecto de la Liga y de España, pero también se insertaba en un proceso histórico de reestructuración de las relaciones diplomáticas. Se configuraba en representante del soft power español, tratando de cambiar la imagen de España como un país atrasado y conservador. El Imparcial hablaba en 1916 de que los dos Ortega (pues también acudía el padre, José Ortega Munilla), se dirigían en una “misión de la cultura”, de la que se derivaría la creación de una “red de vínculos culturales” que aumentarían el prestigio de España en Sudamérica882. Parece que así fue, puesto que el madrileño fue recibido con gran interés tanto por intelectuales como por políticos. En una de las conferencias que dio en septiembre en la Universidad, estuvo presente –junto a intelectuales como Estanislao Zeballos o a Avelino Gutiérrez, presidente de la Institución Cultural Española– el ministro de Instrucción Pública, Carlos Saavedra Lamas (que lograría el premio Nobel de la Paz en 1936)883. Además es muy simbólico el hecho de que al desembarcar en América, los Ortega –y el tercer viajero ilustre, el compositor Eduardo Marquina–, fueran recibidos por el representante político de España, Pablo Soler y Guardiola, e invitados a asistir a la sesión del Parlamento en la que se presentó el proyect o de elevación de la Legación a Embajada884. Desde la Cámara Nacional, en efecto, se sucedieron las loas a España con motivo del viaje de Ortega, en lo que muchos comentaristas de la época vieron como una recomposición de la imagen de la antigua metrópoli. Juan de la Cal comentaba para La Correspondencia de España el suceso hablando de “acontecimiento”, y señalando el dato importante de que diputados como Maesa o Escobar loaron a la “madre patria”, y que incluso Di Tomasso, “socialista de intransigencias doctrinales”, hizo lo propio. Tanto ellos como los miles de argentinos que se agolparon por escuchar a Ortega provocando “motines”, habían descubierto que la hermandad con España podía cimentarse en su modernidad intelectual, y no en la “antigüedad histórica”885. Además, el prestigio alcanzado por el madrileño en Argentina trascendió al ámbito político e intelectual. Existe un hecho anecdótico e incluso divertido, pero que muestra el alcance sociológico de la 881 GÓMEZ-MARTÍNEZ, José Luis: Pensamiento de la liberación…, p. 17. 882 “Una misión de cultura”, El Imparcial, 5 de julio de 1916. 883 “Ortega y Gasset en Buenos Aires”, El Imparcial, 12 de septiembre de 1916. 884 “Ortega y Gasset en la Argentina”, España, 5 de octubre de 1916. 885 CAL, Juan de la: “Cartas de la Argentina”, La Correspondencia de España, 24 de octubre de 1916. El desarrollo del patriotismo fenomenológico: la idea de nación desde la Razón vital 262 visita de Ortega a la República sudamericana: hasta una empresa de jabones, Reuter, recurrió a unas palabras del filósofo para promocionarse (Ver Figura 4). El anuncio mostraba un mapamundi, con un ángel que representaba a la cultura, y un africano que encarnaba la barbarie, y apostaba por que los “inferiores” se sometieran a los superiores por medio de la cultura, que el poderoso jabón representaba. Ortega nunca escribió nada tan racista como esto, pero se aprovechó su elitismo social para reconvertirlo en un argumento “intelectual” para la limpieza de los argentinos886. Por su parte, la razón por la que muchos argentinos veían en España un referente de nación la expuso Joaquín V. González, fundador y rector de la Universidad de la Plata, en un banquete de la Asociación Patriótica Española. Según su parecer, España había logrado avanzar desde 1898 lo que otros países solamente habían alcanzado en un siglo. Esto era obra de los “espíritus superiores”, decía en clara referencia a Ortega y los integrantes de la Generación del 14, que habrían logrado reconstruir la nación desde “la política liberal y democrática y social de la Europa”. En esta sesión, Ortega improvisó un discurso, en el que comparó a España con una “mujer benéfica” que plantaba sus simientes por el mundo, dando lugar a “pueblos nuevos” que eran “Españas novísimas” 887. Apostaba así por la hermandad cultural entre España y América del sur, en unos términos que clarificó mejor en un discurso que ofreció al volver del viaje en la Universidad de Sevilla. Allí afirmaba que los americanos no necesitaban materialmente a España, ni para producir ni para comprar; pero sí espiritualmente. Argentina era un pueblo joven, y como ocurría en la biología humana, eso tenía cosas buenas y malas: por un lado, la ilusión y la fortaleza, pero por otro, la ausencia de referentes sólidos. España, como una madre, podía ayudar a los argentinos a orientarse: “Los americanos necesitan una tutela cultural y artística, una civilización de costumbres y maneras delicadas. Nuestra nación es la indicada para ejercitarla, porque posee el instrumento del idioma”. Pero añadía también que si España quería ser un ejemplo para Argentina primero tenía que poner en orden su situación, y para ello era necesaria una reorganización de la administración estatal que, comenzando a proponer en estos años, culminará en su tesis de La redención de las provincias (1931): “así como Castilla impuso a las demás nacionalidades ibéricas los ideales de unidad, hoy el castellano excita a la región andaluza a que reanude su historia para que no sea absorbida por el centro. Solo así –finalizó el conferenciante- haremos España para América”888. La crónica de El Día matiza esta frase diciendo que era el propio Ortega el que, definiéndose como castellano, quería excitar a Andalucía, para que “no desaparezca absorbida por el centralismo”, pues “con una intensa labor regional, podremos hacer una patria que luego pueda, a su vez, hacer a América”889. Una conferencia similar ofreció también en Málaga, a la que asistieron estudiantes, señoras, “no pocos obreros”, y el propio alcalde (y poeta) Salvador Gómez Anaya890. Ortega había tratado esta cuestión, la de la juventud de Argentina, en sus conferencias, reconociendo que meditar sobre este país le había ayudado a reflexionar sobre la idea de nación. En palabras de Marta Campomar, “es importante comprender que Ortega utiliza 886 “Palabras de Ortega y Gasset”, Caras y caretas, 19 de agosto de 1916. 887 Citado en: “El Palacio de España en la Argentina”, El Liberal, 19 de noviembre de 1916. 888 “Conferencia de Ortega y Gasset”, La Acción, 26 de enero de 1917. 889 “Conferencia de Ortega y Gasset”, El Día, 26 de enero de 1917. 890 “Conferencia de Ortega y Gasset”, El Día, 4 de febrero de 1917. El desarrollo del patriotismo fenomenológico: la idea de nación desde la Razón vital 263 la esencia del problema de identidad nacional para filosofar con los argentinos”891. En este sentido, decía en una de sus charlas que, desde los parámetros de la sociología, una nación era una “unidad social” cimentada en hábitos, lengua, y otros elementos ancestrales. Pero Argentina pretendía “fundar su nacionalidad en lo que Renan llamará «la exclusión de toda exclusión»”, y que podemos identificar con la Staatsnation porque significa renunciar a la uniformización cultural. Sostenía así Ortega que “entra el hecho argentino en el viejo concepto de nación rompiéndolo para ampliarlo”, y que eso excitaba un “patriotismo meditabundo”. Con ello aludía al imperativo de recurrir a la filosofía para responder al problema argentino, identificable con el problema de España que le había llevado desde hacía más de un cuarto de siglo a meditar sobre la idea de nación. En esta sesión de conferencias, Ortega hablaba de la percepción, y de su método del perspectivismo, sosteniendo que un pueblo o raza era “una identidad de ciertas radicales propensiones”, esto es, una forma de pensar. Pero no un carácter esencial unitario, sino la proyección en el territorio y los siglos de lo que los individuos llevaban dentro. Desde esta base, existían “pueblos tradicionalistas”, que miraban al pasado, y otros que se volvían hacia el porvenir892. Argentina por tanto tenía este elemento juvenil en su favor, pero no podía ser adanista, sino que había de partir de la experiencia de la cultura (elemento universal, según rezaba el anuncio de jabón). Las naciones europeas se habían forjado en la Edad Media, bajo el ideal romano, y algo parecido debían de hacer los americanos. Su misión era partir de su circunstancia peculiar, pero sin desechar los referentes del otro lado del mar: “Europa debe decir a América: tú debes ser mi mejor yo”. Y en este proceso seguía existiendo un elemento social imprescindible, el de los intelectuales, y con ello una institución fundamental, la Universidad: “Una nación no puede vivir saludablemente sin una fuerte minoría de hombres reflexivos, previsores y sabios”893. Por eso la labor de la Institución Cultural Española, y la creación de redes intelectuales entre argentinos y españoles, era un fundamento para la nacionalización efectiva de los primeros. Pero, como diría en Sevilla al volver a España, si esta quería ser un ejemplo, tenía que comenzar por organizarse. Con esta interpretación, Ortega se insertaba dentro del proceso de creación del imaginario de la Hispanidad, un concepto en el que el conflicto entre las dos Españas se proyectaba en la relación con los antiguos reinos de ultramar. Una visión conservadora cimentaba la unidad en la religión católica y el pasado imperial, teorizada por Zacarías de Vizcarra y que en 1934 llevaría a su máxima expresión Ramiro de Maeztu con Defensa de la Hispanidad. Frente a ello, el Grupo de Oviedo o Unamuno impulsaron una visión que, sin despreciar la identidad cristiana, cimentaba la comunión en la cultura en un sentido más amplio, que daba especial importancia a la lengua894. El hecho de que España 891 CAMPOMAR, Marta: Ortega y Gasset: en la curva histórica de la Institución Cultural Española, Madrid, Biblioteca Nueva: Fundación Ortega y Gasset, 2009, p. 365. 892 ORTEGA Y GASSET, José: “Introducción a los problemas actuales de la filosofía”…, pp. 56-58, 95, y 128. 893 Ibid., pp. 138 y 170 894 Sobre este tema, vid.: SEPÚLVEDA, Isidro: “América en el nacionalismo español. El hispanomericanismo”, Antonio MORALES MOYA, Juan Pablo FUSI AIZPURÚA, y Andrés DE BLAS GUERRERO (Dirs.): Historia de la nación…, pp. 1031-1047. El desarrollo del patriotismo fenomenológico: la idea de nación desde la Razón vital 264 y las Repúblicas sudamericanas compartieran el castellano podía interpretarse de muchas maneras: como expresión de una psicología colectiva común, al modo de Fichte, o simplemente en tanto que medio de acercamiento. Ortega nunca valoró la lengua como elemento creador de la etnia, y si defendía una Hispanidad cultural, sería en esta última dimensión: España era un referente de nación privilegiado para Argentina y otros países porque el idioma facilitaba la creación de redes intelectuales. En una entrevista que ofreció al volver a España, Ortega concretó estas ideas. Afirmó que, como todos los “pueblos jóvenes”, Argentina estaba en el “primer ciclo de preparación”, careciendo de figuras relevantes que pudieran contribuir al desarrollo intelectual. Por eso, careciendo de tradición, los argentinos buscaban referentes en Europa, siendo un país “pletórico de energía, poblado por una raza fuerte y emprendedora”. Pero aunque carecía de minoría, tenía algo esencial: “la masa, el pueblo en general, alcanza un nivel tal de cultura, que no es posible engañarle con vanas representaciones, puesto que está capacitado para ponderar los méritos”. El éxito alcanzado por el filósofo le convenció de esta situación, que contrastaba claramente con España: “en su actuación como pueblo, la Argentina es superior a la España actual”, tal y como mostraba el buen funcionamiento del Estado. Tal vez España era un referente de nación para Argentina, en tanto que su minoría selecta se habría de mirar en ella. Pero al revés, también la República hispana ofrecía a su antigua metrópoli un modelo a seguir, que cifraba el filósofo en la cohesión garantizada por el ideal. Si en España las fuerzas “están todas disociadas”, formando “casta aparte cada una de las representaciones nacionales”; en Argentina intelectuales, políticos, u obreros marchaban bajo un “ideal común” que les cohesionaba en el patriotismo. Ortega definía al país sudamericano como el ejemplo de lo que quería ver en España: “Es el de la Argentina un patriotismo que no vive de los recuerdos ni en la contemplación estática de glorias pasadas”. Muy por el contrario, “es un patriotismo de futuro, un afán unánime de vivir con el presente, laborando por el engrandecimiento en el porvenir”. En la línea de lo expuesto más arriba, Ortega creía que España primero tenía que renovarse si quería influir sobre América, y en este proceso podía aprender de ella. Decía que en España una “masa” como la argentina no existía, y que “la minoría directora es muy escasa”. Añadía que “Madrid está desprestigiado como capitalidad”, siendo necesario “azuzar a las provincias contra el centro y suscitar el localismo”895. Esperaba construir “una patria nueva, grande y libre” desde esta vía. Con esta interesante entrevista, vemos un punto de inflexión en la acción pública de Ortega: después de fracasar el proyecto de 1914, la estancia en Argentina le sirvió como acicate, y desde 1917 se lanzó a una renovación de la vida política española que se concretaría poco a poco en el proyecto de “redención de las provincias” una década después. 6.6.La evolución del patriotismo fenomenológico desde 1917: entre el optimismo y el pesimismo El año 1917 es esencial en Ortega, porque las experiencias que vivió entonces le llevaron a modificar su actitud ante la nación. No en la forma de analizarla, que seguirá 895 FERNÁNDEZ PIÑERO, José: “José Ortega y Gasset (entrevista redactada)”, El Día, 22 de marzo de 1917. El desarrollo del patriotismo fenomenológico: la idea de nación desde la Razón vital 265 dentro del patriotismo fenomenológico, porque mantenía su filosofía anti-utópica. Incluso existe gran continuidad en algunas de sus iniciativas. Pero asumió, frente al optimismo que tenía en 1914, un pesimismo existencial que justifica que viera a España de forma más despectiva, y que evolucionara hacia un mayor elitismo como consecuencia. No fue un cambio radical, sino con vaivenes, puesto que los hechos de 1917 también los concibió a veces de forma optimista. Además, fue en 1915 cuando comenzó su viraje anímico, al ir decepcionándose con el Partido Reformista. En 1916 viajó a Argentina y, en cierto sentido, volvió lleno de energías, lo que motivó también que se retardara un poco la situación. Pero finalmente esta llegaría para quedarse. La historia de las emociones es así de nuevo una herramienta histórica interesante, pues el análisis de varios textos podría mostrarnos el talante del Ortega que vira entre 1915 y 1917 hacia una mayor desconfianza en el pueblo español. Tal y como escribió Unamuno, “no suelen ser nuestras ideas las que nos hacen optimistas o pesimistas, sino que es nuestro optimismo o pesimismo, de origen fisiológico o patológico quizá, tanto el uno como el otro, el que hace nuestras ideas”896. Si esto es cierto, el desarrollo de una idea nación más elitista por parte de Ortega se derivaría de unas vivencias que le llevaron a desconfiar del potencial nacionalizador del pueblo, al que efectivamente irá calificando de forma casi exclusiva como masa. Si estudiamos las emociones de Ortega a fines de 1915 vemos efectivamente una gran decepción, que muestra incluso en sus textos públicos. El 30 de diciembre de 1915 publicó una suerte de examen de conciencia en el que hacía balance del año que terminaba, y que significativamente no apareció en España, sino en La Ilustración Española y Americana. El artículo se llama “Pensamientos de año nuevo”, y tal y como indica Bèatrice Fonck, refleja el embotamiento de las ilusiones reformistas de Ortega en coincidencia con su cese de la dirección de España897. El filósofo decía que “el mundo está triste, la humanidad acongojada como pocas veces a lo largo de toda su historia”, en una situación comparable únicamente con la Europa de los terrores del año mil. Representando la percepción de su generación, decía también que “el pasado nos ocupa más, pero el futuro nos preocupa más”, y al mismo tiempo confesaba su situación particular al decir que ya no veía motivos para cimentar la esperanza: el único refugio que le quedaba era el “yo pueril”, el “yo irrazonable” del niño que llevaba dentro y que suponía el único lugar desde el que podría emerger la esperanza898. No caía en el irracionalismo, sino que iniciaba un movimiento de lo que más adelante llamará “ensimismamiento”, que consistía en replegarse dentro. No necesariamente por pesimismo, ya que según teorizará es una de las fases básicas de todo pensamiento. Pero lo importante es que en el caso concreto de 1915 sí que se “ensimisma” por la decepción con que concibe tanto la situación europea con la Gran Guerra, como la española al fallar el Partido Reformista. 896 UNAMUNO, Miguel de: Del sentimiento trágico…, p. 80. 897 FONCK, Bèatrice: “Tres textos olvidados de Ortega sobre el intelectual y la política”, Revista de Occidente, nº 156,1994, pp.117-142, p. 122. 898 ORTEGA Y GASSET, José: “Pensamientos de año nuevo” (1915), en José ORTEGA Y GASSET: Obras Completas. Tomo I…, pp. 928-931, pp. 929-931. El desarrollo del patriotismo fenomenológico: la idea de nación desde la Razón vital 266 Es significativo además que abandone España y funde El Espectador en 1916, porque refleja una percepción muy diferente: no es ya un órgano generacional, sino personal, escrito por él mismo con un talante muy filosófico, sin apenas referencias a la realidad política. Por ello presenta la revista, cuyo primer trabajo está fechado en febrero-marzo de 1916, diciendo que “es una obra íntima para lectores de intimidad, que no aspira ni desea el «el gran público», que debería, en rigor, aparecer manuscritas899. Aunque en 1917 con la fundación de El Sol iniciará una etapa política en la línea de España, publicando muchos artículos destinados a nacionalizar España, lo hará desde un talante más negativo. Las cartas privadas también reflejan el pesimismo, y lo que es mucho más relevante, una de ellas describe perfectamente cómo ciertamente en 1917 comienza para Ortega una etapa de pesimismo que se había iniciado en 1915. Se trata de una epístola enviada en 1921 a Federico de Onís, íntimo de Unamuno y también colaborador de Menéndez Pidal, donde se disculpaba por no haberle escrito durante mucho tiempo. Se justificaba aludiendo a su situación existencial, que describía así: “Por lo que hace a mí la depresión tenía dos dimensiones: una mi pesimismo respecto a España iniciada en 1915, y que por muchas causas hizo explosión en 1917. Otra, la enfermedad, conexa con ese pesimismo que me ha durado tres años y de que ahora empiezo a emerger como de una pesadilla”900. Aunque da a entender que en 1921 estaba volviendo al optimismo, no parece que finalmente lo llegara a alcanzar dado el talante de sus principales obras. Pero antes de volver a los años veinte, hay que preguntarse por los sucesos fundamentales de 1917, que fueron básicamente dos: en lo personal, la muerte de Gumersindo de Azcárate, que desligó definitivamente a Ortega del reformismo al no ver ya nada confiable en él, y en lo político, el desarrollo de la Gran Guerra (y la Revolución Rusa), y de los sucesos revolucionarios en España. Algunos autores hablan de un giro conservador en Ortega por estos años, como consecuencia de su percepción de los hechos, pero lo que existe es una profundización en la meditación sobre dos temas: el particularismo español (concepto en el que desembocaban las reflexiones sobre el subjetivismo y el odio, y que verá de cada vez más evidentemente que no únicamente se aprecia en la relaciones individuales, sino también regionales y de clase), y la problematización de Europa, esto es, la resignificación de la ecuación “España es el problema y Europa la solución” bajo la asunción de que el problema español forma parte del problema europeo y, por tanto, la resolución del problema de Europa es la resolución del problema de Europa. Señalando unos horizontes, puede afirmarse que la solución que dio Ortega a las dos cuestiones que en 1917 se hicieron evidentes culminaron en España invertebrada (1922) la primera y La rebelión de las masas (1930) la segunda. 899 ORTEGA Y GASSET, José: “El Espectador I” (1916), en José ORTEGA Y GASSET: Obras completas. Tomo II…, pp.153-261, p. 155. 900 ORTEGA Y GASSET, José: “Carta a Federico de Onís. Madrid, 21 de julio de 1921”, en Fundación Ortega-Marañón, Fondo JOG, CD-0/69, ID: 9760. El desarrollo del patriotismo fenomenológico: la idea de nación desde la Razón vital 267 6.6.1. Las “Ligas” y revistas de inspiración orteguiana Pero antes de nada, es importante señalar que entre la fundación de la Liga de Educación Política en 1913, y la Agrupación al Servicio de la República de 1930, existieron otras muchas iniciativas similares que se inspiraron en el planteamiento orteguiano, y que en muchas ocasiones buscaron a Ortega para que liderara las iniciativas, o les diera un apoyo simbólico. En 1916 un tal Salvador Giner escribió una amplia carta en la que hacía memoria de la fundación en España de la Liga orteguiana, la de Simarro, y una proyectada Liga para los derechos de reunión. Afirmaba que eran particulares, y hacía falta una “Liga que nos defienda todos los derechos que la Constitución nos ha reconocido”. Reivindicaba al socialista Fernando de los Ríos, y apostaba por que los seguidores de la Liga de Ortega volvieran a juntarse en este proyecto que debía crear “ambiente de comunidad” en los rincones más remotos de España901. Precisamente este intelectual socialista había dirigido un año antes una carta pública a Ortega en la que defendía la libertad de reunión y prensa que los liberales veían amenazada, y en su contestación la revista España decía que tal vez se crearía una “Liga central compuesta de diputados y directores de periódicos liberales” para luchar por ello902. Otras revistas fueron apareciendo por la geografía española siguiendo los principios orteguianos. Su amigo Fernando Vela en 1916 expresó algo muy significativo al decirle por carta que España, de la que era corresponsal en Asturias, tendría “su primer hijo” a partir de una revista “quincenal, regionalista”, centrada en gran medida en la difusión del sentido regional asturiano, que pretendía fundar903. Algo similar decían J.R. Carril y B. Romero en el mismo año, cuando le proponían participar en la revista Vida Española reconociéndose seguidores de sus conferencias904. Este mismo nombre es el que habría de llevar una sección que García Calderón proponía a Ortega dirigir, en una revista llamada Hispania que publicaría la Universidad de París para refleja “la renovación española” (y que vio la luz en primavera de 1918)905. También en 1917 otro integrante de la red intelectual orteguiana, Luis Bello (que había participado en El Imparcial, Faro y Europa), seguía en esta línea. Le anunciaba la creación de la Revista Política Española, que no siguió adelante tal vez porque desde El Sol Ortega le ofreció una tribuna para exponer una serie de ideas totalmente en la línea del proyecto del filósofo. La publicación partía de que “hay que rehacer el liberalismo”, dado que las ideas heredadas de 1789 ya no eran válidas. Además, desde la revista, seguía en la carta, “pensaremos en las llamadas clases directoras, en la minoría selecta que dentro de todo régimen aristocrático o democrático ejerce realmente el Poder político”. Aunque en este prospecto se identificaban con Romanones, también lo hacían con dos 901 GINER, Salvador: “Carta a José Ortega y Gasset. Tenerife, 31 de agosto de 1916”, en Fundación Ortega- Marañón, Fondo JOG, C-89/20, ID: 632. 902 RÍOS URRUTI, Fernando de los: “Conducta inconstitucional del Gobierno. ¿Le debe obediencia la nación?”, España, 29 de julio de 1915. 903 VELA, Fernando: “Carta a José Ortega y Gasset. Gijón, 10 de enero de 1916”, en Fundación Ortega- Marañón, Fondo JOG, C-50/4, ID: 725. 904 CARRIL, J.R., y ROMERO. B.: “Carta a José Ortega y Gasset. 19 de diciembre de 1916”, en Fundación Ortega-Marañón, Fondo JOG, C-89/53, ID: 728. 905 GARCÍA CALDERÓN, Ventura: “Carta a José Ortega y Gasset. París, 20 de octubre de 1917”, en Fundación Ortega-Marañón, Fondo JOG, C-90/10, ID: 779. El desarrollo del patriotismo fenomenológico: la idea de nación desde la Razón vital 268 elementos muy orteguianos: la “europeización de España” propuesta por Costa, y el regionalismo: “pedimos a las regiones, a las provincias y a los pueblos su concurso”906. Mención aparte requiere la influencia de Ortega en la organización de la juventud española, o de integrantes de la misma. Como en el caso de la nación, se ha de entender la percepción orteguiana de esta categoría existencial a partir de una doble dimensión teórica y práctica, que igualmente se enmarca en el contexto intelectual de comienzos del siglo XX. Según diría él mismo en El tema de nuestro tiempo (1923), existen épocas de la historia juveniles y seniles, y la etapa histórica del considerado por él “nada moderno” siglo XX se caracterizaba por pertenecer al primer grupo907. En aquella época, al abrirse un nuevo siglo, la juventud desplazó a la senectud como ideal de la sociedad. Es en parte lo que reflejaba Oscar Wilde en El retrato de Dorian Gray (1890), y también lo que describía Stefan Zweig al recordar que hechos anecdóticos como la moda del afeitado para parecer más joven (frente al deseo de dejarse crecer barba y bigote para mostrarase mayor) evidenciaba que “la generación entera decidió hacerse más juvenil, todo el mundo, al contrario del mundo de mis padres, estaba orgulloso de ser joven”908. Lo que reflejaba la exaltación de la juventud era también un conflicto generacional, una “rebelión edípica colectiva” según la expresión de Schorske909. La generación es un elemento esencial en la teoría de la historia de Ortega, que tal y como expusimos en el capítulo cuarto de esta tesis, es identificable con la idea de nación en tanto que define que ambos son perspectivas o medios de comprensión de la realidad. En En torno a Galileo (1949) dará su expresión más acabada de las generaciones como motor de la historia. Pero en el momento en el que funda la Liga lo hace teniendo presente que su proyecto de aplicar liberalismo y nación a la vieja política habría de hacerse en esta clave: la del 14 frente a la del 98. De hecho, una muestra de lo importante de esta noción para Ortega es que en una de las dos reuniones de la Liga de la que hay constancia, se discutiera este tema. Decía en aquella charla que se dirigía a una “generación de españoles”, sabiendo que la “generación tiene en la crítica histórica un sentido muy preciso”. La historia no la componían individuos sin más, sino individuos en la circunstancia histórica (lo que nos muestra que ya tiene en mente la idea de la historicidad del ser humano, que le llevará a preferir la expresión de Razón histórica antes que la de Razón vital), y así afirmaba que “dime de que generación eres y te diré lo que llevas en el vértice del corazón”. Continuaba diciendo que 906 BELLO, Luis: “Carta a José Ortega y Gasset. Madrid, 4 de marzo de 1917”, en Fundación Ortega- Marañón, Fondo JOG, C-56/16a, ID: 763. 907 ORTEGA Y GASSET, José: “El tema de nuestro tiempo” (1923), en José ORTEGA Y GASSET: Obras completas. Tomo III…, pp. 557-652, p. 565. 908 ZWEIG, Stefan: El mundo de ayer. Memorias de un europeo, Barcelona, El Acantilado, (1942) 2011, p. 71. 909 SCHORSKE, Carl Emil: La Viena de fin de siglo…, p. 223. Por su parte, en 1949 Joseph Campbell también utilizará el psicoanálisis (aunque basándose en Carl G. Jung más que en Sigmund Freud) para tratar de explicar este tema. Según su visión, ese deseo de los hombres mayores por parecer jóvenes es una característica del pathos norteamericano de su época, que expone en términos que son, al contrario de los de Zweig, despectivos. Vid.: CAMPBELL, Joseph: The hero with a thousand pages, Novato, New World Library, (1949) 2008, p.7. El desarrollo del patriotismo fenomenológico: la idea de nación desde la Razón vital 269 “Somos la generación que heredó el desastre, que hereda una negación, una deuda. Patria no podía significar para nosotros un grato tesoro recibido sino al contrario –patria era una cosa difícil que teníamos que hacer al día siguiente (…) (La Liga) no es más que el ensayo de un aparato, de un órgano que nos haga posible ser fieles a los destinos de nuestra generación y por tanto fieles a nuestros individuales destinos”910. Este texto señala muchas de las cosas que se han venido indicando a lo largo de esta tesis: la defensa del patriotismo del dolor, la identificación que hizo entre la resolución de su conflicto existencial y el del problema de España, la valoración de las ideas como impulsoras de la política…aunque todo esto rectificado con el patriotismo fenomenológico, esto es, la inclusión de la circunstancia en su teoría. Con respecto a la idea de la generación, Ortega apelaba constantemente a la juventud porque estaba formada en unos principios acordes con la moral de la ciencia que no habían asumido los mayores; y aun siendo él “maduro”, apostaba por ellos como un elemento indispensable en la reforma nacional. Por ello la aceptación de su magisterio forma parte del proyecto de nacionalización que buscaba, y tuvo cierto éxito. En 1918 recibió una carta de un grupo llamado Juventud Segoviana (firmado por estudiantes como Ignacio Barral, Juan de Cáceres o M. Álvarez Cerón). En él le llamaban “maestro” y decían mandarle el “manifiesto de la juventud segoviana a la juventud de Castilla” porque “a sus artículos en El Sol se debe nuestro despertar”. Decían en su texto que los jóvenes, que eran renovación física en la naturaleza, debían serlo también en la “vida moral con sus derivaciones sociales y políticas”. Planteaban acabar con la vieja política, apostando por la moral de la ciencia: “queremos que no se pretenda administrar ni gobernar, sin previa capacitación científica y sin sólidas garantías de cívica honradez”. Recogiendo la propuesta de la Liga (y de España y El Sol) apostaban también por un patriotismo fenomenológico: crear “Centros de estudios de cada provincia o comarca” con trabajos positivos de comercio, industria…, y periódicos que difundieran sus ideas911. Años después, en 1926, también veremos a jóvenes pidiendo el auxilio de Ortega. Es curioso que sea desde la Juventud Patriótica de Sevilla, esto es, la sección de jóvenes de la Unión Patriótica, el partido con el que Miguel Primo de Rivera (del que decían, “hemos surgido a la vida pública por estímulo del Excmo. Sr Marqués de Estella a quien adoramos”) trató de afianzar la dictadura que inició en 1923. La relación de Ortega con la misma fue compleja, y criticada por algunos que, como Azaña, desde el principio se desmarcaron de ella. Primo de Rivera defendió una idea de nación que mezclaba regeneracionismo con vertientes del conservadurismo español antiliberal, que hacía del catolicismo un pilar básico. Ortega pudo simpatizar con el elemento regeneracionista, pero no con los otros dos, y por ello probablemente es por lo que no contestó a dos cartas que ya le habían enviado los jóvenes primorriveristas de Sevilla. En la tercera misiva le decían que al leerle sentían “algo así como si sus ideas fuesen un eco de las nuestras”, y que les animaba a luchar “por la España grande y por el Rey”. A pesar de esta expresión 910 ORTEGA Y GASSET, José: “Conversaciones de la Liga… 911 JUVENTUD SEGOVIANA: “Carta a José Ortega y Gasset. Segovia, 28 de noviembre de 1918”, en Fundación Ortega-Marañón, Fondo JOG, C-91/11, ID: 871. El desarrollo del patriotismo fenomenológico: la idea de nación desde la Razón vital 270 que parece mostrar una idea de nación tradicionalista, decían también que “no nos esclaviza la tradición sino que nos proyectamos hacia el porvenir”. Asumían la concepción proyectiva de la nación, y viendo en Ortega a su principal teórico, se preguntaban “¿Por qué sr. Profesor no nos ayuda? No basta el enunciar, hay que actuar y pronto. ¡Ayúdenos!”912. Esta carta es interesante en varios aspectos. Por un lado, porque las no contestaciones de Ortega, tal y como interpreta su autor Alfonso de Zbikowski, invitan a pensar que no se alineaba con el primorriverismo a la altura de 1927. Pero además, en tanto que muestra la relación compleja del orteguismo con el conservadurismo autoritario: mientras que el filósofo será casi siempre contrario al mismo, aunque con algunos apoyos circunstanciales que veremos, los protofascistas y falangistas querrán atraerle a su terreno, y todavía más, dirán basarse en él. Frente a ello, la sintonía de Ortega con el liberalismo se ven en otras cartas de la época: en 1929 desde el Grupo de Juventudes Liberales le agradecían la contestación a cartas anteriores y le pedían el apoyo para expandirse913. En realidad, fueron más quienes vieron en Ortega un referente liberal frente a la dictadura a la hora de buscar su apoyo creando instituciones de nacionalización, tanto las que han sido más trascendentales en la historia política de España como las que no lo fueron tanto. Entre las segundas, un ejemplo es el de un conjunto de “humildes obreros sin bienes de fortuna” que en 1929 se dirigieron a él para pedirle su apoyo en una iniciativa curiosa pero que refleja bastante fielmente la “permeation” de Ritchie: proponían una filosofía política “tripublicana”, que podrían integrar partidos monárquicos, republicanos y socialistas. Defendían que “el Rey, el Gobierno, y el Pueblo, serán una Trinidad de soberanía”. Lo que no se parecía a la filosofía de Ritchie, y mucho menos a la de Ortega, era la justificación de este planteamiento desde “las leyes de amor, atracción y gravedad”914. Más importante fue la Liga de Educación Social, impulsada entre otros por María Zambrano en 1928. Fue una entidad que aunaba los principios de la Liga de Educación Política con los del socialismo democrático, que ella había asumido por influencia de su padre Blas Zambrano y de Antonio Machado. En términos que recuerdan a la definición que hizo Ortega de la Liga de 1914, decía su discípula que la entidad que ella formó junto a José López Rey, era una “unidad fraternal” que quería acabar con la dispersión de los intelectuales. Su primera reunión fue en la Residencia de Estudiantes, y aunque Ortega no participó en ella porque estaba en Argentina, sí lo hicieron personas de su entorno como Gregorio Marañón y Ramón Pérez de Ayala (y otros menos afines, como Manuel Azaña). Recordando estos hechos en 1952, Zambrano habla de que pretendían acabar con la “falsedad oficial”, y para ello “construir la vida española que viene arrastrándose desde siglos de inercia”. Reconoce abiertamente el influjo de Ortega, al resumir que su voluntad 912 ZBIKOWSKI, Alfonso de: “Carta a José Ortega y Gasset. Sevilla, 21 de agosto de 1926”, en Fundación Ortega-Marañón, Fondo JOG, C-99/73, ID: 1713. 913 BLASCO: “Carta a José Ortega y Gasset. Barcelona, 9 de agosto de 1929”, en Fundación Ortega- Marañón, Fondo JOG, C-56/27, ID: 2147. 914 GÓMEZ GARCÍA, José Antonio: “Carta a José Ortega y Gasset. 30 de septiembre de 1929”, en Fundación Ortega-Marañón, Fondo JOG, C-62bis/4, ID: 2189. El desarrollo del patriotismo fenomenológico: la idea de nación desde la Razón vital 271 de “convertir” a los españoles se basaba en un “ansia de convivencia profunda, de integración, de orden. Este dar la cara a las «circunstancias». España, «nuestro tiempo», nuestro deber: conocerlo, cumplirlo”. Con su estilo peculiar, hace mención a categorías que Ortega desarrolla en los años diez y veinte, también cuando dice que la Liga se basaba en el “espíritu deportivo” de la juventud915. Con todo, la principal institución nacionalizadora heredera de la Liga de Educación Política fue la Agrupación al Servicio de la República. Los ejemplos mostrados más arriba fueron muchas veces intrascendentes, o duraron poco, pero ha sido importante traerlos a colación porque reflejan que el espíritu de la Liga de 1914 se vio desde muchos sectores de España como el ejemplo a seguir, y por tanto es un éxito de la propuesta orteguiana el haber introducido una serie de expresiones y metáforas en el foro público español. El epígrafe anterior se ha comenzado en el año 1916 y se ha terminado en 1928. Entre estos diez años ocurrieron varias cosas en la percepción política de Ortega, no tanto en la evolución de su pensamiento, pero sí en su análisis más concreto. A continuación nos centraremos en esto. 6.6.2. La invertebración regional y social de España En 1923 Ortega publicó El tema de nuestro tiempo, libro parcialmente escrito entre 1921 y 1922 donde sostiene, entre otras, la tesis de que Europa pasaba por una época de confusión y desorientación porque no había sido capaz de hacer buena filosofía, y que esto se debía a que había perdido de vista la orientación que esta debía seguir. Al parecer de Ortega la filosofía debía estar al servicio de la vida, y no al revés, puesto que la realidad radical era la existencia humana y el pensamiento una más de sus facultades916. En este sentido, la vida individual incluía la circunstancia nacional, y el mismo esquema podía aplicarse en esta dimensión: la oposición entre la España oficial y la España vital se derivaba de la incapacidad por parte del Estado de adaptarse a la nación, y antes de formular filosóficamente el problema al comenzar los años veinte, Ortega extraía las consecuencias políticas de su percepción y la aplicaba al problema de España. En este sentido, uno de sus artículos paradigmáticos fue “La nación frente al Estado”, publicado el 12 de febrero de 1915 y donde resuenan las críticas de “Vieja y nueva política”. Ortega retomaba la comparación del sistema con un “edificio de fantasmas”, señalando que los políticos se centraban en lo jurídico y gubernamental, pero no en lo nacional. Avanzando lo que dirá en La redención de las provincias, sostenía que la España real no estaba en los despachos gubernamentales, sino en los pueblos y campos, y que allí había que ir a buscarla. Pero no para encontrar votos, sino despertar “su voluntad de vivir” a través de hostigar sus intereses917. De esta manera, establecía una dicotomía entre nación y Estado que podría identificarse con la de vida y filosofía, en tanto que planteaba que el pensamiento –filosófico y jurídico– únicamente era válido si acrecentaba la vida – personal y nacional. Por esto, de la misma manera que demandaba una renovación del 915 ZAMBRANO, María: “Delirio y destino” (1952), en María ZAMBRANO: Obras completas. VI, Parte II. Delirio y destino (1952), Barcelona, Galaxia Gutenberg: Círculo de Lectores, 2014, pp. 804-1109, pp. 866-874. 916 ORTEGA Y GASSET, José: “El tema de nuestro tiempo”…, pp. 578-583. 917 ORTEGA Y GASSET, José: “La nación frente al Estado” (1915), en José ORTEGA Y GASSET: Obras completas. Tomo I…, pp.836-838, pp. 837-838. El desarrollo del patriotismo fenomenológico: la idea de nación desde la Razón vital 272 pensamiento, que lograría desde la Razón vital, hacía lo propio con la estructuración nacional. En 1917 seguirá con esta cuestión, hablando de que “la atención excesiva a la legalidad nos ha dejado en las manos un vaso casi perfecto, pero casi perfectamente seco”. Como las demás consecuencias del utopismo y la magia del deber ser, en la política española se veían leyes que podían ser perfectas en un mundo de ideas, pero que en la realidad eran inútiles porque andaban desacopladas de la vida nacional. Citando como en 1914 a Fichte recordaba que la política era el arte de declarar lo que es, y criticaba las “culturas farisaicas”. Así llamaba a las que anteponían la ley a la moral, esto es, el “utopismo ético que consiste en atender solo a la moral y olvidarse de la vida”. No valía gritar “¡perezcan las naciones y que se salven los principios!” –como podía haber llegado a decir él durante su etapa neokantiana–, porque los segundos eran válidos en función de las primeras918. En cierto sentido, en 1917 Ortega estaba llevando a otro nivel el debate de los hombres y las ideas mantenido con Maeztu en la década anterior, pues sostenía algo parecido pero sustituyendo el liderazgo encarnado por un hombre por el entusiasmo de la nación. En esta línea, afirmaba que la España vital, para ser tal, debía seguir un ideal. En su concepción del ser humano esbozada en Meditaciones del Quijote, había avanzado que los ideales eran esenciales para lograr que la vida no quedara enquistada. Si era así para la persona, también para la nación en su conjunto, que no dejaba de ser un elemento más de la circunstancia personal. La España vital era la que, como si de una persona se tratara, tenía un motivo para vivir, un proyecto que para ser tal tenía que gustar. En 1915 escribió que “Nosotros creemos que la existencia de un pueblo depende, antes que de otra cosa, de las emociones difusas que pueblen el aire de la calle, luego del aprovechamiento competente de esas fuerzas cordiales. Entusiasmo y competencia han de ser el alfa y omega de la nueva política”919. La labor de la minoría directora era precisamente la de organizar a la nación a partir del proyecto nacional, pues “solo una excitación poderosa por parte de una minoría directora, un fuerte empujón hacia la vida, podía contrarrestar en nosotros la emoción de parálisis colectiva”. En 1914 se mostraba mucho más optimista que en este texto de 1915, donde Ortega se había desencantado del Partido Reformista tras la alineación de este con Romanones. Ya no veía a la España real con tanta vitalidad como antes, y sostenía que el problema no se encontraba en los políticos sino en la nación entera. Por “patriótica obligación” criticaba la “parálisis” de todo el “cuerpo social”920. Ortega comenzó a enfatizar el hecho de que era menester devolver a la vida a toda la nación, y a acusarla de estar invertebrada porque los acontecimientos mostraban que, cuando actuaba, era con fines no nacionales. 918 ORTEGA Y GASSET, José: “Los votos van al presidio” (1917), en. José ORTEGA Y GASSET: Obras completas. Tomo III…, pp. 9-20, pp. 10-11. 919 ORTEGA Y GASSET, José: “Alma del Purgatorio” (1915), en José ORTEGA Y GASSET: Obras completas. Tomo I…, pp. 846-849, p. 847. 920 ORTEGA Y GASSET, José: “El gobierno que se ha ido” (1915), en Ibid., pp. 919-921, pp. 919-920. El desarrollo del patriotismo fenomenológico: la idea de nación desde la Razón vital 273 La crisis de 1917 puso sobre el papel esta situación. En verano de este año, se produjo una triple crisis en España: militar, con el movimiento de las Juntas, política, al proclamarse en Barcelona un Asamblea de parlamentarios, y social, al producirse una huelga general. En un principio Ortega vio con simpatía el movimiento juntero, como un “intento honrado de reorganizar una sociedad en descomposición”, diciendo que defendían unos derechos que todos los españoles también querían y, especialmente, que lo hacían sin menoscabar la soberanía nacional. Si en 1914 había clamado por la nacionalización del Ejército, esto es, supeditarlo a los intereses generales y no permitir el cesarismo del XIX, en 1917 creía ver que esto era un hecho. Los militares se habían organizado en defensa de sus derechos, y esto podía ser un ejemplo para el resto de la nación, que les daba su apoyo. Pero pronto cayeron en la defensa de sus intereses particulares, olvidando los del resto de España, y se manifestó un divorcio entre Ejército y nación que Ortega creía nocivo921. En noviembre de 1917 había escrito que las Juntas representaban a la España vital porque habían sido capaces de saltarse la ley farisaica –esto es, utópica y desapega de la circunstancia vital–, para renovar a la nación922. Un mes después, era todavía más elocuente al sostener que “Todavía no se ha comenzado a decir hasta qué punto la aparición de las Juntas de defensa –primero las militares, luego las restantes- constituye, tal vez, el hecho más glorioso, más saludable, más original, más europeo que la España de los últimos cien años puede presentar al mundo. (Por ello) nos dirigimos hacia la instauración de una nueva estructura nacional”923. Por el contrario, en los textos escritos para El Sol desde 1920 que componen España invertebrada, su interpretación es muy distinta. Allí hace del Ejército un paradigma del “compartimento estanco” y del “particularismo”, en un proceso de separación entre el estamento militar y el pueblo que llevó a que estuviera “desnacionalizado”. En 1917 no habría sino culminado un proceso de desconfianza con respecto a los demás que se había iniciado en 1898924. Otro texto clave para analizar la cuestión es “Sobre el arco en ruina”, un artículo que incluirá en La redención de las provincias (1931) mostrando por tanto la continuidad entre este texto, que es la proyección práctica de España invertebrada (1922), y sus meditaciones en 1917. Escribía precisamente entonces que “la España del siglo XX es una España invertebrada”, porque no existían instituciones que cohesionaran a los españoles. Su idea era la de que “un Estado es una articulación de prestigios personales y corporativos que, apoyándose unos en otros y nutriéndose recíprocamente, ejercen el Poder, imponen cohesión a los grupos internos”. Da por tanto una visión acorde con el 921 ORTEGA Y GASSET, José: “El ayer y el hoy de las Juntas” (1918), en José ORTEGA Y GASSET: Obras completas. Tomo III…, pp. 73-77, pp. 73-75. 922 ORTEGA Y GASSET, José: “Los votos van al presidio”..., p. 11. 923 ORTEGA Y GASSET, José: “Hacia una mejor política” (1917), en José ORTEGA Y GASSET: Obras completas. Tomo III…, pp.21-29, p.26. 924 ORTEGA Y GASSET, José: “España invertebrada” (1922)…, pp. 462-464. El desarrollo del patriotismo fenomenológico: la idea de nación desde la Razón vital 274 realismo político, frente al idealismo de la etapa neokantiana, porque aceptaba la existencia de poderes contrapuestos que debían encontrar un equilibrio, y no la imposición de un ideal cohesionador más allá de las circunstancias reales. Por ello, también proponía todavía en aquel año que la vía para aprovechar el ímpetu de las Juntas y demás movimientos sociales era reformar lo existente, para adaptar el Estado a la situación de la nación, esto es, “reconstituir la Constitución”925. El pesimismo de Ortega se aprecia en un intercambio epistolar con José Ruiz-Castillo, director administrativo de España y editor de las obras completas de Freud gracias al impulso del filósofo, después de que precisamente en 1917 gestionó la cesión de los derechos de la obra freudiana a Biblioteca Nueva926. Un mes después de la huelga general convocada por la UGT y el PSOE, el editor escribía una carta en la que denunciaba el pesimismo vertido por Ortega en El Espectador, diciendo en unos términos que recuerdan un reproche similar de Maeztu en 1908, que “son excesivos sus juicios sobre España” tanto en cantidad como en acritud, “tan violenta a veces que llega a parecer hostilidad”. Decía también que “conviene rectificar un poco el pesimismo de la generación del 98, porque no ha variado ni un grado en 20 años de soniquete y España sí ha variado”. Con un concepto que sin embargo sí recuerda al Ortega de esta época, añadía que la solución era una “mayor cordialidad para que la crítica estimule en lugar de desalentarnos”927. El madrileño se defendía de esta acusación, afirmando que estaba dispuesto a “no pactar con la psicología encanallada de mis compatriotas”, y desde su elitismo continuaba diciendo que también quería estar presto a “ser fiel a los pocos que valen contra los innumerables que no valen”928. Por otro lado, poco después del movimiento de las Juntas, la crisis se manifestó en la citada huelga revolucionaria. Luis Olariaga escribía a Ortega para informarle de una huelga que se producía unas semanas antes de la convocada a nivel general –y un mes después de la legalización de las Juntas–, diciendo que “la huelga se iba extendiendo y presentaba muy mal aspecto”. Llegaban soldados desde Madrid, y según sus informantes, “he sabido que aquí los cuarteles andan algo revueltos, los soldados dicen que ellos no hacen fuego sobre el pueblo, y se comenta que en el regimiento de artillería hay varios sindicalistas que lo tienen dominado”. Aunque da a entender una posible alianza entre militares y obreros desde el juntismo, avanza la separación entre ambos sectores como consecuencia de la actitud manifestada en los trenes enviados desde Madrid, de suerte que “aumenta la inquietud y la inestabilidad”929. 925 ORTEGA Y GASSET, José: “Bajo el arco en ruina” (1917), en José ORTEGA Y GASSET: Obras Completas. Tomo IV (1926-1931), Madrid, Taurus: Fundación José Ortega y Gasset, 2017, pp. 751-754, pp. 751-752. 926 RUIZ-CASTILLO BASALA, José: Memorias de un editor: el apasionante mundo del libro, Salamanca, Fundación Germán Sánchez Ruipérez; Madrid, Pirámide, (1972) 1986, p.118. 927 RUIZ-CASTILLO, José: “Carta a José Ortega y Gasset. Madrid, 5 de septiembre de 1917”, en Fundación Ortega-Marañón, Fondo JOG, C-43/15, ID: 831. 928 ORTEGA Y GASSET, José: “Carta a José Ruiz-Castillo. Madrid, 7 de septiembre de 1917”, en Fundación Ortega-Marañón, Fondo JOG, CD-R/79, ID: 10079. 929 OLARIAGA, Luis: “Carta a José Ortega y Gasset. Vitoria, 23 de julio de 1917”, en Fundación Ortega- Marañón, Fondo JOG, C-37/10, ID: 810. El desarrollo del patriotismo fenomenológico: la idea de nación desde la Razón vital 275 También en plena huelga, y antes de las cartas arriba citadas, Ruiz-Castillo escribía a Ortega manifestándole unas impresiones muy en la línea de las que él tendrá. A su juicio, “se vio que el movimiento carecía de organización, de objeto y de jefes y que iba a un fracaso seguro”, pues se había demostrado “la más absoluta desorientación de estas masas”. Frente a la visión que Ortega todavía mantenía de Lasalle y su papel en la organización obrera –y nacional– de Alemania, los líderes socialistas españoles no estaban a la altura: “los Besteiros y Saborits se ha visto una vez más que son el tipo del vulgar iluso y están infinitamente por bajo de la fuerza que los obreros han puesto en sus manos pecadoras”. Era una actitud que Ortega identificaría con la magia del deber ser, dado que lo que habían mostrado era que creían en el triunfo desde la “retórica de sus proclamas”. Como consecuencia, frente al entusiasmo necesario para regenerar a España, el fracaso en el liderazgo era “un golpe terrible para la fe de los obreros”. Pero además, Ruiz-Castillo arremetía contra los militares, mostrando que las sospechas de Olariaga para Vitoria eran fundadas: si los obreros se habían limitado a agredir a obreros no huelguistas y tranvías, los militares protagonizaron una represión de “dureza brutal”. Lo justificaba diciendo haber visto a oficiales atacando a “mujeres y chiquillos que curioseaban desde la puerta de su casa”930. En definitiva, el fracaso de la expectativa de 1917 –en cierto sentido comparable a la de 1913 dado que evidenciaba una circunstancia de reforma hacia la España posible– se debía a dos cosas: el alineamiento de los militares con la España oficial, y la incapacidad de los líderes socialistas para organizar a parte de la España vital. Dentro de este esquema interpretativo, Ortega en un principio también creyó que la huelga podría ser un síntoma de regeneración nacional, si hubiera tomado en alianza con el juntismo una dirección reformista. La huelga era un movimiento “históricamente justificado”, con una raíz que era la misma que llevó a los militares a alzar su voz. Por ello, estos tendrían que haber actuado de forma “más inteligente y patriótica”. No podía considerarse que era una simple algarada, y aunque habían existido errores, insistía, en su origen estaban alzando la voz legítimamente: “los obreros que este verano, con evidente error de táctica, se declararon en huelga, son los obreros españoles”. Si en su etapa neokantiana criticaba siempre que el socialismo español no fuera capaz de crear un movimiento nacional, en 1917 los obreros se habían alzado respondiendo a circunstancias españolas y por tanto con una voluntad nacional. Ciertamente, “los agitadores de profesión de las Casas del Pueblo” habían actuado inmoralmente. Pero en el fondo del asunto existía una idea ética que no se podía obviar931. Como en el caso de las Juntas, da a entender Ortega, por sus críticas ambiguas a los obreros, que ellos al final también actuaron con particularismo. Pero todavía en diciembre veía desde su patriotismo de futuro que la unión de los dos sectores podía “fabricar una España distinta y superior”, viendo las manos del militar y el obrero unidas en “la sublime faena de labrarnos una patria saludable”932. 930 RUIZ-CASTILLO, José: “Carta a José Ortega y Gasset. Madrid, 17 de agosto de 1917”, en Fundación Ortega-Marañón, Fondo JOG, C-43/14, ID: 830. 931 ORTEGA Y GASASET, José: “Los votos van al presidio” (1917)…, pp. 14-15. 932 ORTEGA Y GASSET, José: “Hacia una mejor política” (1917)…, p. 29. El desarrollo del patriotismo fenomenológico: la idea de nación desde la Razón vital 276 Por tanto, y contra lo que pudiera parecer dado que los estudiosos de Ortega suelen insistir en que durante 1917 vivió un giro conservador motivado por el temor al bolchevismo, lo que criticó continuamente fue también el papel de los militares. Continuaba la serie anterior diciendo que estos y los propietarios no eran capaces de reconocer “el fondo común y nacional de justas exigencias” de los obreros. Los militares podían haber jugado un papel histórico importante al espolear una revuelta nacional, pero prefirieron actuar solamente por sus intereses y se detuvieron cuando otros les imitaron. Ortega dice que, quienes como él tienen un “patriotismo severo”, se decepcionaron con su actitud, que tacha de derivada de “limitadas ideas gremiales” en vez de nacionales933. Sin embargo, también arremetía contra el talante revolucionario de gran parte de los obreros españoles y, unido a ello, su incapacidad para organizarse. La de 1917 no fue la única huelga en España, sino que desde entonces se produjeron muchas más, hasta el punto de que se ha llegad a hablar del “Trienio Bolchevique” para designar los acontecimientos de conflictividad social que se produjeron entre ese año y 1921, especialmente en Andalucía. Precisamente, desde Córdoba Ortega fue testigo en 1919 de una de estas huelgas. El 11 de marzo recibió una carta de Manuel Aznar donde comentaba el acontecimiento y le animaba a publicar un comentario934, y también mandó él mismo una interesante misiva a Zulueta. Decía en ella que, a pesar de que había sido “la más general y a la vez la más meliflua de las huelgas”, había dos características importantes. Primero, que obreros y campesinos coincidían en “detestar al republicano y al socialista”, esto es, a quienes de una u otra forma apostaban por la colaboración con clases medias y burguesas dentro del contexto nacional. Además, decía que si bien los obreros andaluces estaban organizados, no confiaba en ellos: “la razón es que no creo en el triunfo de nada donde no brille la inteligencia. Por eso no creo en el triunfo de cosa alguna en este país idiotizado”935. Poco después, desde El Sol se refería al acontecimiento, arremetiendo contra Madrid porque su centralismo le cegaba ante la realidad andaluza. Decía también que era un movimiento de sindicatos “radicalmente antirrepublicanos y antisocialistas”, pero que tenían un referente muy concreto: “la caída del káiser y la liberación del campesino ruso”. Para evitar una revolución, y porque era un imperativo de la justicia, Ortega demandaba un cambio jurídico en la propiedad de la tierra, y unía con el problema de España su propuesta, porque sería “la obra más patriótica” que pudiera hacerse el lograr que Madrid cambiara su postura936. El artículo de Ortega fue ampliamente comentado desde El Debate, órgano de referencia del catolicismo social. Allí criticaban en el filósofo que él representara lo que supuestamente decía estar combatiendo, el madrileñismo: ciertamente se había dado cuenta del problema, pero tarde como todos los habitantes de Madrid, “esta ciudad distraída, superficial, poco atenta a las realidades nacionales”. Fruto de su desconocimiento de la realidad nacional de España, Ortega proponía un simple cambio 933 ORTEGA Y GASSET, José: “Los votos van al presidio”…, pp. 16 y 18. 934 AZNAR, Manuel: “Carta a José Ortega y Gasset. 11 de marzo de 1919”, en Fundación Ortega-Marañón, Fondo JOG, C-55 bis/8c, ID: 10487. 935 ORTEGA Y GASSET, José: “Carta a Luis de Zulueta. Córdoba, 11 de marzo de 1919”, en Fundación Ortega-Marañón, Fondo JOG, CD-Z/11, ID: 10420. 936 ORTEGA Y GASSET, José: “El problema agrario andaluz” (1919), en José ORTEGA Y GASSET: Obras completas. Tomo III…, pp. 211-214, pp. 212-214. El desarrollo del patriotismo fenomenológico: la idea de nación desde la Razón vital 277 jurídico que, según el juicio del articulista, era insuficiente. La respuesta habría de ser el hacer de todos los campesinos propietarios, como venían postulando las derechas españolas que Ortega tanto criticaba, demostrando que hasta 1919 no se había dado cuenta de un problema estructural que el cooperativismo católico ya combatía937. Frente a esta interpretación, otras que aparecieron en la prensa por aquellos días fueron más benevolentes con la visión orteguiana938. En todo caso, lo importante es que la vivencia por parte de Ortega de la huelga en Córdoba fue clave para la constitución de lo que Elorza llama su “actitud contrarrevolucionaria”939. A partir de entonces, y en concreto de la carta a Zulueta, se aprecia su pesimismo, y con ello el desplazamiento hacia la preocupación por la rebelión de las masas. Sin embargo, como hemos visto es desde 1915 cuando Ortega asume esta visión negativa, que repunta en 1917 y ahora la experiencia de 1919 vuelve a manifestar. Elorza señala también que el anticomunismo de Ortega se convierte en una constante, y que al igual que la derecha contrarrevolucionaria, identificaría al mismo con el sindicalismo940. Pero como ya vimos, desde 1912 hace Ortega esta contraposición, en el año en que no una experiencia política, sino especialmente un cambio en la perspectiva filosófica le lleva a ver de otra manera al movimiento obrero. Lo que sí es cierto, y que analiza Elorza, es que a esta perspectiva filosófica se une una experiencia vital entre los años 1917 y 1919, que le llevan a reforzar su oposición al sindicalismo cuando ve en España una desorganización motivada por la “epidemia huelguística”, concretamente porque en Andalucía y Cataluña “han sido desorientadas las cabezas de nuestros trabajadores por el gran ballet ruso del bolchevismo”941. El anticomunismo de Ortega estuvo motivado también por la percepción de la antigua Rusia como un país al que el gobierno del PCUS había empobrecido, según se verá en varias actuaciones llevadas a cabo en el año 1922, que fue precisamente aquel en el que nació la URSS. En el anterior se había producido la conocida como “gran hambruna rusa”, que generó una gran conmoción internacional. Aunque fue para muchos la muestra evidente de que el comunismo no era la solución para la pobreza de los campesinos, por razones humanitarias incluso países como EEUU o Inglaterra ayudaron al gobierno de Lenin ante la muerte de millones de personas. Ortega también lo hizo, ofreciendo una conferencia según anuncia la prensa de la época942. Además, refrendó con su firma un Manifiesto por el que se pedía ayuda para los intelectuales rusos que padecían la miseria derivada de la hambruna, sumándose así a una iniciativa impulsada por la Universidad de Helsinfors. Junto a Azorín, Torres Quevedo, Ramón y Cajal y otras personalidades, impulsó así la creación de un Comité que dirigiría Romanones, quien era por otra parte su adversario político943. 937 “Se reforma por decreto”, El Debate, 21 de marzo de 1919. 938 Así en GIN, Máximo: “El eterno rumor”, El Adelantado, 22 de marzo de 1919; LORENZO, Félix: “Todos iguales; todos caciques”, El Sol, 22 de marzo de 1919. 939 ELORZA DOMÍNGUEZ, Antonio: La razón…, p. 124. 940 Ibid., p. 129. 941 ORTEGA Y GASSET, José: “Demasiadas huelgas” (1919), en José ORTEGA Y GASSET: Obras completas. Tomo III…, pp. 295-297, pp. 295-296. 942 “El movimiento de solidaridad por los hambrientos rusos”, El Pueblo, 18 de febrero de 1922. 943 “Por los sabios hambrientos”, La Correspondencia de España, 2 de marzo de 1922. El desarrollo del patriotismo fenomenológico: la idea de nación desde la Razón vital 278 Sin embargo, el anti-marxismo y anti-sindicalismo no debe confundirse con una oposición a todo tipo de socialismo. Con uno de los intelectuales del PSOE, Fernando de los Ríos, dialogó también sobre la situación de los obreros. Varias cartas de abril de 1919, cuya contestación no se conserva, sirvieron al socialista para mostrar a Ortega que el peligro en Granada eran los conservadores, y no los socialistas. El día 9 le decía que se preparaban “los elementos derechistas y caciquiles para laborar en las ciudades contra las organizaciones que tienen orientada la vida hacia un mañana”944. El día 26 le daba más detalles, al decirle que el Capitán General estaba organizando un somatén: “se trata de la resurrección de los voluntarios realistas; nada más terriblemente triste y desolador que vivir en estos instantes en una provincia española de tipo levítico: asusta la perfidia del grupo jesuítico”945. Aunque no sabemos qué contestó Ortega, es probable que también aceptara este punto de vista, en virtud del que el particularismo social se manifestaba no únicamente en los obreros que defendían solamente sus intereses, sino también en los conservadores que hacían lo propio. Casi un año después, otra referencia a Fernando de los Ríos va en esta línea. Contaba desde El Sol Ortega que hacía poco le había comunicado el profesor socialista la imposibilidad de que los obreros granadinos actuaran moderadamente, porque tenían en frente la represión del Estado. Aceptando la necesidad de que intelectuales y clases medias lucharan contra la España oficial, resumía Ortega cómo sería el futuro al decir: “formaremos jauría con los obreros y prepararemos la gran fiesta venatoria”946. En este mismo periódico, y también en 1920, publicó otro artículo sobre el tema donde resumía su interpretación, al decir otra vez más que la cuestión obrera era una cuestión nacional, y decía que a su solución se dirigía el “verdadero patriotismo”. Siguiendo su interpretación ya consolidada, decía que el internacionalismo se había demostrado utópico durante la Gran Guerra, y que el Estado debía adaptarse a la nación, en el sentido de dejar de ser paralítico para convertirse en “organizador de las disidencias interiores”. Ortega critica también aquí abiertamente el marxismo, y cita a Lenin y Trotsky como personas cuya revolución había fracasado porque “la realidad se ha vengado de ella como de todo intento que se haga para suplantar lo vivo y concreto por lo pensado y abstracto”. Con esta frase expone de forma muy clara la política fenomenológica, y volviendo como en 1914 a unir los conceptos de nacionalización y liberalismo, dice ahora a los obreros que, además de abandonar el internacionalismo, deberían optar por el “socialismo liberal” 947. Además, Ortega hace mención en este texto a la huelga de panaderos en Madrid, un conflicto que generó diversos altercados y que paralizó el abastecimiento de pan, y que por ello fue definido por algunos sectores como un movimiento revolucionario948. Su propio periódico resaltó antes de que él publicara “Agitación obrera” la cantidad de 944 RÍOS, Fernando de los: “Carta a José Ortega y Gasset. Granada, 9 de abril de 1919”, en Fundación Ortega-Marañón, Fondo JOG, C-42/16, ID: 959. 945 RÍOS, Fernando de los: “Carta a José Ortega y Gasset. Granada, 26 de abril de 1919”, en Fundación Ortega-Marañón, Fondo JOG, C-42/18, ID: 961. 946 ORTEGA Y GASSET, José: “Todo es posible en España” (1920), en José ORTEGA Y GASSET: Obras completas. Tomo III…, pp. 357-359, p. 359. 947 ORTEGA Y GASSET, José: “Agitación obrera” (1920), en Ibid., pp. 337-342, pp. 338-341. 948 “Movimiento revolucionario en Madrid”, El Siglo Futuro, 22 de mayo de 1920. El desarrollo del patriotismo fenomenológico: la idea de nación desde la Razón vital 279 incidentes de todo tipo que se produjeron949, pero él en su texto insistía en que la solución estaba en integrar el problema dentro del proyecto nacional de construir un nuevo Estado. Volviendo a 1917, el último de los tres acontecimientos manifestados entonces fue el político a través de la Asamblea de Parlamentarios, que convocada por Cambó en Barcelona, y secundada desde el Ateneo por diputados madrileños, supuso la creación de un Parlamento paralelo. Para desactivarlo, en noviembre se creó un gobierno de concentración –de conservadores, liberales y regionalistas catalanes– presidido por García Prieto. Es un acontecimiento que, leído en clave nacional, mostraba la crítica a la España oficial en dos sentidos: la de defender una España regional, y la de apostar por un Estado regenerado. Así lo entendía Ortega, que recordaba en diciembre que los nuevos ministros nacieron de un “movimiento triturador de ficciones”. Los antiguos parlamentarios “sostenían sobre sus hombros irreales toda una España de alucinación”, de la que solamente se recordaban “torpes fantasmagorías”. Para adaptar la España oficial a la real era necesario lograr el apoyo entusiasta del pueblo, y por eso aconsejaba a los nuevos gobernantes que asumieran las “dos potencias supremas de nacionalización”: el respeto y la confianza. Todavía veía en las Juntas una cierta legitimidad, diciendo que la “existencia nacional” del momento, con su nuevo gobierno, provenía de su impulso, y por ello aconsejaba al ministro Juan de la Cierva no darles la espalda950. En definitiva, Ortega identificó el triple movimiento de verano de 1917 como un intento fracasado de adaptar la realidad oficial a la vital. Sobre las Juntas escribió que “nos urge que esta nueva institución, nacida, con tan fecunda originalidad, de los dolores nacionales, reciba su consagración jurídica”. El patriotismo fenomenológico se manifiesta también aquí como perspectiva de análisis de la nación, en la que se hacía imperativo que las instituciones se basaran en las necesidades reales y no en utopías. El fenómeno de las Juntas y el de la huelga manifestaban para Ortega, cuando en diciembre todavía confiaba en ellos, la creación de una España posible desde la Staatsnation: “sus reacciones jurídicas (las de los obreros), sus órganos de cooperación y de defensa van, poco a poco, informando el cuerpo todo del Estado” 951. Pero junto a esta situación, Ortega reivindicaba la necesidad de adaptar la España oficial a una España real donde se integrara a sus diversas regiones. 6.6.3. El regionalismo orteguiano Según definió Juan Pablo Fusi (y hemos citado al presentar sus obras en el estado de la cuestión), la España del siglo XIX era de centralismo oficial pero de localismo real. La oposición entre cultura y vida que Ortega veía en la filosofía, y que tal y como se ha señalado tenía una proyección política que se manifestó en los sucesos de 1917, se tradujo también en su percepción del problema de las regiones de España. Esto es, desde 1910 veía el nacionalismo catalán como una respuesta al materialismo conservador, que encarnaba una potencia de nacionalización basada en la cultura y con vistas al futuro. No 949 “El conflicto del pan en Madrid”, El Sol, 22 de mayo de 1920. 950 ORTEGA Y GASSET, José: “Hacia una mejor política”…, pp. 24-25. 951 Ibid., pp. 28-29. El desarrollo del patriotismo fenomenológico: la idea de nación desde la Razón vital 280 le interesaba la identidad étnica de los catalanes, sino el hecho de que fueran una punta de lanza para el patriotismo utópico. Desde Meditaciones del Quijote sin embargo la idea de circunstancia entró en juego en su concepción de la política, matizada también con la noción de integración, y esto le llevó a ver de otra manera al nacionalismo catalán y los demás regionalismos. Desde el patriotismo fenomenológico consideró que, como señala la cita de Fusi, toda reforma de España aunque estuviera supeditada al futuro tenía que partir del localismo en el que se configuraba la vida diaria de los españoles. Además, el giro fenomenológico y su derivada condena del utopismo intelectual, implicaron una situación más: el rechazo al modelo estatal francés, elevado a paradigma de un centralismo artificial que no respetaba la singularidad regional. Al defender esto, Ortega mostraba una vez más su integración en la cultura política institucionista, donde el modelo orgánico de nación se tradujo en la apuesta por el Estado regional. En este sentido, podemos citar de nuevo a Gumersindo de Azcárate como paradigma de su percepción. Precisamente murió en 1917, y entonces Ortega reconoció la “cálida ráfaga de patriotismo y trascendente humanidad” que le transmitía, y señalaba que “nada acaso indica mejor cuál será el futuro español, como notar el hecho de que los hombres con el escudo blanco (esto es, sin ideas) sentíamos mayor afinidad con los hombres de 1869 que con los restauradores”. Afinidad no tanto en el republicanismo, sino en el “sentido moral de la vida” que llevaban952. Aunque no fuera el tema concreto al que se refería en este artículo, la moralidad tenía bastante que ver con el regionalismo orteguiano, porque de nuevo se enlaza con una idea de cultura no identificable con la Kultur, pero sí con la Bildung953. En la Biblioteca de la Fundación no se conservan libros de Azcárate de la época en que Ortega pudo leerlos (El más antiguo, una edición de El régimen parlamentario en la práctica de 1931). Pero la afinidad en el pensamiento de ambos –además del hecho de compartir militancia en el Partido Reformista, y de pertenecer a una misma red intelectual liberal– justifica que podamos pensar que Ortega le leyó. A continuación se presentarán sus principales ideas. Lo primero es que, según Azcárate, la centralización tenía una “doble genealogía”, que fue “engendrada por el antiguo régimen y prohijada por la revolución”. El modelo que ya define en 1877 es el que parte del individuo como integrante de una sociedad donde “el espíritu nacional es el resultado de la complexión del de las provincias”, que lo son a su vez de los municipios954. Distingue entonces, siguiendo a Heinrich Ahrens, el “liberalismo abstracto e individualista” de los pueblos latinos, del inglés y el alemán, cuyo acierto fue el de mantener los municipios por ser “sociedades naturales y anteriores al 952 ORTEGA Y GASSET, José: “Don Gumersindo de Azcárate a muerto” (1917), en José ORTEGA Y GASSET: Obras completas. Tomo III…, pp. 32-33, pp. 32-33. 953 Parte de las ideas de este capítulo fueron desarrolladas en la comunicación presentada en el XIII Congreso de la AHC. Vid.: BAGUR TALTAVULL, Juan: “El self-government como conexión entre individuo y nación: el nacionalismo liberal de José Ortega y Gasset”, en Damian A. GONZÁLEZ MADRID, Manuel ORTIZ HERAS, y Juan SISINIO PÉREZ-GARZÓN (Coords.): La Historia, lost in translation? Actas del XIII Congreso de la Asociación de Historia Contemporánea, Cuenca, Ediciones de la UCLM, 2017, pp.171-182. 954 AZCÁRATE, Gumersindo de: El self-government…., pp. 121-122. El desarrollo del patriotismo fenomenológico: la idea de nación desde la Razón vital 281 Estado” 955. Reconocía por tanto una doble oposición: entre lo abstracto y lo histórico, y entre la Europa del norte y la del sur. Sin embargo, al igual que hemos visto en el Ortega de Meditaciones del Quijote, Azcárate no creía en una oposición radical. En la línea de otros del estila de Renan, o el John W. Burgess que citaba en 1891, negaba la oposición total entre naciones germanas y latinas, planteando que en las segundas también habían estado presentes los germanos –visigodos en España, francos en Francia, lombardos en Italia.... Por esto afirmaba que fueron los “fundadores de los Estados nacionales”, y en todo caso los “elementos dominantes” en su organización, aunque el resultado final fuera fruto del “recíproco influjo” del sistema romano y el germánico956. Ortega planteará una visión similar, cuando exponga en España invertebrada (1922) que las naciones modernas se basan en la relación entre el sedimento autónomo, el elemento romano –la “materia”–, y el germánico –la “forma”–, siendo este el que determina su configuración por ser los dos primeros idénticos en todos los países957. Para Azcárate, y Ortega en los años veinte, de esta dialéctica se derivó la solución que ambos aportaban para el problema de estructuración nacional: la autonomía. Azcárate la llamó self-government, y consideraba que no era únicamente una manifestación de la libertad negativa –al limitar el poder ante regiones e individuos–, sino también de la libertad positiva –vinculada al concepto liberal de Bildung o el republicanismo cívico–, porque potenciaba el desarrollo del individuo: la centralización no conseguía que los individuos “se adiestren para la vida de la libertad”, que fueran responsables. Frente a las “absurdas utopías” del liberalismo jacobino, el que él defendía partía de las entidades intermedias por ser “excelente escuela” para asumir el espíritu práctico logrado con el manejo de los negocios. Sostenía que tanto la “apatía” como la “utopía” incapacitaban para la libertad, mientras que la descentralización administrativa imponía la “rutina de la libertad”. La diferencia que vio entre el régimen de Francia y el de Inglaterra es que en el primero, conquistado París se conquistaba todo, y en el segundo había que “conquistar el país palmo a palmo”958. Francia y España tenían un “Estado abstracto”, mientras que Gran Bretaña fue “el país del self-government” 959. Todas estas nociones de apatía, utopía, municipio como escuela de libertad, e incluso el concepto de self-government, aparecerán desarrollados a fines de los años veinte en lo que será La redención de las provincias en 1931. Pero ya vemos a Ortega en 1917 escribiendo sobre estas cosas. No únicamente como consecuencia de sus lecturas, sino también por su conocimiento directo de la situación de diversas provincias españolas. En las páginas que siguen se presentará la percepción que tenía Ortega del regionalismo español y el diálogo que mantuvo con algunos representantes de este durante los años en torno a la fecha clave de 1917. En aquel año hablaba del “localismo”, un concepto que luego tomará un sentido más despectivo como significante, pero que en cuanto a su significado mantendrá: la idea de 955 AZCÁRATE Gumersindo de: “El municipio en la Edad Media” (1877), en Gumersindo de AZCÁRATE: Municipalismo y regionalismo, Madrid, Instituto de Estudios de Administración Local, 1979, pp. 3-49, p. 7. 956AZCÁRATE, Gumersindo de: “Discurso del Ateneo sobre la vida local” (1891), en Gumersindo de AZCÁRATE: Municipalismo y regionalismo..., pp. 51-122, pp. 68 y 69. 957 ORTEGA Y GASSET, José: “España invertebrada”…, p. 497. 958 AZCÁRATE, Gumersindo de: El self-government..., pp. 134 y 137-139. 959 AZCÁRATE, Gumersindo de: “Discurso del Ateneo..., pp. 83-84. El desarrollo del patriotismo fenomenológico: la idea de nación desde la Razón vital 282 hacer de la vida particular una manifestación de y hacia la vida nacional. En la entrevista ofrecida al volver de Argentina, distinguió “localismo” y “regionalismo”, siendo lo segundo un “ideal histórico” y lo primero el conjunto de los “intereses «actuales» de cada pueblo”. Sostenía así que el regionalismo era algo a despreciar, y el localismo un proyecto para estimular960. De forma más concreta, también en 1917 defendía el ejemplo de ciudades como Toledo, Ciudad Real y Logroño, y se preguntaba la razón por la que en otros lugares no se siguiera su modelo. Ortega decía que “cuando hayamos liquidado del todo la España ficticia” y frente a los “fantasmas de problemas” se pusieran por delante los “problemas verdaderos”, habría que dar una nueva organización al Estado, destinada a “la afirmación de la vida local”. Desde el patriotismo fenomenológico, veía que la regeneración de España debía de partir del ámbito en el que se daba la vida real de los españoles: lo que ahora llama localidad, y más tarde provincia. La organización a nivel social debía compatibilizarse con una organización a nivel regional, entre una masas y minorías en el nivel más pequeño. En términos que recuerdan a los que utilizaba en 1912 y 1913 para plantear la Liga, apelaba a que “formen esos hombres mejores una Junta local que se proponga la concentración de los paisanos en un haz vigoroso”. Hablaba en diciembre de 1917 de una Junta seguramente porque quería que el ejemplo de los militares cundiera a los demás ámbitos de la sociedad, y apostaba por que “los hombres selectos” se enfrentaran así a los “caciques madrileños”961. Este texto es muy interesante para refutar, o al menos matizar, interpretaciones centralista-castellanistas que se han hecho muchas veces de Ortega. En España invertebrada hablará de Castilla como la creadora de la unidad nacional. Pero no plantea la imposición de un modelo unitario a toda España como consecuencia de este influjo. Ortega defendía la creación de una España de autonomías, y en 1917 estaba haciendo referencia al regionalismo castellano. Desde hacía algunos años existían varias propuestas de creación de mancomunidades castellanas (destacando el “carreterismo” impulsado desde 1914 por el historiador Luis Carretero), y Ortega probablemente se refería a la llamada que en 1917 hizo Salvador Aragón, presidente de la Diputación Provincial de Logroño, de mancomunar a esta provincia con las de Ávila, Burgos, Santander, Segovia y Soria; o a las demandas que en estos años también hacía el “mancheguismo” de Francisco Rivas Moreno, cuyo seguidores en Ciudad Real impulsarían en 1918 El Regionalista962. En este mismo año, tal y como indicamos más arriba, integrantes del regionalismo segoviano se pusieron en contacto con Ortega, como consecuencia de los textos que desde el año previo venía escribiendo en El Sol. Decían en el manifiesto que algunos periódicos habían publicado963 y que a él le habían mandado antes, que “nuestro regionalismo no es de división, de exclusión, de lucha contra la patria. ¿Cómo podría ser esto el Regionalismo castellano, si es Castilla la casa solariega de España?”. Defendían una reforma de la 960 FERNÁNDEZ PIÑERO, José: “José Ortega y Gasset”… 961 ORTEGA Y GASSET, José: “Localismo” (1917), en José ORTEGA Y GASSET: Obras completas. Tomo III…, pp. 30-31, pp. 30-31. 962 SALGADO FUENTES, Carlos Javier: La evolución de la identidad regional en los territorios del antiguo Reino de León (Salamanca, Zamora, León), Salamanca, Ediciones Universidad de Salamanca, 2016, pp. 348-351. 963 “La Juventud Segoviana”, El País, 7 de diciembre de 1918. El desarrollo del patriotismo fenomenológico: la idea de nación desde la Razón vital 283 estructura del Estado justificada no desde la historia, sino la lucha contra el caciquismo, lo que llamaban “el regionalismo de la dignificación política”. Además, como Ortega y Azcárate, arremetían contra el “liberalismo abstracto del estado gendarme”, defendiendo en su lugar “toda la descentralización compatible con la unidad de la patria”. Su visión, inspirada en el proyecto que Ortega había tratado de hacer posible desde la Liga y luego con los grupos locales de España, buscaba el estudio de la realidad segoviana como vía para lograr esa regeneración, y así defendían “el regionalismo del estudio y el amor acendrado a la región”964. Otro aspecto relevante, y muy orteguiano, del texto de la Juventud Segoviana es el “antimadridismo”. Frente a descripciones hechas desde regiones como Cataluña o País Vasco que identificaban a la capital con los intereses de Castilla, existió desde este antiguo reino una insistencia regionalista en su contra. Los jóvenes segovianos decían que “ha sido también Castilla, en los siglos de centralismo, la primera víctima”965. Aunque no dieron más pistas de su interpretación histórica de la situación, estaban en la línea de la lectura que hacía de Castilla un reino proto-liberal, según la historiografía que habían desarrollado liberales como Martínez de la Rosa durante el siglo XIX, y que consideraban que la decadencia del reino comenzó en Villalar cuando en 1521 Carlos V derrotó a los comuneros966. Los doceañistas hablaban de una España proto-liberal sometida por el absolutismo; y del mismo modo que intelectuales catalanes reinterpretaron la abolición de la Generalidad en 1714 en sentido regionalista967, ellos hicieron lo propio con la revuelta de las comunidades: el centralismo de Madrid no únicamente acabó con la libertad individual, sino también con la identidad autónoma castellana968. Poco recorrido tuvo esta Juventud, pero entre las acciones de las que hay constancia se encuentra un mitin en Segovia, de diciembre de 1918. En él tomó la palabra en nombre de la Juventud segoviana un tal “señor Sanz”, que apeló al recurso a “sindicatos agrícolas” como vía de renovación política. Después de él habló Ángel Herrera Oria, fundador de El Debate y, junto al jesuita Ángel Ayala, de la Asociación Católica Nacional de 964 JUVENTUD SEGOVIANA: “Carta a José Ortega y Gasset… 965 Idem. 966 Sobre esta interpretación, vid.: BAGUR TALTAVULL, Juan: “El significado de los comuneros en el metarrelato histórico del liberalismo español: el caso de Martínez de la Rosa””, Ápeiron. Estudios de Filosofía, nº2, 2015, pp.180-194. Por otro lado, es interesante que Ortega se oponga abiertamente en 1923 a esta interpretación, al decir que la idea de los radicales españoles de “enlazar su política democrática con el levantamiento de los comuneros revela exclusivamente la ignorancia de la historia que, como un vicio nativo, va adscrita al radicalismo”. Vid: ORTEGA Y GASSET, José: “El tema de nuestro tiempo”…, p. 628. 967 Acerca de la visión liberal de la caída de Barcelona durante la Guerra de Sucesión, vid.: ROCA VERNET, Jordi: “Una sola nación con múltiples historias nacionales. La nacionalización de los ciudadanos a través de los discursos históricos del primer liberalismo catalán”, en Mariano ESTEBAN DE VEGA, y María Dolores DE LA CALLE VELASCO (Eds.): Procesos de nacionalización en la España contemporánea, Salamanca, Ediciones de la Universidad de Salamanca, 2010, pp. 19-46, p. 44. 968 Más tarde, uno de los principales defensores de esta interpretación que refutaba la visión de Castilla como reino centralista, será la del socialista Anselmo Carretero (1908-2002), en libros como Las nacionalidades españolas (1952). Parece ser que él acuñó el concepto de “nación de naciones”, que en nuestros días reivindica una sección del PSOE encabezada intelectualmente por el filósofo José Antonio Pérez Tapias. En libros como Invitación al federalismo. España y las razones para un Estado plurinacional (2013) retoma las ideas de Carretero, que en un sentido menos federalista defendía la Juventud Segoviana. El desarrollo del patriotismo fenomenológico: la idea de nación desde la Razón vital 284 Propagandistas en 1909. Arremetió contra el separatismo hacia el que a su juicio había derivado el catalanismo. Para los regionalistas castellanos, según el también orador Larramendi, lo defendible era “la autonomía, dentro de la unidad nacional”969. Este mitin en el que participaron un orteguiano, un católico posibilista, y un tradicionalista (aunque no cita más que el apellido, el tercero debe ser Luis Hernando Larramendi), muestra una voluntad similar a la de la Solidaridad catalana, en la que se hacía de la autonomía una bandera común con independencia de la ideología política. En 1919 había fracasado la Juventud Segoviana, según uno de sus fundadores. Mariano Quintanilla hacía memoria del texto que había escrito junto a personas como José Tudela y Antonio Medina de Castro. A su juicio, los integrantes del movimiento carecían de independencia política y de recursos para la propaganda, y además se daba la situación de que Castilla, a diferencia de Cataluña y Galicia, carecía de una “homogeneidad” necesaria para la creación del movimiento. La necesidad de delimitar y organizar Castilla llevó a disputas, que provocaron que el movimiento fuera “más una explosión sentimental, que una dirección fija con un criterio uniforme”. Además, siguiendo el talente científico del patriotismo fenomenológico, habían fundado un Centro de Estudios, pero que también resultó inútil por carecer de medios económicos y, especialmente, personas bien formadas. Para galvanizar el movimiento, Quintanilla proponía que los militantes se apartaran de la política y se centraran únicamente en el trabajo científico, y que dispusieran de un medio de comunicación para exponer lo estudiado970. Estos regionalistas castellanos se oponían, como los catalanistas, al centralismo de Madrid. En 1917 el catalanismo era el movimiento político que con más fuerza había irrumpido en la política española, pero su ejemplo fue seguido por otros. Junto a los personajes arriba citados, Santiago Alba, ministro en el gobierno de García Prieto, fue visto desde muchos sectores como un personaje que podría hacer las veces del Cambó castellano. El Adelantado, de Salamanca, le definía como la persona capaz de lograr que, partiendo de la “homogeneidad regional” de Castilla, se pudiera crear un engranaje desde donde “la madre Castilla defina su porvenir y sus anhelos”971. No lo veía así Ortega, que en varios artículos escritos entre 1917 y 1919 le criticó, llamándole en uno de ellos “cacique vallisoletano”972. Finalmente se ha de indicar que aunque la Juventud Segoviana no tuvo éxito, lo interesante es reconocer su origen orteguiano, que se ve en otro artículo donde “I.C” (probablemente Ignacio Carral, periodista segoviano perteneciente a la red intelectual de Antonio Machado, Blas Zambrano o Zuloaga) afirma que el movimiento nació como “protesta viva contra los abusos que la vieja política viene cometiendo en la región castellano-leonesa”. También en un sentido muy orteguiano hablaba de que lo primero que tendrían que haber hecho habría debido ser centrarse en lo científico: afianzar el Centro de Estudios Regionales para “conocer los problemas de Castilla”973. 969 “Mitin regionalista”, El Día, 4 de diciembre de 1918. 970 QUINTANILLA, Mariano: “Regionalismo intelectual”, La Tierra de Segovia, 11 de julio de 1919. 971 “De ayer a hoy”, El Adelantado, 7 de noviembre de 1917. 972 ORTEGA Y GASSET, José: “Tartufo y compañía” (1919), en José ORTEGA Y GASSET: Obras completas. Tomo III…, pp. 227-230, p. 230. 973 I.C.: “Regionalismo intelectual”, La Tierra de Segovia, 13 de julio de 1919. El desarrollo del patriotismo fenomenológico: la idea de nación desde la Razón vital 285 Por otro lado, Alba era un ejemplo del caciquismo y la vieja política que precisamente Ortega quería derrocar a través del regionalismo. Este político del Partido Liberal encarnaba el gobierno corrupto de Madrid, contra el que Ortega, como los regionalistas de diversa índole, se indignaba. En 1917 también decía, repitiendo las fórmulas de 1914, que España no padecía una “decadencia política ni de administración”, sino una “decadencia histórica” que –parafraseando a Francisco Silvela en su célebre artículo de 1898– había dejado a España en “ausencia de pulso biológico” 974. Desde esta metáfora, no apostaba por una definición racista de la degeneración de la raza, ni atribuía como otros autores a factores extranjeros la decadencia de España –por ejemplo, a la derrota de los comuneros por parte del “extranjero” Carlos V, o a la llegada de los franceses Borbones en 1700–, sino interna. En términos que recuerdan a Azcárate y que dan un sentido más concretamente político a su condena del subjetivismo, decía para festejar el nacimiento de la revisa vasca Hermes que “Durante los tres últimos siglos hemos hecho el ensayo a la manera que Francia, organizando nuestro cuerpo nacional con una cabeza única. Hemos querido, como los franceses desde París, animar al mundo español con esta cabeza de Madrid. Por unas u otras razones, que fuera indigesto examinar a los postres de un gentil convite, ello es que un madrileño como yo se ve obligado a confesar el fracaso de nuestra ciudad carpetovetónica, como órgano único de capitalidad. En estos meses asistimos precisamente a la ejemplar comprobación de cómo faltan a nuestro pueblo propósitos y anhelos que sean a la vez nacionales y concretos”975. El raciovitalismo y la huida del utopismo invitaban, como dice en la interesante frase con que termina esta cita, a unir lo concreto y lo nacional, esto es, a partir del patriotismo fenomenológico como actitud ante la nación. En este sentido, Ortega seguía avanzando en su intención de dar un carácter más específico al análisis que hacía, y continuaba el brindis afirmando la necesidad de crear una “pluralidad de capitales menores, pero enérgicas y suficientes”. Avanzando lo que también definirá más adelante, recordaba aquí el hecho de que la vida real de los españoles se manifestaba en su vida local –más tarde dirá provincial o regional–, y por eso decía que “si falta, pues, una emoción nacional, llevemos la turbina al torrente de las emociones provinciales, locales”976. Esto es, Ortega mantenía la misma visión del regionalismo que manifestó a Zulueta y Maragall en 1910, año en el que lo aceptó: se justificaba por el porvenir, no por el pasado. La diferencia a la altura de 1917 es que entonces no llamaba a construir el porvenir desde la utopía y la Idea, sino la realidad concreta. El cambio de perspectiva filosófica modifica por tanto su definición de la nación. De esta manera, decía que tanto el regionalismo como el nacionalismo fallaban porque en lugar de movilizar al pueblo en base a las “urgencias de realidad”, lo hacía buscando “archivos sabios del pretérito”. Según Ortega, se equivocaban quienes pedían estudiar el origen de las etnias antes de ir a votar, y citando a Nietzsche y su defensa del orgullo apelaba a que “hagamos que cada núcleo local 974 ORTEGA Y GASSET, José: “Brindis en el banquete de la revista Hermes” (1917), en José ORTEGA Y GASSET: Obras completas. Tomo IIII…, pp. 39-42, p. 39. 975 Ibid., p. 40. 976 Idem. El desarrollo del patriotismo fenomenológico: la idea de nación desde la Razón vital 286 conquiste la clara voluntad de sí mismo. En la articulación de esas voluntades veo yo la única España posible”. Su ejemplo de oposición de la “vida concreta local” a la “vida abstracta nacional” lo veía precisamente en el lugar donde se había fundado Hermes: Bilbao. Ya vimos, con ocasión del discurso en El Sitio de 1910, que esta ciudad representaba la idea de nación liberal, dinámica y abierta, frente al carlismo y el nacionalismo vasco. Además, aunque no cita al Partido Nacionalista Vasco, podemos ver en el artículo una condena entre líneas a las ideas del grupo fundado en 1895 por Sabino Arana. El nacionalismo vasco era paradigma de este etnicismo que Ortega criticaba, puesto que se había fundado desde la idea de la pureza racial frente a los “maketos” del sur. Ortega, también como Maeztu, veía en Bilbao un ejemplo de ciudad moderna, y apostaba por que ejercieran una mayor influencia en España977. En cierto sentido, Hermes, fundada por Jesús de Sarría y publicada entre 1917 y 1922, equivalía al catalanismo liberal que Ortega veía aceptable, puesto que representaba una versión del nacionalismo vasco opuesta a las ideas del PNV por dos cosas: no defender la independencia, sino la integración autonómica en España, y oponerse al etnicismo en favor de una visión liberal de la realidad cultural del País Vasco. Manifestación de estas dos actitudes lo supone el hecho de que buscaron el apoyo de Zuloaga, Ortega, Unamuno o Maeztu, reconociendo así la necesidad de definir la cultura vasca como toda aquella que se produjera en el País Vasco, fuera castellana o euskalduna978. Por tanto, en clara oposición a la Kulturnation aranista y su mirada continua al pasado, en favor de la aceptación de Europa como horizonte cultural. El texto citado más arriba sobre el “Localismo” se relaciona directamente con Hermes, en tanto que fue incluido en 1917 en el libro colectivo Del espíritu de los vascos, conservado en la Biblioteca de la Fundación y que constituye una antología de colaboraciones en la revista. Sarría reconoce asumir a la par el influjo de Ortega y la defensa de un nacionalismo vasco, según expone en el capítulo “Hermes al gran meditador del Guadarrama”. Así, por un lado utiliza expresiones netamente nacionalistas, como decir que la revista “nació de un impulso de orgullo racial”, y que “sentimos orgullo de nuestra estirpe vasca”. Pero también reconoce que Ortega “nos vio y nos comprendió”, y que eso se debe a que en el “fondo insobornable”979– expresión utilizada por Ortega en 1916 en “Ideas sobre Pío Baroja”, no en vano un vasco de proyección española– de los autores se veía “favor por el espíritu, ansia de creación”, o como dijo antes, “volición eficaz”980. Esto es, aunque no hace abiertamente un alarde de españolismo, apela a una patria de futuro y de cultura, similar a la que Ortega defendía. Sin embargo, y aunque sea contradictorio con lo anterior, es remarcable que entre las pocas cosas que Ortega tiene escritas sobre la identidad vasca, encontramos especialmente referencias de carácter etnicista. En 1920, con ocasión de un catálogo para la Exposición de los Zubiaurre en Buenos Aires, hablará de que “el misterioso pueblo 977 Ibid., pp. 40-41. 978 FUSI AIZPURÚA, Juan Pablo: Identidades proscritas…, p. 46. 979 ORTEGA Y GASSET, José: “Ideas sobre Pío Baroja” (1916), en José ORTEGA Y GASSET: Obras completas. Tomo II…, pp. 11-241, p. 216. 980 SARRÍA, Jesús de: “Hermes al gran meditador del Guadarrama”, en VVAA: Del espíritu de los vascos, Bilbao, Editorial Vasca, 1920, pp.7-25, pp. 7-11. El desarrollo del patriotismo fenomenológico: la idea de nación desde la Razón vital 287 vascongado posee un idioma elemental que apenas sirve para nombrar las cosas materiales, y es por completo inepto para expresar la fluencia fugitiva de la vida interior”. Habla Ortega, con ocasión de estos dos pintores, de los vascos como una realidad étnica. Se refiere a la “raza vasca en que nacieron”, y a que buscaban en sus lienzos “definir plásticamente los destinos milenarios de su pueblo”. Comentando también la mezcla de modernidad y tradición que les caracteriza, afirma que “yo no creo que exista en Europa un pueblo de más acendrada moralidad”, y que son los vascos una de las “más nobles variaciones” que en Occidente ha dado la humanidad981. Emplea por tanto conceptos que vincula a la idea de nación, como son los de moralidad, variación humana, raza…Pero esto en modo alguno implica que reconozca una condición de nación en el País Vasco que lo separara de España. Casi diez años antes, hablando de otro pintor muy amigo suyo, Ignacio Zuloaga, también le presentaba como encarnación de la “raza vasca”, añadiendo que representaba una larga tradición desarrollada en “un lugar oscuro de la tierra española”. De hecho, Ortega veía encarnada en los cuadros de Zuloaga su tesis sobre la decadencia derivada del subjetivismo: “es la española una raza que se ha negado a realizar en sí misma aquella serie de transformaciones sociales, morales e intelectuales que llamamos Edad Moderna”, y el pintor vasco tenía el valor de haber sensibilizado sobre “el trágico tema español”982. Entre estos dos artículos, publicó en 1918 otro donde parece que podría dar, de pasada, pues no es el tema principal del artículo, una clave comprensiva de su interpretación de lo vasco. En "Fabricantes de rencor" habla de Vasconia –y de Galicia, Asturias, Aragón y Cataluña– como una de las “nacionalidades periféricas” a las que Castilla impuso la integración; constituyéndose todas ellas en nación gracias al proyecto común983. Nacionalidad es un concepto que, según vimos, procede de Otto Bauer –y otros autores como Lord Acton–, y que se refieren precisamente a identidades que tienen una cultura nacional propia pero no un Estado particular. Es una suerte de Kulturnation inserta en una Staatsnation mayor. Ortega no desarrolla más esta idea de lo vasco –o catalán– como una nacionalidad, sino que preferirá hablar de regiones. Reconoce la existencia de una identidad particular manifestada en el idioma o la raza, según el texto sobre los Zubiaurre, pero siempre insertos en la problemática de España, como en el de Zuloaga. Y aunque no emplee el significante “nacionalidad”, sí que da a entender en España invertebrada y los textos que desde 1917 conducen a ella, que define a ciertas regiones españoles como entidades que han profundizado en su conciencia identitaria de forma más evidente. En 1918 habla del País Vasco y otros lugares como poseedores de una “conciencia colectiva diferencial” desarrollada históricamente. Pero la clave es que lo mismo ve en Asturias, Aragón y Navarra, y no solamente entre vascos, catalanes y gallegos984: no existe según Ortega –empleando un concepto posterior– un “hecho diferencial” vasco o catalán, puesto 981 ORTEGA Y GASSET, José: “Los hermanos Zubiaurre” (1920), en José ORTEGA Y GASSET: Obras completas. Tomo II…, pp. 395-398, pp. 395-397. 982 ORTEGA Y GASSET, José: “Una visita a Zuloaga” (1912), en José ORTEGA Y GASSET: Obras completas. Tomo I…, pp. 529-534, pp. 530-531 y 534. 983 ORTEGA Y GASSET, José: “Fabricantes de rencor” (1918), en José ORTEGA Y GASSET: Obras completas. Tomo III…, pp. 78-80, p. 80. También vid.: ORTEGA Y GASSET, José: “Conferencia” (1918), en Ibid., pp. 169-179, p. 174. 984 ORTEGA Y GASSET, José: “Idea de un programa mínimo” (1918), en Ibid., pp. 142-145, p. 143. El desarrollo del patriotismo fenomenológico: la idea de nación desde la Razón vital 288 que todas las regiones –o nacionalidades, según la fecha– están llamadas a desarrollarse en ese sentido, y si no lo han logrado, sería tarea del Estado descentralizado impulsarlo. El “hecho diferencial” radicaría en un adelanto histórico en ciertas regiones con respecto a otras atrasadas; no en una cultura particular. Entre estas regiones estaba también Asturias. Ortega publicó en 1915 en España –y después en el tercer volumen de El Espectador en 1921– el texto “De Madrid a Asturias o los dos paisajes”, donde de nuevo recurría al paisaje para exponer, en este caso, la diferencia del Principado con respecto a Castilla. Al parecer de Ortega, de cada uno de los dos paisajes se derivaban otras tantas maneras de vivir y de sentir la existencia: el de Castilla era plano, como el pecho de un hombre, mientras que el de Asturias con sus valles era ondulado como el de una mujer. Ortega recurre de nuevo brevemente a la sexualidad para definir la nación, pero esta vez para introducir la complementariedad entre sus regiones. Escribe después que “Si hace centurias fue la misión de Castilla reducir a unidad las variedades peninsulares, acaso sea su menester de hogaño hacer que la vida española retorne de esa unidad a una variedad más fuerte y fecunda que la primitiva. (...). Digna de la antigua es esta tu nueva misión de empujar a los pueblos para que cada cual cobre la voluntad de sí mismo. ¡Pupila castellana, abre bien el iris para que España multiforme y entera penetre en tu retina y, si preciso fuere, quiébrate en seis mil facetas como el ojo de las abejeas de tu Alcarria!”985. Ortega en este texto sí que identifica al centralismo con Castilla, y apela a que aprenda de Asturias la defensa de una identidad plural como la más apropiada para España. Frente a otros textos donde lo defiende simplemente por su concepción del ser humano –cuya dimensión circunstancializada comienza en la región– o los intereses materiales que pueda acarrear la descentralización, este es uno de los textos donde habla de regiones naturales. De esta manera, el filósofo apuesta por una suerte de “asturianización” de España en la que lo asturiano es identificado no con una etnia o tradición, sino una actitud –y recordemos otra vez que para Ortega la nación es una perspectiva o forma de mirar–, de suerte que la “mirada castellana” (centralista) se habría de convertir en la “mirada asturiana” (regionalista). Además, recurre a la geografía de Juan Dantín Cereceda para justificar científicamente la idea de que la España real se basa en las provincias. En otros textos se manifiesta regionalista recurriendo a la historia, criticando como Azcárate el utopismo del Estado decimonónico; o a la antropología, en tanto que considera que el ser humano por naturaleza se relaciona en unidades que comienzan en lo pequeño. Ahora si critica a España como “abstracción política e histórica” es porque, con la geografía en mente, señala que son las regiones lo único que puede llamase “unidad geográfica real”986. Finalmente, en su texto sobre Asturias Ortega apuesta por el “ruralismo”. Afirma que la vida asturiana se basa en la aldea, y que esto es paradigmático de una España donde la inmensa mayoría de sus habitantes no viven en ciudades. Con ello no invita a la 985 ORTEGA Y GASSET, José: “De Madrid a Asturias o los dos paisajes” (1915), en José ORTEGA Y GASSET: obras completas. Tomo II…, pp. 377-391, p. 384. 986 Ibid., pp. 388-389. El desarrollo del patriotismo fenomenológico: la idea de nación desde la Razón vital 289 ruralización de España, ni se une a otros europeos que reaccionaron a los excesos de la industrialización con el “culto de los intelectuales al campesinado”987. Al contrario, se trata otra vez de una crítica a la abstracción, dado que lo que plantea es que el Estado español se había organizado en el siglo XIX desde “instrumentos de socialización” que no tuvieron en cuenta la realidad local de España, como códigos, un Parlamento único, escuelas mal conformadas… Frente a esta “inepta ficción” habría que “corregir a Madrid con las capitales de provincia y las capitales de provincia con las aldeas”988. No da más pistas de lo que esto significa, pero si tenemos en cuenta los otros textos del momento que culminarán en La redención de las provincias en 1931, podemos indicar que se refería a dar una nueva estructura política al Estado que hiciera comenzar la responsabilidad democrática en la provincia y desde allí ascendiera hasta el Estado. Ortega escribió su texto sobre Asturias por un hecho circunstancial: escogió esta tierra como lugar de vacaciones en 1915, para descansar durante un mes y medio de las fatigas del año en que había fundado España. No hizo un estudio pormenorizado de lo que era la realidad asturiana, sino que sus meditaciones y reflexiones le llevaron a tratar el problema regional tomando las imágenes que percibió. Pero aún así, el texto tuvo cierta influencia en el movimiento regionalista asturiano. Fue un estímulo para Fernando Vela y su proyecto, ya indicado más arriba, de crear en 1916 una revista regionalista. En la carta que envió a Ortega le daba las gracias por el bien que hacía a los asturianos con su breve ensayo, dado que les daba argumentos para defenderse contra quienes despreciaban lo monótono de sus paisajes. Pero además hacía unas reflexiones interesantes: “como ud. Dijo: los asturianos se sienten región, pero no se saben región, y con solo estos conciertos parece que todo ese sentir confuso se hace clara la conciencia regional”. Se refería a las vaqueiradas o cantos tradicionales, que consideraban recopilar desde la revista para contribuir a la regionalización de los astures989. Así confirmaba a Ortega su idea de que Asturias era una de las regiones españolas que, como Cataluña o País Vasco, tenía una conciencia identitaria, pero creía que era menester reforzarla y por ello se marcaba como meta servir a España a través del Principado. En una carta posterior confirmaba esta idea. Decía a Ortega que, frente a lo que otros pensaban del proyecto, él estaba seguro de que en Asturias ya existía un ambiente propicio, y que pocas provincias tenían “gente para tal empresa como tiene Asturias”. Con la revista se daría impulso al “regionalismo incipiente” verificando las tendencias que ya se veían. Además Vela señalaba otra cosa interesante que coincide plenamente con lo que Quintanilla decía para Segovia: despolitizar el movimiento regional, por considerar que toda política debía de partir de lo que consideraban la realidad de España y, por ello, algo previo a la lucha de partidos. Hablaba de otro impulsor de la revista, José Rodríguez, que había decidido presentarse a diputado por Villaviciosa. Vela no lo veía 987 Así se vio en autores tan dispares como Nietzsche, William Morris, Eric Gill, los primeros fabianos, Paul Gauguin, T. E. Lawrence, o William B. Yeats, Vid.: CAREY, John: Los intelectuales…, p. 41. 988 ORTEGA Y GASSET, José: “De Madrid a Asturias o los dos paisajes”..., pp. 390-391. 989 VELA, Fernando: “Carta a José Ortega y Gasset. Gijón, 10 de enero de 1916”… El desarrollo del patriotismo fenomenológico: la idea de nación desde la Razón vital 290 con mucha simpatía, porque “yo no sé qué eficacia, ni qué influencia moral tendrá un regionalismo hecho ya desde dentro de un partido”990. Otro ejemplo de la trascendencia del artículo de Ortega se ve en un hecho que conviene señalar. Desde La Habana, un periódico de la colonia astur se congratulaba de la publicación de “Una opinión sobre Asturias”, coincidiendo con la idea de que “en nuestra región se dan, sí, cual en ninguna otra, los caracteres de unidad regional”. La emigración ha sido históricamente una importante vía de nacionalización, a veces por permitir a los migrantes asumir una nueva identidad nacional en la tierra de acogida, o porque estos tomaran conciencia de sí mismos al compararse con los otros habitantes. Este segundo factor es el que da a entender el artículo de Cuba, al decir que “nos sabemos región fuera de la región; es decir, no sabemos ser Asturias hasta que fuera de ella nos hallamos”. Así, “en la emigración se fortalecen nuestros espíritus, adquirimos clara conciencia de la realidad de las cosas, comprendiendo lo que Asturias es y lo que Asturias debe ser”; pero esto se olvida al volver a España. Por eso hacen suyo el llamamiento de Ortega y apelan a aumentar la conciencia regional asturiana991. Para eso precisamente había fundado Fernando Vela su revista. En otra región, Galicia, también existió cierta repercusión de las propuestas descentralizadoras de Ortega. Él no escribió casi nada sobre este lugar, aunque el primero de sus artículos que vio la luz se refiere a ella, en un texto que dedicó a Valle Inclán y que apareció en 1902 en El Faro de Vigo, y del que destacan dos cosas. Primero, que por vez primera recurra Ortega a la descripción del paisaje español, aunque en esta ocasión en un sentido mucho más estrictamente literario y menos como recurso para hablar de temas políticos. Además, que se refiera a Galicia como una tierra marcada por la pobreza y el ruralismo, que entonces sí definía como algo despectivo992. Unos años después, en Los terrores del año mil también incluye una referencia a Galicia que va en esta línea, cuando da a entender que lo que le caracteriza es el atraso, pues compara las prestaciones de sus campesinos con las que existían en Europa durante la Edad Media993. Ciertamente, el menor desarrollo de esta región la hacía muy distinta de las otras dos en las que había aparecido un movimiento nacionalista fuerte, Cataluña y País Vasco, y explica que Ortega no viera en ella un ejemplo para extender por el resto de España. Además, el anti- derechista Ortega –a pesar de que su liberalismo se hace más conservador, y aunque algunos estudiosos hablen de la “redefinición conservadora”994 desde la Gran Guerra, todavía en los años siguientes arremete continuamente contra las “derechas españolas”– había experimentado de primera mano la situación de Galicia, lugar de su veraneo, y donde la rama de los Gasset y Chinchilla de su familia dominó durante seis décadas varios 990 VELA, Fernando: “Carta a José Ortega y Gasset. Gijón, 3 de abril de 1916”, en Fundación Ortega- Marañón, Fondo JOG, C-50/6, ID:727. 991 BORI: “Sospechas fundamentales”, Asturias: revista gráfica semanal, 23 de enero de 1916. 992 ORTEGA Y GASSET, José: “Glosa” (1902), en José ORTEGA Y GASSET: Obras completas. Tomo I…, pp. 3-4, p. 3. 993 ORTEGA Y GASSET, José: “Los terrores…, p. 277. 994 Este es el concepto que emplea Elorza. Vid.: ELORZA DOMÍNGUEZ, Antonio: La razón…, p. 171. El desarrollo del patriotismo fenomenológico: la idea de nación desde la Razón vital 291 distritos electorales995. Galicia era también paradigma del caciquismo, frente a una Cataluña que representaba la regeneración. Sin embargo, si bien Ortega nunca pudo ver a Galicia como una tierra de la España vital, parece que tuvo cierta influencia entre los regeneracionistas del lugar. Así se desprende de una carta de 1919 que le mandó Antonio Villar Ponte, uno de los principales exponentes del republicanismo galleguista. Fue uno de los fundadores de las Irmandades da Fala, movimiento fundado en 1916 para difundir un regionalismo político y cultural, que hizo de la expansión del gallego una de sus banderas. El Rexurdimento databa de mediados del siglo XIX, con autores como Rosalía de Castro o Eduardo Pondal, pero el principal exponente de la literatura gallega en el XX fue Ramón María del Valle Inclán, que como sus homólogos vascos escribía en castellano996. Las Irmandades querían poner solución a esta situación, que a Ortega no le parecía importante en su concepción del regionalismo. Pero aún así Villar Ponte reconoce seguirle: “somos muchos en Galicia – desde luego toda la juventud intelectual nacionalista, en la que forman en vanguardia mozos catedráticos como Vigueira, Losada Diéguez y Risco– los que vemos en Vd. una de las pocas cumbres de la ciudadanía” en España. Frente a microbios que identifica con el maurismo, dice de Ortega que “su rayo fue como un oportuno desinfectante”997. Esta misiva por tanto, muestra que los principales exponentes del regionalismo/nacionalismo gallego reconocían las tesis orteguianas. Aunque no existen más cartas cruzadas que puedan mostrar esta interesante repercusión del pensamiento de Ortega en el nacionalismo gallego de Villar Ponte, una breve referencia a su principal obra nos muestra las similitudes entre ambos, pero también los límites de su afinidad. En 1916 publicó Nacionalismo gallego. Nuestra afirmación regional, donde sintetizaba sus principales ideas. La voluntad esencial de su nacionalismo era restaurar el gallego como lengua vehicular, tanto de “masas” como de “intelectuales y elementos directores”, y desde autores como Unamuno –al que critica porque después pasó a ser “supercastellano”– expone que en el idioma está la identidad del pueblo. Esto no es orteguiano (fuera del vocabulario elitista), pero sí la crítica regeneracionista al Estado abstracto: condena el “centralismo antigeográfico, el unitarismo artificioso impuesto por unos poderes extranjeros” no únicamente a Galicia, sino a toda España. Aunque se define como nacionalista, emplea términos que Ortega también compartirá en sus textos sobre localismo desde 1917, hablando de que España decayó porque no se concedió “autonomía plena a las provincias naturales”, y de que para lograr la “federación ibérica” “habrá que vertebrar primero a España mediante el reconocimiento de la autonomía franca de las regiones naturales”998. La diferencia con Ortega es que Villar Ponte cree que las regiones son “naturales” básicamente por la lengua, y que la principal proyección de autonomía está en su difusión. En Ortega la autonomía regional, como se ha indicado varias veces, se supedita a alcanzar la de carácter individual, y se manifiesta 995 VALERO LUMBRERAS, Ángel: José Ortega y Gasset…, p. 13. 996 FUSI AIZPURÚA, Juan Pablo: “La Cultura”…, p. 558. 997 VILLAR PONTE, Antonio: “Carta a José Ortega y Gasset. La Coruña, 26 de abril de 1919”, en Fundación Ortega-Marañón, Fondo JOG, C-92/32, ID: 26-4. 998 VILLAR PONTE, Antonio: Nacionalismo gallego. Nuestra afirmación regional, La Coruña, Imprenta de “La Voz de Galicia”, 1916, pp. 6-12. El desarrollo del patriotismo fenomenológico: la idea de nación desde la Razón vital 292 no en el disfrute de una cultura propia, sino en la intervención en una política que soluciona los problemas reales. Los dos apostaban por la vertebración y oponían el centralismo con la España real, pero definían de distinta manera el significado de estos significantes. Precisamente por su divergencia de lo que era “natural”, creían que la decadencia de España se encontraba en factores distintos. Si para Ortega estaba en el subjetivismo del XVIII, en Villar Ponte en la unificación de los Reyes Católicos, que habría desnaturalizado a España al imponer poco a poco el castellano sobre las lenguas peninsulares. Su ejemplo era Cataluña, por motivos distintos al Ortega que también hablaba de ella, puesto que para él si era un modelo era porque había conseguido recuperar su dignidad a través de la Renaixença. En este sentido, también estaba influido por Fichte, pero por considerar como él que la nación se manifestaba en la lengua999. Sin embargo, reivindica abiertamente la figura de Ortega, citando en el Capítulo VII párrafos enteros –casi dos páginas de referencia– de las “admirables y oportunas” consideraciones que hizo al hablar de la “región natural” en su texto sobre Asturias de 1915. También traía a colación, aunque con menos extensión de cita, textos de Azorín, Juan Guixé, o Pi y Margall, destinados todos ellos a establecer la oposición entre la España ficticia y sus regiones o naciones, o entre el Estado y sus naciones. En este epígrafe da la clave de su interpretación del pensamiento nacional de Ortega, ya que aunque su texto es con diferencia el más amplio que cita, y los otros son breves, es de los segundos de quienes toma el sentido del nacionalismo. Esto es, emplea los significantes orteguianos con un significado que viene dado por quienes creen que la lengua es el elemento diferenciador de la región natural, cosa que en el filósofo madrileño para nada es así1000. Por otro lado, es importante señalar también que Villar Ponte es muy ambiguo con el uso de los calificativos, puesto que a veces habla de España como Estado y de las regiones como naciones, y viceversa, otras veces de España como nación y de sus entidades naturales como regiones. Cuando recurre a estas últimas acepciones, también parece asemejarse a Ortega al hablar del “sano regionalismo” como una fuerza que amenazaría no a la “integridad nacional”, sino al caciquismo. También en su anti-madrileñismo, al indicar que los verdaderos separatistas están en la “coacción centralista-patriotera” de la Corte1001. Otro periodista que mostró su aprecio por Ortega fue Manuel Casas, que como presidente del Círculo de Artesanos y del Instituto de Estudios Gallegos le dirigió un telegrama en 1918, hablando de él como “honor de esta tierra que tanto ha cooperado al engrandecimiento cultural de la patria”. Al mismo tiempo, el Instituto era definido por él como una entidad que viene “realizando labor de resurgimiento espiritual de Galicia para mayor gloria de España”1002. Pero si el regionalismo de izquierda en Galicia tuvo cierta 999 Ibid., pp. 19, 27 y 36. 1000 Ibid., pp. 38, 40-42, y 43. 1001 Ibid., pp. 44-45. 1002 Se trata de un telegrama, cuya gramática se ha corregido para incluirla en esta cita. Vid.: “El hombre a Carracido”, El Orzán, 21 de diciembre de 1918. El desarrollo del patriotismo fenomenológico: la idea de nación desde la Razón vital 293 afinidad con el catedrático madrileño, no ocurrió lo mismo con el de carácter conservador, tal y como muestra el ejemplo de José Portal Fradejas. Con ocasión de una conferencia que dio el madrileño en La Coruña en 1917, este abogado seguidor del tradicionalista Vázquez de Mella reconocía el influjo que tenía el filósofo en la región, pues “llegó a Galicia precedido de resplandeciente prestigio”, entre otras cosas –y es significativo que así se le percibiera en la región donde se situaba el cacicato de su familia– por ser un “hombre vacunado contra la epidemia del nepotismo”. Portal reconocía seguirle “en la tribuna y en el libro”, como por entonces ya hacían con toda seguridad los nacionalistas que cita dos años después Villar Ponte, pero no reconocía su valía. Le llamaba “filósofo mediocre, ancestral y falso”, un simple “krausista a la española”. No únicamente le comparaba con Krause, sino también con las Cortes de Cádiz, a las que recriminaba que “pusieron sobre el terciopelo de los escaños la eterna canción que dice «centralizar» donde debiera escribirse «triturar»”; e incluso con la Revolución francesa1003. En este artículo, este periodista de gran influencia en Galicia negaba a Ortega una capacidad regeneradora, porque para él el regionalismo se identificaba con la tradición y la cultura, no con el individuo. En esta línea, poco después publicaba otro artículo donde seguía escribiendo contra Ortega, esta vez arremetiendo frente a su idea del localismo y su “pseudo-teoría del paisaje” (lógicamente se refiere al artículo “Localismo”, ya mencionado). En esta ocasión, decía que el madrileño se dejaba llevar por “intereses de secta”, y que con su teoría del paisaje no hacía sino repetir cosas ya dichas1004. No hacía mención al regionalismo, pero criticando que el localismo orteguiano se basara en el subjetivismo, y conociendo la formación intelectual tradicionalista de Portal, podemos ver que entre líneas sí que estaba optando por una visión pretendidamente objetiva –esto es, basada en la tradición y la identidad “natural”– de la región. Un año después, un texto de otro tradicionalista criticaba al “racionalista” Ortega por sus “jacobinistas artículos”. Se refería a las llamadas que desde El Sol venía haciendo para la creación de un gabinete izquierdista, pero es interesante que utilizara un calificativo que, además de resaltar su carácter laicista, le identificaba como hacía Portal con los centralistas1005. Finalmente, conviene traer a colación una carta algo posterior, de 1922, pero que forma parte del mismo ciclo en tanto que es una respuesta a España invertebrada, libro que fue publicando Ortega desde 1920 en artículos de El Sol. La envió Tomás López de la Torre, socialista que recriminaba al madrileño su percepción de la región, que en España invertebrada era descrita como hemos visto más arriba: una tierra pobre y sin vitalidad. López de la Torre le acusaba de desconocer la realidad gallega, pero le escribía con ánimo de hacerle cambiar de parecer, y recordando que había abandonado sus clases de Derecho Penal y Administrativo para escucharle, decía que casi “puedo presumir de haber sido su discípulo”. Por tanto, este socialista y nacionalista gallego muestra la veracidad de la afirmación de Villar Ponte al decir que muchos nacionalistas eran seguidores del madrileño. No obstante, y tratando de hacerle rectificar, decía en la carta que Galicia 1003 PORTAL FRADEJAS, José: “Vieja y nueva política”, El Correo de Galicia, 26 de noviembre de 1917. 1004 PORTAL FRADEJAS, José: “El localismo y la filosofía del paisaje”, El Correo de Galicia, 1 de diciembre de 1917. 1005 EL BUSCÓN CORTESANO: “Las derechas o la revolución”, El Ideal Gallego, 3 de noviembre de 1918. El desarrollo del patriotismo fenomenológico: la idea de nación desde la Razón vital 294 disponía de todos los “caracteres de nación”, entre ellos el que según Fichte era más importante: una lengua propia. Señalaba que “así como la influencia oficial de Castilla no pudo borrar nuestra rica y armoniosa lengua, tampoco pudo ahogar el recuerdo de un régimen político mejor y más adecuado a nuestras necesidades”. Por tanto, a pesar del supuesto influjo de Ortega, se manifestaba partidario de una idea de nación totalmente contraria a la suya y mucho más cercana a la de Villar Ponte: justificada en el pasado político y en la identidad lingüística1006. Por otro lado, de entre todas las regiones españolas con conciencia de serlo, la más importante era Cataluña, y Ortega estuvo en estos años interesado en ella. Sus escritos anteriores se refieren a este lugar en la línea del texto “Diputado por la cultura” de 1910, es decir, como encarnación de una tierra dinámica y que además encarnaba la moral de la ciencia. Pero al ir afianzándose el regionalismo orteguiano desde el giro fenomenológico de 1914, irá escribiendo sobre el encaje de Cataluña en España, también por el hecho de que en ese año se fundara la Mancomunidad. Mas nunca desde una supuesta particularidad catalana, razón por la que no vio con buenos ojos esta entidad autónoma, sino bajo el presupuesto de la necesidad de redención de todas las provincias y regiones. Y esto no implica un desconocimiento por parte de Ortega de la realidad catalana, como a veces se ha dicho, sino simplemente que para él las cuestiones historicistas eran secundarias. Una muestra de que estaba interesado en lo que ocurría en el Principado se ve en el hecho de que en varios momentos históricos donde la cuestión regional se puso sobre la mesa, pidió a amigos y colaboradores trabajos de primera mano que le ayudaran a orientarse al respecto. Destaca en este sentido Joaquín Xirau, pedagogo que fue alumno suyo y que sería uno de los principales representantes de la llamada Escuela filosófica de Barcelona. En 1918 Ortega pidió expresamente a su discípulo que le informara de la situación de la región, y más en concreto “de la opinión de este país ante el problema permanente de la autonomía catalana”. Xirau le mandó nueve páginas con muchos detalles, y aún así afirmaba que no era todo lo que hubiera querido escribir, y se ofrecía para volver a mandarle algo “si desea Vd. más datos o impresiones más concretas”. Además, fiel al imperativo del patriotismo fenomenológico que quería mostrar la realidad tal cuál era, libre de prejuicios, decía Xirau que le mandaba las cuartillas “evitando en lo posible el comentario personal para dar una impresión objetiva de lo que aquí ocurre”1007. Xirau comenzaba diciendo que “la Lliga no se propone lograr la autonomía integral; antes la teme y desea retrasar su advenimiento”. Consideraban que Cataluña carecía de “órganos adecuados” y de “estructuración administrativa” para que fuera viable regirse eficazmente. Como Ortega en su etapa juvenil, Xirau identificaba a la Lliga con el materialismo conservador, y achacaba la actitud de los burgueses catalanes a su temor a la revolución: los “sindicalistas” tienen “fuerza creciente y resueltamente revolucionaria” y aprovecharían la “confusión del momento”. Xirau decía también que “hay dos soviets constituidos esperando el momento”, y que la Capitanía general repartiría armas entre los 1006 LÓPEZ DE LA TORRE, Tomás: “Carta a José Ortega y Gasset. Betanzos, noviembre de 1922”, en Fundación Ortega-Marañón, Fondo JOG, C-95/9, ID: 1192. 1007 XIRAU, Joaquín: “Carta a José Ortega y Gasset. Barcelona, 12 de diciembre de 1918”, en Fundación Ortega-Marañón, Fondo JOG, C-75/5a, ID: 897. El desarrollo del patriotismo fenomenológico: la idea de nación desde la Razón vital 295 “elementos de orden para constituir un somaten urbano”. Estas noticias mantenían a la “opinión conservadora” en vilo, y por ello en conclusión el “partido regionalista” asumía la natural “postura de miedo de un partido francamente conservador y capitalista”. Esto es, “teme una revolución y por lo tanto la autonomía integral que podrá ser una ocasión oportuna”, y “le espanta también un parlamento catalán en que tendría una mayoría de fijo obrera y probablemente republicana”. No había que confundir al líder del regionalismo catalán con toda Cataluña: “Cambó no es Cataluña ni tiene la representación de la mayoría de los catalanes”, pues en general “la aspiración autonomista es aquí mínima”1008. Estas ideas podrían ser malas para Ortega, en tanto que lo que mostraban era que si bien no había un particularismo regional demasiado fuerte, sí que existía un particularismo social (sindicalista) enorme, tan poderoso que incluso llevaba a la mayoría de los catalanistas a dejar de lado su proyecto autonomista. Es una información más de las que llevaron a Ortega desde 1917 a temer las consecuencias de un movimiento obrero radicalizado. Pero al tiempo, Xirau confirmaba para Ortega el carácter modernizador del nacionalismo catalán, la característica que le había llevado a aceptarlo desde 1910. El aparente anti-españolismo era en realidad anti-España oficial. El punto en común de todos los partidos catalanes era la “violenta protesta” contra los “gobiernos españoles de la Restauración”. Afirmaba que “la protesta no es contra España ni aun contra Castilla sino contra los anquilosados gobiernos españoles (…). Si se exteriorizan sentimientos de odio contra el castellano es confundiéndole con el empleado, el militar, el policía, lo oficial que habla siempre en castellano. (…) (Con Castilla más bien) se tienen sentimientos de amable conmiseración” 1009. El sentimiento general de los catalanes era regenerador, en tanto que se oponían a la España oficial. El aparente anti-españolismo tendría que ser leído, como en el caso de la propia Castilla que hemos visto, como la opción por una España distinta. Pero Xirau señalaba algo que Ortega en los años treinta verá como un problema: la minusvaloración del castellano, que podría llevar a establecer dos comunidades lingüísticas en Cataluña y, con ello, dos ideas de nación opuestas. La lengua propia no tiene porqué llevar a la defensa de una nación propia (esto solamente ocurre si desde la teoría de la Kulturnation se establece la ecuación lengua=nación). Pero puede ser una “pasarela ideológica” 1010, algo que bajo determinadas circunstancias lleve a una evolución en ese sentido, como puede ser también la identidad religiosa o deportiva tal y como se ha estudiado en los últimos años. Xirau mostraba un peligro: existía una identificación entre castellano y España oficial. Mientras no se diera ningún paso más no habría peligro de particularismo. Pero podría darse el caso de que pasara a identificarse castellano con Castilla y no con Cataluña, y desde ahí sería más fácil utilizar la lengua como pretexto para el separatismo. 1008 Idem. 1009 Idem. 1010 Concepto utilizado originalmente por Philippe Burrin. Sobre su relación con los paradigmas actuales de nacionalización, vid.: MOLINA, Fernando: “La nación desde abajo…, p. 58. El desarrollo del patriotismo fenomenológico: la idea de nación desde la Razón vital 296 Xirau terminaba su interesante carta diciendo que, tras el “fondo común” de lo que había descrito, existían especificidades manifestadas en cuatro grupos: los carlistas con su “nostalgia medieval”, la Lliga, que era “un agregado amorfo de elementos e ideologías incompatibles que coinciden solo en la aspiración autonómica”. Su núcleo era el “capitalismo catalán”, y a pesar del supuesto autonomismo, en realidad “tiene aspiraciones imperialistas dentro de Cataluña y posteriormente en España”. Otro grupo era el de los radicales de Lerroux, que estaba formado por obreros no catalanes ubicados en Barcelona, y que era “perfectamente indiferente ante el problema autonómico catalán”. Por último, “el partido de izquierda democrático y republicano”: aspiraba a la “federación y más genéricamente a un gobierno de abajo arriba empezando por la autonomía individual íntegra y reconociendo a toda entidad geográfica y espiritual la facultad de regirse por sus normas, de dictarse el derecho”. Era un grupo autonomista, pero “carece en cambio del exclusivismo catalanista de los partidos de derecha”.1011. Es una carta muy larga, pero en la que ha convenido detenerse porque da algunas pistas de la propuesta de Ortega. Primero porque refleja su interés por conocer de primera mano la situación, y no hacer simplemente teoría desde su cátedra. Segundo, porque nos muestra una de las razones por las que se alineó con el catalanismo de izquierdas y no el de derechas o al movimiento sindicalista (según los términos de Xirau): Ortega se oponía al particularismo social, manifestado en los intereses egoístas de burgueses y obreros, y apostaba por la organización en sentido federal. En estos años emplea este concepto, que desechará completamente en los años treinta, porque en la línea de los republicanos que describía su discípulo, veía la autonomía regional como una forma de potenciar la del individuo, y no de restituir derechos históricos particulares, en este caso, de Cataluña. Por tanto, Ortega se interesó por la situación de diversas regiones españolas y vio como desde algunas de ellas se impulsaron proyectos, no siempre exitosos, que se fundamentaban en parte en sus propuestas. Coincidían dos cosas en él: por un lado, que reconocía la pluralidad de España, pues, aunque madrileño, había vivido algunas temporadas en sitios como Asturias o Galicia (en sus veraneos de pequeño); o tenía informaciones de primera mano que, como la que acabamos de presentar de Cataluña, había demandado explícitamente. Por otro lado, la tradición de la cultura política liberal en que se insertaba, y especialmente la filosofía que había comenzado a desarrollar desde 1912/14, le empujaban a la descentralización como consecuencia de la idea de circunstancia y la oposición al utopismo. Por tanto, por conocimientos reales reconocía la existencia de ansia de autonomía en ciertos lugares, y por convicción ideológica deseaba que se diera en otros muchos. La disparidad entre ambas situaciones le llevó a realizar una interpretación del carácter identitario de las regiones españolas que, aunque culminara en España invertebrada y La redención de las provincias, comenzó hacia 1918. Durante varios años, hizo diversos llamamientos a la re-vertebración de España tomando como base la existencia de dos tipos de regiones: las que tenían una plena conciencia de su autonomía, y las que no la poseían; añadiendo a veces un tercer grupo que se encontraba en una situación intermedia. 1011 XIRAU, Joaquín: “Carta a José Ortega y Gasset. Barcelona, 12 de diciembre de 1918”… El desarrollo del patriotismo fenomenológico: la idea de nación desde la Razón vital 297 El primer artículo donde lo hizo fue en una editorial de El Sol en octubre de 1918, cuando planteó que las únicas fuerzas sociales con capacidad de regeneración para España eran, junto a los obreros, los “núcleos descentralizadores”, y en concreto especialmente los que se habían iniciado en Cataluña y que ya habían dado muestras de vitalidad al entrar en gobiernos de coalición durante la Gran Guerra. En su interpretación de la vitalidad de las regiones españolas decía Ortega que “tal vez el hecho de que causas históricas y económicas muy patentes hiciesen madurar antes la aspiración regionalista en Cataluña y la tierra vasca, ha retardado en otras provincias la expresión de análogos anhelos”. No obstante, “con un matiz o con otro, estamos seguros de que Galicia, Asturias, Aragón, Valencia, quieren descentralización”. La España de 1919 habría de estar regida por la idea de que “tres cuartas partes de la nación sienten la forzosidad de una vida descentralizada”1012. Un mes después, también desde El Sol, repetía esta misma idea en su propuesta de un “programa mínimo” que pudiera lograr que España se adaptara a la nueva Europa salida de la Gran Guerra. Pero con algunas diferencias en su interpretación del grado de concienciación de las distintas regiones. El punto “Descentralización” de la exposición decía así: “Es preciso adaptar la estructura del Estado español a la realidad nacional. Las distintas regiones de España se hallan en grados muy diversos de evolución histórica: Cataluña, el País Vasco, Aragón, Navarra, Asturias y Galicia poseen una conciencia colectiva diferencial, que aún no ha aparecido, que acaso en la misma forma no aparezca nunca en las Castillas, Extremadura y Andalucía. Por otra parte, Valencia y Murcia se encuentran en un periodo de transición que tal vez aguarda solo circunstancias favorables para llegar a concretarse. Promúlguese una organización federativa que permita conceder la autonomía en formas graduales, según la necesidad de las regiones. El uniformismo legislativo, el derecho político, es cómodo, pero suele ser agostador de vitalidad. Si la realidad nacional es multiforme, séalo también la estructura legal”1013. Las frases con las que abre y cierra este párrafo son reveladoras de la actitud básica de la política de base fenomenológica: partir de la realidad nacional y adaptar a ella el derecho, esto es, el Estado a la nación; y no al revés. También es reseñable que, en la línea de lo que se ha venido indicando, para Ortega la región no se basa en una identidad histórica de forma primaria. El devenir temporal es relevante, según se ve especialmente en el texto de octubre, pero porque habría permitido tomar conciencia de comunidad regional y no porque hubiera dado lugar a una etnia diferencia. Además, esta conciencia, como dice en el “programa mínimo”, se justifica por servir a las “necesidad de las regiones”, esto es, a un proyecto común fundamentado en los problemas cotidianos. Finalmente, de este texto hay que resaltar algo que contrasta con lo que veremos en el Ortega posterior: la idea de federación, con la que se siente cómodo ahora para exponer su proyecto. 1012 ORTEGA Y GASSET, José: “En el momento de la paz” (1918), en José ORTEGA Y GASSET: Obras completas. Tomo III…, pp. 130-132, p. 131. 1013 ORTEGA Y GASSET, José: “Idea de un programa mínimo”…, pp. 143-144. El desarrollo del patriotismo fenomenológico: la idea de nación desde la Razón vital 298 Más tarde, en el artículo sobre “particularismo” que apareció en El Sol el 20 de diciembre de 1920, luego parte de España invertebrada, volvió Ortega a referirse a algunos de estos lugares: “ni el programa de Tívoli (Manifiesto electoral de la Solidaritat en 1907) expresa adecuadamente el impulso centrífugo que siente el pueblo catalán, ni la ausencia de estos programas secesionistas prueba que Galicia, Asturias, Aragón, Valencia no sientan exactamente el mismo instinto de particularismo”1014. Dos cosas cambian en este texto: primero, el conjunto de regiones que incluye en la lista de las que tienen cierto sentimiento regional. Segundo, la interpretación del proceso, que califica ahora de “particularismo”, y no simplemente de regionalismo. Lo primero nos lleva a ver que lo único seguro que tenía Ortega en cuanto al grado de identidad regional alcanzado en las distintas zonas de España, es que era fuerte en Cataluña y País Vasco. Intuía que también en otros lugares, pero al intercambiar el lugar en el que los ubicaba en su concepción del problema, muestra que no lo tenía muy claro. Lo importante en todo caso es que cree que existían distintos niveles, y esto lo mantendrá durante las siguientes décadas. No es algo que él hubiera inventado, sino que ya lo encontramos en otros análisis del contexto, y en concreto en uno de su admirado Gumersindo de Azcárate. En 1899 habló, en términos prácticamente idénticos a los que utilizará Ortega, de que existía una gran diferencia en cuanto a la conciencia regional, y mencionaba también tres grupos: lugares con una “personalidad propia, indiscutible” (Aragón, Cataluña, las Provincias Vascongadas, Asturias y Galicia), otras donde era “bastante manifiesta” (Extremadura, Valencia y Andalucía), y un tercer grupo “con una muy borrosa” conciencia (las dos Castillas y León)1015. Para Azcárate esto dificultaría la creación de un Estado regional porque implicaría entidades de primera y de segunda; problema que Ortega querrá solucionar con su proyecto. En cuanto a la segunda cuestión, tiene que ver probablemente con el cambio interpretativo de Ortega fechable en 1919, cuando su pesimismo le lleva a ver de forma más negativa el regionalismo catalán y vasco, e igualmente su ausencia en los demás lugares. En 1918, al terminar la Gran Guerra, tiene una visión optimista relacionada con el inicio de una nueva era liberal a la que España podía sumarse. Los sucesos ya narrados del año siguiente le desengañarían al respecto. Por otro lado, podemos avanzar antes de ver con más detenimiento La redención de las provincias (1931), que en este libro Ortega hará una tercera relectura de la situación. En 1918 (y en los años anteriores, con los matices que se han visto desde que en 1910 aceptara el catalanismo, y una vez que hacia 1917 se diera cuenta de que la desvertebración además de ser entre individuos era entre regiones) planteaba que el regionalismo era algo positivo. En 1920 que era algo bueno en tanto que evidenciaba vitalidad, pero malo, en cuanto que generaba una lucha contra el Estado. En los artículos que escribe entre 1927 y 1931 dirá que la lucha no es mala necesariamente, sino que será 1014 ORTEGA Y GASSET, José: “España invertebrada…, p. 454 1015 AZCÁRATE, Gumersindo de: “Intervención de don Gumersindo de Azcárate en la discusión mantenida en la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas sobre el tema «Hasta qué punto es compatible en España el regionalismo con la unidad necesaria del Estado»”, en Gumersindo de AZCÁRATE: Municipalismo y regionalismo…, pp.141-153, pp. 150-151. El desarrollo del patriotismo fenomenológico: la idea de nación desde la Razón vital 299 beneficiosa si se extiende a todas las regiones, porque entonces se enfrentarían entre sí y no contra el Estado. Antes de terminar este epígrafe es pertinente hacer referencia al sentido de la idea de “región”, tan empleado por Ortega. En estos años, al principio combinando la noción de regionalismo con la de localismo, pero después reservando una interpretación positiva para el primer concepto y otra claramente negativa para el segundo. Existe una razón por la que Ortega planteó que la circunstancia española era la región, y no otra forma de agrupación humana como la provincia o el municipio: en tanto que la aproximación “científica” a la realidad de España conducía hasta esta dimensión. El giro fenomenológico aplicado a España implicaba estudiar la condición humana desde disciplinas como la geografía, la etnología o la sociología, que en la época de Ortega llevaron a algunos estudiosos al concepto de “región natural”. Si Azcárate, y la tradición liberal anti-jacobina, veía en la centralización algo artificial, Ortega podría añadir consideraciones científicas que venían de la mano de autores como Juan Dantín Cereceda y Leoncio Urabayen. El primero es autor de textos como El relieve de la Península Ibérica. Ensayo de un estudio geográfico-geológico sobre su constitución e interpretación (1913), “Concepto de la región natural en Geografía” (1913), o “Evolución y concepto actual de la Geografía moderna” (1915). Este último artículo fue fruto de la estancia que realizó entre París y Lyon gracias a la Junta para Ampliación de Estudios. Exponía ideas derivadas del galo Emmanuel de Martonne, que se encontraba entre quienes estaban renovando la ciencia de la geografía. Partía de “la consideración de las relaciones entre el medio físico y el hombre, entre el mundo fenomenal terrestre y la actividad humana que reacciona frente a él para su mejor acomodo”. De aquí deducía una idea fundamental: “la provincia administrativa, fruto de una imposición caprichosa, no tiene valor ninguno geográfico; la región natural es, por el contrario, de la más alta importancia”1016. Ortega, y una gran cantidad de partidarios de la descentralización de España, consideraban que la administración del Estado no podía basarse en la división provincial, impuesta por Javier de Burgos en 1833. Era una cuestión en la que existía acuerdo entre ideologías muy dispares, aunque por motivos distintos: los tradicionalistas apelaban a los antiguos reinos; los regionalistas catalanes y vascos, a sus regiones pero entendidas en sentido histórico; los institucionistas como Azcárate o federalistas del estilo de Francisco Pi y Margall, al organicismo. En el caso de Ortega, la oposición a la provincia es consecuencia del patriotismo fenomenológico, que contempla a España en su realidad objetiva y científica. Entre otras cosas, desde la geografía, que Dantín concebía como una ciencia que se había podido desarrollar gracias al concurso de las demás disciplinas, que la complementaban desde lo que el filósofo habría llamado perspectivas particulares. Ortega citaba a Dantín en su texto sobre Asturias, porque precisamente había hecho la comparación entre esta región natural y la castellana, explicando la influencia del relieve en sus modos de agrupación. Escribía también que “el clima y el relieve explican suficientemente la multitud y diversidad de los hechos sociales, humanos y biológicos”, y en este sentido, que todo ser vivo “es una forma circunstancial en que se concreta la especie viva, como 1016 DANTÍN CERECEDA, Juan: “Evolución y concepto actual de la Geografía moderna”, Anales de la Junta para la Ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas, Tomo 15, 1915, pp. 285-317, p. 290. El desarrollo del patriotismo fenomenológico: la idea de nación desde la Razón vital 300 un resultado de la tensión de esfuerzos en su relación con el medio”. Así, resumía su idea de región natural como “término final de la mutua reciprocidad de los elementos que intervienen en su composición (relieve, clima, flora, fauna, hombre), tomando al primero por principio director”1017. Estas citas muestran el elemento que diferenciaba a Ortega de Dantín, amigo con el que compartió excursiones por las regiones naturales de España. Valoraba su visión de las relaciones entre hombre y medio, pero tal y como indica Nicolás Ortega, no aceptaba que los hechos históricos y sociales estuvieran supeditados a lo físico y natural1018. En cuanto a Urabayen, fue un geógrafo que también desarrolló la idea de que la realidad geográfica de España provenía del diálogo del ser humano con su circunstancia. Esta imponía unos límites a su actividad, puesto que a pesar de que la voluntad humana luchaba por imponerse al medio, la geografía con sus valles, ríos, etc. condicionaba su expansión. La situación de la Península Ibérica había implicado que la “región natural” fuera un elemento básico a tener en cuenta, y de sus investigaciones se derivan dos puntos que Ortega tendría en cuenta como confirmación y estímulo de su forma de entender el problema de España: la idea de que no hay individuo sin circunstancia, y la de que esto se manifestaba en que no puede comprenderse bien a la nación en abstracto, pues todo conocimiento real parte de lo concreto y solamente por integración de estudios regionales se podría resolver el problema de España (geográfico en el caso de Urabayen, político en el de Ortega). Estas dos cosas son las que resumirá en el texto explicativo que en 1931 publicó como complemento a su Atlas geográfico de Navarra: por un lado, sostenía que le guió una visión de la geografía en virtud de la que el objeto de estudio era “la relación entre el hombre y el medio geográfico y los efectos de esa relación”, y por otro, que “el método geográfico más acertado es el monográfico, es decir, el que trabaja sobre países no muy extensos y, por tanto, fáciles de estudiar y de conocer a fondo”. Si otros geógrafos hacían lo mismo con las demás regiones de España, sería posible alcanzar un conocimiento geográfico de la nación1019. Esta metodología había empleado durante las dos décadas anteriores, en textos como “El habitante del valle de Ezcabarte” (1922). Ortega estuvo muy interesado en sus trabajos, y particularmente cita “Geografía humana” (1926). Se trata de un artículo donde describía cómo las casas de varios pueblos navarros presentaban una determinada forma en sus cubiertas como consecuencia de los materiales de la zona. Lo llamaba “hecho antropogeográfico”, definiéndolo como el proceso en el que se aprecian “las condiciones del suelo moldeando las creaciones del espíritu humano”1020. Esta plasmación del “yo soy yo y mi circunstancia” llamó la atención de Ortega, que una carta a Serapio Huici comentaba que el artículo “me ha interesado sobremanera”. Así era porque reflejaba “la realización de un proyecto que yo tuve entre manos cuando hace unos años me ocupé – de soslayo en un artículo– de las relaciones entre medio y hombre”. Veía en este texto y en otros anteriores una evidencia de que la sociología estaba renaciendo, frente a lo que 1017 Ibid., pp. 311, 312, 314, y 317. 1018 ORTEGA CANTERO, Nicolás: “La visión geográfica de España”…, pp.879-880. 1019 URABAYEN, Leoncio: Geografía de Navarra. Texto explicativo del Atlas geográfico de Navarra, Pamplona, Imprenta y librería de García Enciso, 1931, pp. 8 y 11. 1020 URABAYEN, Leoncio: “De Geografía humana. El hombre y el techo”, Revista Internacional de Estudios Vascos, nº3, vol. 16, 1925, pp.289-303, p. 302. El desarrollo del patriotismo fenomenológico: la idea de nación desde la Razón vital 301 creía “el vulgo intelectual siempre retrasado”. También apostaba por que el geógrafo navarro continuara su formación en Alemania, pensionado por la Junta para Ampliación de Estudios1021. Ante tantos elogios, Urabayen le escribió para regalarle otro de sus trabajos sobre la vivienda navarra1022; pero en otra de 1927 Ortega decía que la Junta no podía permitirse el dinero que le pedía la Sociedad de Estudios Vascos1023. 6.6.4. El impacto de la Gran Guerra en la idea de nación de Ortega 6.6.4.1. Liberalismo, socialismo, y nación La I Guerra Mundial fue un acontecimiento que coincidió en el tiempo con la puesta en marcha del proyecto orteguiano vinculado al patriotismo fenomenológico, tanto en lo teórico con la publicación de Meditaciones del Quijote, como en lo práctico con la presentación de la Liga. Otros hitos, herederos de lo anterior, como la fundación de España en 1915 y de El Sol en 1917 se entienden mejor desde este proceso, aunque no fueran motivados por él. Pero en todo caso, la Gran Guerra es elemento básico del eje horizontal externo de Ortega, y se manifestó en su concepto de España y de Europa. Existen dos elementos interpretativos sobre la I Guerra Mundial que fueron de mucho peso tanto en Ortega como entre sus seguidores. El primero, es el de evidenciar el carácter moribundo y particularista de España, esto es, la incapacidad de canalizar la vitalidad en la que creía en 1914, y de cohesionar a los españoles en un proyecto común. Lo expresó de forma muy clara al final del conflicto, cuando en 1918 escribió al conde de Bugallal estas palabras: “Cuanto más tiempo pasa, más firmemente creo que hubo una hora perfectamente aprovechable en los comienzos de la guerra: pudo entonces orientarse la obligada política de neutralidad en un sentido afirmativo de conexión y aliento nacional. Cuanto menos con eso se evitaba lo que ha ocurrido: que la guerra no nos haya servido sino para tapar más, para hendir más profundamente la sociedad española en esa trágica disensión de derechas e izquierdas que desde el año 35 traba la Historia de España”1024. Ortega no defendía intervenir en el conflicto, pero sí que se hubiera aprovechado la guerra para unir a los españoles, y no para ahondar en sus diferencias. La I Guerra Mundial había provocado en efecto una gran división entre “aliadófilos” y “germanófilos”, hasta el punto de que Unamuno o Araquistáin hablaron de una “guerra 1021 ORTEGA Y GASSET, José: “Carta a Serapio Huici. Madrid, 11 de mayo de 1926”, en Fundación Ortega-Marañón, Fondo JOG, CD-H/58, ID: 11521. 1022 URABAYEN, Leoncio: “Carta a José Ortega y Gasset. Pamplona, 29 de octubre de 1926”, en Fundación Ortega-Marañón, Fondo JOG, C-74/7a, ID: 1689. 1023 ORTEGA Y GASSET, José: “Carta a Leoncio Urabayen. Madrid, 5 de noviembre de 1927”, en Fundación Ortega-Marañón, Fondo JOG, CD-U/42, ID: 10248. 1024 ORTEGA Y GASSET, José: “Carta a Gabino Bugallal. Madrid, 27 de febrero de 1916… El desarrollo del patriotismo fenomenológico: la idea de nación desde la Razón vital 302 civil”, y de que se estableció la censura en obras de teatro y películas que pudiera llevar al desorden1025. El segundo aspecto lo supone el hecho de que Ortega y sus seguidores percibieron que lo que se ponía en juego durante la Guerra eran dos conceptos de nación. Uno conservador, encarnado por los Imperios centrales, y otro liberal, por los Aliados. El texto más importante para conocer su visión lo publicó en España el 14 de octubre 1915. En “Una manera de pensar” decía que no se enfrentaban dos culturas, sino dos grupos movidos por intereses económicos, y que si Alemania representaba una democracia “estatista”, Inglaterra encarnaba la de carácter “individualista”. Volvía a resucitar su interpretación de las “dos Alemanias” de la etapa neokantiana, y así arremetía contra la Alemania que había ido a la guerra por expansionismo, y se mantenía fiel a la que había hecho de la Universidad la base de su organización nacional. Tratando de superar la visión simplista que enfrentaba en España a aliadófilos y germanófilos, él planteaba que había que “tomar el saber de Alemania y el mandar de Inglaterra”1026. Tal y como se ha indicado más arriba, Ortega vió en Gran Bretaña un referente de nación epocalista, porque su modelo de Estado era el que creía apropiado para la nación española. En un artículo del mismo año era muy claro al decir que la España oficial y su política vieja tenía que ceder el paso a otro modelo en el que las estructuras políticas dieran vía libre a la España vital y real –todavía utiliza estos conceptos en estos momentos de optimismo, previos a su abandono de España–, al afirmar: “en suma, política de nación frente a política de Estado. ¿Se quiere un maestro y una orientación? Inglaterra, donde el Estado y sus instituciones son un adjetivo y nada más de la nación”1027. Si el Estado era elemento adjetivo y no substancial, es porque estaba al servicio de la nación, y no al revés, como había dicho que ocurría en Alemania –según la dicotomía de las dos Alemanias de 1908 y los años siguientes, donde vimos que condenaba que los esfuerzos de la nación se supeditaran al Káiser– y en España –en torno a “Vieja y nueva política”, donde la ampliación del círculo nacional significaba la puesta de los intereses particulares al servicio de los de la totalidad. La visión liberal del poder que esto encarnaba, también la expuso en 1915, en un artículo que es clave porque marca el distanciamiento con respecto a Melquíades Álvarez en ese año. Como él, creía que Inglaterra era un ejemplo, pero afirmaba que los españoles no podían limitarse a seguir a Inglaterra sin más. Lo que representaban los Aliados con su visión no estatalista de la democracia era precisamente la autonomía. Escribía que “el ser dueño de sí mismo es lo menos que se puede ser”, tanto en individuos como en grupos, y que así la nación se entendía como “aquella unidad política que solo podemos definir mediante el concepto de soberanía”1028. 1025 FUENTES CODERA, Maximiliano: “Neutralidad o intervención: Los intelectuales españoles frente a la Primera Guerra Mundial (1914-1918), Paisajes: Revista de pensamiento contemporáneo, nº43, 2014, pp.22-39, pp. 29 y 30. 1026 ORTEGA Y GASSET, José: “Una manera de pensar”…, pp. 910, 912 y 913. 1027 ORTEGA Y GASSET, José: “La nación frente al Estado”…, p. 838. 1028 ORTEGA Y GASSET, José: “Un discurso de resignación” (1915), en José ORTEGA Y GASSET: Obras completas. Tomo I…, pp. 874-878, p. 875. El desarrollo del patriotismo fenomenológico: la idea de nación desde la Razón vital 303 El liberalismo es una ideología compleja que tiene varias definiciones, entre ellas tres que son clave según Merquior: la versión británica, teorizada por Hobbes, Locke, Bentham o Stuart Mill; que entiende la libertad como ausencia de coerción; la francesa, con Rousseau, que se basa en el autogobierno político; y la alemana, que aparece en Von Humboldt o Goethe y parte de la Bildung, la formación cultural para alcanzar la autonomía moral1029. Desde este marco interpretativo podemos indicar que Ortega veía que Inglaterra –cuyos pensadores liberales, tal y como escribe Merquior, estaban también influidos por el concepto de Bildung alemán; lo que conecta con la idea de Ortega de que la cultura europea era única y el “saber alemán” no podía ser desechado por nadie auténticamente europeo– ofrecía un modelo de nación que sintetizaba los tres elementos: el límite al poder del Estado, y, según define en “Un discurso de resignación”, la soberanía del individuo y la de la nación. Él no era el único con esta perspectiva, puesto que una gran parte de los intelectuales liberales de la Generación del 14 veían en los Aliados un principio de nación liberal, frente al nacionalismo agresivo de los Imperios centrales. Desde España esto es muy claro, tal y como se ve por ejemplo en el “Manifiesto de adhesión a las naciones aliadas” que publicaron en 1915. Lo firmaron personas como Ortega, Marañón, Ayala, Salmerón, Azcárate, Maeztu..., y aunque no lo había escrito Ortega (fue Ayala), en él resonaban muchas de sus ideas sobre la nación. Para empezar, la apuesta por la convivencia como una forma de religiosidad, entendida como “unión de los hombres por el amor” frente a “los voceros del patriotismo ciego y cabileño”. Unido a esto, la idea que ya había manifestado en su definición de la patria socialista en 1908, en virtud de la que “la idea de Patria está subordinada a la idea de humanidad. Solo hará obra verdaderamente patriótica aquel cuya obra tenga un valor universal para la cultura humana”. Zuloaga o Galdós eran según el juicio del comentarista de este texto más patriotas que tradicionalistas como el germanófilo Vázquez de Mella1030. Personas de la red intelectual de Ortega utilizaron España para difundir una interpretación de la Guerra desde esta clave. Por ejemplo Ramón Pérez de Ayala, que opuso dos ideas de nación tomando como referencia frente a Alemania no a Inglaterra, sino a Italia, y en concreto a las figuras de Bismarck y Mazzini. Ortega, según vimos en la primera parte de la tesis, no se oponía a la figura del Canciller de hierro, pues era más bien el Káiser quien encarnaba para él a la Alemania negativa. Y aunque tampoco escribió sobre Mazzini –de hecho, únicamente hay una referencia en las obras completas, perteneciente a un texto de 1911 donde le cita como ejemplo del influjo de las ideas en la política, concluyendo su reflexión diciendo que “no hay práctica sin teoría ni pueblos sin ideólogos”1031–, ni se conservan sus obras en la Fundación; algunos estudiosos han señalado la afinidad de la idea de nación de Ortega con la del pensador italiano1032. Según Ayala, para Bismarck la nación se basaba en la autoridad, mientras que según el idealista Mazzini, “las diferentes naciones son como talleres de la humanidad”, en la que cada una 1029 MERQUIOR, José Guilherme: Liberalismo viejo y nuevo, México, Fondo de Cultura Económica (1991) 1993, pp. 25-28. 1030 “Manifiesto de adhesión a las naciones aliadas”, España, 9 de julio de 1915. 1031 ORTEGA Y GASSET, José: “Una respuesta a una pregunta” (1911), en José ORTEGA Y GASSET: Obras completas. Tomo I…, pp.455-464, pp. 458-459. 1032 AGUILAR, Enrique: Nación y Estado…, p. 115. El desarrollo del patriotismo fenomenológico: la idea de nación desde la Razón vital 304 tenía una “misión propia que cumplir”. Desde estas dos ideas que, efectivamente, son netamente orteguianas –la nación como vía hacia la humanidad, o Europa, según desarrollará en estos años; y en tanto que proyecto común, como también comenzará a definir– habla de la “nacionalidad democrática”, en tanto que principio donde el “patriotismo es intenso deseo de grandeza moral para el pueblo en donde uno ha nacido”1033. De nuevo, una visión cercana a la de Ortega, para quien, en su etapa neokantiana, la nacionalización se supedita a un proyecto ético; y en la del “giro fenomenológico”, a la elevación moral del individuo. Con todo, para Ayala no todos los imperialismos eran iguales. Criticaba el de Alemania, pero decía en su artículo que el de Inglaterra era aceptable porque se supeditaba a la moralidad. Con ello se mostraba inserto dentro de un contexto intelectual donde desde el siglo XIX se defendió el imperialismo europeo en base a la idea de “civilización”, un principio que justificaba la intervención sobre los Estados o grupos menos desarrollados en África y Asia bajo la idea de que no eran intereses económicos los que guiaban a los blancos, sino una misión de engrandecimiento moral. En la propia Gran Bretaña, incluso dentro del movimiento fabiano y del nuevo liberalismo que, como vimos, se organizó en respuesta al imperialismo, existió esta interpretación dual. Un sector de la Sociedad Fabiana, liderado por Bernard Shaw planteó en 1900 la posibilidad de aprovechar el Imperio para elevar el nivel de vida de los súbditos de la Reina. Plantearon “the effective social organization of the whole Empire, and its rescue from the strife of classes and private interests”. Entre otras cosas, esto debería hacerse a través de la difusión del “self- government” en los diversos lugares. El objetivo final de los fabianos era una “Federation of the World”, pero hasta que se alcanzara, “we must accept the most responsible Imperial federations avaiable as a substitute of it”. En conclusión, “we must lay the foundations of International Socialism, as we are laying the foundation of National Socialism, by making the British flag carry with it wherever it flies a factory code and a standard of life secured by a legal minimum wage”1034. Algunos de estos planteamientos influyeron para que, después de la Gran Guerra, Gran Bretaña avanzara hacia una reforma de sus instituciones imperiales que, tras la Conferencia Imperial de 1920, culminarían en 1931 con la creación de la Commonwealth of Nations. Para Ortega, será un ejemplo de organización política inter-nacional, y la citará como modelo para la Europa que querrá construir desde los años treinta. Según él, el elemento civilizatorio que había conseguido difundir Gran Bretaña era la idea de “balance of power”, que es el principio liberal que en 1915 veía reflejado en la democracia individualista que ponía como ejemplo1035. Durante el conflicto no se refirió a la política internacional británica en este sentido, pero sí lo hicieron además de Ayala otras personas que publicaron en la revista que él dirigía, lo que nos indica que estaba de acuerdo con ello, o por lo menos no lo veía mal. 1033 PÉREZ DE AYALA, Ramón: “La Italia de Mazzini”, España, 22 de julio de 1915. 1034 SHAW, Bernard (Ed.): Fabianism and the Empire: a Manifesto by the Fabian Society, London, Grant Richards, 1900, pp. 6, 18, y 54. 1035 En 1937 hablará de la Commonwealth como “el fenómeno jurídico más avanzado que se ha producido hasta la fecha en el planeta”. Vid.: ORTEGA Y GASSET, José: “La “La rebelión de las masas” (1930), en José ORTEGA Y GASSET: Obras completas. Tomo IV…, pp. 349-528, p. 512. El desarrollo del patriotismo fenomenológico: la idea de nación desde la Razón vital 305 Destaca en este sentido Julio Huniades, con una serie en la que interpretó el conflicto con una guerra entre dos modelos, de nación y de imperio, encarnados por Inglaterra y Alemania. Su análisis del segundo país coincidía en parte con el de Ortega: veía dos Alemanias (aunque no las llamó así): la “semi-eslava” Prusia, a la que caracterizaba el militarismo; y la “verdadera Alemania”, de la cultura de Goethe, Schiller y Wagner. También como Ortega –y Menéndez Pelayo–, definía el carácter germánico como cimentado en el idealismo (y el individualismo). Pero a diferencia del madrileño, no veía a las dos naciones enfrentadas, sino aliadas en la exaltación militarista e idealista del Káiser1036. En otro artículo, afirmaba en unos términos cercanos a Bernard Shaw que el Imperio Británico se había formado, frente al alemán, como una “creación espontánea” que se iba perfeccionando, y que después del conflicto se adaptaría a la realidad. Si Alemania quería mostrar su superioridad a través de cañonazos, Inglaterra lo hacía desde la moralidad, y en su Imperio esto se había hecho creando lazos espontáneos que reformularían su estructura en una “federación voluntaria”. Avanzando casi exactamente lo que dirá Ortega en “De Europa Meditatio Quaedam” (1949), escribe que el resultado sería una “confederación de pueblos” cuya efectividad sería ejemplo para edificar unos “Estados Unidos de Europa”1037. La I Guerra Mundial había mostrado el fracaso de Europa, pero la victoria aliada también daba esperanzas para la creación de un proyecto más fuerte. Otros artículos que aparecieron en España seguían con esta interpretación del conflicto como lucha entre distintas ideas de nación. Desde el segundo número de la revista se inició una sección llamada “Después de la paz”, que comenzó respondiendo Unamuno. Para él, el conflicto era una guerra cultural en la que se oponía “la democracia popular contra el imperialismo de Estado”. Desde su perspectiva de sentimiento trágico de la vida, decía que todos los países eran en cierto sentido culpables porque el concepto de nación imperialista se había impuesto sobre el popular, esto es, que la “Europa germanizada” por la imposición del concepto sobre el sentimiento y el dogma en el lugar de la opinión, se estaba haciendo notar en una lógica de opresión. En unos términos que recuerdan al debate con Ortega sobre la ciencia, decía que Francia había decaído desde el momento en el que “dejó que invadiese su Universidad la técnica inespiritual del mandarinato tudesco. El siglo de las luces…eléctricas” había sido nocivo1038. De esta interpretación hay que indicar que, si bien coincide con el madrileño en el hecho de criticar el imperialismo alemán, difiere totalmente en cuanto a que él no veía en la Universidad y la ciencia alemanas la causa de ninguna decadencia, sino, todo lo contrario, la base de la organización liberal. En otro texto es más abiertamente anti-germano, del mismo modo como consecuencia de la aplicación de su idea de la nación como proyección del sentimiento trágico de la vida. Según su planteamiento, la lucha y la contradicción eran necesarias para la salud de un pueblo, y mientras que en Francia, Inglaterra, e incluso Rusia, existía contradicción; nada de eso ocurría en Alemania. Allí existía una “democracia social imperialista”, que 1036 HUNIADES, Julio: “Ideales en pugna. I”, España, 14 de mayo de 1915. 1037 HUNIADES, Julio: “Ideales en pugna. III”, España, 18 de julio de 1915. 1038 UNAMUNO, Miguel de: “Después de la paz. ¿Qué corrientes políticas, sentimentales e ideológicas dominarán en Europa después de la paz?”, España, 5 de febrero de 1915. El desarrollo del patriotismo fenomenológico: la idea de nación desde la Razón vital 306 imponía un alma unánime a los súbditos del rey. Frente a esto, él defendía el liberalismo, que entendía como “perpetua lucha”, que por eso incluso necesitaba del conservadurismo1039. También contestó a la encuesta con unas reflexiones interesantes el biólogo catalán Ramón Turró. El conflicto mostraba según él el “renacimiento del sentimiento de la patria” y la “revaloración del sentido ético”. Antes de la Gran Guerra las ideologías universalistas habían tratado de destruir este sentimiento, pero ahora afloraba porque era algo natural y que se podía explicar desde la biología. Como el bebé se adscribía al pezón materno que le daba la vida, el hombre lo hacía con su patria, pues “el amor que profesa a su propia vida está vinculado al amor a los objetos que la complementan”. La “ideología intelectualista” que, con su anti-nacionalismo, iba contra natura, daría paso a una era de patriotismo que sería “la reintegración a su ser y estado natural del hombre”1040. Por otro lado, la idea de que la Gran Guerra había puesto de manifiesto la importancia del principio nacional y la simplicidad ingenua de los internacionalistas, se relaciona en muchos autores que tomaron España como tribuna con un elemento sobre el que Ortega había escrito bastante: la actitud del socialismo. Los vemos por ejemplo en alguien que fue muy cercano a él, el filósofo Manuel García Morente. Aplicando la misma interpretación que su amigo, partía de la base de que el SPD había triunfado en el pasado gracias a que “los trabajadores alemanes admiran y veneran su país, se sienten profundamente interesados en su ascenso industrial y comercial”. Por ello, frente a Rosa Luxemburgo y Karl Liebknecht se había impuesto durante la guerra una corriente de “revisionistas patriotas” que unía los destinos de la clase obrera a los de la nación. Si para muchos pacifistas el hecho de que los partidos socialistas defendieran los intereses nacionales durante el conflicto fue una decepción, García Morente estaba entre quienes lo veían como un síntoma positivo. Significaba que los socialistas partían no de la “convicción ideal”, sino de las “necesidades reales”; o dicho de otro modo en unos términos también muy orteguianos, que tras la guerra el socialismo se transformaría porque “desparecerán sus dogmatismos universalistas” en favor de mirar a las “realidades nacionales”1041. Un matiz a estas visiones es el que ofreció Luis Araquistáin, militante del PSOE y sucesor de Ortega al frente de España. Como Turró, reconocía que el amor a la nación estaba en la naturaleza humana, pero no lo oponía al internacionalismo, ya que según él no había “oposición” sino “continuidad”. Afirmaba que la vida del hombre se constituye en “círculos concéntricos”, y que por tanto, “del mismo modo que la nación no aniquila lo característico de la ciudad ni lo de la región, tampoco la internación o supernación puede destruir los rasgos y peculiaridades nacionales”. Se trata de una reflexión 1039 UNAMUNO, Miguel de: “Sobre eso de la unanimidad”, España, 2 de septiembre de 1915. Poco después, sin embargo, España publicó un texto de Chesterton donde se congratulaba precisamente de la unanimidad de su pueblo, que aparecía por vez primera con ocasión de la guerra contra Alemania. Vid.: CHESTERTON, Gilbert K.: “Cómo son los alemanes y por qué hay que vencerlos (fragmentos de cartas a un viejo garibaldino”, España, 30 de septiembre de 1915. 1040 TURRÓ, Ramón: “Después de la paz. ¿Qué corrientes políticas, sentimentales e ideológicas dominarán en Europa después de la paz?”, España, 26 de marzo de 1915. 1041 GARCÍA MORENTE, Manuel: “El socialismo alemán y la guerra”, España, 19 de marzo de 1915. El desarrollo del patriotismo fenomenológico: la idea de nación desde la Razón vital 307 netamente afín a Ortega, cuya noción de circunstancia definió también en Meditaciones del Quijote como de círculos que se ampliaban, y cuya proyección política en las relaciones entre España y Europa le llevarán también a hablar de la ultranación. Para ambos, el nacionalismo no tenía porqué ser violento, y así Araquistáin escribía que “el internacionalismo es el nacionalismo sin agresión”, o lo que es lo mismo, que “el enemigo del internacionalismo no es el nacionalismo, sino la inmadurez democrática”1042. Otro socialista que también defendía la incorporación del principio nacional en el ideario del PSOE fue Óscar Pérez Solís, el director de Adelante, órgano del socialismo en Valladolid. Dio una conferencia llamada “El socialismo ante los problemas actuales nacionales”, a la que España hizo mención porque les parecía que mostraba “orientaciones de renovación”, ya que “la actitud de Pérez Solís señala un nuevo punto de partida del socialismo español. Los impulsores de la revista daban la enhorabuena a este hombre, porque “ya es hora de que el partido socialista español funda sus aspiraciones de clase en el pleno y enérgico derecho –mejor sería decir de su deber– a intervenir críticamente en todos los problemas de la nación”1043. Incluso Pablo Iglesias utilizó España para manifestar su aliadofilia. Consideraba que la guerra fue obra del “régimen social” injusto, pero no apelaba como los autores anteriores a nacionalizar al PSOE. Pero se entiende en su texto que apuesta por una idea de nación del estilo de las democracias liberales porque habla de dos modelos: el de los “militaristas autro- prusianos”, y las naciones libres1044. También Fernando de los Ríos hizo una interpretación similar. A su juicio, la guerra estaba dando lugar a que se aplicaran medidas de intervención económica como las que el socialismo venía demandando durante mucho tiempo durante la paz. Se preguntaba porqué el socialismo era desde 1914 una “idea aglutinante”, dado que “las clases directoras pactan con las masas”. Según su visión, los liberales se habían dado cuenta del “sentimiento liberal del socialismo”, y esto era ya irreversible1045. Por su parte, Luis Olariaga se unía al clamor de Araquistáin, García Morente y Ortega y apelaba a la integración de la clase obrera en la nación. Señalaba que los obreros europeos no cantarían La Internacional en el próximo 1º de Mayo porque la Guerra había hecho que se apoderara de ellos el instinto nacional. En términos orteguianos, decía que “el socialismo vio el mundo económico en abstracto, suelto, desligado de circunstancias nacionales”; y había que corregir esta situación mirando a Inglaterra. Allí “el pueblo recibe gran educación política”, y como consecuencia el movimiento obrero abandonó el marxismo en favor de una “táctica oportunista”1046. En este artículo, apelaba como Ortega a imitar el modelo británico, con una referencia larvada al fabianismo y al nuevo liberalismo, y en otro posterior señalaba a Hobhouse como argumento de autoridad para señalar que la Gran Guerra estaba haciendo evidente que el Estado podía intervenir en la vida 1042 ARAQUISTÁIN, Luis: “Nacionalismo e internacionalismo”, España, 30 de abril de 1915. 1043 “Una conferencia de Óscar Pérez Solís”, España, 21 de mayo de 1915. 1044 IGLESIAS, Pablo: “La guerra y España”, España, 25 de junio de 1915. 1045 RÍOS, Fernando de los: “La faz conservadora del socialismo. Revelaciones de la guerra”, España, 7 de octubre de 1915. 1046 OLARIAGA, Luis: “La nación y la economía del obrero”, España, 30 de abril de 1915. El desarrollo del patriotismo fenomenológico: la idea de nación desde la Razón vital 308 económica. Se desarrollaría consecuentemente una “nueva sociedad” basada en el ensanchamiento de las “formas de organización”1047. Además, es interesante reseñar que, según España, incluso el rey Alfonso XIII consideraba que una de las consecuencias de la postguerra sería la nacionalización del socialismo. La revista publicó un artículo del historiador argentino Roberto Levillier, que narraba una conversación que mantuvo con el Rey durante su visita al Archivo de Indias y en el transcurso de la que Alfonso XIII le dijo que con la Guerra los socialistas se habrían dado cuenta del engaño del “pacifismo internacional”, y que por consiguiente, “yo creo, y puede usted repetirlo, que el socialismo se hará cada día más gubernamental, y que los socialistas conseguirán sus aspiraciones más justas por vías legales, sin necesidad de la fuerza”1048. En cuanto a El Sol, en sus páginas se mantuvo toda esta percepción, por ejemplo con un artículo de Vicent Vera que sostenía que incluso “los pueblos apartados de la contienda" sufrirían los efectos transformadores de la guerra. Según su juicio, tanto en Inglaterra como en Francia o Rusia, acontecimientos a los que había llevado el conflicto como la expropiación forzosa se manifestaron en la profundización en “una organización nacional del trabajo”. En unos términos marcadamente orteguianos, que se parecen a los que impulsará para la definición de la II República española, decía Vera que, frene al individualismo previo a 1914, los cambios daban lugar a “la idea de la nación como un gran sistema económico trabajando en conjunto”1049. Y por lo que respecta a Ortega, también planteó que la tragedia tuvo una virtud: “fuera de España una sublime podadera ha comenzado su labor: la guerra”, pues a pesar de su crudeza tuvo una virtud: “sacudir la inercia social echando por la borda toda institución caduca”. En este artículo publicado el 15 de febrero aplicaba Ortega su filosofía raciovitalista al análisis político, puesto que dentro de la visión que poco después expondrá en El tema de nuestro tiempo (1923, aunque escrito desde dos años antes), hablaba de la oposición entre la España vital y la España moribunda desde la perspectiva de que era necesario adaptar las instituciones políticas a la realidad de la nación. Frente al “imperio de los cadáveres”, tendría que renovarse la política para adaptarse a la nueva circunstancia1050. 6.6.4.2.El despertar de las nacionalidades Por otra parte, un aspecto que llama la atención de los textos de Ortega durante la Gran Guerra es que se refirió en varias ocasiones a Vasconia, Cataluña, y otros lugares como “nacionalidades”, especialmente en 1918. Antes había utilizado este concepto como un sinónimo de “nación”, y referido a España. En “La guerra, los pueblos y los dioses” (1915), por ejemplo, comparó la “idea de nacionalidad” con la nación, aunque introduciendo el matiz de identificarla con la Kulturnation en exclusiva: Herder, 1047 OLARIAGA, Luis: “Socialismo de Estado y socialismo democrático”, España, 2 de diciembre de 1915. 1048 LEVILLIER, Roberto: “Resurgimiento español”, España, 2 de septiembre de 1915. 1049 VERA, Vicente: “La renovación de Europa. Transformaciones económicas y sociales ocasionadas por la guerra”, El Sol, 3 de diciembre de 1917. 1050 ORTEGA Y GASSET, José: “Hacia una mejor política” (1918), en José ORTEGA Y GASSET: Obras completas. Tomo III…, pp. 45-56, pp. 48 y 49. El desarrollo del patriotismo fenomenológico: la idea de nación desde la Razón vital 309 Schelling y Hegel eran según él los “profetas de la nacionalidad”1051. El romanticismo efectivamente había impulsado movimientos como la Renaixença o el fuerismo vasco, y desde 1917 Ortega asumió la definición de las regiones periféricas como nacionalidades. Pero cuando algunos años después cita exactamente el mismo acontecimiento que le llevó a referirse a ciertos lugares de España con ese término, esto es, el proceso histórico que permitió a Castilla la unificación de entidades previas, ya no lo utiliza. En España invertebrada se refiere a Aragón, Cataluña y País Vasco como “pueblos distintos entre sí” y “unidades sociales preexistentes”, pero no nacionalidades. Además, conviene indicar que tanto en los textos de 1918 como en este de 1922 tiene en mente la teoría de Theodor Mommsen, a quien cita las dos veces1052. Con respecto a este tema, un texto interesante es la conferencia que dio Ortega en la Universidad de Sevilla al volver de Argentina en 1917, donde según las reseñas ya mencionadas, habló de Castilla como entidad que impuso la unidad a las demás nacionalidades ibéricas, poniendo además en guardia a Andalucía frente al centralismo de Madrid1053. Por tanto, identificó a las nacionalidades con las entidades previas a la España unida, y a las regiones con las entidades de la España ya unificada. Así se desprende del hecho de que hable de la Andalucía del presente como región, y de Castilla y las demás agrupaciones políticas como nacionalidades. Desde esta idea, la nacionalidad sería un precedente de la región. Pero dado que Ortega no vuelve a dar importancia a esta idea, la razón por la que empleó el concepto en estos años habría que buscarla en otro lugar. Probablemente se trata de un recurso circunstancial, un referente epocalista externo que es la puesta en boga del concepto al final de la I Guerra Mundial. Este conflicto guarda una estrecha relación con la cuestión nacional, y muchos españoles utilizaron el calificativo al que dio popularidad Woodrow Wilson. Dentro de sus Catorce puntos se incluyó restablecer la independencia de Bélgica, Rumanía, Serbia, Polonia, la devolución a Francia de Alsacia y Lorena, y la autonomía de los pueblos del Imperio austrohúngaro. Esto mostraba que la I Guerra Mundial fue el “triunfo de la nacionalidad, de la pequeña nación, del nacionalismo, si se quiere”1054; y tal y como daba a entender Ortega en su texto de 1915, este planteamiento “forma parte de la lógica de unos movimientos e ideologías nacionalistas basados en la idea de nación cultural”. Andrés de Blas señala que la noción venía de antes, siendo Napoleón III uno de sus impulsores, y manifestándose después en hechos como la anexión a Grecia de las Islas Jónicas en 1863, o la independencia de Noruega en 1905. Luego, en pena conflagración, un episodio interesante es cuando el Movimiento Laborista Inglés mandó un memorándum a todos los partidos socialistas europeos en 1915 donde, entre otras cosas, apelaba a la aplicación del principio de las nacionalidades1055. También antes de la Gran Guerra, el periodista provenzal e izquierdista Jean Pélissier, con apoyo de personas como el historiador Charles Seignobos, 1051 ORTEGA Y GASSET, José: “La guerra, los pueblos…, p. 914. 1052 ORTEGA Y GASSET, José: “España invertebrada”…, p. 439. 1053 “Conferencia de Ortega y Gasset”, La Acción, 26 de enero de 1917; y “Conferencia de Ortega y Gasset”, El Día, 26 de enero de 1917. 1054 FUSI AIZPURÚA, Juan Pablo: La patria lejana…, p. 86. 1055 BLAS, Andrés de: “A vueltas con el principio de las nacionalidades y el derecho de autodeterminación”, Revista internacional de filosofía política, nº3, 1994, pp.60-80, pp. 60 y 61. El desarrollo del patriotismo fenomenológico: la idea de nación desde la Razón vital 310 impulsó la “Unión de Nacionalidades” en 1912, refiriéndose a Cataluña como una de las entidades pertenecientes a viejos Estados donde, como en Irlanda, se había avivado el deseo de autodeterminación. Formaron comités en diversos lugares, como Cataluña, y convocaron varios Congresos de las Nacionalidades Oprimidas, como el de Lausana en 1916. Un aspecto importante es, señala Núñez Seixas, que la causa de las nacionalidades fue desde el principio abrazada por un sector de la izquierda liberal y republicana europea, y fue este grupo el que con más euforia vivió la aceptación por parte de Wilson del concepto en 19171056. Un episodio importante donde se puso en juego el principio de las nacionalidades en el caso español, o al menos ciertos catalanistas así lo hicieron para impulsar una demanda económica que desde otros sectores se defendió sin recurrir a esa idea, se dio con ocasión de la discusión sobre los puertos francos en Cataluña. Cambó recuerda en sus memorias que el estado de exaltación y euforia después de la Gran Guerra había llevado en 1918 a una disputa en torno a la posibilidad de exigir la “autonomía integral de Catalunya” dado que era una de las nacionalidades insatisfechas1057. No llegó a producirse dicho movimiento unitario, pero en 1915 sí que se había hecho un intento con ocasión de la demanda realizada desde ciertos sectores catalanes para crear zonas neutrales y puertos francos. Cambó lo defendió desde el supuesto de que “el principio de las nacionalidades agita al mundo”1058, y desde España se siguió con interés la situación. Reseñaron que la intención de los catalanistas se había hecho bajo el lema “Por Cataluña, por toda España”, y que lo apoyaron personas del catalanismo republicano como Zulueta, y otras que habían pasado por ser contrarias al mismo, como Lerroux. La revista dirigida por Ortega resaltaba que no era un movimiento etnicista, sino dirigido por “los elementos de más valía, la más alta representación de la vida política, social y económica de Cataluña”. Mientras que algunos medios como El Imparcial, otrora la tribuna de Ortega, lo criticaban por el carácter supuestamente separatista, otros como el conservador El Debate señalaba algo que también España aceptaba: que “los verdaderos separatistas, los peligrosos, son los gobernantes, los políticos”1059. Vemos por tanto la complejidad del asunto, dado que algunos medios lo identificaron con derechos históricos y étnicos –como Cambó y los nacionalistas catalanes–, y otros por criterios económicos y administrativos –como el orteguiano Zulueta y gran parte de los colaboradores de España. En efecto, el periódico dirigido por Ortega estaba dispuesto a aceptar la propuesta, no porque Cataluña tuviera derechos históricos, sino en tanto que era una región dinámica: “ESPAÑA ha mostrado repetidas veces el vivo interés con que viene contemplando el ejemplo de vitalidad y de iniciativa económica que Cataluña está dando en esta crisis mundial a sus regiones hermanas”1060. Con la unión de sus fuerzas vivas en un proyecto para toda España, encarnaba a la España vital que podía acabar con el caciquismo de la 1056 NÚÑEZ SEIXAS, Xosé M.: “Espías, idealistas e intelectuales: La Union des Nationalites y la política de nacionalidades durante la I Guerra Mundial (1912-1919)”, Espacio, Timpo y Forma. Serie V, Historia Contemporánea, nº10, 1997, pp.117-150, pp. 120 y 137. 1057 CAMBÓ, Francesc: Memòries (1876-1936), Barcelona, Editorial Alpha, 1981, p.293. 1058 Citado en: SMITH, Antel: “Cataluña y la Gran Guerra: de la reforma democrática al conflicto social”, Hispania Nova, nº 15, 2017, pp. 472-499, p. 481. 1059 “El acto de Cataluña”, España, 7 de octubre de 1915. 1060 “Por Cataluña y por todos”, España, 21 de octubre de 1915. El desarrollo del patriotismo fenomenológico: la idea de nación desde la Razón vital 311 España oficial. Con todo, era una demanda polémica, que según algunos luchaba con los intereses de otras regiones españolas, y el semanario orteguiano emprendió por ello una serie de entrevistas y estudios destinados a esclarecer la situación. Por tanto, aplicando una vez más el espíritu de la Liga, de hacer un estudio del “fenómeno España” para a partir de allí actuar. La mayoría de quienes respondieron a la encuesta lo hicieron en términos positivos, incluso los representantes de partidos dinásticos: Romanones decía que el corazón de Cataluña latía más que el del resto de España, y eso era admirable; y Juan de la Cierva que “veo con muchísima simpatía la voluntad de vivir de aquella región y no deseo sino que sea por las restantes regiones imitada”. Más interesante es sin embargo la respuesta de Adolfo Posada, integrante del Grupo de Oviedo que analizaba la situación desde una perspectiva abiertamente orteguiana. A su juicio, se evidenciaba un “regionalismo impulsor” en Cataluña, con una “acción de protesta frente a la vieja política de intrigas y en pro de una política de substancia nacional”. Según él, lo deseable sería también que su Asturias actuara en el mismo sentido, llevando a Madrid su protesta para lograr ir “infundiendo en Castilla y en toda España la plena confianza en los movimientos regionalistas, que no son fuerzas disolventes, sino por el contrario, renovadoras: las que mejor pueden generar la España vertebrada y en pie, de que habla Ortega y Gasset”. Por el contrario, Melquíades Álvarez era más ambiguo al señalar que le parecía bien que las regiones se unieran para hacer demandas justas, pero no quería comprometer al Partido Reformista en una respuesta concreta al tema de las zonas francas1061. Después de que se diera voz a decenas y decenas de personas, que incluían tanto a catalanes como a castellanos, a políticos y entidades económicas1062; Luis Olariaga, el gran experto en temas económicos de la revista orteguiana, publicó un artículo-resumen donde defendió que tanto la parte pro-zonas francas como la contraria tenían algo de razón. Afirmaba que “Cataluña es una región que en un momento de la historia española se atrevió a querer vivir junto a un cementerio de iniciativas y de esperanzas”. Encarnaba la vitalidad frente a la España moribunda, y supo aprovechar las alianzas en Madrid para enriquecerse gracias al proteccionismo del Estado español. Esto había provocado el recelo de las demás regiones, pero no era lo que había que temer. Como hemos visto que creía Ortega, y dirá en sus libros sobre la cuestión nacional de los años veinte y treinta, “lo peor no es que Cataluña pida y exija sino que las demás regiones no lo hagan”1063. En conclusión, si para los nacionalistas catalanes la zona franca era justificable debido al principio de las nacionalidades, para Ortega y sus seguidores era únicamente en tanto que mostraba de la vitalidad que querían para toda España. Según se ha visto, el proyecto catalanista no era antiespañol, pero el filósofo tampoco lo utiliza para hablar de Cataluña como nacionalidad. En este sentido debe enfatizarse que Cataluña también estuvo muy presente en el proyecto periodístico iniciado por Ortega en 1917. El Sol incluía una sección llamada “La región catalana” (concepto que muestra otra vez cómo el concepto de nacionalidad no es aceptado por Ortega y sus medios de expresión, salvo el paréntesis de 1918). Este epígrafe, subtitulado “Crónicas, telegramas e informaciones de nuestros redactores de 1061 “La vida real de España. Por Cataluña y por todos”, España, 28 de octubre de 1915. 1062 Destaca al respecto el número del 11 de noviembre de 1915. 1063 OLARIAGA, Luis: “La vida real de España. Cataluña como látigo”, España, 18 de noviembre de 1915. El desarrollo del patriotismo fenomenológico: la idea de nación desde la Razón vital 312 Cataluña”, contenía referencias no únicamente de Barcelona, sino también de las otras provincias catalanas, e incluía tanto noticias de telégrafo como informaciones breves de periódicos de la zona1064. Además, Ortega seguía admirando a Cataluña por representar sus intelectuales una cultura universal. Pero todo lo contrario era lo que se había puesto de manifiesto en algunos episodios acontecidos durante la Gran Guerra, como la visita que hizo el presidente de la República Raymond Poincaré a Barcelona con ocasión de una donación para el Instituto de Estudios Catalanes. Desde El Imparcial Mario Aguilar señaló con acierto cómo con ocasión de esta acción se ponían de manifiesto dos actitudes ante la cultura que enfrentaban a los nacionalistas catalanes y a Ortega. Los primeros, por boca de Puig y Cadafalch, trasladaron “al siglo X nada menos” los orígenes de la ciencia catalana, y Eugeni d´Ors afirmó que “la tradición científica francesa enlazaba con la catalana”. Luego hablaba este de la Mancomunidad de Cataluña por comparación con la República norteamericana como si de dos entidades políticas análogas se tratase. Incluso Poincaré, al oponer las ciencias alemana y francesa, asentía al “nacionalismo científico que el Instituto representaba, coronamiento de toda una estructura de reivindicación nacionalista”. A esto se oponía, según Aguilar, el llamamiento de Ortega a crear una cultura española, que todavía no existía1065. Su visión, según se vio en el artículo recuperado de las dos Alemanias, no caía en el nacionalismo culturalista, en tanto que consideraba que la cultura y la ciencia eran universales. Por tanto, si bien Ortega y sus seguidores eran conscientes de la importancia de dar una nueva estructura política a España, no lo hacían desde el principio de las nacionalidades, aunque hubiera recurrido al concepto. Aunque reconocía la existencia de entidades con una identidad cultural propia dentro del Estado-nación, fue muy claro a la hora de señalar que esto no justificaba su independencia, y ni siquiera su condición de nación. En el año en el que el Presidente norteamericano enunció el principio, en 1917, escribió Ortega que el “principio de las nacionalidades” es injusto porque “existen naciones notoriamente incapaces de regirse a sí mismas: por tanto, que no tienen derecho a ejercer el poder de Estado”, dado que “el derecho de la función de Estado va anejo a caracteres que no son como el habla o la raza naturales, sino que son de orden espiritual”. En este texto opta abiertamente por la idea de Staatsnation, pues aunque se remite al papel histórico de Castilla frente a la dispersión de las regiones internas, dice que “la palabra nacional no es exacta”, pues deriva hacia el concepto de raza. Escribe que “raza y lengua son realidades mudadizas, fluidas, que padecen constantemente interferencias”, y que “entre nosotros, el caso de Cataluña pone de relieve la imprecisión de estos caracteres. Por el contrario, “el Estado es una voluntad de dominación unitaria que nada tiene que ver con los deseos de convivencia, fundados en lazos de sangre, idioma, etc. Al contrario, la voluntad Estado ejerce su más genuina misión cuando e 1064 “La región catalana”, El Sol, 3 de diciembre de 1917. 1065 AGUILAR, Mario: “El nacionalismo en acción”, El Imparcial, 5 de junio de 1916. El desarrollo del patriotismo fenomenológico: la idea de nación desde la Razón vital 313 impone a la tendencia repulsiva de razas diversas, obligándolas a convivir y a colaborar en una vida superior integral”1066. Ortega cita a Lasalle al hablar de su concepto de Estado-nación en este artículo, y se ve de nuevo el influjo de Mommsen. Pero estaba polemizando con un libro del fenomenólogo Max Scheler: El genio de la guerra y la guerra alemana, de 1915. En este trabajo conservado en la biblioteca de la Fundación, el filósofo alemán quería estudiar la esencia de la guerra, esto es, hacer una fenomenología del conflicto. Al igual que Ortega, partía de la vida en tanto que categoría básica, también desechando la noción darwinista de adaptación y apostando por el concepto de vida como dinamismo, expansión y dominio1067. Una visión similar, por tanto, a la pleonexia de Medtiaciones del Quijote y a la defensa del proyecto que se impone a la circunstancia desde la biología de von Uexküll. De forma más concreta, Scheler se oponía a las sociedades fundadas en el contrato, en el mero interés, en favor de las que lo hacían a partir del amor, la suma de voluntades. El Estado-nación era una persona colectiva no porque encarnara una esencia de la que todos participaban, sino porque encauzaba los proyectos personales. Como dice Marisol Ramírez, “la nación, nos dice Scheler, es una persona colectiva espiritual fundada en una suma de voluntades que libremente deciden unir sus destinos en un proyecto común guiados por el amor”1068. El catedrático de Madrid criticaba esta definición hegeliana del Estado como persona, porque sostenía que era una visión que podría menoscabar la realidad de la verdadera persona, la individual. Pero al mismo tiempo, el planteamiento del alemán remitía a cuestiones que Ortega había desarrollado en textos como el de Marcela. En el contexto de la Gran Guerra, y en el mismo año en el que citó al libro de Scheler, desarrolló en el interesante artículo “Para la cultura del amor” (1917) su teoría sobre este tema. Según vimos, aquí se oponía tanto al utopismo como al tradicionalismo, basados en visiones erróneas del amor. Frente a ello, citaba a Plotino para distinguir a la Urania Afrodita, que representaba el amor platónico en el que caían reaccionarios y revolucionarios por igual, de la Afrodita Pandemos, “el amor de todo el mundo, el vulgar amor” que se constituía no en fuerza mística sino en mecanismo psicológico que funcionaba en cada individuo. En el contexto de la I Guerra Mundial y la España enfrentada donde, según dice en otros artículos, reinaba el odio, apelaba a la “magnífica potencia pedagógica que deberíamos más ampliamente cultivar” a través del amor1069. La “cultura del amor” significaba así la aapuesta por cimentar la unidad de los españoles a través no de caracteres étnicos, sino de un proyecto que sumara sus voluntades, al estilo de lo propuesto por Scheler. Pero con la diferencia de que postulaba la limitación del Estado, pues era la nación la que se identificaba con dicho amor. 1066 ORTEGA Y GASSET, José: “El genio de la guerra y la guerra alemana” (1917), en José ORTEGA Y GASSET: Obras completas. Tomo II…, pp. 323-351, pp. 345-347. 1067 RAMÍREZ PATIÑO, Marisol: “El valor de la guerra y la paz en el pensamiento fenomenológico de Max Scheler”, Actas del II Congreso Internacional de la Red Española de Filosofía, nº1, 2017, pp. 31-43, pp. 32-33. 1068 Ibid., p. 36. 1069 ORTEGA Y GASSET, José: “Para la cultura del amor…, p. 280. El desarrollo del patriotismo fenomenológico: la idea de nación desde la Razón vital 314 También conviene indicar que en el mismo texto donde abiertamente se opuso a la idea del “principio de las nacionalidades” tan en boga en aquellos años, estableció algunas de las ideas-fuerza de España invertebrada, y básicamente la de que la nación requiere de un Estado que imponga un proyecto común. Frente a las lecturas belicistas que se han hecho de la teoría de Ortega1070, su interpretación del libro de Scheler lo que muestra es que cree que no son el conflicto y la violencia en sí lo relevante, sino el amor entendido como integración de voluntades individuales en un proyecto común, aunque ciertamente salga a relucir históricamente con las guerras. Es la visión que expondrá un año después al decir que “no pienso que la guerra sea un poder creador”. Lo que ocurría es que permitía la expansión de afanes colectivos, mostrando la oposición entre el “Estado petrificado” y el “plasma vivo” de la nación1071. En el caso de España, lo que había venido a hacer la Gran Guerra era poner sobre la mesa la inadecuación de la estructura estatal a la nación: no porque no respetara a sus supuestas nacionalidades, sino en tanto que carecía de instituciones supeditadas a un proyecto común. Por otro lado, en el año en el que publique España invertebrada, y mientras escriba este libro, volverá a hablar de nacionalidad en un sentido similar al de 1915: en 1922 dirá en un discurso que “nuestro tiempo forma parte de un ciclo histórico más amplio que empieza con la formación de las nacionalidades. La formación de una nacionalidad es una misma cosa con la elaboración de un sistema de tradiciones religiosas, políticas y artísticas”. El matiz es que ahora señala un elemento que volverá a retomar en otros textos más adelante –de la forma más elaborada, ya en “Meditación de Europa” (1949), pero también en España invertebrada–, y que consiste en identificar dos actitudes en la relación de la sociedad con el devenir histórico: autoridad del pasado, e innovación de cara al futuro. En este discurso identifica la nacionalidad con el principio de autoridad, y con una forma de vida que es el “tradicionalismo”. Frente a esto, el liberalismo sería un principio que querría sentar las bases de la sociedad en la innovación, y con ello la idea de nación se redefinirá1072. Retoma así indirectamente el programa de “liberalismo y nacionalización” de 1914. Pero lo que importa señalar para este epígrafe es que, en todo caso, vincula el concepto de “nacionalidad” con la Kulturnation, y no con las regiones poseedoras de una identidad cultural dentro de Estados-nación. El Estado es un factor fundamental en la propuesta de Ortega, el que verdaderamente amplía el círculo nacional porque a través de sus instituciones impulsa un proyecto de vida en común. Esto se deriva especialmente de la filosofía que asume desde 1914, donde la vida se concibe como un quehacer en una circunstancia, esto es, un impulso hacia el futuro que se da dentro de un grupo de personas. 6.6.4.3.El internacionalismo, el europeísmo, y la Liga de Naciones La Gran Guerra supuso una decepción para Ortega y otros muchos intelectuales que habían visto en Europa el paradigma de la civilización y la respuesta concreta al problema de España. Pero el fracaso colectivo que significó lo que algunos llamaron “guerra 1070 Después de exponer las ideas de Hegel, Xacobe Bastida dice que Ortega, en España invertebrada, participa “claramente y muy a pesar de los denodados esfuerzos de la doctrina por apartarlo de esta óptica, de esta idea belicistsa y de sus implicaciones”. BASTIDA FREIXEDO, Xacobe: “En búsqueda…, p. 53. 1071 ORTEGA Y GASSET, José: “Hacia una mejor política” (1918)…, p. 50. 1072 ORTEGA Y GASSET, José: “Brindis en un banquete…, pp. 406-407. El desarrollo del patriotismo fenomenológico: la idea de nación desde la Razón vital 315 civil”1073 no implicó la caída en el anti-europeísmo, sino que muchos pensadores vieran en la Europa de postguerra una oportunidad para reconstruir el proyecto europeo, y asimismo un orden internacional de paz. Esto es así porque, según vimos páginas más arriba, desde el entorno de Ortega se interpretó el conflicto como una lucha entre el nacionalismo militarista y una idea de nación democrática, que era compatible con el internacionalismo. El desarrollo del conflicto, sus años posteriores, y los sucesos en España, muestran en el análisis de Ortega una cierta ambivalencia, entre optimismo y pesimismo, pero siempre supeditados ambos a la apuesta por una nación liberal dentro de una Europa y un mundo también liberales. En el siguiente epígrafe se señalarán algunos acontecimientos y episodios que muestran esta interpretación. Para empezar, es interesante la participación de Ortega y otros intelectuales de su entorno en la celebración de la victoria Aliada durante un acto en el Palace el 18 de noviembre. Según El Sol, participaron intelectuales, científicos, literatos… “más de tres mil españoles selectos preocupados por una España mejor”, todos ellos unidos por “una misma vibración liberal”. La escenografía que se escogió, y que refleja también por su simbolismo los ideales de quienes participaron en el acto (Ver Figura 5), constaba del busto de Wilson, una réplica de la Victoria de Samotracia –una clara referencia a Grecia como paradigma de la Europa civilizada–; y no únicamente se escuchó la Marcha Real, sino también La Marsellesa, después de que una mujer francesa vestida de blanco y con la bandera gala hiciera su aparición en el acto1074. Según El País, el banquete celebró el “triunfo de la democracia universal” pero, especialmente, fue “un nuevo voto colectivo en contra de la destrozada monarquía española”. De ahí que, según el periódico, se silbara la Marcha Real, mientras que se aplaudió el himno francés, y que se enarbolara una bandera republicana que en el futuro se habría de imponer en España1075. Al parecer, fue solamente un reducido grupo el que trató de convertir el acto en un mitin republicano1076, y además se rindió tributo a la acción humanitaria de Alfonso XIII durante el conflicto1077. Ortega tomó la palabra en la celebración, diciendo que no era cierto que su país hubiera quedado al margen, pues “los nervios de España han participado en esta guerra más que en otra alguna”. Según su parecer, se habría una etapa de renovación, en la que, por un lado, se veía el triunfo de la “nación multiforme” presidida por Wilson, y por otro, se asistía a la renovación de las del viejo continente. El esquema de la España oficial y la real es proyectado sobre Gran Bretaña y Francia, donde a juicio de Ortega, tras fracasar el intento de veinte años de acabar con las “instituciones caducas”, la parte joven de la nación se imponía sobre la vieja, concluyendo su “forzada hipocresía” y sus “instituciones ineficaces”. Concluía diciendo que comenzaba una nueva era, y que “es preciso que por 1073 “Manifiesto de los Amigos de la Unidad Moral de Europa”, España, 5 de febrero de 1915. 1074 “Las nuevas orientaciones españolas, proclamadas en un acto de afirmación patriótica”, El Sol, 19 de noviembre de 1918. 1075 “Fiesta de latinismo y de libertad”, El País, 19 de noviembre de 1918. 1076 MARTÍN ALCALDE, Alberto: “No manchéis vuestro triunfo”, Diario de Reus, 21 de noviembre de 1918. 1077 “La fiesta de la paz”, Nuevo Mundo, 22 de noviembre de 1919. El desarrollo del patriotismo fenomenológico: la idea de nación desde la Razón vital 316 una frenética exaltación del patriotismo edifiquemos en breve tiempo una España ejemplar”1078. Es un discurso de un optimismo circunstancial, pero que refleja en todo caso la visión por parte de Ortega de triunfo del liberalismo. En este sentido, un segundo tema importante de la Gran Guerra para el filósofo es que, frente a la explosión de las pequeñas nacionalidades, también hubo desde el principio llamadas en favor del estrechamiento de los lazos de los Estados-nación. Es significativo al respecto el “Manifiesto de los amigos de la unidad moral de Europa”, un texto de escritores catalanes firmado por seguidores de Ortega como Zulueta o López-Picó, y por otros catalanistas más conservadores como Eugeni d´Ors (que fue quien lo redactó). Apareció en la orteguiana España, mostrando el apoyo a unos catalanes que, frente a la defensa particularistas de la etnia, defendía los “valores eternos” de la cultura y apostaban por construir la “Europa una”. En consonancia con la propuesta defendida por Ortega, estos intelectuales se alejaban tanto del “internacionalismo amorfo” como del “estrecho localismo”1079. No obstante, provocó la respuesta de otro conjunto de intelectuales del Principado, abiertamente pro-aliados como Rovira y Virgili, Tallada, o Rusiñol. También se publicó en España, y a diferencia del anterior, no únicamente se oponía al neutralismo, sino que implícitamente apostaba por el principio de las nacionalidades: “nuestro amor es por Francia y por Inglaterra”, y “por Bélgica y por Servia, pequeños pueblos que acaban de dar inmortales ejemplos”1080. La actitud de Ortega podría considerarse cercana a los dos textos catalanes. Al segundo, porque apoyaba la causa aliada según se desprende de su firma del manifiesto redactado por Ramón Pérez de Ayala. Al primero, en tanto que defendía la existencia de una cultura europea que incluía a la de Alemania, y esto le llevaba a apostar por la unidad de las naciones europeas, frente a la disolución de estas en una supra-nación abstracta o en nacionalidades más pequeñas basadas en la etnia. Por otro lado, el europeísmo basado en un internacionalismo respetuoso con las naciones ya existentes fue una percepción que no todos los intelectuales españoles tuvieron, y que de hecho provocó conflicto entre ellos. Lo vemos cuando en 1919 Pablo de Azcárate, diputado reformista en 1918, y diplomático vinculado a la Sociedad de Naciones recientemente creada en 1919, propuso a Ortega imitar a los intelectuales galos y formar una especie de grupo Clarté (claridad) en España. Esta entidad pacifista y antimilitarista, también llamada Liga de Solidaridad Intelectual para el Triunfo de la Causa Internacional, fue impulsada por Henri Barbusse y Anatole France, y trató de ser una suerte de internacional intelectual en cuyo comité director también figuraba Blasco Ibáñez. Pretendían agitar a las masas a través de conferencias, encuentros, revistas y editoriales, pero no podía ser aceptada por Ortega dado su carácter procomunista. De hecho, esto es lo que discutía en su carta Azcárate, cuando le decía que Ignacio Zuloaga estaba enfadado porque la Liga se planteó como un “movimiento exclusivamente intelectual”, pero hablando con sus impulsores vieron que eran comunistas que defendían 1078 ORTEGA Y GASSET, José: “Brindis en la fiesta del armisticio de 1918” (1918), en José ORTEGA Y GASSET: Obras completas. Tomo III…, pp. 150-154, pp. 150, 151-152, y 154. 1079 “Manifiesto de los Amigos de la Unidad Moral de Europa”... 1080 “Un manifiesto”, España, 23 de abril de 1915. El desarrollo del patriotismo fenomenológico: la idea de nación desde la Razón vital 317 una “revolución de las conciencias”. Azcárate no estaba seguro de que fuera un movimiento bolchevique, y preguntaba a Ortega su opinión1081. El conflicto interpretativo entre Zuloaga y Azcárate no era algo aislado, puesto que 1919 fue, según Víctor Fuentes, “la fecha clave en que se inicia la escisión en bloque de los intelectuales españoles hacia la izquierda proletaria”. España, que Ortega no dirigía desde hacía unos años, pero donde figuraban algunos seguidores suyos, mostró este viraje cuando publicó un número dedicado a la Revolución Rusa que, según Fuentes, evidencia la bolchevización de Araquistáin, Nuñez Arenas o Álvarez del Vayo1082. Señalar que los intelectuales españoles se hicieron comunistas o pro-rusos es exagerado, pero ciertamente después de la Gran Guerra se pasó de la división entre germanófilos y aliadófilos, a otra entre rusófilos y opuestos a su modelo. La URSS pertenecía a la Sociedad de Naciones, pero para personas como Ortega esta debía impulsar un modelo de relación entre los Estaos-nación de carácter liberal. En este sentido, en 1919 hablaba desde El Sol de la relación entre la nueva España y la Sociedad de Naciones. Esta avanzaba un “porvenir ideal”, reflejaba un “mundo más noble y justiciero que abrigará dentro de sí una España mejor”. En este texto criticaba también a los “aldeanos del hemiciclo” y “señoritos de la Regencia”, esto es, a los representantes de la vieja política que la monarquía no parecía ser capaz de expulsar, y mostraba por tanto un nuevo mundo en el que los ideales del liberalismo se habrían de imponer1083. La Sociedad de Naciones encarnaba según el filósofo las aspiraciones europeístas de la Generación del 14, frente a la introspección nacionalista del 98 y, especialmente, las del conservadurismo. En 1918 escribía que cuando la Liga de los Pueblos llamara a España, habría de encontrarse a la que por fin se desharía de la “España oficial y oficiosa”, de los políticos dirigidos por “prejuicios y tópicos tradicionales”. Verían a una “falsa patria, caducada en pro de una patria capaz de afirmarse en el porvenir”, que es la que venían construyendo los europeístas: “por «europeísmo» entendían aquellos muchachos el conjunto de normas selectas para la conducta humana que la historia universal había ido decantando como un poso de oro”, y que ahora también encarnaba la América de Wilson1084. Por eso, defender la integración de España en la SDN era una nueva forma histórica de apelar a su europeización, o lo que es lo mismo, la construcción de una nación moderna y liberal. En esta línea, en febrero de 1919 Ortega publicaba un significativo texto en el que exponía su visión de la Sociedad de Naciones y definía su identificación con los ideales liberales. Frente a la “aldeanería” de personas como Antonio Maura, la SDN era encarnación de la “oleada de juventud y de libertad humana representadas por el pueblo americano”: no por el principio de las nacionalidades, sino por asumir lo que, según había 1081 AZCÁRATE, Pablo de: “Carta a José Ortega y Gasset. París, 19 de octubre de 1919”, en Fundación Ortega-Marañón, Fondo JOG, C-55bis/7c, ID: 907. 1082 FUENTES, Víctor: La marcha al pueblo en las letras españolas, 1917-1936, Madrid, Ediciones de la Torre, (1980) 2006, p. 52. 1083 ORTEGA Y GASSET, José: “Frente a la avalancha” (1919), en José ORTEGA Y GASSET: Obras completas. Tomo III…, pp. 183-185, p. 184. 1084 ORTEGA Y GASSET, José: “Los momentos supremos” (1918), en José ORTEGA Y GASSET: Obras completas. Tomo III…, pp. 135-145, p.136. El desarrollo del patriotismo fenomenológico: la idea de nación desde la Razón vital 318 dicho ya en “Vieja y nueva política”, definía su modelo de nación: una “labor profunda de liberalismo y de modernidad”. El wilsonianismo era un modelo que Ortega oponía en este texto al patriotismo de los militares y de Maura, esto es, un sistema de relaciones internacionales que podría “regular la vida española” a partir de una “actitud moderna”1085. Por tanto, en sus textos el filósofo no se opone tanto al comunismo como al falso liberalismo, que existía en España. Es más directo al respecto en un artículo de julio, donde en medio de una crisis de gobierno decía, de nuevo como en 1914, que el Rey únicamente sobreviviría si se supeditaba al principio nacional, y que a esas alturas parecía que alguien tenía interés en que “entre la plaza de Oriente y la entraña viva de la nación española se abra un foso infranqueable”. Esto iba contra la lógica de los tiempos, dado que la Liga de Naciones era una “Liga de pueblos libres” de la que se excluía a los que estaban gobernados por poderes arbitrarios. Después de una “enorme lucha por la libertad” como había sido la Gran Guerra, España parecía incapaz de renovarse porque no había “ni una voz liberal en torno a la Corona”1086. Ortega tenía importantes referentes epocalistas al reflexionar sobre este tema, pues efectivamente la Gran Guerra provocó la caída de todas las monarquías donde el principio nacional se había supeditado al dinástico: así había ocurrido en Rusia, Austria-Hungría, Alemania, o Turquía. Un año antes ya indicaba que “los mayores enemigos de la Monarquía no son los republicanos, sino un enemigo interior: es la indecisión política monárquica”1087. No obstante, todavía confiaba en la renovación de la española: es a finales de los años veinte cuando su liberalismo virará hacia el republicanismo. Por otro lado, la interpretación orteguiana de la Gran Guerra y la Revolución rusa de 1917, y la apuesta por un orden internacional liberal y anticomunista se tradujeron también en una paulatina evolución hacia un liberalismo menos condescendiente con la democracia, cuya vertiente más radical irá vinculando al utopismo intelectual. Su texto más interesante al respecto, y uno de los que han sido más polémicos, es “Democracia morbosa” (1917). Tal y como escribió Azorín al comentarlo, acarreó al autor “algunos sinsabores y determinadas malquerencias”, pues mostraba un pesimismo fruto de la sinceridad con la que analizaba el mundo1088. La tesis principal del texto es la que resume al decir que: “La democracia, como democracia, es decir, estricta y exclusivamente como norma del derecho político, parece una cosa óptima. Pero la democracia exasperada y fuera de sí, la democracia en religión o en arte, la democracia en el pensamiento y en el gesto, la democracia en el corazón y en la costumbre es el más peligroso morbo que puede padecer una sociedad”1089. 1085 ORTEGA Y GASSET, José: “España y la Liga de Naciones” (1919), en Ibid., pp. 197-199, pp. 197- 198. 1086 ORTEGA Y GASSET, José: “Corte y cortesía” (1919), en Ibid., pp. 258-259, p, 259. 1087 ORTEGA Y GASSET, José: “Hacia una mejor política” (1918)…, p. 46. 1088 AZORÍN: “El Espectador”, El Eco de Santiago, 20 de abril de 1917. 1089 ORTEGA Y GASSET, José: “Democracia morbosa” (1917), en José ORTEGA Y GASSET: Obras completas. Tomo II…, pp. 271-275, p. 271. El desarrollo del patriotismo fenomenológico: la idea de nación desde la Razón vital 319 Ortega no niega, como a veces se ha dicho, que la democracia sea necesaria, sino que cree que esta es únicamente una de las facetas de la vida política. Por tanto, no tiene sentido extenderla a otros ámbitos de la existencia: “no es lícito ser ante todo demócrata, porque el plano a que la idea democrática se refiere no es un primer plano, no es un «ante todo»”. Frente a planteamientos que sostienen que la política integra todos los ámbitos de la vida, y que por ello la democracia habría de estar presente en ella, Ortega considera que la política es algo “adjetivo a la vida”, instrumental. En consecuencia, la democracia es “pura forma jurídica, incapaz de proporcionar orientación alguna para todas aquellas funciones vitales que no son derecho público, es decir, para casi toda nuestra vida”1090. Con estas palabras, Ortega se inserta de lleno en la vertiente del liberalismo que Merquior considera propia de la tradición inglesa –esto es, aquella en la que lo definitorio es limitar el poder interventor del Estado–, y no en vano una expresión similar a la que aquí emplea para la política la utilizó en “La nación frente al Estado” (1915) cuando defendió el modelo político británico. Por otro lado, este texto es interesante porque muestra que la crítica de Ortega a la democracia no limitada por el principio liberal –un tema que desarrollará en “Notas del vago estío” en 1925– no se basa únicamente en su experiencia vital y el consecuente análisis de la Gran Guerra o la España de 1917. También deviene de la proyección a la política de su filosofía. Tal y como ya se ha expuesto, una derivación del giro fenomenológico es el perspectivismo, manifestado en 1916 en “Verdad y Perspectiva”. Aplicando los principios de este texto a la política, dice Ortega que el principal error de la democracia morbosa es un error de percepción: el gran error del siglo XIX fue el de una “grave perversión en el instinto ordenador de la perspectiva”, tanto por su tecnicismo que quiso ordenar la vida, como su visión democrática de la política que trató de hacer lo propio con la sociedad. Son por otro lado dos deformaciones en la interpretación del mundo que están relacionadas, puesto que en este texto Ortega sienta las bases de lo que en La rebelión de las masas teorizará como “barbarie del especialismo”: “cuanto más reducida sea la esfera de acción propia de una idea, más perturbadora será su influencia si pretende proyectarla sobre la totalidad de la vida”1091. En el libro de 1930 dirá que es un error de los intelectuales que creen que su dominio de una disciplina les capacita para criticarlo todo, y aquí lo avanza, aunque hace mención más expresa a las masas. Finalmente, otro aspecto importante del texto es su origen intelectual: Nietzsche. Ortega hace del filósofo alemán una de las fuentes de su liberalismo en tanto que, como él, critica el socialismo por identificarlo con el “plebeyismo”. Con este concepto se refiere a la vulgaridad que impera en todos los ámbitos de la existencia, y que se refleja en la política a través de la democracia morbosa. El resentimiento, el odio a los mejores que en España invertebrada aparecerá más desarrollado, es según Nietzsche lo que explica las características de la “plebe moral e intelectual de nuestra especie”. Con esta percepción, muestra que su visión del liberalismo se refiere no únicamente al límite del poder del Estado, sino a la formación del individuo. La idea de la Bildung o formación del carácter propio a través del esfuerzo, que requiere la vida humana porque está expuesta hacia el futuro. La diferencia es que en su etapa neokantiana supeditaba este individualismo a la 1090 Ibid., p. 272. 1091 Ibid., pp. 271-272. El desarrollo del patriotismo fenomenológico: la idea de nación desde la Razón vital 320 inserción en una moral colectiva utópica. Ahora arremete contra el “credo socialista” y la “organización «religiosa» de la sociedad”, y entiende por desarrollo de la personalidad la afirmación de la vida, que irá vinculando al desarrollo de la vocación personal. El Estado así se va convirtiendo poco a poco en su teoría en un elemento ortopédico para la nación de individuos, organizados a nivel social y regional, pero nunca identificados con el Estado1092. Pero el análisis de los referentes epocalistas es tan importante como la evolución de su filosofía, y así es en 1918 cuando comienza a ser más evidente toda esta crítica. Ortega señala que el conflicto había acabado con las monarquías antiliberales, pero que también había mostrado la inutilidad de las democracias antiliberales: “no solo han fracasado instituciones tradicionales, sino también instituciones democráticas. Al arrumbar Europa con aquellas y estas, tal vez descubramos que muchos radicales españoles se hacen tradicionalistas de la democracia”. Teniendo en cuenta el resto del artículo, ya mencionado, se ve que Ortega no está virando hacia el autoritarismo, sino que apela a rectificar la democracia y separarla del modo en que se había entendido en el siglo XIX1093. Atacaba así a una de las instituciones democráticas por excelencia, el Parlamento, pero porque este se basaba únicamente en el principio democrático y no en otro que, desde su elitismo social y el liberalismo, consideraba esencial: la “competencia”, uno de los conceptos que más repetirá en los próximos años. Avanzando la crítica de La rebelión de las masas, escribe en este contexto que “la única cualidad que se exige al parlamentario es que sea elegido. Por esto se compone el Parlamento de gentes que poseen un talento inferior y hasta equívoco”1094. Es necesario insistir en el hecho de que Ortega era crítico con la democracia, pero no anti-demócrata, y al respecto es interesante el intento fracasado de presentarse a diputado por Baza en las elecciones generales de 1918. Para empezar, porque la suya fue, paradójicamente, calificada como de una candidatura “demócrata”, frente a la de un conservador, dos liberales y un republicano1095. Y lo que es muy significativo, porque en efecto habría sido el candidato de los obreros andaluces que, en apariencia, tanto temía: Antonio Motos le escribió en 1917 diciendo que para preparar la candidatura se había reunido con “el jefe de los reformistas de Baza”, pero también con “los representantes de las organizaciones de los obreros y sindicatos de Labradores, que es la fuerza más considerable del distrito, donde radican la mayoría de los votos y donde tiene su nombre una más firme adhesión”1096. De haber sido elegido con un apoyo masivo, según vaticinaba Motos, habría comenzado en Baza el camino para construir la nación tal y como él la entendía: como una masa humana organizada por una minoría selecta, en la que él jugaba el papel de la segunda, y los obreros y clases medias que en teoría le apoyarían, lo primero. Dos años después, la percepción que se tiene de Ortega es similar, puesto que concurrió de nuevo a las elecciones, convocadas esta vez al ser cesado el conde de Romanones, que había sustituido a Manuel García Prieto. Cuando se planteó la 1092 Ibid., pp. 272-273 y 275. 1093 ORTEGA Y GASSET, José: “Hacia una mejor política” (1918)…, p. 50. 1094 Ibid., pp. 50-51. 1095 El Siglo Futuro, 16 de febrero de 1918. 1096 MOTOS, Antonio: “Carta a José Ortega y Gasset. Baza, 14 de diciembre de 1917”, en Fundación Ortega-Marañón, Fondo JOG, C-67/47a, ID: 799. El desarrollo del patriotismo fenomenológico: la idea de nación desde la Razón vital 321 candidatura del filósofo por Málaga capital en 1919, se describe en término similares a los que se vieron con ocasión de las elecciones anteriores. La Acción decía que fue impulsada por sectores izquierdistas patrocinados por El Faro1097, El Sol que era una “candidatura izquierdista”1098 cuya presentación "ha producido enorme entusiasmo entre los elementos intelectuales y populares”1099, y poco después El Defensor de Córdoba decía que el maurista Parladé Heredia había derrotado al “intelectual izquierdista Ortega y Gasset”1100 (por cierto, el que sí que consiguió mantener su acta fue su hermano Eduardo Ortega y Gasset, por Coín, también en Málaga). Por otro lado, la crítica al sistema parlamentario que es común en estas fechas dentro de los textos de Ortega era extensible a toda Europa. Por ello, planteaba en 1918 que una de las reformas más importantes para lograr que el viejo continente “ausente durante un siglo” recuperara la cordura, sería renovar el parlamentarismo. La dicotomía que encuentra Ortega no es ya entre una España oficial y una España real, sino entre una Europa de democracia incompetente y otra Europa de minorías que sí lo eran. Aplicando también la oposición entre vida y cultura, afirmaba que los ministros se asemejaban a megaterios, una realidad fenecida en medio de un mundo vivo. Los europeos votaban, pero eso no bastaba: “algunos amigos llaman a esto democracia”. Pero en realidad era la creación de un macro-Estado burocrático, que ahogaba a la nación. Lo importante sería hacer una “selección de competencias” para que los ministros se renovaran. Aunque Ortega no se refiere al liberalismo de forma abierta, entre líneas se aprecia claramente su defensa en el contexto claro de la Gran Guerra: “la vida contemporánea se ha ido complicando fabulosamente. Con esa complicación ha coincidido una tendencia –yo creo que transitoria–, a concentrar en el Estado todos los hilos de la existencia social”1101. Esta última frase es muy interesante y es conveniente detenerse en su significado. La I Guerra Mundial había consolidado un proceso iniciado a comienzos del siglo XX, que es el del aumento del Estado y su poder de acción. Primero, desde propuestas como las ya señaladas de los liberales socialistas y socialistas liberales (o no liberales); y durante la Guerra, como consecuencia de sus imperativos, esto aumentó considerablemente: a través de la nacionalización de fábricas, el reclutamiento forzado –incluso en la liberal Gran Bretaña a partir de enero de 1916–, o la intervención en la economía. Desde el socialismo esto se vio como una aceleración de la historia, la llegada de la estructura que la lógica de los tiempos demandaba (así Fernando de los Ríos en el comentario arriba expuesto). Ortega por el contrario creía, según este artículo, que el aumento del poder estatal sería transitorio, y habría de revertirse porque desde la filosofía que fue desarrollando y que culminaría en El tema de nuestro tiempo sostuvo que toda creación cultural (Estado incluido) había de servir a la vida y no al revés. Se trataría de galvanizar a los individuos a través de la competencia, que es el concepto que une al de organización. Desde aquí llegará a la definición de la nación como masa organizada por una minoría selecta. 1097 “La contienda electoral”, La Acción, 14 de mayo de 1919. 1098 “Notas de provincias”, El Sol, 14 de mayo de 1919. 1099 “Notas de la propaganda en varias provincias”, El Sol, 17 de mayo de 1919. 1100 “Notas políticas”, El defensor de Córdoba, 2 de junio de 1919. 1101 ORTEGA Y GASSET, José: “Hacia una mejor política” (1918)…, pp. 52-53. El desarrollo del patriotismo fenomenológico: la idea de nación desde la Razón vital 322 Retomando la distinción hecha por Oakeshott entre los modelos de “societas” y “universitas”, se puede indicar que Ortega opta totalmente por la primera, y las democracias que él critica –y mucho más los Estados autoritarios y totalitarios– por la segunda. La nación estaba formada por individuos organizados en una sociedad con dos vínculos: el de masa y élite, y el de regiones y centro. El Estado era aceptable en tanto que potenciara esta relación, pero sin imponerse como un fin sobre los individuos. La Gran Guerra había demostrado que se podía unir en un proyecto común a los ciudadanos, pero que habría de ser la modernización política, y no la imposición de lo que Oakeshott llama un propósito común y substancial1102. Así se ve en otro artículo de la serie “Hacia una mejor política” de 1918: el gran error de derechas e izquierdas era tratar de haber hecho felices a los seres humanos. A juicio de Ortega “Monarquía y República, centralismo y regionalismo, tradicionalismo y democracia no son órganos para la felicidad”1103, y lo que debía hacer el Estado para servir a la nación es dejar de imponerse sobre el “hombre de la calle”, noción precedente del “hombre medio” que utilizará luego. La política para ser efectiva debía asumir “la gentil renuncia de hacer felices a los hombres”. De esta manera muestra una de sus facetas más contrarias a la política utópica que él había defendido con ardor años antes, cuando definía en sentido moralizante y religioso el papel del socialismo. Ahora dice que en religión tiene sentido tratar de organizar la felicidad de los hombres, pero que en política es imposible, y que el hombre de la calle “no está dispuesto a entregar al político la libertad que ha conquistado del sacerdote”1104. Sigue con esta acusación, y si años antes decía que la nación había de ser una religión de la cultura, en 1918 sostiene que “la democracia ha recabado para sí todo el patetismo supersticioso que quiere rehusar la religión”, y que siendo para el demócrata el voto como para el católico la comunión, “contra este misticismo democrático deben combatir todos los hombres verdaderamente liberales y liberados”1105. Por tanto, aunque Ortega en otros textos de estos años –como “Agitación obrera”, de 1920– siga mencionando el socialismo liberal, va acercándose a un liberalismo menos armónico, que en lugar de tratar de acabar con el conflicto social, quiere encauzarlo dentro de los límites del Estado. En 1919 señaló que el gran problema de España era su falta de organización, esta vez refiriéndose a la de carácter social, diciendo que patronos y obreros deberían reformase para que existiera un “equilibrio de los dos influjos contrapuestos”. Mantiene la idea de que la discordia separa a los españoles, pero sostiene que la solución estaría en canalizarla. Según Ortega, cuando existía un sector organizado, habría que poner en pie a las “demás fuerzas nacionales”, no para que se aniquilaran, sino que se complementaran1106. 1102 OAKESHOTT, Michale: On Human Conduct…, p. 201. 1103 Curiosamente, desde un periódico carlista se hizo mención a este texto de Ortega para justificar el papel social de la Iglesia, a partir de la idea de que ciertamente, el Estado tenía que retraerse y dejar que fuera la Iglesia la que ayudara al pueblo a encontrar su felicidad. Vid.: R.: “¿Qué política será para todos más conveniente?”, El Porvenir, 1 de marzo de 1918. 1104 ORTEGA Y GASSET, José: “Hacia una mejor política” (1918)…, pp. 54, 55 y 56. 1105 ORTEGA Y GASSET, José: “Idea de estas elecciones” (1918), en José ORTEGA Y GASSET: Obras completas. Tomo III…, pp. 68-72, pop. 70-71. 1106 ORTEGA Y GASSET, José: “Un problema de organización española” (1919), en Ibid., pp. 207-210, p.209. El desarrollo del patriotismo fenomenológico: la idea de nación desde la Razón vital 323 La ahora tan denostada política utópica le llevó también a escribir en contra del subjetivismo, que ahora veía identificado con el siglo XIX, “que es nuestro más próximo enemigo”, y que bien puede considerarse, en el sentido en que lo concibe Ortega, como la “universitas” que se opone a la “societas”. Con este concepto Oakeshott se refiere al modelo de sociedad donde el Estado interviene únicamente para garantizar que libremente cada individuo busque sus fines particulares, y esto es también lo que Ortega defiende, por lo menos en estos años. Continúa su texto señalando algunas ideas que en La rebelión de las masas aparecerán más desarrolladas, entre ellas, que la política no lo es todo en la vida del hombre, pues “la política es solo una tangente que apenas roza un punto de esa nuestra viva realidad”. Y pone el ejemplo de la economía, diciendo frente a la pretensión socialista, que el Estado apenas puede hacer algo al respecto: no es su labor crear riqueza, sino acaso repartirla. Lo primero depende de los individuos: “un pueblo donde no abunden los ambiciosos de dinero que vayan frenéticamente empujados por una sed individual de oro será siempre un pueblo mendigo”. La nación es por tanto la suma de sus individuos, y el Estado la forma más eficaz para organizarlos. Desde esta percepción, sostiene también que “a los hostigadores de la opinión pública preferimos los educadores de la opinión pública”1107. Los primeros son los políticos que, al estilo decimonónico –y luego habría que añadir a comunistas y fascistas– adoctrinaban a las personas para buscar un fin social; los segundos los que, como él, apelaban a la modernización institucional del Estado de la nación, a través de las minorías selectas. Ortega en definitiva planteaba que la Gran Guerra, y la crisis española de 1917, habían puesto de manifiesto que “el Estado carece de autoridad positiva para hacer frente a las fuerzas de disgregación”, y la atomización consecuente era una auténtica “enfermedad nacional”. Al criticar el siglo XIX no estaba cayendo en la contradicción de defender un liberalismo individualista como el que había existido entonces, puesto que consideraba que el hecho de que los individuos tuvieran sus propios intereses no implicaba una lucha constante, sino colaboración en distintos ámbitos de la nación. Tal y como se ha indicado, esta relación se habría de estructurar entre regiones y desde la masa y la minoría. La pedagogía política mencionada en el artículo anterior tenía la misma función que en 1914: organizar primero a los intelectuales, y luego a la sociedad para constituirla en nación: “ni en España, ni en ninguna otra nación, se eleva la gran masa colectiva a la conciencia de sí misma”, y por eso es imprescindible para “todo cuerpo social la existencia de una minoría de cabezas claras donde venga a condensarse la reflexión que falta a la mayoría”. Se refería a la creación de un nuevo Gobierno, que habría de estar formado por personas competentes, que escucharan a los intelectuales como él, y modernizaran a la sociedad. Avanzando la tesis de España invertebrada ve, frente al optimismo de 1914, que “el caso doloroso de nuestro pueblo es que esa minoría consciente parece no existir”1108. Una experiencia que probablemente le llevó a ver la situación española con tanto pesimismo, a intuir ya una rebelión de las masas, sería el gran revés que en las elecciones de 1918 tuvieron los intelectuales españoles, y que sintetiza así el periodista republicano Roberto Castrovido: 1107 ORTEGA Y GASSET, José: “Hacia una mejor política”..., p. 55. 1108 ORTEGA Y GASSET, José: “La verdadera cuestión española” (1918), en José ORTEGA Y GASSET: Obras completas. Tomo III…, pp. 112-118, p. 113. El desarrollo del patriotismo fenomenológico: la idea de nación desde la Razón vital 324 “Estas elecciones han dado muchos triunfos a los ricos; pocos, muy pocos a los intelectuales(…) de toda España han sido derrotados Miguel de Unamuno, José Ortega y Gasset, Luis de Zulueta, Araquistáin, Pio Baroja, Azaña, Antonio Jaén, Menéndez Pallarés, Albornoz, Buylla (en el tercer lugar de Oviedo), Augusto Vivero, Hermenegildo Giner de los Ríos, Fernando de los Ríos, y no sabemos aún si los catedráticos Ovejero y Ayuso han sido vencidos ni si ha salido vencedor o derrotado Pittaluga; Luis Simarro, Gabriel Alomar, Luis Hoyos Sáinz, Miguel de los Santos Oliver, Marqués del Mella, no han podido ser designados candidatos. El fracaso de la intelectualidad española en unas elecciones renovadoras, es indudable, y es un triste síntoma de renovación”1109. De esta suerte, según Ortega existían dos problemas: la ausencia de minorías selectas, y la de un Estado eficaz: “la verdadera cuestión española es que no existe organismo nacional ninguno que ejerza sobre los españoles ese supremo influjo espiritual, mezcla de respeto y esperanza, con el que pueda renovarse y reconstruirse el resto de la contextura pública”. Pero un tercer factor es que no había que entusiasmar a los españoles a partir de una empresa común igual para todos, sino que el proyecto colectivo era el de garantizar los que pudieran desarrollar cada individuo. La respuesta a este problema vendría de la mano de otro de los factores fundamentales, ya referidos: el de la descentralización del Estado. Según el filósofo, no era cuestión de derechas o izquierdas, sino un elemento previo derivado de todo corazón “patriota y reflexivo”1110. Como se ha indicado, Ortega no defendía la descentralización del Estado por cuestiones historicistas, sino porque lo veía como un medio de garantizar la reforma del individuo y la sociedad. Ya en 1912 habló del concepto que será clave en 1922, al decir que uno de los problemas de España era “la existencia invertebrada de nuestra nación”, criticando al estilo de Costa que “no los abusos son malos en España, sino los usos” 1111. En 1918 sin embargo, Ortega es más ambiguo: más arriba se ha visto que temía la ausencia de minorías en España, pero todavía se muestra optimista en cuanto a la posibilidad de que la descentralización permita su emergencia en el nivel local. “La provincia se va incorporando frente a Madrid”, y por ello los “órganos públicos” habrían de renovarse. Ahora utiliza una metáfora que está en la línea de la del libro de 1922: el problema de España es “el absurdo con el que pretendemos conservar bajo los músculos de un hombre el esqueleto de un niño”. Esto es, existe un cuerpo sano del que habría que extraer un “nuevo esquema de organización”: hacen falta minorías, que entonces llama esqueleto y en otras ocasiones columna vertebral, para crear un nuevo Estado en el que la nación muscular pueda desarrollarse1112. En esta línea, siguió a lo largo de 1918 y los años siguientes utilizando El Sol como instrumento de difusión de su visión descentralizada de la nación. Había que “reconstruir el armazón del Estado” desde los presupuestos del patriotismo fenomenológico, esto es, 1109 Citado en: “Un gran artículo de Castrovido”, El día, 1 de marzo de 1918. 1110 ORTEGA Y GASSET, José: “La verdadera cuestión española”…, p. 115. 1111 ORTEGA Y GASSET, José: “Ni legislar ni gobernar” (1912), en José ORTEGA Y GASSET: Obras completas. Tomo I…, pp.559-563, pp. 560 y 562. 1112 ORTEGA Y GASSET, José: “La verdadera cuestión española”..., p. 116. El desarrollo del patriotismo fenomenológico: la idea de nación desde la Razón vital 325 adaptarlo a la situación real que se basaba en la región y la provincia: la reorganización no podía hacerse con los medios que a la gente le gustara más, sino desde los que “las circunstancias, la realidad nacional, imponen”. Planteaba que, junto a los obreros, los “núcleos descentralizadores, minúsculos”, son lo único que refleja una “vitalidad creciente”. Ortega de nuevo identificaba con el liberalismo esta propuesta, señalando que el programa a seguir habría de ser de “libertad, justicia social, competencia, modernidad”1113. Para alcanzarlo, en un principio apostó por la federación, según se ve en el ya comentado “Programa mínimo” de 1918, y se oponía por ello al particularismo del nacionalismo catalán, por carecer su proyecto de “amplitud nacional”1114. Sin embargo, comentando precisamente la cuestión catalana, en 1919 emplea el concepto de “organización autonomista del Estado”, y aunque no exponga su oposición al concepto de federación, da las claves de la definición que hará en los años treinta de estas dos formas de descentralización. En aquel año se estaba discutiendo un Estatuto para Cataluña, y el problema era a juicio de Ortega que se tratara desde el principio de las nacionalidades: tampoco empleaba esta noción, pero arremetía contra la creencia en que existía una “cuestión catalana” o una “cuestión vasca”, esto es, problema de integración de grupos distintos a los que componían el Estado. Por el contrario, lo que él veía era una “cuestión autonómica”, una demanda en toda España de adaptar a la realidad nacional la del Estado. Y lo que es más interesante todavía, Ortega sostenía que ni siquiera era una cuestión española, ya que era una demanda de las naciones civilizadas, y en concreto del “nuevo liberalismo”. Citaba en este sentido a Maurice Hauriou, para quien “el problema de la libertad política es una y misma cosa con el de la descentralización de la soberanía”1115. Ortega por tanto bebía de la tradición liberal española, de Azcárate según se ha visto, pero también de referentes epocalistas como el citado liberal francés. Además, existe un elemento importante en este planteamiento, que es precisamente el que distancia a Ortega del concepto de nacionalidad y que volveremos a verle defender con fuerza en la II República: la soberanía nacional es indivisible, no se puede repartir entre sus regiones, aunque sea posible descentralizarla. La actitud de Ortega contrasta vivamente con la de otras personas que intervinieron en el debate, como Pi i Suñer. Él era diputado del catalanismo de izquierdas, y al igual que el filósofo madrileño definió su postura tratando de insertar el problema catalán en el contexto de la postguerra mundial. Pero a diferencia de él, no creía que fuera el liberalismo el gran principio rector de la nueva Europa, sino antes que nada, el principio de las nacionalidades. Considerando que Cataluña era una de ellas, defendía su autonomía en este sentido: “es preciso despertar las conciencias catalanas, que han llegado a su término cuando se hace más vivo el problema de las nacionalidades”, y así se trataba de “encaminar la vida catalana por caminos que puedan llevarla a relacionarse con la humanidad”1116. Cambó por su parte representaba una actitud similar, pero más moderada: como Ortega, unía el problema catalán con el español, ya que defendía el Estatuto desde la base de que “cuando un pueblo pide su libertad y no se le concede, 1113 ORTEGA Y GASSET, José: “En el momento de la paz”…, pp. 131-132. 1114 ORTEGA Y GASSET, José: “La grave política de estos días” (1918), en José ORTEGA Y GASSET: Obras completas. Tomo III…, pp. 155-159, p. 157. 1115 ORTEGA Y GASSET, José: “Sobre el Estatuto Regional” (1919), en Ibid., pp. 186-188, pp. 186 y 188. 1116 “Las izquierdas y la Comisión extraparlamentaria”, El Sol, 4 de enero de 1919. El desarrollo del patriotismo fenomenológico: la idea de nación desde la Razón vital 326 queda sometido a un régimen excepcional”. Aunque hablaba de Cataluña como región, era defensor de su condición de nacionalidad1117. Frente a ello, el Estatuto no solamente se llevó la oposición de Ortega, sino también el de otros muchos sectores que lo vieron como una amenaza para los intereses de España. Sánchez de Toca se acercaba mucho a su postura, al afirmar que “el problema de la autonomía es un problema español, y en su solución se pueden encontrar las de los problemas de la gran urbe y de la gran región. El llamado problema catalán es de todas las regiones”1118. Además, en la propia Cataluña surgió un instrumento de nacionalización anticatalanista, en la que confluían antiguos lerrouxisas y carlistas: la Liga Patriótica Española, dirigida por Jaume Bordás i Figueres, procedente del Partido Liberal. También los diputados aragoneses, y los representantes de sus municipios, se opusieron a la aprobación del Estatuto1119. Otros muchos políticos defendieron la idea de que el principio de la unidad nacional de España era un prerrequisito para tratar cualquier cesión de autonomía a Cataluña. Entre ellos, Maura, Dato, Melquíades Álvarez y Lerroux, según recordó Royo Villanova en una conferencia. Eran de distintas ideologías, pero todos ellos defendían la autonomía por una razón u otra1120. Ortega seguía con esta actitud cuando la Mancomunidad de Cataluña preparó el proyecto de Estatuto, aprobado por la Asamblea de Ayuntamientos de la región, y lo presentó en Madrid. Recordaba en enero que para él la cuestión catalana era “una gran cuestión de orden nacional, de orden español”, y así esperaba que los catalanes mantuvieran su cordialidad con el resto de España y el Estatuto fuera la punta de lanza para lograr la “amplia autonomía de las regiones españolas”. Temía que Cambó acabara ligando el autonomismo a un “localismo insensato y estéril”, pero también confiaba en que supiera ver cómo el Principado representaba a la “España pujante”. Si todo se hacía bien, el “ejemplo catalán” serviría para “labrar su liberación todas las demás regiones españolas”, y acabar de una vez con la vieja política. Además, en este artículo volvía a recalcar que su autonomismo se basaba en el proyecto de integración de España en una Europa libre: animaba al Rey a dejar de lado a los “viejos grupos” de poder porque los españoles aguardaban “con fervor el paso franco hacia lo nuevo, hacia lo europeo, hacia lo universal”. En definitiva, hacia una solución “ampliamente liberal”1121. Esta visión había calado en algunos sectores del republicanismo de izquierda, como muestra la conferencia que Demófilo de Buen –catedrático y masón que se había formado en la Escuela Moderna barcelonesa– ofreció en el Ateneo salmantino en febrero. Decía allí que el movimiento catalanista iba contra lo tradicional, y que eso era bueno. “Hemos de ir contra ello tanto los catalanes como los castellanos, porque esto que llaman la tradición española ha consistido durante más de tres siglos –como ha dicho Ortega y Gasset– en el aniquilamiento progresivo de la posibilidad de España”. Utilizando el 1117 Discurso y noticias citados en: SOLDEVILLA, Fernando: El año político. Año XXV (1919), Madrid, Imprenta y encuadernación de Julio Cosano, 1920, pp. 26. 1118 “La política autonomista y la actitud del gobierno”, La Acción, 1 de enero de 1919. 1119 Discurso y noticias citados en: SOLDEVILLA, Fernando: El año político. Año XXV…, pp. 31-32. 1120 “Una conferencia de Royo Villanova”, EL Globo, 2 de enero de 1919. 1121 ORTEGA Y GASSET, José: “Buena ocasión para dar un paso franco hacia otra España” (1919), en José ORTEGA Y GASSET: Obras completas. Tomo III…, pp. 192-194, pp. 192-194. El desarrollo del patriotismo fenomenológico: la idea de nación desde la Razón vital 327 vocabulario del filósofo, planteaba que el movimiento catalán no debía llevar al temor, sino que señalaba un momento de “esperanza” y un “aldabonazo para despertar a las energías dormidas”. Como Ortega, temía que quedara en una reforma circunscrita al Principado, y frente a ello exclamaba: “Ojalá tenga una amplia resonancia y haga resurgir con un ímpetu glorioso todo lo español –sea catalán o castellano, sea vasco, aragonés o andaluz”1122. 6.7. Conclusión A partir de 1914 vemos una forma de aproximarse a la nación, y una idea derivada de la misma, que proviene de varios elementos. En cuanto a la perspectiva, cambia sustancialmente a partir del “giro fenomenológico”, que lleva a Ortega a definirla como una realidad que ha de ser analizada antes de pretender imponerle un ideal. Dentro del eje horizontal interno cabe destacar algunas categorías como la de circunstancia, que apuesta por tener en cuenta cada contexto desechando lo abstracto, y la perspectiva, que implica aceptar la necesidad de contar con los demás y evitar lo que, más adelante, llamará particularismo. En relación con este tema, vemos que Ortega insiste en que los españoles tienen un carácter definido por el rencor y el odio, que primero identifica con el que tienen entre sí las personas, y después las regiones y clases sociales. También como parte del eje horizontal, hay que tener presente que Ortega desarrolla su filosofía política gracias a la influencia de varias disciplinas, de entre la que cabe destacar tres: la fenomenología, que le dota de la actitud anti-utópica, la biología de von Uexküll, que le ayuda a adentrarse en esta visión, y, en lo que tiene especialmente una dimensión práctica, la nueva geografía, que le permite dotar de un sentido concreto a la política fenomenológica a partir de la idea de región. En el eje horizontal externo es necesario destacar varias experiencias de nación, siendo dos las más determinantes. En 1912, la esperanza política que le ayuda a acepar el reformismo, y entre 1914 y 1918, la Gran Guerra y los sucesos de verano de 1917 en España. Si desde 1912 asume el optimismo como actitud, y la política fenomenológica en tanto que perspectiva, desde 1914 mantiene lo segundo pero pierde lo primero. A pesar de la esperanza lograda con la victoria sobre los Imperios centrales, se aprecia desde entonces en Ortega una visión de España como país lleno de caos, rencor y odio, sentándose las bases de la definición del “particularismo”. La Gran Guerra además le llevó a comenzar a ver que Europa era un problema a resolver. En este sentido, también es importante que la visión más crítica que tiene del viejo continente en estos años se deriva de su perspectiva filosófica: el giro fenomenológico le lleva a ser menos admirador de la Modernidad filosófica. Habla de una decadencia del pensamiento que a veces radica en el Renacimiento y otras en el siglo XIX, pero que en todo caso le conduce a desechar la idea de que España tiene que europeizare sin más. Por otro lado, existen varios referentes. Entre los epocalistas, Alemania sigue primando, en su vertiente de nación culta; pero aparece Gran Bretaña como modelo político. Entre los esencialistas, la meditación sobre elementos de la cultura española como Don Quijote o El Escorial. Además, se ha visto que Ortega desarrolla su 1122 BUEN, Demófilo de: “La cuestión catalana y la unidad de nuestra legislación civil”, El Adelantado, 13 de febrero de 1919. El desarrollo del patriotismo fenomenológico: la idea de nación desde la Razón vital 328 planteamiento gracias a varios “otros internos”, de entre los que destacan dos. El primero es Unamuno, fundamental para la publicación de Meditaciones del Quijote como contestación a su visión intrahistórica de España. El segundo, Maeztu, pues si el anterior influye en él en lo teórico, el segundo especialmente en lo práctico: con la asunción de postulados y prácticas del liberalismo social. También hemos señalado a Menéndez Pelayo, contra cuya visión conservadora de España escribe varios textos, o Gumersindo de Azcárate, defensor de una percepción que le integra en una cultura política republicano-liberal. Otro elemento para reseñar son las instituciones de nacionalización de Ortega, entre las que destacan la Liga de Educación Política de 1913, la revista España, de 1915, y El Sol, fundado en 1917. Entre los referentes de nación, debe resaltarse a Gran Bretaña. Ortega todavía está fuertemente influido por Alemania en lo filosófico, aunque menos por lo francés; pero en lo político el Reino Unido es más relevante. Al principio, por el nuevo liberalismo y el fabianismo, y durante la Gran Guerra, porque allí ve encarnado el sistema parlamentario liberal o la Monarquía nacionalizada. También es importante reseñar que el vocabulario orteguiano para referirse a los que es España, sus regiones, y la forma de organizarse, queda establecido después de cierta ambivalencia durante esta etapa. Esto es, circunstancialmente –por el contexto de la Gran Guerra– se refiere a entidades políticas del estilo de Cataluña y País Vaco como “nacionalidades”, pero prefiere la idea de “región”. Acerca de su organización, también de forma contextual en el mismo momento, habla de “federación”. Pero después prefiere la noción de “autonomía”. Además, ya no emplea en ningún momento la idea de “pueblo” como sinónimo de nación, sino que lo define como una parte de esta que es organizado por la minoría directora. Por último, integrando este epígrafe en el eje vertical interno, esto es, en el transcurso de la evolución del pensamiento orteguiano, vemos las siguientes conclusiones en relación con las preguntas que se tratan de responder. Primero, con claridad puede decirse que comienza una nueva fase, derivada especialmente del cambio en la perspectiva filosófica de Ortega y que se ha llamado “patriotismo fenomenológico”. Segundo, la idea de nación del filósofo sigue manteniendo elementos culturalistas y cívicos. No obstante, no es una idea de Kulturnation como la definida por Meinecke, puesto que no apela a ningún tipo de esencia inmutable, y critica ideas como la de raza biológica. Ortega habla de un carácter español, que puede deducirse desde mitos como el Quijote, edificios como El Escorial, o la conformación del paisaje. En Meditaciones del Quijote sí que se aprecia cierto esencialismo, pero incluso allí habla de rectificar el carácter español desde un equilibrio con el del norte. Y en los textos sobre el regionalismo afirma claramente que no es historicista. Su idea de nación se acerca por tanto más a la teoría de la Staatsnation, porque acaba concretando la idea de circunstancia de 1914 en un Estado que impulse a la nación, entendida como organización de individuos. Finalmente, puede seguir asegurándose que Ortega configura su idea de nación para responder a su crisis existencial, según afirma en Meditaciones del Quijote, y tal y como se deduce también del hecho de que su optimismo o pesimismo personal influyan en su análisis. Pero hay que indicar que otros factores están presentes, como la preocupación por el particularismo regional, y especialmente social, a partir del contexto de la Gran Guerra. La evolución del patriotismo fenomenológico: concreción teórica e intento de puesta en práctica 329 7. LA EVOLUCIÓN DEL PATRIOTISMO FENOMENOLÓGICO: CONCRECIÓN TEÓRICA E INTENTO DE PUESTA EN PRÁCTICA (1922-1932) Los libros más conocidos de Ortega en los que trata la idea de nación pertenecen a estos años: España invertebrada (1922), La rebelión de las masas (1930), y La redención de las provincias (1930, con la versión extendida que incluye La decencia nacional en 1931). Únicamente faltaría “De Europa Meditatio Quaedam” (1949), que pertenece a la siguiente etapa. Para entender los tres primeros es imprescindible haber tratado los años que siguen al de 1914 por dos cosas. Primero, porque Ortega asume todavía la perspectiva del patriotismo fenomenológico; y segundo, en tanto que desarrolla categorías y temas que ahora llevará a su plenitud: el particularismo, el europeísmo político, y el regionalismo, que grosso modo se corresponden con los tres libros arriba citados. Mantiene también la idea de nación como masa estructurada por una minoría selecta, y lo que cambia esencialmente en esta etapa es que el pesimismo que desde 1917 va y viene, parece hacerse más definitivo. Esta actitud se proyectará frente a dos cosas: ante la masa, lo que le lleva a afianzar el papel de las élites; y ante Europa, que será un problema que resolver y no la solución a España. Por tanto, este séptimo capítulo es en cierto sentido una “segunda parte” del sexto, en tanto que continúa desarrollando la idea de nación allí expuesta. La razón por la que se han dividido es doble: por un lado, porque se puede considerar que Ortega hace más concreta su teoría al manifestarla en tres libros, un formato que está llamado a tener una mayor estabilidad que el artículo, más efímero materialmente, y donde se entiende que el autor se esfuerza por dar mayor pulcritud y acabado a su obra, dado que así se distancia de otros textos que hubiera publicado en la prensa y crea una jerarquía entre sus publicaciones. Con todo, España invertebrada ve la luz entre 1920 y 1921, lo que nos invita a tener presente que, si bien en 1922 Ortega decide publicarla, no hay propiamente una nueva fase en esta fecha, sino que en ella culmina una transición hacia lo que puede considerarse la “sub-fase pesimista” del patriotismo fenomenológico que se inicia antes. Sin embargo, se ha optado por incluir este capítulo por separado en tanto que, si bien en lo teórico la idea de nación orteguiana permanece similar, en su plasmación práctica sí que podría hablarse de nuevas etapas. Veremos que después de esbozar un proyecto para España desde fuera de las instituciones liberales, entrará en el Parlamento para tratar de construir desde dentro su idea de nación. Entonces, y los años previos, culminará una idea interpretación esbozada en los tres libros con los que se abría esta introducción. Por otro lado, se ha de insistir en que las fechas escogidas son referencias dentro de transiciones, no cierres de compartimentos estancos. Por ello, aunque la etapa que comienza en 1932 se tratará en el capítulo siguiente porque la teoría de Ortega se modifica desde entonces, este se prolongará hasta el final de la República y la guerra civil para entender e ilustrar mejor algunos aspectos que se comentarán en su momento. La evolución del patriotismo fenomenológico: concreción teórica e intento de puesta en práctica 330 7.1.El patriotismo fenomenológico en España invertebrada (1922): ¿etnicismo o liberalismo? Tal y como se ha venido sosteniendo a lo largo del sexto capítulo, las principales ideas que aparecen en una de las obras magnas de Ortega España invertebrada, guardan una gran continuidad con el proyecto desarrollado desde la Gran Guerra; pero también con los años precedentes. En este sentido, no sería descabellado incluir el análisis de este libro en el mismo capítulo en el que se expuso Meditaciones del Quijote, porque son dos obras que guardan mucha más relación de la que a priori pudiera percibirse. Para empezar, ambos son manifestación del patriotismo fenomenológico, la actitud que contempla a la nación buscando estudiar su realidad pre-política, libre de utopías y abstracciones. En el caso del libro de 1914, mirando a su mito paradigmático, el Quijote, y en el de 1922, a su historia. Hay que tener presente que el primero es de filosofía en sentido amplio – metafísica, epistemología, estética, y solo de forma secundaria, política–, y el segundo de filosofía de la historia –más que de historia sin más, puesto que el objetivo es encontrar un sentido en el devenir del pasado España. Esta dicotomía explica las diferencias temáticas, pero en cuanto a lo esencial para entender la idea de nación que transmiten, por lo menos desde el marco teórico de esta tesis –la nación como marco cognitivo básico–, coinciden en el planteamiento derivado del giro fenomenológico. Aparte del influjo de nuevos autores que Ortega trata en el lapso de los casi diez años que separan los dos textos, la gran diferencia que existe entre ambos en cuanto a su idea de nación se encuentra en dos cosas: la actitud del autor y, en parte derivado de esto, el contenido específico que da a ciertas categorías como consecuencia de su experiencia. Esto es, el pesimismo orteguiano en 1920-22 es patente, frente al gran optimismo de 1914. El, en términos unamunianos, “animal cordial” que es Ortega percibe con horror el carácter de las masas españolas, de sus intelectuales, y del nacionalismo periférico. Y si existe variación en cuanto a su concepción, es en relación con el significado que da a significantes que, o vienen de la etapa de 1914, o de la del patriotismo utópico. Por tanto, mantiene la idea de nación como suma de masa y minoría selecta, la identificación de la salvación de España con la moral de la ciencia, o la interpretación de la identidad hispana en el marco de la dualidad de las dos Europas. Pero con un significado más elitista, en el sentido de confiar menos en el pueblo español de lo que hacía en 1914 y, por supuesto, en los años precedentes. Existe una carta de 1920 muy relevante al respecto, que le mandó Ramón Basterra y que formaba parte de un intercambio que por desgracia no se ha conservado, pero cuyos temas de reflexión pueden inferirse de esta epístola. Este diplomático vasco comentaba la pena que Ortega le había dicho sentir con mucha fuerza, y le decía que sentir el dolor era necesario, “como que las Patrias no son sino formas del dolor, variedades del drama humano”, y “entre las formas dolorosas de Patria la más hermosa es la española”. Es un comentario que podría asimilarse al “patriotismo del dolor” que desde el comienzo defiende el filósofo, pero que en realidad va más allá: no únicamente siente pena por la situación de España y quiere perfeccionarla, sino que además ahora cree que el camino para lograrlo es mucho más arduo de lo que antes había planteado. Siendo para Ortega la resolución del problema de España una cuestión vocacional y existencial, constatar la situación de la nación le sumía en este dolor y afianzaba su desconfianza en el futuro. La evolución del patriotismo fenomenológico: concreción teórica e intento de puesta en práctica 331 Después, Basterra nos da la clave del elemento que hacía que el madrileño se sintiera mal al preguntarse retóricamente, “¿que la inteligencia no tiene éxito en España?”, y le contestaba que era sencillamente porque los intelectuales actuaban mal. Frente a la tesis que desarrollará Ortega al escribir los primeros artículos de España invertebrada en este mismo año, en virtud de la que existía un odio atroz hacia las minorías selectas, Basterra argumentaba que únicamente hacía falta algo de humildad. Sostenía ante Ortega que debía aprender de su padre o de Palacio Valdés, que eran admirados por ser “corrientes”. Ortega en textos como “Fabricantes de rencor” (1918) había sostenido que la soberbia era la causa de lo que denominará rebelión de las masas. Para Basterra, muy por el contrario, los soberbios eran los intelectuales, y lo que definía al pueblo español no era ese pecado sino el no aguantar la “pretensión” de nobles, ricos, ni intelectuales. Indirectamente le decía que habían caído en el “aristocratismo” y “nobilismo literario”, y que “no sé que fueros se ha abogado nuestra generación de creer que a la inteligencia le está conferido por derecho propio la dirección inmediata”. Frente a esto, a Ortega Munilla y a Valdés “la anomalía del talento no les priva de convivir con todos los demás hijos de las madres españolas”. En definitiva, los intelectuales debían recuperar “el contacto de codos con la sencillez española” y ser “del montón”1123. Ortega mantuvo sin embargo su visión elitista, precisamente por esa desconfianza ante las masas, y así lo vemos en España invertebrada. Por su parte, entre los conceptos que introduce, o desarrolla, destaca el de proyecto común, que en gran medida está latente en Meditaciones del Quijote, y que se explica tanto por su recurso a intelectuales como Renan o Scheler, como a la noción de persona derivada de la Razón vital. Esta idea nos lleva a plantear el hecho de que, del mismo modo que “Vieja y nueva política” se ha de entender al alimón de Meditaciones del Quijote, el libro que ahora nos ocupa tiene una contraparte filosófica en El tema de nuestro tiempo. Aunque publicado en 1923, este libro en gran medida procede de la lectura con la que Ortega inauguró el curso 1921-1922, esto es, mientras España invertebrada estaba apareciendo en El Sol. Se trata de una obra con la que el raciovitalismo tomó una forma más concreta y específica, frente a la mayor ambigüedad con la que podía interpretarse en el ensayo de 1914. Después de años de lecturas y meditaciones, el filósofo madrileño dio una forma más lograda a su filosofía, que presentó como solución al ya mencionado gran debate filosófico de comienzos del siglo XX: la conciliación entre Razón y Vida, y con ello, entre idealismo y realismo. Básicamente, son dos las cuestiones donde se ve la proyección de la filosofía de El tema de nuestro tiempo en España invertebrada: primero, el propio patriotismo fenomenológico, dado que Ortega desecha el realismo y el idealismo filosófico por identificables con utopías tradicionalistas o revolucionarias, y si en un libro habla de partir de “lo que es” para construir una filosofía, en el otro hace lo mismo para comprender España. Además, El tema de nuestro tiempo relaciona las ideas de cultura y vida supeditando la primera a la segunda. Esto es una forma de dar un sentido filosófico a la oposición política entre la España oficial y la España vital/real, y por tanto de nuevo una muestra de continuidad con 1914. En España invertebrada la apelación a la vida se 1123 BASTERRA, Ramón: “Carta a José Ortega y Gasset. 26 de agosto de 1920”, en Fundación Ortega- Marañón, Fondo JOG, C-56/14g, ID: 1008. La evolución del patriotismo fenomenológico: concreción teórica e intento de puesta en práctica 332 manifiesta en las metáforas organicistas que en ella aparecen: como veremos, no son derivación del darwinismo social, sino de esta concepción de la filosofía. 7.1.1. La vertebración de España como construcción de un proyecto común liberal Entrando ya en España invertebrada, lo primero a tener en cuenta es que Ortega trató de hacer la ciencia del fenómeno España a través de la disciplina que, con el paso del tiempo, considerará privilegiada para comprender al ser humano: la historia. Aunque no sea hasta su “segunda navegación” en 1932 cuando empiece a matizar el raciovitalismo desde la idea de Razón histórica, ya comienza a intuirla. Frente a la visión utópica, que habla de un ente abstracto, incluir la circunstancia implica reconocer las especificidades del ser humano y su sociedad, y esto requiere estudiar su pasado para conocer cómo se ha llegado a su presente. Ortega sabía que era un trabajo de historiadores el que él pretendía realizar, pero no viendo estudios objetivos al respecto, trató de comenzar la conquista del suelo virgen de la historia de España constituyéndose en avanzadilla de futuras investigaciones. Así lo reconoce en el prólogo a la cuarta edición, de 1934, al aclarar que ofrecía un “panorama esquemático” y que “yo sé que un día, espero que próximo, habrá verdaderos libros sobre historia de España, compuestos por verdaderos historiadores”. Además es significativo que en el mismo párrafo escribiera que redactó el libro con una intención “pragmática”, pues “yo necesitaba para mi vida personal orientarme sobre los destinos de mi nación, a la que me sentía radicalmente adscrito”1124: de nuevo, Ortega trata de descubrir qué es España para dar respuesta a su yo existencial. El filósofo por otro lado impulsó desde sus instrumentos de nacionalización el desarrollo de investigaciones históricas sobre la realidad de España: ya se ha visto que en El Sol incluía una sección en este sentido, y que algunos órganos provinciales nacidos bajo su magisterio tenían este carácter. Aparte hay que tener en cuenta su participación en el Centro de Estudios Históricos, entidad fundada en 1910 que contó desde 1913 con una sección de Filosofía Contemporánea dirigida por él mismo1125. El director de esta institución, Ramón Menéndez Pidal, mostraba una gran influencia y afinidad con Ortega, y concretamente se aprecia una gran sintonía entre ambos autores en textos como una entrevista de 1916 en la que conviene detenerse. En este diálogo publicado en la orteguiana España, comenzaba preguntándose “¿cómo sería posible que alguien trabajase, por ejemplo, en historia de España, a no ser superficialmente, sin tener un sentimiento vivo e intenso de todo cuanto constituye el espíritu de nuestro pueblo, de nuestra raza?”. Citando a Schlegel y a Mommsen, afirmaba que el amor al objeto de estudio no era incompatible con la objetividad, mostrando así su identificación con el amor intellectualis desde el que Ortega concebía la filosofía en las Meditaciones. Esto es, entendía el amor no como una idealización que nublara la objetividad, sino en tanto que imperativo de comprender la realidad tal y como era: “confieso que en rigor lo que me preocupa e importa es la realidad de la vida nacional y no la política directora”. A diferencia del filósofo, este historiador no se comprometió directamente en política, porque sostenía que lo realmente importante era conocer las condiciones pre-políticas de 1124 ORTEGA Y GASSET, José: “España invertebrada”…, p. 431. 1125 SERRANO DE HARO, Agustín: “Ortega y la fundación del Centro de Estudios Históricos”, en El Centro de Estudios Históricos de la JAE: cien años después (Madrid, 14-17 de diciembre de 2010). Disponible en: http://hdl.handle.net/10261/33338 (18/12/2017). http://hdl.handle.net/10261/33338 La evolución del patriotismo fenomenológico: concreción teórica e intento de puesta en práctica 333 la nación. Pero precisamente esto le vincula también con Ortega, dado que consideraba que, efectivamente, era menester una acción pública no utópica y sí enraizada en la realidad. Afirmaba de esta manera que “a poco que se acerque uno al pueblo encuentra vivas las fuentes de energía que esperan ser suscitadas, vigorizadas, encauzadas por elementos directores capaces de representar el espíritu de todo un pueblo”. Llama la atención lo orteguiano de esta cita, en la que Menéndez Pidal coincide tanto con la idea de nación compuesta de masa y minoría directora, como en su defensa, optimista en 1916, de una España vital1126. También netamente orteguiana es la apuesta por una “reconstitución nacional” y la denuncia de que esta no se producía como consecuencia de la “selección al revés por la que se llegan a formar las clases directoras”. Menéndez Pidal postulaba que el estudio objetivo de la realidad de España permitía comprender el modo en que la relación dinámica entre masa y élites se había producido a través de la historia, y que su comprensión posibilitaría intervenir en el futuro. Muy importante es señalar en este sentido que su interpretación concreta de la historia española es prácticamente la misma que Ortega desarrollará en España invertebrada: la ida de empresa colectiva fue básica para crear la unidad de España, pues después de las luchas del final de la Edad Media “bastó que estos (los Reyes Católicos) señalasen unos ideales e imprimiesen una dirección a la vida nacional para que cada español, antes descentrado y por tanto inútil o dañino, ocupase el puesto adecuado en que había de ser valioso”. Así define lo que Ortega llamará “proyecto sugestivo de vida en común”, y como él, lo identifica con el Reino del que procedía Isabel la Católica: “Castilla ha realizado esta función unificadora y fundente”, porque ante otros reinos, era “evolutiva e impulsora”. Frente a esto se encontraba lo que el filósofo llamará particularismo y descomposición: la “disgregación, el no sentir la solidaridad con el conjunto español”, que era una tendencia que –también como Ortega en sus textos sobre el subjetivismo español de esos años– consideraba el capital defecto ibérico1127. Ramón Menéndez Pidal fue en efecto un gran estudioso de la historia de Castilla, y consideró que fue una de las creadoras de la nación española. Investigó algunas de las obras más importantes de la cultura castellana, como El conde Lucanor (1892), La leyenda de los infantes de Lara (1896) y, por supuesto, El Cantar del Mío Cid (en 1913 una de sus ediciones más logradas); además de romances, crónicas generales, y estudios sobre el origen del español. Pero el hecho de que diera un gran peso a la historia de Castilla en la configuración de España, y de que centrara en este antiguo reino su carrera, no implica que fuera centralista. En la entrevista de 1916 se asemeja también a Ortega en este sentido. Apelaba a fomentar, y no combatir, las “diversidades regionales” que estaban emergiendo en la nación. También muy en su línea, y la del liberalismo institucionista, oponía la “vitalidad espontánea” al “funesto centralismo artificial”. La identidad española era plural en esencia, y una de las causas de que la vieja política fuera tal era el Estado abstracto que se había impuesto en el siglo XIX. Sostenía que “no es la uniformidad lo que hace una nación, sino la unidad de las manifestaciones de vida más ricamente diversas”, y que por tanto lo que había que criticar en el regionalismo español no era su 1126 “Hablando con Menéndez Pidal”, España, 6 de enero de 1916. 1127 Idem. La evolución del patriotismo fenomenológico: concreción teórica e intento de puesta en práctica 334 loable anti-centralismo, sino el “egoísmo defensivo”. Finalmente, otro punto en común con el filósofo era su idea de que la disgregación no existía únicamente entre las regiones, y en la relación entre masas y élites, sino que también dentro de las últimas existía un “individualismo anárquico” que era menester superar1128. Ortega por tanto es deudor de la idea de la historia de España de Menéndez Pidal, y viceversa, él lo es de las categorías filosóficas que fue desarrollando o difundiendo. Pero en España invertebrada también es básico el influjo de otro autor que en Pidal estuvo igualmente presente: Theodor Mommsen. Su obra más famosa, que le valió en 1902 el Nobel de Literatura, es la Historia de Roma (1854-56), cuya edición en francés de 1864, y en alemán de 1921 y 1927, se encuentran en la Biblioteca de la Fundación. Desde pequeño pudo por tanto leerlo, y de hecho le cita en varias ocasiones: en 1906 para indicar que él, junto a Darwin y Wundt, es uno de los símbolos que encarnan la cultura europea1129; y en 1912 al ponerle como ejemplo de la labor del historiador. En aquella ocasión, señalaba Ortega que “es el pasado de España tierra incógnita”, y que el ejemplo de Mommsen mostraba que para hacer historia nacional había que amar a la patria, pero antes amar a la ciencia. Continuando con la aplicación concreta de este principio, hacía referencia a un grupo de historiadores que seguían esta consigna –entre ellos Azorín, autor de las Lecturas españolas (1912) que le habían suscitado la reflexión, y aunque no cite a los demás “jóvenes trabajadores en historia nacional” con toda seguridad se refiere también a Menéndez Pidal–, diciendo que su patriotismo no lo demostraban exaltando las virtudes españolas. Al contrario, buscaban los “defectos españoles”, y esto era según Ortega una labor “terapéutica”, algo que definía como “la ventaja de considerar la historia de España como la historia de una enfermedad”. En este texto de 1912 Ortega avanza por tanto lo que dirá en España invertebrada no únicamente por citar a Mommsen, sino por asumir una interpretación de la historia de España en clave de enfermedad1130. Pero es especialmente la tercera de las citas documentadas de Ortega, que data de 1918, la que es interesante como precedente de España invertebrada, porque allí resume exactamente lo que dirá en su libro unos años después. En “Fabricantes de rencor”, donde según avanzamos condenaba la voluntad de odio de sus compatriotas, citaba al historiador alemán para exponer una interpretación que, en idénticos términos, veremos en el libro de 1922: “«La historia de un pueblo es la historia de una vasta integración» –escribe una vez Mommsen. El genial romanista alude a ese glorioso proceso que se desarrolla en las épocas ascendentes de la Historia. Un pequeño núcleo de población logra sugestionar a los vecinos, y uniéndolos en haz, los lanza a la organización de una ancha colectividad, en que van soldándose agrupaciones antes dispersas hasta formar la unidad superior que llamamos nación. Esto hizo Castilla cuando, frente a los instintos dispersos de las nacionalidades periféricas –Galicia y Asturias, Vasconia, Aragón y Cataluña–, que peleaban entre sí, supo imponer un ideal de integración, la 1128 Idem. 1129 ORTEGA Y GASSET, José: “La Universidad española…, p. 68. 1130 ORTEGA Y GASSET, José: “Nuevo libro de Azorín…, pp. 537-539. La evolución del patriotismo fenomenológico: concreción teórica e intento de puesta en práctica 335 España «una», donde pudiesen, como en un corazón plural, convivir resonando todas las melodías peninsulares”1131. Fuera del concepto de “nacionalidad”, que Ortega pronto abandona, todas las demás nociones que aparecen en este fragmento las desarrolla en el libro. En especial, el esquema de integración, que había aplicado Mommsen a la historia de Grecia y Roma, aunque con un matiz semántico: en 1922 la cita es la de que “«La historia de toda nación, y sobre todo de la nación latina, es un vasto sistema de incorporación»”. No obstante, son sinónimos, y en una nota a pie de página recuerda que el alemán prefirió hablar de Synoiquismo, que “es literalmente convivencia, ayuntamiento de moradas”. Con este concepto se refería Mommsen al proceso mediante el que Roma fue creando un “cuerpo social” pasando desde la “Roma inicial” a la “Roma doble”, de aquí a la “federación latina” y a la “unidad italiota”, y finalmente, al “Imperio colonial”. Ortega plantea que lo mismo ocurrió en el proceso de construcción de la unidad de España desde la Edad Media: un proceso de “totalización” en el que las unidades existentes se incorporaron e integraron en una “unidad superior nacional” 1132. De esta visión se derivan dos cosas fundamentales. Una que Ortega señala: la de que la inclusión en un proyecto superior no elimina las diferencias particulares, que se mantienen porque la identidad nacional es un añadido a lo preexistente. Así, da un argumento para justificar la existencia de unidad nacional en una tierra tan plural como España, y aunque su regionalismo no es historicista ni culturalista, tampoco es por tanto incompatible con él mientras no actúe contra la unión de la nación. Para ello además utiliza un concepto (“incorporación” como convivencia en 1922, e “integración” en 1918) que nos retrotrae a Meditaciones del Quijote, donde lo identifica con el amor intelectual: en este caso, proyectado en la idea de que el conocimiento de las necesidades mutuas suscita en los individuos esa pleonexia que antes definió como tendencia del individuo inserto en una circunstancia que pretende salvar. Por otro lado, y aunque no sea un tema que Ortega desarrolla en el libro, sino que menciona de pasada, interpreta la idea de “federación” como un proceso de unión de unidades separadas que es un paso previo al de la construcción de la unidad nacional. Según se expuso, en 1918 Ortega acepta la idea de federación, pero en 1921-22 ya ha asumido que es un proceso previo a la consolidación de la nación, y esta es la tesis que sostendrá durante la II República para oponerse a un Estatuto catalán que considerará para-federalista. Y al mismo tiempo, también es el argumento que le llevará a defender una federalización de Europa en la misma década como paso previo a la creación de la ultra-nación. Pero el filósofo introduce un matiz importante en el planteamiento de Mommsen, y dice que una vez concluido el ciclo de incorporación, existe también un proceso de descomposición porque “la historia de una nación no es solo la de su periodo formativo y ascendente; es también la idea de su decadencia”; y que “la historia de la decadencia de una nación es la historia de una vasta desintegración”1133. Tal y como se ha indicado, Ortega habló de la decadencia de España desde el comienzo de sus meditaciones sobre España en torno al 98, y a la altura de las fechas que nos ocupan había desarrollado una 1131 ORTEGA Y GASSET, José: “Fabricantes de rencor…, pp. 79-80. 1132 ORTEGA Y GASSET, José: “España invertebrada…, pp. 438-439. 1133 Ibid., p. 440. La evolución del patriotismo fenomenológico: concreción teórica e intento de puesta en práctica 336 interpretación en clave filosófica de la misma: la decadencia derivada del subjetivismo, una manera de pensar que tenía una de sus proyecciones en la “magia del deber ser”, que es el título del capítulo cuarto de la segunda parte de España invertebrada. Pero en este libro, que trata de ser un ensayo histórico, también hablaba de la decadencia histórica de la nación española, y la identificaba con una fecha muy concreta: 1580. Hasta aquel año, el proceso iniciado en la Edad Media de unificación peninsular y expansión por América y Europa, fue de incorporación; y a partir de entonces, se entró en una fase de desintegración que tuvo una nueva etapa en 1900. Perdidas las últimas colonias ultramarinas, comenzó la “dispersión intrapeninsular” manifestada especialmente en Cataluña y País Vasco. Ortega establece un vínculo entre estas dos decadencias, la intelectual-mental, y la espacial, porque señalará que el mismo mecanismo psicológico que se ve en los separatistas regionales se aprecia en los grupos que, como militares o sindicalistas, apuestan por un separatismo social: el particularismo. Si “totalización” es un vocablo identificable a nacionalización desde la incorporación, “particularismo” es lo contrario: “la esencia del particularismo es que cada grupo deja de sentirse a sí mismo como parte, y, en consecuencia, deja de compartir los sentimientos de los demás”1134. La crítica a la “magia del deber ser” es uno de los elementos, derivados del “yo soy yo y mi circunstancia” de 1914, que evidencian la relación del libro con El tema de nuestro tiempo. En su Apéndice, “El ocaso de las revoluciones”, desarrolla las ideas de los capítulos precedentes para aplicarlas a la historia, y en él señala que la actitud política que se estaría abriendo paso en la Europa civilizada sería anti-revolucionaria. Plantea esto desde la base de que lo propio de la revolución no es la violencia, sino la actitud intelectual y mental que implica, en virtud de la que el revolucionario “no se rebela contra los abusos, sino contra los usos”. Es decir, contra lo que es para imponer lo que debe ser. Plantea que en la génesis de las naciones existen varias etapas, relacionadas con diversos estados mentales: la primera es de “alma tradicionalista”, y en ella se “organizan las naciones” a través del apego a lo constituido (esta intuición no está claramente desarrollada en España invertebrada, pero será muy importante en Meditación de Europa). Más tarde, llegaría un momento en el que se cuestiona lo recibido y surge el concepto de individuo, apareciendo el “alma racionalista”, donde el “radicalismo” es derivación de la Razón pura y sus esquemas perfectos pero abstractos. Desde 1500, con Descartes como paradigma de esta actitud que en otros lugares llama “subjetivismo”, se apreciaría el cambio. Un tercer paso más radical sería el del “espíritu revolucionario”, que pone la vida al servicio de las ideas, y cuya voluntad es “que el cuerpo social se amolde, cueste lo que cueste, a la cuadrícula de conceptos que su razón pura ha forjado”. Así, “no es, pues, el utopismo una afección peculiar a cierta política, es el carácter propio a cuanto elabora la razón pura”1135. La Razón vital tendría como resultado una idea de la política reformista, en tanto que partiría de la circunstancia y no de abstracciones viradas al futuro o inmovilizadas hacia el pasado. Antes de la redacción del Apéndice, el capítulo de “La magia el deber ser” de España invertebrada expuso las consecuencias de esta derivación política de la filosofía orteguiana, y así lo da a entender con mucho acierto Azorín al hablar con entusiasmo del 1134 Ibid., pp. 453-454. 1135 ORTEGA Y GASSET, José: “El tema de nuestro tiempo”…., pp. 621, 623, y 627-629. La evolución del patriotismo fenomenológico: concreción teórica e intento de puesta en práctica 337 libro. “El ocaso de las revoluciones” es definido como “un magnífico, sustancioso ensayo de filosofía de la historia y de política ideal”, consecuencia de las tesis filosóficas que, brevemente, expone en su reseña. El año anterior había dedicado varios artículos a España invertebrada, que abajo se presentan, resaltando como su nota más característica el capítulo de “La magia del deber ser”, y en esta ocasión comenzaba el texto apelando a ese libro. Se entiende que seguía teniendo en mente dicho epígrafe, dado que el único capítulo cuyo título cita es el de las revoluciones, dando a entender que, como hemos sostenido, existe una correlación entre los dos libros desde esta vía1136. Volviendo a la concreción de este aspecto en España invertebrada, la política utópica es el sustrato intelectual tanto del particularismo/separatismo regional como del social, dado que la unidad en los dos ámbitos se deriva del reconocimiento de que es necesaria la convivencia para subsistir. Por tanto, Ortega sigue en 1922 planteando un patriotismo fenomenológico que apuesta por partir de una realidad en la que la vida, como señala desde 1914, integra el yo y la circunstancia. La “convivencia”, que es un concepto filosófico que desarrollará en los años treinta como uno de los atributos de la vida, y que en la nota a pie de página arriba mencionada identifica como traducción de synoiksimo y por tanto de incorporación, es elemento clave de la idea de nación. Pero además, el patriotismo fenomenológico se manifiesta en el futuro: el hecho de aborrecer las utopías no implica tratar de reconstruir el pasado, y de hecho Ortega no muestra ningún tipo de nostalgia por la España “ascendente” previa a 1580. Lo que plantea es construir una empresa colectiva cimentada en intereses y necesidades comunes, ya que la derrota del particularismo se basa en reconocer la necesidad de contar con los demás. Desde esta clave interpretativa se entiende la definición de la nación como un “proyecto sugestivo de vida en común”1137: de nuevo se ha de insistir citando la filosofía política de Oaekeshott, que este proyecto no es el de imposición de un ideal substantivo unitario, sino un marco de convivencia que haga posible el desarrollo de los intereses particulares. De acuerdo con esto, la noción de “destino” en Ortega se comprende desde parámetros liberales e individualistas, que lo identifican con la “vocación”. Por esto incide en el libro en dos cosas que dejaría de lado si, como algunos han interpretado, hubiera deseado la uniformización de las voluntades de los españoles: por un lado, la necesidad de fortalecer las instituciones liberales como base de la convivencia frente a la “acción directa” y la desintegración social. No considera que sea ilegítimo que obreros, militares, etc. defiendan sus intereses, sino que tal y como vimos con ocasión de los sucesos de 1917, lo único ilegítimo es que lo hagan fuera de la Ley: “En estados normales de nacionalización, cuando una clase desea algo para sí, trata de alcanzarlo buscando previamente un acuerdo con las demás (…).Hace, pues, seguir a su privada voluntad una larga ruta que pasa por las demás voluntades integrantes de la nación y recibe de ellas la consagración de la legalidad. Tal esfuerzo para convencer a los prójimos y obtener de ellos que acepten nuestra particular aspiración, es la acción legal./. Esta función de contar con los demás tiene sus órganos peculiares: 1136 AZORÍN: “El tema de nuestro tiempo”, ABC, 16 de octubre de 1923. 1137 ORTEGA Y GASSET, José: España invertebrada…, p. 442. La evolución del patriotismo fenomenológico: concreción teórica e intento de puesta en práctica 338 son las instituciones públicas que están tendidas entre individuos y grupos como resortes y muelles de la solidaridad nacional”1138. Por otro lado, afirma que la existencia de un nacionalismo periférico no es negativa en esencia: “no he comprendido nunca por qué preocupa el nacionalismo afirmativo de Cataluña y Vasconia y, en cambio, no causa pavor el nihilismo nacional de Galicia o Sevilla”1139. El problema en este caso es que las demás regiones españolas no busquen también defender sus intereses, y que el Estado central haga lo propio haciendo de contrapeso. Por tanto, considera legítima la competencia en los dos niveles, social y regional, y que los individuos se agrupen según sus intereses en los dos ámbitos, esto es, que constituyan las “societas” de las que habla Oakeshott. ¿Cómo se compatibiliza esto con la idea de la nación como “proyecto sugestivo de vida en común” ?: reconociendo que ese proyecto no es el de imposición de un ideal substantivo –como pudiera ser una utopía religiosa o ideológica–, sino de creación de un marco común para armonizar los intereses peculiares. En otras palabras, el “proyecto sugestivo de vida en común” es la modernización de España, entendiendo con este concepto lo mismo que en 1914: un programa en el que liberalismo y nacionalización son dos caras de una misma moneda. En La redención de las provincias, Ortega desarrollará algo mejor esta idea, aplicando la idea expuesta en La rebelión de las masas en virtud de la que existe una “altura de los tiempos” que debe alcanzarse para poder hablar de modernización. Este concepto lo empleó en 1923, criticando a quienes creían que existía una forma de Estado ideal definitiva, en lo que supone una perspectiva errónea en la que caían no únicamente los conservadores, sino también los grandes “rezagados” de la época: los “izquierdistas” que cifraban todo en el Estado1140. Esta es una forma en devenir, y por ello dirá a finales de la década Ortega que el “proyecto de vida histórica” se comprende viendo la situación del mundo, y que “España tiene que conquistar el nivel medio de la vida humana en la fecha que vivimos”. Así, el “proyecto de empresa histórica” que movilizaría a los españoles sería el de reforma el Estado para reformar la sociedad, comenzando por la solución de sus intereses reales en las provincias1141. La idea de partir de la provincia para dar solución al problema de España se deriva de la noción de circunstancia. En este sentido, y antes de que nos centremos en La redención de las provincias, la conexión entre el Ortega de Meditaciones del Quijote y el de España invertebrada está desarrollada por su discípulo y amigo Manuel García Morente, que en el año 1923 establecía –por boca de un “hermanito lego” con el que habría conversado en la Rábida– una conexión entre uno de los conceptos clave del libro de 1914, “paisaje” (el equivalente a “circunstancia”), y el de 1922, “proyecto”. Al parecer de García Morente y el “hermanito lego”, Ortega fue el primero en darse cuenta, aplicando la biología, de que no existe un ambiente “universal e idéntico para todos”, de que no hay “el ambiente, sino muchos ambientes”, porque cada uno es consecuencia de la proyección en él de sus 1138 Ibid., p. 465. 1139 Ibid., p. 455. 1140 ORTEGA Y GASSET, José: “Pedagogía y anacronismo” (1923), en José ORTEGA Y GASSET: Obras completas. Tomo III..., pp. 515-517, p. 516. 1141 ORTEGA Y GASSET, José: “La redención de las provincias y la decencia nacional” (1931), en José ORTEGA Y GASSET: Obras completas. Tomo IV…, pp. 671-774, pp. 685-687. La evolución del patriotismo fenomenológico: concreción teórica e intento de puesta en práctica 339 habitantes. Frente a la visión utópica de la realidad, Ortega comprendió que aplicar un “método científico” requería de la reconstrucción del paisaje particular de cada entidad estudiada. Así, la tesis orteguiana del paisaje está “latente en todo el desarrollo del magnífico libro España invertebrada”, y se manifiesta en el proyecto común. “Un pueblo vive junto, unido, fuerte, cuando tiene alguna empresa colectiva que realizar en el mundo que le rodea, esto es, cuando tiene un medio, un ambiente que modelar y constituir”1142. Esta cuestión de la nueva biología que cita García Morente y su aplicación a la comprensión del problema de España no es una rareza de Ortega, sino un elemento contextual. España invertebrada apareció durante el transcurso de la publicación de los diversos volúmenes de La decadencia de Occidente. Este libro de Oswald Spengler se dio a conocer por partes entre 1918 y 1924, y era en la línea del libro de Ortega una respuesta a la crisis europea manifestada durante la Gran Guerra, aunque lógicamente no tuviera como en el caso de España invertebrada al contexto español como principal referencia. Probablemente, fue en 1921 cuando Ortega leyó el libro, tal y como se deduce de dos cosas. Primero, el hecho de que el primer ejemplar conservado en su Biblioteca sea de ese año, y segundo, en tanto que también es en 1921 cuando encontramos la primera referencia en sus obras completas. Y esta es muy interesante: es una nota a pie de página escrita a posteriori en un texto de 1915, donde dice que “me complace ahora hallar” en el libro que Spengler de 1918 cosas que él ya había intuido: que la historia desde hacía cien años era un conflicto entre ciudad y campo1143. Lo que refleja esta cita, más que una influencia de Spengler en el Ortega de 1921, es la existencia de afinidad por compartir espacio histórico en un mismo Zeitgeist. Y los “espíritus de los tiempos” no son algo etéreo o fundamentado en un “Espíritu” que, como el de Hegel, irrevocablemente llegara a todos. El “espíritu de los tiempos” es como en parte define Ortega en su teoría de las generaciones una respuesta a problemas comunes desde experiencias similares, a través también de lecturas parecidas. Esto representa von Uexküll, al que el filósofo cita como representante en la biología de lo que él había descubierto en filosofía y Spengler en la historia. Al prologar en 1923 la traducción al español hecha por García Morente de La decadencia de Occidente, a la que llama “la peripecia intelectual más estruendosa de los últimos años”, afirma que guarda con von Uexküll y Einstein el hecho de encarnar un rasgo de las “reorganizaciones científicas del siglo XX”, que es la “autonomía de cada disciplina”. En el caso concreto de Spengler, su intuición sería la de que el objeto histórico es la “cultura”, definida como un “cierto modo orgánico de pensar y sentir”1144. Definición que se asemeja a la idea orteguiana de nación como un modo de pensar, una actitud ante los problemas abiertos en la sociedad. Pero lo interesante es que von Uexküll no únicamente forma parte de ese “espíritu de los tiempos” que Ortega define en El tema de nuestro tiempo al indicar que la idea de “relatividad” de Einstein, y la suya de “circunstancia”, se manifiestan en todos los campos 1142 GARCÍA MORENTE, Manuel: “El hermanito lego de la Rábida” (1922), en Manuel GARCÍA MORENTE: Obras completas. Tomo I (1906-1936). Vol 2. Edición de Juan Miguel Palacios y Rogelio Rovira, Barcelona, Anthropos; Madrid, Fundación Caja Madrid, 1996, pp. 480-484, p. 483. 1143 ORTEGA Y GASSET, José: “De Madrid a Asturias…, p. 391. 1144 ORTEGA Y GASSET, José: “A La decadencia de Occidente, de Oswald Spengler” (1922), en José ORTEGA Y GASSET: Obras completas. Tomo III…, pp. 416-418, pp. 416-417. La evolución del patriotismo fenomenológico: concreción teórica e intento de puesta en práctica 340 del saber adaptándose a su objeto particular (asumiendo los principios de “absolutismo”, “perspectivismo”, “antiutopismo”, y “finitismo”)1145. Además, el biólogo, cuyo libro principal había sido el último cuya traducción había prologado antes del de Spengler, es una fuente común (aunque no la principal) de La decadencia de Occidente y España invertebrada. Maeztu nos lo muestra al reseñar el libro del alemán, diciendo que “Spengler deriva su idea de la nueva biología, que nos hace concebir la vida de las especies animales y vegetales en una relación con su ambiente mucho más estrecha que el darwinismo”. El mundo o paisaje, la circunstancia de Ortega, no son iguales para todos, sino que dependen de la percepción del animal en cuestión; y así Spengler sostuvo que los “organismos humanos” son “distintas razas en los distintos medios físicos”. Maeztu critica algunos aspectos de La decadencia de Occidente, y recuerda que la idea de las civilizaciones como grandes organismos no es literal, sino que es una “vieja metáfora”, para él peligrosa porque la identifica con las “almas colectivas” que destruyen la individualidad1146. Esto puede darnos una clave de la interpretación orteguiana de Spengler, porque para él la raza es un modo de pensar, y el medio físico ciertamente a veces le interesa –como en el caso de las regiones naturales–, pero su idea de “ambiente” es mucho más amplia, incluyendo instituciones, creencias, etc. En todo caso, von Uexküll mostró a Spengler, según Maeztu, y a Ortega tal y como se ha visto con Marías, que la primera condición para comprender al ser humano es la vida radicada en la circunstancia, y no la utopía abstracta. Por otro lado, este texto de Maeztu también es digno de tenerse en cuenta porque realiza una contextualización del libro de Spengler, y por tanto también del de Ortega. Nos recuerda que la idea de decadencia se manifiesta –además de en autores como Nordau o Bram Stoker, que más arriba se citaban – desde comienzos del siglo XX en el hecho de que “decadentes” se llamara a artistas como Paul Verlaine, Gabriele D´Annunzio, Thomas Hardy y Thomas Mann; o poetas como Henri de Régnier o John Davidson1147. Otro texto importante para comprender todas estas ideas es “Temas de viaje”, escrito en 1922. Allí dice Ortega que “la interpretación geográfica de la historia, según ha sido empleada, carece de valor científico”. No es cierta la idea que Montesquieu impone en el siglo XVIII haciendo derivar la política o el arte del clima. Pero tampoco lo es el utopismo que hace fluir las ideas desencarnándolas. El paisaje físico es una parte importante de la circunstancia, que se ha de definir (aunque ahora no les cita explícitamente) en el sentido de von Uexküll y no de Darwin: el medio no es “causa” de los actos, sino “excitante”, porque el hombre es “ser reactivo” a lo que encuentra. Así, “la geografía no arrastra la historia: solamente la incita. La tierra árida que nos rodea no es una fatalidad sobre nosotros, sino un problema ante nosotros”. Afirma Ortega que “cada raza lleva en su alma primitiva un ideal de paisaje que se esfuerza por realizar dentro del marco geográfico del contorno”, y que en consecuencia, Castilla es árida porque árido es el castellano, y no al revés. Para Ortega todo lo que moviliza al hombre es la incitación, derivada del proyecto común social, la mujer, o el paisaje, y cada una de estas tres dimensiones tiene su 1145 Esta es la tesis del apéndice “El sentido histórico de la teoría de Einstein”. Vid.: ORTEGA Y GASSET, José: “El tema de nuestro tiempo”…, pp. 642-652. 1146 MAEZTU, Ramiro de: “Sobre Spengler”, El Sol, 9 de septiembre de 1924. 1147 Idem. La evolución del patriotismo fenomenológico: concreción teórica e intento de puesta en práctica 341 influencia en la nacionalización. Avanzando lo que veremos en otro epígrafe, aquí el filósofo no únicamente pone en relación el paisaje con el carácter nacional, sino también con la mujer: “como en el individuo es el dato que arroja más profundas revelaciones cuál sea la mujer que elige, pocas cosas declaran más sutilmente la condición de un pueblo como el paisaje que acepta”. Ortega además deriva de esta concepción suya la idea de que existen “muchas Españas posibles”, porque se puede reaccionar de muchas maneras ante la circunstancia, aunque siempre desde un “estilo vital” propio1148. Este texto, del mismo año de la publicación de España invertebrada, no es importante únicamente porque evidencie una vez más que para Ortega la raza no es algo literal sino metafórico. También lo es porque nos vuelve a indicar, por una nota de 1925, que no ve en Spengler una fuente de sus reflexiones sino una evidencia de que los dos tienen un talante común. Al radicar su visión en la idea del ser humano como sentimiento radical ante la vida, escribe en una nota: “la idea a que el texto alude y que, como un Letimotiv fluye por casi todos mis trabajos, será indefectiblemente atribuida a Spengler. Sin embargo, con las mismas palabras que en esta página (…) aparece ya en las Meditaciones del Quijote”1149. Por lo tanto, en los dos textos referidos reconoce tener algunos puntos en común con el autor de La decadencia de Occidente, pero también aprovecha para indicar algo que hace más explícito en otros trabajos de algunos años después: que el pensador alemán cae en un relativismo que él no acepta, entendiendo por tal el hecho de que la circunstancia o ámbito cultural sea más importante que el individuo, y que se comprenda como algo independiente de la iniciativa individual. Ortega escribe en 1924 en diversos lugares que, como sostiene en Meditaciones del Quijote y El tema de nuestro tiempo, existe un dialogo entre el yo y a circunstancia, y entre el individuo y su ambiente cultural. En uno de estos textos afirma retóricamente que “convendría aclarar, señor Spengler” que Europa tiene “una cultura con doble centro de gravitación: uno interno, inconsciente, biológico; otro externo a ella, ideal, ejemplar, que actúa por atracción como una meta”. Aquí avanza su tesis del “hombre gótico”, fundamental en Meditación de Europa de 1949, indicando al mismo tiempo que las ideas influyen tanto como la circunstancia, aunque no puedan deshacerse de ella. Además, en continuidad con Meditaciones del Quijote y España invertebrada, expone en su crítica a Spengler que la historia moderna es fusión de lo germánico particular con lo romano común: “las nuevas Naciones eran la fusión de la clara disciplina mediterránea con la profunda sensibilidad cósmica del germano”; y donde falta equilibrio hay un defecto1150. Sin embargo, aunque en esta interpretación mantenga la idea de que las naciones europeas son fruto de una mezcla entre Norte y Sur, y de que es necesario un proyecto común, modifica la interpretación de lo germánico que aparece con más frecuencia en sus textos, y que ahora trataremos. 1148 ORTEGA Y GASSET, José: “Temas de viaje” (1922), en José ORTEGA Y GASSET: Obras completas. Tomo II…, pp. 485-501, pp. 489, 492, y 498. 1149 Ibid., p. 493. 1150 ORTEGA Y GASSET, José: “Los alemanes y lo infrahumano” (1924), en José ORTEGA Y GASSET: Obras completas. Tomo III…, pp. 703-708, p. 705. La evolución del patriotismo fenomenológico: concreción teórica e intento de puesta en práctica 342 7.1.2. Feudalismo y germanismo (pre)liberal Otro tema tratado en el libro que justifica una lectura en clave liberal es su presentación del pasado visigótico y del feudalismo. Ortega sostiene que España, como Francia, Inglaterra e Italia, comienza a germinar como nación al descomponerse el Imperio romano, y habla en este sentido de tres elementos comunes sobre los que se cimenta la nacionalidad: el factor romano, idéntico a todos, la raza autóctona, íbera en el caso español, y finalmente, el componente germánico. Según el modo en que se hubieran relacionado estos dos últimos elementos se habría desarrollado la nación, pues a su parecer lo germánico es un “poder plasmante y organizador”, una “forma” que como el demiurgo se impuso sobre los autóctonos, la “materia”. Desde esta base, sostiene que los visigodos eran “germanos alcoholizados de romanismo”, un pueblo decadente que por tanto no ejerció su poder sobre los hispano-romanos. En términos históricos, esto significó la ausencia de feudalismo, y de ahí la explicación del nacimiento enfermizo de España, porque para Ortega el feudalismo es origen de los dos conceptos clave de su proyecto político: de la nación, y del liberalismo1151. En efecto, el catedrático retoma las ideas de su tesis Los terrores del año mil, que tal y como vimos hacían del esfuerzo individual feudal el origen del liberalismo y de las naciones europeas. Frente a Roma y su impersonal “Estado municipal”, el “Estado germánico” se basaba en las “relaciones personales y privadas entre los señores”; y de ahí que consideraran que el individuo y sus derechos existían antes que el Estado. En el Imperio, por el contrario, el Estado era concebido como anterior al individuo, y esto es para Ortega una visión equivocada de la política, identificable con la democracia antiliberal. Así puede deducirse del hecho de que hable de “el romano y el demócrata”, como dos tipos humanos identificables, y a los que une su incapacidad para percibir que el “esfuerzo” pueda ser base del derecho. En la línea de la tesis de 1909, Ortega señala que el límite al poder del monarca identifica la libertad feudal y germánica; y casi parafraseando a Renan dice que “esta acción personal de los señores germanos ha sido el cincel que esculpió las nacionalidades occidentales”. Llevando el argumento a su época, Ortega señala que es erróneo considerar que “la fuerza de una nación consiste solo en su unidad”: esto mismo podía lograr la democracia y el principio estatal romano. Pero más importante es partir de la base de que, como en el feudalismo, “la unidad solo es definitivamente buena cuando unifica grandes fuerzas preexistentes”1152. Teniendo en cuenta lo señalado párrafos más arriba, sostiene que la unidad nacional ha de cimentarse sobre regiones y grupos sociales que defiendan sus derechos, sin un Estado absoluto que se pueda considerar anterior a ellos. Ortega desarrollará estas ideas en un texto publicado en 1925: “Notas del vago estío”. Aquí vuelve a oponer el paradigma político clásico con el medieval, señalando que “el Estado antiguo se apodera del hombre íntegramente, sin dejarle resto alguno para su uso particular”. Las “democracias antiguas” tratan de presentarse como ejemplo de la política moderna, pero en el fondo repugnan porque dieron lugar a la “disolución total en el cuerpo colectivo de las Polis o Civitas”. Frente a esto, los castillos se construyeron “para 1151 ORTEGA Y GASSET, José: “España invertebrada”..., pp. 496-497. 1152 Ibid., pp. 499-501. La evolución del patriotismo fenomenológico: concreción teórica e intento de puesta en práctica 343 defender a la persona contra el Estado”, y establecieron el principio político del que emanaría la identidad política europea. Para explicarlo mejor, Ortega ofrece su definición de liberalismo como algo diferente de la democracia, con la que muchas veces se confunde: “Democracia y liberalismo son dos respuestas a dos cuestiones de derecho político completamente distintas”: la primera, a la cuestión de quién ejerce el poder, y la segunda, a la de sus límites. La respuesta que da la democracia a su pregunta, es que el origen del poder está en el pueblo, y la que da el liberalismo a la suya es que los límites están en los derechos previos de la persona. Por tanto, concluye Ortega que existen democracias liberales y liberalismos antidemocráticos: el comunismo bolchevique es el principal paradigma de lo primero, y la rebelión particularista de regiones y grupos sociales podría llevar también al mismo lugar1153. Además, su actitud ante la dictadura de Miguel Primo de Rivera, establecida en 1923, se explica desde este texto, que si bien expone ideas que vino desarrollando desde dos décadas antes, también era circunstancial: Fue aparentemente ambiguo, porque en tanto que persona que era liberal antes que demócrata, consideraba más importante galvanizar las instituciones españolas y afianzar su proyecto nacional, aunque fuera dejando en pausa su legitimización popular. No habla del régimen español como ejemplo de un régimen liberal pero no democrático, pero desde esta perspectiva podría aventurarse que era en lo que pensaba. En “Notas del vago estío” Ortega se define por tanto como partidario de lo que Isaiah Berlin llamará “libertad negativa”, avanzando también su crítica de la “libertad positiva” –que él denomina “democracia” – como un principio que puede llevar al autoritarismo o al totalitarismo1154. Al igual que él se muestra crítico con el republicanismo inspirado en Rousseau, y opta por el modelo liberal que Merquior llama británico, y por esta razón habla de la revolución inglesa por oposición a la francesa desde la base de que la primera fue liberal y la segunda democrática1155. Por otra parte, al tiempo que este texto ayuda a ver la continuidad con España invertebrada en su pensamiento de los años veinte, también nos permite comprender el carácter de su historicismo. Si en el libro de 1922 decía que a la ausencia del factor visigótico se debió la decadencia de España, en el texto escrito en 1925 (y publicado de nuevo en 1927) afirmaba que a godos, francos y borgoñones se debe que Europa conociera el principio liberal. Sostiene que las “burguesías occidentales” no habrían hecho sino imitar a las “viejas aristocracias feudales”, pero no porque existiera algún tipo de ethos o un Volkgeist inmutable o atemporal que se habría manifestado a través del tiempo, tal y como plantean otro tipo de historicismos –por ejemplo el nacionalcatólico–, sino que para Ortega en la Edad Media únicamente se sembraron las semillas que brotarían bajo nuevas circunstancias: “los señores de estas casas monstruosas que llamamos castillos han educado a las masas galorromanas, celtíbera, toscanas para el liberalismo”1156. Esto es, el historicismo orteguiano no es un esencialismo, sino una concreción del giro fenomenológico, que nos muestra porqué la Razón vital evolucionó en Razón histórica: 1153 ORTEGA Y GASSET, José: “Notas del vago estío” (1927), en José ORTEGA Y GASSET: Obras completas. Tomo III…, pp.531-565, pp.541-542. 1154 BERLIN, Isaiah: “Two Concepts of Liberty” (1958), in Isaiah BERLIN: Four Essays On Liberty, Oxford, Oxford University Press, 1969, pp.118-172. 1155 ORTEGA Y GASSET, José: “Notas del vago estío”…, p. 543. 1156 Idem. La evolución del patriotismo fenomenológico: concreción teórica e intento de puesta en práctica 344 para entender cualquier realidad se ha de estudiar en su circunstancia, que es histórica y no una utopía abstraída de espacio y tiempo. Al afirmar que el liberalismo se configura en la Edad Media, está sosteniendo algo parecido a Max Weber al escribir que el capitalismo se originó en el protestantismo (La ética protestante y el espíritu del capitalismo, 1905), o Jacob Burckhardt al indicar que el individualismo moderno proviene del Renacimiento (La cultura del Renacimiento en Italia, 1860): defiende que las nociones y categorías de una cultura o sistema de ideas devienen de otras preexistentes, que pueden ser fruto de una secularización de categorías religiosas (caso de Weber), o de difusión de actitudes y hábitos mentales a espacios distintos de los que las habían forjado (en Burckardt). En el caso de Ortega, la libertad negativa es un principio que se habría desarrollado desde la práctica política feudal, de forma espontánea y no como aplicación de una teoría, y que se habría ampliado hasta círculos mayores de la sociedad hasta incluir entre los siglos XIX y XX a toda la nación. Afirma que “donde el germanismo no ha llegado, no ha prendido el liberalismo”1157, dando a entender que el liberalismo requiere de una mentalidad con una serie de valores como un prerrequisito para poder desarrollarse. Por eso en España invertebrada da respuesta a la decepción con las masas afianzada desde 1917, al hecho de que el odio y el rencor que derivan en la acción directa reinen en sus compatriotas: la verdadera decadencia española la supone el hecho de que no se generara una cultura política pre-liberal que hiciera más fácil la difusión de la de carácter propiamente liberal. De ahí que la pedagogía social de las masas sigua siendo necesaria, pero que explique su importancia desde la historia. Por otro lado, al hablar de España invertebrada es obligado hacer referencia al sentido del título del libro. Ya había empleado el concepto con anterioridad, en un texto de 1912 que da las claves del concepto: en “Ni legislar ni gobernar” se refiere al hecho de que la descentralización era la única solución “a la existencia invertebrada de nuestra nación”, y define este nombre utilizando otro que es recurrente desde la etapa neokantiana, el de “organización”. Al parecer de Ortega, para dirigir la nación se ha de presuponer su existencia, “que se halla en lo esencial organizada, que pasa al través de ella un sistema de trabadas vértebras”. La solución para lograrlo no es únicamente la armonización de las distintas regiones, sino también de los dos grupos que componen la sociedad, masas y élites: si “aún no está organizada la nación”, es porque hacen falta “los organizadores, los burócratas competentes y entusiastas”1158. Define así a la minoría selecta desde dos nociones que emplea mucho en los años en torno a España invertebrada, y en el libro: la “competencia” y el “entusiasmo”, que es sinónimo de la sugestión que busca en el proyecto de vida en común. El concepto de vertebración de España es así una forma de explicar la idea de organización desde una metáfora biologicista, que pese al cambio de significante tiene el mismo significado de antes: la firme creencia en Ortega de que la nación es un compuesto de masa y minoría. No puede sostenerse que se integra en una cultura política de darwinismo social, según dicen algunos autores que se indican en el estado de la cuestión, porque –además de que su mencionado aprecio de las teorías de von Uexküll le llevaron a oponerse a las tesis de Darwin– cuando habla de España como un organismo lo hace en 1157 Idem. 1158 ORTEGA Y GASSET, José: “Ni legislar ni gobernar”…, pp. 560 y 563. La evolución del patriotismo fenomenológico: concreción teórica e intento de puesta en práctica 345 un sentido metafórico, y así lo reconoce él mismo en 1924 al remitirse a España invertebrada para decir que allí mostró que no existe una semejanza entre la “sociedad histórica” y las “sociedades animales”: lo que determina a la primera, manifestada en forma de nación entre otros tipos de agrupación, es la “estructura estable”, que se basa en la docilidad de la masa y la ejemplaridad de sus minorías: “la sociedad nace de la atracción superior que uno o varios individuos ejercen sobre otros”, y por ello el “instinto social” es “un impulso de docilidad que unos hombres sienten hacia otro en algún sentido ejemplar”1159. En definitiva, las nociones de organización –que aparece dese la etapa neokantiana– y vertebración –desde 1912 y con más fuerza en el libro de 1922– se manifiestan en la definición de la nación como una “masa humana organizada, estructurada por una minoría de hombres selectos”1160. Es una definición que aparece también en otro interesante artículo del mismo mes en el que se puso a la venta el libro. Allí decía que “una nación es un pueblo organizado por una aristocracia”. No emplea el concepto despectivo de masa, pero sí que evidencia el elitismo al hablar del pueblo como una entidad que requiere de la “clase intelectual” o “minoría selecta” para hacerse nación, y al atribuir al significante “pueblo” el significado que da a la “masa” en España invertebrada: “si «pueblo» es espontaneidad y abandono, aristocracia es disciplina y régimen”. Recurre también a su idea de la vida, como “tener quehacer, una misión, una empresa, una tarea”, en lo que es una apuesta por una visión liberal de la sociedad porque indica que cada uno desde su esfuerzo puede llegar a ser minoría1161. Esta concepción de la minoría directora como una aristocracia recuerda al artículo de 1913 “Socialismo y aristocracia”, y no en vano el socialista Luis Araquistáin comentó uno de los artículos que compondrían España invertebrada afirmando que “es inevitable aceptar su idea básica: toda sociedad humana es una masa de hombres organizada y dirigida por una minoría selecta”. En unos términos que recuerdan al ex- socialista Robert Michels, señalaba que incluso las organizaciones más democráticas acababan organizándose en este sentido, y coincidía con Ortega al sostener que el problema de España era la ausencia de una “aristocrática dirección”. Pero indirectamente le lanzaba un reproche, al decir que en España sí que existía una “aristocracia del espíritu” y que, en lo que es una alusión al Partido Reformista, “incluso se organizaron hace años en un partido de gobierno”. No obstante, habían fallado por falta de comunicación, y de ahí concluía que no bastaba con la organización, sino que hacía falta también la comunicación con las masas1162. Sin embargo, durante estos años el filósofo se centró más en elaborar su teoría y cuando más adelante fundó la Agrupación al Servicio de la República, siguió centrándose en las minorías aunque también tratara de incluir a los socialistas en su proyecto. 1159 ORTEGA Y GASSET, José: “No ser hombre ejemplar” (1924), en José ORTEGA Y GASSET: Obras completas. Tomo III…, pp. 475-49, p. 475 1160 ORTEGA Y GASSSET, José: “España invertebrada”…, p. 479. 1161 ORTEGA Y GASSET, José: “Imperativo de intelectualidad” (1922), en José ORTEGA Y GASSET: Obras completas. Tomo III…, pp. 383-385, pp. 384-385. 1162 ARAQUISTÁIN, Luis: “Aristocracia y acción”, La Voz, 6 de febrero de 1922. También el año pasado había escrito algo similar al tenor de los artículos de El Sol que trataban el tema. Vid.: ARAQUISTÍAN, Luis: “La necesidad de una crítica”, El Pueblo, 27 de febrero de 1921. La evolución del patriotismo fenomenológico: concreción teórica e intento de puesta en práctica 346 Araquistáin mencionaba también un problema que Ortega desarrolla en su libro y que se incluye en su idea de vertebración: el de la falta de docilidad de las masas. No en vano, uno de los capítulos más importantes del libro publicado en 1922 es “Ejemplaridad y docilidad”, donde desarrolla las ideas que conducen a la definición de la nación como suma de masa y élite. El tema de la ejemplaridad de las minorías selectas es utilizado por Ortega para exponer su idea del Poder, en un sentido que también enlaza con una determinada visión del liberalismo, en esta ocasión distanciándole de la tradición británica del utilitarismo y de otras visiones contractualistas. De acuerdo con el filósofo, existen tres principios de organización de la sociedad: el de la fuerza, el de la utilidad, y el de la ejemplaridad, que llama también “festivo” o “deportivo”. Según su teoría, lo que une a los seres humanos y cimenta su unidad es el entusiasmo que sienten los “inferiores” ante los “mejores”, que son perfeccionados por ellos. Recurriendo a la vieja distinción entre la auctoritas y la potestas, se podría afirmar que para Ortega lo esencial es lo primero, y por ello afirma que fuerza y utilidad son añadidos a la sociedad ya cimentada por el entusiasmo. Uno de los primeros textos donde define el “paisaje deportivo” por oposición al “paisaje utilitario” es de 1920, y en él habla del entusiasmo como base de la pedagogía, a través del mito1163. En este sentido, Sánchez Cámara resalta la importancia del concepto de “entusiasmo”, que etimológicamente significa “endiosarse”, y por ello según él mostraría la posibilidad que el elitismo orteguiano ofrece al hombre medio para elevarse de la masa1164. Así, Ortega reelabora su visión de la nación como una religión laica, hablando por tanto de la transfiguración desde unos ideales o arquetipos, y recurre a la antropología para señalar que a través de ritos religiosos se afianzó esta situación en el principio de los tiempos. A diferencia de la etapa neokantiana, Ortega enfatiza el carácter de los grandes individuos en esta labor, y recuerda –de forma más desarrollada en La rebelión, pero ya en España invertebrada– que ser masa o minoría selecta es cuestión de formación intelectual y no económica o de herencia1165. 7.1.3. El papel de lo femenino dentro de la sociedad “festiva”: la teoría orteguiana de la mujer y su papel nacionalizador Este modelo que Ortega llama “festivo” o “deportivo” lo desarrolló con más detalle en “El origen deportivo del Estado”, publicado por primera vez en 1925. Su tesis básica es la de que el Estado surgió en el principio de los tiempos cuando un grupo de jóvenes abandonaron sus familias para ir a buscar mujeres, creando así una nueva agrupación política. Con esta interpretación, daba un nuevo significado al planteamiento que vimos en “El manifiesto de Marcela” de 1905, recurriendo ahora no a la meditación sugerida por una novela, sino a estudios de la antropología. Por tanto, aunque pueda ser discutible la veracidad de esta concepción, lo importante es que la intención de Ortega sigue siendo la de hacer una “ciencia del fenómeno España” (“Estado”, en este caso concreto, en lo que por otro lado es una muestra de cierta contradicción de términos, donde el proyecto común ahora no se vincula con la idea de nación, a menos que se entienda que hablamos del Estado-nación): no únicamente recurrió a la ciencia histórica, sino también a la 1163 ORTEGA Y GASSET, José: “EL Quijote en la escuela” (1920), en José ORTEGA Y GASSET: Obras completas. Tomo II…, pp. 401-430, pp. 419-421 y 425-427. 1164 SÁNCHEZ CÁMARA, Ignacio: La teoría de la minoría selecta…, p. 6. 1165 ORTEGA Y GASSET, José: “España invertebrada”…, pp. 489-493. La evolución del patriotismo fenomenológico: concreción teórica e intento de puesta en práctica 347 antropológica, según muestran también muchos textos de la época inmediatamente posterior a España invertebrada, como los artículos sobre León Frobenius o “Las Atlántidas”, ambos de 1924. León Frobenius es un autor muy interesante para entender el pensamiento de Ortega y conviene una breve referencia antes de continuar con “El origen deportivo del Estado”. En 1924 visitó la Residencia de Estudiantes para dar un curso, y aprovechó el filósofo para publicar una serie de textos en los que expuso sus ideas. Pero seguramente ya lo conocía de antes, como muestra el hecho de la afinidad con algunas de las ideas de 1914 y 1922, y que en la Biblioteca de la Fundación se conservan algunos libros que podría haber leído para entonces, como Und Afrika sprach (La voz de África), de 1912. Después de recorrer este continente en varios viajes que realizó desde 1904, Frobenius aplicó el concepto de Völkergedanken, acuñado por Adolf Bastian, a sus investigaciones. Ortega lo traduce como “ideas étnicas o nacionales”, y lo opone a la postura defendida por “mis maestros marburgueses”, o neo-fichteanos como Rickert, quienes creían que existía una cultura universal. Para él, esto serían “sórdidas utopías” del idealismo, y ante esto opone la necesidad de buscar una “nueva síntesis de la vida”1166. Por tanto, encuentra en la antropología de este arqueólogo una herramienta para aplicar a la sociedad el proyecto filosófico de El tema de nuestro tiempo, y desarrollar el del libro de 1914. Frobenius avanzó la idea de que las culturas eran “organismos vivos”, tal y como luego propusieron Oswald Spengler y también Ortega con ciertos matices: “en mis Meditaciones del Quijote de 1914 llegaba yo muy cerca de esta idea –digo muy cerca porque, a mi juicio, solo con importantes imitaciones es verídica la doctrina”. Lo que le interesa de la antropología orgánica es que mostraba que lo cultural (entendiendo por ello no únicamente utensilios, también las instituciones estatales y las religiones) no era separable de las manifestaciones vitales del pueblo en que habían surgido. Lo orgánico se entiende como una equivalencia etnológica de la idea de “mundo circundante” de Uexküll o su “circunstancia” filosófica. Una relación entre la vida que tiene unas necesidades que le impone el entorno y el hombre que responde con artefactos culturales. En este sentido, otro concepto de Frobenius es Kulturkreisleher, “teoría de los ámbitos culturales”, que Ortega dice querer aplicar a la historiografía1167. También de 1924 es otro texto donde el filósofo desarrolla estas ideas, citando tanto a Frobenius como a von Uexküll. Allí habla de que la sociedad orgánica no es estática, sino que se amplía a partir del “paisaje vital” porque “la vida es, esencialmente, un diálogo con el contorno”. En este texto traduce también la Kulturkreisleher como principio de “círculos culturales”, lo que estrecha la relación con la noción de circunstancia y plantea que dicha idea lleva a entender que la cultura no es universal y evolutiva, sino derivada del contexto. Frente al “unitarismo utópico”, las ciencias de comienzos del siglo XX demostraban al parecer de Ortega el “pluralismo universal” 1168. Esta interpretación de las relaciones entre cultura y vida permite comprender también el significado del 1166 ORTEGA Y GASSET, José: “Las ideas de León Frobenius” (1924), en José ORTEGA Y GASSET: Obras completas. Tomo III…, pp. 655-662, pp. 658 y 662. 1167 ORTEGA Y GASSET, José: “La etnología y la historia. A propósito de las conferencias de Frobenius en Madrid” (1924), en Ibid., pp. 673-677, pp. 674 y 677. 1168 ORTEGA Y GASSET, José: “Las Atlántidas” (1924), en Ibid., pp. 743-774, pp. 754, 760, y pp. 763- 764. La evolución del patriotismo fenomenológico: concreción teórica e intento de puesta en práctica 348 organicismo de España invertebrada, puesto que tal y como indica en todos estos textos de 1924, desde 1914 viene definiendo ideas similares. En “El origen deportivo del Estado” esta noción del artefacto cultural como respuesta concreta a una demanda de la circunstancia se complementa con nociones como “entusiasmo” e “incitación”, que equivalen a la “sugestión” del proyecto nacional y son al mismo tiempo una derivación más de la teoría del amor de Ortega. Pero el elemento fundamental del texto es que trata de mostrar que la base del Estado no fue la familia, sino más bien al revés. La tradición aristotélica y tomista había indicado lo primero, y Mommsen señaló lo mismo. Frente a ello, intelectuales como el antropólogo Lewis H. Morgan en La sociedad primitiva (1881), Friedrich Engels en El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado (1884), o el español Manuel Sales y Ferré en El hombre primitivo y las tradiciones orientales (1881), trataron de mostrar que el orden era el contrario1169. Para Ortega en concreto, la primera forma de asociación fue el “casino de jóvenes”, un ente en el cual se proyectaban dos de las modalidades posibles de la circunstancia humana: la masculinidad y la juventud. En ambas la vitalidad es el elemento fundamental, y de ahí que el movimiento en que consiste la vida no se base en la causación, sino en la “incitación”. Este se habría dado esencialmente ante el estímulo femenino, pues no en vano “consta por el Génesis que la mujer no está hecha de barro como el varón, sino que está hecha de sueño de varón”1170. Nelson Orringer advierte que esta cuestión está también enmarcada en un entorno en el que la psicología es una de las ciencias más importantes y difundidas, y en cuyo seno la sexualidad como elemento explicativo del comportamiento humano es fundamental. Tanto E. Luka como S. Freud en Tótem y Tabú (1913) plantearon el mecanismo psicológico en base al cual los grupos masculinos primitivos constituyeron la primera forma de Estado al buscar el contacto con mujeres ajenas. Para ello se basaban en los estudios de antropólogos como H. Schurtz, autor de Clases de edad y ligas masculinas. Una presentación de las formas fundacionales de la sociedad (1902), y abrieron las puertas a planteamientos historiográficos como los estudios sobre el feudalismo de Marcel Granet o la teoría del “homo ludens” de Huizinga, muy similar a la del “hombre deportivo” que presenta Ortega en su artículo de 19251171. No en vano, en 1939 Ortega elogiará por carta el libro publicado un año antes por el historiador holandés, asegurándole que le encontraría un editor porque creía imprescindible su publicación en España1172. Esta dualidad entre lo masculino y lo femenino como elemento socializador fue planteada anteriormente por Johan Bachofen, autor de El matriarcado: una investigación sobre la ginecocracia en el mundo antiguo según su naturaleza religiosa y jurídica (1861). Aquí presentaba su teoría del Mutterrecht o Matriarcado, atribuyendo también al hombre el origen del Estado, pero no desde un sentido vitalista, sino muy por el contrario, 1169 LLANO ALONSO, Fernando H.: El Estado…, p . 39. 1170 ORTEGA Y GASSET, José: “Dinámica del tiempo” (1927), en José ORTEGA Y GASSET: Obras completas. Tomo IV..., pp. 55-74, p. 70. 1171 AGUILAR, Enrique: Nación y estado…., pp. 159-161. 1172 ORTEGA Y GASSET, José: “Carta a Johan Huizinga. Coimbra, 4 de mayo de 1939”, en Fundación Ortega-Marañón, Fondo JOG, CD-H/61, ID: 9184. La evolución del patriotismo fenomenológico: concreción teórica e intento de puesta en práctica 349 racionalista. Para el profesor de Basilea, ante el libertinaje promiscuo, el sexo femenino constituyó la familia como elemento de autoprotección, tratando de canalizar el impulso libidinoso del hombre desde vínculos erótico-espirituales. La familia sería así previa al Estado, que por el contrario encarnaría la racionalidad, impuesta después por el varón para dominar, y no refinar, la naturaleza. Según Schorske, lo importante de esta teoría es que “abrió el mundo reprimido de Eros y Tánatos a la conciencia histórica del hombre moderno”1173. Aunque Ortega negaba que la familia fuera previa al Estado, reconocía la valía de Bachofen y le reconocía en un texto de 1923, reeditado en 1927, como el creador con su idea de matriarcado de la idea más importante de la etnología1174. Este artículo suscitó una interesante reflexión por parte del republicano aragonés Manuel Marraco, que le escribió tratando de aplicar a la historia de España la antropología del escritor suizo. En unos términos etnicisas, ponía el ejemplo de las diferencias entre los habitantes de Utebo y Monzalbarba diciendo que los primeros provenían de los vascones. Por eso eran rubios, y de carácter individualista, lo que se traducía en que fueran sindicalistas; frente a los segundos, morenos y contrarios al derecho de propiedad, lo que se traducía en que entonces fueran comunistas. “Los creo bereberes sin mezcla de importancia que hayan alterado el tipo étnico”, pertenecientes a “un tipo humano más primitivo” que se manifestaba en la ginecocracia o gobierno de la mujer. Marraco sostenía que una de las razones de la división de España estaba en que, estando incomunicadas muchas regiones, se acusaran las diferencias que podían ayudar a entender la geografía y la geología. Según el aragonés, habría que pasar a la androcracia o gobierno de los hombres, “que ya se revela en regiones más avanzadas, que por eso gobiernan a todas”1175. Ortega no contestó a esta carta, o no se conserva, ni tuvo en cuenta las sugerencias. Pero es interesante porque la contraposición nos indica la percepción que él tenía: según su visión, y al contrario de lo que Marraco parece sostener, no existía una deuda milenaria con respecto a unos caracteres étnicos. La antropología ayudaba a entender cómo funcionaban las relaciones humanas, pero lo importante para el madrileño son más bien los principios que encarnaban los seres primitivos –el mecanismo de ejemplaridad a través de los sexos–, que formas de gobierno y de relación entre ellos que supuestamente permanecían durante siglos. Además, Marraco parece cercano al darwinismo social, en tanto que sugiere diferencias motivadas, además de por la etnia, por la adaptación diferenciada al paisaje. Para el filósofo, desde otra postura biológica, es el paisaje el que se amolda a la acción del hombre. En esta línea, a Ortega no le interesa tanto definir cómo el carácter actual es heredero del de los hombres primitivos, sino estudiar las instituciones en que se proyectan los principios encarnados originariamente. Interpreta así la mitología de Grecia y Roma. Según vimos que señaló en 1915, decía que los mitos reflejan la esencia de una sociedad, y de ahí que sea posible encontrar elementos relativos a la cuestión del origen deportivo 1173 SCHORSKE, Carl Emil: Pensar con la historia…, p. 122. 1174 ORTEGA Y GASSET, José: “Oknos el soguero” (1927), en José ORTEGA Y GASSET: Obras completas. Tomo IV…, pp. 187-192, p. 189. 1175 MARRACO, Manuel: “Carta a José Ortega y Gasset. Zaragoza, 11 de septiembre de 1923”, en Fundación Ortega-Marañón, Fondo JOG, C-96/28, ID: 1328. La evolución del patriotismo fenomenológico: concreción teórica e intento de puesta en práctica 350 del Estado tanto en la etimología como en la mitología propiamente dicha. En relación con lo primero, antes que la polis griega existían la file, una tribu guerrera, la fratría o hermandad, y la hetairía o compañía; y en Roma la institución de los cónsules estaba conformada por aquellos que “bailan juntos” (“con-sul”) antes del rito varonil, y que además viven en la Curia o “co-varonía”. Al mismo tiempo, el rapto de Helena de Troya o el mito de las Sabinas remitiría a un origen no utilitario del Estado, basado en la simple excitación juvenil, al igual que fiestas romanas como la Lupercalia, precedente del día cristiano de San Valentín, o la cena ritual coena saliorum de los salii (de salire, “danzar”)1176. Al contrario de lo que dice Bachofen, el varón es para Ortega principio de vitalidad, y por ello el rapto de mujeres no está ligado a la racionalidad, pues el estudio del pasado y de la biología indicarían que “nace la guerra como medio al servicio del amor”1177. Además con esto se integra en el ya mencionado contexto intelectual del “manly nihilism” definido por Mansfield. Pero al mismo tiempo, el igualmente mentado Zeitgeist de exaltación de la juventud se manifiesta en un Ortega que, defendiéndola, quiere también equilibrarla. En este sentido, el Senado romano es reflejo de una “asociación de viejos” que nace también como mecanismo protector, y que genera un Estado en el que se da un equilibrio entre los cuatro principios, el juvenil y el senil, el vitalista y el racional1178. Esto enlaza con teorías como la de Maquiavelo, y es también un reflejo del raciovitalismo orteguiano en tanto que síntesis del método filosófico1179. En efecto, Lasaga llama la atención acerca de que la “ética deportiva” es precisamente la consecuencia de tratar de superar la Razón pura, a través de una Razón vital en la que se sintetizan idealidad y realidad, y donde se plantea como eje de actuación el ethos y no la norma1180. La visión nihilista de la masculinidad –esto es, como creadora de valores frente a la pasividad de la mujer– se inserta en una dualidad que Georg Simmel expuso en varios artículos escritos entre 1911 y 1919, que la Revista de Occidente publicó con el título “Lo masculino y lo femenino” en noviembre de 1923. Según Ortega, era el “análisis más agudo y penetrante de las diferencias entre la psicología del hombre y de la mujer” hasta la fecha1181. Una de sus tesis básicas es precisamente la identificación del hombre con la acción y de la mujer con lo pasivo, o lo que es lo mismo, que el hombre es un “hacer” y la mujer un “ser”. Es una idea que Ortega irá desarrollando en textos de estos años: los más importantes culminarán en Estudios sobre el amor, publicado como libro en 1941 (en alemán en 1933), pero basado en artículos que aparecieron en El Sol entre 1926 y 1927, y en La Nación a partir de 1925. No obstante, su tesis básica ya está definida mucho antes de redactar el artículo de 1925, o de la España invertebrada donde lo refiere de 1176 ORTEGA Y GASSET, José: “El origen deportivo del Estado” (1925), en José ORTEGA Y GASSET: Obras completas. Tomo II…, pp.705-719, p. 719. 1177 Ibid., p. 713. 1178 Ibid., p. 715. 1179 Según describe Maquiavelo en El Príncipe, una buena política requiere de la simbiosis entre el elemento juvenil y el senil, pues el primero debe aportar energía y el segundo experiencia en el marco de un equilibrio cuyo paradigma es el de Alejandro Magno y Aristóteles. 1180 LASAGA MEDINA, José: José Ortega y Gasset (1883-1955): Vida y filosofía, Madrid, Biblioteca Nueva: Fundación Ortega y Gasset, 2003, pp. 70-71. 1181 ORTEGA Y GASSET, José: “[Nota a «Lo masculino y lo femenino» de Jorge Simmel]” (1923), en José ORTEGA Y GASSET: Obra completas. Tomo III…, p. 556, p. 556. La evolución del patriotismo fenomenológico: concreción teórica e intento de puesta en práctica 351 forma implícita (al hablar de la sociedad festiva frente a la contractual). Aparece en “El manifiesto de Marcela” (1905) y en otros muchos textos. En 1911 por ejemplo, escribió que el robo es admiración hacia lo bello, y que desde esta idea, en la mujer como ente hermoso “la incitación al rapto se potencia” porque “puso Dios en el mundo a la mujer para que fuera arrebatada”. Desde aquí, hablaba de la mujer como un elemento ideal que ejercía una “influencia socializadora” sobre el hombre al mostrarle la perfección que le denunciaba en sus límites1182. Aunque cronológicamente sea adelantar ideas, es relevante traer a colación las reflexiones de Ortega en 1927, porque en ellas culmina teóricamente su interpretación del papel nacionalizador de las mujeres. Para entenderlo hay que partir de un concepto que también es clave en Ortega, el de “elección”. Lo es, por un lado, porque su liberalismo también se fundamenta en el hecho de que la persona por su propia esencia tenga que elegir siempre, dado que al no tener instintos como los animales está obligado a interpretar las posibilidades de su circunstancia en base a un proyecto. En 1911 ya escribió que es “nuestro corazón una máquina de preferir. Nos pasamos la vida eligiendo entre lo uno o lo otro”1183. Desde la misma perspectiva, en el texto escrito en 1927 escribe que “el corazón, máquina de preferir y desdeñar, es el soporte de nuestra personalidad”, y que por ello “en la elección de amada revela su fondo esencial el varón”1184. Esto mismo decía en el capítulo de España invertebrada que da la clave sobre el segundo sentido que tiene en Ortega la idea de elección: finaliza “Ejemplaridad y docilidad” diciendo que “el dato que mejor define la peculiaridad de una raza es el perfil de los modelos que elige, como nada revela mejor la radical condición de un hombre que los tipos femeninos de que es capaz de enamorarse”1185. La minoría selecta es una élite, concepto que como vimos procede de “elegir” o “seleccionar”: la de aquellos que se han elegido a sí mismos, pero también la de quienes son elegidos por otros. Aunque no lo desarrolle, intuye Ortega en este comentario que la mujer es creadora de élite al seleccionar y preferir una serie de tipos masculinos, porque esta es la contraparte de la aseveración de que el hombre elige determinados tipos femeninos. Es en “Estudios sobre el amor” donde lleva a sus últimas consecuencias este breve comentario de España invertebrada, que en “El origen deportivo del Estado” se expone desde la antropología. Allí indica que en el mundo civilizado, donde ya no se rapta a las mujeres, se compite por ellas. Son un ideal, que exige para el varón que se esfuerce, se seleccione a sí mismo para alcanzarla. De ahí que tengan un papel social en la configuración de las minorías selectas, y que se pueda reconstruir la historia de una sociedad a través de la reconstrucción de los modelos escogidos en el pasado. Ortega enfatiza su idea de las generaciones en estos años, y sostiene que el punto de vista, el arquetipo deseado, no es solamente individual, sino también generacional. Por ello, “un esquema cuidadoso e implacable de lo que es la archimujer española arrojaría pavorosas luces sobre las cavernas secretas del alma peninsular”. Y a la vez, contribuiría a la 1182 ORTEGA Y GASSET, José: “La Gioconda” (1911), en José ORTEGA Y GASSET: Obras completas. Tomo II…, pp. 132-138, pp. 132 y 134. 1183 ORTEGA Y GASSET, José: “Tierras de Castilla” (1911), en Ibid., pp.185-191, p. 187. 1184 ORTEGA Y GASSET, José: “Estudios sobre el amor” (1939), en José ORTEGA Y GASSET: Obras completas. Tomo V…, pp. 455-524, pp. 499-500. 1185 ORTEGA Y GASSET, José: “España invertebrada”…., p. 493. La evolución del patriotismo fenomenológico: concreción teórica e intento de puesta en práctica 352 regeneración de la nación el que fueran capaces de escoger a los mejores, porque de ellas dependen las “instituciones políticas”. Cada mujer educada incidiría en cada “hombre medio”, y “por pequeño que sea el cambio de tendencia vital, ampliado sobre la vida media de toda la nación, traerá, ineludiblemente, una transformación gigantesca de España”. En esta ocasión Ortega sí que se muestra partidario de Darwin, para hablar de la selección sexual, y sostener desde ella esta teoría. Si la mujer no se enamora de los genios, afirma, no colaborará en el “perfeccionamiento de la especie”, que irán desapareciendo en favor de los mediocres1186. Al prologar La redención de las provincias en 1931, Ortega señalaría que la vida política sobre la que quería influir partía de la vida privada, de la “intimidad del hombre medio”. Y después añadía que años de experiencia y reflexión sobre “nuestra existencia peninsular” le habían llevado a concluir que, en gran medida, la mujer era causa de “no pocas insuficiencias del temple español”. Nadie había llamado la atención sobre este aspecto, según decía, y le parecía importante indicarlo aunque no pudiera desarrollarlo por falta de espacio. Más adelante, en el mismo libro, hace un comentario en el que da la clave de su interpretación, al decir que “la mujer tiene que colaborar, no administrando el voto electoral, sino con la certera administración de sus sonrisas. Si se logra que la mujer prefiera otro tipo mejor de español, está medio ganada la partida” 1187. Una noción que está en la línea de lo que aparece en Estudios sobre el amor, pero sobre la que ya había escrito en 1924. En términos casi idénticos, aseveró entonces que “es increíble que haya mentes lo bastante ciegas para admitir que pueda la mujer influir en la historia mediante el voto electoral y el grado de doctor universitario tanto como influye por esta su mágica potencia de ilusión”. Según Ortega, el sexo femenino es el principal “aparato de selección”, en tanto que los hombres de todas las edades se ajustan al ideal creado por la mujer. Ortega critica al “feminismo” porque no se da cuenta de lo que, a su juicio, es la verdadera función de las mujeres: “a mi juicio, es esta la suprema misión de la mujer sobre la tierra: exigir, exigir la perfección del hombre”. Las mujeres, si actúan conforme a su vocación, pueden marcar el destino de una nación: pueden encontrar las “capacidades latentes en cada pueblo”, pues “las siluetas del eterno femenino se elevan al cenit de las constelaciones, preestableciendo los destinos étnicos”1188. En cierto sentido Ortega matiza de esta manera el planteamiento de la ideología liberal desarrollada en el siglo XIX, en virtud de la que al hombre le correspondía lo público y a la mujer lo privado. Aunque él asuma esta misma dicotomía, no escribe en ningún momento que la mujer tenga como única función el cuidado de los hijos y las labores domésticas, y aunque no le parezca lo esencial, no niega el derecho a voto ni la educación universitaria. Aunque parezca contradictorio, el hecho de que su principal función fuera de seleccionadora de élites, y así de nacionalización, implicaba que fuera educada y cultivada, y por eso en el último texto arriba citado habla con aprecio de las mujeres de las cortes europeas. Por ello, tuvo numerosas discípulas, y siempre una gran afluencia de público femenino en sus conferencias, lo que demuestra que no se le concebía como 1186 ORTEGA Y GASSET, José: “Estudios sobre el amor”…, pp. 518, 520, y 523. 1187 ORTEGA Y GASSET, José: “La redención de las provincias”…, pp. 668-669, y 690. 1188 ORTEGA Y GASSET, José: “Epílogo al libro De Francesca a Beatrice” (1924), en José ORTEGA Y GASSET: Obras completas. Tomo III…, pp. 725-741, pp. 732-734, y 738. La evolución del patriotismo fenomenológico: concreción teórica e intento de puesta en práctica 353 alguien misógino. Aunque parece ser que los “Estudios sobre el amor” no gustaron mucho a algunas de sus amigas1189, lo cierto es que siempre fue muy apreciado por mujeres. Ya vimos que la prensa resaltó su afluencia en la conferencia de “Vieja y nueva política”, y lo mismo ocurre en otros casos. En la Fundación Ortega se conservan diversas cartas de chicas que le escribieron después de haberle escuchado: en 1916 por ejemplo, una chica bonaerense le escribió entusiasmada por haberle despertado “sensaciones e ideales” que no conocía1190; y también desde Argentina, con ocasión de la conferencia “Meditación de la Criolla” en 1939 una cantidad considerable de mujeres contactaron con él en este mismo sentido. Por poner algún ejemplo, una tal Elisa Rodríguez le envió una poesía de agradecimiento, y Ernestina Ochoa de Chaves le daba las gracias “interpretando seguramente el sentir de todas las mujeres criollas de mi patria”1191. Todas estas chicas eran universitarias con gustos intelecutales, y esto es relevante también en el contexto de ampliación de la inserción pública de la mujer en España. Según recuerda Julián Marías, comentando su experiencia como discípulo de Ortega en los años treinta, en su clase había dos tercios de chicas. La Facultad de Filosofía fue pionera para la inserción de la mujer en la vida pública, puesto que a pesar de que, según el discípulo, las familias aceptaran con más facilidad que sus hijas estudiaran una carrera como filosofía por ser más vocacional que profesional, de ella salieron profesoras y escritoras influyentes. Además, estas mujeres son descritas por Marías en unos términos que seguramente su maestro vería como propios de buenas “seleccionadoras”: guapas y refinadas, por lo que en cierto sentido obligaban a los chicos a ser educados porque tenían en mucha estima su dignidad y se ofendían si les insinuaban que únicamente estudiaban para encontrar marido1192. También conviene aclarar que Ortega no solamente influyó en la formación de las mujeres españolas desde el ámbito universitario. En 1922 le escribió Francisca Bohigás, una estudiante que tras leer “Biología y Pedagogía” decidió viajar con la JPAE y después crear una escuela de párvulos1193. Esta es una cuestión importante, porque como catedrático de la Escuela Superior de Magisterio que había sido desde 1909, transmitió sus ideas a mujeres como María de Maeztu, que según vimos consideraba su hermano la 1189 El duque de Alba le escribía en 1925, por tanto, cuando habían aparecido en La Nación argentina algunos de los artículos que compondrán el libro, diciéndole que algunas señoras reclamaban un encuentro para rebatirle sus ideas, y a tal efecto ofrecía una cena como “campo de batalla”. Vid.: ALBA, Duque de: “Carta a José Ortega y Gasset. Madrid, 26 de mayo de 1924”, en Fundación Ortega-Marañón, Fondo JOG, C-55/14, ID: 1476. 1190 ANÓNIMA: “Carta a José Ortega y Gasset. Buenos Aires, 17 de septiembre de 1916”, en Fundación Ortega-Marañón, Fondo JOG, C-89/65a, ID: 742. La afluencia de mujeres en las conferencias de 1916 se inscribe dentro de un contexto en el que se estaba debatiendo su presencia pública. Así por lo menos lo interpetó desde Caras y Caretas Mercedes Moreno, que hablaba del escándalo que previamente a la partida del filósofo provocó otro evento que nada tenía que ver con su visita: en una carrera de caballos las mujeres de los organizadors acompañaron a estos, causando un escándalo entre quienes consideraban que debían reducir su presencia a la vida privada. Conectando este hecho con la visita de Ortega, se preguntaba si se habría dado cuenta de que la mujer argentina estaba ganando presencia pública, lo que a su juicio era un elemento del carácter nacional que el catedrático había pasado por alto. Vid.: MORENO, Mercedes: “Notas sociales”, Caras y Caretas, 2 de diciembre de 1916. 1191 OCHOA DE CHAVES, Ernestina: “Carta a José Ortega y Gasset. Buenos Aires, 30 de noviembre de 1939”, en Fundación Ortega-Marañón, Fondo JOG, C-122/92, ID: 4287. 1192 MARÍAS, Julián: Una vida presente…, pp.77 y 89. 1193 BOHIGÁS, Francisca: “Carta a José Ortega y Gasset. Madrid, 12 de noviembre de 1922”, en Fundación Ortega-Marañón, Fondo JOG, C-95/2a, ID: 1150. La evolución del patriotismo fenomenológico: concreción teórica e intento de puesta en práctica 354 iniciadora de una auténtica revolución en el norte de España, y que fundó la famosa Residencia de Señoritas en 1915. Por otro lado, el hecho de que fuera a comienzos de los años treinta cuando las mujeres comenzaron a entrar en la Facultad de Filosofía de forma masiva se debe al hecho contextual de la II República, que más abajo se tratará. En relación con el tema que nos ocupa, se ha de indicar en este epígrafe que no por casualidad las principales actuaciones que tienen con ver con la participación de Ortega en la cuestión femenina se dan en esta etapa. Parar empezar, existe un hecho revelador, y es que, frente a lo que vimos en 1914 con la Liga de Educación Política, en su heredera, la Agrupación al Servicio de la República, tenemos evidencia de la presencia femenina, aunque fuera mínima. Juliana Izquierdo, ayudante de Griego en la Universidad Central, le pidió en 1932 ingresar en la Agrupación y se interesó por la creación de una sección de mujeres en su seno1194. También en este contexto, en 1931 María Rosa Alonso Rodríguez, una joven canaria de veintiún años, le escribía una extensa carta en la que le informaba de que desde hacía año y medio venía divulgando a través de la prensa local sus tesis sobre la redención de las provincias1195. Pero estos ejemplos solo reflejan el compromiso de mujeres con la política orteguiana. Para ver que además se le veía como un aliado en su lucha por la obtención de derechos, hay que indicar otras iniciativas. En 1931 un telegrama firmado por “Obreras Catalanas” le pidió que se posicionara a favor del voto femenino1196, y en esta misma línea en 1932 “Acción Femenina Catalana” se comunicó con él para pedirle también que se comprometiera con la defensa del voto de las mujeres en la Generalitat de Cataluña, en la discusión de cuyo Estatuto Ortega tuvo un papel importante1197. No obstante, como se sabe por el famoso debate con Manuel Azaña y otras intervenciones, no era este el tema le interesaba, aunque el hecho de que contaran con él demuestra que agrupaciones feministas no le veían como un enemigo. Finalmente, aludiremos a un episodio poco conocido pero que refleja el interés de Ortega por incluir a la mujer en la política, no ya como elemento de regeneración de la nación, sino de lo que llamará la ultra-nación. Nos referimos a su intervención en el intento de creación de un Comité de mujeres en la Sociedad de Naciones. En 1932 Ortega se reunió varias veces con Muna Lee de Muñoz Marín, poetisa puertorriqueña que unía en su persona los cargos de Directora de actividades del Partido Nacional de Mujeres de EEUU, de miembro del Comité de Nacionalidad de la “Interamerican Commision of Women”, fundada por ella en 1928, y representante especial en la SDN. Parece que se entrevistaron, por petición de Muna, los días 12 y 13 de febrero1198, pero no hay 1194 IZQUIERDO MOYA, Juliana: “Carta a José Ortega y Gasset. Madrid, 22 de mayo de 1932”, en Fundación Ortega-Marañón, Fondo JOG, C-110/40, ID: 3205. 1195 ALONSO RODRÍGUEZ, María Rosa: “Carta a José Ortega y Gasset. La Laguna, 16 de septiembre de 1931”, en Fundación Ortega-Marañón, Fondo JOG, C-55/27, ID: 2518. 1196 OBRERAS CATALANAS: “Telegrama a José Ortega y Gasset. Barcelona, 23 de mayo de 1931”, en Fundación Ortega-Marañón, Fondo JOG, C-105/52, ID: 2875. 1197 ACCIÓN FEMENINA CATALANA: “Telegrama a José Ortega y Gasset. Barcelona, 23 de mayo de 1932”, en Fundación Ortega-Marañón, Fondo JOG, C-110/2, ID: 3080. 1198 LEE DE MUÑOZ MARÍN, Muna: “Carta a José Ortega y Gasset. Madrid, 13 de febrero de 1932”, en Fundación Ortega-Marañón, Fondo JOG, C-110/49, ID: 3230. La evolución del patriotismo fenomenológico: concreción teórica e intento de puesta en práctica 355 documentación sobre lo que trataron, aunque sí una pista que procede de una carta del 20. En ella le daba las gracias a Ortega por haberla puesto en relación con Julian Besterio, que aceptó con agrado la idea de crear un “Comité Consultivo de Mujeres” en la SDN. Esto sería una iniciativa feminista de gran valor, definido por Mona como un “pied à terre in the League of Nations”. No solamente Besteiro, sino también el Presidente de la Cortes españolas y el orteguiano Luis de Zulueta le apoyaban. Parece que Ortega tuvo mucho que ver en el desarrollo de esta iniciativa, porque Muna le dice: “for all of which, our best thanks to you”. Sin embargo, reconocía que por culpa de Madariaga dicho comité no saldría adelante. En todo caso, demuestra el apoyo de Ortega a la causa femenina1199. 7.1.4. Comentarios suscitados por España invertebrada Para terminar con España invertebrada, volviendo de lleno a este libro después del paréntesis del epígrafe anterior, se ha de indicar que es el libro de Ortega que generó más comentarios, en gran medida por la ambigüedad o simplificación de algunas de sus afirmaciones, y por las diversas interpretaciones de las que fue objeto. Aunque no contestó a la mayoría de las cartas y artículos suscitados, o no hay constancia de que lo hubiera hecho, y también de que fueran muchas veces personas anónimas y sin trascendencia política las que se comunicaran con él, conviene traer a colación este tema porque demuestra dos cosas: primero, el interés que suscitó Ortega dentro del debate por la resolución del problema de España, y segundo, porque la disparidad de opiniones muestra la complejidad de un libro en apariencia tan sencillo. Tal vez una de las interpretaciones que más ha trascendido fue la que hizo el grupo de intelectuales que crearían la Falange en 1934, a la que nos referiremos más abajo. De entre ellos mencionaremos ahora únicamente a Eugenio Montes, discípulo directo de Ortega –director de su tesis doctoral– que se sumaba a las para algunos polémicas palabras donde definía a Galicia como una tierra pobre, señalando que únicamente podían criticar esa aseveración quienes creyeran que “el patriotismo consiste en no reconocer los defectos”1200. Frente a esto, el ya referido Tomás López de la Torre escribió indignado al filósofo madrileño. También para refutar el hecho de que, según su experiencia, no era cierto que Galicia no tuviera un sentimiento regionalista. A su parecer, era posible verlo porque se había configurado desde 1840 un fuerte sentimiento galleguista que llevó en 1843 a Antolín Faraldo a plantear la independencia de Galicia. Continuaba dando datos históricos a Ortega, como los 70000 afiliados que tuvo la “Solidaridad gallega” o la fortaleza que mostraban en todos los pueblos los “centros nacionalistas” que eran las Irmandades. Además aconsejaba a Ortega la lectura de dos obras que, según él, eran las más representativas del nacionalismo: El regionalismo (1889) de Alfredo Brañas, y Teoría del Nacionalismo Gallego (1920) de Vicente Risco1201. Pero no parece que le hiciera mucho caso, dado que continuó afirmando que eran el catalanismo y el nacionalismo vasco los dos movimientos particularistas fuertes en España. Tampoco tuvo éxito en su propuesta Ignasi Fages, que se ofrecía para traducir el libro al catalán. Decía haber quedado impresionado por él, y que quería divulgarlo por Cataluña para ayudar a 1199 LEE DE MUÑOZ MARÍN, Muna: “Carta a José Ortega y Gasset. Ginebra, 20 de febrero de 1932”, en Fundación Ortega-Marañón, Fondo JOG, C-110/50, ID: 3228. 1200 MONTES, Eugenio: “La mujer sedentaria y el hombre nómada”, El Sol, 31 de diciembre de 1922. 1201 LÓPEZ DE TORRE, Tomás: “Carta a José Ortega y Gasset. Betanzos, noviembre de 1922… La evolución del patriotismo fenomenológico: concreción teórica e intento de puesta en práctica 356 construir “corrientes de inteligencia y comprensión entre catalanes y castellanos”, y que para ello nada era tan eficaz como el hablar de catalanismo desde Castilla, como él había hecho1202. Pero entre los catalanistas existieron también críticas a la visión que ofreció Ortega del Principado en su libro. En la editorial de La Veu del 31 de octubre, reproducida en el periódico orteguiano al día siguiente, se critica que en España invertebrada el filósofo “prescinde deliberadamente, o sin darse cuenta, del punto del idioma”. Consideraba este influyente periódico que la principal razón por la que existía particularismo en Cataluña, era por la minusvaloración del idioma materno, y que nada se avanzaría mientras no se solventara la cuestión. Al parecer de la Editorial, nada tenía que ver la riqueza y el desarrollo, pero sí hechos como el que todo habitante del Principado se volvía catalanista al serle rechazado un telegrama escrito en catalán, porque entonces descubría pertenecer a un “pueblo oprimido”1203. En este sentido, el católico catalanista Juan Planella Guillé dirigía desde España un artículo a Ortega y Gasset en el que quería desmontar sus argumentos. Comenzaba oponiendo Estado y nación, y decía que el primero “representa el obstáculo más grande para la obra de colaboración de los distintos pueblos ibéricos, que son agrupaciones netamente caracterizadas por un idioma, arte, instituciones”… El Estado español no era según él “punto de coincidencia de varias voluntades”, sino que se había construido desde “el desconocimiento de las personalidades étnicas” y por ello era un fracaso. Frente a la interpretación novedosa de la historia de España que ofrecía Ortega en su libro, Planella oponía el que se convertiría en relato canónico del nacionalismo catalán: el problema se derivaba de la “violencia de la centralización” porque “desde el decreto de Nueva Planta, España anda de fracaso en fracaso”. A juicio del articulista, habría que recurrir a lo que, supuestamente, había desparecido en 1714: aceptar una relación entre los “distintos pueblos ibéricos” (Galicia, Castilla, Vascongadas y Cataluña) no mediatizada por un Estado supremo, para “pactar un día y encontrarse en una gran asamblea federal permanente”1204. También recibió críticas desde sectores del conservadurismo católico. En concreto, el P. Benito Garnelo, que había estudiado filosofía en la Universidad Central, consideró necesario refutar “los conceptos vertidos acerca de nuestra patria” y a tal efecto publicó un artículo en la principal revista agustiniana, La Ciudad de Dios, cuyas tesis se reprodujeron en otros órganos católicos. El agustino se oponía a prácticamente todo lo que decía Ortega en su libro –que los bárbaros fundaran las nacionalidades, que el Estado fuera previo a la familia, que España era un país rural–. Asumiendo el metarrelato histórico del nacionalcatolicismo, decía por el contrario que España había mostrado sobradamente su vitalidad “en todos los periodos de su gloriosa historia”, y que la decadencia venía de particularismos, guerras civiles, falta de disciplina, y de las “terribles izquierdas” de las que formaban parte Unamuno, Romanones, o la ILE. En su interpretación de la historia, sostenía como Ortega que en la Edad Media se encontraban los orígenes de la nación española, pero en la Reconquista, que para él era todo lo 1202 FAGES, Ignasi: “Carta a José Ortega y Gasset. Barcelona, 15 de noviembre de 1923”, en Fundación Ortega-Marañón, Fondo JOG, ID: 1302, C-96/20. 1203 Artículo de La Veu, reproducido en: FEBUS: “El uso oficial de la lengua catalana”, El Sol, 1 de noviembre de 1922. 1204 PLANELLA, Juan: “Un nacionalismo de sentido histórico”, España, 4 de noviembre de 1922. La evolución del patriotismo fenomenológico: concreción teórica e intento de puesta en práctica 357 contrario de lo que decía el libro (algo que por durar ocho siglos ni siquiera podía considerase como tal): un “manantial de heroicidades”. En cuanto a la cuestión del feudalismo, se oponía también a la explicación orteguiana de la debilidad en España, diciendo que se debía de achacar a la superioridad de la cultura latina, la influencia griega, o la particularidad del proceso reconquistador. En definitiva, para Benito Garnelo, el “invertebrismo” y la “generación llorona” no aparecieron hasta 18981205. Un año después, la misma revista recogía la reflexión del también agustino P. Diosdado Ibáñez acerca de “los adulteradores de nuestra lengua”, y arremetía contra España invertebrada por ser “libro plagado de barbarismos, neologismos e insulseces”1206. Desde El Debate llovieron igualmente críticas sobre Ortega. Vázquez Calderón consideraba excesivo el pesimismo con el que se analizaba la situación española, y para refutar sus tesis decía que el catedrático no había hecho sino repetir lo que Juan Valera ya había expuesto. Pero con la diferencia de que este “sugiere confianza”, y aquel “mata toda ilusión patriótica”. El único tema en el que no coincidían los dos autores, sería el de la “teoría bastante peregrina de la inferioridad de España”, que exponía Ortega derivándola de los visigodos. A juicio del articulista, era una tesis “materialista” que antes del filósofo habría desarrollado Pompeyo Gener, una acusación que hubiera disgustado a Ortega porque fue un darwinista social que defendía un nacionalismo catalán racista y etnicista. Lo único en lo que tal vez habría estado de acuerdo el filósofo de este análisis, es en el hecho de que sus conclusiones eran manifestación de un talante pesimista, que como hemos visto, él mismo había reconocido1207. Por el contrario, Manuel Ríos creía precisamente que Ortega no era lo suficientemente crítico con el catolicismo. En 1925 le envió una carta para que contestara a algunas preguntas suscitadas por la lectura del libro. Entre ellas, le planteaba si no creía que la “psicología española” no devenía más que del hecho de que los visigodos no estaban romanizados, del “carácter antisocial del catolicismo, al decir que, el hombre es para Dios, que este valle de lágrimas no es nuestra patria, sino el cielo”. De ahí se habría derivado la “constante destrucción de la personalidad”, que unida a acontecimientos como el haber tenido “monarcas extranjeros”, habría provocado la desvertebración de España1208. De haberle contestado, Ortega seguramente plantearía que más que el catolicismo, era la Iglesia lo que tenía un carácter antisocial, puesto que tal y como indica en España invertebrada, era junto al Ejército, la Monarquía o los sindicalistas, uno de los compartimentos estancos de España. Y precisamente, porque no había asumido el talante liberal que era consecuencia de una educación de siglos en los principios feudales que desembocarían en el individualismo. 1205 Citado en: “La España de Ortega y Gasset”, Nuestro tiempo, nº228, diciembre de 1922, pp.312-313, pp. 312 y 313. 1206 Citado en: “Los clásicos castellanos en nuestros días”, Nuestro tiempo, nº229, noviembre de 1923, pp. 224-225, pp. 224 y 225. 1207 VÁZQUEZ CALDERÓN, A.: “Ideas iguales y conclusiones distintas”, El Debate, 20 de septiembre de 1922. 1208 RÍOS, Manuel: “Carta a José Ortega y Gasset. Valencia, 2 de diciembre de 1925”, en Fundación Ortega- Marañón, Fondo JOG, C-98/31, ID: 1534. La evolución del patriotismo fenomenológico: concreción teórica e intento de puesta en práctica 358 Sin embargo, desde otros sectores del conservadurismo el libro fue mejor acogido. Juan de la Cierva –persona equiparable a Bugallal, en tanto que ejercía sobre Ortega una admiración no correspondida– lo citó con ocasión de su discurso en la Asamblea del Magisterio de Murcia. Se refería al libro del “genio español” para advertir a sus oyentes frente al peligro en el que podían derivar las, por otro lado legítimas, Asociaciones de funcionarios: el particularismo. El sindicalismo podía ser “una fórmula de salvación”, pero podía llegar a constituirse en un “germen de la disgregación” si caía en el exclusivismo1209. También Pedro Sáinz Rodríguez, menendezpelayista, elogió el libro por su “construcción lógica”, y José María Salaverría, a pesar de arremter contra aspectos como el pesimismo orteguiano, elogiaba el aristocratismo de España invertebrada1210. Por su parte, es interesante la posición de Azorín, que desde la primera página de ABC dedicó un extenso artículo al “libro más sugestivo que se ha publicado en nuestro país desde hace muchos años”. Decía que en otro lugar habría generado muchos debates y comentarios, lamentándose de que no hubiera ocurrido tanto en España. Azorín es muy interesante en su interpretación, porque dice que, aunque Ortega desarrolla una nueva teoría sobre la Edad Media, o habla de masas y jerarquía, el libro trata ante todo de un “problema de política”. Invita a releerlo, porque “el olvido de un detalle de estilo, la no percepción de un matiz, nos harían dar una interpretación errónea a tal o cual conclusión del autor”. En concreto, los pasajes donde habla del feudalismo, la Edad Media, y la ausencia de élites, son los que se prestan a “leer ligeramente” al autor y atribuirle un “tradicionalismo que está muy lejos de su ánimo”. Azorín comprendió por tanto dos cosas, que pasaron por alto otros comentaristas tanto de la época de Ortega como de la actualidad. Primero, que lo verdaderamente importante en España invertebrada es la denuncia de la situación de España en los años veinte, su problema político, y no tanto el origen histórico que, abiertamente, dice Ortega simplificar. Segundo, que la apelación a la historia y a defender “lo que es”, no es propia de un tradicionalista o historicista a ultranza, sino de alguien que aplica la Razón vital: el madrileño recomienda “el estudio detenido, reflexivo de la realidad actual, consecuencia de la realidad pasada”, porque “apoyándose en la realidad existente, es un propugnador de lo futuro”. También en la línea de lo expuesto páginas más arriba, Azorín concluye que España invertebrada no apuesta, en su defensa del proyecto de futuro, por la eliminación del individuo. Al contrario, el “ideal colectivo” es “de perfeccionamiento del individuo y de la colectividad”1211. En definitiva, para Azorín, el elemento clave de España invertebrada era la proyección del patriotismo fenomenológico, y por eso tanto en este artículo como en otros señala que el pasaje más importante es aquel en el que dice Ortega que la clave de la política anti-utópica es partir de “lo que es”. También en una página de portada dedicó un extenso artículo de ABC a este tema1212. Pero no fue un libro que solamente los conservadores vieran con buenos ojos. Precisamente desde un periódico rival de ABC, y cercano a El Sol, se dio la bienvenida al libro con una extensa reseña: el director de La Voz, Fabián Vidal (seudónimo de Enrique 1209 “El Sr. Cierva habla de la enseñanza, de la política y del Ejército”, El Sol, 31 de diciembre de 1922. 1210 GONZÁLEZ CUEVAS, Pedro Carlos: “Ortega y Gasset ante las derechas españolas”, Revista de Estudios Políticos, nº 133, 2006, pp. 59-116, p. 73. 1211 AZORÍN: “La «España invertebrada» de Ortega y Gasset”, ABC, 31 de agosto de 1922. 1212 AZORÍN: “Lo que debe ser y lo que es”, ABC, 27 de agosto de 1922. La evolución del patriotismo fenomenológico: concreción teórica e intento de puesta en práctica 359 Fajardo, que en 1920 estuvo a punto de batirse en un duelo con Torcuato Luca de Tena, director del periódico monárquico), dedicó la primera página del diario al libro, aunque al contrario de Azorín interpretó que la perspectiva histórica era lo que definía la actitud del autor. Desde esta visión incluía un comentario sobre el separatismo que muestra que no entendió del todo a Ortega, diciendo que había uno bueno y otro malo: el de El Segadors y el Gora Euzkadi, y el del “labriego galaico” y el “campesino andaluz”. El segundo, que era desesperanzado, no ofrecía optimismo; pero el primero se podría solucionar si Castilla “pusiera su acción al compás de su recuerdo” (histórico). Terminaba el artículo afirmando no creer, como Ortega, que la aristocracia intelectual pudiera llevar a cabo ninguna misión porque “el medio social hispano” no lo permitía, en lo que supone un comentario similar al de Araquistáin desde el mismo diario1213. El director de España publicó además, con ocasión de la serie de artículos sobre el particularismo que formarían un capítulo del libro, un comentario muy interesante en el que vale la pena detenerse. Ocupaba una página y media, y en él asumía la interpretación orteguiana del cabilismo en tanto que comparaba a España con Turquía y Marruecos, invirtiendo la teoría de la Translatio imperii para decir que parecía existir una enfermedad decadente desde el este al oeste. “España semeja una prolongación de Marruecos”, y nada lo evidenciaba mejor que una política “concebida y organizada como política de jarcas”. Seguía diciendo que La Cierva era un “norteafricano puro” que estaba enfrentado al “mongólico señor Dato” en lo que evidenciaba “puro rifeñismo”. Retomando otros conceptos que también aparecieron en Ortega, se preguntaba Araquistáin si podía desviarse España de “su trayectoria de africanización”, y vinculando el proceso con el particularismo analizado por el filósofo, lo veía difícil. Pero sostenía también que podía invertirse el movimiento desde la “reorganización en torno de los pueblos de América”. Desde una “nueva nacionalidad superterritorial ideal” basada en el nexo de la lengua, se podría superar el “particularismo español africanizado”1214. Por su parte, no fue Araquistáin el único socialista que se hizo eco del libro, pues el valenciano José Estellés Salarich comenzó su discurso de un mitin republicano aludiendo la tesis de España invertebrada como forma de explicar el mal de España. Según su juicio el gran problema de la nación, que Unamuno representaba porque acababa de visitar al Rey, era que no existían élites para dirigir una masa bien dispuesta (que desde su idea de nación populista, este militante del PSOE identificaba con el pueblo trabajador)1215. Un último testimonio interesante que refleja la repercusión del libro en el extranjero proviene de una carta de 1923. Era de un antiguo alumno de Ortega, que en aquel entonces era Lector de español en la Universidad de Toulouse. La firma es ilegible, pero la misiva afirma que había logrado poner España invertebrada como lectura obligatoria en el programa de Licenciatura, habiéndole encomendado el profesor de la asignatura a él que la comentara. Además, preguntaba a Ortega una duda que le había suscitado la lectura del libro, porque decía no entender su afirmación de que Cataluña y País Vasco eran 1213 VIDAL, Fabian: “España invertebrada”, La Voz, 23 de mayo de 1922. 1214 ARAQUISTÍAN, Luis: “Desintegración en España-Integración en América”, España, 15 de enero de 1921. 1215 “El mitin de anoche en la Casa de la Democracia”, El Pueblo, 13 de abril de 1922. La evolución del patriotismo fenomenológico: concreción teórica e intento de puesta en práctica 360 “compartimentos estancos” pero que al mismo tiempo tenían unicidad sus dos regionalismos1216. 7.2. Ortega ante la crisis del liberalismo: el Parlamento nacional como manifestación del proyecto común El contexto histórico en el que había visto la luz España invertebrada tenía ciertamente muchos elementos que podían justificar la denuncia del particularismo. Entre ellos los ya mencionados conflictos social y regional, pero también el militar. En 1921 había ocurrido el Desastre de Anual, y continuaba la guerra en el norte de África contra los rifeños liderados por Abd el-Krim. A nivel internacional, 1922 fue un año clave como símbolo del ascenso de los dos totalitarismos que marcarán las siguientes décadas: del lado comunista, el 29 de diciembre se aprobó el Tratado de Creación de la URSS, consolidándose de facto esta federación que en 1924 fue reconocida por el Imperio Británico. Por el lado contrario, 1922 es también el año de la marcha sobre Roma, cuando Benito Mussolini lideró en octubre la movilización de los fascistas italianos y logró que el rey Víctor Manuel III le entregara el poder. En lo que supone un gran simbolismo, también es 1924 cuando se afianzó la dictadura fascista una vez que fue asesinado el socialista Giacomo Matteotti y el Duce ilegalizó los partidos. Fascistas y comunistas tenían una idea de nación concreta que justificaba su acción política. En el caso comunista, a pesar de su retórica internacionalista, Lenin y Stalin asumieron una visión populista, en la que el Estado representaba al pueblo liberado a través de una República de trabajadores. El fascismo por su parte defendía una idea esencialista de la nación, donde existía una voluntad común que encarnaba el Duce, y que era manifestación de un destino histórico. Ortega utilizó estos dos conceptos –tanto el de “república de trabajadores” como el de “destino histórico”–, y aunque nunca se le ha tachado de comunista o filocomunista, sí de prefascista. Pero son dos ideas que para él tienen un contenido liberal. El sentido en el que lo utilizaban los otros dos era paradigma del particularismo, y manifestación del gran proceso político/intelectual que teorizará en los años veinte: la rebelión de las masas. Es una percepción que será también fruto de la experiencia de la dictadura de Primo de Rivera, cuya idea de nación osciló entre un primitivo regeneracionismo y un postrero autoritarismo de corte nacionalcatólico (en el sentido que da Botti al término, de teoría que concilia el tradicionalismo intelectual con el capitalismo económico). Fascismo, comunismo y autoritarismo reflejan la crisis del liberalismo en los años veinte y treinta, dándose el hecho de que en las vísperas de la Guerra civil española en 1936 la democracia liberal como forma de gobierno parecía algo del pasado. En 1933 Hitler ganó las elecciones, y en 1923 había intentado tomar el poder desde Múnich, en 1926 el mariscal Pilsudski impuso la dictadura en Polonia, apoyado en un principio por comunistas; en Austria el canciller Dollfuss estableció en 1934 un gobierno autoritario; en Portugal el golpe de estado republicano de 1926 inicio la “Ditadura Nacional” que luego llevaría al poder a Oliveira Salazar; y así muchos más países como Bulgaria, Rumanía, o en América Argentina y Brasil, vivieron situaciones parecidas. Casi todos 1216 (FIRMA ILEGIBLE): “Carta a José Ortega y Gasset. Toulouse, 22 de noviembre de 1923”, en Fundación Ortega-Marañón, Fondo JOG, C-97/45, ID: 1474. La evolución del patriotismo fenomenológico: concreción teórica e intento de puesta en práctica 361 estos movimientos eran en cierta medida una reacción al comunismo, o por lo menos se legitimaban desde esta idea. Ortega como sabemos también estuvo desde 1919 muy preocupado por el particularismo obrero, y de ahí que muchos intérpretes hayan tratado de ver en su actitud una involución conservadora. Pero lo cierto es que si se le puede considerar conservador, es solamente como liberal-conservador, concepto que realmente parece compatible con él en los años treinta tal y como veremos más abajo. Tampoco fue un defensor entusiasta de Primo de Rivera, puesto que en general le percibió como síntoma del particularismo, y por tanto incapaz de vertebrar un proyecto nacional. A continuación expondremos esta situación. Para empezar, a veces se ha querido ver un Ortega proclive a soluciones dictatoriales antes del golpe de Estado de Primo de Rivera, concretamente en “La hora de Hércules” de 1920. Allí el filósofo se preguntaba: “¿Quién sabe si, a la postre, los militares, poco preparados para construir un cosmos nacional, lograrán, en cambio, destruir el tinglado de la ficción nacional, bajo el que nos ahogamos?”1217. Esta frase es la clave de la aceptación por parte de Ortega de una solución militar, que habría de ser destructora de lo establecido, pero nunca creadora de un proyecto común. Claramente dice que los militares son incapaces de crear un “cosmos nacional”, esto es, una idea de nación que cohesione a los españoles. De esta manera, se distancia de una serie de posturas autoritarias que se estaban desarrollando entre sectores de España en aquellos años conformando la llamada “mentalidad africanista”. Esta existía no únicamente entre personas que, como Francisco Franco, se habían forjado en la Guerra de África, sino también entre civiles que contemplaban el Ejército como guardia de la españolidad. Entre ellos, dos autores paradigmáticos son Ramiro de Maeztu (que desde la Gran Guerra evolucionó hacia un conservadurismo autoriario) y José Calvo Sotelo. El primero, que ocupó durante la Dictadura primorriverista cargos como el de embajador en Argentina, dirá que “el Ejército es la unidad de España”; y el segundo, ministro de Hacienda con Primo de Rivera, que es “la columna vertebral de la patria”1218. Ambos lo expondrán en los años treinta, pero asumían ya en la etapa primorriverista esta visión, que nos ayuda a entender la diferencia con respecto a Ortega. Para él, “la unidad de España” se basa en un proyecto común liberal, y la “columna vertebral” son las minorías selectas. Hacer del Ejército la base de España es una manifestación del particularismo del estamento militar que analizaba en España invertebrada como una de las derivaciones del juntismo. En este sentido, es relevante un artículo publicado un año antes, “En 1919, «Dictadura» es sinónimo de «anarquía»”, donde Ortega clamaba contra las editoriales de tres periódicos que precisamente ofrecerían más tarde su apoyo a Primo de Rivera: La Acción, El Debate, y La Correspondencia Militar. El 8 de marzo publicaron sendos artículos donde apostaban por una solución de este tipo. El de La Acción sugería que fuera el conde de Romanones, y sostenía que no habría de ser una dictadura violenta, proponiéndola en unos términos que, no siendo orteguianos, eran coincidentes con algunas de sus ideas. La 1217 ORTEGA Y GASSET, José: “La hora de Hércules” (1920), en José ORTEGA Y GASSET: Obras completas. Tomo III…, pp. 318-320, p. 320. 1218 Citado en SAZ CAMPOS, Ismael: “Visiones de patria entre la dictadura y la democracia”, en Ismael SAZ CAMPOS, y Ferrán ARCHILÉS I CARDONA (Eds.): La nación de los españoles. Discursos y prácticas del nacionalismo español en la época contemporánea, Publicacions de la Universitat de València, Valencia, 2012, pp. 261-278, p. 270. La evolución del patriotismo fenomenológico: concreción teórica e intento de puesta en práctica 362 justificaban desde “el desbarajuste, el desquiciamiento, en que se está desarrollando la vida española”, y dando a entender que habría de ser transitoria, también recordaban que el parlamentarismo era “expresión suprema, flor exquisita de la civilización”1219. Es decir, el objetivo sería, como proponía Ortega un año después, ajustar la política española a la vida real, teniendo como horizonte la vuelta del Parlamento. Por su parte, La Correspondencia lo que hacía era copiar la editorial de El Debate, que en la línea del órgano anterior, decía que “la dictadura no tiene nada que ver con la violencia ni con el atropello sistemático”, sino con la unión de poderes en una persona de forma “circunstancial”. Añadían a lo que decía el periódico católico, aunque insistiendo en que no habría de utilizarse la violencia, que la dictadura debía imponerse cuanto antes, “para hacer frente a la revolución que avanza, no esperándola, sino saliéndola al encuentro para destruir su organización y aniquilar su dirección”1220. Frente a ello, Ortega sostenía que, aunque pedían un dictador político, esto no sería posible porque quienes querían en España la dictadura eran personas propensas a la violencia. No únicamente los defensores del orden, como había mostrado la represión de Dato en 1917, sino también los obreros que ante esta situación se radicalizaban. Los españoles, según venía diciendo desde unos años antes, tenían rencor y odio en el fondo de su corazón, y saldría a relucir si se le daba la oportunidad. Además, citaba la Gran Guerra como evidencia de que las dictaduras no eran solución, porque con este nombre calificaba a los caídos gobiernos del Káiser y el Zar. Como solución, él decía que “lo que España necesita es que se gobierne bien”, y que “solo pueden salvar a los pueblos Gobiernos liberales, de un liberalismo sincero”. Algo que también es importante de este artículo es que critica abiertamente a Miguel Primo de Rivera, que el día anterior había pedido en el Centro del Ejército privilegios para los militares. Con esto, Ortega volvía a mostrar su convicción de que era el liberalismo, y no el militarismo, lo que había de cimentar el proyecto común, y de nuevo traía a colación el ejemplo de la I Guerra Mundial: perdieron en ella los emperadores alemán y ruso, representantes de imperios donde los soldados eran “casta superior impuesta por la fuerza”1221. Si comparamos este artículo con “La hora de Hércules” vemos que existe en gran medida un cambio en la actitud de Ortega, puesto que en el texto de 1920 su propuesta se parece mucho más a la de los tres periódicos que en 1919 estaba criticando. Defiende una dictadura momentánea, no violenta, civil y, como explícitamente dice La Acción, que tuviera en mente la superioridad del parlamentarismo. ¿Qué habría ocurrido para que Ortega cambiara en un año? Probablemente, su experiencia “revolucionaria” en Granada de 1919, unos meses después de que publicara su artículo el 9 de marzo. La comparación entre estos dos textos es una prueba de que, en la línea de lo apuntado por personas como Elorza o el propio Ortega, 1919 es un año clave en su evolución hacia una visión más pesimista de la sociedad española, a la que no cree capaz de protagonizar el cambio. Pero existe una continuidad entre los dos textos que se manifiesta en la apuesta por el liberalismo político: Ortega no aceptará una idea de nación que haga de su manifestación 1219 “Se necesita un dictador”, La Acción, 8 de marzo de 1919. 1220 “La dictadura es la salvación”, La Correspondencia Militar, 8 de marzo de 1919. 1221 ORTEGA Y GASSET, José: “En 1919, «Dictadura» es sinónimo de «anarquía»” (1919), en José ORTEGA Y GASSET: Obras completas. Tomo III…, pp. 203-206, pp. 204-205. La evolución del patriotismo fenomenológico: concreción teórica e intento de puesta en práctica 363 concreta la cesión del poder a los militares y el arrinconamiento del Parlamento. Únicamente como situación excepcional sería factible esta actuación. En este sentido, son constantes los textos de estos años donde habla del Parlamento y la necesidad de su reforma, porque veía en él la expresión política de su idea de nación. En julio de 1919 animaba a la Monarquía a dar soluciones parlamentarias al problema de España, a que se rodeara de personas que le dieran consejos “más nacionales” y menos particularistas de lo que le podía ofrecer alguien como Maura. Recordaba que las extremas izquierdas estaban creciendo y que cualquier paso en falso podía traer conflictos muy graves1222. Ante la continuación del crecimiento de este movimiento obrero, no apelaba a su represión, sino su nacionalización integrando a los obreros en las instituciones parlamentarias. En las editoriales de El Sol que conforman “Ante el movimiento social”, Ortega incluía un epígrafe llamado “Reforma parlamentaria”, donde apostaba por adaptarlo a la España real dando en ella voz a los socialistas1223. El filósofo no reaccionó a la amenaza autoritaria de izquierda apostando por otra de derecha, sino que se mantenía fiel a su antiguo proyecto de insertar a los obreros organizados dentro de la nación vertebrada. En esa línea, afirmaba en 1920 que “Cierva y Trotsky, los dos extremos de la diagonal europea que va de Madrid a Petrogrado, son dos accidentes contrapuestos de una misma sustancia militar”. Los dos encarnaban el peligro de llegar a una dictadura militar, defendiendo el primero el particularismo de las Juntas de Defensa, y los partidarios del segundo, la de los obreros que en el fondo también llevaba al mismo lugar. El peligro se desvanecería, creía Ortega, si se adaptaba el Parlamento a la nación: lo absurdo era que estuviera acaparado por reaccionarios de todo tipo mientras que la “enorme masa del liberalismo social o, si se quiere, socialismo liberal” no gozaba de la representación que le correspondía1224. Así, las ideas políticas de Ortega guardan continuidad con las de 1914, tal y como expresa de forma muy significativa al alinearse con su antiguo líder: “para nosotros es indubitable que la única teoría que en 1920 puede, sin anacronismo, sustentarse es la expuesta por el señor Álvarez. El pueblo, la comunidad de los ciudadanos es la única fuente originaria del Poder civil”. Arremete contra la supeditación de la nación al principio monárquico o divino, que encarnaría Cierva, y opta abiertamente por la Staatsnation citando el liberalismo como su base1225. Por tanto, el filósofo supedita la nacionalización de España a la reforma del Parlamento, esto es, a acabar con el particularismo social y regional desde la integración en un proyecto común de modernización, que desde la reforma consensuada conseguiría la satisfacción de las demandas grupales. Uno de los más explícitos, que cuestiona por tanto que Ortega no viera posibilidad de reformar el régimen de la Restauración en los últimos años de su vigencia, es “Ideas políticas: ejercicio normal del Parlamento” (1922). Allí defendía el hecho de que las “masas nacionales”, tanto de derechas como de izquierdas, habían ido desarrollando en los últimos diez años una visión despectiva del parlamentarismo, y planteaba que esta situación no era sino la demostración de que la “irritación particularista” era la característica propia de los españoles. Ortega citaba 1222 ORTEGA Y GASSET, José: “La corona frente a la crisis” (1919), en Ibid., pp. 254-257, pp. 255-257. 1223 ORTEGA Y GASSET, José: “Ante el movimiento social” (1919), en Ibid., pp. 264-280, pp. 273-274. 1224 ORTEGA Y GASSET, José: “Como los arrieros del cuento” (1920), en Ibid., pp. 306-309, p. 306. 1225 ORTEGA Y GASSET, José: “La polémica parlamentaria” (1920), en Ibid., pp. 310-312, p. 310. La evolución del patriotismo fenomenológico: concreción teórica e intento de puesta en práctica 364 España invertebrada para sostener esta idea, recordando que “lo que pone hoy fuera de sí a casi todo español” es “que el prójimo exista y haya que contar con él”, esto es, “le enfurece sentirse parte de un todo que es la nación”. En el mismo año en el que había publicado su famoso libro, tachado a veces de antiliberal, exponía cuál era la derivación política concreta de la idea de nación como proyecto común: la apuesta por el Parlamento como institución básica de la política. Así lo afirmaba desde la base de que es “la única institución donde no tenemos más remedio que contar los unos con los otros”. Ortega consideraba que “las Cortes son la institución nacional por excelencia, ya que en ellas se ven obligados los innumerables particularismos a enfrontarse unos con otros, a limitarse, domesticarse y nacionalizarse”1226. Es muy ilustradora esta frase en la que identifica la nacionalización con la idea de que los particularismos se limiten entre sí, y no con el hecho de que se diluyan en un todo superior. Lo escribe desde la misma visión de la política que unas líneas más arriba en este mismo artículo le lleva a arremeter contra los principios de 1789: “acaso la gran faena histórica que hoy tienen ante sí los pueblos de Occidente es purgar sus cuerpos nacionales del rencor crónico con que los dejó infeccionados la Revolución francesa, hecho acaso el más funesto e inútil de la época moderna”. En la cultura política liberal en la que se formó, la Revolución francesa es paradigma de la centralización que ahogó el regionalismo real. Pero en estos momentos en los que, según expusimos, es crítico con la democracia, también ve en ella el ejemplo de esta actitud política que, bajo el pretexto de la “voluntad general” impone políticas particularistas. La crisis del parlamentarismo se habría de solventar según Ortega no desde su disolución ante una dictadura, sino mediante su adaptación al principio nacional: un ámbito en el que los distintos grupos particulares acepten la necesidad de contar con los demás, y no una entidad manipulada por la corona o partidos particularistas. De nuevo, para Ortega liberalismo y nación van unidos. Pero incluso aceptando la posibilidad de que una dictadura se haga necesaria en cierto momento, plantea que únicamente sería posible si naciera del parlamento, que le daría la “autoridad transitoria y omnímoda”1227. Dos años después, cuando la dictadura de Primo de Rivera ya había echado a andar, volvió Ortega a ofrecer una serie de artículos donde desarrollaba estas mismas ideas, aunque cambiando algunos aspectos. Consolidado el golpe, afirma que “el paso por la dictadura creo yo que será una admirable experiencia pedagógica para las sociedades actuales”, y esto sería así porque “al cabo de ella, aprenderán las masas (…) que ciertas libertades no son, a la altura de estos tiempos, cuestiones políticas sobre que quepa, en principio, discusión”. Esto es, creía que la dictadura llegó a establecerse no únicamente porque el Parlamento no representara a la España real, como decía antes, sino también en tanto que era inútil. Si en el artículo de 1922 apostaba por adaptarlo a la España real, ahora añadía una nueva crítica: la complejidad de la vida política del siglo XX hacía que ya no existieran mayorías parlamentarias, y que la compartimentación de grupúsculos políticos implicara consensuar líderes sin capacidad de actuar. La dictadura se había impuesto por la incapacidad de alcanzar un gobierno fuerte. Por ello, salvar la institución 1226 ORTEGA Y GASSET, José: “Ideas políticas: ejercicio normal del Parlamento” (1922), en Ibid., pp. 386-396, pp. 387-388. 1227 Ibid., pp. 388 y 394. La evolución del patriotismo fenomenológico: concreción teórica e intento de puesta en práctica 365 parlamentaria sin caer en la anarquía implicaba la creación de un Ejecutivo con influencia real. Una cosa era la soberanía, que encarnaba el Parlamento, y otra el gobierno, que era una técnica. De nuevo vemos a Ortega criticando la democracia, en esta ocasión porque, como en el Antiguo régimen, habría desarrollado la idea de que el soberano gobernase. Él propone reformar el Parlamento para que el Gobierno, por él elegido, fuera independiente y por tanto poderoso; pero a su vez, planteaba que ese Ejecutivo garantizara la independencia del parlamento. Su apuesta es por tanto la de un sistema presidencialista, todavía considerándolo compatible con una Monarquía liberal, en el que el liberalismo como “balance of power” se manifieste en la independencia entre Ejecutivo y Legislativo1228. Es significativo este texto, escrito en 1924, porque una idea que se repite mucho al repasar la actitud de Ortega ante la dictadura de Primo de Rivera es su supuesto silencio ante la misma. Ciertamente, el filósofo no se manifestó en un principio contrario al dictador, pero tampoco se hizo cómplice del establecimiento de un régimen antiliberal. Creía que habría de ser una situación transitoria, y públicamente desde El Sol defendió un programa de transición hacia una democracia liberal: “un día u otro será preciso volver al Parlamento. Pero, ¿a cuál? ¿Al antiguo? Sería retroceder a la fuente de todas las desdichas y reiterar el lamentable proceso. Es forzoso, pues, inventar un nuevo”. Proponía un programa que únicamente se entiende desde la complementariedad del Parlamento nacional con los de carácter regional, un tema que desarrolla en este texto pero sobre el que volveremos al tratar su libro más acabado al respecto, La redención de las provincias. Por ahora únicamente se ha de indicar que Ortega consideraba necesaria una organización del Estado español basada en “asambleas regionales”, no únicamente porque buscase adaptarlo a la España real, sino también en tanto que consideraba que el parlamentarismo viejo cayó por ser más democrático que liberal. Sostenía que antes de las dictaduras se creyó que “el progreso y perfección de la democracia debía buscarse en una aproximación a la democracia directa, al plebiscito (…). Hoy la democracia ha rectificado este error y comprende que su progreso y eficiencia está más bien en oposición con el régimen plebiscitario”. Según Ortega, la democracia directa aplicada al Parlamento facilitaba la corrupción porque las personas no tenían verdadero interés ni conocimiento en los problemas nacionales, y se dejaban llevar por pasiones. Por ello, era en los parlamentos regionales donde habrían de votar, dejando que esos representantes comarcales fueran los que después eligieran a otros a nivel nacional1229. En 1922 Ortega creía que en el Parlamento el principio liberal de equilibrio de poder se hacía factible al ponerse en contacto a todas las facciones y partidos. Ahora señalaba que el Parlamento había sido democrático y por esto había fallado, siendo necesario hacerlo liberal de dos maneras: equilibrándolo con un Ejecutivo fuerte, y haciendo de él un escenario donde las diversas regiones españolas estuvieran representadas compartimentándose el poder a nivel regional y nacional. Este texto suscitó varias cartas. Una de ellas del Duque de Alba, amigo de Ortega que tendría una visión más benévola de la dictadura, en la que ocuparía el cargo de miembro 1228 ORTEGA Y GASSET, José: “Ideas políticas” (1924), en José ORTEGA Y GASSET: Obras completas. Tomo III…, pp. 678-694, pp. 680-681, y p. 683. 1229 Ibid., pp. 684 y 691. La evolución del patriotismo fenomenológico: concreción teórica e intento de puesta en práctica 366 de la Asamblea Nacional Consultiva (1927-1930), y ministro de Instrucción Pública y luego de Estado en la etapa del general Berenguer. En ella le decía que le había gustado mucho el artículo, y que “quizás el mejor remedio a nuestros males fuera alguna combinación a modo de las de Suiza donde tan bien se evitan las dificultades principales del Parlamentarismo”1230. Otra carta era de un tal José Badiola, que le escribía con ánimo de “suministrarle algunos datos”, sabiendo que era el interés por el “bien patrio” lo que le había movido a meditar sobre el tema. Escribía desde su experiencia en Vizcaya, diciendo que el parlamentarismo era imposible como consecuencia del caciquismo, y que este se debía a la incultura del pueblo. Sostenía Badiola que los caciques tenían “ascendiente” sobre sus vecinos porque estos carecían de capacidad intelectual para actuar por sí mismos y buscaban su ayuda. No podían, por ejemplo, pleitear sin que mediara un cacique, porque no estaban en condiciones culturales para entenderse con los técnicos, y por esto la solución no podía venir de reformar un Parlamento si previamente no se había instruido a los españoles. Además se permitía ofrecer a Ortega algunas ideas de cómo habría de ser el Parlamento: de diputados provinciales, y no de partidos, votados por cuerpos profesionales como periodistas y abogados; y siendo los ministros nombrados por el Rey (o Presidente de la República)1231. Ortega se diferenciaba de esta opinión en tanto que creía que el caciquismo, más que por la incultura de los españoles, se motivaba por su desinterés ante la política, y si defendía una educación para incluirles en la misma era mediante la cesión a los provincianos del destino de sus regiones. Más interesante es la carta de alguien que firmaba como “M.M” y decía haber escrito algo sobre el tema, por lo que se permitía enviar unas notas a Ortega. En la línea de lo que el filósofo decía implícitamente, “M.M” señalaba que el problema del Parlamento español era plural, y debía de armonizarse con otros aspectos como el de la “personalidad de las regiones” o la técnica legislativa. Como hará luego el madrileño, defendía también la unicameralidad, pero a diferencia de él, desde una visión corporativista basada en el “sufragio general y profesional”, desde la idea de que no era factible la idea “un hombre un voto” porque a la “cualidad común humana, debe acompañar la especial que determina la característica de ciudadano”. En lo que sí que coincidía con Ortega era en la idea de que el Parlamento nacional debía representar la pluralidad regional, y a tal efecto proponía dividir a España en diez regiones que enviarían 25 representantes (que en un sentido gremialista serían, 3 por la propiedad rústica, 3 por la urbana, 2 la mobiliaria, 4 la industria, 4 de los obreros, 3 del comercio, y 6 por la enseñanza, clero y funcionarios. A ello se añadirían también representantes de Canarias, África, y las colonias españolas en América; siendo en total 260 diputados)1232. Aunque no sabemos quién es “M.M”, su postura es muy representativa del planteamiento corporativista con el que muchos movimientos autoritarios, entre ellos el fascismo italiano, respondieron a la crisis del parlamentarismo. Ramiro de Maeztu también refleja esta misma visión, puesto que respondió a la crisis de Europa y su 1230 ALBA, Duque de: “Carta a José Ortega y Gasset. 1 de julio de 1924”, en Fundación Ortega-Marañón, Fondo JOG, C-55/14f, ID: 1386. 1231 BADIOLA, José: “Carta a José Ortega y Gasset. Vizcaya, 23 de julio de 1924”, en Fundación Ortega- Marañón, Fondo JOG, C-56/2, ID: 1392. 1232 MM: “Carta a José Ortega y Gasset. Junio de 1924”, en Fundación Ortega-Marañón, Fondo JOG, C- 97/26, ID: 1436. La evolución del patriotismo fenomenológico: concreción teórica e intento de puesta en práctica 367 liberalismo desde un posicionamiento autoritario que le llevó a defender un sistema antiliberal. Al llegar al poder Primo de Rivera, todavía tenía influencia de Ortega, a pesar de que la ruptura entre ambos se evidencia en el hecho de que la edición de Meditaciones del Quijote de 1921 ya no tenía la dedicatoria a Maeztu que incluyó en 1914. Con todo, el escritor vasco retoma una idea que Ortega había propuesto como forma de organizar a los intelectuales, apostando en 1924, y además desde el orteguiano El Sol, por crear un “Partido de la cultura”1233. Defendía en este artículo una actitud que también podemos considerar netamente orteguiana, en tanto que apostaba por organizar a los intelectuales para vertebrar a la nación, pero no haciendo que ellos gobernaran directamente como en la República de Platón. El filósofo consideraba que la labor del intelectual y del político debía escindirse, aunque el primero influyera en la creación de ideas que el segundo llevaría a cabo. Lo que planteaba Maeztu era que los hombres de cultura se organizaran para estimular a los demás partidos, que por imitación llegarían a renovarse a partir del ejemplo de las minorías. Su labor era por tanto transitoria, y “si algún día se consigue que la cultura sea lema central de todas las políticas, ¿para qué iba seguir viviendo un partido político que ya habría cumplido su misión?”1234. Un talante que es exactamente el mismo que se planteará Ortega cuando la Agrupación al Servicio de la República haya cumplido su función y apueste por su disolución: no en el sentido de que todos los partidos se hubieran transfigurado desde el influjo de las minorías, pero sí en tanto que creó un “partido” para que los intelectuales establecieran como tales las bases del nuevo régimen y así influyeran en los destinos de la nación, misión que una vez terminada justificaba su retracción. Maeztu percibía como Ortega que la crisis de la política reflejaba la desvertebración de España, y afirmaba que “el ideal de la cultura es el único que desde 1898 hasta la fecha ha sentido el conjunto del país” porque todos lo demás ideales han sido “seccionales, de clase o región”. Su análisis equivale por tanto al del particularismo social y regional orteguiano, y también la respuesta a través de lo que el madrileño llamaba “religión de la cultura”1235. Ortega comentaba estas ideas de Maeztu en sus textos sobre el parlamentarismo del mismo año, porque en ellos decía que el nuevo Parlamento tenía que ser un adjetivo de la nación, que era lo verdaderamente enfermo. Para renovarse esta institución, era según se ha visto necesaria una descentralización, que haría pedagogía política: “somos una raza desmoralizada, y mientras no nos reeduquemos, todo será en vano”. Citaba la “cruzada contra la incultura” que Maeztu proponía, porque su proyecto de reforma del Estado nada lograría si la nación seguía enferma. A pesar de sus diferencias, señalaba que “todos deberíamos enrolarnos en la cruzada de Maeztu”, y en efecto así lo hará a fines de la Dictadura con la fundación de la Agrupación, pero al contario que él dirigiendo ese movimiento cultural hacia la instauración de una República. Ortega no obstante criticaba que el escritor vasco únicamente propusiera una regeneración desde las Humanidades, porque la educación que él postulaba tenía que incidir también en la mejora material del hombre medio provinciano. Con todo, la “Liga contra la Incultura” que postulaba Maeztu, y que en parte es precedente –como método, 1233 Ortega lo propone por vez primera a Unamuno en 1908. Vid.: ORTEGA Y GASSET, José: “Carta XIV…, p. 77. 1234 MAEZTU, Ramiro de: “La idea cultural”, El Sol, 29 de abril de 1924. 1235 Idem. La evolución del patriotismo fenomenológico: concreción teórica e intento de puesta en práctica 368 pero no por objetivos– de la Agrupación, asumiría esta tesis desde la que el liberal Ortega defendía superar la decadencia del parlamentarismo: “la reforma sustantiva de nuestra nación tiene que ser de nuestra sociedad y no de nuestra política”1236. Por el contrario, el proyecto vertebrador basado en los intelectuales tenía en Maeztu tintes corporativistas, que se harían más evidentes a medida que avanzaba la Dictadura. Un artículo clave para entender su posición es “La clase media”, donde derivaba su planteamiento desde la idea de “función”, que exponía en base al social-católico y corporativista francés Antonio Dubois, y los intelectuales ingleses de New Age. Durante la Gran Guerra Maeztu había evolucionado hacia posiciones conservadoras, que le llevaron a sustituir el liberalismo por el principio de función, en base a la que los derechos y deberes de cada individuo devenían no de su condición abstracta de persona, sino su posición concreta en relación con el trabajo y su clase. En este artículo señalaba que según Dubois la clase media era individualista y debía organizarse desde su función propia, que para Maeztu era la cultura. “La bandera salvadora para la clase media es la de la cultura”, y tenía una misión regeneradora porque de la técnica derivada de ella se traduciría la mejora del nivel de vida de los obreros1237. No es que en este texto apueste directamente por el corporativismo, pero el funcionalismo maeztiano deriva en esta postura en tanto que la idea de función hace de la vocación profesional y no la ideología la base de la organización política. No por casualidad, terminará comprometiéndose abiertamente con la Dictadura en la etapa donde Ortega se distancia más de ella. A partir de 1925, el “Directorio Militar” dio paso a un “Directorio Civil”, en lo que, desde el lenguaje de Carl Schmitt podemos ver como una conversión de la “dictadura comisarial” a una “dictadura soberana”1238. Era incompatible con la visión que hemos visto de Ortega, dispuesto a aceptarla como un mal menor y momentáneo, porque ahora trató de establecer una estructura con la que perpetuarse como expresión de la soberanía de la nación española. Maeztu se afilió a la Unión Patriótica, el movimiento político de la dictadura, y en lo que guarda un gran simbolismo como muestra de su evolución política, pasó en 1927 de escribir en El Sol a hacerlo en La Nación, órgano primorriverista. Además recibió muy bien la convocatoria de una Asamblea Nacional Consultiva, que habría de ser corporativista y, salvo por la estructura regional, cercana a la propuesta del misterioso “M.M”1239. Aunque Maeztu trató de ser uno de los ideólogos del primorriverismo, el dictador no gobernó tanto desde principios ideológicos como personales, según González Cuevas. Se había forjado en el espíritu militar y nobiliario, habiendo sido miembro del Partido Conservador y del Centro de Acción Nobiliaria. Los civiles que reclutó para su gobierno de 1925 provenían del maurismo, el catolicismo social, y de la tecnocracia, y para entender bien el carácter intelectual de su proyecto habría que mirar a La Nación. Esta publicación fundada por el canario Manuel Delgado Barreto contó con el apoyo de José María Pemán, José Pemartín, Vicente Gay, Eugenio d´Ors o Manuel Bueno. Sus ideas 1236 ORTEGA Y GASSET, José: “Ideas políticas (1924)”… p. 694. 1237 MAEZTU, Ramiro de: “La clase media”, Madrid Científico, nº 1127, 1924, pp. 359-360. 1238 La primera es la que toma el poder de forma transitoria, la segunda la que lo hace para establecer una nueva legitimidad con vistas a la permanencia. Vid.: SCHMITT, Carl: La dictadura, Madrid, Alianza Ensayo, (1931) 2013. 1239 GONZÁLEZ CUEVAS, Pedro Carlos: Maeztu…, p. 229. La evolución del patriotismo fenomenológico: concreción teórica e intento de puesta en práctica 369 eran monárquicas, conservadoras y autoritarias, y se proyectaron en la Unión Patriótica. Pero pese a la admiración que en ciertos momentos presentó Primo de Rivera por Mussolini, y que la cronología invite a identificarlos, al parecer de González Cuevas fue prácticamente nula la influencia ideológica1240. Con todo, primorriverismo y fascismo se asemejan en cuestiones como el anticomunismo, el corporativismo y el autoritarismo, y en que a través de la Unión Patriótica Primo de Rivera trató de hacer un partido de masas. Por ello, la crítica de Ortega al fascismo en tanto que movimiento autoritario de masas permite ilustrar su posición ante la dictadura desde 1925, y mostrar porqué es la circunstancia en la que escribió La rebelión de las masas. Es relevante en este sentido que sea precisamente en 1925 cuando Ortega publica sus principales análisis sobre el fascismo, destacando un texto que apareció en El Sol y, en 1927, en El Espectador. Se trata de “Sobre el fascismo”, que respondía a una serie de textos de Corpus Barga sobre el mismo tema. A juicio de Ortega, el fascismo representaba –según había dicho también en 1924 al hablar de Mussolini en su texto sobre el parlamentarismo– un fenómeno contemporáneo, no algo exclusivamente italiano, que era “el desprestigio de las instituciones establecidas”. Sin citar a Primo de Rivera, daba a entender que representaban lo mismo: un movimiento de destrucción de lo que no valía, que declaraba que la realidad nacional era vacía, pero al no aportar nada estaban llamados a ser “movimientos esencialmente transitorios”. Sostenía así que “la fuerza de las camisas fascistas consiste más bien en el escepticismo de liberales y demócratas, en su falta de fe en el antiguo ideal”. Al no existir un ideal capaz de plantearse como alternativa a la crisis del sistema político y permitir así que continuara la disolución nacional, el fascismo había triunfado. Pero no proponiendo nada concreto, era ilegítimo, en tanto que la violencia se utilizaba no para traer un nuevo poder organizador sino para mantener el estado de negación1241. En otro texto, también de 1926, es más explícito al decir que “el fascismo es un individuo de una especie nueva”, de la que formaba parte la España de Primo de Rivera: no era algo italiano, y ni siquiera inventado por ellos, porque les habían precedido en Grecia y Turquía (en el país heleno hubo varios golpes de Estado desde la abdicación del rey Constantino en 1922, entre ellos uno de octubre de 1923 en el que participó el coronel Metaxas, que estableció una dictadura fascista en 1936. En Turquía, se proclamó la República en octubre de 1923, que presidiría Mustafá Kemal apoyado en el Cumhuriyet Halk Partisi o Partido Republicano de Pueblo). Sostenía que el golpe de Primo de Rivera era un ejemplo más de estos acontecimientos europeos derivados de la crisis de la institución parlamentaria, y vaticinaba que lo mismo ocurriría en Alemania, Inglaterra y Francia. Al escribir esto, se manifestaba como mero observador, y abiertamente recordaba cuál era su postura: no era partidario de las dictaduras, y sostenía que hacía falta “la invención de nuevas instituciones ajustadas al pulso contemporáneo”1242. Recordaba también en este texto que la función del intelectual era distinta de la del político, y en este sentido se comprende el “silencio” ante la Dictadura: para él la forma de incidir en la 1240 GONZÁLEZ CUEVAS, Pedro Carlos: Historia de las derechas…, pp. 274-275, y 281. 1241 ORTEGA Y GASSET, José: “Sobre el fascismo” (1925), en José ORTEGA Y GASSET: Obras completas. Tomo II…, pp. 608-615, pp. 611, y 614-615. 1242 ORTEGA Y GASSET, José: “Cosas de Europa” (1926), en José ORTEGA Y GASSET: Obras completas. Tomo IV…, pp. 32-34, pp. 32 y 34. La evolución del patriotismo fenomenológico: concreción teórica e intento de puesta en práctica 370 nacionalización liberal de España sería no con un compromiso político directo –al menos hasta 1930– sino desde la creación de esa teoría que creía hacía falta para re-ligar a los españoles. Una teoría que pretendía galvanizar el parlamentarismo a partir de la redención de las provincias. Sin embargo, aunque es evidente que Ortega piensa el problema de España en clave de un problema europeo, percibe diferencias substanciales con respecto a Italia, y las expone en “Destinos diferentes”, un texto de 1926 que reeditó en El Espectador un año después colocándolo como continuación de “Sobre el fascismo”. En él hacía una distinción esencialista entre el ethos italiano y el español, diciendo que el primero concebía la vida como exteriorización, y el segundo no, y que como consecuencia los italianos anteponían la vida pública a la privada y viceversa en el caso hispano. Evidenciado cuál era su postura política, decía que esto era muestra de la “superioridad de nuestro ethos”, que hacía “poco verosímil un fascismo español”. Aplicaba después su interpretación historicista del liberalismo –aunque en franca contradicción con textos como España invertebrada, porque ahora da a entender que los españoles no habían sido romanizados– para afirmar que los italianos concebían la libertad como la existencia de poderes públicos inmensos, frente a la visión moderna de los españoles: “la libertad romántica –la europea, que brota en la Edad Media y no en 1789, como una noción superficial supone– implica la resolución de poner coto al poder público, de limitarlo, abriendo un amplio margen del derecho al hombre privado como tal”. Concluía el texto diciendo que prefería el “destino español”, más delicado y opuesto a hacer “del Poder público un ídolo” y que “se opone resueltamente a que el Estado machaque a los ciudadanos”1243. La tendencia de los españoles a la anarquía es así vista por Ortega en este texto no como manifestación de particularismo, sino de un espíritu liberal. Lo que más critica Ortega del fascismo es su carácter totalitario, y en este sentido hay una evolución en su interpretación como fenómeno europeo. Al principio lo ve como una simple destrucción de lo viejo, en lo que sería un fenómeno histórico desde el que podría interpretarse el papel de Primo de Rivera. Lo distingue del comunismo, y de hecho critica que Cambó los identificara con En torno al fascismo (1925)1244. Mientras que el comunismo tenía una serie de ideas, aunque equivocadas, el fascismo carecía de ellas, y en relación con el concepto de nación orteguiano era una manifestación de la desvertebración. Pero después dará un paso más al afirmar que era ejemplo del particularismo, ideológico en este caso, que se traducía en el autoritarismo de Estado, y en esto sí que era identificable con la URSS. Dice Ortega en 1929 que “no hay nada más peligroso para una nación o conjunto de ellas, que pasar la raya en la intervención y autoritarismo de Estado”. Desde la oposición entre nación y Estado, sostiene que la decadencia de la primera deviene de aplastar la “espontaneidad social”, fagocitando a individuos y grupos. El Estado no es la vida, no es la nación, sino una “máquina creada por la vitalidad colectiva”, un medio para un fin. Ortega cree que lo propio de la Europa 1243 ORTEGA Y GASSET, José: “Destinos diferentes” (1926), en Ibid., pp. 616-618, pp. 617-618. 1244 ORTEGA Y GASSET, José: “Sobre el fascismo”…, p. 613. La evolución del patriotismo fenomenológico: concreción teórica e intento de puesta en práctica 371 del momento es la “valoración hipertrófica del Estado”, que no es sino una “solución elemental y anacrónica” que representan tanto fascismo como bolchevismo”1245. En La rebelión de las masas, que comenzó a escribir en este mismo año, continúa esta interpretación del fascismo y el comunismo como paradigmas del “hombre-masa”. Ortega tituló uno de sus capítulos (el XIII) de forma muy significativa: “El mayor peligro, el Estado”, que publicó en 1930 en El Sol, y en él exponía algunas de las consecuencias de lo que, desde el mismo periódico en 1929, había descrito en “Comienza la disección del hombre-masa” (capítulo VI). Si ser hombre, desde la idea orteguiana del liberalismo, implica esfuerzo, el hombre-masa es el que alcanza una vida “exenta de impedimentos”. Considera que la técnica y el industrialismo tuvieron un efecto negativo, al imponer una “psicología del niño mimado” que llevó al “vulgo” a exigir derechos sin ver que estos eran consecuencia del deber. “Mi tesis, pues, es esta: la perfección misma con que el siglo XIX ha dado una organización a ciertos órdenes de la vida es origen de que las masas beneficiarias no la consideren como organización, sino como naturaleza”1246. La rebelión de las masas así entendida puede tener dos consecuencias: la destrucción del Estado, y la de la nación, en realidad vinculadas entre sí porque, aunque en esta época Ortega oponga los dos conceptos, considera necesaria la existencia de la entidad estatal a través de diversas instituciones. Lo primero es obra del particularismo, por ejemplo anarquista, que no acepta ningún tipo de instrumento político común, y directamente se rebela contra la existencia del Estado. Lo segundo, de una estadolatría que ahoga a la nación. Si esta es una masa organizada por una minoría selecta, la no aceptación de que la vida humana requiere de esa organización –concepto que, recordemos una vez más, es fundamental en Ortega desde su etapa neokantiana– es una forma de desechar la propia idea de nación. Si las masas creen que todo lo que constituye su circunstancia política es natural, que sus derechos forman parte de su esencia, no necesitarán ser dóciles ante una minoría, ni aceptar la colaboración con los demás dentro de un proyecto común que garantice la libertad y permita el desarrollo personal. Incluso podemos aventurar que en esta crítica al hombre-masa que considera que todo lo que le ha dado la modernidad es natural, la propia idea de Kulturnation es aborrecida por Ortega. Por lo menos, la nación cultural en un sentido radical, racista como el que ya se entreveía en el nazismo pujante de Alemania, o esencialista como el del fascismo italiano y el primorriverismo. Si la nación es algo natural –como ser de una determinada raza o poseer un Volkgeist–, tampoco hace falta el esfuerzo por integrarse en un proyecto común: retomando el debate en el que participaron los profesores judíos de Marburgo, los nazis eran hombres-masa porque creían que la nación alemana era algo natural a la raza aria, frente a quienes asumieron una idea liberal que buscó integrar a judíos, polacos, católicos, y otras minorías dentro de otra idea de nación1247. O en el caso español, la idea de una “Anti-España”, 1245 ORTEGA Y GASSET, José: “Intimidades” (1929), en José ORTEGA Y GASSET: Obras completas. Tomo II…, pp. 728-755, p.739. 1246 ORTEGA Y GASSET, José: “La rebelión de las masas”…, pp. 406-407. 1247 Desde la revista Foreing Affairs se pusieron en contacto infructuosamente con Ortega para que publicara un texto sobre el nazismo. Pero uno de los integrantes de la revista le mandó algo muy significativo: el libro Hitler´s Reich, donde citaba La rebelión de las masas dado que, después de visitar Alemania, había descubierto en la “nazi psychology” algunos de los fenómenos descritos en el libro. Vid.: La evolución del patriotismo fenomenológico: concreción teórica e intento de puesta en práctica 372 sobre la que hablará Ramiro de Maeztu, es la contraparte de la afirmación de la condición natural de lo considerado español. Por esto, cuando en el “Epílogo para ingleses” de La rebelión hable Ortega de que “pese esta vez a la etimología, la nación no nace, sino que se hace”1248; sintetizará su apuesta por la Staatsnation. Pero, según se ha dicho, la nación organizada requiere de unas instituciones estatales que la inciten a constituirse en nación. En ningún caso porque el Estado absorba a la nación. Esto es lo que critica en el libro al indicar que el hombre- masa ve frente a sí al Estado que asegura su vida, “pero no tiene conciencie de que es una creación humana, inventada por ciertos hombres y sostenida por ciertas virtudes y supuestos”. Cree que es un “poder anónimo, y como él mismo se siente a sí mismo anónimo –vulgo–, cree que el Estado es cosa suya” y a él exige que se lleven todos los problemas que surjan porque, en teoría, es el único capaz de dirimirlos. Según Ortega, “el mayor peligro que hoy amenaza a la civilización” es “la estatificación de la vida, el intervencionismo del Estado, la absorción de toda espontaneidad social por el Estado”1249. En este sentido, Ortega considera que afirmaciones como las que Mussolini exponía al reivindicar el carácter estatista del fascismo bastarían “para descubrir en el fascismo un típico movimiento de hombres-masa”. Pero va más allá, sosteniendo que él no inventó nada, sino que se limitó a utilizar, inconstitucionalmente, un “Estado admirablemente construido” por la “democracia liberal”. Por ello indica que el fenómeno fascista no es sino la consecuencia última de una democracia liberal mal entendida, en la que las masas se rebelan en la forma arriba indicada. Sin emabargo, no todas las democracias liberales fueron como la italiana, según sostiene al retomar la dicotomía entre Francia e Inglaterra. Esta vez, no por oponer la revolución jacobina a la inglesa, sino al comparar el significativo tamaño de sus fuerzas de policía. En Francia, que en este sentido era como la Italia pre-fascista, era enorme. En Inglaterra, mucho menor; y eso reflejaba “dos ideas distintas del Estado”, porque “el inglés quiere que el Estado tenga límites”. El referente de nación británico vuelve a ser el que tiene en mente, porque la salvaguardia frente al fascismo y otras amenazas estatistas sería consecuencia de la organización de la nación, mediante un Estado que impulse la vitalidad social, seleccione minorías, y limite el exceso de poder de cualquier grupo. La propuesta de Ortega para que esto sea factible en la realidad española será la que esboce en La redención de las provincias. 7.3.La redención de las provincias Durante la dictadura de Primo de Rivera, Ortega sistematizó su proyecto de Estado para la nación española, en lo que supone una propuesta donde confluyen tanto el eje vertical en su doble dimensión, como el horizontal externo. Esto es, ya se ha indicado que Ortega, desde el marco de una tradición republicana que bebe de personas como Azcárate, venía defendiendo un programa de descentralización como vía para acabar con la vieja política, y que esto se relaciona con su filosofía raciovitalista, que hace de la circunstancia y lo concreto la base de una visión del ser humano en tanto que entidad obligada a elegir FISH ARMSTRONG, Hamilton: “Carta a José Ortega y Gasset. Nueva York, 25 de julio de 1933”, en Fundación Ortega-Marañón, Fondo JOG, C-115/7, ID: 3449. 1248 ORTEGA Y GASSET, José: “La rebelión de las masas”…, p. 502. 1249 Ibid., pp. 449-450. La evolución del patriotismo fenomenológico: concreción teórica e intento de puesta en práctica 373 para construirse su futuro. Pero al mismo tiempo la cuestión regional, de nuevo especialmente catalana, es un factor fundamental en el desarrollo del régimen de Primo de Rivera. En efecto, la dictadura se caracterizó según González Cuevas por un “exacerbado anticatalanismo”, puesto que aunque en un principio la Lliga apoyó el golpe, Primo de Rivera prefirió acercarse a la Unión Monárquica Nacional y nombró a Alfonso Sala presidente de la Mancomunidad, entidad que fue disuelta en 1925 por el nuevo Estatuto provincial. Las medidas contrarias al catalanismo, que habían provocado la dimisión de Puig i Cadafalch al frente de la entidad autónoma y que continuaron después de este acontecimiento, se manifestaron en la prohibición de la bandera catalana, el himno de Els Segadors, y el uso del catalán en la liturgia, lo que acarreó la oposición de gran parte del clero1250. Como protesta, una serie de intelectuales, 118 en total, enviaron al Directorio en marzo de 1924 un “Manifiesto de elogio y defensa de la lengua catalana”, que había sido redactado por Pedro Sáinz Rodríguez y que firmaron entre otros Gregorio Marañon, Luis de Zulueta, Luis Araquistáin, Adolfo Buylla, Menéndez Pidal, y también José Ortega y Gasset. Es un texto de contenido culturalista, en tanto que identifica la identidad del “pueblo catalán” con su cultura y su idioma, y que cifra la grandeza del Principado no en su poderío económico o potencial europeizador, sino en sus glorias históricas. Cita al respecto el papel de Cataluña en la configuración de la “filosofía nacional” con Raimundo Lulio, o las “glorias españolas” derivadas de la expansión barcelonesa por el Mediterráneo en el Medioevo. Ortega seguía en 1924 considerando que la autonomía no se debía de basar en derechos históricos, pero su apoyo a este manifiesto evidencia que tampoco veía incompatible su proyecto con la defensa de una lengua propia, y que para él el peligro del nacionalismo periférico se cifraba en su obtención de poder y no de autonomía cultural1251. En este sentido, diversas cartas conservadas en el Archivo de Ortega pertenecientes a este momento histórico evidencian que los intelectuales catalanes, o un sector importante de ellos, veían en Ortega a una persona no solamente afín a sus ideas, sino también idónea para ponerlas en práctica. En 1925 Serra Bartra le mandó una carta con el membrete del Ateneo Barcelonés, una entidad que, como la de Madrid pero desde una vertiente catalanista, fue un centro de resistencia intelectual frente a la Dictadura. A tal efecto, desde el Ateneu se impulsó la revista Mirador en 1929, o el Premi Crexells (el primero para novela catalana, creado en 1927), y en sus salas se albergaron reuniones de movimientos contrarios a la Dictadura. Entre ellos probablemente, los del Círculo Federal, que presidía Serra Bartra y en nombre del que se ponía en contacto con Ortega. Hacía referencia a “Frente a frente”, un texto incluido en la serie “Vaguedades” donde refería que, si se constituía un frente único para reformar España, debería de hacerse bajo los principios sobre los que venía insistiendo: la nacionalización y el liberalismo. Recordaba Ortega una vez más, retomado su crítica a la Dictadura y al fascismo, que los liberales españoles eran impotentes no por la fuerza de los reaccionarios, sino por el vacío 1250 GONZÁLEZ CUEVAS, Pedro Carlos: Historia de las derechas…, pp. 275-276. 1251 Texto adjunto en una carta de Juan Maragall (probablemente Joan Antón Maragall, firmante del Manifiesto con que los intelectuales catalanes respondieron agradecidos a fines de marzo a los castellanos): MARAGALL, Juan: “Carta a José Ortega y Gasset. Barcelona, 23 de abril de 1924”, en Fundación Ortega- Marañón, Fondo JOG, C-29/2, ID: 1438. La evolución del patriotismo fenomenológico: concreción teórica e intento de puesta en práctica 374 de poder que dejaba su falta de ideario. Frente a esto él apelaba a dar un sentido concreto al liberalismo: aplicar un programa de “reorganización nacional, inspirado por un enérgico sentido de la nacionalidad”, porque eso haría reaparecer las libertades. En otras palabras, aplicar la idea de nación que venía definiendo en los últimos años, en base a cuyos principios, de la descentralización se derivaría una vertebración sustentada en el liberalismo. Así, decía que el debate que existía entre Monarquía o República era un “dilema místico”, adjetivo a lo que era previo, y que por ello lo necesario era “la gran reforma de la nación para la nación”, sustentada no en la vuelta al antiguo Parlamento, sino en otro nuevo derivado “de una conformación distinta dada previamente al cuerpo español”1252. Desde la voluntad de hacer concreto este proyecto, el federalista Serra Bartra planteaba “formar una solidaridad –aunque esta vez sin el egoísmo nacionalista de la pasada– de todas las fuerzas políticas y de todos los hombres de buena voluntad”. La máxima en la que tendría que basarse este movimiento político era la misma que sustentaba la propuesta descentralizadora de Ortega, que se derivaba de la cultura política republicana en la que también se integraba este conjunto de ateneístas, y de los autores ya mencionados del social-liberalismo británico: para hacer frente a la “vieja política” y el “antiguo régimen”, la fórmula era el “selfgovernment local”, justificado en virtud de que “la mejor escuela de democracia consiste en practicar en los pueblos la autonomía municipal”. Terminaban ofreciendo a Ortega la dirección de lo que propone llamar Solidaridad “democrática” – calificativo que de nuevo indica que no se le percibe como autoritario, puesto que su temor a la democracia es únicamente por salvaguarda del liberalismo–, al decir: “¿Quiere usted ponerse al frente de esta moderna cruzada?”1253. Ortega no se puso al mando de ningún movimiento, por entonces, pero la Agrupación al Servicio de la República o el intento fallido de crear un Partido Nacional en los años treinta, recogen el espíritu de la demanda de los federalistas catalanes. Estos no fueron los únicos que vieron en él un aliado, según muestran otras epístolas. Entre ellas, una de José Pijoán, arquitecto e historiador de formación krausista que había participado en proyectos culturales de Prat de la Riba, como la creación del Institut d´Estudis Catalans en 1907. Le escribía para tratar de estimularle a que tratara de “reestablecer relaciones entre los intelectuales de Cataluña y los de España”, señalando que “Maragall y yo intentamos en Cataluña lo que Don Francisco en Madrid”. Se refería a Francisco Giner de los Ríos, del que dice que es el único “español” con que se escribía. Afirma además que “don Francisco” les presentó hacía años en Madrid, pues efectivamente Pijoán formaba parte de la juventud liberal que se reunía en lugares como el Ateneo a principios de siglo1254. Con esta carta, pretendía algo parecido a lo que su maestro Maragall también había debatido brevemente con Ortega en 1910, lograr un conocimiento mutuo entre 1252 ORTEGA Y GASSET, José: “Vaguedades” (1925), en José ORTEGA Y GASSET: Obras completas. Tomo III…, pp. 788-794, pp. 791 y 792. 1253 SERRA BARTRA, M.: “Carta a José Ortega y Gasset. Barcelona, 15 de marzo de 1925”, en Fundación Ortega-Marañón, Fondo JOG, C-72/28, ID: 1540. 1254 PIJOÁN, José: “Carta a José Ortega y Gasset. Barcelona, 9 de junio de 1926”, en Fundación Ortega- Marañón, Fondo JOG, C-70/19a, ID: 1659. La evolución del patriotismo fenomenológico: concreción teórica e intento de puesta en práctica 375 catalanes y castellanos (o “españoles”, según su vocabulario) que superara el problema regional a través de la vía cultural. Ortega tomó parte en diversas iniciativas destinadas a buscar este encuentro a través de la cultura, según se había planteado en los manifiestos de 1924. Dos años después, El Heraldo de Madrid organizó una Exposición de Arte Catalán Moderno en el Círculo de Bellas Artes de Madrid, que según la reseña tuvo “éxito franco y verdadera expectación"1255. En ella participaron Rebull, Humbert, Sunyer, Dalí, Miró, y un largo etcétera. Según El Imparcial, reflejaba un estado espiritual propio de Cataluña, en virtud del que esta “aspira por temperamento a destacarse, situándose de ordinario en una posición de vanguardia con respecto a las demás regiones”. Lo decían en sentido artístico, pero sosteniendo a la vez que el arte era reflejo de las aspiraciones catalanas, entre líneas puede deducirse que presentan a España como la veía Ortega desde 1910: ejemplo de regeneración para toda la nación, fundamentado en su modernidad1256. Por su parte, Ortega ofreció un discurso el 31 de enero, en el que hablaba de arte y estética, pero donde concluía aprovechando el pretexto que se le había brindado para exponer su idea de España: “conviene que todas las variedades peninsulares entren en actividad y en erupción: catalanes y astures, castellanos, andaluces y vascos, que haya entre ellos vivaces canjes y corrientes, confluencias y combates”, para que todos juntos se proyectaran en “la gran obra que es preciso hacer ante el mundo”: la “nueva alegría española”1257. Sin embargo, el acto de acercamiento cultural entre Madrid y Barcelona más importante de todos los que se hicieron durante el gobierno de Primo de Rivera fue la visita de intelectuales castellanos a Barcelona en 1930, en la que también participaron Ortega y su círculo1258. Precisamente uno de los actos que tuvieron lugar en el transcurso de la visita fue un “almuerzo íntimo” con el que el diputado procedente de la Liga y editor Gustavo Gili agasajó al impulsor de El Sol y La Voz, Urgoiti, en un acto en el que también participaron Luzuriaga, de los Ríos, Zulueta, Pompeyo Fabra, Gómez de la Serna o Bagaría. Otros intelectuales cercanos a Ortega que también asistieron al viaje fueron Gregorio Marañón o Menéndez Pidal, y entre las entidades impulsoras se encontró el mencionado Ateneo barcelonés. A lo largo del viaje se hicieron muchas demostraciones simbólicas de oposición al anticatalanismo de Primo de Rivera, entre ellas un homenaje a la Senyera en el Orfeón1259. En otro de los banquetes, celebrado en el Ritz y en el que Ortega figura como comensal, tomó la palabra Pedro Sáinz Rodríguez, que señaló que tenían los castellanos la “firme decisión de resolver vuestro problema catalán”. Lo cifraba en un problema de 1255 “Exposición de Arte Catalán Moderno”, El Heraldo de Madrid, 18 de enero de 1926. 1256 VEGUE Y GOLDONI, Ángel: “El arte catalán moderno”, El Imparcial, 29 de enero de 1926. 1257 ORTEGA Y GASSET, José: “[La verdad no es sencilla]” (1926), en José ORTEGA Y GASSET: Obras completas. Tomo VIII (1926-1932): obra póstuma, Madrid, Taurus: Fundación José Ortega y Gasset, 2008, pp. 3-8., p. 7. 1258 El mallorquín Juan Estelrich, miembro de la Lliga y que durante la dictadura trató de difundir los principios del catalanismo desde la Liga de Naciones, fue quien visitó en Madrid a Ortega para animarle a participar y después le mandó una invitación para el evento. Vid.: ESTELRICH, Juan: “Carta a José Ortega y Gasset. Barcelona, 13 de marzo de 1930”, en Fundación Ortega-Marañón, Fondo JOG, C-103/34, ID: 2350. 1259 “Intelectuales castellanos y catalanes. Actos de confraternidad”, La Vanguardia, 25 de marzo de 1930. La evolución del patriotismo fenomenológico: concreción teórica e intento de puesta en práctica 376 “desconocimiento” con el resto de España, que se arreglaría difundiendo su cultura. Después seguía con unas expresiones que, al contrario que la última, Ortega habría asumido: la idea de que la Dictadura era último episodio de un proceso de “descomposición de Estado español” iniciado en 1917, y que no había que confundir a este con la “nación española”. En la readaptación entre ambas entidades, “Cataluña puede servirnos de guía y modelo en la reconstitución de nuestro país”, y cifraba la nueva reforma de España en dos negaciones: la castellana a no imponer el “asimilismo”, y la catalana a no hacer lo propio con el “separatismo”. Sin mencionarlo, opta por tanto por una fórmula como la que el filósofo proponía desde su concepto de “integración”. Gregorio Marañón por su parte expuso algo similar, al decir que “queremos una España única y diversa, federada y moderna”, en la que se reconocía al catalanismo como una fuerza de “patriotismo repleto de universalidad”. En cuanto a Fernando de los Ríos, expuso una visión también muy cercana a la de Ortega, al decir que “estamos sometidos a la homogeneidad, nosotros que somos el pueblo de más variación. Hemos puesto a España una vestidura jurídica y estrecha y realizado una centralización”. También la idea de Menéndez Pidal era netamente orteguiana, al decir que “el problema capital consiste en saber aprovechar cada una de las energías nacionales en el común ideal”, y al recordar que el problema español se insertaba en otro de carácter europeo que se había puesto de manifiesto en la postguerra1260. En cuanto al discurso de Ortega, también es muy interesante, y se centró en la labor del intelectual, afirmando que “se confunde el deber de soledad que, para crear, se impone el intelectual y la labor de unión que surge de aquel aislamiento”. Probablemente, se estaba exculpando, o explicando la situación por la que, después de una época de tanta propaganda política como la que había protagonizado antes de la Dictadura, esta, sin cesar, había disminuido. Frente a quienes tenían una visión del intelectual como líder político, Ortega defendía la complementariedad entre estas dos esferas de la existencia, y él en tanto que parte de la primera se había centrado en la suya. Había venido desarrollando un programa concreto de aplicación del patriotismo fenomenológico a España, con las ideas que desde El Sol ya había expuesto sobre la redención de las provincias, y analizado el problema de la rebelión de las masas. La Agrupación al Servicio de la República que poco después vería la luz fue, en lo teórico-intelectual, esa labor de unión que había surgido del aislamiento previo. Después Ortega continuaba hablando de que había nacido entre los dos grupos de intelectuales una forma de unidad que no excluía la diversidad, y que justificaba desde su idea de circunstancia (esta vez desde la noción de paisaje): “hay una coincidencia que no excluye la discrepancia, porque se da el lujo de incluirla, como abarca un paisaje las mayores variedades”. También volvía a recurrir a la dicotomía entre las dos Españas que desde 1914 había teorizado, al decir que “es milagroso que el país subsista todavía porque el poder público ha hecho lo posible para eliminar cuanto era enérgico y fomentar lo fantásmico”. Mencionando también la perspectiva que sobre Cataluña tenía desde 1910, continuaba diciendo que el Estado había prescindido del “impulso catalán”, y terminaba apelando a aprovechar “todas las fuerzas que en España existen” para superar la cuestión. Por tanto, dejaba bien claro que el problema catalán era un problema español, e implícitamente anunciaba que no se solucionaría con la cesión de autonomía para la región, sino en la reforma de toda España. 1260 Idem. La evolución del patriotismo fenomenológico: concreción teórica e intento de puesta en práctica 377 En definitiva, los discursos de estos intelectuales de la órbita orteguiana, y particularmente el suyo, son muy representativos de una idea de nación muy concreta, cercana a la Staatsnation. Especialmente se ve así si se compara con otros discursos que hicieron referencia a la lengua y la historia en mucha mayor medida que a la construcción del proyecto común. Por ejemplo el que en otra sesión del viaje pronunció Joan Maluquer y Viladot, presidente de la Diputación, que desde el antiguo Palacio de la Generalidad establecía una comparación con la Cataluña de 1640, elevando a mito catalanista este antiguo mito liberal, que ahora se veía como episodio de resistencia no únicamente contra la centralización política, sino también cultural1261. Este episodio de la historia intelectual española había sido posible, en gran media, por el hecho de que la Dictadura estaba en sus horas bajas. Popularmente, de hecho, se conoció como “dictablanda” a la etapa que siguió a la dimisión de Primo de Rivera, ascendiendo en enero de 1930 al poder el general Dámaso Berenguer. Todavía faltaban unos meses para que, el 15 de noviembre, Ortega publicara su famoso artículo “El error Berenguer”, donde apostaba por el cambio de régimen. Pero, aunque no desde un compromiso tan directo, hechos como la participación en el acto de Barcelona demuestran que públicamente ya se significó en contra de la Dictadura. Pensaba, como era común entre los intelectuales del momento, en un cambio de régimen, y a tal efecto escribió una “Conversación sobre España” después de llegar de Barcelona. Es un texto interesante porque, habiendo sido motivado por la reunión de catalanes y castellanos, muestra una vez más que para Ortega el problema de vertebración nacional excedía a Cataluña, porque en esta ocasión lo que quería era extender a todos los ámbitos de España una iniciativa similar, que culminará con la Agrupación al Servicio de la República. Proponía reunir a intelectuales, empresarios, políticos, etc., en un macro-congreso que pensara el futuro de España tras la caída de Berenguer. Seguía con su esquema de oposición entre un Estado ficticio y una España real, apelando a que el primero devolviera “íntegramente los destinos de España a los españoles”. En esta ocasión Ortega parece percibir en España una situación similar a la de 1913, en el sentido de que veía una oportunidad que le llevó momentáneamente a comprometerse en la política. Creía posible articular a la “opinión española” y organizar su criterio desde una acción pedagógica que, como en el contexto de 1914, tendrían que dirigir los intelectuales. Pero complementaba la retórica de “Vieja y nueva política” con la serie de ideas que había venido desarrollando en los años anteriores, y hablaba así de un proyecto común que debía de partir de la España real: para que la nación tomara el “destino en sus manos”, habría que partir de los representantes de toda la España vital. Sin embargo, hay un detalle importante, y es que Ortega insistía en que no había que hacer una campaña previa de propaganda de la hipotética “Conversación sobre España”, sino tratar de “extremar el carácter espontáneo de la reunión” porque sería mayor “la impresión que produzca a la nación ver cómo súbitamente aparecen conjuntos hombres tan diversos”1262. Este texto también da a entender que, frente a lo que decía en público, no creía tanto en la “España vital”, y que esto era una figura retórica que escondía el hecho de que, si 1261 Idem. 1262 ORTEGA Y GASSET, José: “[Conversación sobre España]” (1930), en José ORTEGA Y GASSET: Obras completas. Tomo VIII…, pp. 399-403, pp. 309 y 403. La evolución del patriotismo fenomenológico: concreción teórica e intento de puesta en práctica 378 se movilizaban los españoles, era porque alguien les había impulsado o, en este caso, coordinado. No hay testimonios similares hacia 1914, y esta confesión indica el cambio que supuso la experiencia de la Gran Guerra y la Dictadura en tanto que llevó a Ortega al pesimismo vinculado a la rebelión de las masas. También hay que indicar que, si bien decía explícitamente que no había que vincular con el catalanismo este movimiento – porque es la redención de todas las provincias lo que defiende–, seguía viendo muy de cerca los acontecimientos de Cataluña, y al respecto es muy interesante una carta de Joaquín Xirau de agosto de 1930. Como la de 1918 es muy extensa y en ella le ofrece una descripción de la situación de Cataluña, del catalanismo, y de la política en general. Por ello detenernos en esta carta es también una forma de ver, por comparación, la evolución del “problema catalán” visto de primera mano por un discípulo de Ortega, que seguramente influyó en su percepción en tanto que seguiría en vigor la demanda que le hizo en 1918 de que le informara de la situación. Xirau ofrecía un análisis con puntos en común y divergentes con respecto al de Ortega. Decía sostener como él que, de lo que ocurriera entonces, dependería todo el futuro; y también coincidía en señalar que el proyecto catalanista era consecuencia de un problema mayor que concernía a toda España. Afirmaba que el nacionalismo se había fortalecido durante la Dictadura, “por desesperación de lograr dentro de España la aceptada libertad y por desesperación de hallar una salvación para España como conjunto”. En lo que difería su perspectiva es en el hecho de que atribuyera el movimiento separatista a la reacción contra Primo de Rivera, y sus “brutalidades asimilistas”, y no como Ortega a causas más profundas. La prueba de que el “apartamiento espiritual” se debía a los sucesos acecidos desde 1923, la veía en la disminución sufrida desde entonces en las ventas de periódicos y libros castellanos. Sin embargo, siguiendo en esto a Ortega, identificaba la resolución del problema catalán con la del problema español, diciendo implícitamente que la existencia de un proyecto sugestivo de vida en común sería lo que haría desaparecer el particularismo. La caída definitiva de la Dictadura implicaría “la casi total supresión de todo sentimiento separatista. Al surgir una esperanza Cataluña –como conjunto– se vuelve hacia España”1263. Después de analizar el panorama general, ofrecía a Ortega una lista de los partidos políticos catalanes y de las posibilidades que podían ofrecer, de una manera similar a la carta que le mandó doce años antes. Sobre la Lliga, era más duro que en 1918, al decir que era la “versión catalana” del canovismo y tachándoles de “francamente indeseables”. Después hablaba de Acció Catalana, partido que había nacido en 1922 de la mano de Jaume Bofill i Mates, y que según Xirau llenaba el vacío dejado por la Lliga. Era republicano y de carácter intelectual, pero tenía un carácter demasiado heterogéneo, con republicanos laicos y excarlistas. El tercer grupo eran los “Partidos republicanos”, para los que el “problema religioso” era el prioritario, pero que podían incluir contenidos del catalanismo porque “aspiran a una España estructurada mediante el reconocimiento explícito de las realidades nacionales o regionales”. Un cuarto elemento eran los socialistas, de quienes distinguía a un grupo dirigido desde Madrid, y otro que había incluido en su programa “la libertad de Cataluña”, inspirándose en la Sociedad Fabiana 1263 XIRAU, Joaquín: “Carta a José Ortega y Gasset. Barcelona, 10 de agosto de 1930”, en Fundación Ortega-Marañón, Fondo JOG, C-76/5i, ID: 2488. La evolución del patriotismo fenomenológico: concreción teórica e intento de puesta en práctica 379 inglesa y en la ILE. Hablaba después del comunismo, minoritario, de los “anti-catalanes” pero bien organizados lerrouxistas, y de los “amigos de Macià”. Con acierto intuía entonces Xirau que el fundador en 1922 de Estat Català, y de Esquerra Republicana de Catalunya en 1931, era quien tenía más futuro. Había pasado del separatismo al federalismo, y aunque era el suyo un grupo “lírico y sentimental”, estaba dispuesto a integrar a todos1264. Xirau concluía su carta señalando que todos los partidos de Cataluña estaban en algún sentido “infiltrados de sentimientos catalanes”, y que se percibía un sentimiento de protesta en toda la región, patente o latente según los lugares. Pedía también a Ortega consejo porque le habían propuesto presentase a las elecciones, y aunque creía que era mejor no aceptar, esperaba escuchar lo que él opinaba. Pero lo más importante de su conclusión era que decía a su maestro que todos los partidos políticos en el Principado coincidían en una cosa: “creen en la posibilidad de una república que reconozca la autonomía de Cataluña”1265. Asumir esta idea tan categóricamente defendida por Xirau, fue una más de las razones que le empujaron a aceptar la República como solución para la nacionalización de España, aunque habría de ser una solución para el conjunto de las regiones. Diversos documentos conservados en la Fundación, además de los ya citados, muestran que efectivamente muchos catalanistas veían hacia 1930 en Ortega a un aliado en su proyecto. Después de la visita a Barcelona, recibió el filósofo una carta del Teniente de Alcalde Delegado de Cultura y Estadística del Ayuntamiento de Barcelona, que le agradecía “el espíritu de comprensión y la simpatía hacia el desenvolvimiento cultural de Cataluña en todos los aspectos de su vida”, que habían mostrado los intelectuales castellanos y “usted de un modo especial”; razón por la que le mandaba el informe Les construccions escolars de Barcelona (1922) sabiendo que le interesarían1266. En este mismo mes, mientras Ortega estaba tomando contacto con personas con las que configurar lo que llegaría a ser la Agrupación, una carta del social-católico Ángel Ossorio y Gallardo le informaba de que para su proyecto contaría con el apoyo de algunos catalanistas, entre ellos el organizador del encuentro de marzo: “ciertos elementos jóvenes intelectuales de Barcelona se sentirán un poco doloridos si no se habla con ellos”, como Juan Estelrich o el medievalista Fernando Valls y Taberner1267. Estos dos personajes pertenecían a la órbita del catalanismo conservador, como también lo eran otras personas con las que Ortega había tenido relación durante los últimos años de la Dictadura. Entre ellos el propio Francesc Cambó, que en 1929 le enviaba una carta en la que refería una cita que habían tenido los dos. En ella le comunicó su deseo de emprender “una gira por las principales ciudades de España” buscando apoyos en el “campo intelectual y económico” para colaborar en “una obra de gobierno al acabar la dictadura”. Le solicitaba para ello una lista de nombres con los que poder 1264 Idem. 1265 Idem. 1266 EL TINENT D´ALCALDE DELEGAT DE CULTURA I ESTADÍSTICA: “Carta a José Ortega y Gasset. Barcelona, 16 de abril de 1930”, en Fundación Ortega-Marañón, Fondo JOG, C-103/13, ID: 2472. 1267 OSSORIO Y GALLARDO, Ángel: “Carta a José Ortega y Gasset. Madrid, 10 de abril de 1930”, en Fundación Ortega-Marañón, Fondo JOG, C-69/14a, ID: 2432. La evolución del patriotismo fenomenológico: concreción teórica e intento de puesta en práctica 380 contactar, aunque finalmente no cuajaría ninguna alianza en la que los dos estuvieran implicados1268. Otro catalanista conservador e influyente fue Luis Durán y Ventosa, uno de los principales ideólogos de la Lliga Regionalista, senador, y articulista de La Veu de Catalunya. Precisamente, en 1929 le había escrito pidiéndole colaboración en este importante medio de comunicación catalán, solicitando expresamente que Ortega diera su opinión acerca de la representación proporcional. Además le decía que “nuestros amigos quieren demostrar, con hechos, que en cuanto les sea posible, se proponen intervenir en los problemas políticos generales españoles”1269. Por ello, daba a entender al filósofo que asumía su visión del problema catalán como parte del problema de vertebración española. Estaba interesado en las tesis de La redención de las provincias, y por ello le había escrito el año pasado para mostrarle su adhesión y apoyo cuando Primo de Rivera censuró uno de los conjuntos de artículos de El Sol, que serían base del libro. Durán había pensado en adherirse públicamente, lo que evidencia que Ortega, lejos de ser el nacionalista español anticatalán que algunos quieren ver, defendía una idea de España que era vista con muy buenos ojos por prohombres del catalanismo. Durán le animaba a seguir divulgando “ideas acerca de la capacidad y función política del Municipio”, y aunque decía no coincidir con su visión de las grandes capitales, creía muy importante la idea de que el ámbito municipal no era “la primera célula política”. Al parecer de Ortega, era la “gran comarca” o “región”1270. Durán i Ventosa no fue el único, puesto que fueron numerosas las personas, de Cataluña y otras regiones, que se solidarizaron con Ortega después de la prohibición de aquellos artículos que defendían una estructuración del Estado distinta a la que el nacionalismo del Directorio pretendía desarrollar. Un catalán importante y de gran influencia que le escribió fue Joaquín Pellicena, director de La Veu de Catalunya y militante de la Lliga. Decía no conocerle en persona, pero que deseaba felicitarle por su texto sobre la “organización de la gran comarca”. Aunque había sido censurado, lo veía como un bálsamo en esos momentos de “desorientación” y de “dificultades que se oponen al libre ejercicio de la ciudadanía”. Continuaban dando su opinión, en virtud de la que Ortega acertaba en “presentar y comprender el problema esencial, básico, orgánico de España”, y se alegraba por el hecho de que “ejerce sobre la mentalidad de su país un magisterio tan esclarecido y tan justo” que creía que “está llamado a desempeñar una función histórica, a llevar una misión trascendente en la ardua tarea de vertebrar un pueblo”. Por tanto, este es un testimonio más de quienes veían en Ortega a una persona comprometida contra la Dictadura en 1928, aunque fuera desde la lucha de las ideas y no la de la política activa. Además finalizaba con otra reflexión: “mi deseo personal, que comparten seguramente todos los catalanes, es que las generosas ideas de V. fructifiquen y preparen para el día 1268 CAMBÓ, Francisco: “Carta a José Ortega y Gasset. Barcelona, 30 de julio de 1929”, en Fundación Ortega-Marañón, Fondo JOG, C-57/5, ID: 2151. 1269 DURÁN Y VENTOSA, Luis: “Carta a José Ortega y Gasset. Barcelona, 16 de agosto de 1929”, en Fundación Ortega-Marañón, Fondo JOG, C-59/17b, ID: 2168. 1270 DURÁN Y VENTOSA, Luis: “Carta a José Ortega y Gasset. Barcelona, 11 de marzo de 1928”, en Fundación Ortega-Marañón, Fondo JOG, C-59/17a, ID: 1961 La evolución del patriotismo fenomenológico: concreción teórica e intento de puesta en práctica 381 de mañana la fecunda colaboración de todos los pueblos españoles, del Atlántico al Mediterráneo y del Estrecho al Pirineo”1271. Entre los no catalanes, destacan las cartas de José María Cossío, colaborador de varias empresas culturales impulsadas por Ortega, entre ellas la famosa enciclopedia taurina de 1943. La mandaba su adhesión y le hacía una observación interesante: en “la crítica del pasado todo ha marchado como una seda”, pero al decir “algo menos grato del presente o del porvenir ha sobrevenido la prohibición gubernamental”. Esto es, Primo de Rivera podía aceptar que el filósofo escribiera contra los usos de la España contemporánea, puesto que les unía una voluntad regeneracionista contra las consecuencias de momentos históricos como el de la Restauración. Pero ahí acababan las semejanzas, tal y como Ortega había deducido pocos años después de iniciarse el régimen dictatorial: el proyecto de futuro del filósofo, y su idea de España, eran incompatibles con los del dictador, que tal vez podría verle con simpatía en su crítica al pasado, pero no en su propuesta regeneradora para el presente1272. En esta línea se encuentra también una carta que le mandaba poco después: en ella decía que era preferible callar a permitir que se publicaran textos que hubieran pasado por la censura, porque eso significaba “seguir surtiendo con frases sacadas de su lugar e intención las antologías de los partidarios de la dictadura”. Según Cossío, “su visión compleja de las cosas al ser mutilada por la conveniencia del gobernante sirve intenciones distintas de las propias de Vd.”1273. Tal vez fuera parcialmente cierta esta idea, pero el hecho de que otros intelectuales escribieran a Ortega en términos más esperanzadores que el gran crítico taurino, muestra que para muchos era preferible aprovechar los espacios de libertad que dejaba la dictadura e influir desde ellos. Ortega recibió otras cartas como consecuencia de estos textos que saldrían a la luz en La redención de las provincias. Entre ellos una carta de José Medina, estudiante que decía que en su casa se había venerado siempre a Salmerón y que le pedía una aclaración sobre “Provincianismo y provincialismo” en tanto que no compartía su tesis1274. Ortega teorizó sobre este aspecto partiendo de la base de que la primera circunstancia del hombre medio era el ámbito provincial. Aceptar la realidad de España suponía no dejar de lado el hecho evidente de que “España es esos millones de labriegos con la mano en la macera; es esas villas polvorientas y esas opacas capitales de provincia”. Desde la clave de España invertebrada, provincianismo era una actitud identificable con el particularismo, mientras que provincialismo era incorporación en un proyecto común. Si el separatismo era consecuencia de lo primero, la nacionalización únicamente podría partir de le segundo, y por ello resumía su propuesta al decir: “hagamos que ese provincianismo, con una mínima reforma, se convierta automáticamente en provincialismo, y que este se integre en un soberano nacionalismo, en una verdadera nación”1275. 1271 PELLICENA, Joaquín: “Carta a José Ortega y Gasset. Barcelona, 5 de julio de 1928”, en Fundación Ortega-Marañón, Fondo JOG, C-101/54, ID: 2063. 1272 COSSÍO, José María de: “Carta a José Ortega y Gasset. Valladolid, 2 de marzo de 1928”, en Fundación Ortega-Marañón, Fondo JOG, C-58/6a, ID: 1956. 1273 COSSÍO, José María de: “Carta a José Ortega y Gasset. Valladolid, 2 de marzo de 1928”, en Fundación Ortega-Marañón, Fondo JOG, C-58/6b, ID: 1957. 1274 MEDINA, José: “Carta a José Ortega y Gasset. Valencia, 16 de febrero de 1928”, en Fundación Ortega- Marañón, Fondo JOG, C-101/46, ID: 2015. 1275 ORTEGA Y GASSET, José: “La redención de las provincias”…, pp. 689 y 721. La evolución del patriotismo fenomenológico: concreción teórica e intento de puesta en práctica 382 La oposición entre provincianismo y provincialismo es además una proyección, al nivel de esta demarcación, de otra dualidad que está presente en la idea de nación orteguiana: la que existe entre la tradición y la empresa, que será especialmente importante en “De Europa Meditatio Quaedam”. En la línea de lo ya expuesto con ocasión de España invertebrada, Ortega planteaba que una nación podía configurarse como un proyecto hacia el futuro, o vivir de lo recibido, y que esto se derivaba de la actitud mental de los individuos. El provinciano vivía en “ruralismo”, una actitud ante la vida basada en la tradición, movido por un impulso ancestral “sin ser dueño de sí mismo mediante la reflexión”. Tenía por ello como límite la vida local en tanto que su horizonte vital era inmutable. Pero Ortega proponía con su gran reforma que los españoles medios tomaran las riendas de su destino, desde su noción antropológica del hombre que vive hacia el futuro, y posibilitar así el provincialismo. Cambiando la actitud mental desde la incitación de unas instituciones adaptadas a la España real, se solucionaría el problema: “la autentica solución consiste precisamente en forjar, por medio del localismo que hay, un magnífico nacionalismo que no hay”1276. Más abajo se verá que esta oposición entre el ser humano reflexivo y el que vive de lo recibido estará muy presente en Ortega, desarrollándolo con nuevos significados durante la “segunda navegación”: en 1934 con la oposición entre “ideas y creencias”, y después con el curso sobre “El hombre y la gente” donde acuñó la teoría de los “usos”. Al respecto, algo importante es indicar que si Ortega defiende la idea de nación, región y provincia como empresa, no es por tanto únicamente en tanto que aplica el planteamiento nacional de autores como Renan o Nietzsche, sino también porque su noción antropológica le lleva a esto. Volviendo a 1928, otra carta que recibió fue de Teodoro Iradier, con quien habría intercambiado al menos otras dos epístolas. No hay más datos que lo confirmen, pero puede tratarse de Teodoro Iradier y Herrero, importante militar y fundador del escultismo en España, que era amigo personal de Alfonso XIII y había publicado en 1924 un libro de lectura obligatoria en todas las escuelas de España: Catecismo del ciudadano. En esta carta, Iradier lamentaba la censura, pero decía que “la interpretación que Vd. da a la Comarca me parece tan dentro de la naturaleza y espíritu español que nada ni nadie podrá hacer que su influencia en la vida nacional desaparezca”1277. La última de las cartas suscitadas por los artículos censurados en El Sol que merece una alusión se refiere no al tema de las regiones y la “gran comarca”, sino a una reflexión suscitada desde el ámbito de la Justicia. En este sentido le escribió desde País Vasco Adolfo García González, magistrado de la Audiencia de San Sebastián, para felicitarle y mandarle su libro Bases para una organización completa del Poder Judicial Español (1927). Pedía al filósofo sus observaciones sobre la “autonomía municipal”1278, en un libro donde sostenía que había que partir de esta instancia para lograr una verdadera justicia independiente, estableciéndose en dicho ámbito un Juez de Paz nombrado por la Audiencia territorial, además de un Fiscal municipal y un Secretario. Esta carta no tuvo contestación por parte de Ortega, pero es relevante traerla a colación porque trataba otro 1276 Ibid., p. 730. 1277 IRADIER, Teodoro: “Carta a José Ortega y Gasset. Madrid, 19 de marzo de 1928”, en Fundación Ortega-Marañón, Fondo JOG, C-101/34, ID: 1993. 1278 GARCÍA GONZÁLEZ, Adolfo: “Carta a José Ortega y Gasset. San Sebastián, 1 de abril de 1928”, en Fundación Ortega-Marañón, Fondo JOG, C-101/29, ID: 1975. La evolución del patriotismo fenomenológico: concreción teórica e intento de puesta en práctica 383 de los problemas abiertos en la España del momento, el de la independencia de la Justicia, que es un tema sobre el que precisamente durante la Dictadura aparecieron varios libros. Uno de ellos de alguien de la red de Ortega, Ossorio y Gallardo, que publicó en base a unas conferencias de 1927 el libro Bases para la reorganización judicial (1929). Otros trabajos aparecieron en la Revista de Tribunales, como los del magistrado José Ponce de León en 1924 o el juez Tomás Alonso en 19261279. Ortega consideraba, como liberal, que era esencial la independencia del poder Judicial, y en su proyecto de estructuración del Estado para adaptarlo a la nación española también escribió algo sobre el tema. Aunque desde un punto de vista más teórico que práctico. Así, en España invertebrada acompañó su crítica al “deber ser” con algunas reflexiones sobre el tema, diciendo que desde “el punto de vista «ético» o «jurídico» no se puede construir el ideal de una sociedad”1280. Antes de que se hiciera justicia, había que construir la sociedad: por ello para Ortega es más importante la descentralización legislativa, en la que se basa la tesis de La redención de las provincias, porque es la que permitiría a la sociedad constituirse como tal, al tomar el individuo las riendas de su destino. También en sus reflexiones sobre la oposición entre cultura y vida, en textos como El tema de nuestro tiempo o “El origen deportivo del Estado”, aparecen reflexiones como esta, que vienen a incidir en el hecho de que primero están la vida y la sociedad, y después la Justicia. Las reacciones a “Ideas políticas” en 1928 y cartas como la de Ossorio y Gallardo o la de Xirau muestran que Ortega tuvo bastante aceptación en los medios catalanes, especialmente conservadores. Incluso entre los que, como Pijoan, diferían de sus posiciones se le veía como un aliado. Pero existieron también otros catalanistas más críticos con el filósofo, y al respecto es bastante significativa una carta de Juan Alemany, profesor en Pittsburgh, de 1927. En ella decía que le presentaba en sus cursos como “el mejor pensador de la España moderna”, y que exclamaba continuamente: “¡Qué lástima que Ortega y Gasset no sea catalán! (y ya debe usted saber lo que esto significa en la boca de un nacionalista catalán)”. Pero con todo, le dirigía unas críticas, extensibles a Gaziel – Agustí Calvet, que se había distanciado de La Veu por desavenencias con Prat de la Riba– , diciendo que le comunicaba lo que otros por cortesía no le decían desde Barcelona. Su tesis era la siguiente: “Al catalanismo poco le importan las teorías, y si Ustedes quieren comprender la verdad no deben discutirlas porque aunque demostrasen de una manera absoluta que las tales teorías son erróneas, nada ganarían. Se trata de un movimiento afectivo, sentimental. (…). Llámese uno regionalista, nacionalista, separatista, o simplemente catalanista, todo es uno y lo mismo (, y las diferencias) desaparecen en un momento álgido de pasión (…). Queremos una cosa, y tanto nos da que tenga una buena explicación académica como que no”1281. 1279 LASSO GAITE, Juan Francisco: Crónica de la codificación española. I Organización judicial, Madrid, Ministerio de Justicia. Comisión General de Codificación, 1998, pp. 300-301. 1280 ORTEGA Y GASSET, José: “España invertebrada”…, pp. 487-488. 1281 ALEMANY, Juan B.: “Carta a José Ortega y Gasset. Pittsburgh, 6 de agosto de 1927”, en Fundación Ortega-Marañón, Fondo JOG, C-100/2, ID: 1730. La evolución del patriotismo fenomenológico: concreción teórica e intento de puesta en práctica 384 Contrasta por tanto vivamente con el análisis que tres años después le mandará Xirau, quien no únicamente diferencia a los diferentes grupos catalanistas, sino que además, en la línea de otros catalanes que le escribieron en 1928, veía posible unirlos e integrarlos en el movimiento vertebrador de Ortega. Con todo, algo del análisis de Alemany compartiría el filósofo, cuya tesis de la “conllevancia” avanzada en 1910 –en unas cartas con Maragall donde se discute también la incomprensión mutua– volvería a emerger en la II República, en lo que supondrá por parte de Ortega el reconocimiento de que no existe una solución “racional” definitiva y cerrada al problema. Sin embargo, es bastante discutible la opinión de Alemany en virtud de la que los demás catalanistas no compartieran afinidad con Ortega, según demuestra el aluvión de 1928. En otro orden de cosas, Alemany se oponía a la idea orteguiana de un problema de vertebración español, en el que todas las regiones tenían unas demandas similares, aunque algunas hubieran aflorado antes que otras. Decía que nada tenía que ver el problema catalán con el gallego, cuya solución sería más fácil; y en línea de quienes ven en el intento de extender la cuestión catalana al resto de las regiones, en lo que supone por tanto eliminar la idea de una peculiaridad catalana, le techaba de centralista: “También muy castellano. Ustedes tienen que uniformar a toda costa, aún cuando creen aceptar la diversidad”. El regionalismo de Cambó y de Ortega podría, a juicio del autor de la carta, satisfacer a Galicia, pero no a Cataluña: “yo creo que Cataluña no estará satisfecha hasta que no sea completamente independiente”, y daba su solución al decir que “yo aceptaría una federación de las naciones ibéricas (¿por qué llamar nación a Portugal y no a Cataluña?) si los lazos entre dichas naciones fuesen poquísimos”, esto es, “una federación que fuese casi puramente una alianza militar entre naciones soberanas e iguales”. Después continuaba afirmando que la “masa castellana” era de “anti-catalanistas”, pero que si pensaran como él, podría ser posible una federación”1282. No obstante, Ortega con toda seguridad habría considerado que Alemany no entendía bien su postura, ya que creía que la federación era únicamente un paso hacia la unidad, y nunca una vía de descentralización (Así lo señalaba en España invertebrada, y volverá a repetirlo en 1932 con ocasión del Estatut); y porque según su interpretación Cataluña no era una particularidad, sino un ejemplo de particularismo: una actitud que compartía con otras regiones y con muchos grupos sociales, y que constituía el problema común de España y los españoles. Y precisamente, la nacionalización, esto es, inclusión en un proyecto común, era la alternativa. Finalmente, es pertinente incluir las últimas palabras de Alemany por lo curiosa y casi profética que resulta esta intuición: “lo más probable es que durante nuestra vida veamos una seria guerra civil, seguramente con alguna injerencia extranjera. Ciertamente, con la excepción de Usted y su grupo, todos los demás parecen hacer lo posible para provocarla”1283. Sabemos desde la distancia que así llegaría a ocurrir, aunque en 1927 nada hacía irremediables los acontecimientos de 1936. Pero Alemany intuye que el problema catalán provocaría muchos conflictos en el futuro, y reconoce el talante conciliador de Ortega, que efectivamente durante la II República trataría 1282 Idem. 1283 Idem. La evolución del patriotismo fenomenológico: concreción teórica e intento de puesta en práctica 385 infructuosamente de evitar el extremismo de todos los grupos que se consolidarían en dos Españas particularistas. Entrando ya en las tesis concretas de La redención de las provincias, una de ellas era la de buscar una descentralización que se basara en el elemento al que se referían muchas de las cartas arriba mencionadas: “la gran comarca”. Este concepto era un eufemismo que Ortega había empleado para sortear la censura en El Sol, dado que el concepto de “región” que había empleado en los años anteriores era visto con sospecha. Aunque regionalismo y nacionalismo son dos conceptos diferentes, y mucho más el de independentismo, no se percibía así desde el españolismo autoritario. Ortega era plenamente regionalista, según demuestran sus textos de los años de la Gran Guerra, y defensor de la existencia de este planteamiento también en lugares como Castilla. Incluso una gran cantidad de conservadores y personas pertenecientes al conservadurismo autoritario habían sostenido durante mucho tiempo una postura regionalista, pero la ideología que sustentó el primorriverismo experimentó un cambio al respecto. Esta es precisamente una de las diferencias fundamentales, a juicio de Alfonso Botti, entre el tradicionalismo y el nacionalcatolicismo: de la defensa de los fueros y la autonomía regional del primero, apoyada en aspectos como la defensa que los clérigos casi siempre hicieron de las lenguas vernáculas, se pasó con la reconversión ideológica desarrollada entre 1898 y 1923 a una apuesta por la centralización. El nacionalcatolicismo, tal y como lo entiende Botti, se caracteriza por aceptar la modernización económica y política, esto es, la apuesta por un Estado fuerte e industrializado, que se diferencia así del planteamiento carlista y ultramontano en el temor por un regionalismo que pondría en peligro esta situación. El Maeztu de los años veinte, o Vázquez de Mella, que en 1918 se distanció del carlismo jaimista, representan este cambio intelectual1284. Pero este paso de un tradicionalismo descentralizador a un conservadurismo centralista no es algo exclusivo de España, sino que además tiene que ver con el proceso histórico de asunción por parte de importantes sectores de la derecha europea del fin de siglo de los postulados nacionalistas. Para los primeros tradicionalistas europeos, la “nación” era un concepto revolucionario, que justificaba como en la Revolución francesa un Estado basado en la voluntad popular y no en la religión y la tradición. Frente a esto, y según vimos al comienzo de esta tesis con ocasión del nacionalismo francés, desde fines del XIX se produjo una “derechización” del nacionalismo. Los textos en los que Ortega desarrolla su regionalismo liberal coincidieron en el tiempo con la toma de poder de un autoritarismo antiregionalista que dificultaron su difusión. Así lo expresó en 1926 Joaquín Casas-Carbó, uno importante lingüista que junto a Pompeu Fabra sentó las bases de la normativización del catalán. Cuando los textos de El Sol sobre la estructuración de España –que según dice “eran leídos aquí (Cataluña) con interés creciente”– más interesantes se ponían, llegó la censura. Veía que Ortega había decidido cambiar la palabra “región” por la de “gran comarca”, e intuía que había decidido “proponer Andalucía, y callarse Cataluña” para no levantar más sospechas1285. 1284 BOTTI, Alfonso: Cielo y dinero…, pp. 49 y 54. 1285 Al reunir los artículos y publicar el libro, Ortega señaló en el prólogo esta necesidad en la que se vio de utilizar el concepto de “gran comarca”. Vid.: ORTEGA Y GASSET, José: “La redención de las provincias”…, p. 668. La evolución del patriotismo fenomenológico: concreción teórica e intento de puesta en práctica 386 Pero se había encontrado con la cerrazón del dictador, que apostaba por el “asimilismo” ignorando “que este es el verdadero padre del separatismo”. En términos orteguianos se preguntaba: “¿Acabarán por comprender que la salvación no está ni en el asimilismo ni el separatismo, sino en la diferenciación dentro de una unidad superior?”. Terminaba animándole a seguir escribiendo sobre su proyecto, porque “aquí hay vivo interés por conocerlo”1286. Además es significativo de este viraje intelectual del conservadurismo español el tema del texto al que hacía mención Joaquín Casas: se trata de la serie interrumpida “Maura o la política”, que había visto la luz a finales de 1925, y cuya continuación de 1926 fue censurada. Antonio Maura, que había fallecido en 1925, fue uno de los principales políticos del conservadurismo liberal español en el siglo XX, habiendo sido Presidente del Consejo de Ministros entre 1903 y 1904, 1907 y 1908, en 1918, en 1919, y finalmente entre 1921 y 1922. Entre los principios de su ideario destacó el regionalismo, que se manifestó en diversas iniciativas políticas de descentralización. Aunque Ortega le había atacado duramente en los años anteriores, en 1926 elogiaba su figura. Y esto no se debe únicamente al acercamiento a un liberalismo más conservador, en todo caso contrario al revolucionario de su etapa neokantiana, sino especialmente a que llegó a ver en él un exponente del intento de solución del problema de España a partir de una reforma acorde a su realidad plural. Ortega hacía examen de conciencia y se refería a las críticas que dirigió sobre él en 1908, diciendo que “yo entonces no comprendía a don Antonio Maura, como aconteció al resto de mis compañeros”, pero la perspectiva histórica le llevaba a reconocer ahora que “este hombre ha sido, a mi juicio, el único político que ha habido en España durante los últimos cuarenta años”; y que a pesar de sus fallos había que atribuirle “lo más sustancioso que cabe espumar de un cuarto de siglo en la vida pública española”1287. A lo largo de seis artículos, Ortega expuso las razones por las que veía en Maura a un precedente de lo que él sistematizará en La redención de las provincias. Con ecos que sonaban a la “magia del deber ser” de España invertebrada, comenzaba por señalar que el acierto del líder conservador radicaba en suponer que “el pensamiento político ha de ser física y no magia”, esto es, aplicar una política fenomenológica que empezara por reconocer la situación real. Desde esta idea, que implicaba partir de la reforma de la nación y no tanto de la del Estado central, había impulsado su “Ley de Administración local” en 1907, con el objetivo último de forzar a los hombres a intervenir en “el radio de su órbita personal”, esto es, en la circunstancia donde su yo se podía desarrollar: la provincia. Su genialidad fue, a juicio de Ortega, que frente a quienes negaban que las instituciones fueran malas, y los que proponían reformas “sustantivas”, él supo que la política consiste en “proponerse hacer lo que en un país hay que hacer”. Una definición que hace de Maura precedente del patriotismo fenomenológico en gran medida, y que en este sentido le vincula también al concepto de Staatsnation porque defendía la reforma de la nación con el objetivo de solventar el gran problema de España: “la ausencia de 1286 CASAS-CARBÓ, Joaquín: “Carta a José Ortega y Gasset. Barcelona, 14 de marzo de 1926”, en Fundación Ortega-Marañón, Fondo JOG, C-57/23, ID: 1570. 1287 ORTEGA Y GASSET, José: “Maura o la política” (1925), en José ORTEGA Y GASSET: Obras completas. Tomo III…, pp. 822-840, pp. 823, 824, y 825. La evolución del patriotismo fenomenológico: concreción teórica e intento de puesta en práctica 387 ciudadanía”. Además, el político mallorquín vio que “Madrid ha fracasado”, intuyendo que se había “transferido el centro de gravedad nacional de Madrid a provincias”1288. Pero a pesar de su genialidad, Maura había errado en su proyecto de descentralización de España, porque cifraba todas sus esperanzas en el municipio olvidando la provincia y la región. Esto era sí porque, como Costa, se había equivocado al creer que el caciquismo era consecuencia de los “abusos”, cuando era manifestación de los “usos”. No bastaba con eliminar el ámbito de actuación de los caciques, sino que antes que nada lo que había que lograr era que los españoles gozaran de interés por la política. Para ellos, la “política nacional” era la de finanzas, cambios de régimen, constituciones… que nada tenía que ver con sus preocupaciones. Pero éstas tampoco podían solucionarse en el Ayuntamiento. Hacía falta una realidad intermedia que Ortega llamaba de “gran comarca” o “principio anatómico de la región”. Para justificar la creación de estas entidades, aplicaba el mismo concepto y proceso que, de la mano de Mommsen, había empleado para definir la construcción nacional: los Municipios se debían de unir en “grandes incorporaciones”. Y estas agrupacioens se justificarían al darse cuenta sus habitantes de que tenían que contar con los demás para desarrollarse, percibir “cierta identidad en las condiciones vitales, intereses comunes, posibilidades colectivas de gran tamaño”. Esto es, un proyecto común justificaría la integración regional, y de aquí Ortega extraía el principio que justifica no únicamente su idea de nación, sino también la de región, y que le diferencia de la mayoría de los catalanistas a pesar de la afinidad que hemos visto: se llegaría a la “idea de autonomía regional, no por razones históricas, de pretérito sentimental, sino, al revés, por conveniencias de futuro”1289. Luego, en el borrador del texto que la censura impidió publicar, Ortega ponía al mismo nivel el particularismo de ciertas regiones con el del Estado abstracto, donde se percibía a la “Nación contra sus partes concretas”, porque defendía que el proyecto había de partir de una realidad plural que la existencia de regiones demostraba1290. Por otro lado, La redención de las provincias bebe de las fuentes del autonomismo de la cultura política institucionista. Según indicamos más arriba, Ortega conocía las tesis de Azcárate, y no en vano utiliza el concepto de self-government para exponer su idea de la autonomía de las regiones1291. Y él, precisamente discutiendo el proyecto de descentralización de Maura, hizo unos comentarios que Ortega probablemente tuvo en cuenta, porque los incluye en La redención de las provincias. Basándose en Sánchez de Toca, que fue ministro con Silvela, Azcárte planteó la creación de “Consejos regionales” que tuvieran atribuciones en Hacienda, Fomento, Enseñanza y Beneficencia. Según señalaría también Ortega, se cuidaba mucho de indicar que esta descentralización no se produciría a costa de la soberanía nacional, y también al igual que él, planteaba que 1288 Ibid., pp. 825-827, y 828-830. 1289 Ibid., pp. 835, 836, y 837. 1290 ORTEGA Y GASSET, José: “[Maura y la diversidad de España]” (1926), en José ORTEGA Y GASSET: Obras completas. Tomo VIII…, pp. 9-10, p. 10. 1291 ORTEGA Y GASSET, José: “La redención de las provincias”…, p. 745. La evolución del patriotismo fenomenológico: concreción teórica e intento de puesta en práctica 388 permitiría superar un doble problema: satisfacer a las “regiones vivas”, y ser “condición para que despertasen las que estuviesen dormidas”1292. Antes de esta reflexión, había terminado su serie en enero de 1926 con la exposición de un programa concreto de reforma del Estado español, destinado a crear ciudadanía partiendo de su realidad estructural. Imaginaba la Península “organizada en grandes regiones”, cada una de ellas con una Asamblea regional o Parlamento local con representantes escogidos mediante sufragio universal directo. En un círculo posterior, el Parlamento nacional contaría con noventa o cien diputados escogidos por los Parlamentos regionales, esto es, por democracia indirecta. De esta manera, con la creación de dos niveles parlamentarios, se superarían los dos grandes problemas en los que Ortega había cifrado la crisis del parlamentarismo liberal: aumentar la “vitalidad pública” y el “dinamismo político”, y conseguir que el Gobierno y el Parlamento recuperen su prestigio. Lo primero se conseguiría con los gobiernos locales, que invitarían a la nación a despertar porque “no hay otra manera de educar y hostigar la conciencia pública que hacerla responsable de sus actos”. Por tanto, asume Ortega una concepción del liberalismo, que a veces se ha llamado “republicanismo”1293 y que Merquior identifica con la tradición francesa, que hace de la res publica el ámbito de desarrollo de la persona a través de la participación activa en la resolución de los problemas comunes. Una situación que se deriva también de la filosofía de Ortega, que desde la noción de circunstancia hace del vivir un convivir. Por su parte, la segunda consecuencia del proyecto orteguiano se lograría al conseguir centrarse el Estado en cuestiones menores – por volumen, no importancia–, donde un proceso de competencia llevaría a los más preparados a la cúspide del poder. La descentralización generaría una “selección de minorías egregias”, que desde arriba podría dirigir al país. Ortega por tanto aplica también su idea de la nación como masa humana organizada por minoría de hombres selectos, que definió en España invertebrada desde su visión elitista de la sociología, pero elaborada en la etapa neokantiana. Habla en este sentido en el texto de que la política no es únicamente conseguir que las masas se interesen por la política, sino también lograr que las “figuras directoras” se destaquen para “espiritualizar y organizar aquella”1294. De esa suerte, el proyecto de reforma de Ortega en un Estado descentralizado no es únicamente liberal en el sentido inglés (desde la categorización de Merquior), en tanto que su objetivo no se limita a contrarrestar poderes para evitar que uno destaque demasiado. Y tampoco meramente el modelo francés, puesto que la propuesta de implicación en la comunidad se concilia con el individualismo que permite la emergencia de los mejores. Aceptando los dos paradigmas, Ortega concilia democracia y elitismo, y en cierto sentido establece un ámbito de proyección para cada uno de estos principios: el regional para el primero y el nacional para el segundo, tal y como se ve en el hecho de que reserve la elección directa para las Asambleas de la esfera regional, y la indirecta para 1292 AZCÁRATE, Gumersindo de: “Discursos pronunciados en el debate del Proyecto de Ley de Régimen Local de Maura” (1907-1908), en Gumersindo de AZCÁRATE: Municipalismo y regionalismo…, pp.280- 356, p. 310. 1293 Sobre este concepto (que también utiliza por ejemplo Villacañas), vid.: GARCÍA GUITIÁN, Elena: “Liberalismo y republicanismo: el uso político de los conceptos de libertad”, Revista Internacional de Pensamiento Político, nº4, 2009, pp. 29-45. 1294 ORTEGA Y GASSET, José: “Maura o la política”..., pp. 838-840. La evolución del patriotismo fenomenológico: concreción teórica e intento de puesta en práctica 389 la nacional. Sánchez Cámara, en su estudio sobre la teoría de la minoría selecta en Ortega, habla del “elitismo democrático” para diferenciar las teorías de Joseph A. Schumpeter, John Plamenatz, o Giovanni Sartori, encuadrando el planteamiento de Ortega –también frente al “elitismo tradicional” de Gaetano Mosca o Vilfredo Pareto– en la categoría del elitismo crítico con la sociedad de masas1295. Ciertamente, así es su teoría, y como se ha visto, desde fines de los años diez comienza a escribir contra el particularismo que a fines de los veinte definirá con el famoso libro publicado en 1930. Pero el significante (no el significado concreto) que emplea Sánchez Cámara al hablar de “elitismo democrático” sirve para definir el pensamiento político de Ortega desde la perspectiva arriba indicada, en la que defiende un Estado que es consecuencia de una idea de nación entendida como suma de masa y élite, e interpretada desde un patriotismo fenomenológico. La serie de artículos sobre Maura se ha de entender también como parte de un nuevo esquema de interpretación de la historia de España que realiza Ortega en La redención de las provincias. Allí descubre que el hombre medio español es provinciano porque esa es su circunstancia, y desde ahí realiza una lectura del pasado reciente como un intento por parte de las provincias de encontrar su lugar en el Estado: todo lo ocurrido desde 1900 sería “la sublevación de las provincias contra Madrid”. El maurismo fue una fase, pero también el regeneracionismo de Francisco Silvela, el de Joaquín Costa, o el de la Solidaridad Catalana1296. En España invertebrada veía el catalanismo como parte del proceso de degeneración iniciado en el siglo XVI, y ahora lo identificaba con una manifestación del regeneracionismo provincialista. Pero no entraba en contradicción con el esquema de degeneración radicado en el subjetivismo, porque Ortega veía que el provincialismo podía decaer en el provincianismo, una forma de particularismo. Por otra parte, con esta serie de artículos parece que Ortega se daba cuenta, casi diez años después, de que Gabriel Maura tenía razón en la carta que le había mandado en 1914 tratando de convencerle de que tenía una gran afinidad con su padre. Era una confesión polémica para venir de un liberal, y por ello suscitó varios comentarios. El Liberal lo comentó de forma despectiva, ironizando con la idea de que analizar lo que podría haber ocurrido en el pasado permitiera construir el futuro, y tachando la serie como de “cinco largas peroratas”1297. Por su parte, La Nación, primorriverista, se oponía a Ortega no porque reivindicara a Maura, sino en tanto que había suscitado la simpatía de La Veu de Catalunya y su apuesta por el federalismo. Decía una breve nota que las tendencias regionalistas habían evolucionado al separatismo, y que sobre este tema, “ni hablar, como no sea para combatirlo y extirparlo”1298. El catalanismo en efecto vio con buenos ojos el regionalismo orteguiano, y El Sol publicó, antes de que apareciera en La Veu, el artículo de la polémica. Lo había escrito Durán y Ventosa, y se titulaba “El más interesante de los problemas”. Sostenía en él que pocos problemas podían considerarse de tanta trascendencia, y que las reflexiones de Ortega podían ser la base para una solución que, con matices, todos podrían aceptar. Lo que resaltaba de la serie orteguiana era su intuición de que era menester dar impulso a la vitalidad, y que esto solamente se lograría desde las 1295 SÁNCHEZ CÁMARA, Ignacio: La teoría de la minoría selecta…, pp. 106-107. 1296 ORTEGA Y GASSET, José: “La redención de las provincias”…, pp. 722-724. 1297 “El «super» y la actualidad”, El Liberal, 8 de enero de 1926. 1298 “Habilidades, rumores y maniobras sin eficacia”, La Nación, 18 de enero de 1926. La evolución del patriotismo fenomenológico: concreción teórica e intento de puesta en práctica 390 regiones; y unido a ello, que a pesar de puntos que muchos cuestionarían, “es indudable que su concepción de una nueva estructuración del Estado en España podría religar muy buenas voluntades y resolver muchísimas dificultades”. Después de esto añadía unos “argumentos sentimentales”, y escribía lo que había provocado la reacción de La Nación: que desde el Estado tal y como lo proponía Ortega sería posible la integración de Portugal en una “organización federal”. Afirmaba que “para un país que no tiene ideales, no sería la más pequeña de las ventajas que al Estado español le proporcionaría la orientación de Ortega y Gasset, la de permitir soñar en la constitución amística de un gran Estado ibérico”1299. La Nación también había arremetido contra Durán y Ventosa por este último comentario, en virtud del que decía sostener, en base al proyecto orteguiano, que sería posible la unificación con Portugal. Este es un tema que refleja un cambio importante en la ideología del nacionalismo conservador español, ya que antes de Primo de Rivera había mostrado en varias ocasiones su apuesta por la incorporación lusa, en lo que por otro lado es una idea común con republicanos y liberales federalistas del siglo XIX. Pero desde 1923, la afinidad ideológica con el gobierno de Portugal afianzó una nueva relación entre los movimientos autoritarios, consolidándose desde el golpe de Salazar en 1926 una visión “aliancista” sobre la que teorizaron Maeztu en España y Sardinha en Portugal1300. Ortega no únicamente no impulsó el federalismo ibérico, sino que tomó parte activa de la consolidación de una alianza (intelectual) entre las dos naciones. Un año antes del golpe de Primo de Rivera, formó parte de la constitución de un Comité de aproximación hispanoportuguesa, creado en el Ateneo y del que formaron parte también Marañón, Maeztu y el conde de Romanones, por entonces presidente de la institución. Una de las primeras acciones fue la felicitación al gobierno portugués por la travesía del Lusitania, avión que logró realizar la primera travesía del Atlántico Sur en lo que suponía un acto de heroicidad nacional para Portugal1301. Además, Primo de Rivera en gran medida estaba asumiendo la política exterior que los reformistas, y entre ellos Ortega, habían propuesto desde sus inicios. En 1915 el filósofo la resumió al decir que, frente a un iberismo que recordaba a la España negra de Felipe II, España y Portugal debían colaborar en la defensa de sus intereses en América, en la línea de lo que Melquíades Álvarez proponía para la política exterior1302. La diferencia es que, al contrario de los reformistas, los ideólogos que sustentaron a Primo de Rivera elaboraron una retórica sustentada en nociones como la de Raza y en el catolicismo de las dos naciones ibéricas. Pero en todo caso, Durán y Ventosa se equivocaba en su interpretación del proyecto orteguiano. En otro orden de cosas, las reflexiones del filósofo entraron colateralmente dentro de un interesante debate que se produjo a fines de enero de 1926, por tanto al final de la serie sobre Maura, acerca de la posición del socialismo ante la autonomía regional. El PSOE había vivido durante sus primeras décadas de vida una cierta ambigüedad ante la cuestión 1299 “Comentarios de Durán y Ventosa a los artículos de Ortega y Gasset”, El Sol, 18 de enero de 1926. 1300 Al respecto, vid.: JIMÉNEZ REDONDO, Juan Carlos: “Primo de Rivera y Portugal, 1923-1931: del «peligro español» a la nostalgia de la España autoritaria”, Pasado y memoria: Revista de historia contemporánea, nº 16, 2017, pp. 91-117. 1301 “Los amigos de Portugal”, El Sol, 23 de abril de 1922. 1302 ORTEGA Y GASSET, José: “Un discurso” (1915), en José ORTEGA Y GASSET: Obras completas. Tomo I…, pp. 870-873, p. 871. La evolución del patriotismo fenomenológico: concreción teórica e intento de puesta en práctica 391 nacional, y como en el caso de Ortega, a raíz de las posibilidades reformistas del catalanismo se acercó a sus posturas. Pero con mucha más radicalidad que él: después de un primitivo unitarismo, en 1919 participaron en la redacción del Estatuto catalán, y un año antes los delegados de Reus habían logrado que el XI Congreso del partido reclamara una “Confederación Republicana de Nacionalidades Ibéricas”. Sin embargo, después de los sucesos de 1917 se suavizó la postura, defendiendo en general sus dirigentes una tesis elaborada por Indalecio Prieto, que Daniel Guerra califica de “autonomismo regional moderado y autonomismo municipal acentuado”. En el contexto de la Dictadura –en la que por otro lado personas como Largo Caballero habían apostado por la colaboración– existió división entre partidarios de una España federal (José de Madinaveitia, Toribio Echevarría, o Luis Araquistáin), y los que proponían autonomismo (como Juan Sánchez- Rivera)1303. Pero también había socialistas opuestos a todo tipo de regionalismo, como Joaquín de Zuazagoitia, que publicó un artículo en El Sol en el que arremetía contra esta idea. El socialista vasco glosaba la importancia de Bilbao como “baluarte del socialismo español”, aduciendo acontecimientos como el hecho de que se hubiera presentado como candidato a Pablo Iglesias en aquella ciudad, que el fundador de las Juventudes Socialistas españolas fuera el bilbaíno Tomás Meabe, o la importancia de Indalecio Prieto. Sostenía que habían realizado una gran labor sin necesidad de transigir con el nacionalismo vasco, y apostaba porque así continuara la situación porque “si el socialismo intentara plegarse a las manías autonomistas de algunas regiones perdería su sentido”. Afirmaba que la actitud supuestamente comprensiva con los “problemas regionales de España no conseguirían sino desvirtuarlo y debilitarlo”, y que Bilbao demostraba que el PSOE podía ser fuerte manteniéndose “arisco frente a todo halago comarcano”. En términos que contrastan vivamente con Ortega, concluía esperando que “queden los juegos autonomistas para aldeanos que quieran jugar a políticos” o personas cuyo juicio estuviera nublado por la “ganadería etnográfica”1304. Poco después le contestó el catalanista Agustí Calvet, que consideraba el texto de Zuazagoitia una réplica a su artículo “El socialismo en Cataluña”, del 18 de diciembre anterior. Arremetía contra la idea de que el problema regional fuera secundario, y citaba como argumento de autoridad la serie sobre Maura del “castellanísimo Ortega y Gasset”, además de otros como los de Ossorio o Luis Bello que, sobre el mismo problema, se habían leído desde El Sol1305. Este periódico, aunque daba libertad de opinión, se acercaba mucho más a la postura de Calvet, y por ello recordaba la nota introductoria de esta réplica que tenían sobre el regionalismo una visión muy concreta en la que es evidente la concepción de Ortega: “Huyendo –decía este documento– de todo cuanto trascienda a exclusivismo y particularismo, prestaremos al movimiento regionalista toda la atención que se debe, y en todo lo que tiene de sano, razonable y renovador, sin estridores extravagantes ni arcaísmos absurdos, y le otorgaremos la patriótica simpatía que merece…Nuestros abuelos solían 1303 GUERRA SESMA, Daniel: “Movimiento obrero socialista y cuestión nacional (1879-1939)”, en Antonio MORALES MOYA, Juan Pablo FUSI AIZPURÚA, y Andrés DE BLAS GUERRERO (Dirs.): Historia…, pp. 605-623, pp. 610-614. 1304 ZUAZAGOITIA, Joaquín de: “El socialismo y las autonomías regionales”, El Sol, 2 de enero de 1926. 1305 GAZIEL: “El diálogo truncado”, El Sol, 9 de enero de 1926. La evolución del patriotismo fenomenológico: concreción teórica e intento de puesta en práctica 392 decir muy cristiana y autonómicamente: «Cada cual en su casa y Cristo en la de todos». Esta es también nuestra fórmula regionalista: «Cada cual en su casa y España en la de todos»”1306. El diario El Sol, según señalamos en su momento, fue un instrumento de nacionalización que hizo del regionalismo una de sus banderas desde el principio. En este sentido, la afirmación de Agustí Calvet –refrendada por la nota del diario– en virtud de la que diversos intelectuales utilizaban la plataforma para difundir una idea regionalista de España, es totalmente cierta. Los textos de Ortega se han de entender particularmente en tanto que respuesta a la muerte de Maura, pero en un sentido general como parte del proyecto que había iniciado en 1917 y en el que contribuían otras personas. Entre ellas, este catalán que firmaba como Gaziel había citado a Ángel Ossorio, que precisamente expuso su concepción respondiendo a uno de sus textos. Se mostraba de acuerdo con la defensa del catalanismo, afirmando que eran “truncados” y “unilaterales” los manuales de Historia de España que desde las escuelas habían escondido el aporte de la Corona de Aragón a la nación. Pero el regionalismo de Ossorio difería del Orteguiano porque, como el de Calvet, se justificaba desde el pasado y hablaba de que “la catalanidad es sustancial y permanente”. Aunque distinguía nacionalismo y regionalismo, sostenía que el segundo “acepta la Historia y batalla por la Psicología”, es decir, que no tenía problemas en reconocer la existencia de un “Estado complejo” siempre que se respetara su espíritu. Ortega consideraba que el nacionalismo periférico era fuerte porque el español era débil, mientras que Ossorio daba a entender que era al revés: “todo regionalista vejado es un nacionalista inevitable”, y por ello apelaba con Gaziel a respetar esa “catalanidad” que era junto a la “castellanidad y lusitanidad”, expresión del “alma entera de la Península”1307. Retomando el hilo de la La redención de las provincias, la razón por la que Ortega no simpatizaba con estos conceptos era porque su interpretación radicaba el mal de España en sus individuos. De nuevo volvía a desmarcarse de quienes atribuían a aspectos extra- individuales la decadencia de España, ya fuera porque la atribuyeran al clima o el suelo, o porque lo hicieran hablando de la desviación de grandes centros y rutas históricas. Referencia esta última que puede parecer algo contradictoria con su propia interpretación del mal de España como derivado de la ausencia de feudalismo, todavía más cuando añade que “aquí no se trata de la esencia antropológica del español, de su misterio étnico”. Pero según vimos, el feudalismo fue importante no porque hubiera transmitido un carácter inmutable, sino en tanto que posibilitó la emergencia de unos valores con el paso del tiempo. Ortega fundamenta su propuesta desde la base de que el carácter español no es “una esencia inmutable”. Muy por el contrario, defiende una idea moldeable de la nación que es derivación de su idea plástica de la sociedad –la relación entre masa y minoría–, que a su lo vez lo es de la maleabilidad del individuo derivada de su filosofía. Así, el proyecto de España invertebrada se destina a la reforma del “tipo medio español”, desde la base de que “la experiencia histórica muestra con superabundancaia que los pueblos son realidades plásticas, capaces de muchas transformaciones”. Las instituciones políticas se justifican a partir de aquí, cuando son capaces de “transformar los usos de la vida 1306 “Nota introductoria”, en: Idem. 1307 OSSORIO Y GALLARDO, Ángel: “Distinción precisa”, El Sol, 5 de mayo de 1926. La evolución del patriotismo fenomenológico: concreción teórica e intento de puesta en práctica 393 colectiva y el carácter mismo del ciudadano medio”. Además, como siempre contempla la nación desde el giro fenomenológico, y opone los conceptos de “reforma” y “utopía” defendiendo el primero a partir de la idea de que las instituciones eficaces son las que actúan “apoyándose en la realidad defectuosa”. También aplica la tesis de la complementariedad entre cultura y vida de El tema de nuestro tiempo, y recuerda así que esas instituciones han de ser un “aparato ortopédico”, esto es, algo cuya vigencia se justifica en tanto que promueva la vitalidad individual y, con ello, nacional1308. Ortega habla de la existencia de diversas herramientas con las que construir el aparato ortopédico de la nación española, esto es, su Estado. Pero especialmente se refiere a dos: por un lado, el Parlamento, sobre el que ya hemos visto que llega a la conclusión de que es menester la existencia de uno nacional y diversos a nivel regional. Por otro, alude a la cúspide de la ortopedia incitadora, reflexionando sobre la idoneidad de la Monarquía o la República en función de la vida nacional. En un texto escrito en 1927 afirmó que optar por una u otra depende de la “psicología de la raza sobre que se actúa”, y que siendo la República “institución inquieta” y la Monarquía “institución-freno”, habría que escoger en función del carácter de los españoles, sabiendo que había más factores para dirimir la cuestión pero que era básica la de acertar en la “ecuación entre los frenos y los impulsos”. A finales de los años veinte y comienzos de los treinta optó por la República porque era menester “compensar el exceso de quietud innato introduciendo algunas instituciones de tipo incitador”, y defendía así el parlamento republicano en el sentido ya señalado1309. Pero al tiempo da a entender con este texto que, del mismo modo que su apoyo a la Monarquía desde 1913 es posibilista, lo propio ocurre con su republicanismo desde 1930. A diferencia de la etapa neokantiana, donde defendía la República como expresión de la utopía moral socialista, ahora que lo importante es el fenómeno España, la forma de gobierno más importante será la que mejor se adapta a la vida nacional, que, recordemos, se entiende desde la vida de los individuos. Ortega no cambió esta reflexión al publicar en 1931 su libro, y esto es significativo. Ciertamente defendió la posibilidad de reformar la II República años después de desencantarse con ella, pero la rebelión de las masas que culminó en la guerra civil le llevó a ver que los españoles tenían demasiada “incitación”, o mejor dicho, una incitación mal canalizada, porque se supeditaba al particularismo y no al destino común. En todo caso, el carácter de la vida española necesitaría más “frenos”, y esta situación, y no tanto la nostalgia por un pasado que nunca glorificó, acercó a Ortega al movimiento monárquico liberal, que se reuniría en torno a don Juan de Borbón después de la II Guerra Mundial1310. Existe otro elemento continuista importante con el Ortega que, en el marco de aceptación del posibilismo en 1913, desarrolló una idea de nación anti-utópica: en La redención de las provincias retomó la oposición entre vieja y nueva política, dándole el significado que había desarrollado en los años previos a través del regionalismo y su crítica a la falta de un proyecto común español. Según Ortega, “la vieja política era madrileñismo”, una noción que identifica también con el “particularismo”. Por tanto, existe una conexión retórica tanto con “Vieja y nueva política” como con España 1308 ORTEGA Y GASSET, José: “La redención de las provincias”…, p. 678. 1309 Ibid., p. 682. 1310 GRACIA, Jordi: José Ortega y Gasset…, p. 575. La evolución del patriotismo fenomenológico: concreción teórica e intento de puesta en práctica 394 invertebrada, manifestada en la identificación de los problemas que describe en los dos textos con la política anti-provincialista del Estado. En continuidad con lo que había escrito también durante todos estos años, Ortega sostenía que el madrileñismo era ejemplo de una política utópica, y que la vieja política se manifestaba en un “viejo Parlamento” que no representaba la realidad de la nación 1311. 7.4. El patriotismo fenomenológico en la práctica: Ortega y la II República 7.4.1. La organización de las minorías directoras Según es bien conocido, Ortega se posicionó en favor de la República a partir del año 1930, al publicar “El error Berenguer” el 15 de noviembre. Antes había sido monárquico con una actitud posibilista, puesto que desde 1913 el Rey parecía aceptar el proyecto político impulsado por intelectuales como él. Precisamente en 1922, solo un año antes del golpe, Alfonso XIII daba todavía muestras de mantener la iniciativa que le impulsó a recibir a Ramón y Cajal, Cossío y Azcárate diez años antes. El 3 de junio cenó con la intelectualidad española en la casa de la marquesa de Villavieja, habiendo asistido Ortega y Gasset, Marañón, Cajal, o Menéndez Pidal al encuentro. Es relevante, porque muestra una percepción optimista del acto, que el periódico orteguiano reseñara positivamente el encuentro al decir que el Rey conversó largamente con los literatos1312, mientras que otros como El Pueblo ironizaban sobre él1313. Además, tan solo unos meses antes del pronunciamiento de Primo de Rivera Ortega protagonizó su último intento de intervención directa en la política de España antes del paréntesis que media hasta 1931. A diferencia de lo que haría en este año, y de lo que pretendió en 1917 y 1919, en esta ocasión presentó su candidatura por el Senado, como representante de la Universidad. Puede parecer contradictorio con su propuesta de reforma del Parlamento y de la redención de las provincias, donde no defiende el sufragio corporativo. Pero nunca aborreció del influjo social de las minorías selectas en tanto que configuradoras de la vida política, y en este sentido existe una lógica de continuidad con respecto a la Agrupación: en 1930 formaba una suerte de movimiento de intelectuales, en gran medida como la Liga de 1913, y en 1923 no establecía ninguna entidad particular, pero también actuaba como representante de la aristocracia del espíritu. Durante la II República su intención no fue la de hacerse político, sino la de tratar de colaborar como intelectual en la creación del proyecto común español, y por ello disolvió la Agrupación una vez echado a andar el régimen. En 1923 parece que aceptaba la representación corporativa en el Senado como una vía de actuación también como intelectual, y no política, todavía creyendo que era posible hacerlo desde dentro del sistema monárquico. Esta es la perspectiva que se deduce del artículo con el que Gómez de la Serna deseaba su triunfo el día anterior a los comicios. Partía de que la Universidad Central tenía “el deber de que sea su elegido flor de civilización y prohombre juvenil”, y esto representaba el filósofo, que debía “ir al Senado con su birrete y su muceta de profesor de la 1311 ORTEGA Y GASSET, José: “La redención de las provincias”…, pp. 693-695, y 697. 1312 “El Rey cena con Cajal y otras personalidades”, El Sol, 3 de junio de 1922. 1313 Si El Sol decía que los intelectuales conversaron con Alfonso XIII, este periódico señalaba una supuesta anécdota que mostraba la incultura del Rey, en virtud de la que contestó a Ortega, cuando este le contestó qué enseñaba en la Universidad: “¿Metafísica? ¡Arrea!”. Vid.: “El «primer castizo» de España”, El Pueblo, 28 de junio de 1922. La evolución del patriotismo fenomenológico: concreción teórica e intento de puesta en práctica 395 renovación”. Se imaginaba después las sesiones del futuro, donde Ortega hablaría poco, pero apoyando su elocuencia en la “ciencia moderna”, lo que arrancaría los aplausos unánimes. Por tanto, su labor, daba a entender Gómez de la Serna, no sería la de influir en España desde una ideología, sino en tanto que filósofo con un conocimiento objetivo más allá de las luchas de partido. Le seguía describiendo como un auténtico intelectual, que no justificaba su candidatura recurriendo a la experiencia parlamentaria, sino a través de una formación que le convertía en la persona capaz de “encararse con los problemas y de suscitar grandes olas de arrepentimiento en la conciencia española”. Finalmente, el autor se refería al patriotismo del dolor, diciendo que Ortega defendía “la nube fértil del pesimismo español”, una actitud crítica de la que brotaría la esperanza1314. Sin embargo, el intento por parte de Ortega de entrar en el Senado fue un fracaso, puesto que el médico Luis Ortega Morejón le ganó por mayoría absoluta, obteniendo 286 votos frente a 1211315. Según La Voz, esta derrota fue el hecho más reseñable de la jornada, que trataban de justificar aludiendo, indirectamente, a la tesis de España invertebrada sobre el odio a los mejores. Afirmaban que el filósofo “no quería presentarse, porque siente por la política a la española el desdén natural de las almas selectas. Le presentaron sus amigos”, y los catedráticos en masa le votaron comprendiendo que la “autoridad moral” era necesaria para el Senado”. Pero la “avalancha” de los no catedráticos se impuso, en lo que evidenciaba “el odio a la inteligencia y a la cultura, que se sigue manifestando en la Beocia política y parlamentaria”1316. Desde El Sol también se identificó la derrota de Ortega como ejemplo del imperio de las masas, y se dio cuenta de cómo a raíz del suceso se inició una polémica en torno a la necesidad de reformar las elecciones para el Senado y también el Parlamento1317. Los artículos de Ortega acerca de la reforma del “viejo Parlamento” se inscriben también en este marco. Por otro lado, el intento por parte del filósofo de obtener representación como senador universitario tiene que ver con su idea de nación no únicamente porque actuaba siendo miembro de la minoría selecta, sino también porque la propia institución universitaria tenía para él una función en este sentido, destinada a lo que propiamente era la actuación de los intelectuales: no la intervención política en el Estado, sino la vertebración de la nación a la que este servía. El ganador del escaño de la Universidad Central había revalidado su posición por quinta vez consecutiva, y había presentado su candidatura como defensora de los “intereses legítimos y tradicionales” de la Universidad1318. Ortega por el contrario quería renovarla porque la consideraba una institución de nacionalización, en la misma línea que hemos visto con ocasión de su primer viaje a Alemania. Este tema nos permite volver al contexto de creación de la Agrupación porque es por esos años cuando expuso su teoría más acabada del papel de la Universidad como elemento vertebrador de la nación. Antes lo había tratado de forma más somera, por ejemplo en 1918 al dirigirse a los argentinos y decirles que “la Universidad, señores, símbolo de toda esencial pedagogía y de toda acción intelectual, es hoy el instrumento incomparable para la labranza de 1314 GÓMEZ DE LA SERNA, Ramón: “La elección de Ortega y Gasset”, El Sol, 12 de mayo de 1923. 1315 “La elección de senadores en Madrid”, La Época, 14 de mayo de 1923. 1316 “Ayer fueron elegidos ciento ochenta abuelos de la Patria”, La Voz, 14 de mayo de 1923. 1317 “Senadores universitarios”, El Sol, 15 de mayo de 1923. 1318 “La senaduría por la Universidad”, La Acción, 5 de mayo de 1923. La evolución del patriotismo fenomenológico: concreción teórica e intento de puesta en práctica 396 pueblos”, y que de este modo se podría afirmar que “las naciones han pesado tanto en la historia cuanto pesaban sus universidades”1319. La consideraba en parte desde la perspectiva religiosa de su primera etapa, retomando en 1930 la metáfora de esta como uno de los “poderes espirituales” que existían en la nación. La definía así no únicamente por considerarla un centro de vertebración nacional, sino también al presentarla como uno de los contrapesos que, junto a otros como la prensa, literatura, Iglesia… existían para garantizar un balance de poder. Es significativo además que terminara este artículo con el “caeterum censeo delendam ese Monarchiam”: si la Monarquía era ejemplo del particularismo, la Universidad era un centro de nacionalización, precisamente porque no supeditaba la nación a sus intereses, sino que se ponía a su servicio1320. Esta es la tesis que desarrolló en “Misión de la Universidad”, que apareció por entregas en El Sol y se basaba en una conferencia que pronunció el 9 de octubre de 1930 invitado por la Federación Universitaria Española. Esta entidad había nacido en 1927 en el marco de la movilización contra Primo de Rivera, asumiendo un proyecto de reforma de España que chocaba directamente con el establecido. José López Rey, uno de sus fundadores, la oponía precisamente a la Unión Patriótica, puesto que el primer germen de la FUE se organizó también en 1924. A lo largo de las reflexiones que componen su libro acerca de la movilización estudiantil, señala que asumían una visión de España en clave proyectiva, en virtud de la que es “más nuestra hija que nuestra madre”. Aunque reivindicaba esta definición basándose en el por entonces exiliado Unamuno, es una definición netamente orteguiana, como lo es también la oposición entre nación laica y clerical en la que también insiste en sus memorias. En este sentido, en 1929 habían organizado una huelga como protesta contra la clericalización de la enseñanza, y lo habían hecho con objeto de disputar a la Dictadura el patrimonio de la defensa de la nación. Ellos eran los “verdaderos patriotas”, porque apostaban por la “soberanía de la Universidad y, por tanto, del Estado”, frente a jesuitas y otras organizaciones. Contra ellos había escrito López Rey, junto a la orteguiana María Zambrano y a Díez Fernández, un manifiesto en el que decían luchar por la Universidad desde la base de que también lo hacían por España, a la que retóricamente decían otra vez: “de ti aprendimos ser más nuestra hija que nuestra madre”1321. La FUE además estaba vinculada a la ya mencionada Liga de Educación Social, y por tanto tenía afinidad con Ortega no únicamente por la similitud ideológica, sino también porque la componían personas de su red intelectual. Algunos de ellos, como María Zambrano y López Rey, le habían criticado por no comprometerse políticamente contra Primo de Rivera. Pero los textos de Ortega sobre el parlamentarismo y la redención de las provincias eran una forma de oposición intelectual, bajo la idea de que se podía reformar a España desde dentro. Apelaba al extranjero como referente, pero no para imitar sino para adaptar a la circunstancia española: “búsquese en el extranjero información, pero no modelo”. Partía de la base de que la Universidad no era el único centro de regeneración de la nación, pero sí uno fundamental sin el que esta no podría desarrollarse 1319 ORTEGA Y GASSET, José: “Conferencia” (1918)..., pp. 175-176. 1320 ORTEGA Y GASSET, José: “Sobre el poder de la prensa” (1930), en José ORTEGA Y GASSET: Obras completas. Tomo IV…, pp. 342-346, pp. 345-346. 1321 LÓPEZ REY, José: Los estudiantes frente a la dictadura, Madrid, Javier Morata, 1930, pp. 6, 21, 101, y 148. La evolución del patriotismo fenomenológico: concreción teórica e intento de puesta en práctica 397 en su plenitud. Ella creaba la cultura, que servía para superar el “naufragio vital” del ser humano. Aplicando las tesis de El tema de nuestro tiempo y La rebelión de las masas, incidía en el hecho de que era menester crear una cultura a la altura del momento, pues “cultura es el sistema vital de las ideas en cada tiempo”. Era menester una comprensión de la situación de la época para poder actuar ante ella, tal y como había hecho él al formular sus tesis de regeneración nacional durante los años veinte. Además, la cultura era fundamental porque de su ausencia se derivaba una de las causas de la desvertebración nacional: la rebelión de las masas a través de la “barbarie del especialismo”1322. Ortega retomaba este concepto del libro que apareció el mismo año para señalar que la institución universitaria era una salvaguarda frente a la corrupción de las minorías directoras. La nación se vertebraba porque alguien mandaba, y por este concepto entendía no solo la potestas sino también la auctoritas, la capacidad de influir desde “la presión e influjo difusos sobre el cuerpo social”. Para que esto fuera posible sin caer en la nueva barbarie, era menester hacer de la Universidad un poder espiritual. Pero no en el sentido que tenía, según la FUE, este concepto en Primo de Rivera y sus sucesores, esto es, acrecentando el poder de la Iglesia. Para Ortega era esta una entidad particularista e inactual, y aunque no citaba el concepto expresamente, retomaba la idea de “religión de la cultura”. En la línea del artículo arriba mencionado, el nuevo “poder espiritual” habría de ser especialmente la Universidad, donde los futuros estudiantes que vertebrarían después a la nación aprenderían una forma de cultura acorde con la vida. En este sentido, Ortega enfatizaba que la Universidad era una institución europea, y que su crisis reflejaba la de todo el continente. En términos que recuerdan a los de su etapa neokantiana, sostenía que “Europa es la inteligencia”1323. Pero en este texto Ortega sostenía que la nación era un todo en el que no bastaba con reformar únicamente una entidad. Aunque tardó en hacerlo, acabó considerando necesario acabar con la Monarquía para que pudiera reformarse la nación, y por esto constituyó junto con otras personas la Agrupación al Servicio de la República. Gregorio Marañón y Pérez de Ayala fueron los principales impulsores que le acompañaron, y aunque el manifiesto se publicó en El Sol el 10 de febrero de 1931, se había puesto en marcha un mes y medio antes, habiéndose difundido clandestinamente en La Nación y La Prensa de Buenos Aires, La Rambla barcelonesa, y La Tierra de Madrid. Con este texto culminaba la serie de artículos con los que Ortega había indicado que la Monarquía era antinacional, desde “Misión de la Universidad” a “El error Berenguer”. El éxito de la iniciativa fue tan grande y rápido que alcanzó los quince mil militantes a las tres semanas de aparecer, y veinte mil al final del mes. Fue fundamental en el surgimiento de la II República, ya que la intelectualidad así organizada era la principal fuerza de choque en un contexto en el que el Comité revolucionario estaba encarcelado, los republicanos históricos tenían poco apoyo, y los grupos juveniles una mala organización1324. 1322 ORTEGA Y GASSET, José: “Misión de la Universidad” (1930), en José ORTEGA Y GASSET: Obras completas. Tomo IV…., pp.529-568, pp. 534, y 538-539. 1323 Ibid., pp. 540, 566, y 568. 1324 MÁRQUEZ PADORNO, Margarita: La Agrupación al Servicio de la República, Madrid, Biblioteca Nueva: Fundación José Ortega y Gasset, 2003, pp. 67, 86, y 92-93. La evolución del patriotismo fenomenológico: concreción teórica e intento de puesta en práctica 398 El Manifiesto muestra que la Agrupación fue la culminación del proyecto de vertebración de España que Ortega había elaborado durante la Dictadura a través de la propuesta de redención de las provincias y todo lo que esta conllevaba: acabar con el particularismo regional y social, crear para ello un nuevo sistema parlamentario, y hacer del individuo el fundamento del proyecto colectivo. La Agrupación nacía como un instrumento de nacionalización que por tanto quería llevar a la práctica la teoría esbozada entre España invertebrada y La redención de las provincias (pasando por La rebelión de las masas), y con ello dar solución a los problemas puestos de manifiesto en torno a la Gran Guerra a partir del patriotismo fenomenológico elaborado en 1914. También hay que tener presente que la Agrupación no era únicamente una reactualización de la Liga, sino también heredera de otros proyectos que trataron de resucitar el espíritu de “Vieja y nueva política”. Entre ellas, la Liga de Educación Social de María Zambrano y López Rey, en la que según expusimos participaron tanto Ayala como Marañón. El texto planteaba el problema de España a través de varias dicotomías desde las que Ortega había teorizado sobre la nación. La primera era la que existía entre las Españas vital y moribunda: “quiere nuestra nación vivir en plenitud y hacerse un puesto de respeto en el mundo, tomando para ello en su mano la dirección de sus destinos” frente a un Estado esclavizador. Además, indicaba implícitamente que la Monarquía era encarnación de la Vaterland y la República de la Kinderland, puesto que desembarazarse de la primera permitiría mirar al futuro partiendo de la circunstancia: el nuevo régimen estaría formado por “instituciones de nuevo carácter, originalmente españolas, acomodadas al tiempo actual”1325. Pero especialmente, Ortega desarrollaba la idea de una oposición entre particularismo y proyecto común, al decir que a la altura de 1931 quedaba demostrado que lo primero era definitorio de la Monarquía y lo segundo de la República. En efecto, el Estado era una “parcialidad”, y el Rey un fracaso porque “no ha sabido nunca fundirse con la totalidad de los españoles”. Tanto el concepto de Monarquía legitimista de 1914 como el de la particularista de 1922 aparecen implícitos en esta crítica, así como la idea de nación como proyecto común de modernización al oponerse a lo anterior la República en tanto que “magnifica empresa de dignificación y reconstrucción históricas” 1326. En textos posteriores, enfatizó que la caída de la Monarquía era una muestra de la adaptación de España a los tiempos modernos, de llegada por tanto a la altura de los tiempos políticos. Así, en un texto publicado en su nueva empresa periodística, Crisol, y también en Europäische Revue y en La Nación; establece una lectura de la historia política contemporánea como un proceso de nacionalización. La mayoría de los gobiernos europeos eran republicanos, porque a lo largo del XIX las revoluciones liberales y el desarrollo del capitalismo impusieron la compenetración entre sociedad y poder público: la élite (política en este caso), no podía vivir de forma particularista sin encontrar oposición. Incluso en España, seguía, existieron republicanos en 1812, y no había que dejar de tener en cuenta que Alfonso XII alcanzó el poder gracias a un pronunciamiento. Si en Francia se había proclamado la República, con más razón era necesario en un país 1325 ORTEGA Y GASSET, José: “¡A los lectores de Madrid!” (1931), en José ORTEGA Y GASSET: Obras completas. Tomo IV…, pp. 626-627, p. 627. 1326 ORTEGA Y GASSET, José: “¡A los lectores de Madrid!”…,p. 626. La evolución del patriotismo fenomenológico: concreción teórica e intento de puesta en práctica 399 como España, donde siempre se vivió con “una duplicidad de intereses difícilmente armonizables: las necesidades de la Nación y las de la Monarquía”1327. Este esquema es el que mantuvieron todos estos años, y así en el nuevo Manifiesto de la Agrupación en diciembre de 1931–escrito cuando se reconvirtió a lo que había nacido como un movimiento para construir la República en un partido para afianzarla desde dentro–, Ortega oponía nación y Estado (republicano) como entidades complementarias, y nación y Monarquía en tanto que principios opuestos: desde el esquema de España invertebrada, decía que “El Estado español tradicional llega ahora al grado postrero de su descomposición”, porque la “Monarquía de Sagunto” (concepto con el que enfatiza su origen ilegítimo, fruto del Pronunciamiento de Martínez Campos en diciembre de 1874) fue antinacional y promotora de particularismos. No quiso convertirse en una “institución nacionalizadora”, sino en “asociación de grupos particulares”. Frente a esto, apostaba por hacer de la idea de nación la base del nuevo Estado, definiéndola en términos similares a los del proyecto sugestivo de vida en común: “un pueblo es una gigantesca empresa histórica, la cuál solo puede llevarse a cabo o sostenerse mediante la entusiasta y libre colaboración de todos los ciudadanos unidos bajo una disciplina más de espontaneo fervor que de rigor impuesto”1328. Este texto muestra la continuidad entre España invertebrada y La redención de las provincias, porque la aceptación entusiasta de ese proyecto común se lograría según Ortega con el proyecto de descentralización que había esbozado. Ortega, Marañón y Ayala pedían en el primer Manifiesto el voto para la Conjunción Republicano-Socialista, y según es conocido, en las elecciones del 14 de abril ganaron los republicanos en las grandes ciudades, provocando la dimisión del gobierno monárquico y la proclamación de la II República. Después de este hecho, la Agrupación volvió a lanzar una nota en la prensa en la que se especificaba su organización de cara a las elecciones constituyentes, y donde se ven muy claramente los dos aspectos más importantes de la idea de nación orteguiana: el patriotismo fenomenológico y la redención de las provincias. Sobre lo segundo, la Agrupación estableció una estructuración y forma de actuación que calcaba, para el movimiento, lo que pretendían establecer a nivel Estatal: “nuestra vida colectiva actuará partiendo de grandes unidades regionales”, que describían en términos idénticos a los de las “grandes comarcas” de La redención de las provincias: cada gran capital tendría un núcleo de colaboradores, relacionado doblemente: a nivel horizontal, con los de otras capitales regionales, y en el vertical, con los de los pueblos integrantes de la comarca. A nivel nacional, existiría un Comité central, que de una forma análoga a la del Parlamento central que había propuesto en su libro, podría simplificar sus tareas al delegar las de carácter provincial y regional a las entidades anteriores, pudiendo por tanto centrarse en la política nacional. En cuanto al patriotismo fenomenológico, se manifiesta en términos casi idénticos a los de 1914 y los años siguientes. Los núcleos regionales estarían divididos en “secciones profesionales” de médicos, juristas, obreros, ingenieros…cuya labor sería que “estudien rápidamente los problemas más urgentes en la constitución del nuevo Estado que afecten a su profesión y oficio”. Esto es, aunque 1327 ORTEGA Y GASSET, José: “El sentido del cambio político español” (1931), en José ORTEGA Y GASSET: Obras completas. Tomo IV…, pp. 640-644, pp. 643-644. 1328 ORTEGA Y GASSET, José: “Agrupación al Servicio de la República. –[Manifiesto]” (1931), en Ibid., pp. 660-663, pp. 660-661. La evolución del patriotismo fenomenológico: concreción teórica e intento de puesta en práctica 400 Ortega tenía un proyecto para el nuevo Estado, no quería imponer una utopía, sino adaptarlo a la realidad de la nación, que los expertos podían ayudar a comprender. Cada Agrupación regional tendría una “fértil autonomía”, pero informaría al Comité central desde una observación “bien fundada en datos fehacientes”1329. El patriotismo fenomenológico, esto es, mirar a la nación desde la voluntad de construirla partiendo desde su realidad objetiva, explica la posición de Ortega ante todos los problemas políticos que tuvo que sortear la II República. El filósofo insistió siempre en desechar todo tipo de utopías, ya fueran tradicionalistas o revolucionarias, intentado que el nuevo régimen no cayera en el mismo error del sistema de la Restauración e impusiera a la nación una estructura en la que no cabía. El patriotismo orteguiano apostaba por construir la nación, y no solamente el Estado, pero desde un proyecto que partiera de la realidad. Decía en una ocasión que incluso Stalin había tenido que hacer cesiones al individualismo económico porque la realidad se imponía sobre las utopías. Europa era un referente epocalista para España, porque según Ortega mostraba que el mundo “está libre del tradicionalismo y ahora se liberta del utopismo”. Habían caído las últimas monarquías de corte tradicional después de la Gran Guerra, y la evolución de la política venía a indicar, creía el filósofo, que también las utopías revolucionarias estaban llamadas a desaparecer1330. Pero el hecho de que España entrara en un movimiento de desarrollo histórico y de que mirara lo que ocurría en otros lugares no implicaba ningún tipo de imitación, porque esto también era recurrir a una utopía en la que un esquema político servía para todos los contextos. Por ello, pocos días después de proclamarse la República escribía que, tras veinticinco años de “meditar sobre España”, su principal conclusión era la consigna “¡no imitar!”. España había de “sacar de su propia e indómita sustancia la pauta para su comportamiento”. No se refería a recurrir a un Volkgeist y adaptarse a un carácter, sino a lo mismo que venía defendiendo desde 1914, tal y como expresa al recurrir a la noción clave de Meditaciones del Quijote: no podían organizarse desde “imágenes forasteras, sino bien sumergidos en nuestra circunstancia”, puesto que para que la República triunfara, lejos de imitar, había que “ser fiel a la circunstancia”. La política tenía un secreto, decía Ortega, consistente “en aprovechar la circunstancia efectiva en lugar de fingir circunstancias imaginarias”. Esta noción sirve de nuevo a Ortega para hablar del destino, que vincula otra vez no a la aceptación de un futuro irrevocable, sino a la autenticidad. Esta es una idea de su filosofía que desarrolla en estos años, y que parte de la base de que la vida humana, estando inexorablemente vinculada a una circunstancia, debe partir de ella para ser real. Lo mismo podía aplicarse a la nación: “vivamos nuestro destino; no imitemos el ajeno”1331. Pero Ortega no solamente habló de principios generales sobre los que tendría que fundarse el nuevo régimen, sino que también intervino directamente en los grandes temas en los que la II República se presentó como un proyecto de Estado con una idea de nación opuesta a la de la Monarquía borbónica y también a la de las ideologías conservadoras antirrepublicanas. En concreto, la construcción de una Staatsnation fundamentada en el 1329 ORTEGA Y GASSET, José: “Una nota” (1931), en Ibid., pp.628-631, pp. 628 y 630. 1330 ORTEGA Y GASSET, José: “Hay que cambiar el signo de la República” (1931), en Ibid., pp. 637-639, p. 639. 1331 ORTEGA Y GASSET, José: “Contraseña del día” (1931), en Ibid., pp. 777-780, pp. 778-780. La evolución del patriotismo fenomenológico: concreción teórica e intento de puesta en práctica 401 individuo trabajador, y no en el pasado esencial; la descentralización territorial opuesta al centralismo artificial; y la creación de un nuevo proyecto colectivo no basado en el catolicismo, sino en la modernización. El problema social, el regional, y el clerical fueron de los que más dividieron a la sociedad española durante las décadas previas, y no podía falta su intento de resolución en la II República. Ortega trató de hacerlo desde el reformismo basado en su filosofía, y fue precisamente el hecho de percibir que se impuso de nuevo el utopismo, lo que le distanció del sistema. Con todo, influyó especialmente en el intento de resolución de las dos primeras cuestiones, puesto que las nociones de “República de trabajadores” y de “Estado integral” que aparecen en la Constitución de 1931 son en gran medida el culmen, sobre el papel, de la solución que a través de artículos y libros había venido esbozado para los dos grandes problemas que se pusieron de manifestó en torno al año 1917: el particularismo social y el regional, superados ambos con la organización y la vertebración. No en vano, resumía así su visión de la II República: “dos raíces son necesarias y suficientes para que el roble de la República se alce inconmovible sobre la tierra española: una es la profunda reforma local; otro es la organización de la sociedad en pueblo de trabajadores”1332. 7.4.2. Ortega ante el Estado integral Los impulsores de la II República, y todos los observadores atentos de la política española desde el comienzo del siglo XX, sabían que una de las grandes operaciones a resolver para solucionar el problema de España era la cuestión catalana. La oposición intelectual a Primo de Rivera tuvo en la defensa de la identidad de Cataluña una de sus manifestaciones principales, y varios partidos del nacionalismo catalán habían suscrito el Pacto de San Sebastián del 17 de agosto de 19301333. En él se establecía la hoja de ruta republicana, con una serie de puntos que incluían la satisfacción de las demandas catalanistas. Pero la forma de darles cauce no fue entendida de igual modo por todos, y así una de las primeras desavenencias que se vieron al caer la Monarquía fue la proclamación, por parte de Francesc Maciá, de la República catalana dentro de la “Federación española”. Ocurrió el mismo 14 de abril, y el Gobierno provisional de Niceto Alcalá-Zamora envió a tres personas (Fernando de los Ríos, Marcelino Domingo y Luis Nicolau d´Olwer) que lograron que el líder de ERC aceptara constituir (“restaurar”, según la interpretación historicista) una Generalitat el 17 de abril. Al tiempo, comenzaba el proceso de redacción de un Estatuto de autonomía, tal y como se acordó también en la reunión. El resultado sería el Estatuto de Nuria, refrendado en agosto por los catalanes y presentado por Alcalá-Zamora a las Cortes Constituyentes el día 18. Para entonces había comenzado un largo debate con dos fases principales que estudiaremos en este epígrafe: la discusión sobre la definición del Estado español en la Constitución, en la que se pusieron en juego diversas ideas de nación, y la que generó, aprobada la Carta Magna, el Estatuto catalán. 1332 ORTEGA Y GASSET, José: “Proyecto de Constitución” (1931), en Ibid., pp. 809-824, p. 813. 1333 El pacto fue firmado por Alianza Republicana, Acción Republicana, Partido Republicano Radical Socialista, Derecha Liberal Republicana, Acció Catalana, Acció Republicana de Catalunya, Estat Catalá, Organización Republicana Gallega Autónoma; y personalidades como Indalecio Prieto, Felipe Sánchez Román, Eduardo Ortega y Gasset. Gregorio Marañón mandó su adhesión. La evolución del patriotismo fenomenológico: concreción teórica e intento de puesta en práctica 402 7.4.2.1.La idea de nación y la estructuración del Estado en las Cortes Constituyentes de 1931 La II República fue, según Juan Pablo Fusi, el primer régimen político que en España trató de dar respuesta al problema de los nacionalismos regionales. Pero lo hizo de forma extremadamente prudente, llegándose en la práctica a aprobarse solamente el Estatuto catalán en 1932 y el vasco en 1936, mientras que el gallego, que fue aprobado en plebiscito en ese mismo año, no entró en vigor porque las Cortes no pudieron votarlo al estallar la Guerra civil. La Constitución asumió una estructuración para la nación que se manifestaría en el “Estado integral”, una alternativa tanto al Estado federal como al unitario. Con ello, se establecía una idea de nación en la que se veía a España como unidad histórica, cultural, lingüística y estatal, compatible con la autonomía acordada entre el poder central y las regiones1334. Para llegar a esta fórmula tuvo que recorrerse un largo camino en el que se manifestaron posturas enfrentadas, aunque en general partidarias de ofrecer una u otra forma de autonomía a todas, o algunas, de las regiones españolas. El 14 de julio de 1931 se inauguraron las Cortes Constituyentes, teniendo la Agrupación al Servicio de la República 13 diputados. Los partidos que conformaban el Gobierno Provisional coparon el 90% de los escaños, siendo el PSOE con 115 el que más obtuvo. El liberal-conservador Niceto Alcalá-Zamora, que había sido nombrado presidente del Gobierno provisional, mantuvo el cargo; mientras que el socialista Julián Besteiro fue nombrado presidente de las Cortes que habrían de constituir la II República. Un episodio fundamental de las mismas fue la discusión del proyecto de Constitución en dos fases: a la totalidad del mismo y a los artículos concretos. Lo primero se desarrolló entre el 27 de agosto y el 9 de septiembre, y gran parte de las intervenciones giraron en torno a la configuración de la descentralización de España. A continuación se expondrán las intervenciones más importantes con el objetivo de contextualizar los discursos de Ortega. La Comisión que se habría de encargar de redactar el proyecto contaba con 21 diputados, de entre los que no consiguió figurar el filósofo en tanto que únicamente obtuvo un voto, pero sí su compañero en la Agrupación Alfonso García-Valdecasas1335. La presidía Luis Jiménez de Asúa, militante del PSOE que había formado parte del proyecto de la Liga de Educación Social, aunque no de las iniciativas de Ortega. En su defensa del proyecto de Constitución quedaba bien clara una de las razones por las que no lo hizo: consideraba que la democracia era su principio fundamental, y como consecuencia, que la Carta magna arrancara del pueblo. Explícitamente decía que seguían el modelo de constituciones como las de Alemania o Checoslovaquia, y no el de Polonia o Grecia, porque en estas últimas el poder emanaba de la nación. “Nosotros constantemente hemos querido emplear esta palabra, más clara y más certera, de pueblo, y no la de nación, que todavía, en cuanto a su definición, está en el crisol”. Ortega era liberal antes que demócrata, y aunque apostaba por una teoría cercana a la Staatsnation y en sus intervenciones y artículos defendió explícitamente la democracia, no aceptaba el 1334 FUSI AIZPURÚA, Juan Pablo: España. La evolución de la identidad nacional…, pp. 240-252. 1335 VALERO LUMBRERAS, Ángel: José Ortega y Gasset…, p. 153. La evolución del patriotismo fenomenológico: concreción teórica e intento de puesta en práctica 403 populismo de los socialistas y republicanos porque para él el pueblo constituía la nación solamente tras ser organizado por una minoría selecta. Asúa también incidió en el capítulo constitucional de “Organización nacional”: un concepto netamente orteguiano, que para él tenía que ver tanto con la vertebración estatal de las regiones, como la de carácter social a partir del trabajo, sobre la que también hablaría en los próximos días1336. En este marco, el socialista empleó un argumento que vimos en España invertebrada y que volvería a repetir Ortega al hablar de Cataluña: “no hablamos de un Estado federal, porque federar es reunir. Se han federado aquellos Estados que vivieron dispersos y quisieron reunirse en colectividad”. Frente a esto recurría a la noción de “Estado integral” de Hugo Preuss, uno de los principales arquitectos de la Constitución alemana de Weimar (carta magana aprobada en 1919 para regir a la nueva República que surgió de las cenizas del II Reich, y que muchas veces se ha comparado con la II República española) y autor de obras como Die Entwicklung des deutschen Städtewesens (1906). No hay constancia de que Ortega le leyera, y aunque no utilizó dicha expresión, es muy afín a su idea de nación basada en la incorporación, y del correspondiente Estado organizado en unidades autónomas. Asúa lo empleaba para declarar que “queremos establecer un gran Estado integral en el que son compatibles, junto a la gran España, las regiones, y haciendo posible, en ese sistema integral, que cada una de las regiones reciba la autonomía que merece por su grado de cultura y de progreso”. Este último aspecto es el que Ortega no aceptaría, puesto que su teoría de redención de las provincias apostaba por una autonomía para todas las grandes comarcas. Pero otra idea derivada de esta visión era la de que, del mismo modo que era posible una integración de las regiones en la nación, lo era esta dentro de Europa, y así apostaba Jiménez de Asúa por otra cuestión que el filósofo defendió en La rebelión de las masas: “la federación de Europa”. Terminaba con una frase que Ortega no criticaba en estos momentos, pero que expresa el motivo por el que se distanció de la II República: “hacemos una Constitución de izquierdas, y esta Constitución va directa al alma popular” 1337. El filósofo considerará pasado el tiempo que la República fracasó por caer en el mismo error que la Restauración: establecer un sistema particularista, aunque ahora desde la izquierda. Él no deseaba un Estado nacido del pueblo, sino de la nación, esto es, fruto de haber organizado al primero como requisito para no caer en una tiranía antiliberal. Una vez expuestas las líneas maestras del proyecto por parte del presidente de la Comisión que lo redactó, el primero en tomar la palabra para hablar sobre él fue el diputado por Acción Nacional, y sacerdote, Ramón Molina Nieto. Su principal crítica a la propuesta se centró en el laicismo, en tanto que consideraba que se hizo para “descristianizar” la nación bajo un “ateísmo” que poco tenía que ver con la neutralidad religiosa de otros países. Aseguraba además que las Cortes no representaban a la mayoría del país, y que para construir una “República liberal y democrática” era imprescindible contar con todos, también la mayoría social católica1338. Al día siguiente también habló un clérigo, del Partido Radical, Basilio Álvarez, aunque lo hizo a título personal. Sobre 1336 DIARIO DE SESIONES DE LAS CORTES CONSTITUYENTES DE LA REPÚBLICA ESPAÑOLA (1931-1933), nº 28, 27 de agosto de 1931, Madrid, Sucesores de Rivadeneyra, 1933, pp. 631-657, p. 644. 1337 Ibid., pp. 644-645. 1338 Ibid., pp. 649 y 652. La evolución del patriotismo fenomenológico: concreción teórica e intento de puesta en práctica 404 la cuestión religiosa coincidía en parte con el anterior, porque acusaba a la Comisión de ir contra la fe, y no contra el clericalismo que se resistía al para él loable acto de separar Iglesia y Estado. Pero a diferencia del anterior, también hablaba de la estructuración del Estado. Se declaraba federalista, y recriminaba a la Comisión que no se hubiera atrevido a emplear el concepto bajo la excusa de que había regiones que no tenían ese sentimiento. Él consideraba que a pesar de esta aparente rémora había que establecer el federalismo, pues las regiones que sí lo demandaban marcarían a las otras el camino para su redención política y económica. Además, como Ortega y otros republicanos, consideraba esencial no basar el Estado en las provincias, por considerarlas expresión del centralismo en tanto que dependían directamente del Estado1339. Acto seguido tomó la palabra el viejo amigo catalán de Ortega, Luis de Zulueta, que se centró en el problema religioso pero mencionó que en España no había existido nunca un verdadero Estado en el que todos se sintieran representados, porque se había oscilado desde la Edad Media entre el centralismo importado y un “instinto civil” de disgregación e independencia local. Le siguió en el turno de palabra Rafael Guerra del Río, del Partido Radical, que se declaraba federalista pero creía peligroso imponer una constitución que no se adaptara a la “España real”, esto es, que por satisfacer los ideales políticos cayera en el peligro de “inventar regiones que se han de federar”. Por eso su propuesta era la de dotar de autonomía a las regiones que estaban en un “periodo de formación histórica más avanzado”, pero no imponerla a las que no lo querían. No obstante, apostaba por dejar elaborada la legislación necesaria para que, llegado el momento, pudieran seguir el camino de las regiones federadas. Terminando aclarando que el federalismo tenía dos límites: los derechos del individuo, contra los que ningún ente regional podría legislar, y “la superior existencia del Estado español”1340. Una persona con la que Ortega tenía afinidad intelectual fue la siguiente en hablar, José Álvarez Buylla. Era asturiano y se había formado en la Universidad de Oviedo, que impulsó el nuevo liberalismo en España y de la que había emanado en parte el Partido Reformista, aunque él era diputado por el Partido Radical. También consideraba erróneo tratar de fundamentar un Estado regional en las provincias. No únicamente porque era contrario al “sentimiento popular regionalista de España”, sino especialmente en tanto que sería expresión del centralismo y el caciquismo. Por el contrario, “el elemento principal de todo organismo federativo” eran el Municipio y la Región. Se parecía por tanto a la visión orteguiana, que precisamente había criticado a Maura por no ver la importancia de la región como elemento fundamental de la autonomía. Y como él, se ponía en guardia ante los peligros del federalismo: “el federalismo significa lazo, significa unión, porque el federalismo es para crear nacionalidades, pero nunca para romperlas”. Decía que se llamaba puerilmente “autonomismo” a lo que en realidad era federalismo, y que si se legislaba solamente pensando en Barcelona, aumentaría el peligro de “disgregación de la Patria” contra el que los antepasados habían luchado en la Reconquista. Después de él tomó la palabra Clara Campoamor, que centró su discurso en 1339 DIARIO DE SESIONES DE LAS CORTES CONSTITUYENTES DE LA REPÚBLICA ESPAÑOLA (1931-1933), nº 29, 28 de agosto de 1931, Madrid, Sucesores de Rivadeneyra, 1933, pp. 659-682, pp. 668 y 672. 1340 Ibid., pp. 673 y 679. La evolución del patriotismo fenomenológico: concreción teórica e intento de puesta en práctica 405 el voto femenino, y acto seguido, el poeta satírico y republicano independiente Luis de Tapia. Sostenía que el Congreso era federal, pues en todos los programas de los partidos figuraba el concepto, y que la Constitución proyectada era “federable”. Pero añadía que “la calle es unitaria”, por su carácter más irracional y pasional, y por eso a diferencia de los diputados, los ciudadanos no comprendían a los catalanes1341. El día 2 de septiembre tomó la palabra, después de Basilio Álvarez para contestar a Campoamor, Roberto Nóvoa Santos, de la Federación Republicana Gallega. Criticaba que “se proyectó en todas direcciones el pensamiento de que federar equivaldría, en el momento presente, a cisurar, a disgregar, a desunir”. No era esta la cuestión, sino el que la unidad mantenida en los últimos cuatro siglos se basaba en el sometimiento, y no en la voluntad de vivir que tres regiones habían manifestado en los últimos tiempos. Por eso apostaban por un nuevo Estado, que convenía en llamar de “República integral y pluritaria”, donde tuvieran cabida “todas las posibilidades descentralizadoras”. Según Nóvoa, la unidad no se fundamentaba en la cultura, la lengua, geografía…, sino en una “emoción de humanidad, de solidaridad universal ante la vida” que justificaba la descentralización. Insistía en que no debía ser la tradición el motor de la reforma, sino la mirada al porvenir, y que en este sentido la apuesta por la “autonomía económica” era fundamental. Tras él expuso Carlos Blanco Pérez, de la Derecha Liberal Republicana, su punto de vista, sosteniendo que “es preciso abrir un cauce legal a todas aquellas regiones que quieran y puedan, por su vitalidad, aceptar un régimen de autonomía”, y al mismo tiempo, que no había que imponerla a las ya conformes con la situación existente. Además, en su discurso reconocía el derecho de la Iglesia a la enseñanza, justificándolo como una actitud “liberal, tolerante y provechosa” 1342. No pudiendo tomar la palabra el canario José Franchy Roca después del liberal- conservador, se aplazó su turno para el día siguiente. Habló entonces en nombre de los federalistas, criticando a Buylla por sostener que federar significaba unir lo separado, aseveración sobre la que dijo que, de tanto oírse, “ya va casi llegando a la categoría de frase hecha”. Para él la federación no se basaba en un proyecto común, pero tampoco en la fidelidad al pasado histórico. Evocando a Pi y Margall, afirmaba que era una doctrina basada “en la razón y la naturaleza”, pues era la única vía de alcanzar la democracia en tanto que cada organismo tenía sus intereses. Insistía, frente a quienes apelaban a la lengua, tradición histórica, etnia… que el fundamento federal era la “voluntad del pueblo”. Expuesta su teoría, y comparándola con el ideal de la Constitución se preguntaba: “¿qué es el Estado integral constituido por regiones, con más o menos autonomía, sino lo que nosotros, en liso y claro castellano, llamamos Estado federal, constituido por regiones autónomas?”. El problema era que, desde su visión democrática y voluntarista, sostenía que no existiría verdadera federación si no se comenzaba desde abajo. Solamente Cataluña, que tenía en marcha un proyecto de Estatuto, seguía este 1341 Ibid., pp. 695-696, 698 y 704. 1342 DIARIO DE SESIONES DE LAS CORTES CONSTITUYENTES DE LA REPÚBLICA ESPAÑOLA (1931-1933), nº 31, 2 de septiembre de 1931, Madrid, Sucesores de Rivadeneyra, 1933, pp. 713-733, pp. 724-726, y 730. La evolución del patriotismo fenomenológico: concreción teórica e intento de puesta en práctica 406 principio, que deberían imitar las demás regiones1343. Defendía por tanto un pactismo que Ortega no aceptaría, en tanto que para él un elemento incuestionable era la unidad de la soberanía nacional. En la misma sesión habló el socialista Fernando de los Ríos, cuya apuesta por la creación de un Estado fuerte, así como la que también haría Gordón Ordás, sería citada con entusiasmo por Ortega en su turno. Sostenía que España estuvo presente, en el siglo XVI y en las Cortes de Cádiz, en los dos grandes momentos históricos de configuración de esta forma de organización humana, y que ahora tenía que volver a la vanguardia de las naciones. Como el madrileño, veía que Europa estaba pasando por un momento en el que era necesario conciliar “poder” y “libertad”, superando con la configuración del liberalismo político sin el liberalismo económico, las deficiencias de la época, evitando caer en el “Estado-Poder” de Rusia e Italia. Pero frente a lo que defendía Ortega (aunque sin hablar él de federación), se oponía tanto al unitarismo de Estado como a “darle una vestidura federal a todas las regiones”, porque el Estado tenía que resolver los problemas planteados y no crear otros nuevos. Si Cataluña demandaba autonomía y otras regiones no, era porque la primera tenía una personalidad histórica que lo justificaba1344. Por su parte, el día 4 de septiembre, el mismo día que Ortega, intervinieron los agrarios y los nacionalistas catalanes. A los primeros representaba el sacerdote Ricardo Gómez Rojí, que comenzaba sumándose a la exaltación que había hecho el día anterior Fernando de los Ríos del pasado de España y del papel de Castilla como madre suya, aunque añadiendo que era el catolicismo lo que había sustentado esa grandeza. Pero no le dio tiempo a hablar sobre el regionalismo castellano, en tanto que consumió todo el tiempo del que disponía para tratar las cuestiones que incumbían más directamente a la doctrina católica. Tras él, tomó la palabra Lluís Companys, de ERC. Reivindicaba el espíritu de la Alianza República del pasado, que se basaba en el federalismo de Pi y Margall, que salvo en Cataluña habían abandonado los republicanos. Identificaba esta pérdida con el imperialismo agresivo, frente al que se habían alzado Lanuza y los comuneros, símbolos del liberalismo y del regionalismo aragonés y castellano. Pero aceptaba los hechos consumados y, como Franchy, decía no querer imponer regionalismo a las zonas que no lo demandaran. Además, apostaba como él por un individualismo que partía de la persona, que consideraba base de los derechos colectivos. Se alineaba también con Fernando de los Ríos para decir que no quería reivindicar nada desde el pasado, y que pedía un Estatuto para Cataluña basado en el espíritu de la democracia y el liberalismo. Pero decía actuar también por España, al decir que necesitaba una “nueva estructura” que permitiría “levantar un ideal común que sirva de estímulo” para que la República se pusiera en la vanguardia de la civilización. Por tanto, exponía una visión bastante similar a la de Ortega en cuanto a las expresiones, pero se diferenciaba en el hecho de considerar aceptable la existencia de algunas regiones autónomas y otras sin ella. La intervención fue breve, y no 1343 DIARIO DE SESIONES DE LAS CORTES CONSTITUYENTES DE LA REPÚBLICA ESPAÑOLA (1931-1933), nº 32, 3 de septiembre de 1931, Madrid, Sucesores de Rivadeneyra, 1933, pp. 735-780, pp. 746-747. 1344 Ibid., pp. 750-751. La evolución del patriotismo fenomenológico: concreción teórica e intento de puesta en práctica 407 entró en definir conceptos como nación o federación con los que también habría chocado la visión del filósofo, que tomó la palabra después de él1345. En la sesión que siguió a aquella en la que hablaron Gómez Rojí, Companys y Ortega, el primero en intervenir fue el portavoz de la Minoría vasco-navarra, el peneuvista Jesús María Leizaola. Desde un nacionalismo esencialista, partía de la base de que el resultado de las elecciones en el País Vasco y Navarra (donde quince de los veinticuatro escaños fueron para nacionalistas, fueristas y carlistas) evidenciaba “la fisonomía espiritual de nuestro pueblo secularmente manifestada, como se ha manifestado ahora una vez más en estas elecciones”. Si los republicanos veían una victoria del pueblo sobre la Monarquía, o de la España real frente a la oficial, para Leizaola era la voluntad colectiva de su pueblo contra el Estado artificial. Resumía su planteamiento al decir que los vascos querían recuperar un “órgano político propio”, manifestación del “cuerpo político propio”, abolido en 1839. Como expresión de esta visión, decía también que hubieran preferido la expresión “Estado” a la de “región autónoma”, y también citaba a Ortega para señalar que la idea de “gran comarca” tampoco les era más grata, pero que en todo caso tanto su interpretación como la de los que apostaban por los demás conceptos, justificaba que se satisficiera la aspiración vasco-navarra. Con todo, su visión era muy diferente de la del filósofo, en tanto que plantaba la historia y la voluntad como fundamentos de su proyecto, que tendría que culminar en la restauración de “la personalidad política vasca” y “su expansión cultural plena” 1346. Después llegó el turno de Pedro Sáinz Rodríguez, persona que se había movido en el entorno orteguiano pero que evolucionó hacia posturas conservadoras. En 1931 era diputado regionalista independiente por Santander, y a fines de este año se integraría en el proyecto nacionalcatólico de Acción Española. Lo primero sobre lo que llamó la atención era una situación histórica que muchas personas, entre ellas el propio Ortega, acabarían reconociendo como una de las causas del fracaso de la República: el hecho de que, de nuevo, la España oficial no se correspondiera con la España real, esta vez por la exclusión de la derecha. Esta no se organizó hasta la fundación de la CEDA en 1933, y según Sáinz Rodríguez, estaba huérfana de representación en las Cortes Constituyentes. Decía por tanto hablar en nombre de “la gran masa de derecha del país” que habría de “convivir forzosamente” con la Constitución. En su discurso enfatizó mucho más la cuestión religiosa que la regional, pero sobre esta tenía bastante en común con Ortega. Veía el peligro de que las constituyentes estuvieran actuando para dar solución al “problema catalán”, y no al conjunto de España. Empleaba el vocabulario de España invertebrada, y citó abiertamente a Ortega para sostener que al darse una prima al nacionalismo se colocaba en Madrid una “fuerza centrífuga” que promovería la dispersión. También como el filósofo, argüía que debía existir una “simbiosis” entre las regiones y el Estado, con parcelas propias para la acción de cada uno de ellos, siendo a veces necesaria la autonomía, y otras la tutela. Paradójicamente, incluso en el hecho que 1345 DIARIO DE SESIONES DE LAS CORTES CONSTITUYENTES DE LA REPÚBLICA ESPAÑOLA (1931-1933), nº 33, 4 de septiembre de 1931, Madrid, Sucesores de Rivadeneyra, 1933, pp. 755-780, pp. 764, y 771-772. 1346 DIARIO DE SESIONES DE LAS CORTES CONSTITUYENTES DE LA REPÚBLICA ESPAÑOLA (1931-1933), nº 34, 8 de septiembre de 1931, Madrid, Sucesores de Rivadeneyra, 1933, pp. 781-804, pp. 791-792. La evolución del patriotismo fenomenológico: concreción teórica e intento de puesta en práctica 408 le separaba de Ortega, el de la cuestión religiosa, reivindicaba abiertamente sus argumentos: invitaba a todos los diputados a leer La rebelión de las masas, “el más fino análisis de la crisis moral del mundo moderno”, donde quedaba demostrado que las masas se rebelaban ante el Poder porque carecían de una “moral colectiva” con la que sustituir la educación religiosa”. La defendía no porque fuera la Verdad universal, ni tan siquiera como católico, sino reivindicando la apuesta orteguiana por un Estado acorde a la realidad nacional. Recurría por tanto al patriotismo fenomenológico: pero como actitud, no por el contenido, pues para Ortega lo importante era que la circunstancia del hombre medio era regional, no la religión de sus habitantes. Lo que reinterpretaba Sáinz Rodríguez era que desde esa realidad católica habría que construir el proyecto común, la única “conciencia nacional superior” que podría evitar la dispersión de las fuerzas de un Estado que consideraba “federable”. Terminaba además apostando por la moderación, esperando que las derechas que habrían de organizarse transigieran en materia social si las izquierdas hacían lo propio en la cuestión religiosa1347. La última intervención en este día también apostaba por una idea de nación donde las tesis orteguianas estaban presentes, y corrió de la mano del historiador Claudio Sánchez- Albornoz, representante de Acción Republicana. Ya había intervenido el primer día, después de Molina Nieto, y entonces recurrió a la historia como vía para defender la pluralidad de España, pero también para hacer justicia a Castilla frente a las acusaciones de la que era objeto por parte del nacionalismo periférico. Decía que era la región que había sufrido más durante siglos, y que por eso la idea de Ortega en virtud de la que “Castilla hizo a España y que Castilla la deshizo” debería ser corregida por la de que “Castilla hizo a España y España deshizo a Castilla”. Pero apostaba por olvidar rencores y construir un Estado fuerte que reconociera las autonomías, citando de nuevo al catedrático para decir que la unidad nacional no peligraría si, conciliando ambas cuestiones, se hacía una política “dinámica”. Y unido a esto, hablaba también de algo muy orteguiano: que los tiempos exigían buscar “una fórmula superestatal por encima de las naciones” para que Europa no decayera como lo hizo el Imperio romano, y que en este proceso España y Castilla podían ofrecer un modelo: el de su propia historia 1348. En su segunda intervención, contestó a Companys para defender una “Constitución autonomista”, bajo la idea de que el federalismo acababa provocando el centralismo de las capitales federales. Complementaba su interpretación histórica del primer día al sostener, frente a Fernando de los Ríos, que Castilla nunca fue centralista, puesto que, a la contra de los demás reinos históricos, había sido la única donde todas las ciudades se relacionaban parejamente. Era una “Monarquía trashumante” que desconocía la “relativa centralización” que durante siglos tuvieron Aragón, Cataluña y Portugal. Por eso decía que el espíritu de la Constitución era netamente castellano, pues el asimilismo que se le achacaba era en realidad una “política de hermandad”. Volviendo a reivindicar al autor de España invertebrada, aseguraba después que “Ortega encarnaba la voz de Castilla” al 1347 Ibid., pp. 797, y 799-800. 1348 DIARIO DE SESIONES DE LAS CORTES CONSTITUYENTES DE LA REPÚBLICA ESPAÑOLA (1931-1933), nº 28…, p. 656 y 657. La evolución del patriotismo fenomenológico: concreción teórica e intento de puesta en práctica 409 proponer una hermandad donde todas las regiones tuvieran “el máximo de libertades compatibles con la unidad de España”1349. Durante la última sesión de discusión de la totalidad del proyecto tomó la palabra el antiguo líder político de Ortega, Melquíades Álvarez, que aunque no le citaba exponía argumentos similares a los suyos. Comenzaba sosteniendo que Cánovas fracasó porque su Constitución no reflejaba la realidad nacional, y como Sáinz Rodríguez opinaba que lo mismo ocurriría si se excluía a las derechas. En lo que más se parecía al filósofo era en la preocupación por la rebelión de las masas: el proyecto hablaba de “República democrática”, pero él proponía hacerlo de “República liberal y democrática”, porque afirmar la soberanía del pueblo no garantizaba la libertad. Su omnipotencia en el Parlamento podía llevar a una tiranía, y necesitaba ser contrapesado por garantías, entre las que la más importante era el respeto a la libertad individual. En cuanto al problema regional, decía que había que insistir dentro de la Constitución en la unidad nacional de España, y la justificaba desde una historia que remontaba a antes de los Reyes Católicos. Pero también reconocía la legitimidad de la concesión de autonomía, aunque únicamente a “las regiones que tengan vitalidad para merecerla”. Por tanto, en este aspecto discrepaba de Ortega, cando decía este que el derecho podía utilizarse para impulsar el regionalismo. Pero aunque no le citaba, coincidía con él en la consideración de que el tema de la soberanía era fundamental y únicamente podía radicar en la nación1350. En definitiva, en este debate sobre la totalidad del proyecto de Constitución existieron, básicamente, dos posturas enfrentadas: la que apostaba por la concesión de autonomía a todas las regiones españolas, y la que pretendía limitarla a una serie de regiones (Cataluña, País Vasco y, tal vez, Galicia), ya fuera porque tenían derechos históricos o una vitalidad que lo justificara. Los que pertenecían a este segundo grupo eran en cierto sentido más conservadores, en tanto que querían, como de los Ríos o Melquíades Álvarez, resolver los problemas existentes y no crear otros nuevos al difundir una autonomía sin demanda. Pero en todo caso, la división no era en torno a centralismo o descentralización, puesto que todos aceptaban la segunda y solamente diferían en su formalización. Incluso algunos apostaban por hablar abiertamente de federalismo, aunque otros como Sáinz Rodríguez, Buylla o Melquiades Álvarez afirmaban que las federaciones existían para unir lo separado, no al revés. También es interesante el hecho de que se escucharon muchos argumentos historicistas –el más evidente el de Leizaola, unido al esencialismo, pero también el que existió en torno al papel histórico de Castilla, vista por algunos como ejemplo de centralismo y por otros como todo lo contrario–, pero que incluso en nacionalistas como Companys primaron más los argumentos que sustentaban la idea de una Staatsnation que mirara al futuro. Finalmente, es reseñable que se citara a Ortega en diversas ocasiones, no solamente para contestar a su discurso, sino como un argumento de autoridad, lo que nos demuestra que había tenido cierto éxito en su campaña de difusión de una idea de nación en la esfera pública española. En este sentido, Sáinz Rodríguez citaba La rebelión de las masas, y Sánchez-Albornoz España invertebrada. 1349 DIARIO DE SESIONES DE LAS CORTES CONSTITUYENTES DE LA REPÚBLICA ESPAÑOLA (1931-1933), nº34…, pp.801-802. 1350 DIARIO DE SESIONES DE LAS CORTES CONSTITUYENTES DE LA REPÚBLICA ESPAÑOLA (1931-1933), nº 35, 9 de septiembre de 1931, Madrid, Sucesores de Rivadeneyra, 1933, pp. 805-828, pp. 817, y 819-821. La evolución del patriotismo fenomenológico: concreción teórica e intento de puesta en práctica 410 Pero los argumentos de la segunda se veían implícitos incluso en quienes no lo hacían abiertamente, como Buylla o Melquíades Álvarez. Centrándonos ya en el protagonista de esta tesis, tomó la palabra el 4 de septiembre, y su discurso supone en gran medida un resumen de todas las ideas que había desarrollado no únicamente en los años veinte, sino incluso desde que comenzó la etapa en la que concebía a España analizándola desde el patriotismo fenomenológico. En este sentido, volvía a hablar de Cánovas como el “gran empresario de la fantasmagoría”, y cifraba su falsedad, y la caída de la “Monarquía de Sagunto”, en un hecho muy concreto: la no organización de la “vida local”, esto es, aquella donde residía lo que en 1914 llamó España real. Insistía en que España necesitaba una nueva estructura por cuestiones morales y económicas, y no de restauración de derechos históricos. Ciertamente, muchas de las regiones que obtendrían estatutos de autonomía eran históricas, pero “esta coincidencia, sin embargo, es para mí de un interés secundario: yo no pido la organización de España en grandes regiones por razones de pretérito, sino por razones de futuro”. Por ello temía la fuerza que el catalanismo y el nacionalismo vasco tenían en la Comisión encargada del proyecto, así como el hecho de que muchos republicanos quisieran, como acabamos de ver, otorgarles un estatuto peculiar como una concesión. Esto daría lugar a “Estatutos particularistas” que generaría dos Españas: una con dos o tres regiones ariscas, y otra integrada en el poder central; y con ello una “España centrífuga frente a una España centrípeta”, y otra de “regiones semi-Estados frente a España”1351. En España Invertebrada Ortega introdujo, junto al concepto del particularismo, otro que era consecuencia de lo que luego denominó la rebelión de las masas: la indocilidad, que existía cuando la minoría selecta no era aceptada y el proyecto común se diluía. En este discurso, volvía a hablar de la relación de las dos nociones, sosteniendo que la división en dos Españas implicaría que las particularistas fueran también “regiones indóciles”, enfrentadas al Estado central. Por el contrario, una España donde todas las regiones quedaran al mismo nivel canalizaría ese espíritu particularista en la competencia con las demás entidades autónomas, quedando sobre ellas el Poder central e integral. Si algunos como Franchy habían argumentado que concediéndose autonomía a regiones como Cataluña se estimularía al resto a pedirlas, Ortega creía era menester imponerles esa autonomía como forma de movilizarlas. De no ser así, en lugar de imitación habría enfrentamiento. Era imprescindible considerar las estructuras legales como “aparatos ortopédicos” destinados a incitar la vitalidad, puesto que solo así se solucionaría la dicotomía1352. Esta interpretación que es de nuevo una proyección de la relación entre vida y cultura sobre la que venía escribiendo desde El tema de nuestro tiempo diez años atrás, es de las que causaron más polémica y generaron más comentarios. Siguiendo con este tema, Ortega retomó sus ideas de los años veinte sobre el Parlamento, cuando propuso hacer de él una representación de la nación integral capaz de supeditar el particularismo al proyecto común. Continuaba el discurso en la línea de sus textos de 1922 y 1924, hablando de las relaciones entre Ejecutivo y Legislativo. Retomaba la idea de que había que evitar dos cosas: la “estatolatría”, sobre la que habló 1351 ORTEGA Y GASSET, José: “Proyecto de Constitución”…, pp.812, 814, y 815. 1352 Ibid., pp. 815 y 816. La evolución del patriotismo fenomenológico: concreción teórica e intento de puesta en práctica 411 en La rebelión de las masas, y la ineficacia institucional. Hacía falta el equilibrio en un Estado fuerte con dos tipos de asambleas, que son las que propuso en La redención de las provincias: una nacional, de personas bien preparadas, y otras regionales, que seleccionarían a las anteriores. Aplicando su idea de nación regionalista, hablaba de que la España nueva combinaría un Parlamento de “democracia central y abstracta” con un Ejecutivo votado por las Asambleas regionales, que eran la “periferia democrática, de la grande y concreta democracia local”. Por tanto, cambiaba la plasmación específica de la estructura que propuso en la década anterior, porque entonces el Parlamento nacional no era escogido por sufragio directo. Pero mantenía el espíritu de buscar un balance de poder que evitara el problema sobre el que también había teorizado previamente: la democracia antiliberal. Igual que Melquíades Álvarez, sostenía que el plebiscito podía llevar a la tiranía, como en Roma (la de los césares, aunque también tendría en mente la Italia fascista), y por eso apostaba por dispersar el poder. Y lo hacía desde su idea de nación como masa estructurada, muy distinta a la de Jiménez de Asúa: “la democracia no es el pueblo, es el Estado del pueblo y no el pueblo sin el Estado”, es decir, que “la democracia es el pueblo organizado, no el pueblo suelto”. La organización era la que se producía en las Asambleas regionales, expresión de la realidad del hombre medio, y a su vez escuela de selección de las élites que actuarían después a nivel nacional1353. En la discusión sobre la forma del Estado, Ortega citaba a dos personas que le habían precedido: el socialista Fernando de los Ríos, y el radical-socialista Félix Gordón Ordás. Este último había reivindicado la idea de Estado de Max Scheler, que Ortega en parte compartía, y lo interpretaba como una forma de conciliación del socialismo y el individualismo, sosteniendo en unos términos que recuerdan al primer Ortega que solo desde el primero era posible el segundo. Insistía en que había que acabar con el viejo liberalismo desde un “Estado fuerte”, que limitara ciertos derechos individuales. No era esto lo que a Ortega le había parecido bien, dado que era lo que temía de la rebelión del hombre-masa, sino probablemente la forma en la que concretaba esta idea al decir que solamente sería posible al limitar el poder de la Iglesia, sobre la que Ortega también quiso actuar porque la consideraba particularista, un “Estado eclesiástico”1354. Terminaba el filósofo presentando un voto particular sobre “el deber del trabajo”, diciendo que era menester crear un “Estatuto del trabajo” que hiciera visible la apuesta por “organizar al pueblo español en colectividad de trabajadores”. Al hablar de esto proyectaba su noción antropológica de la vida como quehacer, basada en el esfuerzo que desde el principio había defendido. Por eso sostenía que se había llegado a una concepción de la vida lo suficientemente avanzada como para entender que no era posible la existencia sin el trabajo, aseveración que es conclusión derivada de la Razón vital. Con esta propuesta trataba de corregir la visión populista defendida por Jiménez de Asúa e incluida en el proyecto: estaba dispuesto a aceptar la mención al pueblo, pero al pueblo organizado, que era otra forma de expresar implícitamente la idea de nación1355. Un mes antes de que comenzara el debate, Ortega reconocía por carta a la Condesa de Yebes que tenía ante sí una situación difícil. Hablaba de que sufrió “diez días de 1353 Ibid., pp. 817, y 819-820. 1354 Ibid., p. 823. 1355 Ibid., pp. 817, 823, y 824. La evolución del patriotismo fenomenológico: concreción teórica e intento de puesta en práctica 412 existencia infrahumana”, en unas jornadas que fueron “una preparación en el desierto para las batallas que ahora sería menester librar”. En este sentido, le decía, “no se imagina como estaba de rendido en las últimas semanas”, pero ahora resurgía para cumplir la misión que tenía por delante. Concluía diciendo que los periódicos contaban mal las cosas de España, porque “seguimos en falso y no acabamos de poner el pie en la tierra. Siento apetito de combates parlamentarios, decir a voces mi verdad”1356. Esto es, Ortega se presentó de forma optimista el 4 de septiembre, pero en realidad no era esa la actitud con la que se enfrentaba a la situación española, pues percibía unos defectos sobre los que hablaría unos días después de su intervención en el Parlamento. En este sentido, hemos visto que en el transcurso de la discusión del proyecto de una Constitución que el propio encargado principal de su redacción calificaba de “izquierdas”, varias personas alzaron la voz en favor de una mayor transigencia con las derechas. En efecto, analizados los discursos parece que existía bastante unanimidad, pero fuera del Parlamento existían otras sensibilidades que no participaron en la redacción de la Carta Magna. Fue a lo largo de 1933 cuando se organizaron los distintos movimientos conservadores: en febrero de 1933 nació Renovación Española, partido monárquico fundado por Antonio Goicoechea y en el que militaron Sáinz Rodríguez y Maeztu. También en este mes José María Gil Robles impulsó la Confederación Española de Derechas Autónomas, un partido de masas social-católico, de carácter posibilista y contrario al laicismo de la Constitución. En octubre nacería la Falange, a la que luego aludiremos; y en cuanto a la derecha republicana, no consiguieron afianzarse los proyectos de Alcalá-Zamora o Miguel Maura, con los que Ortega tuvo afinidad y a los que luego también haremos referencia1357. Además, los primeros meses de la República habían mostrado episodios de violencia que, aunque no llevaran a pensar en una guerra civil, mostraban la desvertebración de España, en tanto que eran manifestación de la acción directa derivada del particularismo. Entre estos sucesos, destaca la quema de conventos entre los días 10 y 13 de mayo; o en julio la huelga convocada por la CNT en la Telefónica, que se saldó con treinta muertos y doscientos heridos. Ambos eran consecuencia de lo que en España invertebrada Ortega consideró particularismo social, anarquista, pero también habría episodios del particularismo militar, como sería en 1932 el intento frustrado de golpe de Estado del general José Sanjurjo. En la idea de nación de Ortega, tanto la definición de proyecto común como de masa estructurada (u organizada) por una minoría, tienen su principal contraposición en la idea de particularismo. Por eso, aunque no trató el tema en el discurso del 4 de septiembre, entra en la lógica de su filosofía política y del análisis de la realidad el hecho de que dedicara su siguiente intervención pública a la cuestión. Esta vez desde un artículo de prensa, “Un aldabonazo”, que precisamente salía a la luz el 9 de septiembre. Esto es, el día en el que terminaba la discusión de la totalidad del Proyecto, en lo que supone simbólicamente una nota de Ortega al talante que debía guiar la redacción. Recurría a su concepto filosófico de “autenticidad”, referido a ser fiel al proyecto que emana de la circunstancia, desechando utopías irreales, que se concreta en la persona a través de la 1356 ORTEGA Y GASSET, José: “Carta a Carmen, Condesa de Yebes. Cauterets, 14 de julio de 1931”, en Fundación Ortega-Marañón, Fondo JOG, CD-Y/8, ID: 10371. 1357 GONZÁLEZ CUEVAS, Pedro Carlos: Historia de las derechas…, pp. 305, 316, y 318. La evolución del patriotismo fenomenológico: concreción teórica e intento de puesta en práctica 413 vocación y en la nación en el proyecto común. Así, defendía que la autenticidad de la República no era que fuera de derechas o izquierdas, pues son conceptos que “no responden al estilo vital del presente” y que confundían la realidad al tratar de definirla. Ortega criticaba la forma en que se desarrollaba el debate constitucional, porque el partidismo, decía, era posible en un Estado constituido, pero no en uno constituyente. Apostaba por “una reforma profunda de España en lo político y en lo social”, pues de quedarse en la política de partido, la República caería en el mismo error que la Monarquía. En otras palabras, y aunque aquí no lo expresaba en estos términos, la vertebración nacional no podía lograrse desde ningún particularismo, pues por esencia esta actitud era antinacional. Ortega terminaba su artículo evidenciando su decepción al decir: “¡No es esto, no es esto!”1358. Unos días después, el filósofo volvía a insistir en este aspecto para evitar malentendidos. Decía que “La República es una cosa. El «radicalismo» otra”, y que el problema no estaba en ser radical, sino en confundir radicalismo y República. Esto es, acusaba a ciertos políticos de configurarse en “hombres-masa”, puesto que retomaba la idea que había expuesto en sus libros al decir que el problema de estos era confundir su punto de vista con la realidad en su totalidad, no tener en cuenta que la vida era más compleja, o actuar como si no lo fuera. Decía que las izquierdas tenían una “miopía” que les llevaba a “confundir la nación con su tertulia”, y que mayor era el peligro que estaba germinando, el de la “soberbia de los conservadores”. Así tachaba la actitud de los que habían perdido el poder, que al no haberse organizado en el nuevo régimen estaban dejando de lado su responsabilidad. También tenían que acabar con su particularismo y contribuir a configurar la República. Debían dejar atrás sus ideales utópicos en favor de la “realidad profunda”, y alcanzar así la superación del particularismo: “hacer una España vigorosa y actual” que sería “el destino común de todos”1359. De nuevo, esta expresión muestra que la idea de proyecto común en Ortega no se refiera a asumir un destino histórico irrevocable, sino a la tarea de modernizar España dotándola de instituciones liberales. Este texto es interesante dado que, aunque breve, refleja no únicamente las tesis sociológicas de Ortega (en categorías implícitas pero evidentes como “particularismo”, “proyecto común” u “hombre-masa), sino porque también es una expresión de su filosofía del conocimiento. Apela al perspectivismo, expuesto desde 1916 (“Verdad y perspectiva”) y más extensamente en textos como El tema de nuestro tiempo, de 1923. Es la idea de que cada circunstancia impone una visión concreta, que no es falsa, pero sí limitada, y que por tanto requiere del concurso de las demás para alcanzar una visión ponderada. Las consecuencias políticas del perspectivismo se manifiestan en una visión de la política que apuesta por el diálogo y la reforma, y siempre por partir de la complementariedad de sensibilidades porque son expresión de distintas circunstancias reales1360. Si particularismo es igual a perspectiva limitada, nacionalización lo es la 1358 ORTEGA Y GASSET, José: “Un aldabonazo” (1931), en José ORTEGA Y GASSET: Obras completas. Tomo IV…, pp. 825-827, pp. 825 y 827. 1359 ORTEGA Y GASSET, José: “El absentismo mortal” (1931), en Ibid., pp. 828-830, pp. 828-830. 1360 Salvando las distancias, la propuesta de Ortega se asemeja a la teoría de la “democracia deliberativa” de Habermas. El pensador alemán, como hiciera antes que él el español, teme las consecuencias que para la política tiene la pérdida de la confianza en la Razón que es propia del Postmodernismo. Frente a ello La evolución del patriotismo fenomenológico: concreción teórica e intento de puesta en práctica 414 integración de las mismas. Por eso Ortega apuesta por acabar con el sectarismo de partido desde la asunción de la “gran óptica nacional”, y tacha de “miopía” el radicalismo1361. En un contexto en el que esto era mucho más evidente, la Guerra civil, dirá que ser de derechas o de izquierdas no es sino una forma de “hemiplejia moral1362”. Ortega trataría este tema en su siguiente intervención, el 25 de septiembre. Pero antes de ella existieron diversas alusiones a su proyecto nacional que es interesante reflejar, de nuevo para ver el alcance de sus ideas. El 10 de septiembre, en el transcurso de la discusión del Título preliminar y el Título I, le hizo mención Ramón María Tenreyro, de la Federación Republicana Gallega. Le llamaba amigo, maestro, “orgullo de España y honra del pensamiento universal”, sumándose a su crítica al decir que el reconocimiento de las regiones era muy ambiguo en el texto. Creía como él que se podía llegar al absurdo de que “no toda España va a ser de la misma categoría”, pues habría una España “mayor de edad” con regiones autónomas, y otra centralizada. Consideraba también que era un hecho incuestionable la diversidad regional de la nación, cuya unidad indisoluble defendía aludiendo también a Sánchez Albornoz, y en la línea de la tradición republicana liberal, arremetía contra las provincias por artificiales y unitaristas. Después volvía a citar a Ortega para defender la necesidad de que las regiones sin personalidad propia gozaran de autonomía para poder desarrollarla. Para alcanzarlo, se sumaba a la propuesta de Alomar y Xirau (Antoni) en virtud de la que las provincias se mantendrían como algo provisional, en tanto las regiones fueran educándose para la autonomía. Le siguió en el turno Humberto Torres Barberá, de ERC, que se reconocía lector de Ortega y le llamaba “insigne”, pero no compartía su crítica cuando dijo oponerse al Título porque se hablaba de los Estatutos como si fueran un reconocimiento de las regiones díscolas. El catalanista consideraba que tal y como estaba redactado se garantizaba el derecho de todas las regiones, y como el orador anterior, veía peligroso seguir la propuesta de dotar a todas de Estatutos de autonomía aunque no estuvieran preparadas1363. Al día siguiente, el radical Ricardo Samper reivindicó la propuesta de Tenreyro como fórmula para superar el problema de las dos Españas señalado por Ortega. Él además añadía el principio de “flexibilidad”, en virtud del que todos los Estatutos serían reversibles, las regiones autónomas podrían fundirse, etc. En este mismo día, también le aludía el sacerdote Jerónimo García Gallego. Disentía de su idea de democracia, en virtud de la que esta era el Estado emanante del pueblo, pues argumentaba que también implicaba un “pueblo erigido en Estado” para controlar a ese mismo pueblo (algo que Ortega compartiría, pero llamándolo liberalismo). Por último, tomó la palabra el propone una “Razón deliberativa”, que parte de la necesidad del diálogo para llegar a puntos en común, con los que se justifique también la actuación política. La Razón vital e Histórica orteguiana, con su visión perspectivista, conlleva lo que podemos llamar un “liberalismo deliberativo”. Sobre este tema, vid.: BAGUR TALTAVULL, Juan: “Desde la "ultranación" a la "trasnacionalización": los Estados Unidos de Europa entre Ortega y Habermas”, en Damian A. GONZÁLEZ MADRID, Manuel ORTIZ HERAS, y Juan SISINIO PÉREZ-GARZÓN (Coords.): La Historia, lost in translation? Actas del XIII Congreso de la Asociación de Historia Contemporánea, Cuenca, Ediciones de la UCLM, 2017, pp. 3637-3648. 1361 ORTEGA Y GASSET, José: “El absentismo mortal”..., p. 828. 1362 ORTEGA Y GASSET, José: “La rebelión de las masas”…, p. 364. 1363 DIARIO DE SESIONES DE LAS CORTES CONSTITUYENTES DE LA REPÚBLICA ESPAÑOLA (1931-1933), nº 36, 10 de septiembre de 1931, Madrid, Sucesores de Rivadeneyra, 1933, pp. 829-857, pp. 844-845, y 852. La evolución del patriotismo fenomenológico: concreción teórica e intento de puesta en práctica 415 federalista Bernardino Valle, que también había propuesto junto a Xirau y Alomar el voto particular arriba mencionado, en el que se apelaba a incluir el concepto “Federal” en la definición de la República. Reconocía la existencia de regiones donde no existía una aspiración federalista, y planteaba que pudiera imponérseles la autonomía según la “aguda visión” de Ortega, aunque siempre respetando un federalismo orgánico1364. Unos días después, habló Xirau citando también al filósofo, para sumarse a su llamada de atención frente al peligro de la proliferación de estatutos de autonomía que podrían contradecir la Constitución, y apostaba por garantizar tanto la fortaleza del Estado como la autonomía de las regiones1365. Antes de Xirau había tomado la palabra García Valdecasas, de la ASR, quien presento un voto particular que era no solamente afín con algunas posturas de Ortega, sino además inspirado directamente en su idea de nación: se justificaba diciendo que tenía “un cierto aval”, que era “el de haber recogido el pensamiento de un discurso del Sr. Ortega y Gasset que se acogió con extraordinario agrado y que, sin duda, impresionó profundamente en muchas de sus alegaciones a los Sres. Diputados”. El voto se refería a la “organización nacional” desde la perspectiva de Ortega, en virtud de la que la Constitución crearía “ciudadanos de dos categorías” si persistía en una división entre regiones que tendrían autonomía por pedirla, y otras sin ella que dependerían del Poder central. El gran problema, según Ortega y Valdecasas, consistía en que la dependencia del Poder central, eliminando diputaciones e imponiendo mancomunidades, acabaría con la autonomía municipal. Así se afianzaría el centralismo, por lo que el voto particular proponía reconocer la autonomía de regiones y municipios para evitar el problema. Para hacerlo más concreto planteaba que constitucionalmente se aludiera a la Asamblea regional y el Consejo regional, blindando así tanto el origen democrático como el poder ejecutivo. También constitucionalmente se tendría que reconocer la autonomía municipal frente a las regiones. En cuanto a las provincias, se mantendrían con una función exclusivamente administrativa, de manera que en definitiva se haría presente la tesis de La redención de las provincias haciendo que el Estado se centrara en el mínimo común, y las propias regiones y municipios impulsaran su vitalidad. Por su parte, también el 22, aunque proponiendo una enmienda al Art. 8, Gordón Ordás se refirió a Ortega. Lo hizo para sostener, frente a él, que la comarca era una entidad diferente de la región, y además natural. Por eso tenían que delimitarla geógrafos, mineros, forestales…, antes de que fuera posible un plan armónico de trabajo. Finalmente, habló para tratar el Art. 8, otro radical-socialisa, Julio María López Orozco. Citó a Ortega hasta tres veces, en un discurso que trató de mostrar la evidencia de la existencia de las regiones. No siendo discutible su influjo real en la vida de los españoles, proponía que se citara expresamente cuáles eran las regiones de la nación, para que fueran eficaces como proponía el filósofo: ni 1364 DIARIO DE SESIONES DE LAS CORTES CONSTITUYENTES DE LA REPÚBLICA ESPAÑOLA (1931-1933), nº 37, 11 de septiembre de 1931, Madrid, Sucesores de Rivadeneyra, 1933, pp. 829-857, pp. 829-857, y 872, 873, y 886. 1365 DIARIO DE SESIONES DE LAS CORTES CONSTITUYENTES DE LA REPÚBLICA ESPAÑOLA (1931-1933), nº 42, 22 de septiembre de 1931, Madrid, Sucesores de Rivadeneyra, 1933, pp. 1033-1076, pp. 1043-1044. La evolución del patriotismo fenomenológico: concreción teórica e intento de puesta en práctica 416 excesivamente grandes, ni pequeñas, sino de un tamaño que las hiciera capaces de autogestionarse sin provocar enfrentamientos. Ortega, sin embargo, votó en contra1366. Con ocasión de una enmienda de César Juarros y Ortega –de Derecha Liberal Republicana– al Art. 11, el filósofo volvió a ser aludido (y a pronunciar una breve pero significativa frase). Alcalá-Zamora defendió la propuesta, basada en una clarificación de la división de competencias de manera tripartita. El problema de fondo era que el Estatuto catalán había sido plebiscitado y hacía falta establecer la capacidad de actuación de las regiones para que fuera constitucional1367. Durante el transcurso de la discusión, tomó la palabra Zulueta, que alabó la idea de Alcalá-Zamora, pero quiso añadir una mención a la cuestión de la cultura y la educación. Partía desde una perspectiva que el Ortega neokantiano habría suscrito, en virtud de la que el Estado se identifica con la cultura. Desde esta base, criticaba que el Estatuto quisiera romper los lazos con el Ministerio de Educación, y que de esta suerte, los diputados catalanes pudieran legislar sobre la educación de los castellanos, pero no al revés. Aunque Alcalá-Zamora le replicó aclarando que los diputados de regiones autónomas no podrían imponer su voto a las demás en este aspecto, Zulueta seguía reticente. Pero añadía un argumento peculiar, en el que aludía a Ortega al decir que Castilla reaccionaría demandando para sí un Estatuto de autonomía igual al catalán, llegándose por este medio “indirectamente” a la “España federal” que elocuentemente había defendido el filósofo. Al oír esto, Ortega exclamó: “Federal, no”; pero Zulueta insistió en que, con independencia de calificativos, era una oportunidad para alcanzar la “España de autonomías” que el filósofo había propuesto en tanto que las regiones se influirían unas a otras1368. Esta interpretación es interesante por dos cosas. Primero, porque muestra una vez más la insistencia de Ortega en clarificar conceptos. Mientras que Zulueta, y otros diputados, consideraban que la cuestión terminológica era secundaria, para Ortega era capital. En gran medida basará en este tema su intervención sobre el Estatuto de Cataluña, considerando que a largo plazo podría haber problemas si se dejaba de lado la precisión en los términos. Además, muestra que Zulueta asumía la vía orteguiana de difusión del regionalismo por incitación, recurriendo a los Estatutos como forma de alcanzarla. El día 25 de septiembre, por fin intervino Ortega, para dar su opinión contraria a la nueva forma del Art. 1. Se había aprobado otra redacción después de varios votos particulares, entre ellos uno del día 16 donde el socialista Araquistáin había tomado la palabra para defender el concepto de “República de trabajadores”, citando a Ortega para indicar que los no socialistas podían suscribirlo. Argumentó entonces que no se referían con este concepto a una visión marxista del trabajo, puesto que no pretendían hacer una “Constitución socialista”, sino aceptable para todos. Y lo decía recurriendo al concepto orteguiano del Estado “ortopédico”, que él comparaba con su propia teoría del Estado “biológico”. Como él se refería a la institución estatal en tanto que “poder capaz de transformar el medio ambiente social” para que en él ese elevara el hombre. Pero 1366 Ibid., pp. 1042-1043, 1048, y 1053-1056. 1367 HERNÁNDEZ LAFUENTE, Adolfo: Autonomía e integración en la Segunda República, Madrid, Encuentro, 1980, p. 203. 1368 DIARIO DE SESIONES DE LAS CORTES CONSTITUYENTES DE LA REPÚBLICA ESPAÑOLA (1931-1933), nº 43, 23 de septiembre de 1931, Madrid, Sucesores de Rivadeneyra, 1933, pp. 1077-1125, pp. 1089 y 1102. La evolución del patriotismo fenomenológico: concreción teórica e intento de puesta en práctica 417 reconocía que los socialistas no eran “utópicos” y sabían que este poder tenía sus límites, añadiendo un argumento que también le asemeja a Ortega, aunque esta vez sea a Lasalle a quien citó: “antes de la Constitución escrita está la constitución social”, y por ello una Constitución “abstracta”, no adaptada al “cuerpo desnudo de la sociedad” sería papel mojado. La diferencia con el filósofo es el significado que da a estos significantes: la realidad española no es para Araquistáin un cuerpo de regiones, sino antes que nada, el conjunto de fuerzas económicas y sociales1369. En su turno, Ortega comenzó hablando del concepto de “República de trabajadores” que se había incluido en el Art.1., y decía que se congratulaba de haber sido uno de los primeros en haber proyectado sobre la sociedad española esta idea de “organizar a España en un pueblo de trabajadores”. De nuevo, recurría a una idea que asumió durante su etapa de socialista neokantiano y que ahora defendía el también socialista Araquistáin. Le daba la razón, porque reconocía suscribir su doctrina sobre del trabajo, pero creía que basarse en esta idea suponía ir mucho más allá de la breve fórmula del Art 2. El principio del trabajo habría de ser el “germen de una enorme labor organizadora”, y allí solamente se precisaba el núcleo. Pero no era esto sobre lo que quería hablar, sino acerca de la espinosa cuestión de la vertebración regional. Muchos de los políticos que trataron el tema, como hemos visto, recurrían a su magisterio o, especialmente, le utilizaban como argumento de autoridad; y otros se oponían a su visión. Había quedado sobradamente demostrado en las últimas semanas que era un intelectual tenido en cuenta, aunque no siempre escuchado, y por ello volvía a hablar. Lo que le obsesionaba era dejar bien clara la diferencia entre autonomismo y federalismo, sosteniendo la tesis de que radicaba en una cuestión de soberanía. En el Estado era indivisa porque ya se presuponía su existencia, y simplemente se entregaban funciones a órganos secundarios de “base territorial”. Previamente, Ortega había dicho que llevaba años promoviendo publicaciones de historia, sociología, y política; y escrito él mismo para orientar a los españoles. En este sentido, sin mencionar España invertebrada cita una de las ideas allí expuestas al indicar que el federalismo “no supone el Estado, sino que, al revés, aspira a crear un nuevo Estado, con otros Estados preexistentes”. En definitiva, al federalismo le preocupaba contestar a la pregunta de dónde estaba la soberanía, y al autonomismo cómo se ejercía1370. Además de este argumento derivado de la idea de integración, Ortega recurría al de “proyecto sugestivo de vida en común”, expresándolo ahora desde la ya referida idea de “comunidad de destino”. Afirmaba que la “soberanía unitaria”, que originaba tanto el Estado como el Poder, se basaba en una voluntad radical de “convivencia histórica”. Por consiguiente, escindir esa soberanía implicaba no aceptar el destino común, o como habría dicho de utilizar explícitamente el vocabulario de España invertebrada, promover la desintegración fruto del particularismo. En otras palabras, su idea era la de que “un Estado federal es un conjunto de pueblos que caminan hacia su unidad. Un Estado unitario, que se federaliza, es un organismo de pueblos que retrograda y camina hacia su 1369 DIARIO DE SESIONES DE LAS CORTES CONSTITUYENTES DE LA REPÚBLICA ESPAÑOLA (1931-1933), nº 39, 16 de septiembre de 1931, Madrid, Sucesores de Rivadeneyra, 1933, pp. 931-967, p. 941. 1370 ORTEGA Y GASSET, José: “Federalismo y autonomismo. –(Discurso pronunciado en las Cortes Constituyentes en la noche del 25 al 26 de septiembre de 1931)” (1931), en José ORTEGA Y GASSET: Obras completas. Tomo IV…, pp. 831-836, pp. 831-834. La evolución del patriotismo fenomenológico: concreción teórica e intento de puesta en práctica 418 dispersión”. Terminaba mostrando su preocupación acerca de las consecuencias que podría tener la federalización de España entre los españoles, que se habían acostado dueños de una “soberanía unida” y podrían despertarse con su “soberanía dispersa”1371. Intuía que una gran cantidad de españoles verían en el Estado integral tal y como se estaba configurando, una cesión al nacionalismo periférico, y no tanto una vía de regeneración nacional como la que él propuso con su tesis de redención de las provincias. Fue precisamente Araquistáin quien le contestó primero. Comenzó por “reconocer al Sr. Ortega y Gasset la prioridad de haber sido el primero que ha lanzado este concepto de pueblo de trabajadores en España”, y declarar coincidir con él en su interpretación germinativa. Sin embargo, consideraba que no sería estéril insertarlo en la Constitución porque era una declaración de principios, aunque ni mucho menos esto bastara para hacerlo efectivo. En cuanto a la segunda parte del discurso del filósofo, sostenía que se podrían desvanecer los peligros de conflicto de soberanía al definir a la nación como “una sociedad política regida conforme a normas democráticas”. Según Araquistán, si así se definía a la nación se derivaría el hecho de que cualquier parte integrante se avendría a lo decidido por la mayoría, y que a su vez la “armonía democrática” implicaría el respeto de las minorías. Después entraba en la cuestión del federalismo, y daba la razón a Ortega al decir que ciertamente una federalización de España sería un retroceso. Pero añadía una interpretación sobre el principio federativo que, aunque Ortega no mencionó, suscribía en textos como La rebelión de las masas: dotarle de un sentido internacional, él veía en “Europa un proceso federativo, de unificación de Estados”, y esta era la “única salvación de Europa”. Después, decía Araquistáin que la Comisión no tenía inconveniente en quitar de su dictamen el concepto de “tendencia federativa”, quedando después de toda la larga discusión redactado así el Art. 1 de la Constitución de 19311372: “España es una República democrática de trabajadores de toda clase, que se organiza en régimen de libertad y justicia. Los poderes de sus órganos emanan del pueblo. La República española constituye un Estado integral, que hace posible la autonomía de municipios y regiones”. Ortega por tanto defendió en sus discursos una estructuración del Estado que era consecuencia de su idea de nación como masa humana organizada por una minoría selecta –lo que se proyecta en la idea de República basada en la organización del trabajo–, y compuesta por regiones incorporadas en un proyecto común –manifestada en un Estado integral de soberanía única. El Art. 1 parcialmente recogía estas aspiraciones, aunque no lo suficientemente bien definidas como para que el pensamiento político de Ortega quedara reflejado del todo. Otro aspecto de la estructuración del Estado en el que intervino con un discurso fue el de la elección del Presidente, recogido en el Art. 66. De nuevo la cuestión de la soberanía era la piedra de toque, y al exponerla retomaba sus escritos de 1371 Ibid., pp. 834-836. 1372 DIARIO DE SESIONES DE LAS CORTES CONSTITUYENTES DE LA REPÚBLICA ESPAÑOLA (1931-1933), nº45, 25 de septiembre de 1931, Madrid, Sucesores de Rivadeneyra, 1933, pp. 1163-1258, pp. 1257-1258. La evolución del patriotismo fenomenológico: concreción teórica e intento de puesta en práctica 419 los años veinte sobre el Parlamento para decir que este encarnaba la soberanía y el Ejecutivo la gobernación. El Dictamen defendía la elección directa por sufragio universal, mientras que Gabriel Alomar, de ERC, apostaba en su voto particular por una elección indirecta. Ortega volvía a apostar por un Parlamento escogido por sufragio directo y un Presidente que lo fuera por las Asambleas Regionales, y fue apoyado por los federalistas, regionalistas catalanes, y el conservador Alcalá-Zamora, que añadiría algunas correcciones a su idea. Sin embargo, también en este punto fue rechazada su propuesta1373. Por otro lado, en el transcurso de estos debates Ortega recibió diversas cartas que procedían de personas y grupos que temían el rumbo que estaba tomando la estructuración de España según el proyecto de la Constitución. Básicamente, venían marcadas por la oposición al Estatuto catalán, y conviene detenerse en ellas porque muestran algunas de las críticas que, desde diversos sectores de la política española, se hicieron al rumbo de los acontecimientos. Algunas eran de catalanes que creían que el Estatuto no sería beneficioso, como la que le mandó el presidente de la Asociación General Agropecuaria de la Cuenca Hidrográfica del Ebro. Según su parecer, sustituir las cuatro provincias por la Generalidad, “viene a ser lo mismo que un segundo gobierno centralizado en Barcelona cuya provincia y capitalidad tienen muchos intereses en oposición con las otras provincias catalanas”1374. Algo similar decía José Padern Solá, miembro de la Agrupación que, además de felicitarle por el discurso en el Parlamento, se comunicaba con él para “así dejar atendida la indicación de Vd., de informar debidamente a esa Agrupación de la marcha política de cada provincia”. Decía que se oponía al Estatuto porque “quieren descentralizar Cataluña de Madrid para centralizarla de una manera clara y descarnada en Barcelona”. Además, se reafirmaba en algo que ya habría dicho a Ortega, consistente en que Tarragona no era catalanista, pero que ante la propaganda de unos pocos, la opinión se decantaría por “derroteros semi-federales”, y así incluso Marcelino Domingo había caído en la trampa de resucitar a viejos catalanistas1375. Ortega había defendido en La redención de las provincias que, contra lo que decía la primera de estas cartas, los intereses del hombre medio coincidían con los de la región, porque la provincia era una unidad demasiado pequeña para satisfacerlos. En cierto modo, defendía la creación de entidades regionales centralizadas, pero al mismo tiempo sostenía que el municipio tenía que mantener su autonomía, y esta era la solución que proponía para evitar lo que temían estos dos catalanes. Otra misiva que vino del Principado era de Francisco Verges, que en nombre de los obreros metalúrgicos de Barcelona le pedía intercesión en el Parlamento. “Causa horror –escribía– pensar en la posibilidad de que algún día sea entregado el Estatuto Catalán a los cordiales amigos que el execrable Sindicato único tiene al cobijo de este presidente 1373 VALERO LUMBRERAS, Ángel: José Ortega y Gasset…, pp. 197-198. 1374 ABELLO: “Carta a José Ortega y Gasset. Lérida, 1931”, en Fundación Ortega-Marañón, Fondo JOG, C-107/1, ID: 2499. 1375 PADÉRN SOLÁ, José: “Carta a José Ortega y Gasset. Reus, 3 de agosto de 1931”, en Fundación Ortega-Marañón, Fondo JOG, C-70/1, ID: 2898. La evolución del patriotismo fenomenológico: concreción teórica e intento de puesta en práctica 420 Sr. Macià”1376. En otros términos hablaba una carta que le mandó alguien que firmaba, en nombre de un grupo, como Juan Español. Exigían a Ortega que diera “batalla a la canalla en el Congreso” para que no se consolidara lo que llamaban “infamia”, y con objeto de conmocionarle le contaban un suceso: “ante el monumento a Casanova –líder austracista que defendió Barcelona frente a las tropas borbónicas en 1714, y que fue reivindicado como icono catalanista– hemos llorado como niños” al ver que los nacionalistas rasgaban banderas de España. Por eso, se despedían diciendo: “El Estatuto Catalán, créanos V.D. José ES UN CRIMEN”1377. Pero Ortega no mencionaría hechos de este estilo en sus reflexiones sobre el Estatuto, sino que su oposición tendrá otros motivos que veremos unas páginas más abajo. También destacan algunas epístolas que llegaron desde hispanoamericanos. El argentino Nicanor Álvarez sostenía que “la América Hispana no se sentirá orgullosa de la madre Patria”, sino “humillada y avergonzada” porque “aquí se dice irónicamente, que España se dividirá en cincuenta repúblicas con cuatrocientos idiomas”. El Estatuto catalán le parecía absurdo, y Macià un separatista que despreciaba la lengua común. Frente a él, consideraba que la Constitución tenía que ser una y que “es preciso también que no se hable más idioma que el Castellano”1378. Álvarez, como Ortega, defendía la comunidad hispanoamericana, pero dese un nacionalismo lingüístico que el filósofo no secundaba. Por su parte, el chileno E. Rivadeneira consideraba que “la gran dolencia española es el regionalismo”. Según su lectura del anteproyecto del Estatuto, tenía este una tendencia confederal, puesto que daría lugar a un control de las finanzas que olvidaba que los intereses de la economía española no eran los del particularismo. Según él, la educación, familia o lenguaje podían adoptar formas regionales; mas la economía no. Estados Unidos y Alemania evidenciaban que podían existir regiones, pero con unidad de mercado. Además, sostenía dos cosas interesantes. Una, que España dejaría de estar “a la altura de los tiempos” si iniciaba entonces un federalismo económico que Alemania había concluido con la Constitución de Weimar. La otra, que “si se han planteado los Estados Unidos de Europa, ello ha sido en gran parte por la necesidad de coordinar las diferentes políticas económicas y, por ende, las diversas políticas financieras”1379. Ortega no insistió en estos aspectos durante sus intervenciones, pero también las tenía presentes. Había insistido en la necesidad de organizar la economía española, pues era liberal y temeroso del comunismo, pero para nada opuesto a la necesidad de integrar al PSOE en el proyecto nacional español, y mucho menos a la no intervención del Estado en materia económica. Su temor al poder del Estado se conjugaba por el reconocimiento de que sentara las bases de una organización económica, y así por ejemplo en enero de 1932, la Agrupación planteó crear un Consejo de Economía Nacional. En él participarían minorías selectas, “técnicos” que impondrían un “credo económico nacional” sobre las 1376 VERGES ORTEGA, Francisco: “Carta a José Ortega y Gasset. Barcelona, 8 de septiembre de 1931”, en Fundación Ortega-Marañón, Fondo JOG, C-75/11, ID: 3040. 1377 JUAN ESPAÑOL: “Carta a José Ortega y Gasset. 1931”, en Fundación Ortega-Marañón, Fondo JOG, C-60/9, ID: 2661. 1378 ÁLVAREZ, Nicanor: “Carta a José Ortega y Gasset. Buenos Aires, 18 de junio de 1931”, en Fundación Ortega-Marañón, Fondo JOG, C-105/3, ID: 2526. 1379 RIVADENEIRA, E.: “Carta a José Ortega y Gasset. Berlín, 10 de junio de 1931”, en Fundación Ortega- Marañón, Fondo JOG, C-105/57, ID: 2947. La evolución del patriotismo fenomenológico: concreción teórica e intento de puesta en práctica 421 “conciencias españolas”. Así, proponía que existiera, más allá de capitalismo y comunismo, una “economía organizada” que conjugara el Estado fuerte con la economía privada, contando “con el obrero y con el capital como órganos de la Nación”1380. De esta manera, exponía Ortega a la altura de la II República la consecuencia que tenía para la economía su idea de nación como una masa estructurada por una minoría selecta: no el gobierno directo de científicos, filósofos o intelectuales, sino el influjo de cada uno de ellos sobre el conjunto de los españoles, empleando su excelencia para crear una opinión acerca de los aspectos en los que destacaban (en este caso la economía). La “altura de los tiempos” a la que se refería la carta de Rivadeneira se dejaba ver en este tema en tanto que a raíz de la Crisis de 1929 se difundieron por todo Occidente planteamientos que apostaban por la intervención del Estado en la economía. En cierto sentido, similares a la del nuevo liberalismo británico; y en todo caso, opuestas a las del neoliberalismo que en esta década comenzarían a desarrollarse. Hayek o von Misses presentan algunos puntos en común con Ortega, por su elitismo y su temor al Estado1381. Pero en relación con el tema económico, el filósofo seguía teniendo más sintonía con el liberal-socialismo o movimientos como la socialdemocracia y la democracia cristiana. 7.4.2.2.El Estatuto de Cataluña de 1932 Hasta la discusión sobre el Estatuto de Cataluña de 1932 Ortega no volvería a participar en las sesiones parlamentarias, pero sí que lo hizo en diversos actos públicos y mítines. Destaca la famosa conferencia “Rectificación de la República”, pronunciada el 6 de diciembre de 1931 en el Cinema Ópera madrileño. Allí volvió a incidir en los diversos aspectos de la idea de nación que había desarrollado, a nivel teórico, en España invertebrada, y en el práctico, en La redención de las provincias. De esta manera, apostaba por la nación como proyecto común opuesto al particularismo, y así decía que la Monarquía era una “sociedad de socorros mutuos” donde la aristocracia, Iglesia, los militares… eran incapaces de supeditarse a la nación fundiéndose en una “radical comunidad de destinos”. Pero también recurría a expresiones de “Vieja y nueva política”, en concreto a la idea de nacionalización. Si el problema era que la Monarquía fue un poder “desnacionalizado”, la República debía de basarse en que “Estado y nación tienen que estar fundidos y en uno: esta fusión se llama democracia”. Es decir, el Ortega al que, por su preocupación por la rebelión de las masas, se ha tachado a veces de autoritario, apostaba por la democracia como única forma de organización posible. Pero en ningún caso estaba modificando su teoría política ni anteponía este principio al liberalismo. Aunque no lo mencionaba explícitamente, al liberalismo se refería cuando hablaba de limitar el poder del Estado en este mismo texto. La “nacionalización de la República” significaba apostar por su origen democrático en el pueblo, pero también evitar que las instituciones se hicieran partidistas. Por eso mostraba su desacuerdo con el anticlericalismo, y con la deriva de un Gobierno constituyente que desvirtuó el cambio 1380 ORTEGA Y GASSET, José: “Agrupación al Servicio de la República. -Circular” (1932), en José ORTEGA Y GASSET: Obras completas. Tomo V…, pp. 100-106, pp. 102-103. 1381 Aunque el neoliberalismo nació oficialmente en 1938 con el Coloquio Lippmann, sus orígenes se remontan a acontecimientos como la crisis de 1929 o el ascenso de los totalitarismos antiliberales. Vid.: ESCALANTE GONZALBO, Fernando: Historia mínima del neoliberalismo, Madrid, Turner, 2016, pp. 25ss. La evolución del patriotismo fenomenológico: concreción teórica e intento de puesta en práctica 422 de régimen. La gran labor de este tendría que haber sido construir un “Estado integral”, entendido no únicamente como una institución que incorporara regiones, sino grupos políticos también. Así, Ortega ofrecía una definición de la idea de nación en la que sintetizaba todos los elementos que había venido desarrollando en los últimos años: “La nación es un punto de vista en el cual queda integrada la vida colectiva por encima de todos los intereses parciales de clase, de grupo o de individuo; es la afirmación del Estado nacionalizado frente a tiranías de todo género y frente a las insolencias de toda catadura; es el principio que en todas partes está haciendo triunfar la joven democracia; es la nación, en suma, algo que está más allá de los individuos, de los grupos y de las clases; es la obra gigantesca que tenemos que hacer, que fabricar con nuestras voluntades y con nuestras manos; es, en fin, la unidad de nuestro destino y de nuestro porvenir”1382. En este texto habla además Ortega de la importancia del socialismo, y muestra sus esperanzas en la nacionalización del PSOE. Lo define como “admirable educador de multitudes” y apuesta por que enseñe a sus militantes que “para ser ellos menos pobres, tenían que ayudar a hacer una España más rica”. Aunque este texto sea germen de un intento frustrado de creación de un nuevo partido conservador para la República, “nacional” lo llama Ortega en su alocución, defendía el papel indispensable del socialismo y la colaboración entre clases, lo que es otra proyección de la idea de nación como proyecto no particularista. Además es relevante señalar que, de nuevo, en este texto confiesa el filósofo el origen existencial de su preocupación por España, al definirse como un ser “que ha ligado siempre su microscópico destino individual al ancho, macroscópico destino de su raza”. No por sumisión del destino individual ante el del Estado, sino todo lo contrario, en tanto que desde el liberalismo orteguiano la salvación del yo sigue, como en 1914, identificada con la salvación de la circunstancia nacional (y europea)1383. Tan solo tres días después, el 9 de diciembre de 1931, fue aprobada la Constitución. Desde el día 16 se formó un gobierno presidido por Azaña, en el que se incluían republicanos y socialistas, destacando de entre los primeros Luis de Zulueta como Ministro de Estado. Este gobierno llevó a cabo varias actuaciones, como la dilución de la Compañía de Jesús o el debate sobre la reforma agraria, y también la aprobación del Estatuto catalán. Para discutirlo se había creado, como en el caso de la Constitución, una Comisión presidida por el azañista Luis Bello1384. Presentó su Dictamen el 6 de mayo de 1932, y ese mismo día tomaron la palabra varios diputados. 1382 ORTEGA Y GASSET, José: “Rectificación de la República” (1931), en José ORTEGA Y GASSET: Obras completas. Tomo IV…, pp. 837-855, pp. 846-849, y 851. 1383 Ibid., pp. 840 y 852. 1384 El artículo más polémico del Proyecto de Nuria fue el Primero, que decía así: “Catalunya és un Estat autònom dintre la República espanyola./ Els representants a les Corts de la República seran elegits d´acord amb les lleis generals”. Vid.: “Projecte de l´Estatut de Catalunya de 1931 (Estatut de Núria)”, en BERNADÍ GIL, Xavier (Dir.): El traspàs de serveis de l´Estat a la Generalitat. De l´Estatut de 1932 a l´Estatut de 2006, Barcelona, Generalitat de Catalunya. Departament d´Interior, Relacions Intitucionals i Participació, 2010, pp.45-52, p. 46. La evolución del patriotismo fenomenológico: concreción teórica e intento de puesta en práctica 423 El primero en hacerlo fue el propio presidente de la Comisión, que se encargó de defenderlo. Decía que se habían puesto en juego dos planteamientos: el de respeto del texto íntegro “como libre expresión de la voluntad de Cataluña”, y la defensa manifestada por muchos de mantener “el principio intangible de la unidad de la Patria”. La adecuación a la Constitución habría sido el marco dentro del que podía buscarse sintetizar o conciliar ambas posiciones, especialmente porque este sería el “precedente para futuros Estatutos”. Hablaba Bello de la “voluntad de Cataluña” como base justificativa del texto, pero también del respeto a la Constitución como un principio incuestionable. Para ajustarlo a esta, proponían entre otras cosas sustituir la definición de Cataluña como “Estado” por la de “región autónoma”. Después habló el conservador Miguel Maura, que comenzaba recordando que desde 1901 el tema catalán estaba presente en la política española, pero que por vez primera se debatía desde el Congreso en base a un documento bien articulado. Se oponía tanto a los “centralistas sin paliativos, intransigentes” de los que decía que no había ni un solo representante en la Cámara, como a los que se situaban en “la acera de enfrente” considerando también ilegítimo modificar el proyecto. Frente a ello, consideraba que la mayoría quería resolver el problema que se había heredado “envenenado” por la Monarquía. Para lograrlo proponía partir de varias bases: una de ellas el respeto a la voluntad catalana, que defendía desde una visión proyectiva de la región: el “hecho diferencial” que justificaba el Estatuto no era la lengua, cultura, etnia, historia, geografía…, sino la “conciencia colectiva” catalana que quería una nueva organización. Al tiempo, definía la región como “una cosa viva, integrada por una serie de organismos que deben tener también realidad y vida propia”; y aquí veía el problema: el catalanismo era fuerte en Barcelona, pero no en el resto de provincias atrasadas, y el Estatuto podría llevar al dominio oligárquico desde la ciudad condal. Por esto era fundamental establecer una legislación municipal que lo evitara. También apostaba por no eliminar el poder del Estado dentro de Cataluña, por si ocurriera en el futuro que un gobierno menoscabara los derechos individuales por un exceso de nacionalismo: no era exageración, aseguraba, porque algunos sectores dentro del Principado amenazaban con acabar con “todo lo que no sea catalanista”. Lo demostraba recurriendo al caso específico de la enseñanza, y citaba una conferencia reciente de Pompeu Fabra. El creador de la gramática catalana moderna, para evitar que una Universidad castellana impidiera la emergencia de otra catalana, proponía que “la actual Universidad pasara a la Generalidad para su catalanización”. Entre otras cosas que mencionaba Maura, estaba la creación de una “ciudadanía privilegiada” en Cataluña, que tendría derechos catalanes y españoles, mientras que los no catalanes serían de segunda en el Principado1385. Le contestó Lluís Companys, que entre otras cosas, comenzaba apelando a su “emoción española” para defender un proyecto con el que creía que se solucionaría el conflicto catalán. Luego se refería a la Constitución, que finalmente no se había declarado federal porque eso suponía reconocer en todas las regiones un aliento que no todas tenían, pero que daba su contestación al Estatuto catalán. Desde el marco constitucional, defendía el proyecto y criticaba la desconfianza implícita de Maura. Cataluña estaba preparada para la autonomía, y con ella se crearía un régimen “que contribuirá a fortalecer la unidad de 1385 DIARIO DE SESIONES DE LAS CORTES CONSTITUYENTES DE LA REPÚBLICA ESPAÑOLA (1931-1933), nº 161, 6 de mayo de 1932, Madrid, Sucesores de Rivadeneyra, 1933, pp. 5445-5466, pp. 5456-5458, y 5461-5462, La evolución del patriotismo fenomenológico: concreción teórica e intento de puesta en práctica 424 España de manera más firme y más segura que lo ha hecho el experimento peligroso de la monarquía unitaria borbónica”1386. El día 12 fue la siguiente sesión en la que se discutió el Dictamen, tomando la palabra Sánchez Román. Como jurista, denunciaba que el problema catalán se estaba tratando desde las emociones, y al tiempo sostenía que el Estatuto reflejaba un estado de conciencia receloso contra el Estado español. Pero esto era un error, porque el Estado republicano no atentaba contra los derechos de individuos y regiones, como lo había hecho la Monarquía ante cuya herencia se había redactado el Proyecto. También arremetía contra quienes se limitaron a quitar del mismo la definición de Cataluña como Estado, en tanto que se había dejado intacto el resto de unos artículos que, por ser pensados para un Estado, eran incompatibles con la idea de Cataluña como región autónoma. Planteaba que era necesario definir el concepto de “autonomía”, muy ambiguo, y decía que ciñéndose a la Constitución, se establecía que era consecuencia de la “voluntad del Estado”, y no del “pacto” ni de la “voluntad de Cataluña”. Los catalanistas habían redactado su Estatuto como si la autonomía fuera expresión de una federación, pero precisamente se habían eliminado referencias a esta idea “a impulso de los certeros ataques que contra ella lanzó el Sr. Ortega y Gasset” 1387. Después habló Alfonso Daniel Manuel Rodríguez Castelao, del Partido galleguista, que también apostaba por armonizar los intereses con todas las regiones españolas. Pero defendía netamente el Estatuto diciendo que no era un privilegio, dado que todas las regiones españolas podían imitarlo, y lo justificaba en base al derecho de “autodeterminación política” de los catalanes. Además utilizaba unas expresiones similares a las de Companys, diciendo que si se conseguía acabar con el centralismo extranjero de Austrias y Borbones, se cimentaría mejor “la verdadera unidad de España”. El único problema que veían en el Estatuto era el de la economía, que podría ser contrario a la solidaridad que aspiraban a extender fuera de España también, y que ahora amenazaba a los demás “pueblos hispánicos”. Pero apoyarían el Estatuto porque lo veían como oportunidad para que “España llegue a ser una República federal”1388. Luego tomó la palabra Tomás Alonso de Armiño, diputado agrario totalmente opuesto al Estatuto. Según él, el problema catalán consistía en que “Cataluña se considera oprimida”, dominada por lo que genéricamente llamaban “Castilla” (que era, aclaraba, toda España salvo Castilla, y no el Reino histórico con este nombre), y desde este sentimiento reivindicaban “una libertad de la que creen carecer”. Pero también había pasión en el resto de España, en tanto que se sentía menoscabada la unidad nacional, y por ello, frente a lo que dijo Sánchez Román, consideraba necesario buscar una solución desde este principio, que lograra satisfacer a ambas partes. Pero el sentimiento reivindicativo catalán no estaba justificado. Alonso recurría a la historia, en términos que ya hemos visto, para decir que Castilla tuvo desde el principio de la Reconquista el proyecto de construcción de una nación, pero que siempre lo hizo desde “medios de 1386 Ibid., p. 5464. 1387 DIARIO DE SESIONES DE LAS CORTES CONSTITUYENTES DE LA REPÚBLICA ESPAÑOLA (1931-1933), nº 164, 12 de mayo de 1932, Madrid, Sucesores de Rivadeneyra, 1933, pp. 5533-5561, pp. 5545-5546, y 5549. 1388 Ibid., pp. 5553-5554. La evolución del patriotismo fenomenológico: concreción teórica e intento de puesta en práctica 425 concordia y de armonía”. Negaba que fuera cierto que por la violencia se construyó la nación española: “fue, por acuerdo de los demás pueblos, por identificación de su sentir y de sus ideales, como Castilla, poco a poco, realizó esa gran obra unificadora”. También se remitía a la historia para sostener que el supuesto “asimilismo” de Castilla no había sido tal, puesto que todavía subsistían idiomas, costumbres, leyes… particulares; y además si bien Castilla había dominado la nacionalidad española, también había quedado empobrecida por ello. Pero no únicamente recurría al pasado, sino también a la circunstancia inmediata. Esta segunda argumentación le asemejaría a Ortega en ciertos aspectos. Primero, porque decía que el Estatuto se hizo pensando en catalán, y no en español, imponiéndose desde el Pacto de San Sebastián como requisito para aceptar el apoyo del catalanismo: en lo que coincide con Ortega no es en la interpretación de esta alianza republicana, sino en el considerar particularista el proyecto. Después, hablaba de algo que para el filósofo era fundamental: los catalanistas venían “con un desconocimiento de la soberanía nacional que encarna esta Cámara, presentando soberanía contra soberanía, y eso no lo podemos tolerar” porque “en España no hay más que una soberanía, la soberanía de la Nación española y un órgano de esa soberanía, que son estas Cortes”. Podían por tanto las regiones proponer peticiones, pero no acudir con voluntad de pactar como si fueran soberanas. La que tenían, era una “soberanía parcial” compartida con los no catalanes, y por tanto podían tratar incluso de independizare, pero nunca de imponer a toda la nación su proyecto de organización. Tampoco para empobrecer a los castellanos: según el Estatuto, el “opulento industrial de Cataluña y el mísero habitante de Las Hurdes” debían contribuir igual. Pero esto no era lo propio de una nación cuya unidad se fundamentaba en la solidaridad y donde, por consiguiente, el que más tenía estaba en la obligación moral de aportar más1389. El día 13 llegó el turno de Ortega. Ofreció un discurso que, distanciándose del de Companys, definía como doctrinal y no meramente jurídico. Comenzaba sosteniendo que lo más importante no era lo que decía el Art. I, sino el fondo que había detrás, y que después explicaba remontándose, una vez más, a las categorías políticas desarrolladas en España invertebrada. El problema catalán no provenía del Pacto de San Sebastián, de la Dictadura de Primo de Rivera, y ni tan siquiera de los sucesos del siglo XX; y en lo que parece una alusión indirecta a la tesis de Alonso de Armiño, decía que tampoco era algo “ficticio”. Era manifestación de un acontecimiento histórico sobre el que había escrito mucho: el “nacionalismo particularista”, que era el que rechazaba integrarse en la “comunidad de destino” con otros pueblos. Y como en todo particularismo, existía en él una tendencia sentimental de vivir apartados que convivía con otra, racional, de hacerlo juntos. La primera, añadía, era como el Guadiana: resurgía en determinados movimientos históricos. Pero frente a ella se imponía el hecho, para Ortega evidente, de que “la evolución universal, salvo breves periodos de dispersión, consiste en un gigantesco movimiento hacia unificaciones cada vez mayores". Dese estas reflexiones había defendido la que es una de las frases más polémicas, citadas, y mal interpretadas de Ortega a la hora de exponer su visión de Cataluña: “el problema catalán, como todos los parejos 1389 Ibid., pp. 5556-5558. La evolución del patriotismo fenomenológico: concreción teórica e intento de puesta en práctica 426 a él, que han existido y existen en otras naciones, es un problema que no se puede resolver, que solo se puede conllevar”1390. Para entender esta aseveración hay que retomar España invertebrada, dado que implícitamente expone que allí dio las claves de su visión del particularismo. En este libro habló de que siempre existía una tendencia de las regiones particularistas a buscar más y más poder, y también algo que se olvida cuando se hace mención a este discurso: que lo preocupante no era el nacionalismo afirmativo de Cataluña y País Vasco, sino que este no se diera en las demás regiones. Para Ortega, la voluntad de poder no era un problema, sino una realidad con la que había que contar, que estaba en la tendencia de toda organización política. El problema consistía en que dicho poder no se equilibrara, y precisamente para lograrlo desarrolló su teoría de la redención de las provincias. Recordemos que, según sostiene esta tesis doctoral, el proyecto común de la nación orteguiana, o la comunidad de destino según define ahora, no consiste en alcanzar un objetivo sustancial, sino crear un Estado moderno que permita el desarrollo autónomo del individuo. Se trata ante todo de limitar poderes, y desde una tradición del liberalismo que con Merquior se ha convenido en llamar “inglés”, esto implica buscar el balance of power como forma de evitar la tiranía, tanto la autoritaria como la democrática. El propio Ortega señala que hablar de conllevancia no es algo malo, sino un simple dato de la existencia que aparece con otras dimensiones en la vida personal: también en este aspecto los problemas quedan abiertos, porque la vida es un quehacer constante. Existe una vocación personal, como un destino para las naciones, pero nunca es definitivo porque la circunstancia siempre evoluciona y cambia. Además, en la idea de la vida de Ortega, junto a la proyección al futuro hay un elemento clave: la “convivencia”, que puede considerarse un equivalente de la “conllevancia”. Convivir no es asumir la resolución definitiva de ningún proyecto personal, sino desechar el particularismo individual, esto es, asumir que siempre se ha de contar con los demás guste o no. Poco después de España invertebrada, en Las Atlántidas (1924) escribió que: “vivir es convivir, y el otro que con nosotros convive es el mundo en derredor (…) A toda hora cometemos injusticias con nuestros prójimos juzgando mal sus actos, por olvidar que acaso se dirigen a elementos de su contorno que no existen en el nuestro”1391. La rebelión de las masas era, entre otras cosas, la consecuencia política de no aceptar esta situación. Al comparar en su discurso la idea de conllevancia nacional con la de conllevancia personal (convivencia) está mostrando que para entender su idea de nación hay que partir de su filosofía general, porque es una proyección de la Razón vital. En este caso el patriotismo fenomenológico, la voluntad de analizar la realidad desechando utopías, se traduce en aceptar lo irremediable de la tendencia de los grupos políticos y las personas a buscar poder, y como liberal que es, a tratar de remediarlo. Tal y como dice Thomas Sowell (en una cita a la que hace referencia la de Pinker, expuesta en el primer capítulo de la tesis), “las visiones sociales difieren en su concepción básica de la naturaleza del hombre”, y en su interpretación es posible identificar dos: “una visión que enfatiza las 1390 ORTEGA Y GASSET, José: “Estatuto de Cataluña. –Discurso” (1932), en José ORTEGA Y GASSET: Obras completas. Tomo V…, pp. 54-72, pp. 54-57. 1391 ORTEGA Y GASSET, José: “Las Atlántidas”…, p. 752. La evolución del patriotismo fenomenológico: concreción teórica e intento de puesta en práctica 427 restricciones humanas y una visión que enfatiza la superación de dichas restricciones”. Sigue el politólogo norteamericano afirmando que “la visión restringida mide los ideales según el precio que cuesta alcanzarlos. En cambio, para la visión no restringida, toda aproximación al ideal es preferible”1392. Ortega es fácilmente clasificable en el primer grupo, en tanto que sostiene que la circunstancia es un límite con el que hay que contar siempre. En ningún momento planteó, salvo cuando defendía la utopía neokantiana, que se alcanzaría una comunión espiritual que superaría todos los conflictos y los haría desaparecer. Su pretensión era únicamente la de armonizarlos, ya que era irremediable su existencia, siendo el proyecto común la construcción del Estado que lo posibilitara. En esta línea, cuando comparó a Cataluña con el Guadiana, tampoco expuso nada nuevo. En España invertebrada habló sobre las épocas “Kitra” y las épocas “Kali”. Las primeras eran de formación de aristocracias y, con ello, de organización de la sociedad. Las segundas, de decadencia de las mismas y de disolución social. Siempre existía una lucha entre masa y minoría, y entre regiones y Estado central; o lo que es lo mismo, la necesidad de convertir lo indócil en colaborador1393. Lo que diferenciaba el resultado final era la actitud de la minoría selecta y el poder organizador. Por eso en las Cortes Constituyentes, y en la teoría elaborada durante la Dictadura, insistió tanto en la configuración de un Estado fuerte, y seguía apostando por la organización de las minorías directoras y su influjo en la sociedad. El conflicto es por tanto inherente a la condición humana, no algo a discutir o tratar infructuosamente de eliminar. Expuesto esto, Ortega establecía las bases de la conllevancia, enfatizando una vez más la cuestión de la soberanía y la oposición entre las ideas de autonomía y de federalismo. Según él, el requisito de la conllevancia era la unidad de la soberanía, que como ya se ha indicado, era incompatible con el federalismo. La soberanía era “la voluntad última de una colectividad”, y así, “convivir en soberanía implica la voluntad radical y sin reservas de formar una comunidad de destino histórico, la inquebrantable resolución de decidir juntos en última instancia todo lo que se decida”1394. Por tanto, reconoce abiertamente que el destino no es algo irrevocable, sino fruto del deseo de conllevancia o convivencia. El que los catalanistas se integraran en el proyecto español no implicaba que se diluyera su particularidad, sino que aceptaran la soberanía común porque era la forma de reconocer la existencia ineludible de conflictos de poder y, aún así, poder seguir viviendo. Después, escribía que: “Los nacionalismos solo pueden deprimirse cuando se envuelven en un gran movimiento ascensional de todo un país, cuando se crea un gran Estado, en el que van bien las cosas, en el que ilusiona embarcarse, porque la fortuna sopla en sus velas. Un Estado en decadencia fomenta los nacionalismos: un Estado en buena ventura los destruye y los reabsorbe”1395. 1392 SOWELL, Thomas: Conflicto de visiones: orígenes ideológicos de las luchas políticas, Buenos Aires, Gedisa, (1987) 1990, pp. 20, 21, y 24. 1393 ORTEGA Y GASSET, José: “España invertebrada”…, pp. 483-485. 1394 ORTEGA Y GASSET, José: “Estatuto de Cataluña…, p. 62. 1395 Ibid., p. 71. La evolución del patriotismo fenomenológico: concreción teórica e intento de puesta en práctica 428 A primera vista puede parecer contradictorio que Ortega comenzara su discurso diciendo que el problema catalán no se podía solucionar, y terminaba apostando por su disolución. Pero lo que nos muestra eta cita es que el filósofo interpreta la conllevancia en los términos arriba señalados: no dejar de lado el problema, sino, como dice aquí, “reabsorberlo”: canalizar el particularismo dentro de un Estado fuerte, donde, como dijo en sus otros discursos, existiría un conflicto sustentado en dos principios: el que fueran las regiones entre sí las que compitieran, y el que hubiera un Estado unitario símbolo de la convivencia, que para Ortega se traduce en la soberanía. Por último, conviene indicar que, como crítica concreta al texto del Estatuto, el filósofo se opuso a la idea de “ciudadanía catalana”, porque era una categoría que se identificaba con la nación. Ortega, al contario de otros diputados, no recurría a justificaciones históricas, y aquí vuelve a apostar por la nación de ciudadanos o Staatsnation. También señalaba una vez más que era imprescindible “imponerles la autonomía comarcal o regional” a las personas que no la demandaban, porque la autonomía no era un premio sino un “acicate”. En cuanto a la Justicia, decía que no tenía que cederse a Cataluña esta competencia, porque la lógica de los tiempos llevaba a una internacionalización de la misma1396. Siguiendo a Ortega tomó la palabra Rafael Campalans1397, ingeniero y profesor universitario. Había participado en 1923 en la fundación de la Unió Socialista de Catalunya, escindida del PSOE y que entró en el Parlamento español en coalición con ERC. Lo primero que hizo fue referirse al “maravilloso discurso que acabamos de escuchar y que he sido yo el primero en aplaudir”. Después de elogiarle ampliamente, y de citarle para decir que Cataluña había demostrado tener la vitalidad que algunos temían, señalaba que el objetivo que tenían los catalanistas era, como dijo Companys, adaptar el Estatuto a la Constitución. Reivindicando también a Ortega, apostaba por huir de abstracciones y acudir a lo real. Después citaba a Jean Jaurés, para hablar de la democracia como medio para resolver los “viejos problemas de las nacionalidades”, y recurría otra vez al madrileño para decir que “resolver es conllevar”. Entendió muy bien lo que Ortega quería decir con esta idea, porque creía posible conciliar la propuesta de Maura de acabar para siempre con la cuestión catalana y, al tiempo, asumir que no existía una solución definitiva: no habían venido a tratar el problema una vez más, “sino a resolverlo para siempre, en una forma viva de conllevar, que sirva para siempre”. Pero no terminaba aquí la sintonía con Ortega, también acudía a su magisterio para defender una autonomía extensible a todas las regiones que serviría para incidir en toda España, asegurando que no la querían para vivir con mayor holgura y desentenderse de los demás, sino para influir en toda España1398. Después de reivindicar la idea orteguiana de “autenticidad”, apostaba por dejar atrás la “historia de Austrias y Borbones” y acudir “hacia adelante a crear esta gran obra que el 1396 Ibid., pp. 63 y 65. 1397 El año anterior, la Casa de Cataluña organizó en el Ateneo dos conferencias a las que Ortega fue invitado. Una de ellas de Miguel Vidal y Guardiola; la otra de Campalans, titulada “Cataluña al servicio de la República”. Vid.: RUIZ MANET, José María: “Carta a José Ortega y Gasset. Madrid, 13 de mayo de 1931”, en Fundación Ortega-Marañón, Fondo JOG, C-105/67, ID: 2979. 1398 DIARIO DE SESIONES DE LAS CORTES CONSTITUYENTES DE LA REPÚBLICA ESPAÑOLA (1931-1933), nº 165, 13 de mayo de 1932, Madrid, Sucesores de Rivadeneyra, 1933, pp. 5563-5593, pp. 5582-5584. La evolución del patriotismo fenomenológico: concreción teórica e intento de puesta en práctica 429 pueblo espera de nosotros”, a hacer posible que en “una misma «colectividad de destino», con igual dignidad e igual categoría, puedan convivir distintas comunidades de carácter”. Apostaba por acabar con la herencia de un Imperio que fue antinacional, puesto que este principio, tanto en Cataluña como Castilla, no se despertó hasta que en el XIX se extendió la idea democrática”, una de cuyas expresiones era el regionalismo. Citaba el grito orteguiano “¡Las regiones, en pie!”, para decir que Cataluña ya lo estaba, y eran las demás las que tenían que sumarse a su vibrar emotivo. Terminaba afirmando, en términos también orteguianos, que una nación era “una voluntad colectiva, de convivencia y progreso”1399. Este discurso es el más orteguiano, tanto por el número de citas explícitas como por su contenido, de los que se escucharon en la discusión del proyecto de Estatuto. Es significativo que fuera un representante de la minoría catalanista el que lo defendiera, porque evidencia una vez más que Ortega no era percibido, por lo menos por un sector muy importante, como un autor castellanista y anti-catalán. Finalmente, el día 13 tomó la palabra Luis Bello, presidente de la Comisión. Sobre Ortega, con quien fue muy crítico, afirmó que su discurso no era contra el Dictamen, sino contra el propio Estatuto, y todavía más, contra la posibilidad de resolver el problema catalán. Por tanto, interpretaba la idea de conllevancia en un sentido contrario a como lo había hecho Campalans, que acertadamente veía que para el filósofo era la fórmula de la resolución, aunque no fuera definitiva. Sin embargo, Bello en realidad apostaba por lo mismo que Ortega: alcanzar una solución pasajera, en tano que lo definitivo no llegaba nunca. Por lo demás, argumentaba que el Estatuto era expresión de la voluntad de los catalanes, y en su discurso básicamente lo que hizo fue contestar a Sánchez Román defendiendo el proyecto. Negaba que fuera un Estatuto paccionado, y recordaba que habían excluido la definición de Cataluña como Estado1400. Por último, habló Ramón de Abadal, de la Lliga Regionalista. También planteaba que el problema catalán era parte del español, puesto que “la variedad de España en su superior unidad, no solo la autonomía de Cataluña, sino la de otras regiones, viene a representar la verdadera estructuración de España”. Es muy significativa la alusión que hizo después a Ortega: “impresión profunda” le produjo escucharle al principio, “cuando parecía que envolvía el problema que se debate en esta Cámara dentro de unos tonos de pesimismo tan grande” que lo consideraba insoluble. Pero tras escucharle más tiempo, “me ha tranquilizado inmediatamente”, cuando apostó por una solución “en virtud de la cual, casi identificándose con el pensamiento de mi agrupación, decía que España necesita realmente estas autonomías que nosotros, al reclamar para Cataluña, reclamamos para las demás regiones, y que si ellas no la apetecían, debería necesariamente obligárseles a que la tuvieran, como acicate para que su espíritu ciudadano resurgiese, despertase y contribuyese al mayor brillo y esplendor de la Patria”1401. 1399 Ibid., pp. 5585-5586. 1400 Ibid., pp. 5586-5587. 1401 Ibid., pp. 5588-5589. La evolución del patriotismo fenomenológico: concreción teórica e intento de puesta en práctica 430 El catalanista conservador veía, como el catalanista socialista que habló después de Ortega, que este sí que tenía una solución para Cataluña, que pasaba por la convivencia (o conllevancia) en un Estado de regiones autónomas. También daba en la clave al señalar, como el madrileño, que la política, al igual que la vida, era evolución, siempre sometida a que cambien las fórmulas de resolución. Como él decía que el Estado se fortalecería si se establecieran regiones autónomas, porque entonces se le ahorraría la necesidad de legislar sobre cuestiones particulares y podría dedicarse a lo auténticamente estatal. Pero se diferenciaba de él en tanto que defendía el Estatuto, y trataba de mostrar que era plenamente acorde a la Constitución1402. El 19 de mayo se reanudó de discusión de la totalidad del dictamen del Estatuto, pronunciando discursos Antonio Xirau y Franchy Roca. El primero tomó la palabra para contestar, según enunció al comenzar su intervención, a las dos cosas que había planteado Ortega: “la cuestión de la soberanía y la del supuesto nacionalismo particularista de Cataluña”. Su visión del primer tema, que reconocía como causa de una gran confrontación, se resumía así: “En nuestra concepción política, partimos de la base de un Estado soberano en lo suyo, en lo que ha sido atribuido, de unas organizaciones territoriales, que algunos llaman regiones, soberanas en lo suyo, en lo que les ha sido atribuido, y del individuo humano, fuente originaria y suprema de toda soberanía” 1403. Acusaba a Ortega de defender al Estado como única fuente de soberanía, lo que no era garantía ante los ciudadanos que lo componían. Ante los rumores de la Cámara, añadió después que era esta concepción del Estado como “único soberano” la que justificó la invasión de Alemania sobre Bélgica en 1914, puesto que constituía un principio contrario a la democracia y el liberalismo. En cuanto al segundo tema, Xirau comenzaba criticando que Ortega hubiera comparado a Cataluña con Irlanda, porque la segunda fue sometida por Inglaterra, mientras que la primera “se unió voluntariamente al resto de España”. Citaba La Atlántida de Almirall y a Juan Alcover como ejemplo del no particularismo de la región. Recurría además a la historia para señalar que Raimundo Lulio de Mallorca o Ramón Montaner en Ampurdán reflejaban la grandeza de la cultura catalana, y que solamente por la conquista borbónica (de 1714, se entiende) fue sometida su grandeza. Después, aunque sus argumentos contra la visión orteguiana del particularismo catalanista se habían basado en la historia, apostaba por unir el destino de Cataluña al de “los demás pueblos de España”, calificando al Principado como “quizá el más español de todos (los pueblos) en la nueva España”1404. En lo que respecta a Franchy, sostenía que la cuestión se estaba tratando desde las pasiones, aunque afortunadamente éstas se habían encerrado en el hemiciclo. Como Xirau, centraba su discurso en la cuestión de la soberanía, tratando de contestar a Ortega. 1402 Ibid., pp. 5590-5591. 1403 DIARIO DE SESIONES DE LAS CORTES CONSTITUYENTES DE LA REPÚBLICA ESPAÑOLA (1931-1933), nº 168, 19 de mayo de 1932, Madrid, Sucesores de Rivadeneyra, 1933, pp. 5665-5700, pp. 5676 y 5677. 1404 Ibid., pp. 5677 y 5678 La evolución del patriotismo fenomenológico: concreción teórica e intento de puesta en práctica 431 Llamaba a la tesis de este “idea tradicional” y “fórmula del más puro absolutismo”, afirmando de hecho que era la base teórica de las monarquías de los siglos XVII y XVIII. Frente a su idea, sostenía que la descentralización era “una necesidad impuesta a los Estados unitarios por la complejidad de la vida moderna”, y no algo que tuviera que defenderse desde derechos históricos. Luego afirmaba que la soberanía no era un derecho subjetivo del Estado, sino un atributo de la comunidad, y que al primero solo le correspondería ejercerla en calidad de representante. Esta afirmación fue secundada por Ortega, que según el Diario de sesiones dijo: “Eso es, literalmente”. En lo que diferían era en la unidad en la que radicaban dicha categoría de comunidad manifestada en un Estado, porque para Franchy junto a la nación estaban, también en calidad de Estados, las regiones, provincias y municipios; y por encima poderes supranacionales. Continuaba después tratando diversos aspectos, entre los que se encuentra la idea de que el particularismo era una reacción al anti-catalanismo y al centralismo del Estado1405. Al día siguiente le tocó el turno a Amadeu Hurtado y a Alejandro Leroux. El primero, de ERC, reivindicaba a Giner de los Ríos, recordando que le había confesado ver en los federalistas catalanes de comienzos de siglo una esperanza para la renovación de España. Por ello sus discípulos Salmerón y Azcárate simpatizaron con el catalanismo, pero desde la misma Universidad castellana en la que trabajaron se había producido un cambio en dirección contraria. En este sentido, citaba párrafos enteros de Ortega en los que hablaba de incitar a las comarcas, pero le animaba a hacer un examen de conciencia preguntándose la razón por la que muchas regiones carecían de ella. Para esto, le aconsejaba que volviera a nutrirse de esa corriente de la Universidad madrileña que se había abandonado. Después, en la línea de los dos discursos anteriores, comparaba la visión orteguiana de la soberanía con la de los Estados absolutos, y de hecho sostenía que el Estatuto se estaba presentando como una carta otorgada. Él consideraba que existían derechos individuales, pero también orgánicos, y que desde ellos habría de partir la organización autonómica. Entre otras cosas que incluyó en su extenso discurso, también criticó al filósofo cuando dijo que la noción de ciudadanía debía reservarse solamente para el Estado, porque le parecía un “concepto genérico de sujeto de derecho dentro de todos los organismos populares” 1406. Hurtado terminó hablando del PSOE y de su amigo Lerroux, recordando que había visto la bandera tricolor, con las cuatro barras catalanas en un lazo, en sus manifestaciones de principios de siglo. Al tomar el líder radical la palabra, lo primero que hizo fue ceder su turno a Sánchez Román y a Ortega por las constantes alusiones a ambos, que declinaron la oferta. Iniciada su alocución, el líder radical hizo una extensa relación de los hechos que llevaron al Pacto de San Sebastián, donde fueron invitados a participar los nacionalistas. Afirmó que entonces se fijaron las concesiones que los republicanos estaban dispuestos a hacer a los nacionalistas catalanes, y que estos se atendrían a lo que las Cortes constituyentes proclamaran. Creía que así se estaba produciendo, puesto que los catalanistas habían ido a Madrid “a someterse al a soberanía nacional”. A partir de 1405 Ibid., pp. 5678, 5679, y 5682. 1406 DIARIO DE SESIONES DE LAS CORTES CONSTITUYENTES DE LA REPÚBLICA ESPAÑOLA (1931-1933), nº169, 20 de mayo de 1932, Madrid, Sucesores de Rivadeneyra, 1933, pp. 5701-5726, pp. 5708, 5709, 5710, y 5713. La evolución del patriotismo fenomenológico: concreción teórica e intento de puesta en práctica 432 esta reflexión, sostenía que era bueno que se discutiera la cuestión, y acto seguido él exponía su percepción con estas palabras: “Pero yo difiero de los que sostienen que hay un problema catalán y un problema gallego y un problema vasco y un problema andaluz. No; yo sostengo que no hay más que un problema de reorganización nacional, porque en nuestro país no se ha llegado todavía, desventuradamente, a aquella integración que ha hecho en otras porciones de la superficie del globo de un conjunto de pueblos en su origen diferenciado una unidad política superior, que ha cumplido fines superiores también sirviendo a la civilización y al progreso. Porque nuestra historia es un constante proceso de integración y desintegración”1407. La cita habla por sí sola, evidenciando la sintonía del análisis de Lerroux con el de Ortega, al que no citaba, pero con el que coincidía plenamente. Luego hacía un recorrido por la historia de España en el que mostraba este vaivén entre integración y desintegración desde la Edad Media. Como Hurtado, narraba ampliamente su experiencia, afirmando que siempre defendió las aspiraciones de Cataluña y que reconocía su personalidad indiscutible. Pero también, que esta no podía atentar contra la unidad nacional, como se veía en un Estatuto que llamaba “maximalista”. Le preocupaban especialmente cuestiones relacionadas con la justicia y la enseñanza, y criticaba aspectos como el hecho de que el Ejército nacional pudiera quedar en manos del poder regional. Lerroux se definía como federalista, pero para él este término era compatible con la supeditación de todo, incluida la propia República, al “interés de la Patria”1408. Después de una enmienda de Álvaro Figueroa al párrafo 2 del Art. 1, y de un voto particular de García Lozano al Art. 11 del Dictamen (presentados respectivamente los días 24 y 25), continuó la discusión el día 26. Habló primero Antonio Lara Zárate, miembro de la Comisión y militante radical que defendió el trabajo de la Comisión frente a Maura y Sánchez Román. Le siguió en el turno el federalista Pi y Arsuaga, que mostró su oposición al texto porque a su juicio, y frente a lo que decían muchos de los detractores del mismo, no era pimargalliano y en ningún caso el comienzo de un camino hacia la República federal. Sostenía además que era un Estatuto “unitario” porque trasladaba a Barcelona el centralismo madrileño, aunque limitado a Cataluña y no a todas las provincias, y por tanto no reflejaba la idea de nación de su partido. Luego habló el historiador Antonio Jaén, que decía que el problema regional era de toda España y que se motivaba por la geografía y la historia. Luego expuso la “teoría de las tres Españas”, en función de la que existían tres entidades: la Atlántica, la Mediterránea, y la que se orientaba del Norte al Sur. Como Ortega, aunque sin reivindicarle, hablaba de una historia donde se opusieron “un sentido centrífugo y un sentido centrípeto”, y en la que Castilla había desempeñado una función de “unidad espiritual”. Incidía en que no era “unidad territorial”, y defendía el papel de Castilla frente a quienes habían dicho, en el Parlamento, que había destruido la singularidad de las demás regiones. Además apostaba por mantener “el sentido imperial de la Lengua española”, y en lo que es una expresión que le diferencia 1407 Ibid., pp. 5718 y 5719. 1408 Ibid., pp.5719-5722, 5724, y 5726. La evolución del patriotismo fenomenológico: concreción teórica e intento de puesta en práctica 433 de las que emplearon la mayoría de las personas que hemos visto, apostaba por la unidad de la “raza” (entendida, eso sí, en sentido espiritual y cultural) 1409. La tercera intervención del día corrió a cargo de Jiménez Jiménez, que como castellano afincado en Cataluña, decía tener una visión objetiva del tema. Sostenía que los catalanes no querían separatismo, sino libertad, y citaba a Ortega para criticar su postura. Frente a la “conllevancia”, defendía la “convivencia” que Lerroux proponía, porque lo primero implicaba sostener una carga común que terminaría llevando a la separación. A continuación habló el agrario José Martínez de Velasco, que se oponía al proyecto argumentando que sus correligionarios defendían la “autonomía administrativa” pero, en ningún caso, la disgregación de la “soberanía política” de la nación. Desde esta base, arremetía contra varios aspectos, especialmente la creación de una Hacienda propia. Finalmente, expuso su visión Ossorio y Gallardo, que reivindicaba el regionalismo frente al nacionalismo. Sostenía que lo segundo conllevaba independentismo, en tanto que existía una correlación entre las ideas de nación y de Estado, por ser este la “representación jurídica" de la primera. Por ello, había que dejar claro que el autonomismo se basaba en el regionalismo, que hacía compatibles los “hechos diferenciales” con la integración en “unidades superiores”. En esto podía coincidir con Ortega, pero no en el hecho de reivindicar en su discurso una solución definitiva para el problema. Frente al asimilismo y al separatismo, apostaba por la inteligencia, y para ello –también en términos muy distintos de los del filósofo– decía que había que dejar de lado dos vocablos que tenían “más importancia verbal que substantiva”: “soberanía” y “patriotismo”. Con Georg Jellinek (autor de Teoría general del Estado, 1900), argumentaba que la soberanía era una categoría histórica, y que solamente radicaba en un lugar: “el Poder de creación”. Esto es, variaba en función de la evolución social y política, y no podía entenderse de modo absoluto. En cuanto al patriotismo, decía con Melchor Fernández Almagro que si era un concepto que separaba, habría que buscar otro que uniera, como el de Estado1410. Hablaba de otras muchas cosas, y cabe destacar entre ellas que, contra lo que había dicho Jiménez, él reivindicaba la idea orteguiana de “conllevancia”, pero quería aclararla. Sostenía que no significaba “soportar”, añadiendo que “yo creo que interpreto mejor a mi ilustre amigo el Sr. Ortega y Gasset, si pienso que conllevar quiere decir hacer juntos un camino teniendo que entenderse y ceder y transigir recíprocamente los que lo hacen, como pasa entre los seres que se estiman más: se tienen que conllevar el marido y la mujer, el padre y el hijo, los hermanos entre sí”1411. El 27 de mayo comenzó la última discusión a la totalidad del dictamen de la Comisión sobre el Estatuto catalán. Tomó primero la palabra el agrario Antonio Royo Villanova, que intervino partiendo de la base de que el problema catalán era de “nacionalismo 1409 DIARIO DE SESIONES DE LAS CORTES CONSTITUYENTES DE LA REPÚBLICA ESPAÑOLA (1931-1933), nº 172, 26 de mayo de 1932, Madrid, Sucesores de Rivadeneyra, 1933, pp. 5801-5833, pp. 5815 y 5818. 1410 Ibid., pp.5821, 5823, y 5825-4827. 1411 Ibid., p.5832. La evolución del patriotismo fenomenológico: concreción teórica e intento de puesta en práctica 434 particularista”, como había dicho Ortega, y que la idoneidad del Estatuto estaba supeditada a la resolución de este problema. Parte de su discurso se dedicó a tratar de mostrar con los “hechos” que, contra lo que había dicho Xirau, el catalanismo era tal y como lo había definido el filósofo. Royo sostenía que “el nacionalismo español es total” desde las Cortes de Cádiz, y por ello todos los demás, particularistas; y arremetía contra el catalanismo político porque, a su juicio, no había sido una fuerza opositora durante la Dictadura. También afirmaba que los catalanistas habían roto el Pacto de San Sebastián, y enfatizaba que, para darles gusto, no había sido aprobada una enmienda al preámbulo de la Constitución en la que propuso (apoyado entre otros por Unamuno, Melquíades Álvarez, y Ossorio y Gallardo) que, en vez de “España”, se hablara de “nación española”. Entre otras cosas, también hablaba del peligro de ceder la enseñanza a los nacionalistas catalanes. Tras él llegó el turno de José Antonio Aguirre, del PNV, que defendía el Estatuto señalando que las aspiraciones de su partido eran las mismas que las de los nacionalistas catalanes. Según él, el Estatuto no respondía a cuestiones particularistas, sino “al proceso general de las democracias en toda Europa”, que se había puesto en marcha con ocasión de la Gran Guerra. Aludía al principio de las nacionalidades, que eran las que en el Parlamento español llamaban regiones, y que aspiraban a desarrollar su personalidad. Según su interpretación, la Constitución reconocía la “preexistencia de personalidades naturales”, y por tanto, que el derecho de las mismas era “anterior a la Constitución”. Habló después Sánchez Román, que apostó en una respuesta muy crítica a Hurtado por descentralizar, pero no federalizar, desde el argumento de que España no era anterior a su unidad1412. Cerró la sesión Manuel Azaña, Presidente del Consejo de Ministros que, tal y como decía al comenzar su intervención, hablaba para mostrar las líneas maestras de lo que sería la política del gobierno en relación con la cuestión catalana. Este madrileño que había compartido militancia con Ortega en el Partido Reformista, fue al contrario que él opositor de Primo de Rivera desde la primera hora, habiendo impulsado en 1925 la Acción Republicana. Es considerado el paradigma de la idea de España de la II República, defendiendo una postura basada en el regeneracionismo republicano y la obsesión noventayochista por el ser de la nación1413. Tenía por tanto bastante en común con Ortega, pero dos diferencias básicas que les enfrentarán durante la discusión de la organización territorial de España: la mayor afinidad de Azaña con el catalanismo historicista, y su visión populista y democrática de la nación. En relación con el segundo aspecto, lo más significativo es su interpretación de la historia de España en los términos del liberalismo decimonónico que cifró en la derrota de los comuneros en 1521 el inicio de la decadencia histórica. Azaña reivindicaba para la República el espíritu de Padilla, Bravo y Maldonado, que en teoría defendían un Gobierno limitado basado en la transacción y el pacto, como el que también se había puesto de manifiesto en las Cortes de 18121414. Pero no era un historicista a ultranza, ya que creía en la existencia de una moral universal común a la humanidad, aunque tuviera que 1412 DIARIO DE SESIONES DE LAS CORTES CONSTITUYENTES DE LA REPÚBLICA ESPAÑOLA (1931-1933), nº 173, 27 de mayo de 1932, Madrid, Sucesores de Rivadeneyra, 1933, pp. 5835-5877, pp. 5836-5841, 5846-5847, y 5850. 1413 FUSI AIZPURÚA, Juan Pablo: España. La evolución de la identidad nacional…, pp. 240-252. 1414 BERZAL DE LA ROSA, Enrique: Los comuneros. De la realidad al mito, Madrid, Sílex, 2008, p. 286. La evolución del patriotismo fenomenológico: concreción teórica e intento de puesta en práctica 435 adaptarse a la nación particular. En 1930 era muy claro al decir que “Ninguna obra podemos fundar en las tradiciones españolas, sino en las categorías universales humanas”. Consideraba necesario engarzar con la tradición viva de la libertad de España, y en este sentido arremetía contra la “monarquía católica imperialista” que en los últimos siglos había desechado de la vida política lo que él creía su base: la inteligencia. El Ateneo donde pronunció este discurso tenía así un papel nacionalizador, de destrucción de lo que, como Ortega, llamó “España oficial” al terminar su alocución. Como él, creía que los intelectuales tenían una función vertebradora, actuando sobre la opinión pública: “es menester una ideología poderosa, armazón de las voluntades tumultuarias”1415. La diferencia con el filósofo, especialmente en estos años, es un carácter populista manifestado en el reconocimiento de una superioridad moral en el pueblo, por mucho que necesitara de la élite para su desarrollo. En cuanto a Cataluña, Azaña la “descubrió” tardíamente. Mientras que Ortega se acercó al catalanismo de izquierda en 1910, él esperaría hasta la Dictadura, siendo la visita de 1930 la primera que hizo al Principado. Pero desde entonces fue un tema que consideró fundamental, e insistió por ello en la aprobación del Estatuto. En su intervención del 27 polemizaba con Ortega y su tesis de la conllevancia. Afirmaba que, “si precisamos bien los límites de nuestro afán”, sería posible solucionar el problema, y criticaba “el concepto de destino trágico” que se veía en su propuesta. Le oponía un “concepto sensual de la existencia” manifestado en el apego sentimental de los catalanes a su tierra, que era compatible con acciones más elevadas. Además, no utilizaba el concepto de particularismo en sentido despectivo, sino como sinónimo de autonomismo, y decía así que el problema a resolver era el de conciliar la “aspiración particularista o el sentimiento o la voluntad autonomista de Cataluña con los intereses o los fines generales y permanentes de España dentro del Estado organizado por la República”. En apariencia se diferenciaba de Ortega al decir que el problema catalán era concreto y circunstancial, y no algo derivado de un drama permanente como sostenía el filósofo. Pero el propio Azaña reconocía que la solución tal vez no sería definitiva, y en esto muestra que su postura se asemejaba a la conllevancia orteguiana, que según vimos, consiste en plantear la idea de que los problemas estarán siempre abiertos porque la propia vida es así. Lo que les diferencia más bien es el optimismo de Azaña, que creía más posible llegar a un acuerdo porque, según enfatizaba, por vez primera se llevaba al Parlamento español este tema “con toda su amplitud y profundidad”1416. Otro punto en común con Ortega es el hecho de considerar Azaña que el problema catalán no era solamente algo que afectara al Principado, sino que evidenciaba el problema de mala organización de todo el Estado. Hablaba del “engaste del problema catalán local de Cataluña con el problema total de la organización del Estado en España”, y de que en la Asamblea de 1917, que consideraba precedente de la Constituyente de 1931, estuvo a punto de salir adelante. Pero al tiempo, y en esto se distancia de Ortega, afirmaba que era el tema “principal y primordial en la organización del Estado español”. 1415 AZAÑA, Manuel: “Tres generaciones del Ateneo” (1930), en Manuel AZAÑA: Obras completas. Volumen II, junio de 1920-abril de 1931. Edición de Santos Juliá, Madrid, Centro de Estudios Políticos y Constitucionales: Santillana Ediciones, 2009, pp. 1009-1011. 1416 DIARIO DE SESIONES DE LAS CORTES CONSTITUYENTES DE LA REPÚBLICA ESPAÑOLA (1931-1933), nº173…, pp. 5856, 5857, y 5858. La evolución del patriotismo fenomenológico: concreción teórica e intento de puesta en práctica 436 No uno más junto al de las otras regiones, sino el que tenía una dimensión más fundamental. Esto justificaba su defensa de una autonomía que Ortega llamaba “particularista”, que podía llegar sin que las demás regiones españolas asumieran la suya propia. Por otro lado, Azaña consideraba que la República estaba llamada a resolver, al menos durante un tiempo, el problema catalán como consecuencia de la unión de intereses que se había producido durante la Dictadura. Esta “maltrató el nacionalismo catalán, maltrató el liberalismo español”, haciendo que catalanistas y republicanos coincidieran en un proyecto común. Así, la represión de Primo de Rivera unió a los dos grupos opositores, “identificándose, por primera vez, una causa local y provincial con una gran causa española”, que a su vez hace del problema catalán un elemento primordial de su organización1417. Parcialmente, existe una afinidad con la idea de Ortega: Azaña también ve fundamental unir la cuestión catalana con la cuestión española dentro un proyecto común. Pero hay dos diferencias fundamentales: primero, que el proyecto de Azaña es negativo, en tanto que cimentaba la unión en la oposición común a la Dictadura, y no tanto en un proyecto sugestivo y por tanto positivo. Además, para Ortega la República no debía de anteponer la satisfacción del particularismo catalán a la de la organización autonómica de toda España. Según vimos, él consideraba que, satisfecha la comunión de intereses, la nueva entidad autónoma catalana se enfrentaría al Estado español, al no existir otras entidades que la contrapesaran. El proyecto sugestivo sería el que llevara a cada individuo español las riendas de su destino individual, y esto requería de la redención de las provincias. Con ellas sería siempre factible tratar de resolver los problemas reales, en la línea de la conllevancia entendida como reconocimiento de la necesidad de que existan instituciones que canalicen el problema siempre abierto de la vida1418. Un último aspecto que merece ser señalado del discurso de Azaña es su apelación a la política como “una tradición corregida por la razón”. También en esta tesis parece asemejarse mucho al patriotismo fenomenológico de Ortega, todavía más al que se deriva de la Razón histórica que por estas fechas ya estaba formulando. El Presidente sostenía que era menester partir de la situación dada, pero enfatizaba mucho más que el filósofo el peso del pretérito. Hablaba al contrario de él de una “tradición española”, aludiendo a la España proto-liberal de los comuneros y de la Generalitat. Arremetía contra la “Monarquía católica” del “rey burócrata” Felipe II, que no hizo sino acrecentar el poder despótico a costa de libertades y fueros, evitando así la creación de un lazo entre los reinos peninsulares. En su extensa exposición de la historia de España, sostenía que Cataluña fue el último “Estado” en perder su libertad, pero también que no había sido Castilla la que se la arrebató: fue la Monarquía, y precisamente había comenzado por el reino castellano su proceso de esclavización. Asumía por tanto las mismas tesis que en el Parlamento habían defendido personas como Sánchez Albornoz, y que se distanciaban claramente de Ortega en tanto que a él le parecían secundarios los argumentos historicistas. Después, continuó Azaña defendiendo el Estatuto analizando las cuestiones que habían causado polémica, como las competencias en Hacienda, Justicia, y la que consideraba de las más importantes para el movimiento que no temía llamar “particularista” y “nacionalista”: la Enseñanza. Entre otros aspectos, se oponía a la doble 1417 Ibid., p. 5858. 1418 Ibid., p. 5859. La evolución del patriotismo fenomenológico: concreción teórica e intento de puesta en práctica 437 Universidad porque supondría un enfrentamiento entre lo catalán y lo castellano, defendiendo como solución la Universidad única y bilingüe1419. Agotados los turnos de la totalidad, el 2 de junio intervinieron varias personas para rectificar. La primera de ellas, Ortega, que ante las numerosas críticas a su discurso pidió la palabra para contestar a Xirau, Franchy y Hurtado. Volvió a tratar el tema que consideraba fundamental, el de la soberanía, repitiendo los argumentos que ya hemos visto. Entre ellos, trató la cuestión de los límites del poder, afirmando que frente a la visión absolutista, existía la teoría de los “derechos individuales” que, desde que en la Inglaterra del siglo XVII así se proclamara, puso coto al poder del Estado. Con esta idea, se desmarcaba del federalismo que hacía de las regiones o nacionalidades, y no del individuo, el otro foco de soberanía ante el que el Estado nacional no tenía capacidad de actuación. Además, frente a lo que habían hecho otras personas como Azaña, el filósofo recurría a la historia no para encontrar una tradición o intrahistoria, sino para hacer, en este discurso concreto, una genealogía del concepto de soberanía. Aplicaba la Razón histórica, en formación en estos años, como un medio de comprensión del presente. Por otro lado, Ortega sostenía que para solucionar la discusión en torno a la ubicación de la colectividad soberana, había que recurrir al pueblo español, y que este defendía una “fusión de raíz”: la mayoría no quería mandar sobre los catalanes, sino “mandar con los catalanes”. La nación soberana se fundamentaba en toda España, y no en un pacto entre regiones o la imposición de una sobre otra. A partir de aquí, insistía en que la autonomía implicaba reconocer esa soberanía previa, y que al no hacerse de facto en el Estatuto, se estaba evidenciando que este se había elaborado para “grupos particularistas territoriales o de otro género”. Frente a lo que decía Azaña, el Parlamento no estaba asumiendo una “política republicana nacional”, pero todavía estaba a tiempo de aprovechar el Estatuto para conectar con la opinión del país, aquel sobre el que llevaba décadas ejerciendo una pedagogía política. En cuanto a temas más concretos, se refirió al bilingüismo universitario como un fracaso ya demostrado por el caso belga, y justificaba la doble Universidad desde el ejemplo checoslovaco1420. En su turno, Maura arremetió contra Azaña, considerando que su visión historicista del problema catalán, que se retrotraía al Estado renacentista, significaba que “el Estado español sea el resurgir potente de todas las nacionalidades, la cuadriga galopante, cuando el carro del Estado apenas tiene un armadijo que lo una”. Con esta metáfora, afirmaba que el Presidente no se daba cuenta de que el carro se estrellaría, dado que las cuadrigas tiraban de un “carro desarticulado, porque el carro no está articulado, porque España aún no es nada”. Primero habría que cimentar el Estado español, y Azaña traicionaba la Constitución porque esta era unitaria e integral y él quería imponer un Estado federal. Luego habló Melquíades Álvarez, que se unía a Ortega para decir que veía en el Estatuto un peligro de quebranto de la unidad nacional, dado que en la raíz catalanista se encontraba la voluntad de debilitar al Estado. Según decía, había que determinar si el catalán era uno de los “nacionalismos particularistas” de los que hablaba el filósofo, y si así era, bastaría con determinar si esto era compatible con la Constitución. Al líder 1419 Ibid., pp. 5861-4854, y 5872. 1420 ORTEGA Y GASSET, José: “Estatuto de Cataluña. –Discurso de rectificación” (1932), en José ORTEGA Y GASSET: Obras completas. Tomo V…, pp. 73-85, pp. 77-82, y 84. La evolución del patriotismo fenomenológico: concreción teórica e intento de puesta en práctica 438 reformista le parecía evidente que todos los partidos catalanistas defendían la idea de una nación catalana, y que por tanto se planteaba un problema de “dualidad de nacionalidades" que amenazaba la integridad de España. Como el filósofo, fundamentaba su oposición al Estatuto apelando a la opinión del país, que era contraria al proceso. Y además, citaba explícitamente a Renan para sostener que España era una nacionalidad incuestionable, y que Cataluña no lo era. Entre otras cosas, también habló en su intervención de la soberanía, sumándose a la definición de Ortega1421. El último en hablar el día 2 de junio fue Manuel Azaña, que sostuvo frente a Álvarez –e indirectamente también Ortega– que el Parlamento se correspondía con la opinión republicana de España, e insistía en que la unidad nacional no peligraba. A Ortega le decía que, aunque él no lo viera, sus puntos de vista eran muy cercanos en torno a la soberanía, y que se congratulaba de que defendiera, al contrario de Maura, la autonomía en el orden público. En lo que no coincidían era en la cuestión universitaria, y sostenía su apuesta por el bilingüismo desde la idea de que el catalán era tan español como el castellano y no podían oponerse. Por lo demás, se centró en contestar a Maura, aunque en un momento Ortega se sintió aludido y, en su nombre y el del conservador, alzó la voz frente a la acusación de que afirmó que para evitar el peligro separatista bastaba con no dar autonomía a las regiones1422. El Día 3 terminó la discusión a la totalidad tras volver con sus argumentos Melquíades Álvarez, Lerroux, y Azaña. Con este debate, que continuaría en relación con discusiones de títulos concretos, votos particulares y enmiendas, se ven las diferentes ideas de nación que se pusieron en juego para sostener una u otra forma de vertebración de España durante la II República. En medio de un abanico de posibilidades, Azaña y Ortega ejemplificaron los dos planteamientos principales que se opusieron: el de ceder la autonomía a las regiones que lo pidieran, y el de no hacerlo si no era a todas ellas. Ambas posturas se justificaban desde la idea de que el problema catalán no era peculiar de esta región, sino que formaba parte de un problema nacional español. Pero, como hemos visto, su interpretación era diferente. Uno de los temas principales en los que diferían, según dijo el propio Azaña, era el de la cuestión universitaria. Para tratar de solventarlo, quiso reunirse con Ortega el 7 de junio, y aunque no quiso, sí que lo lograría el 6 de julio a través de Francisco Barnés. Pero no acordaron nada. Y precisamente, la última intervención parlamentaria de Ortega fue con ocasión de una enmienda al Art. 10 del Dictamen, presentada por el propio Barnés con apoyo de Azaña, volviendo de nuevo a apostar por la doble Universidad. Por lo demás, García Valdecasas y Justino de Azcárate, de la Agrupación, presentaron junto a Unamuno, Sánchez Román y Publio Suárez una enmienda que fue rechazada: la de asegurar la obligatoriedad de enseñanza del español, que Ortega en su discurso señaló que podía peligrar ante la prevalencia del catalán1423. El Estatuto catalán fue aprobado por las Cortes el 9 de septiembre de 1932, con 314 votos a favor y 24 en contra, entre los que estaban Maura, Sánchez Román o García 1421 DIARIO DE SESIONES DE LAS CORTES CONSTITUYENTES DE LA REPÚBLICA ESPAÑOLA (1931-1933), nº 176, 2 de junio de 1932, Madrid, Sucesores de Rivadeneyra, 1933, pp. 5959-5998, pp. 5976, 5977, 5981-5983, y 5986. 1422 Ibid., pp. 5990 y 5993. 1423 VALERO LUMBRERAS, Ángel: José Ortega y Gasset…, pp. 239-241. La evolución del patriotismo fenomenológico: concreción teórica e intento de puesta en práctica 439 Valdecasas (Ortega no figura entre los votantes ni a favor ni en contra)1424. En una carta fechada el día siguiente, Juan Díaz del Moral detalló al filósofo una reunión en la que los diputados de la Agrupación hablaron sobre la votación. Señala que no le parecía bien el Estatuto, pero que por consideraciones políticas (esto es, la posibilidad de que la Agrupación formara parte de un futuro gobierno) apostó por apoyarlo, logrando convencer a todos salvo a García Valdecasas1425. Con los votos de la mayoría, y después de cuatro meses de intenso debate, la propuesta aprobada en Nuria fue modificada en aspectos como la inclusión de la cooficialidad del castellano (Art. 5) y, lo más importante, la sustitución del concepto de “Estado autónomo” por el de “región autónoma” (Art. 1). Había triunfado la “tesis azañista”, pero varios ciudadanos anónimos enviaron a Ortega cartas de adhesión a sus discursos. También merece ser citada una carta en contra, que le escribió José Capdevila (probablemente, José María Capdevila i Balanzó, filósofo seguidor de Maritain) apostando abiertamente por el separatismo. Le mandó un extenso artículo, pidiéndole en vano que lo difundiera1426. Antes de termina este epígrafe, es necesario aludir al hecho de que existieron otras iniciativas autonomistas en las que se tuvo en cuenta a Ortega: Andalucía y Canarias, lugares ambos en los que el regionalismo era minoritario. Sobre el primer escenario había escrito dos famosos artículos en 1927, unidos en “Teoría de Andalucía” y que, junto a otros ensayos, volvería a editar en 1942. Allí sostenía la existencia de un “alma andaluza”, que había sido hegemónica en España hasta 1900, cuando se produjo un basculamiento de la influencia hacia el Norte. En unos términos esencialistas que contrastan con la mayoría de sus escritos, habla de que es el pueblo más antiguo de la Península, y lo opone por carácter a Castilla. Si esta tuvo una cultura bélica, la de Andalucía se basaba en el “ideal vegetativo”, en una holgazanería que durante cuatro mil años habría sido “la fórmula de su cultura”1427. Este texto, que según Jordi Gracia se encuentra junto con lo que escribió sobre la mujer en lo bajo de sus peores fondos, es ciertamente peculiar1428. Fue fruto de un viaje por las tierras del sur en 1927, que probablemente tenga mucho más de poético y sentimental que de intento de captación del alma andaluza. Si acaso tiene una pretensión de exposición objetiva, ha de ser entendida desde la teoría de la región natural, que deriva de clima, relieve, y otros aspectos las formas de cultura. En el texto, dice Ortega que el ideal vegetativo es consecuencia de que la tierra andaluza ofrece frutos con un mínimo esfuerzo, y que siendo el clima tan suave, el hombre necesita pocos de esos productos1429. 1424 DIARIO DE SESIONES DE LAS CORTES CONSTITUYENTES DE LA REPÚBLICA ESPAÑOLA (1931-1933), nº 233, 9 de septiembre de 1932, Madrid, Sucesores de Rivadeneyra, 1933, pp. 8705-8729, p. 8722. 1425 DÍAZ DEL MORAL, Juan: “Carta a José Ortega y Gasset. Madrid 10 de septiembre de 1932”, en Fundación Ortega-Marañón, Fondo JOG, C-59/9K, ID: 3157. 1426 CAPDEVILA, José: “Carta a José Ortega y Gasset. Barcelona, 28 de mayo de 1932”, en Fundación Ortega-Marañón, Fondo JOG, C-110/16, ID: 3130. 1427 ORTEGA Y GASSET, José: “Teoría de Andalucía y otros ensayos” (1942), en José ORTEGA Y GASSET: Obras completas. Tomo VI (1941-1955), Madrid, Taurus: Fundación José Ortega y Gasset, 2006, pp. 173-265, pp. 175 y 179. 1428 GRACIA, Jordi: José Ortega y Gasset…, p. 401. 1429 ORTEGA Y GASSET, José: “Teoría de Andalucía…, p. 179. La evolución del patriotismo fenomenológico: concreción teórica e intento de puesta en práctica 440 Con todo, es un texto aislado que en ningún caso puede considerarse representativo de la idea de región orteguiana. El Estado de las autonomías que en 1927 ya había empezado a formular tenía precisamente como objetivo incitar a las regiones. Creyera o no Ortega que los andaluces eran vagos y pasivos por esencia, su ideal de reforma de España pasaba por subvertir esta situación. Y de hecho, los regionalistas andaluces contaron con él: en 1931 recibió una carta de la Diputación Provincial de Sevilla, escrita en nombre de la Comisión de Representantes de las Diputaciones Provinciales de Andalucía. Esta entidad había recibido el encargo de crear un Anteproyecto de Estatuto Regional, y para discutirlo se convocaba una Asamblea Magna Regional a la que asistirían representantes de las ocho provincias y otras personalidades. El redactor de la carta (probablemente el socialista Hermenegildo Casas, presidente de la Diputación) se adelantaba a la invitación que se le haría formalmente. No solamente invitaban a Ortega, sino que incluso le pedía su opinión acerca de si era pertinente dicha reunión, y en caso de serlo, el momento en el que le parecía más propicia convocarla1430. Andalucía, según reconocía el propio Ortega en su texto de 1927, carecía de sentimiento particularista. Pero existían sectores que lo propugnaban. En 1931 se manifestaron dos: uno más radical, liderado por Blas Infante y que apostaba por crear un “Estado libre de Andalucía”, y otro mucho más moderado, organizado por la Junta Liberalista, el movimiento regionalista nacido ese mismo año, y que en mayo convocó la Asamblea de Diputaciones de la que emanó la propuesta a Ortega1431. Sin embargo, no consta que el filósofo tomara parte de estas reuniones, y en todo caso, estas fueron infructuosas. Hasta 1936 no se llegaría a elaborar un Estatuto, cuya aprobación fue paralizada por el estallido de la guerra civil. En cuanto a Canarias, una carta interesante es la ya mencionada de María Rosa Alonso, Se puso en contacto con el filósofo aludiendo a una polémica que había iniciado en la prensa local defendiendo su tesis. Basándose en los artículos sobre la “Gran Comarca” de El Sol, hacía un año y medio que comenzó a difundir sus ideas, obteniendo críticas desde La Tarde y La Prensa. Se preguntaba si Ortega conocía la situación del regionalismo en las Islas, y por si acaso le hacía un breve relato. Ella sostenía que no tenían “cultura peculiar” ni “nada que acuse una corriente autóctona”, pero desde 1908 se había acentuado el ansia de autonomía. Después de una Asamblea en Tenerife, se aprobó en 1912 una Ley de Cabildos, y entonces se produjo un fenómeno similar al que criticaban algunos catalanes con respecto a Barcelona: el desarrollo de un nuevo centralismo, esta vez ante Tenerife. Gran Canaria fue la isla que más se opuso, y tras una negociación en la que medió Sol y Ortega (aunque Gran Canaria se ausentó), se aprobó la creación de un Cabildo por isla y una capital en Santa Cruz. La joven seguía diciendo que ahora se planteaba la creación de una región, pero que continuaba el pleito porque se ponía la capitalidad por delante. Alonso tachaba de “aldeanismo ramplón”, “sentimiento localista” y “nacionalismos hitlerianos”, a los que dividían a Tenerife y Gran Canaria, y apostaba por crear una autonomía basada en intereses económicos1432. 1430 DIPUTACIÓN PROVINCIAL DE SEVILLA: “Carta a José Ortega y Gasset. Sevilla, 9 de septiembre de 1931”, en Fundación Ortega-Marañón, Fondo JOG, C-108/24, ID: 10753. 1431 LACOMBA, Juan Antonio: “La II República española y las autonomías. El caso andaluz”, Revista de Estudios Regionales, Extraordinario Vol. II, 1980, pp. 71-99, pp. 88 y 89. 1432 ALONSO RODRÍGUEZ, María Alonso: “Carta a José Ortega y Gasset. La Laguna, 16 de septiembre de 1931… La evolución del patriotismo fenomenológico: concreción teórica e intento de puesta en práctica 441 Esta joven, que unos años después sería alumna de Ortega en Madrid y que llegaría a ser profesora de la Universidad de La Laguna tras la guerra, no lo mencionaba, pero el 23 de mayo de 1931 el Presidente de la Comisión Gestora de Santa Cruz había expuesto unas bases para la estructuración regional del Archipiélago. El 27 de septiembre se reunieron, aprobándose el conocido como “Estatuto Gil-Roldán”. Pero como en el caso de Andalucía, el proceso se dilató y al final la guerra civil lo paralizó, puesto que estalló unos días después de que las Mancomunidades insulares se hubieran reunido el 15 de julio de 19361433. 7.4.3. Hacia el naufragio republicano: la idea de nación orteguiana entre el conservadurismo liberal y el falangismo Ortega mostró su pronta desilusión con el régimen que había contribuido a traer en “Rectificación de la República”. Pero allí mismo ofreció una alternativa para evitar su descalabro definitivo. De nuevo, tenía en mente la nacionalización, pero ahora en lugar de utilizar una Liga o Agrupación, proponía recurrir a un Partido Político. En cierto sentido, se repetía el esquema de hacía casi veinte años: del mismo modo que la Liga de Educación Política dio paso al mayor compromiso de Ortega con el Partido Reformista, en 1931 había convertido la Agrupación al Servicio de la República en un partido (y después apostaba por crear otro). Puede parecer contradictorio con su idea de nación como proyecto común anti-particularista el recurrir a grupos de este tipo: pero precisamente, lo que quería era que el futuro partido político fuera moderador, que ejerciera de bisagra entre las distintas sensibilidades y así evitara que otros movimientos supeditaran la política a sus programas concretos, esto es, que fueran particularistas. En los años veinte había indicado que el Parlamento era una institución nacionalizadora porque obligaba a contar con los demás, y en “Rectificación” se lamentaba de que no fuera así. Desde esta perspectiva, el que existiera un partido de centro lo suficientemente grande como para evitar el monopolio del poder por parte de otros, y a la vez capaz de unir diversos grupos, sería una garantía para que la República no se desvirtuara. Así, Ortega decía que “la República nueva necesita un nuevo partido de dimensión enorme, de rigorosa disciplina, que sea capaz de imponerse, de defenderse frente a todo partido partidista”. Apostaba por algunos “hombres excelentes”, en lo que de nuevo muestra la consecuencia concreta de la nación como masa humana organizada por individuos selectos: no el gobierno directo de científicos o filósofos, sino la situación en la que los mejores influyeran en sus ámbitos de excelencia, en este caso, la política. Además, hacía una mención indirecta a la figura de Miguel Maura, que fue entendida por un público que le ovacionó, pues se refirió a un político que mucho había hecho por la República, “y que solo con rasparse los residuos de un vocabulario extemporáneamente derechista, incompatible con su temperamento y el estilo actual de su figura, podría destacar sobre el fondo de este partido y cuajar en gran gobernante”1434. 1433 CHERNICHERO DÍAZ, Carlos Alberto: El Estado Integral en la Constitución de la II República: proceso político, sistema parlamentario y conflictos territoriales, Cádiz, Servicio de Publicaciones de la Universidad de Cádiz, 2007, p. 112. 1434 ORTEGA Y GASSET, José: “Rectificación de la República”…, pp. 854-855. La evolución del patriotismo fenomenológico: concreción teórica e intento de puesta en práctica 442 Esto es, Ortega apuesta por crear un partido conservador, pero ubicado a la altura de los tiempos en que vivía, y por tanto alejado de un retórica nacionalcatólica de la que incluso personas de talante liberal como Maura participaban. Si a Ortega le parece aceptable y necesario un conservadurismo, es para estabilizar la República evitando que quedara en manos de las izquierdas, pero en ningún modo apuesta por eliminarlas. En esta misma conferencia, y en otros textos de la época, mantenía su apuesta por integrar al PSOE en la política nacional. Ortega seguía definiéndose como liberal en estos años, pero esto no le impidió identificarse con el conservador Maura. El catolicismo de este no era teocrático, pero tampoco compatible con el anticlericalismo de los republicanos de izquierda. Por ello, tanto él en calidad de Ministro de Gobernación del Gobierno Provisional, como el propio Presidente Alcalá-Zamora, dimitieron el día 14 de octubre de 1931 y dieron paso a un gobierno presidido por Azaña. Ortega era agnóstico y firme defensor de un Estado laico. Definía a la Iglesia como un poder particularista, pero en los mismos términos percibía las acciones anticlericales, entre ellas la quema de conventos de los días 10 y 11 de mayo de 1931 ante las que la Agrupación publicó una nota de protesta en Crisol1435. El problema religioso fue fundamental en la crisis de la II República, y Ortega vio en la persona de Maura un moderantismo que consideraba necesario para que el régimen no encallara. Al mismo tiempo, un sector del catolicismo español, el de carácter liberal y reformista, sintonizaba con el filósofo, según muestran diversos testimonios epistolares. Por ejemplo, en 1916 Josefina Izquierdo Carrión le había escrito para agradecerle personalmente la ayuda dada a su sobrina Juliana Izquierdo Moya durante su estancia en Madrid, y le adjuntaba un estudio de treinta páginas hecho en noviembre de 1915 sobre la Asociación Social Femenina. Esta mujer, miembro de la Liga Femenina de Acción Católico-Social de Criptana, estudió en la Residencia de Señoritas desde 1916, y en el texto que mandaba a Ortega defendía un “socialismo cristiano y saludable” a partir de las ideas del filósofo y del padre Teodoro Rodríguez1436. Pero es especialmente de la etapa final de la Dictadura, y de comienzos de la República, de donde proceden la mayoría de las cartas. Una de ellas es de la Confederación de Estudiantes Católicos de España. En ella le mandaban el programa de la VIII Asamblea General que celebrarían en 1929 y le pedían tanto su adhesión como “su manera de pensar” sobre la intervención de los estudiantes en la vida universitaria1437. Otra más interesante provenía de Jerónimo García Gallego, sacerdote al que ya mencionamos porque fue diputado en la II República. Le escribía diciendo que era posible unir la “orientación democrática” con la “antigua filosofía político-católica y acabar con ciertas teorías de algunas derechas” torcidas, pues “no hace falta abdicar de nada de la Fe cristiana para enseñar doctrinas favorables a las formas populares de gobierno de las naciones civilizadas”. Señalaba que en sus textos citaba los 1435 ORTEGA Y GASSET, José: “Agrupación al Servicio de la República. -[Unas cuartillas]” (1931), en José ORTEGA Y GASSET: Obras completas. Tomo IV…, pp. 632-634. 1436 IZQUIERDO Y CARRIÓN, Josefina: “Carta a José Ortega y Gasset.6 de abril de 1916”, en Fundación Ortega-Marañón, Fondo JOG, C-63/31, ID: 645. 1437 CONFEDERACIÓN DE ESTUDIANTES CATÓLICOS DE ESPAÑA: “Carta a José Ortega y Gasset. Madrid, 6 de diciembre de 1929”, en Fundación Ortega-Marañón, Fondo JOG, C-102/26, ID: 2156. La evolución del patriotismo fenomenológico: concreción teórica e intento de puesta en práctica 443 de Ortega en El Sol, y que se consideraba balmesiano pero a la vez demócrata ardoroso1438. También en 1929 otro sacerdote, Eliseo Ortega, se presentaba como un discípulo “extraoficial” suyo que, “influenciado directamente por sus doctrinas”, había escrito un trabajo sobe el conocimiento1439. Por último, en ese mismo año Ángel Vega le hablaba de un sacerdote de Orihuela, José Díaz, que estaba muy interesado en intercambiar cartas con Ortega porque sus conferencias le habían gustado1440. No se conserva dicho epistolario, pero sí parte del de el padre Luis de Sarasola. En 1931 aludía a una entrevista que Ortega le habría concedido, y después de lamentar la quema de conventos y declararse seguidor suyo, reconocía que se sentía feliz por verle como parlamentario e influyendo en la futura Constitución1441. Junto a sacerdotes, había algunos seglares que también defendieron un catolicismo liberal y buscaron el apoyo de Ortega. De nuevo en 1929 encontramos una carta de los directores de El Presidencialista, órgano fundado por el jurista católico Luis Hernández Rico. En 1919 había formado el Partido Presidencialista, de cuya Juventud Republicana Presidencialista era órgano de expresión el mencionado periódico. Siendo católico, defendía una idea de nación liberal, y justificaba su solicitud de ayuda (económica) a Ortega diciendo que, como él, defendían el programa de “República, laicismo y socialización”1442. Para Hernández Rico, la crisis del parlamentarismo español se habría de solucionar con una República presidencialista, como la que Ortega proponía, y no desde la imposición de un caudillaje católico del estilo del defendido por Ramiro de Maeztu1443. Otro testimonio relevante es una carta de José María Semprún y Gurrea. Sería el fundador, en 1935, de la sección española de la asociación Amigos de Esprit, la famosa revista fundada en Francia por Emmanuel Mounier. Sus integrantes fueron cercanos a la Derecha Liberal Republicana y al Partido Republicano Conservador, y no en vano Semprún fue cuñado de Miguel Maura1444. En 1931 escribió a Ortega animándole a que hiciera propaganda de su “espíritu nuevo” en Toledo, donde las “grandes masas” todavía eran reticentes1445. Finalmente, es interesante mencionar un caso anterior, el del amigo y compañero de Ortega Xabier Zubiri, que encarna el catolicismo liberal tanto en su época de sacerdote como en la de seglar (a la que volverá después de conseguir en 1935 el permiso de 1438 GARCÍA GALLEGO, Jerónimo: “Carta a José Ortega y Gasset. Burgo de Osma, 11 de febrero de 1929”, en Fundación Ortega-Marañón, Fondo JOG, C-102/34, ID: 2182. 1439 ORTEGA RODRIGO, Eliseo: “Carta a José Ortega y Gasset. Madrid, 15 de octubre de 1929”, en Fundación Ortega-Marañón, Fondo JOG, C-102/55, ID: 2236. 1440 VEGA Y GOLDONI, Ángel: “Carta a José Ortega y Gasset. Orihuela, 26 de mayo de 1929”, en Fundación Ortega-Marañón, Fondo JOG, C-102/75, ID: 2277. 1441 SARASOLA, Luis de: “Carta a José Ortega y Gasset. Valladolid, 6 de julio de 1931”, en Fundación Ortega-Marañón, Fondo JOG, C-106/51, ID: 2997. 1442 LÓPEZ BURGOS, Luis, y HERNÁNDEZ RICO, Luis: “Carta a José Ortega y Gasset. Madrid, 9 de diciembre de 1929”, en Fundación Ortega-Marañón, Fondo JOG, C-70/30, ID: 2248. 1443 Según González Cuevas, Maeztu aceptará la voluntad mostrada por la dictadura de dejar de ser una “dictadura soberana” para convergtirse en otra “comisaria”. Vid.: GONZÁLEZ CUEVAS, Pedro Carlos: Maeztu: biografía…, p. 235. 1444 RIVAYA GARCÍA, Benjamín: “¿Quién fue el padre de Federico Sánchez? (Legaz versus Semprún)”, Sistema, nº 44, mayo de 1988, pp. 79-96, p. 80. 1445 SEMPRÚN Y GURREA, José María: “Carta a José Ortega y Gasset. Madrid, 4 de mayo de 1931”, en Fundación Ortega-Marañón, Fondo JOG, C-105/70, ID: 3003. La evolución del patriotismo fenomenológico: concreción teórica e intento de puesta en práctica 444 “reducción al estado laical” por parte de Pío XII). Con ocasión de su ordenación en 1921 había escrito al madrileño, enviándole el recordatorio de su primera misa e instándole a aceptarlo como muestra de “nuestra comunión ideológica”. Decía que compartían un “ideal mínimo” del que no se excluían los “factores religiosos”, y que los aparentes antagonismos entre ambos provenían probablemente de “interpretaciones falibles” y no de la proximidad que existía en “el fondo de las ideas”. Esta comunión ideológica que Zubiri decía tener con Ortega se basaba en una “fe en la vida” que estaba “libre de todo prejuicio de escuela, cualquiera que sea el color de esta”. Así, continuaba, esperaba que del trabajo de los dos resultara “una elevación del nivel religioso e intelectual de nuestra Patria, seguro de que si se labra una buena voluntad, lo «lo demás se dará por añadidura»”1446. Por tanto, recurre a la perspectiva del patriotismo fenomenológico, que planteaba la regeneración de España después de estudiar su realidad objetiva. Dentro del marco de la cultura política a la que pertenecen estas cartas, una parte del catolicismo liberal se había organizado durante la Dictadura. Un año antes del golpe de Primo de Rivera había nacido el Partido Social Popular. Uno de sus impulsores fue alguien a quien ya hemos visto inserto en la red intelectual orteguiana, Ángel Ossorio y Gallardo. Sin embargo, el partido desapareció debido a la falta de libertad, reconvirtiéndose en la Sociedad de Estudios Políticos, Sociales y Económicos1447. Desde esta institución se publicaron obras como El sentido democrático de la doctrina de Santo Tomás (1930), donde el sacerdote Romero Otazo se adelantaba a las tesis de Maritain. Este autor neotomista, cuya principal obra (Humanismo integral, 1936) procede de un curso que dio en 1934 en la Universidad Internacional de Verano de Santander, tiene una afinidad con Ortega según Enrique Aguilar, por la concepción del Estado1448. En cuanto al libro de Romero Otazo, fue muy bien acogido por la prensa republicana1449, y repudiado por la de tendencia nacionalcatólica. Su prólogo lo había hecho Ángel Ossorio, apostando en él por la compatibilidad entre catolicismo y democracia. Para ello recurría a términos de Ortega y hablaba de un Parlamento a la vez democrático y liberal, diciendo que había ocasiones en las que existía “influjo de la minoría selecta” en él1450. Desde el orteguiano El Sol se elogiaron tanto el libro como el prólogo de Ossorio1451, e incluso en julio se dedicó una interesante editorial al catolicismo liberal. Allí citaban a Romero Otazo, al orteguiano García Gallego, y a Tomás Gómez Piñán. Del segundo decían que su valor principal era la “afirmación neta de la soberanía nacional”, y de los otros dos, que podían ser libres gracias a no depender económicamente de la Iglesia. Continuaba afirmando que “no son tres cometas errantes dentro del numerosísimo clero español”, sino representantes 1446 ZUBIRI, Xabier: “Carta a José Ortega y Gasset. 9 de octubre de 1921”, en Fundación Ortega-Marañón, Fondo JOG, C-53/1, ID: 1140. 1447 RIVAYA GARCÍA, Benjamín: “Personalismo, democracia cristiana y filosofía del Derecho: Alfredo Mendizábal Villalba”, Anuario de filosofía del derecho, nº 11, 1994, pp. 497-520, p. 502. 1448 AGUILAR, Enrique: Nación y Estado…, p. 28. 1449 Juan Bereber (Luis Bello) escribió que Ortega habría dicho de él que era un “sacerdote que se afeita”, esto es, que compartía los ideales de reforma de la sociedad española. Vid.: BEREBER, Juan: “El padre Romero Otazo”, La Voz, 26 de mayo de 1930. 1450 OSSORIO Y GALLARDO, Ángel: “Breve elogio”, prólogo de: OTAZO, Romero: Sentido democrático de la doctrina de Santo Tomás, Madrid, SEPSE, 1930, pp. 6-14, p. 9. 1451 RUIZ MANET, José María: “La democracia en la doctrina de Santo Tomás”, El Sol, 3 de julio de 1930. La evolución del patriotismo fenomenológico: concreción teórica e intento de puesta en práctica 445 de muchos que pensaban como ellos1452. Esta idea sería corroborada al año siguiente, dado que el Manifiesto de la Agrupación contó con adhesiones de clérigos1453, “muchísimos” según dirá el órgano republicano-socialista El Pueblo, que además señalaba que gran cantidad de estos sacerdotes liberales visitaban a los presos políticos de la cárcel Modelo1454. Algunos de estos católicos liberales compartieron además trabajo con orteguianos durante la transición institucional hacia la II República. Romero Otazo formó parte, junto a García Valdecasas, de una Comisión Jurídica Asesora del Senado, presidida por Ossorio y Gallardo. Otazo y Valdecasas presentaron un voto particular sobre la estructuración del Estado en la que, muy orteguianamente, apostaban por crear “regiones autónomas”, suprimir el Senado, y reforzar la presidencia de la República1455. A fines de 1931, la Sociedad a la que pertenecían los católicos liberales se disolvió para fundar un partido político. En el Manifiesto donde lo anunciaban, afirmaban que querían crear “una fuerza de sentido socialmente conservador dentro de la República, con objeto de contrarrestar los extremismos que, fuera de su ámbito, la amenazan por la derecha y por la izquierda”. Entre otras cosas, apostaban por no utilizar la religión como arma política, y por mantener la propiedad privada, pero con un fin social y apostando por la inclusión de los obreros en la política1456. El partido se constituyó oficialmente el 11 de enero de 1932, recogiendo también la herencia de la Derecha Liberal Republicana. Se denominó Partido Republicano Conservador, y en el acto estuvieron presentes, junto a Ortega, intelectuales como Unamuno, Pittaluga o Romero Otazo. El escenario del discurso fue el cine de la Ópera, el mismo lugar desde el que el filósofo había lanzado su llamamiento, y no en vano, Maura comenzaba diciendo que “yo me sentí aludido dos veces” por el discurso del “maestro de maestros”. Continuaba criticando la quema de conventos, y sosteniendo que “las Cortes se hallan totalmente divorciadas de la opinión nacional”, expresión que por su contenido recuera a la oposición entre la “España oficial” y la “España real”. También en términos orteguianos, alababa el papel organizador del socialismo, pero se oponía a que fuera el eje de la política parlamentaria. Apostaba por reunir en un nuevo grupo a los seguidores de Alcalá-Zamora y a los diputados que actuaban solos y aislados en el Parlamento, para constituirse juntos en la gran fuerza conservadora, que sería opositora al Gobierno pero dentro de la República y la Constitución. Centraba una gran parte del discurso en criticar el Estatuto, y, de nuevo como el filósofo, hablaba de la “vieja política” para definir a la Monarquía. Sostenía que el gran problema de la institución fenecida era que las leyes liberales quedaban en letra muerta, y que la misión de una fuerza conservadora era precisamente corregir esta situación: lograr “que las leyes encarnen en el país y tengan, de verdad, su raíz en la conciencia nacional”. En este sentido, afirmaba que las fuerzas republicanas de izquierda tenían la misión de avanzar en el terreno liberal, manteniendo los principios del orden y la “autoridad de España”. Así, conservadores e 1452 “La separación de la Iglesia y del Estado desde el sacerdocio”, El Sol, 17 de julio de 1930. 1453 MÁRQUEZ PADORNO, Margarita: La Agrupación…, p. 246. 1454 El Pueblo, 7 de marzo de 1931. 1455 “Los trabajos de la Comisión Jurídica Asesora”, La Opinión, 9 de julio de 1931. 1456 “Sociedad de Estudios Políticos, Sociales y Económicos”, La Libertad, 27 de diciembre de 1931 La evolución del patriotismo fenomenológico: concreción teórica e intento de puesta en práctica 446 izquierdistas tenían un papel en la consolidación de los principios liberales, y por ello afirmaba que deseaban convivir con todos los partidos1457. Maura además asumía la dicotomía orteguiana entre el político y el intelectual, que había teorizado en textos como Mirabeau o el político (1927). Allí sostuvo que “política es tener una idea clara de lo que se debe hacer desde el Estado en una nación”, y que en este sentido, el gran político era el que reconocía que la nación, y no el Estado, era la “realidad histórica efectiva” ante la que las instituciones debían adaptarse. Pero si el político debía de asumir la realidad y no imponerle utopías, necesitaba una “nota intelectual” que le diera instinto histórico. El intelectual no tenía que gobernar directamente, sino analizar la realidad para que el político pudiera tener unos referentes con los que actuar1458. Esta es la función que Ortega quiso jugar en las Cortes Constituyentes, y a la que se refería Maura al hablar de la complementariedad entre “políticos” y “técnicos”. Afirmaba que “la misión del político es tener visión del conjunto, conocimiento de la realidad nacional y acción”, y para ello, saber encontrar los técnicos necesarios para cada cuestión. Debían mantenerse en ellas, porque el técnico “es peligroso cuando se pone a dirigir”1459. También muy orteguianamente, sostenía Maura que existía un método de selección de los políticos eficaces: la redención de las provincias. Así, decía que “lo que nosotros tenemos que hacer es ir a las provincias españolas llevándolas la renovación de la vida pública y convirtiendo los casinos de partido de las provincias, no en Comités de unos partidos”, sino “en una selección de los hombres capaces”. Habría que atraerlos “para que se ocupen de las necesidades de la provincia y de los problemas vivos de la provincia y estudien técnicamente, con la experiencia de la práctica, lo que la provincia necesita”. Este sería “el vivero de hombres para que vengan a Madrid y sirvan a España sirviendo a la provincia”. Esta era la labor concreta del movimiento, que ponía “incondicionalmente” a las órdenes de Ortega. Sus últimas palabras eran para él, diciendo que todavía sentía la emoción del discurso que había dado y que, como él, apostaba por una “España grande y alegre”. Solamente le pedía que no quisiera ir demasiado deprisa1460. Unos días antes, el filósofo madrileño había publicado en Luz –su nueva empresa política, creada después de que El Sol vendiera gran parte de sus acciones y se distanciara del liberalismo orteguiano– varios artículos que tituló “Hacia un partido de la nación”. Allí criticaba algo que también había reprochado a los noventayochistas años atrás: que los republicanos fueran solamente destructores del pasado, incapaces de construir algo nuevo. Consideraba que todos los programas tenían un “aire particularista”, lo que no servía para “embarcar a una nación en un nuevo Estado”. Retomando lo que ya había defendido, decía que “el principio de la Nación y el principio del Trabajo” serían los únicos que podrían evitar que el nuevo Estado republicano se quedara en otro intento fracasado de organización política. No apostaba abiertamente por el liberalismo, pero se entiende que seguía siendo lo que consideraba el principio básico de la construcción del 1457 “Don Miguel Maura funda el partido conservador de la Republica”, El Imparcial, 12 de enero de 1932. 1458 ORTEGA Y GASSET, José: “Mirabeau o el político” (1927), en José ORTEGA Y GASSET: Obras completas. Tomo IV…, pp. 193-223, pp. 217-219. 1459 “Don Miguel Maura funda… 1460 Idem. La evolución del patriotismo fenomenológico: concreción teórica e intento de puesta en práctica 447 nuevo Estado, porque decía que ni Rusia, ni Italia, ni Alemania lo eran, en tanto que allí solamente existía un “Poder particular”1461. El llamamiento contó con varios apoyos. Ya a finales de 1931 Carlos Villena y Simó se le ofrecía como concejal, después de haberle dicho en persona que pertenecía a la Derecha republicana pero que se identificaba plenamente con su obra1462. En febrero de 1932 fue Jesús Artola Goicoechea el que se adhirió al “partido nacional”, definiéndose como uno de los fundadores de Derecha Republicana Navarra, un grupo que había nacido para atraer a los republicanos “que se asustan de llamarse de izquierdas”1463. Pero la iniciativa más importante fue la de Maura, que además se reunió con él a finales de enero1464. Ortega no únicamente asistió al acto de nacimiento del partido conservador, sino que, según Javier Varela, tomó la iniciativa para la fundación de sus juventudes: el Frente Español que aparecería el 7 de marzo a través de un manifiesto publicado en Luz. En unas páginas nos referiremos a este acontecimiento, pero antes es necesario indicar otra iniciativa que muestra la sintonía de Ortega con los integrantes del catolicismo liberal: la fundación de Cruz y Raya. Él mismo orientó a José Bergamín para la creación de esta revista, en la que participarían varios de sus discípulos y donde publicó un artículo sobre Unamuno. En ella se incluiría un monográfico sobre Ortega, y varios sonetos en su honor1465. Entre las numerosas citas a su pensamiento, cabe destacar la de Romero Otazo, que reivindicó su idea de nación. En el segundo número de la revista, defendía a los judíos frente a dos ideas que confluían en el totalitarismo que se avecinaba en Alemania: el “Superestado contemporáneo”, y el nacionalismo que tendía a “identificar al Estado con una clase de ciudadanos, excluidos los otros”1466. Con todo, el Partido Republicano Conservador tampoco cuajó, y el gran partido de derechas en la II República fue la CEDA. Era un partido posibilista, que aceptaba la República en un sentido que desde el punto de vista orteguiano no era nacional, sino particularista. Es decir, el objetivo de la coalición liderada por Gil Robles era utilizar las instituciones republicanas para defender los principios de la Iglesia, no supeditar a las primeras los intereses de la segunda, como Ortega postulaba. A los ojos del filósofo, era la versión derechista del particularismo de izquierdas, y por eso cuando la CEDA ganó las elecciones en 1933, manifestó su preocupación. Definió a la Iglesia como “poder extranacional” y animó a Gil Robles a integrarse en la “construcción nacional”. Para ello, tenían que aceptar plenamente la República, porque era el “destino” de España. De nuevo, no empleaba este concepto en un sentido providencialista o de progresismo utópico, sino 1461 ORTEGA Y GASSET, José: “Hacia un partido de la nación” (1932), en José ORTEGA Y GASSET: Obras completas. Tomo IV…, pp. 3-9, pp. 4 y 6. 1462 VILLENA Y SIMÓ, Carlos: “Carta a José Ortega y Gasset. Játiva, 23 de abril de 1931”, en Fundación Ortega-Marañón, Fondo JOG, C-104/57, ID: 3045 1463 ARTOLA GOICOECHEA, Jesús: “Carta a José Ortega y Gasset. Pamplona, 6 de febrero de 1932”, en Fundación Ortega-Marañón, Fondo JOG, C-110/10, ID: 3103. 1464 MAURA, Miguel: “Carta a José Ortega y Gasset. Madrid, 28 de enero de 1932”, en Fundación Ortega- Marañón, Fondo JOG, C-67/22a, ID: 3255. 1465 GRACIA, Jordi: José Ortega y Gasset…, p. 472 y 477-478. 1466 OTAZO, Romero: “Pasión de Estado”, Cruz y Raya, nº2, mayo de 1933, pp. 128-132, pp. 129-131. La evolución del patriotismo fenomenológico: concreción teórica e intento de puesta en práctica 448 como apelación a la autenticidad emanada de la circunstancia: “la República es el destino que hoy se abre ante los españoles para hacer o rehacer una nación”1467. En estas elecciones también consiguió un buen resultado el radicalismo, alcanzando Lerroux la presidencia del Consejo de Ministros gracias a la coalición con la CEDA. Era en cierto sentido el partido centrista, que podía llevar a cabo la labor nacionalizadora propuesta por Ortega, y así lo muestra el hecho de que él mismo estuvo a punto de concurrir a las elecciones bajo las siglas radicales1468. Curiosamente, volvía casi treinta años después a apostar por un Alejandro Lerroux que había vivido una evolución similar a la suya, desde un radicalismo cercano al socialismo, hasta un liberalismo centrista. Significativamente, quienes también se comprometieron con el proyecto lerrouxista fueron algunas personas del republicanismo conservador que hemos visto más arriba: Miguel Maura y Romero Otazo presentaron candidaturas para concurrir a las elecciones por Madrid, junto al propio Lerroux y a Unamuno1469 (aunque conviene indicar que la de Otazo fue sustituida por la de Blas Vives cuando el Obispo de Madrid le prohibió presentarse1470). Desde que en 1932 anunció su retirada de la vida pública y el inicio de la “segunda navegación”, Ortega comenzó una etapa de silencio rota por unas pocas conferencias. Pero existe un hecho poco conocido que contaría en 1963 su discípula María Zambrano, cuando reveló un secreto que, junto con otros discípulos del madrileño, había prometido guardar: el 28 de enero de 1934 o 1935 (Zambrano no recordaba bien el año, pero se decantaba más por el segundo aunque esperaba que los demás testigos ayudaran a reconstruir el hecho, en tanto que marcaba el último momento en el que el filósofo se vio capaz de influir en la vida política), Ortega habría deseado publicar un artículo, “que él quería que apareciera al improviso, de nadie o de casi nadie esperado”. Por esas fechas, “don José comenzaba a aparecernos, a los discípulos que lo frecuentábamos, cada día más ensimismado y aun angustiado”. Sigue la discípula afirmando que Ortega solía salir a pasear por las calles, según le dijo en una ocasión, para tomar el pulso a los ciudadanos observándolos. Y lo que veía entonces no era de su agrado, puesto que percibía “el hermetismo creciente del ánimo de los españoles”1471. Efectivamente, en 1935 la situación de la República, sin llegar todavía a la situación de la “primavera trágica” de 1936, se había deteriorado bastante. Si Ortega había apostado por impulsar la “alegría” republicana y el 14 de abril había sido una jornada llena de jolgorio, en unos años se pasó “de la fiesta popular a la lucha de clases”, por utilizar la 1467 ORTEGA Y GASSET, José: “En nombre de la nación, claridad” (1933), en José ORTEGA Y GASSET: Obras completas. Tomo V…, pp. 288-294, pp. 290 y 293. 1468 Desechada la opción de concurrir a las elecciones, Lerroux le pidió por medio de Justino de Azcárate permiso para hacer público el propósito de incluirle en las listas radicales. Vid.: AZCÁRATE, Justino de: “Carta a José Ortega y Gasset. Madrid, 29 de diciembre de 1933”, en Fundación Ortega-Marañón, Fondo JOG, C-55bis/6a, ID: 3407. 1469 “La candidatura Radical por Madrid”, La Voz, 5 de noviembre de 1933. 1470 “Ante las próximas elecciones”, La Independencia, 11 de noviembre de 1933. 1471 ZAMBRANO, María: “El frustrado pliego de cordel de Ortega y Gasset” (1963), en María ZAMBRANO: Escritos sobre Ortega…, pp. 170-176, pp. 170-171. La evolución del patriotismo fenomenológico: concreción teórica e intento de puesta en práctica 449 expresión de Santos Juliá1472. El PSOE pasaba una seria crisis que enfrentó una facción dirigida por Julián Besteiro, amigo personal de Ortega, con otra dirigida por el líder de UGT, Largo Caballero. La primea era partidaria de la integración en la República burguesa, del papel nacionalizador que el filósofo siempre le atribuyó. Pero la otra era particularista, y el camino de intensificación de las huelgas culminó en octubre de 1934 con la “Revolución de octubre”, saldada con cientos de muertos. Además, en este proceso no únicamente se puso de manifiesto el particularismo social, también otros dos que Ortega había denunciado desde España invertebrada: el separatista y el militar. En Cataluña, Companys proclamó el “Estado Catalán” dentro de la “República Federal Española”, saldándose este hecho con decenas de muertos, centenares de detenciones (incluida la de Manuel Azaña), y la suspensión de la autonomía catalana. En cuanto al Ejército, el papel que Franco y Goded tuvieron al sofocar la revuelta en Asturias causó una gran división que se manifestaría en las elecciones de febrero de 1936: los conservadores vieron en el Ejército la salvaguarda de la unidad nacional, la izquierda organizada en el Frente Popular, todo lo contrario. Este es el escenario en el que se produjo el suceso que refiere María Zambrano. En diciembre (casi seguro que de 1934, dice después en el mismo texto donde comienza dudando de la fecha), ella y dos jóvenes fueron a visitar a Ortega en el salón de la Revista de Occidente, antes de la tertulia que, con otras personas, solía tener. Les dijo que “llevo más de veinticinco años auscultando el ánimo de los españoles”, y habiendo aprendido que “el modo más eficaz de penetrar en el ánimo de los españoles es el de entrar en él sin ser notado”. Pero alguien que también conocía la intención de Ortega dio la noticia, y por ello el filósofo decidió seguir callado, considerando que la pérdida del efecto sorpresa evitaría la eficacia de su acción1473. Algo interesante de esta anécdota es que ayuda a entender el “silencio” de Ortega durante el franquismo: si durante la II República creía que era más eficaz la acción paulatina y sin ruido, mucho más en unos momentos en los que carecía de libertad de actuación, y no tenía más remedio que aprovechar los “espacios de libertad”. Por otra parte, debe aludirse a otro de los factores de desestabilización de la República, que es el de la derecha antiliberal. Dentro de ella podemos distinguir, grosso modo, dos grupos: el organizado en torno a Acción Española, y el de Falange. El primer elemento nació en diciembre de 1931, siendo una revista y sociedad cultural impulsada por Eugenio Vegas Latapié y en la que Ramiro de Maeztu, el antiguo amigo de Ortega, fue uno de los intelectuales más destacados. Acción Española sugiere ecos maurrasianos, pero según el análisis de González Cuevas, poco tuvo que ver con la Action Française si dejamos de lado el nombre. A diferencia de ella, era antipositivista e hizo del catolicismo su clave esencial (no instrumental, como hacía Maurras según la condena papal de 1932), defendiendo una renovación de la tradición política que este historiador llama teológico- política1474 (y otros como Botti, nacionalcatólica). Por esto, a pesar de que orteguianos 1472 JULIÁ, Santos: Madrid, 1931-1934: De la fiesta popular a la lucha de clases, Madrid, Siglo Veintiuno, 1984. 1473 ZAMBRANO, María: “El frustrado pliego de cordel…, pp. 173-174. 1474 GONZÁLEZ CUEVAS, Pedro Carlos: Historia de las derechas…, p. 310. También en GONZÁLEZ CUEVAS, Pedro Carlos: Acción Española: teología política y nacionalismo autoritario en España (1913- 1936), Madrid, Tecnos, 1998, pp. 339ss. La evolución del patriotismo fenomenológico: concreción teórica e intento de puesta en práctica 450 como Eugenio Montes o García Valdecasas colaboraron con la revista, existieron muchas críticas al proyecto de Ortega, de la mano de personas como Álvaro Alcalá Galiano, Emilio Ruiz Muñoz, José Pemartín, o los sacerdotes Rafael García y Bruno Ibeas1475. Acción Española fue una revista que apostaba por una idea de nación tradicionalista y católica, manifestada en las relaciones internacionales bajo el proyecto de la Hispanidad. Pero no en el sentido que, como vimos en su momento, el liberal Ortega aceptaba. Para los teóricos de este movimiento autoritario, la unión con las Repúblicas sudamericanas se justificaba como continuación del proyecto de evangelización iniciado en el siglo XVI. Según es conocido, el principal difusor de la idea fue Ramiro de Maeztu, que publicó en 1934 Defensa de la Hispanidad, después de que hubiera aparecido por entregas en Acción Española, y conformando con él un libro que es reacción a España invertebrada1476. En su obra, Maeztu compartía con Ortega la crítica al subjetivismo como origen de la decadencia intelectual de España y Europa, pero lo definía en otro sentido. Ciertamene, creía como él que la Modernidad había errado su camino al crear una Razón absoluta que se consideraba capaz de comprender y programar la realidad. Pero si Ortega sostenía que esto se debía a rechazar la circunstancia y la supeditación a la vida, Maeztu consideraba que la Razón se había pervertido al separarse de la religión católica. En este sentido, la decadencia de España había comenzado en 1750, cuando los Borbones proyectaron sobre España la división entre religión y política o economía1477. Para Ortega, recordemos, la decadencia se había iniciado en 1580, momento en el que el subjetivismo intelectual se convirtió en particularismo político, y esto no tenía que ver con el cambio dinástico. El escritor vasco también habló de un “proceso de descomposición” que ya era evidente en el siglo XVII, pero argumentando que la supeditación de los intereses nacionales a la defensa del catolicismo era algo sin duda loable1478. Desde su “conversión” durante al I Guerra Mundial había desarrollado la idea de que la crisis intelectual de Europa provenía de la aceptación de la “herejía alemana”, la autonomía del poder político y la supeditación de la religión al mismo, o lo que es lo mismo, la adoración del Estado1479. A la altura de 1475 GONZÁLEZ CUEVAS, Pedro Carlos: “Ortega y Gasset ante las derechas…, pp. 89-90. 1476 GONZÁLEZ CUEVAS, Pedro Carlos: “Maztu y Ortega: dos intelectuales ante la crisis de la Restauración”, en Guadalupa GÓMEZ-FERRER MORANT, y Raquel SÁNCHEZ: Modernizar España: proyectos de reforma y apertura internacional, Madrid, Biblioteca Nueva, 2007, pp.231-252, p. 251. 1477 MAEZTU, Ramiro de: Defensa de la Hispanidad…, pp. 201-202. 1478 MAEZTU, Ramiro de: Don Quijote, Don Juan y la Celestina: ensayos de simpatía, Madrid, Consejería de Educación, (1925) 2004, pp. 58 y 113. 1479 Influido por T. E. Hulme, Maeztu consideró que el subjetivismo partía, en última instancia, de la pérdida de la creencia en el Pecado Original. Desde que el ser humano se considerba bueno en esencia, creía que no era menester la ayuda de la religión. El problema era que, ante la evidencia de la maldad del ser humano, se hacía necesario impone límites, y así el Estado se erigía como nueva Iglesia que sometía a la persona, supeditándola esta vez a sus fines. Maeztu desarrolló estas ideas en un libro publicado en inglés en 1916 y en castellano en 1919. Entonces todavía se le podía considerar liberal, y personas como Madariaga elogiaron el libro. El propio Maeztu se lo dedicó “fraternalmente” en 1917 al, sin ninguna duda, liberal Ortega (Vid, MAEZTU, Ramiro de: Authority, liberty and function in the light of the war: a critique of authority and liberty as the foundations of the modern state and an attempt to base societies on the principle of function, London, George Allen & Unwin, 1916. Ejemplar conservado en la Fundación Ortega- Marañón). Pero durante la Dictadura de Primo de Rivera, Maeztu se fue acercando a posturas autoritarias que conllevaron la interpretación de estas tesis en los años treinta, a la luz del neo-tradicionalismo. Sobre la “herejía alemana”, vid.: MAEZTU, Ramiro de: La crisis del humanismo. Estudio preliminar de Pedro Carlos González Cuevas, Salamanca, Ediciones Almar, (1919) 2001, pp.83-85. La evolución del patriotismo fenomenológico: concreción teórica e intento de puesta en práctica 451 la II República teorizó que, para el caso español, esto había comenzado a desarrollarse desde que los Borbones abandonaron el espíritu católico, manifestado en la idea de Hispanidad. Así, en el contexto del régimen del 14 de abril, mientras que Ortega había optado por construir un proyecto de futuro, Maeztu apostaba por una postura reactiva ante la “Antipatria”, basada en el presupuesto de que “ser es defenderse”1480. Acción Española fue por tanto un instrumento de nacionalización que difundió la idea de Hispanidad, con una idea de España que miraba al pasado y la identidad católica. Podemos considerar que una de sus principales contrapartes fue la Revista de Occidente, fundada en 1923 y que, frente al concepto de Hispanidad, oponía el que rezaba su título. Reflejaba la idea de nación orteguiana, basada en un proyecto europeísta que más abajo se presentará con mayor detención. Pero a pesar de que el planteamiento que defendía el filósofo era de este tipo, ejerció influencia en el segundo gran grupo de la derecha antiliberal: el fascismo español. El llamamiento que hizo en 1932 para crear un partido nacional también fue escuchado por algunos discípulos que conformaron la Falange Española de las JONS. Esta nació oficialmente en octubre de 1933, tras un discurso que pronunció José Antonio Primo de Rivera en el mismo lugar donde Ortega había presentado la Liga de Educación Política: el teatro de la Comedia. Los orígenes parcialmente orteguianos del falangismo –fruto de una reinterpretación de sus ideas, y en ningún caso de su apoyo al fascismo español– se manifiestan con diversos hechos. Para empezar, el antecedente directo del partido fue el Frente Español, del que tomó Primo de Rivera las siglas, y cuyo manifiesto apareció en Luz el 7 de marzo de 19321481. Además, uno de los tres fundadores de Falange, junto al hijo del dictador y a Julio Ruiz de Alda, fue García Valdecasas, procedente de la Agrupación. Los falangistas, con Primo de Rivera a la cabeza, hicieron de las tesis de Ortega la base de su doctrina. En el discurso fundacional, se refería al particularismo de los nacionalismos periféricos y de las clases sociales, y apostaba por definir a España como una “irrevocable unidad de destino”1482. También explícitamente le hizo referencia en varias ocasiones, y en 1935 llegó a afirmar que los falangistas se habían organizado siguiéndole, porque representaban a “una generación que casi despertó a la inquietud española bajo el signo de Ortega y Gasset”, que “se ha impuesto a sí misma, también trágicamente, la misión de vertebrar a España”1483. Esta expresión no es gratuita, porque tal y como sostiene Isamel Saz, España invertebrada fue un “libro mito” del falangismo1484. Pero esto es así porque sus lectores 1480 MAEZTU, Ramiro de: Defensa de la Hispanidad…, pp. 6 y 27. 1481 García Valdecasas, y otros orteguianos como María Zambrano o Juan Antonio Maravall, promovieron la fundación del Frente Español, que se fusionó con el grupo llamado Fascismo Español, dirigido por José Antonio Primo de Rivera. Sin embargo, la unión no fue del agrado de todos, Zambrano por ejemplo se opuso totalmente, y de ahí que los integrantes del nuevo movimiento se vieran obligados a buscar unas nuevas siglas. En un principio se denominaron Movimiento Español Sindicalista-Fascismo Español, pero después adoptaron el nombre de Falange Española porque García Valdecasas estaba convencido del valor político de las iniciales F.E., y porque copiaron los Estatutos del Frente Español. Vid.: LÓPEZ BAUSELA, José Ramón: La escuela azul de Falange Española de las JONS. Un proyecto fascista desmantelado por implosión, Madrid, Dykinson, 2017, pp. 23y 24. 1482 “Texto taquigráfico del discurso de D. José Antonio Primo de Rivera”, La Nación, 30 de octubre de 1934. 1483 PRIMO DE RIVERA, José Antonio: “Homenaje y reproche a don José Ortega y Gasset”, Haz, 5 de diciembre de 1935. 1484 SAZ CAMPOS, Ismael: España contra España…, p. 91. La evolución del patriotismo fenomenológico: concreción teórica e intento de puesta en práctica 452 falangistas tomaron sus significantes despojándolos del significado liberal que, como hemos visto, Ortega aportó. Otros integrantes del fascismo español mostraron su admiración por Ortega1485, y de entre ellos conviene señalar al fundador de las Juntas de Ofensiva Nacional Sindicalistas, Ramiro Ledesma Ramos. Su relación con el filósofo fue cercana, puesto que en carta de 1930 mencionaba un paseo en el que conversaron sobre filosofía, y en la que se despide como “su discípulo”1486. Después de la apuesta por el partido nacional intentó atraérselo a las JONS. Le mandó una carta, con el membrete del yugo y las flechas, en la que le llamaba “amigo don José” y donde le decía que “solo comprendo un partido nacional a base de esgrimir como bandera ideales nacionales”. En esto coincidían, aunque luego seguía: “¿Pero no ocurre que usted llama a filas a gentes y grupos por esencia y definición antinacionales? ¿Es posible lo nacional sin un compromiso de guerra a muerte con lo masónico y marxista, por ejemplo?”1487. Ortega era antimarxista, pero no le interesó la cuestión de la masonería. De hecho, importantes integrantes de su red intelectual, como Gumersindo de Azcárate o Luis Simarro, formaron parte de la masonería española. Con todo, hay un hecho que no puede esconderse, y es que Ortega elogió la interpretación falangista que de su libro hizo una de las máximas autoridades del bando franquista durante la guerra civil: Ramón Serrano Suñer. Era un “camisa nueva”, que procedía de la CEDA, y con el que a priori Ortega tenía poca afinidad intelectual. Siendo ministro del Interior, pronunció un discurso que al filósofo le pareció excelente, porque evidenciaba una táctica en la que coincidían. Pero lo que más le llamaba la atención era que “sin ocultarlo dos tercios del discurso proceden de España invertebrada”1488. Se refiere probablemente al discurso que Serrano Suñer pronunció en Sevilla el 2 de abril de 1938. Ciertamente, en él utilizaba expresiones muy cercanas a las de Ortega, hablando de compatibilizar la recuperación del “destino” de la patria con la creación de un nuevo Estado. Afirmaba que “no queremos un Estado sin pueblo”, y que por ello apostaban por hacerle partícipe de las responsabilidades colectivas. Para esto, la FET (unión de Falange y el Tradicionalismo desde la unificación de abril del año previo) integraría a personas de todas las clases, haciendo “una selección de los mejores, en la fe común de la Patria”. Además, como Ortega en España invertebrada, apelaba al ejemplo de Fernando el Católico, que para “mantener la unidad, animaba a sus súbditos a acometer grandes tareas”. El tercio del discurso que el filósofo no compartiría sería el que comprendía una 1485 Por ejemplo, Rafael Sánchez Mazas, que en 1926 le escribió para adherirse a su tesis sobre la incompatibilidad entre el fascismo italiano y el carácter español. Se declaraba admirador del fascismo, pero como Ortega consideraba que el carácter nacional español era individualista. De ahí, que planteara la “unidad moral de España” desde una ideología basada en el “fuero interno”, y no el “Foro público” romano. Vid.: SÁNCHEZ MAZAS, Rafael: “Carta a José Ortega y Gasset. Francia, 21 de julio de 1926”, en Fundación Ortega-Marañón, Fondo JOG, C-72/15b, ID: 1673. También falangistas como José María Fontana o Emiliano Aguado elogiaron al filósofo. Vid.: GONZÁLEZ CUEVAS, Pedro Carlos: “Ortega y Gasset ante las derechas…, p. 88. 1486 LEDESMA RAMOS, Ramiro: “Carta a José Ortega y Gasset. Madrid, 3 de abril de 1930”, en Fundación Ortega-Marañón, Fondo JOG, C-64/9a, ID: 2388. 1487 LEDESMA RAMOS, Ramiro: “Carta a José Ortega y Gasset. Madrid, 12 de abril de 1932”, en Fundación Ortega-Marañón, Fondo JOG, C-65/9b, ID: 3227. 1488 ORTEGA Y GASSET, José: “Carta a Carmen, Condesa de Yebes. París, 10 de abril de 1938”, en Fundación Ortega-Marañón, Fondo JOG, CD-Y/25, ID: 10388. La evolución del patriotismo fenomenológico: concreción teórica e intento de puesta en práctica 453 firme defensa del catolicismo como fundamento de la política, y la idea de que era necesario “desmontar el armatoste del Estado liberal, para sustituirlo por el Estado autoritario, y de justicia social”1489. La carta de Ortega se comprende desde la circunstancia de la Guerra Civil, en la que se posicionó con el bando franquista al considerarlo un mal menor frene al republicano. Además de su evolución hacia un liberalismo más conservador, influyó su experiencia personal. Sus hijos combatieron con las tropas de Franco, y personas con las que había compartido actividad política –entre ellas Melquíades Álvarez o Manuel Rico Avello, secretario de la Agrupación– fueron asesinadas. Él mismo fue obligado a firmar un manifiesto de apoyo a los republicanos a punta de pistola, y por todo ello interpretó que la rebelión de las masas se estaba afianzando en el bando republicano1490. Una cuestión reforzada por el hecho de que el gobierno de José Giral, nombrado el 19 de julio de 1936, diera la orden de armar a los milicianos, con lo que la acción directa que venía denunciando desde España invertebrada se multiplicó a través de saqueos y asesinatos. Ortega asumió una posición comparable a la de muchos conservadores europeos, que vieron en la apuesta por la victoria de Francisco Franco, que el 1 de octubre de 1936 fue nombrado Jefe de Gobierno de la España “nacional”, un mal menor frente a un bando, el Republicano, que consideraban proclive a la URSS. Hay testimonios de los años del conflicto en los que Ortega define su cercanía al conservadurismo antimarxista. Por ejemplo, cuando escribió a la Condesa de Yebes diciendo que la “Comisión depuradora Universitaria”1491 había borrado su nombre de la lista de profesores tachándole de “contrarrevolucionario”, algo sobre lo que le confesaba: “excuso decirle cuanto me satisface tan sabia determinación”1492. A Victoria Ocampo le había dicho poco antes que temía por la situación en Francia, donde la “discordia interna” amenazaba con una guerra civil que solo parecía evitarse por el temor a Alemania. Afirmaba luego que “no hay duda que en estas semanas el comunismo ruso está haciendo su máximo esfuerzo –tal vez su esfuerzo postrero–, por descomponer toda Europa”1493. También es significativa la carta que le envió después, rechazando con amabilidad su propuesta de exilio a Argentina. Creía, erróneamente, que la guerra terminaría en breve, y que una vez cayera Madrid probablemente podría volver a España porque “todas esas fuerzas (las franquistas) me mostraban deferencia y respeto hasta el momento de la conflagración”1494. Una frase significativa la ofreció Ortega en 1937, al decir a la Condesa de Yebes que “en la España blanca hay cada vez más orden si bien a costa de ir recayendo todo bajo el poder de las 1489 “El acto de anoche en el Coliseo, en Sevilla”, Azul, 3 de abril de 1938. 1490 GRACIA, Jordi: José Ortega y Gasset…, p. 518. 1491 García Morente comentó a Ortega que José Gaos, miembro de la Comisión, le “defendió bravamente”, pero no pudo hacer nada. También decía que él había huido gracias a que Julián Besteiro le avisó de que algunos estudiantes planeaban matarle. Vid.: GARCÍA MORENTE, Manuel: “Carta a José Ortega y Gasset. París, 4 de octubre de 1936”, en Fundación Ortega-Marañón, Fondo JOG, C-13/18, ID: 4000. 1492 ORTEGA Y GASSET, José: “Carta a Carmen, Condesa de Yebes. Grenoble, 15 de octubre de 1936”, en Fundación Ortega-Marañón, Fondo JOG, CD-Y/14, ID: 10377. 1493 ORTEGA Y GASSET, José: “Carta a Victoria Ocampo. Grenoble, 21 de septiembre de 1936”, en Fundación Ortega-Marañón, Fondo JOG, CD-0/30, ID: 9727. 1494 ORTEGA Y GASSET, José: “Carta Victoria Ocampo. Grenoble, 24 de octubre de 1936”, en Fundación Ortega-Marañón, Fondo JOG, CD-0/31, ID: 9728. La evolución del patriotismo fenomenológico: concreción teórica e intento de puesta en práctica 454 fuerzas más habituales”1495. Esto es, entre líneas manifiesta su desacuerdo con el hecho de que católicos integristas, falangistas, carlistas, excedistas o militares coparan el poder, aunque al tiempo resaltara lo que parece que más le importó durante la guerra civil: el orden, último reducto frente a la desvertebración definitiva de la nación, aunque momentáneamente se sustentara en la fuerza y no en un proyecto común. Un intercambio epistolar muy interesante y significativo para entender la posición orteguiana es el que tuvo en 1937 con Lorenzo Luzuriaga. Este le escribió diciendo que el triunfo de cualquiera de los dos bandos sería “la desaparición para mucho tiempo en nuestro país del liberalismo, única forma decorosa de vida”. Por ello, habría que formar “un tercer partido, una minoría de gente inteligente y liberal” que podría coincidir con “la masa de españoles que hoy no están adscritos a los dos bandos o lo están a la fuerza”. Por tanto, aludía a los dos principios que la política orteguiana sostuvo desde 1914: liberalismo y nacionalización (entendida como superación del particularismo a través de la organización de la masa por una minoría). Proponía un liberalismo nacional y social alejado tanto del “frente germanoitaliano como del ruso”, e inspirado en el modelo británico, cuya coalición liberal-conservadora sería el ejemplo a seguir1496. En otra carta, concretaba el proyecto al hablar de una coalición formada por los más moderados de los dos bandos, y citaba entre los republicanos a Miguel Maura o Sánchez Román. Insistía también en su anglofilia, dando razón de porqué veía en su país de acogida un referente de nación: “hay que ver el respeto se tiene aquí a la oposición, que es una fuerza tan oficial como el Gobierno mismo”. Por tanto, elogiaba el parlamentarismo por la misma cuestión que Ortega: en tanto que este sistema era, frente al autoritarismo de derecha o izquierda, manifestación de una nación vertebrada, de acción política indirecta. No en vano, citaba al filósofo porque coincidía con su definición de Gran Bretaña como “nurse” de Europa 1497. Pero aunque para regenerar a España el modelo de nación era el británico, Ortega no aceptó la propuesta de su amigo por una razón que comunicó en una carta fundamental para entender su posición durante la guerra. En ella decía mantenerse en una posición que ya le había indicado en una reunión en París (a donde había huido al comenzar su exilio), cuando le manifestó “mi extrañeza de que crea Vd. y crean otros que podemos tener una intervención pública según las cosas están hoy; los que nos encontramos fuera de España”. Era factible trabajar desde fuera por uno de los dos bandos, pero carecía de sentido “pretender, hoy por hoy, representar una Tercera España. La cosa es deplorable pero a mi juicio, inevitable, por ahora”. Lo que defendía Madariaga1498 era ridículo y “contraproducente” porque mostraría la “inanidad” de la “tercera posición”. Seguía 1495 ORTEGA Y GASSET, José: “Carta a Carmen, Condesa de Yebes. Oegstgeest, 25 de julio de 1937”, en Fundación Ortega-Marañón, Fondo JOG, CD-Y/18, ID: 10381. 1496 LUZURIAGA, Lorenzo: “Carta a José Ortega y Gasset. Glasgow, 15 de julio de 1937”, en Fundación Ortega-Marañón, Fondo JOG, C-65/27ch, ID: 4033. 1497 LUZURIAGA, Lorenzo: “Carta a José Ortega y Gasset. Glasgow, 1 de octubre de 1937”, en Fundación Ortega-Marañón, Fondo JOG, C-65/27h, ID: 4036. 1498 Lo que Madariaga planteó, aconsejado por el Quai d´Orsay, era un manifiesto por la paz impulsado por él mismo y por Ortega. Zubiri escribió al filósofo transmitiéndole la petición de Madariaga para que se convenciera, después de que lo hubiera rechazado. Vid.: ZUBIRI, Xavier: “Carta a José Ortega y Gasset. París, 15 de junio de 1937”, en Fundación Ortega-Marañón, Fondo JOG, C-53/7, ID: 4134. La evolución del patriotismo fenomenológico: concreción teórica e intento de puesta en práctica 455 diciendo que en el prólogo (el que “para franceses” hizo en la edición gala de La rebelión de las masas) exponía su esperanza en “el triunfo de un liberalismo de un tipo nuevo, el compatible con la estructura misma de la sociedad actual bien diferente de la de hace un siglo”. Esto sería imposible con las supuestas dos Españas, pero afortunadamente ya no existían en la realidad: “yo no creo que se trate de dos mitades sino más bien de esto: dos minorías extremas que luchan entre sí y el gran torso de la nación que por una determinada circunstancia se encuentra más cerca de Franco que de Valencia”. Y esta circunstancia consistía en que “una parte de la clase obrera, alcoholizada por los eternos demagogos, ha querido hacer una revolución total”1499. Por tanto, Ortega seguía apostando por el liberalismo como vía de regeneración de España y se alineaba con Franco debido a lo que considera el mayor peligro para la desvertebración de España: el comunismo. También reconocía en esta epístola que para él Gran Bretaña era el modelo de nación, y afirmaba que era necesaria su actuación. “La realidad española está hoy falsificada” por la intervención extranjera, esto es, por el apoyo fascista y nazi a Franco, y el comunista a la República. Venía a indicar Ortega que la mayoría de los españoles simpatizaban más con el liberalismo, y por eso Gran Bretaña representaba “la posición verdaderamente indígena”1500. Son continuas las expresiones de anglofilia por parte de Ortega en estos años. En otra carta elogiaba a Chamberlain, conservador cuya política de apaciguamiento fue criticada por intelectuales que, como Azaña, veían en él una rendición ante los nazis y fascistas. El filósofo vaticinaba que el premier británico modificaría la política de aislamiento contra Italia y Alemania para acabar con algo más peligroso: el comunismo, “causa inmediata de todos los desastres del continente”1501. No obstante, tras el Anschluss o anexión alemana de Austria en marzo de 1938, reconocía la situación prebélica en la que había quedado Europa1502. Luego, tras la ocupación de los Sudetes en octubre afirmó que la “patética cortina del asunto checoslovaco” dejó lo español en suspenso”1503. Pero no dejaba de ver entre los ingleses a quienes mejor entendían la situación española, y quienes ofrecían el modelo más óptimo para implantar su idea de nación. Al respecto, es muy ilustrativo el extenso borrador que escribió para Winston Churchill, personaje cuyo liberalismo conservador es probablemente el que mejor podría conciliar con el de Ortega. No hay constancia de que le enviara la epístola, pero conviene detenernos en ella por lo interesante de sus reflexiones. Churchill había entrado definitivamente en el Partido Conservador en 1925, pero hasta entonces había alternado entre los tories y los whigs (como en la época en la que Maeztu le citaba); y esto nos da una pista del carácter liberal de su conservadurismo. Durante el periodo previo a la II Guerra Mundial, se destacó por su oposición a la política de 1499 ORTEGA Y GASSET, José: “Carta a Lorenzo Luzuriaga. Oegstgeest, 2 de agosto de 1937”, en Fundación Ortega-Marañón, Fondo JOG, CD-L/68, ID: 9389. 1500 Idem. 1501 ORTEGA Y GASSET, José: “Carta a Carmen, Condesa de Yebes. París, 11 de marzo de 1938”, en Fundación Ortega-Marañón, Fondo JOG, CD-Y/23, ID: 10386. 1502 ORTEGA Y GASSET, José: “Carta a Carmen, Condesa de Yebes. París, 10 de abril de 1938”… 1503 ORTEGA Y GASSET, José: “Carta a Justino de Azcárate. Sant Jean de Luz. 20 de septiembre de 1938”, en Fundación Ortega-Marañón, Fondo JOG, CD-A/62, ID: 8517. La evolución del patriotismo fenomenológico: concreción teórica e intento de puesta en práctica 456 apaciguamiento, que Ortega en principio vio con buenos ojos, y apostó por fortalecer la cooperación internacional para frenar al nazismo. En cuanto a su interpretación de la situación española, osciló entre la simpatía por el anticomunismo de Franco y la defensa de los intereses británicos, que podrían estar amenazados por la derrota de los republicanos. A la altura de 1938 apostaba por una mediación internacional que permitiera configurar un gobierno moderado, aunque sostenía que la razón estaba del lado de Franco porque defendía a Europa del comunismo1504. Ortega le escribió para manifestarle su gratitud ante lo que había dicho en marzo sobre la cuestión española en la Cámara de los Comunes, y se presentaba diciendo ser “de entre los españoles vivientes quien más horas ha consagrado a meditar sobre el modo de ser de sus compatriotas y sobre el destino de su patria”. En base a ello le señalaba que “es cosa bien clara que el estilo vital de mis paisanos y la situación geopolítica de la península conspiran en una misma dirección”: la amistad con Inglaterra1505. Aludía así a la propuesta que había hecho en los días anteriores Churchill de consolidar una alianza que aislara a los nazis, y evitar así la guerra, atrayendo no solamente a Francia sino también a otras potencias. Es muy ilustrativa una comparación que hizo Ortega en su borrador: la de Churchill con Edmund Burke, con quien ya hemos visto la afinidad del filósofo. Comparaba la actitud del primero con el análisis del segundo ante la Revolución francesa, añadiendo que definió “el alma política inglesa” y gracias a él pudieron “temperar la rigidez de la «raison» con la elasticidad de la [ilegible] de la historia”. Es decir, elogiaba de nuevo en el autor de Reflexiones sobre la Revolución Francesa su capacidad para oponerse al utopismo intelectual, a través de lo que en su última etapa filosófica llama Razón histórica. La de Churchill, le decía, era también una actitud inglesa. Terminaba con una reflexión muy relevante: “no parece que sea un abstruso «internacionalismo» lo más fecundo para aclarar el porvenir. Las circunstancias recomiendan más bien que cada pueblo se esfuerce en destilar de su peculiar experiencia histórica los mejores elixires. Europa ha sido siempre una pluralidad armoniosa y la colaboración de inspiraciones diferentes”1506. Avanzando lo que se expondrá en el último capítulo, en este párrafo muestra Ortega la consecuencia política de la Razón histórica: de nuevo una actitud fenomenológica ante la nación, pero que enfatiza mucho más el condicionamiento del pasado, y no tanto el partir simplemente de la circunstancia dada. España, como toda nación, debería bucear en su pretérito para renovarse. Y este patriotismo español se opone tanto al nacionalismo excluyente como al internacionalismo utópico, de nuevo desde una actitud que es consecuencia de la Razón histórica: no apela simplemente a construir un proyecto de futuro a nivel europeo, sino que plantea hacerlo desde la realidad del continente. Y esta realidad, afortunadamente para lo que pretende, es la de una dualidad entre los sistemas de creencias que conforman Europa, y su manifestación peculiar en cada nación. En la carta a Winston Churchill vemos prefigurada la tesis principal de Europa y la idea de 1504 PAYNE, Stanley: La guerra civil española, Madrid, Rialp, 2014, p. 200. 1505 ORTEGA Y GASSET, José: “Carta a Winston Churchill. [marzo] de 1938”, en Fundación Ortega- Marañón, Fondo JOG, CD-D/2, ID:8882. 1506 Idem. La evolución del patriotismo fenomenológico: concreción teórica e intento de puesta en práctica 457 nación, máxima expresión del patriotismo fenomenológico derivado de la Razón histórica. 7.5.Conclusión Según avanzábamos al iniciar este capítulo, la fase en la que se ha centrado puede contemplarse desde dos perspectivas. En lo teórico, formaría parte de la etapa anterior, puesto que el patriotismo fenomenológico sigue impulsando a Ortega. En este sentido, el único cambio se da con el desarrollo de conceptos como particularismo o proyecto, pero que provienen de los años anteriores. En cuanto a la acción política, hay también varios momentos claramente diferenciados, destacando la intervención pro-republicana entre 1930 y 1932. Por ello, lo más correcto es hablar de una fase general que discurre entre 1914 y 1932, con una subfase iniciada en el año 1922. Esta subetapa está condicionada por varias experiencias de nación: el final de la Restauración, la Dictadura de Primo de Rivera, la II República, y la Guerra civil (que hemos incluido en este capítulo por las razones indicadas en la introducción). Todo ello lleva a Ortega a asumir un pesimismo que se traduce en su visión de España: desconfianza ante la masa, preocupación por el particularismo y, derivado de lo anterior, también ante el comunismo. La contrapartida es que, sin dejar de apostar por el liberalismo, Ortega enfatiza el papel de las minorías selectas. Al mismo tiempo, el eje horizontal interno está compuesto por la evolución de la filosofía que propuso en 1914, en libros como El tema de nuestro tiempo (1923). Enfatizará mucho la dualidad vida-cultura, proyectándola en la idea de nación al supeditar el Estado a la creación de una sociedad vital, según expone en La redención de las provincias (1931). En su meditación sobre la vida, desarrolla categorías como las de convivencia y vocación o quehacer: ambas se manifiestan en la idea de proyecto común. En el eje horizontal externo destaca el recurso de Ortega a varias disciplinas del conocimiento. Entre ellas la historia, destacándose la figura de Menéndez Pidal, de Spengler, y especialmente de Mommsen y de Renan. Con el primero tiene gran afinidad, y de los otros tres toma, respectivamente, la ida de nación comparada a un organismo, de la misma como proceso de incorporación, y de su identificación con un liberalismo de origen medieval. También es importante la antropología, destacándose el influjo de Frobenius, y los estudios sobre el origen “deportivo” del Estado. De nuevo, la biología de von Uexküll y la filosofía de Scheler están presentes. Por otro lado, el referente epocalista de nación sigue siendo Inglaterra, y entre los referentes esencialistas, destaca el pasado medieval: pero esto es así en los textos más teóricos, y no en los de proyección práctica de su pensamiento. En cuanto a los instrumentos de nacionalización, son varios y de distinta naturaleza. Los que se corresponden con la esfera semipública son la Agrupación al Servicio de la República y el intento fracasado de crear un partido nacional. También cita instituciones como la Universidad y el Parlamento, sobre los que en los años veinte y treinta escribe en dos sentidos diferentes: la primera, en tanto que impulsora de la nacionalización, y el segundo, como proyección de la vertebración social y regional. También debe destacarse que, por primera y única vez en su vida, Ortega logra en esta etapa entrar en el Parlamento como La evolución del patriotismo fenomenológico: concreción teórica e intento de puesta en práctica 458 diputado, y tratar desde allí de llevar a la práctica su idea de nación. Parcialmente lo logra (no en solitario, sino al coincidir su voluntad con la de otros políticos) al evitar la creación de un Estado federal o definir la República como “de trabajadores”. Pero no consigue su proyecto más importante: crear Parlamentos regionales. Integrando ahora la conclusión en el eje vertical interno, podemos establecer lo siguiente para contestar a las preguntas que guían la investigación. Primero, existen fases en la idea de nación de Ortega, siendo esta que hemos tratado una subfase por los motivos señalados. Por otro lado, la intención de Ortega sigue siendo la respuesta al yo existencial, según detalla en el prólogo de España invertebrada y en cartas comentadas. Pero además, elabora su teoría de nación para responder a problemas políticos como el auge del particularismo fascista y comunista. Finalmente, hay que indicar que la idea de nación de Ortega está más claramente identificada con la Staatsnation que antes. En España invertebrada se ve un cierto historicismo, pero no un esencialismo, dado que precisamente lo que postula es utilizar las instituciones del Estado para reformar el carácter de los españoles. De nuevo, Ortega desecha explícitamente, en La redención de las provincias y en las Cortes republicanas, que su regionalismo o idea de España se justifique desde el pretérito o un carácter inmutable. Epílogo desde la Razón histórica: la idea de ultra-nación 459 8. EPÍLOGO DESDE LA RAZÓN HISTÓRICA: LA IDEA DE ULTRA-NACIÓN (1932-1955) Existen tres elementos de la circunstancia orteguiana que confluyen en su biografía desde los años treinta. Primero, a nivel de actuación política existió una retracción a partir de 1932, cuando fracasó el intento de nacionalización de la II República a través de iniciativas como la propuesta de creación del partido nacional. Segundo, en la perspectiva filosófica, desde este mismo año comenzó una “segunda navegación”, con la que quiso dar una nueva forma a su filosofía. Teorizó sobre la Razón histórica, que ya había avanzado en fechas anteriores1507, y en la que lo esencial fue matizar su idea de la vida humana desde un énfasis en el carácter histórico. Con ello, se acercaría a la idea de nación resaltando el condicionamiento de la circunstancia del pretérito, aunque sin abandonar en ningún caso la dimensión proyectiva de la misma. Podemos seguir hablando de un patriotismo fenomenológico, puesto que aunque más que a Husserl se asemeja a Dilthey, su actitud ante la nación sigue siendo la de estudiar la realidad objetiva desechando utopías. La diferencia, insistimos, es que resalta el carácter histórico del fenómeno España. En tercer lugar, durante estos años Ortega dará una importancia de cada vez menor al contexto español, y de cada vez mayor al europeo. Desarrollará así una categoría política nueva: la ultra-nación, que aparece en La rebelión de las masas y, de forma implícita, en sus textos de los años cuarenta y cincuenta. A lo largo de las siguientes páginas se estudiará este proceso, de forma más breve que lo que se ha tratado hasta aquí. No porque la navegación de los años treinta sea, además de “segunda” filosóficamente, secundaria en cuanto importancia. La razón por la que se concluirá el último cuarto de siglo de la vida de Ortega con un Epílogo se debe al objeto de estudio de esta tesis: la idea de nación por él elaborada está prácticamente configurada al comenzar los años treinta, y desde entonces, más que otra cosa, encontraremos matices y cambios de significantes; pero no un giro substancial. A continuación se presentará esta evolución. 8.1.La “segunda navegación”: una nueva perspectiva ante el fenómeno (histórico) de España La “segunda navegación” es anunciada por Ortega en 1932, al tiempo que se retira de la vida pública para construir su sistema filosófico y así contribuir a alumbrar a la minoría selecta. Entre los estudiosos de Ortega existe división de interpretaciones en torno a esta época: Javier San Martín distingue la etapa de Razón histórica de la de Razón vital, mientras que José Luis Molinuevo lo niega. Sea o no una nueva fase, también hay discusión acerca de los orígenes de la Razón histórica, y así Morón Arroyo considera que se desarrolla a partir de La decadencia de Occidente de Spengler (1918-1923) y de Ser y tiempo de Heidegger (1927), y John T. Graham resalta a autores como Dilthey, que fue el primero en emplear el concepto. Javier Zamora, que ofrece en su biografía de Ortega este estado de la cuestión, también sostiene que no comienza una nueva etapa, sino que 1507 Por ejemplo, en 1924 utiliza el concepto de “razón histórica” como “sentido histórico” que se ha de encontrar en la cultura. Vid.: ORTEGA Y GASSET, José: “El sentido histórico” (1924), en José ORTEGA Y GASSET: Obras completas. Tomo III…, pp. 695-698, p. 698. Epílogo desde la Razón histórica: la idea de ultra-nación 460 la Razón histórica es continuación de la Razón vital, complementada gracias al apoyo de autores leídos por Ortega que entrevieron la historicidad del ser humano1508. También conviene tener presente una idea que sostiene el ya citado Graham, que estudió con profundidad el concepto de la historia en Ortega y afirmó que este es el tema dominante desde 1932, pero que el “historial period” orteguiano proviene de 1921: España invertebrada es un libro de pensamiento histórico, que inauguraría la etapa1509. Con todo, lo evidente es que la actividad filosófica de Ortega creció a la par que disminuía su compromiso político. En 1933 dictó dos cursos universitarios que conformarían En torno a Galileo y Meditación de la técnica. Pero la obra filosófica más importante es Historia como sistema, que apareció en 1935 en inglés y, junto a Del Imperio romano, en español en 1941. Son dos trabajos fundamentales, el primero sobre su visión de la Razón, y el segundo su proyección en el terreno de la política. Es imprescindible conocer sus tesis principales para hacer lo propio con las de El hombre y la gente (publicado póstumamente en 1957) o “De Europa Meditatio Quaedam” (1949), desde las que podremos adentrarnos en las últimas reflexiones de Ortega sobre la idea de nación. En Historia como sistema retoma su idea de la vida de 1914, afirmando que es la “realidad radical”. Pero añade que “la vida que nos es dada no nos es dada hecha”, puesto que es un “quehacer”. La vida es un faciendum y no un factum, algo que está siempre en movimiento porque nunca termina de concluirse. Así, el ser humano tiene por esencia que elegir siempre, en base a la circunstancia que le ofrece un abanico de posibilidades desde las que pude construir su proyecto. Esta circunstancia viene de decisiones del pasado, y de ahí que a pesar de que el ser humano se proyecte hacia el futuro, esté siempre condicionado por su pretérito: “lo que hemos sido actúa negativamente sobre lo que podemos ser”1510. Esta frase recuerda a la que ofreció en España invertebrada al decir que solamente puede ser lo que se mueve en los ámbitos del ser. Ahora podría reescribirla así: “solo debe ser lo que puede ser, solo puede ser lo que se mueve dentro de las condiciones de lo que es, y solo –añadimos– se mueve dentro de las condiciones de lo que es lo que ha sido”. En definitiva, Ortega resume su teoría al afirmar que “el hombre no tiene naturaleza, sino que tiene…historia”. De ahí que el método para comprender al individuo sea el mismo que existe para conocer la sociedad en la que se inserta, de donde extrae los usos, costumbres y creencias que limitan y encauzan su proyecto individual: la Razón histórica. El pasado no es algo inerte, sino una “fuerza viva y actuante que sostiene nuestro hoy”1511. Por ello, para conocer el fenómeno España, la Razón histórica impone la necesidad de bucear en su pasado, como en España invertebrada, pero ahora Ortega lo hará desde una dimensión europea. En el libro hermano de Historia como sistema, Del Imperio romano, recurre al análisis de la crisis de la República romana en tanto que vía de comprensión de la decadencia de Europa. Como en el libro de 1921, estudia los orígenes del liberalismo, 1508 ZAMORA BONILLA, Javier: Ortega…, p. 382. 1509 GRAHAM, John T.: Theory of history in Ortega y Gasset: “The dawn of historical reason”, Columbia, London, University of Missouri Press, 1997, p. XIII. 1510 ORTEGA Y GASSET, José: “Historia como sistema” (1941), en José ORTEGA Y GASSET: Obras completas. Tomo VI…pp. 45-81, pp. 47, 65, y 68. 1511 Ibid., pp. 73 y 76. Epílogo desde la Razón histórica: la idea de ultra-nación 461 pero ahora no lo identifica con los germanos. Lo hará con el sistema político de la República romana, sustentado según Cicerón en la libertas y la concordia. Para enmarcar bien la nueva sociología orteguiana, es necesario recurrir a El hombre y la gente, que anuncia en Historia como sistema. Allí sustituye el concepto de “masa” por el de “gente”, dado que, sin dejar de ser individualista, apuesta por lo que José Lasaga llama un “liberalismo comunitario”1512, en el que su teoría de los usos sociales enfatiza la inserción del hombre en una circunstancia sociopolítica. Según su última teoría sociológica, la comunidad en la que se integra el individuo le impone unos modos de actuación mecánicos e irracionales, como el saludo, que le permiten relacionarse con los demás. La persona, que nace en una sociedad, aprende de la gente a “usar” estos elementos, que son un poder porque doblegan la acción individual. Son de muchos tipos y niveles, pero Ortega los encuadra en dos: los “usos débiles y difusos”, como el vestir, el comer o la opinión pública, y los “usos fuertes y rígidos”, entre ellos el Derecho, el Estado, la economía y la política. En base a ello, Ortega critica la idea del Volkgeist o “espíritu nacional”, porque no puede hablarse de alma más allá de la de cada uno. Lo que existe es una sociedad común, que es una “ingente arquitectura usual”, un conjunto de usos ensamblados entre sí1513. Sin embargo, como los nacionalistas románticos, cree Ortega que ante los usos lingüísticos de una sociedad, “cada lenguaje representa, en proyección el «alma» de ese pueblo”. No porque transmita un carácter esencial, sino debido a que, socializándose desde unos usos lingüísticos desde que es pequeño, el ser humano aprende una concepción del mundo que le rodea, asumiendo un conjunto de opiniones que son “vigencias” de cada época y pueblo. La vigencia se caracteriza porque no depende de la adhesión, sino que simplemente “está ahí” y se cuenta con ella. Es un “poder público” porque por medio de ella la gente queda limitada en sus posibilidades de actuación, y condicionada a proyectarse de una determinada manera. Desde aquí Ortega plantea que no es necesaria la presencia de un Estado para que exista Derecho, porque las normas y costumbres proceden de las vigencias colectivas1514. Con esta interesante reflexión sobre el lenguaje y su capacidad para imponer perspectivas, se adelanta a tesis de neurolingüistas como Lakoff. Tal y como expusimos, este autor considera que las expresiones del lenguaje en las que se educa cada individuo imponen un determinado modo de pensar inconsciente. Conforman lo que Ortega llamó usos o creencias, que también podemos comparar con la “episteme” de Gramsci: el “sentido común” de la sociedad, una concepción determinada del mundo que explica sus actitudes políticas y, con ello, su visión de la idea de nación1515. Sin embargo, Ortega no habla de este concepto en El hombre y la gente. Solo nos da las claves para comprender su interpretación en “De Europa Meditatio Quaedam”, donde 1512 LASAGA MEDINA, José: “El liberalismo itinerante…, p. 62. 1513 ORTEGA Y GASSET, José: “El hombre y la gente [Curso de 1949-1950]” (1949), en José ORTEGA Y GASSET: Obras completas. Tomo X (1949-1955): obra póstuma e índices generales, Madrid, Taurus: Fundación José Ortega y Gasset, 2010, pp. 139-326, pp. 257, 284, y 287. 1514 Ibid., pp. 313 y 319-321. 1515 Sobre esta cuestión, vid.: FERNÁNDEZ LIRIA, Pedro: ¿Qué es filosofía? Prólogo a veintiséis siglos de historia, Madrid, Akal, 2010, p. 46. Epílogo desde la Razón histórica: la idea de ultra-nación 462 aplica algunas de las ideas de esta sociología. Para definirlas, es menester volver a Del Imperio Romano y las nociones clave de libertas y concordia. En el texto donde estudia la crisis de la República romana en base a estos conceptos con los que Cicerón trató de explicarla, afirma dos cosas que conllevan una reinterpretación de la idea de democracia. Primero, que en la República romana un hecho esencial era la concordia ante el poder político, esto es, que toda su gente aceptaba el sistema político donde vivían. Ortega identifica esta noción con su idea de “creencia” y de “vigencia colectiva”, porque la concordancia significaba la adhesión como forma de vida el sistema político. Es una cosmovisión aceptada que, en la línea de lo que dice en Historia como sistema, conforma un auténtico sistema de muchos elementos en el que los seres humanos ven un sentido1516. La concordia es para Ortega una expresión que, desde la Razón histórica, equivale a la idea de vertebración, en tanto que con ella plantea la existencia de una organización social. Desde los años diez había criticado la división de los españoles, el odio y rencor que veía entre ellos y sus regiones. Ahora, al particularismo lo concibe como discordia, matizando su tesis anterior al sostener que además de un proyecto colectivo, hacen falta unas creencias compartidas. Además, la vertebración nacional sigue requiriendo para Ortega del principio de la libertad, que reivindica al hablar de la libertas. Al comenzar el comentario de este tema, se remite a “Ideas de los Castillos”, de 1927. Un dato fundamental, porque dedica unas páginas a criticar el liberalismo y puede dar la impresión de que, de algún modo, se declara contrario a él. Pero en este texto que alude hablaba de la libertad individual, en unos términos que luego fue complementando desde la Razón vital al exponer que la condición del ser humano se basa también en la elección. Ortega había terminado su último párrafo de El Espectador (publicado en 1934, aunque este texto es de 1930) diciendo que “liberalismo, antes que una cuestión de más o menos política, es una idea radical sobre la vida: es creer que cada ser humano debe quedar franco para henchir su individual e intransferible destino”1517. Esto es, el liberalismo tiene dos dimensiones básicas: limitar el poder y desarrollar el proyecto personal, lo que se corresponde con las ideas de libertad negativa y positiva. El filósofo comienza apostando por lo segundo. La libertas no es un conjunto de libertades plurales, sino un sistema de vida, pero un sistema de vida que se manifiesta ante todo como una garantía ante los límites del poder. En términos prácticamente idénticos a los de “Ideas de los castillos” escribe que hay dos cuestiones “completamente diferentes: una, quién ha de ser quien nos mande; otra sea quienquiera nos mande, cuánto deba o no mandarnos. La primera es la cuestión sobre el sujeto del poder público; la segunda es la cuestión sobre los límites del poder público”. La condición europea, tal y como dice en textos como “De Europa Meditatio Quaedam”, se basa en los equilibrios del poder. En Roma eso no existía, pues “el romano es «totalitario»”. Pero con todo, su libertas era una garantía ante el poder, que se asemeja a la idea de democracia de 1927: 1516 ORTEGA Y GASSET, José: “Del Imperio romano” (1941), en José ORTEGA Y GASSET: Obras completas. Tomo VI…, pp. 83-132, pp. 90-94. 1517 ORTEGA Y GASSET, José: “Socialización del hombre” (1930), en José ORTEGA Y GASSET: Obras completas. Tomo II…, pp. 828-831, p. 831. Epílogo desde la Razón histórica: la idea de ultra-nación 463 lo que Cicerón temía era que gobernaran los reyes, defendiendo por contra una ley hecha por todos los ciudadanos, que además es una adaptación a las circunstancias1518. En Del Imperio Romano no enfatiza explícitamente la necesidad de un complemento entre lo que antiguamente llamaba liberalismo y democracia. Pero la cita del principio y los demás textos de la época invitan a considerar que pensaba en ello. En todo caso, parece enfatizar la apuesta ciceroniana por la libertad como sistema de vida, que resume así: “la «vida como libertad» supone la continuidad perfecta y circulatoria del existir colectivo desde el fondo de sus creencias hasta la piel, que es el Estado, y desde este otra vez, en reflujo, hacia las entrañas de su fe”. La nación por tanto queda definida como el conjunto de las creencias que alimentan la fe o proyecto colectivo, y ante la que el Estado tiene que adaptarse. Es una consecuencia del patriotismo fenomenológico, y por ello Ortega vuelve a referirse a Fichte cuando decía, atribuyéndoselo a Napoleón, que la política es “dar expresión a lo que es”. Lo cita comentando la figura del Tribuno de la Plebe, que en la República romana fue un “contramando” a la masa. Reconoce Ortega que desde “la razón pura” no tenía sentido su existencia, ni tampoco desde su contraparte política, la revolución. Pero sí desde la idea de que el Estado debe adaptarse a la vida de la nación y limitar el poder, y que por esto lo racional es huir de lo abstracto y partir de lo real, esto es, hacerse comprender desde la “razón histórica” 1519. También conviene indicar que en el contexto de la Postguerra mundial, Ortega apuesta por el liberalismo de forma más explícita, criticando la democracia antiliberal. Por ejemplo, en 1949 afirmó, en el marco de la Guerra Fría, que “después de Yalta esta palabra (la democracia) se ha vuelto ramera porque fue pronunciada y suscrita allí por hombres que le daban sentidos diferentes, más aún, contradictorios” 1520. Se refería a la reunión de 1945, considerada por algunos el inicio del Conflicto bipolar, en la que Stalin, Churchill y Roosevelt acordaron la situación de Europa una vez terminada la guerra. Entre líneas podemos ver que de nuevo apostaba por el modelo inglés, dado que también añade en su reflexión de 1949 que incluso ingleses y norteamericanos difieren en su interpretación. Una democracia sin más podía ser totalitaria, como la de Roma cuando carecía de equilibrios de poder. Pero no si tenía un complemento en el liberalismo, que todavía considera una contraparte de la nación, y que en otros momentos identifica con el referente inglés. En resumen, la Razón histórica dotó a Ortega de un método de aproximación a la sociedad que hacía de la comprensión del pasado la única vía para conocerla. En El hombre y la gente lo resume al decir que, si el hombre es un “animal etimológico” que busca el significado de su existencia1521, no lo queda sino desechar la Razón utópica: 1518 ORTEGA Y GASSET, José: “Del Imperio romano”…, pp. 108-109 1519 Ibid., pp. 113, 128., y 131. 1520 ORTEGA Y GASSET, José: “Discurso a los universitarios de Berlín” (1949), en José ORTEGA Y GASSET: Obras completas. Tomo VI…, pp. 567-573, p. 568. También lo refiere en “De Europa Meditatio Quaedam”. 1521 Esta expresión recuerda a la del psicoanalista Víctor Frankl, que distanciándose de Freud y Adler apostó en estos mismos años por una concepción de la psique humana que hacía de la búsqueda del significado concreto la base de la felicidad humana. El recurso de Ortega a esta expresión se puede comprender desde el contexto intelectual de la post-guerra mundial, en el que muchos autores (por ejemplo también Hannah Arendt) arremetieron contra una concepción tecnicista de la ida humana que había radicado en la voluntad Epílogo desde la Razón histórica: la idea de ultra-nación 464 “etimología es el nombre concreto de lo que más abstractamente suelo llamar «razón histórica»”1522. Para ello, desarrolló una serie de categorías sociológicas que le hicieron descubrir que el poder existía sin la necesidad de un Estado, por mucho que este fuera importante. A esto hay que añadir un tercer elemento, supuesto porque Ortega extendió su ámbito de reflexión hasta el nivel europeo, desde que se dio cuenta de que el problema español solamente podía entenderse como parte del de todo el continente. En 1949 ofreció en Berlín una famosa conferencia donde sintetizó estas nociones y las aplicó a comprender el tema en el que se centra esta tesis: la idea de nación. 8.2. Entre la ultra-nación y los Estados Unidos de Europa En La rebelión de las masas, Ortega habló de los Estados Unidos de Europa, un proyecto común que habría que construir para salvar la circunstancia decadente del continente. Su idea de nación se mantenía igual que en España invertebrada: un proyecto sugestivo de vida en común que, históricamente, se había conformado a partir de la incorporación de unidades preexistentes. Recordando lo que vimos más arriba, Ortega desarrolló la tesis de la redención de las provincias desde la creencia de que para nacionalizar al individuo era menester crear instituciones que le incitaran en su ámbito cotidiano de existencia: la provincia. Una vez que se dio cuenta de que España no era el problema y Europa la solución, sino de que España era parte de una Europa que era a la vez problema y solución, resignificó su esquema: el proyecto común estaba en Europa, y el particularismo en los distintos países que no aceptaban lo que, con un lenguaje actual, puede llamarse globalización de los problemas individuales. Reivindicando a Renan, en 1930 había definido otra vez la nación como un proyecto, añadiendo que nunca se concluía, y que por ello el proceso nacionalizador podía continuar conforme se agrandara la circunstancia. Desde hacía un tiempo, existía un “fondo común europeo” –los usos de los que se ha hablado–, que justificaba la creación de un proyecto a partir de él, porque de cada vez se estrechaban más los problemas. Las naciones eran un “círculo” de expansión ya cubierto, y había llegado el momento de “trascenderlos”. Siguiendo el esquema de España invertebrada, habría que hacerlo manteniendo la diversidad de las naciones: “en la supernación europea que imaginamos, la pluralidad actual no puede ni debe desaparecer”. Criticaba en 1930 a los movimientos nacionalistas, porque “el nacionalismo es siempre un impulso de dirección opuesta al principio nacionalizador”. Este segundo concepto, base de su política junto al liberalismo desde 1914, era por esencia integrador y antitotalitario. Por eso, terminaba este capítulo mostrando su preocupación por el triunfo del comunismo ruso, cuyo ensayo histórico, de tener éxito, podría llegar a Occidente. Para evitarlo hacía falta un proyecto ilusionador, que es el que define como “la construcción de Europa, como gran Estado nacional”1523. En el “Epílogo para ingleses”, escrito en 1938, por tanto una vez que había estallado la Guerra civil y que el nazismo amenazaba por imponer una nacionalización totalitaria y racista en países como Austria y Checoslovaquia, vuelve a desarrollar la teoría. Y la de poder su destino. Vid.: FRANKL, Victor E.: El hombre en busca del sentido, Barcelona, Herder, (1946) 2016. 1522 ORTEGA Y GASSET, José: “El hombre y la gente…, p. 276. 1523 ORTEGA Y GASSET, José: “La rebelión de las masas”…, pp. 492-495. Epílogo desde la Razón histórica: la idea de ultra-nación 465 complementa a partir del concepto de “ultra-nación”: el internacionalismo era una forma de política obsoleta, que consideraba que el Estado-nación era el culmen del de desarrollo humano. Un problema con el que, como ve Habermas, muchos liberales tuvieron que lidiar: ¿eran nación y liberalismo dos caras de una misma moneda? ¿o el Estado nación era solamente una forma histórica de proyección de la idea liberal?1524 Ortega habría contestado al pensador alemán en 1914 lo primero. Pero en 1930 y 1937 lo segundo. Aplicando el mismo esquema de nacionalización de España invertebrada, escribió en el epílogo que “la misma inspiración que formó las naciones de Occidente sigue actuando en el subsuelo con la lenta y silente proliferación de los corales”1525. La ampliación del círculo vital era imparable, porque los usos y costumbres, las vigencias, se habían hecho comunes desde el Renacimiento, de una forma acelerada al convertirse la vida en prisa en el siglo XX1526. No en vano, Ortega vinculó la rebelión del hombre masa con el desarrollo de la técnica, que con sus coches, trenes, y aviones, hizo de la era del masas unos “años de vértigo”, según el célebre y ya citado título del libro de Philipp Blom. Pero del binomio de 1914 “Liberalismo y nacionalización”, Ortega no cambiaba solamente el significado del segundo elemento. También del primero, porque apostaba por un nuevo liberalismo que sería consecuencia del equilibrio del mismo con el totalitarismo que se cernía sobre Europa: en el contexto político de la guerra civil española, y la circunstancia intelectual de la “segunda navegación”, se adscribió al ya referido “liberalismo comunitario”1527. En una carta a Gregorio Marañón de 1938 se congratulaba por el Pacto de Múnich entre Hitler y Chamberlain, porque creía estar viendo el cumplimiento de su profecía: “el acuerdo es un primer paso hacia lo que en mi Epílogo llamaba yo una «articulación provisoria» entre los Estados totalitarios y los liberales”. Aunque a corto plazo suponía un triunfo para el totalitarismo, no dudaba de que permitirá una renovación de la idea liberal1528. En este Epílogo, Ortega se remitía al “Prólogo para franceses”, de 1937, que es donde enunció los “Estados Unidos de Europa”. Allí sostenía que “la unidad de Europa no es una fantasía, sino que es la realidad misma”, porque desde hacía siglos existía un poder público que se imponía sobre todas las naciones: el balance of Power o “equilibrio de poder”, en virtud del que las naciones del viejo continente no eran independientes. Europa era una “unidad dinámica”, comparable a un enjambre en el que había “muchas abejas y un solo vuelo”1529. Avanzaba en este año lo que desarrollará doce años después en “De Europa Meditatio Quaedam”, que contiene párrafos enteros de este texto. Ortega pronunció esta conferencia en un contexto histórico nuevo, 1949. Para entonces había terminado la II Guerra Mundial, y el régimen de Franco se estaba consolidando. De nuevo, como en 1923, Ortega se equivocaba al aceptar una dictadura por considerar que 1524 HABERMAS, Jürgen: Más allá del Estado nacional, Madrid, Trotta, 1997, pp. 181-187. 1525 ORTEGA Y GASSET, José: “La rebelión de las masas”…, p. 527. 1526 ORTEGA Y GASSET, José: “¿Qué es el conocimiento? (trozos de un curso)” (1931), en José ORTEGA Y GASSET: Obras completas. Tomo VI…, pp. 571-593, p. 588. 1527 ORTEGA Y GASSET, José: “La rebelión de las masas”... , p. 528. 1528 ORTEGA Y GASSET, José: “Carta a Gregorio Marañón. París, 30 de septiembre de 1938”, en Miguel de UNAMUNO, José ORTEGA Y GASSET, y Gregorio MARAÑÓN: Epistolario inédito…, pp. 199-201, p. 200. 1529 ORTEGA Y GASSET, José: “La rebelión de las masas”…, pp. 355-356. Epílogo desde la Razón histórica: la idea de ultra-nación 466 sería breve y daría paso a un régimen liberal. Permaneció varios años en el exilio, en Francia, Portugal y Argentina, y no volvió a Madrid hasta 1945. La Guerra Fría que siguió a la derrota del totalitarismo nazi y fascista explica no únicamente la supervivencia del régimen de Franco, en tanto que fue un bastión anticomunista alineado con EEUU, sino también el afianzamiento de la perspectiva europeísta de Ortega. El año de Meditación de Europa guarda un gran simbolismo, por acontecimientos clave en el devenir de la historia occidental: se fundó la República Popular China, la URSS consiguió la bomba atómica, nació la OTAN. El mundo quedaba dividido en dos bloques, y Ortega se encontró entre quienes apostaron por una tercera vía que tendría en el viejo continente su centro. También su admirado Winston Churchill había recogido la tradición de personajes como Aristide Briand y habló en 1946 de los Estados Unidos de Europa, que parecían comenzar a materializarse en el mismo 1949 con la creación del Consejo de Europa1530. Pero hay que aclarar que Ortega no se hizo partidario de una federación europea por motivos prácticos, esto es, debido a la circunstancia histórica de la Postguerra mundial. Hemos visto que en La rebelión de las masas habló de los Estados Unidos de Europa como proyección de la idea de ultra-nación. Y además en la década de los treinta participó en diversas iniciativas europeístas. Antes incluso, la Revista de Occidente que había fundado en 1923, tenía por objeto crear una red cultura europea, una opinión pública que se hiciera vigente para todos los europeos, según el vocabulario de la “segunda navegación”. En lo político, colaboró con uno de los principales impulsores del movimiento paneuropeo, del que nacerían iniciativas como la Comunidad Económica Europea de 1957: Richard Coudenhove-Kalergi. Este doctor en filosofía, hijo de un conde austrohúngaro y una madre japonesa, publicó en 1923 Pan-Europa, libro del que emanaría después la Unión Internacional Paneuropea. Como Ortega, temía los excesos del nacionalismo y recibió con alegría la creación de la Liga de Naciones de Wilson. Pero su fracaso le impulsó a buscar una forma de organización supraestatal que no cayera en su inefectividad, y con este objetivo propuso la idea de Pan-Europa1531. Es por tanto un planteamiento similar al de Ortega, que también se mostró entusiasta por la Sociedad de Naciones y a finales de los años veinte llegó a la conclusión de que la única salida para la crisis occidental eran los Estados Unidos de Europa, una creación política que no era inter-nacional, sino supranacional. En 1925, Coudenhove-Kalergi abrió la oficina central de Pan-Europa en Viena, con el apoyo del gobierno austriaco, y tenía el objetivo de crear entidades similares en todo el continente para difundir el pan-European patriotism. No era únicamente una iniciativa intelectual, sino que pretendía ser un movimiento de masas. En 1926 organizó el primer Congreso Paneuropeo en Viena, con doscientos participantes, y aunque trató infructuosamente de crear un partido político paneuropeo, vio parte de su expectativa cumplirse en 1929. Entonces, Aristide Briand fue el primer político, tras Edouard Herriot, en proponer la unificación política de Europa. Pero después del asesinato del canciller Dollfuss de Austria en 1934, que le había apoyado, la radicalización de la política europea 1530 ZAMORA BONILLA, Javier: Ortega…, p. 476. 1531 PRETTENTHALER-ZIEGERHOFER, Anita: “Richard Nikolaus Coudenhove-Kalergi, Founder of the Pan-European Union, and the Birt of a «New» Europe”, Mark HEWITSON, and Matthwe D´Auria: Europe in Crisis: Intellectuals and the European Idea, 1917-1957, New York, Berghahn Books, (2012) 2915, pp. 89-110, p. 90. Epílogo desde la Razón histórica: la idea de ultra-nación 467 le hizo entender que tenía que priorizar la defensa de la unidad cultural como alternativa la barbarie. Huyó a Suiza, pero en 1940 tuvo que exiliarse a Estados Unidos1532. La afinidad con Ortega explica que contactara con él en varias ocasiones, tratando de atraerle a su proyecto. Lo hizo en 1932 para invitarle al III Congreso Paneuropeo, que se celebró en Bâle. Se convocaba ante “la situation deplorable de l´Europe”, que consideraban –en un momento en el que todavía no se conocía el horror hitleriano– anárquica. Sin depender de ningún gobierno, los pan-europeístas debatirían “les mesures impératives à prendre afin d´arrêter la crise et de régénérer l´Europe”. Concepto este que casaba muy bien con lo que Ortega era en aquellos momentos: un regeneracionista, no de España a partir de la europeización, sino de la propia Europa a partir de una re-europeización. Significativamente, porque evidencia que se le tenía por un pionero del europeísmo político, le proponían ser miembro del Comité d´Honneur1533. Según una carta posterior, habría aceptado entrar en dicho Comité1534. Le pedían además un texto analizando la situación europea. De haberlo escrito, habría expuesto sin duda su tesis sobre los Estados Unidos de Europa, puesto que la cronología de esta carta es intermedia entre los dos grades textos donde trató el tema. El propio Coudenhove-Kalergi le escribió para lograr su adhesión al Comité de Honor1535, y antes también le había mandado una epístola en la que decía la razón por la que quería contar con él: “Nachdem ich mit grosser Begeisterung ihr buch: Aufstand der Massen gelesen habe, erscheint mir eine zusammenarbeit swischen uns zwangslaufig”1536. Seguía diciendo que le escribía personalmente porque le concedía una gran importancia, y continuaba señalando que estaba trabajando en la configuración, en todos los Estados donde le era posible, de un “Europäische-Partei”, y suponiendo que coincidía con sus ideas, le invitaba a conformar el “Europäische-Partei-Spanien”, el Partido Europeo en España. Afirmaba que cada partido sería totalmente independiente, y que el liderazgo internacional lo ejercería un Consejo Europeo de todos los presidentes. Terminaba pidiéndole confidencialidad al respecto de este proyecto1537. No consta la participación de Ortega en el Congreso, ni se conservan las contestaciones. Pero es significativo que el propio fundador del Movimiento Paneuropeo le valorara tanto como para integrarle en su proyecto cultural y político, y que esto fuera porque vio en La rebelión de las masas un reflejo de su análisis. Un año después, también le invitó a participar en el IV Congreso1538. Se celebraría en Viena el 17 de mayo de 1935, para conmemorar el aniversario del Memorandum Briand. Algunos de los puntos de las 1532 Ibid., pp. 98 y 99. 1533 UNIÓN PANEUROPEÉNE: “Carta a José Ortega y Gasset. Gestaad, 9 de julio de 1932”, en Fundación Ortega-Marañón, Fondo JOG, C-112/63a, ID: 3343. 1534 UNIÓN PANEUROPEÉNE: “Carta a José Ortega y Gasset. Gestaad, 24 de agosto de 1932”, en Fundación Ortega-Marañón, Fondo JOG, C-112/63b, ID: 3344. 1535 COUDENHOVE-KALERGI, Richard.: “Telegrama a José Ortega y Gasset. 30 de julio de 1932”, en Fundación Ortega-Marañón, Fondo JOG, C-112/23b, ID: 10791. 1536 “Después de leer con gran entusiasmo tu libro: La rebelión de las masas, una colaboración me parece inevitable”. 1537 COUDENHOVE-KALERGI, Richard.: “Carta a José Ortega y Gasset. 14 de julio de 1932”, en Fundación Ortega-Marañón, Fondo JOG, C-112/23a, ID: 3140. 1538 COUDENHOVE-KALERGI, Richard: “Telegrama a José Ortega y Gasset. Viena, 7 de mayo de 1934”, en Fundación Ortega-Marañón, Fondo JOG, C-118/27, ID: 3624. Epílogo desde la Razón histórica: la idea de ultra-nación 468 propuestas incluidas en el programa adjunto muestran la sintonía del “mouvement fédéraliste européen” con Ortega: hablaban de combinar “la confédération européenne” con el mantenimiento de “la souveraineté de tout etat européen”, y de “le respect des civilisations nationales de Tous les peuples de l´Europe”1539. En esta línea, un antiguo amigo, Eduardo García, le escribía un año después también en nombre de Coudenhove- Kalergi, insistiéndole en su participación: “me ha dicho que te conoce, que te ha invitado directamente, que tiene gran interés en que dirijas los trabajos de la sección primera «Cooperación del espíritu europeo»”1540. Efectivamente, le escribió dos meses después, sin obtener el compromiso del madrileño1541. No fue el único, puesto que otros europeístas trataron de que Ortega se integrara más activamente en el proyecto paneuropeo. Jules Rais se comunicó con él en nombre del Comité Français de Coopération Européenne, invitándole a dar una Conferencia en octubre de 19331542. Ortega tampoco fue, aunque se insistió en su participación1543. Cabe destacar también a otro importante europeísta, Karl Anton von Rohan, editor de Europäische Revue que en 1924 fundó la Europäischer Kulturbund. Aunque se conocieron personalmente y coincidieron en varias iniciativas1544, en 1934 el príncipe austriaco tampoco consiguió apoyo de Ortega, esta vez para difundir su trabajo sobre el austro-fascismo1545. Probablemente, la razón por la que el filósofo no participó en estas iniciativas fue la misma por la que abandonó la política española: la retracción iniciada en 1932, que le llevó a limitar sus apariciones públicas y a centrarse en la producción intelectual. Con todo, este muestrario de cartas conservadas en la Fundación evidencia que era percibido como un defensor de los Estados Unidos de Europa. Además, Ortega había teorizado que la noción filosófica que explica su apartamiento de la vida pública, el ensimismamiento, era seguido por la alter-acción, la actividad sobre la circunstancia. Así, fruto de las reflexiones de la década anterior fueron una serie de apariciones públicas en el ya mencionado año 1949. Llegamos por fin a “De Europa Meditatio Quaedam”. Este texto, destinado a justificar la integración europea, está construido desde la convicción de que Europa y la idea de nación conforman una dualidad irreversible. Ortega expone, a partir de su teoría de los usos sociales, que la sociedad en la que se inserta el “hombre gótico” u “hombre europeo”, 1539 UNION PANEUROPÈENE: “Carta a José Ortega y Gasset. Viena, 10 de abril de 1934”, en Fundación Ortega-Marañón, Fondo JOG, C-117/35, ID: 3733. 1540 GARCÍA COMÍN, Eduardo: “Carta a José Ortega y Gasset. Viena, 8 de marzo de 1935”, en Fundación Ortega-Marañón, Fondo JOG, C-119/20, ID: 10815. 1541 COUDENHOVE-KALERGI, Richard.: “Telegrama a José Ortega y Gasset. Viena, 6 de mayo de 1935”, en Fundación Ortega-Marañón, Fondo JOG, C-119/21, ID: 3767. 1542 RAIS, Jules: “Carta a José Ortega y Gasset. París, 22 de junio de 1933”, en Fundación Ortega-Marañón, Fondo JOG, C-115/38, ID: 10804. 1543 En un telegrama se señalaba que Keyserling insistía en su adhesión. Vid.: VALERY, Borel: “Telegrama a José Ortega y Gasset. 12 de octubre de 1933”, en Fundación Ortega-Marañón, Fondo JOG, C-116/7, ID: 3418. 1544 Sobre esta relación, vid.: MARTÍN GIJÓN, Mario: “José Ortega y Gasset y el Príncipe de Rohan. ¿Complicidad o instrumentalización?”, Clarín: Revista de nueva literatura, nº98, 2012, pp. 3-13. 1545 ROHAN, Karl Anton: “Carta a José Ortega y Gasset. Viena, 24 de abril de 1934”, en Fundación Ortega- Marañón, Fondo JOG, C-117/28, ID: 3708. Epílogo desde la Razón histórica: la idea de ultra-nación 469 es dual desde sus orígenes. Como en España invertebrada, sostiene que las naciones hicieron su aparición en la historia occidental durante la Edad Media, tras la disolución del Imperio romano. Pero ahora enfatiza el hecho de que las ruinas clásicas sobre las que se elevaron los castillos medievales permanecieron como un fondo común. El hombre gótico vivía en dos sociedades superpuestas e integradas: Europa y la nación particular, cada una conformando un poder social que ejercía su presión sobre el individuo, que compartía su vida entre los dos ámbitos1546. Así, aplica un esquema similar al de La redención de las provincias, donde el hombre medio concilia su existir cotidiano entre la provincia y la nación. La diferencia con la interpretación de 1949, además del desplazamiento al contexto continental, radica en que desde la Razón histórica lo que quiere mostrar Ortega es que la dualidad no únicamente es un dato del presente, sino también una evidencia desarrollada desde el pasado. Pero lo había avanzado en textos previos, como el curso El hombre y la gente que dio entre 1939 y 1940 en Buenos Aires, durante su exilio argentino. En un contexto en el que la II Guerra Mundial todavía seguía en marcha, recurría a la teoría de los usos y costumbres para justificar la existencia de una lógica histórica que repetía el esquema de configuración de las naciones: Europa “está en potencia más o menos próxima de convertirse a su vez en plena sociedad, quedando las naciones ingredientes como unidades meramente regionales o provincias”. Aparecería así “un nuevo tipo de sociedad, más allá de la nación: tendríamos la ultranación” (y más abajo reconocía Ortega que, con respecto a La rebelión de las masas solamente cambiaba el significante, pues la idea de “supernación” le parecía ahora que sonaba mal lingüísticamente) 1547. Otro elemento de España invertebrada resignificado por Ortega en “De Europa Meditatio Quaedaam” a la doble luz de la Razón histórica y del contexto europeo, es el de la sucesión de épocas “Kitra” y “Kali”. No tanto por el motivo, la rebelión aristofóbica, sino más bien por una de sus consecuencias políticas: la oposición entre centro y periferia. Ortega sostiene que la historia de Europa, como la de España, es un combate entre la primacía del proyecto común y del particularismo, que en 1949 traduce respectivamente como europeísmo y nacionalismo1548. No obstante, pese a las similitudes encontramos un punto diferenciador con respecto a los libros y textos anteriores a la hora de definir la nación. En 1949 acepta la etimología del concepto, diciendo que “es algo en que «nacemos», no es algo que fundamos”, y que ofrece al ser humano su “radical sustancia”1549. Pero hay que entender esta afirmación desde la filosofía de Ortega. Tal y como muestra Jorge Acevedo, en él vemos las claves para pensar la nación desechando la noción de “substancia”, puesto que del “yo soy yo y mi circunstancia” se deriva la nación como proyecto1550. Ortega habla de una identidad humana que es previa a la elección del individuo, porque desde la Razón histórica llega a dos conclusiones que ya hemos visto: primero, que a pesar de que el futuro sea la 1546 ORTEGA Y GASSET, José: “De Europa Meditatio Quaedam” (1949), en José ORTEGA Y GASSET: Obras completas. Tomo X…, pp. 73-135, pp.84-86. 1547 ORTEGA Y GASSET, José: “El hombre y la gente [Curso de 1939-1940]” (1939), en José ORTEGA Y GASSET: Obras completas. Tomo IX…, pp. 279-437, p. 433. 1548 ORTEGA Y GASSET, José: “De Europa Meditatio Quaedam”..., p. 87. 1549 Ibid., 96 1550 ACEVEDO, Jorge: Ortega, Renan…, pp. 12 y 85. Epílogo desde la Razón histórica: la idea de ultra-nación 470 dimensión en torno a la que se vive, siempre está condicionado por lo que ha ocurrido; y segundo, que el individuo nace inserto entre la gente. La sustancia a la que se refiere Ortega no es una raza o identidad inmutable, sino el punto de partida, condicionado por el pasado y proyectado hacia el futuro. Atribuyendo a la nación las características de su idea de la persona, habla así Ortega de que se configura por un diálogo, siempre abierto y nunca concluido, entre dos tendencias: la tradición o vis a tergo, y la proyección o vis proiectiva. Ahora vuelve a retomar la noción de pueblo, pero con un significado distinto al que le había dado en otras etapas de su pensamiento. En la fase neokantiana, tuvo momentos populistas en los que exaltó esta figura como paradigma de la sociedad éticamente construida, frente a la nación. Después del giro fenomenológico, el pueblo es una parte de la nación: la masa todavía no organizada por la élite. Desde la Razón histórica, habla también de este elemento como un componente de la nación: pero en la dimensión temporal, porque es una fase, la pre-nación. El pueblo, escribe en 1949, es lo recibido que, a base de perfeccionarse, se convierte en nación. Si anteriormente había sostenido que la minoría selecta era la que construía la nacionalidad al actuar sobre la masa, ahora afirma que es la historia la principal fuerza configuradora. Desarrollando el “yo soy yo y mi circunstancia”, afirma que la historia es el precipitado entre el hombre, la tradición, y el azar. Lo que diferencia ambos conceptos es en definitiva la empresa común, lo que antes llamó proyecto sugestivo, porque si no existe, la sociedad no alcanza más desarrollo que el supuesto por el pueblo1551. Después Ortega retoma las ideas de La rebelión de las masas (con su Prólogo y su Epílogo), y parafraseándola, vuelve a hablar de que siempre ha existido un Estado europeo, con la metáfora de Europa como una colmena. Vuelve a hablar del balance of power como evidencia histórica, y cita de nuevo a Edmund Burke como autoridad para arremeter contra lo que, desde 1914, considera uno de los grandes problemas del pensamiento europeo: el subjetivismo o pensamiento abstracto, incapaz de aceptar el imperativo de la realidad histórica1552. En este sentido, Ortega considera que en Europa existió desde el surgimiento de las naciones una oposición entre un deber ser y un ser, esto es, entre el ideal de lo que fue Roma, y la realidad de las naciones germánicas. A la altura de 1949, Europa estaba desmoralizada, carecía de un destino o proyecto común, y por ello a partir de la integración planteaba ofrecerle uno. Dejando ya De Europa Meditato Quaedam, hay que indicar que, aunque Ortega medite especialmente sobre la idea de Europa, también tiene algunos textos sobre la idea de España, que se entienden desde las mismas claves teóricas de la Razón histórica. En 1952 publicó un prólogo a El collar de la Paloma de Ibn Hazm de Córdoba en el que deja caer algunas reflexiones sobre la idea de nación y, más concretamente, de lo español. Parte de la base de que la sociedad es “una colectividad de seres humanos sometidos a un determinado sistema de usos”, y desde aquí, que la nacionalidad es “pertenencia sustantiva a una determinada sociedad”. Exponiendo esta idea desde la Razón histórica, afirma que la nación es una “sustancia histórica”, puesto que en esta etapa de su 1551 ORTEGA Y GASSET, José: “De Europa…, pp. 103-110. 1552 Ibid., pp. 117 y 122. Epílogo desde la Razón histórica: la idea de ultra-nación 471 pensamiento enfatiza el condicionamiento del pretérito. Una derivación de esta concepción de la sociedad es, como en las décadas anteriores, rechazar que el territorio y la sangre definan lo nacional: no vale “llamar en serio “«español» a cualquiera que nace en el territorio peninsular, aunque sea de sangre «indígena» y aunque haya vivido aquí toda su vida”, y de igual suerte, “cabe ser español hasta el grado más superlativo sin haber visto nunca la tierra española”. Iban Hazm no era español, porque lo árabe era otra cosa, pero del mismo modo que en 1949 afirmó que la identidad de las naciones europeas se conformó desde la dualidad entre el fondo romano y la forma germana, aplica el esquema a la realidad histórica de España: conociendo el pasado árabe, “nutrimos nuestra propia sustancia, enriqueciendo y precisando nuestra españolía”1553. Esta afirmación, leída entre líneas, supone también un ataque a una de las nociones claves del nacionalcatolicismo, que si hacía del pasado árabe un elemento importante en la nacionalización de España, era solamente porque en combate contra el Islam se había forjado la identidad española. Así lo había resumió once años antes el que fuera decano de la Facultad de Filosofía y Letras durante la Edad de Plata, que había fallecido en 1942 siendo el padre García Morente1554, en una de las obras más representativas de esta interpretación: “si España es nación esencialmente católica, ello se debe a la invasión árabe, que impuso al país la necesidad de fundir su ser político con su ser religioso”1555. La comprensión de España como nación requería del estudio de la dialéctica de todas las sociedades que se habían relacionado en la Península. No refería la famosa polémica iniciada en 1948 entre Américo Castro y Sánchez-Albornoz, pero esta discusión sobre lo árabe se inserta en este contexto intelectual1556. Ortega citaba a Emilio García Gómez, sosteniendo que la Europa cristiana no podía entenderse sin el mundo árabe. Si en “De Europa Meditatio Quaedam” afirmó que Europa había sido fruto de la dualidad entre lo germánico y lo romano, ahora añade también la dualidad entre lo cristiano y lo árabe sobre el fondo común greco-romano. Germanos y árabes eran “pueblos periféricos” que, como dijo en 1949 sobre los primeros, se instalaron en el ideal romano, reconfigurando su cultura en base al “prestigio” que veían en él. Europa y el mundo árabe se separaron porque la adhesión a este ideal se hizo desde dos particularidades diferentes. Siguiendo con estos argumentos, citaba otra vez la dicotomía que definió en la conferencia de Berlín, sosteniendo que en la Edad Media se presenció un diálogo entre la “vida como es debido”, que ofrecía el ideal romano, y “la vida como costumbre”, y así el “estrato de los usos inveterados” donde se existía espontáneamente, convivió con el “estrato de los comportamientos ejemplares”. La dualidad entre minoría selecta ejemplar y masa dócil de España invertebrada vuelve a estos textos, donde el ideal se identifica con el 1553 ORTEGA Y GASSET, José: “Prólogo a El collar de la Paloma, de Ibn Hazm de Córdoba” (1952), en José ORTEGA Y GASSET: Obras completas. Tomo VI…, pp. 818-832, p. 819. 1554 En efecto, después de su experiencia durante la Guerra Civil, vivió una conversión religiosa en París, que le llevó a ordenarse sacerdote en 1941. Vid.: GARCÍA MORENTE, Manuel: El “hecho extraordinario”. Edición de Carmen Bobelli García-Morente, Madrid, Encuentro, (1951) 2015. 1555 GARCÍA MORENTE, Manuel: Idea de la Hispanidad, Madrid, Espasa-Calpe, (1938) 1961, p. 185. 1556 En 1948 Américo Castro publicó España en su historia, y reforzando sus tesis, La realidad histórica de España en 1954. Sostenía que la singularidad española se había derivado de la oposición de la casta cristiana a la musulmana y la judía. Claudio Sánchez Albornoz le contestó en 1956 con España, un enigma histórico, donde sostenía que la realidad española procedía de la etapa romano-visigótica, y que su identidad era cristiana. Epílogo desde la Razón histórica: la idea de ultra-nación 472 clasicismo romano y, en el contexto del siglo XX, la unidad europea. De nuevo, habla del “Destino histórico” desde esta perspectiva, en virtud de la que cada nación se ha ido forjando durante siglos y tiene un “fondo latente” que es intransferible, porque solamente responde a su peculiar circunstancia1557. Otra vez, sostiene que España y Europa deben asumir un ideal a partir de su circunstancia particular: una identidad que es dual y móvil, esto es, nunca terminada de construir y necesitada de un ideal ejemplar. En otros textos de sus últimos años Ortega incide en todo esto. Por señalar uno de ellos, en 1953 dio una conferencia en Hamburgo, que formaba parte de una serie sobre El hombre y la gente, en la que un epígrafe contestaba a la pregunta “¿Qué significa nación?”. Se respondía a sí mismo de modo similar a 1949, diciendo que era un concepto ubicado sobre el pueblo y al lado del Estado. El primero es el “repertorio de usos tradicionales que el azar o las vicisitudes de la historia ha creado”, del que se vive inercialmente. Una nación “es, claro está, también y ante todo un pueblo”. Pero también algo más: “Las naciones europeas llegaron a ser «nación» porque a ese estrato vital de los usos tradicionales en que los hombres viven de modo inercial, añadieron formas de vida que, si bien articuladas con las tradicionales, pretenden representar una «manera de ser hombre» en el sentido más elevado; que aspiraba a ser precisamente la manera más perfecta de ser hombre y, por tanto, bien fundada y proyectada sobre el porvenir”1558. Por su parte, el Estado y la Ley son definidos como “aparatos ortopédicos puestos a la Sociedad, siempre quebradiza”. Fiel a lo que había planteado desde los años veinte, opone nación y Estado, definiendo –ahora explícitamente– a la primera como sociedad, y apostando por el primero como un medio supeditado a organizarla1559. De nuevo habla de los orígenes del Estado, aunque en términos diferentes a los del texto de 1925, diciendo que el primer “imperator” fue el hombre “capaz de crear un proyecto o programa común de acción” ante dificultades. El Estado no tiene ya un origen espontaneo y deportivo, sino supeditado a la resolución de problemas concretos. Esto es derivación del esquema orteguiano de la acción humana, que escinde entre “ensimismamiento” y “alteración”: toda actividad externa es un “plan de ataque a las circunstancias”1560, fruto de la meditación que ha dado una solución al problema. Esto mismo proyecta al nivel del Estado-nación, sosteniendo que la nacionalidad se organiza ante el proyecto incitado desde las instituciones del Estado. El propio concepto de sociedad lo mostraría con su etimología: societas, según una teoría, vendría de sequius, “el que sigue”, porque “sin una o varias personas que «echen para adelante», y otros que las sigan, no hay societas”. Al hacerse más compleja la sociedad, surgirían nuevos individuos con soluciones que se aplicarían gracias a la docilidad de los grupos humanos. De esta suerte, el imperare o mandar del Estado estaría supeditado a crear la nación desde uno de los conceptos más 1557 ORTEGA Y GASSET, José: “Prólogo a El collar de la Paloma…, pp. 821, 823, y 824. 1558 ORTEGA Y GASSET, José: “En el fondo, quería lo mejor. -Un capítulo sobre el Estado” (1943), en José ORTEGA Y GASSET: Obras completas. Tomo VI…, pp.837-846, p. 839. 1559 Ibid., p. 838. 1560 ORTEGA Y GASSET, José: “Ensimismamiento y alteración” (1939), en José ORTEGA Y GASSET: Obras completas. Tomo V…, pp. 529-550, p. 537. Epílogo desde la Razón histórica: la idea de ultra-nación 473 empleados por Ortega en sus reflexiones políticas: la “organización”. Pero Ortega enfatiza el hecho de que el Estado ha de ser ortopédico (subsidiario, podríamos decir con un término actual): habría de incitar a la sociedad-nación a organizarse cuando ella no lo haciera, pero remitiéndose a La rebelión de las masas, recuerda que su crecimiento excesivo es una amenaza1561. Después de todo lo anterior, la última conferencia que pronunció Ortega antes de morir fue sobre “La Edad Media y la idea de Nación”. Tuvo lugar en Venecia, el 21 de mayo de 1955, en el marco de un congreso organizado por el Centro di Cultura e Civiltà de la Fondazione Giorgio Cini. Sus fuentes principales son “De Europa Meditatio Quaedam” y el Prólogo al libro de Ibn Hazm. No se analizará porque sus ideas son las mismas que las que incluyó en estos dos textos. pero es obligado referirla porque nos indica dos cosas. Primero, que en la última etapa de su vida el filósofo tiene una idea muy clara de lo que es la nación, que no sufre variación por lo menos entre 1949 y 1955, y que se caracteriza por tres cosas: radicar en la Edad Media su origen, afirmar que tiene una contraparte en la realidad europea, y sostener que es una dualidad entre tradición y empresa. El segundo elemento a señalar es lo significativo de que Ortega dedicara su última intervención pública a la idea de nación. No fue una cuestión más en su pensamiento político, sino probablemente la principal, que según la conclusión que había alcanzado en esta etapa, debía ser complementada con el concepto de ultra-nación. 8.3.Las últimas iniciativas nacionalizadoras de Ortega: Institutos de Humanidades entre Europa y las dos Américas Según se ha indicado, Ortega se posicionó, en privado, en favor de Franco durante la guerra civil porque su preocupación por el comunismo pesó más que el que pudiera tener ante el autoritarismo conservador. Pero por mucho que algunos discípulos suyos contribuyeran a edificar la “nueva España” franquista, el nacionalcatolicismo y el falangismo estaban en las antípodas de la idea de nación liberal y europeísta que él defendía. Después de la circunstancia de la Guerra civil, donde ese anticomunismo le llevó a aceptar un liberalismo filo-autoritario, se distancio de la Dictadura. En 1944 expuso a su amigo Gregorio Marañón su situación anímica: “me desanima entrever que las cosas en que verdaderamente trabajo estos años van a tardar mucho en poderse publicar en España”, debido a que “se refieren precisamente a los temas hoy más perseguidos: lo que es el destino humano y lo que son las entrañas de la sociedad”1562. Los planteamientos de El hombre y la gente, que hemos visto expuestos en relación con la idea de nación en otros trabajos de la época, no tenían cabida dentro de un nacionalismo particularista, esencialista, y tradicionalista. Sin embargo, a Ortega le seguía atrayendo su patria, sobre cuya realidad había venido meditando durante décadas. En 1936 fue muy claro con su confidente Victoria Ocampo, diciendo que “cuando pasa en un país lo que está pasando en España, es como si te cortaran las raíces y te quitasen el suelo bajo los pies. Dicen que las orquídeas pueden 1561 ORTEGA Y GASSET, José: “En el fondo…, pp. 841-843, y 846. 1562 ORTEGA Y GASSET, José: “Carta a Gregorio Marañón. Lisboa, 5 de mayo de 1944”, en Miguel de UNAMUNO, José ORTEGA Y GASSET, y Gregorio MARAÑÓN: Epistolario inédito…, pp. 212-213, p. 212. Epílogo desde la Razón histórica: la idea de ultra-nación 474 vivir así, en el aire, pero los que no somos orquídeas quedamos, por lo pronto, como aniquilados”1563. Se refería a la guerra civil, pero su situación anímica sería algo parecida durante la guerra que también sacudió a Europa hasta 1945. Solamente cuando concluyó volvió a España, después de haberse exiliado en Paris, Buenos Aires y Lisboa. Pero mantuvo la residencia en la capital lusa: su retorno fue “un semirregreso, un regreso discreto e intermitente”1564. Para incidir como intelectual en la política española, Ortega tuvo que recurrir a las instituciones de nacionalización que Alejandro Quiroga llama semi-públicas, que son las que difunden una propuesta contraria a la que se plantea desde las instituciones públicas oficiales. Ya lo había hecho antes, a través de la Liga de 1914 o la Agrupación de 1931. Pero ahora cambiaba sustancialmente el escenario en tanto que actuaba dentro de una Dictadura que tenía una idea de nación muy concreta y no dejaba lugar a que fuera cuestionada. Por lo menos de manera directa, y de ahí que Ortega tuviera que limitarse a aprovechar los ya mencionados “espacios de libertad” de los que ha hablado Juan Pablo Fusi. El principal de estos “espacios de libertad” fue el Instituto de Humanidades, que Ortega puso en marcha junto a su discípulo Julián Marías. Se fundó en 1948, definiéndolo el segundo como “el gran acontecimiento intelectual de España” en aquellos momentos. Era una entidad que pretendía salvar la continuidad de la tradición liberal española, y que por ello contó con la hostilidad de quienes querían utilizar la educación para difundir el nacionalcatolicismo: “los elementos más cerrados y reaccionarios se habían dado cuenta de que Ortega, cuyo magisterio indirecto no había cesado, estaba plenamente vivo”1565. No en vano, el filósofo trató indirectamente el problema de España aplicando la Razón histórica a la comprensión de la sociedad, y fue el lugar donde comenzó su curso sobre El hombre y la gente. Además, inauguró esa entidad el 13 de diciembre con un curso en el que criticaba A Study of History, del británico Arnold Toynbee. Esta influyente obra se publicó en doce volúmenes, que a la altura de 1948 habían alcanzado tres publicados en 1934, y otros tres en 1939. Destaca para los objetivos de esta tesis un cominezo desechado de la segunda lección, que aunque Ortega no consideró lo suficientemente importante como para exponer, conviene traer a colación porque se titulaba “Nacionalismo”. La crítica básica del filósofo es la aversión de Toynbee hacia el principio de nación, que le llevaba a ser no solamente “anti-nacionalista sino anti-nacionista”. Caía en el error de considerar que la tendencia a identificar la propia nación la superioridad en el universo era lo propio de todas estas formas de organización social. Ortega se remitía a España invertebrada, señalando que una cosa era el “separatismo” (referido esta vez al particularismo de las naciones, que en el caso del contexto europeo se negaban a la integración y defendían la hegemonía por el sometimiento), y lo que llevaba varias décadas prsentando como lo contrario: el “espíritu de nacionalidad”. Por eso, no le parecía mal a Ortega que la historiografía reconstruyera el desarrollo de las naciones: Mommsen no era un “nacionalista de Roma” por el mero hecho de haber historiado a esta civilización. Con esta crítica, Ortega da a entender la razón por la que, también desde el Instituto de 1563 ORTEGA Y GASSET, José: “Carta a Victoria Ocampo. Grenoble, 21 de septiembre de 1936”… 1564 FUSI AIZPURÚA, Juan Pablo: Espacios de libertad…, p. 16. 1565 MARÍAS, Julián: Una vida presente…, p. 279 y 324. Epílogo desde la Razón histórica: la idea de ultra-nación 475 Humanidades, estudió el pasado español a través de Velázquez y Goya: porque la historia era el método de comprensión de toda nación. Además, hizo un comentario interesante sobre la idea del Volkgeist, escribiendo que fue un principio científico que permitió descubrir otros elementos explicativos del proceso histórico. Es decir, de nuevo vuelve a oponerse al nacionalismo romántico, indicando que las naciones se comprenden desde el estudio de diversas disciplinas que confluyen en la historia1566. Ortega reivindicaba por tanto la idea de nación, oponiéndola al nacionalismo. Así, aludía a la La rebelión de las masas, lugar en el que se declaró no nacionalista y “donde, antes que nadie, hacía yo ver a los pueblos de Europa cómo iba a llegar muy pronto tal coyuntura histórica que sería para ellos cuestión de vida o muerte conseguir superar la idea de nación como forma constituyente de la vida colectiva”. La “profesión de fe anti- nacionalista” contra la que decía revolverse, no estaba motivada por una fe nacionalista, sino por la aceptación de la idea de nación como un dato real de la existencia humana, que era contingente. En este sentido, terminaba criticando la definición aportada por Toynbee al decir que “el espíritu de Nacionalidad es la agria fermentación del nuevo vino de la Democracia en los viejos odres del tribalismo”. El británico no únicamente desconocía el verdadero alcance de la idea de nación, sino también de la noción de tribu. Llamar “tribalismo” al espíritu nacional era un error, porque además de ser cosas distintas, no podía considerarse la tribu como algo negativo1567. Desde España invertebrada, el filósofo había hablado de las naciones como compuestos de elementos previos, identificables en última instancia con las tribus; y a raíz de su interés en los años veinte por la etnología, había descubierto en las tribus primitivas elementos para comprender la complejidad del mundo. No era posible identificar la nación con la suma de tribu más democracia. En este texto Ortega avanza ideas de “De Europa Meditatio Quaedam”, que expondría unos meses después, pues allí diría que a la inercia del pueblo (dentro del que se integra la tribu, por ejemplo, en la Grecia que entones cita) había que sumar el proyecto común. Solamente entonces existía la nación, del mismo modo que únicamente con liberalismo, y no solamente democracia, se podía configurar la Europa del futuro. Por otro lado, Ortega había vinculado el problema de España con el de Europa, que a su vez estaba determinado en los años cuarenta por la Guerra Fría. En este marco se comprende la extensión del ámbito de actuación de Ortega a dos iniciativas: el Instituto de Humanidades de Aspen y la Universidad de Puerto Rico. Ambas se explican desde un énfasis del liberalismo como alternativa al comunismo, que Gregorio Marañón ya vio en 1940. En una carta que le mandó este año sostenía que la incapacidad de Franco para reconstruir la unidad de España había hecho que muchos republicanos se hermanaran en torno a la “ilusión liberal”, más allá del comunismo. Si el anticomunismo de Ortega y Marañón les había llevado durante la Guerra Civil a acercarse a Franco, en el contexto de afianzamiento de la Dictadura las cosas cambiaban: los acontecimientos del mundo mostraban que la “lucha anticomunista, la llevan ahora, no los países dictatoriales, sino 1566 ORTEGA Y GASSET, José: “Sobre una nueva interpretación de la historia universal. Exposición y examen de la obra de Arnold Toynbee: A study of History” (1948), en José ORTEGA Y GASSET: Obras completas. Tomo IX…, pp. 1185-1408, pp.1220-1222. 1567 Ibid., pp. 1224 y 1226. Epílogo desde la Razón histórica: la idea de ultra-nación 476 los liberales”1568. Si esto decía durante la II Guerra Mundial, con mucha más evidencia lo creería desde que se inició la Guerra Fría. Para entonces, una gran cantidad de intelectuales españoles, que incluían a republicanos del exilio, se incorporaron en un proceso impulsado por la administración Truman para contrarrestar la influencia intelectual del comunismo. Grandes fundaciones como las Rockefeller, Ford, Carnegie o Guggenheim financiaron iniciativas destinadas a este fin1569. Una actuación en la que conviene detenerse, porque permitió a Ortega reflexionar sobre el nacionalismo, fue la creación del Instituto de Humanidades de Aspen, en Colorado. Lo impulsó Walter Paepcke, hijo de un inmigrante alemán que se había enriquecido hasta el punto de llegar a presidir la Container Corporation of America. En el año clave de 1949, el mismo en el que Ortega expuso en Alemania diversas conferencias sobre la ultra- nación, se celebraba el bicentenario de Goethe. Fue un pensador fundamental en Ortega, al que reivindica como pionero de la idea de la vida que aplicará a la nación: algo que “no es factum sino un faciendum”, que “no es una cosa, sino una empresa”1570. Pero Goethe no era solamente importante como origen intelectual de esta idea de nación que enlaza con la propuesta por la Razón histórica. También porque él formaba parte de la Alemania liberal que había destruido el nazismo recién derrotado, y que Ortega proponía otra vez como modelo para la República Federal Alemania y, en un nivel superior, Europa. En 1949 volvía, bajo nuevas circunstancias, a una de las dualidades más importantes y antiguas de su idea de nación: la que en 1908 le había llevado a definir las “dos Alemanias”. Desde el propio país germano, Ortega habló ante los universitarios de Berlín de la necesidad de que Alemania se recompusiera bajo los principios de una nueva cultura germinante, dentro de un proceso que identificaba con el europeísmo1571. Esta visión dual es la misma que asumió Paepcke, que pretendía erradicar el anti-germanismo de sus compatriotas mostrándoles una nación alemana distinta de la hitleriana1572. El germano- americano coincidía con el filósofo al ver en Goethe el símbolo de esta Alemania, y también en su interpretación de la sociedad como una masa humana organizada por una minoría selecta. Ortega nunca abandonó esta otra dicotomía de su definición de la nación, que proyectaba ahora al nivel europeo y occidental. En Aspen afirmó que el objetivo de la entidad era “crear una Escuela Superior con el fin de educar jóvenes, principalmente americanos, con la conciencia de que tienen que ser un grupo de la minoría directora que más tarde va a influir en todos los órdenes de la vida de los Estados Unidos” 1573. Entre 1568 MARAÑÓN, Gregorio: “Carta a José Ortega y Gasset. París, 8 de abril de 1940”, en Miguel de UNAMUNO, José ORTEGA Y GASSET, y Gregorio MARAÑÓN: Epistolario inédito…, pp. 266-268, p. 267. 1569 Para ver la implicación de estas fundaciones en la Guerra Fría, y otros aspectos relacionados con la diplomacia cultural, vid: NIÑO, Antonio (Ed.): La ofensiva cultural norteamericana durante la guerra fría, Madrid, Asociación de Historia Contemporánea, 2009. 1570 ORTEGA Y GASSET, José, “Sobre un Goethe bicentenario” (1949), en José ORTEGA Y GASSET: Obras completas. Tomo VI ..., pp. 549-562, p. 553. 1571 ORTEGA Y GASSET, José: “Discurso a los universitarios de Berlín”…, p. 573. 1572 REICHSTEIN, Andreas: German Pioneers on the American Frontier: The Wagners in Texas and Illinois, Denton, University of North Texas Press, 2001, p. 199. 1573 ORTEGA Y GASSET, José: “[Apuntes para una Escuela de Humanidades en Estados Unidos]” (1949), en José ORTEGA y GASSET: Obras Completas. Tomo X..., pp. 44-51, p.51. Epílogo desde la Razón histórica: la idea de ultra-nación 477 líneas, podemos ver que lo mismo tendría en mente con el que había fundado en Madrid, solamente que eran españoles los jóvenes a educar y Europa el lugar donde influirían. Y no eran ellos dos los únicos que lo creían. También lo afirmaba así Robert T. Hutchins, el segundo impulsor del proyecto del Colorado. En 1945 había escrito un artículo denominado “The Uses of Knowledge”, que Paepcke envió a Ortega para mostrarle la coincidencia de pensamiento entre los tres. Sostenía que “the primary social responsability of the universities in the atomic age” era la configuración de una síntesis humanística que permitiera ofrecer una dirección moral a la técnica: “knowledge is power”. Por ello proponía que una institución reuniera a los “leading thinkers of our time” en una “continuing conference” 1574, como trató de hacerse en Aspen. Lo consideraban necesario porque la II Guerra Mundial no mostró únicamente las consecuencias del nacionalismo excluyente, sino también las del falso progresismo que consideraba la evolución técnica un fin en sí mismo. Es un tema que aparece en varios autores del momento, como Heidegger o Hannah Arendt, y que Ortega había tratado en La rebelión de las masas. Volvió sobre él en 1939 con “Meditación de la técnica”, y también cuando en textos como “De Europa Meditatio Quaedam” hablaba de nuevos ideales para afianzar la ultra-nación. Había sostenido durante años que las minorías selectas tenían que conformar un “poder espiritual” que organizara a la masa y evitara su rebelión, y desde esta perspectiva apostó por la Universidad como elemento nacionalizador. No en vano, Paepcke se entusiasmó con “Misión de la Universidad”, y en 1949 le escribió tras leerlo que “your ideas, those of Chancellor Hutchins, and those or Dr. Sigerist, head of the Medical Department at John Hopkins, are in astounding agreement” 1575. El Instituto de Aspen, como el de Madrid, era otro instrumento de nacionalización que, para el caso español, desarrollaba como consecuencia de la supeditación de la Universidad a los intereses del franquismo. En cuanto a Estados Unidos, no fue un referente de nación para Ortega. En Aspen expuso su percepción de la República diciendo que admiraba “lo más fuerte y sólido que hay en la democracia americana, lo cual no es primariamente igualdad de personas, cosa siempre insegura, sino igualdad de los Jobs u ocupaciones” 1576. Esto es, la posibilidad que tenía cada uno de desarrollar su vocación profesional y, así, integrarse en la organización social. Pero al mismo tiempo, veía un gran peligro en la “mentalidad americana”, que era el “desequilibrio extremo en favor de la educación naturalística (=no humanística)”. De nuevo, apostaba con Goethe, frente a la barbarie del especialismo, por la “ciencia de las síntesis”. Y después añadía otro elemento negativo en su perspectiva de lo norteamericano, que también se comprende desde la clave de La rebelión de las masas. Esta vez, por la “psicología del niño mimado”, el exceso de comodidad que era en gran medida otra consecuencia de la evolución técnica no corregida con el humanismo. Afirmaba sobre Aspen que “la nueva Escuela, que será «ática» en su lado docente, será 1574 HUTCHINS, M. Robert: “The uses of knowledge” (1945), adjuntado en: PAEPCKE, Walter: “Carta a Ortega y Gasset. 5 de octubre de 1949”, en Fundación Ortega-Marañón, Fondo JOG, C-135/56, ID: 5506. 1575 PAEPCKE, Walter: “Carta a Ortega y Gasset. 2 de diciembre de 1949”, en Fundación Ortega-Marañón, Fondo JOG, C-135/60, ID: 10868. 1576 ORTEGA Y GASSET, José: “[Segunda conferencia sobre Goethe en Aspen]” (1949), en José Ortega y Gasset, Obras Completas. Tomo X...,pp. 15-19, p. 15. Epílogo desde la Razón histórica: la idea de ultra-nación 478 «espartana» en su lado educativo”, esto es, que su primer principio sería el “espartanismo” porque “la vida americana, por el modo como se ha formado el país, padece un déficit de fuerzas socialmente aristocráticas”1577. Por tanto, más que ver en los Estados Unidos de América un modelo para los Estados Unidos de Europa, consideraba que era otro proyecto por construir. El Instituto de Humanidades de Aspen cumpliría esta función de creación de la minoría selecta que organizaría a la sociedad, como en Europa había intentado que hiciera lo propio el de Madrid, que pensó en trasladar a otros lugares como Berlín o incluso Puerto Rico. Desde la capital alemana hizo su llamamiento en favor de la creación de los Estados Unidos de Europa, y considerando que tanto la República Federal Alemana como España eran entidades intermedias dentro de la ultra-nación, se comprende que considerara factible llevar el Instituto de Humanidades hasta la nación que durante su juventud cambió su trayectoria intelectual y vital. En 1953 se instaló en Múnich, después de obtener financiación de la Fundación Ford. Para ello se había reunido con su presidente Robert Hutchins en Londres, pero a pesar de la popularidad de la que gozaba en la RFA, en 1954 volvió a España al sentirse enfermo1578. En cuanto a Puerto Rico, la actividad de Ortega en la antigua colonia se comprende también desde esta red intelectual. En Aspen había conocido a alguien que se convertiría en un amigo suyo, y que para entonces ya era, sin conocerle, un ferviente orteguiano: Jaime Benítez. Le había dedicado su tesis doctoral, realizada en Chicago, y viajó hasta Colorado solamente para conocerle. También era amigo de Robert Hutchins, que dirigió la Universidad de Chicago cuando Benítez realizó su tesis, y que fue fundamental para la organización de la de Puerto Rico. Benítez la presidía desde 1942, y su renovación desde las tesis orteguianas fue el gran proyecto de su vida. En 1949 le dijo que “en la Universidad de Puerto Rico ha ejercido por muchos años in absentia una influencia académica significativa y altamente saludable”, porque “nuestra reforma académica (...) descansa sobre su conocida tesis del carácter previo de la educación general”1579. La concebía como un instrumento de nacionalización en unos términos netamente orteguianos, según se ve en diversos aspectos que comentó. Para empezar, Benítez apostaba por la política de base fenomenológica. En un discurso de 1943 afirmó que la Universidad debía servir al hombre en Puerto Rico, no al hombre de Puerto Rico. Para ello, el fundamento era desechar la “razón abstracta, seca, estrecha”, que llevó a los desastres del nazismo y luego al comunismo, apostando por la “fecunda razón que trasciende las geometrías mentales y se enraiza en la auténtica realidad del hombre”. Hablando de la unión del destino individual con el del pueblo, apelaba también a la comunión entre los ciudadanos y la Universidad, que se lograría al enlazar sus actividades con el “problemático vivir puertorriqueño”. La cultura debía estar al servicio de la vida, y si el madrileño decía que no se hizo la vida para la cultura sino la cultura 1577 ORTEGA Y GASSET, José: “Apuntes para una Escuela de Humanidades…, pp. 47 y 48. 1578 GRACIA, Jordi: José Ortega y Gasset…, p. 638. 1579 BENÍTEZ, Jaime: “Carta a José Ortega y Gasset. Puerto Rico, 18 de mayo de 1949”, en Fundación Ortega-Marañón, Fondo JOG, C-4/2, ID: 5131. Epílogo desde la Razón histórica: la idea de ultra-nación 479 para la vida, Benítez insistía en que no era “el hombre para la Universidad sino la Universidad para el hombre”1580. Además del patriotismo fenomenológico, la idea de nación de Benítez se sustentaba en la dualidad entre masa y minoría. Hablaba de las “clases dirigentes”, a las que pertenecía “toda persona en actividad pública o privada que, por la influencia que irradia sobre la comunidad, detenta y comparte responsabilidades orientadoras”. Habiéndose formado en la Universidad, estas personas podrían “determinar el tono de la vida social” a partir de la orteguiana idea de ejemplaridad1581. A lo largo de los diez años que separan estos dos discursos mantuvo la misma actitud, que resumirá en 1955 al señalar que desde 1942 se había guiado por esta idea nacionalización: “Básteme señalar que hacer patria para mí es alzarse cada uno sobre su época, en el suelo de sus antepasados, y captar nuevos mundos espirituales que fecunden la vida y el destino del ámbito geográfico e histórico en que estamos ligados unos a otros por comunes experiencias, recuerdos y problemas”1582. Una definición que recuerda bastante a la que Ortega exponía desde la Razón vital y la Razón histórica, en tanto que apostaba por crear un proyecto común emanado de la circunstancia, donde la patria era un problema a resolver. Esto llevaba implícito aprovechar las posibilidades de reforma de la circunstancia, desechando utopías revolucionarias o esencialistas. Por esto el propio Benítez había evolucionado desde un primitivo anti-norteamericanismo hasta un fervoroso occidentalismo. Defendía una concepción dinámica de la nacionalidad que le unía también a Ortega en este sentido. Existiendo esta afinidad se entiende que el filósofo madrileño llegara a pensar en trasladarse a Puerto Rico. Nada más conocerse en Aspen, Benítez se lo propuso, y según cuenta, tanto él como la Fundación Ford le apremiaron para que les visitara después de haber acordado fecha y honorarios1583. En una carta muestra que no habían hablado solamente de dar un curso, sino de un exilio, pues se hablaba de “tomar residencia en esta Isla y cátedra o sala de seminario en esta Universidad”1584. Parece ser que, ante las dificultades que tenía el Instituto de Humanidades de Madrid, pensó seriamente en aceptar la oferta de Benítez. Le escribió en el mismo 1949 diciendo que acababa de hablar con Julián Marías del “proyecto nuestro, es decir, que el Instituto de Humanidades vuele de Madrid a San Juan de Puerto Rico en febrero próximo”. Decía también que para financiarlo se había reunido con Berrien, de la Fundación Rockefeller, y que pensaba escribir a Paepcke para ayudarle en su proyecto de Aspen1585. Es interesante el hecho de 1580 BENÍTEZ, Jaime: “La reforma universitaria” (1943), en Jaime BENÍTEZ: Ética y estilo de la Universidad, Madrid, Aguilar, 1964, pp. 33-52, pp. 33, 38, 43, y 50-51. 1581 BENÍTEZ, Jaime: “Libertad y democracia” (1953), en Ibid., pp. 75-82, p. 77. 1582 BENÍTEZ, Jaime: “Revisión de la reforma” (1955), en Ibid., pp. 95-105, p. 103. 1583 BENÍTEZ, Jaime: “La importancia del idioma. Recuerdo de Ortega” (1955), en Ibid., pp. 105-114, p. 113. 1584 BENÍTEZ, Jaime: “Carta a José Ortega y Gasset. Puerto Rico, 18 de mayo de 1949”… 1585 ORTEGA Y GASSET, José: “Carta a Jaime Benítez. Lisboa, 12 de agosto de 1949”, en Fundación Ortega-Marañón, Fondo JOG, CD-B/29, ID: 8595. Epílogo desde la Razón histórica: la idea de ultra-nación 480 que el germano-americano le habló de crear una Universidad1586, y que decidió fundar sin embargo un Instituto después del consejo de Ortega1587. Benítez cuenta también que en 1955 volvió a insistir a su amigo para que visitara Puerto Rico: “Ortega contestó en principio entusiasmado, pero ya la muerte le rondaba”. Había conseguido incluso financiación de la Fundación Ford, pero el mismo día en que Benítez iba a desplazarse a Madrid para entrevistarse, llegó la noticia de la muerte del filósofo1588. También es reseñable que esta misma Fundación fue la que, ya fallecido el filósofo, financió algunos de los proyectos con los que Julián Marías mantuvo su labor. Waldemar Nielsen, que también presidiría el Instituto de Humanidades de Aspen, ayudó al discípulo de Ortega para “estimular la libertad intelectual en España” con ayudas a iniciativas como la Sociedad de Estudios y Publicaciones. Continuando, ya sin Ortega, el proyecto del Instituto de Madrid, dirigió un Seminario de Humanidades en 1960 cuyo objetivo era comprender la realidad de España atendiendo a su estructura socio-histórica. Por tanto, se aplicaba la Razón histórica al problema de España, en una actividad en la que participaron personas como Laín Entralgo o Aranguren1589. En definitiva, las últimas actividades institucionales de Ortega tuvieron como escenario el cuadrilátero Madrid-Berlín -Aspen-Puerto Rico, a través del impulso de entidades que, habiéndose llamado Universidad o Instituto, pretendían forjar a través de las humanidades a las minorías directoras del futuro. Fueron iniciativas de carácter occidentalista, en las que Ortega se integró por dos cosas: la circunstancia española, dominada por la Dictadura, y la circunstancia mundial, explicada por la política de bloques. Con todo, si bien defendía un proyecto intelectual de dimensión Occidental (liberal y anticomunista), Ortega apostaba en lo político por unos Estados Unidos de Europa, explicados desde la idea de ultra-nación. 8.4.Conclusión El último capítulo de esta tesis se ha centrado en la idea de ultra-nación, desarrollada por dos cosas: como complemento de las últimas reflexiones de Ortega sobre la idea de nación, y por su análisis en el contexto Occidental. En el desarrollo de esta nueva categoría por parte de Ortega pesa como experiencia principal la crisis de Europa ante los totalitarismos y autoritarismos. Aunque la perspectiva es más global, también España está muy presente, como no podía ser de otra manera, y el afianzamiento de la Dictadura se traduce para Ortega en dos elementos: acentuar el pesimismo y el dolor por España, lo que ayuda a buscar la solución europea y occidental; y en lo práctico, dificultar considerablemente su posibilidad de actuación desde dentro, lo que le llevó a contemplar otros lugares para difundir su pensamiento. También se ha de tener en cuenta, en el contexto histórico, el desarrollo de las comunicaciones que se traduce en aumentar hasta el ámbito europeo el ámbito de las preocupaciones que, según Ortega, tienen los seres humanos. 1586 PAEPCKE, Walter: “Carta a José Ortega y Gasset. 5 de octubre de 1949”… 1587 PAEPCKE, Walter: “Carta a José Ortega y Gasset. 2 de diciembre de 1949”… 1588 PAEPCKE, Walter: “La importancia del idioma…, p. 114. 1589 MARÍAS, Julián: Una vida presente…, pp. 385 y 409. Epílogo desde la Razón histórica: la idea de ultra-nación 481 En el eje horizontal interno destaca el desarrollo de varias categorías filosóficas derivadas de una “segunda navegación” que comienza en 1932, y que se traduce en una nueva sociología. Ideas como “usos”, “costumbres”, “vigencias”, “gente”, y otras anteriores como “destino”, jugarán un papel importante en su idea de nación. Con ello, Ortega introduce nuevos conceptos para definir la cuestión: en vez de masa habla de gente; más que de proyecto, de empresa; y de “libertas y concordia” antes que de vertebración en un proyecto colectivo. Todo esto, y la adición de la noción de ultra- nación, es obra de la Razón histórica, que enfatiza la historicidad del ser humano y el peso del pretérito en su organización social, por mucho que la empresa colectiva siga siendo básica. Además, el concepto de pueblo pasa a ser ahora un elemento previo a la nación, que constituye una fase conducente a su organización. Por su parte, dentro del eje horizontal externo se han señalado algunos nombres como los de Coudenhove-Kalergi, Walter Paepcke, o Jaime Benítez, que desarrollaron iniciativas con las que Ortega tuvo afinidad. Si nos centramos en los referentes, pocos son de carácter epocalista en estos años. Fuera de Inglaterra, que sigue siendo un ejemplo para los Estados Unidos de Europa, también Alemania es un modelo, aunque en la versión liberal que representa Goethe. Los referentes esencialistas cobran mayor peso, como consecuencia del método de la Razón histórica. En este sentido, Ortega estudia de nuevo la Edad Media, el Imperio Romano y, de forma breve pero incluyéndolo en textos importantes, el pasado árabe del Mediterráneo europeo. Sobre los instrumentos de nacionalización, comienzan a darse desde 1948. A partir de 1932 Ortega se retira de la vida pública, y aunque teoriza sobre la idea de nación y difunde ideas desde sus escritos, no interviene directamente en la política. Después, sus actuaciones serán a partir de Institutos de Humanidades, que se entienden desde tres elementos. Primero, la censura en la España de Franco, que evita que allí pueda integrarse en la vida oficial. Segundo, la puesta en práctica de la Razón histórica, que enfatiza el hecho de que para comprender el presente se deba estudiar el pasado desde disciplinas como la historia y la antropología. Tercero, la dimensión europea, que lleva a Ortega a plantear el traslado a Berlín; e incluso Occidental, puesto que también pensó en llevarlo a Puerto Rico. En cuanto a las preguntas a contestar por esta tesis, las respuestas son las siguientes. Acerca de la existencia de fases, podemos hablar de una nueva etapa motivada por dos cosas: a nivel de perspectiva, la Razón histórica matiza el patriotismo fenomenológico, que sigue siendo la actitud de Ortega, pero con un énfasis en los condicionantes del pretérito. En lo práctico, el eje del interés de Ortega se desplaza desde la nación a la ultra- nación europea. Tal vez podría hablarse de que esta etapa es continuación de la anterior, puesto que de hecho ninguna de estas dos cuestiones supone una ruptura total: la Razón histórica es evolución de la Razón vital, y en España invertebrada puede verse su puesta en práctica (aunque todavía no con la categoría sociológicas de El hombre y la gente). No obstante, en la definición concreta de nación y ultra-nación, el pasado es mucho más determinante de lo que era antes, y por ello interpretamos que existe una tercera fase. Acerca de si esta se asemeja a la teoría de la Staatsnation o de la Kulturnation, hay que volver a señalar un equilibrio de las dos nociones, pero con matices: la cultura nacional y Epílogo desde la Razón histórica: la idea de ultra-nación 482 europea sigue sin ser una raza, Volkgeist, lengua…y está formada por usos y costumbres. Pero aunque no sea un nacionalismo esencialista, Ortega enfatiza la idea de una cultura propia de la que emana el destino de la nación, no tanto la idea de Bildung centrada en el individuo que hemos visto en etapas anteriores. Por ello, es correcto hablar de una teoría que equilibra la dimensión cultural y la proyectiva, tal y como se ve en su definición de la nación como suma de empresa y tradición. En cuanto al objetivo que tuvo Ortega a la hora de resolver el problema de la nación, que en este caso le lleva a la ultra-nación, sigue enlazándolo con su biografía al considéralo parte de la circunstancia que actúa con el yo. Pero al mismo tiempo, elabora su teoría sobre los Estados Unidos de Europa como reacción al particularismo comunista y franquista. Conclusiones 483 CONCLUSIONES Después de este recorrido a lo largo de la biografía intelectual de Ortega, y de haber analizado su idea de nación en los cientos de páginas que preceden a estas últimas, llega el momento de exponer las conclusiones. Para ello, se recurrirá a la comparación dentro del eje vertical interno, esto es, a poner en relación los resultados obtenidos a nivel particular en los capítulos precedentes. De aquí se derivarán dos tipos de conclusiones: generales, y particulares. Las primeras se refieren a lo que esta investigación puede señalar con respecto a las tres preguntas que ha tratado de responder la hipótesis de partida. Las segundas, a elementos más concretos que se han podido comprender gracias al estudio de los temas generales, aunque no fueran el primer objetivo de la tesis. Comenzando por estas últimas, y sobre la cuestión acerca de la existencia o no de fases en el pensamiento orteguiano sobre la idea de nación, se ha obtenido una respuesta afirmativa. En concreto, se han identificado cuatro etapas: la del joven Ortega (1883-1905), la del filósofo neokantiano (1905-1912), la derivada del “giro fenomenológico” (1912-1932), y la que es consecuencia de la Razón histórica (1932-1955). Con todo, deben matizarse varias cosas. Para empezar, que las fechas no son compartimentos estancos, sino que se han tomado como referencias aunque formen parte de una transición. Por ejemplo, es entre 1912 y 1914 cuando Ortega comienza el desarrollo de la Razón vital. Además, se ha identificado una sub-fase en la etapa del giro fenomenológico, radicada en el año 1922 porque a partir de allí existe más concreción teórica a partir de varios libros. Por último, es necesario aclarar que la última fase guarda una estrecha relación con la que le precede, y por ello se ha solapado el análisis de acontecimientos históricos como la guerra civil. Pero se ha optado por hablar de un nuevo periodo porque la Razón histórica y el interés por el contexto europeo y occidental la diferencian. Estas divisiones han sido nombradas de acuerdo con la actitud de Ortega ante la idea de nación: la de “patriotismo castizo” y “patriotismo nihilista” (1883-1905), “patriotismo utópico” (1905-1912), y “patriotismo fenomenológico (1912-1932, y 1932-1955. La primera etapa proyectado desde la Razón vital, y la segunda a partir de la Razón histórica). Esta clasificación se ha considerado pertinente por dos cosas. Por un lado, en tanto que se ha partido de un marco teórico que hace de la percepción del individuo la base de la idea de nación, entendiéndose por patriotismo la disposición ante lo que Ferrán Archilés llama nación como “marco cognitivo básico”. Por otro lado, así se ha querido incidir en un tema importante de la hipótesis: el hecho de que la filosofía de Ortega es el factor fundamental para comprender su idea de nación. Es decir, no es que una persona se pueda considerar a sí misma un “patriota utópico” o un “patriota fenomenológico”, sino que la perspectiva que tiene para definir su idea del hecho nacional está condicionada por una circunstancia intelectual o sistema de ideas y creencias (por usar la terminología orteguiana) de los que se deriva su interpretación. Una persona se puede definir a sí misma como patriota española (o de donde fuere), pero no todos los que así lo hacen ven igual a su nación: para unos, ser patriota significa amar incondicionalmente; para otros, tratar de construir un proyecto desde cero; en otras ocasiones significa perfeccionar o mejorar sin desechar lo existente; y así otras muchas variantes, que en gran medida se derivan de la percepción de la realidad asumida. Conclusiones 484 Pero el cambio de perspectiva intelectual no es lo único que implica el desarrollo de fases. También su plasmación concreta al análisis de experiencias y referentes de nación de todo tipo. En base a esta confluencia se pueden identificar varias respuestas que Ortega da a lo largo del tiempo a la pregunta sobre si se adscribe al ideal-tipo de la Staatsnation o al de la Kulturnation. Para el joven filósofo existe una mezcla entre ambas perspectivas, aunque prima más la segunda. En el Ortega neokantiano, se invierten los términos, puesto que es la teoría constructivista la que pesa con mucha más fuerza que la esencialista, de escasa importancia en estos momentos. Después, el giro fenomenológico mantiene la apuesta por la nación cívica: las menciones al carácter español son constantes, pero siempre prima la idea de construir una nación con vistas al futuro, siendo para Ortega la cultura de los españoles algo real, pero reformable. En su teoría, es historicista, pero nunca esencialista: no cree en la raza, identidad o carácter inmutables. En su dimensión práctica, las ideas que desarrolla en estos años de reformar el Parlamento o redimir las provincias, tienen como objeto último incidir sobre el individuo para mejorarle. Hay que indicar que, ciertamente, si se toman en cuenta textos aislados como “Teoría de Andalucía” o incluso Meditaciones del Quijote, puede obtenerse la impresión de un Ortega que cree en las esencias de los pueblos. Pero esto queda matizado incluyendo estos escritos en el conjunto de su obra. Por último, en la fase del Ortega influido por la Razón histórica, es posible hablar de una vuelta al equilibrio entre Staatsnation y Kulturnation. Enfatiza la idea de que existen una cultura y destinos nacionales, y da mucha más importancia a la comprensión del pasado de lo que hacía antes. Pero se ha de insistir en que sigue sin ser esencialista, porque acepta el carácter construido de la identidad nacional, por mucho que sea imprescindible tenerla en cuanta para avanzar. La tercera pregunta era acerca de la intención de Ortega a la hora de construir su teoría, y la respuesta ofrecida por esta tesis es la de que, ante todo, pretende resolver su crisis existencial, aunque también influyen otros propósitos de forma circunstancial. Desde el principio habla del “patriotismo del dolor” (aunque bajo este calificativo no lo refiera más que en sus primeros años), y de la necesidad personal de meditar y reflexionar sobre España y, con ello, la idea de nación. En sus últimos años habla del ser humano como “animal etimológico” que busca dar sentido a su existencia, razón por la que también confesó haber reflexionado mucho sobre este tema. La idea de la persona como “yo y mi circunstancia” incluye este imperativo de comprensión de la nacionalidad –y otras formas de organización social–, lo que explica lo idóneo de la aplicación a esta tesis de la idea de nación como marco cognitivo básico. Además, aunque es una frase escrita en 1914, su consecuencia permanecerá hasta el final. Y a pesar de que en las dos fases anteriores no tuviera en cuenta la circunstancia, Ortega también expuso la identificación entre el proyecto personal y el nacional. Conectado con esto, de acuerdo con su propia visión la filosofía tenía, aunque no en exclusiva, la función de incidir sobre la sociedad para regenerarla una vez comprendida. Pero si el proyecto o destino personal es básico, también inciden otros elementos a la hora de teorizar sobre la idea de nación, que se añaden al anterior, aunque nunca lleguen a suplantarlo. Algunos estudiosos de Ortega los han identificado, pero a juicio de la perspectiva de esta tesis han errado al establecerlos como los principales. Entre ellos está el problema del nacionalismo periférico. El filósofo desarrolla en efecto una idea de España que trata de conllevar el desafío de los particularismos regionales. El caso catalán Conclusiones 485 influye mucho en Ortega, pero es exagerado señalar que toda su meditación sobre el tema está destinada a solucionarlo. En este sentido, desechar la lengua o la etnia como criterio primario de constitución de una nación no se debe, en Ortega, al deseo de desactivar las reivindicaciones del catalanismo. Pesan mucho más factores como la visión del ser humano en tanto que proyecto, o la convicción de que las realidades políticas están en constante evolución. Por otro lado, el comunismo es otro acontecimiento que a veces se ha definido como vector básico en la configuración de la idea de nación de Ortega. La preocupación es fuerte desde los sucesos históricos de 1917 y 1918, y todavía más en el contexto de 1936 y 1945. Pero las categorías desde las que analiza el fenómeno, las del particularismo social o la rebelión de las masas, están implícitas mucho antes en su pensamiento político. No obstante, es cierto que el comunismo (o el fascismo en el contexto de los años veinte) influyen en tanto que conducen a una visión más pesimista de la nación, como compuesto de masas indóciles que amenazan con la desvertebración. En otro orden de cosas, esta tesis ha llevado también a conclusiones particulares, que no responden a preguntas planteadas explícitamente al comenzarla, pero que son igualmente pertinentes para comprender el tema de estudio. Para empezar, la terminología orteguiana. A pesar de cierta ambigüedad conceptual a lo largo de todos los años, pueden reconocerse varias fases en relación con el uso del significante nación. El Ortega previo al giro fenomenológico utiliza la idea de pueblo como un sinónimo, que de hecho muchas veces opone al nacionalismo. A partir de entonces clarifica su visión, dejando de ser el pueblo un elemento análogo u opuesto a la nación, para configurarse definitivamente como una de sus partes. El pueblo es el elemento organizado por la minoría selecta, y en este sentido un equivalente de la categoría de masa. Esta visión permanecerá durante los años, hasta que la Razón vital de paso a la Razón histórica. El énfasis en los condicionantes del pasado propio de esta perspectiva da lugar a que el pueblo se defina como un elemento que es parte de la nación, pero ahora porque le precede cronológicamente. Así, no es sinónimo de masa sino de tradición. Por otro lado, es con ayuda de esta perspectiva filosófica con lo que desarrolla el conepto de “ultra-nación” o “super-nación”, referido a una nueva fase en la organización de la sociedad que, proyectada en el ámbito europeo, habría de seguir los mismos pasos de incorporación que habían seguido las naciones previamente. En cuanto a las unidades de organización que conforman esta estructura social, Ortega emplea de forma casi exclusiva la idea de región. De manera circunstancial habla de nacionalidades –para algunas de ellas– y de gran comarca: lo primero por el influjo del contexto internacional de la Gran Guerra, y lo segundo para sortear la censura de Primo de Rivera. También debe aclararse que en 1917, cuando se acrecentó su interés por el tema, Ortega se oponía a la idea de regionalismo, apostando por el localismo, puesto que identificaba al primero con la defensa de intereses históricos. Sin embargo, a lo largo de la década siguiente asumió el regionalismo, desde la idea de que podía ser posible defenderlo desde criterios no historicistas. Además, existen una serie de categorías que Ortega utiliza para definir la nación que permanecen como significantes sobre los que proyecta su análisis variante. En la fase juvenil asume la distinción entre masa y élite, y en la neokantiana la idea de organización. Después del giro fenomenológico, desarrolla nociones que se añaden a las anteriores, Conclusiones 486 como el particularismo, la vertebración, o el proyecto común. En la etapa final, ideas como Destino, creencia, o gente son resignificaciones de lo que había desarrollado antes. En este sentido, existe continuidad con renovación, pero solamente en los conceptos, y no en el contenido atribuido. Relacionado con este tema, Ortega propone una estructuración autonómica para España. En la etapa de juventud y del patriotismo utópico no trata esta cuestión, e incluso puede deducirse que defendería un Estado centralizado como consecuencia de su aversión al catalanismo y por su estatismo. De forma pasajera, de nuevo en el marco de la Gran Guerra, habla también de un Estado federal. Pero un elemento constante en su pensamiento político desde el giro fenomenológico es la opción por una España de regiones autónomas. Esto se explica desde su interpretación del Estado: aunque su visión varía con el tiempo –en fases expuestas por Fernando Llano en el libro varias veces citado en esta tesis–, un elemento esencial desde el patriotismo fenomenológico es el de adaptación del aparato estatal a la realidad de la nación. A finales de los años diez, Ortega asume dos elementos interpretativos que, de una forma u otra, permanecerán en él: la idea de “región natural”, y la de la federación como una fase previa a la consolidación de la nación. Lo primero lo toma de la geografía, y lo segundo de la historia, lo que nos indica también lo fundamental de ambas disciplinas en su teoría. En otras palabras, la visión “científica” de la nación española le llevan a apostar por una forma de Estado autonómica, y asimismo por una federación europea desde los años treinta. En este sentido conviene señala otra conclusión derivada de esta tesis, que es la relación de Ortega con el catalanismo. Muchas veces se ha tachado a Ortega de anti-catalán, o por lo menos de castellanista, e incluso autores mencionados en el estado de la cuestión cifran en su aversión al nacionalismo catalán el leitmotiv de su españolismo. Pero esta visión queda refutada tanto por cuestiones teóricas como prácticas. Lo primero, porque para Ortega la apuesta por Castilla no implica defensa del centralismo político o la destrucción de una identidad particular. De hecho, critica el “madrileñismo”, y ve desde 1910 en el catalanismo una moral colectiva. Ciertamente con peligros de particularismo, pero en todo caso no como algo a erradicar. Para Ortega, la exaltación de Castilla tiene que ver con la defensa del proyecto común e incitador, no la defensa de su idioma y ni siquiera de sus tradiciones. Repitió en los años diez, veinte y treinta (después no porque se centrará en la relación entre España y Europa y la articulación regional pasará a un segundo plano) que la unidad nacional de España se cimentaba en el pasado, pero solamente como punto de partida hacia lo verdaderamente importante: el porvenir. Además, Ortega es, sin matices, un pensador regionalista: en la coyuntura de la II República no defendió la cesión de autonomía a todas las regiones para evitar que Cataluña o País Vasco ganaran poder – aunque esto también fuera un efecto buscado–, sino porque desde los años diez desarrolló una visión descentralizadora para toda España, cimentada en su noción antropológica y en las mencionadas disciplinas geográfica e histórica. En cuanto a los argumentos prácticos, no es un hecho baladí el que insignes representantes del catalanismo político vieran en él un aliado o, por lo menos, a alguien afín. Así lo muestran personas como Cambó, Durán y Ventosa, o Xirau. Por otro lado, puede deducirse de este trabajo que, de entre todos los libros y escritos de Ortega sobre la idea de nación existe uno esencial: España invertebrada. En historia Conclusiones 487 intelectual no es posible escoger un texto como paradigma, porque siempre se ha de poner en relación con los demás. Pero con todo, desde 1917 Ortega desarrolla algunas ideas fundamentales que proyectará en este libro, y que después se manifestarán en los demás: desde una vertiente sociológica en La rebelión de las masas (1930), en una concreción política en La redención de las provincias (1931), y aplicando algunas de sus tesis al nivel europeo, en “De Europa Meditatio Quaedam” (1949). Estas ideas son las de particularismo, vertebración, y proyecto común; aunque en los años treinta y cuarenta vaya cambiando los significantes. Incluso en este libro avanza el método de la Razón histórica con el que terminará su biografía intelectual. Además, en España invertebrada Ortega ofrece dos definiciones de la idea de nación que son, con diferencia, las que mejor expresan su pensamiento, dado que permanecerán hasta el final (aunque, de nuevo, cambie los significantes): la primera es la idea de nación como “masa humana organizada, estructurada por una minoría de hombres selectos”. Incluso en la etapa neokantiana asume esta visión, desde la idea de organización, que también volverá a referir en las fases posteriores. La segunda acepción, es la de “proyecto sugestivo de vida en común”. También en la fase juvenil y neokantiana la influencia de Renan o Nietzsche le conducen a una visión similar, que se acentuará con la noción de la vida como futurición que le acompañará siempre desde el giro fenomenológico. Estas dos definiciones que en cierto sentido vertebran toda la biografía nacional de Ortega, conducen a la conclusión sobre la centralidad de las minorías directoras. Es un pensador elitista que considera, en todas sus etapas, que la relación entre minoría y masa es esencial. Lo que varían son dos cosas. Por un lado, los calificativos, puesto que en la etapa neokantiana habla de “pueblo” en vez de masa, y desde los años treinta, de “gente”. La élite por el contrario es definida casi siempre como “minoría cultural”, o más frecuentemente, “minoría directora” o “minoría selecta”. Así, existe una sucesión cronológica en relación con el calificativo atribuido a la masa, derivado de la evolución del pensamiento orteguiano; y una continuidad acerca del segundo elemento, donde se intercambian los significantes sin que esto suponga un viraje en la perspectiva. Esta situación nos indica también que en la idea de nación orteguiana la élite es un factor fundamental y protagonista, con un papel que cambia al hacerlo su visión de la masa. Este es el segundo vector que cambia, pues Ortega la concibe hasta 1917 aproximadamente (salvando su etapa juvenil y el contexto de 1915), en términos optimistas. Desde entonces (y también a pesar de momentos circunstanciales como el final de la Dictadura de Primo de Rivera), en términos pesimistas, como una rémora para la nacionalización sobre la que las minorías tienen que actuar. En el cambio de perspectiva inciden diversos factores: el filosófico, al abandonar Ortega el utopismo neokantiano; el histórico, al analizar acontecimientos como la Gran Guerra, el fascismo o el comunismo; y el existencial, al vivir Ortega fracasos en su actuación política, huelgas, o la guerra civil y la dictadura de Franco. Además, el papel de las minorías directoras como creadoras de nación se modifica en función del análisis de la circunstancia que hace Ortega: en la etapa neokantiana, en 1914, y en 1931 apuesta por su intervención directa en política. Paralelamente, y con más fuerza en los demás años, escinde la labor intelectual de la política, apostando por un influjo de la primera sobre la segunda. En otro orden de cosas, es importante hacer mención a las fuentes intelectuales de Ortega. A pesar de ser filósofo, o precisamente por su visión de la filosofía como ciencia Conclusiones 488 integral, recurre a otras disciplinas. Destaca la historia, no únicamente cuando apuesta desde 1932 por la Razón histórica, sino desde el comienzo de su quehacer intelectual. En este sentido, más que interesarse por la historia de España, se preocupa por dos grandes momentos del pasado europeo: la Edad Media y Roma. Lo primero es una constante, desde su tesis doctoral Los terrores del año mil (1909), hasta su última conferencia “Europa y la idea de nación” (1955). Ortega considera en todos estos momentos que en el Medioevo se desarrollaron tanto la nación como el liberalismo. Cambia el significado que da a estos dos significantes, pero nunca los abandona. Existe además una fuente esencial, que es Ernest Renan: su visión de lo germánico y medieval como origen de las dos cosas permanecerá a lo largo de las décadas. Al respecto, uno de los libros sin duda determinantes para que Ortega desarrolle su teoría es el de La reforma intelectual y moral (1871), no únicamente por su interpretación de la Edad Media, sino también por el elitismo o la idea de cultura que allí se exponen; o por la visión proyectiva de la nación que el filósofo francés después sintetizó en “¿Qué es una nación?” (1882). Roma por su parte no es tan importante como la Edad Media para Ortega, y de hecho suele entenderla en relación con esta etapa histórica. Desde España invertebrada, y luego al configurar la Razón histórica, habla de las naciones europeas en tanto que una combinación de lo germánico (a veces añade también lo autóctono) y lo romano. Pero cambia la interpretación, porque en el contexto de “De Europa Meditatio Quaedam” enfatiza el carácter de Roma como ideal, que en España invertebrada radicaba más bien dentro del propio carácter germánico. Además, hay un elemento que también es fundamental en la idea de nación orteguiana al que llega desde la meditación sobre Roma: la idea de “incorporación” (también vinculada a la noción filosófica de integración), que proyecta al pasado de España y, en los años treinta, al futuro de Europa. En este sentido, el autor fundamental es Theodor Mommsen. Otra disciplina primordial en Ortega es la geografía. Desde el contexto de los años diez se interesa por la “Nueva Geografía” de Juan Dantín Cereceda o Leoncio Urabayen. Gracias a ellos matiza la idea de “paisaje” tan importante en la Generación del 98, encontrando un fundamento científico para defender la idea de región. Hasta los años treinta, hablará así de las regiones como datos objetivos de la realidad de la nación española, sin los que es inútil cualquier tipo de reforma. Fuera de la geografía y la historia, también son importantes otras disciplinas, y entre ellas cabe destacar la biología post- darwinista. Von Uexküll es muy importante en el filósofo, puesto que la idea de “circunstancia” fue en gran medida elaborada gracias a su influjo. Es importante citarlo al estudiar la idea de nación porque ayuda a entender la aversión del madrileño por el nacionalismo biologicista derivado del darwinismo. Ortega habla de la raza, de la nación como un cuerpo colectivo, de España como un país enfermo…pero en el sentido que se deriva no de la teoría de la selección natural de Darwin, sino del diálogo entre individuo y medio postulado por Uexküll. No obstante, es especialmente en los años diez y veinte, en el entorno de España invertebrada, cuando Ortega cita a este autor. Durante la “segunda navegación” parece quedar a un lado. La última disciplina fundamental es, como no podía ser de otra manera, la Filosofía. Es conocida la evolución del pensamiento orteguiano, que puede identificarse (simplificando mucho y solamente con objeto de establecer un esquema) con cuatro Conclusiones 489 grupos de autores: Nietzsche, en la etapa juvenil; Cohen y Natorp, en la Neokantiana; Husserl o Scheler en la Razón vital; y Dilthey en la Razón histórica. La superación explica los cambios de perspectiva ya indicados, con sus consecuentes modificaciones en la idea de nación. Sin embargo, la “superación” en sentido orteguiano se manifiesta en el hecho de que mantiene elementos de etapas previas. Puede indicarse al respecto la idea de “organización” de los neokantianos, pero especialmente la influencincia de Nietzsche, puesto que su idea de nación como “patria de los hijos” es esencial y permanece con el tiempo. Solamente el mayor peso que da al pretérito desde 1932 rebaja algo su presencia. Además, habría que citar a otros autores: fundamental es el ya citado Renan, y también muy importante Fichte: Ortega se identifica con su labor de nacionalización, especialmente en el contexto de 1914, y cita hasta los años cuarenta su visión de la política como arte de partir de la realidad. Por último, se ha de concluir que para Ortega la idea de nación está siempre relacionada con una ideología política muy concreta, que es el liberalismo. En 1914 declaró abiertamente que eran los dos pilares de su proyecto para España, pero es algo que estuvo presente antes y también después. Tal y como han estudiado diversos orteguianos (José Lasaga el último de ellos), el liberalismo de Ortega es evolutivo, pasando desde el social- liberalismo neokantiano, hasta el liberalismo conservador de los años treinta. En esta tesis se ha visto también que la idea de nación del filósofo está supeditada siempre al desarrollo del individuo. Es la suya una idea de nación activa, esto es, en la que la teoría se manifiesta en la nacionalización o ampliación del círculo nacional. En la fase neokantiana lo define con la pedagogía social, y desde el giro fenonemológico añade la idea de redimir al hombre medio. Ante los desafíos de la sociedad de masas, Ortega plantea una visión elitista, pero también liberal, en los dos sentidos que da Isaiah Berlin a la acepción: defiende siempre la libertad negativa, la limitación del Estado ante el individuo; pero también la libertad positiva, que el ser humano pueda desarrollar su vocación personal. En consecuencia, los términos que emplea para exponer su idea de nación se comprenden desde la evolución del liberalismo: la sintonía con el socialismo le lleva en la etapa neokantiana a defender la idea de pueblo, y su abandono, a la noción de masa. Luego, la noción de gente es corolario de lo que Lasaga ha llamado liberalismo comunitario, donde la nación se comprende como una realidad en la que el pretérito manifestado en ideas y creencias es resaltado. El liberalismo de Ortega se manifiesta también en los instrumentos de nacionalización que utiliza a lo largo de su quehacer político e intelectual, de entre los que existen partidos políticos, asociaciones civiles, entidades educativas, y órganos periodísticos. Entre los primeros, destaca el Partido Reformista, en el que Ortega se comprometió entre 1912 y 1919. Fue nombrado miembro de su Junta Directiva en 1914, aunque un año después se distanció del partido. Con todo, concurrió a las elecciones generales de 1918 y 1919 (por Baza y Málaga respectivamente), fracasando en el empeño. Igualmente tuvo relación con el Partido Radical de Lerroux, con el que colaboró desde 1909, llegando en 1933 a plantearse concurrir de nuevo a las elecciones bajo sus siglas. Ortega también fue cercano al PSOE en su época neokantiana, aunque nunca aceptó su internacionalismo, y en el marco de la II República siguió valorando el socialismo democrático como un instrumento esencial. En este periodo histórico, Ortega se acercó al conservadurismo liberal, promoviendo la creación de un partido que no llegó a cuajar. Antes, fue diputado Conclusiones 490 por la Agrupación al Servicio de la República, y en 1922 había intentado, infructuosamente, ser elegido senador universitario. Existe un elemento de continuidad en todas estas iniciativas políticas, desde el giro de 1912, que es el moderantismo o centrismo: de izquierda antes de la II República, y de derecha desde entonces. Esta actitud tiene que ver también con la idea de nación orteguiana, que a partir del patriotismo fenomenológico considera que el utopismo intelectual y el particularismo político son una vía directa hacia la desvertebración nacional. La opción de Ortega por cada grupo político está en gran medida supeditada a su idea de vertebrar a España desde un partido integrador de grupos sociales: en la época de la Restauración consideró necesario equilibrar el sistema por la izquierda, y en la II República, por la derecha. Si los partidos políticos con los que se compromete Ortega se entienden desde la idea de vertebración nacional, también las asociaciones civiles que impulsó. La España vertebrada se sustentaba en un proyecto común no particularista, pero también en la organización de los intelectuales. A tal efecto, Ortega creó la Liga de Educación Política Española en 1913, fracasada en 1915 (después de una reconversión en 1914). Antes, había proyectado una Sociedad Fabiana en 1907, que fracasó precisamente por el elitismo orteguiano; y la Agrupación de 1931, si bien transformada en partido político, se había proyectado también como unión de intelectuales. Pero Ortega tuvo una visión variante en torno a la relación del intelectual con la política. En otras ocasiones planteó que su intervención en el foro público debía de hacerse desde métodos estrictamente intelectuales. Así apostó continuamente por la reforma de la Universidad, que desde su etapa neokantiana concibió, por influjo de Renan y Fichte, como un instrumento de nacionalización esencial. En los años cuarenta, impulsó Institutos de Humanidades en Madrid, Berlín, Aspen, y Puerto Rico. Estos se entienden desde el contexto dictatorial el franquismo, pero también desde la convicción orteguiana de que, antes que la acción directamente política, la de carácter intelectual era importante para constituir la nación. Otra constante de Ortega, hasta 1932, es la intervención en el foro público a partir de periódicos. Destacan especialmente España (1915) y El Sol (1917), y en menor medida (cuantitativamente hablando) Faro (1908), Crisol (1931), y Luz (1932). El vínculo de estas iniciativas orteguianas con el proyecto de vertebración de España se ve en dos cosas. Por un lado, el propio método periodístico, que implica para Ortega la idea de que el intelectual debe salir de su torre de marfil si quiere contribuir a la nacionalización. Incluso obras fundamentales como España invertebrada, La redención de las provincias, o La rebelión de las masas aparecieron primero en formato periodístico. El elitismo orteguiano no supone un desprecio por la masa, sino la convicción de que las minorías tienen la misión de incidir sobre ella para constituirse juntos en nación. En segundo lugar, el método es básico: desde España se aprecia siempre el patriotismo fenomenológico, la idea de que el periódico ha de partir de la realidad objetiva de España ofreciendo datos reales que posibiliten la reforma. También se ha de mencionar la Revista de Occidente, un órgano en este caso más propiamente de intelectuales, en el marco de la que Ortega difundió ideas de autores como von Uexküll, Spengler, o Frobenius. Por tanto, el intento de difusión por parte de Ortega de su idea de nación se hizo casi siempre a partir de instituciones que, en la terminología propuesta por Alejandro Quiroga, son de carácter semi-público. Esto es así por dos cosas, una teórica y otra práctica. Lo Conclusiones 491 primero, dado que Ortega, según se ha dicho, no siempre consideró que la función de los intelecutales fuera de intervención directa en la política. Tendió casi siempre a creer más bien que su acción pública debía de realizarse desde periódicos o Universidades. A esto se añade el condicionamiento de las circunstancias: en el marco de las dictaduras de Primo de Rivera o Franco, Ortega solamente podía incidir a partir de este tipo de iniciativas, también porque el control sobre la Universidad hacía que dejara de ser esta una entidad semi-pública, en tanto que estaba sometida más directamente al poder político. En este sentido, es del mismo modo circunstancial la razón por la que Ortega se comprometió con la acción en la esfera pública, esto es, a través de las instituciones del Estado: lo hizo en la II República, para poner en práctica su idea de Estado en las cortes constituyentes. Igualmente, trató de hacerse diputado en un contexto en el que consideraba, en el marco de la Gran Guerra y la crisis española de 1917, que se podría configurar un nuevo Estado. Conclusions 492 CONCLUSIONS After this journey through Ortega’s intellectual biography, and having analysed his idea of nation in the hundreds of pages preceding these, the time comes to present the conclusions. To this end, comparisons will be made within the internal vertical axis, in other words, links established between the results obtained at a particular level in the previous chapters. This will result in two types of conclusions: general, and particular. The former refer to what can be indicated by this is research can indicate vis-à-vis the three questions which the initial hypothesis has attempted to answer. The latter, to more specific elements that have been understood thanks to the study of general themes, though they were not the initial objective of the thesis. Beginning with these, and on the question as to the existence or not of phases in Ortega’s thinking with regard to the idea of nation, an affirmative answer was obtained. Specifically, four stages were identified: that of the young Ortega (1883-1905), that of the neo-Kantian philosopher (1905-1912), that resulting from the “phenomenological shift” (1912-1932), and the one that id a consequence of Historical Reason (1932-1955). However, there are certain nuances to be made. Firstly, the dates do not delimit watertight compartments, but have been taken as references though they form part of a transition. For instance, it is between 1912 and 1914 when Ortega develops Vital Reason. Furthermore, a sub-phase was identified in the stage of phenomenological shift, located in 1922 because from that date onwards there is more theoretical concretion through various books. Finally, it should be noted that the last phase is directly related to the one that precedes it, which is why there is overlapping of the analysis of historical events like the civil war. But the decision was taken to refer to a new period because historical Reason and interest in the European and western context are what differentiate this phase. These divisions have been named in accordance with Ortega’s attitude to the idea of nation: that of “authentic patriotism” and “nihilistic patriotism” (1883-1905), “utopian patriotism” (1905-1912), and “phenomenological patriotism” (1912-1932, and 1932- 1955. The first stage projected via Vital Reason, and the second based on Historical Reason). This classification was considered relevant for two reasons. On the one hand, since it stems from a theoretical framework that makes the perception of the individual the basis of the idea of nation, patriotism understood as an attitude towards what Ferrán Archilés calls nation as “basic cognitive framework”. On the other hand, the intention was thus to underline an important theme of the hypothesis: the fact that Ortega’s philosophy is a fundamental factor in order to understand his idea of nation. In other words, it is not that a person can consider himself to be a “utopian patriot” or a “phenomenological patriot”, but that the perspective from which they define their idea of the national fact is conditioned by an intellectual circumstance or system of ideas and beliefs (to use Ortegan terminology) from which is derived their interpretation. A person can define himself as a Spanish patriot (or of whatever nationality), but not all who do so see their nation in the same way: for some, being a patriot means loving unconditionally; for others, attempting to construct a project from scratch; on other occasions it means perfecting or improving without discarding what exists; and many other variants, which to a large extent result from the perception of the assumed reality. Conclusions 493 But it is not only the change of intellectual perspective which involves the development of phases. Its materialisation also specifies the analysis of all kinds of experiences and references to nation. On the basis of this confluence it is possible to identify various answers provided by Ortega over time to the question of whether he subscribes to the ideal-type of Staatsnation or that of Kulturnation. For the young philosopher there is a mixture between both perspectives, though the latter takes precedence. In the case of the neo-Kantian Ortega, the terms are inverted, given that it the constructivist theory that has far more influence than the essentialist one, of scant importance at this time. Afterwards, the phenomenological shift maintains the commitment to the civic nation: mentions of the Spanish character are constant, but always predominant is the idea of building a nation looking to the future, the culture of the Spanish being something real for Ortega, but something reformable. In his theory, it is historicist, but never essentialist: he does not believe in immutable race, identity or character. In their practical dimension, the ideas he develops during these years for reforming Parliament or redeem the provinces are aimed at influencing the individual so as to improve him. It should be pointed out that, certainly, if one takes into account isolated texts like “Teoría de Andalucía” or even Meditaciones del Quijote, one might have the impression of an Ortega who believes in the essence of nations. But this is nuanced when one includes these writings in his work as a whole. Finally, in the phase of the Ortega influenced by historical reason, it is possible to speak of a return to the balance between Staatsnation and Kulturnation. He stresses the idea that a natural culture and destinies exist, and attaches much more importance to the comprehension of the past than he did before. But it should be emphasised that he is still not essentialist, because he accepts the constructed nature of national identity, however vital it is to take it into account in order to advance. The third question relates to Ortega’s intentions when constructing his theory, and the answer proposed by this thesis is that, above all, he wishes to resolve his existentialist crisis, though other objectives also play a less direct part. He speaks from the beginning of the “patriotism of pain” (though in these terms only in his early years), and of the personal need to meditate and reflect upon Spain and, at the same time, the idea of nation. In his final years he refers to the human being as an “etymological animal” that seeks to assign meaning to its existence, a reason why he also confessed to having reflected at length upon this theme. The idea of the person as “I and my circumstances” includes this need to understand nationality – and other forms of social organisation–, which explains the appropriateness of the application to this thesis of the idea of nation as basic cognitive framework. Furthermore, although it is a sentence written in 1914, its consequences were permanent. And despite the fact that in the two previous phases he did not take into account circumstances, Ortega also expressed the identification between personal and national project. Connected with this, in accordance with his own vision, philosophy had, though not exclusively, the function of influencing society to regenerate it once understood. But if the personal project or destiny is basic, other elements also come into play when theorising upon the idea of nation, and are added to the former, though they never replace it. Some students of Ortega have identified these, but from the perspective of this thesis they have erred in establishing these as fundamental. Among them is the problem of peripheral nationalism. The philosopher develops an idea of Spain which attempts to Conclusions 494 address the challenge of regional particularities. The Catalan case is significant in Ortega’s work, but is an exaggeration to claim that all his meditation on the subject is directed towards solving it. In this sense, discarding language or race as primary criteria in the constitution of a nation is not a consequence, in Ortega, of the desire to deactivate the demands of Catalanism. Many factors are influential, such as the vision of the human being as project, or the conviction that political realities are in constant evolution. Meanwhile, communism is another element that has sometimes been defined as a basic vector in the configuration of Ortega’s idea of nation. There is considerable fear of communism following the historical events of de 1917 and 1918, and all the more so in the context of 1936 and 1945. But the categories via which he analyses the phenomenon, those of social particularism or the rebellion of the masses, are implicit in his political thinking at a much earlier date. Nevertheless, it is true that communism (or fascism in the context of the 1920s) is influential in that they lead to a more pessimistic vision of the nation, as a composite of uncontrolled masses who threaten to dismember it. On another level, this thesis has also led to particular conclusions, which do not respond to questions explicitly raised at the start, but which are equally in order to understand the subject of study. To begin with, Ortegan terminology. In spite of a certain conceptual ambiguity over the years, various phases are identifiable with the use of the word nation. The Ortega prior to the phenomenological shift uses the idea of pueblo as a synonym, which in fact he often contrasts with nationalism. From then onwards he clarifies his vision, with the pueblo ceasing to be an element analogous with or opposed to nation, to be definitively configured as one of its parts. The pueblo is the element organised by the select minority, and in this respect equivalent to the category of mass. This vision will persist for years, until Vital Reason gave way to Historical reason. The emphasis on the determinants of the past corresponding to this perspective result in the pueblo being defined as an element that is part of the nation, but now because it precedes it chronologically. Therefore it is not synonymous with mass but with tradition. Meanwhile, it is with the help of this philosophical perspective that he develops the concept of the “ultra-nation” or “super-nation”, referring to a new phase in the organisation of society which, projected onto the European sphere, would have to follow the same steps of incorporation previously followed by nations. With regard to the units of organisation that form this social structure, Ortega employs almost exclusively the idea of region. In an ad hoc manner he speaks of nationalities – for some of them– and of “gran comarca” (“large country”): the former given the influence of the international context of the Great War, and the latter to evade the censorship of Primo de Rivera. It should also be pointed out that 1917, when his interest in the subject grew, Ortega expressed his opposition to the idea de regionalism, advocating localism, since he identified the former with the defence of historical interests. However, throughout the following decade he came to accept regionalism, based on the idea that it could be defended via non-historicist criteria. In addition, there is a series of categories that Ortega uses to define the nation which remain as signifiers upon which he projects his varying analysis. In his youth he assumes the distinction between mass and élite, and in the neo-Kantian phase the idea of organisation. After the phenomenological shift, he develops notions that are added to the Conclusions 495 previous ones, such as particularism, vertebration, or the common project. In the final stage, ideas like Destiny, belief, or people are resignifications of what he had developed earlier. In this sense, there is continuity with renovation, but only in the concepts, and not in the attributed content. In relation with this theme, Ortega proposes an autonomous structuring for Spain. In the phase of youth and utopian patriotism he does not address this question, and it can even be inferred that he would defend a centralised State as a consequence of his aversion to Catalanism and on account of his statism. In passing fashion, again in the context of the Great War, he also speaks of a federal state. But a constant element in his political thinking after the phenomenological shift is the option of a Spain of autonomous regions. This is explained via his interpretation of the State: although his vision varies with time – in phases presented by Fernando Llano in the book quoted from on various occasions in this thesis–, an essential element in relation to phenomenological patriotism is the adaptation of the state apparatus to the reality of the nation. At the end of the 1910s, Ortega assumes two interpretative elements that, in one way or another, will remain with him: the idea of “natural region”, and that of the federation as a phase prior to the consolidation of the nation. The former he takes from geography, and the latter from history, which indicates the fundamental importance of both disciplines in his theory. In other words, the “scientific” vision of the Spanish nation leads him to advocate a form of State of autonomies, and from the 1930s onwards, a European federation. In this respect it is worth indicating another conclusion drawn from this thesis, which is Ortega’s relationship with Catalanism. Ortega has often been branded as de anti- Catalan, or at least pro-Castilian, and even authors mentioned in the state of the question cite his aversion to Catalan nationalism as the leitmotiv of his Spanishness. But this vision is refuted by both theoretical and practical considerations. The former, because for Ortega the commitment to Castile does not imply the defence of political centralism or the destruction of a particular identity. In fact, he criticises “madrileñismo”, and from 1910 onwards identifies in Catalanism a collective morality. With risks of particularism, certainly, but in any case not something to be eradicated. For Ortega, the exaltation of Castile has to do with the defence of the common and inciting project, not the defence of its language or even its traditions. He repeats in the 1910s, ‘20s and ‘30s (not after that because he will focus on the relationship between Spain and Europe and regional articulation will take second place) that the national unity of Spain was grounded in the past, but only as a starting point towards what was truly important: the future. Moreover, it should be made clear that Ortega is a regionalist thinker: in the context of the Second Republic he did not advocate the granting of autonomy to all the regions to prevent Cataluña or the Basque Country from gaining power – though this was also a desired effect –, but because from the 1910s onwards he developed a decentralising vision for the whole of Spain, founded on his anthropological notion and the aforementioned disciplines of geography and history. With regard to the practical arguments, it is not a minor point that illustrious representatives of political Catalanism saw him as an ally or, at least, a kindred spirit. This was the view of individuals such as Cambó, Durán y Ventosa, or Xirau. Conclusions 496 Meanwhile, it can be deduced from this work that, amongst all Ortega’s books and writings on the idea of nation there is one that is essential: España invertebrada. In intellectual history it is not possible to choose one text as paradigmatic, because it always has to be compared with others. Nevertheless, from 1917 onwards Ortega develops some fundamental ideas that he will Project in this book, and which will later appear in the others: from a sociological angle in La rebelión de las masas (1930), in political form in La redención de las provincias (1931), and applying some of his theses at a European level, in “De Europa Meditatio Quaedam” (1949). These ideas are those of particularism, vertebration, and common project; although in the ‘40s and ‘50s the signifiers changed. Even in this book he advocates the method of Historical Reason with which he will conclude his intellectual biography. Furthermore, in España invertebrada Ortega offers two definitions of the idea of nation that are, far and away, those that best express his thinking, given that they will prevail until the end (although, once again, he changed the signifiers): the first is the idea of nation as “organised human mass, structured by a minority of chosen men”. Even in the neo-Kantian phase he assumes this vision, based on the idea of organisation, which he will refer to again in later phases. The second definition is that of “project suggestive of life in common”. In the youthful and neo- Kantian phase too the influence of Renan or Nietzsche leads him to a similar vision, which will be accentuated with the notion of life as futurition that will always accompany him after the phenomenological shift. These two definitions which in a sense articulate Ortega’s entire national biography, lead to the conclusion regarding the centrality of directing minorities. He is an elitist thinker who always considers, in all his stages, that the relationship between minority and mass is essential. Two things vary. On the one hand, the terms, since in the neo-Kantian phase he speaks of “pueblo” (“people”) instead of mass, and from the 1930s onwards, of “gente” (“people”). The elite on the other hand is almost always defined as “cultural minority”, or more frequently, “directing minority” or “select minority”. Thus, there is chronological succession in relation to the qualification attributed to the mass, derived from the evolution of Ortegan thought; and a continuity vis-à-vis the second element, where signifiers interchange without this resulting in a shift in perspective. This situation also shows us that in the Ortegan idea of nation the élite is a fundamental and predominant factor, with a role that changes with his vision of the mass. This is the second vector that changes, as Ortega perceives it until 1917 approximately (with the exception of his youthful phase and the context of 1915), in optimistic terms. Henceforth (and also in spite of circumstantial moments like the end of Primo de Rivera’s dictatorship), in pessimistic terms, as an obstacle to nationalisation upon which minorities must act. Various factors influence this change of perspective: the philosophical one, when Ortega abandons neo- Kantian utopianism; the historical one, with his analysis of events such as the Great War, fascism or communism; and the existentialist factor, when Ortega experiences failures in his political activity, strikes, or the civil war and Franco’s dictatorship. In addition, the role of directing minorities as nation builders is modified in accordance with the Ortega’s analysis of circumstances: in the neo-Kantian stage, in 1914, and in 1931 he opts for direct intervention in politics. In parallel fashion, and with more impetus than in other years, he separates the intellectual from the political, favouring the influence of the former over the latter. Conclusions 497 On another note, it is important to mention Ortega’s intellectual sources. In spite of being a philosopher, or precisely because of his vision of philosophy as an integrated science, he turns to other disciplines. History stands out, not only when he advocates from 1932 onwards Historical Reason, but from the very beginnings of his intellectual output. In this respect, rather than inquiring into the history of Spain, he focuses on two major periods from Europe’s past: the Middle Ages and Rome. The former is a constant, from his doctoral thesis Los terrores del año mil (1909), until his final address “Europa y la idea de nación” (1955). Ortega considers throughout his career that medieval times saw the development of both nation and liberalism. He changes the meaning he assigns to these two signifiers, but never abandons them. There is also an essential source, namely Ernest Renan: his vision of the Germanic and medieval as origin of both things will persist over the decades. In this respect, one of the books that was undoubtedly crucial to the development of Ortega’s theory is La reformat intelectual y moral (1871), not only because of its interpretation of the Middle Ages, but also on account of the elitism or the idea of culture expounded therein; or due to the projective vision of nation which the French philosopher later synthesised in “¿Qué es una nación?” (1882). Rome meanwhile is not as important as the Middle Ages for Ortega, and in fact he usually understands it in relation to this historical period. With España invertebrada, and then with the shaping of Historical Reason, he refers to European nations as a combination of the Germanic (sometimes he also adds the autochthonous) and the Roman. But he changes the interpretation, because in the context of “De Europa Meditatio Quaedam” he emphasises the nature of Rome as ideal, which in España invertebrada resided more within the Germanic nature itself. Furthermore, there is an element that ids also fundamental in the Ortegan idea of nation which he arrives at after meditating upon Rome: the idea of “incorporation” (also linked to the philosophical notion of integration), which he projects upon Spain’s past and, in the 1930s, Europe’s future. In this respect, the fundamental author is Theodor Mommsen. Another primordial discipline for Ortega is geography. From the context of the 1910s he takes an interest in the “New Geography” of Juan Dantín Cereceda or Leoncio Urabayen. Thanks to them he qualifies the idea of “landscape”, so important for the Generation of ‘98, finding scientific grounds to defend the idea of region. Until the 1930s, he will speak in this way of regions as objective data of the reality of the Spanish nation, without which any kind of reform is useless. Beyond geography and history, other disciplines are also important, and among them it is worth highlighting post-Darwinian biology. Von Uexküll is a significant figure for the philosopher, as the idea of “circumstance” was to a large extent the result of his influence. It is important to mention this when studying the idea of nation because it helps one to understand Ortega’s aversion to the biologistic nationalism arising from Darwinism. Ortega speaks of race, of the nation as a collective body, of Spain as a sick country…but in the sense deriving not from Darwin’s theory of natural selection, but from the dialogue between individual and milieu postulated by Uexküll. It should also be noted that it is in the 1910s and ‘20s in particular, in the context of España invertebrada, when Ortega refers to this author. During the “second sailing” he seems to be overlooked. Conclusions 498 The last fundamental discipline is, obviously, Philosophy. One is familiar with the evolution of Ortegan thought, which can be identified (simplifying the question with the sole aim of establishing a schema) with four groups of authors: Nietzsche, in his young years; Cohen and Natorp, in the neo-Kantian phase; Husserl or Scheler in Vital Reason; and Dilthey in Historical Reason. The transition explains the changes of perspective already indicated, with their resulting modifications in the idea of nation. However, it should be noted that “superation” in the Ortegan sense is evident in the fact that he maintains elements from previous stages. One might allude in this respect to the neo- Kantian idea of “organisation”, but in particular the influence of Nietzsche, since his concept of nation as “homeland of children” is essential and persists over time. Only the greater significance he attaches to the past after 1932 slightly reduces his presence. In addition other authors should be mentioned: fundamental is the aforementioned Renan, and very important too, Fichte: Ortega identifies with his work of nationalisation, especially in the context of 1914, and until the 1940s refers to his vision of politics as the art of starting from reality. Finally, it must be concluded that for Ortega the idea of nation is always related to a very specific political ideology, which is liberalism. In 1914 he openly declared that these were the two cornerstones of his Project for Spain, but it is something that was present before and afterwards too. As various students of Ortega have discovered (José Lasaga the last of these), Ortega’s liberalism is evolutive, progressing from neo-Kantian social- liberalism to the conservative liberalism of the 1930s. This thesis has also evidenced how the philosopher’s idea of nation is always subject to the development of the individual. His idea is that of the active nation, that is, in which theory is manifested in the nationalisation or extension of the national circle. In the neo-Kantian phase he defines it with social pedagogy, and after the phenomenological shift adds the idea of redeeming the average man. Before the challenges posed by the society of masses, Ortega proposes an elitist but at the same time liberal vision, in the two senses that Isaiah Berlin attributes to the term: he always defends negative liberty, the limitation of the State vis-à-vis the individual; but also positive liberty, the ability of human beings to develop their personal vocation. Consequently, the terms he employs to present his idea of nation are understood through the evolution of liberalism: the rapport with socialism leads him in the neo- Kantian stage to defend the idea of “the people”, and its abandonment, to the notion of mass. Later, the notion of people is a corollary of what Lasaga has called community liberalism, where the nation is understood as a reality in which the past manifested in ideas and beliefs is highlighted. Ortega’s liberalism is also apparent in the instruments of nationalisation that he uses throughout his political and intellectual activity, which include political parties, civil associations, educational institutions, and the press. Prominent among the former is the Reformist Party, of which Ortega was a member between 1912 and 1919. He was appointed to its Executive Committee in 1914, although a year later he distanced himself from the party. Nonetheless, he contested the general elections in 1918 and 1919 (for Baza and Malaga respectively), failing on both occasions. He also had connections with Lerroux’s Radical Party, with which he collaborated from 1909 onwards (in 1933 he contemplated contesting the elections once again under its banner). Ortega was also close to the PSOE in his neo-Kantian period, though he never accepted its internationalism, and Conclusions 499 in the framework of the Second Republic he continued to value democratic socialism as an essential instrument. During this historical period, Ortega was drawn towards liberal conservatism, encouraging the creation of a party that did not actually materialise. Previously, he was an MP for the Agrupación al Servicio de la República, and in 1922 he had attempted, unsuccessfully, to be elected as university senator. There is an element of continuity in all of this political activity, after the shift of 1912, which is moderantism or centrism: left-wing before the Second Republic, and right-wing thereafter. This attitude is also connected with the Ortegan idea of nation, which after phenomenological patriotism considers that intellectual utopianism and political particularism constitute a direct route towards the disintegration of the nation. Ortega’s inclination towards each political group is to a large degree subordinated to his idea of structuring Spain via a party that integrated social groups: in the era of the Restoration he regarded it as necessary to balance the system on the left, and in the Second Republic, on the right. If the political parties with which Ortega engaged are understood in the sense of national articulation, this is also the case of the civil associations he promoted. Vertebrated Spain was based upon a non-particularist common project, but also upon the organisation of intellectuals. To this end, Ortega created the League of Spanish Political Education in 1913, which was abandoned in 1915 (following a reconversion in 1914). Before that, he had proposed a Fabian Society in 1907, which failed precisely on account of Ortega’s elitism; and the Agrupación of 1931, albeit transformed into a political party, had also been projected as a union of intellectuals. But Ortega had a changing vision with regard to the intellectual’s relationship with politics. On other occasions he proposed that their intervention in the public forum should be via strictly intellectual methods. Thus he continually advocated reform of the University, which since his neo-Kantian period he conceived, inspired by Renan and Fichte, as an essential instrument of nationalisation. In the 1940s, he promoted Humanities Faculties in Madrid, Berlin, Aspen and Puerto Rico. These are understood in the dictatorial context of Francoism, but also through Ortega’s conviction that, before directly political action, that of an intellectual nature was important to build the nation. Another constant in Ortega, until 1932, is participation in the public forum via newspapers. In particular España (1915) and El Sol (1917), and to a lesser extent (in terms of quantity) Faro (1908), Crisol (1931), and Luz (1932). The link between these Ortegan initiatives and the Project of articulation of Spain is evident in two things. On the one hand, the actual journalistic method, which for Ortega involves the idea that the intellectual must leave his ivory tower if he wishes to contribute to nationalisation. Even fundamental works like España invertebrada, La redención de las provincias, or La rebelión de las masas first appeared in newspaper format. Ortegan elitism does not mean disdain for the masses, but the conviction that it is the mission of minorities to influence them in order together to form the nation. Secondly, the method is basic: from España onwards one is always aware of phenomenological patriotism, the idea that the newspaper, on the basis of the objective reality of Spain, should provide true information that makes reform possible. One should also mention Revista de Occidente, strictly speaking more of a publication for intellectuals, by means of which Ortega disseminated ideas of authors such as von Uexküll, Spengler, or Frobenius. Conclusions 500 Therefore, Ortega’s attempts to broadcast his idea of nation were almost always via institutions that, in the terminology suggested by Alejandro Quiroga, are of a semi-public nature. This is for two reasons, one theoretical and another practical. The former, given that Ortega, as has been said, did not always consider the function of intellectuals to be direct intervention in politics. He tended almost always to be of the opinion that their public action should be undertaken via newspapers or universities. Added to this is the manner in which circumstances conditioned matters: in the context of the dictatorships of Primo de Rivera or Franco, Ortega Could only exert an influence through these kinds of actions, also because control of the university meant his was no longer a semi-public entity, in the sense that it was more directly subject to political control. Along these lines, circumstantial too is the reason why Ortega was committed to activity in the public arena, in other words, via the institutions of the State: he did so in the Second Republic, to put into practice his idea of State in Parliament. He also attempted to become an MP in a context in which he believed, in the context f the Great War and the Spanish crisis of 1917, that a new State could be formed. 501 FUENTES Y BIBLIOGRAFÍA  BIBLIOGRAFÍA PRIMARIA DE ORTEGA (OBRAS COMPLETAS. EDICIÓN TAURUS) Obras completas. Tomo I (1902-1915), Madrid, Taurus: Fundación José Ortega y Gasset, 2004. “Alemán, latín y griego” (1911), pp. 451-454. “Algunas notas” (1908), pp. 198-292. “Alma del Purgatorio” (1915), pp. 846-849. “Arte de este mundo y del otro” (1911), pp.434-450. “Asamblea para el progreso de las ciencias” (1908), pp. 183-192. “Babel, Bibel y Bebel” (1905), pp. 41-43. “Calma política” (1912), pp. 540-544. “Catecismo para la lectura de una carta” (1910), pp. 326-331. “De puerta de tierra” (1912), pp. 545-558. “Diputado por la cultura” (1910), pp. 349-352. “El cabilismo, teoría conservadora” (1908), pp. 173-175. “El gobierno que se ha ido” (1915), pp. 919-921 “El problema de Marruecos” (1911), pp. 424-433. “El recato socialista” (1908), pp. 214-216. “El sobrehombre” (1908), pp. 176-179. “En torno a un héroe moderno” (1911), pp. 506-513. “Ensayo de estética a manera de prólogo” (1914), pp. 664-680. “España como posibilidad” (1910), pp. 336-337. “Glosa” (1902), pp. 3-4. “Imperialismo y democracia” (1910), pp. 317-320. “La ciencia romántica” (1906), pp. 87-91. “La guerra, los pueblos, y los dioses” (1915), pp. 914-918. “La herencia viva de Costa” (1911), pp. 401-404. 502 “La nación frente al Estado” (1915), pp.836-838. “La solidaridad alemana” (1908), pp. 136-139. “La teología de Renan” (1910), pp. 332-335. “La Universidad española y la Universidad alemana” (1906), pp. 63-86. “Las dos Alemanias” (1908), pp. 133-135. “Las revoluciones” (1910), pp. 321-325. “Lerroux, o la eficacia” (1910), pp. 361-364. “Los terrores del año mil. Crítica de una leyenda” (1909), pp. 263-314. “Meditaciones del Quijote” (1914), pp. 747-825. “Miscelánea socialista” (1912), pp. 564-570. “Ni legislar ni gobernar” (1912), pp.559-563. “Notas de andar y ver. Berlín-Balada Marcial” (1905), pp. 160-166. “Notas de Berlín” (1905), pp. 44-55. “Notas de Berlín. 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(Lord): 188, 287 Acuña, J.G.: 256 Adler, Alfred: 463 Adler, Max: 144, 160, 164 Aguado Hernández, Emiliano: 452 Aguilar, Mario: 312 Aguilar, Enrique: 38-39, 40, 59, 61, 62, 63, 444 Aguirre y Lecube, José Antonio: 434 Ahrens, Heinrich: 280 Aizpuru Murua, Mikel: 147 Alba, Duque de (Jacobo Fitz-James Stuart y Falcó): 353, 365 Alba Bonifaz, Santiago: 106, 284-285 Albornoz Liminiana, Álvaro de: 182, 188 Alcalá Galiano, Álvaro: 450 Alcalá-Zamora y Torres, Niceto: 401, 402, 412, 416, 419, 442, 444 Alcover y Masapons, Joan: 430 Alejandro Magno: 350 Alemany, Juan B.: 383-384 Alfonso XII: 398 Alfonso XIII: 134-136, 208, 233, 234, 241, 242, 246, 250, 254, 308, 315, 382, 394 Almirall i Llozer, Valentí: 55, 95, 430 Alomar Villalonga, Gabriel: 170, 324, 414, 415, 419 Alonso, Tomás: 383, 424 Alonso Rodríguez, María Rosa: 354, 440 Altamira y Crevea, Rafael: 95, 234, 260 Álvarez Bugallal, Saturnino: 259 Álvarez Buylla, José: 404, 405, 409, 410 Álvarez Cerón, M.: 269 Álvarez del Vayo, Julio: 317 Álvarez Díaz, Nicanor Balbino (Alejandro Sirio): 420 Álvarez González-Posada, Melquíades: 151, 152, 181, 232-234, 252, 253, 259, 302, 311, 326, 363, 390, 409, 410, 411, 434, 437, 438, 453 Álvarez Junco, José: 55, 146, 183 Álvarez Rodríguez, Basilio: 403, 405 Anderson, Benedict: 20, 34, 37, 71, 143, 184, 250 555 Andreu Miralles, Xabier: 123 Annunzio, Gabriele d´.: 340 Aragón, Luis: 256 Aragón, Salvador: 282 Arana Goiri, Sabino: 286 Aranguren, José Luís (López-Aranguren Jiménez): 480 Araquistáin Quevedo, Luís: 30, 129, 301, 306, 307, 317, 324, 345-346, 359, 373, 391, 416, 417, 418 Arbouin, Gabriel: 257 Archilés i Cardona, Ferrán: 20, 43-44, 59, 61, 62, 63, 65, 66, 93, 176, 215, 483, 492 Arenal Ponte, Concepción: 167 Arendt, Hannah: 463, 477 Ariel del Val, Fernando: 28 Aristóteles: 211, 350 Armiño y Calleja, Tomás Alonso de: 424, 425 Artime Omil, Manuel: 58-59, 61, 62, 63, 175 Artola Goicoechea, Jesús: 447 Avellaneda, Marco Manuel: 260 Ávila, Santa Teresa de (Teresa Sánchez de Cepeda y Ahumada): 105, 212, 226 Ayala Alarco, Ángel: 283 Ayuso Iglesias, Manuel Hilario: 324 Azaña Díaz, Manuel: 51, 84, 246, 269, 270, 324, 354, 422, 434-438, 442, 449, 455 Azcárate y Flórez, Justino de: 438, 448 Azcárate y Flórez, Pablo de: 316 Azcárate y Menéndez, Gumersindo de: 10, 13, 62, 73, 110, 118, 132, 137, 190, 192, 208, 234, 237, 238, 246, 249-251, 254, 266, 280-281, 283, 285, 288, 298, 299, 303, 325, 328, 372, 387, 394, 431, 452 Aznar y Zubigaray, Manuel: 276 Azorín (José Martínez Ruiz): 46, 92, 101, 102, 103, 108, 113, 118, 130, 193, 212, 230, 258, 277, 292, 318, 334, 336, 358, 359 Bachofen, Johan: 348-350 Baden-Powell, Robert: 235 Badiola, José: 366 Bagaría Bou, Luis: 252, 254, 375 Barbusse, Henri: 316 Barnés Salinas, Francisco: 438 Baroja y Nessi, Pío: 46, 101, 103, 197, 231, 324 Barral, Ignacio: 269 Barrès, Maurice: 62, 115 Barrett, Martyn: 66 Bartolomé Cossío, Manuel: 132, 234, 394 Basterra y Zabala, Ramón de: 330-331 Bastian, Adolf: 347 556 Bastida Freixedo, Xacobe: 30, 31, 37-38, 40, 50, 58, 59, 61, 62, 63, 314 Battenberg, Victoria Eugenia de: 134 Bauer, Otto: 144-147, 148, 149, 287 Bebel, August: 144 Beck, Ulrich: 36 Beiser, Frederick C.: 159 Bello Trompeta, Luis (Juan Bereber): 267, 391, 422-423, 429, 444 Belmonte García, Juan: 256 Benedicto XV: 254 Benítez Rexach, Jaime: 478-480, 481 Bentham, Jeremy: 303 Beramendi González, Justo: 35 Berenguer y Fusté, Dámaso: 366, 377 Bergamín Gutiérrez, José: 447 Bergemann, Paul: 165 Bergson, Henri: 86 Berlin, Isaiah: 18, 209, 343, 489, 498 Bernaldo de Quirós, Lorenzo: 150, 152 Bernstein, Eduard: 144, 152, 154, 158, 159 Berthelot, Marcellin: 9, 12, 79, 80-81, 88, 101, 126, 176, 182 Besteiro Fernández, Julián: 175, 355, 402, 449, 453 Billig, Michael: 20 Bismarck, Otto von: 138, 139, 141, 142, 150, 151, 154, 158, 173, 178, 183, 194, 303 Blanco Pérez, Carlos: 405 Blanco White, José María: 83, 188, 237 Blas Guerrero, Andrés de: 27, 28, 31, 32, 35, 37, 39-41, 44, 59, 62, 63, 64, 145, 309 Blasco Herranz, Inmaculada: 82 Blasco Ibáñez, Vicente: 84, 103, 316 Blom, Philipp: 465 Bofill i Mates, Jaume: 378 Bohigás Gavilanes, Francisca: 353 Bolado Ochoa, Gerardo: 31 Bonaparte, Napoleón: 81, 90, 110, 124, 128, 153, 463 Booth, Charles: 235 Borbón y Battenberg, Juan de: 393 Bordás i Figueres, Jaume: 326 Botti, Alfonso: 29, 83, 84, 360, 385, 449 Bourdieu, Pierre: 22, 43 Brande Trend, John: 221 Brañas Menéndez, Alfredo: 355 Braudel, Fernand: 138 Bravo, Juan: 434 Briand, Aristide: 466 Brubaker, Rogers: 43 557 Buen Lozano, Demófilo de: 326 Bueno Bengoechea, Manuel: 92, 103, 368 Bugallal Aráujo, Gabino (Conde de Bugallal): 259, 260, 301, 358 Bülow, Bernhard von: 141, 142, 144, 150, 151 Burckhardt, Jacob: 344 Burgess, John W.: 281 Burgos y del Olmo, Francisco Javier de: 299 Burke, Edmund: 38, 39, 62, 237, 456, 470 Burrin, Philippe: 295 Burrow, John: 86, 186 Buylla, Adolfo (Álvarez-Buylla): 116, 234, 324, 373 Cabrero Blasco, Enrique: 56, 57, 59, 62, 63 Cáceres, Juan de: 269 Cacho Viu, Vicente: 24, 28, 48-49, 51, 55, 59, 62, 63, 69, 72, 86, 110, 140, 148, 150, 198, 199, 248 Cal, Juan de la: 261 Calduch Cervera, Rafael: 54 Calvet Pascual, Agustí (Gaziel): 383, 392-393 Calvo Sotelo, José: 361 Camazón Linacero, Juan Pablo: 54-55, 56, 59, 62, 63, 65, 70 Cambó y Batlle, Francesc: 56, 189, 190, 195, 279, 284, 295, 310, 325, 326, 370, 379, 384, 486, 495 Campalans i Puig, Rafael: 428, 429 Campbell, Joseph: 268 Campoamor Rodríguez, Clara: 404, 405 Campomar Fornieles, Marta: 262 Camus, Albert: 153, 205 Canalejas Méndez, José: 66, 105, 151, 177, 192, 208, 233 Canetti, Elias: 256 Cánovas del Castillo, Antonio: 38, 62, 95, 106, 178, 229, 249, 259, 409, 410 Capdevila i Balanzó, José María: 439 Carbonell Sánchez, María: 122 Carey, John: 195 Carlos V: 256, 283, 285 Carlyle, Thomas: 193 Carr, Edward H.: 16 Carral de la Torre, Ignacio: 284 Carretero Jiménez, Anselmo: 283 Carretero Nieva, Luis: 282 Carril, J.R.: 267 Casas y Carbó, Ramón: 198 Casas Fernández, Manuel: 292 Casas Jiménez, Hermenegildo: 440 Casas-Carbó, Joaquín: 385-386 558 Cassirer, Ernst: 159 Castillejo Duarte, José: 239 Castro, Rosalía de: 291 Castro Pajares, Fernando de: 73 Castro Quesada, Américo: 471 Castro Sáenz, Alfonso: 39 Castrovido Sanz, Roberto: 251, 323 Cavia y Lac, Mariano de: 67, 104, 131 Cejador y Fracua, Julio: 84, 206-207 Cerezo Galán, Pedro: 36-37, 59, 62, 85, 216-217, 218, 248 Cervantes Bocanegra, Juan de: 119 Cervantes Saavedra, Miguel de: 68, 104, 105, 112, 116, 117, 118, 119, 120, 122, 124, 223, 226-229, 255 Chamberlain, Arthur Neville: 455, 465 Chamberlain, Houston Stewart: 140, 240 Chervin, Arturo: 208 Chesterton, Gilbert K.: 306 Churchill, Randolph: 245 Churchill, Winston: 240, 244, 455-456, 463, 466 Cicerón, Marco Tulio: 21, 461-463 Cierva y Codorníu, Juan de la: 171-173, 279, 311, 358, 359, 363 Cohen, Hermann: 10, 13, 153, 156-158, 159, 160, 161, 162, 168, 170, 179, 180, 216, 489, 498 Coloma, Gonzalo: 81 Companys i Jover, Lluís: 406, 407, 408, 409, 423, 424, 425, 428, 449 Comte, Auguste: 184 Condorcet, Nicolás de: 81 Constant, Benjamin: 39, 54, 62 Corominas y Montaña, Pedro: 204 Corpus Barga (Andrés García de Barga): 369 Cossío y Martínez Fortún, José María de: 381 Costa Martínez, Joaquín: 46, 62, 95-100, 103, 111, 126, 138, 139, 147, 168, 175, 176, 195, 196, 206, 207, 210, 211, 213, 268, 324, 384, 387, 389 Coudenhove-Kalergi, Conde de (Richard Nikolaus Graf von): 466-468, 481 Croce, Benedetto: 229 Croly, Herbert: 123 Cruz, San Juan de la (Juan de Yepes Álvarez): 212, 226 Cruz Martínez, Rafael: 146 Curtius, Ernst R.: 229 Dalí y Domènech, Salvador: 375 Dantín Cereceda, Juan: 288, 299, 300, 488, 497 Darío, Rubén (Felix Rubén García Sarmiento): 107 Darwin, Charles: 334, 340, 344, 352, 488 559 Dato e Iradier, Eduardo: 326, 359, 362 Davidson, John: 340 Delgado Barreto, Manuel: 368 Demolins, Edmond: 106 Denis, Ernest: 137-139 Déroulède, Paul: 95 Descartes, René: 212, 336 Díaz, José: 443 Díaz del Moral, Juan: 439 Díez Fernández, Carlos: 396 Dilthey, Wilhelm: 20, 459, 489, 498 Dobson, Andrew: 28 Dollfuss, Engelbert: 360, 466 Domingo Sanjuán, Marcelino: 401, 419 Donofrio, Andrea: 56 Donoso Cortés, Juan: 38, 62 Dorero (Padre): 81 Dreyfus, Alfred: 180, 242 Dubois, Antonio: 368 Dühring, Karl Eugen: 154 Durán y Ventosa, Luis: 380, 389-390, 486, 495 Durkheim, Émile: 79, 165 Echegaray y Eizaguirre, José: 92, 103, 162, 208 Echevarría Ibarbia, Toribio: 391 Einstein, Albert: 220, 339 Elorza Domínguez, Antonio: 28, 30, 37, 40, 44, 50, 52-53, 55, 59, 61, 62, 63, 277, 290, 362 Emerson, Rupert: 19, 193 Engels, Friedrich: 160, 348 Estellés Salarich, José: 359 Estelrich Artigues, Juan: 375, 379 Fabra i Poch, Pompeu: 375, 385, 423 Fages, Ignasi: 355 Faraldo Asorey, Antolín: 355 Felipe II: 118, 119, 254-256, 390, 436 Felipe III: 118, 119 Fernández Almagro, Melchor: 433 Fernández de los Ríos, Ángel: 143 Fernández Villaverde, Raimundo: 66 Fernando el Católico: 452 Ferrater Mora, José: 29, 86, 134 Ferrer i Guardia, Francisco: 175, 180 Ferry, Jules: 81 Fichte, Johann Gottlieb: 44, 90, 92, 104, 138, 152, 153, 162, 166, 182, 222, 248- 249, 264, 272, 292, 294, 463, 489, 490, 498, 499 Flaquer y Fraise, Francisco de Paula.: 104 Fogazzaro, Antonio: 187 Fonck, Bèatrice: 265 560 Fontana Tarrats, José María: 452 Formisano, Ronald P.: 23 Fox, Edward Inman: 239, 243, 258, 260 Franchy Roca, José: 405, 406, 410, 430- 431, 437 France, Anatole: 316 Franco Bahamonde, Francisco: 11, 70, 361, 449, 453, 455, 456, 465-466, 473, 475, 481, 487, 491, 496, 500 Frankl, Víctor: 463 Freud, Sigmund: 100, 268, 274, 348, 463 Fröbel, Julius: 91 Frobenius, León: 347, 457, 490, 599 Fuente, Federico de la: 257 Fuentes, Víctor: 317 Funke, Max: 130 Fusi Aizpurúa, Juan Pablo: 46-47, 58, 59, 61, 62, 63, 174, 189, 197, 279, 280, 402, 474 Gambetta, León: 81 Ganivet García, Ángel: 9, 12, 54, 70, 95, 100, 106, 107, 108-116, 117, 118, 119, 120, 122, 126, 127, 130, 210, 223 Gaos y González-Pola, José: 261, 453 Garagorri Herranz, Paulino: 44 García, Rafael: 450 García Bilbao, Luís: 252 García Calderón, Ventura: 267 García Gallego, Jerónimo: 414, 442, 444 García Gómez, Emilio: 471 García González, Adolfo: 382 García Lozano, Luis: 432 García Morente, Manuel: 29, 246, 306, 307, 338-339, 453, 471 García Prieto, Manuel: 66, 279, 284, 320 García-Trevijano, Antonio: 37 García-Valdecasas y García-Valdecasas, Alfonso: 29, 402, 415, 438-439, 445, 450, 451 García Venero, Maximiano: 232 García Ventura, Eduardo: 468 García y Margallo, Juan: 70 Garnelo Álvarez, Benito: 356-357 Gasset Chinchilla, Dolores: 66 Gasset Chinchilla, Rafael: 66, 181 Gasset Chinchilla, Ramón: 87 Gasset y Artime, Eduardo: 66 Gauguin, Paul: 289 Gay y Forner, Vicente: 368 Gebhardt, Carl: 155 Geertz, Clifford: 20 Gellner, Ernest: 19, 71 Gener Babot, Pompeu: 95, 357 George, Henry: 235 561 Gervinus, Georg G.: 91 Gibson, Ralph: 82 Gil Robles y Quiñones, José María: 412, 447 Gili i Roig, Gustavo: 375 Gill, Eric: 289 Giner, Salvador: 267 Giner de los Ríos, Francisco: 73, 132, 137, 167, 185, 201, 224, 251, 374, 431 Giner de los Ríos, Hermenegildo: 324 Giral Pereira, José: 453 Gladstone, William: 188 Gobineau, Joseph Arthur (Conde de): 190 Goblet, René: 80, 81 Goded Llopis, Manuel: 449 Goethe, Johann Wolfgang von: 138, 201, 303, 305, 476-477, 481 Goicoechea Cosculluela, Antonio: 412 Gómez Anaya, Salvador: 262 Gómez Carrillo, Enrique: 135 Gómez de la Serna, Ramón: 67, 375, 394-395 Gómez Ortega, José (Joselito “El Gallo”): 256 Gómez Piñán, Tomás: 444 Gómez Rojí, Ricardo: 406, 407 González, Joaquín V: 260, 262 González Cuevas, Pedro Carlos: 72, 83, 102, 260, 368, 369, 373, 443, 449 González Rebollar, Hipólito: 248 Gordon, Peter E.: 18 Gordón Ordás, Félix: 406, 411, 415 Goya y Lucientes, Francisco José de: 475 Gracia García, Jordi: 65, 67, 69, 85, 108, 136, 216, 257, 439 Graham, John T.: 459-460 Gramsci, Antonio: 22, 138, 461 Grand, Sarah: 251 Granet, Marcel: 348 Green, Thomas Hill: 234, 235, 242 Grimm, Jacob y Wilhelm: 91 Guerra del Río, Rafael: 404 Guerra Sesma, Daniel: 391 Guillerman, Sharon: 167 Guillermo I: 73 Guillermo II: 141, 142 Guisasola y Menéndez, Victoriano: 105 Guixé Audet, Juan: 292 Gutiérrez del Arroyo, Avelino: 261 Habermas, Jürgen: 36, 51, 90, 91, 159, 160, 413, 465 Habsburgo-Lorena, María Cristina: 66 Haggard, Henry Rider: 123 562 Hardy, Thomas: 340 Hartmann, Nicolai: 216 Hauptmann, Gerhart: 227 Hauriou, Maurice: 325 Hayek, Friedrich: 39, 421 Hazm de Córdoba, Ibm: 470-471, 473 Hegel, Georg W.H.: 37, 38, 44, 309, 314, 339 Heidegger, Martin: 47, 459, 477 Herder, Johann Gottfried: 90, 308 Herman, Paul: 219 Hernández Rico, Luis: 443 Herrera Oria, Ángel: 283 Herriot, Edouard: 466 Herzl, Theodor: 156 Hewitson, Mark: 43 Hilferding, Rudolf: 144 Hipona, San Agustín de: 211 Hitler, Adolf: 360, 465 Hobbes, Thomas: 303 Hobhouse, Leonard T.: 234, 235, 237- 238, 240-241, 307 Hobsbawm, Eric: 20, 91 Hobson, John A.: 234, 235, 236-237, 238 Hoyos y Sáinz, Luis de: 257, 324 Huici Lazcano, Serapio: 300 Huizinga, Johan: 348 Hulme, Thomas Ernest: 450 Humbert i Esteve, Manuel: 375 Humboldt, Wilhelm von: 57, 139, 303 Huniades, Julio: 305 Huntington, Samuel: 87, 99 Hurtado Miró, Amadeu: 431, 432, 434, 437 Husserl, Edmund: 216, 459, 489, 498 Hutchins, Robert T.: 477, 478 Huxley, Julian: 221 Ibáñez, Diosdado: 357 Ibeas Gutiérrez, Bruno: 450 Ibsen, Henrik: 109 Iglesias Posse, Pablo: 153, 163, 175, 184, 185, 197, 307, 391 Infante Pérez de Vargas, Blas: 440 Inge, William: 221 Iradier y Herrero, Teodoro: 382 Iriarte Aguirrezábal, Joaquín: 30 Isabel la Católica: 333 Izoulet, Jean: 79-80, 87, 88 Izquierdo Carrión, Josefina: 442 Izquierdo Moya, Juliana: 354, 442 Jaén Morente, Antonio: 324, 432 James, William: 86, 123 563 Jameson, Leander Starr: 89 Jaurés, Jean: 428 Jellinek, Georg: 433 Jesucristo: 186 Jiménez de Asúa, Luis: 402-403, 411 Jiménez Jiménez: 433 Jover Zamora, José: 54, 72 Juarros y Ortega, César: 416 Juderías y Loyot, Julián: 212 Juliá Díaz, Santos: 22, 30, 34, 38, 41, 43, 44, 50, 51-52, 58, 59, 61, 62, 63, 244, 449 Jung, Carl G.: 268 Kant, Immanuel: 85, 138, 158, 159, 160, 161, 162, 185, 187, 205 Kautsky, Karl: 152, 158 Kedourie, Elie: 20 Kemal Ataturk, Mustafá: 99, 369 Keyserling, Hermann Graf: 468 Kierkegaard, Søren: 187 Kipling, Rudyard: 123, 235, 240 Kitchener, Herbert: 72 Kohn, Hans: 19, 44 Krause, Karl C.F.: 174, 175, 293 Kuzio, Taras: 43 Labra Cadrana, Rafael María de: 246 Laclau, Ernesto: 36, 147 Lacolma, Javier F.: 28 Lagarde, Paul de: 140 Laín Entralgo, Pedro: 29, 480 Lakoff, George: 68, 255, 461 Langbehn, Julius: 140 Lankester, Edwin: 219 Lanuza y Urrea, Juan de: 406 Lara Zárate, Antonio: 432 Largo Caballero, Francisco: 154, 391, 449 Larramendi, Luis (Hernando de): 284 Lasaga Medina, José: 28, 40, 218, 350, 461, 489, 498 Lasalle, Ferdinand: 152-155, 158, 160, 162, 163, 164, 193, 197, 275, 313, 417 Lawrence, Thomas Edward: 289 Ledesma Ramos, Ramiro: 29, 30, 452 Ledger, Sally: 251 Lee de Muñoz Marín, Muna: 354-355 Leizaola Sánchez, Jesús María de: 407, 409 Lenin, Vladímir Ilich U.: 145, 277, 278, 360 León XIII: 174 Lerroux García, Alejandro: 10, 13, 181, 182, 190, 191-193, 197, 199, 200, 204, 231, 234, 296, 310, 326, 431-432, 433, 438, 448, 489, 498 564 Lessing, Gotthold E.: 138 Levillier, Roberto: 308 Liebknecht, Karl: 306 Lischnewska, Maria: 143 Lissarrague Novoa, Salvador: 29 Llano Alonso, Fernando H.: 28, 31, 32, 39, 44-46, 57, 59, 61, 62, 486, 495 Lloyd Georg, David: 233, 240, 244 Locke, John: 303 London, Jack: 219 López de la Torre, Tomás: 293, 355 López de la Vieja, María Teresa: 28, 35- 36, 37, 50, 59, 62 López Frías, Francisco: 28 López Orozco, Julio María: 415 López-Picó, José María: 257-258, 316 López Rey, José: 270, 396, 398 Losada Diéguez, Antonio: 291 Louzao, Joseba: 189 Loyola, San Ignacio de: 82, 84, 105 Luca de Tena, Torcuato: 359 Lukács, Georg: 37 Lulio, Raimundo: 373, 430 Luxemburgo, Rosa: 144, 306 Lutero, Martín: 57 Luzuriaga Medina, Lorenzo: 57, 62, 167, 253, 257, 375, 454 Lyotard, Jean-François: 86 MacDonald, Ramsay: 240 Machado Ruiz, Antonio: 230-231, 270, 284 Macià i Llussà, Francesc: 379, 401, 420 MacMillan, Margaret: 143 Madariaga y Rojo, Salvador de: 355, 450, 454 Madinaveitia Tabuyo, José de: 391 Madison, James: 39 Maeztu y Whitney, María de: 167, 180, 195, 353 Maeztu y Whitney, Ramiro de: 30, 69, 78, 86, 87-90, 91, 94, 95, 96, 99, 100, 101, 102, 104, 108, 110, 111, 112, 114, 115, 116, 126, 127, 131, 137, 138, 147, 180, 185, 189, 193-198, 200, 201-205, 206-207, 208, 213, 231, 236, 238, 239- 244, 245, 258, 263, 272, 274, 286, 303, 328, 340, 361, 366-368, 372, 385, 390, 412, 443, 449, 450-451, 455 Máiz Suárez, Ramón: 35 Maldonado, Francisco: 434 Mallada y Pueyo, Lucas: 95 Maluquer y Vilador, Joan: 377 Mann, Thomas: 340 Manrique, Jorge: 231 Mansfield, Harvey: 123, 350 Maquiavelo, Nicolás: 350 565 Maragall Gorina, Joan: 198, 201-203, 204, 285, 373, 374, 384 Marañón y Posadillo, Gregorio: 25, 270, 303, 373, 375, 376, 390, 394, 397, 398, 399, 401, 465, 473, 475 Maravall Casesnoves, José Antonio: 29, 37, 40, 53, 451 Marchand, Jean-Baptiste: 72 Marías Aguilera, Julián: 16, 28, 29, 32, 42, 70, 86, 100, 220, 340, 353, 474, 479, 480 Maritain, Jacques: 29, 38, 439, 444 Marquina Angulo, Eduardo: 261 Marr, Wilhelm: 154 Marraco Ramón, Manuel: 349 Martínez Campos, Arsenio: 399 Martínez de la Rosa, Francisco: 237, 283 Martínez de Velasco, José: 433 Martonne, Emmanuel de: 299 Marx, Karl: 152, 153, 160, 161, 165 Masson de Morvilliers, Nicolas: 209, 211, 212 Matteotti, Giacomo: 360 Maura Gamazo, Gabriel: 259, 389 Maura Gamazo, Miguel: 412, 423, 428, 432, 437, 438, 441-442, 443, 445-447, 448, 454 Maura y Montaner, Antonio: 102, 104, 193, 233, 256, 259, 317, 318, 326, 363, 386-387, 389, 390, 391, 392, 404 Maurras, Charles: 97, 249, 449 Mazzini, Giuseppe: 39, 303 Meabe Bilbao, Tomás: 391 Medina, José: 381 Medina de Castro, Antonio: 284 Meier-Graefe, Julius: 206 Meinecke, Friederich: 21, 37, 62, 328 Menéndez Pallarés, Emilio: 324 Menéndez Pelayo, Marcelino: 10, 13, 42, 84, 137, 156, 177-179, 181-182, 209, 211, 212, 228, 229, 231, 305, 328 Menéndez Pidal, Ramón: 42, 96, 266, 332-334, 373, 375, 376, 394, 457 Merquior, José Guilherme: 303, 319, 343, 388, 426 Mesonero Romanos, Ramón de: 143 Metaxas, Ioannis: 369 Meyer, Eduard: 48 Meysemburgo, Malvida de: 92 Michelet, Jules: 76 Michels, Robert: 345 Mill, John Stuart: 234, 303 Millán Astray, José: 99 Mills, Elliott Evans: 235 Miró i Ferrà, Joan: 375 Mises, Ludwig von: 421 Molina Aparicio, Fernando: 19 566 Molina Nieto, Ramón: 403, 408 Molinuevo Martínez de Bujo, José Luis: 459 Mommsen, Theodor: 39, 40, 62, 74, 309, 313, 332, 334-335, 348, 387, 457, 474, 488, 497 Montague, Francis Charles: 150 Montaner, Ramón: 430 Montero Reguera, José: 104 Montes Domínguez, Eugenio: 355, 450 Montesquieu, Barón de (Charles Louis de Secondat): 81, 340 Morán, Gregorio: 41 Moreno, Mercedes (“La dama duende”): 353 Moreno Luzón, Javier: 192 Moret y Prendergast, Segismundo: 66, 181, 208 Morgan, Lewis H.: 348 Morón Arroyo, Ciriaco: 459 Morote y Greus, Luis: 95 Morris, William: 289 Mosca, Gaetano: 389 Mosse, George Lachmann: 142, 152, 153 Motos, Antonio: 320 Moula, Alireza: 164 Mounier, Emmanuel: 443 Muñoz Orea, Timoteo: 232 Muñoz-Torrero y Ramírez-Moyano, Diego: 237 Mussolini, Benito: 360, 369, 372 Nakens Pérez, José: 89, 91 Napoleón III (Carlos Luis Napoleón Bonaparte): 73, 77, 309 Natorp, Paul: 10, 13, 159, 160, 161, 162, 165-171, 179-180, 182, 184, 185, 489, 498 Navarro Ledesma, Francisco: 9, 12, 85, 92, 100, 103, 104, 105, 106, 107, 108- 109, 111, 114, 116-120, 121, 122, 126, 127, 129, 176, 223, 226 Navarro Reverter, Juan: 172 Negret, E.: 181 Nelson, Leonard: 159 Newman, John Henry: 188 Newton, Isaac: 124 Nicolau d´Olwer, Luis: 401 Nielsen, Waldemar: 480 Nietzsche, Friedrich: 9, 12, 39, 50, 53, 55, 62, 84-92, 100, 101, 103, 105, 107, 119, 123, 126, 127, 155, 169, 170, 193, 194, 196, 201, 205, 219, 224, 285, 289, 319, 382, 487, 489, 496, 498 Nitobe, Inazō: 99 Noel, Eugenio (Eugenio Muñoz Díaz): 256 Nogales Nogales, José: 96 Nordau, Max: 219, 340 Novicow, Jacques: 79, 88 567 Nóvoa Santos, Roberto: 405 Núñez de Arenas, Manuel: 245, 317 Núñez Seixas, Xosé Manoel: 310 Oakeshott, Michael: 4, 124, 159, 322- 323, 337, 338 Ocampo, Victoria: 453, 473 Ochoa de Chaves, Ernestina: 353 Olariaga Pujana, Luis: 253, 257, 274, 275, 307, 311 Onís Sánchez, Federico de: 246, 266 Orringer, Nelson: 348 Ors Rovira, Eugeni d´: 312, 316, 368 Ortega, Eliseo: 443 Ortega Cantero, Nicolás: 300 Ortega y Gasset, Eduardo: 66, 108, 321, 401 Ortega Morejón, Luis: 395 Ortega Munilla, José: 66, 68, 84, 87, 104, 110, 116, 117, 118, 137, 261, 331 Ortega Spottorno, José: 28, 69 Ortega Spottorno, Miguel: 66 Ortega Spottorno, Soledad: 81 Ory, Pascal: 18, 22, 23 Ossorio y Gallardo, Ángel: 379, 383, 391, 392, 433, 434, 444, 445 Ovejero Bustamante, Andrés: 324 Pabón y Suárez de Urbina, Jesús: 55, 72, 192, 193 Padern Solá, José: 419 Padilla, Juan de: 434 Paepcke, Walter: 476-477, 479, 481 Palacio Valdés, Armando: 331 Pardo Bazán, Emilia: 116 Pareto, Vilfredo: 389 Parladé y Heredia, Andrés: 321 Pélissier, Jean: 309 Pellicena y Camacho, Joaquín: 380 Pemán y Pemartín, José María: 368 Pemartín Sanjuán, José María: 368, 450 Pérez de Ayala, Ramón: 69, 84, 118, 256, 270, 303-304, 316, 397, 398, 399 Pérez Galdós, Benito: 84, 118, 182, 246, 303 Pérez Gutiérrez, Dionisio: 174 Pérez Gutiérrez, Francisco: 73 Pérez Solís, Óscar: 307 Pérez Tapias, José Antonio: 283 Perry, Matthew C.: 98 Pestalozzi, Johan H.: 182 Peters, Richard S.: 36 Pflüger Samper, Juan Ernesto: 94 Pi y Arsuaga, Francisco: 432 Pi y Maragall, Francisco: 102, 191, 292, 299, 405, 406 568 Pi i Suñer, August: 325 Piaget, Jean: 65, 66 Picavea, Matías: 95, 96 Pidal y Mon, Alejandro: 177, 178 Piernas Hurtado, José Manuel: 234 Pijoán Soteras, José: 374, 383 Pilsudski, Józef: 360 Pinker, Steven: 74, 426 Pío IX: 188 Pío X: 175 Pío XII: 444 Pittaluga González del Campillo, Gustavo: 324, 445 Plamenatz, John: 389 Planella Guillé, Juan: 356 Platón: 185, 211, 367 Plotino: 313 Poincaré, Raymond: 312 Polakovic, Esteban: 31, 33-35, 37, 40, 44, 59, 61, 62 Polavieja, Camilo (García de Polavieja y del Castillo-Negrete): 102 Ponce de León, José: 383 Pondal, Eduardo María (González- Pondal y Abente): 291 Popper, Karl: 25 Portal Fradejas, José: 293 Posada, Adolfo (González-Posada y Biesca): 116, 234, 246, 260, 311 Prat de la Riba Sarrà, Enric: 55, 189, 204, 374, 383 Preuss, Hugo: 403 Prieto Tuero, Indalecio: 391, 401 Primo de Rivera, José Antonio: 30, 41- 42, 55, 451 Primo de Rivera, Miguel: 10, 13, 250, 269, 343, 360-362, 364-365, 367, 369- 370, 372, 373, 375, 377, 378, 380, 381, 390, 394, 396, 397, 401, 425, 434, 436, 444, 450, 457, 485, 487, 491, 494, 496, 500 Prost, Antoine: 24, 25 Proudhon, Pierre-Joseph: 152 Puig i Cadafalch, Josep: 198, 312, 373 Quintanilla y Romero, Mariano: 284, 289 Quiroga Fernández de Soto, Alejandro: 189, 242, 474, 490, 500 Rais, Jules: 468 Ramírez Patiño, Marisol: 313 Ramón y Cajal, Santiago: 137, 208, 234, 257, 277, 394 Ranke, Leopold von: 91, 106 Rebull Torroja, Joan: 375 Reclus, Élisée: 255 Redondo Gálvez, Gonzalo: 28 Régnier, Henri de: 340 569 Renan, Ernest: 9, 12, 15, 34, 35, 37, 38, 39, 40, 44, 48, 49, 50, 57, 62, 73-79, 80, 81, 82, 91, 95, 96, 101, 104, 126, 128, 132, 138, 176, 184, 186, 213, 228, 249, 263, 281, 331, 342, 382, 438, 457, 464, 487, 488, 489, 490, 496, 497, 498, 499 Renner, Karl: 144 Reyes Ochoa, Alfonso: 25, 257 Rhodes, Cecil: 89 Ribot, Theodule: 115 Rickert, Heinrich: 159, 347 Rico Avello y García de Lañón, Manuel: 453 Ríos, Manuel: 357 Ríos Urruti, Fernando de los: 167, 170, 175, 246, 257, 267, 278, 307, 321, 324, 375, 376, 401, 406, 408, 409, 411 Risco, Vicente (Martínez Risco y Agüero): 291, 355 Ritchie, David George: 258, 270 Rivadeneira, E.: 420-421 Rivadeo, Ana María: 145 Rivas Moreno, Francisco: 282 Robespierre, Maximilien: 237 Robles Carcedo, Laureano: 212 Rodó Piñeyro, José Enrique: 107 Rodríguez, Elisa: 353 Rodríguez, José: 289 Rodríguez, Teodoro: 442 Rodríguez Castelao, Alfonso Daniel: 424 Rodríguez Lafora, Gonzalo: 257 Rodríguez Méndez, Rafael: 246 Rodríguez Rodríguez, José Antonio: 159 Rogers, Kim: 220 Rohan, Karl Anton von: 468 Roig Gironella, Joan: 30 Romano, Vicente: 28, 53 Romanones, Conde de (Álvaro Figueroa y Torres Mendieta): 66, 97, 234, 267, 272, 277, 311, 320, 356, 361, 390, 432 Romero, B.: 267 Romero, Francisco: 23 Romero Otazo, Francisco: 444-445, 447, 448 Romero Robledo, Francisco: 259 Roosevelt, Franklin Delano: 463 Roosevelt, Theodore: 123 Rousseau, Jean-Jacques: 109, 303, 343 Rovira i Virgili, Antoni: 257, 316 Royo Villanova, Antonio: 326, 433-434 Ruiz-Castillo, José: 274-275 Ruiz Contreras, Luis: 84 Ruiz de Alda Miqueleiz, Julio: 451 Ruiz Muñoz, Emilio: 450 Rusiñol y Prats, Santiago: 198, 316 570 Saavedra Lamas, Carlos: 261 Saint-Simon, Conde de (Claude-Henri de Rouvroy): 184-185 Sáinz Rodríguez, Pedro: 358, 373, 375, 407-408, 409, 412 Sala Argemí, Alfonso: 373 Salaverría Ipenza, José María: 65, 102, 358 Salazar, Oliveira: 360, 390 Sales y Ferré, Manuel: 348 Salgado Arribas, Francisco Javier: 31, 42, 59, 63 Salillas y Panzano, Rafael: 96, 182 Salisbury, Marqués de: (Robert Arthur Gascoyne-Cecil): 98 Salmerón Alonso, Nicolás: 102, 175, 190, 192, 219, 381, 431 Salmerón Roiz, Fernando: 65 Samper Ibáñez, Ricardo: 414 San Martín Sala, Javier: 459 Sánchez-Albornoz y Menduiña, Claudio: 324, 408, 409, 414, 436, 471 Sánchez Cámara, Ignacio: 80, 346, 389 Sánchez de Toca, Joaquín: 326, 387 Sánchez Illán, Juan Carlos: 49-50, 59, 63 Sánchez Mazas, Rafael: 452 Sánchez-Rivera, Juan: 391 Sánchez Román, Felipe: 401, 424, 429, 431, 432, 434, 438, 454 Sánchez Villaseñor, José: 30 Sanjuán, Anselmo: 31, 55-56, 59, 61 Sanjurjo Sacanell, José: 412 Santos Oliver, Miguel de los: 324 Sanz del Río, Julián: 174, 175 Sarasola, Luis de: 443 Sardinha, António: 390 Sarría Fernández-Albar, Jesús de: 286 Sartori, Giovanni: 389 Saz Campos, Ismael: 41, 50, 59, 61, 62, 63, 74, 86, 451 Scheler, Max: 216, 218-219, 313-314, 331, 411, 457, 489, 498 Schelling, Friedrich: 44, 309 Schiller, Friedrich: 305 Schirmarcher, Catalina: 143 Schlegel, Friedrich: 104, 332 Schmitt, Carl: 159, 368 Schopenhauer, Arthur: 103 Schorske, Carl Emil: 18, 20, 40, 100, 268, 349 Schumpeter, Joseph Alois: 389 Schurtz, Heinrich: 348 Seignobos, Charles: 309 Semprún y Gurrea, José María: 443 Semprún Maura, Jorge: 30 571 Séneca, Lucio Anneo: 111, 120 Serpa Pinto, Alexandre de: 72 Serra Bartra, M.: 373-374 Serrano González, Raquel: 122 Serrano Suñer, Ramón: 452 Shaw, Georg Bernard: 243, 244, 245, 304, ̅ Sigerist, Henry Ernest: 477 Silvela y de Le Vielleuze, Francisco: 66, 96, 285, 387, 389 Simarro Lacabra, Luis: 207, 208, 242, 257, 267, 324, 452 Simeoni, Monica: 56 Simmel, Georg: 165, 196, 224, 350 Singer, Peter: 24 Sirinelli, Jean-François: 18, 22, 23 Skinner, Quentin: 18 Smith, Anthony David: 71 Snowden, Philip: 240 Sol y Ortega, Juan: 440 Soldevilla y Ruiz, Fernando: 246 Soler Grima, Francisco: 48 Soler y Guardiola, Pablo: 261 Sombart, Werner: 164 Sowell, Thomas: 426 Spencer, Herbert: 35 Spengler, Oswald: 339, 340, 341, 347, 457, 459, 490, 499 Spottorno Topete, Rosa: 82, 88, 128, 129, 133, 163, 176, 179, 182, 238 Stalin, Josef: 360, 400, 463 Stein, Karl (Barón von): 139 Sternhell, Zeev: 152 Stoker, Bram: 219, 340 Strauss, David Friedrich: 186 Stromberg Roland N.: 111 Stur, Ludovit: 34 Suárez Uriarte, Publio: 438 Sunyer i de Miró, Joaquim: 375 Taine, Hippolyte: 76, 104, 107 Tallada i Paulí, Josep María: 203, 204, 316 Tapia Romero, Luis de: 405 Tenreyro Rodríguez, Ramón María: 414 Tews, Johannes: 165 Tocqueville, Alexis de: 39, 62 Todorov, Tzvetan: 43 Tolstói, León: 87 Tomasso, Antonio di: 261 Tönies, Ferdinand: 165 Torres Barberá, Humberto: 414 Torres Gutiérrez, Alejandro: 81 572 Torres Quevedo, Leonardo: 277 Toynbee, Arnold: 234, 474-475 Treitschke, Heinrich von: 74, 91, 154, 157 Trotsky, León: 278, 363 Trullén Floria, Ramiro: 41-42, 59, 61, 63 Truman, Harry S.: 476 Tudela, José: 284 Turró y Darder, Ramón: 306 Uexküll, Jacob Johann von: 220, 236, 313, 327, 339, 340, 344, 347, 457, 488, 490, 497, 499 Unamuno y Jugo, Miguel de: 5, 10, 13, 25, 54, 70, 85, 88, 94, 100, 102, 103, 104, 108, 112, 114, 116, 117, 120, 121, 122, 124-125, 126, 127, 143, 146, 167, 168, 171, 185-187, 191, 197, 201, 209-213, 215, 223-227, 228, 229, 230, 234, 254, 256, 263, 265, 266, 286, 291, 301, 305, 324, 328, 356, 359, 367, 396, 434, 438, 445, 447, 448 Urabayen Guindo, Leoncio: 299-301, 488, 497 Urgoiti y Achúcarro, Nicolás María de: 257, 375 Valera y Alcalá-Galiano, Juan: 231, 357 Valle, Luis del: 244 Valle Gracia, Bernardino: 415 Valle Inclán, Ramón María del: 92, 103, 256, 290 Vallés y Ribot, José María: 190 Vallespín Oña, Fernando: 54 Valls y Taberner, Fernando: 379 Vandervelde, Émile: 144 Varela, Javier: 447 Varela Ortega, José: 87, 95, 237 Vargas Llosa, Mario: 62 Vázquez Calderón, A.: 357 Vázquez de Mella, Juan: 293, 303, 385 Vega, Ángel: 443 Vegas Latapié, Eugenio: 449 Vela, Fernando (Fernando Evaristo García Alfonso): 267, 289, 290 Velázquez, Diego (Rodríguez de Silva y Velázquez): 475 Vera, Vicent: 308 Verges, Francisco: 419 Verlaine, Paul: 340 Vico, Giambattista: 227 Víctor Manuel III: 360 Vidal, Fabián (Enrique Fajardo): 358 Vidal y Guardiola, Miguel: 428 Villacañas Berlanga, José Luís: 17, 30, 147, 183, 388 Villar Ponte, Antonio: 291-293, 294 Villavieja, Marquesa de (Petronila Salamanca Hurtado de Zaldivar): 394 Villena y Simó, Carlos: 447 Viqueira Cortón, Xoán Vicente: 291 573 Virchow, Rudolf: 236 Vivero Rodríguez de Tudela, Augusto: 324 Vives, Blas: 448 Vizcarra Arana, Zacarías de: 263 Vorländer, Karl: 160-162, 166 Wagner, Richard: 305 Webb, Beatrice: 243, 244, 245, 258 Webb, Sidney: 243, 244, 245, 258 Weber, Max: 20, 21, 45, 51, 165, 344 Wells, Herbert George: 243, 244 Wilde, Oscar: 268 Wilson, Woodrow: 309, 310, 315, 317, 466 Windelband, Wilhelm: 159 Windthorst, Ludwig: 174 Wohl, Robert: 94 Worringer, Wilhelm: 227 Wundt, Wilhelm: 334 Xirau Palau, Antoni: 414, 415, 430, 434, 437 Xirau Palau, Joaquín: 294-296, 378-379, 383, 384, 486, 495 Yeats, William Butler: 289 Yebes, Condesa de (Carmen Muñoz Rocatallada): 411, 453 Yrigoyen, Hipólito: 261 Zambrano Alarcón, María: 15, 29, 212, 223, 270, 396, 398, 448-449, 451 Zambrano García de Carabante, Blas José: 270, 284 Zamora Bonilla, Javier: 28, 40, 55, 459 Zancada y Ruata, Práxedes: 89 Zbikowski, Alfonso de: 270 Zea Aguilar, Leopoldo: 107, 261 Zeballos, Estanislao: 261 Zuazagoitia Azcorra, Joaquín de: 391 Zubiaurre Aguirrezábal, Ramón y Valentín de: 286-287 Zubiri Apalategi, Xabier: 443-444, 454 Zuloaga Zabaleta, Ignacio: 284, 286, 287, 303, 316, 317 Zulueta y Escolano, Luis de: 57, 62, 190, 197, 199-203, 218, 246, 247, 252, 276, 277, 285, 310, 316, 324, 355, 373, 375, 405, 416, 422 Zweig, Stefan: 268 PORTADA AGRADECIMIENTOS ÍNDICE RESUMEN SUMMARY 1. INTRODUCCIÓN Y JUSTIFICACIÓN 2. METODOLOGÍA 3. ESTADO DE LA CUESTIÓN 4. LA IDEA DE NACIÓN EN EL JOVEN ORTEGA (1883-1905) 5. EL PATRIOTISMO UTÓPICO DE RAÍZ NEOKANTIANA (1905-1912) 6. EL DESARROLLO DEL PATRIOTISMO FENOMENOLÓGICO: LA IDEA DE NACIÓN DESDE LA RAZÓN VITAL (1912-1922) 7. LA EVOLUCIÓN DEL PATRIOTISMO FENOMENOLÓGICO: CONCRECIÓN TEÓRICA E INTENTO DE PUESTA EN PRÁCTICA (1922-1932) 8. EPÍLOGO DESDE LA RAZÓN HISTÓRICA: LA IDEA DE ULTRA-NACIÓN (1932-1955) CONCLUSIONES FUENTES Y BIBLIOGRAFÍA APÉNDICE ÍNDICE ONOMÁSTICO